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Spanish; Castilian Pages 318 Year 2005
Lateinamerika-Studien Band 48
Lateinamerika-Studien Herausgegeben von Walther L. Bernecker Titus Heydenreich
Gustav Siebenmann Hanns-Albert Steger
Schriftleitung: Walther L. Bernecker Band 48
"La luz queda en el aire" Estudios internacionales en torno a Homero Aridjis
Edición a cargo de Thomas Stauder
Vervuert Verlag • Frankfurt am Main • 2005
Anschrift der Schriftleitung: Universität Erlangen-Nürnberg Zentralinstitut für Regionalforschung Sektion Lateinamerika Bismarckstr. 1 D-91054 Erlangen
Gedruckt mit Unterstützung der Friedrich-Alexander-Universität Erlangen-Nürnberg und der Dr. -Alfred-Vinzl-Stiftung Dedicado a Angela
Bibliographie information published by Die Deutsche Bibliothek Die Deutsche Bibliothek lists this publication in the Deutsche Nationalbibliografie; detailed bibliographic data are available on the Internet at http://dnb.ddb.de. ISBN 84-8489-210-7 (Iberoamericana) ISBN 3-86527-219-3 (Vervuert) © by the Editors 2005 Reservados todos los derechos Cubierta: Michael Ackermann Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico blanqueado sin cloro Impreso en Alemania
Homero Aridjis en su casa en México
índice
Thomas Stauder Introducción: Presentación de los artículos y consideraciones sobre la epifanía en la obra de Homero Aridjis
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Entrevistas Gloria Guardia Con Homero Aridjis: Presidente del PEN Internacional Thomas UnStauder coloquio con Homero Aridjis
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Sobre Homero Aridjis como defensor del medio ambiente Dick Russell Homero Aridjis y la ecología
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Sobre la poesía de Homero Aridjis Sergio Mondragón La poesía de Aridjis: Ver para crear
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Jason Wilson Homero Aridjis y la mudez lírica
95
J. M. G. Le Clézio Homero Aridjis, el hombre que habla con los ángeles
103
Cristina Peri Rossi Panerotismo en la poesía de Homero Aridjis
109
Giuseppe Bellini Más allá de las palabras: La poesía metafísica de Homero Aridjis
115
8
índice
George McWhirter Qué tienen esos ojos de Homero Aridjis, que son de otro mirar RubénLa Gallo Ciudad de México en la poesía de Homero Aridjis
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Sobre la narrativa de Homero Aridjis James J. López Aridjis milenario: Unidad temática y estética de su obra narrativa
147
Lucía Guerra El último Adán-. Visión apocalíptica de la ciudad en la narrativa de Homero Aridjis
157
Miguel López Pensar la nación mexicana a través del Apocalipsis ecológico en dos novelas distópicas de Homero Aridjis
173
Susana Zanetti Significaciones de la memoria en la narrativa de Homero Aridjis
187
Rainer Domschke Entre la historia y el olvido: Memorias que causan literatura escapando de las letras
201
Jean-Claude Masson El onirismo en la pintura de España según Homero Aridjis: una perspectiva comparatista
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Carlos García Gual La montaña de las mariposas
239
Pablo Boullosa La Santa Muerte de Homero Aridjis
249
índice
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Sobre el teatro de Homero Aridjis Catherine RafFi-Béroud Reflexiones acerca de Gran teatro del fin del mundo de Homero Aridjis
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Apéndices Homero Aridjis: Curriculum Vitae
277
Homero Aridjis: Bibliografía de sus obras principales
287
Artículos de Homero Aridjis en Reforma (México, D.F.)
293
Artículos en español de Homero Aridjis en otros periódicos
305
Artículos de Homero Aridjis en inglés, francés y alemán
307
Homero Aridjis: Premios y distinciones
309
Autoras y autores del libro
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Introducción: Presentación de los artículos y consideraciones sobre la epifanía en la obra de Homero Aridjis THOMAS STAUDER
El volumen colectivo empieza con dos entrevistas a Homero Aridjis —ambas del año 2003—, que fueron puestas deliberadamente al principio: de la alternancia de preguntas y respuestas resulta un acceso más directo y vivaz a la personalidad del autor mexicano, que por la vía indirecta de los ensayos a él dedicados. Especialmente para un lector que todavía no esté familiarizado con la obra de Aridjis, la forma periodística de la entrevista ofrece una entrada ideal. La escritora panameña Gloria Guardia, que actualmente vive en Bogotá, interrogó a Aridjis sobre su cargo como presidente del PEN Internacional, desempeñado entre 1997 y 2003 por dos períodos sucesivos de tres años cada uno. Aridjis le cuenta cómo en 1966 en Nueva York participó en su primer congreso del PEN, y que entonces pudo encontrar y observar de a cerca autores hoy en día legendarios como Norman Mailer, Arthur Miller, Saúl Bellow, Pablo Neruda, Nicanor Parra, Mario Vargas Llosa, Ernesto Sábato, Victoria Ocampo o Carlos Fuentes. Además, Aridjis recuerda la historia del PEN, que tras su fundación en 1921 fue dirigido al principio como un club inglés y con una actitud muy eurocéntrica; las cosas cambiaron sólo en la época de la Guerra Civil Española, cuando el PEN envió a Franco una protesta contra el asesinato de García Lorca, inaugurando de esta manera su compromiso por la defensa de los derechos de los escritores. Durante la Segunda Guerra Mundial el PEN luchó por la vida de autores de diversas nacionalidades, y después del año 1945, los casos de represión contra la libertad de expresión, que hicieron necesaria la intervención del PEN tuvieron lugar sobre todo en los regímenes comunistas de la Europa oriental. En nuestros días, el PEN se ocupa no sólo de los derechos humanos, sino también de los derechos culturales de ciertas minorías, como por ejemplo los idiomas indígenas de Latinoamérica, lo que en 1996 condujo a una "Declaración Universal de Derechos Lingüísticos" en Barcelona. Aridjis afirma además haber contribuido en el transcurso de su presidencia a una mayor aceptación del castellano parangonándolo con idiomas hasta entonces dominantes como el inglés y el francés. Mi coloquio con Homero Aridjis se inicia con otra pregunta referente al PEN, para pasar luego a temas diversos, primeramente las actividades de Aridjis como defensor del medio ambiente, sobre todo la creación del "Grupo de los Cien" en el año 1985. Habiendo observado la imagen en general muy negativa
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de los políticos mexicanos en la narrativa de Aridjis, le pedí una evaluación de la vida política en su país. Continuando con cuestiones más literarias, mencioné la importancia de ciertos 'momentos particulares' en su obra, que se podrían llamar "epifanías"; Aridjis confirma la trascendencia de estos 'instantes de iluminación', los cuales analizaré más extensamente en la segunda parte de esta introducción. A este respecto, Aridjis cuenta el significado casi religioso que tiene para él la experiencia con la naturaleza, algo que los lectores de su poesía ya habrán notado. En cuanto a las estructuras formales de sus poemas, Aridjis explica que muy pronto abandonó la métrica tradicional, para sustituirla por una "musicalidad instintiva de las expresiones". Con respecto al papel de la mitología azteca en su obra —un mundo de dioses que al principio le había parecido extraño y repulsivo—, Aridjis me confió algunos detalles importantes. En cuanto al tema del conflicto entre culturas en su obra —algo visible por ejemplo en la novela Memorias del Nuevo Mundo en forma de la lucha entre indígenas y conquistadores—, Aridjis comenta que vivió una experiencia similar de alteridad como hijo de un inmigrante griego en México, y luego también como "latino" en Nueva York. Al final de nuestra conversación, Aridjis cuenta también algo de su relación personal con dos autores mexicanos de la generación anterior, a saber Juan Rulfo y Octavio Paz. Ya que la pasión de Aridjis por la naturaleza y su compromiso social para salvarla constituyen una de la bases de su obra literaria, me pareció lógico colocar el ensayo de Dick Russell (Estados Unidos) sobre "Homero Aridjis y la ecología" antes de los otros artículos. En él aprendemos cómo Aridjis, durante su infancia en Contepec, pudo observar a las mariposas monarca que invernaban en los cerros que rodeaban la casa de sus padres: "el cielo parecía arder en colores rojos, anaranjados, amarillos y negros". Este espectáculo maravilloso fue amenazado en los años sesenta y setenta por los leñadores ilegales, cuya perniciosa actividad estaba reduciendo los refugios de esta especie de mariposas. Por eso, una de las primeras campañas públicas del "Grupo de los Cien" en los años ochenta tenía por objetivo —que logró— el establecimiento de reservas naturales para las mariposas monarca. Russell habla además sobre la lucha de Aridjis —siempre por vía de la movilización de la sociedad mexicana— a favor de otras especies de animales como las tortugas marinas o las ballenas grises, ambas amenazadas en su hábitat por proyectos industriales desmesurados. Como consecuencia, Aridjis y su familia sufrieron varios disgustos y peligros; interceptaron su teléfono y hasta le amenazaron de muerte, lo que entonces le obligó a hacerse acompañar por una escolta armada. A pesar de todo, subraya Russell, Aridjis tenía en medio de esas adversidades siempre el privilegio y la recompensa de una honda relación emocional con la naturaleza. La serie de artículos dedicados al género de la poesía —antecedente a la novela en la obra de Aridjis— se abre con un ensayo de Sergio Mondragón, poeta y profesor emérito de la Universidad Iberoamericana de México.
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Mondragón, que en los años sesenta fue editor de la revista El corno emplumado y publicó sus propios poemas en la antología Poesía en movimiento editada en 1966 por Octavio Paz, Alí Chumacera, José Emilio Pacheco y Homero Aridjis, presta una particular atención a la "ruptura" en los primeros poemas de este último: "no escribía ya ni en la forma, ni en el tono, ni en la estética de la generación de los 'contemporáneos' y otros poetas que, como aquellos, seguían comprometidos con la continuidad de las formas poéticas". Los poemas en prosa Mirándola dormir (1964) y Perséfone (1967) con su verso libre son para Mondragón una perfecta expresión de la vida moderna de aquel momento; ve en toda la obra de Aridjis a partir de entonces una salida de la prisión de la tradición. Percibe además ya en Perséfone la gran importancia del órgano de la vista para la poesía de Aridjis, corroborada por los títulos de sus poemarios: Los ojos desdoblados (1960), Vivir para ver (1977), El ojo de la ballena (2001) y Ojos de otro mirar (2002). Aparte de eso, observa en los versos de Aridjis una actitud positiva ante la vida, "el residuo de una luz" y una "fe radiante que ilumina todas las direcciones". Jason Wilson (University College de Londres) se ocupa también de los albores de Aridjis como poeta, mediante una comparación con el Octavio Paz de los años sesenta. Remite a la antología Poesía en movimiento (ya mencionada por Mondragón) y afirma que Paz jugaba entonces para Aridjis el papel de un 'padrino' literario. En aquella época, Paz solía aproximarse a la poesía por la vía de la crítica, muchos de sus poemas eran manifiestos sobre la poesía y metapoemas. Característico de esta actitud es el consejo dado por Paz en los años sesenta a la poetisa argentina Alejandra Pizarnik, "que haga muchos ensayos" para encontrar su propio estilo en la poesía. Los primeros poemas de Aridjis significaban un desafio ante la posición dominante de la estética de Octavio Paz, lo que Wilson ilustra con el ejemplo del poemario Los espacios azules de 1969: El asombro de Aridjis frente al mundo constituía una actitud emocional que estaba en pugna con la sobriedad racional exigida por Paz; Aridjis no quería reflexionar sobre su oficio de poeta, sino confiar en el misterio de la poesía. Podemos encontrar la misma valoración de las propiedades de la poesía de Aridjis en el artículo de Jean-Marie Gustave Le Clézio; a pesar de ser un novelista, el escritor francés manifiesta una particular sensibilidad para los versos de su colega mexicano. Analizando el poemario Tiempo de ángeles de 1994, Le Clézio explica que Aridjis es un poeta inspirado y una especie de profeta, "el único que todo lo ve". Como Wilson en el ensayo arriba mencionado, Le Clézio está convencido que Aridjis redacta sus versos "por intuición más que por razón" y compara el éxtasis espiritual del mexicano con el misticismo de los sufíes. Le Clézio ve el punto fuerte de Aridjis en no haber renunciado jamás a sus sueños de niño ni a su fe en la hermosura de la naturaleza; las alas de los ángeles evocados en este poemario recuerdan de esta manera las alas de las mariposas monarca de la infancia de Aridjis en Contepec, Michoacán.
