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Gabriel Saki
A HISTORIA
^JITES
PROGRAMA
DE MAGÍSTER
EN
THEA
DEPARTAMENTO DE TEORÍA DE LAS ARTES
LA HISTORIA DESDE ABAJO Y DESDE DENTRO
© Gabriel Salazar Facultad de Artes, Universidad de Chile Departamento de Teoría de las Arles Inscripción N°: 132.731 ISBN: 956-19-0405-5
Director Jaime C^ordcro Comité Editorial Francisco Brugnoli Jaime Cordero Pablo Oyarzún
Esta edición se terminó de imprimir en mayo del año 2003, en LOM Ediciones S.A. Santiago. Derechos exclusivos reservados para todos los países. Prohibida su reproducción total o parcial, para uso privado o colectivo, en cualquier medio impreso o electrónico, de acuerdo a las leyes N°17.336 y 18.443 de 1985 (Propiedad intelectual) IMPRESO EN CHILE/PRINTED IN CHILE
GABRIEL SALAZAR
LA HISTORIA DESDE ABAJO Y DESDE DENTRO
COLECCIÓN TEORÍA
FACULTAD DE ARTES UNIVERSIDAD DE CHILE DEPARTAMENTO DE TEORÍA DE LAS ARTES
Esta publicación se realiza gracias al auspicio y patrocinio del Programa de Magíster en Historia y Teoría del Arte, Facultad de Artes de la Universidad de Chile
ÍNDICE
PRÓLOGO
7 CAPÍTULO I
HISTORIA POPULAR, CHILE, SIGLO XIX: UNA EXPERIENCIA TEÓRICA Y METODOLÓGICA
9
CAPÍTULO II HISTORIOGRAFÍA CHILENA, 1955-1985: BALANCE Y PERSPECTIVAS (ACTAS DE UN SEMINARIO).. 29 CAPÍTULO III HISTORIOGRAFÍA Y DICTADURA EN CHILE: BÚSQUEDA, DISPERSIÓN, IDENTIDAD
97
CAPÍTULO IV CHILE, HISTORIA Y "BAJO PUEBLO": DE LA IRRACIONALIDAD Y LA VIOLENCIA
145
CAPÍTULO V LA HISTORIA COMO CIENCIA POPULAR: DESPERTANDO A LOS "WEUPIFES"
159
CAPÍTULO VI MODERNIZACIÓN Y REFLEXIÓN HISTÓRICO-SOCIAL EN CHILE HOY
209
CAPÍTULO VII DESCENTRALIZACIÓN ADMINISTRATIVA VERSUS SINERGIA SOCIAL-COMUNITARIA: ¿QUÉ PAPEL PARA LA CIENCIA HISTÓRICA?
221
CAPÍTULO VIII VOLUNTAD POLÍTICA DE MATAR, VOLUNTAD SOCIAL DE RECORDAR (A PROPÓSITO DE SANTA MARIA DE IQUIQUE).. 247 CAPÍTULO IX DE LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA: CAPITAL SOCIAL CONSTANTE Y CAPITAL SOCIAL VARIABLE (CONCIENCIA HISTÓRICA Y SENDEROS TRANS-LIBERALES). 267 CAPÍTULO X DE LA ENSEÑANZA DE LA HISTORIA EN LA ÉPOCA DEL POST-FORDISMO (DEBATE CHILENO)
319
CAPITULO XI MEMORIA, HERMENÉUTICA Y MOVIMIENTO DE LA "BAJA SOCIEDAD CIVIL" (CHILE SOBRE EL 2000)
343
CAPÍTULO XII CIUDADANÍA E HISTORIA ORAL: VIDA, MUERTE Y RESURRECCIÓN
365
CAPÍTULO XIII MEMORIA HISTÓRICA Y CAPITAL SOCIAI
391
CAPÍTULO XIV LA NUEVA HISTORIA Y LOS NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES
415
CAPÍTULO XV FUNCIÓN PERVERSA DE LA 'MEMORIA OFICIAL, FUNCIÓN HISTÓRICA DE LA 'MEMORIA SOCL\L: ¿CÓMO ORIENTAR LOS PROCESOS AUTOEDUCATIVOS? (CHILE, 1990-2002) 433
PRÓLOGO
Durante las décadas de 1970 y 1980 se produjo el desplome de las grandes estructuras políticas, empresariales e ideológicas que habían caracterizado el llamado período fordista de la historia mundial (1945-1980, aproximadamente). Con su caída, se produjo el eclipse de las "planificaciones centrales" que habían sido propias del Estado social-demócrata, populista, desarrollista y socialista, y con ellas, se desencadenó también el desperfilamiento de las Ciencias Sociales, que habían sido convocadas a trabajar desde la perspectiva de las grandes estructuras, las planificaciones centrales y los grandes cambios de la sociedad. La masa ciudadana se quedó, en menos de una generación, sin referentes estructurales para construir sus identidades sociales, culturales y, aun, políticas. Se proclamó el quiebre de "los grandes relatos", que antes habían dado identidad y sentido histórico a esa masa. Otros hablaron del "crepúsculo de las ideologías". Aquél sentenció "el fin de la historia", y no pocos creyeron que había llegado la "crisis de la modernidad". De un modo u otro, se tomó conciencia de que se vivía una transformación histórica profunda, de carácter epocal. Constatando eso, no pocos anunciaron que se estaba viviendo una época "post-moderna", caracterizada por la fragmentación, la dispersión y la pérdida de los sentidos históricos de la vida y la sociedad. Fue tras la constatación de ese cambio profundo que se precipitó lo que se llamó "el retorno de los sujetos", o el "regreso de los actores sociales". Sujetos sin estructuras sobre sí,
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o al margen de ellas. Actores sin ideologías directrices, o sólo con los restos de ellas. Sujetos y actores llenos de preguntas.
Unidos por la búsqueda. Excluidos de las altas cúpulas de la globalización, el capital financiero y la comunicación estratégica. Sin más certezas que su experiencia reciente. Sin otro recurso a la mano que su memoria. Sin otra fuerza o poder que sus grupos de conocidos y sus redes locales. Fue de ellos que surgió, de nuevo, la pregunta por la historia y por el papel que, en este contexto, debía jugar la Ciencia Histórica. Nuevas preguntas. Nuevas responsabilidades. En este libro se reúnen los diálogos, las reflexiones y las respuestas que nos correspondió hacer—generalmente en voz alta— frente a distintos grupos que necesitaban y necesitan formular una pregunta histórica para realizar una acción histórica. Grupos de chilenos (estudiantes, pobladores, funcionarios de municipios, jóvenes, jefas de hogar, sacerdotes, etc.), en su mayoría. Fue delante de ellos y con ellos que hicimos estas reflexiones, para después escribir estas líneas. Son parte, pues, de una reflexión social, contemporánea, urgente.
La Reina, abril 9 de 2003.
CAPITULO I
HISTORIA POPULAR, CHILE, SIGLO XIX: UNA EXPERIENCIA TEÓRICA Y METODOLÓGICA'
La exposición que sigue se refiere a los problemas y disyuntivas de orden teórico, metodológico y personal que el que suscribe enfrentó (y eventualmente resolvió) a lo largo de una investigación realizada, entre 1972 y 1984, sobre la historia social del "bajo pueblo" chileno del siglo XIX. Problemas y dilemas que fueron interpuestos por el propio objeto de estudio (se enfocó la trama social de los sujetos populares, pese a la ausencia o escasez de testimonios directos y a la lejanía temporal de los procesos examinados), pero también por el proceso histórico contemporáneo que envolvió y aprisionó al propio historiador (prisión, tortura y exilio, precisamente por asumir políticamente la causa del movimiento popular). Ocurrió que, entre las fechas señaladas, los procesos históricos de varias épocas y distantes siglos se comunicaron entre sí y se dieron la mano, como si fueran de una misma prosapia, parte de un mismo drama, y fraternidad de un mismo dolor. Era imposible investigar el pasado sin sentirlo como parte viva del presente. Sin dialogar y clamar dentro de un mismo coro. Sin asumir la representación del ' Conferencia ofrecida en FLACSO, Santiago, 26 de julio de 1985. Una versión condensada se publicó en el Boletín del Encuentro de Historiadores # 3 (Santiago, 1985. C.E.H.).
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pasado como una vivencia profunda del propio presente. Vivencia, sin duda, fraternal. Lacerante, a veces, también. Con todo, pese a la instalación impositiva de esa vivencia trans-secular —que dejó al historiador, al contrario de Heráclito, nadando dos veces en las aguas de un mismo río— no hay riesgo de que esta 'conferencia', como dijo alguna vez Lucien Febvre, se convierta en "confidencia". Pues mi subjetividad, antes y ahora, no quiere ser otra cosa que la palanca revivificadora de las subjetividades e intersubjetividades del "bajo pueblo" del siglo XIX. Pues no es más que —después de todo— la zarandeada aventura de la identidad personal y el trabajoso avance del pensamiento social que crepitan detrás de dos trabajos académicos ya concluidos: mi tesis doctoral, titulada "Entrepreneurs and Peons in the Transition to Industrial Capitalism. Chile, 1820-1878" (University of Hull, United Kingdom, 1984) y el libro Labradores, peones y proletarios. Formación y crisis de la sociedad popular chilena del siglo XIX, que corresponde al desarrollo de un capíttilo de esa tesis y que será publicado próximamente^.
1 Las opciones estratégicas La investigación se montó sobre dos opciones de carácter estratégico: una de tipo epistemológico (relativo a la posición que adoptaría el investigador frente a su campo de estudio y a los desplazamientos que realizaría sobre él), y otra de carácter propiamente teórico (relativo a la visión de la totalidad real en la que se enmarcarían tanto los sujetos bajo estudio como el propio investigador). ^ Publicado por SUR Ediciones en 1985. Reeditado en 1990 por SUR y en 2000 por LOM Ediciones.
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C o n respecto a la opción epistemológica, cabe decir q u e el historiador es, q u é d u d a cabe, en primera y ú l t i m a instancia, u n sujeto cognoscente inevitablemente viviente, q u e o b serva, codifica y sistematiza lo realizado h i s t ó r i c a m e n t e por otros sujetos cognoscentes inevitablemente vivientes. N o siend o los sujetos y acciones sociales observados por el historiad o r u n a 'cosa' ajena a él, un p r o d u c t o estrictamente 'natural' o un 'fenómeno' impersonal, heterogéneo o p u r a m e n t e estadístico, el c o n o c i m i e n t o histórico no p u e d e ser otra cosa que la vida social reconociéndose y c o m p r e n d i é n d o s e a sí misma. U n a 'convivencia' dialogando consigo misma. Esto le p e r m i te al historiador desplegar u n a activa movilidad
gnoseológica
entre él y los sujetos que estudia; es decir: una acción cognitiva q u e al m i s m o t i e m p o es u n a interacción social. N o está inmovilizado en su puesto d e observación y frente a su 'objeto de estudio', c o m o los cientistas naturales o los d e n t i s t a s sociales de fe positivista dura. N o le es p r o h i b i d o acercarse a los 'sujetos' q u e estudia, ni socializar con ellos, ni interiorizarse en ellos. C o m o t a m p o c o hablar o sentir 'por' ellos (pues, en su mayoría, vivos o n o , están en la historia, de alguna m a n e ra, mudos). Por eso, el sujeto viviente historiador p u e d e , respecto al sujeto histórico q u e estudia: a) ir hacia él m o v i d o por s e n t i m i e n t o s (cognitivos) de solidaridad y c o m p r e n s i ó n , en actitud ' h u m a n a ' , c o m o para asumir su m i s m a interioridad, su m i s m a vivencia, su voz, para m a n t e n e r su hálito vital y su existencia social; b) apartarse de él, alargando las distancias, en horizontal o en vertical, para objetivar (cosificar) c o m o m e r o 'dato' su presencia pretérita, o para transfigurarlo en u n 'concepto' general o particular, c o m o parte de un discurso científico; c) moverse a lo largo de la distancia gnoseológica erráticamente, yendo, viniendo, sin opciones epistemológicas claras, ni éticas, ni teóricas.
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HISTORIA POPULAR. CHILE, SIGLO XIX
Frente al río caudaloso de Heráclito, cabe mirarlo desde lejos, sin moverse, ni mojarse; construyendo de él una representación puramente gráfica y estática. Pero también es posible ir hacia él, entrar una vez —constatando el fluir infinito de su corriente— y retornar al punto supino de observación, para complejizar la imagen científica. Y cabe, asimismo, ir hacia él, entrar en él y nadar en la misma dirección de la corriente, para vivir y revivir su fijerza social, intentando corregir la línea de desplazamiento histórico de esa corriente. El h i s t o r i a d o r social p u e d e salvar la d i s t a n c i a gnoseológica, anularla, y entrar en la corriente misma de la historia. Pues esa c o r r i e n t e no está s e g m e n t a d a en compartimentos estancos. Ni es invertebrada. Dentro de ella, la distancia gnoseológica no es una cordillera inhibitoria, una montaña insalvable o un ventisquero congelante, sino un sendero difícil, pero transitado y transitable. Un desfiladero de las Termopilas, lleno de riesgos, pero que lleva hasta la vivencia solidaria. Que es la verdadera plenitud del afán de conocer. Se comprende que las alternativas anotadas no las determina la Ciencia en tanto que Ciencia. O sea: la rígida tradición disciplinaria. Ni la deciden los guardianes institucionales de esa tradición. No. Pues se trata de opciones y decisiones del 'sujeto' historiador en tanto 'sujeto' viviente y sujeto social. Pues tiene que ver, sobre todo, con el modo cómo orienta valórica y socialmente su sensibilidad cognitiva y representativa, y con el modo cómo sintoniza su arsenal de métodos y técnicas de investigación con su sentido humano de sociabilidad. Con todo, es un hecho que hacer ciencia con sentido vivencial y responsabilidad social (e histórica) implica un riesgo vivencia! y social (e histórico). Un riesgo que no es sólo epistemológico o metodológico. De la naturaleza concreta de ese riesgo, bien se sabe hoy en C h i l e . Pues nadar
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cognitivamente en las turbulentas aguas de la historia es tan riesgoso como nadar en ellas preñado de responsabilidades políticas. ¡Acaso por esto, no pocos historiadores y cientistas sociales optan por refugiarse en la impersonalidad de los métodos, en la asepsia de los objetos de estudio, en el autoproclamado equilibrio neutro de los sistemas teóricos o en la majestad autónoma de la institucionalidad científica, terminando por asumir todo eso como identidad social y personal. ¿Es la 'ciencia por la ciencia' un buen asilo académico contra la opresión? Pero ¿es la ciencia por la ciencia un buen socorro para los oprimidos?; En todo caso, lo que es evidente es que un investigador social, epistemológica y éticamente sano o normal, no dejará de nadar en la corriente histórica por la presencia 'normal' de la represión, ni se dejará tentar por la seguridad 'normal' de los ramales académicos laterales (que, para efectos de seguridad, han sido prudentemente drenados, convenientemente descontaminados, y revestidos de materiales supuestamente asépticos a la historia). Los historiadores y cientistas sociales que toman posición en la perspectiva y lógica del sistema autónomo del saber (las universidades están, lo acepten o no, sujetas al sistema de dominación) enfocan también, a veces, la historia de los procesos sociales vivos, pero asegurándose de no correr riesgos. Para ello echan mano de la supuesta impersonalidad, ahistoricidad y formalidad de los métodos y técnicas de investigación 'científica', a los que convierten, de hecho, en un refugio de oportunidad, y no en un recurso de autenticidad o veracidad. Al hacer eso, no se van por la gran alameda histórica de la ciencia social, sino por el atajo aséptico lateral, por donde caminan, embozados, también, los intereses estratégicos de! sistema dominante. Que esos historiadores y científicos sociales acepten, a título de ciencia, tal compañía de camino, es, por paradoja, el modo peculiar que tienen de reconocer que 'son', después de todo, sujetos de carne y hueso. Si
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la ciencia aséptica no se juega la vida por la historia viva, entonces su utilidad histórica neta consiste en potenciar la fuerza del sistema dominante por medio de omitir su crítica, y sobrevivir incólume ella misma por medio de ahorrarse la represión. Esta es la verdadera fortaleza de la historiografía conservadora en Chile, y de todos los historiadores y cientistas sociales que pretender socorrer científicamente a los dominados sin bajarse de la seguridad que ofrece la abstracción de los conceptos, la universalidad de la teoría, el carácter críptico de la jerga académica y la ortodoxia imperativa de la política ideologizada. Fue en consideración a estas reflexiones que tomamos nuestra primera opción estratégica: la de intentar trabajar una historia social viva, que salga desde dentro de los sujetos históricos, y surja desde abajo del sistema de dominación. O sea: desde esos escondrijos insobornablemente humanos, a los cuales el sistema de dominación puede reprimir y arrinconar, pero no controlar, porque son esencialmente diferetites él. Porque la vida que llena esos escondrijos es insobornablemente autónoma. Nuestra primera opción consistió en tratar de instalarnos, como historiador y a la vez como sujeto histórico, en la enmarañada red humana de esos escondrijos. Instalados allí, hicimos nuestra segunda opción: mirar al horizonte desde esos mismos escondrijos. Totalizar la mirada desde ese punto perdido en el espacio, sin abandonar el latido vivo que llena esa posición. Sin dar el salto a la abstracción, a los conceptos químicamente puros, a las teorías grandilocuentes que flotan como galaxias sobre los seres apretujados en tales escondrijos. Totalizar la mirada, sí, pero yendo de un escondrijo a otro. Enredando los ojos de unos con los ojos de otros. Tejiendo un ojo colectivo, ancho, en expansión, hecho de millones de ojos, como un espejo creciente que, poco a poco, se hace capaz de reflejar no sólo la sociedad
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entera, sino el universo entero. Y al reflejarlo t o d o , se a p o d e ra de t o d o , sin salirse de sí. Sin abandonar, ni la vida, ni la h u m a n i d a d . Jamás. El sistema d o m i n a n t e tiene, en c a m b i o , sólo, 'un' ojo (el q u e , según Foucault, está instalado en la t o rre central del gran presidio), y es por eso que necesita m o v e r su único haz de luz en t o r n o a sí m i s m o , r o t a t o r i a m e n t e , nerviosamente, vigilantemente, c o m o la mira del fusil que, si n o mata, no vive. El ojo de los d o m i n a d o s no es u n o , sólo, sino millones. Es un valle entero o u n a llanura entera de ojos. N o tienen q u e mirar, por t a n t o , en t o r n o a sí, r o t a t o r i a m e n t e , c o m o u n faro aislado y temeroso, pues lo único q u e tienen q u e hacer es mirar, todos, c o m o los girasoles, hacia un solo punto.
Pues lo q u e tienen que hacer es dirigir todos los ojos
(¡todos!), desde sus millones de escondrijos, hacia el foco único q u e los mira (o los a p u n t a ) . Sin dejar de sentir, p o r cierto, el latido vital y h u m a n o que los u n e lateral y solidariamente. Esta fue mi segunda opción estratégica: la de c o n s t r u i r u n a mirada teórica distinta a la q u e nos ha regido en la academia. N o u n a adherida a las abstracciones conceptuales q u e flotan por arriba de la vida sin integrarse a ella, sino u n a surgida de aquella vida y aquella h u m a n i d a d q u e , precisamente por haber sido reprimida, despojada y a r r i n c o n a d a , es reducida a lo estrictamente esencial, a su pureza social p r i m i g e n i a y a su capacidad de ver el m u n d o desde u n a lateral
transparencia
(la q u e va de u n ser h u m a n o a o t r o , sin i n t e r m e -
diaciones), fraternal y solidaria. D o n d e la totalización requerida por la m i r a d a teórica no se p r o d u c e p o r el a b a n d o n o del escondrijo h u m a n o , sino por la expansión del m i s m o hacia el h o r i z o n t e . U n a m i r a d a teórica q u e requiere no sólo vida y h u m a n i d a d reducida al límite, sino t a m b i é n m i r a d a colectiva hacia fuera, solidaridad desde d e n t r o que n o p u e d e proyectar su energía latente sino p o r m e d i o de acción dirigida
hacia el
horizonte. U n a mirada teórica que se hace acción teórica. Avance sobre el h o r i z o n t e . Proyecto histórico de ocupación de ese
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horizonte. Porque el horizonte no se asalta y transforma desde otro horizonte (en un combate de abstracciones), sino desde dentro de la vida y desde abajo del sistema de dominación. Pensamos que la tarea de un historiador social que quiere caminar por la gran alameda histórica de la ciencia, no consiste en producir simplificaciones químicamente puras de la realidad (datos duros y conceptos unívocos), sino reproducciones perfeccionables de su energía vital y humanizadora (miradas y recuerdos que se transforman en acción). Para él, pues, los arsenales 'autónomos' de la ciencia aséptica no pueden ser otra cosa que un acervo de instrumentos auxiliares. Respetables, pero no indispensables. Los procesos humanos e históricos necesitan, coyuntura a coyuntura, cada vez, construir los instrumentos auxiliares adecuados a la ocasión. Pues se necesita 'contaminarlos' de humanidad, una y otra vez, incesantemente (y no descontaminarlos de lo subjetivo y humano, como aconseja el positivismo tradicional). Premimidos de ambas opciones, dirigimos nuestra mirada historiográfica (o, mejor dicho, historiológica) a los escondrijos del movimiento popular chileno del siglo XIX desde nuestro escondrijo particular en el movimiento popular chileno del siglo XX. Era una mirada lateral, en la línea de transversal de la solidaridad. Siguiendo la horizontal de un mismo latido. ¿Qué vimos? ¿Qué sentimos? ¿Qué imágenes surgieron de ese latido? En primer lugar, el aspecto prometeico del movimiento popular: su estar atado, su entraña agredida, su ira, sus sacudones. O sea: su drama, su resistencia, su rebeldía. En segundo lugar, el aspecto solidario: la camaradería, la fraternidad, la conciencia colectiva. O sea: su identidad, su fuerza, su poder latente.
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Era la imagen del camarada tendido en la parrilla, torturado, retorciéndose de dolor, impotencia y rabia contenida. Y era la imagen del camarada recibiendo en la celda al recién torturado, hablándole, alentándolo, reviviéndolo en fraternidad. Negación y afirmación. Muerte y vida. Historia. ¿Cuál de esos 'aspectos' constituye el eje central de la historicidad popular? La historiografía de Izquierda tradicional se ha concentrado, principalmente, sólo en el primer aspecto: en la 'negación'. Y a partir de ese aspecto, sobre bases ideológicamente políticas, ha entendido la rebeldía como negación de la negación. De modo que la historicidad popular queda reducida a 'lo político' en términos de pura negación del 'enemigo'. Nuestras opciones, por el contrario, nos indujeron a concentrarnos —de preferencia, no exclusivamente— en el otro aspecto: el de la vida, la identidad, la solidaridad y la afirmación. Y a partir de esto nos fue posible entender la historicidad popular centrada, no en la negación, sino en la afirmación de la afirmación. O sea: centrada en 'lo propio' (no en lo ajeno o en el enemigo); en la 'identidad' (no en la alienación), y en el 'poder' que emana de la solidaridad y la mirada colectiva. Lo cual conduce a la afirmación del proyecto histórico propio, a su pleno despliegue lateral, y basado en este despliegue, a la generación de la fuerza social y cultural necesaria"^^X^Lprescindir de la negación, negándola por una vía distinta. En este sentido, nos sentimos identificados con el siguiente texto: "Esa tradición oscura, que se proyecta en la vida de todos los países y de todas las razas cual si fuera su propia sombra, es la historia del pueblo; del pueblo-soldado, del pueblo-
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campesino, del pueblo-guerrillero,
del pueblo, en fin, rudo
e ignorante, pero grande, empero, en su unidad, en su vigor y en su creencia, y que, si no es filósofo es héroe, y que, si no es apóstol, es mártir. Tal historia faltaba
en nuestro país, y
el presente libro es un ensayo de esa historia"^.
Construyendo el 'sujeto' de estudio U n a vez q u e se t o m a r o n las opciones fundamentales, se presentó el siguiente problema: ¿cómo formalizar historiográficamente u n 'objeto de estudio' que se definió c o m o 'sujeto de acción'? Pues, a u n q u e la distancia gnoseológica n o se defina c o m o u n a barrera des-subjetivadora, sino c o m o un sendero de diálogos inter-subjetivos, subsistía la necesidad de hallar un p u n t o de apoyo sólido o u n núcleo sinérgico
funda-
mental; u n a base de apoyo desde d o n d e miren los ojos p o p u lares, d o n d e se concentren los latidos solidarios y desde d o n de proyecten el accionar colectivo.!Un p u n t o axial para la m i r a d a teórica, pero t a m b i é n para la historicidad. En suma: u n criterio de verdad c o m ú n para actores e historiadores, y para todos los escondrijos. D e c i d i m o s que ese p u n t o de apoyo debía ser el constit u i d o por las 'relaciones intra-populares de mayor significad o estratégico'. Pero ¿cómo detectarlas? ¿ C ó m o aislarlas? En apariencia, había dos caminos posibles: a) recorrer el rito académico de dialogar con el orgulloso 'corpus íeo n e o ' a c u m u l a d o por las ciencias sociales en sus departa-
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Benjamín Vicuña Maclcenna: La Guerra a Muerte (Santiago, 1868), pp. XXXIV-V.
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mentos respectivos y sus bibliotecas conjuntas de Facultad ("esos barriles de marxismo teórico que se apilan en los pasillos de la universidad", dijo E.P.Thompson); gran oráculo al que todo investigador profesional debe consultar, gran maestro con el que todo aprendiz debe discutir, y gran inquisidor al que se debe entregar un óbolo cognitivo original y primigenio para alcanzar la suprema excelencia del 'sabio'; b) descender hacia el estero bajo del "realismo ingenuo"; allí d o n d e abrevan su sed las preguntas vitales del pueblo, de los niños y de esos estudiantes que sienten en sus antenas el horrísono fi-agor de su tiempo y de su época. Allí d o n d e las preguntas se acumulan y se estancan, sin hallar las respuestas requeridas.I Allí d o n d e la ciencia oficial no ilumina ni sacia necesidades, pues sólo proyecta su propia sombra. Mis preguntas de n i ñ o se habían a c u m u l a d o i n ú t i l m e n te, por largos años, unas sobre otras. Se referían a los peones gañanes, a los v a g a b u n d o s , a los niños del río, a los h a m p o nes, a los trabajadores, a los grupos de bebedores, que yo veía cerca de mi casa y en todas partes, pero m e n o s en los libros de Historia, o en los discursos oficiales. Preguntas vitales, para las que no e n c o n t r é respuestas ni c u a n d o estudié Historia, ni c u a n d o estudié Filosofía, ni c u a n d o estudié Sociología. Y para las cuales sólo hallé respuesta — s i e n d o ya m a d u r o — c u a n d o , en las celdas de Villa G r i m a l d i , descubrí el sentido, el calor y la fuerza inagotable de la ' i d e n t i d a d solidaria q u e surgía esp o n t á n e a m e n t e entre los t o r t u r a d o s , que era la m i s m a q u e había sentido crepitar, afuera, entre los callamperos y trabajadores. Y que era la m i s m a q u e , por las calles adyacentes al C a m p a m e n t o de Prisioneros Políticos de Tres Alamos, c o m e n zó a chisporrotear entre los amigos, parientes, curas, monjas, camaradas y otros 'visitantes', q u e d e m o s t r a r o n entusiasta solidaridad con esos prisioneros. Esa fuerza vital, latente d e n tro y alrededor de los escondrijos —fui d e s c u b r i e n d o — , n o
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era pregunta, sino respuesta, y no era dato, ni concepto, ni teoría, sino afirmación vital, social y cultural. No era epitafio para algo que moría, sino bautismo de algo que nacía. Era origen y fundamento de algo distinto. Era historia nueva. Entonces me dije: ¿por qué no asumir esa identidad solidaria como el punto de apoyo, o núcleo sinérgico, de la investigación que quería realizar? Es lo que hice. Pero no bien tomé esta decisión, se presentó el siguiente problema: ¿dónde hallar los testimonios directos y las fuentes documentales que revelaran la identidad solidaria de los pobres y oprimidos del siglo XIX? La respuesta fue obvia: era preciso hallar las fuentes documentales donde esos pobres y oprimidos hablaran de si mismos y por si mismos, revelando su alma social. Y fue claro desde el principio que ese tipo de fuentes era escasísima, o inexistente (las fuentes documentales de origen estatal configuran una masa aplastante en los archivos, y en ellas la voz que habla no es la del bajo pueblo, sino la del sistema dominante, o de sus elites dirigentes). Sólo existían dos regueros documentales posibles: los documentos públicos donde se dejó registro de los '' crímenes y delitos^ del bajo pueblo (aquí los "rotos" aparecen hablando por sí mismos, pero respondiendo a las preguntas del Juez o la Policía), o bien aquellos donde quedó testimonio de su buen comportamiento respecto a las normas y hábitos del sistema dominante, como es el caso de los "testamentos" de aquellos campesinos o artesanos que lograron apilar legalmente algún capital, o bien algunas propiedades. Eso implicaba bucear exhaustivamente en los Archivos Judiciales y los Archivos Notariales. De más está decir que, mientras en los primeros encontramos enormes masas de declaraciones de rotos acusados, juzgados y encarcelados, en los segundos apenas se halló uno que otro testamento de roto 'enriquecido'. Pero nada acerca de lo que ellos hacían o sentían como hombres libres.
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C o n t o d o , sobre esas bases p u d i m o s avanzar y descubrir a b u n d a n t e s muestras de la ' i d e n t i d a d solidaria' q u e estábam o s b u s c a n d o . Sin e m b a r g o , p r o n t o se hizo evidente q u e la m e r a riqueza cotidiana y el calor p o p u l a r inter-subjetivo q u e hallamos en esas 'muestras' no constituía u n a base suficientem e n t e amplia c o m o para sostener y explicar el sentido de u n siglo de agitada historia popular. N o nos pareció posible trazar sobre el largo plazo la línea de desarrollo o evolutiva del m o v i m i e n t o p o p u l a r sin referencia al contexto histórico
global
y sin considerar las estructuras de d o m i n a c i ó n q u e r o d e a b a n p o r todas partes a los grupos populares. Lo c o t i d i a n o p o d í a expresar la fuerza de la sinergia popular, pero esas expresiones estaban traspasadas c o t i d i a n a m e n t e p o r la expoliación e c o n ó m i c a y comercial, la opresión judicial y policial y el h e r m e t i s m o del sistema .dominante, que hacía imposible la integración de los rotos a ese sistema. Más complejo a u n , ese contexto de d o m i n a c i ó n aparecía q u e b r a d o i n t e r n a m e n t e p o r las dificultades de la propia clase d o m i n a n t e para manejar con éxito su difícil p a t r i m o n i o capitalista y su n o m e n o s difícil p a t r i m o n i o institucional y estatal. Era evidente q u e la lucha de esa clase con sus propias incapacidades y a m b i g ü e d a des definía en b u e n a m e d i d a la naturaleza
real y especifica de
la d o m i n a c i ó n oligarca sobre el bajo pueblo. La sinergia solidaria e identitaria interna de los rotos no podía, p o r t a n t o , ser estudiada de m o d o aislado. C o m o u n f e n ó m e n o histórico q u í m i c a m e n t e p u r o . Eso podía c o n d u c i r a u n a estética c o n t e m p l a t i v a , pero n o a una visión historiográfica capaz de c u m p l i r la tarea que h a b í a m o s definido para ella, a saber: que constituyera u n c o n o c i m i e n t o vital con p o tencialidad para desencadenar la acción social La sinergia interna de la identidad popular no podía tener real sentido histórico (de acción) si n o contaba con la cartografía veraz y completa del específico sistema de d o m i n a c i ó n que la rodeaba por todas partes. ¿ C ó m o construir historiográficamente esa carto-
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grafía? ¿Cómo poner de pie y hacer caminar, también, al terco acompañante histórico del movimiento popular? Teníamos por delante tres caminos posibles: a) la visión de la "Sociología del Desarrollo", que, examinando la historia del sistema capitalista chileno, había deducido la decadencia y fracaso de la oligarquía capitalista nacional (razón por la cual convocó a los grupos medios y al proletariado a desarrollar el país desde el Estado, y/o a perpetrar la revolución socialista); b) la visión de la Escuela Historiográfica de los Anales, que invitaba a estudiar cuantitativamente los parámetros estructurales y de largo plazo del capitalismo chileno, sin pronunciarse sobre sus eventuales salidas políticas, y c) la posibilidad de estudiar la lógica de acción del empresariado nacional y de la clase política civil (asumiéndolos como 'otros' actores sociales o sujetos históricos), a fin de observar de modo más específico sus contradicciones, limitaciones y las razones concretas de su forma típica de dominar, expoliar y reprimir; dotando así al movimiento popular de un conocimiento más real y concreto de su adusto 'acompañante histórico'. Optamos, obviamente, por la tercera alternativa. Si habíamos tomado, para el caso de los rotos, la epistemología del sujeto real y concreto, no podíamos sino tomar el mismo camino para el caso de sus opresores. A hombres concretos, debíamos oponer hombres concretos. No sólo 'sistemas'. Ni, mucho menos, mitos. Debíamos, pues, para hacer una adecuada historia 'íntima' del movimiento popular, investigar a dos bandas. De una lado y de otro. De hombre a hombre. Luego de esta opción, nos quedó claro lo que no necesitábamos: en primer lugar, no necesitábamos la mera acumulación de imágenes coloridas de la sinergia cotidiana del bajo pueblo (esto sería un folklorismo estético, un pintoresquis-
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m o o u n a galería abierta c o n v o c a n d o a c o n t e m p l a r retratos de c o m p a s i ó n ) . En segundo lugar, t a m p o c o necesitábamos repetir el largo vía cruets (con sentidas letanías p a r a cada 'estación') del trabajo explotado y la represión. M e n o s requeríamos de la p r e p o t e n c i a metodológica de esas curvas estadísticas que dibujan perfiles de masas sin rostro, de caras sin n o m bre y seres sin sinergia ni calor. O de esos exangües conceptos universales q u e , p r e t e n d i e n d o ser 'históricos', n o hacen otra cosa que borrar de o t r o m o d o esos rostros, esos n o m b r e s y ese calor, para dejar en el aire su mero flatus
vocis.
Fue a través de ese estrecho desfiladero de opciones q u e llegamos al bosquejo de lo que sería nuestro 'sujeto' de estudio.
Construyendo la "caja de herramientas" Si se trataba de seguir por dentro el desenvolvimiento identitario del movimiento social popular, entonces era evidente que la metodología pertinente debía ser sometida (no que ella sometiera burocráticamente por sí misma nada de lo que nos proponíamos) al acatamiento de los siguientes requisitos: a) debería ser eficiente en ofi-ecer flexibles 'tácticas de seguimiento' de los grupos populares sobre una larga línea de tiempo; b) debería operar, a la vez, en términos de descripción, explicación y expresividad, pues de lo que se trataba era reflejar eJ movimiento social desde sí mismo, de modo que éste mostrara de por sí su propia fiíerza y explicación;
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c) debería recoger y reproducir la dialéctica inter-subjetiva de los grupos populares, y no sólo sus expresiones subjetivas individuales o sus magnitudes objetivas cuantificadas. Es notorio que el acatamiento de estos requisitos nos llevaba a la construcción de métodos de trabajo que estaban casi por completo reñidos con el código metodológico oficial de la Historia y las Ciencias Sociales. Como se sabe, las normas de este código emanan de una situación cognitiva ideal, que presupone condiciones asépticas de laboratorio (donde el 'científico' debe despojarse de su vestuario histórico e incluso de su propia identidad histórica, para dejarse invadir totalmente por el hecho objetivo). Nuestras opciones, por el contrario, nos llevaban a construir métodos desde y para sujetos completamente historificados y totalmente posesionados por los flujos móviles de su subjetividad e intersubjetividad. Estábamos ante la tarea de construir métodos para operar dentro de la historia, no en condiciones de laboratorio. O sea: en el fondo de la "tradición oscura" mencionada por Vicuña Mackenna. Desprender la metodología del principio mecánico 'causa-efecto' implicaba aceptar que los fenómenos sociales, dentro de una 'totalidad viviente', ocurren por relaciones más complejas, cruzadas, diagonales, y de ida y vuelta, que pulverizan la linealidad simple de ese viejo principio. De modo, por ejemplo, que lo que viene después (como la memoria, por ejemplo) puede determinar y alterar lo que venía antes (el pasado), para producir efectos y consecuencias mayores que las supuestas causas (la sinergia social produce siempre un efecto mayor que la mera suma de sus partes o factores). Implicaba también asumir que el tiempo histórico no es ni unilineal ni homogéneo, sino ancho, multilineal, heterogéneo y multidireccional (puede moverse hacia diferentes nortes). Pues el tiempo de los sujetos es más profundo e in-
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sondable que el t i e m p o de los relojes, el calendario o el t i e m p o institucionalizado de los sistemas. El t i e m p o subjetivo y vertical p u e d e interceptar y q u e b r a r el tiempo institucional, t o m á n d o l o de sesgo, por sorpresa, c o m o si h u b i e r a venido moviéndose por otros rieles y a otro r i t m o , entre las sombras. E implicaba, p o r ú l t i m o , que el t i e m p o del historiador (o el t i e m p o de la investigación) debería disolverse en el t i e m p o social, y sumarse a éste, reforzando u n o u otro de los movim i e n t o s q u e allí ocurren. Semejante 'asunciones' no implicaban, sin e m b a r g o , descartar este o aquel m é t o d o historiográfico, o rechazar de plan o el positivismo, sino, más bien, convalidar todos los m é t o dos y técnicas de investigación, masivamente, sobre la base de conceder u n a responsabilidad científica limitada a cada u n o , pero u n a responsabilidad m á x i m a al conjunto.
