Los moriscos de La Mancha : sociedad, economía y modos de vida de una minoría en la Castilla moderna: Sociedad, economía y modos de vida de una minoría en la Castilla moderna 8400087607, 9788400087609

Situada en el corazón de la península, La Mancha fue una de las regiones castellanas que vivió el asunto morisco con más

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LOS MORISCOS DE LA MANCHA: SOCIEDAD, ECONOMÍA Y MODOS DE VIDA DE UNA MINORÍA EN LA CASTILLA MODERNA
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ÍNDICE GENERAL
AGRADECIMIENTOS
PRÓLOGO
PARTE PRIMERA MODELOS E IMÁGENES
I. INTRODUCCIÓN
1.1. El territorio: La Mancha en el siglo XVI
1.2. Los moriscos de La Mancha y de Castilla: aproximación y estado de la cuestión
PARTE SEGUNDA REALIDADES HISTÓRICAS
II. DE MOROS A CRISTIANOS: LOS MORISCOS ANTIGUOS
2.1. Los mudéjares manchegos: número y ubicación
2.2. Las conversiones de 1502 y el lento camino hacia la integración
2.2.1. Las Cinco Villas del Campo de Calatrava: ¿modelo?
2.2.2. Los moriscos antiguos de Almagro y Villarrubia: un intento de reconstrucción
III. LOS GRANADINOS: UN CAMBIO DE PERCEPCIÓN
3.1. La Guerra de Granada y La Mancha
3.2. El asentamiento de los moriscos granadinos
3.2.1. Los moriscos de paces
3.2.2. La expulsión de 1570-1571 y el reparto en La Mancha
3.2.2.1. Cronología y avatares
3.2.2.2. El asentamiento definitivo: cifras finales
3.2.3. Hacia una nueva geografía morisca en La Mancha
3.2.3.1. Ciudad Real: un caso excepcional
3.2.4. Nuevos proyectos de reparto
IV. CUANTIFICACIÓN: DE GRUPÚSCULO A MINORÍA CUALIFICADA
4.1. Evolución demográfica
4.2. Los porqués
PARTE TERCERA MODOS DE VIVIR
V. ASENTAMIENTO URBANO
5.1. Los moriscos sobre el plano: el asentamiento de la minoría
5.2. La casa morisca, la casa manchega
5.3. El acceso a la vivienda: sistemas, precios y protagonistas
VI. FORTUNA Y FORTUNAS: ECONOMÍA Y NIVELES DE VIDA
6.1. Distribución socio-profesional
6.1.1. El morisco agricultor
6.1.1.1. Los sistemas de acceso a la tierra
6.1.1.2. Los aprovechamientos agrarios
6.1.1.2.1. Los cultivos intensivos: las huertas
6.1.1.2.2. Vid y olivares
6.1.1.2.3. El secano
6.1.1.3. Ganadería
6.1.2. El morisco artesano
6.1.3. El morisco mercader
6.1.4. El morisco trabajador: peones, aprendices y criados
6.2. Cultura material
6.2.1. Inventarios, testamentos e incautaciones
6.2.2. Dotes: hacia una reconstrucción de la vida material morisca
6.2.2.1. Valor y distribución de los bienes dotales
6.2.2.2. El contenido de las dotes
6.2.2.2.1. Los objetos de la vida cotidiana y del trabajo
6.2.2.2.2. Los utensilios domésticos
6.2.2.2.3. Los bienes y complementos de las personas
PARTE CUARTA MODOS DE SER Y DE CREER
VII. CONTROL SOCIAL
7.1. El marco legal: la pragmática de 1572
7.2. El superintendente de moriscos
7.3. ¿A quién vigilar? Aspecto externo y peculiaridades físicas
7.4. El problema de la lista
7.5. El idioma, ¿vehículo conspiratorio?
7.6. Peligro físico, amenazas sociales. El morisco armado
7.7. Una conflictividad cotidiana: el morisco ante los tribunales
VIII. EN LA SENDA DIOS: LOS MORISCOS ANTE PREDICADORES E INQUISIDORES
8.1. Políticas evangelizadoras y actuación eclesiástica
8.2. Inquisición: la constatación de un fracaso
8.2.1. Una actuación desigual: los tribunales en el tiempo y el espacio
8.2.2. Los tres moriscos: entre el irredentismo religioso y la supervivencia socio-cultural
8.2.2.1. Tiopieyo o el fino moro
8.2.2.1.1. Tiopieyo muslim
8.2.2.1.2. Tiopieyo contra el Cristianismo
8.2.2.2. Ricote o la duda
8.2.2.3. Las Ricotas o la conversión sincera
PARTE QUINTA LA EXPULSIÓN: OBEDIENCIAS, TRAGEDIAS Y RESISTENCIAS
IX. LA EXPULSIÓN
9.1. Obediencias: del edicto de diciembre a la expulsión
9.2. La expulsión definitiva: tragedias y resistencias
9.3. El impacto de la expulsión: geografías imprecisas, cifras confusas
9.4. La gestión y venta y del patrimonio morisco
9.4.1. Estructura organizativa: Consejo, comisarios y fieles administradores
9.4.2. La actuación de los comisarios
9.4.3. La venta del patrimonio morisco: resultados y beneficiarios
X. EPÍLOGO. SER MORISCO EN LA MANCHA
PARTE SEXTA APÉNDICE DOCUMENTAL
XI. ANEXOS
XII. DOCUMENTOS
XIII. FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
13.1. FUENTES IMPRESAS
13.1.1. Fuentes editadas
13.1.2. Impresos y manuscritos1
13.2. FUENTES MANUSCRITAS
13.3. BIBLIOGRAFÍA
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Los moriscos de La Mancha : sociedad, economía y modos de vida de una minoría en la Castilla moderna: Sociedad, economía y modos de vida de una minoría en la Castilla moderna
 8400087607, 9788400087609

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Colección BIBLIOTECA DE HISTORIA Últimos títulos publicados: 50. La política cultural de Alemania en España en el período de entreguerras. Jesús de la Hera Martínez. 51. Irlanda y la monarquía hispánica: Kinsale, 16012001. Guerra, política, exilio y religión. Enrique García Hernán, Miguel Ángel de Bunes, Óscar Recio Morales y Bernardo J. García García (editores). 52. Las relaciones entre España y Filipinas. Siglos XVI-XX. M.ª Dolores Elizalde Pérez-Grueso (editora). 53. El motín de Esquilache, América y Europa. José Andrés-Gallego. 54. Los orígenes de las órdenes militares y la repoblación de los territorios de La Mancha (1150-1250), Francisco Ruiz Gómez. 55. 1635. Historia de una polémica y semblanza de una generación. José M.ª Jover. 56. Moneda y Arbitrios. Consideraciones del siglo XVII. Elena María García Guerra.

57. España y Estados Unidos en el siglo XX. Lorenzo Delgado y M.ª Dolores Elizalde (editores). 58. Gremios y artesanos en Madrid, 1550-1650. Juan Carlos Zofío Llorente. 59. La política exterior de España: Tomo 1. Una política mediterránea, occidental y de paz (1899-1905). Tomo 2. Junto a las naciones occidentales (19051914). Cristóbal Robles Muñoz.

Situada en el corazón de la península, La Mancha fue una de las regiones castellanas que vivió el asunto morisco con más intensidad, sobre todo desde que sus comarcas se vieran pobladas con los exiliados procedentes de Granada. Hasta 1570, la cuestión fue vista con indiferencia, dado que los antiguos mudéjares no parecieron suponer nunca un problema similar al vivido en el antiguo reino nazarí. La situación cambió a partir del final de la guerra de Las Alpujarras. Desde entonces, la región albergó a unos quince mil cristianos nuevos y con ellos reaparecieron viejos temores y antiguas suspicacias, pero también comenzó una activa convivencia que, lejos de separar a ambas comunidades, las hizo complementarias. ¿Cómo fue la vida de los moriscos manchegos? ¿A qué se dedicaron? ¿Fueron capaces de integrarse en la dinámica social y económica de la región? ¿Hubo un deseo de que fuera así? ¿Tuvieron las mismas creencias que los cristianos viejos? ¿Las manifestaron de la misma manera? Son preguntas, todas ellas, que nos deben hacer ver que la cuestión tratada en estas páginas no puede ser observada desde un único plano y que es, precisamente, el conocimiento de esa diversidad de aspectos lo que hace mucho más fácil comprender que, a la altura de 1610, la expulsión decretada por el tercero de los felipes fuera acogida con obediencia y resignación, pero no sin controversia.

60. Comerciando con el enemigo: el tráfico mercantil anglo-español en el siglo XVIII (1700-1765). M.ª Nélida García Fernández. 61. Rumbo al Sur. Francia y la España del desarrollo, 1958-1969. Esther M. Sánchez Sánchez. 62. Rafael María de Labra. Cuba, Puerto Rico, Las Filipinas, Europa y Marruecos, en la España del Sexenio Democrático y la Restauración (1871-1918). María Dolores Domingo Acebrón. 63. Literatura de viajes y Canarias. Tenerife en los relatos de viajeros franceses del siglo XVIII. Cristina González de Uriarte Marrón. 64. Poder y movilidad social. Cortesanos, religiosos y oligarquías en la Península Ibérica (siglos XV-XIX). F. Chacón Jiménez, Nuno G. Monteiro (editores). 65. Failure of catalanist opposition to Franco (19391950). Casilda Güell Ampuero. 66. Cambios y alianzas. La política regia en la frontera del Ebro en el reinado de Alfonso VIII de Castilla (1185-1214). Ignacio Álvarez Borge. 67. Los moriscos de La Mancha. Sociedad, economía y modos de vida de una minoría en la Castilla moderna. Francisco J. Moreno Díaz.

67

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ (Ciudad Real, 1979) es doctor en Historia por la Universidad de Castilla-La Mancha, donde, en la actualidad, ejerce como Profesor Ayudante. Dedicado a temas sociales, cuenta en su haber con varios trabajos acerca de la minoría morisca en Castilla, especialmente en el ámbito territorial manchego.

LOS MORISCOS DE LA MANCHA SOCIEDAD, ECONOMÍA Y MODOS DE VIDA DE UNA MINORÍA EN LA CASTILLA MODERNA

SOCIEDAD, ECONOMÍA Y MODOS DE VIDA DE UNA MINORÍA EN LA CASTILLA MODERNA

26/1/09

LOS MORISCOS DE LA MANCHA

MoriscosMancha CUBI-1C

BIBLIOTECA DE HISTORIA

ISBN: 978-84-00-08760-9

9 788400 087609

CSIC

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS

Ilustración de cubierta: Relieve de Santiago Matamoros. Iglesia parroquial de San Carlos del Valle (Ciudad Real). Siglo XVIII.

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BIBLIOTECA DE HISTORIA: 67

Director Carlos Estepa Díez (CSIC)

Secretario Francisco Fernández Izquierdo (CSIC)

Comité Editorial Alfredo Alvar Ezquerra (CSIC) Carlos Ayala Martínez (UAM) Manuel Espadas Burgos (CSIC) Eduardo Manzano Moreno (CSIC) Octavio Ruiz Manjón-Cabeza (UCM) José Ignacio Ruiz Rodríguez (Universidad de Alcalá) José Ramón Urquijo Goitía (CSIC)

Consejo Asesor Antonio Fernández García (UCM) Antonio Furió Diego (Universidad de Valencia) José Ángel García de Cortázar y Ruiz de Aguirre (Universidad de Cantabria) Juan Ignacio Gutiérrez Nieto (UCM) María Victoria López-Cordón Cortezo (UCM) Pascual Martínez Sopena (Universidad de Valladolid) María de los Ángeles Pérez Samper (Universidad de Barcelona) Guido Pescosolido (Universidad de Roma) Ofelia Rey Castelao (Universidad de Santiago de Compostela) Luis Ribot García (UNED) Pedro Ruiz Torres (Universidad de Valencia) Manuel Sánchez Martínez (CSIC)

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FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

LOS MORISCOS DE LA MANCHA SOCIEDAD, ECONOMÍA Y MODOS DE VIDA DE UNA MINORÍA EN LA CASTILLA MODERNA Prólogo de Jerónimo López-Salazar Pérez

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS MADRID, 2009

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Reservados todos los derechos por la legislación en materia de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en materia alguna por medio ya sea electrónico, químico, óptico, informático, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo por escrito de la editorial. Las noticias, asertos y opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva responsabilidad del autor o autores. La editorial, por su parte, sólo se hace responsable del interés científico de sus publicaciones.

Catálogo general de publicaciones oficiales http://www.060.es

© CSIC © Francisco J. Moreno Díaz NIPO: 472-08-012-X ISBN: 978-84-00-08760-9 Depósito Legal: M-856-2009 Imprime: GRÁFICAS/85, S. A. Gamonal, 5. 28031 Madrid Impreso en España - Printed in Spain

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A mis padres, Francisco y María José. A Cruces Moreno y Esperanza Campos

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ÍNDICE GENERAL

AGRADECIMIENTOS ................................................................................. XIII PRÓLOGO ................................................................................................ XV

PARTE PRIMERA MODELOS E IMÁGENES I. INTRODUCCIÓN............................................................................... 1.1. El territorio. La Mancha en el siglo XVI ............................ 1.2. Los moriscos de La Mancha y de Castilla: aproximación y estado de la cuestión .......................................................

5 7 10

PARTE SEGUNDA REALIDADES HISTÓRICAS: LOS MORISCOS EN LA MANCHA II. DE MOROS A CRISTIANOS: LOS MORISCOS ANTIGUOS ..................... 2.1. Los mudéjares manchegos: número y ubicación ............... 2.2. Las conversiones de 1502 y el lento camino hacia la integración ..............................................................................

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FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

2.2.1. Las Cinco Villas del Campo de Calatrava: ¿modelo? ............................................................................. 2.2.2. Los moriscos antiguos de Almagro y Villarrubia: un intento de reconstrucción ...................................

40 61

III. LOS GRANADINOS: UN CAMBIO DE PERCEPCIÓN ............................. 67 3.1. La Guerra de Granada y La Mancha ................................. 67 3.2. El asentamiento de los moriscos granadinos ..................... 81 3.2.1. Los moriscos de paces............................................. 83 3.2.2. La expulsión de 1570-1571 y el reparto en La Mancha ............................................................................ 85 3.2.2.1. Cronología y avatares. ............................... 86 3.2.2.2. El asentamiento definitivo: cifras finales .. 93 3.2.3. Hacia una nueva geografía morisca en La Mancha 105 3.2.3.1. Ciudad Real: un caso excepcional ............ 115 3.2.4. Nuevos proyectos de reparto ................................... 121 IV. CUANTIFICACIÓN: DE GRUPÚSCULO A MINORÍA CUALIFICADA ........ 127 4.1. Evolución demográfica........................................................ 128 4.2. Los porqués ......................................................................... 148

PARTE TERCERA MODOS DE VIVIR V. ASENTAMIENTO URBANO ................................................................ 5.1. Los moriscos sobre el plano: el asentamiento de la minoría ......................................................................................... 5.2. La casa morisca, la casa manchega.................................... 5.3. El acceso a la vivienda: sistemas, precios y protagonistas

161

VI. FORTUNA Y FORTUNAS: ECONOMÍA Y NIVELES DE VIDA .................. 6.1. Distribución socio-profesional ............................................ 6.1.1. El morisco agricultor ............................................... 6.1.1.1. Los sistemas de acceso a la tierra............. 6.1.1.2. Los aprovechamientos agrarios ................. 6.1.1.2.1. Los cultivos intensivos: las huertas............................................... 6.1.1.2.2. Vid y olivares ............................ 6.1.1.2.3. El secano ...................................

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ÍNDICE GENERAL

6.1.1.3. Ganadería.................................................... 6.1.2. El morisco artesano ................................................. 6.1.3. El morisco mercader................................................ 6.1.4. El morisco trabajador: peones, aprendices y criados ............................................................................ 6.2. Cultura material................................................................... 6.2.1. Inventarios, testamentos e incautaciones................. 6.2.2. Dotes: hacia una reconstrucción de la vida material morisca............................................................... 6.2.2.1. Valor y distribución de los bienes dotales. 6.2.2.2. El contenido de las dotes .......................... 6.2.2.2.1. Los objetos de la vida cotidiana y del trabajo ......................... 6.2.2.2.2. Los utensilios domésticos ......... 6.2.2.2.3. Los bienes y complementos de las personas ...............................

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PARTE CUARTA MODOS DE SER Y CREER VII. CONTROL SOCIAL .......................................................................... 7.1. El marco legal: la pragmática de 1572.............................. 7.2. El superintendente de moriscos ......................................... 7.3. ¿A quién vigilar? Aspecto externo y peculiaridades físicas........................................................................................ 7.4. El problema de la lista ....................................................... 7.5. El idioma, ¿vehículo conspiratorio?................................... 7.6. Peligro físico, amenazas sociales. El morisco armado ..... 7.7. Una conflictividad cotidiana: el morisco ante los tribunales ........................................................................................ LA SENDA DE DIOS: LOS MORISCOS ANTE PREDICADORES E INQUISIDORES ...................................................................................

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VIII. EN

8.1. Políticas evangelizadoras y actuación eclesiástica ........... 8.2. Inquisición: la constatación de un fracaso ........................ 8.2.1. Una actuación desigual: los tribunales en el tiempo y el espacio ........................................................ 8.2.2. Los tres moriscos: entre el irredentismo religioso y la supervivencia cultural ......................................

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FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

8.2.2.1. Tiopieyo o el fino moro ............................ 8.2.2.1.1. Tiopieyo, muslim...................... 8.2.2.1.2. Tiopieyo contra el Cristianismo 8.2.2.2. Ricote o la duda ........................................ 8.2.2.3. Las Ricotas o la conversión sincera .........

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PARTE QUINTA LA EXPULSIÓN: OBEDIENCIAS, TRAGEDIAS Y RESISTENCIAS IX. LA EXPULSIÓN .............................................................................. 9.1. Obediencias: del edicto de diciembre a la expulsión........ 9.2. La expulsión definitiva: tragedias y resistencias ............... 9.3. El impacto de la expulsión: geografías imprecisas, cifras confusas............................................................................... 9.4. La gestión y venta del patrimonio morisco....................... 9.4.1. Estructura organizativa: Consejo, comisarios y fieles administradores .................................................. 9.4.2. La actuación de los comisarios............................... 9.4.3. La venta del patrimonio morisco: resultados y beneficiarios................................................................. X. EPÍLOGO. SER

MORISCO EN

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LA MANCHA ..................................... 445

PARTE SEXTA APÉNDICE DOCUMENTAL XI. ANEXOS ........................................................................................ 455 XII. DOCUMENTOS................................................................................ 523 XIII. FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA ............................................................. 13.1. Fuentes impresas............................................................... 13.1.1. Fuentes editadas .................................................. 13.1.2. Impresos y manuscritos....................................... 13.2. Fuentes manuscritas.......................................................... 13.3. Bibliografía .......................................................................

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AGRADECIMIENTOS Son muchas las personas que, a lo largo de estos años, han estado cerca del autor de este libro. Particularizar siempre es peligroso porque cualquier omisión podría llevar a confusiones y malentendidos nunca perseguidos. No obstante, me gustaría dejar constancia de mi más sincero agradecimiento a todas aquellas personas que, de una u otra forma, han hecho posible que este trabajo vea la luz. En primer lugar, al doctor Jerónimo López-Salazar Pérez, quien dirigió la tesis doctoral origen de este libro y me guió en mis primeros pasos en la investigación de la Época Moderna. Sus amplios conocimientos, su generosidad y su incansable magisterio fueron claves en el desarrollo de la investigación y redacción del presente trabajo. Vaya mis más sincero reconocimiento y gratitud por ello. También a todos aquellos compañeros cuyos consejos han resultado tan útiles a la hora de dar forma al texto que sigue a estas palabras. Entre ellos, y de manera especial a los miembros del Área de Historia Moderna de la Universidad de Castilla-La Mancha y al profesor Francisco Fernández Izquierdo, por su paciencia y generosidad conmigo y, sobre todo, debido a sus continuos desvelos en pro de que esta obra viera la luz. Finalmente, a los doctores Vincent, Castellano, Sánchez González, Benítez Sánchez Blanco y Soria Mesa, quienes, junto al anterior, formaron parte del tribunal que juzgó la mencionada tesis. Sus consejos fueron claves a la hora de dar forma definitiva al texto que sigue a estas líneas; como los del doctor Bunes Ibarra, quien tuvo la generosidad de leer un primer borrador del presente trabajo y cuyas observaciones fueron de gran ayuda a la hora de cerrar la versión definitiva

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PRÓLOGO Una de las mayores satisfacciones que proporciona la vida académica, tan plagada de sinsabores e ingratitudes, es la publicación de una Tesis Doctoral cuya gestación y desarrollo se ha seguido durante varios años. Para el autor es el momento de poner a disposición de los estudiosos las aportaciones que hasta ese momento sólo conocían unas cuantas personas y, para el director, el de afrontar el arduo compromiso de redactar el prólogo, epígono formal a una serie de años de convivencia. Aunque no soy cultivador de este género, que cuenta con destacados especialistas, ni tampoco investigador del tema tratado en las páginas, no he podido negarme a la llamada de la amistad que me ha hecho Francisco Moreno Díaz del Campo. Los moriscos de la Corona de Castilla no tuvieron ni el peso demográfico ni la importancia económica ni la situación jurisdiccional ni, por supuesto, las mismas actitudes religiosas de los valencianos o aragoneses. Sin embargo, en algunas regiones dejaron una fuerte impronta. Tal es el caso concreto de Castilla la Nueva y, dentro de ella, de La Mancha, su región natural más célebre y extensa. A la hora de definir el territorio objeto de estudio hay que optar —y así lo hace el doctor Moreno Díaz del Campo— por una Mancha entendida en sentido amplio, con un cruce entre región natural y demarcaciones históricas que naturalmente no convence a nadie, pero que viene impuesta por la evolución histórica y, sobre todo, por las fuentes. Pues bien, en algunas comarcas de esa imprecisa región, lo morisco constituye una de las peculiaridades históricas del territorio, debido a la tradición mudéjar, a la fuerte aportación demográfica que supuso el reparto de los cristianos nuevos granadinos y, finalmente, a las consecuencias de la expulsión. Los moriscos manchegos no son unos desconocidos por cuanto han atraído la atención, desde el mismo siglo XVI hasta nuestros días, de escritores, repúblicos, ensayistas e historiadores. El más agudo retrato de la condición del morisco manchego nos lo dejó, como no podía ser de otra manera, Miguel de Cervantes. La conversación entre Ricote y Sancho, aparte

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JERÓNIMO LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ

de revelar la extraordinaria sensibilidad de Cervantes para captar los fenómenos sociales de su tiempo, resume todos los temas que han atraído la atención de los estudiosos: la vida material de los moriscos, su convivencia con los cristianoviejos, los distintos grados de evangelización, el destino de los expulsados, los retornos clandestinos, etc. La historiografía posterior poco ha podido añadir, salvo tratar de dar soporte científico a la ficción literaria. Sin embargo, de Cervantes a Lapeyre poco progresó el conocimiento de los cristianos nuevos de moriscos. Su número y su trascendencia en el proceso productivo se fue mitificando y, por ende, magnificando hasta considerar la polémica medida de Felipe III como la causa más evidente de la decadencia de la región o al menos de algunas de sus comarcas. El panorama historiográfico cambió radicalmente en 1959 con la aparición del libro de Lapeyre, no sólo porque fijó con toda la exactitud que puede pedirse a las fuentes de la época el impacto del exilio morisco, sino también porque constituyó una llamada de atención destinada a dar excelentes frutos. Las referencias del ilustre hispanista a ciertas comarcas de la región fueron constantes y pusieron de manifiesto la entidad de la minoría, menor que la asignada por la tradición pero en modo alguno desdeñable. Años más tarde, las comarcas manchegas y aledañas fueron objeto de la atención de Benard Vincent en su célebre trabajo sobre el reparto de los granadinos. Vincent, que tuvo la gentileza de aceptar la presidencia del tribunal de la Tesis origen de este libro, cuantificó la aportación global que supuso la llegada de los granadinos. Desde entonces supimos que quedaron más moriscos de los previstos y de los que la cercanía a las tierras andaluzas recomendaba. Castilla la Nueva tuvo, a partir de 1571, dos comunidades, ambas con grados de integración diferentes: la muy reducida de los antiguos mudéjares y la más copiosa de los recién llegados, por cierto muy bien recibidos, al menos por los sectores dirigentes de la sociedad de la época. Como no podía ser menos, los estudios de los moriscos siguieron los vaivenes de la de las modas historiográficas y, tras los trabajos de Lapeyre y Vincent, centrados fundamentalmente en cuantificar el peso demográfico de la minoría, llegó el momento de abordar a los cristianos nuevos desde otras perspectivas. Ello coincidió con el apogeo de los estudios inquisitoriales que conocieron su edad de oro a partir de 1970. La vía inquisitorial estaba llamada a dar fecundos frutos por cuanto en la Corona de Castilla los mahometizantes ocupaban el tercer grupo herético, tras los procesados por proposiciones y por judaizantes. Además, Castilla la Nueva ha conservado la documentación de dos de los tribunales del Santo Oficio con competencia en sus territorios. El problema fue abordado primero por Dressendörfer para el tribunal de Toledo y unos años después por Mercedes García Arenal para el de Cuenca. García Arenal, cultivadora también de las fuentes demográficas, publicó en 1978 otro de los libros clásicos de la historiografía moriscológica de Castilla la Nueva. Años después, la heterodoxia de los mo-

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riscos de Daimiel, una de las Cinco Villas del Campo de Calatrava, fue objeto de los trabajos de Jean Pierre Dedieu, sin duda uno de los mejores conocedores de la Inquisición toledana. Tras lo más perentorio e inmediato, el número de los cristianos nuevos y su ortodoxia, llegó el momento de abordar otros aspectos de la realidad cotidiana del pasado de la minoría. Para ello era necesario centrar la atención sobre realidades geográficas más reducidas. Unas quedan fuera de La Mancha, como las que fueron objeto de los trabajos de Prieto Bernabé sobre Pastrana y de Magán García y Sánchez González sobre la comarca toledana de La Sagra, basado este último en fuentes parroquiales, municipales y notariales. Ya en los territorios manchegos merece la pena destacar los estudios de Carla Rahn Phillips sobre Ciudad Real y de Santamaría Conde sobre los moriscos de Albacete. Años más tarde, en 2000, apareció el libro de Miguel Fernando Gómez Vozmediano quien, con su excelente conocimiento de todo tipo de fuentes, abordó el análisis global de los moriscos del Campo de Calatrava en un libro rico en trayectorias personales. Más recientemente, después de leída esta Tesis, apareció el libro de Trevor Dadson sobre los moriscos de Villarrubia de los Ojos. Según Dadson, la mayoría de los moriscos de esta villa de larga tradición mudéjar, gracias a su asimilación a la cultura dominante, al hábil amparo del señor y a la complicidad de sus convecinos, logró evitar la expulsión o regresar tras ella. Quizá lo más novedoso de esta obra sea el estudio del marco local donde convivieron viejos y nuevos cristianos. Por lo tanto, obras sobre cristianos nuevos no faltaban y por ello manifesté ciertos reparos a la hora de aceptar el tema que me sugería Francisco Moreno. Mis cautelas no respondían tanto a las obras publicadas y a las investigaciones que estaban en curso sino, sobre todo, a las limitaciones de los archivos provinciales y locales de esta región. Sin embargo, las páginas que siguen demuestran que, a pesar de las aportaciones historiográficas existentes, la razón estaba de parte del entonces doctorando y no del director. No caeré en la tentación de ofrecer en el prólogo un resumen de la obra. Sería hacer un flaco favor al autor y, sobre todo, a los lectores que se verían privados de conocer de primera mano muchas y muy notables aportaciones. Quizá la primera y más evidente sea la de estar ante una obra de conjunto que no sólo sintetiza y reordena los conocimientos existentes sobre La Mancha y territorios anejos, mediante un manejo muy inteligente de las aportaciones que le precedieron, sino que apura lo que las fuentes pueden dar de sí. En efecto, ésta es una de las principales virtudes del libro que el lector tiene entre sus manos: la enorme variedad de las fuentes, lo que le confiere una interesante dimensión metodológica. De entre los fondos manejados destacaré, por un lado, el Archivo de Toledo de la Sección de Órdenes Militares, que siempre proporciona sorpresas sobre el discurrir cotidiano de la existencia morisca; el extraordinario rendimiento que el autor obtiene de los

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escasos protocolos notariales existentes, así como el empleo sistemático y masivo de los fondos de Contadurías del Archivo General de Simancas. Aunque, como digo, no deseo ni mucho menos resumir la obra, no puedo sustraerme a la tentación de poner de manifiesto aquellos aspectos más notables de la investigación del profesor Moreno Díaz del Campo. Aparte de las ya enunciadas facetas metodológicas e historiográficas, me interesa destacar el minucioso estudio de la aportación demográfica y del impacto que supuso el asentamiento de los granadinos en territorios manchegos; también el análisis de la evolución de la minoría, de sus modos de vida y del vaporoso mundo de sus creencias, basado éste en fuentes inquisitoriales y de órdenes militares. Sin lugar a dudas, su aportación más notable tiene que ver con el papel económico de los moriscos, antes, durante y después de la expulsión. En efecto, las cartas de dote —que, por cierto, revelan la existencia de algunos moriscos ricos—, los contratos de arriendo y de siegas y, sobre todo, los cuadros de los cristianos nuevos de Ciudad Real y El Toboso ante la expulsión revelan cuán lamentable resulta la escasez de protocolos notariales para la mayoría de los pueblos de La Mancha. El perfil material de los moriscos manchegos se redondea con los fondos de Contadurías de Simancas que el autor utiliza para abordar el proceso de venta del patrimonio morisco. Con ellos estudia la pequeña estructura administrativa montada al efecto, los conflictos de competencias, los beneficiarios y, sobre todo, inventaría y tasa las haciendas moriscas para concluir que en una proporción nada desdeñable los miembros de la minoría eran propietarios de bienes. Finalmente, el autor se hace la inevitable pregunta sobre el grado de integración de los cristianos nuevos. Una de las impresiones que se saca de la lectura de la obra es que la mayoría de los cristianos viejos tenían escasas diferencias con los nuevos, al menos en los aspectos económicos y sociales. Puede decirse que pesaba más la posición económica que la racial. Respecto al problema religioso, de costumbres y de integración quizá la respuesta sea más compleja, si bien me da la impresión de que los mismos datos admiten diversas lecturas. A pesar del número de cristianos nuevos y de su deficiente evangelización no fueron éstos los que más trabajo dieron al Santo Oficio en los territorios manchegos. Por otra parte, Magán y Sánchez González vieron escasos signos de aversión entre ambas comunidades. Y lo mismo, pero todavía de forma más acusada, se deduce del libro de Dadson. Conviene, sin duda, profundizar en ese sentido y para ello la cuantificación de la minoría y el perfil que de ella traza Francisco Moreno resultan de suma utilidad. Quizá de todo ello se desprenda que los cristianos nuevos, representados en Ricote, se llevaban mucho mejor con Sancho que con los escritores polemistas. Se impone concluir. No me queda sino felicitar a Francisco Moreno Díaz del Campo por su manejo de las fuentes, por la solidez de su trabajo y por sus conclusiones. También al Departamento de Historia de la Universidad de Castilla-La Mancha, donde se gestó este libro. Pero, además, están de

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enhorabuena todos los interesados en la historia rural, tan postergada por diversas causas de todos conocidas. La región era eminentemente rural y la minoría sociorreligiosa que protagoniza este libro también. Volver los ojos al mundo campesino, aunque sea con el pretexto de los cristianos nuevos, constituye siempre un motivo de satisfacción. JERÓNIMO LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ

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«Sólo una conciencia manchada por su propia vergüenza o por la ajena encontrará aspereza en tus palabras. Pero no importa: dejada toda tu preocupación y falsedad, manifiesta todo lo que has visto y deja que se rasque a quien la tiña pique. Pues si tu palabra, al principio, parecerá molesta, dejará después vital nutrimiento una vez digerida». ALIGHIERI, D.: La divina comedia. (El Paraíso. Canto XVII).

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I. INTRODUCCIÓN El problema morisco monopolizó gran parte de los desvelos del conjunto de la sociedad hispana durante la temprana Edad Moderna. Desde el momento mismo de la conversión forzada con la que se abrió el Quinientos, el asunto fue objeto de un intenso debate. En un principio, las propuestas para solucionarlo partieron del convencimiento de las autoridades de que la cuestión entonces originada era meramente transitoria. El tiempo, la paciencia y la colaboración de todos los sectores inmersos en la resolución del mismo deberían facilitar que los nuevamente convertidos de moros abandonaran todo resquicio de su antigua fe y se incorporaran plenamente a la dinámica socio-religiosa de esa España que se pretendía uniforme. Ahora bien, con el correr de los años, tanto la propia Corona como el conjunto social hispano tomaron conciencia de que la solución definitiva se alejaba cada vez más. Lo que en un principio fueron buenas maneras, paciencia, tolerancia, compás de espera,... tornaron primero en gestos contradictorios y vacilaciones, más tarde en incomprensión, arrinconamiento e imposición. Cada uno de los elementos de dicha evolución debe entenderse formando parte de un todo; de un programa de actuación que, lejos de estar definido, estuvo marcado tanto por los problemas que la minoría generó como por la propia evolución ideológica de la Corona y sociedad hispanas. Al principio, ese plan previó una rápida salida a un asunto que, como se ha señalado más arriba, se entendió como temporal. La ansiedad por lograr esa solución, la impaciencia y los temores infundados, de un lado, y la innegable resistencia puesta en marcha por amplios sectores de la minoría, de otro, contribuyeron a enquistar un problema que terminó con la más drástica de las soluciones posibles poco más de un siglo después de iniciarse. Los territorios manchegos también fueron partícipes de este proceso. En un primer momento de manera menos acusada ya que la presencia morisca en La Mancha fue de una entidad escasa, al menos hasta la llegada de los granadinos expulsados del antiguo reino nazarí tras la guerra de las Alpujarras.

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En este sentido, y aunque posiblemente esté de más señalarlo, se impone la necesidad de diferenciar entre dos etapas concretas y definidas. De un lado, el periodo comprendido entre 1502 y 1570, el que genéricamente hemos denominado como de los moriscos antiguos. Aquel en el que el problema, al menos en los territorios manchegos, aparece muy localizado y en el que la táctica de la Monarquía, con la Inquisición a la cabeza, se basa en la mezcla de una desordenada política de actuación que combinó casi al unísono comprensión con intolerancia. Una etapa marcadamente confusa tanto para los propios moriscos como para los cristianos viejos. La cosa cambia a partir de 1570. La llegada de los granadinos a Castilla, con la guerra de por medio, supone un cambio de percepción en torno al problema morisco. Desde entonces, y al calor de una política mucho más intervencionista e intransigente, la vida de los poblachones manchegos se tiñe de rivalidades, de incomprensiones y suspicacias pero también de una activa convivencia, de un cotidiano día a día cuyas manifestaciones más habituales pueden observarse en la vecindad entre unos y otros, en el desarrollo de las actividades profesionales y en la lucha por una vida mejor, aspiración no sólo propia de la minoría sino también de sus vecinos cristianos viejos. Esa aparente conjunción de intereses nos ha impulsado a llevar a cabo un análisis diacrónico de los modos de vivir, de comportarse y de creer de la minoría. Porque sus aspiraciones (individuales y colectivas) siempre encontraron indudables nexos con las de los cristianos viejos, fueran sus protagonistas antiguos o granadinos. En ese sentido, uno de los objetivos que tiene el presente trabajo es el de poner de relieve que, lejos de enconadas luchas y oposiciones insalvables, la vida de los cristianos, fueran viejos o nuevos, tuvo más parecidos y puntos en común de lo que hasta ahora hemos querido ver. En otras palabras, quien escribe ha podido percibir que las diferencias entre unos y otros fueron muchas veces impuestas y que el discurrir cotidiano fue mucho más prosaico y menos enrevesado de lo que de esa visión casi apocalíptica de la Corona se derivaba. Ahora bien, el hecho de admitir que moriscos y cristianos viejos compartieron indudables vínculos en sus modos de vivir no debe hacernos olvidar que esa convivencia también estuvo teñida de conflictos, de incomprensiones, de abusos y, por qué no, de una diferente forma de afrontar los modos de creer. Todo ello debería llevarnos, esa es nuestra aspiración, a comprender que el problema morisco no puede ser reducido a una única visión; que la vida de moriscos y cristianos viejos tuvo tantas vertientes como situaciones vitales pudieron derivarse de la misma; que hubo semejanzas, anhelos comunes, aspiraciones compartidas pero también insondables abismos y que al final, estos prevalecieron sobre aquellas.

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1.1. El territorio: La Mancha en el siglo

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El concepto de Mancha ha oscilado, a lo largo del tiempo. Aún hoy, no existe una opinión unánime a la hora de definir qué es La Mancha. Literatos, geógrafos, historiadores,… se han entregado con afán al tema y nos han dejado, cada uno a su manera, su particular visión de la misma. Sin embargo, y aunque sorprendente en apariencia, la dispar realidad que se deriva de sus definiciones no es tal si se tiene en cuenta que cada una de esas visiones fue, es y será hija de un tiempo concreto y de unas mentalidades que, en la mayor parte de las ocasiones, poco o nada tienen en común1. Como región natural, La Mancha ocupa gran parte de la zona central y oriental de los territorios comprendidos entre el Tajo y el Guadiana y debe su nombre a los árabes quienes, atraídos por las semejanzas con su terruño de origen, la denominaron Man’xa (la —tierra— seca) en una clara alusión a una de sus más particulares características: su aridez. Desde el punto de vista físico, constituye la llanura más amplia y perfecta de toda la Península Ibérica. Se trata de una cuenca sedimentaria en la que el escaso nivel de precipitaciones y la inexistencia de una capa geológicamente dura explican que tanto el Guadiana como sus afluentes no hayan sido capaces de formar valles de importancia, lo cual determina en gran medida la otra de sus grandes peculiaridades: su marcada horizontalidad2. Desde una óptica estrictamente histórica y obviando parcialmente el primitivo calificativo con que la obsequiaron los musulmanes, la primera referencia clara y precisa al topónimo, utilizado para denominar a una unidad administrativa con personalidad jurídica propia, la encontramos con motivo de la asociación de determinados enclaves en lo que, a partir de mediados del siglo XIV, se conoció como el Común de La Mancha, una agrupación de poblaciones que, pertenecientes a una misma jurisdicción —en este caso la santiaguista—, se unieron con fines primordialmente ganaderos y fiscales3. 1 En torno a esta idea véase la acertada introducción de Jerónimo López-Salazar a su trabajo acerca del mundo rural en la época del Quijote. Cf. LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: «El mundo rural en La Mancha cervantina: labradores e hidalgos», en SANZ CAMAÑES, P.: La Monarquía Hispánica en tiempos del Quijote. Madrid: Sílex Ediciones, 2005, pp. 17-18. 2 Con una altura que oscila entre los 600 y 700 metros tiene una forma que asemeja a la de un triángulo y se encuentra delimitada por diversas unidades naturales (Montes de Toledo, campos de Calatrava y Montiel, Alcaraz y Serranía de Cuenca) diferenciadas de la misma no sólo por su origen geomorfológico sino también por el clima y la vegetación a ellas asociadas. Vid. GARCÍA RAYEGO, J. C.: «El medio natural y sus unidades en el sur de la meseta meridional», en GARCÍA RAYEGO, J. C. y GONZÁLEZ CÁRDENAS, Mª E. (coords.): XII Jornadas de campo de Geografía Física. Ciudad Real: Asociación de Geógrafos Españoles-Universidad de Castilla-La Mancha, 1996. 3 El Común fue creado en 1353 por privilegio del maestre don Fadrique y agrupó, en una primera fase a las poblaciones de Campo de Criptana —que actuó como cabecera del mismo—, Pedro Muñoz, El Toboso, Miguel Esteban, Puebla de Almoradiel, Quintanar de

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MAPA 1. La Mancha como unidad geográfica natural

El topónimo a que dio origen esta primigenia unidad administrativa y fiscal siguió plenamente vigente a lo largo de toda la Edad Media y a principios de la Edad Moderna se documenta cómo «en las estadísticas oficiales de la Corona de Castilla […] esta agrupación se llamaba Provincia de la Orden, Villanueva de Alcardete, Villamayor de Santiago, Hinojosos y Mota del Cuervo. A ellos, en una segunda fase que sólo podemos situar entre mediados del siglo XIV y finales del XV se unieron las villas de Cabezamesada, Corral de Almaguer, Horcajo de Santiago, Pozorrubio, Puebla de Don Fadrique, Socuéllamos, Tomelloso y Villaescusa de Haro. Anteriores a su creación fueron las del Común de Uclés, al norte, (1328) y, más al sur, la del Común de Montiel (1338) y a imitación de éstos, en territorios calatravos la del Común de Calatrava. Para más información acerca de estas instituciones nos remitimos a los trabajos de MARTÍN DE NICOLÁS, J.: El Común de La Mancha. Encrucijada de Toledo, Cuenca y Ciudad Real (Documentos para su historia). Toledo: Caja de Ahorros de Toledo, 1985 y «La reconstrucción del Común de La Mancha (1480-1603)», en Conflictos sociales y evolución económica en la Edad Moderna (I). Actas del I Congreso de Historia de CastillaLa Mancha (vol. VII). Toledo: Servicio de Publicaciones de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, 1988, pp. 37-44 y de GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: «Repúblicas campesinas: el común en los campos de Montiel y Calatrava (siglo XVI)», en LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J. (coord.): Las Órdenes Militares en la Península Ibérica (vol II: Edad Moderna). Cuenca: Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2000, pp. 2203-2224.

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La Mancha»4. Es precisamente a finales del Quinientos cuando encontramos las más claras referencias a lo que, desde una óptica puramente geográfica, se entendía qué era La Mancha en la Edad Moderna. Así parecen demostrarlo las respuestas que los redactores de las Relaciones Topográficas ofrecieron a la pregunta de en dónde se situaba cada una de sus localidades pues los improvisados cronistas dibujaron con sus respuestas un mapa muy similar al que podríamos definir tomando como referencia la comarca natural de la que ya hemos hablado. Posteriormente, y ya en el siglo XVIII, la nueva configuración políticoadministrativa de la Corona de Castilla, hizo que se utilizara el topónimo para designar a una amplia zona de Castilla la Nueva que tenía como epicentro la actual Ciudad Real y que se extendía por los límites de la provincia homónima, por parte de las de Toledo, Albacete y Cuenca y que incluso añadía localidades de las actuales provincias de Jaén y Badajoz. Esa gran provincia mantuvo sus límites hasta bien entrado el siglo XIX, cuando la división provincial de Javier de Burgos, a partir de la cual La Mancha dejó de ser unidad administrativa para volver a su primitiva consideración de comarca natural. El criterio que hemos empleado a la hora de definir nuestra área de estudio ha partido de la ya mencionada unidad natural pero sin olvidar que sobre ese territorio han gravitado potentes factores de tipo histórico y social. A partir de esa premisa, y sin perder de vista que toda crítica que proceda del mundo geográfico estará más que fundamentada, se ha definido como área objeto de estudio la que enmarca los territorios pertenecientes a la órdenes militares de Santiago, San Juan y Calatrava y a ellos se les han añadido el marquesado de Villena, la ciudad de Ciudad Real y el partido de Alcaraz, pertenecientes a la Corona. Todos ellos, en mayor o menor medida, participan de la comarca natural y separar unas localidades de otras por el solo hecho de no estar situadas bajo una misma unidad natural habría resultado, además de estéril, incorrecto ya que al estudiar los procesos de tipo social, económico y político la unidad político-administrativa tuvo un mayor peso específico que la natural. Además, y como complemento a lo ya dicho, esta región coincide en gran parte con aquella otra situada entre las ciudades de Toledo, Sevilla y Murcia; aquella que Bernard Vincent señaló en su día como la que concentraba la mayor proporción de moriscos granadinos asentados en Castilla tras la guerra de las Alpujarras5.

4 JESSEN, O.: «La Mancha: contribución al estudio geográfico de Castilla la Nueva», en Estudios Geográficos, XXIII-XXIV, 1946, p. 273. 5 VINCENT, B.: «La expulsión de los moriscos del Reino de Granada y su reparto en Castilla», en VINCENT, B.: Andalucía en la Edad Moderna: economía y sociedad. Granada: Diputación Provincial de Granada, 1985, p. 241.

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MAPA 2. La Mancha como territorio para el estudio de una minoría (año 1500)

CUADRO 1. Extensión de los territorios de La Mancha a principios del XVI Territorio Orden de Santiago Orden de Calatrava Priorato de San Juan Partido de Alcaraz Marquesado de Villena Ciudad Real Total

Extensión (en km2) 8.076,2 9.995,9 3.143,2 3.795,8 8.002,6 312,3 33.326,3

1.2. Los moriscos de La Mancha y de Castilla: aproximación y estado de la cuestión En la actualidad, y a pesar de los avances que se han producido en los últimos años, la investigación referente a los moriscos de Castilla sigue siendo deudora de lo que Louis Cardailllac denominó hace tiempo como «zonas de penumbra»6. Penumbras desde el punto de vista geográfico pues en 6 CARDAILLAC, L.: «Introducción», en CARDAILLAC, L. (dir.): Les morisques et l’Inquisition, París: Publisud, 1990.

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contraposición a lo que ocurre en Aragón, Levante y Granada, el morisco del interior está relativamente poco estudiado. Penumbra, también, temática pues el análisis de la heterodoxia ha primado sobre otras cuestiones como las económicas y sociales. Por último, penumbra cronológica debido, principalmente, a que tanto la Guerra de Granada como la expulsión han sido los temas sobre los que la investigación ha focalizado sus esfuerzos. Por fortuna, la aparición de nuevos trabajos ha propiciado la progresiva ampliación de nuestro conocimiento acerca de la realidad morisca. En ello ha tenido mucho que ver la nueva configuración del mapa de la investigación española, fruto de la cual los estudios sobre la minoría se han concentrado en la realización de monografías de tipo local y regional. Desde entonces, y sobre todo desde que Rafael Benítez llamara a la renovación de la disciplina7, han sido muchos los autores que han concentrado sus esfuerzos en el estudio de la realidad morisca de los reinos de Valencia y de Granada, de Aragón incluso. Sin embargo, el conocimiento que tenemos de las comunidades del interior peninsular es más bien escaso, pues las obras que abordan esta realidad son pocas y, en ocasiones, están demasiado desconectadas entre sí. Quien a todas luces parece ser la región peor parada es Castilla la Vieja8. Hasta la década de los noventa del ya pasado siglo XX, las aportaciones al conocimiento de la minoría en las tierras situadas al norte del Sistema Central habían sido casi anecdóticas dado que, a excepción de los intentos de María del Mar Gómez Renau y de Luis Fernández9, las comunidades moriscas de dicha región habían permanecido casi en el anonimato. El verdadero impulsor de los estudios sobre moriscos en tierras de Castilla la Vieja ha sido Serafín de Tapia. Sus trabajos acerca de la comunidad

7 En BENÍTEZ SÁNCHEZ-BLANCO, R.: Moriscos y cristianos en el Condado de Casares. Córdoba: Diputación Provincial de Córdoba, 1982. 8 Los trabajos desarrollados para el ámbito de la Cornisa Cantábrica brillan por su práctica ausencia, algo a todas luces comprensible si se tiene en cuenta el escaso volumen que las comunidades de cristianos nuevos alcanzaron en dichas regiones. A este respecto véase GONZÁLEZ PAZ, C. A.: «Sarracenos, moros, mudéjares y moriscos en la Galicia medieval», en Cuadernos de Estudios Gallegos, LI (117), 2004, pp. 281-312. 9 GÓMEZ RENAU, M.ª M.: La comunidad mudéjar y morisca de Valladolid (siglos XV-XVI). Madrid: Universidad Complutense, 1988, posteriormente ampliada en GÓMEZ RENAU, M.ª M.: Comunidades marginadas en Valladolid: mudéjares y moriscos. Valladolid: Excma. Diputación Provincial de Valladolid, 1993. También de esta autora, «La aljama de Valladolid: nuevas aportaciones», en Anaquel de Estudios Árabes, XV, 2004, pp. 141-163. Véase igualmente FERNÁNDEZ MARTÍN, L.: Comediantes, esclavos y moriscos en Valladolid: siglos XVI y XVII. Valladolid: Universidad de Valladolid, 1988. A ellas pueden unirse algunas aportaciones aisladas como la de SIERRO MALMIERCA, F.: Judíos, moriscos e Inquisición en Ciudad Rodrigo. Salamanca: Diputación Provincial de Salamanca, 1990, así como las llevadas a cabo desde el campo de la Historia del Arte: LAVADO PARADINAS, P. J.: Moros y moriscos en la Tierra de Campos: sus realizaciones artísticas en madera, yeso, ladrillo y tapial. Tesis Doctoral de la Universidad Complutense dirigida por José María Azcárate y Ristori, Madrid, 1978.

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morisca de Ávila han supuesto la consolidación de un sustancioso cauce de aproximación metodológica y temática para el estudio de la minoría en Castilla. Primero a través del interesante artículo dedicado a la fiscalidad de la minoría10; más tarde, por medio de toda una serie de trabajos que tuvieron su punto de arranque en la Tesis Doctoral que defendió en 198911. Este trabajo se tradujo poco después en la publicación de La comunidad morisca de Ávila12; de indudable calidad, el trabajo de Tapia supuso un antes y un después en el estudio de los moriscos de Castilla ya que su autor hizo uso de una enorme variedad de fuentes (desde las clásicas inquisitoriales a los protocolos notariales, pasando por padrones fiscales, actas municipales, libros parroquiales y procesos judiciales). Ello, en última instancia, le permitió insertar a la comunidad morisca abulense en el entramado social de la propia ciudad y superar la tan frecuente descontextualización a la que ha estado sometido el grupo cristiano nuevo. Con posterioridad a este trabajo, sin duda su obra cumbre en lo referido a moriscos, el autor ha incidido en las mismas premisas13 y se ha convertido en uno de los máximos representantes de la renovación a la que él mismo llamó con el objetivo de superar las «lagunas inexplicables» que, avanzó, existían en tierras castellanas14. Esas lagunas son especialmente significativas en lo que al ámbito madrileño se refiere ya que, a excepción de los trabajos de Riosalido y Prieto Bernabé15, la minoría sigue siendo una gran desconocida en la capital 10 TAPIA GARRIDO, S. de: «La opresión fiscal de la minoría morisca en las ciudades castellanas: el caso de la ciudad de Ávila», en Stvdia Historica. Historia Moderna, IV (3), 1986, pp. 17-49. 11 TAPIA GARRIDO, S. de: La comunidad morisca de Ávila. Tesis Doctoral de la Universidad de Salamanca dirigida por Manuel Fernández Álvarez, Salamanca, 1989, 3 vols. 12 Salamanca: Ediciones de la Universidad de Salamanca, 1991. 13 Por medio de los siguientes trabajos: «Las redes comerciales de los moriscos de Castilla la Vieja: un vehículo para sus “complicidades”», en Stvdia Historica. Historia Moderna, XI, 1993, pp. 231-243; «Los moriscos de Castilla la Vieja, ¿una identidad en proceso de disolución?», en Sharq-al-Andalus, XII, 1995, pp. 179-195; «Una minoría urbana mal conocida: los moriscos ‘convertidos’ en Castilla la Vieja», en HINOJOSA Y MONTALVO, J. y PRADELLAS NADAL, J. (coords.): 1490 en el umbral de la Modernidad: el Mediterráneo europeo y las ciudades en el tránsito de los siglos XV-XVI. Valencia: Generalitat ValencianaConsejo Valenciano de Cultura, 1994, pp. 447-473; «Los moriscos de la Corona de Castilla: propuestas metodológicas y temáticas», en Actas del VII Simposio Internacional de Mudejarismo. Teruel: Instituto de Estudios Turolenses, 1999, pp. 199-214, además de en los trabajos dedicados al conjunto mudéjar de la extremadura castellano-leonesa en el Cuatrocientos. 14 Cf. TAPIA GARRIDO, S. de: «Los moriscos de la Corona de Castilla: propuestas metodológicas y temáticas», en Actas del VII Simposio Internacional de Mudejarismo. Teruel: Instituto de Estudios Turolenses, 1999, p. 200. 15 RIOSALIDO, J.: «Un Corán morisco con elementos andalusíes hallado en Madrid», en Boletín de la Asociación Española de Orientalistas, XXVIII, 1992, pp. 51-58. PRIETO BERNABÉ, J. M.: «Una minoría disidente en la Corte: los moriscos de Madrid ante la expulsión (1610)», en Torre de los Lujanes, XVII, 1991, pp. 57-77.

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de España. Por contra, y ya en Castilla la Nueva, las comunidades alcarreñas sí son más conocidas. Especial importancia parecen haber merecido los moriscos de Pastrana16 al igual que los de Sigüenza con los trabajos de Aurelio García López17; obras y artículos todos ellos en los que se intentan poner de manifiesto las relaciones y semejanzas que la comunidad morisca alcarreña mantuvo con la asentada en territorios aragoneses. Mucho antes comenzaron los estudios referentes a los moriscos conquenses. El pionero, aquí, fue don Sebastián Cirac, archivero diocesano entre 1930 y 1970, quien editó uno de los censos de moriscos granadinos repatriados al obispado de Cuenca18. Posteriormente, y en la misma tónica, fueron apareciendo trabajos que incidían en las mismas premisas que el anterior pero ampliando sus objetivos a circunscripciones territoriales mucho más amplias. Uno de ellos fue el de Mercedes García-Arenal, quien a través de los recuentos de moriscos realizados en 1589 y 1594 logró componer un ilustrador trabajo acerca de la vida cotidiana, sociología y cuantificación de los cristianos nuevos del distrito inquisitorial de Cuenca19. Para otras zonas, y con fuentes análogas, contamos con análisis de un calado similar, como los realizados por Hilario Rodríguez de Gracia para Toledo y el ya mencionado de José Manuel Prieto Bernabé para Pastrana20. Finalmente, y este sentido, la publicación de fuentes se ve completada por otros artículos y publicaciones puntuales referidos, en su mayoría, a documentos de índole jurídica21.

16 Sobre todo a partir de los trabajos de J. M. PRIETO BERNABÉ con «Los moriscos en Pastrana según un censo de 1573» en Conflictos sociales y evolución económica en la Edad Moderna (I). I Congreso de Historia de Castilla-La Mancha (vol. VII). Toledo: Servicio de Publicaciones de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, 1988, pp. 269-282 y «Aproximación a las características antropológicas de la minoría morisca asentada en Pastrana en el último tercio del siglo XVI» en Wad-Al-Hayara, XIV, 1987, pp. 355-362 y de A. GARCÍA LÓPEZ con «Moriscos andalusíes en Pastrana: las quejas de una minoría marginada de moriscos, con noticias sobre su paralelismo en el Reino de Granada», en Sharqal-Andalus, XII, 1995, pp. 163-177. 17 Autor de Moriscos en tierras de Uceda y Guadalajara (1502-1610). Guadalajara: Diputación Provincial de Guadalajara, 1992. El autor también ha escrito el artículo consignado en la nota anterior sobre los moriscos de Pastrana y «Apuntes sobre los moriscos en el obispado de Sigüenza» en Anales Seguntinos, XII (4), 1996, pp. 143-157. 18 «Moriscos de Granada en la Diócesis de Cuenca: año 1589», en Separatas de la Revista Cuenca, II, Cuenca: Diputación Provincial de Cuenca, 1975. 19 GARCÍA-ARENAL, M.: «Los moriscos de la región de Cuenca según los censos establecidos por la Inquisición en 1589 y 1594», en Hispania, vol. 38, n.o 138, 1978, pp. 151-199. 20 RODRÍGUEZ DE GRACIA, H.: «Un censo de moriscos de finales del siglo XVI», en Toletum, XI, 1981, pp. 521-542. 21 Como se indica, la publicación de fuentes se ve completada con pequeñas colaboraciones y aportaciones puntuales entre las cuales cabe destacar VÁZQUEZ FERNÁNDEZ, L.: «Privilegios de no expulsión de los moriscos antiguos de las Cinco Villas del Campo de Calatrava (Ciudad Real): documento para la historia demográfica de Almagro, Bolaños, Villarrubia, Daimiel y Aldea del Rey», en Conflictos sociales y evolución económica en la

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Aparte estas contribuciones, la primera gran obra dentro de nuestro ámbito geográfico es fruto del trabajo de Mercedes García-Arenal. Inquisición y moriscos: los procesos del Tribunal de Cuenca22 tuvo una amplia aceptación por suponer el primer intento de estudio de los moriscos en tierras de Castilla. El trabajo se escribió en aquellos años en los que el análisis del conflicto moriscos-cristianos viejos se situaba en su punto álgido. Su autora, una de las máximas especialistas en materia morisca, se inserta por tanto dentro de aquel sector de historiadores que participó del renacer de la moriscología y ello propició que su trabajo, metodológicamente intachable, marcara un antes y un después en nuestra disciplina, sobre todo en lo referido a la explotación de fuentes inquisitoriales23. Por otra parte, la situación y modo de vida de los moriscos de Toledo han sido tratados por los profesores Magán y Sánchez González en Moriscos granadinos en La Sagra de Toledo, 1570-161024. Dicho trabajo posee muchas cualidades pero si hay que decantarse por una, puede subrayarse la masiva utilización de documentación notarial, algo que le confiere nuevos bríos y una fortaleza hasta ahora inusitada, sobre todo en lo referente al análisis de la vida económica de la minoría. A él se deben añadir, en Toledo, la ya comentada aportación de Hilario Rodríguez de Gracia; la breve contribución demográfica de Esperanza Pedraza25; y un artículo, también sucinto, de Ricardo Sáez26 que se concentran en la ciudad Edad Moderna (I). I Congreso de Historia de Castilla-La Mancha (vol. VII). Toledo: Servicio de Publicaciones de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, 1988, pp. 289299; y de la colaboración de GARCÍA LÓPEZ, A. con «Memorial elaborado por fray Pedro González de Mendoza, obispo de Sigüenza, enviado a Felipe III, proponiendo la celebración de una fiesta nacional por motivo de la expulsión de los moriscos de los reinos hispanos», en Actas del III Encuentro de Historiadores del Valle del Henares. Guadalajara: Diputación Provincial de Guadalajara, 1992, pp. 401-410. 22 Madrid: Siglo XXI, 1978. 23 Junto a este trabajo, referencial por su importancia y clave para comprender la situación de la comunidad morisca desde el punto de vista de la heterodoxia, otros autores han incidido en la situación de la minoría en sus relaciones con el Tribunal del Santo Oficio. Véase a este respecto CARRASCO, R.: «Morisques anciens et noveaux morisques dans le district inquisitorial de Cuenca (I)», en Melanges de la Casa de Velázquez, XXI, 1985, pp. 193-217 y «Morisques anciens et noveaux morisques dans le district inquisitorial de Cuenca (II)» en Melanges de la Casa de Velázquez, XXII, 1986, pp. 197-212. Junto a él, la propia García Arenal y Jean Pierre Dedieu elaboraron el capítulo correspondiente a los tribunales de Castilla la Nueva en la obra colectiva coordinada por Louis Cardaillac. DEDIEU, J. P. y GARCÍA-ARENAL, M. : «Les tribunaux de Nouvelle-Castille», en CARDAILLAC, L. (coord.): Les morisques et l’Inquisition. París: Publisud, 1900, pp. 278-295. 24 Toledo: Caja de Castilla-La Mancha, 1993. 25 PEDRAZA RUIZ, E.: Población morisca en Toledo durante la segunda mitad del siglo XVI: nuevas aportaciones. Memoria de licenciatura presentada por la autora en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense, Madrid, 1973. 26 SÁEZ, R.: «Los moriscos en el Arzobispado de Toledo», en Cuadernos de Historia (III). Homenaje a Don Ignacio Gallego Peñalver. Toledo: Estudio Teológico de San Ildefonso. Seminario Conciliar, 1984, pp. 161-172.

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imperial (los dos primeros) y en el Arzobispado el tercero y que, por el momento, constituyen los únicos acercamientos al tema morisco para territorios toledanos27. También son pocos los análisis llevados a cabo para las zonas más meridionales de la región. Hasta la publicación de Mudéjares y moriscos en el Campo de Calatrava28, pocos habían sido los autores que se habían dedicado al estudio de la minoría en dicha comarca. El tema había sido parcialmente abordado por autores como Agustín Fernández Calvo y Jean Pierre Dedieu29, pero hasta la aparición de la obra de Gómez Vozmediano, no contábamos con ningún intento de globalizar y sintetizar todo el conocimiento disperso en multitud de colaboraciones y escritos breves. El contenido de dicha obra es ciertamente loable y por ello hay que tomarla como hito de referencia obligado; sobre todo porque apunta ciertos rasgos metodológicos que dan idea de que el tema no está ni mucho menos agotado. En este sentido, el autor utiliza registros parroquiales y protocolos notariales así como documentación municipal y con ello —y esto es lo verdaderamente remarcable de su libro—, logra grabar sobre el mapa de la investigación la ruta a seguir en posteriores estudios. Tras la obra de Gómez Vozmediano, la producción en torno a los moriscos del Campo de Calatrava, se ha visto notablemente enriquecida con la aparición de Los moriscos de Villarrubia de los Ojos (siglos XV-XVIII). Historia de una minoría asimilada, expulsada y reintegrada30, una

27 Aparte de pequeñas contribuciones para los territorios manchegos de Toledo como GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: «Delincuencia y conflictividad morisca en tierras toledanas (ss. XV-XVII), en Anales Toledanos, XXXVII, 1999, pp. 67-105; y del más general GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: «Impacto del alzamiento de los moriscos granadinos en los dominios de la Orden de Santiago», en MARTÍNEZ MILLÁN, J. (dir.): Felipe II (1527-1598). Europa y la Monarquía Católica. Madrid: Editorial Parteluz, 1998, pp. 361-373. 28 Obra de MIGUEL F. GÓMEZ VOZMEDIANO. Ciudad Real: Excma. Diputación Provincial de Ciudad Real, 2000. 29 FERNÁNDEZ CALVO, A.: «Moriscos y esclavos en Puertollano (1570-1630)», en Ponencias de la IV Semana de Historia de Puertollano. Ciudad Real: Diputación Provincial de Ciudad Real, 1983, pp. 21-45. DEDIEU, J. P. : «Les morisques de Daimiel et l’Inquisition», en CARDAILLAC, L. (dir.): Les morisques et leur temps. París: Èditions du Centre National de la Recherche Scientifique, 1983, pp. 495-522; y DEDIEU, J. P.: «Morisques et vieux-chrétiens à Daimiel au XVIe siècle», en TEMINI, A. (dir.): Religion, Identité et Sources documentaires sur les Morisques Andalous, (vol. I), Túnez: Instituto Superior de Documentación, 1984, pp. 199-214; además de las referencias que, al tema morisco, hace en DEDIEU, J. P.: L’administration de la foi. L’Inquisition de Tolède. XVIe-XVIIIe siècle. Madrid: Casa de Velázquez, 1992, (2ª ed.). 30 Obra del británico Trevor J. Dadson, publicado en Madrid-Frankfurt por Iberoamericana-Vervuert en 2007. Con anterioridad a él, y del mismo autor, «Literacy and education in Early Modern Rural Spain: the case of Villarrubia de los Ojos», en Bulletin of Spanish Studies, LXXXI, 7-8, 2004, pp. 1011-1037; DADSON, T. J.: «Un Ricote verdadero: el licenciado Alonso Herrador de Villarrubia de los Ojos —morisco que vuelve», en LOBATO, M.ª L. y DOMÍNGUEZ MATITO, F.: Memoria de la palabra. Actas del VI Congreso de la

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buena muestra de que lo local no está reñido con la calidad, sobre todo debido al inconmensurable ejercicio de búsqueda y sistematización de fuentes que supone. Dos motivos impulsaron a Dadson a concentrarse en dicha localidad: el primero de ellos, el descubrimiento de la riqueza del fondo de la casa de Híjar (Villarrubia fue villa de señorío desde mediados del Quinientos) en el Archivo Provincial de Zaragoza. En segundo lugar, su incansable labor en dicho archivo (y en otros muchos). A partir de ello el británico fue descubriendo poco a poco a la interesante comunidad morisca de la villa; una colectividad en la que ha encontrado al prototipo de grupo plenamente asimilado tal y como demuestran tanto su alto grado de integración económica como su inserción en las instituciones de gobierno de la villa. Tal fue dicha asimilación que, en último término, podría hablarse de casi integración. De hecho, y como nos demuestra Dadson, ese fue el principal motivo por el que los propios moriscos se negaron a aceptar la expulsión y lograron salvarla con la ayuda y complicidad tanto de sus vecinos cristiano-viejos como del propio señor de la villa. Al demostrarlo, el historiador inglés ha cerrado (al menos en lo que se refiere a Villarrubia) una parcela de la investigación que casi corría el riesgo de convertirse en mito y que finalmente ha logrado asentarse como verdad contrastada: la inmensa mayoría de los moriscos expulsados de la villa lograron volver. El libro, convertido en referencia obligada desde el mismo momento en que apareció, se completa con un voluminoso apéndice documental en el que el autor incluye parte de los muchos documentos que ha manejado en los largos años durante los cuales se ha prolongado su investigación. Con él, pues, se cierra una importante interrogante en el conocimiento de la minoría pero como todo buen libro ha logrado abrir muchas otras. La principal, claro está, es averiguar si el fenómeno vivido en Villarrubia pudo tener lugar en otras villas de La Mancha o si por el contrario fue tan sólo la excepción que confirma la regla. No es el objetivo de este trabajo pues desde el principio decidimos detener nuestra investigación en la propia expulsión, pero sí podemos apuntar que, aunque se han podido documentar regresos clandestinos y estancias que lograron burlar la propia expulsión, mucho nos tememos que las especiales condiciones que rodearon a Villarrubia en la Edad Moderna fueron difícilmente alcanzables en el resto de

Asociación Internacional de Siglo de Oro. Madrid: Iberoamericana-Vervuert, 2004, pp. 601612; y DADSON, T. J.: «Convivencia y cooperación entre moriscos y cristianos del Campo de Calatrava: de nuevo con Cervantes y Ricote», en CIVIL, P. (coord.): Siglos dorados. Homenaje a Agustín Redondo. Madrid: Castalia, 2004, vol. I, pp. 301-314. En relación con los regresos clandestinos véase también GARCÍA-ARENAL, M.: «Los moriscos del Campo de Calatrava después de 1610, según algunos procesos inquisitoriales», en Les Cahiers de Tunisie, XXVI, 103-104, 1978, pp. 173-196.

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localidades manchegas, que dicho sea de paso, pertenecían en su inmensa mayoría a las órdenes militares y no estaban gobernadas por un señor al que precisamente pudiéramos considerar como defensor de la minoría. Es precisamente en los territorios de las órdenes (sobre todo en los sanjuanistas y jacobeos) donde, aun a pesar de que la presencia morisca es conocida, el interés de los investigadores no ha sido tan patente como en las zonas calatravas, de tal forma que aún hoy, «nos falta un estudio de conjunto que ofrezca con exactitud el número de cristianos nuevos existentes en cada una de las localidades de la región»31, así como su realidad socioeconómica y sus relaciones con la comunidad cristiano-vieja. El desarrollo de estudios que tratan de analizar la realidad morisca en tierras manchegas, ha sido abordado, a nivel general y desde una óptica eminentemente económica, por Carla Rahn Phillips, si bien sus aportaciones quedaron reducidas a dos breves aunque jugosos artículos, cuestión ésta en la que pudo influir el regreso de la historiadora estadounidense a su país de origen32. Algo semejante ocurre para la zona albaceteña. Las aportaciones, interesantes, se limitan a una breve nómina de trabajos. Entre ellos cabe destacar a Gabino Ponce Herrero33 y a Alfonso Santamaría Conde, autor de múltiples artículos referentes a los moriscos de la villa de Albacete y sin duda alguna el más prolífico de cuantos investigadores se han entregado al estudio de la minoría en La Mancha34. 31

glos

LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias y sociedad rural en La Mancha (siXVI-XVII). Ciudad Real: Instituto de Estudios Manchegos, 1986, p. 80. 32 PHILLIPS, C. R.: «The moriscos of La Mancha», en The Journal of Modern His-

tory, L (2), 1978; y «Morisco Household and Family Structure in the late Sixteenth Century», en Estudios en homenaje a Claudio Sánchez Albornoz en sus noventa años. Ávila-Buenos Aires: Fundación «Claudio Sánchez Albornoz»-Instituto de Historia de España, 1990. Junto a ella, SÁNCHEZ CABALLERO, J.: «Mudéjares y moriscos en los lugares de La Mancha», en Actas del XVI Congreso de Cronistas Oficiales. Ciudad Real: Ayuntamiento de Ciudad Real-Diputación Provincial de Ciudad Real, 1984, pp. 281-286; el ya mencionado trabajo de M. F. Gómez Vozmediano acerca de los moriscos toledanos y la más reciente aportación de BENÍTEZ SÁNCHEZ BLANCO, R.: «Diego Díaz, la odisea de un manchego», en GARCÍA-CÁRCEL, R. (coord.): Judíos y moriscos. Herejes. Barcelona: Random House Mondadori, 2005, pp. 230-253, que retoma la documentación utilizada por Mercedes García-Arenal en su artículo acerca de los regresos clandestinos para narrar las peripecias de Diego Díaz, morisco daimieleño apresado en la década de los treinta del XVII en Belmonte. 33 Almansa en los siglos XVI y XVII: contribución al estudio de los moriscos en el interior peninsular. Almansa: Asociación «Torre Grande», 1987. También en «Contribución al estudio de los moriscos en el Corredor de Almansa», en Conflictos sociales y evolución económica en la Edad Moderna (I). I Congreso de Historia de Castilla-La Mancha (vol. VII). Toledo: Servicio de Publicaciones de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, 1988, pp. 283-288. 34 A destacar son «Participación de Albacete en la lucha contra la sublevación de los moriscos granadinos», en Al-Basit, II época, VI, 1979, pp. 177-198; «Albacete y los moriscos en el siglo XVI: dos expediciones de moriscos de paz», en Al-Basit, II época, IX, 1981, pp. 39-48; «Albacete y la deportación general de los moriscos granadinos», en

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La cantidad y variedad de artículos, ponencias y obras de síntesis consignadas en las líneas precedentes podría ofrecer la idea de que el tema está casi cerrado en la región. Sin embargo, en un análisis pormenorizado del contenido de cada una de esas aportaciones pueden encontrarse vacíos temáticos, geo-espaciales y temporales que vienen a responder a las «lagunas» de Tapia y a las «penumbras» de Cardaillac. Ya se ha observado cómo la dispersión geográfica de los trabajos es considerable pero las zonas estudiadas no cubren un espacio uniforme. Del mismo modo se atisba un desequilibrio en cuanto al ámbito temático ya que la heterodoxia se ha configurado en el tema principal a explotar. A este respecto los trabajos de García-Arenal, Carrasco y Dedieu son paradigmáticos y han constituido el punto de arranque para estudios posteriores relacionados con los tribunales de Toledo y Cuenca. Ello ha llevado a una sobreexplotación de los fondos de ambos tribunales y a un abandono de otro tipo de fuentes, más difíciles de utilizar, que requieren un mayor esfuerzo de búsqueda pero mucho más ricas en lo que se refiere a otras temáticas —dinámica socio-económica, vida cotidiana, creencias,...— y que precisamente debido a esa dificultad inherente a su uso han sido colocadas en un discreto segundo plano. Fueron precisamente esos desequilibrios los que nos empujaron a ampliar y a reunir bajo un mismo título todo lo que ya sabíamos acerca de la minoría. Al mismo tiempo, y al hilo de la información que nos ha proporcionado nuestra búsqueda en archivos municipales y de protocolos, hemos tratado de aportar una particular visión de lo que, a nuestro juicio, supusieron las relaciones entre moriscos y cristianos viejos en tierras del interior peninsular. Sin embargo, y como paso previo, quizás sea pertinente tener en cuenta algunas consideraciones. Estas vienen determinadas, sobre todo, por las peculiaridades históricas de la zona objeto de análisis. Los territorios englobados en nuestro estudio se vieron sujetos durante toda la Edad Moderna a un complejo abanico de jurisdicciones y esa superposición de poderes no hizo sino dispersar la actuación oficial en torno a la minoría. De paso, y en un plano estrictamente metodológico, también puede decirse que esa complejidad contribuyó a dispersar los organismos emisores de lo que hoy consideramos nuestras fuentes. Sin embargo, no es menos cierto que esa inicial dificultad ha enriquecido notablemente nuestro conocimiento acerca de la minoría ya que la utilización conjunta de fuentes de variadas procedencias ha permitido observar desde otra perspectiva un tema que, por sus especiales connotaciones, fue objeto de atención preferente a lo largo de todo el siglo XVI y que casi monopolizó la actuación de los agentes implicados en el mismo. Congreso de Historia de Albacete (vol. III: Edad Moderna). Albacete: Instituto de Estudios Albacetenses, 1984, pp. 35-56; y «Sobre la vida de los moriscos granadinos deportados en la villa de Albacete», en Al-Basit, II época, XIII, 1986, pp. 5-32.

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Hace años, en un excelente artículo acerca de las relaciones que la minoría morisca mantuvo con el entramado de poderes de la España de los siglos XVI y XVII, Jean Pierre Dedieu sintetizó los tres factores principales que condicionaron ese trato. El primero de ellos fue la conciencia, en la España de los Austrias, de que los moriscos constituían un cuerpo extraño a la sociedad cristiana y un peligro potencial para la misma, lo que convirtió a la minoría en un problema de tipo político. En segundo término, las relaciones entre cristianos viejos y moriscos se vieron condicionadas por la conciencia de que la conversión no había sido voluntaria y que la política de evangelización era insuficiente y con ello nos situaríamos ante un problema de índole moral y religiosa. Por último, esa misma convivencia se vio limitada por la creencia de que los cristianos nuevos fueron (o podían ser) fuente de poder y riqueza, y eso convertía a dichas relaciones en un potencial conflicto de tipo económico35. Estos tres condicionantes son los que, a lo largo del siglo XVI y durante la primera década del XVII determinaron el devenir y desarrollo histórico de la minoría con o frente a la sociedad cristiano vieja. Puede decirse, por tanto, que a partir de ellos se generó el aparato documental desde el cual se han desarrollado, y se desarrollan aun hoy, los trabajos que tienen a los cristianos nuevos como protagonistas. No obstante, y como quiera que esos factores soslayan importantes parcelas de la vida de la minoría (sobre todo de índole interno), la ya importante masa documental que se deriva de las parcelas antes señaladas, puede ser completada con otro tipo de fuentes — mal llamadas cotidianas— que ayuden a completar la pretendida visión de conjunto perseguida con este estudio. Como no puede ser de otra forma, el trabajo que se presenta a continuación se basa en lo que cierto sector de la historiografía ha calificado como fuentes envenenadas; aquellas que desde la esfera oficial se generaron al calor de la actuación gubernativa en torno al asunto morisco. Es cierto que, con frecuencia —y últimamente más—, se ha criticado con dureza la utilización de este tipo de documentación, ya que a juicio de sus detractores, ella es la principal causante de que la minoría haya sido demonizada y de que sus relaciones con los cristianos viejos se hayan presentado a través de una forzada sensación de enfrentamiento. Quien escribe es consciente de que esas fuentes contienen innegables matices que contribuyen a que se pueda extraer de las mismas la sensación de que los moriscos fueron unos reiterados apóstatas y unos manifiestos traidores. Ahora bien, dichos papeles también contienen informaciones, datos, comentarios y un largo etcétera de peros que, convenientemente insertados en su contexto, pueden contribuir a un mayor conocimiento de la minoría. Más allá de ello, lo que también interesa conocer es que dichas fuentes, tamizadas 35 DEDIEU, J. P.: «Entre religión y política: los moriscos», en Manuscrits, XII, 1994, pp. 65 y ss.

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correctamente, sometidas a una crítica exigente, observadas con los ojos de quien las generó pero estudiadas con los nuestros, pueden ofrecer una rica visión de muchos aspectos hasta ahora poco conocidos. Su utilización, por tanto, además de necesaria, es hasta obligatoria sobre todo porque, al menos para el caso castellano, la minoría no generó documentos por sí misma, debido a lo cual muchos aspectos de su vida quedarían sin estudiar si, como pretenden algunos, las fuentes tradicionales quedaran al margen de todo análisis. En contraposición a la intoxicación de las fuentes oficiales, el grupo de historiadores que persigue renovar la percepción en torno a la minoría ha creído encontrar en las fuentes notariales el antídoto perfecto a la ponzoña que, para ellos, suponen las fuentes estatales e inquisitoriales. Cabría preguntarse, entonces, si dichos autores no están cambiando un tóxico por otro. Y es que, la utilización de la fuente notarial también requiere de cierta precaución. Como podrá observarse, a lo largo del presente trabajo se ha hecho uso de esa documentación, sobre todo en los capítulos referentes a la dinámica económica o a la vida material de la minoría. Por ello resulta incongruente decir que el protocolo no sirve. Sí que es válido, incluso necesario. Ahora bien, al igual que más arriba tratábamos de advertir acerca de la utilización de las fuentes oficiales para evitar falsas sensaciones, también con el protocolo se hace necesaria la cautela. Hay quien no ha dudado en decir que la constante y repetida aparición de moriscos en la documentación notarial es muestra de que su integración en la dinámica socio-económica del lugar donde vivieron fue más que patente y que esa misma presencia indica una convivencia muy alejada de la oscura visión de marginación y conflicto que ofrecen las fuentes oficiales. Dicho argumento no carece de fundamento. Es cierto que los moriscos, como los cristianos viejos, participaron de actividades económicas, compraron, vendieron, arrendaron, otorgaron dotes, firmaron testamentos y convinieron acuerdos. Evidentemente dicha situación debe hacernos concluir que la minoría se incorporó a la dinámica económica de cada uno de sus lugares de residencia. Sin embargo, lo que realmente interesa observar a través de la documentación notarial es si esa incorporación se produjo en un plano de igualdad o si por el contrario estuvo sujeta a las imposiciones de la mayoría veterocristiana. Si el protocolo se observa con cautela y no aislamos unos documentos de otros, puede observarse cómo la propia documentación ofrece una visión que, sin dejar de lado el frecuente contacto entre unos y otros, también nos informa acerca de que esa convivencia no siempre se situó en un plano de igualdad. Baste un ejemplo: cuando vemos a moriscos firmando contratos de trabajo y cobrando por su faena un determinado precio y hojas más adelante vemos que los cristianos viejos rubrican contratos muy similares pero percibiendo cantidades superiores, nadie puede negar que el cristiano nuevo se situó dentro de la dinámica socio-profesional del lugar donde residió pero, al mismo tiempo, no puede obviar que dicha inserción

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se realizó en un plano de inferioridad, de sumisión incluso. Algo similar puede ocurrir con los contratos de compra-venta o arrendamiento de bienes rústicos o urbanos. Es cierto que los moriscos arrendaron y compraron parcelas y que el número de las mismas fue a veces bastante significativo. Pero el número no lo es todo. También hay que tener presente el tamaño, la calidad y las condiciones en que se accede a dicha compra y esos datos no siempre nos dicen que el morisco fue igual al cristiano viejo; ni tan siquiera que pudiera aspirar a lo mismo que él. Por tanto, lo que se impone es no renunciar a nada; abordar nuestro estudio partiendo de todas las fuentes que el archivo pone a nuestra disposición y tratar de observar el problema desde todos los puntos de vista posibles, combinando unas y otras, preguntando a todas y evitando juicios apriorísticos por el solo y mero hecho de que una fuente proceda de tal o cual foco emisor. Trabajos como este, intentan, en la medida de sus posibilidades, «alumbrar» las ya famosas penumbras a las que hizo referencia Cardaillac y para ello, se ha llegado a la conclusión de que no es ni suficiente ni acertado reducir nuestras fuentes a un único tipo de documentos. Si se sale de esa oscuridad podremos contar con una información mucho más rica, lo que, a su vez, podrá ser punta de lanza para comenzar el estudio de las relaciones de estas comunidades, no sólo con la mayoría cristiano-vieja, sino con el resto de comunidades y grupos moriscos de territorios circundantes. En este sentido, abogar por un análisis que ponga en relación todos lo aspectos consignados puede resultar mucho más ilustrador de la verdadera dinámica de estas comunidades y de sus relaciones con la mayoría cristiano vieja. Todo ello en un plazo de tiempo no muy amplio, podrá facilitar la culminación del tan ansiado, muchas veces comenzado y nunca concluido mapa de la geografía de la España morisca, del que los territorios manchegos conformaron una importante y nunca bien ponderada parcela.

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PARTE SEGUNDA REALIDADES HISTÓRICAS Los moriscos en La Mancha

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II. DE MOROS A CRISTIANOS: LOS MORISCOS ANTIGUOS «…porque nuestra merçed e voluntad no fue ni es de mandar salir los dichos moros fuera de los dichos nuestros reynos [...ordenamos...] que ninguna ni algunas personas sean osados de deçir que hemos de echar los dichos moros fuera de los dichos nuestros reynos, ni consintades ni dedes lugar que persona alguna se lo diga por los ofender nin ynjuriar ni por los maltratar…» «Nos, con consejo e pareçer de algunos perlados e grandes de nuestros reynos, cavalleros e otras personnas de ciençia y conçiençia de nuestro consejo, aviendo sobre ello mucha deliberación, acordamos de mandar salir a todos los dichos moros e moras destos dichos nuestros reynos de Castilla e de León e que jamás tornen ni buelvan a ellos alguno de ellos...»1.

Entre los dos fragmentos con los que se abre este capítulo median poco menos de diez años. En ellos se pasa del desmentido categórico a la realidad más cruda, de la protección a la expulsión. Entre ambos, una guerra, una conquista y una revuelta, la del Albaycín de Granada. Entre ambos, pues, el detonante último que llevó a los Reyes Católicos a afrontar el largo, costoso y controvertido asunto de la minoría mudéjar-morisca en los reinos hispánicos. Hasta ese momento habíamos asistido a la puesta en marcha de una contradictoria política que hundía sus raíces en el proceso de conquista a los musulmanes; que mezcló al unísono tolerancia con 1 Pragmática real en la que se prohíbe que nadie mantenga ni manifieste la opinión de que la Corona proyecta la expulsión de los mudéjares castellanos. Zaragoza, 3.XII.1493. Archivo General de Simancas (en adelante AGS). Registro General del Sello, 1493. Fol. 16, y Pragmática real en que se ordena la expulsión de todos los moros mayores de catorce años y moras mayores de doce. Sevilla, 12.II.1502. AGS. Registro General del Sello, febrero 1502. Fol. 1. Publicadas por M. A. Ladero Quesada en «Los mudéjares de Castilla en la Baja Edad Media», en LADERO QUESADA, M. A.: Los mudéjares de Castilla y otros estudios de historia medieval andaluza. Granada: Universidad de Granada, 1989, pp. 115116 y pp. 127-132.

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restricciones y convivencia con marginación y que, durante todo el Medievo, favoreció una coexistencia desigual entre cristianos y moros. A día de hoy, resulta extremadamente complicado afirmar de manera rotunda cuántos mudéjares hubo en la Castilla medieval; poco puede hablarse de sus modos de vida, de su consideración jurídica o de sus relaciones con los cristianos si no es a la luz de documentos legales, los cuales, a pesar de su valor como fuente oficial, han sido puestos en entredicho una y otra vez por no ser capaces de ofrecer la visión más cotidiana de esa realidad que pretendieron regular pero que nunca dominaron por completo. El tema fue abordado con tanto entusiasmo como rigor por Miguel Ángel Ladero Quesada quien, en repetidas ocasiones, llamó la atención acerca del casi generalizado desconocimiento en que nos veíamos inmersos con respecto a otras regiones peninsulares2. No obstante ese empeño, ni el propio Ladero ni los autores que continuaron su trabajo, han logrado superar la difícil barrera que les impone la falta de documentos. Sólo una cosa aparece clara: los mudéjares de Castilla a finales del siglo XV «no constituyen más que una escasa minoría dispersa en una amplia extensión»3, lo cual está en la base de su debilidad demográfica y de su amplísima asimilación en el plano social, características ambas que influirán de manera 2 Dicho autor nos ha ofrecido toda una serie de trabajos que comenzaron en 1969 con la publicación de Los mudéjares de Castilla en tiempos de Isabel I, obra que posteriormente amplió y modificó en «Los mudéjares de Castilla en la Baja Edad Media», en I Simposio Internacional de Mudejarismo. Madrid-Teruel: CSIC-Instituto de Estudios Turolenses, 1981, pp. 349-390. Sus trabajos en torno a dicho tema se completan con «Los mudéjares en los Reinos de la Corona de Castilla. Estado actual de su estudio», publicado en 1986 en las Actas del III Simposio sobre Mudejarismo; con «Datos demográficos sobre los mudéjares de Granada y Castilla en el siglo XV», en Anuario de Estudios Medievales, VIII, (19721973), pp. 481-490; y, finalmente, con Los mudéjares de Castilla y otros estudios de historia medieval andaluza. Granada: Universidad de Granada, 1989, obra en la que recopiló parte de los trabajos anteriormente citados. Junto a él, y con posterioridad han sido muchos los autores que han abordado el tema. Entre ellos, y sin ánimo de ser exhaustivos, V. BASTOS para Toledo (El foco mudéjar toledano: itinerarios mudéjares en Castilla-La Mancha. Tarancón: Trisor, 1996) escrito bajo una perspectiva ligada a la Historia del Arte; M.a M. GÓMEZ RENAU, con la ya citada La comunidad mudéjar y morisca de Valladolid (ss. XV y XVI). Madrid: Universidad Complutense, 1988 y con Comunidades marginadas en Valladolid: mudéjares y moriscos. Valladolid: Diputación Provincial de Valladolid, 1993 y de S. DE TAPIA: «Los mudéjares de la extremadura castellano-leonesa: notas sobre una minoría dócil (1085-1502)», en Stvdia Historica, VII, (1989), pp. 95-125. Además deben señalarse los estudios de J. C. DE MIGUEL RODRÍGUEZ para Madrid, La comunidad mudéjar de Madrid: un modelo de análisis de aljamas mudéjares castellanas. Madrid: Asociación Cultural alMudayna, 1989, escrito a partir de su Los mudéjares de la Corona de Castilla. Madrid: Asociación Cultural al-Mudayna, 1988. Para un estado de la cuestión más reciente vid. ECHEVARRÍA ARSUAGA, A.: «Los mudéjares de los reinos de Castilla y Portugal», en RUZAFA, M.: Los mudéjares valencianos y peninsulares. Revista d’Història Medieval, XII, (20012002), pp. 34-35. 3 LAPEYRE, H.: Géographie de l’Espagne morisque. París: SEVPEN, 1959, p. 121.

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determinante en el posterior devenir de la minoría, cuando a partir de 1502 cambie su condición religiosa y jurídica.

2.1. Los mudéjares manchegos: número y ubicación Los vacíos y silencios a los que nos enfrentamos cuando analizamos a las comunidades mudéjares de Castilla son mucho mayores en lo que a la región manchega se refiere. En concreto, contamos con cuatro aportaciones básicas: en primer lugar, el pionero trabajo de Mercedes García-Arenal sobre los moros de Uclés4. Junto a él, y algo posteriores en el tiempo, uno de Porras Arboledas acerca de la comunidad mudéjar de Montiel5; otro de García Luján sobre los moros de Ocaña6; y por último, la aportación de Luis Rafael Villegas acerca de los moros de Bolaños7. Tal escasez no es fruto de la desidia de la investigación sino consecuencia directa de la poca importancia que tuvo el grupo mudéjar en nuestra región. En este sentido, los medievalistas han defendido que con anterioridad a la conquista cristiana, y al menos hasta finales del siglo XI (toma de Toledo), el territorio manchego estuvo jalonado de pequeñas alquerías —normalmente poco conectadas entre sí—, que acogían una población de tipo flotante dedicada casi en exclusiva a la actividad ganadera. La conquista de los territorios comprendidos entre el Sistema Central y el Tajo marca el hito cronológico a partir del cual se puede hablar del fenómeno mudéjar en los territorios manchegos8. A partir de ese mismo momento, el modelo poblacional cambiará por completo y las viejas alquerías musulmanas serán paulatinamente sustituidas por enclaves de mayor envergadura y significación, normalmente levantados al abrigo de un castillo o casa fuerte. Con carácter ordinario, la mayor parte de las incipientes villas manchegas se irían localizando desde mediados del XII al abrigo de estas 4 GARCÍA-ARENAL, M.: «Dos documentos sobre los moros de Uclés en 1501», en AlAndalus, XLII, (1977), pp. 167-181. 5 PORRAS ARBOLEDAS, P. A.: «Moros y cristianos en Montiel a finales del siglo XV: su número y sus tributos», en Cuadernos de Estudios Manchegos, II época, XIII, (1982), pp. 199-215. 6 GARCÍA LUJÁN, J. A.: «Notas sobre los judíos y mudéjares de Ocaña en 1478 y 1480», en I Congreso Internacional «Encuentro de las Tres Culturas». Toledo: Excmo. Ayuntamiento de Toledo, 1982, pp. 315-317. 7 VILLEGAS DÍAZ, L. R.: «Algo más sobre el mudejarismo manchego: el caso de Bolaños», en Tomás Quesada Quesada. Homenaje, Granada: Univ. de Granada, 1998, pp. 635651. 8 No obstante, es preciso tener en cuenta que el mismo no alcanzará toda su amplitud hasta principios del XIII ya que la habitual rectificación que supuso la frontera en esta zona durante el XII hace que, en palabras de Moxó, podamos calificar a La Mancha como una «zona de nadie y tierra de lucha». Cf. MOXÓ, S. DE: Repoblación y sociedad en la España cristiana medieval. Madrid: Rialp, 1979, p. 241.

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fortalezas. Así le ocurre, por ejemplo, a Campo de Criptana y Quintanar, en territorio santiaguista; o a Miguelturra y Malagón en la zona calatrava, las cuatro fundadas al amparo de la protección de los respectivos maestres. El sistema por medio del cual se repoblaron estos lugares dista aún de ser conocido en toda su amplitud pero los escasos textos forales que se han conservado muestran cómo maestres y comendadores intentaron atraer pobladores y para ello procedieron en un doble sentido: primero, aumentando el carácter defensivo de dichos emplazamientos. Segundo, y quizás más importante, favoreciendo la instalación de nuevos vecinos, algo que consiguieron mediante la cesión de tierras y casa a todos aquellos que se instalaran en «sus» villas. Téngase en cuenta también que el proceso repoblador no se limitó únicamente a la acción ejercida por las órdenes. Alcaraz y las tierras del marquesado de Villena, repoblados casi en su totalidad mediante fuero regio desde tiempos de Alfonso VIII; o Ciudad Real, fundada en 1255 bajo los auspicios del Rey Sabio son buen ejemplo de ello. Como consecuencia de todo este proceso, las escasas y dispersas comunidades musulmanas asentadas previamente en el territorio pasaron a situarse bajo la jurisdicción de los nuevos señores. De entrada, puede admitirse que ni las condiciones políticas ni las económicas debieron jugar a favor de un asentamiento permanente, constante y numeroso a lo largo de los siglos medievales. No obstante, y aunque nos situamos en el terreno de las conjeturas, cabe suponer que, tras la conquista de Toledo y la violación de las capitulaciones firmadas con los vencidos, muchos de los mudéjares de la zona central de Castilla (Toledo, Madrid, Guadalajara,...) debieron emigrar a la zona manchega, principalmente a los terrenos de las órdenes, allí donde las condiciones impuestas en los fueros parece que fueron menos lesivas para sus intereses9. También los lugares de realengo tuvieron comunidades mudéjares. En este sentido, Ciudad Real fue un importante núcleo tal y como lo atestigua la presencia en ella de una importante morería10. La presencia de este grupo en la ciudad es un hecho a comienzos del XVI, pero poco sabemos de ella. Como tampoco conocemos mucho de la comunidad musulmana de Alcaraz. La leyenda nos sitúa en un momento incierto de la Edad Media la presencia en su alfoz y en los alrededores de la ciudad de efectivos musulmanes. Así nos lo hace saber fray Esteban Pérez de Pareja cuando nos 9 Fruto de esas migraciones también puede hablarse de contingentes mudéjares relativamente extensos en las tierras de Castilla la Vieja. Véase LADERO QUESADA, M. A.: «Los mudéjares de Castilla...», en Actas del I Simposio Internacional de Mudejarismo. MadridTeruel: CSIC-Instituto de Estudios Turolenses, 1981, p. 354. 10 Véase HERVÁS Y BUENDÍA, I.: Diccionario Histórico-Geográfico-Biográfico y Bibliográfico de provincia de Ciudad Real. Ciudad Real: Excma. Diputación Provincial de Ciudad Real, 2002, vol. I, pp. 317-319; (ed. facsimilar de la de Ciudad Real: Talleres Tipográficos de Mendoza, 1914).

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relata el «portentoso» milagro que la patrona de la ciudad hizo en favor de unos cristianos. Cuenta el fraile como unos moros «... estavan peleando con treze christianos; conocieron estos su peligro, por ser muy excesivo el número de los Sarracenos; y viéndose ya quasi vencidos, empezó uno a dezir con desconcertadas, aunque devotas vozes: - ‘Virgen Santísima de Cortes, favorecednos en este trabajo’; lo mismo executaron sus compañeros. Y fue cosa maravillosa, que apenas pronunciaron el nombre de esta Reyna Soberana, quando los Mahometanos quedaron inmoles, y sin fuerças para jugar las armas. Pueden mucho, para mover el piadoso corazón de esta amorosa Madre, los gemidos de sus hijos, y devotos: Inmensa vocis gemitus, pondere lapsi pectoris arma sonant, infractique ensibus enses. Viendo los Christianos, que tan a su favor se manifestava la Divina Misericordia, cobraron nuevos alientos, y dieron briosos sobre los Sarracenos, quitando a muchos la vida, y dexando a otros malheridos. Pero conociendo podía aver nuevo peligro con otros Moros, que venían a favorecerlos, se retiraron prudentes. Después vinieron a el Santuario de Cortes, donde dieron rendidas gracias a su Divina Protectora, y cobrando nuevos alientos militares, se bolvieron a la Campaña11.

Más anecdótica que concreta y más legendaria que estrictamente histórica, la cita narra un típico episodio de enfrentamiento fronterizo sin que ello nos impida percibir cómo la ciudad y su tierra estaban en manos cristianas dado que ya poseían santuario en el que rendir devoción a la Patrona. Igualmente, su ambigüedad tampoco es impedimento para constatar que, aunque conquistado el territorio por los cristianos, bien pudieron permanecer en él ciertos contingentes musulmanes. Grupos que, por otra parte, debieron mantener su presencia en la ciudad hasta bien entrado el siglo XV, ya que aún en el Quinientos se conservaba allí una calle de la morería12. Concentrémonos ahora en lo que sabemos acerca del número y distribución de dichas comunidades. Cabe pensar, como se ha señalado ya, que a partir del siglo XII y durante el XIII las morerías manchegas experimentaron un tímido pero constante crecimiento. Cabe pensar, porque no tenemos datos que así nos lo aseguren. Las cifras más tempranas de población con las que podemos trabajar proceden de los listados elaborados con motivo del cobro de los impuestos del servicio y medio servicio y ni siquiera éstas pueden aportarnos datos fiables pues son muchos los problemas a los que está sometida su interpretación. Vayamos por partes.

11 PÉREZ DE PAREJA, E. (FRAY): Historia de la primera fundación de Alcaraz y milagroso aparecimiento de Nuestra Señora de Cortes. Valencia: Joséph Thomás Lucas, 1740, pp. 306-307. 12 Archivo Histórico Provincial de Albacete (en adelante AHP Ab). Sección Protocolos Notariales. Leg. 125a/3. Fol. 165r.o 1.XI.1584.

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Sigamos para ello el argumento de Ladero Quesada. El servicio y medio servicio fue un impuesto de capitación recaudado al menos desde 1388. Su cobro se repartía entre los cabezas de familia varones y mayores de veinte años y de ello se encargaron diferentes comisiones locales de notables musulmanes. El inmovilismo a que estuvo sujeta la composición de estas comisiones es uno de los primeros problemas con los que nos enfrentamos a la hora de aceptar las cifras que se puedan derivar del estudio de sus datos pues, como apunta el propio Ladero, es muy posible que este grupo de notables pudiera haber cometido errores de apreciación, sobre todo derivados del hecho de que además de repartirse el impuesto entre cabezas de familia también lo era en función de la riqueza personal de cada contribuyente13. Por desgracia los únicos datos con los que contamos para analizar la evolución del pago de dicho tributo proceden del último cuarto del siglo XV ya que la primera relación que poseemos data de 1477. ¿Por qué esta fecha? Sencillamente porque es la inmediatamente posterior a la incorporación de la gestión del Maestrazgo jacobeo a la Corona14 y es a partir de ella cuando el rey volvió a cobrar de manera directa un impuesto que previamente había cedido a las órdenes militares. Por otra parte, y dado que las cifras de las localidades de Calatrava también aparecen por las mismas fechas y no antes, es fácil suponer —así nos lo dice Ladero— que tanto esta orden como la de Alcántara obtuvieran privilegios similares y que la derogación de los mismos fuera paralela a la de los territorios santiaguistas. De manera análoga a lo que ocurre con las aljamas situadas bajo jurisdicción de las órdenes, las que lo estaban en la órbita del señorío fueron progresivamente incorporadas a la tutela de los respectivos señores en materia de fiscalidad. Quizás, el ejemplo más claro en nuestro territorio sea el de El Congosto, pequeña localidad conquense a cuya señora, doña María de Perea, le fue concedida la potestad de cobrar dicho impuesto desde 147715; algo que, dicho sea de paso, es totalmente compatible con el que 13

LADERO QUESADA, M. A.: «Los mudéjares de Castilla…», p. 351. Tendremos ocasión de hablar de ello más adelante, pero es totalmente admisible que el impuesto fuera cobrado por la propia Orden en los siglos anteriores y que cuando la Corona concedió ese privilegio, los santiaguistas optaran por no cobrarlo para así asegurarse la vecindad de los mudéjares en sus territorios. 15 Muy probablemente como premio a los servicios que Martín de Osorio, su difunto marido, prestó en vida a la Corona. Archivo Histórico Provincial de Toledo (en adelante AHP To). Sección Hacienda. Leg. H-200. Vid. DOCUMENTO I. El documento es un traslado del original, datado en 1752 y elaborado en el momento en el que se redactó en la villa el Catastro del Marqués de la Ensenada. La villa de El Congosto, cerca de Fuente de Pedro Naharro y de Villanueva de Alcardete, fue enajenada en el mismo año 1477. En 1520, don García de Osorio, hijo de los primeros señores, la vende a don Diego de Aguilera. El señorío permanecería en manos de los Aguilera hasta el XVII, cuando pasa a ser propiedad de los Condes de Mora. 14

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la citada localidad, continúe apareciendo en los listados fiscales elaborados por los contadores de la Corona en torno a la recaudación de este impuesto16. Ahora bien, si nuestra pretensión es utilizar dichas cifras con un objetivo puramente demográfico, ¿cuál debe ser el criterio interpretativo que ha de seguirse? Ladero da a entender que, a pesar de que la cifra de 45 maravedíes por cabeza de familia es totalmente válida, sólo puede ser tomada como valor de referencia dado que él mismo constata cómo en otros lugares pudo ser diferente. Por tanto, siguiendo su argumento «no hay, en general, proporción entre número de habitantes y cantidades repartidas, por lo que no podemos dividir la cantidad total por una cifra base para obtener un número aproximado de mudéjares»17. Junto al servicio y medio servicio también debe tenerse en cuenta otro impuesto: las pechas, tributo anual que pagaron todos los mudéjares de Castilla desde que se inició la guerra de Granada18. De ellas se conocen los repartos de los años 1495, 1496, 1498, 1499, 1500 y 1501, publicados también por Ladero19. En este caso concreto, su utilización con fines demográficos resulta más sencilla porque cada pecha puede equipararse a una familia y sólo debe decidirse si el coeficiente multiplicador que tiene que utilizarse debe ser el de 4,5 o el de 5 individuos por pecha. Como, además, las series de este impuesto están completas para la casi totalidad de las aljamas que tenemos documentadas en La Mancha, debe aceptarse que, en nuestro caso, la utilización de los datos que se deriven del servicio y 16 Ladero (art. cit, p. 386) menciona la localidad como perteneciente al obispado de Cuenca en 1501. Por su parte, Viñuales Ferreiro, la cita junto a Zafra, Alconchel y Montalbán (Badajoz), pequeño lapsus sólo achacable al hecho de que en Extremadura existen localidades con el mismo nombre. Cf. VIÑUALES FERREIRO, G.: «El repartimiento del ‘servicio y medio servicio’ de los mudéjares de Castilla en el último cuarto del siglo XV», en Al-Qantara. Revista de Estudios Árabes, XXIV/1, (2003), pp. 188-189 y 200, notas 191-194. 17 LADERO QUESADA, M. A.: «Los mudéjares de Castilla...», p. 352, nota 9. No obstante, y aun a pesar de esta precisión, los cálculos que hemos llevado a cabo, indican que el cociente 45 mrvs./cabeza de familia, no resulta tan descabellado, al menos para los territorios manchegos. 18 Junto a ambos, y tal y como ha demostrado Porras Arboledas, la tributación mudéjar se extendía a otros conceptos, si bien en este caso las diferencias regionales, incluso locales, fueron la tónica predominante. En concreto, y para el caso de Montiel, Porras señala los diezmos sobre huertas, carneros y horno, además de peonadas diversas, todas ellas pagadas al comendador. Cf. PORRAS ARBOLEDAS, P. A.: art. cit., p. 213; apéndice 3. De manera análoga Dadson establece como rentas propias de los moros de Villarrubia el «diezmo del pan de los moros», «las minucias de los moros» y el diezmo de «corambres de moros y montaraces», además de su trabajo para la orden a través de diecisiete obradas anuales. Vid. DADSON, T. J.: op. cit., pp. 50-51. 19 LADERO QUESADA M. A.: «Datos demográficos sobre los mudéjares de Granada y Castilla en el siglo XV», en Anuario de Estudios Medievales, VIII, (1972-1973), pp. 487490.

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medio servicio será sólo residual, a modo de complemento a lo que ya de por sí nos puedan enseñar los datos de las pechas20. El cuadro 2 muestra el total de pechas en las localidades comprendidas en nuestra área de estudio. En principio doce: una de la Orden de San Juan (Alcázar); cuatro de Santiago (Dos Barrios, Montiel, Ocaña y Uclés); cinco de Calatrava (Aldea del Rey, Almadén, Almagro, Daimiel y Villarrubia de los Ojos); una de realengo (San Clemente) y otra de señorío (El Congosto)21. Al tenor de los datos que se derivan del mismo estaríamos ante una población que, en los años finales del XV oscilaría entre los mil y los mil quinientos individuos si bien cabría tener en cuenta que algunas de las cifras nos parecen excesivas (es el caso, por ejemplo, de Almadén), mientras que otras (Almagro y Daimiel, sobre todo) creemos que pecan por defecto, sobre todo si tenemos en cuenta que fuentes posteriores a la conversión de 1502 nos hablan de grupos moriscos mucho más numerosos. Por su parte, las noticias que poseemos referentes al cobro del servicio y medio servicio son aún más escasas que las de las pechas. Los primeros datos de los que tenemos constancia proceden de los años 1463 y 1464 y son a todas luces fragmentarios e imprecisos. En 1463 y 1464, Aldea del Rey y Almagro pecharon, junto a Ciudad Real, 2.500 maravedíes cada año. Tiempo después, en 1501, Aldea y Almagro pecharon, ya sin Ciudad Real, 1.600 maravedíes. ¿Puede pensarse que la diferencia —900 maravedíes— correspondería a los mudéjares de Ciudad Real? Si es así, estaríamos ante un nuevo dato; fragmentario, impreciso o cuanto menos 20 Para solucionar ese problema hemos optado por realizar los cálculos en función de las pechas y a ellas sumar los datos procedentes del servicio y medio servicio, como resultado de aplicar el coeficiente de 45 mrvs./cabeza de familia. La operación, requiere, para obtener el número final de habitantes, de una multiplicación más, en función de los ya mencionados coeficientes 4,5 ó 5 personas/familia. La misma sería, por tanto, como sigue: (mrvs./45)* 4,5 ó (mrvs./45)*5. Dicho cómputo arrojaría, para 1501, en el conjunto de Castilla, unas cifras mínimas de 16.752 (correspondiente a las pechas) y máximas de 18.302 (resultado de sumar a las pechas, las localidades con servicio no presentes en ellas). En función de dichos cálculos, Castilla la Nueva aportaba en 1501, aproximadamente, un 15% del total de la población mudéjar de Castilla. Sobre el total que ofrecen los cálculos extraídos de las pechas, los territorios novocastellanos aportarían 2.653 (un 16,01%). La cifra desciende a 2.240 (13,33%) teniendo en cuenta los datos derivados del servicio y medio servicio. No obstante y como quiera que hay localidades incluidas en el servicio y medio servicio que no aparecen en las pechas, la cifra final, incluyendo a unas y otras, ascendería a un total de 2.783 (un 15,21%). Vid. LADERO QUESADA, M. A.: «Los mudéjares de Castilla en la Baja Edad…», pp. 383-390. 21 En adelante, y mientras no se indique lo contrario, las cifras referentes a demografía mudéjar proceden de los trabajos ya citados de Miguel Ángel Ladero Quesada. En el cuadro 2, la columna con fondo en color verde indica el año en el que dichas pechas alcanzaron su máximo, en total doscientas noventa y ocho. En color pastel el mínimo. En color rojo, las cifras de población resultantes de aplicar el coeficiente 4,5personas/pecha. En azul, el resultado de aplicar el coeficiente 5.

23



74

50

Montiel

Ocaña

San Clemente

Uclés

Villarrubia de los Ojos 250

370



115

145

55

35

5

15



135

30

Hab (5)

1042 1155

225

333



104

131

50

32

4

14



122

27

Hab (4,5)

4

Pechas 225

61

63



22

20

13

5



5



32

18

305

315



110

100

65

25



25



160

20

Hab (5)

1014 1125

274

284



99

90

59

23



23



144

2

Pechas 190

41

80



22

23



5



2



15

9

857

185

360



99

104



23



9



68

10

Hab (5) 950

205

400



110

115



25



10



75



Pechas 298

53

92

2

21

35

18

8

2

3

42

22

1499



265

460

10

105

175

90

40

10

15

210

110

1343 1490

239

414

9

95

158

81

36

9

14

189

99



Hab (5)

FUENTE: LADERO QUESADA, M. A.: «Datos demográficos sobre los mudéjares de Granada y Castilla en el siglo (1972-1973), pp. 487-490.

231

29

El Congosto

Totales

7

11

Dos Barrios

3

1

Daimiel



Almadén

Almagro

6

27

Aldea del Rey

Pechas

Alcázar

Hab (4,5)

1498 Hab (4,5)

1496 Hab (4,5)

1495

XV»

1500

285

470

10

105

180

100

35

10

20

65

110



Hab (5)

1253 1390

257

423

9

95

162

90

32

9

18

59

99



240

57

71

3

21

33

23

6

3

2



21



Pechas

1501

9



285

355

15

105

165

115

30

15

10



105

1082 1200

257

319

13

95

149

104

27

14



95



en Anuario de Estudios Medievales, VIII,

278

57

94

2

21

36

20

7

2

4

13

22



Pechas

CUADRO 2. Pechas mudéjares, 1495-1501 (territorios manchegos)

Hab (4,5)

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desviado, pero un dato al fin y al cabo. Ese dato indicaría que Ciudad Real podría contar, como mínimo, con entre 90 y 100 mudéjares. Ese dato, de paso, nos daría a entender que, en 1463-1464, Almagro y Aldea del Rey contaban con una población mudéjar comprendida entre los 160 y los 178 habitantes de origen musulmán. El número se acerca sorprendentemente a la horquilla de máximos y mínimos que podría establecerse en función de las pechas22 aunque cabe tener presente que es muy posible que esa cifra enmascare la más que probable exención de impuestos a que estaba sometida parte de la población de esas localidades. Similares problemas encontramos en el caso de Daimiel y Villarrubia, que en 1463-1464 pechan el servicio con Alcázar. En total aportan la misma cantidad y por tanto estaríamos hablando de los mismos vecinos.

CUADRO 3. Tributos y población mudéjar en La Mancha en 1501. Comparativa pechas-servicio y medio servicio PECHAS Localidad Alcázar Aldea del Rey Almadén Almagro Corral de Almaguer Daimiel Dos Barrios El Congosto Hellín Montiel Ocaña San Clemente Uclés Villarrubia Totales

Número 6 21 13 2 – 3 6 23 – 33 21 3 71 57 259

SERVICIO

Y MEDIO SERVICIO

Estimación habitantes(1)

Maravedíes

Estimación habitantes

27 95 59 9 – 14 27 104 – 149 95 13 320 257 1.169

– – 1.300 1.600(2) 400 – – 400 1.000 – 500 200 – 1.600 7.000

– – 130 160 40 – – 40 100 – 50 20 – 160 700

(1) Utilizando el coeficiente 4,5 hab/pecha. (2) Cifra conjunta con Aldea del Rey FUENTE: LADERO QUESADA, M. A.: «Los mudéjares de Castilla en la Baja Edad Media», en Actas del I Simposio Internacional de Mudejarismo. Madrid-Teruel: CSIC-Instituto de Estudios Turolenses, 1981, pp. 383-390. 22 Entre los 125 y los 185 individuos utilizando el 5 como multiplicador; y entre 113 y 167 si utilizáramos el 4,5.

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Comparemos estas cifras con sus equivalentes de 1501 y, a la vez, con las procedentes de las pechas. En el primer caso, la tarea se ve simplificada porque Alcázar no parece contar con mudéjares en 1501, o al menos eso nos dicen las fuentes ya que dicha población no aparece ni en el servicio de ese año ni en las pechas. ¿Debe suponerse que desapareció esa comunidad? En principio sí porque los datos así lo indican, pero si echamos mano de documentación posterior, observamos cómo a principios del XVI había moriscos en Alcázar23. Puede suponerse que la comunidad mudéjar de la villa despareció y que con posterioridad a 1502, llegaron a ella nuevos pobladores de origen musulmán. Pero, ¿no es más fácil pensar en una suerte de continuidad en el poblamiento mudéjar —por muy escaso que pudiera ser— y en una hipotética exención de impuestos por parte del Prior? ¿No actuaría ese mismo poblamiento como factor de atracción para otros moriscos que posteriormente pudieron haber llegado a la villa sanjuanista? Por nuestra parte, aunque eso no evite que podamos dar una cifra exacta de población mudéjar en la villa en 1501, creemos que sí. Dejando aparte dicho argumento, la comparación con Daimiel y Villarrubia—análoga a la ya hecha en el caso de Almagro y Aldea del Rey— no es posible porque no hay cifras para dicho impuesto en el año 1501. A partir de los datos de las pechas obtendríamos que esas dos localidades censaban en 1501, conjuntamente, entre 271 y 300 mudéjares. Por su parte, y bien que casi treinta años antes, el pago conjunto del servicio supuso 2.500 maravedíes y ello arroja unas cifras de entre 250 y 278 mudéjares. Otra vez, similitud. No obstante, y a pesar de todo ello, el dato demográfico de más relevancia que puede extraerse del servicio y medio servicio es el relativo a Hellín, máxime cuando dicha localidad no aparece en los listados de pechas. Los moros de Hellín, al sur del marquesado de Villena, pecharon en concepto de servicio y medio servicio al menos entre 1463 y 1480, en principio con la aljama de la vecina villa de Socobos, más tarde solos. La cuantía de sus pagos (2.000 maravedíes en 1463 y 1464; 3.000 en 1477 y 1.000 en 1480) nos indica que la población mudéjar de la villa podía situarse, a finales del XV, entre un mínimo de veinte individuos y un máximo de setenta. Sin embargo, desde 1480, la aljama deja de aparecer en los resúmenes fiscales del servicio. No volverá a estar presente hasta 149724. Ello no quiere decir que la aljama de los moros de Hellín desapareciera para luego volver a estar poblada. Sobre todo porque sabemos que en los años finales del XV la comunidad obtuvo de los Reyes Católicos el reconocimiento a la exención 23 Archivo Histórico Nacional (en adelante AHN). Sección Inquisición. Leg. 198. Exp. 23. En concreto la cita hace referencia a los testimonios de bautismo de ciertos moriscos antiguos de Villarrubia, algunos de los cuales, aun siendo vecinos de dicha villa, residían en 1502 en Alcázar. Vid. Capítulo 2.2.2. 24 Cf. VIÑUALES FERREIRO, G.: art. cit., p. 193.

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de otros tributos como los castellanos de oro y el almojarifazgo, así como su equiparación en materia fiscal al resto de los habitantes de la villa25. Podría pensarse, en último término, que la desaparición de los moros de Hellín de los listados de pechas y servicio, únicamente está en relación con una suerte de encabezamiento del impuesto en esos años concretos y con la consiguiente concentración de los pagos en los años extremos. Así las cosas, y tras estas precisiones, las doce localidades iniciales han aumentado hasta catorce pues a las ya mencionadas debemos unir Hellín (de realengo) y Corral de Almaguer (bajo jurisdicción jacobea)26. Nos estaríamos desenvolviendo, entonces, en una situación que podría ser calificada como de medianamente coherente con respecto a los avatares históricos que sufrió el territorio y que daría a entender que sólo quedaban unas pocas comunidades mudéjares, las cuales a pesar de haber tenido cierta importancia en el XV, a finales de ese mismo siglo se veían inmersas en una coyuntura negativa desde el punto de vista demográfico. Así, en 1501, nos moveríamos ante un contingente que, teniendo en cuenta los datos expuestos más arriba, superaría tímidamente los 1.200 individuos, no llegando en ningún caso a los 1.400 ó 1.500. Dicho de otro modo, un grupo que escasamente podría representar el 6% del total de los mudéjares de Castilla, apenas unas décimas del total de la población castellana a principios del Quinientos. Ocurre, sin embargo, que gracias al concurso de fuentes más tardías sabemos de la existencia de comunidades mudéjares (más tarde moriscas) que —no sabemos por qué—, no aparecen en los listados fiscales manejados hasta este momento. Es cierto que esas fuentes presentan un serio inconveniente que no es otro que el que se deriva de que se refieren a moriscos y no a mudéjares pero aunque sólo sea de manera aproximada pueden ser útiles para acercarnos con mayor precisión a la distribución territorial y demográfica del grupo mudéjar manchego. Por ejemplo, y para el caso de Daimiel, Jean Pierre Dedieu nos da cuenta de cómo la villa contaba, en 1538, con «trescientas o cuatrocientas almas» de moriscos antiguos. Evidentemente dicha fecha está separada casi medio siglo de las referentes a los listados fiscales, pero en todo caso nos 25 El 30 de junio de 1488, mediante pragmática firmada en Murcia, la reina Isabel eximió a los moros de Hellín del pago de los castellanos. La sentencia que les libra de pagar el almojarifazgo a los arrendadores de dicho impuesto data del 22 de marzo de 1494. Cf. PRETEL MARÍN, A.: Hellín medieval. Albacete: Instituto de Estudios Albacetenses, 1998, pp. 205-206 y 209-212. 26 Ladero menciona en su trabajo una localidad perteneciente a las órdenes militares en la que se cobró el servicio y medio servicio y que, textualmente, escribe como «Almaguerse» e identifica con Magacela. (vid. Ladero Quesada, M. A.: «Los mudéjares de Castilla en la Baja…», p. 386). Por nuestra parte, y si se nos permite, hemos optado por equipararla a Corral de Almaguer, localidad también de órdenes, igualmente sujeta a la jurisdicción de Santiago pero no en Extremadura sino en La Mancha.

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indica que los catorce o quince mudéjares de que nos hablan las pechas quizás pudieran ser demasiado pocos27. Caso análogo al de Almagro que, según la documentación fiscal contaba en el momento de la conversión con tan sólo diez mudéjares y para la que conocemos por documentación posterior que avecindaba, al menos, a ciento once mudéjares en el momento de la conversión28. No obstante, si por algo es útil la documentación de comienzos del Quinientos es porque nos sirve para saber de nuevas localidades que pudieron listar mudéjares entre sus vecinos. Así ocurre con todos aquellos núcleos que en el mapa 3 se han señalado con un triángulo. Es el caso de MAPA 3. Las comunidades mudéjares de La Mancha en 1502

FUENTE: LADERO QUESADA, M. A.: (1981), pp. 383-390; CEBRIÁN ABELLÁN y CANO VALERO: (1992); GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: (2000); AHN. Sección Inquisición. Leg. 198. Caja 2. Exp. 23.

27 Vid. DEDIEU, J. P.: «Les morisques de Daimiel et l’Inquisition», en CARDAILLAC, L. (coord.): Les morisques et leur temps. Table ronde internationale. París: Editions du Centre National de la Recherche Scientifique, 1983, p. 495. 28 AHN. Sección Inquisición. Leg. 198/23. S.f. Nótese que, en este caso y como ha quedado dicho, las cifras que obtenemos de las pechas son del todo erróneas y que, sin embargo, las del servicio y medio servicio se acercan más a la realidad. Para más información véase capítulo 2.2.2.

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Ciudad Real, cuyos datos sólo alcanzan hasta 1463-1464 o de Pozuelo, pequeña villa calatrava de la que Emma Solano nos dice que contaba con población mudéjar a finales del XV29. Junto a ellas, Miguelturra, Bolaños de Calatrava, Arenas de San Juan, la parte sanjuanista de Los Yébenes y Belmonte30, de las que, gracias a la documentación inquisitorial, sabemos que tenían moriscos antiguos y, por lo tanto, con anterioridad a 1502, mudéjares. Es también el caso de Valdepeñas, Puertollano y Almodóvar del Campo de las que también se sabe que contaban con musulmanes a finales del XV31 o de Chinchilla y Alcaraz, en las que las Relaciones Topográficas atestiguan una presencia más o menos importante en los albores de la Edad Moderna. Al lado de los triángulos, en diferentes tamaños y con círculos negros, se han señalado aquellas localidades para las que, bien sea mediante las relaciones de pechas, bien sea mediante las de servicio y medio servicio, contamos con datos para el año 1501. Las pequeñas modificaciones introducidas con respecto a los datos que Ladero y Viñuales Ferreiro proporcionan, se traducen en un ligero aumento de las localidades manchegas con presencia mudéjar. Ahora son veinticinco las villas presentes. No obstante, y comparando, la situación no cambia excesivamente. No poseemos datos para modificarla. Tan sólo, a lo sumo, podría admitirse que la cifra de 1.4001.500 mudéjares para el momento de la conversión supondría una cifra de mínimos y que, si tomamos en cuenta los datos que poseemos para el siglo XVI (¡ojo!, ya no hablamos de mudéjares), esos números podrían alcanzar los 1.600-1.800, a lo sumo 2.000 individuos teniendo en cuenta los hipotéticos aportes de localidades como Puertollano, Valdepeñas, Miguelturra o Chinchilla para las que nada sabemos. En todo caso, y a pesar de los leves matices que hemos introducido, la cifra final de mudéjares manchegos podría elevarse en unos cientos de personas pero de lo que no cabe ninguna duda es de que, en el momento de la conversión de 1502, dicho grupo ni era excesivamente numeroso, ni representaba un serio competidor económico para el grupo cristianoviejo.

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SOLANO RUIZ, E.: La Orden de Calatrava en el siglo XV. Citada por LADERO QUEM. A.: «Los mudéjares de Castilla...», en Actas del I Simposio Internacional de Mudejarismo. Madrid-Teruel: CSIC-Instituto de Estudios Turolenses, 1981, pp. 360, nota 36. 30 AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp. 18; Leg. 197. Caja 1. Exp. 3 y Leg. 198. Exp. 23. 31 GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos en el Campo de Calatrava. Ciudad Real: Excma. Diputación Provincial de Ciudad Real, 2000, pp. 15 y 22. SADA,

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2.2. Las conversiones de 1502 y el lento camino hacia la integración El 12 de febrero de 1502 los Católicos Monarcas estaban en Sevilla. Ese día, «considerando el gran escándalo que hay, así acerca de los nuevamente convertidos como de todos los otros nuestros súbditos y naturales de la estada de los moros (...) con consejo y parecer de algunos prelados y grandes de nuestros reinos, caballeros y otras personas de ciencia y conciencia...», los Reyes ordenaron la expulsión de todos los moros que poblaban Castilla. Posiblemente ese mismo día, muchos de los mudéjares castellanos, hasta ese momento considerados fieles súbditos (y cumplidores pecheros), se desayunaron siendo moros y, sin tan siquiera saberlo, cenaron siendo cristianos. De un día para otro —cosas de la alta política— habían pasado de ser protegidos a proscritos. Las revueltas del Albaicín de Granada habían jugado un importante papel en ese cambio. Subyugados los rebeldes y declarado un casi total estado de excepción en Granada, los Reyes vieron el camino despejado para conseguir la tan ansiada unidad religiosa en sus reinos. De ahí el decreto que, subrepticiamente, les dio a elegir entre la conversión o la expulsión. El argumento era claro: la victoria en Granada había resultado costosa. Una guerra (la de conquista) y una revuelta (la del Albaycín), casi tan dura como la primera habían hecho concluir a los Reyes «en ver que hayamos tanto trabajado, que en el Reino de Granada, donde todos eran infieles, no haya quedado ninguno y que con ayuda de nuestro Señor hayamos quitado de allí la cabeza del oprobio de nuestra Fe que de esa secta había en las Españas, que permitamos estar los miembros de ella en los otros nuestros reinos, trae inconveniente».

De poco servía, pues, la victoria en Granada si el resto de Castilla estaba poblado de infieles. Era conveniente limpiar el reino. En el plazo de dos meses —«hasta el fin del mes de abril de este presente año de 502»—, Castilla debía quedar poblada sólo por cristianos. Aquel musulmán que, con posterioridad a esa fecha, fuera descubierto sería condenado a muerte. Todo aquel cristiano que protegiera a moro perdería sus bienes. No se permitió el paso ni a Navarra ni a los reinos de la Corona de Aragón. Es de suponer que la aplicación de la medida no fue inmediata. Castilla necesitaba de unas semanas para conocer la noticia. No obstante, tampoco hubo de demorarse mucho. Por eso, el ocho de marzo, cuando Haza, mora de Villarrubia de los Ajos, dejó de ser Haza para convertirse en Isabel32 ya debía haber en Castilla unos cientos de cristianos más.

32 AHN. Sección Inquisición. Leg. 198. Caja 2. Exp. 23. S.f. Registro de bautismo de Haza, mora, mujer de Alonso de Ninlarios. Elaborado con motivo de la visita inquisitorial de 1530 al Campo de Calatrava a partir de los libros de bautismos de la villa. Villarrubia de los Ojos. 27.VII.1530.

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2.2.1. Las Cinco Villas del Campo de Calatrava: ¿modelo? En la primavera de 1502, apenas dos meses después de que se promulgara la Pragmática de Sevilla, una nutrida delegación de los nuevos cristianos de Almagro, Daimiel, Villarrubia de los Ajos33, Bolaños de Calatrava y Aldea del Rey (las Cinco Villas del Campo de Calatrava) emprendió camino al norte, rumbo a Talavera, donde a la sazón se encontraba la Corte. En las faltriqueras algunos presentes pero sobre todo muchas súplicas. Desde primeros de marzo, haciendo gala de una ciega obediencia, los antiguos mudéjares de las Cinco Villas habían comenzado el proceso por medio del cual, en tan sólo unos meses, pasarían de ser moros a cristianos. Los bautismos dieron comienzo en la primera semana de marzo de forma paralela en Almagro y Villarrubia. Es muy de suponer que en Daimiel, Bolaños y Aldea del Rey el proceso fuera simultáneo. Los emisarios enviados a negociar con los monarcas se bautizaron en Cebolla (actual Toledo), el veintidós de ese mismo mes34 y a juzgar por las fechas disponibles, el proceso debía estar casi finiquitado a finales de abril pues el último bautismo que documentamos data del día veintisiete de ese mes. Para entonces, los representantes de las Aljamas de las Cinco Villas se encontraban de regreso a La Mancha. Su estancia en la Corte había resultado provechosa. Tras la entrevista, habían logrado arrancar de los Reyes el compromiso, firme y por escrito, de que las libertades de que habían venido gozando hasta el momento serían respetadas. Desde un punto de vista estrictamente legal y a la luz de lo negociado, su equiparación con los cristianos viejos era total. A la libertad de tránsito y residencia se unía el reconocimiento de la validez de todas aquellas operaciones hechas ante los que eran sus notarios; el respeto de personas y haciendas y su inclusión en los órganos de gobierno municipal «sin que con vosotros se hiziesse apartamiento alguno». Además, y como medida de gracia, se les concedía la exención del pago de todos los impuestos reales correspondientes al año 1502 y una moratoria en la aplicación de las normas de comportamiento socio-religioso y en la actuación de los comisarios inquisitoriales «para que si alguna cosa hiziéredes o dixéredes por inadbertencia no os fuese dado por ello pena alguna»35. Con ello, se daba inicio a una larga etapa caracterizada por la constante lucha puesta en marcha por la minoría para lograr el mantenimiento de sus derechos. Lucha, en primer término, interna, pues a aquellos 33

Actualmente «de los Ojos» AHN. Sección Inquisición. Leg. 198. Caja 2. Exp. 23. Villarrubia de los Ojos. 28.VII.1530. El documento hace referencia al bautismo de Lope Manglano y Alonso Fernández, dos de los negociadores enviados por las Aljamas para tratar el Privilegio. Junto a ellos, se bautizaron, al menos, otras ocho personas «seis mujeres y dos moços», de las Cinco Villas. 35 GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos... op. cit, p. 35. 34

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individuos manifiestamente proclives a la integración se opusieron con firmeza otros tantos no dispuestos a perder sus señas de identidad. Conflicto, en segundo lugar, exógeno a la propia minoría ya que los cristianos viejos siempre se mostraron ufanos de su posición y negaron a los nuevos convertidos cualquier posibilidad de integración. Insertos en esta dinámica, los cristianos nuevos tuvieron que luchar contra sí mismos y contra el propio sistema social en el que pretendían insertarse. Los repetidos memoriales enviados a la Corte durante todo el siglo XVI, incluso una vez consumada la expulsión, son muestra evidente de ese choque de intereses entre moriscos antiguos y cristianos. En el lapso de tiempo comprendido entre 1502 y 1625 los moriscos de las Cinco Villas se dirigirían de manera mancomunada a los monarcas hasta en cuatro ocasiones. Sus peticiones fueron sucesivamente auspiciadas por los Reyes Católicos, por doña Juana, Felipe II e, incluso, por Felipe IV, ya en 1625, cuando había pasado más de una década desde la expulsión que decretara su padre. En el trasfondo de sus peticiones lo ya dicho: la aspiración de lograr una integración socio-jurídica que, al parecer, permaneció largo tiempo vedada y que chocó frontalmente con los deseos de casi todos ellos de seguir fieles a una tradición de tipo socio-cultural de la que, como es lógico suponer, no era fácil desprenderse en tan sólo unos años. Hasta cuatro generaciones de antiguos lucharon por conseguirlo. De ello nos ha quedado constancia gracias a los ya citados memoriales que fueron remitidos a los monarcas castellanos en 1502, 1514, 1577 y 1625. El documento en el que se recogen dichas peticiones es sobradamente conocido. Consta de cuatro partes bien diferenciadas y un estudio pausado del mismo permite ahondar en la evolución de la situación socio-jurídica del grupo de moriscos antiguos del Campo de Calatrava, pues fue utilizado por sus miembros para reclamar de las instancias gubernativas el respeto a los derechos consignados en ellos. Así lo pretendió en 1615 un tal Pedro de Yébenes, vecino de Villarrubia, quien se dirigió a Felipe IV «por sí y en nombre de los Moriscos antiguos de las Çinco Villas del Campo de Calatrava». Su petición perseguía dejar sin validez legal la expulsión que años antes había ejecutado el Conde de Salazar y, para ello, el morisco se basó en el hecho de que los predecesores del cuarto Felipe habían confirmado, una y otra vez, todos los privilegios que allá por 1502 se habían concedido a los moriscos antiguos. La petición debió causar no poco estupor al propio rey, seguramente convencido de que ya no había moriscos sus reinos. El monarca ordenó que se «exhumaran» del Archivo de Simancas los supuestos papeles a los que hacía referencia Yébenes. Así se hizo, y una vez examinada toda la documentación, en junio de 1625, la Cámara de Castilla recomendó a Felipe IV que «teniéndose consideración a la despoblación que estos Reinos tienen, V. M. puede mandar se guarde el dicho privilegio en estos lugares a los

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christianos nuevos, que vivieren en ellos, descendientes de los contenidos en él»36.

Para llegar a dicho dictamen el cuarto de los felipes ordenó a Diego Cepeda y Abendaño, su archivero mayor en Simancas, que «hiziesse buscar entre los Registros y papeles dél». Diligencia no le faltó al funcionario. En tan sólo unos días remitió a la Cámara el traslado de los originales. Gracias a ellos, y a la petición de Pedro de Yébenes, contamos hoy con una utilísima herramienta que nos permitirá desentrañar el complicado y costoso proceso por medio del cual los antiguos de las Cinco Villas pretendieron ver reconocidos sus derechos. El documento ha sido publicado y utilizado en multitud de ocasiones y atendiendo a muy diferentes enfoques metodológicos. Ya en 1959 don Antonio Domínguez Ortiz se preocupó por él a la hora de abordar el estado de opinión que se generalizó durante el reinado de Felipe IV en torno a la cuestión morisca37. Gómez Vozmediano lo ha utilizado para darnos a conocer los derechos obtenidos por la primera generación de conversos38. Antes incluso, Vázquez Fernández pretendió tomarlo como base para componer un estudio demográfico de los antiguos calatraveños39. Su reiterada utilización y la precipitada síntesis de conclusiones que de él puede extraerse han llevado a muchos a defender que sus beneficiarios (los antiguos de las Cinco Villas) fueron a lo largo de todo el XVI modelo de aculturación y espejo de buen comportamiento. Es muy posible que no les falte razón, pero el escrito esconde otra visión sólo perceptible si se estudia en su conjunto; si privilegio, confirmación y sobrecartas se comparan y su contenido se cruza con otras fuentes. La observación detenida de las reivindicaciones explicitadas en cada uno de los memoriales y su puesta en relación con los avatares internos y externos a los que tuvo que hacer frente el grupo, creemos que ponen en tela de juicio la supuesta asimilación del grupo a los usos, roles y valores del conjunto cristiano viejo. Esa observación rompe, por tanto, con el tan traído y llevado paradigma que defiende que los moriscos antiguos de las Cinco Villas del Campo de Calatrava fueron modelo de aculturación, al menos en su conjunto, pues sí es cierto, como nos dice Dadson, que los antiguos de Villarrubia se desmarcaron en ocasiones de las pretensiones de sus compañeros, lo cual podría indicar cierta conformidad con su situación40. 36

AHN. Consejos. Leg. 38.039. S.f. DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: «Felipe IV y los moriscos», en Miscelánea de Estudios Árabes y Hebráicos, VIII, (1959), pp. 55-65. 38 GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos... op. cit, pp. 35 y 209-210. 39 VÁZQUEZ FERNÁNDEZ, I., «Privilegio de no expulsión de... », en Conflictos sociales y evolución económica en la Edad Moderna (I). Actas del I Congreso de Historia de Castilla-La Mancha (vol VII). Toledo: Servicio de Publicaciones de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, 1988, pp. 289-299. 40 DADSON, T. J.: Los moriscos de Villarrubia... op. cit., pp. 165-168. 37

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Tiempo después del Privilegio de 1502 los moriscos de las Cinco Villas volvían a reclamar el amparo regio. Sólo habían pasado doce años desde que los Reyes Católicos atendieran sus peticiones. La moratoria que impedía la actuación del Santo Oficio había prescrito y puede afirmarse que el proceso de equiparación socio-jurídica ya estaba en pleno apogeo. Los moriscos pagaban sus impuestos como cristianos41, profesaban el cristianismo (al menos formalmente) y, como «súbditos de pleno derecho» habían abandonado el uso de la jurisprudencia coránica para adaptar su discurrir cotidiano a la legislación castellana. No es de extrañar, por tanto, que los nuevos convertidos reclamaran de las instituciones a las que se sometían, el respeto a los derechos adquiridos. En este contexto se enmarca el importantísimo asunto del acceso a los cargos concejiles. Importante y complicado porque en él intervinieron, no sólo cuestiones tocantes a la propia minoría, sino también al grupo converso. Hasta ahora se ha defendido que los Reyes Católicos concedieron a los moriscos el derecho a ser elegibles y electores a oficios concejiles a través del estado de los mercaderes. Nada más lejos de la verdad. Se lea como se lea, el Privilegio de 1502 únicamente establece que los recién convertidos podrían concurrir a las elecciones «syn que [con ellos] se hiziesse apartamyento alguno». La precisión no es gratuita. De hecho, si no la tenemos en cuenta corremos el riesgo de enmarañar el ya de por sí controvertido asunto de la limpieza de sangre y del desempeño de los cargos municipales en nuestra Edad Moderna. Moriscos y conversos se han entremezclado de manera recurrente y aunque en principio puede admitirse que las razones esgrimidas por el grupo cristiano viejo para evitar su acceso a los cargos fueron de una índole similar, al menos en lo que a las Cinco Villas se refiere, esa aceptación no está exenta de precisiones. La codificación que regulaba el acceso a los cargos municipales calatraveños fue aprobada a finales del siglo XV por el maestre de la Orden de Calatrava, primero para la villa de Almagro y luego para el resto de localidades42. Según las Ordenanzas de la Orden, aprobadas en 1483 y ratificadas 41 Gómez Vozmediano nos da cuenta de cómo a partir de 1505 todos los mudéjares bautizados en el Arzobispado de Toledo pagaron a la Mitra Toledana el tercio del diezmo que antes de la conversión pagaban a la Orden de Calatrava. Cf. GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos... op. cit., p. 39; no obstante, la cuestión debió crear no poca controversia pues en 1507 la Orden otorgaba poder a dos comisionados suyos para que negociaran «ciertas diferencias sobre el terzuelo que piden a la dicha Orden el dicho Cardenal e Deán e Cabildo, de los diezmos de los nuevamente convertidos de moros a nuestra santa fee cathólica que viven en el Campo de Calatrava. AHN. OO. MM. Libros. Libro 26-C. Fols. 21r.o-21v.o 29.IX.1507. 42 ARChG. Leg. 820. Pieza 5. Fols. 97r.o-122v.o Las mismas ordenanzas citadas por Jerónimo López-Salazar a partir de ARChG. Cabina 508. Leg. 1.608. Pieza 16, en LÓPEZSALAZAR PÉREZ, J.: «Limpieza de sangre y división en Estados: el municipio de Almagro durante el siglo XVI», en Stvdia Historica. Historia Moderna, XII, (1994), pp. 160-161. Para la administración local y los pleitos surgidos por el disfrute de oficios públicos en el

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por los Reyes Católicos en 149843, las elecciones debían hacerse por San Miguel, a mediados de septiembre de cada año, y siempre respetando la proporción que reservaba un cuarto de los oficios para los hidalgos, otro cuarto para el estado de los mercaderes y la mitad para los labradores «y hombres buenos». La interpretación de las Ordenanzas en lo relativo a la elección de oficios llevó a diferentes pleitos entre un estado y otro. En un primer momento, derivados de los excesos cometidos por los munícipes salientes a la hora de facilitar el acceso a sus cargos a personas cercanas a ellos pues «según por yspiriençia apareçe an dado los dichos ofiçios entre parientes e onbres conçertados para ello en muchos tienpos e no dado parte dellos a los que son abiles e sufiçientes para los dichos ofiçios de lo qual la república a reçevido grandes daños»44.

Más complicada fue la naturaleza del segundo tipo de conflictos. En virtud de las Ordenanzas arriba mencionadas, y con el objetivo de facilitar el acceso de los mercaderes a los cargos municipales, el Maestre rompió con la tradición y reservó un cupo específico para este grupo social. Sin embargo, lo que en origen fue concebido como una medida de gracia, terminó por ser foco de discriminación ya que pronto empezó a quedar constancia oficial de quiénes habían accedido a los cargos municipales por medio del nuevo estado45. En principio, dicha situación no debió generar problemas. Sin embargo, y como señala el profesor López-Salazar, el problema viró radicalmente a partir de los años treinta. Hasta entonces, el apelativo «mercader» había designado a una profesión y mientras fue así no hubo sospechas. Sin embargo, cuando profesión tendió a confundirse con

conjunto manchego véase, del mismo autor, «El régimen local de los territorios de Órdenes Militares (ss. XVI-XVII)», en BERNARDO ARES, J. M. DE y MARTÍNEZ RUIZ, E. (eds.): El municipio en la España moderna. Córdoba: Universidad de Córdoba, 1996, pp. 249-304. 43 Además de este tema, fue objeto de codificación por las autoridades de la Orden una gran variedad de temas entre los que destacan, sobremanera, los referentes a la vida socio-religiosa de los vasallos de la Orden, preocupada ésta como lo estaba por la relajación en las costumbres. De tal manera que no debe extrañarnos que, junto a la regulación del sistema de elección de oficios, aparezcan cuestiones tan diferentes como el amancebamiento, los matrimonios instituidos sin velación previa, la asistencia a misa los domingos y fiestas de guardar, la tutela de menores o el nombramiento de cura o sacristán. Junto a ello, las Ordenanzas incorporan la obligación para los municipios de redactar un libro de cuentas, instrucciones sobre cómo llevar a cabo el cobro de alcabalas y sobre cuál debía ser el papel de los procuradores, así como instrucciones sobre la confección y venta de paños y sobre el papel de tundidores, bataneros y tintoreros. ARChG. Leg. 820. Pieza 5. Fols 97r.o-122v.o 44 Ibídem. 59v.o-60r.o 45 Cf. LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: «Limpieza de sangre y división... art. cit.», p. 161.

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casta, algunos de los más activos miembros de la sociedad calatraveña del momento empezaron a ser señalados como manchados46. Visto así, el problema aparece como asunto tocante, en exclusiva, a los judeoconversos. Ocurre sin embargo que, desde 1502, el Campo de Calatrava vio aparecer en su seno a otro elemento converso: los moriscos. En función del privilegio obtenido por éstos de manos de los Reyes Católicos no parece que la nueva situación debiera generar tensiones extraordinarias. Los Reyes habían dejado claro que los moriscos podrían acceder al desempeño de cargos concejiles por cualquiera de los tres estados. La concesión no está exenta de trampas. Evidentemente, tanto los monarcas como los propios moriscos, sabían de la imposibilidad de que pudieran hacerlo por medio del estado de los hidalgos, al menos a corto plazo. La cuestión, entonces, radicaba en si lo podían hacer por medio del de labradores o a través del de mercaderes y en principio la diatriba no planteó problema alguno, al menos mientras «mercader» designó profesión. El morisco mercader accedería al cargo por el estado de mercaderes y el labrador, por el de labradores. Distinta debió aparecer la cuestión en el momento en el que, como dice López-Salazar, la palabra mercader adquirió connotaciones diferentes a las de su significado original y, tanto moriscos como, sobre todo, judeoconversos, fueron asociados al estado de los mercaderes. Así lo intuyeron los antiguos de las Cinco Villas cuando en 1514 se dirigieron a doña Juana para que esta certificara que «en los Concejos donde vivían y viviesen, al tiempo que se eligiessen los ofiçios de Alcaldes, Alguaçilazgos e Regimientos e otros oficios, se nombrassen a ellos que gozasen de los dichos oficios, sin que con ellos se hiziesse apartamiento alguno, y fuessen onrrados y bien tratados»47.

Por ello los moriscos de Almagro hicieron saber a la Reina que «antes que se combirtiessen, en la elección de los oficios se tenía esta forma: que la mitad de los dichos ofiçios se davan a los hidalgos y mercaderes de la dicha Villa y la otra mitad a los buenos hombres pecheros cristianos viejos, y que ellos quieren entrar y gozar en la suerte de los dichos cristianos viejos pecheros».

No hacían los moriscos sino reclamar un derecho que por medio del Privilegio de 1502 les había quedado reconocido y que les otorgaba la facultad de equipararse en todo y por todo a los cristianos viejos. La cita, sin embargo, tiene un segundo y más profundo sentido. Los moriscos 46 Ibídem, p. 162. Véase también GUTIÉRREZ NIETO, J. I.: «La discriminación de los conversos y la tibetización de Castilla por Felipe II», en Revista de la Universidad Complutense, XXII, 87, (1973), pp. 99-129. 47 AHN. Consejos. Leg. 38.039. S.f. Confirmación por doña Juana del Privilegio otorgado por los Reyes Católicos a los moriscos de las Cinco Villas del Campo de Calatrava.

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recordaban a la Reina el antiguo sistema de elecciones, en el que no existía el estado de los mercaderes. Implícitamente le estaban recordando también que quizás sería mejor prescindir del sistema vigente en ese momento. Sin embargo, y como eran conscientes de que, a corto plazo, iban a conseguir más bien poco, los moriscos se afanaron por diferenciarse de los judeoconversos. Seguros de su posición y con el privilegio en las manos, los antiguos reclamaban de la Reina su equiparación a los cristianos viejos, con lo que, de paso, también establecieron un llamativo cauce de distinción con respecto a los judeoconversos, englobados en el estado de mercaderes. Sin embargo, los moriscos fueron víctimas de sus propios anhelos. Al contrario de lo que se ha venido defendiendo hasta ahora, la lectura detenida de la confirmación redactada por los letrados de la Reina en 1514 no fue en absoluto concluyente. Doña Juana no tomó decisión en firme y se limitó a recomendar a los miembros de su Consejo que «hagáis sobre la dicha causa lo que halláredes por justicia, por manera que las partes la ayan y alcancen y por defeto della no tengan razón de se quexar más sobre ello»48. Aún a pesar del privilegio de 1502 y de la más que dudosa confirmación de doña Juana, los cristianos viejos no transigieron y lograron imponer la visión restrictiva que se derivaba de la Concordia. Dicho de otro modo, sin que mediara pleito y sin que hubiera de por medio sentencia favorable o contraria —simplemente poniendo en práctica una política de hechos consumados—, labradores e hidalgos (sobre todo los primeros), aplicaron a los propios moriscos el pensamiento que éstos pretendían imponer con respecto a los conversos y redujeron la presencia de dicho elemento (moro y judío) al estado de los mercaderes. La ambigüedad de la Reina fue compartida años después por su hijo y a lo largo de los años que siguieron a la confirmación del privilegio, los conflictos se repitieron y se resolvieron de manera muy diferente. En Alcázar, por ejemplo, los mercaderes lograron que se eliminara cualquier distinción49; en Almagro no, si bien allí el asunto fue más con los intereses de los judeoconversos50; en Aldea, los labradores reclamaron en 1572 que, conforme a costumbre antigua, se respetara la proporción de que ellos aportasen a los oficios del Concejo la mitad de los cargos. Esta vez el Consejo no transigió como tampoco lo hizo en Daimiel51. Por último, en Villarrubia, y tal como nos dice Dadson, los moriscos «trabajaron diligentemente para 48

Ibídem. Cf. LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: «Limpieza de sangre y división... art. cit.», p. 165. 50 La sentencia ordenó que se cumpliera «en todo y por todo» la concordia otorgada por el Maestre a finales del xv. ARChG. Leg. 820. Pieza 5. Fol. 126r.o. Sentencia pronunciada en Granada el 16.VII.1538. El desarrollo completo en LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J., «Limpieza de sangre y división... art. cit.». 51 Para Aldea, AHN. OO.MM. AJT. Leg. 36.461. Fol. 4r.o, para Daimiel, GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos... op. cit., pp. 107-108. 49

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que desapareciera [tal distinción], como finalmente desapareció»52. Trabajo les costó pues el pleito, finalmente resuelto en 1587, se originó con motivo de las elecciones de 1585, en las que los moriscos (sobre todo los antiguos) se negaron a ser elegidos únicamente por el estado de los mercaderes. Estado en el que, por cierto y no obstante, siempre tenían un puesto asegurado dada la importancia del grupo53. En realidad, y a pesar de estos ejemplos, no puede decirse que el acceso a los cargos municipales monopolizara la lucha del elemento morisco en su deseo de integrarse en la sociedad que les daba cobijo, ni tan siquiera que fuera el principal argumento utilizado en dicha estrategia. Los moriscos comprendieron desde pronto que dicho camino no les conducía a ninguna parte, sobre todo porque fueron conscientes de que ni su número ni su posición socioeconómica hacían viables dichos anhelos. Mayor calado tuvo su actuación en lo que podríamos denominar como vertiente político-religiosa del conflicto. Entre las concesiones otorgadas en el Privilegio de 1502, ya lo sabemos, se incluía una moratoria en los plazos de actuación de la Inquisición, toda vez que pudo constatarse que conversión nominal no era equivalente ni de sinceridad ni de efectividad en la misma. La situación permanecería en un tenso compás de espera durante los años que median entre 1502 y, al menos, 1530. A partir de esa fecha empiezan las inquietudes. Son años en los que sinceridad y recelo se entremezclan. Por un lado se documentan casos en los que el deseo de conversión es sincero; por otro, ejemplos en los que, al parecer, poco o ningún efecto debieron tener las aguas bautismales. Como a caballo entre ambas situaciones, los casos en los que conversión sincera pero apego a las tradiciones socio-culturales se mezclaron en un totum revolutum que únicamente contribuyó a confundir, tanto a moriscos como a viejos cristianos. Detengámonos por ahora en lo que podríamos calificar como batalla legal. No cabe duda de que, en este sentido, la situación fue compleja. Como paso previo a su desarrollo quizá convenga señalar que, en el momento y en el lugar que nos ocupan, conviven dos visiones antagónicas de la realidad socio-religiosa que inundaba el Campo de Calatrava durante el primer tercio del XVI. De un lado, los moriscos, obligados en 1502 a convertirse. Por muy avanzado que estuviera en esa fecha su proceso de integración, por muy amplias que fueran las moratorias concedidas para su conversión y por muy benignas que parecieran las condiciones estipuladas para ello, no cabe duda de que pasar de una religión a otra por decreto, no 52

DADSON, T. J.: Los moriscos de Villarrubia... op. cit., p. 129. En realidad y como dice Dadson, esta situación había llevado a que en la villa hubiera no tres, sino cuatro estados: hidalgos, labradores, mercaderes y ‘Barrio Nuevo’ (o sea moriscos).Véase DADSON, T. J.: Los moriscos de Villarrubia... op. cit., pp. 128-130. 53

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debió ser plato de fácil digestión para ninguno de ellos. Avanzando en el tiempo podrá observarse cómo la conversión fue sincera en unos y fingida en otros, pero que en ningún caso llevó aparejado un abandono total de las prácticas de raíz cultural heredadas desde hacía siglos. Y es ahí donde radica uno de los principales problemas a los que tuvieron que hacer frente las autoridades del momento: el que podría sintetizarse en el tan acertado juicio de Mercedes García-Arenal cuando defiende que «costumbre de moros no es lo mismo que ceremonia de moros». Por otro lado, los cristianos. Celosos de su limpia posición, recelosos de la equiparación de sus vecinos; convencidos, en todo caso, de que el moro es moro siempre, independientemente de si ha recibido el bautismo o no. Y en medio de unos y otros las autoridades. Las locales, por supuesto; las órdenes también y, como no, la Inquisición. Recordemos, aunque sea brevemente, el Privilegio de 1502. Entre las concesiones regias, ya lo hemos visto, se incluía aquella que confirmaba que los moriscos no serían molestados por los inquisidores en función de palabras, actos o conductas derivadas de su desconocimiento de la doctrina cristiana. Dedieu nos habla de un plazo de seis años durante el cual toda actuación inquisitorial se redujo al mínimo. Debe convenirse que dicha situación fue factible, cuando menos, hasta los años veinte54. Pasado el periodo de moratoria, autoridades civiles e Inquisición dejan a un lado su inactividad. Aún es pronto para hablar de procesos. Los datos así lo indican; pero la atonía mantenida hasta ese momento comienza a tornarse en movimiento. Las informaciones empiezan a ser moneda de cambio y se producen algunas detenciones, la mayor parte de las veces relacionadas con cuestiones que «no concluyen derechamente herejía»55. La reacción morisca no se hace esperar y los antiguos de las Cinco Villas deciden traspasar sus fronteras y buscar consejo y ayuda en otras comunidades. En 1521, se presentan ante Adriano de Utrecht, a la sazón Inquisidor General: «e nos pidieron e suplicaron sobrello mandásemos proveer de remedio con justiçia como bien hecho nos fuese; y porque como sabeys, estos fueron convertidos a nuestra religión xpiana poco tienpo ha, syendo los más dellos de hedad perfeta e ynstruidos e ynformados en los rittos y cerimonias de la seta de Mahoma, de los quales no se pudieran apartar façilmente por averse en ellos criado, es justo e razonable que con ellos se use de toda la equidad e clemençia que de derecho obiere lugar. Nos, vos encargamos y mandamos que sy algunos de los nuevos christianos 54 DEDIEU, J. P.: «Les morisques de Daimiel et l’Inquisition», en CARDAILLAC, L. (coord.): Les morisques et leur temps. Table ronde internationale. París: Editions du Centre National de la Recherche Scientifique, 1983, p. 496. 55 AHN. Sección Inquisición. Leg. 198. Caja 2. Exp. 23.

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están presos por cosas que no son abiertamente heregía los mandéis e hagáys soltar luego libremente...»56.

Los moriscos ganan el primer envite. Los inquisidores acatan. Al menos en principio, porque solo tres años después, el 11 de octubre de 1524, un tal Francisco de Torrelaguna, originario de Guadalajara, representante «del linaje de moros del Arzobispado de Toledo» se personó en la ciudad imperial para reclamar garantías del titular de la Mitra toledana. Llevaba consigo una nueva orden, esta vez del Inquisidor Manrique, en la que se repetían las recomendaciones del, por entonces ya, Papa Adriano57. Se cuidaba, no obstante, el morisco de no enojar a su Eminencia pues «saviendo que segúnd quan bien tratados e myrados hemos sydo los de este Arçobispado nynguna neçisydad tenyamos de traer ni presentar la su carta, pero que por cumplir lo que nos es mandado, yo en el dicho nombre hago presentaçión della e suplico a vuestras reverençias manden a uno de sus notarios me den fee de como la presenté».

En esta tesitura llegamos a 1530. Parece ser que el verano de ese año fue algo turbulento en el Campo de Calatrava. Desde el mes de abril se encontraba en La Mancha Juan Yanes, inquisidor toledano. Su objetivo allí era el de llevar a cabo las averiguaciones necesarias para determinar cuántos mudéjares se habían convertido en 1502 y efectuar un primera inspección previa a la promulgación de un Edicto de Fe58. Yanes ordenó que, con carácter inmediato «todas las personas ansy varones como mugeres que nuevamente se avían buelto a nuestra sancta fee cathólica de los nuevamente convertidos de moros a cristianos mostrasen [a los párrocos de cada villa] el título que tenían e testimonio de cómo fueran cristianos».

Las reacciones no se hicieron esperar. Del proceso puesto en marcha a partir de mayo-junio nos ha quedado constancia gracias a que se elaboraron listados completos de bautizados59. El de Almagro fue entregado, el uno de septiembre, por Gonzalo del Royo y Rodrigo Herrador «por sy mesmos y en nonbre de los otros nuevamente convertidos de moros»60. 56 57 58

Ibídem, s.f. Logroño. 3.VIII.1521 Ibídem, s.f. Valladolid. 12.IX.1524. DEDIEU, J. P. : «Les morisques de Daimiel…», en CARDAILLAC, L. (coord.) : op. cit,

p. 496. 59 AHN. Sección Inquisición. Leg. 198. Caja 2. Exp. 23. Solo conservados para Almagro y Villarrubia de los Ajos. Junto a ello también se presentan listados de huidos del Reino de Granada a las ciudades de Guadalajara y Maqueda y los testimonios de algunos de los moros convertidos en Guadalajara, Toledo, Bolaños de Calatrava y Daimiel. 60 Ibídem. S.f. Almagro. 1.IX.1530.

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Villarrubia planteó más problemas. Parece que al celo de Yanes se unió, en este caso, la desidia del párroco y sacristán locales. Éste último se presentó como avalista de muchos moriscos y certificó que sus nombres estaban incluidos en el «quaderno de baptizados» redactado a tal efecto. Yanes quiso comprobarlo y, al hacerlo, descubrió que el registro estaba incompleto. Ordenó entonces al sacristán que «saque en linpio todos los nuevamente convertidos que allí se contienen que oy son bivos e donde biven e que procure de ynformarse quien son los [que] faltan». Titubeante, el ayudante del párroco tuvo de reconocer que en el libro faltaban hojas, testimonio que venía a coincidir con el que muchos moriscos habían hecho previamente acusando al acólito de haber perdido los registros. Enojado, Yanes mandó llamar nuevamente al sacristán y le preguntó «si sacó de la yglesia él, o otro por él, un libro que allí avía donde se escrivían los que se bautizavan y donde estavan escritos los nuevamente convertidos de moros desta villa». Juan Sánchez, que así se llamaba el ayudante del párroco, reconoció su error. Al parecer quiso ser diligente y en su afán porque todo estuviera claro se prestó a adelantar trabajo en casa. Su testimonio es de lo más curioso: «Dixo que un hijo suyo de edad de 25 años tenía aquel libro en las manos y (...) que él mismo le sacó de la yglesia y le llevó a casa deste declarante para leer en él y pasalle. Preguntado si sabe quién quitó las hojas que faltan del dicho libro, que era lo que tocava a los nuevamente convertidos de moros bautizados, dixo que no sabe que del ayan faltado hojas ningunas estando en su casa e que si algunas hojas faltan e se hallaren en su casa que este declarante las buscará gustosamente con el dicho su hijo y las trayrá»61.

No las encontró y Yanés tuvo que improvisar. Durante toda la segunda quincena de julio y gran parte del mes de agosto tuvo que recabar, uno por uno, todos los testimonios de bautismo. Ya puesto, interrogó también a todos los testigos. La diligencia que faltó al sacristán parece que fue suplida con creces por el inquisidor. Gracias a su trabajo contamos con testimonios de lo más variopinto. Basten tan solo algunos. Ya hemos visto como Juan Chacón, uno de los delegados de las aljamas enviados a Talavera, se bautizó en Cebolla. El 28 de julio, Francisco de Casasola, vecino de Villarubia, presentó su testimonio. Junto a él se personaron en la parroquia Lucía Martín y Aldonza. Ésta última sólo pudo certificar que sabía que sus padres habían sido padrinos de muchos moriscos en 1502. Más explícita fue Lucía, quien pudo demostrar su presencia en el bautismo de Francisco como madrina, el mismo día que en la iglesia se congregaron más de cuarenta personas, entre bautizados y padrinos62. 61 Ibídem. S.f. Villarrubia de los Ojos. Sin fecha. A juzgar por las fechas de los testimonios posteriores, las pesquisas de Yanes debieron realizarse desde la segunda semana de julio. 62 Ibídem. S.f. Villarrubia de los Ojos. 28.VII.1530.

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Otros tuvieron más problemas. Andrés de Mora, residente en la toledana villa homónima, regresó a Villarrubia para cumplir con los dictados de Yanes. Juró ser cristiano y «averse convertido de su propia voluntad», y aunque «dixo las oraçiones de la yglesia, el Credo y la Salve Regina y el Avemaría y el Pater Noster» no logró convencer al inquisidor, que celoso de su misión, pidió una y otra vez que el morisco avalara su juramento con testigos de su conversión. El caso de Andrés no es exclusivo. Como él, al menos una decena de moriscos originariamente convertidos en el Campo de Calatrava residían en 1530 fuera del mismo y, o bien tuvieron que desplazarse, o bien tuvieron que buscar mil y una argucias para presentar su testimonio. Andrés Nieto se desplazó desde Villanueva de los Infantes y Marcos de la Pintada desde Aldea del Rey63. Por su parte, Francisco Morate, residente en Villahermosa, en el Campo de Montiel, remitió un aval del alcalde ordinario de aquella villa64 y Alonso Martínez Larios hizo lo propio desde Alcázar65. Parece que fueron aceptados. A todos ellos, Yanes los sometió a averiguaciones especiales, preguntando «secreta y apartadamente» al resto de moriscos si conocían de su bautismo. A mediados de septiembre concluyó su misión. Había censado a un total de ciento setenta y dos moriscos, quince de ellos bautizados fuera de la villa. De manera paralela, una delegación de los moriscos de Almagro, Bolaños y Daimiel se presenta ante Yanes66. Su objetivo principal era lograr del inquisidor el respeto a los derechos adquiridos y para ello mostraron la provisión por la cual se ordenaba «que se guarde una carta y provisión que se dio por el Papa Adriano sesto, de felice recordaçión, syendo Ynquisidor General destos rreynos, que dispone que si algunos de los nuevamente convertidos del dicho estado se prendieren por cosas que no son aviertamente eregía se suelten y restituyan libremente sus bienes y que por las cosas que se puedan referir heregía y no heregía, no se prendan hasta se embiarlas»,

añadiendo más abajo que dichas órdenes se habían cumplido invariablemente desde 1523 y que «como quiera que allemos que vuestra señoría e merced terná notiçia de la dicha carta y provisión (...) lo mande cumplir y guardar segúnd y como hasta aquí nos a sido guardado»67.

63 64 65 66

Ibídem. S.f. Villarrubia de los Ojos. 22.VII.1530 y 27.VII.1530. Ibídem. S.f. Villahermosa. 23.VII.1530. Ibídem. S.f. Alcázar de San Juan. 20.VII.1530. Vid. DOCUMENTO II. DEDIEU, J. P. : «Les morisques de Daimiel...», en CARDAILLAC, L. (coord.): op. cit,

p. 496. 67

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Yanes acata. Tercera victoria de los moriscos. Aún habría una cuarta pues en marzo de 1538, los antiguos de las Cinco Villas lograron que el Breve firmado en diciembre de 1530 para los moriscos de Castilla la Vieja, también les diera cobijo a ellos. Previamente, y tras la correspondiente negociación con el inquisidor Manrique tuvieron que desembolsar no sabemos cuánto dinero. La circular de 1524 también es respetada68. Dedieu señala cómo aún habría un nuevo intento legal por parte de los moriscos para afianzar su posición. En abril de 1542 una nueva delegación se dirigió, esta vez a Granada, para negociar con «el marqués de Mondéjar, un acuerdo según el cual, y previo pago de lo que hiciera falta, familias y demandados podrían conocer el nombre de los testigos que declaraban contra ellos». La mayor parte de las aljamas de Castilla se unieron a la empresa. En La Mancha, sólo Aldea del Rey rehusó el ofrecimiento69. Sin embargo, para entonces, la frenética actividad desplegada por Yanes ya se había puesto en marcha. El inquisidor había vuelto al Campo de Calatrava a principios de 1538. Su acción contra los cristianos nuevos de Ocaña le había convertido en el verdadero ángel exterminador de moriscos del tribunal de Toledo. Sirviéndose de las contradicciones internas de la comunidad de Daimiel y de una estrategia que mezcló extorsión con informaciones y traiciones con celos y deslealtades, en poco más de diez años (de 1539 a 1550) llevó a una treintena de personas ante el tribunal de Toledo. En tan sólo unos años acabó casi con cualquier reducto de islamismo. Cual si de un ovillo de lana se tratara, un testimonio le llevó a otro, y así sucesivamente hasta lograr desmembrar a toda la comunidad. Los procesos tuvieron importantes ramificaciones en Bolaños, Villarrubia y Almagro. Las cuatro batallas ganadas por los moriscos en los despachos terminaron por servir de poco pues Yanes había ganado en los tribunales. Dedieu ha demostrado fehacientemente que mientras los moriscos se mantuvieron cohesionados, la Inquisición tuvo poco que hacer. Ahora bien, la insistencia de Yanes obtuvo su recompensa. El inquisidor, al parecer ducho en esas lides, supo poner en marcha una hábil estrategia. Sus constantes visitas a La Mancha en los años que mediaron entre 1530 y 1538 le permitieron conocer los entresijos internos de las comunidades de antiguos. También las rivalidades de éstos con las elites locales. Hábil, el inquisidor observó, tomó nota de todo y calló. Dejó que los moriscos fueran obteniendo lo que luego se demostraría que fueron pírricas victorias. Cuando en la primavera de 1538 llegó a Almagro, tenía un plan perfectamente trazado y lo puso en marcha: entre 1538 y 1560 hasta un total de setenta y cuatro moriscos fueron llevados ante los tribunales de Toledo. 68 DEDIEU, J. P.: «Les morisques de Daimiel...», en CARDAILLAC, L. (coord.): op. cit, pp. 507-509 y p. 519, nota 72. También en DADSON, T. J.: Los moriscos de Villarrubia... op. cit., p. 81. 69 DEDIEU, J. P.: «Les morisques de Daimiel...», en CARDAILLAC, L. (coord.): op. cit, p. 509. La trascripción de la cita no es literal.

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El macroproceso generado por la actuación de Yanes había puesto de manifiesto dos cosas: en primer lugar, la presión a la que estaban sujetos los antiguos en el desarrollo de su vida cotidiana y la permanente sospecha de la que fueron protagonistas. Presión y sospecha terminaron por socavar la cohesión de cada una de las comunidades. De ello salió victorioso el grupo cristiano viejo. En adelante pocos motivos tendrían los moriscos para reclamar, pues siempre habría cerca un limpio dispuesto a recordar a sus vecinos el turbulento episodio en el que se vieron envueltos los padres, hermanos, tíos o parientes de tal o cual de ellos. Esa es la segunda consecuencia que se puede extraer de los procesos de 1538-1550: la victoria de Yanes fue asimilada como propia por los cristianos viejos del Campo de Calatrava70. No es de extrañar, por tanto que cuando los antiguos de las Cinco Villas volvieron a solicitar el amparo regio en 1577, la estrategia hubiera cambiado por completo. Para entonces, acceder a los cargos municipales había dejado de ser la prioridad de los antiguos71. En tan solo unas décadas, los moriscos habían pasado de reclamar una igualdad que de iure les correspondía, a lamentarse por una postergación que de facto les fue aplicada. La batalla política estaba perdida. Sin embargo, los lamentos no tornaron en resignación. En la petición elevada a Felipe II para que éste confirmara el privilegio de 1502, los antiguos volvieron a reclamar garantías. Es cierto que su posición se había visto mermada, pero aún continuaba siendo lo suficientemente significativa como para que los propios moriscos fueran conscientes de su fuerza como grupo de presión72. Sin embargo, el punto de partida había cambiado. 70 El desarrollo completo de los procesos y el planteamiento de la actividad de Yanes como modelo metodológico para analizar la actividad del Santo Oficio con respecto a las comunidad de moriscos antiguos del Campo de Calatrava en DEDIEU, J. P.: «Les morisques de Daimiel...», en CARDAILLAC, L. (coord.): op. cit, pp. 507-509 y p. 519, nota 72. 71 Quizá por ello citaron, uno a uno, a todos los peticionarios, con lo cual, de paso, mostraron al rey que su número, lejos de disminuir, se mantenía estable, cuando no con tendencia al alza. Algunos moriscos, sin embargo, habían logrado cierta promoción en el disfrute de cargos. En Almagro, por ejemplo, Juan Texedor, logró hacerse en 1566 con una de las nueve regidurías vitalicias del concejo (cf. GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos... op. cit, p. 51) y en Villarrubia, al decir de Dadson, el acceso a cargos concejiles por los moriscos era normal, pero son casos que confirman la excepción. No obstante, y tal y como hemos podido comprobar, la mayoría de los antiguos del Campo de Calatrava permanecía prácticamente ajena al entramado institucional de sus lugares de residencia. 72 Gracias a la enumeración de los cabeza de familia que participaron del memorial enviado a la Corte contamos con un dato de extraordinaria utilidad a la hora de calibrar el volumen demográfico del grupo en 1577. En función de dicha lista sabemos que en Daimiel había 71 familias, en Almagro 67, en Aldea 27, 17 en Bolaños y 10, finalmente, en Villarrubia (cifra última que nos parece escasa). Utilizando el coeficiente 3,75 personas por vecino, esas cifras nos estarían dando a conocer que los antiguos representaban, en 1577, un 3,56% de la población de Daimiel, un 3,71% en Almagro, un 7,08% en Aldea del Rey, 6,82% en Bolaños y un 2,02% en Villarrubia. Cifras, por tanto, a tener muy en cuenta

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A partir de este momento sus aspiraciones fueron más pragmáticas y se orientaron en la senda de asegurar un mínimo bienestar en el trato diario con la mayoría cristianovieja. Se quejaban, ahora, de que las autoridades locales «los prendían y amolestavan como a moriscos del dicho Reyno [de Granada], embargándoles sus bienes e quitándoles las armas, e pretendiéndoles echar más pechos que a los cristianos viejos de las dichas Villas, y escluirlos de las suertes de oficios concejiles dellas e finalmente hacerles muchas vexaciones contra el thenor del dicho privilegio»

y más abajo se mostraban ufanos de su integración pues aparte de estar casados con cristianas viejas, «en su habla, costumbres, y trato estavan ya combertidos en tales christianos viejos (!)73» y «ansí lo havían mostrado en ocasiones que se havían ofrecido, especialmente en lo del dicho Reyno de Granada, sirviéndonos con sus personas, armas y haciendas, sustentando soldados y gente de guerra, proveyendo dinero e cosas que se les havía mandado»74. De la presencia de moriscos en la guerra de Granada al servicio del Rey de Castilla se poseen datos lo suficientemente sólidos como para pensar que la parrafada de los antiguos de las Cinco Villas no fue ni fruto de la presunción, ni una situación exclusiva de ellos. Tanto antiguos como determinados granadinos colaboracionistas se colocaron desde pronto junto a Felipe II, incluso obteniendo privilegios por ello. En este sentido no es de extrañar que muchos de los descendientes de aquellos antiguos que participaron en el alarde la Orden de Calatrava celebrado en Moral en 153775 también lo hicieran como soldados en la guerra76. Como tampoco es extraño el caso de Francisco del Águila, granadino alistado en Pedro Muñoz, gracias a cuyos servicios su hijo pudo solicitar y conseguir de las

máxime cuando, por esas fechas, los granadinos ya se habían instalado en cada una de las localidades mencionadas y que eso ensanchaba notablemente la proporcionalidad del grupo morisco en las mismas. 73 El signo de admiración es nuestro. 74 AHN. Consejos. Leg. 38.039. S.f. Sobrecarta de Felipe II dando confirmación del Privilegio concedido por los Reyes Católicos a los moriscos antiguos de las Cinco Villas del Campo de Calatrava. 75 AHN. OO.MM. AJT. Leg. 38.752. Citado por GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos... op. cit, p. 40. 76 Entre ellos, y a título de ejemplo, Francisco Peral, antiguo que en el momento de la expulsión ocupaba el cargo de alguacil de los moriscos antiguos de Daimiel. Archivo General de Simancas (en adelante AGS). Sección Contadurías Generales (en adelante CC. GG.). Contaduría de la Razón. Diferentes legajos. Algunos, como nos dice Dadson, llegaron incluso a participar en las campañas de Flandes, como Alonso y Francisco de Salazar, oriundos de la propia Villarrubia. Cf. DADSON, T. J.: «Convivencia y cooperación entre moriscos y cristianos…», en CIVIL, P. (coord.): op. cit., p. 308.

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autoridades una moratoria a la hora de ser expulsado en 161077. Como ellos, ya pasada la guerra de las Alpujarras, algunos optaron por continuar al servicio del Rey durante su permanencia en Castilla. Sirva como ejemplo el caso de Juan de Helices, García Zapata o Pedro de Campoy, alistados en Quintanar quienes, junto a otros cristianos nuevos de la villa estaban en 1591 integrados en los ejércitos reales78. Por tanto, colaboración y buen comportamiento serán los argumentos utilizados para obtener el mejor trato posible a partir de 1570. A la altura del último cuarto del XVI los antiguos no podían aspirar a mucho más pues los episodios que tuvieron lugar en los años centrales del siglo habían anulado casi por completo su capacidad reivindicativa. Por si fuera poco, la llegada de los granadinos introdujo un nuevo factor de conflicto. En adelante, los antiguos no sólo tuvieron que luchar contra los cristianos viejos para ver reconocidos sus derechos sino que, además, se vieron obligados a marcar diferencias con los granadinos, «menos limpios» aún que ellos. Los numerosos pleitos en los que se vieron inmersos son muestra de ello. A duras penas lograron que el puesto de alguacil de los moriscos antiguos fuera mantenido79 pero se vieron sistemáticamente postergados en el acceso a las instituciones cofrades80 y en el uso y ostentación pública de armas, cuestiones en las que tradicionalmente habían gozado de la aprobación veterocristiana y que hasta ese momento habían despertado pocos recelos entre los cristianos viejos81. Esa fue otra de las secuelas que la Guerra de las Alpujarras trajo consigo. Desde el momento mismo de la llegada de los granadinos a Castilla se opera un proceso a través del cual el conjunto social cristianoviejo tendió a igualar a granadinos y antiguos. Los ya mencionados procesos en 77 Archivo Histórico Provincial de Ciudad Real (en adelante AHP CR). Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.307. S.f. 8.XII.1609, para la petición y AGS. CC. GG. Contaduría de la Razón. Leg. 345. Caja 1. S.f., para la concesión. 78 En total, y para el caso de Quintanar, hasta seis cabezas de familia se encontraban ausentes de la villa en el momento en el que se elaboró el padrón. AGS. Dir. Tes. Inv. 24. Leg. 666, no 20. Las referencias y documentación de la Dirección General del Tesoro nos fueron proporcionadas por el profesor López-Salazar Pérez. 79 Lo lograron, sin embargo. En 1610, por ejemplo, en Daimiel, ese cargo era ocupado por un tal Francisco Peral. AGS. Sección Contadurías Generales (en adelante CC.GG.). Contaduría Mayor de Cuentas. I época (en adelante CMC-I). Leg. 1.821. Exp. 2. 80 El pleito que enfrentó a Gonzalo el Gordo con la cofradía de Mirabuenos de Almagro es buena muestra de ello. Cit. por GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos... op. cit., pp. 165-166. 81 Por ejemplo, Álvaro y Pedro Gutiérrez Cubillo, antiguos de Almagro fueron retenidos y juzgados por la Inquisición debido a ello. Lograron demostrar que tenían sentencia favorable de la Chancillería de Granada en la que se les declaraba aptos para el porte de armas. AHN. Sección Inquisición. Leg. 193. Caja 1. Exp. 9. Años después, en Daimiel, Francisco Mendoza y su hijo, pleitearon con la Orden por el mismo motivo. Residentes en Daimiel, pero oriundos de Hornachos, también lograron demostrar que, como antiguos, podían gozar de dicha preeminencia. AHN. OO.MM. AJT. Leg. 37.852.

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los que un antiguo es vetado en una institución de tipo religioso, en el desempeño de un cargo municipal, en el uso y ostentación de armas o aquellos en los que vieron coartada su libertad de movimiento, obedecen al mismo motivo: el fiscal o el delator (los testigos también), acusan al morisco de no tener potestad para ello, de «estar comprendido en las premáticas de su magestad». Dicho de otro modo: de granadino82. Como consecuencia de ello, los antiguos tendrán que invertir su estrategia, pues llegan al convencimiento de que de poco o nada servía luchar por la equiparación con el cristiano viejo, en tanto en cuanto éste se aferrara al argumento de que unos y otros (granadinos y antiguos) son «la misma cosa». Los últimos años de la minoría en Castilla serán un constante ir y venir entre los dos extremos de esa misma contradicción. De un lado, los mayores esfuerzos serán aquellos dirigidos a marcar la diferencia con el granadino; a demostrar que «lo contenido en las premáticas» no les afectaba en tanto en cuanto la reglamentación sobre la que ellos asentaban su proceso de integración bebía de un corpus legislativo completamente diferente (el privilegio de 1502 y no la pragmática de 1572). De otro lado, pero ya postergados los ánimos a un segundo plano, a continuar en la senda que les llevara a la equiparación con los cristianos viejos, el mayor anhelo de todos ellos pero también, el más grande de los fracasos a que tuvieron que hacer frente. Buen ejemplo de ello es el propio proceso de expulsión, espejo de que el objetivo perseguido por los cristianos viejos (consciente o inconscientemente) alcanzó su meta83. El decreto de expulsión de los moriscos de Castilla fue publicado, con carácter general para los granadinos, el diez de julio de 1610. Su salida fue casi inmediata. De hecho desde la promulgación de la orden que autorizaba las salidas voluntarias (28 de diciembre de 1609), muchos ya habían optado por ese camino. Sólo se vieron exentos del destierro aquellos que habían logrado demostrar su buena cristiandad. En principio, y aunque nada se dice de ellos en el Decreto, los antiguos permanecieron ajenos al mismo. La primera vez que se documenta su presencia en los bandos reales es el 22 de marzo de 1611. Para entonces casi todos los granadinos habían salido de Castilla. Henry Lapeyre señaló en su día los dos medios a los que recurrieron los moriscos para contrarrestar la acción del gobierno. Por un lado, resistencia 82

Vid. capítulo VII, especialmente epígrafes 7.4. y 7.6. En torno a la expulsión existe una larga nónima de trabajos. Desde el propio Lapeyre hasta Los moriscos antes y después de su expulsión del profesor Mikel de Epalza, pasando por la más reciente aportación al tema, la firmada por François Martínez (La permanece morisque en Espagne après 1609. Discours et réalitès. Villeneuve d’Ascq: Presses Universitaires du Septentrion, 1999). Nos consta además el desarrollo de Tesis Doctorales referentes al tema como la llevada a cabo por Jorge Gil, bajo la dirección del profesor Bernard Vincent. A ellos cabe añadir la ya comentada aportación de Trevor Dadson en la que se demuestra que el proceso de expulsión no fue tal en Villarrubia pues los regresos fueron casi totales. 83

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a la expulsión en el plano jurídico, por otro, regresos clandestinos84. Su argumento se ajusta perfectamente a la situación experimentada en el Campo de Calatrava desde 1610. Expulsados de Castilla los granadinos, los antiguos empezaron a vislumbrar un mínimo atisbo de esperanza tras años de engorrosa equiparación. El privilegio con el que contaban desde 1502 había sido respetado y al fin eran tratados como cristianos viejos pero su alegría duró poco. En principio habían quedado exentos «de los bandos de su magestad», algo que causó no pocos debates en el seno del Consejo de Estado. Tras la celebración de una improvisada junta de teólogos, el 22 de marzo de 1611 el Consejo ordenó la publicación de una cédula real: un nuevo bando de expulsión para los moriscos «vueltos e quedados»85. Según Guadalajara, los moriscos de las Cinco Villas se aprestaron a reclamar de Felipe III el respeto a sus privilegios, asunto que lograron elevar al monarca el 28 de abril86. La negativa real se materializó, entonces, en un escueto «están comprehendidos», si bien hizo una excepción con los de Villarrubia, por ser la villa de señorío. Allí ordenó que se hicieran informaciones especiales y que todo quedara a discreción del Corregidor local, «mas tuuieron tantos embustes y medios estos embayadores (después de auer salido los demás de su partido) y [fueron] tantas las diligencias que hizieron, assí en el Consejo Real, como en el de Estado, pretendiendo, que sus papeles y privilegios, eran más favorables que los demás, lleuando el pleyto de vn Tribunal en otro, que pudieron dilatar su salida, hasta tanto, que en la Junta del primero de Agosto se declararon todos los Moriscos destas cinco villas comprehendidos, y que los de Villarrubia eran de la misma calidad».

La resolución de la «junta del primero de Agosto» terminó por convencer a los antiguos de que la primera de las batallas que señala Lapeyre, la jurídica, estaba perdida. De paso viene a confirmar lo ya apuntado: la equiparación entre granadinos y antiguos, en principio rota con motivo del bando de julio de 1610, había vuelto a hacerse efectiva. La disolución de la junta gestora del proceso de expulsión (enero de 1612) y la transferencia de los últimos reductos de dicha gestión a la justicia ordinaria (septiembre de 1612) vienen a confirmar el final del proceso

84

LAPEYRE, H.: op. cit., pp. 176-177. En JANER, F.: Condición social de los moriscos de España. Barcelona: Alta Fulla, 1987 (edición facsímil de la de Madrid: Real Academia de la Historia, 1857), pp. 344-345. Para el proceso que medió entre uno y otro bando vid. LAPEYRE, H.: op. cit., pp. 176-178. 86 GUADALAJARA Y XAVIER, M. DE: Prodición y destierro de los moriscos de Castilla hasta el valle del Ricote. Pamplona: Nicolás de Assiayn, 1614. Manejamos el ejemplar depositado en la Biblioteca Nacional de Madrid. BNM. Sección Raros y Manuscritos, R/10.400. En adelante, y mientras no se indique lo contrario, las referencias tocantes a este asunto proceden de esta obra en sus folios 51r.o a 53v.o 85

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en Castilla, al menos de manera oficial87. Paralelamente se estaba librando otra batalla; la extraoficial, la de los regresos clandestinos, que se venían produciendo desde poco después del bando de marzo de 1611. Pocos antiguos se resignaron. Sabían que en Villarrubia gozaban de cierta ventaja pues como nos dice el propio Guadalajara «por no ser de la jurisdicción Real, no faltaua quien los disimulase»88. También regresaron al resto de localidades89. Pero si los moriscos perseveraban en su negativa, tanto el Rey, como Lerma y el Conde de Salazar, lo hacían en su deseo de que en Castilla no quedara ni uno sólo de ellos. La situación tampoco parece que fuera exclusiva de las Cinco Villas. En el valle de Ricote, en Murcia, se vivían circunstancias similares90 y por ello, la Corona decidió facultar a varios comisarios. En el Campo de Calatrava, el elegido fue el alcalde Madera, «el hombre fuerte que había domado a los forajidos de Hornachos»91. A principios de mayo de 1612 este personaje estaba en Talavera. Su llegada a Almagro redundó en la expulsión de quinientos moriscos (!)92 pero «no hubo vuelto las espaldas, quando de nueuo tornó a brotar de la tierra esta mala y perjudicial semilla». Poco efecto había tenido el bando de abril. El alcalde Madera se mostró incapaz de solucionar el problema pues «estauan aquellas villas tan llenas de Moriscos, que parecía, que no auía llegado à ellas la Expulsión». Se decide, entonces, que sea el Conde de Salazar quien se haga cargo de la misión. El 25 de mayo partió de Madrid rumbo al Campo de Calatrava, al parecer «syn comunicar su pensamiento a persona alguna». Puede que el relato de Guadalajara roce lo novelesco pero, cuanto menos, es curioso: «Partiò desta Corte víspera de Pascua de Espíritusanto, que fue à 25 de mayo, después de auer asistido con su Magestad à Vísperas en la capilla Real, como Mayordomo. Saliò con notable disimulación con capa y gorra, a la puente Toledana: donde con vn coche le aguardaba don Gerónimo de Auellaneda, su asesor, y solos partieron para Calatraua».

Debieron seguir el camino de Toledo a Córdoba. El 29 estaban en Carrión. Tras ellos llegaron el Alcalde de Guardas de la Corte y algunos

87

LAPEYRE, H.: op. cit., p. 178. Por aquel entonces era señor de la villa Diego de Silva y Mendoza. ¡Cuánto recuerda su actitud a la de los señores valencianos! En torno a la actividad de dicho personaje en lo referente a la expulsión véase DADSON, T. J.: Los moriscos de Villarrubia... op. cit. 89 Lapeyre da cifras: 600 de 730; 200 de 270 en Villarrubia y el 75% a Almagro. En Aldea solo faltaba una familia. LAPEYRE, H.: op. cit., p. 189. 90 Para este asunto véase FLORES ARROYUELO, F. J.: Los últimos moriscos. Valle de Ricote. 1614. Murcia: Academia ‘Alfonso X el Sabio’, 1989. 91 LAPEYRE, H.: op. cit., p. 189. 92 Quizá exagera Guadalajara en esta ocasión. 88

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oficiales que, no obstante el secreto del conde, parece que se percataron de su salida. Desde allí, Avellaneda marchó a Villarrubia. El alcalde a Daimiel. El día treinta, siempre según Guadalajara, «al amanecer, llegaron à prender a los Moriscos, y en vna hora se prendieron los que pudieron ser auidos: que en solo Villarrubia fueron docientos y treinta; el Alcalde de Guardas prendió duzientos y treze de toda edad y sexo, y conuenciò a veynte, de auerse buelto fuera del Reyno, que se hallaron en Daymiel, y fueron condenados à Galeras, y después al Almadén los desta calidad, y expelidos los demás. Preuenido todo, para que no se boluiessen, ni las iusticias no los consintiesen, con penas y apercibimientos, pareció auerse sacado de todo aquel partido, poco menos de seiscientas personas»

La expulsión se había consumado. El Campo de Calatrava estaba limpio, tanto de granadinos como de antiguos. Al menos así se pensaba en Madrid. Nada más lejos de la verdad. La promulgación de sendas cédulas reales para los «vueltos y quedados» (19.IX.1612) y para los «ocultos y rezagados» (26.X.1613)93 y el hecho de que hasta diciembre de 1614 no se otorgara licencia para vender los bienes de los antiguos expulsados de Daimiel no son sino muestra de que ello no era así94. Debe convenirse que la misión de Madera y Salazar tuvo poco efecto. Muchos antiguos lograron volver. Y volvieron haciendo lo mismo que había ocupado gran parte de los desvelos de las tres generaciones anteriores: reclamando el cumplimiento del Privilegio de 1502. El testimonio de Pedro de Yébenes con el que hemos abierto este capítulo es buena muestra de ello. Aún en 1625, quedaban antiguos en el Campo de Calatrava y aún por esas fechas continuaban con sus reivindicaciones. Para entonces, la percepción del problema había cambiado. En la Corte de Felipe IV corrían aires revisionistas y algunos sectores empezaban a vislumbrar lo erróneo de la expulsión. Yébenes, heredero de expulsados, probablemente beneficiario de las excepciones hechas al Bando con los niños, o quizá solamente un aguerrido resistente, supo verlo y en 1625 se dirigió a Felipe IV reclamando todo aquello que como a morisco antiguo le correspondía. En su memorial especificó todos aquellos bienes raíces que en el momento de la expulsión eran de su familia y que, en función del sistema de venta puesto en marcha para con ellos95, fue adjudicado, tras la correspondiente puja y 93

Ambas en JANER, F.: op. cit., pp. 355-356 y 360-361, respectivamente. AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Leg. 345/1. S.f. Comisión del Consejo de Hacienda al licenciado Aguayo para que confisque todos los bienes raíces de los moriscos antiguos de Daimiel. 17.XII.1614. 95 Vid capítulo 9.4. 94

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remate, a doña Leonor Manrique de la Cerda. El 19 de agosto de 1627, Francisco Salgado, heredero de doña Leonor, tuvo que devolver a Yébenes el majuelo que este reclamaba en la falda de la sierra de Villarrubia96. El Consejo de Castilla anulaba la escritura de venta otorgada a doña Leonor aún a pesar de que en la misma se especificaba que «desde hoy (...) para siempre xamás (a)parto, quito e desposeo a su Magestad de la rreal pertenencia e propiedad y señorío que de los dichos vienes havía e tenía y a los dichos expelidos cuyos fueron los dichos vienes por aver quebrantado los vandos rreales de su Magestad y todo ello cedo e rrenuncio e traspaso a la dicha Leonor Manrrique de la Zerda y sus herederos»97.

Parece que los anhelos del morisco no acabaron ahí. En 1639, moría María Torredora, morisca de las antiguas. En su testamento nombró a Yébenes como patrón de la memoria fundada con sus bienes98. Visto el éxito obtenido años antes, Yébenes constató que, si la sentencia dada en su favor generaba jurisprudencia, María —su «memoria» mejor dicho—, podría recuperar ciertos bienes vendidos tras la expulsión. El morisco logró demostrar ante el Consejo de Hacienda, que la difunta «era de los antiguos del Barrio Nuevo desta villa deçendiente de los moros nobles (!) que se conbirtieron de su boluntad a nuestra sancta fee cathólica por cuya conbersión los señores Reyes Cathólicos don Fernando y doña Ysabel y doña Juana les conzedieron prebilexio de que fuesen admitidos a todas las cossas y autos públicos que los demás christianos viexos desta villa y sávelo este testigo porque la conoció, la trató y se tenían y refutavan por tales y lo mismo eran entre los demás vezinos desta villa»99.