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La escritora uruguaya Cristina Peri Rossi, que hoy en día vive en España, conoció igualmente la poesía de Aridjis ya en los años sesenta mediante la antología mexicana Poesía en movimiento. Muy acertadamente compara la fuerza innovadora de este poemario a varias voces con la importancia que tenía para la literatura española de los años setenta la famosa antología Nueve novísimos poetas españoles editada por José María Castellet. Peri Rossi señala el erotismo sublimado de las primeras poesías de Aridjis, que se extiende de la mujer amada y deseada a toda la creación: "el impulso sexual arrastra a la naturaleza consigo". Cuando Peri Rossi tuvo que abandonar su patria en 1972 a causa del inminente golpe militar, pudo llevar consigo de Montevideo muy pocos de sus muchos libros; pero tres de los escogidos fueron poemarios de Homero Aridjis. Cuando en 1975 ya vivía en Barcelona, donde había empezado a trabajar para la editorial Lumen, la directora de esta editorial, Esther Tusquets, le preguntó a Peri Rossi si conocía autores latinoamericanos que se pudiesen publicar en España; en el ámbito de la narrativa propuso a su compatriota Felisberto Hernández y en el ámbito de la poesía a Homero Aridjis. Así fue como en 1976 Peri Rossi llegó a ser la editora de la primera selección de poemas de Aridjis publicada en la Península Ibérica. A pesar de haber mantenido correspondencia con él desde aquella época, Peri Rossi no conoció en persona a Homero Aridjis hasta los años noventa, lo que no disminuyó de ningún modo la afectuosidad de ese encuentro. Giuseppe Bellini —catedrático emérito de la Universidad de Milán y uno de los más renombrados expertos de la literatura latinoamericana en Italia— nos aporta la prueba de que es posible encontrar en la poesía de Aridjis también numerosas referencias a poetas de siglos anteriores, lo que no está necesariamente en contradicción con la modernidad de Aridjis destacada por Mondragón y Peri Rossi. Bellini está de acuerdo con estos dos ensayistas en cuanto a la forma de la poesía de Aridjis; como ellos, ve los versos del autor mexicano "exentos de recargos retóricos, de adornos innecesarios". Sin embargo, en relación a los temas y motivos de Aridjis, él descubre una gran cantidad de alusiones a poetas conocidos, sobre todo de la tradición de la poesía amorosa: el tratamiento de la muerte y del carácter efímero de la vida en los versos de Aridjis recuerdan a Bellini la "vanitas" barroca de Quevedo, la idealización del amor y la "mujer angelical" de Aridjis le hacen pensar en la Beatrice de Dante, la Laura de Petrarca y la mujer sin nombre de Neruda en Veinte poemas de amor y una canción desesperada. George McWhirter, nació en Irlanda y emigró a Canadá en 1966 (donde enseña en la University of British Columbia), también él un poeta varias veces premiado, ha traducido un gran número de poemas de Aridjis al inglés y basa su artículo en esta experiencia, mediante la cual ha llegado a conocer muy bien ciertas características de los versos de Aridjis. Ve en el autor mexicano un "poeta impuro" (en el sentido que Pablo Neruda dio a esta expresión en la época de la revista Caballo verde para la poesía), que trata en sus poemas de los
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problemas cotidianos de la existencia de los hombres comunes y que renuncia a evadirse en un mundo artificial lejos de la realidad. De esta actitud McWhirter deduce la inclinación de Aridjis por los poemas narrativos, en los cuales aparecen temas que otros autores reservan a la prosa. Igualmente insólita le parece la integración de elementos cómicos —la mayoría de las veces en forma de sátira— en la poesía de Aridjis; según McWhirter, es difícil encontrar poetas contemporáneos que no aborrezcan lo cómico como el diablo aborrece el agua bendita. A pesar del polifacetismo inusitado de su poesía, en el transcurso de los años Aridjis alcanzó la estatura de un "poeta-portavoz-salvador", de alguien capaz de mostrar a los otros el camino y de decirles las verdades esenciales. Rubén Gallo (Princeton, EE.UU.) examina en su artículo la imagen de la Ciudad de México en la poesía de Aridjis: un motivo frecuente, que sin embargo puede expresar significados muy diferentes. En consonancia con la lucha de Aridjis por la protección de la naturaleza, muchos de sus poemas sobre la Ciudad de México deploran la contaminación ambiental en esta metrópoli superpoblada: por ejemplo el poema "Los ríos", que cuenta cómo los ríos que en los años cincuenta todavía servían a los niños para bañarse hoy en día están canalizados por tubos de hormigón y sepultados bajo el asfalto por el cual circulan los coches. Gallo presta una atención particular al poema de Aridjis con el título inglés "How poor a thing is man", donde los nombres de las calles aluden a la indigencia de una gran parte de los habitantes de la capital: "Nací en la Calle Pobreza / esquina con Injusticia". Gallo tuvo la ocurrencia algo sorprendente pero fructífera de comprobar mediante un plano de la ciudad la existencia de las calles mencionadas en el poema de Aridjis; encontró por ejemplo una calle Justicia Social esquina con la calle José López Portillo, lo que —teniendo en cuenta la mala fama de este ex presidente mexicano— parece una broma. Gallo llega a la conclusión de que Aridjis trata de problemas reales mediante nombres de calles inventados, mientras que los nombres reales de las calles fingen un idilio no existente. James J. López (Soka University of America, Aliso Viejo) abre la serie de artículos dedicados a las novelas de Aridjis; ve en la temática del milenarismo —no necesariamente idéntica a la del Apocalipsis, porque es compatible con la esperanza en un futuro prometedor— la base de toda la narrativa del autor mexicano. López emplea aquí el término "narrativa" con un sentido muy amplio, refiriéndose también a los poemas en prosa Mirándola dormir (1964) y Perséfone (1967); desde estos textos tempranos tiende un arco pasando por el El último Adán de 1982 —para López "el texto en prosa más logrado del autor"—, 1492, Vida y tiempos de Juan Cabezón de Castilla de 1985 y Memorias del Nuevo Mundo de 1988 hasta las novelas La leyenda de los soles de 1993 y ¿En quién piensas cuando haces el amor? de 1996. En cuanto a las novelas históricas (las de 1985 y 1988), López afirma que Aridjis sigue fiel los hechos históricos sin incurrir en un discurso historiográfico tradicional; las ve además vinculadas a las novelas del mismo autor situadas en el futuro
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mediante el motivo del "fuego nuevo" de los aztecas y la búsqueda del protagonista por su amada. En los momentos de dicha amorosa —tanto en el plano sexual como en el plano espiritual— hay mágicos "instantes plenos" en las novelas de Aridjis, durante los cuales el tiempo cronológico queda como suspendido; muy acertadamente, López llama a estos instantes "epifanías". Lucía Guerra (catedrática en la Universidad de California, Irvine) se centra en la novela El último Adán y analiza este texto de Aridjis sobre el trasfondo de una historia de la ciudad. Empieza con la desintegración de la estructura armónica de la ciudad medieval al momento de la transición a la Edad Moderna; una obra literaria del tipo de Utopía de Tomás Moro (1516) ya es una tentativa de recrear esa ciudad ideal perdida en la realidad (y presente en el cristianismo como promesa de la Nueva Jerusalén). En el siglo XX las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, ambas destruidas por la bomba atómica, representan "la ciudad sin Dios"; el hecho que por primera vez en la historia de la humanidad el Apocalipsis puede ser obra del hombre y no de Dios ha sido mencionado en varias de las obras de Aridjis. Es exactamente del peligro de un fin del mundo por culpa del propio hombre que el escenario catastrófico de El último Adán —donde de la ciudad queda sólo "un esqueleto desarticulado"— quiere avisar. En esta parodia trágica de la creación del mundo por Dios, con alusiones al texto del Génesis —"en el final, el hombre destruyó los cielos y la tierra"—, está ausente el sostén de la religión; en la novela de Aridjis aparece sólo un sosias grotesco del Mesías de la Biblia. Como única vía de salvación para el "último Adán" queda la fuerza del amor, a guisa de la "última Eva"; subrayando el papel del amor en las obras de Homero Aridjis como "inmersión en las fuerzas de lo cósmico" y "energía capaz de sustituir lo sagrado", Lucía Guerra coincide con las consideraciones arriba citadas de James J. López. Miguel López (Universidad de Nueva México, EE.UU.) se ocupa de las novelas situadas en el México del año 2027, La leyenda de los soles y ¿En quién piensas cuando haces el amor?, que llama "distopías", siendo ambas "representaciones inversas del ideal utópico de una sociedad perfecta". Con estas dos novelas, que esbozan un mundo futuro marcado por la destrucción de la naturaleza como consecuencia de una industrialización desenfrenada, Aridjis previene contra los efectos nefastos de la actual política mexicana. López llama la atención sobre el hecho de que en ambos textos son las mujeres quienes hacen todo lo posible para poner a salvo la naturaleza: En La leyenda de los soles ésa es la función de Natalia, hermana del corrupto jefe de policía Carlos Tezcatlipoca, una activista ecológica que crea refugios para plantas y animales; en ¿En quién piensas cuando haces el amor? son hasta varias mujeres —Arira, María, Rosalba, Facunda y "Yo"—, las que luchan por la naturaleza, albergando por ejemplo un gran número de aves en su casa. De manera convincente López explica este papel de la mujer en las novelas de Aridjis mediante las teorías del ecofeminismo de los años setenta: según el teorema del "falogocentrismo" se puede establecer un paralelismo entre la explotación de la mujer por el hombre
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y la explotación de la naturaleza por la civilización; en ambos casos el explotador basa su pretendida legitimidad en la primacía de la racionalidad. Pero Aridjis no sólo avisa del peligro de ciertas tendencias actuales proyectándolas en el futuro; por vía del mito azteca del nacimiento del sexto sol —presente en ambas novelas— indica también la posibilidad de un nuevo principio para la humanidad.
Homero Aridjis delante del Templo de Quetzalcóatl en Teotihuacan.
Susana Zanetti, catedrática de literatura latinoamericana en Buenos Aires, reflexiona sobre el tema de la memoria en las dos novelas históricas, 1492, Vida y tiempos de Juan Cabezón de Castilla y Memorias del Nuevo Mundo; una problemática de gran actualidad metodológica, sobre todo en el marco de los cultural studies. Señala que estos dos textos no sólo están vinculados mediante la persona del protagonista —que al final de la primera novela se embarca para el "nuevo mundo", escenario de la segunda novela—, sino también mediante la repetición cíclica de ciertos acontecimientos en el transcurso de la historia: Los autos de fe de la Inquisición en España se pueden comparar con los sacrificios humanos de los aztecas en México, pues hay violencia y derramamiento de sangre en ambos lados del Atlántico. A pesar de la bibliografía de seis páginas al final de Memorias del Nuevo Mundo, donde Aridjis cita un número impresionante de fuentes históricas, a Zanetti la novela le da la impresión "como si se buscara parodiar el nivel acontecimiental y la datación precisa"; la erudita argentina subraya que Aridjis conoce bien las
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discusiones recientes de los historiadores sobre la sustitución de una historiografía centrada en fechas y acontecimientos por una historiografía centrada en el desarrollo de las mentalidades. Por eso Aridjis utiliza como fuente principal del relato que pone en boca de su figura ficticia, Juan Cabezón, la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo; Zanetti destaca la modernidad del punto de vista de esta crónica: "el protagonismo que soldados o figuras secundarias del campo indígena cobran en el relato de Bernal Díaz"; "Bernal Díaz diluye al héroe individual en ese esfuerzo de la empresa colectiva, y este rasgo domina en las novelas de Aridjis". También Rainer Domschke —que enseña en la Universidad de Santa Catarina en Florianópolis (Brasil)— analiza las dos novelas 1492, Vida y tiempos de Juan Cabezón de Castilla y Memorias del Nuevo Mundo y se pregunta si Seymour Mentón tiene razón cuando encasilla estas dos novelas en la categoría de "not-so-new historical novéis". Lo que a primera vista parece justificar esta opinión es la manera convencional y lineal de narrar; el lector acostumbrado a las estructuras complejas de la "nueva novela histórica" se sorprende por la aparente sencillez de estas dos novelas de Aridjis. Es verdad que los poderes sobrenaturales de sanador atribuidos a Juan Cabezón en Memorias del Nuevo Mundo y el encuentro del conquistador Gonzalo Dávila con las deidades de los aztecas hacen pensar aquí y allá en el "realismo mágico" de la literatura latinoamericana; pero estos episodios esporádicos tienen poca importancia frente a la dominancia del realismo tradicional. A pesar de todo, según Domschke, el presunto esquematismo de las dos novelas tiene su motivo en la imitación deliberada de la forma de la crónica por Aridjis; un género historiográfico que en palabras de Hayden White "is something less than a fiilly organized «history»". Haciendo gala del carácter de collage de estas dos novelas, en las cuales parece faltar una conciencia organizadora capaz de ordenar las citas históricas, Aridjis adopta una actitud postestructuralista como la de Jacques Derrida; por eso —concluye Domschke— las dos novelas en cuestión corresponden a una forma reciente de la novela histórica y hay que oponerse a la clasificación de Seymour Mentón. Jean-Claude Masson (París) se centra en 1492, Vida y tiempos de Juan Cabezón de Castilla, una novela que él mismo ha traducido al francés. En ella revela las tradiciones literarias y artísticas en que estriba la imagen de la España del siglo XV explica cuáles son los escritores y pintores que han retratado y grabado en la memoria colectiva los escenarios que Aridjis utiliza para su narración. La época que Masson analiza con más detalle es el romanticismo; en aquellos años encuentra una mezcla de realidad y sueño que le parece similar a la atmósfera que marca la novela de Aridjis. Se refiere a los románticos alemanes Jean Paul y E. T. A. Hoffmann (ambos con una predilección por la literatura fantástica), a los paisajes ensoñadores en los cuadros de Caspar David Friedrich. Recuerda el viaje por España del inglés William Beckford, que en 1787-1788 visitó en parte los mismos lugares —y de eso dio testimonio en un
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diario— que el protagonista ficticio de la novela de Aridjis. Masson remite también al retrato de España en el romanticismo francés, mencionando a Víctor Hugo, Prosper Mérimée y Théophile Gautier; este último viajó en 1840 por España durante seis meses en busca de "lo pintoresco". Puesto que uno de los lugares de la acción de la novela de Aridjis es Toledo, parece natural que Masson mencione además las pinturas de El Greco y las Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer, ambas situadas en esta ciudad fascinante. Carlos García Gual, catedrático de filología clásica en la Universidad Complutense de Madrid, nos presenta la novela La montaña de las mariposas (publicada en 2000), en la cual Aridjis une el realismo de la autobiografía con la ficción de la novela de aprendizaje. En esta narración el lector puede encontrar un gran número de hechos verídicos de la infancia y adolescencia de Homero Aridjis en Contepec; pero no sabrá nunca cuáles son los detalles reales y cuáles los inventados. La historia de los padres del protagonista está basada en la vida del autor, como también el accidente con el fusil; la descripción de las mariposas monarca en los árboles del Cerro Altamirano naturalmente corresponde igualmente a las observaciones del autor durante su juventud. Predomina en esta novela un tono poético, de estupor y encantamiento ante el mundo; pero no faltan las escenas cómicas, por ejemplo cuando uno de los aldeanos iletrados confunde al joven Homero con el autor de la Ilíada. El acontecimiento central de la novela es el encuentro del protagonista con la literatura; muy acertadamente, García Gual destaca como 'moraleja' que hasta en el más apartado pueblo mexicano un adolescente puede ampliar su horizonte mental y entrar en contacto con los grandes valores de la cultura mundial. Sin embargo, al final de la novela el pueblo natal parece demasiado estrecho al protagonista, y por eso La montaña de las mariposas concluye con el joven Homero camino de la capital, donde podrá continuar sus estudios de literatura. El último de los ensayos dedicados a la prosa de Aridjis es el de Pablo Boullosa (México), que se ocupa de los cuentos publicados en 2003 bajo el título La Santa Muerte. Como la mayoría de los otros autores de este volumen colectivo, Boullosa opina que no es posible separar nítidamente el "Aridjis poeta" del "Aridjis narrador". Para demostrar que Aridjis a menudo trata los mismos temas en ambos géneros, Boullosa cita el poema "How poor a thing is man": los campos semánticos de la "pobreza, injusticia, desgracia y vejez" en él evocados están también en el centro de La Santa Muerte. El cuento del mismo nombre, en el cual Aridjis revela la conexión entre el tráfico de drogas y ciertas estructuras familiares, puede ser leído como crítica del lugar común de los presuntamente altos valores familiares de los mexicanos. Aridjis se burla del cliché de la relación supuestamente alegre de los mexicanos con la muerte: por un lado el folclore comercializado de pan de muerto y calaveritas, por otro lado un culto real —y de origen pagano— de la muerte. Boullosa señala también la vinculación entre un documental de Eva Aridjis (una de las dos hijas de Homero) sobre los niños de la calle en México y un cuento de su padre sobre el
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perro de estos niños. En este texto se nos ofrece con una gran habilidad literaria y siempre desde la perspectiva del animal un cuadro lleno de comprensión por los parias de la sociedad. El volumen La Santa Muerte es la prueba que Aridjis no se contenta con las formas narrativas ya probadas, sino que se arriesga cada vez de nuevo. El tomo termina con un artículo de Catherine Rafli-Béroud —que enseña en la Universidad de Groningen en los Países Bajos— sobre el teatro de Aridjis. La autora analiza las seis piezas compuestas en el transcurso de los años ochenta y publicadas juntas en 1989 bajo el título Gran teatro del fin del mundo: Cristóbal Colón desembarca en el otro mundo; El y Ella: Jinetes blancos-, Adiós, mamá Carlota; Hombre solo; El mundo al revés; La comedia de los últimos días. Rafli-Béroud destaca el hecho que las tres primeras piezas se dejan situar en ciertas épocas históricas y lugares geográficos —el 'descubrimiento' de América, la España del siglo XVII, el México del Segundo Imperio—, mientras que las tres últimas piezas se desarrollan sobre el trasfondo de un "fin del mundo" no exactamente definible. Las escenas apocalípticas de estas piezas recuerdan ciertos textos en prosa de Aridjis, sobre todo El último Adán; la afinidad con ciertos cuadros de Hieronymus Bosch y Pieter Breughel, que Raffi-Béroud subraya muy acertadamente, había sido observada ya por Lucía Guerra. La comicidad grotesca, con que en estas piezas es presentado el carácter efímero de todo lo humano, hace pensar en una carnavalada según la bien conocida definición de Bajtín, o también en los esperpentos de ValleInclán. La autora explica que Aridjis aquí no sólo se preocupa por una posible destrucción de la tierra causada por los hombres —una consecuencia extrema del libre albedrío celebrado por Calderón en el auto sacramental El gran teatro del mundo—, sino también plantea cuestiones ontológicas sobre vida y muerte, ser y parecer. *****
En la segunda parte de esta introducción quisiera ahora examinar el papel de los 'momentos particulares' en la obra de Aridjis: percepciones inesperadas de instantes de la realidad, mediante las cuales la existencia ordinaria de cada día alcanza una trascendencia insólita en la mente del observador. Estos momentos fugaces e imprevisibles de dicha humana, que pueden ser provocados por situaciones muy diferentes entre sí, se suelen llamar en la crítica literaria actual "epifanías": un término cuyo origen y sentido trataré de esclarecer a continuación. Es un motivo más presente en la poesía que en la prosa de Aridjis; hace su aparición ya en 1960 en el poemario Los ojos desdoblados: quizá podamos como hábiles taumaturgos redimir del tiempo
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un instante (Antología Poética: 19-20). Tras otras evocaciones de epifanías en Antes del reino (de 1963) — a menudo con símbolos l u m i n o s o s — A r i d j i s vincula estos instantes en AjedrezNavegaciones (de 1969) con la reflexión sobre la posibilidad de dejar constancia de ellos mediante las palabras: Difícilmente de mí salen las líneas las luces las imágenes de su forma haciéndose difícilmente de mi cabeza y de mi pecho sale el rostro blanco que sin facciones brilla un momento en el aire y sonríe entero y se deshace (Antología Poética: 85). A veces, en sus epifanías, Aridjis toca la esfera de lo religioso, pero siempre evitando en este caso una definición exacta de la divinidad a la que se refiere; se limita a la descripción de una noción metafísica imprecisa, como en el poema siguiente: Qué luz te gustaría beber en esta variedad de azul en qué sol te gustaría mirar y soñar todas las cosas que ahora ves qué Dios te gustaría comer pues tienes hambre (Antología Poética: 100-101). En el poemario Los espacios azules (también de 1969) la transición epifánica entre las esferas terrenales y celestiales es simbolizada por vía de la figura bíblica del ángel (que más tarde estará en el centro del libro de Aridjis Tiempo de ángeles). La mención del sueño, importante ya en la época de los románticos 2 y de los surrealistas, muestra que para Aridjis la epifanía no es un
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"Dije si la luz fuera compacta como mi mano / estrecharía su cintura hasta hacerla volar / [...]// haría en la noche un claro de sol para su vuelo / un círculo de imágenes que asciendan / [...] // hallaría en el instante el espacio secreto" (A. P.: 35-36); "llega el movimiento / el segundo perpetuo / la presencia" (A. P.: 43). 2
En el coloquio que tuve con él (reproducido en este volumen), Aridjis se refiere explícitamente al romántico alemán Novalis, a quien llama uno de sus poetas preferidos. En sus Hymnen an die Nacht del año 1800, Novalis elogió la noche como reino del sueño y pidió volver la espalda al día, reino de la razón: "Muß immer der Morgen wiederkommen? Endet nie des Irdischen Geschäftigkeit? Unselige Geschäftigkeit verzehrt den himmlischen Anflug der Nacht. Wird nie der Liebe geheimes Opfer ewig brennen? Zugemessen ward dem Lichte seine Zeit; aber zeitlos und raumlos ist der Nacht Herrschaft" (Novalis: 56).
