Lima la horrible [5 ed.]

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Sebastian

Salazar Bondy

Desde rouy joven sobresali6 Sebastian Salazar Bondy en las tetras peruanas y ya su nombre habia ganado prestigio continental antes de su prematura desaparici6n. Poesia, ensayo, relato, critica y sobre todo teatro son los eauces de su poder expreSivo. Para la escena habra escrito un bueo numero de piezas en tome de una preocupaci6n central: la reaUdad de Stl pais. Lima la horn"hle es una exploracion en ellaberinto de fuerzas QPuestas y complementarias que integran una ciudad. Esta, a su vez, determina 13 vida de toda la nacion y sus males resultan, en varios aspectos, los problemas comunes a nuestro continente. Como toda ciudad, Lima es un destino, una utopia; mas pesa sobre ella el mito de la colonia) la extraviada nostalgia de una supuesta Arcadia que olvida Ia tension entre amos y siervos, entre los que tienen todo y otros que no tienen nada. E1 pasado invade todas las esferas de la sociedad y las enajena, se exalta el regimen virreinal y con 61, la opresion de que ~e nutria la opulencia. A la edificacion de esta mitologfa adormecedora contribuyeron, mezclando historia y mentira, las Tradiciones de Ricardo Palma. En el criollismo la nostalgia se haee popular, nacional; invoca una edad de oro poblada por reyes, santos, fantasmas, donjuanes y picaros. En Ultima instancia el mito sirve a las grandes familias -con su her31dica de "oro y esclavos" - para resistir el vertiginoso impulso de la historia, para vivir de espaldas a una ciudad y un pais de indios despojados y mestizos sin esperanza, hasta que suene la hora de instaurar la igualdad y 1a solidaridad.

Sebastian Salazar Bondy LIMA LA HORRIBLE

Sebastian Salazar Bondy

LIMA LA .HORRIBLE

para decirme que aun vivo respandienda par cada pora de mi euerpa at poderio de tu nombre oh Poesia

Lima la horrible, 24 de julio CESAR MORO

[La tortuga ecuestre]

Primer-d edici6n: 1964 Segunda edici6n: 19.64 Terccra edici6n: 1968 Cuarta edici6n: 1974 . La primera eqmvaie a una guerra y se la libra negando la legitimidad de los pocleres y sus estamcntos. La segunda es una maniobra y se ejecuta mediante ardides. Por ejemplo, mec1iante la imitaci6n de aquellos entre quienes quiere el advenedizo situarse. Para ser 10 que no se es se precisa de un disfraz. Demos una mirada alrededor y hallaremos decenas: la deprndienta de tienda que remeda los modelos de la damisela de las fiestas de sociedad, el bur&:rata que se reviste de forense gravedad verbal, el pequen.o burgues que acomete su casita propia copiando en modesto los regustos arqllitect6r.icos del palacio, d graf6mano que redacta con hinchazOn y vacuidad porque supone que asi es una pluma acadhnica. Estos .son casos de disfracismo en pas de b categoria que no se tiene y que se presume superior aunque de hecho no 10 se? Lo postizo, es, en ultimo termino, huachafo, y segUn hs p·cvias categorb~ CG,.ztituye antes )0 huochafito, 10 . huachafoso y 10 huachafiento. Importa pues la in99

