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Spanish; Castilian Pages 48 [52] Year 1899
LIBRO DE
LECTURA
PARA EL
PRIMER CURSO DE CASTELLANO POR
PEDRO DE MUGICA
PARA EL USO EN LA CÁTEDRA DEL
SEMINARIO DE LENGUAS ORIENTALES
BERLIN W. S P E M A N N 1898
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1. Pensamiento de una madre de familia: —Don Pablo, quisiera consultar con V. una cuestión de intereses—decía D. a Petra. —¿No tiene V. á su esposo, señora? —Sí, señor; pero es un sabio. —¿Y eso es un inconveniente? — Y grande; los sabios no sirven para nada.
2. Don Celedonio fué á retratarse. Como no es muy agraciado, tardó mucho en decidirse. —¿Tiene V. buena máquina?—preguntó al artista. —Es de las -que hacen más favor. —Precisamente deseaba salir favorecido. ¿Cómo me coloco? El fotógrafo le puso de frente, luego de perfil, le hizo mirar al techo, al suelo y á ambos lados, y dijo por último:—Caballero, para salir favorecido necesita V. volverse de espaldas á la máquina.
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En un examen de Física preguntaron á un alumno: —¿Cuál es el mejor aislador?—La pobreza.
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Don Tomás es propietario de un bosque. —Como hay tantos árboles—decía—acuden los vecinos y todos llevan algo.
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—Le dejarán á V. sin árboles. —No, señor. Basta media docena de estacas para todos. Armo con ellas á mis guardas, y nadie se va sin leña. 5—¿Cuántos eran los elementos, y cuáles? —Cinco: el aire, la tierra, el fuego, el agua... —¿Cuál era el quinto elemento? —El vino. 6. Sacó un avaro su cartera llena de billetes de Banco. —¿Qué libro es ese?—le dijeron. —Es mi devocionario. 7Si es ó no invención moderna, vive Dios, que no lo sé; pero delicada fué la invención de la taberna. P o r q u e allá llego sediento, pido vino de lo nuevo, mídenlo, dánmelo, bebo, págolo, y vóime contento. 8. Cuando oía tronar Carlos V, solía decir: —Ese, señores, ese sí que es emperador. 9Aceptando una cartera el político don Luis, jura que hace un sacrificio, y es verdad...el del país.
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10. Un zapatero de portal, viendo pasar un borracho, que no podía tenerse en pié, dijo á sus amigos:—Ved ahí, cómo estaré el domingo. 11. A Dios un abogado le imita en esto: Dios, de nada hizo un mundo; él, hace un pleito. 12.
Carlos V decía á Felipe II:—Si queréis que todos respeten vuestros estados, situad la corte en Bruselas; si solo queréis conservarlos, en Barcelona; si perderlos, en Madrid. 13—«¿Qué hacías?» dijo Beltrán á su mozo Juan Retaco. —«Nada, señor.»—«¿Y tú, Paco?» —«Yo estaba ayudando á Juan.» 14. —¿En qué mes hablan menos las mujeres? —En el de Febrero. —«¿Qué diferencia hay entre un sabio y un ignorante?» preguntaron á Platón. —«La misma que entre un médico y un enfermo.» 16. El goloso Pelegrín en un principio halló el fin.
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17No tuvo capa en su vida Juan, que es todo un infelice, y todavía hay quien dice que va de capa caída.
18. —¿En qué se parecen los hortelanos á los necios? En que toman el rábano por las hojas. —¿Y en qué á las mujeres? E n que dan calabazas. —¿Quiénes hallan su alegría en el pesar? Los que venden al peso.
19. E L BURRO FLAUTISTA. Fábula de Iriarte. Cerca de unos prados que hay en mi lugar, pasaba un borrico por casualidad. Una flauta en ellos halló, que un zagal se dejó olvidada por casualidad. Acercóse á olería el dicho animal, y dió un resoplido por casualidad. E n la flauta el aire se hubo de colar, y sonó la flauta por casualidad.
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Sin reglas del arte borriquillos hay que una vez aciertan por casualidad. 20. El médico encarga á un convaleciente que sólo tome algún plato ligero. Vuelve más tarde, y le encuentra comiendo una liebre.—«¿No le dije que sólo comiese cosas ligeras?» —«Pues cosa más ligera que una liebre...» 21.
—Conque ¿tan pobre está Juan? —Si emplease su capital en cerillas, no tendría para subir con ellas la escalera. —¿Tan alto vive? —Vive en un entresuelo.
22. —Hijo mío—decía un loco á un cuerdo.—Guárdate de las mujeres. Mira que las conozco mucho. Hubo un tiempo en que todo el bello sexo fué mío. —¿Y ahora? No va V. ya de conquista? —Imposible. Todas las muchachas son mis nietas. El cuerdo le mira con espanto. —No te escandalices—dice el loco—soy Adán. 23—«Pero ¿es posible que vivas con tanto desorden?» —decía á Pérez su tía, visitando su casa de soltero. —Tiene V. razón. Aquí hace falta una mujer. —Y un hombre. 24. Uno preguntó á varios amigos médicos que estaban reunidos en un grupo: «¿Cómo va el oficio?» —«Muy mal. Tenemos que curarnos unos á otros.»