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fenómeno controlable o racionalmente explicable, sino que se basa en sentimientos e intuiciones: Angeles se sienten en la luz entre la mirada y lo mirado iluminan sin ser vistos dejan en lo azul una huella muy clara y en los árboles un fruto abierto engendran en los ojos un ser parecido al sueño y en el corazón una dicha parecida a ellos mismos (Antología Poética: 149).
Aridjis alude además a la concepción bíblica del paraíso para indicar el breve regreso provisional del hombre a un estado de armonía interior mediante la epifanía: La luz llega los cuerpos son hermosos bajo sus rayos [...] el sol sobre las aguas es una yema intacta el árbol del paraíso está en su centro blanco (Antología Poética: 173).
Antes de analizar con más detalles la configuración de estos 'instantes particulares' en la obra de Aridjis (recurriendo también a sus novelas), ya es hora de detenerse a explicar el origen y el empleo histórico del término "epifanía". Desde el punto de vista etimológico, la palabra deriva del griego antiguo "ETtupáveux" ( e p i p h a n e i a ) , significando al principio todo tipo de aparición inesperada; pero ya en la época helénica se usaba este término casi exclusivamente en un sentido religioso, refiriéndose con él a la visión repentina de un dios (Nichols: 5-6; Zaiser: 15-16). Esta forma primitiva de epifanía comprendía ya la manifestación de lo metafísico en la esfera de lo sensorialmente perceptible por el hombre, siempre a guisa de algo breve e imprevisible.
Homero Aridjis ante el relieve griego conocido como "La exaltación de la flor" (se encuentra en el Museo del Louvre de París y data del siglo v a. de C.; en él, las diosas Démeter y Perséfone simbolizan la llegada de la primavera).
En el neoplatonismo a partir del siglo Hl después de Jesucristo —una filosofía perfeccionada en la época del Renacimiento por pensadores como Marsilio Ficino (citado por Aridjis en 1975 en el poemario Quemar las
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naves3)— se relacionó el concepto de la epifanía con el de la unió mystica, significando esta última una extática fusión espiritual del hombre con Dios, acompañada a menudo por fenómenos luminosos.4 En cuanto a la mística cristiana de la Edad Media, hay opiniones diferentes sobre su grado de parentesco con la experiencia de la epifanía; dos son los puntos críticos que según Zaiser (17) distinguen la unió mystica de la epifanía: en primer lugar, la posibilidad de hacer venir este estado de ánimo deliberadamente (lo que no es posible en el caso de la epifanía), en segundo lugar, el alejamiento extático del mundo físico durante la experiencia mística (lo contrario vale para la epifanía, que siempre queda ligada a las percepciones sensoriales). Sin embargo, para Aridjis personalmente —que se define como "poeta religioso sin religión"— este tipo de diferenciación por parte de la crítica literaria parece no tener importancia, porque se ve a sí mismo en la tradición de la mística de la naturaleza (según el modelo de, por ejemplo, Hildegard von Bingen). En el judaismo —es decir en la religión basada en la versión hebraica del Antiguo Testamento— encontramos la epifanía sólo como idea y no como término. Los judíos también conocen el concepto de la aparición repentina de Dios ante los hombres, por ejemplo cuando Dios se muestra a Jacob prometiéndole la tierra de Israel (Génesis 28, 12-13). Como ya los antiguos griegos, los judíos se imaginaban las manifestaciones divinas acompañadas por varias formas de luces; un ejemplo sería el famoso episodio de la aparición de Dios frente a Moisés en forma de zarzal ardiente (Éxodo 3,2).5 En el Nuevo Testamento la palabra griega epiphaneia es igualmente empleada con poca frecuencia (sólo seis veces, según Zaiser: 21); pero el fenómeno de la epifanía tiene un papel importante y es relatado repetidamente con todo detalle. Como ejemplo se podría mencionar la conversión de Pablo (que antes de abrazar la religión cristiana se llamaba Saúl); Dios se le aparece inesperadamente, acompañado por una fuerte luz en el cielo (Hechos de los Apóstoles 9, 3-5 y 26, 12-13). En su poemario Nueva expulsión del paraíso Aridjis se refiere expresamente a esta asociación paleocristiana de lo luminoso con lo divino, mediante dos citas al comienzo del poema "La luz".6 3
"«Si una vez al año la casa de los muertos se abriera, y se les mostraran a los difuntos las grandes maravillas del mundo, todos admirarían al Sol, sobre las demás cosas.» Marsilio Ficino, De Solé" (A. P.: 205). 4
Como ha sido mostrado por Julien Ries, la asociación de la luz con lo divino —que existió ya al tiempo de los antiguos egipcios— no está limitada a las culturas europeas, sino que se halla también en el budismo o en el Corán. (Para los símbolos luminosos, véase también el artículo de Manfred Lurker.) 5 6
Compárese además Isaías 9,1 o Ezequiel 1, 27 (según las investigaciones de Zaiser: 19).
Aridjis cita allí la frase siguiente del Padre de la Iglesia Orígenes (185-254 d. C.): "La luz es el poder espiritual de Dios". Cita también del principio del Evangelio según San Juan: "La luz arquetípica estaba en el Logos". Se remite además al filósofo judeo-griego Filón de Alejandría
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A partir de la mitad del siglo IV después de Jesucristo, se celebró en la Iglesia griega el día festivo de la epifanía en la fecha del 6 de enero (una fiesta luego adoptada por la Iglesia romana); se conmemoraba el nacimiento de Cristo, así como su descubrimiento y adoración por los Reyes Magos. En cuanto a su contenido central, este episodio corresponde al significado primitivo del término "epifanía", a saber, la aparición repentina de un dios; por añadidura, es una estrella —un fenómeno luminoso— que conduce a los tres Reyes hacia el niño Jesús (Evangelio de San Mateo 2, 9-11). Aunque estos 'instantes particulares' hayan sido documentados en el curso de los siglos también en contextos no religiosos sino literarios o artísticos —sobre todo desde la época del romanticismo7—, fue finalmente James Joyce quien dio el impulso decisivo para la aceptación del término "epifanía" por parte de la crítica literaria (especialmente en los países anglófonos). Entre 1900 y 1904 Joyce redactó una serie de breves textos en prosa, donde describió situaciones de la vida común de cada día, durante las cuales los personajes mediante su comportamiento exterior revelaban algo de sus pensamientos o sentimientos interiores; Joyce denominó estos bosquejos "epifanías". Su hermano Stanislaus habló de "the noting of what he called «epiphanies» — manifestations or revelations [...], observations of slips, and little errors and gestures [...] by which people betrayed the very things they were most careful to conceal" (citado según Zaiser: 26). No hay ningún elemento metafísico —es decir, ningún dios— en estas escenas; pero sí hay algo hasta entonces escondido que repentinamente llega a ser perceptible. Donde Joyce desarrolló ulteriormente su concepto de epifanía fue en la novela Stephen Hero —un trabajo preparatorio para A Portrait of the Artist a Young Man—, compuesta probablemente entre 1904 y 1906 (quedó fragmentaria y fue publicada como tal en 1944). Las reflexiones del personaje principal versan ya sobre la transición de la percepción de la epifanía a la descripción literaria de la misma: By an epiphany he meant a sudden spiritual manifestation, whether in the vulgarity of speech or of gesture or in a memorable phase of the mind itself. He believed that it was for the man of letters to record these epiphanies with extreme care, seeing that they themselves are the most delicate and evanescent of moments (Stephen Hero: 211). (25-50), que quiso armonizar la doctrina platónica con las enseñanzas del Antiguo Testamento: "Dios vio antes del comienzo de las cosas, usándose a Sí mismo como luz" (Las tres citas según A. P.: 378). 7
Lo que naturalmente está relacionado con la revalorización del sentimiento y de la intuición de parte de los románticos; en aquella época hubo también un nuevo interés por la religión, que había sido desatendida durante el Siglo de las Luces. Se conoce bastante bien sobre todo la contribución de los románticos ingleses a la tradición epifánica: Wordsworth habló de "spots of time [...] worthy of all gratitude", Blake de "eternity in an hour", Shelley de "evanescent visitations of thought and feeling [...] always arising unforeseen and departing unbidden, but elevating and delightiul beyond all expression" (Tigges: 14-16).
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Aparte de eso —continúa pensando el protagonista de la novela de Joyce— la experiencia de la epifanía no depende de la calidad real del objeto percibido sino de su efecto sobre la mente del observador. Para dar un ejemplo, Stephen menciona un reloj visible desde una de las calles de Dublin ("the clock of the Ballast Office"); es fácil pasar delante de él sin notar nada de particular, sólo con una actitud mental particular y con el enfoque justo es posible ver ese reloj como una epifanía: I will pass it time after time, allude to it, refer to it, catch a glimpse of it. It is only a item in the catalogue of Dublin's street furniture. Then all at once I see it and I know at once what it is: epiphany. [...] Imagine my glimpse at that clock as the gropings of a spiritual eye which seeks to adjust its vision to an exact focus. The moment the focus is reached the object is epiphanised (Stephen Hero-. 211).
Stephen —educado por los jesuítas, como Joyce— se refiere a la estética medieval de Tomás de Aquino para basar sobre ella su propia concepción de la epifanía; en su obra principal Summa theologiae, el pensador escolástico enumera como condiciones de la belleza integritas, consonantia y claritas (según Zaiser: 33), y Stephen recuerda estos requisitos: You know what Aquinas says: The three things requisite for beauty are, integrity, a wholeness, symmetry and radiance. [...] This is the moment which I call epiphany. First we recognise that the object is one integral thing, then we recognise that it is an organised composite structure, a thing in fact: finally, when the relation of its parts is exquisite, when the parts are adjusted to the special point, we recognise that it is that thing which it is (Stephen Hero: 212-213).
Ya en 1962 Umberto Eco en su libro Le poetiche di Joyce (44) hizo la conjetura de que el escritor irlandés recibió el concepto (no el nombre) de la epifanía de Walter Pater, el famoso crítico de arte inglés. Este en sus consideraciones sobre el pintor Giorgione (publicadas en 1873 como parte del libro The Renaissance) había hablado de momentos particularmente significativos, fijados para siempre en los cuadros del artista: [...] a kind of profoundly significant and animated instants, a mere gesture, a look, a smile perhaps —some brief and wholly concrete moment— into which, however, all the motives, all the interests and effects of a long history, have condensed themselves, and which seem to absorb past and future in an intense consciousness of the present. [...] exquisite pauses in time, in which, arrested thus, we seem to be spectators of all the fullness of existence, and which are like some consummate extract or quintessence of life (Pater, citado según Tigges: 18).
El crítico de literatura Frank Kermode propuso el empleo de las palabras griegas chronos y kairos (Nichols: 24) para designar la suspensión del tiempo cronológico en los instantes de dicha existencial descritos por Pater y Joyce: Mientras que chronos se refiere al tiempo mensurable en el marco de una
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cosmovisión racional y científica, ¡cairos* alude a un momento maravilloso cuyas virtudes son únicamente subjetivas, es decir existen sólo en la mente del observador. Aridjis evocó este tipo de "instante intemporal en el tiempo" en varios de sus poemas, por ejemplo en la última frase del poema en prosa "Mañana de lluvia en Contepec bajo un portal": "El sol atravesando las nubes como si fuesen hojas, pone sobre el instante el infinito" (A. P.: 191). El novelista francés Marcel Proust ocupa también un lugar importante en la tradición de la epifanía literaria; él es el inventor de la "memoria involuntaria" —una especie de reminiscencia inesperada mediante ciertas experiencias sensoriales (como la famosa madeleine)—, que fue llamada una "epifanía del tiempo perdido" (Zaiser: 9). En el caso de Proust es posible aducir una prueba concreta de su recepción por parte de Aridjis; en El poeta niño de 1971 el escritor mexicano citó como epígrafe un párrafo de la novela Du côté de chez Swann: On n'entendait aucun bruit de pas dans les allées. Divisant la hauteur d'un arbre incertain, un invisible oiseau s'ingéniait à faire trouver la journée courte, explorait d'une note prolongée la solitude environnante, mais il recevait d'elle une réplique si unanime, un choc en retour si redoublé de silence et d'immobilité qu'on aurait dit qu'il venait d'arrêter pour toujours l'instant qu'il avait cherché à faire passer plus vite (El poeta niño: 10).
Mientras que en este episodio es discernible una forma de paralización del tiempo cronológico —algo que ya conocemos como característico de la epifanía—, falta el elemento de la memoria humana, por vía de la cual normalmente tiene lugar en la obra del francés la transición de chronos a kairos. En su novela Le temps retrouvé, Proust cuenta como del efecto de una sensación anodina en la mente del observador puede resultar repentinamente una fusión de pasado y presente: Et voici que soudain l'effet de cette dure loi s'était trouvé neutralisé, suspendu, par un expédient merveilleux de la nature, qui avait fait miroiter une sensation —bruit de la fourchette et du marteau, même inégalité de pavés— à la fois dans le passé, ce qui permettait à mon imagination de la goûter, et dans le présent où l'ébranlement effectif de mes sens par le bruit, le contact avait ajouté aux rêves de l'imagination ce dont ils sont habituellement dépourvus, l'idée d'existence et, grâce à ce subterfuge, avait permis à mon être d'obtenir, d'isoler, d'immobiliser —la durée d'un éclair— ce qu'il n'appréhende jamais: un peu de temps à l'état pur (Le temps retrouvé: II, 14-15).
La "memoria involuntaria" de Proust es una verdadera epifanía también por el hecho de no ser ni previsible ni repetible; como su nombre indica, se trata de una revelación fugaz y misteriosa. 8
Kairos al principio fue el nombre del dios griego del instante favorable; en la teología cristiana el término designa la "plenitud de los tiempos", en la filosofía del existencialismo el momento de una decisión trascendente (Schischkoff: 344).
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En la literatura del siglo x x , la epifanía desempeña un papel importante para un gran número de escritores de diversos países; a título de ejemplo se podría mencionar Virginia Woolf, 9 T. S. Eliot 10 o Robert Musil." Esta introducción no es el lugar adecuado para analizar extensamente las maneras individuales de estos autores de plasmar los 'momentos particulares' en sus obras; prefiero formular una hipótesis sobre quien podría ser el autor que posiblemente más ha influido la concepción de la epifanía de Homero Aridjis. Estoy pensando en el gran poeta y ensayista mexicano Octavio Paz, a quien Aridjis mandó en 1961 su primer poemario y con quien se encontró por primera vez en 1963. En los años sesenta y setenta hubo una correspondencia muy animada entre los dos hombres; Paz, veintiséis años mayor que Aridjis y en aquella época ya conocido y respetado por el público, se sentía c o m o el mentor del joven Homero, que entonces apenas había comenzado su carrera literaria. En El arco y la lira, el volumen de ensayos sobre la poesía que Paz publicó en 1956, se halla un capítulo titulado "La consagración del instante"; en él, Paz reflexiona sobre el momento epifánico en la poesía, tocando muchos elementos de la tradición arriba mencionados, como por ejemplo la transformación de chronos en kairos, o también la percepción de un fenómeno luminoso:
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En su novela To the Lighthouse (1927) la epifanía está vinculada a la persona de la pintora Lily Briscoe y por eso a la actividad artística; veamos un pasaje narrado desde la perspectiva de este personaje: "«Like a work of art,» she repeated, looking from her canvas to the drawing-room steps and back again. [...] What is the meaning of life? [...] The great revelation had never come. The great revelation perhaps never did come. Instead there were little daily miracles, illuminations, matches struck unexpectedly in the dark; here was one" (Woolf: 150). 10
En el poema Burnt Norton (1935) Eliot llama estos momentos "the still point of the turning world"; en su drama en versos The Family Reunion (1939) se dice: "There are hours when there seems to be no past or future, / Only a present moment of pointed light / When you want to burn" (Eliot: 173, 332). El último pasaje recuerda la expresión to burn (arder) en la obra de Walter Pater; es probable que el concepto de epifanía de Eliot esté en deuda con el de Pater: "some mood of passion or insight or intellectual excitement is irresistibly real and attractive to us, — for that moment only. [...] To bum always with this hard, gem-like flame, to maintain this ecstasy, is success in life" (Pater, según De Angelis: 16-17). 11 En su gran novela Der Mann ohne Eigenschaften (publicada a partir de 1930 y que quedó inconclusa cuando Musil murió en 1942), el protagonista Ulrich cuenta a su hermana Agathe sus experiencias epifánicas: "Man braucht durchaus kein Heiliger zu sein, um etwas davon zu erleben! Man kann auch auf einem umgestürzten Baum oder einer Bank im Gebirge sitzen und einer weidenden Rinderherde zusehn und schon dabei nichts Geringeres mitmachen, als wäre man mit einemmal in ein anderes Leben versetzt! Man verliert sich und kommt mit einemmal zu sich [...] Man sagt, es könne in diesem Zustand nichts geschehen, was nicht mit ihm übereinstimmte [...]. Er ist etwas unendlich Ruhendes und Umfassendes, und alles, was in ihm geschieht, mehrt seine ruhig steigende Bedeutung" (Musil: 761-763).
