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Spanish; Castilian Pages 500 Year 2018
María Álvarez de la Granja / Ernesto González Seoane (eds.) Léxico dialectal y lexicografía en la Iberorromania
L i ngü í st i ca I ber oame rican a V ol . 73 directores: Mario Barra Jover, Université Paris VIII Ignacio Bosque Muñoz, Universidad Complutense de Madrid, Real Academia Española de la Lengua Antonio Briz Gómez, Universitat de València Guiomar Ciapuscio, Universidad de Buenos Aires Concepción Company Company, Universidad Nacional Autónoma de México Steven Dworkin, University of Michigan, Ann Arbor Rolf Eberenz, Université de Lausanne María Teresa Fuentes Morán, Universidad de Salamanca Daniel Jacob, Albert-Ludwigs-Universität, Freiburg im Breisgau Johannes Kabatek, Universität Zürich Eugenio R. Luján, Universidad Complutense de Madrid Ralph Penny, University of London
M a r í a Á l v a r e z d e la Gr anja / E r n e s t o G o n z á l e z S eoane ( eds.)
L éxico d i a l e c t a l y l e x ico g ra fía en la I b e r o r r o man ia
I b e r o a m e r i c a n a · Ve r v u e r t · 2 0 1 8
La publicación de este volumen ha sido posible gracias a las ayudas del grupo Filoloxía e Lingüística Galega (FILGA), financiado por la Xunta de Galicia (Consolidación e estruturación 2017 Grupos de Referencia Competitiva ED431C 2017/34) así como de la Red de Lexicografía RELEX, financiada también por la Xunta de Galicia (Consolidación e estruturación 2016 Redes ED341D R2016/046). Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47). Reservados todos los derechos © Iberoamericana, 2018 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 Fax: +34 91 429 53 97 [email protected] www.iberoamericana-vervuert.es © Vervuert, 2018 Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.iberoamericana-vervuert.es ISBN 978-84-9192-000-7 (Iberoamericana) ISBN 978-3-95487-776-8 (Vervuert) ISBN 978-3-95487-777-5 (ebook) Diseño de la cubierta: Carlos Zamora
ÍNDICE
Introducción. El tratamiento lexicográfico del léxico dialectal (María Álvarez de la Granja y Ernesto González Seoane)..................................................... 9 I. Estudios teórico-metodológicos.................................................................... 23 1. Corrientes teóricas y metodológicas en el estudio del léxico dialectal. Una 25 perspectiva histórica (Carolina Julià Luna)................................................... 2. Tendencias actuales en la investigación del léxico dialectal (Hiroto Ueda y Antonio Ruiz Tinoco).................................................................................... 53 3. La lexicografía dialectal: aspectos teóricos, metodológicos y tipológicos (Alejandro Fajardo)....................................................................................... 77 4. Cuestiones pertinentes e impertinentes a propósito del léxico dialectal en la nomenclatura de los diccionarios generales (Juan Gutiérrez Cuadrado)...... 101 5. Lexicografía diferencial y lexicografía integral (Klaus Zimmermann).......... 121 II. Historiografía de la lexicografía dialectal.................................................. 145 6. Lexicografía dialectal del aragonés (José Luis Aliaga Jiménez).................... 147 7. Lexicografía dialectal del gallego (María Álvarez de la Granja y Ernesto González Seoane).......................................................................................... 163 8. Lexicografía dialectal de las hablas andaluzas (Francisco M. Carriscondo Esquivel)........................................................................................................ 187 9. La lexicografía diferencial canaria: hitos y referencias (Dolores Corbella Díaz)......................................................................................................... 205 10. Lexicografía dialectal de las hablas extremeñas (José Antonio González Salgado)......................................................................................................... 229 11. Lexicografía del español de América (José Carlos Huisa Téllez)................. 247 12. Lexicografía dialectal del portugués de Brasil (Aparecida Negri Isquerdo). 267 13. Lexicografía dialectal del leonés (Janick Le Men Loyer)............................ 291 14. Lexicografía dialectal del catalán (Maria Pilar Perea Sabater)..................... 309 15. La lexicografía dialectal del portugués europeo: formas y contenidos (Isabel Almeida Santos)...................................................................................... 329 16. Lexicografía dialectal del asturiano (Xulio Viejo Fernández)...................... 349
III. El léxico dialectal en los diccionarios generales....................................... 367 17. Dialectalismos en la lexicografía catalana (Germà Colón Domènech)........ 369 18. El léxico dialectal del español de España en los diccionarios generales (Cecilio Garriga Escribano).......................................................................... 389 19. El léxico regional en la lexicografía hispanoamericana (José Carlos Huisa Téllez)............................................................................................................ 413 20. El léxico dialectal brasileño en los diccionarios generales de lengua portuguesa en Brasil: los diccionarios Aurélio y Houaiss (Clotilde de Almeida Azevedo Murakawa)..................................................................................... 439 21. El léxico dialectal en el diccionario de la Real Academia Galega (María Dolores Sánchez Palomino).......................................................................... 459 22. «Dialectal», «provinciano», «regional», «arcaico» y «desusado» en diccionarios del portugués europeo (João Saramago)............................................. 477 Sobre los autores............................................................................................... 493
Introducción. EL TRATAMIENTO LEXICOGRÁFICO DEL LÉXICO DIALECTAL
María Álvarez de la Granja Instituto da Lingua Galega-Universidade de Santiago de Compostela [email protected] Ernesto González Seoane Instituto da Lingua Galega-Universidade de Santiago de Compostela [email protected]
1. El léxico dialectal y la lexicografía Este volumen tiene como objetivo ofrecer una visión global de la presencia y del tratamiento del léxico dialectal en la lexicografía iberorrománica, atendiendo a dos vertientes complementarias: la producción lexicográfica dialectal y los diccionarios generales. En cuanto a la lexicografía dialectal, una revisión del uso que de este término se hace en la historiografía lingüística (cf. por ejemplo Zgusta 1971: 205) permite identificar al menos dos sentidos diferentes. De acuerdo con una primera interpretación, la lexicografía dialectal tendría por objeto la recogida y ordenación en un repertorio lexicográfico del léxico dialectal, es decir, del léxico no estándar propio de una(s) determinada(s) variedad(es) geográfica(s) de una lengua. Por lo general, el léxico (voces y acepciones) compilado en un repertorio de esta naturaleza es seleccionado aplicando un criterio diferencial o contrastivo con respecto a un corpus léxico de referencia de la variedad estándar, normalmente un diccionario académico u otra obra análoga elaborada con criterio normativo. Por regla general también, este tipo de obras ofrece una visión del léxico dialectal orientada por un interés predominantemente etnográfico, y que se refleja tanto en la selección de los informantes (casi siempre NORMs ‘nonmobile, older, rural males’, según la conocida caracterización de Chambers y Trudgill 1980: 29) como en los centros de interés incluidos en los cuestionarios. Esta es la concepción con que se han elaborado tradicionalmente una buena parte de los diccionarios dialectales o regionales de variedades adscritas a dominios lingüísticos que cuentan con una variedad estándar relativamente robusta y homogénea, como por ejemplo una buena parte de los diccionarios dialectales del español, que toman el DRAE como corpus de exclusión (cf. Alvar Ezquerra 1996/1997 o Ahumada Lara
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2007). Cosa bien distinta es que luego muchas de estas obras incluyan voces, como popularismos o vulgarismos, que no pueden considerarse en sentido estricto dialectalismos en la medida en que no presentan una distribución territorial restringida. Una primera dificultad para la aplicación de este modelo la encontramos en el caso de lenguas pluricéntricas, como es el caso del diasistema portugués, en cuyo seno se han desarrollado históricamente dos variedades estándar, la europea y la brasileña (y también dos tradiciones lexicográficas), lo que coloca al lexicógrafo ante el problema de definir su corpus de exclusión y, en última instancia, su concepción de dialectalismo. Una situación también problemática, aunque por motivos diferentes, es la que encontramos en espacios lingüísticos en que por razones diversas no ha existido, al menos durante una parte de su historia, una referencia de carácter normativo capaz de servir de elemento de contraste para la identificación de dialectalismos. En ausencia de este instrumento será el conocimiento, la intuición o la sensibilidad lingüística del lexicógrafo lo que permita identificar y calificar tal o cual forma como dialectal. En una segunda interpretación, la lexicografía dialectal aspiraría a registrar y compilar, con pretensiones de exhaustividad o de integralidad, el léxico de una(s) determinada(s) variedad(es) geográfica(s) de una lengua. En este tipo de diccionarios dialectales, que se han visto beneficiados en los últimos tiempos por el desarrollo de la lexicografía basada en corpus, el objeto del lexicógrafo puede ser, en general, el léxico de la variedad considerada o solo una selección de él (por ejemplo, determinados campos léxicos). En cualquier caso, frente a los diccionarios de tipo contrastivo, que ofrecen una imagen necesariamente parcial del acervo léxico de la variedad estudiada, los diccionarios dialectales de carácter integral aspiran a presentar una visión completa de este. Por esta razón, la obra resultante incluirá tanto léxico estándar como no estándar (incluyendo en este tanto voces específicas o exclusivas de la variedad estudiada como voces comunes a otras variedades, como por ejemplo vulgarismos de uso más o menos general en la lengua). Por otra parte, por lo que se refiere a los diccionarios generales, es un hecho notorio que estas obras suelen acoger en sus páginas no solo palabras de uso común, sino también voces de circulación restringida, entre ellas voces dialectales. En algunas ocasiones, la inclusión de este tipo de elementos no obedece a una decisión deliberada por parte del lexicógrafo, sino simplemente a que «el lexicógrafo no conoce sino aquello que ha aprendido en su entorno inmediato» (Alvar Ezquerra 1996/1997: 80). Esta circunstancia concurre típicamente en situaciones en que la ausencia o precariedad del cultivo escrito obliga al lexicógrafo a adoptar la lengua oral como fuente fundamental del diccionario. No obstante, en otros casos, la inclusión de voces dialectales sí parece responder a «su deseo de presentar las diferencias léxicas que percibía en el contacto con gentes diversas», o bien, más modernamente, a «su deseo de ofrecer todas las variedades de la lengua» (Alvar Ezquerra 1996/1997: 80). En este contexto adquieren relevancia, y a menudo resultan controvertidas, cuestiones como determinar qué volumen de voces dialectales resulta razonable incluir en el diccionario, garantizar una cierta proporcionalidad en lo tocante a la representación de las distintas
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variedades diatópicas de la lengua (de modo que se evite que ciertas áreas geográficas estén sobrerrepresentadas en el diccionario mientras que de otras apenas se ofrecen pocos o incluso ningún registro), adoptar algún criterio medianamente objetivo que guíe la selección de dialectalismos o establecer un repertorio de marcas geográficas que permitan identificar el área de difusión de la palabra en cuestión. 2. Estructura y contenidos del volumen Atendiendo a lo expuesto, el libro está configurado en tres bloques de contenido. El objetivo del primero, «Estudios teórico-metodológicos», es ofrecer un marco general iberorrománico que muestre las corrientes principales en la investigación del léxico dialectal, las características fundamentales y tipología de los diccionarios de variedades diatópicamente restringidas y las tendencias que determinan la selección y el tratamiento en los diccionarios generales de las voces dialectales. Las contribuciones del segundo bloque, «Historiografía de la lexicografía dialectal», abordan la lexicografía dialectal de diferentes variedades iberorrománicas. El objetivo es presentar y situar, desde una perspectiva historiográfica, los principales repertorios de léxico dialectal existentes para las variedades iberorrománicas estudiadas, así como dar a conocer las especificidades de cada tradición lexicográfica (andaluza, aragonesa, asturiana, brasileña, canaria, catalana, extremeña, gallega, hispanoamericana, leonesa y portuguesa). En el tercer bloque, «El léxico dialectal en los diccionarios generales», se analiza el tratamiento, la presencia y los criterios de selección del léxico dialectal recogido en los diccionarios generales de cada una de las lenguas oficiales de la Península Ibérica, así como del portugués de Brasil y del español de América. 2.1. Estudios teórico-metodológicos El primer bloque se abre con la contribución de Carolina Julià Luna que lleva por título «Corrientes teóricas y metodológicas en el estudio del léxico dialectal. Una perspectiva histórica». La autora establece dos grandes etapas en la evolución de los estudios léxicos dialectales, antes y después de la aparición de la geografía lingüística. Tras mostrar las principales características de los estudios realizados hasta finales del xix, Carolina Julià aborda el nuevo período que se abre en ese momento con el nacimiento de la geolingüística. Su análisis se detiene en la definición y caracterización del nuevo método, con especial atención al surgimiento y desarrollo de los atlas lingüísticos; en la explicación del cambio que supone la geografía lingüística con respecto al análisis del léxico, que pasa a convertirse en el foco de atención de los dialectólogos, sobre todo tras la aplicación del método Palabras y cosas; y en la presentación de los avances que supone la geolingüística para la investigación sobre el léxico, especialmente desde la teoría de la motivación lingüística y desde la semántica cognitiva.
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El segundo capítulo, «Tendencias actuales en la investigación del léxico dialectal», elaborado por Hiroto Ueda y Antonio Ruiz Tinoco, complementa el trabajo anterior mostrando los métodos más novedosos en la investigación de la variación léxica, más allá de las aportaciones de la geolingüística. La contribución se centra en los trabajos realizados a partir de los materiales proporcionados por diccionarios de variedades diatópicas y por encuestas interurbanas, a los que se dedican sendos apartados. Los datos recogidos en los diccionarios y en las encuestas son susceptibles de análisis mediante técnicas estadísticas avanzadas (análisis multivariantes), que permiten valorar cuantitativa y cualitativamente la variación léxica y determinar las tendencias que subyacen a ella. Algunos de esos métodos se presentan en el capítulo (cálculo de coocurrencias, que permite hallar los coeficientes de correlación; análisis de clúster; análisis de componentes principales y método de concentración), junto con nuevas posibilidades de presentación de los datos (matriz de distribución y cartografía automática en Internet, ambas usadas en el proyecto VARILEX). El capítulo concluye con una reflexión sobre el carácter complementario de los nuevos métodos en relación con las detalladas descripciones propias de los estudios tradicionales. Las tres contribuciones restantes que conforman el primer bloque sitúan ya el léxico dialectal en el ámbito lexicográfico. La primera de ellas, a cargo de Alejandro Fajardo, lleva por título «La lexicografía dialectal: aspectos teóricos, metodológicos y tipológicos» y tiene por objeto proporcionar una presentación teórica general que sirva de marco a los capítulos que constituyen el segundo bloque temático del volumen, «Historiografía de la lexicografía dialectal». La contribución se abre con una presentación de los principales estudios metalexicográficos que abordan el estudio de la lexicografía dialectal en el ámbito hispánico y de las perspectivas de análisis más frecuentes en tales trabajos. A continuación, Fajardo analiza las diferentes denominaciones utilizadas en los títulos de las obras lexicográficas dialectales del español, y las implicaciones que se esconden tras aquellas; las principales fuentes utilizadas para la confección de los diccionarios y vocabularios dialectales y los criterios de selección del léxico que contienen: diferencia (diccionarios diferenciales), contrastividad (diccionarios contrastivos) y coincidencia (diccionarios de coincidencias). Los apartados siguientes analizan diversos aspectos de la microestructura de estas obras: la presencia de informaciones históricas y etimológicas, la marcación diasistemática, así como las características de las definiciones y la presencia de sinónimos. Finalmente, el autor establece una tipología de obras lexicográficas dialectales en relación con seis criterios: la exclusión o inclusión de léxico estándar; la base documental; la extensión geopolítica; la limitación de registro y estilo; la información diacrónica, y la autonomía editorial. El capítulo de Juan Gutiérrez Cuadrado, «Cuestiones pertinentes e impertinentes a propósito del léxico dialectal en la nomenclatura de los diccionarios generales», ofrece un marco general para el tercer bloque de la obra, dedicado, como ya indicamos, al estudio del léxico dialectal en los diccionarios generales de las lenguas oficiales de la península ibérica, del portugués de Brasil y del español de América.
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Tomando como punto de partida diccionarios de varias lenguas románicas, y especialmente del español, Gutiérrez Cuadrado analiza la relación entre las voces dialectales, los diccionarios generales monolingües y las teorías lingüísticas. El autor diferencia tres períodos en su estudio: desde el siglo xvii hasta el estructuralismo, el estructuralismo y la época actual. Con respecto a los diccionarios contemporáneos, Gutiérrez reflexiona sobre el léxico recogido en los diccionarios generales monolingües en relación con el concepto de lengua estándar (que estas obras pretenden reflejar) y en relación con las palabras «legítimas» e «ilegítimas» que los diccionarios acogen en su nomenclatura. Este marco general le sirve al autor para analizar por un lado las razones que llevan a elaborar obras lexicográficas dialectales y por otro a reflexionar sobre la conveniencia de incluir dialectalismos en los diccionarios generales y sobre la manera más adecuada de marcarlos. El primer bloque temático se cierra con el capítulo de Klaus Zimmermann «Lexicografía diferencial y lexicografía integral», que plantea las implicaciones, utilidades y exigencias metodológicas que se vinculan con cada una de estas dos orientaciones lexicográficas. El autor abre la contribución con un panorama histórico de la lexicografía integral y de la lexicografía diferencial, especialmente en el ámbito hispánico, que incluye una revisión terminológico-conceptual, así como una reflexión sobre el concepto de diccionario como discurso. Zimmermann analiza además las principales razones para elaborar diccionarios diferenciales (diccionarios de reparación y diccionarios de interés específico) y dedica un apartado a ilustrar la relevancia de los diccionarios integrales en tradiciones lexicográficas de otras lenguas, en particular del alemán. Los apartados siguientes del capítulo abordan los supuestos teóricos y las concepciones glotopolíticas que subyacen a cada orientación, las diferentes funcionalidades de los diccionarios diferenciales (obras científicas de interés para los lingüistas) y de los diccionarios integrales (obras de consulta para los hablantes de una variedad), su distinta contribución al registro de la identidad de una comunidad, así como los principios metodológicos que deben presidir la confección de unos y otros y la prioridad metodológica de los diccionarios integrales (que deben estar basados en corpus) sobre los diferenciales (que deben construirse sobre diccionarios integrales). 2.2. Historiografía de la lexicografía dialectal El segundo bloque temático, «Historiografía de la lexicografía dialectal», está conformado por once capítulos que analizan, tal y como ya indicamos, las tradiciones lexicográfico-dialectales del español de América, del portugués de Brasil y de nueve variedades lingüísticas de la península ibérica. Los once capítulos nos muestran las particularidades asociadas a cada tradición, pero al tiempo nos revelan características recurrentes compartidas por varias de ellas. Podemos citar, a modo de ejemplo, la coexistencia de obras lexicográficas que son el resultado de investigaciones científicas y de vocabularios construidos por aficionados como respuesta a su preocupación por la pérdida del léxico patrimonial; la tendencia en los últimos años a elaborar obras
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de carácter recopilatorio, que dan acceso al léxico y a las informaciones asociadas recogidos en obras previas; o la vinculación que frecuentemente se establece entre la lexicografía dialectal y la construcción de una norma culta o entre aquella y los procesos de independencia y formación nacional. José Luis Aliaga aborda la «Lexicografía dialectal del aragonés». El autor nos presenta al comienzo del capítulo las primeras producciones lexicográficas, especialmente las correspondientes al siglo xix y a las primeras décadas del xx, y que están directamente vinculadas con la elaboración del Diccionario de la Real Academia Española. Debe tenerse en cuenta que desde finales de la Edad Media la conciencia del carácter del aragonés como romance autóctono se había disipado, de modo que las producciones que surgen en ese marco se interpretan como anexos regionales de la lexicografía española. A partir del nacimiento de la dialectología científica en España, especialmente de la mano de Menéndez Pidal, comienza la lexicografía dialectal aragonesa propiamente dicha que, con todo, muestra una clara dependencia con respecto al castellano. El autor nos presenta las características de las producciones más relevantes para cada zona dialectal del aragonés, desde las obras de comienzos del siglo xx hasta las recientemente publicadas. Con todo, desde 1975 surge una nueva lexicografía aragonesa que procura la autonomía lingüística y lexicográfica con respecto al español, y cuyas características y repertorios principales nos muestra Aliaga en el siguiente apartado, tanto aquellos que se presentan como aproximaciones al aragonés estándar como aquellos otros que, recogiendo el léxico de un habla en particular, se ofrecen también como contribuciones a la construcción de una variedad común. En el capítulo «Lexicografía dialectal del gallego», elaborado por María Álvarez de la Granja y Ernesto González Seoane, los autores presentan en primer lugar los trabajos del siglo xviii que se pueden considerar precursores de la lexicografía dialectal del gallego, especialmente los de Martín Sarmiento y Juan Sobreira, y a continuación analizan la presencia de informaciones dialectales en los diccionarios generales del siglo xix. La lexicografía dialectal propiamente dicha nace en el marco de la corriente metodológica Palabras y cosas en las primeras décadas del siglo xx, etapa a la que se dedica el siguiente capítulo, y se desarrolla en la segunda mitad del siglo xx. En el apartado correspondiente, se establece una periodización interna, distinguiendo entre dos períodos: por un lado, los años sesenta y sesenta, caracterizados por la elaboración de un gran número de vocabularios dialectales de carácter académico, vocabularios muy vinculados a la elaboración de atlas lingüísticos y de organización mayoritariamente onomasiológica; por otro lado, los años ochenta y noventa, donde la producción de lexicografía dialectal desciende considerablemente. El siguiente período corresponde al siglo xxi, y en él se pueden encontrar numerosos trabajos que nacen fuera del ámbito académico y que son frecuentemente el resultado de la preocupación por la pérdida del léxico dialectal. El trabajo se cierra con la presentación de las características fundamentales y los retos futuros del Tesouro do léxico patrimonial galego e portugués, un recurso on line que permite el acceso a buena parte de la producción lexicográfica dialectal sobre el gallego.
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En «La lexicografía de las hablas andaluzas», de Francisco M. Carriscondo Esquivel, el autor nos ofrece en primer lugar la nómina y caracterización de los principales repertorios lexicográficos sobre las hablas andaluzas organizados tipológicamente: obras de inventario heterogéneo, que recogen léxico estándar y no estándar, y obras de inventario homogéneo, que solo incluyen léxico no estándar y que a su vez se dividen en obras autónomas y obras no autónomas (glosarios «ocultos», glosarios de monografías dialectales, etc.). A continuación Carriscondo presenta cinco parámetros de análisis que considera imprescindibles para conocer la producción lexicográfica de las hablas andaluzas: su funcionalidad, sus fuentes, la utilización del criterio diferencial en la selección del vocabulario, los criterios empleados en el proceso de lematización y las características de la nomenclatura, con frecuentes confusiones entre andalucismos y vulgarismos y andalucismos y léxico marginal. El trabajo finaliza con la propuesta de dos retos (y necesidades) en la lexicografía de las hablas andaluzas: la creación de una base de datos de acceso libre en internet que recoja toda la información recopilada hasta ahora y la elaboración colegiada de un diccionario de las hablas andaluzas, sincrónico y diferencial. Dolores Corbella Díaz es la autora de la siguiente contribución: «La lexicografía diferencial canaria: hitos y referencias». La autora abre el capítulo con una presentación de las principales características de la producción lexicográfica del español de Canarias, que es esencialmente diferencial, así como de los trazos propios del léxico insular. A continuación, Corbella analiza las características de las obras más relevantes de la lexicografía canaria y comienza este recorrido con el Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias, de José Viera y Clavijo, concluido en 1799. Con todo, el primer diccionario diferencial canario corresponde al siglo xix y a él, y al resto de la producción diccionarística de este siglo sobre el léxico del archipiélago, dedica la autora el siguiente apartado del trabajo. A continuación, Corbella se detiene en los vocabularios surgidos a finales del xix y sobre todo en la primera mitad del siglo xx, cuya elaboración debe vincularse directamente con la literatura costumbrista de la época. El trabajo finaliza con la presentación del Tesoro lexicográfico del español de Canarias, que recopila el léxico canario incluido en obras lexicográficas previas, algunas inéditas, en atlas lingüísticos y en otras fuentes; así como de tres diccionarios sincrónicos de las hablas canarias y de un diccionario histórico, todos ellos de amplitud general: el Diccionario de canarismos, el Diccionario diferencial del español de Canarias, el Diccionario ejemplificado de canarismos y el Diccionario histórico del español de Canarias. A continuación encontramos el trabajo de José Antonio González Salgado que lleva por título «Lexicografía de las hablas extremeñas». El autor señala las dificultades de establecer una periodización en la tradición lexicográfica de las hablas extremeñas, tradición que nace en el siglo xx, y por ello organiza su trabajo de acuerdo con un criterio de carácter tipológico. En primer lugar presenta y caracteriza los tres repertorios lexicográficos de alcance general existentes en la actualidad y a continuación analiza los diccionarios locales y comarcales, que clasifica en función de la existencia o no
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de una restricción temática en la selección del lemario que constituye la macroestructura. De acuerdo con lo que indica González Salgado, los diccionarios locales son en esencia producciones muy recientes y entre ellos cabe distinguir entre los elaborados en ámbitos académicos, con técnicas lexicográficas modernas, y los construidos por aficionados movidos por el deseo de recuperar el léxico propio del lugar. El tercer grupo establecido por el autor corresponde a los vocabularios no autónomos, contenidos en monografías o en otro tipo de estudios. El trabajo finaliza con una presentación del Tesoro léxico de Extremadura, elaborado por el propio González Salgado, que reúne el repertorio léxico recogido en las obras publicadas previamente siempre que estas se hubiesen construido con base en trabajo de campo. El capítulo de José Carlos Huisa Téllez, «Lexicografía del español de América», tiene por objetivo ofrecer una visión necesariamente general de la historia de esta lexicografía, y a tal fin organiza la contribución de acuerdo con un criterio cronológico. El autor abre el capítulo con la que denomina «prehistoria» de esta lexicografía, que se inicia en el siglo xvi, y en ella sitúa tanto las primeras glosas enciclopédicas, que nacen con el objetivo de explicar los indigenismos y exotismos, como los diccionarios de las lenguas indígenas elaborados por los misioneros y que tienen como finalidad principal traducir a las lenguas indígenas el léxico español vinculado con la cristiandad. De acuerdo con Huisa, la lexicografía hispanoamericana propiamente dicha nace en el siglo xix: el autor dedica los dos siguientes apartados a los diccionarios de provincialismos, que surgen a comienzos de este siglo de la mano de Esteban Pichardo a la luz del enciclopedismo y que se desarrollan a lo largo del siglo en directa relación tanto con los procesos de independencia y formación nacional de los nuevos países americanos, como con el diccionario académico español. La lexicografía de las primeras décadas del siglo xx, a la que se dedica el siguiente apartado, sigue la estela de la anterior, aunque es de destacar la aparición de los primeros diccionarios generales de americanismos. La renovación tan solo se produce a partir de los años setenta con el proyecto de Augsburgo «Diccionarios contrastivos del español de América» y con el diccionario integral de Lara sobre el español de México, con los que Huisa conforma el último período de la historia de la lexicografía hispanoamericana. Aparecida Negri Isquerdo aborda la «Lexicografía dialectal del portugués de Brasil». En la primera parte del trabajo, la autora presenta un panorama de las principales obras lexicográficas de carácter dialectal sobre el portugués de Brasil. El apartado inicial nos muestra el surgimiento en el siglo xix, y en un marco político de fortalecimiento de la identidad nacional, de los primeros diccionarios brasileños, cuyo objetivo principal era mostrar la existencia de una variedad del portugués de ultramar diferenciada del portugués europeo a través del registro de voces que no figuraban en las obras lexicográficas portuguesas producidas hasta ese momento. Como segundo apartado de esta primera parte, la autora presenta y analiza los principales vocabularios propiamente dialectales publicados desde finales del xix y en el siglo xx, entre los cuales se encuentran tanto obras elaboradas por curiosos de la lengua como, en menor medida, trabajos que son el resultado de investigaciones científicas. Estos últimos son
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analizados detalladamente en el capítulo. En la segunda parte de la contribución, Isquerdo, tras reflexionar sobre los conceptos de brasileñismo, regionalismo, léxico regional y léxico dialectal, así como sobre diccionarios dialectales y regionales, analiza el Dicionário dialetal do Brasil, una obra en fase de elaboración construida sobre los materiales del Atlas Linguístico do Brasil y que ha dado pie a la elaboración de otros vocabularios dialectales que también se comentan en la contribución. El octavo capítulo de este bloque, escrito por Janick Le Men Loyer, lleva por título «Lexicografía dialectal del leonés» y en él la autora analiza la producción lexicográfica que recoge el vocabulario característico de las provincias de León, Zamora y Salamanca. Frente al criterio cronológico utilizado en la mayor parte de las contribuciones que acabamos de presentar, Le Men emplea para estructurar su capítulo un primer criterio de carácter geográfico, ofreciendo un apartado específico para cada una de las tres provincias señaladas. Dentro de cada apartado, la autora selecciona y comenta, ordenadas cronológicamente, las principales obras lexicográficas existentes sobre el leonés (medieval, moderno o contemporáneo), desde los primeros trabajos publicados en su gran mayoría a comienzos del siglo xx, gracias sobre todo al impulso de Menéndez Pidal, hasta los trabajos más recientes, muchos de ellos tesis doctorales realizadas a partir de trabajos de campo. Entre las obras citadas se incluyen varias que tienen por objetivo recoger y ordenar la información que aparece dispersa en publicaciones anteriores, entre las que cabe destacar el libro Léxico del leonés actual, elaborado por la autora de la contribución. El bloque continúa con el capítulo de Maria Pilar Perea Sabater «Lexicografía dialectal del catalán». La autora parte de los primeros trabajos, elaborados entre los siglos xv y xvii, que, sin poder considerarse diccionarios dialectales, ofrecen interesante información sobre la variación diatópica del catalán. A continuación, Perea analiza la producción del siglo xviii, que proporciona datos de interés sobre las variedades valencianas y mallorquinas. Pero, de acuerdo con la autora, solo en el siglo xix se puede hablar de lexicografía dialectal propiamente dicha y a la producción de este siglo dedica el siguiente apartado, que se organiza de acuerdo con un criterio geográfico: el principado de Cataluña, Valencia, las Islas Baleares, el Rosellón y el Alguer. A continuación la autora expone las características principales del Diccionari català-valencià-balear, obra emblemática que Antoni Alcover concibió a finales del xix y que supone, por varios motivos, un hito en la lexicografía catalana: utilización de encuestas como fuente de información, empleo de colaboradores en diferentes zonas geográficas, inclusión de datos orales y escritos, introducción de información lexicográfica de muy diferente tipo, etc. En cuanto a la producción posterior, la autora analiza la presencia de información dialectal en algunos diccionarios generales de los siglos xx y xxi y caracteriza las obras de lexicografía dialectal de este período, en buena parte de las cuales se percibe la preocupación por la desaparición del patrimonio léxico dialectal del catalán. La siguiente contribución, de Isabel Almeida Santos, lleva por título «La lexicografía dialectal del portugués europeo: formas y contenidos». La autora inicia el
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capítulo con una revisión de los primeros testimonios de gramáticos portugueses que reconocen la variación interna de la lengua. La conciencia al respecto de la existencia de estas variantes dio lugar, ya en el siglo xvi, a la aparición de glosarios de formas léxicas «desviantes», formas léxicas que sirven como contrapunto a la constitución de una norma culta de la que tales palabras quedan excluidas. A continuación la autora analiza el tratamiento dado a tales formas, y particularmente a las voces dialectales, en los principales diccionarios portugueses de los siglos xviii y xix, pues el hecho de que estos se erijan como instrumentos normalizadores no es óbice para la inclusión en ellos, por su valor patrimonial, de voces «marginales». En el siguiente apartado, Santos establece la relación existente entre el desarrollo de la dialectología científica, que en Portugal surge a finales del siglo xix de la mano de Leite de Vasconcelos, y el nacimiento de la lexicografía dialectal portuguesa propiamente dicha. La autora analiza los trabajos del citado autor y los impulsados por él (especialmente a través de la Revista Lusitana). A continuación, Santos presenta el Inquérito Linguístico Boléo, dirigido por Manuel de Paiva Boléo, y los trabajos léxicos que surgieron a partir de las encuestas realizadas en este proyecto, así como los elaborados por Lindley Cintra o gracias a su impulso. El análisis se cierra con una presentación del proyecto Tesouro do léxico patrimonial galego e portugués y de su relevancia para la lexicografía dialectal del portugués europeo. El bloque temático finaliza con el capítulo de Xulio Viejo Fernández, «Lexicografía dialectal del asturiano». Al comienzo de su contribución, el autor presenta los orígenes de la lexicografía asturiana, ofreciendo una caracterización de los trabajos de mayor relevancia para el conocimiento del léxico asturiano y de sus variantes, elaborados entre el siglo xvi y el xix. El segundo período abarca la primera mitad del siglo xx. Xulio Viejo nos muestra que los trabajos lexicográficos producidos en esta época se desarrollan en torno a tres líneas: continuación de la tradición anterior, basada en textos escritos y literarios; estudios de corte pidaliano, basados en trabajos de campo, y finalmente obras desarrolladas en el marco de la corriente Palabras y cosas. La siguiente etapa corresponde a la segunda mitad del siglo xx y a la época actual, y se caracteriza por la presencia de dos tipos de obras: vocabularios incluidos en monografías generales de carácter dialectal y vocabularios independientes elaborados sobre todo en las últimas décadas. El trabajo finaliza con una presentación de diferentes proyectos y obras publicadas cuyo objetivo es ofrecer información translectal sobre las diferentes variantes locales del asturiano. 2.3. El léxico dialectal en los diccionarios generales El tercer bloque temático, como ya adelantamos, aborda el tratamiento de las voces dialectales en los diccionarios generales de las lenguas oficiales de la Península Ibérica, del español de América y del portugués de Brasil. Algunos capítulos tienen un carácter más historiográfico, mientras que otros se centran en la lexicografía actual, pero en uno y otro caso el tema estudiado ilustra a las claras la necesidad de considerar
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los diccionarios como discursos (vid. la contribución de Zimmermann en este volumen) y la conveniencia de llevar a cabo su análisis en el marco sociocultural, político, científico e ideológico en el que se elaboran. El bloque se abre con la contribución de Germà Colón Domènech «Dialectalismos en la lexicografía catalana». El autor comienza su recorrido en la Edad Media, donde algunos glosarios, rimarios y gramáticas nos ofrecen muestras de voces dialectales catalanas en los equivalentes, lemas o explicaciones, según los casos. A continuación Colón aborda el Liber Elegantiarum de 1489, un diccionario catalán-latín escrito por Joan Esteve cuya nomenclatura pertenece a la variedad valenciana. Manteniéndose en el Renacimiento, el autor se detiene en el análisis de las Regles d’esquivar vocables, obra que recoge alrededor de trescientas formas consideradas incorrectas y que muestra un claro rechazo a lo considerado dialectal, y a continuación presenta varias obras lexicográficas publicadas entre el siglo xvi y el xviii relevantes desde el punto de vista diatópico. Pero es a partir del siglo xix cuando la lexicografía catalana alcanza su máximo esplendor. Colón analiza algunas de las obras más destacadas organizadas geográficamente: el Principado, Valencia y las Islas Baleares. El trabajo finaliza con el estudio de tres diccionarios del siglo xx: el Diccionari català-valencià-balear de Alcover-Moll, el Diccionari general de la llengua catalana de Pompeu Fabra y el Diccionari del Institut d’Estudis Catalans en sus dos ediciones. Cecilio Garriga es el responsable del capítulo «El léxico dialectal del español de España en los diccionarios generales». El autor, tras presentar un panorama general de los estudios realizados sobre el tema, que esencialmente se centran en los diccionarios académicos, aborda la presencia y el tratamiento de voces dialectales en cuatro obras: el Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española (2014), el Diccionario de uso del español de María Moliner (en la edición de 1966-1967 y en la actualización de 2007), el Diccionario del español actual de Manuel Seco et al. (1999) y el Clave. Diccionario de uso del español actual (2012). En los cuatro casos, el autor analiza la información que figura en las páginas introductorias sobre el tratamiento de las voces dialectales, el sistema empleado en su marcación, así como su mayor o menor presencia en las obras estudiadas, teniendo en cuenta a este respecto su distribución territorial. Al tiempo, Garriga establece comparativas entre diferentes ediciones de una misma obra así como entre el diccionario académico y los restantes. El autor presenta a continuación una serie de diccionarios que no ofrecen información sobre los usos del español de España y concluye con la necesidad de establecer vínculos colaborativos entre la lexicografía y la dialectología para lograr un tratamiento más adecuado de las voces dialectales en los diccionarios generales. El tratamiento de tales voces en los diccionarios del español de América es analizado por José Carlos Huisa en el siguiente capítulo, «El léxico regional en la lexicografía hispanoamericana». Tras una introducción en la que se formulan algunas cuestiones teórico-conceptuales y metodológicas relevantes para la comprensión de lo expuesto y en la que se explica la periodización establecida, Huisa ofrece el análisis de una selección de diccionarios correspondientes a cuatro etapas de la lexicografía hispanoamericana.
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En todos los casos se presentan, se estudian y se ilustran tanto los criterios de selección de las formas con restricción diatópica dentro de la variedad general descrita como su tratamiento lexicográfico. En la primera etapa se analizan desde esta perspectiva las dos primeras producciones diccionarísticas más relevantes del español de América: el Vocabulario de las voces provinciales de América de Antonio de Alcedo, elaborado a finales del siglo xviii, y el Diccionario de provincialismos cubanos (1836) de Esteban Pichardo; en la segunda se estudia la lexicografía de provincialismos, a través de una muestra de dos obras representativas; a continuación, los diccionarios generales de americanismos de la primera mitad del siglo xx y, por último, las obras de nuevo cuño, tanto las diferencial-contrastivas del proyecto de Augsburgo como las integrales. En el siguiente capítulo, «El léxico dialectal brasileño en los diccionarios generales de lengua portuguesa en Brasil: los diccionarios Aurélio y Houaiss», escrito por Clotilde de A. Azevedo Murakawa, la autora, tras mostrar la antigüedad de la marcación dialectal (concretamente la referida a Brasil) en la lexicografía del portugués, dibuja un panorama de la lexicografía brasileña de los siglos xix y xx centrada en los brasileñismos. Las obras analizadas se constituyeron en fuentes fundamentales para la elaboración de los diccionarios que se recogen en el título de la contribución, y de ellas la autora seleccionó más de trescientas palabras, con especial atención a aquellas que adquirieron significados propios en determinadas zonas dialectales de Brasil. Tras presentar e ilustrar las diferentes marcas diatópicas que utilizan los diccionarios Aurélio y Houaiss en la marcación de entradas y acepciones, Murakawa estudia y contrasta la presencia y el tratamiento en ambos diccionarios de las voces seleccionadas y concluye que aproximadamente un 70 % de ellas figura en los dos diccionarios generales objeto de consulta. La siguiente contribución, a cargo de María Dolores Sánchez Palomino, se centra en la lengua gallega: «El léxico dialectal en el diccionario de la Real Academia Galega». En el primer apartado, la autora muestra las características generales del diccionario analizado (en adelante DRAG), una pieza fundamental en el proceso de estandarización del gallego, así como los criterios de los que parte para la selección de su nomenclatura en lo que tiene que ver con la variación dialectal. En el segundo apartado, Sánchez Palomino estudia el tratamiento de los dialectalismos en el DRAG. Tras presentar brevemente la variación fónica y morfológica, la autora centra su estudio en el léxico dialectal. En primer lugar ofrece algunas muestras de la escasa información diatópica que ofrece el diccionario (información que nunca se presenta en forma de marca, sino a través de observaciones, definiciones o ejemplos) y a continuación analiza el tratamiento dispensado en la obra a las voces o acepciones diatópicamente restringidas, puesto que estas, aunque no se identifiquen como tales, son muy abundantes en el DRAG. A tal fin la autora muestra los diferentes criterios utilizados en el diccionario a la hora de tratar el léxico y la fraseología dialectal (empleo de remisiones, definiciones sinonímicas o definiciones perifrásticas). El capítulo finaliza con la reflexión de Sánchez Palomino sobre las consecuencias que tiene el diferente tratamiento lexicográfico para las variantes o sinónimos dialectales: desdialectalización vs. refuerzo de su carácter dialectal.
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El bloque y el libro se cierran con la contribución «Dialectal, provinciano, regional, arcaico y desusado en diccionarios del portugués europeo», de la autoría de João Saramago. En ella el autor analiza la presencia y el tratamiento dado a veintiocho voces extraídas del Supplemento al Vocabulário portuguez e latino de Rafael Bluteau (1712-1728) en cuatro diccionarios generales del portugués: el Nôvo Diccionário da Língua Portuguêsa de Cândido de Figueiredo (1899), el Grande dicionário da língua portuguesa de António de Morais Silva (1949-1959), en su 10.ª edición, el Dicionário da língua portuguesa contemporânea de la Academia das Ciências de Lisboa (2001) y el Dicionário Editora da Língua Portuguesa (2015). Con el objetivo de comprobar la pervivencia y distribución geográfica en épocas posteriores al siglo xviii de esas voces, que Bluteau considera propias de las comarcas del Miño y de las Beiras, Saramago también analiza los comentarios que sobre ellas hace Leite de Vasconcelos en un artículo publicado en 1886 sobre el vocabulario del Supplemento y estudia su presencia en el material léxico recogido en el último cuarto del siglo xx para el Atlas Linguístico-Etnográfico de Portugal e da Galiza. Confiamos en que el conjunto de contribuciones reunidas en este volumen permitirá ofrecer una visión panorámica y un balance crítico acerca del tratamiento otorgado al léxico dialectal en las diferentes tradiciones lexicográficas desarrolladas en el seno de la Iberorromania. Al tiempo, aspiramos también a ofrecer al lector elementos de reflexión sobre aspectos metodológicos e ideológicos implícitos en las diferentes orientaciones que se han ido sucediendo en el tratamiento lexicográfico del vocabulario dialectal, así como a presentar algunas de las propuestas y proyectos que aspiran a renovar los métodos de trabajo propios de la lexicografía tradicional. Finalmente, no querríamos poner punto final a este capítulo introductorio sin dejar constancia de nuestro agradecimiento a las personas que, con gran generosidad y no poca paciencia, han hecho posible con sus trabajos que este libro sea una realidad. De una manera especial querríamos manifestar también nuestra gratitud y reconocimiento al profesor Reinhold Werner, a quien la muerte impidió culminar el capítulo sobre el léxico dialectal en los diccionarios generales del español elaborados en América, del que había aceptado encargarse. A todos ellos, gracias. Referencias bibliográficas Ahumada Lara, Ignacio (2007): «Panorama de la lexicografía regional del español», Káñina. Revista de Artes y Letras de la Universidad de Costa Rica 31 (1), 101-115. Alvar Ezquerra, Manuel (1996/1997): «Lexicografía dialectal», Estudios de Lingüística de la Universidad de Alicante 11, 79-108. Chambers, Jack K. / Peter Trudgill (1980): Dialectology. Cambridge: Cambridge University Press. Zgusta, Ladislav (1971): Manual of lexicography. The Hague, Paris: de Gruyter.
I. Estudios teórico-metodológicos
1. CORRIENTES TEÓRICAS Y METODOLÓGICAS EN EL ESTUDIO DEL LÉXICO DIALECTAL. UNA PERSPECTIVA HISTÓRICA
Carolina Julià Luna Universitat Autònoma de Barcelona [email protected]
►► Resumen
El objetivo principal de este capítulo es presentar la evolución histórica de las distintas corrientes teóricas y metodológicas en la investigación del léxico dialectal iberorrománico. El capítulo se divide en dos grandes bloques y para esta división se toma en cuenta el surgimiento de la geografía lingüística por considerarse un punto de inflexión determinante en la evolución de los estudios léxicos diatópicos. En el primer apartado se describen los métodos y perspectivas de estudio de la variación dialectal que se empleaban hasta finales del siglo xix, momento previo al surgimiento de la geografía lingüística. En el segundo apartado se describe y caracteriza la geolingüística como método de investigación dialectal, se detallan los cambios que supuso el surgimiento de esta metodología en lingüística, en general, y en el estudio del léxico en Europa y España, en particular; y, finalmente, se recogen algunas de las aportaciones de la geolingüística a los estudios léxicos desde distintas perspectivas de investigación. ►► Palabras clave Geografía lingüística, atlas, léxico, lenguas románicas, dialectos, variación.
Theoretical and methodological trends in the study of dialectal lexicon. An historical perspective ►► Abstract
The aim of this chapter is to present the historical evolution of the different streams of theoretical and methodological research on Ibero-Romance dialectal lexicon. The chapter is divided into two parts and this division is motivated by the emergence of Linguistic Geography, which can be regarded as a decisive turning point in the evolution of diatopic lexical studies. The first section describes the methods and perspectives of study in dialectal variation that were used until the end of the nineteenth century, before the emergence of Linguistic Geography. The second section, on the one hand, refers to and characterizes geolinguistics as a method of dialectal research; on the other hand, it describes the changes that marked the emergence of this methodology in linguistics in general, and in the study of the lexicon in Europe and Spain in particular; finally, it collects some of the contributions of the lexical geolinguistics studies from different perspectives and research methods. ►► Keywords Linguistic geography, atlas, lexicon, Romance languages, dialects, variation.
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1. Introducción En las investigaciones dialectales, cuyo objeto de estudio es la variación diatópica de la lengua, la representación de los datos lingüísticos en mapas geográficos supuso, a finales del siglo xix, una revolución metodológica que generó nuevas formas de recopilación de datos y nuevas posibilidades de análisis lingüísticos. La aplicación de estos nuevos procedimientos al estudio de la lengua se considera el principio de la historia de la dialectología como disciplina científica. Además, el surgimiento de la geografía lingüística fue un punto de inflexión en la investigación de la variación léxica a nivel diatópico y diacrónico. Antoine Meillet llegó a afirmar en 1929 que «il n’y a pas d’histoire de la langue sans une dialectologie et surtout sans une géographie linguistique complète et bien établie» (apud Pop 1950: ix). Por ello, se tomará la creación de este método como base para la división del presente capítulo en dos grandes bloques. En el primero se hará referencia a la situación de los estudios léxico-dialectales antes de la geolingüística, y en el segundo a las investigaciones y procesos de investigación léxica posteriores al surgimiento de esta metodología, ya que es el momento a partir del que emergen nuevas perspectivas de investigación del léxico dialectal (el método Wörter und Sachen, el examen estructural de la variación léxica, el estudio de la motivación léxica, el estudio cognitivo de la variación geoléxica). Por cuestiones de espacio, el capítulo se centra exclusivamente en datos de los estudios europeos más relevantes —y no se trata la investigación del léxico dialectal en Latinoamérica—, tanto desde el punto de vista del surgimiento del método como desde el punto de vista de la evolución del estudio del léxico dialectal. 2. El estudio de la variación dialectal antes de la geografía lingüística: métodos y perspectivas Hasta finales del siglo xix, tanto el análisis del léxico, en general, como del léxico dialectal, en particular, se había concebido básicamente como una interpretación etimológica, semántica y contrastiva del origen, el uso y la distribución de las variantes, lo que generaba estudios básicamente descriptivos1: Antes de que la lingüística se constituyera como disciplina científica, el estudio del léxico se ocupaba fundamentalmente del origen de las palabras y de cómo surgen nuevas palabras y nuevos significados en la historia de las lenguas: en el siglo xix la lexicología constituía una aproximación diacrónica a la etimología, el cambio léxico y el cambio semántico (De Miguel 2016: 174).
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Para más información sobre la historia de la lexicología, véase De Miguel (2016).
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Fruto de la revolución teórica y metodológica que se produjo a finales del siglo xix en la lingüística —y que generó que se concibiera como una ciencia más— los estudios sobre el léxico de las lenguas se modificaron radicalmente. Desde finales del siglo xviii los dialectos empiezan a ser objeto de atención constante de los lingüistas (Pop 1950: xxiii). Los métodos empleados en la investigación dialectal previa al surgimiento de la geolingüística2 no han sido analizados en profundidad. Según datos de Iordan (1967: 253), parece que el estudio de las hablas populares se basó en técnicas muy heterogéneas y de carácter bastante subjetivo, tanto por lo que respecta al método de recogida de datos como a la selección e interpretación de estos. En palabras de García Mouton (2007: 332), cada dialectólogo utilizaba el método que consideraba más eficaz para recoger materiales sobre el habla o las hablas que estudiaba: lo importante eran los datos y su elaboración, hasta el punto de que en muchos casos las publicaciones no daban demasiada información sobre los aspectos metodológicos.
En lo que respecta a la obtención de los materiales de estudio, debe tenerse en cuenta que en muchos casos se estudiaba la variación únicamente a partir de documentos escritos, lo que limitaba la interpretación a lo que se leía en los textos y, por ello, los trabajos quedaban incompletos. En la dialectología italiana, por ejemplo, es en 1853, con el estudio de Bernardino Biondelli Saggi sui dialetti gallo-italici, cuando la descripción de los dialectos se realiza por primera vez mediante textos dialectales recogidos por el propio investigador (Pop 1950: 480). Este tipo de estudios empieza a ser muy frecuente a partir de la segunda mitad del siglo xix. El método de obtención de datos podía ser o bien presencial, esto es, el investigador se trasladaba al lugar de interés para recoger la información en persona, o bien por correspondencia postal. Esta recopilación de los datos dialectales podía ser más o menos sistemática. Según Iordan, muchos trabajos carecían de sistematicidad, pues el lingüista se desplazaba al punto geográfico que quería estudiar y anotaba lo que le parecía más interesante de una variedad dialectal: El procedimiento que aplicaban quienes querían investigar un habla popular era habitualmente el siguiente: visitaban una o más localidades de la región previamente elegida y anotaban, durante las conversaciones sostenidas con los habitantes, las particularidades lingüísticas que les parecían más interesantes (Iordan 1967: 253).
Antes del surgimiento de la geolingüística empezó a ser más recurrente el uso de encuestas y cuestionarios lingüísticos para el análisis de la variación dialectal, métodos que generarán trabajos mucho más sistemáticos y rigurosos científicamen2 En la introducción de Pop (1950: xxiii-lv) se puede leer una completa presentación histórica del desarrollo de la dialectología.
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te. Entre las primeras obras mencionadas por Pop (1950: xxii-xxiii) que usan la encuesta se halla el estudio del alemán J. A. Schmeller (Die Mundarten Bayerns, 1821) sobre las características del habla de Baviera. En lo que respecta al objeto de interés lingüístico en los estudios dialectales también debe señalarse que existían limitaciones y variaciones en función del investigador. Según Iordan, en general, se solía prestar mayor atención a la fonética que al léxico, la morfología o la sintaxis: «prestaban gran atención a los sonidos, seguía luego su interés hacia las formas gramaticales, muy raramente se aplicaban a las construcciones sintácticas y el vocabulario apenas si era tenido en cuenta» (Iordan 1967: 253). La predilección por el análisis de los rasgos fonético-fonológicos, como se comentará más adelante en el apartado 3.2, surgía, muy posiblemente, del valor que adquirió la fonética en la lingüística del siglo xix. 3. El estudio del léxico dialectal a partir del surgimiento de la geografía lingüística En este segundo bloque se presenta la evolución del estudio del léxico a partir del nacimiento de la geolingüística: se define y caracteriza esta metodología dialectal (3.1), se da cuenta del cambio que supone la aplicación de este método de investigación en el estudio de la variación léxica (3.2) y se muestran los resultados que se han obtenido al enfocar el examen del léxico desde distintas perspectivas teóricas (3.3). 3.1. La geografía lingüística: definición y características La geografía lingüística —también denominada geolingüística, geografía dialectal (Walters 1990-1992), dialectología regional (Davis 1983), entre otros nombres— nace a finales del siglo xix como el primer método de investigación empírico del que se sirve la dialectología para el estudio de la variación diatópica. Se trata de una metodología de estudio basada en la recopilación de materiales dialectales y en su plasmación en mapas geográficos como el que se incluye en la Figura 1. A partir de la compilación de un conjunto de mapas como el anterior surge también el concepto de atlas lingüístico. El atlas constituye el resultado casi final del desarrollo del método geolingüístico y debe concebirse como una herramienta —o, en palabras de García Mouton (2016: 31), «un archivo a disposición de todos»— que, a modo de diccionario o corpus lingüístico, atesora un importante número de datos lingüísticos dispuestos en el eje diacrónico-lingüístico que están listos para ser interpretados. Desde su origen, la idea del atlas lingüístico y el método geolingüístico se ha ido modificando debido a los cambios que han afectado a la sociedad, a las variedades lingüísticas y a los intereses de la dialectología. Desde el atlas de Wenker (véase el apartado 3.3.1) hasta la publicación de atlas como el ADiM (Atlas
Figura 1. ALEANR (Atlas Lingüístico y Etnográfico de Aragón, Navarra y Rioja, mapa 991 ‘padrastro(s) del dedo’, volumen VII)
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Dialectal de Madrid), el ALeCMan (Atlas Lingüístico y etnográfico de Castilla-La Mancha) o la edición electrónica del ALPI (Atlas Lingüístico de la Península Ibérica), se han modificado, entre otros aspectos, el proceso de recogida de datos, la dimensión del territorio investigado, el proceso de cartografiado e interpretación de las formas, la representación de las informaciones, el foco de interés y muchos otros aspectos (Julià 2014). En el procedimiento habitual de desarrollo de cualquier atlas tradicional pueden distinguirse diferentes fases (Coseriu 1977: 112-113; Alvar / Nuño 1981: 360-361; García Mouton 2016: 31), que se resumen a continuación según Coseriu (1977) y que pueden hallarse de forma más completa y detallada en González González (1991), quien da cuenta, de forma rigurosa y exhaustiva, de la metodología de los atlas lingüísticos publicados en España hasta 1990: (a) Fase preparatoria, en la que se seleccionan puntos de encuesta, se redactan los cuestionarios y se establecen los principios y métodos de trabajo (García Mouton 2007: 334-338). (b) Fase de recolección de materiales, que puede realizarse de distintos modos (Chambers / Trudgill 1994: 46-47). (c) Fase de preparación de «cuadernos de formas», que se ordenan según criterios onomasiológicos en áreas semánticas (animales, cuerpo humano, juegos y diversiones, vegetales, etc.). (d) Fase de registro de las formas en mapas. (e) Fase en la que se estudian e interpretan los mapas. Los mapas resultantes, que se compilan en atlas, pueden clasificarse en tres grupos: (a) En función de los hechos lingüísticos que representan, los mapas pueden ser fonético-fonológicos, prosódicos, morfosintácticos, fraseológicos o léxicos. En el presente capítulo, se recogen ejemplos únicamente de mapas léxicos por constituir este ámbito el foco de interés temático. (b) En función del territorio que abarcan pueden clasificarse en atlas nacionales o de gran dominio, como el ALF (Atlas Linguistique de la France) (Figura 6); atlas regionales o de pequeño dominio, como el ALEANR (Figura 1); atlas supranacionales o macroatlas, como el ALE (Atlas Linguarum Europae) (Figura 10), y atlas de mínimo dominio o microatlas, como el ADiM (Figura 3). (c) En función del modo en el que estos se cartografían, pueden ser de dos tipos. Los mapas analíticos (Figura 2) son aquellos que incluyen en transcripción fonética todas las formas posibles recogidas en el proceso de encuesta. Se trata de mapas no elaborados, en los que se disponen los datos tal como se han recopilado, sin interpretaciones de los investigadores. Estos son los mapas que emplea la geografía lingüística tradicional para recoger las cuestiones léxicas.
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Figura 2. Mapa léxico y analítico del ALECant (Atlas Lingüístico y Etnográfico de Cantabria, mapa 847 ‘falanges de los dedos’, volumen II)
En cambio, los mapas sintéticos o elaborados (García Mouton 2007: 338-339; 2016: 36) son aquellos en los que no se recogen todos los datos recopilados sino las informaciones interpretadas (Figuras 3, 4 y 5). Estos últimos suelen aparecer en monografías en las que se analizan los mapas tradicionales; es decir, surgen habitualmente de la interpretación de los mapas analíticos. Asimismo, en atlas más modernos como el ADiM, el PALDC (Petit Atles Lingüístic del Domini Català) o el ALGa (Atlas Lingüistico Galego) también se ha optado por presentar mapas léxicos elaborados, lo que facilita al investigador la interpretación y el estudio de los materiales. Existen distintos modos de representar los datos en mapas elaborados. Pueden emplearse iconos de formas y colores diferentes para representar las variantes léxicas, como en algunos mapas del ADiM (Figura 3) o del ALGa (Figura 4):
Figura 3. Mapa léxico y sintético del ADiM (mapa 766 ‘hijo ilegítimo’)
Figura 4. Mapa léxico y sintético del ALGa (mapa 46 ‘nube’, volumen iv)
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También pueden emplearse colores que representen áreas léxicas, como en el PALDC (Figura 5) o en el estudio interpretativo del ALF de Brun-Trigaud et al. (2005) (Figura 6):
Figura 5. Mapa sintético del PALDC (mapa 52 ‘l’úvula’)
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Figura 6. Mapa sintético o elaborado de las áreas léxicas del concepto ‘jardín’ del ALF (mapa 712) extraído del estudio de Brun-Trigaud et al. (2005: 58)
A menudo, se ha descrito la geografía lingüística ignorando su última fase —la de interpretación y análisis de los datos—, probablemente por la complejidad de su elaboración y la gran cantidad de tiempo que se debe invertir en su preparación. En palabras de García Mouton (1990: 26), «parece como si la función de los atlas estuviera cumplida con su edición y fueran obras acabadas en sí mismas, cuando proporcionan material para elaboraciones posteriores». No puede obviarse que el objetivo último de cualquier atlas es permitir a los lingüistas interpretar, estudiar y analizar las características de las variedades dialectales representadas en los mapas. Por tanto, debería entenderse la geografía lingüística desde dos puntos de vista distintos, por un lado como método empírico de obtención y recopilación de materiales dialectales, y por otro lado como una rama de la lingüística que basa sus investigaciones en datos obtenidos mediante mapas. En este último sentido, la geolingüística, de modo similar a la lingüística de corpus, no se puede definir como «una disciplina lingüística, como lo pueden ser la morfología, la sintaxis o la pragmática, sino [como] un enfoque metodológico que es posible adoptar desde disciplinas diversas, que se contrapone a una metodología basada fundamentalmente en la introspección» (Diccionario de Términos Clave ELE, s.v. lingüística de corpus). Este segundo significado es el que debe vincularse a la última fase del método a la que antes se ha hecho referencia.
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A partir de la publicación de los primeros atlas lingüísticos se acrecienta el interés por el estudio de cómo se denomina una realidad determinada en un territorio concreto. Este será el objetivo de multiplicidad de investigaciones que se desarrollarán durante el siglo xx desde puntos de vista teóricos muy diversos. 3.2. El nacimiento de la geografía lingüística: del fonocentrismo al lexicocentrismo en los estudios dialectales3 En el presente apartado se traza un breve panorama histórico de los estudios léxico-dialectales en las variedades románicas desde que empezaron a publicarse los primeros atlas lingüísticos en Europa (3.2.1) y España (3.2.2). 3.2.1. La geolingüística europea y los estudios léxicos El contexto que precede al surgimiento de la geolingüística a finales del siglo xix posee unas características muy bien delimitadas que permiten describir de forma clara la situación que precedió y también motivó el surgimiento del nuevo método de estudio dialectal. A continuación, se presenta el contexto que da paso a una mayor relevancia de estudios léxicos dialectales a partir de la creación de los atlas lingüísticos. En el último cuarto del siglo xix nace la lingüística neogramática, una corriente teórica que surge de la voluntad de un grupo de jóvenes histórico-comparativistas de situar los estudios lingüísticos entre las ciencias exactas. Para hacerlo dieron especial relevancia a la fonética: otorgaron a las regularidades observables en el cambio lingüístico (sobre todo a las regularidades fonéticas) el rango de leyes de la naturaleza; las reglas del cambio y las leyes de la naturaleza tendrían en común su supuesta falta de excepciones (Pöckl / Rainer / Pöll 2004: 40).
Con esta nueva visión de la lingüística se priorizaba el estudio de los aspectos fonéticos por encima de otras áreas como la morfología, la sintaxis y el léxico. Las investigaciones que se realizaron desde este marco teórico se basaban en intentar demostrar que las leyes fonéticas tenían un carácter «inexorable, pues las excepciones se explicaban fundamentalmente por reajustes de tipo analógico» (Alcina / Blecua 1975: 106-107), motivo por el cual, según los neogramáticos, «un cambio lingüístico debería afectar de la misma forma a todas las palabras pertinentes» (Pöckl / Rainer / Pöll 2004: 92). El alemán Georg Wenker —autor del que se ha considerado el primer atlas lingüístico de la Historia4 (iniciado en 1876 y cuyos primeros seis mapas se publican en Parte del texto de este apartado surge de la reformulación de las ideas del apartado 1.3 de Julià (2007: 87-99). 4 A pesar de que este se considera el primer atlas lingüístico de la Historia, la idea de representar los datos lingüísticos en mapas es anterior. En su historia dialectal Pop (1950: xxxi-xxxii) se refiere 3
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un fascículo en 1881, el Sprachatlas des Deutschen Reichs)— fue uno de los partidarios de esta corriente lingüística y quiso contribuir a la demostración de la regularidad de las leyes fonéticas mediante la representación de datos lingüísticos en mapas. Para ello, empleó un cuestionario exclusivamente fonético de 40 frases, que envió por correo postal a algunos lugares de la Alemania centro-septentrional con el objetivo de que las personas que lo recibieran las tradujeran a su habla local. Sin embargo, los resultados de su trabajo no dieron los frutos que él esperaba, ya que contradecían las dos hipótesis de las que había partido (Iordan 1967: 255). Por un lado, la ley neogramática que se basaba en la idea de que los cambios fonéticos afectaban del mismo modo a todas las palabras quedaba falseada debido a que en su estudio se demostraba que existía una «distinta distribución de palabra a palabra de la isoglosa de un determinado cambio fonético» (Pöckl / Rainer / Pöll 2004: 92). Por otro lado, se demostraba que las fronteras dialectales no podían trazarse a través de los cambios fonéticos debido a sus irregularidades. Después de este trabajo inicial de Georg Wenker, surgieron algunos otros en los que la geografía lingüística se empleaba como método de investigación fonética, como el Petit atlas phonétique du Valais roman (sud du Rhône) realizado por Jules Gilliéron en 1880, o el atlas dacorrumano o rumano de Gustav Weigand (Linguistischer Atlas des dakorumänischen Sprachgebietes), iniciado en 1898 y publicado en 1909, basado en una encuesta presencial y que se centraba únicamente en la recopilación de datos fonéticos. La innovación que supuso el uso de los mapas en el estudio fonético pronto se extendió al léxico. El primer atlas que incluyó algún mapa sobre léxico fue anterior al de Weigand; se trata del atlas de la región alemana de Suabia elaborado por Hermann Fischer —formado por 28 mapas y publicado en 1895—, muy importante porque, según Pop (1950: xlii), se trata del «premier atlas lexicologique, dont les matériaux ont été recueillis par correspondance, l’auteur ayant remplacé les phrases du questionnaire Wenker par cent quatre-vingt-dix mots». De los 28 mapas que lo conforman, 4 se destinan a la morfología y al léxico. Los trabajos antes mencionados constituyen el prolegómeno del que se considera el atlas que supone la fundación de la geolingüística como método de investigación dialectal y que supondrá una revolución también en el ámbito de los estudios léxicos. Fue el Atlas Linguistique de la France (ALF), publicado entre 1902 y 1910 en diferentes volúmenes por Jules Gilliéron —considerado padre de la geografía lingüística por haber establecido las bases del método que había inaugurado el lingüista alemán Georg Wenker (García Mouton 1996: 64)—, el que marcó una diferencia respecto a trabajos anteriores porque, además de incluir un cuestionario de 1900 preguntas, en él se prestaba una atención especial al léxico (Baldinger 1964: 17). Además, el método también destacó por el innovador proceso de recogida de datos en los cuadernos de respuesta: a diversos ejemplos que se sitúan a principios del siglo xix: en 1814 Claude François Étienne Dupin menciona la posibilidad de estudiar las diferencias dialectales mediante la representación de datos lingüísticos en mapas geográficos, y en 1823 Désiré Monnier se refiere por primera vez al uso de mapas fonéticos para el estudio contrastivo-lingüístico.
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se trabajó con un único encuestador, Edmond Edmont —elegido por su agudeza auditiva y por no tener conocimientos lingüísticos que pudieran influir en la anotación de sus respuestas (Chambers / Trudgill 1994: 41)—, que se encargaba de recopilar la información mediante el método de anotación impresionista, que consistía en que el encuestador no podía revisar la información que había recogido. A partir de la publicación del atlas se modificó la manera de enfocar el análisis de la variación lingüística, revolucionando así la metodología que hasta esa época se había utilizado. Además, el trabajo llevado a cabo permitió desarrollar un conjunto de investigaciones relacionadas con la dialectología y la variación léxica fruto de la interpretación de los mapas: Por muy nueva que fuera la técnica de recoger y presentar el material dialectal, tal y como imaginó y realizó Gilliéron, la parte más importante de la empresa tenía que comenzar a partir de aquel momento. Ese conjunto extraordinario de palabras y formas dialectales necesitaba una interpretación para que los lingüistas sacaran provecho de él: los mapas debían ser comentados; la vida de la lengua, presentada en ellos de cierta manera estática, debía ser seguida paso a paso en sus fases anteriores para entender cómo y por qué se había llegado a la situación actual… Solamente después de esto se podría hablar de una nueva disciplina: la geografía lingüística (Iordan 1967: 263).
Aunque Jules Gilliéron fue pionero a la hora de dar más importancia al léxico en los estudios de las variedades lingüísticas, no fue hasta la publicación del AIS (Sprach- und Sachatlas Italiens und der Südschweiz) en ocho volúmenes (1928-1940) cuando Karl Jaberg y Jakob Jud, sus autores, revolucionaron los estudios de lingüística con la adaptación a la geografía lingüística del método Palabras y Cosas (Wörter und Sachen) —que unos años antes habían creado el alemán Hugo Schuchardt y el austríaco Rudolf Meringer (Bernales 1980: 40)—. El método surgió como una reacción contra el predominio del estudio de la fonética (Vidos 1959/1973: 58), que siguió siendo el principal punto de partida no solo de neogramáticos, sino también de algunos detractores de esta generación lingüística, los idealistas, que basaban su teoría lingüística en la espiritualización del lenguaje tomando en cuenta todos los aspectos lingüísticos con excepción del léxico. De este modo, el método Palabras y Cosas, integrado en el marco de la geografía lingüística, fue el primer movimiento radical contra el «exclusivismo fonético» (García Mouton 1987: 54), motivo por el cual el léxico ocupó el primer lugar en la investigación dialectal. Por ello, el AIS no debe considerarse una simple continuación de la línea investigadora iniciada por Gilliéron, sino que supone un punto de inflexión en el método geolingüístico por dos razones: en primer lugar, se multiplicó el número de investigadores y se eliminó la condición de que el encuestador no podía ser lingüista; y, en segundo lugar, entre las novedades que incluyó el cuestionario (además de que se realizaron tres cuestionarios distintos: uno normal, otro reducido y otro ampliado), debe destacarse que los autores «veulent maintenir la plus étroite relation entre le mot et la chose […] c’est-à-dire accorder la même attention aux mots et aux objets qu’ils
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désignent» (Pop 1950: 565). Se trata de un atlas que incluye palabras y cosas (Wörter und Sachen), por lo que se explica que aparezcan unos 1900 dibujos y más de 4000 fotografías que ayudaban a completar la información sobre los datos lingüísticos. El AIS es el primer atlas lingüístico en el que el material recogido se organiza por campos semánticos gracias a la perspectiva que aportó el método Palabras y Cosas, corriente con la que se propusieron llevar al primer plano en la vida del lenguaje el aspecto semántico mediante el estudio profundo de las cosas, y de esta manera no solo restablecer el equilibrio entre sonido y significado, sino cuando la elección es posible, dar la preferencia a la señora Semántica sobre la señora Fonética (Vidos 1959/1973: 59).
Los cambios que estos investigadores introdujeron en el método de la geografía lingüística marcaron un antes y un después en los estudios dialectales y en la elaboración de los atlas lingüísticos. En definitiva, debido al perfeccionamiento de los estudios de fonética, al aumento de la importancia de los estudios dialectales (Alcina / Blecua 1975: 108) y a la nueva metodología (Palabras y Cosas), la geografía lingüística priorizó la recogida de datos léxico-semánticos, aunque sin dejar de lado la fonética y la morfología. Algunos investigadores han llegado a afirmar que los estudios de lingüística en el campo de la romanística se lexicalizaron (Alcina / Blecua 1975: 109) y que la cartografía lingüística y el método Palabras y Cosas supusieron la «lexicalización de la dialectología» (Catalán 1974: 306). 3.2.2. La geolingüística en España y los estudios léxicos En España, debido a que la penetración de la geografía lingüística fue bastante tardía, el estudio del léxico a partir de los mapas lingüísticos no empezó a cobrar importancia casi hasta la elaboración de los atlas regionales. Debe tenerse en cuenta que la metodología Palabras y Cosas, aunque se aplicó tempranamente al estudio geográfico de las variedades lingüísticas, nace en un contexto independiente de la geografía lingüística (Vidos 1959/1973: 58-70; Iordan 1967: 465-467; Vàrvaro 1968: 251-260). Por ello, aunque este método de estudio léxico fuera ya conocido por dialectólogos como Antoni Griera —autor del primer atlas elaborado en la península ibérica y que se basaba en el estudio del catalán y de sus variedades dialectales (ALC, Atlas Lingüístic de Catalunya, 1912)—, y a pesar de que algunos investigadores extranjeros hubieran fundamentado sus estudios sobre dialectos del español en este nuevo método, la importancia del léxico no fue evidente en los atlas hispánicos hasta la elaboración de los primeros atlas regionales de la península. Después del ALC, el segundo atlas planificado y elaborado en la península ibérica fue el ALPI, obra proyectada por Ramón Menéndez Pidal y dirigida por Tomás Navarro Tomás, en la que la atención prestada al estudio del léxico quedaba lejos de la que se concedía a la fonética, motivo por el cual los estudios de lingüística española, en general,
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y de geolingüística española, en particular, se vieron alejados del lexicocentrismo que afectaba al resto de estudios de lingüística europea (Catalán 1972: 1099). El cuestionario léxico redactado para este atlas, que estaba ordenado alfabéticamente como el ALF y no por campos semánticos como se había hecho para el AIS, no fue tan exhaustivo como el de otros atlas (García Mouton 1987: 62); por ello, en este aspecto se acercaba más al ALF. Los 71 mapas que se recopilaron en el primer y único volumen publicado en el año 19625 pertenecen a las preguntas del cuestionario fonético. Este predominio de la fonética sobre el léxico en el ALPI, lejos de ser considerado un defecto por los propios colaboradores en su elaboración, era uno de los objetivos principales a los que aspiraba el atlas: «Una innovación importante que ofrecerá el ALPI será que en su primera parte llevará unos doscientos mapas que representarán todos los fenómenos fundamentales de la fonética histórica de los romances peninsulares» (Sanchis Guarner 1953: 45). En la mayor parte de atlas lingüísticos regionales españoles realizados después del ALPI el léxico es el centro de estudio de un importante número de mapas y la ordenación de estos se basa en áreas léxico-semánticas. El único atlas en el que no se ordenan los mapas de este modo y en el que parece que la fonética desbanca al léxico es el ALCyL (Atlas Lingüístico de Castilla y León), que Manuel Alvar realizó a partir de los materiales inéditos que se habían recogido para el ALEP (Atlas Lingüístico de España y Portugal). Desde su preparación y proyección en 1952, el primer atlas regional del español, el ALEA (Atlas Lingüístico y Etnográfico de Andalucía), se diferenció de sus antecesores peninsulares, el ALPI y el ALC, por prestar mayor atención al léxico que a otras áreas lingüísticas. A pesar de que para la elaboración del cuestionario de este atlas se tomó como modelo el del ALPI, Alvar tuvo que modificarlo porque se dio cuenta de que desde el punto de vista léxico el cuestionario del ALPI no servía para recoger el léxico regional (Alvar 1964: 420). Las diferencias en el foco de interés se hacen evidentes en el contenido de los 6 volúmenes que componen el ALEA y que se publicaron entre 1961 y 1973. Mientras que los mapas de los cinco primeros volúmenes (mapa 7 a 1521) se centran en el estudio de la variación léxica —lo que se corresponde con aproximadamente un 80 % de los datos del total del atlas— los 378 restantes (del mapa 1522 a 1900) del volumen sexto, que constituyen el 20 % restante, se dedican a preguntas sobre fonética y fonología (del mapa 1522 al 1732), morfología (del mapa 1733 al 1823) y sintaxis y fraseología (del mapa 1824 al 1900). La diferencia numérica hace evidente el cambio de orientación de la geolingüística hispánica. No obstante, debe mencionarse necesariamente que, a pesar de que el objetivo Durante la primera década del siglo xxi se retomaron los trabajos de publicación de los materiales del ALPI que quedaron sin cartografiar después de la publicación del primer volumen. David Heap, profesor de la University of Western Ontario de Canadá, inició su recopilación y digitalización en el año 2002; posteriormente, en el año 2009 se inició el proyecto Elaboración y edición de los materiales del Atlas Lingüístico de la Península Ibérica (ALPI) (ref. 200410E604), financiado por el CSIC. Actualmente, pueden consultarse algunos de los primeros resultados de este proyecto de digitalización y edición del atlas en una base de datos georreferenciada en la web [01/03/2018]. 5
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de los mapas que tratan sobre vocabulario es léxico-semántico, la mayor parte de ellos aportan datos para el estudio fonético y, en otros casos, para el estudio etnográfico. A modo de ejemplo, puede observarse la Figura 7, que se corresponde con el mapa léxico de los nombres del meñique del ALEICan (Atlas Lingüístico y Etnográfico de las Islas Canarias), en el que las variantes designativas están representadas mediante el alfabeto fonético de la Revista de Filología Española y se incluyen, a pie de mapa, comentarios sobre la canción infantil de los dedos.
Figura 7. ALEICan (mapa 501 ‘meñique’, volumen II)
Asimismo, es habitual, igual que en sus predecesores, que los atlas regionales de la península incluyan láminas con fotografías y dibujos (Figura 8) con los que se pretendía plasmar la relación que existe entre las palabras y las cosas tomando como base para ello el método Palabras y Cosas. De este modo, se reflejaba uno de los objetivos de la geolingüística original, la necesidad de reflejar la relación que se establece entre la realidad física y las diferentes designaciones que recibe en los distintos puntos del territorio. El resto de atlas regionales del español que se han publicado —ALEANR, ALEICan, ALECant, ALeCMan, ALCyL— siguen otorgando mayor relevancia al léxico que al resto de dominios lingüísticos en su cuestionario. A modo de ejemplo, pueden citarse datos del ALEICan, que dedica sus dos primeros volúmenes completos a preguntas léxicas (del mapa 8 al 789) y en el último, el tercero, se tratan, además de aspectos léxicos (del mapa 790 al 899), otros fonéticos (del mapa 900 al 1099), morfológicos (del mapa 1100 al 1123) y sintácticos (del 1193 al 1212) que representan un porcentaje inferior. El 74 % de los mapas representa el léxico, mientras que el 26 % restante representa información fonética y gramatical. En las otras lenguas románicas de la península se han publicado atlas en los que el léxico posee también especial relevancia. En catalán, por ejemplo, el ALDC (Atles Lingüístic del Domini Català), hasta el momento, consta de 7 volúmenes que contienen 1689 mapas que se dedican a cuestiones léxicas. En portugués, el ALEPG (Atlas Lin-
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Figura 8. ALEANR (lámina 84a ‘trillos’, volumen I)
guístico-Etnográfico de Portugal e da Galiza) se ha creado mediante un cuestionario léxico de base onomasiológica (Saramago 2006: 282). En gallego, en cambio, a pesar de que el léxico también tiene especial relevancia (de los 6 volúmenes publicados, 3 pertenecen al vocabulario) destaca el hecho de que los tres primeros volúmenes se dedican a la morfología (I Morfoloxía verbal, 1990; II Morfoloxía non verbal, 1995) y a la fonética (III Fonética, 1999), lo que contrasta con los atlas de otras variedades peninsulares. 3.3. Perspectivas y métodos de investigación: aportaciones de la geolingüística a los estudios léxicos6 En este apartado el objetivo es mostrar las aportaciones de la geolingüística a la investigación léxica desde distintas perspectivas teóricas. A lo largo de la historia de la geografía lingüística, la mayor parte de los estudios léxicos que han partido de los atlas han sido contrastivo-descriptivos, es decir, se han basado en el comentario y el contraste de las informaciones que en ellos aparecen, y estas se han completado con otras de carácter etimológico, semántico e histórico-documental. En esencia, los resultados obtenidos en estos trabajos pretendían completar la historia del léxico general y regional para comparar los datos con otras variedades y comprobar sus relaciones genéticas y sus diferentes evoluciones y distribuciones geográficas. Desde los inicios de la geolingüística, los investigadores han puesto de manifiesto la importante aportación que han supuesto los datos de los atlas al estudio de la lengua La redacción de este apartado parte de la información expuesta en la conferencia «Atlas lingüísticos, motivación y semántica cognitiva» expuesta en el Workshop «Tools to Approach Linguistic Variation», ponencia presentada el 20 de junio de 2014 en la Universitat Autònoma de Barcelona; véase Julià (2014). 6
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y al análisis de la conceptualización y la representación del mundo (Gilliéron 1918; Tagliavini 1949; Jaberg 1908/1959; Alinei 1984; García Mouton 1990; Viereck 2000; Veny 2000; González González 2005). En general, se han destacado las aportaciones a la etimología e historia de las palabras, a su relación con el contexto cultural, y al estudio de las relaciones semánticas y los campos léxico-semánticos. Entre los primeros estudios de los mapas, puede mencionarse el de Gilliéron (1918) sobre la variación y distribución léxica de los nombres de la abeja a partir de los datos del ALF o el compendio de estudios de Jaberg (1908/1959), que tenía como objetivo mostrar el valor de los mapas lingüísticos del ALF para la investigación de la lengua desde perspectivas muy distintas. Se cuestionó, por ejemplo, la existencia de las fronteras fonéticas (capítulo 1), analizó la evolución histórica de algunas palabras a partir de su distribución en los mapas (capítulos 4, 5) y estudió los cambios semánticos en algunas voces (capítulo 7). De igual modo, en el ámbito hispánico, el artículo de García Mouton (1990) es una buena muestra de cómo los datos léxicos de los atlas lingüísticos —parte de ejemplos de los atlas regionales del español— aportan datos para poder estudiar de forma más completa la etimología de las palabras, la historia del léxico y la cultura vinculada a una comunidad lingüística. Otro ejemplo interesante se halla en el trabajo de Viereck (2000), quien a partir de los materiales del ALE observa la gran aportación de los atlas lingüísticos al conocimiento de la cultura y la etnografía europea. Así pues, mientras que de forma general se considera que los atlas constituyen una fuente de datos ineludible que permite estudiar la variación oral de las lenguas desde una perspectiva diatópica, de forma particular es necesario tener en cuenta que los mapas también contribuyen al estudio de la variación léxico-semántica de modos muy diversos. Este modo de investigar los datos de los atlas cambia de forma sustancial si se adopta una perspectiva teórica determinada. Buena muestra de ello son los resultados que obtiene Salvador (1965) en su artículo sobre el campo ‘arar’ a partir de los materiales del ALEA desde los postulados de la semántica estructural y la teoría de los campos semánticos propuesta por Jost Trier (1931). En su artículo, Salvador demuestra que la organización onomasiológica de los atlas permite realizar detalladas investigaciones sobre cómo se estructura el léxico, en general, y cómo son las relaciones que se establecen entre diferentes lexemas relativos a un campo semántico (o archisemema) según sus rasgos semánticos distintivos. En los siguientes subapartados se destacarán dos de las corrientes teóricas desde las que se han investigado los datos léxicos con el objetivo de mostrar los resultados que se han obtenido y los beneficios de su aplicación al estudio de datos geolingüísticos y la conceptualización del mundo. 3.3.1. Estudio de los mapas léxicos desde la teoría de la motivación lingüística Los mapas léxicos han resultado, tal y como han demostrado las investigaciones sobre los mapas del ALiR (Atlas Linguistique Roman) y del ALE, grandes fuentes de datos
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para el estudio de la motivación lingüística. De la aplicación de la teoría de la motivación lingüística a la geolingüística surge la cartografía motivacional y un nuevo tipo de mapas, los mapas motivacionales o motivocausales (Viereck 2000). Estos se caracterizan por que, en palabras de González González (2005: 98), su «nivel de análisis no es el tradicional de la onomasiología, sino otro más abstracto: el de la motivación semántica» y por que tienen como objetivo principal «averiguar el porqué de la denominación de ciertos objetos» (Viereck 2000: 488). La cartografía motivacional nace de la mano de Mario Alinei y el primer atlas lingüístico elaborado a partir de esta metodología fue el ALE, la primera obra de la geografía lingüística que daba prioridad a la motivación en el estudio de la creación léxica. Según Contini (2005: 70), el mapa que Alinei dedica al estudio de los nombres del arco iris en el ALE debe considerarse el punto de partida del estudio motivacional en este atlas y, por consiguiente, el origen de la cartografía motivacional. Este método de representación de la información en los mapas se distingue del de los tradicionales porque en él no se recoge ninguna respuesta —no hay formas léxicas representadas según el punto de encuesta en el que se han encontrado—, sino que se dibujan áreas según el posible origen o motivo de las designaciones de un mismo concepto. En consecuencia, se puede deducir que la información léxica ha tenido que ser previamente interpretada por el cartógrafo o lingüista. De la previa interpretación de los datos resulta un mapa que se diferencia de los tradicionales porque no presenta todas las formas léxicas recogidas en la encuesta, sino que recoge la información analizada por grupos semánticos basados en la motivación —esto es, en la causa u origen de su designación—, que suelen representarse mediante colores (Figura 9) o iconos distintos (Figura 10):
Figura 9. Mapa motivacional sobre los nombres del dedo anular en gallego (Romero / Santos 2002: 313)
Figura 10. Mapa motivacional del ALE (mapa 11 ‘neige’, volumen I)
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A partir de la creación de la cartografía motivacional, esto es, de la interpretación de los datos léxicos de los mapas en motivaciones lingüísticas, se ha advertido, por un lado, la existencia de procesos de motivación en todas las lenguas que se han estudiado y, por otro lado, se ha comprobado que los mapas reflejan motivaciones comunes o compartidas entre variedades lingüísticas de diverso tipo, lo que permite pensar en la existencia de motivaciones extendidas en culturas diversas. A modo de ejemplo, se pueden citar algunos estudios de Alinei (1984, 2005) que parten de los datos de los atlas en los que se observa que es común, en multiplicidad de lenguas, que los animales se designen mediante nombres religiosos. Es frecuente que estas designaciones se empleen para sacralizar a los animales (especialmente insectos) y esconder o contrarrestar los miedos y supersticiones con los que se asocian. 3.3.2. Estudio de los mapas léxicos desde la semántica cognitiva Más recientemente, en los últimos diez años se han publicado diferentes estudios (Julià 2009a, 2009b, 2012a, 2012b, 2014, 2017; Terrón 2015) en los que se han aplicado los postulados de la semántica cognitiva —especialmente las teorías de la metáfora y la metonimia— al análisis de los datos léxicos de los atlas lingüísticos. Aunque el número de estudios geolingüísticos realizados desde esta perspectiva es inferior al de los que se han desarrollado desde la teoría motivacional, los resultados que de ellos se han extraído permiten comprobar algunos de los beneficios que se obtienen al aplicar estas teorías a la explotación y análisis de las informaciones geolingüísticas. En general, han contribuido a completar la investigación de la conceptualización de la realidad puesto que el estudio de los procesos cognitivos que subyacen a las respuestas recogidas en los mapas ha permitido dar cuenta de un conjunto de estrategias que son comunes en las lenguas estudiadas. Por un lado, las investigaciones han demostrado la existencia de mecanismos comunes de categorización de la realidad, entre los que destacan la metáfora y la metonimia, en distintas culturas y lenguas. En Julià (2012a: 16-21), por ejemplo, se estudian los nombres iberorrománicos del párpado, una parte del cuerpo para la que los atlas incluyen un importante número de denominaciones metafóricas en las cuatro lenguas románicas de la península (esp. cobertera del ojo, cubierta del ojo, tapas del ojo, tela del ojo, tela; cat. pellofa de s’ull, tanca, tapa, tapes de l’ull, tapetes de l’ull, tapa des párpados; gall. capel, capela, capelo do ollo, tapa do ollo; port. capa, capa da vista, capa do olho, capela, capela do olho, capela da vista, capulho do olho, carapela do olho, carapulinha, cobertora, tampa da vista). Por otro lado, la aplicación de los postulados cognitivos al estudio de los datos geolingüísticos también ha permitido observar que existen patrones comunes de conceptualización de la realidad, es decir, demuestran que hay un conjunto de metáforas y metonimias compartidas en culturas y lenguas diversas. Por ejemplo, en Julià (2009a) se estudió el volumen que el ALiR destinó a la pequeña fauna salvaje y se pudo observar que, además de ser generales las personificaciones (metáforas ontológicas de
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personificación), son también muy habituales, para algunos insectos, los nombres que se basan en designaciones metafóricas que tienen su origen en creencias maléficas motivadas en el daño que pueden causar en el ser humano: (oïl) «perforaoreja» ‘tijereta’; (frpr.) «arrancaojos» ‘libélula’; (port.) «cortadedos» ‘ciempiés’; (sard.) «cortamano» ‘mantis religiosa’; (gall.) «arrancaculo» ‘oruga’; (port.) «cortanariz» ‘alacrán cebollero’: Semánticamente, estas designaciones surgen de un proceso metonímico a partir del cual se toma el insecto por la acción que se cree que puede llevar a cabo (insecto por la acción) en relación a ciertas partes del cuerpo (la oreja, la mano, los ojos, el culo, la nariz, los genitales, etc.) (Julià 2009a: 361).
Finalmente, el estudio de los atlas desde un punto de vista cognitivo también demuestra que para cada dominio conceptual que aparece representado en los mapas (animales, ser humano, vegetales, fenómenos atmosféricos, etc.) existen conceptos fuente de categorización que son más frecuentes que otros. En Julià (2017) se analizan los nombres de parentesco como fuente de conceptualización en diferentes ámbitos semánticos (animales, plantas y partes del cuerpo) a partir de los datos de los atlas regionales de la península y se comprueba, de acuerdo con algunos estudios de Viereck (2000: 497-498) y Alinei (2005: 258-260), la relevancia de este ámbito en la categorización del mundo. En este sentido, también se advierte la necesidad de llevar a cabo estudios geolingüísticos semasiológicos que complementen los resultados de los tradicionales trabajos onomasiológicos para poder determinar de qué modo se interrelacionan los dominios semánticos en la categorización del mundo a partir del estudio de las respuestas léxicas de los atlas. 4. Conclusión En los apartados anteriores se ha pretendido, por un lado, presentar un recorrido por la evolución de los métodos en la investigación léxica dialectal iberorrománica y, por el otro, dar cuenta de algunas de las perspectivas teóricas desde las que se han analizado los datos léxico-semánticos. Desde el punto de vista metodológico, el nacimiento de la geolingüística como metodología de recogida de datos dialectales, tal y como se ha comentado desde un inicio, fue clave en el desarrollo de la dialectología como disciplina y en el progreso de los estudios léxicos, en particular. A medida que evolucionó el método y surgieron nuevas herramientas tecnológicas, fueron modificándose —y actualmente siguen todavía haciéndolo (véanse los atlas AMPER, Atlas Multimedia de la Prosodia del Espacio Románico; ASinEs, Atlas Sintáctico del Español; AIEC, Atles Interactiu de l’Entonació del Català, ADiM, Atlas Dialectal de Madrid)— las técnicas y procedimientos de recogida de datos, cambiando los focos de interés lingüístico de los
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atlas y el modo de representarlos. Para el estudio del léxico iberorrománico, los atlas lingüísticos de gran y pequeño dominio publicados sobre el español, el catalán, el gallego, el portugués y sus variedades dialectales constituyen un gran corpus de datos que todavía está aún hoy por explotar e investigar en gran parte desde múltiples puntos de vista. El análisis de estos grandes corpus de datos complementaría muchos de los estudios léxicos realizados mediante corpus y aportaría información al examen histórico, lexicográfico y semántico de la lengua, como ya han apuntado muchos otros investigadores anteriormente (Jaberg 1908/1959; García Mouton 1990; Viereck 2000; González González 2005). Desde una perspectiva teórica se han seleccionado algunas de las diferentes teorías desde las que se han analizado los datos geoléxicos desde su surgimiento (el estructuralismo, la teoría de la motivación lingüística, la semántica cognitiva) con el fin de demostrar que la investigación de estas informaciones desde distintas perspectivas aporta datos diversos que pueden complementarse. Así, en Julià (2012) se combina el estudio tradicional de los mapas, que es imprescindible para poder obtener una buena interpretación de los datos, con el estudio motivacional y cognitivo. En esencia, se puede afirmar que el estudio del vocabulario dialectal iberorrománico no podría entenderse actualmente sin tener en cuenta la historia de la geografía lingüística por constituir el punto de partida para la renovación de los estudios lingüísticos, en general, y del léxico, en particular. Referencias bibliográficas ADiM = García Mouton, Pilar / Isabel Molina Martos (2015): Atlas Dialectal de Madrid (ADiM). Madrid: CSIC [01/03/2018]. AIS = Jaberg, Karl / Jakob Jud (1928-1940): Sprach-und Sachatlas Italiens und der Südschweiz. Zofingen: Gedruckt mit Unterstützung der Gesellschaft für Wissenschaftliche Forschung an der Universität Zurich und privater Freunde des Werkes von der Verlagsanstalt Ringier & Co. ALC = Griera Gaja, Antoni (1962-1969): Atlas Lingüístic de Catalunya, 8 vols. Barcelona: La Polígrafa. Alcina, Juan / José Manuel Blecua (1975): Gramática española. Barcelona: Ariel. ALCyL = Alvar, Manuel (1999): Atlas Lingüístico de Castilla y León, 3 vols. Salamanca: Consejería de Educación y Cultura, Junta de Castilla y León. ALDC = Veny Clar, Joan / Lídia Pons Griera (2001-): Atles Lingüístic del Domini Català, 7 vols. Barcelona: Institut d’Estudis Catalans [01/03/2018]. ALE = Atlas Linguarum Europæ, 8 fascículos del vol. 1. Assen, Maastricht: Van Gorcum, 1975-1990; Roma: Istituto Poligrafico, 1997-. ALEA = Alvar, Manuel (1963-1973): Atlas Lingüístico y Etnográfico de Andalucía, 6 vols. Granada: Universidad de Granada.
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2. TENDENCIAS ACTUALES EN LA INVESTIGACIÓN DEL LÉXICO DIALECTAL Hiroto Ueda University of Tokyo [email protected] Antonio Ruiz Tinoco Sophia University, Tokyo [email protected]
►► Resumen
Este capítulo comienza con el repaso a algunos proyectos globales de variación diatópica del léxico urbano con una amplia perspectiva, como el Proyecto PILEI de Juan M. Lope Blanch, el Nuevo Diccionario de Americanismos, de Günther Haensch y Reinhold Werner, diccionarios contrastivos como los de P. Grosschmid y C. Echegoyen, B. Steel, A. Martínez, el Diccionario de americanismos de la RAE, estudios de léxicos americanos, así como VARILEX, de Hiroto Ueda, Toshihiro Takagaki y Antonio Ruiz Tinoco. A continuación, se describen los métodos utilizados de análisis multivariados y el tratamiento con técnicas SIG de los datos georreferenciados obtenidos de Twitter y se muestra su utilidad para la cartografía digital.1 ►► Palabras clave Variación léxica, SIG, geolingüística, dialectometría, Twitter, bases de datos.
Current trends in dialectal lexical research ►► Abstract
This chapter begins with a review of some global projects on diatopical variation in the urban lexicon. We discuss PILEI, a project coordinated by J.M. Lope Blanch, the Nuevo Diccionario de Americanismos by G. Haensch and R. Werner, contrastive dictionaries by P. Grosschmid, C. Echegoyen, B. Steel, and A. Martinez, the Diccionario de americanismos by the RAE, studies of American lexicons, and VARILEX, coordinated by Hiroto Ueda, Toshihiro Takagaki, and Antonio Ruiz Tinoco. We also describe methods of multivariate analysis and treatment of data using GIS techniques of geotagged tweets obtained from Twitter, demonstrating their usefulness in the field of digital cartography. ►► Keywords Linguistic variation, GIS, geolinguistics, dialectometry, Twitter, databases. Utilizamos como base la tesis doctoral presentada en la Universidad de Alcalá (Ueda 1995), abreviada y complementada con los avances que se han producido posteriormente. La sección 3.2 ha sido elaborada por Ruiz Tinoco. Agradecemos de todo corazón a Francisco Moreno Fernández la ayuda prestada para completar este trabajo. 1
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1. Recogida de materiales En este capítulo no consideraremos los métodos tradicionales de recogida de materiales, de modo que prescindiremos de los trabajos de dialectología local y de geografía lingüística, de las encuestas sociolingüísticas, de los estudios de léxico disponible y de la lingüística de corpus. Nuestro interés se centrará en las últimas tendencias presentes en la investigación del léxico dialectal, que emplea sobre todo materiales recogidos en diccionarios diatópicos y en encuestas interurbanas2. 1.1. Diccionarios diatópicos El estudio de la variación depende en gran medida de los materiales publicados en forma de diccionarios. El problema radica en que tales obras no suelen realizarse con métodos idénticos y comparables, dado que los lexicógrafos no pretenden ofrecer datos para la investigación lingüística. Por esta razón, el uso de los diccionarios como fuentes de materiales lingüísticos plantea muchos problemas. Generalmente, los diccionarios hacen acopio de datos léxicos que se presentan al servicio de usuarios no especializados; se trata de resultados de investigaciones léxicas, pero no de materiales destinados a la elaboración de estudios comparativos. Sin embargo, el proyecto de Augsburgo, titulado genéricamente Nuevos diccionarios de americanismos, concibió desde el principio la posibilidad de comparar los léxicos diferenciales de distintos países. La contribución de esta serie lexicográfica del español americano, una vez completada, habrá de ser sumamente importante, como ya lo son los trabajos publicados hasta el momento. Según Haensch (1991: 41-77), solo en el siglo xx se ha tenido en cuenta el concepto de variación en relación con el español americano. Haensch y Werner (1978), directores del proyecto, opinan que mientras exista el mito de la homogeneidad del español de América y subsistan residuos de ideología paternalista del español de España difícilmente podrán lograrse los objetivos de la lexicografía; es decir, la descripción de la realidad lingüística y en especial del léxico común de la vida cotidiana. Una vez completada esta descripción, se podrá determinar tanto el grado de convergencia y divergencia entre el español de ambos lados del Océano como las diferencias entre los países hispanoamericanos. De momento, contamos con cuatro tomos de la serie: colombianismos (Haensch / Werner 1993), argentinismos (Chuchuy / Hlavacka de Bouzo 1993), uruguayismos (Kühl de Mones 1993) y cubanismos (Cárdenas Molina / Tristá Pérez / Werner 2000). Por otro lado, para conocer el espacio hispanohablante en su conjunto, resultan especialmente útiles los trabajos de Hamel (1996), Richard (1997), Grosschmid / Echegoyen (1998), Steel (1999) y Martínez (1999). Y, como obra más reciente, debe
2 Las referencias de los enlaces de internet pueden encontrarse en nuestro sitio web [01/03/2018].
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destacarse el Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE 2010), de gran significación por su amplitud y precisión, así como por la cantidad de informaciones que aporta. En él resultan especialmente interesantes las marcas diatópicas, que figuran en orden geográfico de Norte a Sur y no en orden alfabético. Esto obedece más a razones científicas que prácticas; se hizo así «con el fin de facilitar la observación de las correspondientes isoglosas léxicas» (ASALE 2010: xliii): EU – MX – GU – HO – EL – NI – CR – PN – CU – RD – PR – CO – VE – EC – PE – BO – CH – PA – AR – UR3. El orden es muy parecido al que utilizamos en el proyecto VARILEX, del que nos ocuparemos más adelante. La única diferencia se aprecia en los países de La Plata (PA – UR – AR). En definitiva, creemos que esta obra académica es fundamental para la investigación del léxico dialectal de América. 1.2. Encuestas interurbanas En la investigación del léxico hispánico se han publicado estudios individuales realizados mediante encuestas. Pongamos como ejemplo el estudio de Manuel Alvar (1992) sobre el léxico rural y la penetración del inglés en el español de Texas. Para su análisis, Alvar tuvo en cuenta datos del español de Puerto Rico, tan asediado por el inglés, y realizó encuestas en el estado mexicano de Tamaulipas, al norte del país. En su trabajo, se ocupó del léxico del automóvil, sobre el que presentó una serie de formas léxicas (automóvil – carro – carro – mueble; rueda – goma – llanta – rueda; conducir – guiar – manejar – arrear; volante – guía – manijera – rueda), ordenadas geográficamente del siguiente modo (Alvar 1992: 480): ES – PR – MX – EU (Texas). De esta manera se aprecia que los términos tejanos referidos al automóvil muestran una correspondencia con palabras agrícolas o tradicionales y que «cuando el léxico afectaba a cosas que no existían en las carretas de bueyes, la penetración del inglés es ostensible y el español de Texas se presenta totalmente anglicado» (Alvar 1992: 480-481): parabrisas – cristal – parabrisas – windshield; escobilla – wiper – limpiaparabrisas – wiper; cinturón – cinturón – cinturón – seatbelt de seguridad; amortiguadores – resortes – amortiguadores – springs. En relación con este mismo campo del ‘automóvil’, Antonio Quilis (1982) realizó una amplia encuesta referida a 168 objetos y conceptos comunes dirigida a hablantes de 16 países. Nila G. Marrone (1974), por su parte, cubrió en su investi3 Siglas de los países: EU: Estados Unidos; MX: México; GU: Guatemala; HO: Honduras; EL: El Salvador; CR: Costa Rica; NI: Nicaragua; PN: Panamá; CU: Cuba; RD: República Dominicana; PR: Puerto Rico; CO: Colombia; VE: Venezuela; EC: Ecuador; PE: Perú; BO: Bolivia; CH: Chile; PA: Paraguay; UR: Uruguay; AR: Argentina. En este capítulo nos permitimos cambiar las siglas de El Salvador (ES > EL), Panamá (PA > PN), Paraguay (PY > PA) para mantener la coincidencia con las nuestras, que también incluyen ES: España.
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gación todas las naciones de habla española, pero esta vez con referencia a solo 43 objetos comunes. Aparte de las encuestas realizadas por investigadores individuales, contamos también con los resultados de investigaciones realizadas en equipo. Los léxicos del habla culta publicados dentro del Proyecto PILEI (Programa Interamericano para la Lingüística y la Enseñanza de los Idiomas 1971) atienden a 4452 conceptos de la vida y la naturaleza de las grandes capitales hispanohablantes4. Este proyecto, iniciado en 1964, reunió materiales léxicos de Madrid (Torres / Quilis 1981), Ciudad de México (Lope Blanch 1978), San Juan de Puerto Rico (López Morales 1986), Bogotá (Otálora de Fernández 1986), Lima (Caravedo 2000), La Paz (Mendoza 1996), Santiago de Chile (Rabanales / Contreras 1987), Caracas (Sedano / Pérez 1998) y Buenos Aires (Academia Argentina de Letras 1998). Y contamos con los datos recogidos en otras ciudades españolas: Granada (Salvador Salvador 1991), Las Palmas de Gran Canaria (Samper Padilla 1998), Córdoba (Malanca / Toniolo / Zurita 2000) y Sevilla (Carbonero / Ortiz Torres 2005). A partir de estos materiales se han realizado otras investigaciones (Eberenz 2012). Finalmente, los trabajos personales de Charles Kany (1962) y José G. Moreno de Alba (1992) se han mostrado sumamente útiles para cubrir algunas lagunas detectadas en la serie de los léxicos del habla culta en relación con el español urbano. 2. Análisis multivariantes Una de las tendencias actuales en la investigación del léxico dialectal es la aplicación de la estadística a datos de naturaleza diatópica. La cuantificación permite salvar el problema de la apreciación subjetiva, que puede ser causa de sesgos considerables. Los métodos básicos de cuantificación en forma de frecuencia absoluta (recuentos) y relativa (porcentaje) son relativamente sencillos y nadie duda de la validez de su aplicación a cuestiones léxicas. Efectivamente, los estudios que han utilizado estos cálculos son innumerables. En contraste, las investigaciones que han aplicado métodos avanzados a la geolingüística española, concretamente de análisis multivariantes, se reducen a los limitados trabajos adscritos a la disciplina llamada «dialectometría»5. No obstante, fuera del ámbito español, en Europa, Estados Uni El cuestionario fue preparado por Manuel Alvar y Luis Flores. Según Lope Blanch (1986), creador de este proyecto, «el que finalmente acabaría por ser denominado “Proyecto de estudio coordinado de la norma lingüística culta de las principales ciudades de Iberoamérica y de la Península Ibérica” nació oficialmente en 1964, en Bloomington, Indiana, donde PILEI celebraba su segundo simposio». 5 Las obras más importantes son García Mouton (1991), Moreno Fernández (1991), Paredes García (2001), Aliaga Jiménez (2003), Ueda / Ruiz Tinoco (2003), Aoto (2004) y Ueda (2005), entre otras. 4
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dos y Japón, sí pueden encontrarse numerosos estudios que utilizan métodos multivariantes avanzados. Por esa razón creemos que merece la pena presentar algunos de nuestros métodos y resultados de aplicación6. 2.1. Coocurrencias y correlación Partimos de la presentación de unos datos léxicos en forma bidimensional: formas lingüísticas en el eje vertical y países en el horizontal; las correspondencias o reacciones positivas se sitúan en la intersección de los dos ejes con el signo (+). La siguiente figura representa una parte de nuestros datos, constituidos por un total de 841 formas correspondientes a 20 países.
Figura 1. Datos: Formas y países (parte inicial)
Las formas situadas en el eje vertical están ordenadas por conceptos comunes: por ejemplo, al concepto de ACERA le corresponden dos formas diferentes, banqueta y vereda, con exclusión del término acera, que es irrelevante para nuestro estudio por tener una distribución generalizada. La forma banqueta muestra una marca positiva en MX y GU, mientras que vereda lo hace en EC, PE, BO, CH, PA, UR y AR. En la práctica de la dialectometría se suele utilizar el «cálculo de coocurrencias», que consiste en contar el número de veces que dos lugares determinados coinciden en la elección de las mismas formas. En la Figura 2 se presentan los casos de coocurrencia que hay entre los países del eje vertical y los del horizontal: por ejemplo, ES coincide 48 veces con CU. Las cifras que aparecen en la intersección de cada país consigo mismo representan el número total de formas para cada uno de ellos. En el caso de España (ES), se han encontrado 172 formas. La cifra que aparece en el extremo superior derecho del cuadro representa la totalidad de formas analizadas: 841.
6 En esta sección abreviamos y actualizamos un estudio presentado en Ueda (2008). Por razones de espacio remitimos a Ueda (2015) para la explicación de los procesamientos estadísticos concretos.
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Figura 2. Coocurrencias
A partir de la tabla de coocurrencias podemos calcular los «coeficientes de correlación phi». La fórmula para calcular el valor (phi) de las variantes dialectales sería:
donde (a) es el número de elementos comunes en dos grupos de variantes, (b) el número de elementos que se dan en el primero y no en el segundo, (c) el número de elementos que no se dan en el primero, pero sí en el segundo y (d) el número de elementos que no aparecen en ninguno de ellos. Por otra parte, se ha propuesto otra fórmula derivada de la del coeficiente phi. Moore / Romney (1994: 372) afirman: «it was derived to overcome the problem of including joint absences»:
En este caso, en vez de calcular solo las coincidencias, se obtienen unas cifras normalizadas en una escala de cero a uno:
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Figura 3. Coeficientes de correlación
2.2. Análisis de clúster Uno de los métodos más utilizados en los estudios dialectométricos es el «análisis de clúster» (Clua 2010; Goebl 2010). Este método nos ofrece una visualización de la forma en que se agrupan los datos.
Figura 4. Análisis de clúster (método de la distancia promedio)
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Para interpretar adecuadamente este gráfico hay que partir de su lado derecho, donde encontramos una primera ramificación en el punto correspondiente a MX (.243): por un lado, de ES a CR, y por otro de MX a AR. Dentro del primer grupo, en el punto GU (.279), se encuentra la siguiente diversificación: de ES a VE y de GU a CR. Y así sucesivamente podemos llegar a las ramas que representan a los veinte países. Con respecto al léxico analizado, descubrimos la siguiente distribución geográfica: España (ES), Colombia (CO), Caribe (CU, RD, PR), Centroamérica (GU, EL, HO, NI, CR, PN, VE), Andes (EC, PE, BO), Chile (CH) y la Plata (PA, UR, AR). 2.3. Análisis de componentes principales Ahora nos proponemos analizar los mismos datos, pero con un método más complejo: el «análisis de componentes principales» (Woods / Fletcher / Hugues 1986: 273-290). Este método nos ofrece una visión multidimensional de la distribución de los datos, tanto de los individuos como de las variables; en nuestro caso, tanto las formas lingüísticas como los países. El cálculo multivariado de la matriz de coeficientes nos permite encontrar distintas líneas de regresión, las primeras de las cuales, en forma de «componentes», agrupan la mayor cantidad posible de información. El primer componente, representado en el eje horizontal del gráfico siguiente, ofrece únicamente valores positivos, con una homogeneidad que hace difícil discriminar las variables de manera tajante. Sus valores absolutos, sin embargo, llaman la atención por reflejar la división entre España y América. En cuanto al segundo componente, en el eje vertical, presenta tanto valores positivos como negativos, lo que permite dividir claramente los países en dos grupos: México, Centroamérica y el Caribe, por un lado; y los Andes y el Cono Sur, por otro.
Figura 5. Componentes. Situación de países
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2.4. Método de concentración Tanto el análisis de clúster como el de componentes principales, el primero para obtener una visión taxonómica y el segundo para llegar a una interpretación conjunta, son métodos macroanalíticos. En cambio, nuestro propio método, denominado «análisis de concentración», se muestra idóneo para el microanálisis matricial y permite recuperar la distribución original para hallar la distribución más concentrada posible, cambiando el orden de filas y de columnas de acuerdo con los valores de los dos ejes de la matriz.
Figura 6. Método de concentración
El objetivo de la concentración es buscar una gradación de los datos (d1, d2, …, d5) y de las variables (v1, v2, …, v4) en el mismo vector de interpretación. Si el orden de los datos (d3, d1, …, d4) de la matriz Y facilita la interpretación geográfica de los países de Norte a Sur, el orden de variables (v2, v1, v3, v4) cobra ese mismo sentido de Norte a Sur. De esta manera, las correspondencias o respuestas concentradas alrededor de la línea diagonal nos revelan una información ordenada también de Norte a Sur. La ventaja de este análisis consiste en que permite no solo una clasificación de acuerdo con las categorías preestablecidas, sino también con las categorías encontradas a posteriori. En la sección siguiente, mostraremos un ejemplo concreto de su utilización. 3. Modelos de presentación Junto a los métodos tradicionales que utilizan listados, tablas y mapas lingüísticos, la mayoría impresos, recientes estudios sobre el léxico diferencial ofrecen nuevas formas de presentación y consiguientemente nuevas alternativas de interpretación, entre las cuales destaca el tratamiento matricial y la cartografía automática en internet.
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3.1. Matriz de distribución Desde 1993, nuestro equipo en Japón ha venido investigando la variación diatópica del español urbano en el proyecto denominado VARILEX7. El proyecto consiste en reunir datos mediante cuestionarios que se distribuyen anualmente a un conjunto de colaboradores residentes en distintas ciudades hispanohablantes. Una vez concluida la recogida de datos, realizamos una revisión de los materiales contando con la ayuda de colaboradores procedentes de cada país. De esta manera hemos llegado a reunir 9077 formas variantes encontradas a propósito de 983 conceptos o referentes diferentes. A modo de ejemplo, a propósito del concepto [35] ‘gafas, anteojos’, se han recogido cuatro variantes principales: anteojos, espejuelos, gafas, lentes. La tabla siguiente muestra la distribución de sus frecuencias8:
Figura 7. Distribución por ciudades: anteojos, espejuelos, gafas, lentes
Estas cuatro voces han sido documentadas también en el Léxico del habla culta (Núm. 760. Anteojos) con los siguientes resultados: Madrid: gafas (15), anteojos (3); Ciudad de México: anteojos (22), lentes (9), gafas (3), antiparras (1); San Juan: gafas (4), espejuelos (4); Bogotá: anteojos (20), gafas (14), lentes (1), antiparras (1); Véase [01/03/2018]. Siglas de las ciudades encuestadas (leer verticalmente): SCO Santiago de Compostela; COR Coruña; VIG Vigo; MAD Madrid; BAR Barcelona; GRA Granada; MLG Málaga; TEN Santa Cruz de Tenerife; MON Monterrey; MEX México; GUA Guatemala; SSV San Salvador; LMN Puerto Limón; PAN Panamá; HAB La Habana; SCU Santiago de Cuba; SDO Santo Domingo; SPM S. Pedro de Macorís; STI Santiago de los Caballeros; SJU San Juan; MAY Mayagüez; QUI Quito; BOG Bogotá; MER Mérida; CAR Caracas; LIM Lima; ARE Arequipa; PAZ La Paz; ASU Asunción; MTV Montevideo; ARI Arica; SCH Santiago de Chile; SAL Salta; TUC Tucumán; BUE Buenos Aires; TET Tetuán; MAL Malabo. 7 8
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Caracas: anteojos (10), lentes (6), espejuelos (1); Lima: lentes (7), anteojos (6), gafas (1); La Paz: lentes (12), anteojos (11), gafas (5), espejuelos (3); Santiago de Chile: anteojos (12); lentes (8), gafas (3), lunetas (1), antiparras (1); Buenos Aires: anteojos (12), lentes (1). En cuanto a los diccionarios contrastivos, Grosschmid y Echegoyen (1998) presentan las voces anteojos y lentes como americanismos generales (anteojos: América; lentes: América), mientras que Martínez (1999 s.v. ing. eyeglasses) trata anteojos como término americano general y lo presenta junto a otros tres términos (CO: gafas, lentes; CU, PR: espejuelos; RD, EC, PA, PE, VE: lentes; ES: gafas). El Diccionario de americanismos (ASALE 2010) precisa la distribución general de las dos voces americanas del siguiente modo: anteojos en MX, HO, NI, CR, CU, PR, CO, VE, EC, PE, BO, CH, PA, AR, UR; espejuelos en NI, RD, PR con adición de EC (obsolescente). Por su parte, Moreno de Alba (1992: 133), en su estudio sobre las capitales del mundo hispánico, ofrece la siguiente información: Anteojos. En Madrid se prefiere el vocablo gafas, que también se oye (poco) en México, Bogotá y Quito. Anteojos predomina en México, San Salvador, Tegucigalpa, Managua, San José, Santiago y Asunción. (Nota. Alternando con otras designaciones se oye también en Guatemala, San Salvador [sic, se repite], Panamá, Bogotá, Quito, Lima y Buenos Aires.) Lentes es voz empleada en Panamá, Caracas, La Paz, Asunción, Montevideo; y como una entre otras opciones en muchas partes (México, Guatemala, Santo Domingo, Quito, Lima, Buenos Aires). Espejuelos parece preferirse en La Habana, Santo Domingo y San Juan.
Tomando todas estas informaciones en consideración, podemos construir una tabla con la distribución por países de las variantes léxicas analizadas:
Figura 8. Distribución por países
A partir de la matriz anterior, podemos construir una nueva matriz concentrada, de acuerdo con el método expuesto más arriba (2.4). La Figura 9 muestra el agrupamiento de correspondencias en torno a la línea diagonal, que comienza en CU: espejuelos y termina en BO-UR: lentes. De esta manera observamos una transición gradual entre espejuelos – gafas – anteojos – lentes, en este orden, que se correlaciona con una disposición de los países: CU – ES – NI – PR – EC – CO – RD – PN – HO – EL – CR – AR – MX – GU – VE – PE – BO – CH – PA – UR.
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Figura 9. Concentración
La amplitud horizontal que se muestra en la Figura 10 representa la distancia con respecto al punto inicial, de manera que ES mantiene una distancia de .389 con respecto a CU (.000), distancia que resulta significativa, teniendo en cuenta que el máximo es 1.000. Seguidamente, PR muestra una distancia .549 con respecto al punto cero, lo que significa que la distancia entre ES y NI es de .16 (.549-.389), que corresponde a la amplitud de la columna de NI.
Figura 10. Áreas concentradas
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Lo mismo puede decirse de la disposición de las formas lingüísticas, que se calcula a partir de los datos de distancia vertical, como se muestra en el eje vertical de la misma Figura 10. De esta manera, obtenemos una nueva perspectiva de la geografía léxica, liberada de las de direcciones cardinales y con mayor precisión estadística. Todo ello nos permite acceder a un nuevo tipo de taxonomía geolingüística, lo que sería difícil si se atendiera exclusivamente a la distribución original de los datos. 3.2. Cartografía automática en internet En esta subsección explicamos el sistema cartográfico que utilizamos en el Proyecto VARILEX. La enorme cantidad de datos de las sucesivas encuestas del proyecto se guardaron en una base de datos relacionales MySQL, como se describe en Ruiz Tinoco (1999, 2000, 2002, 2005), para facilitar el posterior tratamiento estadístico y cartográfico. La base de datos fue publicada posteriormente en Internet, para lo que se preparó una interfaz que permitía búsquedas y mapas on demand, sistema descrito en Ruiz Tinoco (2006) y revisado en Ueda / Ruiz Tinoco (2007). Esta base de datos está disponible todavía en la actualidad9. La Figura 11 muestra el resultado de la búsqueda del término saco y la Figura 12 muestra el interfaz donde se determinan las condiciones de búsqueda.
Figura 11. Interfaz de la base de datos en línea de VARILEX 9
Véase [01/03/2018].
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Figura 12. Interfaz de búsquedas
Por medio de este sistema se obtienen los geosinónimos correspondientes y su distribución geográfica. Pulsando el icono del mapa situado a la derecha se descarga el resultado en formato PDF A4 con los datos básicos del término en cuestión, como se muestra en la Figura 13. En este mapa se indican en color rojo las ciudades donde se usa el término, en azul las ciudades donde no se encontró, y en amarillo las ciudades en preparación, así como el código usado en el proyecto, entre otros datos. El sistema ha sido programado casi en su totalidad en lenguaje PHP y aunque sigue siendo útil hoy, han surgido otras opciones de visualización. Como ampliación de la cartografía del Proyecto VARILEX, los datos almacenados se están cambiando a los formatos adecuados para el procesamiento con técnicas SIG. A estos puntos se les pueden añadir algunos cálculos estadísticos e incluso gráficas. En las Figuras 14 y 15 se muestran los porcentajes de uso de los principales geosinónimos de coche en dos tipos de gráficos. En caso de obtener datos de zonas más amplias, como sucede con los tuits georreferenciados, existiría un continuum que se puede visualizar utilizando los llamados «mapas de calor», como los de las Figuras 16 y 17, con distintos grados de granularidad. En este caso indican la densidad de uso de la doble preposición «a por» como en «voy a por un vaso de agua». En la Figura 16 se advierte que es característico del español peninsular, y en la Figura 17 se puede apreciar en qué zonas de España es más frecuente, aunque habrá que tener en cuenta la demografía de cada zona. Otras características cuantitativas también se pueden visualizar utilizando mapas temáticos como el de la Figura 18, que muestra la proporción de tuits escritos en catalán en relación con los escritos en castellano en España. Cada color representa un intervalo de las proporciones que se quieren visualizar. Entre otras muchas posibilidades de visualización de los datos podemos utilizar técnicas de interpolación basándonos en los valores obtenidos para ciertos puntos geográficos. En la Figura 19 se muestra con distintos colores una continuidad de valores de la aparición de la expresión catalana Bon Nadal, equivalente a la expresión Feliz Navidad del castellano. Figura 13. Mapa del término saco
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Figura 14. Gráfico circular
Figura 15. Gráfico de barra
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Figura 16. Mapa de calor «a por» general
Figura 17. Mapa de calor «a por» de España
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Figura 18. Mapa temático CAT/ESP
Figura 19. Mapa interpolado de Bon Nadal
En la Figura 19 se pueden apreciar unas líneas similares a las tradicionales isoglosas, que separan las zonas teniendo en cuenta los valores obtenidos en la interpolación. En ambas figuras 18 y 19 se puede apreciar por los cambios de color entre rojo (máximo) y azul (mínimo) que en las zonas limítrofes con el dominio catalán hay cierta proporción del uso del catalán, posiblemente debido a la presencia de residentes o transeúntes catalanoparlantes.
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Las técnicas SIG para el procesamiento de datos espaciales van más allá de la simple preparación de los mapas, se trata de una verdadera base de datos, dialectales en nuestro caso, que, además, incluye datos geográficos con los que se pueden realizar todo tipo de cálculos espaciales. La visualización detallada de los datos también favorece la mejor interpretación, siendo asimismo útil no solamente para la investigación sino también para la enseñanza de la dialectología y de la lingüística en general. 4. Consideración final A la hora de describir el diasistema de una lengua determinada, Weinreich (1954: 23) planteó una cuestión importante, que merece la pena verse con detenimiento por el valor propio de la teoría y por la influencia ejercida sobre las investigaciones posteriores. Según este autor, la objeción principal alzada por los estructuralistas contra la dialectología comúnmente practicada podría ser formulada como sigue: en la construcción de los «diasistemas», ignora las estructuras de las variedades constituyentes. En otras palabras, la dialectología de entonces comparaba por lo general elementos pertenecientes a diferentes sistemas sin subrayar suficientemente sus relaciones con otros miembros existentes en cada uno de ellos. Weinreich cita como ejemplo el caso de taykh en yiddish y rechaza, con todo acierto, la descripción de esta palabra en una localidad como idéntica a la de esa misma palabra en otra localidad. Así, en una localidad, taykh puede significar ‘río’ y oponerse a ózere, ‘lago’, mientras en una segunda localidad puede referirse a cualquier ‘masa natural de agua’. En nuestros estudios también hemos encontrado casos análogos al que explica Weinreich. Por ejemplo, gafas (de sol) se usa tanto en Madrid como en Santo Domingo, pero en esta última ciudad los ‘lentes no oscuros’ se denominan anteojos y no gafas, que sí se usa en Madrid. La ecuación semántica se podría presentar de este modo: «Madrid» gafas ‘gafas de sol’ / gafas ‘gafas normales’ «Santo Domingo» gafas ‘gafas de sol’ / anteojos ‘gafas normales’
Otra cuestión de interés para el dialectólogo estructural es la de las diferencias parciales de significado. Weinreich puso como ejemplo el caso de varios tipos de ‘asiento’. Si en una zona-A, shtul significa ‘silla’, pero en una zona-B significa ‘sillón’, entonces se pregunta cómo se dice ‘sillón’ en A y ‘silla’ en B. Weinreich apunta: «Cada mapa semasiológico, debido a la naturaleza de doble cara de los signos lingüísticos, provoca tantas cuestiones onomasiológicas como el número de zonas que contiene […]. Esta cadena repleta de cuestiones podría ser prolongada». Esto podría ejemplificarse en español con el mismo referente ‘asiento’. En España se distingue entre banco y banquillo, que corresponden en México a banca y banco, respectivamente. La «cadena» en este caso se representaría de la siguiente forma:
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banco. España: ‘asiento alargado para varias personas’, lo que es en México banca. banco. México: ‘asiento para una sola persona’, lo que es en España banquillo.
La cuestión se plantea aquí desde una perspectiva semasiológica, mientras que en el caso anterior se plantea desde una perspectiva onomasiológica. En Ueda (1995) procedimos a independizar cada relación de expresión (forma) y contenido (concepto) de su plano correspondiente, para después situarla en el plano geosinonímico en forma de tabla de distribución. Con este fin, propusimos utilizar un término acuñado específicamente para el estudio de la variación: geolexon. Un geolexon consiste en la combinación de un concepto (C) y una forma (F) en una determinada localidad (L). Así, por ejemplo, la combinación de F = banco con C = ‘asiento para varias personas’ en L = España forma un geolexon (G1), mientras que la combinación de la misma forma con ‘asiento para una persona’ lleva a otro geolexon (G2) en México. Por supuesto, banca con el significado de ‘asiento para varias personas’ en México también constituye un geolexon independiente (G3). Así pues, se trata de una unidad mínima de tres elementos: «geolexon» (G) = concepto (C) + forma (F) + localidad (L)
Este sería un esquema simplificado del objeto de estudio de la lingüística geográfica. La realidad, sin embargo, es más compleja y escapa a su representación por medio de una combinación de tan solo tres constituyentes. Por ejemplo, el Diccionario de americanismos (ASALE 2010) recoge, para ‘lentes, anteojos’, espejuelos en NI, RD, PR y, a su lado, también en EC, pero con la indicación de «obsol(escente)’. Moreno de Alba (1992), por su parte, precisa la poca frecuencia del vocablo gafas en México, Bogotá y Quito. De modo que ahora entran en juego el tiempo (T = «obsolescente») y el uso (U = «poco frecuente»). Para conseguir una mayor precisión, sería importante saber incluso el grado de obsolescencia de cada forma y su frecuencia concreta. Y todavía existen más posibles marcas (ASALE 2010: lix-lx): de estilo (E = «afectuoso», «despectivo», «hiperbólico», «vulgar», etc.), de hablante (H = «delincuente», «estudiantil», «infantil», «profesional», etc.), etc. Para tener en cuenta todas estas marcas, podríamos pensar en otras unidades, «cronolexon», «cresolexon», «fasolexon», «sociolexon», etc., que serían objeto de estudio de la lingüística histórica, cuantitativa, estilística, social, etc., respectivamente, con una gradación de mayor o menor precisión. También es posible pensar en la combinación de estas unidades, por ejemplo: «cronogeolexon» para explicar la variación diacrónica y diatópica al mismo tiempo. Creemos, pues, que la panorámica que ofrecen las nuevas aproximaciones estadísticas e informáticas, capaces de simplificar el conjunto de las unidades mediante métodos sofisticados, no restan valor, de ninguna manera, a las detalladas descripciones aportadas por los estudios tradicionales, ni viceversa. En este sentido las corrientes más tradicionales y las más novedosas no son excluyentes, sino que se complementan.
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3. LA LEXICOGRAFÍA DIALECTAL: ASPECTOS TEÓRICOS, METODOLÓGICOS Y TIPOLÓGICOS 1
Alejandro Fajardo Universidad de La Laguna [email protected]
►► Resumen
El objetivo de este trabajo es analizar las bases teóricas y los distintos métodos seguidos para elaborar diccionarios dialectales del español. Tras una revisión de los principales estudios metalexicográficos, se tratan los tipos de fuentes documentales utilizadas por los lexicógrafos. La contrastividad entre la variedad dialectal y la estándar es la base del método de muchas obras y de la selección del léxico, por lo que se pone la atención en este concepto y en su aplicación práctica en los diccionarios diferenciales. Los diccionarios dialectales diacrónicos son escasos, circunstancia que se analiza, así como la validez de las informaciones etimológicas aportadas por los sincrónicos. En la descripción del léxico dialectal, es importante atender a los sistemas de marcación de las voces, cuya adecuación se analiza. También se consideran aspectos que afectan a las especificidades de la definición de voces dialectales, como el uso de un lenguaje neutro o el empleo de las equivalencias y los sinónimos. Las informaciones culturales y etnográficas son abundantes y de especial interés en estas obras, por lo que se aborda la forma de introducirlas. Finalmente, se propone una detallada tipología de los diccionarios dialectales según criterios teóricos y prácticos. ►► Palabras clave Lexicografía dialectal, crítica de diccionarios, metalexicografía, tipología de diccionarios.
Dialectal lexicography: theoretical, methodological and typological aspects ►► Abstract
The aim of this paper is to analyse the theoretical foundations and the methods used to develop Spanish dialect dictionaries. After reviewing the main metalexicographic studies, the paper discusses the documentary sources used by lexicographers. The contrast between dialectal and standard varieties is the basis of the methods used in many lexicographic works and the criterion for vocabulary selection. Therefore attention is focused on this concept and on its practical application in differential dictionaries. Diachronic dialect dictionaries are rare, and this fact is examined, as is the validity of etymological information given in synchronic dictionaries. In the description 1 De los proyectos FFI2013-43937-P y FFI2016-76154-P (Ministerio de Economía y Competitividad).
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of dialectal vocabulary, the labelling systems used in dictionary entries are important and their adequacy is examined. The study also deals with aspects which affect the specific nature of lexicographic definitions, such as the use of neutral language or equivalent terms and synonyms. Detailed cultural and ethnographic information is presented and is of particular interest in these lexicographic works; the way it is introduced is also examined. Finally, a detailed typology of dialect dictionaries is proposed according to theoretical and practical criteria. ►► Keywords Dialectal lexicography, dictionary criticism, metalexicography, dictionary typology.
1. Introducción En comparación con la gran cantidad de obras lexicográficas sobre variedades dialectales del español, la reflexión teórica sobre su metodología y tipología es escasa. Entre los trabajos críticos más abundantes, los dedicados a la presencia o ausencia de voces regionales en los diccionarios de la Real Academia Española tienen gran tradición desde el siglo xix, cuando Saavedra (Aliaga 1999) inauguró en 1888 con el estudio de las voces murcianas un tipo de trabajos que fue seguido por otros como Baráibar (1903) para las voces alavesas, y que se prolonga hasta nuestros días, por ejemplo, en los dedicados a Canarias (Corrales 1982, 1992), Aragón (Alvar Ezquerra 1991; Gargallo 1992), Andalucía (Ahumada 1989), León (Le Men 1998), Extremadura (Montero 2006), etc. Otro enfoque frecuente de los estudios sobre lexicografía dialectal se orientó hacia la recepción del léxico regional en obras clásicas como el Vocabulario de Nebrija (Alvar 1994), el Tesoro de Covarrubias (Eberenz 1992), el Diccionario de Autoridades (Salvador Rosa 1985; Ahumada 2003), el diccionario de Terreros (Guerrero 1992), o se centró en periodos concretos (Moreno 2004, 2011). Por otra parte, en los años de mayor desarrollo de la geografía lingüística en España, sus principales impulsores, especialmente Alvar (1982) y Salvador (1985), repararon en la necesidad de acercar esta disciplina y la lexicografía. En los años noventa aparecieron algunos trabajos de carácter general, por ejemplo, Fajardo (1993), Ahumada (1996), Alvar Ezquerra (1996-1997), Corrales (1996-1997) y Haensch (1997: 84-94, 215-235). En los últimos años ha aumentado el interés por aspectos tanto lexicográficos como metalexicográficos de la variación dialectal, lo que se comprueba en publicaciones como las de Ahumada (2000, 2004, 2010), Carriscondo (2001), Ayala / Medina (2010) o Arnal (2011). En cuanto a la historiografía lexicográfica hispanoamericana, cuenta con abundantes monografías sobre diccionarios, muchos del siglo xix y comienzos del xx. El concepto de americanismo fue objeto de atención, desde planteamientos teóricos como los de Rona (1968), Rabanales (1953), Coseriu (1981), Bohórquez (1984), Pottier-Navarro (1992), etc., o más orientados a la práctica lexicográfica como Haensch / Werner (1978) y Haensch (1980), que impulsaron la metalexicografía del español de América y aplicaron sus ideas mediante la realización de diversos proyectos.
LA LEXICOGRAFÍA DIALECTAL
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Al igual que en el caso de los regionalismos españoles, la inclusión de americanismos en diccionarios clásicos ha sido un foco de interés importante. Por ejemplo, fueron estudiados los indoamericanismos en el Tesoro de Covarrubias (Lope Blanch 1977), en el Diccionario de Autoridades (Werner 1983; Salvador Rosa 1985), en el Nuevo diccionario de la lengua castellana de Salvá (Azorín / Baquero 1992) o en los diccionarios de la Real Academia Española (Haensch 1980; Werner 1984; Seco 1988; Navarro 2011). El registro de las voces de uso regional en los diccionarios generales plantea, además, el problema de qué representación cuantitativa deben tener las variedades dialectales en ellos. La tendencia en los últimos años ha sido el aumento del número de entradas, especialmente de americanismos (Seco 2003: 362-374), tendencia a la que se han sumado diccionarios no académicos como Vox (2002), el Diccionario del español actual (Seco / Andrés / Ramos 2011), etc. Desde los años noventa, los tesoros lexicográficos de carácter dialectal han puesto las bases para el avance de la lexicografía (tanto diferencial como histórica) en algunas de las pocas zonas donde se ha llevado a cabo el trabajo de compilación (Corrales / Corbella 2009a). Buena parte de los repertorios dialectales han sido elaborados por aficionados. La cautela necesaria para su uso (Porto 2002: 118) no debe impedir reconocer su apreciable contribución; no obstante, quedarán fuera de este estudio porque su interés se centra más en la aportación de voces que en su metodología. 2. Denominación La denominación de las obras lexicográficas dialectales suele llevar aparejados aspectos conceptuales. Desde los comienzos, fueron comunes los títulos en que aparecían expresiones como «provincialismos de…» o «voces provinciales de…», cuyos equivalentes fueron usuales también, con similar valor, en otras lexicografías europeas (alemán Provinzialismus, francés provincialisme). La denominación de voz provincial la empleó ya el Diccionario de Autoridades en su planta («En cada Voz expressar su qualidád: conviene à saber, si es antiquada, ò usada; si es baxa, ò rústica; Cortesana, Curiál, ò Provinciál») (Autoridades 1726: xvi) y aparece en los inicios de la lexicografía americana en el título de la obra de Alcedo (1789). Tuvo su mayor difusión a lo largo del siglo xix, desde los diccionarios de provincialismos de Cuba (Pichardo 1836), Canarias (Lugo 1846/1946), Honduras (Membreño 1895), Colombia (Uribe 1887), Centroamérica (Salazar 1910); Puerto Rico (Malaret 1917), etc. Su uso marca la etapa de la lexicografía provincial (Fajardo 2010), que irá decreciendo progresivamente, aunque aún a mediados del siglo xx encontramos resonancia de ellos en Santamaría / García (1959). Con gran frecuencia se emplea el sufijo -ismo (americanismos, chilenismos, aragonesismos, etc.), con valor metalingüístico, para referirse a la unidad léxica cuyo uso
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se documenta ostensiblemente en un lugar específico. La voz se compara con el uso de un área distinta para comprobar que no se utiliza en ella. Generalmente es el estándar del centro peninsular español el foco de contraste; su ausencia allí sirve para justificar su inclusión en el diccionario de -ismos. Este tipo de denominaciones se generaliza a partir de la segunda mitad del siglo xix y tiene su origen en obras como las dedicadas a los chilenismos (Rodríguez 1875), peruanismos (Arona 1882), mejicanismos (Ramos 1895), argentinismos (Segovia 1911) o costarriqueñismos (Gagini (1919), usos que se extienden después a otras áreas o países. Posteriores son los de carácter más general: la serie de los diccionarios de americanismos comienza con el título que Malaret dio a la reelaboración de su diccionario (Malaret 1925) a partir del antes llamado de provincialismos (Malaret 1917). El uso de estas denominaciones se ha prolongado hasta hoy, alternando con «español de…», sin que esto implique diferencia alguna en su enfoque. Reediciones o reelaboraciones de la misma obra pueden hacer uso de este recurso: Diccionario de americanismos (Morínigo 1966/1985) / Diccionario del español de América (Morínigo 1996), Diccionario de argentinismos (Haensch / Werner 1993b) / Diccionario del español de Argentina (Haensch / Werner 2000a), Diccionario diferencial del español de Canarias (Corrales / Corbella / Álvarez 1996) / Diccionario ejemplificado de canarismos (Corrales / Corbella 2009b), etc. No obstante, algunos enfoques sí impiden la equivalencia de las denominaciones; así, un diccionario que no tenga un enfoque diferencial no admite la denominación con -ismos: el Diccionario del español de México (Lara 2010) no equivale a un diccionario de mexicanismos, pero sí el así titulado por la Academia Mexicana de la Lengua (2010). Otras denominaciones, también frecuentes, como «diccionario del habla de…», «diccionario de (voces) (de)… » o «vocabulario + adjetivo gentilicio» llevan implícito, al igual que en el caso de los -ismos, el enfoque diferencial y tienen una importante tradición para referirse a las variedades regionales españolas para las que, frente a las designaciones con -ismo, han sido más habituales las designaciones con gentilicios: Diccionario de voces aragonesas (Borao 1859), Vocabulario de las palabras y frases bables (Rato 1891), Vocabulario extremeño (Santos 1910), Vocabulario murciano (Sevilla 1919), Vocabulario andaluz (Alcalá 1934/1951), Vocabulario navarro (Iribarren 1952), Vocabulario riojano (Goicoechea 1961); Diccionario de los bables de Asturias (Neira / Piñeiro 1989), Léxico cántabro (Saiz 1991), aunque algunos de los más recientes se han sumado a la corriente de los -ismos: canarismos (Corrales / Corbella 2009b), madrileñismos (Alvar Ezquerra 2011), mexicanismos (Academia Mexicana de la Lengua 2010), etc. Las especificaciones técnicas en los títulos son escasas, salvo alguna excepción como la indicación de diferencial en el Diccionario diferencial del español de Canarias (Corrales / Corbella / Álvarez 1996). Los repertorios titulados dialectales, como el Vocabulario del dialecto murciano (García Soriano 1932/1980) o el Diccionario dialectal del Pirineo aragonés (Rohlfs 1985), prácticamente han desaparecido de los títulos de la bibliografía más reciente, lo que sería explicable por las connotaciones de subsidiariedad que tales denominaciones pueden implicar para los no especialistas,
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ya que con frecuencia se entrecruzan los criterios lingüísticos con otros de tipo geográfico y político. 3. Fuentes documentales Las fuentes de documentación en que se apoya la redacción del diccionario dan lugar a distintas metodologías, dependiendo de en qué medida la compilación se haga a partir de un corpus textual o se extraiga de fuentes lexicográficas. Los diccionarios dialectales basados en un corpus textual de cualquier índole (textos literarios, etnográficos, de prensa local, respuestas a cuestionarios aplicados a un conjunto de informantes, etc.) siguen un método de trabajo de primera mano que tiene sus raíces en la tradición inaugurada en España por Autoridades, que optó por documentar cada palabra apoyándose en textos primarios. Algunos diccionarios dialectales incluyen sistemáticamente ejemplos que facilitan el entendimiento de las definiciones; en esta línea se encuentran, por ejemplo, el Breve diccionario ejemplificado de americanismos (Steel 1999), el Diccionario de hispanoamericanismos (Renaud 2000) o el Diccionario ejemplificado de canarismos (Corrales / Corbella 2009b), que sustentan su originalidad en corpus de textos de los que extraen las citas para documentar el uso. En varios países americanos también se redactaron diccionarios apoyados en corpus textuales representativos de sus propias variedades lingüísticas nacionales o regionales, como el Diccionario ejemplificado de chilenismos (Morales 1984-1987) o el Diccionario de venezolanismos (Tejera 1983-1993), que da entrada en distintos apartados del artículo a documentación diversa de origen oral o escrito. La Academia Argentina de Letras (2003), en el Diccionario del habla de los argentinos, también incorpora citas ilustrativas de varias fuentes, incluidas las lexicográficas. Los diccionarios dialectales, además de las fuentes documentales propias (materiales de encuestas e investigaciones), se basan siempre en fuentes lexicográficas anteriores. El punto de partida ideal debería ser un tesoro lexicográfico dialectal; sin embargo, son muy pocos los disponibles, excepción hecha de los de Canarias, León, Andalucía y La Rioja en España; o Argentina, México y Puerto Rico en América (Corrales / Corbella 2009a). Cuando no se cuenta con este apreciable recurso, es necesaria la compilación, previa a la redacción, de un fichero documental, elaborado a partir del mayor número posible de referencias. La publicación de la base documental en que se basa un diccionario es un ejercicio de honestidad que no siempre se lleva a cabo, por lo que es justo mencionar la claridad en la citación de las fuentes tanto documentales como lexicográficas que hacen algunas obras recientes, como el Diccionario de madrileñismos (Alvar Ezquerra 2011), el Diccionario ejemplificado de canarismos (Corrales / Corbella 2009b) o el Diccionario de americanismos en Salta y Jujuy (República Argentina) (Osán de Pérez / Pérez 2006). Dado que todos los diccionarios parten de trabajos anteriores, lo que determina su originalidad y valor es el rigor en la labor de selección, contraste y reelaboración de la información reunida.