Por lo
t a n t o , la investigación debía montarse:
a) sobre observaciones coyunturales básicamente cualitativas, pero engarzadas en una osamenta cuantitativa de larga duración; b) sobre un examen multivariado de toda la anchura y profundidad del proceso social (tomando en consideración, a la vez, lo económico, lo social y lo cultural); c) sobre la detección de procesos superpuestos de corta, mediana y larga duración; d) sobre una masa articulada de hechos subjetivos, inter-subjetivos y sobre regularidades objetivas, y e) sobre dimensiones diacrónicas y sincrónicas articulándose en el tiempo. En consecuencia, el imperativo mayor consistía en que todos los métodos y técnicas de investigación debían conver-
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ger entre sí; debían integrarse mutuamente; generar una coherencia recíproca; producir una verosimilitud de conjunto y develar la logicidady la racionalidad interna de los procesos sociales en estudio. Pensamos que sólo ateniéndose a ese imperativo era posible que la descripción fijera a la vez comprensión, y la comprensión, explicación, y todo eso, sinergia interior del propio movimiento popular.
Construyendo el método de exposición En la metodología positivista, la "exposición" no es un método en sí mismo, sino el reflejo tardío del método de 'investigación'. Y la razón es que la ciencia positivista no considera ciencia el diálogo entre el científico y la masa social, ni la identidad entre el científico y su propio ser social. El resultado de eso es que la ciencia positivista ha desarrollado sólo el lenguaje profesional de la investigación, pero no el lenguaje social de la historización real del conocimiento construido. El camino construido por nuestras opciones, por el contrario, empezaba y terminaba con la identidad social e histórica del historiador y con la identidad social e histórica de los sujetos de estudio. Por tanto, el lenguaje interactivo debía adquirir aquí una importancia igual o mayor que el lenguaje codificado de la investigación. La "exposición", desde esta perspectiva, es 'comunicación' entre dos sujetos que buscan potenciarse históricamente a través de la investigación científica. La "exposición" necesita hablar desde un sujeto vivo a otro sujeto vivo, no desde un método al vacío desocializado
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de la verdad 'pura', exhibida al universo y a lo a-histórico. La "exposición" p u e d e , p o r t a n t o , incluir la fraternidad y el sent i m i e n t o , en t a n t o éstos favorecen la c o m u n i c a c i ó n y el indispensable diálogo social de la verdad. Pensamos, p o r eso, que, al c o m u n i c a r nuestra investigación, p o d í a m o s escribirla o exponerla 'con cariño'. La ' i d e n tidad sinérgica' del bajo pueblo está tejida con cariño. C o n calor h u m a n o . ¿Por q u é no querer a. los sujetos de estudio? Si la historiografía conservadora hace uso a m e n u d o de u n a arrolladora 'elocuencia patronal', o de u n a a b r u m a d o r a 'retórica parlamentaria', y si la historiografía académica p u e d e exhibir u n a lejana 'frialdad académica' ¿porqué la historiografía p o pular no p u e d e ser expuesta y narrada 'con cariño'? Es cierto q u e el p u r o cariño, sin las bridas de u n a masa de datos y u n a n u t r i d a caja de herramientas metodológicas, p r o d u c e un a u m e n t o desmesurado del umbral de c o m p r e n sión y c o m p a s i ó n , generando u n a distorsión cómplice, u n a rarefacción c o g n i t i v a m i s e r i c o r d i o s a , o u n a a n d a n a d a de mentirillas perdonadoras. O sea: una literatura romántica. Para evitar esto, es necesario convertir "la exposición" en u n a pariente más d e n t r o de la e x t e n d i d a familia m e t o d o l ó g i c a (de lo c o n t r a r i o , la "puerta de la viuda" p u e d e convertirse en u n amplio b o q u e r ó n por d o n d e entre, por la p u e r t a trasera, lo q u e se ha despedido p o r la p u e r t a delantera).
5 Resultados La investigación nos condujo, a final de cuentas, a descubrir que el movimiento popular chileno del siglo XIX constó, en lo fundamental, de:
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a) u n g r a n p r o c e s o t r o n c a l (el d e c a m p e s i n i z a c i ó n y descampesinización del grueso de la gran masa p o p u l a r ) ; b) cuatro procesos laterales de peonización (el del peonaje rural, el del peonaje u r b a n o , el del peonaje m i n e r o y el del peonaje femenino); c) un proceso tardío de lenta transición y convergencia de esos ramales hacia el tortuoso n a c i m i e n t o del proletariado moderno. Y hallamos, en la verticalidad subjetiva e intersubjetiva de cada u n o de esos procesos, u n a fuerte a u n q u e c a m b i a n t e solidaridad interna, un abigarrado c o n j u n t o de identidades marginales, dotadas de u n a s o r p r e n d e n t e a u t o n o m í a y autoconfianza. C o n t o d o , no es el objetivo de esta conferencia dar c u e n t a de las conclusiones objetivas de nuestro trabajo, sino, más bien, de exponer (comunicar) el proceso subjetivo e intersubjetivo de la investigación realizada, y de las difíciles opciones que tuvimos que hacer para intentar ser cariñ o s a m e n t e fiel a la interioridad del m o v i m i e n t o social que queríamos estudiar. C a d a opción t o m a d a constituyó u n riesgo a s u m i d o . Y cada riesgo implicaba adentrarse en terreno controversial. E implica, c o m o se dijo al principio, n o sólo mirar el río desde lejos, o introducir por una vez el pie en él, sino lanzarse al m i s m o y nadar en él, a favor, pero t a m b i é n en contra de la corriente. Es p o r esto que h e m o s titulado esta conferencia c o m o "experiencia" de investigación, y no de otro m o d o .
CAPITULO II HISTORIOGRAFÍA CHILENA, 1955-1985: BALANCE Y PERSPECTIVAS (ACTAS DE UN SEMINARIO)'
Primera Sesión La búsqueda de una nueva historiografía Expositor: Gabriel Salazar Es i n d u d a b l e q u e , en los últimos 12 ó 15 años, la sociedad chilena ha vivido un período de ' r u p t u r a h i s t ó r i c a , en el sentido de que las tendencias económicas, políticas, sociales y culturales q u e h a b í a n regido su desarrollo desde, c u a n d o m e n o s , 1925 o 1 9 3 0 , e x p e r i m e n t a r o n quiebres o alteraciones significativas. Q u i e b r e s y alteraciones que p u e d e n ser irreversibles, o no; f u n d a m e n t o s para un nuevo orden social, o n o ; pero que, en t o d o caso, h a n p r o d u c i d o u n p r o f u n d o i m p a c t o en la memoria social y en el m o d o de construir las percepciones colectivas de la coyuntura. Es por eso que la mayoría de los chilenos se siente c a m i n a n d o a tientas sobre u n nuevo piso his-
' Seminario sobre el estado actual de la Historia de Chile, realizado en SUR Profesionales entre julio y noviembre de 1985. Organizó y coordinó el Seminario el autor que suscribe, quien, también, tomó las notas y redactó un resumen de las actas respectivas. El texto fue publicado como "Historiografía chilena: balance y perspectivas" en Proposiciones # 1 2 (Santiago, 1986. SUR), pp. 157170. La presente versión se basa en una revisión más detallada de las notas manuscritas del Seminario.
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torteo, lo cual ha puesto en guardia su conciencia social y a la orden del día la pregunta por la dirección que deben tomar ahora su accionar individual y colectivo, amén de sus proyectos de vida y de sociedad. En este contexto, surge la necesidad de realizar un balance objetivo y/o social del pasado, un diagnóstico c o m p a r t i d o del presente y una reflexión imaginativa sobre los posibles "escenarios" futuros. Todo lo cual configura, c o m o es obvio, una compleja pregunta de naturaleza histórica. Pregunta que no se dirige necesariamente a la historia formal, hasta ahora objetivista y positivista, puesto que, en rigor, es la pregunta de un sujeto histórico viviente que necesita preguntarse cómo continuar haciendo (no escribiendo) historia. La pregunta de esos sujetos plantea problemas que exigen, según parece, poner en marcha nuevas líneas de investigación, con otros métodos y otras urgencias. C o m o que se requiere trascender los límites clásicos de la historia académica para construir conocimientos de inversión a corto plazo en el mismo proceso histórico (en marcha) q u e se quiere conocer mejor. No es de extrañar que, en respuesta a la generalización creciente de esa nueva p r e g u n t a por la historia, se hayan desarrollado en Chile variantes o disciplinas historiográficas que, de u n lado, convergen en estudiar problemas del presente y, de otro, se acercan a trabajar en colaboración con las C i e n cias Sociales. Pal es el caso de la Historia U r b a n a ( A r m a n d o de R a m ó n , Universidad Católica); Demográfica ( R o l a n d o Mellafe, C E L A D E ) ; C u a n t i t a t i v a (Alvaro Jara, Universidad de Chile); Historia O r a l (Leopoldo Benavides, F L A C S O , y antropólogos del G I A ) ; Llistoria de los M o v i m i e n t o s Sociales (Mario Garcés y Pedro Milos, de E C O ; Vicente Espinoza, de S U R ) ; N u e v a H i s t o r i a E c o n ó m i c a (Luis O r t e g a y Gabriel Palma, Inglaterra); N u e v a Historia Política (Tomás M o u l i a n , F L A C S O ) ; Nuevas Historias Generales (Mario Góngora, Gonzalo Vial, Sergio Villalobos) y la emergente Historiografía Popular (publicaciones del T A C , E C O , G I A y S U R ) . Si se
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observan estas líneas de desarrollo — q u e no se r e m o n t a n más atrás de 1965 o 1 9 7 0 — se c o m p r u e b a que la historiografía chilena tiende a trazar la misma trayectoria de la historiografía e u r o p e a reciente, pues se constata que: a) se pasa de la historia política, d o c u m e n t a l i s t a y fdológica a la historia económico-social regida por la teoría ral d e la l a r g a d u r a c i ó n ( i n f l u e n c i a d e l
estructu-
paradigma
braudeliano de los Anales); b) se pasa al m i s m o t i e m p o de la h e g e m o n í a de las estructuras económicas y políticas a la de \os procesos de desarrollo y/o de m o v i m i e n t o social, y c) se pasa de las metodologías objetivistas 'develadoras' de hechos, a las metodologías q u e rigen la 'producción social' de los procesos. La ' r u p t u r a histórica' h a p r o d u c i d o u n efecto doble sobre el m o v i m i e n t o historiográfico chileno. D e u n lado, h a frenado los desplazamientos a n o t a d o s en los p u n t o s 'a, b, c', p r o v o c a n d o en n u m e r o s o s historiadores un repliegue hacia posturas empiricistas, documentalistas y tradicionales (a m o d o de refugio). D e o t r o , ha acelerado el desplazamiento hacia posiciones de avanzada, especialmente entre los historiadores q u e trabajan fuera del establishment
universitario. En este úl-
t i m o caso, se ha p r o d u c i d o u n i n c r e m e n t o notable de todas las variantes de la Historia Social de Chile y un desarrollo significativo del trabajo multi-disciplinario, sobre t o d o respecto al engarce de la Historia con la Educación Popular. D e h e c h o , la Historia Social (incluyendo en ésta la Historia Oral) se h a convertido en un polo de reagrupación para los intelectuales q u e i n t e n t a n responder más d i r e c t a m e n t e a la 'nueva' p r e g u n t a p o r la historia m e n c i o n a d a más arriba. Sin e m b a r go, ese polo es, a la vez, u n a vía de desarrollo historiográfico q u e circula por fuera del á m b i t o universitario, c o m o u n ra-
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mal secundario o lateral. ¿Existen hoy dos Historias distintas de Chile? ¿Puede constituirse y desarrollarse u n a Historia de Chile fuera del á m b i t o universitario? Si así fuera ¿qué significa eso en términos estrictamente epistemológicos, sociales, culturales y, aun, políticos? Está claro, al parecer, q u e la Historia de Chile n o - u n i versitaria se mueve sobre supuestos teóricos que no son todavía por c o m p l e t o autoevidentes, en base a u n bagaje de m é t o dos y técnicas cuya productividad final aun se discute, y con un impacto en los procesos sociales y políticos chilenos que sólo p o d r í a medirse en el m e d i a n o o largo plazo. ¿Cuál es, en definitiva, su i m p o r t a n c i a real? Este Seminario se convoca para discutir estos (y otros) problemas. N o se trata de dar un "combate por la Historia" (L.Pebvre) para probar su caricter científico frente a las otras ciencias. Se trata más bien, de un ejercicio que a p u n t a a "comprender el presente por el pasado" (M.Bloch). Porque, en definitiva, se trata de dar un combate por los procesos históricos del futuro. Y a n o m b r e de los sujetos históricos del presente.
Discusión En general, los asistentes al Seminario c o n c u e r d a n en la idea de se está viviendo en Chile un p e r í o d o de ' r u p t u r a históric a , y q u e esta situación h a d e t e r m i n a d o distintos procesos de b ú s q u e d a y nuevas aproximaciones al estudio del proceso social, cultural y político. A r m a n d o de R a m ó n , que trabaja dentro del establishment
universitario,
se hace la p r e g u n t a de cuál
es el sentido real de la Historia q u e se practica en las universidades chilenas. Siente q u e las investigaciones q u e allí se hacen son "irreales e inútiles". Q u e la realidad que viven los a l u m n o s es d r a m á t i c a m e n t e ajena a esas orientaciones académicas; t a n t o , q u e ese contraste lo obliga a replantearse c o m o
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historiador. ¿Qué hacer, para q u e la Historia sea c o n g r u e n t e con la realidad actual, para que recupere el "sentido social" de la ciencia? Alfredo R i q u e l m e dice estar de acuerdo con la existencia de u n a r u p t u r a histórica y que eso ha gatillado nuevas preguntas y búsquedas, pero siente q u e no se ha generado u n " m o v i m i e n t o historiográfico h e g e m ó n i c o " , q u e m a r q u e u n a clara tendencia. Cree q u e existe m u c h a dispersión en las búsquedas y q u e "lo interdisciplinario" está c r u z á n d o l o t o d o , c o m p l i c a n d o más la situación. Esta es la realidad, "más allá está sólo la ideología". Angélica Illanes t a m b i é n c o n c u e r da con la existencia de u n a r u p t u r a histórica y con q u e a partir de allí ha florecido u n a multiplicidad de enfoques. C r e e , sin e m b a r g o , q u e la Historia Social tiende a situarse en el c e n t r o de las b ú s q u e d a s , sobre t o d o p o r q u e la r u p t u r a parece haber liberado a los actores sociales "no sólo del d o m i n i o de las estructuras, sino t a m b i é n de los grandes esquemas teóricos", lo q u e ha p e r m i t i d o al historiador social "dejar hablar a los sujetos reales". Por su parte, Pedro Milos, c o n c o r d a n d o en que "nos estamos descolgando desde diferentes áreas del c o n o c i m i e n t o " , cree q u e lo i m p o r t a n t e es plantearse las preguntas de fondo: "¿qué estamos realmente buscando? ¿ Q u é significa en Chile, hoy, " c o m p r e n d e r el presente desde el pasado"? Soí Serrano dice q u e el desarrollo historiográfico se p r o d u c e por ciclos, d o n d e cada ciclo es impulsado p o r u n a d e t e r m i n a d a "generación de historiadores". Pero n i n g u n a generación ha p o d i d o "cerrar" su ciclo, dejando su trabajo inconcluso. D e este m o d o , va " q u e d a n d o c o m o un pluralismo", y esto se reproduce en nuestra generación: "yo hablo p o r m í misma, pero ¿quién sabe y se p r e o c u p a de lo q u e hace el del lado?". C o n s i d e r a n d o este p l u r a l i s m o , ella n o cree q u e existan hoy tendencias históricas hegemónicas, t a m p o c o . La H i s toria Social, a su juicio, n o tiene " f u n d a m e n t o s teóricos sólidos". Al m e n o s p o r ahora. "El proceso está todavía m u y verde: el t i e m p o n o h a llegado".
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Al cierre de la sesión, se concuerda en que la situación actual de la Historiografía chilena es compleja y cambiante, razón por la que se requiere seguir discutiendo el problema.
Segunda Sesión Aspectos actuales de la Historiografía Inglesa Expositor: Gabriel Salazar La Historiografía Chilena ha buscado —tal vez demasiado a menudo— las fuentes de sus definiciones epistemológicas, teóricas y metodológicas, en el exterior. A veces en Alemania, sobre todo en la década de 1950, cuando los 'maestros de maestros' fueron von Ranke, Burckhardt, Huizinga, Bloch, Dilthey o Hegel, y los maestros locales Mario Góngora o Ricardo Krebs. Otras veces las fuentes se buscaron en Francia, sobre todo en la década de 1960, lo que implicó el predominio del 'estructuralismo geográfico' inspirado en Braudel (caso de GóngorayJ.Borde, por ejemplo), del 'estructuralismo económico-social' siguiendo a Labrousse o Chunu (caso de Alvaro Jara) o la combinación de ambas tendencias en una historia 'social-institucionalista' (tipo R.Romano) como lo realizado por Góngora y Carmagnani, sobre todo. Y desde los afíos '60, también, se han trabajado historiográficamente las fuentes internacionales del materialismo histórico, en dos variantes: una, derivada de los "consensos" producidos en la Tercera y la Cuarta Internacionales, amén de lo publicado por los centros intelectuales de la Unión Soviética, y la otra, adaptada del 'marxismo estructuralista' francés, en particular de las tesis nominalistas difundidas por L.Althusser, que han centralizado la categoría teórica del "modo de producción" (caso de los historiadores H.Ramírez, L.Vitale y los dentistas sociales enrolados en la "teoría de la dependencia" o en la "sociología del desarrollo", respectivamente).
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Al observar este p a n o r a m a , se concluye q u e el desarrollo í n t i m o de la Historiografía nacional de los ú l t i m o s 3 0 años h a operado c o m o si: a) existiera u n a 'autoridad general' de la ciencia histórica, la que ha p r o d u c i d o u n a suerte de n o r m a t i va teórica válida para todos los historiadores, a u n q u e camb i a n t e ; b) e x i s t i e r a u n a ' m e t o d o l o g í a g e n e r a l ' v a l i d a d a i n t e r n a c i o n a l m e n t e , que opera localmente c o m o un código académico formal. D e este m o d o , la formación n o r m a l de u n historiador chileno p r e s u p o n e la realización de u n obligado 'peregrinaje intelectual' al exterior, pero no la obligación de construir ciencia, teoría y métodos a partir de los problemas
es-
pecíficos de la historia chilena. Y éste es, sin d u d a , u n problem a mayor, q u e no trataremos en esta exposición. El peregrinaje al exterior presenta, en sí m i s m o , algunos p r o b l e m a s . Y u n o de ellos es q u e La M e c a d e n u e s t r a historiografía no es un b l o q u e científico h o m o g é n e o (como debiera ser un m o d e l o universal) sino u n czm^o
fragmentado
p o r numerosas controversias teóricas y metodológicas q u e , sospechosamente, coinciden con los quiebres de las fronteras nacionales. N o es p o r q u e sí q u e circula el dicho: "los franceses p r o p o n e n , especulando; los ingleses objetan, verificando, y los alemanes resumen, p r o f u n d i z a n d o . Mientras los americanos tratan de dividir, para reinar". Pero más allá de esta imagen, hay problemas que generan profundas divisiones, por ejemplo: el origen del capitalismo industrial. Sobre esto, los ingleses sostienen (incluyendo a K.Marx) q u e la revolución industrial surgió sólo en Inglaterra p o r q u e allí fue el lugar d o n d e el m o d o de p r o d u c c i ó n feudal evolucionó "por sí mism o " hacia el capitalismo. D e M a r x a M . D o b b hay u n a sola y la m i s m a línea de desarrollo teórico en lo que a este p r o b l e m a respecta, que es la m i s m a que va de M . M . P o s t a n a T o m K e m p . Esta opción implicaba descartar cualquier 'otro' origen del capitalismo; p o r ejemplo: q u e derivara de la evolución del "capital mercantil" (que se había desarrollado c o m o sistema
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económico en el mundo latino y árabe del Mediterráneo, en paralelo al feudalismo anglosajón del norte de Europa). Ante este factum teórico, que amenazaba con un monopolio chovinista de la verdad histórica, los historiadores del Mediterráneo, desde H.Pirenne hasta los jóvenes historiadores de las universidades de Jeriisalén y Constantinopla, han demostrado lo contrario, y que Inglaterra no fue más que una "colonia mercantil" de las ciudades industriales italianas. E.Hamilton y P.Sweezy, desde Estados Unidos, apoyaron con sus investigaciones y reflexiones esta última tesis. En Chile, por el contrario, la mayoría de los historiadores y cientistas sociales se mantuvieron fieles a la tesis de Marx y a las de los historiadores ingleses (M.Dobb, sobre todo), de modo que, al estudiar la historia económica de Chile, muchos de ellos creyeron ver en la economía del período colonial y post-colonial no otra cosa que el viejo "modo de producción feudal" del norte de Europa, y no las herencias mercantiles del mundo latino. Huelga detallar las consecuencias teóricas y políticas de este prestado prisma epistemológico. Todo esto viene a colación porque, al referirme al desarrollo reciente de la historiografía inglesa (tema solicitado en la última sesión), no pretenderé asumir, ni la idea de que la historiografía europea es homogénea y arquetípica, ni menos convertirme en portavoz de una nueva 'moda' chilena (leer a E.P.Thompson, por ejemplo), o acólito de uno de los bandos en pugna acerca del origen del capitalismo. Mi intención es, sólo, asumir el papel de quien —precisamente por haber tenido que realizar un peculiar 'peregrinaje' a las fuentes teóricas de nuestra Historia— puede entregar algunos insumos útiles para despejar nuestras d u d a s y perplejidades historiográficas. Hablando ahora específicamente de la historiografía inglesa reciente, cabe decir que se observan dos líneas funda-
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mentales de desarrollo: u n a q u e se refiere a la historia del capitalismo, no sólo inglés, sino t a m b i é n al capitalismo emergente en los países del l'ercer M u n d o , y la otra, a la historia del m o v i m i e n t o p o p u l a r inglés y e u r o p e o , sobre t o d o en sus fases transicionales, con algunas referencias al m o v i m i e n t o social actual. En a m b o s casos, j u n t o con trabajar empíricam e n t e los procesos estudiados, se p o n e énfasis en las categorías económico-sociales, mientras se trabaja con u n análisis interpretativo q u e recoge b u e n a parte de la cosecha teórica de las Ciencias Sociales y de la tradición más "histórica" del marxismo (en oposición a la escuela francesa, que o p t ó más p o r la tradición "filosófica"). N o fue Ashton ( 1 9 4 8 ) , sino D o b b ( 1 9 4 6 ) , quien p u s o en órbita la historia teórica e interpretativa del desarrollo capitalista m u n d i a l , que se ha caracterizado por trabajar con u n a 'teoría histórica' basada en u n a significativa pero no masiva acumulación de datos. D o b b afirmó q u e "su objetivo es efectuar generalizaciones acerca del desarrollo histórico del c a p i t a l i s m o . . . para enriquecer la confección de modelos económicos para el presente". C l a r a m e n t e , la investigación histórica estaba aqiu' regida por u n a p r e g u n t a surgida de las necesidades teóricas de la política c o n t e m p o r á n e a (centrada en las transiciones posibles que trascendieran el capitalismo). Para ella, la base empírica debía ser sólo la necesaria y suficiente para poder realizar la reflexión teórica que se necesitaba, sin convertirse en un fin en sí misma. N a t u r a l m e n t e , el énfasis en lo teórico r e d u n d ó en la multiplicación de los debates, y el p r o p i o D o b b se vio envuelto en un d u r o intercambio con H i l t o n , Sweezy, Hill y Takahaschi, entre otros (debate sobre la "transición", publicado en la revista Science & Society, entre 1 9 5 0 y 1 9 5 3 , c o n o c i d o en Chile sólo en 1 9 7 2 ) . Las polémicas p r o d u c i d a s p o r e s t e t i p o d e H i s t o r i a t e n d i e r o n a e m p a n t a n a r s e a fines de la década de 1 9 7 0 , tras numerosos e i m p r o d u c t i v o s seminarios internacionales.
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Dado el encajonamiento que afectó a ese tipo de historia, diversos historiadores procuraron 'desteorizar' el estudio de los procesos económico-sociales, lo que implicaba dejar de lado las categorías rígidas (y por tanto las "transiciones" entre unas y otras) y abocarse más a los procesos específicos. Esto implicaba centrarse menos en el sistema mundial del capitalismo y más en los diversos procesos históricos nacionales o regionales que confluían, conflictivamente o no, dentro de ese sistema dominante. Es la opción que, entre otros, tomó Tom Kemp, profesor de la Universidad de Hull. Esa opción le permitió descubrir la existencia de diferentes "transiciones al capitalismo industrial", sobre todo en lo que él llamó "Non-Western World", en un libro publicado en 1 983. Sin embargo, resultó inevitable que Kemp estudiara los procesos de industrialización del "non-western world" en base a materiales empíricos "recogidos por otras manos", lo que no le permitió revisar de modo radical las tesis generales sustentadas sobre el problema de la transición al capitalismo. No es extraño que terminara aceptando la misma tesis tradicional, de que "dentro del marco del feudalismo europeo, los medios de producción fueron transformados en capital". El desarrollo de la historiografía social inglesa ha sido, en cambio, menos polémico y fragmentado y más continuo, aunque no menos referido al materialismo histórico de Karl Marx.. Cabe citar el célebre trabajo de E.J.Hobsbawn (1959) sobre los rebeldes primitivos y luego los de G.Rude (1964), E.P.Thompson (1964), C.Hill (1972) y R.Hilton (1973), entre otros, que componen una corriente historiográfica en expansión creciente, que contrastó con la otra variante citada más arriba. En general, es una línea de investigación que se concentra en las etapas primitivas, incluso pre-industriales de la "lucha de clases" y del movimiento marginal de los pobres y excluidos. Al hacer eso se construyó una galería de "casos históricos" y "tipos sociales", que fueron asumidos como
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representaciones válidas no sólo para Europa, sino en general. C o n s t i t u i d a la "escuela", estos historiadores iniciaron un 'combate teórico' contra la prosopografía de la historia tradicional y c o n t r a el marxismo economicista y estructuralista. Las crisis políticas de 1956 (Hungría) y la de 1968 (Praga) a c e n t u a ron la crítica a esas tendencias, la que se p r o l o n g ó luego c o n tra el estructuralismo marxista de L.Althusser y c o n t r a el stalinismo en general ( E - R T h o m p s o n , 1978). Este debate tuvo c o m o corolario la adopción de la idea (teórica) de q u e era preciso disolver las "estructuras" en los "procesos" de lo social, mientras q u e lo social debía examinarse en función de lo q u e T h o m p s o n llamó "la experiencia social". La orientación histórica y teórica q u e siguió la historia social inglesa condujo inevitablemente a buscar y utilizar otro tipo de fuentes d o c u mentales (las "cartas a n ó n i m a s " populares de los siglos X V I I y X V l l l , por ejemplo, por E . P . T h o m p s o n ) , q u e permitieran reconstruir más d i r e c t a m e n t e la vida cotidiana y los objetivos de los sujetos populares o marginales y, al m i s m o t i e m p o , u n bagaje conceptual q u e necesariamente se centró en la categoría " m o v i m i e n t o social". Sobre estos f u n d a m e n t o s , la práctica política de estos historiadores n o sólo se apartó de todas las variantes stalinistas, sino q u e amplió el c o n c e p t o de lucha de clase, razón p o r la q u e han t e n d i d o a militar en movim i e n t o s de nuevo tipo: anti-nucleares, feministas, etc. N o o b s t a n t e , cabe decir q u e la historiografía científica q u e p r o dujeron, j u n t o con abrir u n a a n c h a avenida a la historia social profesional, académica y militante, c o n t i n u ó siendo académica, de arriba hacia abajo, y no desde abajo o desde dentro de los propios sujetos populares. Basta leer, a este efecto, al artículo escrito p o r T h o m p s o n sobre lo que él llamó "Histoy from below", q u e , en rigor, sigue siendo "from above". Es de interés señalar que estos historiadores — e n particular E . P . T h o m p s o n — enfatizan la necesidad de utilizar el marxismo no c o m o teoría pura, sino como método, y por t a n -
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to, sólo como herramienta de análisis. Thompson considera que el marxismo europeo se ha cosificado en una producción académica esencialmente conceptualista ("esos barriles de marxismo envasado que se apilan, fila tras fila, en los corredores de politécnicos y universidades"), sin eco alguno de significación en el movimiento social y en la política real ("en el muy celebrado renacer del marxismo en Gran Bretaña durante las últimas dos décadas, una montaña de pensamiento no ha engendrado todavía un ratón político"). Recientemente, Thompson y los historiadores de esta tendencia (los del famoso History Workshop incluidos) han debido enfrentar el contra-ataque de los teóricos del marxismo. G.McLennan, por ejemplo (1981) y A.Kalinicos (1982) han sometido a un riguroso análisis las propuestas de la historia social, y han señalado que los alegatos históricos no han logrado refutar del todo los postulados epistemológicos levantados por el nuevo racionalismo idealista francés, y que las categorías de "experiencia, valores sociales y otros" también son postulados esencialmente teóricos... La historia social inglesa, pese al importante desarrollo que ha tenido desde 1964, sigue siendo, pese a todo, un fenómeno académico.
Discusión Aunque algunos asistentes (Patricio Valdivieso y Rene Salinas) anotaron que era posible señalar todavía "otros" desarrollos interesantes en la historiografía inglesa, la mayoría concordó en que las dos corrientes que se habían presentado, y en especial el aporte de E.Thompson, eran absolutamente relevantes, además de influyentes en su propia visión del quehacer historiográfico. José Bengoa dijo que nuestra dependencia teórica y metodológica de la ciencia histórica externa
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era
un
"hecho
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alarmante",
aunque
los a p o r t e s
de
E . P . T h o m p s o n c i e r t a m e n t e "salen de lo tradicional", p o r q u e h a abierto c a m i n o a u n análisis más profundo de los sectores populares (en su caso, del campesinado chileno), pero, con t o d o , se alarma p o r q u e ¿no se tratará de una "nueva moda"?. Alfredo R i q u e l m e sostiene q u e la lectura del libro Miseria
de
la teoría, de T h o m p s o n , había sido para él u n a "experiencia liberadora", especialmente al descubrir la "lógica de la historia, en el sentido de diálogo entre la hipótesis y el dato e m p í rico", y también p o r q u e protagoniza al "sujeto social" más q u e "las estructuras". A m b o s aportes han sido para él i m p o r tantes, en la práctica historiográfica t a n t o c o m o en la visión de la política. Isabel Torres dice que c o n c u e r d a p l e n a m e n t e con la crítica de T h o m p s o n al estructuralismo teórico, lo q u e p e r m i t e dar salida a "la historia desde abajo". Esto implica u n a verdadera reformulación del m é t o d o marxista, a la vez q u e convierte la teoría en u n a h e r r a m i e n t a lítil. El riesgo es q u e se p u e d e focalizar en exceso el habla de los pobres, sin considerar el i m p o r t a n t e peso histórico de "los otros" y de las "situaciones objetivas". Rene Salinas considera q u e el estudio del habla y las c o n d u c t a s populares exigen la aplicación de u n a teoría y una metodología específicas, pero ¿cómo se aplica, en cada caso particular, la teoría? ¿ C ó m o , a lo largo de u n a investigación a nivel de sujetos, u n o p u e d e m a n t e n e r s e "fiel a la teoría"? El p r o b l e m a central aquí es c ó m o opera la "conciencia teórica" en los procesos históricos. Angélica luanes piensa q u e en la obra de T h o m p s o n se da u n a c o n j u n c i ó n entre los procesos sociales "nacionales" que él estudia y la supuesta "validez universal" de lo q u e encuentra, lo cual es evid e n t e m e n t e u n a conexión "teórica", u n a visión "de c o n j u n to". Pero ¿qué es lo está o c u r r i e n d o hoy en este nivel? ¿No se está viviendo u n a crisis general de lo teórico? T o m á s M o u l i a n c o n c u e r d a con Angélica. Dice q u e , para él, la Miseria
de la
Teoría se sitúa en el terreno de "la gran teoría", a u n q u e n o aquella de tipo sistémico y universal, sino de aquella que p r o -
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porciona al individuo una "caja de herramientas" para identificar o construir su "relación con la totalidad". Son herramientas "que no dejan al sujeto en el aire". Pero esto mismo sugiere que "no se puede pensar el sujeto fuera de las estructuras" y fuera de la necesidad de "totalización", y que él mismo descubrió el historicismo analizando internamente el paradigma estructuralista francés. Patricio Valdivieso acota que "no hay crítica posible al historicismo en tanto que tal, porque no podemos ver el pasado estáticamente, sólo como mero pasado". En consecuencia, cabe asumirlo como una teoría útil para enfrentar e intentar resolver los conflictos. En el mismo sentido se plantea Isabel Torres, para quien lo importante es construir un conocimiento adecuado al "movimiento de la realidad", que no sea puramente positivista. Tomás Moulian indica que de algún modo se puede llegar al "teleologismo o finalismo históricos" como alternativa al ya viejo "empirismo á la Hume", en cuyo caso "¿cómo se aplica el principio de la refutabilidad?". Estima que este principio, fundamental, es más válido aplicarlo a la construcción teórica y no tanto a la fundamentación metodológica. José Bengoa se pregunta dónde y cómo aparece la teoría cuando actuamos en la realidad empíricamente'^. ¿Cabe refutarla o, simplemente, validarla como un hecho? María Angélica lllanes pregunta también "¿qué pasa cuando las teleologías que sostienen nuestra conducta empírica se rompen, como parece estar ocurriendo hoy"? Pues, si hay ruptura, queda en pie, siempre, "lo social". Y lo social no es nunca un puro y craso empirismo, sino, a menudo, una "búsqueda". ¿Búsqueda de "otra" teleología?. AnaTironi pregunta si la teleología implica siempre la búsqueda de la totalidad, si "el sentido de las cosas" sólo se encuentra en lo total. "El hecho es —acota Alfredo Riquelme— que estamos viviendo una ruptura histórica, que cuestiona todo lo que pensábamos antes sobre sentido, totalidad y teleología". Se acuerda que "la búsqueda" debe continuar...