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25—¿ Ayuna V. ?—preguntó un confesor á un estudiante antes de absolverle. —Vivo en casa de huéspedes. El sacerdote le absolvió. 26. Un bibliotecario, encargado de formar un índice, encontró un libro hebreo, y no sabiendo que titulo ponerle en el catálogo, escribió: «Item: un libro cuyo principio está en el fin». 27. —Préstame seis duros. —Sólo tengo dos. —Bueno. Dáme esos dos, y me debes cuatro. 28. —Cuéntame alguna chuscada; me jpsta todo lo verde. —¿Si? Pues ogaño se pierde la cosecha de cebada. 29. Un caballero dice á un desconocido: —Présteme V. dos duros. —Pero, hombre, si no le conozco á V. —Pues por eso mismo se los pido. Porque los que me conocen, no me los dan. 30. Orgulloso don Juan Franco dijo: «Seré fundador de un banco». Y puso, al fin, banco, pero banco de herrador.
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Un recluta escribía á su padre una carta breve, y concluía asi: —«No soy más largo, porque tengo tanto frío en los piés, que no puedo tener la pluma». 32. Sin antifaz te veía, y una vez con él te vi; sin él no te conocía, mas con él te conocí. 33Un joven que fué á bañarse por primera vez, estuvo á punto.de ahogarse. Alarmado, exclamó: —No vuelvo á entrar en el agua sin aprender antes á nadar. 34Yace aquí don Salvador hombre de caprichos lleno; murió porque estando bueno se empeñó en estar mejor. 35—¿Dice Y. que un tuerto lo es porque quiere? Sí, pues en sacando el ojo, ya no es tuerto. —¿Se puede leer con fruto, aunque nada se entienda? Si. Se abre un libro, se ponen sobre él peras, higos y otros frutos, y luego se lee con fruto. 36. Decía Luis XIV cuando se le murió su buena mujer:-—«Es el primer disgusto que me ha dado».
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En un lugar de Galicia, queriendo un cura probar si era mucha la avaricia de la gente del lugar, dijo:—«Al que este invierno muera, le entierro gratuitamente». Y antes de la primavera se murió toda la gente. 38. De políticos se ven puestos en venta retratos que se venden muy baratos... y el original también.
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¡Otra cruz veo en tu pecho! ¿Qué otra picardía has hecho?
40. —«Usted no es hombre», decía á un cabo que le zurraba un soldado el otro día. Y aunque el cabo se indignaba, él la frase repetía. —«Usted no es hombre.»—«¡Bribón! hombre soy de cabo á rabo.» —«Hombres los cabos no son; siempre oigo en el batallón decir: cuatro hombres y un cabo.»
41. Haciendo el retrato de una joven, un pintor notó que comprimía los labios para que la boca pareciese muy pequeña. Cansado el pintor, la dijo:—«Señorita, si V. se empeña, la retrataré sin boca».
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42. El bravatero Manolo, de menos valor que piés, se preciaba de que él solo obligó á correr á tres. Y á fé, tenía razón, cual no la tuvo jamás, porque fué huyendo el bribón de tres que le iban detrás. 43—Mal haces en beber—decían á un borracho.—El vino te hace tropezar á cada paso. —No hago mal en beber. Lo que hago mal es en andar después de haber bebido. 44Uno se despertó una mañana muy temprano, llamó al criado, y le dijo: «Mira si es de día». El criado abrió la ventana, y respondió: —Señor, no se ve nada. —Majadero, enciende una luz y verás. 45Porque tenía razón, quería el pobre Narciso que se la diese Simón, y este dársela no quiso. —«A usted nunca le daré la razón.«—«Y ¿porqué no?» —«Porque si la tiene usté ¿cómo he de dársela yo?» 46. —¿En qué se parecen las mujeres hermosas á los abogados? En el buen parecer.
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—¿Qué es aquello que cuanto más se le quita más grande es? El agujero. 47-
Un padre al hijo escribía: «Sé que eres un perezoso, tronera, holgazán, vicioso, que haces de la noche día; que en tí todo es bajo y vil, todo astucia, desatino, y, en fin, que eres un pollino. Tu padre, Sempronio Gil». 48. —¿Qué diferencia hay entre una mujer hermosa y discreta, y un reló? El reló nos recuerda las horas; la mujer las hace olvidar. 49. Fabio, tonto sin segundo, al viajar lleno de fé dijo: «Un millón gastaré para conocer el mundo». Julia le dijo al oído: «Fabio, no tienes razón; gasta, pues, ese millón para no ser conocido». 50. Para quitar la pereza á un niño, le dijo su madre: «Mira que uno que había madrugado, halló un bolsillo lleno de dinero». —Madre, pues madrugó más quien lo perdió.
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51. A un alcalde se quejó contra Manuel, Nicolasa, porque al salir de su casa él un beso la robó. El alcalde, ya enterado, en su rectitud cruel, mandó volver á Manuel el duplo de lo robado. 52. Voy á hablarte ingenuamente: tu soneto, don Gonzalo, si es el primero, es m u y malo; si es el último, excelente. 53Un orador de la antigua Grecia, al oir que la m u chedumbre le aplaudía, dijo: —¿Se me ha escapado alguna tontería? 54Cierto escritor de saínetes dice que hace lo que sabe; y autores hay que aseguran que no sabe lo que hace. 55Montaigne decía: mejor se puede sufrir el estar siempre solo, que el no estarlo nunca. 56. Era Gilito propenso á pensar, mas de tal modo, que si le hablaban, á todo contestaba: «Pienso...pienso...».
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Preguntó un quidam al tal: «¿Qué comes tú?»—«Pienso...» dijo; y el otro replicó: «Es fijo que el chico es un animal». 57—Di, ¿cuántos borrachos hay en la calle, sin contarte á tí? — ¡ C ó m o ! ¿qué es eso de sin contarme yo? —¡Hombre! Dispensa. ¿Cuántos hay contándote? 58. «¡Socorro!» gritaba uno con acento de dolor, á las doce de la noche como pidiendo favor. Y al llegar treinta serenos corriendo á todo correr, les dijo: «No hay que asustarse; es que llamo á mi mujer». 59—«Tiene chispa este muchacho; ¿no es verdad?» dijo Teodora. Y yo dije: «Sí, señora, casi siempre está borracho». 60. Se examinaba de doctrina un paleto. —Vamos, di la letanía. Si la sabes, te apruebo. —Padre, empiece, que yo ya diré Ora pro nobis. 61. Decía Diógenes, el personaje de «Pequeneces», que solo tres hembras había buenas: —La cama, la olla y la bota.