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4. Criterios de selección del léxico 4.1. Diferencia Los diccionarios dialectales son, en su forma más habitual, diccionarios diferenciales: basan la selección de sus entradas en la búsqueda de lo particular y lo diferente frente a otra modalidad. De una manera generalmente muy aproximativa e imprecisa, esas diferencias se buscan con respecto al uso del centro peninsular español, para lo cual se recurre con frecuencia al criterio resolutivo, aunque cuestionable, de constatar las diferencias a partir de los usos sin localización geográfica que registran diccionarios como el de la RAE (Morales 1984-1987). Otros como Haensch / Werner (1993a, 1993b, 1993c, 2000a, 2000b) y Núñez / Pérez (1994) defienden la comparación con el español central de la península ibérica con más apoyo lexicográfico y la ayuda de algún informante español del centro peninsular. En el caso de Quesada (1996), se basa en el Diccionario de uso del español de Moliner (1984). En algunos diccionarios se indica que se busca la diferencia del léxico nacional por oposición al «español general»; así hacen Tejera (1983-1993: xvii) y el Diccionario de americanismos (DA) (2010: xxxi). La experiencia metodológica de este último ha servido para la elaboración de diversas obras en América (Fajardo 2010). La comparación con la variedad estándar del centro de España ha sido objeto de algunas críticas frecuentes, ya que se ha interpretado por algunos como una apropiación de la norma por parte de los españoles, lo que ha llevado a tachar de «eurocéntricos» a los diccionarios diferenciales que usan este método (Zimmerman 2003). Sin embargo, su utilidad práctica para registrar las voces de extensión limitada no ha sido superada por otros métodos para la selección del léxico, ya que la combinación de dos criterios propia de los diccionarios diferenciales (uso territorial y diferencia) es más productiva desde la perspectiva dialectal que el uso de solo uno (el uso territorial), que emplean los denominados a veces diccionarios integrales. A estos preferimos denominarlos diccionarios territoriales, en el sentido de que registran solo el uso acotado en un territorio concreto, pero no aquello que, aunque sea propio y diferente, no aparece en el corpus de uso en que se basan, como hace el Diccionario del español de México (Lara 2010). Los diccionarios diferenciales y los diccionarios territoriales no son comparables, sin embargo, bajo un mismo criterio, pues están destinados a finalidades distintas, para cuyo logro emplean sendos métodos igualmente adecuados. Es frecuente la crítica de una polarización entre modalidades de primera y segunda clase, que identifica el Diccionario de la lengua española (DRAE) como representativo de la variedad léxica del centro peninsular y lo opone a las variedades periféricas y americanas, que se presentan a veces como infravaloradas. El interés en lograr un reconocimiento normativo de usos locales es una preocupación manifestada a veces en los diccionarios compuestos por quienes consideran que su modalidad es injustamente tratada. El debate crítico surgió en los prólogos de diccionarios decimonónicos americanos donde, como una reacción contra los excesos del casticismo, se defendía
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una norma propia; aunque, al mismo tiempo, la permanencia de la idea de la corrupción del lenguaje provocaba también la crítica de muchos usos locales considerados incorrectos. La relación de los diccionarios dialectales con la norma sigue siendo una cuestión abierta (Fajardo 2011) y relaciona directamente a la lexicografía con otros aspectos del debate social. Sin embargo, se puede comprobar que esa desatención de las variedades no es exclusiva de la periferia. Basta con consultar diccionarios del centro peninsular como el Diccionario del castellano tradicional (Hernández Alonso 2001: xii) o el Diccionario de madrileñismos (Alvar Ezquerra 2011: xvii) y atender a la experiencia de sus autores para comprobar que el léxico de estas zonas no es una variedad privilegiada y que, al igual que otros diccionarios diferenciales, se nutre de voces que no se encuentran en el DRAE ni en otros diccionarios generales. 4.2. Contrastividad La contrastividad, como término propio de la metalexicografía, debe entenderse como el método de selección del léxico basado en criterios precisos de comparación entre variedades; por tanto, implica no solo la constatación de diferencias, sino su definición e inventario y su aplicación explícita en cada entrada del diccionario, en forma de indicaciones o signos de contrastividad. El uso de estos permite distinguir, dentro de los diccionarios diferenciales, un subtipo específico: el diccionario contrastivo. La aplicación de criterios contrastivos fue defendida por Haensch / Werner (1978) en el diseño de su proyecto de diccionarios de americanismos. Al margen de algún otro diccionario (Morales 1984), lo habitual es no incluir marcas de contrastividad, por lo que son minoría los diccionarios contrastivos en sentido estricto (aunque, a menudo, las denominaciones diferencial y contrastivo se utilizan como sinónimos). Si bien es cierto que los signos de contrastividad pueden ser superfluos para el usuario no especialista, son también una muestra de rigor en la aplicación de criterios de selección (Fajardo 2010), pues, además de justificar por qué se ha incluido la palabra en el diccionario, conllevan algún tipo de análisis lexicológico. Los signos de contrastividad no están estandarizados y su uso varía mucho de un diccionario a otro. Morales (1984) emplea un repertorio de signos para señalar los distintos tipos de diferencias (gramaticales, gráficas, fónicas, léxicas, semánticas de extensión o comprensión) que distingue al comparar el uso de Chile con el registrado en el DRAE, además de para indicar las ausencias en el diccionario de la Academia. Los diccionarios de Colombia, Argentina, Uruguay y Cuba dirigidos por Haensch / Werner (1993a, 1993b, 1993c, 2000a, 2000b) en el conocido como «Proyecto de Augsburgo» se caracterizan por su detallada contrastividad, para la que utilizan diversos signos que indican las diferencias con el español de España. Aunque el sistema experimentó cambios (Fajardo 2010), en los últimos publicados se distingue: (a) cuando la unidad léxica del español descrito que figura como lema no es usual en el español peninsular; (b) si la unidad léxica del español descrito que figura como lema es usual
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en el español peninsular, pero tiene en el español descrito acepciones (adicionales o diferentes) que no tiene el español peninsular; (c) si la unidad léxica del español descrito se refiere, en la acepción registrada, a una realidad no existente en la península ibérica. Cuando la diferencia en el uso es más compleja, se remite a una observación donde se explica la diferencia. Sin embargo, las diferencias concretas entre las variedades que se señalan con los signos de contrastividad y las observaciones presentes en los artículos no son suficientes por sí solas para justificar la selección de todas las entradas, por lo que se recurre a otros seis criterios: geolectal (solo elementos usuales en el país descrito), de sincronía (solo elementos en uso en la década de los ochenta y los noventa), difusión geográfica mínima (solo elementos usuales en amplias zonas del país), frecuencia y actualidad mínima (solo elementos confirmados por informantes) y de restricción onomástica (no se registran nombres propios). 4.3. Coincidencia La simplificación de contraste con el centro peninsular en los diccionarios dialectales americanos suele ignorar la existencia de variedades regionales en España (especialmente las de Andalucía y Canarias), cuyo reconocimiento dificultaría la visión bipolar de las variedades y exigiría un estudio más detallado de cada entrada. La superación de esta concepción bipolar ha dado lugar a un nuevo tipo de diccionario que, partiendo de la constatación de las diferencias (Corrales / Corbella 1994), centra su atención en lo que es común a diferentes territorios: el diccionario de coincidencias, cuyo modelo es el Tesoro léxico canario-americano (Corrales / Corbella 2010). Se trata, sin duda, de un diccionario que sirve de modelo para el avance de la lexicografía dialectal, ya que va más allá de la simple localización geográfica y permite, gracias a su base documental, la reconstrucción de la historia de la expansión geográfica del léxico. 5. Sincronía y diacronía La atención que la lexicografía dialectal ha prestado al origen de las voces extranjeras y a sus étimos concretos ha sido desigual, dependiendo de la función de los diccionarios y de la corriente lingüística predominante en la época. Generalmente, en las obras elaboradas en América se mostró interés especial por las etimologías indígenas. Sin embargo, el lugar que ocupa la información diacrónica en muchos diccionarios dialectales es claramente secundario, pues la orientación sincrónica de muchos de ellos soslaya las informaciones históricas y etimológicas o las incluye solo de manera marginal. El uso que se ha hecho de la etimología y origen de las voces tiene funciones diversas. En los repertorios americanos más antiguos, limitados aún por la etimología precientífica, el interés histórico-lingüístico solo aparece de manera latente: se hace
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referencia más a los pueblos de donde proceden las voces que a la lengua como tal, el interés etnográfico y enciclopédico prima sobre el lingüístico y las etimologías suelen ser aún de la misma naturaleza que los ejercicios de ingenio de Covarrubias. Así ocurre en los diccionarios de Ayala (Quesada 1995b) y Alcedo (1789). En la época en que la crítica de la corrupción lingüística era uno de los motores de la lexicografía dialectal —fundamentalmente el siglo xix, con prolongaciones en el xx— la preocupación etimológica se centró en la localización de voces extranjeras, con la finalidad de proscribir su uso. Ya en el siglo xx, algunos diccionarios de americanismos pretenden justificar el registro de las voces por su origen geográfico americano, lo que tiene su justificación teórica en la concepción de Rabanales (1953) del americanismo, basada en un criterio histórico en el que la etimología es utilizada decisivamente para seleccionar el léxico. Quienes, por el contrario, parten de un concepto del americanismo basado en el uso actual según el modelo de Rona (1969) —independiente, por tanto, de su origen— no necesitan una base histórica para la selección del léxico, por lo que muchos de estos diccionarios no suelen informar sobre el origen de las voces. La fijación ortográfica ha sido una de las principales causas del interés de los lexicógrafos por la etimología, sobre todo en periodos de normalización. Pichardo (1875/1985: 19) mostró un claro interés por la relación entre etimología y ortografía, a diferencia de la mayoría de los lexicógrafos dialectales. La fiabilidad de las acotaciones sobre el origen e historia de las voces suele ser muy limitada, con la excepción de los trabajos monográficos de principios del xx, procedentes de investigaciones académicas —estudios sobre las variedades leonesas, como los de Alonso (1909) para el leonés y Lamano (1915) para el salmantino— y con rigor filológico (apud Alvar Ezquerra 1996-1997: 101), pocos para las lenguas indígenas (Lenz 1905-1910; Friederici 1947; Grünwald 1977) y otros más recientes, resultado de la investigación filológica sobre Canarias y América (Corrales / Corbella 2010, 2013). En cuanto a los nacionales americanos, Gagini (1919) en su Diccionario de costarriqueñismos muestra una abundante utilización de fuentes para las voces indígenas, y Malaret en su Vocabulario de Puerto Rico (1937/1999) solo indica la procedencia de un pequeño número de palabras, en su mayoría las que considera indoantillanas (apud López Morales 1999: xvi). Muchos diccionarios más recientes de variedades americanas (Tejera 1983-1993; Haensch / Werner 1993a, 1993b, 1993c, 2000a, 2000b; Núñez / Pérez 1994, o Quesada 1996) renuncian a dar informaciones diacrónicas. Por el contrario, en los diccionarios recientemente publicados por las academias americanas sí se incluyen algunas indicaciones etimológicas, lo que puede estar en línea con la tradición académica de dar breves notaciones etimológicas. Otros diccionarios generales de americanismos tienen un valor limitado por su descompensación: en Morínigo (1996), por ejemplo, son más fiables las etimologías del guaraní, y en el DA (2010) faltan las de numerosos orígenes, en contraste con las abundantes del inglés. A pesar de lagunas como esta, este diccionario tiene un
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criterio prudente en el tratamiento de las etimologías: introduce tres indicaciones distintas según el grado de seguridad que les atribuya (voces de etimología dudosa, controvertida o desconocida). Por lo que se refiere a la lexicografía de orientación diacrónica de regiones o países, su valor está directamente relacionado con la aportación de nuevas fuentes documentales. Algunas obras renuncian a la investigación etimológica, debido a su dificultad, pero recogen documentación histórica de la variedad descrita y dan algunas informaciones sobre el origen de las voces; así ocurre con el Diccionario histórico del español de Costa Rica (Quesada 1995a) y el Diccionario histórico del español de Venezuela (Pérez 2011). El diccionario diacrónico dialectal más completo, hasta la fecha, es el Diccionario histórico del español de Canarias (Corrales / Corbella 2013), que, gracias a su amplísima base de datos textual, aporta una detallada descripción de la historia del léxico de ese territorio. 6. Marcación En general, se observa en la lexicografía dialectal una carencia de reflexión teórica sobre las marcas lexicográficas, que se suelen usar de manera intuitiva y poco rigurosa. Destaca, por su originalidad, el modelo de marcación que propone el DA, que agrupa las marcas en tres tipos: geográficas, sociolingüísticas y pragmáticas. Las marcas geográficas no suelen plantear más problemas que los derivados de la zonificación interna de la zona descrita. Suelen aparecer por orden alfabético, si bien hay soluciones más ilustrativas, como la adoptada en el DA, que se corresponde con la localización de los países, de norte a sur y de oeste a este, lo que facilita la observación de la extensión de las voces por distintas áreas. La marcación diacrónica es otro de los puntos débiles de muchos diccionarios dialectales, en los que aparecen abundantísimas palabras en desuso sin que haya indicación alguna que lo advierta. Ante la dificultad de constatar la falta de uso, su recopilación se basa solo en el criterio diferencial y en su presencia en fuentes lexicográficas anteriores. Los diccionarios que optan por aplicar estrictamente un criterio de uso para seleccionar sus entradas desechan las voces obsoletas y anticuadas, aunque algunos (Haensch / Werner 1993a, 1993b, 1993c, 2000a, 2000b) indican si el hablante común percibe que una voz está dejando de usarse y la marca como obsolescente. En otros repertorios como el DA (2010: xxxii) se opta por dar entrada a palabras que se marcan como poco usuales y obsolescentes, aunque de manera no exhaustiva, pues renuncia a recopilar todas las voces, «dado el espacio limitado de que se disponía». Una tercera opción es la adoptada, por ejemplo, por Tejera (1984: xix), que justifica la inclusión de voces que no se usan «porque de otra forma el Diccionario no cumpliría su misión de ayudar a descifrar los textos venezolanos»; en estos casos, indica mediante marcas como obsc. (obsolescente) o desus. (desusado) la pérdida de vitalidad de palabras o acepciones.
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En relación con los conceptos de estilo y registro, con frecuencia se han usado indistintamente, sin establecer una línea divisoria entre los rasgos que definen a cada uno de ellos. A esto se añaden las interferencias entre lo dialectal y lo intradialectal (dialectos sociales): son muchísimos los repertorios que confunden lo particular del habla de una zona con lo que en realidad es vulgar o coloquial, a pesar de que en teoría, como indica Coseriu (1981: 16), los dialectos propiamente espaciales o geográficos deben mantenerse en un plano diferente al de los propiamente «intraidiomáticos». La distinción, sin embargo, no siempre resulta fácil. La teoría variacionista ha mostrado una tendencia a tratar el estilo como un estilo de dialecto (dialect style) o conjunto de características sociolectales que distinguen el habla de las diferentes clases sociales (Traugott / Romaine 1985: 29). Püschel (2006) señala que los tipos de diccionarios que se ocupan de las variedades lingüísticas y registran parcelas del léxico de una lengua están actuando desde el punto de vista sociolingüístico y se ven afectados, por tanto, por los problemas de la sociolingüística, aunque estos no sean abordados de manera sistemática o sus fundamentos teóricos sean insuficientes. Desde la praxis, la lexicografía debe señalar la situación del léxico respecto al estándar de manera clara, aunque la marcación diafásica no esté exenta de problemas. Una de las aportaciones más interesantes respecto al uso de las marcas sociolingüísticas es la propuesta por López Morales (2010) y aplicada en el DA, que da cuatro tipos de indicaciones: de registro (relacionado con los grupos de la comunidad de habla, por ejemplo: carcelario, delincuencial, drogadicción, estudiantil, infantil, policial, prostitución, etc.); de valoración social (que marcan el uso de una palabra como prestigioso, eufemístico, vulgar, tabú); de estrato sociocultural (relacionado con la educación, la profesión y los ingresos económicos, por lo que distingue respectivamente el nivel alto y el bajo con las marcas culto, popular); y, finalmente, de estilo lingüístico (en relación con el contexto, el interlocutor y el tema, por lo que se distingue el uso esmerado y espontáneo). La aplicación de estas marcas sociolingüísticas exige una elaboración añadida en cada artículo, lo que es difícil de llevar a la práctica en un diccionario extenso; sin embargo, traza unas pautas que muestran un avance metodológico muy interesante. En cuanto al uso de las marcas connotativas, que indican la intención comunicativa (afectuoso, despectivo, humorístico, etc.), su tratamiento en la lexicografía dialectal no difiere del usual en la general y es igualmente necesario. Las marcas técnicas, en cambio, adquieren una importancia especial en determinados repertorios, pues los tecnolectos son decisivos para la caracterización de variedades dialectales. Debe, por tanto, prestarse atención a la adecuada marcación, que puede hacerse con las tradicionales abreviaturas o, como en el DA, formando parte del contorno de la definición. En zonas en las que la ganadería, agricultura, minería, etc., tienen fuerte peso histórico, económico o social, pueden encontrarse repertorios autónomos sobre léxico especializado propio de la zona (Corrales / Corbella / Viña 2015).
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7. Equivalencia y direccionalidad Los diccionarios dialectales establecen distintos tipos de relación con la lengua general, por comparación con la cual se concreta su particularidad. En cierto sentido, se crea una bipolarización que tiene algunos puntos en común con la lexicografía bilingüe. La modalidad de lengua empleada en las definiciones puede plantear problemas, bien porque en ella se utilicen palabras exclusivas de la propia variedad descrita, bien porque se usen palabras propias de la variedad de contraste (el caso habitual del español centro-peninsular). El recurso a la definición perifrástica en la que se emplee léxico general, no marcado geográficamente, puede evitar que las definiciones resulten sesgadas hacia una de las variedades. Esto implica, sin embargo, la inclusión de definiciones completas propias de un diccionario monolingüe, que pueden percibirse como superfluas para la función del diccionario dialectal. Para decidir entre la opción de la definición perifrástica y la sinonímica es necesario tener en cuenta a quién va dirigido el diccionario: cuanto más general o panhispánico sea el destinatario, en mayor medida será necesaria la definición perifrástica. La definición por sinónimo exacto e intercambiable en cualquier contexto es poco frecuente. El sinónimo suele ser de mayor o menor extensión semántica que la palabra definida, que además probablemente pertenezca a distinto registro o estilo, y esto es otro motivo para justificar la conveniencia de la definición perifrástica. Sin embargo, la inclusión de sinónimos en la microestructura del artículo, separados adecuadamente de la definición, sí resulta de gran utilidad para facilitar la rápida comprensión. Los sinónimos añadidos pueden permitir a algunos usuarios del diccionario, incluso, obviar la lectura de la definición, sin necesidad de prescindir de ella, pues a otros les resultará útil. Para que el sinónimo pueda aportar informaciones precisas, la indicación debe hacerse en cada una de las acepciones del artículo, de manera que sea siempre conmutable por la unidad definida. Así, se presentan distintas posibilidades que son empleadas en mayor o menor medida dependiendo de los diccionarios, aunque destacan como los más eficaces en este sentido los de la serie citada de Haensch / Werner (1993a, 1993b, 1993c, 2000a, 2000b). Las tres posibilidades que se pueden dar en una acepción dialectal (x), atendiendo a la posibilidad de que existan sinónimos (sin.) exclusivos de la variedad de origen (A) y de la de contraste (B), son: a) x: (sin. B). Se indican sinónimos que tiene la unidad léxica en la variedad de contraste, pero que no son conocidos en la variedad dialectal (p. ej., España: empollón, Argentina: traga, ‘alumno que estudia mucho’). b) x: (sin. A; sin. B). Se indican sinónimos de la unidad léxica de la variedad dialectal cuyo uso se documenta tanto en la misma variedad descrita como en la de contraste, por lo que no forman parte del repertorio de voces dialectales (p. ej., Cuba: jibe, España y Cuba: cedazo, criba, tamiz, ‘utensilio para tamizar’). c) x: (sin. A). Se indican sinónimos que tiene la unidad léxica dialectal en la misma variedad descrita y que, por ser propios de ella, deben figurar también
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como lemas en el mismo diccionario (p. ej., Uruguay: alcahuete, chupamedias, manyaoreja, ‘adulador’). Otro aspecto que se debe tener en cuenta en los diccionarios dialectales es la atención que prestan a la correspondencia entre la marcación de los sinónimos y la del lema. El criterio puede ser restrictivo, dando solo sinónimos del mismo registro de uso que el lema. Con este sistema, a una palabra con la marca coloquial, tabuizado, etc., solo se le adjudicarían sinónimos que tengan ese mismo tipo y rango de marcación. La otra opción, que es la más habitual, consiste en adoptar un criterio más amplio, atendiendo al significado léxico, pero dejando de lado restricciones de uso, opción que, sin embargo, restará al diccionario dialectal posibilidades de ser usado con una función codificadora. Finalmente, es interesante la utilización de los sinónimos de manera bidireccional, como aparecen en los diccionarios del «Proyecto de Augsburgo», que añaden un apéndice con un «Índice español peninsular – español americano». Esto permite el uso del diccionario dialectal cual si de un diccionario bilingüe se tratase, haciendo posible la obtención de todos los sinónimos equivalentes a partir de la forma de contraste peninsular. Menos práctica es la solución del DA (2010), donde hay una fragmentación, pues los sinónimos se introducen en el artículo si son menos de diez, pero si son más se incluyen al final del diccionario en un índice sinonímico que se limita a poco más de cien entradas. En este caso, su utilidad es escasa para un uso bidireccional entre el español general y un conjunto de variedades americanas indiferenciadas. 8. Tipo de información La tradicional unión, especialmente intensa en sus orígenes, entre la lexicografía y los aspectos etnográficos, culturales, ambientales, etc., ha motivado que hasta época reciente no se haya insistido en la necesidad de distinguir la definición de las palabras, propia de los diccionarios de lengua, y la definición de las cosas, asignada a la enciclopedia. El problema metodológico repercute en la naturaleza de las definiciones y debe ser abordado explícitamente en los diccionarios dialectales elaborados por profesionales, sea cual sea la opción elegida. Por las características específicas de estos diccionarios, puede ser más difícil adoptar la decisión de que las definiciones se limiten a dar informaciones estrictamente lingüísticas, porque las voces de algunos campos del léxico muy presentes en ellos (zoónimos, fitónimos, folclore, etc.) resultarían pobres en información y, por tanto, podrían ser de poca utilidad práctica para el usuario. Esto explica por qué en algunos diccionarios con sólida base teórica, como la serie de Haensch / Werner (1993a, 1993b, 1993c, 2000a, 2000b), se renuncia a recortar el carácter enciclopédico de las definiciones de los realia. En otros, en cambio, especialmente en el DA (2010: xlix), se hace un gran esfuerzo por limitar las definiciones enciclopédicas, para lo que «se atiende solo a los semas más altos del análisis componencial, y se excluyen informaciones externas y de superficie semántica, que
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suelen coincidir con semas más bajos en este análisis o que ni siquiera figuran». Por tanto, el debate sigue abierto entre quienes defienden la aplicación más estricta de la teoría de la definición lexicográfica y quienes creen que para la lexicografía dialectal es más adecuada la aplicación de criterios laxos, que harían el diccionario más útil para el usuario. Otro recurso para salvar las limitaciones impuestas por la estructura del diccionario es la adición de apéndices (por ejemplo, ocho en el caso del DA: etnias indígenas, gentilicios, hipocorísticos, lenguas indígenas, nomenclatura gubernamental, nomenclatura militar, nomenclatura monetaria y siglas). 9. Tipología de los diccionarios dialectales 9.1. Según la exclusión o inclusión de léxico estándar Los diccionarios diferenciales, con los criterios descritos más arriba (§4), así como los glosarios y vocabularios dialectales, excluyen de su inventario el léxico estándar ajeno a la variedad. Se trata del tipo más abundante, en el que se pueden catalogar la mayoría de las obras, si bien el grado de rigor para determinar la diferencia es muy variable. Cuando los diccionarios diferenciales hacen explícitas las diferencias concretas entre la variedad descrita y la de referencia (habitualmente mediante signos de contrastividad), distinguimos un subtipo: los diccionarios contrastivos, de los que una buena muestra son los de Colombia, Argentina, Uruguay y Cuba dirigidos por Haensch / Werner (1993a, 1993b, 1993c, 2000a, 2000b). Los diccionarios territoriales, en cambio, no excluyen el léxico estándar usado dentro y fuera de su territorio. Es poco adecuado denominarlos diccionarios integrales, como se ha hecho a veces, pues no pueden incluir el léxico diferencial que no aparezca en el corpus textual en que se basan. Si son rigurosos, se justifican en la descripción del uso en un territorio sin recurrir a contrastes. El Diccionario del español de México (Lara 2010) es el ejemplo más representativo. Si la anterior opción se mezcla con criterios diferenciales, se produce un diccionario territorial mixto, que añade otros elementos para completar lo que le falta al diccionario territorial. Estos elementos postizos suelen añadirse con la intención de adaptar los diccionarios a usos escolares: p. ej., el Diccionario fundamental del español de México (Lara 1982) complementó el corpus léxico propio con términos extraídos de libros de texto. Otras adaptaciones más localistas optan por incrementar el léxico territorial diferencial y equipararlo con el general, introduciendo así subjetividad y sesgo en la selección del léxico. Los diccionarios de coincidencias excluyen lo estándar, pero seleccionan los elementos en común de otras áreas con las que hay coincidencia. El Diccionario de las coincidencias léxicas entre el español de Canarias y el español de América (Corrales / Corbella 1994) se compiló con esta orientación, si bien la muestra más elaborada
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de este tipo de obras es el Tesoro léxico canario-americano de Corrales / Corbella (2010), que basa su rigor en una abundantísima documentación. 9.2. Según la base documental El tesoro lexicográfico dialectal, entendido en el sentido en que lo concibió Gili Gaya (1960) como «léxico de léxicos» o recopilación de todas las fuentes lexicográficas publicadas sobre la variedad, es un trabajo laborioso, y de ahí su escasez. Sin embargo, es la base documental imprescindible para cualquier proyecto lexicográfico ambicioso posterior. Los diccionarios de base lexicográfica-textual se elaboran a partir de compilaciones de obras anteriores, aunque al no disponer de tesoros lexicográficos en la mayoría de las variedades, la riqueza de sus fuentes es variable. Habitualmente filtran los datos de las obras anteriores, teniendo en cuenta la vigencia del uso, y se completan con otras fuentes de información (informantes, estudios específicos, muestras de habla, etc.). Ejemplos de este tipo son los diccionarios de Tejera (1983-1993), Haensch / Werner (1993a, 1993b, 1993c, 2000a, 2000b), Núñez / Pérez (1994) o Quesada (1996). Los diccionarios de uso basados solo en un corpus textual tienen una limitación intrínseca que los hace poco útiles para conocer las particularidades de la variedad, porque el léxico diferencial poco frecuente queda sin registrar en el diccionario, como ocurre en los diccionarios de Plager (2008) o Lara (2010). 9.3. Según la extensión geopolítica Se clasifican en diferentes niveles: (1) local o comarcal, como el Diccionario dialectal del Pirineo aragonés de Rohlfs (1985); (2) regional, de variedades que pueden abarcar regiones naturales de gran extensión, pero que forman parte de una entidad nacional, por ejemplo, el Diccionario de americanismos en Salta y Jujuy (República Argentina) de Osán / Pérez (2006); (3) nacional, que reúne variedades que pueden ser heterogéneas, pero agrupadas por su pertenencia a un país, como el Nuevo Diccionario de Argentinismos de Haensch / Werner (1993); (4) multinacional, que reúne variedades de diversos países, como el Diccionario de americanismos (2010); (5) internacional, entendido como suma de las variedades del español con exclusión de lo que es común; en este nivel sería factible un diccionario internacional de dialectalismos, obra inexistente hasta el momento, pero cuyo punto de partida sería la adición al diccionario de americanismos actual de un diccionario diferencial de españolismos y regionalismos españoles. 9.4. Según la limitación de registro y estilo Se distinguen los diccionarios interlectales, que recogen variedades internas del dialecto (jergas locales, lenguas de especialidad, etc.), como el Diccionario lunfardo y de
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otros términos antiguos y modernos usuales en Buenos Aires de Gobello (1978), y los diccionarios dialectales generales, cuya única restricción es geográfica. 9.5. Según la información diacrónica Los diccionarios históricos dialectales describen y documentan la variedad atendiendo a su historia, como el Diccionario histórico del español de Canarias (Corrales / Corbella 2013), frente a la mayoría, que son diccionarios dialectales sincrónicos y que atienden al uso coetáneo (aunque algunos aporten alguna limitada información diacrónica como, por ejemplo, la etimología). 9.6. Según la autonomía editorial Los diccionarios dialectales independientes en forma de diccionarios diferenciales son el producto más habitual en las ediciones de diccionarios dialectales. Los diccionarios dialectales dependientes tienen también una amplia tradición, desde los orígenes de la lexicografía dialectal. Son los glosarios y vocabularios, que suelen formar parte, más o menos sustancial, de otras obras mayores: el conocido «Vocabulario de las voces provinciales de la América», de Alcedo (1789), formaba parte del Diccionario geográfico histórico de las Indias Occidentales o América. Por otro lado, los diccionarios dialectales insertos se fundamentan en la tradición de incluir en el diccionario general palabras marcadas con restricciones geográficas, lo que constituye, en realidad, diccionarios dialectales dentro del diccionario general. Son un complemento del diccionario general y su valor es, sobre todo, testimonial. En el caso del DRAE, las incorporaciones fluctuaron según las épocas y el criterio de los académicos. Cada uno de los conjuntos de voces dialectales incorporados en el diccionario (voces extremeñas, andaluzas, murcianas, etc.) sería desgajable como un pequeño diccionario dialectal. 10. Conclusiones Los estudios historiográficos sobre lexicografía dialectal han sido abundantes, así como la constatación de la presencia o ausencia de elementos dialectales en los diccionarios generales, especialmente los de la RAE; sin embargo, la reflexión teórica sobre los fundamentos y los métodos de la lexicografía dialectal es más escasa: son pocas las publicaciones al respecto, por lo que hay que recurrir al estudio de los diccionarios que han innovado metodológicamente y a las explicaciones de sus prolegómenos. Otra cuestión es el avance metodológico. La justificación de la novedad del diccionario en relación con modelos previos debe ser el punto de partida de las obras que, más allá del amor al habla y al paisanaje, pretendan hacer aportaciones de interés lingüístico. Esto implica desde la determinación del grupo de usuarios a que se destina
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la obra hasta la atención a los elementos del artículo. Los aspectos formales de la definición, la atención a la equivalencia y a la marcación son aspectos que han mejorado en los últimos años; sin embargo, es necesario explicitar el procedimiento de contrastividad, lo que pocos diccionarios han hecho con claridad. Asimismo, la reflexión sobre la tipología de los diccionarios dialectales debe llevar a concretar los objetivos que persiguen y a terminar con la injustificada contraposición de diccionarios diferenciales y diccionarios territoriales, que tienen funciones claramente distintas. Sin la aportación de fuentes nuevas, la lexicografía dialectal está abocada a ser una simple remezcla de materiales; la falta de información sobre ellas suele indicar carencia de novedades. Los tesoros lexicográficos y los corpus documentales son una base imprescindible para garantizar el avance de la lexicografía dialectal, pero por su laboriosa constitución son muy escasos. El adelanto experimentado en las pocas zonas que cuentan con ellos debe hacer reflexionar sobre la importancia de emplear tiempo en crear bases documentales sólidas sobre las que trabajar, aunque sus frutos no se recojan a corto plazo. La elaboración de diccionarios históricos dialectales, estrechamente relacionada con lo anterior, suele indicar un alto grado de desarrollo de la lexicografía de la zona; sin embargo, la orientación de la mayoría de los diccionarios dialectales es predominantemente sincrónica, muestra de que son muy necesarios nuevos trabajos con documentación histórica. Referencias bibliográficas Academia Argentina de Letras (2003): Diccionario del habla de los argentinos. Buenos Aires: Espasa. Academia Mexicana de la Lengua (2010): Diccionario de mexicanismos. México: Siglo XXI. Versión revisada y parcialmente actualizada en línea en: [01/03/2018]. Ahumada, Ignacio (1989): «Localizaciones geográficas andaluzas y lexicografía española actual», en Concha Argente del Castillo et al. (eds.), Homenaje al profesor Antonio Gallego Morell. Granada: Universidad de Granada, 75-88. Ahumada, Ignacio (ed.) (1996): Vocabularios dialectales. Revisión crítica y perspectivas. Lecciones del II Seminario de Lexicografía Hispánica. Jaén: Universidad de Jaén. Ahumada, Ignacio (2000): Estudios de lexicografía regional del español. Jaén: Universidad Nacional de Educación a Distancia. Ahumada, Ignacio (2003): «Las citas literarias de los andalucismos en el primer diccionario académico (1726-39)», en José Luis Girón et al. (eds.), Estudios ofrecidos al profesor José Jesús de Bustos Tovar, vol. I. Madrid: Editorial Complutense, 457-463. Ahumada, Ignacio (ed.) (2004): Lexicografía regional del español. Jaén: Universidad de Jaén.
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4. CUESTIONES PERTINENTES E IMPERTINENTES A PROPÓSITO DEL LÉXICO DIALECTAL EN LA NOMENCLATURA DE LOS DICCIONARIOS GENERALES
Juan Gutiérrez Cuadrado Universidad Carlos III de Madrid [email protected]
►► Resumen
Los diccionarios generales monolingües de las lenguas románicas hasta bien entrado el siglo xx han sido diccionarios normativos y selectivos. Solo los españoles han incluido regionalismos. Pero hasta el siglo xix estos deben interpretarse dentro de los esquemas retóricos de la lingüística clásica; después se relacionan con el interés de mostrar la riqueza y extensión de la lengua y con el ascenso de diversas elites intelectuales. Después de 1950 el auge de la metalexicografía, los cambios sociales y políticos, los movimientos culturales en los países en vías de desarrollo, el camino hacia las comunicaciones globales y el advenimiento de la sociolingüística exigieron a los diccionarios plantearse los dialectalismos desde perspectivas lingüísticas teóricas: ¿Qué dialectalismos incluir y cuántos? ¿Cómo elegirlos? ¿Cómo marcarlos? Incluso, en muchos casos, preguntarse qué es un dialectalismo. Se exponen aquí algunas ideas que muestran cómo no todos los planteamientos son tan indiscutibles como parecen. ►► Palabras clave Teoría lingüística, lengua estándar, ideología, diccionarios, dialectalismos, selección léxica.
Pertinent and impertinent questions about dialectal lexicon in the nomenclature of general dictionaries ►► Abstract
Romance language monolingual dictionaries were normative and selective until well into the twentieth century. Only Spanish dictionaries included regionalisms. Until the nineteenth century these dictionaries fall within the rhetorical schemes of classical linguistics; later on they were linked to an interest in showing the richness and development of the language and the emergence of intellectual elites. After 1950, the metalexicography boom, political and sociological changes, cultural developments in developing countries, global communications and the rise of sociolinguistics required dictionaries to tackle dialects from various theoretical perspectives: Which dialectal forms should be included and how many? How should they be chosen? How should they be marked? In some cases the question even arises of what constitutes a dialectal form. It will be shown that not all approaches are as straightforward as they may seem. ►► Keywords Linguistic theory, standard language, ideology, dictionaries, dialectal forms, lexicographic selection.
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1. Introducción Sobre dialectalismos en diccionarios generales existe una abundante bibliografía en español que examina, sobre todo, cuestiones históricas o describe diversos dialectalismos de diferentes diccionarios1, pero no se descubre en ella propiamente una reflexión sistematizada sobre el sentido de los dialectalismos en los diccionarios generales monolingües semasiológicos (DGMS desde ahora, y DGM en singular), como la que ofrece, por ejemplo, Niebaum (1989: 662-668). Por ello prestaré atención a las siguientes preguntas, absolutamente elementales: (1) ¿Obedecen a algún planteamiento teórico los dialectalismos en los DGMS? Si es así, ¿puede interpretarse el término dialectalismo en este caso según su acepción común en relación con la diatopía? ¿No cambia de estatus un dialectalismo al integrarse en un DGM? (2) ¿Por qué los dialectalismos que aparecen en los diccionarios suelen elegirse de un modo relativamente arbitrario? (3) ¿Por qué las marcas dialectales se utilizan en los DGMS de una manera que muchos autores califican de poco organizada, si no caótica? (4) ¿Qué se busca cuando se incluyen dialectalismos en un DGM? Me serviré para esta reflexión, sobre todo, de algunos diccionarios de español, especialmente del DRAE-20142, y de algunos otros de lenguas románicas (gallego, catalán, francés e italiano). Sin duda se necesitarían análisis más detenidos para confirmar las conclusiones a las que he llegado, pero la extensión del trabajo que marcan los editores exige muchas renuncias. A pesar de todo, se desprende de las siguientes páginas que no es fácil recorrer la distancia que separa la lexicografía teórica contemporánea de la práctica diccionarística, como tampoco es fácil, en ocasiones, comprender el alejamiento de esta de las teorías lingüísticas. Solo me queda advertir que aquí siempre usaré el término dialecto con el significado de ‘variedad diatópica’ y reservaré el término variedad con sus correspondientes modificadores (variedad diatécnica, social…) para otros casos. 2. Dialectalismos y diccionarios hasta el estructuralismo La cuestión teórica de los dialectalismos en un DGM solo se ha planteado verdaderamente desde el siglo xx, después del estructuralismo. En efecto, la moderna lexicografía monolingüe europea, que se inicia en el siglo xvii con el diccionario italiano de Remito a las bibliografías que ofrecen Garriga / Rodríguez (2006: 113-116), Ahumada (1996, 2000) y Garriga (en esta misma publicación). 2 Dado que el español es una lengua pluricéntrica y que el DRAE-2014 y varios diccionarios españoles incluyen numerosos lemas y acepciones con diversas marcas de diferentes zonas hispanoamericanas, se comprenderá fácilmente que en ningún momento me refiera a ellas, porque sobrepasan el problema que aquí planteo. Sigo así el ejemplo de Manuel Alvar (1991: 51) en su trabajo sobre atlas y diccionarios. 1
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La Crusca (1612) y con los franceses de Richelet (1680) y, sobre todo, de l’Académie Française (1694), inauguró una larga cadena de diccionarios europeos selectivos y normativos, desde el siglo xvii. Pfister (1990: 1852-1858) expone el dominio indiscutible de La Crusca y el omnipresente debate del modelo florentino y toscano de lengua en la lexicografía italiana hasta principios del siglo xx, dominio que, sin duda, también subraya Duro hasta después de la Segunda Guerra Mundial (1990: 1863): En effet, durant toute la période qui va de la fin du xvie siècle, quand fut créée l’Accademia della Crusca et fut mis en chantier son Vocabolario, jusqu’à la moitié du xxe siècle, le cours de la lexicographie, ainsi que de la langue et de quelque façon aussi de la culture italienne, suit une voie assez tranquille, marquée de changements parfois profonds mais sans véritables révolutions3.
Algo diferente es el camino emprendido por la lexicografía española que, desde el Tesoro de Covarrubias, Autoridades, Terreros, las sucesivas ediciones académicas y los diccionarios decimonónicos seguidores o detractores de la Academia, acepta regionalismos, como numerosos autores han señalado. Ahora bien, debe interpretarse este hecho dentro del concepto de la variación de las lenguas literarias, tal como las estudiaba la retórica. En efecto, la división del léxico en arcaísmos, neologismos, términos facultativos y dialectalismos (lenguas propia y extrañas) en el Siglo de Oro, tal como nos muestran las retóricas, dibuja un esquema conceptual que no coincide con el de las corrientes lingüísticas actuales sino con el de los estudios humanistas, donde se integraba la gramática, la retórica y la poética (Gutiérrez Cuadrado 2005: 336-345). Podrían multiplicarse las referencias a tratadistas del Siglo de Oro, pero no es necesario, pues Blecua (2006: 25-30) demostró sin lugar a dudas, al comentar los principios del primer tomo de Autoridades y descubrir la simbología presente en su portada, relacionándola con las vidrieras del salón de actos del nuevo edificio académico del siglo xix, que la Real Academia —y en su estela la tradición académica— fundamenta su quehacer en la trilogía propia del programa de la educación humanista (gramática, retórica y poética). En el trabajo de la Academia siempre estuvieron presentes el «honor del país» y el «esplendor del idioma» (Lázaro 1980: 88-94) y el control juicioso del léxico, las recomendaciones normativas razonables (Blecua 2006: 33-35). Pero, a pesar de las referencias a los regionalismos, no deben interpretarse de un modo muy diferente al de las otras voces no comunes, pues hasta bien entrado el siglo xix no se plantea en lingüística teóricamente la cuestión de la diferenciación dialectal y del alcance y límites de los diversos dialectos. Ya Eberenz (1992: 987-88) había advertido que no podían interpretarse los regionalismos de Covarrubias según las teorías lingüísticas actuales: «En efecto, durante todo el periodo que va desde finales del siglo xvi, cuando se crea la Accademia della Crusca y se pone en marcha su Vocabolario, hasta mediados del siglo xx, el curso de la lexicografía, así como de la lengua y en cierto modo también de la cultura italianas, sigue una senda bastante tranquila, marcada por cambios a veces profundos, pero sin verdaderas revoluciones». 3
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Ahora bien, al elaborar un diccionario de la lengua general, completado por un cierto número de datos dialectales, Covarrubias adopta un método diferencial. Lógicamente, no consideraba las variedades regionales como sistemas lingüísticos integrales, que participasen de un diasistema más amplio, como se hace actualmente.
Dentro de las teorías lingüísticas tradicionales no puede sorprender que el tratamiento del vocabulario en la lexicografía europea fuera selectivo, ni que la Real Academia Española fuera más abierta que La Crusca o L’Académie Française, pues la relación del castellano respecto al resto de los dialectos peninsulares (García de Diego 1950: 107-108) y la presencia e influencia de los escritos de América inclinan a la Academia, ya desde Autoridades, a cuidar la selección, pero también a interesarse por el léxico no común (regional o neológico). Por ello Autoridades en el prólogo admite voces peculiares y propias frecuentes en algunas provincias y reinos de España, «aunque no son comunes en Castilla», y promete un vocabulario de artes y ciencias. Y a lo largo del siglo xix el diccionario académico en su prólogo sigue admitiendo regionalismos y neologismos de una manera selectiva. El DRAE-1822 advierte que se suprimen las voces «que por viciosa pronunciación en algunas provincias no merecen adoptarse [además de arcaísmos, etc.]». El DRAE-1832 sustituye la marca En algunas partes por prov., Provincial, «pues en realidad por tales deben tenerse las voces y los modismos que no se usen en Castilla». Y la lista de las abreviaturas provinciales guarda cierta relación con el mapa administrativo del antiguo régimen, pues hasta 1833 no se impone el mapa provincial, relativamente duradero, de Javier de Burgos. A pesar de ello, la nueva definición de dialecto (DRAE-1832: s.v.) refleja la noción genética de la lingüística decimonónica: «Lenguaje que tiene con otro u otros un origen común, aunque se diferencie en las desinencias o en otras circunstancias de sintaxis, pronunciación etc. Dialectus». Esta definición, que repiten todos los diccionarios españoles del xix, llega hasta el DRAE-1884. En este se pierde en una primera acepción de la voz dialecto la referencia al origen y se jerarquiza en la segunda la relación entre lengua y dialecto: «cada uno de los lenguajes particulares […] de una nación, a diferencia de la lengua general, oficial y literaria del mismo país». Quizá porque en 1859 (Álvarez de Miranda 2001: 58) ya la Real Academia se planteaba un diccionario de provincialismos (también uno de artes y oficios) y pensaba en una jerarquización de voces. Desde luego no puede dudarse de que es una edición innovadora (Álvarez de Miranda 2001: 54) y de que en ella se incrementan los americanismos; López Morales (2006: 191), que comenta las escasas fuentes manejadas por la Academia para los americanismos, subraya la novedad de que se incorporen varios propuestos por la Academia Correspondiente de Colombia. No puede desvincularse este acontecimiento de toda la evolución político-social del siglo xix español y de las particulares relaciones de las elites culturales que defendían desde ambos lados del Atlántico las ventajas de mantener una lengua unitaria (Gutiérrez / Pascual 1992), debate que desde finales del siglo xix se va concretando hasta el Congreso de Academias de la Lengua Española de 1956, celebrado en Madrid.
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Las ideas de Herder, tan influyentes, sobre la concepción de la lengua, la nación y el espíritu de los pueblos y el Romanticismo posterior dispusieron los ánimos para recoger muchos vocabularios locales, aunque el interés por ellos arranca del siglo xviii4. A la vez la lingüística decimonónica redefine los dialectos, descubre técnicamente la dialectología y la geografía lingüística con los atlas lingüísticos, pero influye poco en la marcha de los DGMS. Los franceses e italianos seguían anclados en un normativismo relativamente tradicional, pero el desarrollo de la ciencia desde la segunda mitad del siglo xviii marca una progresiva tendencia enciclopédica en los diccionarios franceses y en el siglo xix los cambios sociales influyen también en la orientación pedagógica de otros cuantos (Bray 1990: 1802-1804). Solo Littré (Baggioni 1993: 26), influido por el historicismo, rompe el panorama de la tradición enciclopédica. El enciclopedismo y la orientación pedagógica también aparecen con claridad en los diccionarios españoles, ya desde Autoridades y Terreros, junto a la tendencia de acrecentar los regionalismos y provincialismos —porque forman parte de la riqueza de la lengua— aunque nunca se especifiquen los conceptos que se manejan. No en vano Diego Catalán (apud Pérez Pascual 2007: 75) señala que la ciencia lingüística decimonónica en España era «un erial de puristas y preceptistas». Por eso tampoco la huella histórica se descubre en los diccionarios de entonces. En cambio, los regionalismos seguirán creciendo hasta el DRAE-1925, que admite muchos americanismos y aragonesismos (Garriga / Rodríguez 2006: 107-108). 3. DGMS y dialectos en el estructuralismo Durante la primera parte del siglo xx la lingüística está inmersa en el debate entre el historicismo, que ha conseguido notables éxitos como disciplina científica, y el estructuralismo, que definitivamente se consolida a partir de 1930. Los estudios dialectales en estos años se multiplican en toda la Romania. Los dialectos son descritos como lenguas dependientes genéticamente de otras o como variedades lingüísticas con escasa literatura o sin ella, no oficiales, no normalizadas. Estas características estigmatizaban, por tanto, el concepto de dialecto, implícita o explícitamente. Lepschy (1992: 27), después de observar los diccionarios de las lenguas de tradición histórica europeas, lenguas de cultura, afirmaba tajantemente que «non è che il Novecento abbia offerto conspicui progressi rispetto al secolo precedente». Es una opinión coincidente con la de Rey (1990: 1826), quien escribe que entre 1918 y 1950 «le dictionnaire général de la langue française est en sommeil». Ninguna de las discusiones estructuralistas influye en la relación de los DGMS con los dialectalismos que incorporan o dejan de incorporar, como puede comprobarse en la expo En español los primeros repertorios son dos hispanoamericanos de finales del siglo xviii. El de Manuel José Ayala, de fecha algo anterior al de Antonio de Alcedo (1786-89), quedó inédito. Véase Torres (2004: 81). 4
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sición de las corrientes estructurales de Hockett (1970: 9-49) y en Catalán (1974: 69-72), donde se muestra la atención que presta al léxico histórico la Escuela de Menéndez Pidal, pero nada se dice de los DGMS. Sin embargo, hacia 1950 muchos estructuralistas son conscientes de que la definición de lengua, como estructura sistemática en la que todos los elementos se definen por sus relaciones mutuas paradigmáticas y sintagmáticas, dificulta la comparación entre lenguas diferentes, si no se tienen en cuenta aspectos de la lingüística externa. Si en la lingüística histórica la distinción entre lengua y dialecto y el establecimiento de fronteras entre dialectos causaba no pocas dificultades, en el estructuralismo —donde todas las variedades se consideran del mismo rango como sistemas comunicativos— se planteaba un problema de difícil solución. En efecto, la lengua se consideraba como código abstracto, pero solo se accedía a él por las manifestaciones concretas del habla. ¿Cómo distinguir en la multiplicidad de las manifestaciones lingüísticas concretas las diferentes variedades y cómo agruparlas en lenguas o dialectos? La acuñación del término idiolecto5 por los americanos nos descubre el difícil manejo de la heterogeneidad de la lengua. Los lingüistas de Praga, al enfrentarse a los estudios literarios, exponían ya que la lengua es un sistema dinámico y que no es perfecto. Vachek (1972: 18-17) recuerda que «it is exactly this conception of language as an open, dynamic system which makes it eminently suited for the analysis of standard languages». Y distingue dentro del sistema elementos «peripheral» y «central». Sin embargo, es Uriel Weinreich (1954: 388-400) con su noción de diasistema el que intenta impulsar una dialectología estructural, mostrando cómo integrar en un sistema fonológico elementos extraños que habían entrado por el contacto lingüístico: Regardless of all its heterogeneity, structural linguistics defines a language as an organized system. It was one of the liberating effects of structural linguistics that it made possible the treatment of a language as a unique and closed system whose members are defined by opposition to each other and by their functions with respect to each other, not by anything outside of the system. But since organization must have a finite scope, one of the major problems in a structural linguistic description is the delimitation of its object, the particular system described. Only in ideal cases can the linguist claim to be describing a whole ‘language’ in the non-technical sense of the word. In practice he must delimit his object to something less. One of the steps he takes is to classify certain items in his data as intercalations from other systems, i.e. as ‘synchronically foreign’ elements (e.g. bon mot in an otherwise English sentence). Another step is to make certain that only one variety of the aggregate of systems which the layman calls a ‘language’ is described. These steps are 5 Solo hay que revisar el bien conocido manual de Hockett (1964: 322-339), en el que se introduce la noción de idiolecto (que acuñó Bloch en 1948) como la lengua de un individuo y así llegar por agrupación de idiolectos a unidades superiores (sociolectos, dialectos, lenguas), para comprender las dificultades insalvables que entraña definir conceptos como dialecto, lengua, idiolecto y delimitar claramente las fronteras entre las diversas variedades lingüísticas.
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taken in order to insure that the material described is uniform. This seems to be a fundamental requirement of a structural description6 (Weinreich 1954: 388-389).
Sin embargo, solo el desarrollo posterior de la sociolingüística abrirá nuevas posibilidades de teorizar las relaciones entre lenguas y dialectos. El esquema tan difundido de Coseriu (1982: 19) (diferenciación diacrónica, diatópica, diastrática y diafática de la lengua) se acerca o aleja de algunos planteamientos de la sociolingüística según como se interprete. De todos modos, los dialectalismos en los DGMS deben plantearse dentro de este panorama teórico, donde la variabilidad es la regla. 4. El léxico de los DGMS actuales Axiomas actuales referentes a todo DGM son: (a) ofrece una imagen (hipótesis sobre la composición del vocabulario) determinada (certera o errónea) de una lengua; (b) se presenta como instrumento pedagógico; (c) establece la legitimidad de las palabras. Además no es difícil constatar que dispone de un espacio limitado y que sus voces forman un conjunto mal definido. El resultado es que con estas características elegir el léxico que debe integrar un DGM no es tarea sencilla. Sin embargo, tradicionalmente este hecho no provocaba dificultades porque el lexicógrafo disponía del poder de seleccionar. Hoy todo es más complicado, sobre todo porque el DGM presenta una doble cara: desde la perspectiva técnica, como descriptor objetivo y fiable de la lengua y, a la vez, como aspirante a servir a una determinada clase de usuarios, pero, desde la perspectiva comercial, como herramienta universal multiuso.
6 «Con independencia de su heterogeneidad, la lingüística estructural define la lengua como un sistema organizado. Uno de los efectos liberadores de la lingüística estructural fue el de hacer posible el tratamiento de la lengua como un sistema singular y cerrado cuyos miembros se definen por oposición a los demás y por sus funciones con respecto a ellos, y no por nada externo al sistema. Sin embargo, dado que una organización debe tener un ámbito limitado, uno de los principales problemas de la descripción lingüística estructural es la delimitación de su objeto, del sistema particular descrito. Solo en casos ideales puede el linguista afirmar que está describiendo una ‘lengua’ en su integridad, en el sentido no técnico de la palabra. En la práctica debe reducir su objeto. Una de las vías que puede seguir consiste en clasificar algunos elementos de sus datos como intercalaciones de otros sistemas, esto es, como elementos ‘sincrónicamente extranjeros’ (por ejemplo, bon mot usado en una frase en inglés). Otra medida consiste en cerciorarse de que lo que está describiendo es una única variedad del conglomerado de sistemas que los profanos denominan una ‘lengua’. Estas medidas se adoptan con el fin de asegurarse de que el material descrito es uniforme. Este parece un requisito fundamental para una descripción estructural».
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4.1. La configuración de la nomenclatura del DGM La configuración de la nomenclatura es un auténtico desafío para el DGM. A pesar del título, todo diccionario es selectivo; no existen diccionarios totales. Simone (2015: 63) advierte que el léxico de una lengua es «un objeto inalcanzable en su totalidad» y que «un diccionario “total” no existe». No hay «para ninguna lengua nada parecido a una obra de referencia única capaz de representar en su totalidad la competencia léxica». Y ello es así por dos razones fundamentales. Una superficial, relacionada con el hecho de que todo diccionario dispone de un espacio físico limitado en el que no se puede acomodar todo el léxico de una lengua: «Even an unabridged dictionary must have principles of selections» (Landau 1991: 238). Pero existe otra razón más profunda que nada tiene que ver con la limitación del espacio. Por ello no sería posible acomodar el conjunto total del léxico de una lengua en un diccionario electrónico, ahora que la capacidad de la máquina no es ningún inconveniente. El léxico de una lengua es un conjunto en constante evolución; crece con nuevos elementos mientras, a la vez, pierde otros; además es un conjunto de fronteras borrosas. No hay sistemas totalmente objetivos de decidir muchas veces si una palabra pertenece en un momento dado a una lengua determinada (incluso en el caso de las formas neológicas posibles y bien formadas, en ocasiones no puede decidirse si están o no documentadas, i.e., si existen o no existen realmente en la lengua). El conjunto léxico de un diccionario es un sistema mal definido en sentido matemático, tal como Hockett (1970: 59-74) lo exponía para rebatir la concepción inicial lingüística chomskiana, concepción que el propio Chomsky pronto modificaría y enriquecería7. No es extraño que el número de voces que forman el léxico de una lengua sea tan discutido. Casares (1992: 296) discrepaba de la manía de aumentar el diccionario español incorporando muchas voces de dominios dialectales y puntualizaba que una cosa era el habla y otra el diccionario: «¿Qué pasaría si los [localismos] de acá [España] y los de allá [Hispanoamérica] desembocasen como una riada arrolladora en el Diccionario tradicional de la Academia?» Y el propio Casares (1992: 297) se contestaba: «El consultor del Diccionario […] tendría a menudo la impresión de hallarse ante el vocabulario de una lengua desconocida». ¿Cómo seleccionar la nomenclatura del DGM? Haensch (1982: 400) nos lo resume: Teniendo siempre presente los tres criterios externos (la finalidad del diccionario, sus usuarios y el espacio disponible), habrá que proceder a la selección de las unidades léxicas según los principios lingüísticos, que serán esencialmente: la frecuencia de uso y la llamada disponibilidad de las unidades léxicas; la diferenciación frente a un sistema de referencia (contrastividad), cuando se trata de vocabulario de subconjuntos […]¸ la importancia de una unidad léxica dentro del conjunto del vocabulario que es objeto de descripción y, en ciertos casos, un criterio purista o aperturista. 7
Advertencia que debo a la amabilidad de Violeta Demonte, amiga generosa.
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Sobre los principios lingüísticos teóricos que el erudito alemán propone volveremos más adelante, pero Lepschy (1992: 28) puntualiza que el problema es la relación que guardan las palabras de un corpus con el conjunto que «comprenda tutte le parole disponibile a un parlante (o ai parlanti) di quella lingua». Desde luego, hasta hace poco tiempo los dialectalismos de los DGMS procedían de materiales de acarreo, de una manera asistemática y dentro de las teorías lingüísticas tradicionales. Y no voy a detenerme en el análisis que se ha hecho a menudo, sobre todo de los de la Academia. Ejemplar es, por ejemplo, la tesis de Montserrat Muriano (2011) que examina los salmantinismos en el DRAE-1925. En su examen de la marcación diatópica de los diccionarios históricos Gómez Martínez / Sánchez González de Herrero (2010: 111114) concluyen que es asistemática e imprecisa. En cuanto al criterio purista o aperturista, citado por Haensch, no cabe duda de que bordea los planteamientos ideológicos. Parte de la crítica antiacadémica que recoge Jiménez Ríos (2013: 84, 114, 188) parece tan falta de consistencia como las posiciones criticadas. La cuestión es cómo llegar desde la teoría aceptada generalmente, que todo diccionario es selectivo, a la selección práctica dentro de la lengua, pues de un DGM se trata. Durante años se incorporaron regionalismos al diccionario académico de una manera aleatoria, bien porque se consideraba que aumentaba la riqueza de la lengua, bien por el interés de los especialistas. Alvar (1991: 49-50) ejemplifica bien en Valera y en algún otro autor este interés en el léxico local. En otros casos aficionados y eruditos locales proponen incorporar al diccionario el vocabulario de su región. García de Diego (1950: 115), que comprendía la heterogeneidad del léxico adquirido por el español en sus contactos lingüísticos, señalaba la necesidad de limpiar la gran cantidad de dialectalismos presentes en el diccionario académico y de seleccionar los que se admitieran. Alvar Ezquerra confiesa en la Introducción del VOX que para aquella nueva edición había sido necesario controlar los dialectalismos que figuraban en la edición y corregir su localización. La nomenclatura de todo DGM solo puede interpretarse como lengua estándar, es decir, como una selección lingüística relativamente artificial que funciona como lengua común, pero no es la lengua común. Aunque la cita sea larga, es recomendable la explicación de Pascual / De los Mozos (1998: 66-67), porque han insistido mucho en esta diferencia: [Lengua estándar es] aquella forma de lengua que se impone en un país dado, frente a las variedades sociales o locales. Es el medio de comunicación más adecuado que emplean comúnmente las personas que son capaces de servirse de otras variedades. Se trata generalmente de la lengua escrita y propia de las relaciones oficiales. La difunden la escuela y los medios de comunicación […]; los estándares, que son en buena medida sistemas no naturales no han sido nunca el objeto preferido de la investigación de los que actualmente se interesan en conocer la naturaleza del lenguaje humano. Esta antipatía tiene que ver mucho, sin duda, con el antinormativismo de la lingüística de nuestro siglo. Un antinormativismo
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ingenuo, por otra parte: se asocia normalmente a la idea al parecer indiscutible (es decir, acientífica) de la igualdad de los códigos, y al contrasentido de querer explicar la competencia lingüística de los hablantes sin tener en cuenta que en un módulo de esa competencia se incluyen aptitudes metalingüísticas que se manifiestan en fenómenos de todo tipo (algunos tan llamativos como la autocorrección). A nuestro entender, forma parte de la competencia lingüística de los hablantes de una lengua su capacidad para decidir qué es más correcto, prestigioso, adecuado y apropiado para sus enunciados.
Demonte (2003: 3) insiste también en el carácter de constructo del estándar y en rechazar que el estándar sea la lengua común. Los diccionarios actuales de lenguas románicas suelen referirse a hablantes comunes y uso común, pero reflejan la lengua estándar, como demuestran en sus prólogos, donde construyen una imagen ideal de la competencia léxica del usuario, para el que preparan una mezcla de léxico procedente de diversos grupos textuales o discursos. Casi todos proponen, con pequeñas divergencias, seleccionar un léxico actual en uso, el léxico que debe conocer una persona común educada de cultura media. Así, VOX (xxxviii) selecciona el léxico de la «lengua española de los días que nos ha tocado vivir» y DEA (xv) incluye las «palabras de toda clase que […] pertenecen al uso común —activo o pasivo— del hablante medio español de nuestro tiempo». LEMA (v-vi) refleja «la lengua española de hoy en su uso anónimo y general» para un ciudadano «que ha recibido una educación obligatoria, ahora ya hasta los dieciséis años, que puede tener estudios o formación posterior». LPR (ix-x) anuncia: «[On] trouvera dans cet ouvrage un reflet moderne et vivant de la langue française»; también «On trouvera ici tous les termes courants du français contemporain et les très nombreux mots techniques, scientifiques ou spéciaux indispensables à l’expression de la pensée moderne». DSC (15) se presenta como una guía de uso para un hablante cultural medio, y selecciona el léxico por su disponibilidad. Más normativo se muestra DDLI-1971 en su Prefazione. Sin embargo, todos los DGMS muestran una imagen de laboratorio de la lengua arreglada (quizá manipulada en algún caso) según el constructo de estándar que maneja cada uno. Algunos diccionarios indican con precisión la fuente de su nomenclatura, pero, en general, no son muy explícitos. Entre los que presentan un corpus con claridad están el DEA y el DIEC2. LEMA, VOX, DUE2 y Zingarelli son menos claros. La Real Academia y el DUE1 no utilizaban corpus. En general los diccionarios comerciales prefieren no exponer con precisión sus fuentes. Casi todos incluyen también léxico procedente de textos dialectales, excepto el LEMA, que inteligentemente lo deja de lado. El DEA lo marca como regional; el DRAE-2014 ha incrementado de un modo exagerado la admisión de dialectalismos americanos, mejor marcados que en ediciones anteriores, y sigue necesitando la corrección de muchos regionalismos peninsulares. LPR (x) acepta los términos regionales «qui ont penetré dans la langue courante» y el HOEPLI (según su publicidad en Internet) contiene «voci dialettali, regionali, gergali che dal linguaggio familiare sono
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penetrate nella lingua comune». Zingarelli (Presentazione) registra voces del italiano hablado en Suiza y entre las marcas figuran dialletale/dialletalismo, regional y referencias a diversas variedades concretas (veneziano, toscano, piemontese…) y otras más abarcadoras como settentrionale y orientale, etc., que señalan la diferencia y son el pasaporte, paradójicamente, para que el léxico considerado no común sea admitido en el DGM como común, pues la lengua estándar es una construcción artificial. Las marcas legitiman el léxico y borran la diferencia entre legítimo e ilegítimo. 4.2. Léxico legítimo e ilegítimo Todo DGM por el mero hecho de haber sido editado (Vargas 1993: 7-38) da publicidad, en primer lugar, a unas palabras y las legitima (las que integran la nomenclatura, son reconocidas socialmente y se usan). También alude a otras que considera legítimas, pero el diccionario no las recoge para que no le ocupen espacio, pues considera que cuando se usan en la lengua son reconocidas socialmente con facilidad. Así, en sus advertencias el DRAE-2014 afirma: «No es necesario señalar que la ausencia de un derivado o un compuesto posible no implica su ilegitimidad». En segundo lugar, todo DGM incluye en la nomenclatura diferentes palabras legítimas, aunque con diversas cauciones o marcas que indican que pueden ser desconocidas socialmente, como es el caso de los arcaísmos, ciertos tecnicismos o bastantes palabras de registros literarios o formales. En tercer lugar, todo DGM silencia muchas palabras y acepciones que se usan, pues pueden oírse a menudo o leerse en muchos textos, pero no se encuentran en el diccionario (son conocidas socialmente, pero se consideran ilegítimas). Y, por fin, el DGM admite algunas palabras que se usan socialmente, aunque advierte de su ilegitimidad. Es lo que sucede con los préstamos neológicos, marcados en cursiva, en ocasiones seguidos de una propuesta de sustitución por palabras legítimas. Así, en las advertencias del DRAE-2014 puede leerse: Siguiendo una práctica iniciada en la edición de 2001, aparecen en letra cursiva los EXTRANJERISMOS crudos, es decir, los préstamos no adaptados a los patrones gráfico-fonológicos del español. En esos casos la información asimilable a la de índole etimológica suele indicar no que la palabra tiene su origen en tal o cual voz de otra lengua, sino que es una voz de la lengua de que se trate: «blues. (Voz. ingl.)», «boîte. (Voz fr.)».
En resumen, el DGM divide el léxico en dos grandes grupos: el legítimo y el ilegítimo. Quizá parecería mejor utilizar los términos de palabras recomendadas y no recomendadas, de acuerdo con las diversas manifestaciones de la propia Real Academia para el numeroso grupo de palabras y acepciones que se usan socialmente y que, sin embargo, el diccionario no acepta; porque el usuario medio de cualquier DGM considera las palabras que encuentra en la nomenclatura como permitidas o correctas y las que no aparecen en ella las considera en muchos casos incorrectas o no permitidas. Por ello, la normalización del léxico gallego, por ejemplo, cuenta con el instrumento
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del DRAG, que funciona como filtro de las voces correctas, admitiéndolas o rechazándolas, según señala González González (2012). De todos modos, el diccionario representa a los ojos de los usuarios una autoridad. Además, si se trata de un diccionario comercial, la editorial, como muestra Lane (1992), utiliza todos los elementos de la periferia textual para convencer a los posibles usuarios del valor de la obra, señalando, una y otra vez, la competencia del director, la profesionalidad del equipo de redactores, la extensa y afinada nomenclatura, la novedad y, a la vez, el cuidado con que está elaborada la microestructura, etc. Si se trata de un diccionario patrocinado por una institución, como los diccionarios de las academias, aun sin los elementos periféricos textuales, el texto suele nacer ya con la ventaja del prestigio de la imagen simbólica que hereda de la institución. Es necesario, por ello, analizar cómo deben interpretarse las abreviaturas o notas explícitas que marcan en un DGM los dialectalismos y, antes que nada, hay que considerar por qué entran los dialectalismos en un DGM. 5. Los dialectalismos en los DGMS La inclusión de dialectalismos en los DGMS y la elaboración de diccionarios dialectales guardan cierta relación. En uno y otro caso están presentes afanes científicos, se busca conocer mejor algunas variedades lingüísticas, pero además están presentes otras diversas razones. 5.1. ¿Por qué se elaboran diccionarios dialectales? Arnal Purroy (2009: 118-128) sistematiza acertadamente las razones que priman en la elaboración de diccionarios dialectales, normalmente diferenciales. En el siglo xix solían servir de complemento al diccionario académico. En nuestros días, además del interés especializado, nunca decaído8, funcionan como instrumento pedagógico, como archivo del léxico que desaparece o está en riesgo de desaparecer, como archivo cultural de tipo etnolingüístico, como instrumento que proporciona placer con su lectura. Pero además, creo que pueden señalarse algunas otras funciones menos técnicas que cumplen los diccionarios dialectales. Así, a pesar de la influencia de la sociolingüística, que ha borrado el estigma del dialecto como habla de segunda clase, o precisamente por ello, el interés por los dialectos, y por su léxico, como es natural, se acrecienta por razones nostálgicas o políticas. No es la menos importante entre las primeras la que aduce un sacerdote, aficionado a la lexicografía, para incluir en un vocabulario ciertas palabras de su pueblo: que «son hermosas» (apud Le Men 2007: 115). El apego al vocabulario familiar y local, aunque Buena muestra de ello las palabras de Alvar (1991: 49-115) sobre el léxico que podrían proporcionar los atlas lingüísticos a los diccionarios y sobre la misma cuestión años después las de García Mouton (2010: 273-274) . 8
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ya resulte de escasa utilidad práctica en la vida cotidiana, no dista mucho de las razones del clérigo leonés (motivos parecidos se leen en muchos vocabularios dialectales que circulan por la red; pueden consultarse en 9). También en estudios de especialistas del vocabulario dialectal laten vivencias personales. Bastantes tesis españolas del siglo xx estudiaron el dialecto familiar del autor. El léxico de una lengua es complejo y la variación geográfica plantea también problemas sociológicos. Los diccionarios no deberían apartarse de los sentimientos de los hablantes, advierte Pöll (2006: 277), y Schafroth (2014: 13-15) llama la atención sobre los factores culturales y las cuestiones relacionadas con las minorías. Tampoco faltan las razones políticas en la presentación de los vocabularios dialectales. Para estos casos son pertinentes las palabras de Michelena (1974: 123-125) cuando insistía en la importancia de las cuestiones extralingüísticas en los asuntos de la lengua, que no es solo un sistema abstracto que puede describirse. La lengua está ligada a sus hablantes y atravesada por múltiples factores pasionales. Quien escribía esto a propósito de lenguas y dialectos y de lenguas más o menos literarias sabía bien a lo que se refería, ya que él mismo había manifestado previamente que en la búsqueda de la unidad —aunque fuera relativa— de la lengua vasca para el mantenimiento de un estándar útil tenían que producirse renuncias, fueran implícitas o explícitas. Así, en su Plan para enfilar el vasco escrito por el camino de la unificación afirmaba: «La unificación es claro que comportará pérdidas […]. No se puede emprender el camino de la unificación sin ocasionar resentimientos o causar disgustos» (Michelena apud Villasante 1970: 49). Por ello hay que ponderar la prudencia de Morala (2007a: 104-105) cuando interpreta la situación actual del leonés y propone distinguir entre el uso lingüístico familiar o local, más o menos privado, donde las realizaciones dialectales merecerían un justo aprecio y el uso público de una lengua estándar, que en las circunstancias actuales no puede ser otra que el español. Tampoco puede extrañar, desde otro punto de vista, la insistencia de Lara (1990: 157-166) en la necesidad de diccionarios integrales, no contrastivos, de los diversos centros del español, lengua claramente pluricéntrica. 5.2. ¿Deben recoger dialectalismos los DGMS actuales? En 4.1 se ha indicado cómo los DGMS aceptaban dialectalismos en su nomenclatura si circulaban en la lengua común. No disponemos de espacio para examinar todas las contradicciones presentes en tal afirmación ni para analizar la distancia entre las propuestas y las realizaciones, pero sí para exponer algunos comentarios generales. ¿Cómo se sabe que un dialectalismo se usa en la lengua común? Cassidy (2003: 265) afirma que la marcación en los diccionarios del siglo xx no depende ni de la opinión erudita ni de un afán normativo sino de la descripción objetiva. Los dialectalismos deberían incorporarse al diccionario si estuvieran extendidos por un territorio amplio, si tuvieran una frecuencia
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amplia y una disponibilidad aceptable importante. Para ello se necesitaría contar con buenos corpus de todos los dialectos y de la lengua oficial, que muchos confunden habitualmente con la lengua común. Y esto, desde luego, está lejos de suceder. Pero la decisión variará según las diferentes relaciones históricas mantenidas entre la lengua oficial y los dialectos. Patota (2008: 587-598), que recalca cómo la lexicografía italiana progresa desde 1980, cuando se difunde el estándar italiano, muestra con claridad cómo considerar las diferentes relaciones históricas entre la lengua oficial y los dialectos. En el DRAE-2014 las marcas actuales se refieren a provincias, no a dialectos. Se indica la procedencia provincial del léxico, pero no un dialecto determinado. Así se evitan confusiones, porque muchos regionalismos no respetan las fronteras dialectales. Debe distinguirse la marca dialectal, una marca de origen (útil para estudios dialectales, etimológicos e históricos) de la marca regional que es, en realidad, marca de uso, geográficamente restringido, aunque, al incluirse en un DGM, uso restringido de cierta difusión. El DEA utiliza la marca regional, como hace el LPR. Los DGMS son didácticos, pero no están destinados a enseñar el dialecto a los usuarios. En español se necesitan diccionarios actuales dialectales y regionales fiables. No basta solo con recoger la información de los atlas. Hay que conocer también la diferenciación dialectal de las áreas urbanas. Y también sería deseable que en español como lengua pluricéntrica cada centro dispusiera de su DGM; como sería deseable que se elaborara un diccionario panhispánico, en el que se recogieran los términos del estándar común de todos los centros. El LPR (x) señala que el francés debe organizarse en cada país francófono (Bélgica, Canadá, Suiza…). Schafroth (2014: 208) reconoce que se necesitaría un diccionario panfrancófono. También sería útil en español un diccionario general actualizado de dialectalismos. Importa conocer no solo su distribución geográfica sino también su vigencia. Los dialectalismos que circulan en el estándar no son dialectalismos, pues ya se han integrado. Podrían marcarse como regionalismos los que se encuentran en la periferia lingüística. El único método apropiado y fiable de marcarlos bien es el que proporcionan los corpus representativos, bien elaborados. Entre los diccionarios románicos el DIEC2, sin duda, es un buen modelo. Es discutible que los dialectalismos se marquen como LC (lèxic comú) y solo se definan por remisión, pero parece que el corpus ofrece una buena base para tomar decisiones. De todos modos, es diferente el problema del gallego y el catalán, en pleno proceso normalizador, sobre todo el gallego (González González 2012: 1-39), que exigen seleccionar una forma dialectal entre varias para integrarla en el estándar. El resultado es que la aceptación de dialectalismos se filtra con criterios que no dependen solo de los resultados del corpus. 5.3. ¿Cómo aparecen los dialectalismos en los DGMS? Los dialectalismos están tratados en los DGMS de una manera inapropiada. Dialectal es un lema inexistente en el estándar o una acepción con significado diferente al estándar (los dos casos más frecuentes), pero a veces se recoge léxico idéntico con divergencias fonéticas o gráficas. No es este léxico dialectal. Ariza (1993: 150) seña-
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laba justamente que la diferencia fonética entre las voces extremeñas adebo, adeite y apadiguar, correspondientes a las del estándar acebo, aceite y apaciguar, no justificaba que se las admitiera como dialectalismos léxicos en un diccionario dialectal de voces extremeñas. Por otro lado, debería tratarse el léxico dialectal de un DGM con la misma atención que el resto del léxico. Sin embargo, se incluyen dialectalismos en el DGM sin ejemplos, sin sus características sintácticas, sin sus especificaciones sintagmáticas, sin ninguna observación sobre sus usos pragmáticos… Así la información de los dialectalismos sirve para descifrar un texto. Pero cuando todos los lexicógrafos proclaman la importancia de los diccionarios de codificación y los dialectalismos aparecen con marcas —a veces correctas— tratados de una manera inapropiada no sirven para mejorar la competencia de los usuarios. Referencias bibliográficas Académie Française (16941): Le Dictionnaire [de l’Académie Françoise]. Paris: chez la veuve de Jean Baptiste Coignard [01/03/2018]. Ahumada, Ignacio (ed.) (1996): Vocabularios dialectales. Revisión crítica y perspectivas. Jaén: Universidad de Jaén. Ahumada, Ignacio (2000): Cinco siglos de lexicografía del español. Jaén: Universidad de Jaén. Alvar, Manuel (1991): Estudios de geografía lingüística. Madrid: Paraninfo. Álvarez de Miranda, Pedro (2000): «La lexicografía académica de los siglos xviiixix», en Ignacio Ahumada (ed.), Cinco siglos de lexicografía del español. Jaén: Universidad de Jaén, 35-62. Ariza, Manuel (1993): «Notas sobre el léxico extremeño», Philologia Hispalensis 8, 149-161. Arnal Purroy, Mª Luisa (2009): «¿Para qué y para quién hacemos los diccionarios diferenciales? A propósito del Diccionario diferencial del español de Aragón», Archivo de Filología Aragonesa 65, 113-137. Autoridades = Real Academia Española (1726-39): Diccionario de la Lengua Castellana, 6 vols. Madrid: Francisco del Hierro, impresor; Imprenta de la Real Academia Española (desde tomo tercero) [01/03/2018]. Baggioni, Daniel (1993): «La norme dans les nomenclatures des encyclopédies et dictionnaires français. Du ‘bon usage’ à la ‘norme linguistique’», en Daniel Baggioni (ed.), Encyclopédies et dictionnaires français (Problèmes de norme(s) et de nomenclatures). Aix-en-Provence: Université de Provence, 21-35. Blecua, José Manuel (2006): Principios del Diccionario de Autoridades. Madrid: Real Academia Española. Bray, Laurent (1990): «La léxicographie française des origines à Littré», en Franz Josef Hausmann et al. (ed.), vol. II, 1788-1818.
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5. LEXICOGRAFÍA DIFERENCIAL Y LEXICOGRAFÍA INTEGRAL
Klaus Zimmermann Universität Bremen [email protected]
►► Resumen
La alternativa entre elaborar diccionarios integrales o diccionarios diferenciales de variedades diatópicamente restringidas (o dialectales) tiene implicaciones teórico-lingüísticas, semánticas, ideológicas, políticas, identitarias y metodológicas. Mientras que en otras culturas lingüísticas de lenguas pluricéntricas los diccionarios integrales de variedades dialectales tienen una larga tradición (existen ejemplos para el inglés, alemán y portugués), en el mundo hispánico han prevalecido los diccionarios diferenciales debido a razones glotopolíticas y a una concepción monocéntrica, lo que implica un menosprecio de tales variedades y una visión tergiversada de la realidad. En este capítulo se discuten estas implicaciones, se aboga en favor de la prioridad que se debe dar a los diccionarios integrales para el uso de los hablantes “normales” y se defiende la necesidad de documentar con dignidad la riqueza de las distintas variedades. Los diccionarios diferenciales (que pueden concebirse como exclusivamente diferenciales o como diferencial-contrastivos, si indican los contrastes con las otras variedades), a su vez, deben estar destinados sobre todo a los lingüistas como lectores y para poder cumplir verdaderamente con su propósito de identificar los vocablos privativos de cada variedad, deben elaborarse mediante la comparación con el léxico integral incluido en los diccionarios integrales. Estos, a su vez, deben cumplir criterios estrictos relativos a la documentación de la lengua (corpus) y a la manera de definir los significados. ►► Palabras clave Lexicografía, metodología, política lingüística, variedades del español.
Differential lexicography and integral lexicography ►► Abstract
The choice between integrally versus differentially oriented dictionaries of diatopically restricted (or dialect) varieties has implications for linguistic theory, semantics, ideology, language politics, identity and methodology. While in other linguistic cultures of pluricentric languages integral dictionaries of dialect varieties have a long tradition (examples will be given for English, German and Portuguese), in the Hispanic world differential dictionaries have prevailed due to glottopolitical reasons and a monocentric view classifying them as less worthy and giving a distorted description. This article discusses these implications and advocates for preferring integral dictionaries for the use of “normal” speakers and to document the variety with dignity in its entirety, while differential dictionaries mostly serve the purposes of a linguist
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audience. The latter, which can be conceived of as simply differential or as differential-contrastive when indicating contrasts with other varieties, in order to truly fulfil their purpose of identifying the exclusive occurrence of words in each variety must be done by means of a comparison of the integral lexicon based on the existence of integral dictionaries, which in turn must meet strict criteria regarding documentation of the language (corpus) and the form in which meanings are defined. ►► Keywords Lexicography, methodology, language politics, varieties of Spanish.
1. Esbozo histórico del desarrollo de la lexicografía diferencial y de la lexicografía integral 1.1. Los términos diferencial, contrastivo e integral en la lexicografía Las categorías integral, diferencial y contrastivo, a las que se podría agregar además la de coincidencia, son bastante recientes aplicadas a diccionarios. Se han ido perfilando durante los últimos treinta años. Se puede constatar, además, una evolución y revisión de los términos diferencial y contrastivo a lo largo de este período. En un principio la categoría contrastivo se aplicaba a los diccionarios que ahora vienen llamándose diferenciales, en tanto que ahora contrastivo se ha convertido en un tipo de indicación adicional para marcar, en los diccionarios diferenciales, la relación explícita de contraste de un vocablo con otro semejante perteneciente a otra(s) variedad(es). Los términos integral, diferencial y contrastivo en lexicografía han venido elaborándose poco a poco (con matizaciones sucesivas) y han sido acuñados después de la aparición de las prácticas lexicográficas correspondientes. Así, la denominación diccionario integral es posterior a la existencia misma de proyectos de diccionarios integrales y fue acuñada por un lexicógrafo de orientación diferencial. En un primer momento, la disyuntiva terminológica se establecía entre método integral y método contrastivo. Así, en su artículo «Spanische Lexikographie», Günther Haensch (1990: 1754) aplicó los calificativos de «integrale Methode» al Diccionario del español de México (DEM) y de «kontrastive Methode» al Diccionario ejemplificado de chilenismos. Los diccionarios de americanismos por él dirigidos, entonces todavía en fase de elaboración, llevaban la etiqueta de «diccionarios contrastivos». Posteriormente se introduce una nueva distinción muy acertada entre el método contrastivo y el diferencial (Werner 1991), en virtud de la cual el término diferencial queda reservado para la orientación selectiva, que registra solo las palabras y acepciones particulares o privativas de la variedad descrita, una orientación que, tal y como indicamos, antes se había llamado contrastiva. Entre tanto, el término contrastividad se reserva ahora para las marcas (signos de contrastividad) que en el interior de la microestructura de los diccionarios diferenciales indican explícitamente los contrastes con palabras cuasi idénticas de otras variedades (cf. el trabajo de Alejandro Fajardo en este volumen). Pa-
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ralelamente cabría crear también marcas de coincidencias en diccionarios integrales (cf. Fajardo 2010), si bien no parecen muy necesarias para el público previsible de las obras, los hablantes de la variedad descrita (y no los lingüistas); en cambio, su aplicación resultaría muy compleja si se pretende un cotejo con todas las demás variedades, sin tomar una variedad privilegiada de comparación (como venía siendo considerada la estándar de España). La distinción terminológica entre los abordajes lexicográficos integral, diferencial y contrastivo en la lexicografía hispánica es una contribución de gran utilidad1. Cabe aclarar, sin embargo, que estas orientaciones existían ya antes en el ámbito de la lexicografía de algunas lenguas, aunque sin que hubiese un término propio que las designase. Se puede discutir si el término integral2 es totalmente satisfactorio, pero lo cierto es que se ha establecido ya en el ámbito de la lexicografía hispánica y está suficientemente definido. En cambio, más cuestionable resulta el término método que utiliza Haensch. De hecho, no se trata de dos métodos técnicos, sino de orientaciones radicalmente distintas consecuencia de usos diferentes del diccionario y de dos concepciones glotopolíticas del diccionario asimismo distintas. Dice con razón Hernández (2012: 273) que los diccionarios diferenciales «son obras lingüísticas […] dedicadas a un conocimiento especializado […]». Los integrales, por el contrario, se dirigen a todos los hablantes de la variedad, es decir, a un público general, no especializado. 1.2. Aclaraciones teóricas: los diccionarios como discursos Tradicionalmente los usuarios (y muchos lexicógrafos) consideran los diccionarios como tipos de texto de descripción científica objetiva. La historia de la lexicografía demuestra, sin embargo, que deben ser considerados también como discursos (es decir, con implicaciones ideológicas), en varios sentidos: • Son discursos (constructos) en cuanto al diseño de las representaciones del léxico en forma de listas de palabras (alfabéticas en la mayoría de los casos, o de otro tipo) frente al orden mental (desconocido). • Son discursos en cuanto a la configuración del corpus, es decir la selección de los textos que sirven como material de base empírica (por ejemplo, si está constituido solo por textos escritos o escritos y orales; solo por cierto tipo de textos, como los periodísticos3 o los literarios, o por textos de todos los niveles lingüísticos; exclu Hernández (2012: 271) considera la distinción integral vs. diferencial de Haensch «una de las aportaciones metodológicas [yo diría terminológicas] más importantes de los últimos años». 2 Fajardo (2010) llama a estos diccionarios integrales o descriptivos. Aunque los diccionarios integrales modernos se conciben como descriptivos, este calificativo también puede aplicarse a ciertos diccionarios diferenciales. Depende de su orientación. Así, puede haber diccionarios integrales descriptivos y diccionarios integrales normativos, y, por otra parte, diccionarios diferenciales descriptivos y diccionarios diferenciales normativos. 3 Como, por ejemplo, el DEA (1999). 1
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sivamente por textos de temáticas reducidas o por textos que pretenden representar la totalidad de temas de una sociedad). • Existen diferentes concepciones del diccionario, y cada una de ellas, a través de la construcción del espacio lingüístico que se propone describir, participa en la construcción de variedades lingüísticas. Así, un diccionario de americanismos construye una variedad artificial del «español de América» que, por la disparidad del léxico existente en este continente, carece de fundamento real, mientras que los diccionarios diferenciales e integrales a nivel nacional contribuyen a la construcción de una variedad mexicana, argentina, boliviana, etc. • Son discursos ideológicos (en el sentido de Foucault 1971) en cuanto a sus concepciones relativas a la inclusión y exclusión de palabras por motivos de normatividad, a la construcción del concepto de estándar, a la calificación de las palabras incluidas como buenas o malas y a la asignación de etiquetas sociolingüísticas y estilísticas. • Además, como han señalado muchos críticos, los diccionarios de la Real Academia Española (RAE), por ejemplo, revelan o revelaron ideologías sexistas, racistas, eurocentristas, españolocentristas, clericales o religiocentristas, etc., en su manera de definir el significado de las palabras. • La lexicografía española en su totalidad proyecta un discurso ideológico en la medida en que ha dado preferencia exclusiva a la elaboración de diccionarios diferenciales y en que ha negado la utilidad de los diccionarios integrales. Esta práctica y su teoría e ideología subyacentes construyen la variedad española como superior y las otras como inferiores. 1.3. Las orientaciones diferenciales e integrales en la lexicografía dialectal hispánica En la lexicografía española e hispanoamericana existe una larga tradición de repertorios lexicográficos que registran unidades léxicas de variedades dialectales, o mejor, de variedades diatópicamente restringidas (en adelante, VDR), término hiperónimo que prefiero al de variedades dialectales. De las dos orientaciones posibles (diferencial vs. integral), existe en la lexicografía hispánica (a diferencia de lo que ocurre en la portuguesa-brasileña) una abrumadora mayoría de diccionarios diferenciales y una minoría sorprendente de diccionarios integrales. Para los primeros véanse las bibliografías de los capítulos de este volumen y el repertorio de Giménez Folqués (2010) para los de América. Para los segundos, en el ámbito hispánico por el momento se pueden citar solo dos diccionarios, el Diccionario del español de México (DEM) y el Diccionario integral del español de Argentina (DIEA). Están en fase de proyecto diccionarios análogos para el español de Cuba4, de Chile (cf. Rojas 2015) y de Bolivia. Los diccionarios de VDR se
4 Cf. [01/03/2018].
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conciben en la lexicografía hispánica —con las excepciones de los diccionarios integrales arriba mencionados— casi automáticamente como diferenciales, si bien con características y rigor diferentes (véanse los descritos en este volumen)5. Prueba de ello es el empleo como sinónimos de diferentes términos, tal y como advierte, por ejemplo, Arnal Purroy (2009: 114): «[…] diccionarios dialectales, también llamados regionales, de dialectalismos, de regionalismos o, en los últimos años, diferenciales, denominaciones que —dicho sea de paso— utilizaré aquí de manera indistinta». Esta visión abarca como repertorios de unidades léxicas de VDR tanto diccionarios de variedades lingüísticas de España, que se podrían considerar con cierta plausibilidad como dialectos (aun cuando esto se pueda debatir), como diccionarios de variedades diatópicas como el asturiano, el extremeño, el canario, el leonés o el andaluz6. 1.4. Razones para elaborar diccionarios diferenciales Los diccionarios diferenciales se elaboran no solo para documentar el léxico de una VDR, sino también de jergas sociales (véase, por ejemplo, Zimmermann 1994), variedades profesionales, técnicas y científicas, extranjerismos, indigenismos, etc. Cabe aclarar que estamos aquí delante de dos niveles de análisis. Los diccionarios diferenciales pueden tener como marco de referencia la diferencia comparada con el léxico de otra variedad (nivel objetivo) o con diccionarios de otra variedad (nivel del dis-
5 El Diccionario diferencial del español de Canarias (Corrales / Corbella / Álvarez 1996), por ejemplo, se entiende como «verdadero diccionario en el sentido tradicional del término, pero, a la vez, una obra novedosa en el marco de la lexicografía canaria y aun de la hispánica. Se trata de la elaboración minuciosa de las voces catalogadas como “canarismos”, así como de todas aquellas que —aun no siendo estrictamente canarismos, porque se encuentran en otras zonas que hablan español— alcanzan una frecuencia de uso en Canarias muy superior a la de otras regiones españolas» (autodescripción, según figura en la portada del libro). 6 Si bien es verdad que la gran mayoría de los diccionarios de estas variedades hispánicas son diferenciales, hay que mencionar el Diccionario de los bables de Asturias (Neira / Piñeiro 1989), que es un diccionario híbrido en estos términos. Se trata de un diccionario bidireccional cuya primera parte (castellano-bable) es —como consecuencia de la bidireccionalidad— integral, mientras que la segunda parte es diferencial (además, es bilingüe o bidialectal). Para la primera parte se dice: «Este diccionario pretende reflejar del modo más fiel y riguroso posible la situación de los bables asturianos en lo que al léxico se refiere» (p. 15). De este modo, se registra, por ejemplo, carta = carta, embalse = embalse; es decir, se registra la palabra del castellano y se ofrece su equivalente bable aunque este sea igual. Para la segunda parte (bable-castellano), que es diferencial, se dice: «En el Diccionario Bable-Castellano sólo se incluyen las palabras que difieren del castellano […]. No incluimos las que coinciden semántica y fonéticamente con él (casa, vaca, puente)» (p. 15). Para la forma gráfica se utiliza la del «español normativo» y se indica el «equivalente bable en sus distintas variantes [...]. Las características fónicas, morfológicas y léxicas sitúan muchas veces a un vocablo en una zona muy concreta y lo excluyen de otras» (p. 15). Para un análisis de la forma de las entradas en la lexicografía hispánica de variedades de ámbito restringido, cf. Alvar Ezquerra (2002).
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curso lexicográfico sobre la variedad), lo que no es lo mismo. Teóricamente sería posible una comparación entre dos variedades sin que previamente haya existido una descripción de estas dos variedades. Por razones históricas este caso no se ha dado en la lexicografía hispánica. Hay dos circunstancias que conducen a tomar como marco de referencia otros diccionarios. En primer lugar, si una parte del léxico de una lengua no figura en lo que pretende ser un diccionario general, la razón para presentar en vocabularios aparte este léxico parcial excluido es la de complementar (Lara 1990: 234) o reparar (Zimmermann 1994: 117) esta deficiencia. Si algún día se elabora un diccionario general de verdad (algo que no existe hoy en día para la lengua española), en principio no harán falta diccionarios diferenciales de reparación que dejen constancia de la existencia de las palabras excluidas. Pero, en segundo lugar, también en el caso de existir un verdadero diccionario general que marque, además, debidamente el uso diatópico, diastrático y diafásico de las palabras y sus acepciones, puede ser útil seleccionar las palabras con una marca determinada y reunirlas en una lista. El resultado serán diccionarios (o estudios) especiales, obras de consulta explícitamente selectivas para intereses específicos, por ejemplo lingüísticos. Podemos distinguir, entonces, entre diccionarios diferenciales de reparación, por un lado, y, por el otro, diccionarios diferenciales de interés específico (también, por ejemplo, de léxico básico para el uso escolar), y eso para la totalidad del léxico panhispánico y para cada VDR. Como se ve, el carácter de los diccionarios diferenciales depende del contexto de la cultura lexicográfica de una comunidad lingüística y comunicativa. 1.5. Variedades diatópicamente restringidas: dialectales vs. nacionales En la lexicografía hispánica la mayoría de los lexicógrafos consideran dialectos también las variedades de extensión nacional de los países americanos. Por ejemplo, Josefina Tejera considera su diccionario de venezolanismos (iniciado por Ángel Rosenblat) como un diccionario dialectal: «El concepto de ‘particularidad’, de ‘desvío’ de una norma produjo los diccionarios llamados diferenciales, contrastivos o ‘de -ismos’, los cuales recogen las diferencias dialectales» (Tejera 1994: 13). También Haensch (1982: 141), en una revisión histórica, subsume los diccionarios de americanismos o de países americanos como dialectales: «Hay también diccionarios de americanismos que registran el vocabulario de un país (peruanismos, mejicanismos, chilenismos, etc.) o de una zona más amplia (español rioplatense, etc.)»7. Para calificar estas 7 Así, menciona como tales al mismo nivel el Vocabulario andaluz de A. Alcalá Venceslada, de 1951, o el Léxico rural asturiano de A. Zamora Vicente, de 1953, y «los diccionarios generales de americanismos» como los de A. Malaret, M. A. Morínigo, A. N. Neves y J. F. Santamaría, así como los «que registran el vocabulario de un país» (Haensch 1982: 141); cf. también una versión más reciente de la historia lexicográfica del español en América por el mismo autor (Haensch 1994). Por
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obras a partir de la orientación glotopolítica que adoptan, dice: «Los diccionarios de americanismos mencionados hasta ahora son diccionarios contrastivos [hoy diría, diferenciales, comentario mío], que toman como base de comparación el vocabulario estándar de España» (Haensch 1982: 141; cursiva mía). Implícitamente, admite que la orientación diferencial no obedece a una necesidad del léxico, sino que es producto de la evolución glotopolítica en el mundo hispánico. Ya en 1982 menciona otro proyecto, sin calificarlo más, el del Diccionario del español de Méjico [sic], que está «basado en otro criterio: registra todo el vocabulario español de Méjico, se use fuera de Méjico o no» (Haensch 1982: 141)8. Discrepamos también de Tejera cuando identifica, con carácter general, los diccionarios de -ismos y los diccionarios de dialectos. De hecho, existen también vocabularios y diccionarios de arcaísmos, indigenismos (lenguas amerindias), barbarismos, extranjerismos, tecnicismos, disfemismos, del lenguaje erótico, de argot (León 1992), etc., que son diferenciales, pero cuyo criterio de selección no es diatópico sino de otros órdenes: diastrático, diafásico, diacrónico, contactológico, antinormativo, de curiosidad, de ámbito profesional o técnico, etc. En cuanto al término dialectal referido a las variedades nacionales de América, hay que discrepar de Arnal Purroy (vid. 1.3), Tejera y Haensch y llegar a una conclusión diferente. En América se conformaron después de los procesos de independencia entidades políticas de otro orden, es decir países/estados con sus respectivas y particulares historias de la lengua española, especialmente con una aportación cultural singular y con la capacidad y el poder de autodeterminación de aceptar como estándar nacional sus particularidades léxicas. Hay que abandonar la perspectiva simplemente dialectológica y asumir una perspectiva político-dialectológica. En lo que concierne a las VDR, tenemos que admitir (por lo menos) tres dimensiones para determinar el constructo de variedad: el factor espacial, el factor político y el factor cultural, correlacionados con variedades lingüísticas. Esto da lugar a variedades dialectales, variedades subdialectales o locales, variedades nacionales y tres niveles de variedades transfronterizas/supranacionales: (a) el correspondiente a variedades como la de la región del Río de la Plata, (b) el correspondiente al tipo Hispanoamérica9, y (c) el de tipo panhispánico o general. Para todas ellas se pueden elaborar diccionarios10. Lo otra parte, un área dialectal transfronteriza como la que se menciona es la descrita en el Diccionario de las coincidencias léxicas entre el español de Canarias y el español de América (Corrales / Corbella 1994). 8 En este momento todavía no introduce el término integral para este tipo de diccionario. 9 De hecho, existe ya consenso entre la mayoría de los hispanistas en que no se debe construir el espacio hispanoamericano como si este ofreciera una sola variedad de la lengua española. Con todo, este espacio sigue teniendo vigencia (aunque discutida) a nivel lexicográfico por la elaboración de diccionarios de americanismos hasta el momento presente. 10 Ya Haensch (1982: 140) proponía algo parcialmente semejante, al señalar a propósito de las «obras lexicográficas que registran subconjuntos léxicos con marcación diatópica»: «Son, en primer
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importante es determinar qué construcciones de espacios de variación léxica y qué tipos de diccionarios (integrales o diferenciales) son útiles y para qué. 2. Diccionarios integrales en otras culturas lingüísticas La orientación integral en la lexicografía de países poscoloniales no es reciente. Existen en otros ámbitos lingüísticos diccionarios integrales avant la lettre sin haber suscitado polémica como en el mundo hispánico. El primer caso de un diccionario integral es el del inglés de Estados Unidos de América, el famoso American Dictionary of the English Language de Noah Webster (1828)11. En el ámbito de la lengua portuguesa, que tiene también una historia de expansión colonial y ha vivido los procesos de independencia de los diferentes países que hablan esta lengua, existe en Brasil una larga tradición de diccionarios integrales, comenzando por el de Laudelino Freire (1939-1944), seguido poco después por el de Antenor Nascentes (1961-1967). Siguen esta línea otros diccionarios más recientes, el Dicionário da língua portuguesa de Aurelio Buarque de Holanda Ferreira, un proyecto iniciado en 1966 y cuya primera edición es de 1975 (con actualizaciones en 1986 y 1999), y el de Antônio Houaiss (1999), publicado a finales de los noventa del siglo xx12. Es interesante señalar que ambos autores/directores son, o eran, miembros de la Academia Brasileira de Letras. La lengua alemana debe ser considerada —como la española, la inglesa, la francesa, la árabe y muchas otras— como un conjunto de variedades diatópicas, distribuidas en varios Estados independientes, hoy Alemania, Suiza, Austria y Luxemburgo. Como en otros casos, se ha planteado también aquí la cuestión glotopolítica de concebir esta variación como pluricéntrica, y se han admitido y elaborado estándares propios para cada país. Además, en cada país existe una variación diatópica interna y tradicionalmente estas variedades se han venido considerando como dialectos, lo cual es discutible13. La distancia entre estos dialectos, como el bajo alemán, el bávaro, el suabo, el sajón, el alemánico, el franconio, etc., es bastante grande. La intercomprensión entre ellos resulta difícil y a veces incluso imposible. Sus hablantes se comunican por medio de la variedad estándar o de variedades de aproximación al estándar empleadas por hablantes nativos dialectales, unas variedades intermedias (interlectos) diferentes en cada región dialectal. Existe, dentro de este ámbito, una larga tradición en la elaboración de diccionarios de las VDR como consecuencia de una fuerte autoafirmación de la variedad propia. Sirvan de muestra los siguientes tres ejemplos. lugar, los diccionarios, vocabularios y glosarios de dialectos, subdialectos o hablas locales de una lengua» (cursiva mía). 11 Cf. el estudio sobre la emergencia y orientación de este diccionario en Lara (1997: 59-66). 12 Para la historia de la lexicografía brasileña cf. Nunes Horta (2015). 13 El término dialecto debe emplearse con mucha precaución a la hora de comparar variedades de diferentes lenguas. Los criterios y las distancias lingüísticas muchas veces no son los mismos.
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El gobierno austríaco desarrolló una política lingüística que dio lugar a la elaboración, desde 1950, de varias ediciones del Österreichisches Wörterbuch (Fussy / Steiner 2012), que es explícitamente integral (aunque sin recurrir a este término): Das Österreichische Wörterbuch ist ein Wörterbuch der guten, richtigen deutschen Gemeinsprache. Es ist jedoch in erster Linie für Österreicher bestimmt und wird vor allem von Österreichern benützt werden. Deshalb enthält es auch zahlreiche allgemein verwendete Wörter der österreichischen Umgangssprache und der österreichischen Mundarten, wenngleich keine Wörter in mundartlicher Schreibung. […] Das Österreichische Wörterbuch ist noch in einem anderen Sinn als ein österreichisches anzusprechen. Wir Österreicher verwenden eine Reihe von Ausdrücken, die nicht weniger richtig, gut und schön sind als anderswo gebrauchte. Sie wurden naturgemäß im Wörterbuch bevorzugt, wogegen etwa nur in Norddeutschland übliche gar nicht berücksichtigt oder als bei uns fremd oder zumindest ungewohnt ausdrücklich gekennzeichnet wurden. Es ist aber auch Tatsache, daß wir in der besten Sprache der Gebildeten unseres Landes Wörter anders betonen, anders aussprechen, Hauptwörter mit einem anderen Artikel oder einer anderen Mehrzahlform, Zeitwörter mit einem anderen Hilfszeitwort verwenden u. v. a. m., als dies außerhalb Österreichs üblich ist. In solchen Fällen wurden die bei uns gebräuchlichen, allgemein als gut und richtig empfundenen Formen ins Wörterbuch aufgenommen (prólogo de la 32ª edición, 1972)14.
Existe además una edición abreviada para el uso escolar que, desafortunadamente, es parcialmente normativa (se excluyeron palabras consideradas como disfemísticas contenidas en versiones anteriores)15. El léxico del alemán hablado en Suiza se considera hoy como una variedad nacional que se utiliza (en varias de sus subvariedades) en la vida pública (radio, televisión, escuela) en el uso oral, aunque no en el escrito. Este léxico se describe,
«El Diccionario austriaco es un diccionario del buen y correcto alemán común. Sin embargo, como se trata de una obra destinada principalmente a los austriacos y que va a ser manejada fundamentalmente por ellos, contiene un gran número de palabras de uso común en la lengua oral y en los dialectos austriacos, aunque estas no se presentan en ortografía dialectal [...]. El Diccionario austriaco debe ser considerado austriaco también en un segundo sentido. Nosotros, los austriacos, utilizamos toda una serie de expresiones que no son menos correctas, adecuadas o bonitas que las que se usan en cualquier otro lugar. Tales expresiones gozan de un trato preferente en este diccionario, en tanto que las palabras de uso común en el norte de Alemania no han sido tenidas en consideración o bien han sido marcadas como ajenas o, cuando menos, como inusuales. Por otra parte, cabe señalar que los hablantes más instruidos de entre nosotros manifiestan una prosodia y pronunciación particulares, presentan diferencias en el género o en la forma del plural de algunos sustantivos, utilizan otros auxiliares para los verbos y presentan muchas otras características no habituales fuera de Austria. En estos casos se han incorporado al diccionario las formas que son usuales, consideradas como adecuadas y correctas entre nosotros [los austriacos]». 15 Para mayor información cf. el análisis de este diccionario hecho por Retti (1991). 14
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por ejemplo, en el Schweizerisches Idiotikon (1881-2015)16. Aunque en su prólogo (contenido en el primer tomo, publicado en 1881) se define como diferencial (sin utilizar el término), los lexicógrafos cambiaron esta orientación a partir del cuarto tomo y adoptaron una orientación integral (también sin utilizar el término)17. El léxico del suabo se describe en el Schwäbisches Wörterbuch, de 1904. El suabo también tiene una gran vitalidad a nivel oral, pero no tiene estatus nacional, sino que es considerado como un dialecto en la cultura lingüística alemana, ya que no está estandarizado (un aspecto cuestionable). Hermann Fischer, autor de la obra, afirma en el prólogo: Dass endlich mein Werk sich nicht auf die spezifischen Suevismen beschränken durfte, sondern auch gemeindeutsche auf ihr Vorkommen bei uns zu untersuchen hatte, lag in der Forderung eines möglichst vollständigen Inventars des bei uns üblichen gegebenen; ist doch einerseits das meiste Sprachgut gemeindeutsch und andererseits kaum ein Wort, bei dem nicht lokale Besonderheiten zu verzeichnen wären (Fischer 1904: x)18.
He aquí una expresión clara de una orientación integral con su fundamentación teórica.
Cf. también Bickel / Landolt (2012). Según el actual director del diccionario, «das einschränkende Konzept gilt aber […] seit langem nicht mehr. Überhaupt muss man konzeptionell beim schweizerischen Idiotikon zwei Phasen unterscheiden, die recht weit auseinanderliegen: die erste Phase bis in die Mitte von Band IV ist stärker auf die Mundart ausgerichtet, ist puristischer angelegt und basiert auf sehr viel weniger Material als die zweite Phase, die mit Bachmann ihren Anfang nahm. […] Dabei wird grundsätzlich der gesamte Wortschatz aufgenommen, der zwischen 1300 und der Gegenwart fassbar ist» [«el concepto restrictivo [diferencial] [...] hace mucho que ha dejado de ser válido. Aun así, desde un punto de vista conceptual, hay que distinguir dos fases bien diferentes en lo que respecta al Idiotikon Suizo. La primera fase, hasta la mitad del volumen IV, se define por una orientación más dialectal, ofrece un diseño más purista y tiene menos textos como base material que la segunda fase. Esta empieza con Bachmann, cuyo principio es la incorporación en su totalidad del léxico registrado entre 1300 y la actualidad»] (Christoph Landolt, mensaje electrónico personal, 19-10-2015). 18 «[Tuve conciencia de] que mi obra no debía limitarse a los suevismos específicos, sino que tenía que estudiar también aquellas palabras que compartimos con la lengua general alemana. Esta orientación se basaba en la necesidad de elaborar un inventario lo más completo posible de lo que es usual entre nosotros, ya que, por un lado, la mayor parte del léxico pertenece también a la lengua general y, por otro, no hay casi ninguna palabra que no ofrezca peculiaridades locales». 16 17
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3. Fundamentos de la teoría del lenguaje y de las variedades y sus consecuencias lexicográficas 3.1. Cada variedad es un sistema integral Cada dialecto19 y cada una de las variedades de América y de África, tanto en términos de procesamiento cognitivo de cada uno de sus hablantes como en términos estructuralistas de variedad sintópica (en el sentido de Coseriu 1982: 19) propia de un conjunto de hablantes, conforma un sistema integral dotado de todas las estructuras correspondientes a cada uno de los niveles de la lengua: tiene su fonología, morfología, sintaxis, léxico, semántica y pragmática integrales. La descripción diferencial no toma como objeto el dialecto en su totalidad, sino tan solo una parte de él, y ello por razones ajenas al sistema. No hay sistemas diferenciales20, sino constructos creados a partir de una visión diferencial. Por tal motivo, se debe concebir una descripción autónoma y completa de su fonología, de su gramática y de su léxico. Cada subsistema merece una descripción integral. Si no se hace, es por razones de ideología lingüística mezcladas con otras de economía descriptiva (para evitar la repetición). 3.2. Funciones de los diccionarios Aunque existan diccionarios diferenciales e integrales para otras lenguas y variedades/dialectos, estos términos se usan casi exclusivamente en el ámbito de la lexicografía hispánica. El problema, e incluso una cierta polémica alrededor de estas dos orientaciones, resulta de la confusión acerca de la función de cada tipo de diccionario. Se puede decir que estos desempeñan dos funciones diferentes: una función social, como instrumento de consulta y memoria semántica para los hablantes de la variedad/dialecto descrita, y una función más bien científica, con el fin de conocer sus particularidades y diferencias21. Sin embargo, un diccionario integral, que registra sin 19 Me refiero tanto a entidades como los dialectos primarios, emergidos paralelamente del latín (el castellano, el asturiano o el leonés, por ejemplo), como a los dialectos secundarios (el extremeño, el andaluz, el murciano, el canario), emergidos en el transcurso de la expansión del castellano hacia el sur de la península ibérica en el marco de lo que se llama la Reconquista. 20 Otra cosa es el desarrollo de variedades intermedias (interlectos) en el marco del contacto de lenguas, de dos dialectos o de un dialecto y la lengua estándar. Tales variedades intermedias, si bien no conforman una nueva lengua (como en el caso de las lenguas criollas o de las lenguas románicas emergidas del latín), merecen también por razones metodológicas una descripción autónoma y completa. 21 Los autores de los diccionarios del proyecto de Augsburgo prevén tres tipos de usuarios diferentes: (1) cualquier persona no argentina; (2) personas con un interés filológico, lingüístico o profesional de otra índole, y (3) filólogos argentinos que quieren realizar estudios acerca de diferencias léxicas entre el léxico del español argentino y el del español peninsular (cf. Haensch / Werner 2000a: xiv-xv).
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excepción y sin restricción el léxico de la variedad construida y definida, sirve primordialmente para el uso general y de consulta por parte de los hablantes de la variedad descrita (cf. Lara 1996). Casi todos los diccionarios dialectales que se han elaborado en la lexicografía hispánica son de carácter diferencial, y han sido considerados los únicos necesarios. La lexicografía inspirada en la RAE (y dependiente de ella) nunca ha articulado un proyecto complementario consistente en elaborar diccionarios integrales, e incluso se puede sospechar que ha sido enemiga de tal tipo de diccionarios. Además, este trato privilegiado dispensado a la orientación diferencial hace surgir otra sospecha: la de la existencia, en el ámbito de la glotopolítica, de una ideología neocolonial22. 3.3. Supuestos teóricos de la lexicografía diferencial La lexicografía diferencial se basa simultáneamente en dos criterios: (1) la definición de su objeto de estudio (por ejemplo, dialecto X como subvariedad de la lengua general, que muchas veces se confunde con la variedad estándar)23; (2) la manera de presentar su objeto, es decir, la utilización de un enfoque implícitamente o explícitamente comparativo y selectivo que, al ser aplicado, elimina parte del propio objeto de estudio (las partes comunes con otra variedad)24. La mayoría de los diccionarios diferenciales existentes, además, limitan su referente de comparación a una variedad determinada. Con ello, la concepción subyacente que inspira los diccionarios diferenciales actualmente existentes obedece a una cierta visión teórica de la variación. Según esta, todas las variedades de una lengua tienen en común un cuerpo amplio del léxico y, además, existe una variedad estándar (que muchas veces se identifica con la lengua) y un diccionario de esta variedad estándar al que se le atribuye el privilegio de servir como marco de orientación. Las variedades marcadas diatópica, diastrática y diafásicamente tienen un cuerpo restringido de unidades léxicas diferentes. Por ello, se supone aconsejable (por motivos económicos y de eficiencia) diseñar diccionarios adicionales o especializados y selectivos que se limiten a presentar tan solo las palabras privativas de cada variedad (regionalismos, idiotismos, voces jergales, disfemísticas, de lengua secreta, de lenguaje profesional y científico, de actividades de tiempo libre, de deporte, de orientación sexual, etc.).
Cf. Zimmermann (2003). Cabe recordar que la definición de cada una de estas variedades es el resultado de una construcción teórico-lingüística previa. 24 Por ello, los diccionarios diferenciales, que por definición seleccionan como repertorio las unidades léxicas diferentes con respecto a otra variedad, son siempre, por lo menos de manera implícita, también contrastivos. Explícitamente contrastivos son los del proyecto de Augsburgo, que identifican claramente la variedad de referencia y documentan la diferencia en todas sus dimensiones (Haensch / Werner 2000a: xvii). 22 23
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4. Diccionarios diferenciales de variedades diatópicamente restringidas 4.1. El estudio diferencial como resultado de la comparación entre variedades Si una lengua dispone de por lo menos dos variedades suficientemente diferenciadas, surge como tarea lingüística legítima la comparación de esas variedades25. El resultado de tal comparación en el ámbito del léxico puede ser un estudio comparativo. Su presentación no tiene por qué adoptar necesariamente la forma de diccionario, sino que puede consistir también en un estudio argumentativo, explicativo, sociocultural y diacrónico acerca de la formación de las peculiaridades de cada variedad. Es verdad que en el pasado la mayoría de estas comparaciones han optado por un discurso de tipo diccionario (alfabético y semasiológico), y esto a pesar de que sus usuarios primordiales son lingüistas, y no el público en general (cf., por ejemplo, Haensch / Werner 2000a: xiv-xv). Este tipo de discurso, con su estructura alfabética, tiene ventajas e inconvenientes. La ventaja principal es la facilidad de consulta para un público general. Sus desventajas son el ordenamiento artificial según el alfabeto, la restricción de la comparación a la unidad léxica (en vez del contraste entre familias de palabras y campos semánticos), la ausencia de rasgos comunes de la diferencialidad, así como la falta de indicación de las causas del surgimiento de las peculiaridades y de la eliminación de algunas de ellas en el transcurso de la diacronía. 4.2. La prioridad metodológica de los diccionarios integrales Los diccionarios de VDR pretenden, en su gran mayoría, la presentación de -ismos, es decir, de palabras o acepciones privativas del área escogida, con una orientación sincrónica, o bien de combinación sincrónica y diacrónica. Sin embargo, como ha señalado Lara (1986: 569), para determinar lo que es privativo de un territorio habría que elaborar antes diccionarios integrales de cada país o área territorial y después hacer una comparación múltiple entre el léxico registrado en cada uno de ellos. Como esto no ha tenido lugar hasta ahora en la lexicografía hispánica, actualmente ningún diccionario diferencial cumple esta pretensión. El cotejo de la existencia de una palabra o acepción no se ha hecho con todas las demás variedades del español, sino tan solo con la de España.
25 Werner (2014: 189) supone que los defensores de la necesidad glotopolítica de los diccionarios integrales se oponen, con carácter general, a la elaboración de diccionarios diferenciales. Este no es, sin embargo, el caso. En cambio, parece más bien que es la RAE —y ello por razones ideológicas— quien se opone a la elaboración de diccionarios integrales del español hablado en países diferentes de España.
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4.3. Diccionarios diferenciales contrastivos Los diccionarios diferenciales-contrastivos (del proyecto de Augsburgo) no solo seleccionan las palabras diferentes del español de España, sino que marcan explícitamente los contrastes, evitando, mediante una red de informantes de todas las regiones de España, la confusión de la variedad española con la construida y presentada en el DRAE. Sus autores justifican la comparación con el español de España por razones técnicas, por el hecho de que las variedades de España son las mejor descritas: «Se registran únicamente elementos léxicos usuales en el español de Argentina y no usuales en el español hablado y escrito actualmente en España, así como elementos léxicos que se usan de modo diferente hoy en día en España» (Haensch / Werner 2000a: xvii)26. Por otra parte, podrían distinguirse tres tipos de unidades léxicas que serían objeto de descripción en el diccionario según el criterio diferencial: • voces existentes sólo en la variedad A o existentes en ella en un uso no documentado para la variedad B; • voces existentes sólo en la variedad B o existentes en ella en un uso no documentado para la variedad A; • voces existentes en ambas variedades, pero documentadas en cada una con usos no observados en la otra variedad. El diccionario diferencial contrastivo de este tipo tendría que describir todo uso de una voz no documentado para una de las dos variedades, pero documentado para la otra. Además, registraría los usos comunes a las dos variedades en todos los casos en los que para una unidad léxica tuviera que indicarse un uso propio en una de las dos variedades, no comprobado en la otra (Werner 2001). Para visualizar estos complejos contrastes se ha desarrollado un sistema de marcas: […] añaden a la información lexicográfica unos signos de contrastividad, cuya función es justificar por qué se ha incluido la palabra en el diccionario y hacer, al mismo tiempo, algún tipo de análisis lexicológico […]. Otras veces, se emplean signos sin un valor lingüístico para indicar, p. ej., que el referente es autóctono del país y desconocido por este motivo en España (Fajardo 2010: 334).
5. Diccionarios integrales vs. diccionarios diferenciales en el marco glotopolítico 5.1. Glotopolítica monocéntrica vs. glotopolítica pluricéntrica La decisión de concebir un diccionario como integral o como diferencial depende, entre otros factores, de la construcción glotopolítica del diasistema de una lengua como monocéntrico o pluricéntrico. La lengua española, por su historia colonial, Lo mismo se dice a propósito del Diccionario del español de Cuba; cf. Haensch / Werner (2000b).
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conforma un diasistema particular con dialectos peninsulares, zonas dialectales en Hispanoamérica y estados independientes de habla española en Hispanoamérica y África (Sáhara Occidental, Guinea Ecuatorial). Esta expansión de la lengua española (primero en la península ibérica, de norte a sur, durante siete siglos, y después en otras partes del mundo) produjo la formación de distintas variedades, algunas de ellas en espacios conformados como Estados independientes. Este aspecto político cambia sustancialmente el estatus de las variedades, ya que los hablantes de cada país, a través de leyes y de órganos administrativos, adquieren el derecho de autodeterminación que les permite definir y decidir el tratamiento de la variedad o variedades internas de su territorio. En el pasado han prevalecido la voluntad y la decisión de mantener y promover la uniformidad de la lengua por medio de una determinada política lingüística, o más bien, habría que decir, de evitar o de limitar la diversificación. Este objetivo no ha tenido éxito: el resultado de esta política no ha sido la reducción de variedades, sino la creación de una variedad adicional, una variedad exoestándar (de la antigua metrópoli), que es utilizada (o no) para ciertas finalidades sociales o en contextos especiales (formales) por ciertos hablantes (a veces llamados cultos), mientras que las variedades estándares de los diferentes países y las variedades no estándares siguen teniendo vitalidad y mantienen sus dominios de uso. Esta política de variedades se llama monocéntrica. El monocentrismo no niega la existencia de variación, pero anhela aniquilarla, reducirla o alcanzar el reconocimiento de una variedad socialmente superior como medio de comunicación abarcador. En el caso del diasistema de la lengua española, el monocentrismo tuvo la particularidad de que se proclamó como variedad estándar la variedad de la capital de la antigua metrópoli del imperio colonial, Madrid. Cada vez más esta glotopolítica se ha puesto en duda y en su lugar se ha exigido y propuesto una glotopolítica pluricéntrica. Los defensores del pluricentrismo proponen declarar como estándar la variedad culta de cada país, manteniendo, no obstante, la idea y la imposición de una variedad modélica en cada país, en la mayoría de los casos la de la capital. Se crea así una normatividad interna (mexicana, argentina, cubana, chilena, etc.), y se da paso a una cultura lingüística diferente, que otorga dignidad de lengua/variedad nacional al diasistema de las variedades de cada país. Las categorías de monocentrismo y pluricentrismo son, por ello, categorías glotopolíticas, y no son categorías variacionistas (cf. Zimmermann 2008: 202). Los diccionarios diferenciales (emanaciones de la ideología monocentrista) no pueden contribuir, por ello, a la estandarización de las variedades nacionales del español en América, sino que perpetúan la visión de que estas tienen menor valor (cf. Zimmermann 2013). 5.2. Diccionarios diferenciales e integrales en el marco de la lexicografía académica española Desde una perspectiva científica los diccionarios integrales y los diccionarios diferenciales no se oponen, sino que se complementan en lo que se refiere a sus usos y usuarios. Los diccionarios integrales describen en su totalidad las variedades nacionales (o regio-
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nales o de otra índole), simplemente para la consulta cotidiana (también en el ámbito educativo) —y además con independencia de consideraciones glotopolíticas—, y son útiles para el usuario que no quiere manejar dos diccionarios a la vez; además, sirven como documento de la cosmovisión semántica de un determinado espacio cultural o de un país. Los diferenciales están orientados a servir a intereses de índole más bien científica y profesional, por ejemplo, a traductores ajenos a la comunidad de hablantes de la variedad, o bien sirven para satisfacer la curiosidad de cualquier interesado o las necesidades de migrantes intrahispánicos que buscan conocer diferencias y contrastes. Sin embargo, estas dos orientaciones se inscriben en culturas de glotopolítica lexicográfica diferentes, lo que ha acabado por suscitar una oposición entre ellas. En el caso de los diccionarios que ofrecen el acervo del léxico de los países hispanoamericanos, ya sea en un solo país, ya sea en su totalidad, la dimensión glotopolítica deriva de la historia colonial y de la posición de la RAE frente a las variedades hispanoamericanas y regionales de España, de su anhelo de «mantener la unidad de la lengua», de declarar una variedad diatópico-diastrática, la septentrional y culta de España, como estándar, y de su autoproclamación como Academia rectora y dominante a lo largo del primer siglo de existencia de las Academias americanas (todavía «correspondientes» sin plenos derechos). Esta glotopolítica tenía como meta la elaboración de un solo diccionario rector, de carácter selectivo y de orientación normativa, basado esencialmente en la variedad septentrional de España, y el proyecto de elaborar un diccionario aparte, el de americanismos (DA). Tras esta concepción se esconde una visión ideológica de construcción de dos espacios lingüísticos (el europeo y el americano) y, al mismo tiempo, la distinción dentro del acervo léxico de la lengua entre un léxico común a todas las variedades (que se identifica con el de España y se reclama como patrimonio exclusivo de España), y otro de uso restringido, regional y desviado, identificado con el de América o de los dialectos de España. Con eso se manifiesta una posición glotopolítica monocéntrica (con centro en una determinada zona de España). En el mundo hispánico emergió la evidencia, oculta por la glotopolítica de la RAE, de que en cada país existía un léxico integral de la lengua, que en parte es común al de otros países hispanohablantes y en parte privativo. En cualquier caso, esta distinción no importa para el lexicógrafo que, con su diccionario, aspira a ofrecer a los hablantes de su país un instrumento de conocimiento y de consulta acerca de cómo se habla la lengua española en su país. Con esta concepción acerca de la evidente integridad del léxico de cada país hispanohablante —en el marco de una construcción de la lengua como entidad pluricéntrica y con la voluntad de presentar el diccionario en forma de obra dirigida a los hablantes de cada país y adecuado a sus usos y necesidades— surge el proyecto del diccionario integral (que solo más tarde se ha dado en llamar así). La justificación del diccionario integral reside, pues, tanto en el reconocimiento de la integridad real del léxico de un país/Estado como en la capacidad del aparato estatal para legislar sobre el desarrollo lingüístico de las entidades administrativas y educativas en el interior de su territorio. Como tercer aspecto hay que mencionar que las fronteras de cada Estado definen una comunidad de comunicación con redes comuni-
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cativas más densas y activas que las existentes con los otros países de lengua española, unas redes que existen también en ciertos niveles sociales y profesionales27. Es dentro de estas fronteras donde emergen y se consolidan nuevas formas de hablar y nuevos elementos léxicos. Es este contexto glotopolítico lo que explica por qué el proyecto del diccionario integral iniciado a principios de los años setenta del siglo xx se convirtió en un contraproyecto de los de la RAE (y en un proyecto que la RAE ignora). 6. Los diccionarios de variedades diatópicamente restringidas y la cuestión de la identidad Se puede plantear la cuestión de si el léxico diferencial de un Estado o nación, de una región o de una comunidad autónoma revela su identidad, de manera análoga a otras características como podrían ser la mentalidad, la vestimenta, la comida, los tipos de construcción de casas, las obras literarias, musicales o artísticas, o también el paisaje, y, de ser este el caso, si un diccionario diferencial documenta esta identidad. Los diccionarios diferenciales contrastivos del proyecto de Augsburgo dirigidos por Haensch y Werner (1993a, 1993b, 1993c, 2000a, 2000b) no mencionan tal pretensión para sus diccionarios ni en efecto la tienen (Werner 2014: 191). Sin embargo, la directora del Diccionario de Mexicanismos (Academia Mexicana de la Lengua 2010), Concepción Company Company, pretende enfáticamente que su diccionario es una contribución a la identidad mexicana precisamente porque recoge solamente los mexicanismos, es decir, por su carácter diferencial28. Cabe cuestionar el uso de la palabra identidad en este caso. El diccionario diferencial documenta —como he planteado arriba— una característica distintiva. Las características distintivas —al ser comparadas con las de otras variedades— pueden interpretarse (intencionalmente o no) como signo de distinción, tanto por parte de los hablantes ajenos (con su visión externa) como también por parte de los miembros del propio grupo. Sin embargo, identificar características distintivas con identidad (cultural o nacional) no es lícito (aunque la definición reduccionista del DRAE lo sugiere), como demuestra ya el análisis del significante de las palabras usadas en una variedad. En realidad, la distinción no se limita a la existencia de lexemas y acepciones diferentes (significados denotativos y connotativos), sino que incluye también las diferencias Son formas de comunicación transfronteriza en el mundo hispánico la comunicación de los medios de masas, de las ciencias, de la literatura y últimamente las surgidas como consecuencia de la migración intrahispánica (ecuatorianos, cubanos, colombianos, etc., en España; empleadas domésticas bolivianas en Chile, etc.). 28 La cuestión de la función identitaria de los diccionarios ha sido tratada en la discusión entre Company Company (2011) y Lara (2011a, 2011b), así como en Zimmermann (2012) y Werner (2014). Según Bachmann (2007), el aspecto identitario ha sido un motivo que ha movido a los lexicógrafos a estudiar regionalismos en Hispanoamérica desde el fin del siglo xix. 27
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fonéticas de cada palabra, ya que el significante es parte del lexema. Los diccionarios diferenciales dependientes del DRAE normalmente marcan el significante de la palabra en transcripción ortográfica, con algunas excepciones, y con ello ocultan las diferencias fonéticas (y prosódicas a nivel de la cadena sintagmática). Teniendo en cuenta que las peculiaridades fonéticas se manifiestan en los elementos léxicos, cada uno de los vocablos afectados por una peculiaridad debería documentarse también en los diccionarios diferenciales. Esto, sin embargo, no se hace y, en su lugar, se remite a otro capítulo, el de la fonética, donde estas peculiaridades se tratan bajo etiquetas como, por ejemplo, seseo, yeísmo, rehilamiento, aspiración o pérdida de la -s final de sílaba, etc. Además, es necesario reconocer otro factor importante en cuanto a la identidad de una variedad. El lenguaje es una actividad lingüística (creativa) en la comunicación (Humboldt)29 y la lengua o variedad lingüística reside en la actividad semio-lingüística dentro de una comunidad lingüística particular. Cuando una comunidad utiliza su variedad lingüística como actividad, contribuye a la vida de la lengua en su conjunto, también a la de las palabras comunes con otras variedades. La identidad lingüística, a nivel léxico (si aceptamos, por razones de simplicidad, la división del lenguaje en las áreas tradicionales de léxico y gramática), engloba todo el repertorio léxico tradicional transmitido por los antepasados, el trabajo permanente de adaptación a las necesidades comunicativas actuales y locales (recreación), así como la constante innovación generada en cada grupo de hablantes, incluidos, por ejemplo, los términos científicos, filosóficos, etc., inventados por hablantes cultos del grupo «diatópico». En términos históricos, sería una actitud científicamente injustificable atribuir únicamente al país de origen las palabras que existían en una lengua antes de la expansión colonial, como si se tratase de una contribución exclusiva de los hablantes actuales de ese país, en este caso España. Consecuentemente, sería también injustificable considerar tales palabras únicamente como parte de la identidad de la región de origen y excluirlas de la identidad de las regiones donde la lengua en cuestión llegó tras la expansión colonial. Esta actitud suena a neocolonialismo. Por ello, el concepto de identidad lingüística no debe reducirse a las características distintivas, sino que debe incluir toda la actividad lingüística, el repertorio completo usado por un hablante, un grupo de hablantes o una nación. Así pues, un diccionario de -ismos no registra la identidad de una comunidad, sino simplemente ciertos rasgos particulares (en el caso de que sean particularismos de verdad, algo que no se puede confirmar hasta terminada la elaboración de repertorios integrales para cada país y la comparación diferencial entre todas las variedades diatópicas nacionales y dialectales, como hemos aclarado arriba). Por esta razón, el diccionario diferencial clásico —al aceptar la supremacía de una variedad y excluir del registro lexicográfico una parte del léxico de la comunidad— contribuye a establecer o a propagar (tal vez inconscientemente) un menosprecio o subordinación de la variedad descrita con un criterio diferencial. Además, si tomamos en consideración la
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Acerca de la concepción del lenguaje en Humboldt, cf. Zimmermann (2006).
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función que está llamado a desempeñar de acuerdo con sus destinatarios previsibles, el diccionario diferencial, en tanto que institución sociopolítica, no sirve para fortalecer la identidad mexicana, argentina o cubana, ya que no se trata de un diccionario de uso general, sino para especialistas. Surge, entonces, la pregunta de si no hay otros medios, otros tipos de diccionario, que sirvan mejor para tal función identitaria. Y parece claro que los diccionarios integrales de VDR sí pueden contribuir a ella (claro está que no necesariamente lo hacen), sin habérselo propuesto30, y ello por la siguiente razón: al documentar la totalidad o integridad del léxico usado en México, Argentina, Cuba, Islas Canarias, etc., se manifiesta implícitamente que este léxico no solo está disponible dentro de las fronteras diatópicas correspondientes, sino que es el léxico al cual contribuyen los hablantes nacionales utilizándolo y recreándolo cada día. Quiere decirse que su patrimonio está constituido tanto por el léxico compartido con otros, y difundido en el ámbito hispánico, como por aquel otro cuyo uso se limita al marco nacional, regional o grupal. Si, por razones de orgullo acerca de la responsabilidad en la invención de una palabra, se quiere indicar su origen, el lugar adecuado sería más bien un estudio histórico o un diccionario diacrónico. Es en ellos donde se puede indicar en dónde se ha originado tal palabra y cómo se ha transformado su significante y su significado —lo cual es también una tarea legítima—. Sin embargo, sería un tanto ridículo pretender que una palabra originada en el territorio de España en alguna época pasada es patrimonio exclusivo de España. Si retrocedemos más en el tiempo se verá lo aberrante de tal pretensión: solo una pequeña parte del léxico de la lengua española es de España, puesto que la mayoría procede de una región ajena, Roma. La pretensión de realizar esta sustracción simplista de naturaleza lingüístico-matemática para reducir —porque se trata de una reducción— el patrimonio identitario confunde el estudio histórico de la lengua —legítimo y necesario— con la función práctica y, en un nivel secundario, identitaria del discurso lexicográfico, sobre todo si se entiende el diccionario como un repertorio sincrónico. 7. Criterios de buena práctica lexicográfica31 Los diccionarios integrales (como han hecho ya el DEM y el DIEA) deben basarse en un corpus textual representativo de la lengua escrita, hablada y escrito-hablada en los El hecho de que el primer diccionario integral de una lengua en un territorio excolonial sea el de Noah Webster para el inglés de EE.UU. (¡publicado en 1828!) demuestra, según Lara (1997: 61), que la adopción de una u otra concepción no deriva tanto de razones lingüístico-lexicográficas, sino de razones de identidad nacional. 31 Para más información remito a la introducción del DEM, donde Lara presenta una larga explicación de su práctica. También en Lara (1997 y 2016) se encuentran muchos criterios de buena práctica lexicográfica basados en profundos estudios de teoría lingüística, semántica y variacionista. Para buenas prácticas, cf. también Fajardo (2010). 30
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nuevos medios electrónicos. Si se acepta la prioridad de los diccionarios integrales, los diccionarios o estudios diferenciales deberían elaborarse tomando como base los diccionarios integrales; es decir, no necesitan un corpus de textos propio. El diccionario integral no tiene que ser normativo. Antes al contrario, debe acometerse un estudio sociolingüístico objetivo, no sociocéntrico, para determinar con la mayor objetividad posible el contexto de uso de cada palabra, los grupos de usuarios, las funciones y efectos de carácter pragmático y estilístico, así como las actitudes sociodiferenciales frente a las palabras. La presentación de los vocablos debe acompañarse con ejemplos de uso auténticos, tanto en el caso de los diccionarios integrales como en el de los diferenciales. Los diccionarios diferenciales deberían realizar una comparación múltiple o, si ello no fuera posible, deberían indicar claramente su pretensión diferencial y de manera crítica su verdadero alcance. La indicación del significado debe realizarse a través de definiciones parafrásticas. El metalenguaje de estas ha de ser la lengua o variedad descrita en el caso de que los destinatarios previstos sean hablantes de dicha lengua o variedad32. Los diccionarios diferenciales copian estas definiciones. En caso contrario, el metalenguaje empleado deberá corresponder con la lengua de los usuarios, sea esta otra variedad u otra lengua. En el caso de los diccionarios de orientación contrastiva se pueden utilizar las marcas elaboradas en el proyecto Augsburgo (cf. el trabajo de Alejandro Fajardo en este mismo volumen). Deben ofrecerse además las palabras equivalentes de las variedades de comparación. En el caso del diccionario (diatópico) integral, este podrá ser monolingüe (es decir las definiciones de los vocablos podrán estar redactadas en el mismo dialecto o variedad que se documenta) o bilingüe (ofreciendo las explicaciones lexicográficas en una lengua o variedad diferente, ya sea esta el castellano estándar de España en el caso de dialectos de España, o el español mexicano-estándar en el caso de dialectos de México, o en inglés o alemán en el caso de que el público previsto esté formado por anglohablantes o germanohablantes, respectivamente). La elección de la lengua meta depende de los destinatarios meta y, por consiguiente, de su uso previsto, y también de aspectos comerciales (sobre todo, en el caso de diccionarios impresos y no tanto en el de los digitales, disponibles gratuitamente en Internet). Así, en un mundo científico en vía de una anglicanización cada día más fuerte (de la que no soy partidario), los científicos podrían decidir presentar todos los resultados científicos en inglés (también la descripción del léxico) para la comunidad científica anglicanizada a nivel mundial.
La elección del metalenguaje revela también la ideología glotopolítica, como cuando los usuarios previstos son, por ejemplo, mexicanos y en lugar de descripciones parafrásticas en la variedad mexicana se ofrecen sinónimos en la variedad de España (tal y como se ha hecho en el Diccionario de mexicanismos, Academia Mexicana de la Lengua 2010) (cf. Zimmermann 2012). 32
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II. Historiografía de la lexicografía dialectal
6. LEXICOGRAFÍA DIALECTAL DEL ARAGONÉS José Luis Aliaga Jiménez Universidad de Zaragoza [email protected]
►► Resumen
Este trabajo se centra en la lexicografía dialectal del aragonés, en el contexto de las tradiciones lexicográficas hispánicas. En un primer apartado, tras la introducción, se abordan las características de los diccionarios y vocabularios surgidos en la época de decadencia del aragonés, desde finales de la Edad Media hasta las últimas décadas del siglo xix. Renace entonces, poco a poco, la conciencia de que en Aragón subsiste una lengua románica distinta del castellano. Influye en ello el florecimiento de la dialectología científica en España. En este marco, se inaugura una etapa propiamente dialectal de la lexicografía del aragonés, el cual es concebido, eso sí, como variedad geográfica del español. Aunque este tipo de planteamiento llega hasta nuestros días, convive con una nueva orientación que reniega del castellano como lengua de referencia. Así, buena parte de los diccionarios publicados desde los años 70 del siglo xx se insertan en el contexto del debate sobre la normalización del aragonés y los intentos de superar su estatuto subordinado. Pero esta última lexicografía, de orientación netamente contrastiva, se enfrenta a un escollo todavía no sorteado: la inexistencia de una variedad estándar del aragonés aceptada oficialmente y con una implantación social significativa en términos demográficos. ►► Palabras clave Aragonés, diccionarios dialectales, lexicografía semibilingüe.