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Tercera Sesión La historiografía conservadora en Chile. Expositor: Cristian Gazmuri Es indudable que la historiografía conservadora ha sido exitosa en Chile, incluso en las librerías. En torno a ella se han formado "los mitos chilenos", como también los "anti-mitos". Y en esta visión mítica, las Fuerzas Armadas constituyen, por cierto, un actor protagónico central. No cabe duda que el fundador efectivo de esta corriente fue Alberto Edwards Vives, que es el que definió las categorías fundamentales, escribió con brillo estilístico y creó "seguidores" (aunque no todos reconocen su influencia). Pero Edwards, como sus seguidores, siguen a su vez las ideas medulares de Spengler, con algunas variantes de uno a otro. Toman de él, por ejemplo, "la intuición y la analogía" en lo metodológico, y la "forma arqueiípica" en lo teórico. Tienden, por eso, a exponer sus ideas en forma de "ensayos históricos", en los que predominan conceptos como "alma nacional o cultural", "evolución orgánica", "estratificación idealista y aristocratizante". Estado "en forma", etc. Ninguno de ellos trabaja con el principio de "causalidad". Por esto, todos son, de una manera u otra, partidarios de los regímenes aristocráticos o autoritarios, y por tanto, anti-democráticos. La importancia que le dan al "alma nacional", y en ésta, a "lo aristocrático" (su "forma" superior) les ha llevado en ocasiones a exponer ideas de carácter racista, a partir de las cuales tienen una percepción ambigua o ambivalente sobre la dominación ejercida en Chile por el capital extranjero. Basados en estas ideas matrices, consideran que el "alma nacional" chilena se encarnó —por obra y gracia de Diego Portales y su séquito oligárquico— en el Estado aristocrático de mediados del siglo XIX, configurando con ello un período clásico, de apogeo. Pero en 1861
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triunfan los "frondistas" (liberales, radicales y revoltosos que luchan contra el "orden" y el poder central), que destruyen progresivamente lo realizado en los años '30. Eso gatillo la gran "decadencia" (categoría medular en la historiografía conservadora), configurada por la suma histórica del parlamentarismo a partir de 1891 y la del democratismo posterior a 1 920. La "decadencia" del espíritu de orden configura así una larga etapa histórica, de la cual no hay más escapatoria que una posible intervención ''cesarista' (como la de Portales); o sea: dictatorial o autoritaria (A.Edwards apoyó la gestión caudillesca de Carlos Ibáfiez en 1927). Esta visión, presente en KA.Encina y N.Palacios, fue recogida y sistematizada por A.Edwards, el 'segundo' F.A.Encina, J.Eyzaguirre y, en alguna medida, también por M.Góngora. Recientemente, Gonzalo Vial Correa ha retomado las banderas de esta corriente historiográfica, y ha vuelto a hacer circular la tesis de que el "consenso nacional" se rompió entre 1861 y 1 891, para abrir un proceso sostenido de "decadencia" que se prolongó (como una espiral cada vez más crítica) hasta 1973 (cuando aparece en la historia de Chile el nuevo "César" salvador del orden y el alma nacionales)...
Discusión Los asistentes se concentran en resaltar las diferencias que existieron y existen entre los distintos historiadores conservadores. Sol Serrano acota que el reciente ensayo histórico de Mario Góngora no encaja exactamente en la línea más conservadora de esta historiografía. Cristian Gazmuri concuerda en que, en varios sentidos, Góngora se aparta de esa línea, pero el hecho es que "no ha sido menos crítico del siglo XX que los otros historiadores... en verdad, está aterrado por el mundo contemporáneo". Sol Serrano insiste en que el conservadurismo de esos historiadores no es homogéneo. Señala
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q u e t a n t o E n c i n a c o m o Edwards fueron, de alguna m a n e r a , "modernistas", lo q u e Jaime Eyzaguirre de n i n g ú n m o d o fue. " C i e r t o — r e p l i c ó G a z m u r i — p e r o t a m b i é n lo es q u e F.A.Encina, después de 1930, dejó de ser modernista". A n a T i r o n i tercia en el debate p r e g u n t á n d o s e c ó m o esta c o r r i e n te, c o n s i d e r a n d o lo d i c h o , p u d o haberse convertido en u n a suerte de "sentido c o m ú n en Chile". El C o o r d i n a d o r del Sem i n a r i o interviene diciendo que estos historiadores han logrado legitimar a c a d é m i c a m e n t e —al margen de su posición p o l í t i c a — el m é t o d o
filológico,
u n a variedad de g é n e r o s
historiográficos ( d o n d e resaltan sus "historias generales") y u n peculiar estilo "patronal" de exposición (mezclan la narración e r u d i t a con la anécdota, los d o c u m e n t o s oficiales con los recuerdos de familia, y la filosofía de la historia con la oratoria parlamentaria), con t o d o lo cual han c o n s t r u i d o u n a "Historia de Chile" que opera c o m o un virtual ' m o n u m e n t o nacional', de presencia a c a d é m i c a m e n t e i n t i m i d a t o r i a p a r a (algunos) historiadores jóvenes. Cristian G a z m u r i agrega q u e , en t o d o caso, su aporte académico va con retraso respecto a la historiografía europea (sobre t o d o de tipo liberal) y q u e su éxito en Chile ha tenido que ver, parcialmente, con el h e c h o de q u e la clase m e d i a emergente tiende a leer historias c o m o ésta y a seguir ideologías de fácil recepción, c o m o es, t a m bién, ésta. Alredo R i q u e l m e agrega que el desarrollo de esta historiografía se ciñe a la historia de la democracia chilena, pero en c o n t r a p u n t o : critican los períodos democráticos c o m o parte de u n a "decadencia" y se "refugian en los períodos d e a u t o r i t a r i s m o , para fortalecerse". ¿Qué está o c u r r i e n d o hoy? Pues, que se han "reactualizado", y escriben sobre la "crisis de la democracia" con u n a a u t o r i d a d tal, c o m o si fueran ellos los q u e "administraran en Chile la teoría de la crisis". Angélica l u a n e s piensa q u e ésa es u n a historiografía "de tesis" (referida a c ó m o y por qué la clase oligárquica h a sido 'subversivamente' apartada del p o d e r p o r la d e m o c r a c i a ) , referida al "destino y a la tragedia de la clase d o m i n a n t e " . El p r o b l e m a es q u e la
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historiografía alternativa (marxista, sobre todo) no ha sabido construir una historiografía distinta sobre "lo nacional", pues se ha mantenido centrada en algunas etapas de la historia y en algunos aspectos parciales. Es necesario, por ello, atreverse a "hacer de una vez una gran historia, y tirarse al agua de los grandes procesos". Pedro Milos concuerda con esto y agrega que es necesario "tirarse al agua de \os procesos y los momentos coyunturales de la historia, que tienen una historicidad distinta a la de lo institucional". Los historiadores conservadores están centrados en el orden y la institucionalidad. Por eso se fortalecieron a partir de 1920 y ahora a partir de 1973, cuando era necesario superar la crisis. Tienden, por eso, a politizar el análisis histórico en grado máximo. Sin embargo, en la actualidad, sus "bases institucionales son precarias", pese al poder dictatorial. Debemos y podemos romper, en consecuencia, la "paternidad" que ellos tienen sobre las ideas de orden e intitucionalidad. Debemos ser capaces Ác pensar y proponer "otra institucionalidad". Cristian Gazmuri dice que el "consenso social" de que habla Gonzalo Vial respecto del orden y la institucionalidad de la sociedad chilena es "un consenso oligárquico y de dominación" (gestado en el siglo XIX), y que, después de 1950, hubo en la historia de Chile no uno sino "tres proyectos de sociedad, distintos y recíprocamente excluyentes", dentro de los cuales el consenso oligárquico perdió su hegemonía. "Hoy estamos viviendo una situación muy distinta a la de 1920 o a la de 1960". Alfredo Riquelme acota que, en todo caso, después de 1 970 se fue perdiendo el "consenso democrático" de coexistencia de proyectos distintos. Y después de 1973 se inició la "persecución ideológica", que profundizó la ruptura de ese consenso. Que el deterioro de éste, en todo caso, se inició antes de 1970, tal vez en la época de Reforma Agraria (1 965 y después). Se acuerda trabajar el problema, ahora, examinando la historiografía marxista en Chile.
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Cuarta Sesión La historiografía marxista (clásica) en Chile. Expositor: Gabriel Salazar (en sustitución de María E.Horvitz) Proponer a un Seminario la discusión de la 'historiografía marxista chilena', en un momento en que vivimos, aquí, una triunfante dictadura capitalista-liberal, y afuera, lo que los mismos intelectuales chilenos de Izquierda llamaron en Chantilly "/a crisis del marxismo", puede parecer, o un inoportunismo, o un anacronismo. O un motivo para preguntar, junto con A.Kallinicos: "¿hay algún futuro para el marxismo teórico?". Y por esto mismo, tal vez no tiene mucho sentido recordar hoy a los historiadores marxistas "clásicos" (Marcelo Segall, Julio César Jobet, Hernán Ramírez y Luis Vitale, entre otros) para rendirles una suerte de homenaje 'postumo', o discernir el lugar preciso que ocupan en el parnaso de historiadores del siglo XX (rescatándolos del olvido en que han querido sumirlo algunos colegas que, recientemente, han escrito sobre la Historiografía Chilena) o, en tanto marxistas, sepultarlos piadosamente bajo la lápida del materialismo histórico 'primitivo'. Lo que sí parece tener sentido es recordarlos en función de un balance historiográfico riguroso que apunte a poner los fundamentos epistemológicos y teóricos —ajustados además a los requerimientos del tiempo histórico actual— de una 'nueva historia'. En Chantilly, los cientistas sociales y la militancia de Izquierda realizó un balance crítico de lo que fue en Chile la política marxista. No comentaremos aquí las conclusiones de ese evento, pero sí señalar la necesidad de realizar un balance crítico de lo que fue la producción historiográfica que acompañó las luchas políticas del movimiento popular entre 1957 y 1985. Hablar de la historiografía marxista chilena
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n o p u e d e consistir en otra cosa q u e evaluar su relación con ese m o v i m i e n t o popular. En t o d o caso, t a m p o c o se puede eludir el p r o b l e m a de la llamada crisis del marxismo c o n t e m p o r á n e o , en t a n t o ésa afecta de varios m o d o s al enfoque epistemológico y a las o p ciones metodológicas q u e h a n tipificado el materialismo histórico chileno. C a b e hacer un breve resumen de esta crisis, por t a n t o . Según varios autores, la crisis (teórica) del marxism o se gestó l e n t a m e n t e , pero devino en un a c o n t e c i m i e n t o público en el Seminario Internacional realizado en Venecia entre el 11 y el 1.3 de noviembre de 1977. Allí, intelectuales de la talla de L.AIthusser, R.Debray, R.Rossanda y P.Swcezy, entre otros, concordaron en que el marxismo había d e s e m b o cado para entonces en u n a grave crisis teórica, casi irreversible. La crisis —se dijo— estalló en tres niveles: a) en el plano de las prácticas políticas, d o n d e se observó una diferenciación radical entre las distintas corrientes; b) en el plano del "socialismo real", que no podía ser ni explicado ni justificado en términos marxistas, y c) en el cuerpo clásico de la teoría marxista, d o n d e se habían detectado déficits significativos. Paul Sweezy concluyó que "el resultado es que el marxismo está en crisis al día de hoy, y sólo p u e d e r e m o n t a r esa crisis reconociéndola". Althusser, por su parte, cerró el Seminario diciendo: "el marxismo ya no es más — c o m o dijo L e n i n — 'un b l o q u e de a c e r o ' . . . " . D e hecho, el quiebre teórico más profundo se dio e n t t e la escuela francesa ( d o m i n a d a a la sazón por la filosofía estructuralista de Althusser) y la escuela inglesa ( c e n t r a d a en el h i s t o r i c i s m o d e E . P . T h o m p s o n , P.Anderson, E . H o b s b a w n , etc.); la primera, cercana a la herencia de Stalin (el "socialismo real"), y la segunda centrada en u n a alternativa teórica con poca práctica política a u n . Sin considerar aquí la tercera posición, esencialmente p r a g m á t i ca, a s u m i d a p o r el marxismo político italiano. El acquarum
divortium
lo c o n s t i t u y ó , sin d u d a , la filosofía estructuralista
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francesa, que había recibido, antes del Seminario y recibió durante el mismo, una crítica masiva y letal de parte de E . P . T h o m p s o n , B . H i n d e s s , P.Hirst, A . C a l l i n i c o s , G.McLennan y el propio P.Sweezy (antes y después de Venecia), sobre todo, porque esa fílosofía desechaba no sólo la estratégica categoría de la "historicidad", sino también la de "sujeto social". Como se sabe, dos años después del Seminario de Venecia, se suicidó N.Poulantzas, y al año siguiente estalló la locura semi-homicida de L.Althusser. Por eso, hacia 1980 o 1982, la conciencia de la crisis se habían instalado profundamente entre los marxistas europeos, razón por la cual el grueso de la reflexión crítica y científica tomó un rumbo que podría llamarse 'de búsqueda, proceso en el que se perfilaron con cierta nitidez la filosofía 'anarco-nietzcheana de M.Foucault (que reconocía vagamente su origen marxista), la historia social inglesa (con E.P.Thompson a la cabeza), el nuevo "materialismo dialéctico" aplicado a la historia por Hindess & Hirst, y la emergente 'escuela comprensiva' de Frankfurt (encabezada por J.Habermas). No ha) duda que estas corrientes emergentes abrieron líneas nuevaí ! • investigación y reflexión, no coincidentes con los postulados del marxismo dogmático —razón por la que se las reunió bajo el término genérico de "post-marxismo"— pero tampoco coincidentes las unas con las otras (aunque la mayoría concurrió a criticar el "imperialismo filosófico" que, desde Francia, intentó e intenta aun monopolizar la herencia marxista). Ante esto, varios autores, como A.Callinicos y G.McLennan, creen que es necesario extirpar las "obsesiones filosóficas" tanto como las "obsesiones economicistas" (los "imperialismos" que florecieron dentro del marxismo), para quedarse con un "marxismo mínimo", que no podía ser otro que el mismísimo método dialéctico utilizado por K.Marx. La búsqueda del marxismo mínimo y del método dialéctico de investigación ha producido un movimiento general
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tendiente a estudiar los procesos y movimientos históricos reales (económicos, sociales, culturales, orales, feministas, anti-nucleares, etc.) y a la renovación metodológica, a efecto de trabajar en conexión con esos procesos y movimientos. Según H.Fleischer, esta tendencia gira en torno a varias categorías que fueron centrales en el pensamiento de Marx: la que se refiere a los procesos sociales de "humanización del hombre"; la que se refiere a los procesos estructurales de la historia, y la que se refiere a la "praxis social" o política (que lleva a transformar la realidad). En conjunto, es claro que el marxismo teórico, luego de su crisis (proclamada en 1977), tendió a depurarse de los componentes estructurales y estalinistas de la teoría, y a entender la historia como "autoexpansión del hombre y su conciencia" (Fleischer). En cuanto al marxismo teórico chileno, cabe decir que no se reduce, sin duda, a los historiadores "clásicos" ya citados. Si pudiera establecerse una periodificación del marxismo chileno, habría que distinguir, al menos, cuatro etapas: a) la de recepción pasiva de los postu\aáospolíticos del marxismo internacional, entre 1920 y 1949, aproximadamente; b) la del surgimiento de una historiografía marxista chilena ceñida a los postulados del marxismo internacional, a partir del "Ensayo" de Julio César Jobet y cerrado por la "Interpretación marxista de la Historia de Chile", de Luis Vitale, entre 1949 y 1972; c) la etapa abierta por la aparición de una ciencia social marxista ("sociología del desarrollo y teoría de la dependencia"), que trabajó más con la categoría 'estructura' que con la categoría 'proceso', la cual siguió de cerca los postulados filosóficos de L.Althusser, y d) la que estamos viviendo actualmente, definida por diversos procesos de búsqueda y dispersión (domina, a veces, Gramsci, otras veces la tradición clásica, otras veces el pragmatismo político de Lenin, etc.). De aceptarse esta periodificación, se desprende que el 'balance' no puede agotarse en el análisis crítico de lo hecho
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p o r los historiadores de la segunda etapa. D e b e r í a m o s incluir lo hecho o no hecho en las cuatro etapas (ejercicio, en t o d o caso, q u e no m e corresponde hacer ahora). Si nos a t e n e m o s hoy sólo a la segunda etapa, cabe decir q u e la p r o d u c c i ó n intelectual de los historiadores marxistas chilenos constituyó: a) una historiografía crítica,
alternativa
a la "erudita" (Jobet) o conservadora; b) una variante científica nacional
del
marxismo
internacional
(aplicaron
' d e m o s t r a t i v a m e n t e ' , sobre t o d o , las ideas matrices del " M a nifiesto" de Marx y del "Imperialismo", de L e n i n ) , y c) echaron las bases para el inicio de u n a educación popular
orienta-
da a transformar la sociedad. C o n t o d o , fue una historiografía que tendió a c o n c e n t r a r su análisis en el p e r í o d o 1 8 1 0 - 1 8 9 1 (en c u a n t o a la lucha de clases), y en el p e r í o d o 1 8 7 0 - 1 9 6 0 (en c u a n t o al p r o b l e m a del imperialismo), d e s c u i d a n d o el estudio del Estado, del proceso de industrialización, del m o v i m i e n t o c a m p e s i n o , m a p u c h e , de la mujer, de los g r u p o s medios, entre otros. Estos déficits, por paradoja, eran los mismos de la historiografía conservadora. En c u a n t o a la p r o d u c ción historiográfica p r o p i a m e n t e tal de estos autores, ella revela, de una parte, u n a insuficiencia general de la base e m p í rica de apoyo (salvo algunas excepciones), al m i s m o t i e m p o que u n a débil asimilación del m é t o d o dialéctico y de la p r o puesta
teórica
más fina
del
marxismo.
Dominó
el
e c o n o m i c i s m o simple y la lucha de clases en su forma más cruda. " T r a n s p o r t a r o n el esquema marxista clásico, derivado d e la historia e u r o p e a occidental —escribió S i m o n Collier— al siglo XIX c h i l e n o . . . (produciendo) versiones marxistas crudas y simplistas". Las consignas de t i n t e ideológico t i ñ e r o n de m o d o n o t o r i o m u c h a s de sus páginas, razón por la cual los "ensayos históricos" escritos por los d e n t i s t a s sociales de filiación cepaliana (Aníbal P i n t o , Jorge A h u m a d a , O s v a l d o Sunkel, Enzo Faletto, entre otros) tuvieron m u c h a más aceptación entre los estudiantes y la militancia política de los años
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60, en la medida que sus hases metodológicas y teóricas parecían más formales, consistentes y re/lejahan mejor, tanto la coyuntura del presente, como la disposición política de las nuevas generaciones. En otro piano, el impacto de la historiografía marxista en la formación política del movimiento obrero fue, también, escaso, en la medida en que no innovó respecto a lo planteado por los dirigentes de los partidos políticos de la Izquierda Parlamentaria. La aceptación de las directivas políticas tornaba innecesaria la lectura y estudio de la historiografía marxista. Dada esta situación, se puede pensar que la posibilidad de restaurar y restablecer una historiografía marxista "cruda y simplista" (S. Collier) es remota. Por su propia crudeza y por su propio simplismo, y por el hecho de que, hoy, domina la idea de que las formas puramente teóricas y dogmáticas del marxismo están siendo sobrepasadas por las prácticas dialécticas de investigación a fondo de los procesos reales, por la relevancia que adquiere en esto la metodología como tal y, sobre todo, por la necesidad de que no sólo los intelectuales profesionales y los políticos de profesión construyan la ciencia de la acción popular y del movimiento social que transforme la realidad, sino todos Jos que sienten que esto último es imperativo y necesario. Es lo que sugiere la suma dialéctica de los diversos post-marxismos: la variante histórico-social, la del marxismo mínimo, la del marxismo comprensivo, el marxismo como método, etc. Los nuevos 'marxismos' coinciden en no tener una "gran teoría" que esté por sobre las búsquedas de todos. Enhorabuena. Esto determina que la investigación colectiva y permanente de la realidad propia y global queda a la orden del día, siempre y cuando haya una apertura hacia el lado y hacia abajo; esto es: que todos (incluyendo el propio pueblo) seamos investigadores y, a la vez, actores y sujetos de la historia. Para nosotros, tal vez, tiene más sentido empaparnos de núes-
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tra p r o p i a realidad y nuestra p r o p i a identidad, q u e leer y releer a los autores clásicos, y a c u m u l a r fuerza social, cultural e histórica más bien que tratar de identificarnos con vagas t o talidades o estructuras 'objetivas'.'
Discusión Tomás Moulian interviene diciendo que la exposición que escuchó "se me atragantó", porque el marxismo ha vivido en "crisis permanente". Que, en todo caso, la actual crisis es específica, distinta. Pero que no ha sido la única. Recuerda la de 1921, en tiempos de Lenin, Rosa Luxemburgo y Gramsci. Lo que ocurre es que hay continuos "cambios de paradigma", y hoy se ha llegado a plantear la "inutilidad del marxismo". Con todo, lo que cabe preguntarse es cuál, concretamente, es la metodología de una historiografía propiamente marxista: ¿la que Marx usó en su "18 Brumario", por ejemplo, o la usada por historiadores como Vilar o Sobul en sus trabajos recientes?. ¿Existe, acaso 'una' metodología, como forma pura? Los marxistas chilenos están "situados en otra época y tenían el marxismo que podían". Son muy diferentes a los clásicos. Tuvieron que luchar contra un fuerte pensamiento político de Derecha y de Centro, que eran dominantes. Y en este sentido, su aporte consistió en relevar lo económico-social frente a lo político. Habría que agregar otros esfuerzos en este sentido: el aporte de Carmen Castillo y A.Mattelart, por ejemplo. Cree que el marxismo tiene, aun, cierta vigencia. "Me gusta la idea de un marxismo mínimo, porque da sensibilidad frente a los problemas históricos y aporta a la constitución de un (nuevo) proyecto histórico". Rosarla Stabili dice que concuerda con Moulian, en el sentido que "las crisis reconfirman la teoría marxiana", pues el cotejo entre la teoría y la praxis produce un fortalecimiento de ambos. Cree que hay que distinguir entre la producción propiamente 'marxiana'
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(de Marx) y la que es propiamente 'marxista' (de sus seguidores). Concuerda con la idea de McLennan sobre el marxismo mínimo y sobre la posibilidad de discutir el feminismo en la línea del marxismo. Cree, en todo caso, que "es necesario reformular el marxismo en función de lo que está pasando". Isabel Forres concuerda en lo mismo, afirmando que "la crisis no envuelve negación, sino reorientación". Que es cierto, en todo caso, que la obsesión economicista hizo desaparecer al sujeto social e histórico. El marxismo, obsoleto o no, no es en ningún caso la Biblia, pero está aüí, frente a la realidad. Y "hay muchos historiadores que no se declaran marxistas pero que, frente a esa realidad, usan categorías marxistas". Alfredo Riquelme sostiene que "el marxismo nunca ha sido un bloque de acero". Entre las corrientes actuales que distingue Fleischer, quedarse con una de ellas sería, por lo mismo, peligroso. El marxismo no debe ser endógamo y vivir de sí mismo: debe proyectarse hacia fuera, y permanecer allí en los términos que planteó Moulian: como "una sensibilidad frente a los problemas históricos". En todo caso, no puede negarse que estamos viviendo una crisis general. Sol Serrano tercia en el debate diciendo que ella no ve mayores diferencias entre lo dicho por el expositor y lo dicho porTomas Moulian, pues todos concuerdan en la existencia de "un mínimo" en torno al cual se puede seguir trabajando. Por su parte, Pedro Milos interviene para decir que, sobre el problema estrictamente teórico del marxismo "yo no tengo opinión". Lo importante es centrar la discusión en la realidad que se vive y en la práctica histórica frente a esa realidad, pues discutir lo teórico desde lo teórico es improductivo. "La aproximación a la teoría debería hacerse desde nuestra práctica como historiadores y como entes políticos". María Angélica luanes dice que ella está, al mismo tiempo, en acuerdo y desacuerdo con lo dicho por el expositor. Que es un hecho que el paradigma marxista cambia y se transforma, pero que, tras esos cambios queda un acumulado teórico y, sobre todo, una "sensibilidad marxis-
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ta". Pero ¿qué es esto? ¿Un resto de teoría y un resto de m é t o do? ¿Una percepción vaga? Lo i m p o r t a n t e es considerar el (|uehacer historiográfico en tanto práctica científica, pues esto es lo q u e está en cuestión. Y c o m o quiera que sea la situación del m a r x i s m o , el h e c h o es q u e se sigue haciendo historiografía.
historia
e
José Bengoa se p r e g u n t a si u n a historiografía
marxista debe definirse entre aceptar el sensibilismo remanente del marxismo o el sistema estructural de relaciones d e p r o d u c c i ó n , o entre los procesos sociales a nivel de sujeto e individuo y las leyes históricas de los m o d o s de p r o d u c c i ó n . La llamada crisis del marxismo ¿consiste en su fluctuar perm a n e n t e entre esos dos polos? Y el marxismo en sí, c o m o cuerpo teórico ¿se reduce al juego de esa disyuntiva? Vicente Espinoza retoma este p r o b l e m a diciendo que la historiografía marxista p u e d e tener pleno sentido, o n i n g u n o , en el día de hoy, pero lo i m p o r t a n t e es q u e el marxismo tiene sentido en t a n t o "teoría de la revolución y la liberación". El análisis acad é m i c o puede tematizarse en u n a dirección u otra, orientarse hacia el rol de los sujetos o hacia los m o d o s de p r o d u c c i ó n . AparenteiTiente, hoy d o m i n a la "obsesión por lo subjetivo". Está bien. Pero la cuestión marxista de fondo es: ¿tiene sentido la revolución hoy en Chile? Y de tenerlo ¿cómo se apreh e n d e la realidad para a c o m o d a r la conciencia política en ese sentido? ¿ C ó m o i n c o r p o r a m o s en el análisis, por ejemplo, a los sectores populares? El C o o r d i n a d o r interviene para decir q u e el colofón principal de su exposición a p u n t a b a al hecho de que en Chile, hoy, el "marxismo m í n i m o " , o la i n q u i e t u d científico social q u e acá realmente exista, debería orientarse hacia la construcción o reconstrucción del 'proyecto histórico p o p u l a r ' , en el sentido sugerido p o r Vicente Espinoza. Es necesario recuperar la idea de c ó m o debería reorientarse el m o v i m i e n t o popular. Tomás M o u l i a n dice q u e concuerda con las conclusiones del expositor, y señala que "la mera sensibilid a d marxista no basta para realizar la liberación, pues se trata, en el fondo, de u n a sensibilidad populista". Se requiera
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esencialmente de la fuerza y decisión que proviene de la propia lucha de clases. O sea: es preciso trabajar con una "lógica de necesidad", que es la que rige esa lucha. Sin esa lógica, que en el fondo es la de la liberación, el marxismo y el mismo proceso quedan reducidos a la nada, o a muy poco. Si el "marxismo mínimo" se desentiende de esa lógica de necesidad, se convierte en un marxismo inocuo. José Bengoa toma la palabra para decir que él se opone a la idea de que el marxismo se identifique con esa lógica de necesidad. El marxismo "no tiene el monopolio de los procesos de liberación". La lógica que rige estos procesos admite otras perspectivas también. Se acuerda continuar y profundizar la discusión de estos temas.
Q u i n t a Sesión Historiografía marxista y teoría de la dependencia. Expositores: María Eugenia Horvitz y Enzo Faletto Marta Eugenia Horvitz: Los historiadores marxistas citados (llamados aquí "clásicos") no eran ni propia ni intencionalmente marxistas. Pues ¿qué significaba en los años '50 ser marxista? Dominaba en el pensamiento histórico la escuela de Barros Arana, basada en "fotografías de la realidad y en la evolución de la idea de nación-estado". Hernán Ramírez y los otros rompieron con esa escuela historiográfica, y así como ellos, muchos otros lo hicieron, como, por ejemplo, Mario Góngora. Tanto Ramírez como Góngora fueron "rupturistas", sólo que con temáticas distintas y distintas posiciones frente a la vida real. Construyeron "objetos teóricos" nuevos que, para el caso de Ramírez, fue el gran tema del
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"imperialismo", que era un tema políticamente cargado, m i e n tras los de G ó n g o r a eran temas políticamente neutros. Sus m é t o d o s , sin e m b a r g o , eran más bien "tradicionales", en a m bos casos. Por la m i s m a época, la E c o n o m í a y la Sociología alcanzan estatuto académico en las Universidades, a la par con la Historia, y, al m i s m o t i e m p o , u n a orientación marxista. Fueron las Ciencias Sociales las que r o m p i e r o n más directamente con el paradigma científico tradicional en Chile. "Fueron ios teóricos de la dependencia los marxistas clásicos, los que creen que el capitalismo existía en Chile desde el Descubrimiento". Se ha producido u n a evidente ruptura con el positivismo tradicional, y hoy predomina la tendencia a "construir un objeto teórico", como señalara P.Vilar. Se abren m u chas posibilidades, a pesar de que con Gonzalo Vial estamos ante una nueva arremetida de métodos tradicionales sobre temas tradicionales. Creo que la jvivcntud es también rupturista, a u n q u e tiende a concentrarse en el problema de "los orígenes". Pero es necesario estudiar los "modos de producción" y desarrollar la "historia comparada", al m o d o en que lo está haciendo Marcello C a r m a g n a n i , para lo cual se requiere formar equipos interdisciplinarios. D e m o d o que no creo que existan "marxistas clásicos" en Chile en el c a m p o de la Historia. Enzo Faletto: Más que u n a gran ' t e o r í a , lo q u e se hizo fue plantear un c o n j u n t o de problemas de la realidad latinoamericana. En todo caso, esta 'teoría' surgió vinculada a las investigaciones de la C E P A L y, en general, fue un derivado de los p l a n t e a m i e n t o s desarrollistas de la época. Los sociólogos y los economistas q u e trabajaron estos problemas m a n e jaban "esquemas históricos" más bien que una
formal
historiografía del imperialismo. Pero se a c u ñ a r o n términos nuevos. Y se habló de "dependencia" c o m o alternativa al concepto "imperialismo = malo de la película". A este respecto n o se produjo m u c h o diálogo con los historiadores, pero sí se i n t e n t ó aplicar u n a concepción de "proceso histórico", q u e
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era la tínica categoría de análisis capaz de dar cuenta de "las singularidades del desarrollo capitalista en América Latina". Eso permitió conocer las estructuras políticas, económicas y sociales de nuestro continente, y concluir de allí que "nuestras capacidades de decisión eran limitadas". En este sentido, se procuró determinar el grado de autonomía de las burguesías latinoamericanas; si existía o no una "burguesía autónoma", y si era posible un efectivo "desarrollo nacional". Por este camino se comprobó el estaticamiento del crecimiento económico y quedó en evidencia "la marginalización creciente de amplios sectores urbanos y rurales". El estudio de estos procesos derivados llevó a la necesidad de "totalizar el análisis", pero en el sentido de entender el capitalismo como un proceso histórico y no como una modalidad puramente estructural y estática. Aquí se entendió "lo histórico" como la comprensión del conjunto de posibilidades que se abren a partir de una situación presente, donde se dan determinadas "relaciones de poder". Era importante, entonces, detectar cuáles eran los agentes sociales con capacidad para construir y/o ejercer poder. Los sociólogos y economistas "desarrollistas" (o sea: los que no eran "dependentistas") se concentraron sólo en las "condiciones estructurales para las opciones de desarrollo", sin apuntar a detectar y establecer el rol de los agentes sociales del desarrollo. Los desarrollistas eran neutrales respecto a este pimto. Y el problema es que centrar el análisis en esos agentes y examinar cuáles son sus opciones equivale a considerar centralmente el problema político. La historia, en tanto mirada desde esos agentes, "es política". Nosotros —los dependentistas— enfatizamos en nuestros análisis el papel histórico de esos agentes, "pero no rematamos todo esto con una propuesta política diferenciada". Creíamos que el poder potencial de los agentes sociales "dominados" se debía expandir si la estructura de dominación (o sea: la dependencia) tendía a resquebrajarse por sí misma, y sólo en ese momento era posible entrar en acción "para transformarla". Pero al concen-
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t r a m o s más "en la reproducción sistémica de la dependencia, esa ruptura o resquebrajamiento no nos aparecía". ¿ C ó m o encajar allí, entonces, "lo popular"? ¿Podía lo popular por sí mismo "generar las condiciones y las alternativas?. Desde 1973 o 1974 se a b a n d o n ó el tema, y entró el problema del "autoritarismo" — e n la estela del famoso estudio de O ' D o n e l l — y el del "capital financiero", tanto en el mercado externo c o m o en el interno. En la nueva situación ¿cuáles son las "opciones históricas"? Nosotros enfatizamos m u c h o lo económico, en desmedro de otras dimensiones (la política en sí, por ejemplo). Es preciso reexaminar el rol y las posibilidades de los grupos y las relaciones sociales específicas de América Latina, ahora en relación a la nueva situación de los mercados.
Discusión Angélica lllanes p r e g u n t a acerca del papel j u g a d o p o r H e r n á n Ramírez en la difusión del c o n c e p t o de "imperialismo negro" (o "malo de la película"), y si los teóricos de la d e p e n d e n c i a , al no presentar u n a propuesta política q u e coronara sus análisis, habían dejado c a m p o libre para el accionar de los partid o s p o l í t i c o s . M a r í a E u g e n i a H o r v i t z dice q u e H e r n á n Ramírez e x a m i n ó las relaciones entre la clase d o m i n a n t e chilena y el imperialismo inglés, sin referirse al problema imperialismo.
en sí del
En este sentido, se atuvo a la teoría de Lenin.
En c u a n t o al Partido C o m u n i s t a , se identificó relativamente más con la teoría desarrollista q u e con la de la d e p e n d e n c i a , "en su esfuerzo p o r afirmar la i d e n t i d a d n a c i o n a l " . E n z o Faletto señala que ellos, de u n a parte, se esforzaron por diferenciarse críticamente de la teoría desarrollista, n o p o n i e n d o énfasis en la ¡dea del "atraso e c o n ó m i c o " , sino en el " m o d o en que se dieron las relaciones económicas externas e internas del capitalismo l a t i n o a m e r i c a n o , según el m o d e l o histórico de las relaciones entre Lima y Buenos Aires d u r a n t e el perío-
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do colonial". No nos concentramos sólo en el "yanaconaje interno" (o sea: en la pura explotación de la fuerza de trabajo). Pero, considerando la complejidad de esas relaciones, nuestras propuestas anti-dependentistas resultaron ser inevitablemente "voluntaristas". María Rosaria Stabili reconoce que las exposiciones de esta sesión y la de la semana anterior habían sido densas y sobre-estimulantes. Agrega que los desarrollistas, en general, sí formularon propuestas políticas específicas, acaso porque ten/an a mano el modelo inglés o el norteamericano. Sin embargo, cree que, pese a la riqueza de su análisis histórico, los teóricos de la dependencia no trabajaron en profundidad algunas categorías importantes, como la "burguesía nacional", por ejemplo. Considera que la discusión sobre la historia de la Historiografía debe centrarse en el contexto epocal en el que se dieron los distintos desarrollos, pero también "se deben recoger sus límites para determinar cómo se puede seguir adelante". José Bengoa anuncia que, para él, "la teoría de la dependencia, lo mismo que la Unidad Popular, ha muerto". Este marco teórico, hoy, "me suena como ajeno". De hecho, hoy por hoy, Pinochet "nubla" por sí solo todo el fenómeno de la dependencia y del imperialimo. El imperialimo se ha probado a sí mismo; está claro todo respecto a él. ¿Qué más? Enzo Faíetto, en reíación a esto, sefíaía que son ías situaciones históricas las que defitien la relevancia de "ciertos temas" y que, de hecho, "los temas se constituyen socialmente". En el pasado, por ejemplo, se buscó la "integración nacional", para objetivos de desarrollo. Hoy se busca algo distinto: "la identidad de los movirnientos sociales y su posible proyección e incidencia sobre los procesos". Mario Garcés previene contra la posibilidad de reincidir "en el voluntarismo político". Enzo Faletto acota que, debido a la crisis actual, las "masas populares están allí, como disponibles". ¿Qué hacer con ellas? Por de pronto, lo que se está haciendo es estudiar la nueva situación histórica de esos grupos, para medir sus capacidades actuales y reales de acción. Lo que está bien, lo
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i m p o r t a n t e ahora es n o incurrir en u n a eventual "idealización" de los m i s m o s . Se consideró que las dos últimas sesiones habían sido densas y sobre-estimulantes, y q u e se requería de otra sesión adicional para concluir la discusión.