tencion que dirige el mimetismo arribista. Juez excesivamente peg ado a la letra para presumir, huachafo; madre que selecciona los futuros yernos por el apellido (sin que el propio tenga aleurnia), huachafa; hombre 0 mujer que en cualquier ocasion procuran exhibir cultura 0 cosmopolitismo, huachafos. Esta bien. A fin de cuentas, el apelativo sujeta el desborde mediocre. Pero no se olvide que tambien cierra una ruta hacia la toma de la fortaleza oligarquica y al cobro de los puestos de mando hasta ahora reservados a los progenitos de la casta colonial, que alguna vez fue de intrusos, remedadores y, por ende, huachafos. He aqui el sentido del huachafismo: 10 califican despectivamente quienes desde la cima que detentan arbitran el favor del escala£on y, avisandolo, se . defienden, mas tam bien encarna la aspiracion, de contenida agresividad, de quienes intentan escalar dicha cumbre social. A veces, de acuerdo al terreno, la lucha de clases asume, como en eI caso expuesto, formas insospechadas: estas, de indole sema,ntica, aparentemente innocuas, son peculiares de Lima. El ciclo se derra: satira-lisura-huachaferia. EI encadenamiento no se ha establecido por mera casualidad. Desde muy atras 10 mueve la coaccion estructural del pals guiado por Lima, por su Ar100

cadia Colonial, y se empareja perfectamente ade~as, con el Ultimo prop6sito del mho. La com~ pulSIOn echa mano nO tanto de la fuerza bruta c~anto de la sutil buena conciencia farisaica que plde ad,0~aci6n y rendimiento y que los ensefia en ,l~ tacIt~ 0 expHcita moraleja. De cualquier ~atmco festlVo limeiio --de cualquier senor limeno, vale de:ir- se puede afirmar 10 que Jose ?arlos Manategui dijo del no se sabe por que I1ustre Pardo: Toda La inspiracion de su satira procede de su mal humor de corregidor 0 de encomende:o ~ quien una revolucion ha igualado, en ~a ~eorta SI no en el hl!Cho, con los mestizos y los mdzgenas. Todas las ralces de su burla estan en su instinto d~ casta. El acento no es el de un hombre que se siente peruano sino el de un hombre que s~ siente espanol en un pais conquistado por Espana par~ los descendientes de sus capitanes y de sus bachlUeres.

IX. EL PANTEON DE LA MENTIRA

Un indlUtrial frances, M. Maury, tuvo la idea de it a 'V~r a, las familias ricas y proponerles tumba.$ de mamwi esculpido. E'llto tuvo un gran brito. Uno era general, otto un gran capitan, ete,." todoo heroe'J-.

Si vais ahara a Li.ma vereis un cementerio como no hay dOli, y aprendereis todo 10 que hay de he· yol:mlO en este pais. PAUL GAUGUIN

{Avant et Apyt.d

i QUe iimeno, de niAo, no ha temblarlo de terror ?yendo los cuentos de penas con que, en III so. bremesa nocturna, distraen --0 distraian, hasta ei advenimiento de la televisi6n- sus odos noctumos los mayores? Recuerda eI autor de estas paginas aqueUas historias de aparecidos, horrendos duendes, bultos trashumantes, broncas $Om'''bras, lucecillasraudas, y piensa que, a pesar de que fantasmagoria semejante ha lIenado la noche de otros pueblos, aqui estas extraordinarias narraeiones son algo mas que formas del folklore tenebroso de las mentes primitivas, magicas. Nuestros cuentos de fanlasmas estan unidos estrechamen.102

te, en verdad, a la incultura, el subdesarmllo y la religiosidad azorada, pero puestas entre corchetes estas tres condiciones una mas queda en evidencia: la que se viIlcula con el culto a los muertos. Ella prevalece en Lima y, en esencia, nos supedita por otro conducto. al enajenante pasado. El allreO tieropo que se nos ha obligado a reverenciar -Ia arcadica Edad de Oro de la colonia- esta identificado con la fantasia de los difuntos 0 entes sobrenaturales que aparecen a la pavida vista limena. No hay irreal presencia que enseguida no se relacione, en eI receloso juicio del vidente, con dinero oculto, con botijas plenas de monedas, con joyas y pedrerias preciosas guardadas, si·· glos ha, sin finalidad expresa por solitarios usureros. Estos, avaros 0 no, vuelven por sus pasos a los lugares donde emparedaron su tesoro y asi, candidamente, proporcionan Ia pista pa.ra el codicioso saqueo. Ha ocun-ido alguna vez, como es 16gico, que alguien se ha puesto a picar un viejo muro, un piso a polillado 0 una viga cansada, y la herramienta se ha dado con un arc6n 0 un cantaro colmado de pesos 0 lingotes, pem estos hallazgos no han sido, numericamente hablando, tantos como penas han oido y vista los limenos. EI tapado 0 entierro fue siempre instituci6n, y todavioi, sobre todo en las zonas urbanas donde 103