Aragonese dialectal lexicography ►► Abstract
This paper focuses on Aragonese dialectal lexicography in the context of the Spanish lexicographical tradition. Following a brief introduction, the first section notes the characteristics of dictionaries and vocabularies which appeared in the period of decline of Aragonese, from the end of the Middle Ages up to the closing years of the nineteenth century, at which time awareness of the survival in Aragón of a Romance language distinct from Spanish slowly resurfaced as scientific dialectology emerged in Spain, ushering in a strictly dialectal stage of Aragonese lexicography in which Aragonese continued to be viewed as a geographical variety of Spanish. This approach to Aragonese still survives today side by side with a new orientation rejecting Spanish as the language of reference. Most dictionaries published since the nineteen-seventies appeared in the context of discussion about the standardisation of Aragonese and attempts to overcome its subordinate status. This lexicography has a clearly contrastive orientation, but faces the continued lack of any officially recognised standard variety of Aragonese with substantial social-demographic support. ►► Keywords Aragonese language, dialect dictionaries, semi-bilingual lexicography.
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1. Introducción1 Según un planteamiento comúnmente aceptado, desde la Baja Edad Media y de forma paulatina el castellano fue desalojando al aragonés, geográfica y socialmente, hasta abocarlo, en la actualidad, a una situación terminal. La castellanización de Aragón eclipsó también la conciencia idiomática medieval que había identificado un romance diferenciado del castellano y del catalán. A partir del siglo xvi, la creencia lingüística más difundida identifica el término aragonés con una mera variante del castellano. De este estado de cosas deriva una lexicografía que responde al modelo de vocabulario de regionalismos y que se prolonga hasta el siglo xx, en el caso del espacio lingüístico aragonés. No es hasta finales del siglo xix cuando algunas voces (Joaquín Costa, Jean Joseph Saroïhandy, Benito Coll y Altabás) empiezan a advertir de que en el Pirineo oscense subsisten unas hablas romances de acusada personalidad. Ello se conjuga con el nacimiento de la dialectología científica en España y la labor del Centro de Estudios Históricos, con Ramón Menéndez Pidal a la cabeza. Sin que cese la publicación de repertorios de aragonesismos del castellano, se inaugura una etapa lexicográfica genuinamente dialectal, también en el sentido de que se mantiene, bajo otras fórmulas, la condición marginal del aragonés en relación con el español. En el último tercio del siglo xx entra en el debate público la posibilidad de superar el estatuto subordinado del aragonés. En ese contexto, la codificación gramatical y lexicográfica desempeña un papel fundamental, a imitación de lo observable en otros ámbitos del Estado español. Sin modificar los métodos de trabajo e, incluso, retrocediendo en muchas ocasiones a la época del amateurismo dialectal, los repertorios inscritos en esta orientación se enfrentan, en su propósito contrastivo, a la carencia de una variedad estándar del aragonés con arraigo social y aceptación oficial2. 2. Lexicografía dialectal del aragonés (sin aragonés) Salvo manifestaciones muy recientes, la lexicografía aragonesa ha formado parte, conceptual y materialmente, de la historia lexicográfica del español y ha tenido como piedra de toque al Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), como ha ocurrido, por lo demás, con el conjunto de la lexicografía española. Así, hasta finales del siglo xix su carácter dialectal se desenvolvió en un nivel de subordinación de segundo rango, caracterizado, como se ha indicado, por la difuminación de la con1 El presente estudio se ha desarrollado en el marco del grupo consolidado de investigación Pragmagrammatica Peripheriae (Universidad de Zaragoza), reconocido y financiado por el Gobierno de Aragón. 2 Debido a las limitaciones de espacio y a la voluminosa producción lexicográfica existente en el ámbito lingüístico del que nos ocupamos, en esta contribución nos limitaremos, en esencia, a la caracterización de los repertorios más representativos.
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ciencia del romance autóctono que atestigua sólidamente la historiografía lingüística centrada en el medievo peninsular. En esta línea encaja el primer glosario aragonés, compuesto en 1585 por Jerónimo de Blancas como anexo a sus Coronaciones de los Sereníssimos Reyes de Aragón, obra no publicada hasta 1641. Se trata del Índice donde se declaran algvnos vocablos Aragoneses antiguos, que ay en las Coronaciones, de 209 entradas3. El objetivo del Índice se asemeja al de los glosarios medievales latino-romances: servir como guía para traducir los vocablos que ofrecen la dificultad de pertenecer a una variedad lingüística que había dejado de ser inteligible para el hablante común. En realidad, el glosario de Blancas fue el único publicado sobre el aragonés medieval hasta bien entrado el siglo xix. Los inventarios posteriores tipológicamente similares pertenecen ya a los siglos xix y xx y, lógicamente, se han beneficiado progresivamente de la evolución teórico-técnica de la lexicografía (Aliaga Jiménez 2014: 3-4). Desde comienzos del siglo xviii, con la obra de José Siesso de Bolea, hasta 1938, con la publicación del Nuevo diccionario etimológico aragonés de José Pardo Asso, la lexicografía aragonesa consolida su papel accesorio no ya de la lexicografía española, sino del diccionario académico, con el que se relaciona en lo sucesivo en calidad de anexo regional. Es bien sabido que la contribución aragonesa al Diccionario de Autoridades (Siesso de Bolea 2008) actúa como desencadenante de esta línea diccionarística a la que pertenece, asimismo, el Diccionario aragonés, manuscrito anónimo de comienzos del xix, editado por Chesús Bernal y Francho Nagore (1999). En términos estrictos, el primer diccionario de regionalismos aragoneses publicado fue el Ensayo de un diccionario aragonés-castellano, de Mariano Peralta (1836)4. Se trata de un texto lexicográfico muy esquemático, de 887 entradas, cuyo contenido se asemeja antes al de un extracto del DRAE, corregido y ampliado, que al de una obra de nueva factura. Y ya en 1859 se publica la obra más representativa de esta tendencia lexicográfica, el Diccionario de voces aragonesas de Jerónimo Borao, donde los datos procedentes del DRAE y del texto de Mariano Peralta se amplían con 1675 nuevas entradas5. Por su parte, el Prontuario del buen hablista (Foz y Ponz 1903) —cuya segunda parte contiene un inventario de «Vulgarismos, vicios de dicción, provincialismos, voces familiares y arcaísmos más comunes en Aragón»— se guía por el propósito de erradicar lo que el español de Aragón tiene de dialectal, en clara contraposición con la voluntad de integración de lo regional en lo general que mueve la labor de Peralta, Bo Ha sido analizado de manera exhaustiva por Vicente Lagüéns (2008, 2009 y 2010). El texto ha conocido cuatro reimpresiones: 1853, 1984, 1986 y otra, por fascículos, en la Revista de Aragón (de mayo a noviembre de 1933). 5 El Diccionario se reeditó póstumamente en 1884 con más de mil nuevas entradas. La versión de 1908 es una reimpresión de la segunda edición de 1884 (con anexos de autoría varia). En 1986, además, apareció una reimpresión de la primera edición de 1859. La Real Academia Española, institución para la que Borao había compuesto su obra, la acogió con una indiferencia que molestó a Borao, según se desprende de sus palabras en los preliminares de la segunda edición (1884: 143, nota). 3 4
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rao o José Pardo Asso, cuyo Nuevo diccionario etimológico aragonés (1938; reedición facsimilar en 2002) retoma el caudal léxico acopiado por sus predecesores y, junto con sus propios materiales, alcanza las 10 000 entradas. A pesar de lo indicado, la valoración de todos estos repertorios no puede ser totalmente negativa. Antes bien, cabe preguntarse si este tipo de lexicografía —en sintonía con otras lexicografías regionales hispánicas, también subsidiarias de la lexicografía académica— hubiera existido de no haber contado con la motivación que les proporcionaba el diccionario de la Academia. En resumen, durante dos centurias en Aragón se gestó la lexicografía regional del español más solvente gracias al DRAE y no a pesar de él6. 3. La dialectología aragonesa y la lexicografía dialectal del aragonés Como se ha señalado en la Introducción, la tímida reaparición de la conciencia social del aragonés en cuanto modalidad románica distinta del castellano coincide, grosso modo, con los comienzos de la dialectología científica en la España de entresiglos. Y es sabido que la escuela de lingüística formada bajo la dirección de Ramón Menéndez Pidal dedicó algunos esfuerzos investigadores al espacio lingüístico aragonés. En ese contexto arranca la lexicografía dialectal del aragonés, entendido este como dialecto del español, según el planteamiento más habitual al respecto de Menéndez Pidal y de la mayoría de sus discípulos. Con todo, el diccionario académico sigue siendo el telón de fondo sobre el que se proyecta también buena parte de los repertorios de esta nueva tipología lexicográfica. Consideramos que el Vocabulario del dialecto que se habla en la Alta Ribagorza (Ferraz y Castán 1934; reeditado en 2013) es el primer repertorio ajustado a los nuevos parámetros lexicográficos y lingüísticos. En lo tocante al Alto Aragón, los vocabularios supralocales de esta época son, por orden cronológico de aparición, la Contribución al vocabulario aragonés moderno, de Antonio Badía Margarit (1948), el Diccionario aragonés. Aragonés-castellano. Castellano-aragonés de Rafael Andolz (1977) y el Diccionario dialectal del Pirineo aragonés de Gerhard Rohlfs (1985)7. La Contribución de Badía, de casi 1200 entradas, recoge los resultados léxicos de una encuesta dialectal llevada a cabo en distintas localidades del Alto Aragón, desde Ansó hasta Benasque. Frente a los otros dos inventarios citados arriba, presenta la ventaja de ser más homogéneo en su factura, ya que no entremezcla los datos recogidos de primera mano con los de otras recopilaciones (salvo como información complementa6 El catálogo de obras de este periodo debe completarse con los repertorios de Francisco Otín y Duaso (Nagore 2011), de Juan Blas y Ubide (Latas 2007) y con el inédito de Gregorio García-Arista (Enguita 2009). 7 Existe un precedente de todos ellos, el Diccionario dialectal altoaragonés, de unas 600 entradas, compuesto en 1944 para un concurso lexicográfico, pero solo publicado décadas después (Bernad 2005).
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ria en la microestructura, lugar donde no falta la mención del diccionario académico). Badía, además, al igual que Andolz, da cabida a voces de localidades de habla catalana o de transición al catalán. De otra parte, el trabajo de Badía sobresale por incluir sistemáticamente la transcripción fonética, el contexto de uso de las voces y la localización geográfica de cada voz o de cada significado cuando una misma forma presenta matices semánticos en distintas poblaciones. Desde el punto de vista cuantitativo, el repertorio de Rohlfs, con unas 8500 entradas, y todavía más el de Andolz, con cerca de 40 000 artículos en la parte aragonés-castellano, se hacen eco de un caudal léxico muy superior al de Badía. De otra parte, los diccionarios de Andolz y Rohlfs presentan bastantes puntos en común: la tendencia a acumular, junto a la información propia, la procedente de fuentes ajenas; la marcación mediante abreviaturas de la procedencia geográfica o, en su caso, bibliográfica de las voces; la estructura de los artículos, basada en el esquema entrada-categoría gramatical-equivalencia en castellano; y el carácter esporádico de otras informaciones. Sin embargo, a diferencia de Rohlfs, Andolz no renuncia al léxico aragonés del diccionario académico. El habla del valle de Benasque ha sido una de las mejor representadas por los compiladores del léxico dialectal. Al citado Vocabulario de Ferraz y Castán hay que sumar la serie de inventarios debidos a Ángel Ballarín. Ya a mediados de los años sesenta apareció una versión incompleta (letras A-E), y sin preliminares, del Vocabulario de Benasque (Ballarín 1965-1966). Algún tiempo después se publicó una edición íntegra, con unas 3500 entradas, acompañada de una introducción y de un compendio de gramática benasquesa (Ballarín 1971). Con posterioridad apareció un «Suplemento» al Vocabulario (unas 1100 nuevas voces) como parte de un artículo dedicado al habla local, en la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares (Ballarín 1974). Ya en 1978 aparece el Diccionario del benasqués (Ballarín 1978; alrededor de 7500 entradas), que, en apariencia, se nos muestra como un producto de nueva factura. Sin embargo, su macroestructura es, en esencia, el resultado de la suma de las dos precedentes —Vocabulario y «Suplemento»—, con el incremento de un veinticinco por ciento de nuevas entradas. Por su parte, el plan de la microestructura es cualitativamente idéntico y las variaciones en esta se deben a la adición o supresión de algún ejemplo o equivalencia. La microestructura, en líneas generales, se compone de un número estable de datos, que se disponen, a su vez, en un orden fijo: categoría, explicación de la entrada, equivalencias en castellano, en otras hablas aragonesas, en catalán y en francés y, por último, ejemplos en benasqués. En lo que se refiere a las hablas bajorribagorzanas, la aportación lexicográfica más relevante la encontramos en el Diccionario del habla de la Baja Ribagorza Occidental, de María Luisa Arnal (2003). Con unas 5000 entradas procedentes de encuestas dialectales llevadas a cabo por la propia autora, esta obra sobresale por dos aspectos en particular. De una parte, porque en su elaboración se han aplicado muchas de las soluciones técnicas de la lexicografía más actual y, por ello, las informaciones se proporcionan sistemáticamente y de acuerdo con una planificación coherente de la obra. De otra,
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porque tiene vocación de repertorio integral (limitado, eso sí, a los resultados de las encuestas). En él tiene cabida, así pues, no solo la parcela léxica distintiva respecto del castellano sino también la compartida con la lengua oficial8. El habla del valle de Gistaín (Chistau) se ha beneficiado en los últimos años de aportes lexicográficos muy significativos. El primer exponente se remonta al Diccionario chistavino-castellano de Brian Mott (1984), un inventario relativamente extenso (más de 3000 entradas) que el autor recopiló de primera mano. Sus artículos se sustentan en una estructura de entrada-categoría gramatical-equivalente y, esporádicamente, se proporcionan otras informaciones, como pueden ser la mención de la población del valle en que se registró la voz, las variantes fonéticas o morfológicas, sinónimos, comentarios aclaratorios, etc. El mismo autor dio a la luz posteriormente el Diccionario etimológico chistavino-castellano/castellano-chistavino (Mott 2000), revisado ampliamente en el Nuevo diccionario etimológico chistavino-castellano con información etimológica (Mott 2015), exponentes estos últimos de una labor de perfeccionamiento sostenido de la macroestructura, con materiales léxicos originales, y de la microestructura, en sus variados apartados (ejemplos de uso, información gramatical, equivalencia, transcripción fonética o etimología). En contraste con el panorama anterior, las variedades de la parte occidental de la provincia de Huesca cuentan con una tradición lexicográfica mucho más reciente y, sin carecer de mérito, de menor entidad cuantitativa y cualitativa. En el caso del cheso (valle de Hecho), la variedad con mayor tradición literaria escrita, junto con el ribagorzano, hubo que esperar hasta 2004 para que viera la luz un diccionario (y gramática) del cheso, en una edición impresa en Barcelona y sufragada por el autor de la obra: Aplego. Dicionario de resistencia y gramatica sobre lo cheso (fabla altoaragonesa), de José Lera Alsina. Se trata de un esfuerzo loable por dotar al cheso de un instrumento útil para difundir el habla en medios no especializados y para su empleo en niveles iniciales de su enseñanza (aspectos que explican la condición bilingüe del repertorio, que cuenta también con una versión castellano-cheso). En consonancia con ello, la microestructura de los más de 10 000 artículos que integran la parte cheso-castellano se limita, en esencia, a la información sobre la categoría gramatical y el equivalente en castellano. Ya para el habla del Pirineo aragonés más occidental, el ansotano, se publicó en 2003 una entrañable obra coral firmada por Pilar Mendiara, Alicia Pérez, Josefina Mendiara y Montse Castán. El Diccionario del dialecto ansotano es el producto de la memoria verbal reunida por cuatro de sus últimas hablantes autóctonas (rasgo que lo acerca al Aplego de José Lera)9. 8 Anteriormente, en el ámbito de la lexicografía aragonesa, ese mismo propósito se lo habían planteado el Diccionario del benasqués de Ballarín (1978) y el Diccionario chistavino-castellano de Mott (1984). Por lo demás, al margen de otras compilaciones menores centradas en las hablas bajorribagorzanas, cabe citar la de Bruballa (2009), de carácter marcadamente localista. 9 En este punto, por la fecha de su aparición, antes que por su contenido, cabe referirse brevemente al Vocabulario del alto-aragonés (De Alquézar y pueblos próximos), de Pedro Arnal Cavero
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La zona de la provincia de Zaragoza mejor representada lexicográficamente es, sin lugar a dudas, la parte noroccidental, cuyas hablas, además, conservan un número considerable de rasgos asignables tipológicamente al aragonés. Sobresalen, por ejemplo, los 2500 artículos del Vocabulario general de las Cinco Villas de Aragón (Sierra 2003). Por su parte, el Vocabulario caspolino de Rafael Barceló Caballud (2011), a pesar de su fecha de publicación y de la cuidadosa selección y presentación de los datos, se halla muy cercano, por su dependencia del DRAE, a los vocabularios de aragonesismos del siglo xix. Por último, para la provincia de Teruel hay que remitirse a la obra de José Altaba Escorihuela (Palabras locales, comarcales y regionales, 1985), que incluye más de 3700 entradas, fundamentalmente del Maestrazgo y del Bajo Aragón. Manuel Mercadal Andrés (2004) reúne cerca de 10 000 voces en su Vocabulario de la Sexma de la Honor de Huesa del Común (Teruel). En la línea marcada por Altaba, este léxico es una colección heterogénea de voces donde se dan cita regionalismos aragoneses, localismos (de las poblaciones de Blesa y Maicas, en particular) y términos del castellano subestándar presentes también en muchas otras zonas hispanohablantes. 4. La lexicografía dialectal en el marco de la disputa sobre el estatuto (socio) lingüístico del aragonés Pueden distinguirse dos épocas en las que la influencia ejercida por la lexicografía española (por la académica, en realidad) se ha atenuado significativamente y en las que la lexicografía aragonesa ha acometido proyectos diccionarísticos con vocación de autocontención, sin el auxilio de un término de comparación fuera de la realidad lingüística específica de la región. Sin duda, el período más claramente delimitado por este cambio de tendencia transcurre, aproximadamente, desde 1975 hasta nuestros días. Sin que exista conexión ideológica con los planteamientos a los que acabamos de aludir, es imprescindible referirse al proyecto lexicográfico que sobre las hablas aragonesas se fraguó en el primer tercio del siglo veinte en torno al Estudio de Filología de Aragón (EFA) y a la figura de su director, Juan Moneva y Puyol. Aunque gestado en torno a 1900, al calor de los Juegos Florales zaragozanos, en medio del ambiente regionalista de la época, el EFA no se materializó hasta que la iniciativa personal de Juan Moneva y Puyol, en 1915, recibió el amparo de la Diputación Provincial de Zaragoza, que actuó como patrocinadora hasta el final del EFA, en 1931. Durante el periodo en que el Estudio permaneció activo (fue clausurado entre 1925 y 1930), Moneva no cejó en su empeño de convertirlo en un instituto superior de enseñanza e investigación de Aragón, equiparable a las entidades que, a principios del (1944). Sin preliminares de presentación, se compone únicamente de 530 entradas, seguidas de un equivalente en castellano y, en ciertos casos, de algunos ejemplos, comentarios adicionales o comparaciones con el diccionario de Borao.
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siglo xx, germinaron en otras regiones españolas. Y, no por casualidad, en su seno se congregó y se formó un importante grupo dedicado al estudio de la Filología y de la Historia, en el que destacaron sobremanera y de forma respectiva las figuras de María Moliner y de Áurea Javierre Mur. El EFA se marcó como tarea inicial y articuladora de su actividad la confección de un gran Diccionario aragonés (de orientación diferencial, podría añadirse hoy) en el que tuvieran cabida todas las hablas aragonesas, sin entrar a distinguir la filiación o procedencia lingüística de las voces (aragonés, catalán o castellano regional). Moneva no dudó, cuando tuvo que manifestarse sobre ello, en superponer los límites político-administrativos a los lingüísticos para que la realidad de las lenguas de Aragón encajase en el ideario regionalista del que participaba, necesitado de elementos de cohesión sociopolítica que implicaran a todo el territorio. El Diccionario aragonés, que iba a constar de más de 30 000 entradas, no llegó a publicarse por falta de respaldo institucional. Podemos conocer, aproximadamente, cómo hubiera sido la obra a través del Vocabulario de Aragón (Moneva y Puyol 2004), una versión abreviada del Diccionario aragonés que, elaborada por el equipo lexicográfico del EFA, Moneva presentó en 1924 a un concurso de vocabularios regionales convocado por la RAE10. Al margen del precedente del Estudio de Filología de Aragón es necesario, lógicamente, referirse a la actividad lexicográfica de las últimas cuatro décadas. En este sentido, el ya citado diccionario de Andolz es un producto híbrido, de transición, incluso por la fecha de su primera edición (1977), entre el repertorio propiamente dialectal y el diccionario de lengua bilingüe. Presagia la proclamación de la autonomía lingüística y lexicográfica del aragonés (por ejemplo, con la adopción de las normas gráficas acordadas en 1987 durante el I Congreso ta ra Normalizazión de l’Aragonés) y da paso a la tentativa de alcanzar una lexicografía autosuficiente, una lexicografía de lengua que contribuya a superar el estatuto dialectal del aragonés —la sub-ordinación respecto del castellano— en el que ha quedado encasillado durante décadas por la Lingüística heredera de Menéndez Pidal. Entre los diccionarios que han ensayado una aproximación a un aragonés estándar común (a día de hoy en proceso de formación y sin refrendo oficial) se encuentra el Vocabulario básico bilingüe aragonés-castellano y castellano-aragonés de Antonio Martínez Ruiz (1997; 4.ª reedición, por fascículos, en 2013), que contiene unas 10 000 entradas en la parte aragonés-castellano y 7500 en la versión castellano-aragonés. Aparte de un conciso Diccionario de pocha d’a fabla aragonesa (1982), el otro repertorio representativo de esta tendencia es el Dizionario aragonés-castellán castellano-aragonés de Chusé Aragüés (1989), con unas 18 000 entradas en la parte aragonés-castellano. Desde el punto de vista técnico, tanto el inventario de Aragüés como el de Martínez Ruiz presentan una estructura interna básica similar y extrema La historia del Estudio de Filología de Aragón ha recibido una atención creciente en los últimos años, lo que nos exime de una exposición más prolija (Aliaga 1998, 1999-2000 y 2012; Aliaga / Arnal 1999 y Aliaga / Benítez 2011). 10
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damente sencilla (entrada, categoría —que Martínez solo proporciona en contados casos— y equivalencia). Otras informaciones, como las que aclaran el carácter anticuado, familiar o coloquial de una voz, aparecen muy esporádicamente, al igual que la fraseología o los ejemplos (algo más frecuentes estos en el Vocabulario de Martínez). No obstante, aun compartiendo el objetivo sociolingüístico de fondo, son sensibles las diferencias entre ambos repertorios. Por ejemplo, Martínez Ruiz no esconde el carácter restrictivo diferencial de su Vocabulario, circunscrito además al léxico común de las hablas altoaragonesas, mientras que Aragüés presenta su diccionario como normativo y franquea el límite del fondo léxico patrimonial específico del aragonés para dar cabida a la parcela del vocabulario que se solapa con el castellano, en términos formales y semánticos. Mención aparte requiere el Dizionario breu de a luenga aragonesa de Santiago Bal Palazios (2002), ya que se trata del primer repertorio monolingüe del aragonés. Su factura formal representa, desde el punto de vista lexicográfico y didáctico, un cambio cualitativo respecto de los repertorios de Chusé Aragüés y Antonio Martínez. La obra está confeccionada para un tipo de destinatario definido: los escolares de educación primaria y secundaria (contiene unas 4000 entradas, con 7000 acepciones y 8000 ejemplos). La microestructura responde a un programa informativamente sencillo —como reclama, por otro lado, un diccionario escolar— pero respetado sistemáticamente. Este Dizionario nació al calor de los primeros intentos de aprobar en Aragón una normativa que ofreciera cobertura legal al aragonés y al catalán de Aragón y, con ello, a la impartición y el empleo vehicular de las lenguas minoritarias de Aragón en los centros de enseñanza oficial, extremo que de manera experimental y muy restrictiva tendrá lugar finalmente en el curso académico 2016-17, en el caso del aragonés. Repertorios como los de Martínez Ruiz o de Aragüés aspiran a desalojar al castellano como variedad de referencia para la nueva lexicografía dialectal, siquiera de manera provisional, hasta disponer de un instrumento con la solidez suficiente para suscitar una amplia aprobación social y la sanción oficial. En definitiva, los diccionarios dialectales publicados en este marco de conflicto lingüístico se enfrentan a un (semi)vacío en su mismo fundamento, a saber, la incertidumbre de cuál es exactamente la lengua respecto de la que representan una variedad geográfica. Por lo tanto, no suelen diferir en gran medida de los repertorios propiamente dialectales ya descritos y, de hecho, muchos de ellos se ocupan del habla de zonas donde solo se registran restos léxicos aragoneses. Así pues, su rasgo distintivo reside en el objetivo político-lingüístico perseguido, el cual, explícita o implícitamente, se inserta en la línea reivindicativa que se propone reintegrar al aragonés al espacio público que ocupó una vez y del que fue desalojado por completo al final de la Edad Media. Así pues, las variantes del aragonés de la comarca de Sobrarbe —algunas, de vitalidad actual muy reducida— han merecido en los últimos años una atención lexicográfica de la que no habían disfrutado en épocas precedentes. La contribución más destacada es, sin lugar a dudas, Diccionario aragonés. Chistabín-castellano (Bal de Chistau), firmado por Fernando Blas y Fernando Romanos (2008), resultado de
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varios años de concienzuda recopilación léxica para la que se han empleado diversos métodos de encuesta y a la que se han dedicado prolongadas estancias en el valle. De ahí que, tal como indican los propios autores, las 12 300 entradas (de microestructura sistemática y rica en informaciones) no pretenden dar cuenta de la sincronía actual del chistavino, sino que participan, en cierto modo, de los objetivos de la primigenia dialectología: documentar una variedad lingüística en trance de desaparición por el método de acumular el mayor volumen posible de léxico tipológicamente dialectal. Pero las hablas del Sobrarbe habían sido reivindicadas en varias recopilaciones anteriores, como en el Vocabulario de Sobrepuerto (Léxico comentado de una comarca despoblada del Altoaragón) de José María Satué (1991). Como indica el título, el trabajo recoge el léxico de un habla muerta en el sentido lingüístico del término, ya que carece de hablantes nuevos y vivos; por ello, el inventario de Satué, de unas 1500 voces, presenta un notable interés documental. La aportación de Chabier Tomás, El aragonés del Biello Sobrarbe (1999), que incluye un amplio vocabulario de la zona indicada en el título, situada al sur de la comarca, representa un ejemplo preciso de texto que, a partir del estudio de un habla local, reclama la unidad de la lengua, la configuración de una koiné culta como única posibilidad de supervivencia de la lengua. El mismo objetivo inspira a El aragonés de Baixo Peñas. Localidades de Sobrarbe situadas en las faldas de Peña Montañesa, de Fernando Blas y Fernando Romanos (2005), que centran aquí su atención en un área situada en el centro del Sobrarbe, escasamente estudiada anteriormente y muy castellanizada. En el mismo ámbito geográfico, aunque ceñido a una sola localidad, ubica Mariano Coronas su trabajo de 2007, el Vocabulario aragonés de Labuerda-A Buerda. Y al aragonés más occidental dedica su contribución Miguel Ánchel Barcos (El aragonés ansotano. Estudio lingüístico de Ansó y Fago, 2007), que acoge un vocabulario patrimonial que alcanza los 7000 registros. Es un rasgo común a todas estas contribuciones focalizar el interés de la recopilación de datos en los informantes adecuados. En otras palabras, el propósito reivindicativo de la investigación entraña, de manera un tanto paradójica, un cierto regreso a los métodos de la dialectología más clásica, de corte estrictamente diferencial, donde los discursos de los hablantes menos o nada dialectales quedan al margen de la descripción, lo que necesariamente conduce a elaborar una representación parcial del sistema lingüístico. De igual modo proceden algunos estudios y vocabularios que se han ocupado de las hablas de Zaragoza y de Teruel. En esta línea se inscriben, por ejemplo, una serie de monografías de ámbito local o comarcal interesadas, en particular, en las comarcas norteñas de la provincia de Zaragoza, donde, como se ha indicado más arriba, subsiste una tenue estela del romance aragonés. En esa zona se centra el interés del Diccionario de palabras, voces y dichos de Uncastillo (Olano 1994), así como de Luesia. Su lengua aragonesa (Compaired 1996), del Léxico aragonés de Sos del Rey Católico de Antón Chusé Gil (1999) y de Al límite. La pervivencia del aragonés en las comarcas del norte de Zaragoza (Romanos 2003). Contribuir a recuperar y dignificar el aragonés se propone también José Carlos López Dieste con
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el Vocabulario aragonés de Villanueva de Gállego (2010), localidad situada a escasos kilómetros de Zaragoza. Finalmente, en lo que respecta a la provincia de Teruel, cabe citar, por ejemplo, El habla de Sarrión, de Rafael López (1992), que consta de unos 1500 artículos. 5. Consideraciones finales sobre la lexicografía dialectal del aragonés Sin lugar a dudas, el rasgo más significativo de toda la lexicografía aragonesa reside en su carácter esencialmente bilingüe, con todo lo que ello significa sobre el estatuto sociolingüístico en el que ha estado inmerso el aragonés durante buena parte de su historia. Incluso podría decirse que autores como Peralta, Borao o Pardo Asso entendieron sus diccionarios como repertorios del castellano, dado el objetivo perseguido por ellos. Por su parte, textos como los de Badía, Rohlfs o Ballarín, por ejemplo, resultan prototípicos de un concepto de lexicografía dialectal muy bien asentado en la Lingüística hispánica desde que, hace ya un siglo, Menéndez Pidal dibujó el centro del español y su periferia, a la que relegó los espacios lingüísticos del leonés y del aragonés. Además, en la lexicografía que aspira a convertirse en una herramienta de la autonomía del aragonés, el castellano sigue siendo la única lengua que sirve de contrapunto. En el caso de los repertorios dialectales, se mantiene como única lengua de descripción microestructural; en lo tocante a los repertorios que podríamos denominar generales, no existen, ni parecen cercanos, los diccionarios de finalidad didáctica entre el aragonés y otra lengua. Uno de los repertorios emblemáticos del último periodo, el Vocabulario de Antonio Martínez, no renuncia al DRAE como fuente lexicográfica. En este contexto, la versión castellano-aragonés de los diccionarios de Andolz, Martínez o de Aragüés desempeña un papel más simbólico que práctico —como reconoce el propio Aragüés—. Otro elemento distintivo de la lexicografía aragonesa, dialectal o no, es su casi exclusiva base lingüística oral, incluidos los diccionarios de la última etapa, lo que apunta en la misma dirección de subordinación sociocultural de la lengua. Finalmente, cabe apuntar que en la lexicografía aragonesa conviven actualmente dos tendencias bien definidas. Una de ellas está representada por los repertorios derivados de la investigación académica, cuya principal razón de ser reside en la contribución al conocimiento científico y cuya repercusión social neta es casi siempre indirecta, como la de toda investigación básica de tipo humanístico. Como puede intuirse, estos se insertan en la tradición de la lexicografía dialectal hispánica, si bien perfeccionada con el respaldo de los métodos y planteamientos teóricos de la metalexicografía actual. La otra línea de trabajos, por lo general gestados fuera del ámbito universitario, está animada por una vocación reivindicativa y por el propósito de utilidad social más o menos inmediata, con las miras puestas en una regulación oficial de la enseñanza de la lengua que termine por avalar a posteriori el objetivo último de los diccionarios y vocabularios así planteados. Dos exponentes prototípicos de una y otra perspectiva sobre el aragonés y, en general, sobre el espacio lingüístico aragonés se
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encuentran en los dos proyectos lexicográficos acumulativos acometidos hasta ahora, uno de ellos aún inédito (Arnal 2004), conceptualmente integrado en la lexicografía española, y el otro (Nagore 1999) centrado en el Alto Aragón y proyectado como soporte sobre el que construir la codificación del aragonés y avanzar en el proceso de su normativización. Referencias bibliográficas Aliaga Jiménez, José Luis (1998): «Documentos lexicográficos del Estudio de Filología de Aragón (I)», Archivo de Filología Aragonesa 54-55, 369-422. Aliaga Jiménez, José Luis (1999-2000): «Documentos lexicográficos del Estudio de Filología de Aragón (II)», Archivo de Filología Aragonesa 56, 337-442. Aliaga Jiménez, José Luis (2012): Las lenguas de Aragón en el primer tercio del siglo veinte. Vol. 1. Inéditos, rarezas y caras B. Zaragoza: Gara d’Edizions / Prensas Universitarias de Zaragoza / Institución Fernando el Católico. Aliaga Jiménez, José Luis (2014): «La lexicografía del aragonés: balance sumario y perspectivas de ¿futuro?», en Félix Córdoba Rodríguez / Ernesto González Seoane / María Dolores Sánchez Palomino (eds.), Lexicografía de las lenguas románicas. Perspectiva histórica, vol. 1. Berlin: de Gruyter, 1-22. Aliaga Jiménez, José Luis / María Luisa Arnal (1999): Textos lexicográficos aragoneses de Benito Coll (1902-1903) presentados al Estudio de Filología de Aragón. Edición y estudio. Zaragoza: Libros Pórtico. Aliaga Jiménez, José Luis / María Pilar Benítez Marco (2011): El Estudio de Filología de Aragón. Historia de una institución y de una época. Zaragoza: Institución Fernando el Católico. Altaba Escorihuela, José (1985): Palabras locales, comarcales y regionales. Zaragoza: s.n. Andolz, Rafael (1977/1992): Diccionario aragonés. Aragonés-castellano. Castellano-aragonés. Zaragoza: Librería General, 1977; Zaragoza: Mira Editores, 19924. Aragüés, Chusé (1989): Dizionario aragonés-castellán castellano-aragonés. Zaragoza: Ligallo de Fablans de l’Aragonés. Arnal, María Luisa (2003): Diccionario del habla de la Baja Ribagorza Occidental. Zaragoza: Gara d’Edizions. Arnal, María Luisa (2004): «Proyecto para el Diccionario diferencial del español de Aragón. Cuestiones preliminares», en Rosa María Castañer / José María Enguita (eds.), In memoriam Manuel Alvar. Archivo de Filología Aragonesa 59-60, 1055-1073. Arnal Cavero, Pedro (1944): Vocabulario del alto-aragonés (De Alquézar y pueblos próximos). Madrid: CSIC. Badía Margarit, Antonio (1948): Contribución al vocabulario aragonés moderno. Zaragoza: Estación de Estudios Pirenaicos-CSIC.
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7. LEXICOGRAFÍA DIALECTAL DEL GALLEGO
María Álvarez de la Granja Instituto da Lingua Galega-Universidade de Santiago de Compostela [email protected] Ernesto González Seoane Instituto da Lingua Galega-Universidade de Santiago de Compostela [email protected]
►► Resumen
El objetivo de este capítulo es ofrecer una revisión historiográfica de la lexicografía dialectal del gallego, desde los trabajos precursores de figuras prominentes de la Ilustración gallega, como Sarmiento o Sobreira, hasta los proyectos innovadores desarrollados en los primeros años del siglo xxi. A tal fin, tomando como base el análisis y descripción de la metodología de trabajo adoptada y de los modelos seguidos, estableceremos una periodización centrando nuestra atención en las obras y autores más relevantes de cada uno de los períodos considerados. El capítulo se cerrará con un balance del trabajo realizado y una reflexión sobre las tareas pendientes. ►► Palabras clave Lexicografía, gallego, historiografía lingüística, léxico dialectal.
Galician dialectal lexicography ►► Abstract
This chapter will review Galician dialectal lexicography from an historical perspective, beginning with the pioneering works by prominent figures in the Galician Ilustración like Sarmiento and Sobreira, and continuing all the way down to innovative projects in the early twenty-first century. Adopting criteria relative to the methods they use and the models they follow, these materials will be classified by period, paying special attention to the most significant works and authors in each period. The chapter concludes with an assessment of achievements so far and remaining tasks. ►► Keywords Lexicography, Galician, linguistic historiography, dialectal lexicon.
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1. Introducción1 El objetivo de este trabajo es presentar un panorama de la lexicografía dialectal gallega desde sus orígenes hasta la actualidad, para lo cual establecemos cinco períodos. Las dos primeras épocas corresponden a los antecedentes de la lexicografía dialectal propiamente dicha: por un lado, hacemos un breve recorrido por los precursores de la dialectología y de la lexicografía gallegas, especialmente Sarmiento y Sobreira, que, si bien no elaboraron ninguna obra que pueda considerarse estrictamente un diccionario, sí recogieron material léxico del que en muchos casos podemos extraer, de manera más o menos directa, información dialectal. En segundo lugar, presentamos las características fundamentales de la lexicografía gallega del siglo xix, de orientación eminentemente descriptiva, que incorpora en buena medida los materiales anteriores y añade nuevas voces, muchas de ellas también de carácter dialectal. En un intento de dotar a la lengua gallega de prestigio, los diccionarios se afanan por mostrar la riqueza del léxico y para ello recurren a una estrategia acumulativa en la que el vocabulario diatópicamente restringido juega un papel relevante. La lexicografía dialectal propiamente dicha nace en la primera mitad del siglo xx de la mano de varios filólogos alemanes de la escuela de Hamburgo, que aplican al léxico gallego los principios metodológicos de la corriente Wörter und Sachen. A ellos y a algunos de los trabajos que surgieron en su estela se dedica un nuevo apartado. Sin embargo, no es hasta la segunda mitad del siglo cuando se produce el verdadero lanzamiento de la lexicografía dialectal. En este período distinguiremos dos etapas. La primera corresponde a los trabajos académicos realizados esencialmente en el seno del Departamento de Filología Románica de la Universidad de Santiago de Compostela y del Instituto da Lingua Galega. A lo largo de los años 60 y 70 estas instituciones promovieron la elaboración de numerosos glosarios dialectales, mayoritariamente de organización onomasiológica y con equivalentes o definiciones en castellano, que recogían el vocabulario característico de uno o más puntos de la geografía gallega. Lo hacían esencialmente a través de cuestionarios centrados en el mundo de la naturaleza y en la cultura material e inmaterial tradicional. A partir de mediados de la década de 1980 surge una nueva etapa caracterizada por una disminución del número de glosarios dialectales y, al tiempo, por la reorientación de su concepción y estructura. En este período comienzan a aparecer los vocabularios elaborados a partir de un corpus de grabaciones, eventualmente complementadas con cuestionarios temáticos. Además, estas obras abandonan la estructura onomasiológica y bilingüe dominante hasta el momento, ordenando alfabéticamente los lemas y sustituyendo las equivalencias en castellano por definiciones redactadas en gallego. Este trabajo se enmarca en las actividades del Grupo FILGA (Filoloxía e Lingüística Galega), de la Universidade de Santiago de Compostela, financiado como grupo de referencia competitiva (ED431C 2017-34) por la Consellería de Cultura, Educación e Ordenación Universitaria de la Xunta de Galicia, y de RELEX (Red de Lexicografía), también financiada por esta institución (ED341D R2016/046). 1
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El último período establecido corresponde a los inicios del siglo xxi. En esta etapa se publican, frecuentemente en formato electrónico, varios trabajos fuera del ámbito académico. Se trata sobre todo de vocabularios dialectales diferenciales, que recogen únicamente voces no incluidas en la variedad estándar o, en todo caso, voces no diccionarizadas, y que nacen del interés por difundir las tradiciones y el léxico propios de determinadas áreas geográficas. Estos últimos trabajos y los publicados previamente se recogen en el recurso electrónico Tesouro do léxico patrimonial galego e portugués, al que dedicamos un subapartado específico. En las conclusiones que cierran el capítulo, hacemos un balance del trabajo realizado y presentamos algunos de los desafíos que tiene por delante la lexicografía dialectal gallega. 2. Los precursores de la dialectología y la lexicografía gallegas: las aportaciones de Sarmiento y Sobreira La lexicografía gallega aparece por primera vez en letra impresa hacia mediados del siglo xix, cuando en 1863 se publica el Diccionario gallego-castellano de Francisco Javier Rodríguez. Es bien cierto que antes de esa fecha se producen diversas tentativas de recoger y ordenar con criterio lexicográfico voces gallegas, pero ninguna llegó a alcanzar plenamente su objetivo (suponiendo que este fuese siempre la publicación en letra impresa). En algunos casos, el autor no superó la fase de acarreo de materiales; en otros, en cambio, sí llegó a culminar el proceso de redacción de la obra, que pese a todo permaneció inédita. Aun así, como veremos, algunos de estos proyectos fueron aprovechados por lexicógrafos posteriores. En una buena parte de los casos se trata de iniciativas de alcance muy modesto, orientadas por el propósito de anotar y comentar voces que por alguna razón llaman la atención del compilador. De este modo, las palabras suelen ser seleccionadas porque resultan desconocidas para el autor, que a veces no es gallego, o porque no son comunes en la lengua o variedad empleada por este. La información proporcionada se limita a una simple glosa del significado mediante una breve definición o, lo que es más frecuente, mediante la indicación de un equivalente en español. No será preciso insistir en que, en ausencia de fuentes escritas, las voces compiladas se extraen a partir de la observación del uso oral. Un buen ejemplo de este tipo de obra es una modesta relación de 156 voces gallegas confeccionada hacia 1536 por el bachiller Olea, y que constituye la primera manifestación de la lexicografía del gallego. El rótulo que encabeza la relación (Vocábulos gallegos escuros. Lo que quieren dezir) es bien expresivo. Su objetivo es simplemente reunir una serie de voces y expresiones que suenan extrañas a oídos del autor, un bachiller zamorano. Cabe suponer que las palabras que forman la relación proceden del gallego hablado en las tierras de Monterrei y Lemos, donde Olea desempeñó diversas funciones al servicio de las casas de Altamira y de Lemos (Filgueira 1947: 603). A pesar de ser un texto muy elemental y sin pretensiones de obra lexicográfica, lo cierto
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es que la disposición alfabética aproximada revela que «existe una ordenación previa, no un acarreo ocasional» (Pensado 2003: 60). En cualquier caso, tanto por el volumen y entidad como por la fiabilidad de los materiales compilados, las figuras más relevantes de entre los precursores de la lexicografía gallega son los benedictinos Martín Sarmiento (1695-1772) y Juan Sobreira (1746-1805). Aunque sus obras permanecieron inéditas durante muchos años, una buena parte de sus materiales acabó integrándose en la tradición lexicográfica gallega a través de otros lexicógrafos. En el caso de Sarmiento, esta función intermediaria la desempeñaron Francisco Javier Rodríguez (1863) y Xoán Manuel Pintos, autor de un diccionario que, aunque permaneció también inédito, fue papeletizado por dos lexicógrafos posteriores, Leandro Carré (1928-1931) y Eladio Rodríguez (1958-1961) (cf. Santamarina 2000: 33-34). Por otra parte, los datos reunidos por Sobreira fueron profusamente empleados, aunque no siempre de modo correcto, por César Vaamonde en la redacción del diccionario que la Real Academia Galega (DRAG) comenzó a publicar en 1913 y que abandonó en la voz cativo en 1928 (cf. Sobreira 1979: xxiv-xxvii). En lo que respecta a la contribución de Sarmiento, es un hecho bien conocido que este nunca llegó a redactar un diccionario; en realidad, ni siquiera dio al ingente volumen de materiales que logró recopilar a lo largo de su vida una estructura propia de un texto lexicográfico. De este modo, las voces compiladas, junto con comentarios y notas de diferente tipo relativas a ellas, aparecen simplemente enumeradas, con una ordenación un tanto caótica y en ocasiones ni siquiera reconocible, en una sucesión interminable de pliegos2. Las voces compiladas se refieren principalmente a elementos de la naturaleza (nombres de peces, de animales terrestres y sobre todo de plantas), accidentes del terreno, agricultura, oficios tradicionales, juegos, vida doméstica, etc. El léxico procede en su inmensa mayoría de fuentes orales y se nutre de su conocimiento de primera mano del gallego hablado, especialmente en Pontevedra, donde su familia se instala en 1695, poco después de nacer fray Martín. Allí transcurre su infancia, hasta que a los quince años, en 1710, marcha a Madrid para tomar el hábito de San Benito. A su infancia en Pontevedra se refiere en diversas ocasiones a la hora de abonar una determinada palabra o expresión: Costál. Llaman así a lo que en castellano llaman cuenda en las madejas; y me acuerdo que siendo niño se llamaba en Pontevedra conda (Sarmiento 1973: 313). Martaraña (es la gineta). […] en Pontevedra se mató una martaraña que vi […]. Averígüese si es el tourón gallego y turón castellano. Por lo menos el color de la piel que llevo es del mismo color del de un tourón que, siendo niño, vi coger, matar y desollar (Sarmiento 1973: 420).
Pontevedra es, por lo demás, una de las localidades más citadas a la hora de abonar voces (213 menciones en Sarmiento 1973; 220 en Sarmiento 1986). 2 El Dicionario de dicionarios (Santamarina 20033) proporciona un acceso ágil a los materiales de Sarmiento.
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La otra gran fuente de información son las observaciones realizadas durante sus viajes a Galicia; en el primero, que se desarrolló entre 1745 y 1746, y sobre todo en el segundo, que tuvo lugar entre 1754 y 1755. De las anotaciones realizadas a lo largo de este segundo viaje proceden los materiales publicados por Pensado con los títulos de Catálogo de voces y frases de la lengua gallega (Sarmiento 1973) y de Catálogo de voces vulgares y en especial de voces gallegas de diferentes vegetables (Sarmiento 1986). Finalmente, otras informaciones proceden de fuentes indirectas: Siempre que hablo de Vivero no es porque yo haya estado allí, sino porque la mujer de mi hermano Francisco Xavier se había criado en Vivero, y a ella oí muchas voces que allí se usan (Sarmiento 1973: 280).
En ocasiones, la propia redacción da cuenta de que la voz en cuestión ha sido recogida directamente por Sarmiento: Raya negra. Llaman así a la pastinaca marina, y es la que en la cola tiene un punzón negro. Oí en Muros que se llamaba eixe. En Bayona ortiga, y en Asturias bastranca (Sarmiento 1973: 284).
En otros muchos casos, en cambio, la localización geográfica se indica sin aclarar si la voz ha sido recogida directa o indirectamente: Avedulo. En tierra de Samos llaman así a la betula o biduo (Sarmiento 1973: 348).
La localización suele consistir, como en el ejemplo anterior, simplemente en la indicación de la localidad o localidades en que se ha documentado la palabra, pero con cierta frecuencia Sarmiento establece una contraposición entre las denominaciones recibidas por un mismo concepto en diferentes lugares: Sabénlo. En Vivero el mandil, en Orense sabélo (Sarmiento 1973: 265). Barbada. Llaman así en La Coruña a lo que en Muros llaman marióla. Es un pez menor que fanéca y casi como sardina (Sarmiento 1973: 284). Noytebra. Ave nocturna, creo es la que hacia Monterrey llaman noitebóa, y hacia Osera noitebrega (Sarmiento 1973: 442).
Finalmente, en otras ocasiones, las menos, contrapone las formas de circulación restringida con lo que sin género de dudas considera la forma común del gallego: Areyra. Llaman así en Tuy a la hiedra, que el gallego dice hedra (Sarmiento 1986: 189). Estornéla. En gallego, en general, es lo que en Castilla tala, y en Pontevedra lipe y en Tuy cepo (Sarmiento 1973: 324).
A diferencia de Sarmiento, Sobreira sí acometió la redacción de un diccionario que aspiraba a incluir el léxico general del gallego, y no solo el relativo a unas determinadas
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parcelas semánticas. La obra quedó interrumpida en la fase de redacción de papeletas, que corresponden casi todas a las letras A y B. A partir de la C solo llegó a completar unas pocas fichas, muchas de las cuales contienen solo el lema, sin información adicional (Sobreira 1979). Las entradas correspondientes a las letras A y B, en cambio, sí presentan una estructura propia de un diccionario, con un lema que encabeza el artículo, seguido de la indicación de la categoría gramatical (mediante un sistema de abreviaturas), de la equivalencia o definición en castellano y, con carácter ocasional, de otras informaciones (ejemplos, remisiones…). La mayor parte de las entradas contiene una referencia geográfica, que debe interpretarse no como indicación de que la voz o la acepción tiene una distribución diatópica restringida, sino simplemente como una forma de abonar su existencia en una determinada localidad. Atendiendo a la procedencia del léxico, podríamos considerar la obra en buena medida un vocabulario dialectal, obviamente no en sentido contrastivo, pero sí en la medida en que toma como referencia fundamental la variedad hablada en las tierras del Ribeiro (Ribadavia aparece citada hasta en 2894 ocasiones; también, aunque muchas menos veces, su Beade natal) y en las riberas del Sil y en la tierra de Lemos3. 3. Léxico dialectal y diccionario general en la lexicografía gallega del siglo xix Los primeros diccionarios impresos del gallego aparecen, según hemos mencionado, pasado el ecuador del siglo xix. No es casual que lo hagan precisamente en esas fechas, coincidiendo con la publicación de las obras fundacionales del Rexurdimento y poco antes de la aparición de las primeras descripciones gramaticales del gallego. El nuevo marco en que se inscriben estos textos impone una reorientación que aparta las obras que se publican a partir de este momento de las compilaciones léxicas ensayadas con anterioridad. Conscientes de que los diccionarios, y también las gramáticas, son textos revestidos de una fuerte relevancia simbólica, especialmente en los procesos de emergencia de variedades estándar, los autores de los diccionarios decimonónicos abordan la redacción de sus obras como una contribución a la causa de la recuperación del gallego y de la afirmación, defensa y reivindicación de su dignidad. Por otra parte, el incremento sostenido de la producción escrita en lengua gallega que se registra a partir de la segunda mitad del xix pronto la convierte no solo en una fuente de la que extraer palabras y acepciones, sino también en un elemento de legitimación de estas (cf. González Millán 2001). Debe tenerse en cuenta, además, que, a medida que van viendo la luz, los propios diccionarios se convierten a su vez en fuentes para los diccionarios posteriores. De esta manera, se puede decir que todos ellos, en mayor o en menor medida, acabarán siendo papeletizados y la información que incluyen trasvasada, no siempre de manera crítica, a las nuevas obras.
3 El cómputo de las indicaciones geográficas se ha realizado a través de la aplicación en línea de Santamarina (20033).
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Otro elemento que resulta determinante para comprender el tratamiento dispensado en estas obras al léxico dialectal es su orientación eminentemente descriptiva, que se traduce en la adopción de una estrategia acumulativa. Como consecuencia de ello, los diccionarios se abren a la incorporación de variantes de todo tipo, incluidas, por supuesto, las de carácter dialectal. Según hemos mencionado antes, una buena parte del vocabulario dialectal registrado por los precursores, singularmente por Sarmiento y Sobreira, acabó incorporándose al patrimonio común lexicográfico a través de figuras como Rodríguez, Pintos o Vaamonde, que actuaron como intermediarios. Es necesario advertir, no obstante, que, en muchos casos, las indicaciones geográficas originales, que aludían no tanto a la difusión territorial de la palabra como al lugar en que esta había sido registrada, se perdieron en el trasiego de unas obras a otras (Sobreira 1979: xxvi). Por lo demás, cada autor se preocupa por destacar en el prólogo la importancia de su contribución original. Rodríguez (1863: ix), por ejemplo, señala como fuente principal de su diccionario su propio conocimiento como hablante («me dediqué desde entónces á recopilar todas las voces gallegas que iban compareciendo delante de mi memoria»), a lo que se deben añadir las informaciones proporcionadas por amigos y colaboradores («agregándose además, varias que algunos amigos me dieron con su equivalente castellano») y voces extraídas de la lectura de Sarmiento. De este modo, el clérigo compostelano concluye que «llegué á reunir desde luego, más de cuatro mil y trescientas voces, y eso sin salir de Santiago, pues si me fuera posible hacer un viage detenido por Galicia, es de creer se aumentaria considerablemente aquel y mayor número» (cursivas nuestras). De creer sus palabras, la procedencia fundamental del léxico recogido por Rodríguez sería el gallego de Santiago, su lugar de residencia, y de la comarca del Deza, de donde era oriundo. Son excepcionales, con todo, las referencias geográficas que se registran en su obra, y casi siempre relativas a su tierra natal: tioira. En Deza, telera del arado. cardeña. En las Mariñas llaman asi a la visarma ó arma doble […]. En Deza le llaman fouce gata.
Cuveiro (1876: 3), por su parte, declara que su obra incorpora voces «de que fuimos haciendo acopio en el período de doce años, en cada una de las cuatro provincias de Galicia, donde hemos residido». A diferencia de su predecesor, sí introduce con cierta frecuencia indicaciones geográficas, que en este caso deben interpretarse como advertencias acerca de la difusión territorial restringida de la palabra en cuestión. Este es el caso, por ejemplo, de las variantes berbericho y berbiricho, que Cuveiro localiza «en Pontevedra y su provincia», por contraposición a berberecho, que figura en la entrada inmediatamente anterior sin ningún tipo de restricción. Las localizaciones van desde la indicación de un lugar preciso («en Ortigueira», s.v. alpurnar), a áreas más amplias, como una provincia («en Lugo y Orense», s.v. ferrada) o una comarca o región («en las rias bajas», s.v. piobardo; «en el Sur del país», s.v. alfaneiro; «en los pueblos rayanos a Portugal», s.v. ourive).
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Por lo que se refiere a Valladares, el último de los lexicógrafos gallegos del siglo xix, cabe señalar que su obra no contiene indicaciones geográficas, por más que el propio autor en el prólogo indique, sin más precisión, que la obra recoge «muchas otras que desde 1869 acá fuimos recogiendo en diferentes puntos de Galicia» (Valladares 1884: viii). Además, según Santamarina (2000: 39), Valladares contó con la colaboración de diversos correspondientes. Esta apertura a la incorporación de voces dialectales al diccionario general (con o sin indicación de procedencia o difusión) que se registra en las primeras obras impresas es, en términos generales, compartida por todos los diccionarios publicados hasta los años centrales de la década de 1980 (González Seoane 2014). 4. La lexicografía dialectal gallega en la primera mitad del siglo xx Tal y como hemos visto, el trabajo de recogida de léxico dialectal realizado por precursores como Sarmiento y Sobreira, así como por los primeros lexicógrafos gallegos, se caracteriza por su espontaneidad y asistematicidad. En sus obras, el registro de voces y acepciones se produce a partir de la observación (o eventualmente de la introspección) del lexicógrafo, pero no responde ni a una planificación de la recogida ni tampoco a una metodología precisa en lo que se refiere al tratamiento de los materiales. En este contexto, los trabajos que a lo largo de los años 20 y 30 del pasado siglo realizan en Galicia varios filólogos alemanes de la escuela de Hamburgo suponen un punto de inflexión en el desarrollo de la dialectología y de la lexicografía dialectal del gallego. Sus aportaciones implican la introducción en Galicia de métodos y técnicas vigentes en la dialectología y la geografía lingüística de la época, pero nunca antes ensayados en el país. La figura central de esta escuela es, sin duda, Fritz Krüger. Sus trabajos, especialmente los realizados a partir de su adopción de los principios metodológicos de la corriente Wörter und Sachen, y en particular su monografía sobre el léxico rural del noroeste de la Península (Krüger 1927), ejercerán, aunque no inmediatamente, una influencia decisiva en la lingüística gallega. En la estela del catedrático hamburgués se sitúa un grupo de jóvenes discípulos que durante la década de 1930 realizan trabajo de campo en diversos puntos de Galicia. Se trata de Walter Ebeling, que es autor de un estudio sobre las denominaciones de los aperos de labranza en las tierras de A Fonsagrada y de Becerreá (Ebeling 1932); W. Schroeder, que publica un par de trabajos sobre las embarcaciones de pesca y sobre la casa en Fisterra (Schroeder 1937, 1938), y Hans Karl Schneider, a quien se debe el primer estudio integral de una variedad del gallego, la hablada en la comarca orensana de la Limia Baixa, y que además de una descripción fonética y morfológica incluye un vocabulario dialectal (Schneider 1938). La actividad del grupo acaba con el estallido de la Segunda Guerra Mundial y con la derrota del régimen nazi: Schroeder muere durante la guerra y Ebeling y Schneider son apartados de la universidad, mientras que Krüger marcha a Argentina, donde sigue trabajando en la Universidad de Cuyo.
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En un principio, los trabajos desarrollados en Galicia por este grupo de filólogos alemanes fueron más aprovechados en su dimensión etnográfica que en la propiamente lingüística (Regueira 1991: 159). Pueden aducirse, en este sentido, los artículos publicados contemporáneamente por miembros del Seminario de Estudos Galegos como Xaquín Lorenzo (1934, 1938, 1942/1943) o Vicente Risco (1933), entre otros. La aplicación del método en trabajos de corte más lingüístico no se producirá hasta la década de 1960, a través de las publicaciones sobre léxico rural de Ramón Lorenzo (19621964) y, muy poco después, de la actividad impulsada por Constantino García en el Departamento de Filología Románica de la Universidad de Santiago de Compostela. También en el primer tercio del siglo xx se desarrolla en España un ambicioso proyecto promovido por Menéndez Pidal y dirigido por Navarro Tomás, el Atlas Lingüístico de la Península Ibérica (ALPI), que incluía 53 puntos dentro del dominio gallego. El trabajo de campo en Galicia fue llevado a cabo casi íntegramente por Aníbal Otero entre 1934 y 1935 (Sousa 2008: 304). Como es sabido, los trabajos quedaron interrumpidos por el estallido de la Guerra Civil y, aunque fueron reanudados en 1947, la mayor parte de los materiales permanecieron inéditos hasta que en 2009 un equipo coordinado por Pilar García Mouton abordó su edición en formato digital. El cuestionario que sirvió de base al proyecto incluía en su apartado léxico más de 800 preguntas sobre vocabulario relativo a los campos presentes habitualmente en este tipo de obras (configuración del terreno, meteorología, astronomía, flora y fauna, ganadería, agricultura, vida doméstica, oficios tradicionales, el ser humano en su dimensión física, psicológica y espiritual, etc.). En cualquier caso, los valiosísimos materiales léxicos reunidos en este proyecto no han sido, a día de hoy, todavía aprovechados (Sousa 2010). No podemos cerrar este apartado sin mencionar la aportación de Aníbal Otero al conocimiento del léxico dialectal, más allá de su contribución al ALPI. Otero publicó varias obras con rica información diatópica, de entre las que podemos destacar el Vocabulario de San Jorge de Piquín. Aunque esta obra se publicó en 1977, procede esencialmente de un manuscrito de 1941, que el autor fue enriqueciendo, hasta su muerte en 1974, con nuevas voces procedentes no solo de Ribeira de Piquín, su tierra natal, sino también de otras localidades gallegas. El léxico recogido por Aníbal Otero en este y otros trabajos (más de 17 000 entradas) puede consultarse en Santamarina (20033). 5. El desarrollo de la lexicografía dialectal en la segunda mitad del siglo xx 5.1. Los años sesenta y setenta: los trabajos realizados en el Departamento de Filología Románica y en el Instituto da Lingua Galega La llegada como catedrático de Filología Románica a la Universidad de Santiago de Compostela, en 1965, de Constantino García y la posterior creación del Instituto da Lingua Galega (ILG) en 1971, supusieron el verdadero lanzamiento del estudio dialectológico sobre el gallego. En esa época, bajo la dirección de Constantino García, empezaron
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a elaborarse numerosos trabajos, sobre todo memorias de licenciatura, centrados en la descripción del léxico de una localidad y creados con una perspectiva esencialmente etnolingüística: «Unha fonda preocupación da cátedra consistiu en facer ó alumno universitario mirar en torno da realidade lingüística na que vive e orientalo na realización de traballos etno-lingüísticos comenzando polo método de Palabras e cousas» (García 1978: 459). Las dos primeras memorias de licenciatura presentadas fueron las centradas en el vocabulario del Val de Suarna (Santamarina 1967) y Feás (Couceiro 1967). La mayor parte de estos trabajos describían voces vinculadas con labores tradicionales del mundo rural (en menor medida marinero), tal y como señala el propio Constantino García, quien justifica el interés por el ámbito léxico, y por el rural en particular, en la amenaza de desaparición que se cierne sobre él: Considerouse coma tarefa mais urxente a recollida de material léxico, que é o material lingüístico chamado mais cedo a desaparecer, porque a civilización moderna está arrumbando unha serie de cousas que levan consigo as palabras que indican ese ‘significado’. Cada vez é mais difícil atopar xente que coñeza o vocabulario referente ó liño, o seu cultivo e a elaboración de teas, ós batáns, ós muíños, ás ferramentas antigas, etc. (García 1978: 459).
Según indica García (1985: 7), los trabajos elaborados bajo su dirección estaban creados sobre «cuestionarios comúns básicos ós que se engadían naturalmente as aportacións propias de cada autor». Aunque en ocasiones varía la denominación y organización de los campos sobre los que se crean tales cuestionarios, los ámbitos temáticos que se mencionan a continuación son constantes o bastante recurrentes: La tierra / El terreno y los accidentes topográficos; El tiempo y los fenómenos atmosféricos; La flora; La fauna; El hombre; La vida material; La vida social; La vida espiritual; La casa; La agricultura y los aperos de labranza; El pan; La ganadería y los animales domésticos; Los oficios y profesiones; Los pesos, medidas y monedas. Los trabajos vinculados con localidades de costa añadían además uno o varios campos relacionados con la vida marinera o con la flora y fauna marinas (Morandeira 1969) o incluso abordaban exclusivamente este tipo de léxico (Felpeto 1972). Como señalan Domínguez Oroña y González Seoane (2015), estos cuestionarios deben ponerse directamente en relación con los utilizados en el ALPI y sobre todo en el Atlas Lingüístico Galego (ALGa), cuyo cuestionario, que empezó a utilizarse en 1974, fue creado a partir de la experiencia de los distintos trabajos previos dirigidos por Constantino García (García et al. 1977)4. El modelo más común para este tipo de obras es un vocabulario organizado temáticamente de acuerdo con los campos citados (o con algunos de ellos), con ordenación 4 Los campos del cuestionario del ALGa establecidos en 1974 son los siguientes (García et al. 1977: 14): a) El tiempo; b) Accidentes topográficos; c) Agricultura; d) Vino, aceite, harina, panificación, lana y lino; e) Plantas; f) Insectos, aves, animales salvajes; g) Pesca y caza; h) Vida pastoril; i) Animales domésticos; j) La casa. Ocupaciones domésticas; k) El cuerpo humano; l) El vestido y el calzado; m) La familia. La vida humana; n) El mundo espiritual; o) Los juegos y diversiones; p) Oficios; q) Pesas y medidas.
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alfabética en cada campo, con definiciones o equivalentes en español, con transcripción fonética de la voz cabecera y con dibujos o fotografías que ilustran algunas de las entradas. Frecuentemente se ofrece una introducción que describe las características geográficas, económicas, sociales o lingüísticas de la zona y una parte final que recoge refranes, cantares, leyendas, cuentos… Con todo, algunas de estas obras no tienen formato de vocabulario, sino que son descripciones etnolingüísticas organizadas de acuerdo con los mismos campos temáticos señalados (o similares), en que las voces asociadas a cada campo, destacadas formalmente, se explican a lo largo de la redacción del texto, normalmente en español. No obstante, es frecuente que estas descripciones intercalen algún glosario en ciertos campos (Álvarez Blanco 1974) o bien que lo añadan al final de la obra (Felpeto 1972). El léxico recogido en estos trabajos, incluyendo una obra del propio Constantino García (1974), fue recopilado y ordenado por este investigador en el Glosario de voces galegas de hoxe (García 1985). El Glosario reúne el vocabulario de cuarenta y cinco trabajos datados entre 1967 y 1978, en su gran mayoría memorias de licenciatura inéditas, que recogen léxico de localidades pertenecientes a las cuatro provincias gallegas y de un punto de Zamora (cf. Mapa 1).
Mapa 1. Red de localidades del Glosario de voces galegas de hoxe (García 1985)
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En esta publicación, que se puede consultar en Santamarina (20033), las diferentes variantes (fónicas, morfológicas…) registradas en las distintas obras son agrupadas bajo la entrada de la forma más representada en el corpus, con indicación, entre paréntesis, de los lugares en que se registra cada variante. La definición o equivalente figura en español: abeacas f.pl. 1. (Com. Nov. Mel. Cod. Inc. Mon. Ram. Mra. Cal. Gud. Mez. Vil.), abecas (Gro. Mar.), abiacas (Sco. Com. Oir. Fri. Gun. Gud. Ver.), abiecas (Xun. Ver.), beacas (Mar.), abiacas (Sco. Com. Oir. Fri. Gun. Gud. Ver.), abiecas (Xun. Ver.), beacas (Com.), biacas (Com. Goi.) orejeras del arado; V. tb. gueifas y orelleiras.
El Glosario reúne 22 831 lemas principales (y 590 lemas secundarios) (Santamarina 20033: 38). También de la década de 1970 es la tesis doctoral de Ríos Panisse, defendida en 1973, que se publicó en dos volúmenes en 1977 y 1983 (Nomenclatura de la fauna y la flora marítimas de Galicia. 1, Invertebrados y peces; 2, Mamíferos, aves y algas). El material recogido tiene dos tipos de fuentes: la principal son las encuestas realizadas por la autora a lo largo de diferentes puntos de la costa gallega (además de un punto en Asturias y otro en Portugal); esta información se complementa con la extraída de fuentes bibliográficas, entre ellas algunas de las memorias de licenciatura a las que acabamos de referirnos. Los lemas que constituyen la macroestructura son nombres científicos de especies. Bajo cada uno de ellos se ofrecen, entre otros datos, las diferentes denominaciones populares en gallego, organizadas alfabéticamente, con indicación, en su caso, de los puntos en los que se registró cada voz, tal y como se puede comprobar en la siguiente entrada: 66. Velella spirans (Esch.) Medusa Ajuamar: Cangas Etim. V. aujamare en 63. Męlfa: Rianxo. Etim. De origen desconocido. Puede estar emparentada con el gallego melfa ‘maleza de brezo’ cuyo origen ignoramos. Podría tal vez pensarse en una retroformación a partir de marfollo, nombre con que se conoce al alga fucus vesiculosus.
El total de voces gallegas contenidas en la obra es de 6959, más 1471 lemas secundarios (Santamarina 20033: 37). Como señala Regueira (2008: 575), la encuesta de Ríos Panisse es la primera de gran alcance y de carácter sistemático realizada sobre el gallego y puede considerarse precursora del ALGa, que empezó a elaborarse en 1974. Fuera del ámbito del ILG, debe mencionarse la publicación en 1978 del primer volumen de Frampas. Contribución al diccionario gallego, de Eligio Rivas Quintas. La intención del autor es registrar voces todavía no diccionarizadas, que recoge en
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toda Galicia, aunque sobre todo en Fondo de Vila (Xunqueira de Ambía, Ourense), su lugar de nacimiento. El resultado es un vocabulario de algo más de 4500 lemas, que tiene como objetivo, en la misma línea señalada por Constantino García, rescatar y rehabilitar léxico en trance de desaparición. El vocabulario se ordena alfabéticamente, se define en castellano (o se ofrecen equivalentes en esta lengua) y se localiza geográficamente. Frampas tuvo dos volúmenes más (en 1988 y 2014), de estructura, concepción y objetivos similares al primero. El número total de lemas principales y secundarios de las tres contribuciones de Rivas asciende a 15 810 voces (Santamarina 20033: 37). 5.2. Los años ochenta y noventa: estandarización y normalización del gallego y modernización de la técnica lexicográfica A partir de la década de los 80, el número de trabajos académicos sobre léxico dialectal disminuye considerablemente. Tal y como señala Regueira (2008: 577), en estos años se produce una reorientación de los estudios derivada de la toma de conciencia de las carencias y nuevas necesidades en la lingüística gallega (sobre todo diccionarios y gramáticas de referencia). Además, aunque se siguen elaborando obras de corte dialectológico, algunas de ellas prescinden del aspecto léxico. Con todo, todavía podemos encontrar unos pocos trabajos académicos que incluyen vocabularios dialectales5, bien sea como elemento central (Sánchez Rodríguez 1984) o como parte de una descripción más completa del habla de una localidad (Vázquez Somoza 1986, Regueira 1989). La mayor parte de los vocabularios de esta época se construyen a partir de un cuestionario similar o prácticamente coincidente con el del ALGa, pero, con independencia de este hecho, encontramos ya trabajos con ordenación alfabética (Bravo 1984, Regueira 1989), muy poco frecuentes en la etapa previa. En esta década, los equivalentes o explicaciones en castellano característicos de la mayor parte de los trabajos anteriores son sustituidos por definiciones en gallego. Como señalamos en 5.1, en 1985 Constantino García publica su Glosario de voces galegas de hoxe, que recoge los vocabularios dialectales elaborados en los años 60 y 70. En la introducción, García explica el interés de la contribución y justifica su urgencia. Los objetivos principales del glosario son la localización de las diferentes variantes dialectales y el enriquecimiento del repertorio léxico gallego diccionarizado, despojado en obras previas de voces «auténticamente gallegas» coincidentes con el castellano (García 1985: 9). Debe tenerse en cuenta, además, que el interés de García va mucho más allá del estrictamente filológico. La obra y sus objetivos deben examinarse a la luz de los profundos cambios operados en la situación del gallego a partir de los años ochenta (vid. González Seoane 2014: 173) y que se traducen en su
5 También encontramos algún trabajo que mantiene el formato de descripción etnolingüística, como por ejemplo Montes (1982) y García García (1983).
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incorporación al sistema educativo, a la administración y a los medios de comunicación públicos. Este hecho obliga a elaborar urgentemente un código normativo común a todo el territorio gallegohablante que pueda ser usado en la variedad estándar propia de tales ámbitos. La construcción de ese código requería un conocimiento profundo de la distribución de las distintas soluciones dialectales, puesto que el criterio de la difusión territorial y demográfica era fundamental a la hora de establecer las formas normativas. En este sentido, además de los datos recogidos para el ALGa, el glosario de Constantino García podía ser de gran utilidad. En los años 90 se elaboran alrededor de una decena de memorias de licenciatura y trabajos académicos que incluyen un vocabulario dialectal. Aunque algunos de estos trabajos continúan utilizando el cuestionario del ALGa como punto de partida (por ejemplo, López Castro 1990), la mayor parte de ellos emplean como fuente para sus glosarios grabaciones de textos sobre temas muy diversos, ampliando los ámbitos cubiertos por dicho cuestionario. Se impone claramente la ordenación alfabética, se enriquece la microestructura (con la introducción, v.g., de ejemplos) y mejora considerablemente la presentación formal, en buena medida gracias a la generalización del uso del ordenador. Por supuesto, en esta década se emplea exclusivamente el gallego en la definición. Además, Isaac Alonso Estravís defiende en 1999 su tesis sobre el habla de los ayuntamientos orensanos de Trasmiras y Cualedro, que está constituida esencialmente por un vocabulario recogido en cuarenta localidades de dichos municipios. 6. La lexicografía dialectal gallega en los albores del siglo xxi 6.1. La lexicografía dialectal más allá del ámbito académico En el siglo xxi el número de trabajos académicos que estudian variedades sintópicas y ofrecen el correspondiente vocabulario todavía se reduce más, aunque cabe citar la tesis de Margarita González, defendida en 2002, sobre el gallego de Cangas do Morrazo, que contiene un glosario de ordenación alfabética. Con todo, no disminuye el interés por el estudio del léxico dialectal en el ámbito académico, sino que se dispone ya de un corpus de datos suficientemente representativo que permite abordar su análisis desde diferentes perspectivas, como pueden ser la dialectométrica, la motivacional o la estratigráfica (vid. Álvarez / Dubert / Sousa 2002). Por otra parte, la escasez de obras ligadas al ámbito universitario se compensa en cierto modo con un número creciente de repertorios colaborativos realizados en colegios e institutos bajo la supervisión de los docentes, así como con glosarios elaborados por personas u organizaciones ajenas a la universidad y frecuentemente a la investigación filológica, pero preocupadas por difundir las tradiciones y el léxico o la fraseología propios de determinadas áreas geográficas o de determinados ámbitos temáticos. Entre las obras publicadas en papel, pueden mencionarse Castro Otero et al. (2005), Abraira Pérez (2012), Barros Justo (2013), Rodríguez Vergara (2014) o CPI
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Plurilingüe de Navia de Suarna (2015). En general, todas estas obras se centran en recoger el léxico no diccionarizado que registran en su área de estudio. Todos estos glosarios están ordenados alfabéticamente y ofrecen definiciones en gallego. Además, se publican vocabularios inéditos, como el de la comarca de Terra de Soneira (editado por Rei Lema en el año 2000), que recoge léxico compilado por Francisco Romero Lema a lo largo de varios años hasta su muerte en 1972. Entre el grupo de los trabajos publicados cabe mencionar también algunos glosarios y diccionarios fraseológicos de carácter dialectal o con valor dialectal. Así, en el año 2000 se publica el Dicionario fraseolóxico galego, dirigido por Martínez Seixo, que organiza bajo palabras clave ordenadas alfabéticamente 1263 expresiones con localización geográfica en distintos municipios de las cuatro provincias gallegas. También es necesario mencionar los libros de Paco Rivas sobre la fraseología de la Mariña lucense (entre otros, Rivas 2005, 2015), así como diversos artículos publicados en la sección «Recadádivas» de la revista Cadernos de Fraseoloxía Galega, que recogen unidades fraseológicas de diferentes puntos de la geografía gallega6. Además de los trabajos publicados en papel, otros varios pueden consultarse de forma libre a través de Internet. A modo de ejemplo mencionaremos el Dicionario de ausencias7, que da a conocer palabras empleadas en A Illa de Arousa que no figuran diccionarizadas, O palabreiro portexo8, que recoge léxico de Porto (Zamora) o Usemos as nosas palabras9, que recopila léxico no diccionarizado de Cerceda (A Coruña). Retomando una inquietud que, como sabemos, no es nueva, resulta común a buena parte de estas recopilaciones la preocupación por la pérdida del léxico patrimonial, lo que se constituye en una de las motivaciones más importantes de estas obras (cf. por ejemplo Luaces Pardo 2014: 439). En algunos casos, los propios títulos de las contribuciones resultan bien elocuentes: Verbas esquecidas en Monfero e Irixoa10; Usemos as nosas palabras… En consonancia con esta idea, en algunos de estos trabajos, tal y como ya indicamos, el criterio selectivo es claro: se incluyen en el vocabulario aquellas unidades léxicas o fraseológicas que no figuran diccionarizadas (aunque el corpus de exclusión puede divergir de unos casos a otros). En este sentido, el título de la obra Dicionario de ausencias es también muy expresivo.
Una consulta a los índices de esta revista [01/03/2018] muestra la cantidad de trabajos de este tipo publicados en la revista, que dirigió hasta 2016 Xesús Ferro Ruibal. 7 [01/03/2018]. 8 [01/03/2018]. 9 [01/03/2018]. 10 [01/03/2018]. 6
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6.2. El Tesouro do léxico patrimonial galego e portugués Buena parte de las obras a las que hemos hecho referencia en los apartados previos figuran recogidas en el Tesouro do léxico patrimonial galego e portugués (en adelante TLPGP), un proyecto coordinado desde el ILG por Rosario Álvarez. Se trata de una obra que reúne en una única base de datos material léxico gallego, portugués y brasileño de carácter dialectal. En su elaboración participan, además del ILG, tres universidades de Portugal y veintiuna instituciones de Brasil. El TLPGP no ofrece un corpus léxico de elaboración propia, sino que reúne el material colectado en trabajos previos. El equipo de trabajo edita tales materiales asignándoles un lema unificador, un clasificador semántico y una categoría gramatical normalizada, pero mantiene también la información proporcionada por los autores de las obras (la categoría gramatical asignada por ellos, la definición o equivalente, fotografías o dibujos, etc.). A modo de ejemplo, este es el resultado que se obtiene al buscar el lema sanxoán, una de las denominaciones existentes en gallego para la Digitalis purpurea:
Figura 1. Resultado de la consulta del lema sanxoán en el TLPGP
Además de devolver los registros lexicográficos correspondientes a la consulta, la aplicación genera automáticamente una representación cartográfica de los resultados.
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Mapa 2. Resultado cartográfico de la búsqueda del lema sanxoán en el TLPGP
En el momento de la redacción de este trabajo, en el TLPGP hay incorporadas 69 obras que incluyen léxico gallego dialectal (que suman casi 127 000 registros, agrupados en más de 30 000 lemas), pero se trata de una base de datos en constante enriquecimiento. Las obras incluidas, muchas de ellas inéditas o de difícil acceso, van desde 1938 (Schneider 1938) hasta la actualidad. Debe tenerse en cuenta, con todo, que aunque la mayor parte de estos trabajos son vocabularios organizados semasiológica u onomasiológicamente, en el TLPGP también se incluyen, o se tiene previsto incluir, otras obras que no tienen carácter lexicográfico: por un lado, las descripciones etnolingüísticas a las que ya hicimos referencia, y que se adaptan al TLPGP mediante un protocolo especial; por otro lado, atlas lingüísticos y encuestas dialectales. Es necesario señalar, con todo, que en este recurso solo se recogen obras cuyo material léxico cuente con referenciación geográfica precisa, que permita situar cada voz en uno o varios municipios, condición sine qua non para generar la representación cartográfica a la que acabamos de aludir. Para una visión detallada de la metodología del TLPGP, cf. González Seoane (2015) y la propia aplicación de consulta.
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7. Conclusiones. Balance y desafíos Como puede comprobarse en las páginas precedentes, la lexicografía dialectal es un campo fértil dentro de la lingüística gallega. A los trabajos académicos, muy numerosos en los años 60 y 70, deben añadirse en los albores del siglo xxi nuevas recopilaciones, muchas de ellas fuera de ámbitos institucionales, que contribuyen a enriquecer, con datos actuales, nuestro conocimiento del léxico dialectal. Además, la publicación a partir de 2003 de los datos léxicos del ALGa junto con la disponibilización de muchos de los vocabularios existentes, en gran medida inéditos, a través del TLPGP permiten obtener una visión general de la distribución diatópica del léxico dialectal. El TLPGP supone un avance muy considerable para los dialectólogos, pues mediante una única consulta puede obtenerse información que de otro modo resultaría muy costoso reunir. Con todo, la gran cantidad de datos que este tesoro contiene podría explotarse en mayor medida para permitir un mejor y mayor conocimiento del léxico dialectal. Por un lado, sería de enorme interés establecer geosinónimos de referencia que permitan determinar fácilmente cuáles son las denominaciones asociadas a un concepto y su distribución. Con las posibilidades de búsqueda actuales podemos saber de manera independiente cuáles son las variantes fónicas de toupa, las de toupeira o las de cavaterra (tres denominaciones del topo en gallego), pero no es posible obtener a través de una única consulta un listado de los nombres del animal, con su distribución dialectal. El establecimiento de geosinónimos de referencia, coincidentes con las formas estándares o más frecuentes, permitiría realizar búsquedas onomasiológicas, de modo que se podría obtener a través de una consulta única las diferentes voces que vehiculan un concepto (en el ejemplo presentado, a través de toupa se llegaría a toupa, toupeira y cavaterra, con sus variantes). Los clasificadores semánticos que se asignan a cada una de las formas que integran la base puede ser un punto de partida para esta tarea. Otro reto para la lexicografía gallega es el de ampliar la perspectiva y estudiar la distribución dialectal de sus voces en un marco más amplio: el conjunto del territorio gallego, portugués y brasileño. A este reto puede responder el TLPGP vinculando el lemario gallego y el portugués (y también los geosinónimos de referencia, una vez introducidos) de modo que el usuario de Galicia pueda conocer a través del lema o del geosinónimo de referencia gallego todas las variantes gallegas y portuguesas asociadas (de Portugal y de Brasil), así como su distribución, y el usuario de Portugal y de Brasil pueda hacerlo a través del lema portugués. A modo de ejemplo, asociando el lema gallego carballo y el lema portugués correspondiente carvalho, el usuario gallego podrá acceder vía carballo (y el portugués o brasileño vía carvalho) a las diferentes variantes existentes en Galicia, Portugal y Brasil y a su representación cartográfica en los tres territorios. De acuerdo con Álvarez de la Granja / Negro Romero (2015: 860), los editores del TLPGP tienen previsto enfrentar estos desafíos próximamente. Si estas mejoras se llevan a cabo, y si se incrementa paulatinamente el número de obras introducidas en el recurso, podremos acceder de manera muy sencilla a una riquísima información sobre
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el tesoro léxico gallego: las denominaciones para un mismo concepto, sus variantes, así como la distribución de las formas a través del territorio gallego, portugués y brasileño. Más allá del interés intrínseco, los datos ofrecidos por el TLPGP sin duda contribuirán a la investigación sobre las vías de penetración y difusión de las palabras y en definitiva, a un mejor conocimiento de la historia de nuestro patrimonio léxico dialectal. Referencias bibliográficas Abraira Pérez, Miguel (2012): «A fala do ferro: vocabulario dos ferreiros, as mulleres, afiadores e outras xentes de Riotorto (Lugo)», Croa. Boletín da Asociación de Amigos do Castro de Viladonga 22, 60-77 [01/03/2018]. ALGa = García González, Constantino / Antón Santamarina (dirs.) (1990-): Atlas Lingüístico Galego, 6 vols. A Coruña: Fundación Barrié; Santiago de Compostela: Universidade de Santiago de Compostela. Alonso Estravís, Isaac (1999): A fala dos concelhos de Trasmiras e Qualedro. Tesis de doctorado. Universidade de Santiago de Compostela. ALPI = Navarro Tomás, Tomás (dir.) (1962-): Atlas Lingüístico de la Península Ibérica, 2 vols. Madrid: CSIC. Álvarez, Rosario (coord.): Tesouro do léxico patrimonial galego e portugués. Santiago de Compostela: Instituto da Lingua Galega [01/03/2018]. Álvarez, Rosario / Francisco Dubert García / Xulio Sousa Fernández (2002): Dialectoloxía e léxico. Santiago de Compostela: Consello da Cultura Galega, Instituto da Lingua Galega. Álvarez de la Granja, María / Marta Negro Romero (2015); «O processo de lematização no Tesouro do léxico patrimonial galego e português», en Fabiane Cristina Altino / Gleidy Aparecida Lima Milani / Rosa Evangelina de S. Belli Rodrigues (orgs.), Anais do III CIDS: Congresso Internacional de Dialetologia e Sociolinguística. Variedade, atitudes linguísticas e ensino. Londrina: Universidade Estadual de Londrina, 848-862. Barros Justo, Ramiro (2013): Vocabulario ilustrado da Terra de Cotobade. Inclui locuções e fraseologia. Santiago de Compostela: Tórculo. Bravo Criado, Xosé Antón (1984): A fala do Val do Toxa. Memoria de licenciatura. Universidade de Santiago de Compostela. Carré Alvarellos, Leandro (1928-1931): Diccionario galego castelán, 2 vols. A Coruña: Lar / Imprenta Zincke Hnos. Castro Otero, Salvador et al. (2005): Unha maré de palabras. Contribución ao léxico do Morrazo. Santiago de Compostela: Xunta de Galicia. Couceiro Pérez, José Luis (1967): Vocabulario de Feás. Memoria de licenciatura. Universidade de Santiago de Compostela.
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8. LEXICOGRAFÍA DE LAS HABLAS ANDALUZAS Francisco M. Carriscondo Esquivel Universidad de Málaga [email protected]
►► Resumen
Mi intención es analizar la situación lexicográfica de las hablas andaluzas desde una doble perspectiva: lo hecho y lo que queda por hacer. Así, analizaré los principales repertorios léxicos del andaluz, comenzando por su secuenciación histórica y, a continuación, me ocuparé de la descripción de los principales parámetros de análisis que considero pertinente abordar si se quiere conocer con propiedad esta lexicografía: (1) la recogida del léxico andaluz con un propósito propio del costumbrismo y del folclore; (2) el uso, junto a las escritas, de las fuentes orales para la creación del corpus textual; (3) la aplicación del criterio diferencial de selección de las entradas; (4) la combinación de los criterios ortográfico y fonémico para la formalización del lema; y (5) la confusión existente entre andalucismos y vulgarismos, por un lado, y andalucismos y léxico de la marginalidad, por otro. En cuanto a lo que queda por hacer, plantearé como propuestas, junto con las conclusiones, la necesidad de buscar el mejor aprovechamiento de lo hecho hasta ahora en el ámbito de la lexicografía andaluza; así como la necesidad de diseñar, y materializar, un proyecto de diccionario de dicha variedad, acorde con unos determinados parámetros metodológicos. ►► Palabras clave Hablas andaluzas, lexicología, lexicografía, repertorios lexicográficos, andalucismos.
Lexicography of Andalusian speech varieties ►► Abstract
This paper describes the lexicographical corpus of Andalusian speech varieties from two perspectives, what has been done and what remains to be done, exploring the main lexical literature of Andalusian language varieties, first in historical sequence, and then in terms of certain parameters that are pertinent to an analysis of this lexicographical corpus: (1) Andalusian lexical compilations related to costumbrismo and folklore movements aiming to preserve endangered items of the lexicon; (2) use, along with written traditions, of oral sources in the creation of a text corpus; (3) application of a differentiating criterion for the selection of words; (4) combination of orthographic and phonemic criteria when formalizing lexical headwords; and (5) confusion between Andalusian lexicon and vulgarisms on the one hand and Andalusian lexicon and the slang of fringe subcultures on the other. Regarding what remains to be done, I shall argue for the need to design and implement a dictionary project for Andalusian varieties in accordance with certain methodological parameters. ►► Keywords Andalusian linguistic varieties, Lexicology, Lexicography, lexicographic works, Andalusian lexicon.
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1. Principales repertorios léxicos de las hablas andaluzas Desde mi comienzo como investigador de la lexicografía en las variedades no estándar he defendido una tipología de las obras encargadas de la codificación de su léxico (etiquetado como dialectalismo, localismo, particularismo, provincialismo, regionalismo, etc.) que puede dividirse en dos grandes grupos, según la naturaleza del inventario. De este modo, nos encontramos con (1) obras de inventario heterogéneo, donde figura el léxico no estándar, pero también el estándar (diccionarios generales: de lengua, históricos y tesoros; y bilingües); y (2) obras de inventario homogéneo, donde, en principio, solo se registra el léxico no estándar. Este grupo, a su vez, se divide en (2a) obras autónomas y, por tanto, independientes (vocabularios y tesoros dialectales); y (2b) obras no autónomas, que forman parte de una entidad superior (glosarios, vocabularios de monografías dialectales y revistas especializadas y mapas onomasiológicos de los atlas lingüísticos). Un repertorio exhaustivo de estos dos últimos tipos de obras, referido exclusivamente a las hablas andaluzas, es el elaborado por Ayala Castro y Medina Guerra (2004). Observemos su comportamiento en las páginas que siguen. 1.1. Obras de inventario heterogéneo La crítica lexicográfica ha advertido la inclusión de léxico no estándar desde los primeros diccionarios de la lengua española, precisamente con los andalucismos aljofifar, aperador, barrial y coracha presentes en el Diccionario (1492) y en el Vocabulario de romance en latín (¿1495?) de Elio A. de Nebrija (vid. los trabajos de Guerrero Ramos 1986: 56; 1995: 193). Desde esta obra hasta la actualidad, la inclusión de regionalismos en nuestras obras lexicográficas ha sido constante, al igual que, en época reciente, el análisis, por parte de los investigadores, de las entradas pertenecientes a determinadas variedades del español peninsular, especialmente la aragonesa, la canaria, la leonesa, la murciana, la extremeña, la salmantina y esta que aquí estoy comentando (las variedades americanas, tradicionalmente vinculadas a la andaluza, merecen estudio aparte, dada su especial naturaleza, que analizo en otro lugar: vid. Carriscondo Esquivel 2018). La bibliografía sobre la inclusión de andalucismos en diccionarios de inventario heterogéneo del español es abundante y fácilmente localizable, por lo que desisto de brindar un listado completo. No obstante, hay que destacar el trabajo, a cargo de Moreno Moreno (2007), de recopilación de los andalucismos presentes desde nuestras primeras obras lexicográficas hasta finales del siglo xvii. Por razones de sobra conocidas, son los diccionarios académicos, desde Autoridades (1726-1739), los más estudiados en este aspecto, incluidos los malogrados proyectos de Diccionario histórico de 1960-1996 (vid. García Cornejo / Ariza Viguera 2003 y Mendoza / Rivera 2009); pero también ha habido acercamientos a obras no académicas, como el Diccionario (1786-1788) de Esteban de Terreros (vid. Medina / Ayala 2004); varios dic-
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cionarios de los siglos xix y xx (vid. Moreno Moreno 2012, Torres Martínez 2013a y 2013b); e incluso diccionarios etimológicos, como el de Corominas y Pascual (vid. García Cornejo 2007). 1.2. Obras de inventario homogéneo 1.2.1. Obras autónomas A mi juicio, conviene acotar el campo bibliográfico de actuación y ceñirnos, por un lado, a las obras elaboradas con ciertos criterios propios de la metodología lexicográfica; y, por otro, dentro de aquellas, a las que ofrezcan una visión panorámica del léxico de las hablas andaluzas, por tanto, no centradas en una provincia, comarca o municipio concretos de la comunidad territorial. Así pues, tras la criba, puede decirse que las tres obras lexicográficas fundamentales que aquí deberían ser dignas de comentario son dos vocabularios dialectales: «Voces andaluzas (o usadas por autores andaluces) que faltan en el Diccionario de la Academia Española» (1920) de Miguel de Toro y Gisbert (con reproducciones en 1962 y 2007) y Vocabulario andaluz (1951) de Antonio Alcalá Venceslada (con reproducciones en 1980 y 1998 y edición ilustrada, bajo el título Diccionario del habla andaluza, en 1999), edición muy aumentada con respecto a la primera, de 1934; así como un tesoro lexicográfico: Tesoro léxico de las hablas andaluzas (2000) de Manuel Alvar Ezquerra, que no llama a su obra tesoro lexicográfico porque incorpora otros datos que no proceden estrictamente de obras lexicográficas, como los del Atlas Lingüístico y Etnográfico de Andalucía (ALEA) (1960-1973), pero en esencia guarda las mismas características de dicho tipo de tesoros (cf. 1.2.2). Aparte de ser tres obras manejadísimas en cuanto a los estudios léxicos se refiere, y no solo los que se ciñen a las hablas andaluzas, hay que decir que los dos vocabularios dialectales han gozado de estudios críticos y descriptivos. Así, por citar los más significativos, los estudios preliminares —a cargo de Manuel Galeote e Ignacio Ahumada, respectivamente— de las reproducciones de «Voces andaluzas» de 2007 y Vocabulario andaluz de 1998 (esta última, además, con un interesante anexo que contiene las adiciones que Antonio Alcalá Venceslada vertió sobre un ejemplar suyo de la obra, hasta su muerte en 1955). Sin embargo, hasta ahora, ha sido mi monografía Lingüística, lexicografía, vocabulario dialectal. El Vocabulario andaluz de A. Alcalá Venceslada (Carriscondo Esquivel 2004) el único estudio exento de una obra de estas características. En él realizo una descripción exhaustiva, así como un análisis del aprovechamiento lexicográfico de los materiales de la obra del iliturgitano, como evidenció la Real Academia Española con la inclusión de andalucismos en sus ediciones del Diccionario común de 1936 y 1947 (a partir de la primera del Vocabulario andaluz [1934]) y 1970 (ya teniendo en cuenta la segunda). Por último, para conocer más sobre el Tesoro (2000), hay que consultar los trabajos de su autor (Alvar Ezquerra 1996, 1997 y 2004) y de García Platero (2004).
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1.2.2. Obras no autónomas Un tipo especial de inventarios no autónomos lo constituyen los glosarios ocultos (hidden glossaries, en la terminología de Haensch / Omeñaca 2004: 67) que figuran en determinadas obras, como las literarias, tratados técnicos, cartas personales, programas de fiestas populares, publicaciones locales, almanaques, etc. Ha sido Ignacio Ahumada quien ha rastreado la historia de estas publicaciones menores y fijado su origen para el ámbito andaluz, concretamente los «Provincialismos de Andalucía» insertos en el octavo volumen de la Historia natural del Reyno de Granada (1809) de Simón de R. Clemente y Rubio (Ahumada 2013). Le siguen otros del mismo autor, a los que hay que unir el «Significado de algunas palabras andaluzas», como remate de la novela Clemencia (1852) de Fernán Caballero (Ahumada 2004a); el «Diccionario de voces gaditanas» que figura en Nombres antiguos de las calles y plazas de Cádiz (1857), texto sin firmar pero cuya autoría se debe a Adolfo de Castro; y el «Diccionario de andalucismos» de José M. Sbarbi, publicado en 1892, una pequeñísima muestra de su proyectado Diccionario de andalucismos, que podemos consultar papeletizado, si nos abrimos paso por el frondoso bosque de datos que brinda el Fichero de Hilo de la Real Academia Española. Ya a comienzos del siglo xx, el 14 de agosto de 1910 Julio Cejador y Frauca escribe desde Madrid a su amigo Arturo Reyes una carta donde le pide el significado de algunas palabras que desconoce y que ha encontrado en el ejemplar de la colección de cuentos De Andalucía (1910), regalado por su autor. Por el contenido de la carta, no es la primera vez que el erudito zaragozano solicita información al escritor malagueño sobre varios vocablos presentes en su obra. Lo hará también con posterioridad: el 23 de octubre de ese mismo año le reclama de nuevo —pues ya lo hizo en una misiva anterior, extraviada durante el envío— la explicación del sentido de varias unidades léxicas presentes en su novela andaluza —así se subtitula— Las de Pinto (1908). Al no recibir respuesta sobre ellas, el zaragozano vuelve a insistir, por tercera vez, en una carta firmada el 21 de febrero de 1911; y añade una voz más, procedente de una nueva novela andaluza, como es Cielo azul (1910). El caso es que es así como se configura un pequeño glosario oculto de treinta y tres unidades léxicas —que he estudiado en otro lugar (vid. Carriscondo Esquivel 2014)— con el que Cejador pretendía contrastar su información y conocer de primera mano la vinculación del andalucismo al léxico taurino y, sobre todo, al español de América. Otro proyectista de un diccionario de andalucismos es Francisco Rodríguez Marín, como se deduce de su archivo, depositado en la Biblioteca Tomás Navarro Tomás del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Ahora bien, hay que romper con ciertos tópicos extendidos en torno a este capítulo de la lexicografía andaluza. En primer lugar, Rodríguez Marín desistió de su empeño de crear dicha obra, como se comprueba por el envío, a Alcalá Venceslada, de material de lo que, en principio, pudo ser su proyecto, como muestra de agradecimiento por la colaboración del iliturgitano en la recogida de refranes para las colecciones paremiológicas del ursaonense, de ma-
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nera que El Bachiller de Osuna dejó a su colaborador, dado el interés que este mostró por la creación de un vocabulario de andalucismos, todo el material que tenía recopilado (vid. Carriscondo Esquivel 2007). Y, en segundo lugar, no pueden considerarse las notas léxicas que figuran en sus Cantos populares españoles (1882-1883) como un sustituto material de su proyecto, al no darle al andaluz excesivo protagonismo en ellos (tan solo cuarenta y tres son los andalucismos anotados), puesto que su verdadera intención era hacer una obra más ambiciosa, con datos de todo el ámbito románico, como ya he demostrado en otra ocasión (vid. Carriscondo Esquivel 2013). Quedarían por señalar —para finalizar este epígrafe y, a la postre, este primer capítulo— los vocabularios de las monografías dialectales y revistas especializadas, así como los mapas onomasiológicos de los atlas lingüísticos (vid. Haensch / Omeñaca 2004: 95-99). A la dialectología andaluza le corresponde el honor de disfrutar del primer atlas regional del español, el ALEA (1960-1973), dirigido por Manuel Alvar, cuyos materiales léxicos fueron papeletizados, junto con los de otros atlas, por María A. Luzón (1987), base para su posterior recogida en el Tesoro de Manuel Alvar Ezquerra (2000), como he tenido ocasión de apuntar (vid. 1.2.1). Sobre el aprovechamiento lexicográfico de este atlas ha escrito, entre otros autores, Ana I. Navarro Carrasco (1990). Pero antes de su publicación ya contábamos con la de vocabularios como el de Lorenzo Rodríguez-Castellano (1955) sobre el habla de Cabra (Córdoba); o el de Gregorio Salvador (1958), sobre el de Cúllar-Baza (Granada); o el de la comarca granadina-almeriense de la Alta Alpujarra, a cargo de María J. García de Cabañas (1967). La crítica ha alabado la aplicación de unos sólidos planteamientos metodológicos en este tipo de vocabularios, al ser obra de dialectólogos profesionales, que los toman prestados fundamentalmente de la geografía lingüística y la sociolingüística. 2. Principales parámetros de análisis 2.1. Un propósito común En 1878, William J. Thoms constituye la británica Sociedad del Folk-Lore. En 1881, el sevillano Antonio Machado y Álvarez (Demófilo) publica las bases del Folk-Lore Español para la implantación de una sociedad análoga a aquella. Poco después, publica las del Folk-Lore Andaluz. Lo popular andaluz es el principal objeto de investigación de los estudios folclóricos españoles. Este hecho puede explicarse por el origen, sevillano, de los primeros folcloristas. Pretensión suya fue eliminar el tipismo y el pintoresquismo de las nada objetivas caracterizaciones de lo concerniente a la región, uno de cuyos elementos clave son las representaciones de la forma de hablar andaluza. Cumpliendo con aquella pretensión, aparecen en los textos de los folcloristas los primeros intentos de reproducción fiel de la variedad. Estos intentos constituyen la llamada etapa precientífica, que precede al establecimiento de la disciplina dialectológica (vid. Mondéjar 1991: 53-91).
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Centrados en la lexicografía, Antonio Alcalá Venceslada se considera «un modestísimo aprendiz de folklorista» (s.f.: 9) y entiende que como tal ejerce cuando se dedica a la recolección de las manifestaciones literarias del pueblo andaluz, con un propósito bien estético, bien científico, y a la investigación dialectológica de la variedad andaluza, esta ya solo con el último propósito. Y siempre con el deseo de conservar estas manifestaciones al menos en la palabra escrita, ante el peligro que para ellas supone la introducción del progreso en la vida tradicional. Este propósito figura también en otros vocabulistas del andaluz, como el pionero José M. Sbarbi1, y resuena, casi un siglo más tarde, en testimonios como el de José Muñoz Díes, autor que pide la colaboración de los almerienses para conseguir una recopilación total de la variedad, «rescatando del olvido, para legarlas a otras generaciones, muchas palabras y giros del lenguaje que, por desgracia, están llamadas a desaparecer» (1978: 65). Además, autores como Alcalá Venceslada y Toro y Gisbert se hacen eco también, como en otros ámbitos de la lexicografía regional del español peninsular y la americana (vid. Haensch / Omeñaca 2004: 307), de aquella pretensión de Sbarbi de erigir el monumental «Diccionario de la lengua castellana», señalada en la nota 1. Desde la «Advertencia» de la primera edición del Vocabulario andaluz (1934) su autor califica su obra como «la aportación de este modesto pegujalillo lingüístico al pingüe caudal de la Lengua Madre» (1934: v). La idea está antes presente en el vocabulario de Toro y Gisbert, el cual desea con su obra «contribuir un poco al edificio del diccionario español» (1920: 314). Es por ello por lo que Alvar Ezquerra señala que estos diccionarios no se conciben como obras fraccionantes, «sino con la pretensión de incorporarse al caudal común de la lengua, que […] es sólo una a pesar de sus múltiples variedades» (1993: 334). 2.2. Fuentes escritas y orales 2.2.1. Fuentes escritas La lexicografía tradicional se ha ceñido a las fuentes textuales escritas para la creación de los distintos diccionarios, fundamentalmente a los textos literarios. El Vocabulario andaluz (1934, 1951), respondiendo a la tradición, hace uso de dichas fuentes. La nómina de textos que manejó Alcalá Venceslada para la confección de su obra es vastísima e, igual que las orales (vid. 2.2.2), está muy condicionada por las circunstancias vitales del autor (relaciones literarias, encuentros casuales, lecturas, 1 «No me cansaré nunca de repetirlo: hasta el día en que cada provincia de España en que es dominante el habla de Castilla no aporte a esta su respectivo contingente de voces, acepciones y frases que le son peculiares, no podremos levantar el gran monumento del Diccionario de la lengua castellana. Y esto urge por momentos, dado que con la multitud de vías férreas desaparecen los límites y las distancias, así como los trajes, usos y costumbres distintivos de cada comarca» (1892: 148).
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etc.). Dentro de las fuentes literarias manejadas por el iliturgitano pueden delimitarse dos grupos claramente diferenciados: (1) los textos procedentes de autores costumbristas andaluces o que, no siendo andaluces, escriben sobre esta región; y (2) la literatura de tradición oral. No es extraña la presencia de los autores del primer grupo en una obra como el Vocabulario andaluz (1934, 1951). Por un lado, se atiende a las fuentes tradicionales para la creación del corpus: los textos literarios. Por otro, al tratarse de un inventario propio de las variedades no estándar, hay que recurrir a los autores que han intentado reflejar en sus escritos los rasgos característicos de las variedades que representan. Así, antes que Alcalá Venceslada, Toro y Gisbert, para la confección de su vocabulario, se sirvió, «como fuente principal, de la lectura de las obras de cierto número de escritores andaluces modernos» (1920: 315). El proceder de estos autores, por tanto, no es sino la respuesta a lo ya señalado por otros como más conveniente para confeccionar un vocabulario de las hablas andaluzas: Un léxico de Andalucía debiera comenzar por sacar de los escritores regionales cuanto sea típico del país: habría que aprovechar a Valera, Estébanez Calderón, Fernán Caballero, Ganivet, Arturo Reyes, López Pinillos, […] los Quintero, Rodríguez Marín […] y algunos más. Estos autores, unas veces con intención y otras sin ella (caso este último de gran interés), consignan palabras y giros de Andalucía, que reunidos metódicamente serían un excelente punto de partida para el estudio (Castro 1924: 79).
Pueden verse los testimonios de Malkiel (1975: 21) y Cassidy (1985: xxb) a favor del uso de este tipo de textos como fuentes de un corpus para la creación de un vocabulario dialectal, si bien varios investigadores los ponen en cuarentena, por las manipulaciones a que responden (vid. Weber 1981: 32 y 40; Frago 1986 y Morillo-Velarde 1989-1990: 100). En cambio, mayor estima merecen las muestras literarias procedentes de la oralidad (vid. Casares 1992: 198; Malkiel 1975: 21 y Zgusta 1971: 25), abundantísimas en el Vocabulario andaluz (1934, 1951) y recogidas de los textos de costumbristas y folcloristas que maneja Alcalá Venceslada. Entre las principales muestras de este tipo de literatura se encuentran coplas flamencas, refranes, acertijos, burlas, dichos, letras de bailes y juegos y cuentos. Por último, aparte de las literarias, en el Vocabulario andaluz (1934, 1951) se hallan numerosas fuentes metalingüísticas que tratan las particularidades léxicas de las hablas andaluzas. A menudo son estudios monográficos elaborados por los autores que desde el comienzo estoy analizando (así, destaca la abundante presencia de Francisco Rodríguez Marín, vid. 1.2.2), pero también figuran varias obras lexicográficas de carácter general que sirven como fuentes de andalucismos, con las cuales Alcalá Venceslada contrasta o amplía la información sobre la entrada en cuestión. No olvidemos, además, que este tipo de fuentes son las que constituyen fundamentalmente los «diccionarios de diccionarios» que suelen ser los tesoros léxicos, como el que Alvar Ezquerra (2000) elaboró para el andaluz (vid. 1.2.1).
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2.2.2. Fuentes orales Los autores han sentido la necesidad de complementar las fuentes escritas con las orales. Las características del léxico no estándar exigen este planteamiento metodológico. La tradición lo adopta mediante la recogida de unidades léxicas que los autores oyen de viva voz y la colaboración de corresponsales. En sendas «Advertencias» de las dos ediciones del Vocabulario andaluz (1934, 1951), Alcalá Venceslada refleja su atención a las fuentes orales para la creación del corpus textual: Las [voces] que aquí se insertan fueron tomadas en esta región de labios andaluces natos y netos y contrastados en consulta su uso regional, provincial o local. Para que esta obra fuese copia más exacta del peculio verbal andaluz, hubiéramos necesitado mimbres y tiempo para una peregrinación por ciudades, villas y aldeas; y al no disponer de unas ni de otro, hubimos de acudir en muchos casos a la generosidad de nuestras amistades que —sin ufanía— son muchas, buenas y bien repartidas, aunque la pereza o la errónea interpretación a nuestros requerimientos, hartas veces nos dio fallo (1934: v). Todas las palabras que aquí se insertan […] fueron tomadas en esta región de labios andaluces natos y netos y contrastado con la mayoría de ellas su uso regional. […] Finalmente, quiero dar aquí testimonio de mi agradecimiento a los pocos y buenos amigos que me ayudaron con sus aportaciones (1951: 9).
No obstante, hay que destacar, tomando prestados los términos de Casares, un «acopio fortuito e intermitente» (1941: 122-123) de material, donde cobran excesiva importancia las circunstancias vitales del autor. Por ejemplo, la abundancia de entradas localizadas en los municipios donde vivió o pasó breves estancias. Y, en cuanto a la colaboración de corresponsales, la desproporción en el reparto territorial y que, además, no todo lo que se recoge está tomado precisamente de textos orales2. Esta necesidad —de la que, como puede comprobarse, la tradición es consciente— de complementar las fuentes escritas con las orales la ha visto la lexicografía moderna mediante la creación de los llamados diccionarios de campo (vid. Bejoint 1983), resultado de la aplicación de las mismas técnicas de la geografía lingüística y la sociolingüística. Para el ámbito andaluz, un ejemplo representativo de este tipo de obras sería el Vocabulario de la Alta Alpujarra (1967) de María J. García de Cabañas. 2 Quizás el caso más interesante al respecto sea el del corresponsal almeriense José Martínez Álvarez de Sotomayor. En el Vocabulario andaluz (1951) figuran, entre otros muchos, doce artículos encabezados por las entradas cancharudo, fangani, gallorear, glotura, macarrono, mamatón, marchanas, mormajo, pechecilla, ralo, singuilindango y turraco, con la marca de localización almeriense. Sorprende la presencia de estas entradas, algunas con variantes sin importancia, en el «Significado de algunas palabras andaluzas» (1852) de Fernán Caballero (vid. 1.2.2), lo que demuestra que el corresponsal almeriense conocía dicho glosario y que marcó aquellas entradas como propias de su tierra y así las dio a conocer a Alcalá Venceslada. El corresponsal colocó un glosario de características similares al de la autora alemana al frente de su obra Alma campesina (1930) (vid. Cáceres 1991: 132).
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2.3. Aplicación del criterio diferencial Tradicionalmente, los autores de la lexicografía regional del español se han apoyado en uno de sus pilares fundamentales, si no el más fuerte, la lexicografía académica, con el fin de establecer una variedad de referencia a través del léxico de los diccionarios de la Docta Casa, especialmente el DRAE, además de usarse como fuentes metalingüísticas (vid. 2.2.1). No hay más que ver el propósito de Sbarbi señalado anteriormente, traducido por Alcalá Venceslada y Toro Gisbert en el deseo de ampliar el Diccionario común académico (vid. 2.1), como puede comprobarse por el título de la obra del granadino: «Voces andaluzas (o usadas por autores andaluces) que faltan en el Diccionario de la Academia Española» (1920; la cursiva es mía). En realidad, era la propia Academia la que impulsaba, mediante la convocatoria de premios, la creación de estas obras, a fin de, con ellas, ampliar el inventario, incorporar nuevas acepciones o efectuar las modificaciones oportunas de las entradas de su diccionario3. No hay que olvidar el interés de la institución, desde Autoridades (1726-1739), por la inclusión de léxico regional (vid. Salvador Rosa 1985 y Alvar Ezquerra 1993: 319, así como el capítulo de Garriga en esta monografía). En nuestro caso son laureados con el premio Fundación Conde de Cartagena las dos ediciones del Vocabulario andaluz (1934 y 1951); y con el Ménendez Pidal el Vocabulario de la Alta Alpujarra (1967) de María J. García de Cabañas. No obstante, a pesar de esta pretensión, la crítica ha demostrado que no se produce una incorporación masiva de los datos ofrecidos por estas obras (vid. Carriscondo Esquivel 2004: 139-167, para el caso de las hablas andaluzas). A dicha ausencia hay que unir la búsqueda de otras fuentes, los propios académicos, para la incorporación y la modificación de las entradas. Quizás la prudencia académica, celosa de su obra, le lleve a poner en cuarentena dichos datos y acudir a sus propias fuentes para su contraste. No se trataría, por tanto, de una escasa atención de las fuentes ajenas a la Docta Casa, sino de cierta cautela, a fin de integrar en sus diccionarios aquello que sea de mayor y mejor provecho. La aplicación del criterio diferencial lleva a Alcalá Venceslada a registrar las diferencias de las voces que inventaría con respecto al académico Diccionario manual e ilustrado de la lengua española (1927). Esta obra no recoge muchas entradas generales del español, a diferencia de la del iliturgitano que, aplicando a rajatabla el criterio, sí que lo hace, aun a sabiendas de que no son «exclusivamente andaluzas» (1951: 7), ya que, a su entender, la inclusión «es el mejor medio de que lo estén algún día, recogidas oficialmente» (1951: 7). Es así como el Vocabulario andaluz (1934, 1951) se convierte, siguiendo la terminología de Zimmermann (1994: 117), en un «diccionario de reparación» del académico cuyo inventario actúa como variedad de referencia. Casares defiende el acopio del léxico no estándar «por todos los medios inimaginables. Así lo viene entendiendo la Academia y de ello son buena prueba los concursos que metódicamente anuncia para premiar vocabularios regionales de América, o de España» (1944: 51). 3
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2.4. Criterios de formalización del lema Al seguir los planteamientos metodológicos académicos para la confección de sus obras, los autores de la lexicografía en las variedades no estándar aplican, por una parte, el criterio de transcripción ortográfica de las unidades léxicas. Su aplicación refuerza, como observa Luis Fernando Lara (1997: 238-240), el carácter normativo de la obra lexicográfica, al legitimar una pronunciación, la estándar, que surge de la variedad considerada de mayor prestigio (la castellana), frente a la pronunciación de otras variedades. Ahora bien, dada la importancia que el nivel fónico adquiere en variedades no estandarizadas, la aplicación del criterio de transcripción ortográfica provoca la pérdida de información al respecto. Las variantes brindan información lexicológica valiosísima para la caracterización histórica, la etimología, etc., de las unidades léxicas (de ahí su valor en los diccionarios históricos y etimológicos). Se exigiría, para que no se perdiera dicha información, el uso de elementos convencionales. Y a todo lo anterior hay que unir la dificultad, debido al polimorfismo del léxico, de formalizar un lema que agrupe a todas las variantes fónicas, así como las diferencias connotativas (y a veces también denotativas) que conllevan una transcripción ortográfica y otra no ortográfica. Por ejemplo, en relación con un fenómeno que no es exclusivamente andaluz, como es el de la pérdida de /-d-/, los vocabulistas de las hablas andaluzas han comentado lo siguiente: El nombre probabilidad habla de verosimilitud o de la calidad de probable; una probaliá es una oportunidad, una ocasión que puede ser propicia (Álvarez Curiel 1991: 56). Restituimos la correcta escritura en multitud de casos. […] En alguna otra ocasión hemos preferido dejar la voz tal y como estaba debido a su expresividad, a su empleo general, a que no se trataba de un uso exclusivamente vulgar, etc. (por ejemplo, ¿cómo hacer de un manúo, con toda su carga despectiva, un cursi manudo? (Alvar Ezquerra 1996: 47-48).
En suma, las inevitables diferencias entre ortografía y pronunciación en el léxico no estándar han suscitado la presencia, en las correspondientes obras lexicográficas, de dicha información. Así, a los ejemplos ya mencionados, hay que sumar los vocabularios de Rodríguez-Castellano (1955) —que en su reseña al Vocabulario andaluz (1934) critica que Alcalá Venceslada no haya seguido una «aproximación fonética» en la transcripción de las entradas (1937: 228)— y de Salvador (1958). Por todo ello, resulta lógico que se haya buscado la aplicación del criterio de transcripción fonémica, por medio del cual se da cuenta de los fenómenos fónicos más relevantes y permite conceder valores nuevos a los grafemas, para representar de este modo fenómenos que la escritura no representa, problema este al que ya se tuvieron que enfrentar los costumbristas y folcloristas que pretendían representar en la escritura la oralidad de las hablas andaluzas (vid. 2.1). Pero lo que sucede en la práctica es la combinación de ambos criterios, el ortográfico y el fonémico. Veámoslo con un fenómeno tan andaluz como es el de las aspira-
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ciones, que tan de cabeza traía a aquellos pioneros de las representaciones del andaluz, sin equivalente ortográfico posible, debido a su ausencia de valor fonológico en el español estándar4. En primer lugar, Alcalá Venceslada señala en la «Advertencia» de su Vocabulario andaluz (1951: 9) que los vocablos son transcritos «con la prosodia castellana, pues además de que cada provincia andaluza tiene un modo especial de pronunciación, con variaciones aun dentro de ellas, muchos hubieran tenido que ir en varias formas fonéticas». El iliturgitano, como puede comprobarse, identifica la pronunciación castellana con la estándar, que es la codificada ortográficamente. Pero, además, a la aplicación de este criterio ortográfico añade la del fonémico. Y así, por poner una muestra, en relación con el problema de la representación de la aspiración, varias son las tentativas que ensaya el lexicógrafo, donde se puede comprobar los nuevos valores asignados a las letras, que ya he comentado: [h] < f-
j (ajogaílla)
gu (guierro)
[h] < ø
j (acojartar)
gu (guisopear)
[h] < /x/
h (cohín)
g (¡gosú!)
[h] < /s-/
g (geta)
h (vaheo)
Tabla 1. Representaciones de [h]
En relación con lo anteriormente dicho, desde las representaciones del habla popular andaluza por parte de los costumbristas y los folcloristas se arrastra la de estas aspiraciones mediante los grafemas j o g ante e, i. Esta representación puede provocar la confusión con la normativa de /x/, unida a aquella acústica y articulatoriamente. Recordemos que los textos de estos autores son tomados por Alcalá Venceslada como fuentes (vid. 2.2.1). Esta solución combinatoria, la mezcla de los criterios ortográfico y fonémico para la formalización del lema, es la seguida mayoritariamente por los lexicógrafos de las hablas andaluzas. A los más diletantes, además, les sirve para incrementar el número de entradas del inventario, tanto por la falsa creencia de que un diccionario es mejor cuantas más de ellas contenga como por el espíritu de exaltación de las excelencias de su terruño, reflejadas en el más o menos ingente caudal léxico. La aplicación del tercer criterio, el de la transcripción fonética, se limita a aquellas obras asentadas precisamente en una sólida base metodológica, como son los mapas onomasiológicos del ALEA (1960-1973), los vocabularios de varias monografías dialectales y revistas especializadas, así como un vocabulario dialectal, el de García de
Pueden verse, por ejemplo, las observaciones que Rodríguez Marín vierte en sus Cantos populares españoles (1882-1883) sobre la complejidad de la representación gráfica de la pronunciación andaluza en las aspiraciones de las consonantes implosivas (n. 592) o de f- (n. 1686). 4
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Cabañas (1967). Y ello, según su autora, «para dar una más fiel idea de la realidad de cada palabra y de su pronunciación» (8). 2.5. Confusiones léxicas 2.5.1. Entre andalucismos y vulgarismos García de Cabañas parece identificar los vulgarismos con las unidades léxicas del estándar que, «no aportando ninguna novedad en su significación, alteran su forma con fenómenos fonéticos varios» (1967: 71). O lo que es lo mismo: «en general, cualquier cambio o cambios que alteren una palabra sin afectar su significado […] que tanto pueden engrosar un vocabulario dialectal y que, en la mayoría de los casos, son fenómenos comunes al lenguaje vulgar de toda España» (1967: 71). Por su parte, Lorenzo Rodríguez-Castellano recrimina a Alcalá Venceslada la recogida de formas que son «de uso común en toda España entre gente rústica» (1937: 227). Ciertamente, la presencia de vulgarismos en las dos ediciones del Vocabulario andaluz (1934, 1951) es muy significativa: alteraciones del timbre de las vocales átonas, metátesis, monoptongaciones, refuerzos velares, reducción de grupos consonánticos cultos, confusiones consonánticas, prótesis, epéntesis, paragoges, aféresis, síncopas, etimologías populares, desplazamientos acentuales… (vid. Carriscondo Esquivel 2004: 73-77 para su ejemplificación). Además, en las representaciones literarias de la forma de hablar de los andaluces —que, como se sabe, el autor toma como fuentes del corpus— figuran también estos vulgarismos confundidos con los dialectalismos (vid. 2.2.1). Hay que significar la ausencia de marca vulgar para muchas de estas unidades léxicas, que puede deberse a que el autor no considere como vulgarismos las entradas afectadas con los fenómenos propios de la pronunciación vulgar, bien porque los fenómenos que se representan son considerados como propios de la variedad andaluza, bien porque las unidades léxicas sean consideradas arcaísmos (lo que, en cierto modo, implica raigambre y, por tanto, cierto prestigio en su uso), o bien porque las entradas se acompañan, en vez de con la marca vulgar, con una indicación normativa explícita (del tipo «gullir. intr. Dígase bullir» [Alcalá Venceslada 1951: s.v.]).5 5 Contrasta esta ausencia con el celo en el etiquetado que pone Francisco Rodríguez Marín en las notas léxicas que, referidas al andaluz, pululan por sus Cantos populares españoles (18821883), como sucede, por ejemplo, en «[b]imbre, por mimbre. En algunos pueblos andaluces, brimbe, metát.» (n. 1063). Es en este tipo de notas sobre la caracterización fónica de las hablas andaluzas donde el ursaonense suele recurrir a las autoridades en la materia, como su maestro Antonio Machado y Álvarez o Hugo Schuchardt o Giuseppe Pitré; o incluso a otras referencias suyas, práctica esta última frecuente en su caracterización del léxico. En lo que sí se asemejan Rodríguez Marín y Alcalá Venceslada en su quehacer lexicográfico es en la consideración de ciertos vulgarismos como usos arcaicos propios de la región, como escurito por oscurito (n. 636).
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2.5.2. Entre andalucismos y léxico de la marginalidad Es un tópico del género costumbrista la identificación de la forma de hablar de los andaluces con la de los gitanos, la germanía y los toreros (vid. Carriscondo Esquivel 1999: 61-63). Incluso una autora de un costumbrismo menos tópico, como Fernán Caballero (1852), considera andaluces el germanismo chirlar y el caló paripé. Los textos de estos autores costumbristas —repito: manejados por los lexicógrafos de las hablas andaluzas (vid. 2.2.1)— están cuajados de intervenciones de gitanos, toreros, majos, bandoleros, cantaores, etc., por lo que es lógica la presencia de su léxico y, a la postre, su inclusión en los diccionarios de andalucismos. En cuanto al léxico taurino, es significativo comprobar cómo Julio Cejador y Frauca, en la correspondencia que mantiene con Arturo Reyes (vid. 1.2.2), quería conocer de primera mano su vinculación al andalucismo, por lo que solicita a este el significado de las unidades léxicas pañoleta y de upa, leídas por el zaragozano en los textos del malagueño. Los vocablos —que aluden a cierto tipo de pañuelo usado por los toreros y a cierta pirueta en el manejo del caballo, respectivamente— figuran como entradas en el Tesoro léxico de las hablas andaluzas (2000: s.v. pañoleta y upar), recogidas previamente en otros repertorios léxicos de la variedad. La obra de Arturo Reyes está muy bien representada en las «Voces andaluzas…» (1920) y en el Vocabulario andaluz (1934, 1951). Sus autores extraen de ella infinidad de vocablos procedentes del mundo gitano y taurino. La diferencia la marca un diccionarista, con una sólida formación filológica: Rodríguez Marín. Quizás la mejor prueba de la inexistencia de una visión puramente andalucista de sus Cantos populares españoles (1882-1883), ya comentada, sea la consideración como generales de algunas voces tenidas como propias de Andalucía: los gitanismos, registrados en un número similar al de los andalucismos (vid. 1.2.2). 3. Conclusiones y propuestas He comentado algunos parámetros identificativos de la lexicografía en las variedades no estándar, ejemplificadas en este caso en las hablas andaluzas. Al ser dichos parámetros comunes al tratamiento lexicográfico de otras variedades del español peninsular, la consulta del resto de capítulos de esta sección de la monografía servirá para extender la aplicación, si bien su observancia podría ampliarse incluso a otros dominios geolingüísticos. Por supuesto, este trabajo tiene también la pretensión de servir para romper con ciertos tópicos que hasta ahora han circulado sobre la lexicografía de las hablas andaluzas: entre otros, los referidos a los diccionarios generales (como el, escaso, protagonismo de Vincencio Squarzafigo, primer Secretario de la Real Academia Española, en la inclusión de andalucismos en Autoridades [1726-1739], de la que ya he hablado en otra ocasión [vid. Carriscondo Esquivel 2006]); y los referidos a las verdaderas intenciones, que poco a poco fueron
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desvaneciéndose, de Francisco Rodríguez Marín de elaborar un diccionario de la variedad andaluza. En cuanto al tratamiento lexicográfico que han merecido las hablas andaluzas a lo largo de la historia, todavía queda mucho por hacer. La elaboración del Tesoro léxico de las hablas andaluzas (2000) de Alvar Ezquerra y la recopilación de Moreno Moreno (2007) son un buen punto de partida. Pero si queremos estar a la altura de los tiempos y aprovechar lo hecho hasta la fecha se hace necesario: (1) la creación de una base de datos con todos los andalucismos recopilados a partir de las investigaciones, ahora dispersas, de los autores, donde figuren varios campos referidos a la fecha de documentación, obras en que se constata, ejemplos de uso, continuidad lexicográfica, etc., con una presentación formalizada de toda la información; y (2) la disposición de estos materiales en línea, de acceso universal para cualquier usuario, a fin de que se puedan realizar consultas, búsquedas parametrizadas, etc., y al cuidado de una red de investigadores que puedan aportar los datos de sus pesquisas desde sus estaciones de trabajo. Y la misma colegialidad, e idéntico fin, reclamo para la elaboración de un nuevo diccionario de las hablas andaluzas, caracterizado por ser de corte sincrónico y diferencial (que es lo que he venido proponiendo siempre para el tratamiento lexicográfico de las variedades no estándar; vid. Carriscondo Esquivel 2001: 111-114), donde además se puedan ensayar otros criterios de ordenación de las entradas, como el onomasiológico, de escasa incidencia en los diccionarios de andalucismos. Por supuesto, etiquetar de cultural un diccionario de estas características sería caer en la redundancia. La investigación lexicográfica mediante la creación de redes, repartidas a lo largo de las ocho provincias andaluzas (para algo habría de servir la fragmentación universitaria diseñada por la política autonómica de la región), suena a quimera, máxime en un ámbito, el de las humanidades, donde suele primar la individualidad frente al reconocimiento del trabajo colectivo. Sin embargo, todo lo que no se haga así quedará como pura investigación libresca, sin un fin social predeterminado. Referencias bibliográficas Ahumada, Ignacio (2004a): «El valor de las fuentes escritas en la lexicografía regional: Fernán Caballero y su interés para la lexicografía histórica andaluza», en Ignacio Ahumada (ed.), 57-82. Ahumada, Ignacio (ed.) (2004b): Lexicografía regional del español. VI Seminario de Lexicografía Hispánica (Jaén, 19 al 21 de noviembre de 2003). Jaén: Universidad de Jaén. Ahumada, Ignacio (2013): «Voces andaluzas en la obra del naturalista Clemente y Rubio: Provincialismos de Andalucía (1809)», Boletín de la Real Academia Española 93 (308), 291-318. Alcalá Venceslada, Antonio (s.f.): «El Folklore en el Arte», manuscrito.
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9. LA LEXICOGRAFÍA DIFERENCIAL CANARIA: HITOS Y REFERENCIAS 1
Dolores Corbella Díaz Universidad de La Laguna [email protected]
►► Resumen
La lexicografía diferencial canaria se inició con la redacción de la Colección de voces de Sebastián de Lugo (en 1846) pero, unos años antes, la composición del Diccionario de Historia Natural de José de Viera y Clavijo (de 1799), a pesar de tratarse de una enciclopedia especializada, supuso un claro precedente en la recopilación del léxico peculiar de esta región. Ambas obras tuvieron en común el hecho de que permanecieron inéditas, como muchas otras compilaciones del siglo xix y las primeras décadas del xx, lo que incidió de manera decisiva para que el vocabulario del archipiélago, salvo alguna excepción (como la obra del también canario Elías Zerolo), quedara al margen de los repertorios generales de la lengua. El siglo xx, hasta prácticamente la década de los años sesenta, se caracterizó por la redacción de repertorios costumbristas, como los de los hermanos Millares (1932) o el de Guerra Navarro (1965). Pero, tras una etapa de estudio profundo de las peculiaridades lingüísticas de esta variedad, el fin de siglo se cerró con la publicación del Tesoro lexicográfico del español de Canarias (1992) y, a partir de él, con la edición de algunas obras que han registrado el léxico de todas las islas, tanto desde la perspectiva de su uso actual como de su documentación histórica. ►► Palabras clave Historiografía, lexicografía, dialectología, español, Canarias.
Canarian differential lexicography: milestones and references ►► Abstract
Canarian differential lexicography was inaugurated in 1846 with the appearance of Sebastián de Lugo’s Colección de voces, although José de Viera y Clavijo’s Diccionario de Historia Natural (1799) had already set a precedent in lexical compilation for this specific region, notwithstanding the latter’s specialized nature. Neither was published, like many contemporary word lists in the nineteenth and early twentieth centuries. This circumstance accounts for the fact that the vocabulary of the islands remained little known, save for certain exceptions such as the Canarian Elías Zerolo’s work, and was therefore omitted from most accounts of Spanish. Almost until the 1960s only locally-focused vocabularies were circulated such as those by the Millares brothers (1932) and Guerra Navarro (1965). Fortunately, the following decades saw 1
Del Proyecto FFI2013-43937-P (Ministerio de Economía y Competitividad).
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a proliferation of in-depth studies of the specific features of Canarian Spanish, culminating in the publication of the Tesoro lexicográfico del español de Canarias (1992), followed by studies covering present-day usage and historical documentation focusing on each of the islands. ►► Keywords Historiography, lexicography, dialectology, Spanish, Canary Islands.
1. Introducción Desde finales de la Edad Media los textos históricos daban buena cuenta del empleo de voces que se han conservado hasta hoy en el habla canaria para nombrar realidades que resultaban ajenas, o al menos diferentes, a los europeos que visitaban el archipiélago, palabras que procedían del legado aborigen o que se habían creado o adaptado a partir del aporte castellano-andaluz, gallego-portugués o francés de los primeros colonos que se establecieron en estas tierras. Pero pasarían varios siglos hasta que, en 1846, Sebastián de Lugo se planteara la necesidad de recopilar el vocabulario de esta región y tendría que transcurrir todavía una centuria más para que, en 1945, José Pérez Vidal comenzara a publicar algunos de sus trabajos sobre las peculiaridades léxicas y para que, entre 1958 y 1959, Diego Catalán y Manuel Alvar dieran un impulso decisivo al estudio científico del habla de esta comunidad y se editaran obras fundamentales, como el Atlas Lingüístico y Etnográfico de las Islas Canarias (1975-1978), que se convertirían en el germen de la actual lexicografía regional. La amplia producción diccionarística de finales del siglo xx y los primeros lustros del siglo xxi rinde un profundo reconocimiento a estos precedentes pero, a la vez, ha afrontado nuevos retos y ha planteado la necesidad de difundir fuera del ámbito puramente local un patrimonio lingüístico y cultural que, aunque hunde sus raíces en el español europeo, históricamente siempre ha estado ligado con América. La lexicografía canaria ha tenido como distintivo principal, salvo el precedente de la obra del ilustrado José de Viera y Clavijo, su carácter diferencial. No ha habido proyectos de análisis integral del vocabulario, como ha sucedido en países como México o Argentina, sino que el esfuerzo se ha centrado en la recopilación de lo peculiar. Ello se ha debido en parte a que los glosarios, vocabularios o diccionarios editados hasta ahora —incluso los más recientes— han sido obras realizadas por iniciativa particular, trabajos de sello y esmero personal llevados a cabo por grupos muy reducidos de lexicógrafos (hasta bien entrado el siglo xx, simples aficionados o diletantes, sin formación lingüística alguna, pero que tuvieron el acierto y la tenacidad de ir recopilando un vocabulario que sentían como propio e identitario). La lejanía, la insularidad y, en cierto sentido, también la necesidad de plantear proyectos asequibles justifican que la prioridad de la lexicografía canaria haya sido recopilar una información de primera mano y unos materiales de archivo que ofrezcan datos fidedignos y objetivos sobre las características específicas y la idiosincrasia cultural del vocabulario definidor de esta región.
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Desde el punto de vista histórico, otro rasgo que ha determinado el pasado isleño ha sido la diáspora continua de sus habitantes, una emigración que llevó consigo sus peculiaridades léxicas y que, a la vez, incorporó a su bagaje todo un conjunto de voces que, en el tornaviaje, continuó usando como propias. Todos estos hechos marcan el concepto de canarismo que el DRAE define como ‘palabra o uso lingüístico propios de los canarios’, utilizando el gentilicio y, por tanto, estableciendo una relación con su origen —etimológico o geográfico—, sin advertir que muchas palabras han ido ampliando su empleo y han pasado de un dialecto a otro (por lo que, aun siendo regionalismos, no son exclusivos o propios) o sin precisar que a veces lo singular es simplemente la adopción de una nueva acepción, el mantenimiento de determinadas voces (en el caso de los arcaísmos) o su elevada frecuencia de uso frente a otras variedades. Por tanto, el hecho diferencial no puede entenderse en el sentido de exclusivo, puesto que lo distintivo del habla canaria es su carácter abierto y en buena parte coincidente con otras zonas del español atlántico. Por este motivo, como en América, la lexicografía se ha planteado como contrastiva. Afirmar que una palabra se emplea en las islas y en otros lugares a la vez, y de ahí su peculiaridad dialectal, implica que paralelamente se ha constatado su ausencia o su vigencia en el registro de otras variedades del español. Esto ha supuesto que, por un lado, la lexicografía canaria se haya desarrollado desde sus inicios en dependencia y en oposición al español normativo, generalmente representado por las sucesivas ediciones del DRAE, y ello a pesar de que el diccionario académico no siempre ofrece una información completa y fidedigna sobre el uso de las palabras. Pero, por otro lado, y especialmente desde finales del siglo xix, se fue ampliado el marco referencial, en contraste con otros materiales diversos procedentes de diferentes zonas geográficas (occidente y mediodía peninsular, así como América), comparación que se ha completado en las últimas décadas con los datos proporcionados por los atlas lingüísticos y por trabajos que contemplan asimismo la variación sociolectal en todo el dominio hispánico. Aunque tradicionalmente la lexicografía de ámbito regional ha sido concebida desde la perspectiva sincrónica, otra de las características de la investigación canaria es que a esa faceta se ha unido el análisis histórico, tanto desde el punto de vista metalingüístico como desde el puramente lingüístico. Con el paso del tiempo, cada una de las compilaciones realizadas desde 1846 (e incluso antes) constituye una representación del léxico de la comunidad en una etapa o en un momento determinado. Reunidos en una sola obra todos esos glosarios y vocabularios, en forma de compendio, el resultado se ha convertido en una suma de monografías históricas que recogen toda la información formulada sobre una palabra concreta (origen, significado, vigencia). Es lo que ha sucedido con el tesoro lexicográfico de ámbito dialectal, del que Canarias presenta uno de los ejemplos más antiguos y señeros. Ese análisis diacrónico se ha completado con el rastreo del empleo de las voces en los textos escritos en el archipiélago desde los inicios de la adscripción a la corona de Castilla de las islas más orientales (Lanzarote y Fuerteventura), en 1402, dentro de un proceso que culminó en 1496 con la rendición de la última isla de realengo (Tenerife). La temprana historia
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del léxico canario pone de manifiesto las relaciones seculares y la vía de entrada de multitud de voces que hoy se consideran propias del español americano, pero que tuvieron en el isleño su étimo inmediato y que, por tanto, deben ser consideradas como canarismos históricos en aquellos países donde su empleo se ha hecho común. La lexicografía dialectal ha sido prácticamente siempre semasiológica, a lo largo de sus varios siglos de existencia. Pero en los últimos años, la información que proporcionan los atlas lingüísticos, tanto al lexicólogo como al lexicógrafo, ha contribuido a la aparición de repertorios onomasiológicos como auxiliares de los diccionarios tradicionales. Esta posibilidad se ha introducido en la concepción de algunas de las monografías recientes que se han elaborado bajo la doble perspectiva que convierte al diccionario no solo en «descifrador» («que ayuda a entender»), sino también en «cifrador» («que ayuda a decir»), siguiendo la terminología de Seco (2003: 95) y el lema de Julio Casares que consideraba el producto lexicográfico como instrumento evocador de significados y de conceptos: «desde la idea a la palabra; desde la palabra a la idea». Partiendo de estas consideraciones generales, en las siguientes páginas presentaremos los principales referentes e hitos de la práctica lexicográfica en el archipiélago durante estos últimos siglos2, un quehacer que, con mayor o menor acierto, ha seguido los dictámenes y pautas que cada época ha ido marcando en el resto de las lexicografías de ámbito regional del amplio espectro del mundo hispánico, pero que también ha forjado nuevos métodos y modelos de cómo debe concebirse la moderna lexicografía regional del siglo xxi, con el fin de dotarla de la precisión, exhaustividad y rigurosidad necesarias para que sus materiales puedan avalar la riqueza léxica del español en su diversidad (e inmensidad) geolectal, tanto en la actualidad como en épocas pretéritas. 2. Un precedente ilustrado: José de Viera y Clavijo En 1799 el historiador canario José de Viera y Clavijo (1731-1813) daba por finalizada la redacción de su Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias, un texto al que seguiría añadiendo nuevos datos hasta aproximadamente 18103. Pero, a pesar de
No pretendemos dar cuenta de toda la producción diccionarística llevada a cabo en las islas, una tarea que abordamos en el capítulo dedicado a «Lexicografía» en la Bibliografía Lingüística del español de Canarias (Corrales / Álvarez / Corbella 1998: 107-115) y que Corrales (1996) ha analizado con detalle. 3 Aunque el Cabildo catedralicio de Las Palmas tuvo la intención de editar el diccionario justo antes de la muerte del autor, acaecida en 1813, la obra permaneció inédita hasta que, entre 1866 y 1869, la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria asumió su publicación. A esa primera edición, realizada sobre las copias que circularon manuscritas durante la primera mitad del siglo xix, le faltaban dos de los trece cuadernos que componían el texto redactado por Viera. Una copia de uno de ellos, el noveno, se publicó unos años más tarde, en 1900, en la revista El Museo Canario, mientras que el duodécimo (que corresponde a una parte de la letra t y a los artículos que 2
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la extraordinaria importancia y repercusión de este trabajo y de su carácter pionero en muchos sentidos, este repertorio no es un diccionario de lengua sino una enciclopedia especializada, como queda perfectamente precisado en el subtítulo: Índice alfabético descriptivo de sus tres reinos animal, vegetal y mineral. Señalaba Fernández-Sevilla (1974: 66) que en este tipo de obras la entrada no funciona «como signo léxico sino como etiqueta documental que da acceso a numerosas informaciones sobre el mundo. Por ello, la nomenclatura de la enciclopedia está constituida por nombres o elementos de carácter nominal». Como hombre de su época, Viera y Clavijo tuvo la fortuna, como él mismo escribió, de «vivir en el siglo de las luces en que muchos no viven», de conocer de primera mano en París los últimos avances científicos, que le permitieron en su retiro canario abrir «el libro voluminoso de la naturaleza» y dedicarse a describir la biodiversidad del archipiélago. En esta tarea, que ocupó la última etapa de su vida4, el historiador canario siguió fielmente a sus modelos franceses (en especial el Dictionnaire raisonné universel d’histoire naturelle y la Minéralogie, ou Nouvelle exposition du Regne Minéral, de Valmont de Bomare, que completó con la Histoire naturelle générale et particulière del conde de Buffon, el Cours complet d’Agriculture del Abate Rozier, la Encyclopédie de Diderot y d’Alembert, y los primeros volúmenes de la Encyclopédie méthodique), por lo que las entradas de su obra, en su mayoría, resumen o traducen los datos que ya aparecían en sus referentes bibliográficos (como sucede con los lemas abejas, aceite, aceituna, acelga, adonis, adormidera, ágata, agérato, agracera, agua, ajo, ajo porro, alabastro, álamo, algas, almendro, alondra, árboles, arbusto, arcilla, arena, atún, avellano, avena, azúcar…), aunque no dudó en incorporar también, a veces con entrada independiente, las voces empleadas en el archipiélago (como abocasto, acebiño, alfonsiño, algáfita, algaritopa, azaigo…)5. En general, sus descripciones presentan las limitaciones propias de una ciencia que, en algunos camcomienzan por las letras u y v) todavía permanece desaparecido. Solamente la última edición de esta obra, de 2014, ha cotejado los manuscritos originales de Viera, eliminando los numerosos errores de transmisión de los apógrafos. 4 Nacido en el norte de Tenerife, en 1731, Viera formó parte de la tertulia lagunera del marqués de Villanueva del Prado. A finales de 1770 se trasladó a Madrid con el fin de publicar su Historia de Canarias y allí entró al servicio de su mecenas, el Marqués de Santa Cruz. Entre 1777 y 1778 viajó por Francia y Flandes y, de 1780 a 1781, por Italia y Alemania. Tras ser nombrado arcediano de Fuerteventura, tuvo que regresar al archipiélago (en este caso, a Gran Canaria) e iniciar un retiro que sintió como exilio. Vicente Salvá utilizó citas entresacadas de su obra historiográfica entre las autoridades de la Gramática de la lengua castellana (1827), una muestra de la importante repercusión del autor canario y de la recepción de su producción fuera del ámbito insular. 5 Solamente un 39 % de las entradas van encabezadas por voces propias del archipiélago (es decir, 411 de los 1051 artículos lexicográficos que componen el Diccionario). En la mayoría de las ocasiones, la información dialectal aparece en el interior del artículo, como en «abubilla (Upupa). Ave que abunda en nuestras Canarias y que se llama comúnmente abobito»; «aguamala (Aqua mala, Pulmo marinus) llamada también aguaviva»; «ajenjo […] En la isla del Hierro los llaman mol, y en la de Tenerife inciensos verdes»; «lisa […] pez llamado lebrancho en Canaria».