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62. A un sordo burlaba un ciego, diciendo: «¿Qué hora sonó?» Y respondió con sosiego: «La que apunta aquel reló». 63. Pidiendo limosna para las ánimas, decía u n o : «Quien dé una peseta, saca un alma de pena». Llega uno, y pone la moneda en el plato. —¿Habrá salido ya? —Asi lo creo. —Pues me la guardo, porque ya no volverá á entrar en el purgatorio. 64. Admiróse un portugués de ver que en su tierna infancia todos los niños de Francia supiesen hablar francés. —«Arte diabólica es,» (dijo, torciendo el mostacho) «que para hablar en gabacho un fidalgo en Portugal, llega á viejo y lo habla mal, y aquí lo parla un muchacho.» 65. Un mentiroso solía enojarse de que mintiesen los demás. Oyendo contar un desatino, dijo un día: «Esa es grilla». -—No tal, es verdad, y grande. Intervino otro en la disputa, diciendo: —Mentira será, cuando el señor lo dice, porque es perito en la materia.
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66. Juan á comer convidó á José, que fué en ayunas, y poniéndole aceitunas, al principio, lo admiró. Y dijo: «En mi tierra vi que estas siempre postres fueron». Juan respondio: «No mintieron, que también lo son aquí». 67. Lo más difícil es conocerse á sí mismo. Lo más fácil, aconsejar á otro.
68. —Yo he visto una berza tan grande, que á su sombra echaban la siesta varios labradores. —Y yo he visto una caldera tan enorme, que dentro trabajaban veinte jornaleros, y de unos á otros no se oían los martillazos. —Esa sí que es bola. ¿Para qué servía la tal caldera? —Para cocer la berza que tú viste. 69. Conmovido del sermón que un vicario predicaba, todo el concurso lloraba menos el torpe Simón. «¿Y porqué no llora usté?» (le preguntó doña Eustoquia) «¿como los otros?»—«Porque yo no soy de esta parroquia.» 70. —¿Cuáles son los santos que no están en el cielo? Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado Santo.
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71E l señor don Juan de Robres, con caridad sin igual, mandó hacer este hospital; pero antes hizo los pobres.
72. Mucho más locas las viejas son en Madrid que las mozas, y es regular, porque llevan muchos más años de locas. 73Un señor puso en su testamento esta cláusula: «Nada dejo al m a y o r d o m o , pues me sirve 18 años». 74T a n t o este retrato engaña, que, si á la vista se ofrece, á todos que habla parece, mas no es del pintor la hazaña. P o r q u e , bien considerado del retratado el h u m o r , c o m o es tan grande hablador áun quiere hablar retratado. 75D o s vendedores de escobas se hacían la competencia en una feria, expendiéndolas el uno á perra grande, y el otro á cinco céntimos. — ¡ H o m b r e ! no se pueden vender las escobas á perra chica. Y o r o b o los materiales para hacerlas, y apenas saco el jornal. :—Pero, chico, si es que y o las r o b o hechas... 2
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76. Antón declara que el vicio de fumar ha desechado; pero siempre que le encuentro me dice: «Dame un cigarro». De lo que yo he deducido, que lo que Antón ha dejado, no es el vicio de fumar, sino el de comprar tabaco.
77Acostumbraba un artesano, cuando quería confesarse, dar de palos á su mujer. Preguntáronle el m o tivo, y r e s p o n d i ó : — C o m o no me suelo acordar de mis pecados, mientras dura la paliza, mi mujer me los recuerda puntualmente. 78. — « ¿ Q u é es eternidad?» decía un cura que predicaba, las ideas farfullaba, y las cosas repetía. — « ¿ Q u é es eternidad?» gritando cinco veces preguntó; y una mujer r e s p o n d i ó : «Nuestro cura predicando».
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Iba el pobre Marcelino por vino con dos botellas, que estaba barato el vino, y c o m o eran grandes ellas una rompió en el camino. Y era su amo un baladí, que armó una m a r i m o r e n a : — « ¿ C ó m o la rompiste? Di.»
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—«¿Cómo he de romperla? Asi.» Y al suelo arrojó la buena. 80. —¿En qué se parecen las mujeres á los montes? En que tienen faldas. 81. Postrada Juana de hinojos, rogaba á San Saturnino, con lágrimas en los ojos, que odiase su esposo el vino. Y con tal fé lo pidió, que el santo estuvo indulgente, pues el vino aborreció y hoy sólo bebe aguardiente. 82. Un alcalde muy ladino dijo á Blas, el tabernero: «Se queja el lugar entero de que vendes caro el vino; peor y barato opino que sería preferible». Y Blas contestó apacible: «Yo su voluntad acato; lo venderé más barato, pero peor, imposible». 83—Conque ¿ha muerto tu mamá política? —Sí, mi suegra y yo hemos pasado á mejor vida. 84. Borracho que era una gloria fuése al campo el buen Andrés, y aquí un tumbo, allí un traspiés, paróse junto á una noria. 2*
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«La veo y me desatino,» exclamó lleno de espanto: «si con agua rueda tanto, ¿qué no rodará con vino?» 85. Unos pescadores, al tirar de la red, la sintieron tan pesada, que temiendo sacar un cadáver, enviaron á la aldea un muchacho para llamar al alcalde. Mientras el chico emprendía la caminata, sacaron la red, y se encontraron con el cadáver de un burro. Un pescador gritó al mensajero, que áun estaba á corta distancia:—¡Tú! Di al alcalde que es un borrico. 86. Montó en un coche Pascual, y su esposa al conductor dijo: «Calle de la Flor, número tres, principal». —«Cada día eres más lerda» (repuso el marido austero; y luego gritó al cochero): —«Tres, principal de la izquierda». 87. Uno entró en una iglesia á tiempo que el cura entonaba el i te missa est. —¡Caramba! Si me descuido un poco, me quedo sin misa. 88. Uno decía de otro que solía comer de gorra y murmurar mucho:—Ese no abre la boca sino á costa ajena.