Séptima Sesión Historiografía marxista y teoría de la dependencia (II) Expositor: no h u b o , el Coordinador hizo un balance de las sesiones anteriores Balance:
Respecto de los historiadores marxistas "clásicos"
(Jobet, Segall, Ramírez y Vítale) cabe hacer las siguientes consideraciones: a) se les p u e d e llamar así p o r q u e , viniendo de la fase de mera "recepción doctrinaria" (años 20 y 30) fueron los primeros q u e , sin romper con esc legado, i n t e n t a r o n hacer " c i e n c i a
de
I z q u i e r d a " en
Chile;
b)
utilizaron
militantemenle
el marxismo clásico de Marx, Lenin, Totsky,
etc., lo que se reflejó ostensiblemente en sus escritos; c) rompieron con la tradición historiográfica erudito-conservadora, y d) t e m p o r a l m e n t e , precedieron
la aparición de los cientistas
sociales llamados "neomarxistas" (teoría de la dependencia) y de los "marxismos m í n i m o s " de la fase crítica actual. Su aporte fue, sin d u d a , relevante, pero no se p u e d e negar que, 30 años después, su proyecto historiográfico y teórico ha sido fuertemente criticado, sobre t o d o p o r su ostensible militancia ideológica (que t o r n a m u y difícil no entenderlos c o m o "marxistas"). Su proyecto, p o r esto, h a p e r d i d o vigencia académica e incluso política, excepto algunos estudios científicamente mejor logrados (libro de Ramírez sobre el capital inglés y la "revolución de Balmaceda", p o r ejemplo). Su pérdida de
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vigencia p o n e de relieve, en parte, la crisis del marxismo
chile-
no, sobre t o d o en lo que se refiere específicamente ai materialismo histórico. En este sentido, la aparición de la "teoría de la dependencia" constituyó un intento por superar los vacíos que revelaba hasta allí ese materialismo histórico, sobre t o d o respecto a c ó m o interpretar dialécticamente la c o y u n t u r a histórica del presente (período de post-guerra y de guerra fría). Sin e m b a r g o , el esfuerzo de los cientistas sociales fue, también, heterogéneo, no sólo por la oposición entre desarrollistas y anti-dependentistas, sino también p o r q u e d e n t r o de estos últimos se produjo u n a diferenciación entre 'estructuralistas netos', c o m o A . C . F r a n k , M . M a r i n i y l'.Dos Santos, por ejemplo (que se centraron en la estructura del "sistema m u n d i a l " del c a p i t a l i s m o ) y ' e s t r u c t u r a l i s t a s - h i s t o r i c i s t a s ' ,
como
E.Faletto 8¿ F.Cardoso (que p r o c u r a r o n , c o m o se ha visto, investigar los procesos sociales y económicos de cada país). La teoría de la d e p e n d e n c i a también ha perdido vigencia después de 1 9 7 3 (la crítica teórica a la misma partió antes de esa fecha, con F^.Laclan y otros), sobre todo d e b i d o a u n a p r o funda revisión crítica realizada por cientistas sociales europeos y norteamericanos. C o n t o d o , el trabajo de E.I'aletto & F.Cardoso ha p e r m a n e c i d o c o m o un texto a c a d é m i c a m e n t e vigente en m u c h a s universidades extranjeras, en particular, p o r q u e m a n t i e n e centralizada la perspectiva histórica. Se puede decir q u e este trabajo no ha sido d e m o l i d o , ni por la avalancha crítica, ni por la crisis misma, pero t a m p o c o forma parte de los procesos de b ú s q u e d a que se han abierto a partir de esa crisis, ni del actual reciclaje teorético. En c u a n t o a la llamada "crisis del marxismo", existe consenso en el sentido de que caba "reconocerla" (incluso d e n t r o de esta misma sala). Sobre lo q u e n o existe igual consenso es sobre el grado de p r o f u n d i d a d de esta crisis y hasta dónde debe ser
recorrida.
Pues se ha dicho q u e la crisis es un "estado normal del marxismo" y u n s í n t o m a inequívoco de su vitalidad histórica. Si ese 'estado de crisis' es n o r m a l , entonces cabe hablar con p r o -
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piedad de un "marxismo m í n i m o " , q u e está al final de los problemas y al principio de 'otro' i n t e n t o de solución. N o está claro, sin e m b a r g o , en q u é consiste ese m í n i m o . Para algunos es el m é t o d o dialéctico en sí. Para otros es un nuevo tipo de materialismo dialéctico, de carácter
filosófico.
Para
otros consiste en establecer y consolidar la historiografía social y popular. Y aquí, en este Seminario, se ha planteado que sobrevive u n a "sensibilidad marxista" que, al parecer, consiste en sentir, percibir y conceptualizar los procesos sociales e históricos de la realidad, q u e , en sí misma, evoluciona como si fuera dialéctica o marxista.
La percepción de las brutalidades
perpetradas por el C a p i t á n General no p u e d e n ser sino de 'sensibilidad marxista', p o r ejemplo. Es en esta dirección a d o n d e a p u n t a n las p r o p u e s t a s d e P o m a s M o u l i a n
(de
"sensibilizarnos frente a la historia"); de Pedro Milos, en cuanto a teorizar a partir de nuestra "práctica histórica", y de Enzo Faletto, respecto a la necesidad de analizar y desarrollar las opciones históricas y de poder que conlleva hoy el m o v i m i e n to popular. Esto, en síntesis. Discusión: E d u a r d o Devés sostiene q u e los historiadores "clásicos" florecieron en un p e r í o d o corto ( 1 9 4 8 - 1 9 5 6 ) y que, efectivamente, no se p u e d e negar su "militancia marxista". Además, vistos en perspectiva, "fue insuficiente lo que hicieron". Sin d u d a , los teóricos de la d e p e n d e n c i a i n t e n t a r o n "reemplazar la historiografía marxista", con un enfoque y u n a temática m u y distintas. Pero no lograron superarla, p o r q u e n o fueron exactamente "científicos, sino metafísicos", y con u n a perspectiva casi teleológica. Sus tesis centrales fueron, definitivamente, "ahistóricas". Para Enzo Faletto, los historiadores marxistas crecieron e s c u c h a n d o "los debates de los estudiantes de los años ' 2 0 , y su sensibilidad se formó no ley e n d o p r o p i a m e n t e a Marx, sino las novelas criollistas de den u n c i a social", razón p o r la cual, sobre t o d o en el caso de Jobet, hicieron gala de u n " h u m a n i s m o socialista". Nadie se
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hacía socialista leyendo a Marx, sino las novelas criollistas. De aquí que estos historiadores entendieron la sociedad conforme una división simple: "oligarquía versus el pueblo", de donde se derivó una especie de "mecanicismo marxista" de tinte positivista. La dominación conducía a la "alienación o degradación" del pueblo, y la percepción de ésta es lo que encendía los sentimientos "progresistas del movimiento intelectual de entonces". Estas fueron, de algún modo, las raíces culturales de estos historiadores. Eduardo Valenzuela replica diciendo que la "historiografía socialista surgió como reacción ante la frustración del Frente Popular, como un intento de recuperar un marxismo ortodoxo. Por eso nació a fines de los años '40 y no en los '20. Aunque los historiadores conocieron la cultura criollista que venía de la tradición chilena, ellos "recibieron el marxismo de modo directo y por vía ortodoxa". No desarrollaron la tradición cultural criolla, y esto explica su rápida transformación en marxismo vulgar. Eduardo Devés responde diciendo que, cuando menos J.C.Jobet, reconoció la influencia que Valdés Canje, Nicolás Palacios y Pinochet Le Brun tuvieron en su obra (lo cual configuraban parte de la "tradición"). Enzo Faletto acota que, en esa época (los años '40, sobre todo) era difícil "reelaborar e\ marxismo que se recibía", por traer, precisamente, un evidente sello ortodoxo. José Bengoa interviene para preguntarse por qué estos historiadores hicieron primar en sus escritos el enfoque político y porqué se concentraron en el estudio de la revolución de 189L Enzo Faletto responde que, en rigor, el análisis de la revolución del '91 significó pasar del enfoque esencialmente político a un enfoque de tipo socio-económico, paso que ya habían dado hacia 1910 tanto Valdés Canje (hacia lo social) y F.A.Encina (hacia lo económico-cultural). María Eugenia Florvitz insiste en que los historiadores llamados marxistas eran "poco marxistas" y que no entiende por qué se les llama "clásicos". Para empezar, J.C.Jobet y H.Ramírez eran muy diferentes, porque ambos respondieron a influencias distintas
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de su propio t i e m p o . N o se les puede e n t e n d e r ni explicar sin referirlos a su p r o p i o t i e m p o . N o cabe asumirlos "a-históricamente". D e algún m o d o , "somos todos militantes en nuestro tiempo", y Marx n o es u n a receta positivista q u e u n o asume y aplica. N a t u r a l m e n t e , t o d o s ellos c o n o c í a n los escritos de Lenin, y en este s e n t i d o , estaban influidos p o r su época. Pero ellos l u c h a b a n , sobre t o d o , por el progreso de Chile y la revolución popular.
"La o b r a d e ellos se justifica p o r sí misma". El
(Coordinador i n t e r v i e n e para decir que, a su juicio, hay dos formas de e x a m i n a r la o b r a de los historiadores marxistas: la primera, " c o m p r e n d i é n d o l a en función de la época y el contexto histórico específico en que ellos vivieron", y la segunda, "evaluándola en función de c o m p r e n d e r n o s a nosotros mismos c o m o historiadores en nuestro p r o p i o t i e m p o " . Agrega que el Seminario tenía c o m o objetivo e n c a m i n a r s e en la seg u n d a de esas formas. Isabel Torres interviene y dice q u e "si nos q u e d a m o s con la s e g u n d a b ú s q u e d a , se constata un desencanto, p o r q u e esos historiadores n o dieron c u e n t a de lo que señalaban en la teoría". Lo q u e ellos dijeron, p o r t a n t o , necesita de una crítica y u n a reelaboración.
El proceso debe ser
d i n á m i c o . María Rosarla Stabili dice que c o n c u e r d a con lo dicho p o r el C o o r d i n a d o r y que son perfectamente válidas las preguntas del presente para reformular la visión del pasado. Q u e , en consecuencia, el marxismo debe ser e n t e n d i d o desde nuestro concreto q u e h a c e r historiográfico. D e b e m o s aprender a conjugar el presente y el pasado sin caer en u n a fórmula d e t e r m i n i s t a del u n o sobre el otro. Un marxista no p u e d e eludir ni escapar a esa conjugación. El a s u n t o es llegar a lo teórico desde problemáticas
reales, tales c o m o la oligarquía o el
feminismo ("son mis categorías favoritas"), p o r ejemplo. Y aquí cabe la p r e g u n t a : ¿en función de q u é variables somos marxistas? Alfredo R i q u e l m e se p r e g u n t a si tiene sentido o p o ner "el" m a r x i s m o con "los" marxismos. Q u e él sospecha de t o d o lo que se diga en función d e "el" marxismo, por los distintos legados q u e existen, q u e se mueven c o m o otros tantos
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fantasmas. Por eso, "tiendo a reaccionar frente a la afirmación de María Eugenia, de que Ramírez no era marxista: ¿qué sentido tiene?". Hoy no estamos buscando grandes marcos teóricos, sino conceptos más bien instrumentales, precisamente para lo que queremos construir. "Los jóvenes somos hoy más eclécticos y menos apasionados respecto a ciertas creencias". Buscamos lo que es útil para realizar determinadas investigaciones particulares y monográficas. La verdad es que no me interesa el "lote de marxistas clásicos: la ortodoxia marxista no es la única ciencia histórica que hay". Y los llamados neomarxistas tampoco superaron las limitaciones de la historiografía marxista clásica. Enzo Faletto concuerda con la idea de realizar un análisis crítico de esos historiadores, "porque nos metieron en muchos callejones sin salida". Eran militantes y probaban tesis partidarias; entre otras, la relativa a una supuesta "burguesía capitalista" (cuando en rigor había sólo una "burguesía mercantil"). El tema central sigue siendo, sin duda, el problema del capitalismo en Chile y América Latina. Nosotros, para examinar esto "nos dábamos de cabezazos con Karl Marx", que no nos entregaba elementos suficientes para descubrir la especificidad de ese capitalismo. En cambio, Max Weber o G.Lukacs nos entregaban más elementos que, en todo, caso, había que reelaborar. El trabajo por hacer es grande: incluye la crítica a la historiografía marxista clásica, la reelaboración de diversos legados del marxismo, pero, sobre todo, se necesita estudiar lo específicamente nuestro. Eduardo Devés se muestra reticente en realizar "un juicio histórico a los historiadores marxistas" hasta tanto no se tenga una comprensión profunda de su producción y su contexto histórico. María Eugenia Horvitz señala que, en realidad "nosotros estamos más atrasados que los historiadores marxistas", porque aun no hemos realizado una verdadera reflexión teórica a partir de nuestra práctica científica. Y sin reflexión teórica no podemos hacer verdadera crítica. La propuesta de una teoría "como caja de herramientas conduce derecho al
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positivismo". Y en este sentido, debemos probar la validez teórica de la categoría "modo de producción", por ejemplo. María Rosaria Stabili replica diciendo que en Italia, durante los años '60, se vivió una profunda crisis sindical y partidaria, y en ese momento "nos jodia la teoría marxista clásica, que estaba centrada en la idea de organización". Allí aprendimos que las categorías teóricas válidas son aquellas que se construyen desde la realidad histórica concreta. Se acuerda cerrar la discusión sobre la historiografía marxista y examinar, en la próxima sesión, la historia demográfica y cuantitativista.
Séptima Sesión La historiografía demográfica y cuantitativa Expositor: Rolando Mellafe Sostiene que, hasta más o menos 1975, la "historia social" prácticamente no existía, porque, de un lado, "toda historia es social", y de otro, lo que podría ser historia social no era en los hechos sino la proyección temporal de las categorías sociológicas (como las "clases sociales", por ejemplo). De hecho, la producción existente hacia 1950 era, en este sentido, muy rudimentaria (trabajos de Bagú, Rosenblat, etc.). Pero hacia I960 comenzaron a perfilarse algo así como "parcelas de historia social", y desde entonces las temáticas han cambiado, se han estructurado algunos problemas generales y definido ciertos intereses específicos. De este modo, algunas de esas "parcelas" (se pueden contabilizar siete u ocho de ellas) se desarrollaron a c o t a n d o un c a m p o p r o p i o y d e f i n i e n d o metodologías específicas, mientras otras tendían a desaparecer. Entre esas parcelas cabe citar: 1) la historia de la población y la demografía histórica; 2) la historia propiamente eco-
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nómica; 3) la historia urbana (que es un todo de por sí, ya que recibe aportes de diversas disciplinas afines); 4) la historia de la mujer (que ha arrastrado también un paquete de temáticas afines: sexualidad, familia, prostitución, alcoholismo, etc.); 5) la historia de la familia (incluye vida cotidiana, la educación); 6) la historia de las minorías étnicas (que arrastra el caso de los marginales, los desafiliados, los grupos intermedios, etc.); 7) las monografías parroquiales, que incorpora la historia local y regional y revoluciona las metodologías micro-analíticas; 8) historia de las clases sociales en general. El desarrollo de estos campos de estudio ha desenvuelto, sobre todo, un arsenal de nuevos métodos y técnicas de investigación, lo que suma un enfoque científico muy superior al tradicional. Sobre la base de esta aglutinación metodológica, se observan tres o cuatro vías por donde tiende a desenvolverse la "historia social": 1) a través de estudios monográficos; 2) a través de interpretaciones globales, como es el que proporciona el análisis de las clases sociales; 3) a través de interconexiones entre los diversos campos, que abre mayores posibilidades de interpretación, y 4) a través del perfeccionamiento constante de los métodos y técnicas de investigación. En este último sentido, el desarrollo ha sido mayor en el campo de la demografía histórica y la historia de la familia, sobre todo por la necesidad de utilizar métodos estadísticos refinados. Hoy día "o calculas correlaciones entre variables, o mueres".
Discusión El Coordinador pregunta respecto al caso de "la historia de las mentalidades", que, según entiende, ha sido un campo de particular interés para el profesor Mellafe. El aludido responde que, en realidad, esta historia no es propiamente una "parcela", porque su temática se extiende sobre todas las parcelas; en sí misma, "la historia de las mentalidades es algo más bien
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esotérico e inasible". Podría aceptar el uso de los m é t o d o s cuantitativos, pero la verdad es que "todo significa algo para la historia de las mentalidades". Angélica luanes sostiene q u e es cierto q u e el desarrollo de la historia social avanzó a lo largo de "parcelas", pero q u e todas esas parcelas a p u n t a b a n y a p u n t a n a "buscar u n lugar en la Historiografi'a, para llenar vacíos q u e en ella existían". R o l a n d o Mellafe replica q u e las parcelas sí, pero la "historia sociológica" no. En t o d o caso, el resultado ha sido u n a gran acumulación de datos, t a n t o q u e , ahora, "es posible volver a lo global; por ejemplo, al e s t u d i o de las clases sociales". María Rosarla Stabili sostiene q u e esos estudios estaban, sin d u d a , parcelados, pero que su i n t e n c i ó n era, en t o d o caso, "totalizadora". La cuestión es cuan totalizad o r p u e d e ser el a]cancc d e ios m é t o d o s cuantitativos. ^Tiene sentido, por ejemplo, aplicarlos al caso de la historia d e la mujer? R o l a n d o Mellafe responde q u e la historia d e la familia ha desarrollado sus propios m é t o d o s , pero q u e la historia de la mujer no. No tiene métodos específicos. En general, los m é t o d o s cuantitativos tienen aplicación en los " f e n ó m e n o s recurrentes". En c a m b i o , lo que i m p l i q u e de algún m o d o ' s u e ños" no p u e d e ser estudiado con esos m é t o d o s . J u a n Carlos G ó m e z dice que, en la práctica, la historia cuantitativa n o ha tenido m u c h a aplicación en Chile. N o se ha logrado, p o r ejemplo, estudiar con precisión el p r o b l e m a de la "estratificación social". R o l a n d o Mellafe dice que eso es así, pero q u e , e n t o d o caso, la historia cuantitativa no consiste en apilar c o l u m n a s de cifras, ni puras series t e m p o r a l e s . H o y se requiere d e análisis más sofisticados, c o m o las correlaciones de variables ya mencionadas. José Bengoa señala q u e , en la h i s t o r i a social actual, se p u e d e distinguir entre la historia social " c o t i d i a n a (esencialmente descriptiva y estática) y la de los " m o v i m i e n tos sociales" (con intención p o l í t i c a ) . En este s e n t i d o , estas tendencias se a p a r t a n de los h i s t o r i a d o r e s marxistas clásicos, pues éstos e n t e n d i e r o n la historia d e la clase p r o l e t a r i a c o m o una especie de "rol metafísico", d e predestinación, y es la ra-
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zón por la que han entrado en crisis. Los nuevos historiadores sociales, en todo caso, necesitan precisar la diferencia y definir teóricamente el sentido de su práctica. Rolando Mellafe replica que los historiadores marxistas clásicos no utilizaron para nada los métodos cuantitativos —fueron una especie de Alberto Edwards al revés— y de ahí su sesgo metafísico. En cuanto a la historia de lo cotidiano, sefíala que ella fue practicada antes, pero incurriendo en la descripción de "lo pintoresco", superficialmente, y que hoy la tendencia es calar más hondo en el significado de los hechos cotidianos. Isabel forres dice que es cierto que el desarrollo de la Historia ha ido últimamente parcela por parcela, que es un modo de ir "de lo chico a lo grande" y de lo particular a lo general. En el caso de la historia sindical, por ejemplo, se puede ir desde el análisis de lo social-cotidiano hasta los "contenidos de mentalidad que determinan la conciencia obrera". Las parcelas desembocan en lo general. Pero entonces ¿qué es 'la historia científica propiamente tal? "Me crean o no —responde Rolando Mellafe— la. historia científica, en estricto rigor, no existe. En ese nivel, lo que hay son sólo ensayos históricos ". El Coordinador tercia en el diálogo diciendo que el avance a través de parcelas históricas ha significado a menudo escaparse de la responsabilidad social de hacer una historia seria de lo que es estratégicamente importante, a pretexto de ser científico y 'objetivo' (lo que se entiende como trabajar monográficamente 'un' tema, con 'una' metodología y 'una' demostración factual). El resultado de esta práctica ha sido la fragmentación del conocimiento histórico duro, la validación ensayística de ciertas impresiones generales, y la "totalización del análisis histórico" sobre la base de extrapolar los contenidos monográficos, violentando las metodologías y haciendo, en definitiva, historias generales con bases empíricas unilaterales o insuficientes. Isabel Torres se pregunta si, al darse ese cuadro de dispersión, es posible, realmente, hacer una "historia global". Rolando Mellafe dice que "estamos en camino
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a la aparición de una nueva historia de Chile". Están —sin duda — los peligros que señala Gabriel. Las universidades regionales, por ejemplo, impulsan estudios regionales con metodologías bastante pobres, y lo que uno encuentra en todas partes, en dispersión, o no sirve para una nueva historia global, o sirve poco. Con todo "yo estoy optimista en el sentido de que, en el largo plazo, se desarrollará una nueva historia de Chile". María Rosaría Stabili se siente inquieta respecto a cuáles son o podrían ser las "categorías de análisis o interpretación" que deberían utilizarse para eso. Por lo común, el problema de las categorías se plantea muy tardíamente, y cuando se plantea, las categorías resultantes tienden a ser muy inclusivas. Para Rolando Mellafe, la categoría "de moda en el momento es la de sujeto social, no la clase social", pero que, en todo caso, el historiador no puede tratar las categorías como cuestiones per se (al estilo de la Filosofía), ni sobreponer 'el' método a la problemática que se estudia. Tanto el método como las categorías debería surgir del análisis del problema. "O sea que el sueño de la Cenicienta murió — se lamenta Isabel Torres—, es decir: la validación teórica en sí de las categorías, pues no tienen aplicación si no la corrobora el dato empírico. Aquí manda "la información". "Sin duda que sí —repone Rolando Mellafe—: el método no es otra cosa que el juego entre la Cenicienta y sus zapatos".
Octava Sesión La Historiografía Chilena en el exterior Expositor: Gabriel Salazar (en sustitución de Luis Ortega) No cabe duda que los problemas nacionales, aunque 'competen' a los chilenos, también 'interesan' a los extranjeros, a veces por razones de vecindad, a veces por razones políticas y
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estratégicas. En varias oportunidades, Chile se ha convertido en un foco de atención mundial, en especial por sus "experimentos políticos". Debido a esto, los vacíos que se registran en la producción científico-social nacional suelen ser detectados mejor por la mirada externa. Ya en I960 el sociólogo Kalman Silvert (supuestamente de la CÍA norteamericana) advirtió que "Chile es un país mal estudiado". Sea por esta advertencia, o por otras razones, el hecho es que, desde entonces, un número creciente de académicos norteamericanos y europeos comenzó a investigar la sociedad chilena desde todos los ángulos imaginables. Hacia 1980, la acumulación de "estudios externos" sobre Chile había superado, en cantidad y en calidad, a la producción de "estudios internos". Es como si hubiese existido una muy vigilante 'conciencia nacional foránea. Es por esto que los intelectuales y estudiantes chilenos que salimos a hacer estudios de post-grado en Europa o Estados Unidos (algunos forzados, otros no) descubrimos pronto que nuestros conocimientos se hallaban poco desarrollados o "retrasados" respecto a los problemas estratégicos de nuestra sociedad (no sólo respecto a las vanguardias del trabajo académico). Y afuera experimentamos la extraña sensación de saber que no éramos expertos en el conocimiento de nuestro propio país, sino, más bien, neófitos. De hecho, éramos fuertes en "la teoría, o en la ideología", pero no en la masa empírica que sustentaba esa teoría. En ciertos seminarios, a algunos colegas se les recomendó que "fueran a documentarse". Este conocimiento externo se ha generado, por ejemplo, en los 70 centros universitarios que en Estados Unidos estudian los problemas de América Latina y en los 26 que existen en Inglaterra. A eso se agregan corporaciones privadas y trusts de cerebros (como la Rand Corporation), agencias de Gobierno (U.S. Department of Commerce), bancos y empresas internacionales (World Bank), organismos internacionales, como el F.M.I o la O.I.T., confederaciones de iglesias (la World Association of Christian Churches) y aun agen-
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I ias de espionaje que tienen centros de estudios estratégicos (C3IA), etc. todos los cuales comandan investigaciones de carácter académico para consumo propio o por encargo de cúpulas de poder. Es una red mundial que coopta una gran cantidad de dentistas sociales de alto nivel. La producción de conocimientos estratégicos que genera ese amplio complejo entra luego en una red de circulación compuesta por lo que algunos han llamado el "imperio monopolista de Ph.D.s" que comanda Estados Unidos, el amplio abanico de revistas de estudios estratégicos que circula en las esferas de poder y el nutrido calendario de reuniones y seminarios convocados para informar a la clase política, empresarial o militar. La investigación, en este nivel, compele a los dentistas sociales a centrarse en los sensitive issues, o sea: en problemas candentes, estratégicos y de impacto mundial, y no en las rencillas domésticas del mundillo académico. Para entrar en este circuito, es indispensable contar con un Ph.D. de alguna universidad prestigiosa. Una vez dentro, no se trabaja para producir una teoría general para explicar todo y para instruir a todo el mundo {urbi el orbi), sino una seguidilla de estudios específicos para resolver problemas específicos, por lo común, en el mismo terreno donde se presentan los problemas. Se trabaja directamente para el poder, no para la ciencia y por la ciencia. Con este respaldo, los dentistas extranjeros que 'bajan' a un país en vías de desarrollo (o en vísperas de revolución), no encuentran dificultades en estos países: se le abren todas las puertas (Philip O'Brien, cientista político de la Universidad de Glasgow, por ejemplo, no tuvo problemas en 1983 para entrevistar a todos los miembros de la Junta Militar). Este paradigma científico contrasta agudamente con el nuestro (que está centrado en el ensayismo, la ideología y la especulación discursiva, en su mayor parte). Nosotros realizamos en Inglaterra un estudio cuantitativo de la producción cognitiva externa e interna con valor académico sobre la realidad chilena, para el período (crítico) 1950-1978. Hallamos un total (no
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absoluto) de 2.320 títulos (contando libros, artículos e informes relevantes), todos relativos al área de las Ciencias Sociales. Conforme la producción total anual, hallamos que, hasta 1959, el 72 % de esas publicaciones se producían y editaban en Chile, pero que, desde I960, la producción externa superó sistemáticamente a la interna, del siguiente modo: 53 % en 1965, 69 % en 1972, para llegar a 86.9 % entre!973 y 1978. El predominio de la producción externa se dio, principalmente, en las tesis doctorales y en los artículos de valor académico y estratégico. El enfoque predominante de esos trabajos era el llamado "liberal" (crítico para los estándares anglosajones). En el campo de la historiografía, la producción externa llenó vacíos de gran importancia. Por ejemplo, en el campo de la "clase d o m i n a n t e " los aportes de J.Barbier, J.Rector, G.Marcella, Ch.Pregger, R . O p p e n h e i m e r , T . O ' B r i e n , C.Menges, J.Carriere y otros, han permitido definir con más precisión las debilidades y fortalezas específicas de los empresarios y políticos que configuran la clase dominante chilena; mientras que J.Morris, P.Peppe, P.de Shazo e incluso A.Angelí han enriquecido notoriamente la visión del desenvolvimiento específico de la "clase obrera chilena". Lo mismo ha ocurrido en el campo del Estado y la política (P.Cleaves), la industrialización (H. Kirsch) y los problemas de la acumulación capitalista (T.Davis), etc. Se comprende que los historiadores que completamos los estudios en Europa nos dimos de cabeza con un paradigma científico duro, altamente profesional, que nos forzó a "documentar empíricamente" cada afirmación y a situar la teoría en la consideración concreta de los problemas estratégicos. El impacto obligó a muchos a abandonar sus estudios de doctorado. En otros provocó la conversión completa al empirismo puro. Pero la mayoría optó por hacer una síntesis entre la cultura académica traída de Chile y las prácticas metodológicas aprendidas en el Viejo Mundo. En esta última línea, la producción historiográfica que los chilenos realizaron en el exterior es de interés, especialmente
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las tesis de doctorado. La producción ideológica de los exiliados íue también abundante, sobre todo en Francia, Suecia, Italia y países como México y Venezuela. En Inglaterra y Alemania la presión académica redujo el sesgo ideológico y aumentó la lundamentación empírica y el análisis estratégico (puede observarse esto último en los trabajos de Manuel Fernández, Oistóbal Kay, Luis Ortega y Gabriel Palma, entre otros). Los que estábamos en Inglaterra (Leonardo León, Luis Ortega y el que habla) procuramos fundar una suerte de "nueva historia", que, junto con basarse en una adecuada base empírica, procurara desplegar análisis rigurosos sobre los problemas estratégicos de nuestra historia. Y nos ha alegrado saber que, en Chile, los historiadores jóvenes tienden a moverse en la misma dirección.
Discusión Alfredo Riquelme sefiala que concuerda con lo dicho por el expositor, y que el panorama general es que, como sociedad que tiene necesidad de producción científico-social, "estamos a merced de un mercado académico mundial". José Bengoa piensa que, en efecto, existe un mercado académico y empresarios del intelecto —lo que tiene algo de negativo—, pero que éstos, de un modo u otro, han impulsado la investigación y la han centrado en problemas más neurálgicos. Agrega que los historiadores jóvenes chilenos tienden, en la actualidad, a un "factualismo algo estrecho de miras", pero que sus monografías contrastan, de todos modos, con los viejos académicos "que eran más profesores que investigadores y, en todo caso, grandes charlistas". Eduardo Valenzuela está de acuerdo en que el énfasis en los problemas concretos y en el empirismo ha traído consigo "la crisis de ios paradigmas teóricos de la sociología", obligando a muchos cientistas sociales (como él mismo) a "refugiarse en la historia empírica". María
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Rosaría Stabili confiesa que, cuando fue a Estados Unidos, se sintió "neófita en el conocimiento de su tierra" y que la habían invitado que fuera a "documentarse para continuar en el Seminario". Reconoce que "ellos trabajan lúcidamente". Y en ese contexto es claro que se ha producido la crisis de los grandes paradigmas teóricos. Sin embargo, "lo ideológico no muere, sigue, de algún modo, vigente". Cree que es necesario discutir esta situación en profundidad. María Angélica Illanes dice: "Abrumador". Se refiere a la "ciencia externa" que mira y prensa a Chile. Agrega que, en todo caso, se trata de "una ciencia utilitaria". Ante ésta es preciso oponer "lo propio". Pero ¿qué es lo propio? Lo propio es "cómo llegar y potenciar la conciencia delpueblo". Hay una contraposición entre la ciencia externa y la conciencia del pueblo, una distancia crítica. Cree que aquí hay un problema de fondo que es necesario discutir. Mario Garcés interviene para decir que, respecto a la conciencia histórica del pueblo mencionada por Angélica, la producción historiográfica reciente no sólo es poca, sino desenfocada y además no comunicada. Se podrían mencionar los estudios de Vial, Villalobos, los que publicaron la historia de Chile del siglo XX, etc.. Y el Boletín del Encuentro de Historiadores ayuda, pero no es suficiente. En las universidades el factualismo histórico es inapelable y no sirve mucho, aunque es cierto que para demostrar la falsedad del Chile de Pinochet basta la historia factual. Y también es cierto que la conciencia popular necesita ser alimentada con "información histórica", y en este sentiáo hemos inaugurado entre nosotros "una etapa positivista" que, aunque necesaria, deberemos superar. Pues no se trata sólo de "entregar materiales al pueblo para que reflexione, sino algo más". ¿Qué más? Sobre todo, el "tratamiento teórico de las problemáticas que surgen de la misma reflexión popular, como por ejemplo, el problema de la unidad". José Bengoa añade a eso que la "historia desde adentro es parte de la cultura viva de nuestro país y se opone a la historia curricular de los historiadores gringos".
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l'.n este sentido, cabe desarrollar ese tipo de historia, sobre lodo la que se refiere al movimiento popular. "Hay en esto iiii.i tarea grande por realizar, y es bueno ir con los ojos más ,il)icrtos a los datos". Alfredo Riquelme concluye que "en cualijiiier caso, lo que aquí manda es la crisis, y aunque ya no lidie validez la interpretación global de la historia de Chile, liay más libertad teórica y riqueza metodológica para trabajar. Se puede, por tanto, generalizar. Es lo que demuestra la Historia de Chile del siglo XX, por ejemplo. No podemos abandonar del todo el ensayo histórico, porque tenemos que dei antar cosas globales". Juan Carlos Gónez sostiene que la hisloria externa sirve como guía general, mientras en Chile se Ice la Historia de los jóvenes del CERC, pero cree que es posible reconstituir la historia marxista, aunque no es un problema de fácil solución. Alfredo Riquelme replica que "la respuesta a la crisis no tiene que ser, necesariamente, marxista". iin la palestra hay muchas alternativas abiertas. Juan Carlos tíómez retruca que la historiografía marxista está en reconsirucción, sobre nuevas bases metodológicas, como muestra el trabajo de RVilar, por ejemplo. Quien se siente crítico es de izquierda, y ser de izquierda en un sentido científico es ser marxista. "Pero la historia que se ofrece colgada en los kioscos de diarios no sirve —fulminó enseguida Pedro Milos—, y tampoco las historias generales que cuentan todo como pasivamente". La historia debe difundirse con una capacidad comunicativa que vaya más allá de la mera publicación. La historiografía no puede morir allí. Debe ser un mensaje que se incorpore, asimile, discuta e incentive la acción. María Rosarla Stabili se pregunta por qué nunca se plantea a fondo la cuestión de cómo se construye el conocimiento histórico en términos de comunicación y saber social.
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Novena Sesión Historia económica e historia urbana Expositores: Osear M u ñ o z y A r m a n d o de Ramón Osear Muñoz: Dice que, en rigor, él no es un historiador, sino "un aficionado". Que en un primer momento se interesó en el análisis histórico por la necesidad de examinar las estructuras económicas en perspectivas de largo plazo. Había observado ciertas deficiencias en las series estadísticas construidas por Ballesteros y Davis. Como las fuentes estadísticas eran continuas y consistentes después de 1914, construyó series que le permitieron descubrir ritmos de crecimiento que ¡a teoría del desarrollo hacia fuera no había considerado. Sobre esas series pudo descubrir que en Chile existía, antes de 1914, un sector industrial bastante significativo. La teoría tradicional había minimizado o desconocido ese desarrollo antes de 1930, en la idea de que el liberalismo comercial posterior a 1 860 lo había inhibido. Pero su descubrimiento lo llevó a una segunda reflexión: ¿era liberal la ideología dominante y protectora del sector primario exportador? Además ¿pudo haber surgido el sector industrial anterior a 19.30 como derivación o subproducto del mismo sector exportador? Consideró que, por un lado, las exportaciones generaban "ingresos" y éstos podían eventualmente invertirse en el sector industrial. Por otro, el impacto dinámico de las exportaciones iba a depender de los "precios relativos"; o sea, en qué medida la economía tendría o no un cinturón protector frente a los vaivenes de precios del mercado exterior. Y por ixltimo, el efecto dinámico dependía de) roJ intervencionistA deJ ¥.sta.Áo que, pese a ser liberal, podía generar barreras protectoras, como actuar también como un gran inversionista. Sus reflexiones en este sentido se vieron reforzadas por otros investigadores, que de-
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s.irroUaban hipótesis similares: C . H u r t a d o , H.Kirsch, I .Ortega, G.Palma, y otros. A partir de estas hipótesis esmicturales de la historia económica se dedica, desde 1984 "a poner carne a las hipótesis industrialistas, pero ahora enfoi ;uido el quehacer específico de los empresarios". Esto lo condujo al análisis micro-económico y al impacto en este plano de las políticas económicas. Pero quedan muchas cuestiones pendientes, sobre todo para el período 1870-1920, entre otras razones por la dificultad de cuantificar adecuadamente la información que existe. Queda por resolver el problema de las relaciones entre la economía chilena y la "economía mundo", además del problema de la crisis y la recesión. "Tenemos una ventaja debido a la crisis de 1930: sabemos lo que es la recesión, y podemos pensar con cierta seguridad sobre la situación actual. Esto es lindo para los economistas". Se comprueba con esto, una vez más, el carácter fluctuante de la economía y sobre todo del aparato financiero. Está por ver, en todo caso, cuál será en la actual coyuntura el papel de la nueva tecnología, el de los ingenieros, economistas y el de los empresarios. La situación sigue abierta. Armando de Ramón: Su interés en la historia urbana data desde su participación, entre 1965 y 1967, en la elaboración de una Censos de Poblaciones a nivel de todo Chile (de Arica a Castro), y desde su vinculación al grupo de historia urbana de CLACSO (R.Morse, E.Hardoy y otros). Estima que esta disciplina encubre, en realidad, "el estudio de cosas más profundas". En Chile se desarrolló vinculada a la política de transformación de las ciudades, como una suerte de "ideología urbana", que consistió en la propuesta de una ideal de ciudad más bien que en el estudio de la ciudad real. Ya Vicuña Mackenna había imaginado una ciudad con oropeles parisinos. En general se han construido símbolos históricos artificiales. Hoy se sigue igual. Es la disciplina histórica la que está comenzando a dar cuenta de la ciudad real, y es la que ha mos-
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trade la existencia de la ciudad bárbara. "A mí me interesa la ciudad bárbara". Aquella que fue formada por el proceso de industrialización y el poblarniento popular. Durante la Colonia la ciudad fue concebida como la instalación del Orden, como un instrumento para disciplinar la sociedad, que estaba en formación. La ciudad real se desarrolló fuera de ese orden, t-stoy estudiando la formación de las primeras poblaciones populares, allá por 1850, como la Población Yungay, por ejemplo". En la actualidad se está publicando mucho sobre lo urbano, "pero románticamente, regido por los planes de modernización, que son cortinas de humo para ocultar la miseria social". En oposición a esto trabaja, con Patricio Gross y Luz Phillippi, un libro que revela la "otra ciudad". Ha sido interesante también, en tste^ sentido, el estudio de Isabel lorres sobre los conventillos de Santiago.