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pos, a pesar de los significativos avances de la época de la Ilustración, todavía tardaría años en superar los tópicos tradicionales6. Por otro lado, muy poco se conocía en aquella época de los endemismos de las islas, que el ilustrado canario generalmente asocia a los ejemplares europeos o describe con parámetros continentales7. La empresa que llevó a cabo Viera y Clavijo marcó los inicios del estudio de la naturaleza canaria, aunque en el contexto de la ciencia del siglo xviii la obra del investigador isleño no fue más que un eslabón de aquella época de efervescencia que motivó la Ilustración. El mismo Terreros y Pando, en el «Prólogo» de su obra magna, había señalado que «Si algún sabio o muchos de cada Provincia, se tomase el cuidado de formar un pequeño Diccionario de la que le toca, pienso que le haría un servicio y aun al Reino todo, y más si se reuniesen después al lenguaje común, puro y castellano» (1786: I, iv). Dentro del campo de las ciencias naturales, el botánico valenciano Antonio Cavanilles, compañero de Viera y Clavijo durante su estancia en París en 17808, había proclamado más de una vez la necesidad de realizar un buen diccionario de historia natural en el que tendrían cabida las aportaciones particulares de cada región, ya que resultaba imprescindible no solo dotar al español de una terminología científica, unívoca y moderna, sino realizar a la vez estudios de campo, describir la flora y la fauna propias e ir anotando y haciendo acopio de las voces populares de cada variedad. También el catedrático de Botánica Antonio Palau y Verdera, al que Viera conoció y trató en Madrid, a pesar de las críticas que recibieron sus traducciones, había realizado un primer avance en la adopción de la nomenclatura científica, «para que se empiece a introducir el lenguaje de esta ciencia; y añado en algunas especies los vulgares y provinciales que he podido adquirir» (1784: I, xxx). Unos años más tarde, Juan Álvarez Guerra, en su versión castellana del Diccionario universal de agricultura de François Rozier, puntualizaba: 6 Vid. las definiciones de las algas (s.v. algas), esponjas (s.v. esponja), moluscos (s.v. babosa) y cefalópodos (s.vv. calamar, pulpo), insectos (s.v. gorgojo), batracios (s.v. rana), equinodermos (s.v. erizo), que no aparecerán formuladas en un diccionario con criterios actuales hasta la edición del DRAE de 1899 e incluso más tarde. Así, el calamar era para Viera un «Viviente marino, especie de pez-insecto, que lleva la cabeza entre el vientre y los pies, y que toma vuelo en el agua»; del lobo marino (en realidad, la foca monje) afirmaba que se trataba de un «animal anfibio, vivíparo», mientras que del drago señalaba que es un «árbol famoso de la familia de las palmas», siguiendo todavía la clasificación de este género que Tournefort había establecido un siglo antes. 7 Por ejemplo, en la entrada averno describe el aliso común o alno, que no se encuentra asilvestrado en las islas, en lugar del endemismo Heberdenia excelsa; en el lema madroño define la especie europea Arbutus unedo y no la ericácea endémica; o bajo la voz sauce presenta el sauce común en lugar del endemismo macaronésico Salix canariensis. 8 La amistad del botánico valenciano la conservó durante el resto de su vida, como muestra su intensa relación epistolar. Con Cavanilles compartió su estancia en París y las visitas a las academias y gabinetes de la capital francesa, y juntos asistieron a los cursos de botánica, química y física que ofertaban en sus propias residencias los más renombrados científicos de la época, como Valmont de Bomare o Sigaud de la Fond.
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He creído oportuno dar el primer lugar al nombre científico de cada cosa para evitar la confusión y equivocaciones que sin esta precaucion ocurririan pero no por eso he omitido los vulgares; á cada uno se le dan quantos tienen, poniendo por cabeza el científico y colocando los demas con remisiones á él (1797: I, iv).
Todas estas obras, como el Diccionario de Viera, a pesar de que no fueron concebidas inicialmente desde la perspectiva lingüística, constituyen fuentes importantes para el conocimiento de las nomenclaturas populares de aquella época, aparte del interés botánico, geográfico, histórico o etnográfico que intrínsecamente poseen. Viera y Clavijo entraría dentro de esa corriente ilustrada que tendría seguidores en otras regiones, como José Andrés Cornide, Martín Sarmiento o Juan Sobreira, en Galicia; Jordán de Asso o Pedro Gregorio de Echeandía, en Aragón; Simón de Rojas Clemente y Rubio o Cecilio García de la Leña, en Andalucía; Hipólito Ruiz, José A. Pavón, Félix de Azara o José Celestino Mutis, en América. 3. El nacimiento de la lexicografía diferencial canaria en el siglo xix Dejando a un lado el importante precedente de la obra de Viera y Clavijo, fue el diplomático palmero Sebastián de Lugo-Viña Massieu (1774-1852) el recopilador del que se puede considerar realmente el primer diccionario diferencial del archipiélago, un pequeño vocabulario de 214 entradas, fechado en 1846, que lleva el título de «Coleczión de vozes i frases provinciales de Canarias». Como sucedería con otras muchas compilaciones del léxico isleño (y como de hecho había ocurrido ya con el Diccionario de Historia Natural, que tardó más de sesenta años en ser llevado a la imprenta), el texto de Lugo permaneció inédito hasta que, en 1920, Cipriano Muñoz y Manzano (Conde de la Viñaza) entregó a la Real Academia, para su publicación en el Boletín, las fichas que unos años antes había copiado el bibliófilo Bartolomé Gallardo. Nada se sabe del manuscrito original, cuyo paradero se desconoce9, y la versión que se publicó, aparte de algunas erratas evidentes, presenta la particular ortografía de Gallardo, un hecho que no fue tenido en cuenta cuando la RAE incorporó algunas de aquellas voces canarias a las ediciones sucesivas de su diccionario (especialmente a las de 1925 y 1936)10. Destinado a la carrera diplomática, hacia 1793 Sebastián de Lugo se trasladó a Madrid para incorporarse a los Reales Estudios de la Corte, del que su tío Estanislao de Lugo-Viña y Molina había sido nombrado director. Entre 1807 y 1808 el canario 9 En el catálogo antiguo de la Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife, redactado hacia 1889, aparecía un asiento que daba cuenta de la existencia en sus fondos de un «Vocabulario de palabras provinciales de Canarias. 1 vol. 16º». Este manuscrito, como otros muchos pertenecientes a esta biblioteca, se perdió, pero podría tratarse del original o de una copia de la recopilación de Sebastián de Lugo. 10 El repertorio puede consultarse por la edición corregida que, con motivo del centenario de su redacción, realizó el investigador José Pérez Vidal en 1946.
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se exilió en Francia a causa de su implicación en el proceso de El Escorial, aunque a su vuelta, y tras ser absuelto, fue nombrado para ocupar los destinos de segundo Secretario de la Legación española en Filadelfia (1810), Hamburgo (1815) y Viena (1820)11. De sus aficiones lingüísticas nada se sabe, ni tan siquiera si inició la recopilación de voces durante su juventud o en alguna de las ocasiones en que regresó a las islas para zanjar asuntos familiares12. Lo que sí es evidente es que Lugo hizo acopio de sus recuerdos personales y que algunos de los términos que consideró pancanarios presentaban en su época (y todavía hoy) un uso circunscrito a La Palma, isla en la que nació y de la que procedía su familia materna13. La Colección aparece dividida en tres apartados: uno con las palabras de empleo común (ciento noventa y dos entradas); otro dedicado a las «Vozes de general uso en Canarias, i qe en Castilla casi no se usan, ni conozen, a pesar de hallarse en el Diczionario de la Lengua en el mismo sentido qe en aqella provincia» (con un listado de diecisiete términos), y un último capítulo de «Vozes de uso general en Canarias qe se encuentran en el Diczionario de la Lengua, aunqe con bastante variedad en el sentido» (con cinco lemas en los que contrapone el significado académico con la acepción que han adquirido esas palabras en el archipiélago). El carácter diferencial-contrastivo del repertorio resulta evidente en los mismos epígrafes, aparte de que en algunos términos se apunta la coincidencia de uso con Galicia (poniendo de relieve por vez primera la posible procedencia occidental de una parte del vocabulario canario)14. No representa el diccionario de Sebastián de Lugo una excepción dentro del panorama de la lexicografía regional del español europeo de mediados del siglo xix, si bien en este campo el español ultramarino había tomado la iniciativa con las obras de Fray Pedro Simón (de 1627), Manuel José de Ayala (de mediados del siglo xviii) o de Esteban Pichardo (de 1836). Los estudios y recopilaciones del léxico diferencial del español peninsular habían surgido con fuerza para el aragonés con los trabajos de José Siesso Bolea (de 1715-1726), Mariano Peralta (1836) o Jerónimo Borao y Clemente Al parecer, de todos estos destinos el canario no salió muy bien parado, debido a su carácter intransigente y, en muchas ocasiones, conspirador. Vid. Demerson / Montero Sánchez (1988). 12 Hay constancia de que volvió al archipiélago al menos en dos ocasiones, en 1824 y, seguramente, en 1844. 13 Pobladas por algo más de dos millones de habitantes, las Canarias presentan como singularidad un territorio extremadamente fragmentado, con fronteras muy marcadas entre las islas y, dentro de estas, con zonas que por su orografía han quedado prácticamente marginadas durante siglos, por lo que muchas de las voces consideradas inicialmente por sus recopiladores como de uso generalizado en todo el archipiélago puede resultar que posean un empleo adscrito a una circunscripción insular. En el vocabulario de Lugo sucede así con entradas como sarillo (exclusiva de La Palma), moriángano (registrada en La Palma, La Gomera y Tenerife) o chocallero (documentada únicamente en La Palma y Tenerife), que pasaron al DRAE como si fueran de uso común. 14 Tras el lema, se ofrece la categoría y el significado de cada palabra, a veces con ejemplos de uso; en la definición abunda la de carácter sinonímico, aunque también la de tipo parafrástico, utilizando un léxico común no marcado geolectalmente salvo en contadas ocasiones. 11
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(1859), y poco a poco se irían incorporando a esta nómina las referencias procedentes de otras variedades del español europeo. Como algunos de estos precedentes de la lexicografía diferencial, el texto de Lugo, al permanecer inédito, no tuvo repercusión alguna entre sus conterráneos. Pero, a partir de su publicación en 1920, la Academia no dudó en utilizar la Colección como fuente, de tal manera que se ha convertido en el vocabulario que más canarismos ha proporcionado al DRAE. Cronológicamente, corresponde a Benito Pérez Galdós la autoría del siguiente repertorio de regionalismos insulares del que tenemos constancia, un inventario de palabras que recopiló en sus años juveniles en Gran Canaria (en torno a 1860), mientras preparaba en el Colegio de San Agustín de Las Palmas su examen de bachiller. El mayor interés de esta pequeña recopilación estriba en la notoriedad de su autor y en la relativa antigüedad de la composición15. Aunque tradicionalmente ha sido conocido como Voces canarias recopiladas por Galdós, tal como figura en la primera edición que se llevó a cabo en 1930, el texto original que se conserva en el Museo Canario, y que donó a esta institución su sobrino José Hurtado de Mendoza, aparece fichado con el título de «Vocabulario de modismos canarios usado constantemente por D. Benito». Una de las aficiones que mostró el novelista a lo largo de su vida fue la de recoger listados de palabras, por lo que seguramente esta colección de voces le sirvió en sus primeros artículos publicados en el periódico El Ómnibus, de Las Palmas, para recrear, a través del lenguaje, las costumbres y la sociedad canaria de su época. Pero no parece que haya utilizado esta recopilación en sus obras posteriores, a pesar de que en toda la producción galdosiana se advierte la presencia de algunas palabras y giros que delatan su origen y que constituyen «la muestra más importante e indiscutible de la carga cultural isleña de Galdós» (Pérez Vidal 1979: 8)16. Son localismos que utilizó para dar credibilidad al habla popular de sus personajes o en su propio discurso de narrador, como referencias inconscientes de su procedencia diatópica17. El manuscrito muestra la intervención de, al menos, otra mano que añadió nuevas voces al final de algunas letras (como arrifafalo, abobito, bruma, chinchorro, engrifado, fábrica, halar, jasío, lindón, moquenca, pujavante, pinto, palmero, tarosada o vieja [coger una]). 16 Frente a su progresiva «madrileñización», Pérez Vidal (1979: 7-8) afirma que el insigne novelista «incorpora, no desecha y olvida. […] Es raro el personaje de Galdós que no esté inspirado en la realidad. Y las islas, lejanas, en el recuerdo, fueron, sin duda, una pequeña parcela de esa realidad». El mismo Pérez Vidal anota en toda la producción narrativa galdosiana el empleo de medio centenar de canarismos, de los que solamente ocho aparecen en la lista recopilada en sus años juveniles. Vid. también Rodríguez Marín (1996: 35-38). 17 Sucede así con la preferencia que presenta en el uso canario de canelo frente al normativo marrón en varias de sus obras, o el abandono paulatino del empleo del término gaveta ‘cajón’ cuando advierte su carácter geolectalmente marcado. Entre otras, formaban parte de su competencia idiomática (y por eso aparecen en sus obras) voces como comistraje (junto a la general comistrajo), familiaje ‘familia’, ferruje ‘herrumbre’, fondaje ‘sedimento’, fundamento ‘formalidad’, genterío ‘gentío’, jembrerío ‘mujerío’, latada ‘emparrado’, loquinario ‘persona alocada’, pela (a la) ‘a horcajadas sobre los hombros’ o sabandijo ‘persona despreciable’ (vid. los datos recogidos en el DHECan). 15
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En total, Pérez Galdós recopiló en sus Voces canarias 437 palabras, de las que una cuarta parte puede considerarse de uso exclusivo de Gran Canaria (o al menos cuyo empleo se ha difundido desde esta isla). El listado es muy sencillo, pues se limita a registrar las entradas acompañadas solo en determinadas ocasiones de un sinónimo a modo de definición (en la letra N, por ejemplo, recoge cuatro lemas de los que solamente uno presenta significado: nacencia «tumor», nalgada, naranjero, nombrete)18, incluyendo como artículos algunas locuciones y frases (al fin y al fallo, arrancar la caña, doblar las cajetas, el peso del día…), aunque sin orden determinado y con una ortografía mayoritariamente fonética. Como ha indicado Corrales (1993: 4), no estaba en la intención del joven autor elaborar un léxico insular «con todo el aparato técnico que tal tarea necesita, desde las definiciones a las explicaciones diversas sobre el origen y usos de los vocablos»: simplemente se limitó a escuchar y a tomar nota de algunas de las singularidades del habla isleña de la segunda mitad del siglo xix19. Tampoco tuvieron la suerte de ser editadas en la época en que se compusieron (ni de ser conocidas y difundidas) las obras de otros dos eruditos que se ocuparon de la recolección de las particularidades léxicas del archipiélago: las Voces, frases y proverbios provinciales de nuestras Islas Canarias con sus derivaciones, significados y aplicaciones y el Glosario de canarismos. Voces, frases y acepciones usuales de las Islas Canarias del tinerfeño José Agustín Álvarez Rixo y el grancanario Juan Maffiotte, respectivamente. Con estas nuevas entregas el repertorio de insularismos fue completándose, aunque siempre sin perder de perspectiva el referente académico, siguiendo la misma línea que se había trazado Sebastián de Lugo. Resulta difícil de catalogar la figura de Álvarez Rixo (1796-1884), polígrafo decimonónico dedicado a la política, al periodismo y a la historia locales. Nacido en el Puerto de la Cruz (al norte de Tenerife), hijo de un comerciante portugués procedente de Trás-os-Montes, residió durante su etapa de niñez y juventud en Lanzarote, Gran Canaria y Madeira. Pudo observar de este modo las peculiaridades de cada una de estas islas, aparte de profundizar, por su conocimiento del portugués, en la etimología lusa de numerosos vocablos. Se preocupó asimismo del legado aborigen y dejó inédito otro trabajo sobre el Lenguaje de los antiguos Ysleños20. El apego de Álvarez Rixo por el estudio del léxico del archipiélago quedó plasmado en un artículo que publicó en el periódico palmero El Time, de 22 de mayo de 1868, titulado «Vocablos de Canarias», en el que se hacía eco de «la noticia de que la Real Academia Española trata de hacer otra nueva edición del Diccionario de la lengua» Aproximadamente un 40 % de las entradas presenta definición sinonímica. Para la pervivencia de estos dialectalismos en el canario actual, vid. Hernández / Samper (2003). 20 Esta última obra y el manuscrito de las Voces, frases y proverbios provinciales… fueron copiados, alrededor de 1880, por el también historiador canario Agustín Millares Torres, por lo que algunos investigadores pudieron acceder a ellos en los fondos del Museo Canario en Las Palmas de Gran Canaria. Los textos originales fueron conservados en el archivo familiar del Puerto de la Cruz hasta que, en 2015, pasaron a la biblioteca de la Universidad de La Laguna. 18 19
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(seguramente la undécima, de 1869), por lo que sugería la incorporación de «algunos vocablos dignos de figurar en dicha obra por lo generalizados que se hallan no solo en Canarias sino también en las provincias americanas»21. Ya por aquella fecha, como afirma en este ensayo periodístico, Álvarez Rixo tenía compuesto un «cuadernito» de términos provinciales, esto es, la recopilación titulada Voces, frases y proverbios provinciales de nuestras Islas Canarias…, que debe datarse, por tanto, antes de 1868 (seguramente en torno a 1865). Este texto se compone de 305 entradas, para las que el autor ofrece no solo la categoría y la definición, sino que aporta la etimología (indígena, portuguesa, bereber, francesa, inglesa y, en un solo caso, americana), la localización y las frases hechas y refranes a que ha dado lugar. En la breve introducción que precede a la obra, Álvarez Rixo no duda en afirmar que «Las personas que hayan leído las Historias de las Canarias y recuerden que los portugueses hicieron figura en ellas […] no extrañarán las muchas dicciones suyas que en las Islas se encuentran». Además, advierte «que las voces y frases recopiladas, unas son comunes a una sola isla, otras lo son a parte de ellas o a todas», por lo que en las entradas suele dar referencia de ese empleo geolectalmente acotado («en Canaria la nombran ñota» —s.v. alcaritofe—; «Bollo estreme o estremie… Úsase en La Palma»; «Erúes. Llaman en El Hierro a la baya o semilla del haya…»)22. Sus referentes bibliográficos son, aparte del DRAE (que cita expresamente), las obras de Viera y Clavijo (tanto su Historia de Canarias como el Diccionario de Historia Natural) y las noticias que habían proporcionado algunos viajeros que recalaron en las islas a finales del siglo anterior (como el botánico Augusto Broussonet) o durante la primera mitad del siglo xix (como el diplomático Sabino Berthelot). Algo posterior es el Glosario de canarismos de Juan Maffiotte (1855-1887), que consta de 1309 fichas numeradas. Ante la temprana muerte del autor, su hermano Luis Maffiotte, afincado en Madrid, solicitó encarecidamente a sus amigos canarios el envío de sus manuscritos inéditos, entre los que se encontraba «un vocabulario de la tierra». Una vez que tuvo en su poder este glosario, Luis refundió el texto original y lo comparó con el DRAE en su edición de 1889 y, de manera sistemática (por lo menos hasta la letra D), con los datos que ofrecía sobre las voces del archipiélago el artículo
21 No llegó a la Academia esta temprana propuesta del autor portuense y de las quince voces que recogía (alicán o alicaneja, barbusano, burgado, claca, cosco o cofe-cofe, escán, esteo, gánigo, goro, moriángana, orcaneja, perenquén, sato, tolmo y viñátigo), solamente seis entrarían con posterioridad en el DRAE a través de otras vías, tres como canarismos (barbusano, en 1925; moriángano, en el Suplemento de 1947; y perenguén —en lugar del correcto perenquén—, en 1936), dos sin marcación geolectal alguna (burgado, en 1925, y tolmo, en 1914 con la acepción general de ‘peñasco aislado’) y una como propia de América (sato, en 1992, como voz exclusiva de Cuba y Puerto Rico). 22 A veces ofrece datos sobre nivel de uso («Novelo… Entiéndese algunas veces entre la plebe como reburujón de enredos o menesteres de brujas»; «Quala, por qual. Vulgarmente han hecho femenino este pronombre en las Islas. Corruptela que se debe corregir»).
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«La Lengua, la Academia y los Académicos» de otro canario, Elías Zerolo23, residente en París y conocido en la lexicografía posterior por haber sido director del magnífico Diccionario Enciclopédico de la Lengua Castellana que la editorial Garnier publicó en la capital francesa en 1895. Ese manuscrito reelaborado, aunque todavía inacabado (y no el autógrafo de Juan Maffiotte), es el que durante más de un siglo ha custodiado el Museo Canario y a él tuvieron acceso los investigadores hasta que, en 1993, fue editado bajo el patrocinio del Instituto de Estudios Canarios. Maffiotte incluye en su repertorio no solo voces o acepciones diferenciales sino que da entrada asimismo, como lemas independientes, a las variantes o palabras que presentan lo que él denomina «pronunciación defectuosa», debido a las particularidades del español atlántico (seseo, aspiración…) o a la «corrupción» de términos normativos que califica generalmente como «vulgares» o «familiares» (porque presentan reducción de grupos consonánticos cultos, cambio de b- inicial por g-, neutralización de r / l en posición implosiva, epéntesis, aféresis, metátesis, analogías en las formas verbales…). Apunta, tras la definición, el carácter arcaico de algunas palabras, así como el origen andaluz o extremeño de numerosos canarismos o la coincidencia con América (generalmente Venezuela y Cuba), la procedencia portuguesa, el aporte indígena, galicismos inéditos (como «creyón. s. m. Lápiz de dibujo: del francés crayon»), los términos náuticos que han pasado a incorporarse al uso popular, o la frecuencia de empleo de determinadas voces o locuciones en relación con el español peninsular. Tomando los datos del Diccionario de Viera y Clavijo, añade el nombre científico a las entradas correspondientes a Historia natural y no duda en incorporar ejemplos y remisiones internas a variantes y sinónimos (vid. el artículo «Maraballas. Virutas [Santa Cruz de T.], Farfullas (Palm.), Garepas (G. Can.)») que contribuyen a dar una mayor cohesión a la praxis lexicográfica y convierten este texto, sin duda, en el mejor repertorio decimonónico de canarismos. 4. Lexicografía y costumbrismo del siglo xx En los últimos años del siglo xix y, sobre todo, durante la primera mitad del siglo xx surge en Canarias una importante literatura regional que utiliza la lengua como uno de los referentes culturales propios de la identidad y la idiosincrasia isleña. Novelistas como los lanzaroteños Ángel Guerra (pseudónimo de reminiscencias galdosianas con que firmó sus obras José Betancort Cabrera) y Benito Pérez Armas o los grancanarios Miguel Sarmiento, Manuel Pícar y Morales y los hermanos Luis y Agustín Millares Cubas no dudan en ambientar sus relatos con unos paisajes que evocan los más recónditos lugares de la costa o del interior de las islas o que muestran la vida en los barrios
23 Zerolo había realizado este artículo a raíz de la lectura de la obra de Baldomero Rivodó titulada Voces nuevas en la lengua castellana (París, 1889).
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populares de las incipientes aglomeraciones urbanas de Santa Cruz o de Las Palmas. El lenguaje se convierte en uno de los instrumentos más importantes de recreación de la sociedad isleña, por lo que los autores resaltan, incluso tipográficamente, las voces más identificativas, anotando en ocasiones a pie de página comentarios decodificadores del significado de los dialectalismos que de forma reiterada suelen jalonar estos relatos. Al amparo de sus creaciones literarias y, en cierto sentido, complementarios de estas, se publicaron algunos vocabularios como muestras de ese fenómeno de hipercaracterización dialectal que aparece asiduamente en los textos y en los que, a la marca geolectal, se añaden otros factores de registro lingüístico e, incluso, de valoración social. Los dos ejemplos más singulares de este tipo de lexicografía regional costumbrista lo constituyen las obras de Luis (1861-1926) y Agustín Millares Cubas (1863-1935) y la de Francisco Guerra Navarro (1909-1961), de amplia repercusión en el archipiélago y fuera de él, ya que se han convertido en fuentes del léxico canario en algunos diccionarios generales del español24, a pesar de que se hayan basado en el análisis de las voces circunscritas a una única isla y, por lo general, a estratos muy populares del habla. Conocidos por su importante actividad cultural en Las Palmas25, los hermanos Millares Cubas publicaron, en 1924, el Léxico de Gran Canaria, una recopilación que refundió en 1932 Agustín Millares con el título de Cómo hablan los canarios26. Escribían los autores en las advertencias preliminares de la edición de 1924 que no habían pretendido «realizar obra de ciencia, no por falta de deseos, sino de la preparación filológica e histórica que es indispensable para ello», por lo que aspiraban simplemente «a tratar el asunto literariamente, a que esta tentativa de Diccionario sea un compendio entretenido y viviente de las modalidades de expresión de nuestro buen pueblo canario». Restringían su repertorio a la isla de Gran Canaria aunque, como advierten, con toda seguridad muchos de los vocablos y modismos contenidos en él se usaban en el resto del archipiélago, «dejando el campo abierto para que los literatos y folkloristas de las demás Islas mayores o menores, produzcan, por ejemplo, un Léxico de Tenerife o un Léxico majorero para ornamento y regocijo de la literatura
La obra de los Millares fue una de las referencias que empleó Martín Alonso para su Enciclopedia del Idioma (1958), mientras que la edición de 1987 del Diccionario General e Ilustrado de la Lengua Española (DGILE), dirigida por Alvar Ezquerra, recurrió a Francisco Guerra Navarro (1965/1983) (y al ALEICan) como fuentes de nuevos canarismos. También el DRAE, en sus ediciones de 1984 y 1992, enriqueció su catálogo con unos pocos términos tomados de este último autor. 25 Su reputación procedía no solo de su labor como escritores de cuentos, novelas y obras de teatro, que solían firmar conjuntamente, sino también de su condición de mecenas. Convirtieron el llamado «teatrillo de los Millares» (que fundaron en 1908), y luego su propia casa, en centro de reunión de los escritores e intelectuales de la época, insulares y foráneos, como Salvador Rueda o Miguel de Unamuno. 26 Aunque así consta en las ediciones, según las Memorias inéditas de Agustín Millares Cubas, la redacción de la compilación de 1924 también le correspondería en exclusiva (vid. Quintana 1993: 307). 24
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regional»27. Para las denominaciones populares que recibían los elementos de la biodiversidad canaria remitían al Diccionario de Viera y Clavijo, anotando únicamente algunos términos «que se usan en sentido traslaticio, como sarga (pez) por astuto, ladino; guirre (buitre canario) por flaco, desmedrado y otros que han dado origen a frases o modismos populares»28. En total, Cómo hablan los canarios incluye 636 entradas que sus autores clasifican, atendiendo a su origen y evolución, como arcaísmos («voces desusadas ya en la Península y conservadas aquí merced al aislamiento en que vivieron las Canarias hasta muy avanzado el siglo xix»), deformaciones de vocablos españoles (variantes fonéticas y derivados), términos patrimoniales con cambio de sentido («palabras castellanas desviadas de su primitivo significado o empleadas con una acepción distinta de la genuina»), préstamos galaico-portugueses (debido a la «gran afluencia de familias gallegas y portuguesas en Gran Canaria en los años que siguieron inmediatamente a la Conquista»)29, guanchismos («pocas son las auténticas que han llegado hasta nosotros, si dejamos a un lado, como impropios de este trabajo, los nombres de localidades»), americanismos («o más bien cubanismos, ya que la gran mayoría de las palabras y modismos venidos de América han sido importados de la Gran Isla hermana»)30, voces traídas de la costa de África («por los marineros costeros [roncotes]»)31, marinerismos («provenientes del léxico de la gente de mar») y palabras de origen incierto («producto de circunstancias o sucedidos locales cuyo recuerdo se ha perdido, o sencillamente del capricho popular»). Algunas etimologías resultan evidentes, como las que presentan para los delocutivos rascabuche, tirijala o un poquito de tente allá, o incluso desvelan la motivación primaria que dio lugar a determinadas frases hechas32. Pero en otras ocasiones, las propuestas, aunque ingeniosas, resultan suposi27 El testigo lo tomó José Valenzuela Silva, que publicó, en 1933, un Vocabulario etimológico de voces canarias, en el que completó los datos que ofrecían los Millares con los recogidos en los diccionarios generales del español y en otros léxicos regionales. 28 Solo en determinadas ocasiones no siguen esta norma e incorporan la definición de voces de la flora y fauna insulares como panasco, perinquén o sebas, las dos primeras presentes también en el texto del ilustrado canario. 29 En la reseña que Wagner realizó en 1925 de la primera edición de esta obra, el investigador alemán destacaba el elevado número de voces y acepciones portuguesas registradas, a las que pudo añadir casi medio centenar más. 30 Zerolo, como ya hemos señalado, había comparado unos años antes el vocabulario del archipiélago con el venezolano, pero los Millares hacen hincapié en la comunidad lingüística canario-cubana, reflejo de la importante emigración isleña, ininterrumpida desde el siglo xvi, pero que en torno a 1898 llegó a alcanzar sus cotas máximas. 31 Por vez primera se señala en un vocabulario canario este pequeño pero singular aporte al habla del archipiélago, como préstamos directos del hassaniyya norteafricano, aunque no todos los ejemplos recogidos por los Millares parecen tener este origen. 32 Vid., entre otras, las explicaciones que ofrecen para locuciones verbales como irse pa las plataneras (equivalente a ‘morirse’) o mandar a freír bogas al Toril (empleada para despedir a alguien
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ciones bastante alejadas de la realidad que generó la palabra o expresión33. Destaca, asimismo, la información que incluyen en el artículo lexicográfico sobre el registro específico de algunas palabras, su frecuencia de empleo o el nivel de estratificación sociocultural en el que se inserta su uso, conscientes de que ese léxico ya se estaba perdiendo. El texto se enriquece, además, con pequeñas historias, anécdotas, comentarios y ejemplos, tomados mayoritariamente por los autores durante el desempeño de sus profesiones: ¡Cuántas veces nos sucedió interrumpir las confidencias de un enfermo o de un testador para tomar una rápida nota en una hoja de papel, bajo la benévola mirada del visitante, persuadido de que se trataba de un detalle de importancia para su cuita, cuando en realidad el objeto del apunte era una canariada cometida ingenuamente en el curso de la conversación!34
El paralelismo de las obras de los Millares y la de Francisco Guerra Navarro (autor de la Contribución al léxico popular de Gran Canaria, publicado en 1965) resulta evidente, a pesar de las tres décadas que las separan, no solo porque ambas hunden sus raíces en los ambientes populares grancanarios sino también porque la labor de lexicógrafos en estos autores surgió como consecuencia de su experiencia narradora, ya que prácticamente todas las voces que recopilan en sus vocabularios les sirvieron previamente para caracterizar el discurso de los protagonistas de sus cuentos y obras de teatro. Nacido al sur de Gran Canaria (en San Bartolomé de Tirajana), Francisco Guerra Navarro se trasladó a Las Palmas para realizar sus estudios de primaria y bachillerato y, a partir de 1947, fijó su residencia en Madrid como cronista del rotativo Informaciones35. Al igual que Pérez Galdós, en los años juveniles inició su andadura periodística con unos artículos de marcado ambiente costumbrista que publicó en el Diario de Las Palmas. Fue así como surgió el protagonista principal de su creación literaria, Pepe con aspereza, enojo o sin miramientos). Aunque ordenadas arbitrariamente, algo más de una décima parte de las entradas del repertorio corresponde a este tipo de expresiones, lo que lo convierte también en el diccionario fraseológico más completo realizado hasta aquella época. 33 Para chafalmejas señalan, por ejemplo, que procede de «chafar almejas, romper al pasar las conchas vacías, produciendo un ruido insustancial»; para el pez marino teleósteo conocido en las islas como cherne apuntan que podría tratarse de una «¿deformación popular de tierno?»; o para cambullón, un término que la Academia considera procedente del port. cambulhão, creen «sin estar muy seguros que la cosa viene de cambio». 34 Luis Millares era médico y Agustín Millares, abogado. Son numerosas las entradas en las que puede advertirse esta circunstancia, que les llevó a recopilar palabras como chapetonada («En las enfermedades crónicas, el acceso, el ataque, el periodo de tiempo en que el mal se agudiza y exacerba, siendo transitorio, se llama aquí chapetonada. —¿Cómo está tu tío? —No anda muy bien. Ayer tuvo una chapetonada […]») o serventía («La servidumbre de paso, derecho real que grava una finca en beneficio de otra, es llamada aquí serventía por el vulgo y aún por las personas doctas. El vocablo ha venido figurando y figura aún en documentos públicos […]»). 35 Allí firmaría sus escritos con el seudónimo Doramas, de antigua raigambre canaria.
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Monagas36, al que dedicó unas memorias y una serie de cuentos y entremeses37, y con el que consiguió, en palabras de la escritora, también grancanaria, Mª Dolores de la Fe, «biografiar a todo un pueblo situándolo dentro de un solo personaje». Señalaba Pérez Vidal, en el prólogo a la edición de la obra, que en realidad este vocabulario surgió como un almacén de materiales «de posible elaboración literaria» (1983: 23) y no como un proyecto en sí mismo38. La edición del diccionario se la planteó Pancho Guerra años más tarde, durante su estancia en Madrid y con la perspectiva que le daba la lejanía de las islas y la añoranza de aquel pasado que había vivido en ellas. Comenzó entonces a redactar aquellas papeletas, aunque su repentina muerte hizo que apenas acabara las primeras letras hasta la entrada empardelarse (en total, unos 865 registros). Sus amigos, a partir de las fichas inéditas, se encargarían de dar forma y coherencia al resto del léxico, hasta completar las 2415 entradas que lo integran. Se trata de la recopilación más completa elaborada hasta ese momento, ideada con un plan bastante complejo y sistemático, con numerosas remisiones internas y una ordenación de los lemas bastante rigurosa, al menos en los artículos cuya redacción corresponde a la autoría de Pancho Guerra. El texto está concebido como un diccionario diferencial en el que la referencia a la norma peninsular (representada por el DRAE) aparece continuamente, lo que permite advertir cambios de significado o el mantenimiento de voces arcaicas procedentes del fondo patrimonial general. Junto al lema, el autor suele incluir la definición de la palabra y, tras esta, abre un largo paréntesis en el que ofrece sutiles comentarios sobre el origen (que compara con lo que señala Corominas en su Diccionario Crítico Etimológico de la Lengua Castellana, por aquel entonces de reciente publicación), el uso de cada vocablo, las combinaciones sintagmáticas más frecuentes o la fraseología a la que ha dado lugar, aparte de algunas referencias eruditas (cita las obras de antiguos historiadores del archipiélago como fray José de Sosa o Abreu y Galindo, las Memorias de un noventón del médico grancanario Domingo J. Navarro, así como el Diccionario de José de Viera y Clavijo, el Léxico de los hermanos Millares o el Vocabulario etimológico de voces canarias de José Valenzuela Silva). Como novedad, incorpora por vez primera en un repertorio isleño voces exclusivas de determinados campos terminológicos (como el vocabulario de las peleas de gallos, que tan bien conocía) o anota algunos anglicismos peculiares del habla 36 Dotado de una socarronería mordaz, la figura de Pepe Monagas representaba al canario indolente y resignado de la posguerra, que conseguía transmitir a través del lenguaje todo su ingenio, gracia e ironía. 37 Cuentos famosos de Pepe Monagas (escritos entre 1941 y 1961), Memorias de Pepe Monagas (fechadas en Madrid entre noviembre de 1955 y febrero 1956, se publicaron por vez primera en 1958, con prólogo de Carmen Laforet) y Siete entremeses de Pepe Monagas (compuestos en torno a 1959). 38 «Donde quiera que oía una palabra, una expresión, un refrán, un chiste de cuño canario, tomaba una rápida nota en el primer papel que hallaba a mano. Con el tiempo, las apresuradas y breves notas fueron constituyendo un fichero interesantísimo. No estaba muy ordenado, pero el autor lo entendía y esto bastaba» (1983: 23).
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grancanaria39, que hasta entonces no habían sido catalogados. Sin embargo, como muy bien indica Pérez Vidal (1983: 26), lo más importante de este léxico está constituido «por la multitud de anécdotas, cuentos comprimidos y chistes, que, de modo incontenible y casi siempre muy oportuno, se intercalan para aclarar el empleo y sentido de una dicción, el origen de una expresión o la oculta intención de un dicho o refrán». 5. Periodo de renovación de la lexicografía de ámbito regional: los últimos lustros de práctica lexicográfica El desarrollo de la lexicografía canaria en los últimos años no podría entenderse sin todas estas monografías pioneras. Sus autores, en gran medida diletantes, tuvieron el acierto de ir haciendo acopio de un léxico que poco a poco iba quedando en el recuerdo, al menos en ciertos niveles de la población. Se trata de trabajos descriptivos, aunque en la historiografía lingüística isleña también tuvieron cabida algunos estudios prescriptivos de clara intención normativa40. En 1987, un reducido equipo de investigadores encabezado por Cristóbal Corrales acometió la tarea de recopilar en un único volumen todo cuanto se había escrito sobre el vocabulario de esta región, con la intención de anotar sistemáticamente el conjunto de datos proporcionados por estas fuentes metalexicográficas, desde la distribución geolectal de esos diatopismos en las distintas islas hasta su valor diastrático, su origen, historia y vigencia. Ese enorme caudal de palabras constituye el Tesoro lexicográfico del español de Canarias (TLEC), un banco de datos que agrupa alfabéticamente cada registro o lema que en la tradición diccionarística regional había sido estimado dialectal41. Siguiendo el modelo que ini39 A pesar de la gran repercusión que ha tenido, debe tenerse en cuenta que se trata de un léxico acotado a una determinada isla y que, aunque muchos términos puedan presentar una extensión pancanaria, como sucedía con el vocabulario reunido por los Millares, otros resultan específicos del habla peculiar de los roncotes («pescadores del barrio de San Cristóbal») y risqueros («del barrio de San Nicolás») de Las Palmas de Gran Canaria. 40 El tinerfeño Reyes Martín, por ejemplo, publicó, a principios del siglo xx, su Serie de barbarismos, solecismos, aldeanismos y provincialismos… con la intención de contribuir a «desarraigar de las masas inconscientes en que vegetan, esos ridículos aldeanismos y demás luciones antigramaticales y contrarias al bien decir, con cuyo empleo se desvirtúa, bastardea, ultraja y empobrece nuestra rica, elegante, sonora y armoniosa habla castellana» (1918: ix). 41 Cada texto lexicográfico ha sido diseccionado y trasladado, elemento por elemento, al archivo matriz que forma el TLEC, de tal manera que cada entrada constituye una monografía cuyos datos aparecen ordenados cronológicamente. Esa gran base textual que, en un principio, se concibió como herramienta de trabajo para la confección de un diccionario pancanario, se ha editado en formato papel en dos ocasiones, en 1992 y en 1996. Como se ha señalado en Corrales / Corbella (2009: 287), la catalogación abarcó un espacio temporal que comprendía desde 1799 a 1991, en la primera edición, y hasta 1995 en la segunda. Los textos indexados ascendían a 202 en 1992 y a 293 en la última entrega.
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ció Gili Gaya en la lexicografía española, en el ámbito regional el TLEC ha sido considerado como «el más completo de los tesoros publicados» (Ahumada 2000: 25), ya que se enriqueció con algunos vocabularios inéditos42, con todas las monografías e investigaciones particulares realizadas sobre determinadas palabras, con el acopio de las terminologías populares que recogían los tratados de zoología y botánica, así como con el gran archivo oral que ofrecían los materiales geolingüísticos proporcionados por el ALEICan, publicado entre 1975 y 1978, y por las encuestas realizadas en los puertos canarios para el Léxico de los marineros peninsulares, editado una década más tarde (Alvar 1985-1989). En el contexto de la lexicografía española diatópica, la tradición de recopilación del léxico en un formato de «diccionario de diccionarios» había tenido como precedente, en 1989, el Diccionario de los bables de Asturias (vid. Ahumada 2000: 25), pero fue un modelo similar al compendio geolectal canario el que siguieron otros repertorios importantes publicados con posterioridad, como el Tesoro léxico de las hablas andaluzas (TLHA) o el Tesoro léxico de las hablas riojanas (Pastor Blanco 2004) y, en América, el Tesoro lexicográfico del español de Puerto Rico (Vaquero / Morales 2005) o el proyecto de Tesoro lexicográfico de Cuba (TLEXCuba) concluido en 201343. Aparte del interés histórico que presentan los tesoros (indispensables para advertir novedades o para reconocer deudas en la tradición de los estudios léxicos), su valor para la lexicografía (tanto sincrónica como diacrónica) resulta indudable: representan un punto de partida para entender los argumentos que han servido para catalogar el carácter diferencial de una determinada voz, para poder desechar múltiples palabras que tradicionalmente habían sido consideradas peculiares (porque seguramente no aparecían en las ediciones de los diccionarios generales utilizados como referencia) o para señalar la ausencia de vocablos y acepciones de uso habitual en cuyo valor dialectal nadie había reparado. Además, la naturaleza práctica del tesoro resulta incuestionable al ofrecer reunidos unos materiales que se encuentran dispersos y, en el caso del archipiélago canario, con ediciones de distribución muy limitada incluso dentro del ámbito insular. Pero un tesoro no es un diccionario en sentido estricto, de ahí la aparición en los últimos años de tres proyectos sincrónicos de amplitud regional, en cierto sentido como consecuencia del TLEC y al amparo de la amplia recepción que esta obra tuvo. 42 Entre otros, se dio a conocer por primera vez el contenido de los manuscritos de Voces, frases y proverbios provinciales de José Agustín Álvarez Rixo y el Glosario de canarismos de Juan Maffiotte, ya citados. 43 Como herramientas auxiliares, a modo de tesoros geolectales, deben considerarse asimismo el Índice de mexicanismos registrados en 138 listas publicadas desde 1761, de la Academia Mexicana (editado en tres ocasiones: en 1997, 1998 y 2000), y El Registro de Lexicografía Argentina (2000) de la Academia Argentina. Vid. todas estas referencias en Corrales / Corbella (2009). Se han planteado investigaciones similares para Aragón, Murcia, Castilla-La Mancha (Ahumada 2007: 109) y Extremadura (González Salgado 2012).
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Se trata, por orden cronológico, del Diccionario de canarismos (DC), del Diccionario diferencial del español de Canarias (DDEC) y del Diccionario ejemplificado de canarismos (DECan). Resulta imposible valorar, sin la perspectiva temporal necesaria, la impronta de estos tres compendios, pero sí que se puede advertir la novedad del método empleado en cada uno de ellos. El primero, el DC, se realizó, según señalan los autores en la introducción, «a partir de encuestas directas, mediante cuestionarios ad hoc y de entrevistas (generalmente grabadas en cintas magnetofónicas), realizadas a informantes de diferentes edades, sexo y profesión, en todas y cada una de las islas del archipiélago»44. El DDEC, por su parte, se inserta en la tradición que inauguraron Günther Haensch y Reinhold Werner con su proyecto de diccionarios diferenciales del español de América y que les llevó a publicar, entre 1993 y 2000 (primero por el Instituto Caro y Cuervo y después por la Editorial Gredos), los volúmenes correspondientes a Argentina, Colombia, Cuba y Uruguay. La técnica lexicográfica utilizada tiene en cuenta las marcas geográficas, sociolingüísticas y pragmáticas45, añadiendo a cada acepción todos los sinónimos documentados (el aislamiento ha propiciado numerosos casos de geosinonimia) e incorporando al final del artículo lexicográfico el contraste con otras variedades del español, especialmente con las americanas y con el andaluz, como muestra de esa simbiosis que constituye una de las principales características del léxico canario46. El DECan se presenta como el diccionario sincrónico más amplio y exhaustivo de esta modalidad, con numerosas aportaciones procedentes de la lengua hablada y, sobre todo, del corpus documental que autoriza y ejemplifica el empleo de cada una de las acepciones y expresiones incorporadas al texto47, siguiendo las pautas teóricas marcadas por los más recientes referentes de la lexicografía española y proponiendo la definición de las palabras a partir de su contexto de uso. 44 También indican que han contrastado sus materiales orales con las fuentes lexicográficas: «De este modo, según los casos, hemos rectificado las acepciones, hemos explicitado la localización, en caso de faltar ésta, hemos añadido nuevas acepciones y, en algunas ocasiones, hemos dejado de registrar términos o acepciones que no nos ha sido posible documentar» (1994: 13). 45 El DDEC está sirviendo de modelo para la composición del Diccionario diferencial del español de Aragón. Vid. Arnal et al. (2012). 46 El léxico compartido con toda América y, especialmente, con la zona del Caribe es tan amplio que ha dado lugar a dos monografías, una que sirvió de base al DDEC y de donde se tomaron los datos del Nuevo Continente, el Diccionario de las coincidencias léxicas del español de Canarias y el español de América (Corrales / Corbella 1994), y otra que, con nuevos materiales de carácter histórico, se publicó en 2010 con el título de Tesoro léxico canario-americano (TLCA). Según Fajardo (2010: 322), en esta última obra se ha conseguido abordar «un escollo dejado de lado por los diccionarios diferenciales de americanismos que, para poder ser consecuentes con su método y enfocar un único punto de contraste, suelen pasar por alto la existencia de zonas de transición entre el uso de España y el de América, como son especialmente Andalucía y Canarias». 47 Por primera vez en la lexicografía dialectal se utilizaron ejemplos extraídos de los registros periodísticos y de internet. A las marcas recogidas en el DDEC se han añadido las correspondientes al ámbito de uso de las palabras, esto es, a las terminologías populares.
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Pero quizá el desafío más importante de la lexicografía insular de los últimos años ha sido el Diccionario histórico del español de Canarias (DHECan)48, que ha intentado rastrear la huella de la oralidad en la tradición escrita, añadiendo a la dificultad que supone la investigación diatópica dos nuevas dimensiones, la diacrónica y la diamésica. Aunque el reto no siempre se ha cumplido y quedan todavía algunas voces tradicionales cuya presencia no ha podido ser avalada en los numerosos manuscritos transcritos o en las ediciones escrutadas, para otras muchas palabras ha sido posible completar su andamiaje a través del tiempo, analizando su procedencia y los testimonios que avalan su empleo en una determinada época o de forma continuada hasta la actualidad. En el panorama de la lexicografía española solo existen tres diccionarios regionales de corte histórico elaborados con criterio contrastivo: el de Costa Rica (Quesada Pacheco 1995), el canario (DHECan 2001/2013) y el de Venezuela (Pérez 2012 y 2016)49. Según Seco (2004: 110), este tipo de repertorios tiene el mérito de ofrecer «una información metalexicográfica muy completa y una muy rica documentación de primera mano, prácticamente inaccesible para quienes no trabajan sobre el terreno respectivo», lo que los convierte en materiales de extraordinaria importancia para la historia de la lengua50, así como para valorar y mejorar con argumentos suficientes la incorporación y el tratamiento de los diatopismos en los diccionarios generales. Referencias bibliográficas Ahumada, Ignacio (2000): «Nuevos horizontes de la lexicografía regional», en Stefan Ruhstaller / Josefina Prado Aragonés (eds.), Tendencias en la investigación lexicográfica del español. El diccionario como objeto de estudio lingüístico y didáctico. Huelva: Universidad de Huelva, 15-35. Ahumada, Ignacio (2007): «Panorama de la lexicografía regional española», Káñina 31 (1), 101-115. 48 Hasta ahora se han publicado dos ediciones, una primera en 2001 y la segunda en 2013. Esta última puede consultarse en abierto en la página web del Instituto de Investigación Rafael Lapesa para el Nuevo Diccionario Histórico del Español (; [01/03/2018]). La diferencia entre ambas ediciones se limita a la extensión del corpus consultado que, en la última entrega, alcanza casi el millar de documentos. 49 También podría utilizarse como material histórico el Diccionario de venezolanismos dirigido por María Josefina Tejera (1983-1993) que, aunque no fue concebido como tal, aporta ejemplos de uso perfectamente datados en el tiempo. 50 Siempre con las limitaciones que señala Álvarez de Miranda (2006: 1236): «Pues aun cuando dispusiéramos de una serie o batería completa de diccionarios históricos diferenciales de todos y cada uno de los territorios hispánicos, la yuxtaposición o suma de esos repertorios no daría como resultado el diccionario histórico de nuestra lengua, puesto que faltaría nada menos que todo el español general, el diatópicamente no marcado».
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José Antonio González Salgado Universidade de Coimbra [email protected]
►► Resumen
La historia de la lexicografía extremeña comienza bastante tarde en comparación con lo que ocurre en otros dominios lingüísticos, ya que hasta principios del siglo xx no se publican las primeras recopilaciones de palabras locales o comarcales de las hablas extremeñas. En este trabajo, ante la imposibilidad de establecer periodos claros y con características comunes en el desarrollo lexicográfico regional extremeño, presentamos los estudios realizados en función de su alcance: diccionarios generales, repertorios locales y comarcales, y glosarios y listas de palabras que se incluyen en monografías dialectales y en otras investigaciones. Observamos que gran parte de la producción lexicográfica regional es obra de aficionados que actúan con la intención de preservar un vocabulario que consideran amenazado y que, además, esa producción es muy moderna (la mayor parte de los repertorios se han publicado en los últimos treinta años). Junto a esas obras, caracterizadas sobre todo por criterios poco restrictivos en la selección del léxico y por la ausencia de aplicación estricta de técnicas lexicográficas, encontramos un conjunto de repertorios de carácter más científico y de mayor interés para el estudio de los constituyentes léxicos de la región: diccionarios y apartados dedicados al vocabulario en diversas tesis doctorales. En las conclusiones, hacemos una valoración general de la lexicografía dialectal extremeña y ofrecemos algunos datos de lo que puede suponer para el estudio del vocabulario la publicación del Tesoro léxico de Extremadura, obra que se encuentra en su última fase de realización. ►► Palabras clave Hablas extremeñas, lexicografía regional, diccionarios, vocabulario, técnicas lexicográficas.
The dialectal lexicography of the speech varieties of Extremadura ►► Abstract
The history of Extremaduran lexicography begins later than that of most other language areas; the earliest lists of local or regional words of Extremaduran speech varieties were only published at the beginning of the twentieth century. Given that it is impossible to identify clearcut Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación FRONTESPO. Frontera hispano-portuguesa: documentación lingüística y bibliográfica (FFI2014-52156-R), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España. 1
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periods with common features in the development of regional Extremaduran lexicography, this paper will classify the existing studies according to their scope, differentiating between general dictionaries, local and regional repertoires, and glossaries and word lists included in dialectal monographs and other studies. Most of the regional lexicographical production is the work of enthusiasts acting to preserve vocabulary that they regard as endangered. This production is a modern phenomenon, the majority of such lists having been published in the last thirty years. As well as these materials, generally characterised by flexible criteria for selecting items for inclusion and an absence of rigorous lexicographical techniques, there are some more scientific repertories of interest for the study of the region’s lexical components including dictionaries and sections of doctoral theses which present vocabularies. The paper concludes with an assessment of Extremaduran dialectical lexicography and sets of data that can be used to study the vocabulary in the publication Tesoro léxico de Extremadura, which is currently in its final phase of completion. ►► Keywords Extremaduran dialects, regional lexicography, dictionaries, vocabulary, lexicographical techniques.
1. Introducción Hace veinte años, Ariza Viguera (1997: 59) avisaba del escaso desarrollo que habían alcanzado en la región tanto los estudios dialectales, en general, como los estudios léxicos, en particular. En su opinión, además, la mayor parte de los trabajos lexicográficos extremeños realizados hasta entonces eran muy deficitarios porque se habían realizado con criterios poco científicos2. Unos años después, Montero Curiel (2006: 63) también consideraba que el léxico era una de las parcelas peor abordadas en los estudios dialectales extremeños: El terreno del vocabulario es el que, a pesar de la cantidad de estudios que ha generado en los últimos tiempos, presenta mayores lagunas en el panorama de la dialectología extremeña. A la gran segmentación de los datos relativos a las palabras peculiares de las dos provincias se une la falta de organización de los conocimientos actuales con respecto al léxico dialectal de esta región fronteriza.
Superada ya la mitad de la segunda década del siglo xxi, hemos de decir que este panorama tan sombrío no ha cambiado en algunos aspectos, pero sí se ha modificado sustancialmente en otros. Así, en lo que se refiere a la profundidad de los estudios elaborados a partir del léxico acopiado en la región, queda todavía mucho por hacer; mientras que, en lo que respecta a la propia recogida del vocabulario, se ha avanzado 2 Una opinión muy parecida a la de Ariza Viguera, aunque expresada con menos rotundidad, es la que manifiesta Álvarez Martínez (1996: 180): «A pesar de disponer de varios vocabularios, e incluso de un diccionario del extremeño, la verdad es que en este terreno del léxico los datos contrastados que tenemos son más dispersos, y muy poco sistematizables en el estado actual de nuestros conocimientos».
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bastante. En este último aspecto, también es cierto que la calidad de las recopilaciones sigue siendo muy desigual, hecho que se explica sobre todo por las carencias técnicas de que adolecen muchos de los redactores de vocabularios dialectales. En el actual estado de la investigación léxica extremeña, se observa un intenso contraste entre las recopilaciones efectuadas por aficionados locales —en las que son frecuentes los problemas relacionados con la ausencia de criterios científicos en la presentación de materiales— y los repertorios preparados por lingüistas3. A ello hay que añadir otras cuestiones problemáticas que surgen del estudio de los vocabularios, en especial por el tipo de léxico que en ellos se contiene y por la tendencia que existe en algunos a copiar indiscriminadamente las voces de repertorios anteriores sin citar la procedencia. Con respecto al tipo de léxico contenido en los vocabularios dialectales extremeños hay que hacer —de entrada— una afirmación clara: gran parte de las voces que se incluyen en este tipo de obras no son dialectales. Es muy frecuente que en los repertorios se tomen en consideración palabras castellanas desusadas o arcaicas, términos normativos que han sufrido alguna deformación fonética y coloquialismos, voces despectivas e irónicas que podemos encontrar en cualquier otra región española4. Como se ha afirmado en alguna ocasión, para abordar el problema de cómo está constituido el léxico en Extremadura es necesario que se preste atención a los acontecimientos históricos (Becerra Pérez 2003b: 14; Montero Curiel 2006: 64). Aunque no podemos detenernos en repasar aquí los factores históricos que han dado como resultado la configuración de lo que denominamos hablas extremeñas, sí es preciso al menos tener en cuenta que son esos factores los responsables de la enorme fragmentación léxica que se observa en Extremadura, factores determinantes de la presencia y extensión de leonesismos, portuguesismos y andalucismos, principalmente, pero también de la conservación de numerosos arcaísmos castellanos. Además, debemos ser conscientes de que la dialectología extremeña es, sobre todo, estudio del léxico. La fonética y la morfosintaxis no aportan datos suficientes en la actualidad como para conseguir una caracterización lingüística de la región que la individualice con respecto a las dos Castillas. Las isoglosas fonéticas tradicionales —las que marcaban los límites de rasgos leoneses, fundamentalmente— están muy
Hay que reconocer, sin embargo, que gracias a la recogida de material léxico realizada por aficionados disponemos de una ingente cantidad de vocabulario que, de otra forma, hoy nos sería completamente desconocido. 4 Repertorios léxicos de carácter diferencial en Extremadura, stricto sensu, hay muy pocos. Salvando el caso de la obra de Casado Velarde (2002), de la que hablaremos más adelante, y de alguna recopilación de menor extensión, en el resto de los vocabularios extremeños lo normal es que se incluyan numerosas voces que aparecen en diccionarios normativos españoles. En cualquier caso, la inclusión de voces arcaicas, en desuso o incluso vulgares está justificada si lo que pretendemos es ofrecer una visión lo más completa posible del panorama lingüístico de la región o de la localidad concreta sobre la que se proyecta la recogida del léxico, es decir, si la intención del repertorio no es la de presentar solo el vocabulario dialectal. 3
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desdibujadas, cuando no desaparecidas, y en la morfología y la sintaxis los rasgos diferenciales ya solo es posible encontrarlos en islotes repartidos por las dos provincias o en hablantes de edad muy avanzada. El léxico, por tanto, es la pieza clave que hoy en día nos permite rastrear los orígenes lingüísticos de nuestra región, una pieza que, no obstante, también presenta signos evidentes de desgaste5. La nómina de repertorios lexicográficos extremeños es muy amplia; hacer un repaso pormenorizado de cada uno de ellos es tarea imposible en el espacio que debe ocupar esta contribución6. Por ello, fijaremos la atención sobre todo en los que la tradición lingüística considera más importantes, aunque también mencionaremos colecciones léxicas que son poco conocidas o que incluso han pasado inadvertidas para los investigadores de las hablas extremeñas. Como colofón, proporcionaremos algunos ejemplos de lo que puede aportar al estudio del vocabulario regional la elaboración —ya en su última fase— del Tesoro léxico de Extremadura. 2. Repertorios lexicográficos de alcance general Los tres diccionarios que existen en Extremadura con la pretensión de ofrecer el léxico empleado en toda la región y la de identificar en la geografía los términos exclusivos de algunas localidades son ya bastante antiguos. Es cierto que en los últimos años se han publicado en Internet algunos vocabularios extremeños de alcance general, pero en ningún caso se ha superado lo que proporcionan los repertorios anteriores, ya que, o bien son simples plagios de diccionarios ya editados, o bien son obras colaborativas y anónimas desprovistas de la más mínima calidad. El Vocabulario extremeño de Santos Coco, dado a conocer en la Revista de Estudios Extremeños entre 1940 y 1952, es la primera gran colección de voces dialectales que se publica en la región. Pese a que en la recopilación se detectan diversos errores, hay que afirmar, con Krüger (1944: 259), que Santos Coco «ha prestado un gran servicio a la dialectología española» con esta obra. 5 «Uno de los aspectos más importantes que señalar es la pérdida del vocabulario propio a favor del léxico general castellano» (Ariza Viguera 1987: 45). Entre otros autores, también incide en la idea de la pérdida del vocabulario autóctono Becerra Pérez (2003a: 204): «De los resultados de la encuesta se deduce igualmente que no pocos de los elementos que se podrían considerar como diferenciales, con respecto al español estándar centro-peninsular, están en vías de desuso o prácticamente desusados u olvidados en el habla popular de Almendralejo, según se desprende de las propias apreciaciones de los informantes». 6 Aparte del número de repertorios que se han realizado, hay que tener en cuenta que la lexicografía regional extremeña está sujeta a una complejidad intrínseca a los diferentes dominios lingüísticos que existen en el territorio. No olvidemos que en el cuadrante noroccidental de la provincia de Cáceres se habla una variedad lingüística procedente del antiguo gallego-portugués (la fala de Eljas, Valverde del Fresno y San Martín de Trevejo) y que, en algunas localidades fronterizas con Portugal, el idioma del país vecino se ha utilizado de forma habitual hasta hace unos años.
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Las casi mil setecientas voces que incluye el vocabulario están ordenadas por campos semánticos (agricultura, ganadería, fenómenos atmosféricos, juegos, fiestas, costumbres y supersticiones, vida doméstica, cualidades y acciones humanas, y vida espiritual), y en la procedencia de los materiales léxicos se nota una clara preferencia por la provincia de Badajoz (más de sesenta localizaciones distintas) frente a la provincia de Cáceres (menos de veinte). Las fuentes de las que el autor extrae la información son variadas. Por un lado, Santos Coco incorpora a su vocabulario voces que ya habían aparecido en repertorios anteriores, en El miajón de los castúos, libro de poemas publicado por Luis Chamizo en 1921, y en materiales folclóricos dados a conocer por Rafael García-Plata de Osma a principios de siglo en diversas publicaciones; por otro lado, incluye muchas palabras procedentes de trabajo de campo, fruto de la «conversación diaria» con otras personas, o que le fueron proporcionadas por «amigos de distintas profesiones y localidades» (Santos Coco 1940: 67). Uno de sus grandes aciertos, no siempre imitado en trabajos de autores posteriores, es el de ofrecer la localización geográfica precisa del término definido, así como la fuente bibliográfica de la que procede la información en caso de que la voz y la definición estén tomadas de una obra publicada anteriormente. La intención de Santos Coco es realizar un vocabulario diferencial; de ahí que el criterio que aplica para decidir la inclusión de una palabra en su repertorio sea el de limitarse a todo aquello que no figure en el diccionario de la Academia, salvo lo que esta obra identifica como extremeñismos (Santos Coco 1940: 67). Del contenido del vocabulario hay que destacar el elevado número de palabras portuguesas (y de occidentalismos, en general) que se acogen en sus páginas: abrullar (‘empezar a brotar la yema de un injerto’), acerar (‘abrir un cortafuegos en el monte’), alaván (‘multitud, gran número de algo’), bacelo (‘plantación de viñedo’), bagullo (‘madre del vino’), chavella (‘clavija del arado’), chero (‘hedor’), empije (‘herpes’), farropo (‘cerdo’), fechar (‘cerrar una puerta o ventana’), freidiño (‘alubia pequeña’), garrapato (‘judía verde’), láparo (‘gazapo, conejo nuevo’), machero (‘alcornoque pequeño’), muña (‘tamo’), pentasilgo (‘jilguero’), rafero (‘goloso, laminero’), rola (‘tórtola’), tangaño (‘palo seco de encina’) y zafra (‘terreno granítico sin arbolado’), entre otras. El primer diccionario extremeño propiamente dicho se publicó en 1979 bajo el título de Habla popular de Extremadura y es obra de Antonio Murga Bohígas7. El 7 Unos años antes, en 1972, Antonio Murga Bohígas ya había publicado una especie de diccionario bilingüe que ha pasado inadvertido para los investigadores extremeños. En la obra, titulada Vocabulario castúo y castellano, encontramos «modismos escuchados por los maravillosos pueblos extremeños, o tomados de Gabriel y Galán, Luis Chamizo y Luis Chamorro» (Murga Bohígas 1972: página de créditos). El vocabulario está dividido en dos partes: «Del castúo al castellano» (1-47) y «Del castellano al castúo» (48-98), y se cierra con un «Índice de frases» (99-100) que supone una traducción al extremeño de frases castellanas o la manera de expresar en extremeño peticiones, dudas o dichos diversos. El vocabulario es un diccionario inverso, aunque no todas las palabras de la primera parte («Del castúo al castellano») aparecen después en la segunda. En ningún caso se proporciona información sobre
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vocabulario presenta múltiples imperfecciones y problemas, tanto en lo que se refiere a la selección del léxico como en lo que afecta a la aplicación de técnicas lexicográficas. Así, son muy frecuentes los diletantismos (el sustantivo culetazu, por ejemplo, se define como si fuera un verbo: ‘caer de nalgas’), se proponen como lemas formas verbales conjugadas en pretérito imperfecto o en gerundio, se incluyen palabras que son simples vulgarismos castellanos (asín ‘así’, ataero ‘atadero’, entoavía ‘todavía’, etc.) y se ofrecen pretendidos dialectalismos que realmente no pasan de ser palabras castellanas en las que se detecta algún fenómeno fonético propio de la zona (lumbri por lumbre, refalar por resbalar, suegru por suegro, úrcera por úlcera, etc.). En otros casos, encontramos palabras plenamente normativas ante las que el lector no sabe a qué atenerse (galbana —escrita con –v– en la obra—, llantina, etc.) y expresiones lexicalizadas con criterios más que dudosos (jagasté ‘haga usted’, sabrasté ‘sabrá usted’, etc.). Frente a todas esas imperfecciones, hay que reconocer en el diccionario algunos aciertos, como el hecho de que se ofrezca sistemáticamente la localización geográfica de las voces o que se avise de la procedencia literaria de muchos de los términos. En definitiva, como afirma Ariza Viguera (1997: 63), «es un vocabulario que se puede consultar, siempre y cuando se tomen las debidas precauciones». Un año después de la publicación del Habla popular de Extremadura, Antonio Viudas Camarasa dio a conocer su Diccionario extremeño, obra que continúa siendo el repertorio lexicográfico por excelencia de la región, lo que implica —por lo que se dirá a continuación— que en lo que respecta a la lexicografía regional, entendida como visión general de la riqueza del vocabulario extremeño, está casi todo por hacer. El Diccionario extremeño comienza avisando de que la obra es deudora de «muchos trabajos lingüísticos que estaban dispersos y, a veces, difíciles de consultar» (Viudas Camarasa 1980: xiii). En efecto, si comparamos el contenido del diccionario con lo que aparece en otros estudios dialectales extremeños, no solo observaremos que el diccionario es deudor de esos otros trabajos, sino que supone una copia literal de muchos de ellos. El problema, sin embargo, no se plantea por el hecho de que el diccionario no sea original —muchas otras compilaciones tampoco lo son—, sino por la ausencia de remisiones bibliográficas a las fuentes de las que proceden los artículos lexicográficos. Esto último fue lo que motivó que Ariza Viguera (1997: 64) dijera que «el diccionario no es más que un mero refrito de investigaciones anteriores» y que «no es de extrañar que [al autor] le hayan acusado de plagiario»8. la procedencia geográfica de las voces ni se dice cuáles han sido tomadas de la literatura regional. Tampoco se ofrecen las categorías gramaticales de las entradas y son frecuentes los diletantismos (se definen palabras en plural, formas verbales distintas al infinitivo...). También se traducen frases enteras, especialmente en la parte segunda del libro, y conceptos expresados con más de una palabra. 8 Es muy significativo el caso de algunas palabras que el Diccionario extremeño copia del vocabulario de Santos Coco y que este último había tomado prestadas, a su vez, del vocabulario de Alburquerque que publicó José Alemany en 1916 y 1917 en el Boletín de la Real Academia Española. Santos Coco da la fuente bibliográfica de esas palabras, pero las transcribe erróneamente.
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En los criterios adoptados para elaborar el diccionario también se detectan problemas insalvables que, como ha denunciado Alvar Ezquerra (2001), «no hacen más que sembrar las dudas en los usuarios y la desconfianza en los investigadores a los que se destina el repertorio». Algunos de esos problemas proceden del seguimiento de un criterio fonético para ordenar y transcribir los lemas (la j se sustituye sistemáticamente por la h, que también representa la aspiración de –s y de otras consonantes; la v se convierte en b; se entremezclan palabras que reproducen una pronunciación yeísta con otras en las que se distingue entre –y– y –ll–, etc.). Todo ello hace que en el diccionario encontremos lemas tan desconcertantes como abeyana, hahoncillo, uebo, ziquitroque, etc. Con respecto al tipo de vocabulario seleccionado, el profesor Viudas adopta un criterio poco restrictivo, en el sentido de que acoge términos vulgares e incluso palabras normativas que solo se diferencian del castellano estándar por algún rasgo fonético. El propio Viudas Camarasa (1980: xiv) lo aclara en la introducción: Creemos que el hecho de incluir algunos vulgarismos comunes a distintas hablas hispánicas, desde un punto de vista metodológico está justificado; hemos intentado describir lo que está vivo y funciona realmente en el sistema lingüístico de la comunidad dialectal. Si nuestra meta hubiera consistido en estudiar los extremeñismos del español hablado, nuestro enfoque metodológico hubiera sido enteramente restrictivo, pero como nuestro objetivo era dar cuenta del léxico usado por los hablantes extremeños hemos eliminado los supuestos de la restricción en nuestro método de trabajo.
3. Repertorios lexicográficos locales y comarcales El desarrollo de la lexicografía local y comarcal extremeña contrasta con lo que hemos visto en el apartado dedicado a los repertorios de carácter general. En los últimos tiempos se está viviendo una auténtica vorágine de publicación de vocabularios9, hasta el punto de que hacer un repaso de la metodología y el contenido de cada uno de ellos exigiría dedicar un espacio muy amplio del que no disponemos en estas páginas. Por ello, nos vamos a limitar a proporcionar unas notas generales y a clasificarlos en función de su alcance. Así, por ejemplo, anota seva (‘represa, remanso’), chapabosca (‘lluvia copiosa, chaparrón’), esfinfarrao (‘despilfarrador’), frauín (‘arroyuelo o regato que corre saltando entre las piedras’), patamoñas (‘gestos de burla o de broma’), rapalinda (‘gresca, riña, alboroto’), andacapaches (‘confabulaciones, cuentos, enredos’) y papandorria (‘sopa boba’), cuando en el vocabulario publicado por José Alemany las voces originales —y correctas— son levá, charrabascá, espinfarrao, fragüín, caramoñas, sapalipanda, andacapadres y papandoria. El Diccionario extremeño lo que hace en este caso es perpetuar las transcripciones erradas que había realizado Santos Coco muchos años atrás. 9 La tendencia, con todo, no es nueva. Ya los primeros compendios léxicos que se publicaron en Extremadura tenían este carácter local o comarcal. Del primer tercio del siglo xx son los trabajos de Berjano (1909), Bierhenke (1929 y 1932) y Fink (1929), sobre la Sierra de Gata, y de Torres Cabrera (1910), con léxico de la provincia de Badajoz.
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3.1. Repertorios de campos semánticos concretos Las primeras recopilaciones de voces pertenecientes a un campo semántico concreto se las debemos a uno de los más incansables investigadores extremeños: Eduardo Barajas Salas. Este autor, entre 1974 y 1982, publicó varios trabajos sobre la alfarería (Barajas Salas 1974 y 1976a), la apicultura (Barajas Salas 1976c), el horno de cal prieta (Barajas Salas 1982) y los animales y plantas (Barajas Salas 1975, 1976b y 1980) de varias localidades de la baja Extremadura, especialmente de las cercanas a la frontera con Portugal. En uno de esos estudios, se realiza un intento de clasificación general del léxico en función de la procedencia de las voces: Muchos vocablos coinciden con el andaluz, especialmente en zonas limítrofes con esta región. En la parte oeste abundan los lusismos y las contaminaciones, y en algunos pueblos encontramos un superestrato portugués donde se ha mantenido la influencia semántica y ha desaparecido la fonética. En Olivenza, en cambio, se conservan vivas ambas en amplios sectores de la población, con vocablos en los que coexisten tres pronunciaciones diferentes que pertenecen a tres generaciones distintas (Barajas Salas 1976b: 104).
El camino marcado por Barajas Salas tuvo su continuación en los repertorios de Martínez González (1975) sobre la herrería de Badajoz, Montano Domínguez (1989) sobre la apicultura de la zona de Alcántara, y Barros García / Barros García (2008) sobre la elaboración del vino en Tierra de Barros. Mención especial hay que hacer a los dos estudios que Becerra Pérez (1992 y 2003a) ha dedicado a la agricultura y a los fenómenos meteorológicos en Almendralejo, ya que en ellos se aplican técnicas lexicográficas que —por desgracia— no son habituales en el resto de los repertorios. En ambos trabajos, Becerra ordena el vocabulario en campos ideológicos y ofrece informaciones precisas sobre la localización de cada uno de los términos definidos en otras monografías dialectales de distintos dominios lingüísticos. 3.2. Diccionarios locales Lo primero que conviene tener presente sobre los diccionarios de carácter local es que su elaboración es un fenómeno muy moderno en Extremadura. Salvando el caso de una decena de trabajos que ni siquiera pueden ser considerados diccionarios —se trata, con mayor propiedad, de glosarios o listas de palabras—, la lexicografía local o comarcal en sentido estricto es un producto de finales del siglo xx. Antes de 1990, el léxico extremeño solo había tenido cabida, aparte de en esos glosarios a los que acabamos de aludir, en apartados singulares dentro de estudios monográficos presentados como tesis doctorales. Entre los primeros recopiladores de léxico en localidades o comarcas concretas extremeñas, sobresalen dos nombres por la influencia que han ejercido en la dialecto-
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logía regional posterior: Aurelio Cabrera, recolector de un buen número de voces de Alburquerque que se encargó de catalogar y publicar José Alemany (1916-1917)10, y Francisco Rodríguez Perera, que en los números correspondientes a 1946 y 1959 de la Revista de Estudios Extremeños publicó un vocabulario compuesto principalmente por términos lusos y españoles que se usan en la frontera con Portugal. Pero es a finales del siglo xx y primeros años del xxi cuando se produce una auténtica eclosión de vocabularios locales, publicados muchos de ellos por aficionados a los que mueve la intención de recuperar un léxico que es sentido en muchas ocasiones como arcaico, poco utilizado ya por las nuevas generaciones y, en consecuencia, en peligro de extinción. En las páginas iniciales de algunos de esos diccionarios se realiza una auténtica declaración de intenciones en el sentido dicho: «Este Vocabulario serón es, ni más ni menos, un trabajo de recopilación de términos y de usos que están a punto de desaparecer, si es que no lo han hecho ya» (Chiscano Andújar 2007: 13); «Sí, por desgracia, muchos de los términos recogidos en esta primera aproximación o se han perdido o están a punto de perderse» (Sánchez Muñoz 2007: 7). Pese a ello, lo habitual en todas estas obras es encontrar un buen número de términos que ni son dialectales ni arcaicos, sino simples vulgarismos castellanos extendidos por todas las regiones de habla española. Sin ánimo de exhaustividad, y por citar solo los más extensos, se pueden incluir en este bloque de diccionarios locales elaborados por dialectólogos aficionados los que se han realizado en Alburquerque (López Cano 1982), La Vera y Sierra de Gredos (Timón Timón 1996), Malpartida de Plasencia (Canelo Barrado / García García 1999), Fuente del Arco (Moyano 2002), Calamonte (Macías Rico 2003), Zarza-Capilla (Sánchez Muñoz 2007), Valdefuentes (Rubio Merino / Pérez Rubio 2008), Don Benito (García Núñez 2004) y San Vicente de Alcántara (Fernández Duarte 2009). La nota característica de todas las obras anteriores es la ausencia de criterios filológicos en la elaboración de los repertorios léxicos. Así, es habitual en ellos que no se proporcionen las categorías gramaticales de los términos definidos, que las definiciones se realicen sin demasiada precisión y que no se ofrezcan más datos que los estrictamente necesarios para dejar constancia de la existencia de la voz que interese en la localidad de la que se trate11. Junto a este grupo de diccionarios locales hay que destacar la existencia de dos obras realizadas desde planteamientos mucho más rigurosos. Se trata de diccionarios elaborados por lingüistas en los que la aplicación de técnicas lexicográficas y la acumulación de informaciones complementarias son las notas dominantes. Esas dos Este vocabulario de Alburquerque «es un claro ejemplo de cómo se pueden mezclar las churras con las merinas; o —dicho de otro modo— cómo se mezclan las palabras y acepciones interesantes con palabras que solo presentan modificaciones fonéticas» (Ariza Viguera 1997: 59). 11 No obstante, los filólogos debemos estarles muy agradecidos porque el número de materiales reunidos —una vez eliminado todo aquello que carece de interés— es impresionante y contribuye a que podamos hacernos una idea cada vez más acertada de la configuración de las hablas extremeñas desde el punto de vista léxico. 10
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obras son los vocabularios de Madroñera (Montero Curiel 1995) y Don Benito (Casado Velarde 2002). Montero Curiel nos presenta un extenso vocabulario de una de las localidades extremeñas que mayor interés ha despertado en los dialectólogos: Madroñera ofrece, desde el punto de vista lingüístico, un habla de profundas raíces leonesas, o, mejor dicho, se sustenta sobre unos fuertes cimientos lingüísticos leoneses, muy castellanizados en la actualidad, con importantes arcaísmos fonéticos, gramaticales y léxicos, y con multitud de rasgos vulgares comunes a otras áreas del dominio hispánico (Montero Curiel 1995: 10).
Los materiales reunidos en el diccionario son fruto de entrevistas con veintisiete informantes entre 1989 y 1991. La aplicación de un cuestionario en esas entrevistas es probablemente lo que explica que en el vocabulario se incluyan muchas palabras que son normativas castellanas (abeja, acebo, aceite, aguardiente, álamo, almendro, alubia, antojo, argolla, arroyo, avispa, avispero y azulejo, por citar solo unas cuantas de las que se identifican en la letra A) y palabras que son simples vulgarismos o voces normativas que presentan alguna variación fonética propia de la localidad o del entorno (aclaral, adobal, afalfa, amoto, amoratao, arbañil, arradio, etc.). Pero, junto a ellas, encontramos otras de gran interés dialectal, bien porque suponen la constatación en la localidad de leonesismos y occidentalismos documentados en otras localidades de la región, bien porque son voces exclusivas de Madroñera o de la comarca a la que pertenece (achiperres, aguapero, bambo, majurral, tirantillo, etc.). Por su parte, el diccionario que publica Casado Velarde (2002) contiene todo lo que se debe exigir hoy en día a un vocabulario dialectal: información gramatical de la palabra en cuestión, la definición precisa de la voz, un ejemplo de uso, la comparación —si es pertinente— con el español estándar, información lexicográfica referente a las apariciones del lema en otros vocabularios dialectales extremeños y de otros dominios lingüísticos, y unas observaciones de mucho interés, entre las que cabe mencionar el análisis de los aspectos más importantes de la palabra definida (información fonética, etimológica, de uso en otras localidades, etc.). Hay que destacar también el hecho de que se preste atención a las distintas realizaciones fonéticas que presentan algunas unidades léxicas en el habla dombenitense y que estas variantes se incluyan en entradas independientes, con remisiones de unas a otras (bambo-mambo, calajanso-jalajanso, regüetrar-regotrar, etc.). Como el propio título de la obra indica (El léxico diferencial de Don Benito), el vocabulario reunido por Casado Velarde es diferencial con respecto al castellano normativo. En sus páginas solo va a tener cabida el léxico que no se recoge en el Diccionario de la lengua española de la RAE o el que, pese a aparecer en el repertorio académico, en Don Benito se usa con otros sentidos, lo cual es un acierto que pocas veces se ha imitado en otros vocabularios.
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Por último, es necesario mencionar al menos el trabajo realizado por Rey Yelmo (1999) en San Martín de Trevejo, ya que en su día supuso el primer acercamiento con metodología lexicográfica a unas hablas de un interés excepcional. Como se sabe, en el noroeste de la provincia de Cáceres se conserva una modalidad lingüística heredera directa del gallego-portugués medieval12. 4. Vocabularios contenidos en monografías y en otros estudios Las monografías dialectales extremeñas son otra fuente imprescindible de vocabulario, ya que todas ellas dedican un apartado —normalmente el más extenso— al léxico de la localidad o la comarca investigada. En esos estudios las voces aparecen agrupadas por orden alfabético, como sucede en los trabajos realizados en Mérida (Zamora Vicente 1943), Las Hurdes (Velo Nieto 1956), Acehúche (Sande Bustamante 1997a) y Tierras de Alcántara (Sande Bustamante 1997b), o por campos semánticos o nocionales, como se muestra en las monografías dedicadas a Coria (Cummins 1974), Arroyo de San Serván (Barros García 1976-1977), Higuera de Vargas (Cortés Gómez 1979), Valle del Jerte (Flores del Manzano 1983) y Herrera de Alcántara y Cedillo (Vilhena 2001)13. Aunque todos esos trabajos dan prioridad al léxico diferencial, lo normal es que aparezcan en ellos también multitud de voces castellanas normativas y vulgares, como ha sido habitual en los estudios extremeños desde sus orígenes. Para terminar, también hay que tener presentes los glosarios que algunos autores incluyen al final de sus trabajos, aunque estos no tengan contenido lingüístico. Como ejemplo, se pueden citar los vocabularios de Aldeacentenera (Murillo Mariscal 1996) y Ceclavín (Herrero Uceda / Herrero Uceda 2012), ambos como colofón de estudios etnográficos, o el glosario de voces típicas de Puebla del Maestre (Estrella Abril 1996) que encontramos al final de una novela. 5. Conclusiones (y avance para un futuro cercano) A diferencia de lo que ocurre en otros lugares, en Extremadura no resulta apropiado —creo que ni siquiera sería posible— establecer una división de los trabajos lexicográficos desde un planteamiento histórico. La lexicografía extremeña ha tenido un Son las localidades de Eljas, San Martín de Trevejo y Valverde del Fresno, donde en la actualidad se habla una variedad lingüística en la que los fenómenos típicos del gallego-portugués (mayoritarios) se conjugan con fenómenos leoneses y castellanos. En cada uno de esos tres pueblos, el habla tiene una denominación local distinta: lagarteiru (Eljas), mañegu (San Martín de Trevejo) y valverdeiru (Valverde del Fresno). 13 En el trabajo de Vilhena (2001), todas las entradas están formadas por voces en transcripción fonética. 12
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desarrollo muy tardío (las primeras compilaciones surgen a comienzos del siglo xx) y no pueden identificarse en ella corrientes que se adscriban a determinadas maneras de entender cómo deben realizarse los diccionarios dialectales. Más bien al contrario, lo que ha caracterizado durante mucho tiempo a la lexicografía extremeña ha sido la anarquía (cada autor ha recopilado lo que ha considerado conveniente) y el autodidactismo (muchas de las compilaciones léxicas no son obra de profesionales de la lingüística). Con esos ingredientes, no es de extrañar que las dos características más obvias de la lexicografía dialectal extremeña sean, por un lado, los criterios muy poco restrictivos de selección del vocabulario y, por otro, la poca profundidad de la mayor parte de los trabajos. En los diccionarios dialectales extremeños —dejando a salvo un puñado de obras que han quedado identificadas más arriba—, lo habitual es que tengan cabida no solo dialectalismos, sino también vulgarismos castellanos y formas normativas que podemos encontrar en cualquier región de España. Además, la mayor parte de los autores se han conformado con ofrecer, como artículos lexicográficos, solo el lema y la definición. Son excepcionales los casos en que se proporcionan las categorías gramaticales de las voces definidas, y mucho más raros los que ofrecen la transcripción fonética de los términos o informaciones adicionales (etimología, identificación de la palabra en otros repertorios, ejemplos de uso, etc.). No obstante, no todo es negativo. Si bien, en líneas generales, las técnicas empleadas hasta ahora en la lexicografía regional extremeña son mejorables, no menos cierto es que la cantidad de léxico que se ha reunido en las últimas tres décadas es más que suficiente para que nos podamos hacer una idea bastante fiel de cómo está configurado el vocabulario de la región, aunque para ello es necesario agrupar todo el léxico de interés. Y ese último es precisamente el objetivo que persigue la obra en la que llevamos trabajando varios años y que se encuentra ya en su última fase de realización: el Tesoro léxico de Extremadura (González Salgado 2012). Por definición, un tesoro léxico supone un compendio de materiales procedentes de diccionarios y glosarios anteriores. En nuestro caso, las fuentes de las que extraemos la información son cerca de doscientas obras (diccionarios generales, locales y comarcales extremeños, glosarios y listas de palabras incluidas en monografías y en estudios antropológicos, atlas lingüísticos y fuentes orales), con la particularidad de que solo se tienen en cuenta aquellos estudios en los que el léxico se ha recopilado con trabajo de campo. En el Tesoro, además, solo se vierten las voces diferenciales con respecto al castellano normativo y al português padrão: El DRAE es la obra de contraste, el diccionario que se toma como modelo para decidir la inclusión de términos en el Tesoro. Todas las palabras que aparecen en los repertorios que estamos manejando se han buscado en la edición electrónica del DRAE para asegurarnos de no incluir voces que se consideran normativas. Dicho de otro modo: lo que contiene el Tesoro son las voces y acepciones que no se recogen en el DRAE. No obstante, sí nos interesa lo que el diccionario académico marca como arcaísmo, además de todo lo que presenta alguna diferencia, por mínima que sea, con respecto a lo recopilado en Extremadura. Así, en el Tesoro se incluyen también las palabras que en el DRAE tienen distinta categoría grama-
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tical a la consignada en los vocabularios extremeños, los términos con marcas geográficas y los que presentan alguna variación de significado. Sobre las voces portuguesas hay que hacer alguna aclaración. No hemos incluido en el Tesoro las palabras que coinciden con el portugués normativo (português padrão) cuando han sido recogidas en núcleos bilingües (Olivenza, Cedillo y Herrera de Alcántara, fundamentalmente). Se ha procedido, por tanto, de forma idéntica a como se hace con las voces recogidas en el resto de Extremadura pero que existen en la lengua española. Solo tienen cabida en nuestra obra las voces dialectales portuguesas y las voces del portugués normativo que hayan aparecido en la región fuera de las localidades que tradicionalmente han sido bilingües (González Salgado 2012: 159).
El actual estado de los trabajos nos permite ya identificar aquellos campos en los que el Tesoro puede resultar de gran ayuda. En primer lugar, va a resultar determinante para perfilar con mayor nitidez las áreas léxicas de la región y para establecer subáreas que hasta ahora ni siquiera conocíamos. En segundo lugar, va a hacer posible delimitar la extensión precisa de los constituyentes históricos del léxico extremeño (leonesismos, portuguesismos, andalucismos y arcaísmos castellanos, principalmente). En tercer lugar, va a permitir observar la configuración de campos semánticos y, por ende, la riqueza que las hablas extremeñas manifiestan en el apartado léxico. Pondremos un ejemplo de cada uno de esos tres aspectos. Con respecto a las áreas léxicas de Extremadura, a partir de la comparación de los materiales que incorpora el Tesoro, nos daremos cuenta, por ejemplo, de que existen determinadas palabras que solo tienen presencia en los pueblos del valle del Ambroz, con lo cual cabría afirmar que Segura de Toro, Casas del Monte y Aldeanueva del Camino —los tres de los que tenemos materiales léxicos— forman una microárea compuesta por palabras que no vamos a encontrar en otras localidades extremeñas14: andil m. Algorín de la almazara para depositar las aceitunas. [CLE 196: Segura de Toro; DCM: Casas del Monte]. estajadero m. Torna de una reguera. [CLE 73: Segura de Toro; DCM: Casas del Monte]. padrón m. Acequia, canal que conduce el agua hasta el huerto. [CLE 71: Segura de Toro; DCM: Casas del Monte; VRA: Aldeanueva del Camino]. rachonera f. Puerta de entrada a las fincas. [CLE 13: Segura de Toro; DCM: Casas del Monte]. ranzada f. Rayo de sol que sale entre las nubes. [DCM: Casas del Monte; VRA: Aldeanueva del Camino]. remostosearse prnl. Ensuciarse con algo pegajoso. [DCM: Casas del Monte; VRA: Aldeanueva del Camino].
14 Las siglas corresponden a las obras de las que se extrae la información. La lista de las fuentes del Tesoro se puede consultar en González Salgado (2012: 162-169).
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solijal m. Sitio donde calienta mucho el sol. [DCM: Casas del Monte; VRA: Aldeanueva del Camino].
Pero, al mismo tiempo, si observamos las localizaciones geográficas que comparten otras palabras recogidas en esos tres pueblos con otros lugares de la provincia de Cáceres, podemos llegar a la conclusión de que la microárea del valle del Ambroz se inscribe en dos áreas mayores: una que se extiende al occidente (tierras de Granadilla) y otra que se extiende al oriente (valle del Jerte y La Vera). A su vez, las palabras compartidas entre todos esos lugares y el resto de la provincia de Cáceres nos alertan de la existencia de un área mayor (en este caso provincial) y, a partir de la documentación de voces del valle del Ambroz que tienen una extensión general, se constata la presencia de una macroárea que ocuparía toda Extremadura (por necesidades de espacio solo proponemos una muestra mínima de casos): apescolado, da adj. Inclinado, ladeado, torcido. [DCM: Casas del Monte; DGG: Guijo de Granadilla]. atortar tr. Aplastar. [DCM: Casas del Monte; DGG: Guijo de Granadilla; ECO: Cuacos de Yuste, Villanueva de la Vera]. || 2. irse a ~ la oreja loc. verb. Dormir. [ECO: Cuacos de Yuste, Villanueva de la Vera]. cachaparro m. Cacharro, utensilio de cocina, recipiente. [CDE: Cabezuela del Valle; DCM: Casas del Monte; DGG: Guijo de Granadilla; ECO: Villanueva de la Vera; VTJ: Valle del Jerte]. bica f. Orinal. [DCM: Casas del Monte; ECO: Casar de Cáceres; HZM: Zarza de Montánchez; LTA: Tierras de Alcántara; MQD: Valdefuentes; VDM: Madroñera; VOB: Berzocana]. arrepío m. Arranque violento, ímpetu de cólera u otro afecto. [DCM: Casas del Monte; DPI: Calamonte; EDT: Tentudía; HAC: Acehúche; HCI: Cilleros; HPE: Valencia de Alcántara; HPS: San Vicente de Alcántara; LDB: Don Benito; LTA: Tierras de Alcántara; MQD: Valdefuentes; RDE: Aldeacentenera; VDB: Don Benito; VOB: Berzocana; VPF: Fuente del Arco; VSE: Villanueva de la Serena; VUA: Alburquerque; VZA: Zarza-Capilla]. || 2. Escalofrío. [AAV; AVB: Badajoz; EHO: Olivenza; HPE: Oliva de la Frontera]. || 3. Enfado. [HPH: Higuera de Vargas]. Cf. port. arrepio.
Con respecto a la extensión de los constituyentes léxicos de las hablas extremeñas, el Tesoro puede abrir la puerta de estudios particulares en los que, por ejemplo, se explique por qué se documentan en la región leonesismos —quizá, con mayor precisión, occidentalismos— con una presencia general (caso de achiperre), otros que solo aparecen en el norte de la provincia de Cáceres (caso de guarrapo) y otros que —curiosamente— se muestran casi de forma exclusiva en la provincia de Badajoz (casos de arrutado y bayón): achiperre m. Bártulo, herramienta, utensilio. [DCM: Casas del Monte; DCV: La Vera; TFP: Piornal]. || 2. Objeto inservible o de poco valor. [DCH: Malpartida de Plasencia; HCH: Mal-
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partida de Plasencia; LPA: Almendralejo]. || 3. Objeto de cocina que sirve para limpiar la casa. [COA: Acebo]. || 4. m. pl. Trastos viejos e inútiles, cacharros. [AMP: Puebla del Maestre; CDE: Valle del Jerte; DPS: Descargamaría; EDT: Tentudía; HAC: Acehúche; HMC: Mérida; HPS: San Vicente de Alcántara; HZM: Zarza de Montánchez; LAS: Salvatierra de Santiago; LTA: Tierras de Alcántara; PCE: El Torno; RDE: Aldeacentenera; VCC; VEA: Alburquerque; VDB: Don Benito; VEX; VOB: Berzocana; VPF: Fuente del Arco; VTJ: Valle del Jerte; VUA: Alburquerque]. || 5. Conjunto de instrumentos de labranza. [CLE 106: Madroñera; DPI: Calamonte; DPS: Descargamaría; ECO: Cuacos de Yuste, Torrejoncillo, Villanueva de la Vera / Llerena, Valdelacalzada; HPH: Higuera de Vargas; HPS: San Vicente de Alcántara; VPF: Fuente del Arco; VUA: Alburquerque]. || 6. Conjunto de cosas, instrumentos u objetos para un oficio. [HCI: Cilleros; HDH: Las Hurdes; HPH: Higuera de Vargas; LDB: Don Benito; LTA: Tierras de Alcántara; MEX: Ceclavín; VDB: Don Benito; VDM: Madroñera; VSE: Villanueva de la Serena; VZA: Zarza-Capilla]. || 7. Loza. [HPH: Higuera de Vargas]. guarrapo m. Cerdo. [CLE 290: Ahigal, Segura de Toro; DCM: Casas del Monte; DGG: Guijo de Granadilla; DPS: Descargamaría; HPS: San Vicente de Alcántara]. || 2. Lechón, cochinillo. [CLE 291: Garrovillas, Guijo de Galisteo; DCH: Malpartida de Plasencia; EHP: Piornal]. || 3. Cerdo de tres a cinco meses. [HAC: Acehúche; LTA: Tierras de Alcántara; MEX: Ceclavín]. || 4. Cerdo que no ha cumplido un año. [ECO: Navalvillar de Pela; HDH: Las Hurdes]. arrutado, da adj. Encogido, asustado. [DPI: Calamonte; HMC: Mérida; HPE: Oliva de la Frontera; HPH: Higuera de Vargas; MDE: provincia de Badajoz; MQD: Valdefuentes; VPF: Fuente del Arco]. || 2. Enfermo. [ACE: Aceuchal; HPE: Oliva de la Frontera]. || 3. Entumecido por el frío. [HPH: Higuera de Vargas; LAL: Alconchel; LPA: Almendralejo; VPF: Fuente del Arco]. || 4. Acurrucado, agachado. [ECO: Guadalupe; VOB: Berzocana]. || 5. Triste. [ACE: Aceuchal; HPE: Oliva de la Frontera]. || 6. Sin rumbo fijo, perdido. [HPE: Oliva de la Frontera]. bayón m. Espadaña (Typha latifolia). [DPI: Calamonte; ELA: Arroyo de San Serván; LPA: Almendralejo].
Por último, en lo que respecta a la configuración de campos semánticos, un ejemplo de la riqueza que poseen las hablas populares extremeñas que puede extraerse de los materiales acopiados en el Tesoro lo forman todas aquellas voces que hacen referencia a los conceptos ‘golpe, caída, batacazo’ y similares, para los que se identifican más de doscientas, entre las que figuran acalcón, bancalazo, barquinazo, basticazo, bullío, butracazo, cácaro, calambuzazo, carpiza, carramochón, cascañetío, cascaretazo, cascarinache, cascón, charpazo, chimbazo, chinchiporrazo, chischás, chocotón, chofión, chorchazo, cocada, cogotón, contrapazo, corchalada, gallúa, gorronazo, guachanazo, guacharpazo, guarrapazo, jaquimazo, jarabatada, jardazo, jipío, jita, lambreazo, lique, mamolazo, mitra, mosquete, palitrocazo, parchazo, parvujo, pinzorra, ristrazo, rucho, sococho, somatraspón, tangañazo, tarantantán, tarmazo, traquido, truque, tumbaleta, verdión, volcarrazo, zalabarcazo y zamarreón.
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11. LEXICOGRAFÍA DEL ESPAÑOL DE AMÉRICA
José Carlos Huisa Téllez Johannes Gutenberg-Universität Mainz [email protected]
►► Resumen
En este capítulo se propone un rápido repaso de la historia de la lexicografía del español de América a partir de sus hitos más importantes, esto es, la lexicografía de provincialismos del siglo xix independiente, así como la moderna lexicografía diferencial-contrastiva y la integral, ambas de las últimas décadas del siglo posterior. Con menor profundidad se trata el registro de las palabras americanas en los primeros siglos de la presencia española en América, especialmente en el contexto de la sorpresa europea por la naturaleza del llamado Nuevo Mundo. A continuación, se presenta la obra del cubano Esteban Pichardo como una transición entre una primera etapa guiada por un cierto interés enciclopédico y la lexicografía provincial decimonónica plenamente diferencial. Tras el siglo xix se puede hablar de otra transición hasta la época actual, en la que si bien la producción fue bastante alta, no hubo absolutamente ninguna evolución ni en el campo teórico ni en el de la elaboración práctica de diccionarios. ►► Palabras clave Historiografía de la lexicografía, diccionarios dialectales, diccionarios de provincialismos, lexicografía diferencial-contrastiva, español de América.
Lexicography of American Spanish ►► Abstract
This chapter offers a short summary of the history of American Spanish lexicography based on its most important milestones: the nineteenth century lexicography of provincialismos, and, on the other hand, the modern differential-contrastive lexicography and the integral lexicography, both of the late twentieth century; the recording of American words in the early centuries of the presence of Spanish in America will be treated more summarily, focusing mainly on the surprise of the Europeans at realia they encountered in the so-called New World. The Cuban lexicographer Esteban Pichardo is presented as marking a transition between an initial period of encyclopaedic interest and the fully-differential provincial lexicography of the nineteenth century. Another transition occurred between the early and late twentieth century during which, despite a high rate of production, absolutely no progress was made either on the theoretical level or in practical dictionary making. ►► Keywords History of lexicography, dialect dictionaries, dictionaries of provincialisms, differential-contrastive lexicography, American Spanish.
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1. Una larga prehistoria: glosarios y lingüística misionera Haciéndose eco de un tópico bastante recurrido en la filología del español americano, Haensch (1994) afirma que la historia propiamente dicha de la lexicografía correspondiente —si bien más adelante se referirá a una «transición a la lexicografía moderna» (1994: 43)— empieza hacia finales del siglo xviii con el Vocabulario de las voces provinciales de la América usadas en el Diccionario geográfico-histórico de ella; y de los nombres propios de plantas, aves y animales, que complementaba el Diccionario del título, ambos de Antonio de Alcedo (1967 [1786-1789]), argumentando que las definiciones son «más objetivas y menos pintorescas» (1994: 43) y que se usa por primera vez la nomenclatura de Linneo para la flora y la fauna1. En esta breve presentación del período en cuestión, en la que básicamente glosaremos las importantes afirmaciones del investigador alemán, proponemos alargar esta prehistoria hasta llegar al siglo xix o, por lo menos, decantarnos por una clara transición hasta ese siglo, más que apostar por una ruptura determinante. Está claro que los criterios que guían la afirmación de Haensch son indiscutibles, esto es, que la técnica lexicográfica en el vocabulario mencionado se distancia en buena medida de lo hecho anteriormente y que la concepción de la obra preludia a la de la lexicografía decimonónica, pero no es menos cierto que determinados rasgos que mencionaremos inmediatamente gozan en su momento aún de una gran vitalidad y muestran la continuación de una tradición. De hecho, como veremos en el apartado correspondiente, incluso la primera edición del primer diccionario del xix, el cubano de Pichardo, podría inscribirse en tal tradición, mientras que solo algunas décadas después se elaborarán con cierta sistematicidad y se publicarán regularmente diccionarios diferenciales dedicados a comunidades de habla específicas —identificadas en su gran mayoría con algunos de los estados-nación ya constituidos— y con el propósito de ser generales. Como se desprende del título, el vocabulario de Alcedo constituye un anexo de su Diccionario geográfico histórico de las Indias Occidentales o América..., editado modernamente en Alcedo (1967/1786-1789). Remitimos a la nota 2 de Werner (1991) para las referencias a su papel precursor por parte de diversos filólogos, entre los que destaca Rodolfo Lenz (1980 [1905-1910]: 7-8). Para un estudio más amplio del Diccionario..., cf. Lerner (1971), donde se propone su lectura desde la Ilustración, lo cual por cierto también ilumina el tránsito a la lexicografía hispanoamericana posterior. Es muy probable que Alcedo haya sido el primero en usar provincial y, por extensión, provincialismo, para referirse al léxico americano, lo que en el contexto de la lexicografía española del momento no parece ser en absoluto inadecuado. Por otro lado, es necesario mencionar aquí el Diccionario de voces americanas atribuido a Ayala (Ayala 1995 [s.f.]), el cual adelantaría en algunas décadas esta especie de quiebre histórico en la lexicografía del español americano, si bien asumimos que desde el punto de vista historiográfico su influencia, en tanto manuscrito inédito, resulta menor. De cualquier manera, vale la pena revisar el prólogo que Quesada Pacheco (1995) le dedica a la edición posterior de la obra, en el cual se hace hincapié en el hecho de que no constituye un anexo de otra, lo que determina su importancia en el devenir de la práctica lexicográfica que estudiamos (1995: xx-xxi). 1
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Sea como fuere, resulta de cualquier manera legítimo desde el punto de vista historiográfico plantear la pregunta de cuál es el significado para la historia de la práctica lexicográfica de la ya bien conocida producción presente a lo largo de los tres siglos entre la llegada de los españoles al continente y el siglo xix2. Para responder a esta pregunta consideramos necesario detenernos en dos cuestiones específicas que caracterizan a toda esta primera época: en primer lugar, el conjunto de objetivos bien determinados que llevaron a la necesidad del registro del léxico, especialmente en el caso del uso en determinados tipos de textos de unidades léxicas desconocidas para el lector, y también en la actividad misionera, en donde fue necesario echar mano de prácticas lexicográficas. En segundo lugar, caracteriza a esta primera etapa la fortísima impronta que ha dejado en la historia de la lexicografía hispanoamericana: tanto en el caso del interés enciclopédico como en la búsqueda de equivalentes en el español peninsular. Los primeros brotes de interés lexicográfico aparecen ya en obras de diversa naturaleza, como diarios, cartas o crónicas, en forma de breves textos explicativos, a veces integrados en el discurso o reunidos, otras, en un cuerpo aparte. El caso ya mencionado de Alcedo es claro ejemplo de la segunda variante. Un ejemplo prototípico de la primera lo constituye el conocido caso de piña en la Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano, escrita por Fernández de Oviedo en el siglo xvi; en esta, se describe la fruta americana con las siguientes palabras: «De las piñas que llaman los chripstianos, porque lo paresçen […]» (Fernández de Oviedo 1851: 280). Esta práctica, que comienza ya en los diarios de Cristóbal Colón y que se desarrolla especialmente en la primera época antillana, pero también en los momentos más tempranos de la presencia española en zonas más avanzadas del continente, constituye en esencia un efecto del fenómeno lingüístico desencadenado por el contacto con un entorno nuevo, al cual los recién llegados se vieron obligados a adaptarse también de forma lingüística. En concreto, se trataba de un encadenamiento de necesidades, valga la reducción explicativa: la de nombrar una realidad específica, la de usar el nombre dado y la de explicarlo —o definirlo— para un público ajeno a la situación.
En cuanto a la información bibliográfica, la mayor parte de obras lexicográficas, claramente especificadas como tales, se encuentran en los esenciales trabajos de Niederehe (1994, 1999 y 2005) y Esparza Torres / Niederehe (2012). También se hace referencia a los glosarios añadidos a obras de otra naturaleza en la breve pero sustanciosa presentación de la época que se encuentra en el citado Haensch (1994) y que se repite casi sin cambios en Haensch / Omeñaca (2004). Se contaba ya con una colección de los documentos mismos en un solo soporte informático (Haensch 2000), al que podía recurrir el investigador interesado, pero este soporte se ha vuelto tan anticuado que su acceso es difícil desde un ordenador moderno. En general, sobre los primeros documentos de la presencia española en América y su relación con el léxico, cf. el ya clásico Buesa / Enguita (1992). La importancia de tales documentos para la historia del español americano, por cierto, se demuestra en el número creciente, también en las últimas décadas, de los trabajos filológicos dedicados a ellos. 2
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Por lo anterior, es posible afirmar que el criterio de selección del léxico para su registro —si queremos utilizar una pauta moderna— no habría necesitado mayor reflexión, sino que venía impuesto o se veía justificado por el carácter del momento histórico. En general, se trata de indigenismos, léxico proveniente de alguna de las lenguas originarias, y exotismos, aquel referido a elementos típicos de la realidad americana, constituido en parte por léxico patrimonial. No perdamos de vista, sin embargo, el hecho de que estas primeras manifestaciones lexicográficas, decididamente enciclopédicas, se encuentran en el nivel del habla y no en el de la lengua, esto es, que aparecen para resolver una determinada situación de comunicación dentro de un discurso cerrado, cumpliendo la función de glosas. No nos enfrentamos, así, a obras lexicográficas propiamente dichas, que, como mencionamos al principio, más bien estarían dedicadas al léxico español de una comunidad de habla determinada. La impronta de esta prehistoria es bastante clara: no puede negarse que en la larga historia posterior de la lexicografía hispanoamericana e incluso hasta nuestros días este tipo de léxico registrado en la primera época ocupa un lugar central, más en el ideario que en consonancia con la realidad lingüística. Desarrollando la dura crítica de Lara (1990) a esta idea generalizada, debe quedar claro aquí que el registro lexicográfico condicionado por situaciones concretas en un determinado momento histórico, como el que acabamos de reseñar, deja de tener validez en otro distinto. Por otro lado, en comparación con el bien desarrollado estudio lexicológico de los primeros momentos de la presencia española en el continente, todavía es una tarea inconclusa de la historiografía de la lexicografía dar cuenta de forma sistemática y articulada de la manera en que fueron germinando desde el punto de vista formal estas prácticas lexicográficas iniciales, describiendo con detalle el discurso lexicográfico mismo y relacionándolo con el objetivo comunicativo que buscaban cumplir. Esta última tarea, por cierto, sí se está llevando a cabo sobre otro corpus lexicográfico que normalmente se añade al aludido hasta ahora, aquel que junto con un sinnúmero de gramáticas constituye desde el punto de vista de la lingüística y de la historiografía un precioso producto de la misión evangelizadora en España. Como sabemos, esta se asumió tomando la determinante decisión de valerse de las lenguas indígenas antes que de la española, para lo cual hubo que codificarlas y aprenderlas, lo que a la larga significó un fuerte impulso a la práctica lexicográfica en el continente. Se elaboró, así, una ingente cantidad de diccionarios que tenían como uno de sus objetivos centrales —como bien la llamada lingüística misionera se ha preocupado en estudiar en los últimos años— traducir a las lenguas indígenas aquel léxico español relacionado con la cristiandad3. La importancia de esta práctica y de su estudio actual desde un punto de vista filológico no se limita al plano puramente le Cf., en especial, Zwartjes / Arzápalo Marín / Smith-Stark (2009) y Zwartjes / Zimmermann / Schrader-Kniffki (2014), además de ediciones críticas y comentadas de trabajos lexicográficos, como Alexander-Bakkerus (2016), Quirós (2013 [1711]) y De la Mata (2007 [1748]). 3
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xicográfico, sino que también nos encontramos con un aspecto semántico esencial, debido a la necesidad de vincular dos sistemas culturales completamente ajenos4. Se suele agrupar en un solo conjunto estas obras lexicográficas con los textos explicativos de indigenismos y exotismos a los que nos hemos referido anteriormente. Si bien comparten un mismo proceso histórico, el de la presencia española en el continente, creemos que las razones para distinguir ambos grupos saltan a la vista, partiendo del hecho de que en este caso las lenguas indígenas ocupan un lugar central5. Vale la pena hacer hincapié en esto: la práctica lexicográfica en el continente se inició también apuntando decididamente a las lenguas indígenas; de hecho, los productos lexicográficos más cercanos a un modelo prototípico fueron estos misioneros, si bien en la mayoría de los casos constituían básicamente calepinos. Resulta claro que las situaciones comunicativas para las cuales se elaboran los textos lexicográficos son de carácter distinto, lo que repercute en cuestiones clave, como el criterio de selección de las unidades para su registro y la organización del texto lexicográfico: mientras que en los textos a los que nos referíamos antes predomina la glosa, en estos es más frecuente la presentación de un equivalente6. En esta lexicografía misionera, resulta tan evidente como determinante la impronta de la tradición lexicográfica humanista, que tiene en Nebrija a uno de sus mayores representantes. Como vemos, el primer momento del registro léxico en América parte de objetivos concretos que responden a un bien determinado momento histórico. Es preciso tener en cuenta esta cuestión para entender con mayor facilidad las siguientes dos etapas. 2. Esteban Pichardo y dos concepciones lexicográficas Hemos dicho ya que asumimos el siglo xix como la época a partir de la cual es posible hablar propiamente de una lexicografía hispanoamericana, tras un largo período en que prevalecían la glosa enciclopédica y la lexicografía misionera. Ciertamente, como la tradición filológica acepta, hacia finales del siglo xviii y en especial gracias a obras como la de Alcedo, la práctica relacionada con el primer caso empieza a ser más sistemática en el terreno de la forma; no obstante, nos reafirmamos en 4 Sobre este interesante tema, que escapa a una mirada puramente lexicográfica, cf., por ejemplo, Ezcurra Rivero (2013) y Dedenbach-Salazar (2016). 5 En cuanto a la importancia de la lengua indígena en el primer momento del registro lexicográfico, no hay que olvidar, como ya se menciona en Haensch / Omeñaca (2004: 302-303), el temprano caso del glosario latino sin ninguna relación con el castellano dedicado a los vocabula barbara, como reza el título, que sin tener contacto directo con América, por cierto, Pedro Mártir de Anglería pone al final de sus Décadas. 6 En textos misioneros no lexicográficos también es posible encontrar otra manera de explicación del uso de unidades léxicas, en lo que se ha llamado para un caso portugués lexicografía implícita (cf. Gonçalves / Murakawa 2009).
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que se trataría de un momento de transición al no existir aún el propósito expreso de elaborar un diccionario general dedicado al léxico usual, no solo enciclopédico, de una comunidad de habla relativamente bien determinada. De hecho, las palabras preliminares del Vocabulario… de Alcedo no dejan lugar a dudas de que este ha sido elaborado para complementar el Diccionario… Es posible observar aquí, de todas formas, una leve superación del puro afán enciclopédico al registrar también, si bien en número reducidísimo, unidades léxicas que no se refieran a flora y fauna ni a realia, por ejemplo candela, ‘es lo mismo que luz encendida o fuego y se usa generalmente en toda América’ (Alcedo 1967 [1786-1789]: s.v. candela). Al mismo tiempo, se empiezan a delinear características específicas que marcarán incluso hasta hoy la elaboración de diccionarios del español americano. No solo nos referimos a la diferencialidad, esto es, el registro de unidades no usuales en la metrópoli —que no es sino una evolución de la necesidad de ofrecer glosas al lector europeo («como parte precisa para la inteligencia de muchas voces usadas en aquellos países», Alcedo 1967 [1786-1789]: 4, 259)—, sino también a una forma muy primitiva de contrastividad, es decir, la comparación entre los usos españoles y americanos en el artículo del diccionario, lo que podemos ejemplificar con los artículos dedicados a batea, ‘nombre que dan a la artesa en casi toda América’, y a bayuca, ‘es lo mismo que cantina en España’7. Esta forma de definir derivará más tarde en la simple presentación del sinónimo español como toda información en el artículo, característica a su vez también bastante común de los diccionarios posteriores dedicados al español americano. Otra que se hará cada vez más evidente en la producción posterior es la de condena y corrección idiomáticas, casi imperceptible pero presente en Alcedo: «unas [voces] que aunque originarias de España, y especialmente de Andalucía, han degenerado allí por la corrupción que ha introducido la mezcla de los idiomas de los indios» (Alcedo 1967 [1786-1789]: 4, 259). Con todo esto queremos decir que el cambio de siglo constituye claramente una época de transición que, desde el punto de vista historiográfico, puede reconocerse como preludio de lo que ocurrirá posteriormente con la lexicografía de los países que se constituirán tras las guerras de independencia. Resulta interesante, por cierto, aunque de ninguna manera inexplicable, que la obra que encarna sin lugar a dudas esta transición no esté dedicada a uno de los nuevos países sino a una provincia española cuya independencia ocurrió algo más de medio siglo después. Se trata del Diccionario provincial de voces cubanas, que Esteban Pichardo publicó en 1836. La obra vio tres ediciones más en el siglo xix, cuyos títulos presentan ligeros cambios (en 1849, Diccionario provincial casi-razonado de voces cubanas; en 1862, Diccionario provincial 7 Somos conscientes de que los conceptos de diferencialidad y de contrastividad, tal como los acabamos de explicar en estas líneas, en relación con la elaboración de diccionarios del español americano son modernos (cf. el apartado 5 de este trabajo), pero siguiendo la tradición historiográfica actual caracterizamos aquí de diferenciales y contrastivas a estas obras de siglos pasados. Lo mismo debemos decir cuando nos referimos al criterio diferencial y a la información contrastiva de ellas.
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casi-razonado de vozes cubanas y en 1875, Diccionario provincial casi razonado de vozes y frases cubanas) y dos más en el siglo xx, la primera de las cuales cuenta con adiciones que no pertenecen al autor (1953), mientras que la segunda constituye solo una reproducción de la anterior (1976), por lo que no cuentan para la historia de la lexicografía hispanoamericana que estamos esbozando. Ahora bien, vale la pena aquí plantearse la pregunta sobre el objetivo que se busca alcanzar al elaborar en las primeras décadas del siglo xix un diccionario provincial, pregunta que más tarde derivó en la de la naturaleza de los provincialismos (y de cualquier -ismo relacionado con un estado-nación) y que es recurrente en nuestra historiografía, no por una razón de poca importancia: si existe una característica que atraviesa la mayor parte de la lexicografía hispanoamericana es precisamente aquella que la muestra como una de -ismos. En un artículo que constituye el estudio más clarificador de la obra de Pichardo, Werner (1994a) propone enfrentarse a este primer diccionario provincial, y también a los posteriores que seguirían su senda, antes que con una dura mirada crítica desde el presente, desde una perspectiva contemporánea a su elaboración y que preste atención al propósito del lexicográfo8. Así, toma en cuenta el devenir anterior del registro lexicográfico en América, que nosotros acabamos de revisar, y la evolución del ideario lexicográfico de Pichardo, apreciable en la comparación entre las diferentes ediciones que preparó de su obra. Werner plantea dos cuestiones que confluyen en el interés por elaborar una obra de provincialismos cubanos. En primer lugar, muestra que este propósito no era de ninguna manera novedoso: en efecto, siguiendo la estela de Alcedo, algún tiempo atrás ya habían aparecido los proyectos de elaboración de diccionarios de unidades léxicas referidas a realidades específicas cubanas de Domingo del Monte y de Fray José María Peñalver. No es difícil ver aquí una continuación y evolución del interés lexicográfico producto del primer contacto europeo con la realidad americana, a lo que deben añadirse ahora factores económicos tras tres siglos de administración española. En segundo lugar, Werner propone prestarle atención a la tradición lexicográfica peninsular y a la europea en general en el momento en que los americanos empiezan a registrar sistemáticamente léxico usual en el continente: no olvidemos que en la época empieza a desarrollarse una lexicografía no académica que tuvo entre sus principales objetivos complementar la información que ofrecía el diccionario oficial con términos de campos científicos y profesionales, entre otros; el diccionario de Terreros cuenta en esta tradición como un trabajo prototípico. No solo el desarrollo de los ámbitos a los que esta lexicografía prestaba atención constituye una causa de este creciente interés, 8 Concretamente, dice lo siguiente: «Pero cabe la duda de si obras de épocas pasadas no se interpretan como respuestas a preguntas hechas en nuestra época, mientras que los propios autores, en realidad, se habían planteado cuestiones de distinta naturaleza» (Werner 1994a: 110). Vale la pena aclarar aquí que nos referimos exclusivamente a los objetivos lexicográficos declarados o a los cuales se puede acceder desde la hermenéutica y no al conjunto de ideologías no solo lingüísticas que se cuelan en el discurso lexicográfico, como en todos, generalmente de manera involuntaria.
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sino especialmente la corriente francesa del enciclopedismo, hija de la Ilustración, que penetró con mucho éxito en la lexicografía peninsular. Que este ambiente reinó efectivamente también en las colonias y por ende en su propia producción lexicográfica se muestra —como Werner señala— en los cambios del título que Pichardo hace de su obra a lo largo de las diferentes ediciones que publica. Vemos aquí, pues, una confluencia de intereses y de técnica lexicográficos, en el fondo no tan casual, entre el pasado reciente americano y los movimientos europeos. Tras plantear estas dos cuestiones que historiográficamente explican la aparición de una lexicografía de provincialismos en América corporeizada en el diccionario de Pichardo, Werner va más allá y a continuación, a partir del análisis de los criterios de selección expuestos en los sucesivos prólogos, propone y comprueba la hipótesis de que a lo largo de las reelaboraciones del trabajo que el autor edita se puede entrever con cierta claridad la transformación de su pensamiento lexicográfico. Esta transformación, por cierto, también puede verse si revisamos la técnica lexicográfica, tal como Álvarez Vives (2009) demuestra en cuanto a la organización de la parte de la microestructura dedicada a la información sobre las unidades fraseológicas. Werner describe los objetivos que buscaba Pichardo en la primera versión de su diccionario (1836), íntimamente relacionados con el prurito enciclopédico ya justificado, si bien también registra unidades léxicas usuales en Cuba diferentes a aquellas de la metrópoli, pero sin enjuiciarlas ni proponer su registro en el diccionario académico. La segunda edición (1849) bebería —siempre según Werner— de la transformación de la lexicografía española, especialmente a partir de la obra de Salvá, que por cierto había utilizado la información que Pichardo ofrecía, pero sin mencionarlo. No solo se trata aquí del hecho de afinar la información enciclopédica a partir de las nuevas fuentes científicas, sino también del de postular la necesidad de complementar la información ofrecida por el diccionario académico. Además, aunque todavía no se encuentra un fuerte componente prescriptivo y correctivo, la conciencia de la diferencia del habla cubana respecto a la peninsular se hace más palpable. El éxito de estas ediciones y una mayor acumulación de conocimientos dieron pie a que Pichardo emprendiera la tercera edición (1862). Tal éxito no solo debe entenderse desde el punto de vista comercial sino especialmente con relación a la recepción del diccionario cubano en la Academia española, lo que habría llevado al autor a establecer una relación más estrecha entre la obra académica y la suya. Esto se ve complementado con una ya decidida intención correctiva. En la cuarta edición (1875), se nota con mayor claridad la influencia de la lexicografía penisular, que se ha dado también a la tarea de registrar provincialismos americanos, pero que carece de la información suficiente con la que sí contaría un lexicógrafo de este lado del océano. Aquí se muestra en todo su esplendor, por tanto, uno de los objetivos que caracterizarán la lexicografía hispanoamericana inmediatamente posterior: el deseo de complementaridad de su par peninsular. El hecho del mayor registro de fraseologismos cubanos constituiría una prueba de ese interés. La actitud del lexicógrafo frente al léxico diferencial se tiñe, además, de cierta ambigüedad, también característica de la producción siguiente: por un lado, se plantea
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el seguimiento de una norma peninsular, pero por otro se asume la importancia de registrar las voces propias ajenas a tal norma en la lexicografía académica. Werner cierra su trabajo haciendo una afirmación que nos da el pie para terminar de describir este cambio de paradigma lexicográfico y pasar de lleno a la etapa más importante de nuestro recorrido historiográfico: la última edición preparada por Pichardo ya muestra decididamente las características de la lexicografía hispanoamericana decimonónica. Así, hace especial hincapié en la contradicción entre la crítica al trabajo de la Academia y la sumisión a ella, entre el registro de -ismos nacionales y su censura como desviaciones de una norma monocéntrica. 3. Lexicografía de provincialismos: independencia y formación nacional en el amplio siglo xix9 Décadas después de la primera edición del diccionario de Pichardo, se empezaron a elaborar y a publicar obras similiares en el continente, con la diferencia ya señalada de que se dedicaban ahora al léxico de países recién independizados. Este no es un detalle menor: todo lo contrario, el hecho de que se elaborasen en un momento relativamente temprano de la formación nacional —cuestión que entró en juego con pautas propias de la práctica lexicográfica europea del xix, tal como ocurrió en el caso cubano— determinó todo el proceso de elaboración de las obras y también su recepción por parte del público. Esta íntima relación se hace patente en la gran mayoría de los casos en las palabras preliminares, en las cuales no es raro encontrar referencias a la formación del Estado o a la de una cultura nacional o al establecimiento de políticas educativas, entre otras cuestiones afines. Evidente resulta también el decidido reemplazo del genérico provincialismo, que ya no correspondía a la situación político-administrativa, por el de los -ismos respectivos. Incluso en el ineludible análisis de la técnica lexicográfica de estos diccionarios, que en este panorama historiográfico no abordaremos, se muestra que el carácter idiosincrásico de los comportamientos lexicográficos de este tipo de obras, que beben de distintas tradiciones lexicográficas y filológicas de la época, está interrelacionado con el ambiente cultural, social y político del momento10. No nos referimos con todo esto al hecho de que estas obras estén impregnadas de un espíritu idependiente con respecto a la exmetrópoli, sino al de que ellas participan del proceso de determinación de parámetros necesarios para fundar nuevas naciones, creando un imaginario bien determinado: basta pensar en lo 9 Se resume aquí de forma apretada la información que sobre la época en cuestión hemos presentado en nuestra tesis doctoral dedicada al Diccionario de peruanismos. Ensayo filológico de Juan de Arona (Huisa Téllez 2011) y en dos artículos en los que se toman los diccionarios de provincialismos como corpus para un estudio en cierta medida alejado de los ámbitos puramente lexicográficos (Huisa Téllez 2013 y 2014). 10 Cf., por ejemplo, Rojas (2010) y el mencionado Huisa Téllez (2011).
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que conlleva desarrollar la sencilla frase sobre la que se basan estos diccionarios, por ejemplo, «los chilenos/peruanos/mexicanos hablan así o deberían hablar así». Recordemos, además, que el deseo de una cierta independencia cultural, especialmente en el ámbito de la lengua, no fue la norma en los diferentes casos nacionales; de hecho, solo se desarrolló en Argentina, debido sobre todo a la naturaleza de su Romanticismo, mientras que en el resto de naciones se intentaban mantener los lazos culturales con la península, lo que se comprueba fácilmente en la práctica que revisamos11. Entre los más representativos de estos diccionarios de provincialismos debemos contar el Diccionario de chilenismos (1875) de Zorobabel Rodríguez, el Diccionario de peruanismos. Ensayo filológico (1883-1884) de Juan de Arona, Vicios del lenguaje y provincialismos de Guatemala. Ensayo filológico (1892) de Antonio Batres, el Diccionario de barbarismos y provincialismos de Costa Rica (1893) de Carlos Gagini, Neologismos y americanismos (1896) y Papeletas lexicográficas (1903) de Ricardo Palma, el Vocabulario de mexicanismos (1899) de Joaquín García Icazbalceta, entre un número ingente de ellos12. Una de las primeras características de esta serie es el hecho de que, si bien el consabido interés enciclopédico continuaba existiendo, el registro de léxico usual no referido a realidades específicas se incrementó exponencialmente. Aunque está muy claro que estas obras siguen la estela de Pichardo, cuyo diccionario se nombra casi siempre como referente lexicográfico y como fuente para la comparación entre el uso en diferentes regiones americanas, el registro de unidades léxicas está relacionado ahora con una nueva gama de objetivos, planteados directa o indirectamente por los lexicógrafos y marcados fuertemente por la época, que se reflejan en un conjunto de funciones que estas obras cumplen, de las cuales las siguientes merecen un comentario: a) complementaria del diccionario académico, b) normativa y prescriptiva, c) estandarizadora, d) diferencial y e) contrastiva. Para una adecuada mirada historiográfica sobre estas obras es necesario aceptar que en un momento inmediatamente posterior a una larga etapa colonial y en la que, de acuerdo al ambiente científico, reinaba el temor de corte biologicista a la desintegración de la unidad de la lengua española, en una transparente analogía con el paso del latín a las múltiples lenguas románicas, no resulta en absoluto extraña la concepción en ámbitos intelectuales de una norma monocéntrica, identificada sin mayor trámite con la peninsular, que debía seguirse. En la práctica lexicográfica, tal concepción era todavía más marcada; de hecho, en la naciente filología hispanoamericana es posible afirmar que frente al trabajo de Bello y Cuervo estas descripciones del léxico resultaban mucho más conservadoras. Tal importancia de la norma española, por otro lado, se materializó en una atención casi exclusiva al diccionario académico, no solo para el ejercicio diferencial sino también teniendo en mente la necesidad de completarlo con la información del uso americano, deseo la mayoría
Para el caso argentino, cf., especialmente, Del Valle / Stheeman (2004). En Haensch / Omeñaca (2004) puede verse una lista bastante completa de estas obras.
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de las veces explícito. Como decía Werner al referirse a la última etapa de la transformación del pensamiento lexicográfico de Pichardo, esta especie de actitud sumisa frente a la lexicografía peninsular convivía, entonces, con el registro de las propias peculiaridades, lo que constituyó finalmente un rasgo específico y contradictorio de esta primera lexicografía. La comparación entre el léxico que se registraba y el de la norma peninsular se mezclaba, desde luego, con cuestiones extralingüísticas como el sentimiento nacional y el pasado colonial. Es conocido el caso de Ricardo Palma, cuyo trabajo lexicográfico —que él mismo justifica por el vínculo sentimental entre americanos y españoles— estaba determinado por sus denodados esfuerzos para conseguir que se registraran en el diccionario académico las unidades léxicas que él había recogido13. El papel del diccionario académico en el imaginario de los lexicógrafos, plenamente justificado por la época y que daba pie a la diferencialidad, evidentemente evitó un estudio integral del léxico americano que diera a la luz un diccionario como An American Dictionary of the English Language (1828) de Noah Webster, en el caso del inglés. Tal comparación entre los usos americanos y el peninsular que se tomaba como norma, basada en una inmensa parte en la información recogida por el diccionario académico, dio pie también a la aparición de rasgos normativos y correctivos, lo que, por cierto, está relacionado con un interés educativo también importante en esta práctica lexicográfica en un momento de formación nacional. La condena de usos americanos fue una consecuencia natural; de hecho, se elaboraron diccionarios que solamente tenían el objetivo explícito de mejorar el habla de un país14. En íntima relación con esto, se puede determinar también un deseo más bien implícito, aunque muchas veces aparece dicho, de estandarización del habla del país correspondiente: no solo se señalan los usos, nacionales o regionales, sino que también se determinan diferencias con el léxico usual en otros países americanos. Aquí nos encontramos otra vez con una característica contradictoria: mientras que se asumía la importancia de una norma monocéntrica, se aceptaba de forma tácita una forma de hablar propia que había que mejorar, ciertamente, pero que era imperioso registrar en una obra. Finalmente, si bien de forma intuitiva y poco sistemática, muchas veces valiéndose solo de información diccionarística, los lexicógrafos invirtieron sus esfuerzos en establecer el conjunto de elementos léxicos usuales en sus países y no usuales en la península, claro rasgo diferencial, y crearon, también de forma intuitiva, mecanismos lexicográficos de ninguna manera formalizados, que en realidad constituyen meras observaciones, que apuntaban a la comparación entre los usos, lo que se mostraba, por ejemplo, en la presentación de usos comunes en todos los países hispanohablantes, y de aquellos sinónimos de mismo referente pero restringidos diatópicamente. Con algunas pocas diferencias idiosincrásicas, la mayoría de los diccionarios de finales del xix e inicios del xx comparten los rasgos que hemos mencionado aquí. Si Cf. Werner (2002). Cf. el importante trabajo de Lozano (1998), que se refiere a esta «lexicografía de vicios y defectos». 13 14
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bien el claro carácter precientífico de estas obras salta a la vista, lo que nos podría llevar a caracterizarlas como fallidas desde el punto de vista de la metalexicografía y de la lingüística actuales, aquí debemos entender también la producción lexicográfica como respuesta a un momento histórico, perspectiva desde la cual estos diccionarios cobran una importancia y riqueza mayores. 4. Lexicografía hispanoamericana del siglo xx Poco puede decirse sobre las obras lexicográficas nacionales del siglo xx que siguieron la estela de la producción anterior15. No resulta fácil distinguir el momento en que la elaboración de diccionarios de -ismos dejó de responder al momento histórico en el que este tipo de obras había nacido, el de la etapa de formación nacional, y se convirtió más bien en la repetición de un modelo fosilizado. Está claro que la paulatina formación de normas nacionales y regionales que dieron a la lengua su carácter policéntrico actual no se corresponde con una lexicografía que se preocupaba por marcar los usos distintos frente a la exmetrópoli, en muchos casos para prescribirlos y en otros para señalar y celebrar la propia peculiaridad. Sin embargo, en mayor medida debido a que la práctica lexicográfica por muchas décadas no la llevaban a cabo profesionales sino diletantes entusiastas, hubo muy pocos reajustes al modelo anterior. El usual e indiscriminado trasvase de información de diccionarios anteriores colaboró también con esta situación y evitó de plano cualquier posibilidad de trabajo de campo o de corpus. Sí que resulta innovador, por otro lado, el interés por elaborar diccionarios generales de americanismos, entre los que el primero de Malaret (1925) y el siguiente de Santamaría (1942) constituyen casos prototípicos de una práctica que, por la cantidad de información manejada, necesitaba paultatinamente de mayores precisiones metodológicas y técnicas16. Si bien en gran parte estos diccionarios se apoyan en los diccionarios nacionales, con los evidentes problemas que esto conlleva, es necesario resaltar la preocupación constante de sus autores por recoger, muchas veces gracias a corresponsales, y registrar la mayor cantidad de unidades léxicas posibles, lo que lleva a un replanteamiento de los criterios de selección. El paso de una lexicografía nacional a una general dio como resultado la aparición de problemas en la marcación diatópica, en especial debido a la calidad de la información con la que se contaba. Problemas de este tipo, en realidad, no se podrán superar mientras no exista una descripción uniforme del léxico de cada región del continente y solamente sirva de apoyo lo registrado en glosarios menores o en una recogida parcial y asistemática de los datos por parte del lexicográfo. Al igual que en la etapa anterior, cf. Haensch / Omeñaca (2004) para una lista bastante completa de la producción lexicográfica del siglo xx según países. 16 Sobre todo, cf. los trabajos de López Morales (2000) y (2008), y aquel dedicado a Malaret (1983). 15
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5. Lexicografía hispanoamericana moderna: diccionarios diferencial-contrastivos e integrales17 El largo vacío de obras nacionales de importancia en el siglo xx terminó en la década del 70 con el inicio de dos monumentales proyectos lexicográficos que renovaron la lexicografía hispanoamericana: por un lado, el equipo dirigido por Luis Fernando Lara en el Colegio de México inició la elaboración de un Diccionario del español de México, que, después de la publicación de versiones previas, apareció finalmente en 2010, y, por otro, Günther Haensch y Reinhold Werner en la Universidad de Augsburgo pusieron en marcha, en forma de proyecto de investigación, la serie de «Diccionarios contrastivos del español de América», que hasta la fecha ha publicado las obras dedicadas al español de Colombia (1993), Argentina (dos ediciones: 1993 y 2000), Uruguay (1993) y Cuba (2003), y que aún continúa preparando los diccionarios correspondientes a Bolivia, Ecuador y Perú. Como muestra de su claro rasgo innovador, el ejemplo mexicano se sigue en otros lugares, lo que ha llevado a que contemos ya con diccionarios integrales de otros países18. Por otro lado, sin embargo, y tal como hemos visto en el apartado anterior, se continúan elaborando obras lexicográficas que siguen el modelo decimonónico, muy a pesar de lo planteado por el proyecto de Augsburgo, que en buena cuenta tenía como objetivo reformularlo desde la metalexicografía moderna. La base teórica en la que se apoya la llamada lexicografía integral está constituida sobre todo por las reflexiones de Lara en cuanto a la práctica respectiva en el caso de una lengua tan extendida como el español19. La idea de partida de Lara es que los diccionarios constituyen reflexiones sociales y culturales de una comunidad de hablantes, postura teórica relativamente moderna y de raigambre francesa —pensemos en Rey, Rey Debove y Dubois— que inauguró el estudio actual de los diccionarios y que supera la idea de que estos son universales para una lengua en su conjunto, y objetivos o neutrales. Lara señala el peligro de que tales diccionarios centrales de una lengua no reflejen los usos y los significados construidos por comunidades de habla a lo largo de su historia y que, precisamente, estarían activos solamente para ellas. Antes que plantear un diccionario de regionalismos según esta situación dada, lo que en realidad resultaría una perpetuación del modelo centro/periferia, Lara propone la elaboración de un diccionario dedicado exclusivamente a una comunidad determinada de hablantes —cuya determinación, Para un desarrollo más amplio de la diferencia entre ambos métodos (u orientaciones) lexicográficos, remitimos al capítulo de Klaus Zimmermann en este mismo volumen. Aquí señalaremos escuetamente las características más saltantes de ellos pertinentes para nuestra mirada historiográfica. 18 Por ejemplo, el Diccionario integral del español de la Argentina (2008). Cf. Lauria (2012) para una crítica de este trabajo. 19 Para el pensamiento lexicográfico de Lara, cf. como botón de prueba sus tempranos artículos Lara (1981) y (1987), además de Aliaga (2000). 17
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por cierto, es una primera tarea del lexicógrafo— que se hiciera eco de su propia historia, sociedad y cultura. En cuanto al proyecto de Augsburgo, cuya idea inicial propuesta por Haensch fue desarrollada por Werner, es posible encontrar en los diferentes trabajos teóricos de este una importante justificación teórica para la elaboración de un diccionario diferencial que a su vez sea contrastivo20. Ambos lexicógrafos, siguiendo la estela de la metalexicografía alemana, especialmente aquella comandada por Hausmann y Wiegand, intentan mantener con fuerte determinación una postura puramente lexicográfica que no dependa de postulados lingüísticos. De hecho, al plantear la elaboración de un diccionario diferencial, proponiendo el cotejo de dos subconjuntos léxicos de una misma lengua y registrando aquellos elementos que pertenecen de modo exclusivo a uno de los dos, evitan explícitamente hablar de variedades o de subsistemas de una lengua, porque los criterios para definir tales subconjuntos no tienen por qué ser forzosamente lingüísticos21. Esto supone que el diccionario planeado no parta necesariamente de un trazado de isoglosas que defina un subsistema sintópico frente a otro, sino que también sea posible y legítimo elaborarlo sobre la base de criterios extralingüísticos, como la delimitación política y geográfica de un territorio, por ejemplo. Esencial resulta, sin embargo, que ambos subconjuntos elegidos para la comparación se determinen según criterios paralelos, si bien en esta elección también podrían entrar en juego criterios históricos, sociales o culturales. Se ha querido ver en los diccionarios de Augsburgo un mantenimiento del modelo centro/periferia en la descripción de las hablas americanas22. Valgan estas líneas para hacer hincapié en el hecho de que los diccionarios de este proyecto parten de la premisa de que un diccionario constituye una obra de consulta, esto es, un conglomerado de textos que tienen como objetivo servir de ayuda a un usuario determinado en aquellas situaciones en las que no conozca el sentido de una unidad léxica. El usuario objetivo que los diccionarios tienen previsto puede ser un hablante español de la lengua o uno que la haya aprendido en su variante europea y que por alguna circunstancia se ve enfrentado con el léxico usual en un país hispanoamericano. Está claro que este ejercicio diferencial podría hacerse entre dos países hispanoamericanos, lo que por cierto sería incluso más necesario por la mayor probabilidad de que ocurra la situación correspondiente. En todo caso, el diccionario diferencial registra las voces no usuales en España, si bien también ofrece una estructura de acceso a partir de la nomenclatura peninsular. La microestructura del artículo dedicado a una voz no conocida por el usuario objetivo no solo ofrece información sobre el uso de ella (llamada tradicionalmente definición, aunque se trate más bien de una instrucción de uso, como sugiere la metalexicografía Esenciales resultan Werner (1991), (1993-1994) y (1994b). En Hausmann (1986) y en relación con el caso del francés fuera de Francia, se plantean todos los posibles diccionarios que se podrían elaborar a partir del cotejo de dos subconjuntos léxicos que se intersecan, incluyendo el integral dedicado a ambos. 22 Cf., especialmente, Zimmermann (2003). 20 21
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actual), sino que también ofrece información contrastiva, por ejemplo, sinónimos españoles, sinónimos en el país y sinónimos comunes, o una indicación en forma de símbolo que indica que la unidad léxica, en cuanto forma, existe o no en el español peninsular. Como vemos, las cuestiones que se plantean los lexicógrafos de Augsburgo están muy alejadas de las disquisiciones glotopolíticas actuales y se restringen a elaborar una obra coherente y sistemática que sirva de ayuda a su usuario en situaciones concretas23. En general, las últimas décadas del siglo xx supusieron un desarrollo sustancial, si bien algo tardío en comparación con otras tradiciones, de la concepción de la lexicografía del español americano. Por un lado, se superó la perspectiva decimonónica que asumía una visión monocéntrica de la lengua y la dependencia de la descripción del propio léxico al trabajo de la Academia; por otro, frente a las necesidades surgidas a partir de la situación actual en el caso de una lengua tan extendida como el español, se reformuló y renovó la técnica lexicográfica para poder ofrecer a los usuarios importantes obras de consulta. En ambos casos, y desde una perspectiva historiográfica, pueden verse claros continuos, desde una lexicografía decimonónica diferencial a una integral y desde una diletante a una profesional. 6. A manera de conclusión: apuntes para el estudio historiográfico de la lexicografía hispanoamericana Vale la pena finalizar esta breve presentación historiográfica señalando algunas pautas que se asumen ya como imprescindibles para el estudio de la lexicografía hispanoamericana. No es necesario hacer hincapié en la importancia del conjunto de factores relacionados directamente con el contexto histórico, social y cultural que influyen en la producción de textos lexicográficos, pero sí recordar que resulta más provechoso asignarles el estatus de manifestación de momentos determinados que el investigador debe describir de forma detallada antes que el de meras obras aisladas de su entorno que se podrían explicar por sí mismas. En cierta medida relacionado con lo anterior, y acorde con una postura científica que tiene ya más de medio siglo de tradición, se asume en muchos estudios una perspectiva discursiva crítica, que considera que los textos lexicográficos determinan y propagan, o reflejan visiones del mundo identificadas con relaciones de poder en las comunidades lingüísticas en las que se producen. Por otro lado, la forma textual que alcanzan las obras constituye en sí misma un objeto de estudio interesante de la metalexicografía actual, que ve el diccionario como un conglomerado de textos que interactúan entre sí y que responden, además, a una o a varias tradiciones textuales lexicográficas anteriores.