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89. Un borracho oyó las dos y dijo con mucha paz: —¡Hombre! ¿dos veces la una? Ese reló anda mal. 90. Un muchacho llevaba la comida al campo para su padre. Tentado por el olorcillo del guiso, fué engulléndose en el camino todas las tajadas, y al llegar donde el padre, echóse á llorar, diciendo: «¡ Ay, padre! He pegado un tropezón, se me ha caído la cazuela, y no he podido recoger más que la salsa». 91. Baldado el pobre don Gil y en el lecho de dolor, pretende ser corredor de una plaza mercantil. T o d o s estrañan el caso, sin llegar á comprender porqué pretende correr quien no puede dar un paso. 92. Predicando un cura, notó que dos enamorados se besaban en un rincón, y dijo: «Hay en mi auditorio una pareja de escandalosa conducta. Para confusión suya, citaré sus nombres el próximo domingo, en caso de que hoy no se presenten en la sacristía y me pidan perdón». Después de la misa, se presentaron al cura... diez parejas.
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—Mamá, ¿no me caso ya? que ya de los veinte paso; mamá, tú no me haces caso, debo casarme, mamá.
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—Hija mía, claro está que ya de los veinte pasas y que en deseos te abrasas, y el deber se deja ver; pero te falta el haber, y por eso no te casas.
94. Varios cazadores ponderaban la inteligencia del perro. —Hay perros que tienen más talento que sus amos. — Y o tengo uno de esa clase.
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Al pasar un monarca por un villorrio, hubo de pagar diez duros por un par de huevos. Preguntando al posadero si estaban escasos, respondió: —Señor, lo que aquí escasean son los reyes.
96. Un médico en una calle el santo suelo besó, es decir, que se cayó de una muía alta de talle. Empezábale á zumbar la jjente que andaba allí, y el dijo: «Así como así, yo me iba luego á apear».
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Caminando un fraile dominico y otro francisco, y teniendo que pasar un vado, dijo el primero al segundo que le pasase á cuestas, ya que iba descalzo. E l otro convino en ello; pero una vez en medio del río, un escrúpulo de conciencia le detuvo. —Hermano. ¿Lleva algún dinero? —-Sí, unas pesetillas.
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—Pues mi regla me prohibe llevar dinero encima. Y dejó caer al otro en el agua.
98. Un borracho cayó una noche á tierra .haciendo cortesías á un campanario, y diciendo:—A los pies de V., señora. Otro beodo explicaba á la gente el caso: —Señores; este infeliz está casado con una mujer muy alta, y la confunde con la torre.
99. Un quídam, juzgando un día á diversos escritores, dijo: «A los malos autores al mar los arrojaría». Aun bien no acabó de hablar, exclamó Pedro del R í o : «Bueno será, amigo mió, que aprenda usted á nadar».
100. Aldeano: «¿Dónde está la acera de enfrente?» —Allí, al otro lado de la calle. —¡ Porra! Pues si vengo de allí y me han dicho que era aquí...
101. Gil, que debe á don Ventura cierto pico nada escaso, siempre que le sale al paso se abraza á él con ternura. Y le añade el tal mancebo, afectando buena fé: —Nunca, nunca pagaré lo mucho que á usté le debo.
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Aldeano: «¿A qué hora sale el tren de las ocho y cuarenta y cinco?» Empleado: «A las nueve menos cuarto». —i Otra que Dios! Siempre andan cambiando las horas. 103. Al confesarse contrito un banquero muy obeso, con mucha paciencia y seso le preguntó fray Benito: —Dime, infeliz, ¿porqué robas? Y él respondía, sin ganas: —Padre, ¡flaquezas humanas! Y pesaba doce arrobas. 104. Definición hecha por un empresario, con motivo de una rivalidad entre tenores: «El tenor es una tiple con barbas». 105. Jugando un dia Fernando perdió sus onzas postreras, y aunque ve que fué de veras él dice que fué jugando. 106. Un músico entusiasmado dijo á Blas: «Tu voz me encanta; brillarás por la garganta». Y en efecto, murió ahorcado. 107. Dictándole á un estudiante, no recuerdo lo que fué, dije: «Coma». Y al instante respondió: «No tengo qué».
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108. Equivocando un alcalde las señas de Baltasar, puso: «Nariz, cinco pies», y casi dijo verdad. 109. Un caballero arrancó el revólver de las manos á un hombre que intentaba suicidarse. —Iba V. á cometer un crimen imperdonable. — S o y muy desgraciado. Me casé tres veces y soy viudo. — E s o no justifica su acción. Evite V. la soledad. — N o existe para mí la soledad en ninguna parte. Si voy al otro barrio, me encuentro con tres mujeres. Si quedo en este mundo, aquí tengo tres suegras. 110. E n Jueves Santo un chicuelo perdió al juego no sé cuánto, y «¿ves?» (le dijo su abuelo) «por jugar en Jueves Santo». —«Podrá ser» (le contestó el chicuelo, con desdén); «pero el que á mí me ganó, dígame usté, ¿no jugó en Jueves Santo también?» 111. —Veamos. ¿Dónde siente V. dolores? —Aqui, doctor, en la boca del estómago; cuando aprieto, sufro horriblemente. —Pues entonces, no apriete V. nunca. Vase el doctor. Honorarios: cinco duros.