Hasta siete testigos confirmaron este testimonio. El Consejo devolvió a la memoria fundada por la morisca las fincas contenidas en su testamento. De paso, y fruto también de la actuación de Yébenes, hizo restituir su antigua casa a Catalina López, un cañamar a Andrés y Gabriel Pérez y un haza de tierra a Gabriel Mera. Casi treinta años después de decretada la expulsión, los moriscos antiguos de las Cinco Villas del Campo de Calatrava vieron como el Privilegio que en 1502 obtuvieron sus bisabuelos era aplicado. 96

AHN. Consejos. Leg. 38.039. S.f. Ibídem, fols 32r.o-32v.o Aunque no conocemos el desenlace final, Juan López Redondo, Pedro de Jerez, Juan López Herrador, Rodrigo Herrador, Juan Tejedor, Gabriel Ruiz y Juan Muñoz, antiguos de Daimiel, iniciaron un proceso muy similar en 1630. Vid. AGS. CC. GG. Contaduría de la Razón Leg. 345/2. S.f. Daimiel. 6.IV.1630. Daimiel 98 AHN. Consejos. Leg. 38.050. Fols. 2r.o-3v.o 99 Ibídem, s.f. Testimonio de Cristóbal de Herrero, vecino de Villarrubia de los Ojos, cristiano viejo. 97

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2.2.2. Los moriscos antiguos de Almagro y Villarrubia: un intento de reconstrucción Aparte los efectos represivos que tuvo, la visita del inquisidor Yanes al Campo de Calatrava en la primavera-verano de 1530, nos ha brindado una herramienta para el análisis demográfico de las comunidades de Almagro y Villarrubia en el momento mismo de la conversión pues —recuérdese— el inquisidor hizo redactar unos minuciosos listados de convertidos. Es muy de suponer que en Daimiel, Bolaños y Aldea del Rey también se hubieran confeccionado dichos listados pero por desgracia la documentación parece haber desaparecido. En su reciente estudio acerca de la comunidad morisca de Villarrubia, Trevor J. Dadson nos ha ofrecido algunos de los más importantes datos referentes a dicha villa. Previamente, Gómez Vozmediano también publicó los de Almagro. Por nuestra parte, y sin perder de vista los datos que dichos autores ofrecen, hemos recurrido a la documentación original con el objetivo de comparar ambas localidades, sobre todo porque, como tendremos ocasión de observar, los criterios de interpretación de datos que hemos seguido varían en parte de los utilizados por ellos. A la altura de 1502, Villarrubia, la más septentrional de las Cinco Villas, contaba un total de ciento setenta y dos mudéjares en su censo. Por su parte, Almagro avecindaba, según nuestros cálculos, a ciento once. Como quiera que no poseemos cifras globales de población en el Campo de Calatrava ni para la fecha en que fue redactado el listado (1530) ni para aquella otra a la que se refiere (1502), cualquier intento de comparación y de análisis con respecto a la población cristiano vieja resulta más que complicado. Tanto Dadson como Gómez Vozmediano se inclinaron en su día por utilizar los datos que proporcionó Hernando de Colón en su Descripción y cosmografía de España, si bien ambos advirtieron que las cifras que ofrecía el hijo del Almirante no eran del todo correctas. Sea como fuere, y a modo de aproximación, podríamos tomarlas como puramente orientativas. Actuando de esa manera, y en función de nuestros cálculos, podríamos convenir con Dadson en que los antiguos de Villarrubia podían representar aproximadamente entre un 13 y un 17% del total de la población de la villa en 1502, mientras que para Almagro podría ofrecerse una cifra que oscilaría entre el 3 y un 5% del total100. Distinto método debe seguirse a la hora de efectuar un análisis interno de ambas comunidades. No obstante, es preciso tener en cuenta que la fuen100 DADSON, T. J.: Los moriscos de Villarrubia... op. cit., p. 65. Dichos porcentajes, sobre todo el de Almagro, podrían ser revisados al alza si se tiene en cuenta que muy posiblemente y a pesar de su meticulosidad, los listados elaborados por Yanes pueden no ser del todo exactos. Además, las cifras ofrecidas por Colón lo son para 1517 y en 1502 los vecinos de que nos habla debían ser menos, con lo cual los porcentajes de representatividad serían mayores.

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te con la que contamos no es excesivamente rica. Sus virtudes son, cuanto menos, limitadas pero menos es nada porque, bien que con carencias, su análisis pone a nuestra disposición una información bastante útil a la hora de conocer la estructura demográfica del grupo antiguo. Los registros elaborados por el inquisidor son un mero listado de personas que incluían el nombre de los convertidos (muchas veces, incluso, el antropónimo previo a la conversión) y, en ocasiones, aclaraciones referentes al estado civil o a su filiación familiar. Por desgracia no se especifican edades y en raras ocasiones contamos con datos de los que se pueda inferir la dedicación de cada uno de ellos, si bien los apellidos post-bautismales pueden facilitar cierta información al respecto. Todo ello hace especialmente complicado cualquier intento de análisis porque suele ser complejo adscribir a un individuo concreto a uno u otro grupo de edad. Es por ello por lo que, como mucho, nos atrevemos a ofrecer los datos en función de cuatro grandes segmentos: casados, solteros dependientes, solteros independientes y viudos. Como casados se han contabilizado aquellos que en las listas aparecen como tales. Además, en el caso del listado de Almagro se han añadido a los «casados» aquellas entradas en las que se indica un nombre femenino, seguido de la expresión «mujer de…» (en total diez). En principio podría pensarse que representan a viudas. No es así porque en el caso de que la mujer en cuestión haya perdido a su marido, el documento lo indica bajo la expresión «mujer de …, difunto». En este último caso, dichas entradas se han añadido a las viudas, mientras que las primeras se han contabilizado como casadas, añadiendo por tanto no sólo el nombre de la mujer sino también el del marido ya que es muy probable que los redactores del listado quisieran indicar así que en ese momento el varón no se encontraba presente (aunque sí vivo) y que quien respondió al «interrogatorio» fue la esposa. Como solteros dependientes hemos contabilizado a todos aquellos que en el listado aparecen incluidos en un hogar y cuyo nombre viene seguido por la aclaración «hijo/a de». Podría resultar más fácil calificarlos como «solteros jóvenes» pero es un argumento de poco peso porque el hecho de que una persona resida con sus progenitores no quiere decir necesariamente que sea joven. Además, cabría preguntarse dónde está la frontera entre joven y adulto y dicha cuestión es difícilmente solucionable con la información que dan los listados. Por ello nos parece más adecuado utilizar el término de «soltero independiente», englobando bajo dicha consideración a aquellos individuos que aparecen solos como cabeza de casa y de los cuales no se nos da ningún otro tipo de información. Finalmente, con los viudos y viudas, el sistema utilizado ha sido el de contabilizar bajo dicho epígrafe a todos aquellos de los cuales se nos da información al respecto. Junto a ellos, también se han contabilizado como tales a los progenitores que aparecen como cabeza de casa con hijos

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dependientes y de los cuales no aparece nombre de cónyuge alguno que se les pueda asociar. Tras estas consideraciones, quizás convenga recordar, aunque sea brevemente, las cifras de población mudéjar de ambas villas a finales del XV. A juzgar por los datos que se derivan de las pechas, Villarrubia mantuvo un censo mudéjar relativamente estable a lo largo del último cuarto del Cuatrocientos si bien ya sabemos que es conveniente mantener cierta cautela con esos datos101. La cifra de 1530 no hace sino confirmar la necesidad de acoger esas reservas ya que los ciento setenta y dos individuos mencionados son casi cien menos que los que pecharon en 1501. Algo similar ocurre en Almagro donde los datos resultan más escandalosos ya que los cálculos de las pechas arrojan una cifra de nueve moriscos en el momento de la conversión. Quizás, como en el caso de Villarrubia, pudiera resultar mucho más acertado el dato que se deriva del servicio y medio servicio, cifrado en 160 individuos en ambas poblaciones; cifra que, por otro lado, se acerca más (por defecto en Villarrubia y por exceso en Almagro) a las que obtenemos del análisis del listado elaborado por el inquisidor Yanes. Es posible que Yanes olvidara a parte de los fallecidos o que alguno de los convertidos lograra escapar de su control; es factible también que las cifras de las pechas estuvieran infravaloradas en 1501. No obstante, y a pesar de los problemas que se pudieran derivar de ello, la información que se obtiene de las pesquisas del inquisidor ofrece una herramienta de trabajo cuya utilidad es bastante significativa. Los antiguos de Almagro y Villarrubia constituían en el momento de su conversión, un grupo bastante homogéneo en lo que a la distribución por sexos se refiere, si bien existe un ligero desfase a favor de las mujeres en Almagro y a favor de los hombres en Villarrubia. Por otro lado, es muy posible que, ya por esas fechas, el grupo estuviera sujeto a los efectos de un más que posible alto grado de endogamia. Villarrubia aún tardaría en sufrirlos si bien es cierto que en 1577 sólo se contaban en la villa diez familias de moriscos antiguos (unos 40-45 individuos)102. Almagro presenta más problemas. En 1577, cuando sus antiguos firmaron la petición de reconocimiento de derechos remitida a Felipe II, se contaron hasta 44 cabezas de familia (lo que nos daría una cifra de unos 165 individuos). Ese dato implica que su población de moriscos antiguos había crecido puesto que, según el listado de Yanes, en 1502 se convirtieron unos 110. En principio no debería extrañar dicho dato pero a juzgar por los números contenidos en el cuadro 4, sólo cabe una explicación para dicho aumento: la llegada a la villa, vía inmigración, de moriscos antiguos. Sobre todo porque a principios del XVI la entonces comunidad mudéjar 101 102

Véase cuadro 2. AHN. Consejos. Leg. 38.039. S.f. Sobrecarta de Felipe II...

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CUADRO 4. Estructura de la población mudéjar-morisca de Almagro y Villarrubia de los Ojos en 1502 VARONES Almagro o

Casados Solteros dependientes Solteros independientes Viudos Total

MUJERES

Villarrubia

n

%

n

33

29,73

5 17 0 55

o

Almagro

%

n

30

17,44

4,5

44

15,32 – 49,55

12 3 89

o

TOTAL

Villarrubia

%

n

33

29,73

25,58

5

6,98 1,74 51,74

6 12 56

o

Almagro o

Villarrubia

%

no

%

66

59,46

60

34,88

10

9

83

48,26

%

n

30

17,44

4,5

39

22,68

5,5 10,81 50,45

6 8 83

3,49 23 20,72 18 10,47 4,65 12 10,81 11 6,39 48,26 111 100 172 100

Fuente: AHN. Sección Inquisición. Leg. 198. Exp. 23.

parecía incapaz de protagonizar cualquier aumento demográfico dado que el número de solteros (independientes o dependientes) era demasiado escaso (apenas un 30% del total). No es de extrañar. Aunque en menor medida, Villarrubia también aparecía en 1502 como una comunidad con un alto grado de envejecimiento103. Su población casada y viuda suponía más de un 41% del total del grupo. A ello cabría añadir, incluso, los solteros independientes (más de un 10%), muy probablemente también ajenos a la posibilidad de tener vástagos. En total es muy probable que más de la mitad de la población de antiguos de Villarrubia no estuviera en condiciones de tener más descendencia. En principio ese dato es inferior al de Almagro (70,27%) pero teniendo presente que el porcentaje de casados es inferior, es muy de suponer que Villarrubia experimentara mucho antes los efectos de la endogamia a la que pudo verse sometida su comunidad de moriscos antiguos. Es un argumento que podría corroborarse si admitimos la generalización no siempre válida de que la mayoría de los «solteros dependientes» estaban en condiciones de tener descendencia (en Villarrubia ese porcentaje asciende a más de un 48% del conjunto, mientras que en Almagro no supera el 9%). Evidentemente esos porcentajes son claro síntoma de la ya mencionada endogamia pero también de que, para asegurar un mínimo reemplazo generacional (y por lo tanto para subsistir), los antiguos de unas

103 La situación es muy similar a la que Bernard Vincent constata para Extremadura, donde la proporción de jóvenes en las villas de mayoría morisca antigua era a todas luces inferior a aquellas localidades donde los granadinos eran mayoría. Véase VINCENT, B.: «Les morisques d’Estremadure au XVIe siècle», en Annales de Demographie Historique, XI, (1974), p. 438.

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villas tuvieron que desplazarse a otras. En último término, esta cuestión podría explicar, incluso, el paulatino retroceso de Villarrubia y el tímido avance de Almagro. En principio, por tanto, puede aceptarse que, aunque la situación demográfica de los moriscos antiguos de Villarrubia parecía asegurar cierta estabilidad, la presencia de un alto grado de solteros varones independientes (casi un 7%), la debilidad del grupo de solteras adultas (apenas un 3%) y el relativo bajo número de parejas son síntoma de que la citada comunidad estaba, ya en 1502, al borde evidente del estancamiento. En Almagro situación muy similar pues los varones que permanecen solteros a edad adulta son casi tres veces más que las mujeres y el porcentaje de casados se acerca al 60%. El número de hijos por mujer podría corroborar finalmente nuestro juicio. En Almagro sólo ocho de las cuarenta y una mujeres en edad de ser madre tenía hijos. De ellas doce eran viudas, lo cual deja el número de madres potenciales en 29. En principio cierto dinamismo pero teniendo en cuenta que la siguiente generación de madres (generalizando mucho, la de solteras dependientes) sólo cuenta con cinco mujeres, el reemplazo generacional se intuye complicado. En Villarrubia, una situación, si cabe, más complicada dado que el número de mujeres en edad de tener hijos ascendía a cuarenta y cinco. De ellas, ocho eran viudas y la siguiente generación de mujeres sólo contaba con seis potenciales madres. El argumento se confirma de manera casi definitiva si atendemos al número de hijos por mujer, cifrado en una media de 2,24 en Villarrubia y de sólo 0,24 en Almagro. Ambas cifras, sobre todo la segunda, podrían

CUADRO 5. Relación hijos/madre en los mudéjares-moriscos en Almagro y Villarrubia de los Ojos en 1502 NÚMERO

DE HIJOS

0 1 2 3 4 5 6 7 Totales

NÚMERO

DE MADRES

TOTAL

INDIVIDUOS

Almagro

Villarrubia

Almagro

Villarrubia

33 6 2 – – – – – 41

4 11 7 8 3 3 0 1 37

0 6 4 – – – – – 10

0 11 14 24 12 15 0 7 83

FUENTE: AHN. Sección Inquisición. Leg. 198. Exp. 23.

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revisarse al alza dado que, como dice Gómez Vozmediano104, es factible que en la misma se incluyan aquellas parejas (y madres viudas) cuyos hijos ya habían optado por la emancipación en el momento de la redacción de los registros. Sin embargo, ello no impide constatar que las comunidades de moriscos antiguos de las Cinco Villas del Campo de Calatrava estaban, ya a principios del siglo XVI, en una situación que, como mínimo, puede ser calificada de delicada desde el punto de vista demográfico. Por tanto, y al tenor de lo ya dicho, lo observado en ambas villas nos permite intuir que su población cristiano nueva era claramente superior a lo que tradicionalmente hemos aceptado a partir de los datos derivados de los impuestos medievales. Ello, no obstante, tampoco impide defender que a lo largo de todo el siglo y fruto de los diferentes avatares por los que discurrió el desarrollo del grupo, dicha situación fuera claramente a peor en términos demográficos. De ello fueron responsables, a partes iguales, tanto cristianos viejos como moriscos. El constante y paulatino proceso de hostigamiento puesto en marcha por el grupo veterocristiano, la negativa a asimilar como a iguales a los antiguos, la consolidación de una visión social excluyente y el progresivo arrinconamiento económico al que se vio sometido el grupo morisco explican de manera clara y contundente dicha cerrazón. Ésta sería el único medio que la minoría pudo encontrar para salvaguardar su identidad de grupo; pero llevó aparejadas unas no menos dramáticas consecuencias. En adelante, y sobre todo a partir de los episodios que tuvieron lugar en los años centrales del siglo, el grupo de antiguos se vio totalmente apartado del conjunto social que le daba cobijo. Toda aspiración de integración, por mínima que fuera, se vio radicalmente cortada. La llegada de los granadinos no haría sino acentuar ese aislamiento, pues, en adelante, unos y otros fueron considerados como partes de un todo. Con mayor o menor razón, con unos argumentos más o menos sólidos, la equiparación fue un hecho desde la llegada misma de los granadinos a Castilla y, como se ha apuntado ya, dicha situación fue el germen sobre el que sustentó la definitiva discriminación del grupo de antiguos, por muy legítimas que fueras sus aspiraciones, por muy grandes y sinceros que fueran los deseos de integración y por muchos privilegios, confirmaciones y sobrecartas que se pudieran firmar en su favor.

104

GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos... op. cit, p. 31.

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III. LOS GRANADINOS: UN CAMBIO DE PERCEPCIÓN «mandó el rey á don Juan de Austria y al presidente de Granada don Pedro Deza, que á la mayor brevedad posible se sacaran del reino de Granada é internasen en Castilla y Andalucía á todos los moriscos, así los de paz como los nuevamente reducidos (...) y el día 1o de noviembre fueron espulsados de todos los pueblos y de todas las partes del reino de Granada los moriscos, hubieran ó no sido rebeldes»1. «Era lo más triste del mundo, porque en el momento de la partida hubo tanta lluvia, viento y nieve que aquellas pobres gentes se aferraban unos a otros lamentándose. No se puede negar que asistir a la despoblación de un reino es la mayor piedad que imaginarse puede. ¡Al fin, señor, es hecho!»2.

3.1. La Guerra de Granada y La Mancha En el momento de producirse el alzamiento de las Alpujarras, La Mancha observa con cautela la situación que se está desarrollando más al sur. Es cierto que el foco bélico estaba concentrado en los territorios del Reino de Granada, pero no por ello se dejó de sentir como cercana una guerra que, más que pasiones, levantó temores, sobre todo en las comarcas más meridionales. Desde el siglo XII se había levantado en La Mancha un complejo entramado de fortificaciones que facilitaron el encuadramiento de la población, el trazado de la red viaria y la canalización de los flujos de mercancías a 1 MUÑOZ Y GAVIRIA, J.: Historia del alzamiento de los moriscos, su espulsión de España y sus consecuencias en todas las provincias del Reino. Madrid: Establecimiento Tipográfico de Mellado, 1861, p. 150. 2 Carta de don Juan de Austria a Ruy Gómez con motivo de la expulsión de los moriscos del reino de Granada. En BRAUDEL, F.: Carlos V y Felipe II. Madrid: Alianza, 2000, (1ª reimp.), pp. 131-132.

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lo largo de la región3. A partir de mediados del XIII, el avance de la conquista cristiana y el establecimiento de la frontera al sur de Sierra Morena favorecieron la consolidación de la repoblación y el castillo, antaño hito defensivo de referencia, perdió su función original. Las fortalezas manchegas fueron progresivamente abandonadas y se inició entonces un proceso de paulatino deterioro de las mismas. Por tanto, no es de extrañar que cuando comenzó la guerra de las Alpujarras, los emplazamientos defensivos manchegos se hallaran en un avanzado estado de abandono; que sus guarniciones militares no encontraran en ese momento más que una tímida y simbólica representación y que sus bastimentos y pertrechos hubieran quedado reducidos casi a la nada. Algo posteriores en el tiempo, las Relaciones Topográficas nos informan acerca de una situación que en poco o nada debía diferenciarse de la que podríamos encontrar al inicio de la Guerra de las Alpujarras, siete años antes de la redacción del famoso recuento filipino. «Derribado», «abandonado», «anticualla»,... son palabras que se repiten con relativa frecuencia a lo largo de las Relaciones. La mayor parte de los pueblos y villas manchegas habían permitido que el paso de los años hiciera mella en sus murallas. Así, Almedina, en el Partido de Infantes, parece que estuvo «cercada de una cerca muy ancha y muy fuerte, la cual el tiempo tiene arruinada y sólo los cimientos nos dan agora testimonio de su grandeza y fortaleza, que son muy anchos y de muy grandes piezas de piedras labradas, que se descubren por todo él»4. Más al norte, los vecinos de Quintanar de la Orden nos dan noticia de que su muralla se derribó «en tiempos de los Maestres»5. Esta ruina creciente debió ser la que impulsó a los habitantes de Campo de Criptana a demoler su castillo en tiempos de los Reyes Católicos6; algo parecido a lo que debió ocurrir en Corral de Almaguer, cuyo alcázar fue derruido antes de 14687. No obstante, las más de las veces, ni tan siquiera fue necesario recurrir a la colaboración vecinal en las tareas de destrucción. Los años y las inclemencias del duro clima manchego habían convertido las antaño

3 RUIZ GÓMEZ, F.: Los orígenes de las Órdenes Militares y la repoblación de los territorios de La Mancha (1150-1250). Madrid: CSIC, 2003, pp. 175-178. En torno a este tema véase también JUAN GARCÍA, A. DE: «El Islam (711-1212)», en CABALLERO KLINK, A. (coord.): Ciudad Real y su provincia (vol. II: Historia). Sevilla: Editorial Gever, 1996, p. 139. 4 VIÑAS, C. y PAZ, R.: Relaciones histórico-geográfico-estadísticas de los pueblos de España hechas por iniciativa de Felipe II. Ciudad Real. Madrid: CSIC, 1971. Almedina, p. 58. 5 VIÑAS, C. y PAZ, R: Relaciones histórico-geográfico-estadísticas de los pueblos de España hechas por iniciativa de Felipe II. Reino de Toledo. Madrid: CSIC, 1951. Quintanar de la Orden, p. 313. 6 VIÑAS, C. y PAZ, R.: op. cit., 1971. Campo de Criptana, p. 166. 7 PORRAS ARBOLEDAS, P. A.: La Orden de Santiago en el siglo XV. Madrid: Dykinson, 1997, p. 32.

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inexpugnables fortalezas en una masa informe de cantos y argamasa donde los redactores de las Relaciones creían adivinar la antigua presencia de alguna de estas edificaciones. Así ocurría en Alcubillas, cerca de Montiel, donde «hay una anticualla a manera de fuerza la cual está asolada, que solamente hay unos paredazos de cal y canto en medio de otros cerros menores»8; o en Santa Cruz de la Zarza, donde su muralla, a pesar de estar «torreada de trecho en trecho» no había resistido los envites del tiempo y se encontraba sólo «cercada por algunas partes, porque otras se han caído»9. Al tenor de lo observado, esta circunstancia sólo fue ajena a unas pocas localidades. Entre ellas Chinchilla, en el marquesado de Villena, cuya fortaleza estaba perfectamente conservada y albergaba un importante arsenal10. También Uclés, donde el castillo-convento, a pesar de que «no tiene armas ni municiones porque las que había se han consumido y podrido, que eran muy viejas»11, era, como nos señala Porras Arboledas12 «la única fortificación que enseñoreaba las tierras conquenses de Santiago». Junto a ellas, Montiel. Allí había «una fortaleza antigua grande de muchos edificios de argamasa a ladrillo con una torre principal (...) que de presente no tiene alcaide residente y el cargo del lo tiene y siempre [lo] ha tenido el Comendador desta villa e antiguamente hasta que podía haber treinta años poco más o menos tiempo tuvo alcaide residente y en él había muchas armas de diferentes maneras e brojos de yerro e tiros de artillería, todo para defensa de guerra e guarda del castillo»13.

8 VIÑAS, C. y PAZ, R.: op. cit., 1971. Alcubillas, p. 28. De «antugualla» se califica al propio sacro-convento de Calatrava la Nueva, sede de la Orden homónima hasta que fue sustituida por Almagro en el siglo XVI. VIÑAS, C. y PAZ, R.: op. cit., 1971. Argamasilla de Calatrava, p. 110. 9 ZARCO CUEVAS, J.: Relaciones de los pueblos del obispado de Cuenca. Cuenca: Diputación Provincial de Cuenca, 1983. (Nueva edición anotada y revisada por Dimas Pérez Ramírez). Santa Cruz de la Zarza, p. 484. 10 Tiene esta çiudad en lo más alto del caveço donde ella está fundada vna torre de piedra labrada con vetun de cal de veynte estados de alto; tiene seys esquinas esta torre porque la esquina que tiene al mediodía tien vn quadro que haze tres esquinas y ansí tiene seys. En el cuerpo desta torre o castillo ay dos aposentos grandes: el vno, el más baxo sirve de tener en él todas las armas y municiones del castillo que son coseletes, picas, espingardas que son muy mayores que escopetas, ballestas de palo, mucha pólvora, açufre, salitre de muchas xaras y plomo (...) un foso muy ancho y muy hondo que terná más de veynte varas de hondo y otras tantas de ancho. Cf. CEBRIÁN ABELLÁN, A. y CANO VALERO, J.: Relaciones Topográficas de los pueblos del Reino de Murcia. Murcia: Universidad de Murcia, 1992. Chinchilla, resp. 33; p. 122. 11 ZARCO CUEVAS, J.: op. cit. Uclés, p. 537. 12 PORRAS ARBOLEDAS, P. A.: La Orden... op. cit., p. 32. 13 VIÑAS, C. y PAZ, R.: op. cit., 1971. Montiel, p. 346.

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A pesar de estos ejemplos, la situación más generalizada es la que nos permite observar una imagen en la que la práctica totalidad de los emplazamientos defensivos manchegos permanecían en un estado más bien lamentable. La primitiva utilidad de estas fortalezas había sido reemplazada por otros usos más perentorios; sin duda también más pragmáticos. Piedrabuena, por ejemplo, contaba con dos. Una de ellas, a las afueras de la villa, «está caída». La otra, dentro del propio núcleo urbano, se encontraba en un avanzado estado de abandono. En 1567, con motivo de la visita hecha por la Orden, los delegados calatravos constataron cómo don frey Pedro de Guzmán, el comendador, había permitido que la casa fuerte se encontrara casi al borde de la ruina y, lo que es peor, en manos de personas poco cualificadas, algo que contradecía de manera flagrante las órdenes recibidas a tal efecto pues «en tiempos de vuestros antecesores siempre la han tenido con persona de autoridad y manera en ella y al presente hallamos que tenéis en ella a un hombre de poca suerte y no con aquella guarda y recaudo que conviene (...) lo qual es ocasión para que vuestros encomendados, no teniendo a quien tener respeto se alzaran con vuestros derechos y preheminencias»14.

Poco efecto parece que tuvo la recomendación de los visitadores. Tiempo después, ya vendida la jurisdicción de la villa, la misma fortaleza estaba siendo utilizada por los vecinos como pósito para el grano15. De igual manera, la presencia de armas en muchos de estos castillos fue puramente anecdótica. El de Hellín se encontraba con «armas nengunas»16, situación muy similar a la que experimentaba el de Peñarroya, en el Priorato de San Juan17; cerca de allí, Manzanares contaba sólo con dieciocho lanzas, doce escopetas y unas ballestas de «palo antiguo»18 para defender a los más de setecientos vecinos que tenía la villa. Es más, en otros casos, incluso la presencia de hombres rayaba el absurdo, como en Terrinches, pequeña villa montieleña, donde encontramos una fortaleza en la que «suele haber alcaide [pero] de diez y ocho o veinte años y más tiempo a esta parte residen en la dicha torre criados y allegados (...) los cuales no hacen el juramento ni homenage que se requiere porque no son hidalgos ni se les da salario por ello, solamente sirven de moradores en la fortaleza»19.

14 15 16 17 18 19

AGS. Sección Expedientes de Hacienda. Leg. 359-2. VIÑAS, C. y PAZ, R.: op. cit., 1971. Piedrabuena, p. 374. CEBRIÁN ABELLÁN, A. y CANO VALERO, J.: op. cit. Hellín, resp. 33; p. 156. VIÑAS, C. y PAZ, R.: op. cit., 1971. Argamasilla de Alba, p. 100. Ibídem. Manzanares, p. 298. Ibídem. Terrinches, p. 495.

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El estado de conservación de las infraestructuras militares de las villas manchegas y su dotación humana y material no eran, pues, los más apropiados para afrontar cualquier problema que afectara a la seguridad interior del territorio y menos ante una guerra como la que se estaba desarrollando en Granada. Por ello, el nerviosismo de las autoridades fue prácticamente generalizado en toda La Mancha. En este sentido, Gómez Vozmediano nos da noticia de cómo, por ejemplo, en julio de 1569 el alcalde mayor de Almodóvar fue conminado a requisar las armas de los «que dezienden de moros» en Almadén y la dehesa de Castilseras20. La inquietud provocada por la guerra era tal que, temerosos ante una más que hipotética extensión del conflicto a tierras manchegas, los gobernadores de los partidos limítrofes con Andalucía y el Reino de Valencia asumieron por su cuenta la compra de material bélico. Así se lo hacía saber al Rey el gobernador de Infantes pues «entendiendo la necesidad que avía y el estado de la guerra de Granada me pareçió ser cosa conviniente al servicio de v. mag. que la tierra se probeyese de armas. Y ansí me concerté con un mercader para que me truxese seisçientos arcabuces a punto para rrepartirlos en todo este partido para que estubiese armado y para [que] quando v. mag. mandase salir alguna gente deste partido, saliese armada como conbenía. Y estos arcabuces se truxeron y v. mag. dio liçencia para que se repartiesen en este partido entre los vezinos»21.

No obstante, y a pesar de temores, de rearmes preventivos y de medidas de seguridad, la contienda no provocó excesivas alteraciones en el sereno y cotidiano discurrir de la sociedad manchega. Esa monotonía sólo se vio rota cuando la propia guerra hizo necesaria la participación directa de villas y vecinos en el conflicto. En relación con ello debe convenirse que la mayor parte de esta colaboración fue de tipo material, lo cual no siempre fue del agrado de autoridades y pecheros. En Villanueva de los Infantes, cuatrocientos de los seiscientos arcabuces que había comprado su gobernador fueron enviados al frente ante la requisitoria de Francisco Solís, «probeedor general del campo del rreyno de Granada». Los restantes quedaron en la villa pero habría de transcurrir poco tiempo antes de que volvieran a salir de allí puesto que en la continuación a la respuesta arriba mencionada el propio gobernador relata que «los dosçientos que rrestaron (...) los an llevado las compañías que en este partido se an hecho por mandado de v. mag. para la guerra del 20 GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos... op. cit., p. 76. Como bien señala dicho autor, el hecho no es aislado sino que se enmarca en el proceso, más amplio y general, de desarme de los «moros viejos» emprendido por la Corona desde 1569 para evitar la propagación del conflicto. 21 AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.160. Fol. 56.

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reino de Granada que an sido tres hasta agora de cuya causa este partido esta muy desharmado de todas armas»22.

Los comentarios de los infanteños son en todo similares a los de sus vecinos de La Solana, donde los miembros del ayuntamiento debatieron acaloradamente acerca de la situación creada por el conflicto alpujarreño dado que la villa había quedado desarmada a «causa de averse llevado muchas [armas] a la guerra del Reyno de Granada»23. Algo similar debió ocurrir en el partido de Quintanar. Allí, una vez acabada la guerra, en enero de 1571, el licenciado Bolaños, se mostraba ufano de su actuación y hacía saber al rey que «quando despaché las dos compañías de ynfantería deste partido por mandado de vuestra magestad hiçe juntar todas las armas que avía y armé las dichas dos compañías que fueron las más bien armadas de arcabuces y ballestas»24.

Sin embargo, el orgullo del alcalde a la hora de describir «sus» dos compañías queda en un segundo plano cuando continuamos leyendo su misiva. Las precipitadas deserciones, las muertes en combate y la perentoria necesidad de armamento en el mismo frente habían provocado la pérdida de muchos de los pertrechos que se habían enviado a Granada. Por ello, Bolaños, entre alarmado y celoso de su posición, se quejaba al rey de esa situación y recomendaba al monarca que «sería neçesario que vuestra magestad mandase dar horden como los señores y caballeros, concejos y personas particulares que tubiesen posibilidad para ello, tubiesen la cantidad de arcabuzes y cosoletes, arneses, çeladas y morriones y picas conforme a sus rentas (...) y que los concejos las tuviesen por ynbentario y en la casa del cabildo y que tuviesen quenta con hazer, limpiar y rreparar las tales armas porque no se pudran»25.

De su testimonio se desprende, además, ese nerviosismo al que venimos haciendo referencia y, sobre todo, la preocupación que, como a buen gestor, le acuciaba acerca del posible perjuicio económico que la pérdida de dichas armas podía generar en las rentas particulares y en las propias del partido, pues su no devolución obligaría a una más que segura reposición mediante nuevas adquisiciones. De ahí lo detallado del inventario que remitió al monarca. 22

AGS. Cámara de Castilla. Leg. 2.160. Fol. 56. Archivo Histórico Municipal de La Solana (en adelante AHM So). Actas del Concejo. Libro 10. S.f. 24 AGS. Cámara de Castilla. Leg. 2.160. Fol. 34. 25 Ibídem. 23

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Cabezamesada Campo de Criptana Corral de Almaguer Hinojosos Miguel Esteban Mota del Cuervo Pedro Muñoz Puebla de Almoradiel Quintanar de la Orden Socuéllamos (con Tomelloso) Toboso (El) Villa de don Fadrique Villamayor de Santiago Villanueva de Alcardete TOTALES

Celadas

9 17 5 5 10 7 2 18 17 178

2 1 3

Coseletes

10 15 4 21 34 12 2 13 15 202

Picas

12 20 47 9

Arneses

9 43 14 10

Morriones

Ballestas

CUADRO 6. El envío de armas a la Guerra de Granada (Partido de Quintanar) Arcabuces

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3 1

1

4

1

2

2

2

2

8

2

FUENTE: AGS. Cámara de Castilla. Leg. 2.160. Fol. 34. Publicado por LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: «Labradores e hidalgos en la Mancha cervantina», en SANZ CAMAÑES, P. (coord.): op. cit., p. 53.

Era un daño al que no podía abstraerse dado que influía directamente en su gestión. Y a buen seguro estaba más que fundado, sobre todo si se tiene en cuenta que, tiempo después de finalizada la contienda, algunos concejos todavía mantenían pendiente el pago de las deudas ocasionadas por la misma. Por ejemplo Alcaraz que, aún en 1577, tenía que liquidar los pagos por la compra de los arcabuces y armas «que por orden de esta çiudad enviaba a la guerra del reyno de Granada»26. Las reclamaciones de las autoridades manchegas no son nada nuevo. De forma paralela a sus peticiones, las Cortes alzaron su voz frente al monarca en el mismo sentido. Al parecer, la colaboración de las ciudades en la guerra había sido total y eso había provocado que sus arsenales hubieran quedado desabastecidos. No es de extrañar, por tanto, que como consecuencia de la inseguridad que generaban dichas carencias y con el conflicto alpujarreño aún en ciernes, los procuradores en las Cortes de Córdoba de 1570, viendo que 26

AHP Ab. Sección Fondos Municipales. Diversos. Libro 245. Fol. 271r.o 4.V.1577.

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«en los llamamientos de gente que vuestra Magestad ha mandado hacer en estos vuestros reynos para castigo de los moriscos rebeldes, ha mostrado la experiencia con quánta dificultad y costa se ha armado la dicha gente y quán mal se ha podido hazer por esto a todas las ciudades y villas del Reyno, tan desproveydas de las armas necesarias; de lo qual ha resultado ansí mismo estar muy sin vso ni experiencia dellas la gente, que así ha ido. Suplicamos á vuestra Magestad sea servido de mandar poner armerías en los lugares que tienen corregidores, que puedan tener y tengan quantidad y suerte de armas que vuestra Magestad fuere servido, dando orden cómo éstas estén en partes seguras de que no se pueda seguir inconviniente, y debaxo de tres ó quatro llaves, de las quales la vna la tenga el vuestro corregidor, y las otras las personas de los ayuntamientos que se diputaren, y proveyendo que los lugares puedan conprar las dichas armas y dar salario a quien las limpie y tenga quenta con ellas, gastar lo que fuere necesario y pareciere que conviene»27.

Felipe II respondió con la promesa de que el ruego de los procuradores se estudiaría. Sin embargo, la petición debió requerir poco examen pues volvió a repetirse casi de manera textual en las Cortes de Madrid de 1573. Entonces, el monarca afirmó «que desto se va tratando por personas de nuestro Consejo, que tenemos diputadas, y se proveherá lo que dello conviniere, con toda brevedad»28. Con posterioridad y aunque la petición fue reiterada de nuevo en 1576 y 1579, el rey no tomó decisión alguna al respecto. La guerra había finalizado y asuntos más perentorios requerían de su atención. A la aportación de armas y pertrechos también cabe sumar la humana. Y aquí, una vez más, debe tenerse presente la lejanía temporal con respecto a los años en los que Castilla se vio inmersa en procesos de tipo militar. La relativa paz a la que asistió el Reino en el Quinientos había determinado que, al menos desde el final de la guerra de las Comunidades, lo más granado de los contingentes militares castellanos se encontrara fuera de la Península Ibérica. La urgente necesidad que de esas tropas había en los diversos frentes europeos condicionó, por tanto, que el grueso del ejército se encontrara muy lejos del conflicto granadino. Debido a esta situación «la Corona tuvo que acudir a un sistema tan arcaico como poco eficiente»29: el reclutamiento concejil. En función de éste, las localidades del partido de Infantes —ya lo hemos visto— enviaron tres compañías al frente; desde Quintanar marcharon otras dos a las que, como sabemos, se dotó de todos los arcabuces y ballestas disponibles en ese momento30; también desde Alcaraz donde sabemos que 27 Actas de Cortes de Castilla publicadas por acuerdo del Congreso de los Diputados, a propuesta de su comisión de Gobierno Interior. Madrid: Imprenta Nacional, 1863. Cortes de Córdoba de 1570. Terminadas en Madrid en 1571. Pragmática XLV, tomo III, p. 388. 28 Ibídem (tomo IV). Cortes de Madrid de 1573. Pragmática XIX, p. 437. 29 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A. y VINCENT, B.: Historia de los moriscos. Vida y tragedia de una minoría. Madrid: Alianza Editorial, 1997, (5ª ed.), p. 40. 30 AGS. Cámara de Castilla. Leg. 2.160. Fol. 34.

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varios de sus vecinos sirvieron al rey en Granada. Uno de ellos, Juan Cobo Blázquez, incluso testó antes de ir a la guerra, ordenando que, en caso de ser necesario, sus exequias se llevaran a cabo en la iglesia parroquial de San Ignacio31. También acudieron soldados desde Calatrava. Allí, el Común sufragó los gastos de treinta jinetes, un número indeterminado de infantes, un capitán, un alférez y un sargento pagador32. Finalmente, y como se ha visto ya, incluso los moriscos de las Cinco Villas lucharon del lado de los cristianos viejos. En tierras del marquesado de Villena esa participación fue, si cabe, más importante, quizás debido a la mayor cercanía con el frente. En total fueron cuatro las compañías desplegadas desde allí. La primera procedente de Hellín, donde la leva reclutó a más de cuatrocientos hombres, mandados por Gome de Balboa, hijodalgo y alcalde ordinario de la villa; junto a él y como alférez, Francisco Rodríguez de Soto y Urrea, regidor. Su actividad resultó especialmente activa en el frente de Huéscar, donde tomó parte en el levantamiento de su cerco33. Una segunda compañía partió desde La Roda, donde Juan de la Torre de Alarcón, uno de sus vecinos, «gastó su patrimonio en serviçio de su Magestad y en las ocasiones que se ofresçió en la dicha guerra, especialmente en lo de Verja»34. Allí coincidieron con la de Juan Zapata, hidalgo oriundo de La Gineta, cuyo alférez también era rodeño35. Junto a ella, y también procedente de Albacete, la cuarta compañía partió con Pedro Carrasco como representante de la villa36. Su participación en la contienda se extendió a todo el frente almeriense aunque —como nos dice Santamaría Conde retomando a Mármol e Hita— con un comportamiento «poco lúcido», algo en lo que los cronistas chocan de manera frontal con el tono épico que 31 Archivo Diocesano de Albacete (en adelante AD Ab). Libros parroquiales. Alcaraz. ALZ 79. Fol. 83v.o Cit. por PRETEL MARÍN, A.: Alcaraz en el siglo de Andrés de Vandelvira, el bachiller Sabuco y el preceptor Abril. (Cultura, sociedad, arquitectura y otras bellas artes en el Renacimiento). Albacete: Instituto de Estudios Albacetenses, 1999, p. 291, notas 631 y 632. 32 GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos... op. cit., p. 75. 33 CEBRIÁN ABELLÁN, A. y CANO VALERO, J.: op. cit. Hellín; resp. 57, pp. 161-162. 34 Ibídem, resp. 37; p. 241. 35 Ibídem. De Zapata, las Relaciones nos dicen que fue «ombre hijodalgo, fue en serviçio de su Magestad y estuuo en la guerra sin hazer avsencia y se sennaló en cosas, espeçial que por orden y mandato del Marqués de los Vélez, su general, fue a descubrir tierra con veynte y dos soldados que le avían quedado hacia el rrío Alduluduy, çerca de la venta de Santa María, donde salió vna emboscada de más de quinientos moros. Y por no dexar su gente, aunque yba a caballo y se pudiera librar como lo hizieron otros, peleó como hijodalgo y ombre de ánimo hasta que murió en servicio de su Magestad y esto fue muy público y notorio. Véase CEBRIÁN ABELLÁN, A. y CANO VALERO, J.: op. cit. La Gineta, resp. 38; p. 145. En torno a la figura de Zapata véase SANTAMARÍA CONDE, A.: «Participación de Albacete en la lucha contra la sublevación de los moriscos granadinos», en Al Basit, VI, (1979), pp. 185-186. 36 SANTAMARÍA CONDE, A.: «Participación de Albacete...», p. 180.

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inunda las Relaciones Topográficas37 y que viene a confirmar que, no obstante la ayuda prestada, los llamamientos para acudir a la guerra no fueron del agrado de muchos manchegos. No es de extrañar, por tanto, que quien se vio sometido a la obligación de engrosar las tropas, intentara evitar dicha leva. Así pareció ocurrirle a Francisco de Mora, vecino de Quintanar quien, según Gómez Vozmediano, vio en su recluta una maniobra del Concejo quintanareño para impedir que pudiera comprar uno de los oficios vacantes en el mismo. Al parecer, Mora no era un don nadie ya que, como rico hacendado, controlaba no pocas propiedades en la villa así como la administración de las haciendas de sus hermanas38. Apelando su recluta al Consejo, todo parece indicar que este personaje evitó la misma pero no puede decirse lo mismo de todos aquellos castellanos que engrosaron las filas de un ejército que les reclamaba una preparación, un espíritu y una dedicación para la que pocos a la altura de 1569 parecían estar preparados. A este tipo de ayuda, personal y generalizada a todo el territorio castellano, se une aquella otra que fue reclamada a las órdenes militares y que tan directamente afecta a nuestro territorio. Dicha participación coincide con el momento de mayor virulencia en la contienda alpujarreña; justo cuando la guerra corría el riesgo de internacionalizarse debido a los piratas berberiscos; también, precisamente, en el momento en el que tras las muertes de El Zaguer y Aben Humeya los moriscos avanzan imparables pero Felipe II da un golpe de efecto al confiar el mando de las operaciones militares a don Juan de Austria39. Poco después de dicho nombramiento, y coincidiendo con esta etapa crítica, el rey decidió movilizar a las órdenes militares en pos de su participación en la guerra. En pocas ocasiones como en esta, la presencia de las órdenes fue tan necesaria para la Corona y no es de extrañar que el monarca se mostrara especialmente interesado en recuperar el viejo cometido para el que habían sido fundadas, dado que los caballeros «son obligados a nos servir en la guerra contra los infieles»40. El 8 de diciembre de 1569,

37 En torno a dichas cuestiones véase, además de las crónicas de Hita y Mármol, el artículo ya citado de Alfonso Santamaría Conde, con una cuidada y detalladísima relación de la participación del marquesado en la contienda. 38 GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: «Delincuencia y conflictividad morisca en tierras toledanas», en Anales Toledanos, XXXVII, (1999), p. 77. 39 En torno a las operaciones militares véanse, entre otros, DOMÍNGUEZ ORTIZ, A. y VINCENT, B.: op. cit., pp. 34 y ss. y SÁNCHEZ RAMÓN, V.: «La guerra dentro de la guerra: los bandos moriscos en el alzamiento de las Alpujarras», en Actas del VII Simposio Internacional de Mudejarismo. Teruel: Instituto de Estudios Turolenses, 1999, pp. 507-520. 40 AHN. OO.MM. Libros. Libro 338-C. Fol. 277r.o Vaya desde estas líneas nuestro agradecimiento al profesor Francisco Fernández Izquierdo, que nos facilitó un vaciado completo del Registro de Despachos de las órdenes de Calatrava y Santiago en lo referido al tema morisco y alpujarreño.

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el monarca se dirige a Diego de los Cobos, marqués de Camarasa y Comendador Mayor de la Provincia de León de la Orden de Santiago haciéndole saber que «aviéndose dilatado tanto el allanarse la rebelión y levantamiento de los moriscos del Reyno de Granada y estando las cosas del qual ser están y tanbién las de todas partes, y que de la dilaçión desto podían resultar grandes yncovinientes; como quiera que avemos mandado hazer y levantar en estos reynos el número de gente que a pareçido convenir para que lo de allí se acabe con la brevedad y presteza que se requiere y encargado la execuçión dello al Illustrísimo don Juan de Abstria, mi muy caro y muy amado hermano (...) avemos querido avisar a vos y a los demás comendadores de la dicha orden y de las de Calatrava y Alcántara como a cavalleros ynstituidos y señalados para servir en la defensa de la sancta fe católica e ynbasión de los enemigos della por la qual causa a vosotros más que a ningunos conviene y es devido salir y asistir en allanar y castigar los dichos rebeldes»41.

A partir de este momento, se inicia un proceso a través del cual los diferentes comendadores de las órdenes de Alcántara, Calatrava y Santiago son requeridos para participar de manera activa en la contienda y ponen en marcha los mecanismos necesarios para trasladar esa ayuda al monarca. En total, y según nos indican dichas convocatorias, la Orden de Calatrava debía aportar hasta trescientas lanzas y la de Santiago doscientas ochenta y siete. Es cierto que no queda del todo claro si esa participación debía ser personal o podía conmutarse mediante aportaciones en metálico. Las referencias nominales a cada uno de los caballeros comendadores, unidas a la gravedad de los hechos acaecidos en el frente, empujan a pensar que la Corona deseaba que esa colaboración se hiciese efectiva mediante el envío de tropas y no bajo la forma de prestaciones monetarias. Sin embargo, tanto la prudencia como el propio funcionamiento del ejército de los Austrias a finales del XVI, invitan a inclinarse por lo contrario. Algo que, no obstante, tampoco es impedimento para observar cierta movilización de los caballeros de órdenes ante el conflicto. Sirvan dos ejemplos para confirmar esta teoría. El primero de ellos tiene como protagonista a García Manrique de Ayala, caballero de Calatrava quien, tras contraer matrimonio sin contar con la autorización del Consejo de las Órdenes, fue condenado a cinco años de destierro a Orán y, luego, quiso conmutar dicha pena ofreciendo sus servicios en el frente granadino42. 41 AHN. OO.MM. Libros. Libro 55-C. Fols. 34v.o-37r.o En los mismos términos se dirigía, el 23 de diciembre de ese mismo año a don Fadrique de Toledo, duque de Huéscar y Comendador Mayor de Calatrava. AHN. OO.MM. Libros. Libro 338-C. Fols. 273v.o-276r.o 42 AHN. OO.MM. Libros. Libro 339-C. Fol. 278r.o Tanto de él como del siguiente ejemplo que se detalla da noticia F. FERNÁNDEZ IZQUIERDO en su trabajo «Los caballeros

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CUADRO 7. La participación de las Órdenes Militares en la Guerra de Granada (territorios manchegos) Orden militar

Encomienda

Alhambra Bastimentos del Campo de Montiel Orden de Santiago Carrizosa Corral de Almaguer Dos Barrios Alcolea de Calatrava Ballesteros de Calatrava Bolaños de Calatrava Carrión de Cva. y Calatrava la Vieja Casas de Ciudad Real Orden de Calatrava Castilseras Corral de Caracuel Clavería Daimiel Fuente el Emperador Guadalerzas Huerta de Valdecarábanos

Número de lanzas 6

Encomienda Membrilla

Número de lanzas 3

1 1 4 1 3 2 12

Socuéllamos Torres y Cañamares Villanueva de la Fuente

13 2 4

Mayor de Calatrava Obrería Malagón

28 5 4

4 1 11 10 28 4 8 7

Manzanares Mestanza Moral de Calatrava Moratalaz Pozuelo de Calatrava Puertollano Santa Cruz de Mudela Valdepeñas

18 5 16 4 2 3 11 4

1

Villarrubia

5

FUENTE: AHN. Sección Órdenes Militares. Libros. Libro 55-C (Santiago) y libro 338-C (Calatrava).

Por su parte, Antonio Fernández de Córdoba, candidato a caballero calatravo, aspiraba, en agosto de 1570, a ser eximido del cumplimiento de los preceptos establecidos en la Regla de la Orden para obtener dicha condición43. La premura de tiempo y las acuciantes necesidades de «mano de obra militar» empujaron a Fernández de Córdoba a violar el mandato a que estaba obligado. Sin tan siquiera acudir al Sacro Convento, el novicio se cruzados en el ejército de la Monarquía Hispánica durante los siglos XVI y XVII: ¿anhelo o realidad?», en Revista de Historia Moderna. Anales de la Universidad de Alicante, XXII, (2004), p. 31, tabla 2. 43 A este respecto las disposiciones legales calatravas establecían que todo aquel que quisiera disfrutar de la condición de caballero estaba obligado a realizar trabajos en galeras por espacio de seis meses y a permanecer en el Sacro Convento de la Orden por otros tres meses más «aprendiendo la regla de la Orden e las otras cosas que los caballeros della deven saber para poder ser reçibidos a la profesión expresa». Ibídem. Fol. 62v.o Véase DOCUMENTO III.

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alistó como soldado en la guerra y pasada ésta solicitó del Consejo la merced de que se le concediera el hábito. En su alegato defendió que, a pesar de que su servicio en la contienda le había impedido cumplir con la obligación a que estaba llamado, dicha prestación era suficiente para que sus virtudes como caballero hubieran quedado palpablemente demostradas. El Consejo accedió. Por último, los territorios manchegos también se vieron sometidos a exacciones económicas con motivo de la guerra. La poca profesionalidad de la que se hizo gala a la hora de organizar el «ejército concejil», queda patente en la situación generada tras el regreso de los soldados. Baste, en este sentido, el ejemplo de las compañías que partieron desde el Campo de Montiel para servir en el frente malagueño. En un primer momento y tras llevar a cabo su misión, la paga de sus servicios quedó a cargo de Mondéjar a quien se le ordenó en febrero de 1569 que procediera a la liquidación de las soldadas. No obstante cuando, ya de regreso, los soldados se encontraban en la villa de Torrenueva, aún no habían percibido cantidad alguna por su trabajo. Ello fue motivo para que, con fecha diez de marzo, se personara en la villa Diego de Segura, pagador del Rey, que con carácter urgente convocó a los alcaldes ordinarios y regidores de la villa para que se procediera a dicho pago «e que para haçer el dicho socorro le señalen la yglesia más cómoda que ay en esa villa»44, cosa que finalmente se hizo teniendo al sacristán como «feudatario» de la entrega de los 60.788 maravedíes que se repartieron entre los 187 combatientes que se habían congregado allí. Este tipo de participación en la guerra (que podríamos calificar como de activa), se ve complementada con otra de tipo pasivo. Las villas manchegas, situadas a caballo entre la propia Castilla y los reinos de Valencia y Granada, se convirtieron, durante el conflicto, en lugares de paso de tropas y caravanas de abastecimiento al frente y, como no, participaron de los inconvenientes que dicha situación generó. Así lo hacían saber, una vez más, los procuradores de las Cortes de Córdoba cuando se quejaban de que «los soldados que se han levantado para el castigo de los moriscos han hecho muchos excesos é insultos, fuerças, molestias y cohechos, y sus capitanes y alféreces pasan por ello ó lo consienten, ó negligente y remisamente lo investigan y castigan, aunque los labradores y otros se quexan dello, y se estorban de sus labores y hazen causa que en el tal camino y aloxamiento tengan los capitanes solos la juridicion de los dicho soldados. Suplicamos a vuestra Magestad mande que el juez ordinario en cuya juridicion acaeciere y el capitan conozcan»45.

44

Archivo de la Alhambra (en adelante AA). Leg. 88. Exp. 81. Actas de Cortes de Castilla publicadas por acuerdo del Congreso de los Diputados, a propuesta de su comisión de Gobierno Interior. Madrid: Imprenta Nacional, 1863. 45

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De manera muy similar se había manifestado meses antes desde San Clemente, el gobernador del Marquesado de Villena, para quien la situación generada por la presencia de veteranos de guerra en su demarcación estaba empezando a resultar no sólo gravosa sino, incluso, peligrosa dado «que demás del mucho trabajo y neçesidad que en este marquesado ay así por enfermedades como por falta de bastimento, son tan grandes los malos tratamientos y desórdenes de rrobos, muertes y heridas que los soldados hazen en él a falta de los offiçiales que los traen a cargo que, aunque por todas las bías que puedo, [trato de] esforzallos y [de que] agan ánimo a pasallo, no basta a que dexen de benir a mi con muchas quejas y informaciones. Y con otras an ydo a v. mag. Y yo, manifestándoselas a los capitanes y comisarios y dícholes las remedien no sólo con castigallas, aunquesto no hazen sino con prebenir y trabajar que no lo bengan a hazer; y cierto es que la mayor culpa desto, tiene el poco cuydado y trabajo quenella pónene porque como los soldados esto conozen, se atreben a hazer las cosas que hazen. Y çierto conbiene al serviçio de vuestra magestad sea rremediado. No lo aber echo yo, a sido esperando lo que en ello por v. mag. fuese mandado y çierto que en Berbería no se aría lo que con estos basallos de v. mag. los soldados hazen con dalles de comer, quanto los lugares pueden; y así algunos lugares pequeños y pobres donde una vez están se despueblan y se bienen a los lugares mayores y por esos montes huyendo en sabiendo que otra companía biene allí a halojar y así agora torno dar abiso dello para que v. mag. provea lo que más fuere a su Real serviçio...»46.

Como vemos, a la queja por el mal comportamiento de los soldados, se unía la petición de que aquellas villas con menos recursos no fueran obligadas a participar en el sustento de las tropas pues, como dice, la población que residía en ellas se vio sometida a una presión económica demasiado complicada de sobrellevar. De los problemas que esta situación pudo generar da cuenta lo vivido en Villapalacios, pequeña localidad del partido de Alcaraz, donde, en 1577, los redactores de las Relaciones se quejaban de que la villa había entrado en una coyuntura económica negativa debido a los efectos que la guerra tuvo en la economía de sus habitantes47.

Cortes de Córdoba de 1570. Terminadas en Madrid en 1571. Pragmática XLVII, tomo III, pp. 389-390. 46 AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.162. Fols. 50 y 60. 47 «Ha muchos años que no se hazen casas porque se han desmynuydo las haziendas a causa que desde la guerra de Granada y levantamyento de los moros del Reyno de Granada, [que] se an alojado en esta villa treynta myll hombres poco más o menos por ser paso de los de Aragón e Valençia y Quenca y Mancha para el Reyno de Granada». Cf. CEBRIÁN ABELLÁN, A. y CANO VALERO, J.: op. cit., Villapalacios; pp. 312-322.

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Esas fueron, en definitiva, las principales consecuencias que llevó a La Mancha la guerra de Granada; un conflicto que si bien aparecía en origen como lejano y ajeno a la propia región, acabó por teñir la vida de sus pobladores de fundados o infundados temores, de mayores o menores cargas y sobre todo de incertidumbres ante un proceso que de una u otra forma afectó a la más cotidiana de las existencias de cada localidad. Desde entonces, los poblachones manchegos se verían inmersos en una dinámica totalmente diferente a la vivida con anterioridad, sobre todo cuando una de las consecuencias directas del propio conflicto, la deportación de los vencidos, terminaría por afectar de manera muy especial al «sereno» discurrir de las mismas.

3.2. El asentamiento de los moriscos granadinos El final de la guerra trajo consigo la expulsión casi completa de los moriscos del reino de Granada. La medida se hizo efectiva desde el primero de noviembre de 1570 y se llevó a cabo en diferentes fases48. Con ella se da inicio al verdadero problema morisco en tierras castellanas pues con anterioridad a la propia guerra de las Alpujarras, la dimensión del asunto en tierras de Castilla no alcanzaba, ni con mucho, a la tensa situación vivida en Granada. Al contrario, el paulatino proceso de arrinconamiento social puesto en marcha por los cristianos viejos y la titubeante pero decidida labor de la Inquisición habían terminado por aislar a las escasas comunidades de moriscos antiguos, que inmersas en un generalizado proceso de regresión demográfica y de aculturación, terminaron por aceptar el duro régimen social que los cristianos viejos impusieron. Distinta era la situación en Granada. Iguales medidas, idénticas determinaciones y similares decisiones a las tomadas en Castilla repercutieron allí en el levantamiento que generó la propia guerra. Allí la minoría era mayoría y aunque subyugada por los cristianos, gozaba de la fuerza que generaban la unión de voluntades y la propia conciencia de opresión que el grupo tenía de sí mismo. En Granada la minoría gozaba de la autoridad que otorga el número y ahí es donde pueden focalizarse los argumentos a la hora de explicar el porqué del levantamiento en ese momento y en ese lugar concretos. Sea como fuere, el propio alzamiento y su aniquilación tras casi tres años de dura contienda determinaron la toma de conciencia definitiva por 48 A la misma, y como complemento, se propuso incluso añadir la de los moriscos valencianos, medida que como nos dicen Vincent y Benítez Sánchez-Blanco se planteó en la primavera de 1570 y, luego, en repetidas ocasiones entre 1574 y 1577. Véase VINCENT, B. y BENÍTEZ SÁNCHEZ-BLANCO, R.: «Estudio preliminar», en BLEDA, J.: Corónica de los moros de España. Valencia: Universidad de Valencia, 2001, pp. 23-24.

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parte de las autoridades castellanas y la asunción de una medida mil veces propuesta y nunca ejecutada: la expulsión de la minoría del Reino de Granada y su reparto por tierras castellanas. Sin embargo, y como veremos, la incorrecta culminación del propio proceso de deportación, una política de control más corta de acciones que de miras y una titubeante, egoísta y mal enfocada actuación en materia religiosa condicionarían el más que dudoso éxito al que se aspiraba en dicha cuestión. Asumida la dirección de las operaciones militares por don Juan de Austria, y tras una fase caracterizada por un casi total dominio por parte morisca, la segunda mitad de 1569 y todo el año 1570 supondrían el principio del fin del conflicto. Con ello, y desde principios de noviembre asistimos al inicio del proceso de deportación. «En cada pueblo los moriscos fueron encerrados en la iglesia u otro edificio de gran tamaño, y, de allí, un capitán con doscientos soldados, veinte caballos y un comisario los sacaba en escuadras de mil quinientos»49 para ser agrupados en las principales ciudades del reino; a saber: Granada, Ronda, Málaga, Almería, Vera, Guadix y Baza. Desde allí, según nos narra Mármol y Carvajal, se ordenó que, organizados en contingentes de mil quinientas personas y escoltados por tropas de infantería, «los de Guadix, Baza y río de Almanzora fuesen por Chinchilla y Albacete á La Mancha, al reino de Toledo, á los campos de Calatrava y Montiel, al priorato de San Juan, y por toda Castilla la Vieja hasta el reino de León [precisando] que no fuesen ningunos para quedar en el reino de Murcia ni en el marquesado de Villena, ni en los otros lugares cercanos al reino de Valencia, donde había grande número de moriscos de la tierra, porque no pasasen con ellos...»50.

El plan inicial, perfectamente narrado por Mármol, preveía que los grupos de moriscos recorriesen juntos, y en jornadas no superiores a veinte kilómetros, las distancias que les separaban de las principales ciudades de Castilla la Nueva (Toledo y Albacete) y de Andalucía (Sevilla, Jaén y Córdoba), enclaves desde los cuales se procedería, en una segunda fase, a su reparto por los lugares de cada una de sus circunscripciones o por otros anejos. No obstante, una observación detenida de las vicisitudes que llevó aparejadas dicho proceso debe hacernos ver en el relato de Mármol la 49 CARO BAROJA, J.: Los moriscos del Reino de Granada (ensayo de historia social). Madrid: Istmo, 2000 (5ª ed.), p 204. 50 El reparto se completó, como ya es conocido, con la marcha de los oriundos de Granada, la Vega, valle de Lecrín, sierra de Bentomiz, Axarquía, Hoya de Málaga y sierras de Ronda y Márbella hacia Córdoba para luego marchar a Extremadura; y con la salida de los almerienses, vía marítima, hacia Sevilla. MÁRMOL Y CARVAJAL, L. DE (GALÁN, A.; ED): Historia de la rebelión y castigo de los moriscos del Reino de Granada. Málaga: Arguval, 1991, p. 266.

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teoría, lo perseguido y no lo logrado. Y es que, desde pronto se observa en el desarrollo de los acontecimientos el enorme raudal de problemas e imprevisiones a que tuvo que hacerse frente. Nos dice Mármol que los moriscos serían llevados a Córdoba, Albacete y Sevilla. Y en efecto llegaron a las dos primeras ciudades pero las columnas que debían llegar a la capital andaluza no lo hicieron nunca, al menos vía marítima, pues tras embarcar en las costas almerienses, las inclemencias del tiempo, la propagación de enfermedades y la falta de un correcto avituallamiento dieron al traste con las previsiones iniciales. Nos dice igualmente el cronista, que la Corona siempre se mostró partidaria de no permitir la llegada de moriscos a los territorios limítrofes con los reinos de Granada (zonas jienenses, Reino de Murcia y marquesado de Villena) y de Valencia; y sin embargo sabemos que dicha aspiración se vio satisfecha sólo a medias ya que si bien no hay constancia oficial de que llegaran deportados a tierras valencianas, sí que sabemos de la instalación de varios contingentes tanto en Murcia como en el propio marquesado de Villena, cuestión de la que tendremos ocasión de hablar más adelante. 3.2.1. Los moriscos de paces El proceso narrado más arriba distó mucho de ser, en primer lugar, general, y en segundo término, original. No fue general porque como ha demostrado Bernard Vincent determinados sectores moriscos quedaron exentos de la expulsión51. En concreto se vieron alejados de la deportación los esclavos y las mujeres, sobre todo los que habían encontrado la protección de la marquesa del Cenete, del duque de Alba —señor de Huéscar— y del marqués de los Vélez, quienes supieron arbitrar sus influencias en la Corte para seguir contando con los moriscos como una mano de obra dócil y afanosa. Tampoco se vieron afectados por la expulsión los berberiscos —no moriscos, sino musulmanes—, que tenían licencia para residir en el Reino de Granada y se acogieron a dicha condición para poder permanecer en el lugar52. Sin embargo, y en lo que concierne de forma más directa a nuestro estudio, también puede decirse que la expulsión de 1570-1571 no fue la primera en llevarse a cabo. Es cierto que fue pionera en cuanto al volumen de población al que afectó pero, al menos desde 1569, puede documentarse la

51 VINCENT, B.: «Los moriscos que permanecieron en el Reino de Granada después de la expulsión de 1570», en VINCENT, B.: Andalucía en la Edad Moderna: economía y sociedad. Granada: Diputación Provincial de Granada, 1985. 52 Algo que, años más tarde, ocasionaría no pocos problemas al Consejo de Población pues muchos de los deportados a Castilla intentarían acogerse a esa prerrogativa para regresar al antiguo reino nazarí. Vid. VINCENT, B.: «Los moriscos que permanecieron…», pp. 270-272.

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llegada a tierras castellanas de contingentes de moriscos de paces, aquellos «no alzados, pero en quienes podían encontrar apoyo y ayuda los que sí lo estaban»53. Alfonso Santamaría Conde ha compuesto un interesante artículo a este respecto con los que llegaron a la entonces villa de Albacete y a la ciudad de Chinchilla. El asentamiento de los de moriscos de paces en el marquesado de Villena se materializa en la llegada de dos contingentes procedentes de la ciudad murciana de Lorca, donde por orden de Juan de Austria habían sido llevados los moriscos. Las noticias referentes a la primera columna son relativamente escasas. Santamaría Conde establece como probable origen de los recién llegados la zona oriental del reino de Granada. En total, y tras esta primera llegada, cuya fecha cabe situar a caballo entre abril y mayo de 1570, se instalaron en tierras del marquesado ciento sesenta personas repartidas en cuarenta y ocho casas. Una cuarta parte encontraría acomodo en Chinchilla. El resto en Albacete54. Poco después, haría entrada en tierras del marquesado el segundo grupo. Su llegada a Chinchilla se produjo el 7 de mayo; allí quedarían instaladas dieciséis casas. En Albacete, setenta y seis (293 personas), todas ellas procedentes igualmente de Lorca, adonde habían llegado desde Turre, Teresa y Torbe, en la parte almeriense del reino de Granada55. Con ellos, las tierras del marquesado de Villena contaban, ya antes de darse por finalizada la contienda alpujarreña, con entre 550 y 570 moriscos, cifra bastante significativa si tenemos en cuenta la escasa representatividad que el elemento cristiano nuevo tenía en dicha comarca hasta ese momento. Más importante si cabe, por anterior en el tiempo y por más numerosa, fue la llegada de los no alzados al Campo de Montiel. De ellos, Vincent y Domínguez Ortiz vieron «huellas»56. La documentación depositada en el Archivo General de Simancas nos confirma tal observación. Los moriscos «de paces» llegados al Partido de Infantes entre febrero y mayo de 1570 procedían, en su mayoría, de Cuevas del Almanzora, la Vega de Granada y Baza, zonas que vienen a coincidir con las que, con unas semanas de antelación, habían tomado las tropas de don Juan de Austria. Su llegada fue gradual, y aunque llevó aparejada la instalación de más de mil moriscos, no parece que inquietara en exceso a la población de Villanueva de los Infantes y Membrilla, villas en las que se asentaron en su práctica totalidad. Un primer grupo, formado por doscientos noventa y tres

53 SANTAMARÍA CONDE, A.: «Albacete y los moriscos en el siglo XVI: dos expediciones de moriscos de paz» en Al-Basit, II época, IX, (1981), p. 39. 54 Ibídem, pp. 40-42. 55 Las vicisitudes de la llegada, el tratamiento dispensado a los moriscos, las preocupaciones de las autoridades locales y un interesante acercamiento a la estructura y composición del grupo en el ya mencionado artículo de SANTAMARÍA CONDE, pp. 42-48. 56 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A. y VINCENT, B.: op. cit., p. 55.

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varones de diferentes edades entró en la cabecera del partido el trece de febrero de 157057. A éste vendría a unirse, el veintiséis de marzo, otro contingente compuesto por quinientos dos individuos, esta vez sólo mujeres, niños y ancianos que llegaron «sin horden alguna (...) sino en seguimiento de sus maridos y padres»58. Contando con los pertinentes permisos, el trece de mayo fueron repartidos otros doscientos ocho varones, probablemente separados a la fuerza de sus familias puesto que no encontramos rastro de ellas en la documentación59. Finalmente, el veintiocho de ese mismo mes llegaron a Montiel otros noventa y tres moriscos de ambos sexos y de todas las edades. Ellos completan la nómina de moriscos «de paces» que entraron en el Partido de Infantes, puesto que, a pesar de que la relación de llegadas al mismo continúa, las referencias que siguen datan de finales de noviembre de 1570. Para entonces, y aunque la expulsión general y obligatoria de los moriscos granadinos no había hecho más que empezar, las localidades montieleñas contaban entre sus vecinos con un importante número de cristianos nuevos. La nueva situación, unida al todavía incierto desenlace de la contienda y a la relativa cercanía con las zonas en conflicto, influiría de manera determinante en las amargas quejas que desde Villanueva de los Infantes hiciera llegar al Rey el gobernador del partido montieleño, convencido como hemos visto de que su gobernación corría un grave peligro por encontrarse desarmada a causa de la guerra y por recibir a tan importante número de «gente ruyn y inútil». 3.2.2. La expulsión de 1570-1571 y el reparto en La Mancha La famosa «saca» de moriscos del reino de Granada ha sido presentada como el preludio a la expulsión definitiva de 1609-1614. No obstante, la idea de un destierro definitivo aún tardó en llegar y sólo tomó cuerpo con la entronización de Felipe III. Por contra, el destierro parcial sí fue propuesto, al menos desde la celebración de la Junta de Madrid de 1566. El proyecto no se hizo realidad hasta que don Juan de Austria comenzó a firmar las capitulaciones con los vencidos en la primavera de 1570 y se materializó antes incluso de que la propia guerra se apagara en todos sus frentes. Es algo que confirma la prontitud con que la burocracia castellana deseaba organizar y poner en marcha un proceso que llevaría al movimiento de grandes masas de población y para el que nadie, ni vencedores ni vencidos —bien es verdad que por causas diferentes—, pareció estar preparado. Con el destierro de los vencidos se pretendió extirpar el problema morisco del Reino de Granada y proceder al reparto por Castilla de todos los 57 58 59

VINCENT, B.: «La expulsión de los moriscos…», p. 222. AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.162. Fol. 4. VINCENT, B.: «La expulsión de los moriscos...», p. 222.

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moriscos, que paulatinamente irían siendo asentados en las diferentes ciudades, villas y lugares en función de la población que éstas tuvieran en el momento de la llegada de los expulsos60. La decisión pretendía un único y claro objetivo: «sacar todos los moriscos del [Reino de Granada] y traerlos a tierra adentro y que porque se pudiesen mejor adoctrinar y ser cristianos avía paresçido que se repartiesen y pusiesen en las ciudades, villas y lugares destos nuestros reinos por menudo apartados y divididos de manera que, siendo posible, no oviese más de uno, o dos en cada parroquia de cada pueblo...»61.

Sin embargo, el proceso emprendido con la llegada de los granadinos «fue el punto de partida de un problema político interior vivido cotidianamente en todas las ciudades del reino de Castilla»62. 3.2.2.1. Cronología y avatares La llegada de los granadinos a tierras manchegas se produce desde finales de noviembre de 1570. Al igual que ya ocurriera con los moriscos de paces, la geografía jugó un importante papel a la hora de definir tanto las rutas como los puntos de destino de los moriscos. En este sentido, y al menos en La Mancha, pueden diferenciarse de manera muy nítida dos zonas. Los territorios más orientales —el marquesado de Villena, Alcaraz e incluso el partido santiaguista de Uclés— vieron llegar las columnas procedentes de Guadix y la parte almeriense del Reino de Granada. Por su parte, la zona occidental (Priorato, partidos de Quintanar y Ocaña, Campos de Montiel y Calatrava y Ciudad Real) se vio afectada por la llegada de las columnas procedentes de la propia Granada y la Vega63.

60 Como es sabido, la Corona de Aragón, Navarra y el Reino de Murcia no se vieron afectados por la medida. No obstante, en el caso de Murcia, al menos en teoría, pues la documentación habla de la llegada de contingentes a las principales ciudades del Reino como Lorca, Cartagena (donde llegaron a su puerto hasta ciento setenta) y en la propia Murcia, donde había unos ciento veinte «que algunos a muchos años que residen allí pero todos son del reyno de Granada» y «son pocos pero mucha cantidad de esclavos». Vid. AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.162. Fol. 1. Cifras completas en VILAR, J. B.: Los moriscos del Reino de Murcia y Obispado de Orihuela. Murcia: Real Academia ‘Alfonso X el Sabio’, 1992, p. 71. Para el caso de Lorca resulta especialmente ilustrativo el trabajo de M. GUERRERO ARJONA: Lorca, de ciudad de frontera a ciudad moderna. Murcia, Universidad de Murcia, 2003, especialmente los capítulos comprendidos entre las páginas 197 y 262. 61 AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.160. Fol. 64. 62 VINCENT, B.: «La expulsión de los moriscos...», p. 260. 63 El mapa que propone Bernard Vincent resulta, en este sentido, muy explícito. Véase VINCENT, B.: «La expulsión de los moriscos...», p. 239. Su información se completa con el de la pág. 231, en el que se establecen los flujos de salida desde el Reino de Granada.

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Albacete comenzó a recibir moriscos a mediados de noviembre de 1570. Las autoridades municipales esperaban desde principios de mes a 29.000, procedentes en su mayoría de Granada (12.000), Guadix (otros tantos) y probablemente Vélez (unos 3.000)64. No tardaron en alarmarse. La villa avecindaba a poco más de mil vecinos, con lo que la llegada de los moriscos suponía multiplicar por siete su padrón. Aunque la situación fuera transitoria, pues la mayoría de ellos sólo recalaría en Albacete unos días para continuar después hacia el interior de Castilla, en ese momento el escenario se presentaba sombrío. Enterado de las dificultades, don Juan de Austria modificó el plan y decidió que por allí pasaran únicamente los procedentes de Guadix. Su llegada a la villa se produce a mediados de noviembre. Las primeras semanas de diciembre verían llegar a nuevos grupos, esta vez procedentes de Vélez Blanco, Vélez Rubio, Vera y Almería (nueve mil personas en total)65. Unos y otros sumarían, a finales de año, los veintiún mil de que nos habla Vincent. De ellos, seis mil marcharon a Toledo y Talavera bajo las órdenes de Miguel de Craso y otros doce mil hacia Córdoba y Extremadura66. El resto, aproximadamente tres mil, a los que habría que unir los seiscientos o setecientos de paces ya avecindados en la propia Albacete y Chinchilla, serían repartidos en las tierras del marquesado de Villena. Es muy posible que a lo largo de la primavera de 1571 continuaran llegando moriscos a la zona oriental de La Mancha. Los primeros datos globales con los que contamos se fechan en abril de 1571, cuando el asentamiento de la minoría en Castilla estaba casi concluido. Para entonces, el gobernador del marquesado enviaba relación de los moriscos avecindados en su tierra. En total, y según sus cálculos, se habían asentado en el marquesado más de cuatro mil personas, pero entre muertes, licencias de traslado y fugas, ese número había quedado reducido a algo menos de tres mil67. Esa cifra podría verse aumentada en algunas decenas de personas, dado que, en julio, el gobernador envío una nueva

64 Ibídem, p. 232. También en SANTAMARÍA CONDE, A.: «Albacete y la deportación general de los moriscos granadinos», en Actas del I Congreso de Historia de Albacete. Volumen III: Edad Moderna. Albacete: Instituto de Estudios Albacetenses, 1984, p. 36. Ambos autores detallan con precisión el asentamiento y posterior distribución de los granadinos en Albacete. En nuestro discurso nos ceñimos a lo básico del mismo, remitiéndonos a sus trabajos para más detalle. 65 VINCENT, B.: «La expulsión de los moriscos...», p. 232. SANTAMARÍA CONDE, A.: «Albacete y la deportación...», p. 37. 66 Ibídem, p. 230. Parte de ellos, 1.700 según Santamaría Conde, irían a parar, como veremos, a las tierras del Priorato de San Juan y del partido de Quintanar, bajo la custodia de Cristóbal del Águila. SANTAMARÍA CONDE, A.: «Albacete y la deportación...», p. 39. 67 AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.162. Fols. 59 y 60. Vid. ANEXO III. Cifra global en VINCENT, B.: «La expulsión de los moriscos...», p. 238.

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carta al Consejo advirtiendo de que, además de los contenidos en la relación, vivían en Chinchilla y Albacete algunos no alistados, «la mayor parte niños y muchachos, huérfanos o divididos de sus padres»68. Debido a dicha advertencia, el Consejo ordenó hacer un nuevo recuento en las principales villas del marquesado (Albacete, Chinchilla y San Clemente). El trabajo desarrollado por el gobernador y los suyos fue de una total precisión. Con respecto a abril, en Albacete se contaban 2.138, seiscientos más que en primavera; en Chinchilla 143, sesenta y cuatro que se censaron en abril más otros setenta y nueve, llegados posteriormente. Por último, a los ciento noventa y dos de San Clemente había que unir otros seis huérfanos más69. En total, pues, el marquesado albergaba en julio-agosto de 1571 a unos tres mil seiscientos cincuenta moriscos. El Campo de Montiel, compartió protagonismo, en esta primera fase, con las tierras del marquesado. Allí, el día veintiséis de noviembre, Cristóbal del Águila, fiscal del Consejo de las Órdenes, confió la custodia de ciento veintidós moriscos al alcalde ordinario de Membrilla70. En Infantes, a los ciento veintidós llegados a finales de noviembre se unieron otras cien personas más. Procedían de Baza y fueron instalados en Montiel y en la vecina Ossa a petición de Luis de Córdoba, comendador de la primera. El gobernador del partido pareció desentenderse de ellos pues «digo que dizen que los dexó [Luis de Córdoba] porque a mi no se me entregaron»71. Todos ellos, y a falta de lo que podamos decir más adelante, sumarían un total de mil cuatrocientos veinticinco cristianos nuevos72. En el extremo opuesto, Ocaña, el partido jacobeo más septentrional de La Mancha y último de la Orden en recibir a los granadinos. Allí, en enero, se contaban seiscientos ochenta y seis granadinos73. Tres meses después, en abril, un nuevo recuento modificaría las cifras iniciales haciendo ascender el total a ochocientos cincuenta, de los cuales quinientos dieciocho quedaban en territorio de la orden y el resto (332) en lugares de señorío. 68 AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.160. Fol 29. Carta del gobernador del Marquesado de Villena al Consejo de Castilla. San Clemente. 6.VII.1571. La respuesta con fecha 11 del mismo mes. 69 SANTAMARÍA CONDE, A., «Albacete y la deportación...», p. 45. La precisión de la relación es tal que, a partir de la misma, Vincent pudo reconstruir la pirámide poblacional de los alistados en Albacete y Chinchilla. Vid. VINCENT, B.: «La expulsión de los moriscos...», p. 224. 70 AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.162. Fol. 4. Por tanto, hay que unirlos a los mil noventa y seis de paces ya establecidos en el partido desde la primavera de ese mismo año 71 Ibídem. Testimonio del Gobernador del Partido de Infantes en su misiva a Cristóbal del Águila. Villanueva de los Infantes. 15.III.1571. 72 Vid ANEXO V. 73 Resultado de añadir los ciento treinta y nueve repartidos en los señoríos limítrofes (antiguas tierras de Santiago), a los quinientos cuarenta y siete asentados en localidades pertenecientes a la propia Orden.

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Nuevas llegadas durante el final del invierno, reorganizaciones y, aunque no contamos con datos a tal efecto, muy posiblemente muertes y huidas habían terminado por configurar un reparto en el que, con respecto a principios de año, quien a todas luces parecía salir mejor parado era el señor de Villamanrique de Tajo, beneficiado por el asentamiento de noventa nuevas casas en las villas de su dominio74. Cerca de allí, en Uclés, los granadinos llegaron de la mano de Nofre Saposa75, quien, sorprendido, constataba cómo las autoridades habían preparado todo para la llegada de los deportados pues «con toda diligencia se proveyeron de bastimento todos los pueblos deste partido de Uclés para el aviamiento de los moriscos rreyno de Granada»76. Allí, el licenciado Marañón, gobernador de la demarcación, contabilizaba a principios de enero de 1571 cuatrocientos ochenta y cinco moriscos. La cifra se vería aumentada con algún que otro grupo disgregado del contingente de mil trescientos que Jerónimo de Fuentes tenía a su cargo para repartir en el vecino partido de Quintanar, en la tierra de Huete y en el propio de Uclés, por mucho que el propio Marañón se empeñara en decir que su gobernación no podía albergar a más granadinos y que, de hacerlo, se seguiría no poco daño. A finales de marzo, contabilizando tanto las localidades del propio partido como las villas de El Acebrón y Villarrubio (desmembradas años antes de la jurisdicción jacobea), los granadinos asentados en su tierra superaban escasamente los cuatrocientos ochenta77. Sin embargo, ello no enmascara el hecho de que el último de los repartos efectuados, el de Jerónimo de Fuentes, debiera ser más bien escaso. El propio Fuentes —ya se ha dicho— fue el encargado de distribuir a los moriscos en tierras de Quintanar. Lo hizo en poco más de diez días y allí dejó a un total de dos mil ciento veinte moriscos que luego serían repartidos entre sus villas y las del vecino partido de Ocaña78. Al igual que ocurriera en Uclés, las autoridades locales ya estaban preparadas desde mediados de noviembre. Antes, a primeros de mes, el comisario Juan Molina de Mosquera (quien había llevado a los expulsados desde Granada a Albacete), había enviado mensajeros a Quintanar ordenando «se tenga proveimiento en esta villa de pan, vino, carne, azeyte, carros, vagajes y 74 AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2160. Fol. 33. Vid ANEXO VI y ANEXO VII. 75 En 1572, y quizás como premio a su servicio a la Corona, este personaje obtuvo la administración de las encomiendas santiaguistas de Mures, Benazuza y Lobón. Tiempo después, entre mayo y septiembre de 1574, el Consejo de Órdenes le dio licencia para administrar las también encomiendas santiaguistas de Los Llanos y de Santa Cruz de la Zarza. AHN. OO.MM. Libros. Libro 56-C. Fols. 108r.o y 108v.o y 57-C- Fols. 126r.o y 193v.o 76 AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.160. Fol. 35. 77 Sin contabilizar fallecidos y huidos. Vid. ANEXO VIII y ANEXO IX. 78 AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.160. Fols. 34 y 35.

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gente de peón y cavallo»79. La situación se presentaba complicada para los munícipes quintanareños pues el año había resultado excesivamente seco y la molienda en los ingenios hidráulicos del Cigüela no había sido posible durante el verano. Prestos a solucionar el problema «ordenaron y mandaron que mañana 13 del presente mes de noviembre se carguen y lleven dozientas fanegas de trigo y candeal a los molinos de Cigüela para que hagan harina para el aprovechamiento de los moriscos del Reyno de Granada para que se cumpla este efeto del mandamiento del dicho señor Licenciado Mosquera, que es de su Magestad, y se ponga la dicha harina en el alholí desta villa para que se cumpla lo susodicho [y] que se de un pregón para que todos los vezinos y moradores estén apercibidos de pan y de vino y azeyte y de todo lo demás neszesario para bastimento a la gente que su Magestad envía de los moros de Granada»80.

El catorce de diciembre hacían entrada en el partido los primeros grupos de granadinos, procedentes de Cuevas del Almanzora y Vélez. Para entonces, la gobernación estaba totalmente avituallada y preparada para recibir a los moriscos. La movilización de sus vecinos fue total ya que, en apenas tres semanas, se reunieron dos mil seiscientas diecisiete libras de pan81. En ese momento el partido de Quintanar albergaba ya a más de mil quinientos granadinos82. Por ello no extraña que, cuando corrió el rumor de que se aproximaba un nuevo grupo, las autoridades enviaran mensajeros al comisario pidiendo que tuviera «por bien de hazer merced a esta villa de caminar los moriscos por otros pueblos y puertos sin venir a esta dicha villa [pues] está muy gastada y alcanzada de pan y ansímismo la villa del Tovoso por aver tenido allí mill y seyscientos moriscos muchos días»83. Dichas reclamaciones debieron surtir efecto pues Cristóbal del Águila, el comisario encargado del reparto, desvió su camino hacia el vecino Campo de San Juan, donde parece que se encontraba a principios del setenta y uno. Ya antes, el 25 de noviembre de 1570, había dejado sendos grupos de doscientos cuarenta y cinco y doscientos cinco moriscos en Argamasilla de Alba y Alcázar. Es muy probable que la amarga y desesperada petición que le hicieron desde Quintanar y El Toboso pesara en el hecho de que, el cuatro de enero, los delegados a su cargo repartieran par-

79 AHP To. Sección Diversos. Quintanar de la Orden. Actas del Concejo. Leg. D-246. Fol. 26r.o 12.XI.1570. 80 Ibídem, fols. 26r.o-26v.o 81 Véase DOCUMENTO IV. 82 Véase ANEXO IV. 83 AHP TO. Sección Diversos. Quintanar de la Orden. Actas del Concejo. Leg. D-246. Fol. 35r.o 26.XII.1570.

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te del numeroso contingente que erraba por la meseta en Villafranca de los Caballeros y la propia Alcázar. En total quedaron afincados allí, doscientos cincuenta y seis granadinos84. El reparto en el Campo de San Juan también se efectuó atendiendo a la división administrativa propia de los Prioratos. Desde 1520 los territorios manchegos de San Juan habían quedado divididos en dos demarcaciones (Priorato de León, coincidente con las villas de Alcázar, Villafranca de los Caballeros y Argamasilla de Alba; y Priorato de Castilla, que englobaba al resto de villas y tenía a Consuegra como cabecera)85. En función de esta división, ya se ha visto, los territorios del Priorato de León comenzaron a recibir granadinos también a finales de noviembre de 1570 y lo siguieron haciendo hasta mediados de marzo. El 29 de ese mismo mes, el doctor Canal, gobernador del Priorato de Castilla, daba cuenta del número de moriscos asentados en su demarcación. Allí, habían empezado a llegar el 27 de noviembre, cuando fueron repartidos tres numerosos grupos en Tembleque, Madridejos y Consuegra. Urda, Camuñas, Arenas de San Juan y Villarta recibieron sus grupos el día de Reyes de 1571. En total quinientos cincuenta y un moriscos86. A ellos hay que sumar los doscientos cincuenta y seis que habían sido repartidos en el Priorato de Léon y los diez del pequeño enclave de Villar del Pozo87, cercano a Ciudad Real y rodeado por completo, al igual que el realengo, por territorios de Calatrava. Orden ésta última, cuyos territorios manchegos también se convirtieron en protagonistas del destierro granadino88. Por desgracia, los papeles remitidos al Consejo de Castilla por el gobernador del partido de Almagro son mucho más parcos que aquellos otros que relatan el asentamiento de los moriscos en los territorios vecinos y no permiten seguir el rastro de los recién llegados. No obstante, y a pesar de lo limitado de dichos informes, puede decirse que el 14 de marzo de 1571 se encontraban repartidos en 84 AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.162. Fol. 2. Debido a que los moriscos asentados en San Juan no alcanzaban, ni con mucho, a los que el comisario traía a su cargo, pensamos que parte del grupo debió ser derivado hacia el norte, a Ocaña, de la que ya sabemos que aún a finales de marzo de 1571 seguía recibiendo cristianos nuevos. 85 Para un acercamiento a los avatares de dicho territorio en la Edad Moderna, véase LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: «El gran Priorato de San Juan: señorío y conflictividad en la Edad Moderna», en Actas del II Congreso Internacional sobre la Orden de San Juan. Cuenca: Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2008, pp. 215-321. 86 AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.162. Fol. 31. 87 AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.160. Fol. 57. Véase ANEXO X. 88 Las localidades del denominado Partido «del Andalucía» también recibieron granadinos pero su cercanía con respecto a Granada impulsó a las autoridades a derivar parte de los mismos hacia el norte. En concreto a la tierra del Arzobispado y ciudad de Toledo, a los ducados de Escalona y Maqueda, al condado de Montemayor y a las villas de los señores de Valdefuentes, Puebla de Montalbán y Monbeltrán, todas ellas en Castilla la Nueva y a Madrigal, Medina del Campo, Olmedo y Tordesillas en la Vieja. Véase AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.160. Fol. 39.

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sus más importantes villas un total de mil ochocientos dieciocho granadinos, con Almagro, Manzanares y Daimiel a la cabeza (610, 469 y 299 moriscos respectivamente). A ellos cabe añadir otros casi seiscientos instalados en los territorios de señorío escindidos de la Orden89. Todos ellos debieron llegar desde finales de diciembre de 1570 de forma paralela a como lo hicieron los asentados en los territorios sanjuanistas y quintanareños, incluso es probable que antes. Fueron recibidos con cierto agrado por las autoridades pues «la mayor parte dellos son labradores de los quales ay nesçesidad en esa dicha provincia»90. Quince días después (30.III.1571), Álvaro de Luna y Mendoza, que así se llamaba el gobernador de Almagro, remitía un nuevo listado a Madrid. En su informe constató un cierto aumento con respecto a los datos enviados semanas antes. La cifra final había quedado fijada en dos mil un moriscos para los territorios de la Orden y en seiscientos cincuenta y seis para los de señorío. Casi todas las localidades habían visto modificadas sus cifras al alza. No obstante, en dicho aumento también fue decisiva la contabilización de los granadinos que llegaron a Almadén. Allí se ubicaron cien más. Como en Almodóvar. A principios de abril de 1571 su gobernador informaba al Consejo de que hasta ese momento los moriscos estaban siendo ocupados en la siega pero que, tras ello, se plantearía un serio problema debido a que «de aquí adelante no an en que se ocupen cómodamente porque el trato de paños no lo saben hazer y en la labor de las heredades no se les puede confiar porque no lo entienden ni se dan bien en ello»91. En medio de todos los territorios calatravos, y como si de una isla se tratara, Ciudad Real. Los informes relativos a la llegada de los granadinos a la ciudad fueron redactados y enviados a Madrid entre el veintitrés y el veintiséis de marzo de 1571. Dicho recuento arrojó unas cifras ciertamente importantes pues en la ciudad, hasta entonces con poco más de siete mil habitantes, se concentraron dos mil seiscientos ochenta y cuatro cristianos nuevos, más de un 37% de la población que tenía hasta ese momento. El reparto se hizo por parroquias correspondiendo a la de San Pedro acoger a mil setenta y cuatro moriscos (310 casas); a la de Santa María del Prado novecientos veinticinco (247 casas); y a la de Santiago seiscientos ochenta y cinco (183 casas)92. Por último, Alcaraz; el otro territorio de realengo objeto de estudio en el presente trabajo. Sus cifras arrojan un total de ciento ochenta moriscos, todos ellos localizados en su cabecera93. No obstante, y aunque de manera 89 AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.160. Fol. 57. Véase ANEXO XII y ANEXO XIII. 90 Ibídem. Opinión en todo similar a la que López-Salazar pone en boca de las autoridades de Almodóvar. Cf. LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., p. 65. 91 AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.160. Fol. 73. Vid. ANEXO XI. 92 AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.162. Fols. 19, 20 y 21/1. 93 AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.160. Fol. 61.

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exigua, dicha cifra podría ser modificada al alza pues conocemos de la llegada de granadinos a algunas de las aldeas que dependían de la ciudad, como Cebreros, donde quedaron instalados diez cristianos nuevos94. Ello arrojaría una cifra aproximada de doscientos moriscos, todos localizados en territorios de realengo dado que las Cinco Villas del Conde de Paredes (Bienservida, Cotillas, Riopar, Villapalacios y Villaverde) y Balazote, propiedad de doña Melchora de Agüero, no recibieron, en principio, morisco alguno. 3.2.2.2. El asentamiento definitivo: cifras finales Las cifras arriba consignadas suponen una primera aproximación al proceso de llegada y establecimiento de los granadinos a tierras manchegas. Todas ellas se encuentran recogidas en las misivas enviadas por cada partido al Consejo de Castilla durante el primer trimestre de 1571. Para entonces, el grueso de la población morisca estaba prácticamente asentado en los diferentes partidos pero, aún, y al menos hasta finales del propio mes de marzo, se siguieron produciendo movimientos de población que modificaron de una manera ciertamente significativa la situación que se documenta a mediados de ese mismo mes. Debido a ello, y como ya se ha apuntado en el caso del partido de Almagro, un nuevo recuento se hizo necesario. Sus resultados no estuvieron definitivamente cerrados hasta el mes de julio, fecha en la que llegaron al Consejo los datos procedentes del marquesado de Villena y del Priorato de San Juan, las últimas demarcaciones manchegas en enviar los documentos que más de cuatro meses antes habían sido solicitados desde Madrid. A raíz de esos mismos informes es muy posible que las autoridades pensaran que podían dar carpetazo administrativo a la deportación. Sin embargo, tras ellos se impuso una nueva realidad: en la primavera del setenta y uno aún había moriscos que no habían encontrado acomodo y, lo que es más importante aún, los grupos que ya estaban ubicados en sus respectivos puntos de destino habían sufrido alteraciones en su estructura lo suficientemente significativas como para que ese nuevo recuento se hiciera más que necesario. En esencia cabe mencionar dos factores que influyeron, bien directa bien indirectamente, en dichos cambios. En primer lugar deben tenerse muy en cuenta los traslados, voluntarios o forzados, legales o no. La premura de tiempo con que se organizó la deportación impuso que muchas familias fueran separadas, lo cual terminó por generar migraciones que motivaron cambios en las listas de los recién llegados, aun a pesar de los intentos de las autoridades reales en pro de que ello no ocurriera así. Tampoco deben

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AD Ab. Libros parroquiales. Alcaraz. ALZ 79. Fol. 79v.o Véase ANEXO XIV.

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CUADRO 8. La llegada de los moriscos granadinos a La Mancha Demarcación Orden de Santiago Partido de Ocaña Desmembrado de Ocaña Partido de Quintanar Partido de Uclés Desmembrado de Uclés Partido de Infantes Sub-total Orden de Santiago Orden de San Juan Priorato de Castilla Priorato de León Sub-total Orden de S. Juan Orden de Calatrava Partido de Almagro Desmembrado de Almagro Partido de Almodóvar Sub-total Orden de Calatrava Ciudad Real Partido de Alcaraz Marquesado de Villena Totales (1) (2) (3) (4) (5)

Diciembre 1570(1)

Enero-abril 1571(2)

Abril-julio 1571(3)

1.425 4.585

? ? 2.198 466 19 ? (4) 2.683

518 332 1.768 463 19 1.318 4.418

289 551 840

256 561 817

256 569 825

1.818 598 160 2.576 ? ? 2.966(5) 9.042?

2.001 656 260 2.917 2.684 190 3.651 14.685

771 1.929 460

2.345 – 2.345 2.093? ? ? 9.863

Según VINCENT, B.: «La expulsión…», pp. 237-241. Incluidos muertos y huidos. Descontados muertos, huidos y trasladados con y sin licencia. La cifra no contabiliza los partidos de Ocaña e Infantes, sin datos para esa fecha. Cifra proporcionada por Vincent.

FUENTE: AGS. Sección Cámara de Castilla. Legs. 2.160, 2.161, 2.162 y 2.163. Diferentes folios. Datos globales, por demarcación, publicados por B. VINCENT: «La expulsión…», pp. 237-241.

obviarse los aportes resultantes de la llegada de nuevos grupos que huían de los lugares en los que previamente se les había alistado. En cualquier caso, y al tenor de los datos con los que contamos, todo parece indicar que esos aportes fueron mínimos con respecto a los territorios ajenos a nuestra área de estudio y que, más bien, lo que se produjo fue un fenómeno de ósmosis entre las distintas demarcaciones estudiadas. Los traslados organizados no fueron excesivamente numerosos. Su gestación tuvo lugar muy lejos de La Mancha, en la Corte, incluso en la propia Granada. Ya se ha visto más arriba cómo la nobleza granadina utilizó

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sus influencias para lograr que muchos de sus vasallos quedaran exentos de la expulsión. De igual manera a como ocurre en Granada, Castilla observó intentos por parte de los sectores dirigentes para lograr que parte de los expulsados quedara bajo su tutela. Así, el gobernador de Infantes, en un tono quejumbroso al tiempo que iracundo, reconocía, en la primavera de 1571, haber perdido la potestad sobre «otras tres casas de moros, los que no se nos entregaron sino que pasando por Beas para venir a avezindarse a esta villa los detrujeron allí diziendo tener neçesidad dellos»95. Tiempo después, él mismo fue el encargado de gestionar el traslado hasta tierras alcarreñas —«con licencia de Juan de Austria»— de dos moriscos de Torre de Juan de Abad. La petición procedía del mismísimo príncipe de Éboli, quien desarrolló en sus posesiones «una inteligente labor de explotación, introduciendo cultivos nuevos como la seda, y llevando allí a moriscos de Granada y a oficiales de Milán para crear una industria textil»96. Y es que, dejando aparte miedos y recelos, la llegada de los granadinos a La Mancha fue vista por ciertos sectores como una magnífica oportunidad para relanzar una economía, aún en expansión, y por lo tanto necesitada de mano de obra. Recuérdense, si no, las palabras del gobernador de Almagro, para quien no había duda de que la llegada de los moriscos a su partido era necesaria por cuanto faltaban labradores en su tierra. No obstante, este tipo de traslados nunca fue lo suficientemente importante como para poder explicar los cambios a los que se hace referencia más arriba. Sí lo fueron los intentos moriscos de optar a una de las muchas licencias que se concedieron para cambiar de residencia. En este sentido, los motivos esgrimidos son de lo más variopinto y van desde los laborales a los puramente familiares. Sin embargo, las recomendaciones del Consejo de Castilla fueron tajantes: ningún morisco podía fijar su residencia fuera del partido o circunscripción en el que se había instalado y sólo de manera excepcional se permitiría el traslado a otras villas o lugares dentro del mismo territorio. En algunos distritos, como por ejemplo ocurre en Infantes, estas recomendaciones fueron seguidas de manera escrupulosa. Tanto que el licenciado Juan Andrés, gobernador interino del partido97, mandó 95

AGS. Cámara de Castilla. Leg. 2.163. Fol. 15. PÉREZ, J.: Carlos V. Madrid: Temas de Hoy, 1999, p. 147. El autor remite, para ampliar esta afirmación, a SALOMON, N.: La Campagne de Nouvelle Castille á la fin du XVIe siècle. París: SEVPEN, 1964. 97 El gobernador titular era Rui Barba Coronado, caballero de Santiago desde el 18 de octubre de 1569 y gobernador desde sólo cuatro días después (22.X.1569). El 28 de octubre de 1570 obtuvo la renovación de su mandato. Debió morir entre esa fecha y 1573 porque en ese último año el Consejo de Órdenes ordenó que los réditos de su trabajo fueran pagados a su viuda. Para nombramiento y renovación de cargos AHN. OO.MM. Libros. Libro 55-C. Fols. 20r.o-v.o y 22r.o-24v.o Para orden del Consejo: AHN. OO.MM. Libros. Libro 57-C. Fol. 32r.o 96

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«proveer a todo este partido mandamientos para que de cada lugar saliese gente armada y anduviesen con armas y de la manera que los hallaren los truxesen ante mi para proveer justiçia. Y demás desto les hordené que hiziesen registro y nueva lista de los moriscos que cada lugar tenía repartidos y avezindados llamándolos a todos para ver los que faltavan y yo asimismo lo hize en esta villa; y yo aquí rregistrava los dichos moriscos en una hermita que dizen del señor San Juan e teniéndolos allí dentro hize que los alguaciles fuesen a sus casas y mirasen si avía armas algunas. Destas diligençias no ha rresultado hallarse morisco alguno en este término ni faltar moriscos...»98.

Las medidas de control arbitradas en Infantes tuvieron un seguimiento muy similar en Almagro. Allí, «el día 15 de junio, camino del Viso, en un monte, par de la venta de la Reyna, [había] una quadrilla de moriscos y embyé gente que dio sobre ellos; y hallaron treze, de los quales prendyeron nueve y los quatro, por sobrevenir la noche, los perdieron por el monte zerco (...) salieron de los de Toledo, de los postreros que allí se trujeron a alistar»99.

Las palabras, escritas el 25 de julio de 1571, son del gobernador de Almagro, quien amparándose en una carta llegada a su despacho el veinte de enero, pedía confirmación para poder ahorcar a todo aquel morisco que fuese encontrado de manera ilegal más cerca del reino de Granada que del lugar donde fue alistado tras la deportación. Mucho había cambiado la situación desde que, en marzo, comunicara al rey que en su tierra había gran necesidad de los moriscos, puesto que ahora defendía que el castigo propuesto era más que necesario «porque en este partido y Ciudad Real estamos llenos dellos»100. No obstante, y aun a pesar del celo con el que Luna y Andrés se entregaron al cumplimiento de la voluntad regia, su actitud fue algo más tibia que la del resto de delegados de otros territorios. Al parecer, uno de los más estrictos, fue el alcalde mayor de Quintanar. Poco después de la llegada de los granadinos, confirmó haber recibido muchas peticiones pero se mostró tajante a la hora de cumplir con las órdenes llegadas desde el Consejo. En carta de respuesta a Vázquez de Salazar, fechada el cinco de enero de 1571, se dirige al Rey en los siguientes términos: «sepa V. M. que en este partido se mueven muchos de los moriscos, especialmente de los que vinieron en el segundo rrepartimiento que vinieron muy enfermos, perdidos y maltratados. Ansimesmo muchos des98

AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.163. Fol. 1. AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.163. Fol. 39. Cit. por GÓMEZ-VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos... op. cit. 112. 100 Ibídem. 99

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tos moriscos se querrían trocar de unos lugares a otros y algunos otros piden liçencia para yr a Murçia y a Toledo y a otras partes destos rreynos de V. M. diziendo que quieren yr a contrataçiones que les convienen y ofrecen fianças para bolber y no les doy liçencia sin tenerla para ello de V. M.»101

Además, se mostró tajante a la hora de afirmar que si se habían concedido licencias en su partido, lo habían sido sólo «para mudar algunos moriscos de algunos pueblos deste partido a otros del mismo, para que estén con sus deudos, o por otros respetos justos»102, términos muy similares a los que, en situación parecida, empleó el gobernador del Partido de Uclés103. CUADRO 9. Salidas de moriscos del Partido de Infantes SALIDAS LOCALIDAD Albaladejo Alcubillas Alhambra Almedina Castellar de Santiago Cózar Fuenllana Membrilla Montiel Ossa Puebla de Montiel Sta. Cruz de los Cáñamos Solana (La) Terrinches Torre de Juan Abad Torres Torrenueva Villahermosa Villamanrique Villanueva de los Infantes Totales

Con licencia

Sin licencia

Totales

0 1 0 9 0 0 0 11 0 0 0 0 0 2 2 0 4 3 0 16 48

0 0 3 4 0 0 3 0 7 0 0 0 14 8 0 0 10 10 2 44 105

0 1 3 13 0 0 3 11 7 0 0 0 14 10 2 0 14 13 2 60 153

FUENTE: AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.163. Fol. 63. 101 102 103

AGS. Cámara de Castilla. Leg. 2.160. Fol. 34. AGS. Cámara de Castilla. Leg. 2.163. Fol. 15. AGS. Cámara de Castilla. Leg. 2.160. Fol. 37.

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Puede observarse, por tanto, que, al menos desde un punto de vista estrictamente normativo, los moriscos estuvieron sujetos a un férreo control dentro de las jurisdicciones manchegas. No obstante, y a tenor de la información con la que contamos para marzo de 1571, se constata que los traslados fueron más habituales de lo que en principio podría pensarse. Por esas fechas, en Ocaña se afirma que, sumando los que «an muerto y faltado, dicen que es mucha cantidad»104 y en el listado de salidas que se remite a la Corte desde Infantes se observa que en el intervalo comprendido entre diciembre de 1570 y mayo de 1571 habían abandonado el partido ciento cincuenta y tres granadinos, de los cuales ciento cinco lo habían hecho burlando las «estrictas» medidas de control arbitradas por Juan Andrés para que ello no ocurriera así105. La situación no fue exclusiva de Infantes pues en el Campo de San Juan también se produjeron salidas y en el partido de Almagro se llegaron a contar por decenas. Ello empuja a pensar que la violación de los permisos de residencia y de las licencias de movimiento fue un fenómeno más habitual de lo que en un principio puede suponerse. Ejemplos no faltan. Significativo es el caso de Catalina e Isabel Pérez y de «Alonsico», hijo de ésta última, que obtuvieron un permiso de dos meses para visitar a sus familias y que, a pesar de haber pagado una fianza que avalaba su regreso y de ir escoltados durante todo su periplo hacia tierras conquenses, lograron burlar la vigilancia del cristiano viejo de Consuegra que les había acompañado desde aquella villa sanjuanista106. No obstante, las autoridades de Uclés, donde quedó Catalina, y de Quintanar, donde definitivamente se asentaron Isabel y Alonso, no opusieron ningún impedimento para su alistamiento y estancia definitiva en las citadas villas. Por su parte, Lorenzo del Ari logró instalarse con su madre y hermana en Villamayor de Santiago, en el partido de Quintanar107. Pretendía conseguir «un sustento mayor» y para ello abandonó Madridejos, en territorio de la Orden de San Juan, si bien esta vez con todos los permisos legales. Todo ello viene a demostrar que, al menos en lo que a La Mancha se refiere, se dio una situación confusa. Por un lado se constata un férreo control para evitar salidas y permutas ilegales; por otro, y al mismo tiempo, se asiste a cierta laxitud una vez consumada la fuga o siempre que ese cambio de residencia vino avalado por la petición de algún noble, militar, prelado o personaje influyente en la Corte. Ahora bien, ¿hacia donde se orientaron dichos movimientos? ¿Existe una preferencia por determinados destinos? ¿Puede deducirse, al menos, un cierto patrón a la hora de elegirlos? En principio y si atendemos 104 105 106 107

AGS. Cámara de Castilla. Leg. 2.162. Fol. 57. AGS. Cámara de Castilla. Leg. 2.163. Fol. 52. AGS. Cámara de Castilla. Leg. 2.162. Fol. 31. Ibídem.

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a las demarcaciones administrativas del momento, el resultado es contundente: más del 70% de las salidas en las que los moriscos optaron por un destino manchego, implicaron el cambio de demarcación administrativa. Los seis moriscos fugados de Membrilla a Almagro; los dos que optaron por el mismo destino partiendo de Villanueva de los Infantes; o los que, en sentido inverso, marcharon de allí a Alcaraz son buen ejemplo de ello.

Almagro 2 Almedina Carrión de Calatrava Consuegra Daimiel Fuenllana Las Pedroñeras La Roda 10 Madridejos Membrilla Moral de Calatrava Manzanares Tembleque Valdepeñas Villanueva de los Infantes Totales 10 2

1

Sin especificar

Uclés

Villarejo de Salvanés

Villamayor de Sgo.

Quintanar

Membrilla

Manzanares

Fuentidueña

Fuente el Fresno

Carrizosa

Carrión

Belmonte

Almagro

ORIGEN

Alcaraz

DESTINO

Villarrubia de los Ajos

CUADRO 10. Salidas de los moriscos de La Mancha. Destinos dentro de La Mancha

Albacete

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3 2

2 1

2 1

8 2 6 1 4 2 8

8

1

2

2

2 2

1 1

1

1

2

1

4

2

3

FUENTE: AGS. Sección Cámara de Castilla. Legs. 2.162 y 2.163.

No obstante, si dejamos de lado las fronteras administrativas y pensamos en términos de lógica geográfica, nuestra apreciación puede cambiar. Unos ejemplos bastarán para confirmarlo: Consuegra y Quintanar se situaban en el XVI bajo diferentes gobernaciones y sin embargo, sólo están separadas por unas decenas de kilómetros. Algo similar ocurre con Membrilla y Moral, con

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Ciudad Real y Daimiel o con Tembleque y Villarrubia. Es decir, si atendemos a simples y meras distancias y nos olvidamos de jurisdicciones, podremos observar cómo casi las tres cuartas partes de estos movimientos tuvieron como destino final una localidad situada a no más de cincuenta o sesenta kilómetros del punto de partida. En realidad, y atendiendo a este criterio, las fugas no llegaron muy lejos, lo cual da bastante verosimilitud a los testimonios de aquellos moriscos que se escudaron en motivos laborales y familiares para pedir su traslado. Sin embargo, estas «escapadas» no fueron las más numerosas ya que frente a las cincuenta documentadas con destino dentro de La Mancha, fueron trescientas treinta y siete las que tuvieron como objetivo alcanzar villa, ciudad o lugar foráneo. La proporción supera la de siete a una. Un análisis detenido de las cifras permite llegar a conclusiones no menos significativas. Del total de huidas, sólo un 5,93% tiene como destino alguna localidad de Castilla, un 4,15% si la plaza elegida lo fue en el Reino de Murcia. La cifra aumenta hasta un 54,49% cuando se puso rumbo a Andalucía. Por su parte, un 8,9% eligió volver a Granada; cifra que podría verse aumentada hasta superar el 34% si le añadimos el 25,81% de los casos en los que no conocemos el destino final del prófugo, puesto que es muy fácil suponer que, en este caso, morisco no localizado equivalía casi siempre a morisco vuelto a Granada. No creemos que, necesariamente, estas cifras impliquen un manifiesto deseo de sus protagonistas por lograr una mejora laboral. El argumento del reencuentro familiar es algo más comprensible aunque tampoco convincente al ciento por ciento si admitimos que casi toda la población morisca de Granada salió del reino entre 1570 y 1571 y que volver para encontrar a familiares tenía, por tanto, poco sentido. Quizá sea más coherente pensar en una suerte de irredentismo, en una negativa a admitir el destierro y en el desarrollo de una y mil historias personales cuyo único nexo pudo ser el deseo de volver al terruño de origen. Ese 34% de fugados que lograron volver a Granada pueden ser un buen ejemplo de ello. Probablemente también los que finalmente quedaron en Andalucía, más conformistas quizá, o menos afortunados, pues a buen seguro, vigilancias y controles impidieron que pudieran acercarse aún más a su patria chica. Por tanto, las huidas modificaron las cifras iniciales. Tanto que si admitimos la validez de los datos con los que contamos, puede afirmarse que más de un 2,5% de los granadinos llegados a La Mancha huyó. No obstante, y aunque el número de prófugos es de una entidad ciertamente considerable, no resulta lo suficientemente importante como para explicar los desfases existentes entre los moriscos llegados durante el invierno y los presentes en el verano de 1571. Por ello, y para terminar, debe tenerse en cuenta el segundo de los factores que señalábamos más arriba: la mortalidad.

Albacete Alcubillas Alhambra Almagro Almedina Carrizosa Ciudad Real Consuegra Daimiel Fuenllana La Gineta Moral Cva. Manzanares Membrilla Montiel

ORIGEN

DESTINO

Arjona

1

Andújar 7

2

Baena 1

1

Bailén 1

Begíjar

Baeza

1

5

1

2

Cabra

1 1 1

Carmona 4

Córdoba

1 2 1

Écija 3

1

Jaén 2

2

1 1

1

13

Lecena 1

Linares 3

2

1

Martos 1

3

6

Porcuna 1

2

Puente D. Gonzalo 1

Torredonjimeno 1

Úbeda 1

Villanueva Arzbpo. 2

1

Vilches 1

El Maurel 1

Granada 1

12

Guadix 4

Purchil 2

Maqueda

CASTILLA

2

1

Torrijos

MURCIA Y VALENCIA

7

1

1

4

14

3

2

(Pasa a la página siguiente)

Pastrana

REINO DE GRANADA

Toledo

ANDALUCÍA

Murcia

Guadalajara

Priego

Alcalá la Real

CUADRO 11. Salidas de los moriscos de La Mancha. Destinos fuera de La Mancha.

Pliego

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Valdeayora

OTROS

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San Clemente Solana (La) Terrinches Tembleque Torre de Juan Abad Torrenueva Valdepeñas Vara del Rey Villahermosa Villamanrique Villanueva de la Jara Vnva. de los Infantes Villarrobledo Totales

ORIGEN

DESTINO

Alcalá la Real

3

3

Baena

Andújar

Baeza

Arjona

1 12 57 6

35

2

3 18

Bailén 1

Cabra

Córdoba 7

Lecena 2

6

6

Martos 1

Porcuna

Jaén

Écija

Carmona

Begíjar 1 16 1 19 4 20 9 13 11 3

16

Linares 1

Puente D. Gonzalo 1

Priego 1

1

Torredonjimeno 2

1

Úbeda 1

Villanueva Arzbpo. 3

Vilches 2

1

El Maurel

Guadix 8

1

Purchil

Granada

2 13 12 3

1

Guadalajara 1

1

2

1

1

Maqueda

CASTILLA

1

1

Pastrana

REINO DE GRANADA

5

7

Torrijos

MURCIA Y VALENCIA

4 12 7

1

Toledo

ANDALUCÍA

Murcia

2

OTROS 5 4 87

9

3 13

14

14 10

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De hecho, quizás fue éste el agente que más pudo influir en la posterior modificación de las cifras a la que venimos haciendo referencia. Lo largo del camino —hecho a pie—, lo penoso de las condiciones en que se vieron inmersos los deportados como consecuencia del propio periplo y, finalmente, la fatalidad —esta vez presente en forma de epidemia—, son factores que pueden explicar el hecho de que muchos de los deportados que salieron de Granada, o bien no consiguieron nunca instalarse en Castilla o, si lo lograron, no pudieron hacerlo durante mucho tiempo al fallecer poco después de su llegada. En realidad, llevar a cabo un cómputo general y fiable de todas las bajas ocasionadas por las vicisitudes del camino es harto complicado ya que la documentación, aun siendo de gran ayuda, es incompleta y, sobre todo, irregular a la hora de evaluar el número de fallecidos. Igualmente cabe esperar que muchas de las bajas acaecidas por el camino no fueran ni tan siquiera computadas lo que hace especialmente delicado inclinarse de manera definitiva y segura por los números que la documentación nos CUADRO 12. Porcentaje de defunciones de los moriscos granadinos en los territorios manchegos (primavera 1571) Partido SANTIAGO(1) Ocaña Quintanar Uclés Infantes Total Santiago ORDEN DE CALATRAVA(3) Almagro Almodóvar Total Calatrava PRIORATO DE SAN JUAN REALENGOS Ciudad Real Partido de Alcaraz Marquesado de Villena Totales ORDEN

Defunciones TOTALES %

Total llegados

Vivos

987 2.246 501 1.618 5.352

850 1.768 482 1.318 4.418

137 478 19 300(2) 934

13,88 21,28 3,79 18,54 17,45

3.007 260 3.267 902

2.657 260? 2.917 817

350 – 350 85

11,64 – 10,71 9,42

2.684 194 4.048 16.447

2.684? 190 2.966 13.992

– 4 1.082 2.455

– 2,06 26,73 14,92

DE

(1) Incluidos territorios desmembrados. (2) Cifra aproximada. El documento nos habla de «unos trescientos». (3) Incluidos territorios desmembrados. FUENTE: AGS. Sección Cámara de Castilla. Legs. 2.162 y 2.163. Diferentes folios.

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ofrece. Ejemplo de ello son los propios territorios de La Mancha donde la ausencia total de datos para el partido de Almodóvar y para Ciudad Real obliga a dejar fuera de todo análisis a casi una cuarta parte de los recién llegados108. En contraposición a ello, y para el resto de territorios, contamos con cifras lo suficientemente clarificadoras como para poder extraer algunas conclusiones sobre las que apoyar el argumento que se viene defendiendo. En este sentido, resulta especialmente valioso el informe enviado desde Quintanar, que nos permite contar con una relación por pueblos del total de fallecidos. No obstante, lo más normal es que la persona encargada de tal cómputo no fuera tan escrupulosa como hemos observado para la demarcación manchega sino que únicamente se limitara a consignar el número total de fallecidos en todo el territorio. Las causas últimas de tan amplio número de bajas deben buscarse, no sólo en lo penoso del viaje y en las duras condiciones del invierno sino, y sobre todo, en la epidemia de tifus que afectó a los deportados. Sea como fuere, la confluencia de todos esos factores determinó que casi un 15% de los granadinos llegados a La Mancha perdiera la vida. No obstante dicho porcentaje es inferior al del conjunto de Castilla, cifrado por Henry MAPA 4. El establecimiento de los granadinos en La Mancha (verano de 1571)

FUENTE: AGS. Sección Cámara de Castilla. Legs. 2.160, 2.162 y 2.163. Diversos folios. 108 En relación a Ciudad Real no existen datos explícitos para ello. Como podrá observarse en el apartado 3.2.3.1 se ha procedido al cálculo de una estimación que creemos ilustrativa siempre y cuando se tome con precaución.

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Lapeyre en un 20,7%109. Lo sería incluso teniendo en cuenta la ya mencionada ausencia de datos para Ciudad Real y el partido de Almodóvar. Ahora bien, en absoluto puede decirse que los efectos de dicha mortandad fueran uniformes. En función de los datos contenidos en el cuadro 12 puede aceptarse que la muerte se hizo presente en mayor medida en las comarcas por las cuales se desplazaron las columnas de expulsados. El marquesado de Villena y Quintanar, Infantes incluso, fueron, por tanto, las zonas más afectadas. Por ellas discurrían las principales vías de comunicación que conectaban el reino de Granada con Castilla, por ellas situó en su día Vincent los itinerarios seguidos por los granadinos en su periplo110 y por ellas es fácil admitir que se desplazaron los principales y más numerosos grupos de deportados que quedaron finalmente asentados en La Mancha. En el extremo opuesto, Uclés, con tan solo una incidencia del 3,79% y, sobre todo Alcaraz, donde sólo se documentan cuatro bajas, quizás demasiado pocas. El razonamiento, en esta ocasión, parece sencillo: los territorios más cercanos al itinerario seguido por las principales columnas de deportados registraron los mayores índices de mortalidad debido a que a ellos llegaron contingentes más amplios. La progresiva distribución de los grupos en cada una de las demarcaciones fue reduciendo el número de moriscos a medida que el propio proceso de instalación se fue completando y por lo tanto es fácil suponer que, también en ellos, el número de bajas fue disminuyendo poco a poco. Las cifras del Priorato de San Juan o del Partido de Almagro parecen confirmar tal suposición. 3.2.3. Hacia una nueva geografía morisca en La Mancha Con la finalización del proceso de asentamiento de los granadinos nacieron nuevas interrogantes y, sobre todo, una forma distinta de afrontar la realidad cotidiana pues la llegada de los expulsados trajo aparejado un profundo cambio de percepción. No fue para menos. Hasta ese momento, el asunto morisco no parecía suponer un problema de especial significación, ni para autoridades ni para sociedad en general. La escasa entidad de las comunidades de antiguos, lo localizado de su ubicación, el progresivo desmantelamiento de sus estructuras sociales y la anulación tanto de las peculiaridades propias de la misma como de sus aspiraciones de ascenso-integración, hicieron que, a la altura de 1570, el problema estuviera controlado, cuando no totalmente solucionado. La llegada de los contingentes de granadinos introdujo, pues, un nuevo factor de tensión, una nueva casuística. En adelante, y como consecuencia de dicha llegada, reaparecerían viejos temores, antiguas suspicacias y, sobre 109 110

LAPEYRE, H.: op. cit. p. 125. VINCENT, B.: «La expulsión de los moriscos…», p. 239.

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todo, nuevos problemas. La ubicación de los recién llegados fue el primero de ellos. Son varios los criterios que se pueden utilizar a la hora de analizar la repercusión de la llegada de los exiliados. En primer lugar, cabe hablar del incremento poblacional experimentado111. En tan sólo unos meses la población manchega aumentó sus habitantes en más de quince mil personas, pasando a contar, a partir de entonces, con unos trescientos mil habitantes. El incremento era significativo pues suponía un aporte extraordinario cifrado en un 5,23% de la población censada hasta ese momento112. En condiciones normales y a los ritmos de crecimiento demográfico experimentados hasta ese momento, hubiera sido necesaria, al menos, una década para lograr un avance de tal calado. Sin embargo, ese impacto fue bastante desigual113. Destaca, en primer lugar, su escasa importancia en los territorios de señorío, donde la llegada de los moriscos tuvo un calado inferior al que, en principio, podría esperarse114. Los dominios más afectados por la llegada de los granadinos fueron los que antaño habían estado situados en la esfera de Calatrava. Bien es cierto que hubo territorios donde la llegada de los moriscos apenas si se dejó sentir, como los de doña María Luisa de la Cerda—más adelante el marquesado de Malagón— donde los aportes no llegaron a superar el 0,3% de la población censada hasta ese momento. Sin embargo, y en general, puede convenirse que las proporciones de moriscos alistados en el resto de señoríos de la comarca (5,91% en Villarrubia de los Ojos; 3,53 en las villas de don Álvaro de Bazán y 9,09 en Valenzuela) se situaron a caballo entre los de las localidades más importantes de Calatrava y los núcleos de un tamaño más reducido. Sólo la villa de Picón, con un aporte realmente extraordinario (57,14% de su población hasta ese momento) parece separarse de la tónica, si bien dicha excepción puede ponerse en relación con la cercanía de dicho enclave a Ciudad Real, como 111 Las encuestas encargadas desde el Consejo para abordar el conocimiento de la situación de los granadinos llegados a Castilla también contienen datos de población referentes a cada una de las poblaciones por lo que son de enorme utilidad a la hora de establecer comparaciones y análisis cuantitativos como el presente. Los datos generales de población para La Mancha publicados por LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., pp. 666-670. 112 Porcentaje superior al de Extremadura, la región que más semejanzas mantiene con La Mancha, donde Vincent, nos habla de aproximadamente un 4%. Cf. VINCENT, B.: «Les morisques d’Estremadure…», p. 435. 113 Además del cuadro 13, y para un acercamiento más concreto, véase mapa 6. 114 Desde mediados de siglo, y como consecuencia de los procesos de enajenación puestos en marcha por Carlos V, determinados territorios pertenecientes a las Órdenes Militares habían pasado a jurisdicción secular. En La Mancha se vieron afectados por dicha medida los partidos de Ocaña y Uclés (Orden de Santiago) y el de Almagro (Orden de Calatrava). Igualmente, fueron enajenadas, aunque de la jurisdicción real, las Cinco Villas del Conde de Paredes y la villa de Balazote, antes ligadas al Partido de Alcaraz. Véanse ANEXOS I y II.

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veremos también especialmente afectada por la llegada de los granadinos. En el extremo opuesto, las antiguas localidades santiaguistas, donde dichas proporciones rara vez superan el 2% del total de población y entre las que sólo parecen sobresalir las pertenecientes al señor de Villamanrique de Tajo (9,50%). Por su parte, y tal y como tuvimos ocasión de ver, los señoríos de Alcaraz (Cinco Villas del Conde de Paredes y villa de Balazote) no se vieron afectados por la llegada de los granadinos. CUADRO 13. El establecimiento de los moriscos granadinos en La Mancha. Verano de 1571. (porcentaje sobre población total) Demarcación Orden de Santiago Partido de Ocaña Partido de Uclés Partido de Quintanar Partido de Infantes Enajenado Orden de Santiago Priorato de San Juan Orden de Calatrava Partido de Almagro Partido de Almodóvar Enajenado Orden de Calatrava Ciudad Real Partido de Alcaraz Enajenado Partido de Alcaraz Marquesado de Villena Totales

% sobre pob. total

Habitantes(1)

Moriscos

23.577 9.533 29.833 25.543 11.382 33.053

518 463 1.768 1.425 351 825

2,15 4,63 5,59 5,28 2,99 2,43

31.592 20.775 17.692 6.788 24.600 3.561 49.163 287.092

2.001 260 656 2.688 532 0 3.651 15.138

5,95 1,23 3,57 28,34 2,11 – 6,91 5,01

(1) Sin incluir moriscos. Publicados por LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: op. cit., pp. 666-670. FUENTE: AGS. Sección Cámara de Castilla. Legs. 2.160, 2.162 y 2.163. Diferentes folios.

Sin embargo, y a pesar del papel jugado por los señores de vasallos, la verdadera «responsabilidad» a la hora de acoger a los granadinos fue asumida por las órdenes de Calatrava y Santiago. Tanto es así que, en La Mancha, sus territorios censaron a más de la mitad de los deportados (concretamente el 17,85% en Calatrava y el 36,65% en Santiago), mientras que la orden de San Juan obtuvo aportes cercanos al 7,2%. Hasta ahora, han sido pocos los intentos de dar una explicación al hecho de que los territorios sanjuanistas acogieran a tan poca cantidad de granadinos. Quien parece haberlo intentado con más ahínco ha sido el

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profesor Miguel Ángel de Bunes. A su juicio, la escasa presencia de moriscos granadinos en los territorios hispanos de la orden de Jerusalén puede ponerse en relación con la propia idiosincrasia de la misma: una institución caracterizada en ese preciso instante del Quinientos por mantener una constante y aguerrida lucha contra el Turco y por ser especialmente beligerante con el mundo musulmán, algo que podría explicar el que la Orden optara, en una clara muestra de coherencia, por no acoger moriscos en su territorios115. Ahora bien, ¿era la orden de San Juan lo suficientemente poderosa como para decidir si quería o no avecindar moriscos en sus posesiones? ¿Gozaba de una independencia lo bastante amplia como para poder hacerlo? En este sentido, y aunque nos falte un soporte documental lo suficientemente sólido como para afirmarlo con rotundidad, creemos que, en lo referente al asunto morisco, el Gran Prior se comportó como un verdadero señor secular, celoso de su posición y seguro de su independencia frente a la Corona y que, como tal, pudo argüir las razones explicadas por Bunes para evitar que a sus territorios llegara un excesivo número de granadinos, algo que, por otra parte, resulta totalmente contrario a la lógica desarrollada hasta el momento y caracterizada por la preferencia señorial en recibir granadinos, pero cuestión para la que, por el momento, no podemos ofrecer respuestas diferentes a las ya planteadas más arriba. Sin embargo, ello lleva al planteamiento de otra cuestión: ¿estuvo la Monarquía hispánica limitada en sus movimientos? ¿Pudo abstraerse de la diversidad de jurisdicciones existente en la Castilla del momento? En otras palabras: ¿gozó de la libertad suficiente como para decidir dónde y cómo instalar a los granadinos en Castilla? Los recuentos de población efectuados con motivo de la expulsión, los informes reclamados a instancias inferiores, incluso el posterior plan de re-ubicación demuestran, al menos en principio, que Felipe II no estuvo en modo alguno maniatado por el resto de jurisdicciones. Así las cosas, sólo la marcada prudencia del monarca podría explicar el hecho de que, aunque dispusiera de total libertad, optara por hacer recaer el peso del proceso de asentamiento en aquellos territorios sobre los que la Corona ejercía un control directo: los realengos (Alcaraz y, sobre todo, el Marquesado) por supuesto, pero también las órdenes de Santiago, Calatrava y Alcántara. Por lo tanto, en este caso, independencia no fue sinónimo de libertad absoluta. El asunto morisco era lo suficientemente delicado y llevaba aparejada una magnitud tal de impedimentos que es lógico suponer que, aun a riesgo de concentrar el problema en determinadas áreas geográficas, el rey prudente resolviera agrupar a la mayor parte de los expulsados bajo la tutela directa de la administración regia. Eso, de paso, le confería una 115 Argumentos que, entre otros muchos, defendió en su aportación al III Congreso Internacional sobre la Orden de San Juan, celebrado en Alcázar en marzo de 2005.

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mayor libertad de movimientos en el supuesto de que nuevos problemas pudieran surgir y, sobre todo, le aseguraba un control más férreo y más ceñido a sus ideas de lo que la administración señorial (más preocupada por rentas y derechos que por credos y ortodoxias) podía hacer. * * * Dejando aparte jurisdicciones, el impacto de la llegada de los granadinos también puede medirse en función de coordenadas estadístico-geográficas. En este sentido, el modelo metodológico propuesto por Hernández Bermejo, Sánchez Rubio y Testón Núñez116 es fácilmente aplicable al caso manchego. Extremadura mantuvo, en la Edad Moderna, no pocas similitudes con La Mancha. Zona dedicada a la agricultura; con una alta presencia del sector ganadero; una casi ausencia de núcleos urbanos de entidad y casi dominada al completo por las órdenes militares de Santiago y Alcántara, la región puede compararse sin problemas con la nuestra puesto que también allí gran parte de la responsabilidad sobre los expulsados recayó sobre las propias órdenes. Previamente, y para facilitar el análisis, quizá sea conveniente ver en qué medida afectó la llegada de los granadinos a las estructuras poblacionales preexistentes en nuestro territorio. Con anterioridad a la llegada de los moriscos, la densidad de población de La Mancha ascendía a 8,61 hab./km2. Especialmente poblados en relación a su extensión estaban los territorios santiaguistas: Ocaña casi rozaba los 31 hab./km2; Uclés superaba los 14 y Quintanar los 13, si bien las cifras del partido de Infantes eran más modestas (8,13 hab./km2). Por su parte, los territorios del Priorato de San Juan superaban los 10,5 hab./km2, mientras que Calatrava se veía desigualmente poblada: su parte manchega (el partido de Almagro) alcanzaba cotas de densidad muy similares a las de sus vecinos (9,13 hab./km2), mientras que Almodóvar hacía gala de una menor presión (4,62 hab./km2). En cuanto a los realengos, Alcaraz superaba los 7 hab./km2 y la gobernación de Villena se aproximaba a los 6. Por tanto, puede decirse que los territorios situados en La Mancha propiamente dicha (Priorato, Quintanar, Ocaña, marquesado de Villena y Partido de Almagro) eran los más poblados y los que mayor presión soportaban y que a medida que la llanura se aleja dichos parámetros tendieron a reducirse. Las encuestas realizadas por el Consejo de Castilla en enero-febrero de 1571 perseguían confirmar esta apreciación. Lo hicieron. Y si en el reparto se hubieran tenido en cuenta criterios económicos y demográficos, es fácil suponer que los granadinos deberían haber quedado instalados en aquellas demarcaciones que soportaban una menor presión sobre el territorio (Almodóvar y Alcaraz principalmente). No obstante, el que esas mismas 116 HERNÁNDEZ BERMEJO, Mª. A., SÁNCHEZ RUBIO, R. y TESTÓN NÚÑEZ, I.: «Los moriscos en Extremadura (1570-1613)», en Stvdia Historica, XIII, (1995), pp. 89-118.

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demarcaciones fueran las más pobres de La Mancha y el que estuvieran relativamente alejadas de las principales vías de comunicación, son factores que pueden explicar el que los granadinos recalaran, finalmente, en las comarcas con mayor densidad demográfica. El aumento experimentado tampoco fue de una magnitud lo suficientemente importante como para que, a partir del preciso instante de la llegada morisca, pueda hablarse de una especial presión sobre los recursos, máxime teniendo en cuenta que en el momento del Quinientos en que nos encontramos, el campo castellano en general, y el manchego en particular, no parecen experimentar signos de agotamiento ni de saturación. De hecho, la densidad global de la región sólo subió unas décimas, hasta los 9,06 hab./km2. La demarcación que mayores incrementos experimentó fue Uclés (+ 0,8 hab./km2). Le sigue Quintanar, donde por cada cien habitantes instalados con anterioridad a 1571 se acogió a otros seis. Su densidad aumentó en 0,7 hab./km2. Más moderados fueron los incrementos en Ocaña, Infantes, el Priorato, el Marquesado y los territorios calatravos. De hecho, en Almodóvar el crecimiento fue casi imperceptible, situación análoga a la de Alcaraz. Sin embargo, no parece que fuera esta la situación que más preocupara a la Corona. Evidentemente el criterio económico pudo estar presente en la planificación del reparto pero es lógico pensar que en los planes de Felipe II pesaron más las razones de tipo estratégico. Así lo demuestran las palabras con las que el propio monarca se dirigía a las autoridades locales encargando que los moriscos «se repartan y pongan en las çiudades, villas y lugares destos nuestros reynos, por menudo, apartados y divididos»117. Por tanto, lo perseguido era lograr una dispersión lo más grande posible. En principio y si atendemos a las cifras que se derivan del cuadro 14 parece que el objetivo se cumplió. Así parece indicarlo el hecho de que más del 80% de las localidades de territorios de órdenes recibiera moriscos y el que esa proporción fuera incluso superior en los territorios de realengo y señorío. Ahora bien, un análisis más pormenorizado permite hacer ciertas precisiones. La principal: con carácter general, las villas cabecera de partido o señorío albergaron a entre un cuarto y un tercio del total de granadinos asentados en cada demarcación. Aunque dicho argumento se ve ligeramente trastocado por el caso concreto de la gobernación del marquesado de Villena (donde en la cabecera apenas si recaló un 5% de los granadinos)118, el fenómeno parece ser, en todo similar a lo observado por

117

AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.159. Fol 31. La afirmación, no obstante, podría ponerse en duda. Resulta realmente complicado establecer con seriedad una «capital» para el Marquesado. Santamaría Conde, se inclina por conceder ese «título» a San Clemente, al menos hasta 1586, fecha en la que el propio marquesado fue dividido en dos corregimientos independientes, uno, el del norte o conquense, con cabecera en la propia San Clemente, y otro, murciano o albaceteño, con cabecera en Chinchilla. Vid. SANTAMARÍA CONDE, A.: «Aproximación a las instituciones y organización del 118

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CUADRO 14. Reparto y distribución espacial de los moriscos granadinos en 1571

Demarcación

Orden de Santiago Partido de Infantes Partido de Quintanar Partido de Uclés Partido de Ocaña Desmembrado de Santiago Colmenar de Oreja Mora Noblejas Villamanrique de Tajo El Acebrón y Villarrubio Prioratos de San Juan Orden de Calatrava Partido de Almagro Partido de Almodóvar Desmembrado de Calatrava Villarrubia de los Ojos Señorío de Malagón Marquesado Santa Cruz Señorío de Picón Señorío de Piedrabuena Señorío de Valenzuela Realengo Partido de Alcaraz Ciudad Real Marquesado de Villena Desmembrado de Alcaraz Condado de Paredes Señorío de Balazote

Núcleos que reciben moriscos

Moriscos en núcleo cabeza de partido o señorío

Moriscos en resto de pueblos de partido o señorío

no

% sobre el número de núcleos

no

%

no

%

18 14 9 6

81,8 93,3 81,8 75

346 236 186 279

30,7 13,3 40,17 53,86

779 1.532 277 239

69,3 86,7 59,83 46,14

1 1 1 2 1 13

33,33 100 100 100 50 92,8

– 50 16 9 – 208

– 100 100 3,49 – 25,4

8 – – 249 19 609

100 – – 96,51 100 74,6

12 2

85,71 8

640 160

34,99 61,53

1.189 100

65,01 38,47

1 1 3 1 0 1

100 25 100 100 – 100

212 – 236 60 0 60

100 – 74,68 100 – 100

– 8 80 – 0 –

– 100 25,32 – – –

2 1 15

6,89 100 53,57

180 2.648 192

100 100 5,25

0 0 3.459

– – 94,75

0 0

– –

0 0

– –

0 0

– –

FUENTE: AGS. Sección Cámara de Castilla. Legs. 2.160, 2.161 y 2.162. Diversos folios.

Marquesado de Villena en el siglo XVI», en I Congreso de Historia del señorío de Villena. Albacete: Instituto de Estudios Albacetenses, 1986, pp. 386 y ss. Su afirmación, incluso, podría completarse con el hecho de que los documentos remitidos al propio Consejo de Castilla con motivo del asentamiento de los granadinos, se fechan y firman en la propia San Clemente, por lo que podemos inducir que allí es donde tenía fijada su residencia el gobernador.

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Hernández Bermejo, Sánchez Rubio y Testón Núñez en los territorios extremeños119. Dicha situación fue una consecuencia más de la estrategia seguida con los expulsados, dado que con carácter general se persiguió ubicar al grueso de los mismos en la cabecera de cada demarcación y, posteriormente, repartirlos en el resto de localidades. Es muy probable que con ello se pretendiera una centralización de la gestión del reparto; quizás, lo buscado fue una mayor capacidad organizativa, al tiempo que una liberación en las tareas encomendadas a los comisarios que condujeron a los deportados desde Granada. Sin embargo, y si se nos permite, creemos que lo logrado fue una nueva concentración; no de la gestión, no de los esfuerzos, ni tan siquiera de las tareas, sino básicamente del problema pues, en adelante, y si nadie lo remediaba, enormes contingentes de deportados quedarían avecindados en una sola villa. El fenómeno es más acusado cuanto menor es el número de moriscos recibidos. Uclés, por ejemplo, albergó a más del 40% del total de granadinos llegados a su partido, Ocaña al 53,86 y Almodóvar al 61,53%120. No obstante, y aparte de considerar el número de moriscos afincados en las cabeceras de demarcación, también debe prestarse atención a la distribución en el resto de villas. Las autoras mencionadas han constatado cómo, en Extremadura, dicha ordenación resultó altamente beneficiosa para los núcleos de mayor tamaño. Sus datos muestran cómo más del 55% de los moriscos asentados en aquella región lo hicieron en localidades con un vecindario superior a los mil individuos, porcentaje que disminuye paulatinamente a medida que el tamaño de las villas se hace más pequeño121. La situación en La Mancha es muy similar, si bien los porcentajes relativos a las villas de mayor tamaño son aún más importantes ya que el número de moriscos ubicados finalmente en localidades de más de mil vecinos superó el 63%, mientras que el de los alistados en localidades de un tamaño intermedio (entre 500 y 1.000 vecinos) ascendió a un 22,2%, ocho puntos más que en Extremadura. Resulta a todas luces comprensible ya que en La Mancha este tipo de localidades es mucho más numeroso que en Extremadura, región donde el poblamiento es algo más concentrado y el ta119

HERNÁNDEZ BERMEJO, M.ª A., SÁNCHEZ RUBIO, R. y TESTÓN NÚÑEZ, I.: art. cit, pp.

94-95. 120 En los territorios de señorío y realengo, la tendencia se remarca aún más puesto que, en gran parte de los casos, los moriscos quedaron al cien por cien ubicados en la cabecera del mismo, si bien es pertinente señalar que ello se debe también a que casi todas estas demarcaciones tenían una sola villa. Sólo Alcaraz se separa del marco general explicado, quizás porque en ese partido, es donde existe una mayor polarización en cuanto al tamaño de los núcleos se refiere. 121 Los porcentajes alcanzan el 14,2% en localidades con entre 500 y 1.000 vecinos y el 30,6% en las de menos de 500. Cf. HERNÁNDEZ BERMEJO, M.ª A., SÁNCHEZ RUBIO, R. y TESTÓN NÚÑEZ, I.: art. cit, p. 95.

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maño de los núcleos menor en términos generales. Puede inferirse, por tanto, que el propio sistema de poblamiento manchego, fue otro de los factores que coadyuvó a que el resultado final del proceso de asentamiento de los granadinos estuviera claramente desequilibrado.

CUADRO 15. Reparto de los moriscos granadinos en 1571 según el tamaño de los núcleos de población (territorios manchegos)*

Tamaño del núcleo más de 1.000 vecinos de 501 a 1.000 vecinos de 251 a 500 vecinos de 100 a 250 vecinos hasta 100 vecinos Totales

Total núcleos

Poblaciones que reciben moriscos

Número de moriscos*

no

no

%

no

%

23 27 45 43 46 184

19 18 30 27 7 101

82,6 66,6 66,6 62,8 15,21 54,9

9.442 3.310 1.226 744 170 14.892

63,4 22,2 8,24 4,99 1,15 100

* No se incluyen los moriscos llegados a Iniesta (99) y La Gineta (46) para las que no se tienen datos demográficos de conjunto.

Así ocurre en la gobernación de Villena, donde, tras el reparto, los granadinos quedaron concentrados en La Roda, Chinchilla, San Clemente, Villanueva de la Jara y Albacete, las principales villas, para las que documentamos porcentajes de población morisca que cabe situar entre el 3 y 9% sobre el total. Junto a ellas, enclaves que, en el Quinientos, no pasaban de ser meros lugares, pequeñas aldeas que no aparecen en los listados de reparto, ni en las Relaciones Topográficas, ni en los documentos que nos hablan de la llegada de los expulsos122. Junto al Marquesado, y con más importancia aún, la Orden de Santiago parece copar los índices de densidad más altos. Especial mención merece el Partido de Uclés, donde todas sus villas obtuvieron porcentajes superiores al 2% del total de su población. La propia cabecera albergó a 186 granadinos, casi un 11%. Junto a Uclés, Quintanar, demarcación mucho más amplia, con un mayor número de localidades y con un tamaño de las mismas también superior. Su cabecera obtuvo porcentajes superiores al 9% pero no menos importantes fueron villas como Mota del Cuervo (7,76%), Pedro Muñoz (7,74%), Cabezamesada (7,42%) o los Hinojosos (7,4%). La tonalidad más oscura en el mapa 5 es suficiente para 122 Entre ellas, Casasimarro, Villagordo del Júcar, Casas de Haro, Casas de los Pinos, Gabaldón, Valdeverdejo, la Graja de Iniesta, Fuensanta,...

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FUENTE: AGS. Sección Cámara de Castilla. Legs. 2.160 y 2.162. Diversos folios.

MAPA 5. La llegada de los granadinos a La Mancha. El reparto de 1571 (proporción de moriscos).

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comprender la importancia del asentamiento morisco en el resto de localidades, con porcentajes superiores a la media manchega en nueve de cada diez pueblos. La situación es en todo similar en los partidos de Ocaña e Infantes, si bien aquí la concentración de colores oscuros baja en beneficio de los más claros. El otro gran núcleo de alta concentración morisca es el Partido de Almagro. Su cabecera albergó a 640 granadinos, un 8,66% de su población hasta ese momento. Similares fueron los porcentajes en Miguelturra (8,25%), Moral de Calatrava (9,21%) y, sobre todo, en Manzanares donde, desde la primavera de 1571, dieciocho de cada cien habitantes allí censados eran moriscos. Cerca de allí, Ciudad Real. Su cifra es espectacular: el porcentaje de Manzanares se vio incrementado en casi diez puntos, hasta el 27,43%. Entre Calatrava y Santiago, el Priorato. Allí, las cifras son similares a las de Quintanar, si bien el predominio de ocres y amarillos nos indica, por un lado, unos aportes más modestos en aquellas villas que recibieron moriscos; y, por otro, un mayor número de localidades que permanecieron ajenas al proceso de asentamiento (Quero, Lillo,...) o en las cuales el efecto del mismo apenas si se dejó sentir (Herencia, Villacañas, Villafranca de los Caballeros,...). Sólo Tembleque, con porcentajes superiores al 5% parece romper la atonía123. Finalmente, Alcaraz y Almodóvar. Las proporciones son allí relativamente importantes si bien no llegan nunca al 5%. Sólo Almadén, con unos aportes cercanos al 7% rompe la tónica general. En el resto de cada una de las dos demarcaciones, vacío absoluto de moriscos. Por lo tanto, situación a todas luces desequilibrada. 3.2.3.1. Ciudad Real: un caso excepcional Ciudad Real asiste a la llegada de los granadinos inmersa en un cúmulo de contradicciones. Villa Real había sido fundada en 1255 por Alfonso X, tras el fallido intento que supuso la repoblación de la vecina ciudad de Alarcos. La intención del monarca era clara: erigir un núcleo de poder regio en el epicentro mismo de una zona recién conquistada y cuya cesión casi absoluta a las órdenes militares había derivado en una escasa presencia de la Corona. Puede decirse, por tanto, que dicha fundación obedeció al deseo de los monarcas castellanos de establecer en La Mancha una nueva frontera, no frente al moro sino en oposición a la propia Orden de Calatrava, ya en el siglo XIII lo suficientemente poderosa en la zona como para plantear serios problemas de tipo jurisdiccional al rey.

123 También el pequeño enclave de Villar del Pozo, al sur de Ciudad Real, la localidad sanjuanista que mayor impacto sufrió a raíz de la expulsión, con porcentaje de un 8,93%.

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Como consecuencia de las condiciones en que fue fundada, la ciudad contó con una tierra muy reducida. Los escasos trescientos kilómetros cuadrados que comprendía su término y las débiles aldeas que la circundaban (Ciruela, Valverde, Sancho Rey, Las Casas, La Poblachuela,...) no parece que fueran nunca suficientes como para asegurar un desarrollo económico basado en factores de orden endógeno. Quizá donde esas limitaciones se ponen más de manifiesto es en la propia evolución demográfica de la ciudad, pausada, lenta, nunca lo suficientemente sostenida como para hacer del núcleo un enclave político y económico de relevancia. Podría admitirse, por tanto, que, como ha señalado Carla Phillips, la prosperidad de la ciudad se basó más en el favor regio que en el propio crecimiento del núcleo. En su lucha contra la Orden de Calatrava, Alfonso X había creado una herramienta útil pero débil124 y esa debilidad aún era patente en el siglo XVI, cuando la ciudad no contaba con muchos más habitantes que Almagro o Daimiel, las dos villas calatravas más importantes de su entorno. Su economía se basó desde pronto en una paradójica mezcla de intereses, espejo a su vez de las propias contradicciones políticas y sociales en que se vio inmersa la propia ciudad. De un lado, un grupo nobiliario escasamente desarrollado, rentista y más inclinado a la ganadería que al cultivo directo de la tierra. Junto a él, unos sectores medios con un constante y manifiesto deseo de acaballeramiento. Por debajo de ellos, una clase media campesina también limitada en sus aspiraciones, pues el escaso término de la ciudad no fue nunca suficiente como para permitir la puesta en marcha de explotaciones rentables. Los hortelanos sí alcanzaron un desarrollo algo mayor (la llegada de los granadinos no haría sino aumentar su importancia), bien fuera aprovechando las todavía numerosas parcelas en el espacio intramural, bien dedicando sus esfuerzos a la puesta en cultivo de las riberas del Guadiana y de las fértiles huertas de aldeas como Ciruela, Valverde, La Poblachuela o Las Casas. Por debajo de todos ellos, finalmente, una masa informe y heterogénea de asalariados, bien urbanos, bien agrícolas, permanentemente sujetos a los vaivenes de la coyuntura y, por lo tanto, expuestos casi secularmente a una y mil penurias125. Hasta 1570, la presencia del elemento morisco en la ciudad había sido más bien escasa. Ya se ha hablado de ello. Baste decir, a título de recordatorio, que son pocas las noticias documentales que nos hablan de la morería ciudarrealeña. No obstante, lo más lógico es suponer que, al igual que

124 PHILLIPS, C. R.: Ciudad Real, 1500-1750. Growth, crisis and readjustment in the Spanish economy. Cambridge: Harvard University Press, 1979, p. 11. 125 Un acercamiento al discurrir de la ciudad durante la Edad Moderna en LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J. y CARRETERO ZAMORA, J. M.: «Ciudad Real en la Edad Moderna», en ESPADAS BURGOS, M. (coord.): Historia de Ciudad Real. Espacio y tiempo de un núcleo urbano. Ciudad Real: Excmo. Ayuntamiento de Ciudad Real-Caja de Ahorros de Castilla-La Mancha, 1993, p. 170. Véase también PHILLIPS, C. R.: op. cit.

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le ocurrió a las de las Cinco Villas, también ésta comenzara a experimentar síntomas de agotamiento social y demográfico. La llegada de los granadinos supondría, una vez más, un profundo y marcado cambio de percepción. De ella tenemos noticias desde marzo de 1571. El veintiocho de ese mes, el corregidor de la ciudad informaba de que, hasta esa fecha, el número de moriscos allí presentes ascendía a 2.894. Siguiendo las instrucciones del Consejo de Castilla habían sido repartidos por parroquias: la colación de Santa María albergaba a novecientos treinta y ocho; ochocientos treinta y uno la de Santiago y San Pedro a mil ciento veinticinco126. Sólo cuatro días antes, las autoridades locales de Picón y Moral de Calatrava habían reclamado de las de Ciudad Real la concesión de permisos de traslado para un total de cincuenta y seis granadinos «atendiendo a la gran cantidad dellos que hay en la dicha ciudad»127. El doctor Alonso de Cepeda, que así se llamaba el corregidor, accedió de mala gana, actitud que, como veremos, estaba en consonancia con las ya mencionadas contradicciones de las que fue protagonista la ciudad. A pesar de las escasas referencias con las que contamos, puede admitirse que los movimientos y traslados a los que se oponía Cepeda debieron ser bastante numerosos durante la primavera de 1571. El 13 de julio, el corregidor aún redactaba un informe final acerca de tal cuestión128. A los cincuenta y seis trasladados a Picón y Moral había que añadir veintisiete más que habían encontrado acomodo en otras villas, bien fueran castellanas, bien andaluzas129. La concesión de licencias, los traslados voluntarios y forzados y muy posiblemente las muertes, modificaron las cifras iniciales. Y lo hicieron a la baja. A principios del verano, los granadinos residentes en la ciudad eran 2.684. El dato procede de una nueva encuesta, efectuada durante el mes de junio tras la orden dada a tal efecto por Felipe II130. Aunque con retraso, Ciudad Real remitió el resultado de la pesquisa y gracias a esos datos, poseemos una herramienta de enorme utilidad a la hora de analizar la estructura demográfica de los recién llegados, cuestión en la que nos detendremos más adelante. Quedémonos ahora con la cifra. A principios del verano de 1571, Ciudad Real contaba con casi doscientos granadinos menos que en marzo. El desfase era patente, pero, ¿cómo explicarlo? Hasta ahora, y en contra de lo que ocurre para el resto de territorios manchegos, no contábamos con noticias referentes al volumen de fallecidos con motivo de la epidemia que mermó a los expulsados. No obstante,

126

AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.162. Fol. 18. AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.163. Fols. 11 y 13. 128 AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.163. Fols. 12. 129 Véase cuadro 11. 130 Archivo Histórico Municipal de Ciudad Real (en adelante AHM CR). Documento 145.Véase DOCUMENTO V. 127

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con los datos que ya conocemos, podemos hacer una estimación que, tomada con cautela, puede resultar ilustrativa. Sabemos que en marzo se censaron 2.894 granadinos. También nos es conocido que de Ciudad Real marcharon, al menos ochenta y tres (los 56 que fueron trasladados a Picón y Moral, más otros veintisiete que huyeron a diferentes lugares). Finalmente, nos consta que, en junio, la cifra de moriscos que se contaron ascendió a 2.684. Restando las salidas al número de llegados y contrastando dicha cifra con los presentes en junio, obtenemos un desfase de 127 individuos. No hay constancia firme de que dicho número pertenezca al total de fallecidos. El dato sólo es resultado de un razonamiento que puede ser puesto en duda porque no sabemos si pudo haber más salidas y tampoco contamos con las cifras de aquellos otros moriscos que pudieron llegar a la ciudad fruto del proceso inverso. No obstante, si admitimos un cierto margen de error y damos por válida dicha cifra, podríamos estar hablando de que el número de granadinos que falleció en Ciudad Real tras su llegada desde Granada pudo situarse entre el 4 y el 4,5% del total de los llegados en un primer momento, proporción que, no obstante, parece ser inferior a la del resto de territorios manchegos. Distinta cuestión es indagar acerca de la composición y estructura del grupo de los recién llegados. El cuadro 16 muestra que el reparto de los moriscos en la ciudad se hizo cumpliendo fielmente los dictados de la Corona, que ordenó que el mismo se hiciese atendiendo al objetivo de lograr la mayor dispersión posible. La ciudad contaba, en el siglo XVI, con tres parroquias, cabeza de otras tantas colaciones. Como hemos visto, el reparto de los granadinos se hizo respetando dicha división y del mismo resultó un patrón de asentamiento completamente diferente al establecido previamente. Tendremos ocasión de hablar de ello más adelante pero, por ahora, puede decirse que la llegada de los granadinos a Ciudad Real rompió con la tradicional adscripción de los cristianos nuevos a la colación de Santa María, situada en la parte occidental de la ciudad. En adelante, los moriscos quedaron dispersos por toda la ciudad y con ello, las relaciones de vecindario, la convivencia, el mundo del trabajo, la asistencia a los oficios divinos, las fiestas,... todo en definitiva, quedó impregnado de un sentido diferente, de una nueva forma de ver el día a día. No era para menos. En tan sólo unos meses, Ciudad Real había visto crecer su vecindario en casi tres mil individuos. Por desgracia, no contamos con datos de población para el momento mismo de la llegada de los granadinos. Los más cercanos a dicha fecha, los de 1561, nos ofrecen una cifra de 1.810 vecinos. Quizá ese número se hubiera visto aumentado hasta llegar a los 1.900 vecinos en 1571, toda vez que el vecindario de 1586 da una cifra de 1.986131. Por tanto, y si se aplica el coeficiente 3,75 hab./vecino,

131

LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J. y CARRETERO ZAMORA, J. M.: art. cit., p. 170.

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puede decirse que en la primavera de 1571 el censo de Ciudad Real rondaría una cifra de habitantes que podría situarse sin problemas entre los 7.000 y los 7.200 y que la llegada de los moriscos granadinos, habría supuesto un aporte extraordinario de hasta un 37,8% de la población existente hasta ese momento132. Distinta cuestión es tratar de conocer algo más acerca de la propia estructura del grupo. En este sentido, los informes remitidos al Consejo de Castilla en junio de 1571 contienen la virtud no sólo de especificar por parroquias, sino también de diferenciar por estado civil y por sexo. Ello, bien que con limitaciones, consiente un mínimo acercamiento a la configuración del colectivo, si quiera en sus caracteres básicos.

CUADRO 16. Moriscos en Ciudad Real. Junio 1571 Parroquia

Casados

Solteros

Solteras

Viudos

Viudas

Total

San Pedro Sta. Mª del Prado Santiago Total

426 (39,6%)

462 (43%)

112 (10,4%)

11 (1,1%)

63 (5,8%)

1.074

326 (35,3%) 434 (46,9%) 89 (9,6%) 268 (39,1%) 277 (40,4%) 105 (15,4%) 1.020 (38%) 1.173 (43,7%) 306 (11,4%)

21 (2,3%) 8 (1,2%) 40 (1,5%)

55 (5,9%) 27 (3,9%) 145 (5,4%)

925 685 2.684

FUENTE: AGS. Sección Cámara de Castilla. Legajo 2.162. Fols. 19, 20 y 21.

En primer lugar permite constatar que la población granadina llegada a Ciudad Real gozaba de unas enormes potencialidades demográficas. El elevado número de parejas (hasta un 38% de los censados está casado) y el relativo bajo número de hijos por matrimonio hace pensar que la mayor parte de las uniones, aún estaba en edad fértil. Los datos así lo avalan. Los matrimonios de San Pedro arrojan una media de 1,95 hijos por pareja; los de Santa María 1,13, sólo dos centésimas más que las censadas en Santiago. Creemos que el argumento se confirma cuando analizamos el número de hijos dependientes de viudos y viudas dado que en las tres parroquias se eleva hasta parámetros superiores a los 2 hijos por progenitor133. No cabe duda de que con dichas proporciones puede hablarse de un grupo que, al menos en teoría, aseguraba el reemplazo generacional a corto y medio plazo. 122 En conjunto, pues, los granadinos supondrían a partir de entonces un 27,43% de la población total, porcentaje que podría elevarse casi hasta el 30% si a los recién llegados sumáramos los antiguos. 133 Especialmente significativo es el hecho de que, en todos los casos, el dato sea superior cuando hablamos de hijos por progenitor varón (viudo): 3 en San Pedro, 2,52 en Santa María y 2,75 en Santiago, frente a los 1,57; 1,32 y 1,55 referentes a viudas.

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Finalmente, los padrones también sirven para confirmar la importancia económica del grupo morisco. El 64,19% de los granadinos llegados a Ciudad Real eran varones. A partir de 1571 la ciudad contó, por tanto, con más de mil setecientos potenciales trabajadores, cifra nada desdeñable si tenemos en cuenta, una vez más, que la población de la ciudad (incluyendo a varones, mujeres, nobles y gentes de iglesia de toda condición) superaba tímidamente los siete mil efectivos. La oligarquía dirigente de la ciudad supo verlo. Tan ingente cantidad de mano de obra sólo podía repercutir en una bajada de los salarios, con la consiguiente subida de la renta. Mateo Saz, el regidor encargado de remitir los informes al Consejo, era consciente de ello y por eso mismo se apresuró desde pronto a tratar de hacer ver a Felipe II que, no obstante el importante volumen del grupo, su llegada no había supuesto ningún problema pues con ellos «... se comenzó a labrar y cultivar la tierra y [como] entienden los vecinos el beneficio que de los nuevamente venidos habían recibido, les hicieron muy buen acogimiento, dándoles casas de morada y bastimentos a muy moderados precios de lo cual ellos han sido muy aprovechados y la ciudad muy beneficiada...»134.

No creemos, siguiendo el argumento de Carretero Zamora y López-Salazar que los estratos más bajos de la sociedad y muy especialmente los jornaleros y asalariados, pensaran de la misma manera135. Razón no les faltaba, ni a unos ni a otros. Esa es una más de las contradicciones que la instalación de los granadinos en Ciudad Real llevó aparejadas. Más adelante tendremos ocasión de analizarlo pero el hecho es que la llegada del grupo puede ponerse en íntima relación con el proceso de metamorfosis que la economía de la ciudad sufrió desde el mismo siglo XVI. En adelante, y debido a la propia presencia de los moriscos en la ciudad, se observará un mayor dinamismo del sector agrícola. Así lo vio en su día LópezSalazar, quien constató cómo el sector primario pasó de representar un 15,07% del total de actividades en 1550 a un 23,32 en 1586136. Su apreciación rompe radicalmente con la percepción, hasta ahora generalizada, de que los cristianos nuevos se dedicaron preferentemente al cultivo de las artes industriales pues aquí su laboreo fue más bien de otro calado. Cuestión bien distinta es cómo y de qué manera dichas tareas afectaron en mayor o menor medida a los precios de la tierra, a los salarios y a la renta. Sin embargo, de lo que no cabe duda es de que los granadinos contribuyeron en no poca medida a acentuar el proceso de incipiente ruralización que

134

Citado por LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit, p. 66. LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J. y CARRETERO ZAMORA, J. M.: art. cit, pp. 170-172. 136 LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: «Estructura socioprofesional de Ciudad Real en la segunda mitad del siglo XVI», en 20.000 km2, XI-XII, otoño-invierno 1977, pp. 51-92. 135

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la ciudad vivió desde el último cuarto del Quinientos, si bien es cierto que el mismo ya era patente antes incluso de su llegada. Suponemos que el papel de las elites dirigentes y de la oligarquía propietaria también pudo tener algún efecto en dicho proceso. Sin embargo, también es preciso señalar que la importancia de los moriscos en el cultivo de la tierra es más que patente en la ciudad. Los protocolos notariales dan muestra de ello. También de cómo otra minoría, la dirigente, supo lucrarse con la llegada del grupo pues en un nada desdeñable porcentaje de las ocasiones fue ese grupo el que con más frecuencia y en mayor medida se vio beneficiado por el asentamiento de los moriscos. Arrendamientos, compra-ventas, constituciones de censos, asociaciones comerciales, contratos de trabajo,... son muestra de ello. Como protagonistas: de un lado, los Treviño, los Carrillo, los Loaysa, los Muñoz,... familias, todas ellas, de vieja raigambre en Ciudad Real. Del otro, los Albaycín, los Carmona, los Mendoza, los Alhama y los Alhambra menos altos de alcurnia, menos limpios en sangre, quizá más emprendedores, sin duda la parte subordinada en la mayor parte de esos tratos y contratos. 3.2.4. Nuevos proyectos de reparto Ciudad Real es exponente de la precariedad y precipitación con la que se efectuó el reparto. Es muy posible que, en 1571, la ciudad necesitara mano de obra; es igualmente probable que la llegada de los granadinos provocase la reactivación y consolidación de la economía de la ciudad; incluso es verosímil creer que la llegada de un contingente tan numeroso no supusiera, en principio, problema alguno, ni para las autoridades municipales ni para los miembros de la oligarquía urbana. Sin embargo, las potencialidades económicas que llevó aparejadas la llegada de los granadinos no fueron motivo de especial atención en ese momento, al menos desde la Corte. Castilla acababa de salir de una guerra y los vencidos, bien que mermados, se encontraban dispersos por todo el reino. Su destierro no era sino el reflejo de un intento desesperado por solucionar el problema planteado en Granada pero para llevarlo a buen término era necesario que los rebeldes quedaran aislados unos de otros y a la luz del resultado que arrojó el reparto efectuado durante el invierno de 1570-1571 todo parecía haber quedado a medio a hacer. Por ello, finalizado éste, aún habría, en los siguientes meses, múltiples tentativas por parte de las autoridades castellanas de equilibrar una situación que, como ha podido verse, era a todas luces incoherente con lo pretendido. El propio informe que serviría de base para conocer la situación de los granadinos tras su asentamiento definitivo en Castilla, fue tomado como punto de partida para un segundo proceso que debía concluir con una mayor y más correcta dispersión de los moriscos por tierras de Castilla, sobre todo en su parte norte. Para ello, los territorios de la Meseta sur, y muy especialmente los de La Mancha serían punto de arranque.

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La requisitoria de Madrid para que, junto a las cifras de moriscos, se remitiera información acerca de los medios y posibilidades económicas que ofrecía cada localidad, así como del número de habitantes de cada una de ellas es muestra de que el plan previsto dejaba atrás la falta de previsión que ya hemos observado para el primer reparto. El proyecto contemplaba la posibilidad de que amplios grupos de moriscos se desplazaran desde las principales zonas de acogida y se instalaran en tierras de Castilla la Vieja, Asturias e incluso Galicia. Pese a la tentativa, el proyecto no llegó a materializarse nunca. «No obstante es interesante considerarlo ya que constituye el sueño de Felipe II. Es el reparto ideal; el que de haber sido realizado, hubiese permitido eliminar el problema morisco en Castilla»137. El cuadro 17 puede ofrecernos una idea bastante aproximada de lo que, a un nivel meramente cuantitativo, supusieron las intenciones del Consejo de Castilla. Las comarcas más afectadas por el plan fueron La Mancha propiamente dicha (partido Quintanar) y los campos de Montiel (partido de Infantes) y de Calatrava (partido de Almagro); es decir, aquellas en las que el reparto invernal había generado unas densidades de población morisca más altas. En el extremo opuesto, Ocaña, el Priorato y, sobre todo, Almodóvar. En principio, Ciudad Real no parecía contar en los planes del Consejo, situación poco creíble si se tiene en cuenta la importancia del volumen de moriscos que allí se concentraron. La situación en Alcaraz es algo más compleja. El Consejo supo ver que el número de granadinos asentados en el partido serrano era, a todas luces, reducido. Los casi tres mil ochocientos kilómetros cuadrados de su territorio parecían suficientes para albergar a más moriscos, incluso a pesar de sus limitaciones económicas. Fue por ello por lo que se pensó en dicha demarcación como punto de destino final de otros doscientos individuos procedentes de Murcia, Lorca y Cartagena, ciudades que acogieron a un importante volumen de granadinos, incluso a pesar de estar inicialmente exentas del reparto138. El partido de Alcaraz (con las villas de señorío eximidas de él), fue, por tanto, la única comarca manchega que, según lo previsto en el plan de 1571, debía recibir moriscos en lugar de expulsarlos. No obstante, las cifras, tomadas como tales, pueden ser engañosas o al menos llevar a una interpretación que, cuando menos, puede pecar por defecto. De nuevo todo aparece más claro si el dato obtenido como resultado del análisis del propio plan, se pone en relación con la encuesta que precedió a su gestación. Dicho de otro modo, sólo puede descubrirse la intención del Consejo si las cifras que se derivan del plan de reparto se conjugan con los datos de población de cada comarca. Es así como verdaderamente se comprende que el proyecto ideado por la Corona sí contó en esta ocasión con el aval de la cordura. 137 138

VINCENT, B.: «La expulsión de los moriscos...», en VINCENT, B.: op. cit., p. 246. AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.162. Fol. 73.

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CUADRO 17. El plan de reparto de 1571 en los territorios de La Mancha Estancias Demarcación

o

Orden de Santiago Partido de Uclés(1) Partido de Ocaña(1) Partido de Quintanar Partido de Infantes Orden de Calatrava Partido de Almagro(1) Partido de Almodóvar Priorato de San Juan Partido de Alcaraz Ciudad Real(4) Marquesado de Villena

Salidas

Llegadas o

n

%

n

%

482 850 1.768 1.318

200 579 520 400

41,49 68,11 29,41 30,34

282 271 1.248 918

58,51 31,89 70,59 69,66

2.657 260 825 190(2) 2.684 2.966

498 235 549 190 – 900

18,74 90,38 66,54 100 – 30,34

2.159 15 276 0(3) – 2.066

81,26 5,77 33,46 – – 69,66

(1) Incluye territorios desmembrados. (2) Se incluyen los diez moriscos de Cebreros no contabilizados por la Cámara de Castilla. (3) No salen. Prevista la llegada de doscientos procedentes del Reino de Murcia. (4) Sin datos. FUENTE: AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.162. Diversos folios.

Esa sensatez queda de todo punto demostrada cuando analizamos los datos relativos a la proporción de moriscos sobre el total de la población. El mapa 6 demuestra que lo perseguido desde Madrid —«lo ideal, lo soñado» que remarcara Vincent—, era un proyecto digno de consideración y únicamente pretendía ajustar el reparto a la realidad demográfica de la Castilla del momento. En ese sentido, el patrón de asentamiento estipulado por la Corona perseguía fijar la cifra de un morisco por cada 12-16 cristianos viejos, o lo que es lo mismo, lograr unas proporciones de población morisca que se situaran entre el 1 y el 2,5% del total de población (mapa 6, fig. II). Desconocemos, por el momento, si lo observado en La Mancha se cumple en el resto de territorios de Castilla, pero la coherencia de las cifras y lo explícito del mapa resultante avalan el hecho de que ello pudiera ser así. Evidentemente, justo es reconocerlo, la pauta no se cumple al cien por cien dado que en localidades como Villar del Pozo, Cabezamesada, Alcázar o Riopar, entre otras, se superó el citado porcentaje, pero el hecho de que ciento treinta y siete de las ciento ochenta y cuatro localidades comprendidas en nuestro estudio se acoplen al modelo planteado, debe hacernos concluir que el plan de la Corona pudo tener como cifras de referencia los mencionados valores.

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FUENTE: AGD. Sección Cámara de Castilla. Legs. 2.160 y 2.162. Diversos folios.

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MAPA 6. La llegada de los granadinos a La Mancha y los planes de reparto del Consejo de Castilla (comparativa)

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Para lograrlo, hubiera sido necesario, no sólo la salida de los contingentes mencionados sino, además, una redistribución a nivel interno, a escala comarcal. Como consecuencia de esos movimientos, unos pueblos — la mayoría— perderían habitantes. Otros, sin embargo, los ganarían y verían aumentadas sus densidades de población morisca. La casi totalidad de las villas calatravas de Almagro o las de los partidos de Quintanar y Ocaña son ejemplo de lo primero. El partido de Almodóvar y las villas de la comarca de Alcaraz (en color sepia en la figura I del mapa 6 y por lo tanto sin moriscos) de lo segundo. Nada de ello sucedió. Ni los moriscos del Campo de Calatrava fueron a Galicia y a Toro139, ni los del Marquesado a Logroño140, ni los del Priorato marcharon a las Merindades de Burgos141. Tampoco los de Santiago llegaron nunca a ponerse bajo la tutela del duque del Infantado, ni a avecindarse en Cuenca142. La situación y número de los moriscos granadinos asentados en La Mancha, al igual que la de todos los exiliados que hicieron su entrada en Castilla en el invierno de 1570-71, siguió siendo la misma que antes de la concepción del plan que preveía embarcarlos en un nuevo viaje a través de las tierras del interior peninsular. Con posterioridad a ello sólo se dieron algunos movimientos puntuales, tendentes a reequilibrar la situación de los asentados en las zonas andaluzas y debido a los cuales se vieron afectados los territorios del partido de Ocaña y la villa de Almadén. A la villa minera llegaron veintinueve143. En Ocaña, y según la relación que el comisario Martín Noguera entregó al gobernador, fueron avecindados 1.169 moriscos más. En dicho listado consta que setecientos cincuenta y cinco fueron ubicados en Ocaña, 144 más en Santa Cruz, 131 en Villarrubia, 81 en Villatobas y 58 más en Dos Barrios, todos procedentes de Úbeda, Baeza y Villanueva del Arzobispo, territorios jienenses en los que, por su cercanía al reino de Granada, las autoridades estimaron conveniente y oportuno que no quedaran excesivos contingentes de granadinos, aun a pesar de perder una valiosa mano de obra en trabajos mecánicos pues los instalados en el partido de Ocaña eran, en su mayoría, cereros, cuchilleros, cantareros, tintoteros y herreros144.

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AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.162. Fols. 76-77. El grueso de los asentados (971 de 2.066) debía ir a parar a la ciudad riojana. El resto a tierras de Sahagún, de los condados de Castañeda y Santiesteban de Gormaz y a diversos puntos de la Alcarria (Hita, Sigüenza, Jadraque y Torija) y de Castilla la Vieja (Carrión de los Condes,...). AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.162. Fols. 194 y 195. 141 AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.162. Fol. 153. 142 AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.162. Fols. 143 y 151. 143 AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.163. Fol. 121. 144 AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.164. Fol. 16. 20.XII.1571. 140

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IV. CUANTIFICACIÓN: DE GRUPÚSCULO A MINORÍA CUALIFICADA «...eran entregadísimos sobremanera al vicio de la carne (...) no guardándose lealtad unos a otros, ni respetando parientes a parientes, sino llevándolo todo a rienda suelta, y tan sin miramiento a la ley natural y Divina, que no avía remedio con ellos [y] su intento era crecer y multiplicarse en número como malas yerbas y verdaderamente que se habían dado tan buena maña en España que ya no cabían en sus barrios ni lugares; antes ocupaban lo restante y lo contaminaban todo. Y multiplicauánse en estremo, porque ninguno dexaua de contraer matrimonio y porque ninguno seguía el estado anexo a la esterilidad de generación carnal poniéndose freyle, ni clérigo, ni monja, ni avía continente alguno entre ellos, hombre ni mujer, señal clara de su aborrecimiento con la vida honesta y casta»1.

Los apologistas —entre ellos Aznar Cardona—, fueron los padres de una de las ideas que con más éxito y continuidad se han transmitido acerca de la minoría morisca: su tremenda fecundidad y su extremada tendencia a la proliferación desmesurada. Como consecuencia de ello, juicios como el que abre este capítulo son bastantes frecuentes a lo largo y ancho de toda la historiografía. Solo dos años después de la publicación de la obra de Aznar Cardona, Juan Ripol, no obstante su mesura a la hora de criticar a la minoría, se mostraba seguro de que su Ley [la de los moriscos, se entiende] inclinaba claramente a los vicios de la carne2. El argu1 AZNAR CARDONA, P.: Expulsión iustificada de los moriscos españoles y suma de las excellencias christianas de nuestro Rey Don Felipe el Catholico Tercero. Huesca: Pedro Cabarte, 1612, (II, cap. X, fol. 35 v.o) y (II, cap. XI, fol 36 r.o-v.o). (BNM, Sección Raros y Manuscritos, R/2.856). 2 RIPOL, J.: Diálogo de consuelo por la expulsión de los moriscos de España. Pamplona: Nicolás de Assyain, 1613. Fol. 6 r.o (BNM. Sección Raros y Manuscritos, R/14.165). Existe ya una edición comentada y anotada de esta obra. Vid. TALAVERA CUESTA, S. y MORENO DÍAZ, F. J.: Juan Ripol y la expulsión de los moriscos. Zaragoza: Institución ‘Fernando el Católico’, 2008.

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mento fue tomado en toda su amplitud por los autores del siglo XIX. Boronat, Menéndez Pelayo, Lea, Muñoz y Gaviria e incluso el propio Cánovas se mostraron partícipes de una idea que habían heredado de la lectura sistemática de los apologistas y que lograrían transmitir a la historiografía posterior. Afortunadamente, en los últimos años se ha producido un replanteamiento del tema, fruto, sobre todo, de la incorporación a la investigación de nuevas fuentes que han terminado por desterrar viejas creencias en torno al comportamiento demográfico de la minoría y a su supuesta prodigalidad. En ese replanteamiento ha tenido mucho que ver el empleo de los registros parroquiales. Su utilización ha supuesto la incorporación de una utilísima herramienta de análisis. Tendremos ocasión de hablar de ello más adelante. Sin embargo, también es importante tener en cuenta que el empleo de las fuentes clásicas (padrones, censos, listados fiscales,...), siempre que suponga la asunción de un criterio interpretativo global, también puede arrojar conclusiones hasta ahora parcialmente ocultas, fruto no tanto de la dejadez de la investigación en este sentido como de la parcelación a la que dicho análisis ha estado sometido.

4.1. Evolución demográfica Cuando se produce la llegada de los granadinos, La Mancha está inmersa en un palpable proceso de crecimiento económico y demográfico. Ya se ha visto cómo, hasta ese momento, la presencia del elemento morisco en el territorio era poco menos que puntual, pues dejando de lado el Campo de Calatrava, el número y significación de las pequeñas comunidades moriscas que aún se mantenían activas eran casi anecdóticos. Por contra, desde 1571 amplias zonas del territorio se vieron pobladas de cristianos nuevos. Las alteraciones del patrón de asentamiento de las comunidades moriscas fueron patentes, sobre todo en las comarcas manchegas y en los campos de Montiel y Calatrava. Allí se concentraron los contingentes más amplios y de allí saldrían en 1610 los grupos más numerosos. En el intervalo, cuarenta años llenos de cifras, de subidas y bajadas y de evoluciones dispares que terminan con el exilio de más de quince mil personas. También tendremos ocasión de abordar esta cuestión. Para ello, y como paso previo, se hace necesario conocer los instrumentos que la investigación pone a nuestra disposición para descifrar los entresijos de la evolución demográfica de la minoría. Ya hemos señalado más arriba que la incorporación de las fuentes parroquiales resulta de una gran utilidad a la hora de aproximarnos a dicha realidad. No obstante, lo parcelado de dicha documentación, lo complicado que suele resultar el acceso a la misma y, por qué no, también lo disperso de la información que proporciona en un conjunto territorial tan amplio como el nuestro, hacen

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necesario recurrir a las ya mencionadas fuentes clásicas. En este sentido, creemos que resultaría erróneo afirmar que no existe una base documental lo suficientemente sólida como para proceder al análisis demográfico de la minoría en tierras manchegas. Lo que no es tan inexacto es defender que esa misma información se encuentra dispersa y que ha sido esa dispersión la que, hasta el momento, nos ha impedido contar con una visión de conjunto acerca de la evolución del grupo cristianonuevo. La Mancha fue, en la Edad Moderna, un territorio excesivamente parcelado desde el punto de vista jurisdiccional. Dejando aparte el régimen señorial, actuaron sobre el territorio tres órdenes militares, tres obispados, tres tribunales inquisitoriales y dos tribunales supremos. Todos ellos tuvieron una implicación más o menos directa en el asunto morisco; todos, desde el Arzobispo de Toledo hasta, por ejemplo, el corregidor de Alcaraz tuvieron que tomar algún tipo de decisión en torno a la minoría. Sacerdotes, regidores, comendadores, caballeros, jueces, inquisidores,... todos participaron de la gestión del asunto y contribuyeron —no sabemos si entonces, pero ahora sí— a hacer más complicada la gestión de un problema ya difícil de administrar de por sí. Esa parcelación se hace más patente aún cuando hacemos referencia a asuntos de especial relevancia como el del control del grupo; y ninguna parcela tan importante en este sentido como la que hace mención a su composición numérica. En este sentido, los distintos censos encargados por las diferentes administraciones trataron de resolver «la preocupación primordial desde la llegada de los granadinos (...): que se sepa en qué lugares viven [los moriscos] y en qué número, que no se ausenten de las localidades que se les han asignado y en las que están alistados»3. Afortunadamente y gracias a que el desvelo de las autoridades se mantuvo vigente durante los cuarenta años que el grupo granadino permaneció en Castilla, contamos a día de hoy con una herramienta interpretativa de especial importancia a la hora de conocer la evolución demográfica de la minoría. A lo largo de las casi cuatro décadas que mediaron entre la llegada de los granadinos a Castilla y su expulsión definitiva, fueron al menos cinco, los intentos por localizar numérica y geográficamente a los moriscos. El primero de ellos fue el informe encargado por el Consejo de Castilla para conocer cuál había sido el resultado definitivo del reparto de los granadinos. Sus datos, como hemos visto, también sirvieron de base para la preparación del nonato plan de reubicación. Diez años después, en 1581, se elaboró un nuevo censo, general a toda Castilla, y cuya confección, al igual que en 1571, corrió a cargo de las autoridades locales. Posteriormente, en 1589, un nuevo recuento se hizo necesario. Su ejecución corrió a cargo de los párrocos locales y, aunque el proceso de elaboración del

3

GARCÍA-ARENAL, M.: Inquisición y moriscos... op. cit, p. 12.

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mismo fue misión de los inquisidores, su organización se hizo atendiendo a la estructura territorial definida por los obispados4. Finalmente, en 1609 se procedió a un nuevo recuento, el cuarto, quizá como paso previo a la expulsión5. Contamos, por tanto, con un volumen de cifras lo suficientemente importante como para poder trazar, en sus líneas generales, la evolución demográfica de la minoría en nuestro territorio. No obstante, y en aras de una mayor claridad, quizá sea pertinente hacer algunas precisiones que pueden ayudarnos a entender la gestión que de esas cifras hemos hecho en nuestro trabajo. En lo que se refiere a las listas de 1581 cabe tener en cuenta que presentan ciertos problemas de interpretación, sobre todo derivados del hecho de que sus cifras, en el Arzobispado de Toledo, fueron organizadas por arciprestazgos. Ello nos permite contar con el dato global de moriscos asentados en las vicarías de Alcaraz y Ocaña (coincidentes con los respectivos partidos) pero no nos consiente aceptar las de Ciudad Real, cuyo arciprestazgo se extendía, además de a la propia ciudad, a parte del Campo de Calatrava y a ciertos pueblos situados al norte de una y otro y no englobados en nuestro trabajo. El censo de 1589 presenta no menos inconvenientes. También lo conocemos gracias a Lapeyre6. Sus datos permiten completar por entero los territorios del Priorato de Uclés (partidos de Uclés y Quintanar) al tiempo que ofrecen datos muy dispersos para algunas de las localidades almodovareñas de Calatrava. Nada más. No hay datos ni para Ocaña ni para Infantes (Orden de Santiago), ni para el Priorato de San Juan, ni para el marquesado de Villena y el resto de territorios calatravos. Por su parte, los datos referentes al año 1594 fueron publicados por García-Arenal a partir de los documentos custodiados en el Archivo Diocesano de Cuenca7 y proceden de la ya citada encuesta organizada por los tribunales inquisitoriales. Gracias a ellos contamos, de nuevo, con cifras completas para los partidos de Uclés y Quintanar. A ellas viene a unirse la parte conquense de la gobernación de Villena, para la cual no contábamos con datos hasta esta fecha. Igualmente, del mismo trabajo proceden las cifras que, para 1589, ofrece la mencionada autora y que coinciden con las de Lapeyre. Datos 4 Todos estos censos se localizan en los legajos 2.183 y 2.196 de la Sección Cámara de Castilla y fueron publicados por Tomás González en Censo de población de las provincias y partidos de la Corona de Castilla, Madrid, 1829 y por HENRY LAPEYRE: op. cit. Para los conquenses véase GARCÍA-ARENAL, M.: «Los moriscos de la región de Cuenca según los censos establecidos por la Inquisición en 1589 y 1594», en Hispania, vol. 38, n.o 138 (1978). 5 Sus cifras, junto a las del propio destierro han sido publicadas, también en esta ocasión, por Lapeyre. LAPEYRE, H.: op. cit., pp. 198-200. 6 Ibídem, pp. 136-138. 7 Libro 210. GARCÍA-ARENAL, M.: «Los moriscos de la región... art. cit.»

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REALIDADES HISTÓRICAS

131

que, por otro lado han sido cotejados con los del documento equivalente custodiado en la Biblioteca Nacional de Madrid8. La diferencia entre las cifras obtenidas por Lapeyre en Simancas y las tomadas del Archivo Diocesano de Cuenca por García-Arenal, no estriba en los propios números (que tras el cotejo han resultado idénticos), sino en la organización de los mismos. Los procedentes de Simancas son el resultado de resumir las encuestas realizadas por las distintas diócesis y por tanto están ordenados y sintetizados en función de dichas demarcaciones. Por su parte, los que se custodian en Cuenca, únicamente se refieren a dicho obispado y son menos sistemáticos en cuanto a su organización pero incluyen valiosos comentarios acerca del modo de vida, condición social, religiosidad,... de las comunidades censadas, por lo que resultan mucho más atractivos desde el punto de vista cualitativo. En todo caso, y dado que el resto de territorios no pertenecía ni al obispado ni al tribunal de Cuenca, ninguno de los dos autores menciona nada acerca de los pueblos del Partido de Infantes y la parte meridional del marquesado de Villena. Tampoco sabemos nada de los territorios de Calatrava (Almagro y Almodóvar), ni del Priorato, ni de Alcaraz, pertenecientes al tribunal de Toledo. Atendiendo a los vacíos detectados, se ha tratado de completar las cifras para dichos territorios recurriendo a la consulta de documentación fiscal, no tan rica como los citados censos pero sí lo suficientemente explícita como para que su análisis permita resolver parcialmente los problemas planteados por la ausencia general de datos para gran parte de las demarcaciones objeto de estudio. Los datos extraídos de dichas fuentes han sido señalados en cada uno de los lugares correspondientes en negrita y son los siguientes: a) Para 1571, ya nos es conocido, se han sistematizado localidad por localidad las cifras que ofrecen los propios informes derivados del asentamiento de los granadinos9. b) Junto a ello y para 1581-1586 y 1593-1596 se han extraído datos a partir de los papeles de Hacienda, que contienen las averiguaciones de rentas y alcabalas que se hicieron en esos años y, por extensión, cifras precisas, incluso a veces listas nominales, de los habitantes de cada localidad. Ello nos ha permitido completar los datos del Partido de Infantes al completo y acercarnos a los de la Orden de Calatrava, Priorato de San Juan y partido de Alcaraz10. Por desgracia, 8

BNM. Sección Raros y Manuscritos. R-18.432. Los datos referidos a moriscos en AGS. Cámara de Castilla. Leg. 2.162. Diversos folios. Para el conjunto de la población en LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., pp. 666-670. 10 No para todas las localidades, lo cual no quiere decir que en las que no censan moriscos no los hubiera. La no aparición, por tanto, puede responder bien a la ausencia, bien 9

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FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

los datos concernientes al partido de Ocaña no han podido ser localizados en ningún caso. Finalmente, los padrones fiscales de 1586 también proporcionan datos para Ciudad Real y ya fueron publicados por el profesor López-Salazar11. c) Por contra, y aunque sea parcialmente, contamos con las cifras de casas para esos territorios en 159112. Por último, disponemos de datos más o menos completos para el momento de la expulsión. Las cifras, como ha quedado dicho más arriba, fueron publicadas por Lapeyre y sólo ofrecen lagunas para el Priorato de San Juan (de donde, al tenor de los datos, parece que sólo fueron expulsados moriscos de Consuegra) y para el partido de Uclés, donde resulta muy difícil admitir que en el momento de la expulsión no quedara ni un solo morisco. Esta última sospecha se confirma con los datos de otro informe datado en 1609 en el que sí aparecen cifras para la villa de Uclés. En este sentido, todo parece indicar que el recuento utilizado por Lapeyre no fue el único que se realizó en aquellas fechas. El informe en cuestión se firmó el 17 de diciembre de 1609 y fue remitido al Consejo de Estado por Bartolomé de Aguilar. Sus datos no coinciden exactamente con los ofrecidos por Lapeyre puesto que, además de incluir menos localidades, las cifras que ofrece son siempre superiores. Ello nos empuja a pensar que, muy probablemente, fue elaborado con anterioridad al citado por Lapeyre, lo cual puede indicar que, ya en esas fechas, el éxodo había comenzado, aun a pesar de que la orden de expulsión para los moriscos castellanos no se hubiera promulgado todavía13. La toma en consideración de los datos que arrojan dichas fuentes ha permitido sistematizar los cuadros 18 a 2714, en los que queda plasmada la evolución demográfica de la minoría organizada por partidos. Como, además, contamos con datos precisos acerca de la población de cada comarca en las mismas o parecidas fechas, la inserción de dicha evolución en el contexto general de La Mancha también ha sido posible y ha permitido situar a la minoría en un contexto que, creemos, rebasa el suyo propio15. al hecho de que el escribano de los listados correspondientes no creyera oportuno diferenciar entre cristianos viejos y nuevos, bien, incluso, a que los moriscos no fueran pecheros. 11 LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: «Estructura socioprofesional de…», pp. 51-92. 12 AGS. Sección Guerra Antigua. Leg. 339. Exp. 23. También para Calatrava y San Juan. 13 El informe en RAH. 9-6436-8. Contamos con dichas cifras gracias a la generosidad del profesor Rafael Benítez Sánchez-Blanco, que, como resultado de una de sus múltiples pesquisas en la Academia de la Historia, las puso a nuestra disposición. Vaya desde aquí nuestro agradecimiento por ello. 14 Un cuadro para cada comarca o partido. Se incluyen, indistintamente los territorios pertenecientes a las órdenes militares y los de jurisdicción señorial. 15 Cifras de población para La Mancha en LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., pp. 666-675.

POB.

– 2,74 2,78 6,09 – – 5,01 2,17 3,36 3,10 3,02 10,6 3,93 4,44

30 61 0 0 19 14 95 24 12 186 19 482

1.080 1.002 53 281 379 644 2.829 774 398 1.754 484 10.855

TOTAL

% POB.

– 22

MORISCOS

375 802

TOTAL

POB.

1.080 750 38 319 394 739 2.933 979 514 1.763 420 11.047

139 979

(1586)

TOTAL

(1) Las cifras en cursiva pertenecen al censo de 1597. (2) Cifra de diciembre de 1609.

Acebrón Almendros Fuente de Pedro Naharro Horcajo Moraleja Pozorrubio Rozalén Saelices Tarancón Torrubia Tribaldos Uclés Villarrubio Totales

Localidad

11 19 – – 8 – 47 – 13 57 4 162

– 3

MORISCOS

1589

1,02 2,53 – – 2,03 – 1,60 – 2,53 3,23 0,95 1,46

– 0,30

TOTAL

% POB.



















VAR.

POB.

1.129 1.099 23 – 364 859 3.173 1.035 450 1.796 476 11.601

312 885

(1591)

TOTAL

8 29 – – 5 – 56 19 18 57 – 200

– 8

MORISCOS

1594

0,71 2,64 – – 1,37 – 1,76 1,83 4,00 3,17 – 1,72

– 0,90

TOTAL

% POB.



















VAR.

POB.

1.350 1.500 4 263 465 829 2.711 1.088 488 1.980 402 12.281

263 938

(1604)(1)

TOTAL

– – – – – – – – – 40(2) – –

– –

MORISCOS

– – – – – – – – – 2,02 – –

– –

TOTAL

% POB.

1609-1610

– –



– – – – – – – – –

– –

VAR.

12:51

1571

6/2/09

CUADRO 18. Evolución demográfica de los moriscos del Partido de Uclés

05_Parte 2 Página 133

REALIDADES HISTÓRICAS

133

10,2 2,00 2,24 2,43

249

46 43 850(1)

2.439

2.296 1.918 34.969

– 2.385 35.641

2.595



4.961 2.906 2.483 761 – 1.215 11.888 244 139 4.440 1.624

2.132(2)

MORISCOS

5,98

TOTAL

% POB.