perduran casas antiguas, la increible visita ultra~ terrena se comenta como prodigio y como indicio de soterradas riquezas. Una suerte de rabdomante profesional suele ayudar en la busqueda del dineral ocioso. La devocion, pues, por las almas del purgatorio -las animas que en algunas iglesias tienen altar- se traduce en un doble aspecto: piadoso, pues aspira a salvarlas del castigo, y lucrativo, ya que les solicita la confi~encia afortunada. En cl viejo colegio de los agustmos -ahora convertido en "galerias comerciales"- habia un patio que los muchachos, promocion tras promoci6n, Ilamaron de La Bomba. Era el ultimo de cinco grandes claustros, colindante con el templo (en cuya sacristia se exhibe, en penumb~a, la eseultura de "La Muerte" de Baltazar Gavlhln) y accesible solo por un umbrio eallej6n: a u~ lado sobre los portales, se eneontraban los , gabl, . . netes de ciencias naturales y de flSlea y qUlmlca, no menos tetricos que la sala misma debido al abigarramiento de aparatos, ani~ales. ~isecad~s y herbarios que alli habia. En dlcho SltlO, segun la euita eseolar, solia venir al mundo la estampa alueinante del cura Jin cabeza. De acuerdo a los datos de aquellos que 10 habian visto --0 mejor, de aquellos que habian sido co~venienteme~te informados por los que 10 habian Vista--, el fralle )

fantasmaI caminaba decapitado a Ia inteJqlperie y lIevaba en sus propias manos, a la altura del pecho, como quien conduce una inocente pelota, su testa con un rictus sonriente en los labios. A criterio de estudiantes no podia haber otra raWn para que el ensotanado retornara a su antigua casa conventual que vigilar personalmente, con los inm6viles ojos de su cabeza exanglie, cierta riqueza en incognito recaudo. A partir de las ~eis de la tarde no habia valiente que se atreviera a ir solo hasta La Bomba, y los maestros, que se sepa, nunca admitieron la existencia de aquella pena aunque. tampoco la negaron. Supongamos indulgentemente que la leycnda les sirviera para mantencr 1a disciplina entre la ffillchedumbre impuber a Ia que debia!1, segun parece, educar. La anecdota cs util en manto testimonia Ill. indole materialista de estas almas extravagantes., Es pues cu:rioso cOI"no en Lima d culto a los muertos se reladona can un interes pecuniario y de que modo cste lopone en contacto con la edenica fabula colonialista. La trampa hist6rica ha estim.ulado el culto, incorpodmdolo al bagaje del tradiciona!ismo: Las "penas" con su cortejo de Tuidos que anuncian entierros, aquellos "tapados" con que sueiEa La imaginaci6n popular, pertenecen,pues, al Tepertaria criollo. Renunciar 105