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112. Dióle á un mendigo Bartolo un pantalón destrozado, diciendo: «No lo he llevado sino dos veces tan sólo». — «¿Dos veces?» dijo el pobrete; y exclamó el otro: «Si, a fé, pero una vez lo llevé seis años, y la otra siete». 113. E n el calor de una disputa.—«El mayor mal de los males, es tratar con animales.» —Quien trata con animales será usté. 114. —¿Cuál es el mayor castigo para un bigamo? —Tener dos suegras. u
5* Aquí yace un cortesano que se quebró de cintura un día de besamano. 116. « ¡ A y ! ¡qué negra desventura!» (dijo Gregoria á Vicente). «Comí una pera madura, y un diente se me cayó.» Y Vicente respondió: «Más maduro estaba el diente». 117. —Supongamos por un momento que tienes diez duros, y que me prestas cinco. Vamos á ver, ¿cuántos te quedan? —¡Compadre! diez duritos.
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118. —No, señor. Mi hija no puede ser nunca suya. — T a m p o c o la necesito como hija, sino como esposa. 119. Antonio, al enamorar á Inés, palabra le dió de casarse. Y la cumplió, pues se casó con Pilar. 120. Anuncio.—En una fonda se desea un mozo para abrir ostras de unos quince años. 121. «¡Luisa, Luisa! ¡Mi amor, mi vida entera! Desde que estás en la mansión del cielo, la soledad tan sólo es mi consuelo.» Y era la Soledad una bolera. 122. Teofrasto dijo á uno que jamás hablaba en sociedad: «Si es V. un hombre de talento, hace mal en callar; si no lo es, es V. muy listo». 123. Pensamiento de un enamorado.—Es un gran placer estar solo, especialmente con la novia. 124. —Conque, ¿te casaste, Juan? — C o j o y todo. — L o ignoraba. No en vano dice el refrán: «Quien mal anda, mal acaba».
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125Preguntando á una americana en Europa cuál es el santo patrón de los Estados Unidos, contestó: «En cuanto á los hombres, no lo sé; para las mujeres, San Modisto». 126. Estadística.—El número de cabellos de una mujer varia entre cien y doscientos mil. E n el hombre, depende del tiempo que lleva de casado. 127. Esposa.—¿Qué tal te parece mi retrato? Marido.—Me gusta mas que el original. 128. —Dígame usté, Juan de Dios, y contésteme usté pronto, ¿qué cosa es peor que un tonto? —Peor que un tonto, son dos. 129. Jura don Juan, por su vida, que nunca cena en su casa, y es que sin cenar se pasa cuando otro no le convida. 130. Un anciano decía de sus hijos: «De los dieziseis á los veinte años, sabían más que y o ; á los veinticinco, tanto como y o ; á los treinta y cinco, me preguntaban mi parecer; y creo que ahora, á los cuarenta, notarán que su anciano padre sabe un poquitillo».
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131. Un confesor, que Pilar llena de entusiasmo ensalza, á la Virgen del Henar mandó que fuera descalza. Y , en efecto, allá se fué por cumplir la penitencia, descalza de pierna y pié, pero fué en la diligencia. 132. Mostrando un duro un impío avaro, que Dios confunda, dije: «¿Es de Isabel Segunda?» Y respondió: «No, que es mió». 133Varias personas cenaban con afán desordenado, y á una tajada miraban que, habiendo sola quedado, por cortedad respetaban. U n o la luz apagó para atraparla con modos, su mano al plato llevó, y halló las manos de todos, pero la tajada, no. 134Al amor representan chiquirritito, porque se estila ahora querer poquito.
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135Dicen que no me quieres porque no tengo. Veme tú regalando, yo iré teniendo. 136E n el petitorio.—Usté que es tan rico, ¿no da nada? —Señorita, no tengo ni un cristo. —Pues tome V. algo del plato, que y o pido para los pobres. 137. ¿Porque un beso me has dado riñe tu madre? T o m a , niña, tu beso, dile que calle. 138. — Y usté, testigo, ¿no hizo nada para reanimar el cuerpo del asesinado? —Sí, señor juez. Me puse á registrarle los bolsillos. 139— Y ¿es bonita tu mujer, amigo Basilio? —No, pero lo será cuando se muera su padre. 140. —Dispense la pregunta, Emilia: ¿Qué edad tiene V.? —Según y conforme. Cuando voy con papá, dieciocho años; y cuando voy con mamá, doce. 141. Médicos y cirujanos no van á misa mayor, porque los difuntos dicen: «Ese fué quien nos mató».
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142. Primero que suba al cielo el alma de un escribano, tintero, papel y pluma han de bailar el fandango. 143Una viuda se casó con el hermano de su marido. Un caballero que visitaba á los recién casados, preguntóla de quién era un retrato que representaba al difunto. —Pues es de...de un cuñado mío. —Y mío, añadió el esposo. 144. En el estreno de un drama de Víctor Hugo, notó Alejandro Dumas, padre, que dormía un caballero, y se lo enseñó á aquel, quien tomó á mal la broma y se propuso vengarse. En otro estreno de un drama de Dumas, le señaló Víctor Hu^o un señor que estaba durmiendo, á lo cual observo el primero: «¡Calla! Si es el mismo de marras, que aun no se ha despertado...». 145—María, ¿ha leído V. «Romeo y Julieta»? —Hace tiempo que leí Romeo, pero aun no he leído Julieta. 146. La niña que quiere á dos no es tonta, que es advertida. Si se le apaga una vela, otra le queda encendida.