VAR. TOTAL

2.738 2.381 41.877

2.779

416

5.014 3.060 2.505 690 2.963 1.260 11.726 – 165 4.466 1.714

(1591)

MORISCOS

1594

Sin contar los llegados en noviembre de 1571 (en total 1.169). Ténganse en cuenta los aportes de noviembre de 1571. Las cifras en cursiva pertenecen al censo de 1597. El recuento de 1609 ofrece una cifra de 860 casas (aprox. 3.225 personas) para el conjunto del partido.

3,27

9

275

TOTAL

(1586)

POB. TOTAL

% POB. VAR.

2.483 2.524 37.648

2.681



5.183 3.127 2.498 675 – 1.268 11.153 195 236 4.125 1.500

(1604)(3)

TOTAL

POB.

2,91

120

2.428(4)

6,45

11,6

15,7

1.755

312

4,65

TOTAL

% POB.

241

MORISCOS

1609-1610











VAR.

134

(1) (2) (3) (4)

– 2,16 – 9,19 1,64 1,68 2,89 3,13 – 1,13 –

0 58 0 57 50 16 279 8 0 35 0

TOTAL

% POB.

3.750 2.683 1.961 620 3.050 954 9.654 256 150 3.088 1.875

MORISCOS

1581

12:51

Colmenar de Oreja Dos Barrios Estremera Fuentidueña Mora Noblejas Ocaña Ontígola Oreja Sta. Cruz Zarza Valdearacete Villamanrique de Tajo Villarejo de Salvanés Villarrubia de Sgo. Villatobas Totales

POB.

TOTAL

POB.

6/2/09

Localidad

1571

CUADRO 19. Evolución demográfica de los moriscos del Partido de Ocaña

05_Parte 2 Página 134

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

POB.

7,42 4,72 5,24 7,40 3,23 7,76 7,74 3,32 9,22 – 5,71 4,65 5,00 4,98 4,98 5,59

223

249 51

10

188 39

49 236

– 193 161

81 118

102 1.768

4.723

4.749 689

310

2.423 504

1.474 2.561

375 3.381 3.461

1.619 2.368

2.048 31.601

TOTAL

% POB.

68

MORISCOS

916

TOTAL

POB.

148 1.672

128 –

– 170 138

62 265

162 67



261 69

172

30

MORISCOS

5,88 4,96

9,30 –

– 4,88 3,48

4,89 9,05

6,58 9,39



5,28 9,20

3,36

3,03

TOTAL

% POB.

































VAR.

POB.

2.790 35.581

1.335 2.828

401 3.889 4.260

1.376 2.591

2.790 810

368

5.040 750

5.310

1.043

(1591)

TOTAL

156 1.498

– 158

– 160 68

67 221

134 22



232 86

194



MORISCOS

5,59 4,21

– 5,58

– 4,11 1,60

4,87 8,53

4,80 2,71



4,60 11,4

3,65



TOTAL

% POB.

































VAR.

POB.

2.813 34.586

1.500 2.400

263 3.000 4.500

1.425 2.963

2.813 938

375

4.605 750

5.678

563

(1604)

TOTAL

250 1.098

194 269

255

130

MORISCOS

8,89 3,17

6,47 5,98

9,06

2,82

TOTAL

% POB.

1609-1610













VAR.

REALIDADES HISTÓRICAS

2.516 33.699

1.376 2.516

360 3.480 3.960

1.268 2.929

2.460 713

323

4.943 750

5.115

990

(1586)

TOTAL

1594

12:51

Cabezamesada Campo de Criptana Corral de Almaguer Hinojosos Miguel Esteban Mota del Cuervo Pedro Muñoz Puebla de Almoradiel Quintanar Sta Maria de los Llanos Socuéllamos Toboso (El) Villa de Don Fadrique Villamayor Villanueva de Alcardete Totales

Localidad

1589

6/2/09

1571

CUADRO 20. Evolución demográfica de los moriscos del Partido de Quintanar

05_Parte 2 Página 135

135

21 14 26 39 0 0 5 31 35 320 89 48 14 0 138 16 37 0 40 68 31 346 1.318 2,42 2,69 3,35 3,02 – – 0,44 2,90 3,70 7,76 9,43 9,49 3,02 – 5,46 2,90 2,47 – 2,31 3,60 2,34 7,98 4,90

TOTAL

% POB.

POB.

829 360 420 1.260 – 90 960 1.005 638 3.495 761 465 203 79 2.385 484 1.144 41 1.102 1.853 1.058 4.691 23.323

(1586)

TOTAL

0 3 21 30 – – 0 23 37 360 97 2 0 0 161 20 26 – 27 29 0 – 836

MORISCOS

– 0,83 5,00 2,38 – – – 2,29 5,80 10,30 12,74 0,43 – – 6,75 4,13 2,27 – 2,45 1,56 – – 3,58

TOTAL

% POB.



































VAR.

POB.

1.140 439 709 1.335 94 75 1.166 1.155 608 3.296 728 416 383 87 2.891 596 1.073 41 1.556 1.803 1.249 5.614 26.454

TOTAL

67 41

MORISCOS

5,80 6,74

TOTAL

% POB.





VAR.

POB.

1.091 450 840 1.545 161 113 1.433 1.560 529 3.938 829 405 349 68 3.878 615 1.309 53 1.759 2.040 1.463 6.041 30.469

(1597)

TOTAL

958 1.813(1)

240

361 254

MORISCOS

15,8 5,95

6,19

9,17 30,6

TOTAL

% POB.

1609-1610











VAR.

136

(1) El recuento de diciembre de 1609 proporciona una cifra de 568 casas para todo el partido (aprox. 2.130 personas)

869 520 776 1.292 30 90 1.130 1.070 946 4.126 944 506 464 135 2.527 552 1.499 98 1.735 1.891 1.325 4.336 26.861

MORISCOS

1591

12:51

Albaladejo Alcubillas Alhambra Almedina Cañamares Carrizosa Castellar de Sgo. Cózar Fuenllana Membrilla Montiel Ossa de Montiel Puebla de Montiel Sta. Cruz Cáñamos Solana (La) Terrinches Torre Juan Abad Torres Torrenueva Villahermosa Villamanrique Vva de los Infantes Totales

POB.

TOTAL

1581-1586

6/2/09

Localidad

1571

CUADRO 21. Evolución demográfica de los moriscos del Partido de Infantes

05_Parte 2 Página 136

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

POB.

Alcázar de S. Juan 6.004 Arenas de S. Juan 690 Argamasilla de Alba 1.481 Camuñas 735 Consuegra 3.892 Herencia 1.526 Madridejos 5.516 Quero 817 Tembleque 4.042 Urda 765 Villar del Pozo 112 Villacañas 1.639 Villafranca de los Caballeros 1.477 Villarta de S. Juan 346 Totales 29.042

TOTAL

3,46 1,16 2,77 1,77 3,16 0,20 3,23 – 5,24 0,78 8,93 0,67 0,47 1,45 2,84

8

41 13 123 3 178 0 212 6 10 11 7

5 825

TOTAL

% POB.

208

MORISCOS

383 30.601

150

1.313

2.066 836 4.590 2.333 5.501 679 4.005 1.301

566

6.878

(1586)

TOTAL

POB.

79?

79

MORISCOS

0,26

1,72

TOTAL

% POB.

1581-1586





VAR.

461 36.129

135

1.725

3.000 915 5.216 2.816 6.416 960 4.706 1.511

570

7.698

(1591)

TOTAL

POB.

279?

8 98 11 75

87

MORISCOS

0,7?

0,87 1,88 0,39 1,17

1,13

TOTAL

% POB.

1593-1596













VAR.

– 31.254

105



– 874 5.588 3.161 6.788 – 5.194 1.534

510

7.500

(1604)

TOTAL

POB.

310?

310

MORISCOS

0,9?

5,54

TOTAL

% POB.

1609-1610





VAR.

12:51

Localidad

1571

6/2/09

CUADRO 22. Evolución demográfica de los moriscos del Priorato de San Juan

05_Parte 2 Página 137

REALIDADES HISTÓRICAS

137

POB.

0,56 8,66 0,35 – 1,08 1,79 3,28 1,40 –

– 18,0

2 –

30

28 221 8 0

0 662

568

1.050

2.753

1.565 6.720 570

1.151

1.500 3.662

TOTAL

% POB.

8 640

MORISCOS

1.435 7.390

TOTAL

POB.

– 3.068

855

1.478 6.795 –

1.785

923

259

14

184

593

MORISCOS

8,44

1,64

2,71

8,75

TOTAL

% POB.









VAR.

POB.

2.044 3.656

1.106

1.594 6.885 619

1.939

945

720

1.365 6.649

(1591)

TOTAL

371

19 177

MORISCOS

10,1

1,19 2,57

TOTAL

% POB.







VAR.

POB.

– 4.125

1.140

1.560 8.636 –

2.362

911

698

1.159 7.703

(1604)

TOTAL

7,81

TOTAL

% POB.





VAR.

(Pasa a la página siguiente)

322

4.360(1)

MORISCOS

1609-1610

138

705

855 6.773

(1586)

TOTAL

1593-1596

12:51

Aldea del Rey Almagro Ballesteros de Cva. Bolaños de Cva. Calzada de Cva. Carrión de Cva. Daimiel Fernancaballero Granátula de Cva. Malagón con Fuente el Fresno Manzanares

Localidad

1581-1586

6/2/09

1571

CUADRO 23. Evolución demográfica de los moriscos del Partido de Almagro

05_Parte 2 Página 138

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

1,40 1,32 1,06 0,45 9,09 6,08 3,53 4,77

16

25

14 25 60

212

55 2.446

1.141

1.900

1.326 5.486 660

3.487

1.555 51.281

TOTAL

1.425 43.687

3.124

1.189 6.773 443

1.650

1.076

1.826 2.944 – – –

(1586)

1.103?

53

MORISCOS

2,5?

1,80

TOTAL

% POB.





VAR.

2.070 50.430

3.469

1.234 5.201 484

2.284

1.054

1.586 2.814 255 1.609 848

(1591)

TOTAL

POB.

579

12

MORISCOS

1,1?

1,14

TOTAL

% POB.

1593-1596





VAR.

2.010 45.917



1.193 5.640 398

2.655

1.178

1.703 2.846 – – –

(1604)

TOTAL

POB.

2,74 11,6



280(3) 55 5.338

5,60

TOTAL

% POB.

316

5(2)

MORISCOS

1609-1610







VAR.

(1) Incluye a Daimiel, Almagro, Aldea del Rey, Bolaños y muy probablemente Carrión, Torralba, Pozuelo, Moral, Calzada, Granátula, Valenzuela, Ballesteros y Miguelturra. (2) La cifra corresponde al recuento de 1609. No se poseen datos generales de población. (3) Cifra dudosa. Supone admitir que Lapeyre se refiere en su obra a Villarrubia de los Ojos y no a Villarrubia de Santiago (en Toledo). Si se admite, incluye a los expulsados de Dos Barrios (Toledo), en el partido de Ocaña.

8,25 9,21 36,3 – –

118 262 60 0 0

TOTAL

% POB.

1.430 2.842 165 2.250 675

MORISCOS

1581-1586

12:51

Miguelturra Moral de Cva. Picón Piedrabuena Porzuna Pozuelo de Calatrava Santa Cruz de Mudela Torralba de Cva. Valdepeñas Valenzuela Villarrubia Ojos Viso del Marqués Totales

POB.

TOTAL

POB.

6/2/09

Localidad

1571

05_Parte 2 Página 139

REALIDADES HISTÓRICAS

139

POB. TOTAL

1.736 0 308 0 338 131

375

150

3,55

160

1.875 0 300 0

6,67

100

698 1.538 – 5.021

(1586)

562 1.500 0 4.500

TOTAL

% POB.

896 – 1.762

MORISCOS

1.212 1.988 0

TOTAL

1,73 0,46 0,65

8 2

3,19

TOTAL

% POB.

87

49

MORISCOS

1581-1586









VAR.

165

364

2.175 – 308 –

739 1.864 – 5.067

900 – 1.928

(1591)

TOTAL

POB.

201

109

MORISCOS

3,96

5,85

TOTAL

% POB.

1590-1593





VAR.

150

323

2.115 – 304 –

739 1.519 – 5.486

870 – 1.935

(1597)

TOTAL

POB.

3,64

13,4

TOTAL

% POB.





VAR.

(Pasa a la página siguiente)

200

204

MORISCOS

1609-1610

140

Abenojar Agudo Alamillo Alcolea de Cva. Almadén Almadenejos Almodóvar Argamasilla Cva. Brazatortas Cabezarados Cabezarrubias Cañada de Cva. Caracuel de Cva.

Localidad POB.

12:51

1571

6/2/09

CUADRO 24. Evolución demográfica de los moriscos del Partido de Almodóvar

05_Parte 2 Página 140

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

(1) Cifra de 1589.

TOTAL

– – 229 1.013 255 3.158 836 0 0 683 19.420

0 150 263 1.125

225 4.125 750

0 0

750 20.975

(1586)

818 –

1,24

TOTAL

% POB.

750 375

260

MORISCOS

128(1) 343

69(1)

MORISCOS

18,74 1,77

TOTAL

% POB.

1581-1586







VAR.

758 21.929

– –

311 3.094 896

– 188 210 1.301

971 690

(1591)

TOTAL

POB.

310

MORISCOS

1,41

TOTAL

% POB.

1590-1593



VAR.

653 21.327

– –

199 3.754 836

– – 146 1.177

1.121 –

(1597)

TOTAL

POB.

404

MORISCOS

1,89

TOTAL

% POB.

1609-1610



VAR.

12:51

Corral de Calatrava Fuencaliente Hinojosas de Cva. Los Pozuelos Luciana Mestanza Puebla de D. Rgo. Puertollano Saceruela Solana del Pino Valdemanco Villamayor de Cva. Totales

POB.

TOTAL

POB.

6/2/09

Localidad

1571

05_Parte 2 Página 141

REALIDADES HISTÓRICAS

141

POB. MORISCOS TOTAL

% POB.



VAR. TOTAL

2.411 – – 18.850

1.958 –

7.538 994 45 – 968 2.918 – 863 851 304

(1591)

1,44

42

336

1,78

2,99

17,77

8

72

2,84

TOTAL

% POB.

214

MORISCOS

1593-1596











VAR.

2.453 – – 21.237

1.969 656

8.850 1.106 113 – 881 2.906 263 915 1.125 –

(1597)

TOTAL

POB.

565

565(2)

MORISCOS

2,66

6,38

TOTAL

% POB.

1609-1610

(1) Incluye solo Alcaraz y Barrax. Para el resto de aldeas no hay datos (2) Probablemente se refiere al conjunto del partido ya que el recuento de 1609 informa de la presencia de 349 moriscos sólo en Alcaraz.

0,77

5.708(1) 904 49 – 881 2.299 300 1.189 1.073 263

2.295 – – 17.654

180

TOTAL

(1586)

2.032 1.050 562 23.252

2,05

TOTAL

% POB.

2.025 668

180

MORISCOS

POB.





VAR.

142

1.875 525

8.762 952 75 1.087 937 2.516 262 1.493 862 262

TOTAL

1581-1586

12:52

Alcaraz y aldeas Ayna Balazote Bienservida Bogarra Bonillo (El) Cotillas Lezuza Munera Paterna Peñas de S. Pedro Riopar Vva. de la Fuente Villapalacios Villaverde Totales

Localidad POB.

6/2/09

1571

CUADRO 25. Evolución demográfica de los moriscos del Partido de Alcaraz

05_Parte 2 Página 142

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

POB.

2.684

MORISCOS

24,7

TOTAL

% POB.

POB.

8.442

(1586)

TOTAL

1.500

MORISCOS

17,7

TOTAL

% POB.



VAR.

POB. (1591)

TOTAL

MORISCOS TOTAL

% POB. VAR.

POB.

8.573

(1597)

TOTAL

Alarcón Albacete Barchín el Hoyo Belmonte Cañavate Chinchilla El Pedernoso El Peral El Provencio Hellín

Localidad – 29,95 5,16 – 6,25 2,48 4,57 – – –

51 – 80 143 27 – – –

989 2.250 1.280 5.768 590 600 1.875 3.000

TOTAL

% POB.

– 2.138

MORISCOS

1571

– 7.138

(1575)

TOTAL

POB. (1586)

TOTAL

POB.

70 35 62 83 24 – – 144

– 462

MORISCOS

1581 TOTAL

% POB. TOTAL

1.144 2.835 1.706 2.404 904 533 2.025 3.233

5.337

(1591)

22 22 46 – 18 – – –

– –

MORISCOS

1594

1,92 0,77 2,69 – 1,99 – – –

– –

TOTAL

% POB.









VAR.

(1604)

TOTAL

POB.

TOTAL

% POB.

VAR.



(Pasa a la página siguiente)

369(1)

MORISCOS

1609-1610

18,4

VAR.

REALIDADES HISTÓRICAS

















VAR.

POB.

1.580

TOTAL

% POB.

1609-1610 MORISCOS

CUADRO 27. Evolución demográfica de los moriscos del Marquesado de Villena

(1) La cifra es resultado de sumar los llegados a la población de la ciudad en 1561. El cálculo, por lo tanto, es sólo aproximado. (2) El recuento de 1609 ofrece una cifra de 512 casas (aproximadamente 1.920 personas).

10.829

TOTAL

1593-1596

12:52

Ciudad Real

Localidad

1581-1586

6/2/09

1571

CUADRO 26. Evolución demográfica de los moriscos de Ciudad Real

05_Parte 2 Página 143

143

TOTAL



– 198 –

– – 67 – 137 352 3.651



1.500 4.696 –

1.875 1.875 1.379 1.313 3.137 4.909 50.411

– – 4,85 – 4,37 7,17 7,24

– 4,21

TOTAL

6.289

(1586)

2 6 60 36 157 – 1.573

– 162 –



132 20 14 – 26 78 – –

MORISCOS

1581 TOTAL

% POB.

























VAR.

1.815 1.905 1.643 1.733 4.346 6.184 59.559

2.074 5.895

2.089

3.938 1.114 458 2.621 754 1.305 964 600

(1591)

TOTAL

POB.

1 – 44 – 146 199 1.109

– 255 –



160 14 – 115 38 27 2 –

MORISCOS

1594

0,05 – 2,67 – 3,36 3,21 1,86

– 4,32 –



4,06 1,25 – 4,38 5,04 2,06 0,21 –

TOTAL

% POB.



















VAR.

7.125

(1604)

TOTAL

POB.

340 381 1.830

468

272

MORISCOS

5,35

TOTAL

% POB.

1609-1610











VAR.

144



2,22 – 5,12 6,20 5,54 – –

TOTAL

% POB.

POB.

12:52

(1) Con Chinchilla.

99 17 46 162 57 77 – –

MORISCOS

– 767 – 3.162 919 1.389 – –

(1575)

1571

6/2/09

Iniesta La Alberca La Gineta La Roda Las Mesas Las Pedroñeras Minaya Minglanilla Motilla Palancar Quintanar del Rey San Clemente Sta Mª Llanos Sta. Mª del Campo Tarazona Vara del Rey Tobarra Vva. de la Jara Villarrobledo Totales

Localidad

POB.

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FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

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REALIDADES HISTÓRICAS

145

El análisis de las cifras consignadas más arriba permite constatar que la minoría mantuvo una población bastante estable a lo largo del periodo estudiado dado que si a los más de once mil granadinos llegados en 1571 sumamos los aproximadamente dos mil antiguos que ya vivían en el territorio, podríamos situarnos sin problemas en la cifra de expulsados (más de 15.000), si acaso con un leve incremento. No obstante, ello no quiere decir que la distribución a que dio lugar el reparto de 1571 se respetara en su totalidad. Uclés desciende en términos generales. Sus cifras son bastante completas (al menos hasta 1594) y dejan ver cómo el valor numérico de los contingentes asentados en su territorio fue disminuyendo a lo largo de todo el período. También su importancia cualitativa pues la significación del grupo morisco en el conjunto demográfico del partido se vio reducida a más de la mitad en los años que median entre 1571 y 1594, última fecha para la que contamos con datos para el conjunto de la demarcación. Sin embargo, no creemos que, a partir de ese momento, el descenso demográfico de los cristianos nuevos del partido fuera tan drástico como para explicar el hecho de que, en 1609, cuando el recuento de diciembre, la villa de Uclés fuera la única que avecindaba moriscos y que tan sólo unos meses después (ya con las cifras definitivas de expulsados) ni tan siquiera esa misma villa apareciera en los listados oficiales; máxime teniendo en cuenta que, como ya se ha señalado, entre 1589 y 1594, el grupo experimentó, incluso, un tímido avance16. Ese progreso fue patente en las tierras de Ocaña. El partido (incluyendo también a las tierras de señorío) recibió en el invierno de 1570-1571 a un total de 850 granadinos. Meses después, y debido a la llegada de los grupos de Andalucía que ya hemos comentado, se instalaron en el partido casi mil doscientos nuevos moriscos. Unos y otros sumarían a finales de 1571 un total de 2.019 moriscos. Unidos a los pocos antiguos que pudieran seguir residiendo en la cabecera puede decirse que, todos, alcanzarían una cantidad cercana a los dos mil cien, aproximadamente un 6% del total de la población del partido en ese momento. Dato que, por otra parte, es del todo similar al de 1581 ya que el ligero incremento experimentado por el grupo morisco fue absorbido por crecimientos similares en el conjunto de la población. En el momento de la expulsión, y toda vez que para la década de los noventa no contamos con datos para la minoría, el grupo cristianonuevo había crecido ligeramente hasta casi alcanzar el 6,5% del conjunto. Su número ascendía a unas 3.200 personas en diciembre de 1609. Ese número fue disminuyendo paulatinamente hasta mediados de 1610, fecha para la cual Henry Lapeyre ofrece una cifra de 2.428 personas. Muy posiblemen16 La presencia de moriscos en el momento de la expulsión está atestiguada mediante la existencia de ventas bienes raíces de moriscos en la localidad de Horcajo. (AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Leg. 3.036. S.f. Ahora bien, la escasísima presencia de este tipo de documentos indica que estas comunidades estaban a la altura de 1610 al borde mismo de la desaparición.

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FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

te, y tal y como tendremos ocasión de ver más adelante, ese descenso se debió a las salidas que siguieron al decreto de 28 de diciembre de 1609 en el que la Corona dejaba vía libre a aquellos moriscos que quisieran salir voluntariamente de Castilla. Por su parte, la población morisca del partido de Quintanar descendió tanto en términos absolutos como relativos17. No obstante, y dejando aparte la cuestión numérica, lo más importante que puede señalarse en esta demarcación es el constate trasvase de población morisca de unas localidades a otras. No existe una tendencia clara, si bien sí llama la atención el progresivo descenso experimentado por las poblaciones más importantes del partido como El Toboso, Mota del Cuervo y Campo de Criptana además de la propia cabecera. También, y aunque tendremos ocasión de detenernos en ello más adelante, es significativo el hecho de que muchas de esas localidades no cuenten con moriscos en el momento de la expulsión. Infantes, el último de los territorios santiaguistas, también vio aumentados sus moriscos en casi quinientos individuos. La aportación al conjunto de la población del partido se vio incrementada en más de un punto porcentual (del 4,90% inicial al 5,95% de 1610). El marcado descenso observado para 1581-86 es sólo achacable a la no existencia de datos para Villanueva de los Infantes, al tenor de lo observado, la principal villa receptora de moriscos a lo largo de todo el periodo, ya que entre 1571 y 1610 logró multiplicar por tres su número de vecinos cristianos nuevos. Ese incremento también es bastante acusado en el caso del Campo de Calatrava, sobre todo en el partido de Almagro. Allí, los pueblos más manchegos de la Orden lograron multiplicar por dos su población de origen morisco: desde los 2.446 iniciales (territorios de señorío incluidos) hasta los más de 5.300 que salieron del partido con motivo de la expulsión. En ello, pensamos, pudo tener una importancia de gran calado Ciudad Real. La ciudad expulsa en 1610 a poco más de 1.500 individuos, algo más de la mitad de los que había recibido a principios de los setenta, si bien sabemos por el recuento de 1609 que su población de origen morisco se acercaba en esa fecha a las 2.000 personas. En todo caso, esa cifra, aunque inferior a la de 1571, es muy similar a la de 1586, que conocemos gracias al padrón que en su día publicara Jerónimo López-Salazar18. Desde los últimos años del XVI, la ciudad se encontraba inmersa en un proceso de retroceso general. Prueba de ello es que, en 1561 censaba a casi tantos habitantes como a finales de siglo. Dicho de otro modo, el retroceso demográfico fue tal que la llegada de los moriscos apenas si mitigó los des17 En el intervalo de tiempo comprendido entre 1571 y 1610 la misma se redujo en casi setecientas personas. Los datos para dicha demarcación son bastante precisos, gracias sobre todo al trabajo de Mercedes García-Arenal. 18 LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: «Estructura socioprofesional de Ciudad Real…».

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REALIDADES HISTÓRICAS

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censos experimentados en la misma durante el último tercio del Quinientos. Ante tal situación, mucho nos tememos que los desvelos de las autoridades locales y de la elite socio-económica por lograr que la minoría se asentara definitivamente en la ciudad obtuvieron pocas recompensas. Las cifras hablan por sí solas ya que a finales de 1609, antes de que se iniciara la expulsión y muy probablemente antes de que los moriscos optaran por salir de la ciudad, había allí poco más de mil novecientos cristianos nuevos, casi ochocientos menos de los que llegaron en 1571. En contraposición a ello, el Campo de Calatrava actuó como un importante foco de atracción para los granadinos pues la importancia de la minoría en dichos territorios subió desde el 5% de 1571 hasta casi el 11% en 1610. Esa atracción también puede explicar el hecho de que la minoría se hiciera menos visible en el Campo de San Juan a medida que avanzaba el XVI. Ya conocemos de las especiales circunstancias que rodearon la llegada de los granadinos al Priorato y gracias a ellas hemos podido comprender el porqué de un número tan aparentemente reducido de moriscos, sobre todo teniendo en cuenta que la extensión de la comarca y las posibilidades económicas que ofrecía hacían viable la instalación de más y mayores contingentes en las tierras de San Juan. Las más que hipotéticas reticencias de los priores y el marcado desarrollo económico de las comarcas de Ocaña y Calatrava pudieron determinar el hecho de que la población morisca del Priorato se viera reducida, si bien la cifra final (310 individuos) y su exclusiva localización en Consuegra nos parecen a todas luces insuficientes como para dar por zanjado el asunto. En el extremo occidental del territorio, Almodóvar. Su gobernación fue, junto con Alcaraz, la que menos granadinos recibió. Por tanto, ambas son las demarcaciones en las que el incremento numérico de la minoría fue más palpable. En ambas, los cristianos nuevos duplicaron sus efectivos entre 1571 y 1610 si bien, la diferente evolución demográfica de cada una de ellas determina el hecho de que, en el conjunto, la importancia de los afincados en Alcaraz fuera mucho más significativa, pues se incrementó en un 1,89% frente al 0,65% de Almodóvar. El estancamiento demográfico del partido albaceteño lo explica todo. Por último, la gobernación de Villena. Sus cifras a la altura de 1610 dejan traslucir un marcado retroceso de la minoría a lo largo del periodo estudiado. Téngase en cuenta, no obstante, que la cifra de cristianos nuevos asentados en Albacete en 1571, muy probablemente no se corresponde, según hemos dicho más arriba, con la cifra final de avecindados definitivamente en la villa. Todo así, el descenso cuantitativo de la minoría en tierras del Marquesado es patente, ya que aunque las villas que avecindan moriscos en 1610 han logrado aumentar el número de los mismos con respecto a 1571, hay muchas otras que han desaparecido de los listados finales y ello, en último término, hace que el conjunto se vea notablemente afectado y que reduzca sus cifras finales.

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4.2. Los porqués Las cifras, por sí solas, no son suficientes. En apariencia, bastaría con admitir que la evolución demográfica de la minoría se mantuvo en sintonía con la experimentada en La Mancha. Ahora bien, por debajo de esa conclusión, subyace toda una serie de consideraciones que creemos importantes a la hora de comprender esa misma evolución, incluso las posibilidades de desarrollo económico de la propia minoría. Ya se ha señalado que el montante total de moriscos expulsados es superior al de los granadinos avecindados en 1571. En principio puede convenirse que los aportes resultantes de la cuantificación de los antiguos fueron lo suficientemente importantes como para explicar la diferencia. De paso, ello nos permitiría avalar la teoría del estancamiento demográfico del grupo. Ahora bien, recuérdese que las comunidades de antiguos estaban, a la altura de 1571, muy localizadas: Ocaña, las Cinco Villas, Montiel, Ciudad Real, Belmonte, Corral de Almaguer,... poco más de una quincena de localidades en un conjunto de ciento ochenta y cuatro. Además es preciso tener en cuenta que esas mismas comunidades —ya se ha visto— estaban sumidas en un marcado proceso de estancamiento demográfico. Por último, también resulta necesario señalar que si bien hay ciertas comarcas en las que la existencia de población morisca antigua puede explicar ligeros aumentos en el conjunto final, estos aportes nunca son lo suficientemente importantes como para justificar incrementos que, en casi todas las ocasiones, duplican la tasa de representatividad inicial del grupo. Por tanto habría que recurrir a otro tipo de explicación ya que si bien la del aporte antiguo puede ayudar a comprender algunos incrementos locales, resulta a todas luces insuficiente para admitir un crecimiento general en toda la región. Los registros parroquiales de diferentes localidades manchegas pueden ayudarnos a comprender la situación. En concreto y para este trabajo hemos optado por cinco localidades: Alcaraz y Villanueva de los Infantes, por las especiales condiciones de sus respectivas comunidades moriscas a lo largo del periodo 1571-1610, ya que en ambas se produjeron incrementos que determinaron la duplicación de las cifras iniciales (incluso su multiplicación por tres en el caso de Infantes); junto a ellas Manzanares donde el impresionante número de moriscos llegados tras el destierro de Granada se vio reducido a la mitad; Quintanar de la Orden, cabecera del partido homónimo, donde también los moriscos fueron a menos aunque con tendencia al estancamiento; y por último Almadén, villa en la que los aumentos también fueron significativos pero donde además se da la circunstancia de que en 1570-1571 ya existía una comunidad previa de moriscos antiguos19. 19 Contamos también con series completas para las dos parroquias de Daimiel. Sus datos se utilizaran para completar la información referente a las cuatro localidades men-

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REALIDADES HISTÓRICAS

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GRÁFICO 1. Evolución demográfica de Alcaraz. Parroquia de Santa María

FUENTE: AD Ab. Libros parroquiales. Alcaraz. ALZ 98. Índice 100: Xtnos viejos, media 1571-1575 = 35. Moriscos, media 1571-1575 = 3.

GRÁFICO 2. Evolución demográfica de Alcaraz. Parroquia de San Miguel

FUENTE: AD Ab. Libros parroquiales. Alcaraz. ALZ 19, 120 y 121. Índice 100: Xtnos viejos, media 1571-1575 = 47,2. Moriscos, media 1571-1575 = 1,2.

cionadas. Igualmente se poseen datos para Torralba de Calatrava, aunque lo poco significativo de los mismos (sólo cinco nacimientos moriscos en cuarenta años) hace difícil cualquier intento de comentario al respecto.

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GRÁFICO 3. Evolución demográfica de Alcaraz. Parroquia de la Santísima Trinidad

FUENTE: AD Ab. Libros parroquiales. Alcaraz. ALZ 2. Índice 100: Xtnos viejos, media 1591-1595 = 64,8. Moriscos, media 1591-1595 = 0,6.

GRÁFICO 4. Evolución demográfica de Alcaraz. Parroquia de San Ignacio

FUENTE: AD Ab. Libros parroquiales. Alcaraz. ALZ 78, 79, 80 y 88. Índice 100: Bautismos xtnos viejos, media 1575-1579 = 20,2. Bautismos moriscos, media 1575-1579 = 4,6. Defunciones xtnos viejos, media 1575-1579 = 6. Defunciones moriscos, media 1575-1579 = 1,6.

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GRÁFICO 5. Evolución demográfica de Villanueva de los Infantes. Parroquia de S. Andrés

FUENTE: AP In. Libros de bautismos. Libros 1, 2, 3, 4 y 5. Cifras globales publicadas por LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., p. 69. Índice 100: Xtnos viejos, media 1571-1575 = 87,2. Moriscos, media 1571-1575 = 6,8.

GRÁFICO 6. Evolución demográfica de Manzanares. Parroquia de Ntra. S.a de la Asunción

FUENTE: AD AM. Libros de bautismos. Libros 1, 2, 3 y 4. Índice 100: Bautismos xtnos viejos, media 1571-1575 = 143,6. Moriscos, media 1571-1575 = 6,2.

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GRÁFICO 7. Evolución demográfica de Quintanar de la Orden. Parroquia de Santiago de la Espada

FUENTE: AP SQ. Libros de bautismos. Libros 1, 2, 3 y 4. Cifras globales publicadas por LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., p. 69. Índice 100: Xtnos viejos: media 1571-1575 = 19,8. Moriscos: media 1571-1575 = 0,6.

GRÁFICO 8. Evolución demográfica de Almadén. Parroquia de Ntra. S.a de la Estrella

FUENTE: AD CR. Libros parroquiales. Almadén. Libros de bautismos. Libros 1, 2 y 3. Índice 100: Bautismos xtnos viejos, media 1571-1575 = 72,4: 100 = 181. Moriscos, media 1571-1575 = 3,8.

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Sin embargo, los datos resultan incompletos porque desgraciadamente no contamos con los registros de defunciones y ello hace totalmente imposible calcular tasas brutas de crecimiento. No obstante, la existencia de series completas de bautismos tanto para los cristianos viejos como para los moriscos permite acercarse a la evolución de unos y otros. Ese cotejo deja constatar que la tendencia del grupo morisco es, en todas las parroquias estudiadas, más irregular que la de los cristianos viejos. Todos los gráficos, a excepción de los de Manzanares y Santa María de Alcaraz (donde ambas líneas tienden a parecerse), confirman la apreciación. Frente a constantes altibajos en la línea perteneciente a los moriscos, la de los cristianos viejos se presenta mas estable y por lo tanto sujeta a variaciones menores. Esa comparación también permite adivinar que, no obstante esos altibajos, pueden definirse hasta tres etapas diferentes en la evolución de la minoría. Así, se observa cómo los puntos de partida fueron realmente tímidos20. En este sentido, lo más normal es que la curva de bautismos moriscos no empiece a mostrar una evolución similar a la de los cristianos viejos, al menos hasta 1575-1580. Dicho de otro modo, el impacto de la llegada de los granadinos no sólo se dejó sentir en las localidades de acogida sino que la propia minoría experimentó un estancamiento en su evolución. La razón es fácil de comprender: incertidumbres y miedos actuaron casi a buen seguro como un inesperado e involuntario medio de control de la natalidad. Por el contrario, y tras esa etapa inicial, las comunidades moriscas manchegas vivieron lo que podríamos denominar como un momento de «esplendor» entre los años centrales de los ochenta y los finales de los noventa del Quinientos ya que en todos los casos (a excepción nuevamente de Manzanares y la parroquia de Santa María de Alcaraz), la línea de tendencia de bautizados moriscos se mantiene por encima de la de los cristianos viejos. No obstante, también es tónica general a todas las gráficas estudiadas el inicio de una tendencia a la baja a partir de 1600, momento desde el cual puede observarse cómo la línea de bautizados moriscos comienza a ser mucho más irregular; tiende hacia abajo (incluso con valores nulos) y siempre (salvo excepciones puntuales) se sitúa en niveles inferiores a la de tendencia cristianovieja. Esta evolución a la baja, no obstante, no sólo es propia de los moriscos sino que también se observa en las curvas de cristianos viejos. Sin embargo, sí puede decirse que en los cristianos nuevos es anterior, con lo cual no sería erróneo admitir que la crisis que perturbó a la demografía manchega a comienzos del XVII afectó de manera más tem20 Durante el año 1571, el posterior a la llegada de los granadinos, sólo un nacimiento en Quintanar, Manzanares y la parroquia de la Trinidad de Alcaraz. Ninguno en Infantes ni en el resto de parroquias alcaraceñas. Sólo Almadén tiene dos nacimientos.

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prana a los moriscos, partícipes de la misma, ya incluso desde los últimos noventa del Quinientos. A partir de todo ello, podría decirse que el grupo morisco se mostró menos vital y estuvo sometido a unas oscilaciones mucho mayores que el de los cristianos viejos, lo cual no debió permitir el hecho de que dichas comunidades fueran protagonistas de un crecimiento sostenido. Sin embargo siempre hay excepciones. En nuestro caso, la más significativa es Infantes, cuyo grupo morisco se mostró bastante activo desde el punto de vista demográfico y parece que sorteó con relativa facilidad la crisis que apuntamos para el resto de localidades. Junto a ella, las otras dos localidades que esquivaron la crisis fueron Alcaraz (a pesar de las diferencias entre sus parroquias) y Almadén, ambas con crecimientos de población cifrados en un 2,9 y un 7,5% respectivamente. Precisamente es en estas villas donde los porcentajes de bautizados moriscos son mayores (entre un 4,5 y un 7% del total de bautismos en el periodo 1571-1610 fueron moriscos)21. En las tres villas, los moriscos crecieron conforme a la media, incluso de manera ligeramente superior a como lo hicieron sus vecinos cristianos viejos. Por el contrario, en Manzanares (donde su línea de bautismos se inclina claramente a la baja y donde el porcentaje de bautismos se ve reducido hasta el 2,41% del total) y en Quintanar de la Orden (con un porcentaje de bautizados del 2,8% y una línea demasiado fluctuante) no sólo no se produce un crecimiento del grupo cristianonuevo sino que incluso la representatividad del elemento morisco se ve reducida en casi un punto en esta última villa (del 9,22% de 1571 al 8,53% de 1594) y, en casi once puntos en Manzanares (del 18,08% al 7,81%)22. De los datos arriba expuestos puede extraerse una conclusión más: los moriscos necesitaron de unas tasas de natalidad superiores a las de los cristianos viejos para asegurar crecimientos similares. Quizás, la explicación a ello podría entenderse a través de las defunciones pero la ausencia de estos datos para casi todas las poblaciones manchegas en los años comprendidos entre 1570 y 1610, no permite por el momento proceder a dicho análisis23. 21 Para Alcaraz, Archivo Diocesano de Albacete (en adelante AD Ab). Libros parroquiales. Alcaraz. Libros de Bautismos. ALZ 78, 79, 80, 88, 98, 119, 120 y 121; para Villanueva de los Infantes, Archivo Parroquial de San Andrés Apóstol (en adelante AP In). Libros de Bautismos. Libros 1, 2, 3 y 4; para Almadén, Archivo Diocesano de Ciudad Real (en adelante AD CR). Libros parroquiales. Almadén. Libros 1, 2 y 3. El porcentaje de bautizados se calcula sobre el total contabilizado en cada uno de los periodos. 22 Para Manzanares, Archivo Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción (en adelante AP AM). Libros de Bautismos. Libros 1, 2 y 3. Para Quintanar, Archivo Parroquial de Santiago de la Espada (en adelante AP SQ). Libros de Bautismos. Libros 1, 2, 3 y 4. 23 Únicamente contamos con datos referentes a defunciones para el caso de la parroquia de San Ignacio de Alcaraz (véase gráfico número 4). Para una evolución demográfica de la ciudad en relación a los moriscos, véase MORENO DÍAZ, F. J.: «Convivencia, control y fe. La práctica sacramental de los moriscos de Alcaraz», en Al-Basit. Revista del Instituto de Estudios Albacetenses ‘Don Juan Manuel’, III época, XLVIII (2004), pp. 53-92.

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A la luz de lo ya dicho, la dinámica biológica podría explicar la distinta evolución que el grupo morisco experimentó en diferentes lugares, así como el ligero incremento numérico observado en 1610. Pero no es suficiente. Es preciso tener en cuenta otro factor más: la enorme movilidad de la que hizo gala el grupo. Ya se ha señalado más arriba: uno de los principales desvelos de la Corona en relación a la minoría fue el de mantenerla perfectamente controlada, el de conocer dónde se situaron sus miembros y con cuántos individuos contaba cada comunidad. A juzgar por la frecuencia con la que se repitió la elaboración de censos, padrones y listados no parece que, en ningún caso, los repartos de 1571 se respetaran en su totalidad, ni tan siquiera teniendo presentes las importantes limitaciones al movimiento que impusieron las pragmáticas de 1572. Nadie duda a día de hoy que esos movimientos se produjeron. Desde el mismo momento de la llegada de los granadinos, con las ya mencionadas huidas, hasta incluso después de la expulsión, los moriscos hicieron gala de una oscilación permanente en su residencia. Una vez más, los datos lo confirman. Ya se ha visto cómo, aun a pesar de que la dinámica demográfica de la minoría pudiera haber impuesto cierta estabilidad, en La Mancha hubo demarcaciones que perdieron a la casi totalidad de sus moriscos, mientras que otras los vieron aumentados. En el Campo de Calatrava, Manzanares inicia el periodo con seiscientos sesenta y dos moriscos. En el momento de la expulsión se contaban sólo trescientos veintidós, algo menos de la mitad. La debilidad demográfica del grupo y las más que posibles dificultades de reemplazo generacional (vid. gráfico 6), no bastan por sí solas para explicar tan importante descenso. Casos semejantes, pero a la inversa, podrían suponer Villanueva de los Infantes o Alcaraz, donde por muy vital que se mostrara la biología en ellas, es difícil admitir que ésta pudiera ser el único el factor desencadenante de los espectaculares aumentos observados en las citadas localidades. El argumento de la movilidad se ve confirmado incluso en localidades para las que no contamos con datos procedentes de los registros parroquiales. Ciudad Real, ya se ha dicho, había perdido en 1610 a casi un tercio de los granadinos que avecindó en 1571. Resulta complicado aceptar que su grupo morisco estuvo sujeto a unas especiales condiciones de mortalidad, sobre todo teniendo en cuenta que las cifras globales no indican alteraciones de importancia en dicha ciudad, ni para cristianos nuevos ni para moriscos24. Un ligero examen de los cuadros de Almodóvar y Alcaraz también puede confirmar lo dicho hasta este momento. En 1571, ambos partidos sólo listaban moriscos en su cabecera25. 24 25

PHILLIPS, C. R.: op. cit., pp. 24-25. En el caso del partido de Almodóvar también en Almadén.

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En el momento de la expulsión la situación parece ser idéntica, pero fruto de los datos obtenidos a raíz del análisis de los expedientes de Hacienda hemos podido constatar cómo en el partido de Almodóvar y en algún momento del XVI se contaron moriscos en Argamasilla de Calatrava, Cabezarados, Villamayor de Calatrava e Hinojosas. Por referencias indirectas también sabemos que pudo haberlos en Puertollano26. En Alcaraz idéntica situación con localidades como Balazote, Villanueva de la Fuente27 o El Bonillo, donde además conocemos de la existencia del grupo gracias a los protocolos notariales28. La situación se reproduce, bien que a una escala menor, en otros lugares como Piedrabuena, villa que no acogió granadinos en 1571 pero de la que, sin embargo, sabemos que los avecindó por lo menos hasta el año 160929. También se documenta el proceso inverso; es decir, villas que en 1571 recibieron moriscos y que en el momento de la expulsión no contaban cristianos nuevos entre sus vecinos. En Uclés, Saelices perdió desde pronto a los catorce granadinos que se avecindaron en la villa30. Cabezamesada y Miguel Esteban en Quintanar; Vara del Rey y La Gineta en el Marquesado; Puebla de Montiel y Villamanrique en Infantes; Tembleque y Urda en el Priorato o Ballesteros en el partido de Almagro son sólo algunos ejemplos más. Por tanto, la movilidad fue un factor a tener muy en cuenta pues, no obstante y junto a la dinámica biológica, puede explicar no sólo los trasvases de población ya documentados sino, y sobre todo, los importantes cambios demográficos de la minoría que hemos observado en muchas de las villas objeto de nuestro estudio. Tendremos ocasión de hablar de ello más adelante, con motivo de la expulsión, pero vaya por delante la constatación de que en dicho proceso, las villas que se vieron beneficiadas en mayor medida fueron la cabeceras de partido y las de un tamaño mediano y grande, es decir, aquellas en las que en 1609 todavía quedaban moriscos; aquellas, por otra parte, en las que las posibilidades de encontrar un mejor sustento eran exponencialmente más amplias que en las de un ta-

26

FERNÁNDEZ CALVO, A.: «Moriscos y esclavos en Puertollano (1570-1630)», en Ponencias de la IV Semana de Historia de Puertollano. Ciudad Real: Excma. Diputación Provincial de Ciudad Real, 1985, pp. 19-42. 27 AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 130/1. Fols. 219v.o-220r.o 28 AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Libros 274, 281, 284, 186 y legajos 133/1, 134/3 y 427/1. 29 Archivo Histórico Provincial de Ciudad Real (en adelante AHP CR). Sección Protocolos Notariales. Leg. 34-6. Fols. 3r.o-3v.o3.II.1584, entre otros. En el ya comentado recuento de 1609, la villa avecinda a cinco moriscos. RAH. 9-6436-8. Vid. cuadro 23. 30 Véase cuadro 18.

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maño más reducido, que al contrario que las anteriores vieron cómo, de manera paulatina, sus comunidades moriscas se redujeron, cuando no desaparecieron.

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V. ASENTAMIENTO URBANO «...y les sería grande y costoso pues an de vivir muchos en una casa para así poder pagar el alquiler mayor entre muchos y porque ninguno de los vecinos naturales de la dicha villa quería alquilar a los moriscos pieza alguna de las casas de su morada»1.

5.1. Los moriscos sobre el plano: el asentamiento de la minoría Durante la Edad Media, la Corona se afanó por legislar en torno a la vida social, económica, religiosa e incluso familiar de los mudéjares. Al igual que ocurriera con cuestiones como el vestido, el idioma o las manifestaciones lúdicas, el asunto de la vivienda también fue objeto de preocupación de las autoridades castellanas, algo que propició que, desde pronto, la Corona pusiera en marcha medidas que perseguían restringir la libertad de asentamiento de los moros. Ladero nos informa de cómo dichas disposiciones comenzaron a esbozarse ya en el siglo XII y de cómo se generalizaron durante los siglos XIII y XIV, si bien con una efectividad que podríamos calificar de limitada. Fue el Ordenamiento de 1412 el que terminó por dar cuerpo definitivo a las medidas segregacionistas ya que estableció la separación en barriadas diferentes tanto de mudéjares como de judíos. Por su parte, las Cortes de Toledo de 1480 también se hicieron eco de la problemática y legislaron en esa dirección, si bien en una clara actitud continuista con respecto a lo ya hecho a principios de siglo2. No obstante, y aún a pesar del manifiesto interés oficial por lograr dicha segregación, no parece que las medidas arbitradas a tal efecto tuvieran un cumplimiento generalizado. El propio Ladero, citando a Jean Pierre Molenat, nos da

1

AHN. OO.MM. AJT. Leg. 24.678. S.f. LADERO QUESADA, M. A.: «Los mudéjares de Castilla...», en LADERO QUESADA, M. A.: Los mudéjares de Castilla y otros estudios de Historia Medieval Andaluza. Granada: Universidad de Granada, 1989, pp. 65-66. 2

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cuenta de cómo en el antiguo Reino de Toledo no parece que hubiera morerías en los siglos XII y XIII y constata cómo dicha separación sólo comenzó a hacerse efectiva una vez entrado el siglo XV3. En lo que se refiere a las villas manchegas, es realmente poco lo que sabemos acerca de dónde vivieron los moriscos antiguos. Quizás, para conocer algo más acerca de tal cuestión, podría resultar de utilidad retrotraerse a los años finales de la propia Edad Media pues sabiendo de la ubicación de las comunidades mudéjares, podríamos estar en condiciones de acercarnos a la de los moriscos. No obstante, la información de la que disponemos es poca, lo cual nos obliga a recurrir a métodos y técnicas no estrictamente históricos, sino más bien relacionados con la Geografía, el Urbanismo y la Arqueología; algo que, en todo caso, únicamente nos podría ofrecer una idea sólo aproximada de esa ubicación4. En ese sentido, uno de los métodos que parece que está dando más resultados es el de recurrir al estudio comparado de los planos antiguos y actuales. Precisamente a través de dicho sistema, y combinando la información obtenida a través de ese método con aquella otra que procede de las fuentes escritas, Trevor Dadson ha podido situar con precisión a los moriscos de Villarrubia5. No en balde, dicho procedimiento suele deparar resultados que, cuanto menos, cabe calificar como de interesantes. Máxime si, como ocurre en algunas ocasiones, la ubicación de mudéjares y moriscos antiguos ha permanecido inserta en la toponimia de los callejeros actuales. Así ocurre, por ejemplo, en Ciudad Real donde, aún hoy, se mantiene una calle de «la morería», justo en el epicentro de la zona en la que diversos autores nos sitúan el barrio homónimo, cerca de la parroquia de Santa María del Prado6. Pongamos un ejemplo más. Es el caso de Daimiel, donde la conjunción de observaciones espaciales, arqueología, examen de fuentes escritas y tradición oral confluyen en la posibilidad de dotar de una ubicación más o menos exacta a su barrio moro. Allí, en Daimiel, había —la hay todavía— «otra [ermita] del señor Sant Juan, que es una casa que tenían por mezquita antiguamente los moros que vivieron en esta villa»7. Como viene ocurriendo, la información de esta breve cita es ciertamente escasa; tanto que no permite establecer con seguridad la ubicación exacta de la 3 MOLENAT, J. P.: «Les musulmans dans l’espace urbain tolédan aux XIVème et xvème siècles», en Minorites et marginaux en Espagne et dans le midi de la France (VIIe-XVIIIe siècles). París: Editions du Centre Nationale de la Recherche Scientifique, 1986. Cit. en LADERO QUESADA, M. A.: «Los mudéjares de Castilla...», p. 66. 4 En torno a estas cuestiones vid. ALMAGRO CORBEA, A.: «El urbanismo de las morerías y de los núcleos rurales mudéjares. Una propuesta metodológica», en Actas del VI Simposio Internacional de Mudejarismo. Teruel: Instituto de Estudios Turolenses, 1995, pp. 485-500. 5 DADSON, T. J.: Los moriscos de Villarrubia... op. cit., p. 71. 6 DELGADO MERCHÁN, L.: op. cit., pp 57-71 y PILLET CAPDEPÓN, F.: op. cit, pp. 17-19. 7 VIÑAS, C. y PAZ, R.: op. cit.., 1971. Daimiel, resp. 51; p. 237.

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comunidad mudéjar-morisca de la villa ya que la ermita de san Juan no es visible hoy en día por encontrarse en el interior de una propiedad privada. Aún así, el recurso al estudio de la toponimia local ha resultado de gran interés dado que la calle homónima sí que existe en la ciudad y es allí donde los autores locales8 coinciden en ubicar la presencia de esa antigua mezquita, que tras la conversión se convirtió definitivamente en ermita9. Por último, y para confirmar nuestra hipótesis en torno al asentamiento de los antiguos daimieleños —lo cual no deja de ser sino un ejemplo aislado—, las fuentes escritas completan dicha noticia al informarnos de que, al menos con anterioridad a la llegada de los granadinos, existió en dicha villa una barriada específicamente morisca. Así nos lo confirma, por ejemplo, Benito Sánchez, testigo en el proceso que la Inquisición emprendió contra Alonso Ozmín, quien en 1538 afirmaba con rotundidad que «todos los moriscos desta villa biven juntos como bivían al tiempo que se tornaron xpianos en un barrio que llaman barrio nuevo e que de todos los dichos moriscos avrá más de cient casas de los moriscos»10. Años después, en 1573, y a pesar de las disposiciones legales establecidas para evitarlo, la situación seguía siendo la misma, puesto que en su visita a la villa, el inquisidor Antonio Matos constató que «... en las dichas villas de Almagro y Daymiel ay dos barrios que se dizen barrios nuevos por razón de que en ellos biven los moriscos antiguos distinctamente de los cristianos viejos. Parésceme que convendría mucho al serviçio de nuestro Señor que vuestra Señoría diese orden de cómo estos moriscos no estuviesen juntos y no uviese barrio distinto dellos, sino que biviesen entre cristianos viejos porque de esta manera, haziendo algo que no devan contra nuestra Sancta Fee Católica, se podrá mejor saber que no estando juntos porque se encubren los unos a los otros y ansí no ay denunçiación de nenguno dellos»11.

La recomendación de Matos es muy parecida a la que dos años antes habían hecho los regidores de La Solana, para quienes era importante que los cristianos nuevos vivieran «apartadamente porque no puedan bibir haziendo ritos y ceremonias contra nuestra sancta fee»12. Ambas, por otra parte, se enmarcan en el contexto de incertidumbre que la deportación de los 8 GARCÍA-VELASCO MARTÍN DE ALMAGRO, S.: Historia de Daimiel. Madrid: S. GarcíaVelasco, 1987, pp. 61 y 64-65. 9 Fenómeno muy corriente. Sirva también el ejemplo que nos ofrece Dadson, quien informa de que en Villarrubia la mezquita que los moros tenían «en la calle de la Corredera, en plena morería», pasó a llamarse Ermita de Nuestra Señora del Pilar y a formar parte de los bienes de la Encomienda. Vid. DADSON, T. J.: Los moriscos de Villarrubia... op. cit., p. 71. 10 AHN. Sección Inquisición. Leg. 196. Caja 1. Exp. 12. Fol. 3v.o Como veremos, además de en Villarrubia, el ejemplo se repite en Almagro. Vid. DADSON, T. J.: Los moriscos de Villarrubia... op. cit., pp.71-72. 11 GÓMEZ-VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos... op. cit., p. 84. 12 AHM So Libro 10. S.f. 11.I.1571.

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granadinos generó a partir de 1570 y entroncan con las disposiciones que poco después se dictarían con motivo de la Pragmática de 1572. Con ello se cerraba un ciclo que había comenzado allá por el siglo XIII con las medidas tendentes a segregar a los mudéjares y que acabó en el XVI con prevenciones totalmente opuestas. El objetivo: el mismo. Preservar de «contaminaciones» a los cristianos y, para ello, restringir el campo de actuación, primero de los mudéjares, luego de los moriscos. Medidas, aparentemente opuestas pero que, observadas en el contexto general del problema mudéjar-morisco, se entienden a la perfección como parte de un todo que persigue el aislamiento y la supresión de la minoría. El proceso fue gradual y aparentemente incongruente: arrinconamiento y postergación cuando ambas religiones podían coexistir; mezcla, unión e integración cuando sólo el cristianismo era legal. La estrategia también sencilla: en la Edad Media, evitar que los contactos entre cristianos y mudéjares derivaran en la posibilidad de que un más o menos activo proselitismo musulmán llevara a defecciones cristianas. En el Quinientos al contrario: propiciar que ese mismo contacto favoreciera el abandono del islamismo y, al tiempo, impidiera, mediante una vigilancia popular, que los contactos de tipo interno pudieran derivar en lo contrario. En este sentido la deportación de 1570-1571 jugó la baza de alejar a los moriscos de Granada pero, también, y una vez en Castilla, la de separarlos entre sí y mezclarlos con los cristianos viejos. Entre otras cosas, y como se ha dicho ya, para evitar que la convivencia entre ellos pudiera reactivar viejos sentimientos de tipo filo-islámico. Pero también para facilitar la integración y, sobre todo, para evitar hipotéticos hacinamientos y el surgimiento de guetos. Porque esa fue otra de las consecuencias de la expulsión: un considerable aumento demográfico en muchas de las localidades manchegas. Recuérdese, por ejemplo, que, aunque las cifras indican que los granadinos representaron entre un 4 y un 7% como término medio, hubo localidades como Villanueva de los Infantes donde ese porcentaje casi alcanzó el 8%; ejemplo importante pero no tanto como lo pudieron representar Manzanares, con tasas superiores al 18% o Ciudad Real situada en cotas cercanas al 30%13. Del crecimiento al que la llegada de los granadinos dio lugar en muchas de las localidades manchegas nos da idea el comentario que hicieron los munícipes de Daimiel en 1586. Se barajaba entonces en la villa, la idoneidad de contratar a un maestro alarife, oficio que se había hecho necesario dotar debido a que «de doce o catorce años a esta parte a tenido la dicha villa gran cresçimiento», ya que sus casas habían aumentado en el nada despreciable número de seiscientas14. Evidentemente no todo ese desarrollo 13

Vid CUADROS 18 a 27 y ANEXOS III a XIV. Archivo Histórico Municipal de Daimiel (en adelante AHM Da). Caja 291. Carpeta 73. S.f. 14

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se debió a la llegada a la villa de los granadinos, pero, sin quererlo los regidores daimieleños estaban constatando la importancia de la misma puesto que dicho avance, si hacemos caso a sus precisiones, se dio a partir de 1572-1573 y muy posiblemente tuvo su origen en la llegada de las ochenta y cuatro casas de cristianos nuevos que allí se contaron en marzo de 1571. A partir de este momento, y aunque los documentos tampoco resultan muy explícitos, contamos con más datos para ubicar el emplazamiento urbano de los cristianos nuevos. En este sentido, la Pragmática de 1572 ordenó expresamente que, tras la llegada de los moriscos, éstos fueran repartidos por todos y cada uno de los barrios y parroquias del núcleo de destino15. Y parece que así fue. Conocemos, por ejemplo, cómo en Almagro tanto granadinos como antiguos, acudían a misa a las ermitas de la Magdalena y de San Sebastián16 y que cerca de la primera tenían algunas huertas17, datos a partir de los cuales puede inferirse de manera indirecta la localización de las barriadas moriscas de la cabecera calatrava. Asimismo, y en función de la información que nos proporcionan los protocolos notariales, estamos en condiciones de ubicar de manera aproximada algunas de las propiedades que los cristianos nuevos almagreños fueron adquiriendo o arrendando durante su permanencia en la villa. De hecho, y gracias a esa información, sabemos que estaban dispersos por todo el callejero de la villa18; conocemos de su preferencia por la plaza pública para ubicar sus talleres y tiendas19 y también de su actividad agraria como pequeños propietarios de huertas en los caminos situados a las afueras del casco urbano20. La situación que hemos observado para el caso de Almagro se repite en muchas otras localidades. Es más, a veces, incluso poseemos información acerca de la ubicación exacta de algunas de las viviendas que compraron los cristianos nuevos. Así sabemos que, en Santa Cruz de la Zarza, Miguel García adquirió una casa «en la calle Real, en la colación de San Miguel»21; que en Alcaraz, Juan Pescador hizo lo propio con otra en la calle de los Galdones22 y que en Dos Barrios, Hernando de Quesada arrendó en 1608 una vivienda en la plazuela de San Antón23. 15

Vid. capítulo VII, apartado 1. AHM Al. Caja 5. Siglo XVI. Fol 134r.o 17 La referencia nos da cuenta de un proceso contra una morisca juzgada por tener un cuchillo en la huerta que «está en la callexuela, junto a la Madalena». Tendremos ocasión de referirnos a él más detenidamente. AHN. OO.MM. AJT. Leg. 43.740. S.f. 18 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.779/2. S.f. 16.V.1599; Leg. 1.707. S.f. 3.VI.1602 y Leg. 1.825/2. S.f. 27.II.1602. 19 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.654/2. Fols. 288v.o-289r.o 8.I.1574 y Fols. 315r.o-315v.o 12.I.1574, entre otros. 20 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.611. S.f. 6.VII.1606. y Leg. 1.656/2. S.f. 15.III.1610 21 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg.10.363. Fols. 306r.o-306v.o 6.VII.1603. 22 AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg.128a/1. Fol. 137r.o 14.V.1598. 23 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 9.994. S.f. 11.VII.1608. 16

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No obstante, y como puede observarse, la información es más bien parca y ofrece pocas posibilidades en el caso de aquellas localidades para las que poseemos menos fondos documentales. Sin embargo, este ejercicio de reconstrucción de la ubicación urbana resulta más fructífero cuando, como ocurre en Ciudad Real, contamos con registros de escrituras más amplios y completos. En dichos casos, los protocolos ofrecen al investigador una información especialmente rica porque si bien es verdad que las noticias suelen resultar fragmentarias e incompletas, no es menos cierto que las propias escrituras de compra-venta y arrendamiento ofrecen datos lo suficientemente explícitos para que podamos ubicar la presencia morisca en el callejero de los siglos XVI y XVII24. El plano que se aporta creemos que arroja unas conclusiones bastante ilustradoras de lo que supuso el asentamiento de los moriscos en la ciudad. De entrada cabe señalar que, al menos en lo que a Ciudad Real se refiere, el patrón de asentamiento de los moriscos parece ser diferente al observado en otras ciudades castellanas en las que determinados autores señalan que la presencia morisca era escasa (cuando no extraña) en los barrios céntricos25. Tal y como puede observarse, la presencia de cristianos nuevos en el corazón de la ciudad resulta, si no llamativa, sí lo suficientemente indicativa de que, al menos en principio, no pareció existir segregación física entre los grupos morisco y veterocristiano. Antes al contrario, el primitivo núcleo mudéjar de la ciudad, en torno a la parroquia de Santa María del Prado, ya no alberga con carácter exclusivo a la población morisca. Las cifras que ya hemos observado para el momento inmediatamente posterior a la llegada de los granadinos pueden ayudar a comprender dicho asentamiento a lo largo del período que media entre ese mismo momento y la expulsión, en julio de 1610. Recordemos que, en junio de 1571, los moriscos de Ciudad Real habían quedado distribuidos en las tres parroquias de la ciudad: Santa María (con un 34,46% del total de llegados), San Pedro (40,02%) y Santiago (25’52%); 24 Para el análisis se han manejado 96 escrituras de compra-venta y arrendamiento. De ellas, 69 (un 69,7%) contenían información precisa en torno a bienes inmuebles urbanos. El criterio seguido a la hora de ubicar a la minoría en el plano de la ciudad ha sido el de analizar todas las escrituras de compra-venta y arrendamiento en las que un morisco participa y desechar aquellas que no proporcionan datos referentes a la ubicación del bien sobre el plano, tales como la barriada o la calle concreta. Con las escrituras que sí proporcionan dicha información se han seguido varios criterios en función de la información aportada por éstas. En primer lugar se han localizado sobre el plano aquellas propiedades de las que su descripción era tan amplia como para permitir situarlo sin mayor problema. Este tipo de escrituras resulta de una utilidad mayúscula, pero la frecuencia con la que aparecen es muy baja. Lo más común es encontrar, tan sólo, datos referidos a la calle en la que se localiza el bien. En este caso, y aun a riesgo de incurrir en errores que posteriormente y con mayores dosis de información puedan ser subsanados, también se han situado dichos bienes pero haciendo mención expresa a que su ubicación es «solo aproximada». 25 FERNÁNDEZ MARTÍN, L.: op. cit., p. 173.

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porcentajes que, comparados con la distribución sobre el plano de los inmuebles comprados o arrendados entre 1570 y 1610, resultan de una similitud realmente pasmosa y que nos llevan a defender que, al menos en lo que a la ciudad de Alfonso X se refiere, los planteamientos iniciales de la Corona (recordemos, dispersión y contacto con cristianos viejos) se cumplieron con bastante fidelidad. FIGURA 1. Asentamiento de los moriscos de Ciudad Real a finales del siglo XVI

FUENTE: AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Ciudad Real (1570-1610).

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La colación de San Pedro, situada al sur del núcleo, es la que alberga un mayor número de moriscos. Es fácil comprender porqué. Allí se localiza la plaza pública, sin duda el lugar más apto para el establecimiento de locales comerciales. Allí, tal y como ha demostrado López-Salazar, encontró la minoría el lugar más idóneo para aplicarse a las actividades comerciales y a la industria textil y del esparto26. El plano confirma su apreciación: tiendas y talleres se localizan, en su inmensa mayoría, en dicha colación, incluso desbordando el propio marco espacial de la plaza pública. Junto a San Pedro, Santa María del Prado (templo en torno al cual se había desarrollado la ciudad), que sigue manteniendo cierta importancia debido, entre otros motivos, a que con anterioridad a la llegada de los granadinos aún seguía asentada en la misma la pequeña comunidad de moriscos antiguos. Será en Santa María donde se ubiquen la mayor parte de las huertas, algo que también se sitúa en perfecta consonancia con lo observado por el profesor López-Salazar, para quien no hay duda de que dicha colación era la «parroquia agraria» de la ciudad27. Por último, Santiago, la demarcación que menos fieles tuvo y la que, quizás debido a ello, también acogió a un menor número de moriscos. La situación descrita para Ciudad Real es bastante similar a la observada para el caso de Albacete. Allí encontramos a la minoría a lo largo y ancho de todo el núcleo urbano. El padrón elaborado en 1585 para el cobro de alcabalas lo confirma. Al lado de moriscos que, como Francisco Pérez, residen en la denominada zona de «la Cava»; o de otros que lo hacen en la céntrica calle del Padre Romano e incluso en la plaza del Altozano, encontramos a otros de los cuales solamente se nos informa que viven en huertas, posiblemente a las afueras de la ciudad, como por ejemplo Alonso de Chinchilla, residente junto a la puerta homónima, al norte de la villa28. Esa dispersión también está atestiguada a través de los protocolos notariales, que nos permiten constatar cómo, lejos de asentarse en una zona concreta, la minoría se apostó a lo largo y ancho del casco urbano: la calle de la Cuesta, la de Cruz, la propia «de la Cava» o la de Santa Quiteria29, son nombres

26 LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: «Estructura socio-profesional de Ciudad Real...», p. 58. En San Pedro, se asentó, el 43,1% (175 de 406) de las personas dedicadas al sector secundario en la ciudad. De ellas, 34 eran moriscas, un 8,3% del total de la ciudad y más de un 19% del de la parroquia. En cuanto a los servicios de hostelería, la minoría se ve ampliamente representada en dicha parroquia. Del total de 68 vecinos dedicados a dicha tarea, 38 (55,9%) eran parroquianos de San Pedro, 24 de ellos moriscos (35,3%) y, a su vez, 23 tenderos. Vid. LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: «Estructura socio-profesional de Ciudad Real...», Anexo III, pp. 67 y ss. 27 Ibídem, p. 58. 28 AHP Ab. Sección Fondos Municipales. Albacete. Caja 318. S.f. 29 AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1/3. Fol. 216 r.o (24.XI.1594); Leg. 1/3. Fol. 323v.o (31.XII.1594); Leg 2/2. Fol. 13v.o (11.I.1607), entre otros. Citados por SANTAMARÍA CONDE, A.: «Sobre la vida de los moriscos granadinos...», pp. 19-21.

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que se repiten con bastante frecuencia, tanto en los propios registros notariales como en los padrones y permiten constatar que la situación ya explicada para Ciudad Real tuvo ciertas similitudes con la de Albacete. Por tanto, ambas localidades pueden presentarse como prototipo del plan regio y como espejo de lo que la Corona persiguió en lo que al asentamiento de los moriscos se refiere. Sin embargo, la casuística observada en ellas no parece ser la nota predominante en el resto de La Mancha, ni tan siquiera en el conjunto de la Corona de Castilla. Ejemplos de ello ya se han estudiado para el caso de Valladolid y también para Ávila30 donde parece ser que, aunque repartidos a lo largo y ancho de toda la ciudad, los moriscos nunca optaron (o no pudieron hacerlo) por el centro urbano, quizás por ser este lugar el reservado, por tradición, costumbre o deseo de sobresalir, a las elites locales. Quizás el ejemplo que mejor pueda ilustrar esta afirmación lo podemos encontrar en Alcaraz. Allí, los 180 moriscos que llegaron de Granada fueron distribuidos en las cinco parroquias que entonces se contaban en la ciudad. Sin embargo, y al contrario de lo que ocurre en Ciudad Real, esa distribución no fue uniforme sino que dio con una mayor presencia de moriscos en uno de sus barrios, el situado en torno a la parroquia de San Ignacio. El estudio de los libros sacramentales de la ciudad ha permitido constatar cómo al mismo tiempo que en dicha parroquia se documenta una presencia excesivamente alta de moriscos (15,75% del total de bautizados entre 1570 y 1610), en el caso de la de la Trinidad dichas cifras quedan reducidas casi a la nada (0,89% en el intervalo 1590-1610)31. En las otras dos parroquias de la ciudad en las que conservamos series de bautismos (San Miguel y Santa María), los porcentajes se sitúan en cotas cercanas al 5%, cifras que, por otra parte, resultan muy similares a las observadas en localidades vecinas. Lo realmente llamativo en esta ocasión es que San Ignacio, la «parroquia morisca» de Alcaraz también tuvo a su cargo el control de los moriscos asentados en las aldeas dependientes de la ciudad y que por el contrario, es en la Trinidad dónde se documentan los bautismos y matrimonios de lo que podríamos denominar como elites locales ya que es a ella a la que parecen estar ligados regidores, licenciados, bachilleres, médicos y demás componentes de esa elite. Intencionalidad manifiesta, casualidad, costumbre o simplemente cercanía del domicilio de estos grupos 30 Para el caso abulense Serafín de Tapia constata cómo a lo largo del XVI, y sin abandonar el punto neurálgico que supuso la morería antigua, situada al sur de la ciudad, los moriscos repartieron su presencia por toda la ciudad sin que ello supusiera, no obstante, una localización más intensa en los barrios céntricos. Vid. TAPIA SÁNCHEZ, S. DE: La comunidad morisca... op. cit., pp. 158-161, con un interesante apoyo cartográfico. 31 Archivo Diocesano de Albacete (en adelante AD Ab). Libros parroquiales. Alcaraz. ALZ 2, ALZ 78, ALZ 79 y ALZ 80. El estudio completo de las series y sus conexiones con la política de evangelización y asimilación de la minoría en la ciudad, en MORENO DÍAZ, F. J.: «Convivencia, control y fe…», pp. 53-92.

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a la parroquia hacen de ella una especie de exponente de cierto elitismo social y ese elitismo excluía, de entrada, a los moriscos32. Por tanto, Alcaraz por un lado y Ciudad Real por otro, se erigen en ejemplos contrarios en lo que al asentamiento de la minoría se refiere. Sin embargo, y como ciudades, también tenían bajo su jurisdicción pequeñas aldeas en las que se localizaba una no poco importante parte de su población, sobre todo, y como se verá más tarde, debido a que tanto las dificultades en el transporte, como su distancia con respecto al núcleo principal y la propia estacionalidad de los trabajos agrícolas así lo hacían necesario. No es de extrañar, por tanto, que en dichos núcleos también pudiera asentarse población morisca. En Alcaraz, resulta significativo el caso de la pequeña aldea de Cebreros que albergó desde 1571 a diez moriscos a pesar de avecindar únicamente a tres vecinos cristianos viejos33. Sin llegar a dicho extremo, el caso de Ciudad Real también resulta de interés. Ya se ha visto cómo los moriscos de la ciudad residieron en proporciones muy similares en las tres colaciones de la misma. También se conoce que muchos otros prefirieron vivir a las afueras de la ciudad, bien extramuros34, bien dentro del perímetro defensivo35, toda vez que, a finales del XVI, dicho espacio aún dejaba libres los suficientes terrenos como para que en él pudieran instalarse huertas y plantaciones hortofrutícolas, por otra parte muy demandadas por los moriscos. Además de ello, Ciudad Real también tuvo aldeas. Benavente, Valverde, Santa María del Guadiana, Poblete e incluso Las Casas y La Poblachuela (a día de hoy convertidas en barrios), fueron las principales; en ellas también encontraron acomodo los moriscos, a los que documentamos comprando casas y tierras en esta última36 o arrendándolas en Poblete y Benavente37. Más adelante tendremos ocasión de estudiar las razones debido a las cuales algunos moriscos optaron por trasladar su residencia a estas pequeñas aldeas pero vaya por delante que, en principio, nuestra hipótesis no contempla la posibilidad de que en dicho hecho resida un deseo manifiesto por huir del control de las autoridades (también presentes en estos pe32

Ibídem, p. 60. AD Ab. Libros parroquiales. Alcaraz. ALZ 79. Fol. 79v.o 34 Son frecuentes los arrendamientos de parcelas junto a las diferentes puertas de la ciudad. Basten algunos ejemplos: en 1607, Alonso de Navas arrendaba una era y un quiñón en las eras de la puerta de Alarcos, lindero al camino homónimo. (AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 29/5. Fols. 34r.o-34v.o 3.XI.1607.) Por su parte, Marcos de Velasco arrendó también un quiñón, esta vez junto a la puerta de Santa María (AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 34/9. Fols 7r.o-7v.o 29.XII.1587) y Miguel de Mendoza al lado de la de Toledo (AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 19/2. Fols. 89r.o-89v.o 18.IV.1610). 35 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 55bis. Fols. 255r.o-256r.o 28.III.1593 36 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 28bis. Fol. 142r.o-142v.o 6.X.1572. 37 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 52bis. Fol. 30r.o 20.VIII.1591; Leg. 54bis. Fol. 57r.o 19.II.1595; y Leg. 57/2. Fols. 144r.o-144v.o 13.XII.1602, entre otros. 33

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queños núcleos) sino que más bien pudieron estar relacionados con la mayor disponibilidad de tierra en las mismas, con su riqueza y fertilidad, así como con las mayores posibilidades laborales que allí podían encontrar los miembros de la minoría.

5.2. La casa morisca, la casa manchega Si complicado resulta el acceso al conocimiento de la ubicación de las barriadas moriscas, también lo es la posibilidad de aproximarse a la estructura y funcionalidad de las casas en las que habitó la minoría puesto que para ahondar en dicho aspecto y trazar un ligero esbozo de las mismas suele ser necesario el concurso conjunto de arqueología y fuentes escritas. En este sentido, los trabajos realizados para otras áreas geográficas diferentes de la manchega han arrojado resultados altamente positivos ya que han permitido constatar una especificidad propia en el caso de las viviendas moriscas. Así, para la zona levantina, hace años que André Bazzana demostró dicha peculiaridad38. Su trabajo, que retoma las técnicas propias de la arqueología medieval, no deja lugar a dudas y pone claramente de manifiesto la continuidad de las condiciones de habitabilidad de la casa morisca en relación a la musulmana. No obstante, tanto la metodología empleada como las propias condiciones históricas de su zona de estudio hacen que sus conclusiones sean difícilmente aplicables en el caso de La Mancha. Debe pensarse que la región valenciana presenta unas condiciones totalmente opuestas a la manchega en cuanto al poblamiento se refiere puesto que allí la distribución de los núcleos de asentamiento es mucho más dispersa que en Castilla. Además es preciso señalar que la existencia de unas relaciones de producción también distintas, impide igualmente el establecimiento de paralelismos. En este sentido, debe tenerse en cuenta, como primer factor, la marcada fragmentación del parcelario levantino. Junto a ello, y quizás más importante, la presencia allí de un régimen señorial muy desarrollado pero laxo en cuestiones de ortodoxia, algo que puede explicar el hecho de que muchos de los antiguos núcleos musulmanes siguieran habitados por población mudéjar-morisca hasta el momento mismo de expulsión. Posteriormente, el abandono de dichas alquerías a partir de 1609 y la no repoblación de los 38 BAZZANA, A.: «La maison Morisque dans la région d’Alicante», en CARDAILLAC, L. (coord.): Les morisques et leur temps. Table Ronde Internationale. París: Editions du Centre Nationale de la Recherche Scientifique, 1983, pp. 313-329. En términos muy parecidos, y para la región del valle de Ricote, parece manifestarse Francisco Flores Arroyuelo quien nos describe para los moriscos ricotíes casas con funciones, proporciones y distribución muy similares a las que se podían encontrar bajo dominio musulmán. Vid. FLORES ARROYUELO, F. J.: Los últimos moriscos. (Valle de Ricote, 1614). Murcia: Academia ‘Alfonso X el Sabio’, 1989 pp. 131 y ss.

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antiguos núcleos moriscos por parte de los cristianos viejos, propiciaron el hecho de que dichos asentamientos hayan llegado a nuestros días sin ser ocupados, simplemente sepultados por la tierra y el tiempo y, por tanto, reveladores del modo de vida y de la organización de las comunidades moriscas39. No ocurre así en La Mancha. Las tierras del interior peninsular se vieron sometidas a un régimen señorial completamente diferente: el de las Órdenes Militares, más «oficialista» y marcadamente «más ortodoxo» que el de los señores de Levante; más rígido, por tanto, con las medidas que recomendaron que los moriscos no vivieran separados del grupo cristiano viejo. Además, en la meseta, el sistema de poblamiento —mucho más concentrado— impuso desde muy pronto el principio de convivencia de las dos comunidades dentro de un mismo núcleo y como quiera que esas localidades coinciden con las actuales, no debe extrañar a nadie que resulte extremadamente complicado proceder a investigaciones arqueológicas de cualquier tipo. Por tanto, serviría de muy poco establecer comparaciones con el modelo levantino ya que éstas serían posibles sólo en el caso de que nos situáramos ante asentamientos aislados y situados en despoblado. En este sentido el único trabajo existente para la zona que estudiamos40 tampoco resulta excesivamente alentador ya que ofrece no pocas dudas en torno a, si en realidad, nos encontramos ante lo que los autores consideran un asentamiento morisco o si por el contrario estamos ante una típica vivienda de campesinos situada fuera del núcleo de población. Sobre todo porque es cierto que existen indicios que pueden demostrar que nos situamos ante un asentamiento de corte musulmán pero no es menos verdad que los problemas estratigráficos señalados por los propios autores tampoco permiten establecer una cronología fiable ni dar una respuesta segura a las interrogantes que el propio trabajo pone sobre la mesa. Debido a ello, es muy posible que lo más coherente y sensato sea pensar que el modelo de habitación morisco en La Mancha no debió de ser muy diferente al cristiano viejo y, por tanto, y en espera de que la arqueología nos demuestre lo contrario, es por dicha posibilidad por la que nos decantamos. Máxime cuando las fuentes escritas parecen inclinarse en ese sentido. * * * 39 El modelo presentado por Bazzana parece en todo coincidente con el que, implícitamente, admite Flores Arroyuelo. Con motivaciones muy similares y argumentos casi iguales ambos autores coincidirían pues en que no hubo diferencias en los modos de habitación plenamente musulmanes y los moriscos, al menos en sus respectivas áreas de estudio. La situación, como veremos, se nos aparece completamente diferente en nuestro área de estudio. 40 BENÍTEZ DE LUGO, E. e HIDALGO, I. G.: «Una vivienda morisca en el medio rural: Bisarañas (Moral de Calatrava, Ciudad Real)», en Campo de Calatrava. Revista de Estudios de Puertollano y su comarca, III, (1999), pp. 79-93.

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Si se exceptúan los ejemplos de casas y palacios señoriales (de los que existen notables exponentes en La Mancha), el modelo de casa popular manchega en la Edad Moderna responde a unas características muy definidas, la mayor parte de las veces coincidentes en el conjunto del territorio y sólo diferenciadas entre sí por la mayor o menor presencia de determinados materiales en función de la comarca. En un reciente trabajo, Francisco García González ha demostrado dicha casuística tomando como base de su análisis el estudio de las Relaciones Topográficas y ha llegado a la conclusión de que «la casa en esta región tenía una finalidad eminentemente práctica, respondiendo con gran austeridad y economía de medios a las exigencias de habitabilidad y trabajo [por lo que] no respondía a un modelo de organización cerrado, donde cada espacio estaba perfectamente determinado y definido, concebido para desempeñar una función concreta. Cada ámbito, cada pieza no tenía, como ahora, su propia personalidad y su funcionalidad podía alterarse constantemente adaptándose a las necesidades»41. Dejando de lado las diversas teorías en torno a si puede hablarse o no de una verdadera arquitectura popular manchega, lo cierto es que existen ciertos caracteres que hacen que, al menos, podamos definir no tanto un modelo sino más bien un prototipo de casa manchega. En este sentido, todos los estudios coinciden en señalar, por un lado, la generalizada pobreza de la mayor parte de estas viviendas; y, por otro, su sencillez, tanto constructiva como espacial. No obstante, y, como bien señala el propio García González, en el caso concreto de las Relaciones Topográficas, y aun cuando el conocimiento de materiales, habitantes y sistemas constructivos es correcto, poco o nada podemos extraer acerca de la distribución y planimetría de las mismas. Por ello, y para completar el estudio de la casa es necesario recurrir, una vez más, a la documentación notarial, dado que el Catastro de Ensenada —la fuente que en este sentido nos puede ilustrar con mayor precisión— queda demasiado alejado de nuestro marco cronológico42. En general, el modelo de casa popular manchega puede equipararse al de una pequeña construcción levantada con piedra (nunca labrada) en los cimientos, tierra apisonada (tapial), cal

41 GARCÍA GONZÁLEZ, F.: «La casa rural en la Castilla meridional. Aproximaciones arquitectónicas y constructivas en la época del Quijote», en SANZ CAMAÑES, P. (coord.): op. cit., p. 126. Junto a dicho trabajo y para una aproximación general véanse, entre otros, FLORES, C.: Arquitectura popular española. Madrid: Aguilar, 1973 y FISAC SERNA, M.: «Arquitectura popular manchega», en Cuadernos de Estudios Manchegos, II época, XVI, (1985), pp. 16-54. Más restringidos a la Edad Moderna y al ámbito manchego, además del ya mencionado trabajo de Francisco García González, escriben sobre el tema LÓPEZ GÓMEZ, J. y LÓPEZ GÓMEZ, A.: «La vivienda rural toledana en el siglo XVI según las ‘Relaciones Topográficas de Felipe II’», en Boletín de la Real Academia de la Historia, CLXXXIX, (1), (1992), pp. 1-21.Véase también JEREZ GARCÍA, O.: Arquitectura popular manchega. Ciudad Real: Excma. Diputación Provincial de Ciudad Real, 2004. 42 GARCÍA GONZÁLEZ, F.: art. cit., pp. 105-106.

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y yeso en paredes y muros; y madera en vigas, puertas, ventanas y cubiertas. Todo ello debió conferir a las mismas un aspecto realmente sencillo por lo que no es de extrañar que, a la hora de describirlas, en las Relaciones se repitan con relativa frecuencia calificativos como pequeñas, humildes, pobres, ordinarias, comunes, ruines, toscas, bajas,... Este último adjetivo nos introduce en otras de sus características principales: la mayor parte de las casas fueron de una sola planta, estando reservadas para medianos y grandes propietarios las de varias alturas. Sin embargo, no es de extrañar que la casa contara con más de un piso cuando ésta compartió la función puramente habitacional con otros aprovechamientos. Así debió ocurrir con relativa frecuencia en el caso aquellas propiedades que, además de para acoger una vivienda, también fueron ocupadas con el objetivo de establecer en las mismas un taller, una tienda o un almacén. Ejemplos de dicha casuística aplicada al caso concreto de los moriscos fueron relativamente frecuentes43. Por ejemplo, Diego Baena, morisco alistado en Ciudad Real, arrendaba en 1603 una «casa-tienda con sus cámaras y corredor» en la plaza de la ciudad44 y es muy de suponer que dichas cámaras (posiblemente destinadas a servir de almacén) estuvieran situadas en una segunda planta. Como también puede entenderse que Francisco Gómez, cordonero en la misma ciudad, pudiera ser propietario de una casa-taller lo suficientemente amplia como para poder albergar en la misma a los jóvenes que tenía como aprendices y a los oficiales a su cargo45 y que las dependencias destinadas a tal uso pudieran estar bien junto al propio taller, bien encima del mismo. En otras ocasiones, sin embargo, esa segunda planta se encontraba en forma de sótano como le ocurre a la casa que Gabriel de la Peña y Diego de Granada alquilaron en Poblete46. En su interior, las más de las veces, estas casas debieron contar con una sola estancia, sin división alguna, sin tabiques, sin jerarquización de espacios, lo que debió llevar a una más que posible confusión de funciones. No es de extrañar, por tanto, que la estancia principal —a veces la única— fuera utilizada aleatoria e indistintamente como salón, dormitorio y cocina47, incluso que a veces animales de labor y herramientas de trabajo no fueran sino unos «habitantes» más de la casa. No obstante, también contamos con ejemplos en los que los inquilinos se esforzaron por 43 Sólo en Ciudad Real, y en el periodo de tiempo comprendido entre 1570 y 1610 se llevaron a cabo hasta un total de veintidós operaciones relacionadas con tiendas y comercios. De ellas, dos son compras, una tercera un traspaso y el resto arrendamientos. 44 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 77/1. Fols. 192r.o-192v.o 11.III.1603. 45 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 80/1. Fols. 101r.o-101v.o 25.III.1609. 46 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 29/1. Fol. 49v.o 25.I.1571. 47 A partir del estudio de la documentación notarial y aun a pesar de lo ya dicho, esta también parece ser la nota predominante en muchas casas moriscas de la zona alicantina. Vid. MAISO, J. y BLASCO, R.: «Dos señoríos alicantinos con vasallos moriscos a través de los registros notariales», en CARDAILLAC, L. (coord.): op. cit., pp. 333-354.

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mantener dicha división. Así, por ejemplo, Miguel del Castillo y otros moriscos de Ciudad Real arrendaban poco después de su llegada a la ciudad, una casa con «sala baja y cocina con su alto»48. Sin embargo, este tipo de ejemplos parece que fueron escasos y lo más frecuente es que aun cuando la morada contara con más de una habitación, estas no se encontraran comunicadas las unas con las otras. Debe pensarse que, al tenor de estructuras y usos no tan alejados de nuestros días, por muy diminuta que fuera la vivienda, por confusos que fueran sus usos y por limitadas que se presentaran sus posibilidades, la mayor parte de las mismas no estaban aisladas sino que se insertaban en lo que, en La Mancha, se ha conocido hasta hace poco tiempo (aún quedan ejemplos de ello) como casa de vecinos. Ello hizo que, en ocasiones, la vivienda, entendida como el conjunto de estancias utilizadas para residir, se encontrara bajo una peculiar organización que podríamos calificar de dispersa. Es decir, como un conjunto de estancias que, perteneciendo a un mismo propietario, casi siempre se encontraban aisladas unas de otras en el seno de la «casa de vecinos». Es lo que en la documentación se denomina como arrendamiento «por piezas»49. Así le ocurrió a García y Diego Soler y a Pedro Campo, moriscos de Quintanar, que en 1597 pusieron a la venta «medio pajar que tienen junto a Pedro Díaz y un cuarto de casa tapiado con un pozo cubierto y un sotanillo y también una parte de corral que está junto a un molino de aceite»50. Más compartimentación imposible. Fue precisamente la estructura vecinal la que dotó a la mayor parte de los hogares de dependencias y espacios que, utilizados de forma mancomunada, muy probablemente contribuyeron a aliviar las estrecheces de muchos de ellos. En este sentido, la mayor parte de las estancias se organizaron en torno a un patio común, sin duda el lugar en el que los contactos entre sus habitantes traspasaron el ámbito puramente familiar y en el que se debió articular una no poco interesante red de relaciones sociales. Junto al patio, y en la parte trasera, también debió existir en este tipo de casas un corralón más o menos amplio en el que tenían cabida pajares51, cuadras y caballerizas52, quizás algún pequeño huerto y, en algunos casos hasta lagares y bodegas de reducido tamaño53. No obstante, quizás, lo más significativo sea no tanto el hecho de que la casa se presentara de una u otra forma; ni que tuviera más o menos habitaciones y que éstas fueran ricas o pobres sino que, en el seno de la

48

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 28. Fol. 217v.o 26.VI.1572 Ejemplos de ello en AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 57/2. Fols. 144r.o144v.o 13.XII.1602. 50 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.164. S.f. 11.VI.1597. 51 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 34bis/3. Fols. 3r.o-3v.o 1.XI.1593. 52 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 58bis. Fols. 178r.o-179r.o 20.XI.1607. 53 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 56bis/1. Fols. 235r.o-235v.o 3.IV.1599. 49

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misma, y al calor de las relaciones entabladas con el resto de vecinos, sea allí donde podamos observar uno de los principales cauces de socialización de la minoría morisca, una de las vías por medio de las cuales los cristianos nuevos fueron tejiendo la red de relaciones que determinó su vida en Castilla. En este sentido, no es de extrañar que la vida en común de muchos de los granadinos fuera la nota predominante en los años inmediatamente posteriores a su establecimiento en Castilla. La inseguridad ante su llegada, los más que probables recelos despertados tras la misma y la penuria económica de la que hicieron gala tras el destierro pueden explicar el hecho de que muchos de los recién llegados optaran, en estos primeros años, por vivir en común, incluso a veces rozando el hacinamiento, pues llegaron a convivir hasta dos y tres familias bajo un mismo y reducido techo. La cita con la que se abre este capítulo puede ser ejemplo de ello. Sin embargo, y a medida que avanzamos en el tiempo, la paulatina integración, la superación de prejuicios y una palpable mejora en las condiciones de vida de muchos de ellos determinaron que, tímidamente a partir de la década de los ochenta y de manera más decidida desde finales del Quinientos, la mayor parte de arrendamientos y compras de vivienda por parte de los moriscos se hiciera a título personal54.

5.3. El acceso a la vivienda: sistemas, precios y protagonistas Queda, por último, analizar los cauces a través de los cuales el morisco tuvo acceso a la vivienda. En principio, y a juzgar por lo aparecido en las fuentes, no parece que las operaciones de transacción tendentes a formalizar el arrendamiento o compra de una propiedad inmobiliaria de tipo urbano fueran, en los moriscos, tan frecuentes como cabría esperar. Eso hace que nos veamos obligados a poner en cuarentena cualquier tipo de conclusión pero, lamentablemente, las fuentes no dan para más. El cuadro 28 muestra cómo, en el caso de Ciudad Real, dicho juicio parece confirmarse. En el mismo, y aunque la muestra no es todo lo amplia que cabría esperar, quedan reflejadas las operaciones de compra-venta y arrendamiento en las que se vieron inmersos los cristianos nuevos que residieron en la ciudad. Llama la atención, en primer lugar, el progresivo aumento en el número de escrituras otorgadas puesto que éstas crecen a medida que se avanza en el siglo XVI y son relativamente frecuentes ya en el Seiscientos. No es de extrañar por tanto que, al tenor de los datos, pueda hablarse de una paulatina integración de la minoría en los circuitos económicos de la ciudad. Sin embargo, no es menos cierto que hasta que ésta se dio, el grupo 54 En Ciudad Real (exceptuando las aldeas), entre 1580 y 1610, un 73% para el caso de los arrendamientos (34 de 46) y un 75% en el caso de las compras (9 de 12).

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tuvo que hacer frente a no pocas dificultades. De hecho, los problemas económicos por las que pasó la minoría nada más llegar de Granada, quedan puestos de manifiesto en el propio cuadro, donde se observa cómo, al menos hasta la década de los noventa, el grupo no se vio inmerso en una dinámica que pudiéramos calificar de activa55.

CUADRO 28. Los moriscos de Ciudad Real ante el mercado de la vivienda 1571-1580 1581-1590 1591-1600 1601-1610

Compra Vende Da en renta Toma en renta Total

Total 1570-1610

no

no

no

no

no

%

14 14

2 1 6 9

11 1 1 18 31

16 2 18 36

29 4 1 56 90

32,22 4,44 1,11 62,22 100

FUENTE: AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Ciudad Real (1570-1610).

Más determinantes resultan los datos a partir de finales del propio siglo Como ya ocurriera en el periodo 1570-1590, el sistema de acceso a la vivienda más utilizado por el morisco continúa siendo el del arrendamiento. Los datos parecen inclinarse en tal sentido pues, en el conjunto del periodo, puede observarse cómo dicho procedimiento fue utilizado hasta un total de 57 veces (más del 63% de las ocasiones), mientras que la compra (bien fuera directa, bien mediante la toma a censo) sólo supone un 36,67%56. En relación con ello, y aunque progresivamente se asiste a un aumento de censos y compras directas, debe convenirse que los moriscos (sometidos a una mayor presión fiscal que los cristianos viejos y con una marcada estacionalidad en su trabajo), prefirieron el arrendamiento como medio princi-

XVI.

55 En el período de tiempo comprendido entre 1570 y 1590 se han estudiado un total de treinta y ocho legajos (un 32,47% del total) que han arrojado un total de veintitrés escrituras (un 25,5%). Los porcentajes, muy similares tanto en el caso de escrituras aparecidas como de documentación examinada empujan a pensar que, a igual número de legajos examinados para los años posteriores, el número de escrituras aparecido sería muy similar y por tanto vendría a confirmar que, aún a pesar de contar con un volumen documental de menor envergadura ello no es óbice alguno para que nos situemos ante datos totalmente fiables. 56 La cifra correspondiente a arrendamientos es el resultado de sumar aquellos en los que el morisco es tomador y en los que es beneficiario. En el caso de las ventas, igualmente, se procede a dicha suma y a la misma se añaden los censos que, en esencia, no son sino otro sistema de compra-venta.

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pal de acceso a la vivienda y que, incluso optando por dicho sistema, el esfuerzo económico que dicha elección llevaba implícito resultó ciertamente importante. No es de extrañar, por tanto, que, en ocasiones, se buscaran sistemas alternativos. En este sentido, uno de los más llamativos fue el trueque, sistema que, al parecer, pudo ser más habitual de lo que en principio podría suponerse. A este tipo de intercambios se recurrió cuando dos propietarios poseían bienes de similar valor y debido a necesidades de diferente calado se mostraban interesados en adquirir el de la otra parte. Responde a este tipo de soluciones, sobre todo, el deseo de huir de la ya comentada compartimentación de los espacios, de tal forma que, en la mayoría de las ocasiones, nos encontramos con que se situaron ante dicha tesitura propietarios que, con la aspiración de reunir bajo unas mismas lindes sus posesiones, no dudaron en renunciar a determinados bienes en favor de dicha concentración. Así pareció ocurrirle a Juan de Castañeda, pequeño labrador de Quintanar de la Orden que, siendo lindero de Alonso de las Cuevas, morisco, le cedió la posesión de una tejera con su horno y un cuarto de casa a cambio de que éste le otorgara el goce de un pequeño majuelo que poseía a las afueras de la villa57. Por su parte, el sistema de compra-venta fue el más limitado de cuantos utilizaron los moriscos, asunto éste en el que parece que el comportamiento inmobiliario de la minoría no difirió en exceso en relación al conjunto de la sociedad cristiano vieja. Huelga decir que aproximarse a la compra de una vivienda (por pequeña, rudimentaria y limitada que pudiera ser), suponía contar con un capital lo suficientemente sólido como para simultanear tanto los pagos derivados de la misma como las liquidaciones correspondientes a las necesidades más perentorias de toda la familia. Y eso no siempre fue fácil. Por desgracia, los datos con los que contamos no permiten aventurar más que hipótesis. En este sentido, aquellos que ofrecen más fiabilidad son los que proceden de Ciudad Real y mucho nos tememos que catorce escrituras de compra y cuatro de venta pueden resultar demasiado pocas58. Analicemos, en primer lugar éstas últimas. Los motivos que impulsaron a los moriscos a vender fueron de diferente índole pero lo más normal es que la minoría optara por este tipo de operaciones para hacer frente a la adquisición de otra propiedad de mayor tamaño o que presentara unas condiciones mejores. Es, por ejemplo, el caso de Gabriel Vicario, morisco de

57

AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg.13.168. 336v.o-337r.o 31.VIII.1605. Los datos para otras localidades son tan escasos que cualquier cálculo o interpretación a partir de ellos podría ofrecer una imagen errónea o cuanto menos deformada. Para Daimiel y Ocaña ninguna escritura, para Alcaraz sólo dos; otras dos para Villarrobledo; una quincena para Albacete; una para Chinchilla; nueve para Almagro; ocho para El Toboso; siete para Quintanar; una para Puebla de Almoradiel, cuatro para Almadén. A ellas haremos referencia a lo largo del texto. 58

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El Toboso, que en 1602 vendía la casa en la que hasta ese momento había vivido59 y al que poco después encontramos comprando la que sería su definitiva vivienda en la misma villa hasta el momento de la expulsión. En otras ocasiones la venta pudo estar motivada por menesteres más perentorios, derivados sobre todo de la acuciante necesidad de dinero para hacer frente a deudas generadas por otros conceptos; o venir de la mano de un reparto de herencia en el que la operación pudo ser el mejor sistema para repartir el legado entre los herederos; o, como en el caso de Francisca de Herrera, morisca de Almadén, quien tras la muerte de su marido, vende todo lo que le pertenecía a éste para poder marchar a Ciudad Real en compañía de Luis, su hijo menor de edad60. Sin embargo, y pesar de estos ejemplos, fueron mucho más importantes aquellos otros en los que el morisco fue comprador. En este sentido, el examen de las escrituras y su cotejo con otras anteriores ha permitido constatar como en once de las catorce compras de un bien urbano, el acceso del morisco a la propiedad plena de su casa viene precedido por una etapa en la que él mismo ha sido, previamente, inquilino arrendatario en otra propiedad. Así le ocurre, entre otros, a Luis de Alcocer, que tras haber arrendado en 159061, compra poco después una casa62, fruto, sin duda, de la mejora de su posición económica como resultado de su actividad como pequeño comerciante. No obstante, también tenemos ejemplos de lo contrario. Casos en los que la fortuna jugaba en contra de muchos, que, tras haber alcanzado una situación lo suficientemente cómoda como para poseer casa en propiedad, tuvieron que recurrir a la venta de la misma y al arrendamiento como única posibilidad de seguir manteniendo un lugar bajo el que cobijarse63. Y es que, ayer como hoy, el acceso a la vivienda constituía una de las principales inversiones en la vida de la persona y dicha inversión no siempre debió ser fácil de asumir, sobre todo teniendo en cuenta que, como ocurre en el caso que nos ocupa, nos enfrentamos a un grupo social especialmente vulnerable en lo que a cuestiones económicas se refiere. En este sentido, podría ayudar mucho el conocimiento de la dinámica que siguieron los precios de la vivienda pero mucho nos tememos que, por fundamentados que pudieran estar los datos ofrecidos a tal efecto, éstos serían de poca o ninguna utilidad dado que sólo supondrían cifras globales, sin tener en cuenta el tamaño y calidad del bien comprado, su situación, 59

AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.373. Fols. 586r.o-586v.o 10.XI.1602. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 4.898. Fol. 161r.o-171r.o 1.X.1589. 61 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 34/13. Fols. 21r.o-21v.o 10.IV.1590. 62 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 40/2. Fols. 415r.o-418v.o 20.XI.1594. 63 También son frecuentes este tipo de ejemplos. Baste, como muestra, el caso de Cristóbal Marín, morisco de Ciudad Real quien en 1601 adquirió su casa en propiedad pero al que encontramos arrendando en 1609. Vid. AHP CR. Leg. 108bis/2. Fols. 22r.o-22v.o 11.I.1601 y AHP CR. Leg. 80/1. Fols. 183r.o-183v.o 2.XI.1609. 60

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su estado de conservación y muchos otros factores de suma importancia para acercarnos con garantías al conocimiento fidedigno de dicha realidad. No obstante, si se nos permite el atrevimiento, y siempre teniendo en cuenta dichos inconvenientes, sí puede señalarse que, como término medio, el precio de la vivienda que adquieren los moriscos de nuestro territorio se sitúa en torno a los 25,37 ducados (algo más de 9.500 maravedíes) y que oscila entre cifras máximas como los 120 ducados (45.000 maravedíes) que pagó Alonso Martínez en El Toboso64, y mínimas como los 200 reales (6.800 maravedíes) que, también allí, pagó Luis García Zarco65. Como puede suponerse, la casuística debió ser enorme y es precisamente por ello por lo que no puede establecerse una pauta general. No obstante, los precios en que fueron subastadas dichas propiedades tras el destierro definitivo de 1610 indican que los cálculos establecidos a partir de los protocolos notariales, no resultan tan desviados como cabría suponer en un principio. Por el contrario, sí puede ser de una utilidad mayor acercarse a dicho comportamiento en función del estudio de los plazos y sistemas de pago utilizados. También aquí la variedad es la nota predominante y resulta complicado establecer un patrón general. De existir, éste podría ser el que se ajusta al modelo representado por la compra que se formaliza estableciendo unos plazos de pago. Éstos, generalmente, eran anuales y se hacían coincidir con festividades religiosas de importancia (San Miguel, San Juan, los días «de Nuestra Señora»,...). Sin embargo, y como paso previo a su cobro, el propietario-vendedor estableció en un alto porcentaje de las ocasiones la obligación de que el comprador pagara un determinado porcentaje de la suma total en concepto de primer plazo y de fianza que le asegurara la obtención de un mínimo beneficio en caso de que, finalmente, la operación no pudiera llevarse a buen término. Las cifras indican cómo dichos plazos se hicieron más amplios a medida que nos acercamos al siglo XVII aunque, por mucho que se ampliaran66, no creemos que fueran lo suficientemente largos como para evitar problemas de solvencia al morisco; sobre todo teniendo en cuenta que los precios de este tipo de operaciones superaron con creces los ingresos medios de los compradores para el mismo periodo de tiempo y que, incluso, podemos encontrar ejemplos en los que la muerte sorprende al morisco sin que se haya dado por concluido el pago de la vivienda adquirida67.

64

AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.374. Fols. 662v.o-663v.o 7.X.1603. AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.353. Fols. 191v.o-192r.o 5.II.1591. 66 Se observa cómo, por término medio, ese período de tiempo es, para la década 15901600, de 2’33 años mientras que en el periodo 1600-1610 se ve ampliado hasta 2,78 años. 67 Así le ocurre, por ejemplo, a Pedro Sánchez, morisco de Alcaraz, que en su testamento ordenó que sus herederos se hicieran cargo de dicho pago. AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 130/2. Fols. 54r.o-56r.o 29.VI.1606. 65

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Por ello, no es de extrañar que, ante tales dificultades, se hiciera necesario recurrir al endeudamiento como solución más rápida (aunque no siempre más eficaz) para solventar la necesidad de dinero en metálico ante la que se situaron muchos de los moriscos que quisieron acceder a la vivienda por medio del sistema de compra. Una vez más, no faltan ejemplos y la variedad de casos es enorme. Desde cantidades que podríamos calificar de pequeñas como los 90 reales (3.060 mrvs.) que pidió prestados Martín Méndez68 hasta los 18.750 maravedíes que Isabel Fernández, viuda de Daimiel, prestó a Pedro de Anaya69. No parece, sin embargo, que ésta fuera la solución más acertada. En otras palabras: el recurso al préstamo, en economías tan débiles como las de los moriscos, lo único que consiguió fue enredar al prestatario en una complicada y tortuosa cadena de préstamos sucesivos que fueron utilizados unos para pagar otros y así sucesivamente. En dicha tesitura debieron verse envueltos, por ejemplo, Fernando Narváez y María Fernández, alistados en Calzada de Calatrava, quienes recibieron de Juan Bautista Fernández (clérigo de Almagro) un préstamo de 426 reales70; o Melchor Pérez e Isabel Esteban, moriscos de Ciudad Real, quienes para pagar ciertas deudas pidieron mil maravedíes que, luego, convirtieron en censo redimible sobre el cual hipotecaron su propia casa que, a su vez, tenía impuesto otro censo de 30.000 maravedíes de principal71. Dicho camino, tortuoso casi siempre, es el que debe observarse como la causa principal de que, progresivamente, los moriscos de nuestro territorio optaran por recurrir al censo, una fórmula mucho más llevadera ya que llevó implícitas unas menores cargas que las que se pudieron derivar del préstamo propiamente dicho72. Hace años, en su estudio acerca de la sociedad y economía rurales en La Mancha, el profesor López-Salazar demostró que el recurso al préstamo hipotecario mediante la fórmula del censo no fue, para los censatarios, tan gravoso como la tradición heredada de los arbitristas quiso hacer ver73. Su análisis, basado en el examen de la documentación notarial referente a Ciudad Real, puso de manifiesto que dicha fórmula constituyó, «el instrumento menos malo de financiación de la agricultura, de la ganadería, de la construcción y ampliación de viviendas»74. Visto desde esa perspectiva, no debe extrañarnos que los moriscos, 68

AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 146/1. Fol. 15r.o 16.I.1602. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 578. Fols. 118r.o-118v.o 7.XI.1599. 70 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg.1.614. S.f. 15.II.1605. 71 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 56/1. Fols. 33r.o-36v.o 10.IV.1597. 72 Para la época que nos ocupa, el tipo de interés fijado por la Corona varió. Tal y como nos dice López-Salazar, ese tipo se situó en el 10% hasta 1563; en el 7,14% hasta 1608 y en el 5% en adelante y hasta el Setecientos. Cf. LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., p. 620. 73 Ibídem, pp. 609-617. 74 Ibídem, p. 616. 69

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ubicados casi siempre en los estratos más bajos de la sociedad, hicieran un uso frecuente de dicho instrumento, no sólo para adquirir vivienda, sino también como medio a través del cual financiar la compra de pequeñas parcelas o huertas, incluso de alguna bestia de labor o de materia prima sobre la que fundar el inicio de alguna actividad de tipo industrial o artesanal. De cualquier manera, y en lo que se refiere exclusivamente a la actividad crediticia de los moriscos relacionada con la adquisición de vivienda, mucho nos tememos, que el número de escrituras que poseemos es, de nuevo, insuficiente como para poder establecer conclusiones definitivas. No nos negaremos, sin embargo, a dar algunas breves pinceladas acerca de lo observado en dicha documentación pues su estudio arroja conclusiones, que aunque provisionales, deben ser tenidas en cuenta por interesantes. En primer lugar, cabe señalar que, del total de veintinueve escrituras de compraventa en las que lo adquirido era un bien inmueble urbano, quince (casi el 52%) se corresponden con bienes hipotecados, algo que viene a confirmar que los moriscos optaron por este sistema de manera preferente. En segundo término, y para el caso de los censos perpetuos (tres en total) los datos arrojan una cantidad media de capital cercana a los 17.500 maravedíes que, también como término medio, implicaron el pago de 1.566,8 maravedíes anuales. No obstante, estas cifras, creemos que tienden a distorsionar la realidad. Primero, porque su número no es lo suficientemente importante como para que a partir de ellas puedan extraerse conclusiones determinantes; y segundo, debido a que, como todo cálculo que pretende establecer valores medios, sus resultados se ven sometidos a los dictados de la aritmética y por lo tanto torpemente aumentados por la presencia en el conjunto de alguna hipoteca especialmente elevada. En lo que concierne a los censos redimibles (doce sobre quince) la situación es muy similar. Del total, sólo uno tiene fecha anterior a 159075; cuatro están fechados entre esa fecha y 1600; siete, finalmente, entre 1601 y 1610. Poco puede decirse acerca de los censalistas si no es la enorme dificultad que se encuentra a la hora de dar con una catalogación exacta de los mismos. Los datos hablan por sí solos: en tres de las doce ocasiones, el prestamista es un vecino sin adscripción concreta; en otras tres es un «don», si en tal grupo incluimos a personajes como Antonio Galiana Bermúdez, regidor y caballero de hábito de Montesa76. Situación análoga encontramos en el caso de las cofradías, compradoras de censo en otras

75 El reconocido sobre la casa que el matrimonio formado por Juan y Cecilia de Castilla compraron a María López, vecina de Ciudad Real, con un capital de 10 ducados (3.750 mrvs.) y pagas cuatrimestrales de 268 maravedíes. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 30bis/2. Fols. 33r.o-34v.o 18.II.1589. 76 Censualista de Andrés de Gamboa y María de Castellanos. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 40/2. Fols. 164r.o-171v.o 26.VI.1594.

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tantas veces77. En dos ocasiones el prestatario es clérigo mientras que en el último de los casos observados es la propia parroquia de San Pedro la que presta dinero78. Quizás, y en último término, resulte más interesante abordar el análisis de dichos censos en función de la cuantía de sus principales. En este sentido, y aunque de nuevo reiteramos nuestro convencimiento de que la muestra es muy exigua, se constata el predominio de aquellos con un capital muy reducido: sólo cinco de los doce censos localizados tuvieron un capital superior a los quince mil maravedíes, cifra que tampoco resulta especialmente elevada. El más alto de cuantos se han localizado fue el reconocido por Melchor Pérez de Ávila e Isabel Esteban, con un importe de 30.00079. Del resto, otros cinco se situaron ente los 5.000 y los 10.000 y uno por debajo de 5.000. Como puede verse, cifras no muy elevadas pero sí lo suficientemente gravosas para economías ya maltrechas de por sí. No es de extrañar por tanto que el arrendamiento se erigiera como la fórmula más idónea para acceder a la vivienda porque su dinámica implicaba la realización de una inversión con una duración más bien reducida y el pago de unas cantidades que, aun a pesar de no asegurar la propiedad efectiva del bien sino solo su usufructo temporal, garantizaban al morisco ciertas comodidades de las que, mediante el censo o la compra directa, no podía gozar. Resulta imposible determinar de manera fiable cuál fue el valor medio de dichos arrendamientos debido a la heterogeneidad de los bienes arrendados, sobre todo si tenemos en cuenta que, como se ha dicho más arriba, dichos bienes pudieron ir desde un simple cuarto a una casa de dos o más pisos acompañada de estancias accesorias o de derechos sobre el uso de infraestructuras comunes a otras viviendas como pozos, corrales, cuadras

77 Los casos documentados, para la cofradía de Nuestra Señora de Ureña, para la del Santísimo Crucifijo y para la de san Miguel, san Juan y san Cristóbal. 78 AHP CR. Leg. 1.611. S.f. 6.VI.1606; Leg. 1.614. S.f. 15.II.1605; Leg. 1.656/2. S.f. 15.III.1610 y Leg. 1.779/1. S.f. 24.X.1597. Para Quintanar, dos «dones», uno de ellos, Miguel de la Mota, regidor. AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.168. Fols. 213r.o215v.o 2.VI.1605 y Leg. 13.169. Fols. 309r.o-311v.o 1.V.1606. Para El Toboso, los tres casos documentados tienen como compradores a vecinos sin adscripción concreta alguna. AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.377. S.f. 5.III.1604 y 26.IV.1604 y Leg. 13.378. Fols. 863r.o-866v.o 30.XI.1605. 79 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 56/1. Fols. 33r.o-36v.o 10.IV.1597. Para el resto de localidades la tónica se repite, aunque el número de escrituras localizadas es aún menor: cinco para Almagro, dos para Quintanar y tres para El Toboso. Precisamente en esta última villa es donde hemos podido localizar el censo con un capital más elevado, aunque no se refiere exclusivamente a bienes inmuebles urbanos. Es el ya comentado de García Zarco, que a cambio de 84.000 maravedíes puso como garantía de su pago una parcela de tierra de 6 fanegas de sembradura para trigo, otra de 4 fanegas, una más de tres fanegas para sembradura de cebada, una parcela de 700 vides y la casa en la que vivía. AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.377. S.f. 5.III.1604.

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y demás. La variedad fue, pues, la tónica predominante y es esa misma diversidad la que no permite establecer un patrón común. Basten algunos ejemplos. En noviembre de 1587, Marcos López, morisco de Ciudad Real, se comprometió a pagar al licenciado Pedro Núñez de Lea, clérigo en la ciudad, 35 ducados por el arrendamiento por espacio de un año de una casa y herrería y de dos pozos dulces anejos a ellas80. Poco antes, en junio de ese mismo año, Gaspar Sánchez arrendaba una pequeña casa en la calle de la Pedrera por el mismo espacio de tiempo. Él solo tuvo que pagar siete ducados81. Agrupar ambos contratos y extraer una media aritmética de ambos nos daría como resultado que, en el caso de que esas escrituras de arrendamiento fueran las únicas firmadas ese año, los moriscos de la ciudad pagaron como término medio por sus arrendamientos 21 ducados al año. Desde un punto de vista estrictamente matemático el cálculo es correcto pero, ¿ofrece una visión fiel de lo que fue la realidad de esos arrendamientos? Evidentemente, no. La cifra final queda muy por encima de lo pagado por Gaspar y muy por debajo de lo comprometido por Marcos y, en realidad, no se ajusta a la realidad porque el primero alquiló una única casa (además en una zona entonces marginal) y el segundo, además de la propia vivienda también se quedó con el aprovechamiento de una herrería y dos pozos.

CUADRO 29. Duración media de los arrendamientos de bienes urbanos por los moriscos de Ciudad Real Periodo

Número de arrendamientos

%

Duración media (años)

1571-1575

11

19,64

1,4

1576-1580 1581-1585 1586-1590 1591-1595 1596-1600 1601-1605 1606-1610 Total

3 2 4 13 5 10 8 56

5,36 3,58 7,14 23,21 8,93 17,85 14,29 100

1,3 2,5 3,5 3,4 2,9 2,1 3,1 2,52

FUENTE: AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Ciudad Real. 1570-1610.

80 81

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 25/3. Fol. 109r.o 30.XI.1587. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 25/3. Fol. 116r.o 11.VI.1587.

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Distinta cuestión es tratar de aproximarnos a la duración media de esos arrendamientos. El cuadro número 29 muestra los resultados de dicho cálculo. Para elaborarlo se han tomado como base los contratos de arrendamiento en los que participaron moriscos entre 1570 y 1610, cincuenta y seis en total (más de un 62% del total de operaciones inmobiliarias en que se vieron inmersos los moriscos). Lo primero que salta a la vista es que, aun a pesar de que existen periodos de tiempo en los que dicha tendencia parece sufrir un retroceso, la duración media de los arrendamientos experimenta una tímida pero constante subida a lo largo de todo el periodo. En favor de dicho ascenso pueden esgrimirse varias razones pero a nuestro juicio las dos principales se encuentran en el hecho de que, primero, la minoría avanzó en sus propias posibilidades económicas fruto de su integración en los circuitos económicos de la ciudad y que ello, en segundo término, repercutió en que los arrendatarios, cristianos viejos en su mayoría, fueran aumentado su confianza en los moriscos si bien, desde la década de los noventa del XVI dicha variable parece iniciar un paulatino descenso, probablemente achacable a la ya señalada preferencia de la minoría, a partir de esas fechas, por la compra o la adquisición de vivienda mediante sistemas de censo. En general, pues, nos encontramos ante una situación que vendría a confirmar las teorías ya apuntadas en relación a la preferencia morisca por el arrendamiento en los años setenta y ochenta del Quinientos y al progresivo cambio a otros sistemas de acceso a la propiedad a partir de los noventa de ese mismo siglo. No obstante, ello no quiere decir que el arrendamiento no continuara siendo la fórmula preferida por los cristianos nuevos para acceder a la vivienda. De la vitalidad de dicho sistema, de la confianza en el mismo y de las facilidades que proporcionaba nos da idea el hecho de que la duración media de dichos contratos se duplicó en el periodo de tiempo comprendido entre 1570 y 1610, llegando incluso a la paradójica situación de que muchos de ellos no llegaron nunca a materializarse por completo debido a la expulsión, lo que nos da una idea de cuán desprevenida cogió la medida del destierro tanto a moriscos como a cristianos viejos. Por ejemplo, en 1608, el licenciado Diego Romero arrendaba a Cristóbal Marín unas casas por espacio de cuatro años. Evidentemente el contrato no pudo completarse y solo se cumplió en la mitad. Caso similar al de Gonzalo de Molina y Juan de Rojas, que rubricando acuerdos con la misma duración, vieron cómo, en 1610, sólo habían cumplido una cuarta parte y la mitad respectivamente82. Diferente es establecer en qué medida el morisco fue otorgante o beneficiario de dichas operaciones. En este caso se constata de manera apabullante cómo, limitados por su economía y por el dominio ejercido sobre 82 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 80/1. Fols. 183r.o-183v.o 2.XI.1609; Leg. 110/2. Fols. 75r.o-76v.o 9.II.1608 y Leg. 59/2. Fols. 179r.o-180v.o 19.IV.1608.

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ellos, los moriscos, se constituyen mayoritariamente en arrendatarios, compradores y tomadores de censos. Los casos en los que el cristiano nuevo es vendedor, beneficiario de censo o rentista de alguna propiedad son poco relevantes en el conjunto. Así parecen demostrarlo, una vez más, los datos de Ciudad Real, donde dichos porcentajes suponen sólo un 4,34%; un 2,18% y un 1,09% del total de operaciones respectivamente. Debe admitirse, por tanto, que en el conjunto de nuestro territorio la minoría gozó de un limitado margen de actuación en lo relacionado con este tipo de operaciones. Y es que no debe olvidarse que para poder vender, arrendar o dar a censo es necesario poseer el dominio efectivo del bien objeto de mercado. Por tanto, si admitimos que a la minoría le resultó especialmente complicado acceder a dicho régimen de tenencia, es en ese motivo donde encontramos la principal causa que nos explica el porqué de la escasez de moriscos que son beneficiarios de compras y censos o arrendadores. Fueron, por tanto, los cristianos viejos los que monopolizaron la gestión y el beneficio de dichas operaciones y, en este sentido, el análisis de la información que se deriva de las escrituras de compra-venta, arrendamientos y censos es muy indicativo de cuáles fueron los sectores de la sociedad más beneficiados por dichas gestiones. Estos grupos, en su mayoría pertenecientes a las más altas esferas locales, no dudaron en «exprimir» las posibilidades económicas de la minoría en aras de lo que consideraron un beneficio fácil y seguro, dado que el mercado era amplio y siempre se abrían posibilidades más allá de la que tal o cual morisco en concreto podía representar. Además la minoría no estuvo nunca en condiciones de objetar nada dado que cualquier queja, por fundamentada que pudiera estar, podía derivar en la cancelación inmediata del trato cuando no en medidas represivas de mayor calado. Evidentemente, dichos sectores, a los que podríamos calificar de «privilegiados», no suponían, en el conjunto, un porcentaje lo suficientemente alto como para que podamos afirmar que fueron los mayores beneficiarios de ese tipo de operaciones. Antes al contrario. Tal y como puede verse en el gráfico 9 el grupo que mejor supo aprovechar las compras y arrendamientos de los moriscos es aquel que, de manera genérica, hemos denominado como de «vecinos sin adscripción», conjunto heterogéneo en el que se incluían pequeños y medianos propietarios locales, labradores, algún ganadero que otro y representantes de los sectores artesanales de la ciudad. Aun así, la significativa presencia de otros sectores de población nos obliga a individualizar, aunque solo sea de manera sucinta. Destaca, en primer lugar, el grupo que hemos denominado de la «elite local» en el que se encontraban representados los «dones» y los grandes propietarios agrícolas, dueños también de una no poco importante propiedad inmobiliaria. En este sentido, quizás, el mejor ejemplo es el que, en Ciudad Real, representan los linajes Treviño y Loaysa, ambos repetidamente unidos

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mediante diferentes matrimonios a lo largo del siglo XVI y durante el XVII83. Tanto unos como otros, por separado o conjuntamente, fueron poseedores de un significativo patrimonio rural y urbano además de desempeñar cargos en el gobierno local y en la administración y de tener entre sus miembros a profesionales liberales. Por ello, no es de extrañar que los encontremos como arrendadores de bienes urbanos y rústicos y que repetidamente los podamos localizar siendo protagonistas de lo que, con acierto, LópezSalazar calificó como actividades proto-capitalistas. En esta dinámica se insertaron sus negocios con los moriscos84. GRÁFICO 9. Beneficiarios de las actividades inmobiliarias de los moriscos de Ciudad Real.

FUENTE: AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Ciudad Real. 1570-1610.

Junto a ellos, puede hacerse mención a los miembros de la administración tales como procuradores, escribanos, jueces85, incluso caballeros de hábito de las órdenes como el ya mencionado Antonio de Galiana Bermúdez, a la sazón caballero de Montesa (también regidor)86; y, sobre ellos, y ante

83 Un ejemplo de las prolongaciones de dicha familia, en LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: «Una empresa agraria capitalista en la Castilla del XVII: la hacienda de don Gonzalo Muñoz Treviño de Loaisa», en Hispania, vol. 41, n.o 148 (1981), pp. 355-407. 84 Algunos ejemplos de ello en AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg 54bis. 57r.o 19.II.1595; Leg. 55. Fols. 465r.o-466v.o 24.V.1596. Leg. 58bis. Fols. 54r.o-55v.o 24.V.1607. Leg. 59/2. Fols. 80r.o-82v.o 19.V.1608 y Leg. 59/3. Fols. 104r.o-105r.o 30.III.1610, entre otros. 85 Por ejemplo Pedro de Belarde, alcalde de Corte de la Chancillería de Granada. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 75bis/2. Fols. 165r.o-165v.o 11.V.1600. 86 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 40/2. Fols. 164r.o-171v.o 26.VI.1594.

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todo, los miembros del gobierno municipal87. No obstante, las fuentes confirman que la presencia de regidores, gobernadores y alcaldes en este tipo de operaciones no fue algo propio y exclusivo de Ciudad Real sino que, más bien, fue tónica general en el conjunto de las localidades de La Mancha. Ejemplos no faltan. En Dos Barrios, por ejemplo, se entregó a dicha actividad Alonso Díaz, regidor de la villa en 160888; y en Quintanar, y además repetidamente, Miguel de la Mota tuvo como clientes a los moriscos asentados en la villa89. También debe tenerse en cuenta al clero. Fue ésta, otra de las destacadas facetas de las gentes de iglesia, que basaron sus relaciones con los moriscos no solo en el plano meramente espiritual sino también en el de los negocios, sin duda más pragmático y menos idealista. En este sentido, el prototipo de sacerdote que establece relaciones de mercadeo con los moriscos responde al del cura urbano, con una larga trayectoria de servicio a la Iglesia, de edad madura y que, a lo largo del tiempo en que ha permanecido ejerciendo su oficio, ha sido capaz de crear un pequeño gran patrimonio que, a una edad madura, ya ocupa más tiempo en sus tareas que las que son propias de su oficio clerical90. Su posición como propietario (no sólo urbano sino, como veremos, también rural) se ha visto engrandecida gracias a las donaciones recibidas por la iglesia en la que tiene su silla, a la imposición de censos en favor de la fábrica de la misma y a muchos otros motivos menos piadosos que interesados. Cabría, por tanto, en principio, diferenciar entre el patrimonio perteneciente en exclusiva a estos hombres (el «patrimonial» propiamente dicho) y el «beneficial», que en sentido estricto solo gestionan. La fuente más indicada para ello (siempre lo ha sido) es el Catastro de Ensenada, pues lleva a cabo una perfecta diferenciación entre ambos. Huelga decir que dicha documentación queda en exceso separada de nuestros límites cronológicos y que, por lo tanto, no puede ser utilizada en esta ocasión. Nos queda, una vez más, el recurso a la fuente de tipo notarial. En esta ocasión y aunque la información que de ella se deriva es manifiestamente válida, debe admitirse que su uso no ha resultado de gran utilidad pues las escrituras no son lo suficientemente

87 Personajes como Francisco Poblete de la Serna, Jerónimo Bermúdez, el propio Antonio Galiana Bermúdez o, una vez más, un Treviño, Francisco, que ocupaba el cargo de Corregidor de la ciudad en 1607. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 25/3. Fol. 116r.o 11.VI.1587; Leg. 76/1. Fols. 54r.o-54v.o 31.III.1601; Leg. 40/2. Fols. 164r.o-171v.o 26.VI.1594; y Leg. 76/1. Fols. 173r.o-173v.o 26.XII.1601 88 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 9.994. S.f. 11.VII.1608. 89 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.169. Fols. 309r.o-311v.o 1.V.1606. 90 No obstante también participaron de este tipo de operaciones pequeños sacerdotes rurales como el párroco de la villa de Fuencaliente; y, otros que, aun residiendo en la ciudad, no necesariamente se adaptaban al patrón establecido, como el beneficiario de la ermita de San Antón de la capital manchega. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 52/2. Fol. 243r.o 8.VII.1590 y Leg. 19/2. Fols. 85r.o-85v.o 24.IV.1610.

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explícitas como para diferenciar entre patrimonial y beneficial. Dicha diferenciación sólo es posible cuando la escritura señala que el beneficio obtenido de la operación, lo es en favor de la propia institución como ocurre en el caso de la casa que, en favor de la fábrica parroquial de San Pedro de Ciudad Real, toman a censo Agustín de Rojas y su mujer91. Lo más normal, sin embargo es que la escritura sólo especifique que la cantidad resultante de la operación se pague a tal o cual cura, sin más. En principio cualquier especulación a tal efecto podría resultar válida. Es decir, podríamos admitir que dicha gestión, dicho negocio en definitiva, se hace a título personal o como resultado del beneficio que se detenta. En realidad, tomar una u otra opción es lo menos llamativo porque, siendo sensatos, el beneficiario último de tal recurso siempre era el mismo. Queda, por último, analizar el papel ejercido por las instituciones eclesiásticas en el entramado de los negocios urbanísticos de los que fueron partícipes los moriscos. En este sentido, y aunque el porcentaje de ocasiones en que conventos y cofradías fueron beneficiarios de dichas operaciones no resulta excesivamente alto, se ha creído conveniente individualizarlas. Del mismo modo, y aunque no puede hablarse de ellas en sentido estricto como de instituciones religiosas, las capellanías podrían ser incluidas en el grupo. Dichas instituciones fueron, muchas veces, gestoras de un importante patrimonio raíz materializado en la posesión de casas, tiendas, pozos de agua o de nieve, hornos, propiedades rústicas e incluso, en ocasiones, derechos de cobro y gestión sobre censos y juros. No es de extrañar, por tanto, que, en función de dicho patrimonio, y como consecuencia de su gobierno, los apoderados encargados de su administración también entablaran relaciones de tipo económico con los moriscos como cuando, en su calidad de gestor de la capellanía fundada por Bartolomé Gómez, el licenciado Pedro Núñez de Lea, clérigo de Ciudad Real, arrienda a Marcos López, granadino, dos pozos dulces, una casa y una herrería pertenecientes a dicha capellanía92. Más adelante tendremos ocasión de hablar del papel que jugaron las cofradías en la vida de los moriscos manchegos, porque, aunque en principio se de por sentado que los cristianos nuevos permanecieron ajenos a este entramado institucional, la realidad que se desprende de las fuentes invita a pensar que, aunque ajenos a su dinámica más oficialista y ortodoxa, los moriscos de nuestro territorio no cejaron en su empeño por acercarse a las mismas. Ciñéndonos al ámbito puramente inmobiliario, las relaciones que mantuvieron cofradías y moriscos fueron relativamente activas y no es raro encontrarlos participando de unos mismos intereses en negocios conjuntos. Por ejemplo, en Almagro, la cofradía de la Trinidad poseía ciertos locales comerciales en la plaza de la villa y en determinadas ocasiones 91 92

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 32/3. Fol. 172r.o-175v.o 30.VIII.1602. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 25/3. Fol. 109r.o 30.XI.1587.

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éstos fueron arrendados a los cristianos nuevos93. Años más tarde, también en Almagro, Miguel Gutiérrez, zapatero morisco, se convertía en censualista de la Cofradía de las Ánimas del Purgatorio tras comprar un cercado a las afueras del pueblo94 y en Ciudad Real, encontramos con relativa frecuencia a hermandades como la de la Virgen de Ureña o la del Santísimo Crucifijo negociando censos, vendiendo o arrendando a los moriscos de la ciudad95.

93

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.654/2. Fols. 288v.o-289r.o 8.I.1574. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.611. S.f. 6.VI.1606. 95 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 10. Fols. 364r.o-367v.o 8.II.1600; Leg. 14. Fols. 240r.o-243r.o 31.VII.1604; Leg. 35bis/1. Fols. 142r.o-143v.o 12.I.1598; Leg. 10. Fols. 443r.o-446r.o 28.III.1600. 94

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VI. FORTUNA Y FORTUNAS: ECONOMÍA Y NIVELES DE VIDA «Se han alçado con los oficios mecánicos, y con lo que es negociar, y assí mismo con servir de peones y jornaleros, y esto todo lo hazen con mayor comodidad de los que compran, por ser ellos tan parcos y avarientos, que ni comen, ni beven, ni visten»1.

Una vez más, el estereotipo. La caracterización socio-profesional de los moriscos ha estado plagada de tópicos y generalizaciones. Con su cita, Marcos de Guadalajara nos da pistas acerca de algunas: la preferencia por el comercio, su práctica pertenencia a los estratos más bajos del entramado económico y profesional, su avaricia,... Junto a ellas, otras que han pasado al imaginario popular: la predilección del moro por la huerta, la poca simpatía por el secano, su escasa importancia como propietario, su pujanza como comerciante,... Unas ciertas, otras matizables. De entrada y como paso previo a lo que podamos decir en las páginas que siguen, quizá sea necesario desterrar el tópico de que el morisco, por su propia condición, pertenecía a los estratos más bajos de la sociedad. Cierto es que, como señalaron Domínguez Ortiz y Vincent, los cristianos nuevos no pertenecían a la sociedad estamental que les circundaba2 y que eso determinó que la minoría no tuviera una estratificación legal reconocida y perceptible. Ahora bien, esa afirmación, completamente válida si tomamos como referente un criterio orgánico, puede matizarse desde un punto de vista económico. Los propios autores ya se encargaron de hacerlo ver así puesto que a pesar de dar por válido el hecho de que los moriscos aparecieron ante los cristianos nuevos como un todo uniforme, tampoco se conformaron con admitir que, en su conjunto, presentaran unos caracteres 1 GUADALAJARA Y XAVIER, M. DE: Memorable expulsión y iustissimo destierro de los moriscos de España. Pamplona: Nicolás de Assiayn, 1613, (BNM. Sección Raros y Manuscritos, R/16.526). Citado por CARO BAROJA, J.: op. cit., p. 214. 2 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A. y VINCENT, B.: op. cit., p. 109.

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únicos que permitieran encuadrar al grupo de una manera definida. Para ellos, cualquier diferencia en el seno de la minoría era la que pudiera venir determinada por la riqueza y los niveles de vida. Es decir, aunque a ojos del conjunto social hispano el morisco siempre apareciera como un grupo relegado a los estratos más bajos de la sociedad, esa condición no estuvo determinada por criterios económicos sino más bien por factores de índole ideológica: el morisco pertenecía a los grupos más bajos en función de su condición social, de su procedencia, de su antigua religión. La legislación del momento se encargó de consagrar dicha posición: la imposibilidad del acceso a cargos públicos, la negativa a permitir una libre circulación, la prohibición de cambiar de residencia y de llevar armas,... son sólo algunas de esas trabas jurídicas que, unidas a las sociales e ideológicas, propiciaron que el morisco siempre se presentara como un grupo social asfixiado por el conjunto en el que aspiraba a integrarse. Sin embargo, ello no implicó que el cristiano nuevo siempre fuera pobre y permaneciera al margen de cualquier posibilidad de ascenso económico. Evidentemente y debido a esas mismas trabas, cualquier conato de desarrollo siempre se vio maniatado por una y mil vicisitudes y lo más frecuente fue que el morisco estuviera encuadrado, desde un punto de vista económico, en los sectores más humildes. Pero también hubo cristianos nuevos que a lo largo de su permanencia en Castilla fueron protagonistas de un proceso de ascenso que, como bien se ha dicho en otro lugar, no respondió «a razones estructurales, como pudiera corresponder a la sociedad estamental con la que conviven, sino [...] a la mayor o menor fortuna»3 que cada uno de ellos pudo tener. Dicho de otro modo, la fortuna, la suerte, la pericia y el espíritu más o menos emprendedor de cada uno de los protagonistas de nuestro estudio, pudieron determinar, en última instancia, la creación de fortunas, de pequeños patrimonios que lograron levantarse fruto de un trabajo constante. Evidentemente y por razones obvias, nunca alcanzaron una magnitud suficiente como para que podamos considerar a los protagonistas de dichos procesos como a unos grandes hacendados, pero el tamaño y valor de sus patrimonios tampoco nos permiten admitir que el morisco siempre fuera pobre, que permaneciera al margen de toda posibilidad de ascenso en su calidad de vida y que se viera sometido a los dictados del hambre. 6.1. Distribución socio-profesional Resulta complicado acercarse al conocimiento de la estructura socio-profesional de los moriscos manchegos. Para ello hemos partido de la utilización conjunta de dos tipos de fuentes. Por un lado, los padrones fiscales y, 3

MAGÁN, J. M. y SÁNCHEZ GONZÁLEZ, R.: op. cit., p. 68.

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por otro, los protocolos notariales. Unos y otros, bien que con lagunas, pueden prestarnos una información lo suficientemente ilustrativa de la realidad socio-profesional morisca. Ahora bien, antes de comenzar dicho análisis quizá proceda hacer algunas precisiones, sobre todo en relación a los padrones fiscales. Con carácter general, y mientras no se indique lo contrario, se han tomado como base aquellos que, en 1586 y 1591, elaboró el Consejo de Hacienda para fijar los nuevos encabezamientos de alcabalas. En relación con ello, y como bien indica el profesor López-Salazar, cabe poner de relieve, en primer término y con carácter general a toda la población (fuera o no morisca), que las actividades profesionales de gran parte de los vecinos no aparecen reflejadas. En la mayoría de las ocasiones estas omisiones (cifradas por dicho autor para el caso de Ciudad Real en torno a un 15-27% del total) se refieren a vecinos pobres o hidalgos «pero aún así, quedan muchos cabezas de familia de los que no puede darse ninguna explicación al hecho de que su profesión no aparezca reflejada»4. Dicha advertencia cabe ser acogida con muchísima más razón en el caso concreto de los moriscos, para los cuales existe una marcada tendencia a la no consignación de su dedicación en los mencionados padrones fiscales. Junto a ello, también es necesario tener en cuenta la presencia en estos listados de ciertos sectores de la población pechera (viudas, pobres y menores) que, por su propia naturaleza, poco o nulo interés tienen a la hora de establecer una clasificación socio-profesional si no es para constatar que también ellos suponían una nada desdeñable proporción del total de pecheros.

CUADRO 30. Distribución de los moriscos pecheros de varias localidades manchegas Con profesión

Sin profesión

no

no

%

no

%

no

%

no

%

400 69 74 39 11

307 42 39 21 7

76,8 60,9 52,7 53,8 63,6

47 24 5 6 2

11,7 34,8 6,8 15,4 18,2

30 3 4 1 2

7,5 4,3 5,4 2,6 18,2

16 – 26 11 –

4 – 35,1 28,2 –

Total

Ciudad Real Manzanares Quintanar de la Orden Villanueva de Alcardete Fuenllana

Viudas

Doncellas y menores

FUENTE: Para Ciudad Real, LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J., «Estructura socioprofesional de Ciudad Real...»; para Manzanares, AGS. Sección Expedientes de Hacienda. Leg. 124/11/I; para Quintanar, AGS. Dir. Tes. Inv. 24. Leg. 666/20; para Villanueva, AGS. Dir. Tes. Inv. 24. Leg. 665/10 y para Fuenllana, AGS. Dir. Tes. Inv. 24. Leg. 665/11.

4

LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: «Estructura socioprofesional de Ciudad Real...», p. 52.

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Continuando con el argumento de López-Salazar también resulta problemática la presencia de un amplio sector cuya definición queda en —permítase la expresión— una «nebulosa»: los trabajadores5. Dicho autor se inclina por conceder a ese sector, la consideración de trabajador agrícola, si bien señala que, en muchos casos, al propio nombre de trabajador le suele acompañar un epíteto relativo a la especialización (de la carda, del tinte,...), lo que le hace matizar que, aun admitiendo que la mayoría de estos trabajadores se dedicaran al trabajo agrícola, no estaría de más pensar que algunos pudieron ocupar puestos de escasa especialización en oficios de otro tipo. Ello, en último término, sólo llevaría a sobrevalorar las cifras finales concedidas al sector primario, cosa que tampoco supone unas desviaciones dignas de consideración. Por otra parte, y refiriéndonos ya en exclusiva a los moriscos, también es preciso hacer ciertas matizaciones. En primer lugar, que es relativamente frecuente el hecho de que los cristianos nuevos aparezcan mencionados como tales, pero sin que a dicha consideración le acompañe aclaración alguna en lo referente a la dedicación de cada uno de ellos. Dicho matiz, como nuevamente señala López-Salazar, se debe al propio carácter de la fuente utilizada, dado que, en sus averiguaciones, el Consejo se contentó con una indeterminación que, a efectos fiscales, le resultaba totalmente válida. Eso, en último término, lo único que propicia es un aumento de los porcentajes de «indeterminados» a los que hacíamos referencia más arriba, cuestión de importancia pues deja en la sombra a una importante proporción de cristianos nuevos. Si a ello le añadimos el hecho de que, también con los moriscos, hay una parte de su población que no aparece reflejada en los padrones, tendremos de concluir que la utilización de los datos que se deriven del estudio de dicha fuente, deberá tomarse con cautela. El estudio de los protocolos notariales podría ayudarnos a salvar dichas lagunas aunque también deben tenerse en cuenta ciertas precisiones. La primera y principal es que, aun a pesar de que en repetidas ocasiones se ha señalado el carácter «democrático» de la fuente notarial, dicha afirmación debe ponerse en cuarentena en este caso concreto. Basta un ligero examen de las escrituras de cualquier escribano para adivinar que quien acude a un notario lo hace para rubricar un pacto, un trato, un acuerdo comercial,... y que, por lo tanto, existe en dicha fuente una constante presencia de aquellos sectores de población (morisca o no) que se dedicaban a tareas que llevaban implícito ese tipo de acuerdos. En último término y en lo relacionado con el mundo profesional, las escrituras notariales nos estarían poniendo en contacto directo con comerciantes, labradores y hortelanos que compran o arriendan parcelas, con tratantes de ganado y con arrendadores

5

Ibídem.

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de impuestos,... pero, desgraciadamente contribuyen de una manera mucho menos determinante a esclarecer cuál era la situación de jornaleros, trabajadores, criados o pobres,... Concentrémonos, por ahora en lo meramente cuantitativo. Para nuestro análisis hemos tomado como referencia cinco localidades, todas ellas con vecindario morisco en 1586. En primer lugar Ciudad Real, cuyos datos fueron publicados por Jerónimo López-Salazar en el exhaustivo trabajo al que venimos haciendo referencia. Junto a ella, Manzanares, Quintanar de la Orden, Villanueva de Alcardete y Fuenllana, localidades de un tamaño diferente (lo cual también nos permitirá ahondar en las hipotéticas diferencias), para las cuales también existen padrones más o menos fiables y en los que el grado de ocultación de su información es relativamente pequeño. Es cierto que, a buen seguro, la muestra nunca será lo suficientemente amplia como para afirmar que refleja con precisión milimétrica el conjunto de la población morisca de La Mancha, pero, como se viene señalando, la fuente tiene no pocas limitaciones. El padrón de Ocaña, por ejemplo, sólo especifica los oficios de los moriscos en una de sus parroquias, la de San Martín. Por ello, sus datos (que utilizaremos), aunque valiosos, deberán ser tomados con cautela porque sólo se refieren a una parte de la minoría en dicha localidad. En otras localidades, contamos con listados completos de moriscos pero sólo en una mínima parte de ellos se especifica la profesión de los censados. Es el caso de Daimiel, donde de los cuarenta y siete cabezas de casa moriscos incluidos en el padrón de 1586, sólo cinco especifican dedicación6. Más ejemplos: el padrón de Membrilla, elaborado en 1591, es relativamente rico a nivel general. Ahora bien, cuando se centra la atención en los moriscos, se percibe una paulatina disolución de la precisión con la que los encargados de elaborarlo se entregaron a dicho cometido. Dicho en otras palabras, si bien al principio se especifican las profesiones de los cristianos nuevos, a medida que se avanza en el documento, se observa cómo el morisco en cuestión queda reseñado como tal, sin más7. Iguales o semejantes problemas podemos encontrar en Cózar, en la Puebla de Almoradiel8 o en Albacete9, por poner tan sólo algunos de los ejemplos. Con tales impedimentos resulta ciertamente complicado acercarse con totales garantías de fiabilidad al conocimiento de la estructura socio-profesional del grupo, sobre todo si lo pretendido, como sería de recibo, fuera establecer cauces de comparación con respecto al grupo cristiano viejo. En relación con ello, y aunque honestamente creemos que no es 6

AGS. Sección Expedientes de Hacienda. Leg. 68/49. AGS. Dir. Tes. Inv. 24. Leg. 665/14. 8 Para Cózar, AGS. Dir. Tes. Inv. 24. Leg. 666/27. Para Puebla de Almoradiel, AGS. Dir. Tes. Inv. 24. Leg. 666/13. 9 AHP Ab. Sección Fondos Municipales. Caja 318. 7

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suficiente, hemos procedido a dicha comparación en los casos concretos de Ciudad Real, Quintanar y Villanueva de Alcardete, allí donde los padrones parecen ser más completos. Lo parcelado de los datos de Manzanares (existe un alto índice de ocultamiento en cristianos viejos) y lo poco representativo de los de Fuenllana, nos han empujado a obviar, en esta ocasión, cualquier intento de comparación, sin que ello nos haya impedido presentar los datos referentes a la minoría. La estructura socio-profesional de los moriscos manchegos no fue muy diferente de la que, para el mismo momento y lugar, se da en los cristianos viejos, si bien sí puede observarse una mayor tendencia a la concentración en torno a las labores agrícolas y una relativa pérdida de peso específico en el sector terciario, fruto de la casi total imposibilidad de los cristianos nuevos para acceder a oficios relacionados con la iglesia, a los cargos municipales o a aquellos trabajos para cuyo desempeño era necesario contar con una carrera estudiantil. La preferencia por las labores asociadas al sector primario está fuera de toda duda. Unos porcentajes de dedicación cercanos o superiores al 40% explican suficientemente dicha predilección aunque, como podrá verse más adelante, la situación no es tan sencilla como en principio cabría suponer. Dentro de dicho sector, la agricultura ocupará un lugar destacado frente a las tareas ganaderas y, dentro mismo de los trabajos agrícolas, existen dedicaciones especialmente relevantes. Frente a un sector primario bastante desarrollado, manufactura y comercio —muchas veces con tendencia a confundirse— se presentan ciertamente activos pero no tan significativos como el primario. Por último, nos encontraremos con una gran masa de no pecheros —pobres y viudas sobre todo— sin ocupación específica, sin trabajo determinado. Aunque la proporción de indeterminados es ciertamente alta, especialmente en el caso de Ciudad Real y Manzanares, pueden establecerse diversas consideraciones comunes a todas las localidades elegidas. En primer lugar, la mayor variedad en el entramado socio-profesional de las villas de un tamaño más grande, algo del todo punto lógico. En este sentido el caso paradigmático lo representa Ciudad Real, con una importante presencia de moriscos en todos los sectores. Por su parte, la menor diversificación en las localidades con un vecindario más reducido provoca que la mayor parte de sus vecinos estén adscritos al sector primario y que, en el caso de los moriscos, sea prácticamente el único en el que encontraron acomodo. Salvo el caso del tendero de Fuenllana y del soldado de Villanueva de Alcardete, el resto de los moriscos avecindados en ambas localidades trabajaba en dicho sector, bien como labradores (uno en cada caso), bien como simples y meros trabajadores. En ambas villas, el porcentaje de moriscos dedicados a las labores agrícolas (nadie se dedica a la ganadería) supera con creces el 60%. En Quintanar, idéntica situación, algo anormalmente extraño dado el mayor tamaño e importancia tanto de la villa como de su comunidad morisca.

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CUADRO 31. Estructura socio-profesional de la población morisca de varias localidades de La Mancha (1586) Ciudad Real

SECTOR PRIMARIO Agricultura Ganadería Caza y pesca Trabajadores Total sector SECTOR SECUNDARIO Alimentación Industria artística Construcción Industria del cuero Industrias diversas Industria de la madera Industria del metal Industria textil Total sector SECTOR TERCIARIO Comercio de alimentación Criados Gente de carrera Gente de guerra Hostelería Oficios públicos Gente de iglesia Servicios diversos Total sector INDETERMINADOS TOTAL

Manzanares

Quintanar Villanueva de la Orden de Alcardete

Fuenllana

no

%

no

%

no

%

no

%

no

%

36 2 7 58 103

11,72 0,65 2,29 18,89 33,55

8 – – 12 20

12,12 – – 18,18 30,3

4 – – 25 29

9,09 – – 56,81 65,9

1 – – 15 16

4,35 – – 65,21 69,56

1 – – 5 6

11,11 – – 55,55 66,66

9 – 1 3 3

2,93 – 0,33 0,98 0,98

– – 1 3 1

– – 1,52 4,54 1,52

– – – – –

– – – – –

– – – – –

– – – – –

– – – – –

– – – – –

1 1 39 57

0,33 0,33 12,7 18,58

– – 1 6

– – 1,52 9,1

– – – –

– – – –

– – – –

– – – –

– – – –

– – – –

37 4 – – 1 – – 19 61 86 307

12,05 1,3 – – 0,33 – – 6,18 19,85 28,01 100

13 – – – – 1 – 2 16 24 66

19,69 – – – – 1,52 – 3,03 24,24 36,36 100

2 – – 8 – – – – 10 5 44

4,54 – – 18,18 – – – – 22,72 11,36 100

– – – 1 – – – – 1 6 23

– – – 4,35 – – – – 4,35 26,09 100

1 – – – – – – – 1 2 9

11,11 – – – – – – – 11,11 22,22 100

FUENTE: Para Ciudad Real, LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: «Estructura socioprofesional de Ciudad Real...»; para Manzanares, AGS. Sección Expedientes de Hacienda. Leg. 124/11/I; para Quintanar, AGS. Dir. Tes. Inv. 24. Leg. 666/20; para Villanueva, AGS. Dir. Tes. Inv. 24. Leg. 665/10 y para Fuenllana, AGS. Dir. Tes. Inv. 24. Leg. 665/11. Los datos generales de Fuenllana, Quintanar y Villanueva de Alcardete, en LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., p. 39.

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Labradores y trabajadores constituían, pues, el grueso del sector primario. El resto del mismo queda completado, en el caso de la propia Ciudad Real, por dos pastores y siete individuos más, dedicados, uno al cuidado de colmenas y seis más al oficio de leñador10. Al parecer ningún morisco optó por la pesca, actividad que sí gozó de una relativa aceptación en la ciudad y que sirvió para abastecer al mercado interno de la misma a partir del producto facilitado por el Guadiana11. Dejando aparte el sector textil, que en Ciudad Real aglutina a casi un 13% de los moriscos, los oficios más y mejor representados en el sector secundario parecen ser los relacionados con la industria del cuero, relativamente importante en el caso de Manzanares (4,54%). Un sastre, un hornero y un albañil, completan la presencia de cristianos nuevos manzanareños dedicados al sector secundario12. En conjunto, dicho sector ocupó a algo más del 9% de los moriscos de la villa, cifras algo inferiores a las de Ciudad Real, donde se supera el 18%. En Quintanar, Villanueva de Alcardete y Fuenllana ningún morisco optó (o pudo optar) por dichas dedicaciones. Por su parte, el sector terciario ocupó a un porcentaje algo superior, no sólo en Manzanares y Ciudad Real sino también en el resto de localidades. Salvo en los casos de Fuenllana y Villanueva de Alcardete, con unas cifras a todas luces insignificantes, el sector ocupa a aproximadamente una quinta parte del total de pecheros moriscos. La causa: el comercio de alimentación. En Quintanar son dos los moriscos que se dedican a dicha actividad13. Más importancia tienen en Ciudad Real (37; 12,05%) y, sobre todo en Manzanares, donde sobre un total de sesenta y seis moriscos pecheros, trece (19,69%) eran tenderos o ejercían algún oficio relacionado con el comercio minorista de alimentos14. La importancia de dichas actividades entre los moriscos está fuera de toda duda. En la propia Ciudad Real, el número de tiendas arrendadas a moriscos ascendió a un total de dieciocho en el periodo de permanencia de la minoría en la ciudad15. Es más, junto a los trabajadores, esta es la única profesión en la ciudad en la que los moriscos eran más que los cristianos viejos16. En la misma tónica, y aunque sólo sea a título indicativo, Calzada de Calatrava. La villa 10 Cf. LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: «Estructura socioprofesional de Ciudad Real...», apéndice III, p. 67. En el grupo «caza y pesca» de los cuadros 31 y 32 se incluyen también las personas cuyo oficio estaba relacionado con el bosque: leñadores, apicultores, colmeneros,… 11 Ibídem, p. 56. 12 AGS. Sección Expedientes de Hacienda. Leg. 124/11/II. S.f. 13 Curiosamente, uno de ellos mujer, la viuda de Ginés Cabrero. AGS. Dir. Tes. Inv. 24. Leg. 666/20. S.f. 14 AGS. Sección Expedientes de Hacienda. Leg. 124/11/II. S.f. 15 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Diversos legajos. 1570-1610. 16 Vid. cuadro 32 y LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: «Estructura socioprofesional de Ciudad Real...», p. 58.

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tenía en 1575 cinco tiendas, tres de ellas eran regentadas por cristianos nuevos17. Por último, y dentro del propio sector terciario, resulta especialmente llamativa la presencia de hasta ocho soldados moriscos («en la guerra», dice el documento) en Quintanar, situación que tampoco fue exclusiva de dicha villa sino que se reproduce con relativa frecuencia en otras localidades manchegas18. Estaríamos, por tanto, ante una situación que podría resumirse mediante la constatación de que aproximadamente la mitad de los miembros del grupo morisco se dedicaron a trabajos relacionados con el sector primario; que dentro de él fue la agricultura la que acaparó las cifras más altas y que, a su vez, los jornaleros o trabajadores no propietarios fueron más numerosos que los labradores y hortelanos. Debido a ello, sector secundario y terciario están menos representados. En el secundario, preferencia por las actividades relacionadas con el textil y el cuero, y en el terciario una abrumadora presencia de tenderos y comerciantes de radio corto. Ahora bien, dicho análisis podría ponerse en relación con el conjunto cristiano viejo y en ese caso se constatan nuevos matices. El cuadro 32 resume dicha comparación en Ciudad Real, Quintanar y Villanueva de Alcardete, las localidades para las que contamos con datos más precisos. El primero de esos matices, quizás el más importante de cuantos a simple vista pueden percibirse, es la tendencia a la polarización. Dicho de otro modo, mientras la presencia de cristianos viejos es patente en todos los sectores, resulta llamativa la casi ausencia de moriscos en determinados grupos productivos, sobre todo en el caso de Quintanar, villa de la que cabría esperar una mayor diversificación profesional. En Villanueva de Alcardete, por ejemplo, los porcentajes de personas dedicadas al sector primario son casi coincidentes entre unos y otros: el 65,2% de los cristianos viejos y el 66,6% de moriscos. Sin embargo, no hay ningún morisco en el secundario y en terciario sólo uno. Esa situación es más visible aún en el caso de Quintanar: dos tercios de su población total quedan adscritos al primario, mientras que el resto de los sectores está ocupado de forma abrumadoramente mayoritaria por los cristianos viejos. No obstante, también es cierto que en la propia villa de Quintanar los moriscos dedicados al terciario son, con respecto a su grupo, mucho más numerosos que los cristianos viejos (22,72% de los primeros frente a 7,39 de los segundos), si bien dicho porcentaje se ve incrementado (artificialmente, creemos) por la presencia de los ya mencionados soldados, cuyo trabajo, en realidad, poco aportaba a la economía local. 17

AGS. Sección Expedientes de Hacienda. Leg. 68/60. S.f. 21.III.1575. Como puede observarse en el cuadro, también en Villanueva de Alcardete. Pero no sólo en ella sino también en Puebla de Almoradiel (AGS. Dir. Tes. Inv. 24. Leg 666/13), en La Solana (AGS. Dir. Tes. Inv. 24. Leg. 666/8) o en El Toboso (AGS. Dir. Tes. Inv. 24. Leg. 666/14). 18

2,45 0,32 2,53 3,51 0,73 2,45 3,27 13,24 28,5 2,53 0,57 1,96 – 1,88 4,25 1,79 2,61 15,59 12,26 74,89

30 4 31 43 9 30 40 162 349

31 7 24 – 23 52 22 32 191 150 916

3,36 0,76 2,62 – 2,51 5,67 2,40 3,49 20,8 16,37 100

37 4 – – 1 – – 19 61 86 307

9 – 1 3 3 1 1 39 57

36 2 7 58 103

no

3,02 0,32 – – 0,08 – – 1,55 4,98 7,03 25,11

0,73 – 0,08 0,24 0,24 0,08 0,08 3,18 4,63

2,94 0,16 0,57 4,74 8,41

% sobre total

12,05 1,3 – – 0,33 – – 6,19 19,87 28,01 100

2,93 – 0,32 0,98 0,98 0,32 0,32 12,7 18,55

11,7 0,65 2,28 18,89 33,5

% sobre grupo

– – 11 1 2 8 13 3 38 40 469

4 – 1 8 4 4 6 24 51

113 11 – 216 340

no

– – 2,14 0,19 0,39 1,56 2,53 0,58 7,39 7,80 91,3

0,78 – 0,19 1,56 0,78 0,78 1,17 4,68 9,94

22,02 2,14 – 42,10 66,26

% sobre total

– – 2,34 0,21 0,42 1,71 2,77 0,64 8,10 8,53 100

0,85 – 0,21 1,71 0,85 0,85 1,28 5,11 10,87

24,09 2,34 – 46,05 72,49

% sobre grupo

2 – – 8 – – – – 10 5 44

– – – – – – – – –

4 – – 25 29

no

0,39 – – 1,56 – – – – 1,95 0,97 8,7

– – – – – – – – –

0,78 – – 4,87 5,65

% sobre total

4,54 – – 18,18 – – – – 22,72 11,36 100

– – – – – – – – –

9,09 – – 56,81 65,9

% sobre grupo

2 – 16 – 4 19 8 31 80 36 558

1 – 11 25 27 4 10 11 89

123 59 3 168 353

no

0,35 – 2,82 – 0,7 3,35 1,41 5,46 4,09 6,34 98,42

0,17 – 1,94 4,41 4,76 0,7 1,76 1,94 15,68

21,69 10,40 0,53 29,63 62,25

% sobre total

0,42 – 2,86 – 0,71 3,40 1,43 5,55 14,33 8,45 100

0,18 – 1,97 4,48 4,83 0,71 1,79 1,97 15,94

22,04 10,57 0,54 30,1 63,26

% sobre grupo

– – – 1 – – – – 1 2 9

– – – – – – – – –

1 – – 5 6

no

– – – 0,17 – – – – 0,17 0,35 1,58

– – – – – – – – –

0,17 – – 0,88 1,05

% sobre total

– – – 11,11 – – – – 11,11 22,22 100

– – – – – – – – –

11,11 – – 55,55 66,66

% sobre grupo

200

3,27 0,43 3,38 4,69 0,98 3,27 4,36 17,68 38,10

14,8 1,31 2,29 6,22 24,6

% sobre grupo

VILLANUEVA DE ALCARDETE Xtnos. viejos Moriscos

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FUENTE: Para Ciudad Real, LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: «Estructura socioprofesional de Ciudad Real…»; para Quintanar, AGS. Dir. Tes. Inv. 24. Leg. 666/20; para Villanueva de Alcardete, AGS. Dir. Tes. Inv. 24. Leg. 665/10. Datos generales para Quintanar y Villanueva de Alcardete en LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., p. 41.

11,12 0,98 1,71 4,66 18,47

136 12 21 57 226

% sobre total

QUINTANAR DE LA ORDEN Xtnos. viejos Moriscos

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SECTOR PRIMARIO Agricultura Ganadería Caza y pesca Trabajadores Total sector SECTOR SECUNDARIO Alimentación Industria artística Construcción Industria del cuero Industrias diversas Industria de la madera Industria del metal Industria textil Total sector SECTOR TERCIARIO Comercio alimentación Criados Gente de carrera Gente de guerra Hotelería Oficios públicos Gentes de Iglesia Servicios diversos Total sector INDETERMINADOS TOTAL

no

CIUDAD REAL Xtnos. viejos Moriscos

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Lo observado es propio de localidades propiamente manchegas, en las que lo agrícola tiene un fuerte peso específico19; no obstante, es cierto que los datos pueden engañarnos dado que es difícil admitir que los moriscos no desempeñaran tareas industriales o artesanales, incluso teniendo presente la importancia de lo agrícola en ellos. Los ejemplos de Daimiel y Ocaña, aunque imprecisos por lo fragmentario de sus datos, pueden ayudarnos a matizar dicha apreciación y a comprender diferencias comarcales. En Daimiel, por ejemplo, y teniendo presente el alto grado de ocultamiento de su padrón, de los cinco moriscos de los que se especifica profesión, cuatro se dedicaban al sector secundario, en concreto, dos zapateros, un molinero y una confitera. El otro era tendero20. En Ocaña, en la parroquia de San Martín, el porcentaje de personas dedicadas al secundario superaba el 20%21, situación a todas luces acorde con lo observado por López-Salazar para el conjunto de la villa22. La situación de Ocaña, propia de un núcleo de importante tamaño, se repite, bien que con leves matices, en el caso de Almagro, villa para la cual Gómez-Vozmediano ha establecido porcentajes del 38,04%; 35,86% y 26,08% para los sectores primario, secundario y terciario respectivamente, si bien sus cálculos se han llevado a cabo obviando el número de cabezas de casa no pecheros, con lo cual habría que revisar a la baja dichos porcentajes. Allí, en Almagro, Gómez-Vozmediano constata la importancia de los propietarios frente a los jornaleros. Dentro del sector secundario, la industria del cuero (representada por zapateros y curtidores) acapara a más de dos tercios de los moriscos de la villa y en el terciario, de nuevo son los tenderos (de paños, de aceite, de pescado, de comestibles,...) los más numerosos (32 sobre un total de 48)23. Como Almagro y Ocaña, finalmente, Ciudad Real, donde se observan porcentajes parecidos. La ciudad se encontraba inmersa desde mediados del Quinientos en un paulatino pero marcado proceso de ruralización. Si en 1550 los vecinos adscritos al sector primario suponían un 34% del total, en 1586 ese porcentaje se había elevado hasta el 43%24. Es posible que la llegada de la minoría repercutiera en dicho proceso, aunque a decir verdad

19

A nivel general, y para el propio partido de Quintanar, véase LÓPEZ-SALAZAR PÉJ.: Estructuras agrarias... op. cit., pp. 40-42, quien pone de manifiesto la escasa diversificación de la economía quintanareña, mayor incluso que la de otras comarcas como los campos de Montiel o Calatrava. 20 AGS. Sección Expedientes de Hacienda. Leg. 68/49. S.f. 21 AGS. Sección Expedientes de Hacienda. Leg. 134. 22 El porcentaje de personas dedicadas al secundario en Ocaña en 1595 ascendía al 33,2% del total de trabajadores de la villa. El primario estaba representado por un 51,35% y el terciario por un 15,45%. Cf. LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., p. 26. 23 Cf. GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos... op. cit., p. 143. 24 Cf. LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., pp. 22 y 24. REZ,

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también es cierto que esa evolución continuó una vez expulsados los moriscos25. En total, y en lo referente al sector primario los moriscos representan algo más del 8% del total de la ciudad, mientras que los cristianos viejos son más del 18%. Ahora bien, si en lugar de tomar como referencia los datos globales de la ciudad, separamos los de cada grupo, puede observarse cómo en el caso de los cristianos viejos, los dedicados a dichas tareas suponen aproximadamente un 24%, mientras que ese porcentaje se eleva en casi once puntos en el caso de los moriscos. Dicha situación se ve invertida en el caso del secundario, donde los moriscos suponen un 18% del total de su grupo, mientras que las cifras en cristianos viejos son veinte puntos superiores. En el sector terciario, ambos grupos mantienen porcentajes similares con respecto a sí mismos, si bien por distintas razones: la enorme presencia de comerciantes en el caso morisco; la ausencia de estos últimos en los apartados relacionados con las gentes de carrera, de iglesia y con los oficios públicos, en el caso de los cristianos viejos. En definitiva, una situación mucho más diversificada de la que podíamos observar en localidades como Quintanar, Fuenllana o Villanueva de Alcardete y en realidad no muy diferente de la que caracterizaba a los cristianos viejos. Por lo tanto, y en último término, podría decirse que entre unos y otros, entre moriscos y cristianos viejos, hubo más similitudes de las que en principio cabría suponer. Si acaso, lo que podría señalarse serían algunos matices, generalmente determinados, no por los propios grupos sociales sino por las posibilidades económicas de cada villa y por las diferencias comarcales de nuestra área objeto de estudio. 6.1.1. El morisco agricultor 6.1.1.1. Los sistemas de acceso a la tierra El morisco no fue propietario, bien porque no mostrara una especial predilección por serlo, bien (lo que es más lógico) porque no pudo aspirar a ello. En Ciudad Real, en el lapso de tiempo comprendido entre 1574 y 1610, los cristianos nuevos de la ciudad sólo participaron en catorce operaciones de compra venta de bienes rústicos. Ya lo vimos en el caso de la propiedad inmobiliaria urbana y las apreciaciones que allí hicimos son perfectamente aplicables a los dominios rústicos. Bien fuera por mentalidad (lo que defendían los apologistas), bien por su propia situación de subordinación económica, el grupo no se erigió en propietario. Cierto es que, a medida que su proceso de asimilación se hace más patente, el número de 25 En 1751 el porcentaje de personas dedicadas a la agricultura y ganadería suponía en la, por aquel entonces, capital manchega, un 62%. Cf. LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., p. 24.

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operaciones de compra-venta en las que participa crece. De las catorce operaciones señaladas, once son posteriores a 1585.

CUADRO 33. Moriscos propietarios de bienes rústicos en 1610

Demarcación ORDEN DE SANTIAGO Partido de Uclés Partido de Ocaña Partido de Quintanar Partido de Infantes ORDEN DE CALATRAVA Partido de Almagro Part. de Almodóvar PRIORATO DE S. JUAN PARTIDO DE ALCARAZ CIUDAD REAL GOB. DE VILLENA Totales

Total Casas moriscos en 1610

Moriscos expropiados

% con respecto al total de casas

Total

Rústico

Total

Rústico

– 2.428 1.098 1.813

– 549 182 372

3 75 31 57

0 43 12 39

– 13,66 17,03 15,32

– 7,83 6,59 10,48

5.333 404 310 565 1.580 1.830 15.361

1.023 93 62 131 316 377 3.105

311 65 75 49 196 89 951

234 44 50 30 142 50 644

30,4 69,89 – 37,40 62,02 23,60 30,62

22,87 47,31 – 22,90 44,93 13,26 20,74

FUENTE: Para el número de expulsados, LAPEYRE, H.: op. cit., pp. 198-200. Para expropiados AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón, CMC-I y CMC-II. Diversos legajos.

Ahora bien, dicho juicio puede ser matizado. El estudio de la documentación generada por el proceso de gestión y venta del patrimonio raíz incautado con motivo de la expulsión, proporciona una interesante herramienta para tratar de definir el alcance del acceso a la propiedad por parte de la minoría26. Su análisis ha permitido elaborar el cuadro 33 en el que se han incluido el total de moriscos expropiados y aquellos a los que sólo se les incautaron propiedades rústicas. Además, y como la lógica impone que cada propietario morisco representaba a una familia-casa hemos cruzado esos mismos datos con el total de casas existentes en el momento de la expulsión, cuyos datos fueron facilitados en su día por Henry Lapeyre. Dicho método de análisis no está exento de impedimentos. Aceptarlo supone dar por válido el hecho de que cada propietario representaba a una casafamilia. Igualmente, también presupone que el conjunto de escrituras analizadas responde al total de bienes incautados. En este sentido, y aunque el 26

Véanse ANEXOS XVIII a XXVII.

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estudio de las fuentes ha permitido cubrir todo el territorio, es necesario precisar que si bien los datos referentes a Ciudad Real, al partido de Alcaraz y a los territorios calatravos parecen estar completos, los referentes a la Orden de Santiago puede que no lo estén27. Por su parte, los datos del Priorato son más confusos aún ya que las cifras de propietarios moriscos en el momento de la expulsión superan al número de casas documentado por Lapeyre. Evidentemente podría llegarse a una solución de consenso y es la de admitir que en cada casa pudo haber más de un morisco propietario, algo que podría explicar el desfase existente pero que, a nuestro juicio, resultaría demasiado simplista, sobre todo teniendo en cuenta que las cifras de la expulsión para el Priorato parecen pecar por defecto28. Como las del partido de Uclés, demarcación para la que no tenemos datos de moriscos expulsados pero por el contrario, y aunque sea mínimamente, sí para el proceso de gestión y venta del patrimonio morisco. Así las cosas, el juicio con el que se abre este apartado puede ser admitido, si bien con ciertos matices: el morisco, al menos en La Mancha, no mostró una especial predilección por ser propietario. En el ámbito urbano esa tendencia parece ser menos perceptible, pero en lo referente al patrimonio rústico los datos indican que más de la mitad de los moriscos afincados en La Mancha en 1610 no poseía ningún bien rústico. Los protocolos, en todo caso, indican una realidad que, si bien es cierta, no es del todo real y que gracias al concurso de los papeles de Hacienda ha podido ser matizada. Distinta cuestión es analizar el impacto cualitativo de dicho acceso. Y en ningún sitio como aquí, se hacen más presentes que nunca las ya mencionadas diferencias de riqueza de las que hablábamos al comenzar este capítulo. La variedad y diferencia de los diferentes patrimonios moriscos fue enorme. Junto a haciendas de una entidad que podríamos calificar como de considerable, muchas otras de un tamaño y cuantía más reducido. Basten como muestra de ello algunos ejemplos: Ocaña. Poco antes de la expulsión se concentraba en la villa un importante número de moriscos. De entre ellos, Diego de Baeza poseía cuatro olivares que fueron tasados en algo más de 400.000 maravedíes; junto a él Gonzalo de Campos, quien, 27 Para Ciudad Real, Alcaraz y los territorios calatravos se ha contado (además de con el examen de las correspondientes escrituras de venta), con los resúmenes estadísticos elaborados por los funcionarios del Consejo de Hacienda a partir de esas mismas escrituras. El cruce de una información y otra ha permitido constatar que, aunque la mayor parte de las escrituras estudiadas se encontraban presentes en los resúmenes, también había muchas otras que no lo estaban. Por contra, en los territorios de Santiago el concurso de los resúmenes ha sido prácticamente nulo y se ha reducido a las villas de Ocaña y Membrilla, las dos que en los anexos correspondientes aparecen mejor representadas. Evidentemente también están presentes otras villas pero sólo a partir de la información que se ha derivado del estudio de las escrituras, muchas de las cuales, visto lo visto, parecen haberse perdido. 28 Vid. capítulo IX apartado 9.3.

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además de poseer un casa y un pedazo de tierra valorados en 140.500 maravedíes, era copropietario, junto a Diego Marín, de un molino de aceite, un olivar, dos majuelos y cinco parcelas de «pan llevar», todo ello valorado en 392.940 maravedíes. Y frente a ellos, y en el extremo opuesto, Andrés Hernández dueño de un pequeño olivar valorado en 7.000 maravedíes29. Más ejemplos: en Manzanares, Catalina Díaz poseía cuatro parcelas de secano, dos huertas y un pequeño majuelo. En total, más de cuatrocientos mil maravedíes. Por su parte, Alonso Madoz y Gonzalo Vélez, sus vecinos, poseían, a medias, un pequeño olivar que fue vendido por tres mil ciento diez maravedíes30. Evidentemente, y por razones fáciles de comprender, el número de moriscos con propiedades de un tamaño y valor más reducido es mayor que el de los que poseían unos patrimonios de gran calado. Del total de 951 moriscos a los que se expropiaron fincas rústicas en 1610, sólo 123 (12,9%) tenía un patrimonio valorado en más de 100.000 maravedíes. La cifra se ve reducida a 34 (3,57%) si contabilizamos los superiores a 200.000 maravedíes. Sólo uno supera el millón. El grupo morisco no era, pues, ni uniforme, ni homogéneo y, al tenor de lo visto, tampoco sus miembros gozaron de las mismas posibilidades a la hora de acceder al dominio útil de sus explotaciones. Quizá por ello, el sistema más utilizado para proceder a la explotación de la tierra fue el arrendamiento. En la documentación notarial, las cartas de arrendamiento son mucho más frecuentes que las compra-ventas. Incluso admitiendo que las escrituras estudiadas no supongan la totalidad de las que se dieron, una simple comparación con las cifras de compra-ventas indica que su número fue mucho mayor. Su presencia es frecuente y, al igual que en el caso de las compras, afectó a la práctica totalidad de los cultivos: el azafrán en El Toboso31; la vid en Ciudad Real32; las huertas en Almagro, Alcaraz o Quintanar33; el olivar (sólo o con vid) en Puebla de Almoradiel34,... el secano, finalmente, en todos sitios. En realidad, y sin embargo, no tanto como cabría esperar de un grupo tan relativamente numeroso ya que si sumamos escrituras de arrendamiento y obligaciones de pago por dicho concepto apenas si alcanzamos las trescientas setenta para todo el periodo. De ellas ciento 29 AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Legajos 345, 346, 348, 353, 354, 355, 3.025, 3.028, 3.030 y 3.031, por lo que respecta a las escrituras. El resumen de todo ello en AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Legajo 345. 30 AGS. Sección Contadurías Generales. CMC-II. Leg. 418. S.f. 31 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.383. S.f. 9.III.1610. 32 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 77/1. Fols. 62r.o-63r.o 2.III.1603. 33 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.610/1. S.f. 28.VII.1593; AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 134/1. Fols. 74r.o-74v.o 22.II.1592; AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.164/1. S.f. 2.VI.1597. 34 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.070/4. Fols. 23r.o-23v.o 10.IV.1600.

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quince en Ciudad Real. No muchas pero sí las suficientes como para poder esbozar unas ligeras conclusiones. La primera —ya se ha dicho— es que, frente a unas decenas de compras, el arrendamiento fue un sistema mucho más utilizado. En segundo término —también se ha esbozado ya— la constatación de que, al menos en los primeros años, tanto ventas como arrendamientos no parecen alcanzar cotas relevantes. Por dos razones principales: en primer lugar debido a la relativa escasez de protocolos para esas fechas. No obstante, y aun admitiendo que ello puede ser causa para explicar ausencias significativas, el hecho de que en las localidades que sí cuentan con series más o menos completas, esas escrituras tampoco sean muy numerosas, obliga a buscar otras explicaciones. La ya comentada situación de incertidumbre que debió reinar entre los componentes del grupo pudo ser una; junto a ella también puede señalarse la debilidad económica del grupo en esos primeros momentos de su permanencia en Castilla35. Sea como fuere, el número de escrituras crece desde la década de los ochenta del XVI. Las de compra-venta se hacen presentes a partir de ese instante. Y las de arrendamiento comienzan también desde esos años a experimentar una constante subida que sólo se verá interrumpida con la expulsión. Es más, no sólo asistimos a un incremento en el número total de cartas otorgadas sino que, además, se percibe cómo los plazos que se estipulan en ellas inician una clara tendencia al alza. Evidentemente los contratos formalizados por cuatro, cinco y seis años son los que prevalecen a lo largo de todo el periodo36, pero a finales del Quinientos y principios del XVII, escrituras como la que en 1591 firmaron Francisco Ximeno y su hijo, concretada por ocho años37, no eran tan extrañas como pudieron serlo en los años setenta. La mejora del nivel de vida de los moriscos tuvo por fuerza que traducirse en el hecho de que muchos de ellos fueran capaces de arrendar este tipo de bienes y que en plazos de tiempo no muy amplios también hicieran frente a la adquisición, tanto de aperos como de los correspondientes animales necesarios para la labranza. Tal fue el caso, por ejemplo, de Martín García y Andrés Enríquez, moriscos de Alcaraz,

35 A ellas cabría añadir, la dificultad que muchas veces encuentra quien se enfrenta a la fuente notarial para identificar al morisco. Salvo aquellos casos en los que el nombre vaya acompañado por las ya mencionadas apostillas (xpno no, morisco, de los del reino de Granada,...) es del todo punto imposible saber si nos enfrentamos a un cristiano nuevo o no. 36 Aunque el cálculo resulte algo desviado (porque toma como referencia todos los bienes rústicos arrendados y no distingue entre cultivos ni calidades), puede decirse que más del 24% de las escrituras se formalizaron por un año; el 10,4% por dos; el 7,8% por tres; el 22,6% por cuatro, el 9,5% por cinco y el 13,9% por seis. Las escrituras firmadas por plazos superiores a seis años no superan nunca el umbral del 5%. 37 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 25/1. Fols. 10r.o-10v.o 6.IX.1591.

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quienes en 1608 compraron dos machos, uno bermejo y otro castaño, ambos «ensillados y con sus aparejos»38. En general la adquisición de bestias de labor parece seguir la misma tendencia observada para con las fincas rústicas. Unos primeros veinte años caracterizados por una práctica ausencia de compras y una tendencia al alza a partir de 1585-1590. La significativa aportación de mulas y machos al conjunto puede explicar la necesidad que de estos animales existió en las explotaciones regentadas por moriscos, derivada tanto de un aumento del número de explotaciones como del tamaño de las mismas, algo que también podría ponerse en relación con la progresiva mejora en el nivel de vida de muchos de los moriscos afincados en nuestro territorio.

CUADRO 34. La compra de ganado de labor por los moriscos de Ciudad Real

1571-1580 1581-1590 1591-1600 1601-1610 Total

Mulas

Asnos

Bueyes

Machos

Caballos

– 6 14 19 39

– 3 7 8 18

– – 4 3 7

– 6 7 20 33

1 1 3 – 5

FUENTE: AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Diversos legajos. Ciudad Real (1571-1610).

Alonso de Herrera, alistado en Almadén, pudo ser uno de ellos. El morisco era tejero de profesión. En junio de 1591 lo encontramos firmando un contrato con el tesorero de la Orden de Calatrava para fabricar mil tejas y mil quinientos ladrillos con los que concluir la ermita de San Sebastián, por aquel entonces a medio construir39. Poco después, formalizó el arriendo por cuatro años de una huerta de castaños y un pedazo de vid40; y en noviembre de ese mismo año lo vemos comprando un cortinal que tenía que pagar en tres años41. Para entonces ya era propietario de un buey 38 Es frecuente, por ello, que a la compra del animal propiamente dicho le acompañe, también, la de su «aparejo», normalmente formado por mantas, sillas, aperos, bridas, riendas,... AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 131/2. Fols. 29r.o-29v.o 18.I.1608. Más ejemplos en AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 4.898. Fols. 475r.o-475v.o 28.III.1590 y AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Sección Protocolos Notariales. Leg. 136/1. S.f. 17.VIII.1606. Vid. DOCUMENTO VI. 39 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 4.899. Fols. 58v.o-59r.o 21.VI.1591. 40 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 4.899. Fols. 33r.o-35r.o 30.VI.1591. 41 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 4.899. Fols. 378r.o-379r.o 30.XI.1591. Cortinal: (RAE) Pedazo de tierra cercado, inmediato a un pueblo o a casas de campo, que ordinariamente se siembra todos los años.

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al que cariñosamente llamaba «Pardico»42 y en los años siguientes, probablemente debido a que el cultivo de sus parcelas así lo hizo necesario, negoció la adquisición de otros dos43. Como él otros: Alonso Ruiz, morisco de Ciudad Real, compró entre 1600 y 1604 hasta cinco bestias y a Lorenzo Porcel lo encontramos comerciando frecuentemente con burros, mulas y machos44. Ellos serían el exponente de aquellos moriscos que, debido a su ascenso social, lograron forjar, en los años en que permanecieron en Castilla, pequeños pero prósperos patrimonios sobre los que fundamentar la economía personal y familiar. Ahora bien, esa no parece ser la tónica general. En 1582, el gobernador del partido de Almagro ordenó que en la villa de Daimiel se confeccionara un registro de las haciendas de sus vecinos. En dicho padrón, estudiado en profundidad por el profesor López-Salazar, «había que consignar, aparte de los animales de labor y renta, los paños, mercancías de cualquier género almacenadas en las tiendas, aves y, en general, todo lo que poseía cada uno de los cabezas de familia que se pudiera vender»45. Por tanto, dicho recuento ofrece una imagen que, aunque estática, no deja de ser ilustrativa ya que nos informa a la perfección acerca de las haciendas de los daimieleños a finales del XVI. El documento recoge un total de 1.316 vecinos. Como indica López-Salazar, es una cifra aceptable puesto que proporciona al registro de haciendas una representatividad bastante alta, si bien debe tenerse en cuenta que el vecindario de 1586 (el más cercano al registro) da una cifra de 1.812 vecinos (496 más). La diferencia puede deberse, como dice el profesor López-Salazar, a que muy probablemente el registro de 1582 no incluyó a los pobres, las viudas,…46. Con los moriscos podríamos seguir un razonamiento similar. El registro de haciendas recoge un total de 39 vecinos, cifra que creemos podría acercarse a la realidad si a ella le sumáramos los pobres y las viudas ya que ello permitiría alcanzar los 49 censados en el padrón de alcabalas de 1586. En su análisis, y en función de la información extraída del registro, López-Salazar definió un total de diez grupos de personas utilizando el

42

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 4.898. Fol. 567v.o 29.IV.1590. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 4.899. Fol. 344r.o 24.XI.1591 y fols. 538r.o-538v.o 19.I.1592. 44 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 26. Fol. 744r.o 2.II.1590 y Leg. 30bis/3. Fols. 75r.o-75v.o 30.IV.1598 entre otros. 45 LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit, p. 264. Fue, una vez más, el citado profesor quien nos puso sobre la pista de dicho registro. Vaya desde aquí nuestro agradecimiento por ello. El análisis de todo el padrón en LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J., Estructuras agrarias... op. cit, pp. 264-272. Más recientemente también en LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: «Hidalgos de carne y hueso en La Mancha cervantina», en Pedralbes, XXV, (2005), pp. 51-101. 46 LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit, pp. 264 y 302, nota 34. 43

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criterio de la posesión de bestias de labor y ganado de renta. Por eso traemos a colación dicho registro en este lugar. Todos los moriscos registrados en 1582 podrían englobarse en los grupos que el profesor definió como de «personas sin bestias de labor y sin ganado de renta» y de «personas con ganado asnal pero sin ganado de renta». Dicho de otro modo, los dos estratos de inferior categoría dentro de las haciendas de Daimiel. El primero de ellos, el de personas que no tenían bestias de labor ni ganado de renta, estaba formado, según sus cálculos, por 478 vecinos, un 36,3% del total. De ellos, sólo 7 eran moriscos. Como dice el mencionado autor, estos datos no implican necesariamente el hecho de que todas las personas englobadas en dicho grupo fueran jornaleros o pobres, aunque sí su inmensa mayoría. En el caso de los moriscos podríamos incluir en ese grupo a personajes como Juan de Lorca, que no declaró nada «por ser pobre»47. Sin embargo, siguiendo el razonamiento de López-Salazar, resultaría totalmente correcto incluir aquí a muchos de los artesanos y tenderos de la villa, algo que aparece perfectamente claro en el caso de los cristianos nuevos pues dos de los siete que se han adscrito a este conjunto (Alonso de Velasco y Francisco Navarro) no poseían bestia alguna y se identifican como tenderos. Podrían ser incluso tres si a ellos le añadimos el nombre de Francisco «el menor», no identificado como tendero pero muy probablemente (a juzgar por su declaración) dedicado a actividades comerciales. ¿Qué estrato representan el resto de los incluidos en este grupo? Como bien indica el profesor López-Salazar, no sería demasiado aventurado incluir en el mismo a ciertos cultivadores directos, «pegujaleros en su mayoría»48, dadas las exiguas cantidades de trigo que declaran. Tal podría ser el caso del ya mencionado Francisco «el menor», que sin poseer animal alguno sí declaró una fanega de candeal. Yendo más allá, podríamos afirmar que algunos de ellos llegaron a simultanear su oficio de tendero con el cultivo de pequeñas parcelas. El también mencionado caso de Francisco Navarro puede servirnos de ejemplo pues aparte de definirse como tendero, también declaró 10 fanegas de trigo y 1,5 de panizo.

47 48

AHN. OO.MM. AJT. Leg. 39.054. S.f. LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., p. 268.

1 pollino

Isabel Hernández

(1) (2) (3) (4) (5) (6) (7)



Francisco «el menor»



6@ de pasas,  @ de higos, 1 libra de pimientos, 1 celemín de uvas, 5 @ de sardinas, 2 @ de sardinas blancas, 1@ de queso, 2 celemines de aceitunas,  @ de uvas pasas









Es el único de los moriscos censados que declara tener un caballo. «Todo esto sin otros bienes muebles que hay en su casa y heredades». Rastra. RAE: Entre ganaderos, cría de una res y especialmente la que mama aún y sigue a su madre. Tendero. Indica textualmente que «tiene sembrada una huerta que tiene arrendada». Indica que tiene una huerta con árboles. Resma. RAE: Conjunto de veinte manos de papel.



1 fg. de candeal



2 borricos

5 fgs. de panizo

Hernando de Zafra(6)

1 pollino

García de Lorca







10 fgs. de trigo, 1,5 fgs. 4@ de higos, 2@ de pasas, 2@ de panizo de aceite

3 fgs. de panizo



Francisco Navarro(4)

2 fgs. de panizo

1 fg. de panizo



Lorenzo Salinas

2 fgs. de panizo



1 pollino

1 polllina parda

Diego Sánchez

5@ de abadejo, 4@ de pasas, 6@ de higos

Productos perecederos



1@ de arroz, 1 fg. de cañamones, 2 honzas de azafrán, cuartillo de cominos, 3 libras de almendras









Otros

1@ de lino, 15 varas de lienzo, 13 aves

18 varas de lienzo pardo, 3 aves, 1 tinaja, telar

7 aves

24 gallinas, 2 conejos

8 gallinas

 resma(7) de papel, 24 bolsas, 4 docenas de cintos, 10 sogas, 50 sogas de lazo, 2 libras de hilo de bramante, «trastos de la casa», 100 agujas, 50 manojos de esparto, 20 libras de jabón

6 aves

4 gallinas, 7 pollos

80 manojos de esparto, 1@ de cáñamo hilado, 100@ de cáñamo sin hilar, 13 aves, 1 tinaja(5)

 @ de jabón, 1@ de garban- 8 aves zos, 13 celemines de cañamones

15 celemines de arroz





3@ de aceite, 2@ de arroz, 1@ de azúcar, 1@ de cañamones, 1fg. de garbanzos

Productos no perecederos

210

Francisco Ruiz

1 borrica con su rastra(3)

Martín de Rojas(2)

5 fgs. de trigo, 5 fgs. de panizo

Grano

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Isabel Martínez

1 pollina preñada y 1 pollina de año y medio

Francisco Núñez(1)

Ganado asnal

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Morisco

CUADRO 35. Las haciendas de los moriscos de la villa de Daimiel en 1582

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FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

1 pollino

1 pollino

1 pollino prieto



1 pollina recién parida

2 borricos

1 pollina con rastra

1 pollino

1 borrico

Diego Jarafí

La de Diego Genil

Lorenzo Fernández

Juan de Lora(8)

Luis Navarro(9)

Diego de Morales

Diego Pérez

Francisco de Baena

Alonso de Lucena

2 @ de abadejo, 4 @ de tollo, 1 @ de queso, 1 @ de higos, 2 @ de pasas, 1 @ de ciruelas pasas, 1 celemín de ajonjolí, 1 @ de miel,  @ de sardinas



1,5 @ de sardinas,  @ de queso, 3 @ de aceite





 @ de uvas pasas





– –





3,5 fgs. de panizo,  fg. 2@ de higos, 2@ de castañas, de cebada 2,5 @ de uvas pasas, 1 @ de abadejo, 1 tinajuela de arrope

2 fgs. de cebada, 2 fgs. de trigo



1 fg. de trigo





5 fgs. de panizo,  de candeal

Productos perecederos







 @ de arroz,  @ de lino,  fg. de cañamones, 4 celemines de garbanzos,5@ de aceite

 fg. de sal, 3 fgs. de cañamones, 2@ de arroz, 1,5 celemines de cominos,  libra de pimienta, 2 onzas de azafrán, 1,5 celemines de garbanzos, 3 @ de aceite



1 celemín de cominos, 4 celemines de garbanzos,  fg. de harina de panizo,  @ de lentejas, 4 celemines de sal, 8 libras de ajonjolí, 1 fg. de cañamones, 5,5 @ de arroz  de matalahúva







Productos no perecederos







Especias y otras cosas menudas hasta 20 reales, 3 tinajuelas, 1 arado, 11 gallinas, 1 gallo, 10 manojos de esparto

3@ de lino, sogas, 4 onzas de clavos, 2 libras de látigo,  resma de papel, ciertos manojos de esparto, varios cintos, 1 arado, 10 gallinas, 1 gallo



 docena de pretinas, dos puñados de alfileres,  libra de hilillos, 12 reales en productos de especiería, 1 pliego de papel, 100 agujas, 1 libra de hilo,  docena de bolsas, 2 libras de hilo de bramante y cordel, 5 sartales de corchetes, 4 libras de jabón

1@ de cáñamo hilado, 9 aves



40 manojos de esparto,  @ de cáñamo hilado, 23 gallinas, 4 tinajuelas

Otros

MODOS DE VIVIR

(8) No declara nada. (9) Registra también diez manojos de ajos sembrados y dos viñas con higueras arrendadas en la huerta de Escoplillo. El paraje se encuentra hoy en el casco urbano. Hay una calle que toma ese nombre, cerca de la zona del castillo.

1 machuelo

Grano

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Francisco de Segura

Ganado asnal

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Morisco

CUADRO 35. Las haciendas de los moriscos de la villa de Daimiel en 1582 (continuación)

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 @ de uvas pasas, 3 celemines de carne

5 @ y 5 libras de uvas pasas, 2 @ de higos, 4 onzas de tocino, 3@ de abadejo









4 @ de abadejo, 4 @ de sardinas, 1 quintal de pasas(12), 2 @ de higos, 200 naranjas, 1 @ de almendras, 1 fg. de aceitunas, 1 @ de pescado,  @ de ajonjolí, 2 @ de queso  @ de castañas, 3 celemines de nueces

 @ de pescado,  @ de aceite,  @ de queso



1,5 fgs. de panizo,  fg.  @ de higos, 2 celemines de de trigo sardinas crudas, 1@ de queso, 6 @ de abadejo, 1,5 @ de sardinas saladas

2 fgs. de panizo, 1 fg. 3 @ de pasas, 3 @ de higos, de trigo,  fg. de cebada  @ de abadejo,  @ de castañas, 2 celemines de aceitunas



2 fgs. de trigo, 4 fgs. de panizo

(10) También declara 2 fanegas de trigo y 3 celemines de habas que tiene sembrados pero no recogidos. (11) Tendero. (12) Quintal. RAE: peso de 100 libras, equivalente en Castilla a unos 46 Kilogramos aproximadamente.