23 Cf. Werner (2014), en donde el autor responde con determinación a las críticas que desde una perspectiva glotopolítica ha recibido el proyecto.
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Por último, el estudio historiográfico de la lexicografía del español americano debería preocuparse también por la verdadera vitalidad del léxico registrado en el momento de su elaboración, no solo para medir la calidad de un diccionario determinado, sino también para evitar caer en la trampa de creer que las obras lexicográficas de otras épocas son ventanas fiables a través de las cuales nos encontramos con la realidad lingüística de ellas. Esta es una tarea que debe cumplirse, más bien, apelando a corpus más completos y menos contaminados por la mano del lexicógrafo. Referencias bibliográficas Alcedo, Antonio de (1967 [1786-1789]): Diccionario geográfico-histórico de las Indias Occidentales ó América…, 4 vols. Madrid: Ediciones Atlas. Alexander-Bakkerus, Astrid (2016): El Vocabulario de la lengua xebera, una Doctrina cristiana en xebero y quechua, y la Gramática de la lengua xebera (siglo xviii). Frankfurt am Main: Vervuert; Madrid: Iberoamericana. Aliaga, José Luis (2000): «El pensamiento lexicográfico de Luis Fernando Lara», en Stefan Ruhstaller / Josefina Prado Aragonés (eds.), Tendencias en la investigación lexicográfica del español. El diccionario como objeto de estudio lingüístico y didáctico. Huelva: Universidad de Huelva, 247-257. Álvarez Vives, Vicente (2009): «Evolución lexicográfica de las ediciones del diccionario provincial de voces cubanas de Esteban Pichardo», en Laura Romero Aguilera / Carolina Julià Luna (coords.), Tendencias actuales en la investigación diacrónica de la lengua. Barcelona: Universitat de Barcelona, 171-181. Arona, Juan de (1883-1884): Diccionario de peruanismos. Ensayo filológico. Lima: Librería Francesa Científica, J. Galland. Ayala, Manuel José de (1995 [s.f.]): Diccionario de voces americanas. [Presentación y edición de Miguel Ángel Quesada Pacheco]. Madrid: Arco Libros. Batres, Antonio (1892): Vicios del lenguaje y provincialismos de Guatemala. Ensayo filológico. Guatemala: Encuadernacion y Tipografía Nacional. Buesa, Tomás / José María Enguita (1992): Léxico del español de América: su elemento patrimonial e indígena. Madrid: Fundación MAPFRE. Dedenbach-Salazar, Sabine (ed.) (2016): La transmisión de conceptos cristianos a las lenguas amerindias: Estudios sobre textos y contextos de la época colonial. Sankt Augustin: Academia. Ezcurra Rivero, Álvaro (2013): Dioses, bailes y cantos. Indigenismos rituales andinos en su historia. Tübingen: Narr. Esparza Torres, Miguel Ángel / Hans-Josef Niederehe (2012): Bibliografía cronológica de la lingüística, la gramática y la lexicografía del español (BICRES IV). Desde el año 1801 hasta el año 1860. Amsterdam, Philadelphia: John Benjamins. Fernández de Oviedo, Gonzalo (1851): Historia general y natural de las Indias. (Primera parte). Madrid: Imprenta de la Real Academia de la Historia.
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12. LEXICOGRAFÍA DIALECTAL DEL PORTUGUÉS DE BRASIL
Aparecida Negri Isquerdo Universidade Federal de Mato Grosso do Sul / Conselho Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnológico [email protected]
►► Resumen
Este trabajo tiene como objetivo más amplio proporcionar un panorama histórico acerca de los estudios lexicográficos centrados en la compleja cuestión de los regionalismos / brasileñismos en el portugués de Brasil. La discusión se estructura a partir de dos ejes. El primero ofrece un balance de las producciones dispersas de carácter lexicográfico sobre léxico regional (diccionarios de brasileñismos y vocabularios regionales), elaboradas en Brasil a partir del siglo xix, con especial atención hacia dos obras contemporáneas de carácter dialectal (Cardoso / Ferreira 2000 y Antunes 2013). El segundo eje, por su parte, aborda diferentes concepciones de brasileñismos / regionalismos y de diccionarios regionales / dialectales, además de ofrecer datos acerca del proyecto del DDB (Dicionário Dialetal Brasileiro), con sede en la Universidade Federal da Bahia, en fase inicial de ejecución y que tiene como fuente el corpus del Atlas Linguístico de Brasil (ALiB), recogido por medio de encuestas lingüísticas realizadas con 1100 brasileños naturales de las 250 localidades de la red de puntos del ALiB. Finalmente, el trabajo reflexiona sobre la base de datos léxicos del proyecto Tesouro do léxico patrimonial galego e portugués, destacando su importancia como fuente para la producción de diccionarios dialectales. ►► Palabras clave Portugués de Brasil, léxico regional, brasileñismos, lexicografía dialectal.
Dialectal lexicography of Brazilian Portuguese ►► Abstract
This paper, which provides a historical overview of lexicographical studies which address the complex issue of regionalism/Brazilianisms in Brazilian Portuguese, incorporates two perspectives. In the first of these a review is undertaken of the various lexicographical works concerned with regional vocabulary, including dictionaries of Brazilianisms, which have been written in Brazil since the nineteenth century, paying special attention to two recent dialectal works, Cardoso / Ferreira (2000) and Antunes (2013). The second perspective is a discussion of different notions of the concept of Brazilianism / regionalism, and of regional / dialect dictionaries. The paper also refers to the Dicionário Dialetal Brasileiro (DDB) project headquartered in the Federal University of Bahia, which is in the initial phase of execution, and sourced from the
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corpus of the Atlas Linguístico de Brasil (ALiB), itself compiled from linguistic surveys of 1100 native Brazilians from 250 locations. Finally, the paper touches on the lexical database of the Galician and Portuguese Tesouro do léxico patrimonial galego e português project, noting its importance as a source for the production of dialectal dictionaries. ►► Keywords Portuguese of Brazil, regional lexicon, brazilianisms, dialectal lexicography.
1. Preliminares Los estudios sobre el léxico del portugués de Brasil tuvieron su inicio prácticamente en el siglo xix y tenían como propósito el registro del acervo de vocablos característicos de la variedad brasileña del portugués. Estos trabajos, que cubrían espacios geográficos distintos y versaban sobre temáticas específicas, se configuran como embrión de las discusiones sobre la cuestión de los brasileñismos, tema muy cultivado a lo largo de la historia del portugués de Brasil. Los estudios lexicográficos en territorio brasileño en el siglo xix estuvieron marcados por la búsqueda de la identidad de la lengua nacional1 e influenciados por el debate acerca de las características de la variante del portugués que se conformó en Brasil. Estas discusiones comienzan en la segunda mitad del siglo, periodo en el que tuvieron lugar dos movimientos decisivos para los nuevos rumbos del entonces Brasil colonial: la independencia de Brasil (1822) y la proclamación de la República (1889). Según Biderman (2002: 69-70), en este siglo: Crescia progressivamente a consciência da identidade brasileira manifesta na produção literária autóctone, bem como se avolumava o debate sobre a personalidade própria do português brasileiro. A questão dos neologismos foi o ponto central das polêmicas da segunda metade do século xix. Assim, o vocabulário típico do Brasil estava no centro dos debates. Mas o que os intelectuais brasileiros desse período defendiam realmente era o uso de neologismos brasileiros, lexias essas que se situavam ao nível do signo, ou seja, palavras designativas de referentes e conceitos brasileiros.
Consecuentemente, tales acontecimientos determinantes de la historia social del país tuvieron su reflejo también en la producción lexicográfica de carácter regional, pues en ese siglo el saber lexicográfico podía ser «interpretado também como um saber histórico, à medida que o dicionário configura-se como o espaço de registro sistemático do léxico em uso numa comunidade de falantes» (Isquerdo 2011: 115). 1 Isquerdo (2011: 115) agrupó las producciones lexicográficas brasileñas publicadas a partir del siglo xvi en cuatro sincronías: a) siglos xvi, xvii y xviii: el papel de la lexicografía de los misioneros y jesuitas; b) siglo xix: la lexicografía y la búsqueda de la identidad de la lengua nacional; c) siglo xx: diccionarios iniciadores de la lexicografía brasileña; d) siglo xxi: algunas tendencias de la lexicografía contemporánea.
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Desde esta perspectiva, la producción de vocabularios, glosarios y diccionarios en el siglo xix acabó por transformarse en un mecanismo de divulgación de la norma léxica que empezaba a conformarse en el portugués de Brasil. Es en este contexto en el que surgen producciones lexicográficas que versan sobre la problemática de los brasileñismos, unas veces intentando documentar la norma nacional (brasileñismos), otras registrando vocabularios regionales característicos de distintas regiones administrativas. En los siglos siguientes la producción lexicográfica de cuño regional se intensifica, pero siempre encaminada hacia la descripción de vocabularios específicos de un determinado espacio geográfico. A pesar de estas iniciativas, la lexicografía dialectal en Brasil no avanzó de forma amplia, cubriendo todo el territorio nacional, de modo que no existe todavía una gran obra lexicográfica que reúna una muestra significativa del léxico regional utilizado en las cinco grandes regiones administrativas de Brasil (Norte, Nordeste, Sudeste, Centro Oeste y Sur). Este trabajo tiene como principal objetivo ofrecer un panorama histórico de los estudios lexicográficos de cuño regional sobre el léxico del portugués de Brasil. La discusión se estructura a partir de dos ejes: i) balance de producciones dispersas de carácter lexicográfico sobre el léxico regional del portugués de Brasil y ii) discusión sobre la problemática del concepto de brasileñismo / regionalismo en el portugués de Brasil e inclusión de datos generales sobre el proyecto del DDB (Dicionário Dialetal Brasileiro), en fase inicial de ejecución. Las citadas cuestiones son tratadas a lo largo de las diferentes secciones que conforman este trabajo. 2. Balance de producciones dispersas de carácter lexicográfico sobre el léxico regional del portugués de Brasil Como ya mencionamos, diferentes iniciativas, realizadas en momentos distintos de la historia del portugués de Brasil, intentaron documentar el léxico empleado en las diversas regiones brasileñas, ora privilegiando la variante brasileña del portugués como un todo, ora centrándose en vocabularios regionales. 2.1. Primeros diccionarios brasileños Los primeros diccionarios producidos en Brasil tenían en común el propósito de fortalecer la tesis de la fijación de una lengua brasileña a este lado del mar con características distintas de la lengua portuguesa llevada por los colonizadores en el siglo xvi, inicialmente por medio de la producción de pequeños vocabularios y, en un segundo momento, a través de la construcción de los primeros diccionarios monolingües brasileños: «produção de pequenos dicionários monolíngues: de complemento à língua portuguesa, de regionalismos, de glossários apensos a obras literárias e dicionários de termos técnicos» (Nunes 2006: 205). Las condiciones históricas del siglo xix favorecieron diferentes manifestaciones en el sentido de fortalecer la identidad nacional:
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Tem lugar nesse momento a construção de uma imagem dos falantes como «povo» brasileiro e a formação de um discurso de língua nacional. Percebe-se uma prática de reconhecimento das diferenças e dos falares existentes no território, de maneira que o dicionário se apresenta como um instrumento de descrição e de transformação dessas diferenças, seja pelo discurso da moral, seja pelo da técnica (Nunes 2006: 205).
En este contexto histórico el adjetivo brasileiro pasa a figurar en los títulos de las producciones lexicográficas monolingües. Es el caso del Dicionário da Língua Brasileira, de Luís Maria Silva Pinto, publicado en 1832, en Ouro Preto, que es considerado el trabajo pionero en el ámbito de la lexicografía brasileña. Melo (1983: 29) considera que «dado o volumoso do trabalho e a total ausência de respaldo e de pesquisas anteriores, dificilmente poderia ser um dicionário de brasileirismos». Se trata de un diccionario poco divulgado, con edición única2. En 1996 la Sociedade Goiana de Cultura, Instituto de Pesquisas e Estudos Históricos do Brasil Central, Centro de Cultura Goiana publicó una versión facsímil de dicho diccionario. Recientemente es consultable en la red a través de la Biblioteca Brasiliana digital de la Universidade de São Paulo, iniciativa que está contribuyendo a su difusión, así como a la puesta en marcha de investigaciones académicas que toman como fuente tal diccionario3. Transcurridas dos décadas desde la publicación del diccionario de Luís Maria Silva Pinto, ve la luz el Vocabulario Brasileiro para servir de complemento aos diccionarios da língua portuguesa, de Braz de la Costa Rubim (1853), que tiene como contexto el mundo rural (haciendas, ingenios...) con algunos indicios de elementos de urbanización representados por la inclusión de entradas con palabras vinculadas a la realidad urbana (construcción civil, contexto de las ciudades...). El pequeño prefacio deja claro que se trata de una obra cuya finalidad es la de complementar los diccionarios de lengua portuguesa con «grande número de vocábulos usados no Brasil». Al analizar este diccionario en la perspectiva del análisis del discurso francés, Nunes (2006: 211) concluye: A posição do lexicógrafo é aquela que observa tanto o contexto rural quanto o urbano e a identificação do viajante significa a passagem de um contexto a outro. Produz-se, desse modo, uma imagem nacional de natureza prodigiosa e do universo naturalizado das fazendas e dos engenhos. Visualiza-se também o mundo urbano, com domínios de uso da construção civil e das vias públicas.
Otra producción lexicográfica que salió a la luz a finales del Imperio e inicios de la República y que también tenía el propósito de registrar la norma léxica del portu-
Finatto (1996: 60) la calificó de «obra fantasma», explicando que en la época «da mesma há apenas referência, pois não se tem notícia de sua existência concreta nos dias de hoje». 3 Cf. los estudios realizados por Botelho (2011) y por Costa (2014). 2
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gués de Brasil es el Diccionario Brasileiro de Língua Portuguesa4, de Antonio Joaquim de Macedo Soares (1888). En su primera edición, se publicó en los Anales de la Biblioteca Nacional (Río de Janeiro), vol. XIII, una separata con 200 ejemplares, con entradas comprendidas entre las letras A-C (candeeiro)5. Este diccionario, siguiendo el ejemplo del anterior, describe en sus entradas la realidad del mundo rural y del mundo urbano. Recurrimos nuevamente a las conclusiones de Nunes (2006) acerca de los discursos vehiculados por los diccionarios producidos en Brasil, ahora a modo de síntesis acerca de la obra inacabada de Soares: Os brasileirismos de Soares, ao definirem a população brasileira, produzem enunciados polarizados, introduzindo nos dicionários as diferenças sociais pela adjetivação com oposições rígidas. Nota-se que, mais do que vocábulos indígenas e africanos, é todo um modo de dizer a sociedade, pela moral, que se introduz nesse dicionário de brasileirismos (Nunes 2006: 236-237).
En 1889, el Vizconde Henrique de Beaurepaire-Rohan publica su Diccionario de Vocabulos Brasileiros. Como buen conocedor de la realidad lingüística de diferentes regiones de Brasil, en virtud de sus funciones como hombre público, consiguió registrar una muestra significativa de unidades léxicas utilizadas en las regiones por él visitadas. En consecuencia, el diccionario de Beaurepaire-Rohan contiene gran riqueza de marcas diatópicas que ponen de manifiesto la distribución espacial del léxico contemplado en la obra: «assim como as paisagens diversificavam-se, a língua assumia matizes distintos ao longo de um país com dimensões continentais. E tal diversidade poderia ser mapeada em um dicionário de vocábulos locais» (Coelho 2008: 146). Los diccionarios de Pinto (1832), Rubim (1853), Soares (1888) y BeaurepaireRohan (1889) representan una primera tentativa de producción de un diccionario de brasileñismos en la medida en que tuvieron como propósito registrar y perpetuar unidades léxicas usadas en Brasil que no figuraban en las obras lexicográficas portuguesas producidas hasta el siglo xix. Nunes (2006) identifica, en los diccionarios de Soares y de Beaurepaire-Rohan, dos vertientes de brasileñismos: la materializada por Soares (1888), que «vai em direção de uma caracterização naturalizada da sociedade brasileira, permeada por uma adjetivação que funciona por contrastes e El título completo de este diccionario es «Dicionário Brasileiro da Língua Portuguesa. Elucidário etimológico-crítico das palavras e frases que, originárias do Brasil, ou aqui populares, se não encontram nos dicionários da língua portuguesa, ou neles vêm com forma ou significação diferente. 1875-1888» (Melo 1983: 29). 5 «Macedo Soares, após essa publicação, ampliou suas pesquisas anotando termos colhidos, ou de suas leituras, ou de forma direta no contato com pessoas de diferentes classes sociais. Esse material compilado pelo estudioso foi trabalhado pelo seu filho Julião Rangel e publicado nos dois volumes subsequentes do Dicionário, em edição de 1954-55, do Instituto Nacional do Livro» (Isquerdo 2011: 122). 4
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pelo discurso da moral», y la puesta de manifiesto por Beaurepaire-Rohan (1889), que «define a sociedade pelas atividades industriais e pelo uso instrumental. Menos popular e mais oficial, demarcam-se as regiões e as profissões pela definição tecnológica» (Nunes 2006: 242). Se percibe, pues, que el diccionario de Beaurepaire-Rohan (1889) representa el embrión de un futuro diccionario dialectal del portugués brasileño, en la medida en que registra unidades léxicas recogidas por él en diferentes regiones de Brasil al tiempo que incluye en el diccionario informaciones acerca de marcas espaciales de uso del léxico registrado. En un escenario aún marcado por la intensidad de los debates sobre la lengua nacional, pero ya en 1914, se publica la obra Lexico de lacunas. Subsidios para os diccionarios da língua portuguesa, de Afonso de Escragnolle Taunay. En el prefacio Taunay aclara que «não ha quem, manuseando seguidamente os melhores e mais completos diccionarios portuguezes deixe de notar a avultada copia de lacunas que os tornam deficientes, sobretudo quanto à terminologia technica e scientifica e aos brasileirismos». En esta línea de razonamiento, el autor define la obra como un «muito modesto supplemento aos grandes diccionarios da língua» y señala que tuvo como finalidad «averbar indistintamente todos os termos ainda não inventariados pelos lexicographos, de que teve conhecimento, sem preoccupação alguma de ordem philologica» (Taunay 1914: 10-11). En esa época la referencia en términos de lexicografía de la lengua portuguesa eran los diccionarios portugueses: Caldas Aulete (1881) y Cândido de Figueiredo (1899), además de las diversas ediciones del Moraes (Silva 1789; 1813...). En Brasil, como ya se señaló, había diccionarios que tenían como propósito servir de complemento a las obras portuguesas y los primeros diccionarios generales brasileños surgen en la década de 19306. La publicación de Taunay se sitúa en un contexto de transición entre las producciones centradas en la lengua brasileña y la nueva lexicografía que estaba naciendo, como el propio título muestra, razón por la cual «o discurso de Taunay se desdobra nesses dois espaços discursivos: o de uma produção nacional incipiente e o da crítica aos dicionários da exmetrópole» (Nunes 2008: 62). Precisa aún el mismo autor que la propuesta ya no es la de «complementación» de los diccionarios portugueses, sino la de relleno de «lagunas» en ellos existentes, en términos, sobre todo, de terminología técnico-científica y de brasileñismos. En razón de estas características, sumadas al hecho de que la obra reúne datos léxicos registrados por Taunay (1843-1899) a lo largo de su destacada trayectoria en la historia de Brasil en el siglo xix como ingeniero, geógrafo, militar, político, literato y académico, al hecho de que registra datos léxicos de uso general en Brasil y de que fue publicada póstumamente —la primera edición de la obra se imprimió en
6 Pequeno Dicionário Brasileiro da Língua Portuguesa (Lima et al. 1938); Grande e Novíssimo Dicionário da Língua Portuguesa (Freire 1939-1944).
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1914 en la ciudad francesa de Tours como separata de la Revista do Instituto Histórico e Geográfico de São Paulo, t. 16— incluimos el Lexico de Lagunas. Subsidios para los diccionarios de la lengua portuguesa en este apartado. Concluido este viaje panorámico por el universo de la lexicología «brasileña» en el siglo xix, y procurando una mejor comprensión del recorrido histórico correspondiente a los diccionarios de brasileñismos, nos referiremos a continuación a la cuestión de la producción de vocabularios regionales que tuvieron por objetivo registrar la norma léxica de la lengua portuguesa utilizada en diferentes espacios geográficos en los siglos xix y xx. 2.2. Muestra de vocabularios regionales Junto a las obras de carácter general, muchas otras fueron publicadas en diferentes regiones de Brasil, también con el propósito de registrar peculiaridades léxicas regionales. Se trata de obras producidas por curiosos sobre la lengua7, sin preocupación por el rigor científico esperado en repertorios de carácter lexicográfico. Estos trabajos tienen, sin embargo, valor documental acerca de la norma léxica e ilustran la historia relativa al registro del léxico dialectal del portugués de Brasil. La Tabla 1 contiene, a título de ilustración, una muestra de obras producidas a finales del siglo xix y en el siglo xx, que se diferencian de las citadas en el apartado 2.1 por su carácter regional, esto es, tienen como propósito el registro de vocabularios que, en la percepción de los autores, eran usados solo en determinadas regiones de Brasil8. Título
Autor(es)
Año 1ª edición
1. Collecção de Vocábulos e Frases usadas na Província de S. Pedro do Rio Grande do Sul
Antonio Alvares Pereira Coruja
1852
2. Palavras de origem tupi-guarani usadas pela gente amazônica e em pratica corrente na região
José Veríssimo
1886
3. Vocabulário indígena em uso na Província do Ceará
Paulino Nogueira
1887
4. Vocabulário dos termos técnicos de construção naval
Antonio Alves Câmara
1888
5. Vocabulário Sul-Rio-Grandense
José Romaguera Correa
1898
7 Es necesario considerar aquí «o fato de grande parte desses trabalhos ter sido motivada apenas pela curiosidade do autor acerca das especificidades lexicais do português do Brasil, muitos imbuídos de espírito ufanista em busca de uma identidade nacional» (Isquerdo 2006: 193). 8 Las tres obras marcadas con (*) son el resultado de investigaciones científicas, diferenciándose, pues, de las demás por el carácter científico de los datos.
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6. Glossário Paraense ou Collecção de vocábulos peculiares à Amazônia e especialmente à ilha de Marajó
Vicente Chermont de Miranda
1905
7. Diccionario de brasileirismos (peculiaridades pernambucanas)
Rodolpho Garcia
1915
8. Vocabulario de crendices amazônicas
Osvaldo Orico
1937
9. Dicionário da Terra e da Gente do Brasil
Bernardino José de Souza
1939
10. Dicionário de Regionalismos do Rio Grande do Sul
Zeno Cardoso Nunes y Rui Cardoso Nunes
1982
11. Dicionário do dialeto caipiracicabano. Arco, tarco e verva
Cecílio Elias Netto
1996
12. Dicionário de porto-alegrês
Luís Augusto Fischer
1999
13. Dicionário catarinense: tratado de dialetologia, falares, subfalares e expressões idiomáticas no estado barriga-verde
Isaque de Borba Corrêa
2000
14. O léxico rural: glossário, comentários (*)
Suzana Alice Marcelino Cardoso y Carlota da Silveira Ferreira
2000
15. Vocabulário paranista: brasileirismos do Paraná
Eno Theodoro Wanke
2000
16. Dicionário gaúcho brasileiro
João Batista Alves Bossle
2003
17. Dicionário do Nordeste
Fred Navarro
2004
18. Vocabulário da erva-mate no cone sul de Mato Grosso do Sul (*)
Aparecido Lázaro Justiniano
2006
19. Dicionário do dialeto rural no Vale do Jequitinhonha – Minas Gerais (*)
Carolina Antunes
2013
Tabla 1. Muestra de vocabularios regionales producidos en Brasil a partir del siglo xix
En el conjunto de los productos lexicográficos listados en la Tabla 1, tres de ellos (14, 18 y 19) se diferencian de los demás desde el punto de vista metodológico y por el rigor científico con que fueron producidos. Destacamos aquí inicialmente dos de ellos por el abordaje de carácter dialectal que los caracteriza: O léxico rural: glossário, comentários (Cardoso / Ferreira 2000) y el Dicionário do dialeto rural no Vale do Jequitinhonha / Minas Gerais (Antunes 2013). El trabajo de Cardoso / Ferreira (2000) extrae su nomenclatura de atlas lingüísticos de dos estados limítrofes de la región Nordeste, Bahia y Sergipe, respectivamente, el ALPB —Atlas Prévio dos Falares Baianos (Rossi 1963)— y el ALS —Atlas Linguístico do Sergipe (Ferreira et al. 1987)—. Como el glosario tuvo como fuente dos trabajos producidos
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según los parámetros metodológicos de la dialectología, representa fehacientemente el léxico dialectal rural correspondiente a los dos estados del Nordeste en la época en que el ALPB y ALS fueron producidos (segunda mitad del siglo xx)9. Antunes (2013), aunque no haya utilizado como fuente mapas de atlas lingüísticos, tuvo como corpus fundamentalmente datos de la lengua hablada en la zona rural de una región delimitada desde el punto de vista geográfico. Se trata del Dicionário do dialeto rural no Vale do Jequitinhonha / Minas Gerais, un diccionario producido según los fundamentos de la lexicografía contemporánea y que perpetúa el vocabulario rural documentado en la región minera cubierta por la investigación que dio origen al inventario. La Tabla 2 sintetiza las características estructurales de esos dos productos lexicográficos. Obras Estructura
Suzana Alice Marcelino Cardoso / Carlota da Silveira Ferreira (2000): O léxico rural: glossário, comentários.
Carolina Antunes (2013): Dicionário do dialeto rural no Vale do Jequitinhonha / Minas Gerais.
Área geográfica
Estados de Bahia y Sergipe, región Nordeste de Brasil.
Vale do Jequitinhonha, nordeste del Estado de Minas Gerais, región Sudeste de Brasil.
Corpus
Todas las formas cartografiadas en el Atlas Prévio dos Falares Baianos-APFB (1963) y en el Atlas Linguístico do Sergipe-ALS (1987), recogidas in loco en las localidades que forman la red de puntos del APFB (50 puntos) y del ALS (15 puntos).
Fuente oral: Grabaciones (narraciones, entrevistas, diálogos y ejemplos oídos y anotados) realizadas con hablantes naturales de 15 municipios del Vale do Jequitinhonha (zona rural), entre 1980 y 2000. Fuente escrita: cuatro trabajos académicos centrados en el dialecto rural en el Vale do Jequitinhonha y seis trabajos no académicos también centrados en la lengua y en la cultura del área investigada.
9 Otros glosarios producidos con datos dialectales generados a partir de atlas lingüísticos de estados brasileños no fueron incluidos en la Tabla 1 por permanecer inéditos o por componer el volumen del Atlas: el glosario del volumen 1 del Esboço de um Atlas Lingüístico de Minas Gerais (Ribeiro et al. 1977), que «registra 139 termos sobre os campos semânticos do tempo e dos folguedos infantis de rua, dos quais 137 são dicionarizados em outra acepção ou não dicionarizados»; el glosario que figura en el vol. 2 del Atlas Lingüístico da Paraíba (Aragão / Bezerra de Menezes 1984), que contiene «363 termos, dos quais 212 estão marcados com asterisco, indicando que estão dicionarizados com sentido diferente do registrado nos inquéritos ou, então, que não estão dicionarizados» (Pisciotta 1999: 260-261); el glosario extraído del Atlas Lingüístico do Paraná (Aguilera 1990), que contiene 1163 entradas sobre el léxico rural del Paraná (Isquerdo 2007: 197).
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• Sumario • Presentación • Transcripción fonética • Nomenclatura del glosario rural Bahia-Sergipe: 880 entradas (4.106 variantes fonéticas), organizadas por orden alfabético • Comentarios: vocales (realización de diferentes tipos de vocales); léxico (aspectos conservadores; designaciones de inspiración cristiana; aspectos innovadores; designaciones metafóricas; préstamos) • Índice onomasiológico • Referencias bibliográficas
• Sumario • Prefacio • Presentación • Clave del diccionario • Lista general de abreviaturas y signos • Nomenclatura: más de 1000 unidades10, organizadas por orden alfabético • Referencias bibliográficas • Anexo I: Fuentes de la recogida de datos • Anexo II: Clave de transcripción • Anexo III: Sobre procesos morfofonémicos o metaplasmos • Anexo IV: Tratamiento lexicográfico • Anexo V: Siglas de textos orales y escritos
Tabla 2. Diccionarios dialectales regionales de Cardoso y Ferreira (2000) y de Antunes (2013): estructura
El tercer trabajo destacado en la Tabla 1 (18), Vocabulário da erva-mate no cone sul de Mato Grosso do Sul (Justiniano 2006), con 301 entradas, es el resultado de una investigación de lengua oral con profesionales oriundos de cuatro municipios localizados en la frontera de Brasil con Paraguay que trabajan en la actividad de plantación y explotación de la hierba mate, un árbol nativo de algunas regiones de Brasil con cuyas hojas se preparan dos tipos de bebidas muy consumidas en las regiones Centro Oeste (CO) y Sur (S) de Brasil; el mate en el CO / chimarrão en el S, preparado con hierba mate y agua caliente, y el tereré en el CO, preparado con la misma hierba, pero con agua helada. Continuaremos ahora con cuestiones relacionadas con la lexicografía dialectal en Brasil. 3. Dicionário Dialetal do Brasil: algunas consideraciones 3.1. Concepto de brasileñismo / regionalismo: algunas puntualizaciones Las designaciones diccionario dialectal y diccionario de regionalismos están estrechamente relacionadas con los conceptos de léxico dialectal y de léxico regional, 10 Información proporcionada en el prefacio del diccionario (p. 11), redactado por Clotilde de Almeida Azevedo Murakawa y Maria Cândida Trindade Costa de Seabra.
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respectivamente, y estos, en el caso del portugués de Brasil, con los conceptos de brasileñismo / regionalismo. Como ya se indicó a lo largo de este trabajo, desde el siglo xix surgen en el territorio brasileño iniciativas diversas en el sentido de definir y de fijar una norma nacional; consecuentemente, el término brasileñismo se consolidó como denominación de creaciones léxicas «brasileñas», muchas de ellas genuinamente usadas en Brasil (heredadas de las lenguas de los pueblos nativos, en especial del tronco tupí) y otras formas del léxico del portugués, lengua trasplantada, que sufrieron resemantización en territorio brasileño para nombrar referentes de la nueva tierra, o sea, «nombres de Brasil», o mejor, «los nombres asignados a las cosas de Brasil». La polémica cuestión de la definición del término brasileñismo ha sido objeto de estudios puntuales por parte de muchos investigadores brasileños. En este contexto, destaca la tesis doctoral de Ana Maria Pinto Pires de Oliveira (1999), dirigida por Maria Tereza Camargo Biderman. Dicha investigadora, con base en un amplio y profundo estudio que toma como punto de partida la literatura sobre el tema, definió brasileñismo como «todo fato lingüístico, de caráter geral ou regional, que caracterize o português em uso no Brasil, em contraste com o usado na Europa» y propuso una tipología para el estudio de este hecho lingüístico: indigenismos; africanismos; lexías trasplantadas que, en Brasil, asumieron nuevos matices (brasileñismos semánticos); formaciones y derivaciones brasileñas de base vernácula e híbrida (vernácula / indígena y vernácula / extranjera), y lexías de origen expresivo propias del uso brasileño (Oliveira 1999: 95-99). También en un intento de contribuir a la discusión sobre la problemática de la clasificación de una unidad léxica como brasileñismo, Biderman (2001a: 135) apunta dos aspectos que deben ser considerados en el examen de este tipo de hecho lingüístico: i) «qual o ponto de referência para definir um termo como regional?» y, ii) «se o vocábulo é regional relativamente a um dialeto padrão, qual é esse dialeto padrão, de qual região?». En este marco, se entiende aquí el término léxico regional como la norma léxica circunscrita al uso por hablantes de áreas geográficas distintas, que pueden abarcar, desde la oposición entre una lengua hablada en dos grandes continentes, hasta áreas geográficas de más pequeñas proporciones. En el caso del portugués, se puede considerar la oposición entre el portugués europeo y el brasileño; entre las variantes del portugués hablado en las diferentes regiones de Brasil (Norte, Nordeste, Sudeste, Centro Oeste y Sur) o incluso entre Unidades de la Federación pertenecientes a una de esas regiones administrativas. A su vez, el léxico dialectal reúne las variantes léxicas utilizadas en áreas establecidas geolingüísticamente, normalmente documentadas por medio de investigaciones dialectales y cartografiadas en mapas léxicos que componen atlas lingüísticos. Léxico dialectal sería, pues, aquella parcela del léxico regional que fue documentada y representada de acuerdo con la metodología de la Dialectología y de la Geolingüística y se opone al léxico no dialectal, o sea, al léxico regional en general.
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Lo expuesto remite a dos nociones de norma: «uma norma geral —a da sociedade global ou da nação— e as normas parciais, regionais, ou as normas dos grupos minoritários dentro da comunidade» (Biderman 2001b: 20). La complejidad de esta cuestión se acentúa cuando se aborda desde el punto de vista de la lexicografía regional y general. La Tabla 2, anteriormente presentada, contiene datos acerca de dos productos lexicográficos que son fruto de investigaciones con lengua oral orientadas por parámetros metodológicos distintos. Mientras la obra O Léxico Rural. Glossário e Comentários tuvo como fuente dos atlas lingüísticos (APFB y ALS), el Dicionário do Dialeto Rural no Vale do Jequitinhonha reúne un acervo léxico extraído de narraciones, entrevistas, diálogos, de ejemplos oídos y anotados, esto es, de un material lingüístico recogido tomando como base otras orientaciones metodológicas. A título de ilustración tomemos la unidad léxica cambota, que en el glosario de Cardoso y Ferreira (2000) aparece definida con dos acepciones, ambas documentadas en los dos atlas fuente de la publicación: ‘cambalhota’ [‘voltereta’] y ‘pessoa de pernas arqueadas’, mientras que en el diccionario de Antunes (2013) es definida solo como ‘pessoa que tem as pernas arqueadas; cambaio’. Cardoso y Ferreira (2000) registran cambaio en esa misma acepción (esta unidad no figura como entrada en el diccionario de Antunes 2013). Se percibe en este ejemplo un caso de uso regional de cambota como designativo de la pirueta en los dos estados del Nordeste de Brasil, en la década de 1960 del siglo pasado11. El Dicionário da Língua Portuguesa Contemporânea, de la Academia das Ciências de Lisboa y Fundação Calouste Gulbenkian (2001), en la entrada cambota, de entre otras acepciones, le atribuye la marca dialectal Bras. a las acepciones de ‘cambalhota’ y de ‘joelhos metidos para dentro e as pernas tortas’, igual que cambaio (también definido con la misma acepción registrada para cambota). Se percibe, pues, que esas dos acepciones asignadas a la unidad léxica cambota en Brasil le confieren el estatus de brasileñismo, concretamente, un brasileñismo semántico, según Oliveira (1999). En consecuencia, la presencia de una misma unidad léxica en obras de cuño regional distintas, producidas en sincronías diversas y representando varios géneros textuales, puede ser muestra unas veces de un caso de vocabulario común, otras de la presencia de vocabulario regional. A modo de síntesis de las puntualizaciones aquí presentadas sobre los conceptos designados por los términos brasileñismos, regionalismos, léxico regional (dialectal En el volumen 2 del ALiB (Atlas Linguístico do Brasil), en el Mapa «L17 – Brasil – cambalhota. Denominações registradas nas capitais», se registra la unidad léxica cambota, en la acepción de diversión ‘em que se gira o corpo sobre a cabeça e acaba sentado’ en una capital de la Región Nordeste (Fortaleza), en las tres del Centro Oeste (Cuiabá, Campo Grande y Goiânia) y en las tres de la Región Sur (Curitiba, Florianópolis y Porto Alegre), lo que testimonia la vitalidad de la variante cambota con marca regional en las Regiones Centro Oeste y Sur de Brasil (en Fortaleza solo se registró una vez) (Cardoso et al. 2014: 261). 11
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y no dialectal), se entiende que, en la perspectiva de una relación hiponímica (Lyons 1979), el término brasileñismo (unidades léxicas que se oponen a la norma del portugués europeo, la lengua trasplantada) se configura como el hiperónimo al cual están vinculados los demás términos, que se relacionan en grados jerárquicos distintos en función de su alcance designativo. A su vez, el término regionalismo designa los «brasileñismos» de uso circunscrito a determinados espacios geográficos (una gran región administrativa, un estado de la Federación, un municipio...), o sea, unidades léxicas que integran la norma regional y que se oponen al repertorio léxico de uso común que es actualizado en todas las regiones por los hablantes en general. Así, en una relación jerárquica, el léxico regional está directamente conectado con los regionalismos, que ocupan la base de la figura y que mantienen una relación directa con el nivel inmediatamente superior. El léxico regional, a su vez, puede, en una relación de equivalencia, ser de naturaleza dialectal o no dialectal. Se reitera que el calificativo dialectal se interpreta en relación con variedades regionales documentadas según la metodología específica de la Dialectología y de la Geolingüística y que definen áreas isoléxicas en el ámbito de un espacio geográfico delimitado. La figura que sigue visualiza estas relaciones de sentido.
Figura 1. Términos brasileñismo, regionalismo, léxico regional y léxico dialectal: relaciones conceptuales
3.2. Diccionario regional / dialectal: reflexiones iniciales Günther Haensch (1982) incluye el diccionario dialectal y el diccionario de regionalismos en la categoría de los diccionarios parciales diatópicos. Ortega Ojeda y González Aguiar (2000: 766-767), a su vez, destacan que, definida la «cobertura espacial» del diccionario regional, es necesario delimitar el corpus que debe ser abarcado, lo que incluye la definición de la naturaleza del léxico que se va a registrar: el léxico general o el «diferencial». El primer caso considera la «totalidad del vocabulario que se conoce en el área descrita, esto es, de la competencia léxica global de sus hablantes, independientemente que se dé o no en otras zonas», mientras que en la segunda situación son registrados «sólo aquellos materiales que no pertenezcan al ‘sistema contraste’». En este último caso, se puede, o bien registrar los hechos lingüísticos
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«absolutamente privativos» de la modalidad en estudio, o considerar «todas aquellas peculiaridades que contrasten con la modalidad estándar, al margen de que se den o no en otras variedades hispánicas». Isquerdo (2007), por su parte, defiende que, en Brasil, un diccionario de regionalismos, independientemente de su dimensión, no podrá resultar solo de la compilación de materiales ya existentes, y que debe ser producto de un gran proyecto. Defiende, además, que, de entre las posibles fuentes para constituir la base de datos de donde sería extraída la nomenclatura del diccionario, deberían figurar «glossários produzidos a partir de dados documentados por pesquisas geolingüísticas e/ou cartas léxicas que integram os atlas lingüísticos de pequeno ou de grande domínio, respectivamente, atlas municipais, estaduais, regionais e nacionais» (Isquerdo 2007: 204). En Brasil, a partir de la década de 1960 salen a la luz los primeros atlas lingüísticos regionales, que contribuyeron muy significativamente al registro y a la descripción del léxico dialectal del portugués de Brasil, pero aún circunscritos a determinadas regiones del país. Muchos de estos atlas, de acuerdo con lo ya indicado, se acompañaban de glosarios del vocabulario documentado. Sin embargo, no es hasta 2014, con la publicación del volumen 2 del Atlas Linguístico do Brasil (ALiB), que reúne datos de las capitales brasileñas (Cardoso et al. 2014), cuando se tiene una primera descripción de carácter nacional del léxico dialectal utilizado en todas las regiones de Brasil / capitales, en relación con las áreas semánticas contempladas en dicho volumen del ALiB. Paralelamente al tratamiento de los datos geolingüísticos y a la discusión de los datos lingüísticos y consecuente preparación de las cartas para los diferentes volúmenes del ALiB, el proyecto del DDB – Dicionário Dialetal Brasileiro tiene como propósito producir un trabajo lexicográfico de carácter dialectal a partir del corpus del Atlas Linguístico do Brasil. El apartado siguiente aborda este tema. 3.3. El Dicionário Dialetal Brasileiro (DDB) El DDB, proyecto en fase de ejecución muy inicial, fue concebido como una obra colectiva e interinstitucional que deberá aglutinar el trabajo de diversos especialistas, lingüistas y científicos de la información, y «sua concepção não está voltada ao tratamento isolado de dialetos brasileiros, mas visa permitir uma visão pandialetal da realidade variacional do léxico no Brasil, com base nos dados do projeto Atlas Linguístico do Brasil» (Machado Filho 2010: 67). 3.3.1. El DDB: datos sobre la génesis del proyecto El DDB se configura como un proyecto con sede en la Universidade Federal da Bahia (UFBA), coordinado por el profesor Américo Venâncio Lopes Machado Filho, que surgió como propuesta, en el ámbito del acuerdo de cooperación suscrito por la UFBA y la Université París 13/LDI (Lexique, Dictionnaire, Informatique), por medio del Programa CAPES/COFECUB, proyecto n° 651/09. La propuesta del
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proyecto, inicialmente, prevé considerar las catorce áreas temáticas contempladas por el «Questionário Semântico-Lexical» (QSL) del Projeto Atlas Linguístico do Brasil (ALiB), que computa 202 preguntas: 1. Accidentes geográficos; 2. Fenómenos atmosféricos; 3. Astros y tiempo; 4. Actividades agropastoriles; 5. Fauna; 6. Cuerpo humano; 7. Ciclos de la vida; 8. Convivencia y comportamiento social; 9. Religión y creencias; 10. Juegos y diversiones infantiles; 11. Vivienda; 12. Alimentación y cocina; 13. Vestuario y accesorios; 14. Vida urbana12 (Comitê Nacional do Projeto ALiB 2001: 21-38). El Proyecto ALiB está coordinado por un Comité Nacional que aglutina siete investigadores vinculados a universidades públicas de Brasil que, por su parte, coordinan los trabajos de los equipos regionales. En estos momentos está ya concluida la recogida de datos, para la que se contó con 1100 informantes, distribuidos por las 250 localidades que integran la red de puntos del ALiB13. El DDB se beneficia de estos datos, que, además del análisis geolingüístico previsto en el proyecto, contribuirán a la selección de la nomenclatura del primer diccionario dialectal del portugués de Brasil a nivel nacional. 3.3.2. El DDB. Consideraciones sobre la base metodológica El DDB tendrá, pues, como corpus la base de datos del ALiB, o sea, las 1100 encuestas realizadas por el equipo del ALiB, que suman alrededor de 3300 horas de grabación (cerca de tres horas de grabación por encuesta). En la fase actual del proyecto se están finalizando las transcripciones de las encuestas de las localidades del interior y, paralelamente, se está alimentando la base de datos del ALiB. El material lingüístico recopilado en las capitales ya contribuyó para la elaboración del volumen 2 del ALiB, Cartas linguísticas 1 (Cardoso et al. 2014) y para el volumen 4, también con datos de las capitales, que está en fase de preparación. Es necesario tener en cuenta que la base de datos del ALiB fue concebida para recopilar datos recogidos siguiendo la metodología de los trabajos geolingüísticos, debidamente transcritos según normas que, cuando fueron definidas, tomaron en consideración las necesidades del Proyecto ALiB, pues en la época aún no había una propuesta concreta de aprovechamiento de esos datos para fines lexicográficos. De acuerdo con Machado Filho (2010: 58), en el momento de la concepción y estructuración del proyecto del DDB, existía la expectativa de que los datos introducidos en la base de datos del ALiB fueran 12 El «Questionário Linguístico» del ALiB reúne además otros dos cuestionarios: el «Fonético-fonológico» (QFF), con 159 preguntas, y el «Morfossintático» (QMS), que reúne 49 preguntas, además de preguntas de prosodia, de pragmática, cuestiones metalingüísticas, temas de discurso semidirigidos y un texto para lectura (Comitê Nacional do Projeto ALiB 2001). 13 En la página del proyecto, [01/03/2018], se pueden encontrar más datos sobre el Projeto ALiB, incluidos los parámetros teóricos y la metodología que lo orientan.
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devidamente sistematizados na perspectiva do aproveitamento das respostas aos inquéritos, para posterior extração automatizada, sem a contaminação com outras informações linguísticas que não aquelas próprias a cada um dos informantes, em relação a cada um dos questionários.
Esa expectativa, sin embargo, no se concretó, fundamentalmente por dos razones: 1) la base de datos ya estaba siendo alimentada con las transcripciones de las encuestas, realizadas según los parámetros y los objetivos de una investigación de carácter geolingüístico, con el objetivo de suministrar informaciones relevantes para la fase de exégesis de los datos y para la consecuente preparación de los mapas lingüísticos y posteriores comentarios a estos; 2) las transcripciones de las 1100 encuestas ya estaban en fase final de ejecución, lo que inviabilizaría cualquier tentativa de cambio de normas en el estado actual de los trabajos, incluso si una posible alteración también respondiera a los propósitos de los estudios geolingüísticos. A la vista de lo señalado, la coordinación del proyecto DDB, ante la imposibilidad de convertir los textos originalmente en formato .doc a la extensión .txt (o a otra plataforma que permitiese la lectura por herramientas computacionales diseñadas para el tratamiento de datos con fines lexicográficos) y basándose en contribuciones de la lexicografía contemporánea, que ha acumulado significativas experiencias en la construcción de productos lexicográficos a partir de grandes bases de datos gracias a la interfaz con la informática, ha buscado alternativas para superar esa dificultad de naturaleza metodológica. Así, ante la imposibilidad de utilización para el DDB del formato XML (Extensible Markup Language), lenguaje muy usado modernamente en el área informática, se está realizando una nueva revisión de las transcripciones y se está llevando a cabo la limpieza de los datos con vistas a mantener en los archivos tan solo las informaciones relativas a las hablas de los informantes y a posibilitar la conversión de aquellos para la extensión .txt. Ante esta situación, Dos programas informáticos disponíveis, optou-se por recorrer, para a composição do DDB, ao WordSmith 4.0, utilizado pela Oxford University Press, na composição dos resultados de suas pesquisas lexicográficas, em função da praticidade de operação e rapidez na interpretação dos dados14 (Machado Filho / Neiva 2015: 320).
Dos proyectos de tesis vinculados al DDB están en marcha. Uno está en curso en el Programa de Pós-graduação em Língua e Cultura de la Universidade Federal da Bahia. Se trata del Vocabulário Dialetal Baiano (VDB), que estudia el corpus del ALiB En el proyecto original, la coordinación había sugerido la utilización de «programas abertos, voltados para o tratamento informatizado de línguas naturais, a exemplo do UNITEX, ou mesmo do CORPINDEX, que objetiva a partir de modificação programática do UNITEX, dotá-lo de ferramentas mais sofisticadas de utilização». Según la nota 10 del mismo trabajo, el CORPINDEX, en esa época, se encontraba «em fase de desenvolvimento no LDI (Lexique, Dictionnaire, Informatique CNRS UMR no 7187), da Université Paris XIII, sendo uma criação de um de seus pesquisadores, o Senhor Fabrice Issac» (Machado Filho 2010: 59). 14
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recogido en las 22 localidades de la red de puntos situadas en el estado de Bahia (92 encuestas) bajo la dirección del profesor Américo Venâncio Lopes Machado Filho. El otro está en desarrollo en el Programa de Pós-Graduação em Estudos da Linguagem de la Universidade Estadual de Londrina. Es el Vocabulário Dialetal do Centro-Oeste (VDCO), dirigido por Aparecida Negri Isquerdo. En este proyecto se estudian los datos del ALiB resultantes de las 108 entrevistas realizadas con informantes de 24 localidades de la red de puntos del Centro Oeste, seis en Mato Grosso do Sul, nueve en Mato Grosso y nueve en Goiás. El VDB está haciendo uso del WordSmith para manejar el corpus convertido a la extensión .txt, mientras que el VDCO está realizando pruebas de utilización de otras herramientas para ayudar no solo a la elaboración de las listas de frecuencia, sino también a la redacción final de las entradas, en virtud de la densidad del corpus de donde será extraída la nomenclatura. El VDCO está aplicando el Fieldworks Language Explorer (FLEx) para elaborar el vocabulario (generación de listas con la productividad de las unidades léxicas y redacción de las entradas) y el SheetSwiper para la conversión de datos Excel (todos los datos del ALiB tendrán que ser convertidos inicialmente a este formato) a archivo .sfm (Simple File Manager), plataforma con que trabaja el FLEx. Concluidas estas dos tesis, las opciones metodológicas adoptadas podrán ser cotejadas con vistas a proporcionar contribuciones de naturaleza metodológica para auxiliar a la producción final del DDB. Considerando aún cuestiones metodológicas, nos detenemos ahora en la información vinculada con la nomenclatura del DDB y con la concepción de la macroestrucutra y la microestrutura definidas a priori para la obra. Con respecto a la nomenclatura, la propuesta inicial del DDB tiene como propósito abarcar toda a instabilidade gráfica que os usos reais da fala possam em si fomentar, mesmo que esses itens não venham a constituir uma cabeça de verbete na nomenclatura principal, senão lemas secundários na sua microestrutura, além de elementos integrantes do índice de palavras (Machado Filho 2010: 63)15.
El proyecto, inicialmente, tiene como meta aprovechar los datos léxicos documentados en todos los cuestionarios del proyecto ALiB: Quando se sugere o aproveitamento dos dados de todos os questionários, pressupõe-se que, como o foco é o léxico, muitos dados que não estejam presentes no QSL podem ser identificados nas respostas aos outros inquéritos dos outros questionários, nomeadamente os signos lemáticos candidatos a lema secundário (Machado Filho 2010: 63).
El proyecto original del DDB prevé la publicación del diccionario por medio de fascículos temáticos en los que la nomenclatura estará precedida de una «lista de palavras, em ordem alfabética, grafematicamente apresentadas, com a devida remissão à entrada correspondente, para servir de guia aos consulentes» (Machado Filho 2010: 62). 15
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Esta opción metodológica exige la separación de los archivos de cada encuesta, según el cuestionario, pues, de acuerdo con las normas de transcripción del ALiB, la transcripción de los tres cuestionarios se guarda en un único archivo. El QSL será el punto de partida para desvelar el léxico documentado en las catorce áreas semánticas que integran dicho cuestionario. En cuanto a la composición de la macroestructura del DDB, el proyecto prevé lo siguiente: Considerando a perspectiva variacionista a que se filia o projeto DDB, a estrutura do Dicionário deve permitir o imediato reconhecimento, por parte do consulente, das variáveis espaciais e sociais registradas pelo ALiB, para cada uma das variantes de seu interesse de pesquisa. A ideia é possibilitar um acesso rápido, a partir de uma microestrutura capaz de condensar essas informações, inclusive as variações fônicas dos itens lexicais, de forma prática e econômica, assim como permitir a identificação de possíveis relações lexicais e semânticas entre as lexias registradas (Machado Filho / Neiva 2015: 327).
En relación con la microestructura, el proyecto del DDB prevé la siguiente composición de las entradas, en especial para la versión impresa, de acuerdo con Machado Filho (2010: 64-67): lema principal (forma ortográfica canónica escrita en minúscula y en negrita); lemas secundarios (registro de toda la variación fónica del lema principal, en transcripción fonética, sin negrita y con la indicación del punto donde fue recogida cada variante); lemas múltiples (las particularidades de flexión o de derivación que provoquen alomorfia lexemática deben ser registradas en la cabecera de la entrada); clasificación gramatical (registro de la «mesma classificação adotada pelos dicionários-base dos programas que serão utilizados na sua concepção»); etimología («levantamento em todas as unidades lexicais passíveis de apuramento, apondo-se, inclusive, as discrepâncias detectadas entre os diversos etimólogos consultados. Em caso de impossibilidade de precisão, fazer constar o termo “ignorada”, ou similar»); definición (previsión de definición lexicográfica para todas las unidades léxicas, definiciones que «comportem uma paráfrase sêmica, por assim dizer, de compromisso, em que se explicitem o genus proximum e as diferenças específicas da lexia em foco»); documentación («prevê-se no DDB, quando possível, o registro de todas as concordâncias relacionadas ao item, existentes no corpus»); remisión (para casos de variación fonética o para posibles relaciones de antonimia y homonimia; «estabelecimento de uma rede remissiva que permita a visualização cartográfica integrada de uma determinada ocorrência lexical, em todos os pontos geográficos em que esta ocorra»); marcas de uso («após a análise dos dados gerais do ALiB, proceder ao inventário das marcas identificadas, com vistas a seu registro, quer no dicionário eletrônico, quer no impresso»). La propuesta original de la macroestructura del DDB prevé una «etiqueta lógica» para la elaboración de las entradas del DDB teniendo como último ítem la «leyenda geolingüística», o sea, la «distribuição diatópico-diastrática, por estado e região, controlando a ocorrência e grau de frequência do item por intensidade de hachurados, a
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serem oportunamente definidos, em função do volume de dados a ser identificado» (Machado Filho / Neiva 2015: 330-331)16. 4. Consideraciones finales Este trabajo persiguió dos propósitos más amplios: presentar un cuadro de las producciones lexicográficas de carácter regional producidas en Brasil a partir del siglo xix e informar sobre el proyecto del DDB (Dicionário Dialetal Brasileiro), que tiene como fuente el corpus del Atlas Linguístico do Brasil (ALiB). Este segundo aspecto fue precedido de una puntualización acerca de los conceptos de brasileñismo / regionalismo y de diccionario regional / dialectal, con la presentación de relaciones conceptuales entre los términos brasileñismo, regionalismo, léxico regional y léxico dialectal. Las consideraciones vertidas acerca de la producción lexicográfica de cuño regional en Brasil demuestran que, a pesar de los propósitos de cada obra en particular, existe un elemento común que las aproxima: el registro de particularidades léxicas propias de Brasil, o mejor, la tentativa de perpetuar muestras de vocabularios que traducen matices de la identidad del portugués brasileño, por representar o bien peculiaridades léxicas de determinado espacio geográfico o bien el vocabulario de una actividad económica propia de la realidad brasileña. En resumen, aunque todas testimonien el fenómeno de la variación en el nivel léxico, el epicentro es la ausencia de una amplia descripción del léxico del portugués brasileño con base en fundamentos teórico-metodológicos específicos y preferentemente uniformes, de manera que garanticen la representatividad y la comparabilidad de datos. Esta laguna, en parte, podrá ser cubierta por el proyecto del Dicionário Dialetal Brasileiro, que tiene como desafío dar tratamiento lexicográfico al léxico dialectal documentado en las cerca de 3300 horas de grabación que forman el corpus del Proyecto ALiB. Tan desafiante como concluir todos los volúmenes del ALiB será la concretización del DDB, dado que ambos proyectos tienen la misma base de datos como fuente, base en fase de organización, pues la transcripción del conjunto de las encuestas se encuentra en proceso de revisión. Se suman además, en el caso del DDB, los ajustes de esos datos para hacerlos susceptibles de tratamiento informatizado, como se ha señalado a lo largo de este texto. En relación con los corpus de naturaleza regional, se abre aquí un espacio para informar sobre la base de datos del proyecto Tesouro do léxico patrimonial galego e português, también una rica fuente para estudios futuros centrados en la lexicografía dialectal brasileña. Este proyecto fue propuesto en el ámbito del Instituto da Lingua En este mismo artículo los autores presentan con carácter ilustrativo la entrada-modelo de badogue, elaborada a partir de las respuestas proporcionadas para la pregunta 157 del QSL por hablantes de trece puntos de la red de puntos del ALiB del estado de Bahia, entrada que figurará en el VDB (Machado Filho / Neiva 2015: 328-329). 16
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Galega, de la Universidade de Santiago de Compostela, bajo la coordinación general de Rosario Álvarez Blanco y congrega investigadores gallegos, portugueses y brasileños. Se trata de «uma base de dados lexical que permite o acesso rápido e fácil à informação contida em obras sobre o léxico dialectal do galego, do português europeu e do português do Brasil» (Álvarez 2017). El proyecto tiene por objetivo reunir, en una única base de datos léxicos, materiales lexicográficos con referenciación geográfica que fueron fruto de investigaciones con base en fuentes orales distintas, independientemente de la época en que fueron producidos (atlas lingüísticos; vocabularios regionales; corpus obtenidos por medio de trabajos de campo...), muchos de ellos inéditos y, por esa razón, de difícil acceso a la comunidad científica. El tratamiento informatizado del material lingüístico reunido y el registro del código de georreferenciación de la región (país, estado, mesorregión...) de origen de los datos permiten la generación de mapas sobre la distribución espacial de una unidad léxica, sea en los tres espacios geográficos contemplados por el proyecto (Galicia, Portugal y Brasil), sea en cada uno de ellos en particular. En este momento, la base de datos del Tesoro cuenta con 209 921 registros, correspondientes a 55 466 lemas y 90 045 variantes, acervo lexical extraído de 163 obras (36 de Brasil, 69 de Galicia, 56 de Portugal, 2 de Galicia y Portugal)17. Esta breve presentación del proyecto pone de manifiesto por sí sola la importancia de esta base de datos léxicos para la expansión de la lexicografía dialectal en Brasil. De acuerdo con lo expuesto y discutido en este texto, se puede considerar que la situación actual de la lexicografía dialectal sobre el portugués de Brasil apunta a la necesidad urgente de realizar esfuerzos académicos e institucionales que permitan registrar en obras lexicográficas la riqueza y la diversidad del léxico del portugués hablado por más de 200 000 000 de brasileños distribuidos por las cinco Grandes Regiones que componen un país de dimensiones continentales, cada una de ellas con matices histórico-culturales, lingüísticos y económicos distintos. ¡El desafío continúa! Referencias bibliográficas Academia das Ciências de Lisboa (2001): Dicionário da Língua Portuguesa contemporânea, vol. I. (A-F). Lisboa: Verbo. Álvarez, Rosario (coord.): Tesouro do léxico patrimonial galego e portugués. Santiago de Compostela: Instituto da Lingua Galega [01/03/2018]. Aguilera, Vanderci de Andrade (1990): Atlas Lingüístico do Paraná. vol. 1. Tese de Doutorado. Universidade Estadual Paulista, Faculdade de Letras.
17 Dados obtenidos a través de la consulta realizada en la página del proyecto [01/03/2018].
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Janick Le Men Loyer Universidad de León [email protected]
►► Resumen
En este capítulo se ofrece un panorama general de la bibliografía dialectal relacionada con parte del área leonesa (León, Zamora, Salamanca). Se hace hincapié en las obras más destacadas de cada zona, publicadas desde fines del siglo xix hasta principios del xxi, especialmente en las del siglo xx, fruto, muchas de ellas, del impacto que tuvo la publicación, en 1906, de El dialecto leonés de Ramón Menéndez Pidal. En efecto, dicha obra hizo surgir numerosos estudios de distinta índole y calidad sobre varias comarcas del área leonesa. Por otra parte, se pone de relieve la importancia de la documentación medieval leonesa, hoy al alcance de los investigadores gracias a la publicación de Index Verborum, labor llevada a cabo por José María Fernández Catón. ►► Palabras clave Dialecto leonés, bibliografía dialectal, documentación medieval.
Leonese dialect lexicography ►► Abstract
This paper provides an overview of the dialectal bibliography related to León, Zamora and Salamanca, singling out the most salient items in each area published between the late nineteenth century and the beginning of the twenty-first century. Most attention will be paid to twentieth-century work much of which benefitted from the influence of Menéndez Pidal’s El dialecto leonés (1906), which prompted the publication of a variety of studies of different parts of the León region. Consideration is also given to mediaeval Leonese documentation, which is now available to researchers thanks to the publication of Index Verborum by José María Fernández Catón. ►► Keywords Leonese dialect, dialectal bibliography, mediaeval documentation.
1. Introducción Hasta una época relativamente reciente (última década del siglo xx, aproximadamente), la lexicografía dialectal no había atraído la atención de los especialistas (Ahumada 1996). Así, la existencia de vocabularios o diccionarios dialectales quedaba relegada a los apéndices de tesis o monografías sobre las hablas regionales en
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el dominio del español, muchas de ellas con la conocida metodología —manejada a lo largo del siglo xx— de Wörter und Sachen. Se hace necesario recordar también el extraordinario impacto que tuvo la publicación en 1906 de El dialecto leonés de Ramón Menéndez Pidal. Se trata, sin duda, de una de las obras más emblemáticas de la dialectología española del siglo xx, pues hizo surgir numerosos estudios de distinta índole y calidad sobre varias comarcas del área leonesa. Esta área incluye las provincias (o parte de ellas) de Cantabria, Asturias, León, Zamora, Salamanca, Cáceres y Badajoz, además de los enclaves del leonés en tierra portuguesa. En este capítulo se analizará solo la bibliografía relacionada con parte de esta área, correspondiente a las provincias de León, Zamora y Salamanca. Se hará hincapié en las obras más destacadas de cada zona, publicadas a lo largo del siglo xx y principios del xxi, además de algunas pocas de fines del siglo xix. Como veremos, desde aquella época ya lejana de 1906 hasta hoy los estudios sobre este dominio han sido cada vez más numerosos. Algunos son monografías dialectales sobre una zona concreta; otros son listas de palabras que no figuran en el DRAE; los hay que estudian problemas concretos de fonética o morfología; varios analizan un campo semántico concreto, etc. 2. Análisis de las obras publicadas sobre la provincia de León Por lo que respecta a León, contamos con más de dos centenares de estudios. La obra de Menéndez Pidal encontró un eco inmediato en esta provincia, como lo prueba la correspondencia mantenida entre él, a la sazón director de la Real Academia Española, y algunos personajes de la vida leonesa. Así, en 1907 se publicaron los Cuentos en dialecto leonés de Cayetano A. Bardón. Es sabido que la primera publicación de este libro fue una consecuencia de la correspondencia mantenida entre Menéndez Pidal y E. Bardón Sabugo. El entonces director de la Real Academia Española enviaba unos cuestionarios a los que contestaba E. Bardón. Posteriormente, su sobrino, Cayetano A. Bardón, se encargó de redactar una narración en forma de cuento y en el año 1907 le envió un ejemplar de la primera edición. Este trabajo registra vocablos de una comarca centro-occidental leonesa (Ribera Alta del Órbigo y Cepeda). Ahora bien, no parece que aquí se refleje realmente el habla cepedana, sino la de algunos pastores, porque, si bien el autor recoge en sus Cuentos voces dialectales características de la zona, la obra es, en realidad, una acumulación de vulgarismos. Se cierra con un pequeño capítulo titulado «Aclaración de algunas palabras usadas en este libro», vocabulario que incluye más de 850 entradas. En 1909, Santiago Alonso Garrote publica El dialecto vulgar leonés hablado en Maragatería y Tierra de Astorga. Notas gramaticales y vocabulario. Antes de empezar su estudio, Alonso Garrote muestra su agradecimiento al «competentísimo filólogo, catedrático de la Central y Académico de la Lengua, Sr. D. Ramón Menéndez Pidal», por haberle dedicado el folleto titulado El dialecto leonés. Como en el caso anterior, el maestro había pedido al ilustre maragato datos sobre las formas dialectales empleadas
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en Maragatería y Astorga para profundizar su estudio sobre el leonés. La obra se abre con un prólogo entusiasta de Pío Gullón, seguido de una introducción, en la que Alonso Garrote hace un estudio étnico y geográfico de la región maragata. Consta de dos partes principales: unas notas gramaticales con apartados dedicados a la fonética, morfología y sintaxis, y un vocabulario dialectal que incluye unas mil entradas. Entre ambas partes, se incluyen textos dialectales. La obra conoce una segunda edición «revisada y considerablemente aumentada» en 1947, en la que se añaden alrededor de 900 voces, de las cuales unas 700 se documentan en Maragatería y Tierra de Astorga y otras 200 en La Cabrera. Si bien la obra constituye una gran aportación de materiales dialectológicos, hay que admitir que el autor no sigue siempre criterios rigurosamente científicos. La mayoría de las imprecisiones científicas se debe, sin duda, al método utilizado. Alonso Garrote no era filólogo. Ahora bien, este trabajo, especialmente su recopilación lexicográfica, es, sin duda alguna, la primera gran aportación para la provincia de León y la mayoría de los estudios realizados más tarde la han tomado como referencia. Por otra parte, fue tal el impacto de esta obra que el DRAE, en su edición de 1925, localiza 123 palabras en León de las 223 que aún aparecían en la edición de 1992. Desde aquellas dos primeras obras de principios del siglo xx hasta hoy, se han multiplicado los estudios dialectales sobre la provincia de León y, en general, sobre todas las regiones españolas. Como se dijo antes, existen hoy día más de 200 trabajos dialectales sobre la provincia, sin contar los numerosísimos artículos aparecidos en revistas científicas sobre problemas concretos de fonética o de morfología. Para acabar con esta primera etapa de florecimiento de trabajos dialectales en León citamos a José Alemany (1915-1916), quien reúne en dos artículos el léxico usado en la novela de Concha Espina La esfinge maragata. El catálogo consta de 375 voces, acompañadas todas del pasaje de la novela en el que se hallan documentadas, algunas de las cuales pueden haber entrado en el DRAE a raíz de esta publicación. Ahora bien, parece prudente señalar de antemano que, como en el caso de otros estudios regionales, los leoneses son también de diversa índole, época, extensión y calidad. Con respecto a este último aspecto, es necesario insistir en el hecho de que si bien muchos autores son auténticos lingüistas que actúan, por lo tanto, con la mayor cautela a la hora de incluir y analizar una palabra, otros, en cambio, son eruditos locales, amantes de su tierra, que quieren dejar constancia de su afición por el terruño recogiendo las palabras más típicas del lugar, o solo las que presentan algunas características diferenciales respecto a la lengua estándar, con lo cual se nos ofrece una imagen distorsionada de los usos lingüísticos. Otro criterio importante a la hora de analizar los trabajos es el factor tiempo, pues han sido confeccionados en sincronías diferentes. Si antes me refería a las obras de Bardón y Alonso Garrote como las primeras, hay que precisar que la más antigua se remonta al año 1861, esto es, antes de que Menéndez Pidal se preocupara por el dialecto leonés. Me refiero a los Ensayos poéticos en dialecto berciano de Antonio Fernández Morales. La obra se cierra con un «Catálogo y significación de las voces del subdialecto berciano, usadas en este libro». Se trata, en realidad, de un pequeño
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glosario, que contiene poco menos de 500 entradas y cuyo interés es muy desigual, especialmente por lo que respecta al leonés, pues en su mayoría es gallego. Ahora bien, por muy escueto que sea este «Catálogo», ha servido de base a vocabularios bercianos posteriores de mayor importancia, especialmente al primero del siglo xx, el de Verardo García Rey (1934) y, por otra parte, al DRAE para localizar algunas voces en León. En 1906, poco antes de la obra de Menéndez Pidal, apareció el «Glosario de algunos vocablos usados en León» de Julio Puyol y Alonso. El autor explica, en las palabras preliminares del «Glosario», que su intención es la de dar a conocer palabras que ha perdido la lengua normativa y que se usan corrientemente en León. Con este objetivo, reúne más de un centenar de palabras, muy usuales en la provincia, pero no privativas de ella, tomando para ello, como otros muchos autores, el diccionario académico como referencia. El interés por el dialecto leonés despertado por don Ramón no disminuye con el tiempo, sino que van apareciendo cada vez más estudios de diversa índole: vocabularios propiamente dichos o incluidos al final de los estudios dialectales, fuentes documentales, trabajos monográficos sobre el estado actual de la lengua en una comarca determinada, estudios de carácter histórico, etc. Entre estos destaca el prólogo del propio Menéndez Pidal al libro de Claudio Sánchez Albornoz Estampas de la vida de León durante el siglo x, publicado en 1934. En este prólogo, Menéndez Pidal esboza la complejidad del romance, que se hallaba en la época tratada en el libro en su período de orígenes, y reconoce la imposibilidad de hacer dialogar a los personajes de las estampas en un habla determinada, como pretendía Sánchez Albornoz, porque lo que más caracterizaba a la modalidad lingüística de entonces era, precisamente, la falta de una norma fija. De este mismo año es la publicación del Vocabulario del Bierzo de Verardo García Rey (1934). El autor había fallecido en 1931, dejando inédito este trabajo que el Centro de Estudios Históricos consideró de interés para incluirlo en su colección Archivos de Tradiciones Populares. En 1979 se publicó una edición facsímil. Se trata de la primera obra importante sobre esta zona. El estudio consta de tres partes: un estudio geográfico e histórico del Bierzo; un análisis del habla berciana (fonética, morfología, sintaxis) y un «Vocabulario» que contiene un poco más de 2300 entradas. En numerosas ocasiones el autor completa sus definiciones o explicaciones con ejemplos de distinta naturaleza: documentos literarios o vulgares, entre los que sobresalen las citas legales procedentes de las Ordenanzas, refranes, coplas o canciones populares, etc. Es, sin duda, el léxico berciano más conocido de la primera mitad del siglo xx, que ha servido de fuente al DRAE y a los diccionarios etimológicos para localizar muchos vocablos en esta región. Alrededor de los años 50 crece aún más el interés por los estudios dialectológicos sobre el dominio asturleonés, promovidos en torno a las universidades de Madrid, Salamanca u Oviedo. El resultado son tesis doctorales, como las de la escuela de Dámaso Alonso o de Alonso Zamora Vicente. Vamos a detenernos un poco en cada uno de estos trabajos elaborados con criterios rigurosamente científicos.
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En 1948 vio la luz la obra de Concepción Casado titulada El habla de la Cabrera Alta, que fue el objeto de estudio de su tesis doctoral, dirigida por Dámaso Alonso. La autora señala en su introducción que ha querido «recoger un estado lingüístico, en trance de desaparición, de positivo interés para el conocimiento del dialecto leonés occidental». Para realizar su trabajo ha partido de un cuestionario, ampliado con largas conversaciones mantenidas con los aldeanos durante estancias muy prolongadas en esta comarca. La obra consta de tres partes principales: estudio geográfico, lingüístico y lexicográfico. Para este último apartado, titulado «Palabras y Cosas», Casado señala que ha seguido la orientación de la escuela de Krüger. Consta de 9 capítulos a lo largo de los cuales la autora describe, de manera pormenorizada, cada uno de los objetos estudiados antes de pasar a la enumeración y explicación minuciosa de las voces dialectales. En 1949 sale a la luz la obra de Guzmán Álvarez, titulada El habla de Babia y Laciana, que fue el objeto de estudio de su tesis doctoral, dirigida también por Dámaso Alonso. Hoy día los estudios para esta zona apartada del centro peninsular son bastante numerosos debido al interés que suscitó esta obra, que conoció una segunda edición en 1985. Es, en efecto, el primer gran trabajo que se realiza sobre esta comarca noroccidental leonesa, muy interesante desde el punto de vista dialectal, enmarcada dentro del leonés occidental según la clasificación de Menéndez Pidal. La obra consta de tres partes bien diferenciadas (toponimia, análisis gramatical [fonético, morfológico y sintáctico] y vocabulario), además de una introducción en la que Álvarez hace una descripción detallada de los aspectos geográficos de la región. La parte léxica incluye más de 1700 entradas, a las que se añade el vocabulario toponímico, interesantísimo, ya que conserva los rasgos dialectales más peculiares de la zona, perdidos algunos en el habla viva. La obra se cierra con 46 láminas, entre dibujos y fotografías. Los estudios posteriores realizados sobre esta región (o parte de ella) no son tan novedosos en la medida en que todos, explícitamente o no, toman como punto de referencia este trabajo. En cambio, algunos realizados en los últimos años son interesantes (como, por ejemplo, la tesis doctoral inédita de Ana Villar sobre el habla de Laciana, tesis dirigida por el Dr. Morala y leída en la Universidad de León en 2004) porque el cambio de sincronía permite comprobar que muchos de los fenómenos fonéticos analizados por Álvarez ya están en franca regresión. En 1959 Ángel Fernández González publica El habla y la cultura popular de Oseja de Sajambre, estudio presentado en 1957 como tesis doctoral en la Universidad de Salamanca bajo la dirección de Zamora Vicente. La obra consta de tres partes principales: I. Estudio lingüístico; II. Palabras y cosas (consta de 10 capítulos); III. Vocabulario (unas 1700 entradas) y toponimia menor. La obra contiene, además, fotografías y dibujos. Encabeza el estudio una introducción en la que el autor hace una reseña geográfica, histórica, económica y lingüística de esta localidad encerrada por altas montañas, en una depresión de la cordillera principal de los Picos de Europa, ubicada en el extremo nororiental de León, limítrofe con Asturias y cercana a Cantabria. De ahí, en parte, su interés para la dialectología, ya que, en muchos aspectos, coincide
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con el asturiano oriental y con el habla de la montaña santanderina, además de ofrecer soluciones y voces típicamente leonesas. En 1966 José Millán Urdiales publica El habla de Villacidayo (León), trabajo que fue su tesis doctoral, leída en la Universidad de Madrid en 1963. Se trata del estudio más completo y riguroso sobre esta zona del Esla y que abarca en realidad un área más amplia, pues incluye todos los pueblos ribereños del Esla entre Cistierna y Mansilla de las Mulas. El habla de toda esta zona es castellana con leonesismos léxicos. La obra consta de tres partes básicas: estudio de numerosos campos semánticos, estudio lingüístico y un vocabulario que recoge, por orden alfabético, las voces citadas en sus respectivos campos semánticos. Dicho vocabulario incluye algo más de 2700 entradas. El autor pone de relieve, en particular, la abundancia de voces comunes con el asturiano; la abundancia de voces mozárabes, traídas sin duda por esos repobladores de los siglos x y xi, un número apreciable de voces prerromanas y, finalmente, el carácter conservador de muchas palabras, tanto desde el punto de vista del significante como del significado, ya que, en no pocas ocasiones, voces que en castellano han evolucionado semánticamente conservan en esta zona el mismo significado que en época de Nebrija, o a veces incluso que en época medieval. En las últimas décadas, ya no son tres o cuatro, sino docenas los trabajos que se publican sobre comarcas leonesas, y muchos de ellos son resultado de investigaciones de campo con el fin de elaborar tesis doctorales, realizadas con criterios rigurosamente científicos. Esto quiere decir que el impulso dado por Menéndez Pidal al estudio de las hablas leonesas en 1906 sigue vivo hoy. Entre las monografías más importantes, destacan las tesis elaboradas en torno a la Universidad de Oviedo, primero, bajo la dirección de Emilio Alarcos, y en torno a la de León, después, bajo la dirección de los doctores Salvador Gutiérrez y José Ramón Morala. Entre ellas, y siguiendo el orden cronológico, destaca la que Julia Miranda realizó sobre la toponimia menor de la Cuenca Alta del Esla, dirigida por Emilio Alarcos y leída en la Universidad de Oviedo en 1982. Su estudio se limita a cuatro núcleos de población: Huelde, Horcadas, Carande y Salio. Hoy, Salio y Huelde han desaparecido bajo las aguas del embalse. Desde el punto de vista lingüístico, la zona pertenece al área del dialecto leonés oriental, zona en la que se cruzan importantes isoglosas. Miranda hace un estudio lingüístico pormenorizado de los topónimos, clasificados según el ya clásico «orden geográfico», para los que se contemplan tanto sus significantes como sus significados. En 1990, José Ramón Morala publica Toponimia de la comarca de los Oteros (León), tesis dirigida también por Emilio Alarcos y leída en la Universidad de Oviedo en 1987. En su trabajo analiza los topónimos recogidos en los términos de doce localidades, diez de las cuales forman parte de la comarca de Los Oteros, mientras que las dos restantes pertenecen a la ribera del río Esla. De ahí que se haga uso de la denominación Esla-Oteros, zona de fuerte y antigua castellanización. Recoge 2684 topónimos que distribuye en doce campos semánticos. Cada uno es analizado de forma exhaustiva y con suma claridad.
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En 1993 vio la luz el primer intento de recapitulación de monografías dialectales leonesas. Se trata de la obra de Eugenio Miguélez Rodríguez, titulada Diccionario de las hablas leonesas (León, Salamanca, Zamora), en la que el autor presenta ordenadas alfabéticamente las palabras que aparecen en 29 monografías dialectales realizadas en estas tres provincias del antiguo Reino de León. Incluye 23 000 entradas, si bien este impresionante número no corresponde al de voces diferentes, que es muy inferior, puesto que se abre una entrada para cada variante. Esta obra tiene un valor y una utilidad evidentes, en la medida en que es el primer estudio en el que se ofrece una visión de conjunto del léxico dialectal usado en varias comarcas del antiguo dominio leonés. En 1994 aparece otro estudio de conjunto titulado Léxico leonés, obra de Soledad Díez Suárez. Se trata de un trabajo menos ambicioso que el anterior. Consiste en un análisis lexicográfico, desde un punto de vista sincrónico, de nueve campos semánticos sobre el habla de doce comarcas leonesas. La autora distribuye en campos semánticos el léxico contenido en las monografías dialectales más conocidas de León (Alonso Garrote 1909, García Rey 1934, Casado 1948, Álvarez 1949, Urdiales 1966, etc.). En los últimos diez años se han realizado varias tesis doctorales sobre distintas comarcas leonesas (Luna, Cepeda Baja, Valle de la Valcueva, Valle de Laciana, etc.). A estos trabajos habría que añadir un sinfín de artículos o libros publicados sobre varias regiones leonesas. Tal abundancia de materiales dialectológicos ha hecho posible que quien firma este capítulo haya podido elaborar un trabajo de recopilación, organización y sistematización de dichos materiales y que ha sido publicado entre los años 2002 y 2012, bajo el título Léxico del leonés actual (Le Men 2002-2012). El repertorio está basado en una recopilación exhaustiva de las voces incluidas en todos los estudios lexicográficos, publicados e inéditos, sobre la provincia de León. El compendio no se reduce, sin embargo, a un mero acopio de datos. Se ha intentado introducir sentido crítico en cada una de las entradas y en cada una de sus dimensiones. La obra se asienta, pues, sobre un propósito de exhaustividad y de selección y ordenamiento críticos. En cuanto recopilación, viene a sumarse a las ya existentes para otras provincias: Aragón, Canarias, Asturias, Andalucía, Navarra, etc. Por otro lado, esta recopilación puede resultar interesante para el campo de la dialectología en la medida en que ayude, tal vez, a clarificar algunos aspectos de lo que aún pervive del dialecto leonés y de lo que se ha perdido. En este diccionario se ha intentado realizar un estudio riguroso y sistemático del léxico que a lo largo de un siglo y medio ha ido acumulándose en los muchos estudios dedicados al dialecto leonés y que —inencontrables hoy muchos de ellos— se ha reelaborado y puesto a la disposición de quienes estén interesados en aspectos tanto diacrónicos como dialectales. Una de las finalidades de este repertorio es la de destacar la importancia que para la discusión etimológica en los romances del área centro-occidental tiene el fijar claramente tanto la extensión como las formas y el sentido que algunas voces presentan en el área leonesa. Ahora bien, a la hora de extraer conclusiones, de juzgar el área de difusión de una voz o su grado de uso, hay que tener en cuenta un hecho sumamente importante. El diccionario no es resultado de
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una investigación de campo realizada en una sincronía determinada por un equipo de filólogos, como es el caso de los atlas lingüísticos, por ejemplo. Es una recopilación confeccionada a partir de repertorios lexicográficos, elaborados de una manera heterogénea y cuyo valor es dudoso en no pocas ocasiones. Por ello, antes de elaborar el repertorio, se ha llevado a cabo una reflexión crítica sobre la abundante y variopinta bibliografía relacionada con el léxico leonés. Como fruto de esta investigación salió a la luz en 1999 un libro titulado Léxico leonés. Estudio bibliográfico (Le Men 1999). En este estudio se hace hincapié en el hecho de que, como en el caso de otros vocabularios dialectales, los leoneses incluyen materiales heterogéneos por razones diversas, comunes a la mayoría de los estudios de lexicografía de carácter práctico. Por otra parte, hay que subrayar la enorme importancia que tiene la colección «Fuentes y Estudios de Historia Leonesa», promovida por el Centro de Estudios e Investigación «San Isidoro», con el patrocinio de Caja España de Inversiones y el Archivo Histórico Diocesano de León, en el sentido en que ha dado a conocer el legado cultural del antiguo Reino de León bajo los más variados aspectos, principalmente históricos. Desde el primer número (1969) hasta el último (2012), la labor de José María Fernández Catón ha permitido dar a conocer los archivos de la catedral de León (Fernández Catón 2002), de los monasterios de Sahagún (Fernández Catón 1999), Carrizo, etc. Gracias a la publicación de varios volúmenes de Index verborum, el léxico de la documentación medieval leonesa está ya al alcance de los investigadores. De hecho, este corpus documental ha propiciado un buen número de trabajos sobre el léxico de esta fuente medieval. A título de ejemplo, puede verse la sección de léxico en la monografía titulada Monarquía y Sociedad en el Reino de León. De Alfonso III a Alfonso VII (Fernández Caton 2007) en la que, entre las páginas 313-570, se localizan trabajos, entre otros, de Manuel Díaz (2007), Manuel Ariza (2007), José Ramón Morala (2007), María Nieves Sánchez (2007) o Gloria Clavería (2007) sobre diversos aspectos del «Léxico de la vida cotidiana», analizado a partir de los documentos de esta época histórica. Referido a fechas posteriores, ya en los Siglos de Oro, el proyecto CorLexIn1, un corpus documental en el que se reúnen textos notariales de todo el ámbito hispanohablante, ha dado lugar también a estudios específicos (Morala 2010; Egido 2010, 2014; Gómez Ferrero 2012, 2015) sobre el léxico leonés de los siglos xvi-xvii, con especial atención al léxico de la vida cotidiana que, mayoritariamente, reflejan los documentos reunidos en el corpus y que, por lo general, son los que conservan mejor la lengua patrimonial previa a la castellanización del territorio.
La consulta del corpus en línea puede hacerse en la web del NDHE [01/03/2018], y la información relativa al proyecto, con indicación de los trabajos desarrollados, archivos visitados, legajos vaciados, un índice de voces estudiadas y la versión en línea de los trabajos publicados, puede verse en [01/03/2018]. 1
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3. Análisis de las obras publicadas sobre la provincia de Zamora De la misma manera que en León, el impacto de la ya citada obra de Menéndez Pidal fue enorme y repercutió en el interés de muchos investigadores, y también de aficionados, por el dialecto leonés hablado al sur del dominio. Con respecto a la provincia de Zamora, contamos con varias investigaciones recientes y de gran interés para nuestro propósito. Entre estas obras quiero destacar dos estudios que se complementan. El primero es «El dialecto leonés. El sur del dominio: Zamora», de Antonio Álvarez Tejedor, en el que analiza las obras publicadas sobre esta provincia entre 1906 y 2006 y hace especial hincapié en el drástico retroceso en el uso del leonés como sistema de comunicación que, según él, «no contradice la presencia de rasgos leoneses en la fonética de algunas palabras y la pervivencia de unas cuantas voces, verdaderos fósiles léxicos de estirpe leonesa» (Álvarez Tejedor 2007: 184). El segundo es el trabajo de Juan Carlos González Ferrero titulado «Estudios dialectales sobre la provincia de Zamora (1879-1995)» (González Ferrero 1997). Se trata de un excelente, minucioso y exhaustivo trabajo en el que se ofrece un panorama completísimo de las numerosas publicaciones existentes sobre la provincia. Igual que lo que ocurre en los trabajos sobre León, lo que caracteriza dichas obras es su dispersión y su desigualdad: algunas han sido publicadas ya hace muchos años; otras, en revistas muy especializadas; muchas son de acceso restringido, pues se encuentran inéditas. Por otro lado, los criterios de trabajo en unos y otros casos son bien distintos: algunas obras han sido publicadas por un erudito local, mientras que otras suponen un hito en la dialectología española. Ante esta dispersión que impide disponer de la información de conjunto, González Ferrero ha decidido recopilar todas aquellas investigaciones para que los estudiosos interesados por las formas de hablar de los habitantes de Zamora tengan a su alcance tan rico material. El autor contempla tres períodos en la evolución de la investigación dialectal sobre las hablas de la provincia de Zamora, desde fines del siglo xix y a lo largo del xx: 1879-1936; 1936-1973 y 1973-1995. Al final del siglo xix aparecen los primeros trabajos sobre las hablas de Zamora que, como en el caso de León, son obras, muchas de ellas, de eruditos locales. La más antigua se titula «Locuciones zamoranas» de Cesáreo Fernández Duro (1882-1883), seguida del primer trabajo realizado por José Leite de Vasconcellos (1886), titulado «Linguas raianas de Trás-os-Montes». El gran maestro de la filología portuguesa se ocupa del habla de Riodonor. Más tarde volverá a ocuparse de este pueblo fronterizo sanabrés y a comparar su habla con las de Hermisende y Castromil. A partir de la aparición de El dialecto leonés de Menéndez Pidal, en el que el maestro dedica unas páginas al dialecto hablado en Zamora, se multiplican los estudios sobre dicha provincia. En 1907 sale a la luz «Límites del dialecto leonés occidental en Alcañices, Puebla de Sanabria y La Bañeza», de Agustín Blánquez Fraile. A estos autores, hay que añadir la monumental obra de Fritz Krüger, en la que destacan una serie de estudios dialectales que el gran maestro alemán dedica a la lengua y a la cultura de la comarca de Sanabria, fruto de las investigaciones que realizó en el invierno de 1921-1922 en
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esta comarca occidental, siguiendo la corriente lingüística denominada «Palabras y cosas», en auge durante los años veinte. Se trata de «El dialecto de San Ciprián de Sanabria» (Krüger 1923a), «Vocablos y cosas de Sanabria» (Krüger 1923b), «Mezcla de dialectos» (Krüger 1925), etc., y su obra capital Die Gegenstandkultur Sanabrias und seiner Nachbargebiete (Krüger 1925) (traducida luego como La cultura popular en Sanabria), descripción amplia y exhaustiva, lingüística y etnográfica, de esta comarca y áreas limítrofes (Ourense, León, La Carballeda y Portugal). En la primera parte expone «Las bases geográficas, económicas y espirituales de la cultura material de Sanabria y sus alrededores»; en la segunda (mucho más amplia) estudia «Las manifestaciones de la cultura material de Sanabria y sus alrededores», esto es, la casa, los enseres de la casa, ganadería, vida pastoril, etc. Gracias a Krüger el dialecto y la cultura sanabreses ocupan un lugar destacado entre los estudios de lingüística románica, como lo avalan las numerosas formas sanabresas que Meyer-Lübke incluyó en su Romanisches etymologisches Wörterbuch. Muchos estudios posteriores seguirán los métodos de la escuela de Hamburgo. Durante el segundo período, aparecen los trabajos de Luis Cortés Vázquez sobre la cultura popular de esta comarca, lingüísticamente gallega, aunque situada en la provincia de Zamora. Entre sus diversas publicaciones, sobresale El dialecto galaico-portugués hablado en Lubián (Zamora). Toponimia, textos y vocabulario (1954), en el que se ocupa fundamentalmente de la toponimia de esta zona, de su vocabulario, si bien incluye también notas fonéticas y morfológicas, elaboradas a partir de los textos dialectales que recoge. Sobre otras comarcas zamoranas occidentales, ya dentro del dominio lingüístico asturleonés, destaca el estudio de José María Baz sobre la tierra alistana (Baz 1967), trabajo dialectal extenso sobre la parte más occidental (la parte situada entre Alcañices y la frontera con Portugal), dividido en tres partes, como muchos de estos trabajos: aspectos geográficos, históricos y sociales; estudio lingüístico (fonético, morfológico y sintáctico) y estudio lexicográfico, centrado en el vocabulario relacionado con el arado, la casa, el carro, etc. A este trabajo siguen otros, que no reseñamos aquí por ser de carácter fundamentalmente fonético, con excepción de un vocabulario de Manuel Molinero Lozano, «Algunas voces de Zamora», obra de un estudioso local, que recoge vocablos (ordenados alfabéticamente, seguidos de su significado) de las comarcas de Sayago, Sanabria, La Carballeda o de algunos de sus pueblos. En el tercer período que estudia González Ferrero, destaca, en primer lugar, un trabajo inédito, pero que marcó un punto de inflexión en los estudios dialectales sobre la provincia de Zamora. Se trata de la memoria de licenciatura de Luis Santos Río (1973) titulada Aproximación sociolingüística al habla de Sarracín de Aliste. Es el primer estudio sociolingüístico llevado a cabo sobre esta comarca zamorana y que será seguido de otros, entre los que destacamos el estudio también inédito que Borrego Nieto realiza sobre la comarca de Sayago: Acercamiento al habla de Villadepera de Sayago (1973). Este investigador seguirá estudiando esta comarca en su tesis doctoral, titulada La situación sociolingüística de una comunidad rural (Villadepera de Sayago) (Borrego 1978). Ambos trabajos son la base de otras dos publicaciones: So-
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ciolingüística rural. Investigación en Villadepera de Sayago (Borrego 1981) y Norma y dialecto en el sayagués actual (Borrego 1983). Sus trabajos servirán de modelo a otras tesis doctorales y a muchas monografías de carácter sociolingüístico. González Ferrero (1997: 108) analiza de manera pormenorizada estas obras. En cuanto a los trabajos de geografía lingüística, destacan los de Álvarez Tejedor: «Aproximación al estudio del léxico rural de la provincia de Zamora» (Álvarez Tejedor 1986) y Estudio lingüístico del léxico rural de la zona Este de la provincia de Zamora (Álvarez Tejedor 1989), ambos basados en su tesis doctoral Estudio lingüístico del léxico rural en la provincia de Zamora (Álvarez Tejedor 1985-1986). El autor se centra en el estudio, basado en una rigurosa investigación de campo, del léxico agrícola, concretamente en el referido a la cultura de los cereales y del viñedo en las comarcas orientales de la provincia de Zamora, en las campiñas del curso bajo del Duero. La línea de investigación sociolingüística de comarcas zamoranas iniciada por Borrego Nieto será seguida por González Ferrero, autor de varias obras: Sociolingüística y variación dialectal. Estudio del habla de Flores de Aliste (1986) o Estudio sociolingüístico del habla de Toro (Zamora) (1989-1990). A partir de su tesis doctoral, González Ferrero ha realizado varias publicaciones sobre esta comarca zamorana, que el propio autor analiza en su estudio ya citado de 1997. Por otro lado, ha realizado un estudio fundamental, titulado «Fichero bibliográfico para una Enciclopedia Dialectal de Zamora» (González Ferrero 1996). En su introducción hace hincapié en la diversidad dialectal de la provincia de Zamora, en los numerosísimos trabajos realizados en diversas épocas y en la dificultad de consultarlos, y, por lo tanto, en la necesidad de recopilarlos. Dos son sus objetivos fundamentales (1996: 2): por un lado, describir la actividad dialectológica desplegada en nuestra provincia a lo largo de este siglo, haciendo especial hincapié en la valoración de los objetivos, métodos y resultados de las diferentes investigaciones realizadas, y en el grado de conocimiento alcanzado según comarcas y áreas, niveles del análisis lingüístico, medio rural o urbano, estratos sociolingüísticos, etc.; y, por otro, proporcionar una visión de conjunto de la diversidad dialectal de nuestras hablas mediante la elaboración de una Enciclopedia Dialectal de Zamora a partir de los materiales lingüísticos allegados por estos trabajos y a partir también de la reelaboración de sus conclusiones.
El resultado es de sumo interés para todos los investigadores, ya que, a partir de ahora, poseen una información de conjunto, de la que pueden disponer de manera fácil y directa. Además, no solo redacta una mera ficha bibliográfica, sino que lleva a cabo una descripción de cada uno de los trabajos citados (objetivos, metodología, conclusiones), seguidos de índices de autores, títulos y estudios por comarcas. En definitiva, se trata de un excelente trabajo que pone ese material a la disposición de los especialistas. Actualmente, está recopilando los trabajos posteriores a 1995. Podemos concluir afirmando que, gracias a la excelente y continuada labor de González Ferrero, tenemos, hoy, una visión global de la diversidad dialectal de la provincia de Zamora.
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4. Análisis de las obras publicadas sobre la provincia de Salamanca De los estudios sobre la región salmantina, poseemos también varias investigaciones, entre las que destacaría la de José Luis Herrero Ingelmo (2007), que ofrece un detallado inventario de las obras publicadas en esta provincia desde la publicación de El dialecto leonés hasta la primera década del siglo xxi, no solo las lingüísticas, sino también las literarias. Los dos primeros estudios sobre la provincia de Salamanca son anteriores a la obra de Menéndez Pidal, pues salen a la luz en 1903. Se trata del trabajo de Fernández de Gatta y Galache, titulado «Vocabulario charruno», una breve recopilación del léxico dialectal, al que sigue Del campo y de la ciudad, de Luis Maldonado de Guevara, una obra de tinte literario que se cierra con un glosario. Entre los textos más conocidos y posteriores a El dialecto leonés está el del canónigo José de Lamano y Beneite (1915), reeditado 80 años después por Antonio Llorente, obra de conjunto sobre el habla salmantina, que muestra, no obstante, algunos fallos desde el punto de vista metodológico. A pesar de estos errores, debidos a su falta de conocimiento sobre las últimas corrientes lingüísticas, el vocabulario (5237 entradas) interesó a la Real Academia Española, pues lo incorporó en gran parte al DRAE. En 1928 aparece publicada la tesis doctoral de Pedro Sánchez Sevilla, titulada El habla de Cespedosa de Tormes. Se trata de un pueblo interesante para la dialectología y la historia de la lengua española, pues se halla en el límite entre lo castellano y lo leonés. Ahora bien, una de las obras más importantes es, sin duda, la de Antonio Llorente Maldonado: Estudio sobre el habla de la Ribera, trabajo modélico por su rigor y amplitud, que presentó como tesis doctoral en la Universidad de Madrid en 1945 y que fue publicado en 1947. Como muchos trabajos de esta índole, se divide en tres partes: una «Introducción» (que incluye, como era habitual, notas geográficas, históricas, literarias, etc.), un «Análisis lingüístico» y un «Vocabulario» sobre los nueve pueblos investigados en esta región occidental de la provincia de Salamanca. En 1949 Emilio Lorenzo publica «Notas al vocabulario de Lamano», notas de carácter lexicográfico, referidas a la localidad de Puerto Seguro, situada a cinco kilómetros de la frontera portuguesa, no visitada por ninguno de los colectores anteriores. Estas notas se basan en el vocabulario de Lamano, al que completa con unas voces no registradas antes. En 1957 Luis Cortés Vázquez publica «Contribución al vocabulario salmantino (Adiciones al diccionario de Lamano)». Incluye 600 palabras que contribuyen al mejor conocimiento del caudal léxico de esta provincia. Dichas palabras pertenecen en su mayoría a la región de la Huebra, seguida de las de Lumbrales, Guijo de Ávila, Cespedosa, La Alberca y otros puntos aislados. Buena parte del léxico es de tipo ganadero o referente a la alfarería. En la introducción a su trabajo, precisa que uno de los reproches que se ha hecho a la obra de Lamano es que no localizara las voces, dada la complejidad lingüística de la provincia de Salamanca, en la que distingue tres zonas: el oeste, con abundantes restos leoneses, con influencia portuguesa; otra zona fuertemente castellanizada, desde la mitad de la provincia al este, y, finalmente,
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una tercera zona, la meridional y serrana, en que aparecen fenómenos típicos de las hablas del sur de España (entre otros, la aspiración). Ya en época más reciente se han publicado varios trabajos sobre zonas no tan investigadas hasta la fecha: El habla de Béjar, de Manuel Antonio Marcos Casquero (1979); El habla del Rebollar, de Ángel Iglesias (1982); El habla del Maíllo, de María del Carmen Marcos Casquero (1992) o El habla de Santibáñez de la Sierra (Salamanca), de José Luis Herrero Ingelmo (1996). 5. Conclusiones A todas estas obras sobre las tres provincias estudiadas hay que añadir los materiales recogidos en algunos de los atlas lingüísticos, especialmente el Atlas Lingüístico de Castilla y León (Alvar 1999) o el Atlas Lingüístico de la Sanabria interior y de La Carballeda-La Requejada (Krüger / González Ferrero 2011). Podemos concluir como empezamos: la semilla sembrada por Menéndez Pidal ha sido fructífera en el ámbito leonés, tan fructífera en estas tres provincias que se puede afirmar que ninguna otra región ha conocido semejante profusión de estudios dialectales. Gracias a ellos, tenemos hoy un conocimiento más certero del dialecto leonés, que permite deslindarlo tanto del castellano, al este, como del gallego y portugués, al oeste. Referencias bibliográficas Ahumada, Ignacio (ed.) (1996): Vocabularios dialectales. Revisión crítica y perspectivas. Jaén: Universidad de Jaén. Alemany, José (1915-1916): «Voces de Maragatería y de otra procedencia en La Esfinge Maragata de Concha Espina», Boletín de la Real Academia Española 2, 622-644; 3, 39-66. Alvar, Manuel (1999): Atlas Lingüístico de Castilla y León, 3 vols. Valladolid: Junta de Castilla y León. Álvarez Tejedor, Antonio (1985-1986): Estudio lingüístico del léxico rural en la provincia de Zamora. Tesis doctoral. Universidad de Valladolid. Álvarez Tejedor, Antonio (1986): «Aproximación al estudio del léxico rural de la provincia de Zamora», en Anuario del Instituto de Estudios Zamoranos «Florián de Ocampo», 251-263. Álvarez Tejedor, Antonio (1989): Estudio lingüístico del léxico rural de la zona este de la provincia de Zamora. Salamanca: Universidad de Salamanca. Álvarez Tejedor, Antonio (2007): «El dialecto leonés. El Sur del dominio: Zamora», en José Ramón Morala Rodríguez (ed.), Ramón Menéndez Pidal y El dialecto leonés (1906-2006). Burgos: Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, 177-206.
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14. LEXICOGRAFÍA DIALECTAL DEL CATALÁN 1 Maria Pilar Perea Sabater Universitat de Barcelona [email protected]
►► Resumen
Para el catalán, el periodo de eclosión de diccionarios dialectales tuvo lugar en el siglo xix. En ese momento, ante el empuje del Romanticismo y de la «Renaixença», florecieron múltiples repertorios lexicográficos que plasmaban las formas propias, especialmente de Valencia y de las Islas Baleares, sin olvidar tampoco el Rosellón y el Alguer. No puede decirse, sin embargo, que antes de ese siglo no existieran muestras de lexicografía dialectal, a menudo ocultas en trabajos que servían para otros fines. Las Regles d’esquivar vocables i mots grossers o pagesívols (1492 o 1497) constituyen un buen ejemplo de este tipo de obras. Por otro lado, concebido a finales del siglo xix, el Diccionari català-valencià-balear (1930-1962) marca un hito en las recopilaciones léxicas dialectales, ofreciendo una perspectiva a la vez sincrónica y diacrónica y recogiendo formas de vocabulario extraídas tanto de datos orales como escritos. El objetivo de este estudio es, desde un punto de vista cronológico, trazar una panorámica de las aportaciones lexicográficas del catalán que incorporan informaciones diatópicas. ►► Palabras clave Lexicografía, diccionarios dialectales, catalán, historia de la lingüística catalana.
Catalan dialectal lexicography ►► Abstract
Catalan dialect dictionaries began to appear in the nineteenth century. At that time, driven by romanticism and the Renaixença, the genre of multiple lexicographical repertoires bloomed compiling specific vocabularies, especially of Valencia, the Balearic Islands, Roussillon and Alghero. It cannot be said, however, that before that period there were no traces of dialectal lexicography which were often hidden away in works serving other purposes. The Regles d’esquivar vocables i mots grossers o pagesívols (1492 or 1497) (‘Rules for avoiding rustic and rude words’) are a good example of this type of work. The Diccionari català-valencià-balear (DCVB) (1930-1962), conceived in the late nineteenth century, marks a milestone in dialectal lexical compilations, offering synchronic and diachronic perspectives and listing vocabulary originating from both oral and written data. The main aim of this paper is to give an overview of Catalan lexicographical contributions which incorporate dialectal information. ►► Keywords Lexicography, dialectal dictionaries, Catalan, Catalan historical linguistics. 1 Este trabajo se adscribe al proyecto FFI2013-41077-P, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación del Gobierno de España.
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1. Introducción La actividad lexicográfica sobre la lengua catalana se inició en la segunda mitad del siglo xv con el Liber elegantiarum de Joan Esteve. Años más tarde vio la luz el Vocabulari molt profitós per aprendre Lo Catalan Alamany y Lo Alamany Catalan, impreso en 1502 por Johannes Rosembach (Barnils 1916). Esta obra, que se inspira en los manuales de comercio italianos, parte de una lengua que no es el latín, idioma que hasta entonces había actuado de modelo en la elaboración de diccionarios. En el Vocabulari, la lengua fuente —el alemán— muestra un aspecto dialectal notoriamente meridional (bávaro-suevo-alemánico). En cambio, la lengua de destino —el catalán— no presenta rasgos marcadamente geográficos, aunque se aprecian algunos vocablos del norte del dominio catalán y otros de procedencia meridional, que pueden justificarse debido a que el impresor procedía de Valencia y a que la obra se imprimió en Perpiñán. Entre los siglos xvi y xix el desarrollo de la lexicografía catalana contó con la influencia preponderante de Elio Antonio de Nebrija, mediante las diversas adaptaciones de sus diccionarios (1507, 1522, 1560 y 1585), y también de los modelos hispánicos. En el siglo xviii y especialmente a lo largo del xix es cuando puede hablarse de una lexicografía propiamente dialectal, puesto que los lexicógrafos del momento elaboran diccionarios (frecuentemente bilingües) de su área lingüística, teniendo como lengua meta en general el castellano, o a veces el latín. A este período se dedicará una atención especial. A finales del siglo xix, con el predominio de la lingüística histórica y de la romanística de planta germánica, diversos eruditos catalanes, como Joan Bernat Alart, Marià Aguiló y Josep Balari i Jovany, intentaron elaborar una obra lexicográfica que recordaba a los modelos historicistas foráneos, como el Deutsches Wörterbuch de los hermanos Grimm. La realización más importante en el campo de la lexicografía catalana es el Diccionari català-valencià-balear (DCVB). Concebido como una obra que abrazaba un eje horizontal (diacrónico e histórico) y un eje vertical (sincrónico y dialectal) del catalán, para llevarlo a cabo, su autor, Antoni M. Alcover, influido por Marià Aguiló y Tomàs Forteza, se puso en contacto desde el año 1900 con los romanistas más importantes de Europa, y en particular de Alemania y Suiza. De Forteza tomó como referencia inicial su obra gramatical, la cual se basó en la versión francesa de la Grammatik der romanischen Sprachen (1836-1844) de Friedrich Diez; y sus relaciones europeas le sirvieron para conocer los modelos lexicográficos y dialectológicos del momento y para adaptarlos a la elaboración de su diccionario. Por otro lado, como muestra su extenso epistolario, numerosos estudiosos europeos conocieron su proyecto de diccionario y le ofrecieron indicaciones y consejos. Otros diccionarios o vocabularios dialectales, de menor envergadura, se han llevado a cabo desde fines del siglo xx y destacan por su carácter local y frecuentemente reivindicativo de aquellos vocablos que se encuentran en vías de desaparición. Estos
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trabajos se proyectan hasta el siglo xxi, desde donde se pueden prever diversas líneas de acción de la disciplina lexicográfica. 2. Las primeras muestras de lexicografía dialectal A partir del siglo xv se detecta una cierta presencia de léxico dialectal en los diccionarios, a pesar de que desde el siglo xiii existía la Cancelleria Reial, cuya tarea administrativa de redacción de todo tipo de documentos la capacitaba para establecer, en la documentación, un cierto modelo de normativización lingüística. Esta función y su poderosa influencia tendieron a eliminar de la lengua escrita la presencia de cualquier elemento que pudiera considerarse dialectal. Complementariamente, hay que destacar que casi hasta finales del siglo xvii la lexicografía catalana estaba dedicada a la enseñanza del latín. En este ámbito destacan las glosas o glosarios, que consistían en aclaraciones de términos latinos de obras de diversa índole a partir de sinónimos y paráfrasis, en latín más familiar o en románico. Sin embargo, a pesar de los dictámenes de la Cancelleria o de la finalidad específica de los vocabularios o glosarios, aparecen muestras incipientes de lexicografía dialectal a menudo ocultas en trabajos que servían para otros fines. Las Regles d’esquivar vocables i mots grossers o pagesívols (1492 o 1497) constituyen un buen ejemplo de este tipo de obras. A pesar de que no puede considerarse una obra lexicográfica propiamente dicha, cabe notar que sus compiladores conocían las diferencias diatópicas del léxico catalán y rechazaron vocablos dialectales por considerarlos poco elegantes, aplicando un criterio purista, en línea con las directrices de las variedades de Barcelona y de Valencia. También se encuentran muestras dialectales, en concreto rasgos claramente valencianos, en el Liber elegantiarum del notario valenciano Joan Esteve, publicado en Venecia en 1489 por Paganinus de Paganinis. Entre las obras que recopilan vocabulario del ámbito dialectal occidental, cabe citar igualmente la obra del médico y profesor de humanidades de Tortosa Jeroni Amiguet, Introductio ad artem grammaticam (Barcelona, 1514), acorde con la Grammatica de Nebrija, que incluye un vocabulario final con variantes de Tortosa y de Valencia con respecto a las adaptaciones de la obra nebrisense. El Thesaurus Puerilis (Valencia, 1575), de Onofre Pou, aporta terminología sobre la casa, la agricultura, la navegación, el cuerpo humano, la caza y la pesca, las relaciones familiares, etc., tanto con vocablos propios de Gerona como de Valencia, donde estudió. En el siglo xvii se publicaron tres diccionarios catalano-latinos: el Fons verborum, et phrasium ad iuventutem latinitate imbuendam (Barcelona, 1637), del jesuita de la Seo de Urgel Antoni Font (1610-1677), único exponente lexicográfico del catalán norte-occidental de todas las épocas2; el Thesaurus verborum, ac phrasium (Barcelona,
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Véase Veny (1992).
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1640), de Pere Torra y el Gazophylazcium catalano-latinum (Barcelona, 1696), de Joan Lacavalleria (1640-¿). El primero de ellos proporciona importantes datos fonéticos, morfológicos y léxicos de la zona norte-occidental del catalán. Las dos últimas obras lexicográficas, y especialmente la segunda, ofrece una información valiosa sobre la lengua de la época, además de la inclusión de fraseología y refranes. 3. La lexicografía dialectal en los siglos xviii y xix 3.1. El siglo xviii Durante el siglo xviii la producción lexicográfica es relativamente notable, especialmente en Valencia. El notario Carlos Ros (1703-1773) fue autor de un Breve diccionario valenciano-castellano (Valencia, 1739) y del Diccionario valenciano-castellano (Valencia, 1764). Especialmente este último ofrece observaciones interesantes sobre la lengua cotidiana, aunque también incluye ciertas imprecisiones y a veces palabras fantasma. A pesar de todo, el léxico de estas obras fue a menudo referenciado en los diccionarios valencianos que se publicaron en el siglo xix, repitiendo sus errores, sus omisiones y los citados términos inexistentes. Este proceso de transfusión léxica fue el habitual hasta la llegada del DCVB, que introdujo una metodología lexicográfica innovadora. También sobre léxico valenciano cabe citar el inédito Silabario de Vocablos Lemosines ó Valencianos de Manuel Joaquín Sanelo (1760-1827) y los numerosos materiales lexicográficos, basados de forma mayoritaria en fuentes escritas, que hubieran servido para redactar un diccionario valenciano-castellano (véase Gulsoy 1964a). Finalmente, Marcos Antonio de Orellana (1731-1813), además de su Valencia antigua y moderna, que constituye, como indica su subtítulo, una Historia y descripción de las calles, plazas y edificios de Valencia, publicó un catálogo de pájaros, el Catálogo y descripció d’els pardals de l’Albufera de Valencia (Valencia, 1795), y otro de peces, el Catálogo d’els peixos, qu’es crien, e peixquen en lo Mar de Valencia (Valencia, 1802), que incluyen una destacada información dialectal sobre el léxico de dichos campos semánticos. En cuanto a las obras lexicográficas mallorquinas redactadas en el siglo xviii, hay que mencionar el Vocabulario de tres lenguas, Mallorquina, Española y Latina, inédito (Ms. 76 de la biblioteca de la Abadía de Montserrat), del franciscano Antoni Oliver (1711-1787), que cuenta con adiciones de Josep Togores i Zanglada (17671831), conde de Ayamans (1767-1831), y Guillem Roca (1742-1813) (véase Massot 1963-1968), y que constituye una muestra representativa del léxico mallorquín de ese período. A pesar de la presencia diatópica en las obras citadas, debe esperarse hasta el siglo xix para que se produzca el periodo de eclosión de diccionarios dialectales propiamente dichos. En ese momento, ante el empuje del Romanticismo y de la «Re-
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naixença», florecieron múltiples repertorios lexicográficos que plasmaban las formas propias, especialmente de Valencia y de las islas Baleares, sin olvidar tampoco, aunque con una presencia reducida, el Rosellón y el Alguer. 3.2. El siglo xix El número tan destacable de obras lexicográficas de carácter dialectal3 que se publicaron en el siglo xix puede justificarse por tres motivos, algunos de los cuales se detectan ya en el siglo xviii: a) La fragmentación regional, a causa de la pérdida de conciencia de la unidad lingüística del catalán. El resultado es la proliferación de diccionarios y gramáticas —con el epíteto de valencianos, mallorquines, menorquines, etc.— de carácter autónomo y sin mutua interconexión. b) El papel preponderante del castellano, y secundariamente del latín, en los repertorios lexicográficos, como herencia de las obras lexicográficas redactadas en épocas precedentes. Este hecho explica que la mayoría de diccionarios sean bilingües (con el castellano como lengua meta) o trilingües (con el castellano y el latín como lenguas meta). Muy esporádicamente aparecen también lenguas modernas, como el francés y el italiano. c) La incidencia ideológica del Romanticismo y del movimiento cultural de recuperación del catalán (la «Renaixença»), que promovieron, en los intelectuales del siglo xix, la necesidad de retornar a las raíces genuinas del país a través de la compilación de datos folclóricos y lingüísticos. Esta concepción justifica la aparición en numerosas revistas de la época, especialmente de centros excursionistas4, de artículos que estudian detalladamente la vida tradicional y que aportan listas interesantes de vocablos y de elementos gramaticales propios de una determinada localidad o área geográfica, absolutamente aprovechables desde un punto de vista dialectal. Como se ha indicado, la presencia del castellano como lengua meta es una constante en la lexicografía del siglo xix, hecho que se justifica por la voluntad de favorecer y difundir el castellano. La lengua fuente (el catalán o sus variantes dialectales) constituye el instrumento de difusión. Cabe destacar que hasta años más tarde no se manifestó entre los lexicógrafos la conciencia de la unidad de la lengua catalana. Por ese motivo, cada variante, vinculada a una determinada área geográfica, se consideraba como una unidad lingüística autónoma e independiente. Véase el Portal de léxicos y gramáticas dialectales del catalán del siglo xix (Lexdialgram) ( [01/03/2018]), que recoge la edición, un programa de consultas y la cartografía electrónica de la mayoría de las obras citadas en este subapartado. Cf. Perea (2013). 4 Véanse, por ejemplo, el contenido de las publicaciones L’Excursionista, Anuari de la Associació d’Excursions Catalana, Butlletí de l’Associació d’Excursions Catalanes, Memorias de l’Associació d’Excursions Científicas, Butlletí de l’Associació Catalana d’Excursions o el Bolletí del Centre Excursionista de Catalunya. 3
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3.2.1. El Principado de Cataluña Las obras que se redactaron en el Principado de Cataluña durante este siglo contienen muy esporádicamente algunas voces dialectales. Así, el Diccionario catalan-castellano-latino (Barcelona 1803-1805), firmado por Joaquim Esteve (1743-1895), Josep Belvitges y Antoni Juglà, y en realidad elaborado por Fèlix Amat (1750-1824), con la colaboración de Ignasi Torres Amat y Francesc Mirambell (véase Colón / Soberanas 1985: 127-135, 144-148), incluye en algunas entradas la indicación «territ[orial]». El sólido Diccionari de la llengua catalana ab la correspondencia castellana y llatina (Barcelona, 1839-1840) del valenciano Pere Labèrnia (1802-1860), afincado en Barcelona, incorpora algún vocablo de su área dialectal nativa, usando también el concepto de «territorial», pero sin precisar el ámbito, aunque la finalidad del autor era ofrecer una visión de un léxico «brillant, complet ab tota la integridat y propietat que li eran características» en su edad de oro. 3.2.2. Valencia En el área valenciana, la producción lexicográfica es especialmente abundante en el siglo xix. Todos los diccionarios recogen acepciones de léxico usual de Valencia y a su vez numerosos castellanismos, como el Ensayo de un diccionario valenciano-castellano (Valencia, 1839) de Lluís Lamarca (1793-1850), que documenta también vocablos del área del catalán occidental. La obra del abogado Josep Escrig (17911867), el Diccionario valenciano-castellano (Valencia, 1851, 2ª ed. 1871), contiene léxico valenciano común, y también variantes dialectales de la misma región, así como numerosos vocablos fantasma. Sus modelos son principalmente el diccionario de la Academia Española, y los citados diccionarios de Ros y Lamarca. Constantí Llombart (1848-1893) reelaboró y amplió la obra de Escrig, publicándola con el mismo nombre (Valencia, 1887) y añadiendo material enciclopédico, términos heráldicos, voces antiguas, refranes y modismos valencianos. Incluido también en el ámbito de las obras mayores, debe citarse el Diccionario general valenciano-castellano (Valencia, 1891), de Joaquim Martí i Gadea (18371920). Precursor de la dialectología valenciana, según Colomina (1991: 158), es también deudor del diccionario de la Academia Española, y entre sus entradas figuran palabras fantasma y castellanismos. Martí Gadea publicó igualmente en 1909 un Vocabulario valenciano-castellano en secciones, que representa, en parte, una copia de fuentes anteriores y, en parte, una aportación original. Diversas obras lexicográficas valencianas pueden considerarse de carácter secundario. Así, el Vocabulario castellano-valenciano, incluido en la Miscelánea que comprende un vocabulario valenciano-castellano (Valencia, 1864) de Miquel Rosanes, como puede apreciarse por la agrupación del léxico, tenía la finalidad de favorecer la memorización en la enseñanza del castellano en las escuelas valencianas. Igualmente pertenecería a este grupo el Breve vocabulario valenciano-castellano de Justo Pastor Fuster (Valencia, 1827).
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De este período también existen obras hasta ahora inéditas: el Diccionario valenciano-castellano de Tomàs Font i Piris (1772-1853) (véase Picazo 1991), que fue una de las fuentes en que se basó el diccionario de Llombart, y el Diccionario valenciano castellano de Josep Pla i Costa (véase Martines 1991 y especialmente Martines 2012 para el estudio del léxico). La obra de Font también alimentó un breve Vocabulari valencià-castellà (Gulsoy 1964b: 136), de Miquel Costa i Font († 1896). Asimismo pueden hallarse informaciones dialectales de variedades locales en compendios manuscritos que progresivamente van saliendo a la luz, como el Diccionari valencià castellà, localizado en una libreta de notas de un agricultor de Càlig del siglo xix, Lluís Mercé Marçà, que aporta información muy interesante sobre el léxico de este municipio castellonense del Bajo Maestrazgo. 3.2.3. Las islas Baleares Las islas de Mallorca y de Menorca son especialmente prolíficas en diccionarios dialectales en el siglo xix. La primera noticia de un vocabulario mallorquín se encuentra en la «Significaciò y esplicaciò d’álguns térmes españóls mallorquinisáds, molt util a sa juvintud, qui desitja parlár ab hermosura y energìa», que consta como un apartado de la obra de Antoni Maria Cervera i Bru, cuyo nombre aparece en esta con las siglas F. A. M. S. M., Nueva ortografia de la lengua mallorquina (Palma, 1812). A pesar de su título, la obra recopila más bien una lista de cultismos. Este trabajo es solo un prolegómeno, que Colón / Soberanas (1985: 176) no consideran ni un vocabulario, y habrá que esperar hasta 1840 para que Pere Antoni Figuera publique el Diccionari mallorquí-castellà, que reúne el léxico mallorquín habitual, reproduciendo fielmente, con una ortografía particular, su pronunciación. En este diccionario se inspiró el futuro obispo de Lérida, Barcelona y Mallorca, Josep Miralles Sbert (1860-1947), para redactar un trabajo de juventud que contiene información dialectal, el Diccionario Castellano y Mallorquí. De algunos terminos que tienen una analogia con la ciencia veterinaria, que podría atribuírsele (véase Perea 2014). Es también notable desde el punto de vista dialectal el manuscrito anónimo de mediados del siglo xix que contiene un Diccionario Mallorquín y Castellano, de 50 folios y que se conserva en la Biblioteca de Montserrat (Ms. 1275). Joan Josep Amengual (1793-1876), también autor de una gramática, publicó en dos volúmenes el Nuevo diccionario mallorquín-castellano-latín (Palma, 1858-1878). Además del léxico mallorquín, incluye datos folclóricos y enciclopédicos. Como sucedía en el diccionario de Figuera, el sistema ortográfico pretendía informar sobre la pronunciación de los vocablos. Otros dos diccionarios publicados en Mallorca y de carácter más irregular son, por un lado, el Diccionario manual ó vocabulario completo mallorquín-castellano (Palma, 1859) firmado por «Unos Amigos», que se basa en los repertorios de Amengual, de Figuera y en el diccionario de la Academia Española; y, por otro, el Diccionari ma-
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llorquí-castellá (Palma, 1879), que solo llego a la letra F, incluida, y que, aunque firmado por «Un Mallorquí», parece que puede atribuirse a Josep Tarongí (1847-1890). Se trata de una obra con pretensiones muy ambiciosas, que pretende reunir la lengua antigua y moderna con toda la riqueza dialectal «de sa llengua catalana, valenciana y antigua llemosina», pero cuyos resultados muestran ciertas imprecisiones y olvidos. Finalmente, cabe citar el interesante trabajo del médico y naturalista ampurdanés Francisco Barceló y Combis (1820-1889), Flora de las Islas Baleares, seguida de un Diccionario de los nombres baleares, castellanos y botánicos de las plantas espontáneas y de las cultivadas (Palma, 1879-1881), que reúne numeroso vocabulario de especialidad. Enmarcados en el siglo xix por el momento de su redacción, deben mencionarse también en este apartado dos trabajos de juventud de Antoni M. Alcover, que muestran los incipientes intereses lexicales y lexicográficos del futuro autor del Diccionari català-valencià-balear. En primer lugar, su Mostra de diccionari mallorquí (1881), que constituye una recopilación de modismos, locuciones y frases hechas, por un lado, referidos únicamente a los verbos anar ‘ir’, dur ‘traer’ y fer ‘hacer’; y, por otro, ilustrativos del género de los sustantivos amor, color y olor; y, en segundo lugar, la Llista de noms mallorquins que replegava n’Antoni M. Alcover quant era estudiant (1881-1886), que aparece en una libreta manuscrita y que consta de 813 entradas. En ambos casos se observa el método que posteriormente el lexicógrafo mallorquín desarrollará en el DCVB: la combinación harmónica entre el trabajo de campo, que le proporcionará materiales orales relacionados con la lengua viva, y el uso de un corpus escrito de referencia, a partir del cual documenta el uso de locuciones y vocablos. El primer representante lexicográfico de la isla de Menorca en el siglo xix es Antoni Febrer Cardona (1761-1841), autor también de una gramática y que dejó inédito e inacabado a principios de la centuria un Diccionari Menorquí, Españól, Francês y Llatí. Esta obra congrega materiales de gran valor material e histórico y muestra la riqueza de la lengua oral de Menorca. Más datos léxicos sobre el dialecto menorquín pueden encontrarse en el «Vocabulario» incluido en la Gramática de la lengua menorquina (Mahón, 1858) de Julio Soler (1812-1879), y en el Vocabulario castellano-menorquín y vice-versa (Mahón, 1869) de José Hospitaler († 1873), autor igualmente de un Diccionari manual menorquín castellano (Mahón, 1881). En la misma línea, pero con una rica aportación de modismos y fraseología, debe citarse el Vocabulario menorquín-castellano (Ciudadela, 1885; 1906) de Joan Benejam (1846-1922). El Vocabulario trilingüe castellano-menorquín-francés (Ciudadela, 1902), de Salvador Fábregues (1841?-1913), constituye una copia del Vocabulario castellano-menorquín y vice-versa de Hospitaler, con la probable adición de material inédito del mismo autor. Finalmente, el Diccionario menorquín-castellano (Mahón, 1883-1887), de Jaume Ferrer Parpal (1817-1897?), pretende reproducir la pronunciación del dialecto, utilizando una grafía todavía más extravagante que la de Figuera. Esta obra contiene también un valioso repertorio paremiológico.
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3.2.4. El Rosellón Ni el rosellonés ni, como veremos más adelante, el alguerés cuentan con representación lexicográfica propia en el siglo xix. Sin embargo, formando parte de las Leçons pratiques de grammaire, faites à l’ecole d’adultes de Perpignan: dans lesquelles l’orthographe d’usage est enseignée au moyen de la langue catalane (Perpiñán, 1844), M. J. Mattes (1809-1891), subdirector de la Escuela Normal Primaria de Perpiñán, publicó una lista de «Mots catalans-français», que contiene información dialectal interesante sobre el vocabulario usual de Perpiñán. Se trata de una recopilación de más de mil vocablos de léxico general clasificados por campos semánticos. Las grafías a menudo reproducen la pronunciación rosellonesa. 3.2.5. El Alguer En paralelo a lo que se ha indicado más arriba sobre el rosellonés, la lexicografía algueresa carece, en el siglo xix, de diccionarios dialectales. Giovanni Palomba (1876-1953), que había participado en 1906 en el Primer Congrés Internacional de la Llengua Catalana, organizado por Antoni M. Alcover, y que había publicado ese mismo año en Sassari una Grammatica del dialetto algherese odierno, se refería, en una carta que dirigió al dialectólogo mallorquín, a la redacción de un Diccionari alguerès-català-italià (véase Bover 1998). Este trabajo parece que puede relacionarse con el Lessico, obra inédita de 144 páginas (véase Corbera 1994: 196 y Colón / Soberanas 1986: 185). Una breve muestra de este Lessico aparece en el apartado V de la citada Grammatica, donde se incluye una lista reducida de vocabulario alguerés encabezada con el título «Raccolta del nomi più usati». No será hasta finales del siglo xx que verá la luz el primer repertorio léxico alguerés: el Diccionari català de l’Alguer, de Josep Sanna (§6). 4. La obra emblemática: el Diccionari català-valencià-balear Concebido a finales del siglo xix, el Diccionari català-valencià-balear (DCVB) (1930-1962) marca un hito en las recopilaciones léxicas dialectales, ofreciendo una perspectiva a la vez sincrónica y diacrónica, y recoge formas de vocabulario extraídas tanto de datos orales como escritos. El origen de este diccionario se sitúa en la juventud de Antoni M. Alcover (18621932), quien, recogiendo cuentos populares de los labios de campesinos y glosadores, se dio cuenta de que muchas de las palabras que aparecían en los relatos no se encontraban en los diccionarios de la época. Este hecho le impulsó a elaborar un diccionario exhaustivo que rompía los moldes de la metodología lexicográfica anterior, básicamente por tres motivos: por el uso de un corpus de referencia, por la utilización de encuestas dialectales y por convertir su diccionario en una obra
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colectiva, que contó, para su elaboración, con numerosos colaboradores de todo el dominio lingüístico catalán. La relación, desde 1904, con el romanista de la Universidad de Halle Bernhard Schädel abrió a Alcover unas perspectivas de estudio más amplias, que lo inclinaron a asimilar en particular las corrientes metodológicas alemanas. A diferencia de los diccionarios catalanes elaborados hasta entonces, que reflejaban los repertorios anteriores de carácter local, Alcover inició un diccionario de nueva planta; pero supo descubrir al mismo tiempo las aportaciones metodológicas de obras extranjeras, que complementaban sus objetivos con relación a la vertiente dialectal. Se trata, por ejemplo, del Glossaire des patois de la Suisse Romande, del profesor de la Universidad de Zúrich Louis Gauchat, quien, junto con otros colaboradores, fomentó los estudios dialectales, especialmente en Suiza y en el norte de Italia. La influencia germánica en el DCVB se hizo ostensible en la visita que Wilhelm Meyer-Lübke hizo, en 1921, a las oficinas de este diccionario en Mallorca. El ideario del gran romanista, publicado inicialmente en alemán y luego traducido al catalán, puede verse en Meyer-Lübke (1923-1924). Francesc de B. Moll, colaborador y continuador de la obra después de la muerte de su mentor, Alcover, en 1932, recibió lecciones no solo de Meyer-Lübke, sino también del profesor Leo Spitzer. El DCVB (1930-1962) es un modelo de lexicografía descriptiva, que se basa en los modelos de la romanística germánica, adoptando el patrón del movimiento filológico Wörter und Sachen. Su finalidad era recopilar el tesoro lexicográfico de manera casi exhaustiva, con todas sus manifestaciones, aunque no pretendió nunca tener un carácter enciclopédico. Recogió la lengua catalana en sus múltiples manifestaciones (escrita, mediante el vaciado de todo tipo de documentación; oral, a través de múltiples encuestas efectuadas in situ o con la contribución de un nutrido grupo de colaboradores; y, por consiguiente, tanto la lengua erudita como la popular, desde las perspectivas filológica y etnográfica). Una de sus peculiaridades es que constituye la suma de diversos diccionarios: de la lengua antigua, de los dialectos, de la etimología, de la paremiología, de la etnografía, etc., en el marco de una visión humanística, de carácter globalizador, que era propia de la época. Esto explica que las entradas contengan, además de la definición, la traducción castellana, la localización geográfica, ejemplificaciones procedentes de la lengua viva y de la documentación escrita, ordenada cronológicamente, locuciones, modismos, refranes, descripciones relacionadas con la cultura popular (canciones, con notación musical, danzas, etc.), realizaciones fonéticas, variantes formales, aumentativos y diminutivos, sinónimos y antónimos, explicaciones etimológicas, paradigmas verbales antiguos y dialectales, y en algunos casos ilustraciones que complementan las definiciones. Fueron numerosos los colaboradores del DCVB que aportaron informaciones dialectales para este repertorio. Cabe citar en este ámbito la contribución del sacerdote Joaquim Garcia Girona, el Vocabulari del Maestrat (Castellón de la Plana, 1922), publicado de manera incompleta (hasta la letra G) por la Sociedad Castellonense de Cultura, y que sirvió para documentar en gran parte las referencias al Maestrazgo en
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la obra de Alcover. Desgraciadamente, los materiales inéditos han desaparecido. En la misma línea puede citarse también el Vocabulario català de Tortosa de Francesc Mestre Noè, publicado en 1915. 5. La lexicografía catalana en el siglo xx y la presencia de léxico dialectal Las Baleares vuelven a tener representación en el siglo xx en forma de vocabularios, e Ibiza cuenta con su primer trabajo relacionado con el léxico dialectal. En 1909, el arqueólogo ibicenco Artur Pérez-Cabrero publicó un «Vocabulario de las dicciones del léxico ibicenco que no tienen analogía ni semejanza con el castellano y su significación», integrado en su libro Ibiza. Arte, arqueología, agricultura, comercio, costumbres, historia, industria, topografía. Guía del turista. Años más tarde, el mismo Francesc de B. Moll compiló léxico de las Baleares y lo publicó en diversos trabajos: el «Estudi fonètic i lexical del dialecte de Ciutadella» (1932) y el Vocabulari mallorquí-castellà, amb la inclusió de les paraules típiques de Menorca i Eivissa (1965), que sirvieron a su vez para enriquecer el DCVB. Durante el período de la edición del DCVB, hay que señalar, en Cataluña, la aparición de otras obras lexicográficas, como el Pal·las: Diccionari catalá il·lustrat (Barcelona, 1927), de Emili Vallès; y la obra normativa de Pompeu Fabra (1868-1948), el Diccionari general de la llengua catalana (DGLC) (Barcelona, 1932), donde la presencia dialectal es bastante escasa a causa de la voluntad de forjar una obra de carácter «normalizador» para la lengua moderna, dotándola de un instrumento útil para depurar y fijar la vertiente escrita. En realidad, los regionalismos son voluntariamente excluidos, puesto que se pretende elaborar una «lengua literaria», término equivalente a lo que ahora se conoce como «lengua estándar». Con el objetivo de incluir, además del vocabulario común, el léxico especializado y los neologismos de carácter científico y técnico que habían surgido desde la aparición del DGLC, se publicó el Diccionari de la llengua catalana (DLC) (Barcelona, 1982), que asume un cierto valor normativo hasta que en 1995 aparece la primera edición del Diccionari de la llengua catalana del Institut d’Estudis Catalans (DIEC1). La presencia de vocablos habituales de las grandes áreas dialectales catalanas es reducida, pero cuenta con etiquetas de localización, como mall[orquín], men[orquín], val[enciano], las cuales desaparecen, en la edición de 1994, incluidas en la única marca reg[ional]. Con todo, una cierta apertura respecto a las variedades dialectales puede observarse más adelante en una obra lexicográfica de carácter enciclopédico, el Gran Larousse català (Barcelona, 1987-1992), el cual introduce no solo formas y construcciones coloquiales consideradas hasta el momento no normativas, sino los vocablos propios de algunas zonas de habla catalana. En 1983, con el objetivo de actualizar la información que contenía el citado DGLC, puesto que en diversos casos algunos vocablos eran ya obsoletos, se publicó el Diccionari manual de la llengua catalana (Barcelona, 1983), que muestra una cierta
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apertura hacia la incorporación de coloquialismos y dialectalismos. Estos últimos, sin embargo, se consignan, como también se hará en las nuevas ediciones del diccionario del Institut de Estudis Catalans (IEC) (Diccionari de la llengua catalana: DIEC1 y DIEC2), sin hacer constar la localización geográfica. En el DIEC2 desaparece la tímida expresión general «en algunes contrades» (‘en algunos lugares o comarcas’), que se podía leer en varias definiciones del DIEC1. Aunque el DIEC2 ha admitido términos dialectales, estos carecen de definición; en su lugar aparece la remisión a la entrada normativa o estándar correspondiente; así, dèsset ‘diecisiete’ (adj. i m. [L[éxico] C[omún]] Disset); o idò ‘pues (incluyendo un sentido más amplio)’ (conj. [L[éxico] C[omún]] Doncs), que corresponden a vocablos propios del valenciano y del balear, respectivamente. Obviamente esta decisión revela que este diccionario no está pensado para un aprendiz no nativo de la lengua. Por otro lado, retornando a las compilaciones de carácter histórico, entre 1915 y 1934, Pompeu Fabra y Manuel de Montoliu (1877-1961) editaron los materiales inicialmente recopilados por el erudito mallorquín Marià Aguiló (1825-1897), y los publicaron en ocho volúmenes, en el marco del Institut d’Estudis Catalans, con el nombre de «Diccionari Aguiló». Materials lexicogràfics aplegats per Marian Aguiló i Fuster (Fabra / Montoliu 1915-1934). Estudios recientes (véase Pons 2014) muestran que además de su valor histórico-documental intrínseco los datos poseen un destacado valor dialectal, ya que contienen información sobre variedades geográficas, cuantitativamente numerosas con relación al léxico de las Baleares. Otros diccionarios, forjados en el siglo xix, basados también en la compilación de datos históricos, que han llegado hasta nuestros días incompletos o inéditos, son, por un lado, el Diccionario Balari. Inventario lexicográfico de la lengua catalana compilado por el Dr. D. José Balari y Jovany (Montoliu 1926-1936). Y, por otro, el Inventari de la llengua catalana, denominación con que se conocen los materiales recogidos por el archivero rosellonés Julià-Bernat Alart (1824-1880). En el primer caso, Manuel de Montoliu, también editor de la obra de Aguiló, se encargó de publicar, entre 1926 y 1936, toda la documentación recopilada por el profesor de griego de la Universidad de Barcelona, Josep Balari (1844-1904), pero el estallido de la guerra civil dejó la obra inacabada. Llegaron a ver la luz solo dos volúmenes (aproximadamente un 50 % del total) (véase Colón / Soberanas 1985: 208-210) y el material restante parece que se ha extraviado. En el segundo caso, a pesar de que han existido iniciativas para editar los materiales de Alart, ninguna ha cuajado, y continúan sin explorar estos datos cuya finalidad hubiera sido redactar un diccionario topográfico de los Pirineos Orientales, además de desarrollar estudios históricos y etimológicos. 6. El léxico dialectal después del Diccionari català-valencià-balear Una nueva influencia germánica se manifestó años más tarde en los trabajos lexicográficos de Joan Coromines (1905-1997), quien se formó principalmente con Jakob
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Jud en la Universidad de Zúrich. Entre otros repertorios lexicográficos, Coromines es el autor del Diccionari etimológic i complementari de la llengua catalana (DECat) (1980-2001), obra magna que compila una gran cantidad de datos filológicos y que compara los vocablos con los de otras lenguas románicas, germánicas, y aun otras más alejadas, con el objetivo de averiguar la vida y el origen de los términos catalanes antiguos y modernos. Previamente Coromines había redactado el Diccionario crítico y etimológico de la lengua castellana (DCELC) (Berna / Madrid, 1954-1957) y el Diccionario etimológico castellano e hispánico (DECH) (Madrid, 1980-1991), en los cuales se encuentran referencias frecuentes a las lenguas peninsulares, y concretamente al catalán. El DECat complementa los repertorios citados del mismo autor y aporta, en el ámbito del léxico general de la lengua, nuevas acepciones y datos. Incorpora aspectos históricos, dialectales y etimológicos, y destaca por su carácter crítico, incluyendo invectivas durísimas contra el DCVB y sus autores, así como contra colegas. Constituye una obra singular ya que, además de informaciones lingüísticas, dialectales y etimológicas, aparecen comentarios sobre cuestiones personales, políticas o literarias, que le aportan un carácter particular, pero que a su vez lo desvirtúan parcialmente como obra asentada en parámetros científicos objetivos. Otros trabajos de lexicografía dialectal, de carácter más local, se han desarrollado desde el último tercio del siglo xx y destacan por su carácter descriptivo y de recuperación de los vocablos que se encuentran en vías de desaparición. Se trata, por ejemplo, del Vocabulari rossellonès (Perpiñán, 1997), de Renat Botet, un repertorio de términos, que incluye información etnográfica y que cuenta con la equivalencia del léxico examinado en francés y catalán estándar; los dos volúmenes del Vocabulari de cruïlla (Benicarló, 2010), de Joan S. Beltran i Cavaller, un libro que cabalga entre la dialectología y la codificación, como indica su subtítulo (Els mots de les Terres de l’Ebre i del Maestrat en el context del català formal); La llengua catalana a Andorra. Estudi dialectològic dels seus parlars rurals (Barcelona, 1992), de Manuel Riera i Riera, entre muchos otros. También integrados en monografías dialectales, a menudo surgidas de tesis doctorales, dedicadas a una determinada localidad o ámbito lingüístico, especialmente del País Valenciano, aparecen vocabularios que reúnen el léxico específico del área estudiada. A modo de ejemplo, pueden citarse, entre muchos otros desarrollados en esta área, El parlar d’Alcalà de Xivert, de Joan Antoni Verge Caballer, y El parlar de la Safor, de Joan Giner Monfort. Finalmente, el ya citado Diccionari català de l’Alguer, de Josep Sanna, publicado en 1988, contiene cerca de 25 000 entradas. Puesto que el autor desea recopilar los vocablos propios del alguerés contemporáneo, la obra incluye, al lado de voces arcaicas, castellanismos, italianismos o sardismos, que se introdujeron en el dialecto a lo largo de los pasados siglos. Por otra parte, Joaquim Martí Mestre en 2011 publicó en forma de diccionario todo el caudal léxico del escritor de Sueca Josep Bernat i Baldoví, considerado el iniciador del teatro popular valenciano y célebre por sus sainetes. Con esta iniciativa se
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pretende complementar el DCVB con nuevas fuentes de documentación valencianas, que en este repertorio no tienen una presencia muy abundante. Por otro lado, desde el ámbito valenciano, apareció en 1985 el Diccionari general, de Francesc Ferrer Pastor (1918-2000), con el objetivo de superar las carencias que, con respecto al léxico valenciano, presentan los diccionarios generales catalanes. Prioriza las variantes formales valencianas, que son compartidas por los dialectos baleares y norte-occidentales, en contra de la opción fabriana, que se inclinó por las formas de la variedad oriental peninsular, a veces asimilada con la variedad de Barcelona. 7. La lexicografía dialectal en el siglo xxi Ya se ha indicado anteriormente que, a principios del siglo xx, con la creación, en 1911, de la Secció Filològica del Institut d’Estudis Catalans, se inició la lexicografía catalana moderna, cuyo objetivo fundamental era la elaboración, con muchos siglos de retraso si se compara con el año de publicación de obras paralelas de otras academias de la lengua, de un diccionario de carácter normativo y prescriptivo, el Diccionari General de la Llengua Catalana (DGLC) (Barcelona, 1932), de Pompeu Fabra. Esta obra tuvo que esperar hasta 1995 para su actualización, en el marco institucional, en forma del Diccionari de la llengua catalana (DIEC1), que a su vez contó con una segunda edición (DIEC2), en 2007, que es el que ahora puede consultarse en línea. Esta misma institución académica viene desarrollando un importante proyecto lexicográfico. Desde 1985, se trabaja en el Diccionari del Català Contemporani (DCC), nombre de la base de datos formada por unos 50 millones de palabras, que se plasma en el Diccionari Descriptiu de la Llengua Catalana (), redactado a partir de la constitución del Corpus Textual Informatitzat de la Llengua Catalana. El objetivo del repertorio lexicográfico es describir el uso de los términos, prescindiendo de criterios prescriptivos, convirtiéndose así en un diccionario descriptivo. El corpus de referencia está formado por una gran variedad de textos, de carácter literario y no literario, englobados en distintos géneros y registros que vieron la luz entre 1832 y 1988. Los textos pertenecen a diversas variedades dialectales del catalán y, al efectuar una consulta en la aplicación informática, las voces quedan relacionadas con la obra de la cual se extrajeron, pero no quedan marcadas de acuerdo con su localización geográfica. Si el citado diccionario descriptivo no toma en consideración las variedades dialectales del catalán, se esperaría, en consecuencia, que la futura actualización y la renovación del DIEC2 implicara no solo la presencia de formas dialectales sino también su marcaje geográfico. Su desaparición en las dos ediciones del Diccionari de la llengua catalana, con vistas a reforzar el concepto de unidad de la lengua no es, en el primer tercio del siglo xxi, tan indispensable. Los dialectos, y en particular su léxico, no solo merecen ser descritos y compilados, sino que las voces han de tener necesariamente una repercusión en el estándar, cuyos criterios de admisión no han de ser rígidos ni inamovibles.