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147. Varios chicuelos seguían á un borracho, insultándole: «¡Cuero! ¡perdido! ¡curda!» A l o cual contestaba él: —¡Envidiosos! 148.
Copiamos de la memoria anual, de una junta de socorros para enfermos pobres: «A pesar de las muchas medicinas empleadas, solo han fallecido tres por ciento». 149.
Cuando y o tuve dinero me llamaban don Tomás. Ahora que ya no lo tengo, me llaman Tomás, no más. 150.
Un hacendado andaluz obsequiaba con cerveza á un gitano, que hacia muecas tras cada sorbo. —Diga V., señor amo, ¿qué le dieron en la cruz á Jesucristo? —¡Vaya una pregunta! Y a lo sabes, hiél y vinagre. —Pues, compadre, si le llegan á dar esto, le envenenan. 151Un estudiante tunante se puso á pintar la luna, y del hambre que tenia pintó un plato de aceitunas. 152. —Gitano, ¿porqué vas preso? —Señor, por cosa ninguna; porque he robado una soga con cuatro pares de muías.
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153T r e s fincas tengo en Madrid, siendo un pobre militar: la cárcel, el cementerio, y también el hospital. 154V i a j e r o . — « C o n q u e ¿ese es el célebre pico de Tenerife? ¿ S a b e V. alguna leyenda referente á esa montaña?» — D o s amantes subieron á ella, y no volvieron jamás. — ¿ P u e s ? ¿qué fué de ellos? ¿Se los tragó la tierra? — P o r la otra falda bajaron. 155E l cuartel es una venta, el sargento es el ventero, los soldados son los burros, y los cabos, los arrieros. 156Cuatro personas se necesitan para hacer la ensalada: «un pródigo para el aceite, un avaro para el vinagre, un prudente para la sal, y un loco para revolverla». 157Un usía en Granada murió de ahito, que se cenó en tres noches un huevo frito. 158. — V a m o s á ver, Pepe. L a cosa es bien clara. S u pongamos que tenías diez perras grandes en el b o l sillo, y que cuando llegas á casa te encuentras sin nada. ¿Qué te resta en el bolso? — U n agujero. 3
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59' E l avariento, amigo, es como el puerco, que á ninguno aprovecha hasta que es muerto. 160. —Señorito, he perdido su camisa al lavarla en el río. —Pues ha perdido V. á un tiempo dos cosas: mi camisa única, y un parroquiano. 161. Amigos, no hay amigos; el más amigo la pega. No hay más amigo que Dios y un duro en la faltriquera. 162. — E s soberbiadla invención de los ferrocarriles. —Sí, señor. A ella debo mi fortuna. —¿Es V. ingeniero? ó ¿tiene V. acciones ferroviarias? —No, señor. Un tío rico se desgració en un descarrilamiento. 163. Un zapatero y un sastre y un oficial de barbero son tres personas distintas y ninguno verdadero. 164. E l amor del es como plato en poniéndolo viene el viento
militar de arena; en la calle, y se lo lleva.
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165. — ¿ L e gustó á V. la función del teatro, tío Tiburcio? —i Qué sé y o ! T o d o era hablar entre los cómicos de sus asuntos propios, y como a mí ni me va ni me viene en ellos, no les hice caso. 166. Si el casarse fuera un año. una semanita ó dos... pero ¿por toda la vida? esa no la trago yo. 167. E n mi casa me llaman «calzones rotos», y y o digo: «¡Caramba! ¡ comprarme otros!» 168. Y o no v o y á la iglesia porque estoy cojo; me voy á la taberna poquito á poco. 169. Cuando un hombre quiere á una y esta una no le quiere, es lo mismo que si un calvo se encuentra en la calle un peine. 170. Si la mar fuera de tinta y el cielo fuera papel, no se podría escribir lo falsa que es la mujer. 3*
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171. Y o te quería á ti sola, y tú querías á dos. T ú querías repicar y andar en la procesión.
172. —Abuelito, venimos á felicitarte por tu cumpleaños, y mamá nos ha dicho que si nos das una peseta, no vayamos luego á perderla en el camino. 173E n la tienda del barbero ¿sabe usté lo que se dice? Que el Señor le da pañuelo á quien no tiene narices.
174. A una niña, cuya mamá había cantado una aria en un concierto de beneficencia, teniendo que repetirla con aplauso, la preguntaron al día siguiente unos vecinos: —Di, monina. ¿Qué tal cantó anoche tu mamá? —Muy mal. C o m o que hicieron que repitiese el canto. 175Un estudiante tunante se puso á pintar el sol, y del hambre que tenía pintó un pan de munición.
176. E l demonio son los hombres, según dicen las mujeres. ¡ Cuántas mujeres desean que un demonio se las lleve!
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177Si y o tuviese dinero, te comprara un delantal; pero como no lo tengo, no te lo puedo comprar. 178. —Señorita, la carta tenía doble peso, y tuve que poner otro sello. —Pero no habrá V. cubierto con él alguna palabra de las señas. — P o r eso mismo se me ocurrió pegar el sello sobre el otro. 179. Me casé con una beata, p,or tener algo de Dios. A ella se la llevó el diablo, y á mí poco me faltó. 180. «Item: dejo al señor sochantre cien pesetas, con la condición expresa de que en mis funerales no ha de despegar los labios.» 181. Un escribano y un gato se cayeron en un pozo. C o m o gatos los dos eran, se arañaban uno á otro. 182. A conejo te convido; mañana voy á cazar. Si le tiro y no le mato, te vuelvo á desconvidar.