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[En el poema] el tiempo cronológico —la palabra común, la circunstancia social o individual— sufre una transformación decisiva: cesa de fluir, deja de ser sucesión, instante que viene después y antes de otros idénticos, y se convierte en comienzo de otra cosa. El poema traza una raya que separa al instante privilegiado de la corriente temporal: en ese aqui y ahora principia algo: un amor, un acto heroico, una visión de la divinidad, un momentáneo asombro ante aquel árbol o ante la frente de Diana, lisa como una muralla pulida. Ese instante está ungido con una luz especial: ha sido consagrado por la poesía, en el sentido mejor de la palabra consagración (El arco y la lira: 186-87).
Pero Paz no se limitó jamás a esbozar esta especie de teoría de la epifanía, sino que quiso emplear los 'momentos particulares' desde siempre en sus propios poemas. Ya en el "Himno entre ruinas", compuesto en Nápoles en 1948, Paz elogió la luz del mediodía de la Italia meridional, desencadenante para él de un instante de dicha interior, de un sentimiento de intemporalidad y armonía: Zumba la luz, dardos y alas. [...] el instante se cumple en una concordancia amarilla, ¡oh mediodía, espiga henchida de minutos, copa de eternidad! 0Obra Poética: 234-235).
En el poema "Semillas para un himno", redactado al principio de los años cincuenta, Paz habla de "instantes que estallan y son astros", y que según la definición de la epifanía son además "infrecuentes", "imprevistas" y "nunca merecidas" (O.P.: 150-152). Compara estos instantes mágicos con la aparición de un ángel sobre la tierra, que imagina acompañado por efectos luminosos. La hora del día cuando el sol alcanza su posición más alta provee el marco también para el breve poema "Mediodía", reunido por Paz en 1955 con otros textos bajo el título "En Uxmal": La luz no parpadéa, el tiempo se vacía de minutos, se ha detenido un pájaro en el aire. (Obra Poética: 156)
Si en la extensa obra de Octavio Paz se buscan indicios de posibles modelos para su propia noción de la epifanía, se encuentra en El laberinto de la soledad una cita del poema "Little Gidding" de T. S. Eliot (que ya hemos mencionado como representante de la tradición epifánica).12 Que Aridjis no sólo haya leído los ensayos y poemas de Paz, sino que además haya comprendido temprano la importancia que tienen los 'momentos particulares' en la obra de su predecesor mexicano, es deducible de la 12 "Nuestra existencia particular se inserta en la historia y ésta se convierte, para emplear la expresión de Eliot, en «a pattern of timeless moments»" (El laberinto de la soledad: 352).
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dedicatoria "A Octavio Paz" antepuesta a "El poema" (publicado por primera vez en 1975 en Quemar las naves). En este texto, Aridjis evoca el acto creativo del poeta, que trata de agarrar instantes fugaces, de 'epifanizarlos' (para emplear un término de Joyce): El poema gira sobre la cabeza de un hombre en círculos ya próximos ya alejados El hombre al descubrirlo trata de poseerlo pero el poema desaparece Con lo que el hombre puede asir hace el poema Lo que se le escapa pertenece a los hombres futuros (Antología Poética-, 238-239).
Es una peculiaridad de Aridjis la de vincular su imagen de la epifanía a una experiencia intensiva de la naturaleza; en el poema siguiente Quemar las naves (1975) las aves y los árboles, rodeados de una sinfonía de luces, operan juntos para producir en la mente del observador un sentimiento de felicidad: Pájaros bajo la lluvia son breves relámpagos oscuros que a la caída de la tarde vuelven al árbol de la vida y sauce higuera o pino cada árbol que la luz descubre en la humedad de las sombras es árbol de la vida (Antología Poética: 209).13
En el poema "A un tilo" del mismo año, el yo poético siente una añnidad espiritual con un árbol (lo que hace pensar en el unanimismo de Jules Romains), se refiere al mito de Orfeo (cuya relación con las plantas y animales fue continuada por San Francisco de Asís, invocado como modelo por parte de Aridjis en el coloquio que tuve con él) y termina con una epifanía de connotaciones religiosas: y siento que si fuera árbol 13 En una combinación muy similar de árbol, luz y ave consiste también la epifanía en el poema "Tiempo" (de Construir la muerte, 1982): "Sólo la luz sobre las hojas // sólo la rama pendiente / como instante hecho curva // sólo el quieto fluir de la mañana // de pronto el pinzón / rayo ondulante / manchado de azul y verde // luego nada" (A. P.: 292).
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me gustaría ser como tú recuerdo indeciblemente la vieja lengua que habla con bestias y con árboles y nos siento juntos en la misma mañana consagrada (Antología Poética: 209).
La transformación epifánica de chronos en kairos está presente en muchos de los poemas de Aridjis, en forma de expresiones cada vez magistralmente modificadas: "la alegría / como un paraíso / que el instante difunde" (A. P.: 206), "una claridad presente / que será y que fue" (A. P.: 210), "girando sobre mi propio centro" (A. P.: 231), "el rayo único del momento, / la materialización de lo indecible" (A. P.: 379), "presencia, completa ausencia" (A. P.: 381) y, de una manera tan concisa como hermosa, en el poema "Permanencia" de 1998: Durará lo efímero (Ojos de otro mirar: 280).
Varios son los poemas que permiten la suposición que para Aridjis la epifanía constituye un puente privilegiado entre el mundo terrenal y la esfera divina;14 naturalmente no faltan en estas ocasiones los símbolos luminosos (cuyos antecedentes en la Edad Antigua y en la Biblia ya conocemos): La luz es el pensamiento visible de Dios, es uno de sus nombres secretos, es el principio y el fin del tiempo, es el Ser presente. [...] La luz es la primera y la postrera visio Dei en este mundo (Antología Poética: 379-380).
Por último quisiera todavía presentar algunos ejemplos de 'momentos particulares' en las novelas de Aridjis. Debido a la inserción de estos instantes en el marco más amplio de una narración, no ocupan aquí un puesto tan eminente como en su poesía, pero son suficientes como prueba del hecho de que para Aridjis la epifanía no es un elemento cualquiera sino una de las bases de su cosmovisión personal y de su estética literaria. 14
Un puente cuyo símbolo es el ángel, que ocupa un puesto central en el poemario Tiempo de ángeles que Aridjis publicó en 1994: "Y Dios dijo: «Hágase el ángel». / [...] / «Es preciso que exista / un espíritu intermediario / entre el cielo y la tierra, / entre lo invisible y lo visible, / entre lo espiritual y lo material»" (A. P.: 475).
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En 1492, Vida y tiempos de Juan Cabezón de Castilla (1985) el personaje principal pasa por un instante de máxima conciencia existencial tras la muerte de algunos de sus amigos (que habían participado en un atentado malogrado contra el inquisidor Torquemada): Para mi propia vergüenza y a mi pesar, al verlos exánimes en el polvo sentí la alegría inmensa de incontrarme vivo bajo la luz del sol [...]; momentos en los cuales el aire y el tiempo también parecieron quedarse quietos, suspendidos en la imaginación de Dios (1492: 250-251).
Al final de El último Adán (1986) el protagonista, que vive en un mundo destrozado por una inmensa catástrofe ambiental, experimenta un momento de suprema dicha —y de intemporalidad epifánica— poco antes de morir: Sobre las cenizas y las miserias de la última guerra la Tierra es acariciada por el alba de rosados dedos, por la sonrisa infinita de la luz. El pasado, el presente y el futuro brillan al mismo tiempo. Él se siente tranquilo (El último Adán: 102).
En Memorias del Nuevo Mundo (1988), Juan Cabezón, que tras su huida de la España de la Inquisición viaja con Colón a 'las Indias', percibe el mar desde la nave como una especie de epifanía: Cada día apreciaba más la corporeidad del mar, cercano y lejano, ubicuo y en ninguna parte a la vez, moviéndose en el más completo silencio y en la música más espesa, entre lo futuro y lo pretérito, en el momento mismo del presente. El mar, sueño formal de la Divinidad informe (Memorias del Nuevo Mundo: 19).
En La leyenda de los soles (1993) encontramos una vinculación entre epifanía y acto creativo mediante la persona del pintor Juan de Góngora; para él no es importante sólo saber reconocer estos 'instantes mágicos', sino quiere también ser capaz de darles una forma artística. Como ya en otros casos, es un objeto anodino que ejerce una fascinación insólita: En eso, se dio cuenta que los temblores habían respetado una telaraña que colgaba de pared a pared en pegajosa urdimbre. Vista bajo la luz incipiente, la red le pareció milagrosa y deseó tener al alcance de su mano lápiz y papel para dibujarla (La leyenda de los soles: 196).
En ¿En quién piensas cuando haces el amor? (1996) algunos efectos luminosos en las ventanas son suficientes para poner la narradora en un estado de éxtasis visual; se trata de fenómenos 'normales' que tienen un carácter epifánico sólo en la mente de la observadora: Sentada en el balcón, me puse a mirar el sol reflejado en los vidrios de enfrente, como si hubiese un sol para cada ventana y una ventana para cada ojo. [...] En ese instante de duda y aflicción el espectáculo de cien soles reflejados en los vidrios de los edificios opuestos me dio un placer inaudito. [...] Contuve la respiración, porque, fascinada por
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ese sol vespertino que ponía en las ventanas las notas visuales de la luz, no me movi de la silla, me hice la sorda, fui toda ojo. {En quién piensas: 110).
En la novela autobiográfica La montaña de las mariposas (2000) los desencadenantes de un sentimiento de trascendencia son las mariposas monarca; el espectáculo de la naturaleza —otra vez acompañado por varias luces— engendra una pausa en el tiempo durante un instante de felicidad: Con las alas extendidas, no más grandes que once centímetros, las mariposas producían un espectáculo fantástico. Como oleadas aéreas daban a la arboleda verde oscuro un aspecto ondulante, un movimiento rítmico. También llegaban en ráfagas de fuego vivo, vibraban como haces de rayos negro-aranjados. [...] Cada árbol era un esplendor en sí mismo, un mundo animado, una lluvia de tigres alados; arraigado en el tiempo, parecía suspendido en el tiempo, remoto y próximo a la vez (La montaña de las mariposas: 217).
En La zona del silencio de 2002, la última novela que Aridjis ha publicado hasta la fecha (seguida sólo por los cuentos de La Santa Muerte), la experiencia de la epifanía es parte de la educación para el oficio del chamán, una profesión cuyo carácter esotérico corresponde perfectamente al misterio de los 'momentos mágicos': Invoqué a los espíritus y sucedió el relámpago, la iluminación, la descarga de luz en la cabeza; cayó en mí esa luz que permite ver con los ojos cerrados (La zona del silencio:
104).
Creo que ahora tendría que ser comprensible porqué he optado por "La luz queda en el aire" como título de este volumen colectivo (citando un verso del nuestro autor; A. P.: 182). El talento artístico de Homero Aridjis consiste en buena parte en su capacidad no sólo de percibir los instantes epifánicos, sino de compartirlos con sus lectores: de procurar que la luz quede en el aire. *****
Quisiera dar las gracias a Betty y Homero Aridjis, que me ayudaron a reunir estos dieciocho contribuidores de doce países diferentes; ellos pusieron también a mi disposición casi todas las fotografías reproducidas en este libro y además las listas biográficas y bibliográficas del apéndice. Estoy muy agradecido a Amina Roth y Marc Folch Castells por sus traducciones del inglés y francés al castellano; la primera se ocupó del artículo de Dick Russell, mientras que el segundo tradujo los ensayos de J. M. G. Le Clézio, George McWhirter y Jean-Claude Masson. Estoy igualmente agradecido a Ménica López y Anja Kristfeld quienes me ayudaron durante muchos meses en la preparación de los textos para la imprenta, formateando y corrigiendo faltas de ortografía.
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Finalmente quisiera mencionar también a los catedráticos Titus Heydenreich y Walther L. Bernecker, que aceptaron esta colección de ensayos para la renombrada serie de libros "Lateinamerika-Studien"; en la doctora Anne Wigger de la editorial Vervuert tuve una interlocutora competente para los últimos pasos hasta la publicación. De la fundación "Dr. Alfred Vinzl" bajo la presidencia del profesor Günter Buttler recibí una generosa subvención para los gastos de imprenta.
Bibliografía Aridjis, Homero (1971). El poeta niño. México, D.F. — (1985). 1492, Vida y tiempos de Juan Cabezón de Castilla. México, D.F. — (1986). El último Adán. México, D.F. — (1988). Memorias del Nuevo Mundo. México, D.F. — (1993). La leyenda de los soles. México, D.F. — (1994). Antología Poética (1960-1994). México, D.F. — (1996). ¿En quién piensas cuando haces el amor? México, D.F. — (2000). La montaña de las mariposas. México, D.F. — (2002). Eyes to See Otherwise / Ojos de otro mirar. Selected Poems. New York. — (2002). La zona del silencio. México, D.F. De Angelis, Palmira (1989). L'immagine epifanica. Hopkins, D'Annunzio, Joyce: Momenti di una poética. Roma. Die Bibel oder Die ganze Heilige Schrift des Alten und Neuen Testaments nach der Übersetzung Martin Luthers (1972). Stuttgart. Eco, Umberto (1982). Le poetiche di Joyce. Milano. Eliot, T. S. (1969). The Complete Poems and Plays. London. Joyce, James (1959). Stephen Hero. New York. Joyce, James (1976). A Portrait of the Artist as a Young Man. Harmondsworth. Lurker, Manfied (1985). "Licht". En: Lurker, Manfred (ed.). Wörterbuch der Symbolik. Stuttgart, pp. 402-404. Musil, Robert (1952). Der Mann ohne Eigenschaften. Hamburg. Novalis (1977). Dichtungen. Reinbek bei Hamburg. Nichols, Ashton (1987). The Poetics of Epiphany. Nineteenth-Century Origins of the Modern Literary Moment. Tuscaloosa/London. Paz, Octavio (1990). Obra Poética (1935-1988). Barcelona. — (1993). El laberinto de la soledad. Madrid. — (1994). El arco y la lira. Santafé de Bogotá. Proust, Marcel (1949). Le temps retrouvé. Paris (tome I & O). Ries, Julien (2002). "Expérience de la lumière et condition humaine". En: Ries, Julien/Ternes, Charles-Marie (eds.). Symbolisme et expérience de la lumière dans les grandes religions. Turnhout, pp. 251-262. Schischkoff, Georgi (1982). Philosophisches Wörterbuch. Stuttgart. Schneider, Irmela (1984). "Von der Epiphanie zur Momentaufnahme. Augenblicke in der Lyrik nach 1945". En: Holländer, Hans/Thomsen, Christian W. (eds.). Augenblick und Zeitpunkt. Studien zur Zeitstruktur und Zeitmetaphorik in Kunst und Wissenschaften. Darmstadt, pp. 434-451. Stauder, Thomas (2001). "Adiós, mamá Carlota de Homero Aridjis: Una visión apocalíptica de la historia mexicana". En: Igler, Susanne/Spiller, Roland (eds.). Más nuevas del imperio.