a ellas es quitarle a Lima uno de sUs aspectos mas pintorescos ... (Cesar Miro). Debiera decirse, mas bien, que dicha renuncia -inevitable a la hora en que el sortilegio colonial sea conjurado . por la liberacion intelectual del pueblO-:- significara quitarle a los limeiios las cadenas que los atan al hechizo pasado. Los muertos son, en el mas aceptable aspecto del mito funerario, manes familiares 0 de clan, rakes de la vida clavadas en la tierra ancestral, en la cual yacen los antepasados, a cuyo polvo ellos se reincorporaron, cumplido el cicio de la existencia, para fecundarl~ y asegurar la continuidad de una cultura. De nmguna manera, constituyen, como en Lima se ~r?e: pruebas directas y fidedignas de que el pretento fue feliz, abundante y prodigo. Et mas alta es siempre borroso y toda encarnacion de sus esplritus -si es que en esa inaprensible latitud hay espiritu, cosa de la que aqui respetuosamente nos permitimos dudar- no puede responder a ningUn compromiso con el sistema economico y social reinante en una comunidad y con quienes 10 manipulan a SIJ antojo y provecho. Pero a diferencia de otros pueblos, la muerte para el limeiio debe entrafiar una concreta promesa de dicha, no impersonal y metaflsica, sino de goces reales, inmediatos y patentes. Solo con la mira puesta en este 106

premio, que ha de serle otorgado a plazo mas 0 menos fijo, se resigna a vivir como vive. Un concepto as! de vida y muerte reclama que la descomposicion de lacarne no se complete, ya que es inevitable, conla integraci6n de la materia corporal al magma, al humus, a la tierra. Se pre .. Here que eI polvo con nombre y apellido quede separado, diferenciado, individualizado y archivado, ajeno al polvo que el viento dispersa. Tal vez por eso nuestro cementerio pareee un archivo: dividido en blancos monobloques en que los nichos se· yuxtaponen en simetricas filas e hileras, ahl estan independicntes, tras la puertecilla de marmol que ciena las hornacinas, los ataudes. El cadaver, c;laro, sera .pasto de los gusanos, perdera su \ envoltura carnal, la osamenta postrera se ira deshaciendo y no quedara nada· del que fue. Mas los deudos siempre sabran que el incoloro detritus que esta guardado es uno y no otro, meredo tales 0 cuales honores, tuvo rostro y figura diferentes. Magnifico ejemplo de esta precaria supervivencia corp6rea, en la Catedral yaeen los supuestos despojos de Francisco Pizarro: reseeo rostro desorbitado, escasa pilosidad de! gran barbado, enjuta persona perdida en area de vidrio. La Arcadia Colonial no 10 quiere saber completamente muerto. Duerme, sale a pasear, retoma 107

al lecho y no se deslustra como la dorada ciudad que dicen -que mien ten- que el fundo. Humorista hay que ha cncontrado el origen fisico, org':mico, de las penas limenas achacfmdolas a morosas digestiones de copiosas cenas de menestras, y cientifico hubo que se las asigno al calor veranicgo. Las hipotesis valen como parciales aproximaciones al problema, pero no dejan resquicio, tomadas en serio, para interpretar otras manifestaciones del peculiar culto limeno a los muertos. Una es la presencia obstinada del motivo funerario en el valscriollo. Hasta hace poco ...:..cxactamente hasta que sobrevino la modalidad rememorante-, el vals limeno se nutria de dos manantiales: uno, la melodia europe a transculturada y vulgarizada, que en el transporte perdio su estilo estirado y . ceremonioso' y se hizo sincopada y picaresca; la otra, los lugubres' versos, que son queja, lamento y pied ad. La necrofilia dio las paginas mas po, pulares -y las mejores, quien se atreve a negar-. 10-- del cancionero de Lima. Cuando una fiesta arrecia, eI rasgueo metalico de las guitarras y la aguardcntosa voz de los cantantes repite un grito desesperado: Yo te pido, guardian, que cuando muera borres fa huella de mi humilde fosa,

y no dejes crecer enredadera ni que coloquen funeraria losa. (EI Guardian)

Oeste otro de mas reciente data: Que vale mas, yo debil, tu orgullosa; no vale mas lu dibil herrnosura; piensa bien que en el fondo de la rosa llevaremos la misma vestidura. (Odiame)