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Por otro lado, desde el ámbito institucional valenciano, respondiendo a una vitalidad que ya se evidenció en el siglo xix, la Acadèmia Valenciana de la Llengua ha publicado en internet y en un grueso volumen el Diccionari Normatiu Valencià, que reúne el léxico específico de esta área dialectal, con los tintes, más o menos ostensibles, de un cierto segregacionismo lingüístico, el cual ya puede encontrarse de manera definitiva en el llamado Diccionari general de la llengua valenciana, publicado por la Real Acadèmia de Cultura Valenciana, de traza irremisiblemente blavera. Desde el ámbito particular, continúan apareciendo vocabularios, como El valencià de sempre (2015), de Eugeni S. Reig, que mira con nostalgia el habla tradicional valenciana y pretende recuperar el léxico dialectal más representativo. Persisten, pues, actualmente, las iniciativas basadas en la publicación de vocabularios o repertorios léxicos dialectales. Por otro lado, las referencias a la publicación de obras lexicográficas en internet muestran el futuro de algunos diccionarios dialectales ya existentes. Así, el DCVB, del que ya se cuenta con una versión en soporte electrónico, está a la espera de un tratamiento digital que lo haga más interactivo y que permita que los resultados puedan asociarse con sus referentes inmediatos: en primer lugar, con las cédulas lexicográficas a partir de las cuales se redactó; secundariamente, con algunas de sus fuentes documentales. La consecución del proyecto «Informatización, fuentes dialectales, referentes lexicográficos, cartografía y sonido del Diccionari català-valencià-balear (DCVB2.0+)» abre nuevas perspectivas a este repertorio emblemático, que no debe considerarse en absoluto como una obra cerrada. En cualquier caso, el formato digital es el más óptimo para la producción lexicográfica dialectal venidera. Finalmente, puesto que van apareciendo monografías y vocabularios locales, sería muy recomendable generar una base de datos con todas estas publicaciones, con vistas no solo a su aglutinación y compilación, con relación a una lengua determinada, sino a la constitución de una base documental para el desarrollo de futuros diccionarios dialectales, aunando las perspectivas sincrónicas y diacrónicas y englobando los intereses comparativos y contrastivos, tanto intradialectalmente e interdialectalmente como interlingüísticamente. Referencias bibliográficas Acadèmia Valenciana de la Llengua (2014): Diccionari Normatiu Valencià [01/03/2018]. Alcover, Antoni M. (1881-1886): «Llista de noms mallorquins que replegava n’Antoni M. Alcover quant era estudiant», en M. P. Perea (2007), Tomàs Forteza i Antoni M. Alcover. Història d’una amistat (1880-1898). Palma: Moll, 253-295. Alcover, Antoni M. (1881/2001): Mostra de diccionari mallorquí. Edición de Maria Pilar Perea. Barcelona: Publicacions de l’Abadia de Montserrat.
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15. LA LEXICOGRAFÍA DIALECTAL DEL PORTUGUÉS EUROPEO: FORMAS Y CONTENIDOS
Isabel Almeida Santos CELGA / ILTEC. Universidade de Coimbra [email protected]
►► Resumen
La historiografía del texto codificatorio portugués nos muestra la articulación de dos orientaciones: la de defensa e ilustración de la lengua y la utilitaria, que facilita, en el caso del vocabulario, el acceso a las formas estandarizadas del léxico común. La definición de prioridades en la constitución del corpus no impide que, desde muy temprano, los textos gramatical y lexicográfico incluyan la cuestión de la diversidad (dialectal o de otra naturaleza) y que, por tanto, se tengan en cuenta ítems o estructuras no pertenecientes a la lengua común, debidamente etiquetados en función de sus restricciones y particularidades de uso. Por otra parte, con el desarrollo de la dialectología la lengua regional popular se erige en fuente de acervos cualitativa y cuantitativamente sólidos. Al no ser posible validar los materiales por su interés estandarizador, el discurso de legitimación invoca su valor patrimonial, el interés (humanista) de su preservación y su valor instrumental o científico. En este trabajo se pretende, por tanto, dar cuenta del modo en que en Portugal (tras algunos ensayos de gramáticos, ortógrafos y lexicógrafos) se recogen, encuadran, explotan y difunden los nuevos corpus. ►► Palabras clave Codificación, léxico, variación, constitución del corpus, acervo dialectal portugués.
Dialectal lexicography of European Portuguese: forms and content ►► Abstract
The history of the codification of Portuguese is articulated along two chief dimensions: one concerned with the defence and illustration of the language, and another, more utilitarian, oriented, in the case of the vocabulary, to the standardization of the core lexicon. Despite the different priorities reflected by the corpus, from an early stage there are grammatical and lexicographical texts which address dialectal and other kinds of diversity, and consequently contain items and structures which diverge from the common language and are labelled according to the restrictions and peculiarities of their use. Once dialectology had emerged, regional and popular language became the source of qualitatively and quantitatively robust data. This material, which does not contribute to the standard language, is legitimized by a discourse which appeals to its value in terms of heritage, a (humanist) interest in its preservation and its instrumental or scientific utility. This study traces the way in which, after a number of grammars, orthographies and lexicographies had been produced, the new corpora have been collected, collated, utilized and circulated in Portugal. ►► Keywords Codification, lexicon and linguistic variation, corpus building, Portuguese dialectal data.
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1. Introducción En Portugal, a semejanza de lo que sucede en los diferentes dominios lingüísticos románicos, se desarrolla en el Renacimiento un movimiento de emancipación y dignificación de la lengua vulgar que se asienta en el reconocimiento de la individualidad y del valor simbólico e identitario del idioma. Esa actitud valorativa tiene como corolario tanto la elaboración de textos doctrinarios, de naturaleza apologética, como, sobre todo, el desarrollo de proyectos de descripción o gramatización1 de la lengua vernácula, con la consiguiente fijación y desarrollo funcional de esta (Santos 2010). En la codificación del vulgar que se inicia entonces, el texto gramatical y el diccionario son los instrumentos fundamentales (Auroux 1992: 28 y 35; Santos 2006: 230). En Portugal, el primer trabajo que asume el formato de gramática de la lengua vulgar (innovadoramente tomada como objeto e instrumento de descripción) data de 1536 y es obra de Fernão de Oliveira (Grammatica da lingoagem portuguesa); en el dominio de la lexicografía (por más que contemos con listados glosarísticos bilingües que permiten hablar de una producción pre-lexicográfica medieval), son los diccionarios del humanista Jerónimo Cardoso los que, en ese mismo siglo, documentan la «primeira alfabetação do “corpus” lexical vernáculo» (Verdelho 2007: 14)2. A pesar del carácter unificador y estandarizador que, desde muy pronto, asumió el instrumento codificador, la diversidad lingüística es una realidad de la cual siempre existió perfecta consciencia. Nótese que es la originalidad de la lengua vernácula con respecto al latín lo que, en un primer momento, justifica la tarea de gramatización de aquella; por otro lado, la consciencia acerca de la diversidad interna del idioma es también recurrentemente explicitada desde los primeros textos gramaticales. De esta evidencia deriva la jerarquización de formas concurrentes, que conduce a señalar como arcaísmos, regionalismos, popularismos, errores o tecnicismos determinadas opciones no comunes o no compartidas. En el ámbito de la reflexión metalingüística (suscitada tanto por la codificación ortográfica como por la codificación gramatical o léxica) se desarrollan, pues, desde un principio, procesos de constitución del corpus (Haugen 1987 habla de corpus planning) que acompañan la estandarización de la lengua vernácula.
Auroux (1992: 28) usa el término gramatización para hacer referencia a «le processus qui conduit à décrire et à outiller une langue sur la base des deux technologies qui sont encore aujourd’hui les pilliers de notre savoir métalinguistique: la grammaire et le dictionnaire». 2 Para una visión general de la historia de la lexicografía en Portugal, cf. Verdelho (2007). 1
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2. La variación y la codificación del portugués 2.1. La consideración del léxico marginal En el ámbito de las referencias a la variación, el dominio del léxico es a menudo invocado para ilustrar tanto el carácter inexorable del cambio lingüístico como las diferencias sociales y regionales que se observan en los usos. Oliveira (1536/2000: 210-211), por ejemplo, refiere no solo la existencia de léxico «já não ouvido» (casos como el de cõpẽgar, «que queria dizer comer o pão cõ a outra viãnda»), sino también de palabras «ha pouco […] passadas» y ya sentidas como desagradables que, no obstante, podrán encontrarse en el habla de un anciano de la Beira o de un aldeano. Algunos años después, encontramos en Gândavo (1574/1981: 47) referencias de esta misma naturaleza, en este caso al reconocer la existencia, en algunos lugares del reino, de vocablos de la lengua antigua, mucho más próxima al latín que la variedad contemporánea. Referencias de este tipo acompañan la historia de la gramaticografía portuguesa. Es este el contexto en el que, en el siglo xviii, surge la primera presentación organizada de la estructura dialectal del territorio portugués; Contador d’Argote (en Regras da língua portuguesa, espelho da língua latina) es el autor de la descripción, que resulta de la constatación, debidamente ilustrada, de que «em huma parte se usa de humas palavras, e pronuncia e em outra parte se usa de outras palavras, e outra pronuncia» (Argote 1725: 292). En otros casos, la consideración de la variación dentro de la comunidad lingüística lleva a la inclusión, en obras codificatorias, de listados glosarísticos alfabéticamente ordenados de formas léxicas desviantes, genéricamente presentadas como características de los usos del vulgo y a las cuales se contrapone la forma correcta. Ya en 1576, en su Orthographia da lingoa portuguesa, Nunes de Leão (1576: 69v.) presenta una pequeña lista de «palavras que a gente vulgar usa e escreve mal»; más tarde Franco Barreto incluye, en la Ortografia da lingua portugueza, una relación de palabras que la ignorancia del vulgo corrompe (Barreto 1671: 265-274). Relevante para nuestros intereses es el hecho de que la condena de determinados registros ortográficos supone, en gran parte de estos casos, la condena de variantes de pronunciación, ya que las grafías censuradas dejan translucir procesos fonológicos de los que resultan lexemas con configuraciones fónicas no coincidentes con las propuestas por el ortógrafo (se registran fenómenos de adición o de supresión, así como resultados de metátesis, asimilaciones o disimilaciones). Idéntico procedimiento, consistente en la identificación y corrección de variantes (gráficas y fónicas) desviantes, lo encontraremos más tarde, por ejemplo en el siglo xviii, en Madureira Feijó (1734: 163-546) y en Monte Carmelo (1767: 503-723). Con estas referencias queremos evidenciar el hecho de que, desde muy temprano, especificidades propias del dominio léxico (relativas a la selección léxica o a
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la configuración fónica o bien a aspectos morfológico-gramaticales de lexemas3) son objeto de cierta atención e incluso de un trabajo de compilación en gramáticas y ortografías del portugués. Este léxico se define, sin embargo, como un acervo marginal y marcado sociológica o diatópicamente, que solo de forma asistemática es introducido en el universo de la descripción. En la mayor parte de las ocasiones, tales datos contribuyen, como contrapunto, a la constitución del corpus de referencia, esto es, a la afirmación de una variedad que, a partir de ahí, y por un proceso de sinécdoque, pasa a confundirse con la propia lengua histórica. En tanto que objeto asumido por los materiales codificatorios, la lengua portuguesa corresponde, así pues, a una de sus manifestaciones, que resulta, desde los primordios, de un proceso de selección de variantes. En el caso de los productos codificatorios de naturaleza lexicográfica, la naturaleza del corpus obliga, por una parte, a batallar con un inventario abierto de unidades (dimensión estructural) y, por otra, con la compleja dinámica de distribución sincrónica y diacrónica de estos elementos (dimensión externa). De este modo, el principio de la acumulación a que los diccionarios4 obedecen tropieza, inevitablemente y de modo muy particular, con la contrariedad de lo ilimitado (Verdelho 2004: 416-417). Como afirma Correia (2009: 89), y esta cuestión se plantea desde el principio, no existen «dicionários que descrevam o léxico de uma lengua, mas apenas existem dicionários que descrevem vocabulários delimitados». Así, acompañando el proceso de elaboración del portugués y su afirmación como lengua por distancia (Kloss 1967), lo que el producto lexicográfico nos ofrece, desde sus orígenes, es la valorización del léxico común y / o social y simbólicamente prestigiado, y al cual corresponden registros gráficos sancionados o recomendados. Los diccionarios se asumen, entonces, por un lado, como instrumentos de normalización y de normativización y, por otro, como instrumentos de acceso y preservación del patrimonio reconocido5. Tal cosa no impide, no obstante, que al corpus de referencia se asocien desde muy pronto, aunque de forma asistemática y desigual, ítems marcados por varios tipos de peculiaridades o restricciones, entre las cuales destaca la geográfica.
Argote, por ejemplo, añade al inventario de particularidades léxicas casos de variación en la atribución del valor de género (los nombres fim y febre se emplean, en el dialecto de Entre-Douro-eMinho, como femenino y masculino respectivamente, en contraste con los valores que se impusieron en la variedad de referencia). 4 En función de los intereses de este trabajo, usamos el término diccionario en sentido estricto, para referirnos a diccionarios de lengua, esto es, a las obras donde encontramos descripción de unidades léxicas pertenecientes a una determinada lengua y que, a lo largo del tiempo, recibieron denominaciones tan diversas como léxico, vocabulario, glosario o tesoro (Correia 2009: 22-23). 5 La idea de que los diccionarios son objetos culturales por excelencia queda bien patente en el modo en que Bluteau (1712: Dedicatória a D. João V) se refiere a ellos, considerándolos «ricos Indices, copiosos Reportorios, e Memoriaes impressos». Recuérdese la asociación antes realizada entre la elaboración de gramáticas y diccionarios y el desarrollo de procesos de estandarización. 3
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2.2. Los diccionarios portugueses: algunas peculiaridades Como ya adelantamos, es en el siglo xvi cuando se alfabetiza, por primera vez, el léxico del portugués. A partir de ese momento, y hasta la actualidad, se suceden obras lexicográficas con estructuras muy variables, pero en cuya elaboración no se altera sustancialmente la naturaleza del corpus compilado. Destaca, en esa historia, la publicación del Vocabulario portuguez e latino (17121718) de Bluteau, que Verdelho (2007: 19) presenta como la «obra mais monumental da lexicografia portuguesa» y que Correia (2009: 114) define como «o primeiro grande dicionário português». Lo que aquí queremos subrayar es el hecho de que Bluteau tome en consideración fuentes textuales de diferente naturaleza, y se apoye no solo en las «obras de muitos Autores [con las cuales la lengua portuguesa] teve successivamente tão preciosos ornatos, que não tem, que envejar às mais elegantes Lingoas da Europa o seu luzimento», sino también en autores «que com algumas palavras ofendem a pureza da Lingoa portuguesa», ya que en ellos encontró «outros termos, e vocábulos, muito próprios» (Bluteau 1712: Catalogo […] dos Autores Portuguezes citados pella mayor parte nesta obra). De este modo, se explica que en el diccionario de Bluteau se introduzcan no solo términos relativos a variadísimas artes, oficios o profesiones6, sino también apreciaciones sociolingüísticas (cf. comentarios como «termo usado do vulgo» o «termo chulo») y, además, léxico regional (cf. indicaciones como la de que en la Beira llaman traita a la abalada o de que viela es un término de la Beira) o de variedades extraeuropeas7. Nótese, por otra parte, que determinados términos son identificados como «palavra de agricultor», remitiendo, por tanto, a áreas de actividad menos sujetas a la presión niveladora. La importancia dada a este tipo de léxico (por más que no se traduzca en el número de entradas) queda bien patente en el hecho de que, en el suplemento de 1722, se incluyese, por un lado, un «Vocabulario de termos commummente ignorados, mas antigamente usados em Portugal, e outros, trazidos do Brasil, ou da India Oriental, e Occidental» y, por otro, un «Vocabulario de palavras e modos de falar do Minho, e Beira, etc.». Nos enfrentamos, pues, con una relación alfabéticamente organizada de ítems seleccionados por su procedencia geográfica y cuyo valor semántico se pretende aclarar. De ahí deriva la heterogeneidad de las entradas, que registran especificidades de diferentes tipos: i) lexemas distintos de los usados en la variedad común (ya sea por la selección de radicales no coincidentes —cf. apingelar en el sentido de caiar o barregar con el significado de gritar—, ya sea por el recurso a diferentes procesos de6 Por ejemplo, abalada es presentado como «termo da caça»; aboletar, como «termo militar»; chuchurriar, como «termo de bebedores». 7 La indicación de que el léxico compilado incluye innumerables campos léxico-semánticos y variedades o registros se evidencia en la aposición de 52 adjetivos al título de Vocabulario Portuguez e Latino. Entre ellos encontramos bellico, botanico, chimico, medico, náutico, pero también brasilico, indico, comico, rustico, etc.
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rivativos —cf. alegramento en lugar de alegria —); ii) diferentes valores semánticos para unidades formalmente idénticas (cf. aprender, con el sentido de ‘percibir’); iii) fenómenos fonológicos que, en unos casos, son rasgos notoriamente locales (cf. binho para vinho; pom para pão) y que, en otros, corresponden a tendencias más generales (metátesis —cf. davida por dadiva ou aldigar por alguidar—; procesos asimilatorios o disimilatorios —cf. almotaria por almotolia—; fenómenos de supresión o adición —cf. probido para prohibido; pojeira para poeira—); iv) estructuras particulares de formas verbales flexionadas (cf. eu fez para eu fiz y ele fiz para ele fez; som para sou y vom para vou). Así, si podemos considerar que en el Vocabulário de Bluteau es visible una «entronização das variedades linguísticas “nobres” autorizadas pelos bons escritores e pelo prestígio da corte» (Verdelho 2007:19)8, forzoso es reconocer también que se crea, individualizándolo, espacio para un vocabulario de formas propias de comunidades lingüísticas más restringidas. En el ámbito de los diccionarios monolingües modernos, que comienzan a surgir en la segunda mitad del siglo xviii, es obligado hacer algunas consideraciones acerca del Diccionario da Lingua Portugueza de Morais Silva. Publicada por primera vez en 1789, pero objeto de varias reediciones9, esta obra constituye, según Verdelho (2003: 473), «a mais importante referência na história da lexicografia portuguesa» y un modelo de diccionario general de la lengua que «estabeleceu e deu fundamento a toda a genealogia lexicográfica desenvolvida ao longo dos últimos 200 anos». Resulta relevante el hecho de que la obra de Morais confirme la importancia de que se reviste, en el producto lexicográfico, el patrimonio textual simbólicamente valorizado10. La lista de sus citas constituye, incluso, «uma fonte privilegiada que define e institui um cânone dos “bons autores...”, “Portugueses castiços e de bom século”, e que oferecem ao dicionário, um universo linguístico de referência que codifica e salvaguarda a memória da língua» (Verdelho 2003: 481). El requisito de la abundancia léxica, a que Morais es también sensible, no impide, por tanto, que prevalezca el criterio de vernacularidad y pureza de las fuentes, e igualmente que se documente, a partir de finales del siglo xviii, un proceso de insistente adoctrinamiento ortológico (Verdelho 2003: 482 y 490). La obra de Morais está, por tanto, en sintonía con la tendencia, intensificada en la segunda mitad del siglo xviii y en gran medida por la acción de la Academia Real das Ciências, de tomar el estudio del texto literario como repositorio léxico. El diccionario que en 1793 publica esta institución es incluso descrito por Verdelho (2007: 25) como «o mais significativo empreendimento da exercitação normativa sobre a língua portu8 Bluteau (1712) explicita en la portada que su diccionario está autorizado con ejemplos de los mejores escritores portugueses y latinos. 9 Para más información sobre la fortuna editorial de la obra hasta el siglo xx y su posición dentro de la producción lexicográfica portuguesa, cf. Verdelho (2003). 10 Nótese, por otra parte, que el autor, que declara haber recopilado los vocabularios impresos hasta aquel momento, trabajó sobre el corpus constituido por Bluteau.
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guesa», producido en una época en que el purismo, la defensa y el enriquecimiento del idioma dominan el pensamiento lingüístico. Cumpliendo, sin embargo, un requisito modernamente exigido a un buen diccionario de lengua11, en la obra de la Academia se ofrecen igualmente indicaciones sobre usos o variedades; la identificación como término de provincia es una de las posibilidades de presentación de los ítems seleccionados (Verdelho 2007: 25). Aún en los años finales del siglo xix, momento a partir del cual se multiplica la elaboración de diccionarios monolingües modernos, cabe hacer referencia al Nôvo Diccionário da Língua Portuguêsa (1899) de Cândido de Figueiredo, ya que, muy a pesar de que en él se hayan retomado «muitos textos do património escritural português ainda inexplorados pelos dicionaristas anteriores» y se haya ampliado «consideravelmente o espaço de inventariação do léxico português», se trata de una obra especialmente rica en vocabulario coloquial y popular, en regionalismos (provincianismos en la terminología del autor), en brasileñismos y en terminologías de la tecnología científica (Verdelho 2007: 40). En la portada de su diccionario, Figueiredo presenta la obra indicando que incluye, además del vocabulario común a los más modernos diccionarios de la lengua, un número superior a 30 000 vocablos, recogidos, entre otras fuentes (que él mismo indica), «na linguagem popular das províncias e ilhas». Figueiredo (1899: v-vi) justifica de este modo su obra y las decisiones en ella adoptadas: preoccupoume e dissaboreoume sempre a falta de um vocabulário, que me dirigisse no estudo dos mestres da língua, dêsde Fernão Lopes até Camillo; na applicação de milhares de lusitanismos, conservados amoravelmente pelo pôvo de todas as nossas províncias, mas desconhecidos dos dicccionaristas; na avaliação da nossa riquíssima technologia rural, da technologia artística e scientífica; no conhecimento da fauna e da flora do nosso ultramar e até do nosso próprio continente. […] Da linguagem popular, privativa desta ou daquela província, tratára um ou outro literato, um ou outro folklorista; os diccionaristas, êsses não descêram da esphera da linguagem erudita, restringida á quinta parte da linguagem dos eruditos. […] E assim foi que, percorrendo casualmente, tôdas as províncias do país, […] pude urdir o vocabulário da linguagem inédita do pôvo português, vocabulário ao depois ampliado pêla devotada cooperação de muitos amigos das letras.
El léxico regional relativo al espacio portugués continental es etiquetado, como podemos observar en el listado de abreviaturas (Figueiredo 1899: xxx-xxxii), como simple provincianismo o como provincianismo alentejano, algarvio, beirão, duriense, extremenho, minhoto o trasmontano; los ítems propios de otros territorios (incluyendo la isla de Madeira y las Azores) aparecen con la indicación de su procedencia
«Os bons dicionários apresentam, normalmente, marcas de uso, que são indicações relativas ao uso das palavras no que respeita a registos não padronizados da língua em análise, que se desviam da norma-padrão […]. Essas marcas podem dizer respeito a variação de natureza geográfica, temporal, social e de registo» (Correia 2009: 58-59). 11
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geográfica mediante la expresión «termo (de)». Prueba de la importancia que en esta obra se concede al léxico regional es el hecho de que, años más tarde, las monografías dialectales a que luego nos referiremos busquen a menudo en este diccionario la atestación de las formas que registran. De esta orientada y limitada selección de detalles relativos a los monumentos lexicográficos portugueses, concluimos que desde muy temprano se integró la idea de que el interés (patrimonial y público) de los diccionarios justificaría la toma en consideración de, entre otros, ítems léxicos de cariz regional. Esta actitud nunca se impuso, sin embargo, a una concepción unificadora y normativizadora del instrumento lexicográfico, que determina la compilación de datos y que, globalmente, subyace a las obras que, a lo largo de los tiempos, se fueron publicando. En este sentido, resulta muy esclarecedora la lectura de la introducción que precede al Dicionário da língua portuguesa contemporânea publicado por la Academia das Ciências en 2001: en ella se explica que la obra registra el léxico propio de la lengua portuguesa contemporánea (que abarca los siglos xix y xx), pero que se incluyen también aspectos del período clásico anterior (Casteleiro 2001: xiii). Adecuándose al marco epistemológico de la actualidad, el diccionario de la Academia se concibe, no obstante, como una obra descriptiva, fundamentada en el uso de la lengua y, por esta razón, son integrados, entre otras categorías relacionadas con el origen o con los contextos de uso de los ítems, «vocabulário geral», «vocabulário científico e técnico», «regionalismos», «gíria e calão», «vocabulário clássico e arcaico». No deja, aun así, de destacarse que la naturaleza esencialmente descriptiva de la obra (y la observación de las fuentes documentales declaradas por los organizadores nos muestra que el dominio de los usos a que se alude es limitado) no anula una preocupación normalizadora (Casteleiro 2001: xiv)12. 3. El desarrollo de la dialectología y los nuevos corpus 3.1. Los formatos tradicionales En la historia del pensamiento lingüístico y de la reflexión sobre el lenguaje, el desarrollo de la dialectología deriva, principalmente, de la ruptura con una tradición filológica clásica centrada en los monumentos escritos de las lenguas literarias y de una concomitante valorización de los datos de la lengua viva, en cuyo análisis pasa a apoyarse el trabajo descriptivo. Por otro lado, el desarrollo de esta área disciplinar resulta de la integración de «um princípio também ele inovador: o de que a linguagem Entre estas fuentes figuran obras literarias de escritores de lengua portuguesa, obras de naturaleza científica y técnica de autores portugueses o traducidos al portugués, periódicos portugueses, textos portugueses de naturaleza jurídica, discursos de naturaleza parlamentaria y otras intervenciones diversas de carácter oral, otros diccionarios y glosarios (Casteleiro 2001: xiv). 12
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popular (forma comum e mais provável de expressão das particularidades regionais) obedece a regras tão determinadas como qualquer outra variedade idiomática» (Santos 2003-2006: 448). A estas premisas hay que añadir la constatación del enorme interés que los datos de naturaleza dialectal presentan para conocer mejor la historia de la lengua o las relaciones entre idiomas. Del contexto epistemológico descrito resulta, en suma, el ennoblecimiento del lenguaje popular y de la cultura vehiculada a través de él. Se asume, pues, no solo el interés descriptivo y explicativo de los datos (que proporcionan soporte empírico a diversas investigaciones), sino también la urgencia de su recogida, teniendo en cuenta que se trataba de un patrimonio en riesgo. En Portugal, Leite de Vasconcelos legitima del siguiente modo la investigación desarrollada en torno al lenguaje popular y regional: Les anciens grammairiens, et encore aujourd’hui la plupart de personnes, considèrent le parler du peuple comme un jargon dépendant du caprice individuel, quoiqu’il n’y ait rien de plus faux que cette idée. […] Quand je soutiens que la langue populaire ne mérite aucun discrédit, je veux dire par là que tous les phénomènes qu’on y observe sont du même ordre que ceux de toutes les autres langues (Vasconcelos 19873: 169)13. A perda de elementos de dialectologia é sempre sensível, porque, não obstante a tenacidade com que o povo procura muitas vezes conservar o tesouro da sua linguagem tradicional, esta encontrase de contínuo exposta aos embates da civilização, e portanto sujeita a desaparecer (Vasconcelos 1928: vi).
Asentado en los presupuestos explicitados, el desarrollo de la dialectología viene, así pues, a ofrecer nuevos (sustanciales) acervos; lo que está ahora bajo observación son datos correspondientes a usos para los cuales, por definición, no existe corpus escrito. Entre estos materiales, y de manera especial por la íntima relación que se establece entre el lenguaje y la cultura (espiritual y material) que aquella expresa, despierta particular interés el dominio del léxico. De este modo, se constituyen nuevos corpus, progresivamente más ricos y susceptibles de un tratamiento en todo idéntico al que organiza el léxico común en los diccionarios generales, a pesar de tratarse de corpus distintos de los tradicionalmente considerados en el trabajo lexicográfico. En Portugal, Leite de Vasconcelos (1858-1941) es la primera gran figura de la investigación dialectológica. En opinión de Herculano de Carvalho (1961), es a este estudioso a quien se debe la introducción en Portugal de la dialectología científica y el inicio de una primera fase en el cultivo de la disciplina en Portugal. Pertenece a Leite de Vasconcelos el más antiguo ensayo de clasificación sistemática de los dialectos
13 «Los antiguos gramáticos, y todavía hoy la mayor parte de la gente, consideran el habla del pueblo como una jerga dependiente del capricho individual, por más que no haya nada más falso que esta idea [...]. Cuando sostengo que la lengua popular no merece ningún descrédito, quiero decir con ello que todos los fenómenos que en ella se observan son del mismo orden que los de todas las demás lenguas».
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portugueses continentales, presentado en el Mapa dialectológico do continente português (1897), y es también de su autoría la única descripción global de las variedades diatópicas del portugués (Esquisse d’une dialectologie portugaise). Con el objetivo de reunir datos que viniesen a sustentar «um trabalho geral e desenvolvido de dialectologia portuguesa» —un proyecto del cual Esquisse representaría una muestra (Vasconcelos 1928: v)—, son objeto de la atención del investigador innumerables lugares en territorio continental e insular, así como regiones fronterizas (portuguesas y españolas) en que el contacto de idiomas explica configuraciones lingüísticas muy particulares. Leite de Vasconcelos es, no en vano, el responsable de la primera descripción de unidades idiomáticas singulares dentro del espacio político portugués, que fueron reveladas por él al mundo académico: nos referimos al mirandés, tema de O Dialeto Mirandês (1882) y descrito con gran profundidad en Estudos de Filologia Mirandesa (1900-1901), y al barranqueño, objeto de investigación idéntica en Filologia Barranquenha (1955). Así, a lo largo de su vida, Leite de Vasconcelos procedió a un trabajo de recogida, cuya magnitud lleva a Adelaide Cintra (1985: xvii) a escribir que «a massa de informações sobre a linguagem de todas as regiões de Portugal […] constitui um legado de valor extraordinário, tanto mais precioso quanto alguns dos factos registados desapareceram ou estão em vias de desaparecer»14. Así pues, en sus trabajos, Vasconcelos ofrece descripciones (cuyo nivel de detalle varía en función de la cantidad y calidad de los datos disponibles) tanto de las particularidades fónicas, morfológicas y sintácticas, como de las singularidades léxicas del área estudiada. Del mismo modo, a menudo registra el patrimonio literario (oral) que va encontrando. El dominio léxico se articula habitualmente mediante la presentación, en forma de glosario organizado alfabéticamente, de los ítems vocabulares recogidos. Muchos de estos trabajos (algunos de los cuales habían sido ya publicados, mientras que otros permanecían inéditos) aparecen compilados en los dos volúmenes que, dentro de la serie Opúsculos, están dedicados a materias dialectológicas: el volumen II, publicado en 1928, y el volumen VI, publicado en 1985 y organizado por Adelaide Valle Cintra. Un tercer volumen dedicado a la dialectología, que reuniría los materiales relativos a los dialectos extremeño, alentejano y algarvío, fue también anunciado en 1985 (cf. Ribeiro 1985: vi-vii). En el volumen II de Opúsculos se encuentra reunido un conjunto de trabajos que describen el lenguaje popular de localidades integradas en el dialecto interamnense. Además de los listados léxicos que acompañan a los diferentes estudios, encontramos, en el capítulo XXIII de la obra, una nueva compilación, que el autor denomina «Messe de vocábulos interamnenses». Cabe todavía destacar la presencia, en este mismo volumen, de una reproducción comentada de la lista de Bluteau que antes «Para se poder abranger em uma síntese a dialectologia portuguesa, no que trabalho há anos, necessitase, primeiro que tudo, de investigação miúda dos modos de falar de todas as províncias, e também de todas as regiões extracontinentais por onde a nossa língua se propagou» (Vasconcelos 1928: 6). 14
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mencionamos, y que Vasconcelos (1928: 92-114) utiliza para comparar dos estados de lengua. El volumen VI, por su parte, reúne estudios sobre los dialectos transmontano y «beirão» y, también en este caso, los materiales recogidos por Vasconcelos permiten, por una parte, ofrecer un listado alfabético de vocabulario local y, por otro, organizar de forma autónoma un glosario del vocabulario de la Beira. Queda claro, por tanto, el valor diccionarístico del material recogido por Vasconcelos que, antes de ofrecer la lista de formas compiladas en la «Messe de vocábulos interamnenses», proporciona aclaraciones sobre aspectos metodológicos y estructurales. En primer lugar, identifica tres tipos distintos de entrada (Vasconcelos 1928: 467): i) vocablos arcaicos que, habiendo desaparecido de la lengua común, subsisten solo en la lengua popular (por ejemplo, conduito [condoito]); ii) vocablos que divergen de la lengua común en el sentido o en la forma (por ejemplo, côco para ‘vaso de hojalata con que se saca o bebe agua’, y abroba por abóbora); iii) vocablos que tienen carácter local (por ejemplo, augueiro o agoeiro). Las entradas son seleccionadas, así pues, en función de particularidades léxicas, morfológicas, semánticas o fónicas, y en cualquiera de los casos, para su transcripción se recurre a los grafemas convencionales (cf. amanhão ‘amanhã’ [Vasconcelos 1985: 429] o astreber ‘atrever’ [Vasconcelos 1928: 473]). Por otra parte, para todas las formas atestiguadas se indica el lugar en que se registran, procedimiento que Leite de Vasconcelos (1928: 467) hace equivaler «ao que vulgarmente se faz num dicionário da língua corrente, quando se declara quais os autores que usam ou abonam os vocábulos consignados nele». El paralelismo así establecido vuelve a observarse en el momento en que el autor explicita las fuentes que han posibilitado la construcción de los corpus presentados: nuevamente antes de la «Messe de vocábulos interamnenses», Leite de Vasconcelos (1928: 467) afirma que la mayor parte de los ítems léxicos fueron recogidos por él mismo, «ou falando com o povo, ou examinando textos», al tiempo que presenta y comenta el interés y el aprovechamiento de diferentes fuentes textuales en otros puntos del trabajo (cf. Vasconcelos 1928: 141-145; 520-525)15. En un número considerable de casos, Leite de Vasconcelos admite reproducir información que le ha sido transmitida por otros16 y sobre la cual, a veces, vierte algu15 Nótese que aquí se admiten como fuente textos literarios que documenten el lenguaje popular o regional. Vasconcelos (1928: 141) reconoce explícitamente el interés de novelistas, dramaturgos y, en general, literatos que, «querendo dar às suas composições certo tom local, põem a gente do povo a falar dialecto». De este tipo es la fuente que abona la desinencia de segunda persona de singular del imperativo aide, recogida en un diálogo en O Sr. do Paço de Ninães, de Camilo Castelo Branco (Vasconcelos 1928: 470). 16 Véanse los siguientes testimonios: i) «Há muitos anos ofereceu-me um amigo, de Parede, uma lista de “palavras usadas pelos pescadores”, a qual aqui transcrevo na íntegra» (Vasconcelos 1928: 438); ii) «A seguinte lista […] foi-me dada pelo conhecido etnógrafo e naturalista Rocha Peixoto» (Vasconcelos 1928: 459).
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nos comentarios17. Con todo, la diversidad de las fuentes y metodologías de recogida a que recurre es razón para que Leite de Vasconcelos (1928: 467-468) admita algunas imprecisiones en los dados que reúne: É possível que algumas das definições dos vocábulos que eu colhi não sejam muito exactas; só indivíduos naturais das localidades em que os vocábulos se usam, ou aí residentes, estão no caso de darem boas definições. Quem vai de fugida, como eu quási sempre fui, háde sem dúvida enganarse.
Los listados leiteanos son normalmente semasiológicos y no onomasiológicos (Haensch 1982: 165-166); sin embargo, encontramos diferentes opciones en lo que se refiere al modo de presentación y tratamiento de los datos. En cuanto a la forma de cita, el criterio varía, de modo que los listados incluyen, por ejemplo, formas flexionadas (cf. bẽo, vẽo, veio [Vasconcelos 1928: 476]), o unidades afijales singulares (véase, por ejemplo, el caso ya mencionado de -aide; cf. nota 15). Es también distinta la naturaleza de la información que, además de la localización geográfica, acompaña a cada ítem léxico relacionado: así, encontramos casos en que el significado de las entradas se clarifica mediante la presentación de sinónimos, de pequeños textos explicativos o descriptivos, o bien de ilustraciones y comentarios sobre el uso; en otras ocasiones se privilegia la información etimológica o gramatical; en un número considerable de casos se proporciona información sobre la fuente y comentarios interpretativos por parte del autor. Mecanismos como el del desdoblamiento de acepciones y remisiones son recursos igualmente documentados en los materiales de Leite de Vasconcelos. La cantidad y el interés de los materiales compilados por este estudioso alimentó un proyecto de diccionario del propio autor (que Vasconcelos denominó Folhas para um dicionário da língua portuguesa), que fue ampliándose progresivamente: muchas de las entradas reunidas son apuntes tomados espontáneamente, por casualidad, a partir de una lectura o del escrutinio sistemático de ciertas obras (caso de los artículos de la Revista Lusitana); otros son completados además con remisiones bibliográficas a libros y revistas de su biblioteca (Castro / Mendes 1997: 93). Sobre esa obra, no publicada en vida de Leite de Vasconcelos y rebautizada como Dicionário de regionalismos e arcaísmos (DRA), se ha desarrollado, desde 1997, en el Centro de Linguística da Universidade de Lisboa (CLUL), un trabajo de edición, coordinado por Ivo Castro y José Paulo Esperança; el resultado de ese trabajo se encuentra actualmente disponible en . Por otro lado, como es sabido, Vasconcelos fue el fundador de la Revista Lusitana (Arquivo de estudos filológicos e etnológicos relativos a Portugal), cuyo primer Así, en un artículo sobre el lenguaje popular de Barcelos, Vasconcelos (1928: 393-394) distingue los datos que él mismo recogió de los que figuran en una lista elaborada por otra persona, que copia con exactitud, aunque añadiendo observaciones suyas. Entre esas observaciones, encontramos comentarios como el de no haber él oído nunca una determinada forma. 17
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número es el de 1887-1889. Con esta publicación se pretende difundir en Portugal los buenos métodos de la filología y de la etnología (nótese la asociación de ambos campos, que se ve como fundacional), trabajando para el estudio e interpretación de las cosas portuguesas, mediante el archivo de estudios y notas de diversos especialistas (Vasconcelos 1887-1889: 1). Hasta 1943 se habían publicado 38 volúmenes de esta revista, con la colaboración de todos los lingüistas portugueses importantes de la época (entre ellos el mismo Leite de Vasconcelos) y también de muchos extranjeros18. Un análisis del «Índice de Assuntos»19 deja claro que el lenguaje popular y regional ocupa un lugar destacado en la publicación. Así, en el ámbito del tema «dialetos e falares», se hallan trabajos sobre variedades portuguesas continentales e insulares, sobre el portugués extraeuropeo, sobre el gallego y el mirandés. Dentro de este conjunto, son numerosas las referencias, ya en el propio título, al vocabulario o léxico de determinados lugares o localidades. La elaboración de glosarios alfabéticos, que acompañan o, en algunos casos, ocupan (casi) íntegramente los referidos trabajos descriptivos, es un procedimiento recurrente. De este modo, se añade al acervo compilado por Leite de Vasconcelos un volumen sustancial de otros datos, compatibles con los organizados por el fundador de la revista y que, como hemos indicado, el propio Leite de Vasconcelos integró en el trabajo de preparación de sus Folhas. Una compilación de los datos lexicológicos dispersos por los diferentes números de la Revista Lusitana se encuentra también disponible, en publicación del Centro de Estudos Filológicos20, bajo la forma de Índice de palavras. En él se relaciona el acervo léxico y se ofrece la información relativa a la localización de cada ítem en el(los) artículo(s) de donde ha sido extraído. En Portugal, las primeras décadas del siglo xx corresponden, pues, a un período de cultivo de la dialectología a lo largo del cual la investigación es promovida sobre todo por Leite de Vasconcelos o refleja directamente la influencia de los principios por él divulgados y aplicados (Santos 2003-2006: 8). Los requisitos metodológicos de la sistematicidad de la recogida, de la homogeneidad de los datos (preferiblemente obtenidos mediante la aplicación de un cuestionario preelaborado) y de la selección rigurosa de los informantes serán implementados posteriormente, dando lugar a proyectos de recogida sistemática y organizada, como los que subyacen a la elaboración de atlas lingüísticos21 y al Inquérito Linguístico Boléo (ILB) —así llamado por haber sido concebido y aplicado bajo la dirección de Manuel de Paiva Boléo—. El proyecto coordinado por Leite de Vasconcelos tuvo continuidad a partir de 1981, con la creación de Revista Lusitana – Nova Série; Luís Filipe Lindley Cintra fue su primer director. 19 [01/03/2018]. 20 Índices de la Revista Lusitana. Vol. IXXXVIII (1887-1943). Lisboa: Centro de Estudos Filológicos, 1967. Este material está también accesible en [01/03/2018]. 21 Por la forma específica de presentación de los datos, no examinaremos aquí este tipo de compilación. Nótese, sin embargo, que en el Centro de Linguística da Universidade de Lisboa se 18
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El ILB fue aplicado, en una primera fase (1943), por correspondencia y después (entre 1943 y 1973) directamente, por medio de entrevistas in loco. En la última versión del cuestionario, que data de 1972, el número de preguntas, incluidas las preliminares, es de 757 (en Boléo [1975: 94] son inventariadas todas las palabras que figuran en las diversas ediciones del Inquérito). El interés de las respuestas es obvio en el plano léxico, pero las posibilidades de aprovechamiento de los materiales abarcan tanto otros dominios lingüísticos (el morfológico y el fónico) como los planos etnográfico o folclórico. El acervo reunido a través de este procedimiento (actualmente patrimonio de la Faculdade de Letras de la Universidade de Coimbra) sustentó empíricamente un número sustancial de investigaciones y de trabajos académicos realizados bajo la dirección de Paiva Boléo. La Revista Portuguesa de Filologia, por él fundada en 1947 y fiel a un «programa de contribuir para “um melhor conhecimento dos nossos falares, ameaçados de desaparecer antes de haverem sido cuidadosamente recolhidos”» (Boléo 1974: 144), fue, por otra parte, un vehículo privilegiado de divulgación de esa investigación. En los trabajos académicos en cuestión (la mayor parte, descripciones de carácter etnográfico y lingüístico)22, se combinan diferentes estructuras y métodos de organización de datos. Así, encontramos monografías con localización geográfica precisa de los elementos lingüísticos, muchas veces acompañadas de glosarios que recogen la información léxica. En otros casos, se da cuenta del léxico asociado a actividades o áreas léxico-semánticas propias de determinada región o de un ámbito territorial más vasto. En cuanto a la organización del léxico encontramos, por otro lado, ordenación por materias o conceptos (respondiendo a una motivación onomasiológica), y también por significante (respondiendo a una motivación semasiológica). La primera opción dará cuenta de la íntima relación entre el lenguaje y la dinámica de la realidad que este describe o designa, toda vez que el vocabulario y la fraseología correspondiente aparecen, en su contexto, en muchos casos acompañados de dibujos y fotografías (Haensch 1982: 165-166 y 168). Nótese que, en diversos momentos, Boléo (como ya antes había hecho Vasconcelos) destaca la importancia de estos trabajos para la elaboración de grandes obras de síntesis. Recuerda, en este contexto, el proyecto del Atlas Linguístico de Portugal e Ilhas (uno de los objetivos del entonces Centro de Estudos Filológicos) (Boléo 1974: 8) y subraya la importancia de la elaboración de lo que denominó Dicionário dos desarrolla un proyecto cuyo objetivo es disponibilizar a través de la red los datos recogidos para el Atlas Lingüístico de la Península Ibérica (ALPI) que todavía se encuentran inéditos (cf. [01/03/2018]). 22 Para una tipología de los trabajos en cuestión elaborados en Coimbra y para la distribución de las áreas dialectales estudiadas, cf. [01/03/2018] y [01/03/2018].
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Falares Portugueses. Este último proyecto, presentado en la Amostra dos materiais do «Dicionário dos falares portugueses», de Manuel de Paiva Boléo y Herculano de Carvalho, se basaba en el reconocimiento del vasto acervo léxico ya constituido, en la estela de la obra desarrollada o promovida por Leite de Vasconcelos, y presuponía su fortalecimiento. Boléo y Carvalho (s.f.) dan noticia, así, del trabajo de organización en fichas de los léxicos regionales de los 38 volúmenes de la Revista Lusitana, del inicio de una tarea idéntica con los materiales del ILB y de la intención de ampliar la recogida a otras obras como los Opúsculos de Leite de Vasconcelos y a monografías dialectales, incluidas las memorias de licenciatura realizadas tanto en Coimbra como en Lisboa23. Lo que se transcribe a continuación (Boléo / Carvalho s/d: 20-21) permite percibir el resultado de la asociación entre la información recogida en las fuentes hasta entonces consultadas y la configuración proyectada para el referido diccionario: como se observa, a la explicación del valor semántico del término sigue la indicación de su localización geográfica y de las fuentes que lo abonan en cada caso (concebido como dialectal, uno de los ejes estructuradores del diccionario es, por tanto, la propia identificación de la variación regional [Machado Filho 2010: 66]): cabeleira 1) Cabelo – Beira Lit., Águeda (I.L.B., 485). 2) Planta da família das leguminosas, gen. Lotus – Madeira (R.L., XXIII, 132). cabirto Cabrito – Minho, Arcos de Valdevez (R.L., XXXI, 294); Melgaço (Opusc., II, 162); Trasm., Barroso (R.L., XX, 146). (Boléo / Carvalho, s.d: 2021)
En el ámbito de la investigación sobre la diatopía del portugués europeo, otra figura incuestionable en el panorama académico es la de Lindley Cintra. Además de la importante investigación que desarrolló personalmente (recuérdese, en el dominio analizado en esta contribución, su trabajo de análisis de las áreas léxicas en territorio portugués [Cintra 1962] y su propuesta de organización dialectal del territorio gallego-portugués en la península ibérica [Cintra 1971]), Cintra dirigió un conjunto de trabajos académicos realizados en la Faculdade de Letras de la Universidade de Lisboa, a través de los cuales —ya se mencionó el interés manifestado por sus contemporáneos de Coimbra— se compilaron y analizaron importantes acervos léxicos. 3.2. Las perspectivas actuales Este rápido (y necesariamente incompleto) análisis del trabajo de recogida de datos desarrollado en el ámbito de la investigación dialectal a lo largo del siglo xx en Portugal nos enfrenta a la dispersión y escasa accesibilidad de gran parte de los materiales compilados. La constatación de la dificultad de acceso a los corpus dialectales, aso Según Boléo y Carvalho (s.f.: 9), en 1967 estarían reunidas cerca de 60 000 entradas.
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ciada una vez más a la consciencia de que se impone actuar en el sentido de la preservación de muchos y valiosos materiales, motivó, muy recientemente, un trabajo de compilación de datos que, en una primera fase, se centró precisamente en los trabajos académicos (monografías dialectales) que habían sido realizados en Coimbra y en Lisboa entre las décadas de 1940 y 1970, bajo la dirección de Paiva Boléo y Lindley Cintra24. Del conjunto de las monografías disponibles se seleccionaron trabajos que disponían de glosarios. Los datos que estos contenían fueron procesados de acuerdo con el protocolo elaborado para la base de datos Tesouro do léxico patrimonial galego e português, coordinado por Rosario Álvarez, que compila informaciones de idéntica naturaleza relativas a Portugal, Galicia y Brasil disponibles para su consulta en línea (cf. ). Estamos, por tanto, ante un proyecto que, usando recursos tecnológicos no disponibles en fases anteriores, organiza y disponibiliza un acervo considerable de datos léxicos, gramaticales, históricos y etnográficos, permitiendo tanto las búsquedas semasiológicas como las onomasiológicas, y articulando estas con la localización geográfica y la cartografía de los resultados. En la organización del material se distinguen lemas y variantes, lo cual posibilita dos tipos de consulta y, de algún modo, resuelve la dificultad que deriva de la inestabilidad gráfica (resultante de la toma en consideración de los usos reales del habla) asociada a los registros compilados (Machado Filho 2010: 62-63), pero que resulta incompatible con la fijación ortográfica exigida en los instrumentos lexicográficos convencionales. Para la explicación de cada entrada se transcriben, pues, las fuentes, por lo que el significado de las voces se define mediante la aplicación de técnicas lexicográficas diversas (para más datos sobre este proyecto, vid. la contribución de Álvarez de la Granja / González Seoane en este mismo volumen). 4. Conclusión La indicación de particularidades de uso o la identificación de la circunscripción geográfica de algunos ítems se registra desde el inicio de la actividad codificadora en Portugal, ya que la variación lingüística se impone como una evidencia a gramáticos, ortógrafos y diccionaristas. Sin embargo, la no sistematicidad de esas referencias y su marcación solo confirman las orientaciones normativas y normalizadoras, claramente dominantes, que acompañan el movimiento de afirmación y elaboración del idioma y la respectiva estandarización (corpus building). En el caso concreto del léxico y de su registro en instrumentos codificatorios, nos parece posible afirmar que, a medida que la lexicografía portuguesa evoluciona, Nos referimos al proyecto Tesouro dialetal português (TEDIPOR) financiado por la FCT (PTDC/CLE-LIN/10265O/2008) y desarrollado por investigadores del CLUL y del CELGA; João Saramago (CLUL) fue el investigador principal (cf. [01/03/2018]). 24
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a partir del siglo xvi, se conjugan dos orientaciones fundamentales: la de defensa e ilustración de la lengua, que engloba el patrimonio literario reconocido, y la utilitaria, que asegura el acceso a las formas estandarizadas del léxico común, valorada sobre todo a partir del siglo xix y realzada por la democratización progresiva de la enseñanza. La finalidad específica de la recogida y salvaguarda de corpus dialectales (que subyace a cualquier proyecto de diccionario dialectal [Haensch 1982: 176]) solo recientemente ha sido encuadrada en un marco epistemológico e ideológico que prioriza los datos de la lengua viva y consagra el principio de la igualdad de variedades y variantes. Así, en los trabajos lexicográficos sobre el portugués van siendo puntualmente sometidos al mismo tratamiento diccionarístico, aunque destacados como regionalismos o provincianismos, ítems no pertenecientes a la lengua común. Nótese, por otra parte, que la falta de reglamentación ortográfica que se registró en Portugal hasta los inicios del siglo xx favoreció, al contrario de lo que acontece en la actualidad (Correia 2009: 58-59), la inclusión de datos relativos a la variación fónica. Así pues, son los dialectólogos, motivados por la convicción de que la recogida es fundamental para asegurar la preservación de un patrimonio insustituible y en peligro, quienes promueven la constitución de los corpus dialectales. La íntima relación que, en el ámbito de la valorización de la cultura popular, se establece entre la lengua y la etnografía y el folclore propicia, por otra parte, que se desarrollen métodos como el de palabras y cosas y que, en ese marco, se coloquen en un plano destacado las cuestiones léxico-semánticas. La compilación de datos dialectales asume, pues, formas propias y se desarrolla en Portugal, hasta el último cuarto del siglo xx, alrededor de algunas figuras de referencia. Al no podérsele atribuir el interés estandarizador que motiva buena parte de la producción lexicográfica, se subraya el interés de repositorio que la recogida y disponibilización de estos materiales puede representar. Referencias bibliográficas Academia Real das Sciencias de Lisboa (1793): Diccionario da lingoa portugueza. Lisboa: Academia. Academia das Ciências de Lisboa (2001): Dicionário da língua portuguesa contemporânea. Lisboa: Academia das Ciências de Lisboa; Editorial Verbo. Álvarez, Rosario (coord.): Tesouro do léxico patrimonial galego e português. Santiago de Compostela: Instituto da Lingua Galega [01/03/2018]. Argote, Jerónimo Contador de (1725): Regras da lingua portugueza, espelho da lingua latina. Segunda impressaõ. Lisboa: Officina da Musica. Auroux, Sylvain (1992): «Introduction. Le processus de grammatisation et ses enjeux», en Sylvain Auroux (dir.), Histoire des idées linguistiques, tomo 2 (Le développement de la grammaire occidentale). Liège, Bruxelles: Pierre Mardaga, 11-64.
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16. LEXICOGRAFÍA DIALECTAL DEL ASTURIANO
Xulio Viejo Fernández Universidad de Oviedo [email protected]
►► Resumen
La más que centenaria tradición asturiana de estudios dialectales ha atravesado distintos periodos en la historia de las ideas lingüísticas y distintos postulados teóricos y metodológicos. Sin embargo, la dialectología asturiana se ha mostrado siempre fiel a una constante: la primacía de los rasgos fonéticos como elemento caracterizador del habla local (frente a los morfológicos y sintácticos) y, consiguientemente, la atención al marco natural donde se sustancian estos: el léxico. Nuestros estudios dialectales son, pues, una fuente valiosa de datos léxicos, cuya consideración va desde lo meramente inventarial hasta tratamientos lexicográficos más elaborados. En demasiados casos, la pretensión no va más allá de dar cuenta de palabras propias de una determinada zona, en un enfoque meramente diferencialista que renuncia a una caracterización semántica rigurosa y ni siquiera se plantea la conveniencia de definir grandes áreas geográficas de difusión léxica. En la medida en que la visión actual sobre el asturiano es deudora de este tipo de enfoques y percepciones y está fuertemente condicionada por ellos, es pertinente su estudio en el marco más general de los estudios lexicográficos locales y de la evolución histórica de los discursos lingüísticos en Asturias. ►► Palabras clave Lengua asturiana, dialectología, lexicografía, léxico.
Asturian dialectal lexicography ►► Abstract
The century-long Asturian tradition of dialect studies has traversed several periods in the history of linguistic ideas and their theoretical and methodological postulates, yet a common thread runs throughout, namely the priority given to phonetic features, as opposed to morphological and syntactic ones, in descriptions of local speech varieties and the close attention consequently paid to the lexicon, where most phonetic phenomena are most easily observed. Thus Asturian dialect monographs provide a valuable source of lexical data ranging from simple word lists to more sophisticated lexicographical works. All too often the only object is to single out idiosyncratic lexical items pertaining to a given region; in this differentialist programme, there is no attempt at rigorous semantic description or even mapping overall lexical diffusion geographically. A critical overview of this issue in the general framework of both lexicographic practice and linguistic discourses in Asturias is relevant insofar as such approaches influence perceptions about the Asturian language. ►► Keywords Asturian language, dialectology, lexicography, lexicon.
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1. Orígenes de la lexicografía asturiana Desde el siglo xvi y a lo largo del xvii pueden rastrearse indicios de interés intelectual sobre la lengua asturiana, pero es la generación ilustrada del xviii la que va a aportar iniciativas concretas de estudio filológico y, específicamente, lexicográfico. Anteriormente, lo más parecido a este tipo de empresa quizá haya sido el repertorio de refranes que Hernán Núñez recogiera de estudiantes asturianos y que incorporó a su refranero de 1555 con pequeñas glosas léxicas (Comba Paz s.a.). Otros autores coetáneos también dieron cuenta de ciertas voces de uso local, casos de Juan de Valdés en Diálogo de la lengua (1535, pero no publicada hasta 1736) y, con más profusión, Luis Alfonso de Carvallo en sus Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias (1613, pero en edición póstuma de 1695). El último autor es precisamente uno de los primeros profesores de la Universidad de Oviedo (fundada en 1608), en cuyo entorno se documenta por entonces una incipiente literatura en asturiano que no solo nos aporta información directa de la lengua de la época, sino que, además, será la base principal de las primeras tentativas serias de inventariado léxico de un siglo largo después. En este ambiente, cabe considerar también una obra singular en el tránsito entre los siglos xvii y xviii de gran interés para los estudios lingüísticos asturianos: el Arte de grangerías de Fray Toribio de Pumarada, una monumental obra de agronomía inédita hasta su reciente edición (Santo Tomás y Pumarada 2006), que ofrece un amplísimo muestrario de vocabulario local, el propio del concejo centro-oriental de Colunga al que se refiere continuamente su autor. Aunque no estamos propiamente ante un repertorio lexicográfico (el vocabulario asturiano extractado de la obra puede verse en López Álvarez / Suárez García 20012002 y López Álvarez / Suárez García 2003-2004), puede intuirse en esta obra cierta intención documental, como registro sistemático de conceptos pertinentes en el ámbito de la agronomía, reflejo de una actitud genéricamente ilustrada que marca un antecedente del movimiento intelectual que prenderá en Asturias con fuerza décadas después. De hecho, desde los primeros años del xviii aparecen los primeros indicios positivos de recopilaciones de vocabulario local, como el repertorio de vocables asturians (aún inédito) facilitado a Antoni de Bastero (1675-1737) para la elaboración de su Historia de la llengua catalana, con términos de origen dialectal en el occidente de Asturias (Busto Cortina 2010-2011: 86; 2012: 98n). Cuando en las décadas finales del siglo eclosione en Asturias el interés por los estudios filológicos, la actividad lexicográfica va a intensificarse y, sobre todo, a madurar a partir de una profunda reflexión teórica y metodológica. Este impulso toma cuerpo en el círculo de Gaspar Melchor de Jovellanos, en su propósito de elaborar un Diccionario asturiano, proyecto en el que pronto se suscita la cuestión de la variación dialectal. Uno de sus más estrechos colaboradores y verdadero precursor del proyecto, Francisco de Paula Caveda (1760-1811), expone explícitamente en carta de 1791 a su mentor (Jovellanos 2005: 463-472) sus ideas respecto a los retos que planteaba la variación léxica local para el futuro Diccionario asturiano («una obra que quizá
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será el origen de la ilustración del país»), algo de lo que era muy consciente por sus tentativas previas: El uno de ellos consistía en el acopio de artículos y voces usadas en los concejos distantes del mío, y en la gran diferencia que debe haber en ellas, así de parte de la pronunciación como de la verdadera unificación, y mucho más, cuando llegué a experimentar que, aun dentro de un mismo concejo, no se conocen en una parroquia algunas voces de la otra, o es distinto su uso y acepción.
Ante lo cual propone que: Además de los colectores que debe haber esparcidos por todo el Principado, sean o no de letras, podría la Academia (como Cuerpo que supongo ya autorizado por la Superioridad), pasar una circular a cada párroco, con una instrucción muy breve, pero clara, de todas las obligaciones del colector, o por lo menos, recomendarle sólo el acopio de las voces, fijar su verdadero sonido, darles su definición correspondiente, en los términos que se les alcanzase, sin dejar de añadir […] todos los conocimientos que le parezcan útiles sobre cada voz, su uso, correspondientes comprobaciones, historia, etc. Y en caso de contestar el cura que en su parroquia hay persona o personas capaces de desempeñar esta comisión, no perdonar encomendárselo, aun en nombre de la misma Academia.
Aunque no se conoce propiamente el trabajo original de Francisco de Paula Caveda, verosímilmente se corresponde con lo publicado un siglo después por su hijo José Caveda y Nava (1796-1882) como Recuerdos de la lengua asturiana: frases, locuciones, modismos y cantares de nuestro dialecto, inicialmente por entregas en prensa, póstumamente como folleto independiente (Gijón, 1886) y finalmente en Bellmunt / Canella (1895: I, 266-275) y García Arias (1982). Menos explícito es el sin duda más destacado filólogo asturiano del momento, Carlos González de Posada (1745-1831), amigo y colaborador de Jovellanos, que, sin embargo, también aplica criterios propios al inventariado del léxico asturiano. Los materiales conservados del autor, de hacia 1788 (González de Posada 1989; García Arias 1995), dentro de una percepción unitaria del asturiano, también traslucen cierto interés dialectalista, al consignar variantes para una misma palabra (por ejemplo, occidentalismos, frente a los usos centrales generales). De hecho, el manuscrito titulado Carreño (concejo natal del autor) se presenta como «continuación de las etimologías de palabras que se usan en Carreño entre cultivadores y ganaderos» (González de Posada 1989: 43-48). En todo caso, el objetivo personal de Posada era la elaboración de un diccionario etimológico, del que llegó a tener redactadas hacia 1825 más de cuatrocientas veinticinco páginas con unas ochocientas entradas, hoy en paradero desconocido (Busto Cortina 2012: 112). Todas estas reflexiones previas vienen a sintetizarse en la Instrucción para la formación de un diccionario del dialecto asturiano que el propio Jovellanos redacta en 1801 (Jovellanos 2005: 265-286; Busto Cortina 2012; Río 1943; Sánchez Vicente
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1985; Ruiz de la Peña 1996; Díaz Sancho 1999; Gracia Menéndez 2008, 2009, 2011; para un encuadre general en las ideas lingüísticas la época García Martín / Gaviño Rodríguez 2009), donde se aborda la cuestión de la variación léxica dándole aparentemente una relevancia menor, en coherencia con otro tipo de observaciones propias al respecto1 y con cierto sentido normativista. Así: Como se hallarán algunas palabras pronunciadas diferentemente en varios concejos, los formantes preferirán siempre, no la pronunciación más común, sino la más análoga a su etimología, y en su defecto a la índole de nuestro dialecto. Sin embargo, notarán en la misma cédula las diferencias más señaladas de su pronunciación, sin formar para eso artículos separados. Habrá también muchas palabras usadas en alguno o algunos concejos, y no en los demás, las cuales cuidarán los formantes de poner en sus respectivas cédulas, notando esta circunstancia con esta expresión: concejil o concejal de tal o tal parte.
Los ensayos lexicográficos asturianos del xix reflejarán más marcadamente esta disyuntiva heredada entre los proyectos de diccionario asturiano general y las tentativas paralelas de vocabularios locales. El recorrido entre finales del xix y primeros del xx de este tipo de iniciativas (por lo demás complementarias y sin ningún sentido polemista) puede seguirse en Arias Cabal (1996 y 2008) y García Arias (1991, 2014). Si por lo común los diccionarios generales (de Junquera, Rato o Somoza) se presentan como obras voluntaristas, muy desiguales en cuanto a rigor y calidad, las nuevas aportaciones a la lexicografía dialectal de Asturias ofrecen cuando menos unas bases y objetivos más definidos y coherentes. De hecho, parece ser la toma de conciencia de una nueva exigencia científica hacia la variación local (por el surgimiento de los estudios comparatistas en la época) lo que disuade o paraliza la realización de ciertas obras de concepción unitaria. José Arias de Miranda en 1879 (García Arias 1993) daba cuenta de su viejo propósito de elaborar un Diccionario del dialecto astur, si bien, a día de su testimonio, declaraba resignarse «á recojer paulatinamente vocablos provinciales, operación mucho mas difícil y pesada que á que primera vista se cree, porque cada distrito tiene sus terminos propios y para una regular coleccion se necesita tiempo, laboriosidad y paciencia». Así, resulta que el nuevo impulso para la elaboración de vocabularios locales se acaba hallando en los que podrían considerarse nuevos profesionales de la filología, universitarios y académicos que procuran una más puntillosa descripción de los usos lingüísticos. Es el caso de Gumersindo Laverde Ruiz (1835-1890), catedrático en Santiago de Compostela, que empieza a publicar ese mismo 1879 sus «Apuntes lexicográficos de una rama del dialecto asturiano» referidos a la parroquia de San Jorge (Llanes) en el oriente de Asturias (Laverde 1879-1880). Como las referidas al habla de los vaqueiros, cuya lengua «es enteramente la misma que la de todo el pueblo de Asturias», con diferencias menores «que se pierden de vista en la inmensidad de una lengua y no merecen la atención del curioso observador» (Jovellanos 1981: II, 68; 2005: 139). 1
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Con todo, la primera gran contribución a la dialectología asturiana en términos de descripción lingüística local y con arreglo a los estándares científicos en la investigación del momento será obra de un foráneo: el sueco Ake Wilhelmson Munthe, que publicará en 1887 su tesis doctoral, una caracterización del habla de dos parroquias de Cangas del Narcea (Munthe 1887). Inducido por el positivismo del momento, Munthe plantea con radicalidad el tema de la variación del asturiano, cuestionando su unidad, tratando de avanzar en la caracterización dialectal de su espacio geográfico y, a su manera, en su interacción con el castellano. Desde estas premisas deben evaluarse sus anotaciones lexicológicas, el vocabulario local que constituye prácticamente la mitad de su investigación: unas cuantas decenas de palabras, rigurosamente transcritas, bien definidas y acompañadas de ejemplos de uso y paralelos en escritos y otras lenguas próximas, pero recopiladas con un criterio esencialmente diferencialista, excluyéndose del repertorio los usos léxicos más generales. Por todo, aunque la obra de Munthe fue poco manejada en Asturias y España en su momento (su versión castellana es de 1987), anticipa algunos de los lugares comunes que van a reiterarse en la dialectología y la lexicografía asturiana hasta la actualidad. De mucho más volumen es el contemporáneo Vocabulario dialectológico del concejo de Colunga, del investigador y folclorista Braulio Vigón, publicado en la última década del xix (Vigón 1896, tempranamente reseñado en Munthe 1899). Se trata de un amplio y riguroso repertorio de varios cientos de palabras del citado concejo centro-oriental, firmado por un hablante nativo, que acompaña sus definiciones con ejemplos de uso y cognados de cada una de las voces en otras variedades asturianas o tomados de ejemplos antiguos y literarios. El vocabulario de Vigón ha sido durante mucho tiempo la obra lexicográfica de referencia para el asturiano, verdadera piedra de toque para estudios dialectales contrastivos (en el terreno del léxico) e incluso autoridad para la lengua escrita. 2. Recopilaciones léxicas en la primera mitad del siglo xx La difusión de una obra de tal entidad parece haber servido como acicate para iniciativas similares desarrolladas desde las primeras décadas del xx, si bien desde esta fecha no cabe ignorar el impacto en la erudición asturianista de El dialecto leonés pidaliano de 1906 y su llamada expresa a ahondar en la investigación dialectal en general. Aún muy joven, Ramón Menéndez Pidal había publicado, un año después de la obra de Vigón, sus Notas acerca del bable de Lena (Menéndez Pidal 1897), que añadían a una caracterización general de esta variedad un breve vocabulario, modestamente presentado como meramente testimonial de las palabras representativas del concejo, pero con sustanciosa información filológica al lado de las definiciones (consideraciones etimológicas y evolutivas, paralelismos en otros romances, documentación, etc.). Con el pleno reconocimiento académico de los estudios asturianos que vienen a representar las sucesivas publicaciones de Menéndez Pidal, la actividad lexicográfica
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asturiana conoce un momento de repunte que aparentemente se nutre de tres líneas inspiradoras diferentes: por un lado, la continuadora de la actividad lexicográfica anterior vinculada a la concepción filológica más tradicional, basada en textos escritos y literarios; por otro, la directamente derivada de la propuesta investigadora implícita en la obra pidaliana, que estimula los estudios de campo en el ámbito asturiano-leonés; y, finalmente, desde los años veinte, la que va a inspirarse en el método Palabras y cosas importado directamente a nuestro ámbito lingüístico por Fritz Krüger. Estas líneas van a mostrarse, en todo caso, en fuerte interacción, lo que explica el giro esencialmente localista que van a tomar las nuevas iniciativas. Desde finales del xix, la creación literaria en asturiano experimentó un importante desarrollo con la aparición de algunas figuras que aportan una nueva exigencia intelectual más allá del costumbrismo o del humorismo trivial decimonónico y, correlativamente, una más acusada conciencia de autor. Esto se traduce en una preocupación creciente por la lengua y lleva a algunos autores a la elaboración de vocabularios o diccionarios que toman como referencia los usos orales. Lamentablemente, tales iniciativas permanecen o han permanecido inéditas hasta fechas muy recientes, de manera que su impacto público ha sido mínimo. El primer ejemplo es el poeta ovetense Juan María Acebal (1815-1895), cuyo vocabulario se conoce apenas parcialmente (García Fernández 1995). Más empaque parece haber tenido el trabajo de Galo Antonio Fernández, conocido por los seudónimos Padre Galo y Fernán Coronas (1864-1939), clérigo, filólogo, erudito y políglota, y uno de los poetas más activos y destacados en asturiano durante los años 20 y 30 del siglo xx, que optó además por su variante occidental como lengua literaria. El Padre Galo es buen conocedor de las ideas pidalianas sobre el asturiano-leonés y bajo esa inspiración intelectual procede a la elaboración de un minucioso diccionario del asturiano (nor)occidental de su concejo natal de Valdés del que en 1928 tendría preparadas dieciséis mil fichas (Galán / Cubero 2015) y que podría haber alcanzado las veinticinco mil según otras fuentes (Rico Avello 1984: 14). Cada entrada incorporaba distintas acepciones ilustradas con ejemplos de uso y, en su caso, con indicación del nombre del informante; añadía igualmente su etimología y equivalentes en distintas lenguas románicas. Se trata, pues, de una obra imponente que por distintos avatares permanece inédita, si bien algunos de sus materiales habrían sido tomados por González Cobas (1964). Mucho más modesto es el vocabulario de Mario Gómez (1872-1932), médico militar y escritor en asturiano occidental que a principios de los años veinte se propuso elaborar un estudio sobre el habla de su concejo natal (Cangas del Narcea) titulado La fala de Cangas. Glosario, fonética y morfología, del que solo se conoce precisamente el vocabulario (González Azcárate 1986). Seleccionado con criterio meramente diferencialista, este incorpora unas cuantas decenas de palabras definidas en castellano y eventualmente acompañadas de ciertas consideraciones etimológicas. Al igual que la anterior, esta obra no tuvo impacto alguno en su momento, pues permaneció inédita hasta 1986.
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Similar suerte corrió, en el otro extremo de Asturias, el trabajo de José García Peláez, conocido por el seudónimo Pin de Pría (1864-1928). Considerado uno de los autores canónicos de la lengua literaria asturiana, Pin de Pría se ocupó también de una amplia recopilación de léxico a partir tanto de datos orales de la región centro-oriental como de fuentes literarias y lexicográficas previas. Natural de Llanes, en el extremo oriental de Asturias, Pin de Pría tuvo conocimiento directo del trabajo de Fernán Coronas en occidente (por lo que puede concebirse su iniciativa como complementaria a la de este), así como del impulso de Menéndez Pidal (con quien mantuvo correspondencia) a los estudios filológicos asturleoneses. Su obra, inacabada, ha sido recuperada en fechas recientes (Hernán-Gómez 2015). Con todo, es una obra de nivel filológico menor, que mezcla indiscriminadamente voces literarias con registros orales del asturiano oriental y otros propiamente jergales u onomásticos. El criterio es esencialmente diferencialista, alterna las definiciones mayoritarias en castellano con algunas en asturiano y añade eventualmente ejemplos de uso u observaciones tangenciales de carácter enciclopédico o anecdótico. Fuera de Asturias, se publica en 1932 el Vocabulario del bable de occidente de Bernardo Acevedo y Marcelino Fernández. Acevedo también comparte la dimensión de erudito e investigador con la de poeta en asturiano y refleja en su título la influencia creciente de Pidal y su propuesta de tripartición dialectal del dominio leonés. Cabe considerar de todos modos que, pese al título, este vocabulario recoge más bien léxico del área del gallego-asturiano al oeste del río Navia, fuera por tanto del asturiano estricto. La otra gran fuente de inspiración en la época para los estudios dialectales asturiano-leoneses fue sin duda el método Palabras y cosas de la Escuela de Hamburgo encabezada por Fritz Krüger. Esta corriente tiene un impacto inmediato sobre nuestro objeto por doble razón: por la evidente relevancia que este tipo de estudios concede al léxico como exponente de la cultura material de la comunidad estudiada y por aplicarse desde el primer momento a los estudios lingüísticos del noroeste hispánico en general y del asturiano-leonés en particular (véase el prólogo de Diego Catalán en Krüger 2001). En lo que se refiere específicamente a Asturias, Krüger firmará una serie de artículos relativos al suroccidente entre 1940 y 1952 (Krüger 1987), además de relacionarse intensamente con investigadores locales e incorporar datos asturianos a otras de sus publicaciones de corte temático. Fruto de su actividad es el fuerte arraigo de sus métodos en la dialectología asturiana de décadas siguientes, bien en forma de estudios temáticos locales, bien a través de estudios dialectales de corte generalista, en los que se agrupa temáticamente el léxico en la parte del vocabulario o se acompañan las definiciones de fotografías o dibujos de objetos representativos de la cultura material local. Ejemplo destacado de lo primero es la serie de publicaciones de Alonso Zamora Vicente al amparo de este método (Zamora Vicente 1953a, 1953b y 1976) o las sucesivas contribuciones de quien parece haber sido el discípulo más directo de Krüger en Asturias, Manuel Menéndez García.
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Menéndez García (1909-1962) es autor de una amplia monografía sobre el occidente asturiano, su tesis doctoral de 1957, publicada póstumamente en tres volúmenes, incluido uno de vocabulario (Menéndez García 1963-1965). Con todo, la influencia de Krüger es más evidente en artículos temáticos sobre léxico dialectal (Menéndez García 1954, 1955), y sobre todo en Palabras y cosas de Bermiego, estudio sobre una variedad de la transición centro-occidental del asturiano que incorpora un amplio y detallado vocabulario (Menéndez García 2014). Elaborado entre 1950 y 1961, se trata de un estudio inacabado que, una vez más, tuvo nula influencia en su momento. Aún cabría añadir otras contribuciones puntuales al léxico dialectal temático en artículos de distinta orientación, lingüística o etnográfica, que se suceden hasta prácticamente la actualidad (Rodríguez Castellano 1954b, 1957; Rodríguez 1976, 1979; Graña 1984, 1985, 1989; Álvarez García 1989). Con todas las carencias que pueden achacarse a este método como procedimiento de caracterización dialectal, este tipo de trabajos han sido de hecho los que han aportado un criterio más coherente y riguroso de descripción del léxico local, toda vez que presentan el de determinados campos de manera exhaustiva y estructurada, frente a otras recopilaciones de vocabulario realizadas sin criterio u objetivo claro. 3. Los vocabularios en las monografías dialectales de la segunda mitad del xx En los años que siguen a la Guerra Civil, la incipiente tradición de vocabularios locales va a ser desplazada por estudios monográficos que aspiran a una caracterización general de la variedad correspondiente (especialmente en aspectos fonéticos) y en los que lo léxico se concibe como una aportación complementaria, aunque de un innegable peso específico. De hecho, este tipo de trabajos, aunque no estrictamente lexicográficos en su concepción, constituyen hoy una fuente esencial de conocimiento léxico del asturiano. De modo desigual, todos incorporan un amplio muestrario de términos locales, tomados con criterio diferencialista y, por tanto, no fruto de una recogida exhaustiva y rigurosa del léxico disponible. En su caso, la entrada se acompaña de una transcripción fonética o fonológica (en obras más tardías) y una definición en castellano, a veces reducida a un equivalente más o menos aproximado al término local y solo ocasionalmente complementada con referencias a términos paralelos en otras variedades asturianas, peninsulares o románicas. En su caso, la huella de Palabras y cosas se advierte en breves capítulos complementarios en los que se reproducen dibujos de distintos objetos, especificando sus nombres o los de sus partes. Este modelo tiene continuidad desde las primeras monografías tradicionalistas (Canellada 1944; Neira 1955) hasta las más tardías de orientación estructuralista (García Arias 1974 o Conde Saiz 1978, entre otras que obviamos por no encajar estrictamente en lo que se entiende como obra lexicográfica). En algunos casos, el eco de Krüger se hace patente al procederse a una clasificación temática del léxico, intercalando entre las definiciones los consabidos dibujos y gráficos (Rodríguez Castellano 1952).
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El peso sustancial del léxico en estos trabajos monográficos da pie a que pueda acabar escindiéndose esta parte de la caracterización dialectal en publicaciones independientes. Así podrían considerarse el ya citado vocabulario de El Cuarto de los Valles (Menéndez García 1965) y el casi contemporáneo Contribución al vocabulario del bable occidental (Rodríguez Castellano 1957), complemento de la caracterización dialectal del occidente asturiano publicada por el autor pocos años antes (Rodríguez Castellano 1954a) sobre materiales de encuestación de los años treinta. Se trata de un amplio vocabulario ordenado con criterio temático, con una precisa transcripción fonética de cada término, identificación del punto de recogida, consignación de variantes y, por supuesto, definición de cada una de las voces, escogidas, como suele ser habitual, con criterio diferencialista. De modo similar, el vocabulario integrado originalmente como capítulo final del estudio de Josefina Martínez sobre el habla rural de Oviedo (Martínez Álvarez 1967) volvió a publicarse de modo independiente años después a manera de diccionario bilingüe (Martínez Álvarez 1978). Más en línea con la lexicografía dialectal de carácter científico está el vocabulario somedano (Cano 1982) que completa la caracterización general de esta variedad occidental objeto de la tesis doctoral de su autora (Cano 1981). Este vocabulario recoge en más de quinientas páginas centenares de voces seleccionadas una vez más con criterios diferencialistas respecto al castellano, que, no obstante, se hacen explícitos en la introducción. Otra novedad es el acompañamiento de cada entrada por la correspondiente transcripción fonológica (no fonética como en otros vocabularios exentos anteriores), así como una pulcra distinción de cada una de las acepciones ofrecidas que, por otra parte, suelen estar bien ejemplificadas. La definición léxica se complementa a veces con observaciones enciclopédicas de tipo etnográfico o antropológico. Asimismo, ofrece distintas variantes fonéticas locales y paralelos léxicos en otras variedades asturianas. Más recientemente, y también como publicación escindida de una tesis doctoral (Suárez García 2010a), se ha publicado un amplio vocabulario de Trubia, en la parte occidental del concejo de Oviedo (Suárez García 2010b). 4. Vocabularios locales independientes en las últimas décadas El desarrollo de los estudios locales en Asturias (en obras científicas o a iniciativa de aficionados locales sin formación lingüística) dio pie a la proliferación de vocabularios dialectales sin una caracterización explícita del sistema lectal o con la mera pretensión de reducir esta a la exposición del léxico. Algunos fueron publicados directamente en volumen (Pérez Sierra 1973; Rodríguez Solís 1982; Suárez Solís 1983; Martínez Fernández 1997; Álvarez Lobo 1998; Sordo Sotres 2001), mientras otros se publican originariamente en artículos seriados antes de su recopilación definitiva en un libro independiente (Armayor 1995; Blanco 1997). Recientemente, la Academia de la Llingua Asturiana ha impulsado la publicación de recopilaciones orales de léxico de distintas zonas, en todo caso sometidas a cierta
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uniformidad formal, mayormente dada por ofrecer como entrada la variante gráfica normativa de la voz dialectal. Hasta la fecha (excluyendo otros vocabularios gallego-asturianos, leoneses, de tipo temático o jergal) han visto la luz vocabularios de Quirós (García Lado 1996), Allande (Maire 1997), Ciañu y Llinares (García Fernández 1997), Riosa (Álvarez Fernández-Novo 1998), Cangas del Narcea (Feito 2000), La Baña (Rodríguez Bayo 2007), Santa Marina y Vigu (Navia) (Larré 2007), Miranda (Álvarez Fernández 2011) y Ruenes (Rodríguez Corao 2011), junto al ya citado de Trubia. En línea similar cabe mencionar un reciente vocabulario de Santuyano (Mieres) (Suárez Fernández 2014). La nómina puede aún ampliarse con un importante número de artículos, muy desiguales, referidos al occidente en general (García Suárez 1950; Pérez de Castro 19551968), Muros del Nalón (Fierro 1952), Gijón (Castañón 1964), Pravia (Avello Casielles 1969), Salas (Fernández 1984) o Cadavéu (Avello Fernández 1987), así como la serie publicada por Pérez Fernández (1988-1990) con materiales de Tox (Navia). Aún cabría añadir otras contribuciones que yuxtaponen el criterio estrictamente dialectal al temático, destacando aquí los trabajos sobre léxico marinero de Emilio Barriuso (1986, 2002) o los relativos a la minería del centro (Rivas 1936)2 o el occidente asturiano-leonés (Murias 2000), entre otros. 5. Diccionarios dialectales asturianos de carácter general La progresiva ampliación de los estudios sobre léxico dialectal ha acabado por plantear la conveniencia de elaborar diccionarios translectales que integren voces de distintas variedades asturianas bajo una estructura unitaria. Algunas de las obras mencionadas ya reflejan ese carácter translectal aunque sin plena vocación generalista, caso de Rodríguez Castellano (1957), que reúne voces de un amplio espectro de hablas occidentales. La primera tentativa de un diccionario dialectal general parece haber surgido en la Universidad de Oviedo entre los años cincuenta y sesenta, cuando distintas publicaciones de Emilio Alarcos, Jesús Neira o Josefina Martínez citan tangencialmente datos tomados de un Diccionario de las hablas asturianas que nunca llegó a publicarse como tal. Nuestro reciente acceso a los archivos personales de Manuel Menéndez nos lleva a sospechar que tal Diccionario de las hablas asturianas estaba constituido fundamentalmente por los ficheros de este autor, con abundante material recogido personalmente por encuestación oral (publicado parcialmente en distintas obras suyas o, en una buena parte, inédito) complementado con el vaciado de otras publicaciones contemporáneas, probablemente en colaboración con Jesús Neira (Viejo 2014). Neira acabó publicando en 1989 su Diccionario de los bables de Asturias, claramente relacionado con el proyecto anterior (Neira / Piñeiro 1989). No obstante, este se
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Sus contenidos están incorporados en Novo Mier (1979).
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limita a consignar voces previamente registradas en obras publicadas, sin materiales orales inéditos. El Diccionario de los bables debe entenderse además como producto de un contexto de fuerte polémica en torno a la normalización del asturiano, donde la controversia académica acerca de la entidad de este como lengua independiente o como mero espectro lectal subsumido en el castellano era cuestión central. Neira participa de esta última postura y en razón de ella organiza los materiales de su diccionario, que divide en dos partes. La primera (castellano-bable) ofrece un listado alfabético de palabras castellanas de las que se establecen distintas correspondencias dialectales asturianas, organizadas por acepciones. En ocasiones, esta correspondencia es claramente forzada, por ejemplo por mera semejanza fonética, pero sin coincidencia en cuanto al contenido semántico. La segunda parte (bable-castellano) ofrece un listado alfabético de voces dialectales asturianas sin uniformidad en cuanto a criterios de transcripción y sin especificación de su procedencia local, que solo se indica ocasionalmente en la primera parte. Aunque a veces se procede a una definición ad hoc de cada voz, en la mayor parte de los casos se remite sin más a una de las entradas castellanas listadas en la primera parte del diccionario. Si bien el Diccionario de los bables es fruto de un encomiable esfuerzo personal y contiene un volumen muy estimable de información, resulta muy deficiente desde el punto de vista de la práctica lexicográfica, donde el exigible tratamiento riguroso de los datos locales cede manifiestamente a la urgencia de acreditar la dispersión y subsidiariedad de los mismos con respecto al castellano, dando lugar a una obra de difícil manejo y llena de incoherencias y lapsos. De inspiración opuesta es el Diccionario general de la lengua asturiana de García Arias (2002-2004), obra de 1440 páginas a triple columna y varias decenas de miles de palabras. Esta obra excede la definición de diccionario dialectal por integrar tanto materiales orales (algunos inéditos) como procedentes de fuentes escritas de distinta naturaleza, aunque el criterio dominante en su presentación es el de la variedad de origen de cada voz. García Arias parte del supuesto de la independencia y unidad del asturiano bajo su propia norma. Los materiales se ordenan alfabéticamente bajo entradas ajustadas a la ortografía académica asturiana, que introducen las distintas variantes fonéticas y léxicas locales, tanto del espacio romance asturiano-leonés como del gallego-asturiano, con indicación explícita de su procedencia mediante un complejo sistema de abreviaturas. La definición, en castellano, se complementa con un listado de locuciones y frases hechas relacionadas, a lo que se añaden ejemplos de uso cotidiano y otros tomados de la literatura, tanto de tradición oral como escrita. Las recientes versiones web de esta obra incorporan la indicación cartográfica del origen de cada voz. Esta obra es, sin lugar a dudas, la referencia inequívoca para los estudios actuales de léxico dialectal asturiano. Por otra parte, nace de la base de datos elaborada por el autor en el marco de su proyecto de investigación conducente a la elaboración del Diccionariu Etimolóxicu de la Llingua Asturiana (aún inacabado) y además ha servido como punto de partida del diccionario normativo de la Academia de la Llingua Asturiana (2000).
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III. El léxico dialectal en los diccionarios generales
17. DIALECTALISMOS EN LA LEXICOGRAFÍA CATALANA 1
Germà Colón Domènech Universität Basel / Institut d’Estudis Catalans [email protected]
►► Resumen
En la Edad Media es difícil encontrar testimonios de variantes dialectales. Tenemos que esperar hasta 1489 para encontrar una cierta técnica lexicográfica en el llamado Liber elegantiarum, con soluciones valencianas. Después tendremos que saltar a fines del siglo xvi para llegar a la obra del gerundense Onofre Pou, Thesaurus puerilis, publicada en Valencia, para de un lexema latino tener dos variantes: catalana central y valenciana. Esta obra inspirará en el siglo xix, por ejemplo, el Diccionari català-castellà-llatí de Felix Amat publicado por Esteve, Bellvitges y Juglà (1803-1805), que ya no busca correspondencias para un vocablo latino, sino que describe la lengua romance estudiada, y lo propio hará Pere Labèrnia en 1839 con el Diccionari de la llengua catalana amb la correspondència castellana i llatina. Estos dos últimos calificarán de «termes territorials» las variantes dialectales. El Diccionari català-valencià-balear es el diccionario que recoge por antonomasia términos dialectales; sin embargo, es interesante notar que las diversas versiones del diccionario normativo del Institut d’Estudis Catalans muestran actitudes diversas con relación a las formas dialectales. Este trabajo ofrecerá una visión general sobre estos aspectos. ►► Palabras clave Léxico dialectal, lexicografía, catalán.
Dialectalisms in Catalan lexicography ►► Abstract
Finding dialectal variants in the Middle Ages is difficult. We have to wait until 1489 to find a certain lexicographical technique in the Liber elegantiarum, which contains Valencian words. Then we jump to the late sixteenth century and the book by Onofre Pou, the Thesaurus puerilis, published in Valencia, which gives two variants corresponding to Eastern Catalan and Valencian for each Latin lexeme. In the nineteenth century this work was to inspire other dictionaries; for example, the Diccionari català-castellà-llatí by Felix Amat, published by Esteve, Bellvitges and Juglà (1803-1805). This work does not look for a Latin word correspondence but describes the Romance language; in 1839 Pere Labernia did the same with the Diccionari de la llengua catalana amb la correspondència castellana y llatina. Both dictionaries call dialectal variants
1 Este trabajo se adscribe al proyecto FFI2013-41077-P, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad.
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“territorial words”. The Diccionari català-valencià-balear is the quintessential compendium of dialectal terms. It is also interesting to note that the versions of the standard dictionary by the Institut d’Estudis Catalans approach diatopic words in a variety of ways. This paper provides an overview of the presence of dialectal lexicon throughout the history of Catalan lexicography. ►► Keywords Dialectal lexicon, lexicography, Catalan.
1. El léxico dialectal en la Edad Media En la época medieval es muy difícil hallar testimonios de variantes dialectales. Tenemos que esperar hasta mediados del siglo xiv, cuando aparece la recopilación de verbos del manuscrito 769 de la Biblioteca de Cataluña. Procede del monasterio de Bellpuig de les Avellanes (comarca de la Noguera, arciprestazgo de Balaguer/Lérida). El manuscrito consta actualmente de 127 folios, muy apretados, escritos en letra menuda y a veces difíciles de interpretar. Se trata de una recopilación de verbos con su paradigma («Exhumo as aui atum atu id est dessotarrar», fol. 18v.). De vez en cuando se pone la indicación de la fuente de donde se han tomado y la explicación gramatical debida a la autoridad que se sigue. Esta suele ser Uguccione da Pisa («ut dicit Ugucius», f. 19v.; «ut dicit beatus Ugucius» y passim); con menos frecuencia el Graecismus de Evrard de Béthune («in Ebrardo quirritat evacuat», f. 25); el Doctrinale de Alexandre de Villedieu (f. 31) o el Catholicon de Giovanni Balbi da Genova, que alguna vez viene nombrado por el estudiante-copista con un respetuoso título («ita dicit dominus Catholicon», f. 35), etc. He aquí un par de ejemplos: Loco as… id est loguar sicut facit ille qui recipit precium versus qui capit ille locat conducit qui precium dat in Ebrardo. Ugucius dicit conducere (f. 28). Magnífico as… id est engranair magnum facere exaltare callaudare Ugucius id est magnum facere et est activum (f. 29).
La equivalencia catalana no se da en todos los verbos, pero aparece con frecuencia y presenta una riqueza digna de estudio y muchas novedades lexicográficas, que algún día convendría recoger de manera exhaustiva. Pese a la procedencia de Urgel del manuscrito, el texto es claramente oriental y ofrece los rasgos característicos de este dialecto. Así, se observa la confusión de las vocales átonas e y a (pansar ‘pensar’, f. 28; musurar, f. 29; mastagar, f. 29v.; bacar «dormito», f. 43v.; balençegar ‘balancejar’ «trutino», f. 37v.). En cambio, no hay mucha confusión en las vocales de la serie posterior; sí yeísmo, pues se representa mediante y el sonido palatal procedente de –ly– y –c’l– (despuyar, f. 18v y f.30; acuyonar ‘agullonar’, f. 25; badayar, f. 47v.; aüyar «oculo», f. 31) mientras que l sirve para grafiar la palatal derivada de –ll– (balar ‘ballar’, f. 40; stalar fust ‘estellar’ «asclo», f. 40; sadolar, f. 35v.; caremelar ‘sonar la caramella’ «ffistulo», f. 46v.). Dentro
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de la confusión vocálica del dialecto oriental tenemos que señalar los verbos con el infinitivo en -ayr y -air, los cuales, en realidad, presentan la característica terminación en -eir (engolayr ‘engolir’ «ingutero», f. 25v.; entristair, f. 29v.; enrugayr ‘enrogallar’ «inrauco», f. 26; ennoblayr ‘ennoblir’, f. 37v.; scurayr ‘obscurcir’ «caligo», f. 40v.; enbalair ‘embellir’ «purpuro», f. 33). La grafía del manuscrito es vacilante, sobre todo en las palatales: [ʒ] (garajar ‘guerrejar’, f. 25v., al lado del balençegar, f. 37v. o balançeyar, f. 28; trossayar ‘trossejar’, f. 37; venyar ‘venjar’, f. 38; malaltagar ‘malaltejar’ «egroto», f. 44v.); la g puede representar tanto el sonido de [ɡ] como la fricativa palatal, como se acaba de mostrar; la africada [dʒ] se representa como tg (assuatgar «mitigo», f. 29v.); la [ɲ] viene escrita ny (enprenyar, f. 32) e y (enpreyar «inpregno», f. 25v.; enpayorar ‘empenyorar’ «inpignoro», f. 25v.); véase aún stranyar («priuo» f. 31v.) frente a stranjar (‘privar’ «orbo», f. 30v.), donde tenemos [ɲ] en ambas palabras. He aquí vocablos característicos, algunos de los cuales, coincidiendo con los rasgos fonéticos expuestos, ayudan a situar este texto al norte del dominio: scaular ‘escaldar’ («excaturizo», f. 44v.), criualar ‘crivellar, garbellar’ («cribo», f. 42v.; cf. Diccionari català-valencià-balear, en adelante DCVB, s.v. crivellar); ensolmar ‘olorar, ensumar’ («adolffo», f. 39; cf. Diccionario Balari, s.v.); scloayar ‘esclovellar’ («enucleo», f. 45); enjonquar ‘enjoncar’ (f. 42; frente a las formas más occidentales y meridionales procedentes de junc, enjuncar), etc. Como voces curiosas por cualquier motivo, citaremos al azar algunas que nos hacen ver la personalidad de este texto: trassar ‘seguir el rastro’ (f. 24v.); cansar («lasso», f. 28); pintanar ‘pentinar’ («pectino», f. 32; véase un hápax de 1380 en el DCVB, s.v.); contragitar ‘objetar’ (f. 30v.); embaucar ‘estimbar’ (grafía por *embauçar o *embalçar, f. 33v.); cf. «Precipito… massa cuytar o trebocar uel»; gaubar ‘vanar-se’ («arrogo», f. 39); acadar ‘reposar’ («quieto», f. 33v); grafía por *aderrariar ‘endarreir’ («posterioro», f. 33v); encrualir («exacerbo», f. 45; cf. DCVB, s.v. encruelir); calamerçar ‘caure calamarsa, calabruixó’ («grandino», f. 47); desrouyar ‘llevar el rovell’ («erugino», f. 45); sbabrar ‘esbrafar’ («euaporo», f. 45); renoagar («ffenero», f. 46v; quizá grafía por *renouejar ‘ganar dinero mediante la usura’ cf. DCVB, s.v. renouer). Como punto final copiaremos entero el artículo cohardar, en donde se vela pudorosamente con el latín su significado: Clunatico as… illud manere quod faciunt homines supra mulieres quando habent rem cum ipsis scilicet cohardar et pro eodem habemus istut verbum (f. 42).
Estas muestras bastan para que no haya que insistir en la importancia lexicográfica del presente vocabulario. Si prescindimos ahora de las glosas catalanas en manuscritos hebreos, podemos aducir otro glosario, un glosario farmacológico o catálogo de medicamentos simples, compuesto en los siglos xiv-xv e incluido en el manuscrito hebreo 356 de la Biblioteca Vaticana (fs. 1-25v), que fue estudiado por Josep M. Millàs i Vallicrosa (1936).
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Los medicamentos vienen presentados, siguiendo el orden alfabético, en tres listas: en árabe, latín y catalán, siempre en transliteración hebrea; el texto de estas dos últimas lenguas figura vocalizado. Unos ejemplos catalanes: qofoll, batafolova (a su lado alguien escribió en letras hebraicas: «herba dolse»), blanquet (lat. «romanquel»), lengua servina (lat. «escolofendria»), etc. A continuación (fs. 26r.-38r.), tenemos una nueva lista de medicamentos, pero ahora ordenados a partir del latín, con la correspondencia arábiga y, a veces, la catalana. Al latín «abrotanos i lombriguera» [sic] corresponde el catalán herba coquera, etc. En el f. 38v. encontramos aún una lista de los meses en transcripción catalana: juniu, juliol, deembre, etc. Sería muy útil, tanto para la lexicografía hebrea como para la catalana, el estudio y la edición de todo este tipo de glosarios, por ahora casi olvidados injustamente por los filólogos. 2. Los rimarios Muy de paso, mencionaremos la existencia de dos importantes vocabularios de la rima, debidos uno a Jaume March y el otro a Lluís d’Averçó. Ambos fueron compilados a fines del siglo xiv. Pese a que en las abundantes listas de palabras no se indica nunca el significado, son una fuente notable para el estudio léxico del catalán y del híbrido provenzalizante. Jaume March compuso su Llibre de concordances en 1371 (March 1921), y parece que los poetas contemporáneos aprovecharon este repertorio. Comienza con un simple rimario en donde las palabras son agrupadas según la terminación (he aquí los acabados en -agra: hagra, agra, puagra, sagra, magra, plagra, desplagra, pagra). Observamos que al lado de sustantivos (puagra) hay adjetivos (agra, magra, ¿en femenino?), formas verbales no lematizadas (hagra, del verbo haver), y además formas de difícil identificación (¿pagra?). Lo que pretendía el autor era amontonar formas para reunir un buen número de rimas. Esta circunstancia hace que el manejo de una obra así exija toda clase de precauciones filológicas. Las mismas reservas filológicas aducidas más arriba se pueden formular respecto al Torcimany de Lluís d’Averçó, tratado de retórica y gramática compuesto pocos años después, el cual sigue los pasos de Las Leys d’Amors o Flors del Gay Saber de Tolosa. Eso por lo que respecta a las dos primeras y comienzo de la tercera de las «partides» de que consta el Torcimany. La sección final de la tercera «partida», independiente de los modelos de la Gaya Ciencia, es el diccionario, en el cual las voces son agrupadas según la rima. Desde el punto de vista lexicográfico, el Torcimany ofrece más definiciones que March, aunque hay momentos en que estas listas nos dejan bastante perplejos: uno no sabe qué pensar, por ejemplo, de la mayoría de las dicciones recogidas bajo la vocal -o átona (números 1213-1324). En otras ocasiones, el léxico recogido y los términos con que éste es explicado son preciosos: «bruxa, per la fantasma», «verra, per truja no sanada», etc.
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Sabemos que el Torcimany no circuló mucho. Hoy todas las dudas y problemas que presenta se hallan resueltos gracias a la bella edición de Josep M. Casas Homs (Averçó 1956), con índices muy completos, que representa un instrumento de trabajo magnífico para filólogos y lexicógrafos. Hasta el día de hoy se han ido publicando rimarios. Señalemos el excelente de Francesc Ferrer Pastor (1956) y Josep Giner, reeditado a menudo. 3. Las Grammaticae proverbiandi En realidad este tipo de obras no pertenecen a la lexicografía. Son obras sobre los verbos destinadas a la enseñanza de la lengua latina en las escuelas de gramática. Por ejemplo, la Grammatica proverbiandi de Valencia del año 1427 contiene listas de verbos con la correspondencia en vulgar, de ahí el provecho que podamos sacar. He aquí unos ejemplos de verbos activos (fs. 39v.-40): Aprecio as avi per aprear Emo is emi per comprar Sacio as avi per sadollar Cibo as avi per dar a menjar
No daremos la lista de todas estas gramáticas que sirvieron para la enseñanza hasta bien entrado el siglo xvi. 4. El Liber elegantiarum de Joan Esteve En el año 1489 aparecía en Venecia un curioso diccionario catalán-latín titulado Liber elegantiarum. El autor, según el explicit, fue, con nombre latinizado, Johannes Stephanus (Joan Esteve), notario de Valencia, cuya biografía nos es casi desconocida. La obra lleva una dedicatoria al médico «Ferario Torella» (Ferrer Torrella), fechada también en Valencia el 5 de enero de 1472. No parece, por el análisis interno, que el diccionario ya estuviese terminado en el momento de la dedicatoria, ya que hay alusiones a hechos posteriores, por ejemplo al sitio de Rodas de 1480. La importancia del Liber elegantiarum es grande para nuestra lexicografía y para la lexicografía románica en general, pues es uno de los primeros textos que, superando los simples glosarios y listas de equivalencias, trae, con una cierta técnica lexicográfica, voces y frases catalanas acompañadas de la correspondencia latina. La abundancia del material, con aparición de vocablos de procedencia valenciana, hacen que el Liber pueda jugar para el catalán un papel comparable al que juega el Universal Vocabulario de Alonso de Palencia para el castellano.
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El autor se propone darnos las equivalencias latinas de voces y frases catalanas. Hace, pues, por lo que parece, una obra para la enseñanza del latín. Con esta finalidad ofrece soluciones diferentes para expresar en la lengua sabia la palabra, el fragmento o el giro más adecuado. Así, aiustar o aplegar (a6v) viene traducido por 19 sinónimos: coniungere, cogere, conglutinare, coaddunare, cumulare… Esta abundancia llama la atención, porque también damos con el polo opuesto, hasta el punto de que es probable que el usuario no siempre encontrase la ayuda buscada: «Bossa ab molts bosichs. Loculus» (c3v). ¿Y otra clase de bolsas? Sin duda la primera equivalencia latina («Oroneta ocell. Prognes, Yrundo», n8v) no debe de ser la más conveniente, pero para encontrar hirundo sin otra compañía debemos acudir a la letra U, donde el dicho «Una oroneta no fa estiu» será interpretado por «Una enim hirundo vt dicitur ver non designat» (t5). Hasta qué punto el usuario se aclarará o no, lo dirá la siguiente muestra: «Ia és prop la primavera. Iam instat ver. Iam instat hyems» (i1v), pero «lo yvern se acosta. Instat ver. Instat hyems» (12v). Dado que estamos con las estaciones del año, notemos que la palabra hivern no ha tenido mucha suerte, ni por lo que atañe a la grafía ni a la equivalencia propuesta. Así, «Ivern: Bruma» (i4v) o «En les nits del ivern: hibernis noctibus, i. Hyemalibus» (f8), pero «La stància de la gent d’armes en lo hiveren [sic]: Hyberne. orum» (i5), y más adelante: «Que stigues fora en la alqueria estich molt maravellat com lo yveren [sic] ne vinga més val estar en la ciutat: Quod ruri te contineas quo tempore subeuntem iam yemem vrbs maxime colenda est non possum non mirari» (p8v). Y la primavera será «tempus vernum» (i5)… Estos ejemplos pueden producir una impresión un tanto injusta de nuestro Esteve; sin duda él conocía bastante bien el latín, pero su manera de actuar era caótica. Por otro lado, es seguro que le guiaba el interés de indicar la solución latina. Véase, por ejemplo, «Qui concorre ensems ab altri en amar una dona o donzella és dit Riualis» (q1). Es la palabra rivalis lo que busca. Si hablamos con terminología moderna, hemos de reconocer que la mayoría de las frases aducidas no constituyen un «texto», pues falta la coherencia semántica para constituir una unidad total de comunicación. Son fragmentos aislados, cortados arbitrariamente. Esto lo comprobamos desde el mismo comienzo del libro: «Ab aquest pacte que no vinga en mans de altre: Hac lege vt alterius non perueniat manus» (a2). La lengua catalana de partida, dispuesta según un orden alfabético arbitrario, no es completa. Del conjunto, falta quizá un tercio o incluso la mitad del léxico; es un inconveniente grave. ¿Fue utilizado este libro por alguien que no fuera el autor? Sin duda, el interés primordial del Liber elegantiarum reside en el hecho de que el corpus en romance pertenece todo a la modalidad valenciana. He aquí algunos valencianismos de nuestro Liber: agranar bellotes blanques oroneta
‘verere’ (a6v) ‘glans’ (c3) ‘garses’ (k4) ‘oreneta’ (n8v, t5)
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rabosa vesprada
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‘vulpes’ (q2v) ‘tarda’ (f8)
Sería deseable preparar una edición anastática del Liber elegantiarum. Esta futura edición debería ir acompañada de una extensa anotación, en donde fuesen indicadas las fuentes clásicas e italianas del Renacimiento en donde Esteve encontró los textos latinos. 5. Preocupación renacentista por el vulgar: las Regles d’esquivar vocables La segunda mitad del siglo xv es de absoluta normalidad lingüística. Poco a poco la poesía se ha librado de la esclavitud provenzalizante; pensemos en Ausiàs March, por ejemplo, y en la producción en prosa, muy conspicua, que es de excelente calidad: el Tirant lo Blanch o el Curial. Es verdad que el centro de gravedad de las letras catalanas se ha trasladado de Barcelona a Valencia, pues las tierras del Principado se han visto afectadas por la guerra civil contra Joan II (1462-1472) y sus secuelas. En Valencia observamos una madrugadora actitud de purismo lingüístico por parte de Bernat Fenollar (ca. 1438-1516), miembro destacado del grupo de poetas que pasaban el tiempo escribiendo intrascendentes obritas de ingenio o participando en concursos poéticos. Fenollar se empeñó en expulsar o bandejar del idioma las voces que le parecían demasiado vulgares. Así, allá por 1490 escribió una composición que, entre nosotros, refleja el interés del hombre del Renacimiento hacia la lengua materna, que él desea enaltecer y purificar. Mutatis mutandis, el afán purista de Fenollar cabe parangonarlo con el de un Pietro Bembo o con el de un Juan de Valdés en el siglo xvi ante los romances de Toscana y de Castilla. Que el resultado fuera diferente es otra cuestión. Sabemos, gracias a Onofre Almudèver (1561), que Fenollar fue autor de un Bandeig de voces consideradas rústicas. Desgraciadamente la obra se ha perdido, pero nos ha llegado la réplica del caballero Jaume Gassull, que describe irónicamente una supuesta protesta de los labradores valencianos que intentan incendiar la casa de Fenollar, con el pretexto de que este quería proscribir de su habla palabras y expresiones bien arraigadas entre ellos. Gassull aprovecha la ocasión para incluir en su sátira, titulada La brama dels llauradors de l’Horta de València contra lo venerable mossen Bernat Fenollar (escrita hacia 1496 y publicada por primera vez en 1561), muchas palabras vulgares, sin duda las mismas declaradas ilícitas por su compañero. El Bandeig de Fenollar tuvo un eco lejano en las llamadas Regles d’esquivar vocables o mots grossers o pagesívols (Badia 1950-1953), conservadas en un manuscrito misceláneo de Girona, escrito por el conocido archivero Pere Miquel Carbonell. La obrita de tres folios contiene unas trescientas palabras criticadas y la solución más correcta. Todo el mundo está de acuerdo en que las Regles no se han de tomar como una obra de Fenollar. Como mucho, se puede ver una consecuencia del Bandeig. Las Re-
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gles precisan al comienzo que están reunidos «mots o vocables los quals deu esquivar qui bé vol parlar la llengua catalana a juy del reverend prevere mossèn Fenollar e misser Hierònim Pau e altres hòmens diserts catalans e valentians e prestantíssims trobadors» (núm. 3). Las Regles son verdaderamente un tesoro para el conocimiento lingüístico del catalán en los aspectos fonéticos, morfológicos y léxicos. Sin exagerar se puede afirmar que representan para la lengua catalana un instrumento tan precioso como el Appendix probi lo es para el latín. Desde luego no podemos hablar de una obra lexicográfica. En primer lugar hay que indicar que los compiladores de las Regles tienen conciencia de las diferencias diatópicas del léxico catalán y que, con un criterio purista, rechazan lo que consideran dialectal en beneficio de un eje Valencia-Barcelona. Así, critican como no elegantes los términos propios de Mallorca, Ampurdán, Urgel y Xátiva. Añadimos que algunas propuestas de la primera parte de las Regles son cultismos que se contraponen a la solución popular: delme per voler dir dècima (núm. 62) cuydar per cogitar o creure (núm. 107) homey per dir homicidi (núm. 112) ledesme per legítim (núm. 196)
6. Una modesta liberación del latín: El vocabulari català-alemany i alemany-català En el año 1502 el impresor Joan Rosembach publicaba en Perpiñán un vocabulario catalán-alemán cuya pretensión era el aprendizaje autodidacta de la lengua ajena. Afortunadamente poseemos un facsímil publicado por Pere Barnils (1916) con una transcripción a pie de página y una introducción lingüística. Los completos índices alfabéticos de esta edición nos permiten renunciar a indicar cada vez el número de las palabras citadas o la página en donde se encuentran. En primer lugar es preciso señalar que nuestro texto no es original sino un calco de los vocabularios ítalo-alemanes. El autor catalán se limitó a traducir las voces italianas y a reemplazarlas por las correspondientes catalanas. He aquí algún ejemplo: Fredo Kalt en catalán: Fret kalt El arco nubel Der regen pogen en catalán: L’arch de pluya Der regen bogan en catalán: Clar temps Haiter zyt Chiaro tempo Lauter weter
Quisiéramos señalar dos peculiaridades morfológicas de nuestro Vocabulari. La primera es el mantenimiento de la -n final de las palabras oxítonas como canton, camín, preson, coton, etc. La otra peculiaridad es la desinencia en -o de la primera persona del singular del presente de indicativo de los verbos en -ar, cuando esta de-
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sinencia en aquella época apenas se oía en el Principado y nunca ha sido propia de Perpiñán: «jo vello ich wach», «jo me burlo», «jo sospiro», «jo vos demando», «non me curo», etc. Nuestro Vocabulari está lleno de problemas que aún reclaman la atención de los estudiosos. 7. El Nebrija catalán La verdadera innovación en el campo de la lexicografía es la realizada en 1507 con la adaptación al catalán del Lexicon latino-español de Elio Antonio de Nebrija del año 1492, realizada por el agustino fray Gabriel Busa. El objetivo se consiguió a bajo precio, pese a las exageraciones de Busa, pues se limitó a sustituir la palabra castellana por la correspondiente catalana. El Lexicon catalán se sitúa muy por encima de los repertorios medievales. Cataluña no entró en los nuevos tiempos con una aportación original sino llevada por la corriente nebrisense. Gracias a esta circunstancia tenemos un completo muestrario de voces hispánicas (castellano-catalán) confrontadas con el latín: latín: pinso – castellano y catalán: maiar escandia – batre lo farro o semola latín: tapetum – castellano y catalán: alhombra o alquetifa – tapit o catifa
Un discípulo de Nebrija fue Jeroni Amiguet, que sigue la misma técnica: latín: satur – castellano y catalán: harto – sadoll latín: verro – castellano y catalán: barrer – escombrar o agranar
Llegados al siglo xvi, muchas palabras ya no se conocen y entonces se habla de mots obscurs ‘voces oscuras’; por ejemplo, arma ‘ánima’, bran ‘espada’, exorch ‘estéril’, etc. 8. Los lexicógrafos no catalanes se ocupan del catalán Juan Lorenzo Palmireno se enriqueció con la obra del segoviano Andrés Laguna para su Vocabulario del humanista (1569), y de ahí las voces catalanas fueron acogidas en las columnas de otros repertorios como los de Onofre Pou (1575 y ss.) o de Pere Torra (1640 y ss.). En el Thesaurus puerilis de Onofre Pou tenemos una obra integradora. El autor hizo constar que «està primer lo vulgar en llengua Cathalana y Valenciana, y després lo llatí». Esto hizo que el libro fuese adoptado por los lexicógrafos posteriores, tanto valencianos como catalanes, y jugó un papel unificador. He aquí dos ejemplos:
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Albacores o figues flors (p. 61). Pastanagues o çafanòries (p. 47).
9. La lexicografía del siglo xvii Los tres diccionarios representativos del siglo xvii son instrumentos para la enseñanza del latín a los estudiantes catalanes. Se trata del Diccionari llatí-català (Fons verborum…) de Antoni Font, el Thesaurus de Pere Torra y el Gazophylacium de Joan Lacavalleria. 10. El siglo xviii: hacia la revitalización En el siglo xviii, disponemos de las Diccions espanyoles explicades en català de Baldiri Rexach, de la aportación del valenciano Carles Ros, del Vocabulari mallorquí-castellà de fray Antoni Oliver, de la obra lexicográfica de Antoni de Capmany, de los proyectos lexicográficos de la Acadèmia de Bones Lletres y de la aportación de Manuel Joaquim Sanelo. De este último autor tenemos un ramillete de términos valencianos sacados en su mayoría de fuentes escritas, aunque en alguna ocasión proporciona voces recogidas de la lengua viva como bellar, bumbot, enrònia. Hoy poseemos una hermosa edición del Sanelo, debida a Joseph Gulsoy (1964), que ha servido de fuente para que grandes eruditos hagan sus estudios, como Arnald Steiger (1932), que se ocupó de los arabismos, y de Joan Corominas, que la ha utilizado profusamente en sus publicaciones. 11. El siglo xix en el Principado En el siglo xix, cuando en toda obra lexicográfica está presente de alguna manera el castellano, comprobamos una gran efervescencia que se refleja en la confección de numerosos diccionarios del catalán. Ahora más que nunca las regiones lingüísticas pretenden mostrar su propia personalidad, incluso a cambio de negar una incuestionable unidad: aparecen diccionarios «valencianos», «mallorquines» y «menorquines». Cuando la macroestructura pretende abrazar el conjunto de la «lengua valenciana» o de la «llengua mallorquina», entonces se insiste (¿sinceramente?) en que la intención del autor es proporcionar a los naturales un instrumento para comprender el castellano, idioma de la Corte, de los tribunales, etc. 11.1. El Diccionari català-castellà-llatí de Fèlix Amat El Diccionari català-castellà-llatí de Fèlix Amat publicado per Esteve, Bellvitges y Juglà será el diccionario de la Pre-Renaixença; como el de Pere Labèrnia será el de la Renaixença.
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El diccionario de Esteve, Bellvitges y Juglà (o de Fèlix Amat) es un adelantado de la lexicografía catalana. Nacía como un fruto gestado en un ambiente de recuperación de la identidad nacional. El académico Fèlix Amat, contagiado por los afanes lexicográficos de sus compañeros de la Academia, empezó a recoger un gran número de cédulas o fichas para el proyecto de elaboración, en colaboración con aquellos, del ansiado diccionario. El Diccionario catalán-castellano-latino se imprimió en 18031805 y es el primero de los diccionarios impresos que incluye todo el conjunto léxico catalán ordenado alfabéticamente y con definiciones ajustadas. El objetivo del autor es conservar y salvaguardar las palabras de los antepasados. He aquí una muestra del modus operandi del autor y colaboradores, y abrimos el diccionario por una página cualquiera: Figuera. Higuera. Ficus. Fer figura. tenir autoritat y representació. Hacer figura. Spectabilem esse. Fils èls que tènen las arrels d’algunas plantas. Barbas, hebras. Stirpium tenuia fila. Posar fil a l’agulla. emprendre alguna cosa. Poner manos a la obra. Opus aggredi.
Es la primera vez que se recogen también voces dialectales, señalando además los sinónimos de la lengua general: espill remite a mirall, brossat a mató, gabèlla a tènda, etc.; los términos locales son calificados de «territ[orials]». No hay duda de que este diccionario es el punto de partida de toda la lexicografía moderna catalana. Inspirándose en este modelo, en 1806 apareció el Diccionario manual de la lengua catalana y castellana de Agustí Roca i Cerdà, y también el Diccionari català de fra Albert Vidal o el Diccionario castellano-catalán de fra Magí Ferrer. 11.2. El Diccionari de Pere Labèrnia (1839-1840) El léxico de la Renaixença, y prácticamente el único que en Cataluña gozó de prestigio y autoridad desde que apareció hasta la publicación del actual diccionario normativo, fue, ciertamente, el Diccionari de la llengua catalana ab la correspondencia castellana y llatina de Pere Labèrnia i Esteller (Traiguera, Maestrazgo 1802-Barcelona 1860). Pese a su procedencia geográfica, hemos de considerar que Labèrnia es, en cuanto a la lengua que emplea y a la ortografía, barcelonés: vivió siempre en el Principado, estudió en el Seminario Conciliar de Tortosa y en Barcelona, a partir de 1828 y hasta su muerte, fue profesor de humanidades. Según confiesa en el prólogo de su diccionario, comenzó a trabajar en la obra lexicográfica muy joven, cuando tenía 19 años, y la terminó en 1839, «després de divuyt anys de contínuo treball». Publicó el repertorio lexicográfico porque, desde hacía mucho tiempo, los «verdaders catalans» (Prolech, 1839, s.p.), es decir, «los que aman tot quant té relació ab las glorias de Catalunya» (Prolech, 1839, s.p.), sentían necesidad de un diccionario de la lengua que no solo fuese «rich en paraulas y en frases» (Prolech, 1839, s.p.) sino
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que a la vez «fixàs la pura y genuina pronunciació y ortografia del idioma català» (Prolech, 1839, s.p.). Hay que tener en cuenta esta intención depuradora y normativa de Labèrnia, pues el idioma se encontraba en un «estat de abjecció y descuyt […] alterat y desfigurat per la mescla de termes estranys, locucions y accents» (Prolech, 1839, s.p.), según hace constar en el prólogo. Él y todos los buenos catalanes desean recuperar el prestigio y el esplendor de una lengua de un pasado glorioso. Hay que buscar las verdaderas correspondencias entre los vocablos y frases de dos idiomas desiguales en verdad, si se atiende a la disparidad que hay entre una lengua que quedó como dormida hace tres siglos y otra que ha sido cultivada y ha seguido los progresos de la civilización. La edición del diccionario se inició el 18 de julio de 1839 con la constitución ante notario de la sociedad formada por el autor y otros miembros. La obra conoció varias reediciones hasta la última de los años 1888-1892. Durante el comienzo del siglo xx la obra de Labèrnia, en ediciones muy aumentadas y consideradas ya enciclopédicas, fue el punto de referencia obligado de todos aquellos que querían colaborar en la aportación de materiales al proyectado Diccionari de la llengua catalana de Antoni M. Alcover, el que luego será el Diccionari català-valencià-balear (DCVB). 12. El siglo xix: la lexicografía en Valencia Lluís Lamarca publicó en 1839 un vocabulario para valencianos, en donde busca señalar aquellas palabras difíciles (prescinde de voces corrientes como gos ‘perro’ o cadira ‘silla’). La importancia del repertorio de Lamarca se debe a haber reunido una buena cantidad de léxico valenciano vivo. Así, documenta palabras meridionales o por lo menos de la modalidad catalano-occidental como arguellat, batistot, birbar, bos, bresquilla, busquereta, fardaco, guaix, palleta de lladre, pigota, purna, rent, rogle, rònec, sambori, sàrria, sorolla, tàpera, tarquim, teuladí, tos. En este sentido el diccionario de Lamarca es de una importancia excepcional, pues se puede afirmar que las palabras que ha recogido tenían plena vigencia en la Valencia de la primera mitad del siglo xix. Ahora bien, también tiene limitaciones, sobre todo las inherentes al hecho de ser una sencilla lista, sin ninguna pretensión de exhaustividad. Por ejemplo, el autor ha buscado solamente el sentido raro de la palabra. Así, rosa es solo la enfermedad ‘alfombrilla’, canya (grafiada caña) es el instrumento de los vidrieros o ‘puntel’, y la única barra que cuenta es la ‘quijada’. La existencia de rosa, canya, barra, etc., con otras acepciones más corrientes se suponen conocidas por los usuarios y no se incluyen en la lista. Igualmente debemos señalar la existencia de la Miscelánea de Miquel Rosanes, el Vocabulari valencià-castellà de Josep M. Cabrera, el Diccionari de Josep Escrig y el Novísimo diccionario de Joaquim Martí i Gadea. Este es el desolado aspecto que ofrece la lexicografía valenciana. Un lugar intermedio entre la lexicografía y la recogida dialectal lo ocupa el Vocabulari del Maestrat
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de Joaquim Garcia Girona (Castellón, 1922). Se trata sin duda de la obra más importante y original aparecida en tierras valencianas en la época moderna. Las palabras han sido recogidas de primera mano y el autor indica la localización. Desgraciadamente este repertorio quedó interrumpido después de la letra G (416 pp.). Los materiales desaparecieron al morir el autor por tierras de Córdoba en 1928. Es una de las más sensibles pérdidas de nuestra filología. 13. El siglo xix: la lexicografía en las Baleares La actividad lexicográfica en las Islas durante el siglo xix fue importante. Desgraciadamente una gran parte de estos trabajos ha permanecido inédita. Aquí mencionaremos a Antoni Febrer i Cardona (1761-1841), por tratarse de una personalidad tan relevante de la cultura catalana en una época de decadencia generalizada, y su Diccionari menorquí, español, francês y llatí conservado en dos manuscritos completos y uno fragmentario, editado críticamente por Maria Paredes (Febrer i Cardona 2001). Se trata de una lista de correspondencias en estos cuatro idiomas a partir de la palabra menorquina. Por ejemplo: Ambòns / Embornales / Dalots / In navis lateribus foramina. Mascára / Tizne. Tizon / Tache de noir / Fuliginosa macula.
La importancia de las listas consiste en el léxico autóctono que recoge Febrer: sedas ‘sabañón’, padas ‘clase de molusco’. Otros repertorios de Baleares son: el de Pere Antoni Figuera, el diccionario de «Unos Amigos», el de Joan Josep Amengual, la obra lexicográfica de Josep Hospitaler, el diccionario inacabado de Josep Tarongí, el de Jaume Ferrer i Parpal, el vocabulario de Joan Benejam y el trilingüe de Salvador Fàbregues. 14. Recogida de la lengua antigua Los paladines de esta recogida son Marià Aguiló, Josep Balari y Julià-Bernat Alart. Marià Aguiló i Fuster a lo largo de su laboriosa vida logró recoger los materiales de lo que sería el llamado Diccionari Aguiló, publicado póstumamente por Manuel de Montoliu, Pompeu Fabra y Josep M. Casas Homs (Fabra / Montoliu 1915-1934). La actividad de Aguiló desborda el campo puramente lexicográfico. Este gran sabio de formación autodidacta es una de las figuras más atractivas de la Renaixença. Cabe usar la expresión filología en un sentido amplio. Josep Balari tiene puntos de contacto con la actividad de Aguiló. El Diccionari Balari (Balari 1926-1936) es también una recogida póstuma de los materiales reunidos por el autor, publicada por Manuel de Montoliu. Balari, catedrático de griego
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de la Universidad de Barcelona, tuvo interés también por otras materias: introdujo un método de taquigrafía, se interesó por la toponimia y publicó unos valiosísimos Orígenes históricos de Cataluña (1899). Este diccionario de Balari, que nos ha llegado incompleto, debido a la guerra civil española (se interrumpe en la letra G y el último lema es gutaperxa), contiene voces antiguas y voces contemporáneas del autor, por ejemplo de las empleadas por el poeta Jacint Verdaguer. Comprobamos que Balari coleccionó para su inventario no solo materiales antiguos, sino igualmente lo que aparece en la producción de sus contemporáneos. Eso es un punto positivo que debemos subrayar. Téngase presente que un lexicógrafo tan conspicuo como Émile Littré desdeña completamente en su Dictionnaire de la langue française la obra de un Balzac o de un Baudelaire… El rosellonés Julià-Bernat Alart se propuso recoger y publicar numerosos documentos y preparó un fichero que consta de catorce volúmenes conocido como Essai de dictionnaire historique de la langue catalane. La utilización sistemática de este imponente repertorio puede dar espléndidos resultados. Es desolador que el diccionario histórico de Alart haya quedado inédito y no tengamos acceso a él. 15. El Diccionari català-valencià-balear de Alcover-Moll (DCVB) La aventura lexicográfica de mayor empuje llevada a cabo en las tierras catalanas es el Diccionari català-valencià-balear (DCVB) en diez volúmenes aparecidos entre 1926 y 1962. El título, desde un punto de vista científico, resulta extraño, y sin embargo ha jugado un papel unificador al hacer referencia a las tres grandes regiones de la lengua. La idea de Antoni M. Alcover (Manacor 1862-Palma 1932) era la de publicar un tesoro lexicológico del catalán en todas sus variedades: lengua antigua y moderna, literaria y dialectal o familiar. Así, emprendió un gran vaciado de textos de las diversas épocas y una recogida sistemática de las hablas vivas mediante encuestas dialectológicas in situ. Así forjó un imponente fichero («la calaixera») y con estos materiales constituyó el corpus. En 1921 Francesc de B. Moll (Ciutadella 1903-Palma 1981) pasó a colaborar en el diccionario y esta circunstancia aseguró la continuación de la obra después de la muerte del iniciador en 1932. La microestructura comprende para cada lexema la definición de los distintos semas según una agrupación lógica. Se procura que las acepciones vengan «autorizadas» con textos, de manera que resulta una historia de la palabra considerada. Se señalan también las áreas léxicas mediante abreviaturas (por ejemplo, s.v. clenxa: «or. occ. val. men. eiv.»). Generalmente para las palabras más usuales viene consignado un aparato de locuciones, el cual tiene a menudo un valor etnológico extraordinario. El aspecto de la cultura popular está representado de una manera adecuada; por un lado, con dibujos e ilustraciones; por otro, con la recolección de canciones (con melodías), refranes, creencias del pueblo, etc. Sigue la transcripción fonética, que corresponde a la de las
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diferentes comarcas o incluso a la de cada pueblo, si se trata de términos patrimoniales; para los cultismos figura solamente la pronunciación tipificada de las capitales: Barcelona, Valencia, Palma (falta Perpiñán). En otra sección se incluyen los derivados de sustantivos y adjetivos, cuando son importantes, y a veces hay una con los sinónimos. La última parte está destinada a la etimología, en general de manera sucinta. Toda esta información —lingüística, filológica, etnográfica, etc.— hace del DCVB una obra singular. Normalmente cualquier lengua culta ofrece unos materiales así distribuidos en publicaciones separadas: diccionario de la lengua antigua, de los dialectos, diccionario de flora y fauna, diccionario folklórico. El Alcover-Moll, como también se le conoce, permite de un vistazo abrazar todos estos aspectos a la vez. Digamos que el diccionario de Alcover-Moll es una de las realizaciones lexicográficas más admirables producidas por la filología románica, y un motivo de orgullo para el pueblo al que va dedicado. 16. El Diccionari general de la llengua catalana de Pompeu Fabra (DGLC) El Diccionari general de la llengua catalana, redactado por Pompeu Fabra i Poch (Gracia, Barcelona 1868-Prada 1948), ha llegado a ser el diccionario normativo, y, por este motivo, incluye muy escasas referencias a variantes dialectales, sin indicar su localización geográfica. En realidad, el Institut d’Estudis Catalans se había fijado la tarea de establecer un gran inventario lexicográfico y había confiado la realización a un equipo reducido bajo la dirección de Pompeu Fabra. Este había sido el verdadero promotor de la reforma ortográfica del año 1913 y él mismo llevó a cabo el Diccionari ortografic (1917). El proyecto del diccionario del Institut comprendía un repertorio exhaustivo de todas las palabras que han tenido existencia a lo largo del tiempo y además el elenco de los vocablos de la lengua común que el Institut juzgaba admisibles. Este doble proyecto nunca se pudo concretar. En la época de la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), y ante los obstáculos administrativos, Pompeu Fabra se encargó de redactar una obra más modesta, que pusiese al alcance del público un repertorio de la lengua culta, en la cual estuviesen presentes los progresos metodológicos conseguidos por el estudio de la lingüística catalana. Fabra invirtió en ello seis años, y en 1932, ya en el período autonómico de la Generalitat, apareció bajo su nombre el Diccionari general de la llengua catalana (DGLC). El autor veía en él una especie de avance del futuro diccionario del Institut (lo calificó de canemàs ‘cañamazo’). Pese a ello, el público y el mismo Institut han otorgado a esta obra el carácter normativo; así, si un término no se halla ahí incluido, se considera no aceptable en la lengua literaria común. La obra ha conocido más de veinte ediciones, incluida la primera edición póstuma de 1954, y no parece que ninguna otra publicación oficial del Institut o privada le puedan disputar el carácter de «canon» académico de la lengua.