Presentación de los artículos y consideraciones sobre la epifanía
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Con Homero Aridjis: Presidente del PEN Internacional GLORIA GUARDIA
Cuando en el verano de 1997 conocí a Betty y a Homero Aridjis en Edimburgo, tuve la impresión que estaba ante una pareja de jóvenes recién casados. Había una espontaneidad en ellos, una manera de comportarse, campechana, que nada tenía que ver —¡a buena hora!— con la severidad y grandilocuencia de los otros candidatos, entre los cuales tendríamos que elegir al próximo presidente del PEN Internacional. El mandatario saliente era Ronald Harwood, el dramaturgo y cineasta inglés con quien habíamos congeniado todos. Con Homero, no obstante, se trataba del primer escritor latinoamericano —tras Mario Vargas Llosa que había dirigido el PEN en los años setenta—, que nominábamos en un afán por romper con el euro-centrismo que prevalecía en la organización, desde que fuera fundada poco después de la Primera Guerra Mundial. Este sectarismo, sin embargo, había hecho crisis en el Congreso Mundial de Guadalajara, celebrado el año anterior. A raíz de lo sucedido, un núcleo de autores —procedente, mayormente, de los países nórdicos, de Norte y Sudamérica y del Japón—, iniciamos la búsqueda de un candidato que tuviera la idoneidad y, sobre todo, que contara con la experiencia internacional para liderar el PEN y conducirlo por senderos y visiones más acordes con los retos y las exigencias de los tiempos. Aridjis no sólo era un poeta, dramaturgo, novelista y ensayista de reconocido prestigio, sino que en 1985 había fundado y presidía desde entonces el Grupo de los 100 (Artistas e Intelectuales por el Medio Ambiente) y había recibido, dada su valentía en la protección de especies en vías de extinción, el Premio Global 500 del Programa de Naciones Unidas para la Defensa de la Ecología. En pocas palabras, en este escritor y diplomático mexicano había una sensibilidad hacia la conservación de las esferas de la vida y una confesada experiencia en la lucha contra toda suerte de "intereses creados", que hacían de él un candidato insuperable para presidir un organismo que, en sus setenta y cinco años de existencia, se había convertido en el incansable y experimentado guardián de los derechos humanos y lingüísticos de sus miembros. Gracias a Aridjis y al sólido mandato que recibió por parte de la Asamblea General reunida en Edimburgo, el PEN Internacional pudo iniciar, a partir de la primavera de 1998, la reforma de sus estatutos, de modo que la dirección de la organización se ampliara en forma democrática para darle igual voz, voto y jurisdicción a los centros de escritores de casi todos los puntos del planeta. Debo decir (porque me consta) que la empresa, asumida por Homero y los miembros del comité ad hoc, elegidos para esos fines, fue ardua y
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esclavizante, sobre todo. Las largas horas de trabajo en Bruselas y Londres, las inacabables agendas paralelas que surgían a medida que se buscaba dar respuestas a los requerimientos de los distintos grupos étnicos, lingüísticos y culturales, implicaron un sacrificio considerable para quien, como Homero Aridjis, dedica tiempo completo a sus faenas e intereses literarios y profesionales. Los frutos, para la satisfacción de muchos, fueron inmediatos y notables: la descentralización del organismo, la apertura de nuevos centros PEN en distintas zonas geográficas y culturales y la propuesta y el desarrollo de múltiples y variados proyectos que han incluido, desde cursos de alfabetización en algunas de las filiales del África, hasta el estreno de programas radiales y de talleres para la enseñanza de derechos humanos, a través de la literatura, como los realizados por las delegaciones colombiana y nicaragüense del PEN Internacional. Es más, el prestigio literario y personal del autor de títulos reconocidos por la crítica y traducidos a varios idiomas como Mirándola dormir (Premio Xavier Villaurrutia), Tiempo de ángeles, Memorias del Nuevo Mundo (Premio Diana-Novedades), El señor de los últimos días, 1492, Vida y tiempos de Juan Cabezón de Castilla (Premio Grinzane Cavour) y Ojos de otro mirar, entre otros, pronto se reflejó con creces en la imagen misma del PEN Internacional. Así, en el año 2000, la Asamblea General, reunida en Moscú, reeligió por otro período de tres años a este presidente que, en tan poco tiempo, había logrado cambios significativos en las estructuras internas y externas de la organización y que ya tenía contemplada una nutrida agenda de trabajo que incluía proyectos cardinales como ha sido la preparación, redacción y presentación ante la UNESCO de la Declaración Universal de Derechos Lingüísticos. Cuando, a fines de noviembre de 2003, Homero Aridjis entregó la presidencia del PEN Internacional a su sucesor durante la ceremonia de clausura del Primer Congreso de las Américas, convocado en Ciudad de México, a nadie le cabía la menor duda: la fisonomía de la más prestigiosa sociedad mundial de escritores había cambiado, embelleciendo sus rasgos en los últimos seis años. Ahora, es el rostro de una mestiza que tiene algo del padre europeo y las facciones originales y hermosas de una madre que bien puede ser africana, neozelandesa, caribeña, rusa, japonesa, o, acaso, también boliviana. Gloria Guardia: Homero: En 1997 usted fue elegido presidente del PEN Internacional y en el año 2000fue reelecto en Moscú para otro mandato de tres años. En ambas oportunidades recibió el apoyo de una amplia mayoría de escritores de diversas regiones del mundo. Quisiera que conversáramos sobre el PEN que usted conoció en 1966 cuando asistió por primera vez a un Congreso Mundial de esta organización y el PEN que lo eligió para que dirigiera su nave en 1997y en el año 2000, respectivamente.
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Homero Aridjis: En 1966 por casualidad me tocó asistir a una fiesta que ofrecía en su casa Norman Mailer, en Nueva York. Recuerdo que en un rincón estaba un escritor de edad, Lewis Galantiére y, conversando con él, me dijo que próximamente se celebraría el Congreso Mundial del PEN Internacional en Manhattan y, de paso, me preguntó si yo conocía los nombres de algunos escritores latinoamericanos. Le respondí: "Hombre, claro que sí". Así que le di una especie de lista ideal, sin imaginarme que Galantiére, vicepresidente en ese momento del Centro PEN de Nueva York, no sólo la tomaría en serio, sino que invitaría a todos los que le había sugerido: escritores jóvenes entonces y, algunos otros, ya consagrados. Así fue cómo, en julio de 1966, me tocó asistir a uno de los congresos del PEN más destacados en la literatura. El presidente de la organización en ese momento era Arthur Miller, ya para entonces, no sólo una notabilidad como escritor, sino una celebridad como persona. Su ex mujer, Marilyn Monroe, hacía unos tres años se había suicidado y él había estrenado hacía poco el drama After the Fall (1964) que supuestamente versaba sobre su conflictiva relación con la actriz. Además, en julio del 66, él estaba iniciando un romance con la fotógrafa austríaca Inge Morath, con quien posteriormente se casó. Todo esto para decirte, Gloria, que Miller era, en esa fecha, el bocado favorito de los medios y que esto, de paso, se reflejaba en todo lo que tenía que ver con el PEN Internacional. G.G.: Sí, claro. Miller era lo que los medios consideran "una luminaria". H.A.: Pero lo que tuvo de espléndido este congreso es que asistieron figuras sobresalientes, como el propio Miller y Saúl Bellow, para mencionarte a algunos de los norteamericanos, así como escritores europeos muy importantes. Sobre todo, estuvieron presentes muchos narradores y poetas latinoamericanos de primera línea. G.G.: Recuerdo perfectamente haberlo leído en los periódicos y en los semanarios. Sobre todo, el hecho de que, a Neruda, el Departamento de Estado le había negado la visa para ingresar a los Estados Unidos. Eran los tiempos feroces de la Guerra Fría. H.A.: Tal cual. Mas Arthur Miller movió cielo y tierra y se la consiguió. Así fue como Neruda no sólo estuvo en el congreso, sino que se convirtió en una figura destacada en Nueva York. Sus recitales de poesía se llenaban por completo, la gente lo saludaba en las calles, en fin, su presencia misma era como una fiesta. A propósito de los recitales, recuerdo uno en particular en el Poetry Center. Allá, su traductor, Robert Bly, le besó la mano en público y le dijo que le rendía este homenaje porque era uno de los poetas más grandes de la tierra.
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G.G.: ¿Qué otro nombre le viene a la mente entre los asistentes? H.A.: De Chile, asistió el poeta Nicanor Parra; Mario Vargas Llosa llegó por el Perú; Ernesto Sábato y Victoria Ocampo, por la Argentina; Carlos Fuentes y Aridjis representaron a México. En fin, éste fue, como puedes observar, un encuentro histórico como no ha habido otro que yo recuerde en el PEN. Se puede decir que entonces se lanzó una nueva literatura latinoamericana. Fue el escenario donde el llamado boom se dio a conocer mundialmente. Incluso, varios de los poetas y novelistas jóvenes firmaron contratos con las principales casas editoriales de Estados Unidos. G.G.: Me imagino que ese escenario es el que usted tenía presente cuando lo elegimos presidente del PEN. H.A.: Ni más ni menos. Pensé que podríamos organizar un encuentro del tamaño y de la importancia de aquel de 1966. Sin embargo, como sabes, me ha tocado ser presidente en otras circunstancias. Por ejemplo, mi primer año lo pasé elaborando, en compañía de un grupo de ustedes, los nuevos reglamentos y la nueva Constitución del PEN. G.G.: Un paso que era muy necesario para renovar la institución. Le cabe a usted la satisfacción de que bajo su presidencia se modernizaron las estructuras del organismo. No fue una tarea ni fácil, ni placentera. Recuerdo que hubo mucha resistencia, en ciertos puntos. Y usted manejó todo el proceso con mucha diplomacia. H.A.: Bueno, creo que valió la pena el esfuerzo. Se me llama el presidente de la reforma. G.G.: Y, así, quedará grabado su nombre en los anales del PEN. H.A.: Con tu ayuda, Gloria, logramos no sólo establecer nuevos centros PEN en América Latina, sino que el español se convirtiera en una de las tres lenguas oficiales de la organización. Antes, como recuerdas, los escritores para poder asociarse al PEN tenían que dominar el inglés y el francés, aunque esto no se dijera abiertamente. Y esto, desde luego, limitaba la participación latinoamericana. Con los nuevos estatutos se ha abierto la puerta a una literatura de enorme importancia en el mundo contemporáneo, como la de América Latina. G.G.: La región ha sido muy marginada.
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Homero Aridjis y Jorge Luis Borges en 1981 (Festival Internacional de Poesía en Morelia).
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H.A.: En la mayoría de los casos, no sólo por los dirigentes del PEN que, en conjunto, han sido demasiado eurocentristas, sino por los propios latinoamericanos que tienden a ensimismarse y no comprenden la importancia de participar en los foros internacionales, sobre todo por el diálogo que se puede establecer a esos niveles y por la protección que un órgano como el PEN puede brindarles en caso de que se les persiga o se les encarcele por sus ideas. G.G.: Me alegra que haya hecho alusión a esta faz específica del PEN. O sea, como defensor de los derechos de los escritores y como paladín contra todo tipo de arbitrariedad o fundamentalismo. Y, a propósito de este aspecto, ¿cómo evaluaría las posiciones asumidas por la organización tras el 11 de septiembre y la guerra de Irak? H.A.: Bueno, antes de hablar sobre estos dos episodios concretos y recientes, creo que es importante que haga referencia al hecho de que, a través de su historia, el PEN ha atravesado por múltiples momentos críticos en el siglo XX. Fundado en 1921, poco después de la Primera Guerra, el PEN fue concebido a imagen y semejanza de los clubes ingleses. Por eso sus primeros miembros fueron los escritores europeos más prominentes de la época: H. G. Wells, Joseph Conrad, Anatole France, Thomas Mann. Y esto, si lo observamos bien, significó que, en esa primera selección de miembros, se incluyera únicamente a los que provenían de Europa Occidental. Quedó afuera toda la Europa Oriental; quedó excluido el Oriente; y de América Latina, nadie se acordó tampoco. G.G.: Este exclusivismo no duró mucho, sin embargo. El centro PEN de Colombia fue fundado por Baldomero Sanín Cano en 1923. H.A.: El mismo año que el centro de México y de Argentina, si mal no recuerdo. Pero, no hay que olvidar, Gloria, que estos centros o clubes los integraban los escritores más cosmopolitas, la mayoría de ellos con una visión muy europea. Lo que le da un viraje al PEN es realmente el estallido de la Guerra Civil española y el asesinato de Federico García Lorca. Ahí, deja de ser una agrupación exclusiva y se convierte en un órgano para la defensa abierta de los derechos de los escritores. Cuando desaparece Lorca, W. H. Wells manda un telegrama de protesta al gobierno de Francisco Franco y así se inició la batalla por conocer el paradero del poeta. G.G.: Lorca era miembro del PEN Club español. H.A.: La organización a partir de ese momento deja de ser un club de amigos y se convierte en un foro para el diálogo intercultural y en un órgano
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para la defensa de los derechos humanos. Ése es un cambio fundamental en la historia del PEN. Porque no es sólo un cambio de imagen, sino de actitud. Es, a partir de ese momento, cuando asume su cometido con valentía y determinación. Porque hay que ver, en la guerra de España, no sólo se lucha por García Lorca, sino también por otros, incluyendo a Arthur Koestler, quien había sido condenado a muerte por Franco e iba a ser fusilado en Málaga. G.G.: Recuerdo haber leído este episodio en el libro de Koestler The Spanish Testament El había participado en la Guerra Civil, como corresponsal del diario inglés News Chronicle. H.A.: Si volvemos otra vez la mirada sobre el PEN de esos años, descubrimos que es admirable la tarea que éste lleva a cabo durante la Segunda Guerra Mundial. Los presidentes de los centros se convierten en una suerte de comité colectivo para la defensa de los escritores encarcelados o víctimas de las múltiples vejaciones que cometían a diario el fascismo y el nazismo. Y los centros cuyos países no estaban en guerra colaboraban de múltiples maneras con los europeos: les enviaban ropa, comida, medicinas. Se calcula que el PEN intercedió a favor de unos setecientos escritores por cada año de guerra. Fue realmente prodigiosa la tarea que llevaron a cabo los miembros del PEN durante este período. Esta organización fue pionera en esas y otras actividades a favor de los derechos humanos. Lástima que muy poca gente conozca o recuerde esto. G.G.: Y al terminar la guerra, ¿por dónde se enfila el PEN? H.A.: No olvides que, no bien cesan las hostilidades en Europa y el Pacífico, se inicia la Guerra Fría y, como es natural y dadas las persecuciones contra los escritores que se pronunciaban a favor de la libertad, el PEN reasume inmediatamente su función de defensor de los escritores encarcelados o amenazados por sus ideales. Hay que recordar nada más los casos de Boris Pasternak y de Alexander Solzhenitsyn; ambos fueron víctimas del peor ostracismo por parte del círculo de poder de la antigua Unión Soviética. G.G.: ¿Cuál fue el centro o los centros PEN que se encargaron de los casos de estos autores en particular? H.A.: El de Alemania Occidental libró la batalla en el caso de Solzhenitsyn y no sólo lo hizo cuando el escritor estaba dentro de la Unión Soviética, sino que se encargó, incluso, de sacarlo del país. Pero casos como éstos, aunque no lo creas, hay muchos en los anales del PEN. Lo que sucede es que
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las víctimas no han sido siempre tan célebres como los dos premios Nobel que te acabo de mencionar. Los centros del norte de Europa —los de Suecia, Noruega, Finlandia y Dinamarca—, así como los del Reino Unido, mantuvieron una actividad constante y valiosa durante toda la Guerra Fría y, posteriormente, cuando cayó la llamada Cortina de Hierro y se configuró un nuevo orden mundial. G.G.: Yo creo que esto que usted acaba de mencionar, nos lleva directamente a mi pregunta inicial sobre cuál ha sido el comportamiento del PEN, tras el 11 de septiembre y, frente a lo sucedido en el orden mundial, después de la guerra de Irak. H.A.: Toda la relación que he hecho hasta ahora de las posiciones asumidas por el PEN en diversos momentos críticos de la historia contemporánea apunta hacia lo mismo: la defensa por parte de la organización de este o aquel autor que es víctima de abusos y arbitrariedades por regímenes autoritarios. Este órgano no repara jamás en el hecho de que el perjudicado sea, o no, una figura mundialmente reconocida. El PEN, al asumir su defensa, sostiene que el delito es el mismo: el atropello de la integridad de la persona. Los medios de comunicación son los que deforman las prioridades y se encargan de cubrir únicamente los casos de celebridades, como ha sido todo este incidente de Salman Rushdie, a raíz de que el ayatolá Jómeini lo condenara a muerte por Los versos satánicos. Los medios, por ejemplo, sacaron de contexto la razón por la cual el PEN de Londres salió en la defensa de este escritor y lo tomó bajo su protección. Como todos sabemos, el caso Rushdie empezó en Londres, tras la quema pública de varios ejemplares del libro "blasfemo". A partir de ese momento se da el acto oprobioso por parte del jefe político y religioso iraní que todos conocemos. Lo natural, pues, dada la trayectoria del PEN a favor de los escritores perseguidos, era que el centro de Londres se hiciera cargo del asunto. Pero volviendo a tu pregunta sobre la actitud que ha asumido el PEN a raíz del 11 de septiembre y de la guerra de Irak... G.G.: ¿Sí? H.A.: El PEN, bajo mi presidencia, está lanzando una encuesta sobre este tema entre sus ciento y tantos centros para conocer las opiniones de todas las culturas representadas en la organización: árabes, anglosajones, chinos, japoneses, latinoamericanos, escandinavos... El problema es que aquí estamos, muy específicamente, enfrentados a una de las grandes amenazas de la historia, como fueron el fascismo, el nazismo y el estalinismo en el siglo XX. O sea, éste es un desafío gigantesco y, como tal, una organización como el PEN —o sea, una ONG fuerte, dinámica— tiene que considerar cómo debe medírsele a un
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Homero Aridjis y Günter Grass en 1981 (Festival Internacional de Poesía en Morelia) Foto: Ricardo Salazar.