Alonso de Velasco(11)



Gaspar de Baena(10)

1 pollino

1 pollino

La de Manuel

1 borrico grande y 1 borrico pequeño

1 pollino

Juan Jarafi

Diego de Baena

1 pollino

Productos perecederos

4 celemines de cáñamo, 33 aves

12 manojos de sogas y esparto, cordel de látigo, «otras cosillas de mercadería hasta 20 reales», 4 tinajuelas, 2@ de jabón



Otros

2 @ de arroz, 1 fg. de cañamones,  fg. de garbanzos,  fg. de sal, 1 celemín de matalahúva,  de cominos, 3 @ de aceite

1 @ de arroz, 2 eneas de azafrán, 4 eneas de pimienta



2,5 @ de arroz,  @ de azafrán, 2 celemines de garbanzos, 1 celemín de matalahúva,  fg. de cañamones, 4 @ de aceite

 @ de jabón,  docena de alpargates,  docena de bolsas, agujetas y agujas y otras cosas de especiería, 50 manojos de esparto, 2 libras de lino, 2 libras de hilo de bramante

 @ de jabón, 7 gallinas y 1 gallo



10 reales en productos de especiería, 2 gallinas y 9 pollos,  @ de jabón

 @ de arroz,  @ de jabón, 12 gallinas y 1 gallo, especiería 3 celemines de cañamones, 2 @ por valor de 8 reales de aceite



4 onzas de azafrán,  de pimienta, 1,5 celemines de matalahúva, 8 celemines de cañamones



Productos no perecederos

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Juan de Rojas

4 pollinos

Jorge de Rojas

Grano

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Luis de Aguilar

Ganado asnal

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Morisco

CUADRO 35. Las haciendas de los moriscos de la villa de Daimiel en 1582 (continuación)

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FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

1 pollino

1 pollino de seis años

1 pollino

2 pollinas

1 pollino

1 borrico

Luis de Morales

Álvaro de Fresneda

García Jiménez

Diego Jiménez

Diego de la Torre

Luis Manuel

(13) Gruesa. RAE: número de doce docenas. (14) Tendero. También declara tener una huerta arrendada sembrada de trigo. (15) Declara tener, también, «un poco de sembrado».



3 fgs. de panizo

2,5 fgs. de panizo







15 celemines de trigo,  fg. de panizo

1 pollino castaño

Alonso Hernández(15)

1 fg. de trigo, 1,5 fgs. de cebada,  fg. de panizo 1,5 fgs. de trigo

1 pollina con su rastra

García Hernández(14)

4 fgs. de cebada, 2 fgs. de candeal

Grano

Domingo de Benavides 1 borrico rucio

2 pollinas

Ganado asnal  fg. de harina de cebada, 4 celemines de cañamones, 2 celemines de garbanzos, 1 libra de pimienta, dos enéas de azafrán, 1 celemín de cañamones, 3@ de aceite

Productos no perecederos













3 celemines de sardinas, 2 @ de higos, 7 @ de pasas, 1 @ de queso fresco

2 @ de higos, 1 @ de queso, 2 @ de aceite, 1 @ de sardinas

1 @ de jabón, 7 aves

2 @ de lino, 19 aves

 @ de hilo, 6 gallinas, 1 gallo,  gruesa(13) de cordones, 2 papeles de alfileres, 1 @ de cañamo, 100 manojos de esparto

Otros















6 varas de lienzo de cáñamo, 10 aves

15 gallinas y 1 gallo







1,5 fg. de cañamones, 1,5 fgs.  libra de hilo, 5 gallinas y 1 de arroz, 1,5 celemines de ma- gallo, productos de especiería talahúva,  celemín de comipor valor de 15 reales, 12 bolsas nos, 2 celemines de sal,  celemín de altramuces, 3,5 @ de aceite

 fg. de cañamones, 4 fgs. de garbanzos, 1,5 fgs. de arroz

2 @ de pasas, 1@ de queso, 5 3 fgs. de cañamones, 2 @ de libras de ajonjolí, 3 @ de higos, arroz,  @ de almendras, 4 6 @ de pasas libras de azúcar,  @ de garbanzos, 1 fg. de habas

1 @ de arroz

Productos perecederos

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Alonso del Viso

Morisco

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CUADRO 35. Las haciendas de los moriscos de la villa de Daimiel en 1582 (continuación)

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El segundo de los grupos, estaba conformado por 352 personas (un 26,75% de los contribuyentes daimieleños en 1582). Los moriscos incluidos en este grupo eran 32, un 9,1% del total. López-Salazar indica que este conjunto es el más heterogéneo de todos los que pueden definirse pues podrían incluirse en él tanto a labradores de pollinos (tal podría ser el caso de Francisco Núñez, Diego de Morales o la viuda de Manuel), como a aquellas otras personas que, sin tener labor, sí poseían algunos animales para el servicio de su casa49. En el caso concreto de los moriscos daimieleños la proporción parece estar equilibrada puesto que el número de moriscos que, además de bestia, tenía grano es el mismo de aquellos que no declararon poseer grano. Al tenor de lo visto, y dado que López-Salazar definió hasta diez grupos, no cabe duda de que los moriscos de Daimiel no pueden ser caracterizados como un grupo que se definiera por su especial riqueza dentro de la villa. El ejemplo de Daimiel, creemos, es extrapolable a muchas otras localidades manchegas, lo cual quiere decir que aunque más arriba se han observado ejemplos de moriscos que poseyeron bestias de labor y aunque también se ha visto que dichos animales fueron comprados con relativa frecuencia, ello no basta para afirmar que todos los cristianos nuevos poseyeran dicho ganado. Bien porque sus propiedades no hacían necesario su concurso, bien (lo que parece más lógico) porque la inmensa mayoría no pudo permitirse el lujo de poseerlo. 6.1.1.2. Los aprovechamientos agrarios El diferente uso que los moriscos dieron a las propiedades que arrendaron o compraron también puede analizarse teniendo como referente la documentación notarial. Tomemos como modelo, una vez más, Ciudad Real, pues en ella se mantuvo a lo largo de la Edad Moderna un sector primario relativamente importante. Lo primero que cabe destacar es que, como se viene defendiendo, el arrendamiento parece ser el sistema predilecto de acceso a la tierra dado que las escrituras de este tipo son casi cuatro veces más que las de compra. Junto a ello, llama poderosamente la atención, la preferencia morisca por las tierras de «pan llevar». Viñas y olivares se encuentran muy poco representadas, aunque veremos que es un juicio matizable. Por su parte, huertas y arboledas representan casi un 30% de las escrituras documentadas. Para otras localidades, se obtienen porcentajes muy similares, aunque el número de escrituras es mucho más reducido que en Ciudad Real50. 49

Ibídem. En Almagro, sólo once escrituras. De ellas, siete para las tierras de secano y el resto para huertas. En Alcaraz, sobre un total de dieciséis escrituras, nueve (56,25%) corresponden al secano; cinco a huertas y arboledas y una, no de arrendamiento sino de venta, a 50

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CUADRO 36. Evolución del tipo de parcelas agrarias de los moriscos de Ciudad Real (1571-1610) Tierra de pan llevar/secano Año

Total

ARRENDADOS COMPRADOS ARRENDADOS COMPRADOS ARRENDADOS COMPRADOS ARRENDADOS COMPRADOS

no 1571-1575 1576-1580 1581-1585 1586-1590 1591-1595 1596-1600 1601-1605 1606-1610 Total

Huertas y arboledas

Viñas y olivar

1 1 9 6 18 22 30 87

%

no

16,6 20 45 3 66,6 62,2 4 64,7 2 66,6 5 58,8 14

%

no

%

no

15 13,8 5,88 11,1 9,46

1 1

2,94 0,67

1 1 2

%

no

3 1 4 2 3,4 3 9 2,2 5 1,35 27

%

no

50 2 20 3 20 4 22,2 1 10,3 3 26,5 11,1 4 18,2 17

%

no

33,3 60 20 11,1 10,3 8,9 11,5

4 2 13 8 21 32 35 115

%

no

%

66,6 2 33,3 40 3 60 65 7 35 88,8 1 11,1 72,5 8 27,5 94,1 2 5,9 77,7 10 22,3 77,7 33 22,3

FUENTE: AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Diversos legajos. Ciudad Real (1571-1610).

Una vez más, la documentación hacendística de Simancas puede ayudarnos a matizar lo observado más arriba. Para ello, hemos tomado como punto de partida las ya mencionadas escrituras de venta de los bienes raíces incautados a los moriscos tras la expulsión y las hemos organizado en función de su pertenencia a uno u otro tipo de cultivo. De igual manera, se han incluido los datos referentes a bienes urbanos, de entre los cuales, hemos individualizado las casas propiamente dichas de otro tipo de bienes (solares y cercados en su mayoría, aunque también hay alguna tienda). Los datos confirman la tendencia apuntada por la documentación notarial: una importancia significativa de las tierras de pan llevar (secano) y junto a ellas y en porcentajes muy similares, viñas y olivar por un lado, y huertas y arboledas (con azafranales, zumacares y demás cultivos de regadío) por otro; cuestión ésta última que en los protocolos no era tan perceptible, dado que las escrituras de arrendamiento referentes a viña y olivar eran muy pocas, posiblemente porque dichos cultivos siempre fueron objeto preferente de compra. Por lo demás, y aunque también tendremos ocasión de hablar de ello más adelante, el cuadro 37 pone de manifiesto ciertas diferencias comarcales. La primera y más llamativa: el olivar y la vid (sobre todo el primero), la vid. En El Toboso, la situación se repite, si bien con matices. Sobre un total de once escrituras, ocho corresponden al secano (cuatro en venta y otras tantas en arrendamiento); una sola para las huertas y dos más para la vid, ambas ventas. Como puede observarse, demasiado poco.

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tienen una presencia realmente importante en las comarcas de Ocaña y Alcaraz, zonas donde el secano se sitúa claramente por debajo de la media. Huertas y regadío encuentran su máxima representación en Ciudad Real, el partido de Almagro y el Campo de Montiel, comarcas regadas por el Guadiana y sus afluentes y zonas, igualmente, más aptas para dichos cultivos toda vez que sus suelos son más fértiles que los de La Mancha propiamente dicha. El secano tiene una importancia mayor en las comarcas puramente manchegas: el Priorato, el partido de Quintanar y, sobre todo, las tierras de la Mancha oriental (gobernación de Villena).

CUADRO 37. Distribución de los bienes raíces de los moriscos en el momento de la expulsión. Territorios manchegos TIPO DE PROPIEDAD URBANO Casas o

n

ORDEN DE SANTIAGO Partido de Uclés 3 Partido de Ocaña 47 Part. de Quintanar 20 Partido de Infantes 32 ORDEN DE CALATRAVA Partido de Almagro 202 Part. de Almodóvar 43 PRIORATO S. JUAN 52 PTDO. DE ALCARAZ 19 CIUDAD REAL 105 GOB. DE VILLENA 71 Totales 594

RÚSTICO

Otros o

Secano o

Regadío o

Vid/oliv. o

Otros o

%

n

%

n

%

n

%

n

%

n

100 35,3 55,5 38,6

0 9 3 0

6,77 8,33 -

0 20 9 29

15,0 25,0 34,9

0 8 2 13

6,01 5,56 15,6

0 35 2 4

26,3 5,56 4,82

0 14 0 5

28,7 33,5 26,6 27,5 26,7 45,2 31,3

18 2 1 0 8 0 41

2,5 177 25,2 149 1,65 53 43,8 4 0,51 97 49,7 12 16 23,2 6 2,03 157 39,9 50 63 40,1 8 2,16 621 32,8 252

21,2 112 15,9 46 3,30 17 14,05 2 6,15 27 13,8 6 8,7 24 34,8 4 12,7 62 15,7 11 5,1 13 8,3 2 13,3 296 15,6 90

Total no

%

3 10,5 133 36 6,02 83

100 100 100 100

6,53 1,65 3,1 5,8 2,8 1,3 4,75

100 100 100 100 100 100 100

%

704 121 195 69 393 157 1.894

FUENTE: AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón, CMC-I y CMC-II. Diversos legajos.

En todo caso, lo que se detectan son unas importantes variaciones comarcales. En Ocaña, por ejemplo, los moriscos que poseían algún bien raíz no representaban ni una quinta parte del total de expulsados. En Ciudad Real, por contra, ese porcentaje alcanzaba a más de las cuatro quintas partes; proporciones lo suficientemente variables como para que en principio toda conclusión que se pueda extraer al respecto deba ser tomada con cautela. Si acaso, y salvando el caso concreto de la propia Ciudad Real, lo que

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sí puede establecerse es una cierta diferenciación territorial que permite afirmar que allí donde la minoría fue más numerosa, la proporción de moriscos propietarios fue menor. Distinta cuestión es tratar de indagar acerca de cuáles fueron los principales componentes de esa propiedad. Una vez más topamos con la inevitable traba que supone la poca uniformidad de la fuente51. Aún así, hemos podido rescatar ciertos datos referentes a la extensión de las fincas expropiadas. Fruto de dicha operación, se ha recuperado la extensión de un total de 450 de las 1.169 escrituras documentadas (algo más del 38% del total) pero dicha información resulta desigual, tanto si atendemos a las comarcas estudiadas como si nos concentramos en los cultivos propiamente dichos. En lo referente a estos últimos, los papeles referentes a fincas de secano han resultado ser los más generosos, dado que han permitido acceder a la extensión de más de la mitad de las fincas expropiadas (320 de 621, un 51,53%). Dicha cifra es superior a la de vid y olivar (107 sobre 252; 42,46%) y, sobre todo, a la del regadío, donde solamente conocemos la extensión de veintitrés de las casi trescientas parcelas expropiadas (7,77%). Por comarcas, los datos resultan casi nulos para los territorios santiaguistas. No sabemos nada del partido de Uclés y casi nada de Quintanar, mientras que las gobernaciones de Ocaña e Infantes, aun a pesar de aportar datos, lo hacen en proporciones mínimas52. Más generosas son la comarca manchega de Calatrava (partido de Almagro), el Campo de San Juan, Ciudad Real y la gobernación de Villena, donde las proporciones de fincas identificadas se sitúan entre el 35 y el 60% del total, si bien, en todas ellas, sigue siendo muy complicado acceder al conocimiento de la extensión de las fincas de regadío53. Finalmente, y en una

51 Lo ideal hubiera sido contar con una descripción detallada de cada uno de los bienes expropiados y puestos a la venta. Ello sólo se ha podido cumplir en el caso de aquellas propiedades cuya información ha sido extraída de las escrituras de venta, donde el escribano procedía a una descripción detallada de cada bien. Sin embargo, y como quiera que gran parte de los datos con que contamos proceden de los resúmenes estadísticos elaborados por cada fiel administrador y que en esas mismas recopilaciones los datos descriptivos de cada bien quedan reducidos casi a la nada, la pretensión original ha quedado satisfecha sólo a medias ya que es muy poco (nada a veces) lo que sabemos de extensiones, calidades de tierra o tamaño de viviendas. 52 En Ocaña solo conocemos la extensión de cuatro de las veinte fincas de secano y de otras cuatro sobre treinta y cinco dedicadas a la vid y el olivar. Por su parte, en Infantes, sabemos de la extensión de 13 de las 29 fincas de secano y de una de las cuatro de regadío. 53 En Almagro poseemos datos para el 57,1% de las fincas de secano (101 de 177), el 23,4 de las de vid y olivar (35 de 149) y el 12,5% de las de regadío (14 de 112). Para el Priorato esos porcentajes se sitúan en el 58,7% (57 de 97), el 83,3% (10 de 12) y el 3,7% (1 de 27) respectivamente. En Ciudad Real, 66,2% (104 de 157), 50% (25 de 50) y 9,6% (6 de 62). En la gobernación de Villena y Mancha oriental, por ultimo, 76,2% (48 de 63), 100% (8 de 8) y 15,4% (2 de 13).

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situación intermedia, se ubican los territorios de Almodóvar y Alcaraz, si bien en esta última conocemos de casi el total de las fincas de secano que se incautaron (14 de 16). Con tales cifras, mucho nos tememos que todo acercamiento que pueda hacerse a la estructura de la propiedad rústica morisca pecará por defecto pues, aunque resultan de ayuda para comprender algo más acerca de una situación que casi nos es desconocida, no es menos cierto que esos datos no responden, ni de lejos, a la verdad absoluta. Lo que sí nos es conocido en mayor medida es el número de propiedades que se pusieron a la venta como consecuencia de su previa incautación. En este sentido, y tal y como se ha señalado ya, puede afirmarse que aproximadamente entre un tercio y la mitad de los moriscos expulsados era dueño de algún bien inmueble. Ese porcentaje resulta especialmente interesante en el caso de las propiedades urbanas y permite comprobar que, aunque el medio de acceso a la vivienda más utilizado por los moriscos fue el del alquiler, hubo un nada desdeñable porcentaje de moriscos que optaron por formalizar la adquisición de su vivienda en régimen de propiedad. Como término medio una de cada tres propiedades incautadas eran viviendas. El dato se completa con el hecho de que, del total de 1.108 moriscos a los que se les incautó alguna propiedad, 264 (un 23,82%), poseían como único bien raíz de su patrimonio la vivienda urbana. Por su parte, los bienes rústicos están mejor representados. Dentro de ellos, y como ya se ha visto, alcanzaron cierta preeminencia las fincas de secano. Regadío y vid/olivar se encuentran representados en menor medida, si bien estos últimos sí parecen gozar de cierto empaque en comarcas como Ocaña54. No obstante, y como quiera que las cifras sólo nos informan acerca de dichas propiedades desde un punto de vista global, se hace necesario indagar acerca de lo que esa misma propiedad supuso en el seno de la minoría. Previamente a ello, y aunque sólo sea a título de recordatorio, conviene tener presente que el número total de moriscos expropiados (1.108) constituyó, en los territorios manchegos un 35,68% del total de cabezas de casa expulsados. Dicho de otro modo, cuatro de cada diez familias moriscas expulsadas eran propietarias de bienes raíces a la altura de 161055. Ese acceso a la propiedad no fue homogéneo. Del total de propiedades moriscas en el momento de la expulsión, más de un 29% constituían el único patrimonio del morisco que era titular de ese bien en concreto. Más

54

Véanse ANEXOS XVIII a XXVII. Si dicho cálculo se hace en función, no de las familias, sino de las personas, el porcentaje de representatividad queda reducido a un 7,21% dado que el número de expulsados ascendió a 15.361 pero, y aun a pesar de que no siempre pudo ocurrir así, aparece como solución más lógica y coherente la de admitir que a cada propietario podríamos equiparar la figura del cabeza de casa. 55

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arriba vimos la importancia que, en ese sentido, tuvieron las propiedades inmuebles urbanas dado que de las más de quinientas fincas contabilizadas como únicas en el patrimonio de determinado morisco, doscientas sesenta y seis (algo más de un 48%) eran urbanas. Dicho juicio no ha de hacernos olvidar que también hubo un importante porcentaje de cristianos nuevos que accedieron al dominio de bienes de tipo rústico (principalmente pequeñas huertas o quiñones de secano cercanos a cada población) y que, como contrapartida, no eran dueños de ninguna propiedad de tipo urbano en el momento de la expulsión. Por otro lado, aquellos moriscos que poseyeron más de una propiedad atendieron primero a la consecución del tándem formado por una finca urbana (normalmente una vivienda aunque no es descartable la presencia de tiendas o solares) y por una rústica, la mayor parte de las ocasiones de secano. No es de extrañar, sin embargo, que en ocasiones podamos dar con moriscos que, a pesar de poseer varias propiedades, no pudieron disfrutar de casa en régimen de dominio pleno o que, inversamente, tuvieron varios bienes urbanos pero ninguno rústico. Alonso de Quesada, morisco de Alcázar de San Juan es ejemplo de lo primero56. De lo segundo, basten los casos de García de Salas en Ocaña57, de Francisco de Mendoza en Almagro58 o de Luis de Robles en Villarrobledo59. Por último, y en porcentajes muy reducidos, podríamos mencionar a todos aquellos cristianos nuevos que, debido a su incansable trabajo, a la suerte (recuérdese la fortuna) y a factores de todo tipo lograron erigirse como un grupúsculo propietario que, al tenor de lo visto, fue más importante de lo que hasta momento habíamos dado por válido. El caso de los hermanos Carmona en Ciudad Real, de Gonzalo de Campos y Diego Marín en Ocaña60, de Luis de Murcia en Almodóvar del Campo, de Pedro Narváez en Villacañas, de Miguel Marín en Moral de Calatrava o de Gonzalo Gutiérrez en la aldea ciudadrealeña de Valverde son buenos ejemplos de ello61. 6.1.1.2.1. Los cultivos intensivos: las huertas Tomemos la definición que para este tipo de parcelas ofrece el profesor López-Salazar62 y veamos si lo observado por dicho autor es también aplicable al caso de los moriscos: «bajo el nombre de huerta no siempre se engloba una misma realidad. Unas veces se trata de parcelas rodeadas

56 57 58 59 60 61 62

AGS. Sección Contadurías Generales. CMC-II. Leg. 418. S.f. AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Leg. 349. S.f. AGS. Sección Contadurías Generales. CMC-II. Leg. 418. S.f. AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Legs. 347 y 355/1. S.f. AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Varios legajos. Todos ellos en AGS. Sección Contadurías Generales. CMC-II. Leg. 418. S.f. LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., p. 296.

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de tapial63, localizadas dentro de la población64, con árboles frutales65 y un pozo con o sin noria66. Son los huertos de arboleda, que en algunas ocasiones están anejos a las casas de morada. En otros casos, estamos ante fincas relativamente extensas, enclavadas fuera del pueblo, e incluso a una cierta distancia de él67, las cuales, aunque cuentan con árboles frutales y cultivos hortícolas, están también dedicadas a cereal68». En general, pues, el modelo de huerta del que hizo uso el morisco no se diferenció en nada del que cultivaba su vecino cristiano viejo, si bien sí es correcto señalar que el primer tipo de parcela (la ubicada en el núcleo de población o cercana a él y dedicada eminentemente a cultivos hortofrutícolas) fue la preferida por los miembros de la minoría. Quizás, el mejor ejemplo de ello pueda ser Ciudad Real, donde gran parte de las huertas arrendadas por los moriscos se situaban en los límites mismos del perímetro mural de la ciudad, o en las inmediaciones de la misma. No obstante, los granadinos afincados en la ciudad también prefirieron otros lugares algo más alejados del propio núcleo porque en ellos los recursos eran más fáciles de obtener. Así pareció ocurrirle a Lorenzo de Velasco, que se decidió por arrendar una huerta junto al río Guadiana69, a unos kilómetros del casco urbano. En este sentido, las aldeas de la ciudad fueron lugar de apetencia manifiesta, no sólo para los miembros de la minoría sino para cualquier hortelano preocupado por lograr una alta rentabilidad en sus parcelas.

63 Por ejemplo la huerta que Luis Medrano arrendó en La Poblachuela en 1590. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 52/2. Fols. 11r.o-11v.o 1.V.1590. 64 Como la que tenían Pedro de la Peña y Luis de Chaves en la calle del Pozo Dulce en Ciudad Real. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 34bis/3. Fols. 83r.o-83v.o 1.XI.1593 o la que en la misma calle compró Diego de la Peña. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 58/1. Fols. 154r.o-154v.o 9.XII.1605. 65 Con castaños, como la de Alonso de Herrera en Almadén. AHP CR. Sección Protocolos Notariales Leg. 4.899. Fols. 33r.o-35r.o 30.VI.1591; con granados como la de Francisca de Herrera. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 4.898. Fols. 161r.o-171r.o 1.X.1589 o con frutales diversos como la de Alonso de las Eras. AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg.136b/3. S.f. 28.I.1607. Un ejemplo de escritura de arrendamiento de huerta en DOCUMENTO VII. 66 Como la de Alonso Ruiz, que tenía pozo, noria y alberca. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 58/2. Fols. 142r.o-143v.o 15.IX.1609, o como la de Lázaro Ribera, con pozo y alberca pero sin noria. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 80/1. Fols. 106r.o-107r.o 31.V.1609. En algunos contratos, como por ejemplo el firmado por Pedro y Andrés Mexía con Andrés de Forcallo, se llega a especificar, incluso, que era obligación de los moriscos arreglar la alberca, hacer el pozo y montar la noria del mismo. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 59/1. Fols. 13r.o-14v.o 30.III.1606. 67 Jerónimo de Granada poseía una fuera de Ciudad Real. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 30bis/3. Fols. 108r.o-108v.o 16.VI.1588. 68 Por ejemplo, Diego de Cañizares tuvo arrendada una huerta plantada con 6 fanegas de cebada. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 19/2. Fols. 41r.o-42v.o 6.IV.1610. 69 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 26. Fols. 72r.o-72v.o 25.VII.1590.

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Moriscos hubo en Valverde70, en Poblete71 y, sobre todo en La Poblachuela, donde los arrendamientos de este tipo de parcelas son bastante numerosos72. Su importancia no sólo se hizo patente en Ciudad Real. En algunas villas fue de una entidad considerable. En Consuegra, por ejemplo, donde veinticuatro de los veintiséis moriscos avecindados en la parroquia de San Juan eran hortelanos73. En sus huertas, el morisco encontró un importante resorte de su economía haciendo gala de la laboriosidad, paciencia y buen hacer que la explotación de este tipo de parcelas requería. Es así como los encontramos labrando árboles frutales y hortaliza propiamente dicha74, pero también panizo75 y legumbres, como le ocurría a Luis de Padilla en Ciudad Real76 o a Diego de Robles y Hernando García en Villarrobledo y a García Mayoral en El Toboso, quienes se decidieron por los garbanzos77. Incluso por el melón78. Junto a la huerta propiamente dicha, y aunque en realidad no puede establecerse una diferencia estricta con ella, puede señalarse otra serie de cultivos por los cuales la minoría mostró un especial interés en La Mancha. Los zumacares son uno de ellos79. Como cultivo industrial, la labranza del zumaque se asoció, normalmente, a localidades en las que existió un sector manufacturero lo suficientemente desarrollado como para que la demanda de dicho producto hiciera necesario su cultivo. Ejemplos de ello tenemos, por ejemplo, en Ocaña, Ciudad Real y Villarrubia de los Ojos80.

70

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 76/2. Fols. 125r.o-126r.o 11.I.1602. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 34/8. Fols. 17r.o-18r.o 16.I.1586 y Leg. 59/2. Fols. 179r.o-180r.o 19.IV.1608. 72 En total, entre 1571 y 1610 se arrendaron en dicha aldea hasta un total de 27 fincas, 16 de ellas huertas. 73 AGS. Sección Expedientes de Hacienda. Leg. 84/20. Sobre todo en las riberas del río Amarguillo, tal y como nos dice López-Sálazar. Cf. LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., pp. 28-29. 74 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 26. Fols. 687r.o-688v.o 14.IX.1590. 75 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 75. Fols. 10r.o-10v.o 18.VII.1599. 76 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 73/3. Fols. 38r.o-38v.o 1.IV.1610. 77 AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.240/5. S.f. 19.X.1599; AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.371/2. Fol. 130r.o 15.IX.1602. 78 Diego Velázquez, morisco granadino alistado en la villa de El Toboso, vende el fruto de su melonar plantado en un haza de 4 fanegas de cebada por precio de 100 reales a Antón de Molina. AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.382. Fols. 264r.o-264v.o 6.IV.1610. 79 Zumacar o zumacal: (RAE) Tierra plantada de zumaque. Zumaque: (RAE) Arbusto de la familia de las anacardiáceas, de unos tres metros de altura, con tallos leñosos, hojas compuestas de hojuelas ovales, dentadas y vellosas; flores en panoja, primero blanquecinas, y después encarnadas, y fruto drupáceo, redondo y rojizo. Tiene mucho tanino y lo emplean los zurradores como curtiente. 80 AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Leg. 345-1. S.f. CMCI. Leg. 1.821. Exp. 2. S.f. y AHN. Consejos. Leg. 38.039. S.f. 71

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En un plano muy similar al zumaque se encuentra el azafrán. Su presencia en La Mancha estuvo bastante extendida en localidades como Consuegra, La Solana y Villarrobledo. En El Toboso parece que tuvo cierta aceptación entre la minoría. Tendremos ocasión de hablar de ello más adelante pero ocurre que, en ciertas localidades, los moriscos, amenazados por la más que probable expulsión, se decidieron desde los primeros meses de 1610 a vender o traspasar las siembras de aquellas parcelas que tenían arrendadas. El proceso fue bastante sencillo: el morisco convino con el rentista o con un tercero la venta o traspaso de aquello que estaba sembrado en la parcela que labraba en ese momento. El objetivo pretendido era salvar tanto la inversión realizada como el trabajo efectuado y obtener un mínimo beneficio en el caso de que finalmente se produjera la expulsión. Como consecuencia de dicho sistema, algunos moriscos lograron salvar parte del dinero invertido en la puesta en explotación de dichas parcelas ya que la propia expulsión podía redundar en que muchas cosechas no llegaran a recogerse nunca, al menos por su parte. De ese proceso ha quedado huella a través de los protocolos notariales y gracias a ellos sabemos que al menos una decena de los doscientos sesenta y nueve moriscos de la villa eran propietarios de alguna parcela sembrada «con cebollas de azafrán», algunas de ellas de una entidad considerable como las tres que poseía Diego de Mendoza, que, en conjunto, sumaban cincuenta y dos fanegas sembradas de tan preciado producto81. Al tenor de lo visto, las diferencias con el cristiano viejo fueron mínimas, al menos en lo que a las formas de explotación de la tierra se refiere. En Ciudad Real, del total de 44 operaciones que tuvieron como objetivo acceder a la explotación de una huerta, 27 (más del 60%) se formalizaron a través del arrendamiento. Las diferencias, por tanto, deben buscarse en otro tipo de características. La extensión de las parcelas podría ser una de ellas pero, por desgracia, en esta ocasión las fuentes no resultan todo lo explícitas que sería de desear. Como norma general, la extensión de las huertas viene dada en fanegas de sembradura de cebada, aunque tampoco son extraños los casos en los que se especifica en aranzadas o celemines. Eso hace bastante difícil establecer cualquier tipo de cálculo. Pero, además, ocurre que dicho dato no siempre se especifica, por lo que el montante total de escrituras en las que poseemos dicha información es muy reducido. Aún así, y con la información de que disponemos, puede decirse que las huertas arrendadas por los moriscos de Ciudad Real rara vez superaron las diez fanegas de sembradura de cebada y que el grueso de las mismas se concentra en el abanico de extensiones que comprende las dos y las cuatro fanegas. Por tanto, y mientras no haya más datos, habrá de convenirse que, en lo referente a las huertas, el morisco tampoco mostró 81 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.383. S.f. 22.III.1610, 28.III.1610 y 2.IV.1610.

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unos comportamientos muy diferentes a los observados para con los cristianos viejos82. Respecto a la duración de los arrendamientos, los establecidos por un periodo de cuatro años predominan sobre los demás (más del 47% de los formalizados en Ciudad Real lo fueron por ese tiempo). También son frecuentes los firmados por dos campañas (19,44%) y por tres (13,88%) mientras que los que superan el umbral de los seis años son muy escasos. 6.1.1.2.2. Vid y olivares En el siglo XVI La Mancha aún no era una región productora de vino. La mayoría de sus viñedos estaban orientados al autoconsumo familiar o a lo sumo a su distribución a escala local83. También en el caso de los moriscos por lo que, frente a otros cultivos, olivar y vid no parecen ocupar un lugar demasiado importante entre sus preferencias. Cuando así ocurre, ese interés suele manifestarse preferentemente en la compra. Es algo lógico. Tanto vid como olivo son cultivos que, por su carácter, necesitan de unos plazos de tiempo más amplios para ser rentables. Si a ello le unimos el que su propiedad estaba bastante extendida entre todos los sectores sociales, el escaso tamaño de las fincas y el carácter de autoconsumo que su explotación tenía, es lógico suponer que los arriendos no tuvieran sino un interés marginal en gran parte de la región84. Aún así, y en lo referente a los moriscos, su labranza ocupa un lugar relativamente importante en determinadas comarcas. El olivar se encuentra bastante bien representado en Ocaña85, aunque su presencia tampoco resulta extraña en otras comarcas. En El Toboso parece que tuvo cierta aceptación. Allí, Diego de Morales, compró en 1606 un olivar de 340 árboles por 15 ducados. Lo pagó al contado86. Antes, en 1594, Diego de Mendoza había comprado otro, aunque compartía el uso de la parcela con el secano, al que dedicaba tres celemines de la misma87. Cerca de allí, en la Puebla de Almoradiel, Mencia López Lazo compró, en 1600, otra parcela de 500 olivos en la que también había ciertas vides recién plantadas88.

82 Así se deduce del examen de los datos que para Almagro ofrece J. López-Salazar. Cf. LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., pp. 572-574. 83 Cf. LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., p. 299. 84 Ibídem: p. 567. 85 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 10.202. S.f. 86 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.354. Fols. 1.202v.o-1.203r.o 9.XI.1594. 87 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.354. Fols. 1.217v.o-1.218r.o 14.XI.1594. 88 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.070/4. Fols. 23r.o-23v.o 10.IV.1600. Este último tipo de explotación —mixta de vid y olivar— fue bastante frecuente en La Mancha (aún lo continua siendo). Basten, a título indicativo, los siguientes datos: en el partido

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Sin embargo, fue la vid la que ocupó un lugar preferencial dentro de los cultivos leñosos. Su importancia fue dispar, si bien es cierto que en el momento de la expulsión, estaba presente en todas las comarcas manchegas. En Almagro, por ejemplo, supuso un 19,8% del total de bienes rústicos vendidos con motivo de la expulsión. El importe final de dichas ventas ascendió a casi setecientos mil maravedíes, un 13,96% del valor de los bienes rústicos vendidos en dicho partido. Cifras importantes aunque no tanto como las de Alcaraz, donde las viñas representaron el 38,7% de lo vendido, si bien su valor se redujo porcentualmente hasta el 19,64%. Ambos territorios suponen un estadio intermedio entre las comarcas típicamente cerealistas como el marquesado de Villena (15,29% del total de ventas; 10,27% del valor) y aquellas otras en las que la vid, sin ser el cultivo dominante, sí tenía una presencia significativa, como por ejemplo Almodóvar (22,9% del rústico vendido; más del 27% del valor total). No obstante, y aunque los porcentajes indican cierta importancia, el análisis del tamaño de las parcelas arroja conclusiones que empujan a confirmar el ya mencionado carácter de autoconsumo que tuvo su explotación. Las escrituras notariales ofrecen algunas pistas acerca de ello: la mayor parte de las parcelas adquiridas por moriscos tuvieron un tamaño bastante reducido. Por ejemplo, Beatriz Martínez, alistada en Alcaraz, era propietaria de una pequeña parcela de 400 vides en El Bonillo89; en El Toboso, Pedro Zarco compró en 1606 un majuelo de 56090; García, su hermano, puso como aval para un préstamo otra de 70091 y Francisco de Morales hizo lo propio con otra de 1.00092. En realidad, utilizar las escrituras notariales para averiguar la superficie dedicada al cultivo de la vid resulta un tanto complicado. Todas parecen indicar una tónica común: las parcelas no suelen superar las 1.000 o 1.500 vides, pero lo exiguo de su número obliga a ser cautos en cualquier afirmación que a tal efecto pueda hacerse. La documentación generada por la venta del patrimonio morisco puede resultar de una utilidad mayor. No para todas las comarcas, dado que la información de cada una de ellas depende de la seriedad con la que el fiel encargado de dicho trabajo se tomara su cometido. Lo más normal, en este sentido, es que dicho funcionario indicara tan sólo que el bien que vendía era una viña, un parral o un majuelo, sin más. Esa parece ser la tónica imperante en comarcas como Alcaraz, Quintanar e Infantes. Por contra, la documentación de Almagro, del Priorato y de Ciudad Real parece ser algo más ilustrativa. de Almagro, en 1610, el porcentaje que este tipo de aprovechamiento alcanzó entre las posesiones moriscas fue del 4,4% del total de tierras dedicadas a viña y olivar; en Ciudad Real, más del 8% y en Ocaña llegó a cotas cercanas al 20%. 89 AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 133/1. Fols. 27r.o-28r.o 25.II.1589. 90 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.380. Fols. 455r.o-456r.o 25.XI.1606. 91 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.377. S.f. 5.III.1604. 92 Ibídem. S.f. 26.IV.1604.

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Tomemos como referente el partido de Almagro. En total se vendieron allí ciento doce parcelas de vid. De ellas conocemos la extensión de setenta, expresada en esta ocasión en el número de vides presente en cada una de ellas. Las diferencias son enormes. Encontramos parcelas como las de Juan de Montalbán, morisco de Manzanares, con 4.000 vides o como las de Gabriel Pérez, villarrubiero, de 8.800. Junto a ellas otras de un tamaño más reducido como el pequeño majuelo de 300 cepas que Juan Moclín tenía en Almagro93. Los cálculos para establecer valores medios derivan en unos resultados cercanos a las 1.200 vides por parcela, cifra muy cercana a la del Partido de Almodóvar (1.080 vides/parcela) y ligeramente superior a la del Priorato (965 vides/parcela). Si en lugar de proceder a cálculos medios, optamos por una distribución de frecuencias, obtenemos que el grupo de parcelas más numeroso era aquel que tenía entre 500 y 1.000 vides (30 parcelas; 42,8%). Veintitrés de las setenta parcelas no sobrepasaban las 500 (32,8%); catorce se situaban entre las 1.000 y las 2.000 (20%) y sólo 3 tenían más de 2.000 (4,28%). La poca uniformidad de la documentación a la que hacíamos referencia más arriba queda puesta de manifiesto en los casos de Ciudad Real y del Partido de Ocaña. Allí, los fieles encargados de redactar los informes sobre las parcelas en venta decidieron expresar el tamaño de las mismas en aranzadas; decisión, si cabe, más correcta que la de sus compañeros de Almagro pero que pone al investigador en un serio aprieto a la hora de establecer comparaciones entre unos y otros territorios. Las medias para esos territorios arrojan unos resultados de tres aranzadas para Ciudad Real y de 2,75 aranzadas para Ocaña. No obstante y como sabemos que, una aranzada podía albergar aproximadamente unas 330 vides, la comparación es posible94. Los cálculos, entonces, nos estarían hablando de unas cifras medias que en caso del Campo de Calatrava rondarían las 3,6 aranzadas, en Almodóvar las 3,24 y en el Priorato las 2,89. Cifras muy similares a las de Ciudad Real y Ocaña y en todo caso indicativas de que, como ya apuntó López-Salazar, el tamaño de los predios dedicados al cultivo de la vid, en pocas ocasiones permitió una comercialización a gran escala del producto dado que las parcelas rara vez superaron la hectárea. 6.1.1.2.3. El secano El secano ofrecía mayores posibilidades. Su cultivo estuvo generalizado en toda La Mancha y muchos cristianos nuevos hicieron uso del 93 AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Diferentes legajos; y CMC-I. Leg. 1.821. Exp. 2. S.f.; CMC-II. Leg. 418. S.f. 94 Existen algunas escrituras sueltas en el Campo de Calatrava que nos hablan de parcelas de 1,5 aranzadas con 500 vides. Dicha cifra arroja un dato de 333 vides por aranzada, lo que viene a suponer aproximadamente 900 vides por hectárea. Aunque indicativo, el dato puede ser válido.

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mismo como principal medio de subsistencia. Para ello, el morisco manchego optó por parcelas de tipo mediano y pequeño debido principalmente a que tanto el precio de estas fincas como las necesidades de mantenimiento y mano de obra que requerían, no siempre permitieron que la minoría pudiera permitirse acceder a ellas. Dicha apreciación se ve confirmada si tomamos como punto de partida los datos que proceden de las ventas generadas tras la expulsión y los clasificamos en función de la extensión de las parcelas:

CUADRO 38. Superficie de las fincas rústicas de secano de los moriscos de La Mancha en 1610 (en aranzadas) Menos de 2,5 no ORDEN DE SANTIAGO Partido de Ocaña 2 Partido de Uclés Partido de Quintanar 1 Partido de Infantes 5 PRIORATO DE S. JUAN 34 ORDEN DE CVA. Partido de Almagro 34 Part. de Almodóvar 6 CIUDAD REAL 44 PART. DE ALCARAZ 13 GOB. DE VILLENA 18 Total 157

De 2,5 a 5 De 5 a 10 De 10 a 15 De 15 a 25 Más de 25

%

no

%

50

2

50

50 38,5 59,6

1 3 14

50 23,1 24,6

33 28 42,8 2 42,4 42 81,3 3 37,5 14 43,5 109

27,2 14,3 40,3 18,7 29,2 30,2

no

%

no

%

4 7

30,7 12,3

1 2

7,7 3,5

25 5 11

24,3 35,8 10,6

6 1 1

5,8 7,1 0,9

7 59

14,6 16,3

6 17

12,4 4,7

no

%

no

%

4

3,9

6

5,8

3

2,9

3

2,9

2 9

4,2 2,5

1 10

2,1 2,8

FUENTE: AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón, CMC-I y CMC-II. Diversos legajos

En general, y dejando aparte los datos de Ocaña, Uclés y Alcaraz (inservibles por escasos), lo observado con las propiedades incautadas ratifica el argumento defendido con los protocolos: cuando los moriscos pudieron acceder a la posesión plena de sus parcelas, sólo pudieron comprar las que fueron de un tamaño más pequeño. Los datos del cuadro lo confirman pues más del 73% de las explotaciones tuvieron una extensión igual o inferior a cinco aranzadas. Es más, sin en lugar de acudir a las parcelas compradas, analizamos aquellas otras que se tomaron en arriendo, las conclusiones a las que llegamos son muy similares.

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El mejor ejemplo de ello son los quiñones, pedazos de tierra de una extensión reducida pero de gran calidad, algo que fue determinante para los moriscos y que convirtió a este tipo de parcelas en unas de las más demandadas por la minoría, sobre todo debido a su relativo bajo precio y a la propia cercanía de las mismas con respecto al casco urbano de cada localidad. Ciudad Real es la localidad que mejor nos puede ilustrar acerca de lo que supuso este tipo de aprovechamiento. Para ello, y siguiendo el mismo método de análisis que en su día utilizara el profesor López-Salazar para el conjunto de la ciudad, hemos utilizado aquellas cartas de arrendamiento en las que quedan expresados claramente, tanto la extensión del bien arrendado, como los datos de arrendatario y rentista, los plazos y las rentas a pagar.

CUADRO 39. Superficie de los quiñones arrendados por moriscos en Ciudad Real (1591-1610) Superficie (en aranzadas)

No quiñones

%

Menos de 2,5 De 2,5 a 5 De 6 a 10 De 11 a 15 De 16 a 25 Más de 25 Total

5 10 4 2 4 3 28

17,85 35,71 14,29 7,14 14,29 10,72 100

FUENTE: AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Diversos legajos (1591-1610)

López-Salazar constata cómo, en la ciudad, y en el periodo comprendido entre 1591 y 1640, la mayor parte de las parcelas arrendadas se concentraban en abanicos de extensión comprendidos entre las 2,5 y las 10 aranzadas95. En lo que a los moriscos se refiere y extendiendo 95 LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., pp. 568-569. Aranzada: unidad de superficie que según el marco de Ciudad Real equivale a 0,3757 hectáreas o a 0,3993 hectáreas dependiendo de si se le asignan 400 o 425 estadales por unidad. Dado que la mayor parte de las escrituras utilizadas no distinguen el número de estadales asociado a cada aranzada nos ha sido imposible reducir el montante total de la extensión de las parcelas al sistema métrico decimal. En cualquier caso, y de haberlo hecho, las diferencias hubieran sido mínimas, pero preferimos mantener el patrón original puesto que, como veremos, la aranzada es la medida preferida para indicar la extensión en los quiñones, mientras que cahizada y fanega son las más utilizadas en las explotaciones de tipo extensivo.

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nuestro análisis sólo hasta 1610, la situación parece ser muy similar. En ese mismo intervalo de tiempo, las veintiocho escrituras de arrendamiento en las que un cristiano nuevo arrienda un quiñón, suponen el 38,9% del total de contratos que López-Salazar consideró en su momento96, dato que ilustra muy a las claras acerca de la importancia que los moriscos concedieron a este tipo de aprovechamiento. Ahora bien, cabe hacer una precisión y es que los arrendamientos que tienen como protagonistas a cristianos nuevos parecen desplazar su preferencia a las parcelas más pequeñas. Evidentemente, y tal y como puede verse en el cuadro 39, hubo explotaciones de un tamaño relativamente importante97. Sin embargo, lo más normal, en el caso de los cristianos nuevos, es que el grueso de las parcelas arrendadas se localice por debajo de las cinco aranzadas, un tamaño algo inferior al que López-Salazar documenta como media para el conjunto de la ciudad. Si a ello le unimos el hecho de que la media de duración de los arrendamientos de quiñones que formalizaron los moriscos fue inferior a los tiempos documentados para el global98 tendremos que admitir que, aunque con comportamientos similares a los del resto de arrendatarios, los cristianos nuevos tendieron a monopolizar los contratos más baratos y menos duraderos. Por su parte, las heredades constituyeron la versión «latifundista» y extensiva de los cultivos de secano. El acceso de los moriscos a este tipo de fincas fue mucho más reducido pues su explotación requería de unos medios materiales y de unas posibilidades económicas que no todos podían alcanzar, motivo por el cual es posible que no hayamos localizado ninguna venta. Por contra, los arrendamientos sí fueron algo más frecuentes. Por ejemplo, en Alcaraz, Alonso de Saelices y Martín Marín, ambos granadinos, arrendaron al doctor Mateo Pérez de Bustamante, la heredad de «Torre Blanca» por espacio de seis años. Se comprometieron a pagarle sesenta fanegas de trigo y seis de cebada al año, cantidades que muy posiblemente no pudieron satisfacer al completo porque la expulsión sobrevino antes de que dicho contrato expiara99. En general, y atendiendo a los plazos y a la extensión de las heredades tomadas a renta, los moriscos fueron protagonistas de unos comportamientos más modestos que los mostrados por los cristianos viejos. En 96 Cf. LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit. En total y gracias a los datos que se desprenden del cuadro II (p. 569), setenta y dos para el conjunto de la ciudad. 97 Por ejemplo, en 1605 los hermanos Carmona tomaron en arriendo de doña Inés de Figueroa Carrillo de la Torre, un quiñón de veintiocho aranzadas y ochenta estadales de tierra (algo más de diez hectáreas) por cuatro años. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 15. Fols. 160r.o-161v.o 11.VIII.1605. 98 El grueso de las escrituras se concentra entre los dos y los seis años. Solo dos de las veintiocho escrituras (7,14%) se expiden por diez años y una por ocho. 99 AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 147/2. Fols. 356r.o-356v.o 11.XI.1607.

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Ciudad Real, en el periodo de tiempo comprendido entre 1571 y 1610 los cristianos nuevos asumieron la renta de treinta y nueve fincas. Quizás muy pocas. Algunas de ellas fueron de un tamaño considerable como la de cuarenta y cuatro cahizadas (más de ciento sesenta y cinco hectáreas) que Gabriel y Sebastián de Carmona arrendaron por cinco años a la hija y heredera de don Lorenzo Suárez de Figueroa. A cambio del arrendamiento, los moriscos se comprometieron a entregar a la propietaria 190 fanegas de pan, dos carretas de paja y cuatro gallinas cada año100. De manera muy similar, Gaspar de Baena, quien junto a Domingo Rodríguez, Gonzalo de Ayala y Gabriel de Peñalosa, arrendó otra heredad de 40 cahizadas. El monasterio de Nuestra Señora de Gracia de Ciudad Real, propietario de la parcela, recibiría a cambio de dicho contrato 110 fanegas de pan por cada uno de los seis años que duró el arrendamiento101. En lo relativo a las extensiones, casos como los anteriores son bastante escasos. Del total de escrituras formalizadas por moriscos, sólo cinco (12,8%) fueron para arrendar una heredad con una extensión superior a las veinticinco cahizadas. Ninguna superó las cincuenta y por contra, casi el 60% del total se formalizó para aprovechar fincas con una extensión inferior a cinco cahizadas. Lo que sí parece más habitual es que muchos cristianos nuevos optaran por la asociación de personas y capitales para hacer frente a este tipo de operaciones, cuestión en la que, dicho sea de paso, tampoco muestran un comportamiento divergente con respecto a los cristianos viejos. Junto a los anteriores, escogieron este sistema Andrés del Moral, Alonso de Biedma, Marcos de Ávila y Gaspar Enríquez102; o Antón de Aguilar, Lorenzo de Alhomai, Agustín de Alhendín y Alonso Ruiz para formalizar el contrato de explotación de las veintinueve cahizadas que arrendaron a Antón de Bedmar103. Distinta cuestión es tratar de analizar quiénes fueron los beneficiarios de dichos arrendamientos. En este sentido la fuente no resulta todo lo explícita que sería de esperar dado que, salvo en contadas excepciones, no especifica el oficio del rentista. Seguir el criterio de López-Salazar (que divide entre «dones», eclesiásticos y personajes sin tratamiento específico) resulta, una vez más, la única solución posible; también la más adecuada dado que, de paso, permite comparar la situación general de la ciudad con la propiciada por los moriscos. En este sentido, el gráfico 10, confirma lo dicho hasta este momento: el grupo morisco se acopló a la perfección al esquema general desarrollado en la ciudad. 100 101 102 103

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 110/2. Fols. 42r.o-43r.o 27.I.1608. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 18/1. Fols. 308r.o-311r.o 23.IX.1608. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 19/2. Fols. 65r.o-68r.o 19.IV.1610. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 58bis. Fols. 306r.o-312v.o 16.XI.1607.

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GRÁFICO 10. Extracción social de los rentistas de rústico en Ciudad Real (1570-1610)

FUENTE: AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Ciudad Real. Diversos legajos.1571-1610. Datos referentes a cristianos viejos en LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., p. 569.

También en lo que a los propios rentistas se refiere. Al igual que ya ocurriera en el caso de la propiedad urbana104 existe un grupo que parece capitalizar la mayor parte de las operaciones: el de los «dones». Los nombres se repiten con una similitud casi pasmosa pues también en este proceso se vieron inmersos miembros de las familias Treviño y Loaysa como Cristóbal Treviño Carrillo, Juan Fernández Treviño o don Diego de Loaysa. Junto a ellos destacados miembros de la sociedad local como don Juan Pedro de Velarde, regidor, caballero de Montesa y oídor en la Chancillería de Granada o Antonio de Galiana, también regidor y caballero de Montesa. Por su parte, el clero también mantuvo una intervención bastante amplia en este tipo de actividades. En Alcaraz, Pedro García del Álamo, rector de la parroquial de Santa María, parece que se benefició bastante de las actividades de los moriscos105, como también lo hicieron las parroquias de San Pedro y Santa María en Ciudad Real106. El papel de las instituciones religiosas parece que fue bastante significativo en este sentido. Cofradías 104

Vid. gráfico 9. Entre otros, AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 133/3. Fols. 101r.o-101v.o 10.III.1591. 106 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 11. Fols. 100r.o-100v.o 5.IV.1601 y Leg. 80/2. Fols. 132r.o-132v.o 9.IV.1610. 105

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como la de las Ánimas del Purgatorio de Almagro107; capellanías como la fundada por don Francisco Camacho en Saceruela108 o como la que dotó Juan Ruiz en la iglesia del Prado de Ciudad Real109; incluso comunidades religiosas como el convento de Nuestra Señora de Gracia110 fueron los mejores exponentes de la participación de las «gentes de iglesia» en este tipo de negocios y de la facilidad que muchos de ellos encontraron para hacer de los moriscos unos fieles clientes. Algunos, debido al excedente generado por sus explotaciones, también actuaron como prestamistas de grano. Es algo lógico si damos por sentado que la minoría formó parte de los estratos más bajos del campesinado manchego. Ni los medios con los que contaban ni los capitales de que disponían fueron nunca suficientes para enfrentarse con garantías al cultivo de grandes parcelas. Muchos propietarios-rentistas lo sabían y por eso decidieron actuar y «seducir» a los moriscos mediante el ofrecimiento tanto de grano como de aperos y animales de labranza. López-Salazar nos relata, quizás, el caso más paradigmático de cuantos, en este sentido, pudieron darse: en 1607, doña Isabel de Prado ofreció en renta a tres granadinos de Ciudad Real una heredad de treinta y dos cahizadas de tierra. El contrato se formalizó por diez años, cada uno de los cuales los moriscos debían abonar a la propietaria ciento veintiocho fanegas de pan. Hasta ahí, el contrato sería uno más de los que hasta el momento hemos visto pero, además, doña Isabel entregó a sus arrendatarios tres pares de bueyes, cincuenta y seis fanegas de cebada, seis de trigo y doscientos reales en metálico111. Sin llegar a esos extremos, sí hubo muchos propietarios que concedieron unas especiales facilidades a los moriscos para que éstos pusieran en cultivo sus heredades112. Ahora bien, nada era gratuito. La mayor parte de las ocasiones dichos préstamos obedecieron al deseo de los rentistas de mantener cultivadas sus tierras. Además, y como contrapartida a dichos préstamos, muchos de ellos lograron «atar» al morisco a dicha heredad por unos plazos de tiempo superiores a lo que hubieran deseado en principio. Y ello, con frecuencia, acarreó problemas. En julio de 1605 (año de crisis en toda La Mancha), Juan Marín, morisco de El Toboso, otorgó su poder a dos vecinos de la villa para que se presentaran ante la justicia del gobernador de Ocaña. El morisco pretendía obtener

107

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.611. S.f. 6.VI.1606. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 4.898. Fol. 104r.o 2.IX.1589. 109 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 19/2. Fols. 63r.o-64r.o 16.IV.1610. 110 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 16. Fols. 8r.o-9r.o 2.II.1606; Leg. 40/2. Fols. 437r.o-440v.o 29.XII.1594 y Leg. 80/2. Fols. 127r.o-127v.o 27.III.1610, entre otros. 111 LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., p. 590. 112 Por ejemplo, en El Toboso, Juan Novillo tomó prestadas 40 fanegas de cebada. AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.378. Fol. 312r.o 5.VI.1605. 108

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una prórroga en los plazos de pago de cierta cantidad de grano que Juan Cabrera y Diego López, vecinos de Socuéllamos y Francisco Novillo, tobosino, le habían prestado «y que me aguarden para cuatro años atento a que los susodichos son honbres ricos y poderosos y yo, por la esterilidad de los tienpos, estoy alcanzado e tengo nesçesidad y no puedo pagarles el trigo y cevada y maravedís que les devo si no es con notable perjuicio»113.

El sistema no estuvo exento de dificultades y quizás por ello, los moriscos optaron por otros medios para obtener el grano que necesitaban. En este sentido, el pósito fue hito de referencia para muchos de estos pequeños campesinos: Juan de Almedina y Diego Rael en Alcaraz114, Francisco de Toledo, Juan de Morales y Andrés de Toledo (nótese, mancomunados) en Almagro115 o Diego de Pacheco en Villarrobledo116, son sólo algunos ejemplos. El caso de éste último es significativo ya que el morisco llegó a desplazarse a Ciudad Real, no sabemos si por la escasez de trigo en su villa o porque el alholí de la ciudad ofrecía mayores ventajas. El caso es que a lo tomado inicialmente tuvo que añadir los intereses y otros doce reales más, seis por cada una de las mulas que tuvo que emplear para transportar la mercancía de vuelta a Ciudad Real. Sin embargo, lo más normal es que cada uno acudiera al pósito de su localidad. En 1604, los moriscos de Ciudad Real pidieron grano al suyo por valor de 4.676 reales. Ese año, la crisis experimentada en toda La Mancha tocó fondo; tanto que «el Rey tuvo que autorizar a muchos ayuntamientos para tomar cantidades a censo, destinadas a la compra de grano»117. De un total de ciento sesenta peticiones documentadas en toda la ciudad, los moriscos fueron tomadores en ocho (un 5%) pero las cantidades reclamadas supusieron el 8,55% del total de lo prestado118. En Almadén, bien que unos años antes, la situación fue muy similar. Más interesante si cabe. Todavía en 1591, y a pesar de las tímidas subidas en la producción, se dejaban sentir los efectos de la crisis de 1589119. En total, las peticiones que durante el otoño de 1591 se hicieron al pósito de la villa, ascendieron a 805 fanegas, y los moriscos fueron protagonistas de una

113 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.378. Fols. 361r.o -361v. o 14.VII.1605. 114 AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 130/1. Fols 445r.o-445v.o 3.VI.1604. Véase DOCUMENTO VIII. 115 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 2.006. Fol. 982r.o 1.I.1584. 116 AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.235/3-1. Fols. 271r.o-271v.o 16.VIII.1604. 117 LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., p. 128. 118 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 72/2. Diferentes escrituras. 1604. 119 LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., p. 128.

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de cada cuatro peticiones. No obstante, y a juzgar por lo contenido en las mismas, el grupo morisco de la villa minera tuvo unas necesidades menores que las de sus compañeros de Ciudad Real. Los moriscos sólo pidieron noventa fanegas de trigo (el 11,18% del total) y frente a las trece fanegas de media que pedía un cristiano viejo, el morisco sólo afrontó préstamos de 7,5 fanegas de media120.

CUADRO 40. Los préstamos de grano del pósito de Almadén a los moriscos. La siembra de 1592 Fecha 20.X.1591 20.X.1591 27.X.1591 27.X.1591 27.X.1591 28.X.1591 28.X.1591 28.X.1591 1.XI.1591 7.XI.1591 15.XI.1591

15.XI.1591 Total

Morisco Alonso de Herrera, Francisco Lorenzo, Cristóbal de Torres y Pedro López Pedro de Mora, Pedro Díaz de Siruela y Pedro Pérez Juan de Castro, el mozo, Francisco de Baldivia, Juan Ruiz de Murcia y Lorenzo Rodríguez Juan Ximénez, Álvaro Ximénez, Luis de Murcia y Lorenzo Rodríguez Francisco Sánchez Barcino, Baltasar y Alonso el Conde y Fernando de Ayala Cristóbal López, Alonso Pérez, Hernando de Toledo y Hernando Vaquera Agustín Conde, Cristóbal Muñoz, moriscos y Andrés López, cristiano viejo Luis Fernández Valdivia, Diego Fernández, su hijo, Isabel Hernández, Bernardo Ximénez, Gonzalo Ximénez y su madre Inés Ximénez Pedro Sánchez de Valdés, Francisco y Diego Hernández Bartolomé Garzón, Pedro Jurado, Álvaro López y Juan Gutiérrez Alonso Ximénez, Pedro Pérez, Calvario Ximénez y Adrián Herrera, Alonso de Toledo, Fernando de Ayala, Luis Hernández de Valdivia, Francisco de Valdivia, Gonzalo Ximénez, e Isabel Hernández, madre de Gonzalo

Cantidad prestada 8 fanegas de trigo 10 fanegas de trigo 6 fanegas de trigo 4 fanegas de trigo 10 fanegas de trigo 5 fanegas de trigo 12 fanegas de trigo 5 fanegas de trigo 10 fanegas de trigo 7 fanegas de trigo 6 fanegas de trigo

7 fanegas de trigo 90 fanegas de trigo

FUENTE: AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Almadén. Leg. 4.899. Diferentes escrituras. 1592.

120 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Almadén. Leg. 4.899. Diferentes escrituras. 1592.

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No todos pudieron pagar. Al igual que los prestamistas no oficiales, los pósitos nunca perdonaron deudas. En 1598, Damián de Molina, alistado en Ciudad Real, fue encarcelado por no satisfacer la deuda de nueve fanegas de trigo que el alholí local le había prestado la campaña anterior. Lorenzo de Segura y Juan Ruiz, dos de sus vecinos, también moriscos, acudieron pronto en su ayuda y, aunque no pudieron satisfacer la deuda del primero, se presentaron como avalistas del deudor para que la justicia local le concediera un aplazamiento de doce días para buscar el trigo necesario con el que pagar la deuda121. El caso de Damián, como el ya visto de Juan Marín, y otros que se dieron, demuestran, en última instancia, los constantes problemas a los que la minoría tuvo que hacer frente para granjearse una vida lo suficientemente digna. Como pequeños propietarios y como miembros de un grupo incómodo, extraño o simplemente marginado, los moriscos sufrieron en sus carnes dichos problemas. La forma en que cada uno pudo sortear los envites del destino dependió más de la fortuna que de ningún otro factor pero de lo que no cabe duda es de que el grupo luchó denodadamente por hacerse un hueco en el entramado social en el que aspiraba a integrarse. El mundo agrario supone un buen ejemplo de ello pero el resto de sectores económicos también fueron partícipes de dichas intentonas. 6.1.1.3. Ganadería El morisco nunca mostró una especial inclinación por la cría de ganado ya que si se dejan de lado los negocios que pudo hacer con animales de labor, las ocasiones en las que aparece no ya como criador sino tan solo como tratante, son muy escasas122. No obstante, hubo cristianos nuevos que optaron por dicha dedicación. En Ocaña, Jerónimo de Carmona, compró a Antonio de la Peña, vecino de Dos Barrios, doscientos setenta y un borregos «a 12 reales menos un quartillo cada uno»123 y sabemos que Andrés Fernández, alistado en Ciudad Real, era pastor de profesión. En 1594 vendía a Pedro de la Peña gran parte de la lana procedente del esquileo de su rebaño124. Sin embargo, y salvo elementos aislados fueron pocos los cristianos nuevos que se plantearon seriamente la posibilidad de trabajar directamente en esta actividad. Quizás, un 121 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 108/1. Fols. 109r.o-109v.o 14.XI.1598. Véase DOCUMENTO IX. 122 Al menos en Castilla porque como bien demostró Bernard Vincent, la situación en Valencia y, sobre todo, en Granada fue bien distinta. Véase VINCENT, B.: «Los moriscos y la ganadería», en VINCENT, B.: El río morisco. Valencia: Publicacions de la Universitat de València-Editorial Universidad de Granada-Servicio de Publicaciones de la Universidad de Zaragoza, 2006, pp. 31-39. 123 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 9.991. S.f. 6.IX.1597. 124 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 54. Fols. 253r.o-253v.o 5.XI.1594.

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buen ejemplo de ello fueron los hermanos Carmona, quienes, en el momento de la expulsión, eran propietarios de mil cabezas de ovino y arrendatarios de uno de los quintos del Valle de Alcudia125. Junto a ellos, Jerónimo de Montemayor, sobrino de la esposa de Gabriel, uno de los Carmona, decidido, al tenor de lo visto, a continuar la labor de su tío político126. CUADRO 41. La compra-venta de ganado por los moriscos granadinos de Ciudad Real (1570-1610) Fecha 26.VII.1576 30.IV.1588

2.VIII.1591

Vendedor Sebastián de Plana, morisco No se especifica*

22.II.1600

Gabriel de Carmona, morisco Melchor del Saz

18.III.1602

Doña Isabel de Gámez

25.IX.1602

Doña María de Porras

3.VII.1605

Juan Forcallo de Carrillo Luis Rodríguez

4.X.1605 7.VI.1607

1.X.1607

Isabel y Jerónimo de Carmona, moriscos Diego de Ballesteros Moreno Antonio Juárez

30.X.1607

Antonio Juárez

15.VII.1607

Comprador Antón Vélez y Andrés de Soria, moriscos Lorenzo y Baltasar Porcel, moriscos y Juan de Ágreda Cristóbal de Herrera Miguel de Fonseca, morisco Andrés de Heredia y Francisco de Heredia Fernández, moriscos Lorenzo de Vergara, el viejo y Lorenzo de Vergara el mozo, moriscos Jerónimo de Montemayor, morisco Gonzalo de Granada, morisco Miguel Sánchez, morisco Francisco de Segura, morisco Martín de Mercado, morisco Martín de Heredia, morisco

Concepto

Precio

700 carneros 11.550 reales Manada de carneros

300 ducados

Un novillo

200 reales

Un novillo

24 ducados

Una vaca y 40 ducados sus dos crías Un novillo

24 ducados

478 carneros 8.120 reales Una vaca

200 reales

Un novillo

21 ducados

Un ternero

55 reales

30 cabras

550 reales

252 ovejas

4.788 reales

* No se especifica el comprador porque la escritura de la que procede la información es un poder que Lorenzo y Baltasar Porcel otorgan a favor de Juan de Ágreda para que, en nombre de los tres «y de manera mancomunada» compre los carneros que pueda con 300 ducados. FUENTE: AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Legajos 15, 18, 19/1, 25/1, 30bis/3, 35/1, 46/1, 57/2, 79/1 y 109/1. 125 126

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 48/3. Fols. 48r.o-49r.o 16.III.1612. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 15. Fols. 92r.o-93v.o 3.VII.1605.

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De manera análoga, sabemos que en otras localidades también hubo cristianos nuevos que optaron por dicha dedicación. Por ejemplo en Almagro, donde en 1589 ciertos moriscos tuvieron que entregar al contador del concejo veinte cabras por el aprovechamiento de ciertas fincas municipales para el pasto de sus ganados127. Más al este, en pleno Campo de Montiel, también sabemos que los hubo y gracias a las declaraciones que se hicieron para el pago de las alcabalas conocemos que algunos poseían pequeños rebaños. En La Solana, por ejemplo, Luis Aldabaz declaró haber vendido en 1586 veintiséis ovejas a seis reales y medio cada una; treinta y siete cabras a quince reales y siete cegajos128 a nueve reales la pieza. Junto a él, Andrés González, su vecino, vendió otras catorce cabras129. De manera muy similar en Almedina, donde Jorge de la Mata vendió «unas cabras y cegajos» por valor de 15.000 maravedíes; Antonio Marín declaró otros 30.000 en concepto del queso y lana de sus rebaños y de doce cabras y unos cegajos; Alonso de Santiso, 6.000 por unos «chotos y cabras viejas»; Diego Martín 36.000 por queso, leche y varias cabras; Diego Casero, 50.000 por el mismo concepto, igual cantidad que Hernando de Jaén, si bien, éste último también declaró el trato que como comerciante minorista hacía en su tienda130. No obstante, los escasos ejemplos relacionados con esta actividad deben hacernos ver que la ganadería, como decíamos al principio, no estuvo entre las actividades más demandadas por los moriscos. Ahora bien, cabe preguntarse si dicha dedicación fue la única sobre la que dichos moriscos sustentaron su economía o si sólo fue vista como un complemento a la misma. Los ejemplos que hemos observado más arriba pueden orientarnos en el sentido de conceder mayor validez a la segunda de las hipótesis; también el padrón de 1586 de Ciudad Real en el que sólo dos moriscos declararon trabajar en oficios relacionados con la ganadería: un acemilero y un vaquero131. Ninguno de ellos, por lo tanto, como propietario de ganado. Es más, si tomamos los nombres de las personas que nos aparecen en dicho padrón y los cotejamos con los de aquellas otras que están reflejadas en el cuadro 41 en fechas próximas al mismo, vemos como ninguno de ellos declara trabajar en oficio ganadero. Andrés de Soria, por ejemplo, reflejado en la primera fila vendiendo carneros, aparece censado en 1586 127

AHM Al. Actas del Concejo. Caja 5-XVI. Fol. 393vo. Cegajo (RAE): Dícese del cordero o chivo que no llega a primal. (Autoridades): El macho de cabrío, quando tienen solo dos años. Es voz rústica, e inventada de poco tiempo a esta parte. 129 AGS. Sección Expedientes de Hacienda. Leg. 130/19/1XVI. Vaya desde aquí nuestro agradecimiento al profesor López-Salazar que nos indicó la virtud de dicha fuente y nos facilitó copia de la misma. 130 AGS. Sección Expedientes de Hacienda. Leg. 38/7/I. S.f. 131 LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: «Estructura socioprofesional de Ciudad Real...», p. 67. 128

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como hortelano en la huerta de Madero132. Más abajo, Lorenzo y Baltasar de Porcel nos aparecen comprando ganado. Aunque Lorenzo sí parece tener cierta relación con la ganadería133, a Baltasar sólo lo encontramos por las mismas fechas como hortelano. Es decir, al parecer, ninguno de ellos se dedicaba en exclusiva a la ganadería. Igual situación podemos observar en La Solana y Almedina. De los casos apuntados más arriba ninguno de los moriscos tiene la cría de ganado (o su venta) como única actividad. En La Solana, Luis de Aldabaz, por ejemplo, también declaró haber comerciado con sal y con trigo por valor de más de 10.000 maravedíes134 y en Almedina Hernando de Jaén compaginaba la cría de cabras con una tienda, igual que Diego Casero135. 6.1.2. El morisco artesano Entendiendo como tal a aquel que trabajó en profesiones relacionadas con lo que, hoy, asociaríamos al sector secundario136. Grupo de actividades que, en La Mancha, trascendió en muy pocas ocasiones al ámbito urbano y del cual, como es lógico suponer, no existen más que algunos datos aislados que permiten poca interpretación fuera de la que sirve para constatar que el morisco siempre se vio inmerso en la dinámica socio-profesional de cada localidad y que no mostró especial predilección por unas u otras dedicaciones. Unas ocupaciones que tendieron a mezclarse con el comercio debido a las características de este sector en la región (eminentemente local, a pequeña escala, artesanal,...). Porque moriscos artesanos hubo, pero la mayor parte de ellos, al igual que sus vecinos cristianos viejos, orientaron su producción a satisfacer las demandas básicas de la localidad en la que desarrollaron su tarea y por ello es harto frecuente encontrar que, al lado del taller donde se fabricaban muchos de estos productos, se localizara la tienda donde, al tiempo, se comercializaba esa misma mercancía. 132

Ibídem, p. 85. En 1592 lo encontramos pagando 300 reales y 3 requesones «en razón de la renta de la lana y del queso». AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 34bis/2. Fols. 67r.o67v.o 15.II.1592. 134 AGS. Sección Expedientes de Hacienda. Leg. 130/19/XVI. 135 AGS. Sección Expedientes de Hacienda. Leg. 38/7/I. 136 Existe una amplia bibliografía sobre el asunto gremial. Desde los clásicos trabajos de J. Guillot sobre los gremios españoles y de Francisco de San Román en torno a los toledanos, no han dejado de aparecer trabajos al respecto. Destaquemos los trabajos de R. Puerta Escribano para Valencia, de B. Moreno y T. de Diego para Granada, de A. Goy en Galicia, de M. Benito y M. J. Deyà para Mallorca o de G. Redondo para Aragón. Recientemente, ha aparecido el libro de J. C. Zofio Llorente sobre los gremios y artesanos de Madrid, que bien puede servir para marcar la pauta metodológica en este tipo de trabajos para Castilla. Vid. ZOFIO LLORENTE, J. C.: Gremios y artesanos en Madrid, 15501650: la sociedad del trabajo en una ciudad cortesana preindustrial. Madrid: Instituto de Estudios Madrileños, 2005. 133

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Las comarcas manchegas nunca rechazaron la llegada de buenos profesionales dispuestos a trabajar para una población que, aún a finales del XVI, seguía creciendo. Puede decirse, por tanto, que al igual que el gobernador del Campo de Calatrava vio con buenos ojos la llegada de nuevos labradores para sus campos137, las autoridades de núcleos como el propio Almagro, Ciudad Real, Alcaraz u Ocaña tampoco debieron mostrar especiales reparos a la llegada de profesionales duchos en los más variados oficios. Baste como ejemplo el testimonio de las autoridades de Daimiel que, ante la inminencia de la expulsión, decidieron escribir al rey haciéndole saber «...que en la dicha villa están avencindados ciertos moriscos de los del reyno de Granada que por mandado de vuestra magestad a ella se trujeron, entre los cuales ay muchos dellos que son ofiçiales así de cuchilleros como de zapateros e otros ofiçios que son muy necesarios a la república e concejo de la dicha villa por aber en ella mucha falta dellos, de cuya causa la villa de Daymiel e vecinos della reçiben grande utilidad e provecho e muy gran beneficio con la estada en ella de los dichos moriscos; y ellos con ella, usando de los dichos oficios ganan de comer e se sustentan muy bien, atento a lo cual a vuestra merçed suplico que si en algún tiempo mandare que los dichos moriscos se muden de la dicha villa e se lleven a otra parte, sea serbido de hacer merçed al dicho conçejo e vecinos del, de que queden en la dicha villa avenzindados uno o dos de cada ofiçio de los dichos moriscos, los que el concejo e ofiçiales del nombraren y señalaren, que de ello recibirán merced»138.

A juzgar por las escasas informaciones socio-profesionales de los granadinos en el momento de su llegada, puede decirse que los deportados, aparte de constituir una habilidosa y entregada mano de obra para el campo, también pudieron aportar cierta diversificación al entramado profesional manchego. No es de extrañar, por ello, que los cereros, cuchilleros, cantareros, tintoreros y herreros que llegaron al Partido de Ocaña a finales de 1571, encontraran un rápido acomodo en las diferentes villas en las que se asentaron139. El padrón de la parroquia de San Martín de Ocaña nos da una idea de ello. De entre los moriscos avecindados allí (y dejando aparte a los pequeños labradores y a los azacanes), se contaron un jabonero, otro tejedor, dos esparteros, otros dos molineros, un zapatero y un alfarero140. Tiempo después, y sin salir del propio partido de Ocaña, los encontramos dedicados al trabajo de la piedra, como le ocurre a Pedro de Baza y Pedro 137 138 139 140

LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., p. 65. AGS. Sección Cámara de Castilla. Pueblos. Leg. 7. Exp. 46 AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.164. Fol. 16. AGS. Sección Expedientes de Hacienda. Leg. 134.

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del Robledo, vecinos de Ocaña, quienes en 1599 se comprometieron con Martín Álvaro a labrar las columnas de la portada de su casa141; o como carpinteros y ebanistas: Alonso González, morisco de Villarrubia de Santiago, acordó en 1601 «façer y labrar tres suelos de las primeras maderas» para la tienda que Andrés de Turices tenía en Ocaña142. Hubo en La Mancha moriscos dedicados al trabajo del hierro. En 1590 encontramos, por ejemplo, a Alonso de Navarra comprando leña para su fragua143; y los hubo que prefirieron el trabajo del esparto144. En La Solana, debieron tener cierta importancia. De entre ellos, Hernando del Nido, se dedicaba a hacer sogas. Sabemos que, en 1586, había en la villa hasta un total de diecisiete cabezas de casa que declararon haber comerciado con dicho producto145, bien de manera exclusiva, bien compaginando dicha actividad con otras, como le ocurría a Andrés de Luto, que además se dedicaba a tejer paños. Otros optaron por el barro, sobre todo como tejeros. Alonso de Herrera el tejero-labrador de Almadén del que ya hemos hablado es uno de ellos; junto a él, otros como Miguel Muñoz, natural de La Zubia, quien poco después de llegar a Ciudad Real ya tenía arrendados dos hornos tejeros, uno en la propia ciudad y otro en la aldea de La Torrecilla; o como Juan de Castañeda que poseía otra tejera en Quintanar, aunque no debía de serle muy rentable. En 1605 cambió el horno con su cuarto de casa por un majuelo y abandonó definitivamente la actividad industrial146. A ella se entregarían a partir de 1594, Francisco Ortiz y Hernando de Blas, arrendatarios desde entonces del horno nuevo de Villarrobledo147. Finalmente, hubo también moriscos molineros: Domingo Fernández, alistado en Ciudad Real, fue el arrendatario del molino del Alcalde, junto al Guadiana. Poco antes de la expulsión otorgaba un poder al procurador del número de la ciudad para que le representara en la Chancillería. La dueña del molino le reclamaba algunos maravedíes, al parecer impagados desde el momento mismo del arrendamiento148. No obstante, y si tuviera que señalarse alguna manufactura en la que el morisco manchego destacó, puede decirse que éste mostró una especial predilección por dos sectores muy concretos: el del cuero y el textil. El trabajo del cuero tuvo un desarrollo bastante importante en Ciudad Real, 141

AHP To. Sección Protocolos Notariales. Legajo 10.203. S.f. Ibídem 143 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 26. Fol. 747v.o 6.II.1590. 144 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 11. Fol. 139r.o-139v.o 8.V.1601. 145 AGS. Sección Expedientes de Hacienda. Leg. 130/19/I. 146 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 28. Fols. 153r.o-153v.o 3.V.1572 y AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.168. Fols. 336v.o-337r.o 31.VIII.1605 respectivamente. 147 AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.233/9. S.f. 20.III.1594. 148 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 116. Fols. 7r.o-7v.o 23.II.1609. 142

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sobre todo en lo relacionado con la fabricación de guantes149. En 1586 ocupaba a casi un 4% de la población activa de la ciudad150, aunque a decir verdad en dicho padrón sólo nos aparecen tres moriscos, dos zapateros y un vainero. Algunos, se decidieron por comprar la materia prima lista para ser trabajada directamente: Lorenzo de Baeza y Miguel de Peñalosa, dedicados a fabricar prendas de cuero y piel, pagaron en 1593 diecisiete mil seiscientos maravedíes por la compra de cincuenta cordobanes de cuero151. Cuando se prefirió participar por entero en el proceso de elaboración del producto se hizo necesaria la compra de productos con los que tratar la piel virgen. El zumaque fue uno de ellos. Juan y Pedro de Carmona compraron hasta cuatrocientas arrobas de este producto152. Es más, hubo moriscos que, vista la rentabilidad de su negocio, se dedicaron a tratar con él. Entre ellos, Lorenzo García, que actuó frecuentemente como intermediario entre productores y artesanos153. Dentro de grupo del cuero parece ser que tuvo una relativa importancia el sector del calzado. Zapateros moriscos hubo en toda La Mancha. Los encontramos, por ejemplo, en Almagro, donde cuarenta y uno de los sesenta y seis moriscos integrados en el sector secundario, se dedicaban a este oficio154. También en Alcaraz155, en Daimiel156 o en Manzanares, donde el padrón distingue entre zapateros de nuevo (2) y remendones (1)157. Pero fue en Ciudad Real donde llegaron a alcanzar una importancia que podríamos calificar como de relativamente alta. Allí, los encontramos perfectamente integrados en el gremio de zapateros de la ciudad y comerciando a gran escala. Entre 1601 y 1606 participaron en, al menos, cinco grandes operaciones de compra de materia prima, asunto en el que el propio gremio ya se veía inmerso desde 1598. En noviembre de 1601, Antón de Jaén y otros nueve zapateros, todos moriscos, negociaron con Alonso Rodríguez, clérigo en la villa de Fregenal (Badajoz) la compra de 6.461 pares de suelas. Los más de trescientos ochenta y siete mil maravedíes que importó la operación debían ser abonados en la feria de Daimiel158. Poco 149

LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., p. 23. LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: «Estructura socioprofesional de Ciudad Real...», p. 69. 151 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 53/2. Fol. 381v.o 30.VIII.1593. Cordobán: (RAE): (de Córdoba, ciudad de fama en la preparación de estas pieles). Piel curtida de macho cabrío o de cabra. 152 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 75. Fols. 34r.o-35r.o 23.VIII.1599. 153 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 109bis/1. Fols. 128r.o-128v.o 9.VI.1604. 154 Cf. GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos... op. cit., p. 143. 155 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.611. S.f. 6.VI.1606 y AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 135/1. Fols. 192r.o-192v.o 19.X.1599. 156 AGS. Sección Expedientes de Hacienda. Leg. 68/49. Allí eran, al menos dos, aunque debido a la escasez de datos quizás pudieron ser más. 157 AGS. Sección Expedientes de Hacienda. Leg. 124/11/II. 158 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 11. Fols. 207r.o-207v.o 22.XI.1601. 150

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después, vemos a algunos de ellos en compañía de otros más, comprando mil cuatrocientos ocho pares «de tallas medianas curtidas», esta vez a Antonio López Boca, curiosamente (o no tanto), regidor de la misma villa de Fregenal159. Ese mismo día, y también en Fregenal cerraron el trato para la compra de diez «lomos» de piel160 y poco tiempo después los encontramos en Llerena formalizando la adquisición de otros 2.730 pares de suelas negras a Pedro Enríquez161. A la villa extremeña volverían en 1606 para comprar más de novecientos pares de suelas162. Integrados perfectamente en la dinámica del gremio, los zapateros moriscos de Ciudad Real adoptaron para la compra de materia prima una estrategia que no nos es desconocida y que ya hemos observado en otros casos: la conjunción de intereses, la fusión de capitales y la unión de esfuerzos en aras de obtener los mayores beneficios posibles. Junto al sector del cuero, el otro gran grupo de actividades al que se ligaron los moriscos fue el textil. Aquí la variedad es mucho mayor y puede decirse que la minoría fue partícipe de todas las actividades ligadas a dicho sector. En Ciudad Real, en 1586, eran treinta y nueve los moriscos dedicados a sus labores, casi un 30% de los que en la ciudad se dedicaban a lo mismo. Los encontramos en casi todos los oficios reseñados en dicho padrón: albadero (1), cardadores (13), oficial de sombreros (1), peineros (1), perailes (3), sastres (1), cardadores (1),... Es más, los únicos oficiales de peraile, de la percha y de sombreros que había en la ciudad eran cristianos nuevos163. De su presencia allí como un importante grupo productivo también ha quedado huella en los protocolos. Es así como los encontramos negociando con lana como a Diego Fernández164; o fabricando prendas de lino, de tafetán o de paño165. No obstante, para ello, siempre fue necesario el cumplimiento de determinados requisitos: el primero de ellos es que el morisco estuviera reconocido como apto para el ejercicio de la profesión. Fernán Sánchez ya tenía dicha condición en 1607166. Antes, en 1591, Luis de Baeza quiso que se le habilitara para ser cardador. Andrés, su primo, le 159

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 77/1. Fols. 65r.o-66r.o 24.XI.1603. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 77/1. Fols. 68r.o-69v.o 24.XI.1603. 161 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13. Fols. 62r.o-62v.o 19.IV.1603. 162 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 109bis/2. Fols. 80r.o-81v.o 5.IV.1606. 163 Para datos cf. LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: «Estructura socioprofesional de Ciudad Real...», pp. 70-71. 164 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 53/1. Fols. 54r.o-54v.o 18.II.1592. No sólo en Ciudad Real. También hay ejemplos en otras localidades como Villarrobledo o Corral de Almaguer. AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.244/1. S.f. 13.VII.1593 y AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.070/6. Fols. 115v.o-116r.o 5.IX.1607. 165 AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 152/6. S.f. 16.I.1606; AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.169. Fol. 741r.o 14.I.1606 y AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 54bis. Fol. 146r.o 17.III.1596 respectivamente. 166 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 17. Fols. 206r.o-206v.o 14.II.1607. 160

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prestó el dinero que el gremio de Ciudad Real le pedía como aval para poder ser examinado167. Atendiendo a la satisfacción de esa fianza Bartolomé de Granada también logró ser reconocido como sastre168. La otra condición para ejercer un determinado oficio fue la de poseer los medios materiales necesarios para ello y aquí parece que los moriscos encontraron no pocas dificultades. En ocasiones pudieron adquirir dicho material. Así le ocurrió a Alonso de Guzmán quien, previo pago de dieciséis ducados, compró un tablero de tundir, dos tijeras y varios instrumentos más para poder ejercer su oficio169. Él pudo comprar sus aparejos pero lo más normal es que el alto coste de herramientas y maquinaría hiciera de todo punto imposible su adquisición. Y entonces, quedó como última opción el recurso al alquiler. Así debió pensarlo Andrés de Málaga, quien arrendó por seis años un telar a razón de tres ducados al año170. 6.1.3. El morisco mercader El imaginario popular admite sin reparos que los moriscos castellanos se dedicaron casi en exclusiva a las tareas comerciales. Nada más lejos de la verdad. Haberlos los hubo y las fuentes nos han dejado palpable testimonio de ello pero no es menos cierto que ni de lejos puede aceptarse que el morisco sólo trabajara en este sector. Varios ejemplos nos pueden ayudar a comprender dicha afirmación. En Membrilla, a finales del XVI, los granadinos dedicados a la actividad comercial suponían algo más del 17% del total del grupo: doce tenderos y un mercader171. En Quintanar sólo eran dos172. En Manzanares su número era mayor: trece, pero tampoco suponían una proporción excesivamente elevada (un 19,69%). A decir verdad, parece que los moriscos dedicados al comercio sólo fueron realmente importantes en Ciudad Real, donde su número ascendía a treinta y siete, todos tenderos a excepción de dos «tratantes en el rastro»173. De hecho, su número era tan importante que incluso eran más que los propios cristianos viejos. Por tanto, su importancia fue palpable en muchas villas pero de ahí a admitir la dedicación única va largo trecho y aceptar que en un conjunto humano tan amplio y heterogéneo todos ellos se dedicaron al comercio resultaría imprudente e incorrecto. En primer lugar porque Castilla no contaba con un mercado interior tan amplio como para soportar tal cantidad de «mercaderes» y, en segundo término, porque la propia Corona se encargó desde pronto de poner limitaciones a dicha actividad. 167 168 169 170 171 172 173

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 25/1. Fol. 38v.o 10.II.1591. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 78/2. Fols. 130r.o-130v.o 5.VII.1606. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 35/1. Fols. 6r.o-6v.o 8.III.1595. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 26. Fol. 459r.o 30.IV.1590. AGS. Sección Expedientes de Hacienda. Leg. 126. AGS. Dir. Tes. Inv. 24. Leg. 666/20. LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: «Estructura socioprofesional de Ciudad Real...», pp. 80-81.

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CUADRO 42. Relaciones de compra-venta entre cristianos viejos y moriscos. Ciudad Real. 1570-1610 MORISCO COMPRA A CRISTIANO VIEJO Año

Bien inmueble

Ganado

Grano

Prod. aliment.

Prod. manuf.

Materia prima

Totales

no

%

no

%

no

%

no

%

no

%

no

%

no

%

1571-1575

4

44,4





1

11,1

2

22,2





2

22,2

9

100

1576-1580





























1581-1585





























1586-1590

1

5,9

12

70,6





3

17,6

1

5,9





17

100

1591-1595

4

16,6

13

54,2





2

8,3

4

16,6

1

4,2

24

100

1596-1600

3

11,1

11

40,7

1

3,7

6

22,2

3

11,1

3

11,1

27

100

1601-1605

8

13,1

26

42,6

10

16,4

6

9,8

9

14,7

2

3,3

61

100

1606-1610

4

14,8

17

62,9

1

3,7





4

14,8

1

3,7

27

100

MORISCO COMPRA/VENDE A MORISCO Año

Bien inmueble no

%

Ganado

Grano

Prod. aliment.

Prod. manuf.

Materia prima

Totales

no

no

no

no

no

no

%

%

%

%

%

%

1571-1575



























1576-1580

1

100





















1

100

1581-1585













1

50





1

50

2

100

1586-1590

1

25

2

50













1

25

4

100

1591-1595

1

20

2

40





1

20

1

20





5

100

1596-1600





3

75













1

25

4

100

1601-1605





6

75





1

12,5





1

12,5

8

100

1606-1610

















1

100





1

100

MORISCO VENDE A CRISTIANO VIEJO Año

Bien inmueble

Ganado

Grano

Prod. aliment.

Prod. manuf.

Materia prima

Totales

no

%

no

%

no

%

no

%

no

%

no

%

no

1571-1575





























1576-1580













1

100









1

100

1581-1585













1

100









1

100

1586-1590

3

42,8

3

42,8













1

14,4

7

100

1591-1595

1

50

1

50

















2

100

1596-1600





5

83,4













1

16,6

6

100

1601-1605

3

23,1

6

46,1





2

15,4

1

7,7

1

7,7

13

100

1606-1610

1

25

1

25









2

50





4

100

* incluye ganado de labor FUENTE: AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Ciudad Real. Diversos legajos. 1571-1610.

%

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Sin embargo, la imagen del morisco como comerciante de medio y corto alcance no es totalmente falsa y fue la que triunfó en el imaginario popular. En este sentido no debe resultar extraño que Cervantes asumiera como válida la imagen de un cristiano nuevo que se dedicaba al comercio, y que confiriera dicha profesión al más notorio de cuantos moriscos retrató en su obra: Ricote, ese simpático granadino que Sancho encontró cuando volvía de la ínsula Barataria174. Ricote es tendero. El prototipo de la actividad que desarrolla es el representado por personajes como Lorenzo de Pagana y Diego Hernández, que regentaban sendas tiendas en las plazas públicas de Ciudad Real y Villarrobledo175 o como Ginés Zarco, Francisco de Molina y otros moriscos de El Toboso que hacían lo propio en la villa de Dulcinea176. En ese local, generalmente alquilado, el morisco comercia con una gran variedad de productos. Es la denominada «tienda de especiería», el negocio no especializado pero en el que encontrar cualquier mercancía de uso cotidiano era relativamente fácil: aceite, queso, jabón, pescados y carnes, vino, miel, garbanzos,... eran productos habituales en los estantes de este tipo de locales. En 1575, los munícipes encargados de averiguar la riqueza de la villa de Calzada de Calatrava visitaron las tiendas de la localidad. En total había en ella cinco locales, tres de ellos regentados por cristianos nuevos. Íñigo de Tarazona, declaró tener en su tienda dos arrobas de sardinas arencadas, cuatro arrobas de aceite y otras mercadurías. Juan Romero, su vecino, también morisco, tenía en la suya dos arrobas de aceite, media arroba de arroz, cuatro celemines de garbanzos, bramante y algunas sogas y otras mercadurías, «que todo es en poca cantidad» y Andrés de Sevilla «un cuarto de aceite poco más o menos, una arroba de sardinas blancas poco más o menos, tres libras de cáñamo y otras mercadurías menudas»177. La situación de los tenderos daimieleños era muy similar, si acaso algo más boyante. Recuérdese si no el registro de haciendas de 1582 que ya hemos comentado más arriba. En él, Francisco Navarro declaró tener en su tienda cuatro arrobas de higos, dos de pasas, dos de aceite, media de jabón, una de garbanzos y trece celemines de cañamones. Por su parte, Alonso de Velasco debía tener un almacén algo más grande pues declaró, nada más y nada menos que tres arrobas de aceite, cuatro de pescado abadejo, otras cuatro de sardinas, un quintal de pasas, dos arrobas de higos, 200 naranjas, una arroba de almendras, otra de aceitunas, una más de pescado, media de ajonjolí, dos de queso, media de castañas, tres celemines 174

Quijote, II, LIV. AHP CR. Sección Notariales. Leg. 8. Fol. 36r.o 4.VIII.1584; y AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.241/3. S.f. 23.V.1602. 176 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.360. S.f. 1.X.1584. 177 AGS. Sección Expedientes de Hacienda. Leg. 68/60. 175

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de nueces, dos arrobas de arroz, una fanega de cañamones, media de garbanzos y otra media de sal, un celemín de matalahúva, un cuartillo de cominos, media arroba de jabón, media docena de alpargates, media docena de bolsas, agujetas y agujas, cincuenta manojos de esparto, dos libras de lino y dos libras de hilo de bramante aparte de «otras cosas de especiería»178. No puede decirse que estuviera mal abastecido. Un ejemplo más. En Ciudad Real, la importancia de estos tenderos era tal que, en 1608, con motivo de las disputas que enfrentaron a cristianos viejos y nuevos por el pago de alcabalas, el procurador de los primeros declaraba alarmado que los moriscos «han venido a quedar con todos los tratos ellos solos e ansí las tiendas de mercadurías las tienen ellos e solo ay tres de cristianos viejos e tienen ellos más de treinta tiendas de mucho caudal en la plaça sin más las otras tantas de cueros que tienen repartidas por la çiudad y en çapateria es lo mismo y en el haçer ellos paños e ofiçios…179.

A veces, la actividad de estos pequeños comerciantes traspasó los límites de las villas en las que estaban avecindados. El tobosino Zarco, al que hemos visto más arriba, consiguió formar sociedad con sus hermanos y juntos extendieron sus negocios a otras localidades del partido de Quintanar. Otros optaron por la asociación de capitales con cristianos viejos. En Ciudad Real, Martín de Norcado fundó compañía con Ana de Montes. El objetivo perseguido era establecer una tienda en la plaza pública de la ciudad. Cada uno aportó a la sociedad cuatrocientos reales. Como ellos, Diego de Valdepeñas y Martín de Jurado constituyeron un negocio a partes iguales si bien con un capital algo mayor: cada uno aportó 1.400 reales180. Para abastecerse de todos estos productos los moriscos se vieron obligados a buscar productos fuera de sus localidades de residencia. Por ello es frecuente verlos negociar la compra de grandes cantidades de producto: en 1606, Alonso de Molina compró sesenta arrobas de queso de oveja181. Años antes, Andrés de Baeza cerró trato con Manuel López, lisboeta, para que éste le proporcionara cuarenta y ocho libras de azafrán182 y a los moriscos de El Toboso y Villarrobledo los encontramos frecuentemente negociando la adquisición de garbanzos183. El pescado, bien bastante preciado 178

AHN. OO.MM. AJT. Leg. 39.054. AHM CR. Documento 581. 180 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 75bis/2. Fols. 25r.o-26r.o 24.X.1600 y leg. 75bis/2. Fols. 47r.o-48v.o 30.XI.1600. 181 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 25/1. Fols. 313r.o-313v.o 4.VI.1591; Leg. 1.611. S.f. 3.VII.1606. 182 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 54bis. Fol. 433r.o 17.XI.1595. 183 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.371/2. Fol. 130r.o 15.IX.1602; AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.243/6. Fol. 85v.o 10.XII.1599 y Leg. 1.240/5. S.f. 19.X.1599. 179

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en las regiones interiores, fue producto que también entró en este tipo de negocios. Martín de Segovia y Álvaro de Zafra lo llevaban hasta Ciudad Real desde Toledo185; Luis Ximénez, residente en La Povedilla, cerca de Alcaraz, comerciaba con él desde el Reino de Murcia186; Alonso Gallego lo trasladaba hasta Tembleque187 y Diego de Horozco llevaba a Villarrobledo una variedad muy concreta: el abadejo188. Ellos fueron los más claros exponentes de aquel otro comerciante que desarrolló su principal actividad no como tendero sino como mayorista. Lo más normal es que los movimientos generados por el desarrollo de esa actividad no sobrepasaran un radio de acción comarcal, dado que la libertad de que pudieron gozar estuvo limitada por la Real Pragmática de 1572, que restringió el radio de movilidad de los moriscos a entre cinco y diez leguas a la redonda desde el lugar en el que se encontraban censados. Sin embargo, ello no supuso impedimento para que los granadinos mantuvieran un trajín relativamente activo189. Alonso y Juan Gutiérrez se desplazaban frecuentemente desde Ciudad Real a Malagón190 y los Zarco de El Toboso lo hacían hasta Toledo191, como Bartolomé Sánchez desde Ocaña192. En ocasiones, y previa autorización, pudieron desplazarse más allá de los límites contenidos en las pragmáticas. Así le ocurre, por ejemplo, a Francisco Martínez y Juan de Llora, arrieros, que se comprometieron a pagar a Bernardino Enríquez, a Diego de Cáceres y a Luis de Molina, jabonero y mercaderes de Ocaña respectivamente, 2.150 reales por las mercancías que, desde allí, pensaban llevar a Alcalá, vía Madrid193. O a Francisco de Cuélliga, alistado en Socuéllamos, que en 1564 estaba en Almagro194. En su quehacer cotidiano fue frecuente verlos marchar por los caminos de Cas184

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 75bis/2. Fols. 123r.o-123v.o 4.IX.1600. AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 136a/1. S.f. 20.IX.1606. 186 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 9.992. Fols. 613r.o-614r.o 6.X.1609. 187 AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.235/4. Fols. 114r.o-114v.o15.IV.1605. Abadejo: (Autoridades): Pescado que se coge en grande abundancia en la Isla de Terranova y en otras partes. Regularmente suele tener media vara de largo, su figura es plana, y el color es verdoso. Este pescado, ya sea seco, se distribuye y comunica por toda Europa, aunque con varios nombres pues en unas partes le llaman Bacallao, y en otras Truchuela. En el segundo capítulo de la primera parte del Quijote, cuando el episodio de la venta se cita «no havía en la venta sino unas raciones de un pescado, que en Castilla llaman Abadejo, y en Andalucía Bacallao, y en otras Curadillo y en otras Truchuela». 188 Véase, en este sentido, y para Castilla la Vieja el magnífico artículo de Serafín de Tapia ya comentado acerca de las relaciones comerciales de la minoría. TAPIA GARRIDO, S. DE: «Las redes comerciales de los moriscos de Castilla la Vieja: un vehículo para sus ‘complicidades’», en Stvdia Historica. Historia Moderna, XI, (1993), pp. 231-243. 189 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 6. Fol. 13r.o 9.IV.1573. 190 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.360. S.f. 1.X.1584. 191 AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp. 33. S.f. 192 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Legajo 10.203. Fol. 751r.o 193 AHN. OO.MM. AJT. Leg. 43.881. S.f. 194 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.348. Fols. 517r.o-517v.o 23.VII.1596. 185

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tilla cargados de mercancía. Su herramienta principal una mula de carga, como la que compró en Daimiel Pedro Molina Zarco195 o un macho de arriería como el que utilizaba Alonso Ruiz196; muchas veces, incluso, un carro en el que transportar una mayor cantidad de mercancía197. En ocasiones, y fruto de este constante ir y venir, surgieron problemas que tuvieron la propia actividad comercial como telón de fondo. Así debió ocurrir en Socuéllamos, donde poco después de la llegada de los granadinos, el arrendador de las alcabalas de la fruta se querelló contra ciertos moriscos que vendían en la villa y no pagaban la correspondiente contribución por ello. El arrendador se quejaba de que los moriscos «truxeron muncha mercaduría e frutas verdes y secas y las an vendido en esta dicha villa e dellas le deven el alcavala». Hábiles, y haciendo gala de ese espíritu solidario-corporativista que caracterizó a la minoría, los moriscos de la villa lograron enmascarar el problema arguyendo que, en realidad, los vendedores eran ellos y no los venidos de fuera y que estando «encabeçados el dicho año [de 1575] en el encabeçamiento de la dicha alcabala hecho por la dicha villa y pagando lo que les cupo del dicho repartimiento como consta por los testimonios en este proceso presentados, de que si es necesario y a mayor abundamieno de nuevo hago presentaçión, es como muy contra razón y derecho, pretender otra nueva alcavala y cargarlos con doblada carga y querer que por una parte paguen como encabeçados y que por otra se les pida y los molesten como si realmente no lo estuvieran, deviendo ellos goçar del dicho encabeçamiento ny más ny menos que los demás vezinos del dicho lugar»198.

Dejando aparte estos problemas, no puede negarse que este pequeño grupo debió ser relativamente importante en algunas villas y su competencia con los trajinantes cristianos viejos manifiesta. En 1581 los arrieros moriscos de El Toboso se dirigieron a la justicia del partido de Quintanar para que ésta mediara en el conflicto que enfrentaba a unos y a otros. El concejo se veía necesitado de trigo con el que abastecer al pósito y, tras varias reuniones, los ediles habían decidido adquirir dicha mercancía en Cartagena. Para ello enviarían a varios arrieros locales con sus carros. Ellos serían los encargados de negociar la adquisición del grano y de, posteriormente, llevarlo hasta La Mancha. Decidido esto, los regidores encargaron dicha misión a los arrieros cristianos viejos y los moriscos se sintieron marginados, entre otras cosas porque gran parte de los escogidos eran «deudos y pa195 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 109bis/1. Fols. 172r.o-172v.o 18.VIII.1604. 196 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 75bis/2. Fol. 231r.o 9.X.1600. 197 AHN. Consejos. Leg. 37.878. Fue el profesor López-Salazar quien nos puso sobre la pista de este asunto. 198 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.357/3. S.f. 27.X.1581.

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rientes de los oficiales del concejo»199. Ignoramos cual fue el desenlace, pero el episodio nos informa acerca de dos cuestiones básicas que debieron producirse con relativa frecuencia en muchas localidades: en primer lugar, que la minoría hizo gala de una relativa fuerza en lo que a cuestiones comerciales se refiere. El hecho de que hasta trece moriscos de El Toboso tuvieran medios suficientes como para poner a disposición del concejo mulas y carros con que transportar el grano que el pueblo necesitaba es buena muestra de ello. Junto a ello, y en segundo término, el episodio tobosino también nos da idea de lo complicado que debió resultar aunar los intereses de los trajinantes moriscos con las pragmáticas que impedían su libre tránsito y, a la vez, con los de los arrieros cristianos viejos dado que parece ser que entre unos y otros se estableció una más que fundada competencia. Finalmente, y aunque mucho más reducido, aún puede señalarse un último grupo de moriscos dedicados al comercio. Ellos serían los mercaderes, aquellos que facilitaron género a los trajinantes y mayoristas para que, a su vez, éstos pudieran venderlo a los tenderos, fueran moriscos o no. Evidentemente el tamaño y significación de este grupo fue mucho más reducido pues las necesidades de capital asociadas al desempeño de este tipo de actividad no siempre permitieron a los moriscos el acceso a este último escalón de la actividad comercial. Aún así, no faltan ejemplos. En Cózar, cerca de Villanueva de los Infantes, Diego de Alcalá y Miguel Jiménez, llegaron a monopolizar casi tres cuartas partes de las transacciones comerciales de los moriscos de la localidad; su importancia como mercaderes era notoria pues nadie en la villa, ni morisco ni cristiano viejo, pagó en 1586 tanto como ellos en concepto de alcabalas200. La principal labor de estos mercaderes fue la de negociar la adquisición de los productos antes citados pero a gran escala y ejemplos de ello no faltan. Los moriscos de Alcaraz, por ejemplo, actuaron como intermediarios en el negocio de la sal. Cerca de la ciudad se situaban las salinas de Pinilla, cuya gestión corría a cargo del administrador de las rentas del Reino de Murcia. Con él, moriscos como Domingo López o Pedro Sánchez, negociaron frecuentemente la adquisición de mercancía que posteriormente fue llevada a las comarcas limítrofes200. Incluso hubo cristianos nuevos que desde Quintanar y El Toboso se desplazaron a tierras albaceteñas para negociar dichas compras201.

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AGS. Sección Expedientes de Hacienda. Leg. 86. AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 137/2. S.f. 21.IX.1608; S.f. 6.X.1608; Leg. 147/3. Fols. 202v.o 10.IX.1608; Leg. 151/2. Fol. 7r.o 4.VI.1600; Leg. 152/3. S.f. 22.V.1604 y Libro 284. S.f. 30.IV.1601; Libro 286. S.f. 9.V.1606. 201 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.373. Fol. 328r.o 2.V.1602 y Fol. 498v.o 2.X.1602; 13.375. Fol. 696r.o 21.VI.1601; Leg. 13.376. S.f. 18.IX.1603; Leg. 13.377. S.f. 8.VIII.1604; S.f. 9.IX.1604; S.f. 15.X.1604; S.f. 22.X.1604 y S.f. 5.XI.1604 y leg. 13.168. Fols. 469r.o-469v.o 15.XI.1605. 200

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Junto a la sal, el vino. Poco antes de la expulsión, Miguel de Navas, alistado en Ciudad Real, compraba noventa y ocho arrobas202 y, en El Toboso, Gaspar Pérez negoció la adquisición de varias tinajas con las que mantenerlo almacenado en espera de ser vendido203. Sin embargo, fue el aceite el producto que acaparó el mayor interés por parte de los cristianos nuevos de La Mancha204. Su adquisición a gran escala es patente en muchas localidades: Miguel del Castillo, Martín Pérez y Diego Moclín negociaron con los Fúcares la adquisición de 150 arrobas que debían recoger en Porzuna. Con ellos también negociaron Miguel Ramos, Alonso de Baena, Luis Narváez y Luis Gutiérrez quienes llegaron a comprarles hasta cuatrocientas arrobas205. La importancia de algunos de estos mercaderes llegó hasta tal punto que, en ocasiones, actuaron como suministradores de dicho producto a algunas villas. Así le ocurrió a Juan Vaquero, Francisco de Torres y a Alonso de Herrera en Almadén, que se comprometieron con el concejo a abastecer a la villa minera durante todo el año 1592206. Junto a ellos, y en una situación del todo similar, Juan de Herrera y Diego de Baena contrataron la distribución en régimen de monopolio de toda la pimienta vendida en el partido de Alcaraz; contrato muy similar al que por las mismas fechas rubricaron Alonso Revuelta y Baltasar del Castillo en Dos Barrios207 o al que Martín de Escobar y Bartolomé de Granada firmaron con el administrador general de la Estampa de Toledo para distribuir en exclusiva cuarenta docenas de barajas de naipes en Ciudad Real208. El escalón superior de estos mercaderes fue, finalmente, el representado por aquellos que, sin abandonar la actividad comercial, incluso compatibilizándola con otro género de actividades como la agricultura, obtuvieron una nada desdeñable proporción de sus ingresos a raíz de la inversión y la usura. Los hubo que actuaron como prestamistas, bien de grano bien de dinero en metálico y otros alcanzaron la potestad de gestionar y arrendar impuestos, asunto que nos pone ante la necesidad de admitir que, a pesar de las dificultades de integración, nunca existió instrumento tan eficaz como el dinero para poder salvar los problemas que estas pudieron llevar aparejados. 202

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 80/1. Fols 119r.o-119v.o 24.X.1609. AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.375. Fol. 1.087v.o 8.XI.1601. 204 Magán y Sánchez nos confirman dicha apreciación pues la actividad también acaparó los intereses de muchos de los granadinos afincados en La Sagra toledana. Cf. MAGÁN GARCÍA, J. M. y SÁNCHEZ GONZÁLEZ, R.: op. cit., pp. 63-64. 205 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.611. S.f. 19.IV.1606 y leg. 1.825/2. Fols. 6r.o-6v.o 17.X.1602 y Fols. 8r.o-8v.o 19.X.1602. 206 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 4.899. Fols. 561r.o-564v.o 3.II.1592. 207 AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 125/5. Fols. 90v.o-91r.o 30.IV.1609 y AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 9.992. Fols. 229r.o-232v.o 24.V.1609. 208 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 78/1. Fols. 163r.o-164v.o 22.VI.1605. 203

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El caso de Ciudad Real es bastante ilustrativo. Tras un periodo inicial en el que las alcabalas fueron arrendadas, a partir del primer tercio del Quinientos la ciudad «fue uno de los primeros concejos castellanos en establecer el mecanismo de encabezamiento de rentas (...). Según los datos de los libros del contador mayor de Castilla referidos a 1503, Ciudad Real, era junto con Logroño, la única ciudad que había logrado la gestión directa de su encabezamiento»209, desligándose por tanto del sistema de arrendamiento y evitando no pocos problemas con ello. El sistema ideado por la ciudad para pagar ese encabezamiento se basó en el arrendamiento de impuestos sobre determinados productos básicos como el pescado, la fruta, la carne o en el de gabelas locales como las rentas de la sal o del peso entre otras. En función de dicho sistema, determinados personajes se hicieron cargo del cobro de dichas rentas anticipando al Concejo lo estipulado por la institución municipal. Y en ese grupo también tuvo cabida la minoría. Sabemos, por ejemplo, que, ya en 1591, Garci Porcel y Lorenzo de Montemayor participaron en la subasta de arrendamiento de la renta del aceite210. Al parecer no tuvieron mucha suerte. En realidad la llegada de la minoría al selecto grupo de arrendadores fiscales aún tardaría en llegar y no se hizo efectiva hasta los últimos años del XVI. El primer caso del que tenemos constancia es el representado por Lorenzo de Guzmán, quien arrendó la renta del jabón por seiscientos reales en 1591211. Al año siguiente pagó seiscientos veinte212. La incorporación definitiva de la minoría al grupo de arrendatarios de impuestos se produciría, de manera definitiva, con la llegada del Seiscientos. En 1606, Martín de Rojas se hizo cargo de los once mil maravedíes en que quedó encabezada la renta de la sal de ese año213, cantidad que por otra parte tampoco es demasiado elevada. Tiempo después, Álvaro de Zafra y Gabriel y Sebastián de Carmona se hicieron cargo del cobro de la renta del peso, asumida inicialmente por Pedro de Fúnez, un cristiano viejo, y tasada en nada más y nada menos, que en trescientos mil maravedíes214. Pero quizás el mejor exponente de este grupo de recaudadores fue Juan de Granada. Avispado, el morisco, logró hacerse en 1607 con la renta de la especiería, de las hortalizas y de la zapatería. En total casi cuatrocientos cincuenta mil maravedíes que anticipó al Concejo215. En 1608 asumiría también la del peso216.

209 210 211 212 213 214 215 216

LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J. y CARRETERO ZAMORA, J. M.: art. cit., p. 196. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 25/1. Fol. 260v.o 7.II.1591. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 38. Fol. 28r.o 20.VI.1590. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 52bis. Fol. 210r.o 18.I.1591. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 109bis/2. Fols. 348r.o-349r.o 4.II.1606. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 110/1. Fols. 53r.o-54v.o 8.III.1607. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 110/1. Fols. 57r.o-58v.o 14.II.1607. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 110/2. Fols. 81r.o-81v.o 21.II.1608.

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Este tipo de concesiones fueron difíciles de alcanzar a menos que a su protagonista se le pueda suponer la posesión de una mínima solvencia económica. Evidentemente, no todos los moriscos estaban en condiciones de asumir dichos contratos y los ejemplos se ven reducidos casi a lo anecdótico pero son lo suficientemente explícitos como para que podamos aceptar que sí hubo cristianos nuevos que durante su permanencia en Castilla lograron incrementar sus haciendas y fundar una maquinaria empresarial lo suficientemente sólida como para poner a disposición de estas inversiones un cantidad de capital nada desdeñable. El hecho de que todos los contratos firmados en este sentido procedan del mismo siglo XVII, nos indica que la situación no fue general a todos los moriscos y que aquellos que fueron protagonistas de los mismos consiguieron serlo al final de un largo periodo que comenzó con la propia salida de Granada y que tras muchos avatares derivó en la creación de pequeñas fortunas fruto de un trabajo constante y exponente de una integración no exenta de dificultades. 6.1.4. El morisco trabajador: peones, aprendices y criados A campesinos, artesanos y comerciantes acompaña toda una amplia masa de hombres y mujeres. Ellos constituirían ese casi 60% de los moriscos que en el momento de la expulsión no tenía nada salvo su propia persona. Ese fue el principal de sus avales en un mundo en el que si ya resultaba complicado vivir, poco cuesta imaginar cómo debió ser la vida de los menos favorecidos. Ellos son los peones y jornaleros a los que se refiere Marcos de Guadalajara en la cita que abre este capítulo. Pero ellos fueron también los aprendices de oficios, los criados de labor, las sirvientas,... un grupo amplio e informe, sin unos caracteres definidos exceptuando, claro está, los que vienen marcados por la postergación, la pobreza y el constante luchar por la supervivencia en un mundo a todas luces hostil. Dentro de ellos, y en un primer estrato, podrían situarse los jornaleros y trabajadores del campo. La proporción de los mismos en el seno del grupo cristiano nuevo es abrumadoramente mayoritaria en comparación con el grupo de propietarios. En Ciudad Real, por ejemplo, en 1586 los trabajadores agrícolas moriscos suponían casi un 20% de los moriscos censados en la ciudad. Los cristianos viejos englobados en dicho grupo apenas superaban el 6%. En Quintanar el porcentaje ascendía al 56% (los cristianos viejos el 42% de su grupo) y en Villanueva de Alcardete más del 55% (los cristianos viejos poco más del 30%)217. Su trabajo fue de lo más variado. A veces se les encuentra ejerciendo dichos empleos como medio para obtener un complemento adecuado a los ingresos que obtenían como pequeños propietarios. En 1599, Gabriel 217

Vid. cuadro 32.

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Camacho, arrendó un pequeño quiñón en Ciudad Real. En el contrato que firmó, dejó estipulado que, aparte de los maravedís que debían ser entregados por el día de San Juan, el morisco se comprometía a arar las viñas del propietario «cada que me las pida y donde»218. No obstante, lo más frecuente fue que, en el desempeño de su tarea, actuaran como braceros que ofrecían su trabajo a cambio del pago de las correspondientes peonadas. Así le ocurrió, por ejemplo, a Francisco de Alarcón, Luis de Alhendía y Bartolomé Pérez quienes, poco después de su llegada a Ciudad Real, se concertaron con Andrés Enríquez para sacar las piedras del olivar de éste y amontonarlas en un majano219; o a Hernán Álvarez, alistado en Villanueva de los Infantes, que todos los veranos se trasladaba hasta la comarca de Ocaña para segar220. Igual trabajo desempeñaron Diego de Mendoza, Gonzalo y García Vicario y Juan Jiménez, alistados en El Toboso, que en 1602 firmaron contrato con Luis y Gabriel de Villanueva para trabajar, «a uso de buenos segadores», en las fincas que éstos tenían en Socuéllamos y El Toboso. El acuerdo rubricado entre unos y otros es de lo más curioso (y a la vez explícito): por cada fanega de trigo o candeal de cien varas cuadradas, los moriscos recibirían «ocho reales y cuartillo, dos azumbres de vino y celemín y medio de harina o candeal y 4 onzas de tocino y 4 de queso y en cada diez fanegas de candeal o trigo una borrega». Si por el contrario, lo segado era en fanegas de sesenta varas cuadradas, el jornal a cobrar descendía hasta los siete reales, a los que se unía una oveja por cada diez fanegas concluidas. A ello se unía una pequeña aportación inicial en metálico para que los moriscos pudieran comprar cebollas, vinagre y aceite221. De su importancia nadie dudó. Es más, si durante los primeros años se dieron ciertas reticencias a su asentamiento en la región (recuérdense las dudas del gobernador de Uclés), el tiempo y la laboriosidad de estos individuos terminaron por desterrar cualquier tipo de prejuicio en torno a ellos. Los comentarios ya vistos de las autoridades calatravas en pro de que la minoría se asentara en sus pueblos pueden ser un buen ejemplo222. Baste uno más: en marzo de 1600, el concejo de Villamayor de Calatrava se dirigió al Consejo de Órdenes alarmado ante la despoblación de la villa, algo a todas luces preocupante pues «por no aber quien cultive los campos, se dejan de labrar muchas tierras, de cuya causa la dicha villa padeçe mucho trabajo y no puede pagar los repartimientos de alcabalas y otros serviçios que se le reparten». Entre las soluciones propuestas para paliar dicho problema, y conocedores del buen hacer de los moriscos, los 218 219 220 221 222

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 108/2. Fols. 134r.o-134v.o 6.IV.1599. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 28. Fols. 39r.o-39v.o 1.II.1571. AHN. OO.MM. AJT. Leg. 15.766. S.f. AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.373. Fols. 217v.o-218v.o 21.III.1602. Cf. LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., p. 65.

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munícipes solicitaron al Consejo que diera licencia al Gobernador del Campo de Calatrava para que «pueda nombrar beinte y seis casas de los naturales del Reyno de Granada y compelleles a que se vayan a avecindar en la dicha villa, atento a que en ella no ay ninguna casa de los del dicho Reyno de Granada y en el Campo de Calatrava ay munchos que en ello la dicha villa recibirá merced»223.

Junto a las labores agrícolas, el trabajador morisco también ocupó un importante papel en otros sectores productivos. En Ciudad Real, desempeñaron un lugar relativamente importante como trabajadores en el textil: peineros, trabajadores del tinte, la carda y la percha, incluso tejedores224. Su integración en dichos oficios llegó, normalmente, de la mano de algún contrato de aprendizaje por medio del cual, el morisco, niño o adolescente casi siempre, permanecía al servicio de un determinado oficial a cambio de ser instruido «en la Sancta Fee Cathólica» y de aprender el oficio de su maestro225. Así le ocurrió, por ejemplo, a Alonsico, que en 1571 quedó al servicio de uno de los zapateros de la ciudad. A cambio de su trabajo el zapatero se encargaría de la manutención, vestido y calzado del niño226. Este tipo de asientos también se hizo extensible a otros sectores profesionales como los calceteros en Albacete227, los tejedores en Alcaraz228 o los cordoneros en la propia Ciudad Real229. Ahora bien, si es frecuente encontrarlos en moriscos, no es menos cierto que, según nos cuenta López-Salazar, su uso también estuvo bastante extendido entre los cristianos viejos230. Por último, también fue habitual encontrar a los cristianos nuevos como criados. Así, le ocurría a Rodrigo de Santiago, alistado en Ciudad Real, quien a cambio de su manutención se comprometía en 1607 a labrar y cuidar la huerta de Pablo Sánchez, su señor231. En Daimiel, algunos de los 223 AHN. OO.MM. Consejo. Leg. 3.114/4. S.f. Fue el profesor López-Salazar, perfecto conocedor del campo manchego en la Edad Moderna, quien nos informó acerca de esta interesante petición. 224 Cf. LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: «Estructura socioprofesional de Ciudad Real...», pp. 70-71. 225 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 29/1. Fols. 157r.o-157v.o 21.I.1571. 226 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 29/1. Fols. 181r.o-181v.o 17.V.1571. Este ejemplo es, además, ciertamente curioso, porque en dicho contrato quedó estipulado que si se ordenaba el regreso de la madre a Granada o el cambio de residencia, quedaría a juicio de ésta el decidir si el niño marchaba con ella o permanecía al servicio del zapatero. 227 AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1/2. Fol. 50r.o 26.IV.1592. 228 AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 145/1. Fol. 82r.o 18.III.1597. También los hay en la propia ciudad de zapateros. AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 135/1. Fols. 192r.o-192v.o 19.X.1599. 229 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 80/1. Fols. 101r.o-101v.o 25.III.1609. 230 Cf. LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., p. 23. 231 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 232/2. Fols. 30r.o-30v.o 6.VI.1607.

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antiguos permanecieron al servicio del comendador en el molino de Curenga. Pese al trabajo que desarrollaban allí, eran calificados por los vecinos del pueblo como «bestiales» y «de poco y corto entender»232, calificación muy similar al que recibían aquellos otros que trabajaban para las dominicas de Ciudad Real233. Ellos también fueron ellas, y su servicio se tradujo, en la mayoría de las ocasiones, en tareas asociadas al trabajo doméstico como por ejemplo le ocurría a Isabel, joven granadina que nada más llegar a Ciudad Real quedó al servicio de Diego de Almaraz. En su contrato, establecido por un periodo de cinco años, quedó estipulado que si el Rey disponía la vuelta de los cristianos nuevos a Granada, la pequeña morisca quedaría liberada de dicha servidumbre234. Normalmente estos oficios fueron ocupados por huérfanas235 y viudas236, a veces tildadas de brujas y tan pobres que cuando son juzgadas por el Santo Oficio «no ubo de haçer ynbentario sino solamente un poyal biejo y una sávana biexa, con los vestidos en que fue llevada y no se hallaron más bienes questos»237. Ellos fueron los que menos rastro documental dejaron, lo que no quiere decir que no tuviesen aspiraciones, que no hiciesen nada o simplemente que no existiesen. Ellos fueron los marginados de los marginados, incluso por quienes los estudiamos.

6.2. Cultura material La cuestión material y, con ella, las formas de vida, también fueron objeto de preocupación por parte de la Corona. Ésta, alarmada por la pervivencia de costumbres musulmanas entre los cristianos nuevos, trató de atajar el problema desde el mismo instante de las conversiones de 1502. Fue así como vieron la luz disposiciones tendentes a limitar no sólo el uso de la lengua propia, sino también la dieta, las manifestaciones de tipo lúdico y festivo e incluso el vestido. Esta última cuestión, por cierto, debió ser lo suficientemente importante para los moriscos como para que el derecho a hacer uso de la vestimenta tradicional se convirtiera en una de sus reivindicaciones más repetidas, llegando, incluso, a constituir uno de los detonantes del levantamiento de las Alpujarras. No obstante, en general, y dejando aparte estas cuestiones, el interés de la Corona en torno a los modos de vida de la minoría fue más bien escaso. Su conocimiento también, pues

232 233 234 235 236 237

ARChG. Caja 1.916. Pieza 1. y caja 1.917. Pieza 13. S.f. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 11. Fols. 164r.o-164v.o 21.VI.1601. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 28. Fols. 57r.o-57v.o 15.II.1571. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 30/3. Fols. 121r.o-121v.o 22.I.1576. AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.071/3. Fol. 90v.o 22.IV.1606. AHN. Sección Inquisición. Leg. 193. Caja 2. Exp. 16. S.f.

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se basó, casi siempre, en ideas preconcebidas y en juicios de valor que, a partir de lo específico, tendieron a convertirse en universales. 6.2.1. Inventarios, testamentos e incautaciones En lo que a la vida material se refiere, la documentación oficial —la inquisitorial, la judicial, la legal— sólo nos ofrece la versión más general del tema. Gracias a documentos de este tipo conocemos, por ejemplo, que Miguel Hernández, morisco de Miguelturra, poseía un pequeño patrimonio que, aunque sin excesos, le permitía vivir cómodamente. En el proceso que la Inquisición emprendió contra él en 1582, le fueron incautados una sábana con listones a la morisca, un colchoncillo, un arca, unas calzas, un camisón de hombre sin cuello ni puños, una armadura de cama, un jergón, dos bancos pequeños, una almohadilla, una arroba de lana, dos fanegas de centeno y una tinajuela238. De manera análoga, Álvaro de Córdoba, residente en Ocaña pero alistado en Toledo, vio cómo la propia Inquisición le secuestraba en 1588, «una ropilla y greguescos de color moruno que tira a açul y medias moradas y jubón de olanda ilado y estofado y unos alpargates y sombrero negro de agua y lana y una capa parda con capillo castellano»239. Este tipo de documentos, no tan frecuentes como cabría esperar240, podrían proporcionarnos una excelente herramienta a la hora de acercarnos al modo de vida morisco ya que la información que se deriva de los embargos ofrece datos no sólo acerca de la vestimenta, sino también (bien que indirectamente) sobre la forma de vivir e incluso de las dedicaciones. Por desgracia, dichos inventarios son escasos y aunque también se encuentran en la documentación de tipo judicial241, la frecuencia de los mismos, incluso el escaso detalle con que fueron redactados, no parecen ser suficientes. Los protocolos podrían servir de contrapunto a esa poca información. De sus virtudes ya conocemos en lo referido a temas tan diversos como la vivienda, el mundo del trabajo, la propiedad e incluso, aunque a un nivel más reducido, la conflictividad. Pero, ¿cómo acercarse al estudio de la realidad material de los moriscos a partir de esta fuente? En lo relativo a la cultura material pueden extraerse informaciones en los variados tipos de escrituras que podemos encontrar entre la documentación notarial pero qui-

238

AHN. Sección Inquisición. Leg. 191. Caja 1. Exp.18. AHN. Sección Inquisición. Leg. 192. Caja 1. Exp. 3. 240 Lo más frecuente es que, en los procesos, se haga mención a que al reo le han sido incautados sus bienes pero en raras ocasiones se procede a una descripción detallada de los mismos. 241 Un ejemplo en el proceso contra Hernando Álvarez, morisco de Ocaña. AHN. OO.MM. AJT. Leg. 54.064. 239

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zás sean testamentos y cartas de dote, los papeles que nos puedan dar una idea más aproximada acerca de las posesiones materiales de los protagonistas de nuestro estudio. En lo que concierne a los testamentos, hay veces que la información que proporcionan es bastante detallada pero, en otras (sobre todo en el caso de los moriscos), ocurre que el testador se limita a exponer las mandas de tipo religioso y, llegado el momento de proceder a la explicación de los bienes materiales, simplemente añade un pequeño comentario con respecto a los mismos. Todo así y aunque la información que se deriva de este tipo de documentos es muy útil, la escasez de testamentos documentados invita a asumir cierta cautela en las conclusiones que a partir de dicha fuente podamos extraer, ya que treinta y una escrituras parecen ser a todas luces insuficientes. Ahora bien, su información sí podría permitir un primer acercamiento a la realidad material de la minoría. Conocemos, por ejemplo, que, como norma general, los bienes de mayor envergadura (posesiones rústicas, fincas urbanas, ganado, animales de tiro,...) son legados a la viuda o al viudo y, en el caso de que estos hubieran fallecido, a los herederos más directos, normalmente a los hijos. Así le ocurre a Cecilia de Campos, quien poco antes de su muerte dejó estipulado que la parte de la casa que compró junto a su marido quedara para él «y, a la muerte de éste, para sus hijos»242. En ocasiones, se estipuló también la devolución del importe de la dote a la futura viuda, tal y como ocurre en el testamento de Domingo Rodríguez, quien ordenó que los ocho ducados y las cincuenta fanegas de trigo que su mujer aportó al matrimonio le fueran devueltos243. Ese ejemplo es muy similar al de Leonor Ruiz, morisca de Alcaraz, quien dispuso que, del dinero común a su matrimonio con Sebastián Ruiz, tres quintas partes quedaran para él y el resto, descontado el diez por ciento del grano (que había de ir a su hermana) fuera para sus hijos244. Fueron precisamente los hijos quienes acapararon, casi siempre, el conjunto de la herencia. Leonor García, alistada en la Puebla de Almoradiel, dividió sus bienes a partes iguales entre Diego, Luis, María y Miguel, pero al primogénito le dio, además, un burro245. Luis y Salvador García, vecinos también de la Puebla, hicieron lo propio pero en ambos casos dividiendo entre los hijos de los dos matrimonios que cada uno había tenido246. Otras veces, en el caso de que los descendientes fueran menores, el testamentario 242

AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.166. Fols. 85r.o-88r.o 8.II.1602. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 78/1. Fols. 316r.o-317v.o 8.VII.1605. También se documenta el caso contrario, es decir, que determinada mujer devuelva las arras. Así le ocurre, por ejemplo, a María de la Cruz, morisca de Ciudad Real. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 79/1. Fols. 366r.o-367r.o 6.VI.1607. 244 AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 147/1. Fols 163r.o-164r.o 3.X.1606. 245 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.070/1. Fols. 33v.o-34v.o 21.X.1597. 246 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.070/6. Fols. 48r.o-49r.o 3.V.1607 y leg. 13.071/3. Fols. 49r.o-51r.o 26.II.1606. 243

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nombró un administrador para dichos bienes, normalmente morisco247. Hermanos, cuñados, sobrinos y parientes más o menos lejanos se repartían el resto de la herencia, normalmente materializada en cantidades más o menos grandes de grano o en vestuario, utensilios, maquinaria o mobiliario diverso. En este sentido, Martín de Salas dejó ordenado que a su hermano se le entregara una fanega de trigo y «un torno de seda, con su caldera y aderezo»248; por su parte, Leonor Ruiz, tras ordenar que su marido quedase con el dinero de la pareja y con dos bueyes y dos jumentos, legó a su cuñada «una saya de mezcla azul y parda sin guarnición»249, disposición muy similar a la estipulada por María de Rojas que dejó a su sobrina «por el mucho amor que le tiene», una saya guarnecida de azul250. 6.2.2. Dotes: hacia una reconstrucción de la vida material morisca No obstante, y al menos en lo que a nuestro caso se refiere, la información que se deriva de dicho tipo de escrituras es más bien fragmentaria y, en honor la verdad, tampoco resulta determinante a la hora de conocer cualquier hipotética especificidad relativa a la minoría, de tal manera que si únicamente contáramos con su concurso, estaríamos lejos de comprender en toda su magnitud el conjunto de la vida material de los moriscos. Mucho más importante parece ser el contenido de las cartas de dote y arras, sobre todo si, como ocurre en esta ocasión, nos enfrentamos un volumen de escrituras más amplio. 6.2.2.1. Valor y distribución de los bienes dotales En 1594, recién estrenado el año, Rafael Hernández y Lucía Segura, moriscos residentes en Alcolea de Calatrava, acudieron a Ciudad Real para formalizar ante el notario la escritura de dote y arras previa a su casamiento. En la misma, y sin profundizar, dos colchones, algo de ropa de cama, vestuario femenino y masculino y algo de menaje, todo valorado en poco más de dieciocho mil quinientos maravedíes251. Años después, en 1601, Isabel de Aguilar y Andrés de Carmona hicieron lo propio. Esta vez, a los colchones, a la ropa de cama y al menaje, les acompañaban la mitad de unas casas, finos tejidos de Holanda y Ruan, almohadones de seda, manteles, toallas, tocas y joyas. En las arras, 247 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 34bis/3. Fols. 75r.o-76v.o 7.IX.1593. Testamento de Inés Ruiz, morisca de Ciudad Real, en el que se estipula que Gabriel Ximénez, su yerno, quede como administrador y tutor de los bienes (no se menciona cuáles) legados en herencia a Luis y Alonso sus hijos menores. 248 AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 145/5. Fols. 124v.o-125v.o 21.X.1601. 249 AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 147/1. Fols. 163r.o-164r.o 3.X.1606. 250 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 34/5. Fols. 21r.o-21v.o 28.XI.1584. 251 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 54. Fols. 6r.o-8r.o 2.I.1594.

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ropa femenina y masculina, joyas y dos mil maravedíes en metálico. Sumó todo más de doscientos treinta y seis mil maravedíes; casi un cuarto de millón252. Las dotes de Rafael y Lucía y de Isabel y Andrés suponen los dos extremos de una misma cuerda. A un lado, Rafael y Lucía representan a los moriscos con menos poder adquisitivo, cuya bolsa queda reducida a lo que buenamente pudieron aportar los padres de ella; sin excesos, sin magnificencias pero sin carencias. Al otro lado, Isabel y Andrés, los «moriscos ricos». En su dote, todo aquello que la mente de la casadera pudo haber imaginado. Y entre ambas, una relativa variedad de ejemplos. Entre 1570 y 1610 contamos, para el conjunto de La Mancha con sesenta y dos escrituras de dote y arras, 49 de ellas de Ciudad Real253. La muestra no es muy amplia pero tampoco resulta escasa para los objetivos que nos hemos marcado. Bien es cierto que, dada la significativa presencia que tuvo el contingente morisco en nuestro territorio, hubiera resultado comprensible que el número de este tipo de escrituras fuera cuantitativamente más importante, sobre todo cuando extrapolando al conjunto el número de matrimonios celebrados en las principales localidades de La Mancha, llegamos a la conclusión de que los mismos son muy superiores en número a las escrituras de las que disponemos254. Es posible que parte de la documentación en la que el resto de escrituras debiera estar contenido se haya perdido. También es posible que, dadas las carencias de quien escribe, alguna haya podido pasar inadvertida pero ni un hecho ni otro enmascaran lo que a nuestro juicio es el motivo principal por el cual no contamos con todo lo que podríamos esperar, que no es otro que el que nos lleva a pensar que no todos los matrimonios moriscos otorgaban carta de dote. ¿Por qué? ¿Porque sus bienes no daban para tanto? ¿Porque no se creyó conveniente? ¿No será acaso otra forma soterrada de resistencia a la sociedad veterocristiana toda vez que este tipo de documentos son fiel exponente de una de las más arraigadas costumbres cristianas? A las tres preguntas cabe responder con un sí. A cada una de ellas por separado y a las

252 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 108bis/2. Fols 165v.o-170r.o 28.VI.1601. 253 Se han examinado los protocolos conservados de las siguientes localidades. Entre paréntesis el número de dotes documentadas: Ciudad Real (49), Almagro (2), Alcolea de Calatrava (1), Argamasilla de Calatrava (1), Alcaraz (3, una de ellas común a El Bonillo), Villanueva de la Fuente (1), Dos Barrios (1), Almadén (1). Para Daimiel, Ballesteros de Calatrava, Mestanza, Pedro Muñoz, Noblejas, Santa Cruz de la Zarza, Villa de Don Fadrique, El Toboso, Quintanar, Camuñas, Ocaña, Puebla de Almoradiel, La Roda, Chinchilla y Hellín, ninguna. Gracias a escrituras de testamento se documentan otras tres dotes más, dos en Alcaraz y una en Ciudad Real. Véase ANEXO XV, con detalle de todas las escrituras. 254 Por ejemplo, en Quintanar de la Orden, entre 1595 y 1609 se celebraron un total de 14 matrimonios entre moriscos (AP SQ. Libros de Matrimonios. Libros 1 y 2.) Para ninguno de ellos hemos podido documentar dote en los protocolos.

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tres al mismo tiempo porque admitir una respuesta positiva a la primera no invalida el hecho de hacerlo con las otras dos y viceversa. Sea como fuere no estamos capacitados, en el estado actual de nuestros conocimientos, para responder de manera categórica a tales interrogantes. La información de que disponemos no da para más. Entretanto tenemos que conformarnos con los datos que poseemos y estos nos muestran como, para el conjunto de los territorios manchegos, el montante de los bienes dotales mantuvo una tendencia al alza a lo largo del periodo estudiado. El cuadro 43 resume el valor de las dotes de Ciudad Real expresado en maravedíes y divididos en diferentes periodos de tiempo entre 1585 y 1610255. Lo primero que salta a la vista en él es la ausencia de escrituras en el periodo 1570-1585256. Como explicación para dicha ausencia podría argüirse la menor presencia de documentos para ese período, algo que si bien podría servir para justificar ese vacío, no termina de explicarlo al ciento por ciento.

CUADRO 43. Valor de las dotes moriscas de Ciudad Real (1585-1610) Valor de las dotes

1585-1600

1601-1610

Total

Hasta 20.000 maravedíes Hasta 40.000 maravedíes Hasta 60.000 maravedíes Hasta 80.000 maravedíes Hasta 100.000 maravedíes Hasta 120.000 maravedíes Hasta 140.000 maravedíes Hasta 160.000 maravedíes Más de 160.000 maravedíes

2 7 11 4 1 – 1 – 1

– 2 7 5 2 1 1 1 3

2 9 18 9 3 1 2 1 4

FUENTE: AHP CR. Sección Protocolos Notariales. 1585-1610

Dejando aparte dicha cuestión, los datos con los que contamos para Ciudad Real, vienen a confirmar que, tomadas en su conjunto dichas 255 Para el resto de localidades los valores son los siguientes: Alcaraz: hasta 20.000 mrvs. (1), hasta 60.000 (1); hasta 120.000 (1). Villanueva de la Fuente: hasta 20.000 (1). Almagro: hasta 20.000 (1); hasta 60.000 (1). Almadén: hasta 40.000 (1). Alcolea de Calatrava: hasta 20.000 (1). Calzada de Calatrava, más de 160.000 (1). Dos Barrios: más de 160.000 (1). 256 Nos referimos a Ciudad Real. En el resto de localidades, una para Almagro, en febrero de 1585 y otra para Alcaraz, en abril de 1580. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 2.008/1. Fols. 525r.o-527r.o 10.II.1585 y AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 125a/2. Fols. 30v.o-31v.o 8.IV.1580.

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escrituras y agrupadas en intervalos iguales en lo referente a su valor, la mayoría de ellas se concentra en torno al arco de valores comprendido entre los cuarenta y los ochenta mil maravedíes. Para completar lo ya dicho, puede señalarse que, tal y como se observa en el gráfico 11, los extremos no suponen un porcentaje destacable en el conjunto. Su aportación contribuye, si acaso, a constatar las enormes diferencias que, como en el seno de la sociedad en que se insertan, también estaban presentes entre los cristianos nuevos257. Ahora bien, eso no impide percibir que, como se observa en el cuadro 43, las escrituras con un valor más alto aumenten a medida que se avanza en el tiempo. De hecho, ocho de las once cartas de dote y arras con un valor superior a cien mil maravedíes, se fechan en momentos posteriores al año 1600. GRÁFICO 11. Valor de las dotes moriscas de Ciudad Real. 1585-1610.

FUENTE: AHP CR. Sección Protocolos Notariales. 1585-1610.

6.2.2.2. El contenido de las dotes Descendamos un escalón más, pero esta vez prestando atención no tanto al valor de las dotes como a su estructura y a la distribución de los 257 En torno a estas cuestiones véase BARBAZZA, M. C.: «Les paysans et la dot: un exemple de quelques pratiques en Nouvelle Castille (1580-1619)», en Melanges de la Casa de Velázquez, XXV, (1989), pp. 161-174.

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bienes asociados a ellas258. En este sentido, hemos dividido el conjunto de los ciento cincuenta y siete bienes aparecidos en las escrituras de dote y arras en tres grandes grupos: objetos de la vida cotidiana y del trabajo; utensilios domésticos y, finalmente, bienes y complementos pertenecientes a las personas. A su vez, y como tendrá ocasión de observarse, esos grupos aglutinan diez categorías diferentes atendiendo, principalmente, a la funcionalidad los mismos: inmuebles, dinero en metálico, ganado, colmenares, menaje, mobiliario doméstico, ropa doméstica, ropa femenina, ropa masculina y joyas. Los resultados de dicha clasificación han quedado plasmados en el cuadro 44, a través del cual puede observarse que la mayor parte de los bienes que se documentan en las dotes y arras de los moriscos de Ciudad Real se concentran alrededor de tres categorías: la ropa y el mobiliario domésticos y la ropa femenina. Junto a ellos, y también en una posición de preeminencia sobre el resto de categorías, las joyas, el menaje y las ropas masculinas. Por contra, los bienes inmuebles, el dinero en metálico, el ganado, el grano y los colmenares, parecen tener menos importancia, quizás por ser objetos demasiado costosos como para estar al alcance de los miembros de la minoría259. CUADRO 44. Distribución de los bienes dotales de los moriscos de Ciudad Real* no arras

Bien

no dotes

Bien

no arras

Bien

no dotes

Categoría

no arras

Bienes asociados a categoría no dotes

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– – – 1/49 1/49 2/49 1/49

– – – 0/34 0/34 0/34 0/34

BIENES INMUEBLES

Casas

2/49

0/34 Tierra

Dinero Bovino Colmenas Almirez Bolsa labrada Costales Jarro

5/49 1/49 3/49 3/49 1/49 1/49 1/49

9/34 1/34 0/34 0/34 0/34 0/34 0/34

1/49

0/34 –

DINERO

EN METÁLICO

GANADO COLMENARES MENAJE

Mular – Artesa Caldera Cubiletes Sartén

1/49 – 2/49 7/49 1/49 4/49

1/34 – 0/34 1/34 0/34 0/34

– – – Asador Cazo Frutero Sera

258 Existen notables aproximaciones filológicas al tema como por ejemplo la de JUAN MARTÍNEZ RUIZ: Inventarios de bienes moriscos del Reino de Granada (siglo XVI). Madrid: CSIC, 1972. 259 A juzgar por la información que nos proporcionan dichas informaciones y en comparación con trabajos similares llevados a cabo para los cristianos viejos, las diferencias no fueron excesivas. A este respecto, véase, por ejemplo, el trabajo ya citado de Marie-Catherine Barbazza.

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CUADRO 44. Distribución de los bienes dotales de los moriscos de Ciudad Real (continuación)

no arras

Tenazas para el fuego

1/49

0/34 Tinaja

3/49

0/34 Trébedes

3/49

0/34

Arca Banco

12/49 5/49

2/49 2/49

0/34 Bancal 0/34 Banquillos

3/49 24/49

0/34 0/34

Cabecera de cama Cofre Espejo Mesilla Silla

8/49

0/34 Acerico 0/34 Banco de cama 0/34 Cama

7/49

0/34 Candil

3/49

0/34

2/49 8/49 2/49 3/49

0/34 13/34 0/34 0/34

48/49 7/49 2/49 1/49

0/34 0/34 0/34 0/34

1/49 4/49 0/49 2/49

0/34 0/34 1/34 0/34

Tocador

1/49

0/34 Travesero de cama

29/49

Cordeles Mesa Saya de mesa Tabla de cama 1/34 –





Aceruelo Alto de cama Cercadura de cama Cojines Frezada

1/49 2/49 4/49

2/49 1/49 4/49

0/34 Almohadas 0/34 Cabezal 0/34 Cobertor

41/49 14/49 13/49

0/34 0/34 4/34

19/49 1/49

0/34 0/34

1/49 2/49 15/49

0/34 Cortinas 1/49 0/34 Lienzo de 2/49 pared 0/34 Mantas 2/49 3/34 Paño (tejido) 34/49 0/34 Pañitos 6/49

8/49

0/34 Alhamar 0/34 Bayeta 0/34 Cielo de cama 0/34 Colcha 4/34 Gotera de cama 0/34 Lenzuelo 0/34 Palmilla 0/34 Paño de manos 0/34 Paramento

7/49

0/34 Pasamanos

2/49

0/34 3/34 2/34

Bien

no arras

no dotes

MENAJE

Bien

no dotes

Categoría

no arras

Bienes asociados a categoría no dotes

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Bien

MOBILIARIO DOMÉSTICO

ROPA DOMÉSTICA

31/49 27/49

Colchón Esteras Peine Servilletero

Lino (tela de) Manteles Paño de cama Pañitos de mesa Poyal Ropa

4/49 37/49 12/49

9/49 11/49

0/34 Raja (tejido) 3/34 Sábanas

0/49 45/49

Servilletas Tela Tendido de pan Toalluelas

6/49 1/49 4/49

8/49 0/49 0/49

1/49

0/34 Sobremesa 0/34 Telilla 0/34 Terciopelo (tejido de) 0/34 Tramado

1/34 Raso (tela) 3/49 0/34 Sábana de 18/49 colgar 0/34 Tafetán (tela) 4/49 1/34 Tendido 14/49 2/34 Toallas 27/49

16/49

1/34 –

Albanega

1/49

0/34 Almalafa

4/49

0/34 Basquiña

1/34 3/34 0/34

1/34 0/34 2/34





4/49

13/34

ROPA FEMENINA

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CUADRO 44. Distribución de los bienes dotales de los moriscos de Ciudad Real (continuación)

FEMENINA

ROPA

Delantera Faldellín Mangas Paño de cabeza Puños Saboyana Toca Vestido Almaizar

42/49

1/34 Calzas

15/49 13/34 Corpiño

3/49

no arras

Bien

0/34 Capillo

17/49

0/34

7/34 Cuerpo de terciopelo 2/49 0/34 Falda 10/49 0/34 Gorguera 30/49 21/34 Mulilla 1/49 0/34 Pecho

1/49

0/34

5/49 2/49 1/49 20/49

0/34 1/34 0/34 0/34

10/49 0/34 Pañuelos 1/49 0/34 Saya 18/49 19/34 Tocado 1/49 1/34 Zapatillas 1/49 0/34 Botines

41/49 33/49 23/49 2/49 5/49

0/34 9/34 0/34 0/34 2/34

1/49 3/49 2/49 1/49 3/49

0/34 0/34 0/34 0/34 0/34

40/49 16/49 4/49 3/49

0/34 0/34 0/34 0/34

Escofión Garvín Manto Paracuellos

26/49

no arras

Camisas de mujer Cofia

Bien

no dotes

ROPA

Bien

no dotes

Categoría

no arras

Bienes asociados a categoría no dotes

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Rodete Sayuelo Valón Zapatos Calzones

MASCULINA

JOYAS

Camisas de hombre Cuello y puños Guerrera

46/49

0/34 Chapines

2/49

2/34 Chinela

3/49

0/34

40/49

0/34 Gola

4/49

0/34 Gorgueras

28/49

0/34

1/49

0/34 Jubón

3/49

0/34

Valón Ajorca

16/49 1/49

0/34 – 1/34 Anillo

– 1/49

– 0/34

Anillo de plata Arracada Collar Gargantilla

1/49

0/34 Apretador

15/49 17/34 Pañuelo de hombre – – – 12/49 16/34 Anillo de alquimia 24/49 0/34 Aros de oro

2/49

0/34

3/49 27/49 5/49

1/49 1/49 2/49

0/34 0/34 0/34

4/49

0/34 Cabestrillo 0/34 Corales 0/34 Manillas de oro 0/34 Piezas de oro

3/49 2/49 10/49

1/49

0/34 Busto de oro 4/34 Collarejo 1/34 Manillas de burato 0/34 Medalla

4/49

0/34

19/49

1/34 Sortija

3/49

2/34 Zarcillos

4/49

0/34

Manillas de plata Sartal

* Número total de dotes: 49; número total de arras: 34. FUENTE: AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Ciudad Real. Diversos legajos. 1570-1610

6.2.2.2.1. Los objetos de la vida cotidiana y del trabajo Se incluyen en este grupo todos aquellos objetos que se relacionan con el mundo del trabajo y con lo que genéricamente hemos denominado la

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vida cotidiana. Nos referimos, con ello, y en primer lugar, a los bienes inmuebles; a casas y tierras, que debido a su alto valor están presentes en muy pocas dotes. Y es que, como ya hemos tenido ocasión de señalar más arriba, la casa suponía una inversión demasiado importante. No es de extrañar, por tanto, que aquellas parejas que lograran obtener de sus progenitores unas simples y humildes piezas de morada, se pudieran considerar en extremo afortunadas. En dicha situación debieron verse María de Valencia y Francisco de Tarazona, moriscos de Puertollano, que recibieron del padre de ella «un cuerpo de casa con un portal delante que alinda con el corral de la casa del dicho Mateo de Montoya y por otra con la callejuela de Sebastián de Villena, con sus entradas y salidas»260; o María de Alhendín y Hernando de Baena que obtuvieron la mitad de unas casas en la calle de la Morería en Ciudad Real261. Por cierto, su importe alcanzó los cien ducados, casi un 30% del montante de su dote, lo que da una idea del alto valor que tenían estos bienes. Junto a los bienes inmuebles urbanos también puede señalarse la presencia de tierras. Casi siempre fueron pequeñas parcelas, como el pedazo de secano que recibió María de Valencia, que además estaba cargado con un censo perpetuo de ocho ducados de capital; o como la huerta que obtuvo de su padre María de Roa262; satisfecho pero algo preocupado por tal cantidad de tierra debió quedar el progenitor porque, junto a ello, también le proporcionó con la dote un azadón. Igualmente escasa resulta la presencia de colmenas que, en sentido estricto, y aunque hemos optado por diferenciarlas, bien podrían haber quedado englobadas dentro de los bienes raíces. Colmenares recibieron, por ejemplo Isabel de la Peña y María de la Peña263, pero sólo tres, simbólica representación por tanto. En total han sido sólo dos casos en Ciudad Real, otro en Alcaraz y uno más en Dos Barrios los que hemos podido localizar en nuestra búsqueda. Por su parte, el dinero en efectivo debió ser muy apreciado. Jerónimo de Carmona, por ejemplo, llevó al recién constituido matrimonio, 25.373 maravedíes, más de un 63% del valor total de su aportación en concepto de arras264. Casos como el suyo fueron frecuentes en lo referente al titular de la aportación. En general, y aunque contamos con ejemplos en los que parte de ese dinero procede de la dote propiamente dicha, la situación más generalizada es la que nos reproduce el modelo, común a tres de cada cuatro cartas, en las que esa aportación procede de las arras. 260

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.274/1. S.f. 24.VII.1602. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 17. Fols. 511r.o-515r.o 4.IX.1607. 262 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 30bis/3. Fols. 108r.o-108v.o 16.VI.1588. 263 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 58bis. Fols. 371r.o-374v.o 2.XI.1607 y Leg. 8/1. Fols. 268r.o-270v.o 28.XII.1609. 264 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 54. Fols. 263r.o-267v.o 7.X.1594. 261

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También fue bastante reducida la presencia de grano. Grano recibió, por ejemplo, Isabel de Nohayla (cuatro fanegas), morisca de Alcaraz265; también se lo dieron a María de Valencia y Francisco de Tarazona, los jóvenes de Puertollano que ya hemos visto, quienes, junto a la casa ya mencionada, obtuvieron veinte fanegas de trigo valoradas en doscientos ochenta reales y seis fanegas de cebada (cuarenta y dos reales más)266. Como grano recibieron Jerónimo de Granada y María de Roa en el caso de que ni plaga, peste, hielo, granizo o catástrofes similares les impidieran recoger «la mitad de quince fanegas de sembradura de trigo que están en la huerta de la Magdalena, termino de la ciudad de Ciudad Real [...] y también la mitad de cuatro fanegas de cebada sembrada en la dicha huerta de la Magdalena, y también la mitad de dos fanegas de sembradura de lino que están en la dicha huerta y la mitad de cuatro fanegas de habas de sembradura y de todas las legumbres que de la dicha huerta se recolectaren» que el padre de ella les cedió a cambio de que pagaran las correspondientes alcabalas267. Por último, el ganado. El porcentaje de bienes asociados a esta categoría es muy reducido; su valor, cuantitativamente, también; pero observado desde el punto de vista cualitativo, éstos ocupan, en las escrituras en las que aparecen, una parte importante del montante total. Su poca representación obedece, pues, al hecho de que son muy pocas las escrituras en las que dicha categoría hace su aparición. Dicha presencia se establece, como norma general, en aquellas dotes y arras en las que los otorgantes hacen gala de un especial volumen de riqueza. Le ocurre, así, por ejemplo, a la dote de Inés de Molina, en la que se incluye una vaca; dote que, por otra parte, estaba valorada en un total de 71.807 maravedíes268; o a la de María de Valencia, la morisca de Puertollano de la que ya nos hemos ocupado al hablar de los bienes inmuebles y del grano, que en su dote llevaba, además de una ingente cantidad de ropa, complementos, joyas y accesorios, un borrico de un año, valorado en cuatro ducados, dos vacas de tres ducados cada una y un «par de bueyes en novillo que ha por nombre el Gordillo y otro buey que ha por nombre Tamarillo»269. El ganado también está presente en las arras, pero igualmente en proporciones muy reducidas. Los dos únicos casos documentados son el de Jerónimo de Granada, quien para completar sus arras recibe de su padre «tres pollinas hembras, dos de servicio con cuatro años y otra de un año» valoradas las tres en 20 ducados270 y el de Gabriel Ximénez que aportó a su matrimonio un macho de color castaño271. 265 266 267 268 269 270 271

AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 125a/2. Fols. 30v.o-31v.o 8.IV.1580. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.274/1. S.f. 24.VII.1602. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 30bis/3. Fols. 108r.o-108v.o 16.VI.1588. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 73/1. Fols.75r.o-78v.o 17.IX.1606. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.274/1. S.f. 24.VIII.1602. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 30bis/3. Fols. 108r.o-108v.o 16.VI.1588. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 58bis. Fols. 371r.o-374v.o 2. XI.1607.

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6.2.2.2.2. Los utensilios domésticos Dicho conjunto nos permite acercarnos a la dimensión más cotidiana del morisco, con lo que el ciclo comenzado al hablar de la estructura de las casas y de sus funciones quedaría cerrado con la información que de este tipo de escrituras se puede obtener. Como tendremos ocasión de ver, esa información es especialmente abundante en lo que se refiere a lo que hemos denominado genéricamente como «mobiliario doméstico» pero también nos proporciona nociones relativamente ricas en lo que concierne al menaje, a los utensilios de los que el morisco se servía en el desarrollo de su quehacer diario. Desde un punto de vista cuantitativo, el conjunto de los objetos de menaje está presente, casi de manera exclusiva, en las dotes, cosa, por otro lado, bastante fácil de comprender si admitimos que el peso de la organización del hogar recaía sobre la mujer y que, por lo tanto, era ésta la encargada de gestionar su organización. Los objetos asociados al conjunto que hemos definido como «menaje» son variados pero, a la vez, conocidos. No parece dar la impresión de que, al menos en este sentido, el entorno del morisco estuviera muy separado del que pudiera tener el cristiano viejo. Así, son frecuentes los objetos contenedores como las tinajas272, calderas273, jarros (de barro o metálicos)274 y artesas275, todos ellos destinados a albergar líquidos o productos preelaborados como vino, masas de pan, agua, leche,... Junto a ellos, fruteros276 y tendidos de pan (de lienzo, de cuero, bordados, labrados, repujados,...)277, seras (normalmente de junco, esparto o cáñamo)278 y costales279, más relacionados con los áridos. Sin embargo, el subconjunto que parece tener una mayor representación dentro de esta categoría es el conformado por todos aquellos objetos y utensilios destinados a la cocina como almireces, rayadores, sartenes, trébedes, asadores o tenazas para el fuego por señalar sólo los más representativos280 y los relacionados con la restauración como cubiletes, platos y escudillas281. Ninguna mención a los clásicos cubiertos. Como puede verse, no caben excesivas diferencias con respecto a lo que hasta hace no tanto tiempo, podíamos encontrar en las dotes de mujeres de nuestro siglo, al menos en La Mancha. 272

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 58bis. Fols. 375r.o-379r.o 22.XI.1607. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 16. Fols. 531r.o-534v.o 5.II.1606. 274 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 54. Fols. 6r.o-8r.o 2.I.1594. 275 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 58bis. Fols. 375r.o-379r.o 22.XI.1607. 276 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 34/9. Fols. 38r.o-39v.o 6.V.1589. 277 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 80/1. Fols. 268r.o-270v.o 28.XII.1609; Leg. 58bis. Fols. 375r.o-379r.o 22.XI.1607 entre otros. 278 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 55bis. Fols. 163r.o-165r.o 26.VII.1597. 279 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 34/9. Fols. 38r.o-39v.o 6.V.1589. 280 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 55bis. Fols. 163r.o-165r.o 26.VII.1597. 281 AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 125a/24. Fols. 30v.o-31v.o 8.IV.1580. 273

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Como tampoco hay muchas diferencias en el mobiliario doméstico, la otra categoría que nos completa la visión que del hogar y del mundo cotidiano podemos extraer a partir de las dotes. Se engloban en ella objetos tan prosaicos y cotidianos como la vida misma. Así, podemos encontrar aquellos que están relacionados con la imagen personal y el cuidado de la persona como los peines (de marfil o madera)282, espejos283 y tocadores284. En un plano diferente a los anteriores se sitúan los muebles propiamente dichos como mesas, mesillas285, sillas286, bancos y banquillos287, arcas (con o sin cerradura)288, arquillas, baúles, cofres289... de mayor o menor tamaño, normalmente destinados a guardar ropa. Pero sin duda, el «mueble estrella» en la dote es la cama. A ella se consagra una parte importante del presupuesto total de la dote y no es de extrañar que aparezca como uno de los objetos destacados en la escritura en que se inserta; algunas fueron de una riqueza inusual como aquella fabricada de ébano que, junto a otra de madera rasa, llevó a su matrimonio María de Albéitar; o como la de Luisa de Mendoza, de nogal290. En similares condiciones encontramos las arras de Ginés García en las que a la cama se añade «su cercadura de lienzo de lino, con sus redes y delantera y dos sábanas y una frazada blanca y un cobertor de paño colorado y dos colchones y seis cabeceros», todo valorado en 34 ducados291. No obstante tampoco parece ser ésta la situación que se repite con más frecuencia pues la cama sólo aparece completa en un 14,3% de las ocasiones. Es más frecuente, sin embargo, que aparezcan citados todos los 282

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 55bis. Fols. 163r.o-165r.o 26.VII.1597. AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 132/1. Fols. 137r.o-137v.o 10.V.1609; AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.610/2. Fols. 203r.o-205v.o 21.VIII.1594, entre otros. 284 Adviértase que esta denominación puede aplicarse, indistintamente, al mueble provisto de espejo, cajones y compartimentos varios, y destinado al cuidado personal de la mujer y, por otro lado, a la prenda de vestir que, a modo de manto, se ponían, igualmente, las mujeres. En este último caso, y al tenor de lo observado en la documentación, acompaña a la palabra un adjetivo o complemento referente al material o tejido con que está fabricado el mismo como por ejemplo ocurre con los «tocadores de Holanda» que recibió en su dote Isabel de Escobar (AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 10. Fols. 702r.o-705v.o 23.VI.1600). 285 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 54bis. Fols. 196r.o-199r.o 5.X.1595. 286 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 54. Fols. 147r.o-149v.o 23.VI.1594. 287 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 16. Fols. 531r.o-534v.o 5.II.1606; Leg. 75. Fols. 321r.o-324r.o 20.XI.1599 288 AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 148/1. Fols. 66r.o-68v.o 7.X.1594. Algunas «con sus cerraduras y llaves» como la de Ana López. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 58bis. Fols. 375r.o-379r.o 22.XI.1607. 289 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 73/1. Fols. 75r.o-78v.o 17.IX.1606. 290 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 9.994. S.f. 14.IX.1606 y AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 110/1. Fols. 122r.o-124r.o 20.VIII.1607. 291 AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 134/3. Fols. 35r.o-36r.o 23.I.1599. 283

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elementos de la misma, como si de un puzzle se tratara. En este sentido, el banco de cama (es decir, la armadura propiamente dicha), la tabla (lo que hoy se conoce como somier), el travesero y la cabecera son objetos recurrentes aunque no aparecen en todas las escrituras estudiadas292. Más frecuente es el colchón (de lana o de lienzo, menos veces de esparto), pieza casi básica en cualquier dote pues, retomando el ejemplo de Ciudad Real, aparece hasta en el 97,95% de las dotes estudiadas. Menos significativas son otras partes de la misma como el cielo, la gotera o los altos, no estrictamente necesarios para poder conformar el mueble propiamente dicho y por lo tanto, dado su carácter prescindible, menos habituales. La cama era completada con la ropa que le era propia: sábanas, mantas, frezadas, almohadas, colchas, aceruelos, cobertores,... todos ellos presentes en porcentajes importantes293. Entramos con ello en otra de las categorías definidas: la ropa doméstica. Y aquí, de nuevo, la variedad es impresionante pues se cuentan hasta cuarenta conceptos diferentes, desde la más insignificante estera para el suelo294 hasta el paño de seda «pintado con la historia de Xto»295. La variedad es tanta que sistematizar el conjunto explicando uno a uno sus componentes sería largo y tedioso. Creemos que también poco productivo. Señalaremos tan sólo algunos ejemplos. Aparte de la ya citada ropa de cama, puede distinguirse un primer grupo compuesto por todas aquellas «prendas» relacionadas con el ámbito de la comida como servilletas296, servilleteros297, manteles y sobremesas298,... Junto a ellos, lo que podríamos calificar como «complementos del hogar», tales como cortinas299 (blancas o de colores, de seda o de tela, labradas o sencillas,...), poyales300, pañitos de mesa301, pasamanos,... incluso un acerico para la costura302 y objetos

292 Por ejemplo, en las dotes de Ciudad Real, el travesero aparece en el 59,18% de las ocasiones, banco y tabla en el 4,08% y el cabecero en 16,32%. 293 Las cobertores, por ejemplo, aparecen en 27 ocasiones (55,1%) y las frezadas en 13 (26,5%). 294 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 57/2. Fols. 81r.o-84v.o 30.VI.1602. 295 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 54. Fols. 263r.o-267v.o 7.X.1594. 296 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.610/2. Fols. 203r.o-205v.o 21.VIII.1594; Leg. 54bis. Fols. 395r.o-398r.o 25.IX.1595; Leg. 58bis. Fols. 371r.o-374v.o 2.XI.1607; Leg. 80/1. Fols. 268r.o-270v.o 28.XII.1609, ente otros. 297 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 55. Fols. 91r.o-93r.o 1.XI.1596. 298 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.610/2. Fols. 203r.o-205v.o 21.VIII.1594. 299 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 30bis/3. Fols. 36r.o-38r.o 6.VI.1588. 300 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.610/2. Fols. 203r.o-205v.o 21.VIII.1594. 301 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 25/1. Fols. 125r.o-128r.o 3.V.1591. 302 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 109/1. Fols. 25r.o-26v.o 25.I.1602; Leg. 73/1. Fols. 75r.o-78v.o 17.IX.1606; Leg. 80/2. Fols. 229r.o-231v.o 1.I.1610; Leg. 54. Fols. 40r.o-43v.o 22.I.1594, entre otros.

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decorativos como sábanas de colgar303 y paramentos304. También las ropas relacionadas con la higiene personal como paños de manos, toallas, toalluelas; y las prendas de abrigo como mantas305, frezadas306 y alhamares307. Pero sin duda, el objeto más habitual en toda casa morisca son los cojines y almohadones. Piénsese que los primeros están presentes en más del 63% de las dotes y los segundos en casi el 84%308. Cojines y almohadas hay de todas las formas y colores que podamos imaginar309, de todos los tejidos y de todos los tamaños. Los hay con entretelas310, labrados de holanda311, con tiras de red312, labrados a la morisca313, de seda de Granada y de Ruan, azules y verdes314, de cama o de asiento, «puntadas de azul» y blancas315, verdes, anaranjadas y de varios colores316,... Junto a ello, especial mención merecen en este apartado los tejidos, porque en función de ellos también nos estaremos aproximando a la mayor o menor riqueza de los bienes dotales. Entiéndase, por ejemplo, que no es lo mismo una sábana de paño que una de seda. La variedad de materias primas que encontramos en este sentido es pasmosa. Junto a tejidos y materiales puramente castellanos como la palmilla, cuyos mejores exponentes procedían de Cuenca, encontramos otros que, aunque ya fabricados en Castilla en el siglo XVI, fueron importados, o al menos sus métodos de fabricación: el damasco, de seda y con dibujos; el tejido de ruán (procedente de Rouen, en Francia), de algodón y normalmente coloreado; la bretaña, también francesa; la holanda, de lienzo, y según el diccionario de Autoridades «para la gente principal y rica». Igualmente, junto a tejidos que podríamos calificar como bastos tales como la bayeta, el paño, el anascote, el burato o el lienzo, se encuentran otros más delicados como el lino, la (h)arpillera, el tafetán, el raso, la seda y el terciopelo, todos 303

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 55bis. Fols. 163r.o-165r.o 26.VII.1597. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 73/1. Fols. 75r.o-78r.o 17.IX.1606. 305 AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 125a/2. Fols. 30v.o-31v.o 8.IV.1580. 306 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 2.008/1. Fols. 526r.o-527v.o 10.II.1585. 307 Hay casos realmente llamativos como el de la dote de Lucía de Escobar, en la que se cuentan hasta veintiséis de estos cojines. Cf. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 58bis. Fols. 371r.o-374r.o 2.XI.1607. 308 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 54. Fols. 40r.o-43r.o 22.I.1594. 309 En este sentido y para más detalle véase MARTÍNEZ RUIZ, J.: «Almohadas y calzados moriscos. Secuestros de bienes en Mondújar y en Granada (1557-1569)», en Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, XIX, (1963), pp. 289-313. 310 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg.71/1. Fols. 74r.o-76v.o 4.XI.1594. 311 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 108bis/2. Fols. 165v.o-170r.o 28.VI.1601. 312 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 54bis. Fols. 59r.o-62v.o 20.X.1590. 313 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 54. Fols. 22r.o-25v.o 28.I.1594; Leg. 1.610/2. Fols. 203r.o-205v.o 21.VIII.1594. 314 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 30bis/3. Fols. 36r.o-38r.o 16.VI.1588. 315 Ibídem. 316 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 54bis. Fols. 284r.o-286v.o 24.XI.1595. 304

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representados en porcentajes lo suficientemente relevantes como para permitirnos confirmar, que dote y arras, suponían una ingente inversión en la vida de cualquier familia media morisca. 6.2.2.2.3. Los bienes y complementos de las personas El último grupo de bienes que hemos definido se concentra en las personas y como es fácil comprender tendremos que hacer referencia en este caso a las ropas, tanto masculinas como femeninas. Junto a ellas, y relacionadas con éstas últimas, las joyas, complemento indispensable en toda escritura dotal, al menos a juzgar por los datos que ya conocemos. El vestuario masculino también ocupa una importante parcela en los bienes dotales y la información de que disponemos es lo suficientemente rica como para poder reconstruir la vestimenta tipo del morisco manchego. Suele ser habitual que, en momentos destacados, el morisco varón utilice el almaizar, una toca de gasa, normalmente profusa en colores, aunque no parece ser ésta una prenda muy destacada en las dotes pues sólo aparece dos veces. Más frecuentes son las golas317, valones y gorgueras318, prendas, por otra parte, muy castellanas. En el cuerpo, por encima de la camisa, y si el frío así lo requería, el jubón319o la guerrera, ésta poco frecuente. Unos calzones, normalmente de paño o lana y en los pies botines320 (muy castellanos) o chapines321 y chinelas322, más enraizados en la tradición árabe pero menos habituales. Remataban el vestuario masculino complementos, normalmente utilizados en ocasiones muy concretas, como los puños y cuellos de camisa y los pañuelos. En apariencia, y al tenor de lo visto, parece que las leyes reales tendentes a limitar el uso del vestuario de raíz musulmana tuvieron cierto efecto en lo que a los moriscos de La Mancha se refiere. Por tanto, de utilizarse, las prendas más asociadas a la tradición árabe debieron quedar limitadas casi siempre a la esfera de lo privado. Más variedad presenta el caso femenino. En este sentido, frente a los trece bienes asociados a la categoría de vestuario masculino encontramos que, en el caso de las mujeres, dicha cifra asciende a treinta y tres. También, y a juzgar por los datos, parece que la mujer morisca fue capaz de mantener más la esencia islámica en su vestuario. ¿Quizás porque su vida se desarrollaba más en la esfera de lo privado? Muy probablemente. 317

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 18/2. Fols. 66r.o-69v.o 26.V.1609. Estas representadas en más del 57% de las dotes. Un ejemplo en la dote de Inés de Molina que aportó hasta cuatro masculinas. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 73/1. Fols. 75r.o-78v.o 17.IX.1606. 319 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 80/2. Fols. 229r.o-231v.o 1.I.1610. 320 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 34/9. Fols. 38r.o-39v.o 6.V.1587. 321 AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 132/1. Fols. 137r.o-137v.o 10.V.1609. 322 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.614. S.f. 15.II.1605. 318

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La mujer morisca cubre su cabeza con un capillo, con toca o tocado, normalmente colocado por encima de la albanega323, del garvín324 o de la cofia, que recogen el pelo. El conjunto se suele sujetar a la cabeza con el rodete325, un aro (normalmente de madera) que ajusta las prendas anteriores a la misma y que evita que en momentos de viento puedan salir volando y dejar al descubierto el rostro femenino. Cubriendo el torso, y del interior al exterior, corpiño, camisa y un cuerpo. Como complementos, puños y mangas; a veces un valón y en menos ocasiones las gorgueras femeninas. Por debajo de la cintura, y a modo de ropa interior, el faldellín326, equiparable al guardapiés castellano. Encima, una falda o saya y una basquiña, una saboyana si es que ésa está abierta por delante. La delantera completa el conjunto. En los pies, dependiendo del momento y del lugar, unos zapatos para el invierno, zapatillas para las estaciones más cálidas y en casa, calzas o mulillas, cuya imagen está tan asociada al mundo musulmán. En época de frío un manto y si la ocasión, por solemne, así lo requería, la almalafa327, más rica tanto en sus materiales como en su decoración. Y como complementos, aparte de las joyas —que estudiaremos por separado—, pañuelos, bien para la nariz, bien para la cabeza, o simplemente para las manos. En esencia tampoco puede decirse que existan tantas diferencias con respecto a la mujer cristianovieja. Tan sólo suponen cierta nota de diferenciación algunos elementos típicamente musulmanes como el calzado doméstico y los mantos, aparte de la enorme profusión de joyas de que hace gala la morisca, aunque muchas veces éstas sean de imitación. Es más, al tenor de las cifras ofrecidas en el cuadro 44, puede decirse que cuando las prendas típicamente musulmanas aparecen, lo hacen en proporciones tan reducidas que mucho nos tememos que su uso no estuviera generalizado entre los cristianos nuevos. Es curioso también que sean las dotes más ricas aquellas en las que este tipo de prendas fueron más habituales. Por contra, en las más humildes su aparición es casi nula. Se establecería, así, una extraña regla que nos informaría de que a mayor riqueza en la dote, mayor número de objetos en general y más cantidad de prendas de raíz musulmana. ¿Obedece el resultado de dicha pauta a una mera cuestión adquisitiva? No lo sabemos. Lo más probable es que sí, pero, junto a ello, también es muy posible que fuera en las familias moriscas con un mayor poder adquisitivo donde el sentimiento de pertenencia a la tradición islámico-morisca estuvo más arraigado y donde podemos

323

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 54bis. Fols. 284r.o-286v.o 25.XI.1595. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 57/1. Fols. 240r.o-243v.o 5.X.1601. 325 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 25/1. Fols. 125r.o-128r.o 3.V.1591. 326 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg.10. Fols. 702r.o-705v.o 23.VI.1600 y AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 134/3. Fols. 35r.o-36r.o 23.I.1599. 327 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 30bis/2. Fols. 1r.o-4r.o 3.XI.1589. 234

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encontrar los mayores y más fuertes lazos de pertenencia a la cultura islámica, dado que formación, posibilidades vitales, riqueza incluso, así lo hicieron posible. De lo que no cabe duda es de que, si se utilizaron, su uso siempre quedó restringido al ámbito de la vida privada, al más alejado del control de los cristianos viejos, sobre todo teniendo en cuenta las restricciones que en este sentido impuso la Corona. Dentro de esa esfera que hemos calificado como «de lo privado», y aún a riesgo de incurrir en delito, una de las ocasiones en las que se tiende a hacer uso del vestido típicamente musulmán es en el momento previo al funeral, el amortajamiento. En este sentido debe admitirse que la raíz plenamente musulmana de dicha ceremonia se encontraba en trance de desaparición entre los moriscos de nuestro territorio dado que, en lugar de dar sepultura a sus difuntos única y exclusivamente envueltos en la tradicional sábana de lienzo, se documentan muchos ejemplos en los que, no sabemos si sólo previamente al funeral o ya con carácter definitivo, los moriscos optaron por vestir a sus difuntos, y en este punto es donde podemos ubicar uno de los tantos momentos solemnes que ya hemos señalado arriba. Así, por ejemplo, se desprende del testimonio de Mari Lozana, testigo en el proceso contra Mari López, morisca de Villarrubia de los Ojos que vio cómo, muerta Ana de Yébenes, otra morisca, «le pussieron unas calças de lino nuebo que le salían por çima de la rodilla y luego le pussieron una camisa de lino nuebo, labradas las tirillas y cosida con hilo blanco, la qual camisa la compraron a una parienta de la difunta porque la que tenía esta difunta la abía dado a una hermana suya que a poco tiempo que murió; la qual camisa tenía siete baras de lino nuebo que las pagó el marido a çinco reales y luego sobre la camisa una gorguera que balía dos ducados con una flor encamada de listón en el pecho, y en la cabeça una garbinete nueba con puntas, y luego dos tramados nuebos que se abían estrenado y tenía en las hoxeras unos çarcillos, al aparecer de plata con unas racadas de nácar, pendientes de los çarcillos y al cuello tenía puesto un sartal y en las muñecas tenía puesta en cada una tres bueltas de corales (...) y en el dedo una sortixa de horo [... y ...] sobre todo esto dicho le pusierron una túnica y el mantel que ellas llaman que es un lienço que ponen desde el colodrillo por çima del rostro y pecho hasta las rodillas»328.

¿Cabe mejor descripción de la vestimenta típica morisca? El problema es que, en esta ocasión, y aunque los moriscos hubieran preferido mantenerlo en secreto, las pesquisas del inquisidor dieron con este testimonio y mucho nos tememos que ello les hubo de acarrear más de un problema. Pero, ¿cuántas veces pudo pasar desapercibido este ritual? ¿Podemos admitir que, tras la boda, el contenido más «musulmán» de la dote se guardaba 328

AHN. Sección Inquisición. Leg. 195. Caja 1. Exp. 8. Fols. 5r.o-5v.o

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hasta el momento de la muerte? ¿Supondría ello un intento de vuelta a las raíces, justo en el momento en el que el morisco se preparaba para su encuentro definitivo con Dios? Centrémonos, por último, en las joyas, categoría que lleva asociados un número bastante importante de bienes (en total 21) y que tiene su máxima representación en las dotes. No es de extrañar puesto que las joyas son concebidas como un complemento y por lo tanto como un bien no estrictamente necesario para el mantenimiento del hogar. Antes al contrario, su carácter suntuario y su representación simbólica, hacen que sean un indicativo más de los deseos de los progenitores de la casadera por mostrar al futuro marido que la mujer con la que va a casar es merecedora de ese matrimonio. Sin embargo, también son frecuentes en las arras. En este sentido, suelen ser concebidas como un regalo, como un agasajo a la futura esposa y como una muestra de que el marido cuenta con los suficientes recursos como para, ante el matrimonio, poder permitirse el lujo de invertir en ellos y de regalarlos a su mujer. Son varios los bienes asociados a esta categoría y de muy distinto valor. Junto a accesorios típicamente cristianos como las medallas, apretadores, sortijas varias, anillos, bustos y collares, también se presentan con relativa frecuencia otros cuya raíz, tanto lingüística como cultural, es plenamente musulmana como zarcillos, ajorcas, aros y corales. Unos y otros fabricados a partir de los más variopintos materiales. La madera es relativamente frecuente en el caso de los aros y anillos pero lo más común es que, por su propio carácter suntuario, el material más utilizado sea el oro y que dicha condición se remarque de manera especial en el documento329. Por su parte, la plata también aparece con asiduidad330, y es relativamente frecuente que ambos materiales se combinen con otros (no tanto como entre sí). Aparecen, de esta forma, muy diferentes combinaciones como la del oro con el aljófar331, sobre todo en collares y sartales; la del propio aljófar con el coral332, material éste último que, en ocasiones, también se presenta en bruto, aún por elaborar y que se regala, en piezas o en onzas333. En un plano menos suntuoso también aparecen con frecuencia los objetos de alquimia334, lo que hoy en día, podríamos conocer como bisutería. Es decir, aquellos abalorios y joyas que, fabricados en su base con un metal común, generalmente el latón, son bruñidos y tratados hasta conseguir el color dorado o plateado, o bien recubiertos de una capa de dicho material para lograr una especie de imitación del original. 329

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.610/2. Fols. 203r.o-205v.o 21.VIII.1594. Por ejemplo en la dote de Lucía de Biedma. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 78/2. Fols. 361r.o-364r.o 16.XI.1606. 331 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 54bis. Fols. 395r.o-398r.o 25.IX.1595. 332 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 73/1. Fols. 75r.o-78v.o 17.IX.1606. 333 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 75. Fols. 321r.o-324r.o 20.XI.1599. 334 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 108/2. Fols. 49r.o-50v.o 5.II.1599. 330

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VII. CONTROL SOCIAL Desseando, pues, nos, que en la vida, trato y asiento de los dichos moriscos se diesse tal orden (…) y que juntamente con esto viuiesen assi mismo con la seguridad, paz y quietud que conuiene, y se tuuiesse con ellos, y dellos la quenta y razon que queremos que se tenga y sean y fuesen gobernados como a nuestro seruicio y bien y beneficio destos reynos y dellos mismos deuian ser1.

Tras la Guerra de las Alpujarras, los moriscos se vieron sometidos a los dictados de una férrea disciplina legal. Los resortes de dicha actividad legislativa no se limitaron únicamente a la esfera de lo civil sino que tuvieron una importante prolongación en el ámbito religioso, muchas veces incluso con una manifiesta tendencia a confundir competencias. No es de extrañar. Ya se ha visto que en tanto que elemento díscolo, el morisco fue visto por sus contemporáneos como un potencial traidor y como un hereje consumado. Es posible que las propias autoridades magnificaran el problema y que las distintas disposiciones dictadas a tal efecto respondieran sólo a la manía de los legisladores, convencidos como estaban de que dichas cualidades debían aplicarse con carácter general al conjunto de la nación morisca. Es probable también que muchos moriscos se mostraran manifiestamente proclives al delito, a la trasgresión de la norma y a la inadaptación y que las diferentes normativas no hicieran sino recoger la necesidad de establecer unos cauces definidos de actuación. Pero de lo que no cabe duda es de que, por uno u otro motivo, la minoría acaparó los desvelos de gran parte de la producción normativa de la Monarquía Hispánica en los años finales del Quinientos. La actuación legislativa puesta en marcha con los moriscos pasó por diferentes estadios. El Quinientos se inició con la promulgación de normas con un marcado carácter integrador. Sin embargo, y a medida que se 1 Extracto del prefacio a la Pragmática y Declaración sobre los moriscos del Reino de Granada, y la orden que con ellos se ha de tener. Madrid, 6.X.1572.

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avanza en el propio siglo XVI, lo que en principio aparecía como deseo conciliador terminó por convertirse en ansias de uniformidad. En este sentido, el aparato legislador puesto en marcha por la Corona fue de una extensión considerable y mezcló recurrentemente los anhelos de tipo evangelizador con el deseo —casi obligación autoimpuesta— de lograr un férreo control de la minoría. Más adelante tendremos ocasión de analizar con detenimiento las normas de tipo religioso aunque debe advertirse que, debido a la naturaleza misma del problema, las disposiciones tendieron a confundir competencias y por ello es frecuente encontrar cláusulas religiosas en normativas civiles y viceversa. La confusión no es sólo aplicable al momento en el que los granadinos se asientan en Castilla sino que tiene sus orígenes en la misma Granada. Con carácter general y en tanto en cuanto el foco del problema permaneció prácticamente asociado al antiguo reino nazarí, la mayor parte de las leyes dictadas por la Corona tuvo su nacimiento y aplicación allende Sierra Nevada pero la situación cambia de manera radical desde 1570.

7.1. El marco legal: la pragmática de 1572 Desde 1570, y en lo sucesivo, las autoridades castellanas se atuvieron no sólo a las disposiciones legales ya existentes (la mayoría preocupadas por el adoctrinamiento y el control cultural) sino, y sobre todo, a la pragmática dictada el 6 de octubre de 15722. Su contenido, marcadamente inclinado hacia la esfera de lo punitivo, es de sobra conocido ya que las cláusulas legales que se incluyen en ella marcaron el posterior devenir de la minoría. Debido a ello es frecuentemente citada en casi todos los estudios referentes a la minoría. Sin embargo, y aunque sólo sea brevemente, no está demás que nos acerquemos a su contenido pues dicha ley recoge lo principal del sentimiento oficial hacia el grupo, aquello en torno a lo que se creía que era necesario actuar y los mecanismos ideados por la autoridad para solucionar el problema.

2 La Pragmática fue remitida a todas las localidades de Castilla y por ello es fácil encontrarla en muchos archivos municipales. Un ejemplo de ello en AHM Tor. Caja 961. Carpeta ‘1571-1578’. Del mismo modo, dado que se repite constantemente como referencia jurídica en todos los procesos generados por el incumplimiento de la misma, es relativamente fácil encontrarla inserta en los mismos. Un ejemplo de ello, lo tenemos en el pleito que el fiscal de la Orden de Santiago sostuvo con Hernán Álvarez, morisco. AHN. OO.MM. AJT. Leg. 15.766.

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RÉGIMEN DE VIGILANCIA Y CONTROL Realización de un nuevo recuento de los granadinos asentados en cada localidad en el que se indique nombre, origen, edad, rasgos físicos, oficio, casa y parroquia donde queda alojado.

Elaborado por la Justicia y uno o dos regidores. Debe ser custodiado por el escribano del Concejo. Debe remitirse a la cabecera del partido o demarcación una copia de los listados elaborados en los lugares de reducido tamaño (aldeas). En el mismo libro pero en capítulo aparte, consignación de los huidos y fallecidos. Dos copias: una para el obispo, con la que informar a los párrocos; la otra para el regidor que a tal efecto designe el Concejo.

Implicación de la Santa Hermandad en cuestiones de vigilancia y control de moriscos fuera de los núcleos de población (el caso es tenido «por de Hermandad»). Creación de la figura del «superintendente de moriscos» o «alcalde de moriscos».

Para su auxilio se crea la figura del «jurado», asociado a cada una de las parroquias y subordinado a su labor.

La justicia local debe visitar cada parroquia una vez al mes. El superintendente cada quince días y el jurado semanalmente. RESTRICCIONES AL LIBRE MOVIMIENTO Se permite la salida temporal con posesión de «pasaporte» expedido por la justicia local y autentificado por las autoridades locales.

La expedición de la licencia de movimiento no debe llevar aparejados gastos económicos para el morisco. Expedición de «pasaportes» temporales (prohibición expresa de que se concedan para viajar al Reino de Granada).

Prohibición de cambio de residencia Pena de muerte para los que huyan sin autorización expresa del Rey. a Granada o a menos de diez leguas a su alrededor. Si son menores de diecisiete años y mayores de diez y medio (nueve y medio en el caso de las mujeres) esclavitud. Los menores de esa edad separados de la tutela paterna y entregados a cristianos viejos.

Se permite la mudanza «local» (de una parroquia a otra) siempre que se comunique a los párrocos de las iglesias de salida y destino.

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Galeras a perpetuidad para los que opten por ir a Valencia, Aragón o Navarra. En mujeres y niños iguales penas que antes. Cien azotes y cuatro años de galeras si huyen al resto de reinos peninsulares. Mujeres y niños deben ser entregados para su tutela y catequesis a cristianos viejos. Vecinos y parientes deben notificar a Treinta días de cárcel y otras penas la justicia local la ausencia, desapa- a discreción de la justicia local en función de la calidad y alcance de rición o muerte del morisco. la ocultación. Prohibición de acoger a fugitivos mo- Iguales penas a las de los fugitivos si son moriscos. Si son cristianos riscos. viejos destierro de Castilla durante dos años y 10.000 maravedíes de multa. Obligación de prender a moriscos fu- Treinta días de cárcel. gitivos aun a pesar de no pertenecer a los cuerpos de justicia o policía.

Recompensa de 8 ducados tomados de la ropa y bienes del fugitivo. Si no fuera suficiente se retraería dicha cantidad de los gastos de justicia o penas de cámara.

Obligación de avisar a la Justicia de la muerte de un morisco. RÉGIMEN DE CONVIVENCIA Y MARCO SOCIO-LABORAL Prohibición expresa de que los moriscos residan juntos.

Reparto y organización a discreción de las autoridades locales.

Dispersión en barrios en las ciudades de acogida y bajo la supervisión de cabezas de casa cristianos viejos. Recomendación de que personas eclesiásticas y cristianos viejos de reputación sean quienes acojan en sus casas a huérfanos para su cuidado y catequesis. Viudas y solteras de edad avanzada pueden tomar a niñas con el mismo objetivo. Los oficiales, aprendices y sirvientes moriscos deben trabajar junto a cristianos viejos que desempeñen los mismos trabajos.

Residencia en la misma casa del cristiano viejo. Si procede y es necesario, pertinente y preceptivo, pago de salarios en igualdad de condiciones al cristiano viejo.

Las autoridades locales deben procurar el mantenimiento y ocupación laboral de los moriscos.

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CUADRO 45. El control de la minoría. Marco legal (continuación) MEDIDA

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ESCLAVITUD Los niños de entre diez años y medio y diecisiete y las niñas de entre nueve y medio y diecisiete pueden ser tomados como esclavos. Los niños menores de diez años y medio y las niñas menores de nueve y medio son libres.

Pueden ser tomados como criados hasta los diecisiete años con la condición de que se les enseñen los preceptos del cristianismo.

ARMAS Prohibición de portar armas. Sólo se En función de la reincidencia. Pripermite un cuchillo sin punta. mera vez que se comete el delito: pérdida de bienes. Segunda: seis años de galeras. Tercera: galeras a perpetuidad. Penas acumulativas. EVANGELIZACIÓN Comienzo de política intensiva de evangelización.

Organización y puesta en marcha por parte de los obispos.

Asistencia obligatoria a la escuela y catequesis por los niños moriscos. MANIFESTACIONES

CULTURALES

Prohibición de poseer, leer o escribir En función de la reincidencia. Prilibros y documentos en árabe. mera vez que se comete el delito: 30 días de cárcel Segunda: 60 días de cárcel Tercera: 4 años de galeras. Penas acumulativas.

Se ordena la traducción al castellano de las escrituras de propiedad. En mujeres y varones menores de 17, las penas se pueden conmutar por la obligación de servir como criado donde la Justicia designe.

FUENTE: Pragmática y declaración sobre los moriscos del Reyno de Granada, y la orden que con ellos se ha de tener. 6.X.1572. Para lo tocante a celebraciones y usos sociales se atienen a las pragmáticas y provisiones dadas para el reino de Granada en 1526 y 1566-67 (Capilla Real de Granada y Junta de Madrid).

7.2. El superintendente de moriscos La figura del superintendente de moriscos o alcalde de moriscos es una de las primeras consecuencias institucionales de la pragmática de 1572 puesto que dicho cargo no existía previamente a la guerra de las Alpujarras, al menos con las funciones y características con las que aparece desde ese momento. Se consagró a dicha tarea a determinados personajes de cada villa que, en lo sucesivo, tendrían como misión controlar a la

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minoría. Los ejemplos son numerosos, y se dan, sobre todo, en localidades de cierta entidad como Almagro, Daimiel, Mota del Cuervo3, La Solana o Corral de Almaguer4 por poner algunos ejemplos. En un principio ni tan siquiera parece que se tuviera muy clara la necesidad de dicha figura pues, por ejemplo, en la villa santiaguista de La Solana, poco después de finalizado el asentamiento de los granadinos, se pensaba en el cura párroco y en los sacristanes para llevar a cabo la tarea de vigilancia de los recién llegados5; trabajo éste que, como veremos, acabarían por compartir con este «funcionario» local y para el cual estarían permanentemente auxiliados por los alguaciles del concejo. De su nombramiento y funciones tenemos constancia gracias a la documentación municipal. Por tanto, debe aceptarse que la designación de estos funcionarios, aunque legislada por la Corona, fue competencia exclusivamente concejil. De ello nos informan nuevamente los libros de actas municipales de La Solana donde, en 1582, fueron designados para dicha tarea Juan de Salazar y Juan de Cuedo «a los quales encargaron que velaran por la pragmática de su Mag. e en cumplimiento della visiten a los moriscos»6. Para entonces, la misión de dichos funcionarios estaba totalmente definida pero hasta llegar a dicho punto, los munícipes pasaron por no pocas dificultades de tipo organizativo y, sobre todo, competencial. Debe pensarse que estamos ante una «institución» radicalmente nueva ya que si el asunto morisco había requerido de especiales miramientos en fechas anteriores, nunca, hasta la llegada de los granadinos, se había hecho necesario el nombramiento de personas exclusivamente dedicadas a estas cuestiones7. No es mucha la información con la que contamos, pero sí lo suficiente como para intuir y esbozar el sentido último de la labor de estos «superintendentes» y del cuerpo funcionarial que se asoció a ellos. Quizás, la mejor muestra de ello sea la exposición de motivos y la resolución que tomaron los munícipes de Quintanar de la Orden en 1575. El texto de la deliberación, bien que con las peculiaridades propias de la localidad, nos acerca de manera ciertamente fiable a dicho organigrama8.