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Nosotros hemos podido averiguar que el Dictionnaire General de la Langue Française de Hatzfeld, Darmesteter y Thomas (ca. 1900) ha sido el mentor constante, ya empezando por el mismo título, de la labor de Pompeu Fabra (véase Colón / Soberanas 1985: 227). 17. El Diccionari del Institut d’Estudis Catalans (DIEC) Después de un largo periodo de silencio, el Institut se decidió a sacar una nueva obra lexicográfica, el Diccionari de la llengua catalana. En la primera edición de 1995 (DIEC1) mantiene todo el léxico del Fabra y procura alejarse de los dialectalismos, que son designados con la perífrasis «En algunes contrades». La segunda edición (DIEC2), en cambio, incorpora voces que no estaban en el Fabra (DGLC): alacrà, aladre, aladroc, alfardó, aliacrà, bac, bellota, boçar, borumballa, cabrerot… y léxico moderno de la técnica, de la aviación, etc. En la actualidad el Institut prepara el Diccionari descriptiu de la llengua catalana, que se basa en un corpus literario y no literario, y que tendría que ser el recipiendario al menos de los términos dialectales que contiene el corpus en que se ha basado. Por otro lado, Colón / Perea (2013) constataron, para el léxico valenciano, ausencias notables en el DIEC2 de formas usuales, como: a) variantes formales de otros términos, como gorradura (est[ándar] granellada) ‘sarpullido’, prunyó (est. penelló) ‘sabañón’, mineta (est. animeta) ‘lamparilla para alumbrar’ y esquellola (est. escaiola) ‘alpiste’; b) palabras que reflejan usos antiguos: micapà (est. cataplasma) ‘cataplasma’ y mal de ciment (est. sífilis) ‘sífilis’; c) presuntos castellanismos: pegar (est. encomanar) ‘contagiar’, panoli (est. beneit) ‘un primavera’, monyica (est. canell) ‘muñeca’; d) términos relacionados con la agricultura: llastra de terra (est. llenca de terra) ‘longuera’ y llepó ‘(est. llim) ‘cieno, lodo’; e) palabras exclusivamente valencianas: arguellat (derivado de arguell) (est. flac, escarransit) ‘escuchimizado’, cotó en pèl (est. cotó fluix) ‘algodón en rama’, malfatà (est. malvat) ‘haragán’, estufador (est. sarbatana) ‘cerbatana’, gobanella (est. canell) ‘muñeca’, blanca (est. garsa) ‘urraca’, desmorrellat (est. escantonat) ‘desportillado’, adí (est. ufania) ‘ufanía. Estas palabras y otras muchas de otras variedades dialectales, que constituyen la riqueza léxica del catalán, tendrían que ser acogidas en la versión descriptiva del diccionario del Institut, que es independiente del repertorio normativo. Referencias bibliográficas Almudèver, Onofre (1561): «Epístola proemial als lectors», en Jaume Roig, Llibre de les dones. València.
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387
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18. EL LÉXICO DIALECTAL DEL ESPAÑOL DE ESPAÑA EN LOS DICCIONARIOS GENERALES Cecilio Garriga Escribano Universitat Autònoma de Barcelona [email protected]
►► Resumen
El capítulo trata del estado actual de la información dialectal del español de España en los diccionarios generales. Hasta ahora se ha estudiado la presencia o ausencia de las voces dialectales en el diccionario académico, pero este trabajo presenta la situación actual de este léxico en algunos de los diccionarios más importantes: el Diccionario de la lengua española de la Real Academia (2014), el Diccionario de uso del español de María Moliner en sus tres ediciones (1966-1967, 1998 y 2003), el Diccionario del español actual de Manuel Seco et al. (1999), el Clave: Diccionario de uso del español actual (2012), y repasa algunos otros diccionarios del panorama lexicográfico del español. La conclusión es que existen dos corrientes: la de los diccionarios que siguen la tradición de la Academia de recoger los regionalismos españoles de manera generosa y con gran diversidad de marcas, con todas las dificultades y contradicciones que ello genera, y la de los diccionarios que evitan estos problemas no proporcionando información sobre estas voces. Solo podrá mejorar este panorama mediante una mayor confluencia entre la lexicografía y la dialectología. ►► Palabras clave Regionalismos, dialectos, español peninsular, diccionario de la lengua española.
Dialect words in the Spanish of Spain in general dictionaries ►► Abstract
This chapter addresses the current status of information on language variation within Peninsular Spanish in general Spanish-language dictionaries published in Spain. While the presence or absence of regional terms in the dictionary of the Spanish Royal Academy has been studied previously, this chapter reviews the status of regional terminology in several of the most important Spanish dictionaries: The Real Academia’s Diccionario de la lengua española (2014), the three editions of the Diccionario de uso del español by María Moliner (1966-1967, 1998 and 2003), the Diccionario del español actual by Manuel Seco (1999), and the Clave: Diccionario de uso del español actual (2012); and also reviews several other Spanish-language dictionaries that are currently used. The conclusion is that two trends can be identified. Some dictionaries define a large number of Peninsular Spanish regionalisms and include a wide range of regional specifications, with all the difficulties that this entails. Other dictionaries steer clear of these difficulties by not including any regionalisms whatsoever. This situation can only be improved through closer cooperation between the fields of Spanish lexicography and Spanish dialectology. ►► Keywords Regionalisms, dialects, Peninsular Spanish, Spanish language dictionary.
390
CECILIO GARRIGA ESCRIBANO
1. Introducción El propósito de este capítulo no es trazar una historia de la presencia y del tratamiento del léxico dialectal en la lexicografía del español, sino estudiar qué se encuentra un lector actual cuando usa un diccionario general de la lengua española, en referencia a las variedades del español de España. Tampoco se trata, por tanto, de las variedades del español americano, estudiadas por José Carlos Huisa en este mismo volumen, y que han recibido una gran atención por parte de la Real Academia a raíz de la política panhispánica emprendida de un tiempo a esta parte. La bibliografía sobre estos aspectos es amplia y, sin pretensión de ser exhaustivo, puede servir para identificar los temas que más han preocupado a los investigadores. Así, existen estudios diversos sobre la relación entre la dialectología y la lexicografía (Casares 1944; Fernández-Sevilla 1974; Salvador 1980 y 2003; Ettinger 1982; Alvar Ezquerra 1996; Perdiguero 1996; Abad 2000), y concretamente sobre la relación entre atlas lingüísticos y diccionarios (Alvar 1982; Navarro 1990 y 1996). También son numerosos los trabajos que señalan la presencia de las diferentes variedades peninsulares en el Diccionario de la lengua española de la Real Academia (Alvar Ezquerra 1998 y Ahumada 2001 para el andaluz; Salvador 1991, Aliaga 2000 y Arnal Purroy 2016 para el aragonés; Campos Souto / Pérez Pascual 2003-2004, 2004, 2006, y González Sarmiento 2006 para el gallego; Pérez Vidal 1947, Corrales 1982 y 1992, y Ortega 2004 para el canario; Le Men 1998 para el leonés; Muriano 2001 para el salmantino; Rodríguez-Izquierdo 1990 para el sevillano; Gómez Solís 2006 para los provincialismos de Córdoba; Saralegui / Tabernero 1998, 2001a y 2001b para los navarrismos; Echevarría 2012 para los alavesismos, etc.). Pero también han sido frecuentes los estudios sobre la ausencia de léxico dialectal en las ediciones académicas (Toro 1920; Ortiz 1988; Navarro 1990 y 1992, etc.). Las reflexiones que se hallan en los prólogos de las ediciones académicas acerca de los regionalismos se han analizado en Aliaga (1991), Alvar Ezquerra (1993a) y Le Men (2001). Por último, se ha prestado atención al léxico dialectal presente en algunos diccionarios clásicos del español, como el de Nebrija (Alvar Ezquerra 1996-1997), Covarrubias (Eberenz 1992), Autoridades y los primeros diccionarios académicos (Alvar Ezquerra 1991 para los aragonesismos, y Campos Souto / Pérez Pascual 2012 y 2014 para los galleguismos), el de Terreros (Guerrero Ramos 1992), o desde el punto de vista de un determinado dialecto, como el caso de los canarismos en la lexicografía no académica (Corrales / Corbella 2014), etc. Este repaso demuestra, al menos, dos cosas: que el Diccionario de la lengua española de la Real Academia ha centrado casi en exclusiva el interés de los investigadores, y que este interés se ha dedicado fundamentalmente a señalar la presencia o ausencia del léxico dialectal en el repertorio oficial. Los estudios más generales, los que no se limitaban a señalar la ausencia o presencia del léxico dialectal, se planteaban hasta qué punto un diccionario general «puede dar cabida a las voces que solo se usan en restringidas zonas geográficas» (Fernández-Sevilla 1974: 111). Se señala que el Diccionario de la lengua española, desde su
EL LÉXICO DIALECTAL DEL ESPAÑOL DE ESPAÑA
391
primera edición de Autoridades, se ha mostrado abierto al léxico regional (Salvador Rosa 1985), pero también se advierte de que no se puede «llenar un diccionario de particularidades localistas» (Casares 1944: 44). Como explica Abad (2000: 169), el mismo Casares confesaba no encontrar una solución satisfactoria que evitara la heterogeneidad con que se recogían las voces regionales en el diccionario académico. Es conocida la falta de ponderación del diccionario académico respecto al léxico regional (Le Men 2001). Alvar Ezquerra (1996: 54) explica las razones: «por lo general, la inclusión de voces marcadas diatópicamente en los diccionarios no ha seguido un método riguroso, sino que se ha debido a actitudes personales de los lexicógrafos, a sus conocimientos, a sus intuiciones y a las ayudas parciales prestadas por otros». A menudo se ha destacado la necesidad de acudir a los estudios de geografía lingüística para paliar este problema, en especial a los atlas lingüísticos, a pesar de sus limitaciones (Alvar 1982; Alvar Ezquerra 1993b: 314; Aliaga 1999; Abad 2000: 170). Pero los progresos en esta disciplina no tienen un traslado sencillo a los diccionarios. En este estudio se comprueba que la situación de los regionalismos en la última edición del Diccionario de la lengua española de la Real Academia (DRAE-2014)1 no ha variado significativamente respecto de la señalada por los estudios de ediciones precedentes, y se compara con el tratamiento dado a este léxico por otros diccionarios generales del español. 2. El Diccionario de la lengua española (DRAE-2014) La 23ª edición académica ofrece en el preámbulo los datos de la renovación realizada (DRAE-2014: xi): «[…] frente a las 88.431 de la anterior ofrece ahora 93.111 entradas, con un total de 195.439 acepciones. Se han introducido cerca de 140.000 enmiendas que afectan a unos 49.000 artículos». Estos datos difieren de los que proporciona la aplicación DIRAE.es, que habla de «87.718 lemas, de los cuales 1.337 son lemas nuevos». En cualquier caso, el preámbulo no hace alusión alguna a los regionalismos, y solo en el apartado «La vigesimotercera edición del Diccionario de la Real Academia Española» se encuentra información relativa a la «marcación geográfica», aunque está referida a algunas variantes del español de América (DRAE-2014: xlv): En cuanto a la marcación geográfica, a partir de esta edición se utiliza la marca «Am.» (América) para aquellas acepciones con uso atestiguado en catorce países americanos o más. Las marcas «Am. Mer.», «Am. Cen.» y «Ant.» se ponen a las acepciones cuyo uso se documenta, respectivamente, en los nueve países de América Meridional, en los seis de América Central y en los tres de las Antillas. Se ha introducido la marca «EE. UU.» para Aunque en esta 23ª edición la abreviación del diccionario académico es DLE (Diccionario de la lengua española), a diferencia de los anteriores, donde se utilizaba DRAE (Diccionario de la Real Academia Española), mantendré esta denominación tradicional. 1
392
CECILIO GARRIGA ESCRIBANO
los Estados Unidos de América. Además, se ha procurado incorporar en un mayor número de ocasiones la marca correspondiente a España («Esp.»).
Se pueden encontrar menciones de nuevo a los regionalismos en los artículos de muestra (se ofrece un ejemplo de «Información sobre uso regional de España» referido al andalucismo reciente ‘levadura’) (DRAE-2014: xlix), y en las «Advertencias», al explicar el criterio de ordenación de las acepciones, ya que uno de ellos es el de «marcación». Así, se dice que (DRAE-2014: lii): […] las acepciones no marcadas tienden a anteponerse a las marcadas. Dentro de estas, van primero las acepciones que tienen marcas correspondientes a los niveles de lengua o registros de habla, después las que llevan marcas técnicas, después las que tienen marcas geográficas (y dentro de ellas, primero las de España y luego las de América y Filipinas) y finalmente las que llevan una marca de vigencia.
Es en la tabla de «Abreviaturas y signos empleados» (DRAE-2014: lv-lviii) donde se puede hallar una primera información implícita acerca de los regionalismos incluidos en el Diccionario, porque entre las abreviaturas se identifica un buen número que se refiere a la localización en el uso de las voces: Ál. Álava Alb. Albacete Alm. Almería Andalucía And. Ar. Aragón Asturias Ast. Áv. Ávila Badajoz Bad. Bal. Islas Baleares Bilbao Bil. Burg. Burgos C. Real Ciudad Real Các. Cádiz Can. Canarias Cantb. Cantabria Cast. Castilla Cat. Cataluña Córd. Córdoba Cuen. Cuenca Ext. Extremadura Gal. Galicia Gran Can. Gran Canaria Granada Gran.
Guad. Guip. Huel. Hues. Mad. Mál. Man. Mur. Nav. P. Vasco Pal. Sal. Seg. Sev. Sor. Ter. Tol. Val. Vall. Vizc. Zam. Zar.
Guadalajara Guipúzcoa Huelva Huesca Madrid Málaga La Mancha Murcia Navarra País Vasco Palencia Salamanca Segovia Sevilla Soria Teruel Toledo Valencia Valladolid Vizcaya Zamora Zaragoza
Tabla 1. «Abreviaturas y signos empleados» (DRAE-2014: lv-lviii)
393
EL LÉXICO DIALECTAL DEL ESPAÑOL DE ESPAÑA
Claro que no son estas las únicas indicaciones que señalan la localización geográfica de un uso, sino que también hay otras, no presentes en esta tabla, que aparecen sin abreviar, como Jaén, León o Rioja. Y además, una novedad en esta 23ª edición ha sido la introducción de una abreviatura «dialect.» como marca, aunque ya aparecía en la edición anterior como abreviatura, usada siempre en el paréntesis etimológico2. La distribución de voces marcadas con cada una de estas indicaciones es bastante irregular. Sabemos que, aunque la Academia siempre se mostró interesada por este tipo de voces, es en la 15ª edición (DRAE-1925) cuando se produce la incorporación masiva de regionalismos (Garriga / Rodríguez Ortiz 2007: 272). Por otro lado, como es sabido, el método de revisión del Diccionario de la lengua española de la Real Academia se basa en la incorporación de nuevas voces o acepciones y en la introducción de enmiendas sobre la edición anterior. Por eso es útil conocer el número de voces marcadas geográficamente en la última edición, comparando los datos con los de las dos ediciones anteriores, la 22ª (DRAE-2001) y la 21ª (DRAE-1992). Para ello, hemos aprovechado los datos que proporcionan los cederrones de la 21ª y 22ª ediciones a través de la opción «Índice de abreviaturas y marcas». Para la edición actual, he utilizado los datos que se obtienen de la aplicación DIRAE.es3. Los resultados son los siguientes, referidos siempre a número de acepciones: 1992
2001
2014
Ál.
Álava
277
259
239
Alb.
Albacete
48
49
45
Alm.
Almería
13
9
9
And.
Andalucía
879
760
706
And. Oriental
Andalucía oriental
1
-
-
Ar.
Aragón
1131
720
661
Ast.
Asturias
319
260
240
Áv.
Ávila
21
21
21
Bad.
Badajoz
13
15
14
Bal.
Islas Baleares
-
3
3
Barc.
Barcelona
1
1
-
Bil.
Bilbao
1
1
1
Se trata de los siguientes casos: cabilla, camelote1, despilfarrar, despullar, esteva, mayal, millaca, mollero, morcella y pielgo (DRAE-2001). 3 En el momento de elaborar este estudio no estaba disponible la herramienta «Diccionario avanzado» de Enclave RAE, a través de la cual se puede acceder a la búsqueda de las voces por «facetas», entre las que se encuentra la de «Geografía». No debe extrañar, por tanto, que los datos numéricos no coincidan exactamente con los que proporciona Enclave RAE. No obstante, las conclusiones del análisis siguen siendo válidas. 2
394
CECILIO GARRIGA ESCRIBANO
Burg.
Burgos
69
76
71
C. Real
Ciudad Real
2
2
2
Các.
Cáceres
5
13
13
Cád.
Cádiz
15
13
13
Can.
Canarias
164
172
169
Cantb.
Cantabria
257
234
212
Cast.
Castilla
7
5
5
Cat.
Cataluña
3
10
10
Córd.
Córdoba
13
17
17
Cuen.
Cuenca
32
28
28
Esp. orient.
España oriental
-
-
4
Ext.
Extremadura
110
81
85
Gal.
Galicia
55
67
62
Gran Can.
Gran Canaria
1
1
1
Gran.
Granada
38
23
23
Guad.
Guadalajara
14
17
17
Guip.
Guipúzcoa
6
5
5
Huel.
Huelva
3
5
5
Hues.
Huesca
7
80
77
Jaén
Jaén
6
15
16
León
León
210
202
202
Lev.
Levante
6
-
-
Mad.
Madrid
-
1
1
Mál.
Málaga
16
24
22
Man.
La Mancha
30
27
29
Mur.
Murcia
371
258
246
N. Burg.
Norte de Burgos
1
-
-
Nav.
Navarra
180
75
72
P. Vasco
País Vasco
10
28
26
Pal.
Palencia
60
85
85
Rioja
La Rioja
134
117
107
Sal.
Salamanca
574
536
506
Seg.
Segovia
26
30
30
Sev.
Sevilla
7
16
16
Sor.
Soria
38
22
21
Ter.
Teruel
5
26
23
Tol.
Toledo
14
10
10
395
EL LÉXICO DIALECTAL DEL ESPAÑOL DE ESPAÑA
Val.
Valencia
20
14
14
Vall.
Valladolid
42
52
50
Vizc.
Vizcaya
38
35
31
Zam.
Zamora
66
104
97
Zar.
Zaragoza
7
10
7
Tabla 2. Voces marcadas geográficamente en las ediciones del DRAE
A estos habría que sumar las 20 acepciones que aparecen con la nueva marca «dialect.», para señalar casos como: afogar. 1. tr. desus. ahogar1. Era u. t. c. prnl. U. c. dialect. cunero, ra. 3. adj. desus. expósito. U. c. dialect. U. t. c. s. yanta. f. desus. Comida del mediodía. U. c. dialect.
Si se presta atención a la situación actual, se observa que los regionalismos más numerosos en el Diccionario son los de Andalucía (706 acepciones), Aragón (661)4, Salamanca (506), Murcia (246), Asturias (240), Álava (239), Cantabria (212), León (202), Canarias (169) y La Rioja (107). Contrariamente, las indicaciones con menos representación son las de Bilbao, Gran Canaria y Madrid (1 acepción), Ciudad Real (2), Islas Baleares (3), España oriental (4), Castilla, Guipúzcoa, Huelva (5), Zaragoza (7) y Almería (9). Atendiendo a los cambios experimentados en las tres últimas ediciones, cabe señalar una tendencia a la disminución de las acepciones marcadas. Se puede observar más significativamente en los siguientes casos: 1992
2001
2014
2014-1992
Aragón
1131
720
661
–470
Andalucía
879
760
706
–173
Murcia
371
258
246
–125
Navarra
180
75
72
–108
Asturias
319
260
240
–79
Salamanca
574
536
506
–68
Cantabria
257
234
212
–45
4 Estos recuentos pueden variar si se incluyen las acepciones marcadas segregadas por provincias. Por ejemplo, en Arnal Purroy (2016), donde se suman las marcas de Aragón, Huesca, Teruel, Zaragoza, U. en Aragón / en el Alto Aragón, en Huesca, e incluso en Esp. orient., la cifra en el DRAE-2001 alcanza las 857 acepciones. Agradezco a la autora que me haya facilitado los datos de este estudio antes de ser publicado.
396
CECILIO GARRIGA ESCRIBANO
Álava
277
259
239
–38
Extremadura
110
81
85
–25
Tabla 3. Evolución de las voces más numerosas marcadas geográficamente
Este es un proceso global de reducción de acepciones marcadas geográficamente, si hacemos caso a los datos que arrojan los cederrones disponibles, ya que se pasó de 6244 marcas geográficas empleadas en el DRAE-1992 a 4910 marcas en el DRAE2001, en lo que parece una voluntad de reducir o racionalizar este tipo de información. En la muestra del 5 % de las acepciones con marca regional que he utilizado para este estudio, aparecen ejemplos de supresión como los siguientes: abete1. 1. m. desus. abeto. U. en el Alto Aragón. afreñir. 1. tr. rur. Cantb. Quebrantar o deshacer los terrones con el rastro después de arar. babanco. 1. m. Sal. Persona boba. tejeringo. 1. f. And. y Bad. churro (fruta de sartén).
Sorprende, en cambio, el crecimiento de voces en algunas de las localizaciones, como en el caso de Huesca, que pasa de 7 acepciones en el DRAE-1992 a 80 en el DRAE-2001; o como Zamora, que pasa de 66 en el DRAE-1992 a 104 en el DRAE-2001. También se observa la desaparición de alguna de las marcas, como ocurre con Andalucía Oriental, Barcelona, Levante, Norte de Burgos, ya muy poco representadas en el DRAE-1992. En cualquier caso, contabilizar el número de regionalismos en el Diccionario de la lengua española es tarea bien compleja, ya que es habitual que una acepción esté marcada como propia de dos o más zonas diferentes, y que se utilicen comentarios referidos a la adscripción geográfica de las voces en vez de las habituales abreviaturas. No obstante, en la última edición (DRAE-2014) se ha hecho un esfuerzo por abreviar siempre estas indicaciones, ganando así en sistematicidad: DRAE-2001
DRAE-2014
cucar. 3. tr. desus. Hacer burla. U. en Salamanca y Honduras.
cucar. 3. tr. desus. Hacer burla. U. en Sal. y Hond.
delgazar. 1. tr. desus. adelgazar. U. en Asturias, La Rioja y Salamanca.
delgazar. 1. tr. desus. adelgazar. U. en Ast., Rioja y Sal.
sinjusticia. 1. f. desus. injusticia. En Andalucía, Aragón y Puerto Rico, u. c. vulg.
sinjusticia. 1. f. desus. injusticia. En And., Ar. y P. Rico, u. c. vulg.
Tabla 4. Muestra comparativa entre el DRAE-2001 y el DRAE-2014
La consecuencia es que esta información, en la última edición del Diccionario de la lengua española, aparece siempre abreviada, aunque lo más habitual es que se proporcione en ese espacio previo a la definición reservado habitualmente a las marcas abreviadas:
EL LÉXICO DIALECTAL DEL ESPAÑOL DE ESPAÑA
397
abrezar. 1. tr. Áv., Các., Sal., Vall. y Zam. acunar (mecer en la cuna). arán. 1. m. Ál. y Vizc. endrino (ciruelo silvestre). ‖ 2. m. Ál. y Vizc. endrina. camota. 1. f. fest. Burg. cabeza (parte superior del cuerpo). 2. f. Burg. cabeza (de un clavo o alfiler). ‖ 3. m. y f. Mur. cabezota.
No es extraño que las adscripciones geográficas españolas se combinen con las americanas: algotro. 1. adj. indef. And., El Salv., Hond., Méx., Nic., Perú y Ven. Algún otro. U. t. c. pron. carozo. (…) 3. m. Esp. occid., Arg., Bol., Chile, Ec., Méx., Par., Ur. y Ven. Cada una de las diferentes partes más o menos duras de frutas. dita. 1. f. Alb., Chile, Guat. y Méx. deuda (‖ obligación de pagar).
Por último, es frecuente que las marcas geográficas aparezcan junto a marcas sobre la vigencia de uso o sobre el nivel de lengua: escullir. 1. intr. coloq. Mur. Resbalar, caer. físico. 4. m. y f. desus. Profesor de medicina, médico. En Cast., u. c. rur. tozalbo. 1. adj. rur. Ar. Dicho de una res: Que tiene la frente blanca.
Es difícil contabilizar los casos de cada combinación que hay en el Diccionario, pero a partir de un recuento del 5 % de las acepciones con alguna marca regional se obtienen los siguientes datos: • El 15 % aproximadamente de las acepciones combinan más de una marca dialectal. • El 10 % aproximadamente de las acepciones combinan una marca regional española con marcas referidas al español americano. • El 23 % aproximadamente de las acepciones combinan la marca dialectal con una marca de uso, ya sea de vigencia (desus.: 5 %) o de nivel (rur.: 11.5 %, coloq.: 5 %, vulg.: 1.5 %). Desde luego, la combinación más habitual en la muestra utilizada es la de acepciones marcadas como propias de Aragón con alguna marca de uso: aguacha. 1. f. vulg. Ar. Llovizna fría.‖ 2. f. vulg. Ar. Agua encharcada y corrompida. amelgar. 2. tr. rur. Ar. Amojonar alguna parte del terreno, en señal del derecho o posesión que en ella tiene alguien. bolchaca. 1. f. coloq. Ar. bolsillo (bolsa de una prenda de vestir). U. t. en sent. fig. carrazo. rur. Ar. Racimo pequeño, principalmente de uvas. chanfla. 2. f. rur. Ar. chapuza (trabajo mal hecho). despidida. 1. f. rur. Ar. Salida, desaguadero. fenazo. 1. m. rur. Ar. lastón.
398
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jadiar. 1. tr. rur. Ar. Cavar con la jada. leñar. 1. tr. rur. Ar. Hacer o cortar leña. mazo. 5. m. rur. Ar. Badajo de la campana. torcedor. 4. m. rur. Ar. acial (instrumento para que estén quietas las bestias). zoca2. 1. f. rur. Ar. tocón (parte del tronco de un árbol).
El último dato significativo que se extrae de la muestra estudiada es que solo el 20 % de las acepciones con marca regional del DRAE-2014 ha sido objeto de algún cambio; es decir, el 80 % de los regionalismos de la edición actual no ha experimentado cambio alguno respecto a la edición del DRAE-2001. 3. El Diccionario de uso del español (DUE) de María Moliner Como apunta Porto Dapena (2003: 167), después del DRAE, el DUE es el diccionario moderno sobre el que más se ha escrito. Y aunque va por la tercera edición (DUE2007), la mayor parte de los estudios hacen referencia a la edición original (DUE1966-1967), como los que se recogen en Casas / Penadés (1988). La bibliografía sobre tan apreciada obra, sin embargo, no se detiene a tratar los regionalismos recogidos. La misma María Moliner no hace referencias a ellos en su presentación, aunque hay que entender por descarte que recoge los regionalismos que contenía la edición vigente en ese momento del diccionario académico (DRAE-1956) cuando explica la extensión del DUE (1966-67: xxiv): Están incluidas en el presente diccionario todas las voces contenidas en el D.R.A.E., con las excepciones siguientes: algunas palabras de uso ciudadano que son simples variantes de las usuales o actuales; ciertas palabras, tales como tecnicismos sólo interesantes para técnicos, nombres de instituciones antiguas, de pueblos antiguos, etcétera, de las que hay motivos para suponer que faltan en el diccionario muchas más de la misma clase que podrían figurar con el mismo derecho, americanismos de raíz no española sin algún interés particular; y derivados no usuales, que no ofrecen ninguna particularidad en su derivación.
Tampoco la tabla de abreviaturas del diccionario ofrece pistas sobre la presencia de este vocabulario en el DUE-1966-1967, ya que no aparece ni una sola abreviatura que se refiera a una indicación geográfica. Sin embargo, la lectura detenida del diccionario muestra cómo los regionalismos están incluidos y marcados, aunque sin abreviar, con la indicación en el paréntesis previo a la definición, como se puede comprobar en los siguientes ejemplos: 1 (Andalucía, Colombia). *Malhumorado. frondio, -a. ○
repuchar. (Asturias). «Echar en *cara».
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sarán (Vizcaya). *Cesto hecho de madera de castaño. ►
zalear (Aragón, Ávila, Salamanca) *Manosear una cosa, con lo que se estropea o desluce.
El cederrón del DUE-1966-1967, que permite hacer búsquedas en la definición, arroja los siguientes resultados5 relativos a las adscripciones geográficas más frecuentes del DRAE-2014: • Aragón: 1055 (ápoca ‘recibo’, escalibar ‘avivar el fuego’, riguridad ‘rigor’). • Salamanca: 537 (aballar ‘acarrear’, cerristopa ‘camisa de fiesta’, zangarrón ‘persona disfrazada grotescamente’). • Andalucía: 526 (albariza ‘terreno de secano’, garabito ‘tipo de perro’, velilla ‘cerilla’). • Murcia: 323 (abancalar ‘roturar un terreno’, ñora ‘noria / guindilla’, zurrusco ‘viento’). • Navarra: 145 (almoceda ‘derecho al agua de riego’, rondalla ‘conjunto musical’, zangarriana ‘pereza’). • Asturias: 268 (ablanedo ‘avellanedo’, ería ‘terreno de cultivo’, vainilla ‘judía verde’). Sería interesante comparar las indicaciones geográficas del Diccionario de uso del español (DUE-1966-1967) con las de la edición correspondiente del Diccionario de la lengua española (DRAE-1956), pero las limitaciones y objetivos del presente estudio impiden atender este aspecto. En todo caso, solo con esta prueba se puede observar que la representatividad de los grupos de regionalismos en la primera edición de María Moliner (DUE-1966-1967) no es muy diferente de la que existe en el DRAE, y que la deuda reconocida del Diccionario de uso del español con el DRAE se extiende también a los regionalismos, como se percibe en los siguientes ejemplos: DRAE-1956
DUE-1966-1967
Abalar. tr. Gal., León y Sal. Mover rápidamente; zarandear, agitar, tremolar.
abalar. (Galicia, León, Salamanca). *Agitar.
Corca. f. Ar. y Murc. Carcoma.
corca. (Aragón, Murcia). *Carcoma.
Somarro. m. And., Cuen., Sal., Seg. y Zam. Trozo de carne fresca sazonada con sal y asada en las brasas.
somarro. (Andalucía, Cuenca, Salamanca, Segovia, Zamora…). Trozo de *carne asado a la brasa.
Tornija. f. Bad. y Sal. Cuña que se introduce en la punta del eje del carro para evitar que se salga la rueda.
tornija. (Badajoz, Salamanca) Cuña que se introduce en el extremo del eje para que no se salga la rueda del carro.
Tabla 5. Comparación entre el DRAE-1956 y el DUE
5 No todos los resultados corresponden necesariamente a marcas geográficas, pero he comprobado que sí lo son en la inmensa mayoría de los casos.
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No obstante, también se pueden descubrir algunas aportaciones de María Moliner sobre los regionalismos recogidos en el DRAE-1956, como por ejemplo: 5 (Aragón) *Rocío. aguada ○
chuscarrar[se]. (Alteración de «socarrar[se]»; Andalucía, Murcia). *Socarrar[se].
El Diccionario de uso del español fue sometido a dos actualizaciones después de muchos años de ser reeditado tal como lo dejó María Moliner. Estas revisiones han dado lugar a las dos ediciones posteriores (DUE-1998 y DUE-2007), y han pretendido modernizar el diccionario interviniendo en aspectos que no se consideraban suficientemente sistemáticos. Uno de ellos se refiere precisamente a la marcación, dando lugar a un sistema de abreviaturas más parecido al del diccionario académico. Así, el usuario actual que se acerque al Diccionario de uso del español en su tercera edición (DUE-2007) se encontrará las siguientes abreviaturas referidas a regionalismos: Ál. Álava Alb. Albacete Alic.* Alicante Alm. Almería And. Andalucía Ar. Aragón Ast. Asturias Áv. Ávila Bad. Badajoz Barc.* Barcelona Burg. Burgos Các. Cáceres Cád. Cádiz Can. Canarias Cantb. Cantabria Cast. Castilla Cat. Cataluña Córd. Córdoba C. Real Ciudad Real Cuen. Cuenca Ext. Extremadura Gal. Galicia Gran. Granada Guad. Guadalajara
Guip. Guipúzcoa Huesca Hues. Madr. Madrid Mál. Málaga Man. La Mancha Mur. Murcia Nav. Navarra Pal. Palencia P. Vasco País Vasco Rioj.* Rioja Sal. Salamanca Seg. Segovia Sev. Sevilla Sor. Soria Teruel Ter. Toledo Tol. Val. Valencia Vall. Valladolid Vit.* Vitoria Vizc. Vizcaya Zam. Zamora Zar. Zaragoza
Tabla 6. Abreviaturas referidas a regionalismos en el DUE-2007
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Las diferencias con lo que se encuentra en la 23ª edición del Diccionario de la lengua española (DRAE-2014) son mínimas. He señalado con asterisco las abreviaturas de esta 3ª edición de María Moliner (DUE-2007) que no aparecen en el DRAE: Alic. ‘Alicante’, Barc. ‘Barcelona’ (se suprimió en el DRAE-2014 pero estaba en DRAE2001 y anteriores), Rioj. ‘Rioja’ (se utiliza sin abreviar en el DRAE) y Vit. ‘Vitoria’. Contrariamente, el DUE-2007 no recoge las de Bal. ‘Islas Baleares’, Bil. ‘Bilbao’, Gran Can. ‘Gran Canaria’ y Huel. ‘Huelva’. Como el DRAE-2014, el DUE-2007 incluye una abreviatura dial. ‘dialectal’. Las comprobaciones que he realizado muestran que el DUE-2007 sigue la misma senda que el DUE-1966-1967, de manera que el usuario no hallará grandes diferencias entre la información dialectal que recogen el DUE-2007 y el DRAE-2014, ya que coinciden en la mayor parte de la información sobre regionalismos. Véanse los siguientes ejemplos: DUE-2007
DRAE-2014
aballar 1 tr., intr. y prnl. Ast., Sal. *Mover.
aballar 1. tr. Ast. y Sal. Mover algo de un lugar.
cavero m. Ál. Obrero dedicado a abrir zanjas en las tierras de cultivo, para *desecarlas.
cavero. 1. m. coloq. Ál. Obrero dedicado a abrir zanjas de desagüe en las tierras labrantías.
zurra 3 C. Real, Tol. *Sangría (bebida refrescante).
zurra. 5. f. C. Real y Tol. sangría (bebida refrescante).
1
1
Tabla 7. Ejemplos de semejanzas entre el DUE-2007 y el DRAE-2014
Aunque también se pueden hallar algunas diferencias, especialmente en la marcación de estas voces: DUE-2007
DRAE-2014
libón (del sup. prerromano ibone, del mismo or. que el vasc. ibai, río) 1 m. Ar. Manantial en que el agua sale a borbotones. 2 Ar. *Laguna o depósito de agua.
libón. 1. m. Hues. Manantial en que el agua sale a borbollones. 2. m. Hues. y R. Dom. Laguna o depósito de agua.
tojo4 1 m. Burg., Pal. *Remanso profundo en el curso de un río. 2 Burg., Pal. *Remolino.
tojo2 1. m. Burg. y Pal. Lugar manso y profundo de un río.
zaracear (del lat. circĭus, cierzo) intr. Vall. Condensarse el vapor de agua de la atmósfera y caer en forma de agujas de *hielo en momentos de frío excepcional.
zaracear Del lat. circius ‘cierzo’. 1. intr. impers. Neviscar y lloviznar con viento.
Tabla 8. Ejemplos de diferencias entre el DUE-2007 y el DRAE-2014
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Estamos, por tanto, ante un diccionario que, a pesar de sus virtudes, no se caracteriza por presentar innovaciones importantes respecto al Diccionario de la lengua española de la Real Academia en lo que al léxico dialectal se refiere. 4. El Diccionario del español actual (DEA) de Manuel Seco et al. Frente a los diccionarios anteriores, este es un diccionario realizado a partir de una base documental, lo que le confiere la característica de poderse considerar descriptivo, ya que inventaría «el léxico que se usa, no solo el que se debe usar» (p. xiii). Pero el condicionamiento puede estar, en este caso, en las características de la base documental. Como se explica en el propio diccionario (p. xiii), esa base está constituida por textos escritos «salvo en contadísimos casos». Y aunque aquí «escrito» no es sinónimo de «literario», sino que el corpus está constituido en un 70 % de textos de la prensa, lo cierto es que limitar la base documental a los textos escritos excluye necesariamente gran parte del léxico dialectal, que por su propia naturaleza ve restringido su paso a la lengua escrita. El DEA se marca unos límites bien definidos: Las 75.000 entradas contenidas en este diccionario representan, de acuerdo con nuestra documentación, el léxico usado en España correspondiente a un estado presente de nuestra lengua cuyo punto de arranque hemos situado en los mediados del siglo xx (p. xiv).
Más adelante, en la «Guía del lector», los autores se refieren concretamente al léxico dialectal: Ámbito geográfico limitado. Las palabras que consideramos aquí de uso general no presentan todas el mismo grado de generalidad. Las hay que solo son «generales» en áreas geográficas determinadas, de muy diversa extensión. Como es muy frecuente que las fronteras de tales usos sean borrosas y mal conocidas (como lo demuestran los innumerables errores de los diccionarios en este aspecto), nos hemos limitado a señalarlos con la marca de regional (abreviada reg.), sin más especificación, entendiendo el término regional en sentido estrictamente lingüístico y sin connotaciones de ningún otro tipo. Esta etiqueta no comporta ningún matiz descalificador: es tan solo la información al usuario de este libro de que se trata de formas que no se extienden por todo el dominio geográfico del español. En ocasiones se incluyen palabras de lenguas no castellanas (por ejemplo ertzaina, del vascuence, o paleta ‘albañil’, del catalán), bien porque han pasado al español común, bien porque son usuales en el español hablado en el territorio respectivo (p. xv).
Y así es, en efecto: en la tabla de «Abreviaturas y signos usados en el Diccionario» solo la marca reg. ‘regional’ hace referencia a la limitación geográfica del uso. Ante la inexistencia de formato electrónico del DEA, para tener una idea de los regionalismos que recoge he adoptado dos procedimientos; por un lado, la compa-
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ración con la muestra del 5 % de los regionalismos del DRAE-2014, y por otro, un recuento de otra muestra del 5 %, en este caso del DEA. Respecto a la comparación con el DRAE, el DEA recoge aproximadamente el 13 % de los regionalismos que contiene el diccionario académico, pero utilizando la marca reg. ‘regionalismo’ como ya anuncia en el prólogo. Véanse algunos ejemplos de coincidencias: DRAE-2014
DEA
ababol. m. 1. m. Esp. orient. amapola.
ababol m (reg) Amapola (planta y flor) (…)
cambada. 1. f. rur. Cantb. Faja de prado cuya hierba queda cortada cada vez que el operario la ha segado con la guadaña a lo largo o lo ancho de la finca.
cambada f (reg) Faja de un prado en la que se ha segado la hierba con el dalle
escullir. 1. intr. coloq. Mur. Resbalar, caer.
escullir tr e intr (reg) Escurrir
Tabla 9. Ejemplos de semejanzas entre el DRAE-2014 y el DEA
En algunos casos, se hallan significados que en el DRAE aparecen marcados como regionalismos, y que el DEA recoge sin marca: DRAE-2014
DEA
aceituna. 2. f. And. Campaña de la recogida de la aceituna. 3. f. And. En el calendario agrícola, época en que se recoge la aceituna.
aceituna I f (…) 2 Recolección de la aceituna [1]. Tb la época en que se realiza.
francalete. 3. m. And. Correa gruesa que une los tiros o tirantes al horcate.
francalete m Correa de cuero que sirve para unir el carro al yugo o los tiros al horcate.
Tabla 10. Ejemplos de diferencias entre el DRAE-2014 y el DEA
Según el recuento realizado a partir de una muestra del 5 % de la letra A, y extrapolando los resultados a todo el diccionario, el DEA contendría aproximadamente 4500 regionalismos. De ellos, 2100 aproximadamente no aparecerían en el DRAE2014. Véanse algunos ejemplos de la letra A, ausentes del DRAE: achichirre m (reg) Molestia o inconveniente. achichonado, da adj (reg) 1 Abultado o hinchado. aleluya 5 (reg) Cena del sábado de Gloria. alisa f (reg) Aliso (árbol). amante II 5 (reg) Se usa como vocativo cariñoso, esp. referido a los niños amañado, da (…) II m y f 3 bien ~. (reg) Curandero.
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apiensar tr (reg) Echar el pienso [a los animales]. arreatar tr (reg) Atar [caballerías] en reata. asustar 3 (reg) Echar agua fría [a las legumbres] mientras cuecen. atabalamiento m (reg) Acción de atabalar(se). Tb su efecto. atabalar tr (reg) Aturdir o atontar. Tb pr. azagón m (reg) Tarea fatigosa. Frec con el verbo dar.
5. Clave. Diccionario de uso del español actual Se trata de un diccionario general que no se restringe a un grupo de usuarios determinado, y que presenta la cuestión de la variedad dialectal en un apartado previo al diccionario, firmado por Humberto Hernández, que lleva por título «La variedad y la unidad del español en Clave» (xi-xii). El autor pone de manifiesto la dificultad que supone para el lexicógrafo «elaborar un diccionario para un sector tan amplio de destinatarios», sobre todo ante la constatación de que «no existe un único “español de España” extendido uniformemente por todo el territorio, y la pretendida homogeneidad del español americano es sólo una falacia». Ante la inexistencia de estudios suficientes para una descripción rigurosa de las variedades del español aplicable a la lexicografía, constata que en el tratamiento usual de los diccionarios a este tipo de léxico: […] los diccionarios se han limitado hasta ahora a dar cuenta únicamente de las variedades mejor conocidas y más prestigiadas históricamente, por más que éstas estuvieran reducidas a espacios geográficos muy localizados y el número de sus usuarios en clara minoría en relación con los de otras modalidades.
Así, en Clave se diferencia entre la norma castellana y la norma meridional, y se justifica con el siguiente argumento: Estas indudables semejanzas entre las hablas del sur peninsular, Canarias e Hispanoamérica nos autorizan a utilizar de manera genérica el rótulo español meridional (también se le ha denominado español atlántico) para todo este complejo dialectal.
Se utiliza la indicación «en zonas del español meridional», que señala «más de dos mil voces y acepciones», siguiendo tres criterios: • Uso escrito frecuente en publicaciones periódicas y literarias de este ámbito lingüístico. • Coincidencia entre distintas variedades del español meridional. • Uso generalizado en zonas del español meridional de gran peso demográfico, que se ha comprobado a partir de los diccionarios de americanismos. Véanse algunos ejemplos:
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desgano s.m. En zonas del español meridional, desgana: Tengo desgano, y no me provoca hacer nada. mosco s.m. En zonas del español meridional, mosca: No puedo soportar la presencia de ese mosco por la habitación. pintado 2 col. En zonas del español meridional, muy natural: El vestido te queda como pintado.
El grado de coincidencia del Clave con el DRAE-2014 en cuanto a regionalismos es mínimo. De la muestra aleatoria del 5 % de regionalismos del DRAE que he utilizado, las coincidencias son las que siguen. En primer lugar los casos que en ambos diccionarios se marcan como regionalismos: DRAE-2014
Clave
carozo. 3. m. Esp. occid., Arg., Bol., Chile, Ec., Méx., Par., Ur. y Ven. Cada una de las diferentes partes más o menos duras de frutas.
carozo. s.m. En zonas del español meridional, hueso de una fruta: Tendré cuidado de no tragarme el carozo del durazno.
empatar. 3. tr. Can. y Am. empalmar (juntar).
empatar. 2. En zonas del español meridional, empalmar o unir: Tengo que empatar estos dos cables.
tuno1 m. And. y Col. higo de tuna.
tuno, na. s.f. En zonas del español meridional, higo chumbo: La tuna es el fruto del nopal.
Tabla 11. Ejemplos de coincidencias entre el DRAE-2014 y el Clave
Los siguientes casos son ejemplos de acepciones consideradas regionalismos por el DRAE, pero que aparecen sin una marca explícita en el Clave, aun cuando a través de la definición se pueda interpretar cierta indicación geográfica: DRAE-2014
Clave
coca . f. Ar. torta (masa redonda de harina).
coca. En algunas regiones, torta o masa redondeada de harina y otros ingredientes: Son famosas las cocas catalanas que se hacen para San Juan.
ibón. 1. m. Ar. Lago de la zona de los Pirineos.
ibón s.m. Lago característico del paisaje pirenaico aragonés: Cuando estuve en el Pirineo Aragonés, acampé cerca de un ibón.
tejeringo. 1. m. And. y Bad. churro (fruta de sartén).
tejeringo. s.m. En algunas regiones, churro: Cuando estuve en Badajoz comí unos exquisitos tejeringos.
5
Tabla 12. Ejemplos de voces marcadas en el DRAE-2014 y sin marca explícita en el Clave
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En cualquier caso, apenas el 3,5 % de los regionalismos presentes en el DRAE2014 está recogido en el Clave. Claro que otra cuestión es plantearse cuántos regionalismos contiene el Clave, teniendo en cuenta que en esa marca de en algunas zonas del español meridional se incluyen tanto los regionalismos (léxico de las variantes del español de España) como los americanismos (léxico de las variantes del español de América). Tal como se ha comentado, según lo apuntado por Hernández en la información previa al diccionario, el Clave contiene más de dos mil voces con esta indicación, aunque el recuento realizado a partir del 5 % de la letra A ha arrojado un resultado menor, que extrapolado al total del diccionario supondría algo menos de 1000 acepciones. Se demuestra en estos casos que una parte muy significativa de las acepciones que llevan esta indicación se refieren a las variantes del español americano: DRAE-2014
Clave
abarrote. 3. m. pl. Am. Cen., Bol., Col., Ec., Méx. y R. Dom. Artículos comerciales, principalmente comestibles, de uso cotidiano y venta ordinaria.
abarrote. s.m. pl. En zonas del español meridional, comestibles: Abrí una tienda de abarrotes.
afanador, ra. 2. m. y f. Méx. y Nic. Persona que en los establecimientos públicos se emplea en las faenas de limpieza.
afanador, -a. s.m. En zonas del español meridional, persona que se encarga de la limpieza de un edificio público: Trabajo de afanador en un hospital.
Tabla 13. Ejemplos de voces marcadas en el DRAE-2014 que el Clave marca con la expresión «en zonas del español meridional»
6. Otros diccionarios La mayor atención que desde un tiempo a esta parte se presta desde España al español americano ha tenido reflejo claro en los diccionarios. La propia Academia, a la cabeza de la Asociación de Academias de la Lengua Española, publicó en 2010 el Diccionario de americanismos, una obra que contiene 70 000 entradas, más de 120 000 acepciones, y cuyos avances en la descripción de esta parcela del léxico ha influido también en la última edición del Diccionario de la lengua española (DRAE-2014). Pero esta corriente se podía percibir ya desde diccionarios anteriores, que prestaban atención al español americano pero no daban información geográfica sobre los usos del español de España. Algunos de los diccionarios con vocación de ser diccionarios generales y que distinguen el léxico americano pero no el español son los siguientes: • Battaner, Mª Paz (dir.) (2001): Lema. Diccionario de la lengua española. • Battaner, Mª Paz (dir.) (2002): Diccionario general de la lengua española. • Battaner, Mª Paz (dir.) (2003): Diccionario de uso del español de América y España.
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• Real Academia Española (2006): Diccionario esencial de la lengua española. • Martí, Mª Antonia (dir.) (2008): Gran diccionario de la lengua española. Las razones para ello son diversas. Por un lado, la reconocida falta de datos rigurosos que permitan adscribir los usos regionales del léxico del español peninsular a las zonas dialectales correspondientes. Por otro, el interés de las editoriales en penetrar en el mercado americano, lo que resulta imposible si los diccionarios no recogen de manera generosa los usos de los distintos países o zonas dialectales, independientemente del rigor de estas indicaciones. 7. Conclusión El análisis precedente muestra que la información sobre los regionalismos en los diccionarios es manifiestamente mejorable. Se observan con claridad dos corrientes: a) diccionarios que siguen la tradición del Diccionario de la lengua española de la Real Academia en cuanto a los regionalismos peninsulares; b) diccionarios que evitan las dificultades y contradicciones en que incurre el diccionario académico y no proporcionan información sobre regionalismos españoles; sí que señalan, en cambio, la adscripción geográfica de los usos americanos. La dificultad que encierra la marcación del léxico dialectal del español de España en los diccionarios no debe hacer desistir a los lexicógrafos de aprovechar los datos disponibles que permitan avanzar en este camino. Mantener la marcación por provincias, tal como hacen el DRAE y el DUE, seguramente no es lo más indicado, dada la imprecisión de los datos disponibles. En un trabajo sobre propuestas para la marcación de un diccionario histórico, Gómez Martínez / Sánchez González de Herrero (2010: 133) señalaban cuatro áreas que podrían servir también en los diccionarios generales, evitando así proporcionar datos tan parciales como comprometidos. Se trata de las siguientes: • Occidental o leonés. • Septentrional o castellano. • Oriental o aragonés. • Meridional (andaluz, canario). Alejar el zoom puede servir, en este caso, para no caer en imprecisiones a partir de los datos disponibles, aunque cabría la posibilidad, si se dispone de datos rigurosos, de concretar más la marcación, diferenciando entre aragonés y navarro, entre leonés y asturiano, y señalando el riojano o las hablas de transición. En cualquier caso, en el tratamiento que el mismo diccionario de la Academia da a los regionalismos, es ya frecuente que una misma acepción aparezca con varias marcas geográficas. El verdadero progreso, no obstante, tendría que venir de la mano de la dialectología. Las marcas actuales en el diccionario académico son escasamente aprovechables. En cambio, hay diccionarios de regionalismos que pueden aportar una información importante. Zonas como Andalucía, Aragón, Asturias, Canarias, la
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Rioja, León, etc., disponen de repertorios que podrían ser de gran ayuda, ya sea en forma de diccionarios o de monografías dialectales. A ellos hay que añadir los datos léxicos que ofrecen los atlas dialectales, tanto los lingüísticos como los lingüístico-etnográficos. Referencias bibliográficas Abad, Francisco (2000): «Lexicografía y diatopía lingüística», en Francisco Abad, Cuestiones de lexicología y lexicografía. Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia, 165-172. Ahumada, Ignacio (2001): «Las aportaciones léxicas del vocabulario andaluz al DRAE», en Jerónimo de las Heras Borrero et al. (eds.), Estudios sobre la modalidad lingüística andaluza en el aula. Huelva: J. Carrasco, 11-44. Aliaga, José Luis (1991): «Reflexiones sobre el caudal léxico de un diccionario de lengua: notas a propósito de los regionalismos en los diccionarios de la lengua española», Stvdivm. Sección de Filología 7, 25-38. Aliaga, José Luis (1999): «Diatopic labelling in Spanish lexicography. A critical revision and new perspectives», Cahiers de Lexicologie 75 (2), 129-152. Aliaga, José Luis (2000): Aspectos de lexicografía española. El léxico aragonés en las ediciones del diccionario académico. Zaragoza: Institución «Fernando el Católico»; Excma. Diputación de Zaragoza. Alvar, Manuel (1982): «Atlas lingüístico y diccionario», en Lingüística Española Actual 4 (2), 253-323. Alvar Ezquerra, Manuel (1991): «Los aragonesismos en los primeros diccionarios académicos», Archivo de Filología Aragonesa 46-47, 59-70. Alvar Ezquerra, Manuel (1993a): «El diccionario de la Academia en sus prólogos», en Manuel Alvar Ezquerra, Lexicografía descriptiva. Barcelona: Biblograf, 215-239. Alvar Ezquerra, Manuel (1993b): «Los regionalismos en los diccionarios, y vocabularios regionales», en Manuel Alvar Ezquerra, Lexicografía descriptiva. Barcelona: Biblograf, 313-331. Alvar Ezquerra, Manuel (1996): «Dialectología y lexicografía», en Manuel Alvar (dir.), Manual de dialectología hispánica. El Español de España. Barcelona: Ariel, 49-54. Alvar Ezquerra, Manuel (1996-1997): «Lexicografía dialectal», Estudios lingüísticos de la Universidad de Alicante 11, 79-108. Alvar Ezquerra, Manuel (1998): «Voces usadas en Andalucía con otras localizaciones en el DRAE», La Torre 3 / 7-8, 229-244. Arnal Purroy, María Luisa (2016): «La trayectoria de los aragonesismos en la lexicografía académica: del DRAE-2001 al DEL-2014», Ponencia presentada en el VII Congreso internacional de Lexicografía Hispánica, Santander, 27-29 de junio.
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19. EL LÉXICO REGIONAL EN LA LEXICOGRAFÍA HISPANOAMERICANA
José Carlos Huisa Téllez Johannes Gutenberg-Universität Mainz [email protected]
►► Resumen
Este capítulo tiene como objetivo describir desde un punto de vista técnico e historiográfico la forma en que la lexicografía hispanoamericana ha registrado el léxico regional en obras consideradas generales, estén restringidas a un país o región, o se dediquen a toda la América hispana. Se considera un vocablo regional a todo elemento léxico registrado en una obra que sea usual, según la indicación del lexicógrafo, solo en parte de la restricción diatópica general elegida previamente. En la elección de los casos revisados se sigue la división en etapas tradicional de la historia de la lexicografía del español americano. ►► Palabras clave Lexicografía hispanoamericana, regionalismos, restricción diatópica, indicación diatópica.
The regional lexicon in Latin American Spanish lexicography ►► Abstract
This chapter looks at how Latin American lexicographers have recorded the regional Spanish lexicon from a technical and historical viewpoint in works considered general, whether they limit themselves to one country or region or cover the whole of Spanish-speaking America. A lexical item is regarded as regional if it is recorded in a normal dictionary only in part of the diatopic area that forms the work’s scope, according to the dictionary’s author. The stages into which the items listed have been classified are those traditionally recognised in the history of American-Spanish lexicography. ►► Keywords Hispanoamerican lexicography, regionalisms, diatopic restriction, diatopic indication.
1. Planteamiento de la cuestión Este capítulo tiene como objetivo revisar la inclusión de regionalismos en la lexicografía hispanoamericana a lo largo de su historia. Asumimos como regionalismo todo elemento léxico registrado en una obra y que sea usual, según la indicación del lexicógrafo, solo en parte de la restricción diatópica general elegida previamente.
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Nos resultan relevantes en el caso del léxico regional desde un punto de vista puramente lexicográfico tanto (a) los criterios de selección para su registro como (b) la forma de la descripción lexicográfica en el nivel microestructural, guiados ambos normalmente por la finalidad que se plantea el lexicógrafo en relación con un usuario ideal u objetivo. Tendemos, así, a una comprensión de la práctica lexicográfica en términos exclusivos —si bien marcada por el contexto sociohistórico en que se lleva a cabo— y, por tanto, no determinada a priori por reflexiones teóricas lingüísticas de corte semántico y, en nuestro caso específico, dialectológico, aparecidas en su mayoría solo a mediados del siglo xx. Seguimos, de esta manera, la tradición de los estudios metalexicográficos del centro y del norte de Europa, distinta a la de ámbitos hispánicos, donde todavía es un lugar común asumir que la obra lexicográfica no es sino un producto de la lingüística o que debe responder a criterios de descripción lingüística1. La pertinencia de esta postura se muestra sobre todo en acercamientos historiográficos como el que aquí planteamos. El caso de la lexicografía hispanoamericana, de hecho, constituye un objeto de estudio ejemplar: para llegar a una comprensión más fina de su compleja naturaleza es muchísimo más rentable prestarle atención a su técnica y a la forma en la que esta refleja determinantes contextuales reconocibles que guiarse por pautas teóricas lingüísticas que reducirían el fenómeno estudiado a un esquema estático de norma estándar/dialecto. Incluso la última lexicografía hispanoamericana de claro carácter científico, que abarca la moderna diferencial-contrastiva y la innovadora integral, intenta alejarse de forma consciente de la denominación de dialectal, a la que siguen recurriendo todavía los diccionarios académicos, tanto españoles como de algunos países hispanoamericanos, y que además, por cierto, también resulta problemática desde un punto de vista glotopolítico2. Por otro lado, queremos dejar establecido que no solo es posible referirse al léxico regional en relación con un diccionario general de una lengua, cuya restricción diatópica inicial abarcaría, por lo menos en teoría, todos los territorios en que se encuentran sus diversas comunidades de habla. Vale la pena, de cualquier forma, tomar en cuenta este caso prototípico, especialmente si nos dedicamos al ámbito 1 Si bien se trata de un manual ya bastante anticuado, Haensch et al. (1982) continúa siendo un buen punto de partida para acercarse a esta forma de ver la lexicografía para el público hispanohablante. Es esencial conocer el trabajo del alemán Herbert E. Wiegand, por ejemplo Wiegand (1983) y (1989). En español, se puede consultar una breve presentación en Wiegand (2007). Otros avances en español de sus reflexiones, especialmente relacionadas con la descripción de diccionarios, puede verse en Bustos / Wiegand (2005-2006), Fuentes / Wiegand (2009) y Jacinto (2015). También es importante el trabajo de los daneses Henning Bergenholtz y Sven Tarp, especialmente Bergenholtz / Tarp (2002), (2003) y (2005), y más recientemente Tarp (2013). Un compendio de artículos importantes que presentan estas ideas actuales es el cuarto volumen del indispensable Wörterbücher / Dictionaries / Dictionnaires —Ein internationales Handbuch zur Lexikographie / An International Encyclopedia of Lexicography / Encyclopédie internationale de lexicographie— (Gouws et al. 2013). 2 Cf., por ejemplo, Lauria / López García (2009).
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hispánico, de claros rasgos idiosincrásicos tanto por la extensión de la lengua como por su más imponente tradición lexicográfica, la académica. Como decimos, el diccionario general registra, en principio, todos aquellos elementos léxicos usuales a la vez en todo el territorio en que se habla, y también, marcándolos, aquellos cuyo uso se restringe solo a partes de aquel (lo que en otras tradiciones se denomina léxico del español general y dialectalismos) y que en algunos casos constituyen básicamente sinónimos regionales. Cabría ciertamente la pregunta de si un diccionario general está necesariamente obligado a incluir a los segundos, lo que lo convertiría verdaderamente en un repositorio completo y amplísimo, o si es legítimo que se limite a registrar solo aquellas unidades comunes. Si nos centramos en el primer caso, surge la cuestión de cuál es el criterio para registrar estas unidades no comunes. Intuitivamente, puede pensarse que es necesario evitar localismos extremos y concentrarse en unidades de uso más extendido. ¿De qué manera, sin embargo, se decide esta relevancia? La respuesta más directa y quizás más adecuada pasa por la elaboración de un corpus de frecuencia, a su vez también amplísimo, cuya constitución significa un trabajo de largo aliento que normalmente escapa a la capacidad de un equipo lexicográfico e incluso también a la de los investigadores dedicados al léxico. Si existen claros vacíos en el trabajo empírico dedicado al caudal léxico de la lengua en todos y en cada uno de los territorios en que existe, ¿es posible todavía un diccionario general de esta naturaleza? ¿Es acaso posible en esta situación de vacíos contar con una obra concreta que reúna aquel supuesto léxico general? En el caso de lenguas llamadas pluricéntricas, como el español —en cuya descripción, a pesar de todo, todavía se corre el riesgo de distinguir un solo centro y diversos dialectos periféricos—, resulta necesario identificar y justificar los centros aludidos, que en la microestructura corresponderán a claros indicadores formalizados de la extensión geográfica del uso del elemento registrado. Teniendo en cuenta que los problemas mencionados ocurren igualmente en este caso, nos podemos referir al registro de léxico regional también en obras generales dedicadas a una restricción diatópica dentro de todo el territorio donde se habla la lengua, la cual usualmente coincide con un país, aunque también podría hacerlo con un territorio específico. Desde un punto de vista lexicográfico, esta sola restricción diatópica —aunque esté determinada por cuestiones extralingüísticas, como la delimitación política— basta para definir un criterio de selección de elementos léxicos. Si elaboramos un diccionario del español del Perú, dado el caso, el primer criterio de selección será que se registrarán elementos léxicos usuales dentro de sus fronteras3, pero también podría registrar elementos léxicos de uso regional, a partir de un segundo criterio, como el de frecuencia o el de extensión mínima, por ejemplo. Desde este punto de vista, es absolutamente innecesario denominar a estos diccionarios dialectales, a menos, claro, que querramos hacer explícito un esquema de norma estándar/dialecto o español general/dialectalismo, lo que, como vemos, no tiene relación directa con la práctica lexicográfica misma. 3
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Sea cual fuera el tipo de diccionario general, es necesario no perder de vista aquellas pautas definitorias dadas por características idiosincrásicas de las tradiciones lexicográficas. Tomando en cuenta todo lo anterior, las siguientes páginas pretenden describir la forma en que la lexicografía hispanoamericana ha registrado el léxico regional en obras consideradas generales, estén restringidas a un país o región, o se dediquen a toda la América hispana. Hemos elegido cuatro cortes cronológicos que se corresponden con las etapas más decisivas que la historiografía ha determinado. En primer lugar, revisamos el Vocabulario de las voces provinciales de América de Antonio de Alcedo, publicado al final y como complemento de su Diccionario geográfico-histórico de las Indias Occidentales ó América […] (1967 [1786-1789]), que presenta un avance cualitativamente importante en comparación con los brotes lexicográficos aparecidos desde la llegada española y que puede considerarse como un primer diccionario general hispanoamericano4, y una obra que sigue su estela pero dedicada a un territorio definido, el Diccionario de provincialismos cubanos (1836) de Esteban Pichardo, que vio tres ediciones más dirigidas por su autor y de títulos ligeramente divergentes (1849, 1862 y 1875). A continuación, pasamos revista a la llamada lexicografía de provincialismos, aquella surgida en el siglo xix independiente —si bien, la anterior puede considerarse una primera etapa de ella— y que participa claramente del proceso de formación nacional de los países recién constituidos; nos centraremos en las dos obras más prototípicas: el Diccionario de chilenismos (1875) de Zorobabel Rodríguez y el Diccionario de peruanismos. Ensayo filológico (1883-1884) de Juan de Arona. La siguiente etapa es la de los diccionarios generales —en la que sobresalen el Diccionario de americanismos (1925) de Augusto Malaret, editado dos veces más (1931 y 1946), y el Diccionario general de americanismos (1942), de Francisco Santamaría—, etapa que constituye ciertamente un cambio relevante en la concepción lexicográfica, aunque continúa con la estela de la lexicografía de provincialismos. Finalmente, describiremos el léxico regional en los diccionarios de nuevo cuño elaborados sobre una base científica sólida y a partir de esfuerzos académicos consistentes: por un lado, los diferencial-contrastivos de la segunda etapa del proyecto de Augsburgo, publicados en el año 2000, el Diccionario del español de Cuba. Español de Cuba – Español de España (DECub) y el Diccionario del español de Argentina. Español de Argentina – Español de España (DEArg); por otro, los integrales, cuya obra prototípica la constituye el Diccionario del español de México (2010), elaborado por el equipo que dirige Luis Fernando Lara. Como decimos, el sentido de esta revisión se debe entender a partir de una mirada lexicográfica que presta atención, además de a la manera en que el lexicógrafo conci De esta misma época no hay que olvidar el Diccionario de voces americanas atribuido a Ayala (1995 [s.f.]), cuya importancia para la historiografía de la lexicografía del español americano ya ha sido señalada por Quesada Pacheco (1995), quien también describe la forma en que se indica la demarcación regional (1995: xxxv-xxxvii). 4
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be el fenómeno diatópico, a los criterios de selección y a la forma de la información ofrecida, según objetivos y usuarios ideales. En cuanto a la cuestión de la forma, resulta necesario repasar rápidamente algunos conceptos centrales referidos al artículo lexicográfico5. En general, cuando su elaboración tiende regularmente a seguir un modelo se puede decir que ha pasado por un proceso de estandarización que da como resultado una uniformización de los segmentos textuales en la microestrctura y en la obra completa, mostrada, por ejemplo, en las convenciones tipográficas funcionales, como las abreviaturas o los signos que reemplazan a una palabra dentro del artículo, o en aquellas indicaciones formalizadas sobre la restricción diatópica del elemento léxico. En la tradición lexicográfica de provincialismos del xix esta estandarización es mínima, aunque es posible encontrar ciertas regularidades, como, en cuanto a la diatopía, «En X», «Usual en X», etc. Otra noción importante es la del grado de condensación (no condensados, medianamente condensados y totalmente condensados), que se refiere al nivel de textualización lexicográfica, esto es, al hecho de que la información ofrecida en el artículo no se presente en textos comunes sino en un lenguaje de cierta manera codificado a partir de pautas lexicográficas. Mientras que en el xix, para seguir con el mismo caso, los artículos de lexicografía española estaban ya medianamente condensados, los contemporáneos de provincialismos hispanoamericanos no tenían ningún grado de condensación, ya que eran básicamente textos muy semejantes a los de una columna de prensa. 2. El registro del léxico regional en la primera lexicografía de provincialismos Como sabemos, desde el principio de la presencia española en América surgió la necesidad de usar en textos escritos de diversa índole palabras que se referían a realidades específicas del continente, en especial flora y fauna, y que procedían en gran parte de las lenguas indígenas, pero también del léxico patrimonial, como consecuencia de procesos de identificación entre lo nuevo y lo conocido. Este uso llevó a su vez a la necesidad de explicar el objeto de referencia, de forma enciclopédica, unas veces en medio del texto escrito y otras al final, en un glosario aparte, todo lo cual da forma a primitivas prácticas lexicográficas de función bien determinada en el nivel del habla. Paralelamente, el interés lexicográfico también se centró en las lenguas indígenas, en especial gracias al impulso dado por la tarea evangelizadora. Como la historiografía ha señalado, esta primera época termina hacia finales del siglo xviii con el Vocabulario de las voces provinciales de América de Alcedo (1786-1789)6, el cual —sin dejar de pertenecer a la tradición de reunir y explicar las voces usadas en la obra a la que se añade, lo que claramente se puede ver en el subtítulo de Usadas en el Diccionario Geográfi Aquí nos basamos, sobre todo, en Wiegand (1988), (1996) y (1998), y en Bustos / Wiegand (2005-2006). 6 Cf. la nota 4. 5
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co-Histórico de ella; y de los nombres propios de plantas, aves y animales— muestra una decidida intención de ser una obra de carácter general en relación con todas las posesiones españolas en América, por lo que vale la pena revisar en estas páginas de qué manera lidia con la cuestión diatópica, teniendo en cuenta tanto la cantidad y la calidad de la información que ofrece como la técnica propiamente lexicográfica. Mientras que el Diccionario Geográfico-Histórico se presenta como una enciclopedia que reúne descripciones exhaustivas de las diversas demarcaciones territoriales, además de incluir narraciones de sucesos notables y presentaciones de personajes ilustres, el Vocabulario no solo brinda la información enciclopédica complementaria prometida y anunciada también en las palabras preliminares, como la referida a flora y fauna, sino que también registra y explica, en muchísima menor cantidad, léxico no referido a realidades específicas. En cuanto a la cuestión que nos interesa, es pertinente destacar que en ambos casos se ofrecen las diversas denominaciones conocidas —lo que en buena cuenta constituirían sinónimos— según la división territorial ya establecida, haciendo alusión en especial a Tierra Firme, Nueva España, el Perú, etc. Como es de esperarse en una obra de artículos en absoluto condensados, el grado de estandarización de las indicaciones diatópicas es casi inexistente, pero sí es posible encontrar algunas regularidades. Resulta evidente que el objetivo bien señalado de explicar los elementos léxicos usados en el Diccionario define los criterios de selección del Vocabulario, si bien estos se encuentran fuertamente limitados por la competencia del autor y la información que maneja. Visto de otra manera, se puede asumir que el interés lexicográfico apunta a la necesidad de registrar y explicar elementos léxicos que el usuario de la obra no conoce ni usa. Esta especie de criterio diferencial básico convive, además, con una intención contrastiva en la parte de la explicación: cuando se da el caso, se apuntan las distintas denominaciones en las diferentes zonas del continente y, especialmente cuando la realidad no es específica de América, se ofrece la denominación española, muchas veces en forma de equivalente. Frente a toda esta perspectiva práctica, no se encuentra ninguna insinuación por parte del lexicógrafo de la existencia del esquema léxico general/dialectalismo. Sin perder de vista que la obra se centra en gran parte en la información enciclopédica, observemos algunos artículos como ejemplo de lo dicho7. Notemos, en primer lugar, la frecuente mención de la información diatópica como complemento de la explicación8. En todos los casos, las negritas son nuestras. Aquí y en los siguientes apartados dedicados a otros momentos de la lexicografía hispanoamericana reducimos el número de ejemplos por caso, en especial por cuestiones de espacio; debe quedar claro, sin embargo, que los fenómenos señalados son repetidos y relevantes. 8 Por razones de espacio, no reproducimos la presentación original de los artículos del Vocabulario: lema como título, centrado y en versalitas. Lo mismo ocurre más adelante en el caso del Diccionario de chilenismos de Zorobabel Rodríguez. 7
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alpaca (Camelus Pacos). O Paco, animal cuadrúpedo de los reinos del Perú y Chile; [sigue una larga explicación enciclopédica]. En el Perú se llaman carneros de la tierra9.
A diferencia de lo que ocurre aquí y en muchos otros casos, la indicación de la restricción diatópica es otras veces extremadamente específica, lo que también tiene que ver con la naturaleza de la información con la que cuenta el autor, y está integrada en el texto, por ejemplo: amonanas. Panel de cera y miel que hacen las abejas debajo de tierra en el partido de Santa Elena, en la provincia de Guayaquil y reino de Quito; […]. lere. Nombre que dan los indios de la provincia del Darién, en el reino de Tierra Firme, a sus sacerdotes […]. linches. Nombre que dan en la provincia de Guayaquil, del reino de Quito, a una especie de alforjas que hacen en el partido de Puerto Viejo del hilo que sacan de las pencas del maguey10.
Estos casos mostrados contrastan con aquellos en los que no se ofrece ninguna indicación sobre la localización, por ejemplo: limpión. Rollo pequeño de hojas de tabaco y palillos que tiene cuatro pulgadas de largo y una de diámetro entorchado de hilo de plata, de oro, sedas y algunos con perlas menuditas que traen en la boca continuamente las señoras para limpiar y conservar las dentaduras.
Si bien se puede asumir que estas voces son de uso general —lo que debería tomarse con reservas si recordamos el peso que tendría la cantidad y calidad de la información manejada por el autor—, este reserva una indicación directa en otros casos: baqueano. Práctico de los caminos, trochas y atajos de algún paraje; es general en toda la América. bozal. Nombre que dan en toda la América a los negros cuando llegan de la costa de Africa que no entienden nada, ni tienen idea de costumbres, artes, oficios, ni religión, y parecen irracionales por su torpeza e ignorancia; a los que están instruídos llaman Ladinos. Esta última denominación hoy desaparecida está presente en documentación temprana relacionada no solo con el Perú sino también con Chile, lo que nos vale para señalar el carácter parcial de la información de Alcedo. 10 Notemos de paso —aunque el trasfondo semántico del Vocabulario no es nuestro tema— la diferencia entre los enunciados del autor: mientras que en los últimos dos ejemplos la denominación ocupa el lugar central con una diferencia entre el sujeto «los indios» y una estructura impersonal, en el mostrado inmediatamente antes la descripción asume la denominación. Cf. la diferencia entre ecuación sémica con ser y llamarse en Lara (1992). Habría que tener en cuenta, sin embargo, que en el texto del Diccionario (s.v. S. Elena) el autor dice «y cavando la tierra suelen hallar tres ó quatro panales que llaman amonanas». En general, se puede decir que en el marco del claro carácter enciclopédico de la obra, el lexicógrafo varía todavía al establecer la relación entre las voces que registra y sus referentes. 9
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Ocurre también y con frecuencia que a la realidad específica existente en todo el continente o en partes muy extensas de él le corresponden diferentes denominaciones, que se enumeran a modo de sinónimos. Aquí la indicación de restricción diatópica aparece ya decididamente y se distingue bien de la descripción del referente. armadillo (Dasypus vel Cataphractus). […] En el reino de Chile lo llaman covur; en la provincia de Cuyo, quiriquincho; en el Brasil, tatú, y en la Guayana, cachicamo. En los valles de la cordillera de los Andes los hay de cuatro especies, que se distinguen con los nombres de Pichi, Peloso, Mulita y Bolo; […]. añil (Indigolfera Añil). Planta de la clase diadelpha decandria [descripción enciclopédica]. En Nueva España llaman a la planta guiquilité, o con más propiedad huiquilit.
En algunos casos, una denominación diferente encabeza otro artículo y se pone en práctica un sistema de remisión: cacahuete. Nombre que dan en Nueva España al maní. Véase esta voz. maní (Arrachis Hypogea). [Descripción enciclopédica]. En Nueva España lo llaman cacahuete.
Veamos aquí que la explicación principal está solo bajo una de las voces, mientras que en el artículo al que se remite se hace hincapié en la denominación, de tal manera que puede interpretarse una jerarquía entre tales voces11. Como hemos dicho, el Vocabulario no solo registra léxico referido a realidades específicas, como estamos viendo hasta ahora, sino que también incluye algunas unidades léxicas con las que se denominan realidades también existentes en Europa. Aquí nos encontramos con una imagen más prototípica del léxico diferencial, esto es, no usual en la lengua del usuario objetivo, lo que en buena cuenta muchos llamarían dialectal. Debido a que en estos casos no resulta necesaria una descripción, al conocer el usuario el referente, el tamaño de estos artículos es bastante reducido y su forma tiene un grado mayor de estandarización. batea. Nombre que dan a la artesa en casi toda América. bayuca. Es lo mismo que cantina en Europa.
Interesante resulta encontrarse con voces que no se refieren a objetos concretos: bacha. Nombre diminutivo de Sebastiana, usado generalmente en el Perú. cachupín. Nombre que dan en Nueva España a los europeos. Anotemos de paso que con frecuencia se indican las diferentes denominaciones teniendo en cuenta el territorio de Brasil, por ejemplo: «Los hay en todos los países de la América, y en algunas partes se domestican; en el Brasil lo llaman Tapir, y en el Perú Ahuara» (s.v. anta) o «en el Brasil se llama Aperea, [...]» (s.v. aperiades). 11
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Como vemos, precisamente por el tipo de usuario, resulta claro en la presentación de estas distintas denominaciones que las voces peninsulares constituyen el eje principal de la comparación. Nos encontramos, así, frente a equivalentes o a sinónimos restringidos diatópicamente, aunque está claro que esta reflexión no la lleva a cabo el autor. Esta manera de registrar y explicar elementos léxicos se consagrará a lo largo de la lexicografía hispanoamericana. Del mismo modo se consagrarán estas formas en las que se ofrece la información diatópica, siempre parcial a partir de la información que maneja el autor: de manera regular pero no estandarizada, generalmente como complemento de la información enciclopédica y casi siempre integrada en el texto en artículos no condensados. El Diccionario provincial de voces cubanas (1836) de Esteban Pichardo, publicado pocas décadas después de finalizada la obra de Alcedo y cuya estela continúa, como no podía ser de otra manera en tal contexto social, histórico y cultural, se nos presenta como el primer esfuerzo de una lexicografía hispanoamericana general dedicado a una diatopía delimitada a partir de patrones administrativos. Como sabemos, la obra cuenta con varias ediciones, de las que cuatro —además de la primera, la de 1849, la de 1863 y la de 1875— fueron preparadas por el autor. A través de estas, según Werner (1994), se puede observar un desarrollo del concepto lexicográfico de Pichardo, que se irá perfilando de un carácter en gran parte enciclopédico a uno más prescriptivo y complementario del diccionario académico, que caracterizará a la lexicografía posterior dedicada al léxico de algunos de los países recién instaurados y en la que se consolida una noción de desvío de una norma monocéntrica. El manejo concreto de la cuestión de las voces regionales dentro de la diatopía atendida no sufrirá en líneas generales grandes cambios y mantendrá una cierta continuidad con respecto a lo que ya hemos visto en el Vocabulario de Alcedo en el registro no sistemático y dependiente de la información del autor, y en la nula aparición de indicaciones formalizadas sobre la restricción diatópica, a la que se seguirá aludiendo a través de frases integradas en el discurso en artículos no condensados. No obstante, tratándose el diccionario de Pichardo de una obra lexicográfica que podríamos calificar de endógena, debemos tomar en cuenta la variable de la identificación del lexicógrafo con una determinada diatopía; en otras palabras, resulta legítimo plantearse la cuestión de si las voces no marcadas corresponden a un uso general en todo el territorio o a la diatopía restringida desde la que el autor elabora el diccionario. De cualquier manera, la variación regional dentro de Cuba resulta de importancia para Pichardo, quien la tematiza en las palabras preliminares de su primera edición: Hay ciertas producciones, voces, usos y acepciones diferentes en la misma isla; un Departamento adopta tales ó cuales, y para esplicarlo añado «en la parte oriental, central ú occidental» contrayendome á los tres Departamentos conocidos y entendiendose el rigor de la palabra, uso &, en la capital respectiva; otras veces me valgo de la espresion comun «tierradentro, lo interior» esto es, desde los gobiernos de Trinidad y Cienfuegos, hasta el de Bayamo inclusives; ó bien digo «en la vueltarriba, en la vueltabajo» que ya se entiende toda
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la parte del Este ó del Oeste divididas por los gobiernos de Trinidad y Cienfuegos inclusos en la primera, aunque por ecselencia muchos llaman vueltabajo solamente al territorio de Filipinas hasta cerca de la Habana (Pichardo 1836: 3-4).
Este sencillo planteamiento presentado dentro de un texto que no alcanza las dos páginas se elabora a través de las siguientes ediciones, de tal forma que en la cuarta, ya como parte de un prólogo de 16 páginas, alcanza una mayor amplitud al añadir a lo dicho la indicación de determinadas situaciones: «en la mitad oriental de ella [de la Isla] se conservaron más las nativas o preponderaron las de su vecina Haití: en la otra mitad occidental las del inmediato Imperio Mejicano», «en los mismos Departamentos se notan ciertas diversidades segun su mayor o menor comercio, adelantos, &c.», «en unos parages, como en Tierra dentro, todavía supera el Castellano anticuado en varias palabras y modismos, en Cuba el Frances», «los diminutivos han obedecido al influjo de ciertas provincias Españolas que estuvieron en más contacto: en el Departamento Occidental hacen en illo, illa, como Pepillo, Mariquilla; en el Oriental indistintamente en ito, ita, ico, ica, Chiquito, Chiquita, o Juanico, Anica como en Santo Domingo» (Pichardo 1875: xviii). Se muestra, así, la intención de afinar el registro y la descripción de la variación regional. Como ya se adelanta en estas citas, el diccionario cuenta con un inventario relativamente estable de frases para indicar las restricciones diatópicas, pero es relevante que no se hayan determinado indicaciones formalizadas en forma de abreviaturas, las que sí se usan en relación con otro tipo de información, en especial para cuestiones gramaticales, pero también para marcas de registro e indicaciones sobre el origen indígena de la voz. Como ocurría en Alcedo, en el diccionario de Pichardo encontramos también indicaciones sobre la diferente denominación de realidades específicas, y de la misma manera aquellas se relacionan con un sistema de remisión: aguacero. N. s. m. Insecto de dos luces fosfóricas mucho mas chicas y débiles que del cocuyo; su tamaño poco mayor que la mosca; sus alitas y cuerpo tan tiernos que parece un gusano volante. En la vueltarriba le llaman animita. animita. Véase aguacero.
Interesantes a este respecto resultan también casos como los siguientes: acediana. N. s. f. Se da este nombre en Holguin al amaranto ú moco de pavo; con este nombre es conocida casi generalmente en lo demás de la isla, aunque en Bayamo le dicen tambien bledo morisco. adelfa. Lleva su legítimo nombre en la parte oriental, y en la occidental rosa francesa.
Como vemos, a través del sistema de remisiones se reconoce una cierta jerarquía entre las diferentes denominaciones, lo que se comprueba en aquellos casos en los que a una segunda denominación aludida no se le dedica un artículo distinto, práctica que también para otros fines se hará común en la lexicografía posterior.
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Aunque la mayor parte de las voces se refieren a realidades específicas, también se registran otras del uso común, lo que va aumentando de edición en edición —al igual que el registro de unidades pluriverbales, por cierto—, por ejemplo, en la tercera: cristal. N. s. m. Sinónimo de Jalea, hablando de dulces. En la Vueltarriba siempre se dice Cristal y en la Vueltabajo Jalea. […].
Por otro lado, la indicación diatópica en algunos casos tiene como objetivo corregir la información ofrecida por otras fuentes lexicográficas, especialmente la académica: bija. N. s. f. vz. ind. Bajo este nombre es mas generalmente conocido el árbol que el Diccionario de la 7a esplica con el de achiote; pues este solo le lleva en la parte oriental. Es muy comun en esta isla.
En resumen, en esta primera etapa de la lexicografía hispanoamericana, el registro del léxico regional respecto de una diatopía que se toma por general, sea continental como en el caso de Alcedo o restringida a un territorio bien delimitado natural y administrativamente, como es el caso de Pichardo, está íntimamente relacionado en gran parte con la existencia de diferentes denominaciones de realidades específicas y se lleva a cabo a través de indicaciones mínimamente estandarizadas y recurrentes. Los casos de los elementos léxicos no referidos a realidades específicas es cuantitativamente bastante menor, pero en ellos también es posible encontrar distinciones diatópicas, que sobre todo en el caso de Alcedo también toman en cuenta los usos en el español europeo. 3. El registro del léxico regional en la lexicografía de provincialismos tras la independencia Si bien la lexicografía de provincialismos del siglo xix hereda características decisivas de la tradición en la que se enmarcan Alcedo y Pichardo, debe estudiarse sin dejar de lado su contexto sociohistórico, esto es, como parte del proceso de formación nacional tras la independencia de España12. Recordemos que esta no significó de ninguna manera un rompimiento cultural con la metrópoli; de hecho, si bien en las tropas americanas participaban indígenas, las guerras independentistas enfrentaron básicamente a españoles peninsulares y españoles americanos, quienes finalmente recibieron el poder administrativo y coercitivo dentro de las nuevas fronteras formadas sobre la base colonial, y continuaron con un mismo sistema económico. Así, no es difícil entender que en el ámbito cultural se mantuviera una clara aceptación de la hegemonía peninsular, quizás con una relativamente corta excepción de ánimo emancipatorio Cf., por ejemplo, Werner (2002) y Huisa Téllez (2010).
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en la Argentina romántica13. Esta situación se manifestó también en los acercamientos científicos o precientíficos al español americano —si pensamos en parte de la obra de Bello y Cuervo, por ejemplo—, con mucha mayor fuerza, ciertamente, en la práctica lexicográfica más que en cualquier otro campo filológico. Al ya común registro de unidades léxicas usuales en América se sumó en este momento una dominante idea de desviación de las hablas americanas respecto a un español castizo, idea que podía entreverse ya en Alcedo y Pichardo, y debido a la cual en muchos casos se apuntó directamente a la corrección. En esta etapa y en relación con lo anterior, resulta esencial prestarle atención a la participación de estas obras, de forma consciente o no por parte de sus autores, en el proceso de estandarización de una lengua nacional. En efecto, su elaboración partía de la necesidad de describir el habla de un país, asumiendo de esta manera su existencia como una unidad distinguible de otras. Está claro que tanto las características idiosincrásicas de los lexicógrafos, esto es, su pertenencia a una determinada capa sociocultural, la de la elite criolla heredera del poder, como también, en transparente relación, sus ideologías lingüísticas, marcaron tal proceso de forma determinante. En este estado de cosas, es necesario preguntarse en qué medida se mostraba —o se ocultaba— la variación interna, dicho de otra forma, cómo concebían y mostraban la existencia de lo regional. En el Diccionario de chilenismos (1875) de Zorobabel Rodríguez y en el Diccionario de peruanismos. Ensayo filológico (1883-1884) de Juan de Arona, podemos indentificar rasgos destacables en cuanto al tema que revisamos. Recordemos que estas obras beben directamente de la tradición anterior, no solo en cuanto al tipo de información —si bien el registro enciclopédico es mucho menor— sino también en cuanto a la técnica lexicográfica14. Más allá de un inequívoco punto de partida prescriptivo del diccionario de Rodríguez —dice en la primera línea de su prólogo que «la incorreccion es un mal tan jeneralmente reconocido como justamente deplorado» (vii)— y de la postura educativa que asume, en clara consonancia con un contexto de formación nacional —«el mal trae su oríjen de otra parte: nace de un gran vacío que hai en la enseñanza» (vii)—, resulta para nosotros de mayor valor señalar su idea guía, a saber, que resulta necesario y conveniente registrar los usos chilenos, no solo constituyendo con esto y de forma consciente una lexicografía regional con respecto a la lengua —«una lista, bastante numerosa de los provincialismos que se usan en Chile» (viii)—, sino sobre todo participando decididamente en el proceso de estandarización. De esta manera, a la par de las repetidas indicaciones «en Chile», «los chilenos decimos» o «entre nosotros», se presenta una buena cantidad de información diatópica y diastrática, esta última también en consonancia el objetivo educativo. Para este caso específico, que no hay que generalizar en toda la América hispana, cf. del Valle / Stheeman (2004). 14 Para el caso chileno, cf. Rojas (2010) y para el peruano, Huisa Téllez (2011). 13
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En cuanto a la información diatópica que nos interesa, la distinción entre los usos generales y los minoritarios regionales es bastante clara tanto en el texto, en frases del tipo «lo que sí aseguramos es que en Chile desde Atacama hasta Chiloé […]» (s.v. a), como en las indicaciones correspondientes, naturalmente no estandarizadas, en la microestructura. Tales indicaciones se refieren a veces a las zonas «Norte», «Centro» y «Sur» y a veces a las provincias en las que estaba dividido administrativamente el territorio. Un ejemplo manifiesto de lo primero es el siguiente: ayecahue. Dícese de la persona ridículamente vestida, i tambien de las cosas grotescas i que mueven a risa. Es de uso mucho mas comun al Sur del Maule que en las provincias del centro i Norte de la República.
En cuanto a las provincias, vale mencionar que, si bien se puede asumir que en cuanto obra lexicográfica estandarizadora podrá tomar como centro de referencia la capital del país, también se registran regionalismos propios de Santiago: batan. Batanes llamamos en Santiago a las tintorerías. esquina. Llámanse así en Santiago los despachos o figones que ocupan las esquinas de las manzanas.
A diferencia de estos ejemplos, muchas veces la indicación diatópica no formalizada es marginal y está integrada en el texto, como vemos en los siguientes ejemplos, provenientes de artículos más extensos: «En Atacama en vez de al apu dicen a la tota» (s.v. a) y «en cuanto al cocho, [una] persona que ha vivido algunos años en Copiapó, donde se usa bastante, nos asegura que se emplea indistintamente en las acepciones de ulpo i de chércan» (s.v. chércan). Reparemos aquí en la explicación de un elemento léxico no lematizado dentro del artículo dedicado a otro, como comportamiento recurrente en la lexicografía decimonónia y también en la anterior. En otros casos, la información diatópica ocupa un lugar central: guaca, guaquero, a. Del quichua huaca, ídolo, cosa sagrada, templo, sepulcro. Solo en la provincia de Atacama suelen oirse estas palabras, la primera de las cuales designa […]
En algunos casos, como vemos aquí con la referencia al quechua, se señala de paso y muchas veces indirectamente la explicación de la variación diatópica, como se ve también en el siguiente artículo: chilindrina. En el Norte la moneda de 20 centavos que por acá llamamos chaucha o chirola; corrupción del español chilindrina. No valer una chilindrina: valer poco mas de nada. ¡Oh, i cómo se conoce que Copiapó es, o ha sido por lo ménos, la tierra de la plata!
Apoyado en otras fuentes, muchas de ellas lexicográficas, el diccionario de Rodríguez también ofrece indicaciones sobre usos en otras regiones hispanoamerica-
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nas, especialmente Cuba y Perú, superando así la restricción diatópica determinada. La introducción de estas indicaciones tiene generalmente fines informativos, pero también se establece con cierta frecuencia una relación con los usos chilenos y, en algunas ocasiones, se corrige lo dicho en otras obras, por ejemplo en «ocioso es advertir a los chilenos que éste que llama provincialismo cubano el señor Salvá, está en Chile tan perfectamente acaserado que parece criado i nacido en casa» (s.v. casero, era, eria). El Diccionario de peruanismos. Ensayo filológico de Juan de Arona, por su parte, se plantea desde el título un objetivo completamente distinto al de Rodríguez; sin embargo, comparte con este, en cuanto obra elaborada dentro del mismo momento histórico, un ánimo estandarizador, si bien no declarado directamente. Comparte, además, el mismo tipo de comportamientos lexicográficos recurrentes con respecto a la indicación diatópica, en especial la falta de formalización y la integración en el texto del artículo no condensado. Otros elementos comunes son la idea de partida de constituir un diccionario general peruano pero regional con relación a la lengua, la referencia a usos en otras regiones americanas y el manejo de las fuentes. Mientras que en el diccionario chileno la distinción entre usos generales y usos regionales está relativamente bien establecida y, en cuanto a los segundos, la variedad de zonas aludidas dentro del territorio es amplia y prácticamente lo cubre por entero, en Arona la situación es un poco más confusa. Si nos referimos primero a la segunda cuestión, vemos que el diccionario registra sobre todo usos en Lima y en Arequipa, planteando una importante distinción en el habla peruana, que el autor justifica con la cuestionable idea de la casi inexistente influencia del quechua en la capital y decisiva en la segunda ciudad. En las voces arequipeñas, la indicación diatópica aparece con muchísima mayor frecuencia, junto casi siempre a la del origen quechua, de tal forma que los usos limeños se tratan como si fueran generales, aunque marginalmente entre aquellos se cuentan quechuismos declarados, como pucho (‘cigarro’) o calato (‘desnudo’), por ejemplo, si bien de forma matizada: «mucho más usada en el interior que en Lima» (s.v. calato). La confusión no resuelta entre elementos léxicos de Lima y generales atraviesa toda la obra y refleja, si hacemos una lectura atenta, la completa identificación del autor con la elite letrada criolla y limeña, ligada culturalmente a la exmetrópoli y la de esta con el país en general, frente a lo cual es arriesgado aceptar sin ninguna evaluación la información diatópica presentada. En cuanto a las indicaciones mismas, las formas referidas a Lima e integradas en el texto, como «nosotros decimos» o «aquí decimos» y otras del mismo carácter, conviven con aquellas regulares, como «en Lima se dice» o «los limeños dicen»: boleto. […]. Todo lo que aquí llamamos boleto corre en España con el nombre de billete. Aun la voz boleta no tiene entre nosotros mas que un restringidisimo uso de escribanía. Este provincialismo (boleto por billete) metido por decirlo así entre cuero y carne en nuestra locución, empotrado en lo mas interno de la expresión, como la triquina entre las fibras de la carne, como los microscópicos animálculos de un trozo de hielo, son los que deben llamar
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sériamente nuestra atención y hacer nuestra desesperacion. ¿Qué limeño habrá sospechado nunca todo lo que queda descubierto de boleto? ¿Y qué limeño podría hacerse de nuevo para poder sustituir á boleto en sus latísimas acepciones provinciales, por billete que para nosotros es exclusivamente el del Banco? […]. chamuchina. Voz de grandísimo uso en Lima para significar plebe, populacho, pópulo bárbaro y gente ruin y soez […]. destilar. Lo que en Lima se llama eternamente agua destilada, es simplemente agua pasada por un filtro de piedra. […].
Mientras tanto, en el caso de los arequipeñismos, la indicación está más estandarizada: ancosa. Arequipa. Brindar: verbo puramente quíchua. asomarse. Arequipa. Acercarse.
Las indicaciones diatópicas también están estrechamente relacionadas con la dicotomía costa / sierra, que se corresponde en gran medida a la de Lima / Arequipa, precisamente por la misma razón de la influencia quechua: ccala. En quichua ó por lo ménos en Arequipeño, desnudo, en cueros, siendo el adjetivo indeclinable y común á ámbos géneros como todos los que proceden de esa lengua. Al españolizar esta voz en la costa, no solo lo hacemos en cuanto á la forma, suavizándola en calato, sino que le damos las dos terminaciones al igual de los adjetivos castellanos […]. balconcillo. Se dá este nombre en la Sierra á un camino de montaña hecho de barbacoa y volado sobre un precipicio á manera de balcón, ó como el portalon de un buque. Se llama también barbacoa. ñausa. En la Sierra (en la costa no) corriente por ciego; del quichua ñausa que vale lo mismo […].
La indicación clara y estandarizada sobre la extensión del uso fuera de Lima se repite en casos muy reducidos con otras ciudades, entre las cuales resulta más común el caso de Cañete, lo que se explica por la propia experiencia del autor: cuzcúz. Cañete. […]. cúris. Tarma. […]. descachalandramiento. Chiclayo. […].
Como decimos, la estandarización de la lengua nacional, proceso en el cual estos diccionarios de provincialismos participan de forma determinante, si bien los autores no siempre son conscientes de ello, juega un papel esencial cuando revisamos el registro del léxico regional en esta etapa.
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4. El registro del léxico regional en la lexicografía general de americanismos: Malaret y Santamaría15 Resulta bastante sintomático que ya en la época independiente una lexicografía general de americanismos, esto es, una que tiene como objetivo registrar aquellos elementos léxicos originarios de América o de uso exclusivo en el continente con respecto a España, haya surgido solo posteriormente a la serie de diccionarios dedicados a diatopías más restringidas e identificadas por lo general con los nuevos estados nacionales. Hemos dicho ya que esta serie se hacía eco de una cierta identidad reforzada por la instauración de tales estados nacionales y cumplía con funciones determinadas por un contexto de formación de estos. Por el contrario, la lexicografía general de americanismos persigue —sin sacrificar, de todos modos, una apelación a la identidad americana— un interés acumulativo para ofrecer un panorama amplísimo de la realidad lingüística del continente. Aprovecha, para lograrlo, una gran cantidad de fuentes, especialmente aquellas lexicográficas inmediatamente anteriores, y la información ofrecida por corresponsales locales, cuyo rol crece en esta etapa. No está de más apuntar, sin embargo, que —como también lo insinúan los autores— estas fuentes y su manejo llevan al riesgo de que el producto final ofrezca una mirada más bien poco uniforme, privilegiando aquellos países o regiones para los cuales se consigue o se cuenta con mayor información. Esto vale, sobre todo, para la recepción de la obra: en general, no está de más plantear la necesidad de tomar con muchas reservas el panorama de la variación regional que los diccionarios generales de americanismos nos ofrecen. Para nuestra rápida revisión de la forma en que se presenta esta información regional tomaremos en cuenta básicamente las primeras dos obras de esta nueva serie: el Diccionario de americanismos (1925) de Augusto Malaret, que después de una segunda edición (1931) vio una tercera (1946) que puede considerarse definitiva, y el Diccionario general de americanismos (1942) de Francisco Javier Santamaría. El interés acumulativo y el tipo de fuentes a los que nos referimos como características determinantes de esta etapa se reflejan evidentemente en el texto lexicográfico, en el cual, además, podemos ver un claro salto cualitativo al contar ya con artículos semicondensados. En el caso de Malaret, por ejemplo, resultan comunes las indicaciones formalizadas y estandarizadas sobre la restrición diatópica, ocupando un lugar bien determinado en la microestructura, como vemos en los siguientes ejemplos: alfilera. f. Cuba. Alfiler o carne de lomo. alforjudo, da. adj. Chile. Bobalicón, necio.
15 Para una visión general de esta etapa, cf. López Morales (2000) y (2008), también (1983). Para una perspectiva metalexicográfica de los diccionarios generales de americanismos, resulta esencial la tesis de habilitación de Reinhold Werner, escrita en alemán e inédita hasta hoy (Werner 1990).
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En el caso de las unidades pluriverbales, la indicación se repite, incluso cuando se trate de la misma: *alforja. Cambiar el macho por las alforjas. Chile. Quedar en las mismas. || Por la pura alforja. Chile. En vano, inútilmente. *alzo. […] || Coger a uno de alzo. Guat. Tomarle mala voluntad. || Traer a uno al alzo. AmCentral. Traerlo al retortero, a mal traer.
Notemos aquí que las indicaciones formalizadas no se refieren solamente a países, sino también a regiones o a macrorregiones; en el primer caso, se indica entre paréntesis el país: alicrejo. m. AmCentral. Persona, animal o cosa fea y de mal aspecto. || 2. Pl. Esmeraldas (Ecuad). Bichos, insectos. aliguije. m. Quer (Méx). Nombre burlesco. (Rf.: cuije).
En algunos casos, esta sistemacidad se pierde y la indicación se integra en el texto: alfiler. m. Colomb. y Cuba. Aguja, o carne del lomo de las reses. Ac. || Alfiler de criadera. Cuba. El nombrado imperdible. En Colomb. Le dicen alfiler de nodriza. (en fr., épingle de nourrice). || No caberle a uno un alfiler de gusto. Chile. Estar muy contento. *cajonera, ra. f. Ecuad. Buhonera. Se daba en Quito este nombre a las mujeres que, en los portales de la ciudad, colocaban cajoncitos con baratijas para la venta.
Mientras que Malaret dice poco en los paratextos de su obra, si bien es consciente del problema general de la «errónea extensión geográfica que se ha concedido a muchos regionalismos americanos» (Malaret 1946: 25), Santamaría ofrece en su introducción una importante reflexión sobre el tema de las localizaciones geográficas del léxico americano, usando el término «comprensión geográfica». En ella, afirma que «No puede decirse tampoco que haya voces exclusivas de determinada región o de tal sitio» (Santamaría 1942: x), con lo cual apunta a la aparición muchas veces inexplicable de vocablos provinciales en diferentes zonas de América y pide, en consecuencia, que el lexicólogo no fije restricciones diatópicas fuertes. A esta reserva le sigue otra sobre las fuentes lexicográficas, a partir de cuya información no se podría ni debería atribuirse usos exclusivos a los vocablos. Este irregular panorama de la distribución del uso léxico y de su registro que parece dificultar el trabajo lexicográfico lo explica Santamaría a partir de la unidad de raza y de lengua (Santamaría 1942: x) que caracteriza el caso de la extensión del español, no solo en América sino también en Europa: de hecho, es posible encontrar en España el origen y el uso de elementos léxicos supuestamente solo exclusivos de América. Vista esta clara conciencia por parte del autor de la complejidad del fenómeno al que se enfrenta, no resulta sorprendente la forma concreta en que presenta la infor-
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mación de las restricciones diatópicas en su obra. Anuncia, en primera instancia, que la falta de indicación significa que la voz «es de uso general, en el sentido de que se conoce y se entiende por lo menos en uno de los países de cada una de las Américas geográficas (insular, ístmica-central y meridional)» (Santamaría 1942: xii). De esta manera, en consecuencia con lo dicho líneas antes, la atención no está puesta en el lugar exacto en el que una voz es usual sino en el hecho de que se considera como americana, lo que un usuario preocupado por la distribución geográfica podría sentir como confuso e insuficiente, como en los siguientes casos sin indicación: abarrajamiento. m. Estado o condición de una persona que ha perdido todo sentimiento de decoro. abastero, ra. m y f Persona que abastece a una población de los artículos más necesarios para el consumo carnes [sic], frutas, hortalizas, etc; abastecedor.
Cuando la voz es usual en una sola de «las Américas geográficas» o especialmente en una de ellas, queda indicado claramente: abalear. tr. V. En Sur América, fusilar; pasar por las armas, siendo éstas de fuego; herir con bala. En igual sentido se usa en muchas partes balear. (V. abaleado). abarrajado, da. Adj Audaz, desvergonzado, libertino, vicioso, pendenciero, de vida airada. Ú pm. en Sur América.
Vemos en estos dos ejemplos, por cierto, que la información se ofrece, en el caso más común dentro de la obra, integrada en el texto, en especial con la frase «En X» pero también con otras semejantes, o de forma medianamente estandarizada, como vemos en el segundo ejemplo. En los artículos dedicados a realidades específicas, la descripción ofrece, como es común, pistas para la ubicación de la voz y, cuando resulta necesario, se presentan también las distintas denominaciones según los lugares, como vemos de manera ejemplar en el siguiente artículo, en el cual debemos notar, además de la focalización en la denominación antes que en la descripción de la realidad, la restricción diatópica a partir de los hablantes y no del territorio, práctica no extraña en la historia de esta lexicografía: ababari. (Voz quichua) f. Nombre vulgar que en Bolivia, principalmente en Mojos, se da a la nutria, animal muy estimado por su fina piel; el quiyá de los argentinos; guillin chileno.
Aunque los artículos del diccionario de Santamaría tienen un grado bastante bajo de condensación, vale la pena resaltar su preocupación por la indicación diatópica (al igual que otras, como la gramatical) en la microestructura. Por ejemplo, se preocupa por señalar cuidadosamente qué ocurre en el caso de distintas acepciones («A toda acepción sin signo locativo, que sea la primera en la definición, corresponde la loca-
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lización de la que le precede», Santamaría 1942: xii) o cuando se registran unidades pluriverbales («A la expresión, frase o locución formadas con una voz, corresponde una localización independiente de la voz misma, o de la última y más próxima acepción de la voz», Santamaría 1942: xiii). En general, es necesario señalar que esta tarea compiladora del léxico de toda la América hispanohablante en la que se embarcaron algunos lexicógrafos hispanoamericanos —y que ciertamente resulta también un objetivo apreciado en otros campos de la filología correspondiente— no es de ninguna manera sencilla de llevar a cabo. Con esto, no nos referimos al mero hecho de reunir la información, que en definitiva constituye básicamente un esfuerzo material, sino a cuestiones de cantidad y calidad de aquella, muy difíciles de controlar incluso en el estado actual de nuestro conocimiento del amplio espectro léxico hispanoamericano. De la misma manera, desde el punto de vista metalexicográfico que empleamos para echar una mirada a estas obras, resulta difícil afrontar una estandarización fina en el nivel de la microestructura cuando se cuenta con tanta información de desigual valor. 5. El registro del léxico regional en la moderna lexicografía hispanoamericana: los diccionarios del Proyecto de Augsburgo y la lexicografía integral Como es por todos conocido, la larga historia del registro del léxico del español americano dio un decisivo giro hacia la década de 1970, algo en buena medida atribuible a las reflexiones metalexicográficas impulsadas sobre todo por investigadores franceses y alemanes y cristalizado en el inicio de dos monumentales proyectos, el dirigido en Augsburgo (Alemania) por Günther Haensch y Reinhold Werner, que tenía como objetivo la redacción de diccionarios diferenciales y contrastivos de los países hispanoamericanos, y el de El Colegio de México, dirigido por Luis Fernando Lara y cuyo fin era un diccionario integral del español de México16. Si bien ambos proyectos se guían por ideas de base en gran parte divergentes y siguen métodos distintos, puede afirmarse en general que el giro mencionado está estrechamente ligado al examen de la naturaleza de un diccionario monolingüe dedicado a una diatopía restringida de una lengua, y al del método y de la técnica puestos en práctica en su elaboración. Se pone en tela de juicio, así, la validez de la comparación entre el léxico regional propio de un país americano y el de un supuesto español general, que en la práctica se identificaba con el peninsular o, en muchos casos, con aquel registrado en el diccionario académico; además, se plantean pautas ineludibles para el registro y explicación de elementos léxicos, como la formación de un corpus previo, en el caso mexicano, y una fuerte sistematicidad en la microestructura, en el de Augsburgo. Para el proyecto de Augsburgo, cf. especialmente Werner (1991) y (1993-1994), y para el punto de partida del proyecto de un diccionario integral de México, los trabajos tempranos de Lara (1981) y (1987). 16
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En esta renovación de la lexicografía hispanoamericana, la cuestión del registro de elementos léxicos usuales solo en partes de la diatopía elegida de antemano —el país correspondiente— cobra un interés especial. Más importante que señalar la organización sistemática de la información en la microestructura, que en cuanto a estandarización y condensación supera con creces lo hecho hasta entonces, alcanzando una forma estable que incluso no resulta necesario comentar, es necesario hacer hincapié en que la inclusión de léxico regional, por un lado, responde a una división territorial fundamentada en estudios sistemáticos de índole dialectológica ajena al solo ámbito lexicográfico y, por otro, está respaldada por documentación pertinente. Como sabemos, los diccionarios diferencial-contrastivos elaborados en Augsburgo recogen de forma transparente y reelaboran dándoles un carácter sistemático las intuiciones lexicográficas de los diccionarios de provincialismos elaborados en la segunda mitad del siglo xix, esto es, por un lado, el registro de elementos léxicos usuales en un país hispanoamericano pero no usuales en España y, por otro, la presentación de información comparativa de los usos léxicos entre ambos países y, en muchos casos, tomando en consideración otros países. A pesar de esta aparentemente íntima relación con la lexicografía anterior, resulta claro que poco tienen que ver los objetivos que ella perseguía en el siglo xix con los de los diccionarios elaborados en la actualidad: los de estos últimos están en clara dependencia, más bien, con una estricta idea de obra de consulta —que ofrece básicamente información sobre usos divergentes resultado de una comparación directa—. Fieles a esta idea, y alejándose de aquella que supone que un diccionario es el producto de una descripción lingüística, los autores tienen mucho cuidado de no referirse en las respectivas introducciones a una norma o estándar nacional en relación con el registro de elementos léxicos de uso general, sino que recurren a un criterio de difusión geográfica mínima. Este criterio supone que se registran voces usuales en todo el territorio, a las que no se les asigna ninguna indicación formalizada, y voces usuales por lo menos en una de las amplias zonas bien determinadas dentro de aquel, tres en Cuba (central, occidental y oriental) y seis en Argentina (la central, la rioplatense, el antiguo Cuyo, el nordeste, el noroeste y el sur). Ahora bien, se advierte que esta información debe tomarse con reservas, ya que los límites territoriales no se corresponden necesariamente con los límites del uso de una unidad léxica. Este criterio para el registro se combina, por supuesto, con otros, como el de frecuencia y actualidad, por ejemplo. Por otro lado, uno de los más importantes saltos cualitativos de estos diccionarios frente a aquellos decimonónicos que podrían considerarse, aunque de manera anacrónica, del mismo corte diferencial-contrastivo es la organización de la microestructura a partir de la cual se ofrece la información lexicográfica. Se trata ahora de artículos completamente estandarizados y de un alto grado de condensación, como se nota en el siguiente ejemplo del diccionario argentino: milagriento, -a I sust/adj Ø Cuyo coloq desp Persona de extracción social baja [E, Arg, pelagatos; Arg: chimba, cumbiero, -a, pulguiento, -a, ranfañoso, -a, rasca, rasposo, -a, rotoso, -a, sarnoso, -a, villero, -a] | II adj Ø 2 Cuyo coloq Ref. a una cosa: de escaso valor.
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Como vemos, la indicación diatópica convive con las indicaciones gramaticales y con las marcas de uso. Además, como parte de la información contrastiva, fuera de la indicación formalizada para indicar la inexistencia de la forma en España, se ofrecen sinónimos, para los cuales no se toma como rasgo relevante la limitación diatópica. Mientras que en el caso argentino existen claras indicaciones formalizadas correspondientes a las seis zonas tomadas en cuenta (ArgCent, ArgRpl, Cuyo, NEArg, NOArg y Sarg), en el cubano la información diatópica se presenta en forma de observación al final del artículo —si bien esta no está dedicada exclusivamente a este tipo de información—, encabezada por la indicación formalizada OBS:, cuando se refiere a todas las acepciones del artículo, o por Obs:, cuando se refiere a la única o a la última. En estos casos, entonces, la información se presenta integrada en el texto, de tal manera que el grado de condensación es menor: brillantina f ⊕ Subproducto del petróleo, traslúcido y de color amarillento, que se emplea como combustible para quinqués, faroles y cocinas [E, Cu: queroseno; Cu: gas, kerosén, luz brillante; cf. aceite de carbón] Obs: Es propio del uso lingüístico de las zonas oriental y central de Cuba.
Esta diferencia de tratamiento se basa, como se aclara en la introducción del diccionario cubano, en el bajo número de elementos léxicos que tienen una restricción diatópica —setenta y siete en toda la obra—, además del hecho de que el resto de la población los conoce pasivamente y los reconoce como indicio de que el hablante proviene de la zona respectiva: «En total son setenta y siete los casos en los que se indica tal restricción: cuarenta y cuatro para la zona oriental, dieciséis para la occidental, ocho para la central, cinco para la central y la oriental, y tres para la central y la occidental» (DECu: xxv). El relativo mayor número de unidades orientales se correspondería con la especificidad del oriente cubano, que la dialectología ya habría notado. La elaboración de un diccionario integral, por su lado, parte de la premisa de que este tipo de obra lexicográfica debe estar dedicada al uso de la lengua en una comunidad de habla determinada, que podría delimitarse territorialmente a partir de una administración política que le daría cohesión, como en el caso de un país. Queda descartada de plano, según esta idea, la comparación con los usos en una comunidad de habla distinta. El Diccionario del español de México (DEM), que constituye el primero integral en el ámbito del español, asume de esta forma la tarea de registrar el léxico estándar de México, esto es, general en el país, objetivo que se consigue a partir de un determinante trabajo cualitativo a través de un corpus, al cual vale la pena aludir de paso para resaltar la diferencia en el plano de la elaboración entre esta obra y la inmensa mayoría del resto dedicadas al español americano. En cuanto al tema que nos concierne, el diccionario toma en cuenta también, y en la medida en que la información manejada lo permita, la necesidad de registrar vocablos regionales (Lara 2010, I: 38) dentro de los límites de la comunidad de habla mexicana. En principio, se plantea la cuestión de una manera general:
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Las hablas mexicanas son enormemente variadas y expresivas; en ellas se advierte la diversidad cultural del territorio nacional y se tiene el principal apoyo para la constante elaboración de un lenguaje apto para significar la vida contemporánea de México en su rica heterogeneidad. Debido a las características de nuestra investigación, determinadas por el costo que significaría efectuar una gran encuesta léxica nacional, los datos que registramos no dan cuenta completa de esa variedad, por lo que el vocabulario regional que se encuentra en estas páginas apenas representa un pequeño porcentaje de lo que realmente se habla en nuestro territorio, desde los rincones más alejados de Baja California y Tamaulipas hasta los confines de México en Chetumal o en Comitán. Les pedimos por ello a nuestros lectores que sean benevolentes con nosotros en este aspecto, que seguirá siendo una asignatura pendiente de nuestro trabajo (Lara 2010, I: 31).
Dirá, más adelante, que las zonas determinadas del territorio mexicano que se toman en cuenta y a las que se asignan tras la información gramatical indicaciones formalizadas fácilmente reconocibles —si bien se encuentran algunas inconsistencias en la versión en línea que también revisamos— corresponden en gran medida a los resultados de las investigaciones de Lope Blanch, pero se hace hincapié en que la demarcación regional del uso de los vocablos no puede ser tomada de forma determinante (2010, I: 38). La orientación integral de esta lexicografía presupone que tras la elaboración de una obra general del español mexicano, y a partir de trabajos anteriores, como los del mismo Lope Blanch, y de corpus, es posible dar paso a una lexicografía mexicana diferencial, esto es, dedicada al léxico de diferentes regiones del territorio mexicano, que tendría como punto de referencia este diccionario general: A partir de una revisión de resultados obtenidos en el Atlas lingüístico de México y algunas obras derivadas de, así como de los dos Corpus del español mexicano contemporáneo 1921-1974 y 1976-2016 y los diccionarios Diccionario del español de México, Diccionario del español yucateco y Diccionario regional del español de Sinaloa, se plantean los logros obtenidos, así como las dificultades actuales para mejorar el conocimiento del español en territorio mexicano (Lara 2017).
6. A modo de conclusión En la revisión del registro del léxico regional en diccionarios generales del español americano resulta esencial prestar atención a tres cuestiones centrales. En principio, a las continuidades y rupturas en la historia de la práctica lexicográfica, a partir de determinantes contextuales. Asimismo, a la cantidad, la calidad y el manejo de la información del lexicógrafo, generalmente parcial, que influye de manera decisiva en el panorama sobre el léxico regional que el diccionario presente. Finalmente, desde el punto de vista metalexicográfico que nosotros hemos privilegiado aquí, pero en plena relación con todo lo anterior, a los criterios de selección de los elementos léxi-
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20. EL LÉXICO DIALECTAL BRASILEÑO EN LOS DICCIONARIOS GENERALES DE LENGUA PORTUGUESA EN BRASIL: LOS DICCIONARIOS AURÉLIO Y HOUAISS
Clotilde de Almeida Azevedo Murakawa Universidade Estadual Paulista «Júlio de Mesquita Filho». Campus de Araraquara [email protected]
►► Resumen
Después de la independencia de Brasil del reino de Portugal, en 1822, la preocupación por la denominada lengua brasileña, lengua nacional, ganó espacio en la producción lexicográfica y literaria en Brasil. En los siglos xix y xx, incontables diccionarios, vocabularios y glosarios se dedicaron a repertoriar y registrar las unidades léxicas brasileñas, los llamados brasileñismos, que ampliaron en mucho la lengua portuguesa traída para Brasil por los colonizadores en el siglo xvi. Este texto tiene como objetivo, de entrada, presentar un panorama histórico de dichas obras lexicográficas y de la contribución que realizaron, y analizar los diccionarios generales de lengua de los lexicógrafos Aurélio Buarque de Holanda Ferreira (Dicionário Aurélio da Língua Portuguesa, en su 5ª edición de 2010) y Antonio Houaiss (Grande Dicionário Houaiss da Língua Portuguesa, en su edición de 2004, 1ª reimpresión), y la práctica lexicográfica adoptada por ellos para el registro del léxico dialectal brasileño, sea de todo el territorio nacional, sea de los diferentes estados y regiones. Fueron también consultadas para este estudio las versiones electrónicas de Aurélio (2010) y la versión Grande Dicionário Houaiss da Língua Portuguesa (2017). ►► Palabras clave Lexicografía, léxico dialectal brasileño, diccionario, metodología lexicográfica.
Brazilian dialectal lexicon in general dictionaries of Brazilian Portuguese: Aurélio and Houaiss ►► Abstract
After Brazil gained independence from Portugal in 1822, concerns regarding the Brazilian language, now the national language of Brazil, received more attention in lexicographical and literary works in Brazil. During the nineteenth and twentieth centuries, several dictionaries, vocabularies and glossaries recording Brazilian lexical units, called Brazilianisms, expanded the Portuguese language brought to Brazil by European settlers in the sixteenth century. This paper presents a historical overview of this lexicographical corpus and its contributions, and reviews the dictionaries of the language by Aurélio Buarque de Holanda Ferreira (Dicionário Aurélio de Língua Portuguesa, 5th edition, 2010) and António Houaiss (Grande Dicionário Houaiss da Língua Portuguesa, 1st edition 2004, 1st reprint), examining the lexicographi-
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cal method they adopted to record Brazilian dialect vocabulary in the national territory. The electronic versions of Aurélio (2010) and Grande Dicionário Houaiss da Língua Portuguesa (2017) were also used in this research. ►► Keywords Lexicography, Brazilian dialect vocabulary, dictionary, lexicographical method.
1. Introducción La lexicografía portuguesa del setecientos se vio enriquecida con la monumental obra del monje teatino D. Raphael Bluteau titulada Vocabulario Portuguez e Latino, en 8 volúmenes y 2 suplementos, publicados entre 1712 y 1728. Este Vocabulario, título elegido por su autor en lugar de diccionario, fue la primera obra de la diccionarística portuguesa basada en un corpus de naturaleza variada, con referencias a aproximadamente 410 obras de 288 autores portugueses de los siglos xv al xviii (Murakawa 2007: 163). Además de registrar un volumen representativo de datos sobre la lengua portuguesa y su equivalente latino, fue la primera obra en ofrecer marcas lingüísticas para las palabras de lenguajes especiales y también para las dialectales. En este aspecto constituyó una gran innovación, pues en su Vocabulario etiquetó con la marca dialectal las voces brasileñas, poniendo de manifiesto, ya en el siglo xviii, qué palabras eran termo do Brasil, planta do Brasil, árvore do Brasil, animal do Brasil; así, cachoeira («termo do Brasil»), caju («planta do Brasil»), jacarandá («árvore do Brasil»), sariguê («animal do Brasil»), ananás («fruto do Brasil»), de modo que la marca «Brasil» ya se hacía presente en muchos de los artículos. Siguiendo la práctica lexicográfica de Bluteau y también innovando en lo que concierne al léxico dialectal, Antonio de Moraes Silva, brasileño, natural de Río de Janeiro, publicó en 1789 en la Officina de Thaddeo Simão Ferreira, en Portugal, el Diccionario da Lingua Portugueza. En el frontispicio de la obra, Moraes señala: «composto pelo Padre Raphael Bluteau, reformado e accrescentado por Antonio de Moraes Silva». En esta edición, continúa registrando el léxico brasileño con el mismo tipo de marcación que Bluteau: arara («ave Brasil»), araticu («fructo Brasil»), cachaça («no Brasil, aguardente de mel»). De este modo venía a destacar lo que era exclusivo del portugués de Brasil. Estas marcas, si bien fueron escasas en la edición de 1789, se hicieron más frecuentes en las ediciones de 1813 y en la siguiente de 1823. Moraes solo se distingue de Bluteau por usar expresiones variadas para registrar el mismo fenómeno lingüístico, a saber: palavra do Brasil, fruto brasílico, no engenho de assucar do Brasil, etc. La información ofrecida en esta introducción tiene por objetivo destacar que el procedimiento de identificación de palabras consideradas brasileñas en los diccionarios de lengua portuguesa es bastante antiguo, mucho más de lo que se pueda imaginar. Aunque no existiera uniformidad de los autores en el modo de marcar la palabra como brasileña, tal hecho muestra el interés de los diccionaristas en establecer algu-
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nas diferencias o incluso en mostrar que la lengua portuguesa traída para las tierras brasileñas comenzaba a ampliar su léxico con palabras propias de Brasil, adquiriendo un color local. Bluteau y Moraes pueden ser considerados los precursores de lo que la lingüística designó posteriormente como marca en sus diversos tipos, y en el caso que nos ocupa, como marca dialectal. 2. Panorama histórico Para comprender mejor cómo el registro de la marca dialectal brasileña pasó a ser relevante en la construcción de obras lexicográficas producidas en Brasil, es necesario esbozar un panorama de esas obras en el contexto histórico de los siglos xix y xx. Bajo el título de glosario, vocabulario o diccionario, se publicaron en Brasil, a lo largo de los siglos xix y xx, incontables obras, algunas regionalistas y otras diccionarios generales que ya presentan en su título el adjetivo brasileño, destacando que la obra es un diccionario brasileño de la lengua portuguesa, o un vocabulario brasileño o un diccionario de la lengua brasileña. Por el título de tales obras, ya se percibe que el léxico brasileño comenzaba a ocupar un lugar prominente. 2.1. Vocabularios y diccionarios publicados en el siglo xix João Ribeiro, gramático y filólogo brasileño, publicó en 1920, en la Revista de Língua Portuguesa (1920: 43), un opúsculo titulado «Brasileirismos», donde afirma que fue Domingos Borges de Barros, Visconde da Pedra Branca, el autor del «primeiro documento de natureza theorica sobre a questão dos brasileirismos»1. Publicado este texto en 1824 o 1825 en París, cuenta João Ribeiro que el Visconde da Pedra Branca era ministro del Emperador y diplomático en Francia cuando Adrien Balbi empezó a preparar el volumen Introduction à l’Atlas Ethnographique du Globe, donde se incluiría información sobre las razas y las lenguas esparcidas sobre la superficie de la tierra. El Visconde fue colaborador del geógrafo italiano y su lista de brasileñismos fue incluida en la obra de Balbi (1826: 172). La lista presenta, de entrada, un conjunto de ocho palabras con el título Noms qui ont changé de signification, donde el autor contrasta, en francés, el significado que las palabras tienen en Portugal y en Brasil2.
1 La palabra brasileirismo fue usada por primera vez como sinónimo de brasilidade ‘amor a la patria’ en 1823, por José Bonifácio de Andrade e Silva, en el diario O Tamoyo. Con el significado de ‘palabra o locución propia del portugués de Brasil’ se utilizó por primera vez en 1879, según se registra en la versión electrónica de Houaiss (2017). 2 Se presentan las cuatro primeras líneas de las tablas organizadas por el Visconde da Pedra Branca (Balbi 1826: 172).
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Mots
Signification en Portugal
Signification au Brésil
Faceira
Grosse mâchoire
Coquette
Arrumamento
Action d’arranger
Parade
Babados
Bavé
Jabot, falbalas
Tope
Entrave
Cocarde, bouquet de fleurs
Tabla 1. Noms qui ont changé de signification
En un segundo conjunto, el Visconde de Pedra Branca presenta 50 palabras bajo el título Noms en usage au Brésil et inconnus en Portugal. Mots
Signification
Pabulo
Fat, suffisant
Capeta
Lutin
Quindins
Minauderies, petits soins
Iaiá
Demoiselle
Tabla 2. Noms en usage au Brésil et inconnus en Portugal
El mérito del Visconde da Pedra Branca reside en haber tratado un aspecto de la lengua portuguesa hasta entonces poco o casi nada estudiado. Su trabajo permaneció desconocido y fue raramente mencionado por estudiosos de la lengua en los siglos xix y xx. Después de la proclamación de la Independencia de Brasil, tres años antes de la publicación de Pedra Branca, se acentúa el espíritu de separación de la metrópoli y las diferencias entre el portugués del Reino y el de la colonia favorecen la aparición de glosarios, vocabularios y diccionarios, donde la lengua portuguesa de Brasil pasó a ser el foco de atención de gramáticos, filólogos e intelectuales brasileños. Con la independencia fue necesario crear una imagen lingüística nueva, adecuada a una nación libre (Murakawa 2005: 746). Lo que se presenta a continuación es un retrato de las principales obras lexicográficas producidas en el siglo xix, donde se observa claramente, sea en el plano regional sea en el nacional, el espíritu de la independencia, no solo política, sino también acentuadamente lingüística. La relación entre lengua y nacionalidad fue el foco de interés de la sociedad letrada brasileña en el periodo del novecientos. Aunque algunas de esas obras ya incluyan en su título diccionario de la lengua brasileña o vocabulario brasileño, no siempre reflejan la realidad lingüística brasileña; son diccionarios portugueses que presentan artículos sobre la flora, la fauna, los usos y las costumbres brasileños. Es necesario remarcar en cuáles de ellas se registra el léxico dialectal, sea regional, sea nacional. Son obras publicadas en Brasil en un periodo, como ya se mencionó anteriormente, posterior a la independencia, donde se
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busca una identidad lingüística y es en el léxico donde las marcas de una lengua portuguesa brasileña aparecen más visiblemente. Siguiendo la cronología de la publicación de algunos vocabularios y diccionarios, destacaremos en primer lugar la obra de Luiz Maria da Silva Pinto, publicada en 1832 en Ouro Preto, en la Typographia de Silva, con el título de Diccionario da Lingua Brasileira. Esta obra ve la luz solo un año después de la aparición de la 4ª edición del Diccionario de Moraes Silva, de 18313. A pesar de incluir en su título el sintagma lingua brasileira, la obra no se diferencia en nada de cualquier otro diccionario de lengua portuguesa. En publicación cuidadosamente elaborada, Paulo Mario Beserra de Araujo4 nos ofrece un detallado ensayo, donde compara la obra de Silva Pinto con otra portuguesa, publicada en 1806, el Novo Diccionario da Lingua Portugueza, de autor anónimo. Araujo titula su libro Hum diccionario sem auctor versus hum ‘auctor’ com diccionario (2013). En este ensayo metalexicográfico Araujo confronta los diccionarios de Silva Pinto y las ediciones del Novo Diccionario (1806, 1817, 1835) y demuestra que el diccionario de Silva Pinto, aunque con algunos añadidos y alteraciones, no es más que una compilación del diccionario cuyo autor se desconoce, publicado en Lisboa en 1806 en la Typographia Rollandiana. En palabras de Araujo (2013: 73), o dicionário de Silva Pinto não é um «Dicionário da Língua Brasileira», ainda porque, ‘essa língua’ foi uma quimera que existiu no imaginário de seus propugnadores, pois a idéia, por mais que debatida e insistida, não vingou; seu discurso ‘brasileiro’ carece de autenticidade e sua obra diz tanto de uma Língua Brasileira quanto qualquer outra similar portuguesa conseguiria dizer.
Silva Pinto fue el primero en emplear lingua brasileira en el título de un diccionario. Continuando el recorrido histórico propuesto, el Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro (IHGB) publica en 1852 una colección de vocablos y frases usuales en Rio Grande do Sul, elaborada por Antonio Alvares Pereira Coruja. Esta colección tuvo por título Collecção de Vocabulos e Frases usados na Provincia de S. Pedro do Rio Grande do Sul. Al referirse a los habitantes de la región, Pereira Coruja afirma en la introducción que su modo particular de expresarse y la convivencia con la población de estados vecinos que hablan castellano hacen que sus habitantes «para exprimirem certas idéas e communicarem certos pensamentos tenham adoptado alguns vocábulos e frases que não tem nem na língua commum nem nos diccionarios da língua» (1852: 211). Coruja, natural de la provincia de Rio Grande, tenía contacto directo y conocía bien el modo de hablar de la gente y esto le permitió elaborar la colección que fue Esta edición fue preparada por Theotonio José de Oliveira Velho, después de la muerte de su autor en 1824. 4 Paulo Mario Beserra de Araujo, a quien agradezco las sugerencias y los datos proporcionados, es miembro colaborador del Instituto Antonio Houaiss. 3
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publicada en el tomo XV de la revista del IHGB. Coruja ofrece, así, una valiosa contribución al registrar en su colección el léxico dialectal de la lengua portuguesa en su variante brasileña. En la misma línea de Pereira Coruja, se publica en 1853 el Vocabulario Brazileiro de Braz da Costa Rubim, elaborado, según se indica en el frontispicio de la obra, «para servir de complemmento aos diccionarios da língua portuguesa». En la introducción, que el autor denominó «Duas Palavras», Rubim señala que su opúsculo «reúne um grande número de vocábulos usados no Brasil, e que não se encontram nos diccionarios da nossa língua; colligidos das memórias, e outros escriptos, que tratam de nossas cousas, assim como de muitas noticias particulares» (1853: v). El vocabulario reunido por Rubim se refiere en su mayor parte a la flora y fauna, a usos y costumbres de Brasil, a palabras de origen indígena, y «tem por fim, unicamente facilitar o conhecimento das acepções de taes vocábulos aos estranhos, e servir de auxilio aos lexicographos para as futuras edições» (Rubim 1853: v). Como historiador y lexicógrafo, Rubim aportó su contribución a la lengua portuguesa. En la secuencia cronológica de la producción diccionarística del siglo xix, contamos en 1889 con la obra del Visconde de Beaurepaire-Rohan, Diccionario de Vocabulos Brazileiros, dedicado a D. Pedro II, emperador constitucional y defensor perpetuo de Brasil. La importancia del diccionario de Beaurepaire-Rohan reside en la inclusión de marcas diatópicas en los artículos, indicando la región o estado brasileño donde la unidad es empleada. Además de la marca dialectal, registra también, pero no de modo regular, la etimología, generalmente indígena, de las entradas. Su trabajo contribuyó a la realización de otras obras que tuvieron también como foco el portugués de Brasil. Este panorama del siglo xix se cierra con la publicación del Vocabulario Sul Rio-Grandense de J. Romaguera Corrêa, editado en 1898, que, de acuerdo con las palabras de su autor, constituirá, ao menos, no futuro um documento para a litteratura pátria, que ai encontrará vestígios do passado, quando o progresso e a expansão industrial, transformando o que presentemente existe, houverem creado, pelas exigências da epocha, nova technologia, para substituir a actual então já insufficiente e —em parte— ignorada (Corrêa 1898: 5).
Corrêa recogió en su Vocabulario más de mil palabras y locuciones particulares de la lengua portuguesa de Rio Grande do Sul. Todas las obras mencionadas en este apartado 2.1 compartían un objetivo común: registrar el léxico dialectal de Brasil como forma de fijar la lengua nacional y presentar una lengua portuguesa con características ya marcadamente brasileñas. 2.2. Glosarios, vocabularios y diccionarios publicados en el siglo xx En la primera mitad del siglo xx se publicaron más obras de cuño lexicográfico donde la lengua portuguesa de Brasil continuó siendo el foco de atención de lexicógrafos
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y de interesados en documentar el léxico brasileño. Según Biderman (2002: 74), a comienzos del siglo xx se acentuaron las discusiones acerca de la lengua brasileña, defendida por escritores, gramáticos y filólogos. En 1905, Chermont de Miranda publica su Glossario Paraense ou colleção de vocábulos peculiares à Amazonia e especialmente à Ilha de Marajó5, donde reúne palabras de origen indígena, además de otras portuguesas que adquirieron sentido especial en la región amazónica y en la Isla de Marajó. Como él mismo dice en el prefacio, el glosario es parte de un trabajo mayor sobre la cría de ganado en la isla: «Como não posso actualmente publicar a obra toda, limito-me em offerecer ao publico paraense apenas este glossário» (Miranda 1905: i). Las palabras pertenecientes al vocabulario de la isla se marcan con asterisco. Con la preocupación de contribuir a las futuras producciones lexicográficas brasileñas en lo que concierne a los brasileñismos, a términos técnicos y científicos no encontrados en diccionarios de la lengua portuguesa publicados hasta la época, Affonso d’Escragnolle Taunay publica en Francia, en 1914, el Lexico de lacunas6. Esta obra incluye en sus 223 páginas un copioso repertorio de palabras que no constan en los diccionarios portugueses. En relación con los brasileñismos, Taunay afirma que la lectura de libros brasileños y el hábito de hacer constantemente anotaciones lo llevaron a reunir centenares, si no miles, de palabras exclusivamente brasileñas. Al final de su trabajo, al constatar que se encontraron más de diez mil lagunas en los diccionarios portugueses, señala: Oxalá possa o nosso insignificante trabalho excitar a curiosidade dos collecionadores de brazileirismos das differentes zonas do paiz e incitalos á caçada dos provincianismos ao seu alcance, em resposta ao tão patriotico appello da Academia Brazileira, para que se opulente o patrimônio inventariado do idioma com as contribuições preciosas da linguagem brasílica (Taunay 1914: 12).
Continuando con las publicaciones del siglo xx, en 1915 se publica el Diccionario de Brasileirismos (Peculiaridades pernambucanas) de Rodolpho Garcia. En la Introducción a su diccionario, el autor presenta un estudio sobre la metodología adoptada para la distribución de los brasileñismos en cuanto a su procedencia. Así, los brasileñismos pueden ser: (a) términos luso-brasileños; (b) términos panamericanos; (c) términos panbrasileños, y (d) términos locales o regionales. Para los objetivos de este trabajo son de especial interés los términos panbrasileños y los locales o regionales. Los panbrasileños son los que se usan en todos o en casi todos los estados brasileños 5 La Isla de Marajó se sitúa al norte de Brasil en la desembocadura del río Amazonas, en el estado de Pará. 6 El Léxico de lacunas se publicó inicialmente en 1911, en el número 16 de la Revista do Instituto Histórico e Geográfico de São Paulo. La edición utilizada en este trabajo es la de 1914, publicada en Tours.
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y se vieron acrecentados por voces de las lenguas indígenas y africanas. Por otro lado, los locales o regionales, como la propia división indica, son aquellos empleados, puntualmente, en determinadas regiones o estados brasileños. Garcia identifica el área geográfica de la unidad léxica e indica la etimología. De 1915 pasamos a 1937, con la importante obra de Francisco Augusto Pereira da Costa titulada Vocabulário Pernambucano. El vocabulario comenzó a publicarse en 1916, pero no fue más allá de la letra B. Los originales fueron después cedidos por la familia del autor, lo que permitió su publicación póstuma, en 1937, por parte del Instituto Arqueológico Histórico e Geográfico Pernambucano. Por iniciativa del gobierno de Pernambuco, se publicó en 1976 una edición facsimilar. En la presentación redactada por Mário Souto Mayor, este destaca: Elaborando um trabalho assim, sem os recursos da técnica nem os meios de comunicação de agora, Pereira da Costa, munido apenas de sua paciência bem franciscana, conseguiu, neste seu Vocabulário Pernambucano, realizar uma pesquisa que, apesar de feita há quase um século continua válida e de grande importância para o estudo da língua portuguesa falada nesta região. Continua válida porque no Vocabulário Pernambucano de Pereira da Costa vamos encontrar palavras e locuções ainda hoje correntes na boca do povo (1976: 8).
Los artículos, distribuidos en 809 páginas, suman aproximadamente 4500, un número representativo para un vocabulario regional, y aparecen acompañadas la mayoría de las veces de ejemplos que abonan su uso. El Vocabulário Pernambucano supone una contribución inestimable para el léxico dialectal brasileño y para los futuros diccionarios generales de lengua portuguesa en Brasil, además de aportar valiosos datos sobre la cultura local. A finales del siglo xix, se publicó el Dicionário Brasileiro da Língua Portuguesa de António Joaquim de Macedo Soares, una obra que tenía por objetivo la defensa de la lengua portuguesa y que registró los vocablos y expresiones usadas en Brasil, pero aún no incluidas en los léxicos portugueses. Se publicó en 1888 en el volumen XIII de los Anais da Biblioteca Nacional, pero solamente hasta la letra C, concretamente hasta la voz candeeiro. Por iniciativa de su hijo Julião Rangel de Macedo Soares, el Instituto Nacional do Livro publica el diccionario completo en 1954, en dos volúmenes. Los artículos del diccionario incluyen la etimología de la palabra y el área geográfica a que pertenece, aunque no siempre de modo regular, y documentan además su uso a través de ejemplos. El diccionario de Macedo Soares completa el panorama de la lexicografia brasileña dedicada al léxico dialectal —los llamados brasileñismos— sea en el ámbito nacional, sea en el regional. Los diccionarios y vocabularios publicados a lo largo del periodo relatado constituyeron la base de la información que figuraría en los diccionarios generales de lengua publicados en la segunda mitad del siglo xx y en los inicios del xxi. No se mencionan en este apartado 2.2 dos obras importantes en el panorama lexicográfico brasileño, por el hecho de no emplear la marca diatópica indicativa de que la
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palabra es un brasileñismo. La primera de ellas es el Grande e Novíssimo Dicionário da Língua Portuguesa de Laudelino Freire, publicado en edición del autor, en 1943, en 5 volúmenes. Afirma Freire: «Nenhuma denominação atribuo ao português do Brasil. Feito principalmente para brasileiros, este dicionário não precisa da indicação de brasileirismo para conhecimento da linguagem falada do país» (Freire 1943, vol. I: viii). La segunda obra es el Dicionário da Língua Portuguesa, de Antenor Nascentes, que tampoco menciona la marca brasileñismo, aunque afirme haber consultado la mayor parte de los autores citados en los apartados 2.1 y 2.2. 3. El léxico dialectal brasileño en los diccionarios Aurélio y Houaiss El panorama histórico anteriormente presentado tuvo por finalidad no solo reunir lo más representativo acerca del léxico dialectal brasileño, sino también, y principalmente, ofrecer una pequeña muestra de todo lo que se publicó en periodos anteriores y que contribuyó para la construcción de los diccionarios generales Dicionário Aurélio da Língua Portuguesa7 (en adelante, Aurélio), en su 5ª edición (Ferreira 2010) y Grande Dicionário Houaiss da Língua Portuguesa (en adelante, Houaiss) en su 1ª edición, 1ª reimpresión (Houaiss / Villar 2004). Además de las ediciones impresas también fueron consultadas las ediciones electrónicas: Grande Dicionário Houaiss da Língua Portuguesa (2017) y Dicionário Aurélio da Língua Portuguesa (2010). De cada una de las obras mencionadas en los apartados 2.1 y 2.2 se seleccionó una media de entre 45 y 50 artículos, sumando cerca de 335, a fin de obtener una muestra de voces brasileñas, con especial atención a las unidades léxicas portuguesas que en determinadas regiones, estados o localidades brasileñas adquirieron un significado dialectal propio. Quedaron fuera de la muestra las unidades de origen indígena, pues estas por sí solas ya son consideradas exclusivamente brasileñas. Antes de proceder al análisis comparativo, es necesario explicar cómo es tratado el léxico dialectal brasileño en los diccionarios Aurélio y Houaiss, o mejor, cómo son presentados los brasileñismos y qué tipo de marca diatópica se emplea en cada una de estas obras. En el diccionario Aurélio esta información se encuentra en la parte introductoria, en el apartado rubrica, donde se indica que la marca se destaca siempre en cursiva en la edición impresa, antes de cada definición. La rubrica indica, así, el área donde la palabra es usada con determinado significado; esta área, a su vez, puede ser una región 7 En 1938 se publicó el Pequeno Dicionário Brasileiro da Língua Portuguesa coordinado por un grupo de filólogos: Hildebrando de Lima, Aurélio Buarque de Holanda Ferreira, Gustavo Barroso y José Baptista da Luz. Este diccionario y sus ediciones posteriores dieron origen al diccionario que lleva hoy el nombre Aurélio, cuya 5ª edición conmemorativa del centenario del autor es objeto de estudio en este capítulo.