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monstruo de mil cabezas y de una dinámica excesivamente compleja como es el fiindamentalismo islámico, enfrentado hoy, como está, a un país, como Estados Unidos que, durante el siglo XX, fue considerado, conjuntamente con Francia y con el Reino Unido, como uno de los paradigmas de la democracia contemporánea. Y eso, Gloria, no es para nada fácil. Sin embargo, por tratarse de un organismo integrado por escritores, ya existe un estado de alerta y una conciencia crítica que no suele darse en otro tipo de organización no gubernamental. Pero debemos estar también muy claros de que lo que existe ahora es lo que yo llamaría una conciencia crítica fragmentada. G.G.: ¿Cómo y por qué la define usted de tal manera? H.A.: En mi opinión, no debemos confundir esta situación con las otras que vienen de atrás. Me refiero al caso de las conciencias críticas que durante cuarenta y cuatro años han analizado y desafiado a la dictadura de Fidel Castro, que hoy por hoy, es un anacronismo patético y trágico para quienes la padecen. Tampoco debemos mezclarla con las que se han enfrentado a las tiranías que se han sucedido en Irán, en Turquía, en China, en la antigua Unión Soviética, en América Latina o en Grecia, para mencionar sólo algunas. La conciencia crítica que se debe asumir tras el 11 de septiembre tiene nuevos parámetros e implica enormes desafíos. G.G.: Es la primera vez que Estados Unidos es víctima de una agresión extranjera en su territorio, al menos desde 1776. Y, en este caso, el agresor no es un país, sino los seguidores de un movimiento religioso y político de masas que pretende restaurar la pureza islámica. Tal vez habría que analizar este fanatismo frente a la rigidez y poca comprensión de "lo otro" y del "otro" de los actuales funcionarios de Washington. H.A.: A eso habría que añadir un estudio detallado de cómo luchar, de manera inteligente, contra el pánico colectivo y la represión nacional y estatal que se ha desatado en casi todas las ciudades de los Estados Unidos. Todo esto puede tener resultados nefastos. Es cierto que nuestros escritores suelen ser personas lúcidas y respetuosas del "otro", pero en situaciones como éstas, hay que tomar muchos elementos en cuenta y no precipitarse, ni irse de bruces. El PEN no puede lanzarse a defender a un escritor si no está completamente seguro de que esta persona ha sido encarcelada o vejada por sus ideas o por un comportamiento arbitrario. Y, por último, esta organización no debe pasar por alto el hecho de que, en el panorama actual, cada día son más y mayores las violaciones de las libertades individuales, las de pensamiento, de conciencia, de culto...
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G.G.: Sin mencionar los actos de discriminación racial y religiosa que se dan en todas las esferas sociales, políticas y económicas en estos momentos. H.A.: El PEN —o más bien, sus dirigentes y sus miembros—, deben estar muy alertas, tener una conciencia clara de dónde yace el peligro y luchar con los ojos abiertos en defensa de los escritores cuando los delitos de que se les acusa tengan que ver con su profesión o con el ejercicio de ella. G.G.: Hemos hablado de respetar y reconocer la importancia de "lo otro", del "otro". Esto me trae a la memoria algo que usted escribió en su Carta de Intención cuando se le nominó por primera vez a la presidencia del PEN, en 1997: que durante su mandato defendería la voz de los escritores de las naciones pequeñas y de las naciones emergentes. ¿Cómo evalúa usted la tarea cumplida, tras seis años de mandato? H.A.: Sí y por eso creo que es muy importante, por ejemplo, que se hayan establecido nuevos centros en América Central y en África. Para mí esto tiene una significación política substancial. Primero, porque con este paso se ha roto, o más bien, debilitado el orden, la hegemonía eurocentrista que, mal que bien, solía prevalecer en las estructuras del PEN. Segundo —hablando propiamente de América Central—, no hay que olvidar que esta región ha sido considerada por demasiados años el patio trasero de los Estados Unidos, política y militarmente. Muchos de los escritores de esa área, como tú y yo sabemos, nunca han tenido ningún tipo de protección. Han sido víctimas de la represión militar y política ejercida por las tristemente célebres juntas o por los dictadores de turno. Por eso, que haya centros PEN en estos países es de gran provecho para que éstos se conviertan en verdaderos foros y voceros para la implantación, el conocimiento y defensa de los derechos humanos. G.G.: Precisamente, ésa es la meta y esperamos alcanzarla, a mediano plazo. H.A.: Es necesario, repito, que se establezcan centros en cada país de América Central. Hay que apoyar mucho al de Nicaragua y fundar otros en aquellos países donde los derechos de la sociedad civil hayan sido constantemente abusados, como es el caso de El Salvador y Guatemala. G.G.: Sé, Homero, que, entre sus prioridades ha estado, desde que asumió la presidencia, el establecimiento de centros PEN de escritores indígenas, de América Latina.
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H.A.: Precisamente acabo de participar en México en un foro sobre las lenguas "maternas", de escritores indígenas. En el país, por ejemplo, hay cincuenta y cuatro lenguas "maternas" que se conocen. G.G.: ¿Por qué se les califica de "maternas "? H.A.: Porque los grupos indígenas consideran que el español es la lengua "paterna", la lengua del conquistador que ellos acabaron hablando por imposición, no como algo natural, como es el caso de la "materna". G.G.: Con ellos, claro, se trataría de asumir en el seno del PEN, la representación de grupos y lenguas minoritarios. H.A.: Esto es muy necesario, yo diría que esencial, por varias razones. Primero, porque los autores indígenas son discriminados por las grandes casas editoriales. No se les publica porque sus libros no son rentables. Y si lo hacen es porque han recibido subsidios de nuestros gobiernos. O sea, que en ese caso no se ha considerado siquiera el valor literario de la obra, sino más bien el antropológico. Te doy un ejemplo: si se publica el poemario de un escritor indígena, no podemos decir que esto, en sí, es indicativo de que al autor se le haya dado entrada en los medios literarios mexicanos. Ahora, creo que si ellos estuvieran representados en el PEN, el Comité de Traducciones y Derechos Lingüísticos, les ayudaría a posicionarse donde les corresponde. Les abriría, muy seguramente, un espacio cultural que no fuera únicamente el de la antropología. G.G.: Tengo entendido que en la UNAM, el Instituto de Investigaciones Históricas publica una revista muy valiosa: Estudios de Cultura Maya sobre lengua y cultura maya. H.A.: Es así y también hay escuelas donde se enseña náhuatl y otras tantas. Se trata de respetar el derecho de educación en esas lenguas que consigna la Constitución mexicana. Pero eso no es suficiente. En el PEN estos grupos encontrarían el apoyo internacional correspondiente. Recuerda que en 1996 se reunieron en Barcelona más de sesenta Organismos No Gubernamentales (ONG) y representantes de treinta centros PEN, además de varios expertos en derechos lingüísticos de todo el mundo y que esto fue una iniciativa del Comité de Traducciones y Derechos Lingüísticos del PEN Internacional. La asamblea de participantes aprobó entonces el texto de la Declaración Universal de Derechos Lingüísticos. G.G.: Sí, la redacción de este documento, ha sido uno de los grandes logros del PEN en fecha reciente. Tengo muy presente la tarde cuando Caries
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Torner, presidente del Comité, leyó el texto de la Declaración, en la Feria del Libro de Edimburgo, en 1997. Yo quedé muy impresionada porque ésta proclama la igualdad de derechos lingüísticos, sin distinciones no pertinentes entre lenguas oficiales/no oficiales, nacionales/regionales/locales, mayoritarias/minoritarias, modernas/arcaicas. Y otro punto que recuerdo muy favorablemente es que la Declaración considera inseparables e interdependientes las dimensiones colectivas e individuales de los derechos lingüísticos. H.A.: El documento, como has dicho, es uno de las grandes, de las inmensas conquistas y contribuciones del PEN Internacional. Precisamente, en marzo del año 2001 estuvimos Caries Torner y yo en la UNESCO y le hicimos entrega de la Declaración al director general de la organización, el señor Koichiro Maatsura.
Homero Aridjis en la casa de Boris Pasternak durante el Congreso Internacional del PEN en Moscú en 2000.
G.G.: Y usted, Homero, será recordado por ese documento que ha sido un paso histórico y positivo en la lucha contra el neocolonialismo cultural y, por lo tanto, lingüístico que experimentamos casi todos los que hablamos otras lenguas que no sea el inglés. H.A.: Éste es un tema que nos atañe a todos y que no sólo se limita a las relaciones de casi todas las culturas y las lenguas del mundo con los Estados Unidos. El PEN, como sabes, es un foro donde se proclama la
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igualdad de derechos de todas las literaturas. Sin embargo, en la práctica, sabemos que no es así. Y no lo es por muchas razones. Una es la falta de intercomunicación entre las literaturas de las naciones emergentes. Esto nos peijudica a todos. Los medios de comunicación y las editoriales de los Estados Unidos y de los países de la Unión Europea dominan al mundo y no es mucho lo que publican sobre lo que sucede o se escribe en el África, en la India, en Pakistán o en América Latina. Estos medios son, además, como pulpos que, al extender sus tentáculos, le quitan el aire y la vida a las revistas, casas editoras y a los periódicos más pequeños que eran los que antes permitían que los escritores se conocieran entre sí. G.G.: Como fue el caso de Sur, la revista que fundó en la Argentina Victoria Ocampo y que publicaba al mismo tiempo a Tagore y a Valéry; a Ortega y a Borges; a Faulkner y a Rómulo Gallegos; y a partir de los años sesenta a Homero Aridjis, a Mario Vargas Llosa y a Gabriel García Márquez. H.A.: En México yo podría mencionarte el caso de El corno emplumado, una revista que fundaron y dirigieron Sergio Mondragón y Margaret Randall, ambos amigos míos, y que, en los años sesenta, unió a todos los poetas de América Latina. Este tipo de correspondencia es vital para el fortalecimiento de nuestras literaturas y para fomentar el diálogo entre los escritores. G.G.: Se me ocurre que la revista del PEN bien podría ser un gran foro de intercomunicación entre los escritores del mundo. Lástima que no lo sea y que circule casi exclusivamente entre un grupo que no puede decirse que sea el más representativo de los escritores contemporáneos. HA. El problema de la revista del PEN es que no tiene calidad literaria. Como se podría decir de otras revistas mediocres, no vale la pena su existencia. Debería, creo, ser la expresión de la literatura mundial, de la literatura contemporánea, de las ideas de nuestro tiempo. G.G.: Tiene usted toda la razón. Antes de concluir, me gustaría que habláramos de la importancia de contar con un buen legado de experiencias y de vínculos para encabezar una ONG de carácter mundial como es el PEN Internacional. En el caso suyo, no hay duda de que los años de trabajo de voluntariado que le ha dedicado a un organismo de la importancia del Grupo de los 100 han enriquecido su curriculum y lo prepararon para el mandato que ha ejercido a la cabeza del único órgano mundial de escritores. ¿Podríamos conversar sobre cómo su experiencia en el Grupo de los 100 ha enriquecido la otra?
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H.A.: Fundado en 1985, el Grupo de los 100 (Artistas e Intelectuales por el Medio Ambiente) se echó encima el compromiso de defender las esferas de la vida. La declaración con que nos dimos a conocer fue una protesta contra la contaminación en la Ciudad de México. Enseguida logramos que el gobierno de México declarara áreas protegidas cinco santuarios de la mariposa monarca, entre ellos el de mi pueblo, Contepec, lugar donde desde niño estuve en contacto con este fenómeno migratorio fantástico, mucho antes de que Fred Urquhart lo "descubriera" en 1976. El siguiente triunfo fue lograr que también el gobierno declarara la veda total a la matanza de tortugas marinas, y a la comercialización de sus productos. Ya que antes de nosotros se mataban anualmente más de cien mil individuos, en particular en las costas del océano Pacífico. Otra gran victoria fue forzar al gobierno y a la Mitsubishi Corporation de Japón la cancelación de su proyecto de construir la salinera más grande del mundo en Laguna San Ignacio, una de las cuatro lagunas donde nace y se reproduce la ballena gris. Fueron cinco años de activismo ecológico en los que me acompañó en todo, como en las otras causas, mi esposa Betty. En el activismo ecológico, como dijera William Butler Yeats "en sueños comienzan las responsabilidades" uno comprende que no hay mayor tiranía que los sueños (el sueño de defender una mariposa, una tortuga marina, una ballena) y el deber moral que uno se inventa es siempre mayor que nuestra propia seguridad, ya que por eso, en 1997-1998 recibí amenazas de muerte y estuve todo un año bajo protección policíaca. Desde luego, la protección me causaba más desasosiego y no descansé hasta que los agentes del gobierno se fueron. Una cosa curiosa, después de verlos llegar e irse cada día durante un año entero, mi perro Rufos, que es muy afectuoso, nunca los reconoció. Fue como si nunca hubiesen estado allí. Pero desde luego, sí, mi experiencia ambiental me sirvió mucho para encabezar una organización con el PEN, la única diferencia es que la ecología nos pone en contacto con algo vital como son las especies animales y vegetales, y en el PEN actual hay mucha burocracia y poca literatura. Como lo he dicho siempre: hacer ecología es hacer poesía. G.G.: Porque el poeta es como las mariposas y los sueños. Encarcelarlo dentro de una burocracia es un atentado contra el espíritu y la naturaleza. Gracias, Homero, por el extraordinario legado que nos deja como presidente del PEN y como ser humano. Los escritores del mundo le adeudamos mucho. Usted nos ha devuelto las voces míticas, los espejos que reflejan la imagen de ese caudal de anhelos secretos que sólo el poeta reconoce ¿Qué sería del ser humano sin sus escritores? Bellagio, Italia, julio de 2003/Ciudad de México, diciembre de 2003.
Un coloquio con Homero Aridjis THOMAS STAUDER
Thomas Stauder: Si usted está de acuerdo, empezaría con una pregunta sobre su cargo como presidente del PEN-Club Internacional.1 Quizás podría decirme algo de su trabajo allí desde 1997. He leído en un artículo que usted quiere combatir el eurocentrismo del PEN. ¿Cuáles son sus objetivos concretos? Homero Aridjis: Bueno, cuando yo entré en el 97, el PEN estaba básicamente concentrado en Europa y en los Estados Unidos, casi no tenía centros en América Latina y muy pocos en África. A mí me interesaba mucho que el PEN fuera realmente una organización internacional, porque la mayor parte de los problemas de libertad de expresión vienen de países no europeos. Por ejemplo, ahora un escritor de Venezuela me dice: "Con la crisis política en Venezuela necesitamos más que nunca el PEN, porque va a haber problemas de arrestos de escritores y periodistas". En Cuba no ha sido posible abrir un centro del PEN; hay uno en el exilio, pero no es lo mismo. Nos interesa que haya centros en Nicaragua, en Guatemala, en Colombia; en todos los países donde se producen agresiones a escritores y periodistas. Esto es lo que estamos buscando. Cuando yo entré en el PEN, mi candidatura era la de un presidente de reforma, con el objetivo de integrar a grupos nuevos. Mi propuesta fue unir la cultura clásica europea —la tradición greco-latina, que llega hasta nuestros días— con las nuevas literaturas. Yo mismo soy mitad europeo, mi padre era griego... T.S.: Conozco la historia de su familia a través de su novela autobiográfica La montaña de las mariposas. H.A.: No me iba a alejar de algo que también ha sido una vertiente cultural en mi obra, pero quería tener ojos para las literaturas emergentes. Además, en un mundo de fundamentalismos étnicos, religiosos y políticos, para el PEN es muy necesario mantenerse neutral. Muchas otras organizaciones de escritores caen en la tentación y toman parte, perdiendo de esta manera su independencia. Lo que el PEN tiene de bueno es que en su historia no se ha identificado con grupos políticos; ha logrado mantenerse independiente. T.S.: En segundo lugar, ¿podría decirme algo sobre el "Grupo de los Cien" y en general sobre sus actividades como defensor del medio ambiente? H.A.: Yo nací y crecí en un pueblo pequeño de México, en las montañas, a 2.250 metros sobre el nivel del mar; es un pueblo donde tiene su santuario la mariposa monarca, que viene de Canadá en migración anual para pasar el invierno en México. Vuela unos 5.000 kilómetros, es una maravilla; forma colonias como de once millones de ejemplares. Yo crecí con un sentido de la ' En el momento de la entrevista, Homero Aridjis todavía desempeñaba esa función; algunos meses más tarde, a finales del año 2003, el escritor checo Jifi Gruía le sucedió en el cargo.