Podria reunirse una antologia de esta poesia popular con infulas de requiem, pero con ella no se tendria sino 1a mitad de la liturgia porque 10 interesante y sintomatico es que tales versos estan sumergidos en una musica que se baila alegremente. que se palmea con entusiasmo, que se adorna con decires y coreografia burloncs. Se danza el vals criollo celebrando la muerte, pisando alternativamente con punta y tacon un cadaver. Resulta asi que eI jubilo festivo tiene un enves luctuoso, que no es solemne por la ocasion en que se da, pero que tiehde un misterioso puente entre e1placer \ la destruccion, entre la fiesta loca y el irrecuperable estado de la total indiferencia. De una manera tenue, el ayer habita los regocijos. Sin embargo. 109

una nueva cscuela del vals tiende a reemplazar esta huachaferia -as! se Ie Ilama- por una de tematica que se cree mas culta, pero que obedece mas sumisamente al mandato pasatista, exalta expresamer'te la colonia y reve!adoramente denomina a Lima, a la Lima del virreinato, la ciudad de mil quimeras (Mi of rend a ). Hablar pel vals criollo obliga a referirse a un limeiio representativo: Felipe Pinglo' Alva. Los grandes Ii bros no 10 citan, pero su memoria y su obra persistcn en el pueblo. En las melodias que . compuso y en sus ingenuos versos el hombre oscuro de la ciudad ha1l6 su alma tn:mula, su neblina interior, su desahogo. No fue el trovador encendido y pasional de un grupo humano poseido por la joie de vivre,' fue, por el contrario, eco de las angustias de aquellos que, por injusticia secular, un egoismo sistematico coloco al margen de la felicidad. HEl Plebeyo" es una pagina que por haber sido cantada sin pausa y considerada as! como una suerte de protesta indirecta, recibio la consagracion incontestable de la costumbre. Incorporada a la tradicion -a esa parte de la tradici6n que no pertenece a la edulcorada y cortesana cronica-, la ffifuica de Pinglo es algo que sera imposib!e. separar de la idea de la Lima de hoy, ahita de patt~ticas contradicciones, hormiguero de pompas 110

vanas y desgarradoras miserias, panal de reconditas mieles, insuficientes, sin embargo, para tantas ganas de dicha como hay. Musica de fondo, en puridad, de un film tedioso en que rostros desencajados, luces lJ10rtecinas y soledades sin limite se repiten como en una pesadilla de inhibici6n. Borges ha anotado certeramente que el poeta popular evita, porque qui ere emular a! pacta culto, el lenguaje tosco de los suyos. Pinglo no es una excepcion: el sentimiento es popular, sl, ,pern su expresion buscaba la forma ilustre. La noc he cubre ya / con su negro crespon, es una imagen que aspira a sintetizar, con metafora insuficiente, la nocturna atonia del solitario. Mas ese es su encanto, su saboT local y su gracia. 1..0 mas autentico de su musica, de toda la musica popular, es su inautenticidad. Y esto 10 entendemos bien los limenos cuando sc tra" ta del vals criollo y de Pinglo. Nuestro vals no tiene ' el ritmo negro queenajena universalmente porque el r,egro y 10 negro son universales, ni esa fuerza posesiva del jazz que se idcntifica con una civilizacion expansiva y de influjo ecumenico. Requiere para ser entendido y sentido un oido y un gusto muy particulares. No se 10 comprende ni se 10 aprecia sino perteneciendo a Lima porque es, a la postre, una comunicaci6n secreta de melancolias propias: garua, calles desoladas, balcones vados J11

o con las persianas corridas, geranios intemporales, abrazadoras bugambilias, misas de difuntos, comet as policromas en un cielo de gas neon, y tambien, 0 sobre todo, pobrezas que siempre fue preciso olvidar porque esa era la manera de combatirlas. Pinglo canto el presente, su presente. No hizo, como es de uso, el elogio de las tapadas y las misturas, sino que verti6 en su music a y sus versos 10 que es el pueblo limeno, pueblo simple, efectivo, emocional, resign ado, dulce, cortes, amable, y 10 dio, posiblemente sin dcsearlo, como testimonio de un sei nacional y de su tragedia. Los muertos en Lima son -repito- dioses. No lIamamos al recinto donde van a parar los huesos inanimados, cementerio, camposanto 0 necr6polis. Le decimos atrevidamente pante6n. Nuestra historia, aun la mas triste, tambien es un pante6n. Nuestra musica, otro pante6n. EI pante6n segrega su mentira fantasmagorica y a esa fata morgana estaremos unidos hasta que, mediante eI deicidio o la profanaci6n de las tumbas, seamos libres.