Discusión El coordinador le pregunta a Osear Muñoz si el análisis económico mantendrá ahora —1985, coyuntura de crisis— el enfoque estructuralista y cuantitativo propio de la década de \ 960. E¡ aludido responde que en }os años 60 dominó eFectivamente un enfoque económico estructuralista. Más aún: "catastrofista, porque tanto los analistas de Derecha como los de Izquierda habían llegado a la conclusión de que el sistema económico y social chileno estaba agotado, diagnóstico que siguió vigente incluso algunos afíos después de 1973". Sin embargo, el enfoque actual es mis equilibrado, pues se reconoce el valor específico no sólo de lo económico, sino también de lo social, lo cultural y lo institucional. Esto no significa que el análisis de lo económico haya sido dejado de lado, sino al contrario. Sin embargo, se han estudiado poco todavía las relaciones entre esos espacios y variables. José Bengoa pregunta si los nuevos estudios han refutado la tesis tradicio-
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iial de q u e la industrialización se desarrolló después de 1 9 3 0 . O s c a r M u ñ o z dice q u e Gabriel P a l m a y Luis O r t e g a " h a n e x t r e m a d o la n o t a sobre la i n d u s t r i a l i z a c i ó n , al afirmar q u e se inició antes d e 1 8 7 0 " . Pero la e c o n o m í a chilena, p o r enlonces, era primario
exportadora,
si se t o m a en c u e n t a el ori-
gen del Ingreso N a c i o n a l . Aníbal P i n t o h a b í a s e ñ a l a d o q u e las e x p o r t a c i o n e s p r i m a r i a s , en cierto s e n t i d o , p u e d e n p r o ducir a retaguardia un l i m i t a d o desarrollo i n d u s t r i a l . Esto aun n o está p r o b a d o . "Ahora, q u é razones e s g r i m e n esos autores para decir algo d i s t i n t o , n o sé, a q u í n o m e m e t o " . A r m a n d o d e R a m ó n s o s t i e n e q u e en S a o P a u l o y e n A n t i o q u í a ( C o l o m b i a ) la e c o n o m í a e x p o r t a d o r a t a m b i é n , c o m o en C h i l e , h a b í a p r o d u c i d o u n a significativa " a c u m u lación de capital". Alfiedo R i q u e l m e se p r e g u n t a d ó n d e se investigan en C h i l e la historia u r b a n a y la historia e c o n ó m i ca y q u é relaciones interdisciplinarias t i e n e n . O s e a r M u ñ o z dice q u e en H i s t o r i a E c o n ó m i c a n o hay g r u p o s c o n s t i t u i d o s de investigadores, ni siquiera en C I E P L A N ( d o n d e él trabaja), p o r q u e nadie financia ese t i p o de e s t u d i o . Y t a m p o c o tiene relaciones interdisciplinarias con otras ciencias sociales. La historia e c o n ó m i c a de C h i l e se e s t u d i a más y mejor fuera d e Chile. Los c o n t a c t o s i n t e r n a c i o n a l e s son p o c o s , y se dan c o m o relaciones personales e n t r e los p r o p i o s e c o n o mistas. A r m a n d o d e R a m ó n agrega q u e , d u r a n t e u n t i e m p o , Marcello C a r m a g n a n i m o n o p o l i z ó la H i s t o r i a E c o n ó mica de C h i l e , asociado con Ruggiero R o m a n o , pero q u e ahora, y en C h i l e , n o hay m u c h a investigación en esta área. Y en c u a n t o a la H i s t o r i a U r b a n a , no hay t a m p o c o g r u p o s c o n s t i t u i d o s . O s e a r M u ñ o z , para concluir, señala q u e , en c u a n t o al origen de la i n d u s t r i a l i z a c i ó n , cabe establecer u n d a t o i m p o r t a n t e : la r e c u p e r a c i ó n d e la e c o n o m í a c h i l e n a después de la crisis de 1 9 3 0 se d e b i ó , en gran p a r t e , a la fortaleza d e m o s t r a d a p o r u n sector i n d u s t r i a l que ya
existía.
Este d a t o es revelador. A r m a n d o de R a m ó n c o n c l u y e diciend o q u e la c i u d a d de los marginales se f o r m ó y se sigue for-
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mando fuera del Orden establecido por la política de fundación de ciudades, y allí se reproducen fenómenos como el bandidaje, la prostitución y el negocio del alcohol que, a su vez, ocultan las grandes fallas del sistema.
Décima Sesión Historiografía chilena actual (interior) Expositores: María Angélica Illanes y Mario Garcés María Angélica Illanes: Antes de 1973 se desarrolló una historiografía crítica y a la vez centrista, que se opuso, tanto a la escuela conservadora como al marxismo tradicional. Se privilegió lo económico y social por sobre lo político y lo cultural. Esta tendencia, sin embargo, se empantanó en los conceptos estructuralistas, sobre todo el de "modo de producción". Esos conceptos operaron como callejones sin salida. Los que eludieron esos conceptos tomaron rumbos más específicos: hacia la historia demográfica, la cuantitativa y la nueva historia política. El año 1973 marca un quiebre en esta í/nea evolutiva y pone sobre e/ tapece un conjunta de temas nuevos y de intuiciones científicas poco consolidadas. Los intelectuales de izquierda abandonan toda forma de autoritarismo, sea militar, político o téorico-ideológico. Queda en pie, en todo caso, una exacerbada "sensibilidad social, lo que lleva a trabajar sobre supuestos no racionales, diferentes a los del racionalismo marxista tradicional" y, a desarrollar disciplinas nuevas, como la historia de las mentalidades, la historia oral, la historia social, etc.; en todas las cuales "el sujeto social tiene una importancia central". Esta óptica pone de relieve otras realidades: la de las mujeres, de ios seres marginales, de los grupos medios, etc. Es sintomático que, como resultado de esto, los historiadores estén
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" a b a n d o n a n d o su refugio colonial" y q u e , al m i s m o t i e m p o , estén c o n c e d i e n d o una i m p o r t a n c i a significativa a! "lenguaje liistoriográfico c o m o m e d i o de c o m u n i c a c i ó n " . T o d o esto se r e s u m e en el h e c h o de q u e se ha p r o d u c i d o u n q u i e b r e radical del e s t r u c t u r a l i s m o de los años ' 6 0 y, lo q u e es m á s i m p o r t a n t e , "la liberación
de las temáticas".
E s t a m o s en o t r a
etapa de desarrollo, probablemente superior, pero, en todo caso, vamos "sobre arenas movedizas". Se requiere pensar "los nuevos fundamentos" de la Historiografía chilena. Mario Garcés: Respecto a su práctica historiográfica, él se ha movido en dos planos: uno, la historia popular y del movimiento obrero, y el otro, la historia "como práctica de educación popular". En este último sentido, cabe decir que la historia es un elemento importante en la educación popular. Hay una fuerte demanda por la Historia, dado que sienten que es necesario "iniciar procesos de recuperación de la memoria popular". La memoria histórica de los grupos populares puede y debe ser un objeto de análisis e investigación. De serlo, determina una serie de opciones significativas, tanto en el plano de la educación, como en el de la política. "Uno se da cuenta que aquí es necesario producir y potenciar un cierto tipo de saber". Un saber que, junto con ser comprensión histórica, es comprensión política, "porque la comprensión histórica de sí mismo conlleva afirmación de la identidad y mayor autonomía de acción histórica, lo que abre posibilidades de futuro". La comprensión histórica es siempre comprensión política. Pero ¿qué hace la historiografía académica y profesional frente a esto? Poco. Lo que se requiere aquí es abrir nuevas temáticas y trabajar nuevos métodos. Lo que hemos hecho en este campo es todavía insuficiente. Hay mucho por investigar y por conseguir que los historiadores trabajen "orgánicamente con los actores populares", incluso en términos de acción. Existe un "universo de problemas" muy marcado todavía por ex-
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periencias locales y por la subjetividad de todos, y se requiere convertir eso, válidamente, en un "universo teórico" claro, popular y nítido.
Discusión Eduardo Devés, Pedro Milos y Alfiedo Riquelme hacen diversas preguntas acerca de cómo la historia es utilizada en la educación popular, en cuanto a "entrega de materiales y conocimientos", en cuanto a las "pregimtas específicas que la guían" y a la posibilidad de trabajar "académicamente la historia oral". El Coordinador opina que, en los últimos años, se ha pasado de un "universo teórico de tipo estructuralista" a un vago "universo aporético", en que predominan preguntas abiertas y una agudizada sensibilidad social. Se vive, en este sentido, una fase de transición que se mueve en el sentido de superar el empantanamiento del universo aporético. Pero ¿cómo debe ser esa superación? ¿Por la vía de una "nueva historia", probablemente más centrada en la memoria social que en el objetivismo académico, o mediante la construcción de una nueva "praxis política"? Si es esto último (como sugirió Mario Garcés) se correría el riesgo de que, arrastrados por la búsqueda de una nueva praxis política, cayéramos de nueva en un tradicional "universo teórico". Mario Garcés responde que "cualquier quehacer político con pretensiones de validez es hoy una apuesta". En este sentido, trabajar para "afirmar la identidad y afianzar el protagonismo popular es, por un lado, una lectura de la derrota, y por otro, una forma de desarrollar las capacidades propias". Los educadores populares procuran "producir un saber histórico de identidad", pero es claro que esto no es suficiente, se "requiere un diálogo cultural con toda la sociedad", y es lo que también se quiere lograr. María Rosarla Stabili concuerda en que "uno como historiador tiene que conocer su objeto de estudio no sólo desde su escrito-
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rio: u n o tiene q u e ir a fondo y ensuciarse las m a n o s " ; agrega que, en ciertos aspectos del c o n o c i m i e n t o social y del saber social, el historiador es insustituible, y esto obliga a "comjirometerse t o d o el t i e m p o " , pues se está e s t u d i a n d o "sujetos". Pero u n a historia c o m p r o m e t i d a con los sujetos necesita resolver el t e m a de "las fuentes legítimas" y a d e c u a r las metodologías (de la historia oral, por ejemplo), pues ha de reducir el i m p a c t o d e lo p r o p i a m e n t e subjetivo. E d u a r d o Devés interviene para decir que "no estoy de a c u e r d o ni con María Rosarla ni con Garcés, p o r q u e esas perspectivas son de la A n t r o p o l o g í a y no de la Historia". La Historia estudia el pasado y "los historiadores no p u e d e n contactarse directam e n t e con el objeto q u e estudian", a m e n o s q u e estudien la historia del presente, "lo que sería u n a gran novedad". U n a l u m n o de la Universidad de Chile no identificado piensa que lo q u e hace Mario Garcés es, en rigor, "historia aplicada, que n o es lo m i s m o q u e historia c o m p r o m e t i d a " . En la historia aplicada, según él, "no entra en juego la globalidad". Es cierto que la historia social opera c o m o etnografía y rescata el papel de los sujetos, pero a "la ciencia le interesa más lo inconsciente y lo estructural". Alfredo R i q u e l m e sostiene que "la Historia utiliza de hecho todas las fuentes posibles, de m o d o q u e es en la metodología d o n d e se p r o d u c e n las diferencias y lo q u e da investidura científica". Pero de t o d o s m o dos es válido acercarse a los m é t o d o s de la A n t r o p o l o g í a o a los de otras ciencias. D e aquí van a surgir no u n o , sino varios "universos teóricos". H a b r á u n pluralismo de universos teóricos. C o n c u e r d a con lo dicho p o r Angélica a este respecto. Maria Rosaría Stabili le p r e g u n t a a Angélica si los cambios que ella detecta se dan sobre bases epistémicas p o c o sólidas. María Angélica luanes dice c o n c o r d a r con lo d i c h o p o r el C o o r d i n a d o r , en el sentido de q u e "concentrarse en la sensibilidad es dar u n salto al vacío del universo aporético", del cual no todas las salidas son válidas o correctas, sino, más bien, "riesgosas". N o se h a d a d o u n a discusión teórica de peso
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respecto a los "nuevos fundamentos". Se requiere m u c h a más discusión antes de c o n s t r u i r u n nuevo "universo teórico". Pedro Milos t o m a este p r o b l e m a y se p r e g u n t a : "¿quién, en definitiva, en la situación actual, construye el c o n o c i m i e n t o histórico legítimo? ¿El historiador? N o estamos seguros. ¿Los pobladores?". Maria Rosarla Stabili acota que "los p o b l a d o res no p u e d e n .ser historiadores p r o p i a m e n t e tales, pero sí sujetos y actores políticos, para los cuales la ciencia es un i n s u m o o á m b i t o particular, no general". Pedro Milos retruca que él, c o m o especialista, trabaja para la m e m o r i a popular y a la vez para la historia profesional. María Angélica Illanes dice: "pensar y, a la vez, ser". E d u a r d o Devés i n t e r r u m p e para preguntar: "¿qué significa que los pobladores te reconozcan c o m o uno de los suyos? ¿Y en q u é m e d i d a nosotros
somos
partíci-
pes de "la obra de Pedro Milos"?. Pedro Milos replica q u e "ellos son mi d a t o , pero ellos, al m i s m o t i e m p o , son
diferentes
de mi dato, p o r q u e soy c o m o un dato para ellos. H a y reciprocidad". María Rosaria Stabili o p i n a que "el ser los pobladores va más rápido q u e el conocer de los historiadores, y así se producen e n c u e n t r o s y desencuentros", y a ella le parecen más ricos y c o g n i t i v a m e n t e fértiles "los desencuentros". Mario Garcés, r e s p o n d i e n d o a u n alcance del C o o r d i n a d o r , confiesa que, en la disyuntiva de elegir entre la Historia y el Pueblo, él opta por el s e g u n d o , pues es "sujeto y no objeto de la historia". Esta opción es cognitiva y política a la vez, pero que, obviamente, puede tener "estatus académico también". La Historia no es sólo para que "los m u e r t o s se m a n t e n g a n vivos", sino para que los vivos tengan más vida. María Angélica Illanes piensa que las metodologías son diferentes entre sí, pero q u e "el p r o b l e m a de fondo es q u e el c o n o c i m i e n t o es y debe ser unificado", c o m o u n a d e m a n d a existencial, pues el sujeto histórico "debe estar u n i d o p o r el c o n o c i m i e n t o a su p r o p i a realidad". E d u a r d o Devés cierra el debate diciendo en voz alta: "¡no estoy de acuerdo!".
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Undécima Sesión Historia de los movimientos sociales Expositores: José Bengoa, Eduardo Valenzuela y Gabriel Salazar ¡osé Bengoa: Ha estudiado el movimiento campesino y la historia indígena, en ese orden. Llegó a la Historia porque no es posible explicar la situación del pueblo mapuche sin recurrir a la Historia. Los mismos dirigentes indígenas reclamaban que querían conocer mejor su pasado. Inició la investigación entrevistando a "los viejos que sabían más", porque intentaba construir una historia desde la misma perspectiva indígena, "desde el otro lado del Bío Bío" y centrada en la identidad mapuche. Los mapuches tienen una poderosa historia oral, que, en gran parte, está perdida. Pero en la mitad de la investigación hubo que ir a los archivos y "redactar todo académicamente". Este giro de la historia oral a la académica es complicado. A los dirigentes no les gustó "mi versión popular": ellos querían saber más. ¿Qué faltaba? ¿Más testimonios o más liistoria académica, más recuerdos o más documentos? "La historia oral y testimonial no se rige por fechas, sino por una cierta circularidad: ¿cómo pasar de los recuerdos a las fechas sin hacer una maldad?". En todo caso, el cotejo de los testimonios con los documentos revela una correspondencia notable. Pero los indígenas "no reconocen su historia en la versión académica"; o sea, en la objetividad. De un modo u otro, sería útil trabajar para ampliar el desarrollo de la historia oral como tal. Respecto a la historia campesina (a la que está ahora dedicado) hizo lo mismo: se propuso encontrar la identidad del movimiento social campesino. Son relevantes en este sentido las tradiciones y la poesía campesina. El problema aquí es que la memoria social está ligada a las masacres de los mismos campesinos, que son muchas y recurrentes. A cada
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ascenso de conciencia y de unidad, correspondió una represión violenta. Hay aquí una recurrencia circular. ¿Cómo salir de ella? ¿Cuál es, entonces, el contexto histórico global del movimiento campesino? Algo menos que la identidad, parece ser el "sistema de dominación en el agro", que es lo que trabaja actualmente. Eduardo Valenzuela: Confiesa ser un sociólogo que se dedicó a la Historia., y ha trabajado principalmente el desarrollo del movimiento estudiantil universitario, desde sus orígenes. Da dos razones para esto. La primera: "vivimos una crisis política profunda que generó el quiebre de nuestras certezas", lo que lo indujo a mirar hacia el pasado y a los procesos que desembocan en el presente. La segunda: "la crisis que el estructuralismo y el nominalismo han desencadenado en la teoría sociológica, lo que ha hecho caer el primado de la Sociología". El sujeto histórico definido por la primacía de los partidos se ha desintegrado. "Nosotros, nuestra generación, ha intentado enfrentar esta descomposición, y para ello buscamos la reconstrucción romántica de la Historia, para lo cual levantamos las figuras sociales del movimiento popular". Sin embargo, el retorno a la Historia en función de esta descomposición no ha contado con la presencia activa de los historiadores profesionales. Y de todo esta propensión romántica ha surgido la idea de ver los movimientos sociales como tendencias "autonomistas", como reacción al determinismo político de la tradición estructuralista anterior (marxista, sobre todo). En busca de esa "autonomía de los movimientos nos adentramos en la Historia". Se interesó entonces en examinar el movimiento estudiantil, precisamente cuando éste "llevaba siete años de inactividad". Y al estudiar esa inactividad descubrió "la desintegración de los movimientos sociales con posterioridad a 1973, constatación que nos alejó del romanticismo histórico, pues estábamos rescatando autonomías que eran de la época preindustrial". Había que reconocer que la
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iiistoria vivía la etapa industrial, con m o v i m i e n t o s i n d u s t r i a les y peleando n o por la a u t o n o m í a , sino por el control
del
lisiado. Pero esta pelea t a m b i é n se había p e r d i d o . ¿ Q u é hacer? "Nos sentimos frustrados en nuestras certezas y en nuestras búsquedas".
La
conclusión
era
que
"había
que
profesionalizarse, y de hecho t e r m i n a m o s a c a d é m i c a m e n t e más acá del Bío Bío". N o s enfrentamos a u n a vacío, p a r a salir ilcl c u a l h a y u n p a q u e t e d e o p c i o n e s : 1) p r a c t i c a r
una
historiografía escéptica, sin sujetos sociales, c e n t r a d a en la decadencia
de las tradiciones revolucionarias del p u e b l o ; 2)
practicar u n a historia positivista, empírica, para sacar de allí hipótesis de t o d o t i p o , y 3) u n a historiografía m i l i t a n t e , de resistencia o transgresión, "que a m í me desagrada". El recurso a la Historia no es algo definitivo. La Sociología " h a abierto u n c a m i n o hacia la Historia, q u e surge c o m o u n a alternativa a la seca sociología de sistemas". Esto implica u n a posibilidad de desarrollo y de colaboración conjunta. Se p u e d e hacer algo. Gabriel Salazar: M e a b o q u é , sobre t o d o , al e s t u d i o del m o v i m i e n t o social del "bajo p u e b l o " d u r a n t e el siglo XIX, en un i n t e n t o p o r percibirlo y exponerlo desde la perspectiva de su p r o p i a i d e n t i d a d . E s t a o p c i ó n , i n e v i t a b l e m e n t e ,
me
involucró no sólo c o m o historiador, sino t a m b i é n c o m o sujeto histórico viviente. Este i n v o l u c r a m i e n t o , riesgoso de por sí (implicaba a b a n d o n a r el objetivismo académico), m e exigió i n c r e m e n t a r el e m p i r i s m o historiográfico y utilizar t o d a clase de fuentes y t o d a clase de m é t o d o s . N o podía dar pasos en falso. Traté de trabajar u n a "descripción q u e , a la vez, fuese explicación, y u n a explicación q u e , a la vez, fuese m o t i v a c i ó n para actuar; síntesis que conlleva interpretación teórica, pero q u e también i m p i d e la reificación conceptual p r o p i a d e los universos teóricos". Pero esta o p c i ó n exige volcar los resultados de la investigación al p u e b l o m i s m o . El p r o b l e m a es c ó m o transmitir, c o m u n i c a r o socializar esos resultados. C r e o q u e .
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en este último sentido, cabe emplear, de nuevo "todos los métodos: la educación popular, las clases universitarias, el diálogo, la interacción social, las publicaciones, los talleres". Quien ha hecho clase alguna vez, o por largo tiempo, sabe el poder del diálogo y la palabra oral. Esto liltimo es el mejor método de comunicación y circulación. Discusión: María Rosarla Stabili cree que las alternativas no se agotan en el dilema 'historia romántica' versus 'historia escéptica'. E! historiador puede manejar varias perspectivas y posibilidades. ¿Es posible combinar la memoria social ("de los mapuches y los campesinos") con la memoria documental en una síntesis, diferente, a su vez, a la "historia de la bandera"? Ella cree que sí. Es interesante ("lo rico") que ellos (los m a p u c h e s o los campesinos) c o n f u n d e n sus fechas, subjetivamente, y de aquí se abren problemas de gran interés. Cree que la crisis que se ha producido es, después de todo, positiva, en el sentido que ha proporcionado a los historiadores la posibilidad de jugar con múltiples perspectivas. Angélica lUanes, por su parte, no cree que pueda existir "una historiografía escéptica, sin sujetos", porque siempre, en todo movimiento social (aun si no hay movimientos) hay sujetos, y éstos no son sino los portadores de nuestras valoraciones, y en ellos reconoceremos siempre la presencia de un sujeto histórico. Por eso, "el recurso a la Historia no puede ser un mero instrumentalismo, sino una inmersión en lo que realmente somos". Alfredo Riquelme agrega que el desastre del estructuralismo y la desilusión ideológica pueden conducir al escepticismo, pero es preciso recordar que la identidad es cambiante de por sí, y nadie debe desesperarse por ello. Eduardo Valenzuela replica que, a su juicio, todas las alternativas que se barajan (el marxismo mínimo, "la Historia como venga", etc.) no tienen, en último análisis, utilidad alguna. Se está viviendo de hecho —guste o no— un período de crisis y escepticismo, tanto en lo teórico como en lo político, aunque
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lo valórico m a n t e n g a alguna vigencia. Patricio Valdivieso dice i|iie es preciso superar el escepticismo, pues c o n d u c e a u n "pesimismo desalentador", y para ello existen varias salidas, i.iiito sociales c o m o culturales y aun políticas, sólo q u e es necesario desarrollarlas. Mario Garcés a p u n t a que él concuerda i o n la p r o p u e s t a hecha p o r el C o o r d i n a d o r respecto a la n e icsidad de c o m u n i c a r la Historia y trabajar más el proceso educativo hacia el p u e b l o . Cree, sin e m b a r g o , que "hay otra entrada que es más política, cual es la reconstrucción de los sujetos políticos". El m i s m o se mueve en esta dirección. Cree i m p o r t a n t e , en este sentido, revisar el proceso de formación del F r e n t e P o p u l a r d e los a ñ o s ' 3 0 , tan o l v i d a d o p o r la historiografía marxista clásica. Pues fue esa " i d e n t i d a d " (el l'rente) la q u e e n t r ó en crisis hacia 1 9 7 3 . N o se debe olvidar lo político. Y en "la lógica del escepticismo hay t a m b i é n , de algún m o d o , c o m p o n e n t e s políticos". María Angélica luanes sostiene q u e no se debe renunciar al "encuentro entre el investigador y los grupos populares", pero ¿cómo debe ser ese "encuentro"? ¿Se reduce sólo a la actividad educativa y d o cente? ¿Hay algo más? José Bengoa cree que "el e n c u e n t r o " es casi inmanejable p o r el historiador o por el a u t o r de im libro de Historia, d e b i d o a q u e "el pasado es parte d e la lucha política del presente". H a y u n a d i s p u t a por el pasado. Y no todos investigan o leen para apoderarse de él (Allende jamás leyó, por ejemplo, a Ramírez N e c o c h e a ) . Y en este c o n t e x t o , "el escepticismo es u n peligro real, lo m i s m o que el m e r o refugiarse en la Historia o agarrarse al positivismo de los P h . D . s " . La salida lógica del escepticismo es la recuperación de la política, en t é r m i n o s de construcción de futuro. N o se trata de eludir la política (como i n t e n t ó hacer Mario G ó n g o r a ) , pero t a m p o c o se t r a t a d e c a e r d e n u e v o en el p l a n f l e t i s m o historiográfico ( c o m o ocurre a veces con Luis Vítale). La pasión de la política n o tiene que llevarnos a la superficialidad. Lo i m p o r t a n t e es conectar el análisis histórico con la construcción del futuro. U n a l u m n o presente interviene para res-
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catar lo dicho por E d u a r d o Valenzuela, en el sentido de que los sociólogos han c o n t r i b u i d o a la "reconstrucción de los sujetos sociales en Chile" ( d u r a n t e el p e r í o d o dictatorial). A ñ a d e que a él le impactó el análisis de Mario G ó n g o r a respecto a que el Estado es el verdadero c o n s t r u c t o r de la Nac i ó n . El c r e e q u e — a p a r t á n d o s e en e s t o d e
Eduardo
Valenzuela— es preciso, ahora, "pensar m í s t i c a m e n t e el sujeto nacional o popular", en oposición al sobrepeso histórico del Estado. Se acuerda cerrar el Seminario e x a m i n a n d o la Historia Política de Chile.
Duodécima Sesión La Historia Política Actual Expositor: Tomás Moulian Dice que "es mi o p o r t u n i d a d para titularme de historiador, porque soy sociólogo". Se orientó hacia la Historia desde el terremoto político de 1973. Trabajó el período de la Unidad Popular, por u n a necesidad de saldar cuentas con los fantasmas del pasado. A este efecto construyeron, con Manuel Antonio C a r r e t ó n , "una gigantesca cronología de hechos, sobre la cual realizamos un análisis histórico conforme se desarrollaban los conflictos políticos". Es decir: realizaron un "análisis de coyuntura". Define coyuntura como "modificaciones de corto plazo en el c a m p o político de fuerzas". Dice que "no se nos ocurrió usar fuentes orales, sino, sólo, prensa y folletos". Luego de este estudio, él se concentró en el análisis de la evolución histórica de la Izquierda chilena, desde 1933, p o n i e n d o énfasis en las razones y factores que permitieron la "entronización del marxismo". Se preguntó: "¿por qué el marxismo tuvo un estatuto ideal para la Izquierda chilena desde el principio? ¿Y qué era o
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fue el marxismo para las masas populares? ¿Un imaginario c o lectivo, u n conjunto de creencias?" A este respecto, hizo u n estudio "algo anfibio, porque planteó este problema a nivel de las élites y, a la vez, a nivel de la cultura popular". Por esa época no conocía los trabajos de E . P . T h o m p s o n . La tercera exploración historiográfica que realizó fue el estudio del c o m p o r t a m i e n t o político de la Derecha. Esta vez fue un trabajo no m u y sistemático, a u n q u e se concentró en el estudio de los partidos de Derecha. En todo caso, i n t e n t a r o n (con Isabel Torres) usar otra estrategia metodológica: investigaron ciertos "aspectos reveladores del accionar político de la Derecha" para, desde ellos, plantear hipótesis más generales. Eue u n a aproximación a la historia de las mentalidades. Les pareció que "la mentalidad" es algo diferente a "la ideología", p o r q u e aquélla está en u n nivel de subconciencia y subideológico. La cuestión resultó más complicada de lo que parecía. T a m b i é n , de m o d o c o m p l e m e n tario, ha estado e x a m i n a n d o las c a m p a ñ a s electorales de Derecha, sobre todo desde la c a m p a ñ a presidencial de Gustavo Ross en adelante. En todos estos trabajos n o ha habido "ninguna pretensión teórica, lo que es efecto, tal vez, de nuestra conversión a la historia". Sus análisis h a n sido m u y positivistas o historicistas. Podría haber utilizado el marxismo, c o m o herram i e n t a de trabajo. Se declara partidario de su recuperación, "pero no para repetir lo hecho p o r J.C.Jobet o H.Ramírez". Cree q u e su trabajo necesita más reflexión teórica, "pero n o quiero hacerla todavía". N o es necesario apurarse por escribir la historia general de Chile del siglo XX. Es mejor trabajar monográficamente u n a serie de p r o b l e m a s importantes, porque se ha hecho poco en este sentido. En resumen, se siente u n "sociólogo viejo que ha devenido en historiador joven". Discusión: María Rosaria Stabili p r e g u n t a por qué se optó por el plazo corto y el coyunturalismo. "Porque — r e s p o n d e Tomás M o u l i a n — la perspectiva de largo plazo tiende a m o s trar a 1973 c o m o u n a tragedia ineluctable, en circunstancia
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HISTORIOGRAFÍA CUU¡-NA, 19551985
que se dieron varias oportunidades para cambiar de rumbo". Para evitar esto, él optó por el "politicismo", aunque reconoce que el corto plazo no basta como perspectiva. Es preciso trabajar el largo plazo, pero no para volver a A.G.Frank o T. Dos Santos, o al teoreticismo de Pedro Morandé. Un alumno asistente le objeta que, después de todo, cuando él estudia la Izquierda, lo que hace es examinar el "discurso teórico de la Izquierda", y eso es teoría. "Insisto en que no tengo teoría — replica Tomás Moulian— o si tengo alguna está todavía en estado práctico. Puede que se desprenda más adelante". La Izquierda, además, opera con un doble standard: "en los hechos es pragmáticamente estatista, y en el discurso, anti-estatista". Angélica Illanes sostiene que toda reflexión histórica implica una definición u objetivo político, y quisiera saber cuál es el objetivo político de Tomás Moulian, "¿o estás viviendo una crisis personal?". Sol Serrano se suma rápidamente a lo anterior y sugiere que Tomás debía "hacerse un sicoanálisis delante de todos". Alfredo Riqueime acepta que es necesario trascender la ideología de la Izquierda, pero "¿por qué te interesaste por la Derecha.' ¿Es que te fuiste a la Derecha.'". Tomás Moulian responde que a él le interesa el marxismo en tanto pueda formar parte de la cultura popular, porque el marxismo pequeñoburgués no tiene destino. Las élites de Izquierda siguen siendo "irracionalmente marxistas", y sin embargo, pretenden influir o comandar sobre la cultura política popular. Su cultura política es sincrética, orientada a las estrategias globales. Es interesante preguntarse si en el Partido Comunista predomina la cultura marxista popular o el sincretismo de las élites de Izquierda. José Bengoa acota que la fuerza orgánica del Partido Comunista es, desde 1946 (masacre de la Plaza Bulnes), una "fuerza cultural, que el Partido Socialista no tiene y que, por lo mismo, teme y envidia". Un alumno asistente opina que las élites de Izquierda no reflexionan sobre su experiencia, sino "sobre la historia universal", especialmente de Europa. Alfredo Riqueime sostiene que "fuimos por la cultura popular, pero
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terminamos volviendo a la cultura política de las élites", y la teoría o ideología de éstas "no me explica la crisis de la U n i d a d Popular", por ejemplo. Tomás Moulian concuerda en q u e "las élites devoran teorías extranjeras" y agrega que el marxismo sobrevive precariamente en las relaciones circulares q u e existen entre esas élites y las masas populares. Las élites hacen las ofertas políticas y las masas las aceptan, en parte, pero las crisis, al estallar, "desarticulan esas relaciones" y dejan la lucha de clases desnudas teóricamente. Varios asistentes discuten luego simultáneamente sobre si la crisis envuelve sólo al sistema político o incluye también el proceso social, si los discursos políticos, en ese trance, guían la acción o más bien la enmascaran. María Rosaria Stabili resume que en esta sesión se han a c u m u l a d o m u c h a s i d e a s , q u e es p r e c i s o o r d e n a r . ¿ C ó m o se p a s a metodológicamente, por ejemplo, de un sincretismo ideológico a otro? ¿Coinciden todas las variantes del marxismo? ¿ C ó m o establecer de un m o d o científicamente claro las relaciones entre las élites de Izquierda y el pueblo? Eduardo Valenzuela estima que, dentro de la cultura popular, coexisten dos grandes tendencias: la cultura comunista (que no es p r o p i a m e n t e marxista), de una parte, y la cultura religiosa pentecostal, la católica y el culto mariano, de otra. En la cultura popular existe un evidente sincretismo. María Rosaria Stabili se queja de que, por ese sincretismo y por esa cultura popular, a ella le prohibieron, por ser mujer, ingresar a la m i n a de El Teniente. Y fue un militante de Izquierda quien le dio las razones de por qué existía esa prohibición.. } '• Asistentes al Seminario: José Bengoa, Ximena Cruzat, Eduardo Devés, Vicente Espinoza, Enzo Faletto, Cristian Gazmuri, Mario Garcés, Juan Carlos Gómez, María Eugenia Horvitz, María Angélica luanes, Osear Muñoz, Rolando Mellafe, Tomás Moulian, Pedro Milos, Luz PhiUippi, Ana María Portales, Armando de Ramón, Alfredo Riquelme, Gabriel Salazar, Rene Salinas, Sol Serrano, Maria Rosaria Stabili, Ana Tironi, Isabel Torres, Eduardo Valenzuela, Patricio Valdivieso, y numerosos alumnos de las universidades de Chile y Católica, cuyos nombres no fueron registrados.
CAPITULO III HISTORIOGRAFÍA Y DICTADURA EN CHILE: BÚSQUEDA, DISPERSIÓN, IDENTIDAD'
Omnipotencia política y oscuridad histórica lil sociólogo Kalman Silvert lo anunció categóricamente en el Handbook of Latin American Studies, en I960; "Chile es un país mal estudiado". La década de los años '60 fue en América Latina, sin lugar a dudas, un período crucial, preñado de coyunturas desarrollistas, reformistas, revolucionarias o, eventualmente, reaccionarias. En razón de eso, la necesidad de disponer de un conocimiento científico de la sociedad y del momento histórico que se vivía se agudizó en grado superlativo. Sobre todo en Chile, que parecía ser el país más próximo a experimentar una crisis revolucionaria similar, en sentido genérico, a la vivida por la sociedad cubana. Pero Chile "estaba mal estudiado". Y no sólo cuando lo anunció el sociólogo citado, sino también —según otros cientistas extranjeros— a finales de la década de los '60 y aun después que, en 1973, el gobierno de la Unidad Popular fuera derribado.