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naturaleza muy fuerte, con el amor por los árboles y los animales ya desde niño. Ese es el motivo por el cual en mi obra se encuentra siempre la presencia de la naturaleza. Sin embargo, en 1985 el nivel de contaminación en la Ciudad de México fue tan elevado que incluso un día —uno de esos días en que uno cree que se va a caer muerto en la calle— casi se pudo palpar la contaminación y sentirla en la boca. Entonces un amigo filósofo —se llama Ramón Xirau, es catalán— escribió una carta a un periódico diciendo: "En el día de ayer iba en taxi a la universidad para dar mis clases, y debido a la contaminación que había en la ciudad, cambié de rumbo para ir a poner una queja". Leyendo el periódico, le dije a mi esposa Betty: "Qué extraño, ayer yo me encontraba en otra parte de la ciudad, pero también tuve esa impresión de ansiedad y sentía que me iba a morir". Pero no había pensado en mandar una carta, porque en México las cartas no tienen efecto, es como poner un mensaje en una botella, no tiene casi destinatario. Entonces Betty me dijo: "Si todos los que nos quejamos, trabajáramos juntos, podríamos lograr un cambio. ¿Porqué no hablas con Ramón Xirau?" Y él me dijo: "¿Porqué no hablas con Octavio Paz?" Y empezamos a hablar con diferentes escritores y artistas, y todos me respondieron: "Escribe tú el texto y nosotros lo leeremos". De pronto me encontré investigando todo lo referente a la situación ecológica en la Ciudad de México. El 28 de febrero terminé el texto y recogimos cien firmas de escritores, entre ellos Gabriel García Márquez, Juan Rulfo, Octavio Paz; pintores como Rufino Tamayo o Eleonora Carrington —la última surrealista aquí en México, que estuvo casada con Max Ernst—, arqueólogos como Eduardo Matos Moctezuma, fotógrafos como Manuel Alvarez Bravo. Yo no pensaba formar un grupo ecológico, sino simplemente hacer una declaración común. Pero la respuesta fue tan grande, que al final me vi de líder de un movimiento ecologista sin quererlo. Estos movimientos estaban ya muy avanzados en otras partes —por ejemplo en los Estados Unidos y en Europa—, pero en México se encontraban en sus inicios, casi no había conciencia ecológica. Entonces emprendimos la defensa de tres de las especies animales que emigran a México. Primero logramos la protección de los santuarios de la mariposa monarca: en el 1986, el gobierno declaró 16.000 hectáreas zona protegida, incluido el cerro de mi pueblo, que es el Cerro Altamirano. Luego la tortuga marina: se estaban matando como 100.000 tortugas marinas al año en México. Emprendimos una campaña muy fuerte y logramos que el gobierno declarara la veda total a la matanza y comercialización de productos de tortuga marina. Y luego en 1988 logramos que el gobierno declarara los lugares donde nace y se reproduce la ballena gris la reserva de la biosfera más grande de la América Latina. Y en 1995 encabezamos la defensa de los santuarios de la ballena gris en Baja California del Sur, donde la Mitsubishi Corporation de Japón y el gobierno de México querían construir la salinera más grande del mundo. T.S.: En la laguna de San Ignacio.
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Homero Aridjis y Thomas Stauder durante el coloquio, en Murcia, abril 2003 (foto: Angela Barwig).
H.A.: Sí. Después de cinco años logramos que el gobierno cancelara el proyecto. Entretanto, en 1997, se me amenazó de muerte, y mi mujer y yo vivimos un año bajo protección policial. Mi poema "El ojo de la ballena" se inspiró mucho en esta campaña. Entonces pasé de ser un poeta contemplativo de la naturaleza a ser un poeta activista en defensa de la naturaleza. Los presocráticos entendieron que la fuente de la vida se encontraba en uno (o varios) de los elementos: el agua, el fuego, la tierra, el aire. Para mí, defender los elementos no significa sólo defender las esferas de la vida, para mi son verdaderos conceptos filosóficos. Hay una enorme tradición mística que va desde los poetas antiguos hasta los medievales, como Hildegard von Bingen y San Francisco de Asís, y muchos de los visionarios cristianos occidentales han tenido vínculos con la naturaleza. T.S.: Tengo otra pregunta más o menos biográfica. He leído un artículo suyo en el cual celebraba el fin de la era del PRI, del Partido Revolucionario Institucional, y la llegada de Vicente Fox a la residencia presidencial de Los Pinos. Por otra parte, en muchas de sus novelas situadas en México —por ejemplo La leyenda de los soles, de 1993— aparecen políticos corruptos haciendo causa común con narcotraficantes y otros criminales. ¿Podría decirme cuál es su juicio sobre la situación política actual en México? H.A.: Mi juicio sobre la clase política en México es de decepción. Lo que he visto es que cambian los partidos, pero no los hombres; es decir que casi los
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hombres son intercambiables a cualquier partido. En general, el político vive para conseguir el poder; y una vez que ha conseguido el poder, vive para conservarlo. Entonces, una vez que ha llegado al poder, olvida o traiciona demasiado a menudo todos sus ideales y propuestas. Un mismo político tiene dos caras: una antes del poder y otra durante su estancia en el poder. O, como se dice en México: una cara antes de sentarse en la silla del presidente, y otra cuando está sentado en esa silla. Para mí, uno de los dramas nacionales de México —pero también del mundo entero— es la mediocridad de los políticos. Yo creo que en algunos momentos históricos ha habido santos y visionarios dirigiendo el país, pero pocas veces; la situación actual es verdaderamente dramática. Hoy en día no se ve políticos que tengan una visión de su país, un concepto de la historia, una conciencia del destino humano o de la vida en general. Comprendí esto en la Cumbre de la Tierra en 1992, en Río de Janeiro, donde me llevé una gran desilusión porque tenía la esperanza de que esa cumbre sirviera como movimiento de cambio mundial de conciencia, hacia la ecología y la conservación de la tierra. Entonces asistí a algunas reuniones en el cuadro de las Naciones Unidas, donde se estaba redactando la Carta de la Tierra. Pero me desilusioné observando a los delegados de los diferentes países, que pasaban horas y días enteros puliendo las frases hasta volverlas inofensivas y totalmente neutras; todo el trabajo de esos delegados oficiales no íue más que una excusa para que no fuera dicho que no había habido un compromiso para con la tierra, gastando de esta manera mucho tiempo y mucho dinero y perdiendo una oportunidad histórica. En Río de Janeiro los discursos de los jefes de estado fueron todos iguales, desde los países más poderosos hasta los más pequeños: solemnes y retóricos, pero sin llegar a prometer nada en concreto, por ejemplo en lo concerniente a ciertas especies animales. En cuanto a la situación política en México, antes del cambio yo era un crítico del PRI, del partido en el poder. Cuando entró el nuevo presidente, lo primero que hizo fue anunciar proyectos tan destructivos como los anteriores. Se ha dicho que no somos culpables de la historia, porque la heredamos; pero tampoco somos inocentes, porque la continuamos. Éste es el problema, que muchos políticos no se consideran responsables de la situación en su país, porque la heredaron; pero tampoco son inocentes, porque continúan la misma política anterior. Hay como una especie de "dinámica de la inercia", lo que parece contradictorio. T.S.: Ahora me gustaría hacer algunas preguntas referentes a su poesía. Empiezo con la importancia que tiene la luz en su obra poética, un hecho observado por muchos críticos. Yo añadiría a esto el papel que tienen ciertos momentos de la existencia en su poesía, breves instantes de belleza y felicidad. He pensado en el concepto de epifanía, tal como fue definido por James Joyce, y que ha sido tan importante para toda la literatura del siglo xx. ¿Podría decirme algo sobre este aspecto de su poesía?
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Homero Aridjis durante el coloquio con Thomas Stauder, en Murcia, abril 2003 (foto: Angela Barwig).
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H.A.: Yo creo que la felicidad humana consiste precisamente en los breves momentos de la vida cotidiana: cuando uno percibe la luz, un amanecer muy bello, el contacto con la naturaleza, una espiritualidad que está allí. Para mí es muy importante la percepción de estos instantes. En cuanto a la luz, creo que ella nos hace universales: nos llega de astros lejanos, nos hace percibir la relación de la tierra con el cosmos. Para mí, la luz es vivificante. Tengo escrita una larga serie de poemas entorno a la luz. El pueblo donde yo crecí, estando muy alto, es un pueblo solar: durante el mediodía, uno percibe el sol muy fuerte, casi se siente el tacto de la luz sobre la piel, hay una luminosidad extraordinaria. Muchos poetas, especialmente los europeos, me han dicho: "Su percepción de la luz es más mediterránea que mexicana". Normalmente los poetas mexicanos, cuando describen estos fenómenos, se fijan más bien en los colores tropicales que en la luz. T.S.: Mi próxima pregunta está relacionada de alguna manera con la anterior, porque concierne al sentimiento religioso de su poesía. A veces usted menciona en sus poemas a Dios junto con la luz, y esto naturalmente se encuentra en la tradición del misticismo cristiano, donde en el panteísmo se da también la asociación con la naturaleza. ¿Podría quizás decirme si está de acuerdo y si esta observación le parece correcta? H.A.: Es correcta. Creo que soy casi un poeta religioso sin religión. Yo fui educado como católico cuando era niño, pero en un catolicismo muy liberal. Mi padre había sido un griego ortodoxo, y mi madre católica. Pero la mía no fue una familia religiosa; mi padre iba a la iglesia una sola vez al año. Me veo aún de niño en la vieja iglesia mexicana de mi pueblo, donde mi padre iba sólo en Nochevieja: daba gracias a Dios por haberlo dejado vivir ese año y se iba. Se puede decir que yo crecí con la diosa naturaleza. Desde niño obtuve mi percepción de Dios a través de la naturaleza. De una manera casi pagana, yo veía a Dios en los árboles, en las aves y en el cielo. Los santos de bulto en la iglesia no me decían nada. Para mí, el templo de Dios estaba fuera de la iglesia. Y ahora pienso cada día más que la tierra es un organismo vivo y que hay una inteligencia en la naturaleza que para mí es la presencia de Dios. Yo no podría jamás definir a Dios, pero lo puedo percibir en cada momento como espíritu. Lo que ha sucedido en los últimos años con los telescopios como el "Hubble", que nos han abierto visiones del universo que no conocíamos, ha sido para mí muy importante: incluso he comprado vídeos con estas nuevas imágenes cósmicas, y en el 1991 estuve en el eclipse solar total que hubo en México, cuando la luna cubrió el sol, dándole la forma de un ojo; algunos dijeron "el ojo de Dios". Cuando leo mis poemas en las escuelas y en las universidades, los adolescentes y los estudiantes se percatan frecuentemente de esa presencia de Dios, que distingue mi poesía de la de muchos poetas contemporáneos. Yo debo mucho a la poesía visionaria occidental del pasado; mis dos poetas alemanes
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favoritos, con quienes me identifiqué espiritualmente, han sido desde siempre Novalis y Hölderlin. Este último es un poeta solar... T.S.: Lo que viene de su relación con los antiguos griegos. H.A.: Sí, desde luego, es el poeta alemán más griego. Novalis en cambio me gustó por su percepción de la noche, como poeta romántico. En ambos la luz juega un papel central. T.S.: Ahora me gustaría hacerle una pregunta referente a la métrica que usted utiliza en sus poemas. Casi no he encontrado versos o estrofas tradicionales en su poesía; tengo la impresión de que usted prefiere los versos libres. H.A.: Sí, eso es cierto. T.S.: ¿Podría entonces decirme algo sobre las estructuras formales de su poesía? H.A.: Yo he leído muchos poemas "tradicionales" y comencé a escribir poesía con verso medido y rima, pero más tarde me di cuenta de que el contenido preconfigura la forma del poema. Poco a poco empecé a confiar en la musicalidad instintiva de mis expresiones. Yo escucho atentamente mis frases, y aunque el verso no sea medido, puede tener ritmo y también cierta musicalidad. Cada poema moldea su propia forma. Desde luego tengo mi estilo personal que sigue una determinada línea de desarrollo, pero lo que cuenta para mí es que haya fluidez en mis versos y que parezcan naturales. Yo soy alguien que corrige mucho sus poemas. Cuando escribo un poema, trato de escribirlo completo; pero a veces puedo escribirlo en diez versiones, hasta que le doy una forma satisfactoria. Luego lo vuelvo a tomar y lo corrijo, y a veces hago cambios aun años después. Yo he escrito muchos poemas después de un sueño, al despertar. Para mí hay momentos de extrema lucidez o inspiración, y uso mucho esos cuadernitos que siempre traigo conmigo, donde apunto mis textos. Cuando viajo en avión, o también cuando estoy en la calle, los escribo; y luego los paso a limpio. Y también en mi cuarto, en el buró, en la mesa de noche, siempre tengo cuadernos. Y a veces después de dormir tomo notas. Muchas veces escribo poemas entre sueños. Betty, mi esposa, me compró una pluma que cuando uno la apoyaba proyectaba una luz, pero yo no la podía usar. Más bien que levantarme en la noche e ir a otro cuarto, prefería escribir a oscuras, porque muchas veces se trataba de una sola frase. El sueño para mí tiene mucha importancia como factor de inspiración poética. T.S.: Esto hace pensar en lo onírico de los surrealistas; pero, como acaba de decirme, usted corrige sus poemas. Entonces el azar no juega el mismo papel en su poesía que en la poesía de los surrealistas. H.A.: Para mí, el arte surrealista fue más interesante que la poesía de los surrealistas. Lo que más me interesó del surrealismo fue la percepción de esta suprarrealidad, que viene desde los románticos alemanes, y en general de todo lo extrasensorial.
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T.S.: Tengo una pregunta a la cual usted casi ya ha respondido y que se refiere a la cuestión de si usted se siente más como el poeta en su torre de marfil o como poeta comprometido. Como me ha dicho, usted empezó con la contemplación de la naturaleza, para dedicarse después a la salvación de esta misma naturaleza. H.A.: Yo soy un poeta que nunca perteneció al partido comunista, nunca seguí causas políticas. Yo tenía una especie de aversión por la poesía política, la poesía didáctica y la poesía que predica. Este tipo de poesía me parecía retórica y mala; por ejemplo, la poesía de propaganda de Neruda en sus años del Canto General. Cuando hablo de la naturaleza en mis poemas, no lo hago con una intención didáctica, sino con el ánimo de escribir un buen poema. Lo que yo quiero es que el concepto de naturaleza esté infuso en el poema, no en la superficie. T.S.: Quisiera hacerle también algunas preguntas referidas a sus novelas. En muchos de sus textos narrativos se encuentran deidades aztecas y otros personajes de la mitología mexicana, por ejemplo los tzitzimime en La leyenda de los soles. ¿Cómo se situaría usted a sí mismo entre las categorías del realismo mágico y de la literatura fantástica, ambas tan importantes para la América Latina? H.A.: Yo he sido un gran lector de mitología. Como mi padre era griego, empecé con la mitología griega, donde hay dioses con rostro humano. Cuando era adolescente no entendía los dioses mexicanos, que para mí entonces eran herméticos, eran como de otro planeta. Al principio me chocaban, porque eran dioses del sacrificio humano. Yo había crecido con Apolo, Afrodita y Zeus; todo era tan diferente con los dioses mexicanos que se hacía preciso descifrar. Por ejemplo Tezcatlipoca, que es un dios de la noche con muchos atributos y una cierta vaguedad. Un gran erudito alemán, Eduard Seler, escribió unos comentarios al Códice Borgia. Allí da una explicación de todo el mundo mitológico mexicano, algo que me intrigó mucho. Y luego me gustó también Bernardino de Sahagún con su Historia de las cosas de Nueva España, donde se encuentra la descripción de los ritos y costumbres de los antiguos mexicanos. Cuando se descubrió el Templo Mayor en la Ciudad de México —en el 1978—, hallaron por ejemplo el disco de la diosa Coyolxauhqui, que es una obra maestra de la escultura azteca. Allí la imagen de la diosa está desmembrada, parece órganos en rotación. Yo iba mucho a ver esas esculturas y hablaba también con los arqueólogos. México es el sueño de todo arqueólogo: dondequiera que uno mire hay una pirámide, cuevas y muchas otras cosas. Durante las excavaciones del Templo Mayor, pude ver algo tan terrible y fascinante como esas calaveras con cuchillos de obsidiana que pasan de la nuca a la boca. Era el mundo del sacrificio humano, el mundo de la muerte y de la mitología, un mundo muy distinto del mío. En la conducta de los mexicanos actuales vi la supervivencia de ese mundo mágico, la presencia de los dioses antiguos. Debajo de un aparente
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occidentalismo están escondidas unas raíces muy profundas. Yo incorporé todo eso a mis poesías y a mis novelas; por ejemplo, La leyenda de los soles es como el retorno de los dioses antiguos de México al mundo actual. Quizás es por mi condición de mestizo que yo percibía este fenómeno. Como mi padre era griego, siempre se le percibió como un extranjero en mi pueblo. Mi padre había vivido en Turquía y en Asia Menor; los habitantes del pueblo a veces lo llamaban turco o judío o árabe; y como mi padre también había pasado por Bélgica lo llamaban también belga. Había una confusión en la gente del pueblo sobre la nacionalidad de mi padre. Esta misma condición de extranjero me hacía ver lo mexicano con ojos diferentes: no desde dentro, sino desde fuera. T.S.: He notado que en muchas de sus novelas hay conflictos entre culturas diferentes: en El Señor de los Últimos Días entre árabes y cristianos en la España del año mil; en 1492, Vida y tiempos de Juan Cabezón de Castilla entre árabes, cristianos y judíos en la época de los Reyes Católicos; en Memorias del Nuevo Mundo entre indígenas y conquistadores sobre la tierra de México. Estos conflictos se resuelven muchas veces con un mestizaje cultural, o —para utilizar un término muy de moda entre los hispanistas alemanes— con una especie de "hibridación". Por ejemplo, en Memorias del Nuevo Mundo destaca la figura del conquistador Gonzalo Dávila, que al final de la novela se convierte en víctima de un ritual azteca. ¿Esto significó para usted la fusión de la cultura española con la cultura mexicana?