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geográfica, un campo de la ciencia o del conocimiento o un tipo de uso. Las rubricas abreviadas se encuentran en la lista de abreviaturas, siglas y signos. A partir de la consulta de las unidades léxicas en el diccionario Aurélio se obtuvo la siguiente casuística en relación con las marcas diatópicas: 1) el lema es un brasileñismo general; 2) el lema es un brasileñismo propio de un estado; 3) el lema figura acompañado de una marca diatópica que indica una o más regiones de Brasil, identificadas por las siglas de los puntos cardinales; 4) el lema es un brasileñismo con significados diferentes en distintos estados; 5) el lema es un brasileñismo general y también regional; 6) el lema es un brasileñismo regional, acompañado de una marca de nivel de lengua. Los ejemplos que figuran a continuación ilustran la tipología que se acaba de presentar: 1) marca Bras. (brasileñismo): barbatão ‘rês que, criada nos matos, se faz bravia’ (indica que esta acepción está extendida por todo el territorio brasileño); 2) marca Bras. Amaz. (brasileñismo del Amazonas): teso ‘parte alta do terreno que em uma superfície inundada fica acima do nível das águas’ (indica que esta acepción se usa solo en el estado mencionado); 3) marca Bras. N.E. (brasileñismo del Nordeste): refrega ‘vento tempestuoso e rápido, ou que sopra às lufadas’ (indica la región); 4) marca Bras. PI (brasileñismo de Piauí) y Bras. AL (brasileñismo de Alagoas): aratanha Bras. PI ‘vaca pequena’; Bras. AL ‘pequeno camarão de água doce’ (indica que la palabra en cuestión tiene significados diferentes en cada uno de los dos estados mencionados); 5) marca Bras. (brasileñismo general) y Bras. RS (brasileñismo de Rio Grande do Sul): tropeiro Bras. ‘condutor de tropa; arrieiro, bruaqueiro’; y Bras. RS. ‘indivíduo que compra e vende tropas de gado, de mulas ou de éguas’; 6) marca diatópica Bras. acompañada de una marca diafásica indicativa de nivel de lengua, como en Bras. N.E. Pop. (brasileñismo del Nordeste, Popular): parteira, con el significado de ‘guarda-chuva velho e ordinário’. La marca Bras. está presente en el léxico dialectal brasileño registrado en Aurélio en todos los artículos consultados8. En el diccionario Houaiss, en consonancia con las orientaciones para la consulta de la obra, la marca brasileñismo (B.) señala dialectalismos léxicos o semánticos o variantes nacionales usados en todo o casi todo el territorio brasileño. El procedimiento de marcación diatópica seguido por Houaiss permitió, también, a partir de las mismas unidades consultadas, presentar la siguiente tipología: 1) el lema es un brasileñismo general; 2) el lema es un brasileñismo propio de un estado; 3) el lema es un brasileñismo regional, o sea, particular de una o varias regiones; 4) el lema es un brasileñismo con diferentes significados en estados o regiones; 5) el lema es un brasileñismo en dos Sobre brasileñismos y regionalismos en el diccionario Aurélio, consúltese la tesis de doctorado O Português do Brasil: brasileirismos e regionalismos de Ana Maria P. Pires de Oliveira, defendida en 1999 en la FCL/UNESP, Araraquara, bajo la dirección de la Profª Maria Tereza C. Biderman. 8
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estados distantes; 6) el lema tiene el mismo significado en tres estados de una misma región, pero no en todos. A continuación ejemplificaremos la tipología propuesta: 1) marca B. (brasileñismo): manta, ‘camada humífera, acumulação de detritos vegetais no solo de florestas’; 2) marca RS (Rio Grande do Sul): chasqueiro (adjetivo) ‘diz-se de trote largo e desconfortável’ (de un animal); 3) marca B.N., B.N.E. (brasileñismo del Norte y brasileñismo del Nordeste): farinhada ‘fabricação de farinha de mandioca’; 4) marca PE (Pernambuco – Fernando de Noronha), AL (Alagoas), B.N.E. (brasileñismo del Nordeste): caritó PE ‘gaiola em que se prendem caranguejos e é us. tb. para transportá-los’; AL ‘quarto pequeno’; B.N.E. ‘prateleira ou nicho rústico nas paredes das casas sertanejas’; 5) marca MG, RS (Minas Gerais y Rio Grande do Sul): querência ‘lugar onde o animal foi criado ou onde se acostumou a pastar, e para o qual volta, por instinto, se dali for afastado’; 6) marca SP, PR, RS (São Paulo, Paraná y Rio Grande do Sul): palanque ‘poste ou esteio de cerca (us., por ex., para amarrar o potro na doma, encilhar ou tratar de bicheira, etc.)’. No se registra el significado en el estado de Santa Catarina, perteneciente a la misma región. 4. La marca dialectal brasileñismo en los diccionarios Aurélio y Houaiss A partir de la selección de las entradas y sus definiciones, buscamos si el léxico documentado en los diccionarios de los siglos xix y xx, regionalistas y denominados brasileños, está presente en los dos diccionarios generales de lengua portuguesa con el mismo significado. Con el objetivo de hacer más clara la explicación, las entradas se agruparon de acuerdo con las marcas diatópicas que presentan en Aurélio y Houaiss, esto es, entradas que son brasileñismos; entradas incluidas en tan solo uno de los diccionarios; entradas que están localizadas en los mismos estados o en las mismas regiones brasileñas, identificadas por las iniciales correspondientes, y entradas no consideradas como brasileñismos por ninguno de los dos diccionarios. a) Ambos diccionarios, Aurélio y Houaiss, registran la entrada como brasileñismo (Bras. en Aurélio y B. en Houaiss) indicando que la unidad léxica es de uso general en todo el territorio brasileño: Aurélio
Houaiss
arado
Bras. Esfomeado, varado.
B. Cheio de fome; faminto.
bacalhau
Bras. Chicote de couro cru torcido com que se açoitavam escravos.
B. Chicote de couro cru, trançado ou retorcido, us. para castigar escravos; azorrague, látego.
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bruaca
Bras. Saco ou mala de couro cru, para transporte de objetos e mercadorias sobre bestas.
B. Cada um dos sacos ou das malas rústicas de couro cru us. para transportar objetos, víveres e mercadorias sobre bestas, e que se prendem, a cada lado […].
desencabeçar
Bras. Desviar (alguém) do bom caminho do procedimento correto, induzindo-o por conselhos e exemplos, a proceder mal.
B. Desencaminhar, corromper (alguém) por meio de maus conselhos e/ou exemplos; perverter, transviar.
gazeteiro
Bras. Vendedor de jornais; jornaleiro.
B. Vendedor de gazetas ou jornais; jornaleiro.
lambada
Bras. Golpe de chicote, tabica ou rebenque; lapada, lamborada.
B. Golpe de chicote ou pancada com qualquer objeto flexível; lamborada.
mancha
Bras. Carbúnculo do gado vacum.
B. Carbúnculo dos bovinos.
manteúdo
Bras. Diz-se do cavalo ou boi robusto e que se mantém assim, apesar do trabalho ou da idade.
B. Que se mantém gordo, mesmo com a ração reduzida ou com a idade avançada (diz-se de animal).
passageiro
Bras. Canoeiro que dá passagem nos rios mediante paga.
B. Canoeiro que transporta pessoas de uma margem a outra de rio, arroio etc.
rebenque
Bras. Pequeno chicote.
B. Pequeno chicote de couro, ger. em forma de bengala, us. para tocar a montaria.
Tabla 3. Voces marcadas como brasileñismos de uso general en Aurélio y Houaiss
Los ejemplos de este apartado muestran que los dicionarios Aurélio y Houaiss son plenamente coincidentes en cuanto a la marca diatópica y al significado del lema. b) Uno de los dos diccionarios incluye la marca brasileñismo. Puede ocurrir que el otro diccionario registre el lema, pero no con el significado que lo identifica como brasileñismo. Aurélio
Houaiss
agachar-(se)
–
B, S. [= Sur] Começar subitamente a (fazer alguma coisa); atirar-se, lançar-se.
basto
–
B, S. Cada uma das partes acolchoadas e paralelas do lombilho que se apóiam no lombo da cavalgadura; basteira, suadeira, bata.
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bombeiro
–
Militar RS [= Militar, Rio Grande do Sul] Indivíduo encarregado de espionar o campo inimigo; esculca.
fiador
–
B, S. [= Sur] Tira ger. de couro que, na doma, se ata à boca do cavalo, à guisa de freio, sem a focinheira.
fornada
Bras. PA [= Pará] Lote de gado vacum que, durante a ferra, entra de cada vez no curral de laçar.
–
luz
Bras. Espaço de terreno que, numa corrida, um dos corredores leva de dianteiro a outro.
–
tabu
Bras. Açúcar que, por se haver queimado ao apurar, ou não ser bem limpo, não coalha bem na forma, nem entesta para se lhe pôr barro e purgá-lo.
[Houaiss remite a açúcar mascavo, pero no incluye ninguna marca diatópica]
tapagem
Bras. Barragem de terra para represar rios, riachos ou igarapés, a fim de reter o peixe ou fazer reservatório de água.
[Houaiss registra el significado, pero no lo marca como brasileñismo] Barragem feita com cipós, na margem dos rios, para represar água ou evitar que os peixes saiam.
Tabla 4. Brasileñismos presentes en solo uno de los diccionarios
c) Ambos diccionarios consideran brasileñismo el lema, que se acompaña de la marca dialectal indicativa del estado o región. En este caso, hay coincidencia entre las dos obras, aunque algunas veces varía el modo de definir el mismo referente. Los siguientes ejemplos, extraídos de los trabajos mencionados en los apartados 2.1 y 2.2, confirman que los diccionarios Aurélio y Houaiss utilizaron también esas obras como fuente para la introducción del léxico dialectal. Obsérvese que el diccionario Houaiss no siempre incluye la sigla B. (‘brasileñismo’) antes de la sigla del estado; generalmente la emplea cuando se ofrece una indicación de región. Aurélio
Houaiss
abadessa
Bras. PE [= Pernambuco] Dona ou administradora de prostíbulo.
PE [= Pernambuco] Proprietária ou administradora de prostíbulo.
aberta
Bras. Amaz. [= Amazonas] Lugar onde o campo, rompendo a selva, chega até a margem do rio.
Amaz. [= Amazonas] Espaço em que o campo, rompendo a selva, alcança a margem do rio.
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ajoujo
Bras. N.E. C.O. [= Nordeste y Centro Oeste] Embarcação híbrida de balsa e canoa, para transporte de carga no Rio São Francisco, constituído de 2 a 4 canoas, tendo por cima um estrado de madeira (coxia) a elas fortemente amarrado, e que é impelida por longas varas.
B, N., B, C.-O. [= Norte y Centro Oeste] embarcação constituída de duas a quatro canoas emparelhadas e jungidas entre si, para transporte de carga no rio São Francisco (a navegação de cachoeiras é feita em barcas e a que são duas ou mais canoas amarradas com travessas por cima).
bote
Bras. PE [= Pernambuco] Jangadinha que, na pesca de agulhas, os pescadores levam dentro da jangada grande.
PE [= Pernambuco] Pequena jangada conduzida dentro de jangada maior e us. na pesca do peixe-agulha.
buzina
Bras. R.S. [= Rio Grande do Sul] Orifício no centro da roda do carro, onde se embebe o eixo.
RS [= Rio Grande do Sul] Orifício no cubo da roda do carro ou carreta, onde se encaixa a extremidade do eixo.
caritó
Bras. N.E. [= Nordeste] Casa pequena e pobre.
B, N. E. [= Nordeste] Habitação de gente pobre; casinhola.
catana
Bras. PA [= Pará] Diz-se da rês que só tem um chifre por fratura do outro rente ao crânio.
PA; Marajó [= Pará, Marajó] Diz-se de ou rês que só tem um chifre, por fratura do outro rente ao crânio.
cevadura
Bras. S. [= Sur] Na preparação do mate, a quantidade de erva suficiente para se preparar um dado número de cuias da bebida.
B, S. [= Sur] Quantidade de erva necessária para a preparação de uma ou mais cuias de mate.
dobradiça
Bras. PE [= Pernambuco] Certo passo do frevo em que o homem, servindo de pino, leva uma dama em cada braço.
PE [= Pernambuco] Passo do frevo em que um homem, fazendo de eixo, conduz duas damas, uma em cada braço.
embicar
Bras. N.E. [= Nordeste] Deitar às goelas; beber.
B, N. E. [= Nordeste] Beber, entornar nas goelas.
escaramuça
Bras. RS [= Rio Grande do Sul] Movimento súbito de rédea, que obriga o cavalo a mudar de marcha.
RS [= Rio Grande do Sul] Alteração repentina no manejo das rédeas, forçando o cavalo a mudar de marcha.
estaleiro
Bras. N.E [= Nordeste] Leito de pau sobre altas forquilhas, que é uma espécie de jirau, onde se põe a secar milho, carne, etc.
B, N. E. [= Nordeste] Espécie de jirau sobre o qual são postos comestíveis (carne, milho etc.) para secar.
lavrador
Bras. N.E. [= Nordeste] Indivíduo a quem um senhor de engenho concede uma casa e um trato de terreno de sua propriedade sob a condição de plantar um mínimo de cana-deaçúcar, partilhando o produto.
B, N. E. [= Nordeste] Indivíduo que cultiva cana-de-açúcar em terreno de outrem, a quem paga com uma parcela da produção.
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luminária
Bras. SP. Cul [= São Paulo, Culinaria] Doce de coco contido num canudinho feito de massa de farinha de trigo.
Cul. SP [= Culinaria, São Paulo] Doce de coco us. como recheio em um canudo feito de massa de farinha de trigo; queijadinha, viúva.
pelota
Bras. R.S. e M.T. [= Rio Grande do Sul y Mato Grosso] Embarcação ligeira, tosca e pequena, feita de couro de um boi inteiriço, e utilizada para transportar passageiros de uma à outra margem de um rio.
Mar. RS, MS [= Marinha, Rio Grande do Sul y Mato Grosso do Sul] Embarcação fluvial rústica e improvisada, feita de trançado de varas recoberto por couro de boi, movida a cabo e us. para travessia de pessoas e cargas de uma para a outra margem.
quarto
Bras. MT [= Mato Grosso] Quantia igual a 300 réis do antigo sistema monetário.
MT [= Mato Grosso] Quantia equivalente a 300 réis do antigo sistema monetário.
reduto
Bras. MT [= Mato Grosso] Lugar alto, a salva de inundação ou enchente dos grandes rios.
MT [= Mato Grosso] Lugar alto, a salvo de inundações ou enchentes.
saveiro
Bras. RJ Ant. [Río de Janeiro, Antiguo] O mesmo que alvarenga. Alvarenga: embarcação para carga e descarga de navios.
Mar. RJ; ant. [= Marina, Río de Janeiro, Antiguo] O mesmo que alvarenga. Alvarenga: embarcação de forte construção, de madeira ou ferro, outrora propulsada a remo, us. no serviço de carga e descarga de navios fundeados.
varanda
Bras. N. [= Norte] Sala da frente nas casas rústicas.
B, N. [= Norte] A sala da frente.
vereda
Bras. GO [= Goiás] Várzea que margeia um rio; várzea.
GO [= Goiás] Várzea ao longo de um rio.
Tabla 5. Brasileñismos con marcación coincidente de región o estado en Aurélio y Houaiss
Se reunió en este apartado un número mayor de unidades léxicas, con el objetivo principal de mostrar el procedimiento lexicográfico adoptado por los diccionarios Aurélio y Houaiss. Debe señalarse, además, que muchas de las unidades anteriores reciben también otras marcas diatópicas, pues pueden presentar un significado en un estado o región y otro diferente en otra localidad. Los diccionarios analizados destacan adecuadamente tales casos. Se destaca como ejemplo la unidad ajoujo que, además de los significados y las marcas registrados en la tabla 5 presenta también los siguientes: Bras. RS [= Rio Grande do Sul], ‘Tira de couro usada para unir dois bois pelos chifres’ (Aurélio). B, N. E., RS. [= Nordeste y Rio Grande do Sul]‚ ‘Tira de couro reforçada us. para ligar dois bois pelos chifres’ (Houaiss).
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Un nuevo ejemplo es el de varanda, que presenta significados diversos en distintas localidades: Bras. Amaz. MA. S [= Amazonas, Maranhão y Sur], ‘Sala de jantar’ (Aurélio). Amaz. RS [= Amazonas y Rio Grande do Sul], ‘Sala de refeições; sala de jantar’ (Houaiss). B, N., B, N. E. [= Norte y Nordeste], ‘Guarnição rendada ou franjada que se estende nos dois lados das redes de descansar ou dormir; tanga’ (Houaiss).
d) Ninguno de los dos diccionarios incluye la unidad como un brasileñismo. Se ofrecen a continuación unos pocos ejemplos ilustrativos. En primer lugar figura el significado regional registrado en los vocabularios y diccionarios9 ya mencionados, seguido de la información sobre su presencia en Aurélio y Houaiss. Aurélio
Houaiss
abotoar v. Prender a corda de laçar à cilha por meio de botão (Miranda 1905: 3).
–
–
dobrado Indivíduo valente (gíria de gatunos) (Costa 1976: 300).
–
Homem forte e valente.
empalhar v. Acondicionar a farinha de mandioca ou qualquer produto agrícola em paneiro10, sustentando-o e abrigando-o com folhas largas em torno (Miranda 1905: 37).
–
–
império Prôa, soberbia, orgulho; sobranceria, pretensão, vaidade (Costa 1976: 417).
–
–
rabicho adj. Descaudado, rabão, que perdeo parte ou todo o rabo (Miranda 1905: 82).
–
–
raspas s.f. plur. Lascas finas de mandioca, que, depois de secas ao sol, se pisam em gral até ficarem reduzidas a pó, com a qual se fazem bolos, pudins, etc. (Beaurepaire-Rohan 1889: 206),
–
–
Tabla 6. Brasileñismos no registrados en Aurélio y Houaiss10
A pesar de los pocos ejemplos presentados en este apartado, estos sirven para dar cuenta de que no siempre lo recogido en los vocabularios y diccionarios regionales está presente también en los diccionarios generales Aurélio y Houaiss. Muchas de estas acepciones continúan usándose regionalmente. Otras, en cambio, simplemente permanecen registradas en diccionarios y vocabularios. En una evaluación cuantitativa de los diccionarios Aurélio y Houaiss, aunque la relación de ejemplos presentada no sea exhaustiva, se puede afirmar que aproxima9
Se mantuvo, en este caso, la grafia e información gramatical del original. Paneiro ‘cesto de tala de palmeira e trançado largo, ger. forrado de folhas’ (Aurélio).
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damente un 70 % de las voces extraídas de los diccionarios, vocabularios y glosarios anteriores están presentes en los dos diccionarios generales objeto de consulta. 5. Consideraciones finales Retomando la propuesta inicial de este capítulo, esto es, la de analizar el procedimiento lexicográfico adoptado por los diccionarios generales de lengua portuguesa Aurélio y Houaiss, se puede afirmar que ambos diccionarios establecen ciertos procedimientos lexicográficos para incluir los denominados brasileñismos, sean generales, sean regionales, o estén limitados a un determinado estado. La gran extensión territorial de Brasil dificulta muchas veces la exactitud de los datos, lo que no invalida, sin embargo, el trabajo lexicográfico en ambos diccionarios. El volumen de datos a este respecto es enorme y se deben adoptar algunos procedimientos para poder llevar a cabo un análisis adecuado. Esta es la razón que nos llevó a elaborar una muestra a partir de las obras mencionadas en este artículo publicadas en los siglos xix y xx, para tener así un punto de partida que nos permitiese obtener información sobre las voces documentadas en Aurélio y Houaiss. A partir de la muestra, se observó que las unidades léxicas que la formaban eran susceptibles de ser reunidas en varios grupos, tal y como se indicó anteriormente. El hecho más importante que se debe destacar sobre la muestra es que todas las obras analizadas en los siglos en cuestión están recogidas en Aurélio y Houaiss, en una clara indicación de su importancia en el panorama de la lexicografia brasileña. En la muestra no se incluyeron palabras de origen indígena referentes a la flora y fauna brasileñas porque estas, ya de por sí, constituyen brasileñismos; es decir, contienen en sí mismas la marca diatópica. El Vocabulario Brazileiro de Rubim (1853) presenta una nomenclatura de origen indígena relativa a la flora y fauna brasileñas que fue, ciertamente, utilizada por los diccionarios Aurélio y Houaiss, que registran estas voces como brasileñismos de la botánica o de la zoología; esto es, además de identificar la unidad como exclusivamente brasileña, añaden el área de conocimiento a que pertenece. Los apartados a) a d) confirman lo que se propuso al inicio de este texto: la preocupación por registrar el léxico dialectal brasileño se remonta al siglo xviii, y toda la producción lexicográfica dirigida hacia este tipo de léxico tuvo mayor desarrollo tras la proclamación de la Independencia de Brasil, cuando se consideró que la lengua portuguesa, con sus alteraciones y añadidos locales, merecía estar registrada en diccionarios y vocabularios. Las discrepancias existentes entre los diccionarios Aurélio y Houaiss pueden ser plenamente resueltas con el auxilio inestimable de los atlas lingüísticos11, ya elabo En octubre de 2014 se presentó el Atlas Linguístico do Brasil (ALiB), publicado por la editorial de la Universidade Estadual de Londrina. El vol. I ofrece una introducción sobre los usos y estructura del Atlas; y el II los mapas lingüísticos. 11
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rados o en marcha, que vienen construyendo diferentes lingüistas brasileños con sus equipos, y que permiten revelar la realidad del portugués de Brasil y su diversidad de usos. Los atlas ponen de manifiesto que, incluso habiendo variantes léxicas, estas tienen distribución uniforme en las diversas regiones donde son empleadas. También contribuyen a tal fin las tesis de doctorado y de máster elaboradas y presentadas en diversas universidades brasileñas. Finalizamos este texto con la convicción de que el portugués brasileño, en lo que concierne al léxico dialectal, está plenamente registrado y documentado en los dos diccionarios generales Aurélio y Houaiss, en sus versiones impresas y electrónicas. Referencias bibliográficas Araujo, Paulo Mario Beserra de (2013): Hum diccionario sem auctor versus hum ‘auctor’ com diccionario. Rio de Janeiro: Non Edictandi. Balbi, Adrien (1826): Introduction à l’Atlas Ethnographique du Globe. Paris: Chez Rey et Gravier, Libraires. Beaurepaire-Rohan, Visconde de (1889): Diccionario de Vocabulos Brazileiros. Rio de Janeiro: Imprensa Nacional. Biderman, Maria Tereza Camargo (2002): «A formação e consolidação da norma lexical e lexicográfica no português do Brasil», em José Horta Nunes / Margarida Petter (eds.), História do saber lexical e constituição de um léxico brasileiro. São Paulo: Humanitas, 65-82. Bluteau, D. Raphael (1712-1728): Vocabulario Portuguez e Latino. Coimbra: Collegio das Artes da Companhia de Jesu. Cardoso, Suzana Alice Marcelino Cardoso et al. (2014): Atlas Linguístico do Brasil, 2 vols. Londrina: Universidade Estadual de Londrina. Corrêa, José Romaguera (1898): Vocabulario Sul Rio-Grandense. Porto Alegre: Echenique & Irmão Editores, Livraria Universal. Coruja, Antonio Alvares Pereira (1852): Collecção de vocábulos e frases usados na Província de São Pedro do Rio Grande do Sul. Rio de Janeiro: Typographia Universal de Laemmert. Costa, Francisco Augusto Pereira da (1976): Vocabulário Pernambucano. Recife: Secretaria de Cultura do Governo de Pernambuco. Ferreira, Aurélio Buarque de Holanda (2010): Dicionário Aurélio da Língua Portuguesa. Curitiba: Editora Positivo (versão Aurélio Eletrônico – acesso por número serial aos portadores da versão impressa). Freire, Laudelino (1943): Grande e Novíssimo Dicionário de Língua Portuguesa. Rio de Janeiro: A Noite. Garcia, Rodolpho (1915): Diccionario de brasileirismos (peculiaridades pernambucanas). Rio de Janeiro: Imprensa Nacional.
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María Dolores Sánchez Palomino Universidade da Coruña [email protected]
►► Resumen
Tras explicar las bases en las que se asienta el Dicionario da Real Academia Galega (2012) en lo relativo a la variación dialectal del léxico, se analiza la información que se transmite en él sobre los dialectalismos. Se tienen en cuenta las distintas posibilidades de canalizar la información diatópica (marcación, menciones en la definición, en los ejemplos o en observaciones, sinónimos…) en una obra que, precisamente por fijar el estándar léxico-semántico de la lengua gallega, no se caracteriza por ofrecer mucha información al respecto de manera directa. A pesar de ello, la variación geolectal se recoge abundantemente en dicho repertorio, y por esta razón en el trabajo se examina también el tratamiento lexicográfico de que son objeto las voces en cuestión (remisiones, tipos de definición…). La conclusión apunta a las consecuencias de este tratamiento lexicográfico y al interés de elaborar un diccionario general dialectal. ►► Palabras clave Gallego, lexicografía, Real Academia Galega, léxico, dialectalismos.
Dialect words in the Real Academia Galega’s dictionary ►► Abstract
After explaining the bases on which the Dicionario da Real Academia Galega (2012) is based regarding the dialectal variation of lexicon, the information contained within it concerning dialectalisms is analyzed. The different ways for channelling diatopic information (marking, mentions in the definition, examples or observations, synonyms, etc.) are taken into account in a work that, because its function as an instrument for determining the lexical-semantic standard of Galician, is not characterized by its direct provision of dialectal information. However, geolectal variation is abundantly collected in this repertoire, and this study therefore also examines the lexicographical treatment of dialectal words (remissions, types of definition, etc.). The conclusion points to the consequences of this lexicographical treatment and the interest of developing a general dialectal dictionary. ►► Keywords Galician language, lexicography, Real Academia Galega, lexicon, dialectalisms.
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1. Antecedentes1 Como es sabido, el diccionario constituye, junto a la gramática y a la propuesta ortográfica, uno de los pilares fundamentales en los que se asienta cualquier proceso de elaboración de un estándar lingüístico. Normalmente, dichos instrumentos parten de instituciones o grupos a los que se reconoce autoridad en la materia. En este sentido, el Dicionario da Real Academia Galega (DRAG)2 se erige como una pieza clave en el desarrollo de la normativización y estandarización de la lengua gallega. Tras las versiones más reducidas de 1990 (DRAG 1990) y 1997 (DRAG 1997), el repertorio publicado en línea en 2012 abarcó en su día unas 50 000 entradas; no obstante, como consecuencia de la permanente actualización a que es sometido, dicha cifra se ha visto incrementada con lemas de diversa procedencia, al tiempo que ha ido aumentando también el número de acepciones y construcciones fraseológicas incluidas en los artículos. Como parte del proceso de estandarización, el diccionario académico tiene su base en las Normas ortográficas e morfolóxicas do idioma galego (NOMIG), aprobadas en sesión conjunta por la Real Academia Galega y el Instituto da Lingua Galega el 3 de julio de 1982 y elevadas a rango oficial por la Xunta de Galicia mediante el decreto 173/1982 de 17 de noviembre, normas que fueron objeto de sucesivas modificaciones en 1995 y 2003. El otro texto esencial, cuyas soluciones fueron recogidas por el DRAG, es el Vocabulario ortográfico da lingua galega (VOLG 2004), realizado igualmente por la Real Academia Galega y el Instituto da Lingua Galega bajo la coordinación de Manuel González González y Antón Santamarina Fernández, que circuló desde 1989 en una versión provisional no venal (VOLG 1989)3. Conviene detenerse, pues, aunque sea brevemente, en la explicación de los criterios que guiaron ambos textos en lo que a nuestro propósito concierne. La variedad estándar de la lengua gallega no recoge las soluciones de una única área dialectal, sino que integra diversas variedades geolectales existentes en el dominio lingüístico gallego. Si el primer principio de las NOMIG establece que la lengua normativa ha de ser continuación de la lengua hablada, una lengua hablada fiel a sí misma y desprovista en lo posible de dependencias respecto al castellano, en el principio número 2 se manifiesta ya el criterio pluridialectal (y, por tanto, supradialectal) al que acabamos de referirnos, cuyo principal objetivo es conseguir una amplia representatividad (NOMIG 11): 2. O galego normativo ten que ser o vehículo expresivo común e válido para todo o pobo galego […]. Consecuentemente, o galego común non pode basearse nun único dialecto, 1 Este trabajo se enmarca en las actividades del Grupo de Estudios Románicos y Comparados (ROMANYCOM) y de la Red de Lexicografía (RELEX), coordinados ambos por la autora del capítulo. La Red de Lexicografía ha sido financiada por la Xunta de Galicia (ref. ED431D R2016/046). 2 También DRAG 2012 cuando queramos diferenciarlo de sus predecesores académicos. 3 Para una contextualización de estas y otras obras, cf. Sánchez Palomino (2013 y en prensa).
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senón que debe prestar atención preferentemente á extensión xeográfica e demográfica das formas para seleccionar as normativas. Ha de ser, pois, supradialectal e lograr que o maior número posible de falantes galegos se identifiquen coas solucións acordadas.
Como es natural, la incorporación de soluciones provenientes de distintas variedades no se realizó de manera aleatoria, sino mediante la aplicación de criterios como la ya mencionada fidelidad a las características evolutivas propias, la extensión geográfica y demográfica, la tradición escrita, la preferencia por las formas más antiguas frente a las más innovadoras, la coherencia interna y la armonización con otras lenguas, especialmente las románicas y en particular el portugués, todo ello sin caer en los extremos opuestos, como el diferencialismo radical, la evasión hacia la lengua medieval y la adopción de formas portuguesas extrañas al sistema lingüístico gallego (NOMIG 11-12). Ello no impide que, tras la aplicación de estos criterios, las selecciones efectuadas se aproximen con más frecuencia a unas variedades que a otras. Como deja entrever su título, el VOLG no es un diccionario. Precisamente la demora que habría de suponer la realización de un diccionario y la urgencia requerida por la incorporación de la lengua gallega a las nuevas funciones que había propiciado el cambio de escenario político (empleo en la educación, en la administración, en los medios de comunicación, etc.) fueron algunas de las razones que motivaron su elaboración (Santamarina 2003: 67). Se trataba de dar unas pautas, conforme a las NOMIG, sobre la ortografía y la morfología de las unidades léxicas (en menor medida, sobre aspectos sintácticos y semánticos), en el ámbito que podría corresponder a un lector culto medio no especialista (Santamarina 2003: 80). En palabras de uno de sus coordinadores (González González 2009: 1304): La realización de esta propuesta de vocabulario normalizado de la lengua gallega exigió realizar una selección de formas dialectales dentro del propio gallego, llegar [sic] a cabo una depuración de castellanismos y de voces espurias innecesarias, hacer una propuesta de ortografía, acentuación y morfología correctas, y, en cierta medida, afrontar también el problema de la actualización y modernización del léxico.
En concreto, respecto a las variantes dialectales, a menudo era necesario establecer alguna prelación entre la rica diversidad de formas que en ocasiones se le ofrecían al usuario; dicho de otro modo, era preciso determinar la variante (o variantes) estándar. Según Santamarina (2003: 67), había que confeccionar para el léxico «un complemento equiparable ás Normas ortográficas e morfolóxicas». Así lo expresa también González González (2009: 1304), quien nos informa al mismo tiempo de los criterios seguidos, que no son otros que los que guiaron la redacción de las NOMIG: Foi necesario, en primeiro lugar, facer unha selección de formas dialectais. Por poñer un exemplo que sexa claramente comprensible, para designar a árbore betulla, de entre un gran número de formas existentes (bidueiro, bedueiro, bidoeiro, bidoeira, budueira, abedoeira, abedueiro…, bedugo, bedulo, dulo, bídalo, bido, budio…) foi necesario escoller unha delas,
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neste caso bidueiro, para a norma estándar. […] No caso do Volga os principais criterios seguidos para a selección dialectal foron: a autenticidade da forma, a extensión xeográfica, a tradición literaria e a coherencia interna dentro da mesma familia.
Así pues, y esto es algo que no todo el mundo entendió, la elaboración de una variedad estándar conllevó la reducción, a veces importante, de la diversidad: «En definitiva, semella que a riqueza, a variedade e a diversidade son un prezo que hai que pagar polo beneficio superior da codificación e estandardización. Sen embargo, o estándar non ten por que anula-la variación» (González Seoane 2002: 99). En efecto, no hay que olvidar que estamos hablando de la variedad estándar, esto es, la «no marcada» dentro de las distintas variedades (diastráticas, diafásicas, diatópicas…) que tiene una lengua. En cualquier caso, había que llegar a un compromiso entre estándar y diversidad basándose en los criterios mencionados. 2. Los dialectalismos en el DRAG 2.1. Dialectalismos fonéticos y morfológicos En tanto que diccionario normativo, el DRAG recoge y aplica lo establecido en las NOMIG y en el VOLG. Como repertorio que fija la variedad estándar en el nivel léxico-semántico de la lengua, no incorpora formas dialectales que reflejan determinadas variaciones fonéticas o morfológicas muy acusadas. Así ocurre con las formas que presentan seseo o gheada, por ejemplo, fenómenos de los que solo tenemos información a través de los artículos correspondientes. Esta información incluye a veces, de manera más o menos genérica, los lugares en los que se producen: gheada substantivo feminino. Lingüística. Fenómeno fonético que se presenta en gran parte do territorio lingüístico galego e que consiste na pronuncia do fonema g (oclusivo ou fricativo velar sonoro) como h (normalmente aspirado xordo). O son da gheada galega é semellante ao do h aspirado inglés. seseo substantivo masculino. 1. Fonética. Fenómeno fonético que consiste na presenza do fonema s nos contextos que no sistema non seseante se corresponden co fonema θ. O seseo é un dos fenómenos dialectais máis importantes do galego. O seseo andaluz. // Frases e expresións. Seseo explosivo. Fonética. Seseo que se produce en posición inicial de sílaba. O seseo explosivo afecta a metade occidental da Coruña e ás zonas próximas á costa en Pontevedra. Seseo implosivo. Fonética. Seseo que se produce en posición final de sílaba. O seseo implosivo comprende a maior parte das provincias da Coruña e Pontevedra. sesear verbo intransitivo. Falar con seseo. Nas Rías Baixas sesean. Sabía que de Muros non era porque non sesea.
Otro fenómeno del que tenemos una información semejante es de la metafonía:
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metafonía substantivo feminino. Fonética. Inflexión do timbre da vogal tónica por influencia da vogal da sílaba final. As formas afectadas por metafonía ocupan a parte occidental de Galicia4.
Tampoco tienen cabida en el diccionario académico las variantes morfológicas que difieren de las formas estándar. Así, la entrada correspondiente a ‘hermano’ recoge la solución masculina irmán con el femenino irmá, que constituye la flexión de género normativa en las voces populares procedentes de palabras con la terminación latina -anum, aunque en determinados lugares de Galicia las soluciones sean otras (irmán-irmán o irmao-irmá). Mantienen, en cambio, la forma local algunos gentilicios, como caldelao, caldelá; lancarao, lancará; limiao, limiá; mariñao, mariñá, etc. Tanto en el caso de los dialectalismos fonéticos como en el de los morfológicos, también podemos encontrar cierta información dialectal a través de los ejemplos: dialectalismo substantivo masculino. Lingüística. Vocábulo, construción sintáctica etc., propia dun dialecto, que se arreda do código considerado estándar. ‘Camín’ e ‘pantalois’ son dialectalismos propios do galego oriental. dialectal adxectivo. Relativo ou pertencente ao dialecto. ‘Comiu’ é forma dialectal por ‘comeu’. O seseo é un fenómeno dialectal.
2.2. Léxico dialectal 2.2.1. Información dialectal En lo que atañe al léxico incluido, el DRAG parte del catálogo del VOLG, que eventualmente amplía o modifica en algunas disfunciones detectadas5 y que desarrolla en forma de artículo lexicográfico. Nos centraremos aquí en aquellas voces que presentan una localización geográfica concreta, ya sea en distribución complementaria con otras (donde se dice sabugueiro no se dice bieiteiro, y viceversa) o no (puede haber una forma generalizada en todo el dominio lingüístico gallego, redoblada de una o La pronunciación de las voces que se reproduce en el DRAG es la del Dicionario de pronuncia da lingua galega de Regueira Fernández (2010). 5 Así, el DRAG incorpora el lema aruxo ‘mota’, sinónimo de lixo y argueiro. Salpedrés ‘granizo’ está considerado como sinónimo de salabreada en el VOLG, mientras que para el diccionario académico esta última voz significa ‘precipitación de sarabia’ y es sinónimo de sarabiada. En ocasiones, el DRAG amplía la relación de sinónimos indicada por el VOLG (que no tiene por qué ser exhaustiva), como sucede con arrandeadoiro, bambán, carriola y randeeira ‘columpio’, a las que añade acaneadoiro, carrandiola, cinchón y dindán, todas ellas recogidas en el VOLG, pero sin que se señale su relación de sinonimia con respecto a las anteriores; algo parecido se observa en el caso de saltaparedes, que el VOLG no marca como sinónimo de donicela, doniña y garridiña, o en el de alfa, caldelo, calmazo, fogaxe y recalmo, que el DRAG añade como sinónimos a bochorno, calmizo y calmuzo, únicas marcadas como tales por el VOLG. 4
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varias voces dialectales, o palabras presentes solo en determinados lugares). Por otro lado, las variaciones léxicas que consideramos pueden ser de dos clases, según procedan las palabras de una misma raíz etimológica o no; mientras que en el primer caso nos encontraríamos más bien ante variantes formales (con afijos diferentes, por ejemplo), en el segundo estaríamos ante tipos léxicos distintos. Sin ánimo de entrar ahora en el concepto de sinonimia, digamos que en el DRAG todas esas voces vienen consideradas como sinónimas entre sí6. Es muy diversa y abundante la información que el diccionario académico proporciona en cada artículo en relación con el lema: pronunciación, categoría gramatical, género, régimen verbal, ejemplos, sinónimos, antónimos y otras voces conexas, fraseología, observaciones, etc. La variación léxica es objeto de atención, aunque no de manera sistemática (depende del tipo de variación). Así, con carácter previo a las definiciones, aparecen marcas como «popular» (cachapiollos), «informática» (avatar), «coloquial» (bestial), «familiar» (chufar), «literario» (aurilucente), «vulgar» (cona), «por extensión» (bardo), «figurado» (oasis)7, pero no hallaremos nada semejante a «dialectal». Dicho de otro modo, existe en el diccionario una marcación diastrática, diafásica, diatécnica y de transición semántica, pero no diatópica (como tampoco diacrónica). Solo muy ocasionalmente, y a través de diferentes vías, se desliza alguna información sobre el carácter dialectal de ciertas formas. Una de esas vías es la de las observaciones, como ocurre en nosoutros/nosoutras, vosoutros/vosoutras8: Nosoutros, nosoutras pronome persoal. Pronome persoal tónico de primeira persoa do plural, que funciona como suxeito ou vai tras preposición. Nosoutros non imos. Non é para vosoutros senón para nosoutros. OBSERVACIÓNS: Existe unha diferenza de significado entre nosoutros e nós. Mentres a primeira delimita un grupo concreto, e deixa fóra dese grupo a todos os que non pertencen a el, a segunda non marca esa fronteira. Así, en nosoutros pensamos dunha maneira, vosoutros doutra, fronte á máis xeral nós non pensamos así.
En el DRAG 1990 se distinguía entre variantes puramente formales y sinónimos: en un caso se recurría a la fórmula «tamén se di» y en el otro se marcaban como «sin.»: «Deste xeito [Tamén se di] indícase dentro dunha entrada a súa variante formal. Prefírese a primeira» (DRAG 1990: vii). La fórmula siguió empleándose en el DRAG 1997, aunque el criterio varió un tanto al poder referirse también a sinónimos: «Dentro dun artigo indícase coa fórmula Tamén se di a existencia dun sinónimo ou dunha variante non recomendados pero aceptados» (DRAG 1997: xv). Finalmente, desapareció en el DRAG 2012, en el que las variantes formales aceptadas al mismo nivel aparecen sin más como sinónimos. 7 En el DRAG 1997 aparecía marcación diastrática y diafásica detrás de los sinónimos, pero fue eliminada con carácter general en la versión del DRAG 2012 (cf. s.v. pregoar, cagar, pachorra…). También se suprimieron otras marcas, como las relativas a la frecuencia de uso, que figuraban en casos aislados en aquel repertorio (así, s.v. crecer se decía «medrar ‘máis usado’»). Lo mismo sucedió con algunas que precedían a las definiciones (v. s.v. asir). 8 Aunque se trate de un pronombre personal, incluimos este caso en la variación léxica por sus implicaciones semánticas. 6
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O que ocorre é que esta diferenza tradicional se eliminou na maior parte dos falares galegos en favor dunha das dúas formas, de aí que os usos se interfiran.
La observación es utilizada de nuevo en el artículo cesto para vehicular ciertos datos sobre cambios dialectales en las denominaciones y los significados: cesto substantivo masculino. Recipiente feito de vimbios, vergas ou varas entretecidos de distintas formas e tamaños segundo os usos, que pode ter ou non asas ou un aro polo medio. OBSERVACIÓNS: A designación en masculino ou feminino depende das zonas e lugares e o que nun sitio se chama cesto noutro pode ser cesta e viceversa. Carrexaban o millo en grandes cestos. Encheu un cestiño de peixe. SINÓNIMO: muñico. CONFRONTAR: canastra, canastro, paxe2.
En cesta aparece exactamente la misma definición y la misma observación, junto a los ejemplos y a la información paradigmática que siguen: cesta […] A cesta para as uvas na vendima. A cesta dos ovos, do pan. SINÓNIMO: muñico. CONFRONTAR: canastra, canastro, paxe2.
Precisamente por la variabilidad indicada, las respectivas variantes no se indican como sinónimos en cada uno de los artículos. Obsérvese cómo se intenta recoger la diversidad semántica, sobre todo en lo que se refiere al tamaño, a través de los ejemplos. También en observación se registra la variación léxico-semántica que afecta a sarabia ‘granizo’ y a fento ‘helecho’, para el que se dan como sinónimos felgo, fenta, fieita, fieito y folgueira: fento […] OBSERVACIÓNS: En moitos lugares de Galicia utilízase a diferenza de xénero (fento, fieito fronte a fenta, fieita) para denominar variedades distintas. sarabia substantivo feminino. Chuvia conxelada que cae en forma de grans máis ou menos grandes. Este inverno caeu moita sarabia. SINÓNIMOS: graínzo, pedra, pedrazo, salpedrés. Formas menos recomendables: saragana, saraiba. OBSERVACIÓNS: Hai lugares onde se distingue esta palabra dos seus sinónimos pedra e pedrazo, segundo o tamaño do gran. Normalmente, a pedra e o pedrazo refírense ao gran máis groso, mentres que a sarabia fai alusión ao máis pequeno.
Otra vía para trasladar la diversidad dialectal en denominaciones y contenidos semánticos es la constituida por la propia definición. Así, en el caso de sacha y sacho las definiciones encubren realidades que no son idénticas: sacha substantivo feminino. Ferramenta agrícola utilizada para sachar, que varía de forma e de tamaño segundo os lugares. Colleu a sacha e foi cara á leira. SINÓNIMO: sacho. sacho substantivo masculino. Utensilio de labranza para remover a terra, que ten formas e tamaños diversos segundo os lugares e que pode ter ou non gallas na parte de atrás. Ía co sacho para a horta. SINÓNIMOS: sacha1, sachola. CONFRONTAR: bidente.
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De las definiciones cabe deducir que lo que en unos lugares se llama sacho en otros podría ser sacha, y viceversa. Así lo recoge Eladio Rodríguez (1958-1961), cuando para la entrada sacho dice: «en algunas comarcas gallegas llaman también así a la sacha», y a la inversa en esta última (apud Diccionario de diccionarios, en adelante DdD, que proporciona un panorama de esta diversidad). En ocasiones, nos encontramos ante acepciones localizadas de voces comunes en el dominio lingüístico gallego. Así ocurre con la acepción ‘nariz’ de fociño, característica del área mindoniense (cf. ALGa V, mapa 16 nariz), que en el DRAG no se registra como acepción diferenciada (esto es, solo como ‘nariz’): fociño substantivo masculino. […] 2. por extensión. Parte da cara das persoas que comprende a boca e o nariz ou, nalgúns sitios, só o nariz.
En nariz aparece «Confrontar: fociño, nafra, napia». Si se considerase como una variante dialectal de la voz común nariz, la acepción debería separarse. Sí es objeto de acepción diferenciada la número 3 de tío, tía, que García (1985) (apud DdD) localiza en Curtis, Sobrado dos Monxes y Val de Burón: tío, tía substantivo. […] 3. Tratamento de respecto que se lles dá ás persoas de certa idade nalgúns lugares. Isto díxomo o tío Andrés e créollo ben. SINÓNIMO: señor.
Por último, los ejemplos también pueden dar noticia de acepciones dialectales: becha substantivo feminino. Bicha. Seica lles tes medo ás bechas? Vin entrar unha becha no pozo da auga. As bechas chuchan o sangre [sic]. Nalgúns lugares chámanlle becha a calquera verme.
En todo caso, son siempre menciones inespecíficas, sin que se precisen los lugares o las zonas en que se dan tales denominaciones o acepciones. Un tipo especial de dialectalismos léxicos es el constituido por aquellas voces que designan realidades (costumbres, comidas, trajes…) típicas o exclusivas de una zona concreta, y que son utilizados en toda Galicia para designar esos mismos referentes. Aquí el carácter dialectal se deduce de la propia definición: cigarrón substantivo masculino. Personaxe do Entroido galego propio de Laza e Verín, que se caracteriza por levar un traxe artesanal, moi vistoso e elaborado, do cal destaca a carauta que se prolonga na parte superior nunha mitra de lata adornada con símbolos animais ou astrais e rematada na parte posterior nunha pelella xeralmente de gato ou de coello, seis grandes chocas que lle penduran do cinto. Os cigarróns andan pola vila facendo ruído. SINONIMO: peliqueiro. CONFRONTAR: choqueiro1.
Puede tratarse igualmente de acepciones de voces con más significados:
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migallo […] 3. Bolo, noces ou castañas que se dan nalgúns sitios o día de defuntos ou de todos os santos. Ían petando polas portas pedindo o migallo.
En ocasiones, la ausencia de información dialectal puede hacer que algunos usuarios se extrañen al encontrar, por ejemplo, un verbo como cheirar, que presenta una acepción extensa ‘oler’ junto a otra más restringida ‘oler mal’, correspondiente a una zona (bastante amplia) de Galicia (cf. ALGa V, mapa 205 feder; DdD): cheirar verbo transitivo. 1. Aplicar o sentido do olfacto a [algo] para percibir o seu cheiro. Cheira esa flor a ver se che gusta. SINÓNIMO: ulir [...]. // verbo intransitivo. 4. Despedir cheiro, impresionar o sentido do olfacto. Que ben cheiran esas rosas! Gústame como cheira o pan fresco. SINÓNIMO: ulir. CONFRONTAR: recender. 5. Despedir mal olor. Tes que airear o cuarto porque cheira. CONFRONTAR: abafar, alcatrear, apestar, feder, gafar, imbrar. […]
2.2.2. Tratamiento de las voces y acepciones dialectales Aunque las variantes diatópicas no sean objeto de marcación y rara vez se ofrezca información sobre ellas, lo cierto es que el DRAG las recoge de manera abundante. En las líneas que siguen mostraremos cuál es el tratamiento lexicográfico que reciben. En primer lugar, es preciso mencionar que nunca se produce una remisión entre variantes geolectales, a menos que una de ellas se considere como «menos recomendable», lo que suele ocurrir con formas de «fuerte carácter dialectal» (González González 2009: 1308). Es el único caso en que la voz así considerada no se acompaña de definiens, sino tan solo de una remisión sistemática a la forma recomendada, aunque sí se facilita la información gramatical. Paralelamente, en la voz aconsejada se da cuenta de la existencia de la otra opción con el correspondiente aviso sobre su condición. De este tratamiento se deriva que la forma «menos recomendable» no puede aparecer como sinónimo ni de la preferida ni de aquellas que figuren como sinónimos de esta: descordar verbo transitivo e pronominal. Forma máis recomendable: escordar. escordar verbo transitivo. Forzar violentamente a articulación de [una parte do corpo], ás veces coa rotura dalgún ligamento ou de fibras musculares próximas. Escordar o pulso. SINÓNIMOS: entortar, torcer, trochar. Forma menos recomendable9: descordar. CONFRONTAR: derranchar, desartellar, desarticular, descompoñer, descompor, desconxuntar, desensortellar, desortellar, dislocar, esnogar, luxar1. entortar verbo transitivo. […] 3. Forzar violentamente a articulación de [unha parte do corpo]. Meteu o pé na fochanca e entortou un nocello. SINÓNIMOS: escordar, torcer, tronchar. CONFRONTAR: derranchar, desartellar, desarticular, descompoñer, descompor, desconxuntar, desensortellar, dislocar, esnogar, luxar1. 9 La colocación de esta secuencia puede variar; así, cuando existen varias acepciones y la advertencia es válida para todas ellas, se sitúa al principio de todo (cf. aniñar).
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Sucede lo mismo con las denominaciones de la comadreja, donicela / doniña / garridiña, que el VOLG sitúa al mismo nivel como sinónimos, mientras que denociña es valorada como forma menos recomendable. También el DRAG, en denociña, remite para donicela sin mediar definición. La información completa se facilita en el artículo correspondiente a esta forma, donde figuran como sinónimos doniña, garridiña y saltaparedes, mientras que denociña aparece como «forma menos recomendable». En este sentido se produjo una modificación en los diccionarios académicos, que hizo más claro el texto de 2012. En el DRAG 1990 y en el DRAG 1997, si bien en la forma menos recomendada se remitía para la aconsejada mediante la fórmula «V.», sin proporcionar por tanto definición alguna, en el artículo de la voz preferida se intercalaba, después de la definición y antes de los ejemplos, la frase «Tamén se di […]» (vid. n. 6). El procedimiento no dejaba de ser algo ambiguo para quien consultase únicamente esta última entrada, pues podía creer que ambas estaban en pie de igualdad. Con esta salvedad, el resto de casos de variantes dialectales son objeto de definición. Sin embargo, no todas reciben el mismo tratamiento, lo que al final acaba por establecer de manera indirecta una cierta diferencia en cuanto a su carácter y uso. En efecto, frente a la definición puramente sinonímica que presentan algunas voces, otras ofrecen una definición perifrástica que en la práctica les supone una cierta preferencia, o así podría entenderlo al menos el usuario. Un ejemplo de ello lo constituye la secuencia cachaza / cacheira / cachola / cachucha, en la que de algún modo se priman las formas cachaza y cacheira por ser objeto de un desarrollo lexicográfico pleno, que incluye no solo la definición mediante perífrasis, sino también la información paradigmática completa, no pertinente en las otras voces, precisamente por ir definidas ya mediante un sinónimo: cachaza substantivo feminino. Cabeza do porco despois de despezado. Tiñan na lareira a curar dous lacóns e unha cachaza. SINÓNIMOS: cacheira, cachola, cachucha. cacheira substantivo feminino. Cabeza do porco despois de despezado. Cacheira cocida con grelos. SINÓNIMOS: cachaza2, cachola, cachucha. CONFRONTAR: faceira. cachola substantivo feminino. 1. Cacheira1. A cachola é típica do Entroido. cachucha substantivo feminino. Cacheira1. Cachucha con patacas.
Pueden emplearse incluso dos sinónimos como definiens de una tercera forma, con lo que se acentúa la equiparación de las utilizadas como sinónimo: en estadullo, fungueiro y fumeiro ‘estadojo, puntero’, la definición de fumeiro se realiza a través de las otras dos formas, plenamente desarrolladas en los artículos correspondientes. Cabe preguntarse entonces si existe algún criterio para determinar qué variantes se definen mediante un sinónimo y cuáles son definidas con una expresión más o menos compleja, y, en consecuencia, qué forma o formas se utilizan como definiens. Podemos trazar ciertas líneas de actuación, aunque no existe un único criterio que se aplique de manera absolutamente sistemática; hay que decir, con todo, que la aplicación sistemática es muy difícil, por cuanto son numerosos los factores que entran en juego.
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Una práctica habitual es que, si existen diferentes tipos léxicos, todos ellos reciban una definición perifrástica, con independencia de su extensión geográfica o demográfica o de su tradición literaria. Así ocurre con cochaino, manicho, xergo y zurdo, a pesar de su desigual distribución geográfica10 (cf. ALGa V, mapa 137 zurdo): cocheno se limita a una pequeña zona costera de Pontevedra entre Moaña y Baiona; manecho se localiza sobre todo en Pontevedra y el noroeste de Ourense, con puntos aislados en las otras provincias; xergo también presenta una extensión limitada (puntos de la provincia de Lugo, sobre todo), mientras que zurdo, ayudado posiblemente por su confluencia con la voz castellana, se registra por todo el territorio lingüístico gallego y presenta una tradición escrita muy superior a la de las demás palabras11. Del mismo modo, reciben definición perifrástica los tipos donicela, garridiña y saltaparedes, a pesar de la menor extensión en el habla y en la literatura de los dos últimos12. En todos estos casos, las voces alternativas al lema figuran como sinónimos en el interior del artículo. De aquí no se deriva necesariamente que, cuando existen variantes con la misma raíz etimológica, solo una de ellas reciba un desarrollo lexicográfico pleno. Sucede a veces, de tal modo que generalmente es la voz menos extendida o «representativa», o aquella que goza de una menor tradición literaria, o incluso aquella que se considera menos «pura», la que se define mediante otra palabra de su mismo tipo léxico. Bagulla ‘lágrima’, por ejemplo, característica de la parte más occidental de la provincia de A Coruña, es definida como ‘bágoa’, voz que abarca una mayor área geográfica y un empleo escrito más profuso (como también lágrima, igualmente objeto de definición perifrástica). Algo semejante podría decirse de doniña, que se define mediante donicela, y de otros muchos casos. Pero no siempre es así. De hecho, ni siquiera se produce una definición perifrástica en todos los casos en que existen tipos léxicos distintos, aunque solo sean dos, como ocurre en decembro / nadal, a pesar de la difusión literaria y geográfica de este último: decembro substantivo masculino. Duodécimo e derradeiro mes do ano, de 31 días. O 21 de decembro empeza o inverno. SINÓNIMO: nadal. nadal substantivo masculino. Decembro. Espero verte en Nadal. […]
10 Al mencionar la distribución de las distintas voces nos referiremos a todas aquellas formas que podrían encuadrarse dentro del mismo tipo léxico (por ejemplo, manecho, manicho, manicha, etc.). 11 Ni el VOLG ni el DRAG recogen la voz esquerdeiro que, junto a otras de la misma raíz (ezquerdeiro, esquerdista, esquerdo…), se registra fundamentalmente en la provincia de A Coruña. 12 A modo de orientación, el Tesouro Informatizado da Lingua Galega (TILG) documenta 142 ocurrencias de donicela, 67 de denociña, 1 de garridiña e 5 de saltaparedes (de la misma obra). De doniña aparecen 27 ejemplos; aunque en este caso, como en menor medida en el de donicela, la palabra puede presentar ocasionalmente otro significado, la diferencia de uso entre ellas es evidente. Para más datos, cf. DdD.
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De este modo, los procedimientos pueden cruzarse. En la secuencia becha, bicha, pinchorra, píntega, sacabeira, sacarrancha, salamanca, salamántiga y sapagueira ‘salamandra’, becha se define en un primer momento mediante bicha, pero esta, a su vez, es definida como ‘píntega’, que también sirve de definiens para pinchorra, mientras que en sacabeira, sacarrancha, salamanca y sapagueira se recurre a salamántiga. En este caso, las denominaciones píntega y salamántiga salen «reforzadas» de este tratamiento lexicográfico. Asimismo, en el grupo brétema, néboa, calixe, cegoña, fuscallo, neboeiro, nebra, solo las dos primeras son objeto de un tratamiento pleno (en atención a su tradición literaria y a su extensión en el habla), mientras que las demás son definidas mediante néboa13. En cambio, en el grupo barba, barbadela, barbarote, barbela, papo, queixelo y queixo ‘barbilla, mentón’, vemos cómo barbadela y barbela, formas sufijadas de barba, reciben un desarrollo completo, cosa que no ocurre con barbarote, al tiempo que papo, tipo léxico diferente de los demás, es definido mediante el sinónimo queixo, igual que el derivado de este, queixelo: barba substantivo feminino. […] 4. Anatomía. Parte da cara que está entre a boca e o pescozo, especialmente a punta en que termina. Levei un golpe na barba. SINÓNIMOS: barbadela, barbarote, barbela, papo, queixelo, queixo2. barbadela substantivo feminino. 1. Parte da cara que está entre a boca e o pescozo, especialmente a punta en que termina. Arrimoulle un sopapo na barbadela que o deixou atordado. SINÓNIMOS: barba, barbarote, barbela, papo, queixelo, queixo2. barbarote substantivo masculino. Queixo2. Coido que era lampo, se acaso tiña uns pelos nas patillas e no barbarote. barbela substantivo feminino. 1. Parte da cara que está entre a boca e o pescozo, especialmente a punta en que termina. Caíalle a baba pola barbela abaixo. SINÓNIMOS: barba, barbadela, barbarote, papo, queixelo, queixo2. papo substantivo masculino. […] 3. Queixo2. Ten unha focha no papo. queixelo substantivo masculino. Queixo2. Caeu e bateu co queixelo no chan. queixo2 substantivo masculino. Parte da cara que está entre a boca e o pescozo, especialmente a punta en que termina. Achegouse a ela e pasoulle a man polo queixo. SINÓNIMOS: barba, barbadela, barbarote, barbela, papo, queixelo.
Probablemente estemos ante aspectos susceptibles de mejora en la revisión del DRAG que se está llevando a cabo, aunque, como apuntamos arriba, la uniformización absoluta es muy difícil. Además de tener que atender a diferentes criterios14, hay casos En este caso, el VOLG únicamente relaciona néboa con nebra y brétema con cegoña como sinónimos. En realidad, neboeiro no sería sinónimo, puesto que se define como ‘neboeira’, que es ‘néboa espesa e baixa’. 14 Incluso, en el caso de los diccionarios en papel, la proximidad alfabética de las voces. 13
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con una diversidad de soluciones extraordinaria, entre las cuales no siempre es sencillo delimitar el origen de algunas formas (entre otras cosas, puede haber cruces). Pensemos en el concepto ‘cosquillas’, para el que el ALGa V (mapa 226 cóxegas) registra cuarenta y nueve variantes correspondientes a distintos tipos léxicos: bóchegas, bróchegas, cachogas, celigras, cillergas, cochas, cochegas, cóchegas, cóchicas, cochigas, cócigas, códigas, cogas, coguiñas, conchas, cónchigas, corochas, cóscaras, coscas, cósicas, cósqueras, cosquias, cosquillas, cosquiñas, cóxaras, coxas, cóxecas, cóxegas, coxeguiñas, cóxicas, coxigas, cozquias, coxas, defigras, deligas, deligras, dellergas, encorgas, encoxas, encóxegas, encoxias, góchegas, góchicas, soligras, telergas, teligras, tolergas, uligras, zorligas. Esta plétora de formas fue reducida en el VOLG a cóxegas, cachogas, celigras, cóchegas, coscas y deligras, entre las cuales se remite sistemáticamente de unas a otras con la consideración de sinónimos, independientemente de que se trate o no de tipos léxicos diferentes. El tratamiento en el DRAG difiere un poco de lo descrito. Si bien se recogen las mismas seis formas, mientras que el lema cóxegas es objeto de definición perifrástica, al tiempo que aparecen las otras cinco voces como sinónimos, en cachogas, celigras, cóchegas, coscas y deligras se define mediante cóxegas, lo que en la práctica acaba por dar una prevalencia absoluta a esta forma. El tratamiento de los sinónimos es otra fuente de posibles incongruencias que habrá que revisar. Se detecta algún fallo en las remisiones, como por ejemplo en la secuencia despertar / espertar / acordar / recordar, en la que, mientras que a acordar se le atribuye un doble régimen, transitivo e intransitivo, con el sinónimo espertar en ambos casos, en la acepción transitiva de espertar no se menciona el sinónimo acordar: acordar verbo transitivo. […] Interromper o sono de [quen está a durmir]. A luz que entraba pola ventá acordouno moi cedo. SINÓNIMO: espertar. […] // verbo intransitivo. 6. Deixar de estar durmindo, Acordei ás catro da mañá e xa non volvín durmir. SINÓNIMOS: espertar, recordar. espertar verbo transitivo. Para todas as acepcións forma menos recomendable: despertar. 1. Interromper o sono de [quen estaba durmindo]. Espértame cedo. ANTÓNIMO: adormentar. [..] // verbo intransitivo. 3. Deixar de estar durmindo. Hoxe espertei ás sete da mañá. SINÓNIMOS: acordar, recordar. ANTÓNIMOS: adormecer, durmir.
La falta de alguna voz, que sí figuraba en la relación de sinónimos de otros artículos, es el error más habitual, lo cual no ha de sorprender si tenemos en cuenta la abundancia de formas que a menudo se recogen: veintidós sinónimos lleva orballo en su acepción 1 (que no se repiten de igual manera en todos ellos). Son pequeños fallos fácilmente subsanables e inevitables en una obra de esta magnitud, que tiene el enorme mérito de incluir precisamente los sinónimos del lema por acepciones, y aun por ejemplos, de manera bastante exhaustiva, rasgo que muy pocos diccionarios presentan. No es el objetivo de este trabajo examinar la pertinencia de la inclusión o la ausencia de ciertos dialectalismos en el DRAG. Naturalmente, podría postularse la incorporación de algunas voces o acepciones, y los hablantes de las diferentes áreas
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lingüísticas echarán en falta elementos propios que quedaron fuera del repertorio. Por poner un caso, ya que mencionamos anteriormente el ejemplo de las numerosas denominaciones recogidas de ‘barbilla, mentón’, cabría añadir el uso que de la voz bico se hace en el área mindoniense con ese sentido, en una extensión no menor que la de barbadela o incluso que la de queixelo. 2.2.3. Fraseología Todo lo expuesto para las unidades monoverbales es válido para la fraseología, asimismo sujeta a variación dialectal, por lo que nos referiremos brevemente a ella. También aquí encontramos casos en los que solo las expresiones que no comparten origen etimológico son objeto de definición no sinonímica, como sucede con las locuciones adverbiales ás apalpadas y ás atoutiñadas ‘a tientas’, mientras que ás apalpadelas, derivada de ás apalpadas, se define mediante esta expresión, a pesar de que su extensión es mayor que la de ás atoutiñadas (cf. ALGa V, mapa 225 andar ás apalpadas). Los sintagmas nominales del tipo abrente do día ‘amanecer’, en los que existe una palabra base con igual significado que la unidad pluriverbal, son definidos normalmente mediante aquella: abrente do día por abrente; alba do día por alba; luzada do día por luzada; rompente do día por rompente, de manera que la definición parafrástica se traslada a cada una de esas voces. En cambio, es infrecuente que una expresión pluriverbal reciba un desarrollo completo y la unidad monoverbal correspondiente no lo tenga. Por otro lado, como ocurre en ese mismo ejemplo, las expresiones mencionadas suelen aparecer como sinónimos, al lado de las unidades monoverbales con idéntico significado (abrente, alba, albor, alborada, amañecer, amencer, aurora, clarexa, luzada, rompente), aunque existen excepciones. En otras ocasiones, cuando la palabra base del sintagma se deriva de otra que es, a su vez, parte de una expresión sinónima, es esta última la que se utiliza en el definiens: así, cerradiña da noite se define como ‘cerrada da noite’, que recibe la definición propiamente dicha. En este caso, además, podemos observar cómo xunta da noite, que constituye un tipo léxico distinto, se define igualmente como ‘cerrada da noite’, a diferencia de lo que vimos en ás apalpadas y ás atoutiñadas. La ordenación alfabética cobra aquí cierta importancia (v. n. 14). Así, en la serie noite cerrada, noite fecha, noite fechada, noite pechada y noite pecha, algunas de las cuales corresponden a áreas de extensión considerables, es la primera la que recibe una definición desarrollada, mientras que en las siguientes solo se menciona ‘noite cerrada’. Por último, a veces se observa alguna discordancia en el tratamiento de las expresiones. De este modo, ceo acunchado y ceo empedrado se incorporan como unidades fraseológicas de ceo, mientras que ceo ovellado aparece como ejemplo en el artículo correspondiente al adjetivo ovellado, con los sinónimos amanelado y pedrento, aunque de sus respectivas definiciones se infiere que solo se utilizan con la palabra ceo.
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3. A modo de conclusión: consecuencias del tratamiento del léxico dialectal en el DRAG Aunque en teoría las variantes léxicas dialectales consideradas como sinónimas y sin marca alguna se sitúen al mismo nivel, esto solo ocurre realmente cuando todas las voces implicadas son objeto de un tratamiento lexicográfico similar. Cuando no es así, la cuestión de cuál es la forma que recibe una definición perifrástica, frente a aquellas en las que el definiens es simplemente un sinónimo, no resulta baladí, de modo que la diferencia de tratamiento puede ser percibida en la práctica por el usuario como una orientación de uso. Voces originariamente localizadas en una zona más o menos restringida pueden acabar «elevándose» a la categoría de estándar; dicho de otra manera, pueden iniciar un proceso de «desdialectalización» que solo los usuarios, tanto en la lengua oral como en la escrita, se encargarán de completar o no. En la mayoría de los casos, se trata naturalmente de un efecto buscado. Así, de entre todas las denominaciones que el DRAG recoge para la ‘luciérnaga’ (bicho do lume, cociñeiro, coco de luz, lucecú, meiga, vagalume, vella, vella do caldo, vella dos valados, vella facendo as papas, vella facendo o caldo, vella sen dentes, velliña da cea, verme canteiro, verme carpinteiro, verme da luz, verme de luz), solo vagalume se define perifrásticamente, decisión en la que sin duda primó su tradición literaria. Del mismo modo, la definición de ombro como ‘ombreiro’, a pesar de ocupar un área geográfica mayor (quizá por su coincidencia con la palabra castellana, aunque aparece desde antiguo en la lengua, cf. Tesouro Medieval Informatizado da Lingua Galega, TMILG), refuerza esta última forma; y algo parecido podríamos decir de xarampón, frente a sarampelo, forma que sin embargo goza de gran extensión (cf. ALGa V, mapa 168 xarampón). Observemos que esto mismo ocurre cuando algunas voces dialectales son objeto de un desarrollo lexicográfico pleno, al igual que sus sinónimos de uso común (caso de arestora, propia de la provincia de Ourense, cf. ALGa IV, mapa 158 arestora, si bien con un amplio empleo literario). Según explica González Seoane (2002: 108-109), una prueba de la desdialectalización de algunas palabras es la aparición de nuevas acepciones, o lo que es lo mismo, la ampliación de su espectro semántico. Cita este autor ejemplos como acio ‘racimo’ (frente a cacho, piña), que ha adquirido significados como ‘conxunto de cousas agrupadas de forma semellante ás uvas’ y ‘grupo que forma unha piña apertada’ (DRAG s.v. acio), por extensión y traslación metafórica, respectivamente. Por el contrario, la voz que solo recibe una definición sinonímica queda de manera indirecta más marcada dialectalmente y, por tanto, más alejada del ámbito estándar. Sucede con corta feira y cuarta feira, definidas mediante mércores, ciertamente más extendida (cf. ALGa IV, mapa 141 mércores); con quinta feira, definida como ‘xoves’; con castañeiro y castiro ‘castaño’, frente a castiñeiro, que les sirve como definiens; con xena, frente a cabra; con billarda ‘tala (juego)’, frente a estornela; con golpe ‘zorro’, frente a raposo; con cereixo ‘bogavante’, frente a lumbrigante, o con mai ‘madre’, frente a nai.
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Nos encontramos, pues, ante una doble dinámica. Por una parte, la inclusión de variantes dialectales y la ausencia de marcación en el diccionario académico favorecen el enriquecimiento de la lengua estándar y del gallego literario; por otra, el tratamiento de algunas formas las mantiene todavía como afectadas de un acusado carácter dialectal y redunda en una limitación de su empleo. La escasa información que muestra el DRAG con respecto a la procedencia dialectal de las voces puede explicarse por su finalidad estandarizadora. Es, sin embargo, posible y deseable facilitar esta información, si no en el propio diccionario académico, sí en un diccionario general dialectal que resultaría muy útil para el estudio de los textos, entre otras aplicaciones. Contamos ya para ello con numerosos instrumentos que proporcionan datos abundantes sobre la dialectología gallega: desde el Atlas Lingüístico Galego (ALGa) hasta monografías como la de Fernández Rei (1990), pasando por corpus como el Diccionario de Diccionarios (DdD) o el Tesouro Informatizado da Lingua Galega (TILG), el Arquivo do Galego Oral (AGO), tesis doctorales, obras lexicográficas y corpus medievales, etc. Referencias bibliográficas AGO = Fernández Rei, Francisco (dir.) (2010-): Arquivo do Galego Oral. Santiago de Compostela: Instituto da Lingua Galega [01/03/2018]. ALGa IV = Santamarina, Antón et al. (2003): Atlas Lingüístico Galego. Vol. IV: Léxico. Tempo atmosférico e cronolóxico. A Coruña: Fundación Barrié. ALGa V = Álvarez, Rosario et al. (2005): Atlas Lingüístico Galego. Vol. V: Léxico. O ser humano (I). A Coruña: Fundación Barrié. DdD = Santamarina, Antón (ed.) (2003): Diccionario de diccionarios. Versión 3. A Coruña: Fundación Barrié. DRAG / DRAG 2012 = Real Academia Galega (2012): Dicionario da Real Academia Galega [01/03/2018]. DRAG 1990 = Real Academia Galega / Instituto da Lingua Galega (1990): Diccionario da Lingua Galega. A Coruña: Real Academia Galega. DRAG 1997 = Real Academia Galega (1997): Diccionario da Real Academia Galega. A Coruña: Xerais; Vigo: Galaxia. Fernández Rei, Francisco (1990): Dialectoloxía da lingua galega. Vigo: Xerais. García, Constantino (1985): Glosario de voces galegas de hoxe. Santiago de Compostela: Universidade de Santiago de Compostela. González González, Manuel (2009): «El trabajo lingüístico en la Real Academia Galega», Euskera 54/3, 1295-1310. González Seoane, Ernesto (2002): «Léxico dialectal e estándar literario», en Rosario Álvarez / Francisco Dubert / Xulio Sousa (eds.), Dialectoloxía e léxico. Santiago de Compostela: Consello da Cultura Galega, 95-113.
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22. «DIALECTAL», «PROVINCIANO», «REGIONAL», «ARCAICO» Y «DESUSADO» EN DICCIONARIOS DEL PORTUGUÉS EUROPEO
João Saramago Centro de Linguística da Universidade de Lisboa [email protected]
►► Resumen
Este trabajo analiza veintiocho voces, de una lista de 239 que Rafael Bluteau añadió como suplemento a su Vocabulário (1712-1728) por no haber llegado a tiempo para poder ser incluidas en la referida obra. Otra información que el autor ofrece es el hecho de tratarse de voces oriundas del Miño y Beiras. Nuestro análisis consiste en su comparación con cuatro diccionarios de referencia del portugués europeo, con un artículo de Leite de Vasconcellos y con el material léxico recogido, en el último cuarto del siglo xx, para el atlas lingüístico nacional. Esta comparación permite constatar que son los distritos del norte y del centro-norte los que todavía mantienen, en nuestros días, un mayor número de aquellas veintiocho voces. ►► Palabras clave Lexicografía, historia de la lengua, dialectología.
«Dialectal», «provincial», «regional», «archaic» and «obsolete» in European Portuguese dictionaries ►► Abstract
This paper analyses 28 terms from a list of 239 that Rafael Bluteau added as a supplement to his Vocabulário (1712-1728) because they came in too late to be included in the body of the work. The author informs us that these terms originated in Minho and Beiras. We compare these words across four reference dictionaries of European Portuguese, an article by Leite de Vasconcellos, and lexical material collected in the late twentieth century for the national linguistic atlas, and find that the Northern and Central-Northern districts are the areas where the highest proportion of the 28 terms have continued in use to this day. ►► Keywords Lexicography, language history, dialectology.
1. En el principio era el Verbo Todos os Vocabulários são obras que nunca chegam a ter coroa, porque não têm, nem moralmente falando, podem ter fim. Este mesmo defeito, bem considerado, é grande privi-
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légio. Tudo neste mundo acaba; um Vocabulário sempre pode crescer; é um rio em que às primeiras ondas sucedem as segundas e, a estas, outras, com indeficiente afluência, é um Céu sereno, em que não podem os olhos determinar o número de estrelas, porque após uma vêm nascendo outras; nem as de um e outro hemisfério se deixarão ver no mesmo tempo todas juntas; não é pequena glória uma infinidade, ainda que aparente; nas suas dicções, qualquer idioma tem uma participação desta glória; nenhum autor de dicionário se pode justamente gabar de as ter ajuntado todas […]. Quem no mar deste género de literatura se engolfa, não há-de acabar a viagem, navegando de barra a barra em direitura; nem aos curiosos convém que tome porto e lance ferro para sempre; é preciso que dê outras voltas e arrepie a carreira, para tornar a correr, pelas letras todas, os ramos do Alfabeto […]. A isto se acrescenta que, em todos os livros que se dão à estampa, os Dicionários são os que mais pronta e facilmente instruem quem os consulta; basta buscar pelas letras do alfabeto a palavra da qual se deseja ter notícia, em breves instantes se acha alguma noção ignorada; e assim para as inteligências de todo o género de palavras, um bom Vocabulário é um índice de todos os índices de uma grande Livraria; é um tesouro em que se acha junto, o que anda em muitos cofres dividido; é a ucharia dos pastos do entendimento, o guarda-roupa das Ciências, o armazém das notícias e o banquete universal de toda a Sabedoria […] no meio da carreira parava a obra, e a suspensão dela era, por agora, uma espécie de sufocação e morte para a Língua Portuguesa, língua hoje viva, e tão viva, que com a vantagem à Língua Latina morta, cada dia com novas expressões se amplifica.
Este fragmento, en el que Bluteau (1712-1728) se dirige personalmente al rey D. João V, fue extraído del prólogo del Supplemento al Vocabulário portuguez e latino. La razón por la cual decidí aprovechar algunas de sus opiniones deriva de las consideraciones que el autor realiza sobre lo que es en realidad el vocabulario de una lengua. Y es a la luz de esta perspectiva, y también de la finalidad del presente trabajo, por lo que me propuse utilizar, de modo más práctico y funcional, el apéndice «Vocabulario de Palavras E modos de fallar do Minho e Beira &c. cuja noticia naõ veyo a tempo de se lhe dar o seu lugar alfabetico neste Supplemento», incluido en el antes citado Vocabulario, parte II (Lisboa, 1728, pp. 501-504). Esta lista permite realmente una datación cierta: se trata de un vocabulario publicado en el primer cuarto del siglo xviii, regionalmente circunscrito sobre todo al Miño y a la Beira, lo que le confiere un carácter dialectal1. Será precisamente este carácter lo que facilite su cotejo con los diccionarios que tomé como base de estudio para este artículo. Se trata de Figueiredo (1913), Morais (1949-1959), Academia (2001) y Porto Editora (2015). Antes de pasar a realizar ese cotejo, no puedo dejar de hacer referencia al artículo de Leite de Vasconcellos (1886) sobre ese mismo vocabulario, y que el autor designó con el esclarecedor título de «Uma excavação». Las observaciones formuladas por Independientemente de la fecha, considero que no será exagerado clasificarlo como léxico del siglo xvii. Por otra parte, Vasconcellos (1886) es de la misma opinión: «não erro de certo, attribuindo aos vocábulos por data o século xvii». 1
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este autor servirán para, en cierto modo, ofrecer una importante ayuda de cara a la comparación de vocablos del siglo xvii con otros que fueron recogidos en el último cuarto del siglo xx para la realización del Atlas Linguístico-Etnográfico de Portugal e da Galiza (ALEPG) (cf. Saramago 2006). En realidad, un estudio de este tipo presenta dos direcciones aparentemente contradictorias, pero que son simplemente complementarias: una primera, que parte del siglo xvii hasta nuestros días, y una segunda, que parte de la realidad de nuestros días y va hasta el siglo xvii. 2. Todo el mundo tiene derecho a la diferencia En primer lugar, veremos una relación de las definiciones existentes en los diccionarios referidos previamente para cada uno de los términos que podrían clasificar un determinado vocablo como no perteneciente a la lengua estándar. Antes, será interesante transcribir la definición existente en la obra de Bluteau para la entrada dialecto: Modo de falar próprio e particular de uma língua nas diferentes partes do mesmo reino; o que consiste no acento ou na pronunciação, ou em certas palavras, ou no modo de declinar e conjugar e assim vemos que no mesmo reino de Portugal os da província da Beira, de Entre-Douro e Minho, etc. não falam nem pronunciam o Português do mesmo modo que os filhos de Lisboa.
2.1. Dialectal (dial.) Que é relativo a dialecto [dialecto: «Variedade local ou regional de uma língua que apresenta particularidades fonéticas e, eventualmente, lexicais ou outras»] (Academia). Relativo a dialecto [dialecto: «Linguagem peculiar a uma região, não diferindo essencialmente da linguagem das regiões vizinhas»] (Figueiredo). Relativo ao dialecto; que se encontra nos dialectos e não na língua geral [dialecto: «Linguagem falada numa região e que se considera variedade de uma língua tipo, da qual pouco difere; modo de falar particular de uma província ou só povoação e que apenas difere da linguagem geral do país na pronúncia, acentuação e significação de algumas palavras»] (Morais). Referente a dialecto [dialecto: «Linguagem particular de uma região, derivada da língua principal: provincianismo»] (Porto Editora).
2.2. Provinciano (prov.) Que é conotado como sendo característico da província ou dos costumes, modos, mentalidade… dos seus habitantes [provincianismo: «Pronúncia, sotaque, palavra, locução… característica duma ou mais províncias»] (Academia). Relativo a província [provincianismo: «Acentuação ou pronúncia, peculiar a uma província; palavra ou locução, usada especialmente numa ou mais províncias»] (Figueiredo).
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Que está em harmonia com o que é característico da gente da província [provincianismo: «Entoação, acentuação, pronúncia peculiar a uma província; dialectalismo; palavra ou locução usada especialmente em uma ou mais províncias»] (Morais). Relativo ou característico do ambiente da província [provincianismo: «locução ou sotaque peculiar de uma província»] (Porto Editora).
2.3. Regional (reg.) Que é relativo ou pertence a uma região [regionalismo: «Vocábulo, acepção, expressão própria de uma região»] (Academia). Relativo a uma região (Figueiredo). Relativo a uma região [regionalismo: «Vocábulo regional; dialectismo; provincianismo»] (Morais). Típico ou característico de determinada região [regionalismo: «Vocábulo ou expressão regional; provincianismo»] (Porto Editora).
2.4. Arcaico (arc.) Que é antigo, remoto, de tempos recuados; que já não se usa [arcaísmo: «Palavra ou expressão, escrita ou falada, considerada já como fora de uso na época em que é aplicada»] (Academia). Que contém arcaísmo; antiquado [arcaísmo: «Modo antiquado de falar ou escrever; locução arcaica»] (Figueiredo). Da natureza do arcaísmo [arcaísmo: «Palavra ou locução arcaica; maneira antiquada de falar ou escrever»] (Morais). Que já não se usa há muito tempo; obsoleto, antiquado [arcaísmo: 1. «Expressão ou construção que deixou de ser usada numa língua». 2. «Maneira de falar ou escrever fora de uso»] (Porto Editora).
2.5. Desusado (desus.) Que está fora de uso ou que já não é usado; que caiu em desuso (Academia). Que está fora de uso (Figueiredo). Que não é usado; caído em desuso; que não é vulgar (Morais). Que caiu em desuso; que já não é usado; antiquado (Porto Editora).
3. Hablando se entiende la gente La lista de Bluteau consta de 239 voces. Por razones de espacio y también de su relevancia lingüística, los vocablos aquí contemplados serán veintiocho2. Muchos de los conceptos presentados por Bluteau no existen en el cuestionario del ALEPG. Por otro lado, muchas de las entradas presentadas son meras variantes fonéticas, que carecen del interés léxico que se supone que subyace en este trabajo. 2
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La forma de presentación de cada una de las entradas es la siguiente: (i) vocablo (en negrita) y definición del autor; (ii) definición existente en el Vocabulário de Viterbo (siempre que exista); (iii) definiciones existentes en los cuatro diccionarios de referencia (si la entrada no consta en alguno de estos diccionarios, su sigla no aparece); (iv) referencia a los comentarios de Leite de Vasconcelos, y (v) referencia a los materiales del ALEPG. acarrejar – acarretar: «trazer em carros». Figueiredo.– Acarretar, levar em carro. Morais.– prov. Carrear, fazer fretes. Porto Editora.– Transportar em carros (os cereais); carrear. Leite.– «Em Vieira (Minho) tanto se diz hoje acarrijar, como carrar». ALEPG (0765 – carrear).3– Este término fue recogido en puntos de encuesta en los distritos de Braga, Viana do Castelo, Guarda y Castelo Branco. aljurge – cascavel: «bolinha de metal, do tamanho de uma avelã, oca e furada com um bocadinho de ferro ou de outra coisa dura por dentro, que causa um tinido alegre. Põem-se nos peitorais das bestas, aos pés dos falcões e às pernas dos que bailam nas festas». Figueiredo.– Aljorce: prov. Campainha, chocalho, que se põe ao pescoço das bestas. Morais.– Aljorge, aljorxe, aljorze (prov.): guizo, chocalho. Porto Editora.– Aljorce: campainha ou chocalho que as bestas trazem ao pescoço. Leite.– «O padre Carmello, Ortografia, Lisboa, 1767, dá aljuge como forma popular de cascavel, mas não diz de onde é. – Em cast. aljaraz; galleg. ajóujere. O nosso arabista Fr. João de Sousa, Vestigios da Lingua Arabica em Portugal, Lisboa, 1789, traz aljorses, que ele dá como termo da Beira, na accepção de chocalhos, derivando-o do árabe algerás». ALEPG (1149a – guizo, guizeira).– Aljaral, arjoz, arejor, jurge fueron recogidos en unos pocos puntos de Viana do Castelo, Braganza, Castelo Branco y Portalegre. almofia – «tigela grande: vaso côncavo em que de ordinário se põem sopas, doces e outros manjares». Viterbo.– Prato grande, feito de barro, altamia. Figueiredo.– prov., arc. Espécie de tijela, de fundo largo e bordos quase perpendiculares. Morais.– Escudela grande, pouco profunda. Porto Editora.– Espécie de tigela de barro vidrado; alguidar, bacia. Leite.– «Ainda se usa no Minho». ALEPG (1029.1a – gamela (do pão)).– Este término solo se registró en dos puntos de Coímbra en referencia al cuenco usado para dar forma al pan. barregar – gritar: «dar gritos. Levantar a voz com força». Figueiredo.– ~ berregar: Berrar muito, com frequência; dar balidos. Morais.– ~ berregar, borregar: Berrar amiúde ou muito alto. El número que se indica corresponde al que este concepto posee en el cuestionario del ALEPG. En aquellos casos en que el término recogido corresponde a diferentes conceptos existentes en el citado cuestionario se introducirán los números relativos a cada uno de ellos junto con su respectiva definición. 3
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Porto Editora.– ~ berregar: Berrar muito e com frequência; soltar balidos. Leite.– «Usa-se ainda hoje na Barbeita (Alto-Minho), etc.». ALEPG (1167 – mugir, 1180 – balir, 1194 – berrar).– Esta forma, junto con las variantes borregar, berregar, fue registrada para designar la voz del ganado ovino, caprino y bovino en Viana do Castelo, Oporto, Viseu, Aveiro, Coímbra, Leiria y Lisboa. berceiras – «umas ervas». Figueiredo.– Vendedeira de hortaliça [berça: couve galega]. Morais.– Mulher que vende berças [berças: folhas de couve ou de outra planta hortense preparadas para a mesa]. Leite.– «Parece ligar-se com vêrsa, que é na Beira-Alta o nome das couves depois de cozidas no caldo». ALEPG (0168 – dente-de-leão, 0175a – outras ervas).– Atendiendo a la definición de Bluteau, las berceiras nada tienen que ver con las coles; tanto es así que en su listado aparece la entrada coibes. Solo en dos puntos, uno en Coimbra, donde se precisó que se trataba de una planta que se picaba para dar a los cerdos (0175a), y otro en Leiria, donde esta palabra designa el diente de león (Taraxacum officinale) (0168), esta designación parece adecuarse a la entrada de Bluteau. boches – bofes: «parte interior, vital e nobre do animal, cuja substância é mole, leve, esponjosa e a modo de sangue coalhado». Academia.– Bofe, fressura, coração, fígado de alguns animais. Figueiredo.– prov. Coração e fígado dos animais; bofes. Morais.– Coração e fígado dos animais; bofes. Porto Editora.– plur. Vísceras, miúdos. Leite.– «O padre Carmelo também traz este termo como plebeu». ALEPG (1233 – bofe).– El término fue recogido en los distritos de Viana do Castelo, Vila Real, Braganza, Braga, Oporto, Viseu, Guarda y Coímbra. cangaço – engaço: «o que fica de um cacho de uvas, depois de tirados os bagos». Academia.– Resíduo das uvas depois de pisadas e de extraído o líquido; pecíolo dos cachos de uvas. Figueiredo.– Engaço; resíduo das uvas, depois de pisadas e de extraído o líquido. | prov. Carolo da espiga de milho. Morais.– O pecíolo dos cachos de uvas; a parte que fica dos frutos espremidos. Porto Editora.– O que resta do cacho depois de as uvas serem espremidas e de o vinho ser tirado; cacho de uvas sem bagos. Leite.– «Em Vieira dá-se o nome de cangaço às enxurradas (lenha, etc.) que o rio arrasta quando vai grande». ALEPG (0956 – engaço).– Este mismo término fue recogido en puntos de Viana do Castelo, Braganza, Braga, Oporto, Aveiro y Viseu. canhoto – acha pequena: «pedaço de lenha rachada». Academia.– reg. Pedaço de lenha partida grosseira ou toscamente; tronco ou ramo de árvore cortado em pedaços, que se destina ao fogo. Figueiredo.– prov. Pedaço de lenha, toscamente partido. Morais.– prov. Pedaço de pau nodoso, irregular. Porto Editora.– Tronco de árvore utilizado para queimar; acha.
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Leite.– «Também se assim diz em Vieira; em galego cañoto». ALEPG (1109.1 – racha, 1109.2 – cavaco, 1109.3 – acha).– Canhoto / canhota ~ ganhoto / ganhota se registraron en localidades de Viana do Castelo, Vila Real, Braganza y Braga. La misma designación fue también obtenida para otros conceptos: 1006d «rangua del molino» en Braganza; 1109.4 «leña menuda» en Azores y Vila Real; 1110 «tocón de árbol» en Viana do Castelo, Vila Real y Braga; 1111 «tajo» (de partir la leña) en Braganza; 0144b «raíz de brezo» en Viana do Castelo. caravelha – aldraba, taramela: «é o ferro com que se bate à porta; ferro compridinho de dois dedos, aberto no cabo com um gancho que, abaixado, prende num anel para fechar portas, janelas, etc. por detrás; bocado de pau, com o qual, dando uma meia volta, se fecham postigos, janelas e portas por dentro». Academia.– Peça feita de madeira que, girando em volta de um prego ou deslizando por uma calha, serve para fechar portas, postigos, cancelas. Figueiredo.– cravelho: Peça grosseira de madeira, com que se fecham cancelas e algumas portas, postigos, etc. Morais.– cravelho: prov. Tranqueta de madeira, como ferrolho para fechar portas. O m. q. cravelha. Porto Editora.– Peça de madeira que gira em torno de um prego ou desliza por uma calha, para fechar portas, cancelas, etc. Leite.– «Do lat. clavicula. Houve epêntese do a (swarabakti) entre o c e o l (r) (…) no séc. xiii». ALEPG (1011 – taramela).– Cravelha ~ cravelho fueron las respuestas obtenidas en Viseu, Guarda y Castelo Branco para el concepto «tarabilla de una puerta». En Braganza (un solo punto de encuesta), el término designa la llave del plegador del telar (1073.2a). carunho – cascabulho: «o casulo da pevide, bolota, etc.». Figueiredo.– prov. Caroço de fruto. Morais.– prov. Caroço dos frutos. Porto Editora.– reg. Caroço de um fruto. ALEPG (0894 – caroço, 0955 – grainha).– Carunho ~ carunha designan tanto el hueso de la fruta como la pepita de la uva en los distritos de Viana do Castelo, Vila Real, Braganza y Braga. casso – «tigelinha de fogo». Academia.– reg. Concha com a qual se tira a sopa da panela, o açúcar do açucareiro; colher com a qual se tira o azeite da talha; frigideira de barro com cabo; vaso de lata com cabo que se usa para tirar água do poço, vinho do lagar; recipiente em latão, com cabo comprido, no qual se costuma aquecer o leite. Figueiredo.– caço: Colher grande, com que se tira o azeite da talha, a sopa da terrina, etc.; prov. Vaso culinário de latão, convexo por baixo, com um cabo mais longo que o da sertã, e no qual se costuma aquecer o leite. Morais.– caço: Frigideira de barro; caçarola. Porto Editora.– caço: Colher com que se tira o azeite da talha; frigideira de barro com cabo. Leite: «Os dicionários portugueses trazem este termo sob a forma caço. Não sei onde se usa».
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ALEPG: Caço designa mayoritariamente el cazo de la sopa (1613) en Braganza, Portalegre, Évora y Beja. En una localidad de Vila Real es la sartén (1604); en otra de Braganza es el ‘cabaço’ (0740), instrumento utilizado para regar el campo; además, en un punto de Braganza y en otro de Viseu se trata de un cazo grande utilizado en el lagar del aceite para llenar el serón (0991) con la pasta de la aceituna; en un punto de Santarém es una cazuela (1603) con un asa. cerno – o espinhaço: «contextura de muitos ossos articulados e encadeados, no meio das costelas». Academia.– Parte mais interna do lenho ou tronco das árvores, entre a casca e a medula escura e rija. Figueiredo.– cerne: A parte interior e mais dura das árvores. Morais.– cerne: Parte interna e mais dura do tronco da árvore. Porto Editora.– parte central do lenho do caule das árvores, a mais rija e mais escura, também designada durame ou durâmen. Leite.– «Cfr. o port. cernalha». ALEPG.– cerne ~ cerno: Solo en una localidad de Braga se obtuvo la respuesta cerno para designar los huesos del espinazo del cerdo. En las restantes localidades en las que se registró el término, este se relaciona con la parte central del tronco de árboles y arbustos (0178) (Viana do Castelo, Leiria, y Azores – Flores), o, también, con la resina (1102) (Leiria y Santarém). chamiço o cangico – «chamam a qualquer pau». Academia.– ~ chamiça: Ramo seco com que se ateia o lume. Figueiredo.– Acendalhas; lenha miúda; ramos secos; tição. Morais.– ~ chamiça: prov. Lenha miúda; acendalhas de lenha miúda. Porto Editora.– ~ chamiça: Ramo seco usado para acender uma fogueira; acendalha. Leite.– «Em Roças, concelho de Vieira (Minho), chama-se canguiço à lenha miúda». ALEPG.– En este proyecto las respuestas chamiço ~ chamiça se registran principalmente para designar la leña menuda (1109.4). Esto en Braganza, Vila Real, Braga, Castelo Branco, Portalegre, Santarem, Setúbal y Beja. En algunas localidades estas formas se registraron para designar especies botánicas muy concretas: «brezo bajo» (0144b) en Coimbra; «brezo alto» (0144) en Viseu y Vila Real (todas ellas de la familia de las Ericaceae); «jara» (0141) en Portalegre (de la familia de las Cistaceae); «maleza de aliaga o brezo» (0144a) en Vila Real; «jaguarzo» (0141a) en Vila Real (igualmente de la familia de las Cistaceae); «aguja del pino» (1101) en Braga. En una localidad de Coimbra, designa una «rueda para elevar agua» (0737.1). En un punto de Portalegre, chamiço designa el «cuerno de bovino» (1164). collada – forssura: «as partes vitais de certos animais, fígado, coração, baço, bofe, tudo junto». Figueiredo.– colada: prov. Intestinos da rês; fressura. Morais.– colada: Fressura, miúdos de rês. Porto Editora.– colada: reg. Miúdos da rês. Leite.– «Usa-se ainda no Minho e Beira-Alta». ALEPG.– En la mayor parte de los puntos donde fue registrado, este término designa las vísceras del cerdo. Esto en Viana do Castelo, Vila Real, Braga, Oporto y Viseu. Por otra parte, en un punto de Aveiro corresponde a los pulmones.
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eido – quinta: «casa de campo ou fazenda de lavoura no campo com sua casaria». Academia.– Terreno junto da casa; recinto para animais anexo às casas aldeãs. Figueiredo.– ~ aido: prov. Pátio; quinchoso; quintal, junto a uma casa. Morais.– Quinchoso ou quintal; recinto para animais, anexo às casas. Porto Editora.– ~ aido: Pátio; quinteiro; sítio; quintal junto a uma casa. Leite.– «Em Vieira eido é o quinteiro. A etimologia é o lat. aditum […]». ALEPG.– Esta designación tiene dos referentes principales: ‘terreno de cultivo al lado de la casa o cerca del pueblo’ (0844), en Viana do Castelo, Braga, Viseu y Aveiro; ‘pocilga’ (1218) o ‘establo’ (1168), en Viana do Castelo, Aveiro y Oporto. embudo – funil: «vaso, com boca larga, que, na parte inferior, se vai estreitando com colo furado, por onde se trespassam a outros vasos, os licores». Academia.– embude: Funil grande, especialmente aquele com que se envasilha o vinho. Figueiredo.– ~ embude: O mesmo que funil, especialmente aquele com que se envasilha o vinho. Morais.– Funil grande, especialmente aquele com que se envasilha o vinho. Porto Editora.– ~ embude: Funil grande. Leite.– «Também em Vieira (Minho) imbudo neste sentido. Os dicionários portugueses trazem embude. A um galego ouvi uma vez chamar bude à coadeira do leite». ALEPG.– En el atlas este término alude a dos conceptos diferentes: ‘embudo’ (1624) en Braganza; ‘candado’ (1552) en Coimbra y Viseu. En un punto de Viseu se precisó que se trata de un término antiguo. Además, en otro punto de Viseu el término fue utilizado para designar una planta, la Oenanthe crocata L., que se utiliza en la pesca de los peces de río. escaleirão – degrau: «degrau de escada». Academia.– reg. Degrau de escada; estrutura que integra uma série de degraus. Figueiredo.– escaleira: desus. Escada; prov. Degrau de escada; escada de pedra, por onde se sobe para casa. Morais.– escaleira: prov. Degrau. Porto Editora.– escaleira: Série de degraus; escada. Leite.– «Aumentativo de escaleira, que se usa na Beira-Alta, no sentido de escadas de pedra. Escaleira vem de scala. Na Beira Baixa, são muito frequentes os aumentativos, pelo menos em certos pontos, e talvez por isso escaleirão pertença a essa província». ALEPG.– En localidades de Viana do Castelo, Vila Real, Braganza, Braga y Beja, escaleira designa la escalera que da acceso al balcão (‘patín’) de la casa (1515). En un punto de Guarda y en otro de Beja es el nombre que se da a cada uno de los peldaños (1515.1) de esa escalera. Además, en otra localidad de Faro es el estribo donde se apoya el pie para subir a la carreta (0814D) de bueyes o de caballerías. estonar – esbrugar: «tirar a casca». Academia.– Tirar a pele ou a casca. Figueiredo.– Tirar a tona ou a casca a. Morais.– Tirar a pele a, pelar. Porto Editora.– Tirar a tona ou a casca a; descascar; tirar a pele a; pelar. Leite.– «Usa-se na Galiza e em Trás-os-Montes (Carrazeda de Ansiães) no sentido de descascar. Em Vieira (Minho) diz-se também istunar as castanhas, as nozes, etc.».
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ALEPG.– En Viana do Castelo, Braga, Oporto y en un punto de Lisboa esta fue la respuesta obtenida para mondar (0868) y/o pelar las patatas (0869). En dos puntos de Viseu, en uno de Oporto y en otro de Castelo Branco designa la acción de raspar la piel del cerdo después de chamuscado (1227). En otro de Santarém, designa la acción de sacar los brotes de los árboles que sobran (0979). ferrea – pá de ferro: «que serve no lar e nas chaminés de ajuntar a cinza ou para fazer brasas». Academia.– ferra: Pá de ferro, própria para mexer ou tirar brasas ou cinzas. Figueiredo.– ~ ferra: prov. Pá de ferro, para mexer ou tirar brasas. Morais.– prov. Pá de ferro. Porto Editora.– ferra: espécie de pá de ferro para mexer ou tirar brasas. Leite.– «Também na Beira Alta se diz férria e fèrrinha, no sentido de pá de ferro pequena». ALEPG.– Ferra o férrea designa diferentes instrumentos com mango de madera y una extremidad de hierro: (i) la pala de hierro para sacar el pan del horno (1033a), en Viana do Castelo y Guarda; en una localidad de Castelo Branco, la pala pequeña para sacar la ceniza del hogar (1588); el tirabrasas para arrastrar las ascuas hasta la puerta del horno (1034), en Viana do Castelo y Braga. En un punto de Braganza y en otro de Guarda es la designación de las herraduras de los animales (1431). Además, en otra localidad de Guarda designa la arrejada o aguijada (0812) con la que el labrador limpia la parte del arado que entra en la tierra. gaipo – cacho: «(de uvas)». Academia.– Pequeno cacho de uvas ou parte do mesmo; reg. Rebento de videira. Figueiredo.– ~ gaipa: prov. Cacho de uvas. Morais.– ~ gaipa: prov. Escádea do cacho de uvas; o m. q. cacho. Porto Editora.– ~ gaipa: reg. Pequeno cacho de uvas, ou parte dele, escádea. Leite.– «Os dicionários portugueses dão este termo como do Minho. Em Roças (Vieira) diz-se gaipo e garaipo como a escada do cacho. No Porto, gaipinha». ALEPG.– Este término solo se registró en cinco localidades, y con sentidos diferentes: en Braganza, es el sarmiento de la vid (0942); en Portalegre y en Évora es la parte de la rama cortada que queda en el árbol (0181); además, en otra localidad del mismo distrito es el cuerno de bovino (1164); en Oporto, gaipa es el término para cada una de las ramificaciones del racimo de uvas (0953). galleira – um forcado: «pau de duas ou três pontas. Serve de ajuntar, espalhar e revolver palha, feno, etc.». Figueiredo.– arc. O m. q. forcado. Morais.– arc. O m. q. forcado. Leite.– «De galho ou galha». ALEPG.– Este término se registró en una sola localidad: en Viana do Castelo, galeira designa el surco hondo que se hace en la plantación de la viña. infusa – quartinha: «vaso de barro em que se deita água». Viterbo.– «Era a infusa, como hoje, um vaso de barro com igual disposição para servir à água e ao vinho, e sem determinada grandeza». Academia.– Vaso para líquidos, de material variável, com asa lateral semelhante a uma bilha; cântaro pequeno de barro onde se põe água a refrescar.
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Figueiredo.– Espécie de bilha. Morais.– Vasilha de barro, vidro, metal, etc., que se assemelha a uma bilha. Porto Editora.– Vaso para líquidos, com uma asa lateral; espécie de bilha. Leite.– «Assim se diz na Beira Alta, etc.». ALEPG.– Infusa designa una vasija de barro para diferentes fines: en Braga, Leiria, Portalegre, Setúbal, Évora, Beja, Faro, Madeira y Azores es el jarro, el cántaro o la vasija del agua (1618, 1620, 1621); en una localidad de las Azores es la herrada donde se recoge la leche al ordeñar (1199); en otro punto de Portalegre es la cafetera (1606); en un punto de Setúbal es la vasija de guardar el aceite (1000); en otra localidad de Aveiro es el recipiente donde se guarda la aceituna en conserva (0988). lata – parreira: «cepa levantada do chão, atada com juncos e encostada em latadas ou estendida sobre varas». Academia.– Vara transversal ou forcado de parreira; alinhamento de videiras relativamente desenvolvidas que ladeiam um caminho. Figueiredo.– prov. Latada, parreira. Morais.– Vara transversal ou forcado de parreira; renque de videiras altas dispostas aos dois lados de um caminho. Porto Editora.– Travessão de ramada. Leite.– «Assim se diz em Vieira e na Beira Alta. Na Beira Alta usa-se também latada». ALEPG.– En Viana do Castelo, Braga y Aveiro, este término designa el emparrado de la viña (0939). En un punto de Braganza es la designación de una parcela de terreno (0692); en otro punto de Oporto es la hoja de la vid (0948) y en otro de Viana do Castelo designa los alambres del emparrado (0939). molete – pão alvo. Academia.– reg. Pão de trigo, pequeno e mole. Figueiredo.– prov. Pão pequeno e mole, de trigo. Morais.– prov. Diz-se do pão de trigo mole e fresco. Porto Editora.– reg. Pão de trigo, pequeno e mole. Leite.– «No Porto diz-se hoje sempre muléte; em castelhano mollete; em galego molete». ALEPG.– El término se utiliza para designar el pan de trigo (1031a), de diferentes tamaños, en localidades de Braganza, Braga, Aveiro, Guarda y Castelo Branco. En un punto de Setúbal fue la respuesta obtenida para el cayado del pastor (1130). ornear – zurrar: «é o verbo com que significamos a voz do asno». Academia.– ~ ornejar: Emitir, o burro, o som característico da sua espécie. Figueiredo.– ~ ornejar: Zurrar. Morais.– ~ ornejar: Zurrar. Porto Editora.– ~ ornejar: Zurrar. ALEPG.– Es un término que designa tanto la voz de los asnos como la de los bovinos (1167, 1269). Fue recogido en los distritos de Viana do Castelo, Vila Real, Braganza, Braga, Viseu, Guarda y Coimbra. porra – cachaporra: «pau muito mais grosso na ponta do que na parte superior». Viterbo.– «Este nome a que a malícia dos tempos aligou uma ideia pouco decente, e que desterrado da gente cortesã, polida e grave, se houve tão-sòmente por entre a escó-
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ria da população, ocupava algum dia, honradíssimo lugar em o dialecto dos nossos maiores. Não só se tomou por um pau nodoso, forte grosso e mais pesado na ponta, a que hoje dizemos cacheira ou cacheiro, correspondendo ao palo ou ligno que, em muitos forais antigos, se proibia. Mas também se ouvia nas funções eclesiáticas, e as mais sagradas, pois se dava então este nome aos ceptros ou maças que nas catedrais, colegiadas insignes e alguns mosteiros monacais vemos hoje servirem de ornato e magnificência nas mais solenes procissões. Os documentos da Sé de Lamego e da Colegiada de S. Bartolomeu de Coímbra, estes do século xiii e aqueles do xv, não permitem duvidarmos de que então tinham aquele nome estas insígnias». Academia.– popular Pau com saliência arredondada numa das extremidades. Figueiredo.– porrete ~ porreto: Cacete, com uma das extremidades arredondada; moca. Morais.– arc. Nome antigo de uma clava, espécie de pau curto com cabeça, ou peça de ferro semelhante; cacete. Porto Editora.– arc. Moca; porro; porrete. Leite.– «Na Beira diz-se pôrra ou móca, assim como porrada ou mòcada: o primeiro mais plebeu do que o segundo». ALEPG.– Solo en una localidad del distrito de Setúbal se obtuvo la respuesta cachaporra para un tipo específico de palo con una de las extremidades más gruesa y redondeada (1130.1). En dos puntos de Santarem porrete fue la respuesta dada para el cayado del pastor (1130). prezigo – conduto: «qualquer mantimento que não seja pão ou o manjar que se come com o pão». Academia.– ~ presigo: reg. Aquilo que se come com pão; conduto; carne de porco. Figueiredo.– ~ persigo ~ apresigo: prov. Conduto, carne de porco; presunto; toicinho. Morais.– prov. Aquilo que se come com o pão; conduto, carne de porco. Porto Editora.– O que se come com o pão; conduto; carne de porco. Leite.– «Os dic. port. dão este termo como da Beira. Em Vieira diz-se prezigo ou conduito». ALEPG.– Solo en tres lugares del distrito de Braga fue obtenido este término, que se refiere al alimento que acompaña cada una de las comidas principales (0621, 0623, 0625). uveira – um pé de vide: «a rama ou as parras que dão as videiras». Academia.– reg. Bago de uva; árvore a que se prendem os braços da videira no sistema de vinha de enforcado; videira que cresce em latada ou apoiada em outras árvores. Figueiredo.– Árvore, a que se prendem braços de videira. Morais.– O m. q. videira; prov. Bago de uva; designação da árvore a que se prendem os braços da videira, no sistema de vinha de enforcado usado no Baixo Minho, Arouca, etc. Porto Editora.– Qualquer árvore ou arbusto que serve de suporte a videiras; tutor. Leite.– «Muito usado no Minho, significando uma árvore com uma videira». ALEPG.– Este término fue registrado solo en cuatro puntos. Uno en Oporto, dos en Braga y otro en Viana do Castelo. En Oporto designa genéricamente la vid (0936). En los restantes puntos, se trata del árbol que sirve de soporte para cada pie de viña, en el emparrado (0939).
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Las diferentes clasificaciones proporcionadas por los cuatro diccionarios para los veintiocho términos, así como su inexistencia en algunos de ellos, permiten hacernos una idea del modo en que cada una de las obras de referencia aborda el léxico dialectal portugués. En una perspectiva general puede afirmarse que hay dos diccionarios más normativos, en la medida en que no prestan mucha atención al léxico no perteneciente al estándar: el de la Academia y el de Porto Editora. Este último es elementalmente escolar. Los restantes dos destacan por incluir mucho léxico regional o dialectal. Basta citar el hecho de que durante muchos años el diccionario de Figueiredo ha sido la referencia primordial para la elaboración de memorias de licenciatura consistentes en glosarios dialectales. Por su parte, el diccionario de Morais, en su 10ª edición, incluye innumerables nuevas entradas basadas en los glosarios dialectales de la Revista Lusitana. De forma muy sucinta puede decirse que (i) el diccionario de la Academia es el que menos entradas presenta: veinte, de las cuales ocho son clasificadas como regionales o populares; las restantes doce son consideradas como pertenecientes al estándar; (ii) el diccionario de Porto Editora sigue en cierta medida la tendencia del diccionario anterior: presenta veintiséis entradas, de las cuales solamente cinco son consideradas como regionales y arcaicas; (iii) son los otros dos diccionarios los que más atención conceden a los veintiocho vocablos en cuestión: todos ellos forman parte de su nomenclatura, y dieciséis de ellos (en Figueiredo) y quince (en Morais) aparecen clasificados como provincianismos, regionalismos, arcaísmos o desusados. 4. La geografía lingüística con la ayuda técnica de la taxonomía numérica Teniendo plena consciencia de que sería imposible proceder a un comentario final del vocabulario descrito por Bluteau, con el material recogido en el ALEPG para los conceptos seleccionados, considero que será más útil proceder a un análisis cuantitativo que, de acuerdo con uno de los métodos-base de la dialectometría, permita cartografiar de forma eficiente los resultados obtenidos en el cotejo de las diversas fuentes bibliográficas4. 4 Tomando en consideración la verificación de la existencia de un léxico específico, registrado hace prácticamente 300 años como dialectal por Bluteau, es más ventajoso y clarificador agrupar porcentualmente ese mismo vocabulario en función de la frecuencia con que fue obtenido en las encuestas del ALEPG. Esto con la intención de proporcionar y relacionar las regiones (distritos) en las que esas voces todavía existen (independientemente de su sentido efectivo). En una de sus aproximaciones y cómputos numéricos, el método dialectométrico, procurando una visualización cartográfica, toma en consideración la media numérica de ese número de ocurrencias, así como el número máximo y mínimo de ocurrencias. En este caso concreto existe el valor máximo de 64,28 % para el distrito de Braga y el valor mínimo de 3,57 % para la región insular de
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Valor máximo: Braga: 64,28 %; Media: 24,81 %; Valor mínimo: Madeira: 3,57 % Intervalo 1: 64,28 – 44,19 (Braga, Braganza, Viana do Castelo) Intervalo 2: 44,19 – 24,81 (Aveiro, Castelo Branco, Coimbra, Guarda, Oporto, Vila Real, Viseu) Intervalo 3: 24,81 – 14,19 (Beja, Leiria, Portalegre, Santarem, Setúbal) Intervalo 4: 14,19 – 3,57 (Azores, Évora, Faro, Lisboa, Madeira) Tabla 1. Porcentajes de las palabras clasificadas como dialectales en cada uno de los distritos para los veintiocho conceptos
Como es fácilmente comprensible por lo expuesto para cada uno de los veintiocho términos de la selección final, entre los puntos de encuesta del ALEPG puede advertirse un mayor número de ocurrencias de estos términos en la región Norte (color rojo) y en la región Centro (naranja), para los valores por encima de la media. En los valores por debajo de la media aritmética (verde oscuro y verde claro), aparecen los distritos del Centro, Sur y Regiones Autónomas. El mapa que se ofrece en la siguiente página da buena cuenta de la visualización de este hecho: Viana do Castelo, Braga y Braganza (rojo) son, de lejos, las regiones en que el vocabulario considerado como regional por Bluteau fue registrado en mayor medida por el ALEPG. Vila Real, Oporto, Aveiro, Viseu, Guarda, Coimbra y Castelo Branco (naranja) son los que le siguen (valores por encima de la media). Debajo de la media (verde oscuro) están Leiria, Santarém, Portalegre, Setúbal y Beja. En un segundo escalón, debajo de la media, quedaron Lisboa, Évora, Faro y las dos regiones insulares. Analizando la presencia de este léxico en los diferentes distritos y regiones autónomas como indicador de su carácter más o menos arcaizante, podrá postularse, en términos geográficos, la existencia de un norte y de un centro-norte (más arcaizantes) opuestos a un centro-sur, a un sur e islas (menos arcaizantes). Este aspecto puede, eventualmente, ser relacionado, bajo varias perspectivas, con la influencia que el traslado de la Corte para Lisboa tuvo sobre el portugués estándar, que a partir de entonces (siglos xiii-xiv) basculó desde el centro-norte del país para el centro-sur, y, todavía más, con la reordenación que la revolución de 1383-1385 dio Madeira. La media aritmética de la totalidad de los valores encontrados para la totalidad de los distritos y regiones autónomas fue de 24,81 %. Los valores obtenidos para las cuatro agrupaciones de estos valores (dos por encima de la media y dos por debajo de la media) permitirán una visualización cartográfica más comprensible de los valores obtenidos para cada uno de los dieciocho distritos y de las dos regiones insulares (cf. Goebl 1983 y 2010).
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al país, colocando definitivamente su centro de gravedad en el centro-sur. En efecto, es ya a finales de la Edad Media cuando Portugal diseña un contraste dialectal tan marcado como el que hoy podemos advertir entre un norte más arcaizante y un sur más innovador, teniendo como parámetro de comparación el portugués estándar (cf. Teyssier 1980 y Castro 2006).
Mapa 1. Visualización de los valores porcentuales
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Para finalizar, me gustaría volver a destacar la notable riqueza del vocabulario presentado por Bluteau: desde este autor y hasta finales del siglo xix, altura en que el léxico dialectal pasó a ocupar un lugar importante en la lexicografía portuguesa, prácticamente no hubo nada de innovador. Referencias bibliográficas Academia (2001) = Academia das Ciências de Lisboa, Dicionário da língua portuguesa contemporânea. Lisboa: Academia das Ciências de Lisboa; Editorial Verbo. Bluteau, Raphael (1712-1728): Vocabulario portuguez e latino. Coimbra: Collegio das Artes da Companhia de Jesus; Lisboa: Joseph Antonio da Silva. Castro, Ivo (20062): Introdução à história do português. Lisboa: Edições Colibri. Figueiredo, Cândido de (1899): Nôvo Diccionário da Língua Portuguêsa. Lisboa: Livraria Editora Tavares Cardoso & Irmão, 1899; Lisboa: Bertrand, 1913 [01/03/2018]. Goebl, Hans (1983): «Matrices, distances et interpoints: étude dialectométrique sur isoglosses quantitatives (avec applications à ALF)», Cahiers des Annales de Normandie 15, 113-117. Goebl, Hans (2010): «Introducción a los problemas y métodos según los principios de la Escuela Dialectométrica de Salzburgo (con ejemplos sacados del “Atlante Italo-Svizzero”, AIS)», en Gotzon Aurrekoetxea / José Ormaetxea (eds.), Tools for linguistic variation. [Bilbao]: Universidad del País Vasco, 3-39. Porto Editora (2015) = Dicionário Editora da Língua Portuguesa. Porto: Porto Editora [01/03/2018]. Questionário Linguístico. 3 vols. Publicações do Atlas Linguístico-Etnográfico de Portugal e da Galiza. Lisboa: Instituto de Linguística, 1974. Saramago, João (2006): «O Atlas Linguístico-Etnográfico de Portugal e da Galiza (ALEPG)», Estudis Romànics 27, 281-298. Silva, António de Morais (1949-1959): Grande dicionário da língua portuguesa. 10ª edição, revista, corrigida, aumentada, actualizada […] por Augusto Moreno, Cardoso Júnior e José Pedro Machado. Lisboa: Confluência. Teyssier, Paul (1980): História da língua portuguesa. Tradução portuguesa de Celso Cunha. Lisboa: Livraria Sá da Costa Editora, 20018. Vasconcellos, José Leite de (1886): «Uma excavação», Revista de Guimarães 3 (2), 61-80.
SOBRE LOS AUTORES
José Luis Aliaga Jiménez es profesor titular en el Departamento de Lingüística General e Hispánica de la Universidad de Zaragoza. Ha sido, además, profesor visitante en la Universidad Nacional de San Luis (Argentina). Su trayectoria investigadora se ha desenvuelto en vertientes tales como la crítica feminista del lenguaje, la teoría e historia de la lexicografía y la historiografía lingüística. En lo referido a estos últimos ámbitos, ha dedicado especial atención a las variedades lingüísticas de Aragón (aragonés, catalán de Aragón y castellano de Aragón), en obras como Aspectos de lexicografía española. El léxico aragonés en las ediciones del diccionario académico (2000), en la edición del Borrador de un diccionario de voces aragonesas, de José Siesso de Bolea (2008) o en Las lenguas de Aragón en el primer tercio del siglo veinte. Vol. 1. Inéditos, rarezas y caras B (2012). María Álvarez de la Granja es profesora titular del Departamento de Filología Gallega de la Universidade de Santiago de Compostela e investigadora del Instituto da Lingua Galega. Su investigación se orienta principalmente hacia el léxico, la lexicografía, la semántica y la fraseología. En relación con este último campo, cabe mencionar su publicación As locucións verbais galegas (2003). En el ámbito de la lexicografía, participó en el proyecto que condujo a la elaboración del Dicionario de dicionarios do galego medieval (2006), dirigido por Ernesto González Seoane y del que es coautora. Así mismo, forma parte del equipo que trabaja en el Tesouro do léxico patrimonial galego e portugués y en 2014 publicó, en coautoría con Belén López Meirama, el Léxico dispoñible do galego. Francisco M. Carriscondo Esquivel es profesor titular de Lengua Española en la Universidad de Málaga, donde ha sido director del Departamento de Filología Española I y Filología Románica. Ha sido profesor en la Universidad de Jaén y en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, investigador visitante de El Colegio de México y del Summer Institute of Linguistics, así como Jemison Visiting Professor de la University of Alabama at Birmingham (Estados Unidos). Ha publicado, entre otros, los libros Literatura y dialectología (1999), La lexicografía en las variedades no estándar (2001), Lingüística, lexicografía, vocabulario dialectal
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(2004), Creatividad léxica-semántica y diccionario (2006), La épica del diccionario (2010) y Palabras que cambiaron (en) la historia (2017); así como la edición de Lingüística española contemporánea (2008; con Carsten Sinner), La lengua en el candelero (2014), Asedios políticos a las lenguas desde los medios (2015) y El español como noticia y el español de los medios (2016). Germà Colón Domènech es catedrático emérito de la Universidad de Basilea. Durante el ejercicio de su labor docente, ha dirigido numerosas tesis doctorales y, con alumnos destacados, como Rolf Eberenz, Veronika Leimgruber, Beatrice Schmid, Michael Metzeltin, Curt Wittlin o Gret Schib, todos actualmente profesores de universidad, creó escuela en el entorno de la investigación sobre el catalán, el español, el occitano y el francés. Su labor investigadora se ha centrado en el estudio de las lenguas románicas, particularmente el catalán y el castellano, desde la perspectiva de la investigación etimológica, de la edición filológica y de la historia de la lengua. Su obra abarca los siguientes ámbitos: a) Monografías y estudios de léxico contrastivo y de carácter lexicográfico; b) Trabajos filológicos y ediciones de textos; c) Artículos científicos, que han visto la luz en un buen número de revistas internacionales. Ha publicado hasta ahora más de 160 trabajos sobre temas diversos de filología, y continúa actualmente sus investigaciones lingüísticas de manera muy activa. Dolores Corbella es catedrática de Filología Románica en la Universidad de La Laguna y miembro correspondiente de la Real Academia Española. Durante años ha analizado el léxico dialectal canario y ha coordinado el grupo de investigación LexHis (Lexicografía e Historia). Es coautora de obras como el Tesoro lexicográfico del español de Canarias (1992; 19962), el Diccionario ejemplificado de canarismos (2009), el Diccionario histórico del español de Canarias (2001; 20132, publicado en abierto en la página web del Instituto de Investigación Rafael Lapesa desde diciembre de 2014) y el Léxico azucarero atlántico (2014). Profunda conocedora de la expansión del español, recibió, junto a Cristóbal Corrales, el Premio de investigación filológica de la Real Academia (2011) y el Premio Canarias-América de la Casa de Colón (2010) por la edición del Tesoro léxico canario-americano. Recientemente ha coeditado las monografías Español y portugués en contacto. Préstamos léxicos e interferencias (2017) e Historia del léxico español y Humanidades digitales (2018). Alejandro Fajardo Aguirre es profesor titular de Lengua Española de la Universidad de La Laguna. Doctor por la Universidad Complutense de Madrid, ha desarrollado tareas de investigación lexicográfica en universidades europeas, especialmente en las de Augsburg y Heidelberg, y en numerosas de Hispanoamérica. Sus líneas de investigación se han centrado en la lexicografía tanto teórica como práctica (histórica, dialectal, bilingüe y digital), la dialectología y la historia de la lengua. Entre sus últimas publicaciones se encuentra el volumen coordinado junto con Dolores Corbella Español y portugués en contacto. Préstamos léxicos e interferencias (2017).
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Cecilio Garriga Escribano es catedrático de Lengua Española en la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha sido profesor titular en la Universidad Rovira i Virgili y es profesor colaborador de la Universitat Oberta de Catalunya y de la Wszechnica Polska de Varsovia. Sus líneas de investigación son la lexicografía y la lengua de la ciencia y de la técnica. Dirige el Grupo Neolcyt y coordina la Red Temática “Lengua y ciencia”. Algunas de sus publicaciones más recientes son: “Lengua, ciencia e historia: la evolución de célula” (en P. Garcés, ed.: Perspectivas teóricas y metodológicas en la elaboración de un diccionario histórico), “El diccionario de lenguajes sectoriales” (en M. J. Domínguez y M. T. Sanmarco, eds.: Lexicografía y didáctica), “Lengua técnica y lexicografía histórica: la aportación de Terradas a la discusión sobre el vocabulario técnico del siglo XX” (en R. Cotelo, coord.: Entre dos coordenadas. La perspectiva diacrónica y diatópica en los estudios léxicos del español), “Ilustraciones de la ciencia en la lexicografía española” (en M. de Beni, ed.: Ciencias y traducción en el mundo hispánico; con F. Rodríguez), “El Diccionario Tecnológico Hispano-Americano: un nuevo intento de institucionalización de la lengua de la ciencia y de la técnica en español” (International Journal of Lexicography; con P. Pardo). José Antonio González Salgado es doctor en Filología, en la especialidad de Lingüística, por la Universidad Complutense de Madrid. Desde el año 2007 forma parte, como investigador, del Campo Arqueológico de Mértola, núcleo de investigación adscrito al Centro de Estudos de Arqueologia, Artes e Ciências do Património (Universidade de Coimbra). Su actividad investigadora se centra en el estudio de las hablas populares extremeñas desde las perspectivas fonética y léxica, ámbito en el que ha publicado diversos estudios. Es miembro del equipo de investigación FRONTESPO, en cuyo seno dirige la realización del Tesoro léxico de la frontera hispano-portuguesa. Ernesto González Seoane es catedrático de Filologías Gallega y Portuguesa e investigador del Instituto da Lingua Galega de la Universidade de Santiago de Compostela. Tiene como áreas prioritarias de trabajo la lexicografía y la estandarización del gallego. Dirigió el Dicionario de dicionarios do galego medieval (2006), fue responsable de la edición de los volúmenes A estandarización do léxico (2003), con María Álvarez de la Granja; A lexicografía galega moderna. Recursos e perspectivas (2009), con Antón Santamarina y Xavier Varela; Lexicografía de las lenguas románicas. I. Perspectiva histórica (2014), con Félix Córdoba y María Dolores Sánchez Palomino. Participó en la elaboración del Tesouro do léxico patrimonial galego e portugués (http://ilg.usc.gal/Tesouro/). En la actualidad dirige, junto con Rosario Álvarez, Gondomar. Corpus dixital de textos galegos da Idade Moderna (http://ilg.usc.gal/ gondomar/) y es responsable, junto con María Álvarez de la Granja, de la versión 4.0 del Tesouro Informatizado da Lingua Galega (http://ilg.usc.gal/TILG/). Juan Gutiérrez Cuadrado es catedrático emérito de Lengua Española del Departamento de Filosofía, Lenguaje y Literatura de la Universidad Carlos III de Madrid.
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Se formó en la Universidad de Salamanca, donde se doctoró en Filología Románica. Ha sido codirector, desde su fundación, de la Revista de Lexicografía, que publica la Universidade da Coruña, director del Instituto Cervantes de Viena y Presidente de la Asociación Española de Estudios Lexicográficos (AElex). Ha publicado trabajos de historia de la lengua, historiografía lingüística, lexicografía y lengua de la ciencia y la literatura. José Carlos Huisa Téllez, doctor en Lingüística Aplicada en Lenguas Románicas por la Universidad de Augsburgo, con una tesis sobre el Diccionario de peruanismos. Ensayo filológico (1883-84) de Juan de Arona, y licenciado en Lingüística Hispánica por la Pontificia Universidad Católica del Perú, es docente de lingüística española, cultura hispanoamericana y español en la Universidad Johannes Gutenberg de Maguncia. Su principal línea de investigación se centra en el léxico y la lexicografía del español americano, especialmente desde una perspectiva histórica e historiográfica. Ha participado en el proyecto lexicográfico Diccionarios Contrastivos del Español de América, llevado a cabo en la Universidad de Augsburgo bajo la dirección de Günther Haensch y Reinhold Werner. Además, se interesa en la lexicografía como herramienta para la enseñanza y el aprendizaje del español como segunda lengua, y en los estudios culturales hispanoamericanos relacionados con un componente lingüístico. Aparecida Negri Isquerdo es licenciada en Letras (portugués/inglés) por la Universidade Estadual de Mato Grosso y doctora en Letras (Lingüística y Lengua Portuguesa) por la Universidade Estadual Paulista Júlio de Mesquita Filho (UNESP/Araraquara), tras defender la tesis O fato linguístico como recorte da realidade sócio-cultural (1996). Es profesora jubilada de la Universidade Federal de Mato Grosso do Sul (UFMS), donde impartió las asignaturas Lingüística, Sociolingüística y Lengua Portuguesa en los estudios de Letras hasta 2004. A partir de entonces mantiene vínculos con la UFMS como profesora visitante del posgrado. Posee una beca de productividad del Conselho Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnológico en el área de Lingüística, con investigaciones en el ámbito de la lexicología, la lexicografía y la dialectología, principalmente alrededor de las siguientes líneas: léxico regional, toponimia, atlas toponímico y atlas lingüístico. Es miembro del Comité Nacional de Coordinación del proyecto Atlas Linguístico do Brasil y coordinadora del proyecto ATEMS – Atlas Toponímico do Estado de Mato Grosso do Sul. Es una de las organizadoras de la colección As Ciências do Léxico: Lexicologia, Lexicografia e Terminologia, ya en el 8º volumen, publicada por la editorial de la UFMS. Carolina Julià Luna es doctora en Filología Española por la Universitat Autònoma de Barcelona. En la actualidad es profesora asociada en el Departamento de Filología Española de la misma universidad y profesora en Idiomes – Universitat Pompeu Fabra. Fue profesora lectora invitada de la Universiteit Antwerpen y ha realizado estancias de investigación en la Université Stendhal Grenoble 3 y en la Université de
SOBRE LOS AUTORES
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Mons. Sus líneas de investigación principales son el estudio de la variación del léxico románico desde una perspectiva diatópica y cognitiva y el estudio semántico de la fraseología española. También ha trabajado en morfología léxica y lexicografía académica. Es miembro del “Grup de Lexicografia i Diacronia” de la Universitat Autònoma de Barcelona y ha participado en diversos proyectos relacionados con la variación y el estudio histórico del léxico. Actualmente, colabora en los proyectos Historia interna del Diccionario de la lengua castellana de la Real Academia Española en el siglo xix (1817-1852), dirigido por Gloria Clavería, y El español de Cataluña en los medios de comunicación orales y escritos, dirigido por Dolors Poch; así como también en el proyecto Osservatorio degli italianismi nel mondo (OIM), desarrollado por la Accademia della Crusca y en el cual se ocupa del área iberorrománica (español y catalán). Entre sus publicaciones destaca el libro Variación léxica en los nombres de las partes del cuerpo: los dedos de la mano en las variedades hispanorrománicas (2012). Janick Le Men es doctora en Filosofía y Letras (Filología) y profesora titular en el Departamento de Filología Hispánica y Clásica de la Universidad de León. Su investigación se centra en lexicografía, concretamente en lexicografía leonesa. Ha publicado, entre otros trabajos, el diccionario en seis volúmenes titulado Léxico del leonés actual (2002-2012). Clotilde de Almeida Azevedo Murakawa es licenciada en Letras y doctora por la Facultad de Ciencias y Letras de la Universidade Estadual Paulista (campus de Araraquara). Es docente del programa de posgrado en Lingüística y Lengua Portuguesa en la misma facultad y su investigación gira en torno al léxico. En su tesis doctoral recogió y analizó el vocabulario del derecho penal eclesiástico presente en los reglamentos de la Inquisición Portuguesa (1552 a 1779) y en la tesis de maestría realizó un estudio crítico del Diccionario da Língua Portuguesa (1813) de Antonio de Morais Silva, en el que compara esta edición con la primera de 1789 y con el Vocabulario Portuguez e Latino (1712/1728) de Raphael Bluteau. Coordinó desde 2008 hasta su finalización en 2012 el proyecto Dicionário Histórico do Português do Brasil – séculos xvi, xvii e xviii (DHPB), financiado por el Conselho Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnológico e ideado por la profesora Maria Tereza Biderman, fallecida en 2008. El DHPB (inédito) ofrece un conjunto de 10 470 lemas y fue construido a partir de una base de datos con documentos relativos al período colonial brasileño. Maria Pilar Perea, doctora en Filología Catalana, es profesora del Departamento de Filología Catalana de la Universitat de Barcelona. Se ha especializado en descripción lingüística, dialectología y morfofonología verbal, y ha desarrollado estudios relacionados con la historia de la lengua catalana. Ha participado en diversos proyectos de investigación y en la creación de gestores en internet de datos históricos y dialectales. Ha dirigido el Arxiu audiovisual del parlar salat de la Costa Brava y el Portal de léxicos y gramáticas dialectales del catalán del siglo xix. Colabora también en el
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proyecto de Informatización y cartografía de los materiales del Atlas Lingüístico de la Península Ibérica (ALPI), que coordina el CSIC. Actualmente dirige el proyecto Informatización, fuentes dialectales, referentes lexicográficos, cartografía y sonido del Diccionari català-valencià-balear. Es autora de diversos libros relacionados con la obra de Antoni M. Alcover y ha publicado numerosos artículos relacionados con morfología, lexicografía, dialectología e historia de la lengua. Antonio Ruiz Tinoco es catedrático de Lengua Española y Lingüística en la Universidad Sophia de Tokio. Se licenció en Estudios Japoneses en la Universidad de Estudios Extranjeros de Tokio y completó una maestría y doctorado en Lingüística (1988) en la Universidad Tsukuba de Japón. Su tesis doctoral propone y analiza la sintaxis y la semántica del determinante cero en japonés. Ha impartido clases en la Universidad Keio, la Universidad de Tokio y otras varias en Japón. Es autor de varios libros de texto de español para japoneses, coautor de varios diccionarios de español-japonés y japonés-español. Es uno de los coordinadores de los proyectos de variación léxica, Varilex, y de variación gramatical, Varigrama. Es autor de una serie de artículos y capítulos de monografías sobre temas de variación lingüística, lingüística de corpus, enseñanza del español y de lingüística japonesa. Actualmente investiga nuevas metodologías para el estudio de la variación lingüística utilizando varios corpus de twitter, incluyendo la minería de datos, así como el análisis y la visualización de los resultados analizados con técnicas de SIG (Sistemas de Información Geográfica). María Dolores Sánchez Palomino es doctora en Filología Románica por la Universidade de Santiago de Compostela y profesora titular en la Universidade da Coruña. En el ámbito de la lexicografía ha publicado numerosos artículos y libros y ha sido coautora de los diccionarios monolingües de la Real Academia Galega. Forma parte de los Seminarios de Lexicografía y Terminología de esta institución, en cuyo seno dirige en la actualidad el diccionario bilingüe castellano-gallego. Es coordinadora del Grupo de Estudios Románicos y Comparados (ROMANYCOM) y de la Red de Lexicografía (RELEX), de carácter internacional, cuya creación impulsó en el año 2012. Isabel Maria de Almeida Santos, profesora auxiliar en el Departamento de Lenguas, Literaturas y Culturas de la Facultad de Letras de la Universidade de Coimbra, es doctora en Lingüística Portuguesa por esa misma universidad. Sus principales áreas de investigación son la historiografía lingüística, la variación lingüística y la lingüística portuguesa, especialmente en los campos de la fonética-fonología y la morfología. Trabaja también en la investigación sobre adquisición y aprendizaje de portugués como lengua no materna y coordina un proyecto de constitución de un corpus de datos orales de aprendices no nativos de portugués. Es miembro del Centro de Estudos de Linguística Geral e Aplicada (CELGA-ILTEC), donde forma parte como investigadora de los grupos de trabajo História da Língua Portuguesa e História da Consciência Linguística y Português em Contacto.
SOBRE LOS AUTORES
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João António das Pedras Saramago, licenciado en Filología Románica en 1976, se doctoró en Lingüística Portuguesa con la tesis A ilha do Corvo. Alguns aspectos linguísticos (1988). Actualmente es investigador principal en el equipo de Diacronía y Dialectología del Centro de Linguística de la Universidade de Lisboa (CLUL). Su actividad científica se centra en las áreas de la dialectología y de la geografía lingüística (atlas): Atlas Linguístico-Etnográfico de Portugal e da Galiza (ALEPG); Atlas Linguístico-Etnográfico dos Açores (ALEAç); Atlas Linguistique Roman (ALiR); Atlas Linguarum Europae (ALE). Complementariamente, desarrolla actividades de investigación en aspectos relacionados con el léxico y con la dialectometría y ha codirigido varias tesis de maestría y de doctorado. Hiroto Ueda es profesor emérito de la Universidad de Tokio. Es doctor en Filología Española por la Universidad de Alcalá y miembro correspondiente extranjero de la Real Academia Española. Sus campos de investigación son los siguientes: variación léxica del español moderno, historia de las grafías españolas, gramática descriptiva del español moderno, fonética comparativa del español y del japonés, utilización de medios informáticos en la enseñanza del español, estadística lingüística, procesamiento informático de datos textuales. Xulio Viejo Fernández, doctor en Filología Románica, es profesor titular de Filología Española de la Universidad de Oviedo. Desarrolla toda su docencia e investigación en el campo de la Filología Asturiana, en distintas líneas (diacronía, sincronía, lingüística o literatura), con contribuciones que van desde la historia lingüística y literaria del asturiano a otras dedicadas a la sociolingüística, la dialectología, la gramática, etc... Entre sus publicaciones cabe destacar La onomástica asturiana bajomedieval. Nombres de persona y procedimientos denominativos en Asturias durante los siglos xiii al xv (1998), La formación histórica de la llingua asturiana (2003), Llingua y cultura lliteraria na Edá Media asturiano-lleonesa (2005) o Paremias populares asturianas (estudio, clasificación y glosa) (2014), entre otros libros y artículos. Klaus Zimmermann es profesor catedrático jubilado de Lingüística Iberorrománica de la Universidad de Bremen. Ha sido profesor en la Universidad Nacional Autónoma de México y en la Universidad Libre de Berlín y director del Departamento de Investigación del Instituto Ibero-Americano de Berlín. Sus campos principales de investigación son el contacto del español con las lenguas amerindias, lengua y migración, el español en América, lenguas criollas y variedades afrohispánicas, política y planificación lingüística, historiografía de la lingüística hispanoamericana (lingüística misionera, Lorenzo Hervás, Guillermo de Humboldt), sociolingüística, lingüística pragmática (cortesía), lenguaje de los jóvenes, análisis del discurso y metalexicografía. Ha publicado más de 180 artículos y editado o coeditado 15 libros. Es fundador y ha sido director de la Revista Internacional de Lingüística Iberoamericana y fundador y coeditor de la colección Lengua y Sociedad en el
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Mundo Hispánico (Iberoamericana/Vervuert). Para más detalles véase: .