' Una primera versión de este artículo fue publicada en Cuadernos Hispanoamericanos # 4H2-483 (Madrid, 1990), pp. 81-94.
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Pues, pese al d e s e n v o l v i m i e n t o de las teorías del desarrollo y la d e p e n d e n c i a , o c u r r i d o en esos años, el c o n o c i m i e n t o histórico de la e c o n o m í a , la sociedad, el E s t a d o y la política chilena c o n t e m p o r á n e a s se había retrasado en exceso, config u r a n d o un gran vacío y u n desfase i m p o r t a n t e en relación a los urgentes r e q u e r i m i e n t o s cognitivos de la c o y u n t u r a ^ . Vacío que estuvo de algún m o d o presente no sólo en el fracaso histórico de la 'revolución socialista' i n t e n t a d a p o r la U n i d a d P o p u l a r entre 1970 y 1 9 7 3 , sino t a m b i é n en el r u m bo dictatorial y a n t i - p o p u l i s t a a s u m i d o p o r la c o n t r a - r e v o l u c i ó n neoliberal p e r p e t r a d a desde 1 9 7 3 p o r el r é g i m e n militar. La c o m p r o b a c i ó n definitiva del deficiente desarrollo de la H i s t o r i a y las Ciencias Sociales respecto al proceso h i s t ó rico chileno se p r o d u j o tras el exhaustivo análisis crítico realizado en E u r o p a y Estados U n i d o s , e n t r e 1 9 7 2 y 1 9 7 5 , sobre las teorías l a t i n o a m e r i c a n a s del desarrollo y la d e p e n dencia, a m b a s aplicadas a fondo en el l l a m a d o "experimento chileno". Se c o n c l u y ó , por u n lado, q u e esas teorías, en t a n t o fundadas sobre u n a visión estructuralista del sistema m u n d i a l del c a p i t a l i s m o , no hacían otra cosa q u e c o n s t r u i r leyes "cJrculacionales" del desarrollo l a t i n o a m e r i c a n o , sin a t e n d e r a los procesos sociales y culturales específicos de las historias nacionales. D e este m o d o , el p r o d u c t o de esa práctica teórica fue u n "catálogo descriptivo de diferentes tipos estructurales de d e p e n d e n c i a " y n o u n a "síntesis de los p r o -
^ Ver, por ejemplo, las observaciones de W.P. Me Greevery: "Recent Research on the Economic History of Latin America", en Latin America Research Review, (L.A.R.R., en adelante) 3:2 (1967); tamb/c'n de 5.5tein &cW.HvLai: "Principa.} Currents in the Economic Historiography of Latin America", en Journal of Economic History, 31:1 (1971), y en K.P. Erickson et al.: "Research on the Urban Working Class in Argentina, Brazil and Chile: What it to Be Done?", en L.A.R.R., 9:2 (1 974).
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cesos históricos específicos" q u e , en cada país, a d m i n i s t r a ban el interjuego de los factores e c o n ó m i c o s , c u l t u r a l e s , sociales y políticos^. Por otro lado, se concluyó q u e , en el caso de Chile, a lo anterior se había s u m a d o el no c o m p r o m i s o del análisis histórico con las coyunturas del presente, d e b i d o a: 1) el sobrepeso gravitante de la tradición historiográfica positivista y conservadora (centrada en la d o c u m e n t a c i ó n estatal y en la decadencia del régimen oligárquico del siglo XIX); 2) el escaso desarrollo empírico de la historiografía marxista (subordinada
a las
directrices
partidarias
y
centrada
d e n u n c i a t i v a m e n t e en los fenómenos del imperialismo y la explotación del trabajo), y 3) el neutralismo de la historiografía academicista ( d o m i n a d a por el estructuralismo de la Escuela de los Anales y el institucionalismo provenientes del legalismo hispánico)"*. D e este m o d o , el proceso chileno ingresó, desde 1 9 5 5 , en u n d r a m á t i c o t o b o g á n histórico sin la luz y orientación q u e p u d i e r a haberle p r o p o r c i o n a d o u n a 'ciencia orgánica' c o n s t r u i d a d i r e c t a m e n t e sobre las especificidades internas de la sociedad. Así, no sólo la reformista generación del ' 3 8 y la revolucionaria generación del ' 6 8 acometieron sus objetivos desarrollistas y populistas h a c i e n d o gala de " o m n i p o t e n c i a política" pese a estar r o d e a d a s de u n a espesa ' o s c u r i d a d cognitiva', sino t a m b i é n la fuerza a r m a d a que, con igual o mayor "omnipotencia",
i m p u s o la vía d i c t a t o r i a l
al
neoliberalismo. La orgullosa "infalibilidad ideológica" de los ' Ver de P.O'Brien: "A Critique of Latin American Theories of Dependency", en Occasional Papers # 1 2 (Glasgow University, 1974), pp. 2-3, y de C.R.Bath & D.D.James: "Dependency Analysis of Latin America: Some Criticisms, Some Suggestions", enL.A.R.R. # 1 1 : 3 (1976). ^ G.Salazar: "El movimiento teórico sobre desarrollo y dependencia en Chile, 1950-1975", en Nueva Historia 1:4 (London, 1982), passim.
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HISTORIOGRAFÍA Y DICTADURA EN CHILE
militantes del ' 3 8 y del ' 6 8 ( f u n d a m e n t o de su " o m n i p o t e n cia") fue así replicada y acrecentada por u n a n o m e n o s atrevida 'infalibilidad fáctica' de los militares, basada en la o m n i potencia de las armas, sin que para n i n g u n o de ellos se h u b i e ra "hecho la luz" propia de u n a verdadera ciencia orgánica del proceso específicamente c h i l e n o ' .
Derrota y reagrupación: memoria colectiva e identidad subjetiva La violencia de la derrota político-militar de 1973 erosionó todas las capas y articulaciones de los paradigmas ideológicos del ' 3 8 y del ' 6 8 , t e r m i n a n d o por descalabrar la misma intim i d a d cultural y emocional de esas generaciones de militantes e intelectuales. Devueltos por la represión dictatorial a la vida cotidiana y al espacio privado — c u a n d o no fueron perseguidos, encarcelados, t o r t u r a d o s , o e l i m i n a d o s — y p o r la crisis global a la necesidad de refugiarse en el p r a g m a t i s m o de la supervivencia i n m e d i a t a y en el dolor de la m e m o r i a , la mayoría de los militantes e intelectuales desplazados c o m e n zaron a buscarse u n o s a otros, a intercambiar sus experiencias y a iniciar, desde a p r o x i m a d a m e n t e 1 9 7 8 , u n m o v i m i e n t o de recordación, reflexión y b ú s q u e d a colectivas''.
^ Sobre el colapso de la infalibilidad ideológica: E.Tironi: "Sólo ayer éramos dioses...", en Revista Análisis, de enero 30 de 1979. También de G.Salazar: "De la generación chilena del '68: ¿omnipotencia, anemia, movimiento social?", en Proposiciones # 1 2 (Santiago, 1986). ^ Una mirada sobre la situación subjetiva de la militancia de Izquierda en M.Le Soux: "Aspectos sicológicos de la militancia de Izquierda en Chile desde 1973", en Proposiciones # 1 2 (1986), passim.
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El p r i m e r impulso intelectual consistió en recordar el pasado y rci onstituir, con perspectiva autocrítica, lo q u e había sido la experiencia de la U n i d a d Popular ( 1 9 7 0 - 1 9 7 3 ) . ¿("uál fue el error q u e se cometió? ¿Se había c o m e t i d o , efectivamente, u n error? Se evaluó, entonces, críticamente, el sesgo leninista de los partidos y se recuperaron otras variantes del marxismo internacional, más cercanas al sujeto social libre y más alejadas del militante disciplinado. Se consideró de suma i m p o r t a n c i a definir y precisar p o l í t i c a m e n t e el verdadero 'carácter' del régimen militar (¿era fascista, o no?), la profundidad de la "ruptura" provocada en 1973 (¿era u n a revolución capitalista o un retorno al orden constitucional?) y los posibles "escenarios de salida" de la d i c t a d u r a (¿lucha armada o democracia?). Resulta hoy evidente q u e este p r i m e r impulso intelectual reprodujo los análisis esencialmente p o líticos sobre el "carácter del período" que habían sido típicos de la c o y u n t u r a 1 9 6 7 - 1 9 7 3 ; ahora, claro, d a n d o mayor peso a la m e m o r i a histórica individual y colectiva'. Por esto, la consideración de la "cultura popular" c o m o posible e l e m e n t o central del m o v i m i e n t o de resistencia o c u p ó , en estos p r i m e ros impulsos intelectuales, un lugar secundario, marginal". El balance de estos primero esfuerzos, con t o d o , fue categórico: era preciso 'revisar' las actitudes y c o n d u c t a s políticas del pasado y construir sobre esa revisión u n m o d e l o "renovado" de acción histórica militante.
Pero si q u e d ó claro lo
que no había q u e hacer, no q u e d ó en absoluto claro cuál sería el papel del m o v i m i e n t o social p o p u l a r en ese m o d e l o reno-
^ Entre otros estudios, ver de M.A.Garreton: El proceso político chileno (Santiago, 1983. FLACSO) y de M.A.Garreton yT.Moulian: La Unidad Popular y el conflicto político en Chile (Santiago, 1983. FLACSO). * Por vía de excepción, ver de C.Ossandón: "Para una comprensión de la cultura popular", tin Andes # 3 (Santiago, 1985).
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HISTORIOGRAFÍA Y DICTAI URA EN CHILE
vado de acción política. En este punto no fue el ar.ilisis teórico el que puso la premisa mayor, sino el mismo )vimiento social popular, que, desde 1983, inició una se; 'dilla de "jornadas nacionales de protesta" que se prolonga!, i hasta, cuando menos, 1987. Y el problema suscitado por isas protestas no fue sólo el impresionante número de muertos, heridos, presos y torturados que provocó la represión militar de las mismas, sino también Iz premisa histórica defacto interpuesta por los sujetos sociales que promovieron a alto costo esas protestas, los cuales, no siendo en su mayoría de las generaciones derrotadas del 38 y del 68 sino de la generación joven emergente de los '80, no siempre se movieron por disciplina militante, sino por iniciativa social y cultural espontánea. De hecho, era la irrupción de un nuevo actor histórico; la juventud, sobre todo marginal, de los '80. Y la entrada en la teoría política e histórica del 'sujeto social' en tanto que tal. ¿Cómo integrar estos actores a las viejas o a las nuevas teorías? Fue entonces cuando se desenvolvió un segundo impulso reflexivo e intelectual: el que exploró ya no en la historia de la Unidad Popular, sino en la memoria de todos y cada uno de los chilenos afectados por la crisis de ] 973. Es decir; en el problema de la constitución y reconstitución de la identidad soc\i\, histórica y ciudadana. Hacia ese problema convergían no sólo la (dolorosa) reflexión retrospectiva e introspectiva de las generaciones derrotadas en 1973, sino también la (rabiosa) reflexión prospectiva de la generación emergente que nació y creció combatiendo la dictadura en las calles durante cinco años consecutivos. Se hizo poco a poco evidente que el proyecto histórico del bajo pueblo chileno ya no podía seguir discutiéndose sólo según la politología practicada por los militanates del '38 y del '68, sino también según la experiencia que estaban acumulando los sujetos sociales que, a pulso y pecho descubierto, debieron enfrentar de
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diversos m o d o s el terrorismo de Estado i m p u e s t o por la dic(adura militar. D e este m o d o , la u n i d a d analítica d e m o s t r a d a por los cientistas sociales q u e entre 1978 y 1983 i n t e n t a r r o n revalidar la militancia democrática revisando c r í t i c a m e n t e la iiistoria de la U n i d a d Popular, fue reemplazada p o r u n a ancha diaspora de búsquedas micro-históricas de la i d e n t i d a d social y cultural de cada g r u p o social afectado, tan olvidada d u r a n t e el longevo d o m i n i o del estructuralismo y legalismo tie la vieja política chilena. La investigación, recuperación y reconstrucción de la ' i d e n t i d a d ' c o n s t i t u y ó , sin d u d a , un complejo m o v i m i e n t o social y cultural introspectivo, diverso y de lento desarrollo que, de u n m o d o u o t r o , se apartó de la reflexión c r u d a m e n t e política q u e a c o m p a ñ ó el proceso de retirada d e los militares y de transición a la 'nueva' democracia'^. En gran m e d i d a , este m o v i m i e n t o fue un proceso autoeducaiivo
emprendido
por u n a gran diversidad de sujetos y grupos sociales, en t o r n o a los cuales se instalaron, reforzándolos en esa tarea, las n u e vas generaciones de educadores populares y la pléyade de Organizaciones N o G u b e r n a m e n t a l e s ( O N G s ) . En rigor, el m o v i m i e n t o intelectual que inició la exploración y reconstitución de las identidades 'olvidadas' no se p r e o c u p ó t a n t o de reestablecer la política d e m o c r á t i c a del p e r í o d o a n t e r i o r a 1 9 7 3 , sino, más bien, de iniciar el desarrollo de la
sociedad
civil, tan postergada e ignorada desde el inicio de la R e p ú b l i ca. Es lo q u e se llamó, vagamente, la "recomposición del tejido social". C o n esto, el segundo impulso de reflexión intelectual tendió a bifurcarse y separarse del p r i m e r o , escisión q u e no resultó tan visible y obvia, p o r su n o t o r i o carácter abierto, de aparente dispersión.
^ Ver de J.Pinedo: "La ensayística y el problema de la identidad, 1960-1988", en J.Pinedo et al.: Chile, 1968-1988 (Georgia, U.S.A., 1988).
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imiORIOGRAFÍA YDICIADURAEtUmi,
Los buscadores de identidad se dispersaron, siguiendo diversas rutas. Para algunos, la búsqueda de sí mismos los llevó al espacio privado, a la vida cotidiana y la comunidad, "mundo de la vida" que la época del estructuralismo político había devaluado casi hasta su anonadación. Allí, en esos espacios, como que la vida civil pudo, casi gozosamente, reecontrarse consigo misma. Para otros, la búsqueda condujo de nuevo al punto de partida; o sea: a la recuperación de los orígenes y a los fundamentos teóricos de la historia. Esto implicaba purificar la ideas y linipiar la ortodoxia marxista despojándola de las adherencias "desarrollistas", pequcñoburguesas o de los devaneos "revisionistas" que comenzaron a brotar a raudales —por miedo u otras razones— después de la crisis de 1973. Para otros, en cambio, la búsqueda consistió en un retorno nostálgico a ciertas etapas del pasado (por ejemplo, al período en que floreció el movimiento anarquista), donde, por similitud contextual, era posible hallar explicaciones, ejemplos e incluso inspiración para iluminar la depresiva coyuntura histórica del presente. Para otros, todavía, la búsqueda no podía ser subjetiva o introspectiva, ni siquiera retrospectiva, sino pragmática, prospectiva e incluso futurista, lo que implicaba aceptar el nuevo estado de cosas, asumir /as nuevas propuestas y "renovarse" en un sentido adaptativo y oportunista. Pues, después de todo, había que seguir viviendo y prosperando. Por último, no fueron pocos los que optaron por buscar la dimensión social e histórica de su identidad integrándose a los p)rocesos de reagrupación y resistencia que comenzaron a desenvolverse en la propia masa popular. La diaspora exploratoria a tiavés de la cual se desplegó la búsqueda de las identidades cívicas no produjo, sin embargo, ni real dispersión ni menos terisión lateral entre las diversas huestes de exploradores. De una lado, porque los múltiples caminos de búsqueda compartían un arranque común:
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la dictadura militar en su fase más represiva. De otro, porque lodos los exploradores valorizaban y centralizaban al 'buscador' mismo; es decir: al sujeto social que había padecido la derrota, la crisis y la dictadura y que, ahora, actuaba como actor protagonice en la búsqueda y recuperación de sí mismo. Fue como si todos los afectados, instintiva, simultánea y coincidentalmente, se hubieran puesto en movimiento para echar las bases, desde sí mismos, de un nuevo proyecto histórico popular'". No fue extraño ni sorprendente que, en ese contexto y dentro de ese movimiento, se echara mano, también, de la Historia. Pero no de aquella vieja Historia tradicional centrada en la sucesión de los gobiernos republicanos y en sus guerrillas parlamentarias; tampoco de la nueva Historia académica, entusiastamente adherida a los postulados estructuralistas de la Escuela de los Anales; ni siquiera de la Historia Política —supuestamente 'renovada'— que se elaboró apresuradamente para consumar el balance histórico de la Unidad Popular y restaurar las viejas prácticas democráticas. Los exploradores de la identidad olvidada necesitaron crear —en el contexto chileno— una nueva historia, centrada en los sujetos de carne y hueso, en la reconstrucción cultural de la sociedad civil y en los movimientos sociales que tendían a desprenderse de todo eso. Un tipo de Historia que surgiera de los propios procesos de búsqueda, de la reagrupación por la base, de la memoria colectiva y, sobre todo, de las propias necesidades orgánicas del proceso autoeducativo que se había puesto en marcha. Una Historia que, por eso mismo, no podía provenir ni de la Academia ni del discurso público construido en conformidad a las "razones de Estado", sino de la
'" Ver de A.Romero & G.Salazar: "Notas acerca del nuevo proyecto histórico del pueblo chileno", en Utopía 1:4 a 2:12 (Santiago, 1984-1985).
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HIS TORIO GRAFÍA Y DICTAD URA EN CHILE
calle y de los sujetos mismos. O sea: del fondo social de la crisis, la derrota y la represión. Este artículo tiene como objetivo exponer los intentos realizados, al margen de los aparatos universitarios y durante la década de los '80, por los intelectuales remanentes de la generación del '68 y los emergentes de la generación del '80, en orden a remontar la crisis cognitiva y teórica de 1973 y desenvolver un proyecto basado en las identidades detectadas. Aquí se describirán esos intentos en le medida que recurrieron al 'paradigma histórico' y en tanto socializaron, por esta vía, la hasta allí desocializada Historia de Chile.
La nueva historia como polo de reagrupación cognitiva La canalización historiológica de la reflexión social y colectiva convirtió la Historia en un inesperado polo de convergencia intelectual y reagrupación cultural, y al mismo tiempo, en una matriz de la cual surgieron diversos grupos de investigadores e instancias de reproyección común. El resultado fue la lenta aparición, no sólo de una 'nueva historia', sino también de una particular generación de historiadores, cuya ficha identificatoria pareció ser el año 1985. El grupo intelectual que inauguró la búsqueda de una nueva praxis historiográfica fue el que se formó bajo la coordinación de algunos de los dentistas sociales que operaban en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). De hecho, a poco de producido el golpe de Estado, los dentistas que permanecieron en Chile (Enzo Faletto, Manuel Antonio Carretón y Tomás Moulian, entre otros) promovieron, desde 1974, en el marco de esa institución, el
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inicio de u n p r o g r a m a d e trabajo q u e incorporó la perspectiva histórica en un sentido a m p l i o " . C o n t o d o , después de I 975 el p r o g r a m a se o r i e n t ó f u n d a m e n t a l m e n t e hacia la historia política. La idea matriz fue que, hacia 1978 o 1 9 7 9 , no (•raya posible restablecer el proceso democrático en Chile sin .intes evaluar críticamente el período d e m o c r á t i c o q u e se extendió entre 1920 y 1 9 7 3 , en particular, el g o b i e r n o de la Unidad Popular. Y se pensó que, para realizar a d e c u a d a m e n te esa evaluación, era necesario n o sólo rectificar las prácticas democráticas, sino también refundar la Ciencia Política, sobre la base de u n a nueva Historia Política. Lo p r i m e r o no p u d o llevarse a cabo, sin e m b a r g o , debido a la desarticulación represiva del espacio ptiblico, de m o d o q u e sólo h u b o lugar para realizar la 'refundación' de la Ciencia Política. Se c o m e n z a r o n a a b a n d o n a r , entonces, las orientaciones teóricas del pasado: la Sociología del Desarrollo, la Teoría de la D e p e n d e n c i a , el E s t r u c t u r a l - F u n c i o n a l i s m o y el M a r x i s m o O r t o d o x o , mientras se trabajaba — s o b r e la base de renovados materiales historiográficos— en la construcción de un nuevo modelo de análisis y proyección del proceso político. Bajo u n a fuerte influencia de G i o v a n n i Sartori, se concluyó que lo relevante era, en t o d o caso, el "sistema político", ent e n d i e n d o por tal un "campo articulado de confrontación de fuerzas políticas", en el cual se p r o d u c í a n d e t e r m i n a d a s "coy u n t u r a s " , q u e no eran otra cosa q u e "modificaciones de ese c a m p o de fuerzas en el corto plazo"'^. En ese c a m p o , los su-
' El autor que suscribe participó en estos programas iniciales, producto de lo cual fue la investigación titulada "Formas económicas de transición: Chile, 1844-1914", que se centró en los orígenes sociales del proceso de industrialización chileno. (Informe CLACSO, 1975) '- Intervención de Tomás Moulian en el Seminario "Balance y Perspectivas de la Historiografía Chilena". Ver Capítulo # 2 de este libre.
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jetos políticos, a u n q u e se movían subjetivamente c o n f o r m e su "constitución social", de hecho su acción no podía sobrepasar las n o r m a s constitucionales y consensúales del Estado establecido en 1 9 2 5 , por más agudos que fuesen los desacuerdos "coyunturales". El proceso estaba de hecho limitado por, y s u b s u m i d o en, las cláusulas generales establecidas históric a m e n t e por un amplio y tradicional 'consenso c i u d a d a n o ' (base de la famosa estabilidad constitucional de Chile). D e ahí que el sistema político vigente d u r a n t e el período 1 9 3 2 1970 fuera d e n o m i n a d o "Estado de C o m p r o m i s o " . Por eso, habiéndose p r o d u c i d o en la c o y u n t u r a de 1958 una i m p o r tante "reorganización del c a m p o de fuerzas" q u e permitió iniciar un m o v i m i e n t o t e n d i e n t e a "profundizar la democracia" (debe entenderse c o m o 'forzar' los límites exteriores del "consenso"), el resultado de ello no p u d o ser otro que la " r u p t u r a del consenso" en la c o y u n t u r a de 1 9 7 3 ' ^ . En este contexto, la constitución 'social' de cada sujeto no podía entenderse de otro m o d o sino diluida
en la categoría "fuerza política" co-
rrespondiente (Derecha, C e n t r o e Izquierda), y su propia subjetividad o calidad de sujeto histórico c o m o subsumida
a su
vez en la categoría "mentalidad política"''*. N o hay d u d a q u e los estudios históricos efectuados en F L A C S O hacia 1 9 8 0 - 1 9 8 2 constituyeron el segundo esfuerzo realizado desde las Ciencias Sociales en Chile para incorporar la Historia a la reflexión teórica sobre el presente (el primero se había hecho en los años '60 por parte de los sociólogos del desarrollo, y en particular, por Enzo Faletto). Es cierto que a m b o s esfuerzos privilegiaron más el enfoque estructural que el enfoque p r o p i a m e n t e historicista (con lo cual
'^ T.MouIian: "Desarrollo político y Estado de Compromiso: desajustes y crisis estatal en Chile", en Cuadernos de CIEPLAN # 8 (Santiago, 1982), passim. ''' Ibidem, pp. 109 et seq.
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lo social, lo subjetivo y los procesos culturales emergentes q u e d a b a n en el espectro invisible del análisis), pero esos intentos establecieron u n p u e n t e para q u e los historiadores salieran de su h e r m e t i s m o insular y se a d e n t r a r a n en los campos epistemológicos y metodológicos propios de las Ciencias Sociales. Fue i m p o r t a n t e , en este sentido, la orientación asumida por los historiadores Leopoldo Benavides en sus estudios sobre la política popular, e Isabel Forres en el á m b i t o de las "mentalidades p o l í t i c a s " " . La aproximación recíproca permitió el desarrollo de un polo de convergencia entre d e n t i s t a s sociales e historiadores que, en noviembre de 1 9 8 2 , a s u m i ó la forma de u n a agrupación d e n o m i n d a E n c u e n t r o de H i s t o riadores Jóvenes. Es significativo que este " e n c u e n t r o " haya atraído, sobre t o d o , a historiadores jóvenes
(en su mayoría
recién egresados o a l u m n o s resistas), los que, sin d u d a , d o t a dos de u n a nueva y más profunda experiencia de la historia real y de los límites planteados p o r la crisis de 1 9 7 3 , llevaron su b ú s q u e d a más en un sentido de cambio y prospectividad (propio de la generación emergente de los '80) q u e en un sentido de c o n t i n u i d a d y retrospectividad (propio de la generación declinante del ' 6 8 ) . Es i m p o r t a n t e , pues, considerar r á p i d a m e n t e lo realizado por ese E n c u e n t r o de Historiadores Jóvenes. El " E n c u e n t r o " — c o m o se le llamó en la p r á c t i c a — n o fue u n a O r g a n i z a c i ó n N o G u b e r n a m e n t a l ( O N G ) ni u n Sem i n a r i o U n i v e r s i t a r i o , sino, más bien, u n a r e a g r u p a c i ó n intelectual e s p o n t á n e a , n o - i n s t i t u c i o n a l , similar a las n u m e rosas 'redes' y organizaciones sociales q u e , con diversos fines, b r o t a r o n e s p o n t á n e a m e n t e , p o r doquier, en los años ' 8 0 . E n rigor, fue u n espacio libre de reflexión colectiva, en este caso, de historiadores jóvenes (de edad o de p e n s a m i e n -
' Entrevista a Leopoldo Benavides realizada por Nancy Nichols. Mayo 2 de 1990.
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to), en presencia y compañía de los otrora sospechosos cientistas sociales. Un espacio en cierto modo privado y, a la vez, público (o sea, 'comunitario'); coloquial, pero, al mismo tiempo, científico; científico, pero, a la vez "pirtisano" (de resistencia a la dictadura). No hay duda que el "Encuentro", que tenía una formalidad de seminario académico, se nutría de una fuerte motivación extra-académica, más auténtica y social que la propiamente académico-profesional. Esto dio a ese Encuentro una vida y un interés que atrajeron a sus sesiones a algunos connotadores historiadores del establishment universitario (como, por ejemplo, Mario Góngora). Bajo ese impulso se formó gran parte del e s t a m e n t o joven de la innovadora generación historiográfica del ' 8 5 " ' . Contribuyó a ello, también, la publicación del Boletín del Encuentro de Historiadores, que durante algunos años, recogió, de forma resumida, las ponencias presentadas en sus sesiones, los avances de las nuevas investigaciones y la información académica relevante a las inquietudes de todos. De modo paralelo, el cientista social Claudio Orrego formó, bajo el auspicio del Instituto Chileno de Estudios Humanísticos (ICHEH) un grupo de historiadores jóvenes de inspiración social-cristiana. Formaron parte de ese grupo Cristian Gazmuri, Sol Serrano, Mariana Aylwin y Carlos Bascuñán, entre otros. El grupo se reinstituyó luego como Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea (CERC), cuya intención fue abrirse a las Ciencias Sociales, pero primó, a la larga, el historicismo del grupo principal. Su matriz analítica fue, en términos generales, similar a la aplicada por "* Entrevista realizada por el autor a María Angélica luanes, una de las principales coordinadoras del Encuentro de Historiadores Jóvenes. Mayo 2 de 1990. Fue importante también, en esa coordinación, el papel jugado por la historiadora argentina Alicia Frohman.
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los d e n t i s t a s sociales de F L A C S O : se trataba de replantear la Historia de Chile desde u n a perspectiva civil y d e m o c r á t i c a , en contraposición al enfoque oligárquico de la historiografía conservadora (centrada en la "decadencia" política p r o d u c i d a por la acción del liberalismo y luego del socialismo) y c o m o alternativa al enfoque marxista'''. En este sentido, sus investigaciones se o r i e n t a r o n a rescatar las figuras de algunos líderes democráticos (Arturo Alessandri Palma), de algunos historiadores anti-autoritarios (Alberto Edwards) y ofrecer u n texto diferente de la historia general de Chile. Su p e n s a m i e n t o se difundió a través de la revista Opciones, que tuvo u n a a m p l i a circulación'*'. En general, su aporte consistió, lo m i s m o que el g r u p o F L A C S O , en popularizar la propuesta según la cual el más adecuado "escenario de salida" del régimen dictatorial del general P i n o c h e t consistía en la recuperación del proceso d e m o c r á t i c o existente en el país entre 1932 y 1 9 7 3 , pero dep u r a d o de los vicios q u e habían precipitado su d e r r u m b e . S i m u l t á n e a m e n t e , en el R e i n o U n i d o , un g r u p o de historiadores exiliados (encabezados p o r L e o n a r d o León, Luis O r t e g a y el q u e suscribe) i n t e n t a r o n , desde 1 9 8 1 , echar las bases de u n a "nueva historia", q u e superara las l i m i t a c i o n e s de la historiografía c o n s e r v a d o r a , marxista y academicista, t a n t o en lo q u e se refiere a su relación con los enfoques y m é t o d o s de las ciencias sociales, al m o d o de c o n s t r u i r los c o n c e p t o s y el e n f o q u e teórico, a su inserción activa en los debates c o n t e m p o r á n e o s , c o m o t a m b i é n a su c a p a c i d a d de integrar las p r e g u n t a s de la base social. Esta o r i e n t a c i ó n perm i t i ó e n s a n c h a r el h o r i z o n t e t e m á t i c o (se incluyó el p r o b l e ma del desarrollo i n d u s t r i a l , el m o v i m i e n t o h i s t ó r i c o d e las etnias indígenas, la crítica histórica de las teorías del desa-
" Entrevista a Cristian Gazmuri por Nancy Nichols. Abril 20 de 1990. '"Ver de Mariana Aylwin et al.: Chile en el siglo XX (Sa^ntugo, 1984).
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rrollo y la dependencia, etc.), incorporar un panel más variado de metodologías, incrementar la capacidad crítica de la disciplina e incorporar numerosos dentistas sociales de la comunidad internacional al trabajo de reconstrucción del pensamiento histórico y político latinoamericano. Este grupo constituyó la Asociación de Historiadores Chilenos del Reino Unido, que contó con el respaldo del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Londres y el patrocinio del World University Service (WLÍS, U.K.). La producción historiográfica de la Asociación se canalizó a través de la revista Nueva Historia, la cual, dU" rante siete años, logró mantener una amplia circulación internacional y nacional. Es significativo que este grupo, * diferencia de los mencionados más arriba, se preocupo menos de echar las bases historiográficas de un posible r^' torno a corto plazo de la democracia (tradicional) y más o^ refundar la Historia de Chile sobre bases epistemologi*^* y metodológicas más amplias y eficientes, con el fm '^ capacitarla mejor para producir proyectos históricos ^ largo plazo. Una línea de desarrollo diferente —pero en convergc^^ cia con Ja anterior— fue Ja que trabajaron los historiador^ Mario Garcés, Pedro Milos y otros cientistas sociales deso e 19. la O N G denominada Educación y Comunicación (ECO) Esta institución implemento un programa de educación / desarrollo socio-cultural de las organizaciones sociales p " pulares, que incluyó las por entonces activas Comunidad^ Cristianas de Base^°. La naturaleza de su programa de trao^ " El historiador que suscribe colaboró directamente con este gf^ po entre 1978 y 1983. ^'^ Este grupo trabajó también las comunicaciones internas de ' base popular, logrando montar, a este efecto, una ancha Red ^ Prensa Popular.
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jo c o n d u j o i n e v i t a b l e m e n t e a u n i r sus m é t o d o s e d u c a t i v o s ( i n t e r a c c i ó n y reflexión colectivas, c o n c o m u n i c a c i ó n d i recta, cara a cara), con la m e m o r i a social i n m e d i a t a d e los sujetos p o p u l a r e s , c o n la necesidad de definir u n p r o g r a m a de a c c i ó n social (de resistencia a la d i c t a d u r a y más allá) y con la u r g e n c i a d e i n c o r p o r a r , al d e s a r r o l l o de este p r o c e s o , u n a visión p o p u l a r de la h i s t o r i a social de C h i l e . Sin d u d a , el trabajo de este g r u p o c o n s t i t u y ó u n crisol en el q u e t e n d i e r o n a fundirse t o d a s las b ú s q u e d a s p o l í t i c a s e i d e n t i t a r i a s q u e r e c u r r í a n a la p e r s p e c t i v a h i s t ó r i c a , con la salvedad q u e esa fusión se trabajaba, en este caso, d e n t r o de la m e m o r i a , e x p e r i e n c i a , c o n t e x t o y r e p r o y e c c i ó n d e la i d e n t i d a d p o p u l a r . N o es e x t r a ñ o q u e la reflexión d e los h i s t o r i a d o r e s y c i e n t i s t a s sociales d e E C O — r e a l i z a d a en gran m e d i d a en la d i n á m i c a i n t e r n a d e sus T a l l e r e s d e E d u c a c i ó n P o p u l a r — t e r m i n a r a c e n t r á n d o s e en el p r o b l e m a h i s t ó r i c o , e d u c a t i v o y p o l í t i c o d e lo q u e era o d e bía ser el el movimiento
social. Su p r o d u c c i ó n se c a n a l i z ó
a través de diversas publicaciones (revistas, c u a d e r n o s e d u c a t i v o s , l i b r o s ) , s i e n d o d e especial i m p o r t a n c i a su revista Cal y Canto^-^ . En c a m b i o , los historiadores (jóvenes) Patricio Q u i r o g a , Carlos M a l d o n a d o y J u a n Carlos G ó m e z , a g r u p a d o s j u n t o a otros en el I n s t i t u t o de Estudios C o n t e m p o r á n e o s ( l E C ) , o p t a r o n p o r volver a las fuentes del m a r x i s m o y rescatar el m é t o d o dialéctico en su esencia histórica. En su o p i n i ó n , la práctica científica del m a t e r i a l i s m o histórico n o h a b í a sido ó p t i m a en C h i l e antes de 1 9 7 3 , y la investigación teórica posterior, o no existía p o r m i e d o a la represión, o estaba " Su diaporama "Historia del Movimiento Obrero" tuvo una amplia difusión, siendo importante, también el libro de M.Garcés & G. de la Maza: La explosión de las mayorías. Protesta nacional, 1983-1984 (Santiago, 1985. E C O ) , entre otras publicaciones posteriores.
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siendo arrastrada por la tentación del "revisionismo"^^. En este contexto, era importante reconstruir ideológicamente la Izquierda chilena y reeducar teórica y políticamenie a la militancia. El grupo se planteó diversas líneas de investigación, cuyos avances y perspectivas publicó en su órgano de expresión principal: la rcv'istí Andes. Sin duda, estos historiadores recogieron e intentaron representar las inquietudes ideológicas de los militantes de Izquierda cuya identidad les exigió mantenerse en actividad y conservar las convicciones políticas de 'siempre', aun en los difíciles años de la decada de 1980. La necesidad de profundizar la reflexión teórica en relación a la coyuntura histórica se extendió también al campo de la filosofía, donde surgió la preocupación por replantear la historia 'de las ideas'. Filósofos como Carlos Ossandón, Mario Berríos, Eduardo Devés y otros, consideraron que las ideas no debían estudiarse como 'conceptos' puros engarzados en grandes sistemas teóricos o ideológicos, sino como productos culturales surgidos del mismo proceso histórico-social. Era preciso, por tanto, autentificar social e históricamente la "identidad teórica" de la cultura que animaba a los actores del proceso político. Agrupados en el Centro de Estudios Latinoamericanos (CEL), estos filósofos consideraron que el movimiento popular se había "encajonado" en una compleja crisis histórica, cuya salida necesitaba de cogniciones distintas a las que, en cierto modo, habían contribuido a ese encajonamiento. Por tanto —pensaban— era necesario buscar inspiración en otras etapas de la historia popular (por ejemplo, la que siguió al "encajonamiento" popular de 1907) que permitieran construir (o reconstruir) una cultura ideológica de liberación, post-dicta-
^^ Entrevista a Juan Carlos Gómez realizada por este autor. Mayo 18 de 1990.