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H.A.: Es una integración a través de una inmolación. Tengo un poema que se llama "Un conquistador anónimo recuerda su paso por las tierras nuevas", donde el conquistador se convierte en algo así como un dios. Me fascinó el hecho de que los indígenas tomaran la llegada de Cortés por el regreso de un dios, de Quetzalcóatl. Hay también una transformación social de los conquistadores: Cortés era de baja extracción y en México recibió un título nobiliario, llegó a llamarse el marqués del Valle. Es un comportamiento que pude observar también en los habitantes de mi pueblo ante mi padre: a veces había una cierta admiración por el extranjero que luego se transformaba en agresión contra ese mismo extranjero. De pequeño me sentía distinto de los otros niños por ser hijo de un griego en un pueblo de campesinos mexicanos. Pero también cuando fui mayor viví tres años en Nueva York; al hablar el inglés con acento, uno se convertía en extranjero, en una categoría social que llamaban "latino" (ahora se dice "hispano"). Quienquiera que hablara español, fuera mexicano, argentino, boliviano, puertorriqueño o cubano, era "latino". Para mí no había designación más absurda; pensaba en la literatura latina, en Virgilio y Horacio. Llamar a un boliviano "latino" me parecía tan absurdo como llamar a un africano de Nigeria "griego". Luego viví también durante algunos años en Holanda. Cuando uno vive fuera de su país, se convierte en una especie de turista de lujo situado en una especie de limbo cultural. Se encuentra en una sociedad, pero no está integrado en ella. Todas las actividades cotidianas, políticas y laborales son como ajenas a uno. Yo no entendía el holandés, no tenía un verdadero contacto con la gente. Entonces me di cuenta de todos esos problemas de conflictos de culturas. T.S.: Uno de los temas de sus novelas que está de una cierta manera relacionado con los aspectos que hemos tocado hasta ahora es la violencia en México. Cuando se observa la conexión entre sus novelas 1492, Vida y tiempos de Juan Cabezón de Castilla y Memorias del Nuevo Mundo, que tienen en común el mismo protagonista y el fenómeno de la intolerancia ideológica y étnica, uno tiene la impresión de que los conquistadores trajeron la violencia desde España hasta México. Sin embargo no hay que olvidar que ya los aztecas habían tenido sus ritos sangrientos. ¿Como ve usted el papel y las causas de la violencia en la historia de México? H.A.: Yo soy de los que piensan que antes de la "Conquista de México" se habían dado ya varias conquistas en México: los aztecas conquistaron a los mayas, a los zapotecas y a otros grupos étnicos. Había mucha violencia en el interior de México. Y luego los aztecas tenían una cultura del sacrificio humano; es algo que me impresionó mucho cuando leí las descripciones de Bernardino de Sahagún. Los españoles llegaron a México durante la época de la Inquisición en Europa, que era también una forma de sacrificio humano. A los españoles no les gusta que uno se lo diga, pero en las plazas de Toledo, Sevilla, Córdoba, Avila y Zaragoza se procedía a la quema de judíos conversos durante las fiestas de San Pablo y San Pedro.
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Además, cuando era niño, podía observar en mi pueblo en México una forma de violencia más personalizada: cuando salía los domingos a las calles del pueblo, veía escenas de violencia familiar, borrachos que tomaban un puñal o una pistola para herir o matar. Eso es diferente de la violencia urbana en las grandes ciudades como Nueva York, donde la gente vive de manera más anónima. En mi pueblo en cambio se trataba de personas que yo conocía y que luego se transformaban en criminales por sus actos violentos. Cada país tiene su propia forma de violencia, con características culturales específicas. Los alemanes tendrán una manera de expresar su violencia, los mexicanos tienen la suya. Y a veces hay un azteca que sale de debajo de una máscara de civilización. Esto se podía observar en los policías y militares durante la masacre de los estudiantes en el 1968. En las imágenes que nos quedan de estos acontecimientos, se ve a un soldado disparando contra un estudiante y riendo al mismo tiempo. Yo lo veo como una calavera azteca, feliz matando, que cree que es algo muy divertido. De esta violencia típicamente mexicana he hecho el tema de muchas de mis novelas. Para mí es como la irrupción del mal en la vida cotidiana y apacible; es algo bíblico, como la serpiente en el Paraíso. T.S.: Mi próxima pregunta está en estrecha relación con el problema de la violencia y concierne la cuestión de la identidad nacional mexicana. Hay un cuento suyo intitulado "Noche de Independencia", publicado en el 1978; el lector de este cuento no recibe la impresión de que los mexicanos de a pie conozcan muy bien la historia de su país. Usted luego ha tratado también el tema de la identidad nacional en muchos de sus poemas, ¿quizás hay en eso un esfuerzo por su parte de mejorar la conciencia histórica de sus compatriotas? H.A.: Es verdad que los mexicanos muchas veces tienen ideas muy vagas sobre su propia historia; la educación es muy deficiente. A pesar de esta ignorancia, hay mucho patriotismo en México. T.S.: Me gustaría saber cómo ve usted sus propias novelas sobre el fondo de la "nueva novela histórica" latinoamericana. Tengo la impresión de que en sus novelas hay la misma heterogeneidad de la mirada que en la "nueva novela histórica" de otros autores. Quizás podría decirme algo de su manera particular de analizar y narrar acontecimientos históricos... H.A.: Muchas veces, cuando uno escribe una novela histórica, se parte de un período o de un personaje específico. Pero luego los temas de la novela se van modificando de acuerdo con la investigación misma. A veces surgen situaciones históricas que uno no ha contemplado al comienzo. Por ejemplo, cuando yo empecé a escribir 1492, Vida y tiempos de Juan Cabezón de Castilla, me centré en Cristóbal Colón, un personaje que me fascinaba cuando era niño y adolescente; sin embargo, me di cuenta que Colón no podía ser el verdadero protagonista de mi novela, porque antes de 1492 su vida es muy oscura, y después de 1492 él mismo escribió todo. Luego comprendí que el tema más interesante para mi novela era la Inquisición española: había personajes como
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fray Tomás de Torquemada y muchos detalles históricos que nunca habían sido novelados. Tuve esta ocurrencia gracias a los documentos sobre la vida cotidiana que de aquella época fui encontrando. T.S.: Finalmente querría preguntarle todavía cuál es o ha sido su relación personal con algunos de los grandes escritores mexicanos del siglo xx. He leído un artículo suyo en el que narra su relación con Octavio Paz. Quizás podría decirme también cuál ha sido para usted la importancia de autores como Juan Rulfo o Carlos Fuentes. H.A.: Yo conocí desde muy joven a Juan Rulfo. Cuando llegué a la Ciudad de México, entré en el Centro Mexicano de Escritores; allí encontré dos escritores importantes de aquella época, Juan Rulfo y Juan José Arreóla. Precisamente con este último yo jugaba entonces mucho al ajedrez. En cuanto a Rulfo, su obra —Pedro Páramo y El llano en llamas— fue conocida en México sólo una vez que fuera traducida al alemán; fue una especie efecto bumerang. El mundo de Rulfo era el mundo rural mexicano, pero su obra trascendía la literatura local y tenía un valor universal. Juan Rulfo, como persona, fue un hombre muy hermético, huraño, difícil, incluso neurótico. Cuando lo conocí tenía un grave problema de alcoholismo. Sus cuentos se fueron valorizando más con el paso de los años; sin embargo, para mí eran muy diferentes de mi obra. En este tiempo yo todavía no escribía novelas, sino sólo poesía. Respecto a Octavio Paz, cuando yo tenía 21 años, le mandé a París mi primer libro, La tumba de Filidor, y él me mandó una carta muy entusiasta. A partir de entonces tuve con él una relación poética verdaderamente importante. Cuando vino a México después de haber sido designado embajador en la India, lo conocí personalmente y nos hicimos amigos. Casi llegó a considerarse a sí mismo como el descubridor de mi obra poética, mantuvimos mucha correspondencia literaria. Pero cuando hay una diferencia de edad entre dos autores, las relaciones cambian con el tiempo. Tuvimos una gran amistad al comienzo; sin embargo, en los últimos años de la vida de Octavio Paz se produjo un distanciamiento entre nosotros. Se había despertado el sentido de la competencia; yo ya no era un poeta joven, sino un poeta con obra propia. Cuando veo las cartas que Octavio Paz me escribió en los años sesenta y setenta me doy cuenta de que están llenas de afecto; luego, en los años ochenta, bajaron de tono. Con Rulfo la relación fue más lineal: él no competía conmigo como poeta, y yo no competía con él como prosista. Con Carlos Fuentes mi relación ha sido muy ajena; es un autor con quien casi no tuve relación personal y tampoco literaria. Pero hay otros autores latinoamericanos que fueron importantes para mí: conocí a Borges y a Neruda; a pesar de la diferencia de edad y del hecho que vivían en otros países, nuestros encuentros fueron muy cordiales. El coloquio tuvo lugar el 2 de abril de 2003 en Murcia.
Homero Aridjis y la ecología DICK RUSSELL
Mientras salimos juntos, escalando una montaña de 3.000 m de altura para llegar al santuario de las mariposas monarca en Chincua (México central), Homero Aridjis dice: "Para mí estas mariposas son música visual, una apoteosis de luz, movimiento y belleza, una sinfonía de luz solar". El poeta de fama mundial pasó su niñez aquí, en la región de Michoacán y las monarca fueron su inspiración más temprana. Pero hoy es como si el quinto círculo de un infierno dantesco rodeara Chincua, uno de los doce lugares de hibernación de las mariposas monarca, situado en los picos boscosos de estas montañas volcánicas. Un sendero, en el que uno se hunde hasta la rodilla en el polvo, ha sido marcado por cientos de personas que van a pie o a caballo, guiadas por los muchachos del pueblo. Ascendemos con pañuelos apretados contra la cara. Los chicos, con los ojos cegados y los dientes ennegrecidos por el polvo, azotan a sus sudorosos y mal nutridos caballos montaña arriba por cincuenta pesos por persona. Nos dicen que las mariposas están al otro lado, 1,6 km más abajo de donde estaban hace un año, pues buscan la protección del bosque. Demasiados árboles han sido talados clandestinamente por leñadores que invaden el santuario de noche. Es ya media tarde y no sabemos con exactitud cuanto camino nos queda hasta encontrar las mariposas. Llegamos hasta un mirador y comenzamos a bajar de nuevo, con los corazones latiendo fuertemente por la altitud. Aquí empezamos a ver a las monarca, flotando lánguidas y hermosas entre las flores silvestres. Entonces, de pronto, aparecen millones de ellas, asemejan al oro bruñido, apiñadas en las exuberantes ramas del bosque de oyameles. Sopla el viento mientras estamos echados en el suelo, mirando al cielo. El aire parece estallar de color. El cielo se transforma en un rio que lleva una corriente de mariposas. Tú que vas por el día Como un tigre alado Quemándote en tu vuelo Dime que vida sobrenatural Está pintada en tus alas Para que después de esta vida Pueda verte en mis noches (Homero Aridjis).
Un muchacho nos ha seguido por el sendero. Se queda mirando, no puede creer que Aridjis realmente esté aquí, tampoco que nadie más parezca reconocerlo. Le oímos decir: "Es el señor presidente de Escritores".
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Dick Russell
No es una figura impresionante, es más bien bajo y muchas veces lleva el cabello despeinado y una amplia sonrisa. Pero Homero Aridjis parece pulsar lleno de energía. Lo que más llama la atención en él son sus manos: están constantemente en movimiento, puntuando el aire, revoloteando hacia su pecho como un par de alas listas para aterrizar. Mientras sus manos parecen llenar la sala de estar de su casa en Las Lomas de Chapultepec, en Ciudad de México, Aridjis dice: "La inspiración de poetas, pintores y compositores siempre ha venido de la naturaleza. La tarea de los poetas y hombres santos es contar las historias de este planeta y expresar una cosmología ecológica que no separe a la naturaleza de la humanidad". Además de ser el autor galardonado de más de treinta libros de poesía y prosa, dos veces presidente del PEN Internacional, antiguo embajador mexicano en dos países, dos veces receptor de una beca de investigación Guggenheim y profesor en cuatro universidades norteamericanas, Aridjis es el ecologista más destacado de América Latina. "A veces me siento como Charlie Chaplin en la película muda Modern Times", está diciendo Aridjis. "Se encuentra una bandera en la calle y hay una manifestación. De pronto al frente de la manifestación con esa bandera que trata de volver a poner donde la encontró. Yo me encontré a la vanguardia del movimiento ecologista en México, sin ser esa mi intención". Aridjis relata como llegó a fundar el Grupo de los Cien. El nombre viene de una idea que Aridjis y su esposa Betty tuvieron en 1985 —un manifiesto haciendo un llamado a actuar contra la contaminación ambiental firmado por cien artistas e intelectuales mexicanos—. En esa época, la calidad del aire en la capital era tan mala que los pájaros empezaban a caer muertos del cielo. Mientras otros amigos destacados recogían firmas, Aridjis discutía al teléfono con el poeta Octavio Paz, ganador del premio Nobel, los borradores de la declaración. Finalmente los signatarios, entre ellos el artista Rufino Tamayo y otro premio Nobel, el novelista Gabriel García Márquez, declaraban: "Nosotros, quienes vivimos bajo este hongo viscoso que nos cubre de día y de noche, tenemos derecho a vivir". Aridjis recuerda: "Atacábamos la polución como efecto de la corrupción política, señalando las fuerzas que estaban detrás de los sufrimientos de la gente. El gobierno se alarmó". Los esfuerzos del Grupo de los Cien forzaron a las autoridades mexicanas a limitar la circulación de vehículos en Ciudad de México, a reducir drásticamente la cantidad de plomo en la gasolina y a publicar informes diarios sobre los niveles de contaminación del aire. Y eso fue sólo el principio. "Inmediatamente la gente comenzó a hablarme en la calle", dice Aridjis, "contándome cómo sus hijos se enfermaban por los residuos químicos en el agua y como las autoridades talaban árboles en la calle. De repente nos vimos inundados por tantos problemas que era como si estuviéramos en la sala de urgencias de un hospital".
Homero Aridjis y la ecología
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The News
18 Friday, March 1, 1985
A Declaration by 100 Intellectuals and Artists Against Contamination in Mexico City - T b § : M e x l c a » E c o l o g y M o v e m e n t has revealed that it has irrefutable data concerning the degree of contamination asphyxiating us; M e x i c o City, 97,5 percent; Neucalpan, 92 ¡ x a v « * } . ;Tii»!fjf'penfJn, 83 percent." One hundred percent is the lirnit; .v/heh the limit is reached human existence itself is threatjmeiL ; . A p & t r t r o m the enormous preoccupation weighing on us which •this threat causes, what astounds us most is the lack of action-on the pert; of the authorities. We, w h o live beneath this viscous mushroom that c o v e r s us d a y and night, have the right to hie, A l i f e f r o m which w e may s u f f e r irreversible d a m a g e ceases to b e life. In Mexico, a s to other parts of the world, this is the highest priority f a c i n g human life today. Because of this, w e ask that the government f o r g e t about speeches and plans that are never c a r r i e d out and, instead, take immediate action to defend and protect the inhabitants of this city, f r o m the slow death that corruption and negligence have condemned them t o for years. T h e r e ' s a tot o f talk about the crisis, hunger and unemployment a s obstacles in the struggle against contamination. But there Is a l w a y s money f o r widening o r narrowing sidewalks and painting dividing.lines on the streets,, f o r the congressional campaigns of candidates and f o r people's forums on contamination — a contamination which is already known, consumed,-breathed and lived b y all,. ' ; .. ; D o c t o r s have
unceasingly
pointed out
Anxof.'to Atetarre Mauas! Atemm Brave Homero Mtiftt AfoHuto* ima • Fatto y • ,Petent» aiuti- > , • AmcM..fumt ' Wïrrwf&s V*r,H?t Af^O Kaum SuWi» Bonita (¿uto Juan Oe M Cab6