3

Véase GÓMEZ VOZMEDIANO. M. F.: «Impacto del alzamiento...», pp. 366-367. AHN. OO.MM. AJT. Leg. 55.833. S.f. 5 Años más tarde dicha recomendación volvería a repetirse ya que el Concejo en pleno dictó el 12 de febrero de 1584 instrucciones a tal efecto. AHM So. Libros del Concejo. Libro 16. S.f. 12.II.1584. 6 AHM So. Libros del Concejo. Libro 16. S.f. 21.X.1582. 7 Recuérdese en este sentido que aunque, en fecha tan temprana como 1539, se pasaba lista a los moriscos de Villarrubia de los Ojos para ver si asistían a misa, dicha medida no tuvo un carácter general en el conjunto de la región. Vid. GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos... op. cit., p. 56. 8 AHP To. Sección Diversos. Quintanar de la Orden. Actas del Concejo. D-246. Fols. 236r.o-v.o 21.II.1575. 4

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FIGURA 2. El Superintendente de moriscos y el organigrama concejil

En la cúspide del «sistema» se ubicaba el Concejo. Es el propio Ayuntamiento el que nombra al Superintendente de moriscos y a los «diputados», quienes le ayudarán en el ejercicio de sus tareas, dos en el caso concreto de Quintanar aunque se debe admitir que dicho número pudo variar tanto en función del número de cristianos nuevos de cada localidad como de las parroquias o barrios que hubiera en la misma. La misión de este superintendente consistía en vigilar el cumplimiento de la pragmática, en coordinar y

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supervisar al resto de delegados municipales encargados de vigilar a la minoría y, en último término, en informar y proponer al Concejo las medidas a tomar para con el grupo. A su vez, y en función de dichas recomendaciones, el cabildo podía informar al Gobernador (si nos situamos en territorio de Órdenes), al Corregidor (en localidades de realengo) o directamente al Rey, bien por medio del Consejo de Castilla en las ciudades realengas; bien a través del de Órdenes, si la villa o ciudad en cuestión caía en su ámbito competencial. Junto al intendente, y subordinados a él, se encontraban ciertos auxiliares encargados de llevar a la práctica las tareas de vigilancia más cotidianas. Estos personajes, que en Quintanar son denominados «diputados»9, tenían como una de sus misiones principales la de controlar, sobre el terreno, el cumplimiento de la Pragmática. Por ello, su labor consistió en realizar periódicas visitas a los lugares que los moriscos frecuentaban así como en controlar su asistencia a los oficios divinos. En general su número dependió de la cantidad de moriscos alistados en cada villa así como de las parroquias de cada una de ellas. Luis Fernández nos habla, por ejemplo, y para el caso concreto de Valladolid de cómo estos diputados recibían el nombre de «jurados» y de que su número, en la ciudad del Pisuerga, vino determinado por las colaciones de la misma10. Entre sus labores, nos dice Fernández, estaba la de visitar a los moriscos en sus parroquias una vez a la semana, toda vez que el «superintendente», allí llamado «regidor superintendente» hacía esa misma labor pero cada quince días. Dicha misión es en todo coincidente a la de los «semaneros» de Almagro, así llamados en una clara alusión a la ya mencionada obligación que tenían de visitar a los moriscos en sus parroquias. A ellos, y observando que los moriscos no asistían con regularidad a misa, el Concejo les ordena «que los señores semaneros fueren cada uno en su semana y vean y sepan y entiendan los moriscos que dexan de yr a misa. E para este efecto asistan uno de los dichos señores semaneros a misa en la ermita de la Magdalena y otro en la de San Sebastián que son en las donde los dichos moriscos van a misa. E a los moriscos que no fuesen a oyr misa los dichos domingos y fiestas de guardar les executen, por las penas en que incurriesen, dos reales de multa a cada uno»11.

En el ejercicio de sus funciones, estos delegados contaban con la colaboración de otros funcionarios municipales. De entre ellos, puede mencionarse 9 En Albacete recibían idéntico nombre. De su presencia en la ciudad y de su actuación en los diferentes barrios o «cuadrillas» nos da noticia ALFONSO SANTAMARÍA CONDE en «Albacete y la deportación...», p. 52. 10 FERNÁNDEZ MARTÍN, L.: Comediantes, esclavos y moriscos en Valladolid. Siglos XVI y XVII. Valladolid: Universidad de Valladolid, 1988, p. 162. 11 AHM Al. Actas del Concejo. Caja 5-XVI. Fols. 134r.o-134v.o 1.II.1584.

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a los alguaciles, encargados de velar por la seguridad de la minoría pero también de ejecutar las órdenes del superintendente y diputados en lo referente a cuestiones de tipo policial (detenciones, notificaciones, apercibimientos,...). Junto a los anteriores, el escribano público debía llevar cuenta del registro de los cristianos nuevos para lo cual, en Quintanar, se ordenó que «se conpre un libro en que se escrivan y pongan las listas de todos los moriscos». Igualmente, entre las tareas del escribano estaban la de custodiar dicho libro y la de informar periódicamente al gobernador o corregidor de dichas matrículas (censos). Por último, y junto a los funcionarios locales, se situaba el cura párroco de cada localidad o colación. Él era el encargado del desarrollo de todas las medidas de control en el plano religioso y, por tanto, tenía similares poderes a los que, a nivel civil, podía tener el superintendente, pero bajo la tutela de sus superiores eclesiásticos. Entre esas funciones estaban, principalmente, las de controlar la asistencia a los oficios divinos, la de vigilar el cumplimiento de los sacramentos y la de poner en práctica una activa política de catequesis, tareas éstas en las que estaba permanentemente auxiliado por los sacristanes de cada parroquia. A la luz de este sistema organizativo, el superintendente de moriscos se convertía en una figura que, si bien contaba con un poder limitado, fue relativamente importante porque de su gestión se derivaron muchas de las iniciativas generales que se tomaron con la minoría. En este sentido puede defenderse que sus funciones eran meramente ejecutivas en el ámbito local —siempre contando con la aprobación de sus superiores— pero que, sobrepasando dicha esfera y a una escala supra-municipal, también ejerció cierta influencia mediante lo que podríamos calificar como una labor consultiva. Baste un ejemplo para confirmarlo. En 1582, Juan Ramírez, superintendente de moriscos de La Solana, llevó al concejo de su localidad la súplica de «que los moriscos desta villa que biben en ella conviene que estén presos y trabaxen y no sean granjeros ni harrieros»12; petición que, mucho nos tememos, fue generalizada en toda Castilla y que, de una u otra forma, debió de llegar a oídos de los procuradores en Cortes quienes, en 1593, propusieron que se tomaran medidas muy similares a las recomendadas por Ramírez porque «se han hecho tenderos, despenseros, panaderos, carniceros, taberneros y aguadores, con lo cual recogen y esconden todo el dinero, y ninguno dellos compra ni tiene bienes raíces, y con esto están ricos y poderosos»13. No obstante, y aunque las propuestas de los superintendentes pudieran haber traspasado el ámbito local, no debe olvidarse que el ejercicio de sus 12

AHM So. Libros del Concejo. Libro 16. S.f. DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: «Notas para una sociología de los moriscos españoles», en Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos, XI, (1962), p. 49. 13

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funciones estaba limitado, precisamente, a cada uno de los municipios en los que habían sido nombrados y que, para todo y en todo, se sujetaron a la jurisdicción municipal. Ello es más fácil de entender en cuanto que conocemos que el pago de sus salarios correspondía exclusivamente a los concejos y ayuntamientos. Esta situación, normal a la luz de lo explicado, debió generar no pocos problemas en las arcas de algunos municipios, ya maltrechas de por sí a lo largo de la Edad Moderna. En este sentido parecía manifestarse el ayuntamiento de Corral de Almaguer cuando, a la altura de 1576, dirigió al Consejo de Ordenes una petición en el que se exponía que «el dicho conçejo en cunplimiento de una de las leyes destos reynos tiene señalada persona para que tenga quenta con administrar los moriscos que se truxeron del rreino de Granada y con procurar que oygan misa, y las demás cosas neçesarias, conforme a lo dispuesto por la dicha ley y es justo que por ello (...) [el Consejo] fuese servido de dar licencia al dicho conçejo, para que de sus propios pueda dar salario conpetente a la persona que tiene, o tubiere cargo de la administraçión de los dichos moriscos».

El Consejo haciendo gala de una de las más características actitudes de la burocracia filipina ordenó, días después, que se hiciera información acerca de tal materia y propuso la posibilidad de que fueran los propios moriscos los que, mediante una contribución destinada a tal efecto, se hicieran cargo del pago del salario de quien, precisamente, les vigilaba14.

7.3. ¿A quién vigilar? Aspecto externo y peculiaridades físicas Evidentemente, la pregunta que da título a este apartado tiene una respuesta fácil y evidente. Ahora bien, ¿eran los moriscos fácilmente reconocibles? ¿Se diferenciaban externamente del resto de sus vecinos? Entre las muchas posibilidades que brindan los censos también existe la de que dichos listados ofrezcan datos acerca del aspecto externo y caracteres físicos de los censados. En este sentido, y aunque la investigación ha avanzado mucho en los últimos años, aún nos queda mucho por saber. Fue Bernard Vincent quien, hace ya algunos años, se preguntó acerca de cuál fue el aspecto físico de los cristianos nuevos15. Movido por las dudas que a tal efecto se le planteaban, el historiador francés abordó dicho tema; 14

AHN. OO.MM. AJT. Leg. 55.833. S.f. Madrid. 14.V.1576. En la conferencia presentada al II Coloquio de Historia de Andalucía celebrado en Córdoba y publicado en 1983. Manejamos la traducción al castellano publicada en 1985: VINCENT, B.: «¿Cuál era el aspecto físico de los moriscos?», en VINCENT, B.: op. cit., pp. 303-313. 15

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primero para constatar cómo, entre los autores de la época, se produjo cierta división al respecto. Según el historiador francés, los hubo que defendieron la existencia de un genotipo exclusivamente morisco y de unas peculiaridades propias y diferenciadoras. Y en este sentido, nadie como Ginés Pérez de Hita para defender dicha postura. Los hubo por contra, que defendieron que apenas si existieron diferencias, Pedro de Valencia entre ellos16 pero también el propio Cervantes quien no introduce matiz diferenciador alguno al describir a Ana Félix, la hija de Ricote17. Tras su análisis, basado en el examen del censo de moriscos elaborado en Córdoba en 1573, Vincent llegó a la conclusión de que, en realidad, tampoco podían establecerse unos rasgos diferenciadores propios de los moriscos con respecto a los cristianos viejos y con ello demostró que los autores contemporáneos al problema, «llevados por una ciega pasión o por el gusto del detalle pintoresco, acentuaron una diferencia que estaba más presente en su espíritu que en la realidad»18. Es algo que, aunque de manera ciertamente reducida, también hemos podido constatar en La Mancha. Para nuestro análisis hemos utilizado dos padrones, inéditos hasta ahora, al menos hasta donde nuestro conocimiento alcanza: el primero de ellos, de Almodóvar del Campo, que hemos localizado en el Archivo Municipal de dicha localidad19; el segundo, de Almadén, custodiado en Simancas20. Para el caso de Almodóvar los datos proceden del padrón realizado en la villa a instancias del gobernador del partido en 1590. El censo fue elaborado en la iglesia de San Benito por el capellán Valenzuela, párroco, y por Antonio Gutiérrez, superintendente de moriscos, y arrojó un saldo de doscientos un cristianos nuevos. De ellos contamos con descripciones físicas para noventa y cinco, casi la mitad. Por su parte, las noticias de Almadén han sido extraídas del listado elaborado en la villa minera en 1579, esta vez por mandato del Consejo de Castilla. Es más completo que el anterior en lo referido a descripciones físicas (no así en lo referente a datos demográficos) dado que el objetivo perseguido con él, no era tanto censar a los presentes en la villa como averiguar los huidos y ausentes. Debido a ello está dividido en dos partes muy bien diferenciadas: una primera, en la que se censan los moriscos alistados en la villa y presentes en ella y una segunda en la que se hace relación

16

Ibídem, pp. 304-305. Quijote, II, LXIII. 18 VINCENT, B.: «¿Cuál era el aspecto físico...», p. 312. 19 Archivo Histórico Municipal de Almodóvar del Campo (en adelante AHM AC). Leg. 1. Doc. 117. 20 AGS. Sección Consejo Real de Castilla. Leg. 259. S.f. Fue el profesor Jerónimo López-Salazar quien, como en otras ocasiones, nos alertó de la existencia de este documento. Vaya desde aquí nuestro agradecimiento por ello. 17

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individual y detallada de cada uno de los ausentes. Precisamente por ello, esta segunda pieza aporta muchos más datos en lo referido a los caracteres físicos de las personas contenidas en la lista, aunque también es preciso señalar que, a medida que se avanza en el documento, dichas descripciones se van haciendo cada vez más ambiguas hasta desaparecer casi por completo a partir de la mitad del texto. No obstante, y como quiera que a efectos de análisis del aspecto externo de las personas, resulta totalmente indiferente el hecho de que estuvieran presentes o no en la villa, hemos decidido unificar los datos de una y otra lista. En total, contando hombres, mujeres y niños (presentes y huidos), se censaron cuatrocientas cuarenta y ocho personas (274 ausentes). Se han podido extraer datos referidos a su aspecto físico en 86, proporción inferior a la de Almodóvar. Una ultima precisión. De los ciento ochenta y un individuos descritos por ambos padrones, la mayoría (ciento cuarenta y tres) son varones. Dicho desequilibro responde a que, tanto en Almadén como en Almodóvar, los redactores de los padrones prestaron una atención especial a los cabezas de casa, mientras que las noticias acerca del resto de componentes de cada uno de los hogares son más difusas, casi inexistentes. La piel, su color, pudo ser, de cuantos rasgos poseyeron los moriscos el que, a simple vista, podía derivar en la percepción de mayores diferencias. En este sentido, los padrones estudiados no resultan especialmente ilustradores. En total se especifica dicho carácter en tan sólo diecisiete ocasiones, catorce de ellas para indicar que la persona en cuestión es «morena de rostro» y las otras tres para indicar que la piel de la cara tenía un aspecto «colorado». A ello podríamos añadir las seis veces en las que se indica que la persona tiene pecas, rasgo éste que, aunque sea indirectamente, podríamos asociar a personas con una tez especialmente clara. Nada más. A partir de dichos datos poco podríamos interpretar. Si acaso que los redactores de ambos censos prestaron una atención especial a aquellas personas que bien por tener una piel demasiado oscura, bien por tenerla más clara de lo normal, se separaban notoriamente de lo que, pensamos, pudo ser la situación más generalizada: la que permitiría hablar, en lo referente a los moriscos de ambas localidades, de un color de piel muy semejante al de los cristianos viejos. La diferencia tampoco parece ser la tónica predominante a la hora de describir la barba de los varones. En total se hace referencia a dicho concepto en setenta y dos ocasiones. De ellas, cuarenta y cuatro referencias nos informan acerca de la cantidad y disposición de la misma. En este sentido abundan los desbarbados (15) frente a los barbados (8), los «bien barbados» y «barbiespesos» (11) frente a los que tienen «un poco» o son calificados de «lampiños» (10). En cuanto al color, predominan las negras (22 ocasiones), frente a las rubias (2), pelirrojas (2) y castañas (2). Por tanto, y al tenor de dicha información, podría apuntarse cierta igualdad numérica entre personas rasuradas y con barba y, dentro de

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estas últimas, mayoría abrumadora de colores morenos, algo que, a decir verdad, tampoco permite establecer diferencias específicas entre moriscos y cristianos viejos dado que, como todo el mundo sabe, en el genotipo hispano (si es que se puede hablar de él) abundan las personas morenas frente a las rubias. Algo que también puede hacerse extensible al color del cabello. En total se hace referencia a dicha característica en veintidós ocasiones. De ellas, en diez se especifica que la persona es «entrecana»; en dos momentos cana; por tres rubia y en dos ocasiones más se hace referencia a que el individuo en cuestión es calvo. El resto de veces (cinco) se abunda en el color negro o muy negro del pelo. Ello nos haría pensar, una vez más, que los redactores de los padrones incidieron en sus testimonios en aquellos rasgos que se apartaron de lo normal (personas rubias, canas y calvas), algo que, de manera tangencial, podría decantar nuestra conclusión en favor de que la mayor parte de las personas eran morenas o castañas. Como se ve, algo tampoco radicalmente diferente de lo que podría ser lo normal. Ese carácter extraordinario del relato de los redactores de los padrones queda totalmente manifiesto cuando nos detenemos en las peculiaridades y «rarezas». En este sentido el censo de Almodóvar es mucho más rico que el de Almadén. En él, las precisiones y acotaciones son de lo más variado. Se señala especialmente la presencia de personas con lunares (9 veces), verrugas (hasta en ocho ocasiones) o con señales en la cara (7) o en la frente (6). En menos ocasiones se habla de personas melladas (5), con viruelas (3), tuertas o bizcas (2), con manchas, escalabradas, chatas, con los dientes claros, con la boca torcida,... Por último la altura, rasgo presente en setenta y ocho ocasiones a lo largo de los dos textos. La nota predominante, en esta ocasión, son las personas de mediana estatura (27), frente a los pequeños de cuerpo y bajos (23) y aquellos otros, que por encima de la media, son calificados como «de buen cuerpo» (15) y altos (13). En realidad, tampoco puede percibirse nada que no podamos ver hoy como normal. La variedad es la tónica predominante. Como decíamos al principio, los datos son demasiado pocos como para poder extraer conclusiones definitivas. Si acaso, lo que podría decirse es que, como bien apunta Vincent citando a Caro, no parece observarse diferencia racial alguna entre la población morisca y la cristiana vieja, situación que el antropólogo situaba en el reino de Granada y que el historiador francés hace extensible a toda la península21. Las diferencias, por tanto, no existieron. Se buscaron. Y mientras se encontraron, lo mejor que pudo hacer la burocracia filipina fue tener

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VINCENT, B.: «¿Cuál era el aspecto físico...», pp. 312-313.

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controlada a la minoría mediante censos como los estudiados, mediante listados, limitaciones y prohibiciones.

7.4. El problema de la lista Ese control tuvo una de sus más significativas manifestaciones en la disposición que impedía el libre tránsito de los cristianos nuevos fuera de cada una de las localidades en las que habían quedado «alistados» tras su llegada desde Granada. Con dicha medida se pretendía evitar que, en sus movimientos, los moriscos deambularan libremente extendiendo sus ideas, haciendo gala de su fingida conversión y estableciendo contactos más o menos fluidos con otros miembros de la minoría. En el trasfondo de la misma se encontraba el temor de las autoridades castellanas a que, mediante esos contactos, pudieran reverdecer viejos conatos subversivos o, lo que es peor, una nueva rebelión. Para llevar a buen término dicha orden se elaboraron listados de moriscos en todas las localidades castellanas: las famosas matrículas. En Albacete, el primero de estos recuentos data de octubre de 1572 y se volvería a repetir en 1574, 1576 y 158022. En Quintanar, ya lo hemos visto, dicha tarea correspondió desde 1575 al alcalde de moriscos de la villa pero en otras localidades el proceso quedó en manos del clero. Así ocurrió, por ejemplo, en Alcaraz, donde nada más llegar los moriscos, los párrocos de dos de sus colaciones redactaron sendos libros de matrícula de «los moriscos que se repartieron en esta yglesia del señor sant Miguel», y de «todos los moriscos que son vezinos de san Ygnacio»23. Dicha matrícula, por cierto, se repetiría en esta última parroquia en 1575. En este sentido la implicación de las autoridades locales fue de una total entrega. Desde el primer momento se arbitró todo un programa de medidas que pretendieron contener los movimientos de población morisca, ya patentes en esas fechas. El comentario del gobernador del Partido de Uclés que hemos visto más arriba, sugería la posibilidad de que se pusiera a «una persona en cada pueblo con salario de los propios de los conçejos o de gastos de justiçia, que tenga rregistro de los tales moriscos y que cada domingo los visite en sus casas y les tome alarde para si alguno faltare»24. ¿Se inspiraría Felipe II en peticiones como esta para «crear» al superintendente? Es posible. Sea como fuere, el caso es que, siguiendo dicha recomendación, o lo que es más probable, inspirados por el mismo problema, los 22

Cf. SANTAMARÍA CONDE, A.: «Albacete y la deportación...», pp. 50-53. AD Ab. Libros parroquiales. Alcaraz. Bautismos. ALZ 59, fols. 1r.o-1v.o (18.IX.1571) y ALZ 79, fols. 81r.o-81v.o (1573), respectivamente. Para San Ignacio, en 1575, AD Ab. Libros parroquiales. Alcaraz. ALZ 79, fols. 77v.o-78r.o (debería decir 87v.o-88r.o). 24 AGS. Cámara de Castilla. Leg. 2.160. Fol. 37. 23

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regidores de La Solana dispusieron en 1573, que «de mes a mes los junten [a los moriscos] en la yglesia, y los pasen por matrícula, para que se vea si alguno falta y hagan buscarlos como está dicho»25. A similares conclusiones, en lo que ya parecía ser un problema común a toda Castilla, llegó Melchor Pérez, gobernador del Campo de Calatrava, quien dispuso que, en Almagro, «oy domingo por la mañana, veynte y cinco días del mes de abril de myll e quinientos y setenta e quatro años por mandado del señor Licenciado Melchor Pérez de Torico, Governador desta provinçia, en la plaça pública de la dicha villa, por boz de pregonero, se pregonó que todos los moriscos del Rreyno de Granada se juntasen oy a las dos después de medio día en el ospital de las Comendadoras para hacer lista general e que no faltase ninguno so pena de perdimiento de sus bienes»26.

La generalización de estas medidas al conjunto de las localidades manchegas supone el inicio de todo un programa de actuación tendente a limitar los movimientos de la minoría. A partir de este momento, y con las disposiciones de la Pragmática como telón de fondo, los moriscos fueron sometidos a un estrecho cerco en el desarrollo de sus actividades cotidianas. Se vio inmerso en dicha dinámica el conjunto de los granadinos pero también los antiguos que, en función de los privilegios concedidos en 1502, no habían visto coartada su libertad de movimiento con anterioridad al conflicto alpujarreño. Especialmente sensible a este tipo de prohibiciones fue aquel sector de la población cristiano nueva que optó por dedicarse a tareas relacionadas con el mundo del comercio, la arriería en especial. Pero, al contrario de lo que puede suponerse, los movimientos fueron más frecuentes y llegaron más lejos de lo que las autoridades castellanas hubieran deseado. La obligación de llevar consigo un «pasaporte» para poder desarrollar la actividad comercial o simplemente para viajar de una villa a otra, se había convertido en un verdadero salvoconducto que autorizaba a todo aquel que lo poseía a moverse libremente por Castilla. En este sentido, debe admitirse que la autoridades locales, aun a pesar de su celo inicial, fueron bastante condescendientes en la concesión de este tipo de licencias y ello derivó en una situación que, más que rechazada, fue vista con preocupación desde Madrid porque, so pretexto de la posesión de este tipo de licencias, muchos moriscos habían violado una y otra vez los límites impuestos para su utilización. Es más. En ocasiones, se llegó al extremo de falsificar dichos pasaportes. Así nos lo hace saber Gómez Vozmediano cuando nos cita el caso

25 26

AHM So. Libros del Concejo. Libro 10. S.f. AHN. OO.MM. AJT. Leg. 39.195. S.f.

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concreto de Pedro Marín quien, en julio de 1570 fue apresado en Almadén tras modificar a su antojo la fecha de validez de los pasaportes de Bernabé de Zárate y Alonso Sánchez para que estos pudieran permanecer durante, al menos un mes más, en la villa minera27. El asunto no quedó ahí. Profundizando en dicho pleito se observa cómo Marín se había convertido en todo un profesional de la falsificación de pasaportes ya que en el mismo proceso se incluye la requisitoria que el corregidor de Córdoba hizo al gobernador de Almagro para pedirle información acerca de tres moriscos «que se nombraron Alonso García y Miguel García, su hijo y Juan de Granada, diziendo averse venido de las partes y lugares donde están alistados sin cédula ni pasaporte contra lo proveído e mandado por su magestad»28. En su respuesta, el gobernador del Campo de Calatrava hizo saber al corregidor que los pasaportes originales los custodiaba él mismo porque le rondaba la sospecha de que los permisos que los moriscos estaban presentando en sus continuos viajes eran falsos. Comenzada la investigación, el gobernador de Almagro llegó a acumular pruebas en contra de Marín, de las cuales destaca sobremanera el testimonio de Juan de Granada, morisco alistado en La Solana que «dixo que lo que pasa es que estando este confesante en la villa de Almagro le dixo a un morisco que se dize que es de esa villa e se dize Marín, que es un honbre alto de cuerpo, y cano y muncha varba y cana que le diese un pasaporte y lo pidiese a la justiçia y el susodicho se lo dio a este confesante y le dixo que la justiçia de la dicha villa le avía dado el dicho pasaporte y él se lo traya»29.

Ante hechos como estos, no es de extrañar que el Consejo reaccionara. Diez años tardó en hacerlo pero al final, los consejeros admitieron que la política desarrollada hasta ese momento había resultado un fracaso ya que «no a sido bastante rremedio para oviar que los dichos moriscos no se ausenten de los pueblos donde están alistados porque con la ocasión que toman de las liçençias y pasaportes que se les dan, se ausentan y ban a donde quieren y lo que peor es, que desta libertad y poca quenta que con ello se a tenido y de pedir las liçençias y pasaportes que se les dan, unos para otros mudándose los nombres y usando de otros engaños y cautelas an benido a tener ocasión de haçer como han hecho munchas muertes, rrobos y salteamientos ansí en el rreino de Toledo como en otras partes destos rreinos y otros daños e yconbinientes que dello se an seguido»

27 28 29

GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos... op. cit, p. 95. Ibídem. Ibídem.

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Por ello promulgó una nueva pragmática que ampliaba las restricciones impuestas por el texto de 1572 y ordenó a las autoridades locales que «hagáis que a cada uno de todos los moriscos que binieron del nuestro rreyno de Granada y bibieren y estubieren alistados en los pueblos de buestra juridiçión se les de y traiga un testimonio sinado de el escibano del ayuntamiento o conçejo de la çiudad o villa del partido donde el tal morisco estubiere rrepartido; en el qual testimonio se declare su nonbre propio y el sobrenonbre y de dónde es natural y dónde está rrepartido y alistado y qué hedad tiene y las señas de su estatura y rrostro y de otras partes del querpo y el ofiçio o trato que tuviere y la casa o parroquia de donde bibiere. Y este testimonio se de a cada morisco sóla una vez y no más y aquel, como dicho es, se le aya de dar el dicho testimonio del ayuntamiento o concejo con buestra asistençia, sin por ello llebar derechos algunos y no le pueda dar otro escribano alguno para que unos moriscos no lo puedan prestar a otros ni aprobecharse del, ni haçer cautela alguna30.

Se pretendía, con ello, que la concesión de permisos fuera única, personal y definitiva y el Consejo se mostraba dispuesto a no conceder más pasaportes salvo en caso de que, ante una situación de extravío, se hiciera necesaria la expedición de una nueva acreditación. Para ello impuso un régimen de tramitación administrativa mucho más complejo, en el que la responsabilidad de cualquier problema surgido con los salvoconductos recaía no en el morisco sino en el escribano encargado de expedir dichas licencias. Completaban las disposiciones la obligación para todos los moriscos de tener un documento acreditativo de su vecindad; la imposición de penas de hasta treinta días de cárcel y diez mil maravedíes para quien no los tuviera y la prohibición, para las autoridades municipales y de partido, de expedir licencia a quien no acreditara residencia en la circunscripción en que se pedía dicha prerrogativa. Por tanto, a partir de 1582, se hizo necesaria la posesión de un testimonio de vecindad para poder obtener una licencia de movimiento. La restricción no era baladí porque suponía cortar de raíz la causa principal del fraude ya que muchos de los que optaron por solicitar este tipo de licencias se sirvieron de su anonimato en localidades alejadas de la suya para obtener no uno sino varios salvoconductos en diferentes villas. El caso de Marín, ya mencionado, puede ser un ejemplo. Como el de Francisco de Mendoza que alistado en Almagro, se trasladó ilegalmente a Malagón, donde pretendió obtener una nueva licencia31.

30 AHN. OO.MM. AJT. Leg. 35.583. S.f. La pragmática se firma en Madrid con fecha 12.IX.1582. 31 AHN. OO.MM. AJT. Leg. 41.976.

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La promulgación de las disposiciones de 1582 repercutió en un aumento del celo con el que las autoridades locales se entregaron a su cometido de vigilar a los moriscos. No es de extrañar ya que las órdenes recibidas desde Madrid habían supuesto una llamada de atención a su profesionalidad, cuando no un correctivo a la indolencia con la que, al parecer, habían venido comportándose en este sentido. En adelante, gobernadores, alcaldes y regidores reclamaron de muchos de sus vecinos moriscos, no sólo el testimonio de su vecindad sino también, y junto a él, el aval de un tercero que pusiera a disposición de la autoridad sus bienes y dinero (incluso a veces su propia libertad) en caso de que el avalado no volviera tras la expedición del correspondiente permiso. Así lo hizo, por ejemplo, Jerónimo Ruiz, morisco que avaló a los hermanos Francisco y Diego de Cabra para que se les concediera libertad de movimiento durante todo el año 159632. Este recurso fue relativamente frecuente y determinó cierta facilidad a la hora de permitir el libre tránsito y el desarrollo de actividades comerciales por parte de sus beneficiarios. Casos como el de Jerónimo Ruiz se dan en muchas localidades y en algunas de ellas con una frecuencia y periodicidad que, al menos, podemos calificar de llamativas. Por ejemplo en Villarrobledo, donde entre enero y marzo de 1594 se otorgaron siete de estos avales33; o en El Toboso donde, en el exiguo plazo de dos días se concedieron seis34. Su utilidad fue manifiesta, incluso teniendo en cuenta que su uso suponía renunciar a ciertas libertades y asumir ciertos riesgos, sobre todo por parte del avalista: «ante mi el escrivano e testigos paresçió presente Lorençio Hurtado, xpno. nuevo desta villa y dixo que haçía e hizo fianza por Diego de Linares, xpno. nuevo, vezino y alistado en esta villa y se obligó por su persona e bienes avidos e por aver, que dentro del término que se le diere en quales quier pasaportes y lizençias que se le conzedieren en este año de noventa y quatro, bolberá a esta villa, a su vezindad y alistamiento y guardará el horden que por los dichos pasaportes se le diere sin exceder della y, no lo haçiendo y cumpliendo ansí, él como tal, pagará todos los daños, yntereses y costas que en raçón dello se siguieren e recreciesen. E más, pagará a su Magestad çien ducados para ayuda de un galeote, de todo lo qual se constituyó por depositario»35. 32

AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.233/10. Fol 27r.o 29.VII.1596. AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.233/9. S.f. 13.I.1594, 30.I.1594; 30.I.1594; 20.III.1594; 21.III.1594; 25.III.1594. 34 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg.13.360. S.f. 6.III.1584. Iguales avales para García Zarco, García de Molina, Diego Chacón, Ginés Zarco y Hernando de Molina, todos moriscos granadinos alistados en El Toboso. AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.360. S.f. 8.III.1584. Todas ellas, iguales en contenido, ponían bienes muebles e inmuebles a disposición de la justicia en el caso de que los moriscos, que tenían permiso para ir a comerciar a Toledo seis veces al año y para moverse indefinidamente en nueve leguas alrededor de la villa, quebrantaran dichas imposiciones o no volvieran a la misma. 35 AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.233/9. S.f. 30.I.1594. 33

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Como resultado de la pragmática de 1582, el uso de este tipo de avales parece hacerse habitual a partir de la década de los ochenta del XVI y fue utilizado por la autoridad como otro de los tantos medios de que se disponía para coartar la libertad de movimiento de los cristianos nuevos dado que, al contrario de lo que ocurría antes, entraban ahora en juego, no sólo la reputación y libertad del morisco sino también la de terceras personas que, debido a la negligencia o mala fe del primero, podían verse enormemente perjudicadas. Como vemos, ya no sólo se ejerce una coerción sobre el individuo, sino que, a través de mecanismos administrativos, mentales y sociales, los municipios que optaron por este sistema lograron implicar en el cumplimiento de las ordenanzas a toda la comunidad del sitio, máxime teniendo en cuenta que en un alto porcentaje de las ocasiones, estos avalistas fueron, precisamente, moriscos. De ello tenemos constancia, por ejemplo, en los ya mencionados casos de Villarrobledo, donde cinco de las siete licencias tuvieron un avalista cristiano nuevo. Y a buen seguro que dicha política debió de dar sus frutos puesto que es precisamente a partir de este momento cuando el número de pleitos asociados al incumplimiento de «la lista» se ve reducido. A pesar de ello, los movimientos se dieron y fueron constantes a lo largo de los años que mediaron entre la llegada de los granadinos y la expulsión. No creemos, sin embargo, que dicha circulación estuviera motivada por un deseo de conspiración. La realidad fue más prosaica. El destierro de 1570, precipitado y caótico en muchas ocasiones, había forjado auténticas tragedias personales. Hijos separados de sus padres, mujeres virtualmente viudas al quedar en lugares diferentes de los de sus maridos y, en general, familias separadas. Ese es el panorama que la expulsión de Granada dejó tras de sí y que los moriscos decidieron cambiar, aun a riesgo de poner en peligro sus haciendas y libertad. La cuestión familiar se alza, por tanto, como uno de los principales factores que desencadenaron tanto migraciones clandestinas como peticiones de cambio de residencia. Uno de estos casos es el de Luisa Ruiz, natural de Vélez Blanco, que en 1583 fue juzgada por trasladarse sin permiso desde la villa de Huete, donde había sido alistada, hasta Villamayor de Santiago, localidad en la que residía Alonso López de Sandoval, su futuro marido. Durante el desarrollo del proceso la morisca intentó demostrar que vivía en Villamayor desde 1580 —incluso presentando testigos que así lo corroboraban— pero al final incurrió en contradicción diciendo que «vino a la dicha villa sin licencia porque creyó que era suficiente con ser notorio que se iba a casar». Por ello, fue condenada a una pena de ocho ducados de multa que le fueron tomados de la confiscación de sus bienes, ropas y vestidos36. Su caso es muy similar al de María Pérez, alistada en

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Quintanar, que a sus sesenta y un años fue condenada a pagar diez mil maravedíes37 por haber «salido y estado fuera de la villa y su término muchos días»38 con motivo de la visita que, en la vecina Pedro Muñoz, hizo a su hija. Quizás, y para evitar tan dramática situación, hubiera sido aconsejable la solicitud de un permiso de traslado. Este fue otro de los cauces que los moriscos tuvieron a su disposición —bien que de una manera limitada— para evitar ser apresados o tenidos como fugitivos por las autoridades. Debió ser utilizado en muchas menos ocasiones ya que para obtenerlo se hizo necesaria la existencia de causas que justificaran ese cambio; pero, además, y dado el carácter tan subjetivo que pudo tener la apreciación de dichas causas, entró en juego aquí, también, la buena o mala voluntad de la autoridad competente en dicho asunto. Por esta solución optaron, por ejemplo, Melchor de Villarreal y Beatriz Ruiz, su mujer, que decidieron solicitar dicho cambio de residencia ante el Consejo de Órdenes aduciendo que era en Ciudad Real y no en Almagro donde ellos tenían «a sus deudos e parientes»39. Este tipo de argumento no parece que diera muy buenos resultados pero en ocasiones, la unión de la buena voluntad del morisco y de la connivencia con el juez encargado de dictaminar acerca del caso, arrojó resultados claramente positivos para el cristiano nuevo. Así pareció ocurrirle a Fernando de León que no encontró muchos impedimentos para abandonar Quintanar y casarse con doña María de Chinchilla, cristiana vieja. Al parecer, la influencia de esta rica hacendada de Villamayor permitió que, finalmente, el morisco pudiera contribuir al «buen govierno de la hacienda de mi esposa»40. Como vemos, no había mejor sistema que recurrir a relaciones más que extraoficiales para que los cristianos viejos, mirando hacia otro lado, obviaran puntualmente algunas trasgresiones. Cuando no pudo ser así, la negativa y la consiguiente imposibilidad de cambiar de domicilio condicionaron el que los moriscos quedaran abocados a convertirse en permanentes fugitivos. No obstante, aún quedaban otros recursos, si bien más complicados de poner en práctica, incluso más peligrosos. Uno de ellos consistió en tratar de demostrar un más que hipotético origen cristiano viejo. Así quisieron presentarse Ambrosio y Luis de Cazorla, moriscos de Alcázar de San Juan, pero los argumentos utilizados no parece que lograran convencer al licenciado fray Diego Jiménez, que, en su calidad de Vicario y visitador general del Priorato, condenó a ambos hermanos y a sus familias a que 37 También y al igual que en el caso de Luisa Ruiz, María se declaró insolvente y tuvo que pagar la multa embargando sus bienes. 38 AHN. OO.MM. AJT. Leg. 50.433. Fol. 1v.o 39 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 30bis/3. Fols. 66r.o-66v.o 24.X.1588. 40 AHN. OO.MM. AJT. Leg. 61.400. S.f.

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«fuesen puestos en la lista de los naturales del Reyno de Granada del Alçamiento del y que, como ellos, fuesen obligados a acudir a su lista, a oyr misa y asistir a los officios divinos de la misa maior en la parrochial de Sancta María de la dicha villa, los domingos y fiestas y en otras cosas en él contenidas»41.

Este fue un recurso al que acudieron, tanto los antiguos como los granadinos. Los primeros porque desde el final de la guerra de las Alpujarras habían visto limitados sus movimientos; los segundos esperando poder «demostrar» un origen al que, dada la lejanía con Granada, se esperaba que no se opusiera nadie. Sin embargo, la todopoderosa burocracia filipina no se dejó amedrentar por tales pretensiones y, aun a riesgo de prolongar muchos procesos, recurrió una y otra vez a comprobaciones que en la mayoría de las ocasiones llevaron a que todas las instancias judiciales implicadas en los mismos establecieran cauces de colaboración mutua que sorprenderían al más diligente de los burócratas actuales. En este sentido, y aunque los moriscos se afanaron por presentar una y mil probanzas y testimonios en su favor, fue relativamente complicado engañar a las autoridades. Es más, el empeño en demostrar una «pureza» más o menos verídica podía acarrear graves problemas a los moriscos. Así le ocurrió a los hermanos Cubillo y Minxaforte que, tras no presentarse al llamamiento hecho por las autoridades, fueron encarcelados. En su defensa, Felipe de Minxaforte, uno de los acusados, defendió que tanto él como su hijo eran segovianos de nacimiento y de origen cristiano viejo «y por tales están declarados por sentençia dada por los señores alcaldes del crimen de la Chancillería Real de Granada e como tales está declarado poder traer armas e goçar de las otras preemynençias de los xpianos. viejos»42. Al parecer, tal testimonio sirvió de poco. Como vemos, los argumentos podían ser de lo más peregrino, pero no era para menos: ser declarado cristiano viejo implicaba el goce de unas prerrogativas que, para todo morisco, resultaban, cuanto menos, imposibles de alcanzar. En este sentido, el argumento del origen cristiano viejo también fue utilizado con el objetivo de ver reconocido el derecho a portar armas. Y ese derecho, del que los «limpios de sangre» nunca quisieron prescindir, fue el que llevó tanto a moriscos como a cristianos viejos a demostrar, como fuera y por los medios que hiciera falta, que no pertenecían a la casta de Mahoma. Pero, ¿por qué en este preciso instante y no antes? Sencillamente, porque ahora, más que nunca, era importante no estar manchado. Ahora, justo en el momento en el que la convivencia entre los dos grupos imponía para los cristianos viejos la necesidad de demostrar y dejar patente su 41 42

AGP. Leg. 711. Exp. 2. Fols. 108r.o-108v.o Véase DOCUMENTO XI. AHN. OO. MM. AJT. Leg. 39.195. S.f.

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superioridad. En esta tesitura es donde cabe encuadrar los argumentos de Lorenzo García, que fue sometido a juicio por el alcalde mayor de Almagro debido a la sospecha acerca de su origen. Y es que Lorenzo «en la çiudad de Granada naçió, porque al tienpo que este confesante naçió estaban sus padres y rresidían en la çiudad de Granada y en una villa questá a media legua de la dicha ciudad que se llama Uxixar de la Vega»43.

La guerra de Granada había hecho que, tras haber permanecido toda su vida en la Vega, Lorenzo emigrara con su familia a La Mancha y que, tras su llegada, fuera confundido con un morisco. Casos como el suyo debieron ser relativamente frecuentes, como también debió ser el de aquellos castellanos que después de la guerra se desplazaron al antiguo reino nazarí44 y luego decidieron volver a la «patria» de sus padres. Así parece que le ocurrió a Lorenzo, quien logró demostrar que sus progenitores eran naturales de Villarrubia de los Ajos, sobre todo después de que Gabriel de Peñalosa, el fiscal del corregidor de Ciudad Real, certificara que tanto él como sus hijos eran vecinos de la ciudad y «desçendientes por línia directa de barón y naturales de la villa de Villarrubia y por esta rraçón no ser de los conprehendidos en las listas y consinaçiones de los moriscos del rreino de Granada que por mandado de su Magestad se alistaron en estos rreinos»45. 43

AHN. OO.MM. AJT. Leg. 38.583. S.f. En este sentido conocemos casos de manchegos que, aprovechando la Pragmática de repoblación del reino de Granada, optaron por trasladar su lugar de residencia al antiguo reino nazarí. Así le ocurrió a Pedro Martínez, de El Toboso, que ya en 1572 otorgó poderes en la ciudad de Granada para que se le avecindara allí o en Ugíjar (AHP TO. Sección Protocolos Notariales. Leg 13.347. S.f. 12.II.1572). Como Pedro, muchos otros. Su procedencia fue diversa. A Dólar fueron a parar algunas familias de Alcázar. Miguel de Juan recibió, una casa, dos solares, un huerto y varios bancales. En Cúllar-Vega se avecindó Juan Ruiz, que dejó atrás su vida en Almedina. Allí, también llegó Francisco de Priego, natural de Saelices. Pedro de Montalbo y Antonio de Contreras llegaron a Lanjarón desde Dos Barrios. Hasta Huéscar se desplazaron Juan López desde Alcaraz, Juan de Villafranca desde la localidad homónima y Hernando de Maza desde los Hinojosos. A Güejar de la Sierra, por último, llegaron manchegos de la más diversa procedencia, incluso en un número ciertamente inusual: desde Almagro tomaron camino los Temino, Juan, el padre, y Juan Bautista y Alonso, los hijos. Junto a ellos, Juan de Acosta y Sebastián de Palacios, también de Almagro; Pedro García, de Albacete; Juan López de la Fréila y Francisco de la Fréila, de Colmenar de Oreja; Cristóbal de la Fréila, de Villarejo de Salvanés; Andrés de Morales y Alonso Hernández Zarco de Quintanar, Pedro Gómez de Villarrubia de los Ojos; Juan de Robles de La Solana y Juan García de Palacios de Daimiel. Para los ejemplos vistos: Archivo Histórico Provincial de Granada (en adelante AHP Gr). Libros de Apeo y Repartimiento. Libro 62. Fols. 27r.o-28r.o; 89r.o-90r.o; 112r.o-113r.o y Libro 98. Fols. 5r.o-8r.o y FERRER, M. (ed. y est.): Libro de Apeo y Repartimiento de suertes de Guexar de la Sierra. Güejar de la Sierra: Ayuntamiento, 1999. 45 AHN. OO.MM. AJT. Leg. 38.583. S.f. 44

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Su caso, muy similar al del Íñigo de Navas46, viene a demostrar que, en cuestiones de honra, a los castellanos no se les podía molestar y que, en ese sentido, la solidaridad que tanto se menciona cuando se habla de los moriscos, también tenía cauces de actuación muy bien definidos en el seno de la comunidad cristiano vieja. De ello, nos da una idea el pormenorizado testimonio que, en el pleito del propio Íñigo, ofreció en su favor Juan de Morón, guarnicionero de Almagro, que declaró conocer a su padre, que era sastre, y a su abuelo, Lorenzo de Navas, que era herrador y albéitar y que siempre «los tuvo e vido nombrar por xpianos. viejos, y este testigo los vio llegarse a las juntas y fiestas de los xpianos. viejos e les vio traher armas libre y públicamente como tales y en esta rreputaçión y posesión los tubo e vio tener y nonbrar de quarenta años a esta parte hasta que este testigo vino de Granada debajo del bando de moriscos quando salieron de la dicha çiudad de Granada y por esta raçón tiene al dicho Íñigo de Navas por tal xpiano. viejo»47.

Otro de los recursos que los moriscos emplearon para lograr una más o menos amplia libertad de movimiento fue buscar el enfrentamiento de competencias. Así debieron entenderlo Francisco de Mendoza y su mujer (de los que ya hemos hablado más arriba), que, residiendo en Almagro, optaron por marchar a la vecina villa de Malagón, situada no bajo el control de la Orden de Calatrava sino en los dominios de María Luisa de la Cerda, señora de la villa. En el ánimo del matrimonio Mendoza debió pesar la idea de que, enfrentando a los dos señores, se daría inicio a un largo proceso que acabaría por olvidar su mudanza pero, al menos en esta ocasión, la treta no salió bien para los moriscos ya que, si bien fueron provistos de pasaporte con el que acudir a las ferias de Alcázar, Consuegra y Montiel —así también lo solicitaron del Consejo—, el hecho de que sus familiares más directos residieran en Malagón, no fue suficiente motivo para evitar que tuvieran que acudir, en Almagro, a «los llamamyentos e juntas que de los moriscos del Reyno de Granada se haçen, syn faltar a ninguna dellas»48. Este último ejemplo nos introduce de lleno en el segundo de los motivos principales que empujaron a los moriscos a quebrantar las disposiciones legales en torno al cambio de residencia: el laboral. Huelga decir que, con frecuencia, trabajo y familia se vieron interrelacionados y que ambas cuestiones, casi siempre, fueron las dos caras de una misma moneda. Así parece ocurrirle a Andrés Harlo, que solicitó el cambio de su vecindad desde Ciudad Real a Piedrabuena apoyando su reclamación en

MEZ

46 AHN. OO.MM. AJT. Leg. 37.113. S.f. El desarrollo completo del proceso en GÓVOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos... op. cit., pp. 100-102. 47 Ibídem. 48 AHN. OO.MM. AJT. Leg. 41.976. S.f.

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«que en la dicha villa de Piedrabuena, que la dicha villa es tres leguas y media desta dicha Cibdad Rreal, poco más o menos, y en la dicha villa él tiene muchos deudos y parientes, los quales tienen arrendadas huertas muy buenas y caudales donde él trabajar para se poder sustentar con su muger y casa y ansimismo ay muchas huertas donde poder ganar de comer los vezinos de la dicha villa y a causa de la mucha gente que ay en esta cibdad de trabajadores, ansí de cristianos viejos y moriscos y no poder salir desta cibdad por estar la dicha villa fuera de mi consignación»49.

En dichas peticiones pesó, por tanto, el deseo de lograr un mejor nivel de vida junto a la familia. Se vieron abocados a las mismas muchos jornaleros que, como Andrés, no encontraban el acomodo suficiente en las localidades en las que primitivamente fueron alistados. El caso del ciudarrealeño supone, además, una excepción porque constituye uno de los pocos ejemplos en los que un morisco pide el traslado de su consignación desde el ámbito urbano hasta el medio rural. Bien es verdad que Ciudad Real fue uno de los núcleos de Castilla que más moriscos recibió tras el destierro de las Alpujarras y que el conjunto de su población morisca llegó a representar en la década de los setenta del XVI más de un 28% del total de su población. En esa tesitura, la petición del morisco resulta hasta cierto punto comprensible, pues las posibilidades de encontrar trabajo parece que eran limitadas en la ciudad. Sin embargo, lo más normal fue que, cuando se planteara la posibilidad, el morisco decidiera cambiar campo por ciudad. No en balde, ésta última ofrecía un modo de vida más acorde a su personalidad, ya que en ella el anonimato era más fácil de conseguir. En la ciudad, por tanto, el morisco podía sentirse menos presionado, liberado del cerco que imponían las miradas de sus vecinos del pueblo. Así debió pensarlo Luis Jiménez que solicitó el cambio de su casa desde Villanueva de la Fuente a Alcaraz «que es cabeza de partido donde está la dicha villa»50. No obstante, creemos que, en la mayoría de las ocasiones, el motivo fue puramente laboral. Se vieron inmersos en esta situación, y además de manera recurrente, los mercaderes, arrieros y trajinantes que, a pesar de contar con visados especiales para el desarrollo de su labor, optaron por alargar el periodo de validez de los mismos e incurrieron, con ello, en el incumplimiento de lo ordenado. Este pasaporte es el que permitió a Juan Martínez salir airoso del proceso que se siguió contra él51. Juan, de veintisiete años y natural de Vélez, se dedicaba, al igual que en tiempos hiciera su padre, a trajinar con mercadurías varias por tierras de Castilla y en

49 50 51

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 34-6. Fols. 3r.o-3v.o 3.II.1584. AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 130/1. Fol. 220v.o 12.III.1604 AHN. OO.MM. AJT. Legajo 54.065. S.f.

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noviembre de 1595 fue apresado por el alguacil de la villa de Ocaña y acusado de «no hallar testimonio de su lista y vecindad», que él decía que se situaba en Palencia. Tras ser condenado en primera instancia decidió apelar mostrando ante el Consejo el pasaporte que le facultaba para desplazarse por toda Castilla en el ejercicio de su trabajo. En el caso concreto de las licencias para el desarrollo de la arriería, la concesión de las mismas corría también por cuenta de las autoridades locales, aunque siempre bajo supervisión directa de los comisarios de la Corona. Estos salvoconductos facultaban a su portador para moverse libremente en un determinado territorio y por un periodo de tiempo también limitado. No es de extrañar, por tanto, que las peticiones de este tipo de licencias fueran relativamente frecuentes y que los moriscos se mostraran dispuestos a pagar importantes cantidades de dinero a cambio, no ya de obtener dichos permisos, sino tan sólo de intentar obtenerlos. Ese fue el caso del amplio grupo de mercaderes y arrieros de Ciudad Real, todos moriscos, que, capitaneados por Jerónimo de Málaga, pagaron a Ginés Sánchez del Castillo nada más y nada menos que doscientos cincuenta ducados «y una renta de albricias», únicamente por el desarrollo de las gestiones que éste último debía hacer ante el Consejo para conseguirles un permiso oficial que les permitiera ejercer su oficio de trajinantes52. Sin embargo, no debieron confiar mucho los moriscos en el buen hacer de su representante dado que, aun a costa de continuar por dicha vía, el mismo día otorgaron otro poder a Diego Zapata para que éste «pueda parescer ante el Rey nuestro señor e señores del su Consejo e pedir e suplicar nos mande dar su provisión para que podamos traxinar e andar libremente por estos sus Reynos e señoríos guardando las Reales pramáticas que hablan sobre nuestras consignaciones»53.

Problemas muchos. Seguridades pocas. Pero una vez que dichos permisos se otorgaron y, siempre que el morisco respetó los límites impuestos por los mismos, el desarrollo de su actividad profesional se vio enormemente facilitado. Con estos permisos, moriscos como Francisco de Haro «tratante de tiendas de tenderos» alistado en Villaluenga —pequeña localidad toledana del Marqués de Montemayor— podían desarrollar una labor que, en principio, les estaba vetada. No obstante, hubo ocasiones en las que se excedió lo permitido. Así le ocurrió al mencionado Francisco, cuya licencia le facultaba para moverse en diez leguas a la redonda de la villa por un espacio de tiempo de dos meses pero que, en 1579, fue apresado en Ocaña por haber excedido esos dos meses en nada más y nada menos que tres años y medio. En su 52 53

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 25/3. Fols. 44r.o-44v.o 2.VIII.1587. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 25/3. Fol. 45r.o 2.VIII.1587.

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defensa el acusado arguyó estar residiendo en Ocaña desde entonces y para ello aportó una supuesta inscripción en el censo de la villa y un testimonio de su mujer en el que se decía que salieron de Villalengua «por ser lugar pobre». La sentencia de su caso, aun a pesar de no serle favorable, tampoco fue excesivamente dura pues «sólo» fue condenado a volver a su lugar de origen y a no ausentarse del mismo «so pena de cien açotes e de cuatro años de galeras»54. Este tipo de licencias, lo fueron, a su vez, de dos tipos. En primer lugar las que facultaban a su poseedor para moverse en un corto radio de acción; es decir, única y exclusivamente en los territorios más cercanos a la localidad en que se hallaba censado. Son, por otra parte, las más generalizadas ya que la concesión de las del otro tipo (las que llevaban implícito un movimiento más largo y duradero), no fue del agrado de la Corona debido a que la mayoría de estas peticiones iban encaminadas a obtener licencia para viajar a tierras andaluzas. Del primer tipo de concesiones tenemos diferentes ejemplos. Entre otros, obtuvieron permisos de este tipo personajes como Juan y Pedro de Carmona, moriscos almagreños, que, en 1599, fueron autorizados a trasladarse a Ciudad Real para cerrar la adquisición de unas arrobas de zumaque. Como ellos, Alonso y Juan Gutiérrez lograron que el corregidor de la ciudad les autorizara para traer y llevar mercancías a Malagón55. No obstante, y a pesar de que la Corona se mostrara reticente a la hora de conceder permisos para comerciar en un radio de acción largo, este tipo de autorizaciones también se dio. De ello tenemos constancia, por ejemplo, a través del caso de Miguel de Morales quien, junto a otros moriscos de Ciudad Real, fue facultado para marchar a Bujalance (Córdoba) y Marmolejo (Jaén) a comprar aceite56. A veces, incluso, los moriscos se creyeron en posesión de un derecho nunca admitido como tal por las autoridades. No fue éste sino el que «reconocía» que, concedido un permiso a uno de ellos, sus descendientes también podían gozar de él. Así lo pretendieron, por ejemplo, Diego, Andrés y Juan Jerónimo de Jaén, alistados en Ciudad Real, que en virtud de la licencia otorgada a su padre en Valladolid, pretendieron que el tribunal de la Chancillería les concediera esa misma prerrogativa57; o sus vecinos, Gonzalo de Padilla y Melchor Pérez de Ávila, ambos arrieros que, contando con una cédula de la Chancillería de Granada concedida a sus antepasados, pretendían que no les «hiçiesen averiguaciones por razón de yr a vender y traer leña»58. 54 55 56 57 58

AHN. OO.MM. AJT. Leg. 51.76. S.f. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. AHP CR. Sección Protocolos Notariales.

Leg. Leg. Leg. Leg.

6. Fol 13r.o 9.IV.1573. 35/1. Fols. 35r.o-35v.o 4.VII.1595. 54. Fols. 259r.o-260v.o 6.IX.1594. 75. Fols. 358r.o-358v.o 5.I.1599.

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Sin embargo, estos permisos no fueron una necesidad exclusiva de aquellos cristianos nuevos que se dedicaron al comercio. También se vieron inmersos en la casuística de recurrir a la obtención de una licencia de movimiento aquellos otros que, por una u otra razón, ejercieron su oficio fuera del núcleo de población en el que estaban inscritos y a los que resultaba complicado volver cada noche a sus respectivos hogares. En esta tesitura se encontraron quienes, debido a su oficio de braceros, tuvieron que permanecer largo tiempo en las fincas en las que desarrollaban su labor, situación ésta que, en La Mancha, fue relativamente frecuente. La siega, la vendimia, el cuidado de las plantaciones hortícolas,... obligaron muchas veces a los moriscos a recurrir a este tipo de licencias en previsión de que sus tareas les impidieran retornar a sus hogares. Ejemplos de ello no faltan. Ya conocemos el caso de algunos de los antiguos de Daimiel que, como criados del comendador de dicha villa, trabajaban en el batán que la encomienda tenía en Curenga, junto al Guadiana59. A buen seguro que todo aquel cristiano nuevo que ejerciera labores semejantes necesitó en algún momento este tipo de licencias pues la época de molienda era larga y el sistema de turnos establecido para hacer uso del ingenio no distinguía entre noche y día. Además, debe pensarse que, aunque hoy en día las distancias entre molinos y población resulten fácilmente salvables, en el siglo XVI, cubrir trayectos de entre diez y veinte kilómetros con un carro lleno de costales de harina tampoco debió ser del todo fácil y que, las más de las veces, dicha tarea implicó la utilización de, al menos, media jornada. En esta tesitura, a muchos de los que se dedicaron a dicha tarea —moriscos o no— se les hizo imprescindible pernoctar fuera de sus hogares algunos días al año, y en el caso concreto de los moriscos, el hecho de no contar con los correspondientes permisos de movimiento podía acarrear no pocos problemas, aunque la intención fuera buena y no mediara deseo de fuga. En similares lides debieron verse implicados aquellos que se dedicaron a las labores agrícolas y que tenían sus parcelas alejadas del núcleo de población. La figura del quintero, común hasta hace poco en La Mancha, es quizás la que con mayor precisión puede ayudarnos a comprender dicha situación. No era este individuo sino el «mozo o criado del labrador que por un jornal o salario ara y cultiva la tierra»60. Este personaje, la mayoría de las ocasiones un simple trabajador, permanecía durante largas temporadas en la quintería realizando los trabajos propios de la misma. Por ello, no

59 ARChG. Caja 1.916.Pieza 1. En torno al trabajo de los moriscos en los molinos harineros véase AHN. OO.MM. AJT. Leg. 41.622. El pleito en cuestión trata de dirimir la validez o no de las ordenanzas sobre el uso de molinos en la villa de Daimiel pero permite observar cómo había moriscos inmersos en dicho trabajo. 60 Diccionario de Autoridades, (p. 472). El término procede de la voz quintería, «casa de campo o cortijo para la labor. Covarrubias dice es lo mismo que quinta».

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resultó extraño que sus visitas al núcleo de población fueran, durante esos periodos de tiempo, más bien escasas. Ante tal situación es fácil comprender que, en ocasiones, dicha ausencia derivara en la sospecha de que el morisco en cuestión había huido. Así pareció ocurrirle a Diego de Medrano, Lope Narváez y otros moriscos de Almagro que fueron apresados por el alguacil de la villa bajo la acusación de haber quebrantado su lista y de no ser portadores de los tan necesarios testimonios de vecindad. Diego y sus compañeros trabajaban como hortelanos en unas pequeñas parcelas que tenían arrendadas en la vecina villa de Bolaños y, ante el continuo acoso al que estaban siendo sometidos por sus vecinos cristianos viejos, habían decidido dormir en dichas parcelas, sobre todo en previsión de un más que posible hurto de los frutos. El alguacil y el fiscal —que hasta cierto punto se mostraron comprensivos con esta situación— no transigieron en el hecho de que los moriscos hubieran violado la pragmática de 1582 y no llevaran consigo los testimonios de vecindad. Sin embargo, declaraciones como la de Jerónimo de Oviedo, hombre reputado en Almagro, terminaron por convencer a los acusadores de la conveniencia de que los moriscos, a los cuales se conocía en la villa, tuvieran sus documentos de identidad en sus respectivas casas «porque trayéndolos consigo, nezesariamente con el sudar e rronper el cada día, abrán menester testimonios nuevos que los costarán dineros e conbiene que ansí se provea con los demás xpianos. nuevos»61.

Defendía además Oviedo que nadie de quien él tuviera constancia se había mostrado contrario a que los moriscos permanecieran en sus huertas. Su testimonio es muy similar al de Diego Mejía, regidor en Almagro, pero además éste viene a confirmar las sospechas que ya teníamos en torno al trabajo de los moriscos en el campo. Nos dice el munícipe «que los dichos Diego de Medrano y sus consortes e otros munchos moriscos del rreyno de Granada van a travaxar con xpianos. biejos, ansí a segar como a vendimiar e a otras cosas de travaxar a munchas heredades, por lo qual es nezesario quedarse a dormir la noche en munchas dellas porque de otra manera no podrían asistir ni nadie los llevaría. Y en las huertas les hurtan lo que tuviesen senbrado e no goçarán de los fructos dellas (...) y ansímismo conviene que los moriscos para su aprovechamiento vayan a moler a los molinos porque trahen mejor rrecaudo que no dándolo a otras personas lo que es para su comer e tanbién para los vezinos desta villa porque aviendo munchos que hagan harina la harían más barato»62.

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Cit. por GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos... op. cit., dif. pp. Ibídem, s.f.

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Existe, por último, una razón más por la que los cristianos nuevos afincados en La Mancha optaron por cambiar de residencia, bien fuera legal o ilegalmente. Independientemente de que nos situemos en coyunturas económicas más o menos negativas, las condiciones de vida de algunos de estos moriscos no debieron ser excepcionalmente boyantes. Ya hemos visto cómo la guerra y el destierro fueron los principales actores a la hora de separar familias y de dar lugar a auténticas tragedias personales. Pero, además, conflicto y éxodo propiciaron que los granadinos llegaran a Castilla desprovistos de cualquier bien de tipo material. Si a ello añadimos que algunas comarcas manchegas se vieron especialmente afectadas por las crisis de finales del XVI63 se concluye que, en adelante, y desde su llegada a las mismas, los moriscos optaran por arriesgarse a la cárcel, a la confiscación de lo poco que tenían o a ambas cosas al mismo tiempo, única y exclusivamente con el objetivo de mejorar, cosa a la que todo ser humano está inclinado por naturaleza. En este contexto lo que verdaderamente nos importa ahora, es tratar de aproximarnos al conjunto de aventuras personales y de luchas que los cristianos nuevos emprendieron para conseguir un mejor de nivel de vida en una tierra totalmente extraña para ellos. En ocasiones se percibió por parte de los moriscos que una de las mejores formas de esquivar los castigos del hambre era aumentar el radio de acción de sus movimientos. Así debieron verlo Marcos y Lorenzo de Velasco, padre e hijo, quienes junto a otros compañeros moriscos se dirigieron al Rey con la esperanza de que éste les permitiera «poder andar nueve leguas alrededor de Ciudad Real y veinte leguas hacia Castilla la Vieja (...) por razón de ser, como somos, muy pobres y no tener oficio con que ganar de comer»64. No obstante, en la mayoría de las ocasiones el camino utilizado no fue el de buscar trabajo y para ello desplazarse sin rumbo definido. Las decisiones, en este sentido, fueron mucho más tajantes e implicaron el cambio de residencia, al menos cuando ello fue posible. En la raíz de dicha decisión estaba la creencia de que sólo el traslado a una zona con mayor proyección podía generar un giro radical en el modo de vida de la familia. Dicha creencia debió empujar a Hernán Álvarez a abandonar Villanueva de los Infantes en 1575 y a dejar «viviendo de la caridad»65 a su mujer e hijo. Su salario de «trabajador» no le permitía vivir desahogadamente ya que, durante la guerra, tuvo que vender todo lo que tenía para salvar a su mujer de la esclavitud y, tras ello, lo poco con lo que quedó hubo de ser abandonado debido al destierro. La calamitosa situación de la que el acusado huyó nos es descrita con cierta precisión en su testimonio cuando nos dice 63 En torno a dicha cuestión, véase LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., pp. 123-146. 64 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 34/9. Fols. 17r.o-17v.o 8.X.1587. 65 AHN. OO.MM. AJT. Leg. 15.766. S.f.

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que en Infantes había «grandíssima nescesidad, de tal manera que las gentes padecían hambre, por lo cual el Rey dio licencia para que la gente que quisiere saliese de allí»66 y es confirmada por el testimonio de Alonso del Moral, vecino de la propia Villanueva cuando insiste en que esa pobreza debió ser general a todo el Campo de Montiel pues él vio a muchos moriscos salir de allí a causa de la misma. No obstante, los territorios manchegos también fueron receptores de población morisca. Ya hemos visto el caso de Francisco de Haro que optó por Ocaña abandonando Villaluenga67. Francisco fue finalmente condenado a volver a su villa de origen pero en otros casos la nueva vecindad era admitida. Ejemplos no faltan y en este caso, y para evitar males mayores, el primer trámite a seguir era conseguir el tan traído y llevado documento de identidad. En ese empeño encontramos, por ejemplo, a Alonso García, que tras ser admitido en El Toboso, pretendía en 1601 que sus procuradores en la Corte «puedan sacar y saquen probisión de su Magestad para poder bibir en la dicha villa del Toboso y que me alisten en la lista de los demás xpianos. nuebos dellos»68. Sin embargo, la Corona nunca se mostró muy proclive a autorizar este tipo de traslados ya que los mismos implicaban un retroceso en la estrategia que se quería aplicar a los moriscos. En realidad, ya se ha dicho, lo que administración filipina persiguió con este tipo de medidas, fue la puesta en marcha de una política de control social que limitara al máximo los cauces de expresión y la libertad de la minoría. En este sentido, la prohibición de circular libremente por Castilla supone, por supuesto, una coacción, pero también una manifestación legal del temor castellano a que una nueva revuelta pudiera derivar en un conflicto general a toda Castilla y extenderse por el conjunto de los reinos hispánicos. Ante ello, el objetivo era claro: alejar a los moriscos unos de otros y evitar el contacto entre ellos. Las restricciones al movimiento y la separación de antiguos vecinos —incluso de familias enteras— unidas a la dispersión en diferentes barrios fueron tres manifestaciones de una misma política, tres actuaciones con un tronco común. Añadamos una cuarta.

7.5. El idioma, ¿vehículo conspiratorio? El idioma. Dicho así, no parece que el hecho de hablar una lengua diferente pueda suponer un peligro para la seguridad interior de todo un reino. Ahora bien, detengámonos en varias cuestiones. El idioma, como vehículo transmisor de ideas, como herramienta de comunicación, como 66 67 68

Ibídem. AHN. OO.MM. AJT. Leg. 51.706. S.f. AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.375. Fol. 40r.o 24.I.1601.

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«arma» cultural en definitiva, es, de entre las manifestaciones que posee cualquier civilización, quizás, la más poderosa. Piénsese, por ejemplo, en cómo el latín unió a media Europa a principios de nuestra Era; recuérdese también el castellano, que se extendió y actuó como agente civilizador en América. Téngase en cuenta, finalmente, que, junto a la religión y como consecuencia de esta misma, el árabe fue —lo sigue siendo aún— el factor aglutinante de la civilización islámica y el que favoreció contactos, uniones, resistencias y solidaridades entre ambas orillas del Mediterráneo, y entre éstas y las tierras situadas allende Medio Oriente. El idioma, por tanto, cohesiona. El idioma también transmite. Bien sea de manera oral, bien sea por medio del papel, el idioma genera información y, retroalimentando el proceso, es el cauce mediante el cual esa misma información se dispersa, se extiende y llega a todos aquellos lugares y personas que el mismo cohesiona. No es de extrañar por tanto, que debido a su transmisión y a la cohesión que genera, el idioma asuste. E inquieta porque, so pretexto de su utilización, se erige, como se ha dicho ya, en arma civilizadora, en mecanismo de difusión de ideas y en vehículo transmisor de conocimientos. Si además, el idioma no es conocido por una parte, inquieta doblemente porque, al no tener acceso a las ideas que genera, el que no lo conoce queda al margen de todo avance, de todo conocimiento, de toda información. Visto así, y observado desde una situación de confrontación, el idioma sí puede ser peligroso, o al menos generar inquietud porque a través de su uso, pueden ponerse en marcha de una forma más o menos oculta y silenciosa mecanismos de resistencia, cauces de actuación y políticas de comportamiento que, en último término, contribuyen a desestabilizar al que no tiene acceso al mismo. Añadamos finalmente que a veces, como es el caso, ocurre que el idioma es vehículo transmisor de creencias y fe. Con ello el problema se agrava en un estado de confrontación político-religiosa como el que estudiamos. Así debió entenderlo la Corona y por ello se afanó desde pronto en poner límites a dicho asunto. La cuestión se trató someramente a lo largo de todo el siglo XVI pero fue durante la celebración de la Junta de Madrid de 1566 cuando definitivamente quedaron fijados los cauces de actuación a seguir en este sentido. La Junta estableció tres disposiciones concretas: en primer lugar, marcó un periodo de tres años para que los moriscos aprendieran castellano. Como complemento a ello, y una vez finalizado dicho plazo, es decir, a partir de 1569, todo contrato o documento oficial redactado en árabe quedaría sin efecto legal alguno. Por último, se estableció la obligación de presentar ante el presidente de la Audiencia de Granada todo libro, documento o papel escrito en árabe que los moriscos pudieran poseer. Su consideración como elemento potencialmente peligroso o susceptible de incurrir en herejía, llevaría aparejada la confiscación automática.

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En caso de resultar conforme a derecho, su utilización quedaría restringida al ámbito de la vida privada y sólo durante tres años, momento a partir del cual, o debían ser destruidos o entregados a la justicia69. Las medidas de Madrid se establecieron con carácter específico para los granadinos y, en principio, no fueron de aplicación en el resto de Castilla dado que aquí, con anterioridad a la guerra de las Alpujarras, el problema aparecía prácticamente resuelto ya que no parece que, en Castilla, el árabe tuviera mucha difusión. Es más, las manifestaciones de este problema anteriores a 1570 indican cómo el mismo se redujo en todas las ocasiones al algarabía70. No obstante, su utilización había quedado reducida únicamente a la oración o a ciertos ritos como el degüello de los animales, momento en que, como en el caso de Juan López Enreda, morisco antiguo de Daimiel, se decían «çiertas palabras en algaravía»71. Con posterioridad al destierro de los sublevados, la propia reglamentación emanada de la Junta de Madrid seguiría en vigor hasta que, con motivo de la Pragmática de 1572, se completó con disposiciones referentes, no tanto al uso del idioma, sino más bien a la tenencia de libros prohibidos y de documentos en árabe, cuya posesión llegó a ser penalizada con hasta cien azotes y cuatro años de galeras si se reincidía hasta tres veces en dicho delito72. No obstante las disposiciones de Madrid siguieron vigentes. Así se encargaron de recordarlo en mayo de 1571 los ediles de La Solana cuando establecieron que

69 GALLEGO Y BURÍN, A. (CABANELAS RODRÍGUEZ, D. ed): Los moriscos del reino de Granada según el sínodo de Guadix de 1554. Granada: Universidad de Granada, 1968, pp. 273-274. 70 Quizás sobre la apreciación pero conviene tener en cuenta las diferencias entre aljamía y algarabía. La primera, procedente de la voz árabe «al-a’yamiyya», se aplicaba a la forma de expresión que mezclaba romance con árabe, tanto en las manifestaciones orales como escritas, donde se reproducía escrito con caracteres arábigos pero con palabras y construcciones castellanas. El Diccionario de Autoridades la define como «la lengua o idioma que para entenderse en sus tratos y comercios hablaban los árabes que estaban en España con los christianos españoles» (Autoridades, p. 218). El algarabía (de «al-garbiyya») es, según el mismo Diccionario, «propriamente la léngua de los Alárabes o Algáraves que quiere decir gente que vive hacia el Poniente, porque «gabi» en Arábigo es Poniente. Assí lo dice Covarrubias. Esta voz comúnmente se entiende por qualquiera cosa, hablada o escrita de modo que no se entiende» (Autoridades, p. 201). Un buen acercamiento a la utilización de este último término en nuestro siglo XVI en relación con los moriscos en PERCEVAL, J. M.ª: Todos son uno: arquetipos, xenofobia y racismo: la imagen del morisco en la Monarquía española durante los siglos XVI y XVII. Almería: Instituto de Estudios Almerienses, 1997, pp. 147 y ss. 71 AHN. Sección Inquisición. Leg. 195. Caja 1. Exp. 1. Nótese la precisión: «en algaravía». 72 En mujeres y varones menores de diecisiete años se podía conmutar dicha pena por la obligación de servir como criado donde la Justicia designara.

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«... de aquí adelante qualquier morisco que hablare algaravía tenga de pena cada vez, medio real aplicado para el dicho retablo [de la iglesia de Santa Catalina]»73.

Poco o ningún efecto debieron tener dichas medidas. Pero, ¿por qué? En general, porque el idioma es uno de los últimos rasgos culturales en perderse y por tanto una de las peculiaridades socio-culturales que más perdura. Su utilización en el conjunto de la comunidad morisca era, por tanto, normal, sobre todo en manifestaciones de tipo socio-religioso y lúdicofestivas como en canciones y melodías, coplillas populares, refranes, dichos y demás literatura popular. No debe extrañar, por tanto, que, como síntoma de una manifestación espontánea, determinados moriscos se vieran inmersos en procesos relacionados con el incumplimiento de lo dispuesto en la legislación, aunque dichas exhibiciones no respondieran más que a una tradición heredada y fueran poco más que inocentes. Así le ocurrió, entre otros, a Gabriel de Carmona, Andrés de Soria, Hernando de Rivera, Bernabé Castellanos y Lorenzo de Ávalos, todos muchachos de entre diecisiete y veintiún años que, en 1579, volviendo cierto día del trabajo en el campo hasta Ciudad Real fueron acusados por varios testigos compañeros suyos de «cantar la zambra antigua» en su idioma nativo74. Su inmediata rectificación así como el hecho de que fueran poco menos que adolescentes debieron pesar en la benevolencia del inquisidor que, no obstante la reprimenda, les absolvió de toda pena. Dada su mocedad, a buen seguro que los jóvenes moriscos tuvieron ocasión de aprender y practicar de manera fluida el castellano pero mucho nos tememos que dicha situación no debió ser general al conjunto de los granadinos, máxime teniendo en cuenta que los repatriados procedían muchas veces de recónditas y apartadas zonas serranas de la Alpujarra donde, desde hacía siglos, no se hablaba otro idioma que el árabe. Si a ello añadimos el hecho de que el proceso de aprendizaje de una lengua lleva consigo no pocos problemas y más tiempo aún, habremos de convenir que muchos de los granadinos llegados a Castilla (sobre todo los más ancianos), no tuvieran más que un mínimo conocimiento de la lengua de Cervantes. Así debió ocurrirle a Luis Gutiérrez, viejo granadino de Almagro que, presto a ayudar a la justicia, acompañó a los alguaciles a su casa para que, precisamente por hablar algarabía, éstos procedieran a la detención de Miguel, su propio hijo. Ocurrió, entonces, según el alguacil que «yendo este testigo juntamente con Pedro Rruiz de Bivar, vecino desta villa e otras personas a casa de Luis Gutiérrez, morisco, a prender a un hijo suyo, llamaron a la puerta e salieron a abrir la puerta y, en esto,

73 74

AHM So. Libros del Concejo. Libro 10. S.f. AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp. 16.

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este testigo dixo a el dicho Luis Gutiérrez que estaba a la puerta con este testigo e los demás, que llamase a la puerta porque saliesen a abrir y en esto el dicho Luis Gutiérrez llamó a la dicha puerta; y acudió a la dicha puerta por la parte de dentro una morisca e preguntó quien hera y el dicho Luis Gutiérrez questaba por la parte de afuera le rrespondió a la dicha morisca en algarabía, que no entendió lo que le dixo e que luego la dicha morisca en hablándole el dicho Luis Gutiérrez se fue huyendo allá dentro e no abrió la puerta e tornaron a llamar e abrió y entraron dentro»75.

Presto a solucionar el malentendido, su hijo declaró que lo que el viejo había dicho en su idioma nativo «fue ‘María, abre que vienen por el muchacho’ y la susodicha porque benía desnuda se tornó a bestirse e volvió y abrió». A dicho testimonio, su abogado añadió que, por ser hombre viejo, Luis no sabía hablar el aljamía76 más «que oscuramente» pero es que, profundizando algo más en el texto de las diligencias, descubrimos la mala voluntad de los alguaciles pues al parecer uno de los testigos de la defensa declaró que, observando la negativa por respuesta a las sucesivas llamadas a la puerta, el acusado fue conminado por los alguaciles a que hablase en algarabía. Mala fe la de éstos, motivo por el cual el proceso contra el anciano fue sobreseído. Esa perversa intención y un inusitado celo, fueron los que llevaron a las autoridades de Quintanar de la Orden a emprender una auténtica persecución contra los moriscos de la vecina villa de Corral de Almaguer «... los quales son muy molestados de los alguaciles que vienen de la villa de Quintanar (...) los cuales por molestar a mis partes tornan de noche y vanse por las plaças y calles y preguntan a los vecinos de la dicha villa que topan si han visto hablar a los dicho moriscos algarabía [... y van...] de noche escuchando por los agujeros de las casas donde vivían [los moriscos] para ver si hablaban la dicha lengua77.

Independientemente de que dicho comportamiento resultara más o menos arbitrario, la amarga queja de los moriscos nos informa acerca de una de las más destacadas vertientes del problema generado por el uso del algarabía: su reclusión al ámbito de lo privado y su mera utilización en la esfera de las relaciones internas de la comunidad, precisamente lo que más inquietaba a las autoridades. Y es que, por mucho que nos afanemos en localizar manifestaciones externas de este tipo de comportamientos, debe admitirse que, en la práctica totalidad de las ocasiones, el algarabía fue utilizado de manera totalmente privada, o al menos cuando los protagonistas 75

AHN. OO.MM. AJT. Leg. 38.168. S.f. Nótese que el letrado utiliza aquí el término «aljamía» tal y como lo describe el Diccionario de Autoridades. 77 AHN. OO.MM. AJT. Leg. 7.681. S.f. 76

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de tales acciones no tuvieron constancia de ser observados por autoridad o vecino cristianoviejo. Esa fue la realidad más común y la misma determinó que los episodios en los que documentamos dichos comportamientos sean más bien escasos y respondan, o a las más o menos efectivas pesquisas realizadas por las autoridades, como en el caso de Miguel Sánchez y María de Molina, sorprendidos repentinamente78; o a que nos hayan llegado como consecuencia de «accidentes», de situaciones imprevisibles que, casi siempre, escaparon al control del morisco implicado en tal asunto, como cuando, en 1589, el alguacil de Almagro «andando rondando el dicho alguazil mayor y este testigo y otras personas que con ellos yban, llegaron a la puerta de la casa de un morisco ques sordo, según dizen, que bibe en saliendo de la puerta de Granada en una cassa de Isabel de Molina e dentro de la dicha casa sonaba rruido y estaban hablando alto y el dicho morisco estaba hablando con su hijo y resulta que lo hacían en algaravía»79.

No estaba, al parecer, la suerte del lado del morisco. Fuera de este tipo de actuaciones, sin embargo, lo observado impone cautela a la hora de ver en las manifestaciones relacionadas con el uso del idioma un medio más de los supuestamente utilizados por la minoría como vehículo para conspirar contra el poder, al menos en nuestro territorio; por mucho que los temores de la Corona se orientaran en dicho sentido. Por lo tanto, la sensatez impone admitir que la utilización del árabe (en aljamía o en algarabía) por parte de los moriscos, no fue tanto fruto de un deseo conspirador sino más bien el resultado de la exteriorización de comportamientos heredados. Y ahí, la autoridad tuvo poco que hacer porque, como ocurre con todo proceso de tipo cultural, la utilización del idioma materno es difícilmente prescindible, al menos a corto plazo. 7.6. Peligro físico, amenazas sociales. El morisco armado Junto al problema de la lista y a los procesos emprendidos por el uso del algarabía, la Corona se afanó en poner freno a la tenencia de armas por parte de la minoría. Fue ésta una cuestión no poco importante a juzgar por la significativa frecuencia con la que aparecen procesos derivados de la misma. El problema captó pronto la atención de la Corona. Ya en el Medievo la posesión de armas y su hipotético uso en contra de los intereses cristianos fue (junto a cuestiones como el vestido, la alimentación o el mundo laboral) objeto recurrente de legislación por parte de las autoridades castellanas. El potencial peligro que suponía dar carta blanca a la 78 79

AHN. OO. MM. AJT. Leg. 40.717. AHN. OO. MM. AJT. Leg. 40.709. S.f.

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minoría en cuanto al uso y posesión de armas se veía como manifiesto y era general el temor a que episodios similares a los ocurridos durante el XIII pudieran repetirse y derivar, no sólo en meras revueltas, sino en enfrentamientos de mayor calado. El asunto quedó «definitivamente» reglamentado en el tantas veces mencionado Ordenamiento de 1412, que prohibió a los mudéjares de Castilla el porte, exhibición y posesión de armas. Pero, ¿cómo explicar que con posterioridad a dichas normativas aún pudiera la minoría poseer armas? Recuérdense, si no, los episodios del Albaycín de Granada en 1501 o la propia guerra de las Alpujarras. La cuestión no era baladí pues, en esta ocasión, entraba en juego más que la pureza de la fe cristiana, más que la adaptación socio-cultural, más que ningún otro aspecto, la seguridad interior del Reino. Con posterioridad a la conversión de 1502, y aun a pesar del cambio en la condición socio-jurídica de la minoría, las disposiciones siguieron vigentes, esta vez, ya, como decimos, para los moriscos. La desconfianza y el temor hicieron el resto. El hecho de que pudiera haber excepciones a esa reglamentación y de que determinados grupúsculos pudieran gozar de esa posesión80 no sirve para explicar en toda su amplitud el temor. Tampoco deben darse por válidas, al menos para los moriscos castellanos, las opiniones de aquellos autores de la época que se afanan por demostrar a toda costa que los contactos con la otra orilla del Mediterráneo derivaron en un suministro constante y permanente por parte del Turco81. ¿Dónde encontrar, entonces, la explicación al miedo castellano? ¿Cómo, a pesar de las prohibiciones, podían los moriscos mantener armas en su poder? La respuesta, como en tantas ocasiones, podría residir en el hecho de que, de nuevo (como siempre y como ahora), la legislación y lo cotidiano no fueron de la mano. Cabe pensar, pues, como posibilidad más real, en el hecho de que, como nos dice Fonseca82, los moriscos no hicieran otra cosa 80 Ladero, por ejemplo, nos da cuenta de cómo los mudéjares al servicio del monasterio de las Huelgas Reales de Burgos podían tenerlas y también sabemos cómo, aunque antes de dicha codificación, en el siglo XIII el comendador de Uclés tenía arqueros moros a su servicio. Vid. LADERO QUESADA, M. A.: «Los mudéjares de Castilla...», pp. 361 y 376. 81 Cierto es que, a lo largo de todo el XVI, puede hablarse de una línea sostenida de actividades conspiratorias y de un eje más o menos fluido de comunicaciones Turco-moriscos, pero la escasa fuerza de las mismas y el nimio interés de aquel por implicarse de lleno y abiertamente en dicha cuestión hacen que dicho argumento también deba ponerse en duda a la hora de hablar de él como una de los motivos que pueden explicarnos el hecho de que los moriscos tuvieran armas en su poder; incluso por mucho que nos conste que, a lo largo del conflicto alpujarreño, los moriscos, más que hombres, reclamaron del Turco armas. Cf. MÁRQUEZ VILLANUEVA, F.: «El problema historiográfico de los moriscos», en MÁRQUEZ VILLANUEVA, F.: El problema morisco (desde otras laderas). Madrid: Ediciones Libertarias, 1991, pp. 148-150 y p. 158, nota 158. 82 FONSECA, D.: Relación de la expulsión de los moriscos del Reino de Valencia, con la instrucción apostasía y trayción dellos. Y respuestas a las dudas que se ofrecieron acerca desta materia. Roma: Iacomo Masardo, 1612, (libro IV, cap. VIII, p. 256).

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que esconder esas armas, ocultarlas a la vista de autoridades y vecinos para, llegado el caso, hacer uso de ellas. Ocurre, además, que tras las revueltas granadinas y antes de que se decretara la expulsión de los mudéjares, las conversiones voluntarias de muchos de los del Reino de Granada habían derivado, no ya en un cambio jurídico —cosa que fue general tanto a convertidos voluntariamente como a forzados a hacerlo— sino, antes, en una equiparación legal. La cuestión no fue exclusiva de aquellos que, allende Sierra Morena, se convirtieron motu proprio sino que también se dieron ejemplos similares y casuísticas muy parecidas en Castilla. Quizás el ejemplo más representativo de ello lo podamos encontrar, una vez más, en las Cinco Villas del Campo de Calatrava. Recordemos como allí, poco después de comenzado el Quinientos, los mudéjares habían renunciado «en todo y por todo» a su antigua fe y «siendo alumbrados de la gracia del Espíritu Santo, havéis venido en conocimiento del herror en que estávades y vos queréis combertir a nuestra Sancta Fee Cathólica». Recordemos con ello, que los mudéjares de Aldea del Rey, Almagro, Bolaños de Calatrava, Daimiel y Villarrubia de los Ajos, renunciaron a toda peculiaridad y a cualquier reducto de protección por parte de la Orden. Recordemos, igualmente, que rompieron de facto el sistema de organización interna de su comunidad y la potestad de gestionar los asuntos referentes a la misma, así como la posibilidad de contar con representantes específicos y con una estructura jurídica propia. A cambio, obtuvieron de los Reyes la posibilidad de que los miembros de su comunidad entraran en suertes a la hora de elegir los oficios concejiles, la liberación de los impuestos propios de los mudéjares (recordemos, pechas y servicio y medio servicio)83, el derecho a poder moverse libremente por toda Castilla y la apertura de un breve periodo de gracia «para que en lo que no fuere dicho con malicia y a sabiendas, salvo por inadbertencia, no se os cargue pena alguna»84. En definitiva, consiguieron del favor regio, la equiparación total y absoluta con los cristianos de sus respectivas villas. Así se lo recordaron a Felipe II los descendientes de aquellos primeros convertidos cuando presentaron ante el monarca un memorial quejándose de que los cristianos viejos los marginaban en el acceso a los cargos municipales, les aumentaban arbitrariamente los impuestos y les retiraban las armas85. Y así se lo reconoció el monarca cuando, como resolución

83 Incluso con la obligación de restituir a los ya cristianos lo cobrado en el año de 1501. AHN. Consejos. Leg. 4.423. Exp. 253. S.f. Existe copia de todo ello en AHN. Consejos. Leg. 38.039. 84 Ibídem. 85 Sobrecarta de Felipe II dando confirmación del privilegio concedido por los Reyes Católicos a los moriscos antiguos de las Cinco Villas del Campo de Calatrava. Madrid, 31.julio.1577. AHN. Consejos 38.039. S.f. Véase capítulo 3.2.

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última a dicha petición, ordenó a las justicias y regimiento de cada una de las Cinco Villas que «les dexásedes havitar, estar y andar libremente por todas esas dichas ciudades, villas y lugares, y traer armas, y los admitiésedes a los oficios conçejiles entrando en suertes en ellos sin división alguna, y para que fuessen libres y essentos en los pechos y otras cossas que lo heran los demás xpianos. viejos dessos dichos lugares»86.

Dicha equiparación, por tanto, partía del hecho de asumir que, al renegar de la fe de Mahoma, el antiguo mudéjar, ahora cristiano, se situó ante la obligación de cumplir con las mismas obligaciones que el cristiano viejo pero, como contrapartida, también estuvo en condiciones de demandar los mismos derechos que amparaban a cualquier cristiano viejo y esta cuestión que, en principio, resultaba conforme al ordenamiento legal, terminó por convertirse en un verdadero quebradero de cabeza para las autoridades castellanas porque, si bien ellas sí tuvieron claro desde el principio que las demandas de estos sinceros cristianos nuevos eran lícitas y comprensibles, el resto del cuerpo social no siempre se mostró favorable a admitir dicho derecho. Fue ésta, en la Edad Moderna, una cuestión de honra. En realidad más visual, más anecdótica y más ligada a las apariencias que cualquier otra cosa. Pero una sociedad como la castellana, tan apegada a las tradiciones, tan orgullosa de su limpieza, tan dependiente del símbolo y tan ajena a la realidad más pragmática, siempre contempló con orgullo la posibilidad de que el porte de armas diferenciara a sus miembros, no entre ricos y pobres; no entre letrados y analfabetos; sino entre limpios y manchados. En este sentido, negar al morisco la posibilidad de llevar armas no respondía estrictamente al peligro que podía representar por el hecho de tener una espada o un puñal, una daga o un cuchillo, sino por el riesgo que corría el sistema de símbolos castellano en torno a la cuestión antedicha. Un sistema que, a juicio de muchos de los cristianos viejos, debió verse puesto en entredicho dado que, al otorgar a los moriscos la potestad de portar armas, la Corona estaba devaluando la norma (no escrita) que regía la sociedad castellana; estaba poniendo en peligro su propio funcionamiento al permitir que elementos manchados pudieran gozar de las mismas preeminencias y derechos que los limpios y, en último término, estaba confundiendo los términos por los que se regía el sistema social vigente, basado en la diferenciación, en el exclusivismo, en el yo y el otro. El caso es que, aunque dichas medidas siguieron vigentes a lo largo de todo el Quinientos, no son pocos los ejemplos de comunidades o individuos moriscos que se afanaron por obtener una prerrogativa que, hoy, nos 86

Ibídem.

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resulta a todas luces incomprensible o cuanto menos anecdótica pero que por aquel entonces era tenida como uno de los mayores privilegios posibles, dado que la posesión de la misma implicaba, mostraba y demostraba limpieza, al menos en apariencia. Y la limpieza, en una sociedad como la castellana, era lo más importante que una persona podía tener. A demostrar esa pseudolimpieza, o cuanto menos a pleitear por conseguirla —compleja sociedad la nuestra en la que un juez «teñía» de limpio a quien por sangre no podía serlo— se entregaron muchos moriscos, aun a sabiendas de que ni su condición ni su origen les permitían albergar ningún tipo de esperanza en ganar pleito a su favor. Así, por ejemplo, Andrés de Málaga, granadino alistado en Ciudad Real, llegó a establecer contactos con el Ayuda de Cámara de la reina, Baltasar Gómez, para que «... pueda paresçer y parezca ante su Magestad del Rei nuestro señor y señores de sus Consejos y pedir por merced que durante se vea y determine en difinitivo el pleito que tengo pendiente en el Supremo Consejo ante el Secretario Cristóbal Muñoz de León con el fiscal de su Magestad sobre el traer armas y goçar de las preeminençias del cristiano viejo se le de çédula real para que yo pueda goçar y goçe de las dichas preeminencias»87.

Se vieron inmersos en similares o iguales situaciones todos aquellos moriscos antiguos que, al tiempo de la conversión forzosa, ya habían optado voluntariamente por el cambio de credo. Dicha opción implicó el derecho de los convertidos a portar armas pero también la negativa de parte de la población castellana a aceptarlo. Así debieron entenderlo algunos vecinos de Daimiel, con el alcalde mayor del Campo de Calatrava a la cabeza, cuando emprendieron proceso y testificaron contra Francisco de Mendoza y su hijo, vecinos de la villa pero oriundos de Hornachos, motivo suficiente para que, tras obtener sentencia negativa de la justicia local y de la Chancillería, el morisco se dirigiera al Consejo de Órdenes suplicando «que por aberse conbertido a la fee cathólica antes de que se tomara la çiudad de Granada [...] a nuestro derecho conviene se aga ynformaçión de cómo somos de los christianos nuevos naturales de la villa de Hornachos y de cómo los tales naturales de la dicha villa de Hornachos y sus desçendientes goçan de esençiones de traer armas y andar libremente por el Reyno y de otras livertades de xpianos. viejos sin tener obligaçión de acudir a las listas de los cristianos nuevos naturales del Reyno de Granada ni guardar las hórdenes y premáticas que tratan de los naturales del Reyno de Granada»88.

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AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 110/1. Fols. 442r.o-442v.o 6.IV.1607. AHN. OO.MM. AJT. Leg. 37.852. S.f.

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Para dar cuerpo a su petición, padre e hijo aportaron al proceso un privilegio en el que demostraban que, desde tiempos de los Reyes Católicos y por ser moriscos antiguos, no les estaba vedado el uso de armas. El documento, muy similar al que ya conocemos de los moriscos de las Cinco Villas, fue ratificado posteriormente por Felipe II (agosto de 1590) y los moriscos fueron autorizados a portar «todo género de armas según y de la manera y forma que las havéis traído y traéis después de la fecha de la dicha mi cédula suso yncorporada»89. No en vano, entraba en juego la obtención, confirmación o revocación de una serie de privilegios que, con el tiempo, terminarían por borrar la condición inicial del cristiano nuevo y le incorporarían definitivamente al conjunto social en el que aspiraba a integrarse. Ser cristiano nuevo implicaba una degradación que pocos estaban dispuestos a permitir si existía una mínima posibilidad de que ello no pudiera ser así, por mínima, insignificante y remota que esta fuera. Por tanto, no es de extrañar que familias enteras se dedicaran durante generaciones completas a pleitear en aras de la obtención de dicho privilegio. Le ocurrió, entre otros, a Álvaro Gutiérrez Cubillo y a Pedro, su padre. Allá por 1555, ambos habían ganado en la Chancillería de Granada carta ejecutoria por la que se les declaraba limpios de sangre. Sin embargo, años después, cuando tras la guerra de las Alpujarras se decidieron a trasladar su residencia a Castilla, ambos se vieron inmersos en un complicado proceso que puso en duda su limpieza. Su testimonio ante el fiscal de la Orden es muy clarificador de hasta qué punto cualquier comentario, dato, fecha, nombre,... cualquier detalle en definitiva, podía inclinar la balanza de la justicia en una u otra dirección. Durante todo el proceso, Álvaro, en nombre de toda su familia, defendió «que yo, y el dicho mi padre y muger y hermanos emos sido y somos xpianos. viejos e Pero Gutiérrez, mi bisabuelo, fue natural del Rreyno de Aragón y se convirtió muncho antes de la conquista del rreyno de Granada en la qual sirvió e ayudó a los Reyes Católicos, de gloriosa memoria, contra los moros del dicho rreyno de Granada e como tales xpianos. viejos se les guardavan las libertades, prerrogativas e preheminencias que se guardan a los otros xpianos. viejos que rresiden en la dicha çiudad de Granada e como a tales xpianos. viejos se nos dava e dio el Santísimo Sacramento de Eucaristía estando en la dicha ciudad e rreyno de Granada y se nos permitió traer armas e tener esclavos y sobre ello se dio sentencia y carta executoria en nuestro favor por su Magestad y señores alcaldes del crimen de la Chancillería Rreal de Granada [...] e venidos a esta villa se nos a guardado la misma libertad ansí en se nos dar el Santísimo Sacramento e en el traer de las armas como en todo lo demás, e porque a pocos días a esta parte frey Juan de Prado, rretor de la Yglesia parroquial del se89

Ibídem.

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ñor San Bartolomé desta villa, so color de un mandamiento que dize que tiene del muy ilustre señor licenciado Busto de Villegas, governador del Arçobispado de Toledo, para que a los moriscos a quien no se dava el santísimo sacramento en la ciudad de Granada no se les de acá, se a puesto en no querernos dar el Santísimo Sacramento, ni consentir que se nos de, no hablando ni estendiéndose a nosotros el dicho mandamiento por ser como nosotros somos xpianos. viejos, muy buenos fieles e cathólicos, ábiles e suficientes para lo rrecebir e como tales bibimos muy bien y linpiamente»90.

Junto a los moriscos antiguos, y con una frecuencia que a todas luces es significativa, también participaron de este tipo de procesos, aunque por motivos totalmente opuestos, aquellos cristianos viejos del Reino de Granada que, una vez terminada la guerra, decidieron emigrar al norte en busca de una vida mejor. Su salida, casi siempre, se dio de forma paralela a la de los propios moriscos, muchas veces incluso en las mismas caravanas y, a raíz de ello, pudieron generarse confusiones y malentendidos que derivaron en la consideración como morisco de un cristiano viejo y viceversa. Así debió ocurrirle al propio Álvaro Gutiérrez Cubillo que «... al tiempo que venimos a esta villa, por el licenciado Pero López de Mesa, auditor General del Canpo del Serenísimo Señor don Juan de Austria se nos dio mandamyento para que fuésemos listados e avezindados con los cristianos viejos e no con los moriscos como parece por la dicha çédula e pasaporte de que hago muestra»91.

Los pleitos generados por esta o similares cuestiones, la propia picaresca y la suspicacia levantada entre los cristianos viejos, provocaron que, bastante tiempo después de que los moriscos se hubieran instalado ya en Castilla —justo en el momento en el que este tipo de procesos parecen hacerse más frecuentes que nunca—, Felipe II otorgara una provisión real «sobre el orden que se ha de tener en los negocios tocantes a los moriscos del Reyno de Granada, que pretendieren ser cristianos viejos y traer armas»92. La provisión, firmada en septiembre de 1585 en Monzón de Aragón, se hacía eco de la problemática surgida, simultáneamente pero con un mismo trasfondo, en Granada y Castilla. Observaba, en primer lugar, el monarca cómo después de las «sacas» de moriscos de Granada «... todavía quedauan en el dicho Reyno algunos de los dichos Moriscos, con pretensión de que podrán estar en él, unos diziendo ser Christianos viejos, y otros por otras causas de las que lo permitían; y que los

90 91 92

Ibídem. Ibídem. Utilizamos la copia depositada en el Archivo Municipal de Granada. AHM Gr. CF 18.

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tales acudían a los Alcaldes del Crimen de la dicha nuestra Audiencia de Granada y a las justicias ordinarias de ella, y del dicho Reyno, los quales, por no tener tan entera noticia de los vandos, ni órdenes que en esto hauía, no los executauan como conuenía, y andando por muchas manos y por differentes ministros, conseguían estarse en el dicho reyno mucho tiempo, por la dilación que hauía en el despacho dellos»93.

Y ordenaba que, a partir de ese momento, dicho asunto fuera competencia exclusiva de la Audiencia y Chancillería de Granada «a quien teníamos cometida la saca de los dichos moriscos (...) y no [fueran] otros juezes, ni justicias [los que] conosçiessen de las dichas causas y negocios, y aduocassen todos los processos que estuuiessen pendientes ante los dichos Alcaldes del Crimen, y ante las justicias ordinarias de la dicha Ciudad y Reyno». Acto seguido, también trataba de regular la situación creada a raíz de la pretensión de muchos de los moriscos dispersos por Castilla de obtener informaciones a su favor en las que constase que eran cristianos viejos. Se percataba el monarca de que los argumentos utilizados por los moriscos se orientaban en un triple sentido. Los había, en primer término, que pretendían volver a Granada so pretexto de que sus antepasados habían abjurado del Islamismo con anterioridad a la toma de Granada. Los había, igualmente, que, al hilo de lo anterior, trataban de demostrar que sus padres y abuelos ya habían gozado de la condición de «cristiano viejo». Estaban, por último, aquellos que defendían que sus antepasados no eran granadinos sino oriundos del Magreb, de donde habían venido a convertirse, y que por ello «no están obligados a guardar lo dispuesto con los Christianos nueuos de el dicho Reyno de Granada», razón ésta que, como ya hemos visto, fue suficiente para que muchos quedaran excluídos del destierro «y que de las demandas que ponen sobre esta razón se manda dar traslado a un Fiscal, que para ello se cría, que defiende lo que los susodichos pretenden, y los autores hazen sus prouanças, y el Fiscal dexa de prouar lo contrario, y de hazer las diligencias necessarias, y assí se dan sentencias en fauor de los que piden con requisitorias insertas las tales sentencias en ellas, para que las justicias les dexen traer armas y andar sin passaportes».

Por ello, el monarca ordenó que, en lo sucesivo, todos los pleitos suscitados por las anteriores cuestiones fueran competencia exclusiva de la Junta de Población del Reino de Granada, radicada en la Corte y que, de inmediato, todos y cada uno de los procesos iniciados a tal efecto se remitieran con preferencia a aquella instancia. Con ello se intentaba poner freno a uno de los verdaderos quebraderos de cabeza de la admi93

Ibídem.

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nistración filipina en estos años. En el origen del problema se encontraba una coherencia legal pero al tiempo un contrasentido social: la posibilidad de que el convertido voluntariamente gozara de las mismas preeminencias de que hacían gala los que siempre habían permanecido en él. Legalidad y tradición chocaron aquí, sin que ello supusiera invalidar las legítimas aspiraciones de los convertidos a formar parte de un cuerpo social que, visto lo visto, siempre que pudo se negó a admitirlos en su seno. Los años que siguen a la promulgación de la instrucción de Monzón de Aragón no son menos controvertidos en este sentido porque parece ser que dicha orden fue a todas luces insuficiente a la hora de poner freno a la interposición de este tipo de demandas. Si acaso, lo que logró fue regular el procedimiento burocrático y judicial que se debía seguir y con ello asentar unos criterios de actuación que, con anterioridad a 1585, eran lo suficientemente difusos como para que, al calor de esa ambigüedad, los moriscos pudieran reclamar, lícita o ilícitamente, su equiparación. También sirvió el nuevo ordenamiento para radicalizar la postura de jueces y fiscales y para hacer más efectiva una labor que, a juicio de la Corona, había sido hasta ese momento más bien laxa. Recordemos en este sentido que dicha cuestión no es nueva y que se dio, bien que a escala local, con el problema de la lista. Todo parece indicar, pues, que, al parecer, poca importancia se daba en Castilla a una cuestión que la Corona observaba con preocupación. Serían necesarias varias advertencias y sucesivas regulaciones para que las autoridades locales, e incluso las superiores, tomaran conciencia de lo que a juicio de Madrid era un problema de máxima gravedad en el que había que afanarse también con la máxima prioridad y con toda la seriedad que el mismo exigía. En lo sucesivo, y ante dicho empeño, el celo con el que las autoridades locales desarrollaron su labor se vio acentuado. Las denuncias aumentaron, los procesos se alargaron y, en ocasiones, se llegaron a emprender causas con unos fundamentos jurídicos que hoy calificaríamos de insuficientes tan sólo para abrir diligencias informativas. Así, por ejemplo, en 1591, Diego Hernández Damián, vecino de Villanueva de los Infantes, tuvo que enfrentarse a un proceso comenzado a instancias del gobernador del Campo de Montiel en el que el solo hecho de proceder de la villa murciana de Blanca ya era motivo suficiente para considerarlo morisco y por lo tanto no apto para poder llevar armas. El proceso, largo y controvertido, derivó en una verdadera probanza de limpieza de sangre, gracias a la cual Diego pudo ser declarado cristiano viejo y «gozar de todas las franquicias y libertades de que gozan los cristianos viejos de todos los reinos y señoríos de su Magestad»94.

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AHN. OO.MM. AJT. Legajo 52.665. Fol. 49r.o

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El caso de Hernández Damián no fue aislado pero como hemos visto, a partir de 1585 y siempre que tuvo como protagonistas a enjuiciados procedentes de Granada, fue remitido con carácter inmediato a Madrid. Por desgracia son pocos los procesos que a tal efecto se han conservado para los territorios manchegos, por mucho que, una vez más, contemos con noticias de los mismos a través de los protocolos notariales95. Más frecuentes son, sin embargo, los pleitos en los que el verdadero trasfondo de la cuestión residía, no en saber de la limpieza o mancha del morisco, ni en dilucidar su capacidad para portar armas, sino aquellos en lo que se juzgaba el uso ilícito de las propias armas. Recordemos, aunque sea brevemente, la pragmática de 1572: el uso, posesión y exhibición de armas quedaba totalmente prohibido a todos y cada uno de los moriscos granadinos llegados a Castilla. En caso de que el morisco fuera apresado en la tenencia de las mismas, podía ser condenado al embargo y pérdida de todos sus bienes. Dicha condena ascendería a seis años de galeras si era reincidente y a galeras perpetuas en el caso de que el delito se cometiera por tercera vez. Cabían, no obstante, ciertas excepciones: con carácter general, se permitía el uso de un cuchillo sin punta para todo género de actividades cotidianas, siempre y cuando no superara unas medidas concretas. Igualmente se permitía el uso de ciertos instrumentos en el desarrollo de determinadas actividades profesionales. Quedaron así exentas de la prohibición, entre otras muchas, las tijeras de los sastres, curtidores, pelaires y esquiladores, los cuchillos de los carniceros, las hachas de los carpinteros y las hoces, guadañas y pequeños cuchillos,... utilizados en la siega o en labores de recolección de la hortaliza o la uva. Y fue el uso de estas «armas» el que, con un celo muchas veces superior al que la propia situación requería, generó la mayor parte de las actuaciones a las autoridades locales de nuestro territorio consagraron sus esfuerzos. La situación era observada con cierta preocupación desde Madrid. Desde 1570 residían en Castilla más de setenta mil potenciales traidores. Aque95 Entre otros AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 108/2. Fols. 321r.o-321v.o 5.X.1599: Gabriel Ximénez, morisco granadino alistado en Ciudad Real, otorga su poder a Juan de Padilla, Procurador de Causas de Ciudad Real, para que comparezca ante las justicias del Rey y especialmente ante las de la ciudad de Ciudad Real por razón «de que mis abuelos paternos fueron de los primeramente convertidos a nuestra religión cristiana y yo como su tal nieto devo goçar de las preeminencias que goçan los cristianos viejos pueda haçer quales quier diligencias que neçesarias sean»; y AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 110/1. Fols. 442r.o-442v.o 6.IV.1607: Andrés de Málaga, morisco granadino alistado en Ciudad Real, da su poder a Baltasar Gómez, ayuda de Cámara de la Reina y vecino de la villa de Madrid, para que «pueda paresçer y parezca ante su Magestad del Rei nuestro señor y señores de sus Consejos y pedir por merced que durante se vea y determine en difinitivo el pleito que tengo pendiente en el supremo Consejo ante el Secretario Cristóbal Muñoz de León con el fiscal de su Magestad sobre el traer armas y goçar de las preeminençias del cristiano viejo se le de çédula real para que yo pueda goçar y goçe de las dichas preeminencias».

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llos que, en Granada y sin que sepamos donde las consiguieron, blandieron sus espadas, dagas y puñales contra la Cruz. Aquellos, también, que, aun a pesar de ello, continuaron reclamando armas y pertrechos del Turco. Aquellos en definitiva que, sólo unos años antes, juraban muerte al cristiano y se refugiaban en las sierras de la Alpujarra esperando la llegada de refuerzos que nunca llegaron pero que, de haberlo hecho, podrían haber puesto en peligro la integridad de los reinos de las Españas. Así pensaba la Corona cuando, con fundamento o sin él, se afanaba por recordar a las autoridades locales que extremaran las precauciones y agudizaran su vigilancia en todo lo concerniente a la minoría. El temor, manifiesto o no, fundamentado o ilusorio, estaba ahí y los moriscos, silenciosos (por temor o por sigilo), tampoco contribuyeron a que la Corona confiara en ellos. En los años inmediatamente posteriores a la guerra de las Alpujarras sabemos, por ejemplo, de la incautación masiva de armas en localidades tan potencialmente peligrosas como Hornachos, Blanca o Ricote, donde la minoría era mayoría96. Hechos como esos contribuyeron en no poca medida a agravar el sentimiento de inseguridad entre los castellanos y, por lo tanto, su desconfianza hacia los cristianos nuevos. Perseguía la Corona grandes decomisos, alijos de armas que demostraran que la minoría era un peligro manifiesto para la seguridad de Castilla y detenciones ejemplarizantes relacionadas con el tráfico ilegal de estas mercancías; pero salvo episodios como los ya señalados, escasos por otra parte, lo único con lo que pudo dar fue con pequeñas incautaciones como la que sufrió Bartolomé Rubio, morisco de Ocaña, a quien el alguacil de su partido había sorprendido llevando entre sus pertrechos una espada y una daga. Treinta días de cárcel y mil maravedíes de multa por el supuesto tráfico de armas prohibidas acabaron con su proceso, por mucho que el morisco se afanara en demostrar que dichas armas no eran sino parte de las mercancías con las se ganaba el pan97. No contamos, sin embargo, con noticias que nos informen acerca de que las comunidades moriscas asentadas en La Mancha fueran protagonistas de embargos similares a los de Hornachos o Ricote. Antes al contrario, los procesos iniciados por este motivo se redujeron a la mera cuestión de dilucidar si un cuchillo de cortar carne o unas pequeñas tijeras podían ser susceptibles de considerarse como armas. Sin embargo, no faltaron episodios de cierta tensión como el que a finales del verano de 1583 debió vivirse en Almagro cuando Pedro Ruiz de Bivar, el alguacil del Campo de Calatrava, puso en marcha una auténtica redada para dar con todos aquellos moriscos que poseían armas en la villa. En total siete incriminados. Los más perjudicados: Mayor Gutiérrez, a la que le incautaron dos cuchillos «de poca punta»; Cristóbal Hernández, que tenía en su casa «un cu96 97

AHN. OO.MM. AJT. Leg. 52.233. AHN. OO.MM. AJT. Leg. 50.585. S.f.

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chillo grande rabón»; Domingo Cabrera y Pedro Aranda, con sendos cuchillos pequeños y medianos; y, sobre todo, Pedro de Carmona, curtidor, quien, a pesar de demostrar que su hacha de boca grande le era necesaria para el desempeño de su oficio, perdió dicha herramienta y fue condenado a pagar ochocientos maravedíes de multa y las costas del proceso porque dicho utensilio no era de «el largo e ancho de la marca contenida en las premáticas de su Magestad cuya marca y estanpa están fijadas en la reja de la cárcel desta villa»98. El resto de la comunidad libre de culpa. Poco peligro podían suponer, pues, tales incautaciones por mucho que el mencionado alguacil se afanara en demostrar lo contrario. Y sin embargo, fueron estos temores y este estado de tensión permanente los que generaron episodios que, vistos a la luz de hoy, pueden ser motivo de burla o cuanto menos de sonrojo. Sea como fuere, temores, realidades y perspicacias determinaron que vecinos y autoridades siempre permanecieran atentos y que se afanaran por denunciar hasta el más mínimo episodio digno de ser considerado como caso de porte ilegal de armas. Le ocurrió, por ejemplo, en 1595, al alguacil del Campo de Calatrava a raíz del testimonio de ciertos vecinos que decían haber visto a una morisca salir a la calle con un cuchillo. En las informaciones previas al proceso, Diego Pérez, en calidad de testigo, declaró que «estando este testigo el viernes pasado que se contaron diez y seis días del presente en una güerta que está en la callexuela, junto a la Madalena e otros honbres que son Antón López Votixa y Gregorio Loçano e Diego Galán, veçinos desta villa y en la dicha güerta estava una morisca a la qual pidieron adereço para una ensalada la qual truxo unas lechugas e un cuchillo con punta y con él hiçieron ensalada; que no save cómo se llama la dicha morisca ni cuya muger sea, más de que es ortelana de la dicha güerta»99.

¿Qué peligro podía suponer para la seguridad de Castilla que la morisca tuviera un cuchillo para cortar la lechuga? El letrado encargado de la defensa trató de mantener ese argumento pero al no obtener resultado con ello, lo único que pudo argumentar en favor de la mujer fue que el cuchillo nunca había salido de la huerta, dado que, al parecer, la utilización del mismo en la parcela sí le estaba permitida a la morisca. El episodio se saldó con tres mil maravedíes de multa para la granadina. En una situación similar se vio inmerso el joven Diego de Soria, muchachuelo alistado en Toledo que

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AHN. OO.MM. AJT. Leg. 38.590. S.f. AHN. OO.MM. AJT. Leg. 43.740.

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«porque bibiendo yo en la çiudad de Toledo se me dio pasaporte para que yo pudiese yr, como soy e vine, por criado de Gaspar de Machuca, capellán del choro de la sancta Yglesia de Toledo y de su serviçio, por treynta días como pareçe por el pasaporte que tengo mostrado. E por mandado del dicho Gaspar de Machuca, estando en esta villa de Almagro me mandó que llevase una espada en casa de un espadero para aderezar la espada y porque no estava el espadero en su tienda me la tomó e puso en una tienda de Juan Ruiz, sastre, çerca del espadero para que, en viniendo, se la diese y adereçase el espadero por manera que yo hiçe lo que me mandó mi amo como dicho tengo y el espada no era mía sino del dicho mi amo»100

Por este motivo fue encarcelado y condenado nada más y nada menos que al pago de diez mil maravedíes. Y como su caso debió haber muchos más, pero ninguno en el que sepamos de grandes polvorines, ni de oscuras tramas, ni de conspiraciones en contra de nadie. Tan sólo, a veces, ciertos episodios que, como mucho, nos muestran el complicado mundo cotidiano en el que se desarrolló este tipo de situaciones y lo difíciles que, en ocasiones, resultaron las relaciones que mantuvieron entre sí cristianos viejos y nuevos. Buen ejemplo de ello lo encontramos en Manzanares, donde lo que se presumía podía ser un acto festivo e inspirado por un espíritu altruista, derivó en un estado de tensión más propio de los momentos previos a la propia guerra de las Alpujarras que del momento mismo en que tuvo lugar el mismo101. El episodio se enmarca en el conjunto de fastos organizado por el concejo para la construcción y colocación de un retablo en la parroquia de la Asunción, a una de cuyas numerosas actividades parece ser que incluso se desplazó fray Cristóbal de Salazar y Treviño, prior del Sacro Convento de Calatrava junto a gran parte de la comunidad102. La iglesia parroquial se encontraba, por aquel entonces, en plena remodelación tras el espectacular incendio que casi la redujo a la ruina el día después del Corpus de 1571. La causa de este suceso se entendió haver sido que una devota muger dio al sacristán una vela grande, que dexase encendida aquella noche, 100

AHN. OO.MM. AJT. Leg. 41.781. S.f. Fue el profesor J. López-Salazar, quien a partir de su conocimiento de las fuentes referidas a La Mancha nos indicó las virtudes, peculiaridades e interés de este proceso. Vaya desde aquí, una vez más, nuestro más sincero agradecimiento por ello. Gómez-Vozmediano también nos da noticia de él en su libro. Vid. GÓMEZ-VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos... op. cit., pp. 130-131. 102 HERVÁS Y BUENDÍA, I.: Diccionario Histórico, Geográfico, Biográfico y Bibliográfico de la provincia de Ciudad Real. Ciudad Real: Excma. Diputación Provincial de Ciudad Real, 2003, (edición facsímil de la de Ciudad Real: Establecimiento Tipográfico del Hospicio Provincial, 1899), vol. II., p. 396. 101

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delante del Santísimo Sacramento, el cual la ató a las andas donde el día de antes se había traído en procesión, que estaban en el altar mayor con la custodia, aunque el Santísimo Sacramento se había quitado de ella y puesto en el Sagrario en el relicario y entendiendo no se gastaría mucho por ser larga y recia la dexó allí hasta la mañana; presúmese que esta se fue consumiendo hasta que llegó a las andas y de allí a el retablo y todo lo demás103.

La fatalidad o la negligencia, unidas a la profusa decoración textil y vegetal de que hacía gala el templo con motivo de la Festividad hicieron el resto, alcanzando el fuego a todos los ornamentos del templo, al órgano y a todas las imágenes y decoraciones del retablo. Los daños se cuantificaron en más de seis mil ducados104. Casi inmediatamente después comenzaron los trabajos de reparación pero a la altura de 1600 aún quedaba por terminar el retablo, que había resultado totalmente calcinado y que aún estaba «blanco en sola la escultura». Las fiestas de la Virgen de Agosto eran la ocasión ideal para lograr una buena suma de dinero con el que sufragar la finalización del frontispicio sacro y para ello se ideó una curiosa iniciativa que tuvo como protagonistas principales a los moriscos alistados en la villa. En el centro de la plaza mayor del pueblo, junto a las casas del concejo y la propia parroquia, se construyó un castillo de madera en el que, cual si de verdaderos soldados se tratase, los granadinos «estando en hábitos de moros y con bandera y ynsignias de aquella naçión cautibasen a las personas más honradas ansí de la villa de Mançanares como de otras que havían acudido a las fiestas y no las libertasen hasta que diesen alguna limosna para ayuda de dorar el retablo»105.

A dos consideraciones empuja, de entrada, la curiosa iniciativa municipal. En primer lugar, a pensar que, a la altura de 1600, los granadinos de la misma estaban lo suficientemente integrados en la dinámica local como para que, desde la autoridad, se pensara en ellos para colaborar en tal actividad. Al tiempo, y aún admitiendo dicha premisa, también es digno de señalar la poca previsión de los ordinarios de la villa, incapaces de presuponer lo que dicha actividad, por muy lúdica que pudiera resultar, podía conllevar aparejado. Por su parte, los moriscos se esforzaron por agradar a los munícipes, incluso recabando la colaboración de sus compañeros de la vecina Membrilla. Para ello, todos los domingos y días de fiesta anteriores a su «actuación» se afanaron por ensayar su papel y salieron por las calles de la 103 104 105

VIÑAS, C. y PAZ, R.: op. cit., 1971, p. 299. Manzanares, resp. 37. Ibídem. AHN. OO. MM. AJT. Leg. 36.658. S.f. Vid. DOCUMENTO XII.

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villa en formación, a ritmo de tambor, blandiendo armas y gritando proclamas en árabe. Es decir, contraviniendo todo lo dispuesto en la pragmática de 1572. Todo así «llegado el día de San Roque hiçieron por la mañana la cerimonia del cautiverio para que al prinçipio dixe (que entre otras causas se havía ordenado la dicha fiesta o huída) y gastaron en çinco arcabuçes que hubo en la última esquadra y no más hasta dos arrobas de pólvora y a la tarde del dicho día de san Roque en la fiesta de los toros esperaron (con las alavardas o arcabuzes), uno, o dos toros en rueda y los mataron»106.

La situación —que hoy nos puede parecer cómica—, debió generar no pocas incertidumbres y temores en la villa. La guerra de Granada, aunque relativamente alejada en el tiempo, aún estaba presente en el inconsciente popular y el temor a una hipotética rebelión debió ser casi generalizado. Imagínese, si no, el revuelo que debió producir entre los vecinos el hecho de ver a los moriscos gritando, danzando armados todos y en perfecta formación a ritmo de tambor. Tanta fue la implicación de los cristianos nuevos que «un día de los del ensayo, çinco o seis del apellido de los Castillos se travaron de palabras con otros de la companía sobre deçir que eran más honrrados los de las villas libertadas que se havían convertido antes de la toma de Granada, sobre lo qual metieron mano y se acuchillaron y hiçieron uno o más, sobre lo qual junté una causa que havían hecho los Alcaldes de aquella villa que va con estos papeles»107.

Esos navajazos fueron la causa última que llevó a la justicia a actuar y a tratar de juzgar por traición a nada más y nada menos que cuarenta y dos cristianos nuevos, todos los varones mayores de dieciocho años y menores de cuarenta que, según el testimonio de Juan de Villaescusa, el escribano del concejo, quedaron obligados a conspirar y que, tras los incidentes, fueron condenados en primera instancia por aquellos que, en primer término, les obligaron a jugar a los soldados. Debido a ello no es de extrañar que el mismo gobernador del partido de Almagro se viera obligado a actuar de oficio en tan sonrojante episodio. Éste sugirió al Consejo de Órdenes que impusiera un recio correctivo a Juan Díaz Hidalgo y Gonzalo Ruiz de Bolaños, los alcaldes ordinarios «que los compelieron y apremiaron a ello [a los moriscos]», acusándolos de negligencia al incitarlos y obligarlos a incumplir lo ordenado por el Rey. No obstante, y aunque dicha recomendación se hiciera efectiva, las condenas a los moriscos también se dieron; des106 107

Ibídem. Ibídem.

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tierros, penas espirituales y multas en su mayor parte, aun a pesar de que, como se ha visto, poco o nada tuvieron que ver los moriscos con el motivo último del problema que dio origen a su persecución. Pesó de manera determinante en ello la tensión que su «teatro» generó, la incertidumbre que creó y el nerviosismo a que dio lugar la posesión de armas. Episodio aislado, en todo caso, lo que la rebelión de Manzanares pone de manifiesto es que, aún a principios del XVII, las heridas de la guerra de Granada no estaban totalmente cicatrizadas y que los temores no habían desaparecido por completo de la mente de los cristianos viejos. Sin embargo, y aún a pesar de lo dicho, ha de convenirse que, en todo caso y como situación extrema, la posesión de armas tan sólo derivó en episodios que cabe relacionar más con una conflictividad de tipo cotidiano que con intentos de subversión contra el poder castellano. Vistos así, casos como el de Juan Cabedo, morisco tobosino al que se le imputaba andar por las noches con espada y estar amancebado108; o como el de Bernardino de Almerique, acusado de propinar ciertas heridas con una tijeras a un cliente que se había quejado de la mala factura de unas botas109, debieron ser exponentes más de una conflictividad larvada entre ambas comunidades que de un verdadero deseo por parte de los moriscos de enarbolar la bandera de la subversión contra los reyes de Castilla.

7.7. Una conflictividad cotidiana: el morisco ante los tribunales Esa conflictividad tuvo sus manifestaciones más frecuentes en el desarrollo de la vida cotidiana y de la actividad diaria. Como se verá, los motivos que la inspiran son de lo más prosaico y, al menos en principio, podría pensarse que no son sino el fruto lógico de las incompatibilidades entre ambas comunidades. En esencia, ese sería el resultado de un primer análisis pero insertándola en el contexto general de sometimiento y control que se da en la Castilla del XVI para con la minoría, tiene también mucho que ver con los mecanismos de defensa puestos en marcha por el propio grupo morisco. Estas actuaciones, complejas por otra parte, tuvieron su principal manifestación en un aparente sometimiento de la minoría a los dictados y normas impuestos por el conjunto veterocristiano y en lo que podríamos calificar como una resistencia pasiva, indolente muchas veces. En este sentido la legislación represora dictada por la Corona para tratar de poner freno a las manifestaciones culturales de la minoría es sólo una parcela más —la oficial— de esa actitud puesta en marcha por el conjunto de la sociedad castellana. Si así se quiere ver, es muestra de lo que 108 109

AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.378. Fol. 412r.o 2.VII.1605. GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos... op. cit., pp. 50-51.

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podríamos llamar coacción oficial, aquella que, al amparo de la legalidad y siguiendo los dictados de la mentalidad de la época, trató de restringir los cauces de expresión de la minoría entendiendo que en ellos residía un manifiesto peligro para la seguridad interior de Castilla. Observada bajo este punto de vista, esa coacción dio lugar, por parte de la minoría, a un autocontrol más o menos efectivo de puertas afuera, pues como ya se ha podido observar, siempre que le fue posible, el morisco trató de restringir el cumplimiento de esas disposiciones única y exclusivamente a aquellas parcelas de su vida que, en contacto con el cristiano viejo, imponían el cumplimiento de aquella recomendación que, mucho tiempo atrás, ya hiciera fray Hernando de Talavera a los granadinos cuando les conminaba no sólo a que fueran verdaderos cristianos sino a que, además, lo parecieran. Por otra parte, el incumplimiento de ese tipo de medidas oficiales dio lugar a lo que podríamos denominar como una delincuencia contra el sistema, aquella que se puso en marcha de manera premeditada o inconsciente para tratar de escapar al férreo control impuesto por las autoridades. Bajo este prisma, la resistencia cristianonueva se articuló en torno a dos ejes principales: por un lado, alrededor de la ocultación y de la puesta en marcha de actuaciones tergiversadoras del orden social impuesto a la minoría. Por otro, y cuando dicho incumplimiento derivó en el choque con la justicia, se impuso la negación del delito, incluso mediante la presentación de testigos (casi siempre moriscos), que en mayor o menor medida, y haciendo gala de una importante cohesión y solidaridad, trataron de corroborar el argumento de la defensa del cristiano nuevo. Se pondría en marcha con ello, lo que R. Sánchez e I. Testón han definido como violencia colectiva; aquella que dirige una mayoría contra algunos sectores concretos de la sociedad, a los que excluye por motivos ideológicos, legales, étnicos o religiosos pero que, al mismo tiempo y como respuesta a dicha exclusión, esos mismos individuos dirigen contra las normas creadas para ordenar y dar coherencia al conjunto social110. Quizás sea en la ya mencionada delincuencia contra el sistema donde el concepto de violencia colectiva cobre más fuerza, tanto por parte de la Corona, que en nuestro caso actúa como agente controlador, como por parte de los moriscos, por razones obvias y aunque sobre decirlo, los controlados. Sin embargo, también pueden darse, en el seno de otras manifestaciones, claras alusiones a este tipo de violencia. Nos aproximaríamos con ello no sólo a la coacción oficial y a la delincuencia contra el sistema sino, en un plano diferente (aunque unido), a lo que podíamos calificar como 110 SÁNCHEZ, R. y TESTÓN, I.: «La violencia como factor de expulsión en la Edad Moderna», en FORTEA, J. I, GELABERT, J. E. y MANTECÓN, T. A. (eds.): Furor et rabies. Violencia, conflicto y marginación en la Edad Moderna. Santander: Universidad de Cantabria, 2002, pp. 260-261.

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coacción extra-oficial y delincuencia, no contra el sistema, sino contra el orden social. Vaya no obstante por delante, el convencimiento de que las tergiversaciones de ese orden social de las que fueron partícipes los propios moriscos en poco o en nada se diferenciaron de aquellas otras de las que fueron protagonistas los cristianos viejos, y que sus principales manifestaciones (delitos contra las personas, contra la moral, contra la propiedad,...) no responden sino —esta vez sí— a la mera y llana convivencia, al simple, diario y a veces aburrido discurrir cotidiano. Ocurre, sin embargo, que —y esto sí le es propio a la minoría— cuando un morisco se vio inmerso en cualquier tipo de conflicto derivado del incumplimiento de las normas sociales más básicas, el conjunto social veterocristiano vio en dichas manifestaciones, no tanto el fruto de las vicisitudes propias de esa convivencia sino más bien el resultado último de una hipotética y casi nunca fundamentada conspiración. Esto es, la consideración de que el delito, por el sólo y mero hecho de ser protagonizado por un morisco, era el indicador base, el simple y mero inicio de una acción ulterior, más ambiciosa, y por tanto más peligrosa, que encontraría su fin y objetivo último en el atentado contra el cristiano viejo y contra sus modos de vida. Fue este propio control el que, en ocasiones, impulsó a los miembros de la minoría a la no actuación salvo en aquellos casos en los que la misma era poco menos que inevitable. Sin embargo, hubo momentos en los esa pasividad se quebró y es en ese momento cuando afloran las patéticas condiciones a las que se vieron sometidos muchos moriscos. Dicha situación permite observar que, en consonancia con lo ya dicho, el cristiano nuevo fue capaz de aguantar cuantos atropellos puedan imaginarse, incluso sometiendo su propia integridad física y moral a una manifiesta degradación, y que sólo cuando la situación llegó a ser insostenible, se recurrió a la denuncia y al reclamo de unas mínimas garantías de convivencia. Quizás el caso más representativo de ello sea el que, en Corral de Almaguer, afectó al núcleo de su comunidad morisca. Ya se ha visto más arriba cómo dicho grupo fue sometido a una intensa vigilancia con motivo del asunto del uso del algarabía. «El Corral» era, a la altura de 1570, una de las más importantes villas del partido de Quintanar y tras la deportación acogió a doscientos cuarenta y nueve moriscos111 que se vinieron a unir a sus aproximadamente cuatro mil quinientos habitantes, algunos de ellos, probablemente, «moriscos antiguos»112. Su comunidad cristianonueva se mantuvo prácticamente inamovible desde el punto de vista demográfico y social y dio escasas muestras de conflictividad acoplándose con cierta facilidad a la dinámica socio-económica local. No obstante, dicha conviven111 Repartidos en 88 casas. AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.162. Fol. 47. Vid. ANEXO IV. 112 Vid. capítulo II.

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cia no estuvo exenta de episodios de cierta tensión, presentes, sobre todo, en los primeros diez años de su estancia en la villa. Fue precisamente en esos primeros momentos de estancia de la comunidad en la villa cuando, debido a sus escasas posibilidades económicas, los recién llegados optaron por vivir «muchos en una casa para así poder pagar el alquiler mayor entre muchos y porque ninguno de los vecinos naturales de la dicha villa quería alquilar a los moriscos pieza alguna de las casas de su morada»113. El hecho de que los moriscos de Corral decidieran agruparse y vivir juntos no hizo sino aumentar la desconfianza que se tenía hacia ellos y agudizó la intransigencia entre muchos de los cristianos viejos de la villa. Un ejemplo de ello lo encontramos en el proceso que se siguió contra Luis Alami y sus convecinos en marzo de 1579. La causa se inició debido al incumplimiento de la ley que prohibía hablar algarabía a los moriscos pero, a medida que se avanza en el proceso, descubrimos cómo se complica y deriva, más bien, en un caso de patente abuso de poder por parte de las autoridades locales de Corral de Almaguer. Durante la vista, los moriscos adujeron su manifiesta pobreza para justificar su convivencia ya que no tenían «en qué trabajar, ni ganar de comer [y] por ser tan pobres biben dos y tres en una casa por no tener posibilidad para poderla pagar cada uno de por sí, por dexar toda su hazienda en el Reyno de Granada, como por estar en parte donde no tienen en que trabajar»114. Sin embargo, sus argumentos fueron mucho menos sólidos a la hora de defenderse de la acusación de hablar algarabía. El delito quedó probado y la multa de sesenta y tres reales impuesta a cada uno de ellos se mantuvo, incluso después de la apelación. Todo a pesar de que, durante el proceso, las autoridades locales de Corral aportaron testimonios falsos y se sirvieron de maniobras ilícitas a la hora de demostrar su argumento, pues quedó patente que el alguacil que les llevó ante el tribunal andaba «de noche escuchando por los agujeros de las casas donde vivían para ver si hablaban la dicha lengua y buscar testigos diziendo que digan y declaren como los vean hablar, todo a fin de molestarles»115. El despotismo con el que las autoridades de Corral de Almaguer se comportaron en relación a los cristianos nuevos no acabó con el caso de Luis Alamí. En el mismo proceso encontramos una referencia al resto de la comunidad morisca de la villa. Entre las ya mencionadas medidas de control para con la minoría, una de las más importantes —ya se ha 113

AHN. OO.MM. AJT. Leg. 24.678. S.f. AHN. OO.MM. AJT. Leg. 7.681. S.f. 115 Ibídem. El procurador de los moriscos, ante lo arbitrario de estas acciones, recurrió, durante su apelación, a la jurisprudencia al poner como ejemplo de abuso de poder un caso parecido ocurrido en Toledo donde los moriscos, tras manifestar al Corregidor de dicha ciudad los abusos de los que eran objeto por parte de los alguaciles, fueron absueltos y su causa sobreseída pero, en este caso, dicho argumento no pareció obtener resultados favorables. 114

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señalado— fue el establecimiento y confección de listas de moriscos, de censos en los que constara el nombre y situación familiar de cada uno de los deportados. En Corral, en 1579, se estaba procediendo a la recogida de información para la elaboración de uno de esos censos116, cuyas costas debían ser abonadas por los propios moriscos a la persona encargada de su confección a razón de ocho reales diarios. Censar y registrar a las sesenta y seis casas de moriscos117 existentes en la villa en 1579 no debían suponer, en principio, un tarea demasiado difícil de llevar a cabo; sin embargo, y tras siete días de estancia en la misma, la persona encargada de esa labor aún no había concluido su trabajo a causa de «estar cinco y seis días holgado» con el único objetivo de aumentar sus ganancias aprovechándose de la minoría, que a fin de cuentas era quien, por indicación regia, tenía que pagar a esa persona. El episodio de Corral no parece ser el único. Años después y por motivos muy similares, varios granadinos de la vecina villa de El Toboso, se dirigieron directamente al rey para pedir «que la lista que se haçe de todos los cristianos nuevos desta villa la hagan los hordenamientos desta villa y no el gobernador deste partido porque [de ello] se les syguen muchas costas y gastos»118. Abusos como los mencionados, en los que la autoridad juega un importante papel como elemento de coacción, fueron uno de los principales factores que impulsaron a los cristianos nuevos a reclamar de las más altas instancias gubernativas una igualdad a la que tenían derecho pero que sistemáticamente les fue vedada. Así le ocurrió, a García Martín y otros moriscos tobosinos cuando, sin que mediara delito alguno ni acusación previa, fueron encarcelados por Alonso Muñoz de Chaves, gobernador de Quintanar119. Dicho comportamiento no fue ni propio ni exclusivo de las autoridades sino que el conjunto social se entregó también con una relativa frecuencia a la comisión de abusos y a la puesta en práctica de actuaciones más o menos arbitrarias. Ejemplos de ello no faltan: desde el mercader que compra a los moriscos materia prima a un precio más bajo que a los cristianos —bajo amenaza de hacer saber a la Inquisición no importa qué herejía— al labrador que no duda en mantener a soldada a niños cuya edad era más propicia para jugar con una pelota que para empuñar una hoz o una azada120. 116

¿Podría ser este censo el que, en 1581, hizo público el Consejo de Castilla? Aún a pesar de que la población morisca de Corral se mantuvo más o menos constante, ocho años después de la repatriación el número de casas se había visto notablemente disminuido pues había pasado de ochenta y ocho a sesenta y seis. 118 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.360. S.f. 12.I.1584. 119 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.365. Fol. 43r.o 11.I.1589. 120 Como por ejemplo le ocurre a Pedro de Cejuela, vecino de Ciudad Real, que acogió a soldada a Lorenzo de Granada, morisco de tan solo catorce años o a Catalina Ruiz, también vecina de Ciudad Real, que contrató a María, morisca, hija de Luis García, de tan 117

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Algunos son anteriores a la propia llegada de los granadinos y nos dan idea de cómo los antiguos también las sufrieron. Un ejemplo de ello lo encontramos en Daimiel con motivo del proceso que enfrentó a Juan de Arellano, comendador de la villa, con Gonzalo Núñez de Castro, vecino de Almagro. Ambos recurrieron a la Chancillería de Granada para dirimir el pleito que les enfrentaba por la utilización de las aguas del río Guadiana en el daimieleño paraje de Curenga. El proceso se alargó durante años debido a los ya consabidos conflictos de competencias que mantuvieron el tribunal regio y el Consejo de las Órdenes, en cuyo registro parece ser que también tuvo entrada la causa. Sea como fuere, y aunque, en principio, la Chancillería no se mostró muy partidaria de tomar medida alguna, el Comendador fue llamado a declarar y a la hora de presentar testigos en favor de su postura no dudó en recurrir a personas que, de una u otra forma, mantenían lazos con él. Entre ellas, y sobre todo, moriscos como Juan Moreno Herrero, «hombre pobre», quien debía mucho al Comendador por ser el arrendatario del molino del Navarro, propiedad de la encomienda; o Alonso Aragonés y Marcos de Villena, criados del propio Juan de Arellano; o Francisco Aragonés que mantenía con el Comendador deudas «que ha jurado nuevamente muchas vezes de cumplir»; o Miguel Sánchez, «que consiente que su muger tenga aceso con munchas personas»; o Juan Albañil «hombre pobre de poco saber»; todos moriscos, y de cuya reputación y validez como testigos, cabe dudar por el excesivo poco juicio y mucha ligazón que mantuvieron con el propio comendador121. Así fueron presentados por Núñez de Castro, quien no dudó en declarar que el comendador estaba utilizándolos como testigos coaccionados. Sin embargo, no todos los abusos vinieron de la autoridad civil. Aunque en menor medida, también hubo miembros de otros estamentos que participaron de ellos. Llamativo es el caso de Diego de León, freile de la Orden de Santiago, quien no dudó en aprovechar que una joven cristiana nueva iba a confesar a su casa, para obligarla a «subir a un aposento y estando allí trincada de rodillas e aviéndose presignado e dicho las quatro oraciones, antes que començase a confesar sus pecados, el dicho cura la asió de la mano e dixo por dos vezes que le besase e abraçase e que tubiese açeso carnal con él haziéndole çiertos ofreçimientos y aún amenazas, diziéndola que podía él castigar a ella e a su marido y aún llebarlos al Santo Oficio, tiniéndola todavía asida de la mano sin dexalla levantar hasta que biendo que no quería conçeder con su voluntad la dexó»122. solo siete años, para que trabajara como sirvienta en su casa. AHP CR. Leg. 28bis/1. Fols. 70r.o-70v.o 12.X.1572 y AHP CR. Leg. 29/1. Fols. 157r.o-157v.o 21.I.1571. 121 ARChG. Caja 1.916. Pieza 1 y caja 1.917. Pieza 13. 122 AHN. Sección Inquisición. Legajo 2.022. Caja 1. Expediente 15. Fol 14r.o Caso muy similar al de Juan Antonio de Valance, franciscano de Membrilla (AHN. Sección Inquisición. Legajo 2.022. Caja 1. Expediente 15. Fols. 12r.o-12v.o)

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Por su parte, Lucía de Aguilar, morisca de La Solana, se vio inmersa en un episodio similar. Durante las semanas anteriores a su denuncia, se había alojado en la villa un pequeño destacamento militar. Cierto día, aprovechando la noche, Alonso Díaz, soldado de veinticuatro años, entró en casa de la morisca con pretensiones más de que deshonestas y junto a sus compañeros abusó de la muchacha. Alarmados, los vecinos acudieron a la casa y retuvieron a los violadores, que tras el proceso correspondiente acabaron condenados a doscientos azotes y a cuatro años de galeras123. En realidad, nos situamos ante un típico episodio de violencia sexual que para nada cabe relacionar en exclusiva con la minoría124. No obstante, lo que nos interesa ahora es ver cómo los acusados afrontaron su defensa. En su primer alegato, Alonso declaró que entró en la casa de las moriscas tras recibir la invitación de una de ellas y que después de mantener una conversación, las mujeres comenzaron a dar voces injustificadamente. Su testimonio se contradice con el de Lucía de Aguilar y otros cinco testigos del proceso que manifestaron que los soldados entraron a la casa con la clara intención de perpetrar los citados abusos. Más interesantes resultan, sin embargo, las palabras del letrado defensor de los soldados porque de ellas se deriva, lo que a nuestro juicio es uno de los soportes principales sobre los que se sustentó esa dialéctica en plano de desigualdad que enfrentó a cristianos viejos y a moriscos. El abogado manifestó que sus clientes eran «hombres honrrados e buenos xpianos, temorosos de Dios en sus conciencias» y que, por contra, las moriscas, como tales, eran «personas viles e vaxas y malas cristianas a las quales no se debe dar fee ni crédito alguno». Es decir, aunque seis de los nueve testigos llamados a declarar coincidieron en que los acusados habían abusado de las moriscas y dichos testimonios dejaron poco margen de actuación al letrado, éste trató de basar la defensa de sus clientes en la contraposición de los conceptos morisco/malo-cristiano viejo/bueno. No dio resultado pero su estrategia se hizo eco de los prejuicios que podían existir contra la minoría y éstos, en determinados momentos de tensión, pudieron resultar mucho más peligrosos que cualquier delito. Los abusos, en todo caso, tampoco fueron muy numerosos y no puede decirse que contribuyeran a crispar en exceso las relaciones entre ambas comunidades. Si acaso, y como mucho, de lo que puede hablarse es de episodios puntuales en los que afloró la intolerancia, como por ejemplo en La

123 El proceso en AHN. OO.MM. AJT. Leg. 22.054. Fue, una vez más, el profesor López-Salazar quien nos informó acerca de su existencia. 124 En torno a estas cuestiones y con más detalle nos remitimos al libro del profesor Sánchez-González sobre la comarca de los Montes de Toledo. Cf. SÁNCHEZ GONZÁLEZ, R.: Sexo y violencia en los Montes de Toledo: mujeres y justicia durante la Edad Moderna. Toledo: Asoc. para el desarrollo integral del territorio ‘Montes Toledanos’/Asoc. para la integración laboral de la mujer en Castilla-La Mancha, 2006.

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Solana, donde en el verano de 1587 se sucedieron una serie de asesinatos y robos a personas del pueblo y a viajeros que circulaban por sus alrededores y la autoría de los mismos fue achacada a los moriscos de la villa a los que, en una medida algo exagerada, Juan Ruiz, regidor de la villa, propuso encarcelar a perpetuidad y castigar a trabajos forzados125. Y es que, en ocasiones, la minoría tuvo el desdichado papel de servir de chivo expiatorio de los cristianos viejos, quienes, por cierto, no dudaron en buscar la provocación de los moriscos. Así pareció ocurrir en El Toboso en 1581 cuando, como hemos visto, los cristianos nuevos de la villa fueron sistemáticamente apartados de la posibilidad de que los carros y monturas de sus arrieros fueran utilizados en las diversas expediciones que partieron del pueblo hacia Cartagena para comerciar con productos de la villa, tarea en la que fueron postergados en beneficio de los «deudos y parientes de los oficiales del Concejo»126. Como puede verse, gran parte de estas provocaciones tuvieron como telón de fondo el ámbito laboral, aquel en el que el morisco, debido a su manifiesta subordinación, tuvo que plegarse siempre a los deseos del cristiano viejo. En las menos de las ocasiones, los granadinos cedieron pero cuando no lo hicieron, se vieron inmersos en episodios no menos truculentos. Ya se ha visto el caso de Bernardino de Almerique, zapatero de Almagro, quien ante las quejas de un cliente insatisfecho no dudó en propinarle varios tijeretazos entre pecho y espalda. Como él, también hubo granadinos que recurrieron al empleo de la violencia como medio de solventar diferencias; entre ellos, Hernando de Toledo y Hernando Álvarez (los dos granadinos), quienes, cerca de Ocaña, se enredaron en una pelea que acabó con los huesos del segundo en el cementerio y con el primero en la cárcel. Todo, por un oscuro lío de faldas en el que la mujer de Álvarez parece que fue la principal protagonista127; o como Lorenzo del Viso, joven morisco de Daimiel, que fue acusado de ser el artífice de las heridas que llevaron a la muerte al delator de ciertos compañeros que se encontraban en las cárceles del Santo Oficio128. Sin embargo, el recurso a la violencia extrema no fue una cuestión demasiado importante entre los moriscos ya que, aunque pueden encontrarse casos en los que los éstos son partícipes o artífices de asesinatos o heridas de consideración, la tónica imperante invita a pensar que los delitos contra las personas tuvieron su desarrollo último y parcial de una manera menos violenta, la mayor parte de las veces materializados en insultos, riñas y peleas o discusiones que no llegaron más allá del enfrentamiento verbal. Así le ocurrió, por ejemplo, a Pedro Zarco, morisco de El Toboso, «por 125 126 127 128

AHM So. Libros del Concejo. Libro 16. S.f. AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.357/3. S.f. 27.X.1581. AHN. OO.MM. AJT. Leg. 54.064. S.f. AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.106. Exp. 8.

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ciertas palabras y otras cosas de tipo insulto» que mantuvo con María de Baena, la medianera de su corral129; o Hernán Martínez, morisco, y Antón Martínez Batanero, quienes en la primavera de 1607 tuvieron una airada discusión cuyas últimas consecuencias terminó pagando el pollino del morisco, apedreado por el cristiano viejo130. Muy relacionados con los delitos contra las personas están y pueden situarse aquellos que de una forma ciertamente genérica hemos calificado como de contra la moral, porque en ellos, aparte de la desviación que pueda suponer la comisión de un delito u otro, siempre se encuentra un matiz personal, una componente individual no sólo concerniente a la persona que comete el delito sino también al protagonista pasivo del mismo. No obstante, y por muy llamativos que puedan resultar estos delitos; por truculentos y descarnados que sean los testimonios que se derivan de ellos y por escandalosos que puedan parecer, es necesario advertir que no dejan de representar ejemplos cuantitativamente poco importantes y nunca exclusivos de los moriscos. Obviar dichas precisiones y conceder a estos ejemplos una especial significación, nos aproximaría peligrosamente a la parcial e interesada mentalidad de aquellos que, en la época, trataron de poner a la minoría como el ejemplo manifiesto de la corrupción mental que pudría a Castilla y como el elemento a suprimir en función del peligro, ya no solo militar, demográfico o religioso que podía suponer, sino también debido a la degradación vital de la que, según ellos, eran partícipes los moros. Ese hundimiento, si es que se dio, tuvo uno de sus más claros ejemplos en el recurso a la prostitución y en la defensa de dicha institución como medio lícito de establecer relaciones extra-conyugales. Así lo defendía Gonzalo Fernández, joven granadino de Arenas de San Juan que gastaba todo su jornal de vendimiador en partidas de cartas y en mujeres y que al decir de Mari Gómez «era muy amigo de mujeres y que las dava el dinero por echarse con ellas»131; o Alonso de Villalobos, alistado en Aldea del Rey, que «juraba a Dios que qualquier mujer que diesse su cuerpo, avía de tener ayuntamiento con ella y pagárselo, que no era pecado»132. Repetimos, este tipo de desviaciones no son exclusivas de moriscos ni forman parte de ninguna idea preconcebida en torno a las formas de entender la vida, ni a preceptos religiosos, ni a usos sociales propios y diferenciados, ni a nada que quepa poner en relación con supuestas exclusividades moriscas. Antes al contrario, el recurso a la prostitución, aún a pesar de no ser del agrado de autoridades religiosas y civiles, no fue cuestión que se persiguiera sistemáticamente. Es más, la existencia de mancebías en las ciudades y villas castellanas 129

AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.374. Fol. 491r.o 21.VIII.1603. AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.379. Fol. 480r.o 11.VI.1607. 131 AHN. Sección Inquisición. Leg.192. Caja 2. Exp. 20. También en AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp.18. 132 AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp. 17. 130

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no es nada extraña en nuestra Edad Moderna, e incluso se dio una nutrida y bien fundamentada reglamentación a tal efecto. Lo que ya no estaba tan bien contemplado era el hecho de que se hiciera apología de la misma e incluso ostentación pública de su uso y aquí sí es justo reconocer que los moriscos fueron más imprudentes que sus vecinos cristianos viejos. Junto a la prostitución, también requirieron cierta atención los casos de bigamia, asunto éste que tampoco fue ajeno a los cristianos viejos. Sin embargo, y una vez más, la interesada confusión de términos y conceptos de que hizo gala el cristiano viejo, contribuyó en no poca medida a satanizar episodios que, además de ser aislados, muchas veces cabía achacar a accidentes, a confusiones y a situaciones vitales muy especiales, fruto de episodios como la propia expulsión del Reino de Granada. Ésta —ya nos es conocido— provocó la ruptura de familias, incomunicaciones totales y un alto índice de fallecimientos; y éstos, a su vez, dieron lugar a que determinados moriscos y moriscas se decidieran a contraer matrimonio e iniciar una nueva vida familiar tras algunos años de infructuosa y frustrante espera en soledad. Ocurrió, sin embargo, que pasado un tiempo, el contrayente pudo comprobar, para desgracia suya, que el cónyuge que creía perdido no lo estaba. Y, entonces, hubo de enfrentarse a un proceso judicial por bigamia. No obstante, también se dan ejemplos en los que la equivocación no es tan manifiesta y parece ser que sí medió un conocimiento previo de que la situación generada con el nuevo matrimonio iba a ser ilegal. Casos como el de Juan de Aragón, morisco antiguo de Daimiel, que tras casar en La Mancha, contrajo segundas nupcias en Aragón pensando y defendiendo que «se podía casar con munchas mugeres siendo todas buenas así como los moros los tenían»133, demuestran un nulo interés por el mantenimiento de los preceptos asociados al sacramento del matrimonio además de un conocimiento previo y fundamentado de la permisividad islámica en ese sentido y de la desviación moral, ética y legal que supone dicho paso para la sociedad cristiana. Pero situaciones como la del daimieleño (acusado también de hereje y de fugitivo en Argel y quemado en efigie por ello), además de ser también comunes a los cristianos viejos, no son tan frecuentes como pudiera pensarse en principio y no pueden en ningún caso ponerse como ejemplo y prototipo de un comportamiento extensible y generalizado al conjunto de la minoría. Como tampoco lo pueden ser aquellos delitos relacionados con la moral sexual, por mucho que jueces, fiscales, autoridades y sociedad en general vieran en ellos una muestra más del peligro que suponían para los valores cristianos este tipo de prácticas. La homosexualidad como delito, la puesta en marcha de prácticas zoofílicas, pedófilas y sodomitas, incluso la

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AHN. Sección Inquisición. Leg. 191. Caja 1. Exp. 5.

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ya mencionada bigamia son, en este sentido, los delitos más perseguidos. Debido a ellos fueron juzgados, por ejemplo, Francisco de Cuélliga, morisco de Socuéllamos, reputado y perseguido por sodomita en localidades como Villamanrique, Villarrobledo y Valdepeñas; acusado de intentar abusar de unos chavales en Membrilla y finalmente apresado y quemado vivo en el cadalso134; o Andrés Ximénez, morisco de Almagro que, durante su permanencia en la cárcel de Manzanares mantuvo con Melchor, el esclavo negro con el que compartía celda, una truculenta relación con violación de por medio, tal y como se deduce del descarnado testimonio del esclavo135. La situación debió complicarse en no poca medida pues con posterioridad a los testimonios de los implicados, el alguacil de la cárcel y un cirujano llamado ex profeso para reconocer a ambos, certificaron el deplorable estado físico en el que se encontraban ambos, «con quistes», «úlceras», «grietas» e «hinchados sus sexos», pero ejemplos como este, mucho más crudo incluso de lo que pueda imaginarse, repetimos, no fueron nunca numerosos, ni tan siquiera frecuentes. Su inclusión en el presente trabajo sólo responde a dos motivos: primero, al deseo de mostrar que todo era posible. Y segundo, a tratar de mostrar que la sociedad castellana no valoró en igual medida las desviaciones de unos y otros, ya que, aunque aislados y poco importantes, fueron precisamente estos casos los que sirvieron al cristiano viejo para estereotipar al morisco no sólo como un delincuente o un desviado sino también como un hereje, un pervertido y un traidor. Obsérvese, por tanto, el problema como parte de un conjunto y no se caiga en la tentación de ver en este tipo de manifestaciones ejemplos de una inexistente lucha contra la moral cristiana. Si acaso como distorsiones de una moral que son comunes tanto a moriscos como a cristianos viejos y cuyo origen más bien cabría poner en relación con situaciones de marginalidad. Quizás sea en esas condiciones donde resida el principal de los motivos por el que los delitos y conflictos más frecuentes en los que se vio inmersa la minoría fueron aquellos que atentaron contra la propiedad o contra los privilegios de los cristianos viejos. No es demasiado sencillo adscribir a este tipo de conflictos ejemplos como el de Hernando de Molina, que hubo de vérselas con el todopoderoso tribunal mesteño al ser acusado 134 AHN. OO. MM. AJT. Leg. 43.881. S.f. Cit. por GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos... op. cit., p. 54. 135 Pues «el dicho Andrés Ximénez se echó junto a este que declara y a la ora de las nueve o las diez de la noche, estando este que declara buelto el rrostro haçia la pared y las nalgas haçia donde estaba el dicho Andrés Ximénez, el dicho Andrés Ximénez tomó a este que declara la cabeza y le torzió el pescuezo hacia él y le asió los rrostros con su boca y con la otra mano le tenía asido por la barriga y las nalgas encaxadas entre las piernas del dicho morisco y el dicho morisco le metió su natura, a este que declara por el sexo y apretava y este que declara como tenía torzida la cabeça y asida la boca no podía hablar ni defenderse». AHN. OO.MM. AJT. Leg. 37.129. S.f. Caso citado por GÓMEZ-VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos... op. cit., p. 111.

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de matar el novillo de uno de los hermanos del Honrado Concejo mientras el animal se comía las pámpanas de su viña, aún con fruto136; o como el de García de Zafra, morisco de Ciudad Real, que en 1601, tenía causa abierta en la Chancillería de Granada debido a los daños que con los arados de su yunta provocó a la casa de Francisco de Peñalosa, su lindero137. Ellos son muestra de lo complicado que suele resultar para el historiador proceder al establecimiento de clasificaciones cerradas, pues si bien constituyen ejemplos de atentados contra la propiedad —intencionados o no—, lo específico de cada uno de ellos hace complicada la creación de un patrón generalizable al conjunto. Salvando estos ejemplos, en los que existe una manifiesta dificultad de adscripción, puede reconocerse que los principales motivos por los que pudieron generarse conflictos o incurrirse en delito obedecen, bien a atentados contra la legítima propiedad (esto es, hurtos y robos), bien a impagos. Ambas situaciones, si se quiere, son deudoras de un mismo origen que podría encontrar sus fuentes en la precaria situación a que se vieron sujetos muchos de los cristianos nuevos y en las duras condiciones que los castellanos les impusieron desde pronto, pero, una vez más, debe admitirse que tampoco son exclusivas ni propias a la minoría. En este sentido, casos como el de Alonso de Cañizares, incapaz en 1589 de hacer frente al pago de los plazos a que había quedado obligado por arrendamiento de ciertas tierras138; o como el de Diego Fernández, también insolvente139, debieron ser frecuentes. No es de extrañar, por tanto, que acuciados por las más perentorias necesidades, algunos moriscos (no todos) se adentraran en una espiral delictiva que, otra vez, cabe relacionar más con las necesidades derivadas de su propia condición que con un deseo manifiesto por subvertir el orden social establecido. En qué medida la pobreza pudo influir en la aparición de delitos a lo largo y ancho de nuestro territorio, es tarea que podría ser completada con un mayor número de procesos a estudiar. No obstante, y a pesar de que los conservados no son excesivamente numerosos sí puede apuntarse cierta relación entre una cosa y la otra. Es, sin duda, la pobreza la que, en marzo de 1576, empuja a Alonso Farax a robar un manto y una saya a María, vecina de Ocaña, y a querer venderlos posteriormente a un sastre140; la que hace que Hernando Pérez robe, en compañía de otros dos moriscos mozos a los que no se logra identificar, cierta cantidad de dinero

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AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.365. Fol. 42r.o 8.I.1589. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 76/1. Fols. 60r.o-60v.o 26.X.1601. 138 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 76/2. Fols. 139r.o-139v.o 8.II.1602. Casos similares, por ejemplo en AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.378. Fol. 423v.o 6.VIII.1605 o en AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.377. S.f. 19.III.1604. 139 AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 130/2. Fols. 17v.o-18r.o 8.VI.1606. 140 AHN. OO.MM. AJT. Leg. 12.233. S.f. 137

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a Pedro Fernández141; la que lleva a Rodrigo de Bolaños, moro antiguo, a robar unas espuertas de trigo142; o la que determina que, en 1590, Ginés Pérez, morisco de Quintanar, fuera condenado a seis meses de destierro de la villa por sustraer unas palomas a Bartolomé Novillo143. La posterior apelación de Ginés y el argumento defendido para que se revocara el destierro a que había sido condenado, confirman que el morisco se lanzó a tan vil acción empujado por la necesidad de dar de comer a su mujer e hijos, desde entonces desamparados y en la indigencia144. No caigamos, sin embargo, en el error de minimizar la actitud de todos aquellos que, sin que mediara aparente problema, incurrieron en actividades delictivas. No incurramos, por tanto, en conceder a todos aquellos moriscos que se entregaron al delito una constante disculpa. Concedámosles el beneficio de la duda pero admitamos sin ambages que el robo de una pollina145 no necesariamente debió estar inspirado por el hambre o la indigencia, al igual que tampoco debió estarlo la complicada trama urdida por algunos vecinos de Ocaña, maestro molinero y oficiales, criados y tenderos; viejos y nuevos cristianos, todos en aquiescencia, para proceder a la compra-venta del aceite robado del molino de Luis de Campo, que «tiniendo el dicho mi parte [Luis del Campo] un molino de aceyte en este presente año y tiniendo en él algunos criados y molineros, por maestro a Gabriel de Vargas y otros ofiçiales, haçiendo confiança dellos del aceyte y aceytuna que el dicho mi parte metió en el dicho molino, el dicho maestro e Juan de Torres, travajador e molinero en otro molino, urtaron y rrovaron a mi parte mas de tresçientas arrobas de aceyte en diversas vezes ayudados de un Luys de Cortinas, ansymismo morisco, por cuyo medio vendieron mucha parte del dicho aceyte a otros moriscos desta villa, en espeçial a los dichos Gaspar Gutiérrez y a Hernando de Flores y a [Juan de] Guadalupe que son conpañía con el dicho Pedro Hernández, en cuyo poder entró mucha parte del dicho aceyte. Y el dicho Gaspar Gutiérrez pospuesto el temor de Dios y de la justiçia en grave daño de mi haçienda, saviendo y entendiendo por muy çierto como el dicho aceyte era hurtado, conpró demás de otras muchas cantidades quatro arrobas del dicho aceyte y se lo llevó en dos suertes a su casa el dicho Juan de Torres y lo pagó a siete rreales el arroba, valiendo como valía en aquella saçón a honze rreales el arrova»146.

Ellos serían muestra de esas incursiones en el terreno de lo ilegal que desbordaron el ya mencionado proceso de (auto)control de que hizo gala 141 142 143 144 145 146

AHN. OO.MM. AJT. Leg. 15.455. S.f. GÓMEZ-VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos... op. cit., p. 111. AHN. OO.MM. AJT. Leg. 9.046. S.f. AHN. OO.MM. AJT. Leg. 60.999. Roque de Almansa, morisco. Marzo 1599. ARChG. RGSCh. Caja 6.748. S.f. AHN. OO.MM. AJT. Leg. 5.105. S.f.

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el conjunto morisco. Ante tales hechos, marcadamente irrebatibles y ante los que poca o ninguna posibilidad de apelación quedaba, lo único que se pudo hacer fue asumir responsabilidades. Es así como, una vez desbordados los mecanismos de defensa del grupo morisco y rebasados los cauces de resistencia cotidiana puestos en marcha por el mismo, el individuo y, con él, el grupo, quedaron a merced del otro control social, el ejercido por la mayoría veterocristiana, consistente, como ya se ha visto, primero en la coacción y la intimidación y cuando estas no dieron resultado, en el castigo, en el mantenimiento de una constante actitud punitiva hacia aquel que había logrado violar ese control.

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VIII. EN LA SENDA DIOS: LOS MORISCOS ANTE PREDICADORES E INQUISIDORES «A la negligencia que hubo en el principio de instituirlos en la fe, atribuyen el haber perseverado tanto los errores en ellos, y tienen razón, porque si entonces se hubiera hecho un buen principio limpiando esta tierra de las malas raíces de sus errores y plantando en ella las divinas verdades, no hubieran retoñado los errores y derivádose de padres a hijos hasta el día de hoy»1.

8.1. Políticas evangelizadoras y actuación eclesiástica La incorporación de la minoría al Cristianismo fue el principal objetivo que tanto autoridades civiles como eclesiásticas se propusieron conseguir con los moriscos. Los intentos que se llevaron a cabo para conseguir la asimilación tuvieron su base en las leyes promulgadas a lo largo de todo el siglo XVI y se desarrollaron, tanto desde la esfera civil como desde la religiosa. En este sentido Sínodos y reuniones conciliares jugaron un importante papel, primero como instituciones de las que emanaron las más importantes decisiones encaminadas a lograr dicha conversión y, segundo, como reflejo de una situación, la de falta de asimilación, que tanto tardó en ser solventada, sobre todo debido a la incomprensión mutua que en materia de ideas, creencias y prácticas sociales profesaron tanto cristianos viejos como nuevos. Al amparo de este enfrentamiento, y como consecuencia directa del mismo, en los territorios de La Mancha se promulgaron numerosas disposiciones tendentes a solventar esta situación. Resulta bastante complicado encontrar un hilo argumental claro en la política evangelizadora puesta en marcha con las comunidades de antiguos 1 Comentarios del Padre Sobrino al Memorial que los síndicos de las Aljamas de los moriscos del Reino de Valencia dieron al Rey en el año 1595. Recogido en CANDAU CHACÓN, M.ª L.: Los moriscos en el espejo del tiempo. Problemas históricos e historiográficos. Huelva: Universidad de Huelva, 1997, p. 139.

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de La Mancha. Los primeros treinta años —al menos hasta la llegada del inquisidor Yanes a Ocaña y al Campo de Calatrava—, estuvieron marcados por una confusa mezcolanza de posturas que trataron de aunar, por un lado, condescendencia con censura y por otro, sinceridad con fingidas adhesiones al cristianismo. Fueron tiempos difíciles. Hubo moriscos que bajo ningún concepto se mostraron proclives a aceptar la tímida política evangelizadora propuesta por la Corona. Para ellos, el periodo de gracia inquisitorial y los sucesivos aplazamientos obtenidos merced a las negociaciones con la Suprema sólo eran válidos en tanto que prolongaban y daban validez legal a su irredentismo. Para el resto, las prórrogas tenían cierto sentido pues, gracias a ellas, muchos pudieron desprenderse de viejas creencias y de antiguos dogmas. Lo que no resultó tan fácil, fue mudar usos y costumbres, abandonar prácticas heredadas desde hacía siglos. Cambiar comportamientos, en definitiva. Tras el breve lapso de tiempo que supone la moratoria concedida por el Santo Oficio, el irredentismo inicial de los sectores moriscos más proislámicos quedó al descubierto. Las manifestaciones fueron de lo más diverso. En ocasiones, adquirieron cierto tono violento. Por ejemplo, Juana de Torres, daimieleña, no dudaba en afirmar que el predicador que viniera a «convencerla de la ley del Señor» sólo recibiría pedradas a cambio de su doctrina2. Otros evitaron la confrontación y optaron por obviar todo intento aculturador: poco antes de la llegada de los granadinos, Juan de Alarcón, quiso volver a ser llamado Alí; ante los suyos, renunció a la religión de Cristo y «preguntándole si se quería tornar moro, con determinaçión deliberada y boluntad provada, rrespondió y dixo que así haría»3. Al lado de ellos, ejemplos de que esa negativa a aceptar a Cristo no fue ni mucho menos generalizada. Las contradicciones en que se vio inmerso Alonso de Ozmín pueden servirnos para apoyar dicho juicio. En 1535 Alonso tenía poco más de treinta años. Se le acusaba entonces de que «hacía quince años» no quiso comer cerdo. Aparte sus simpatías con Barbarroja (posiblemente, y a juzgar por cómo se desarrollaron los interrogatorios, inducidas por los inquisidores), su testimonio es indicador claro de cómo, en su política de aculturación, la Corona estaba obviando el principal de los factores a tener en cuenta: el tiempo. A Alonso, plenamente convencido de que sus creencias podían adaptarse al Cristianismo, se le estaba juzgando por actos cometidos muchos años atrás, durante su adolescencia. Sin embargo, e independientemente de si comió o no comió cerdo, lo que trasciende a su testimonio son las palabras que intercambió con Benito Sánchez Carabantes, su vecino, ante el cual defendía, precisamente, que la paciencia era la única de las bazas que el cristiano debía jugar para lograr una conversión sincera del moro. Lúcido juicio el del 2 3

AHN. Sección Inquisición. Leg 198. Caja 1. Exp. 6. S.f. AHN. Sección Inquisición. Leg 191. Caja 3. Exp. 6. S.f.

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morisco; como lo fue el que opuso a los reproches que su vecino le hacía cuando le preguntaba acerca de porqué su conversión era tan complicada de lograr. Alonso le respondió con un sencillo «¿si te hiziesen tornar moro (...) serías buen moro?»4. Lucía de Toledo se vio inmersa en una situación similar a la de Alonso. Conocida entre los suyos como Hançra, casó con catorce años «según lei de moros»5. En 1539, cuando ya tenía cuarenta y cuatro, fue juzgada por ello. Con motivo de su proceso, en el que también se le acusó de hechicera, el inquisidor testó sus conocimientos religiosos. La morisca «dixo el Ave María bien e el Pater Noster, e en el Credo herró poco e dixo la Salve Regina e no se supo signar»6. Su caso es, si cabe, más paradigmático aún que el de Alonso pues sintetiza a la perfección la situación en la que se debieron ver inmersos muchos de los antiguos. De un lado, el apego a sus tradiciones, materializado en su tendencia al curanderismo y los «sortilegios» y en el rechazo frontal a la carne de cerdo «porque su estómago no lo lleva»; de otro, los deseos de lograr una conversión lo más sincera posible y la lucha mantenida por ello: tras haber sido abandonada por su marido (que volvió a casar «segund lei de moros») contrajo matrimonio cristiano con un vecino de Villarrubia, había aprendido las oraciones y era de las que acudía todas las fiestas y domingos a misa. Juana y Juan por un lado, y Alonso y Lucía por otro, sintetizan la compleja situación socio-religiosa de la que debieron ser protagonistas muchos de los recién convertidos en los años inmediatamente posteriores a 1502 y, al mismo tiempo, nos muestran lo complicado del proceso de adaptación que por aquel entonces comenzaba. En un principio, la Corona admitió (quizá no le quedó otra opción) que la Pragmática de febrero de 1502 suponía tan sólo el inicio de un largo y complejo proceso y por ello puso especial interés en promulgar edictos de gracia y en conceder diferentes prórrogas. En ese contexto, los territorios manchegos, como los del resto de Castilla, se incorporaron a la dinámica legislativa emanada desde Granada, cuyas normas fueron de aplicación para toda la Corona. Es lógico pensar, por otro lado, que la mayor parte de los textos legislativo-evangelizadores surgidos en estos momentos, lo fueran tomando como horizonte la situación generada en el antiguo reino nazarí. Allí se concentraba la inmensa mayoría de los moriscos que por aquel entonces censaba Castilla (los aragoneses aún seguían siendo mudéjares) y, por lo tanto, fue allí donde surgieron desde muy pronto los mayores desvelos por encontrar una solución que podríamos llamar aculturadora. Puede decirse por tanto que, una vez más, y al igual que ya pasara con la propia conversión de 1502, Castilla fue a remolque de Granada. 4 5 6

AHN. Sección Inquisición. Leg. 196. Caja 1. Exp. 12. Fols. 3v.o-4r.o AHN. Sección Inquisición. Leg. 198. Caja 1. Exp. 3. Fol. 25r.o Ibídem.

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Desde 1511 se puso en marcha una intensa labor legislativa. Los textos, «tomados aisladamente, no parecen de gran alcance, pero agrupados traducen los rasgos básicos de una política que va afirmándose poco a poco»7. El 20 de junio de 1512 se ordenó que, con carácter general y salvo excepciones puntuales, los padrinos en bautismos de moriscos fueran cristianos viejos8; ese mismo día también se pusieron limitaciones al uso de vestimentas a la mora y se reguló la forma en que debían ser sacrificadas las reses. Previamente, el día diez, también se habían impuesto restricciones al uso de armas9. Todas ellas serían nuevamente publicadas en 151310. En 1520 otra vez11. Las disposiciones son sobradamente conocidas, como también lo es el hecho de que el punto final de las mismas fue la promulgación, en el invierno de 1526, de las conclusiones de la Junta reunida en la Capilla Real de Granada. Acerca de ello se ha escrito lo suficiente y de manera lo bastante acertada como para que no merezca la pena detenerse a enumerar las conclusiones a las que llegó la asamblea de teólogos granadinos. Nos quedaremos con una precisión que, a nuestro juicio, resume claramente lo derivado de la Junta: el documento negó todo particularismo morisco12. Pero lo hizo en Granada. Mientras tanto, en La Mancha, como en toda Castilla, la necesidad que había de dichas normas fue percibida como algo relativamente lejano. Evidentemente, el corpus legislativo granadino fue de obligado cumplimiento para todos los moriscos; su aplicación, incluso, pudo resultar necesaria en comunidades concretas, pero los hechos parecen indicar que la realidad vivida allí fue mucho más prosaica y se orientó a la puesta en marcha de una política que podríamos calificar como de hechos consumados. Al menos hasta la década de 1520, las pequeñas morerías manchegas se vieron inmersas en un cúmulo de contradicciones. Prórrogas, catequesis a medias, negociaciones con la Inquisición, prácticas islámicas clandestinas, mantenimiento de signos externos, vigilancia somera, luchas por el acceso a los cargos concejiles, privilegios, sobrecartas, confirmaciones,... todo, absolutamente todo, se mezcló y no hizo sino alimentar el irredentismo de unos y atenuar los deseos de conversión de otros. Las cosas empezaron a cambiar a partir de los años treinta. Para entonces, los conatos legales arbitrados por los moriscos 7

DOMÍNGUEZ ORTIZ, A. y VINCENT B.: op. cit., p. 21. La cédula fue completada por otra de 27.VII.1513 en la que se obligaba a los cristianos viejos a asumir su condición de padrinos, sobre todo ante la negativa de muchos de ellos a hacerlo. Cf. VINCENT, B.: «El padrinazgo y los moriscos», en VINCENT, B.: Minorías y marginados en la España del siglo XVI. Granada: Diputación Provincial de Granada, 1986. 9 GALLEGO BURÍN, A. y GAMIR SANDOVAL, A.: op. cit., pp. 171-175. 10 Ibídem, pp. 176-182. 11 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A. y VINCENT, B.: op. cit., p. 22. 12 Ibídem. 8

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para que se respetaran los derechos adquiridos en la pragmática de 1502 se habían mostrado totalmente ineficaces. Por contra, el inquisidor Yanes, se encontraba inmerso en el desarrollo de su estrategia de desenmascaramiento de la minoría. Había dejado hacer, había permitido que los moriscos se creyeran valedores de una posición que a ojos de los propios neófitos era claramente beneficiosa para ellos; pero, al tiempo, supo esperar el momento adecuado para poner de manifiesto las incorrecciones en las que de manera reiterada incurría la minoría. En la visita girada en 1538 al Campo de Calatrava el inquisidor pudo constatar que «generalmente los dichos moriscos e moriscas no van a misa los domingos e fiestas, e que aviendo desso ynformaçión, se proveyó por don Hernando de Córdoba, Governador que era en este Canpo de Calatrava, que todos los moriscos e moriscas desta villa [de Almagro] que se hallasen por las calles los días de domingos e fiestas al tiempo que la misa mayor se dixese, tuviese cargo el alguazil de los llevar presos a la cárcel pública e les llevasen doze maravedís de pena por cada vez, los seis para el alguazil e los seis para la iglesia»13.

También que los antiguos de Daimiel permanecían fieles a la tradición del ayuno y «que hacían guarda y observancia de la secta de Mahoma»14. Poco a poco, la intensa maquinaria represora puesta en marcha por el celoso Yanes tuvo sus efectos. La acción del inquisidor había servido para desmontar todo resorte de cohesión dentro del grupo morisco, para anular cualquier conato de peculiaridad interna y, sobre todo, para destruir todo tipo de prácticas filo-islámicas. Distinta cuestión es que, extirpadas estas prácticas, el proceso puesto en marcha por Yanes repercutiera en una correcta evangelización del grupo morisco. Por nuestra parte creemos que no, pues la acción del inquisidor tuvo un calado que, básicamente, podríamos calificar como de represor. Sin embargo, la información de que disponemos para confirmar dicha hipótesis es relativamente escasa. Entre 1550 y 1570 lo único que se puede afirmar con rotundidad es que el número de procesos incoados por los distintos tribunales inquisitoriales se vio reducido15 y que, con ello, las muestras de adhesión al islamismo fueron, también, menores; pero no sabemos nada (o casi nada) acerca de los mecanismos puestos en marcha para incorporar al grupo morisco al Cristianismo ya que las escasas iniciativas documentadas siguen siendo demasiado aisladas como para que podamos hablar de una política basada en presupuestos 13

AHN. Sección Inquisición. Leg. 196. Caja 1. Exp. 12. Fol. 3v.o AHN. Sección Inquisición. Leg. 198. Caja 1. Exp. 5. 15 Los tribunales de Cuenca y Toledo pasaron de 343 procesos en el periodo de tiempo comprendido entre 1530 y 1550 a sólo 121 (casi un tercio) entre 1550 y 1570. Cf. DEDIEU, J. P. y GARCÍA-ARENAL, M.: «Les tribunaux de Nouvelle-Castille», en CARDAILLAC, L. (coord.): Les morisques et l’Inquisition. París: Publisud, 1990, p. 294. 14

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diferentes a los que se marcaban desde Granada. Allí, a las medidas propuestas por la Junta de 1526, se unieron, en los años treinta, otras tendentes a limitar, aún más, las expresiones de tipo cultural y a favorecer la integración por medio de los matrimonios mixtos. Como es sabido, su aplicación fue postergada sistemáticamente por el Emperador. El Sínodo de Guadix de 1554 marca el principio del fin de esas moratorias, definitivamente olvidadas con motivo de la Junta de Madrid de 1566. Castilla continuó, por tanto, a remolque de Granada y sólo con un carácter muy puntual se desarrollaron iniciativas propias. Así las cosas, poco antes de la guerra de las Alpujarras, una amarga realidad se constataba en Castilla: los moriscos no se habían incorporado en su totalidad a la dinámica religiosa castellana. Esta constatación debió tener peso en el hecho de que, en marzo de 1554, la Suprema remitiera una carta a las antiguas morerías de Castilla. La misiva, recibida por los párrocos locales, fue expuesta «a la puerta de todas las iglesias» y su lectura en los sermones resultó de obligado cumplimiento16. En ella los inquisidores se mostraban convencidos de que los moriscos se inhibían a la hora de acudir con regularidad a misa y de que su conocimiento de los preceptos cristianos básicos era poco menos que inexistente17. La advertencia combinaba cierto aire compresivo con amonestaciones punitivas y conminaba a los moriscos a que, dejando de lado sus tareas, acudiesen a misa «por manera que los curas e beneficiados de la dicha yglesia (...) e de las otras do soys parrochianos puedan dar fee y testimonio de como cumplis lo por nosotros mandado». Al mismo tiempo insistía en la necesidad de extender la catequesis a todos los niños «porque somos informados que vuestros hijos e hijas tienen falta de doctrina y no están enseñados en lo que deven saber para ser xpianos, vos mandamos, so la dicha pena, que los que fueren de quatro años arriba los enviéys todos los días a la una ora después de mediodía fasta las dos a la dicha yglesia [...] para que aprendan la doctrina xpiana e oraciones de la yglesia e los ynstruyan en la fee y en lo que les conviene para ser xpianos».

Aparte de todo ello y de que dichas medidas pudieran tener una aplicación más o menos importante, las morerías de antiguos localizadas en La Mancha continuaron sin verse sujetas a una especial casuística legisladora, si acaso a veladas recomendaciones como la ya vista. El motivo era sencillo: su número, distribución y composición no hacían necesaria la toma en consideración de medida alguna, sobre todo teniendo en cuenta que tras 16

AHN. Sección Inquisición. Libro 1.254. Fol. 235r.o 25.III.1564. La queja es en todo similar a la que años después, y ya con los granadinos, se haría desde Albacete en 1573-1574, desde La Roda en 1589 y desde Chinchilla en 1601. Cf. SANTAMARÍA CONDE, A.: «Sobre la vida de los moriscos...», pp. 31-32. 17

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los episodios de 1538-1545 habían quedado en una situación poco menos que debilitada. La llegada de los granadinos cambió todo. En lo sucesivo, Granada cedería el protagonismo legislativo a Castilla, algo a todas luces lógico si tenemos en cuenta que, con el destierro, el problema se trasladó de un sitio a otro. Por tanto, desde 1570, fueron las autoridades religiosas castellanas las encargadas de gestionar un proceso en el que sus equivalentes granadinas no habían gozado de mucha suerte. Y en este sentido, La Mancha, inserta casi al completo en el Arzobispado de Toledo, fue el escenario de los primeros intentos legislativo-evangelizadores que se dieron en Castilla18. Como además la región se ubica en tierras de órdenes militares, y debido a que estas aún mantenían ciertas competencias en materia religiosa, dicha política tuvo una vertiente institucional doble; cuádruple si se quiere, debido a que también actuaron sobre nuestro territorio el Obispado de Cuenca y el Obispado-Priorato de Uclés. Preocupado por la situación generada tras la llegada de los granadinos, y dado que gran parte de los mismos se encontraban bajo su tutela, el Consejo de Órdenes fue la primera institución puramente castellana que, con posterioridad a 1570, trató de fijar unas normas concretas para conseguir la correcta evangelización de la minoría. Fue así como el 27 noviembre de 1577 se expidió en Madrid una orden mediante la cual el Consejo pretendía acallar las quejas recibidas desde Villanueva de los Infantes acerca de los problemas que su gobernador tenía «para hacer que los moriscos venidos de Granada asistan con regularidad a misa los domingos excusándose por diversos modos y maneras de no acudir a ella»19. Entre esas disposiciones, más de tipo religioso que de ningún otro tipo, se establecía una serie de órdenes cuyo cumplimiento evitaría que los moriscos se abstuvieran de asistir a misa los domingos y «fiestas de guardar». El trabajo y residencia en el campo, la enfermedad y la servidumbre fueron los motivos más utilizados por los granadinos a la hora de justificar el incumplimiento de los preceptos religiosos a los que estaban obligados. No obstante, la seriedad con la que el Consejo asumió el asunto hizo que, desde Madrid, se establecieran soluciones rápidas y efectivas para todos y cada uno de los impedimentos ofrecidos por los cristianos nuevos a la hora de evadir sus obligaciones. Es de este modo como se estipuló que todos los moriscos mayores de diez años estaban obligados a asistir tanto a misa mayor como a los 18 MAGÁN GARCÍA, J. M. y SÁNCHEZ GONZÁLEZ, R.: «Los nuevos convertidos del Reino de Granada en las sinodales de las diócesis castellanas», en MESTRE SANCHÍS, A. y GIMÉNEZ LÓPEZ, E.: Disidencias y exilios en la España Moderna. Actas de la IV Reunión Científica de la Asociación Española de Historia Moderna. Alicante: Universidad de Alicante-Asociación Española de Historia Moderna, 1997, p. 395. 19 AHN. OO.MM. AJT. Legajo 52.070. Gómez-Vozmediano constata la presencia de similares disposiciones para el Campo de Calatrava, incluso en fechas anteriores (1574). Véase GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos... op. cit., p. 109.

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sermones y catequesis posteriores a ella y a «vessar la mano al cura o clérigo que la dixere como los demás cristianos lo hazen»20. Igualmente se obligaba a todos los que estuviesen «enfermos» a notificar su dolencia al Vicario del Campo de Montiel para que, de su propia mano o mediante alguien de su confianza, confirmara si dicha enfermedad era real o fingida; por último, se establecía que las personas que tuvieran a moriscos como esclavos o trabajadores en el campo —«a soldada» se dice en el documento—, tuvieran un especial cuidado en hacerles cumplir dicho precepto dado que, si no ocurría así, serían ellos los que harían frente a la multa que, en el caso de ser libre, habría de pagar el propio morisco. Por otro lado, y dejando de lado la normativa emanada desde la esfera civil, puede hacerse mención a la frecuente toma de decisiones por parte de las asambleas conciliares y sinodales. La primera reunión sinodal que se celebró en La Mancha después de la Guerra de las Alpujarras, fue la que tuvo lugar en Corral de Almaguer durante el mes de octubre de 1578. La asamblea allí celebrada reunió durante tres jornadas a los curas párrocos y freiles de las parroquias sobre las que el Priorato-Obispado de Uclés extendía su jurisdicción y fue convocada por el prior Diego de Aponte y Quiñones21. En realidad, el sínodo no mostró una excesiva preocupación en lo relativo al tema morisco ya que en sus disposiciones no hay referencias explícitas a los cristianos nuevos. No obstante, un análisis pausado de las instrucciones surgidas de dicha reunión, sí permite percibir algunas apreciaciones en torno a la minoría. Entre ellas, el llamamiento hecho a los párrocos para que vigilaran la asistencia a misa de todos sus fieles, así como el cumplimiento del precepto asociado a la Cuaresma y, en general, todos los asuntos tocantes a la correcta administración de los Sacramentos22. Dichas medidas fueron completadas con otras de tipo evangelizador y punitivo como el establecimiento de la obligatoriedad de bautizar a los neonatos en los diez días siguientes a su nacimiento23, decisión que pone de manifiesto que el seguimiento de la práctica sacramental del bautismo no se cumplía con rectitud, y que muy posiblemente tenía entre sus protagonistas a los propios moriscos, aunque, justo es se-

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Ibídem Aponte y Quiñones, Diego de: Vigésimo prior trienal de Uclés. Comenzó su priorato el 9 de mayo de 1577. Nació entre 1520 y 1525 y tras ser canónigo de Uclés en 1551, accedió al cargo de Vicerrector del Colegio Universitario de Santiago en Salamanca. Fue capellán del Rey y subprior con tres priores diferentes hasta que en 1577 fue elegido para dicho cargo. Las constituciones emanadas del sínodo están formadas por cuarenta y seis títulos con un total de ciento sesenta y siete disposiciones y fueron estudiadas por Dimas Pérez Ramírez. Cf. PÉREZ RAMÍREZ, D.: «Las sinodales del Obispado-Priorato de Uclés», en Separatas de la Revista Cuenca. 22 AHN. Sección Códices. Códice 947-B. Título XXXVII. De heretiis. Constitución única. Fols. 88v.o-89r.o 23 Ibídem. Título XXVI. De Baptismo. Constitución II. Fol. 72r.o 21

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ñalarlo, la comunidad cristiano-vieja tampoco debió permanecer ajena a esta trasgresión. Quizás quepa añadir a este tipo de disposiciones la que recomienda «que ningún cura ni clérigo ni otra persona alguna adminystre el sacramento del baptismo a ningún adulto sin que primero sea suficientemente ynstruido en nuestra Sancta Fee Cathólica y sin que le conste que con pura fee e yntención viene a convertir a ella, y sin que lo pida y demande expresamente y con ynstançia si no fuese en tiempo quando se esperase peligro de muerte y deven los avisar que traigan displicencia de sus pecados y a sus padrinos particularmente la obligación que tiene a les enviar lo que les conviene para ser buenos christianos y cerca del tiempo en que ansí an de ser ynformados e ynstruidos»24.

En todo caso, y dejando aparte todas estas medidas, no parece que, como se ha dicho ya, el sínodo de Corral mostrara especial interés por los moriscos. De hecho, sus recomendaciones aún tardaron en adquirir forma definitiva y no lo hicieron hasta que el Arzobispado de Toledo se implicó de manera directa en el asunto. La más importante de cuantas reuniones tuvieron lugar en Toledo para legislar en torno al asunto morisco fue la que, bajo la autoridad del Cardenal Quiroga, se celebró en 1580. De ella emanaron toda una serie de disposiciones que sirvieron de base a posteriores cónclaves sinodales, no sólo toledanos25. El Cardenal Quiroga, prelado toledano entre 1577 y 1594, fue uno de los más activos defensores de la doctrina postridentina en el Arzobispado de Toledo, al que supo adaptar con precisión y habilidad las medidas tomadas en el Concilio Ecuménico. Sus acciones y decisiones, como nos dice Ricardo Sáez, caben ser encuadradas «dentro de un vasto programa de erradicación de las supersticiones, de evangelización en profundidad del pueblo de Dios, purificación y corrección de hábitos del clero»26. En lo referente a la minoría morisca, las disposiciones de dicho concilio atendieron tanto a la esfera religiosa como a la civil. De entre las primeras, cabe destacar la obligación impuesta a los moriscos de acudir a misa mayor los domingos y días de festividad religiosa. En caso de que ello fuera imposible, y dado que muchos de los cristianos nuevos residían habitualmente fuera de los núcleos de población, se estipuló el deber de asistir, al menos, a una misa rezada a la semana. 24

Ibídem. Título XXVI. De Baptismo. Constitución IV. Fols. 73v.o-74r.o Así lo han visto Magán y Sánchez González. Cf. MAGÁN GARCÍA, J. M. y SÁNCHEZ GONZÁLEZ, R.: «Los nuevos convertidos del Reino de Granada…», pp. 393-404. 26 SÁEZ, R.: «Los moriscos en el Arzobispado de Toledo a finales del siglo XVI», en Cuadernos de Historia (3). Homenaje a Don Ignacio Gallego Peñalver. Toledo: Estudio Teológico de San Ildefonso. Seminario Conciliar, 1984, p. 167. 25

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A estas disposiciones se unía la administración obligatoria de los sacramentos del Bautismo, Confirmación, Extremaunción, Confesión y, en su caso, Matrimonio, pero no, salvo en ocasiones muy concretas y sujetas a una casuística muy especial, el de la Comunión. CUADRO 46. La evangelización e integración de los moriscos de La Mancha Fecha

Institución que promulga la orden

Medidas religiosas

27.XI.1577 Consejo de las Órdenes(a).

Asistencia a misa los domingos y «fiestas de guardar».

27.XI.1577 Consejo de las Órdenes.

Notificación de dolencias y enfermedades que eximieran de asistencia a los cultos divinos.

27.XI.1577 Consejo de las Órdenes.

Obligación para propietarios de esclavos moriscos de velar por su adoctrinamiento y catequización.

Medidas civiles

1580

Arzobispado de Toledo (Síno- Asistencia a misa los domingos y días de festividad religiosa. do Diocesano)(b).

1580

Arzobispado de Toledo (Síno- Asistencia a «misa rezada» —que sustituye a la Mayor— para todo Diocesano). dos aquellos que residen fuera del núcleo de población.

1580

Arzobispado de Toledo (Síno- Administración obligatoria de los Sacramentos del Bautismo, Condo Diocesano). firmación, Extremaunción, Confesión y, en caso de que proceda, Matrimonio. El de la Eucaristía no se debe aplicar nunca.

1580

Arzobispado de Toledo (Síno- Celebración de misa para todos aquellos moriscos que hayan do Diocesano). muerto sin testar.

1580

Arzobispado de Toledo (Sínodo Diocesano).