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t o r i a P ' . La p r o d u c c i ó n del C E L , por t a n t o , incluyó la p u b l i cación de investigaciones relativas a la historia de las ideas de comienzos del siglo XIX, de crítica a la p r o d u c c i ó n teóricoabstracta de m e d i a d o s de siglo y sobre la validación de la cultura p o p u l a r de todas las épocas^^. La necesidad de explorar con más p r o f u n d i d a d la historia social llevó al g r u p o a incorporar a la historiadora María Angélica luanes. F i n a l m e n t e , cabe citar la producción intelectual de los historiadores y d e n t i s t a s sociales agrupados en la O N G " S U R Profesionales". Esta institución, formada en 1 9 7 9 , i n t e n t ó desarrollar todos los aspectos de las Ciencias Sociales y la Educación q u e tuvieran incidencia, de u n a parte, en el desarrollo integral del m o v i m i e n t o popular, y de otro, en la evolución de la c o y u n t u r a política relativa a la 'salida' de la dictad u r a . Esta d o b l e o p c i ó n ( c o n v e r g e n t e en los a ñ o s ' 8 0 y bifurcante desde 1990) condujo al desarrollo de u n a investigación multidisciplinaria del proceso chileno y, a la vez, a u n a inserción y c o m p r o m i s o crecientes de su p r o d u c c i ó n intelectual con el proceso q u e se d e n o m i n ó "transición a la democracia". Sin d u d a , el resultado de estas líneas de trabajo fue la p r o d u c c i ó n de u n a suerte de ciencia social 'aplicada', en d o n d e la capacidad del c o n o c i m i e n t o paira, producir
reali-
dad y resultados concretos tendió a p r i m a r a la larga sobre la i n v e s t i g a c i ó n p u r a m e n t e ' e x p l i c a t i v a ' . En esta e c o l o g í a institucional, las investigaciones históricas t e n d i e r o n a configurar trabajos científicos y teóricos de largo aliento y de p r o yección estratégica en la consolidación de las nuevas t e n d e n -
^' Entrevista a Eduardo Devés, realizada por el autor que suscribe. Abril 16, 1990. ^* Entre otras publicaciones: E. Devés: Escépticos del sentido (Santiago, 1988. CEL); E. Devés & X. Cruzar (Comp.): Recabarren. Escritos de Prensa (Santiago, 1988), 4 volúmenes; C.Ossandón: Reflexiones sobre la cultura popular (Santiago, 1987), entre otros.
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cias cognitivas. Tal fue el caso de los libros publicados por José Bengoa en el ámbito de la historia indígena; del sociólogo Vicente Espinoza en la historia de "los pobres de la ciudad"; del sociólogo Eduardo Valenzuela respecto de la juventud popular y universitaria; del arquitecto Alfredo Rodríguez sobre la historia urbana reciente, y del que suscribe, en cuanto a la historia propiamente social del pueblo chileno, entre otros. La Serie Histórica de la Editorial SUR configuró, entre 1985 y 1990, un cuerpo historiográfico sustantivo, tal vez el de mayor peso de lo que por entonces fue el "mundo alternativo"''. SUR Profesionales desarrolló, en ese sentido, una amplia línea de publicaciones (documentos de trabajo, newsletters, libros y revistas), siendo su órgano de expresión más conocido la revista Proposiciones. Esta O N G , junto a FLACSO, el Instituto de Estudios Transnacionales (ILET) y el Centro de Estudios del Desarrollo, desempeñó un papel central en la configuración teórica de la (pactada) transición chilena a la democracia. No hay duda que la dispersión aparente de las búsquedas identitarias encubrió, en el fondo, la común unión en una perspectiva histórica que todos, de una manera u otra, utilizaron como matriz refundacional de sus urgencias cognitivas. Esta comunión implicó la asociación creciente — hecho prácticamente inédito en Chile— de los campos hasta allí separados de la Historia, las Ciencias Sociales, la Educación, la Filosofía y la Política. La crisis percuto el desarrollo " Ver de J.Bengoa: Historia del pueblo mapuche (Santiago, 1985. SUR), también su El poder y la subordinación (Santiago, 1989. SUR); V.Espinoza: Para uns historia de los pobres de la ciudad (Santiago, 1988. SUR); E.Valenzuela; La rebelión de los jóvenes (Santiago, 1985. SUR), y G.Salazar: Labradores, peones y proletarios. Formación y crisis de la sociedad popular chilena del siglo XIX {Síntiago, 1985. SUR) y Violencia política popular en las 'grandes alamedas'. Santiago de Chile, 1947-1987 {S^nÚTLgo, 1990. SUR).
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de ios enfoques interdisciplinarios, pero al m i s m o t i e m p o la vinculación de la ciencia con la praxis social e histórica (evidente en el trabajo de S U R Profesionales y de E C O ) y, p o r lanto, del pasado (determinista) con el presente y el futuro (autopoiéticos). Fue d e n t r o de este contexto de búsquedas y c a m i n o s e n t r e c r u z a d o s d o n d e m a d u r ó la g e n e r a c i ó n iiistoriográfica del '85^''.
La gran bifurcación: movimiento social popular y transición política superestructura! La 'búsqueda' de las identidades olvidadas a través de la perspectiva histórica era un proceso i m p o r t a n t e , sin d u d a , pero de desarrollo lento. Sobre él, la violencia estructural ejercida por la represión, el desempleo, el estallido de la pobreza y el impacto de la crisis ( m u n d i a l ) de 1982 agudizaron la contradicción entre la ciudadanía democrática y la d i c t a d u r a militar, d e s e n c a d e n a n d o de hecho u n a c o y u n t u r a de confrontación abierta entre las masas populares — s o b r e t o d o — y el régimen i m p e r a n t e . La violencia política, hasta allí m o n o p o lizada por los militares, c o m e n z ó a ser utilizada m a s i v a m e n t e por los opositores al régimen. C o n ello, todos los procesos se
^'' Evidentemente, !a denominación "generación del '85 " es posterior a la redacción original de este artículo. El término comenzó a utilizarse después que los historiadores citados en este texto publicaron el Manifiesto de Historiadores (Santiago, 1998. LOM Ediciones), redactado en relación al debate que se desencadenó sobre la memoria pública y contra la hegemonía que sobre aquélla pretendían establecer los intelectuales adictos al régimen militar y el propio general Pinochet, arrestado a la sazón en Londres. El Manifiesto tuvo una profusa difusión nacional e internacional. (Nota insertada en febrero de 2003).
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aceleraron y las preguntas (de fondo) por la identidad fueron entonces rebasadas por la necesidad de proponer, con grado de urgencia máxima, programas definidos de acción colectiva, tanto de efecto destructivo como de afán propoiitivo y constructivo. Así, de modo abrupto, la coyuntura volvió de nuevo a ser 'política', lo cual tendió a posponer o dejar de lado las perspectivas 'históricas' que se habían utilizado hasta allí no sólo para reconstruir las identidades y el tejido básico de la sociedad civil, sino también, más trascendentemente, la capacidad de proyección histórico-constructiva del movimiento social popular. Por paradoja, la aceleración del proceso (que permitió la recuperación de la 'política desde la coyuntura propiciada por los intelectuales y militantes que planteaban la recuperación de la democracia tradicional, y la marginación de la 'política desde la historia ., que planteaba la construcción de una democracia nueva, social-participativa) se debió a las acciones de resistencia frontal emprendidas por la ciudadanía y el mismo movimiento popular desde 1983, como réplica a la crisis de 1982. La contraofensiva popular, que demostró con hechos la expugnabilidad de la dictadura, no produjo la unificación de las biísquedas cognitivas sino, más bien, su quiebre, división o bifurcación. La violencia armada, como método de acción de resistencia o de acción revolucionaria, había sido adoptada teóricamente por la generación militante del '68, para intentar superar de una vez por todas la cansina ambivalencia y esterilidad del legalismo democrático-liberal practicado por la generación reformista del '38. Ese método, en los hechos, fue apenas 'ensayado' en algunos operativos puntuales realizados, sobre todo entre 1969 y 1970, por pequeños grupos de militantes jóvenes, y nunca se manifestó como un fenómeno social masivo. Con todo, entre 1977 y 1978, y bajo la presión de un virtual terrorismo de Estado, esas operaciones tendieron a legitimarse y multiplicarse, alcanzando elevados niveles
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(le audacia y tecnología operativa, pero siguieron siendo acciones 'de élite', no 'sociales'. Desde 1983, sin embargo, las acciones de violencia no sólo se tornaron sociales y masivas, sino también de confrontación abierta y de obvio impacto político nacional. El costo en vidas, heridos, presos y torturados aumentó cxponencialmente, convirtiendo la violación de derechos humanos —hasta allí aplicada selectivamente a la militancia de Izquierda predictatorial— en una suerte de genocidio de la masa ciudadana, que golpeó principalmente a la juventud popular. De este modo, la violencia de Estado, manejada hasta allí como un encubierto trabajo intra-carcclario de la policía secreta, se convirtió en una dramática e inmanejable crisis del espacio público. Y por tanto, en un grave problema político nacional e internacional para la dictadura. Desde el momento en que el movimiento popular, superando el "miedo al Estado", invadió las calles y avenidas con abiertas acciones de resistencia (apoderándose, en cierto modo, del espacio público), la represión militar se convirtió, de hecho, en un peligroso boomerang político para el gobierno del general Pinochet; tanto, que éste, para evitar la corrosión de su régimen, tuvo que recurrir a la negociación política. Y ésta era la coyuntura que esperaban la clase política civil y sus intelectuales adictos para hacer valer 'su' propuesta de democracia. Y éste fue también el punto en que se produjo la bifurcación de los caminos cognitivos de oposición al régimen. En mayo de 1983, la directiva máxima de la Confederación de Trabajadores del Cobre convocó a paro nacional, en protesta por la grave crisis económica existente. Parecía una convocatoria inocente, de muy improbable éxito si se tomaba en cuenta la brutal represión que existía. Sin embargo, la respuesta de la masa ciudadana a tal convocatoria, por su masividad tanto como por la combatividad demostrada, superó todas las expectativas, sorprendiendo incluso al pro-
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pió gobierno militar^^. Fue la primera "jornada nacional de protesta". A esa p r i m e r a desafiante ocupación masiva del espacio público siguieron luego, y hasta mediados de 1987, otras 21 jornadas similares. Era, sin d u d a , la más masiva, atrevida y larga rebelión d e la Sociedad Civil c o n t r a el Estado q u e se había p r o d u c i d o en Chile. Y sin d u d a , la que tuvo, por eso m i s m o , el más alto índice de violación de los derechos h u m a nos perpetrado por el Estado contra esa Sociedad Civil. Hist ó r i c a m e n t e , el ciclo de protestas ciudadanas ( 1 9 8 3 a 1987) constituyó no sólo un hito especialmente dramático, sino también u n a ruptura
del tejido cívico chileno, del rango de u n
holocausto o de un Auchswitz. Por eso, la masiva rebelión popular contra el gobierno del general Pinochet no podía sino configurar u n a c o y u n t u r a histórica trascendental, que aquél no podía eludir. Pues, de h e c h o , equivalía, cívica y
política-
mente (no m i l i t a r m e n t e ) , a un jaque mate. Para percibir mejor la naturaleza de ese 'jaque', es conveniente explorar la estructura social y la tecnología cívica de las "protestas". Pues éstas, en general, demostraron fundarse sobre más o menos una misma base social, en u n a misma voluntad de resistencia y tener la capacidad para crear e implementar u n consistente repertorio de acciones y rutinas de 'violencia política'. La coherencia y persistencia de esas rutinas dejó muy pronto en claro que ellas constituían, no una protesta incidental y coyuntural, sino u n acto de soberanía popular. N o r m a l m e n t e , el inicio de tales rutinas lo marcaba algún referente social corporativo (cúpulas sindicales, bloques p a r t i d a r i o s , a l i a n z a s m u l t i g r e m i a l e s , etc.) o p e r s o n a j e s
'^'' Una descripción detallada de esta primera "jornada de protesta" en A.Rodríguez: Por una ciudad democrática (Santiago, 1984. SUR), capítulo 4.
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carismáticos, cuya tarea consistía, f u n d a m e n t a l m e n t e , en 'fijar' y 'anunciar' el día y la consigna general de la protesta. N o se trataba de u n a voz de c o m a n d o e m i t i d a p o r u n a vanguardia, sino de u n a 'señal' o bengala audible o visible — e m i t i d a p o r cualquier g r u p o de identidad anti-dictatorial reconocid a — q u e daba la partida a la movilización s i m u l t á n e a de t o dos los q u e estaban 'preparados'.
La apuesta implicada en esa
simple señal consistía en que, estando la mayoría de los chilenos dispuestos a protestar, no era necesaria la existencia de u n expuesto aparato central de coordinación; orgánico, jerárquico y pensante, q u e c o m a n d a r a y liderara la protesta. Esta 'ausencia' permitía — y p e r m i t i ó — el despliegue e s p o n t á n e o , creativo y voluntario de todos los sujetos y grupos q u e sentían c o m o algo imperativo protestar, generando de este m o d o u n a m p l i o m o v i m i e n t o social a p a r e n t e m e n t e inorgánico pero histórica y políticamente convergente, cuya mayor v i r t u d era, de un lado, su e n o r m e masividad, y de otro, su capacidad para hacer inútiles, inefectivas o insuficientes las rutinas represivas de la dictadura. Pues, ante tal despliegue de protestantes anónimos,
la policía secreta — e s e n c i a l m e n t e 'selecti-
va'— era ineficiente, de m o d o q u e sólo cabía la acción militar o policial en t é r m i n o s de masacre o genocidio, lo cual equivalía al suicidio político de la dictadura. La reiteración de la protesta masiva, en esos t é r m i n o s , era u n a j u g a d a de alto costo h u m a n o , pero en t é r m i n o s estrictamente
políticos,
u n a apuesta ganadora. Por eso, i n s t i n t i v a m e n t e , las rutinas sociales de la protesta c o n t i n u a r o n repitiéndose u n a y otra vez, más allá de lo q u e la consideración del alto n ú m e r o de m u e r t o s , heridos y t o r t u r a d o s q u e ellas dejaban tras de sí parecía aconsejar; esto es: el t é r m i n o 'razonable y negociado' del conflicto. Lanzada la bengala o señal de partida, la 'rutina' indicaba q u e , en la m a ñ a n a del día señalado, debían movilizarse los llamados "grupos funcionales". Esto es: los c i u d a d a n o s que
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tenían trabajo, algún tipo de organización y que, por lo mismo, podían hacerse presente en el espacio público con legitimidad reconocida. La movilización de estos grupos tendía a producirse en los puntos del espacio público 0( upado funcionalmente por ellos mismos: fábricas, universidades, iglesias, sedes gremiales, establecimientos educacionales, etc. Allí, el repertorio de protesta era prácticamente el mismo que se utilizaba en un período democrático normal: trabajo lento, paros breves, mítines callejeros, desfiles, pancartas, gritos y diversos tipos de consignas. Allí, por tanto, la 'violencia política no consistía en las 'acciones' mismas de la protesta, sino en la actitud de desafío al gobierno dictatorial y en el desacato civilác los decretos y ordenanzas que organizaban el "estado de sitio" que el gobierno militar mantuvo permanentemente a lo largo de su mandato. Esto, unido al hecho de que, en esa configuración desafiante del espacio público ciudadano, comenzaron a aparecer y operar grupos políticos paramilitares (llamados "extremistas" o "terroristas" por el gobierno militar y sus aliados políticos), cuya acción tendía magnificar el impacto de la movilización fiíncional por medio de interrumpir el tránsito, el comercio, el transporte, cortes de energía eléctrica, bombazos, etc. La 'magnificación' de las movilizaciones sociales (que era im objetivo distinto a la 'vanguardización' del movimiento social que intentó la militancia revolucionaria del '68) creaba un escenario comunicacional apropiado para que los grupos y personeros "representativos" (dirigentes gremiales, dignatarios eclesiásticos y políticos democráticos) pudieran hacer pesar sus propuestas de 'salida' y la denuncia de las violaciones a los derechos humanos. Pese a ser éste, en lo fundamental, un escenario típico de protesta ciudadana, la violenta represión lanzada sobre él por la dictadura —que respondía más a la 'magnificación' de la protesta que a su núcleo civil— convertía a su vez la violencia del desacato de ciudadanos en una contraviolencia de militares, lo que equivalía a la magnificación
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lie la violencia 'en si". C o m o resultado de t o d o esto, a m e d i o día del día señalado, ya se c o m p u t a b a n luctuosos hechos de violencia, con saldo de algunos m u e r t o s y heridos y d e m u chos c i u d a d a n o s golpeados y detenidos. D e este m o d o , en la tarde del día señalado i m p e r a b a el impacto sicológico y social p r o d u c i d o p o r los a c o n t e c i m i e n tos de la m a ñ a n a : los autobuseros retiraban por precaución sus m á q u i n a s de l o c o m o c i ó n colectiva, los comerciantes cerraban sus tiendas, los escolares eran enviados a sus casas, los empleados de t o d o tipo iniciaban largas caminatas hacia su domicilio, los automóviles atoraban las calles e m p r e n d i e n d o el retorno y la sociedad civil entera aparecía o c u p a d a en u n a retirada total, p r o d u c i e n d o así un 'paro general' de mayores proporciones aun q u e el p r o d u c i d o p o r la protesta matinal de los 'grupos funcionales'. La disciplina interna de la sociedad se veía así p r o f u n d a m e n t e alterada y resquebrajada. Y el régimen militar no podía i m p e d i r esa alteración. En ese contexto, y ya a la h o r a del crepúsculo, la r u t i n a de proresta incluía el l a n z a m i e n t o (esta vez tácito) de una segunda 'señal': se iniciaban los ensordecedores bocinazos de los automovilistas q u e retornaban a sus hogares y el martilleo incesante de las cacerolas y sartenes domésticos de las d u e ñ a s de casa, ocultas en el a n o n i m a t o de cada hogar y en las primeras sombras de la noche. N o era u n 'discurso' ni gramatical ni articulado, pero era u n o q u e todos — i n c l u y e n d o los militares— e n t e n d í a n perfectamente su ensordecedor significado. El ' r u i d o ' de la protesta p o d í a prolongarse p o r horas. A v o l u n t a d de cada u n o . A v o l u n t a d de todos. H a s t a perderse en las sombras de la n o c h e . Y era en la n o c h e c u a n d o las masas p o p u l a r e s d e los distritos más p o b r e s e n t r a b a n , de preferencia, en acción. Y recién e n t o n c e s culminaba
la j o r n a d a d e protesta. Pues era
el m o m e n t o en q u e se p r o d u c í a n los más c r u d o s enfren-
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tamientos. Cuando la protesta y la represión chocaban directamente. A piedra, sangre y fuego. Cuando el régimen imperante encontraba frente a sí, ya no a trabajadores, empleados, sacerdotes o estudiantes, sino a la gran masa de la juventud popular. Y a los grupos paramilitares apoyando el tipo de acción desarrollado por esa juventud. Que era, por supuesto, distinto a! de los grupos funcionales. Pues aquí las fuerzas represivas encontraban, por doquier, barricadas ardientes y trincheras de resistencia que estorbaban el desplazamiento de los vehículos militares. Y pobladas de jóvenes y niños desempleados, respaldados por enjambres de mujeres pobladoras e improvisados 'militantes de base', que no sólo construían y vigilaban las barricadas, pues también combatían con piedras, bombas molotov y amparaban la acción de los grupos armados. En este escenario, y de noche, los militares tuvieron menos escrúpulos para tirar a matar, para arrear, encerrar y rastrillar a grandes masas de pobladores y para tender un estrecho cerco represivo en torno a las poblaciones populares. Pero este cerco, necesariamente zonal, no impidió que, en las calles y pasajes interiores de esa poblaciones se realizaran mítines, marchas, concentraciones y asambleas de autogobierno que, sin duda, desarrollaban oíros aspectos más estratégicos del movimiento popular (participación, solidaridad, protagonismo, etc.). No hay duda que, en el contexto social de la protesta nocturna se forjó no sólo la pérdida del miedo a la dictadura y el desarrollo de un amplio repertorio de acciones de 'enfrentamiento masivo' (los grupos paramilitares d e m o s t r a r o n también que los cuarteles policiales podían ser atacados y los supermercados o sucursales bancarias expropiados o saqueados), sino también la asociatividad lateral y territorial de los sectores populares, el sentido de autonomía y la formación incipiente de un nuevo tipo de ciudadano participativo. Aquí, la política 'desde el sujeto y desde la historia' encontró, junto a la
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e d u c a c i ó n p o p u l a r y la n u e v a h i s t o r i a , la base social y el p r o c e s o c u l t u r a l q u e n o sólo l e g i t i m ó , sino q u e t a m b i é n proyectó su desarrollo posterior'^'*. La línea de desarrollo de la protesta de masas, pese a la represión de tipo genocida, y en t a n t o respaldada en los grupos paramilitares (el M o v i m i e n t o de Izquierda Revolucionaria y el F r e n t e P a t r i ó t i c o M a n u e l R o d r í g u e z ) y e n la potenciación i n t e r n a de su soberanía protagónica, estaba dem o s t r a n d o ser, hacia 1 9 8 5 , un crescendo histórico sin t é r m i n o a la vista. Pues, de un lado, las operaciones armadas de resistencia i n c r e m e n t a r o n sus objetivos hasta ejecutar, en 1 9 8 6 , un complejo a t e n t a d o c o n t r a la propia vida del dictador. Por su lado, las organizaciones populares de nuevo t i p o , a c o m p a ñadas p o r la e m e r g e n t e y ubicua educación popular, t e n d í a n a r e c o m p o n e r de m o d o más integral, local y a u t ó n o m o lo q u e hacia 1 9 7 2 , d u b i t a t i v a m e n t e , se había motejado ác poder popular "incipiente" e, incluso, "contra-revolucionario". Encajonado por las protestas nacionales, el gobierno militar tuvo que esforzarse para, con inusitada p r e m u r a , realizar dos operaciones simultáneas: de un lado, atacar y desmantelar a cualquier costo las organizaciones paramilitares de resistencia (logró desmantelar s a n g r i e n t a m e n t e al F P M R y al M I R , pero no logró evitar q u e apareciera u n a tercera organización: el M o v i m i e n t o Juvenil Lautaro) y, de o t r o , acelerar las negociaciones con la dirigencia r e m a n e n t e de la vieja clase política civil de filiación democrática. Hacia 1 9 8 7 era evidente que la d i c t a d u r a militar estaba viviendo, en t é r m i n o s estrictamente cívicos, políticos e históricos, u n a fase d e c l i n a n t e . A la inversa, el m o v i m i e n t o social popular, tras cinco o seis años de confrontación directa con la dictadura, esta viviendo u n a (inédita) fase ascendente ^* Sobre la violencia popular y las jornadas de protesta, ver de G.Salazar: Violencia política popular..., op. cit., Tercera Parte.
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de d e s a r r o l l o c u l t u r a l a u t o - s u s t e n t a d o , d e i n s o s p e c h a d a proyección histórica. Y era también evidente que la dictadura, necesitada de negociar en términos político-legales para maniobrar una retirada pacífica y ordenada, no iba a negociar con el movimiento social popular (que, precisamente, la había encajonado en el terreno de la 'violencia política'), sino con aquellos que también necesitaban y querían negociar la retirada de los militares en términos político-legales. Tai interlocutor n o podía ser otro que la vieja clase política civil ( C P C , en adelante) de filiación democrática, sus intelectuales adictos y la social-democracia internacional que la respaldaba y
financiaba.
La dictadura no necesitaba tanto, sin embargo, negociar con la C P C criolla sino, más bien, con la C P C internacional, que era la única que p o d í a garantizar su repliegue ordenado y asegurar la conservación
de su obra constitucional, institucional y de
mercado. Sin el reconocimiento (y el apoyo virtual) de Europa y Estados Unidos, esa obra no tenía ninguna posibilidad de perdurar. U n a negociación con el movimiento popular, en cambio, en esos términos, era imposible, y en otros términos (o sea, en los del proyecto popular en desarrollo), implicaba la instalación de un tipo de democracia participativa aun más radical que la que había existido antes de 1973. En esa coyuntura, los militares utilizaron
la C P C local como un intermediario para
negociar con quienes verdaderamente podían consolidar su obra magna. D e este m o d o , el ávido afán de esa C P C por retornar de algún m o d o a las oficinas de un Estado democrático fue el señuelo o la zanahoria que los militares usaron para que aquélla les prestara ese señalado servicio. N o t o d o fue avidez en la C P C , sin e m b a r g o . Pues los políticos d e m o c r á t i c o s q u e se d i s p o n í a n a negociar se a p o yaban, de preferencia, en u n a base social significativa: la mayoría de los "grupos funcionales" de clase m e d i a y de o p ción legalista (profesionales, intelectuales de alto nivel, e m pleados de cuello b l a n c o , dignatarios eclesiásticos, federa-
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ciones sindicales, etc.). Estos g r u p o s h a b í a n p a r t i c i p a d o act i v a m e n t e d u r a n t e las p r i m e r a s cuatro j o r n a d a s de p r o t e s t a (habían p r o t a g o n i z a d o la p r o t e s t a ' m a t i n a l ' o de ' m e d i o d í a ' ) en sus espacios funcionales respectivos, o en su p u n t o axial de convergencia: el 'centro' de la c i u d a d . Por su i d e n t i d a d e s e n c i a l m e n t e funcional, eran g r u p o s q u e t e n í a n dificultad para sostener su asociatividad d u r a n t e todo el día: d e b í a n dispersarse en la tarde para r e t o r n a r a sus respectivos barrios de residencia, d o n d e no tenían asociatividad orgánica, ni funcional, ni territorial, ni p a r t i d a r i a . N o p o d í a n desarrollar, pues, p o d e r territorial. Ni solidaridades vecinales que les p e r m i t i e r a n practicar formas p u n t u a l e s de d e m o c r a c i a participativa, de a u t o g o - b i e r n o , de nueva ciudadanía. D e este m o d o , desde que en la cuarta j o r n a d a de protesta la violencia política de lado y lado se i n c r e m e n t ó y la a p e r t u r a negociadora del régimen se hizo evidente, estos grupos dejaron de estar presentes, y no tuvieron una participación p r o t a g ó n i c a en las siguientes 18 jornadas. Se replegaron de la calle, aunque no de la negociación. Los intelectuales 'democráticos', h a b i e n d o detectado esto, se p r e o c u p a r o n de dejar en claro que la violencia política civil estaba siendo practicada, ahora, sólo p o r las masas populares y sus grupos paramilitares asociados. O sea: por la j u v e n t u d marginal y los "extremistas". Es lo q u e se llamó, e l e g a n t e m e n t e , "rutinización de la protesta"; o bien, algo más despectivamente: "la revuelta de los p o bladores". Pues, desde la lógica de la negociación se sintió y se hizo sentir t o d o eso c o m o "miedo a la Sociedad"; m i e d o nuevo, que venía a suceder y sustituir el anterior "miedo al Estado". El nuevo m i e d o vino así a cavar u n abismo entre los dos caminos de la bifurcación cognitiva — a h o r a , t a m b i é n , política— m e n c i o n a d a más arriba^'.
' Ver, entre otros, de E.Tironi: "El fantasma de los pobladores", en Mensaje # 345 (Santiago, 1985), y "La revuelta de ios pobladores", en Nueva Sociedad# 86 (Bogotá, 1986).
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Los negociadores sintieron que, dada la c o y u n t u r a , tenían que, r á p i d a m e n t e , construir u n a teoría científica o, al m e n o s legitimadora, de la negociación; o, lo q u e es lo mismo: u n a teoría 'de o p o r t u n i d a d ' para la "transición negociada a la democracia". Tal teoría tenía c o m o prerrequisito lógico evaluar negativamente la violencia política desplegada (sobre todo) en las jornadas nacionales de protesta, para que, por oposición, se revalidaran y sustentaran los principios pacifistas de la democracia (se asumía la democracia sólo c o m o s i n ó n i m o 'paz' y 'orden legal'). Eso implicaba descartar de plano la línea de desarrollo del m o v i m i e n t o popular, los grupos paramilitares que lo apoyaban, la educación p o p u l a r que lo proyectaba estratégicamente y la emergente teoría política de los 'nuevos' m o v i m i e n t o s sociales, que a p u n t a b a a la construcción de ima democracia no sólo pacífica y lega!, sino, sobre t o d o , social-participativa. Sin d u d a , la implicancia y los prerrequisitos 'técnicos' exigidos por la teoría pragmática de la transición inducían e indujeron a los negociadores a abrir u n fi-ente de debate teórico y refittación política de retaguardia, que tenía por fin desbancar la emergente teoría del m o vimiento popular, sus eventuales inspiradores y, sobre todo, la política social t e n d i e n t e a derribar la dictadura^". Enfrentada a esa encrucijada, la reflexión historiológica se h a l l ó a n t e u n g r a v e d i l e m a : o b i e n
profundizaba
desafiantemente la nueva teoría del m o v i m i e n t o p o p u l a r (ba-
^" Se realizaron varios Seminarios para realizar ese 'desbancarmiento'. Entre otros, el Seminario convocado por CLACSO-UNU, que fue publicado como Los movimientos sociales y la lucha democrática en Chile (Santiago, 1986). La misma táctica de desbancamiento se utilizó en el lanzamiento público del libro Violencia política popular... (op. cit.), del autor que suscribe, en 1990. Ver también de G.Arriagada: "Negociación política y movilización social: la crítica de las protestas", en Materiales de Discusión # 1 6 2 (Santiago, 1987. CED).
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sada ahora en la percepción y sistematización populares de la liistoricidad, y en el desarrollo político del p o d e r social territorial), en alianza con los grupos de educación p o p u l a r y la nueva militancia política de base, o bien se replegaba ante la 'teoría de o p o r t u n i d a d ' impuesta por los cientistas sociales de los '80 y sus asociados nacionales (las clases políticas civil y militar) e internacionales (la social-democracia m u n d i a l ) , para refugiarse en la paz e institucionalidad del historicismo neocmpiricista, o neo-objetivista, o en u n más c ó m o d o postínodernismo 'de o p o r t u n i d a d ' .
Una teoría política 'de oportunidad' La necesidad de c o n s t r u i r u n a teoría legitimadora de la negociación requería asentar, antes q u e nada, varias premisas: a) debía d e m o s t r a r que la 'obra' del g o b i e r n o militar se inscribía en procesos de c a m b i o y transformación de más largo plazo que la d i c t a d u r a misma, en correspondencia con los procesos mundiales de m o d e r n i z a c i ó n y p o s t - m o d e r n i z a c i ó n (con lo cual se asignaba a esa obra u n signo histórico
positivo);
b) debía d e m o s t r a r el carácter a n t i - d e m o c r á t i c o de todo tipo d e violencia política o de íoda acción directa de soberanía (con lo cual se asignaba u n signo histórico negativo a la violencia perpetrada, desde 1 9 7 3 p o r los militares, y desde 1987 o 1990 por el m o v i m i e n t o p o pular y los grupos paramilitares, con la salvedad de que estos últimos no tenían entonces ni t e n d r í a n después u n a "ley de amnistía" q u e los protegiera y asegurara su i m p u n i d a d , c o m o la tuvieron los militares, q u e se la auto-otorgaron);
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c) debía demostrar que los actores que c o m p o n í a n el m o v i m i e n t o p o p u l a r (los pobladores, la j u v e n t u d marginal y los grupos juveniles armados) no eran actores m o d e r n o s ni ciudadanos
responsables, sino sujetos sin
i d e n t i d a d definida, sujetos "anómicos", y sujetos "terroristas", de manera tal que n i n g u n o de ellos pudiera ser invitado a la mesa de negociaciones y al nuevo pacto social (o político) q u e se estaba fraguando, y d) debía refutar, de cualquier m o d o , todo brote científico o teórico q u e postulase lo contrario —cualquiera fuese su consistencia empírica o su coherencia social y teórica—, imperativo que obligaba a utilizar u n a lógica p o s t - m o d e r n a , más v i r r u a l q u e e m p í r i c a , m á s discursiva q u e real y más c o m u n i c a c i o n a l que conceptual (la imagen y la televisión, más q u e la palabra escrita y la ciencia, fue la orientación final de esta opción teórica, sobre t o d o , luego del triunfo del N O en el plebiscito de 1 9 8 8 , que se atribuyó en gran m e d i d a a la c o r r e s p o n d i e n t e c a m p a ñ a televisiva). D e im m o d o u otro, y u n a tras otra, las investigaciones 'democráticas' fueron a s e n t a n d o todas estas premisas. En p r i m e r lugar, se investigaron los "cambios estructurales" i n t r o d u c i d o s por la d i c t a d u r a y se m i d i ó , relativamente al pasado, su real peso histórico. Se concluyó, entre otros hallazgos, que la d i c t a d u r a había hecho "estallar la estructura de clases de la sociedad chilena", d e s m a n t e l a n d o la clase m e d i a "burocrática" (asociada Estado), pulverizando el p o d e r sindical y político de la clase trabajadora y alterando radicalmente el m e r c a d o s o b r e el cual h a b í a o p e r a d o en el p a s a d o el empresariado capitalista, chileno y extranjero. D e este m o d o , los dos actores sociales motrices de! viejo proyecto nacionaldesarrollista o nacional-populista (el proletariado y los e m pleados de Estado) q u e d a b a n reducidos a "masas" q u e tal vez
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podían tener i d e n t i d a d de clase, pero no 'poder de ciase'. El m a p a c l a s i s t a d e la s o c i e d a d civil c h i l e n a q u e d a b a así trastrocado, de tal m a n e r a , q u e se t o r n a b a práctica y políticamente imposible el retorno al pasado y a cualquier forma populismo o de nacionalismo
de
económico. Pero t a m b i é n t o r n a b a
imposible o a l t a m e n t e i m p r o b a b l e que el c o n j u n t o de masas sociales desestructuradas (o anómicas), que esos c a m b i o s habían dejado c o m o saldo, p u d i e r a n constituir el actor soberano q u e rigiese o siquiera participase en la construcción de la 'nueva democracia' (que no podría por tanto ser ni desarrollista ni populista sino, exclusivamente, liberal, tal c o m o querían los asesores del régimen militar). En este p u n t o , la 'revolución liberal' impuesta por los militares no era un c a m b i o inscrito en las transformaciones estructurales i n t e n t a d a s p o r la democracia chilena anterior a 1 9 7 3 , sino en la línea m u n d i a l de t r a n s f o r m a c i o n e s neoliberales q u e se venía registrando desde la crisis e c o n ó m i c a , también m u n d i a l , de 1 9 8 2 . D e s d e este p u n t o de vista, la 'obra de los militares no hacía otra cosa sino 'actualizar' el desarrollo histórico del p u e b l o chileno, p o n i é n d o l o a la par con los grandes procesos m u n d i a les3' . En s e g u n d o lugar, se i n t e n t ó demostrar que la revuelta de los pobladores n o provenía de u n a clase social, sino de u n a masa sin proyecto histórico (se reconocían a sí m i s m o s c o m o "obreros", pese a estar desempleados), centrada además en u n a j u v e n t u d a n ó m i c a . Por t a n t o , el m o v i m i e n t o poblacional no podía ser reconocido c o m o u n m o v i m i e n t o social " m o d e r n o " (según definición de Alain T o u r a i n e ) , sino c o m o u n movim i e n t o retrógrado, que involucionaba hacia un tipo de asociatividad primaria (basada en lazos identitarios y c o m u -
^' Entre otras publicaciones, ver de J.Martínez y E.Tironi: Las clases sociales en Chile. Cambio y estratificación (Santiago, 1985. SUR).
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HISTORIOGRAFÍA Y DICTADURA EN CHILE
nitarios), sin desarrollar u n a asociatividad m o d e r n a (basada en vínculos contractuales, racionales y negociados). N o eran, por t a n t o , verdaderos actores sociales e históricos, sino u n a abigarrada masa en d i s p o n i b i l i d a d política. R e q u e i . a n ser conducidos, rehabilitados y manejados desde
arriba
(televisivamente, en lo posible). Si sabían "protestar", no sabían "proponer", ni menos "negociar". En la c o y u n t u r a de transición, tan crucial, no se les podía reconocer, en consecuencia, ni derechos de soberanía, ni poderes constituyentes, sino, sólo, derecho a ser comparsa histórica y derecho a votar c u a n d o se les convocase a ello. La nueva democracia, pues, no era de masas sino eJitaria en la c o y u n t u r a estratégica de su construcción constitucional, y podía no ser clitaria sino de masas c u a n d o se viviese la c o y u n t u r a cotidiana
de la política.