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que te queria. Én mi vida he soñado mayor mentira. 184. —En adelante, no puedo seguir socorriéndole á V.; me he casado, y tengo ahora que mirar por la casa. —Eso es. Me gusta. De m o d o que V. se ha casado á mi costa. 185. Napoleón subió al cielo pedirle á Dios la España. j , san P e d r o : «¿Quieres que te rompa el alma?» 186. Un viajero relataba sus impresiones de Indias: —¡ Que país! Allí tiene uno criados por docenas. Yo tenía cuatro, encargados sólo de la pipa: uno me la traía, otro la llenaba, otro me la encendía, y el cuarto...fumaba por mí. —Pues todavía le hacía á V. falta un quinto criado... para escupir. 187. La vieja de mi suegra me dió unos cuadros. Cada vez que reñimos, los descolgamos. De esa manera, á cuestas siempre andamos con la escalera.
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188. — ¡ C ó m o ! ¿ N o eres feliz con mi hija? —Si, mucho. L o único que siento es, que cuando pedí su mano, á V. no se le ocurriera echarme por las escaleras abajo. 189. Eres tonto de noche, tonto de día, tonto por la mañana, y al mediodía. Se me olvidaba que también eres tonto de madrugada. 190. Varios periodistas disputaban acerca de su actividad. — Y o , cuando hablé con el nuevo ministro, estaba todavía en la cama. —Pues cuando y o le hablé, estaba áun durmiendo. 191. — E n favor de mi defendido aduciré, que dejó intacta una cartera con mil duros. —Acusado, ¿porqué llora V.? —Porque no guipé la cartera. 192. P o r casar á Irene pronto con Fabio, doña Esperanza de él la dijo en alabanza: «No tiene pelo de tonto». Mas como ya ostenta Fabio gran calva, respondió Irene: «Pelo de tonto no tiene, pero tampoco de sabio».
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193—Maria, ¿porqué le parece á V. que es luna femenino? —Don Patricio, ¡qué guasón! Pues me figuro que será por hermosa. —¡Quiá! Es porque nadie sabe todavia qué edad tiene.
194.
Antes de hacerle la caja á un muerto avaro midieron, y el tuno encogió las piernas para que costase menos. 195—Diga V., reo. ¿Ha tenido V. que ver alguna vez con la justicia? —Sí, señor juez. Actuando de jurado.
196. El mastuerzo de Canuto un hijo tiene estudiante; él dice que es un diamante, y añaden otros: «en bruto».
197. En una barbería.—Maestro, V. me dice que adule á todo parroquiano. P e r o , vamos á ver. ¿Qué le digo ,yo á un calvo? —A ver si quiere que le corte V. el pelo.
198. —Doctor, le estoy agradecidísimo por su consejo. — ¡ H o l a ! ¿ L o ve V.? Esas aguas son excelentes. ¿Cuántas botellas se ha echado V. al cuerpo? —¿Yo? Ninguna. Pero mi tío, varias. Ya sabe V. que le heredo.
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199. Una albarda Nicanor compró al ladino José, y preguntó el vendedor: «Caballero, ¿es para usté?» Y el otro, con mucha fé, le respondió: «Sí, señor».
200. —«Me acuso de que soy tonto», dijo Blas al confesor. —«Por lo que hace á ese pecado,» el padre le respondió, «desde que te vi la cara ya lo barruntaba yo.»
201. Para justicia alcanzar, tres cosas son menester: tenerla, darla á entender, y que te la quieran dar.
202. E n una noche fatal gritó un centinela fiero: «¡Alto! ¿Quién vive?»—«Oficial», contestaron.—«¿Y de cuál regimiento ?»—«Zapatero.»
203. —Sin su hija de V., me es imposible vivir. —Bueno. Pero sepa V. que no puedo darla ni un cristo. —Entonces, no me queda más remedio que morirme.
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204. —Al fin he hallado un gran medio para alejar á los moscones que hacían el oso á mi hija. —¿Se ha echado V. perro mastín? —¡Quiá! Mejor que eso. La he comprado un piano.
205. Moviendo á compás la saya con su atavío completo, á una chula vió un paleto, y la dijo: «Adiós, tocaya». La moza le respondió, puesta en jarras y con sal: «Escuche usté, so costal, ¿me llamo Bárbara yo?»
206. —¿Qué resulta más bajo con cabeza que sin cabeza? —La almohada.
207. Ayer convidé á Torcuato, comió sopas y puchero, media pierna de carnero, dos gazapillos y un pato. Díle vino, y respondió: . «Bebedlo, por vuestra vida, que hasta mitad de comida no acostumbro á beber yo.
208. • Un quinto, en cierta comarca, disminuyendo tres dedos á fuerza de mil enredos, gritó: «No llego á la marca».
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Observólo el regidor, y dijo: «Estírate aún. ¿No has de llegar, si eres un tuno de marca mayor?»
209. «Aquí yace una beata que no habló mal de ninguna. Perdió la lengua en la cuna.»
210. «Aquí yace una soltera, rica, hermosa, forastera, que sordomuda nació.» ¡Si la hubiera hallado y o !
211. Proverbio italiano. — E n casa en que entra poco el sol, entra demasiado el médico.
212. —Pues, amigo mío, eres un solemne borrico. —-Vamos á cuentas. ¿ S o y un borrico por ser tu amigo? ¿O soy tu amigo por borrico?