Prohibición de cambio de residencia sin permiso del cura párroco de la parroquia de origen y notificando el cambio, en caso de producirse, al párroco de la villa o parroquia de destino.

1580

Arzobispado de Toledo (Sínodo Diocesano).

Establecimiento de un censo-lista de moriscos por parroquias.

1580

Arzobispado de Toledo (Sínodo Diocesano).

Prohibición de hablar algarabía.

(a) AHN. OO.MM. AJT. Legajo 52.070. Las diposiciones se refieren a la Orden de Santiago. Similares para Calatrava en AHN. OO.MM. AJT. Leg. 44.922 (27.IV.1574). Publicadas por GÓMEZ-VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos... op. cit, p. 109. (b) Disposiciones recogidas por SÁEZ, R.: op. cit., pp. 168-169.

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De entre las disposiciones con un contenido civil, y en consonancia con lo estipulado por la pragmática de 1572, el sínodo también marcó la obligación de confeccionar un censo-lista de moriscos por parroquias; la prohibición de cambio de residencia sin permiso del cura párroco de origen; la ilegalización del algarabía como idioma y, por último, y ya con un sentido netamente punitivo, el establecimiento de penas para todas aquellas faltas derivadas del incumplimiento de las disposiciones anteriores. Dichas medidas fueron el pilar sobre el que se sustentaron las emanadas de posteriores asambleas. Un ejemplo de ello lo podemos encontrar en las Actas del Concilio Provincial Toledano de 158227 que, a lo dicho anteriormente, sólo añaden la obligación impuesta a los párrocos de cada villa de que fueran ellos los encargados de proceder a la correcta catequización de los moriscos. Para ello debían poner «el mayor cuidado en la instrucción y confirmación en la fe de aquellos cristianos convertidos de la secta de los sarracenos, y de sus descendientes inmediatos, que nosotros llamamos neófitos o moriscos»28. Del mismo modo, los sínodos celebrados en 1596 y 1601 bajo el mandato del Cardenal-Archiduque Alberto (Arzob. 1595-1598) y de Bernardo de Rojas y Sandoval (Arzob. 1599-1618)29, suponen una mera reiteración de los presupuestos que ya tomaron el Sínodo presidido por Quiroga y el Concilio de 1582. Incluso, en el obispado de Cuenca, del que dependían algunas villas manchegas, las disposiciones tomadas por la reunión celebrada en 1602 no se ven en nada modificadas con respecto a las marcadas por Toledo30. La repetición de estos presupuestos bien puede ser fruto del uso de fórmulas rutinarias, muy propias de una época en la que, en cualquier codificación de tipo legal, administrativo o incluso religioso (como es el caso), se solía recurrir a la reiteración de decisiones tomadas con anterioridad. El hecho de que sean prácticamente iguales e incluso que a veces queden 27 Publicadas por A. FERNÁNDEZ COLLADO en El Concilio Provincial Toledano de 1582. Roma: Instituto Español de Historia Eclesiástica, 1995 y en Concilios Toledanos Postridentinos. Toledo: Diputación Provincial de Toledo/Universidad de Castilla-La Mancha, 1996, pp. 153-186. 28 Actas de Concilio Provincial Toledano de 1582. Decreto XLIX: Parochi in Neophytis Catechesi instituendis, ac in fide roborandis, diligentes se praebeant, en FERNÁNDEZ COLLADO, A.: El Concilio Provincial Toledano..., p. 151. 29 Las Constituciones Sinodales del Cardenal Archiduque, en ADT. Libros IV/397 y las de Rojas y Sandoval en ADT. Libros IV/395. 30 De hecho coincide con los textos toledanos hasta en la referencia a los gitanos que acompañaba a las disposiciones tomadas para con los moriscos. Cf. BNE. Salón General 3/ 12.163. Constituciones synodales del obispado de Cuenca hechas, compiladas y ordenadas por su señoría de Don Andrés Pachecho, Obispo de Cuenca, del Consejo del Rey nuestro señor, en el synodo que se celebró en la ciudad de Cuenca en el mes de septiembre de mil y seyscientos y dos años, en Cuenca por Cornelio Bodán, 1603. Libro I. Título I. De summa Trinitate, & Fide Catholica. Constitución VI. De noviter conversis et aegiptiis, pp 57-58.

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manifiestamente sintetizadas, como ocurre en el caso de las sinodales de Cuenca, puede llevar a confirmar dicha teoría. No obstante y admitiendo dicho juicio, ello no enmascara otra realidad: la pervivencia, aún a finales del Quinientos, de prácticas sociales y culturales moriscas, algo que, de paso, viene a demostrar que la asimilación religiosa y cultural del grupo morisco —al menos en los términos en los que las autoridades castellanas la veían— distaba de ser completa y funcional. Todo ello se confirma cuando observamos las respuestas que los vicarios de partido enviaron en contestación a la requisitoria del Arzobispo en la que pedía que se remitiera a dicha autoridad «lo que pareze que se comunique [...] de las cosas que se han pedido por los memoriales del clero de este Arçobispado»31. En dichas réplicas se observa una constante: el deseo de que el asunto morisco fuera regulado y controlado. En ese sentido parece que se manifestó el doctor Mejía de León, arcipreste y vicario del partido de Ocaña, quien respondió al Arzobispo en los siguientes términos: «[...] la experiencia enseña que cada día se debe vivir con mayor cuidado con los cristianos nuevos del reino de Granada. Y para mayor instrucción suya combendría grandemente que, en los pueblos donde ay grande número dellos, se señalase un capellán que tuviese cuidado de deçirles misa y de convidar predicadores para que, conforme a su necesidad, los ynstruyese en la fe y quel dicho capellán antes o después de la misa los llamase para ver los que faltan y que a este capellán paguen los mesmos moriscos pues no pagan diezmos de cosa alguna, por no tener ellos otro modo de vivir sino tratos y negociaciones. Y lo que es administrarles los sacramentos esté a quenta de los curas y el capellán solamente atienda a decirles misa y pedirles quenta della porque los curas, por mucho que se desvelen no pueden tan puntualmente acudir a esta necesidad y podrásele también aplicar a el capellán las penas de los que faltaren a misa que no será pequeña parte de su salario»32.

Las medidas que propone Mejía de León son síntoma de que esa asimilación distaba de estar conseguida en su totalidad. El vicario orienta sus peticiones en función de ese doble juego del que tanto participaron las autoridades castellanas, al menos desde 1570. Un juego que mezclaba comprensión y evangelización con censura y represión, puesto que si por un lado se manifestó favorable a propiciar la paulatina conversión de los moriscos, por otro es manifiestamente partidario de endurecer las penas33. 31

ADT. Libros IV/397. Fols. 1r.o-571v.o ADT. Libros IV/397. Fols. 433v.o-434r.o En similares términos se expresaba el clero de Ciudad Real, añadiendo que en su ciudad y Vicaría, los moriscos se mostraban «endurecidos en sus malas costumbres». Vid. MAGÁN GARCÍA, J. M. y SÁNCHEZ GONZÁLEZ, R.: «Los nuevos convertidos del Reino de Granada…», p. 399. 33 Un resumen de las propuestas de Mejía de León y su explicación completa en MAGÁN GARCÍA, J. M. y SÁNCHEZ GONZÁLEZ, R.: «Los nuevos convertidos del Reino de Gra32

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8.2. Inquisición: la constatación de un fracaso En contraposición al afán evangelizador de Iglesia y Corona, la «lucha» de determinados moriscos por mantener su religión se manifestó, en tierras manchegas, en una resistencia que si bien no puede ser calificada de masiva, sí fue lo suficientemente significativa y constante como para haber dejado huella en los procesos inquisitoriales. Ahora bien, esa resistencia ni es uniforme ni es general dado que en torno a la misma conviven multitud de situaciones, diversas aspiraciones y diferentes formas de comportamiento de sus protagonistas. En los últimos años se ha desarrollado una interesante toma de postura entre los historiadores dedicados al tema morisco que tiende a considerar las relaciones que la minoría mantuvo con la Inquisición como parte de un conflicto, mucho más amplio, que podríamos calificar como de sociocultural y dentro del cual podría encontrarse acomodo no sólo para el propio problema religioso sino para otras facetas que pertenecen más bien, al mundo de lo externo, de las costumbres y los usos heredados, aunque, en último término fueran perseguidas igualmente por el Tribunal como religiosas. Esa postura, que haremos nuestra, tiende a ver diferentes grados de conversión —o de heterodoxia, según se mire—y pone sobre el tablero la siempre complicada cuestión de dilucidar si el conjunto morisco puede ser tratado como un todo no homogéneo. En último término, esa heterogeneidad vendría dada por los diferentes grados de asimilación y por las, también, distintas maneras que los moriscos tuvieron de enfrentarse a la política de fusión que la Corona puso en marcha con ellos; por tanto, vendría a confirmar que esa actuación oficial tuvo también una diferente aceptación. Esa divergencia sería la que, en último término, llevó al inicio mismo del problema que planteamos, pues es de esa diferente concepción de lo que la fusión debía suponer, de donde se derivaron los principales problemas generados en torno a la minoría. Así, desde el lado de los cristianos viejos tendió a ser identificada con la adopción de los usos y valores propios de la sociedad cristiana. Ello llevaba implícita la asunción de los preceptos cristianos pero también el abandono de los usos culturales propios de la civilización islámica, algo a lo que los moriscos no siempre estuvieron dispuestos y que las autoridades interpretaron como muestra palpable de heterodoxia. Sobre todo porque, nada…», p. 403. Su intervención, como bien nos indican dichos autores, pretendía, en último término, priorizar el asunto de la instrucción religiosa de los cristianos nuevos, aunque tampoco deja de lado las medidas de tipo punitivo. No obstante, Magán y Sánchez González se muestran convencidos de que, en este sentido, el Arzobispado actuó con cordura al soslayar la mayor parte de las sugerencias más agresivas para con la minoría, dado que dichas medidas «no hubieran hecho más que primar su conciencia de pertenencia a un grupo marginal, en grave detrimento de los objetivos de integración y asimilación teóricamente pretendidos».

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como señala, Mercedes García-Arenal «cualquier gesto, cualquier hecho, por diminuto e insignificante que sea, que no esté en perfecta correspondencia con los usos y costumbres de la comunidad cristiana bastará para llevar a un morisco a la Inquisición como sospechoso de islamismo... [pues] ... en un morisco todo lo que a un cristiano viejo le parece inhabitual e insólito es ceremonia de moros»34. Y es que, vista la dimensión del problema, y aun a costa de cometer errores, más valía juzgar a sospechosos y luego absolverlos, que dar vía libre a la heterodoxia. Ese debió ser uno de las principales motivos en las que se apoyó la Inquisición para fundamentar su labor. Pero es que incluso en el propio «universo morisco», esa asimilación también contó con diferentes visiones. Simplificando, puede decirse que, en relación y derivados de los deseos de asimilación que hemos visto líneas arriba, los moriscos, sobre todo los nacidos ya en territorio castellano, mostraron una decidida aspiración por incorporarse, también desde un punto de vista religioso, a la sociedad cristianovieja. En oposición a ello, el deseo de combinar esa adaptación con el mantenimiento de costumbres propias choca a veces con los dictados oficiales y en esta toma de postura podría identificarse un segundo y no menos importante grupo: aquel cuyos miembros sí quisieron convertirse pero sin abandonar sus tradiciones. Ello no quiere decir, sin embargo, que todos los moriscos mantuvieran una manifiesta opción por la conversión y adaptación, pues, como se verá, también son numerosos los casos en los que la toma de postura a favor del Islam es patente. Hagamos una precisión más. Aquella que nos obliga a preguntarnos acerca del porqué de la actuación inquisitorial y que nos hace llegar a la conclusión de que la misma, por su propia naturaleza, por el hecho que relata y por el delito que juzga, es, en definitiva, la muestra de que las políticas emprendidas por Corona e Iglesia no obtuvieron el resultado esperado. Es, por tanto, la constatación de un fracaso porque allí donde el Santo Tribunal se vio obligado a actuar siempre existieron indicios más o menos fundamentados de que algo no funcionaba todo lo correctamente que hubiera sido de esperar. Esa fue la gran contradicción a la que hubo de enfrentarse la Inquisición: que para que ella funcionara y tuviera una razón de ser, algo, previamente, no debía ser correcto. Paradoja del sistema. 8.2.1. Una actuación desigual: los tribunales en el tiempo y el espacio Hace tiempo, en un breve «soliloquio» acerca de los moriscos y la Inquisición Julio Caro Baroja afirmó que «no puede decirse que en la larga historia del Santo Oficio los moriscos hayan sido objeto de preocupación

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GARCÍA-ARENAL, M., Inquisición y moriscos... op. cit., p. 61.

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tan constante e intensa como los judaizantes, los protestantes y hasta los cristianos viejos»35. De hecho, el análisis de los catálogos, procesos y relaciones de causas de los tribunales presentes en los territorios manchegos confirma la apreciación de don Julio y muestra que la actuación de los mismos no fue, ni continua ni excesivamente escrupulosa con la minoría. De los tres tribunales que tuvieron jurisdicción sobre La Mancha, fue el de Cuenca el que con más y mayor ímpetu actuó y no sólo en relación a los moriscos36. Entre 1502 y 1610 los inquisidores conquenses incoaron casi tres mil causas y ello convierte a su distrito en uno de los más activos de la Castilla del Siglo de Oro y en un tribunal especialmente preocupado por la rectitud en el comportamiento religioso de sus fieles, no sólo moriscos. Sin embargo, la distribución de las causas en el tiempo y el espacio no es uniforme. Los moriscos parecieron acaparar desde los primeros años gran parte del interés del tribunal. Del total de 2.982 causas contabilizadas para el periodo 1502-161037, seiscientas veintitrés (casi el 21%) tuvieron como protagonistas a cristianos nuevos de moros. Ello convierte a la minoría en el foco preferente de atención de los inquisidores conquenses38. Siguiendo a Mercedes García-Arenal pueden señalarse, para el tribunal, tres máximos39: la primera de ellas, es la comprendida entre los años 1525 y 1529, resultado de la llegada a tierras conquenses de muchos moriscos huidos del reino de Valencia como consecuencia del levantamiento agermanado, si bien también es preciso señalar que, ya desde 1515, se dejó notar la presencia del tribunal en algunas de las principales villas manchegas como Uclés y Corral de Almaguer40. La segunda se concentra entre 1570 y 1584 (con cotas máximas en torno a 1574), periodo éste que «refleja claramente la repercusión de la guerra granadina y la llegada de

35 CARO BAROJA, J.: «Soliloquio sobre la Inquisición y los moriscos», en Historia 16, Extra I, (1976), p. 56. 36 En lo relativo a sus relaciones con la minoría morisca, el tribunal de Cuenca fue estudiado de forma exhaustiva por Mercedes García-Arenal. De lo acertado y completo de su estudio se deriva el hecho de que, para el presente trabajo, nos hayamos concentrado de manera preferente en las actuaciones del Santo Oficio en los tribunales de Toledo y Murcia. Ello no es óbice para impedir que, derivados del trabajo de García-Arenal, hayamos tomado ejemplos de casos que contribuyan a completar y perfilar la visión que se ha extraído del análisis de los documentos relativos a los otros dos distritos. 37 A partir de CIRAC ESTOPAÑAN, S.: Registro General de los documentos del Santo Oficio de Cuenca y Sigüenza (vol. I). Cuenca-Barcelona, 1965 y de PÉREZ RAMÍREZ, D.: Catálogo del Archivo de la Inquisición de Cuenca. Madrid: Fundación Universitaria Española, 1982. 38 El mahometismo sólo se ve superado por los procesos que juzgaron «palabras contra la fe» y blasfemias varias. 39 GARCÍA-ARENAL, M.: Inquisición y moriscos... op. cit., p. 23. 40 DEDIEU, J. P. y GARCÍA-ARENAL M. : «Les tribunaux de Nouvelle-Castille», en CARDAILLAC, L. (coord.): Les morisques et l’Inquisition. París: Publisud, 1990, pp. 280-281 y GARCÍA-ARENAL, M.: Inquisición y moriscos... op. cit., p. 151.

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los moriscos de Granada a Castilla»41; la tercera, finalmente, en torno a los años inmediatamente anteriores a la expulsión. A estos tres grandes periodos de actuación inquisitorial podríamos añadir algunos máximos secundarios como el comprendido entre 1555 y 1559, fruto, a juicio de la citada autora, del rebrote ideológico anti-morisco que supone la reactivación de la lucha contra el Turco en el Mediterráneo en esos mismos años. Ahora bien, existen matices temporales y espaciales que obligan a una mayor precisión, sobre todo en lo referente a nuestro área de estudio. Los territorios manchegos del tribunal de Cuenca (partidos de Uclés y Quintanar y zona norte de la gobernación de Villena) suponían en el siglo XVI poco más del 10% del total territorial del tribunal. Tomando como base dicho dato puede comprenderse que la importancia de la minoría en territorios manchegos para el período 1502-1570 resulte casi anecdótica, o cuanto menos escasa. Del total de ciento treinta y siete procesos contra moriscos en ese lapso temporal, sólo diez (7,3%) tuvieron como encausados a moriscos de nuestro territorio. Los intereses del tribunal se concentraron en este primer momento en las zonas más cercanas al reino de Valencia y en localidades como Arcos y Deza, donde la presencia morisca era mucho más importante que en los territorios manchegos. Las tornas cambian bruscamente a partir de la llegada de los granadinos. Desde 1571 y hasta la expulsión, los territorios manchegos acapararían gran parte de los esfuerzos inquisitoriales conquenses toda vez que el porcentaje de procesos contra moriscos afincados en los territorios manchegos se ven elevados hasta más del 20% (98 de 486). Por su parte, el tribunal de Murcia, ejerció competencias directas sobre el territorio del Campo de Montiel, el Partido de Alcaraz y la zona sur del marquesado de Villena y aun sin llegar a representar la frenética actividad manifestada por el tribunal conquense, sí da muestras de una especial preocupación por el problema morisco, al menos ente 1570 y 1610. En fechas más tempranas, el mahometismo había sido relegado a un segundo plano en beneficio de otros delitos como el judaizante y las herejías comunes. De ello da prueba el hecho de que, con anterioridad a 1570, sean pocos los procesos referentes a moriscos que se pueden localizar en este tribunal (en total 79, apenas un 17% del total). Todos ellos, por cierto, procedentes de la zona murciana (Abanilla, Caravaca, Lorca,...). Nuevamente será la llegada de los granadinos el factor que active la persecución contra moriscos, pues a partir de 1570 asistimos a una verdadera efervescencia de procesos en relación a la herejía mahometana. Frente a setenta y nueve causas para el periodo 1502-1570, serán trescientas

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GARCÍA-ARENAL, M.: Inquisición y moriscos... op. cit., p. 23.

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veintisiete las que se iniciaron entre esa última fecha y el momento de la expulsión42. Las causas alcanzan sus cotas máximas en tres puntos muy definidos: el primero de ellos en la década de los ochenta del Quinientos, con cotas significativas alrededor de 1585-1588; el segundo se localiza a finales del mismo siglo XVI y principios del XVII, en torno a 1597-1602. Por último, y por raro que parezca, hay un considerable número de casos en las décadas de los años treinta y cuarenta del Seiscientos. Ello obedece a que el tribunal extendía también su jurisdicción a los territorios norteafricanos, concretamente a la ciudad de Orán, cuya audiencia inquisitorial fue incorporada a la murciana en julio de 152543. En los territorios manchegos situación del todo similar: ningún proceso para el primer periodo y dieciséis entre 1571 y 1610. En total, apenas un 5% de las causas emprendidas por el mismo motivo en todo el tribunal. En realidad, muy pocas si tenemos en cuenta que las comarcas manchegas sumaban una extensión conjunta cercana al 21% del distrito. En dicha escasez puede influir la enorme distancia de estos territorios con respecto a la cabeza del tribunal (Murcia), lo que convertía a dichas zonas en unas comarcas muy periféricas, lejanas a cualquier posibilidad de control exhaustivo por parte de las autoridades inquisitoriales. Si a ello le unimos la relativa poca entidad que el problema morisco tuvo en ellas, es fácil comprender el porqué de esa baja actividad. Los datos lo confirman, pues la mayor parte de los procesos se ubican en 1577 y 1584, coincidiendo con sendas visitas de los jueces del tribunal al partido. Por último, la evolución de las causas y procesos de fe seguidos contra moriscos en el Tribunal de Toledo también se ve jalonada por diversas puntas. Todas las fuentes confirman que el periodo de calma dura aquí hasta comienzos de los años treinta del Quinientos44. No vamos a insistir más en ello, pues de los motivos que pudieron propiciar esta inactividad se ha hablado en capítulos precedentes. Los años treinta marcan el inicio de la actuación sistemática contra la minoría en el distrito toledano, coincidiendo con la llegada del Inquisidor General Manrique a la dirección del Santo Tribunal. En total y hasta 1570, se documentan doscientos cincuenta y dos procesos45. De ellos, al menos ochenta y tres en territorios manchegos. Más de un 31% del total para un conjunto territorial que restringido a las pequeñas morerías apenas podía suponer un 4% de la extensión del tribunal. La cifra podría inducir a la alarma: tres de cada diez mahometizantes

42 Datos extraídos a partir de BLÁZQUEZ MIGUEL, J.: «Catálogo de los procesos inquisitoriales del Tribunal del Santo Oficio de Murcia», en Murgetania, LXXIV, (1987). 43 CONTRERAS, J. y DEDIEU J. P.: «Geografía de la Inquisición española: la formación de los distritos, 1470-1820», en Hispania, vol. 40, n.o 144 (1980), p. 82. 44 DEDIEU, J. P. y GARCÍA-ARENAL M.: art. cit., p. 284 y GARCÍA-ARENAL, M., Inquisición y moriscos... op. cit., p. 281. 45 DEDIEU J. P. : «Les causes de foi de l’Inquisition...», p. 171.

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en el distrito toledano pertenecían a once o doce localidades de un total de más de doscientas cincuenta. Sin embargo, y debido a ello, puede decirse que el problema aparecía muy localizado. La acción de Yanes en Ocaña y el Campo de Calatrava queda perfectamente reflejada en las cifras. Junto a las morerías manchegas la intervención del tribunal toledano basculó, en estos años, hacia otras zonas: Talavera, Madrid, Guadalajara, incluso la propia Toledo se ven afectadas por el celo que caracteriza a los treinta y cuarenta del Quinientos. Después, y como consecuencia del edicto de gracia publicado en 1544, una patente relajación en las cifras. La llegada de los granadinos cambia todo de nuevo. En conjunto, entre 1570 y 1610 un total de 303 causas contra moriscos, cifra que a pesar de lo abultado, sólo supone algo más del 15% del total de procesos para el mismo periodo46. En los territorios estudiados ciento veintiuno, más de un tercio (39,9%) de las iniciados contra moriscos47; porcentaje muy similar al observado en el periodo anterior si bien reflejo de una situación diferente dado que, aunque la primacía territorial sigue correspondiendo a los territorios calatravos, se observa una mayor dispersión como consecuencia de la incorporación de territorios antes ajenos a la dinámica inquisitorial como el Campo de San Juan y la propia Ciudad Real. En lo referente a la dinámica numérica varios datos a tener en cuenta. Para todo el tribunal dos puntas significativas: 1571-1575 y 1606-1610. En los territorios manchegos prácticamente la misma situación. Los primeros momentos, al menos hasta 1574, se caracterizan por una agitación manifiesta en el Campo de Calatrava y en Ciudad Real, algo en lo que tuvo mucho que ver la visita del inquisidor Antonio Matos a la comarca durante el invierno de 1573-1574. En total, en esos dos años, hasta treinta y nueve procesos48. Con posterioridad a ese momento inicial, muy posiblemente alentado por la propia llegada de los granadinos, las cifras se mantienen bastante estables aunque con tendencia a la baja hasta principios de los noventa. Una leve recuperación a partir de 1595-1597 y una brusca subida desde 1606. En ese año, y sólo en Almagro, veintitrés procesos49. El mismo año de la expulsión, Daimiel enviaría a los tribunales toledanos a diez moriscos más51. En total, los territorios manchegos aportarían en el segun46 DEDIEU, J. P. y GARCÍA-ARENAL M.: art. cit., p. 294. Si se toman como referencia los datos publicados por Dedieu en el articulo estadístico ya mencionado, dicha cifra desciende hasta los 247 procesos sobre un total de 1.499 (17,4%). Tomando como base estos últimos datos la importancia de los territorios manchegos aumentaría desde el 39,9% hasta el 48,9%. 47 AHN. Sección Inquisición. Legs. 2.105 y 2.106. 48 AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp. 11. 49 AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.106. Exp. 5. 50 AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.106. Exp. 8.

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do lustro del Seiscientos cuarenta y cuatro de los setenta y ocho procesos que juzgó el tribunal51. 8.2.2. Los tres moriscos: entre el irredentismo religioso y la supervivencia socio-cultural Si, como se ha dicho más arriba, no hay un solo morisco, si todo parece indicar que, al hablar de los cristianos nuevos, no podemos hacerlo como de un grupo monolítico, lo más conveniente sería tratar de separar a los elementos de ese conjunto y analizarlos por separado pero, al mismo tiempo, sin olvidar que forman parte de un todo. Ya a finales del propio siglo XVI, los contemporáneos del problema trataron acerca de la misma pregunta que, más de cuatro siglos después, sigue haciéndose todo aquel que se acerca al análisis de la minoría: ¿Fueron todos los moriscos iguales? ¿Fueron sus creencias monolíticas? ¿Sufrieron fisuras? Para los apologistas de la expulsión, enmarañados en una y mil diatribas que trataban de demostrar la conveniencia de la expulsión, no había duda de que los moriscos dieron «siempre desde su fingida conversión hasta hoy, muestras de su íntima infidelidad, y aborrecimiento de la religión Christiana»52, llegando a hacerlos responsables de la «confusión y cisma de la Iglesia»53 y a calificarlos de «voluntarios apóstatas» y de «incorregibles en sus reprovados ritos»54. Puede decirse, por tanto, que, con ellos, las respuestas a las interrogantes formuladas más arriba se saldarían con un sí a las dos primeras y con un no a la última. Idénticas respuestas a las que obtendríamos si dichas preguntas se hicieran en relación a autores posteriores en el tiempo como Boronat, Sangrador y Vítores, Janer o Danvila en el XIX o Longás y Lea en el XX. Y es que, por mucho que entre ellos puedan existir diferencias de forma (de fondo, incluso, en cuestiones como la expulsión, sus consecuencias y responsables últimos), todos ellos fueron tributarios de esa imagen que los apologistas transmitieron a la posteridad. Sólo una diferencia entre unos y otros. Los primeros, los apologistas, defienden esa idea como contemporáneos de un fracaso institucional, imbuidos por el espíritu de toda una época y muy probablemente sugestionados por el mismo. Los demás, alejados en el tiempo de ese espíritu, siguen todavía «contaminados» por los padres de la idea y, tomando como referencia la enorme masa documental a la que dio origen el problema, la perpetúan sin someterla a una correcta crítica, sin preguntarse qué pudo haber más allá de la misma. 51 Cifras globales de Dedieu. El mismo autor, con García-Arenal, da para ese mismo periodo un total de 85. 52 AZNAR CARDONA, P.: op. cit., fol. 21v.o 53 GUADALAJARA Y XAVIER, M. DE: Memorable expulsión..., fol. 9r.o 54 AZNAR CARDONA, P.: op. cit., fols. 46v.o y 49v.o

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Y sin embargo en los dos últimos ya se atisba un cambio pues a pesar de que no se desprenden de la primigenia idea de que todos los moriscos participaron de un común error, ya introducen en sus obras matices, ideas y juicios de valor acerca de la hipotética validez de una más correcta y enérgica política de evangelización. Sobre todo Lea. No se piense, sin embargo, que dichos matices son nuevos pues en contraposición a los Bleda, Fonseca, Aznar Cardona,... hubo personajes en nuestra Edad Moderna que, quizás por permanecer más alejados de la esfera oficial o por vivir el problema de una manera más cotidiana, se alejaron de esa monolítica visión que cargaba las tintas del fracaso asimilador en el propio morisco y que libraba de cualquier responsabilidad a la Iglesia y a la Corona. Uno de ellos, Pedro Guerra de Lorca, teólogo de nuestro XVI, es frecuentemente citado como el responsable de una de las divisiones moriscas más aceptadas hasta nuestros días pues, ya en 1586, dividió a los cristianos nuevos en varias categorías en función de su mayor o menor grado de adhesión al Islam. Así, «a la primera clase pertenecen aquellos que, después de haber recibido el bautismo, conservan fielmente el traje, lengua, nombres, ceremonias y ritos todos de aquella secta; públicamente confiesan que son cristianos; no sé si serán musulmanes en privado. Al segundo grupo corresponden aquellos que con facilidad renunciaron a toda clase de prácticas exteriores o preceptos, esforzándose por todos los medios en atemperar su conducta a la de los cristianos. En el tercer grupo deben ser incluidos aquellos que por raza y origen proceden de Arabia o de África, de antepasados musulmanes; los cuales, por recuerdo de la antigua secta en que vivieron, guardan por tradición familiar algunas ceremonias o ritos. En último lugar figuran aquellos que nacieron de matrimonio entre musulmán y cristiana vieja; acerca de los cuales se halla establecido que sigan la fe del padre de mejor condición. En igual forma se ha provisto, ya desde antiguo, respecto de los hijos de padre cristiano y madre musulmana»55.

Su división, pionera en cuanto a la defensa de la no uniformidad del grupo morisco, es, como acertadamente nos dice Peter Dressendörfer, algo superficial56, pues mezcla factores religiosos y de adhesión con otros de tipo jurídico. De hecho, si no se acoge con precaución, podría llegar a confundir al lector poco familiarizado con el tema porque habla de moriscos pero también de musulmanes propiamente dichos. Sin embargo, y aunque 55 GUERRA DE LORCA, P. DE: Catecheses mystagogicœ pro aduenis ex secta Mahometana ad Parochos et Potestades. Madrid, 1586, fol. 20v.o Citado por LONGÁS, P.: Vida religiosa de los moriscos. Madrid: Junta de Ampliación de Estudios (Centro de Estudios Históricos), 1915, pp. LXIV-LXV. 56 DRESSENDÖRFER, P.: Islam unter der Inquisition. Die morisco-prozesse in Toledo, 1575-1610. Wiesbaden: Franz Steiner Verlag GMBH, 1971, p. 39.

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no exenta de problemas conceptuales, contiene la virtud de que entra de lleno en la cuestión al proponer los ya defendidos grados de asimilación del morisco. En el deseo por dar con esa clasificación que satisfaga las aspiraciones de aquel que quiere aproximarse al comportamiento religioso de la minoría teniendo en cuenta que pudieron existir varios grados de asimilación, Magán y Sánchez González propusieron hace años un esquema ciertamente novedoso, que se sirve de la más universal obra literaria española y aplica el sentimiento religioso y vital de varios de sus personajes (todos moriscos) al caso concreto de las comunidades de granadinos asentadas en la comarca toledana de La Sagra, y de manera muy especial en la villa de Esquivias, tan relacionada con el propio Cervantes. Magán y Sánchez González tienen la virtud de mostrarnos la identidad religiosa de los cristianos nuevos en torno a tres imágenes, a tres realidades que, a su juicio, resumen el sentimiento religioso de los moriscos57. El esquema metodológico propuesto por estos autores se erige como una de las más novedosas propuestas de análisis de la religiosidad morisca en Castilla y contiene la virtud de colocar en el epicentro del mismo a la persona, al morisco en sí y no a la herejía. Desde este punto de vista, su análisis se concentra en las diferentes actitudes que los cristianos nuevos adoptaron ante el hecho religioso y por tanto contiene la virtud de adentrarse de una manera ciertamente habilidosa en el terreno de las mentalidades sin que ello suponga abandonar la componente sociológica que preside el esquema. Como, además, permite interrelacionar las diferentes posturas que se adoptaron ante las políticas oficiales y ante la sociedad cristianovieja en su conjunto y entre ellas al mismo tiempo, su toma en consideración supone una importante herramienta a la hora de discernir en qué medio, mediante qué cauces, cuándo y debido a qué, cada una de ellas tuvo sus más importantes cauces de expresión. Nos hablan, en primer lugar de los «finos moros», de los activos defensores del islamismo, representados en el Quijote por Tiopieyo, el cuñado de Ricote; en segundo término de todos aquellos que tienen su representación en la hija y mujer de Ricote, y que se caracterizan por profesar y hacer gala de un verdadera conversión a la fe cristiana (o al menos de aparentarla); y por último, se detienen en Ricote y en la postura —la más generalizada creen— que observa en determinados moriscos cierto grado de asimilación pero también unas marcadas dudas articuladas en torno a dos premisas básicas: por un lado en torno a la validez de ciertos dogmas y preceptos cristianos; por otro, en la renuncia de este grupo a perder sus señas de identidad. Veamos en qué consiste cada una, pues en ellas, cree57 MAGÁN GARCÍA, J. M. y SÁNCHEZ GONZÁLEZ, R.: Moriscos granadinos en La Sagra... op. cit., pp. 27-28. También en MAGÁN GARCÍA, J. M. y SÁNCHEZ GONZÁLEZ, R.: «Los nuevos convertidos del Reino de Granada…», p. 409.

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mos, podrán descubrirse las diferentes actitudes que el sentimiento religioso pudo provocar entre los moriscos manchegos y las controversias que dicho anhelo pudo generar, no sólo en la misma, sino y sobre todo, en los cristianos viejos. 8.2.2.1. Tiopieyo o el fino moro En primer lugar los «finos moros», como los califica Cervantes. Es este lugar en el que Magán y Sánchez colocan a Tiopieyo, cuñado de Ricote, cuya actitud se basa en la negación de cualquier rasgo característico del cristianismo y en la defensa a ultranza de los dogmas y prácticas musulmanes. En este sentido cabe distinguir entre los moriscos antiguos y los granadinos. Los primeros se encuentran a finales del Quinientos y principios del Seiscientos totalmente integrados en la dinámica social, económica y religiosa de las localidades en las que vivían. De ellos puede decirse que su conversión, tibia y vacilante al principio, derivó con el tiempo en una práctica y generalizada asimilación, sobre todo desde que la acción inquisitorial desplegada en los años centrales del siglo desmontara los precarios resortes de solidaridad interna que las sustentaban y acabara por no dejar otra opción que la de la conversión (aparente o real) de sus miembros. No obstante, y hasta llegar a esa situación, los ejemplos en los que este sector cristianonuevo dio muestras de su aferro a la religión de Mahoma fueron relativamente numerosos y de una entidad, igualmente, digna de reseñar. De los granadinos no puede decirse lo mismo. Es más, incluso podríamos afirmar que, en algunos casos, actuaron como acelerador, como mecha que encendió los sentimientos y creencias musulmanas en el seno de las comunidades de moriscos antiguos. Tal y como se ha visto, puede afirmarse que, en el tiempo del Quijote, estaban en un avanzado proceso de integración socioeconómica, incluso en algunos casos religiosa, pero también que es precisamente entre ellos, donde encontramos las «más finas moras» posturas58. Los «finos moros», como los califica Ricote —o Cervantes, que para el caso es la misma persona—, hacen gala de un profundo sentimiento de arraigo al islamismo y basan su postura, tanto en la negación del Cristianismo como en la defensa de su religión. De recordarlo se encargaría, años después de la expulsión fray Marcos de Guadalajara: «... el aborrecimiento que a nuestra ley tenían los Moriscos y a sus professiones, la fuerça con que recibieron el baptismo y la tibieza también 58 Sirva un ejemplo para ello: el 82% de los moriscos españoles juzgados por el Tribunal de Toledo entre 1575 y 1610 eran, precisamente, granadinos. Vid. DEDIEU, J. P. y GARCÍA-ARENAL M.: art. cit., p. 284.

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con que se procedió a la instrucción por los ministros eclesiásticos: dio ocasión a que estos bárbaros, sin temor de Dios y del rey, bolviesen a sus ritos públicamente59.

No obstante, es preciso señalar que su alejamiento de los focos emisores del Islamismo y el proceso de acoso y derribo puesto en marcha por las autoridades mediante las políticas de evangelización y asimilación que el propio Guadalajara define como tibias, repercutieron en que sus conocimientos doctrinales en lo referente al Islam fueran más bien escasos y en que dicha defensa quedara reducida, muchas veces, a la mera y llana repetición de frases hechas y juicios de valor heredados de lo que podríamos calificar como una «tradición oral contra el cristiano». 8.2.2.1.1. Tiopieyo muslim La defensa del Islam tuvo uno de sus principales cauces de expresión en la puesta en práctica de los principales ritos musulmanes. Oración diaria, ayuno en el Ramadán, abstención de bebidas alcohólicas y de carne de cerdo,... son las principales señas de identidad de los moriscos en su defensa de la Fe de Mahoma. Así le ocurre, por ejemplo, a María Cabilda y a Jerónimo Ximénez, alistados en San Clemente, que confesaban «hacer el ayuno del Ramadán»60 o a la familia Hernández, de Ocaña, que fue acusada de «haçer la oración con mucha devoción»61. Este tipo de ritos constituye el medio principal del musulmán para acercarse a la fe que profesa y, al tiempo, son las expresiones en las que autoridades civiles y religiosas vieron signos palpables de heterodoxia. Sin embargo, ese irredentismo tuvo otros muchos cauces de expresión. En primer lugar, y en consonancia con lo ya señalado, la defensa de la Ley Coránica. En este sentido es frecuente documentar que uno de los principales argumentos esgrimidos fuera el «aver dicho que hera mejor la ley de los moros que la de los cristianos»62 o el defender «que mejor ley era que teníamos, que la que tenemos agora»63, sentimiento que, como en su día tratara de demostrar Cardaillac, está presente no sólo en los textos que polemizaron acerca de esta cuestión sino también, y de manera ciertamente frecuente, en la vida cotidiana. Esa defensa es compartida tanto por los antiguos como por los granadinos y en ella pesa de manera muy especial el recuerdo de etapas pasadas en las que el morisco, antes musulmán, hacía un libre uso de sus creencias. Es por tanto frecuente que los procesos en los que más se manifiestan estas afirmaciones estén concentrados en torno 59 GUADALAJARA Y XAVIER, M. DE: Memorable expulsión... parte I, cap. XVII, fols. 53v.o-54r.o 60 AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.002. Exp. 14. 61 AHN. Sección Inquisición. Leg. 193. Caja 2. Exp. 22. 62 AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp. 7. 63 AHN. Sección Inquisición. Leg. 198. Caja 2. Exp. 17. Fol. 2v.o

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a unas fechas muy definidas. En primer lugar, y en lo que a los antiguos se refiere, proceden, en su mayoría, del primer tercio del Quinientos, momento en el que aún permanecen recientes las conversiones de 1502 y en el que existe, entre los elementos más acérrimos, una clara conciencia de que las mismas atentaron contra la libertad de conciencia de sus protagonistas. En este sentido se manifestaría, mucho tiempo después, Francisco Hernández, antiguo de Ciudad Real quien, ya octogenario, se enteró de que los granadinos llegaban a la ciudad y salió a recibirlos «con gran sentimiento», al tiempo que, a viva voz, se quejaba de que «en otras partes como hera en tierra de moros bibían cristianos, moros y judíos cada uno en su ley sin les molestar ni maltratar sobrello y no como en Castilla que no les dexan bibir a cada uno en su ley»64. No obstante, cuando más patente se hace dicha defensa del Islam es en las fechas inmediatamente posteriores a la Guerra de las Alpujarras. Y aquí, se unen casi sin solución de discontinuidad los testimonios de unos y los de otros: los de los granadinos que, reciente todavía la guerra, aún mantienen encrespados sus ánimos; pero también los de los antiguos que, aislados hasta ese momento, creen ver en la llegada de sus correligionarios el inicio de una etapa en la que la situación de subordinación podía verse eliminada. La guerra debió suponer, por tanto, un motivo de esperanza para muchos moriscos. Es más, aunque finalizada ya en el momento en el que los granadinos se asientan en Castilla, puede decirse que la propia contienda actuó como un factor acelerador a la hora de reactivar viejos sentimientos de pertenencia a la fe de Mahoma y de abrigar esperanzas acerca de una hipotética victoria de la fe musulmana frente al Cristianismo. Siempre fue esta una cuestión a la que los moriscos prestaron especial atención y a la que se aferraron de una manera más o menos idealizada, tal y como muestra el desarrollo y expansión de toda una literatura legendaria en torno a la posibilidad de que el Islam se impusiera frente a la Cruz. La mayor parte de estas leyendas (los famosos jofores) surgió al calor de la expansión turca en el Mediterráneo y originó una extensa literatura que contribuyó a forjar entre los moriscos un estado de opinión favorable al propio Turco, pues habría de ser «el señor del Oriente» quien libraría a los moriscos de su cautiverio: «(...) ke tú, España, serás komo una olla ke por muchas partes serás konsumida en tu estado. I todos tus rregnos serán akabados por mucha guerra i maldad ke está en ti ençerrada, i ni podrá ser que tu voluntad la de Allah es cumplida»65. 64

AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp. 11. SÁNCHEZ ÁLVAREZ, M. (ed.): El manuscrito misceláneo 774 de la Biblioteca Nacional de París. Madrid: Gredos, 1982, fols. 293r.o-293v.o 65

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Muchas serían retomadas posteriormente por los apologistas para fundamentar lo que, a su juicio, era un manifiesto deseo de conspiración, bien fuera en connivencia con el Turco o con los franceses, bien con los propios moriscos valencianos66, «poniéndola [a España] en apretadísimo congojo (...) por entregalla a sus capitales enemigos, los infieles Moros»67. Como consecuencia de ellas, y alentados por ese estado psicológico favorable a una hipotética reconquista de al-Andalus, los moriscos desarrollaran una curiosa y no menos extensa batería de argumentos que fueron tomados por los cristianos viejos como una muestra palpable de su inclinación a la fe de Mahoma. Estos razonamientos son más frecuentes cuanto más cercanos se encuentran a la guerra de las Alpujarras. Son habituales, por ejemplo, en los procesos y causas emprendidas por el inquisidor Antonio de Matos, en la visita durante la cual recorrió el Campo de Calatrava y Ciudad Real en 1573 y 1574, y en la que constató cómo ese estado de opinión era ciertamente favorable a una nueva guerra. Así, en Torralba de Calatrava, Bernabé, esclavo de Pedro de Mera, increpaba a unos soldados que, camino de Argel, pasaban por la villa y afirmaba que el Turco llegaría en un año68; en Daimiel, Cecilia, también esclava, no dudaba en asegurar que el propio Califa «avía de venir a dar de bever a su cavallo en el río Tajo»69 y cerca de allí, en Bolaños, Andrés de Baldovinos juraba a Dios «que si el reyezuelo de Granada venía por allí, que se abía de yr con él»70. Muchos de ellos habían participado personalmente en una empresa que creyeron directamente inspirada por Mahoma pues según cierto morisco de Almodóvar el profeta «avía dicho que su ley no la pusiesen en disputa, sino que la conbatiesen por las armas»71. A veces, incluso, se vanagloriaban de haberlo hecho, como Alonso de Molina, alistado en San Clemente72; o como Francisco Arrae, de Daimiel, quien, como nos dice Gómez-Vozmediano, luchó contra los cristianos y participó en numerosos actos sacrílegos73 durante la guerra de Granada. Otros, habían tenido familiares muy cercanos en el campo de batalla. Los testimonios de éstos, el relato posterior de los que los habían oído y muy probablemente las exageraciones propias de quien pretende enardecer los ánimos con su discurso, debieron hacer el resto, de tal forma que afirmaciones como la de Lope Hernández Hacçín cuando defendía que su hermano se había ganado el Paraíso por haber matado a muchos cristianos, 66 GUADALAJARA Y XAVIER, M. DE: Memorable expulsión... parte I, cap. XVII, fols. 54v.o-55v.o; y parte II, cap. IX, fol. 100 r.o-v.o, entre otros. 67 AZNAR CARDONA, P.: op. cit., parte II, cap. VIII, fol. 26 v.o 68 Cit. por GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos..., op. cit., p. 97. 69 AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp. 11. S.f. 70 AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp. 13. S.f. 71 AHN. Sección Inquisición. Leg. 197. Caja 2. Exp. 9. S.f. 72 AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.022. Caja 1. Exp. 23. 73 GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos..., op. cit., p. 96.

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sólo puedan ser tenidas como muestra del «odio y aborrecimiento que tiene a los xpianos y afeción a la ley de moros»74. Sin embargo, donde más claramente se pone de manifiesto esa afección es en los aspectos puramente religiosos y aquí la defensa que el morisco hace de su religión se articula en torno a una doble postura: de un lado en el rechazo al Cristianismo, basado, sobre todo, en la resistencia frente a los intentos de asimilación y, en segundo término, en la crítica a los aspectos doctrinales y formales que más directamente chocan con el Islamismo. 8.2.2.1.2. Tiopieyo contra el Cristianismo La presencia de actitudes hostiles hacia el cristianismo es tónica general tanto en los granadinos como en los antiguos. Esa crítica tiene muy diversos cauces de manifestación y llega a convertirse en uno de los pilares básicos del argumentario utilizado para defender el mantenimiento de las costumbres, ritos y usos religiosos islámicos. Sin embargo, tampoco puede decirse que este tipo de manifestaciones de hostilidad tuvieran un desarrollo o desenlace en el que la violencia extrema fuera la tónica imperante. Lo más normal fue que los moriscos restringieran la defensa de dichos argumentos a su círculo más cercano, aun a pesar de que en él pudieran convivir al tiempo moriscos y cristianos viejos. Craso error el de aquel cristiano nuevo que creyó que su vecino «limpio» no prestaría atención a lo que, aun dicho con conocimiento de causa, pudo fácilmente haberse interpretado como una mera y llana bravuconada. Porque, en la mayoría de las ocasiones, este tipo de acciones y comentarios es cierto que respondieron a un sentimiento real y a una toma de postura muy definida pero, sobre todo y al mismo tiempo, al deseo de su protagonista por afianzar el proceso de autoconvencimiento del que, en mayor o menor medida, fueron protagonistas todos aquellos que se negaron a perder su religión. En ese sentido deben interpretarse comentarios como los de Andrés Sánchez, alistado en Moral de Calatrava, quien afirmaba que no creía en los artículos de la fe cristiana; o como los de Juan de Écija, de Ciudad Real, cuando defendía que «los moros no iban al infierno»75; o subidas de tono como la que protagonizó Juana de Torres al amenazar con apedrear al fraile que estaba predicando en su pueblo76. Al lado de estas, otras de un calibre algo más violento como aquella que tuvo como actor principal, a Juan Ballesteros, antiguo de Daimiel, que llegando «... por un camino, pasando junto por una cruz que estava en el dicho camino avía echado mano a una espada que llevaba y que con arte mui 74 75 76

AHN. Sección Inquisición. Leg. 193. Caja 2. Exp. 20. Fol. 81.o AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp. 11. S.f. AHN. Sección Inquisición. Leg. 198. Caja 1. Exp. 6. S.f.

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perverso y ánimo de moro avía dado una cuchillada a la dicha cruz no creyendo que hera semejanza de la en que avía padecido nuestro redentor Ihesu Xpo por salvar al género humano y que ya que esto creyese el dicho Juan de Vallestero avía dado la dicha cuchillada a la dicha cruz por vituperio y menosprecio della e ynjuria y escarnio del que avía muerto en otra semejante»77.

Su caso fue muy similar al de García de Segura quien, cerca de Torrenueva, en el Campo de Montiel, hizo gala de su habilidad con la honda para zaherir ofensas contra dicho Símbolo78; o al de Pedro López, de Chinchilla79; actitudes todas ellas, en definitiva, que, atendiendo a la frecuencia con las que aparecen citadas80, debieron ser lo suficientemente importantes como para que los propios apologistas también se hicieran eco de ellas. Así se desprende del testimonio de Damián Fonseca quien, entre colérico y resentido, relata cómo la situación era bastante frecuente en tierras valencianas y que había llegado a ser de tal calibre que «... no se pueden referir sin lágrimas, las injurias, y contumelias, que cometían contra las cruzes que hallauan en los caminos, y aun más en particular, contra las que encontrauan en los despoblados, adonde no podían ser vistos. Las vnas derriuaban por el suelo, y las dauan de cozes, otras boluían de arriba à baxo, éstas escupían, aquéllas acuchillauan, y aún algunas hazían astillas para el fuego[...] era tan grande el aborrecimiento que les tenían, que no las podían ver ni pintadas en la pared»81.

Y es que la Cruz y, con ella, Cristo, merecen especial atención entre los moriscos. La figura de Cristo no es negada en ningún momento por la doctrina musulmana. Al menos la de Cristo-hombre que, como Mensajero divino, fue, tras Mahoma, el más grande y el mejor de los profetas enviados por Alá para propagar su Verdad. En este sentido, como defiende Cardaillac, existió entre los moriscos una línea sostenida de argumentaciones tendentes a defender la figura de Jesús en tanto que profeta. De ellas se induce el profundo arraigo intelectual que la figura del Redentor cristiano mereció entre los teóricos del Islamismo, para quienes no resultó especialmente difícil negar la Crucifixión y restar validez a la propia escena que 77

AHN. Sección Inquisición. Leg. 198. Caja 2. Exp. 14. Fol. 29r.o AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.022. Exp. 23. S.f. Año 1594. 79 AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.002. Exp. 13. S.f. Año 1580. 80 García Arenal nos cuenta por ejemplo cómo en Socuéllamos, en el partido de Quintanar, un grupo de moriscos llegó a quemar un paño de seda que tenía impresa la imagen de Cristo. Igualmente, cita casos como el de Diego Enríquez de Quintanar, que «llevaba una cruz atada con una cinta de manera que colgaba a la altura de la alpargata y arrastraba por el suelo tras de si cuando andaba». Cf. GARCÍA-ARENAL, M.: Inquisición y moriscos... op. cit., p. 103. 81 FONSECA, D.: Relación de la expulsión..., p. 124. 78

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la representa82. Más problemas supuso aceptar la presencia de un CristoDios pues dicho planteamiento chocaba frontalmente con la idea de unidad divina que preside el credo islámico. Y en este sentido, las argumentaciones defendidas por los polemistas islámicos se orientaron en un doble sentido. Por un lado, y desde una óptica eminentemente filosófica, a tratar de demostrar que la concepción de un Dios encarnado en hombre es contraria, no sólo a la propia fe y a la creencia en la indivisibilidad del Ente divino, sino también opuesta a la razón, que impide concebir cómo un sólo Ser puede desdoblarse. En segundo término, y a un nivel más pragmático, dichos teóricos tratarán de fundamentar sus ideas acudiendo a los propios Evangelios donde, por un lado, intentan localizar episodios en los que la faceta humana de Cristo dejara traslucir debilidades e incoherencias impropias de un ser divino; y por otro, y junto a ello, buscan pasajes concretos de las Escrituras en los que se pusiera de manifiesto que Jesús no se presentó nunca como Dios, sino, a lo sumo, como enviado divino, rey o profeta83. Por su parte, y en contraposición a la batería de argumentos desplegada por los teóricos musulmanes, el cristianismo responderá, también desde una óptica intelectual, con ideas que, en lo esencial y utilizando las mismas fuentes de conocimiento (filosofía clásica platónico-aristotélica, Escrituras, Padres de la Iglesia,...), rebatieron uno por uno los principales puntos del discurso de sus oponentes. Sin embargo, y por muy interesante que pudiera resultar dicho debate, la realidad (más prosaica, más cotidiana y sin duda menos alta de miras), fue por otros derroteros. En general, y obviando puntuales episodios en los que el debate pudo alcanzar un tono pseudointelectual, puede decirse que, al menos en lo que a La Mancha se refiere, la actitud que adoptaron los moriscos frente al tema cristológico obvió toda connotación culta y se concentró, básicamente, en repetir las principales ideas del argumentario islámico, aunque de una manera desvirtuada, debido a su transmisión eminentemente oral y a los escasos conocimientos doctrinales de que hizo gala la minoría en nuestro territorio. En este sentido, el abrumador predominio de dichos comentarios en boca de los granadinos viene a corroborar que los conocimientos religiosos de que pudieron hacer gala los antiguos mudéjares castellanos y sus descendientes eran, en el momento en el que se asiste al máximo apogeo de esta polémica, no sólo escasos, sino más bien residuales.

82 CARDAILLAC, L.: Moriscos y cristianos. Un enfrentamiento..., pp. 258-259. El versículo 159 de la azora IV (Las Mujeres) del propio Corán puede ser ilustrativo a este respecto: «Ellos [los judíos] dicen: «Ciertamente, nosotros hemos matado al Mesías, Jesús, el hijo de María, el Enviado de Dios», pero no le mataron ni le crucificaron, pero a ellos se lo pareció...» 83 CARDAILLAC, L.: Moriscos y cristianos. Un enfrentamiento..., pp. 217-218.

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La principal idea que los moriscos heredan de la tradición teológica islámica es la de la imposibilidad de la encarnación de Dios. Así lo veía Inés López, morisca de Membrilla, cuando en tono de burla se dirigía a sus compañeras de labor defendiendo que Dios no necesitaba venir a la tierra a morir a manos de los hombres porque «es grande y está en el Çielo»84. A veces los argumentos llegaban a la mofa como cuando, en Villanueva de los Infantes, María Flores persuadía a dos compañeras de que «yban erradas si eran cristianas e que si querían salvar sus ánimas avían de creer en lo que Mahoma avía dexado escripto, diziéndolas: ‘no beis vosotras que ese Jesucristo en que creen los cristianos es de palo e fingido, y nosotros creemos que Dios está en el Çielo e no a venido al mundo y puede venir y no ay Nuestra Señora que es mentira, que no ay más que Dios’»85.

Ello da pie, igualmente, a un manifiesto rechazo del dogma de la Santísima Trinidad. Dicho repudio se basa, una vez más, en la imposibilidad de admitir que Dios, Indivisible, pueda ser uno y trino a la vez, y queda manifiesto en testimonios como el de cierto morisco recién llegado a Bolaños, a quien en Valencia le había quedado claro que «esotro del Hijo y del Espíritu Santo es todo ayre»86. De nuevo, y al igual que ocurriera con otro tipo de críticas, lo más normal es que los argumentos se concentren en la defensa de la unicidad divina y en la afirmación de que los cristianos son unos infieles que asocian otros seres a Dios con lo que, en definitiva, incurren en un género de idolatría. También, y junto a ello en que la aceptación de dicho precepto supone la constatación de un dogma contradictorio a la Razón y, en último término, también opuesto a los Evangelios. No es de extrañar, por tanto, que al hilo de tales afirmaciones, también se someta a una dura crítica y sea objeto de rechazo la noción de la Transustanciación, pues partiendo de la base de que Dios no pudo convertirse en hombre para redimir al género humano, también se niega tajantemente la posibilidad de que, mediante acción divina, el vino y el pan consagrados en la ceremonia eucarística pudieran convertirse en la Sangre y Cuerpo del Redentor. Este es, por otra parte, otro de los argumentos utilizados por el morisco para mofarse del credo cristiano y para poner de manifiesto lo que se pensaba que eran cuestiones absurdas que, en último término, sólo servían para dejar patente la inferioridad intelectual y práctica del Cristianismo frente a la fe de Mahoma. Para los moriscos, esa inferioridad también se ponía de manifiesto en la idea de la Redención que defendían los cristianos, totalmente incompatible

84 85 86

AHN. Sección Inquisición. Legajo 2.022. Exp. 19. Fol. 8r.o Año 1584. AHN. Sección Inquisición. Legajo 2.022. Exp. 15. Fols. 16v.o-17r.o Año 1584. AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp. 20. S.f. Año 1583.

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con la forma de concebir la omnipotencia divina que tuvo el Islam. De ahí, por ejemplo, el testimonio de Rafael, joven granadino de Ciudad Real, quien no dudaba en afirmar que el Islam era superior a la ley de los judíos pues, con la de éstos, Dios tuvo que padecer muerte y pasión y con la de aquéllos no87; o el de Catalina López, quien en un alarde de soberbia llegó a defender que si Cristo recibió azotes por redimir a los pecadores, fue porque se lo merecía88. Y es que, como dice Cardaillac «en la base de todos estos sarcasmos se encuentra la idea de que Dios, el Incognoscible, no tiene, por definición, ninguna medida común con el hombre [y el Islam defiende que]... lo que al respecto dicen los cristianos debe expresarse en términos de atributos y no de personas, y la noción de encarnación que está en la base de su fe debe ser totalmente desterrada»89. No es de extrañar, por ello, que el dogma de la virginidad de María, uno de los pilares básicos sobre los que se asienta esa noción, sea foco frecuente de críticas. La figura de María, es, por tanto, otro de los temas polémicos que invadieron las relaciones entre cristianos viejos y moriscos. Vaya por delante que, en esencia, el credo islámico defiende la veneración de la Santa Madre del profeta Jesús y que incluso se admite la concepción milagrosa de Éste90. Así se defendió desde posiciones cultas y con formación coránica pero en las, ya de por sí, confusas ideas religiosas de los moriscos manchegos, la sola idea de que alguien pueda ser engendrado sin mediación humana parece suponer un escollo difícilmente salvable. A Isabel de Aguilar, por ejemplo, le resultaba ciertamente complicado aceptar dicha premisa cuando su catequista le adoctrinaba acerca de la misma pues no podía comprender «¡cómo era posible que Dios tuviese madre!»91. Dicha dificultad se manifestó, en ocasiones, en intolerancia y se vio salpicada de episodios sacrílegos como cuando Pedro Rodero, morisco de los antiguos, vecino de Almagro, «estando en la hermita de Nuestra Señora de las Nieves tomó una imagen de Nuestra Señora, pequeña, que estava en el altar e le dio una bofetada»92. Porque a la dificultad que los cristianos nuevos mostraron para creer en el dogma mariano se unía, en esta ocasión, la siempre espinosa cuestión del culto a las imágenes. Fue éste, asunto igualmente importante en el seno del enfrentamiento teológico-doctrinal-práctico que mantuvieron moriscos y cristianos viejos y uno de los 87

AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp. 12. S.f. Año 1574. AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp. 20. S.f. Año 1583. 89 CARDAILLAC, L.: Moriscos y cristianos. Un enfrentamiento..., p. 216. 90 Ibídem, pp. 238 y 247. Parcialmente puesta de manifiesto en el propio Corán: azora III, v. 41; azora V, v. 109 y azora XIX, v. 22 y siguientes. Y en la azora V, v. 79: «El Mesías, hijo de María, no es más que un Enviado; antes que él han existido enviados; su madre era verídica...» 91 AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp. 12. S.f. Año 1574. 92 AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp. 11. S.f. Año 1573. Cit. por GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos..., op. cit., p. 91. 88

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argumentos más utilizados por los primeros para demostrar la falsedad y yerro de los segundos. Su postura se basa, una vez más, en la defensa de la unicidad divina y en la imposibilidad de admitir que los santos pudieran actuar como mediadores entre lo terrenal y lo celestial, ya que dicha intercesión, se pensaba, desvirtuaría el sentido omnipotente de la voluntad de Dios93. A raíz de ello, no deben extrañar testimonios como el Lorenzo, esclavo en Almagro, que no podía comprender «para qué eran las cruzes, sanctos e ymagines de palo y para qué les quitaban las caperuças siendo de palo» y defendía una y otra vez «que Dios estava en el cielo e que a sólo Dios adoraba él y no a su semejança ni a los sanctos»94; o como el de Álvaro Hernández que, en 1568, fue juzgado por defender que comprar cera para los santos era herejía95. Y junto a ellos, otros, sin duda más soeces, socarrones casi siempre, de los cuales puede inferirse que ese conocimiento fundamentado en la teología y la tradición religiosa que mostraban personajes como Lorenzo o Álvaro, tuvo que ser compartido con aquel otro, mucho más frecuente, que añadió a la carga teórica del argumento, la mofa, la burla y la denigración. Casos como el de María de Yébenes, que al ser preguntada acerca del porqué había casado en la ermita de la Magdalena y no en la de San Juan, más cercana a su casa, susurró entre dientes «mejor lo quemen [al santo]»96 o como Luis, morisco de Almagro, que en cierta ocasión se mostró partidario de «cagarle las barbas» a Santiago97 son exponente claro de que, entre los moriscos afincados en La Mancha, la segunda de las situaciones (mezcla de tradición culta desvirtuada y herencia popular) fue la más frecuente. Por tanto, negación de la Encarnación, constatación de la imposibilidad de la Redención, rechazo a los dogmas de la Trinidad y de la Virginidad de María y aversión por el culto a los santos y a las reliquias. Esos fueron los principales pilares teóricos sobre los que se fundamentó el rechazo morisco al Catolicismo. A su vez, todos ellos son aspectos en los que el Islam mantuvo, al menos desde el punto de vista teórico, cierta relación de semejanza con las corrientes reformistas emanadas del Cisma protestante. Con ellas compartió el verdadero trasfondo de su fe: la creencia en el Libro Revelado y, en un plano más cotidiano, la condena a las imágenes, la crítica a las bulas, la negación del sacramento de la confesión y una crítica mordaz a los abusos del clero. De ellas se deriva la tendencia a considerar erróneo el credo católico. Así lo defendía Alon93 Quizás debido a ello los moriscos no dudaron en calificar a los cristianos viejos de idólatras consumados que, en su error, habían hecho que la religión por ellos practicada perdiera el sentido último de la misma que es, precisamente, el culto a Dios. Cf. CARDAILLAC, L.: Moriscos y cristianos. Un enfrentamiento..., p. 301. 94 AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp. 11. Año 1573. 95 AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp. 7. Año 1568. 96 AHN. Sección Inquisición. Leg. 198. Exp. 6. S.f. Años 1596-1598. 97 AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp. 13. S.f. Año 1575.

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so Calderón, que no dudaba en afirmar que «pues el luterano avía estado primero en nuestra Ley e la había dexado, que no la había dexado por buena»98 y que todo intento por parte de los católicos de que él permaneciera fiel a la fe de Cristo sería como hacer buena aquella máxima que defendía que «quando un hombre ba por un camino y encuentra una carrilada honda de agua e çieno y dize ‘no bebería yo desta agua aunque me muriera’ e biene el diablo e le dize: ‘¡bebe, bebe!’, hasta que le haze beber. Por lo qual el testigo dixo entendió que la quiso decir y dar a entender que nuestra santa fee católica era el çieno e le queríamos hazer beber della (al morisco)»99.

Tampoco creemos que deba magnificarse dicha relación de semejanza ni las hipotéticas conversiones de moriscos al luteranismo pues, como podrá comprobarse, la confusión terminológica es muchas veces patente y los conocimientos que los moriscos pudieron tener acerca de las corrientes de la Reforma fueron, las más de las veces, residuales, fruto de un conocimiento adquirido por transmisión oral y, por lo tanto, deformada pues, extinguidos los principales focos luteranos en la Península, dichas corrientes tampoco gozaron de una extensión lo suficientemente amplia como para que pueda mantenerse que su introducción en Castilla fuera generalizada. Quizás, como dice García-Arenal, lo que pesó más en esta supuesta filiación fue la «tendencia [de los moriscos] a considerar amigos a los enemigos de los cristianos viejos y a buscar la compañía de aquellos a quien la sociedad cristiana margina»100, asunto éste en el que también cabe encuadrar las ya observadas esperanzas en el Turco. Al hilo de esas ilusiones y de la búsqueda de esa supuesta compañía, no son de extrañar testimonios como el de Alonso el Gordo, para quien no había duda de que «la Reyna, nuestra señora, era luterana y que pues la Reyna y los Grandes se tornavan luteranos, que devía ser buena ley»101; o como el de Gonzalo, su padre, que «tenía por çierto, que era mejor la secta de Luthero que le ley de Xpo., y que antes del año de setenta y ocho seríamos todos lutheranos»102. Sin embargo, de ahí a afirmar que los moriscos de La Mancha pudieron hacer gala de un sentimiento de filiación y proximidad al luteranismo va largo trecho, por mucho que se compartieran críticas y puntos en común. 98

AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.022. Caja 1. Exp. 15. Fols. 6r.o-7r.o Año 1584. AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.022. Caja 1. Exp. 16. Fol. 18v.o Año 1585. 100 GARCÍA-ARENAL, M.: Inquisición y moriscos... op. cit., p. 113. 101 AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp. 17. Año 1580. 102 Casos citados por GÓMEZ-VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos..., op. cit., p. 92. 99

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Por otra parte, Tiopieyo se muestra siempre contrario al Bautismo y defiende que no hay necesidad de él porque el verdadero Bautismo es el que procede del cielo103. En este sentido, los testimonios más abundantes proceden de los antiguos. En ellos, el Sacramento siempre fue asociado a la noción de pérdida de su antigua fe y por eso no son extraños testimonios como el de Inés de Viana, antigua de Aldea del Rey, que antes de su bautismo respondía al nombre de Haxa, y que aún en 1531 se creía a salvo de él y mora por completo pues «no le tocaron sino unas gotillas de agua»104. Quizá fueron testimonios como este los que dieron pie a Aznar Cardona a calificar a los moriscos como profanadores del sacramento105. En oposición al bautismo, el morisco defiende la circuncisión, a la que considera pasaje bíblico106. En realidad, dicha práctica no se menciona en el Corán. Ni tan siquiera parece ocupar un lugar preferente en las obras de derecho islámico pero, pronto, las poblaciones musulmanas de todo el mundo le prestaron una enorme atención. Uno de los términos que significa circuncidar y que pronto se impuso en España es «retajar» y el hecho de que se impusiera ya nos indica que era práctica habitual107. También en la codificación legal el problema está contemplado. La Junta de la Capilla Real de Granada lo recoge: «Así mismo mandamos que ningún cirujano ni médico ni otra persona alguna, dé licencia a los nuevamente convertidos de este reino, con información o sin ella, para cortar parte del principio de su miembro, sin expresa licencia del prelado o del corregidor, ni lo corte él, so pena de perdimiento de bienes y de ser desterrado del reino perpetuamente el que lo hiciere sin licencia»108.

No obstante, y pesar de la legislación, su práctica debió ser bastante frecuente entre aquellos moriscos que se inclinaron por la defensa de su peculiaridad. Así lo hicieron Alonso Mercado y su mujer con su pequeño de nueve años109 y por ello fueron procesados. También Garci López Raxil e Isabel de Berrio quienes, no obstante y gracias al concurso de un cirujano, lograron demostrar que sus respectivos hijos habían «nacido así porque si fuera cortado se conociera bien» y «que era natural porque no tenía cicatriz ni señal de aver ido retajado»110. 103

AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp. 13. S.f. Año 1575. AHN. Sección Inquisición. Leg 198. Caja 2. Exp. 17. S.f. Año 1597. 105 AZNAR CARDONA, P.: Expulsion justificada..., (II, cap. XXXI, fol. 107 v.o). 106 CARDAILLAC, L.: Moriscos y cristianos. Un enfrentamiento..., p. 284. 107 VINCENT, B.: «La circuncisión y los moriscos», en VINCENT, B.: Minorías y marginados..., pp. 84-85. 108 GALLEGO BURÍN, A. y GAMIR SANDOVAL, A.: op. cit., pp. 203. Cit. por VINCENT, B.: «La circuncisión y los moriscos», en VINCENT, B.: Minorías y marginados..., p. 86. 109 AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp. 13. S.f. Año 1574. 110 AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.799. Fols. 11v.o-12r.o y 12r.o respectivamente. Año 1577. 104

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Tiopieyo tampoco hace uso de la confesión. Está convencido de que un hombre no puede perdonar pecados a otro hombre pues ello supondría admitir un género de desigualdad entre los mortales al conferir a unos la potestad de servir como intermediarios entre Dios y el resto de ellos. En este sentido, las ya mencionadas similitudes con el protestantismo se hacen más patentes que en ningún otro sacramento. Ambos credos defienden que la confesión es un acto privado y que sólo es válida si el arrepentimiento tiene como único testigo a Dios. Así lo veía Lope el Gordo, morisco de Villarrubia, que hablando de la conveniencia o no del sacramento manifestaba que él y los suyos «no se confesavan sino a Dios, que poca cosa hera confesar un hombre sus pecados a otro hombre, y hacer un hombre mill pecados y yrlos a dezir a otro hombre como él»111.

A la igualdad entre creyentes se une la falibilidad humana, el otro gran pilar sobre el que se sustenta la crítica islámica al sacramento de la Penintencia. Y en esto, parece que las opiniones de todos los moriscos coincidieron. Cardaillac cita por ejemplo el caso de uno que quiso demostrar la parcialidad a la que estaba sometida dicha práctica yendo a confesar el mismo pecado tres veces ante tres sacerdotes distintos, cada uno de los cuales le impuso una penitencia diferente112. Menos forzados, pero muy similares, fueron los testimonios de Juan de Vilches con su «¡¡tanto confesar, tanto confesar a un hombre, que es como uno de nosotros!!»113; o de Diego Martín cuando le preguntaba al inquisidor si un hombre tan pecador como él le podía absolver de sus pecados114. El último de los Sacramentos que parece captar una especial atención entre los moriscos es la Eucaristía. ¿Los motivos? Muy similares a los anteriores: la indivisibilidad divina, la superstición cristiana, la incompatibilidad de dicho sacramento con la esencia de Dios,... pero sobre todo, la ya mencionada negativa a aceptar la Transustanciación. Así lo veía Juan de Morales, vecino de Membrilla, para quien «la ostia que daban en la yglesia no era sino un poco de pan hervido con agua»115. A Guiomar, morisca de Aldea del Rey, acercarse a dicho acto le producía poco menos que repulsión pues «más querría morir de muerte supitana que no yr a reçibir el santo sacramento»116.

111 AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp. 20. Año 1583. El proceso, y otros similares para otras zonas geográficas, son citados por Cardaillac. 112 CARDAILLAC, L.: Moriscos y cristianos. Un enfrentamiento..., p. 289. 113 AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp. 27. S.f. Año 1591. 114 AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp. 13. S.f. Año 1574. 115 AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.022. Exp. 19. Año 1587. 116 AHN. Sección Inquisición. Leg. 198. Caja 2. Exp. 17. Año 1534.

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Como vemos, las manifestaciones son de lo más recurrente. A veces en forma de burla como le ocurre a Miguel de Baeza, miguelturreño, cuando modificaba a su antojo el contenido de una copla laudatoria. El testimonio de Pedro de Navarrete, uno de sus compañeros de siega, es de lo más curioso: «que avrá diez días poco más o menos que estando este testigo en la aldea de Bladarachas, término de Ciudad Real, segando en una haza de la biuda de Bartolomé Rodríguez, vezino desta dicha villa, juntamente con su hijo Francisco Rodríguez y con Martín de Soto y con su sobrino Juan Bizcayno y con el susodicho Miguel de Baeza y otros que allí estavan, a hora de medio día poco más o menos oyó este testigo y bido como Juan, criado de la dicha biuda de Bartolomé Rodríguez, y Juan, hijo de Martín Bizcayno, comenzaron a cantar unas coplas del Santísimo Sacramento que deçían desta forma y manera: ‘Ya vino el Real Cordero, para ser sacrificado y hecho pan de los honbres de aquel cuerpo consagrado’, y oyó este testigo y bido como el dicho Miguel de Baeza, morisco, a el tienpo que cantaron y dixeron ‘hecho pan de los honbres’ dixo el dicho Baeza a los que lo cantavan: ‘no avía de dezir ansi diablos sino «hecho mierda de los honbres’»117.

Por su parte, María de Talavera fue juzgada en 1601, por haber renunciado a tomar la Comunión. Fue perdonada puesto que confesó que tras haber «recivido el Santísimo Sacramento le dio gana de gomitar [y que] por eso se sacó el Sacramento de la boca y aviéndose sosegado le tornó a tomar»118. María era de las antiguas y por eso estaba autorizada a comulgar. Por contra, y en virtud de las ordenanzas diocesanas ya vistas más arriba, los granadinos tenían vetado dicho sacramento, al menos con carácter general. La imposibilidad de participar de lleno en uno de los actos centrales del Cristianismo debió alejarlos aun más de una fe que ya de por sí sentían como ajena. Por eso el rechazo a la Comunión suele ir acompañado con la negativa a asistir a los oficios divinos o de asistencias presenciales y forzadas como la de Luis Guzmán, alistado en Campo de Criptana, que iba a la iglesia para que «no se echase de ver que vivía en la dicha secta y no le llebasen los dos reales que tienen de pena los cristianos nuebos por cada vez que dexan de yr a misa los domingos y fiestas de guardar»119. Con él, testimonios como el de María Alonso, Isabel y Juana, madre e hijas respectivamente, cuando defendían que «venían de missa más moras que fueron»120 o como el de Luis para quien la celebración poco importa117 AHN. Sección Inquisición. Leg. 191. Caja 1. Exp. 18. Año 1582. También en AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp. 18. 118 AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.106. Exp. 2. S.f. Año 1600. Cit. por GÓMEZ-VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos..., op. cit., p. 132. 119 GARCÍA-ARENAL, M.: Inquisición y moriscos... op. cit, p. 102. 120 AHN. Sección Inquisición. Leg. 193. Caja 2. Exp. 19. S.f. Año 1550.

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ba121, vienen a confirmar que los desvelos de las autoridades por tratar de incorporar a la minoría a la práctica sacramental no obtuvieron la respuesta esperada y que la reiteración legal de las medidas evangelizadoras, no fue sólo fruto de una codificación legal constreñida por una y mil fórmulas, sino espejo de que lo deseado no se estaba consiguiendo, al menos con un no poco importante sector de los nuevos cristianos. 8.2.2.2. Ricote o la duda Ricote duda. Ricote se siente cristiano pero cree que tiene algo de moro: «Yo sé cierto que la Ricota mi hija y Francisca Ricote, mi mujer, son católicas cristianas, y aunque yo no lo soy tanto, todavía tengo más de cristiano que de moro, y ruego siempre a Dios me abra los ojos del entendimiento y me dé a conocer cómo le tengo que servir»122.

En esta posición se situaron todos aquellos moriscos para los cuales la conversión al cristianismo no tenía que llevar implícito el abandono de las prácticas culturales y sociales heredadas de la tradición musulmana. Es lo que Magán y Sánchez González califican como la posición tibia, «el sí es no es»123 y sin duda alguna la que más complicaciones y quebraderos de cabeza generó a las autoridades, convencidas como estaban de que «costumbre de moros» era igual que «ceremonia de moros». El baño y las prácticas asociadas a la higiene, los bailes y manifestaciones de tipo lúdico, las costumbres y usos alimentarios,... son algunos de los más significativos componentes de esa tradición que los moriscos mantenían como seña de identidad y rasgo diferenciador frente al mundo cristiano y que no siempre llevaron implícita una negación estricta de los dogmas y postulados cristianos. Ocurrió, sin embargo, que, a veces, la práctica de estos usos tendió a confundirse con manifestaciones de corte religioso. Martínez San Pedro lo sintetiza a la perfección: «la práctica de una religión, cualquiera que ésta sea, ha tenido y tendrá siempre una repercusión en las costumbres de los creyentes y una influencia directa en sus comportamientos, puesto que la religión no es una ideología o una teoría, sino una forma de entender y de vivir la propia vida. Por esto resulta difícil en algunas ocasiones distinguir entre costumbres y usos cotidianos y actos propiamente religiosos»124. Nos resulta difícil ahora y debió de resultarlo a los cristianos vie121

AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp. 13. S.f. Año 1575. Quijote, II, LIV. 123 MAGÁN GARCÍA, J. M. y SÁNCHEZ GONZÁLEZ, R.: Moriscos granadinos en La Sagra... op. cit., p. 29. 124 MARTÍNEZ SAN PEDRO, M.ª D.: «Sacramentos y ritos moriscos: una mala conjunción», en CORTÉS PEÑA, A. L., LÓPEZ-GUADALUPE MUÑOZ, M. L. y LARA RAMOS, A. (eds.): 122

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jos, de tal manera que la situación en que se vio inmerso Ricote es extremadamente compleja, no sólo de definir, sino incluso de percibir. Quizás un ejemplo pueda servir para aclarar lo dicho hasta este momento: en 1577, Isabel de la Torre, morisca de Infantes, fue procesada por lavarse todo el cuerpo aprovechando el agua del río donde iba a hacer la colada. Poco después, en 1596, Lucía Hernández fue juzgada igualmente por «lavarse sus vergüenzas». En apariencia ninguna de ellas cometía delito alguno, pero Isabel fue absuelta125 y Lucía, junto al resto de su familia (yerno, hija y nietos), condenada a pena de excomunión mayor126. Isabel logró demostrar que la acusación que se formulaba contra ella era de lo más trivial. Ella iba al río a lavar y aprovechando el momento, se aseaba. Nada más. Por contra, los testigos que declararon contra Lucía hicieron ver a sus jueces que tras su lavatorio «haçía la oraçión con mucha devoción» y que dicho acto era sólo el preludio del rezo en torno al cual toda la familia se reunía los viernes. Vemos, pues, cómo el aseo, un acto tan liviano y tan poco indicativo de nada, podía ser muestra de heterodoxia o estar vacío de contenido religioso. ¿Dónde se situó la estrecha frontera que separó uno de otro? ¿Cuál fue el criterio utilizado por los inquisidores para diferenciar la posible existencia de herejía? En principio ninguno. Para ellos, todo lavatorio, por el mero hecho de serlo, era sospechoso; como lo era llevar amuletos, o vestir una camisa limpia al final de la semana, o no comer carne de cerdo, o bailar y festejar determinados acontecimientos sociales. Quien decidiría sería el desarrollo ulterior del proceso. Dicho de otro modo: se tendió a considerar signo externo de herejía todo aquello que, a priori, pudiera ser indicativo de desviación. Por ello, no son extraños los casos en los que determinados moriscos son llevados ante los tribunales porque «se sentava en el suelo y comía en el suelo y nunca se sentava en silla ni comía en mesa»127; debido a que llevaban amuletos y abalorios que sólo servían «para tener buena ventura de librarse de los peligros»128 o porque, como María de Roayne, morisca de Almagro, llevó a casa de una novia a punto de contraer matrimonio confitura y unas rosquillas de alajú para ponerlas junto al futuro lecho marital129. Evidentemente, y por razones obvias, la mayor parte de estos procesos acabaron con el reo absuelto o como mucho condenado a simbóIglesia y sociedad en el Reino de Granada (ss. XVI-XVIII). Granada: Universidad de Granada, 2003, p. 124. 125 AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.799. Exp. 1. Fol. 2v.o Año 1577. 126 AHN. Sección Inquisición. Leg. 193. Caja 2. Exp. 22. Año 1596. 127 AHN. Sección Inquisición. Leg. 192. Caja 2. Exp. 22. Año 1557. 128 GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos..., op. cit., p. 165. 129 Cit. por BLÁZQUEZ MIGUEL, J.: «Almagro y la Inquisición», en Historia de Ciudad Real, Ciudad Real, 1988, p. 20. También en GÓMEZ-VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos..., op. cit., p. 165.

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licas penas espirituales. El problema llegaba cuando estas manifestaciones que hemos denominado «culturales» también eran signo externo de una creencia más profunda en el mundo musulmán. Porque ambigüedades hubo y fue en ellas donde los moriscos como Ricote fundamentaron sus reparos. Así ocurrió, por ejemplo, cuando manifestaron vacilaciones acerca de que la religión «de Nuestro Redemptor Jesucristo era la buena»130. En este sentido la principal duda que asalta al morisco, el principal conflicto de tipo doctrinal al que se enfrenta, es admitir la virginidad de María. Le ocurría a Diego López, morisco de Montiel, para quien no había duda de que la religión de Cristo era la buena pero «que tratando con él de que Nuestra Señora avía sido siempre virgen dixo: ‘esa es la dubda que tenemos nosotros los moros’»131. También a Luis de Murcia, vecino de Corral de Almaguer, que defendió que creía en Dios y en dar limosnas, «pero no en que Nuestra Señora parió Virgen». Casos similares se dan en Membrilla, con Andrés Mocly y con Álvaro Gómez, éste último salvado de la hoguera porque en su testimonio argumentó que, debido a su escaso conocimiento del castellano, no había entendido a los interlocutores de la conversación que dio origen a su proceso132. La duda no sólo afectó al legislador y no sólo fue una cuestión de percepción de aquel que juzgaba sino que también estuvo presente en los propios moriscos. Recuérdese a Alonso de Ozmín, aquel antiguo que le preguntaba a su vecino cristiano viejo si él sería buen moro si le obligasen a convertirse al Islamismo133; caso análogo al de Miguel de Pineda, que se mostraba ambiguo pues «de los dos caminos no sé qual es el más recto o qual va más derecho»134. Ricote debió pensar lo mismo y la incertidumbre debió suponer para él un doloroso trance: aceptar el cristianismo podía suponer su salvación; no la divina, no la de su alma, sino la social. Pero esa salvación llevaba implícita la ruptura con la tradición heredada de sus padres, cosa a la que no todos estuvieron dispuestos pero a la que muchos otros transigieron finalmente. Lo hicieron de manera sincera —las ricotas son buen ejemplo de ello—, pero también obligados por las circunstancias, imbuidos por la acuciante necesidad de integración. No por una creencia firme, ni tan siquiera debido a que la vacilante política de integración puesta en marcha para con ellos empezara a dar sus resultados. Lo hicieron, en definitiva, como muestra de un deseo de supervivencia en una sociedad que no les dejaba otra opción. Y eso, al final, pro-

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AHN. AHN. 132 AHN. Año 1584. 133 AHN. 134 AHN. 131

Sección Inquisición. Leg. 2.105. Caja 1. Exp. 15. Año 1578. Sección Inquisición. Leg. 2.002. Caja 1. Exp. 5. Año 1571. Sección Inquisición. Legajo 2.022. Exp. 15. Fols. 5r.o-5v.o y fols. 10r.o-10v.o Sección Inquisición. Leg. 196. Caja 1. Exp. 12. Fols. 3v.o-4r.o Año 1538. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp 12. S.f. Año 1574

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vocó situaciones ambiguas, sentimientos encontrados y, sobre todo, un marcado pragmatismo que llevó a cada uno de sus protagonistas a combinar adaptación con recuerdos. García Izquierdo, morisco de Almagro, llegó a la conclusión de que lo mejor era transigir. Él se «acoplaría a quien viniese, si moros o cristianos»135 y como él Ricote, que rogaba siempre a Dios que le abriera los ojos del entendimiento y le diera a conocer como le tenía que servir. 8.2.2.3. Las Ricotas o la conversión sincera Esas dudas fueron las que, con mayor o menor dificultad, salvaron muchos otros moriscos. El prototipo, en esta ocasión, son las Ricotas. Y es que hubo cristianos nuevos que no sólo se adaptaron a la fe cristiana, sino que, además, la adoptaron. El problema reside en que la ortodoxia no deja un rastro documental específico y por eso, hasta ahora, se ha defendido el planteamiento que admite una generalizada y marcada heterodoxia dentro del grupo. No fue así. Existieron conversiones sinceras y éstas se hacen patentes tanto en los antiguos como en los granadinos; y lo hacen en un proceso separado por casi cuarenta años pero prácticamente paralelo, tanto en su desarrollo como en sus protagonistas. De él fueron actores clave, no los convertidos en 1502, ni tan siquiera los granadinos llegados tras la guerra de las Alpujarras, sino los hijos, los nietos, incluso los bisnietos de aquellos que se vieron obligados a abandonar su fe primigenia, fueran castellanos o procedieran de Granada. Es fácil entenderlo si admitimos que las reservas de unos y otros (convertidos y desterrados) se mantuvieron incólumes a lo largo del tiempo. Es fácil si aceptamos que la política de evangelización puesta en marcha por Iglesia y Corona pudo dar ciertos frutos y, sobre todo, es sencillo de admitir si recordamos (y aceptamos) que el principal ingrediente para lograr una correcta conversión era, como le comentaba Alonso Ozmín a su vecino, la paciencia. Aunque los datos son a todas luces insuficientes, la edad de los procesados por el Santo Oficio podría ayudarnos en este sentido. No hay cifras fiables al respecto, pues la mayor parte de las noticias referentes a procesos contra moriscos en nuestro territorio proceden de relaciones de causas y éstas no se detienen en especificar los datos personales del encausado. Sin embargo, todo parece indicar que la mayoría de los procesados antiguos había vivido en primera persona las conversiones o había nacido durante los años en los que la indefinición de las autoridades aún permitía a los moriscos una práctica más o menos soterrada de su religión. Así le ocurrió, entre otros, a Inés de Viana, antigua de Aldea del Rey, juzgada en

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Ibídem. Cit. por GÓMEZ VOZMEDIANO, M. F.: Mudéjares y moriscos..., op. cit., p. 91.

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CUADRO 47. Edad de los moriscos procesados por la Inquisición en La Mancha. Tribunales de Toledo y Murcia. 1570-1610* Año del proceso

Nombre

1570 1573 1574 1574 1575 1577 1578 1579 1579 1579 1579 1582 1583 1584 1584 1584 1584 1584 1584 1585 1585 1587 1587 1587 1587 1588 1590 1591 1591 1596 1596 1597 1597 1598 1598 1598

Juan de Alarcón Alonso Bravo Lucía de Guevara Águeda Alonso de Pliego Diego de la Torre Alonso Bravo Gabriel de Carmona Bernabé Castellanos Hernando de Rivera Andrés de Soria Pedro López Catalina López Isabel González Isabel de Saravia María Cabilda Alonso Ruiz Torroba Juan de Zacarías Magdalena Alonso Calderón Cristóbal Escobar Inés López Juan Morales Pedro Gómez María de Andrada Fernando Aguilar Alonso de Soria Isabel Pérez Juan Vilchez Bartolomé Sánchez Juan de Torres Petronila Sánchez María Sánchez Juan de Torres Pedro de la Fuente Angelina López

* Sólo procesados en los que se conoce la edad

Localidad Almagro Almagro Ciudad Real Ciudad Real Ocaña Membrilla Almagro Ciudad Real Ciudad Real Ciudad Real Ciudad Real Chinchilla Daimiel Vnva. de los Infantes Valenzuela de Cva. San Clemente Manzanares Membrilla Torrenueva Membrilla Ciudad Real Membrilla Membrilla Daimiel Ciudad Real Argamasilla de Alba Alcázar de San Juan Ocaña Ocaña Ocaña Daimiel Ocaña Ocaña Daimiel Almagro Daimiel

Año nacimiento 1548 1551 1558 1566 1517 1565 1556 1562 1558 1561 1561 1562 1523 1534 1559 1561 1549 1534 1568 1540 1555 1557 1565 1534 1557 1553 1550 1551 1551 1556 1546 1546 1571 1560 1554 1579

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Año del proceso

Nombre

1600 1600 1606 1606 1606 1606 1606 1606 1606 1606 1606 1606 1606 1606 1606 1606 1606 1606 1607 1607 1607 1607 1607 1608 1609 1609 1610 1610 1610 1610 1610 1610 1610 1610 1610

Cecilia Pérez María de Talavera Isabel de Jaén Andrés Muñoz Mari Pérez Hernando de Toledo María de la Cruz Lucía de Jaén Miguel de Mendoza Hdo. de Palomares Luis Hernández Isabel Hernández Lucía de Nájera Marcos López Baltasar de Mendoza Alonso de Mondéjar Isabel Cañete Hernando Pérez María López María López María Roayne Catalina de Zaragoza Alonso de Zaragoza Luis Narváez María de Molina Alonso de Torres Lorenzo del Viso Luis Alcocer, el mozo Luis de Saravia Luis Méndez Luis Alcocer Lorenzo Hernández María de Molina Antonio Moreno Inés de Morales

Localidad

Año nacimiento

Moral de Calatrava Ciudad Real Almagro Ciudad Real Almagro Almagro Almagro Almagro Almagro Almagro Almagro Almagro Almagro Almagro Almagro Almagro Almagro Almagro Ciudad Real Almagro Almagro Villamayor de Cva. Cabezamesada Almagro Daimiel Almagro Daimiel Daimiel Daimiel Daimiel Daimiel Daimiel Daimiel Villarejo de Salvanés Valdepeñas

FUENTE: AHN. Sección Inquisición. Procesos y relaciones de causas. Diversos legajos.

1570 1560 1526 1568 1587 1590 1592 1571 1552 1552 1561 1576 1568 1556 1546 1570 1528 1573 1531 1571 1557 1582 1582 1571 1573 1567 1580 1578 1555 1544 1540 1557 1560 1540 1560

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1533 y nacida, precisamente, en 1502136. En los granadinos situación análoga: un alto porcentaje de los encausados había nacido en Granada o en los años inmediatamente posteriores al destierro, nunca antes de que la política de evangelización adquiriese tintes más serios. Si los datos obtenidos del cuadro 47 se plasman gráficamente, el argumento que exponemos aparece algo más claro. Para ello se ha confeccionado el gráfico 12, en el que quedan representados los sesenta y tres procesos reflejados en el cuadro. En dicho gráfico se ha procedido a dividir a dichos individuos en grupos de edad y a su vez hemos fijado cuatro periodos temporales de diez años. GRÁFICO 12. Edad de los moriscos manchegos procesados por la Inquisición. Tribunales de Toledo y Murcia (1570-1610).

FUENTE: AHN. Sección Inquisición. Procesos y relaciones de causas. Diversos legajos.

Somos conscientes de que los resultados obtenidos deberán ser ratificados posteriormente con datos procedentes de otros tribunales en los que las fuentes ofrezcan más información. Precisamente por ello, lo más conveniente parece tomar con cautela toda conclusión que se pueda derivar de nuestro análisis pero aún así, no deja de ser llamativo el hecho de que la teoría que esbozábamos más arriba parezca verse ratificada. Lo primero que llama la atención en el gráfico es que el número de procesados menores de veinte años decrece de manera paulatina. En el pe-

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AHN. Sección Inquisición. Leg. 198. Caja 2. Exp. 17. Año 1533.

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riodo de tiempo comprendido entre 1570 y 1579 esos reos aún podían ser antiguos o bien, si eran granadinos, habían nacido antes de la guerra de las Alpujarras. Con posterioridad a ese lapso de tiempo, el número de encausados de esa edad (todos granadinos, por cierto), ya habían nacido en Castilla. Ello arroja una primera conclusión: parece que, al menos en este grupo de edad, la política evangelizadora puesta en marcha por la Corona había dado sus frutos. Dicho de otro modo. A pesar de que los datos resultan demasiado exiguos como para dictar conclusiones definitivas, todo parece indicar que los reos que se enfrentaron al tribunal siempre fueron los de mayor edad. Es algo que se corrobora en el hecho de que los grupos marcados en color gris, negro y gris claro cobren importancia a medida que se avanza en el tiempo y que confirma, aunque tímidamente, que quienes tuvieron que vérselas con la Inquisición fueron, en su mayoría, los nacidos antes de 1570, aquellos a los que, debido a su edad y a su bagaje vital les resultó más complicado adoptar las doctrinas de sus catequistas castellanos. Por tanto, fueron los elementos más jóvenes, aquellos con quienes puede decirse que la Iglesia triunfó. Como hija de granadino, Ana Félix, la Ricota, es una de ellos. Ella no teme «decir que era cristiana, como en efecto lo soy, y no de las fingidas ni aparentes, sino de las verdaderas y católicas»137 muchas veces, incluso, adoptando posturas totalmente contrarias a las de sus progenitores y mayores. Así le ocurre, por ejemplo, a María, morisca de Membrilla, a quien «aviendo un día (...) echado toçino a la olla, la dicha Ynés López su madrastra, la avía reprehendido diziendo que para qué traya aquellas cosas a casa que traían burla dellos los moriscos»138; o a la nieta de Isabel González, que denunció a su propia abuela porque «la avía enseñado oraciones de Mahoma, y la avía persuadido que se bolbiese a su ley, y dexase la de los cristianos y la reñía porque rezaba el Rosario y porque deçía loado sea Jesucristo»139.

Fueron esos mismos moriscos los que, conscientes de que su conversión resultaba sincera, se mostraban ofendidos cuando, a su juicio de manera innecesaria, la vigilancia de autoridades y vecinos limpios rozaba el escarnio. En 1605, Pedro de Guevara y otros moriscos de Quintanar otorgaron poder a un vecino de la villa de Uclés para que compareciese ante el Prior y solicitase

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Quijote, II, LXIII. AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.022. Caja 1. Exp. 15. Parte de su proceso también se conserva, junto al de su padre y madrastra en el expediente 19. Año 1584. 139 AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.022. Caja 1. Exp. 14. Año 1584. 138

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«sea servido de mandar que en la parrochial desta villa no seamos llamados a las misas mayores y contados por los dichos alcaldes de la villa con el escándalo que al presente haçen, de que se nos sigue ofensa y ay ocasiones para muchas pesadumbres porque aviendo acudido como acudimos a misa como somos obligados, no es justo causar el dicho escándalo, pidiendo se provea sobresto el orden más conveniente al servicio de Dios nuestro Señor y guarda y conservación de sus mandamientos»140.

Ellos eran los que acudían cumplidamente a misa los domingos; ellos eran los que, presionados constantemente, tuvieron que aguantar la intolerancia de los cristianos viejos y la incomprensión de los suyos; eran ellos los que, incomprendidos, permanecían en tierra de nadie, marginados por unos y otros. En su conversión la mediación de padrinos y tutores pudo jugar un importante papel. Desde el primer momento las autoridades se afanaron porque ello fuera así. A este deseo obedeció la obligación de que los padrinos de niños moriscos fueran cristianos viejos e igualmente el hecho de que los propios granadinos quedaran asociados a casas de cristianos viejos tras su llegada a Castilla. En Alcázar de San Juan, por ejemplo, los más de doscientos granadinos llegados a la villa en diciembre de 1570 fueron adscritos a diferentes casas de cristianos viejos. En adelante, el buñolero Gabriel Ximénez, Diego Martín de Villarta, «la confitera» y muchos otros alcazareños serían los encargados de velar por el correcto adoctrinamiento de los recién llegados141. A dicha labor se entregó diligentemente Sebastián Noguerol, el sacristán de la parroquia de San Ignacio de Alcaraz, que apadrinó a decenas de niños moriscos. Y como él, muchos otros cristianos viejos que, por obligación o devoción, se entregaron con paciencia y estoicismo a una labor no siempre grata. Probablemente fracasaron en muchas ocasiones pero, en otras, su valía como catequistas quedó probada. Así debió ocurrirle al amo de Lorenzo Vilches. El morisco, hijo de un granadino alistado en Alcázar, acudió a los visitadores del Santo Oficio harto de que su padre le conminara a «que no creyesse en lo que el dicho su amo le enseñava en las oraciones, sino en Mahoma». Juan, que así se llamaba el padre, fue azotado y encarcelado durante un año142 y el amo felicitado por su labor: con tan sólo ocho años, el joven Vilches había delatado a su progenitor y lo que es más importante, había hecho prevalecer lo aprendido de su tutor a lo que su padre pretendía imponerle. No sabemos, y posiblemente nunca podremos hacerlo, hasta qué punto actitudes como la del pequeño morisco de Alcázar pudieron ser fre-

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AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.168. Fol. 441v.o 7.XI.1605. AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.162. Fol. 2. AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp. 27. S.f.

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cuentes. No obstante, y a tenor de las esporádicas informaciones que aparecen dispersas en multitud de documentos, puede convenirse que casos como el suyo, en los que la voluntad de conversión era sincera, debieron ser más frecuentes de lo que hasta este momento hemos admitido. Esa sinceridad, y el manifiesto deseo de integración fue lo que debió llevar a muchos moriscos a separarse de los suyos. En 1598, por ejemplo, Mingo López, morisco de Campo de Criptana, contrajo matrimonio haciendo exaltación pública de su firme creencia en la fe católica. Su mujer, hija de Pedro Gálvez, era considerada como la deshonra de la familia por querer ser buena cristiana. Ningún morisco asistió a su enlace143. Este tipo de gestos no pareció ser suficiente para que los cristianos viejos creyeran completamente que las conversiones de los moriscos pudieran ser sinceras. El testimonio de Garci Rodríguez, vecino de Bolaños, es de lo más ilustrador. Cierto día, apareció en su tienda Mari López con un pequeño morisco al que tutelaba «y les azía muchos amores y el dicho Garçi Rodríguez la dixo que no le aconteziese a ella como al abad don Juan con su criado. Y la dicha muger le pidió que se lo contase para ber qué hera aquello. Y el dicho Garçi Rodríguez le dixo quel abad don Juan abía allado un niño a la puerta de la yglesia y le abía criado con mucho rregalo diziendo que hera de sangre y que de que fue honbre le hiço armar caballero y le dio mucha gente en conpañía y yendo un día a caçar el dicho caballero en el canpo dixo a los que yban con él que les quería rrogar que le avían de tener una poridad y no a de ser sentida y le dixeron ‘diga vuestra su merced que no ay cosa que nos diga que no se lo tengamos en secreto’. Y el dixo: ‘Yo querría cartearme con el rey Almançor porque siento que la ley de los moros es mejor que la de los xpianos’»144.

Y aún así, dieron muestras constantes de su piedad. Los casos citados más arriba pueden ser muestra de ello pero además y alejados de la presión inquisitorial, también podemos encontrar algunos testimonios indicadores de esa buena cristiandad en las cláusulas testamentarias. Son casos extraños. En realidad, poco comunes pues los testamentos moriscos, en La Mancha, son escasos y poco prolijos en detalles ya que la mayoría de ellos, en lo referido al tema religioso propiamente dicho, no hacen sino repetir las fórmulas al uso en la época145. Precisamente por ello, casos como el de 143

GARCÍA-ARENAL, M.: Inquisición y moriscos... op. cit., p. 94. AHN. Sección Inquisición. Leg. 197. Caja 1. Exp. 3 145 El número de escrituras que hemos documentado resulta demasiado escaso como para poder extraer conclusiones definitivas y efectuar análisis más profundos. Treinta y dos testamentos para un total de cuarenta años y un conjunto poblacional de más de quince mil individuos resulta una proporción a todas luces ridícula. No ocurre así en otros lugares como la propia Granada donde a partir de esta fuente se han llevado a cabo trabajos que muestran tanto lo acertado de este método de análisis como las enormes posibilidades que ofre144

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Juan Serrano, morisco de El Toboso, creemos que resultan indicativos de esa otra piedad de la que hicieron gala algunos de nuestros protagonistas. El morisco en cuestión encargó, para cura de su espíritu, un novenario de tres días y cinco misas más a celebrar cuando decidiera su albacea146. Su caso es muy similar al de Diego Pérez, de la Puebla de Almoradiel, que pidió, aparte de la de misa de réquiem, otras ocho en la propia villa, una más en la capilla de los Perdones de Alcázar de San Juan, otra por las penitencias incumplidas y una más por el Ángel de la Guarda147. Muchas de estas misas debían celebrarse en lugares previamente especificados. El caso anterior es un buen ejemplo. Junto a él otros como el de Leonor García, que también dejó encargada una misa en Alcázar (en la iglesia de San Francisco)148; el de Juan Dárdeno que ordenó que por él se celebrasen oficios en todas las ermitas de Quintanar149 o el de Leonor Ruiz que obligó a su albacea a proporcionar, durante todo un año, cera a la cofradía del Santísimo Sacramento para que en su capilla se rezara por ella150. Los hubo incluso que llegaron a disponer que su cuerpo fuera acompañado por una procesión fúnebre. Así lo ordenaron, en El Toboso, Juan Serrano en 1580 y Juan Marín, en 1605, éste último, indicado explícitamente que de su casa a la iglesia parroquial se hicieran «tres asientos de oración»151. Por si ello no fuera suficiente, también los hubo que optaron por la limosna, muchas veces haciendo referencia explícita de a quien tenían que ir a parar los donativos, como en el caso de Salvador García que indicó que dichas dádivas se entregaran a las cofradías de la Madre de Dios, de Santa Ana, del Humilladero, de la Vera Cruz y a la de la Magdalena152. Y es que las instituciones piadosas también tuvieron cierta importancia, incluso a pesar de las restricciones impuestas a los cristianos nuevos para el acceso a las mismas. A pesar de que las referencias nominales a los santos son muy reducidas (sólo aparecen en dos escrituras), en otros cinco testamentos más se recoge alguna mención a hermandades de tipo religioso, bien fuera para indicar que el finado deseaba ser acompañado por ciertos cofrades153, bien para ordenar la celebración de misas154, bien, finalmente, ce la fuente. Véase a este respecto GARCÍA PEDRAZA, A.: Actitudes ante la muerte en la Granada del siglo XVI: los moriscos que quisieron salvarse. Granada: Universidad de Granada, 2002. 146 Ibídem 147 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.071/2. Fols. 14v.o-15v.o 13.I.1606. 148 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.070/1. Fols. 33v.o-34v.o 21.X.1597. 149 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.161. S.f. 29.IX.1591. 150 AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 147/1. Fols. 163r.o-164r.o 3.X.1606. 151 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.378. Fols. 669r.o-670r.o 6.X.1605 y Leg. 13.357/2. S.f. 4.II.1580. 152 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.071/3. Fols. 49r.o-51r.o 26.II.1606. 153 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg 78/1. Fols. 316r.o-317v.o 154 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.070/6. Fols. 48r.o-49r.o 3.V.1607.

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para donar bienes o dinero. Dicha situación no es propia, sin embargo, de los testamentos. En los momentos previos a la expulsión, y ante la constatación de que muchos de sus bienes se perderían debido al propio exilio, algunos moriscos ordenaron piadosas entregas a instituciones de tipo religioso o asistencial. En Ciudad Real, por ejemplo, Agustín Ximénez y Antón de Jaén pusieron a disposición de la parroquia de Santa María las deudas que con ellos tenían contraídos algunos vecinos de la ciudad155 y en El Toboso, Diego Velázquez hizo lo propio por un valor de casi trescientos reales156. ¿Realmente tenían los moriscos la necesidad de donar bienes y dinero a una institución en la que no creían? Puede pensarse que no, y que este tipo de actuaciones respondió a un postrer y desesperado intento de sus protagonistas por evitar un destierro al que, en las fechas en que se rubrican las escrituras, ya parecían abocados todos ellos; sin embargo, eso nos llevaría a una explicación demasiado simplista ya que supondría admitir de nuevo que el morisco siempre disimuló, siempre trató de aparentar una convicción pero que nunca tuvo una creencia firme. Los escasos documentos examinados, ya lo hemos dicho, no confieren una solidez lo suficientemente importante como para que nuestra conclusión a tal efecto sea tajante, pero creemos estar convencidos de que hubo moriscos proclives al cristianismo, y de que no fueron pocos. Los testamentos, las negativas a seguir la tradición heredada por los padres, el rechazo mismo a todo tipo de manifestación externa que pudiera delatar pertenencia al Islam,... son muestras de que ese morisco que quiso convertirse también estuvo presente en La Mancha y de que luchó denodadamente contra el permanente y constante recelo suscitado hacia él. En este sentido, el morisco que optó por la conversión sincera siempre estuvo bajo un doble yugo. De un lado el impuesto por los recelos presentes entre todos aquellos compañeros que observaron en esos deseos de incorporación a la fe cristiana una traición a la propia identidad del grupo. De otro —y este fue quizás el más importante de los obstáculos a salvar—, esa desconfianza se manifestó en el conjunto del grupo cristiano viejo, aferrado a una mentalidad anquilosada y exclusivista, seguro de su fe y ortodoxia. Al final triunfó la intolerancia. Una vez más las autoridades castellanas erraron en su percepción de los hechos y confundieron la parte con el todo. Las comunidades moriscas, integradas en lo económico, incluso en lo material y en lo social, sólo necesitaban de más tiempo para lograr una conversión sincera, real y efectiva, pero religiosos impacientes y estadistas impertinentes terminaron por imponer sus argumentos y la expulsión se hizo efectiva en 1610.

155 156

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 19/2. Fols. 91r.o-95v.o 19.IV.1610. AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.382. Fols. 269v.o-270v.o 7.IV.1610.

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IX. LA EXPULSIÓN

«[...] aunque pocos, seremos conformes y en la conformidad está la parte más principal de la fortaleza». «[si] con enfermedad lo que más conviene es purgar todo el cuerpo: assí también conviene purgar toda España desta mala semilla»1.

El veintiocho de diciembre de 1609, la Corona promulgó un edicto mediante el cual permitía a los moriscos de Castilla abandonar el Reino. El proceso de expulsión estaba en marcha desde septiembre. El 22 de ese mes se dictó la orden para los valencianos y el 9 de diciembre para los granadinos, andaluces y hornachinos. Con posterioridad a ellos, el 29 de mayo de 1610 llegaría el turno de los catalanes y aragoneses. Finalmente, el 10 de julio la expulsión definitiva de los castellanos. El proceso concluiría definitivamente en 1611 con la publicación del edicto tocante a los moriscos del valle de Ricote, en Murcia. Quedémonos con las fechas referentes a los castellanos. Entre diciembre de 1609 y el edicto definitivo de expulsión transcurrieron más de siete meses. Resulta complicado tratar de averiguar los porqués de la primera cédula. La expulsión estaba comenzada ya en diciembre de 1609 y hubiera resultado totalmente comprensible que, cumplida la de los valencianos, aragoneses y andaluces, Felipe III hubiera procedido a ejecutar la misma orden con los castellanos. De hecho, y como nos dice Lapeyre, la Corona tenía todo preparado desde octubre, cuando fueron nombrados los diferentes comisarios encargados de gestionar la organización del exilio2. Dentro de una dinámica espacio-temporal lógica, los moriscos castellanos deberían haber seguido a sus compañeros valencianos y andaluces, pero algo debió ocurrir en el seno del Consejo de Estado pues los cristianos 1 RIPOL, J.: op. cit.: fol. 17r.o y GUADALAJARA Y XAVIER, M. DE: Memorable expulsión..., parte II, cap. III, 74r.o 2 LAPEYRE, H.: op. cit., p. 148.

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nuevos de Castilla no fueron expulsados. La cédula de 28 de diciembre sólo establecía que aquellos que así lo deseasen podían abandonar libremente el reino. Si creemos a Marcos de Guadalajara debe admitirse una suerte de complejo de culpabilidad de la Corona en el trasfondo de dicha medida. Nos dice el carmelita que el contenido de la orden fue fruto de la intervención política del conde Salazar, ya «que fue de parecer el Conde, que su Magestad no mandasse salir por fuerça los Moriscos destos partidos; antes les diesse permisión, para que los que quisiessen yrse, lo pudiessen hazer: que aunque parecía, que nadie de su voluntad querría dexar su tierra; era cierto, que su mismo pecado, y poca afición à la pureça de la Religión Cathólica, (que en estos Reynos se professa) y el miedo de que con ellos se vsasse más riguroso expediente, les haría abraçar la licencia y permissión, y escusaría al Rey nuestro Señor de sacarlos por fuerça, y del reyno, inconuinientes, y preuenciones, que sería menester»3.

Desde Madrid se observaba con atención la actitud de los moriscos castellanos. Atendiendo a lo ocurrido con los del resto de España, los cristianos nuevos habían comenzado a vender sus posesiones para que, llegado el momento de una más que inminente expulsión, el destierro no provocara la pérdida de haciendas y capitales invertidos. Fue una reacción totalmente lógica, pero la Corona, enrevesada, capciosa, supo girar las tornas y presentar dicho recurso como el motivo último de la expulsión: con la venta de sus bienes, los moriscos estaban demostrando que querían marcharse y no sería Felipe III quien lo impediría. La supuesta frase que Guadalajara pone en boca del conde de Salazar es tajante en este sentido: el bando «escusaría al Rey nuestro señor de sacarlos por fuerza». El edicto de diciembre, en definitiva, no era sino una ligera limpieza de cara a un proceso que ya empezaba a ser conocido en toda Europa y que causaba asombro en todas partes donde era conocido.

9.1. Obediencias: del edicto de diciembre a la expulsión La promulgación de la cédula de diciembre debió causar no poco estupor entre los moriscos castellanos. Es cierto que, tras los edictos de Valencia y Andalucía, se esperaba algún tipo de medida pero la ambigüedad que caracterizó a la decisión tomada a finales de 1609 complicó aún más las cosas. 3 GUADALAJARA Y XAVIER, M. DE: Prodición y destierro..., cap. VIII, fol. 29r.o Lapeyre pone dicho argumento en boca de don Alonso de Sotomayor, miembro del Consejo de Guerra y comisario nombrado para la expulsión de los moriscos del reino de Toledo, La Mancha y Extremadura.

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Resulta bastante complicado establecer con precisión una geografía exacta del camino seguido por los moriscos manchegos en su deambular hacia el exilio, pero en general y al tenor de lo observado en la documentación, puede decirse que en La Mancha se estableció una especie de frontera imaginaria que hizo que los moriscos residentes al norte de la raya formada por Consuegra, Alcázar de San Juan y Campo de Criptana tomaran el camino de Burgos y los situados al mediodía de la misma optaran por marchar vía Cartagena. Los hechos terminarían por demostrar dicha apreciación inicial, pues, en el otoño de 1610, cuando la expulsión oficial ya había sido decretada, el propio duque de Lerma comunicaba al conde de Salazar que «todos los moriscos que huviere en la dicha Castilla la Vieja se encaminen por Francia y los de la Mancha y Estremadura, por Cartagena»4. Lapeyre informa de cómo las primeras salidas se produjeron vía Burgos. El autor francés da fechas: desde finales de febrero llegaron a la ciudad todos aquellos procedentes del antiguo reino de Toledo. Por allí habrían pasado a finales de marzo cerca de nueve mil personas, entre ellas las procedentes de Ocaña, Villatobas, Dos Barrios, Villarejo de Salvanés y Consuegra. Lo seguirían haciendo hasta entrada la primavera. Entre el 16 de marzo y el 21 de abril hasta ciento veintiséis cabezas de familia procedentes del partido de Ocaña habían entregado la mitad de su dinero a su paso por la ciudad5. La cédula de diciembre obligaba a ello. El paso hacia Francia fue prohibido a finales de marzo de 16106. La buena acogida dispensada a los moriscos al otro lado de los Pirineos, generó no poca inquietud en el seno del Consejo de Estado. La frontera fue cerrada y, en adelante, sólo se permitiría la salida por Francia a aquellas columnas de expulsos cuya cercanía a Burgos y a la propia divisoria hizo imposible cualquier otra solución. Lapeyre, basándose en la información facilitada por Bleda, nos dice que desde el día uno de mayo todas las salidas se hicieron por Cartagena7. Cierto; pero desde al menos dos meses antes los moriscos manchegos ya habían tomado dicho camino. El seis de marzo gran parte de los afincados en Ciudad Real mostraron su deseo de abandonar la ciudad. Un nutrido grupo formado por al menos dieciocho familias hizo saber que «en boz y en nombre de todos los demás de nuestra nazión consignados en esta çiudad conthenidos en la tropa que por nos se le está fecha, que está entregada a Juan López, escribano de la comisión de su 4 Carta de Lerma al conde Salazar. Citada por Lapeyre: op. cit., p. 162. Fue, como dice el autor francés, la solución más sensata, conforme con la geografía. 5 AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Leg. 359. S.f. Vid. ANEXO XVI. 6 LAPEYRE, H.: op. cit., p. 159. 7 Ibídem.

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señoría don Alonso de Sotomayor, del hábito de Santiago, comendador de Villamayor, del Consejo de Guerra (...) dezimos que por quanto nosotros con nuestras familias y los dichos nuestros consortes y criados que algunos de nos thenemos de los dichos cristanos nuevos de los consignados en esta çiudad, usando de la facultad y permissión que el rrei nuestro señor nos conzedió para salir destos sus rreinos por el puerto e parte que fuere nuestra voluntad e como nos ha sido manifestado por parte del dicho señor don Alonso de Sotomayor, a quien por el rey nuestro señor le está cometida nuestra expulsión y viage y ser amparados; en él queremos hazer viaxe por el puerto de Cartaxena o por aquel que el dicho don Alonso de Sotomayor fuese serbido de aviarnos a tierra y reino cristiano»8.

Por medio de la carta remitida a Sotomayor los moriscos daban poder a Martín de Toledo y a Guzmán de Jaén, ambos también cristianos nuevos, para que comparecieran ante el comisario con el objetivo de «pedir avío y pasaporte para el dicho puerto o qualquiera que su señoría fuesse serbido, y el amparo real para que seamos amparados y rrescibidos ansí por las ciudades que pasáremos como en el puerto y enbarcación y biaxe al rreino y probinzia de Marsella y de Francia u otra parte de cristianos que por nosotros fuese expresado»9. Los alistados en El Toboso no tenían tan claro cuál era el camino a seguir. Sólo dos días después de la redacción de la carta de Ciudad Real, Diego Chacón, Alonso Martínez y Bernardino Serrano, los tres granadinos, otorgaron un poder similar para solicitar que «si su Magestad mandare que salgamos destos rreynos d’España con los demás granadinos desta villa, le pidan y supliquen nos dé un comisario y persona que baya con nosotros y los demás alistados en esta villa para ponernos en la parte donde su Magestad mandare ovieremos de ir»10.

Dóciles, los moriscos dejaron hacer al Consejo de Estado. Posiblemente fueron enviados junto a los del resto de La Mancha en dirección al Reino de Murcia. Allí comenzaron a llegar a mediados de abril11, fecha bastante coherente si tenemos en cuenta que la noticia del bando debió conocerse en La Mancha en la segunda o tercera semana de enero y que, entre incertidumbres, preparativos y permisos, nadie pudo estar listo para emprender camino al exilio antes de finales de marzo o principios de abril. Para esa fecha Miguel de Granada, alistado en Ciudad Real, ya había abonado a Diego López Ballesteros setecientos reales. Era el precio que tuvo que pagar 8

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 73/3. Fols. 40r.o-40v.o 6.III.1610. Ibídem. 10 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.382. Fols. 182v.o-183r.o 8.III.1610. 11 LAPEYRE, H.: op. cit., p. 161. 9

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«para que con vuestro carro y tres mulas nos llevéys a la villa y puerto de Cartaxena por los caminos que por el señor don Alonso de Sotomayor, del Consejo de Guerra del Rey nuestro señor, quien por su mandato está consignado su viaje y amparo, (...) ha señalado»12.

Como él, Lorenzo de Baeza y Diego de Baena pagaron a Juan Merino, vecino de la villa de Urda, 1.065 reales. El trajinero toledano se comprometió a llevarlos, a ellos y a sus familias, desde Ciudad Real a Cartagena y, además, a transportar noventa arrobas de peso. Los moriscos quedaron al cargo de pagar lo que correspondiese en los registros efectuados por la autoridad, de costear el alimento de las mulas y de la manutención de los mozos que conducirían los carros13. La llegada a Cartagena sería sólo la última escala en territorio hispano de un largo viaje hacia lo desconocido. Sin embargo, los periplos debieron comenzar mucho antes. La decisión de acogerse a lo dispuesto en el edicto de diciembre debió resultar bastante complicada de tomar. Debe pensarse que, como hemos tenido ocasión de ver más arriba, eran muchos los vínculos que cada cual dejaba atrás. Cuarenta años de residencia daban para mucho y la mayor parte de los expulsos tenía razones suficientes como para plantearse seriamente la posibilidad de acatar la recomendación regia o arriesgarse a permanecer en sus localidades en espera de una posible marcha atrás. Más adelante tendremos ocasión de acercarnos a todos aquellos que de una u otra manera se opusieron a los deseos regios. Veamos ahora, sin embargo, cuál fue el camino seguido por aquellos que enarbolaron la bandera de la obediencia y acataron con sumisión y resignación. Conocido el contenido del bando de diciembre de 1609, los que optaron por abandonar Castilla se apresuraron a solucionar todo aquello que sólo el tiempo podía concluir y que la propia expulsión evitaba ver finalizado. Los protocolos notariales fechados entre febrero y abril de 1610 son especialmente ricos en concordias, acuerdos, traspasos, poderes y todo tipo de escrituras en las que, interviniendo un morisco, las partes se avinieron a cerrar negocios ya comenzados. En este sentido, es relativamente frecuente encontrar a cristianos nuevos que otorgan poderes a vecinos para que cobren deudas que otros mantienen con ellos. Gonzalo Gutiérrez, alistado en Ciudad Real confirió dicha facultad a Luis y Jerónimo de los Cobos; Domingo de Aguilar hizo lo propio con Jerónimo de Carrillo y Álvaro de Zafra encomendó dicha tarea a fray Matías de Villasana, «comendador

12

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 59/3. Fols. 48r.o-49v.o 3.IV.1610 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 59/3. Fols. 184r.o-185v.o 2.IV.1610. Más ejemplos en AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 19/2. Fols. 117r.o-118r.o 18.IV.1610 y Leg. 80/2. Fols. 112r.o-112v.o 22.IV.1610; y AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.382. Fols. 254r.o-254v.o 1.IV.1610 y Fols. 262r.o-262v.o 5.IV.1610. 13

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de la casa y altar del señor de San Antón»14. Otros, sabedores de que aunque las deudas fueran cobradas posiblemente nunca llegarían a su poder, dejaron establecido que el beneficio de dichos cobros se aplicara a diferentes fines. Juan de Granada, por ejemplo, ordenó que los ciento noventa y nueve reales que se le adeudaban fueran cobrados por Lope Guzmán y que el montante total «pueda distribuillo en obras pías o públicas a voluntad y disposición del doctor Jerónimo de Palomeque», a la sazón corregidor en Ciudad Real15. Los ejemplos en este sentido se multiplican. Ya hemos tenido ocasión de hablar de ello más arriba, cuando nos referíamos a las ricotas, pero no está de más recordar que gran parte de estas donaciones tuvieron como beneficiaria a una institución de tipo religioso. García Zarco, el tendero que vimos comerciar en El Toboso, cedió a la parroquia de la villa más de mil reales16 y su vecino Diego Velázquez regaló a la cofradía «del nombre de Jesús de la villa y a su mayordomo» otros doscientos ochenta y tres17. Un ejemplo más: en Ciudad Real, Gaspar de Torres salió de la ciudad a finales de abril. Antes de hacerlo se presentó ante el notario para manifestar «que por escrituras públicas y cédulas y demandas y pleytos pendientes le deben mucha quantidad de maravedíes y otras cosas, los quales autos y escripturas y cédulas están entre los papeles de Sebastián Ruiz Hidalgo, difunto escribano que fue del número desta çiudad, y es su voluntad por el servicio de Dios de hazer gracia y donaçión de las dichas deudas al Hospital de la Concepción de la dicha çiudad para las camas de los pobres y curarlos y alimentarlos. Por tanto en la mejor forma que dio lugar y oficio hago gracia y donación pura, perfecta e irrebocable al dicho hospital de todas las dichas deudas y desde luego le transfería la posesión de todas ellas y sus escripturas»17.

Quizá resulte obvio e incluso repetitivo abundar en ello pero es bastante llamativo que un morisco irredento y entregado a la fe de Mahoma ponga en manos de instituciones de tipo piadoso-asistencial gran parte del dinero que, de quererlo así, podía llevar consigo o simplemente no entregar. Sin embargo, no todo fueron cobros y donaciones. Los acreedores también se afanaron por obtener un pronto pago a las deudas que los moriscos 14 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 19/2. Fols. 78v.o, 82v.o y 83r.o-83v.o 18.IV.1610 y 26.IV.1610; Leg. 73/3. Fols. 144r.o-144v.o 27.IV.1610 y Leg. 19/2. Fols. 85r.o85v.o 24.IV.1610. Más ejemplos en AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 19/2. Fols. 91r.o-92r.o 19.IV.1610; Fols. 95r.o-95v.o 19.IV.1610; Fol. 102v.o 21.IV.1610; AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.246/2. Fols. 137r.o-137v.o y Fol. 170r.o; y AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.383. S.f. 2.IV.1610 entre otros. 15 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 59/3. S.f. 21.IV.1610. 16 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.382. Fols. 266r.o-268v.o 6.IV.1610. 17 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.382. Fols. 269v.o-270v.o 7.IV.1610. 18 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 73/3. Fols. 90r.o-91v.o 20.IV.1610.

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habían contraído con ellos. Hubo algunos que las suavizaron, como Francisco de Treviño. Él se conformó con un viejo pollino en concepto de los cincuenta ducados que le debía Gabriel de Zafra19. Otros no se avinieron ni a tratos ni a dispensas. Doña Isabel de Bermúdez, por ejemplo, llevó a juicio a Cristóbal Ximénez. El morisco le adeudaba quinientos reales por diversos arrendamientos y la propietaria no quiso renunciar a cobrar lo que le correspondía20. No obstante, hay en La Mancha un fenómeno a todas luces más interesante. Recordemos el contenido de la cédula de diciembre de 1609: el monarca daba licencia para salir de Castilla y permitía que el que optase por dicha opción dispusiese libremente de todos sus bienes (excepto los raíces) y pudiese llevar consigo todo cuanto quisiese con la condición de que no fuera en dinero en metálico sino en frutos y mercancías. La restricción era relativamente importante para aquellos que eran propietarios, pero el porcentaje de moriscos que tuvo bienes en propiedad no fue demasiado amplio en La Mancha. Por tanto, a efectos de patrimonio raíz y aunque, como ya se ha visto, las repercusiones fueron más importantes de lo que se pensaba, la expulsión no generó el abandono de un gran número de propiedades. Distinta cuestión es hablar de cómo el exilio pudo influir en el hecho de que muchas de las siembras realizadas en las tierras arrendadas corrieran el riesgo de perderse si no se arbitraban medidas tendentes a minimizar el efecto de lo dispuesto en el bando de diciembre. Muchos moriscos eran arrendatarios y en las fechas en las que se producen estas primeras salidas la mayor parte de las parcelas estaban plantadas, pero la urgencia con la que desarrollaron los acontecimientos no dejaba mucho margen de actuación. El fenómeno del que hablamos ha sido documentado en Picón, Malagón, Almagro, Ciudad Real y El Toboso, si bien en las tres primeras villas los testimonios son relativamente insignificantes. Consistió, básicamente, en la venta y traspaso de los sembrados (que no de la propiedad plena del bien) por parte de los moriscos, bien fuera en favor del propio rentista, bien de un tercero. El bando de diciembre prohibía que los moriscos dispusieran libremente de sus bienes raíces pero aprovechando el relativo vacío legal existente a tal efecto, y dado que nada se decía en contra, vendieron los frutos de lo plantado en ellos. Por tanto, el negocio resultó rentable para aquellos moriscos que eran arrendatarios dado que pudieron recuperar prácticamente al completo la inversión hecha como consecuencia de la siembra. Para los que eran propietarios, y aun teniendo en cuenta que su exilio derivó en la pérdida total de la posesión plena del bien, puede decirse, al menos, que el traspaso y venta de la siembra de sus parcelas constituyó un pequeño consuelo. 19 20

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 73/3. Fols. 146r.o-146v.o 6.IV.1610. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 19/2. Fols. 84r.o-84v.o 3.II.1610.

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Previamente a la puesta en marcha de dicho sistema los moriscos intentaron, probablemente con poco éxito, vender sus bienes raíces. En febrero los procuradores de los alistados en El Toboso hicieron saber al rey que sus representados estaban dispuestos a acogerse a lo dispuesto en el bando de diciembre, pero que para ello necesitaban «se nos dé liçençia para si su Magestad mandare salgamos d’España, para que podamos vender nuestros vienes y pertenencias»21. Es probable que dicha petición no surtiera efecto y que la Corona se mostrara intransigente con las solicitudes elevadas a tal efecto, sobre todo si lo que se pretendía vender era un bien raíz. Sabedores de que ello podía ser así, los moriscos intentaron que, al menos, la Corona reconociera la posibilidad de que los sembrados sí pudieran ser puestos en venta. Andrés Fernández, alistado en la Puebla de Almoradiel, solicitó al Consejo «poder vender qualesquier sembrados de trigo, cebada y centeno que tengo en el dicho término de la Puebla»22. Esta vez sí, su petición debió contar con el beneplácito regio ya que cuando, a finales de marzo, Andrés de Baena se disponía a vender el sembrado que tenía en Ciudad Real hizo saber al notario que efectuaba esa operación debido a que «estoy determinado de aviarme con los de mi nación para irnos destos Reinos y por cuanto se nos ha concedido disponer de nuestros bienes y sembrados y dejar las heredades a sus dueños»23. A juzgar por lo observado en la documentación, fue una solución a la que se acogieron muchos. En Almagro, por ejemplo, Bartolomé de Saravia traspasó diez fanegas de trigo que tenía sembradas en una huerta en el camino de Bolaños y Lorenzo Núñez hizo lo mismo con otras trece fanegas junto a la vega del río Jabalón24. Era algo lógico. Nadie, a la altura de 1607 o 1608 podía imaginar que la expulsión pudiera producirse. La vida seguía sus cauces habituales y en el desarrollo cotidiano de sus quehaceres, los moriscos siguieron tomando en arriendo huertas y parcelas hasta casi el día mismo de la promulgación del bando. Baste un ejemplo: el 22 de diciembre de 1609, sólo seis días antes del edicto, Gonzalo de Molina, alistado en Ciudad Real, formalizó el arriendo de un quiñón por espacio de seis años25. Evidentemente el contrato no llegó a cumplirse. Quizás en este caso el propietario pecó por exceso de confianza, sobre todo teniendo en cuenta que ya debía conocer las expulsiones de valencianos y andaluces y que la prudencia aconsejaba no formalizar contratos por plazos de tiempo tan amplios, al menos hasta ver qué podía ocurrir. Casos como el suyo fueron relativamente frecuentes de tal forma que, en el momento de 21 22 23 24 25

AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.382. Fols. 166r.o-166v.o 25.II.1610. AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.383. S.f. 26.II.1610. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 59/3. Fols. 104r.o-105v.o 30.III.1610 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.656/2. S.f. 24.III.1610 y 26.III.1610. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 116. Fols. 158r.o-158v.o 22.XII.1609.

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ser decretada la expulsión, muchos contratos debieron quedar, permítase la expresión, en el aire. Moriscos y rentistas se avinieron a solventar dicho problema y la solución, si bien no puede ser calificada como exitosa, sí puede decirse que constituyó un mal menor. De un lado para los moriscos, que mediante la venta de dichos sembrados pudieron ganar cierto dinero antes de la expulsión; de otro para los propios rentistas pues la expulsión daba al traste con la posibilidad de obtener una renta que, en el peor de los casos, tenían asegurada por un plazo más o menos largo de tiempo. Entre marzo y abril de 1610 asistimos a la firma de conciertos de venta y traspaso de sembrados en toda La Mancha. El fenómeno es especialmente relevante en Ciudad Real y El Toboso, localidades para las cuales contamos con una valiosa información al respecto26. En general y atendiendo a las diferentes modalidades de contrato formalizadas puede establecerse una clasificación que, en esencia, resume las soluciones adoptadas, si bien es preciso tener en cuenta que, en muchas ocasiones, la existencia de cláusulas y disposiciones adicionales propicia el hecho de que no todas las escrituras se acoplen a la perfección al esquema propuesto. Un primer tipo de escrituras es el representado por aquellos traspasos en los que el morisco también era propietario de la parcela en la que se encontraba dicho sembrado. Es el caso menos habitual. En él, la solución adoptada consistió en el traspaso de la siembra, sin más. Como consecuencia de dicha operación el beneficiario se comprometía a cuidar del plantío y a recolectar lo sembrado en él a cambio de cierta cantidad de dinero, del pago en especie o de la satisfacción de deudas previamente existentes entre morisco y comprador. Es el caso de Gaspar de Ayala, alistado en Ciudad Real, quien traspasó a Sebastián Pardo una siembra de fanega y media de trigo y de dos fanegas de cebada a cambio de cuarenta y nueve reales y medio, de los cuales veinticinco se pagaron en metálico y el resto se conmutaron por una deuda que el morisco mantenía con el comprador, clérigo por cierto27. También ocurrió la situación inversa: que el beneficiario del traspaso fuera, a su vez, propietario de la parcela. Es el trato más lógico puesto que daba prioridad en la compra a aquel que, debido a la expulsión del morisco, perdía las rentas derivadas de un contrato previamente formalizado. Y aquí también hubo diversidad de situaciones. Por un lado se dieron aquellos contratos en los que el morisco entregaba dicho sembrado a cambio de la condonación del pago del arriendo. Así lo acordaron, por ejemplo, Lorenzo de Vergara y Alonso Rojas de León28. Por otro lado, se dieron ca26 27 28

Vid ANEXO XVII. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 80/2. Fols. 24r.o-24v.o 22.III.1610. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 19/2. Fols. 37r.o-38v.o 5.IV.1610.

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sos en los que el morisco recibió una exigua cantidad de dinero en concepto de lo sembrado pero a cambio se le dispensó del pago del arrendamiento29; y por ultimo ocurrió que el morisco recibió dinero por el sembrado pero además se le restituyó lo adelantado en concepto del propio arrendamiento30. Finalmente —y esta fue la situación más frecuente— también se dieron casos en los que el morisco tenía arrendada cierta parcela a un determinado propietario y el traspaso se efectuaba en beneficio de un tercero. Aquí las variantes fueron múltiples. En ocasiones la liquidación se efectuaba a dos bandas ya que el comprador del sembrado tenía que pagar, por un lado, al morisco, al que entregaba el valor de lo traspasado, y por otro, al propietario del bien, con el que tenía que satisfacer el pago correspondiente al arriendo. Es el caso, por ejemplo, de Alonso de Barrionuevo, vecino de El Toboso, que compró a Ginés Mayoral una sembradura de dieciséis fanegas de azafrán. A cambio de ello tuvo que entregar al morisco ciento sesenta y ocho reales por la siembra y al propietario, Miguel Hernández Ortiz, otros noventa y seis más, dieciséis por cada uno de los seis años que quedaban de arrendamiento31. Otras veces, el comprador pagaba directamente al morisco y era éste el que, a posteriori, satisfacía la correspondiente deuda con el propietario de la parcela32. Por medio de este sistema, aparentemente enrevesado, moriscos y rentistas se avinieron a solucionar el desaguisado generado por la expulsión. Desde un punto de vista estrictamente económico ventas y traspasos de sembrados supusieron dar con la solución menos perjudicial para todos. La Corona no se opuso porque, en sentido estricto, las operaciones efectuadas al respecto no contravinieron el contenido de lo dispuesto en la cédula de diciembre y además permitían que los moriscos contaran con un dinero que, al ser declarado a su paso por la frontera, quedaría, al cincuenta por ciento, en posesión de los comisarios regios. Para los rentistas, si bien no fue la solución perfecta, al menos facilitó que no lo perdieran todo: muchos contratos todavía estaban en vigor en esas fechas y los conciertos de traspaso permitieron no sólo la cancelación de muchos acuerdos sino, y sobre todo, el pago de cuentas contraídas previamente. Quizás, en este sentido, el único pero que pudo ponerse, no tanto a los contratos en sí sino a 29

AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.383. S.f. 22.III.1610. Ibídem. 31 Ibídem. 32 Baltasar de Bobadilla, morisco del Reino de Granada, alistado en Ciudad Real tiene sembrados en dos pedazos de tierra en La Poblachuela, cinco fanegas de trigo y cinco fanegas de cebada en dos parcelas propiedad de Cofradía de Santiago de los Caballeros de Ciudad Real, a la que tiene que pagar por el arrendamiento 4 fanegas de pan, mitad de trigo y mitad de cebada. Baltasar traspasa dicha siembra a Hernán García, vecino de Ciudad Real por precio de 8 ducados. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 19/2. Fols. 31r.o-32v.o 1.IV.1610. 30

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la expulsión propiamente dicha, es que la salida de la minoría provocó, irremediablemente, una reducción en el número de potenciales arrendadores y por lo tanto una oferta de tierra superior a la demanda con lo cual las rentas debieron verse abocadas a un irremediable descenso. Para los moriscos, en fin, ventas y traspasos supusieron una salida digna y la obtención de un beneficio que, de no ser gracias a estas operaciones, hubiera quedado atrás. La cancelación de sus contratos de arrendamiento y el ingreso de cierto dinero permitió a muchos emprender camino al exilio aunque, en definitiva, lo que se dejaba atrás fuera mucho más importante que lo que cada uno llevaba en su faltriquera.

9.2. La expulsión definitiva: tragedias y resistencias Si creemos a Henry Lapeyre, el periodo comprendido entre enero y junio de 1610 fue el de mayor afluencia de moriscos castellanos hacia la frontera. Aún así, todavía quedaban moriscos en Castilla en el verano de 1610. El diez de julio la Corona abandonó las medias tintas y promulgó el edicto definitivo de expulsión: los moriscos tenían un plazo de dos meses para abandonar Castilla. No vamos a profundizar mucho más en ello. A estas alturas del estudio, y dada la solvencia de los datos ofrecidos por Lapeyre, tiene poco sentido llenar el trabajo con los números, fechas y acontecimientos que él mismo proporciona. Baste decir que, en lo que a los granadinos se refiere, el proceso pudo darse por finalizado hacia mediados de 1611, cuando las columnas procedentes de Alcaraz y Almadén salieron de España vía Cartagena33. La situación con los antiguos fue mucho más complicada y estuvo llena de idas y venidas, de edictos y re-edictos, de regresos clandestinos y de nuevas expulsiones hasta que, en la primavera de 1614, el asunto se dio por cerrado34. No obstante, cerrado no equivalía a resuelto. Ya hemos tenido ocasión de hablar de ello en el capítulo correspondiente a los antiguos de las Cinco Villas del Campo de Calatrava y abundar en ello parece, una vez más, fuera de lugar. Concentrémonos, sin embargo, en aquellas situaciones vitales que la propia expulsión generó y que muchas veces tienen la virtud de mostrar la verdadera dimensión del problema, oculta siempre tras los grandes datos y las cifras macro. Hagamos, pues, un pequeño ejercicio de historia personal y veamos las diferentes reacciones a la propia expulsión. El exilio generó obediencias pero también resistencias. Los cauces de actuación puestos en marcha para evitarlo fueron de lo más diverso. En primer lugar, los regresos clandestinos. Resulta muy difícil dar con 33 34

LAPEYRE, H.: op. cit., p. 186. DADSON, T. J.: Los moriscos de Villarrubia... op. cit., pp. 289-557.

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una cifra exacta de cuántos moriscos lograron esquivar la expulsión mediante este tipo de actuación. Evidentemente, y por razones obvias, aquel que logró volver y permanecer trató de no hacerse visible, de borrar cualquier resquicio personal que pudiera relacionarlo con un pasado morisco. Lo más normal es que se aprovechara el constante ir y venir de gentes generado por la propia expulsión para cambiar de residencia, de nombre incluso, y ello hace totalmente imposible proceder a una cuantificación fiable. Más interesante resulta la resistencia jurídica. Ya tuvimos ocasión de observar el caso comunitario representado por los antiguos de las Cinco Villas. Al menos hasta 1613 la estrategia puesta en marcha por ellos funcionó pero terminó fracasando porque la identidad de grupo que tantas veces había servido para preservar los intereses de la comunidad les hizo ser visibles a ojos de la autoridad y pasado el año 1611 allí donde el morisco se hizo visible, la autoridad ejerció su poder y acabó por expulsarlo. Por eso resultó mucho más efectiva aquella otra oposición que podríamos calificar como de individual, la que se orquestó a título personal, obviando todo cauce de actuación comunitaria y soslayando lo oficial, o cuanto menos esquivándolo. Gracias a este tipo de resistencia muchos moriscos quedaron en Castilla35. Hasta lograrlo, las tentativas y argucias puestas en marcha fueron de lo más diverso. En función de las pragmáticas concedidas tras las conversiones de 1502, los antiguos pretendieron ser cristianos viejos. Como hemos visto, fue una estrategia que, finalmente, dio poco resultado. Agotada esa vía, tanto ellos como los propios granadinos utilizaron otras muchas maniobras. Unas veces fue el recurso a la pobreza y la vejez, presentados siempre como símbolo del poco peligro que esa permanencia podía suponer36. El matrimonio con cristianos viejos también fue utilizado como argumento sobre el que apoyar las peticiones para lograr la permanencia. Así lo hizo Diego de Almagro, alistado en Daimiel, que, además de manifestar que estaba tullido y era viejo, defendió que su matrimonio con una cristiana vieja aconsejaba su permanencia en Castilla37. Otras veces se arguyó el colaboracionismo. Diego del Águila, alistado en Pedro Muñoz, pretendió quedar al margen de la expulsión en función de los servicios que, en tiempos de la Guerra de las Alpujarras, había prestado su padre a don Juan de Austria38. Como veremos, y a pesar de que finalmente fue expulsado, el morisco logró retrasar su salida hasta, al menos, 1614. Pero, sin duda, el más recurrente de

35 Basten como ejemplos los citados por Trevor J. Dadson en los artículos ya mencionados referidos a Villarrubia de los Ojos o aquellos de los que nos habla Mercedes GarcíaArenal en torno a los del Campo de Calatrava. 36 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 73/3. Fols 139r.o-139v.o 3.IX.1610. 37 AGS. CC.GG. Contaduría de la Razón. Leg. 345/1. S.f. 17.XII.1614. 38 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.307. S.f. 8.XII.1609.

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los argumentos utilizados fue la adhesión a la fe cristiana. Gracias a este razonamiento Isabel Enríquez logró permanecer en Quintanar en compañía de sus hijos. Su caso es realmente llamativo porque la morisca y sus hijos, siempre se mostraron seguros de que «an sido y son buenos xpianos, temerossos de Dios Nuestro Señor y an professado y professan su santa fee cathólica en la qual, y debajo de sus presupuestos y mandamientos, an vivido y quieren vivir y morir; an procurado por todas las vías y modos que an podido, quedarse en estos Reynos y bivir entre la gente xpiana».

El último recurso que Isabel y sus hijos encontraron fue el de autoesclavizarse. La morisca, convencida de que su fe en Cristo era inquebrantable, se avino con los cofrades de Nuestra Señora de la Piedad de la villa y firmó con ellos un contrato de esclavitud a través del cual su persona y la de sus hijos quedaban de por vida asociadas a la propia cofradía39. No puede negarse su habilidad puesto que además de probar que el motivo de la infidelidad no valía con ella para motivar la expulsión, la morisca evidenció conocer la realidad legal castellana ya que demostró saber que la esclavitud suponía una especie de vinculación personal y por lo tanto era un cauce muy apropiado para evitar cualquier salida. Dejando aparte el ejemplo de los quintanareños, tan llamativo como excepcional, el cauce de actuación más recurrente en este sentido fue el que persiguió la obtención de un certificado de buena cristiandad. En principio, la Corona transigió con este tipo de actuaciones porque al venir refrendadas por un ministro de la Iglesia gozaban, a priori, de una base lo suficientemente sólida como para que se le diera credibilidad. Sin embargo, la expedición masiva de este tipo de certificados degeneró en la propia desvirtuación de los mismos. La Corona lo vio así y desde 1611 concedió poca veracidad a los correspondientes certificados. Aun así, y gracias a este tipo de salvoconductos, algunos lograron permanecer en La Mancha. El tiempo demostraría que la concesión de muchas de esas licencias tuvo, cuando menos, una exhaustividad limitada ya que varios de los que lograron permanecer en La Mancha gracias a ellas, se vieron posteriormente inmersos en procesos inquisitoriales, incluso en fechas tan tardías como 1628, casi una generación después de decretada la expulsión40. 39 AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.167. Fols. 239r.o-240v.o 6.X.1610. Vid. DOCUMENTO XIII. 40 AHN. Sección Inquisición. Leg. 195. Caja 1. Exps. 8 y 11. Procesos contra María López, Mari Lozana y Teresa López, moriscas de Villarrubia de los Ojos. 1628. AHN. Sección Inquisición. Leg. 193. Caja 2. Exp. 16. Proceso contra Beatriz Hernández, morisca de Ciudad Real. 1613-1614. Dichos procesos han sido expuestos por MERCEDES GARCÍA-ARENAL en su artículo «Los moriscos del Campo de Calatrava después de 1610, según algunos procesos inquisitoriales», en Les cahiers de Tunisie. Actes de la 3e Recontre Tuniso-Espagnole, XXVI, (1978), pp. 173-196.

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Dejando aparte este tipo de resistencias, aún quedan, ocultas entre la documentación, muchas otras muestras de que cada una de las situaciones vitales generadas por la expulsión fue única y de que no todo puede reducirse a un mero y llano arquetipo. El ejemplo de la familia Carmona, cuyos componentes vivieron en Ciudad Real, es prueba de ello, pues muestra cómo a veces la tragedia de la expulsión fue consecuencia de la obediencia al bando pero también resultado último de una resistencia que aunque exitosa, abocó irremediablemente al exilio. En la familia Carmona puede encontrarse uno de los numerosos ejemplos de aquello que hemos caracterizado como ascenso morisco41. Ellos serían, quizás, el máximo exponente del logro de un nivel de vida impropio de individuos pertenecientes a una minoría que muchas veces —afortunadamente los avances en la investigación han desmentido dicha lucubración primigenia—, fue caracterizada como pobre, ignorante y con unas aspiraciones vitales ligadas a la mera subsistencia. Los Carmona, granadinos alistados en Ciudad Real, eran tres: Gabriel y Sebastián, hermanos y Andrés, hijo del segundo. Llegaron a La Mancha tras la guerra de las Alpujarras aunque ni de ellos ni de sus padres (Gabriel de Carmona y Brianda de Medrano) encontramos rastro en los padrones elaborados tras la llegada de los granadinos a la ciudad42. Su llegada debió ser posterior a 1571 pero en todo caso Gabriel ya estaba en allí en 1579, cuando con tan sólo diecisiete años fue apresado por la Inquisición por cantar unas coplillas en algarabía43. Sea como fuere, tanto Sebastián como Gabriel y Andrés lograron, a lo largo de su permanencia en la ciudad, ser partícipes de un modo de vida más propio de un ambiente pre-burgués que de miembros de una minoría sojuzgada y marginada. Buena prueba de ello la tenemos en la dote de casamiento de Andrés, quien, en 1601, contrajo matrimonio con Isabel de Aguilar. La dote de Isabel, valorada en casi doscientos mil maravedíes poco o nada tenía que envidiar a las de sus vecinas cristianas viejas: ropa de cama, ricos tejidos de seda y ruán, toallas, ajuar doméstico, incluso parte de una casa, cosa que, como hemos tenido ocasión de observar no fue nada habitual entre los moriscos44. Pero además, Andrés aportó en concepto de

41 Vaya desde aquí nuestro agradecimiento al profesor López-Salazar Pérez, que conocedor de este caso concreto nos facilitó las primeras referencias acerca de la familia, posteriores a la expulsión, ya que datan de 1614. 42 En las tres parroquias de Ciudad Real se documentan hasta un total de 12 individuos con dicho apellido; cinco en la Parroquia de San Pedro, otros cinco en la de Santa María del Prado y dos más en la de Santiago, aunque ninguno de ellos se corresponde con el nombre de nuestros protagonistas ni con el de su padre. AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.162. Fols. 19, 20 y 21. 43 AHN. Sección Inquisición. Leg. 2.105. Exp. 16. 44 La escritura completa en DOCUMENTO X.

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arras otros 40.855 maravedíes45. Algo que, de paso, nos indica que su patrimonio familiar, procedente a su vez del de su padre, ofrecía no pocas comodidades. Aun así, y a juzgar por la información que nos han proporcionado las escrituras notariales, la vida económica de Andrés era, de entre las de los tres moriscos, la menos activa. Mucha más importancia tuvieron las de su tío y padre. Su presencia es relativamente activa en la ciudad, al menos desde 1590. Para entonces el propio Gabriel debía tener unos treinta años y tanto él como su hermano mantenían una nada desdeñable actividad en todos los sectores productivos de la economía local. Primero como labradores, actividad a la que parece que se dedicaron preferentemente como arrendatarios de grandes parcelas. Lo hicieron solos o por separado. En 1596, Gabriel firmó con doña Magdalena Treviño de Medrano un contrato de arrendamiento de una heredad de tierra en término de Valverde, cerca de Ciudad Real. El morisco se comprometió a poner en cultivo ocho cahizadas y media y ciento cuatro estadales de tierra durante diez años46. Al año siguiente el propio Gabriel arrendó otros tres pedazos de tierra por espacio de seis años47. Para cuando dichos arrendamientos finalizaron, los dos hermanos tenían ya en su poder las escrituras que les permitirían seguir con el trabajo realizado hasta ese momento pero algo había cambiado: la extensión de las parcelas arrendadas se había multiplicado casi por diez. Entre ambos cultivaban más de ciento setenta y cinco hectáreas de secano48. Su presencia en la economía local de la ciudad no acaba ahí ya que también mantuvieron una resuelta vocación por la actividad comercial (sobre todo en lo referente al comercio de aceite)49, y por la cría de ganado, actividad que, como hemos tenido ocasión de comprobar más arriba, no se situó entre las preferidas por la minoría50. La pujanza en estos negocios les permitió cambiar varias veces de residencia en la ciudad, y pasar de ser meros arrendadores51 a convertirse en propietarios de sus propias casas52.

45 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 108bis/2. Fols. 165v.o-170r.o 28.VI.1601. 46 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 55. Fols. 208r.o-208v.o 29.II.1596. 47 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 56/1. Fols. 8r.o-8v.o 15.III.1597. 48 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 15. Fols. 160r.o-161v.o 11.VIII.1605 y Leg. 110/2. Fols. 42r.o-43r.o 27.I.1608. 49 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 54. Fol. 195v.o 23.VIII.1594 y Leg. 55. Fol. 358r.o 17.VIII.1596 entre otros. 50 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 25/1. Fol. 77r.o 2.VIII.1591; Leg. 11. Fols. 105r.o-105v.o 17.IV.1601; Leg. 13. Fols. 54r.o-54v.o. 26.IV.1603 y Leg. 15. Fols. 92r.o93v.o 3.VII.1605. 51 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 25/1. Fol. 60r.o 10.IV.1591 y Leg. 13. Fols. 278r.o-279r.o 10.II.1603. 52 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 78/2. Fols. 227.r.o-228v.o 31.XII.1606.

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También acceder al control de la recaudación de algunos impuestos locales: en 1607 gestionaban, por ejemplo, la renta del peso53. En el momento de la expulsión su patrimonio abarcaba una nada despreciable cantidad de bienes. Cada uno de ellos tenía su casa en propiedad. Andrés también era dueño de una tienda en la colación de San Pedro, de dos quiñones de más de 12 aranzadas y de una huerta con pozo. Además compartía la propiedad de un olivar con su padre, quien a su vez partía con Gabriel otros cuatro pedazos de tierra, una viña y un pequeño quiñón de tres aranzadas. Lo más curioso, sin embargo, es que entre los tres eran dueños de varios colmenares, de al menos dos huertas, de un pajar y de varios quiñones de tierra54. No es de extrañar por tanto, que en el momento mismo de decretarse la expulsión, tanto ellos como sus familias pusieran en marcha una aguerrida batalla legal en pro, no sabemos bien si de evitar el destierro mismo o de proteger el patrimonio que habían logrado forjar a lo largo de su permanencia en Castilla. No sabemos exactamente debido a qué, pero en 1610 los Carmona estaban en galeras. A mediados de diciembre de 1609, poco antes de que se decretara el primer bando de expulsión, otorgaron un poder en favor de Juan de Padilla, procurador de causas de Ciudad Real, para que, a su vez, éste lo cediera a Fernando García, Juan Gutiérrez y Tomás de Villisano, a la sazón representantes de los moriscos ante Felipe III55. Dado que la escritura fue rubricada en Sevilla, su embarque en las galeras debió producirse pocas semanas después pero nunca antes de principios de enero de 1610. El día uno, sus mujeres solicitaron poder disponer libremente de las dotes que aportaron al matrimonio. En la escritura de poder con la que comenzaron dichos trámites nos hacen saber que sus maridos aún permanecían «en la cárcel real de la çiudad de Seuilla»56. Juana Álvarez, María de Soria e Isabel de Aguilar, mujeres respectivamente de Gabriel, Sebastián y Andrés persistieron en conseguir su objetivo. A mediados de abril de 1610, cuando ya tenían decidido salir de la ciudad, aún continuaban con las gestiones para poder disponer de sus dotes «y porque conforme al bando de su magestad nosotras nos bamos desta çiudad fuera destos reinos y tenemos nescesidad de dar poder para aber y cobrar nuestros dichos dotes y arras que nos pertenecen de los dichos nuestros maridos y dar cartas de pago de lo que rrescibieren; y abidos y cobrados, en si poderlos vender para que el presçio dellos se nos remita a la parte donde estubiéremos y para que los puedan gastar 53 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 25/1. Fol. 60r.o 10.IV.1591 y Leg. 13. Fols. 278r.o-279r.o 10.II.1603. 54 AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón; CMC-I y CMC-II. Diversos legajos. Vid ANEXO XXVII. 55 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 18/2. Fols. 280r.o-280v.o 20.XII.1609. 56 AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 19/2. Fols. 1r.o-1v.o 1.I.1610.

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a nuesra boluntad, ansí en la defensa de los pleitos que sus maridos tratan con el fiscal de su magestad»57.

Finalmente, el doctor Palomeque, corregidor de la ciudad, accedió a ello. La salida de las moriscas, posiblemente en compañía de sus vástagos, debió producirse poco después. Pero los Carmona aún volverían a Ciudad Real. Su regreso no se produjo hasta entrado el año 1612 cuando, cumplida su condena, la mayoría de los suyos ya habían abandonado Castilla. Y lo hicieron para recuperar todo aquello que habían dejado atrás antes de cumplir la pena a la que fueron condenados. En primer lugar ratificaron todo aquello que, en aras de recuperar sus bienes, habían hecho sus mujeres. Los trámites efectuados para rescatar el valor de las dotes acarrearon, ya lo hemos visto, un sin fin de gestiones. Para llevarlas a buen término las mujeres contaron con el apoyo de Domingo de Soria y Jerónimo de Carmona, moriscos, que actuaron «guiando a sus mujeres y para manutención de éstas y para la defensa del pleito que para sacarlos de galeras se estaba manteniendo por la condena que había dictado contra ellos el Licenciado Madera, juez del Consejo de su Magestad, tuvieron que vender al Licenciado Sebastián Xuárez, clérigo presbítero de Ciudad Real, 150 ovejas con sus crías y doce muruecos suyos y de su hierro»58.

Los Carmona ratificaron dicha venta. Y acto seguido iniciaron su propia batalla legal. Los tres eran plenamente conscientes de que su permanencia en Ciudad Real, a la altura de 1612, era totalmente irregular. El doctor Palomeque les avisó de ello haciéndoles saber que todos los moriscos de la ciudad habían partido ya rumbo al exilio. Ello no fue óbice para que los moriscos continuaran con su lucha. ¿Qué querían? A pesar de que habían vivido el proceso de expulsión fuera de España, los Carmona estaban perfectamente informados acerca de las vicisitudes del mismo y del contenido de los diferentes bandos. Conocían que, en virtud de las órdenes de expulsión, los moriscos perdieron todos sus bienes raíces pero que también tenían derecho a llevar consigo bienes muebles y «semovientes» y a esa cláusula se agarraron, no sin cierta falta de razón y sobre todo con ambición y sin miedo. Presentes ante la justicia local, los Carmona reclamaron que, al menos, la Corona les permitiera recuperar las cabezas de ganado de las que eran propietarios antes de 1610 y cuya relación detallada se encontraba en un memorial redactado a tal efecto. El problema es que, debido a la ausencia de los moriscos, y ante la necesidad de pagar las deudas que éstos habían

57 58

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 19/2. Fols. 127r.o-130v.o 21.IV.1610. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 48/3. Fols. 49r.o-49v.o 16.III.1612.

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dejado atrás, muchos de los pastores encargados de la guarda del ganado habían vendido parte del mismo y la otra parte había sido entregada a la Corona. Tras uno y mil informes, Gil de Valdivia, que así se llamaba el representante del comisario regio encargado de gestionar los bienes de los expulsados, accedió a satisfacer la petición de los Carmona y los moriscos recuperaron su ganado, no sin antes comprometerse a pagar una deuda de casi doscientos mil maravedíes que asumieron hipotecando mil cabezas de ovino que tenían pastando en el valle de Alcudia59. El encargado de ejecutar dicho pago en nombre de los moriscos fue el licenciado Sebastián Suárez a quien los Carmona otorgaron su poder60. Los moriscos habían vuelto tras cumplir su condena, habían contravenido el contenido del bando de expulsión y, lo que es más importante, habían recuperado parte de sus bienes; aquellos que, por ser «semovientes», permanecían de manera ilegal en manos de la Corona. Valor no se les debe negar. Pero no todo acabó ahí. La sentencia a favor de los Carmona provocó un aluvión de reacciones pues como consecuencia de la misma todos aquellos que habían comprado el ganado que ahora retornaba a sus dueños legítimos se mostraron claramente en contra de la misma. Las apelaciones al Consejo no se hicieron esperar y el proceso se atascó en Madrid pero finalmente la Corona volvió a fallar a favor de los moriscos: tanto pastores como compradores debían reintegrar todo a los Carmona. La lista era interminable: Jerónimo Martín, reintegró doce mil reales procedentes de la venta de quinientas cabezas de ovino y caprino; Simón Romero, vecino de Manzanares, tuvo que devolver cien ovejas y ciento treinta borregos; Antón de Poblete, jurado en Ciudad Real, otros ciento cuarenta borregos; Pedro de Estanque ciento cuarenta y nueve ovejas; Juan Domínguez otros ciento cincuenta carneros más; Antonio de Belmar otros veinte y Pedro Ordóñez doce fanegas de trigo61. Los Carmona habían logrado su objetivo. El día siguiente al fallo regio, Andrés compareció de nuevo ante el Consejo. Hablaba en su nombre y en el de su padre y su tío. Su testimonio es de lo más sobrecogedor: la sentencia les era favorable y solucionado todo «...bamos a cumplir los vandos de su Magestad como se nos manda por la dicha rreal pragmática y çédula rreal del dicho Consejo Real de Justiçia que entregándosenos estamos prestos de salir a cumplir con los dichos vandos como por la dicha executoria se nos manda (... y ...) pedimos y suplicamos mande se nos de testimonio para que ninguna persona nos moleste ni ynpida nuestro biaje, ante nos de el favor y ayuda que 59

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 48/3. Fol. 48r.o-49r.o 16.III.1612. AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 48/3. Fol. 55r.o-56r.o 17.III.1612. 61 AHN. Consejos. Leg. 37.932. S.f. Sentencia pronunciada el 18.VI.1612 en Manzanares por Pedro de las Cuevas, juez administrador de bienes de moriscos en La Mancha y Campo de Calatrava. 60

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para lo susodicho conbiene para cumplir lo que por su magestad está mandado y se nos manda por tanto a buesa magestad»62.

La resistencia había tenido su recompensa pero como consecuencia de la obediencia la tragedia se consumaba una vez más. Los Carmona marcharon.

9.3. El impacto de la expulsión: geografías imprecisas, cifras confusas Y como los Carmona, más de quince mil personas en La Mancha, casi trescientas mil en toda España. Ahora bien, cabe preguntarse en qué medida los datos geográficos con los que contábamos hasta ahora son fiel reflejo de la verdadera ubicación del grupo. Ocurre que, como ya se ha dicho, tras la expulsión, la Corona procedió a la venta y gestión de todo el patrimonio raíz de los moriscos. Dicho proceso generó un inmensa masa documental63 (órdenes, pragmáticas, escrituras de venta, poderes, comisiones, resúmenes estadísticos,...) a raíz de la cual, todo parece indicar que la geografía de la expulsión en la que nos hemos venido basando hasta ahora aparece, cuando menos, deformada64. ¿Qué ocurre entonces? ¿Se equivocó Lapeyre? Claramente no pues sus cifras son correctas a la luz de los papeles del Consejo de Estado. No obstante, eso tampoco quiere decir que podamos dar por válido el hecho de que sólo contaban moriscos las localidades que él menciona. Hace años, en su estudio sobre la economía y sociedad agrarias en La Mancha, el profesor López-Salazar se hizo eco de la misma cuestión y, aunque no contaba con los datos procedentes de las Contadurías Generales, llegó a una conclusión que, a día de hoy, puede avalarse al ciento por ciento. Decía el historiador manchego que llamaba poderosamente la atención el hecho de que el hispanista francés sólo citara entre las localidades que expulsaron moriscos a una escasa treintena de villas y al tiempo mostraba su extrañeza porque sabía positivamente que, al menos en La Mancha, hubo otro buen número de localidades que en 1610 y momentos inmediatamente anteriores contaban cristianos nuevos entre sus vecinos.

62

Ibídem. 19.VI.1612. Custodiada en el Archivo General de Simancas. Sección Contadurías Generales. Subsecciones Contaduría de la Razón, Contaduría Mayor de Cuentas. I época y Contaduría Mayor de Cuentas. II época. 64 Para una mayor concreción acerca de este tema vid. MORENO DÍAZ, F. J.: «Geografía de la expulsión morisca. Aproximación al análisis de la administración y venta del patrimonio de los moriscos expulsados de la Corona de Castilla», en Chronica Nova. Revista de Historia Moderna, XXXI, (2005), pp. 379-426. 63

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Según se desprende de los datos de Lapeyre esa situación habría alcanzado en La Mancha a veintiocho localidades, tres de cada diez pueblos que en 1571 recibieron moriscos65. El dato es engañoso, o cuanto menos confuso porque gracias a los papeles del Consejo de Hacienda referentes a la gestión y venta del patrimonio de los expulsados, sabemos que en 1610 había moriscos en localidades que Lapeyre no menciona. Alcázar de San Juan, Argamasilla de Alba, Puertollano, El Bonillo, Alhambra, Hinojosos, Malagón, Las Mesas, Iniesta, Miguelturra, Horcajo de Santiago, Torrenueva,... son sólo algunos ejemplos y la lista podría prolongarse hasta sumar cincuenta y nueve66. El propio Lapeyre fue consciente de que sus datos ofrecían no pocas dudas y para tratar de dar coherencia a su discurso defendió que las cifras que él manejaba pertenecían exclusivamente a las cabeceras de partido. De esa premisa indujo que las cantidades de los recuentos de expulsados se referían, por tanto, a partidos y no a localidades concretas pero como señala López-Salazar «ni Almadén, ni Cózar, ni tampoco Mota del Cuervo, Villarrobledo, La Solana y tantos otros pueblos recogidos en el apéndice que elabora con la cifra total de expulsados del Reino de Castilla, eran cabezas de partido»67. Para enmendar el desaguisado generado por sus dudas, López-Salazar apuntó una solución de consenso y propuso que «de cara a la expulsión, las autoridades, habrían agrupado a los cristianos nuevos en unas cuantas villas, independientemente de que fueran cabezas de partido o no, las cuales, como es lógico, son las únicas que figuran en las relaciones oficiales»68. Lo que no intuía por aquel entonces el historiador manchego es que su hipótesis se transforma en tesis cuando se cuenta con el concurso de los papeles de Hacienda puesto que la documentación generada por el proceso de gestión y venta del patrimonio de los expulsados dio lugar a una situación muy similar a la que previamente había generado la expulsión: centralizó la gestión de dicho proceso en unas cuantas villas (en concreto y para toda La Mancha veinticinco) independientemente de que, en aquel momento, hubiera más que avecindaran moriscos. Sumando las que cita Lapeyre a las mencionadas con motivo de la venta de los bienes de moriscos y restando las coincidencias (18 de las 25 presentes en Contadurías son mencionadas por Lapeyre) obtendríamos la ya señalada cifra de cincuenta y nueve, dato mucho más acorde con la realidad y que podría explicar, a nuestro juicio, que las ciento una villas que recibieron moriscos en 1571 65 Según Lapeyre (pp. 198-200). Recuérdese (vid. cap. VII) cómo en 1571 recibieron moriscos 87 localidades de las 162 presentes en nuestro territorio. 66 AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Diversos legajos y Sección Contadurías Generales. Contaduría Mayor de Cuentas. I época y II época (en adelante CMC-I y CMC-II). Diversos legajos. 67 LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., p. 83. 68 Ibídem.

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hubieran quedado reducidas, a la altura de 1610, a algo más de la mitad (58,4%)69. Distinto asunto es establecer cuál fue el impacto de la expulsión en relación al conjunto de toda la población de la zona. La cuestión ya fue abordada con precisión por López-Salazar, si bien tomando como base las cifras de población facilitadas por el Censo de la Corona de Castilla de 1591. El cuadro 48 reproduce sus cifras y añade, a modo de comparación, las del censo de 159770 ya que si bien es cierto que ofrece ciertas lagunas (sobre todo en el marquesado de Villena) creemos que proporciona una visión más aproximada a la realidad demográfica de La Mancha en el momento de la expulsión. CUADRO 48. El impacto de la expulsión de los moriscos de La Mancha Demarcación ORDEN DE SANTIAGO Partido de Uclés Partido de Ocaña Part. de Quintanar Partido de Infantes O. DE CALATRAVA Partido de Almagro Part. de Almodóvar PRIORATO DE S. JUAN REALENGOS Partido de Alcaraz Ciudad Real Mqsdo. de Villena Totales

Moriscos 1610

Pob. 1591

%

Pob. 1597

%

– 2.428 1.098 1.813

11.601 41.880 35.581 26.457

– 5,79 3,08 6,85

12.278 37.601 34.995 30.465

– 6,45 3,13 5,95

5.333 404 310

50.432 21.931 38.561

10,57 1,84 0,80

45.923 21.340 33.866

11,61 1,89 0,91

946 1.580 1.830 15.742

25.036 7.798 – –

3,77 20,26 – –

28.368 7.143

3,33 22,12

FUENTE: Para datos de población en La Mancha, LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: op. cit., pp. 666-670; para cifras de moriscos expulsados LAPEYRE, H.: op. cit, (pp. 198-200.

No obstante, y como puede observarse en el cuadro, el cómputo de los datos de 1597 no modifica sustancialmente las cifras de López-Salazar, dado que únicamente aumenta la importancia cualitativa del grupo 69 La cifra podría verse aumentada incluso si contáramos con datos acerca del Partido de Uclés. Ni Lapeyre ni los papeles de Hacienda, ni López-Salazar, nosotros tampoco, podemos dar respuesta, por el momento, a la casi total ausencia de datos acerca de esta demarcación. 70 Allí donde ha sido posible y tomando datos del propio López-Salazar, se han incluido datos de 1604 por estar dicha fecha más cerca de la expulsión.

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morisco en unas décimas; algo que, de paso, confirma plenamente el argumento del citado profesor y da validez absoluta a sus datos. De hecho, su razonamiento podría ser utilizado con absoluta rotundidad incluso si las cifras que proporcionó Lapeyre, se atribuyen a cada una de las localidades aun a pesar de que como constata López-Salazar las proporciones de representatividad morisca resultantes fueran muy elevadas71. Sin embargo, nos parece más acorde con la realidad plantear el horizonte resultante de agrupar las villas para las que tenemos datos y ofrecer los datos finales por partidos. Debido a eso, y aparte de consignar los porcentajes de proporción resultantes para cada villa, los cuadros 18 a 27 también recogen el resultado de aplicar dicho cálculo. La ya mencionada organización del proceso de gestión y venta del patrimonio morisco; la comparación con cifras de población cristianonueva anteriores y la toma en consideración de los datos derivados tanto de la dinámica biológica del grupo como de la más que probable movilidad que lo caracterizó, empujan a pensar que eso sería lo más acertado, al menos en función de la información con la que hasta momento contamos. Es más, la asunción de esos presupuestos, creemos que arroja unas cifras de representatividad morisca que no pecan ni por defecto ni por exceso y que estarían perfectamente en consonancia con la ya apuntada evolución demográfica del grupo. Las proporciones de población morisca con respecto al total de la población en ese momento lo confirman. Incluso teniendo en cuenta que los reducidos aportes del Campo de San Juan y la ausencia de datos para Uclés pudieran elevar la cifra, los cálculos indican que con variaciones, migraciones y debilidades biológicas, la minoría apenas si había crecido en los cuarenta años que permaneció en Castilla.

9.4. La gestión y venta y del patrimonio morisco De todos es conocido que la expulsión de la minoría fue gestionada y coordinada por el Consejo de Estado, pero una vez que el proceso había comenzado, y a pesar de que no finalizó hasta años después, éste delegó parte de sus atribuciones en favor del Consejo de Hacienda. Entraban en juego, en esta ocasión, los bienes raíces de todos los expulsados que, en virtud de las diferentes pragmáticas, habían quedado en poder de la Corona. Todo ello, se verá, derivó en un verdadero quebradero de cabeza para la institución hacendística ya que a raíz del destierro comenzaba para sus funcionarios un arduo trabajo que, en último término, debía llevar a la venta de todo el patrimonio raíz de los expulsados.

71 Cf. LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., p. 83. Dichos porcentajes se incluyen en los cuadros 18 a 27 en la línea correspondiente a cada localidad.

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Su tarea, por tanto, es el resultado último de la política de la monarquía, tendente a hacer de la Hacienda Real la depositaria de todos los bienes raíces de los cristianos nuevos. Ya hemos podido observar cómo, ante el temor generado por el decreto dictado en Valencia, los moriscos habían comenzado a malvender sus bienes raíces, incluso antes de decretarse la orden oficial de destierro. Objetivo último: burlar las pretensiones de la Corona y sacar de Castilla, en metálico o en bienes muebles, todo aquello que procediera de lo vendido. Ello fue causa suficiente para que, a mediados de noviembre de 1609 (el día 14), Felipe III se dirigiera a las justicias y corregidores de las villas de sus reinos entendiendo que «en todas partes van los Moriscos vendiendo sus haziendas, assí las raízes, como los bienes muebles y semovientes: y porque demás de no tener causa para ello, se siguen dello algunos inconvenientes, que es bien atajar, y remediar: os ordeno y mando, que en recibiendo este despacho, hagáys pregonar en todos los lugares de vuestro distrito que ningún Morisco sea osado de vender sus bienes rayzes, so pena de perdimiento de todos sus bienes»72.

Finalmente y tras estas primeras advertencias, los decretos de expulsión dictados por Felipe III dispusieron de manera sucesiva para los moriscos de Granada, Andalucía, Murcia y Hornachos, de Castilla y Extremadura y de Murcia nuevamente que, de todo su patrimonio, únicamente pudieran llevar consigo tras la expulsión cuantas «mercadurías no prohibidas» quisieran, con la condición de que no fuesen en la forma de oro, plata, joyas, ni letras de cambio73 y de que se pagaran los correspondientes aranceles por su salida, cosa bien diferente a lo que debía ocurrir con el patrimonio raíz, automáticamente confiscado y asociado a la Hacienda Real «para aplicarlos a la obra del servicio de Dios, y bien público»74. La excepción que, en este caso, se muestra contraria a la disposición establecida para todos los territorios de la Corona de Castilla la encontramos en el 72 Texto íntegro en JANER, F.: Condición social de los moriscos de España. Barcelona: Alta Fulla, 1987 (edición facsímil de la de Madrid: Imprenta de la Real Academia de la Historia, 1857), p. 339. También en GUADALAJARA Y XAVIER, M. DE: Prodición y destierro... Pamplona: Nicolás de Assiayn, 1614, fol. 27r.o 73 Los distintos decretos establecían plazos desiguales para que los moriscos expulsados pudieran disponer libremente de dichos bienes muebles y semovientes, desde los treinta días estipulados para los moriscos andaluces hasta los sesenta para los castellanos. Vid. decretos de expulsión publicados de manera íntegra por FRANÇOIS MARTÍNEZ en Le permanence morisque en Espagne aprés 1609: (discours et réalités). Villenueve d’Ascq: Presses Univertaires du Septentrion, 2003. 74 10.VII.1610. Decreto de expulsión de los moriscos de Castilla. Sólo quedaban exentos de dicha medida aquellos moriscos que, en virtud de las Cédulas Reales de 22.III.1611 y 3.V.1611, habían obtenido el correspondiente «certificado de buen cristiano», medida que, como ya sabemos, fue derogada finalmente.

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Valle de Ricote donde, con motivo del último de los decretos mencionados, el Conde de Salazar dispuso que los expulsados de allí sí podrían vender sus bienes, siempre y cuando dicha venta «se haga notoria al Juez administrador de los bienes rayces que dexan los moriscos» y el dinero procedido de las mismas fuese convenientemente declarado75. Ya vemos, en el párrafo de más arriba, cómo aparece una figura administrativa: el juez administrador de bienes de moriscos. Personaje importante pues, como podrá observarse, dichos funcionarios jugaron un destacado papel en la organización administrativa de todo el proceso emprendido desde el Consejo de Hacienda. 9.4.1. Estructura organizativa: Consejo, comisarios y fieles administradores Con el objetivo de organizar la gestión, administración y venta de dichos bienes, el Consejo de Hacienda procedió, desde principios de 1610, «nombrando jueces comisarios y personas que les pareciese conbinientes para que los bendiesen, arrendasen y beneficiasen como más conbiniese al bien y acrecentamiento de nuestra Real Hacienda»76. Cada uno de ellos tendría asignado un determinado territorio, generalmente asociado a aquellas villas o comarcas donde la presencia de la minoría era más importante. Los nombramientos de todos y cada uno de estos comisarios así como los del personal subalterno a ellos asociados nos han permitido establecer, para la Corona de Castilla, una «geografía de la expulsión». Quizás, y en aras de un mayor conocimiento de la organización del trabajo desarrollado por éstos, sea pertinente acercarse, aunque sea de manera somera, al organigrama constituido a tal efecto. Salvando las diferencias, y si se permite la comparación, la estructura organizativa puesta en marcha en este momento fue muy similar a la que más de un siglo después se adoptaría con motivo de la elaboración del Catastro de Ensenada; es decir, un esquema basado en la institución de diferentes «peldaños», establecidos en función de la organización territorial de la Corona, aunque, como veremos, en esta ocasión, las demarcaciones no vinieron definidas por criterios estrictamente administrativo-territoriales. En la cabeza del sistema se encontraba el propio Consejo de Hacienda. Fue esta institución la que, con el objetivo de gestionar la administración, subasta y venta de los bienes raíces de los expulsados designó a los denominados «jueces administradores de bienes de moriscos» (también llamados comisarios), en total treinta y dos, repartidos a lo largo de todo el territorio castellano.

75 76

JANER, F.: op. cit., pp. 363-364. AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Leg. 345. S.f.

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Con carácter general, la labor de estos comisarios se extendió en el tiempo durante un plazo relativamente amplio y por ello se hizo necesaria, con el correr de los meses, la renovación de sus mandatos o el nombramiento de otros comisarios que les sustituyeran en sus tareas. Ocurre, sin embargo, que, en otras ocasiones, el trabajo que tuvieron que desarrollar fue puntual y se redujo a la liquidación final de pagos y cobros pendientes o a la solución definitiva de pleitos suscitados por el extravío de escrituras de posesión, por las incorrecciones cometidas en la venta de determinadas fincas o por la interpolación de recursos por parte de las personas afectadas por su labor, amén de por las estratagemas puestas en práctica por los moriscos para evitar que, en previsión de una más que hipotética vuelta a territorio hispano, sus posesiones fueran vendidas. Estos comisarios vienen a unirse a los anteriores y conformaron el mapa definitivo de la organización, a nivel regional, del proceso de gestión y venta del patrimonio morisco77. La misión de todos aquellos comisarios cuya delegación fue «permanente» queda claramente definida en las instrucciones que, con carácter individual, envió a cada uno de ellos el Consejo de Hacienda, en las que se les ordenaba que se procediese a la incautación de todas las propiedades inmuebles de los moriscos y de las escrituras y títulos de propiedad de las mismas «… haziendo sobre todo las averiguaciones que combiniesen, y las hiziésedes tassar por dos personas expertas de cada género de bienes que para ello nombrásedes [...] a quien encargaréys la guarda y beneficio, labor y administración de los dichos bienes y ansimismo los arrendásedes y hiziésedes pregonar para venderse y reiviéredes las posturas y pujas que en ellas se hizieren»78.

Es decir, con carácter general, la ocupación principal de estos comisarios tuvo un cometido netamente gestor. Ellos serían los encargados de elaborar los listados en los que se recogió el montante total del patrimonio incautado a los expulsados, de coordinar el proceso de subasta y venta del mismo, de validarlo tras su culminación y de proceder a «la guarda y beneficio, lavor y administración de los dichos bienes y de los frutos que en ellos estuviesen pendientes» en tanto en cuanto se alargara el proceso que conduciría a su venta definitiva79. Este último trabajo se delegó desde pronto en los fieles administradores de bienes de moriscos, cuyo nombramiento también estuvo a cargo de los comisarios y de cuya labor nos ocuparemos más adelante. 77 Datos globales para la Corona de Castilla contenidos en MORENO DÍAZ, F. J.: «Geografía de la expulsión morisca... art. cit.», pp. 379-426. 78 AGS. CC.GG. Contaduría de la Razón. Leg. 345/1. S.f. Vid. DOCUMENTO XIV. 79 Ibídem.

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MAPA 7. Los comisarios para la gestión y venta del patrimonio de los moriscos expulsados. Corona de Castilla.

1. La Rioja 2. Obispados y ciudades de Salamanca, Valladolid y Osma 3. Madrigal y su tierra 4. Olmedo y su tierra 5. Arévalo y su tierra 6. Obispados y ciudades de Segovia y Ávila 7. Guadalajara y su tierra 8. Pastrana y su tierra 9. Villas de la Sierra de Gata 10. Alcántara

11. Provincia de Extremadura (excepto Hornachos) 12. Hornachos 13. Ciudad de Toledo, villa de Madrid y norte del Arzobispado de Toledo 14. La Mancha, territorios de Órdenes Militares y sur del Arzobispado de Toledo. 15. Socovos 16. Calasparra 17. Reino de Murcia

18. Quesada y su tierra 19. Estepa y demás villas de su Marquesado 20. Ciudades de Jaén y Andújar y sus jurisdicciones 21. Obispado de Jaén 22. Reino de Granada 23. Alcalá la Real y su tierra 24. Archidona y su tierra 25. Ciudad y obispado de Córdoba 26. Estepa y demás villas de su Marquesado

27. Écija y su distrito 28. Carmona y su distrito 29. Ciudad y arzobispado de Sevilla 30. Jerez de la Frontera y su jurisdicción 31. Obispado de Cádiz 32. Villanueva de la Jara 33. Bujalance 34. Antequera 35. Málaga 36. Provincia de Álava

A estas tareas vinieron a unirse aquellas derivadas del carácter judicial que también tuvo asociado el desempeño del cargo. Dicha misión es mucho más visible en aquellos comisarios que hemos denominado como «de misión temporal» pero también estuvo presente en el caso de los «comisarios permanentes». Ocurrió que, con frecuencia, en el ejercicio de las labores asociadas a la gestión, administración y venta del patrimonio de los expulsados, los comisarios tuvieron que hacer frente a multitud de conflictos generados por el propio proceso de venta de los bienes. En este caso, los comisarios actuaron como jueces en primera instancia, resolviendo dichos

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pleitos y dictando sentencia acerca de los mismos. De ahí se deriva el que, en la documentación, estos personajes fuesen denominados también jueces administradores, apelativo fácilmente comprensible si tenemos en cuenta el ya mencionado doble carácter del que fue revestida su actuación. Evidentemente y siguiendo el esquema jerarquizado de que hizo gala el sistema ideado por la Corona, la última instancia recayó en manos del Consejo de Hacienda, encargado de confirmar o revocar aquellos fallos que, tras la actuación de los propios comisarios, le llegaban en grado de apelación. En el desempeño de dichas tareas, los comisarios estuvieron permanentemente auxiliados por toda una serie de personajes cuya tarea, menos conocida, se derivó, en último término, de ese doble carácter que tuvo asociada la figura del comisario. Es así, como a cada uno de ellos le acompañó un escribano y un alguacil, figuras fácilmente asociables al carácter gestor y judicial de su misión, aunque tampoco resulta extraño encontrarlos actuando junto a funcionarios de la administración local. En La Mancha fueron varios los jueces administradores encargados de gestionar y poner a la venta los bienes de los moriscos expulsados. El día 5 de marzo de 1610, antes incluso de dictarse la orden definitiva de expulsión, se dio comisión a Andrés de Aranda para que, en compañía de Gregorio de Soto, su escribano, fuese «a todas las ciudades, villas y lugares de La Mancha y Campo de Calatrava, y obispados de Cuenca y Siguënza, así de realengo como de señorío, abadengo, órdenes y behetría y hiçiese ynbentariar y tasar los bienes rayces que en ellas quedaron de los moriscos, y arrendarlos y nombrar fieles para su administración»80.

Su misión se extendió hasta el 29 de mayo de ese mismo año, día en el que tras una primera fase dedicada en exclusiva a la gestión e inventario del patrimonio de los expulsados, se le otorgó licencia para que pudiese proceder a la subasta y venta definitiva de los bienes81. Casi de forma paralela, y debido muy posiblemente a la enorme cantidad de trabajo a la que tuvo que hacer frente Aranda82, se nombró a Pedro de las Cuevas, quien tendría asociada la misma tarea en la tierra de Capilla y la Puebla de Alcocer, territorio que fue progresivamente ampliado al corregimiento de Ciudad Real (el 21 de septiembre), a Almadén (20 de noviembre) y a Daimiel (9 de junio de 1611) y que con el 80

AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Leg. 3.025. S.f. Vid. DOCUMENTO XIV. 82 Quizás sea esa excesiva carga de trabajo la que provocó que el 18 de agosto de 1610 el Consejo concediera cien días más a Aranda para finalizar el trabajo que había comenzado más de tres meses antes y que esa misma prórroga se viera, en diciembre de 1610, ampliada hasta junio de 1611. AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Leg. 353-1. S.f. 81

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tiempo terminaría por hacerse extensivo a los campos de Calatrava, de Montiel y de San Juan83. En adelante, y como consecuencia del nombramiento de las Cuevas, el territorio manchego quedaría dividido en dos partes bien diferenciadas: al norte y al este, ocupando los partidos de Ocaña, Uclés y Quintanar y la parte norte de la gobernación de Villena, la gestión del proceso corrió a cargo de Andrés de Aranda. Por su parte, y desde que su nombramiento se hiciera efectivo (abril de 1610), de las Cuevas asumió la dirección de las operaciones en la parte occidental y meridional de Castilla la Nueva. El territorio en el que tuvo que desarrollar su tarea, más amplio incluso que aquel otro en el que trabajó Aranda, abarcaba «... las ciudades, villas y lugares del Priorato de San Juan, Campo de Montiel, Campo de Calatrava, Ciudad Real y su vicaría, Talavera de la Reina y su tierra y lugares que hay desde allí a la Puebla de Alcocer y Siruela y tierra de Capilla»84.

Ambos comisarios fueron sustituidos el 1 de febrero de 1613 por Francisco de Santander cuya labor, consistiría en continuar «las que tenían Andrés de Aranda y el licenciado Pedro de las Cuevas para ynbentariar, y vender los bienes rayces que en ellas quedaron de moriscos»85. Aranda, de las Cuevas y Santander cubrieron con su actuación gran parte del territorio manchego. A decir verdad todo él exceptuando el partido de Alcaraz y la zona sur de la gobernación de Villena, demarcaciones que permanecieron aquí (al igual que en muchas otras ocasiones) asociadas al reino de Murcia. Allí, y en función de lo dispuesto por el Consejo de Hacienda, también se nombraron varios comisarios. En principio su actuación quedó restringida en exclusiva al reino de Murcia y al obispado de Cartagena. Para el desempeño de dicha labor fue nombrado a principios de marzo de 1610 Francisco de Barrionuevo Cabredo. Su llegada a tierras alcaraceñas no se produce hasta el 8 de febrero de 1611, más de un año después de iniciarse el trabajo en Murcia; fecha, por otro lado, bastante coherente si tenemos en cuenta que hasta principios del mismo año 1611 no abandonaron el territorio albaceteño de La Mancha las últimas columnas de granadinos. La misión de Barrionuevo se extendió tanto en Murcia como en Alcaraz y Albacete hasta febrero de 1613. El día 1 de ese mismo mes fue sustituido por el doctor Mateo Cruzado de Barrientos comisionado para continuar su labor en «las ciudades, villas y lugares del Reino de Murcia,

83

AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Leg. 353-2. S.f. Dicho de otro modo: la misión de las Cuevas se extendió por la práctica totalidad de la actual provincia de Ciudad Real y por la mitad occidental de la de Toledo. AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Leg. 3.025. S.f. 85 Ibídem. 84

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obispado de Cartagena y ciudad de Alcaraz, villas y lugares de su partido que no fuesen solariegas»86 y posteriormente por Diego Fernández de Cascajales (1614), Agustín de Soto (1618) y Pedro de Carranza, encargado de cerrar el proceso en fecha tan tardía como 1621. Por debajo de los comisarios, y en la esfera local (a veces comarcal), se situaron los denominados fieles administradores de bienes de moriscos. Su nombramiento corrió a cargo de los comisarios pero casi siempre a propuesta de las autoridades locales87. De ello tenemos noticia cuando, por ejemplo, Andrés de Aranda, pidió a Manuel Francisco de Ynojoso y Montalvo, gobernador de Ocaña que «nombrase fieles para la administración, beneficio y libranza de los dichos bienes rayces y otros que en la dicha villa y ocho leguas en contorno an quedado y quedan de los dichos moriscos»88.

El sistema arbitrado para efectuar este tipo de nombramientos varió en función de las diferentes localidades pero al tenor de lo observado en la documentación municipal puede afirmarse que estos fieles administradores quedaron equiparados desde muy pronto con el personal de la administración local. Cierto es que el pago de sus salarios correspondió a la Corona, pero el pragmatismo del propio sistema hizo que se confiriera a los diferentes concejos la potestad de proponer (y casi a todos los efectos nombrar) a las personas encargadas del desempeño de dicha labor. Ellas serían las «personas expertas de cada género de bienes» que para el ejercicio de dicha tarea reclamaba la instrucción remitida a cada comisario y quién mejor que las propias autoridades locales para designarlas. Con carácter general, puede decirse que dichos fieles contaron con el apoyo de los miembros del concejo, reunidos para examinar quiénes eran las personas más aptas para el desempeño de esa labor, y que una vez elegida dicha persona, su nombre fue remitido al comisario correspondiente, encargado finalmente de confirmar dicho nombramiento. Así se observa, por ejemplo, en el caso de Quintanar de la Orden, donde, desde julio de 1610, el concejo propuso para dicho puesto a Alonso Novillo y Bartolomé González, dos de 86 Ibídem. Copia de los diferentes nombramientos para los jueces comisarios de Murcia, Albacete y zona sur del Marquesado y Alcaraz en AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Leg. 3.033. S.f. Varios expedientes. 87 Existen, sin embargo, casos en los que las correspondientes autoridades locales renunciaron a dicha facultad, bien por el poco interés que despertó el desempeño de dicho cargo, bien debido a la desidia y dejadez con la que se tomó dicho asunto. En dichos casos, el encargado de proceder a la propuesta y nombramiento fue el correspondiente comisario o, incluso, el propio Consejo de Hacienda. A tal respecto no existen ejemplos en La Mancha, donde parece que las autoridades locales actuaron con diligencia, pero sí en otros territorios, como por ejemplo Jaén, Murcia o Sevilla, en esta última incluso con un pleito de por medio. 88 AGS. Sección Contadurías Generales Contaduría de la Razón. Leg. 345/2. S.f.

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sus más destacados miembros89; o en Daimiel, donde en 1618 el concejo aún renovaba la misión encargada a Felipe Guerrero, quien desde 1614 actuaba en el desempeño de dicho cargo90. Es difícil dar con una sociología precisa de dichos individuos. Aún así puede señalarse como hipótesis de partida que la mayor parte de estos fieles perteneció a la elite local de cada localidad. Poderosos rurales, escribanos, procuradores y abogados, incluso componentes del gobierno municipal, ocuparon dichos cargos. Basten tan sólo algunos ejemplos: en la ciudad de Burgos dicho cometido recayó en la figura de Martín Martínez, escribano del número de la ciudad; igual situación en Abarán (Murcia), donde fue nombrado Juan Ruiz de Chinchilla; en Jaén el cargo recayó en manos de Juan de Tovar, Veinticuatro de la ciudad; en Hornachos ejerció dicho puesto el doctor Hurtaza, alcalde mayor de la villa y su partido, si bien actuando en nombre del fiel titular, un rico hacendado de la villa. Dentro de los territorios manchegos, Almagro, por ejemplo, nombró a un acomodado mercader local91. Fue en estos fieles, en los que, si cabe, recayó la tarea más compleja. Es algo lógico dado que la gran extensión de los territorios asignados a los comisarios hizo imposible que cada uno de ellos pudiera acaparar todos los asuntos que se derivaron de su misión. Atendiendo al propio carácter descentralizado de la organización del sistema, los fieles fueron, por tanto, los encargados de promover y llevar a efecto la tarea que, a escala regional, quedó encomendada a los primeros y su presencia quedó circunscrita, a diversas localidades, generalmente a las más importantes dentro del territorio. Distinta cuestión es analizar a qué criterios obedeció la distribución territorial de estos fieles. Al hablar de la expulsión, ya tuvimos ocasión de señalar que, en lo referente a la geografía de la misma, su análisis se basó en la documentación del Consejo de Estado. En sentido estricto, y partiendo de una interpretación reduccionista de dichos datos, podría pensarse que aquellas localidades que aparecen mencionadas en los papeles de Estado fueron las que en 1609-1610 avecindaban a comunidades moriscas. Sin embargo la información resultante del análisis de los papeles de Hacienda arroja toda una serie de datos que desmienten dicha deducción dado que hubo localidades de las cuales creíamos que no salieron moriscos (porque no aparecen mencionadas en los papeles de Estado) y en las que, por contra, sí se procedió al nombramiento de un fiel administrador de bienes de moriscos. En último término, ello llevaría —ya se ha señalado también— a elevar el número de núcleos con presencia morisca que en su día 89 AHP To. Sección Diversos. Quintanar de la Orden. Actas del Concejo. Leg. D-244. S.f. 18.VII.1610. 90 AHM Da. Actas del Concejo. Leg. 186. Carpeta 1. Fol. 211r.o 91 Vid. DOCUMENTO XV.