X. EL PAIS IN HIBIDO .EN LA PINTURJ\

Pocas manifcstaciones artisticas como la pintura colonial han sido objeto de ponderaci.on tan vehemente. Ejemplares grandes y pequenos de esta variedad penden no solo sobre los mufOS de los museos sino en los de casas, residencias y mansiones de los limcnos con orgullo castizo. Los cuadros de la Escuela Cuzquena (yen menor proporci6n de las de Quito y PotosI) son ademas piezas de un renido comercio, tanto por las telas euanto por los aparatosos marcos estofados que las suden ornamentar, al puntode que much as veees son estos y no aquellas los que les otorgan Sli valor. Este hecho sirve bien a nuestro afan de develar por euan innumerables caminos el mito arcadico sueuest,\a nuestro presente y armla su proyecei6n futura. Lo que en seguida se afirmara de la pintura colonial no constituye, por esa razon, una interpretacion estctica de las creaciones mencionadas sino una indagacion acerca de !a inteneion que dirigio su produccion y del uso que, superado politicamente eI virreinato, hizo de elias la c1ase dominante. La reflexi6n en torno al problema que plantea 113

el examen del fenomeno artistico colonial nos excita a considerar la re!acion de dos terminos 0 con·ceptos. Dichos conceptos, muy concretos en S1 p~ro ciertamente menos precisos en el trance de conJugarlos en una ecuacion, son los de Peru y Pihtura. Con patetica evidencia se revela que a traves del decurso nacional los dos terminos han sufrido un divorcio cuyas consecuencias sufrimos todavia. Entre la pintura como arte y una comunidad nacional como manantial incesante de motivaciones espirituales esta la voluntad individual, la persona original del artista, que es quien hace de esas mo.tivaciones informes objctos trascendentes, ctemos. Mas el artista esta comunicado con la sociedad de la que forma parte de un modo fatal y la intensidad estetica de sus obras proviene en igual grado de el mismo y de su circunstancia temporo-espacial y social. El medio y la comunidad 10 presionan, influyen poderosamente en su sensibilidad, y 10 obligan a com partir, quieralo 0 no, ideas, senti-. mientos, costumbres, todo aquello que constituye suelo y atmosfera de su patria y su tiempo. S610 la censura oficial, la direccion autoritaria, pueden impedir que quien pinta --0 escribe- diga cosa . distinta a 10 que espontaneamente quiere 0 debe decir. La pintura como tal ingresa al pais con la cul-

tura espanola, esto no hay quien 10 discuta, pues lao cer.ii:nica, la textileria y la orfebreria pre-hispanieas prefiguraron una gran pintura pem, sensu stricto, no 10 fueron. Si los mochicas, los nazcas 0 los paracas hubieran indepcndizado sus maravillosas decoraciones del utensilio, disponiendolas en las paredes, habrlan realizado un arte mural magnifico. Mas no fue as! lamentablemente. Es probable que la conquista interrumpiera un proceso cuyo desarrollo posterior nadie jamas adivinara. Es, pues, en el XVI que la pintura propiamente dicha arriba al Peru, y no simplemente como conjunto de teenicas que se qui ere transmitir y como realidad cultural, sino como recurso para la evangelizacion. Tal cual el libro, el cuadro es entonees herrarnienta de un apostolado, arma de la lucha contra la gentilidad indigena. La pintura tuvo un programa pT