213. Un comerciante sorprende á un dependiente requebrando á su hija en horas de labor. — ¡ H o m b r e ! Me gusta. ¿Cree V. que y o le pago el salario por hacer ese trabajo? —No, señor. Se lo hago gratis et amore.
214. Dije ayer, viendo á mi suegro: «De encontrarle á usté tan gordo...» Juan me interrumpió: «Está sordo». Y y o proseguí: «Me alegro».
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215. Dos novios fueron á casarse en traje de ciclistas, y el cura les preguntó: «¿Cuál de Vds. es la novia?»
216.
Este dice que aquel miente; aquel, de este habla lo propio. Si uno y otro verdad dicen, dirán mentira uno y otro.
217. —María, ¡vaya una carne que le ha encajado el carnicero! — Y a se lo he dicho y o : «si fuese para mí, no la aceptaría».
218.
«Querida madre: Me parece que pronto acabará la guerra y volveremos á casa, porque los sargentos ya no nos dicen «hijos míos», sino que han vuelto á su manía de llamarnos rinocerontes, hipopótamos, caribes, zopencos, borricos, palurdos y demás lindezas.» 21Q. Un vate de los vulgares dijo ayer muy satisfecho: «De la comedia que he hecho tiré dos mil ejemplares». Entonces, con buenos modos, al coplero contesté: «Pues, hombre, debiera usté haberlos tirado todos».
22o.
Hendí, rompí, derribé, rajé, deshice, rendí, desafié, desmentí, vencí, acuchillé, maté.
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Fui tan bravo, que me alabo en la misma sepultura. Matóme una calentura. ¿Cuál de los dos fué más bravo?
221.
Al dar un ministro audiencia, dice á todo pretendiente: «Ya le tengo á usté presente». Y no miente su excelencia.
222.
—Di, Juanillo, ¿qué es velocidad? —Pues, velocidad es...v. gr. aquella con que uno suelta de las manos un plato muy caliente.
223. Una moza como un trompo á un hombre chato pisó, que á voz en grito exclamó: «Alza, ó el alma te rompo». Y ella, con airosa calma, dijo, sin cambiar matices : «Tiene usté pocas narices para romperme á mi el alma».
224. Un francés entró en una tienda de Londres en que se leía : ici on parle français, y preguntó : —¿Quién de Vds. habla francés? Un dependiente se adelantó, y dijo lo más ufano:
—Je,
sir!
225.
—Justina, me parece que hoy el café es mucho más fuerte que de costumbre. —Señorito, V. dispense. He debido de equivocarme. Y así era, en efecto ; le habia traído el cafe del criado.
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226. Baldado estaba Narciso sufriendo la pena negra, cuando le llegó el aviso del funeral de su suegra. «Siento andar en piés de palo,» contestó con ceño adusto, «si no estuviera tan malo, iría con mucho gusto».
227. Cuatro vestidos tengo; tres no me vienen, porque están en el arca de quien los tiene. 228. A un general español moribundo exhortaba su confesor que perdonase á sus enemigos. —No los tengo. A todos los maté.
229.
A la sombra de un árbol se sientan muchos. Unos toman la sombra y otros el fruto.
230. Si alguien os dice: «¿puedo hablar con V. dos palabritas á solas?», tened la seguridad de que esas palabritas son: «présteme dinero».
231. Echame un cigarro, primo, que yo no tengo tabaco, y hay un perrito que muerde á la puerta del estanco.
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232. Las muchachas de estos tiempos son c o m o las aceitunas: la que parece más verde suele ser la más madura.
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Al fundar una colonia, lo primero que hacen los españoles es construir un presidio, los portugueses una iglesia, los ingleses una taberna, y los franceses un salón de baile.
234. Un asistente se encuentra con otro, y le pregunta qué tal le va en casa de su oficial. —Perfectamente. C o m o que yo le vareo su guerrera y él la mía. E s verdad que yo, puesta, y él no.
235Un borracho se murió, y dejó en el testamento que lo enterrasen en viña para chupar los sarmientos.
236. — E n la casa no entran sino —¡Hombre! rico. Préstame
esa donde me presentaron anoche, ricos, ó personas de talento. ¿De veras? Celebro saber que eres cinco duros.
237. Del carro de los locos todos tiramos, unos con tiros cortos, otros con largos.
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238. El barón Salomón de Rothschild, de Viena, pagó á un simón el precio exacto de la carrera. —Su señor hijo de V. me suele pagar doble y áun triple. —¡Ah! Es que él tiene un padre rico, y yo no. 239El amor y el interés salieron al campo un día, y el interés pudo más que el amor que me tenías. 240. —¿Porqué apareció primero Jesús á las mujeres? —Para que se divulgase cuanto antes su resurrección. 241. Escribistes en la arena y firmastes en el mar; el viento fué tu correo. ¡ Vaya una seguridad!
242. Tengo que hacer un castillo encima de un alfiler, y ha de tener más firmeza que ha tenido tu querer.
Berlin, g e d r u c k t in d e r R e i c h s d r u c k e r e i .
OBRAS
DEL
GRAMÁTICA
DEL
DIALECTOS
CASTELLANOS:
MISMO
CASTELLANO
AUTOR
ANTIGUO.—(Leipzig,
Montañés,
Vizcaíno,
1891). Arago-
nés.—(Berlin, 1892). MARAÑA
DEL
MARAÑA
DEL
IDIOMA.—(Oviedo, DICCIONARIO
DE
1894). LA
ACADEMIA.—(Madrid,
>897)EN LIBRO
DF.
PRENSA
TRADUCCIÓN.
EN P R E P A R A C I Ó N DICCIONARIO
CASTELLANO - ALEMÁN.