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señalara Henry Lapeyre y a modificar las conclusiones referentes a la propia distribución de la minoría en el momento de la expulsión. Por otro lado, y en función de la información que aportan los propios papeles de Hacienda, puede decirse que la venta de bienes de moriscos en los territorios de la Corona de Castilla se hizo tomando como punto de partida aquellas localidades que tuvieron una mayor densidad de población morisca y que desde estos mismos núcleos se procedió, en una segunda fase, a la misma tarea en las villas limítrofes. Sólo así quedaría explicada la ausencia en las listas de los consejos de Estado y de Hacienda, de poblaciones de las cuales sabemos que contaban con población morisca algo que, como vemos, ocurrió de manera patente en muchas comarcas. En La Mancha la situación resulta especialmente compleja de analizar. Ya conocemos de las enormes dificultades existentes a la hora de establecer una geografía precisa de la presencia morisca en tierras manchegas. Los censos de 1581 y 1589 ofrecen importantes lagunas a tal respecto, sobre todo en lo referente al Arzobispado de Toledo, para el cual no contamos con cifras en 1589 y del que, de la misma manera, poseemos datos muy fraccionados para 1581, dado que las cifras para esa fecha vienen dadas por arciprestazgos y todo parece apuntar a que no incluyen las localidades pertenecientes a las Órdenes Militares. Ello, como ya se ha dicho, obligaría a pensar que las localidades que en su día contaron tanto Lapeyre como Tomás López no responden al total de las que tuvieron presencia morisca a finales del XVI. Sirva este breve recordatorio para introducirnos en la situación generada por la expulsión. El mapa 8 recoge las localidades manchegas en las que, según los papeles de Hacienda, se procedió al nombramiento de un fiel administrador de bienes de moriscos. Junto a ellas, y señaladas con un pentágono, aquellas otras villas en las que a pesar de no haberse designado un fiel administrador tenemos constancia de que se vendieron bienes de moriscos. Finalmente, y en círculos de color blanco, también se han señalado las localidades que, según Lapeyre, censaban moriscos en el momento de la expulsión. Al tenor del mismo, y aunque llama poderosamente la atención la ausencia de estos fieles en el partido de Quintanar92 y en la práctica totalidad del de Ocaña, puede decirse que, de entre las poblaciones con presencia morisca en 1610, aquellas en las que la minoría era relativamente importante, gozaron de la presencia de estos funcionarios. Evidentemente, y como tendremos ocasión de ver más adelante, estas localidades no fueron todas las que en el momento de la expulsión tenían avecindados a cristianos nuevos, como tampoco lo fueron las que en su día citó Lapeyre a partir de los papeles de Estado. El citado autor contó, para 1610, hasta treinta lugares manchegos con presencia morisca, aproximadamente el 30% 92 Dicha constatación extraña aún más cuando sabemos fehacientemente que sí hubo localidades que nombraron a sus fieles como el ya mencionado caso de Quintanar.

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FUENTE: AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Legs. 345 a 359 y 3.025 a 3.037; AGS. Sección Contadurías Generales. CMC-I. Varios legajos y CMC-II. Leg. 418.

MAPA 8. La expulsión y la venta del patrimonio morisco. Comparativa lugares con moriscos expulsados y lugares con nombramiento de fieles administradores de bienes de moriscos.

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de las que recibieron moriscos en 1571 y apenas un 17% del total de 162 que en ese momento había en La Mancha. Como hemos visto, el dato es confuso porque gracias a la documentación del Consejo de Hacienda conocemos que esas treinta localidades fueron en realidad cincuenta y nueve y que, de ellas, veinticinco contaron con un fiel administrador de bienes de moriscos. Todo ello vendría a confirmar lo dicho hasta este momento; a saber: que las localidades que menciona Lapeyre no eran todas las que tenían población cristianonueva en 1610; que gracias a las escrituras de venta de bienes de moriscos conocemos de otras muchas localidades que avecindaron a cristianos nuevos hasta el momento mismo de la expulsión pero que Lapeyre no menciona; que de esas localidades algunas contaron con un fiel administrador de bienes de moriscos; y, finalmente, que algunas coinciden con las mencionadas por Lapeyre y otras no. De tal manera que, a partir de dichos datos y en función de los ya conocidos con respecto a la expulsión, puede confirmarse la hipótesis del profesor López-Salazar, para quien —recordemos— la expulsión, (y con ella la gestión, subasta y venta de los bienes de moriscos) se hizo agrupando a los moriscos en las principales villas de cada comarca para posteriormente proceder a la expulsión definitiva93. Con posterioridad y una vez comenzado el proceso de venta de sus bienes, se nombraron fieles en aquellas localidades en las que la importancia de dichas propiedades así lo hizo necesario. Desde ellas se controló el proceso de venta en otras localidades que tuvieron moriscos pero en las que la escasa presencia de los mismos hizo innecesario el nombramiento de un fiel. A partir de esos nombramientos, el proceso debía seguirse de acuerdo a la instrucción que el Consejo de Hacienda remitió a los diferentes comisarios durante los primeros meses de 1610. Sus normas, un conjunto de veintisiete disposiciones, emanan de la institución hacendística ante las dudas y problemas surgidos a los jueces administradores en el ejercicio de su labor y, a grandes rasgos, pueden agruparse en cuatro grandes bloques en función del contenido de las mismas94. Un primer conjunto de disposiciones hacía referencia a lo que podríamos denominar como «organización administrativa» del proceso de venta. Se remiten todas estas medidas al modo en que la Corona reguló el entramado administrativo generado en torno a la venta de los bienes de los expulsados. Así, y tras ordenar que el proceso comenzara a la mayor brevedad, el Consejo estipuló que cada comisario debía establecerse en una sede fija (generalmente la localidad cabeza de partido o corregimiento), desde la cual debía ejercer su mandato. No obstante, y dado que el territorio a cubrir por 93

Cf. LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit, p. 83. Contenidas en las diversas comisiones otorgadas a cada uno de los diferentes comisarios. AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Leg. 3.025. 94

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estos comisarios fue, a veces, demasiado extenso, el Consejo estipuló que cada uno de ellos podía nombrar a cuantos fieles estimara oportuno en función de las localidades en las que hubieran quedado bienes de moriscos y de la cantidad de estos. La reglamentación referente a cuestiones organizativas queda completada con las disposiciones tendentes a regular los salarios de las personas que participaron del proceso y con la obligación impuesta para cada comisario de someterse a una especie de «juicio de residencia», dado que, a la finalización de su comisión, cada uno de ellos tenía que rendir cuentas ante el Consejo de Hacienda. Un segundo grupo de disposiciones hizo referencia a la organización de los bienes que debían ser vendidos. Es decir, estas medidas regularon la forma y manera en la que comisarios y fieles debían proceder al inventario de los bienes incautados a los moriscos. Por ello, se ordenó que se hicieran inventarios de los bienes y deudas de los expulsados así como de aquellas propiedades que, teniendo frutos pendientes, debían ser vendidas con posterioridad a la recolección de dichos frutos. Para que todo quedara lo más claro posible, el Consejo ordenó, igualmente, que en dichos inventarios se especificaran con la mayor precisión posible los títulos que tuviera cada bien, así como las posibles hipotecas con las que estuvieran cargados. Por último, también se establecieron medidas que afectaron tanto a instituciones religiosas como a señores nobiliarios, sobre todo tendentes a limitar la acción de unos y otros en las ventas y a favorecer que fuera el propio Consejo quien gestionara directamente el proceso de venta de los bienes de moriscos que hubieran quedado bajo el control de los anteriores. Tras ello, y en un tercer bloque de órdenes, el Consejo se encargó de regular el propio proceso de venta. Para ello se estableció el sistema de pública almoneda como aquel que debía seguirse en la adjudicación final de los bienes puestos a la venta. La subasta sólo podía ser obviada en el caso de que no hubiera pujadores o en aquel otro en el que el valor del bien fuera tan reducido que lo más conveniente fuera adjudicarlo directamente a la primera persona que se mostrara interesada en adquirirlo95. Finalmente, tras la venta y adjudicación debieron seguirse los trámites conducentes a formalizar dichas adjudicaciones. Dicho proceso quedó reglamentado en un último grupo de medidas, que estipularon desde el modo en que se debían rubricar las escrituras de adjudicación hasta las obligaciones fiscales a las que se sometían tanto vendedor como compradores, en este caso Corona y particulares. En definitiva, como puede observarse, un extenso programa de actuación en el que nada quedaba al azar y en el que todo el proceso era delegado en 95 No obstante, el Consejo se cuidó de que la operación fuera rentable y ordenó que bajo ningún concepto se vendiera ninguna propiedad por debajo del precio inicial de tasación.

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la persona de cada comisario, máximo responsable ante el Consejo de la gestión, subasta y adjudicación de los bienes de los expulsados. 9.4.2. La actuación de los comisarios Las primeras adjudicaciones de bienes de moriscos a sus nuevos propietarios datan de finales del mismo año 1610. El inicio de los trámites fue prácticamente inmediato, muchas veces incluso paralelo a la salida de la minoría, pero entre la expulsión y la venta definitiva de las propiedades confiscadas por la Corona, medió un intervalo de tiempo más o menos amplio en el que dichos bienes quedaron bajo la custodia de los fieles de cada localidad. El sistema puesto en marcha para dicha gerencia dista mucho aún de ser conocido en su amplitud, dado que los datos que a tal efecto poseemos son muy escasos pero todo apunta a que los fieles optaron por controlar directamente esas fincas, al menos durante el año 1610. La forma y manera en que cada uno de ellos gestionó las propiedades o el producto resultante de su explotación varió, pero lo más normal fue que, en las fincas rústicas, se procediera a su arriendo para posteriormente, y una vez recogidos los frutos pendientes, venderse. Es algo normal. El grueso de la expulsión tuvo lugar entre los meses de marzo y junio de 1610. Para esas fechas muchas cosechas estaban a punto de ser recolectadas y es lógico suponer que los fieles optaran en ese preciso instante por asegurar para la Corona el ingreso procedente de la recolección de dichos frutos. Cual si de testaferros se tratase, fueron ellos los encargados de contratar a las personas necesarias para el mantenimiento de dichas parcelas y su cosecha. Tras el pago de los jornales correspondientes y descontados los gastos que dicha gestión pudo llevar aparejados, el montante total resultante de la venta de los frutos de ese año quedó en su poder para después ser incorporado a las cuentas remitidas al Consejo de Hacienda. Con posterioridad a la cosecha de 1610, todo parece indicar que el sistema varió. En adelante, y mientras los bienes fueron adjudicados a sus propietarios definitivos, se procedió al arrendamiento de esas parcelas en favor de terceros. La puesta en marcha de este sistema facilitó que los fieles se despreocuparan de la gestión propiamente dicha y que sólo tuvieran que atender al cobro de las cantidades establecidas como consecuencia de la firma de los arrendamientos de dichos bienes. En virtud de este procedimiento cada uno de ellos aseguró para las arcas regias unos ingresos fijos en concepto de dichos arrendamientos y evitó que malas cosechas y coyunturas negativas provocasen la pérdida de dinero y, lo que es más importante, que las fincas incautadas quedaran incultas durante el periodo de tiempo que medió entre su embargo y la venta definitiva de las mismas. Por su parte, y aunque las noticias referentes a dichas propiedades sean más escasas aún, puede decirse que los bienes inmuebles urbanos fueron, igualmente y hasta su adjudicación, arrendados.

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Es realmente difícil dar con una cifra exacta de lo que dichos arriendos supusieron para las arcas del Consejo de Hacienda. Como hemos tenido ocasión de señalar, el doble carácter de las fuentes referentes a la gestión y venta del patrimonio de los moriscos no permite, en este caso, más que una aproximación parcial. Las escrituras de venta únicamente facilitan información acerca del resultado final del proceso de adjudicación de los bienes incautados, de tal forma que para conocer el alcance de lo que los arrendamientos pudieron suponer, se hace necesario recurrir al análisis de los estadillos que cada fiel redactó para resumir el resultado de su gestión. Su información, en este sentido, es realmente útil dado que junto a las ventas propiamente dichas, muchos de estos fieles consignaron en sus informes el montante final de lo ingresado en concepto de arrendamientos. No obstante, y como quiera que únicamente poseemos dichos resúmenes estadísticos para unas pocas localidades, todo acercamiento que a tal efecto podamos realizar pecará por defecto. Sabemos, por ejemplo, que hubo arrendamientos en Consuegra y Madridejos, donde parece que el sistema funcionó al menos hasta 1613. En Almagro, se mantuvo incluso hasta 1614. A finales de ese año, Pedro Sánchez de Merlo y Juan Rodríguez, fieles desde 1612, entregaron a Pedro de las Cuevas más de 170.000 maravedíes procedentes del arrendamiento de las fincas rústicas y urbanas que, aún por esas fechas, permanecían sin vender96. Conocemos, igualmente, que, en ocasiones, la liquidación de muchos de esos arrendamientos se hizo en especie. En Valenzuela, por ejemplo, Miguel de Molina pagó cinco fanegas de trigo por el arrendamiento de dos pequeñas hazas de tierra que, en tiempos, fueron propiedad de Jerónimo de Carmona. El fiel de Almagro, que también ejerció su potestad en esa villa, tasó el grano en 2.431 maravedíes97. Veamos un ejemplo más preciso: Daimiel, villa para la cual contamos con una información bastante detallada acerca de lo que supuso el sistema de arrendamientos de bienes de moriscos. La calidad, origen y naturaleza de todo lo arrendado allí fue de lo más diverso. Junto a casas, huertas, viñas y parcelas de secano, los fieles se aprestaron a licitar el arrendamiento de bienes de la más diversa condición y por plazos y cuantías también de lo más dispar. Por un lado podría hablarse de lo que, en la documentación, aparece mencionado como «bienes semovientes». Entrarían en este apartado la pollina cuyo disfrute gozó durante 1613 Pedro Ximénez; los «bienes» (no sabemos cuáles) de Juan López de Alcaraz; y el fruto de la viña de Gabriel Chuscado. De la misma manera, y aunque técnicamente no estaban obligados a ello, los comisarios también se hicieron cargo de aquellos bienes muebles que los expulsados abandonaron tras su salida. Así ocurre, por 96 97

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ejemplo, con el arca y «los trastos» que pertenecieron a Diego de Almagro, alquilados por espacio de cuatro meses por Francisco Pérez, zapatero en la villa. Más importancia tuvieron, por supuesto, los bienes raíces. Con carácter general, las fincas rústicas fueron arrendadas por espacio de un año y los pagos se formalizaron al contado. Juan Salas del Moral pagó por el arrendamiento de un quiñón sesenta y cuatro reales; Martín García entregó otros veinticuatro por otra pequeña parcela y Alfonso López Cacho pagó hasta ciento ochenta. Poco más sabemos dado que la fuente no permite, en este caso, indagar acerca ni de la calidad de la parcela ni de su tamaño. Evidentemente también hubo arrendamientos por plazos más amplios de tiempo pero normalmente se refieren a parcelas en las que lo cultivado era la vid o el olivar. Alfonso Alcayde pagó en efectivo el montante correspondiente a los dos años firmados en su contrato por un parral. Por su parte, y dado que la escritura firmada tuvo una validez de cuatro años, Juan de Valencia prefirió el pago a plazos. Los bienes urbanos también están presentes. Aquí llama poderosamente la atención el escaso valor concedido a los mismos. Evidentemente, y tal y como ha quedado explicado más arriba, es muy complicado conocer si el precio pagado por el arrendamiento de una casa o tienda fue mucho o poco, sobre todo porque, para desgracia nuestra, la fuente utilizada no indica el tamaño real de la casa, su estado de conservación o sus condiciones de habitabilidad, datos todos ellos necesarios para poder evaluar con precisión si lo convenido como justiprecio era elevado o no. No obstante, y aceptando todas las reservas que a tal efecto puedan plantearse, se debe admitir que los 800 maravedíes pagados por Juan Sánchez Cebolla; los ciento ochenta reales abonados por Antonio Sánchez Cojo, o los seis ducados entregados por Felipe Ruiz, fueron cantidades muy similares a las que estaban pagando los moriscos por el alquiler de sus propias casas tan solo unos meses antes98. En este sentido puede afirmarse que los fieles no actuaron con un marcado afán recaudatorio. La relativa benevolencia con la que se comportaron a la hora de exigir el pago de dichos arrendamientos está fuera de toda duda, aunque, dicho sea de paso, quizás respondiera más bien a una pragmática adaptación a las circunstancias que a un verdadero espíritu altruista. Dicha generosidad se tradujo otras veces en la condonación de deudas o en el aplazamiento sine die de muchos de los pagos. Así le ocurrió, por ejemplo, a los fieles de Consuegra quienes, a pesar de constatar que el contrato que habían firmado con Juan Díaz Flores había expirado en 1612, permitieron que el citado personaje abonara las cantidades debidas por el arrendamiento de un haza en 1614 «por haver tan poca 98

2. S.f.

Todos los datos en AGS. Sección Contadurías Generales. CMC-I. Leg. 1.821. Exp.

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cosecha que fue más la costa que el provecho»99. En Daimiel, situación muy similar: Bartolomé Izquierdo y Mari Díaz, su mujer, habían arrendado en 1613 la casa que antes fue de Isabel de Ramos, morisca, pero no pudieron pagar. Desde Madrid se ordenó al comisario que condonara dicha deuda atendiendo a la pobreza de los arrendatarios100. Un ejemplo más: a finales de 1610 el Consejo ordenó a los fieles de Ocaña y su partido que no cobrasen a don Alonso de Borja el dinero que este personaje debía a la Hacienda regia por la compra de cinco casas en Villamayor de Santiago, al menos en tanto en cuanto su hacienda personal no se recuperase101. Es algo que tampoco resulta demasiado complicado de admitir. Debe pensarse que, muy posiblemente, en la mente de los fieles pesó más la idea de obtener un beneficio, por mínimo que éste pudiera ser, que la de aceptar que, debido a una política de precios más exigente, muchos de esos bienes pudieran quedar sin aprovechamiento y por lo tanto improductivos. Sin embargo, el arrendamiento fue tan sólo una solución transitoria. El verdadero objetivo perseguido con la institución del sistema arriba expuesto fue la venta de todos aquellos bienes que la Corona incautó con motivo de la expulsión. Fue un proceso relativamente sencillo pero perfectamente organizado y nos es conocido gracias a las propias escrituras con las que se cerró cada venta dado que en ellas se especificaron todos los trámites seguidos102. La operación comenzaba con el «auto y pregón» en los que se detallaba la naturaleza y calidad de lo subastado y se hacía pública la disposición de la Corona a vender dicho bien. A ello le seguían, como norma general a los dos o tres días del pregón, las posturas que hacía cada uno de los aspirantes a comprar dicho bien. Dichas pujas se podían hacer de forma oral, ante el escribano y el fiel correspondientes, o por escrito si el pujador residía fuera de la villa donde se subastaba el bien. Tras escuchar y analizar las posturas, el comisario, o, en virtud de su poder, el delegado local (fiel), procedía al remate y a hacer público el nombre y condición de la persona a la que se había adjudicado la propiedad subastada. Aceptada dicha compra el proceso de venta se daba por finalizado con la expedición de la correspondiente carta de pago, en virtud de la cual se establecían las cantidades finales a pagar y el modo de hacerlas efectivas. Como puede observarse, el sistema fue aparentemente sencillo. Ahora bien, su puesta en marcha no estuvo exenta de problemas, y aquí fue donde más visible se hizo el trabajo de los comisarios.

99

AGS. Sección Contadurías Generales. CMC-II. Leg. 418. S.f. AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Leg. 345/1. S.f. 101 Ibídem. S.f. 102 Vid. DOCUMENTO XVI. 100

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El primer apuro al que tuvieron que atender se refirió a los propios medios materiales y humanos con los que contaban para el desempeño de su labor. Es cierto que la presencia y nombramiento de los fieles facilitó su trabajo. Aún así, la labor de los comisarios no estuvo exenta de problemas. Uno de ellos fue, al menos en lo que a los territorios manchegos se refiere, la gran distancia que tenían que cubrir para el desempeño de sus tareas. Piénsese que estamos hablando de un conjunto territorial superior a los cuarenta mil kilómetros cuadrados, si a los territorios manchegos propiamente dichos añadimos los del resto de Castilla la Nueva y los de Murcia, también objeto de su misión. En un principio y tal y como se ha visto más arriba, todo ese territorio fue cubierto únicamente por dos personas: Andrés de Aranda, que se ocupó de las localidades de Castilla la Nueva, y Francisco de Barrionuevo que hizo lo propio con la zona murciana y albaceteña. El Consejo de Hacienda advirtió desde pronto las enormes dificultades que una sola persona podía encontrar para trabajar en demarcaciones tan amplias, sobre todo si atendemos a la propia situación de Aranda. Por eso nombró a Pedro de las Cuevas y decidió que el territorio de Castilla la Nueva quedara dividido en dos103. Se observa, pues, cómo, aún a pesar de su inicial sencillez, el sistema ideado por la Corona estuvo sometido a continuos cambios y fue tiñéndose, con el tiempo, de una complejidad digna de consideración. A la labor de los comisarios y fieles locales acompañó también el trabajo efectuado por los ya mencionados comisarios temporales. El trabajo de estos jueces interinos vino determinado por la existencia de asuntos cuyo carácter extraordinario recomendaba que la Corona encargase la gestión y finalización de los mismos a personas ajenas al propio entramado constituido para vender las propiedades moriscas y sólo pertenecientes al mismo mientras se prolongó su misión. La presencia de estos funcionarios, por regla general miembros de la administración central, es bastante frecuente en el desempeño de misiones relacionadas con pleitos de extremada complejidad o en trabajos relacionados con la guarda, custodia y traslado de los caudales percibidos con motivo de las ventas. En La Mancha es frecuente encontrar a estos delegados como emisarios del Consejo de Hacienda o como ayudantes eventuales de los comi103 Este tipo de rectificaciones fue bastante frecuente, sobre todo en los primeros meses. Situación análoga a la Aranda y de las Cuevas, puede observarse para el caso de Castilla la Vieja donde en un principio, sólo se contempló la posibilidad de que existiera un único comisario. Confiado el Consejo de Hacienda de que el número de moriscos allí presentes era bastante reducido, esa parecía una solución, cuanto menos, adecuada. Sin embargo, la geografía jugó una mala pasada a los miembros del Consejo. A pesar de que, en realidad, el número de moriscos presentes en la vieja Castilla no era tan numeroso como en otras comarcas, la amplitud territorial del espacio a cubrir hizo de todo punto imposible que una sola persona pudiera atender todo el trabajo. El Consejo terminaría por rectificar y desde 1611 actuaron en los territorios situados al norte de Navacerrada hasta cinco comisarios diferentes.

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sarios titulares y su acción fue de lo más variada. En ocasiones, los vemos actuando como fiscales del Consejo en los pleitos incoados por los comisarios contra terceros; otras veces actuaron como informantes de los propios comisarios; a veces asumieron el papel de los fieles en localidades en las que no existían dichos delegados. Por último, y esta fue una situación que se repitió con bastante frecuencia, puede darse con su presencia actuando como intermediarios entre comisarios y fieles de un lado, y Consejo de otro. También ellos se vieron sometidos a los dictados de la geografía y, recorriendo Castilla de arriba abajo, se enfrentaron a enormes etapas y a largas jornadas de trabajo. De lo importante que fue su trabajo nos da cuenta el informe remitido a Madrid por Juan de Solas Morán, contador del Consejo de Hacienda y comisionado de la Corona para llevar a la Corte el dinero procedente de la venta de bienes de moriscos en La Mancha. La misión de Solas Morán, desarrollada durante el verano de 1613, resume a la perfección todos los aspectos arriba indicados pero lo que nos interesa ahora es comprobar cómo a las ya señaladas dificultades que los funcionarios regios encontraron para el desempeño de su trabajo se unió, en las demarcaciones manchegas, la también mencionada amplitud del territorio. Mediado el año 1613, Solas Morán recibió el encargo de trasladarse a diferentes localidades manchegas para coordinarse con el comisario de las Cuevas, saldar deudas con cada uno de los fieles locales y recoger el montante de las operaciones efectuadas a tal efecto. Su informe, tremendamente exhaustivo, da cuenta de cómo además de cobrar dichas cantidades, este comisario temporal acometió otros encargos, entre ellos el de trasladar documentos de una localidad a otra, el de llevar papel a cada una de ellas y el de devolver a Madrid las escrituras definitivas de aquellos bienes que ya habían sido adjudicados. Acabado su trabajo, el comisario informaba, en agosto, de que, por el desempeño de su labor, el Consejo le adeudaba 37.232 maravedíes «que ube de aver por mis salarios de veinte y un días y medio que me ocupé en ciento y setenta y dos leguas que andube en los caminos desde que salí desta villa de Madrid hasta que bolbí a ella, que a rraçón de a ocho leguas por día como se mandan contar en la dicha comisión, haçen los dichos veynte y un días y medio»104

y a continuación hacía un pormenorizado análisis de las diferentes etapas que en ese tiempo cubrió105. A partir de su descripción cuesta poco imaginar al

104

AGS. Sección Contadurías Generales. CMC-II. Leg. 418. S.f. 1.VIII.1613. El recorrido fue el siguiente: Madrid-Almagro (32 leguas), Almagro-Membrilla (5 leguas), Membrilla- Manzanares (1 legua), Manzanares-Alcázar de San Juan (8 leguas), Alcázar de San Juan-Consuegra (6 leguas), Consuegra-Talavera (22 leguas), Talavera-Daimiel (22 leguas), Daimiel-Ciudad Real (5 leguas), Ciudad Real-Almodóvar del Campo (7 leguas), 105

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comisario recorriendo La Mancha de extremo a extremo, haciendo noche en los más variados lugares, negociando con fieles, regidores, alguaciles y demás burocracia local. Por otra parte, y junto a ello, tampoco es demasiado complicado entender que, aunque sus misiones resultaran aparentemente sencillas, su colaboración fue de una importancia mayúscula, máxime teniendo en cuenta que su labor permitió una no poco importante descarga de trabajo para los comisarios titulares y sus ayudantes. Junto a este tipo de problemas, los comisarios también tuvieron que hacer frente a la inesperada presencia de bajas en sus equipos de trabajo. En mayo de 1611, Juan de Chaves, el escribano de las Cuevas, pidió licencia para ausentarse de su misión. Su esposa estaba gravemente enferma, «tullida en la cama», y, tras casi un año de ausencia del domicilio familiar, el escribano creyó necesario trasladarse a Madrid para pasar con su mujer los que posiblemente serían sus últimos días juntos106. A juzgar por los datos con los que contamos, de las Cuevas estuvo todo el verano de 1611 sin escribano. La ausencia de Chaves causó no pocos trastornos al comisario dado que durante todo ese intervalo de tiempo, su superior tuvo que recurrir a notarios y escribanos concejiles para efectuar su labor y, aunque en principio puede suponerse que la actuación de estos fue diligente, la confianza depositada en ellos no debió ser la misma que aquella otra de la que gozaba Chaves. De las Cuevas recuperó a su escribano a mediados de agosto de ese mismo año, pero dado que la enfermedad de la esposa de Chaves aún continuaba, éste tuvo que ausentarse de nuevo. No sabemos cuando se reincorporó definitivamente. Por su parte, Andrés de Aranda vivió una situación muy similar. A su nombramiento como comisario le acompañó, a principios de marzo de 1610, el de Gregorio de Soto. Antes incluso de iniciar su trabajo, el escribano titular falleció y tuvo que ser sustituido por Pedro de Ayllón. Tampoco sabemos hasta cuando se prolongó la misión de este segundo notario pero el caso es que, a principios de septiembre de 1611, sólo unos días después de que de las Cuevas recuperara a Chaves, el Consejo de Hacienda nombró como escribano de Aranda a Mauricio de Campuzano. Este nuevo personaje vino a sustituir en el puesto a Alonso de Valiente, cesado algunos días antes y muy posiblemente el sustituto de Ayllón107. Dejando aparte este tipo de cuestiones, fueron los asuntos de gestión los que monopolizaron gran parte de los desvelos de comisarios y fieles.

Almodóvar del Campo-Almagro (7 leguas), Almagro-Villanueva de los Infantes (11 leguas) y, finalmente, Villanueva de los Infantes-Madrid (36 leguas). 106 AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Leg. 345/1. S.f. 17.V.1611. 107 AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Leg. 345/1. S.f. Nombramiento de Alonso de Valiente por parte de Fernando Carrillo, presidente del Consejo de Hacienda. 6.IX.1611.

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En ocasiones, los conflictos vinieron motivados por lo que podríamos calificar como aspiraciones personales. Fueron casos muy puntuales, en los que la mayor parte de las reclamaciones vinieron del lado de personas que, con motivo la expulsión o de la venta de los bienes de moriscos, habían resultado claramente perjudicadas. La mayor parte de las demandas vinieron determinadas por la existencia de deudas insatisfechas. Ya se ha dicho más arriba: lo precipitado e inesperado del propio proceso de expulsión y la relativa rapidez con que se tuvo que actuar en muchas ocasiones provocaron que, aun a pesar de que entre moriscos y cristianos viejos se arbitraran todos los medios necesarios para proceder a un rápido cierre de negocios, acuerdos y contratos vigentes, muchas cuestiones quedaran pendientes, incluso después de expulsada la minoría. En estos casos, la actitud de los comisarios coincidió, casi siempre, en el recurso al Consejo de Hacienda. Cierto y verdad es que los jueces administradores gozaban de competencias plenas para resolver este tipo de conflictos, pero en la mayor parte de las ocasiones decidieron declararse incompetentes en dichas cuestiones y dejar que se decidiera desde la Corte. Comenzaba entonces un largo proceso en el que el Consejo se ponía en contacto con los fieles de cada lugar. Ellos fueron los encargados de remitir informes relativos a la situación de cada uno de los demandantes y a la viabilidad o no de proceder a la satisfacción de sus reclamaciones. Semanas después, meses incluso, los informes de los fieles llegaban a Madrid y tras ser examinados, el Consejo fallaba. En virtud del sistema visto más arriba, muchos cristianos viejos vieron recompensada la salida de clientes y deudores. Puede decirse, incluso, que el Consejo mantuvo siempre una actitud claramente favorable a todos aquellos a los que la expulsión había perjudicado. Eso sí, siempre y cuando su actuación previa se hubiera ajustado a derecho108. Los ejemplos son frecuentes y en todos ellos puede observarse una marcada intención compensatoria. En tanto en cuanto el acreedor justificara de manera fiable que la expulsión de tal o cual morisco había generado un claro perjuicio a su economía, la actitud de la Corona fue la de aprestarse rápidamente a solucionar el entuerto generado por el destierro. En este sentido, la postura adoptada por el Consejo fue la de convertir a estos acreedores en adjudicatarios prioritarios de las propiedades que se pusieron a la venta. Tras la tasación de los bienes de cada morisco y la averiguación de lo que cada uno de ellos debía a cada pujador, el Consejo restó al precio de la tasación el de la deuda del morisco. La cantidad sobrante, unida al montante total de la 108 Son frecuentes los ejemplos en los que ante una deuda insatisfecha, muchos cristianos viejos optaron por ocupar directamente la propiedad del morisco que le debía dinero. En estos casos el Consejo se mostró tajante y, tras desposeer de dicha propiedad al nuevo propietario, procedió a la anulación de toda prerrogativa y a la venta de dichos bienes a un tercero.

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deuda que el morisco no pudo satisfacer, supondrían, en último término, el valor real del bien subastado, pero el precio que cada cristiano viejo pagó por la adquisición de determinados bienes fue siempre inferior al valor real del bien subastado. Mediante este sistema, y tal y como podrá comprobarse más adelante, muchos cristianos viejos no sólo vieron satisfechas las deudas que previamente habían contraído con ellos los moriscos, sino que, además, y en virtud de esas mismas deudas, se convirtieron en propietarios a un muy bajo precio, las más de las veces incluso por debajo de lo que el mercado reclamaba. No obstante, no todas las demandas vinieron desde el lado de los cristianos viejos. Cuando hablábamos de las formas de resistencia a la expulsión, ya tuvimos ocasión de comprobar cómo algunos moriscos pusieron en marcha una activa maquinaria de oposición a la medida del destierro. En virtud de las diferentes estrategias puestas en marcha por cada uno de ellos, muchos lograron quedarse y otros fueron finalmente expulsados, pero en tanto en cuanto la autoridad decidió acerca de la procedencia o no de sus reclamaciones, los comisarios y fieles tuvieron que enfrentarse a la espinosa cuestión de qué hacer con los bienes de esas personas cuya permanencia en Castilla estaba por decidir. Quizás en este sentido el caso más paradigmático fue el que protagonizó el ya mencionado Diego de Aguilar. El morisco, alistado en la villa santiaguista de Pedro Muñoz, pretendió quedar exento de la expulsión en función de la colaboración que, en tiempos de la guerra de las Alpujarras, había prestado su padre a don Juan de Austria. A juzgar por las informaciones con las que contamos, la reclamación del morisco no era nueva. A principios de diciembre de 1609, antes de decretarse la expulsión, Diego se dirigió al Consejo de Castilla para, amparado en el mismo argumento, obtener licencia de libre tránsito109. Decretado el destierro, el morisco persistió en su argumentación y a finales de 1610 se dirigió al Consejo repitiendo el mismo testimonio y haciéndole saber que «… yo y la dicha Ysabel, mi muger, somos buenos cristianos y que sienpre avemos vivido como tales y por constar de todo lo dicho se me han dado provisiones de amparo para que no sea molestado y aora a venido a mi noticia que un juez proveido por buesa alteza para vender los vienes de los moriscos del Partido de Ocaña a ydo a la dicha villa de Pedro Muñoz donde yo tengo los míos ansí muebles como raízes y me temo me los venda o enagene110.

Con posterioridad a la reclamación de Aguilar poco sabemos del destino final de sus bienes. En 1614 el asunto aún continuaba pendiente entre 109 110

AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 1.307. S.f. 8.XII.1609. AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Leg. 345/1. S.f

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los papeles del Consejo de Hacienda y aunque ha podido comprobarse que éste ordenó la paralización de la venta de todos los bienes de Aguilar y de su mujer hasta que se resolviera su petición y que ninguno de los dos aparece mencionado en ninguna de las escrituras de venta examinadas, todo parece indicar que fueron finalmente expulsados. El caso de Diego e Isabel no es único. Poco después de su petición, en noviembre de 1610, ciertos moriscos de Almadén pretendieron quedar exentos de la expulsión en razón de su buen comportamiento. Siguiendo las mismas pautas de actuación, el Consejo ordenó a Pedro de las Cuevas que, aunque debía incluir en su inventario las posesiones de los cristianos nuevos, esos bienes debían quedar bajo gestión y control directo del comisario y no ser vendidos hasta que el Consejo de Estado decidiera si Luis y Juan Pérez y Alonso Hernández, que así se llamaban los moriscos, eran expulsados o no111. Puede convenirse por tanto que, aquí, la actitud mantenida por los comisarios fue, una vez más, de extrema cautela. Siempre que se vieron sujetos a este tipo de casuística, y al igual que ya hicieran con otras cuestiones, los jueces administradores optaron por transferir su jurisdicción al Consejo. Este sería el que, en último término, asumiría la responsabilidad final. Sin embargo, donde no parece que los comisarios se comportaron con tanta prudencia fue en el caso de los asuntos de competencias, a juzgar por la documentación, los que más quebraderos de cabeza generaron en lo referente a su actuación. Un ejemplo lo podemos encontrar en Villarrubia de los Ojos. La villa había sido antiguamente calatrava pero en el momento de la expulsión era propiedad del conde de Salinas112. En virtud de su pertenencia a la jurisdicción señorial, su alcalde mayor, el doctor Bonifacio, pretendió que la gestión del proceso de venta de los bienes de los expulsados quedara al margen de la acción del Consejo de Hacienda y recayera sobre las propias autoridades señoriales. El Consejo no accedió. A mediados de junio de 1611 se despachó una carta en Madrid para que el mencionado Bonifacio no impidiese la labor de las Cuevas113. Dejando aparte las disputas entre jurisdicción señorial y real, el mayor foco de problemas de competencias fue el que tuvo como trasfondo el enconado enfrentamiento, que dentro de la órbita realenga, se produjo entre los propios comisarios y los funcionarios de la administración territorial, corregidores principalmente. Quizás el mejor ejemplo de ello lo tengamos en Ciudad Real, donde el choque de intereses entre Pedro de las Cuevas y el doctor Palomeque, a la 111 AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Leg. 345/2. S.f. 20.XI.1610. 112 En torno a esta cuestión y al desarrollo histórico de la villa durante la Edad Moderna véase la ya mencionada obra de Trevor J. Dadson acerca de dicha localidad. 113 AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Leg. 345/2. S.f

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sazón corregidor de la ciudad, monopolizó gran parte de los desvelos del Consejo de Hacienda entre 1610 y 1614. La enemistad entre de las Cuevas y Palomeque se fraguó desde el momento mismo en que el comisario comenzó a trabajar. Nada más llegar a la ciudad, de las Cuevas se percató de que el corregidor y gran parte de los miembros del concejo se habían quedado, en beneficio propio, con parte de los bienes de los expulsados de la ciudad. El 25 de septiembre de 1610, y para tratar de poner orden, el Consejo envió a Ciudad Real a Jerónimo de Penagos114, quien terminó confirmando las sospechas del comisario. El corregidor había aprovechado la expulsión para, al amparo del desconcierto reinante, apropiarse de tres casas, una mula y algunas parcelas que habían sido propiedad de Antón de Jaén y otros moriscos, «so color de ciertas sentencias que contra ellos abía dado en que les condenaba con perdimiento de bienes por aver traído trigo a más de la tasa» y por poseer ilícitamente armas prohibidas115. Rápidamente, el comisario notificó al Consejo la corruptela de la que estaba siendo testigo en Ciudad Real y recomendó que el corregidor y los suyos fueran encarcelados. Enterado de las intenciones de las Cuevas, Palomeque tomó cartas en el asunto y sin avisar a nadie se presentó ante el comisario «con mucha gente de mano armada, y con alboroto tubo palabras de enojo con el dicho juez y le dijo que a él y al escribano de su comisión los pondrían en la cárcel, los pies cara arriba. Y se llegó al dicho juez y le asió de la ropilla del pecho y le dio dos bayvenes con manos violentas»116.

Tal acción le valió su encarcelamiento y la desposesión de toda la autoridad que pretendía para sí en el asunto de la venta de bienes de moriscos. El comisario, celoso de su posición, hizo prevalecer las prerrogativas que le confería su mandato y actuó con diligencia y rapidez. Las tierras, era y casa de Antón de Jaén, fueron puestas finalmente a la venta en diciembre de 1610 y el problema quedó aparentemente resuelto117. Sin embargo, los conflictos de competencias entre juez administrador y corregidor volverían a repetirse con motivo del ya mencionado pleito que los Carmona mantuvieron con el Consejo de Hacienda en pro de recuperar sus bienes118. A pesar de haber encarcelado al corregidor y de constatar que éste pretendía apropiarse de algunas de las propiedades incautadas, de las Cuevas no consiguió su objetivo. Palomeque fue liberado de su prisión y a los pocos días volvió 114 AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Leg. 3.025. S.f. En Penagos podemos encontrar un ejemplo más de la actuación de los comisarios temporales. Su misión apenas si duró dos semanas y, acabada, el funcionario volvió a Madrid. 115 AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Leg. 345/2. S.f 116 Ibídem. 117 AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Leg. 355/2. S.f 118 Véase cap. 9.2.

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a Ciudad Real. Molesto, el corregidor se dirigió entonces al Consejo de Hacienda haciendo saber que, a pesar del «buen celo» con que se habían comportado en esta cuestión, el comisario les acusaba de que «abíamos usurpado, tomado e quitado a los moriscos de aquella çiudad munchos bienes muebles y rayces haçiendo falsas informaciones con testigos que todos ellos dijeron contra la verdad, cuya falsedad se combençe por ser enemigos míos y ministros de su comisión, munchos castigados por mí»119.

Al parecer, de las Cuevas contaba con el apoyo de las facciones rivales de Palomeque y los suyos, y esta fue la excusa que el corregidor necesitaba para recusar al comisario e intentar que fuera apartado de su misión. Durante la primavera y el verano de 1611 se produjo un activo intercambio de correspondencia a tres bandas entre el comisario, el corregidor y el Consejo, pero nada se aclaró. La cuerda se tensó tanto que, nuevamente, los protagonistas de este asunto llegaron a las manos. El día uno de agosto, Gil de Valdivia, escribano de las Cuevas se personó en casa de Palomeque y tras lo que debe suponerse que fue un airado intercambio de opiniones, el notario recomendó al corregidor que hiciese memoria de lo ocurrido el año anterior y que tuviese presente que «por menos questo otra vez os hiçe llevar preso a Madrid y os hiçe castigar»120. Indignado, el corregidor se dirigió nuevamente al Consejo: «siendo yo tal Corregidor, en días pasados hiçe muchas informaçiones contra el dicho licenciado Cuevas y sus oficiales sobre cohechos muchos, mala administración y usurpaçión de la rreal hacienda y ansimismo de la mala vida y modo de proceder de los susodichos [comisario y escribano] para dar quenta a su Magestad y señores de su real Consexo de Hacienda para que se rremediase»121.

A partir de ese momento, la reacción del Consejo fue tajante. Tanto las acciones de Palomeque como las del comisario quedarían en suspenso y la gestión de todo el asunto se llevaría a cabo desde Madrid. Pero la solución definitiva aún tardaría en llegar. Hasta el otoño de 1613, más de tres años después de iniciarse los conflictos entre uno y otro, no se daría con una solución definitiva. El caso era lo suficientemente escamoso como para que, desde Madrid, se prestara al mismo una atención específica. Al final, las investigaciones del Consejo dieron con el quid de la cuestión: Palomeque había llevado una doble contabilidad. Por un lado se había quedado en beneficio propio con aquellos bienes de los moriscos que, a su entender, eran 119 120 121

AHN. Consejos. Leg. 37.939. Fols. 12r.o-12v.o Ibídem, fol. 16v.o Ibídem, fol. 18v.o

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de un mayor provecho. Con ellos había procedido, luego, a repartirlos entre sus afines. El resto de propiedades se habían aplicado a la Real Hacienda. Las declaraciones de los testigos terminaron por confirmarlo todo. En su comparecencia ante el fiscal del Consejo de Hacienda, un vecino de la ciudad manifestó que «a oydo deçir por cosa pública en esta ciudad (...) que el dicho Corregidor llevaba diez y doze reales y veynte a cada morisco de los que yban ante él a registrar sus bienes, aunque no fuese sino una casa y que por no pagar el dicho dinero munchos de los dichos moriscos se fueron sin registrar sus bienes y se llevaron las escripturas»122.

Es decir, Palomeque había cobrado por un trabajo por el que no debía recibir dinero, fuera o no competencia directa suya. Pero es más: aprovechando dicha coyuntura forzó aún más los acontecimientos y dado que muchos de los moriscos no estuvieron dispuestos a pagar por el reconocimiento de unas propiedades que iban a perder, dejó que estos llevaran consigo los títulos de propiedad, favoreciendo con ello el que esos mismos bienes quedaran sin dueño reconocido. La consecuencia lógica de dicha artimaña es sencilla: el vacío de información subsiguiente a esta situación propició que Palomeque y los suyos pudieran quedar con cuantas propiedades creyeran convenientes. El resto serían para la Corona. No puede negarse la habilidad del corregidor como tampoco el enorme celo con que actuó el comisario, permanentemente insatisfecho hasta no ver reconocidas sus potestades como delegado regio y como único administrador de los bienes de los expulsados. Sin embargo, los problemas para de las Cuevas no acabaron ahí. Casi de manera paralela, el comisario tuvo que actuar en Daimiel. Allí «se a tenido notiçia que Juan de Torres, vezino de la villa de Manzanares, acompañado de otros vecinos de la villa de Daymiel, que algunos dellos son familiares del Santo Ofiçio de la Inquisiçión de Toledo, a media noche avían ydo a la dicha villa de Daymiel y cavado en un silo que está arrimado a la muralla de la dicha villa de donde se sacaron gran cantidad de plata labrada, joyas y otras cosas que los moriscos de la dicha villa de Daymiel avían dexado enterradas en el dicho silo, y que los susodichos lo avían sacado y llevado y lo tenían oculto y encubierto»123.

El caso de Daimiel resulta en todo similar al ya observado para Ciudad Real y tiene dos componentes muy claras y bien definidas: de un lado 122

Ibídem, fol. 67v.o AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Leg. 3.025. S.f. Copia del proceso en AHN. Consejos. Leg. 37.031. 123

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la desvergüenza y codicia con que muchos cristianos viejos se comportaron en lo referente a los bienes de los expulsados. De otro, el manifiesto choque de competencias entre las autoridades locales y los comisarios, ambos celosos de su posición y no dispuestos a renunciar a las potestades jurisdiccionales que cada uno creía propias de su cargo. En este caso, y por mandamiento regio, la gestión del proceso quedó finalmente en manos de la justicia del partido de Almagro124 pero hasta agosto de 1611, momento en que las competencias en dicho pleito fueron asumidas definitivamente por el gobernador Pedro de Lezana, los enfrentamientos entre sus subordinados y Juan de Chaves, el escribano de las Cuevas, fueron constantes, incluso mediando el encarcelamiento del citado notario125. 9.4.3. La venta del patrimonio morisco: resultados y beneficiarios Importa aproximarse ahora al resultado último del proceso arriba descrito. Las escrituras de venta de los bienes de moriscos expulsados entre 1609 y 1614 constituyen una enorme masa documental que en muy raras ocasiones está ordenada por localidades o por circunscripciones territoriales coherentes, dado que la disposición que presentan en la actualidad obedece al orden de llegada con el que fueron entrando en el registro de las contadurías del Consejo de Hacienda. Estas escrituras conforman el grueso de la documentación examinada para el presente apartado y su contenido nos informa acerca del resultado final del proceso de cada venta. Los papeles analizados son aquellos cuya posesión quedó en manos de la Corona (la parte vendedora). Por su parte, los compradores-adjudicatarios quedaron con otra copia de la misma tal y como hemos podido comprobar, aunque sea mínima y parcialmente con algunos ejemplos aislados para el caso de Ciudad Real126. Junto a ellas pueden localizarse los documentos de cargo y descargo expedidos por los fieles administradores en el ejercicio de su tarea127. En dicha documentación se incluye un resumen estadístico de todos aquellos conceptos por los cuales dichos funcionarios ingresaron o pagaron dinero como consecuencia del desarrollo de su trabajo. Dichos papeles resultan de una utilidad mayúscula dado que la mayor parte de esas operaciones se refirieron a la venta de los propios bienes y su análisis ha permitido comprobar que el montante final de las escrituras presentes en el archivo sólo supone una mínima parte del total de las otorgadas realmente. Dicha carencia ha 124 El primer mandamiento regio en ese sentido procede del 9 de enero de 1611. AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Leg. 3.025. S.f. 125 AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Leg. 3.025. S.f. 126 En la Sección de Hacienda del Archivo Histórico Provincial de Ciudad Real quedan depositadas algunas escrituras de adjudicación de bienes de moriscos al Monasterio de Nuestra Señora de Gracia de Ciudad Real. 127 Para las comarcas manchegas en AGS. Sección Contadurías Generales. CMC-I. Legs. 1.821, 1.823, 1.827, 1.828 y 1.829; y CMC-II. Leg. 418.

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sido especialmente llamativa en el Priorato de San Juan y en Ciudad Real, demarcaciones para las que no contábamos con ninguna escritura de venta y, en menor medida, para el resto de comarcas, donde si bien es cierto que el número de contratos de adjudicación era mayor, tampoco estos cubrían con garantías el total de lo que el proceso debió suponer128. En virtud de estas ventas, y tal y como hemos señalado ya, la Real Hacienda adjudicó, en una operación que se alargó hasta bien entrados los años veinte del Seiscientos, todos los bienes de los moriscos expulsados entre 1609 y 1614. Para calibrar en toda su magnitud la importancia del proceso descrito, lo adecuado sería contar con el montante total que la operación generó a nivel de toda la Corona de Castilla. No obstante, a las dificultades metodológicas ya señaladas se añade el hecho de que el importante volumen de documentación consultada hace prácticamente inviable la presentación de los datos que de ella se pudieran derivar en un trabajo como este, limitado al ámbito territorial manchego. Tal y como tuvimos ocasión de comprobar más arriba, cuando hablábamos de los sistemas de acceso a la propiedad por parte de la minoría, hubo cristianos nuevos de todo tipo y condición y su conversión en propietarios fue gradual. Debe pensarse que, en el momento mismo de su llegada a La Mancha, todos ellos lo hicieron desposeídos de cualquier tipo de bien raíz y que, por lo tanto, su establecimiento en Castilla partió de la más absoluta de las pobrezas. Las cosas cambiaron de manera notable a lo largo de los cuarenta años que mediaron entre ese momento y la expulsión. La constatación de que en 1610 una proporción nada desdeñable de los mismos había alcanzado la condición de propietario así nos lo hace ver. La otra cara de la moneda, la representada por los compradores-adjudicatarios de los bienes subastados, puede analizarse desde un punto de vista muy similar al ya utilizado en el caso de los moriscos. La forma y manera 128 Sin embargo, es preciso tener en cuenta que, aunque su contenido es tremendamente útil a la hora de dar con una cifra más o menos exacta de lo que supuso el patrimonio morisco, se torna en más confuso cuando se analiza desde un punto de vista cualitativo. Por varios motivos: primero porque estos resúmenes rara vez incorporan una descripción detallada del bien cuya venta reflejan; en segundo término debido a que la información que proporcionan es tremendamente confusa (se indica lo que el fiel en cuestión cobró por cada concepto, pero no se refleja con precisión si ese pago corresponde a un plazo, al montante total de la operación o a lo satisfecho en efectivo por el comprador). En tercer y último lugar, debido a que, precisamente porque muchas compras se pagaron a plazos y a que algunas de las cantidades reflejadas en dichos resúmenes se refieren precisamente a esos mismos vencimientos, el mismo concepto suele aparecer repetido hasta en tres y cuatro resúmenes consecutivos, con lo cual el investigador ha de ser tremendamente cauto a la hora de sistematizar los datos obtenidos de su análisis. Todo ello debe hacernos comprender que, si bien es cierto que estamos ante una información bastante fiable, tampoco debe descartarse que parte de la misma permanezca sin catalogar y que futuras investigaciones puedan ayudarnos a comprender en toda su magnitud el proceso y resultado último de la macrooperación económica que reflejan.

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en que cada comprador se hizo con las antiguas posesiones de los moriscos expulsados varió en función de los intereses y situación concreta de cada uno. Los hubo que se manifestaron dispuestos a la compra de determinadas posesiones por ser linderos con las fincas y propiedades de los cristianos nuevos; otros sólo quisieron engrandecer sus haciendas y algunos utilizaron las compras como vehículo para saldar las deudas que los moriscos mantenían con ellos, sobre todo teniendo en cuenta que, como sabemos, el Consejo de Hacienda se mostró especialmente proclive a facilitar el acceso a la propiedad de dichos bienes a todos aquellos potenciales compradores que acreditaron la existencia de dichas deudas. En este punto se hace necesario proceder al análisis de la sociología de los compradores. Inevitablemente volvemos a topar con el ya mencionado problema de la falta de uniformidad de las fuentes, lo cual, como hemos podido comprobar en capítulos precedentes, no permite establecer divisiones demasiado exhaustivas. En principio, y al tenor de los datos con los que contamos, no puede decirse que hubiera un grupo social claramente beneficiado por el proceso de venta del patrimonio morisco. Es más, todo parece indicar que, en lo referente a las personas que accedieron a la propiedad morisca incautada con motivo de la expulsión, no puede establecerse una pauta general a todo el territorio castellano y que ese acceso estuvo condicionado, casi siempre, por la peculiar estructura social y económica de cada zona129. En lo que a los territorios manchegos se refiere, todo parece indicar que dicho protagonismo recayó (siempre en términos relativos) sobre el clero y las gentes de iglesia130. Y es que, bien fuera de manera individual, bien haciendo uso de su organigrama institucional, dicho sector parece que sí hizo un uso preferente de este sistema como medio de acceso a la propiedad. Ejemplos no faltan: en el partido de Uclés, y aun a pesar de las reservas con que pueda ser tomado dicho dato, las únicas tres ventas que se han documentado son las adjudicadas al licenciado Martín de Cruz, clérigo de Horcajo de Santiago que compró tres casas por valor de 70.000 maravedíes131; en Campo de Criptana, el convento de Carmelitas Descalzos de la villa se hizo con otras cuatro casas132 y en Ciudad Real la presencia de miembros de este colectivo (bien a título individual, bien por medio de conventos y de congregaciones religiosas) es relativamente frecuente133. Salvando los 129 Así nos lo dice Serafín de Tapia tras someter a análisis los datos derivados del estudio de las ventas realizadas en la ciudad de Ávila. Cf. TAPIA GARRIDO, S. DE: La comunidad morisca... op. cit., p. 379. 130 También situación muy similar a la observada por Tapia en Ávila, donde dicho autor nos dice que las gentes de Iglesia acapararon más del 26% del valor total de los bienes vendidos. Ibídem, p. 379. 131 AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Leg. 356. S. f. 132 AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Leg. 3.027. S. f. 133 AGS. Sección Contadurías Generales. CMC-I. Leg. 1.821. Exp. 2. S.f.

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ejemplos puntuales, y atendiendo a las cifras de conjunto, lo que llama la atención en los datos referidos a este sector es la especial relevancia que cobran sus datos en Ciudad Real (allí suponen más de un 10%), algo que, no obstante, tampoco debe llamar la atención teniendo en cuenta tanto el propio carácter urbano del núcleo (y por lo tanto la mayor tendencia a la concentración de población clerical en el mismo) como la especial ligazón que ya ha podido observarse que las gentes de iglesia mantuvieron en la ciudad con la minoría.

CUADRO 49. Sociología de los compradores de bienes de moriscos expulsados. Territorios manchegos Labrador o vecino sin significación especial

ORDEN

SANTIAGO Partido de Uclés Partido de Ocaña Partido de Quintanar Partido de Infantes O. DE CALATRAVA Partido de Almagro Partido de Almodóvar PRIORATO DE S. JUAN PARTIDO DE ALCARAZ CIUDAD REAL MARQ. DE VILLENA Totales

Personas con oficios públicos

Clérigo o gentes de iglesia

Letrado o profesión liberal

no

%

no

%

no

%

no

%

0 78 23 32

– 89,65 85,18 80

0 6 1 8

– 6,90 3,70 20

1 2 2 0

100 2,30 7,40 –

0 1 1 0

– 1,15 3,70 –

429 81 144 57 164 102 1.110

94,29 92,04 94,12 93,44 80 92,72 90,46

7 1 2 2 7 2 36

1,54 1,13 1,31 3,28 3,42 1,81 2,94

16 5 5 0 22 4 57

3,51 5,68 3,26 – 10,73 3,63 4,64

3 1 2 2 12 2 24

0,66 1,13 1,31 3,28 5,85 1,81 1,96

DE

FUENTE: AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Legs. 345 a 359 y 3.025 a 3.037; AGS. Sección Contadurías Generales. CMC-I. Varios legajos y CMC-II. Leg. 418.

Hasta donde la documentación lo permite, puede avanzarse que las autoridades locales (regidores y corregidores y alcaldes ordinarios y mayores) también gozaron de cierto protagonismo134. El elevado porcentaje observado para el caso del partido de Infantes hace que, sin embargo, debamos poner 134 Por su especial significación, pero también debido a la dificultad a la hora de ser adscritos a grupo alguno debe tenerse en cuenta que, a efectos puramente metodológicos, ha sido incluidos en este grupo aquellos fieles administradores que optaron, no sólo por gestionar el proceso, sino también por participar en él.

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en duda los datos referentes a dicha demarcación, máxime cuándo conocemos de algunas localidades como Villanueva de los Infantes en las que el número de moriscos expulsados fue de una entidad considerable y para la cual apenas si contamos con datos referidos al patrimonio inmueble de los expulsados135. Más acordes con la realidad parecen ser los datos del resto de comarcas, sobre todo en localidades como Ocaña y Ciudad Real donde las cabeceras de partido parece que juegan un importante papel en el hecho de que los porcentajes relativos a los miembros de este sector se vean representados en mayor medida. Ese factor también resulta de especial interés a la hora de comprender la importancia de que goza el grupo de letrados y profesionales liberales en el caso concreto de Ciudad Real. El ya mencionado carácter urbano del núcleo facilitó, sin duda alguna, el hecho de que abogados, procuradores, médicos, boticarios y escribanos obtuvieran una representatividad, incluso superior a la que, en principio, podría suponérsele a dicho grupo en el entramado social de la ciudad. Por su parte, los porcentajes referidos al grupo que genéricamente hemos denominado como de «labradores o vecinos sin significación especial» superan el 80% en todas las demarcaciones, algo a todas luces razonable si tenemos en cuenta que en dicha categoría se incluyen indistintamente dones y poderosos rurales, mercaderes y tenderos, artesanos, pequeños propietarios,... grupos sociales, todos ellos, cuya separación a efectos de análisis sociológico hubiera resultado de todo punto inexacta dado que las veces en que se especifica la adscripción social u ocupación de cada comprador son muy escasas y que, precisamente debido a esa poca representatividad, los datos expuestos habrían resultado, cuándo menos, desviados. La imprecisión en la que nos movemos a la hora de fijar la sociología de los compradores, es también patente cuando el objetivo que se persigue es el de describir el resultado final de las ventas y el número de propiedades adquiridas por cada uno de ellos. En principio llama la atención el hecho de que las 1.886 propiedades originales de que eran titulares los moriscos en el momento de la expulsión, se materializaran, en el momento de su venta, sólo en mil setenta y cinco transacciones. Aparentemente el dato resulta contradictorio pues en principio indica que se compraron menos bienes de los que realmente se incautaron. Dicho desfase se debe a la posterior concentración que los comisarios hicieron de algunas fincas, que debido a su pequeño tamaño fueron agrupadas en lotes con el objetivo de ver facilitada su salida al mercado y venta posterior. Igualmente puede señalarse que esos mil setenta y cinco lotes fueron adquiridos por 1.227 compradores. Nuevamente el dato resulta confuso pero esta vez la explicación al mismo reside en una cuestión de orden metodo-

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Vid ANEXO XXI.

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lógico que no es otra que el hecho de que aquellas propiedades que fueron adquiridas por dos o más propietarios hayan sido contabilizadas, tantas veces como compradores tuvo ese bien en concreto, sistema inevitable de acoger si tenemos en cuenta que, de no hacerse así, hubiéramos obtenido como resultado el que muchos compradores no hubieran aparecido contabilizados, ni como tales ni como pagadores. Aclarado esto, puede afirmarse que la mayor parte de los compradores (casi el 80%) sólo ejercieron su derecho a compra en una sola ocasión. Por su parte, los adjudicatarios que formalizaron la compra de más de un bien descienden progresivamente a medida que el número de fincas adjudicadas crece. Dejando aparte las compras de una sola finca, el grueso de los nuevos propietarios optaron por la formalización de entre dos y cinco adquisiciones, con especial predilección por las tres. Al final, sólo un 0,39% de los compradores adquirió más de diez propiedades. De entre ellos destaca sobremanera Pedro de Salinas, vecino de Manzanares136, que se hizo con el control de una casa, una huerta y una era y de hasta nueve parcelas de secano, todo valorado en más de novecientos mil maravedíes, o el matrimonio formado por Cristina Ruiz y Fernando Arias, quienes formalizaron hasta un total de diecinueve escrituras mediante las cuales se hicieron con el control de dos casas, dieciséis parcelas de secano y una de regadío. El importe de dichas operaciones fue, no obstante, menor que el del ya mencionado Pedro de Salinas, lo cual nos indica, de paso, que pudo haber compradores cuya inversión fuera considerable aun a pesar de haber comprado un único bien, a lo sumo dos. Un ejemplo de ello lo pueden constituir Esteban y Rodrigo Fajardo, vecinos de Villanueva de la Jara, quienes a pesar de haber firmado una única escritura, pagaron a la Real Hacienda nada más y nada menos que trescientos diez mil maravedíes por una sola parcela de regadío. De lo que no cabe duda alguna es de que, en contrapartida a todo este proceso, la Corona obtuvo unos ingresos que, hasta donde nuestra investigación ha podido llegar, y para los territorios manchegos, ascendieron a más de cuarenta y cinco millones de maravedíes. Lo que se hiciera con estos ingresos es cuestión que desborda los objetivos pretendidos con este trabajo y podrá ser abordada en futuras investigaciones. No obstante, ya lo adelantamos, parte de estos beneficios —con los que pocos se hubieran atrevido a contar tras la Revuelta de las Alpujarras— fueron empleados en financiar el propio proceso de expulsión ya que, como sabemos, muchas ventas fueron paralelas a la salida misma de los moriscos y en saldar viejas deudas con los acreedores de la propia Corona137. Ejemplos de ello no 136 Personaje en ascenso y comprador de cargos perpetuos. Tanto de él como de su padre, Juan Bautista de Salinas, da cuenta López-Salazar en su artículo «Hidalgos de carne y hueso...», pp. 65-66. 137 Situación muy similar a la que Serafín de Tapia constata para la propia ciudad de Ávila. Cf. TAPIA GARRIDO, S. DE: La comunidad morisca... op. cit., p. 378.

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faltan: desde el censatario que cambió sus derechos en metálico por tierras, hasta el soldado que, reclamando atrasos, vio, no sin cierto alivio, liquidadas sus cuentas con la Corona. La gama de beneficiados por tal medida debió ser muy amplia y, como decimos, queda para posteriores y más profundos análisis. Si acaso, lo que se impone es una última reflexión. Evidentemente, el proceso de gestión y venta del patrimonio morisco fue una de las muchas consecuencias que la propia expulsión llevó aparejadas. Sus repercusiones, en este sentido, habrían de ponerse en relación con interpretaciones de tipo económico que traten de averiguar si dicho proceso pudo compensar en algún momento la enorme pérdida de fuerza de trabajo que la expulsión supuso para Castilla. Por nuestra parte, y aunque sólo contamos con los datos referidos al territorio manchego, puede afirmarse que, por muy amplios que pudieran resultar esos ingresos a simple vista y en un primer momento, poco o nada tuvieron que ver con lo que la minoría estuvo dispuesta a pagar por su permanencia en Castilla. Piénsese que cuarenta y cinco millones de maravedíes son sólo ciento veinte mil ducados. Evidentemente y por muy abultadas que nos puedan parecer, dichas cantidades debieron resultar, cuanto menos, anecdóticas y bajo ningún concepto deberíamos pensar (al menos en el estado actual de nuestros conocimientos) que de ellas se pueda desprender la sensación de que la expulsión tuvo un afán recaudatorio.

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X. EPÍLOGO. SER MORISCO EN LA MANCHA «Estos pues, son los herejes, Moriscos proditores que trataron muchisimas vezes en estos noventa años pasados, de una fingida Christiandad, de entregar los estados de España, a los infieles Moros»1

Hace años, don Antonio Domínguez Ortiz dejó escrito que al plantear el problema morisco en términos de lógica, el historiador siempre quedaba abocado a adentrarse en un camino sin salida. Es posible que debido a ello, y a estas alturas, alguien piense que puede resultar pretencioso resumir en tan sólo unas líneas el sentido último de lo dicho hasta este momento. Quizás también ocioso, o cuanto menos accesorio y redundante. Asumida la advertencia de nuestro gran historiador y negativo a la hora de aceptar que cualquier tema debe darse por cerrado, no será, pues, el autor de este trabajo quien opte por plantear las últimas reflexiones del mismo a modo de conclusión. No obstante, y a pesar de ello, creemos que se impone una última reflexión, no tanto para resumir, ni para sistematizar lo dicho hasta ahora, sino más bien para dejar impresas unas breves ideas, que más que como conclusiones deberían ser tomadas por el lector como una reflexión en torno a lo que, humildemente, creemos que supuso el fenómeno morisco en La Mancha. Digamos, por tanto, que esto es un epílogo. Sobre todo, porque el epílogo siempre es menos pretencioso que las conclusiones. También más apto para posteriores rectificaciones. Y como es seguro que el tiempo, la experiencia, quizás también un afán de superación y, seguro, las aportaciones de otros autores, harán necesario revisar lo dicho aquí, siempre será más conveniente plantear una reflexión provisional, que una conclusión inamovible. El epílogo, además, se presta más a romper formalismos. No está sujeto a la dialéctica insoslayable de analizar resultados y presentar conclusiones, no debe constreñirse a ningún esquema y permite, por tanto, una 1

AZNAR CARDONA: Expulsión justificada... parte II, cap. XI, fol. 38v.o

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libertad expositiva que, visto lo visto hasta el momento, es mejor acoger, porque la minoría morisca no se sujetó nunca a esquemas predeterminados, no estuvo, como pensó, don Antonio, rodeada de lógica alguna. Quizás por ello sea útil (no sabemos si también correcto) acercarse a esta última parte del trabajo en términos de contradicción. Es posible que así, presentando al morisco como un cúmulo de contradicciones, podamos entender algo acerca de él. Dicho punto de partida obliga, no obstante, a abstraerse de peculiaridades personales y de situaciones individuales y a observar al protagonista de estas líneas desde una óptica impersonal, mejor dicho, colectiva. De paso, dicho método de análisis contribuirá, si se quiere, a definir al morisco, al menos al manchego, o al castellano si así se prefiere. Si quien lee entiende que esta última reflexión ha contribuido a facilitar dicha definición, el autor se dará por satisfecho. Cabría, en primer lugar, plantear la pregunta inicial a partir de la cual tratar de construir nuestra tesis final. ¿Cómo fueron los moriscos de La Mancha?, o mejor dicho, ¿qué suponía ser morisco en La Mancha? La respuesta, las respuestas mejor dicho, pueden ser varias y de muy diferente calado. Comencemos por la vertiente religiosa, quizás aquella en la que la historiografía ha cargado sus tintas a la hora de definir al cristiano nuevo de moro. Desde pronto, desde el momento mismo de las conversiones de 1502, la Monarquía Hispánica fue partícipe de la idea de que el principal problema que se planteó en los albores de nuestra temprana Edad Moderna, tenía un calado netamente religioso, ideológico cuando menos. En este sentido, la mayor aspiración de los Austrias fue la de someter a la minoría a los dictados de la religión cristiana, la de incorporar al grupo al conjunto de la sociedad castellana. Erróneo o acertado, el deseo de las autoridades castellanas pasó por diferentes fases a lo largo de todo el Quinientos y hasta 1610. A una primera etapa caracterizada por un «tenso» compás de espera, por una esperanza real de que fuera el tiempo quien únicamente determinara cuándo esa incorporación estaba consumada; a esa primera etapa, decimos, le siguió otra que, con altibajos, impuso la mezcla confusa (a veces contradictoria), de tolerancia con persecución, de afán integrador con represión. Por tanto, y al menos desde mediados del XVI, la óptica que prevaleció fue aquella basada en borrar todo tipo de manifestación externa y eliminar cualquier reducto aparente de islamismo sin esperar a que dichos caracteres desaparecieran por sí mismos. Dicho de otro modo, la visión triunfante fue la de acabar con todo aquello que pudiera parecer, sonar o recordar a lo moro. Probablemente, la percepción fue errónea porque dicha política, acompañada de una correcta evangelización, de un adecuado programa de catequesis y de la extensión de unas libertades sociales coherentes, podría haber derivado en una más o menos rápida solución del problema. Sin embargo, desde 1570 se impuso la represión. Primó la restricción, la coacción, la amenaza. Y éstas no fueron acompañadas de la

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puesta en marcha de un ambicioso programa de actuación. La evangelización quedó sólo en discursos vacíos y en palabras grandilocuentes, el bajo clero no se entregó a dicha labor y las autoridades locales se afanaron únicamente por limitar los cauces de expresión de la minoría. Ahí es donde el conjunto del cuerpo social castellano comprendió que su posición ante la minoría era la de aquel que impone, la del que no permite y sólo pide sin dar contraprestación alguna a cambio. Y fue esa actitud de prepotencia la que, vista desde el lado contrario, llevó a la minoría a replegarse sobre sí misma y a poner en práctica mecanismos de defensa frente al cristiano. En el seno de esa defensa, los moriscos tendieron a unirse entre ellos, a primar lo común frente a lo individual, a buscar, en el seno de su propio grupo, las seguridades y los cauces de expresión que la sociedad cristiana les negaba so pretexto de su integración. En esta tesitura, el factor religioso adquirió una importancia vital porque es en torno al mismo, alrededor del cual se articuló gran parte de la defensa morisca frente al cristiano. No obstante, aquel, no es el único y, como una ameba, extiende sus brazos a todos los resortes de la vida más cotidiana. Encontramos así, que en torno a la religión y a sus cauces de expresión, la minoría se une, se cohesiona, se articula y se repliega sobre sí misma. No seamos, sin embargo, cortos de miras. Ampliemos nuestro horizonte y seamos capaces de observar el problema en toda su magnitud. Abramos nuestro campo de observación y no restrinjamos el mismo sólo a lo religioso, ni tan siquiera sólo a lo externo porque, si lo hacemos así, incurriremos en los mismos errores en los que cayeron una y otra vez la todopoderosa administración filipina y la sociedad castellana. Abstraigámonos de lo religioso, visto como una mera manifestación metafísica. Observemos dicho prisma desde todas sus caras y entonces comprenderemos que hablar algarabía, lavarse el viernes, rechazar la carne de cerdo, cantar o bailar en compañía del resto del grupo, llevar amuletos o ponerse unos chapines o una almalafa no necesariamente tuvieron que ser manifestaciones de tipo religioso, aunque todas ellas encontraran en la fe y en la tradición heredada un nexo común. Por tanto, y en función de lo dicho más arriba, cabría volver de nuevo a la pregunta con la que abríamos este capítulo, ¿cómo fue el morisco manchego observado desde el punto de vista de sus creencias? ¿Fue el consumado apóstata del que nos hablan una y otra vez los autores clásicos? ¿Fue un hereje impenitente que se negó sistemáticamente a adoptar el credo cristiano? ¿Fue, por contra, aquel piadoso creyente que Cervantes quiso retratar en Ana Félix y su madre? De lo visto hasta ahora, podría decirse que el morisco no respondió ni a una cosa ni a la otra. El morisco, entendido como el tipo social producto de la reducción común de miles de caracteres, no fue ni un devoto cristiano ni un apóstata y un hereje. Ejemplos de lo uno y de lo otro hay a lo largo de las líneas que preceden a estas pero, en general (aunque a veces

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generalizar resulte arriesgado e incorrecto), y desde una óptica religiosa, puede definirse al morisco de La Mancha como a aquel tipo social, que en una primera etapa, buscó en el credo musulmán la principal argolla a la que amarrar el mástil de su supervivencia en una tierra que comenzaba a serle hostil. Dicho de otra manera, y huyendo de formalidades literarias, desde un punto de vista religioso, el «primer morisco» (los antiguos, por supuesto, pero también los granadinos nacidos y criados en Granada) tuvo en la religión el principal factor de cohesión del grupo. Después de los acontecimientos de las Alpujarras, consumado el exilio a Castilla y, sobre todo, desde el momento mismo en el que las primeras generaciones de desterrados nacidos lejos de Granada tomaron conciencia de su posición, esa identidad de grupo basada en el credo tendió a diluirse. Sobre todo debido a dos factores principales: el primero, entre los más viejos, la conciencia de que defender su posición tomando como referente un credo prohibido, podía ocasionar graves daños; el segundo, teniendo como protagonistas a los más jóvenes, la paulatina incorporación de la minoría al cristianismo, sincera o fingidamente, más o menos efectiva, con mayor o menor intensidad, pero incorporación en definitiva. ¿Podría pensarse, entonces, que poco antes de la expulsión la minoría estaba incorporada a la sociedad cristiana? Hace años, en un magnífico artículo escrito a propósito de los moriscos de Castilla la Vieja, Serafín de Tapia reflexionó acerca de lo mismo y lo hizo utilizando dos términos a nuestro juicio sumamente interesantes: integración y asimilación2. Al primero unía el historiador castellano el epíteto de social mientras que al segundo lo acompañaba del adjetivo cultural. Su juicio, acertado como tantos otros, no dejó lugar a dudas: ambos conceptos, aparentemente semejantes y utilizados de manera frecuente muy a la ligera, dejan traslucir tras de ellos unas connotaciones de gran calado. Al hilo de sus reflexiones, y tomándolas como punto de partida, podríamos plantear un esquema muy similar para el caso concreto de La Mancha. Ello nos permitiría defender que ambos conceptos son similares pero que, en modo alguno, tienen que ir necesariamente unidos. Dicho de otro modo, y como defiende el propio Tapia, que la integración social (teñida incluso con caracteres económicos), no necesariamente debía llevar a la asimilación cultural. Al tenor de lo visto, creemos firmemente que, en general, el morisco manchego hizo gala de una integración que podría calificarse de coherente con su propia condición y situación vital. Es decir, allí donde pudo, allí donde sus posibilidades lo permitieron, el morisco luchó y consiguió situarse como uno más en la dinámica vital de las localidades en que vivió. 2 Y lo hizo al calor de la ya conocida polémica surgida entre Márquez Villanueva y Galmes de Fuentes. TAPIA GARRIDO, S. DE: «Los moriscos de Castilla la Vieja, ¿una identidad en proceso de disolución?», en Sharq al-Andalus, XII, (1995), pp. 179-180.

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Bien que en un plano de inferioridad (sumisión muchas veces), encontró su sitio de una manera más o menos efectiva y real. Sus aspiraciones a ver reconocida su posición se vieron truncadas en la mayoría de las ocasiones pero en modo alguno puede pensarse que permaneció ajeno al entramado socio-profesional y económico de las villas en las que residió. De ninguna manera puede decirse, por tanto, que mantuviera un comportamiento divergente con respecto a la mayoría cristiano vieja, al menos en lo que a cuestiones económicas se refiere. Por tanto, y desde una óptica social y económica, es totalmente admisible la teoría de Tapia según la cual el grupo morisco puso en marcha toda una serie de estrategias (entendidas como mecanismos conscientes de actuación) individuales y colectivas tendentes a facilitar y lograr dicha integración y que, en mayor o menor medida, logró hacerlas efectivas. Distinta cuestión es observar si dicha integración se llevó a efecto con el beneplácito de la mayoría cristiano vieja. Es decir, si el grupo dominante vio con buenos ojos la incorporación de la minoría a los circuitos económicos, sociales, afectivos incluso, en que aquel se desenvolvió. O lo que es lo mismo, si el cristiano viejo vio en el morisco a un competidor o a un complemento. Los testimonios de Bleda, Aznar Cardona, Guadalajara, Ripol y tantos otros autores clásicos, no dejan lugar a dudas: para ellos, el morisco era avaricioso, acaparador, indolente con el trabajo, entregado a las fiestas,... Su testimonio fue tan fuerte y tuvo tanta resonancia que terminó por generalizarse e instalarse en el inconsciente popular. Ahora bien, déjese de lado la opinión de los clásicos y tómese, aunque sólo sea sucintamente, la de los verdaderos protagonistas de la situación. Echemos la vista atrás y traigamos ahora a colación testimonios como el del gobernador del partido de Almagro cuando decía que la llegada de los granadinos a su partido podía redundar en una mejora del labrantío de muchas de las fincas de su provincia; recordemos también que los munícipes de Villamayor se hicieron eco de la laboriosidad de los granadinos; o cómo, años después de la propia expulsión (en 1678), una altisonante composición poética redactada por un anónimo autor de Ciudad Real se hacía eco de la desgracia que para la ciudad había supuesto la expulsión de la minoría3. Testimonios como esos, unidos a la toma en consideración del importante papel que los moriscos ejercieron en determinados sectores productivos, llevarían a admitir que la posición de la minoría pudo situarse más bien en un plano de complementariedad que de verdadera competencia. Cierto es que la expulsión, por sí sola, no sirve para explicar al completo las causas de la crisis a la que se vio abocada La Mancha durante parte del Seiscientos pero, y aún a riesgo de retomar viejas polémicas, sí puede erigirse en uno de los factores que la expliquen. En lo que a La Mancha 3

LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J.: Estructuras agrarias... op. cit., p. 85. Academia que se celebró en la ciudad de Ciudad Real en 1678.

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se refiere, la salida entre 1610 y 1614 de nueve de cada cien de sus habitantes tuvo, por fuerza, consecuencias. Distinta cuestión es si esas consecuencias se percibieron como tales o si por el contrario tardaron en ser aceptadas. No ha faltado, a este respecto, quien ha defendido que la expulsión fue vista con gran alivio por el conjunto de la sociedad castellana. En lo que a La Mancha se refiere, las escasas manifestaciones en uno u otro sentido no hacen sino aportar cierta indefinición en tal sentido. Es muy probable que determinados sectores vieran con agrado la medida; es posible, igualmente, que muchos otros la consideraran como algo injusto, pero al tenor de lo visto —y en esto creemos coincidir de nuevo con don Antonio Domínguez Ortiz—, la sensación que permanece es la de que la expulsión de los moriscos fue vista en tierras manchegas con indiferencia. Si acaso, y como consecuencia de la misma, lo que podría señalarse, una vez más, es una nueva contraposición de ideas: por un lado estupor, incluso sorpresa; por otro, cierta complacencia condescendiente, porque nadie puede negar que la salida de la minoría se percibió como la solución menos mala a un problema enquistado en el seno de la sociedad castellana de nuestra alta Edad Moderna y que todo el mundo, en mayor o en menor medida, la esperaba desde hacía tiempo. El motivo principal que hubo para creer que dicha medida tenía visos de hacerse realidad nos retrotrae a los conceptos utilizados por Tapia en el ya mencionado trabajo. Admitido cierto grado de integración y asumido, incluso, que el morisco pudo ser un complemento al cristiano viejo, la aculturación distaba mucho más de ser lograda. Y aquí, de nuevo, se mezclan conceptos de diversa índole. Por un lado sociológicos, por otro culturales y en el fondo de unos y de otros, una vez más, la religión. Ya se ha señalado más arriba y quizás no merezca la pena detenerse mucho en dicho asunto pero, a juicio de quien escribe, el verdadero quid de la cuestión se situó en dilucidar donde empezaba lo cultural y donde acababa lo puramente religioso, algo que, como hemos tenido ocasión de ver, es bastante complicado de delimitar en el caso del Islam. El hecho es que, por muy sinceras que pudieran haber resultado las conversiones, por ricas y fructíferas que fueran las relaciones de vecindad, por interesantes y lucrativos que resultaran tratos y negocios,...; en definitiva, por mucha integración que pudiera haberse logrado, la verdadera dimensión del problema morisco, no sólo en La Mancha, sino en toda Castilla, en España incluso, residió en la imposibilidad de unos y de otros (moriscos y cristianos viejos) de lograr una asimilación cultural general y efectiva. De un lado los moriscos, negativos en todo momento a perder sus más básicas señas de identidad y sus roles de comportamiento; de otro los cristianos viejos, tremendamente influenciados por el púlpito, que no supieron separar conceptos, que no se atrevieron a admitir que el morisco podía seguir siendo deudor de una tradición cultural heredada desde hacía siglos y que, no por ello, era mejor o peor cristiano. Ahí es donde, a nuestro juicio,

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reside la verdadera dimensión del problema. A ello nos hemos referido con una frecuencia que, incluso, pensamos que puede resultar reiterativa y por ello no insistiremos más. Si acaso, y para concluir, lo que podríamos plantear otra vez, son las preguntas con las que abríamos esta capítulo y acto seguido presentar los términos que hemos utilizado para contestarlas. Ese podría ser el mejor resumen: ¿Cómo fueron los moriscos de La Mancha? ¿qué suponía ser morisco en La Mancha? Ser morisco en La Mancha no supuso ni ser un apóstata consumado ni ser un devoto cristiano. Todo dependió del momento, de la persona, y porqué no, de la coyuntura, pero de lo que cabe duda es de que a medida que se avanza en el tiempo, fueron más los segundos que los primeros. Ser morisco implicó también la defensa de unos roles y valores propios. Desde ese punto de vista, el morisco manchego se mantuvo plena y conscientemente aferrado a una especial manera de comportarse que mezcló respeto a las leyes impuestas por la Corona con salvaguarda de la tradición cultural heredada. Desde ese punto de vista, y tal y como hemos visto, puede decirse que el morisco nunca fue plenamente asimilado por la sociedad manchega del Quinientos pero tampoco rechazado frontalmente. Lo que sí parece que se logró fue cierta integración. Económica por supuesto pero también social y desde ese punto de vista podría señalarse que el morisco, en La Mancha fue visto más como un «español» que como un extranjero, como un vecino que como un extraño, como un complemento que como un competidor y que su expulsión, aún sin causar dramas ni episodios de tristeza extrema si fue vivida con cierta pesadumbre y acatada con resignación.

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PARTE SEXTA APÉNDICE DOCUMENTAL

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XI. ANEXOS

ANEXO I. La Mancha en 1500.

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ANEXO II. La Mancha en 1600.

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Vecinos (1575) – – 250 600 320 1.500 150 160 500 800 – 200 – 800 230 350 – – – 400 1.200 – 500 500 350 350 800 1.215

Alarcón Albacete Barchín el Hoyo Belmonte Cañavate Chinchilla El Pedernoso El Peral El Provencio Hellín Iniesta La Alberca La Gineta La Roda Las Mesas Las Pedroñeras Minaya Minglanilla Motilla del Palancar Quintanar del Rey San Clemente Sta. Mª de los Llanos Sta. Mª del Campo Tarazona Tobarra Vara del Rey Vnva. de la Jara Villarrobledo Totales

– 1.538 51 – 80 64 27 – – – 99 17 46 162 57 77 – – – – 192 – – – – 67 137 352 2.966

– – 2 – 20 91 3 – – – 13 9 45 303 30 30 – – – – 230 – – – – 35 64 210 1.082

– 42,76 5,43 – 6,66 2,54 4,79 – – – – 2,26 – 10,01 3,48 2,28 – – – – 4,4 – – – – 5,1 4,56 7,72 7,78

– 7.138 989 2.250 1.280 5.768 590 600 1.875 3.000 – 767 – 3.162 919 1.389 – – – 1.500 4.696 – 1.875 1.875 1.379 1.313 3.137 4.909 50.411

Población total

% sobre población total – 29,95 5,16 – 6,25 2,48 4,57 – – – – 2,22 – 5,12 6,20 5,54 – – – – 4,17 – – – 4,85 – 4,37 7,17 7,42 0 1.478 39 0 62 4 19 0 0 0 29 5 0 132 45 42 0 0 0 0 122 0 0 0 0 43 292 272 2.584

Salen 70 60 12 60 18 60 8 10 26 40 70 12 10 30 12 15 18 10 25 20 70 10 25 25 20 24 60 80 900

Quedan

70 –1478 –39 60 –62 –4 –19 10 26 40 –29 –5 10 –132 –45 –42 18 10 25 20 –122 10 25 25 20 –43 –292 –272 –2.215

Saldo

PLAN REPARTO 1571

APÉNDICE DOCUMENTAL

3.651

198

143

2.138

Moriscos % 9.VII.1571 aporte

REPARTO 1570-1571 Muertos y huidos

12:56

– 5.000 938 2.250 1.200 5.625 563 600 1.875 3.000 – 750 – 3.000 862 1.313 – – – 1.500 4.500 – 1.875 1.875 1.313 1.313 3.000 4.557 46.909

Hab.

Moriscos 6.IV1571

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Población

ANEXO III. El impacto de la llegada de los granadinos en La Mancha. (Marquesado de Villena)

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Miguel Esteban

Mota del Cuervo

Pedro Muñoz

848

1.946 29.833

410

600

519

7.955

Villa de Don Fadrique

Villamayor de Sgo.

Villanueva Alcardete

2.250

1.538

3.300

2.198

204

159

104

200

223



171

87

140

204

12

72

271

274

77

1.768

102

118

81

161

193



236

49

39

188

10

51

249

223

68

590

50

56

31

49

57



66

19

15

55

2

11

88

70

21

5,24

5,24

5,27

4,88

6,05



10,15

3,44

8,39

8,41

3,33

7,99

5,53

4,96

8,02

% aporte

489 (478+1) 5,93

30

29

27

41

41



33 (32+1)

30

13

27



21

113

69 (59+10)

15

Moriscos Moriscos Casas Muertos 15.I.1571 31.III.1571 31.III.1571 y huidos

FUENTE: AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.160. Fol. 34; 2.162. Fols. 47 y 157; 2.663. Fol 15.

TOTAL

880

Toboso (El)

375 3.188

100

850

Socuéllamos

2.325

1.425

465

2.235

300

638

4.500

4.500

Sta. Mª de los Llanos

380

80

Hinojosos

620

170

Corral de Almaguer

Quintanar

1.200

Campo de Criptana

Hab.

31.601

2.048

2.368

1.619

3.461

3.381

375

2.561

1.474

504

2.423

310

689

4.749

4.723

916

Pob. total

5,59

4,98

4,98

5,00

4,65

5,71



9,22

3,32

7,74

7,76

3,23

7,40

5,24

4,72

7,42

% sobre pob. total

1.248

102

118

47

105

101



186

19

29

178

4

39

159

123

38

Salen

520





34

56

92



50

30

10

10

6

12

90

100

30

Quedan

–1.248

–102

–118

–47

–105

–101



–186

–19

–29

–178

–4

–39

–159

–123

–38

Saldo

PLAN REPARTO 1571

458

Puebla de Almoradiel

226

1.200

Cabezamesada

Vecinos

REPARTO 1570-1571

12:56

Población

6/2/09

ANEXO IV. El impacto de la llegada de los granadinos en La Mancha. (Orden de Santiago. Partido de Quintanar)

09_Parte 6 Página 458

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

226 135 200 334 8 24 300 277 243 1.015 228 122 120 36 637 143 390 26 452 486 345 1.064 6.811 6.811

REPARTO 1570-1571 Moriscos Muertos % 26.III.1571 y huidos aporte 21 – 2,48 14 – 2,77 26 – 3,47 39 – 3,11 – – – – – – 5 – 0,44 31 – 2,98 35 – 3,84 320 – 8,41 89 – 10,41 48 – 10,48 14 – 3,11 – – – 138 – 5,78 16 – 2,99 37 – 2,53 – – – 40 – 2,36 68 – 3,73 31 – 2,40 346 – 8,67 1.318(2) 30(3) 5,16 1.425 30 5,57 Pob. total 869 520 776 1.292 30 90 1.130 1.070 946 4.126 944 506 464 135 2.527 552 1.499 98 1.735 1.891 1.325 4.339 26.864 29.968

% sobre pob. total 2,42 2,69 3,35 3,02 – – 0,44 2,90 3,70 7,76 9,43 9,49 3,02 – 5,46 2,90 2,47 – 2,31 3,60 2,34 7,98 4,91 4,75 21 4 12 9 – – 0 11 15 270 73 48 8 – 98 6 17 0 10 38 1 296 937 937

Salen 0 10 14 30 – – 20 20 20 50 16 0 6 2 40 10 20 2 30 30 30 50 400 400

Quedan –21 –4 –12 –9 – – 15 –11 –15 –270 –73 –48 –8 2 –98 –6 –17 2 –10 –38 –1 –296 –918 –918

Saldo

PLAN REPARTO 1571

12:57

APÉNDICE DOCUMENTAL

(1) Cifra total sin incluir los 107 moriscos de paces no censados en ninguna localidad. (2) A los 1.318 contabilizados cabe añadir otros 107 moriscos de paces llegados el 28.V.1570 y no contabilizados en ninguna localidad. La suma ofrece un total de 1.425 moriscos a los que habría que restar los trescientos fallecidos, no descontados por el gobernador en sus cálculos. Ello dejaría el total de moriscos asentados en el partido en 1.125. (3) La cifra de fallecidos no fue descontada de los cálculos del gobernador. Además, es aproximada pues el documento nos habla de «unos trescientos». (4) Cifra total incluyendo a los 107 moriscos de paces no censados en ninguna localidad FUENTE: AGS. Sección Cámara de Castilla. Legs. 2.160. Fol. 56; 2.162. Fols. 4 y 141; 2.163. Fol. 52.

Albaladejo Alcubillas Alhambra Almedina Cañamares Carrizosa Castellar de Santiago Cózar Fuenllana Membrilla Montiel Ossa de Montiel Puebla de Montiel Sta. Cruz Cáñamos Solana (La) Terrinches Torre de Juan Abad Torres Torrenueva Villahermosa Villamanrique Villanueva de los Infantes Total(1) Total(4)

Vecinos

Hab. (1561) 848 506 750 1.253 30 90 1.125 1.039 911 3.806 855 458 450 135 2.389 536 1.462 98 1.695 1.823 1.294 3.990 25.543 25.543

6/2/09

Población

ANEXO V. El impacto de la llegada de los granadinos en La Mancha. (Orden de Santiago. Partido de Infantes)

09_Parte 6 Página 459

459

Total

40 814 500 71 584 600 500

Oreja

Sta. Cruz Zarza

Valdearacete

Villamanrique

Villarejo Salvanés

Villarrubia de Sgo.

Villatobas

3.750

34.119

1.875

2.250

2.190

266

1.875

3.053

150

248

9.375

938

3.000

563

1.961

2.625

850

43

46

249

9



35



8

279

16

50

57



58



301

20

19

90

4



25



3

100





20



20



Moriscos Casas 3.IV1571 3.IV.1571

137































Muertos y huidos

2,49

2,29

2,04

11,37

3,38

0

1,14

0

3,22

2,98

1,70

1,66

10,12

0

2,21

0

% aporte

34.969

1.918

2.296

2.439

275

1.875

3.088

150

256

9.654

954

3.050

620

1.961

2.683

3.750

Población total

FUENTE: AGS. Sección Cámara de Castilla. Legs. 2.160. Fol. 33; 2.162. Fols. 57 y 143; 2.163. Fols. 76 y 77.

9.098

66

Ontígola

800

Mora 250

150

Fuentidueña

2.500

523

Estremera

Ocaña

700

Dos Barrios

Hab.

2,43

2,24

2,00

10,21

3,27

0

1,13

0

3,13

2,89

1,68

1,64

9,19

0

2,16

0

% sobre pob. total

433

13

6

217

3

0

0

0

8

129

0

0

47



10



Salen

472

30

40

32

6

37

50

3

0

150

16

50

10



48



Quedan

–378

–13

–6

–217

–3

37

15

3

–8

–129

0

0

–47



–10



Saldo

460

Noblejas

1.000

Colmenar de Oreja

Vecinos

PLAN REPARTO 1571

12:57

Población

REPARTO 1570-1571

6/2/09

ANEXO VI. El impacto de la llegada de los granadinos en La Mancha. (Orden de Santiago. Partido de Ocaña)

09_Parte 6 Página 460

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

NOBLEJAS

655

2.811

Sub–total 2

Total

10.542

2.456

2.190

266

938

3.000

4.148

150

248

3.750

Hab.

139

73

37

36

16

50









332

258

249

9

16

50

8



8



97

94

90

4





3



3



Moriscos Moriscos Casas 12.I.1571 31.IV.1571 3.IV.1571





















Muertos y huidos

3,15

10,50

11,37

3,38

1,71

1,66

0,19



3,22



% aporte

10.874

2.714

2.439

275

954

3.050

4.156

150

256

3.750

Pob. total

FUENTE: AGS. Sección Cámara de Castilla. Legs. 2.160. Fol. 33; 2.162. Fols. 57 y 143; 2.163. Fols. 76 y 77.

71

584

Villamanrique

250

800

Villarejo de Salvanés

COND. VILLAMANRIQUE TAJO

DE

COND.

MORA

DE

CONDADO

1.106

40

Oreja

Sub–total 1

66

1.000

Ontígola

Colmenar de Oreja

CONDADO DE COLMENAR DE OREJA

Vecinos

REPARTO 1570-1571

3,05

9,50

10,21

3,27

1,68

1,64

0,19



3,13



% sobre pob. total

228

220

217

3

0

0

8

0

8



Salen

107

38

32

6

16

50

3

3

0



Quedan

–225

–220

–217

–3

0

0

–5

3

–8



Saldo

PLAN REPARTO 1571

12:57

Población

6/2/09

ANEXO VII. El impacto de la llegada de los granadinos en La Mancha. Territorios desmembrados. (Orden de Santiago. Partido de Ocaña)

09_Parte 6 Página 461

APÉNDICE DOCUMENTAL

461

251

14

75

96

168

729

200

103

418

Horcajo de Santiago

Moraleja

Pozorrubio

Rozalén

Saélices

Tarancón

Torrubia

Tribaldos

Uclés

780

9.533

1.568

386

750

2.734

630

360

281

53

941

1.050

466

182

12

24

102

14

19

0

0

61

30

22

463

186

12

24

95

14

19

0

0

61

30

22

117

51

4

4

25

4

4

0

0

15

6

4

20 (19+1)

Moriscos Moriscos Casas Muertos 2.I.1571 26.III.1571 26.III.1571 y huidos

4,85

11,86

3,11

3,20

3,47

2,22

5,28

0

0

6,48

2,86

2,82

% aporte

9.996

1.754

398

774

2.829

644

379

281

53

1.002

1.080

802

Pob. total

FUENTE: AGS. Sección Cámara de Castilla. Legs. 2.160. Fol. 33; 2.162. Fols. 57 y 143; 2.163. Fols. 76 y 77

2.542

280

Total

208

Fuente Pedro Naharro

Hab.

4,63

10,60

3,02

3,10

3,36

2,17

5,01

0

0

6,09

2,78

2,74

% sobre pob. total

285

142

4

10

50

1

13

0

0

45

12

8

Salen

183

44

8

14

45

13

6

5

0

16

18

14

Quedan

–280

–142

–4

–10

–50

–1

–13

5

0

–45

–12

–8

Saldo

PLAN REPARTO 1571

462

Almendros

Vecinos

REPARTO 1570-1571

12:57

Población

6/2/09

ANEXO VIII. El impacto de la llegada de los granadinos en La Mancha. (Orden de Santiago. Partido de Uclés)

09_Parte 6 Página 462

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

124

224

Total

840

465

375

Hab.

19

19

0 19

19

0 4

4

0 –

Moriscos Moriscos Casas Muertos 2.I.1571 26.III.1571 26.III.1571 y huidos

FUENTE: AGS. Sección Cámara de Castilla. Legs. 2.160. Fol. 37; 2.162. Fol.9.

100

Acebrón

Villarrubio

VILLAS DE ACEBRÓN Y VILLARRUBIO

Vecinos

REPARTO 1570-1571

2,26

4,09

0

% aporte

859

484

375

Pob. total

2,21

3,93

0

% sobre pob. total

10

10

0

Salen

17

9

8

Quedan

–2

–10

8

Saldo

PLAN REPARTO 1571

12:57

Población

6/2/09

ANEXO IX. El impacto de la llegada de los granadinos en La Mancha. Territorios desmembrados. (Orden de Santiago. Partido de Uclés)

09_Parte 6 Página 463

APÉNDICE DOCUMENTAL

463

92

Villarta de San Juan

33.053

257

257

0

2

4



0

70

0

56

0

41

7

11

1

65

224

224

2

0

3



0

50

0

59

2

28

4

15

0

61

176

176

3

2

1



0

41

0

32

1

36

0

9

0

51

150

150

0

3

3



6

51

0

27

0

14

2

6

7

31

Hombres Mujeres Niños Niñas

Moriscos 14.III.1571

817

817

5

7

11

10

6

212

0

174

3

119

13

41

8

208

Total







13(3-7-3-0)





















28(8-3-9-3)

97

Muertos o huidos

825

825

5 (0-5)

7

11 (5-6)

10

6 (0-6)

212 (11-101)

0

178 (95-83)

3 (1-2)

123 (75-48)

13 (7-6)

41

8 (1-7)

208

2,49

2,85

1,45

0,47

0,67

8,93

0,78

5,24

0

3,23

0,20

3,21

1,77

2,77

1,16

3,46

Total % moriscos aporte 29.III.1571

33.878

29.803

350

1.484

1.650

122

771

4.254

817

5.694

1.529

3.952

748

1.522

698

6.212

Pob. total

2,43

2,77

1,43

0,47

0,67

8,20

0,78

4,98

0

3,13

0,20

3,11

1,74

2,69

1,15

3,35

% sobre pob. total

251

251

3

0

4

0

1

92

0

94

0

49

5

0

3

0

Salen

549

549

2

0

7

0

5

120

0

80

3

70

8

41

5

208

Quedan

–276

–276

–3

0

–7

0

–1

–92

0

–98

0

–74

–5

0

–3

0

Saldo

(1) Cifras de población de 1561. (2) Totales establecidos en función de cifra de población proyectada teniendo en cuenta los incrementos entre 1561 y 1571 de los territorios fronterizos con San Juan, que son Calatrava (con un aumento del 16’8 %) y el Partido de Quintanar de Santiago (con un avance del 12’86). Ello nos arroja una media aproximada del 14’5 % para San Juan y nos daría una población estimada en 33.053 habitantes para 1571. FUENTE: AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.160. Fol. 57; 2.162. Fol. 2; 2.663. Fol 31

Total

(2)

345

1.477

1.639

112

765

4.042

817

5.516

1.526

3.829

7.728 28.978(1)

394

Villafranca

Total

30

437

Urda

Villacañas

204

Tembleque

Villar del Pozo

218

1.078

Quero

407

1.471

Madridejos

1.021

Consuegra

735

1.481

690

6.004

Hab.

464

Herencia

395

196

Camuñas

184

Argamasilla de Alba

1.601

Arenas de San Juan

Vec.

12:57

Alcázar de San Juan

Población

PLAN REPARTO 1571

6/2/09

REPARTO 1570-1571

ANEXO X. El impacto de la llegada de los granadinos en La Mancha. (Priorato de San Juan)

09_Parte 6 Página 464

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

562 1.500 – 4.500 1.875 – 300 – 375 150 750 375 – 150 263 1.125 225 4.125 750 – – 750 20.775

1.200 500 – 80 – 100 40 200 100 – 40 70 300 60 1.100 200 – – 200 5.540

1.012 1.988

270 530 – 150 400 –

Hab.

160 – – – – – – – – – – – – – – – – – – 160

– – – – – – 160 – – – – – – – – – – – – – – – – – – 260

– – – – 100 – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – –

– – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – –

– – – – – –

Moriscos Moriscos Casas Muertos 14.III.1571 30.III.1571 30.III.1571 y huidos

– – – – – – – – – – – – – – – – – – – –

– – – – – –

% aporte

– – – – – – – – – – – – – – – – – – – –

– – – – – –

Pob. total

– – – – – – – – – – – – – – – – – – – –

– – – – – –

% sobre pob. total

106 0 – 0 – 0 0 0 0 – 0 0 0 0 0 0 – – 0 181

– – – 0 75 –

Salen

54 20 – 6 – 8 2 12 8 – 2 5 15 4 40 12 – – 12 235

– – – 10 25 –

Quedan

–106 20 – 6 – 8 2 12 8 – 2 5 15 4 40 12 – – 12 –25

10 –75 –



Saldo

PLAN REPARTO 1571

12:57

Abenójar Agudo Alamillo Alcolea de Calatrava Almadén Almadenejos Almodovar del Campo con Tirteafuera Argamasilla de Cva. Brazatortas Cabezarados Cabezarrubias Cañada de Calatrava Caracuel de Calatrava Corral de Calatrava Fuencaliente Hinojosas de Calatrava Los Pozuelos de Cva. Luciana Mestanza Puebla de Don Rodrigo Puertollano Saceruela Solana del Pino Valdemanco de Esteras Villamayor de Cva. Total

Vecinos

REPARTO 1570-1571

6/2/09

Población

ANEXO XI. El impacto de la llegada de los granadinos en La Mancha. (Orden de Calatrava. Partido de Almodóvar)

09_Parte 6 Página 465

APÉNDICE DOCUMENTAL

465

280

726

410

1.733

307

800

350

688

300

350

Ballesteros de Cva.

Bolaños de Cva.

Calzada de Cva.

Carrión de Cva.

Daimiel

Granátula de Cva.

Manzanares

Miguelturra

Moral de Calatrava

Pozuelo de Cva.

Torralba de Cva. 31.030

1.312

1.125

2.580

1.312

3.000

1.151

6.499

1.537

2.723

1.050

566

6.750

1.425

1.818

17

24

254

58

469

14

299

31

32



2

610

8

2.001

14

16

262

118

662



221

28

30



2

640

8

325

3

5

70

31

216



84

10

13



1

240

2

350

Moriscos Moriscos Casas Muertos 14.III.1571 30.III.1571 30.III.1571 y huidos

FUENTE: AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.160. Fol. 57; 2.162. Fols. 37, 76, 77

8.275

151

Almagro

Hab.

6,51

1,06

1,42

10,15

8,99

22,00



3,40

1,82

1,10



0,35

9,48

0,56

% aporte

35.032

1.326

1.141

2.842

1.430

3.662

1.151

6.720

1.565

2.753

1.050

568

7.390

1.433

Pob. total

5,71

1,05

1,40

9,21

8,25

18,07



3,28

1,78

1,08



0,35

8,66

0,55

% sobre pob. total

1.733

2

0

232

102

622

0

171

8

0

0

6

590

0

Salen

321

16

16

30

16

40

15

50

20

30

14

8

50

16

Quedan

–1.696

–2

0

–232

–102

–622

15

–171

–8

0

14

–6

–590

8

Saldo

PLAN REPARTO 1571

466

Total

380

1.800

Aldea del Rey

Vecinos

REPARTO 1570-1571

12:57

Población

6/2/09

ANEXO XII. El impacto de la llegada de los granadinos en La Mancha. (Orden de Calatrava. Partido de Almagro)

09_Parte 6 Página 466

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

900

17.692

600

2.250

105

8.625

1.500

5.250

1.875

2.737

675

1.500

562

3.375

Hab.

598

60



60

255

55

175

25

11





11

212

656

60



60

316

55

236

25

8





8

212

65







62



62



3





3



Moriscos Moriscos Casas Muertos 14.III.1571 30.III.1571 30.III.1571 y huidos

FUENTE: AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.160. Fol. 57; 2.162. Fols. 37, 76, 77

4.718

160

Total

VALENZUELA

VILLA

DE

600

SEÑORÍO PIEDRABUENA

28

2.300

Sub-total 2

PICÓN

400

Viso del Marqués

DE

1.400

Valdepeñas y Almuradiel

SEÑORÍO

500

STA. CRUZ

Sta. Cruz de Mudela

DE

730

Sub-total 1

MQSDO.

400

180

Porzuna

150

MALAGÓN

Fernancaballero

DE

Malagón y aldeas

MQSDO.

DUCADO DE SALINAS (VILLARRUBIA OJOS)

Vecinos

REPARTO 1570-1571

3,71

10,00



57,14

3,66

3,66

4,49

1,33

0,29





1,42

6,28

% aporte

18.348

660

2.250

165

8.941

1.555

5.486

1.900

2.745

675

1.500

570

3.587

Pob. total

3,57

9,09



36,36

3,53

3,53

4,30

1,31

0,29





1,40

5,91

% sobre pob. total

397



225

35

190

0

0

0

0

0

172

Salen

179

10

0

0

91

20

46

25

38

10

20

8

40

Quedan

–367



–225

–35

–190

0

30

10

20

0

–172

Saldo

PLAN REPARTO 1571

12:57

Población

6/2/09

ANEXO XIII. El impacto de la llegada de los granadinos en La Mancha. Territorios desmembrados (Orden de Calatrava. Partido de Almagro)

09_Parte 6 Página 467

APÉNDICE DOCUMENTAL

467

5.846 308 292 139 45 221 49 26 221 56 146 131 161 172 221 889 435 86 64 4 9.512

180 – – – – – – – – – – – – – – – 10(1) – – – 180

65

Moriscos Casas 27.III.1571 27.III.1571 4

Muertos y huidos 3,08 – – – – – – – – – – – – – – – 2,29 – – – 1,89

% aporte 6.026 308 292 139 45 221 49 26 221 56 146 131 161 172 221 889 445 86 64 4 9.702

Población total 2,99 – – – – – – – – – – – – – – – 2,24 – – – 1,84

% sobre población total 62 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0

Salen 118 6 5 2 – 4 – – 4 – 2 2 2 2 4 15 8 1 1 –

Quedan

–62 6 5 2 – 4 – – 4 – 2 2 2 2 4 15 8 1 1 –

Saldo

(pasa a la página siguiente)

468

(1) Cifra no obtenida de AD Ab. Libros Parroquiales. Alcaraz. ALZ 79. Fol. 79v.o. En consecuencia el plan de reparto del Consejo de Castilla no la contempla.

1.559 82 78 37 12 59 13 7 59 15 39 35 43 46 59 237 116 23 17 1 2.537

Hab.

12:57

Alcaraz Ballesteros Barrax Canaleja Cepillo Cilleruelo Cubillo Horcajo Masegoso Pontecilla y Peñarrubia Povedilla Reolid Robledillo Salobre Solanilla Vianos Viveros Cebreros Marta Sotuélamos Alcaraz y aldeas

Vecinos

PLAN REPARTO 1571

6/2/09

Población

REPARTO 1570-1571

ANEXO XIV. El impacto de la llegada de los granadinos en La Mancha. (Partido de Alcaraz y territorios enajenados)

09_Parte 6 Página 468

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

75 1.087 262 525 1.050 562 3.486 3.561

20 290 70 140 280 150 930 950

– – – – – – 0



352 542 65

Moriscos Casas 27.III.1571 27.III.1571

210 214

Muertos y huidos

– – – – – – –



7,17 3,10

% aporte

1.087 262 525 1.050 562 3.486 3.561

75

847 750 1.935 1.136 900 – 1.815 2.130 5.261 24.466

Población total

– – – – – – –



6,69 3,03

% sobre población total

15 4 10 15 15 60

0

1

15 15 30 18 15 1 25 25 80 400

Quedan

0 0 0 0 0

0

0 0 0 0 0 0 0 0 272 334

Salen

60

15 4 10 15 15

1

15 15 30 18 15 1 25 25 –272 –132

Saldo

APÉNDICE DOCUMENTAL

FUENTE: AGS. Sección Cámara de Castilla. Leg. 2.160. Fol. 61; 2.161. Fol. 29; 2.162. Fols. 59 y 60 y 157 ; 2.663. Fols. 48 y 49.

Total Territorios de señorío SEÑ. DE BALAZOTE Balazote COND. DE PAREDES Bienservida Cotillas Riopar Villapalacios Villaverde Sub–total 1 Total

847 750 1.935 1.136 900 – 1.815 2.130 4.909 23.934

226 200 516 303 240 – 484 568 1.309 6.386

Hab.

12:57

Ayna Bogarra El Bonillo Lezuza Munera Paterna Peñas de San Pedro Vva. Alcaraz (Fuente) Villarrobledo

Vecinos

PLAN REPARTO 1571

6/2/09

Población

REPARTO 1570-1571

ANEXO XIV. El impacto de la llegada de los granadinos en La Mancha. (Partido de Alcaraz y territorios enajenados) (continuación)

09_Parte 6 Página 469

469

09_Parte 6

6/2/09

12:57

Página 470

470

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

ANEXO XV. Dotes moriscas en La Mancha Fecha

Localidad

8.IV.1580

Alcaraz

10.II.1585

Almagro

6.V.1587

Ciudad Real

16.VI.1588

Ciudad Real

16.IV.1589

Ciudad Real

3.XI.1589

Ciudad Real

20.X.1590

Ciudad Real

3.V.1591

Ciudad Real

5.XI.1591

Villanueva de la Fuente, Alcaraz

1.I.1592

Ciudad Real

23.II.1592

Almadén

2.I.1594

Alcolea de Calatrava

22.I.1594

Ciudad Real

28.I.1594

Ciudad Real

23.VI.1594

Ciudad Real

21.VIII.1594

Almagro

7.X.1594

Ciudad Real

4.XI.1594

Ciudad Real

20.IX.1595

Ciudad Real

5.X.1595

Ciudad Real

Contrayentes(a) Gonzalo García e Isabel Nohayla Martín López y María de Torres Hernando Díaz y María Hernández (*) Jerónimo de Granada y María de Roa Alonso de Bobadilla y Ángela Marín Alonso Hernández y María de Alcázar (*) Hernando Enríquez e Isabel de Carmona Bernabé de Baena y Beatriz de Molina Juan Catalán y María de la Paz Luis Fernández y María de Molina Andrés de Roa y María González (*) Rafael Hernández y Lucía de Segura Miguel de Peñalosa y Lucía de Escobar Miguel de la Peña e Isabel de Rojas Jerónimo de Montemayor y Ana López Francisco de Aguilar y María de Cañizares Jerónimo de Carmona y Elvira Enríquez Andrés Fernández y Luisa de Guzmán Diego de Zafra y María de la Peña Miguel de Medrano y Mari Sánchez

Valor dote (mrvs)

Valor arras (mrvs)

Total

11.526

7.500

19.026

11.945

7.500

19.445

24.721 47.006

47.006

28.342

4.514

32.856

53.443

11.599

65.042

9.845

9.845

8.683

11.250

19.933

46.010

3.700

49.710

33.245

4.125

37.370

18.544

18.544

69.095

15.099

84.194

47.607

12.465

60.072

169.917

169.917

45.090

8.162

53.252

97.041

38.823

135.864

34.818

1.074

35.892

27.286

11.034

38.320

40.604

7.690

48.294

(a) En matrimonios mixtos, el asterisco (*) indica el contrayente cristiano viejo.

(continúa)

09_Parte 6

6/2/09

12:57

Página 471

471

APÉNDICE DOCUMENTAL

ANEXO XV. Dotes moriscas en La Mancha (continuación) Fecha

Localidad

27.X.1595

Ciudad Real

29.X.1595

Ciudad Real

25.XI.1595

Ciudad Real

1.XI.1596

Ciudad Real

25.XI.1596

Ciudad Real

26.VII.1597

Ciudad Real

9.I.1598

Ciudad Real

4.XII.1598

Ciudad Real

23.I.1599

Alcaraz, El Bonillo

5.II.1599

Ciudad Real

24.II.1599

Ciudad Real

5.IX.1599

Ciudad Real

18.XI.1599

Ciudad Real

20.XI.1599

Ciudad Real

4.II.1600

Ciudad Real

23.VI.1600

Ciudad Real

28.VI.1601

Ciudad Real

5.X.1601

Ciudad Real

29.X.1601

Ciudad Real

25.I.1602

Ciudad Real

Contrayentes(a)

Valor dote (mrvs)

Luis Fernández 34.782 y María Muñoz Alonso Marín 26.034 y Aldonza López Diego de Jaén 24.918 y María de Alhendín Juan de Mendoza 35.346 y María de Granada García de Toledo e Isabel González Sebastián de Haro y Leonor Pérez 18.583 Miguel de Montemayor y María de Segovia 30.108 Álvaro Hernández e Isabel de Carmona 20.089 Ginés García y María de las Eras 33.000 Luis Fernández y María de Castilla 36.737 Hernando Díaz y Magdalena de Baena 30.850 Hernando Díaz y María de Guzmán (*) 46.630 Juan de Rojas e Isabel de Castellanos 61.008 Luis de Guzmán y Lucía Ximénez 44.842 Agustín de Alhendín y María de Baena 43.261 Sebastián Porcel e Isabel de Escobar 151.592 Andrés de Carmona e Isabel de Aguilar 195.755 Juan de la Peña e Isabel García 32.062 Andrés de Toledo y María de Castilla 38.676 Lorenzo de Castilla y Lucía de Écija 28.187

Valor arras (mrvs)

Total

9.135

43.917 26.034

16.527

41.445

13.208

48.554 44.476

3.000

21.583

10.481

40.589

9.833

29.922

24.375

57.375

3.750

40.487

2.250

33.100 46.630 61.008

6.800

51.642

13.115

56.376

10.000

161.592

40.855

263.610

11.320

43.382

11.486

50.162

(a) En matrimonios mixtos, el asterisco (*) indica el contrayente cristiano viejo.

28.187 (continúa)

09_Parte 6

6/2/09

12:57

Página 472

472

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

ANEXO XV. Dotes moriscas en La Mancha (continuación) Fecha

Localidad

31.VI.1602

Ciudad Real

24.VIII.1602 25.XI.1602

Calzada de Calatrava Ciudad Real

31.I.1603

Ciudad Real

5.II.1606

Ciudad Real

14.XI.1606

Dos Barrios

17.IX.1606

Ciudad Real

16.XI.1606

Ciudad Real

15.XII.1606

Ciudad Real

15.III.1607

Ciudad Real

20.VIII.1607

Ciudad Real

4.IX.1607

Ciudad Real

2.XI.1607

Ciudad Real

22.XI.1607

Ciudad Real

20.II.1609

Alcaraz

3.V.1609

Ciudad Real

22.V.1609

Ciudad Real

28.XII.1609

Ciudad Real

1.I.1610

Ciudad Real

Contrayentes(a) Juan de Castilla e Isabel López (*) Francisco de Tarazona y María de Valencia Garci López y Leonor López Juan Rodríguez y María de Jaén Hernando del Águila y Cecilia Ruiz Francisco de Guadix y María de Albeitar Miguel de Rojas e Inés de Molina Miguel de Alarcón y María de Biedma Baltasar de Bobadilla y María de Rueda Bartolomé de Jaén y María de la Fuente Sebastián de Jaén y Luisa de Mendoza Hernando de Baena y María de Alhendín Gabriel Ximénez e Isabel de la Peña Alonso de Nájera y Ana López Ginés García e Isabel Ruiz Alonso de Granada e Inés López Domingo de Rueda e Inés de Aguilar Alonso Ambrosio y María de la Peña Luis de Saravia e Isabel de Cañizares

Valor dote (mrvs)

Valor arras (mrvs)

Total

79.314 205.166

205.166 150.633

45.849

45.849

20.094

20.094

127.942

70.720

198.662

71.807

13.032

84.839

60.391

60.391

37.521

13.122

50.643

44.964

16.838

61.802

144.670

41.140

185.810 132.519

59.730

16.125

75.855

88.125

23.256

111.381

42.888

68.000

110.888

48.768

16.642

65.410

72.639

72.639

41.040

14.462

55.502

48.471

45.900

94.371

(a) En matrimonios mixtos, el asterisco (*) indica el contrayente cristiano viejo.

09_Parte 6

6/2/09

12:57

Página 473

473

APÉNDICE DOCUMENTAL

ANEXO XVI. Cantidades en metálico incautadas a los moriscos del Partido de Ocaña a su paso por Burgos con motivo de la expulsión Fecha 16.III.1610 18.III.1610 25.III.1610 8.IV.1610 8.IV.1610 8.IV.1610 8.IV.1610 8.IV.1610 8.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610

Morisco Gonzalo de Rojas (Ocaña) Alonso de Medrano (Villatobas) Alvaro Hernández (Ocaña) Alonso García (Ocaña) García de Mendoza (Ocaña) Bartolomé de Morales (Ocaña) Alonso de Ráez Mateo de Mora (Ocaña) Magdalena de Ribera Ambrosio de Rincón (Ocaña) Luis de la Paz (Ocaña) Andrés de Vitoria (Ocaña) Lorenzo de Mora (Ocaña) Fernando de Ulloa (Ocaña) Diego Pérez (Ocaña) Miguel de Navarro (Ocaña) Juan de la Torre (Ocaña) Alonso de la Cruz (Ocaña) Cristóbal de Ayala (Ocaña) Luis Hernández de Murcia (Ocaña) Luis Martínez de Benada (Ocaña) Hernando de Padilla Felipe Hernández (Ocaña) Mateo López (Ocaña) Diego de Rincón (Ocaña) Damián Giménez (Ocaña) Jerónimo de Andrada (Ocaña) Luis de Cortinas (Ocaña) Juan de Cortinas (Ocaña) Luis Hernández Zequín (Ocaña) Luis de Santiago (Ocaña) María de Mata (Ocaña) Andrés de Jaén (Ocaña) García de los Reyes (Ocaña) Miguel Hernández (Ocaña)

Cantidad incautada (en maravedíes) 3.672 95.529 1.700 3.740 37.910 204 1.020 340 30.566 938 78.200 680 2.788 157.828 13.876 49.028 850 18.870 10.812 111.350 29.104 714 73.032 2.550 666 1.496 1.122 3.298 92 238.646 153.544 748 1.088 7.514 1.632 (continúa)

09_Parte 6

6/2/09

12:57

474

Página 474

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

ANEXO XVI. Cantidades en metálico incautadas a los moriscos del Partido de Ocaña a su paso por Burgos con motivo de la expulsión (continuación) Fecha 12.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610 12.IV.1610 14.IV.1610 14.IV.1610 14.IV.1610 14.IV.1610 14.IV.1610 14.IV.1610 14.IV.1610 14.IV.1610 14.IV.1610 14.IV.1610 14.IV.1610 14.IV.1610 14.IV.1610 14.IV. 1610 14.IV.1610 14.IV.1610 14.IV. 1610 14.IV. 1610 14.IV. 1610 14.IV. 1610 14.IV. 1610 14.IV. 1610 14.IV. 1610 14.IV. 1610 14.IV. 1610 14.IV. 1610 14.IV. 1610 14.IV. 1610

Morisco Jerónimo Ruiz (Ocaña) Miguel García (Ocaña) Diego Rodríguez (Ocaña) Gonzalo Benito (Ocaña) Isabel de Benavides (Ocaña) Diego Alcayde (Ocaña) Juan de Alcalá (Ocaña) Álvaro de Molina (Ocaña) Hernando Martínez (Ocaña) Diego de Baeza (Ocaña) Lorenzo Martínez (Ocaña) Martín Martínez (Ocaña) Diego de Albacete (Ocaña) Luis de Palma (Ocaña) Luis Bermejo (Ocaña) Luis Bico (Ocaña) Luis del Castillo (Ocaña) Hernando Enríquez (Ocaña) Diego Sánchez (Ocaña) ¿ ? * (Ocaña) Alonso de Quesada (Ocaña) Martín de Alcalá (Ocaña) Bernardino de la Torre (Ocaña) Diego López (Ocaña) Diego de Cáceres (Ocaña) Diego de Benavides (Ocaña) Alonso Martínez (Ocaña) Diego de Quesada (Ocaña) Rafael Castellanos (Ocaña) Luis Pérez (Ocaña) Alonso Cano (Ocaña) Juan de Alama (Ocaña) Benito Barrio (Ocaña) Bartolomé Bermejo (Ocaña)

* No consta el nombre del morisco, pero sí que es vecino de Ocaña

Cantidad incautada (en maravedíes) 374 1.360 3.910 204 2.992 134.776 1.156 8.228 850 2.346 16.150 340 1.836 15.198 680 21.284 1.700 986 610 61.268 1.394 99.484 612 30.396 15.164 11.084 4.488 816 4.134 680 544 850 408 272 (continúa)

09_Parte 6

6/2/09

12:57

Página 475

475

APÉNDICE DOCUMENTAL

ANEXO XVI. Cantidades en metálico incautadas a los moriscos del Partido de Ocaña a su paso por Burgos con motivo de la expulsión (continuación) Fecha 14.IV. 1610 14.IV. 1610 14.IV. 1610 14.IV. 1610 14.IV. 1610 15.IV.1610 15.IV.1610 15.IV.1610 15.IV.1610 15.IV.1610 15.IV.1610 15.IV.1610 15.IV.1610 15.IV.1610 15.IV.1610 15.IV.1610 15.IV.1610 15.IV.1610 15.IV.1610 15.IV.1610 15.IV.1610 15.IV.1610 15.IV.1610 15.IV.1610 15.IV.1610 15.IV.1610 15.IV.1610 18.IV.1610 18.IV.1610 18.IV.1610 18.IV.1610 19.IV.1610 19.IV.1610 19.IV.1610 19.IV.1610

Morisco Juan de Benavides Hernando de Quesada Alonso de Guadix (Dos Barrios) Miguel de Guadix (Dos Barrios) Juan de Baeza (Dos Barrios) Lucas de Mendoza (Dos Barrios) Luis Yañez (Dos Barrios) Lorenzo Bazán (Dos Barrios) Baltasar del Castillo (Dos Barrios) García de Vergara (Dos Barrios) Andrés Bazán (Dos Barrios) García de Albeitar (Dos Barrios) Tomás de Mendoza (Dos Barrios) Andrés Hernández (Dos Barrios) Miguel de Baeza (Dos Barrios) Gonzalo Ponce (Dos Barrios) Gonzalo Ponce (Dos Barrios) García de Castaostra (Dos Barrios) Pedro de Galera (Dos Barrios) Luis de la Oja (Dos Barrios) Hernando de Quesada (Dos Barrios) Melchor de Guadix (Dos Barrios) Sebastián Rodríguez (Dos Barrios) Juan de Baena (Dos Barrios) Alonso Romero (Dos Barrios) Alonso de Toledo (Dos Barrios) Juan Romero (Dos Barrios) Diego de Medina (Ocaña) Alonso de Alcalá (Ocaña) Sebastián López (Ocaña) Alonso Hernández (Ocaña) Juan de la Cruz (Ocaña) Alonso de la Cruz (Ocaña) Diego López (Ocaña) Francisco del Castillo (Ocaña)

Cantidad incautada (en maravedíes) 442 1.700 81.668 52.020 2.210 680 238 12.138 306 204 272 204 204 680 204 408 8.704 1.020 53.788 1.326 272 3.536 1.700 170 48.000 340 82.892 272 340 1.088 272 2.302 14.450 850 1.540 (continúa)

09_Parte 6

6/2/09

12:57

476

Página 476

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

ANEXO XVI. Cantidades en metálico incautadas a los moriscos del Partido de Ocaña a su paso por Burgos con motivo de la expulsión (continuación) Fecha 19.IV.1610 19.IV.1610 19.IV.1610 19.IV.1610 19.IV.1610 19.IV.1610 19.IV.1610 19.IV.1610 19.IV.1610 19.IV.1610 19.IV.1610 19.IV.1610 19.IV.1610 19.IV.1610 19.IV.1610 21.IV.1610 21.IV.1610 21.IV.1610

Morisco Luis de Medina (Ocaña) Isabel Rodríguez (Ocaña) Juan del Castillo (Ocaña) Alonso del Castillo, el viejo (Ocaña) Miguel Hernández (Ocaña) Diego de Rojas (Ocaña) Gonzalo de Campos y Alonso de Rojas (Ocaña) Gaspar Gutiérrez (Ocaña) Bernardino Enríquez (Ocaña) Andrés del Valle (Ocaña) Diego Marín (Ocaña) Jerónimo Gutiérrez (Ocaña) Miguel de Morales (Ocaña) Alonso del Castillo, el mozo (Ocaña) Luis González (Ocaña) Luis de Valencia (Ocaña) Andrés de Alcalá (Ocaña) Juan Ruiz (Ocaña)

Cantidad incautada (en maravedíes) 95.064 408 13.192 57.465 1.938 56.950 140.318 1.190 79.696 782 125.664 1.598 1.734 476 1.190 102.000 43.350 476

Fecha

4 ducados 8,5 ducados más 3,5 fanegas de trigo por el arrendamiento de la finca 4 ducados

Siembra de 2,5 fanegas de trigo y 2,5 fanegas de cebada Siembra de 5 fanegas de trigo Siembra de una cantidad indeterminada de trigo y cebada en un quiñón

Juan Ruiz Pedro, Teresa y Juan Agustín Álvarez

Diego Ruiz, clérigo

Domingo Hernández

Domingo de Rueda y Rodrigo Bojardo Andrés de Nájera

Jerónimo de Carmona Doña Magdalena Tre- Pedro de Ávila Carmona viño

28.III.1610

29.III.1610

30.III.1610

(Continúa)

Lo cede sólo a cambio del pago de 7 fanegas de trigo por el arrendamiento de la finca

Siembra de 4 fanegas de trigo y 2 fanegas de cebada

Juan López

Monasterio de Nuestra Señora de Gracia de Ciudad Real

Lorenzo de Banegas

27.III.1610

400 reales más 64 fanegas de trigo a pagar al monasterio por el arrendamiento de la finca

Siembra de 120 fanegas de trigo.

Andrés Fernández Delgado

Monasterio de Nuestra Señora de Gracia de Ciudad Real

Juan y Gonzalo de Saravia

22.III.1610

49,5 reales, de los cuales 25 se pagan en metálico y el resto conmuta una deuda entre ambos que pesaba sobre el morisco

Siembra de 1,5 fanegas de trigo y 2 fanegas de cebada

Sebastián Pardo

Gaspar de Ayala

Gaspar de Ayala

22.III.1610

20 fanegas de trigo por el arrendamiento de dos años

Siembra de 10 fanegas de candeal y 10 de cebada

Juan Fernández Treviño

Juan Fernández Treviño

Alonso de Heredia

16.III.1610

40 reales más otros 80 reales pertenecientes al último año de arrendamiento de esa huerta

Doña Isabel de Loay- Siembra de una cantidad indeterminada de cebada en una huerta sa

Herederos de Juan Carrillo

Gaspar de Torres

14.III.1610

468 reales

Siembra de 21 fanegas de trigo y 11 fanegas de cebada

Diego Grande, Pedro Sánchez y Francisco Martín

Luis de Jaén

13.III.1610 Cristóbal de Meneses, Cofradía de las Ánimas de Ciudad Real y heredera de Lorenzo Hidalgo

Herederos de BartoMiguel de Medrano y Alonso de Medrano lomé de Salvatierra

40 reales más 24 fanegas de trigo por el arrendamiento de la finca

Precio

Siembra de 12 fanegas de trigo y 4 de cebada

Concepto traspasado

Agustín de Berrio

Propietario del bien Beneficiario traspaso

12:57

11.III.1610

Morisco

6/2/09

Ciudad Real

ANEXO XVII. Los moriscos de Ciudad Real y El Toboso ante la expulsión. Los traspasos de siembras

09_Parte 6 Página 477

APÉNDICE DOCUMENTAL

477

Martín de Biedma

Hernando López

Hernando López

Sebastián de Baena

Lorenzo de Vergara, el viejo

4.IV.1610

5.IV.1610

5.IV.1610

5.IV.1610

Baltasar de Bobadilla Cofradía de Santiago de los Caballeros de Ciudad Real

1.IV.1610

4.IV.1610

Bernabé de Mendoza

31.III.1610

Luis de Padilla

Lorenzo de Velasco

31.III.1610

Alonso de Rojas de León

Catalina de Martibánez

Juan Fernández Treviño de Salazar

Francisco Romero

Alonso de Treviño

Gonzalo de Padilla

Juan Fernández Treviño

Luis López Cabrera

Alonso de Rojas de León

Catalina de Martibáñez

Juan Fernández Treviño, el mozo

Cristóbal Bermúdez, clérigo

Licenciado Romero

Lorenzo de Ureña y Pedro Padilla

Hernán García

Jerónimo Sánchez

Pedro de Heredia

4 fanegas de trigo

Siembra de 2,5 fanegas de trigo y un pedazo de tierra sin sembrar

648 reales más 47 fanegas de trigo en concepto de arrendamiento de la finca a pagar al propietario 100 ducados 105 reales Nada. Se conmuta por la deuda en el pago del arrendamiento que ascendía a 3.689 reales

Siembra de una cantidad indeterminada de trigo en tres pedazos Siembra de 60 fanegas de trigo y 10 fanegas de cebada Siembra de 10 fanegas de trigo y una longuera de candeal Siembra de 130 fanegas de cebada y 13 de trigo

(Continúa)

12 ducados más 15 fanegas de trigo en concepto de arrendamiento de la finca a pagar al propietario

Siembra de 8,5 fanegas de trigo

Siembra de una cantidad no especificada 240 reales de cebada y legumbres

Siembra de 5 fanegas de trigo y de 5 fa- 8 ducados negas de cebada

40 reales, más 4 fanegas de trigo a pagar al propietario de la finca por el arrendamiento de dos años

Siembra de 4 fanegas de trigo

Don Diego de Loaysa Siembra de 11,5 fanegas de trigo y 2 de 100 reales, más 27 fanegas de pan, mitad de trigo y mitad de cebada en concepto de candeal arrendamiento a pagar al propietario

Siembra de 10 fanegas de trigo y 8,5 fa- 100 reales negas de cebada

Precio

478

1.IV.1610

Andrés de Baena

30.III.1610

Juan López

Concepto traspasado

12:57

Herederos de Juan Carrillo

Luis de Ayala, Luis Francisco Mexía de Ávalos y Alonso de Cañizares, moriscos

Propietario del bien Beneficiario traspaso

30.III.1610

Morisco

6/2/09

Fecha

ANEXO XVII. Los moriscos de Ciudad Real y El Toboso ante la expulsión. Los traspasos de siembras (continuación)

09_Parte 6 Página 478

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

Precio

8 ducados y 4,5 fanegas de trigo pertenecientes al arriendo de la finca 7,5 ducados y 2,5 fanegas de trigo pertenecientes al arriendo de la finca 3,5 ducados

Siembra de 6 fanegas de trigo Siembra de 4,5 fanegas de trigo Siembra de 3 fanegas de cebada y 8 celemines de candeal

Pedro Martínez Bermejo Juan Bautista y Hernando Ortiz Luis Gómez Luis Gómez

Diego de Cañizares María del Forcallo Carriles Cristóbal Fernández Cristóbal Fernández

Diego de Cañizares

Miguel de Aguilar

Alonso de Cañizares

Diego de Molina

Álvaro López

Diego de Alcocer

6.IV.1610

7.IV.1610

7.IV.1610

7.IV.1610

7.IV.1610

7.IV.1610

7.IV.1610

15 ducados más 3 fanegas y 3 celemines por el arrendamiento de la finca El morisco paga 25 ducados correspondientes al arriendo del primer año y, a cambio, renuncia al resto del arriendo y cede el sembrado gratuitamente Cesión gratuita. Solo debe pagar a la parroquia 5 fanegas de trigo por el arrendamiento de la finca

Siembra de 9 fanegas de trigo y 6 fanegas de cebada Siembra de cebada en una heredad de 20 cahizadas de extensión

Siembra de 4 fanegas de cebada

Juan López

Andrés de Arriaga

Alonso Martínez de Lázaro

Monasterio de Nuestra Señora de Gracia de Ciudad Real Andrés de Arriaga

Parroquia de San Pedro de Ciudad Real

Domingo Rodríguez

Pedro Camacho

Diego de Alcocer

8.IV.1610

9.IV.1610

APÉNDICE DOCUMENTAL

(Continúa)

638 reales más 20,5 fanegas de trigo a pagar a los propietarios por el arrendamiento de las fincas

Siembra de 36 fanegas de trigo y 10,5 fanegas de cebada

Fernando Valdés de Mendoza

María de Forcallo, Juan López y Luis López

Siembra de 9 celemines de trigo, 3 cele- 20 reales y 1 fanega de trigo y 1 fanega de mines de centeno y 1,5 fanegas de cebada cebada perteneciente al arriendo de la finca a favor de Sicilia López

14 ducados

Siembra de 6 fanegas de cebada

Cristóbal de León

Cristóbal de León

Diego de Alcocer

6.IV.1610

12:57

Magdalena de Medra- Juan Manchado no. Arrendado a Sicilia López

40 reales

Siembra de 4 aranzadas de trigo

Luis de Talavera

Pedro Díaz de Guzmán

100 reales a los que se añade 1,5 fanegas en Sembrados de trigo repartidos en difeconcepto de arrendamiento de la huerta rentes pedazos de tierra. A ello se le añade otro pedazo que es cedido íntegramente a un criado de ambos moriscos

Concepto traspasado

Luis de Velasco y Diego de Guzmán

Propietario del bien Beneficiario traspaso

6.IV.1610

Morisco

6/2/09

Fecha

ANEXO XVII. Los moriscos de Ciudad Real y El Toboso ante la expulsión. Los traspasos de siembras (continuación)

09_Parte 6 Página 479

479

Gonzalo de Ayala

Diego de la Peña y Gabriel Ximénez

Francisco Esteban

Alonso López

Martín de Medrano

Miguel de Lucas

Antón Biano

Fernando Pérez

Gonzalo Gutiérrez

Gonzalo de Ayala

Sebastián de Zafra

Fernando de Zafra

10.IV.1610

10.IV.1610

10.IV.1610

13.IV.1610

13.IV.1610

13.IV.1610

13.IV.1610

14.IV.1610

14.IV.1610

14.IV.1610

15.IV.1610

15.IV.1610

Morisco

90 reales 13 ducados 20 ducados más 12,5 fanegas de trigo y 12,5 fanegas de cebada por el arrendamiento

Siembra de 3,5 fanegas de trigo Siembra de 11 fanegas de cebada, de 3 de habas y 1 de trigo Siembra de 15 fanegas de trigo y 15 fanegas de cebada

Siembra de 15,5 fanegas de trigo y 7 de 551 reales más 52 fanegas de trigo por el pago del arrendamiento de tres años candeal

Francisco Pérez, sacristán Pedro de la Peña Martín Ruiz

Juan García Colado

Monasterio de Nuestra Señora de Gracia de Ciudad Real Juan Serrano de Arévalo

85 reales 75 reales 250 reales

Siembra de 8 fanegas de trigo Siembra de 20 fanegas de trigo y 10 fanegas de cebada

Fernando Díaz de Inés de Figueroa y patronazgo y disposi- Biedma ción de don Antonio de Galiana, difunto

Juan Fernández Treviño de Salazar

Juan López de Brianda Siembra de 10 fanegas se trigo

Juan Fernández Treviño de Salazar

Gonzalo de Ayala

(Continúa)

Siembra de 45,5 fanegas de trigo, 20 fa- 620 reales más 90 fanegas de pan, mitad trigo y mitad cebada a pagar al propietario de negas de cebada y 10 de panizo la finca por el arrendamiento

Antonio Juárez

Don Francisco de Céspedes

Herederos de Juan Carrillo

Martín de Medrano

140 reales más 32 fanegas de pan, mitad de trigo y mitad de cebada por el pago del arrendamiento de la finca

4 ducados más 2 fanegas de trigo y 2 fanegas de cebada por el arrendamiento de la finca

Siembra de 5 fanegas de trigo

Doña Luisa de Trevi- Bartolomé de Rojas ño

480

Siembra de 11 fanegas de trigo y 6 de Antonio Fernández, clérigo de Alcolea de cebada Calatrava

105 reales y 13 fanegas y 9 celemines de cebada pertenecientes al arriendo de la finca

Siembra de 12 fanegas de trigo y 2 fanegas de cebada

Convento de Domini- Diego Martínez de Cea cas de Ciudad Real

12:57

Doña Elvira Maldonado

100 reales

Precio

Siembra de 4 fanegas de trigo y 4 fanegas de cebada

Concepto traspasado

Francisco de la Serna María González

Propietario del bien Beneficiario traspaso

6/2/09

Fecha

ANEXO XVII. Los moriscos de Ciudad Real y El Toboso ante la expulsión. Los traspasos de siembras (continuación)

09_Parte 6 Página 480

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

200 reales

Siembra de 7 fanegas de trigo y 7 fanegas de cebada

Alonso de Rojas

Nada. El propietario lo obtiene gratis dado que el morisco le adeuda 132 fanegas y 9 celemines de trigo y 13 fanegas y 9 celemines de cebada por el arrendamiento de los años 1608, 1609 y 1610 200 reales

Siembra de 16 fanegas de cebada

Siembra de 4 fanegas de trigo y 11 fanegas de cebada

Alonso de Rojas

Alonso de Rojas

Alonso de Rojas

Alonso de Rojas

Lorenzo de Vergara, el viejo

Miguel de Mendoza

17.IV.1610

18.IV.1610

(Continúa)

Nada. Lo obtiene con la condición de pagar 40 reales correspondientes al pago del último de los tres bienios en que se arrendó la finca en 1604

Siembra de 17 fanegas de trigo

María de Romero

Siembra de 25 fanegas de trigo y 6 de cebada

Siembra de 8 fanegas de trigo y 8 de cebada

Dña. Isabel de Treviño

Patronazgo y disposición de don Antonio Cristóbal Bermúdez de Galiana, difunto

Miguel de Aguilar

Marcos de Ávila y Gaspar Enríquez

Alonso de Biedma

17.IV.1610

16.IV.1610

Andrés del Moral

Miguel de Jaén y Mi- Alonso de Rojas guel de Mendoza

16.IV.1610

50 reales y 152 fanegas de cebada, 6 de trigo y 4 carretas de paja por el arrendamiento de las fincas de los años 1609 y 1610

40 reales

Siembra de 20 celemines de trigo

Francisco Díaz de Carrión

Andrés del Moral

16.IV.1610

Siembra de 16 fanegas de cebada y 2 de trigo

600 reales más otros 1.801 reales a pagar a la dueña por el arrendamiento de dos años de la finca

Siembra de una cantidad indeterminada de legumbres y cebada en una huerta y dos pedazos de tierra

Don Luis de Cárcamo

Miguel de Jaén y Ga- Doña Francisca de León briel Mendoza

16.IV.1610

12:57

Capellanía de Juan Ruiz en la iglesia de Sta. María del Prado

Siembra de 3 fanegas de trigo, 1,5 fane- 16 reales y 6 fanegas de trigo y 6 de cebada pertenecientes al arrendamiento de la finca gas de cebada, 1 fanega de candeal y 1,5 celemines de lentejas

Juan Andrés de Uceda

Concepto traspasado

Magdalena Treviño de Medrano

Concepto traspasado

Álvaro López

Propietario del bien Beneficiario traspaso

15.IV.1610

Morisco

6/2/09

Fecha

ANEXO XVII. Los moriscos de Ciudad Real y El Toboso ante la expulsión. Los traspasos de siembras (continuación)

09_Parte 6 Página 481

APÉNDICE DOCUMENTAL

481

Propietario del bien Beneficiario traspaso

Concepto traspasado

Precio

Ginés Mayoral

Hernando de Molina

Hernando de Molina

9.III.1610

9.III.1610

168 reales más 96 reales por el arrendamiento 120 reales y 3 cuartillos ¿?

Alonso de Barrionue- Sembradura de 16 fanegas de azafrán. Arrendamiento por 6 años vo Arrendamiento de haza por 9 años de los cuales 2 ya se han cumplido Sembrado de azafrán y arrendamiento del haza en el que está sembrado. 9 años. 2 cumplidos

Miguel Hernández Ezequiel de Molina

Miguel Hernandez Ortiz Miguel Hernández Herederos de Diego Martín Pedernoso

(Continúa)

174 reales

16 ducados más 10 fanegas y 9 celemines por el pago del arrendamiento de la finca

Siembra de 12 fanegas de trigo y 8 de cebada

Sebastián de Prado, clérigo Juan de Morales, car- 6 fanegas de cebada pintero

Ginés Mayoral, Juan Los moriscos Vicario y Ginés Zarco

22.III.1610

9.III.1610

El Toboso

Luis López

Jerónimo de Carmona Doña Francisca de Treviño

20.IV.1610

Agustín de Rojas

160 reales

Pedro Sánchez Espar- Siembra de 9 fanegas de trigo tero

Alonso Ruiz

Alonso Ruiz

20.IV.1610

21.IV.1610

50 reales

Siembra de 4 fanegas de trigo

Juan Fernández Treviño

Juan Fernández Treviño

Lorenzo de Molina

20.IV.1610

Lo cede a cambio del pago de 45 fanegas de cebada por el arrendamiento de la finca y diversos pagos atrasados

Siembra de 4 fanegas de trigo, 8 fanegas 40 reales y 9 fanegas de trigo y 19 fanegas de cebada por el pago del arrendamiento de de cebada y 1,5 fanegas de candeal la finca

Pedro Martínez Bermejo

Alonso de Rojas

Alonso Díaz Gaytán

19.IV.1610

482

Siembra de 4,5 fanegas de trigo y 4,5 fanegas de cebada

50 reales y 15 fanegas de cebada en concepto del pago del arrendamiento de la finca

Siembra de 6 fanegas de cebada y 1,5 fanegas de trigo

Diego Martínez de Cea

Diego Martínez de Cea

Martín Ximénez

19.IV.1610

12:57

Juan de Padilla

58 ducados

Siembra de 12 fanegas de trigo y 9 de cebada

Cristóbal Sánchez Aguado

Nada. Cesión sólo a cambio de que se conmute por el pago del arrendamiento de la finca

Jerónimo de Carmona Cristóbal Sánchez Aguado

Ldo. Nicolás Pastrana Ldo. Nicolás Pastrana Siembra de una fanega de candeal y 3 de cebada

19.IV.1610

Morisco

Miguel de Talavera

19.IV.1610

6/2/09

Fecha

ANEXO XVII. Los moriscos de Ciudad Real y El Toboso ante la expulsión. Los traspasos de siembras (continuación)

09_Parte 6 Página 482

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

78 reales por la siembra del azafrán más 80 reales por el arrendamiento 54 reales por la siembra de azafrán más 54 reales por el arrendamiento 24 reales por el arrendamiento 4 ducados por la siembra más 80 reales por el arrendamiento 318 reales más 10 fanegas de cebada y 6 de candeal por el arrendamiento 80 reales por la siembra más 4 fanegas de cebada por el arrendamiento 39 reales por la siembra más otros 40 por el arrendamiento 4 ducados por la siembra más otros 120 reales por el arrendamiento 165 reales por la siembra más una cantidad no especificada de dinero por el arrendamiento

Haza sembrada de azafrán y arrendada por 9 años. Cumplido 1 Haza sembrada de azafrán y arrendada por 10 años. Cumplido 1 Haza de 7 fanegas de azafrán sin plantar. Arrendamiento por 3 años Sembradura de 22 fanegas de azafrán. Arrendadas por 9 años. 1 cumplido Sembradura de 9,5 fanegas de cebada y 3,5 fanegas de candeal (éstas en su propiedad). Arrendamiento de un año Sembradura de 2 fanegas de candeal. Arrendamiento por un año Haza sembrada de azafrán y arrendada por 9 años. Cumplido un año Haza sembrada de azafrán y arrendada por 9 años. Cumplido 1 Sembrado de 4,5 fanegas de trigo y 4,5 fanegas de cebada en haza arrendada

Blas Gómez Pedro de Molina Francisco Martín García Pedro de Molina Alonso Ortiz Zarco

Pedro González Blas Gómez Pedro de Molina Alonso Ortiz Ortega

Herederos de Diego Martín Pedernoso Diego Muñoz Antón de Molina Antón de Molina Herederos de Diego Martín Pedernoso

Antón García de Ludeña Juan Alcaide Alonso de Molina

Hernando de Molina

Hernando de Molina

Hernando de Molina

Hernando de Molina

Hernando de Molina y Juan de Molina

Diego Martínez de Moya

Diego Martínez de Moya

Diego Chacón

Diego Chacón

Diego Chacón

Diego Chacón

Diego Chacón y Gonzalo Vicario

11.III.1610

2.IV.1610

9.III.1610

12.III.1610

12.III.1610

10.III.1610

11.III.1610

11.III.1610

11.III.1610

4.IV.1610

12.III.1610

22.III.1610

APÉNDICE DOCUMENTAL

(Continúa)

70 reales. No pagan el arrendamiento

36 reales Sembradura de 2 fanegas de cebada

Manuel Ximénez

El morisco

Diego López Serrano Diego López Serrano Sembradura de 33 fanegas de azafrán en haza. Arrendada por 9 años. Cumplidos 2

60 reales Sembradura de 15 fanegas de azafrán

Francisco de Acuña

Pedro Martínez

Diego López Serrano Juan Muñoz

Antón de Molina

Hernando de Molina

10.III.1610

12:57

Haza sembrada de 26 fanegas de cebada. 130 reales por la siembra más 82 reales por el arrendamiento Arrendada por 9 años. Cumplidos 2

Precio

Propietario del bien Beneficiario traspaso

Morisco

Fecha

6/2/09

Concepto traspasado

ANEXO XVII. Los moriscos de Ciudad Real y El Toboso ante la expulsión. Los traspasos de siembras (continuación)

09_Parte 6 Página 483

483

Bernardino Alcaide

Bernardino Alcaide y Zarco Martínez Alonso García

Bernardino Alcaide y Los moriscos Alonso García

22.III.1610

12.III.1610

15.III.1610

Ginés Mayoral

Andrés Zarco

Juan Vicario y Alonso García

Pedro Zarco

13.III.1610

16.III.1610

18.III.1610

22.III.1610

145 reales

Sembradura de 5 fanegas de trigo

Sembradura de 10 fanegas de candeal. Arrendada por un año

Andrés Martín Soria- 13 fanegas de cebada no

Francisco de Morales Gonzalo Fernández Ortiz

Gabriel Fernández

Los moriscos

(Continúa)

75 reales mas 2 fanegas de candeal por el arrendamiento

8 ducados

190 reales

Sembradura de 4 fanegas de candeal

Diego Morales, el viejo

142 reales

Sembradura de 4 fanegas de candeal

Juan Ginés de la Planchuela

El morisco

El morisco

185 reales más 5 fanegas de candeal por el arrendamiento

Sembradura de 5 fanegas de candeal. Arrendamiento de un año

Sembradura de 12 fanegas de azafrán en 141 reales 2 parcelas. Arrendadas por 2 años. Ya pagados

Cristóbal de Pliego

Alonso Martínez

3 sembrados de 12 fanegas de cebada

Pedro de Molina

550 reales

140 reales

2,5 ducados

8 ducados

140 reales

3.000 maravedís (89 reales) más el arrendamiento que no se especifica

40 reales más otros 147 por el arrendamiento

484

Pedro Muñoz

El morisco

Bernardino Alcaide

9.III.110

Sembradura de 20 fanegas de azafrán

Alonso de la Cueva, clérigo

El morisco

Alonso García

20.III.1610

2,5 fanegas de cebada

Francisco Gómez Muñoz

El morisco

Alonso García

Sembradura de 13 fanegas de candeal

13.III.1610

Sembradura de 4 fanegas de cebada

El morisco

Alonso García

17.III.1610

Diego Moreno

El morisco

Alonso García

11.III.1610

Alonso Ortiz Zarco

Diego Hernández de Molina

Gonzalo Vicario

6.IV.1610

Sembradura de 8 fanegas de azafrán. Arrendadas por 5 años

Haza sembrada de 7 fanegas de azafrán. Arrendada por 9 años. Cumplidos 2

Diego López Serrano Juan Muñoz

Gonzalo Vicario

11.III.1610

60 reales por la siembra más 5,5 fanegas de cebada por el arrendamiento

Precio

12:57

Martín Fernández Morales

3 fanegas de cebada sembrada en dos hazas

Beata hija de Ambro- Cristóbal Naranjo, el mozo sio Ruiz

Juan Velázquez

11.III.1610

Concepto traspasado

Propietario del bien Beneficiario traspaso

Fecha

6/2/09

Morisco

ANEXO XVII. Los moriscos de Ciudad Real y El Toboso ante la expulsión. Los traspasos de siembras (continuación)

09_Parte 6 Página 484

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

77 reales

Sembradura de 2 fanegas de candeal

Sembradura de 22,5 celemines de cande- 50 reales más 22,5 celemines de candeal por el arrendamiento al. Arrendamiento por 1 año

Gaspar de Magán Alonso de la Flor

Juan Zarco y Luis de María López Velázquez

Juan Zarco y Luis de Beata hija de Diego Martínez Velázquez

23.III.1610

31.II.1610

Ldo. Pedro López

El morisco Alonso Pérez de las Cámaras El morisco

Andrés Zarco, Ginés Mayoral y Garci Cañizares

Diego de Mendoza

Diego de Mendoza

Diego de Mendoza

22.III.1610

22.III.1610

28.III.1610

2.IV.1610

40 reales Sólo el pago del arrendamiento: 26 fanegas 6 ducados

Sembradura de 10 fanegas de azafrán Sembradura de 22 fanegas de azafrán. Arrendamiento de 5 años. Cumplidos 3 Sembradura de 20 fanegas de azafrán

Antón de Morales Juan Pérez Serrano Antón Martínez

APÉNDICE DOCUMENTAL

(Continúa)

12,5 ducados. No se paga el importe del arrendamiento

Sembradura de 40 fanegas de azafrán

Ldo. Pedro López

Gabriel de Villanueva Gabriel de Villanueva Sembradura de 20 fanegas de azafrán. Arrendamiento por 10 años. Cumplidos 8

Juan Velázquez y Juan Vicario

22.III.1610

40 reales. Se le condona el pago de lo que queda de arrendamiento

133 reales más 12 fanegas de candeal por el arrendamiento

Diego Martínez Sembradura de 6 fanegas de candeal. Arrendada por dos años

Sembradura de 2 fanegas de candeal y 3 106 reales más otras 4 fanegas de candeal por el arrendamiento de cebada. Arrendada por 1 año

Alonso y Antonio López Saldaña

22.III.1610

Alonso de Morales y Diego Fernández Tirado

Sembradura de 6,5 fanegas de cebada en 72 reales 4 hazas y sembradura de 4,5 fanegas de trigo en 2 hazas

Juan Zarco y Luis de Hernando Alejo, comisario del Santo Velázquez Oficio

Juan Zarco

12.III.1610

Alonso de Morales

Juan de Morales

42 reales. Se le perdona el precio del arrendamiento

Sembradura de 9 fanegas de azafrán. Arrendadas por 5 años. Ha pasado 1

100 reales mas dos fanegas de candeal por el arrendamiento

Juan Zarco

31.III.1610

El morisco

Tomás de Velasco

Precio 39 reales más 5 fanegas de candeal por el arrendamiento

Concepto traspasado Sembradura de dos fanegas de cebada en dos hazas. Arrendadas por 1 año

Sembradura de 2 fanegas de candeal. Arrendamiento por un año

Juan Zarco

22.III.1610

Tomás de Velasco

Bartolomé Romero

Propietario del bien Beneficiario traspaso Beneficio cural de la villa

12:57

Miguel Hernández Monedero

Juan Zarco

22.III.1610

Morisco

Juan Zarco

22.III.1610

6/2/09

Fecha

ANEXO XVII. Los moriscos de Ciudad Real y El Toboso ante la expulsión. Los traspasos de siembras (continuación)

09_Parte 6 Página 485

485

Diego Velázquez

Pedro Vicario

García Zarco

García Zarco

García Zarco

García Zarco

García Zarco y Juan Chacón

García Zarco y Juan Chacón

Ginés Alcaide

Gines Zarco

Juan de Molina

Juan de Molina

Juan de Molina

6.IV.1610

25.III.1610

2.IV.1610

25.III.1610

2.IV.1610

6.IV.1610

14.III.1610

14.III.1610

5.IV.1610

10.III.1610

11.III.1610

12.III.1610

22.III.1610

Morisco

Diego Velázquez

23.III.1610

Pedro de Molina

Tomás de Molina

El morisco

Francisco Ortiz y Diego Martínez

Alonso de Morales, clérigo

Los moriscos

Concejo de la villa de El Toboso

El morisco

El morisco

El morisco

Andrés Fernández Portugués

Pedro González

Pedro González

Miguel Monedero

Alonso de Morales, clérigo

Pedro Alonso Madridejos

Pedro Alonso Madridejos

Pedro Alonso

Pedro Alonso

Antón García de Ludeña

Antonio de Molina

Sebastián Panduro

Antón de Molina

100 reales

30 reales

Sembradura de 16 fanegas de azafrán. Arrendamiento por 10 años. Cumplidos 5

Sembradura de 2 fanegas de candeal. Arrendamiento por un año. Ya pagado

Sembradura de 3 fanegas de cebada

(Continúa)

8 ducados más 91 reales y 16 maravedíes por el arrendamiento

70 reales

70 reales

Sembradura de 2 fanegas de candeal y 4 210 reales fanegas de cebada

Sembradura de 6 fanegas de azafrán.

Precio

25 fanegas de trigo por el arrendamiento

190 reales

190 reales

30 reales

Sembradura de 5 suertes de tierra. No se 92 reales especifica más

Arrendamiento de ciertas tierras por 5 años

Sembradura de 30 fanegas de azafrán

Sembradura de 30 fanegas de azafrán

3 almudes de cebada en un rastrojo

Sembradura de 12 fanegas de candeal, 3 150 ducados celemines de centeno y 20 fanegas de cebada

Sembradura de 10 celemines de cebada 40 reales en haza en La Mota y sembradura de 10 celemines de candeal en El Toboso

Fruto de un melonar de 4 fanegas

115 reales

486

El morisco

El morisco

Concepto traspasado Sembradura de 33 fanegas y 8 almudes de cebada distribuidas en 16 parcelas

12:57

El morisco

Antón de Molina

Propietario del bien Beneficiario traspaso El morisco

6/2/09

Fecha

ANEXO XVII. Los moriscos de Ciudad Real y El Toboso ante la expulsión. Los traspasos de siembras (continuación)

09_Parte 6 Página 486

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

Luis Velázquez

Luis Velázquez

Francisco Ximénez

Luis Ramón

Pedro Hernández

Juan Alcaide

Pedro Ortiz

Pedro Ortiz

Luis Panduro

23.III.1610

24.III.1610

25.III.1610

28.III.1610

1.IV.1610

4.IV.1610

4.IV.1610

7.IV.1610

7.IV.1610

Sembradura de 12 fanegas de azafrán

Alonso de Campos

Sembradura de 3 fanegas de cebada

8 ducados y 18 reales por el arrendamiento

80 reales

Sembradura de 3 fanegas y 10 celemines 160 reales. Todo incluido de candeal. Arrendamiento por un año

Juan Martínez Velasco Sembradura de 18 fanegas de azafrán. Arrendamiento por un año

Beata hija de Alonso Sánchez de Molina

El morisco

Sembradura de 25 fanegas de azafrán. A 80 reales. Con todo incluido A. García de Ludeña se le arriendan 10 por dos años.

Juan de Morales

Francisco Martínez

Sembradura de 3 fanegas y 3 almudes de trigo. Arrendamiento por un año

Diego Fernández Tirado

16 ducados más 4 fanegas de candeal por el arrendamiento

Sembradura de 40 fanegas de azafrán.

90 reales. Paga sólo el arrendamiento correspondiente a Antón García de Ludeña: 12 reales

30 reales más 23 reales y 10 maravedíes por el arrendamiento que queda

10 ducados

93 reales

Francisco de Lizaña

Sembradura de 15 fanegas de azafrán. Arrendamiento por 10 años. Cumplidos 8

Sembradura de 4 fanegas de cebada

Alonso Martínez de Tarragona

María de Aguilera

El morisco y Antón García de Ludeña

Herederos de Blas Prado

Francisco de Lizaña y Antón García de Ludeña y el morisco

Precio

Sembradura de 2 fanegas de candeal y 9 72 reales más 3 almudes de candeal por el celemines de candeal (en su propiedad). arrendamiento Arrendamiento de 1 años

Concepto traspasado

Juan de Ocaña

Juan Martínez Esteban

Pedro Fernández Mo- Damián Ortiz rales

El morisco

El morisco

Isabel Díaz

Propietario del bien Beneficiario traspaso

FUENTE: AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Legs. 19/2; 59/3; 73/3; 80/1 y 80/2; AHP To. Sección Protocolos Notariales. Leg. 13.382 y 13.383.

García Vicario

13.III.1610

Morisco

12:57

Fecha

6/2/09

ANEXO XVII. Los moriscos de Ciudad Real y El Toboso ante la expulsión. Los traspasos de siembras (continuación)

09_Parte 6 Página 487

APÉNDICE DOCUMENTAL

487

6/2/09

12:57

Página 488

488

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

1

Número de escrituras

5

Otros

1

Vid/oliv.

Morisco

Regadío

Localidad

Secano

ANEXO XVIII. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Marquesado de Villena Urbano

09_Parte 6

1

8

476.685

1

3

343.948

4

335.575

2

226.100

Precio

Villanueva de la Jara

Pedro Fajardo

Villarrobledo

Francisco de Benegas

Villarrobledo

Gonzalo Mexía

3

Villarrobledo

Francisco Narváez

2

Villanueva de la Jara

Luis Fajardo

2

3

1

6

162.882

Villanueva de la Jara

Luis de Córdoba

1

9

1

11

162.516

Tobarra

Juan Ortiz

1

158.640

Villarrobledo

Diego Riquelme

1

1

2

156.370

Tobarra

Alonso de la Jara

3

3

155.375

Villarrobledo

Luis de Robles

2

2

152.020

Villarrobledo

Lázaro de Robles

2

3

5

134.708

Villarrobledo

Alonso del Carpio

1

1

2

109.390

Villarrobledo

Pedro Mexía

1

1

105.000

Villarrobledo

Bernardino de Narváez

3

4

96.800

Villarrobledo

Juan de Albaycín, el viejo

2

2

94.875

Villanueva de la Jara

Isabel Pagana

1

4

80.060

Albacete

Elvira de Mendonza

1

2

77.170

San Clemente

Martín Xuárez

1

Villanueva de la Jara

Isabel González

Villarrobledo

Diego Muñoz

Villarrobledo Villanueva de la Jara

2 1

1

1 2

1 1

1

74.800

2

74.162,6

1

1

69.700

Isabel de Mendoza

1

1

62.900

Isabel Gómez

1

1

57.800

San Clemente

Miguel de Xátiva

1

1

55.000

Iniesta

Juan Mexía

1

1

54.500

Villarrobledo

Pedro de Villena

1

1

54.400

San Clemente

Luis de Córdoba

1

Villarrobledo

Juan de Albaycín, el mozo

Hellín

Isabel de Molina

Hellín

Diego Álvarez

Villarrobledo

1

1

1

2

53.040

3

3

52.760

1

1

52.370

1

1

52.370

Fernando García

1

1

51.000

Villanueva de la Jara

Juan de las Cuevas

1

1

51.000

Villanueva de la Jara

Mateo de Baena

1

Tobarra

Benito de Benavides

Albacete

Mateo Gutiérrez

San Clemente

Luisa Martín

1

1

2

49.050

1

1

48.000

1

1

47.872

1

47.821 (Continúa)

6/2/09

12:57

Página 489

489

APÉNDICE DOCUMENTAL

1

Número de escrituras

Otros

Vid/oliv.

Morisco

Regadío

Localidad

Secano

ANEXO XVIII. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Marquesado de Villena (continuación) Urbano

09_Parte 6

Precio

San Clemente

Luis de Aguilar

Villanueva de la Jara

Bernardino Muñoz

Villanueva de la Jara

Fernando Enríquez

Albacete

Juan Ruiz

Tobarra

Viuda de Benavides

La Roda

Diego García

Villanueva de la Jara

Gonzalo Martínez

1

San Clemente

Juan de Herrera

1

Villanueva de la Jara

Luis Ramón

Villanueva de la Jara

Leonardo de Quesada

1

Iniesta

Diego de Córdoba

1

Iniesta

Gonzalo García

Iniesta

Luis Peral

Villarrobledo

Juan García

Villarrobledo

Hernando de Luna y María de Palma

1

1

34.000

Villarrobledo

Lope de Molina

1

1

34.000

Villarrobledo

Rodrigo de Benavides

1

Villarrobledo

Juan de Abarán

Hellín

Herederos de Alonso Rosales

Villarrobledo

Lorenzo Muñoz

1

Albacete

Alonso de Moratalla

1

Villarrobledo

Diego Hernández

1

Minaya

Juan de Albaycín

Villanueva de la Jara

Miguel de Vera

Villanueva de la Jara

Pedro Enríquez

Villarrobledo

Diego Pacheco

1

Villarrobledo

Julián de Alcaraz

1

Las Mesas

Julián de Alcaraz

1

1

25.825

Villanueva de la Jara

Miguel Fajardo

2

25.515

Villanueva de la Jara

Pedro de Bernardo

1

24.705

Villarrobledo

Juan de Cazorla

1

1

23.800

Villarrobledo

Diego de Aguilar

1

1

22.440

Villanueva de la Jara

Juan de Albaycín

1

22.440

3 2

2

1

1

47.464

3

46.175

5

44.349

1

44.200

2

2

43.860

1

1

41.200

3

40.800

1

40.800

1

2 2

1

2

38.220

1

1

3

37.952,6

1

35.802

1

1

35.802

1

1

35.802

1

35.400

1

1

34.000

1

1

33.660

1

1

33.000

1

32.300

1

30.056

1

2

29.990

1

1

29.240

2

29.125

1

2

1

26.850

1

2

25.840

1

25.825

2 1

1

(Continúa)

6/2/09

12:57

Página 490

490

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

Número de escrituras

Otros

Vid/oliv.

Morisco

Regadío

Localidad

Secano

ANEXO XVIII. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Marquesado de Villena (continuación) Urbano

09_Parte 6

Precio

Villarrobledo

Luis de Madrid

1

1

20.400

Villarrobledo

Sebastián Pérez

1

1

20.400

La Roda

Francisco García

1

1

20.400

Villarrobledo

Luis de Córdoba

1

20.250

1

Villanueva de la Jara

Diego de Almodóvar

1

2

19.500

Cañavate

Juan de Herrera

1

1

19.040

Cañavate

Luis de Córdoba

1

1

19.040

San Clemente

Juana de Herrera

1

1

19.040

Villanueva de la Jara

Mateo de Baena

1

1

18.750

Albacete

Alonso Fajardo

1

1

17.000

Villarrobledo

Lorenzo Martínez

1

1

15.000

Villanueva de la Jara

Fernando de Alarcón

1

1

15.000

La Roda

Baltasar García

1

1

11.400

La Roda

García de Murcia

1

1

11.400

Villanueva de la Jara

María Ramona

1

1

11.250

Villanueva de la Jara

Gonzalo Fajardo

1

6.281

Villanueva de la Jara

Leonardo Gómez

1

1

6.162,6

Villanueva de la Jara

Rodrigo Fajardo

1

1

5.780

Villanueva de la Jara

Luis de Almodóvar

1

1

4.500

Villanueva de la Jara

Lorenzo Gómez

1

1

2.250

Villanueva de la Jara

Diego de Quesada

Totales

1

1

1 70

63

8

13

2

1

1.125

155

5.397.066

6/2/09

12:57

Página 491

491

APÉNDICE DOCUMENTAL

Pedro Muñoz

Martín Renuel

1

Mota del Cuervo

Alonso del Pardo

1

1

Mota del Cuervo

Alonso de Teruel

1

1

Pedro Muñoz

Ginés de Salas

1

1

El Toboso

Alonso Tomé

Hinojosos de la Orden

Número de escrituras

Otros

Vid/oliv.

Morisco

Regadío

Localidad

Secano

ANEXO XIX. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Orden de Santiago. Partido de Quintanar Urbano

09_Parte 6

Precio

1

150.000

3

105.464

2

85.960

2

72.448

1

1

57.460

Luis Casero

2

2

52.125

El Toboso

Martín de Teruel

1

1

52.020

Hinojosos de la Orden

Ginés García

1

1

40.000

Quintanar de la Orden

Luis y Diego Velázquez

1

39.000

Mota del Cuervo

García de Molina

1

30.622

Mota del Cuervo

Pedro de Mendoza

1

30.000

1

1 1 1

Quintanar de la Orden

Francisco Fajardo

1

1

28.560

El Toboso

Martín de Chichilla

1

1

27.200

Mota del Cuervo

Miguel Fernández

1

1

25.240

Quintanar de la Orden

Gaspar de Mendoza

1

1

24.208

Mota del Cuervo

Diego de Alcaraz

1

1

20.400

Socuéllamos

Diego Alcaraz

1

1

20.400

Hinojosos de la Orden

Diego de Madrid

1

20.000

Quintanar de la Orden

Alfonso del Pardo y Llorente López

1

1

17.952

Vnva. de Alcardete

Juan de Faura

1

1

17.800

Vnva. de Alcardete

Luis de Faura

1

17.800

Vnva. de Alcardete

Luis Vicente

1

1

17.800

Vnva.de Alcardete

Pedro de Valencia

1

1

17.800

Campo de Criptana

Pedro de Pedrosa

1

14.100

Mota del Cuervo

Francisco y Martín Fajardo

1

1

13.500

1

12.600

1

1

12.000

1

1

1

Campo de Criptana

Gonzalo Fernández

Quintanar de la Orden

Ginés García

Campo de Criptana

Isabel Baeza

1

1

10.200

Campo de Criptana

Luis García

1

1

10.200

Mota del Cuervo

Alonso Telmo

1

1

5.466

Mota del Cuervo

Diego el Pardo Totales

1

1 23

9

2

2

1

5.466

36

1.053.791

6/2/09

12:57

Página 492

492

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

Número de escrituras

Otros

Vid/oliv.

Morisco

Regadío

Localidad

Secano

ANEXO XX. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Orden de Santiago. Partido de Uclés Urbano

09_Parte 6

Precio

Horcajo de Santiago

Francisco García

1

23.333,33

Horcajo de Santiago

Francisco Ramón

1

23.333,33

Horcajo de Santiago

María Fajarda

1

23.333,33

3

70.000

Totales

6/2/09

12:57

Página 493

493

APÉNDICE DOCUMENTAL

1

1

La Solana

Luis de Aldavar

2

Membrilla

Fernando de Toledo

1

Membrilla

Miguel Gómez

Membrilla

Juan de Arroyo

2

Villanueva de los Infantes

Miguel González

1

Membrilla

Andrés de Arrayán

1

Membrilla

Miguel y Luis Gómez

1

2

1 1

1

1 1

Número de escrituras

Miguel Molina

Otros

Diego Fernández

La Solana

Morisco

Vid/oliv.

Villanueva de los Infantes

Localidad

Regadío

Secano

ANEXO XXI. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Orden de Santiago. Partido de Infantes Urbano

09_Parte 6

Precio

1

170.000

2

167.240

2

163.880

4

160.815,90

2

159.900

2

152.300

1

140.500

2

139.728

1

139.400

1

128.658

1

122.400

2

118.727

2

113.400

Villanueva de los Infantes

Diego de Huelva

La Solana

Juan de Arroyo

1

Membrilla

Lorenzo de Ávalos

1

1

La Solana

Diego de Velasco y Martín de Perea

Membrilla

Luis Gómez

1

2

Membrilla

Isabel López

La Solana

Andrés de Pleticar

La Solana

Marcos González

Membrilla

Alonso Sánchez

Membrilla

Isabel de Aragón

Membrilla

Ginés de Luisa de Madrid

Membrilla

Lucía de Sevilla

Membrilla

Martín Gómez

1

1

2

47.556

Membrilla

Pedro Martín de Caniles

1

2

3

45.632,83

La Solana

Martín García

1

1

41.140

Membrilla

Alonso López Alí

1

40.800

Membrilla

Andrés de Guzmán

Membrilla

Gonzalo de Aragón

Membrilla

Álvaro Moreno

La Solana

Juan Bueno

La Solana

1

1

1

1

4

89.350

1

64.146,66

1

1

59.840

1

1

57.800

3

52.614,91

2

2

50.773,33

1

1

49.300

2

47.600

1

3

1

1

1 1

1

38.000

2

37.582,08

1

1

36.029

1

1

33.320

Zacarías de Baeza

1

1

33.320

Membrilla

Lorenzo de Tarifa

1

2

33.143,33

Alhambra

Juan de Guzmán

1

28.284

2

1 1

6/2/09

12:57

Página 494

494

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

1

1

27.866,66

La Solana

Gabriel López

1

1

27.866,66

La Solana

Juan de Molina

1

1

27.866,66

La Solana

Martín García Moclín

Membrilla

Alonso Martín de Perea

Membrilla

Otros

Alonso de Burgos

Vid/oliv.

La Solana

Morisco

Regadío

Precio

Localidad

Secano

Número de escrituras

ANEXO XXI. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Orden de Santiago. Partido de Infantes (continuación) Urbano

09_Parte 6

1

1

27.132

1

1

26.633,33

Andrés de Perea

1

1

26.633,33

Membrilla

Diego de Velasco

1

1

26.633,33

Membrilla

Gonzalo de Moya

1

1

26.633,33

Membrilla

Sebastián de Perea

1

1

26.633,33

Membrilla

Alonso de Jaén

2

22.045

Torrenueva

Luis de Segovia y Alonso Rodríguez

1

2

20.433

Membrilla

Alonso Sobrino

1

1

18.791,04

Membrilla

Diego de Miguel

1

1

18.791,04

1

1 1

Villanueva de los Infantes

Gabriel de Jaén

1

1

18.759

Alhambra

Antón de Jaén

1

1

16.233

Membrilla

Juan de Chinchilla

1

Membrilla

Sebastián Sánchez

Membrilla

Lorenzo de Chinchilla

2

La Solana

Andrés Guzmán

1

Membrilla

Diego de Cózar

Membrilla

María López

Membrilla

Isabel y María Martínez

Membrilla

Alonso Sánchez Padilla

La Solana

Alonso de Bargas

1

1

6.000

La Solana

Isabel López

1

1

6.000

83

3.223.214

Totales

1 1

15.746 15.300

3

15.032,83

1

11.550

1

9.973,33

1

1

8.500

1

1

6.800

1

6.180

1

1

32

1 1

29

13

4

5

6/2/09

12:57

Página 495

495

APÉNDICE DOCUMENTAL

Vid/oliv.

Otros

Número de escrituras

Morisco

Regadío

Localidad

Secano

ANEXO XXII. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Orden de Santiago. Partido de Ocaña Urbano

09_Parte 6

Precio

1

1

3

1.003.000

1

4

612.000

2

610.000

1

1

554.000

1

2

544.000

1

418.353

4

402.000

1

2

393.500

1

10

392.940

1

2

386.400

1

374.000

Ocaña

Luis del Castillo

1

Ocaña

Francisco de Valencia

3

Ocaña

Lorenzo de Carmona

2

Ocaña

Damián Medrano

Villanueva de Alcardete

Bautista Díaz

1

Ocaña

Rodrigo de Rojas

1

Ocaña

Diego de Baeza

Dos Barrios

Juan Martínez Palomo

Ocaña

Gonzalo de Campos y Diego Marín

Ocaña

Andrés de Alcalá

1

Ocaña

Diego de Rojas

1

Ocaña

Lorenzo Muñoz

1

Villatobas

Luis de Valencia

1

Ocaña

Lorenzo Navarro

1

Mora

Hernando de Mendoza

2

Ocaña

Francisco de Molina

1

Ocaña

Vicente Lucas

3

Ocaña

Alonso López

4

4

201.508

Dos Barrios

Fco. Mtnez. de Cabrera

1

1

200.000

Dos Barrios

Hernando Martínez

1

1

200.000

Dos Barrios

Bernardino Enríquez

1

Villarrubia de Sgo.

Lorenzo Rodríguez

Ocaña

Miguel y Andrés García

Ocaña

Ginés de Mendoza

Villarrubia de Sgo.

Francisco Martínez de Cabrera

1

Ocaña

Gonzalo de Campos

1

Villatobas

Luis y Tomás de Mendoza

1

Ocaña

Alonso Mendoza y Miguel Álvarez

1

125.510

Ocaña

Andrés del Castillo

2

2

115.600

Ocaña

Diego Marín

1

1

112.500

Dos Barrios

Sebastián López

1

1

100.000

Villarrubia de Sgo.

Mateo López

1

1

100.000

4 1 5

1

2

3

3

4 1 2

1

1

1

340.000

1

2

323.500

1

323.000

1

3

272.000

6

226.000

3

210.000

1

187.500

4

187.420

1

185.260

2

160.000

1

157.288

2

140.500

1

130.000

(Continúa)

6/2/09

12:57

496

Página 496

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

1

1

94.000

Ocaña

García de Salas

2

2

85.200

Villarrubia de Sgo.

Francisco Fernández Cantarero

1

1

84.500

Villarrubia de Sgo.

Alonso de Guadix

1

Ocaña

Diego López

Villarrubia de Sgo.

Melchor Rodríguez

Vnva. de Alcardete

Juan y Luis de Faura

Ocaña

Alonso Calero

Ocaña

Sebastián Padilla

Ocaña

Gonzalo Alea

2

Ocaña

Gonzalo Alcayde

Ocaña

Otros

Alonso Romero

Vid/oliv.

Villarrubia de Sgo.

Morisco

Regadío

Precio

Localidad

Secano

Número de escrituras

ANEXO XXII. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Orden de Santiago. Partido de Ocaña (continuación) Urbano

09_Parte 6

1

2

81.000

1

1

79.860

1

2

3

74.000

1

1

2

71.200

2

68.000

2

63.900

2

62.204

2

2

62.000

Pedro López

1

1

62.000

Dos Barrios

Andrés de la Fuente

1

1

57.800

Ocaña

Luis de Valencia

1

1

51.000

Ocaña

García de Carvazul

1

1

50.000

Ocaña

Luis Marín

2

2

46.480

Ocaña

Lorenzo Delgado

2

2

44.132

Ocaña

Melchor Rodríguez

2

44.000

Ocaña

Francisco García

3

42.675

Mora

Diego de Baeza

1

41.000

Dos Barrios

Zacarías de Baeza

1

1

40.000

Ocaña

Bernardino de Narváez

1

1

39.100

Ocaña

Andrés González

2

2

34.000

Dos Barrios

Francisco Saravia

1

1

32.000

Ocaña

Alonso de Murcia

2

2

29.750

Ocaña

Andrés de Medrano

Ocaña

Diego Hernández

Ocaña

Gaspar de Calatrava

Ocaña

Bernardino de Baena

Villarrubia de Sgo.

Bernardo de Baena

Ocaña

Agustín Calero

1

Ocaña

Juan Fernández

1

1

1

1

Ontígola

Juan Fernández

Ocaña

Cristóbal de Santa

2 1

1

2 1

2 1

1 1 2 1 1

1

1

25.400

1

25.400

2

23.000

1

22.500

1

22.500

1

21.000

2

20.000

2

20.000

1

16.417 (Continúa)

6/2/09

12:57

Página 497

497

APÉNDICE DOCUMENTAL

Número de escrituras

Otros

Vid/oliv.

Morisco

Regadío

Localidad

Secano

ANEXO XXII. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Orden de Santiago. Partido de Ocaña (continuación) Urbano

09_Parte 6

Precio

Villanueva de Alcardete

Francisco de Jauja

1

12.000

Ocaña

García de Calahorra

1

1

11.500

Villarrubia de Sgo.

García de Calahorra

1

1

11.500

Ocaña

Francisco de Baena

1

1

10.880

Ocaña

Andrés del Valle

1

1

10.500

Ocaña

Luis de Córdoba

Dos Barrios

Andrés Medrano

1

10.000

Ontígola

Diego López

1

9.860

1

7.000

Ocaña

1

10.290 1 1

Andrés Hernández Totales

1 56

20

8

35

14

133 11.417.327

6/2/09

12:57

Página 498

498

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

Vid/oliv.

Otros

Número de escrituras

Morisco

Regadío

Localidad

Secano

ANEXO XXIII. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Priorato de San Juan Urbano

09_Parte 6

2

17

1

1

1

22

Precio

Villacañas

Pedro de Narváez

265.100

Alcázar de San Juan

Juan de Ramos

Alcázar de San Juan

Ambrosio de Cazorla

2

Alcázar de San Juan

María Gómez

2

Consuegra

Diego Pérez

1

Alcázar de San Juan

María de Murcia

1

Consuegra

Francisco de Mata

Consuegra

Pedro Gaspar

1

Alcázar de San Juan

Miguel Martín

1

Consuegra

Diego Fernández Almaraz

1

Alcázar de San Juan

Diego de Jaén

1

6

Alcázar de San Juan

Alonso de Bolaños

1

3

Consuegra

Gabriel de Vera

1

Alcázar de San Juan

Alonso de Segovia

2

Alcázar de San Juan

Lorenzo de Quesada

1

Argamasilla de Alba

Alonso de Cárdenas

1

Villacañas

Cecilia Fajardo

1

Alcázar de San Juan

Isabel de Haro

1

Alcázar de San Juan

Isabel de Fonseca

1

Alcázar de San Juan

María de Jaén

Alcázar de San Juan

Simón Gómez

Consuegra

Herederos de Diego Fernández

1

1

59.500

Madridejos

Miguel Sánchez

1

1

58.480

Villacañas

Luis Díaz

1

11

14

57.012

Alcázar de San Juan

Ginés García

1

1

2

55.925

Argamasilla de Alba

Lucena

2

Consuegra

Miguel Pérez

10

2

1

13 182.497,83

4

1

7

150.400

4

145.860

1

3

133.066

1

3

129.440

1

127.000

1

122.400

4

121.032

1

112.500

1 1 1

1

1 2

1 1

8 110.593,33 4

107.920

1

3

93.500

3

1

6

91.595

3

3

7

81.790

1

78.200

3

75.044

1

2 5

6

73.578

2

72.245,33

1

1

62.971

2

2

61.000

1

1

1 1

1

3

52.420

1

52.000

Alcázar de San Juan

Esteban García

1

1

46.500

Villacañas

Luis López

1

1

46.500

Alcázar de San Juan

Luis de Cazorla

1

6

45.904

Madridejos

Juan Tomás

1

1

42.500

Alcázar de San Juan

Benito de Toledo

1

1

41.500

Alcázar de San Juan

Alonso de Toledo

1

1

41.300

Alcázar de San Juan

Sebastián del Castillo

1

1

40.800

5

(Continúa)

6/2/09

12:57

Página 499

499

APÉNDICE DOCUMENTAL

1

37.000

2

37.000

4

36.924

1

1

34.000

Luis

1

1

34.000

Alcázar de San Juan

Hernando de Jerez

1

Alcázar de San Juan

Alonso Díaz

Consuegra

Diego Fernández de la Cueva

Alcázar de San Juan

Florinda de Ayala

1

Madridejos

Pedro López Coroque

1

Alcázar de San Juan

Luis Ramírez

Alcázar de San Juan

Isabel de Ramos

1

Los Yébenes

Alonso Pérez

1

Villacañas

Luis Pérez

1

Alcázar de San Juan

Diego de Murcia

1

García de Blas

Consuegra

Diego López Coroque

Consuegra

Juan de Campo

1

Villacañas

Francisco de Madrid

1

Alcázar de San Juan

Luisa Díez

Madridejos

Otros

40.800

Argamasilla de Alba

Vid/oliv.

1

Morisco

Regadío

Precio

Localidad

Secano

Número de escrituras

ANEXO XXIII. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Priorato de San Juan (continuación) Urbano

09_Parte 6

1 1 1 2

1

1 1 1 1

1

1

1

32.236

1

28.900

1

26.000

2

23.645

1

22.500

2

21.375

1

20.552

1

20.400

1

19.380

2

19.020

Alcázar de San Juan

Diego García Ogaruela

1

1

18.321

Los Yébenes

Juan Fernández

1

1

17.680

Villacañas

María Fajardo

Alcázar de San Juan

Isabel García

Villacañas

Francisco Fajardo

4

Alcázar de San Juan

Bartolomé Romero

1

Alcázar de San Juan

Diego García

1

Alcázar de San Juan

Lope de Toledo

Los Yébenes

Ana Gutiérrez

Alcázar de San Juan

Antón de Segovia

Argamasilla de Alba

Luis de Cárdenas

Villacañas

¿?

Alcázar de San Juan

Juan Ambrosio de Cazorla

1

Alcázar de San Juan

Hernando de Jerez

1

Madridejos

Diego Martos

Los Yébenes

Hernando Gutiérrez

Los Yébenes

Hernando Ruiz

Alcázar de San Juan

Francisco Martín

1

2

16.612

1

1

15.000

1

5

14.017

1

12.750

3

12.000

1

1

10.160

1

1

8.626

1

7.500

2

6.760

1

1

1

1 2 1

1 1 1 2

1

6.000

1

5.500

1

4.120

1

4.080

1

3.750

1

3.750

2

3.539,33 (Continúa)

6/2/09

12:57

Página 500

500

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

Alcázar de San Juan

Alonso de Orgaz

Madridejos

Jerónimo Pérez

Alcázar de San Juan

Sebastián López y Juan Palomo

Alcázar de San Juan Alcázar de San Juan

Precio

1

3.400

1

2.992

1

1

2.043,33

Alonso de Quesada

2

2

1.745,32

Diego de Salas

1

1

1.500

Madridejos

Gabriel de Ávila

1

2

1.250

Villacañas

Lucía Fajardo

1

Totales

1

Número de escrituras

Otros

Vid/oliv.

Morisco

Regadío

Localidad

Secano

ANEXO XXIII. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Priorato de San Juan (continuación) Urbano

09_Parte 6

1

53

97

1 12

27

6

1

750

195

3.675.651

6/2/09

12:57

Página 501

501

APÉNDICE DOCUMENTAL

Número de escrituras

Vid/oliv.

Precio

10

91.382,18

3

68.000

1

64.500

Almodóvar

Luis de Murcia

2

6

2

Almadén

Viuda de Alonso Gutiérrez

1

1

1

Almadén

Diego de Córdoba

1

Almodóvar

Bernardino de Valencia

1

1

58.250

Almodóvar

Mateo de Valdivieso

1

1

48.750

Almadén

Juan Atarfe

1

2

47.125

Almodóvar

Pedro Fernández

1

3

42.809

Almadén

Herederos de Delgadillo

1

1

41.837

Almadén

Francisco Torres

1

1

39.280

Almodóvar

Miguel Pérez

1

1

3

39.230

Almadén

Agustín Conde

1

2

3

38.600

Almadén

Lucía Fernández

1

1

3

38.378

Almodóvar

Lorenzo de Alcázar

1

Almadén

Juan de Torres

Almadén

Alonso Gutiérrez

Almadén

Gabriel Gómez

Almadén

Jerónimo de Valencia

Almadén

Diego Fernández

Almodóvar

Diego Fernández

Almadén

Herederos de Jerónimo de Valencia

Almodóvar

Juan Domínguez

1

Almadén

Bernardino Jiménez

1

Almodóvar

Isabel Martín

1

Almodóvar

Francisco de Rojas

Almadén

Andrés de Murcia

1

Almadén

Bernabé

1

Almodóvar

Pedro Martín Carpintero

Almodóvar

Bernardino Martín

1

Almodóvar

Luis Guzmán

1

Almodóvar

Domingo Martínez

Almadén

María Jiménez

1

Almadén

Isabel de Luna

1

Almadén

Jerónimo de Becerra

1

Almadén

Damián Jiménez

1

Localidad

Morisco

Otros

Secano

Regadío

ANEXO XXIV. Moriscos propietarios de bienes incautados. Orden de Calatrava. Partido de Almodóvar Urbano

09_Parte 6

1 1

1

1 1

1

37.500

1

1

36.000

1

1

34.000

1

1

30.600

1

1

27.880

1

1

27.200

3

26.010

3 1

1

2

24.375

1

2

23.851

1

2

22.650

5

22.508,18

4 2

1

1

6 1 1 1

2

21.000

1

20.400

1

20.400

2

20.362

7

19.151,51

1

18.850

1

18.000

1

17.000

2

16.576

1

16.500

2

16.218 (Continúa)

6/2/09

12:57

Página 502

502

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

Álvaro Jiménez

2

Almodóvar

Juan López de Jaén

1

Almodóvar

Juan Cabrera

Almodóvar

Alonso López

Almodóvar

Otros

Número de escrituras

Almadén

Vid/oliv.

Morisco

Regadío

Localidad

Secano

ANEXO XXIV. Moriscos propietarios de bienes incautados. Orden de Calatrava. Partido de Almodóvar (continuación) Urbano

09_Parte 6

Precio

2

15.685,32

2

3

15.404,50

2

2

14.728,00

1

2

3

13.385

Juan Ginés

1

2

3

13.010

Almodóvar

María de Cabrera

1

1

12.660

Almadén

Andrés Juárez

1

Almodóvar

Gonzalo de Cabrera

1

Almadén

Elvira Fernández

1

Almadén

Andrés de Medina

1

Almadén

María de Aguilar

1

Almodóvar

Alonso Trujillo

1

Almadén

Diego Rodríguez

Almadén

Hdros. de Cristóbal Temiño

Almodóvar

Agustín López

Almodóvar

“la Miguela”

1

Almodóvar

Martín de Córdoba

Puertollano

Mateo de Montoya

Almodóvar

Domingo Martín

Almadén

¿?

Almodóvar

Juan Pérez

Almodóvar

Sebastián Domínguez

Almodóvar

Pedro de Rojas

Almodóvar

Isabel Pérez

Almodóvar

Gabriel Fernández

Almodóvar Almodóvar

1

2

12.343

2

11.369

1

11.250

1

2

11.243

1

2

10.087

1

2

3

9.187,42

1

7.842,66

1

1

7.842,66

1

1

7.500

1

1

7.480

1

6.000

1

1

6.000

1

1

5.440

1

1

5.250

2

4.692

1

1

4.625

2

4.084

1

1

3.609,09

2

2

2.484,50

Alonso Martín

2

2

1.818,18

Rafael González

1

1

1.122

Almodóvar

Juan de Ballesteros

1

1

1.033,33

Almodóvar

Diego Martín

1

1

680

Almodóvar

Lorenzo de Cabrera

1

1

500

Totales

1

1 1

45

1 1

53

4

17

2

121

1.363.529

6/2/09

12:57

Página 503

503

APÉNDICE DOCUMENTAL

Número de escrituras

5

459.548,40

10

406.822

7

335.800

1

5

287.475

3

7

212.006

4

191.935,00

4

178.320

2

171.385

Vid/oliv.

Precio

Manzanares

Luis Pérez

1

3

Manzanares

Catalina Díaz

2

4

2

1

Almagro

Luis Gutiérrez

1

4

1

1

Almagro

Hernando López

1

1

2

Manzanares

Diego de Alicante

1

2

1

Manzanares

Alonso Martín Carnicero

Manzanares

Juan de Montalbán

1

Almagro

Francisco de Mendoza

2

Almagro

Alonso Gutiérrez Castro

2

1

3

168.300

Almagro

Alonso de Torres

1

3

4

151.849,50

Manzanares

Jerónimo López

3

143.952,00

Manzanares

Francisco de Morales

1

4

143.951,00

Moral de Calatrava

Miguel Marín

1

3

11

135.242

Almagro

Cristóbal Fdez. Madón

4

Manzanares

Fernando Pérez

1

Manzanares

Juan Pérez

Daimiel

Alonso Fernández Palacios

1

Daimiel

Alonso Moreno

2

Moral de Calatrava

Isabel Narváez

1

Almagro

Gonzalo Hernández

1

Manzanares

Gonzalo de Ojoprieto

1

Daimiel

Diego de Almagro

2

Manzanares

Andrés de Arrayán

1

Almagro

Alonso de Baena

Almagro

Miguel Hernández

Daimiel

Francisco Hernández Jarafi

1

1

Almagro

Diego de Mendoza

1

1

Almagro

Juan Fernández Madón

1

1

2

112.446

Manzanares

Juan de Ayala

1

2

1

4

109.614,66

Almagro

Álvaro Gutiérrez

2

1

1

4

106.200

Almagro

Juan Ramírez

1

1

2

105.080,50

Daimiel

Francisco de Mendoza

2

1

1

4

102.420

Manzanares

Francisco de Rivera

1

1

1

3

102.277

Almagro

Elena de Torres

1

2

3

102.000

Daimiel

Juan de Lorca

3

100.440

Localidad

Morisco

Otros

Secano

Regadío

ANEXO XXV. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Orden de Calatrava. Partido de Almagro Urbano

09_Parte 6

1 1

4 1

1

1

3 2

1

2

1

4

1

1

6

132.494

1

1

7

131.565,41

4

131.565,41 3 1

2 1

2

4

129.500

1

3

127.612

1

5

127.612

3

127.570

5

126.738

1

1

1 1

3

1 1

1

1

1

1

1 2

1

1

3

121.888

5

119.312,40

3

118.542

2

117.231

2

115.000

4

112.513,00

(Continúa)

6/2/09

12:57

Página 504

504

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

Vid/oliv.

1

1

1

1

Moral de Calatrava

Alonso Martín

1

Almagro

Miguel Moclín

1

Manzanares

Juan Pérez Álvarez

1

Almagro

¿?

Almagro

Miguel López

1

Moral de Calatrava

Martín de Guzmán

1

Almagro

Miguel Gutiérrez

1

Daimiel

Fernando Sánchez Jarafi

2

Almagro

Gaspar Hernández Madón

1

Calzada de Calatrava

Alonso Fernández Romero

1

Almagro

Francisco y Bartolomé de Saravia

1

Manzanares

Fernando de Buendía

Almagro

Gaspar de Narváez

Almagro

Alonso Sánchez Benito

Daimiel

Luis Fernández

1

Almagro

Diego Gutiérrez

1

Manzanares

Diego Díaz de Santaolalla

1

Almagro

Lope Narváez

1

Daimiel

Ambrosio de Bolaños

1

Manzanares

Juan Pérez Abearoz

Miguelturra

Francisco de Rivera

1

Almagro

Hernando de Toledo

1

Manzanares

Juan de Segura

Almagro

Jerónimo López

1

Almagro

Luis Hernández

1

Daimiel

Alonso Jiménez

Daimiel

Isabel Hernández

1

Manzanares

Juan de Alicante

1

Calzada de Calatrava

María de la Cueva

Almagro

Damián de Loaysa

Manzanares

Juan López de Alicante

Daimiel

Garci Rodríguez

2

Almagro

Lorenzo de Carmona

1

Daimiel

99.362

1

2

97.240

1

2

97.231

1

3

97.056

1

97.000

1

2

96.399

1

3

91.764

1 1 2

1

1 1 1

88.000

6

82.563,50

2

82.163

3

81.600

2

81.495

3

80.118,40

1

1

3

80.056

1

3

78.073

1

76.398

4 1 4 1

1

1

2

1

1

1

1 1

1

Precio

4

1

1

Número de escrituras

Regadío

Fernando Ximénez

Localidad

Otros

Morisco

Secano

ANEXO XXV. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Orden de Calatrava. Partido de Almagro (continuación) Urbano

09_Parte 6

1

2

76.000

1

6

74.461,66

1

3

73.270

1

6

72.394

1

2

72.142

1

1

4

71.750

1

1

3

70.299

1

1

2

70.209

2

70.166

1 2

3

68.383

2

64.650,50 63.390

1

1

1

1

3

1

2

61.350

6

61.271,33

3

2 1

1 1 1

1

1

60.000

1

59.977

3

59.429

3

58.755 (Continúa)

6/2/09

12:57

Página 505

505

APÉNDICE DOCUMENTAL

Almagro

Andrés Fernández Madón

Daimiel

Alonso Jiménez Chirico

Moral de Calatrava

Alonso de Velasco

Miguelturra

Juan Pérez

1

2

Almagro

Miguel de Luna

2

2

Almagro

Miguel Sánchez

1

Manzanares

Miguel del Castillo

1

Moral de Calatrava

Gaspar Maldonado

1

Daimiel

Luis de Aguilar

Almagro

Gaspar Moreno

1

Almagro

María Hernández

2

Almagro

Alonso Sánchez

2

Miguelturra

Sebastián de Rivera

1

Daimiel

Luis de Alcocer

3

Almagro

Mari Sánchez

Almagro Almagro

Número de escrituras

Otros

Vid/oliv.

Morisco

Regadío

Localidad

Secano

ANEXO XXV. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Orden de Calatrava. Partido de Almagro (continuación) Urbano

09_Parte 6

Precio

1

1

53.000

1

1

2

52.353

1

1

2

51.460

3

51.390

6

49.642

1

49.231

2

48.812,50

1

1

1 1 1 2

1 1

1 1 1

1

48.065

1

48.000

2

46.850

6

46.723,50

2

45.546,33

3

45.375

4

44.436

1

1

44.046,33

Damián Bautista

1

1

44.000

Diego Manrique

1

1

44.000

Daimiel

Francisco Peral

3

9

43.969

Almagro

Martín de Quesada

1

Daimiel

Herederos de Saravia

Daimiel

Francisco de Segura

1

Almagro

Sebastián de Toledo

1

Daimiel

María de Molina

1

Bolaños de Calatrava

Gabriel Izquierdo

2

1

3

38.094

Almagro

Gaspar de Baena

1

1

2

37.693,50

Miguelturra

Andrés Fernández

1

1

37.500

Daimiel

Alonso Rodríguez

1

1

37.400

Moral de Calatrava

Martín López

1

1

35.700

Bolaños de Calatrava

Gabriel el Gordo

4

35.394

Daimiel

Gabriel Chuscado

1

3

35.122

Manzanares

Diego López

1

1

35.000

3

1

2

1 1 1 1

1

1

1

1

1

Villarrubia de los Ojos Juan Herrador

2

1

Almagro

Luis Narváez

1

Daimiel

Gabriel Herrero

1

Manzanares

Francisco de Carmona

1

1

2

43.956

1

43.125

2

42.026

3

39.096

1

38.500

1

35.000

1

34.000

2

33.716

1

33.375 (Continúa)

6/2/09

12:57

Página 506

506

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

Manzanares

Juan Carrillo

Almagro

María la Zarca

Manzanares

Herederos de Fernando Rivera

1 1

1 1

Precio

1

32.546

2

31.875

1

31.381,33

1

31.381,33

Manzanares

Juan Pérez de Veracruz

Pozuelo de Calatrava

Gonzalo Gutiérrez

31.280

Daimiel

Herederos de Pedro de Arrayán

30.750

Manzanares

Luisa Enríquez

Almagro

Gabriel, Andrés y Sebastián de Carmona

1

Número de escrituras

Otros

Vid/oliv.

Morisco

Regadío

Localidad

Secano

ANEXO XXV. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Orden de Calatrava. Partido de Almagro (continuación) Urbano

09_Parte 6

1

Daimiel

Luis Manuel

Manzanares

Juan Aberrez

1

1

Almagro

Andrés Hernández Aguador

Manzanares

Diego de Almenara

Daimiel

Juana de Morales

1

Moral de Calatrava

Álvaro Fernández

1

Almagro

Miguel Guzmán

Almagro

Alonso Aparicio

Almagro

Martín Hernández

1

Almagro

Francisco de la Peña

2

30.600

1

1

30.280

4

29.726

1

2

28.338,66

2

1 1 1

1

1 1

1 1

1

1

Carrión de Calatrava

Hernán Sánchez

1

1

Bolaños de Calatrava

Alonso Gallego

1

1

Almagro

Diego de Zamora

1

Miguelturra

Lorenzo de Rivera

Daimiel

Herederos de Raya

Carrión de Calatrava

Luis Baeza

1

1

Lucía de Madrid

1

Manzanares

Juan de Úbeda

1

Daimiel

Diego Ballestero

1

Aldea del Rey

Jorge López Cegrín

Daimiel

Francisco Ramiro

Miguelturra

Luis Pérez

1

Almagro

Sebastián Moclín

1

28.218

2

27.844,83

2

27.676

3

27.600

1

27.564

2

26.296

2

26.160

2

26.038

2

26.000

3

25.284 25.000

1

24.000

1

23.936

1

1

23.300

1

1

22.500

1

21.605

2

21.384

1

Manzanares

1

1 1

Villarrubia de los Ojos Bernardino de Baena

Villarrubia de los Ojos Alonso de Guadix

1

1 1 2 1 1 1

1

1

1

21.282

1

20.666

2

20.434

2

20.250

4

20.007,66

1

20.000 (Continúa)

6/2/09

12:57

Página 507

507

APÉNDICE DOCUMENTAL

Número de escrituras

Otros

Vid/oliv.

Morisco

Regadío

Localidad

Secano

ANEXO XXV. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Orden de Calatrava. Partido de Almagro (continuación) Urbano

09_Parte 6

Precio

Almagro

Lucía Ruiz

1

Daimiel

Pedro Moreno

1

Daimiel

“La Sevillana”

1

Almagro

Miguel Carmona

1

1

18.380

Almagro

Ramiro de Buyza

1

1

17.847

Almagro

Hernando Martín Marín

1

2

17.740

Manzanares

Bernardino Enríquez

1

2

17.715

Manzanares

Diego Pérez

1

17.694,40

Manzanares

Francisco de Buendía

1

17.694,40

Daimiel

Francisco Segura

1

17.000

Daimiel

Pedro de Almagro

1

16.660

Almagro

Alonso Hernández

1

1

16.267

Daimiel

María de Callada

1

1

16.000

Almagro

Álvaro Pérez

1

1

15.850

Almagro

Andrés Moclín

1

15.000

Almagro

Juan de Mendoza

1

1

14.960

Almagro

Luis de Carvajal

1

1

14.500

Manzanares

Bartolomé de Guzmán

1

14.008

Almagro

Melchor Rodríguez

1

14.000

Malagón

¿?

Almagro

Pedro Bermejo

1

1

13.142

Manzanares

Francisco de Ayala

1

1

13.094,83

Manzanares

Luis de Vizcaya

1

Daimiel

Juan de Ramos

Manzanares

Mateo Sánchez Curtidor

Moral de Calatrava

Miguel Hernández

Almagro

Juan Fernández

1

1 1 1

1 1 1

1

1 1

1

19.296

2

19.040

1

18.700

13.600

1

12.858

1

12.287

1

1

12.000

1

1

1

11.825 11.666,66

Villarrubia de los Ojos García de Calahorra

1

11.500

Daimiel

María Criada

1

1

1

11.220

Miguelturra

Miguel de Baena

1

1

11.220

Almagro

Gaspar Hernández

Almagro

Luis Fernández Madón

Almagro

Jerónimo Moclín

Manzanares

Diego Navarro

1

Aldea del Rey

Pedro Cegrín

2

1 2 1 1 1

1

1

11.160

2

10.719,50

1

10.693,50

2

10.500

4

10.013 (Continúa)

6/2/09

12:57

Página 508

508

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

Diego Marín

1

Moral de Calatrava

Ana Jara

Almagro

Andrés Sánchez

Daimiel

Juan Fernández

Manzanares

Francisco Marín

Almagro

Lucía Hernández

1

Almagro

Alonso de Toledo

1

Torralba de Calatrava

Juan Fernández

Almagro

Diego López

Daimiel

Otros

Vid/oliv. 1 1

1 1

Número de escrituras

Manzanares

Morisco

Regadío

Localidad

Secano

ANEXO XXV. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Orden de Calatrava. Partido de Almagro (continuación) Urbano

09_Parte 6

Precio

2

9.900

1

9.340

1

9.052

1

9.000

1

9.000

4

8.781

1

8.762

1

8.000

1

1

7.840

Juan López de Toro

1

1

7.820

Aldea del Rey

Juan Álvarez

1

2

7.650

Manzanares

Francisco de Herrera

1

1

7.616

Almagro

Diego Marín

1

1

7.569,50

Manzanares

Diego de Ayala

1

1

2

7.307

Almagro

García Hernández

1

1

3

6.819

Valenzuela

Jerónimo de Granada

1

1

6.800

Manzanares

Alonso Amador

1

2

6.467

Manzanares

Fernando Rivera

1

1

6.200

Carrión de Calatrava

Juan Pérez

1

1

5.875

Almagro

Alonso Marín

1

1

5.832

Daimiel

Diego de Fresneda

1

5.780

Daimiel

Marcos Fernández

1

1

5.780

Calzada de Calatrava

Hernando de Narváez

1

1

5.744

Aldea del Rey

Bartolomé López de Santa Cruz

Valenzuela

Jerónimo Marín

1

1

5.625

Daimiel

Herederos de Luis de Aguilar

1

1

5.300

Aldea del Rey

Gabriel de Herrera

1

1

5.000

Aldea del Rey

Herederos de Alonso el Gordo

1

Daimiel

Francisco de Toro

1 3 1

1

1

1

1

5.664

1

5.000

1

1

5.000

1

1

4.590

1

4.590 4.500

Aldea del Rey

Antón Arbarín

Manzanares

Mateo Ruiz Galera

Almagro

Miguel del Castillo

1

1

Moral de Calatrava

Juan de Aranda

1

1

1

4.494 (Continúa)

6/2/09

12:57

Página 509

509

APÉNDICE DOCUMENTAL

Número de escrituras

2

2

4.454

Calzada de Calatrava

Antón Romero

1

1

4.333,33

Calzada de Calatrava

Isabel de la Cueva

1

1

4.333,33

Daimiel

Hermanos de Sebastián Carretero

Almagro

Diego Moclín

Manzanares

Diego García de Baena

Aldea del Rey

Catalina Lambroda

Aldea del Rey

Gaspar Moreno

Vid/oliv.

Gregorio el Gordo

Morisco

Regadío

Almagro

Localidad

Secano

Otros

ANEXO XXV. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Orden de Calatrava. Partido de Almagro (continuación) Urbano

09_Parte 6

1 1 1 1

Precio

1

4.114

1

4.000

1

4.000

1

1

3.910

1

2

3.825

Aldea del Rey

Juan Álvarez

Daimiel

Lorenzo de Málaga

3.825

Valenzuela

Lorenzo Carmona

Daimiel

“mujer vieja de las antiguas”

Almagro

Martín Fernández

Calzada de Calatrava

Diego Izquierdo y hermanos

Manzanares

Bartolomé Carrillo

Aldea del Rey

Herederos de Alonso el Calvo

Miguelturra

Luis de Rivera

Moral de Calatrava

Diego Pérez

Aldea del Rey

Jorge Barbero

Daimiel

Francisco Muñoz

Almagro

Miguel de Torres

Manzanares

Juan de Alcalá

Bolaños de Calatrava

Gonzalo Fernández

Daimiel

Diego de Yébenes

Manzanares

Diego del Castillo

Almagro

¿?

1

1.700

Bolaños de Calatrava

Francisco de Aguilar

1

1

1.700

Manzanares

Alonso Madoz

1

1

Manzanares

Gonzalo Vélez

Almagro

Gonzalo Galán

Almagro

Pedro Galán

Aldea del Rey

Juan Criado

Bolaños de Calatrava

Pedro Galán

1 1 1

3.740 3.366

1

3.000

1

1

3.000

1

1

3.000

1

2.754

1

1

2.488

1

2.286

1 1 1 1 1 1

3.775

1 1

1

1

1

1

2.248

1

2.176

1

2.000

1

3

2.000

1

1

1.870

1

1.860

1

1.800

1 1 1

1.555 1.555

1

1

1.360

1

1

1.360

1

1.230

1

850

1 1

(Continúa)

6/2/09

12:57

Página 510

510

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

Almagro

Miguel Marín

Almagro

Gaspar Marín

Torralba de Calatrava

¿?

Manzanares

Juan de Ayala y Diego de Almenara

1

Manzanares

Diego Ruiz

1

Almagro

Francisco de Málaga

1

Aldea del Rey

Melchor Palomino

1

1

1

Villarrubia de los Ojos Alonso de Fuentes

1

Villarrubia de los Ojos Castellanos

1

724,5 680

1

600

1

2

510

1

397,5

2

0

1

1 1

1

3 1 1

1

Villarrubia de los Ojos Pedro Álvarez

2

1 1

Villarrubia de los Ojos Juan Carretero, el mozo

1

Villarrubia de los Ojos Diego Amores, de Lope Amores

2

Villarrubia de los Ojos Ana Ruiz

1

748

1

1

1

1 1

1

Villarrubia de los Ojos Pedro López

Precio

1

Villarrubia de los Ojos Cristóbal Ruiz

Villarrubia de los Ojos Diego López de Pedro López

Número de escrituras

Otros

1

Villarrubia de los Ojos María, criada

Villarrubia de los Ojos Pedro López Sequillo

Vid/oliv.

Morisco

Regadío

Localidad

Secano

ANEXO XXV. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Orden de Calatrava. Partido de Almagro (continuación) Urbano

09_Parte 6

4

2

1

2

2

1

1

3

1

2

3

1

10

7 1

Villarrubia de los Ojos Juan López de Pedro López

1 4

2

1

Villarrubia de los Ojos Lope García

3

1

10

Villarrubia de los Ojos Juan Pérez de la Garza

1

Villarrubia de los Ojos Pedro Naranjo

1

Villarrubia de los Ojos Juan Castellanos

1

1

Villarrubia de los Ojos Francisco Rubio, el viejo

1

1

2

1

1

1 1

Villarrubia de los Ojos Francisco de Alcázar, el tejero 1

1

3

1

3

Villarrubia de los Ojos Juan Chacón

1

Villarrubia de los Ojos Bartolomé Enríquez

1

Villarrubia de los Ojos Francisco Herrero del Peral

1

Villarrubia de los Ojos Lope de Yébenes

1

Villarrubia de los Ojos Juan Peras de Andrés Peras

1

Villarrubia de los Ojos Gabriel Pérez

1

1

2

Villarrubia de los Ojos Ana López, viuda de Raposo

1

1

2

1

1

3

2

1

4

1

1

3

2

4

1

2

(Continúa)

6/2/09

12:57

Página 511

511

APÉNDICE DOCUMENTAL

Villarrubia de los Ojos Andrés Naranjo Villarrubia de los Ojos Juan Bermejo

2

1 1

1

Villarrubia de los Ojos Diego Naranjo

2

Villarrubia de los Ojos Rodrigo Vázquez

1 1

2

2

6

1

1

Villarrubia de los Ojos Cristóbal López de Gómez

1

1

1

3

Villarrubia de los Ojos Juan Chacón de la Nieta

1

3

2

1

7

Villarrubia de los Ojos Diego Bermejo, el mozo

1

2

3

1

7

Villarrubia de los Ojos Francisco Herrero de Cristóbal Herrero

1

2

1

Villarrubia de los Ojos Diego de Yébenes 2

Villarrubia de los Ojos Diego el Niño

3

Villarrubia de los Ojos Pedro de Yébenes

1

Villarrubia de los Ojos Pedro Gómez de Milla Villarrubia de los Ojos Francisco de Yébenes

2 1

Villarrubia de los Ojos Mari Pérez

1

Villarrubia de los Ojos Juan Naranjo

1

Villarrubia de los Ojos Martín Sánchez

1

Villarrubia de los Ojos Ana González, viuda de Raposo

1

Villarrubia de los Ojos Martín González

1

Villarrubia de los Ojos Gabriel Aragonés

1

Villarrubia de los Ojos Juan de Molina

1

Villarrubia de los Ojos Francisco Herrero y Hernando Raposo

4

2

4 1

1 1

1

1

3 1 1

1

2

1

4

1

3

1

2

1

5

1

2

1

6 1 4

1

2 2

2

1

Villarrubia de los Ojos Pedro Badarra

5 1

2

4 2

1

1

Villarrubia de los Ojos Alonso Enríquez

3 1

3 2

1

4

Villarrubia de los Ojos Gonzalo Hernández

Villarrubia de los Ojos Juan González Raposo

4 1

1

Villarrubia de los Ojos María Melada

Villarrubia de los Ojos Juan Bermejo

2

2

Villarrubia de los Ojos Martín Pérez

Villarrubia de los Ojos Juan Rubio, yerno de la Cambila

4

2

Villarrubia de los Ojos Juan Chacón Aragonés

Precio

3

1

Villarrubia de los Ojos Juan López Villarrubia de los Ojos Andrés Nieto

Número de escrituras

1

Otros

Vid/oliv.

Morisco

Regadío

Localidad

Secano

ANEXO XXV. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Orden de Calatrava. Partido de Almagro (continuación) Urbano

09_Parte 6

3

1 2

1 1

5 7 (Continúa)

6/2/09

12:57

Página 512

512

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

Villarrubia de los Ojos Blas de Yébenes

1

Villarrubia de los Ojos Francisco el Zarzo

1

Villarrubia de los Ojos Catalina Rodríguez Villarrubia de los Ojos Diego el Mayo

1

1

Villarrubia de los Ojos Martín Rabón

1

Villarrubia de los Ojos Alonso de Yébenes

1

Villarrubia de los Ojos Pedro de Alcaraz

1

Número de escrituras

Otros

2 1

3

1

1

3

1

2

1

2

1

1

5

1

1

3

1

Precio

3

1

1

Villarrubia de los Ojos Pedro Amores

1 1

1

Villarrubia de los Ojos Pedro Naranjo, el mozo

Totales

Regadío

Morisco

Secano

Localidad

Vid/oliv.

ANEXO XXV. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Orden de Calatrava. Partido de Almagro (continuación) Urbano

09_Parte 6

1

2

4

1

220 177 149 112

5

2 46

698 11.355.101

6/2/09

12:57

Página 513

513

APÉNDICE DOCUMENTAL

1

Número de escrituras

1

Otros

Vid/oliv.

Morisco

Regadío

Localidad

Secano

ANEXO XXVI. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Partido de Alcaraz Urbano

09_Parte 6

Precio

2

197.250

Alcaraz

Juan de Baeza

El Bonillo

Alonso López

Alcaraz

Luis González

Alcaraz

Alonso de Ávila

Vnva. de la Fuente

Alonso González

El Bonillo

¿?

78.880

El Bonillo

¿?

65.407

El Bonillo

¿?

Alcaraz

Diego Rodríguez de Madrid

Alcaraz

Catalina de Baeza

Alcaraz

Pedro Ponce

1

2

1 2 1

1

1

3

144.620

1

136.000

2

86.280

3

80.095

65.407 2

1

1

1 1 1

4

64.908

1

64.112

1

60.000

1

48.620

Vnva. de la Fuente

García González

El Bonillo

¿?

Alcaraz

Agustín de la Peña

1

1

2

44.948

Alcaraz

Diego Ponce

1

2

3

38.079

Alcaraz

García de Zafra

3

4

37.854

Alcaraz

Pedro Ponce

1

1

35.340

Alcaraz

¿?

1

1

33.660

Alcaraz

Diego Rael

3

25.996

El Bonillo

¿?

Alcaraz

Juan de Fuensalida

2

2

25.530

Vnva. de la Fuente

Garci Rodríguez

1

1

24.480

1

2

21.320

3

3

21.250

48.504

1

1

2

25.670

Vnva. de la Fuente

Martín de Salas

Alcaraz

Sebastián de la Peña

1

Alcaraz

García de Benavides

1

1

21.100

Vnva. de la fuente

Diego de Salas

1

1

19.448

Alcaraz

Antón García

1

1

19.125

Alcaraz

Juan Salado

1

17.000

Alcaraz

Beatriz de Baeza

1

1

15.000

Alcaraz

Alonso de Helices

1

1

15.000

Alcaraz

Pedro Sánchez el mozo

1

1

15.000

Alcaraz

Juan de las Eras

1

1

12.750

Alcaraz

Alonso de Helices

1

1

12.375

Alcaraz

García de las Eras

1

2

12.000

Alcaraz

Florentina García Díaz

1

11.560

1

1 1

(Continúa)

6/2/09

12:57

Página 514

514

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

Vnva. de la Fuente

Alonso García

1

Vnva. de la Fuente

Luis Felipe

Alcaraz

Pedro Sanchez

1

Alcaraz

Diego de Cabra

Alcaraz

María de las Eras

Alcaraz

Juan Gallardo

1

Vnva. de la Fuente

Juan López

1

Alcaraz

Alonso Ramírez

Alcaraz

Juan de Herencia

Alcaraz

Martín Marín

Alcaraz

Precio

1

11.250

1

11.250

1

10.000

1

1

10.000

1

3

9.336

1

7.875

1

7.602

1

7.480

1

6.000

1

2

5.926

Francisco Sánchez

1

1

3.000

Alcaraz

García de Beramoz

1

1

3.000

Vnva. de la Fuente

Juan Catalán

1

1

3.000

Alcaraz

Francisco López Poveda Totales

1

Número de escrituras

Otros

Vid/oliv.

Morisco

Regadío

Localidad

Secano

ANEXO XXVI. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Partido de Alcaraz (continuación) Urbano

09_Parte 6

1

1

1 1 1

1 19

16

6

24

4

1

2.730

69

1.743.017

6/2/09

12:57

Página 515

515

APÉNDICE DOCUMENTAL

Número de escrituras

Vid/oliv.

Precio

7

480.482,29

1

17

354.259

1

15 282.809,23

2

4

1

Ciudad Real y Valverde Gonzalo Gutiérrez

2

11

3

Ciudad Real

2

7

5

Ciudad Real, La Poblachuela y Picón Miguel de Mendoza

2

3

3

8

255.119,33

Ciudad Real

Gaspar Fernández

2

4

6

170.587

Alcolea de Cva., Benavente y C. Real

Sebastián de Zafra

1

8

9

162.830,47

Ciudad Real

Miguel de Talavera

6

6

152.117

Ciudad Real

Martín de Toledo

1

3

4

146.052,25

Ciudad Real

Gaspar Marín

1

2

7

138.108

Ciudad Real

Lorenzo Méndez

1

2

Ciudad Real

Álvaro de Zafra

2

1

Ciudad Real

Domingo de Aguilar

1

3

Ciudad Real

Gonzalo de Ayala

1

1

Alcolea de Cva., Benavente y C. Real

Baltasar de Zafra

2

4

C. Real, Las Casas y La Poblachuela

Martín de Medrano

Ciudad Real

Gonzalo de Padilla

Alcolea de Calatrava

Juan de Zafra

4

Picón

¿?

1

Ciudad Real

Luis de Cañizares

2

Ciudad Real

Luis de Navas

2

Localidad Ciudad Real

Morisco Antón de Jaén Martín de Escobar

2

2

1

1

2

1

1

Otros

Secano

Regadío

ANEXO XXVII. Relación de moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Ciudad Real y lugares de su jurisdicción Urbano

09_Parte 6

2

3

122.140

1

4

119.786,66

1

5

118.282,41

1

4

118.195

6

106.461,58

3

79.958,66

1

5

75.335,24

4

72.369,27 70.893

2

62.600

1

3

62.384

1

9

61.618

Ciudad Real

Jerónimo de Málaga

1

7

Ciudad Real y La Poblachuela

Andrés de Carmona

2

2

5

61.502,33

Ciudad Real y Picón

Alonso de Nájera

2

3

1

6

58.320

1

2

1

4

56.481

1

3

54.539

1

54.000

Ciudad Real

Jerónimo de Carmona

Ciudad Real y La Poblachuela

Lorenzo de Velasco

1

Ciudad Real

Miguel de Jaén

1

Ciudad Real

Bartolomé de Navas

Ciudad Real

Miguel de Peñalosa

1

Ciudad Real

Melchor de Guzmán

1

Ciudad Real

Alonso de Peñalosa

1

1

1 1 2 1

1

1

53.448

2

49.750

4

47.130

1

46.629 (Continúa)

6/2/09

12:57

Página 516

516

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

Vid/oliv.

Ambrosio de Castilla

1

1

1

1

Ciudad Real

García Fernández Navas

1

Ciudad Real

Miguel de la Vera

Ciudad Real

Hernando de Baena

Ciudad Real

Sebastián de Alarcón

Ciudad Real

Gaspar de Torres

1

1

C. Real, Las Casas, La Poblachuela, Valverde

Gabriel, Andrés y Sebastián de Carmona

1

3

Ciudad Real

Francisco de Zafra

1

La Poblachuela

Diego de Guzmán

Ciudad Real

Juan Álvarez

Ciudad Real

Juan de Guzmán

Ciudad Real

Pedro Camacho

Ciudad Real

Miguel de Piña

Morisco

4

1 1

2 1

1

1

1 1 1 1

1

1

1 1

Número de escrituras

Regadío

Ciudad Real

Localidad

Otros

Secano

ANEXO XXVII. Relación de moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Ciudad Real y lugares de su jurisdicción (continuación) Urbano

09_Parte 6

Precio 45.075

1

44.200

1

43.666,66

3

40.906,66

1

40.131

2

39.216,66

5

39.192,66

1

37.700

1

36.539

1

34.685,75

1

34.685,75

3

34.652

1

33.700

1

33.660

2

33.600

La Poblachuela

Álvaro Hernández

Ciudad Real

Gabriel de Carmona

Ciudad Real

Luis de Ávila

Ciudad Real

Domingo Álvarez

Ciudad Real

Francisco Gutiérrez

1

Ciudad Real

Hernando Gutiérrez

1

1

32.393,33

La Poblachuela

Lorenzo de Alhama

1

2

31.500

Ciudad Real

Luis López

7

31.037,50

Ciudad Real

Benito Ruiz

2

30.992

Ciudad Real

García Porcel

Ciudad Real

Luis de Nájera

1

Ciudad Real

Andrés del Moral

1

La Poblachuela

Miguel de Montemayor

La Poblachuela

Gaspar de Ayala

1

1 1

1

1

1

1 6 1

1

3

29.828

2

3

28.806,63

1

28.800

1

28.795

1

28.715

2

28.700

1

Alonso de Alhama

1

Ciudad Real

Hernando de Málaga

2

Ciudad Real

Juan de Ágreda

Las Casas Las Casas Ciudad Real

Pedro Mejía

32.984

2

1

Ballesteros de Cva. y Ciudad Real

33.555

2

32.393,33

1 1

2

1

2

28.524

1

1

27.729,50

Agustín Gómez

1

1

27.540

Hernando de Medrano

1

1

27.540

1

1

27.200 (Continúa)

6/2/09

12:57

Página 517

517

APÉNDICE DOCUMENTAL

Ciudad Real

Andrés Muñoz

Ciudad Real y La Poblachuela

Martín Ruiz

1

Martín de Segovia

La Poblachuela

Alonso de Pliego

Ciudad Real

Francisco de Najera

Ciudad Real

Diego de Navarrete

Ciudad Real

Bernabé de Baena

Ciudad Real

Domingo de Soria

2

Ciudad Real

Lope Jiménez

1

Alcolea de Calatrava y Ciudad Real

Bernabé de Mendoza

Ciudad Real

Marcos de Baena

Ciudad Real y Las Casas

Antón de la Vega

Ciudad Real

1

Precio

2

26.350

1

2

26.161,33

3

24.826,66

1

1

24.600

1

24.396,63

1

24.250

2 1 1 1

2

1 2 1

2

Número de escrituras

Otros

1 1

Ciudad Real y Las Casas

Vid/oliv.

Morisco

Regadío

Localidad

Secano

ANEXO XXVII. Relación de moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Ciudad Real y lugares de su jurisdicción (continuación) Urbano

09_Parte 6

3

23.700

3

23.526,63

3

23.306,12

1

23.100

1

1

22.990

1

3

22.750

4

20.610,00

Gabriel y Sebastián de Carmona

1

Alcolea de Calatrava y Valverde

Viuda de Martín de Zafra

1

3

20.164

Ciudad Real

Andrés de Gamboa

1

1

20.000

Ciudad Real

Gonzalo Sánchez

1

1

20.000

Ciudad Real y Las Casas

Juan de Rojas

Alcolea de Calatrava

Baltasar Porcel

Ciudad Real

Miguel Álvarez

Ciudad Real

Juan de la Peña

Ciudad Real

Gonzalo de Guzmán

Ciudad Real

Alonso de Biedma

Ciudad Real

Esteban Sánchez

3 1

1

1

2

18.443,33

1

1

18.092,31

2

17.776,63

2 1 1 1

Alcolea de Calatrava

Gaspar Porcel

Ciudad Real

Hernando Enríquez

1

Ciudad Real

Antón de Aguilar

1

Ciudad Real

Luis de Ayala

1

Ciudad Real

Lorenzo Hernández

1

Ciudad Real

Agustín de Rojas

Ciudad Real

Marcos Velasco

1

17.340

1

17.250

1

17.150

1

1

17.000

1

1

17.000

1

2

17.000

1

16.625

3

16.045

2 1

1

1

1

15.750

1

15.000

1

15.000 (Continúa)

6/2/09

12:57

Página 518

518

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

Otros

Número de escrituras

Vid/oliv.

Morisco

Regadío

Localidad

Secano

ANEXO XXVII. Relación de moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Ciudad Real y lugares de su jurisdicción (continuación) Urbano

09_Parte 6

1

1

Precio

Ciudad Real

Luis de Guzmán

Ciudad Real

Martín Medrano

Ciudad Real

Alonso de Soria

1

Ciudad Real

Zacarías de Málaga

1

Ciudad Real

Diego Gómez

Ciudad Real

Leonor Sánchez

1

Ciudad Real

Gonzalo de Escobar

1

1

2

12.415

Ciudad Real

Lorenzo Banegas

1

1

2

12.018,75

Ciudad Real

Aldonza de Escobar

1

1

11.900

Ciudad Real

Hernán de Alonso Rivera

1

1

11.900

Ciudad Real

Alonso de Rivera

1

1

11.000

Ciudad Real

Luis de Jaén

1

Ciudad Real

Bartolomé Fernández

1

1

14.280

1

14.250

1

13.500

1

2

13.118,75

1

1

12.937

1

12.937

1 1 1

2

11.000

2

10.873,50

1

10.550

Ciudad Real

Luis de Ávalos

Ciudad Real y Las Casas

Luis López Bermejo

1

3

10.300

Ciudad Real

Diego de Granados

1

1

10.200

Ciudad Real

Gonzalo de Granados

1

1

10.200

Ciudad Real

Felipe de Aguilar

1

1

9.510

Ciudad Real

Miguel de Aguilar

1

1

9.510

Ciudad Real

Lorenzo de Baeza

1

1

8.817

Ciudad Real

Juan de la Fuente

Ciudad Real

García López

Ciudad Real

Gabriel de Mendoza

Ciudad Real

Martín Jiménez

Ciudad Real

Miguel Marín

Ciudad Real

1

1

1

1

2

8.415

1

8.000

1

7.560

1

1

7.250

1

1

6.936

Agustín de Baena

1

1

6.800

Ciudad Real

Gabriel de Rojas

1

1

6.800

Ciudad Real

Agustín de Zafra

1

2

6.518,75

Ciudad Real

Baltasar Sánchez

Ciudad Real

Luis Pérez

Ciudad Real

Miguel de Castilla

Ciudad Real

Marcos de Ávila

Alcolea de Calatrava

Hernán de Mendoza y Baltasar Porcel

1 1

1 1

1

1 1 1 1

2

6.000

1

6.000

1

6.000

1

5.933

1

5.100,00 (Continúa)

6/2/09

12:57

Página 519

519

APÉNDICE DOCUMENTAL

Precio

Alcolea de Calatrava

Hernando López

Ciudad Real

Gabriel de Peñalosa

Las Casas

Gabriel de Soria

1

Las Casas

Gaspar Fernández Baldoro

1

1

4.860

Ciudad Real

Miguel de Lucas

1

4.820

Ciudad Real

Gaspar de Porras

1

1

4.658

Ciudad Real

Gonzalo de Zafra

1

1

4.658

Ciudad Real

Diego de la Peña

1

2

4.560

Ciudad Real

Domingo de Baeza

1

Ciudad Real

Diego de Molina

1

Ciudad Real

Martín Pérez

Ciudad Real

Hernando de Écija

Ciudad Real

Agustín Jiménez

1

Ciudad Real

Andrés de Ágreda

1

1

4.000

Ciudad Real

Antón de Soria

1

3.937,50

Ciudad Real

Sebastián de Baena

Ciudad Real

Alonso de Rueda

Ciudad Real

Andrés y Sebastián de Carmona

1

Ciudad Real

Juan de Zafra

1

Ciudad Real

Francisco de Banegas

1

Ciudad Real

Miguel de Banegas

1

Ciudad Real

Lorenzo García

Ciudad Real

Luis Hernández

Ciudad Real

Alonso de Jaén

Ciudad Real

Alonso Medrano

Ciudad Real

Fernando Ramos

Ciudad Real

Alonso Gómez

Ciudad Real

Andrés de Biedma

1

Ciudad Real

Diego de Alcocer

1

1

2.000

Ciudad Real

Lorenzo de Montemayor

1

1

2.000

Ciudad Real

Francisco de Molina

1

3

1.662,50

Ciudad Real

Diego de Cañizares

1

1

1.570

1

1.500

1

1.500

Las Casas

Alonso Bermejo

La Poblachuela

Hernando Pescador

1

Número de escrituras

Otros

Vid/oliv.

Morisco

Regadío

Localidad

Secano

ANEXO XXVII. Relación de moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Ciudad Real y lugares de su jurisdicción (continuación) Urbano

09_Parte 6

1

1

1 1 2

1

1 1 1

1 1 1 1

1

5.100

1

5.000

1

4.860

2

4.560

1

2

4.363,29

1

3

4.336,66

1

4.100

1

4.000

1

3.800

1

3.526,63

1

3.526,63

1

3.526,63

1

3.500

1

3.500

1

3.400

1

3.400

1

3.000

1

3.000

1

1

2.280

1

1

2.000

2

2.000

1

1

1 1

1

(Continúa)

6/2/09

12:57

520

Página 520

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

Ciudad Real

Juan de Murcia

Las Casas

Juan Domingo

Ciudad Real

Martín López

1

Ciudad Real

Zacarías de Baena

Ciudad Real

1

Número de escrituras

Otros

Vid/oliv.

Morisco

Regadío

Localidad

Secano

ANEXO XXVII. Relación de moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Ciudad Real y lugares de su jurisdicción (continuación) Urbano

09_Parte 6

Precio

1

1.500

1

1.500

1

1.500

1

1

1.500

Andrés Mejía

1

1

1.250

Ciudad Real

Sebastián de Carmona

1

1

1.203,33

Ciudad Real

Alonso de Castellanos

1

Las Casas

Alonso López Bermejo

1

1 1

1

1.000

1

1.000

La Poblachuela

Lorenzo de Saravia

Ciudad Real

Sebastián López

1

1.000

1

1.000

Ciudad Real

Cristóbal de Baena

1

500

Ciudad Real

Domingo de Carmona

Ciudad Real

Gaspar de Baena

1

1

500

1

1

Ciudad Real

Juan Ruiz

500

1

1

Ciudad Real

Miguel de Medrano

500

1

500

Ciudad Real

Álvaro de la Peña

1

400

Ciudad Real

Gaspar de Luna

1

1

333,33

Ciudad Real

Lorenzo del Monte

1

1

333,33

Ciudad Real

Luis de Torres

1

1

333,33

Ciudad Real

Bernabé Vaquero

1

300

Ciudad Real

García de Zafra

1

300

Ciudad Real

Diego Fernández de Cuenca

1

1

250

Ciudad Real

Jerónimo de Cuenca

1

1

250

Ciudad Real

Alonso de Rojas

1

1

200

Ciudad Real

Domingo Delgadillo

1

1

200

Ciudad Real

Francisco Gómez

1

200

Ciudad Real y Las Casas

Lorenzo de Segura

3

145,83

Ciudad Real

Alonso de la Cruz

1

100

Las Casas

Álvaro y Agustín de Heredia

1

1

83,66

Las Casas

Andrés Jiménez

1

1

83,66

Las Casas

Diego de Zafra

1

1

83,39

Ciudad Real

Fernán López

1

1

62,5

Ciudad Real

Juan López

1

62,5

1 1

1 1

1 1

1 1

2

1

1

(Continúa)

6/2/09

12:57

Página 521

521

APÉNDICE DOCUMENTAL

Número de escrituras

Otros

Vid/oliv.

Morisco

Regadío

Localidad

Secano

ANEXO XXVII. Relación de moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Ciudad Real y lugares de su jurisdicción (continuación) Urbano

09_Parte 6

Precio

Ciudad Real

Lorenzo y Agustín de Carmona

1

62,5

Ciudad Real

Lorenzo y Lázaro de Beteta

1

1

62,5

Ciudad Real

Luis de San Juan

1

1

62,5

Totales

1

116 152

51

64

10

391 5.864.934,11

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Página 522

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12:57

Página 523

XII. DOCUMENTOS DOCUMENTO I Toledo. 17.febrero.1477 AHP To. Sección Hacienda. Leg. H-200 Pragmática de los Reyes Católicos en favor de la aljama de los moros de El Congosto, para que doña María de Perea, señora de la villa, no cobre a dicha aljama el impuesto del servicio y medio servicio. En el nombre de Dios Padre, Hijo, Espíritu Santo que son tres personas, un solo Dios verdadero, que bive e reyna por siempre sin fin e de la bien abenturada Virgen Gloriosa Señora Santa María su Madre y del bien aventurado Apóstol señor Santiago, luz y espejo de las Españas, Patrón y Cuidador de los reyes de Castilla y de León, y de todos los otros santos y santas de la corte zelestial, porque es razonable y combenible cosa a los Reyes y Príncipes fazer grazias y mercedes a los súbditos y naturales, expecialmente a aquellos que bien y lealmente los sirben y dan sus servizios. E los reyes que la tal merced hazen han de catar en ello tres cosas. La primera qué merzed es aquella que se demanda. La segunda quién es aquel que la demanda o cómo la merece si se la ficiese. La tercera qué es el pro o el daño que por ello le puede venir; e nos acatando y considerando todo esto, queremos que sepan que por esta nuestra carta o su traslado signado de escribano público, todos los que agora son o sean de aquí adelante, como nos don Fernando y Doña Ysabel por la Grazia de Dios Rey y Reyna de Castilla, de León, de Toledo, de Sicilia, de Portugal, de Galicia, de Sevilla, de Córdoba, de Murcia, de Jahén, de los Algarbes, de Algeziras, de Gibraltar, Príncipes de Aragón y señores de Bizcaya y de Molina, vimos una vuestra carta escripta en pergamino y firmada de nuestro nombre fecha en esta guisa: Don Fernando y Doña Ysabel por la grazia de Dios Rey de Castilla, de León, de Toledo, de Sicilia, de Portugal, de Galicia, de Sevilla, de

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Página 524

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

Córdoba, de Murcia, de Jahén, de los Algarbes, de Algeziras, de Gibraltar, Príncipes de Aragón y señores de Bizcaya y de Molina, por facer bien y merced a vos María de Perea, muger de García Osorio, comendador de Villanueba, por los muchos y buenos y señalados servicios que aquellos onde vos venides ficieron a los Reyes de gloriosa memoria nuestros progenitores e assimismo al dicho nuestro comendador García Osorio y nuestro criado y vos la dicha Doña María nos avedes fecho, y facedes de cada dicha, en alguna enmienda y rremuneración de ellos, por la presente vos fazemos merzed de juro de heredad para siempre jamás para vos e para vuestros herederos, y subcesores y para quien vos quisiéredes, de todo lo que montare el serbizio y medio servicio y cabeza de pecho del aljama de los moros del vuestro lugar y jurisdizión del Congosto, el qual aljama por sí poblado de moros, nos han de dar y pagar como aljama en cada un año y a nos an de servir. E asimismo lo que montasen las monedas del dicho vuestro lugar, salbo de la moneda forera que quede para nos y para los reyes que después de nos fuesen en estos nuestros Reynos; que ayades y llevedes todo lo susodicho enteramente, y después vos y los vuestros herederos, y subzesores y aquel o aquellos que de vos ovieren causa, y los podades vender y trocar y cambiar y enajenar a qualesquier yglesias y monasterios y personas de horden y religión, e otras quales quier así eclesiásticas, como seglares, e facer de ellos, y en ellos todo lo que quisiéredes, y por bien tomedes, así como de cosa propia vuestra libre, contando que lo non podades facer nin fagades con persona a fuerza a los dichos nuestros Reynos sin nuestro mandato. E por esta nuestra carta e por el traslado de ella, signado de escribano público, mandamos a la aljama, y hombres buenos moros del dicho vuestro lugar de El Congosto que agora son y serán de aquí adelante, e a cada uno de ellos, e a quales quier nuestros recabdadores y receptores y repartidores, e otras quales quier personas que cogeren y recabdaren, y ovieren de recoger y de recabdar, así en renta como en fieldad, o en otra manera desde primero día de enero de este año de la data de esta nuestra carta y de en adelante en cada un año para siempre jamás, el servicio y medio servicio, y cabeza de pecho, que las aljamas de los moros de nuestros Reynos, nos han de dar y pagar en cada año e asismismo las dichas monedas, y pedido del obispado de Cuenca, donde las y hentra el dicho vuestro lugar del Congosto, que vos den y recadan, y fagan dar y recudir a vos o aquel que vuestro poder oviere y después de vos a los dichos vuestros herederos y subcesores con todo lo que montase el dicho servicio y medio servicio y cabeza de pecho, y las monedas del dicho vuestro lugar; y que no se cuidan con ello a otra persona alguna, e que vos non pongan nin consientan poner ello nin enpaste dello enbargo nin contrario alguno, e asísmismo mandamos, y defendemos a todos los corregidores, alcaldes, alguaciles, regidores cavalleros, escuderos y oficiales y omes buenos, a todas las cibdades y villas y lugares del dicho obispado de Cuenca, y a los dichos nuestros tesoreros, y

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APÉNDICE DOCUMENTAL

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recabdadores, y arrendadores y rezebtores, y repartidores, que non demanden nin lleven a la dicha aljama y omes buenos del dicho vuestro lugar de El Congosto lo susodicho nin cosa alguna de ello de aquí adelante, para siempre jamás salvo la dicha moneda forera; nin los emplacen nin fatiguen, sobre ello en juicio nin fuera de él, nin les fagan prendas nin represarias, nin otras fatigaciones en ellos nin en alguno dellos, nin sus bienes, nin cosa alguna a lo suyo. E mandamos, y defendemos a todas y quales quier nuestras justicias, y alcaldes y juezes, así de la nuestra Casa y Corte y Chancillería, como del obispado de Cuenca y lugares de los nuestros Reynos y Señoríos que non consientan nin se entremetan de conozer de pleito alguno nin demanda que le sea puesta y movida sobre razón del dicho servicio, medio servicio, cabeza de pecho y monedas a la dicha aljama y omes buenos del dicho lugar del Congosto; e los inybimos, y avemos por ynibidos del conoscimiento y esecución de todo ello, como quiere quel dicho lugar en los tiempos pasados oviere andado y andubiere, en el repartimiento de las rentas y pechos y derechos del dicho obispado de Cuenca. E otrosí mandamos a la dicha Aljama y omes buenos moros del dicho logar del Congosto que tomen en sí el traslado de esta nuestra carta signada de escrivano público, en cada año con el qual, y con vuestra carta de pago de vos la dicha Doña María, o de quien vuestro poder oviere, mandamos a el nuestro tesorero y recabdador y arrendador y recebtor que es o fueren del dicho servicio y medio servicio e caveza de pecho y monedas, o de otras quales quier nuestras rentas y pechos y derechos del dicho nuestro obispado de Cuenca, y de aquí adelante en cada año, para siempre jamás, restituian en quanto a la dicha aljama y omes buenos moros del dicho lugar vuestro lugar del Congosto, todos los maravedís que montaren el dicho servicio, medio servicio y caveza de pecho, y las dichas monedas. E mandamos a los nuestros contadores mayores de las nuestras quentas que, con los dichos recabdos, restituian y pasen en quenta a el dicho nuestro tesorero o recabdador o arrendador o recebtor que fuere del dicho servizio y medio servizio, y cabeza de pecho e de las dichas monedas, e otras nuestras rentas, pechos y derechos del dicho obispado de Cuenca todos los dichos maravedís que en ello montaren por tal manera que, libre y desembargadamente, podades gozar y proceder de esta merced que nos vos fazemos de todo lo susodicho, en la forma y manera susodicha. E otrosí, mandamos a los nuestros contadores, y a sus oficiales, que pongan y asienten el traslado de esta nuestra carta, signado de sello público en los nuestros libros de lo salbado, y vos den y tomen esta dicha carta nuestra original y que de aquí en adelante en cada un año para siempre jamás cada y quando oviesen de arrendar y poner en renta los nuestros pedidos y monedas y serviçio y medio servicio, e otros pechos y derechos del dicho Obispado de Cuenca, que saquen y salben fuera del dicho arrendamiento a el dicho vuestro logar e fagan descargo de aquí adelante, a los recaudadores y arrendadores que fueren de las nuestras rentas, y pechos, y

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FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

derechos del dicho Obispado de Cuenca, donde cabe el dicho vuestro logar del Congosto, de lo que les copiere a pagar del dicho serviçio, y medio servicio, y cabeza de pecho, y a las dichas monedas pues que nuestra merced es que non anden con ellos en el dicho repartimiento, y lo non arrienden a persona alguna nin pongan en almoneda como quier que lo susodicho, y cualquier cara de ello aya andado y ande en renta fasta aquí con el dicho Obispado de Cuenca, como suso es dicho, pues que nos facemos merçed della como dicho es; e si necesario vos fuere, vos den y libren sobre ello nuestra carta de privilegio, e las nuestras otras cartas, y sobrecartas las más fuertes y bastantes que menester oviéredes en esta razón, cada y quando que por vos la dicha doña María o por los dichos vuestros herederos ysubçesores vos fuere pedido, la qual dicha nuestra carta e privilegio, y cartas y sobrecartas mandamos a el nuestro Chanziller y notarios, e a los otros oficiales que están a la tabla de nuestros sellos, que libren y pesen y sellen. Y mandamos a los duques, condes, marqueses, ricos homes, maestres de las hórdenes, priores, comendadores y subcomendadores, alcaydes de los castillos, y casas fuertes, y llanas, e a los del nuestro consejo, y oidores de la nuestra Abdiencia, y alcaldes y notarios e alguaçiles y otras justicias, y oficiales quales quier de la nuestra casa y corte y Chanzillería, y a todos los corregidores, alcaldes, alguaziles, regidores, caballeros, escuderos oficiales y omes buenos del dicho obispado de Cuenca, e del dicho vuestro logar del Congosto, como a todas las ciudades, villas y logares de los nuestros reynos, y señoríos que aora son o serán de aquí adelante e a cada uno de ellos y otras quales quier personas, nuestros vasallos y súbditos, y naturales de qual quier estado o condición, preminencia o dignidad que sean, a quien esta nuestra carta fuere mostrada o el traslado de ella signado de escrivano público, que vos guarden y cumplan y fagan guardar y cumplir a vos la dicha doña María esta dicha merced que vos facemos de lo susodicho, e después de a vos, a los dichos vuestros herederos, e subçesores segund que en esta nuestra carta se contiene, e contra el tenor y forma se contienen della nin de lo en ella contenido nin de cosa alguna ni de por de ello vos no vayan, nin pasen nin consientan yr ni pasar en algund tiempo nin por alguna manera nin causa nin raçón nin color que sea o ser pueda non enbargante quales quier leyes y fueros y derechos, y hordenamientos y pragmáticas, sanciones, usos y costumbres de los dichos nuestros reynos que en contrario de lo susodicho sean o ser puedan, ni asimismo enbargante las leyes que dizen que las cartas dadas contra ley o contra fuero o derecho deben ser obdestrodas y non cumplidas y que las leyes y fueros y derechos valederos non puedan ser derogadas nin rebocadas salbo por cortesanos a nuestro propio motu y zierta ciencia y poder real absoluto, dispensamos con todo ello y con cada cosa, y parte dello, e ansimismo con otras quales quier cosa, así de pecho como de derecho de cualquier natura que sea, vigor e fecho, calidad y misterio que lo pudiese

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Página 527

APÉNDICE DOCUMENTAL

527

o pueda embargar o perjudicar en qual quier manera. Y la otorgamos y derogamos en quanto a esto aptañe o atapñer puede; e los unos nin los otros non fagan ende por alguna manera so pena de la nuestra merced y de privación de los ofizios y de confiscazión de los vienes de los que lo contrario hizieren, para la nuestra cámara e demás; mandamos al ome que les esta nuestra carta mostrare, o el dicho su traslado signado como dicho es, que los enplace a que parescan ante nos do quier que nos seamos del día que los emplazare fasta quinze días primeros siguientes, so la dicha pena so la qual mandamos a qual quier escrivano público que para esto fuere llamado, que de ende al que la se la mostrare testimonio signado con su signo, porque nos sepamos en cómo se cumple nuestro mandato. Dada en la noble çibdad de Toledo a diez y siete días de febrero del año del nascimiento del nuestro señor Ihsuxpo de mil y quatrocientos y setenta y siete. Yo el Rey. Yo la Reina. Yo Alfonso de Ávila, secretario del Rey y de la Reyna, nuestros señores, la fiçe escrivir por su mandado.

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DOCUMENTO II AHN. Sección Inquisición. Legajo 198. Expediente 23. S.f. Alcázar de San Juan. 20.julio.1530 Testimonio y validación de bautismo de Alonso Martínez Larios, cristiano nuevo convertido de moro, vecino de Alcázar de San Juan. En la villa de Alcaçar de la horden de San Juan a veynte días del mes de jullio del nasçimiento de nuestro Saluador Ihu Xpo de mill y quinientos e treynta años, antel muy virtuoso señor Juan Ximénez Ximeno, alcalde hordinario en esta villa, y en presencia de mi el escribano público e testigos de yuso escritos, paresçió presente Alonso Martínez Larios, vezino de la villa de Villa Rubia de la horden de Calatrava e dixo que por quanto siendo moro se tornó xpiano en esta villa e se babtizó en ella e rresçibió agua de babtismo como xpiano el año pasado de quinientos e dos años, porque a él le conviene tomar por testimonio lo susodicho, pidió al dicho alcalde resçibiera a los testigos que antel presentare a lo que dixeren, le mandé dárselo por testimonio para que lo presentare ante quien viere le conviniere e pidió cumplimiento a la justiçia. Testigos Francisco Nava Gozalo, Martín López de Lema, vezinos desta villa. E luego el dicho señor alcalde dixo que lo oye a Alonso Martínez Larios, presente e trayga antel los testigos de que se entiende aprovecha. Que los mandará tomar en forma juramento. E luego en este día, antel dicho señor Juan Ximénez, alcalde, el dicho Alonso Martínez Larios presentó por testigos a Alonso Martínez de Villaharta, vezino desta villa que presente estáva, del qual resçibió juramento en forma de derecho; e siendo preguntado por el tenor del dicho pedimieto dixo que por el año pasado de quinyentos e dos años este testigo vido e conoçió al dicho Alonso Martínez Larios que hera moro e que vido quel dicho año se bolvió cristiano porque fue su padrino el día que fue baptizado e se bolvió cristiano. El testigo como su padrino dio colaçión e fiesta a todas las personas que quisieron venir a su casa deste testigo a las resçibir y questo es la verdad para el juramento que hizo. Firmólo de su nombre, Alonso Martínez de Villaharta. E luego en este dicho día, Alonso Martínez Larios presentó por testigo a Bartola Pérez, muger de Alonso Martínez de Villaharta, vezino desta villa que presente estava, de la qual resçibió juramento el dicho señor alcalde en forma de derecho; e siendo preguntada por el tenor del dicho pedimiento dixo que este testigo conoçió al dicho Alonso Martínez Larios al tienpo quel dicho pedimiento dize ser moro e que por el dicho tiempo se tornó xpiano en esta villa de Alcázar. E en la yglesia de Nuestra Señora Santa María della resçibió agua de babtismo como xpiano. E que el dicho

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Alonso Martínez de Villaharta su marido vido que fue su padrino del dicho Alonso Martínez Larios y que después de ser babtizado en su casa, se dio colaçión y fiesta a las personas que quisieron venir a la resçibir e questa es la verdad para el juramento que hizo; y dixo que no sabía escrevir. El dicho señor alcalde lo firmó de su nombre. Juan Ximénez, alcalde. E Luego, el dicho Alonso Martínez Larios dixo que por quanto fueron sus padrinos juntamente con el dicho Alonso Martínez de Villaharta, Juan García de Arenas e Juan Ximénez de Prado, vezinos que fueron de esta villa, los quales son muertos, pidió al dicho señor alcalde pregunte al dicho Alonso Martínez de Villaharta e a Bartola Pérez, su muger, testigos presentados, si saben que son muertos los dichos Juan García de Arenas e Juan Ximénez de Prado, a los quales dichos Alonso Martínez de Villaharta e Bartola Pérez, su mujer, el dicho señor alcalde les preguntó de dicho juramento que hizieron sy saben que los dichos Juan García de Arenas e Juan Ximénez de Prado son muertos, los quales dixeron que saben que son muertos los susodichos e vieron que murieron e son muertos los susodichos podía azer veinte años poco más o menos; y questa es la verdad para el juramento que hizieron y firmólo el dicho Alonso Martínez que registró desta manera. Alonso Martínez de Villaharta. El dicho señor alcalde mandó dar por testimonio lo susodicho al dicho Alonso Martínez en pública forma y lo firmó de su nombre. Juan Ximénez (rúbrica)

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DOCUMENTO III AHN. OO.MM. Libros. Libro 339-C. Fol. 62vo. Madrid. 15.agosto.1570 Concesión del hábito de caballero de la Orden de Calatrava a don Antonio Fernández de Córdoba eximiéndole de cumplir los preceptos establecidos en la Regla de dicha Orden como recompensa a su participación en la Guerra de las Alpujarras. Reverendo y devocto Padre Prior del Convento de la Orden de Calatrava, cuya administraçión perpetua tenemos por autoridad apostólica. Porque por parte de Don Antonio Fernández de Córdova, cavallero de la dicha Orden, nos ha sido hecha relaçión que ha más de dos años que recibió el dicho hábito della en el convento; y que por la provisión que se le dio, se manda que, resçibido, fuese a estar y residir en galeras seis meses cumplidos de lo qual toma testimonio del nuestro capitán general dellas e con él viniese al convento y estoviese en él los tres meses de su aprovaçión aprendiendo la regla de la Orden e las otras cosas que los caballeros della deven saber para poder ser reçibidios a la profesión expresa, según más largo en la dicha probisión se contiene. E que por haver estado y estar sirviéndonos en la guerra contra los moriscos rebelados en el Reino de Granada no a podido yr a residir los dichos seis meses en las galeras ni los tres meses en el convento como era obligado. Suplicándonos que, acatando lo susodicho, le hiziésemos merçed de mandar que estando algunos días en el convento aprendiendo la regla y otras cosas de la dicha orden le recibiesen de la profesión que era obligado a hazer, relevándole de la obligaçión que tenía de estar seis meses en las dichas galeras y tres en el convento o como la nuestra merçed fuese. Y nos, acatando lo susodicho y por le hazer merçed, avemos havido por bien y por la presente con acuerdo de los del nuestro Consejo de las Órdenes, os mandamos que veáis la provisión que se dio al dicho don Antonio Fernández de Córdoba del hávito de la dicha Orden y constandoos que a más de un año que le recibió y, aviendo estado en el convento diez días, le examinéis; y hallándole bien ynstructo e ynformado en la regla y çerimonia de la dicha Orden, en nuestro nombre y por nuestra autoridad, como administrador susodicho, reçibáis del la profesión expresa que deve hazer según e de la manera y con las solenidades que la Regla y Diffiniçiones de la dicha Orden disponen y los cavalleros della de presente la acostumbran y deven hazer y reçibir; le des liçençia para que pueda salir dese convento no enbargante que no aya estado en él los tres meses de su aprobaçión ni seis meses en nuestras galeras como hera obligado conforme a la provisión del dicho hábito y a la diffinición que cerca dello dispone, por quanto las causas dichas dispensan con él

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y le havemos por relevado de todo ello, quedando en su fuerza y vigor para delante. Fecha en Madrid a quinze días del mes de agosto de myll e quinientos y setenta años. Yo el Rey. Por mandado de su Magestad, Francisco de Heraso.

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DOCUMENTO IV AHP To. Sección Diversos. Leg. D-245 Fols. 33r.o-34r.o Quintanar de la Orden, 19.diciembre.1570 Resumen del montante de pan reunido por las localidades del Partido de Quintanar para avituallar y dar cobijo a los moriscos granadinos procedentes de Cuevas del Almanzora y Velez. En la villa del Quintanar en diez y nueve días del mes de diziembre de mill y quinientos y setenta años en presencia de mi, Andrés Calvo, jurado del ayuntamiento desta dicha villa, el muy magnífico señor Licenciado Bolaños, Governador desta dicha villa y su partido, en presencia del señor Antonio Muñoz de Guevara, regidor, Juan Manuel de Lodeña, alférez della, tomó quenta a Juan de Iniesta del pan cozido que por su mandado se traxo a esta villa para el proveimiento de los moriscos que se traxeron a repartir en esta villa, la qual se tomó qual se verá: — Parece que registró el señor Juan de Iniesta, del Concejo de la villa del Tovoso treynta arrobas y catorze libras de pan. — Del Concejo de Villamayor, çinco arrobas de pan. — Del Concejo de la Mota, quatro arrobas de pan. — Del dicho Concejo del Tovoso, otras çinco arrobas y cinco libras de pan. — Del Concejo de Villanueva, seys arrobas de pan. — Del Concejo del Hinojoso, tres arrobas de pan. — Del Concejo de la Cabeça, sesenta libras de pan. — Del Concejo de Pedro Muñoz, otras dos arrobas y diez y nueve libras. — Del Concejo del Campo de Critana, seys arrobas. — Del Concejo del Corral, çinco arrobas y nueve libras. — Ansímismo parece aver recibido del Concejo de la villa de la Puebla don Fadrique diez arrobas y seis libras de harina de que se hizieron otras tantas arrobas y libras de pan. — Del Concejo de Socuéllamos diez y ocho arrobas y tres libras de harina de la qual se cozieron otras tantas libras de pan. Monta en todo lo recibido arriba dicho pan cozido y harina dos mill y seysçientas y diez y siete libras. Da por descargo que el jueves catorze del mes de diziembre que fue el día que llegaron los dichos moriscos se le dieron por mandado del señor governador a los moriscos de la lista de los de las Cuevas doze arrobas y cinquenta libras de pan y a los de Vélez doze arrobas.

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El viernes siguiente se dieron a los de las Cuevas treze arrobas y cinquenta libras y a los de Vélez treze arrobas. Yten sábado siguiente se dieron a cada una de las listas de Cuevas y Vélez cada treze libras. Yten el mesmo sábado a los de las Cuevas veynte libras más. Yten el lunes que se yvan los de Villaescusa, se les dieron quarenta libras de pan. Por manera que suma el dicho descargo mill y setecientas y sesenta libras de pan. Sacado el descargo del dicho cargo, restan ochocientas y cinquenta libras de pan que reduzidas a dinero a cinco maravedís por libra suman y montan 4.285 maravedís de los quales se le hizo cargo.

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DOCUMENTO V AHM CR. Documento 145 Madrid. 21.junio.1571 Carta de Felipe II al Corregidor de Ciudad Real ordenándole que le envíe relación detallada de los moriscos asentados en su ciudad y que cuide de que ninguno de ellos salga de la misma sin su permiso expreso † El Rey Nuestro corregidor de la ciudad de Ciudad Real, ya sabeys y devéis saver cómo por nuestro mandado se llevaron a esa çiudad algunos de los moriscos que se sacaron del reyno de Granada y embiamos a mandar se hiziere registro dellos y que se tuviese quenta con su buena guarda y custodia y con visitarlos de tiempo a tiempo para que no se ausentasen y que a ninguno se diese licencia para yr a bivir fuera de ay sin espresa horden mía según más largo se contiene en las cartas que sobre ello mandamos scrivir a dos días del mes de noviembre del año passado de mil y quinientos y setenta. Lo qual no se deve aver observado en algunas partes pues según hemos sido informados, algunos de los moriscos que agora ay en el dicho reyno de Granada y fueron sacados del, an buelto allá con liçençia de las justicias de los lugares donde se han repartido y porque queremos saver si de los que fueron repartidos a esa çiudad y lugares de su tierra y juridicçion an ydo algunos con liçencia y quántos an sido estos y quién se la dio y para qué effecto y si an sido por término limitado, o cómo, y de qué manera, os mandamos que bien informado de lo susodicho, embiéis luego relaçión particular dello al secretario Juan Vázquez y proveáis que se tenga mucha quenta con la guardia y custodia de los moriscos que ay en esa ciudad y su tierra y con que no se les de liçençia para yrse ni ausentarse de donde al presente están; y que si algunos se fueren sin ella se ponga diligencia en buscallos y pudiendo ser avidos estén presos y a buen recaudo; y se nos enbíe relaçion de dónde fueron presos y cómo y de la culpa que en ello obieren y de qué lugares heran vezinos y qué personas son, para que os mandemos lo que se huviere de hazer en su castigo, lo qual assí hazed y cumplid hasta tanto que enbíe la orden que se huviere de tener en todo lo susodicho que será brevemente, que así combiene a nuestro servicio. De Madrid a xxi de junio de MDLXXI años. Yo el Rey. Por mandado de su magestad Juan Vázquez

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DOCUMENTO VI AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Leg. 136a/1. S.f. Alcaraz. 17.agosto.1606 Escritura de venta por la cual Alonso García, morisco granadino alistado en Alcaraz, compra a Alonso Romero, vecino y escribano de la ciudad, un pollino con todos sus aparejos. Sepan quantos esta carta de obligaçión vieren, como yo, Alonso Garçía, vezino desta çiudad, de los naturales del Rreyno de Granada, otorgo y conozco por esta presente carta que me obligo de dar y pagar a Alonso Rromero, vezino y escrivano del número desta çiudad o a quien su poder oviere, conviene a saber, doçe ducados y medio de rraçón y de conpra de un pollino de pelo pardo de hedad de çinco años que ba a seis con su aparejo que del susodicho conpré por el dicho preçio, el qual e rrecivido rrealmente y con efecto, sobre que renunçio las leyes de la entrega, prueba e paga e non numerata pecunia como en ellas e en cada una dellas se contiene. Y es el plaço a que daré y pagaré los dichos doçe ducados y medio, la mitad para Navidad fin deste presente año y la otra mitad el día de Nuestra Señora de Agosto primera que berná del año de mill y seisçientos y siete con más las costas de la cobrança; y para la seguridad de la paga ypoteco por espresa y espeçial ypoteca el dicho pollino y me obligo de no lo bender, trocar, canviar ni enagenar hasta que esta deuda esté pagada; y si lo bendiere, trocare o enagenare, la tal benta y enagenaçión sea en sí ninguna y de ningún balor y efeto y por el mismo caso sea visto llegar el plaço y se me pueda executar. Y para lo ansí cunplir y pagar y aber por firme me obligo mi persona, vienes muebles e rrayçes avidos e por aber y para el cunplimiento doy poder cunplido y bastante a todas e quales quier justiçias e jueçes de su Magestad para que me apremien a el cunplimiento como si esta carta y lo en ella contenido fuese sentençia difinitiva de juez conpetente contra mi dada y consentida. Y renuncio todas las leyes, fueros y derechos de mi fabor y la ley del derecho que dice que general rrenunçiaçión de leyes fecha non bala, en testimonio de lo qual otorgué esta carta bastante ante el escribano y testigos que declaro. Otorgada en la çiudad de Alcaraz a diez y siete días del mes de agosto de mill y seisçientos y seis años, y el dicho Alonso García confesó ser mayor de beintiçinco años, siendo testigos al otorgamiento Luis Cano y Juan Pérez y Juan Collado, el moço, vezinos desta çiudad y por el otorgante que doy fee conozco firmó un testigo a su rruego porque dijo no saber. Juan Collado (rúbrica) Ante mi, Francisco Gómez de Villarreal (rúbrica).

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DOCUMENTO VII AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Leg. 58bis. Fols. 369r.o-370v.o Ciudad Real. 8.octubre.1607 Escritura de arrendamiento de una huerta de arboleda situada en la aldea de La Poblachuela otorgada por Lorenzo de Sevilla, morisco granadino alistado en Ciudad Real, a favor de la hija de Gonzalo de Molina Salcedo, vecina de la ciudad. Sepan quantos esta carta de arrendamiento y obligación vieren, como yo, Lorenzo de Sevilla, vecino de esta çiudad, de los naturales del Reyno de Granada, otorgo y conozco que devo e me obligo de pagar a la menor hija de Gonzalo de Molina Salçedo, y a quien por ello lo obiere de aver, combiene a saver, cinquenta y quatro ducados de a honze rreales, que le confiesso dever del arrendamiento de una güerta de arvoleda con su poço, alverca y anoria, que la dicha menor tiene con su cassa en la dicha güerta, en do dizen La Poblachuela, término desta çiudad, que llaman la güerta vieja, linde del camino Real y el egido, por tiempo y espacio de dos años cumplydos primeros siguientes que comenzaron a correr desde nueve días del mes de agosto próximo pasado deste presente año y que cumplirá a nueve de agosto del año que vendrá de myll y seyscientos y nueve años. Y en cada uno destos dichos dos años me obligo de pagar veynte y siete ducados por terçios de quatro en quatro messes cada terçio lo que monte, puestos e pagados en esta dicha Çiudad Rreal a mi costa e remisssión desde el dicho día nueve de agosto deste año y demás dello e de pagar y cumplir las condiciones siguientes: — Primeramente que en cada año tengo de dar dos arrobas de nueces. — Ytem, con condición que no e de sembrar ningún pan que grane en la dicha huerta ezepto el panizo, so pena que pague el daño de los árboles. — Ytem, que las quiebras de la noria de tres reales y medio abajo han de ser a mi quenta y dende arriva a quenta del arrendamiento. — Ytem con condiçión que en fin deste arrendamiento que va a nueve de agosto, e de dejar la mitad del suelo de la dicha güerta desenvaraçado para el que entrare arrendando y e de espolbear la verengena e panizo e lo demás que tubiere sembrado, ezepto que sobre el último año no e de tener sembrado nabos ni cardos ni otra cosa de invierno. — Ytem, en lo que toca a la fruta, an de ser para mi y el dicho último año las guindas y las ciruelas, porque la demás fruta queda para la menor.

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Y con las dichas condiciones tomo la dicha güerta en este arrendamiento a mi riesgo y aventura en todos los cassos fortuitos, pinado y no pinado que por cosa que acaezca del cielo o de la tierra ni por ello se me pueda hazer desembargo alguno deste arrendamiento, de la qual dicha güerta me doy e otorgo por contento, pagado y entregado a mi voluntad, en cuya raçón, renunçio las leyes de la paga e prueva e las de espacio de entregamiento como en ella se contiene. E para el cumplimiento e paga de lo que dicho es, obligo mi persona y bienes muebles e rraíçes avidos e por aver e me obligo de no dejar la dicha güerta durante el dicho tiempo, so pena de paga de vacío todo el dicho preçio. E doy poder cumplido a todas a qualesquier justiçias e jueces del Rey nuestro señor en esta dicha Çiudad Real, a cuya jurisdicción y fuero me someto, renunciando como renuncio al mío propio e privilegio de la ley; y si conviniese para que por todo rigor de derecho e como conbiene me compelan e apremien en la paga y cumplimiento de todo lo que dicho es, como si esta carta e lo en ella contenido fuesse sentencia firme de juez competente dada contra nos e por nos aprovada y passada en cosa juzgada y dada y entregada sobre que renunciamos todas y quales quier leyes de los Emperadores Justiniano y Constantino, y de Toro en nuestro favor e la general y derecho de ella, para lo qual otorgo la presente ante escribano público y testigos de yuso escriptos y de ella se saquen dos escrituras, para cada parte, la suya y qualquier que parezca vala como si ambas pareciesen. Otorgada en la Çiudad Rreal a ocho días del mes de octubre de mill y seisçientos y siete años.

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DOCUMENTO VIII AHP Ab. Sección Protocolos Notariales. Legajo 129/1. Fol 144v.o Alcaraz, 1.junio.1599 Carta de obligación de Diego Rael, morisco granadino alistado en Alcaraz, comprometiéndose a pagar al pósito de la ciudad las fanegas de trigo que estuvieren valoradas en ciento cincuenta reales que tomaron prestados de dicha institución. Sepan quantos esta carta de obligación vieren como nos, Diego Rael, como principal deudor, y Pedro Sánchez, como su fiador y principal pagador, naturales del Reyno de Granada, veçinos desta çiudad, ambos a dos de mancomún y a voz de uno y de cada uno de nos por el todo, renunçiando las leyes de la mancomunidad, discusión y división como en ellos se contiene, otorgamos y conoçemos que nos obligamos de dar y pagar a el mayordomo que es, o fuere, del alholí menor desta çiudad el trigo que montasen çiento cinquenta reales, los quales reçibimos de mano de Pedro Cobo Blázquez, veçino desta dicha çiudad, mayordomo del alholí, de que nos damos por contentos y entregados a toda nuestra voluntad, sobre que renunçiamos las leyes de la prueba y paga de la ynnumerata pecunia como en ellas se contiene. El qual dicho trigo emos de dar y pagar limpio, enjuto, medido con buena media, puesto y entregado dentro del dicho alholí para el día y fecha del señor Santiago, primero que berná deste presente año de la fecha al preçio que baliere en esta çiudad de Alcaraz entre las dos fiestas de Nuestra Señora de agosto y setienbre deste dicho año, del trigo de la cosecha desta çiudad y su tierra. Y si al dicho día no le diéremos y pagáremos el dicho trigo como dicho es, pueda el diputado del dicho alholí enbialle a comprar a donde él quiera que se hallare a nuestra costa y misión y ansí por el salario del que lo fuere a comprar, como por lo que costare el dicho trigo nos puedan executar i por los portes, lo qual sea creydo con sólo su juramento del dicho mayodormo o persona que lo fuere a conprar, sin que sea neçesario otra liquidaçión ni aberiguaçión. Y más, pagaremos al executor que se nombrare para la cobrança tresçientos maravedises por cada un día que asistiere en la axecuçión y más las costas que se causaren; y para cunplir y pagar todo lo que dicho es, obligamos nuestras personas y bienes muebles y rayçes, abidos y por aber y para la execuçión dello damos todo nuestro poder cunplido a todas y quales quier justiçias y jueçes de su Magestad para que nos apremien a lo que dicho es como si esta carta fuese sentençia difinitiva de juez conpetente contra nos dada y por nos consentida y pasada en cosa juzgada. Y renunçiamos las leyes de nuestro favor y la ley del dereçho que diçe que general reununçiaçión de leyes feçha non bala. En testimonio de lo

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qual otorgamos la presente carta ante el presente escrivano y testigos yuso escriptos que es fecha y por nos otorgada en la çiudad de Alcaraz a primero día del mes de junio de mill y quinientos y noventa y nuebe años siendo testigos Diego Ponçe y Francisco Sánchez y Juan de los Llanos, veçinos desta çiudad y porque los otorgantes, que doy fe conozco, dijeron no saber firmar, rogaron a un testigo lo firme por ellos. Juan de los Llanos (rúbrica) Derechos, un real. Ante mí, Blas Cano (rúbrica)

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DOCUMENTO IX AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Legajo P-108/1. Fols. 109r.o-109v.o Ciudad Real. 14.noviembre.1598 Carta de fianza otorgada por Lorenzo de Segura y Juan Ruiz, moriscos granadinos alistados en Ciudad Real, a favor de Damián de Molina para facilitar que salga de la cárcel pública de esa ciudad por una deuda que mantiene con el Pósito de la misma. En la çiudad de Çiudad Real, en catorçe días del mes de nobiembre de mill y quinientos y nobenta y ocho años, ante mi, el presente escribano y testigos de yuso escritos, pareçieron presentes Lorençio de Segura y Juan Ruiz, vezinos desta dicha çiudad, de los naturales del Reino de Granada y dixeron que por quanto Damián de Molina, vezino della, ansímismo de los naturales del dicho Reino de Granada, está preso en la cárçel pública desta çiudad por nueve fanegas de trigo que restan de veinte fanegas que le fueron repartidas para que diese al pósito desta dicha ciudad. Y agora, porque el dicho Damián diçe que no los tiene y tiene pedido que, soltándole de la dicha prisión por tienpo de doçe días, está presto de buscar las dichas nueve fanegas de trigo y las dar y entregar al pósito desta çiudad y a su mayordomo en su nombre. E Lorençio Cavallero, vezino desta çiudad, depositario del dicho pósito tiene por bien que dando fianças para que así lo cumpla, el dicho Damián de Molina sea suelto, por tanto, quellos dos juntamente de mancomún y a voz de uno y cada uno por sí y por el todo in solidun, renunçiando como renunçiaron las leyes de duobus, reis de vendi y el auténtica presente de fide y usoribus y las demás leyes de la mancomunidad, división y escusión como en ellas y en cada una dellas se contiene, otorgaron que haçiendo de deuda y negoçio ageno suyo propio, se obligaron que, pasados los dichos doçe días de como fuere suelto de la dicha cárçel, el dicho Damián de Molina dará y entregará al dicho pósito y al dicho Lorençio Caballero, su mayordomo y al mayordomo que a la saçón fuere del dicho pósito, las dichas nueve fanegas de trigo que ansí restan para cumplir con las dichas veinte fanegas que se le repartieron para el dicho pósito, donde no quellos las darán, pagarán y entregarán con más las costas, gastos y intereses que sobre ello se siguieren y recrecieren. Y para lo así cumplir y pagar, obligaron sus personas y bienes muebles y raíçes avidos y por aver. Y damos poder cumplido a todas e quales quier justiçias del Rei nuestro señor, en espeçial a las desta dicha çiudad, a cuyo fuero y juridiçión se sometieron, renunçiando su propio fuero y previlegio e la lei si convenerit de juridiçione para que por todo rigor de derecho y más breve vía executiva les compelan y apremien al cumplimiento y paga

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de lo que dicho es, como si esta carta y lo en ella contenido fuese sentençia difinitiva de juez conpetente dada contra ellos, y por ellos consentida, y pasada en cosa juzgada dada a entregar, sobre que renunçiaron todas las demás leyes en su favor y la general y derechos della. En testimonio de lo qual, otorgaron la presente carta de fiança, siendo testigos Fernando Domínguez de Burgos y Cristóbal Treviño y Antonio de Olivares, vezinos desta dicha çiudad. Y los otorgantes, que doi fe conozco, porque dijeron no saver escrevir, lo firmó a su ruego un testigo. Pasó ante mi, Gaspar de Paredes y Burgos (rúbrica) Fernando Domínguez de Burgos (rúbrica) Lleve de derechos un real

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DOCUMENTO X AHP CR. Sección Protocolos Notariales. Legajo 108bis/2. Fols. 165vo-170ro Ciudad Real. 28.junio.1601 Carta de dote y arras de Andrés de Carmona e Isabel de Aguilar, moriscos granadinos alistados en Ciudad Real. Sepan quantos esta carta de dote y arras vieren, como yo, Andrés de Carmona, veçino desta çiudad de Çiudad Real, hijo de Gabriel de Carmona y de Brianda de Medrano, de la dicha çiudad, digo que por quanto yo estoi desposado e velado según horden de la Santa Madre Yglesia con vos, Ysabel de Aguilar, hija de Andrés López Lanjarón y de Inés de Aguilar, su mujer, veçinos ansímismo desta dicha çiudad, y es cosa justa y a derecho conforme que los hombres hagan scriptura de los bienes y haçiendas que reçiven en dote y casamiento con sus mugeres, otorgo y conozco que e reçivido en docte y casamento e para ayuda a sustentar las cargas del matrimonio con vos, la dicha mi muger, del dicho vuestro padre para en quenta de las ligítimas que os perteneçen y an de perteneçer, çiento y noventa y çinco mill y seteçientos y quarenta y çinco maravedís en bienes muebles y raíces apreçiados por personas puestas de conformidad de ambas partes. Que los dichos bienes y sus apreçios son los que se sigue: — Primeramente la mitad de una casas de morada que son en esta çiudad en la colaçión del señor San Pedro, linde de casas de don Juan de Gámez, Regidor, y por otra parte herrenal del doctor León, que la otra mitad es del dicho vuestro padre, en çiento y çinquenta ducados. — Yten, dos colchones de lienço listado de colores fundados de lana castellana, diez ducados. — Yten, otros dos colchones del dicho lienço fundados de tascos, en seis ducados. — Yten, dos cobertores, uno blanco y otro colorado, entrambos seis ducados. — Yten, un caveçal labrado de seda a la morisca, en dos ducados. — Yten, una sávana de lienço de tres piernas, en tres ducados. — Yten, quatro sávanas de lienço randadas, las dos con listas açules, todas en doçe ducados. — Yten, una vestidura de cama de campo de red labrada de quatro largas y dos mangas y su çielo, todas en treinta ducados. — Yten, una delantera de olanda labrada de seda verde con su guarniçión de volillos, en seis ducados. — Yten, otra delantera de seda de grana sobre tela blanca en seis ducados.

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— Yten, otra delantera de lienço con una tira de red y guarniçión de volillos, en tres ducados. — Yten, seis almohadas de lienço labradas de seda de colores a la morisca, todas en quatro ducados. — Yten, dos almohadas de seda de grana sentadas en olanda, en seis ducados. — Yten, otras dos almohadas de seda verde y olanda con dos açeruelos de lo mismo, todo en ocho ducados. — Yten, dos almohadas de olanda y red y otra de olanda con una entretela, todas en seis ducados. — Yten, otras dos almohadas de tela blanca labradas de seda amarilla y azul, en dos ducados. — Yten, quatro almohadas de asiento de hiladillo, en veinte y quatro reales. — Yten, una sarga de colgar de seda de colores a la morisca, en quatro ducados. — Yten, cinco camisas de muger, la una de olanda y las otras de lienço casero con pechos labrados de hilo; la de olanda, çinco ducados y las demás a tres ducados, montan diez y siete ducados. — Yten, çinco camisas, todas de muger, labradas a la morisca de lienço casero, todas en quinçe ducados. — Yten, diez camisas de hombre, la una de olanda y las nueve de lienço casero y ocho cuellos de olanda y tres pares de puños, todo en treinta y dos ducados. — Yten, tres gorgueras con urracos deshilados y guarneçidas con guarniçión de volillos, todas tres en ocho ducados y medio. — Yten, dos pares de puños de muger labrados, los unos con seda de colores y guarniçión de cadeneta y los otros con entretela de cadeneta y guarniçión de volillos, en tres ducados. — Yten, dos lençuelos de olanda con randas de cadeneta y puntas de volillos, en seis ducados y medio. — Yten, un pecho de olanda y bueltas para las manos bordado de seda encarnada, en ocho ducados. — Yten, quatro lençuelos de olanda de nariçes, en dos ducados. — Yten, otros dos lençuelos de bretaña, en quatro reales. — Yten, un paño de manos de olanda con entretela de red y guarniçión de volillos, en tres ducados. — Yten, dos paños de lienço casero, uno de seda de grana y otro de seda verde, entrambos, en quatro ducados. — Yten, tres tablas de manteles de lienço casero con listas azules, en ducado y medio. — Yten, una sobremesa de hiladillo de seda y un pañuelo con la orilla de seda colorada, entrambos, en ducado y medio. — Dos pares de tobayas de lienço casero, en diez y nueve reales.

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— Yten, otro paño de lienço labrado con seda verde, en medio ducado. — Yten, otra sávana grande de colgar de lienço con orillas amarillas de seda, en ocho ducados. — Yten, un paño grande con las orillas de seda amarilla y labrado a la morisca, en dos ducados. — Yten, quatro pañiçuelos labrados de seda de colores sobre lienço, en un ducado. — Yten, otros quatro pañiçuelos de mesa de gusanillo, en un ducado. — Yten, una tabla de manteles de gusanillo, anchos, de vara y media de largo, en doçe reales. — Yten, una toca de seda de colores con cabos de oro, en veinte reales. — Yten, tres esterillas y un tramado de seda, en treçe reales. — Yten, una toca de seda labrada con hilillos y guarniçión de volillos, en nueve reales. — Yten, una saya y corpiño y una ropa de raja açulada llana y un manteo colorado con tres pasamanos verdes y amarillos aforado por ruedo de olandilla, todo en diez y seis ducados. — Yten, otro manteo de palmilla azul guarneçido con terçiopelo del duque, en siete ducados. — Yten, un manto de anascote nuevo, en quatro ducados. — Yten, una cofia de seda colorada bordada de oro y aljofar menudo, en ocho ducados. — Yten, una bolsa de terciopelo verde con sus cordones y vorlas, en quatro reales. — Yten, un apretador de aljofar con quentas de oro, en quatro ducados. — Yten, un sartal de aljofar con quentas de oro, en quatro ducados. — Yten, un cavestrillo de aljofar con sesenta y seis quentas de oro amelonadas y en él, prendido, un coraçón de oro esmaltado con dos vidrieras pequeñas, todo ello en veinte ducados. — Yten, un collarejo con veinte y una quentas de oro amelonadas y seis pieças de oro a modo de estrellas esmaltadas de negro, en çinco ducados. — Yten, otro sartal de aljofar con onçe quentas de oro, en çinco ducados. — Yten, unos çarçillos de oro de hechura de harpa con sus arillos, en seis ducados. — Yten, seis manillas de oro labradas, las quatro delgadas y las dos gordas, en veinte y ocho ducados. — Yten, un paño de lienço de pared pintado de figuras, en seis ducados. Todos los quales dichos bienes, apreçiados en la manera que dicha es, suman y montan los dichos çiento y noventa y çinco mill y seteçientos y çinquenta y çinco maravedis, de todo lo qual me doi por contento, pagado y entregado a toda mi voluntad, en cuya raçón renunçio las leyes de paga

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y prueba y exçepçión del entregamiento, como en ellas y en cada una de ellas se contiene. Y por el mucho amor y voluntad que yo tengo a vos, la dicha Ysavel de Aguilar, y honra de vuestra virginidad y para aiuda a aumento de la dicha vuestra docte os mando en arras y propter nuçias quarenta mill y ochoçientos y çinquenta y çinco maravedís que confiesso caben en la déçima parte de mis bienes, los quales os mando en el valor de los bienes siguientes: — Primeramente, en una saia y corpiño y ropa de piñuela negra guarneçida de encarrujado negro aforrado en olandilla encarnada, en seisçientos reales. — Un jubón e tela de primavera verde abotonado e guarneçido de trencillas de oro en çiento y veinte y tres reales. — Yten, un corpiño de terçiopelo carmesí con sus mangas, en ocho ducados. — Yten, dos manillas de oro labradas, en doçe ducados. — Yten, dos anillos de oro esmaltados, uno con çinco piedras leonadas y otro con una esmeralda, entrambos en çinco ducados. — Yten, quatro togas vareteadas, una de plata y las otras de seda, en diez y seis reales. — Yten, un manto de soplillo, en çiento y seis reales. — Yten, dos espejos, uno grande y otro pequeño, entrambos en dos ducados. — Yten, dos mill maravedís en dineros. Que los dichos bienes, en los dichos apreçios, suman y montan los dichos quarenta mill y ochoçientos y çincuenta y çinco maravedís, los quales juntos con los maravedís de la dicha vuestra docte suman y montan dosçientos y treinta y seis mill y quinientos y noventa y nueve maravedís, los quales me obligo de tener inhiestos, reparados y saneados sobre lo mejor y más bien parado de mis bienes y de no los vender, obligar ni hipotecar a ninguna deuda que deva o aya devido aunque sea devida a Infante, Obispo ni heredero, ni a otra persona alguna aunque sea de las previlexiadas ni esentas por derecho. Y porque a todas ellas quiero que vos, la dicha mi esposa, os antepongáis como mejor en derecho y antes en tiempo y me obligo que cada y quando y en qualquier tiempo que entre nos el matrimonio fuese disuelto y apartado por muerte o divorcio u otro qualquier caso de los que el derecho permite, volveré, destituiré y pagaré los dichos maravedís de la dicha vuestra dote y arras a vos la dicha Ysabel de Aguilar y a vuestros herederos y a quien por vos o por ellos lo aya de aver, luego que lo tal acaezca aunque el derecho me conçeda un año de retençión, al qual desde luego renuncio.

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Y para lo ansí cumplir y pagar y aver por firme, me obligo mi persona y bienes muebles y raíces avidos y por aver y doi poder cunplido a todas e quales quier justiçias e jueçes de Su Magestad de quales quier partes que sean, en espeçial a las desta dicha Çiudad Real, a cuyo fuero y jurisdiçión espeçialmente me someto, renunçiando como renunçio al mío propio y la lei si conbenerit de jurisdiçione omnium judicium para que, por todo rigor de derecho, y más en vía executiva, me compelan y apremien al cumplimiento y paga de lo que dicho es como si esta carta fuesse sentençia difinitiva de juez competente dada contra mi y por mi consentida, passada en cosa juzgada y dada a entregar, sobre que renunçio todas e quales quier leyes, fueros y derechos en mi fabor, en espeçial la general y derechos della; y por ser menor de veinte y çinco años y maior de diez y ocho, juro por Dios Nuestro Señor y por la Señal de la Santa Cruz, donde puse mi mano, de no ir contra esta scriptura por raçón de la dicha mi memoria ni por otra alguna que por ella me conpeta. Y en testimonio dello otorgué la presente carta ante escrivano público y de los testigos yuso scriptos, que es fecha y otorgada en la dicha Çiudad Real a veinte y ocho días del mes de junio de mill y seisçientos y un años, siendo testigos Juan de las Higueras y Pedro Lorençio y Alonso Lorençio, vezinos desta çiudad y el otorgante que doi fe conozco lo firmó. Pasó ante mi García de Paredes y Burgos (rúbrica) Andrés de Carmona Derechos con la ocupación, quatro reales.

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DOCUMENTO XI AGP. Secretaría del Infante don Gabriel. Legajo 711/2. Fols. 108ro-108vo Madrid, 25.enero.1608 Carta del príncipe Enmanuel Filiberto, prior de San Juan, al fiscal de la Orden en Alcázar ordenándole que se presente en la Corte o envíe a un delegado con su poder para proceder a las alegaciones correspondientes en el pleito que la Orden de San Juan mantiene con Ambrosio y Luis de Cazorla, moriscos granadinos, por su alistamiento en la villa de Alcázar de San Juan † El Príncipe Enmanuel Filiberto, etcetera. A vos Alonso Sánchez Serna, fiscal de la nuestra Audiençia eclesiástica en el nuestro Priorato de León o a otra qualquier persona a quien tocare lo que de yuso se hará mención. Salud y graçia. Sabed, que Ambrosio de Caçorla Aduladín y Luis de Caçorla, su hermano, veçinos de la nuestra villa de Alcaçar, se presentaron ante nos en grado de apelaçión, nulidad y agravio de çierto auto contra ellos dado por el Licenciado fray Diego Ximénez, Coronel Vicario y vissitador generall en el dicho nuestro priorato, por el qual mandó que ellos, sus mugeres y hijos fuesen puestos en lista de los naturales del Reyno de Granada del Alçamiento del y que, como ellos, fuesen obligados a acudir a su lista, a oyr misa y asistir a los officios divinos de la misa maior en la parrochial de Sancta María de la dicha villa, los domingos y fiestas y en otras cosas en él contenidas, por haver sido de injusto y agraviado; y como de tal tenían apelado y si hera neccesario de nuevo apelaban y se presentaban y pedían ser reçicividos en el dicho grado y les mandasemos dar la ordinaria para traher los autos originales y se citase la parte si la obiese, y mandásemos al dicho vicario que en el entretanto que por nos se veía y determinaba, no proçediese ni prendiese a los susodichos, ni a sus mugeres y hijos, ni los vexase ni molestase pidieran justicia. Y por nos visto, con acuerdo y pareçer de nuestro assesor, fue reçivida su representación en el grado que de derecho ha lugar, y mandamos despachar la presente, por la qual os mandamos que dentro de seis días de como con ella fuéredes requerido, vengáis o ymbiéis persona con vuestro poder bastante y bien instructo e ynfirmado, a deçir y alegar de vuestra justiçia, que si pareçiere seréis oydo y vuestra justiçia guardada. En otra manera vuestra ausencia y rebeldía havida por presencia, mandaremos ver el dicho pleito y causa y se determinará en él conforme a derecho sin vos más çitar que por la pressente se os çita y llama y enplaça, y aperçibe, que

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fechos y notificados los autos e los estrados de nuestra audiençia os pararán tanto perjuiçio como si a vos mismo se notificaran. Y mandamos a qualquier escrivano o notario de los dichos nuestros prioratos que con ella fuere requerido, vos la notifique y dello de testimonio o pena de diez mill maravedís para nuestra cámara, so la qual dicha pena mandamos al notario o notarios ante quien pasaron o en cuio poder están los dichos autos que de yuso se ha fecho mençión, dentro del dicho término enbíe ante nos un traslado del proçeso y de todos los demás autos que en él se hubiesen causado y actuado y en pública forma, en manera que haga fee, çerrado y sellado a manos del infraescipto nuestro secretario para que los mandemos ver y probeer justiçia pagándole los dichos Ambrosio y Luis de Caçorla los derechos que hubiere de haber conforme al arançel real destos Reynos. En testimonio de lo qual mandamos despachar la pressente. Dada en Madrid a veinte y çinco días del mes de henero de mill y seisçientos y ocho. Fray don Digo Brochero, lugartheniente de su Alteza. Juan Francisco Fissiraga

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DOCUMENTO XII AHN. OO.MM. AJT. Leg. 36.658. S.f. Almagro. 1.diciembre.1600 Carta del Gobernador del Partido de Almagro a Felipe III en la que le expone los hechos de la rebelión de los naturales del reino de Granada de la villa de Manzanares y pide que los moriscos sean disculpados. En cumplimiento de la Real provisión de Vuestra Alteza que me fue entregada por la parte de Don Pedro Cortés, vuestro fiscal, fui por mi persona a la villa de Mançanares y hize la informaçión y diligencias que quedan retroescriptas por la qual consta y pareze que en la dicha villa de Mançanares cada año se acostumbra a celebrar la fiesta de nuestra Señora de agosto con la mayor solenidad y demonstraçión exterior que pueden, por ser la vocaçión de aquella villa, y que, en consequençia desto, este presente año de mill y seisçientos, ansí por la ocasión y causa referida como porque se alentasen y despertasen más los ánimos de los vezinos de aquella villa y de algunas çircunvecinas a ayudar con algunas limosnas para dorar un retablo que ay en la dicha iglesia parrochial, blanco en sola la esculptura; y fue el arbitrio que los soldados de la huida tubiesen un castillo formado en la plaza de la villa y estando en hábitos de moros, y con bandera y ynsignias de aquella naçión, cautibasen a las personas más honradas ansí de la villa de Mançanares como de otras que havían acudido a las fiestas y no las libertasen hasta que diesen alguna limosna para ayuda de dorar el retablo dicho. Y unos pareçe dieron doze, y otros ocho, y otros quatro o menos reales en lo que pareze se juntaron más de ochocientos reales y que se dieron al mayordomo de la dicha yglesia parrochial de la villa de Mançanares. Y para guiar e endereçar mejor el discurso dicho, algunas personas del lugar convocaron algunos moriscos y a uno dellos pidieron fuese capitán, y a otros sargento y ofiçiales de la compañía, aunque pareze que sólo el sargento fue christiano viejo y pidieron liçencia los dichos moriscos oficiales a los Alcaldes Juan Díaz Hidalgo y Gonçalo Ruiz de Bolaños, los quales se la dieron. Y quarenta días antes de la dicha fiesta y de la huida que en aquel día se hizo, andubieron los dichos moriscos del nuebo Reyno de Granada por las calles y campos de aquella villa en paseo al son y compás de una caja o tambor. Y viendo los dichos christianos nuebos de los del Reyno de Granada que a los primeros domingos y fiestas que en los dichos quarenta días acudían solamente a la compañía de la dicha huida diez y ocho o veynte soldados y no más, se quejaron a los dichos Gonçalo Ruiz de Bolaños y Juan Díaz Hidalgo, alcaldes de la dicha villa de Mançanares, para que les ayudasen con sus mandatos y authoridad a que saliesen todos a la dicha

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huida, lo qual, visto por los dichos alcaldes, echaron un vando mandando pregonar públicamente por las calles y plazas públicas de aquella villa que todos los mayores de diez y ocho años y menores de quarenta de los del nuebo Reyno de Granada que no saliesen al acompañamiento de la dicha huída con armas de espada y daga y alabarda o arcabuz para exerçitarse por estar más diestros para el día de la fiesta, havían de pagar mill maravedís de pena aplicados para el dorar del retablo y algunos días de prisión. Y porque la conçiençia de Vuestra Alteza vaya con más seguridad, el más culpado desto parece fue Juan Díaz Hidalgo, que diçen del casi los más testigos y del otro allcalde, Gonçalo Ruiz de Bolaños, pocos o ninguno. Con la qual liçençia, se juntaron hasta quarenta y tres, que pareçe fueron el día de la fiesta y huida que se hizo a diez y seis de agosto que es el día de San Roque, uno después de nuestra Señora; y se ensayaron los domingos y fiestas que cayeron en los dichos quarenta días. Y llegado el día de San Roque hiçieron por la mañana la cerimonia del cautiverio para que al prinçipio dixe (que para entre otras causas se havía ordenado la dicha fiesta o huída) y gastaron en çinco arbuçes que hubo en la última esquadra y no más, hasta dos arrobas de pólvora; y a la tarde del dicho día de san Roque, en la fiesta de los toros, esperaron (con las alavardas o arcabuzes), uno, o dos toros en rueda y los mataron. Y un día de los del ensayo, çinco o seis del apellido de los Castillos se travaron de palabras con otros de la companía sobre deçir que eran más honrrados los de las villas libertadas que se havían convertido antes de la toma de Granada, sobre lo qual metieron mano y se acuchillaron y hiçieron uno o más; sobre lo qual junté una causa que havían hecho los alcaldes de aquella villa que va con estos papeles. Todo lo qual visto, pareze, siendo Vuestra Alteza servido, que la culpa de aquestos del nuebo Reyno de Granada tubieron fue menos grave que la de los allcaldes Juan Díaz Hidalgo y Gonzalo Ruiz de Bolaños, que los compelieron y apremiaron a ello. Y aunque se sabe muy bien por personas muy ladinas, que contra el vando y mandato real no ay authoridad que de probable o consciente disculpe a los del nuebo Reyno, la tienen con ser tan sujetos a los mandatos de los juezes en caso fortuito, de más de que en esta provinçia son usadísimas estas huidas con los mismos del Reyno en casi todos los lugares de Calatrava y en la cabeza que es esta villa de Almagro de muchos años a esta parte. Y ansí, si Vuestra Alteza fuere dello servido podrán ser castigados los dichos Alcaldes en algunas penas pecuniarias y de destierro voluntario, o otra alguna que a Vuestra Alteza mejor parezca y para que çesen los inconvinientes de que los del nuebo Reyno se hayen diestros y disciplinen en el uso y exerçiçio militar y de armas, podrá Vuestra Alteza mandar que los que las truxeron paguen alguna pena para la Cámara del Rey Nuestro Señor y de los Castillos y los que más fueren culpados en la riña, que pareze metieron mano en la pena por entero de armas, vergüenza o açotes y

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destierro guardando los lugares que por el juez que sentençiare esta causa les fueren señaladas Y este es el pareçer que por mandado de Vuestra Alteza he hallado más a propósito quedando siempre sujeto al de Vuestra Alteza con el acreçentamiento de mayores reynos y estados que puede y los de Vuestra Alteza han menester. De Almagro a primero de diciembre de 1600 El licenciado Juan Gutiérrez de Villegas

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DOCUMENTO XIII AHP To. Sección Protocolos Notariales. Legajo 13.167/2. Fols. 239r.o-240v.o Quintanar de la Orden. 6.octubre.1610. Escritura de esclavitud otorgada por Isabel Enríquez y Luis, Diego, Isabel y María Pérez, sus hijos, todos moriscos granadinos alistados en la villa de Quintanar de la Orden, con el objetivo de evitar ser expulsados de dicha villa en cumplimiento del Bando General de Expulsión de los moriscos de Castilla. En la villa del Quintanar, a seis días del mes de octubre de mill y seiscientos y diez años, ante mi, el escribano público, y testigos aquí escritos pareçieron presentes Ysabel Henrríquez, viuda muger que fue de Ginés Pérez, difunto, de los naturales del Reyno de Granada, y con ella Luis, Diego, Ysabel y María Pérez, sus hijos legítimos y del dicho su marido, todos havitantes en esta dicha villa, y dixeron que por quanto por mandado de su Magestad se publicó un bando general contra los moriscos que avían quedado en estos Reynos en que les mandó que dentro de çiertos términos saliessen dellos so çiertas penas como más largamente lo declarava el dicho bando, el qual a ellos les tocava y comprehendía por ser como son de los dichos moriscos de Granada que an vivido alistados en esta villa. Y porque siempre ellos an sido y son buenos xpianos, temerossos de Dios Nuestro Señor y an professado y professan su santa fee cathólica en la qual y debajo de sus presupuestos y mandamientos an vivido y quieren vivir y morir; an procurado por todas las vías y modos que an podido, quedarse en estos Reynos y bivir entre la gente xpiana y particularmente an encomendado el buen suççeso de su pretenssión a la santa ymagen de la bienaventurada Virgen Santa María de la Piedad desta villa, con quien tienen particular devoçión y eficaz desseo y voluntad de gastar los días que vivieren en su serviçio y esclavitud. En cuya correspondençia, an hecho diligençia con su Magestad pidiéndole por merçed los dexe vivir en serviçio de la dicha santa ymagen como sus esclavos, ofreciéndosse por tales, por todos los días de su vida y que servirían y travajarían para el aumento de su santa y debota cassa y cofradía, y que dello avía escriptura, y que con esto no se entiendesse con ellos el dicho bando, sobre lo cual el señor don Bernadino de Velasco, conde de Salazar, del Consejo de su Magestad y su Comisionado General de la Infantería de España, Mayordomo de la Reyna nuestra señora, a cuyo cargo está la expulsión de los moriscos que salen destos Reynos, haviéndolo consultado con su Magestad, despachó cédula firmada de su mano y refrendada de Sevastián de Medina, su secretario, fecha en Madrid a veinte y çinco de septiembre deste presente año, por la qual pedían como della pareze cuyo tenor es el siguiente:

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Aquí la cédula Y aora, cumpliendo con lo que en la dicha cédula y mandato Real se contiene y puniendo en efecto su voluntad y desseo, por el thenor de la presente escriptura en la vía y forma que más aya lugar de derecho, los dichos Ysabel Fernández y Luis, Diego, Ysabel y María Pérez, sus hijos, todos çinco juntos y cada uno por lo que le toca, otorgaron y conoçieron que se constituían y constituyeron por esclavos de la dicha santa ymagen de Nuestra Señora de la Piedad desta villa y de su santa cassa y cofradía y de los mayordomos que son y fueren della, a quien sujetaron, rindieron y renunçiaron realmente y con efecto su livertad y alvedrío temporal por todos los días de su vida para que sobrellos tengan dominio y señorío en possessión y propiedad. Y como a tales esclavos les puedan mandar que hagan lo que fuese su voluntad en serviçio y aumento de la dicha santa ymagen, templo y cofradía, sirviéndose de sus ynteligencias y travajos, ocupándolos en las cosas necessarias y convenientes al dicho santuario o poniéndolos a soldada y juramento con otras personas qual más convenga y fuere su voluntad. Y lo qual ganaren y adquirieren sea para el aumento y onrra del dicho su dueño y puedan haver y disponer dellos como si fueran esclavos hábiles y captibados en buena guerra y según los otros señores usan y disponen de los esclavos que tienen. Y como tales esclavos se obligan y quedan obligados de servir a su señora todos los días de su vida, bien y fielmente, y acudir a sus mayordomos con todos los bienes que tuvieren, ganaren y aumentaren, sin haçer ausençia, fraude ni encuvierta en tiempo ni manera alguna, so pena que sean castigados por todo rigor como esclavos, foragidos; por como dicho es, desde oy el dicho día en adelante para siempre xamás, ellos y todo quanto tuvieren y adquirieren es y a de ser para la dicha santa ymagen de Nuestra Señora de la Piedad y su santa cassa y cofradía. Y los dichos sus mayordomos an de disponer dellos como de los demás vienes propios en cuenta dello, en las cossas tocantes y neçessarias al servicio de Nuestra Señora y de su santuario ansí como de cossa suya y propia, comprada y adquirida con justo y derecho título, como este lo es. Y dixeron y confesaron questa escriptura la haçen de su propia voluntad, libre y espontánea, sin fuerça ni persuasión de ninguna persona, por sí y por el interés y onrra que se les sigue dello en dos maneras: la por una en quedar siervos y esclavos de tal Señora y la otra pues mediante lo susodicho se libran de tan largo y perpetuo destierro de que sólo esperavan desdichado suçesso y miserable ser. Y para el cumplimiento y firma de lo que dicho es, obligaron sus personas e vienes muebles e rraíçes avidos e por aver, y por esta presente carta dieron y otorgaron todo su poder cumplido a todas e quales quier justiçias e jueçes de su Magestad de quales quier partes que sean para que por todo rremedio e rrigor de derecho e vía executiva les compelan e apremien a lo ansí cumplir y aver por firme como por sentençia difinitiva de juez

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competente pasada en cosa juzgada; e rrenunçiaron las leyes, fueros y derechos de sus personas, espeçialmente la que diçe que general renunçiaçión no vala. E otrosí renunçiaron todas y quales quier leyes que hablen y sean en su favor y se puedan aprovechar ansí por raçón de ser mugeres como menores de los veinte e çinco años. Y ansí mesmo, para más firmeça y balidaçión desta escriptura, cada uno por lo que le toca, juraron a Dios Nuestro Señor en toda forma de derecho de aver por firme esta escriptura agora y en todo tiempo como en ella va declarado y contra ella no yrán ni vernán ellos, ni otros por ellos, por ninguna causa ni rraçón que para ello aya, porque, en qualquier manera que la tengan, lo rrenunçiaron y apartaron de su favor y ayuda. Y si alguna cosa pidieren en contra de lo que dicho es, no puedan ser oídos en juiçio. Y fuera del en este juramento no pedirán absoluçión ni relaxaçión a nuestro muy Santo Padre ni a otro juez ni prelado que se lo pueda rrelaxar e absolver. E que aunque de su propio motu les sea rrelaxado y absuelto, no usarán ni se aprovecharán del tal absoluçión ny rrelaxaçión, so pena de perjuros ynfames y fementidos y de caer en caso de menos valer y de las otras penas en que caen e incurren los que quebrantan semexantes juramentos y tantas quantas veces les fuere rrelaxado y absuelto, tantas se a visto hacer y hacerse este juramento de nuevo y una más y ansí lo juraron en forma En cuyo testimonio, otorgaron esta escriptura en la manera que dicho es ante mí el escribano público y testigos que fueron el Licenciado Alonso Núñez, Luis Pérez de Contreras y Juan Bautista Rodríguez, vecinos desta villa, y al otorgamiento de esta escriptura estuvieron presentes los señores Diego de Contreras y Juan de la Mota, alcaldes ordinarios y don Alonso Manuel de Lodera, alférez, Martín Núñez López, Regidor, cofrades de la dicha cofradía; y validaron esta escriptura y la firmaron los que supieron y por los que no, un testigo. Tanvién estuvieron presentes el cura señor Garçia Mexía y Francisco Mexía, vecino desta villa y el licenciado Juan López de Santa María, alcalde de la dicha cofradía. Juan de la Mota (rúbrica) Diego de Contreras (rúbrica) Francisco Mexía (rúbrica) Luis Pérez (rúbrica) Manuel de Lodera (rúbrica) Ante mí, y doy fee conozco los otorgantes Alonso Malo Palomares (rúbrica)

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DOCUMENTO XIV AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Leg. 345. S.f. Lerma. 29.mayo.1610 Comisión dada a Andrés de Aranda para que fuese a las ciudades, villas y lugares de La Mancha, Campo de Calatrava y Obispados de Cuenca y Sigüenza para inventariar y proceder a la subasta y adjudicación de los bienes raíces de los moriscos tras su expulsión Don Phelipe etc, a vos Andrés de Aranda. Saved que por justas causas e consideraciones combinientes al serviçio de Dios nuestro señor y mío y bien, y benefizio y seguridad destos reynos, e mandado expeler y sacar dellos algunos de los moriscos que en estos dichos reynos vivían; y permitido y dado liçencia a otros para que se puedan ir donde quisieren y llevar sus bienes muebles y enplear en mercaderías el dinero, oro, plata y joyas que tuviesen y que los bienes rayces de los unos y de los otros queden para mi Real Hazienda, como más particularmente se contiene y declara en los bandos que sobre ello se an publicado. Y porque mi boluntad es que, desde luego, se ponga cobro en todos los dichos bienes rayces así de los moriscos que se an expelido y se an ydo, como los que de aquí adelante se expelieren y fuesen, por una mi çédula fecha en Martín Muñoz a xxviii de febrero deste año firmada de mi mano y refrendada de Pedro de Contreras, mi secretario, he ordenado a mi Consejo de Hazienda lo haga. Y para ponerlo en execución, con su acuerdo, he mandado dar la presente, por la qual confiando de vos que hazéis lo que por mi os fuese cometido y encargado con el cuydado, fidelidad y diligencia que el casso requiere, os mando que luego que os fuese entregada bayáis a todas las ciudades e villas e lugares de La Mancha, Campo de Calatrava y obispados de Cuenca y Sigüenza, ansí de realengo como de señorío, abadengo, órdenes y behetría y toméis los registros que se hubieren hecho de las perssonas que an salido y los que hubieren hecho las justiçias ordinarias, o otras perssonas por su mandado, de los dichos bienes rayzes, cassas, viñas, güertas, olivares, tierras de pan sembrar, palomares, colmenares, arboledas, molinos, batanes, hornos, tenerías, jabonerías, juros, censsos y otros quales quier bienes rayces, heredamientos y possesiones y haziendas de los dichos moriscos en todas las dichas ciudades, villas y lugares y de los títulos y escrituras que hubiese de ellos, haziendo sobre todo las averiguaciones que combiniesen y las hiziesedes tassar por dos personas expertas de cada género de bienes que para ello nombrásedes, y hiziésedes que el cavildo y ayuntamiento o conçejo de cada çiudad, villa y lugar os diese nombrados los fieles

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que fuesen necesarios, a quienes encargaréys la guarda y beneficio, labor y administraçión de los dichos vienes. Y ansimismo, los arrendásedes y hiziésedes pregonar para benderse, y reciviéredes las posturas y pujas que en ellas se hizieren y avisásedes dellas en el dicho nuestro Consejo de Hazienda para que se diese orden de lo que hubiésedes de hazer. Y porque por una nuestra çédula de xiiii de nobiembre del año pasado de dcix prohibimos a los dichos moriscos vender los dichos vienes rayces averiguásedes las ventas o enajenaciones que contra venzión e con fraude de la dicha orden hubiesen hecho. Y lo que hallásedes de esta calidad, lo declarásedes por nulo y lo rebocásedes y redujésedes al estado que tuviera si no se hubieran hecho las tales enajenaçiones y que los bienes que ansí sacásedes, hiziésedes que se ymbetaryasen e tasasen y benefiçiasen y pregonasen para venderse en la misma forma que los demás, como más particularmente se declara en la dicha comissión en virtud de la qual fuistes a entender en el dicho negocio. Y habéys començado a haçer los dichos ymbentarios y tassaçiones y puesto en pregón y almoneda para bender algunos de los dichos bienes y hecho dichas diligencias. Después habéys dado quenta en el dicho nuestro Consejo y vístose en él, el recuento de todos los dichos bienes rayces de los que dellos se pudiesen bender en propiedad para alguna ayuda de las neçesidades que de presente se nos ofreçen; por lo qual y por la satisfaçión que tenemos de vuestra persona, os lo hemos querido encomendar y cometir como por la presente lo hazemos. Y os mandamos, que luego como esta nuestra carta receviéredes, hagáys notorio, por pregón público, o en la manera que os pareziese, cómo tenemos este nuestro poder e comisión para vender los dichos vienes y continuéis los pregones que hubiéredes hecho dar o los hagays dar de nuevo por el término que os pareçiese, que no sea menos de tres días; y reciváys las posturas y pujas que se hizieren en los dichos bienes y qualquiera de ellos con cargo de los censos perpetuos y al quitar, memorias y aniversarios o de las deudas, ypotecas y cargos de que tubiesen y señaléys día y ora de rremate; y los rematéys en el mayor ponedor, siendo a vuestra satisfaçión, pero siendo los bienes por las tassaçiones de balor de cinquenta ducados avajo y abiendo persona que dé por ellos la cantidad en que están tassados y satisfechos, o que bendiendo por el preçio en que estubiesen tassados estén bien bendidos, los podéys vender sin pregones ni rremates sino por el conçierto que hiziéredes con las partes que los quisieren comprar; y ansí rematado o conçertado el dicho preçio, haréys que el que hubiere de pagar de contado lo entregue a los dichos fieles siendo para este efecto aprobados por el cavildo, ayuntamiento o conçejo y que de los que huvieren de pagar a plazos, otorguen escripturas de obligación en nuestro favor y de las personas a quien se encargaren de pagar los dichos censsos, anibersarios y ypotecas con especial expresa obligación e ypoteca que en ellas hagan de los bienes que ansí conpren y de los mejoramientos que en ellos se hizieren para seguridad de que cumplirán lo que en

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las dichas obligaciones se contuviere. Y que las dichas obligaciones las entreguen ansimismo a los dichos fieles; y echo esto les otorgaréys en nuestro nombre y en virtud de la nuestra comissión, cartas de venta de los bienes que cada uno comprare, signada del dicho Pedro de Ayllón, nuestro escrivano, de que se a de ynbiar a tomar razón a los libros de la nuestra Real Hazienda dentro de un año después que se otorgaron; las quales dichas escrituras, yendo ynsertas en ellas esta nuestra carta y las de pago que del recibo del dicho dinero o obligaciones dieren los dichos fieles haviéndose tomado razón dellas como dicho es. Nos por la presente la aprobamos y çertificamos y damos por firmes, bastantes y balederas como si nos mismos las otorgásemos y mandásemos que las personas que compraren los dichos bienes y sus herederos y suçesores los tengan y gozen y posean perpetuamente para siempre jamás y dispongan dellos a su boluntad con quales quier yglesias y monesterios, ospitales, conçejos y colegios y personas particulares así naturales como estrangeras destos nuestros Reynos, como lo puedan hazer de los dichos bienes y hazienda que tienen, y como de bienes propios suyos comprados con sus dineros y abidos y adqueridos por justo y derecho título de compra sin que en ello les sea puesto embargo ni ympedimento alguno no embargante quales quier leyes, estilo, usso y costumbre que aya en contario; todo lo qual, de mi propio motu y poderío real absoluto de que en esta parte queremos usar y usamos como Rey e Señor natural no rreconoçiente superior en lo temporal, rebocamos, cesamos y anulamos y damos por ninguno y de ningún balor y efeto, quedando en su fuerza y bigor para en lo demás; y aseguramos y prometemos por nuestra palabra real por nos y por los reyes nuestros sucesores en estos Reynos que los dichos bienes que ansí bendiéredes sean ziertos, sanos y seguros a las personas que los compraren y a sus herederos y suçesores para siempre jamás y que en ellos ni en parte dellos no les será puesto pleito, embargo ni impedimento alguno; y si les fuere puesto o mobido, mandaremos, y por la presente mandamos, que el nuestro procurador fiscal tome la boz y defensa del tal pleyto o pleytos y los siga y fenezca en todas ynstançias hasta tanto que los dichos compradores queden con ellos libres y seguros. Y de lo que no se pudieren sanear les mandaremos bolber y restituir los maravedís que por ellas pagaren, con más los benefiçios y mejoramientos voluntarios y neçesarios que en ellos hubieren hecho y el tiempo hubiere causado; y las costas y daños, yntereses y menoscavos que sobre ello se les siguieren y recreçieren y en razón de la seguridad y firmeza de las dichas ventas y de otra qualquier cosa a ellas tocante y concerniente abéys de poder poner en las dichas escrituras todas las fuerças, cláusulas y condiciones que os pareciere. Y para validazión dellas fueren nesçesarias que, siendo por vos fechas y otorgadas, y tomada razón dellas como queda dicho, las conformamos, loamos y aprobamos y tenemos por buenas, firmes e balederas como si de palabra a palabra aquí fuesen ynscritas y encorporadas que para todo lo susodicho y parte dello os damos

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poder y comissión tan cumplida y bastante como de derecho se rrequiere, con todas sus yncidencias y dependencias, anejidades y conejidades y juridizion privativa para todo lo que fuese nesçesario o conbiniere usar della. Y mandamos a los del nuestro Consejo, presidente y oydores de las nuestras Audiencias y Chancillerías y otros y quales quier jueces y justiçias destos nuestros Reynos que no se entremetan en cossa alguna de lo tocante a este dicho poder y comissión, y que no admitan los pleytos ni demandas que se quieren poner a las personas a quien se bendieren los dichos bienes sobre cossa alguna o parte dellos; que yo, por la presente, las ynibo y doy por enibidas del conoçimiento de las tales caussas y de todo lo demás que dicho es; porque quien pretendiere tener algún derecho a los dichos bienes que ansí bendiésedes lo a de pedir ante bos al tiempo que entendiéredes en esta dicha comisssión y después en el dicho nuestro Consejo y Contaduría mayor de Hazienda y si para cumplir lo susodicho, favor y ayuda hubiéredes menester, mandamos a todos los sobredichos, os le den y hagan dar bien y cumplidamente y si de lo que hiziésedes o de alguna cosa o parte dello qualquier persona o personas o concejos se sintieren agraviadas y apelasen de vos, otorgaréys la apelazión en lo que de derecho hubiere lugar para el dicho Nuestro Consejo y Contaduría Mayor de Hazienda y no para otro tribunal alguno. Y mandamos questéys y os ocupéys en lo susodicho çien días o los que dellos menos fueren menester, los quales an de comenzar a correr y contarse desde oy día de la fecha desta nuestra carta en adelante. De todo lo qual mandamos dar y dimos la presente, firmada de nuestra mano y sellada con nuestro sello y refrendada de nuestro ynfraescripto secretario, de la qual mandé tomar razón. Miguel de Sopena, contador del Libro de la Casa de mi Hazienda, Antonio Pérez de la Guarda y Juan Muñoz de Escobar, nuestros contadores de la Razón della. Dada en Lerma a xxix días del mes mayo de mill y seisçientos y diez años. Yo el Rey. Yo Pedro de Contreras, secretario del Rey nuestro señor la fize escrivir por su mandado. El licenciado don Fernando Carrillo. El licenciado don Diego López de Ayala. Bernabé de Pedroso, don Pedro Mata de Tovar. Don Diego Sarmiento de Acuña.

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DOCUMENTO XV AGS. Sección Contadurías. Contaduría Mayor de Cuentas. II época. Leg. 418. S.f. Almagro. 26.octubre.1613 Nombramiento que el Concejo de la villa de Almagro hizo en la persona de Jerónimo Gaitán, vecino de ella, como fiel depositario de los bienes de los moriscos expulsados En la villa de Almagro, en veinte y seis días del mes de octubre de mill y seisçientos y treçe años, el señor Juan de Solas Morán, Contador de su Magestad y su Juez de Comisión para el tomar quenta a los rreçeptores y fieles y otras qualesquier personas en cuyo poder ayan entrado qualesquier maravedís que ayan proçedido de los vienes de los moriscos que an sido espelidos desta villa de Almagro y villas y lugares del Campo de Calatrava y otros qualesquier vienes rrayçes que quedasen por vender de los dichos moriscos en virtud de la dicha rreal comissión que está hecha notoria a su merçed. El señor don Alonsso de Fuenmayor, Governador deste Partido, y della, usando... Dixo que, por quanto es su merçed que estén bajo mando las quentas de los fieles administradores y depositarios de los vienes y maravedís de los dichos moriscos, y porque por la dicha rreal comissión se manda que los maravedís que se hizieren de alcançes líquidos a todos los dichos fieles y demás personas entren en poder de una perssona legal, llana y avonada, qual fuere nombrada por el ayuntamiento desta villa de Almagro para que los tenga y dé, de manifiesto y de su poder, se rremitan a su Magestad y a la persona que hordenaren los señores Pressidente y Contadores de su Contaduría Mayor de Quentas, lo qual se ha de hazer con orden del dicho señor Juez. Y para que tenga efecto lo susodicho, por lo que mueve al serviçio de su Magestad, mandava y mandó que se notificase a la justiçia y rregimiento desta villa de Almagro en su ayuntamiento estando junta la mayor parte del o a cada uno de por sí que dentro de segundo día primero que se quente de la notificaçión deste auto, nombren perssona legal, llana y avonada a su satisfaçión y rriesgo en poder de quien entren los dichos maravedís para el dicho efecto, lo qual cumplan pena de cada cinquenta mill maravedís para gastos destrados del tribunal de la dicha Contaduría Mayor de Quentas. So la qual dicha pena mandó a Marcos de Molina, escrivano perpetuo del Cabildo desta villa, notifique este auto y dé testimonio de la notificación; y anssí lo proveyó y mandó y firmó. Juan de Solas Morán Por mandado, Joan de Çéspedes de la Coronada, escribano.

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En la villa de Almagro, en veinte e seis días del mes de octubre de mill y seisçientos e treze años, yo el presente escrivano nombré el auto de suso a la villa de Almagro, conviene a saver, a el señor licenciado Marçelo Ossorio, alcalde mayor y a los señores Alfonso de Oviedo y Gaspar de Garnica y Pedro de Ávalos de Toledo y Mateo de Padilla y don Antonio Bernúdez e Luis de Oviedo, Rexidores perpetuos de Almagro, estando juntos en las cassas del cavildo desta villa de que doy fee. Joan de Céspedes de la Coronada, escribano En la dicha villa de Almagro, en el dicho día veinte e seis de octubre de mill e seisçientos e treçe años, la justiçia e regimiento desta villa de Almagro, conviene a saver, el señor el liçenciado Marcelo Ossorio, alcalde mayor deste partido e Francisco de Oviedo e Gaspar de Garnica y Pedro de Ávalos de Toledo y don Antonio Bermúdez e Luis de Oviedo e Mateo de Padilla, rregidores de la dicha villa en su ayuntamiento, dixeron que nombraban e nombraron por depossitario de los maravedís en que fueron alcanzados los fieles y administradores de los maravedís y vienes de los moriscos que fueron espelidos desta villa de Almagro y Canpo de Calatrava a Jerónimo Gaitán, mercader vezino desta villa a el qual mandaron se le nombre o açepte pena de prisión. E lo firmaron el señor Alcalde Mayor e Regidor Diputado. Alonso Marcelo Ossorio Mateo de Padilla Por mandado del Cabildo de Almagro, Joan de Céspedes de la Coronada escribano En la villa de Almagro en veinte e sseis días del mes de octubre de mill e seisçientos e treçe años nombré por el dicho nombramiento a Jerónimo Gaitán, mercader, en su persona, el qual dixo que el açeta el ofrecimiento. Jerónimo Gaytán. Joan de Céspedes de la Coronada, escribano

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DOCUMENTO XVI AGS. Sección Contadurías Generales. Contaduría de la Razón. Leg. 353. S.f. Villarrobledo. 14.enero.1611 Escritura de venta de las posesiones de Ginés de Salas, morisco de la villa de Pedro Muñoz, otorgada por Andrés de Aranda, juez de comisión de la Corona de Castilla para la administración y venta de bienes de moriscos expulsados, en favor de Esteban de Pareja, vecino de la misma Sepan quantos esta carta de pública escriptura de venta rreal vieren como yo, Andrés de Aranda, juez de comissión por su Magestad para la venta e administración de los vienes rrayces e acciones que dexaron los moriscos que salieron de todas las ciudades, villas y lugares de La Mancha, Campo de Calatrava y obispados de Quenca e Sigüenza e villa de Ocaña e lugares de su governaçión, ansí de realengo como de señorío, abadengo, órdenes e behetría en virtud de la rreal comisión e poder que para ello tengo de su Magestad, firmada de su rreal mano e refrendada de Pedro de Contreras, su secretario, e de los señores Presidente e algunos de su Consejo de Hacienda e Contaduría Mayor della e sellada con su sello, dada en Lerma, a veynte y nuebe días del mes de mayo pasado de mill y seysçientos y diez años, que su tenor de la qual es como se sigue: Aquí la comisión #prorroga# Antonio Gonçalez de Legarda contador del Rey Nuestro Señor e de la Razón de su Real Hazienda, certifico e hago fee, que, en diez y ocho deste presente año, por los señores presidente e del Consexo de Hacienda de su Magestad fue prorrogado a Andrés de Aranda el término de las comisiones que tiene de su Magestad emanadas del dicho Consejo para administrar e vender los vienes que, para la Rreal Hazienda, quedan de los moriscos que an salido e salen destos rreynos por cien días más que corriesen e se contasen desde el día que se cumplieron los del primer término que por las dichas comisiones le fue dado. E para que dello conste, por mandado de los dichos señores di esta fee que es fecha en Madrid a veynte de diciembre de myll y seisçientos y diez años e se entiende questa fee e otra que e dado de la misma sustancia, la qual dice que se a perdido, son una misma cosa. Antonio Gonçález de Legarda.

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# 2ª prorroga# Antonio Gonçalez de Legarda contador del Rrey Nuestro Señor e de la Razón de su Rreal Hazienda certifico e doy fee que por los señores presidente e del Consejo de Hacienda de su Magestad, en Madrid a seys de diciembre deste año fue prorrogado el término de las comisiones que Andrés de Aranda tiene de su Magestad emanadas del dicho Consexo para ynbentariar, administrar e bender los vienes que an quedado de los moriscos, para la Rreal Hazienda en las ciudades, villas y lugares de La Mancha, Campo de Calatrava, obispados de Quenca e Sigüenza por cien días mas que corriesen e se contasen desde el día que se cumplieron los del primer término y prorrogación que hasta entonces se le avía dado para las dichas comisiones. E para que dello conste, por mandado de los dichos señores di esta fee a siete de diciembre de mill y seiscientos y diez años. Antonio Gonçález. # 3ª prorroga# Antonio González de Legarda, contador del Rrey Nuestro Señor e de la Raçon de su Rreal Hazienda, certifico e doy fee que, en esta nuestra de Madrid y de la fecha desta, por los señores presidente e del Consejo de Hacienda de su Magestad di prorroga a Andrés de Aranda, juez de comisión para la administración e venta de los vienes de los moriscos, de los vienes que por la expulsión escoxida de los moriscos quedan para su Magestad, en La Mancha, Campo de Calatrava, obispados de Quenca e Sigüenza e villa de Ocaña e su partido e otras partes del término que por las dichas comisiones e prorrogaciones dellas hasta agora declaradas, por otros cien días más, que corriesen e se contasen desde el día que se cumplieron los del primer término e prorrogaciones. E para que dello conste por mandado de los dichos señores di esta fee que es fecha en Madrid a catorce de março de mill y seyscientos e once años. Antonio Gonzalez de Legarda. #prosigue# En virtud de la qual comisión e poder de suso incorporado a mi, dado por su Mag. cumpliendo lo que por ella se me manda e de ella usando, e benido a esta villa de Villarrobledo, en la qual e asentado mi audiençia e por los registros e averiguaçiones que e seguido en la villa de Pedro Muñoz, paresçió aver quedado por vienes de Xinés de Salas, morisco de los naturales del Rreyno de Granada alistado en la dicha villa, que se fue della e destos rreynos, unas casas linde del ayuntamiento e plaza della e de Juan García, mayordomo, vecino de la dicha villa, apreciada en çinquenta e tres mill maravedís, la qual aviéndose hecho la tasación por personas por mi nombradas debaxo de juramento que hicieron, la mandé traer al pregón por término de más de quince días en los quales se hicieron çiertas posturas que por Diego

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Garrido, mi comisario, fueron admitidas, las quales se pregonaron e se asignó el rremate e andando en el dicho pregón paresçió presente Esteban de Parexa, vezino de la dicha villa de Pedro Muñoz e puso las dichas casas de suso declaradas en cinquenta e tres mill maravedises, pagados a ciertos plazos lo qual se le admitió a poder cumplido el día e hora de la asignación del dicho rremate, e no aviendo mas oponedor se rremató en el dicho Esteban de Parexa, en el dicho presçio con las condiçiones contenidas e declaradas en la dicha postura e remate que, de las dichas casas se hiço, que su thenor de lo dichos pregones, postura, autos e rremate son del thenor siguiente: # auto e pregón# En la villa de Pedro Muñoz en diez y seis días del mes de noviembre de mill y seiscientos y diez años, Diego Garrido de la Torre, comisario por el señor Andrés de Aranda, juez de su Mag. para la venta e administraçión de los vienes rrayces e otros derechos e acciones que dexaron los moriscos que salieron desta villa e otras partes, mandó sacar a pregón e pública almoneda todas las dichas viñas, huertas, olivares e casas que dexaron los dichos moriscos para que todas las personas que quisieren comprarlas de contado o al fiado o a plaços parezcan ante la postura que hiciere quanto a lugar e día se declara, que de censo o deudas tubiere se an de discontar del principal de las dichas heredades y el que comprase las dichas casas y heredades se a de obligar a pagar los corridos de los tales censos e deudas desde el día del rremate e los dichos vienes son los contenidos en este memorial de suso e ansí lo mando e firmó de su nombre. Diego Garrido, por mandado, Juan Gómez, escribano. # pregones # En la villa de Pedro Muñoz en el dicho día, mes e año dichos, en la plaça desta villa por voz de Andrés de Berlanga, pregonero público desta villa conthenido en el dicho memorial de suso conthenido de que doy fee, Juan Gómez escribano. # auto# En la villa de Pedro Muñoz en diez y siete días del mes de noviembre de mill y seiscientos e diez años, Diego Garrido de la Torre, comisario nombrado por el señor Andrés de Aranda, juez de comisión por su Magestad para la venta e administración de los vienes rrayces e otros derechos e acciones que dexaron los moriscos que salieron desta villa e otras partes, mandó sacar a pregón unas casas de Xinés de Salas, morisco que salió desta villa que son en esta villa en la plaça della, linde de casas del Ayuntamiento e Juan García, mayordomo, para que qualquiera persona que quisiere hacer postura, al fiado o de contado o a

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plaços fiados parezca ante el dicho comisario e rrescibirá la postura que hiciere quanto a lugar de donde se declara que si censos o deudas tubieren la dicha casa se an de pagar de principal y la persona en quien rrematase se a de obligar a pagar los corridos e los dichos censos desde el día del rremate e ansí lo proveyó e firmó de su nombre Diego Garrido. Juan Gómez, escribano. # Ydem# En la dicha villa de Pedro Muñoz en diez y siete días del dicho mes de noviembre del dicho año, por pregonero público se dio otro pregón a los dichos vienes para si avía persona que quisiese hacer postura. Juan Gómez, escribano. #Ydem# En la villa de Pedro Muñoz en diez y ocho días del dicho mes de noviembre del dicho año en la plaça desta villa por voz del dicho pregonero se dio otro pregón a los dichos vienes de susodicho declarados. Doy fee dello. Juan Gómez. #Posturas# En la villa de Pedro Muñoz en diez y ocho días del mes de noviembre de mill y seiscientos y diez años, ante Diego Garrido, comisario por el señor Andrés de Aranda, juez por su Mag., paresçió presente Esteban de Pareja, vecino de esta villa de Pedro Muñoz. E dixo que avía hecho postura de las casas contenidas en él ante de suso que son de Xinés de Salas, morisco, e dava de compra por ellas çinquenta y tres mill maravedís pagados en tres pagas, la primer desde el día del remate en un año e las otras sucesivamente en otros dos años por tercios en tres años como dicho es. E rrematando en él, hará escriptura de obligación y fianças al contenido del dicho señor juez; e otorgó postura en forma, testigos presentes Juan Giménez e Bartolomé Giménez, Antonio Giménez e Simón de Montemayor, vecinos y estantes en esta villa e lo firmaron los otorgantes que conozco. Bartolomé de Pareja. Juan Gomez, escribano. Después de lo qual se dieron otros muchos pregones a la dicha casa e por hecho de no aver mayor ponedor se rremató en el dicho Esteban de Parexa el qual dicho rremate es del thenor que sigue. #Remate# En la dicha villa de Pedro Muñoz, en ocho días del mes de diciembre del dicho año, en la plaça pública desta villa, por voz de Andrés de Berlanga, pregonero público desta villa, se dieron otros pregones de la dicha casa del dicho Xinés de Salas, morisco, declarando el precio que por ellas se dava e por no aver mayor ponedor que el dicho Esteban de

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Parexa se rremató de último rremate la dicha casa en el dicho Esteban de Parexa como en mayor ponedor en los cinquenta y tres mill maravedis de su postura estando presentes el dicho Diego Garrido, comisario susodicho, testigos, Hernando Moreno e Diego López Faxín e Antón Pandujo, vecinos y estantes en esta dicha villa de Pedro Muñoz. Diego Garrido. Juan Gómez, escribano. # non del remate# En la dicha villa de Pedro Muñoz, ocho días del mes de diciembre del dicho año, yo el escribano notifiqué el dicho rremate de suso a Esteban de Parexa en persona. Doy fee, Juan Gómez, escribano. # acepton del remte# Este día el dicho Esteban de Parexa açeptó el dicho rremate e lo firmó de su nombre. Testigos dichos, Esteban de Parexa. Juan Gómez. Por tanto, en virtud de la dicha rreal çédula e poder de su Mag. postura e rrestante de suso yncorporado; e della usando, yo el dicho Andrés de Aranda, juez de comisión, otorgo y conozco por esta presente carta de su rreal nombre, e de los demás rreyes sus subcesores, vendo e doy por juro de heredad para siempre xamás a vos el dicho Esteban de Parexa para vos e para vuestros herederos e subcesores presentes e por venir e para aquello o aquellos que de vos o dellos oviere título o causa, voz o rraçon en quaquier manera, combiene a saber las dichas casas de suso declaradas y especificadas en la dicha escriptura postrera al rremate, que su Mag. tiene e pertenece a su Rreal Hacienda, como vienes que quedaron del dicho Xinés de Salas, morisco, vezino e alistado que fue en la dicha villa de Pedro Muñoz, ausente della e destos rreynos, que se apreçiaron en la dicha cantidad en que subçedió su Mag., en cuyo rreal nombre en virtud de la dicha comisión e poder de vos la vendió por los dichos çinquenta y tres mill maravedís en que se rremató en vos de último remate e avéys dejado obligado dentro de un año primero siguiente a vuestra costa, a hacer tomar la rraçón de esta escriptura en los libros de la Rreal Hazienda e Contaduría Mayor della de su Magestad, conforme a la dicha rreal çedula de suso yncorporada y a vos dada por libre de todo censo e tributo, obligación e ypoteca, memorias, ni anibersarios, vínculo ni mayorazgo ni otra carga ni gravamen alguno especial ni general que sobre las dichas casas persona alguna. E como tal, en nombre de su Magestad se la doi e vendo con sus entradas e salidas, usos e costumbres, derechos e servidumbres quantas a e tiene e de ello pertenecen a su Magestad e pueden perteneçer, en qualquiera manera, por presçio e quantía de los dichos cinquenta y tres mill maravedís, ques el presçio en que por no aver mayor ponedor se rre-

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mataron en vos el dicho Esteban de Parexa, los quales avéis dado e pagado a Diego Martínez de Amo e Bartolomé Gómez Ortiz, fieles nombrados e procurados para el dicho hefecto por las justiçias e ayuntamiento de la dicha villa de Villarrobledo como consta del nombramiento questá en poder del presente escrivano de que yo el presente escrivano doy fee como consta de la carta de pago e çerticicaçión que dello dieron questá puesta al fin de esta escriptura, de los quales dichos maravedís a mayor abundamiento en nombre de su Magestad me otorgo por contento y entregado a mi voluntad por vos acordado y entregado en su rreal nombre a los dichos Diego Martínez del Amo e Bartolomé Gómez Ortiz, fieles depositarios de suso declarados en la dicha forma sobre que en su rreal nombre rrenunçio las leyes de la entrega prueba e paga o no numerata pecunia como en ellas se contiene e dellos, en nombre de su Magestad, os otorgo carta de pago bastante en todas formas de derecho; y en nombre de su Magestad confieso que en esta venta no a abido dolo, fraude, lesión, ni engaño en ninguna cantidad, por quanto las dichas casas fueron apreçiadas por personas puestas por su Magestad e mía en su nombre que dello savían y entendían y andando al pregón muchos días no a avido quien más ni tanto por ellas dé como vos el dicho Esteban de Parexa, cerca de lo qual rrenunció la ley rreal del ordenamiento fecha e las Cortes de Alcalá de Henares que dispone sobre los engaños e los quatro años en la dicha ley declarados que su Magestad tenía para pedir rreçepción desta escriptura e cumplimiento al presçio justo. E si alguna cosa más vale o paresçiere valer, que confieso que no vale, en nombre de su Magestad os hago graçia e donaçión buena, pura, mera, perfecta e acavaba quel derecho llama entre vivos yrrebocable, para siempre xamás y en nombre de su Magestad y como su juez desde luego la insignuo e doy por insignuada ante el presente escrivano con las solemnidades de dicho neçesarias e rrenunció el dicho, e Ley de la ynsignuación e desde el día de la fecha desta escriptura en adelante para siempre e xamás desisto a su Magestad e los rreyes sus subcesores de la posesión, derecho e propiedad e señorío, título, voz o rrecurso que en qualquier manera tiene o pueden tener, a las dichas casas que ansí a vos vendo. E todo ello, con los derechos de ebición e saneamiento que a su Magestad están e pertenecen en su rreal nombre y en virtud de la dicha rreal çédula e poder, os lo cedo, rrenuncio e traspaso a vos y en vos, el dicho Esteban de Parexa para que sea vuestro propio e de vuestros herederos e subcesores; e como tal de propio uso lo podáys dar o donar, vender e trocar e canbiar y en otra manera enagenar con qualesquier yglesias e monesterio e ospitales, concexos, collegios e personas particulares destos rreynos como estrangeros dellos en la forma según lo podéys hacer de los otros bienes e hacienda que tenéis e como de vienes propios vuestros comprados con dineros e adqueridos por justo e divino título de compra como lo es

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esta sin que en ello os sea puesto embargo, ni impedimiento alguno, no embargantes qualesquier leyes, uso e costumbre que aya en lo contrario para que en esta casa no puedan aprovechar a su Magestad; porque como de su rreal çédula consta para ello, lo tiene rrebocado, quedando en su fuerça e bigor para en lo demás contenido en ella. Y en nombre de su Magestad os di poder cumplido como de ello se requiere para que por vuestra propia autoridad, con liçencia de juez o sin ella e sin pena alguna podáys entrar, tomar e aprehender la rreal corporal tenençia e posesión de las dichas casas que ansí vos vendo e las continuar; y en el entretanto constituyo a su magestad y a quien en su rreal nombre puedo e debo, por vuestro tenedor, ynquilino por vos y en vuestro nombre y en señal de possesión e para que desde luego la ganéys vos entrego un traslado de esta escriptura de venta judicial y os cedo, rrenuncio e traspaso todos los derechos e actiones que su Magestad a ella tiene y como rreal vendedor en el dicho nombre aseguro e prometo por su palabra rreal en virtud de la dicha rreal çédula e poder por sí e por los rreyes sus subçesores en estos reynos, que las dichas casas que ansí vos vendo, os serán çiertas, sanas y seguras y de paz a vos el dicho Esteban de Parexa e a vuestros herederos e subcesores para siempre xamás; e que ni ello ni en parte dello no le será puesto pleyto, embargo ni impedimento alguno e si os fuere puesto o movido, aseguro e prometo en nombre de su Magestad que el fiscal de su Rreal Hacienda tomará la voz e defensa de tal pleyto o pleytos e los seguirá, fenecerá e acabará en todos tribunales e ynstançias a costa de la Hacienda de su Magestad, hasta lo fenecer, e acabar e declarar a vos el dicho Esteban de Parexa e a vuestros herederos e subçesores con las dichas casas libre e seguro dellos en paz y en salvo y en él sin daño, costa ni contradiçión alguna quien en nombre de su Magestad sea rrequerido el dicho su fiscal sin embargo de la ley que sobre esto dispone. E si ansí no lo hiciere e cumpliere, aseguro e prometo en nombre de su Magestad e le obligo su Rreal Hazienda, rrentas e patrimonio que los pagará, volverá e rrestituyrá a vos el dicho Esteban de Parexa e a vuestros herederos e subçesores e a quien por vos oviere título o causa, los dichos cinquenta y tres mill maravedís que en nombre de su Magestad avéys dado e pagado a los dichos fieles depositarios en la forma rreferida con más mejorías e acrecentamientos, edificios e mexoramientos e labores que en ello oviere, deshecho, voluntarios e con la preteridad del tiempo ovieren causado e causare en qualquier manera con las costas, gastos, daños, intereses e menoscabos que sobre ello se le siguieren e rrecrecieren todo por vuestra declaración en que en nombre de su Magestad lo disfiero; e por ello se execute en su Rreal Hazienda sin citaçión de su fiscal ni de otra persona, sin otra diligencia dello, neçesaria e a mayor abundamiento en virtud de la dicha Rreal Çédula e poder de su Magestad ynibo a quales quier consejos,

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audiençias e chancillerías e otros quales quier juezes e justiçias de los rreynos e señoríos de su Magestad, de quales quier partes que sean, de conocimiento de quales quier pleitos e demandas que os pusieren a vos el dicho Esteban de Parexa e a vuestros herederos e subçesores o a quien poseyere las dichas casas o qualquiera parte della que no se an de entremeter ni entremetan en el conocimiento de las dichas causas, ni admitan los pleytos e demandas que quales quier personas os quisieren poner en rraçón de lo susodicho; si no me las rremitan como juez competente que, si dellas al tiempo de mi comisión e después a el Rreal Consejo de Hazienda conforme al dicho poder e comisión de su Magestad de suso yncorporado en virtud de que otorgué esta escriptura e para el cumplimiento, seguridad e saneamiento de todo lo que dicho es a qualquiera cosa e parte dello, obligo a la dicha Hazienda Rreal de su Magestad e qualesquier rrentas della e su patrimonio rreal avidos e por aver y en nombre de su Magestad, doy poder cumplido e bastante jurisdición a todas e quales quier sus justiçias de quales quier partes que sean destos dichos rreynos e señoríos para que a costa de su Rreal Haçienda e rrentas doquier que las aya, hagan cumplir e pagar e aber por firme todo lo contenido en esta escriptura e cada una cosa e parte della, bien ansí como si esta escriptura, e lo en ella conthenido, fuese sentençia difinitiva de juez competente contra su Magestad dada e pronunciada e por su fiscal consentida e no apelada e pasada en cossa juzgada; sobre lo qual, en nombre de su Magestad y en virtud de su Rreal Çédula, para en quanto a esto, derogo todas e quales quier leyes, fueros e derechos, condenamientos, ferias e mercados francos e todas otras leyes e previlegios que son e fueren o pudieren ser en favor de su Magestad e su patrimonio Rreal, para que no le balan ni aprovechen, en manera alguna, en juicio, ni fuera della. Ansimismo en su rreal nombre derogo la ley dicha que prohíbe general renunçiación hecha de leyes no me vala. En cuyo testimonio, otorgué venta bastante ante el escrivano de mi comisión e testigos en la villa de Villarrobledo en catorce días del mes de henero de myll y seiscientos y once años. Testigos Pablo Fernández e Grabiel de Ledesma y Alonso Frayle Rramírez, estantes en esta villa y el dicho señor juez que yo el escribano, doy fee es contenido en esta escriptura e comissión. Lo firmó Andrés de Aranda ante mi, Pedro de Ayllon. #carta de pago de los fieles# En la villa de Villarrobledo en catorce días del mes de henero de mill y seyscientos e once años ante mi, el escrivano público, parescieron Diego Martínez del Lamo e Bartolomé Gómez Ortiz, fieles depositarios de

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los vienes de los moriscos desta villa e otras partes, a quien doy fee que conozco e que son tales fieles, e dixeron aver rrescibido de Esteban de Parexa, vecino de la villa de Pedro Muñoz, cinquenta y tres mill maravedís, en una escriptura de obligación contra el susodicho Francisco Sánchez, su fiador, para los pagar al rrey nuestro señor e a los dichos fieles en tres pagas, la tercera parte para ocho de diciembre de seyscientos e once e la otra tercia parte para ocho de diciembre de seyscientos e doce e otra tercia parte para ocho de diciembre de seyscientos e trece por rrazón de que el dicho Esteban de Parexa compró y en él rremató unas casas que quedaron en la dicha villa por ausencia de Xinés de Salas, morisco ausente della e destos rreynos que están en la parte e devaxo de los linderos declarados en la dicha obligación que se les entregó de que se dieron por entregados e rrenunciaron las leyes de la entrega, prueba e otorgaron depósito e carta de pago bastante. Testigos Pablo Fernández e Grabiel de Ledesma e Cristóbal Martínez, estantes en esta villa e los otorgantes lo firmaron. Diego Martínez del Lamo. Bartolomé Gómez Ortiz. Ante mi, Pedro De Ayllón. Yo el dicho Pedro de Ayllon, escrivano del Rrey nuestro señor y de la dicha comissión presente fui con el dicho señor juez, otorgantes y testigos, y de su mandado fiçe sacar este traslado en estas veinte y quatro hoxas y lleve de derechos a rraçón de quince maravedís por oxa y en fee della y de que no lleve más y que el dicho señor juez tubo término para otorgar esta escriptura, lo signé en testimonio de verdad. Pedro de Ayllón. Concuerda con la original.

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XIII. FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA 13.1. FUENTES

IMPRESAS

13.1.1. Fuentes editadas AGUILAR, G. DE (RUIZ LAGOS, M., ed): Expulsión de los moros de España por la S.C.R. Majestad del Rey don Phelipe Tercero. Sevilla: Editorial Guadalmena, 1999. BLEDA, J. (VINCENT, B. y BENÍTEZ SÁNCHEZ-BLANCO, R., eds.): Corónica de los moros de España. Valencia: Universidad de Valencia, 2001 (edición facsímil de la de 1618). BORONAT Y BARRACHINA, P.: Los moriscos españoles y su expulsión: estudio histórico-crítico. Valencia: Imprenta de Francisco Vives y Mora, 1901. CAVALLERÍA Y PORTILLO, F. (PRETEL MARÍN, A., ed.): Historia de Villa-Robledo. Albacete: Instituto de Estudios Albacetenses, 1987. DANVILA Y COLLADO, M.: La expulsión de los moriscos españoles: Conferencias pronunciadas en el Ateneo de Madrid. Madrid: Ricardo Fe, 1889. GALLEGO Y BURÍN, A. (CABANELAS RODRÍGUEZ, D., ed): Los moriscos del reino de Granada según el sínodo de Guadix de 1554. Granada: Universidad de Granada, 1968. HERVÁS Y BUENDÍA, I.: Diccionario Histórico, Geográfico, Biográfico y Bibliográfico de la provincia de Ciudad Real. Ciudad Real: Excma. Diputación Provincial de Ciudad Real, 2003 (edición facsímil de la de Ciudad Real: Establecimiento Tipográfico del Hospicio Provincial, 1899). HURTADO DE MENDOZA, D. DE: Guerra de Granada hecha por el rey Don Felipe II contra los moriscos de aquel reino, sus rebeldes. Cádiz: Universidad de Cádiz, 1990 (edición facsímil de la de Barcelona: Imprenta de Juan Oliveres, 1842). IZQUIERDO, F. (ed): La expulsión de los moriscos del reino de Granada: (Pragmática, Provisiones y Órdenes Reales). Madrid: Azur, 1983.

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JANER, F.: Condición social de los moriscos de España. Madrid: Imprenta de la Real Academia de la Historia, 1857. MÁRMOL Y CARVAJAL, L. DE (GALÁN, A., ed): Historia de la rebelión y castigo de los moriscos del Reino de Granada. Málaga: Arguval, 1991. MUÑOZ Y GAVIRIA, J.: Historia del alzamiento de los Moriscos, su expulsión de España y sus consecuencias en todas las provincias del Reino. Madrid: Mellado, 1861. PÉREZ DE HITA, G. (GIL SANJUÁN, J., ed.): La guerra de los moriscos: (segunda parte de las Guerras Civiles de Granada). Granada: Universidad de Granada, 1998. PÉREZ DE PAREJA, E. (FRAY) (SÁNCHEZ FERRER, J., ed.; prolg.): Historia de la primera fundación de Alcaraz y milagroso aparecimiento de la Nuestra Señora de Cortes. Albacete: Instituto de Estudios Albacetenses, 1997 (ed. facsímil de la de Valencia: Joséph Thomás Lucas, 1740). VALENCIA, P. DE (GIL SANJUÁN, J., ed): Tratado acerca de los moriscos de España. Málaga: Algazara, 1997. VIÑAS, C. y PAZ, R. (eds.): Relaciones histórico-geográfico-estadísticas de los pueblos de España hechas por iniciativa de Felipe II. Reino de Toledo. Madrid: CSIC, 1951. —: Relaciones histórico-geográfico-estadísticas de los pueblos de España hechas por iniciativa de Felipe II. Ciudad Real. Madrid: CSIC, 1971. 13.1.2. Impresos y manuscritos1 AZNAR CARDONA, P.: Expulsión iustificada de los moriscos españoles y suma de las excellencias christianas de nuestro Rey Don Felipe el Catholico Tercero. Huesca: Pedro Cabarte, 1612 (BNM, Sección Raros y Manuscritos, R/2.856). BLEDA, J.: Defensio fidei in causa neophytorum sive Morischorum Regni Valentiae, totiusque Hispaniae. Valencia: Juan Crisóstomo, 1610 (BNM, Salón General, 2/21.746 y Sección Raros y Manuscritos, 3/23.191). DÁVILA, G.: Imaginación de don Gómez Dávila, vezino de la ciudad de Toledo, para remediar el excessivo precio que ay en Castilla, en el valor de las cosas, y assegurarnos en España del justo temor con que nos hazen vivir los nuevos christianos de moros S.l., S.f. (BNM, Sección Raros y Manuscritos, Mss. VE/31/7). FONSECA, D.: Relación de la expulsión de los moriscos del Reino de Valencia, con la instrucción, apostasía y trayción dellos. Y respuestas a las dudas que se ofrecieron acerca desta materia. Roma: Iacomo Massardo, 1612 (BNM, Sección Raros y Manuscritos, R/19.410). 1 A continuación de la referencia, se indica el centro, archivo o biblioteca en que se ha consultado el original correspondiente.

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GUADALAJARA Y XAVIER, M. DE: Memorable expulsión y iustissimo destierro de los moriscos de España. Pamplona: Nicolás de Assiayn, 1613 (BNM, Sección Raros y Manuscritos, R/16.526). —: Prodición y destierro de los moriscos de Castilla hasta el valle del Ricote. Pamplona: Nicolás de Assiayn, 1614 (BNM, Sección Raros y Manuscritos, R/10.400). PÉREZ DE HERRERA, C.: Carta apologética del Doctor Cristóbal Pérez de Herrera, médico de su magestad y del Reyno al Doctor Luis del Valle, médico de Cámara del Rey nuestro señor y su protomédico. S.l, Sf. (BNM, Sección Raros y Manuscritos, Mss /11.317/15). RIPOL, J.: Diálogo de consuelo por la expulsión de los moriscos de España. Pamplona: Nicolás de Assyain, 1613 (BNM, Sección Raros y Manuscritos, R/10.400). 13.2. FUENTES

MANUSCRITAS

Archivo Histórico Nacional (AHN) Sección Inquisición (INQ) Legajos 120, 191, 192, 193, 194, 195, 198, 2.022, 2.105, 2.106, 2.796, 2.799, 2.825 Libros 1.232, 1.239, 1.254 Sección Códices (Cod) Códice 947-B Sección Consejos Legajos 3.114, 4.423, 37.878, 37.932, 37.939, 38.039, 38.050 Sección Fondos Contemporáneos (FF.CC.) Minas de Almadén Legajo 1.588 Sección Órdenes Militares (OO.MM.) Legajos 2.542, 2.544, 3.114, 3.133, 3.134 Archivo Judicial de Toledo (AJT) Legajos 3.669, 4.142, 4.942, 5.105, 7.681, 9.046, 15.766, 22.054, 24.477, 24.665, 24.678, 34.804, 36.072, 36.168, 36.461, 36.552, 36.658, 36.662, 37.129, 37.852, 37.888, 37.889, 38.347, 38.462, 38.590, 38.603, 39.054, 39.195, 40.505, 40.709, 41.781, 41.976, 42.169, 42.331, 42.697, 43.087, 44.882, 50.070, 50.386, 50.432, 50.433, 50.585, 52.070, 52.665, 53.206, 54.064, 54.065, 54.663, 55.833, 60.999, 61.400

12.233, 35.321, 37.031, 38.532, 40.717, 43.740, 50.938, 54.934,

15.455, 35.538, 37.113, 38.583, 41.622, 43.881, 51.706, 55.233,

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Libros (L) Libros 26-C, 55-C, 56-C, 57-C, 66-C, 323-C, 335-C, 338-C, 339C Archivo de la Alhambra (AA) Legajos 88, 90, 100 Archivo General de Palacio (AGP) Legajos 572, 711 Archivo General de Simancas (AGS) Sección Consejo Real de Castilla Legajo 259 Sección Cámara de Castilla Legajo 2.159 Legajo 2.160. Fols. (exps.) 9, 24, 33, 34, 35, 36, 37, 39, 56, 57, 61, 64, 70, 73, 74 Legajo 2.161. Fols. (exps.) 29, 39 Legajo 2.162. Fols. (exps.) 1, 2, 4, 9, 18, 31, 37, 47, 57, 59, 60, 65, 66, 67, 73, 76, 77, 78, 79, 141, 143, 151, 153, 157, 177, 189, 194, 195 Legajo 2.163. Fols. (exps.) 1, 11, 12, 13, 14, 15, 31, 39, 40, 48, 49, 50, 51, 52, 62, 76, 77 Legajo 2.164. Fols. (exps.) 2, 16 Legajo 2.196 Sección Cámara de Castilla. Pueblos Legajo 7 Sección Expedientes de Hacienda Legajos 3, 31, 35, 36, 37, 38, 67, 68, 69, 74, 83, 84, 86, 91, 93, 124, 126, 130, 131, 133, 134, 138, 139, 164, 171, 175, 188, 199, 200, 210 Sección Contadurías Generales (CC.GG.) Contaduría Mayor de Cuentas. I época (CMC-I) Legajos 1.821, 1.823, 1.827, 1.828, 1.829 Contaduría Mayor de Cuentas. II época (CMC-II) Legajo 418 Contaduría Mayor de Cuentas. III época (CMC-III) Legajo 3.546

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Contaduría de la Razón (C.R.)2 Legajos 345, 347, 348, 350, 351, 352, 353, 354, 355, 356, 357, 359, 3.025, 3.027, 3.028, 3.029, 3.030, 3.031, 3.032, 3.033, 3.034, 3.035, 3.036, 3.037, 3.038 Sección Guerra Antigua Legajo 339 Archivo de la Real Chancillería de Granada (ARChG) Pleitos Cajas 325, 820, 1.916, 1.917, 2.060 Registro General del Sello de la Chancillería (RGSCh) Cajas 690, 6.910, 6.911, 6.591, 6.592, 6.593, 6.747, 6.748, 6.749, 6.750 Biblioteca Nacional de Madrid (BNM) Manuscritos 9.955, 11.160, 18.432 Archivo Diocesano de Albacete (AD Ab) Fondos Parroquiales Alcaraz Libros de Bautismos ALZ 2, ALZ 78, ALZ 79, ALZ 80, ALZ 81, ALZ 119, ALZ 120, ALZ 121 Libros de velaciones y matrimonios ALZ 57, ALZ 88, ALZ 109 Libros de Defunciones ALZ 80, ALZ 120 Archivo Diocesano de Ciudad Real (AD CR) Fondos Parroquiales Almadén Libros de Bautismos Libros 1, 2 y 3 Archivo Diocesano de Toledo (AD To) Libros. IV/397, Libros. IV/395

2 Legajos 346, 349, 3.026 en mal estado. Imposible su consulta. Legajo 350, parcialmente consultado; parte del legajo no se puede consultar por el mal estado de conservación.

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Archivo Histórico Provincial de Albacete (AHP Ab)3 Sección Protocolos Notariales Albacete Legajos 1, 2, 3, 4, 5 Alcaraz Legajos 118, 119, 120, 121, 122, 125, 126, 127, 128, 129, 130, 131, 132, 133, 134, 135, 136, 137, 144, 145, 146, 147, 148, 150, 151, 152, 153 Chinchilla Legajos 1.824, 1.825 El Bonillo Legajo 427 Libros 274, 281, 284, 286 Chinchilla Legajos 655, 656 Hellín Legajo 744 Villarrobledo Legajos 1.233, 1.234, 1.235, 1.236, 1.237, 1.240, 1.241, 1.242, 1.243, 1.244 1.246, 1.250, 1.262 Fondos municipales Albacete Legajos 317, 318 Chinchilla Libro 10 El Bonillo Libro 245 Archivo Histórico Provincial de Ciudad Real (AHP CR) Sección Protocolos Notariales. Almadén Legajos 4.770, 4.898, 4.899 Almagro Legajos 1.608, 1.610, 1.611, 1.613, 1.614, 1.615, 1.616, 1.652, 1.654, 1.655, 1.656, 1.657, 1.698, 1.699, 1.705, 1.707, 1.708, 1.709, 1.717, 1.779, 1.780, 1.781, 1.782, 1.825, 1.826, 1.827, 1.828, 1.829, 1.830, 1.831, 1.832, 1.834, 2.006, 2.007, 2.008

1.641, 1.706, 1.824, 1.833,

3 La numeración de libros, legajos y cajas de este fondo documental hace referencia a las signaturas del inventario antiguo.

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Ballesteros de Calatrava Legajos 523, 524 Daimiel Legajos 576, 577, 577bis, 578 Ciudad Real Legajos 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 25, 26, 27, 28, 28bis, 29, 30, 30bis, 31bis, 32, 33, 34, 34bis, 35, 35bis, 36, 36bis, 38, 40, 45, 46, 47, 48, 52, 52bis, 53, 54, 54bis, 55, 55bis, 56, 56bis, 57, 57bis, 58, 58bis, 59, 71, 72, 73, 75, 75bis, 76, 77, 78, 79, 80, 87, 108, 108bis, 109, 109bis, 110, 111, 116, 232 Mestanza Legajos 1.274, 1.275, 1.302 Pedro Muñoz Legajos 1.306bis, 1.307 Archivo Histórico Provincial de Granada (AHP Gr) Libros de Apeo y Repartimientos Alhendín Libro 11-bis Cúllar-Vega Libro 62 Dólar Libro 67 Huéscar Libro 86 bis Lanjarón Libro 98 La Zubia Libro 171 Archivo Histórico Provincial de Toledo (AHP To) Sección Protocolos Notariales Camuñas Legajo 8.806 Dos Barrios Legajos 9.990, 9.991, 9.992, 9.994 El Toboso Legajos 13.343, 13.344, 13.345, 13.346, 13.347, 13.348, 13.349, 13.350, 13.353, 13.354, 13.355, 13.356, 13.357, 13.359, 13.360, 13.363, 13.365, 13.370, 13.371, 13.372, 13.373, 13.374, 13.375, 13.376, 13.377, 13.378, 13.379, 13.380, 13.382, 13.383

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Noblejas Legajo 10.142 Ocaña Legajos 10.202, 10.203, 16.018 Puebla de Almoradiel Legajos 13.068, 13.069, 13.070, 13.071, 13.131, 13.132 Quintanar de la Orden Legajos 13.161, 13.162, 13.164, 13.165, 13.166, 13.167, 13.168, 13.169 Santa Cruz de la Zarza Legajos 10.363, 10.364 Villa de Don Fradrique Legajo 13.576 Sección Diversos Quintanar de la Orden Actas del Concejo Legajos D-244, D-245, D-246 Sección Hacienda Legajo H-200 Archivo Histórico Municipal de Almagro (AHM Al) Actas del Concejo Cajas 1.XVI, 2.XVI, 3.XVI, 4.XVI, 5XVI Diversos Cajas 6.XVI, 9.XVI, 10.XVI, 11.XVI, 12.XVI, 13.XVI, 14.XVI, 16.XVI, 18.XVI, 19.XVI, 3.XVII, 70.XVII, 101.XVII, 107.XVII, 109.XVII, 110.XVII, 128.XVII Archivo Histórico Municipal de Almodóvar del Campo (AHM AC) Legajo 1 Archivo Histórico Municipal de Ciudad Real (AHM CR) Documentos 145, 581 y 583 Archivo Histórico Municipal de Daimiel (AHM Da) Actas del Concejo Cajas 186 y 291 Archivo Histórico Municipal de Granada (AHM Gr) Legajos CF15, CF16, CF18

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Archivo Histórico Municipal de Villanueva de los Infantes (AHM In) Fondo histórico Caja 1. Carpetas 1, 3 y 4 Caja 23. Carpeta 3 Archivo Histórico Municipal de La Solana (AHM So) Actas del Concejo Libro 10, Libro 16 Archivo Histórico Municipal de Torralba de Calatrava (AHM Tor) Caja 961 Carpetas Provis 1571 y (1571-1578) Archivo Parroquial de San Andrés Apóstol (Villanueva de los Infantes) (AP In) Libros de Bautismos Libros 1, 2, 3, 4 y 5 Libros de Matrimonios Libros 1 y 2 Archivo Parroquial de Santa María La Mayor (Daimiel) (AP SMD) Libros de Bautismos Libros 1, 2, 3 y 4 Archivo Parroquial de San Pedro Apóstol (Daimiel) (AP SPD) Libros de Bautismos Libros 1 y 2 Archivo Parroquial de La Asunción (Manzanares) (AP AM) Libros de Bautismos Libros 1, 2, 3 y 4 Archivo Parroquial de Santiago de la Espada (Quintanar de la Orden) (AP SQ) Libros de Bautismos Libros 1, 2, 3 y 4 Libros de Matrimonios Libros 1 y 2

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13.3. BIBLIOGRAFÍA Se incluyen, en la presente relación, los títulos —de obras generales y artículos aparecidos en revistas especializadas— que se han utilizado para la redacción del trabajo que la precede. Igualmente, y sin perjuicio de que también aparezca citada la obra general, en aquellos casos en los que se ha obtenido información de una participación en obra colectiva, también se incluye la referencia concreta del trabajo utilizado. Evidentemente, la nómina de títulos acerca del tema morisco es mucho más amplia y no procede, en un trabajo de las características del presente, consignar todos y cada uno de ellos. Para ello, existen boletines de referencia y obras de conjunto que pueden ofrecer al lector una idea más clara y precisa del volumen de publicaciones. De ello damos cuenta en apartados anteriores y a ellos nos remitimos para un más completo estudio del tema a nivel historiográfico y de publicaciones. Actas del I Simposio Internacional de Mudejarismo. Madrid-Teruel: CSICInstituto de Estudios Turolenses, 1981. Actas del III Simposio Internacional de Mudejarismo. Teruel: Instituto de Estudios Turolenses, 1986. Actas del VI Simposio Internacional de Mudejarismo. Teruel: Instituto de Estudios Turolenses, 1995. Actas del VII Simposio Internacional de Mudejarismo. Teruel: Instituto de Estudios Turolenses, 1999. Actas del Congreso de Historia del Señorío de Villena. Albacete: Instituto de Estudios Albacetenses, 1987. Ponencias de la IV Semana de Historia de Puertollano. Ciudad Real: Excma. Diputación Provincial de Ciudad Real, 1985. AGOSTINI BANÚS, E.: Historia de Almodóvar del Campo y glosa de su antiguo Archivo Municipal. Ciudad Real: Instituto de Estudios Manchegos, 1972. ALMAGRO CORBEA, A.: «El urbanismo de las morerías y de los núcleos mudéjares. Una propuesta metodológica», en Actas del VI Simposio Internacional de Mudejarismo. Teruel: Instituto de Estudios Turolenses, 1995, pp. 485-500. ARELLANO CÓRDOBA, A.: «Almagro en el siglo XVI», en SÁNCHEZ LÓPEZ, L. y OTROS: Historia de Almagro. Ciudad Real: Excma. Diputación Provincial de Ciudad Real, 1993, pp. 247-278. ARANDA DONCEL, J.: Los moriscos en tierras de Córdoba. Córdoba: Publicaciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, 1984. AULADELL, M. A.: «Los moriscos, sociedad marginada en el teatro español del siglo XVII», en Sharq-al-Andalus,XII, (1995), pp. 401-412.

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ÍNDICE DE CUADROS CUADRO 1. Extensión de los territorios de La Mancha a principios del XVI ............................................................................................

10

CUADRO 2. Pechas mudéjares, 1495-1501 (territorios manchegos) ....

33

CUADRO 3. Tributos y población mudéjar en La Mancha en 1501. Comparativa pechas-servicio y medio servicio ............................

34

CUADRO 4. Estructura de la población mudéjar-morisca de Almagro y Villarrubia de los Ojos en 1502 ................................................

64

CUADRO 5. Relación hijos/madre en los mudéjares-moriscos de Almagro y Villarrubia de los Ojos en 1502......................................

65

CUADRO 6. El envío de armas a la Guerra de Granada (Partido de Quintanar) ......................................................................................

73

CUADRO 7. La participación de las Órdenes Militares en la Guerra de Granada (territorios manchegos) ..............................................

78

CUADRO 8. La llegada de los moriscos granadinos a La Mancha......

94

CUADRO 9. Salidas de moriscos del Partido de Infantes ....................

97

CUADRO 10. Salidas de los moriscos de La Mancha. Destinos dentro de La Mancha ................................................................................

99

CUADRO 11. Salidas de los moriscos de La Mancha. Destinos fuera de La Mancha ................................................................................

101

CUADRO 12. Porcentaje de defunciones de los moriscos granadinos en los territorios manchegos ..........................................................

103

CUADRO 13. El establecimiento de los moriscos granadinos en La Mancha (porcentaje sobre población total) ..................................

107

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CUADRO 14. Reparto y distribución espacial de los moriscos granadinos en 1571 ................................................................................

111

CUADRO 15. Reparto de los moriscos granadinos en 1571 según el tamaño de población (territorios manchegos) ..............................

113

CUADRO 16. Moriscos en Ciudad Real (junio 1571) ..........................

119

CUADRO 17. El plan de reparto de 1571 en los territorios de La Mancha ..................................................................................................

123

CUADRO 18. Evolución demográfica de los moriscos del partido de Uclés................................................................................................

133

CUADRO 19. Evolución demográfica de los moriscos del partido de Ocaña ..............................................................................................

134

CUADRO 20. Evolución demográfica de los moriscos del partido de Quintanar ........................................................................................

135

CUADRO 21. Evolución demográfica de los moriscos del partido de Infantes............................................................................................

136

CUADRO 22. Evolución demográfica de los moriscos del Priorato de San Juan ..........................................................................................

137

CUADRO 23. Evolución demográfica de los moriscos del partido de Almagro ..........................................................................................

138

CUADRO 24. Evolución demográfica de los moriscos del partido de Almodóvar ......................................................................................

140

CUADRO 25. Evolución demográfica de los moriscos del partido de Alcaraz ............................................................................................

142

CUADRO 26. Evolución demográfica de los moriscos de Ciudad Real........................................................................................................

143

CUADRO 27. Evolución demográfica de los moriscos del Marquesado de Villena ..................................................................................

143

CUADRO 28. Los moriscos de Ciudad Real ante el mercado de la vivienda ..............................................................................................

177

CUADRO 29. Duración media de los arrendamientos de bienes urbanos por los moriscos de Ciudad Real............................................

184

CUADRO 30. Distribución de los moriscos pecheros de varias localidades manchegas ............................................................................

193

CUADRO 31. Estructura socioprofesional de la población morisca de varias localidades de La Mancha (1586) ....................................

197

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CUADRO 32. Comparativa de la estructura socioprofesional de los moriscos y de los cristianos viejos (1586) ........................................

200

CUADRO 33. Moriscos propietarios de bienes rústicos en 1610 ........

203

CUADRO 34. La compra de ganado de labor por los moriscos de Ciudad Real ..........................................................................................

207

CUADRO 35. Las haciendas de los moriscos de Daimiel en 1582......

210

CUADRO 36. Evolución del tipo de parcelas agrarias de los moriscos de Ciudad Real (1571-1610)..........................................................

215

CUADRO 37. Distribución de los bienes raíces de los moriscos en el momento de la expulsión. Territorios manchegos ........................

216

CUADRO 38. Superficie de las fincas rústicas de secano de los moriscos de La Mancha en 1610 (en aranzadas) ..................................

226

CUADRO 39. Superficie de los quiñones arrendados por moriscos en Ciudad Real (1591-1610) ..............................................................

227

CUADRO 40. Los préstamos de grano del pósito de Almadén a los moriscos. La siembra de 1592 ......................................................

233

CUADRO 41. La compra-venta de ganado por los moriscos granadinos de Ciudad Real (1570-1610) ..................................................

235

CUADRO 42. Relaciones de compra-venta entre cristianos viejos y moriscos. Ciudad Real (1570-1610) ..................................................

243

CUADRO 43. Valor de las dotes moriscas de Ciudad Real (15851610 ................................................................................................

259

CUADRO 44. Distribución de los bienes dotales de los moriscos de Ciudad Real ....................................................................................

261

CUADRO 45. El control de la minoría. Marco legal ............................

279

CUADRO 46. La evangelización e integración de los moriscos de La Mancha............................................................................................

350

CUADRO 47. Edad de los moriscos procesados por la Inquisición en La Mancha. Tribunales de Toledo y Murcia. 1570-1610 ............

380

CUADRO 48. El impacto de la expulsión de los moriscos de La Mancha ..................................................................................................

411

CUADRO 49. Sociología de los compradores de bienes de moriscos expulsados. Territorios manchegos ................................................

441

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ÍNDICE DE FIGURAS FIGURA 1. Asentamiento de los moriscos de Ciudad Real a finales del siglo XVI ....................................................................................

167

FIGURA 2. El Superintendente de moriscos y el organigrama concejil ....................................................................................................

283

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ÍNDICE DE GRÁFICOS GRÁFICO 1. Evolución demográfica de Alcaraz. Parroquia de Santa María ..............................................................................................

149

GRÁFICO 2. Evolución demográfica de Alcaraz. Parroquia de San Miguel..................................................................................................

149

GRÁFICO 3. Evolución demográfica de Alcaraz. Parroquia de la Trinidad................................................................................................

150

GRÁFICO 4. Evolución demográfica de Alcaraz. Parroquia de San Ignacio ................................................................................................

150

GRÁFICO 5. Evolución demográfica de Villanueva de los Infantes. Parroquia de S. Andrés ..................................................................

151

GRÁFICO 6. Evolución demográfica de Manzanares. Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción ....................................................

151

GRÁFICO 7. Evolución demográfica de Quintanar de la Orden. Parroquia de Santiago de la Espada ....................................................

152

GRÁFICO 8. Evolución demográfica de Almadén. Parroquia de Nuestra Señora de la Estrella ................................................................

152

GRÁFICO 9. Beneficiarios de las actividades inmobiliarias de los moriscos de Ciudad Real ....................................................................

187

GRÁFICO 10. Extracción social de los rentistas de rústico en Ciudad Real (1570-1610) ............................................................................

230

GRÁFICO 11. Valor de las dotes moriscas de Ciudad Real (15851610) ..............................................................................................

260

GRÁFICO 12. Edad de los moriscos manchegos procesados por la Inquisición Tribunales de Toledo y Murcia (1570-1610) ..............

382

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ÍNDICE DE MAPAS MAPA 1. La Mancha como unidad geográfica natural ........................

8

MAPA 2. La Mancha como territorio para el estudio de una minoría (año 1500) ..........................................................................................

10

MAPA 3. Las comunidades mudéjares de La Mancha en 1502 ..........

37

MAPA 4. El establecimiento de los granadinos en La Mancha (verano de 1571) ....................................................................................

104

MAPA 5. La llegada de los granadinos a La Mancha. El reparto de 1571 (proporción de moriscos) ......................................................

114

MAPA 6. La llegada de los granadinos a La Mancha y los planes de reparto del Consejo de Castilla (comparativa) ..............................

124

MAPA 7. Los comisarios para la gestión y venta del patrimonio de los moriscos expulsados. Corona de Castilla ................................

416

MAPA 8. La expulsión y la venta del patrimonio morisco. Comparativa lugares con moriscos expulsados y lugares con nombramiento de fieles administradores de bienes de moriscos. Territorios manchegos ......................................................................................

422

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ÍNDICE DE ANEXOS Y DOCUMENTOS ANEXOS ..............................................................................................

455

ANEXO I. La Mancha en 1500 ............................................................

455

ANEXO II. La Mancha en 1600 ............................................................

456

ANEXO III. El impacto de la llegada de los granadinos en La Mancha (Marquesado de Villena) ........................................................

457

ANEXO IV. El impacto de la llegada de los granadinos en La Mancha (Orden de Santiago. Partido de Quintanar) ............................

458

ANEXO V. El impacto de la llegada de los granadinos en La Mancha (Orden de Santiago. Partido de Infantes) ..............................

459

ANEXO VI. El impacto de la llegada de los granadinos en La Mancha (Orden de Santiago. Partido de Ocaña)..................................

460

ANEXO VII. El impacto de la llegada de los granadinos en La Mancha. Territorios desmembrados (Orden de Santiago. Partido de Ocaña) ............................................................................................

461

ANEXO VIII. El impacto de la llegada de los granadinos en La Mancha (Orden de Santiago. Partido de Uclés) ..................................

462

ANEXO IX. El impacto de la llegada de los granadinos en La Mancha. Territorios desmembrados (Orden de Santiago. Partido de Uclés) ..............................................................................................

463

ANEXO X. El impacto de la llegada de los granadinos en La Mancha (Priorato de San Juan) ............................................................

464

ANEXO XI. El impacto de la llegada de los granadinos en La Mancha (Orden de Calatrava. Partido de Almodóvar) ........................

465

ANEXO XII. El impacto de la llegada de los granadinos en La Mancha. (Orden de Calatrava. Partido de Almagro)............................

466

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ANEXO XIII. El impacto de la llegada de los granadinos en La Mancha. Territorios desmembrados. (Orden de Calatrava. Partido de Almagro) ........................................................................................

467

ANEXO XIV. El impacto de la llegada de los granadinos en La Mancha. (Partido de Alcaraz y territorios enajenados) ........................

468

ANEXO XV. Dotes moriscas en La Mancha ........................................

470

ANEXO XVI. Cantidades en metálico incautadas a los moriscos del partido de Ocaña a su paso por Burgos con motivo de la expulsión ..................................................................................................

473

ANEXO XVII. Los moriscos de Ciudad Real y El Toboso ante la expulsión. Los traspasos de siembras................................................

477

ANEXO XVIII. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Marquesado de Villena ..................................................................

488

ANEXO XIX. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Orden de Santiago. Partido de Quintanar......................................

491

ANEXO XX. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Orden de Santiago. Partido de Uclés ............................................

492

ANEXO XXI. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Orden de Santiago. Partido de Infantes ........................................

493

ANEXO XXII. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Orden de Santiago. Partido de Ocaña ..........................................

495

ANEXO XXIII. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Priorato de San Juan ......................................................................

498

ANEXO XXIV. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Orden de Calatrava. Partido de Almodóvar ..................................

501

ANEXO XXV. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Orden de Calatrava. Partido de Almagro ......................................

503

ANEXO XXVI. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Partido de Alcaraz ..........................................................................

513

ANEXO XXVII. Moriscos propietarios de bienes incautados en 1610. Ciudad Real y lugares de su jurisdicción......................................

515

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DOCUMENTOS ..................................................................................

523

DOCUMENTO I. Pragmática de los Reyes Católicos en favor de la aljajama de los moros de El Congosto, para que doña María de Perea, señora de la villa, no cobre a dicha aljama el impuesto del servicio y medio servicio................................................................

523

DOCUMENTO II. Testimonio y validación de bautismo de Alonso Martínez Larios, cristiano nuevo convertido de moro, vecino de Alcázar de San Juan ..............................................................................

528

DOCUMENTO III. Concesión del hábito de caballero de la Orden de Calatrava a don Antonio Fernández de Córdoba eximiéndole de cumplir los preceptos establecidos en la Regla de dicha Orden como recompensa a su participación en la Guerra de las Alpujarras ..............................................................................................

530

DOCUMENTO IV. Resumen del montante de pan reunido por las localidades del Partido de Quintanar para avituallar y dar cobijo a los moriscos granadinos procedentes de Cuevas del Almanzora y Vélez ......................................................................................

532

DOCUMENTO V. Carta de Felipe II al Corregidor de Ciudad Real ordenándole que le envíe relación detallada de los moriscos asentados en su ciudad y que cuide de que ninguno de ellos salga de la misma sin su permiso expreso ..................................................

534

DOCUMENTO VI. Escritura de venta por la cual Alonso García, morisco granadino alistado en Alcaraz, compra a Alonso Romero, vecino y escribano de la ciudad, un pollino con todos sus aparejos ................................................................................................

535

DOCUMENTO VII. Escritura de arrendamiento de una huerta de arboleda situada en la aldea de La Poblachuela otorgada por Lorenzo de Sevilla, morisco granadino alistado en Ciudad Real, a favor de la hija de Gonzalo de Molina Salcedo, vecina de la ciudad ..................................................................................................

536

DOCUMENTO VIII. Carta de obligación de Diego Rael, morisco granadino alistado en Alcaraz comprometiéndose a pagar al Pósito de la ciudad las fanegas de trigo que estuvieren valoradas en ciento cincuenta reales que tomaron prestados de dicha institución..................................................................................................

538

DOCUMENTO IX. Carta de fianza otorgada por Lorenzo de Segura y Juan Ruiz, moriscos granadinos alistados en Ciudad Real, a favor de Damián de Molina para facilitar que salga de la cárcel

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pública de esa ciudad por una deuda que mantiene con el Pósito de la misma ................................................................................

540

DOCUMENTO X. Carta de dote y arras de Andrés de Carmona e Isabel de Aguilar, moriscos granadinos alistados en Ciudad Real ..

542

DOCUMENTO XI. Carta del príncipe Enmanuel Filiberto, prior de San Juan, al fiscal de la Orden en Alcázar ordenándole que se presente en la Corte o envíe a un delegado con su poder para proceder a las alegaciones correspondientes en el pleito que la Orden de San Juan mantiene con Ambrosio y Luis de Cazorla, moriscos granadinos, por su alistamiento en la villa de Alcázar de San Juan ....................................................................................

547

DOCUMENTO XII. Carta del Gobernador del Partido de Almagro a Felipe III en la que le expone los hechos de la rebelión de los naturales del reino de Granada de la villa de Manzanares y pide que los moriscos sean disculpados................................................

549

DOCUMENTO XIII. Escritura de esclavitud otorgada por Isabel Enríquez y Luis, Diego, Isabel y María Pérez, sus hijos, todos moriscos granadinos alistados en la villa de Quintanar de la Orden con el objetivo de evitar ser expulsados de dicha villa en cumplimiento del Bando General de Expulsión de los moriscos de Castilla ......................................................................................

552

DOCUMENTO XIV. Comisión dada a Andrés de Aranda para que fuese a las ciudades, villas y lugares de La Mancha, Campo de Calatrava y Obispados de Cuenca y Sigüenza para inventariar y proceder a la subasta y adjudicación de los bienes de moriscos tras su expulsión ............................................................................

555

DOCUMENTO XV. Nombramiento que el Concejo de la villa de Almagro hizo en la persona de Jerónimo Gaitán, vecino de ella, como fiel depositario de los bienes de moriscos expulsados ................

559

DOCUMENTO XVI. Escritura de venta de las posesiones de Ginés de Salas, morisco de la villa de Pedro Muñoz, otorgada por Andrés de Aranda, juez de comisión de la Corona de Castilla para la administración y venta de los bienes de moriscos expulsados, a favor de Esteban de Pareja, vecino de la misma ........................

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Colección BIBLIOTECA DE HISTORIA Últimos títulos publicados: 50. La política cultural de Alemania en España en el período de entreguerras. Jesús de la Hera Martínez. 51. Irlanda y la monarquía hispánica: Kinsale, 16012001. Guerra, política, exilio y religión. Enrique García Hernán, Miguel Ángel de Bunes, Óscar Recio Morales y Bernardo J. García García (editores). 52. Las relaciones entre España y Filipinas. Siglos XVI-XX. M.ª Dolores Elizalde Pérez-Grueso (editora). 53. El motín de Esquilache, América y Europa. José Andrés-Gallego. 54. Los orígenes de las órdenes militares y la repoblación de los territorios de La Mancha (1150-1250), Francisco Ruiz Gómez. 55. 1635. Historia de una polémica y semblanza de una generación. José M.ª Jover. 56. Moneda y Arbitrios. Consideraciones del siglo XVII. Elena María García Guerra.

57. España y Estados Unidos en el siglo XX. Lorenzo Delgado y M.ª Dolores Elizalde (editores). 58. Gremios y artesanos en Madrid, 1550-1650. Juan Carlos Zofío Llorente. 59. La política exterior de España: Tomo 1. Una política mediterránea, occidental y de paz (1899-1905). Tomo 2. Junto a las naciones occidentales (19051914). Cristóbal Robles Muñoz.

Situada en el corazón de la península, La Mancha fue una de las regiones castellanas que vivió el asunto morisco con más intensidad, sobre todo desde que sus comarcas se vieran pobladas con los exiliados procedentes de Granada. Hasta 1570, la cuestión fue vista con indiferencia, dado que los antiguos mudéjares no parecieron suponer nunca un problema similar al vivido en el antiguo reino nazarí. La situación cambió a partir del final de la guerra de Las Alpujarras. Desde entonces, la región albergó a unos quince mil cristianos nuevos y con ellos reaparecieron viejos temores y antiguas suspicacias, pero también comenzó una activa convivencia que, lejos de separar a ambas comunidades, las hizo complementarias. ¿Cómo fue la vida de los moriscos manchegos? ¿A qué se dedicaron? ¿Fueron capaces de integrarse en la dinámica social y económica de la región? ¿Hubo un deseo de que fuera así? ¿Tuvieron las mismas creencias que los cristianos viejos? ¿Las manifestaron de la misma manera? Son preguntas, todas ellas, que nos deben hacer ver que la cuestión tratada en estas páginas no puede ser observada desde un único plano y que es, precisamente, el conocimiento de esa diversidad de aspectos lo que hace mucho más fácil comprender que, a la altura de 1610, la expulsión decretada por el tercero de los felipes fuera acogida con obediencia y resignación, pero no sin controversia.

60. Comerciando con el enemigo: el tráfico mercantil anglo-español en el siglo XVIII (1700-1765). M.ª Nélida García Fernández. 61. Rumbo al Sur. Francia y la España del desarrollo, 1958-1969. Esther M. Sánchez Sánchez. 62. Rafael María de Labra. Cuba, Puerto Rico, Las Filipinas, Europa y Marruecos, en la España del Sexenio Democrático y la Restauración (1871-1918). María Dolores Domingo Acebrón. 63. Literatura de viajes y Canarias. Tenerife en los relatos de viajeros franceses del siglo XVIII. Cristina González de Uriarte Marrón. 64. Poder y movilidad social. Cortesanos, religiosos y oligarquías en la Península Ibérica (siglos XV-XIX). F. Chacón Jiménez, Nuno G. Monteiro (editores). 65. Failure of catalanist opposition to Franco (19391950). Casilda Güell Ampuero. 66. Cambios y alianzas. La política regia en la frontera del Ebro en el reinado de Alfonso VIII de Castilla (1185-1214). Ignacio Álvarez Borge. 67. Los moriscos de La Mancha. Sociedad, economía y modos de vida de una minoría en la Castilla moderna. Francisco J. Moreno Díaz.

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FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ

FRANCISCO J. MORENO DÍAZ (Ciudad Real, 1979) es doctor en Historia por la Universidad de Castilla-La Mancha, donde, en la actualidad, ejerce como Profesor Ayudante. Dedicado a temas sociales, cuenta en su haber con varios trabajos acerca de la minoría morisca en Castilla, especialmente en el ámbito territorial manchego.

LOS MORISCOS DE LA MANCHA SOCIEDAD, ECONOMÍA Y MODOS DE VIDA DE UNA MINORÍA EN LA CASTILLA MODERNA

SOCIEDAD, ECONOMÍA Y MODOS DE VIDA DE UNA MINORÍA EN LA CASTILLA MODERNA

26/1/09

LOS MORISCOS DE LA MANCHA

MoriscosMancha CUBI-1C

BIBLIOTECA DE HISTORIA

ISBN: 978-84-00-08760-9

9 788400 087609

CSIC

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS

Ilustración de cubierta: Relieve de Santiago Matamoros. Iglesia parroquial de San Carlos del Valle (Ciudad Real). Siglo XVIII.