C o n ello se negaba al bajo pueblo (o a la masa cívica desarticulada a golpes) su soberanía h i s t ó r i c a " . Eso incluyó el juicio de que la violencia política p o p u l a r (la expresada en las jornadas nacionales de protesta) no provenía del afán de sostener e i m p o n e r un nuevo proyecto histórico de sociedad sino, más bien, del m i e d o . Se i n t e n t ó probar, a partir de eso, q u e los pobladores y trabajadores rechazaban, por ello, la violencia política'^. En tercer lugar, se i n t e n t ó p r o b a r que la movilización p o p u l a r y las acciones armadas q u e la a c o m p a ñ a b a n habían '^ Ver de E.Tironi: "Pobladores e integración social", en Proposiciones # 14 (Santiago, 1987) y de G.Campero: "Organizaciones de pobladores bajo el régimen militar", en ibidem. " Fue lo que intentó probar el equipo compuesto por Eugenio Tironi, Eugenia Weinstein y Javier Martínez a través del proyecto de investigación sobre "Violencia política popular en Chile" (financiado entre 1987 y 1989 por la Fundación Ford). La tesis contraria fue probada por el autor que suscribe, dentro de ese mismo proyecto (publicado en el libro Violencia política popular. .. op. cit.)
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fracasado de hecho en 'derribar' la dictadura (esta afirmación se construyó teóricamente después que los grupos funcionales a b a n d o n a r o n la acción callejera a partir de la q u i n t a protesta, sin considerar, en consecuencia, las 18 protestas populares posteriores y su impacto político real). Q u e era efectivo q u e la movilización popular había iniciado una "transición invisible" (social) a la democracia, pero que la verdadera transición (la política) se había iniciado y continuaba cuando su predecesora ya había fracasado (en la 'cuarta protesta). La 'transición a la democracia' no debía entenderse por tanto c o m o un proceso social o masivo, sino c o m o u n o p u r a m e n t e político y de negociación, d o n d e los actores políticos 'teóricamente' calificados para ello eran, sólo, la C P C criolla (con su respaldo en la C P C internacional) y la propia dictadura militar^'^. D e este m o d o , la masa poblacional y sus aliados "extremistas" quedaban excluidos por su ser a n ó m i c o , por su inclinación a la violencia política y por su involución asociativa, de m o d o tal que, para el proceso de transición y para la futura democracia, constituían, no u n aliado o una masa ciudadana, sino u n a amenaza cierta de "desintegración social". T a n t o , que los ciudadanos negociantes comenzaron a temerla, como una suerte de enemigo interno. Esto daba pie para que surgiera, en la superestructura del emergente Estado democrático (neoliberal) u n significativo y estratégico "miedo a la Sociedad"^\ En síntesis, cabe decir que la teoría de transición para la nueva d e m o c r a c i a surgió p r i m e r o (hacia 1980) c o m o u n a m i r a d a hacia atrás, hacia los valores democráticos del sistema político existente antes de 1 9 7 3 , pero en t a n t o d e p u r a d o de
^"^ Ver de M.A. Carretón: "Las complejidades de la transición invisible. Movilizaciones populares y régimen militar en Chile", en Proposiciones # 14 (Santiago, 1987). ' ' J.Martínez: "Miedo al Estado, miedo a la Sociedad", en Proposiciones # 12 (Santiago, 1986).
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HISrORlOGRAhÍA Y DICTADURA EN CHILE
los errores que condujeron a la crisis de ese año. La teoría continuó después desarrollándose en torno al encajonamiento que las acciones de violencia popular produjeron en las bases de estabilidad cívica y política de la dictadura (no en su estabilidad militar o en su racionalidad económica), etapa en que la posibilidad de negociar con aquélla llevó a los políticos a centralizar, como legítimo actor negociante, a la propia dictadura, y a marginar, como tal, al principal enemigo de esa dictadura: el movimiento social popular y sus aliados param¡litares. De este modo, el concepto de democracia 'histórica quedó viciado, en el sentido de que, para negociar el retorno a la democracia, algunos chilenos eran considerados como más democráticos (la dictadura, por ejemplo) que otros (el bajo pueblo, por ejemplo). Con lo cual, el concepto 'político' de democracia quedó también viciado, en el sentido de que la dimensión gobernabilidad (desde arriba y desde el Estado) era y debía ser más central y determinante que la dimensión participación ciudadana (desde abajo y desde la Sociedad Civil). Lo cierto es que la teoría de la nueva democracia definió la transición como una suerte de asamblea constituyente castrada, elitista y deficitaria, duplicando por vía de la negociación el carácter unilateral y dictatorial del proceso constituyente que le dio al país la Constitución (militar) de 1980. En este sentido, la nueva democracia no superaba nj era más democrática que la que existía antes de 1973, sino, al revés, estaba resultando ser, en su mismo nacimiento, lo que no f^ue aquélla: verticalista y discriminatoria . La nueva teoría, pues, estaba más comprometida con el pragmatismo de Iq^ negociación política que con la dirección real a la que apuntaba el proceso social, cultural e histórico de la sociedad civi] chilena (sobre todo de su hemisferio inferior)^''.
"• Una cruda versión sintética de este planteamiento en A.Tourainc; "De la modernización a la modernidad", en Convergencia (Mar^ zo 17 de 1990).
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La 'teoría de o p o r t u n i d a d ' , en definitiva, trazó el itinerario estructural de 'una' de los dos vías posibles de r e t o r n o a la democracia: la q u e más convenía a los militares y a la hasta allí desfuncionalizada C P C , y la que m e n o s convenía a la gran masa p o p u l a r de la sociedad civil. En este sentido, t e r m i n ó su trayectoria siendo, en t é r m i n o s estrictamente históricos, u n cuerpo conceptual q u e sirvió de pantalla legitimadora a la 'obra' de la d i c t a d u r a (con lo cual legitimaba p o r reflejo a ios constructores de esa obra, dejando de soslayo el i m p a c t o social y h u m a n o de sus m é t o d o s ) . La teoría de o p o r t u n i d a d no c o n s t i t u y ó , por eso, una verdadera ciencia social, sino, apenas, u n a ciencia i n s t r u m e n t a l , al servicio de u n a C P C q u e , a su vez, actuaba c o m o un agente intermediario en el proceso de consolidación internacional de la 'obra' del g o b i e r n o del general Pinochet. La teoría de o p o r t u n i d a d legitimó ' d e m o c r á t i c a m e n t e ' , pues — c o m o se ha d i c h o — , la obra de la d i c t a d u r a , pero c o n v i r t i ó a sus t e ó r i c o s y m i l i t a n t e s en p a r t e o r g á n i c a , cogestora y
finiquitadora
de esa obra. D e ahí su s o r p r e n d e n t e
c o n v e r s i ó n a la fe n e o l i b e r a l y su a p o s t a s í a del v i e j o populismo^^.
El repliegue de los grupos historiográficos C o m o quiera q u e sea o haya sido la consistencia científica de la teoría de o p o r t u n i d a d , fiíe inevitable que, desde 1989 o 1 9 9 0 , se convirtiera en factor o i n s t r u m e n t o de poder.
De
hecho, se integró de m o d o c o n s p i c u o al nuevo sistema (pac-
Ver de E.Tironi: La invisible victoria (Santiago, 1990).
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tado) de dominación. Constituyó una muestra distintiva de la nueva cultura hegemónica. La derrota del marxismo democrático, la impotencia del marxismo revolucionario, la caída del muro de Berlín y la crítica universal al populismo desalentaban, por otro lado, la construcción de teorías alternativas basadas en la tradición. Al mismo tiempo, el proceso de búsqueda a través de la identidad social dejó de ser financiado por la solidaridad i n t e r n a c i o n a l , progresivamente. Después de todo, la globalización neoliberal del mundo estaba más dispuesta a negociar con la obra gruesa construida a golpes por Pinochet, que a impulsar el i n t r i n c a d o trabajo fino realizado microscópicamente por los buscadores de identidad. Identidad de base, cuya construcción o reconstrucción debía realizarse ahora, tras la aceptación mundial de aquella obra gruesa, como una tarea de responsabilidad social estrictamente privada, puramente doméstica, irremediablemente cultural, sin amparo de la ciencia académica, sin grandes teorías ni "grandes relatos" orientadores, al margen del Estado, en guerra muerte con el Mercado, y a espaldas del proceso político formal. Una tarea que la 'educación popular', tan activa a mediados de los '80, ya no podía asumir con comodidad, si tenía por delante ya no un dictador sino un gobierno democrático; si el socorro solidario internacional tendía a retirarse poco a poco; si la frustración generada por la dictadura tendía a ser reemplazada por la desilusión generada por la nueva democracia y si, por añadidura, tenía que enfrentar la crítica letal de los intelectuales conversos a la flamante 'teoría de oportunidad'^*. ' Respecto de la crítica letal a la educación popular, ver de R.Martinic: Profesionales en acción (Santiago, 1988. CIDE), que transcribe las ponencias expuestas en el Seminario Internacional sobre Educación Popular organizado por el CIDE en ese mismo
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Tal c o m o en 1 9 6 4 la teoría estructuralista del desarrollo y la d e p e n d e n c i a se transformó en teoría h e g e m ó n i c a margin a n d o de la c o y u n t u r a la reflexión histórica, así, e n t r e 1988 y 1990, la 'teoría de o p o r t u n i d a d ' m a r g i n ó los diversos ramales de la reflexión historiológica iniciada hacia 1 9 8 0 , así c o m o los múltiples talleres de educación popular. D e este m o d o , al inaugurarse el ciclo de los nuevos gobiernos d e m o c r á t i c o s , los diversos grupos historiográficos tendieron a replegarse, disolverse o a limitar su b ú s q u e d a y proyección. Se abrió u n a etapa de dispersión y desconcierto. El g r u p o de reflexión historiológica surgido al a m p a r o de la F L A C S O , por ejemplo, tendió progresivamente a desechar la perspectiva histórica. El peso q u e tuvo en ese g r u p o la principal categoría analítica empleada: "el c a m p o político de fuerzas", n o inducía la incorporación del lado 'social' de los procesos, ni el peso del ' m o v i m i e n t o social' en las salidas del escenario dictatorial, ni el rol de la historicidad en la mecánica de las fuerzas políticas. N o h a b i e n d o una conexión orgánica consistente con la educación p o p u l a r ni p r o g r a m a s sistemáticos de p o t e n c i a c i ó n de las nuevas identidades populares, la historia social (incluyendo la historia oral) no se i n c o r p o r ó de m o d o p e r m a n e n t e ni central en la p r o d u c c i ó n intelectual de este g r u p o . La reflexión política m a d u r ó aquí c o m o u n c o m p a r t i m e n t e cerrado, auto-referido. D e este m o d o , sus últimos trabajos históricos t e n d i e r o n a centrarse en la descripción p o r m e n o r i z a d a de ciertas "mentalidades políticas" del pasado y en ciertos vectores del c a m p o de fuerzas, sin fertilidad teórica viva para los problemas del presente^'. En verdad.
^' Ver, entre otros, de T.Moulian e I.Torres: Discusiones entre honorables: las candidaturas presidenciales de la Derecha. 1938-1946 (Santiago, 1988. FLACSO) y de T.Moulian: "La reorganización de los partidos de la Derecha entre 1983 y 1988", Documento de Trabajo # 388 (Santiago, 1988. FLACSO)
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la institución c o m o conjunto se c o m p r o m e t i ó a fondo con la transición pactada a la democracia (neoliberal). Por su parte, los historiadores jóvenes vinculados a la red del "Encuentro", después de 1987, vieron que la mayoría de los cientistas sociales e historiadores profesionales tendían a desertar de sus sesiones, unos para incorporarse a la política superestructura! de la transición, otros para engolfarse en los esfuerzos de la Educación Popular por mantenerse viva. Sobre todos ellos pesaba la sospecha, crecientemente oficial, de que t o d o c o m p r o m i s o más o menos orgánico con la base popular implicaba sumarse a un movimiento que estaba siendo no sólo descartado políticamente, sino, incluso, considerado como un riesgo para la recuperación de la democracia. Las tesis de licenciatura que los jóvenes historiadores expusieron en el "Encuentro" no lograron reponer la Historia en el centro del debate. Era un hecho que ese centro estaba ocupado, ahora, por las opciones del "realismo político". Significativamente, en junio de 1988, el "Encuentro" realizó su última sesión'*"'. En cuanto a los historiadores agrupados en el C E R C , tras su i n t e n t o por refutar la historiografía conservadora y ofrecer una historiografía
d e m o c r á t i c a , se c o n c e n t r a r o n
en
monografías menores, en sus tesis de postgrado, en su carrera académica y, en grado variable, en el proceso de transición a la democracia. La aparición de la 'teoría de o p o r t u n i d a d ' eximió a este g r u p o de realizar u n trabajo teórico de rango mayor, ya q u e , de u n m o d o u o t r o , le dieron su apoyo. D e hecho, el r u m b o t o m a d o por la transición p e r m i t i ó que varios de sus m i e m b r o s llegaran a ocupar cargos relevantes en la Universidad y en el p r o p i o gobierno del Presidente Aylwin'".
•*" Entrevista a M.A. Illanes por el autor que suscribe. Mayo 2 de 1990. ^' Entrevista a C.Gazmuri por N.Nichols. Abril 20 de 1990.
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La dispersión de los historiadores del l E C , en c a m b i o , divo otras características. Sin apoyo instituciofjjl consistente, el g r u p o enfrentó, de un lado, u n a crisis financiera, y de otro, la dificultad de construir un consenso i n t e r n o respecto de c ó m o restaurar la validez del materialismo histórico. Las posibilidades eran m u c h a s , de m o d o q u e cada investigador optó p o r seguir su propio camino. La revista Andes dejó de publicarse en 1 9 8 8 . Ya d e s m e m b r a d o , el g r u p o sólo p u d o m a n t e n e r lazos de amistad y simpatías políticas, p a s a n d o a engrosar lo q u e c o m e n z ó a llamarse, v a g a m e n t e , "cultura marxista'"*^. El g r u p o de historiadores q u e editaba en Londres la revista Nueva Historia se dispersó de otro m o d o : por el progresivo r e t o r n o a Chile d e la mayor parte de sus c o m p o n e n t e s y por las distintas vías de inserción de estos exiliados en el m u n d o intelectual chileno de la segunda m i t a d de la década de 1980. C o n t o d o , la revista c o n t i n u ó p u b l i c á n d o s e hasta fines de esa década, sobre t o d o por el esfuerzo personal de Leonardo León, q u e retornó a Chile algo más tarde que sus c o m p a ñ e r o s . En Chile, el g r u p o no logró reunificarse ni editar su revista, a pesar de q u e algunos de sus m i e m b r o s m a n t u vieron contacto y u n a significativa afinidad en c u a n t o a c ó m o m a n t e n e r viva la "nueva historia". Los filósofos e historiadores que trabajaron unidos en el C E L t a m b i é n se v i e r o n a f e c t a d o s p o r p r o b l e m a s financiamiento.
de
Su intento de reformular la historia de las ideas
halló ante sí, también, en diversos frentes, el peso político de la 'teoría de o p o r t u n i d a d ' . El g r u p o , c o m o tal, optó p o r disolver"- Entrevista a J.C.Gómez por el autor que suscribe. Abril 30 de 1990. Entre las publicaciones realizadas por este grupo cabe citar, de P.Quiroga y C.Maldonado: Elprusianismo en las Fuerzas Armadas chilenas (Santiago, 1988) y de C.Maldonado: La milicia republicana, 1932-1936 [SiLnüigo, 1988).
^Í0_
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se. Pero cada u n o de sus miembros c o n t i n u ó realizando trabajos de investigación, sea en el plano de la historia cultural (sobre todo los filósofos) o en el de la historia social (M.A.luanes), áreas en que su producción ha sido significativa'*^ Diferentes, pero al m i s m o t i e m p o similares, han sido los problemas enfrentados p o r los historiadores de las O N G s llamadas " S U R Profesionales" y " E C O " . Para los de S U R , la aparición de la 'teoría de la o p o r t u n i d a d ' significó u n a desafiante diferenciación teórica y política interna, d a d o que los cientistas sociales de esta institución (Eugenio fironi, Javier Martínez, E d u a r d o Valenzuela, etc.) estuvieron entre los principales arquitectos de esa teoría. El debate entre esos cientistas y los historiadores, realizado puertas a d e n t r o de la institución, resultó abierto y enriquecedor, c u a n d o menos hasta 1989 (término del proyecto Eord sobre violencia política p o p u l a r ) , pues, después de 1 9 9 0 , la emigración de los cientistas sociales a diversas oficinas del p r i m e r g o b i e r n o d e m o c r á t i c o postdictatorial i m p i d i ó c o n t i n u a r ese debate. La institución fue capaz de absorber y asimilar la diferenciación producida, lo que permitió que la investigación historiográfica continuara realizándose, ya n o conectada a la c o y u n t u r a política, pero sí a la c o y u n t u r a social, por d o n d e el trabajo se orientó sobre t o d o hacia la historia popular. C o n rodo, la posibilidad de asociar esa investigación a los requerimiento políticos del m o v i m i e n t o y la educación populares se t o r n ó i m p r o b a b l e , por la tácita oposición existente en todas partes a t o d o posible i n t e n t o p o r desarrollar y agitar u n p r o g r a m a político alternativo al p a c t a d o en la transición democrática (triunfante en 1990). El grupo historiográfico de S U R no ha trabajado como
''^ E.Dcvés publicó su importante Los que van a morir te saludan. Historia de una masacre (Santiago, 1988), mientras M.A.luanes se encuentra trabajando en un novedosa historia social de la salud en Chile.
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e q u i p o , pero m a n t i e n e — e n t a n t o la institución lo a d m i t e — un potencial y u n a disposición a la crítica que p r o m e t e m a n tenerse fértil a futuro. Los historiadores de E C O , en cambio, centrados en la realización de Talleres de Educación Popular (ámbito d o n d e se validaba su investigación histórica, sobre todo de tipo oral) se vieron encajonados no sólo por la 'teoría de o p o r t u n i d a d ' , sino también por la inesperada desautorización que la Iglesia C a t ó lica fulminó sobre las "comunidades cristianas de base" y por la dificultad de no haber p o d i d o levantar o p o r t u n a m e n t e una teoría específica y operacional para el "movimiento social popular" (que era su categoría histórica y política fundamental). La creciente crisis de la educación popular y el retiro de los fondos de la solidaridad internacional han empujado el grupo, en parte, a la dispersión de sus profesionales, y de otro, a desarrollar investigaciones de historia social académica, mientras intenta reespecializarse en un nuevo tipo de 'taller': el que trabaja en terreno el desarrollo de la historia popular "local"'''*. Los historiadores de E C O y de S U R Profesionales, sin e m b a r g o , son los únicos del m u n d o extra-universitario q u e han c o n t a d o con respaldo institucional, a u n q u e n o d e s p r o visto de dificultades, según se a n o t ó más arriba. Su p r o d u c ción historiográfica ha sido, sin duda, i m p o r t a n t e , pues, c o m o tal, ha sido y es leída y trabajada especialmente p o r la juvent u d (universitaria y no universitaria) q u e p e r m a n e c e expectante y aun crítica frente al r u m b o t o m a d o p o r el proceso chileno desde 1 9 8 8 . C a b e preguntarse, sin e m b a r g o , por la capacidad real de ese tipo de instituciones y de los historiadores que trabajan en ellas para realizar con éxito en t i e m p o s
'''' Mario Garcés, que publicó junto a P.Miles el libro FOCH, CTCH, CUT: las centrales unitarias del sindicalismo chileno (Santiago, 1988. ECO), trabajo ahora en la historia socio-política popular de fines del siglo XIX.
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de democracia (neoliberal) lo que no pudo hacerse en tiempos de dictadura, esto es: construir desde las bases populares un proyecto histórico y social alternativo, basado en una percepción y sistematización directa de la experiencia y la memoria históricas de esas bases. Parece evidente que el apoyo institucional para realizar esa tarea es y será débil. Probablemente más débil de lo que fue en la década de los '80. Tanto más si el grueso de ios cientistas sociales que habían aprendido a caminar con la Historia se encuentran hoy emigrando a las oficiras del nuevo Estado, pasando a ser funcionarios del modelo neoliberal. Todo indica que no serán ni los 'encuentros' espontáneos de historiadores jóvenes ni los grupos de trabajo de las ONGs los que puedan realizar esa tarea, sino los que puedan contar con un apoyo institucional y financiero mínimo y seguro. La pregunta es: ¿podrán ser los historiadores de la universidad chilena actual? ¿Será posible llevar a cabo la democratización del trabajo universitario al punto de que esa tarea pueda ser retomada y completada? ¿Será posible reunir y reorganizar a todos los historiadores y cientistas sociales que exploraron los caminos vírgenes de la identidad y la memoria sociales, bajo el techo de una institución académica? De momento, eso no parece probable, pero es una alternativa necesaria y, acaso, posible. Los Departamentos de Historia de las actuales universidades chilenas están, todavía, regidos por el cientifismo y el empirismo documentalista propios del siglo XIX. Rechazan la conexión orgánica con las Ciencias Sociales y rehuyen el trabajo en equipos interdisciplinarios. Se concentran de preferencia en el pasado y vuelven la espalda a la historicidad del presente. ¿Podrán los grupos historiográficos extra-universitarios descritos más arriba rectificar ese rumbo e instalar la "nueva historia" en los recintos académicos formales? Son preguntas, por cierto, que sólo el tiempo despejará.
CABRIEL SALAZAR
7 D e la memoria, la identidad y de "viejos topos" En 1960, como se dijo, el sociólogo norteamericano declaró que "Chile es un país mal estudiado". Hacia 1990 ¿puede decirse lo mismo? La teoría 'de oportunidad' ¿ha logrado construir el bagaje cognitivo suficiente no sólo para permitir la exitosa instalación del modelo neoliberal (y legitimar de paso la 'obra' de la dictadura), sino para orientar también a los chilenos mds allá de ese modelo y de esa teoría? Todo indica que la teoría 'de oportunidad' se agotó en iluminar la instalación del dicho modelo, y que no podría ir contra sí misma e investigar en profundidad las contradicciones y déficits históricos y sociales del modelo que ayudó a legitimar. Es una teoría que, al haber sido exitosa en su implementación práctica, se esterilizó teórica, social e históricamente. Su vida posterior a 1988 —año de su triunfo político— no puede ser otra que deducirse a sí misma, una y otra vez, de modo tautológico. Ilustrativamente, pedagógicamente, como todo discurso oficial o como roda meiDoria oficia). Puede tener vida aim como 'cuerpo teórico', pero ya no como 'ciencia orgánica'. Sobre todo, porque la experiencia social sigue acumulándose, ahora en relación a las eficiencias e ineficiencias del modelo impuesto, y en relación a los reflejos y reverberos del pasado, que siguen vivos en la memoria social. Una teoría puede envejecer y esclerotizarse, pero no la experiencia social, que ni agoniza, ni muere jamás. Y la memoria social, alimentada permanentemente por aquélla, tampoco. La vida social va de la experiencia a la memoria y de la memoria a la experiencia, en un vaivén interno y subjetivo que es la historicidad viva de
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la identidad.
Y ésta, a b a n d o n a d a ahora por el Estado y la p o -
lítica, por el Mercado y la economía, por la Teoría y los intelectuales, sigue viva y activa, a pesar de t o d o . Ahora dependiente, más que n u n c a , de sí misma. Lo q u e equiv.iie a la centralización estratégica de la historicidad de los sujetos, individuados o asociados. ¿Están los sujetos sociales de base bien o mal estudiados en el Chile de 1990? Lo que cabe decir hoy a este respecto es que, c u a n d o m e n o s , esos sujetos han aprendido y están aprendiendo a estudiarse
bien a sí mismos.
Lo q u e no sólo es u n
fenómeno inédito en Chile, sino, además, un proceso subterráneo, propio del espacio privado y c o m u n i t a r i o , que tiene un e n o r m e c a m i n o por delante q u e recorrer. Pues, si bien la teoría 'de o p o r t u n i d a d ' voló y d o m i n ó , c o m o águila, las alturas superestructurales del Estado y el Mercado chilenos, la 'ciencia de los sujetos' y los 'procesos autoeducativos' se han a p o d e r a d o del subsuelo de la historia chilena. Se trata de la aparición — c o m o escribiera alguna vez Karl M a r x — del "viejo t o p o " de la historia popular, q u e , ciego y t o d o , horada con sabiduría propia, subterránea e invisiblemente, los nuevos caminos de esa historia. En este sentido, los historiadores sociales del "bajo pueblo" no parecen hallarse ante un pantano esterilizante — como la teoría 'de o p o r t u n i d a d ' — , sino, más bien, ante un sendero abierto, de alta fertilidad. Para avanzar por el cual se requiere, sin d u d a , creatividad, audacia y, sobre t o d o , solidaridad.
La Reina, abril-junio
de
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CAPITULO IV CHILE, HISTORIA Y "BAJO PUEBLO": DE LA IRRACIONALIDAD Y LA VIOLENCIA'
El triunfo de la Historia "Nomotética" De acuerdo a su definición originaria, la Historia ha sido la ciencia que estudia la realidad social en t a n t o ésta se c o m p o r ta c o m o un c o n j u n t o de 'particularidades en m o v i m i e n t o ' . Así la i n t u y e r o n , en sus principios helénicos, sus fundadores. Así también la e n t e n d i e r o n , en los siglos XVÍII y XIX, los grandes autores de la historiografía m o d e r n a y de la llamada teoría de la historia. Y así t a m b i é n h a n p r o c u r a d o sostenerla, ya en este siglo, los historiadores (motejados a m e n u do de "revisionistas") que i n t e n t a n defender la historicidad de 'lo particular' y la legitimidad del 'proyecto' y del 'cambio' sociales, frente a la expansión avasalladora del m o d e r n i s m o abstracto y la supremacía valórica aplastante d e los equilibrios macro-sistémicos, q u e , p o r doquier, han privilegiado las ciencias que W i l h e m W i n d e l b a n d , en el siglo pasado, llam ó "nomotéticas"
(por su tendencia a concentrarse exclusiva-
m e n t e en las totalidades, en lo general-estático, y en las leyes Estas reflexiones fueron publicadas como Editorial de la revista Proposiciones# 19 (julio de 1990), número dedicado enteramente a los temas implicados en el título.
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_CHILE, HISTORIA Y "BAJO PUEBLO"
O teorías sistémicas o tautológicas que se derivan de esa opción), marginando las que asumen la vida cotidiana e histórica del hombre concreto (que el mismo Windelband llamó "ideográficas"). lia sido un hecho significativo que, en sus orígenes, la Historia haya surgido, libre de toda presión ideológica colateral, como un anuario sencillo de hechos particulares dignos de ser recordados; como un eruditismo amable relativo a hechos de ese tipo, e incluso, como una liviana 'chismografía social', que todos los hombres de carne y hueso creyeron necesario íeer o conocer para ilustrar su propio desenvolvimiento individual. Así la Historia, surgida de lo particular, fortaleció y nutrió el movimiento de lo particular. Ha sido también significativo otro hecho: el que, durante los siglos XVIII y XIX, esta ciencia haya sido utilizada centralmente por las elites constructoras del Estado Moderno, aprovechando su capacidad para proporcionar la información y en cierto modo la teoría concreta que permitían explicar y a la vez implementar las 'hegemonías modernas' (noción de Estado Nacional, de ciudadanía electoral, de política económica, de mercado, etc.). Durante esos siglos, la Historia, surgida de lo particular, nutrió y fortaleció los movimientos sociales (liberales) que promovieron con éxito los proyectos históricos que devinieron en valores más o menos universalmente 'dominantes'. Es aun más significativo, sin embargo, que hoy (fines del siglo XX), cuando esos movimientos y valores han cristalizado en un sistema moderno hegemónico mundialmente distribuido, la Historia sea de hecho considerada y tratada como una ciencia marginal, que subsiste —cuando subsiste— gracias a su precaria defensa de lo 'particular-pasado' (los orígenes de la modernidad triunfante), inerme frente al imperialismo ideológico de lo 'general-presente'.
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D e algún m o d o , la creciente marginalidad de la H i s t o ria h a sido u n f e n ó m e n o c o r r e s p o n d i e n t e y paralelo a la t a m bién creciente devaluación que la civilización m o d e r n a , en su expansión m u n d i a l , ha venido p e r p e t r a n d o respecto de lo particular, lo cotidiano y el c a m b i o social. Tan sólo ayer — G u e r r a Fría, confrontación entre macro-sistemas— el estatus de esa d i m e n s i ó n de la realidad llegó a ser más bajo que n u n ca. Hoy, c u a n d o se habla de " p o s t - m o d e r n i d a d " , es casi t a n t o c o m o ayer (dictadura liberal indisputada del F o n d o M o n e t a rio I n t e r n a c i o n a l , el capital financiero y los servicios secretos coligados de las grandes potencias). D e m o d o que, al considerar lo anterior, no debería ser una sorpresa para nadie q u e , por ejemplo, el "materialismo histórico", surgido en el siglo XIX c o m o u n a ciencia de proyección para lo ' p a r t i c u l a r - p r o letario', e x p e r i m e n t e hoy más o menos la m i s m a devaluación y crisis q u e ha estado afectando a casi t o d o lo d e n o m i n a b l e histórico. Y menos debería extrañar que, en 1 9 9 8 , Francis Fukuyama — u n p r o m i n e n t e planificador de macro-equilibrios sistémicos en el m u n d o occidental— proclamara, urbi et orbi, que el "fin de la historia" ha llegado, con la derrota definitiva del socialismo, y el triimfo irreversible de los mecanismos automáticos del mercado y del m o d e r n i s m o abstracto propios del capitalismo liberal. Y no tendría p o r q u é extrañarnos también que su proclama fortaleciera en todas partes —incluso en este país— la fe sistémica de las elites dirigentes.
La Historia de Chile, ciencia nomotética En Chile, sin duda, el proceso de modernización no ha empapado todavía todos los rincones de la sociedad. El equilibrio sistémico, después de los sismos experimentados en los años '70, no parece aún consolidado del todo. Sin embargo,
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y sin necesidad de recurrir a Francis Fukuyama, aquí se ha puesto fin a la historia. Para ello, ha bastado solamente la acción de la misma Historia de Chile y de las Ciencias Sociales predominantes en el país, que han proclamado el triunfo de la "globalización" y eliminado el valor estratégico de las simples particularidades en movimiento (sobre todo las de identidad popular). En Chile, la Historiogafía ha trabajado predominantemente con lealtades divididas. Pues, de un lado, en lo tocante al pasado remoto (Descubrimiento, Conquista, Colonia, Independencia y Estado Portaliano), ha operado conforme la más pura tradición clásica: reconstituyendo con detalle el hecho particular, la trayectoria de los actores protagónicos, y sobre todo los procesos que, partiendo desde abajo, remataron arriba en la construcción del sistema general de la Patria, la Nación, el Orden, la Institucionalidad y el Estado. Es decir, procediendo con lealtad hacia un enfoque social-progresista. Sin embargo, de otro lado, en lo tocante a los tiempos contemporáneos (específicamente, respecto del período que se inicia con la crisis del primer tipo de Estado portaliano, en 1 860), ha operado más cerca de la tradición "nomotética" que de la "ideográfica": ilustrando uno a uno los rasgos funcionales y paradigmáticos del sistema portaliano (presidencialismo, jerarquía social, empresariado schumpeteriano, probidad administrativa, moneda estable, apertura al mercado internacional, alto sentido patriótico de unidad nacional, etc.) y juzgando las acciones erosivas de sus opositores (los caudillos de masas, la democracia populista, el movimiento popular y el marxismo principalmente) como factores de su corrupción y decadencia sistémica. De este modo, los historiadores y cienistas sociales llegaron a formular una suerte de ley general que rige hasta hoy la evolución de la sociedad chilena, a saber: la historia, como
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construcción de sistema, se agotó con el establecimiento del listado Portaliano, en el siglo XIX; lo q u e ha venido después de esta c u l m i n a c i ó n , en consecuencia, sólo ha sido o p o d r í a ser histórico en la m e d i d a que contribuya a la estabilidad de ese sistema. D e lo c o n t r a r i o , aparte de ser regresivo, sería involutivo. N o sería 'histórico' (sino subversivo) por t a n t o , construir en el siglo XX u n sistema distinto
al que ha regido
t r a d i c i o n a l m e n t e la sociedad chilena. Así, la Historia C o n t e m p o r á n e a de Chile ha t e r m i n a d o por asumir, p r e d o m i n a n t e m e n t e , la forma de u n a m u l t i - v o luminosa lamentación ética por el quiebre del "espíritu" u n i tario de la Nación (por obra de la lucha de clases) y de la 'noción' portaliana de Estado (obra de la democracia p o p u lista). Esta l a m e n t a c i ó n , iniciada a comienzos de siglo p o r ensayistas c o m o Agustín Ross y Francisco Encina, ha sido institucionalizada más tarde por historiadores del prestigio de Alberto Edwards, Mario G ó n g o r a y G o n z a l o Vial, e n t r e otros. El realce etico que estos autores h a n h e c h o de los valores s u p u e s t a m e n t e q u e b r a d o s p o r la l u c h a d e clases y el p o p u l i s m o , ha e n c u b i e r t o , además, u n a sorda c o n d e n a c i ó n factual de las acciones 'particulares' y los 'cambios' i n t e n t a dos en el siglo XX por el m o v i m i e n t o popular, la Izquierda parlamentaria y la no parlamentaria. Es evidente, p o r t o d o eso, q u e la Historia de Chile p r e d o m i n a n t e se h a convertido en u n a más de las ciencias n o m o t é t i c a s que operan al servicio del oficialismo sistémico. En c a m b i o , los i n t e n t o s "revisionistas" que han t e n i d o c o m o objetivo aplicar el clásico p a r a d i g m a social-progresista a la historia nacional del siglo XX (es el caso, p o r ejemplo, de los historiadores marxistas de las décadas de 1950 y I 9 6 0 , y de los de filiación demócratacristiana después de 1 9 8 0 ) , a u n q u e encomiables en sí m i s m o s , n o h a n t e n i d o la consistencia científica ni la persuasividad suficiente c o m o para quebrar la
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m e n t a l i d a d portaliana que prevalece — m á s en los hechos que en la misma a c a d e m i a — en el grueso de la clase política chilena, t a n t o civil c o m o militar.
La distribución desigual de la historicidad Lo anterior no tendría n i n g u n a importancia si sólo formara parte de un debate académico. Pero ha sido y es algo más relevante q u e eso. C o m o t o d o profesor de Historia sabe, la enseñanza de su ciencia es d e t e r m i n a n t e en la formación de la conciencia cívica e histórica de t o d o c i u d a d a n o . Pero ¿qué es lo que un chileno medio — f o r m a d o en el sistema oficial de educación— ha incorporado c o m o sustrato básico de su conciencia histórica? Esto: a) q u e la Historia de Chile es la Ciencia de la Patria; que, p o r t a n t o , demuestra c ó m o algunos p u ñ a d o s de hombres ejemplares levantaron u n sistema nacional 'clásico' (modelo en América Latina), y c ó m o , después, masas de individuos con poca o n i n g u n a conciencia patriótica, han conspirado contra ese sistema, provocando una dramática "crisis moral" y r o m p i e n d o , de paso y de un m o d o apenas recuperable, la u n i d a d de todos los chilenos; b) que la historicidad radica de m o d o preferente en las esencias espirituales
que conforman el alma o sistema nacional
según fue formado por sus h o m b r e s ejemplares, pero no en las acciones sociales concretas q u e masas de h o m b r e s corrientes, c o n t e m p o r á n e a m e n t e , ejecutan para desafiar la
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legitmidad de ese sistema y construir otro s u p u e s t a m e n t e superior; i) que, en el presente, sólo hacen historia los que, a nivel de sistema, luchan por preservar la estabilidadáe\ gobernabilidad
m i s m o y la
ác la sociedad, pero no los que luchan ahe-
rrojados y reprimidos en su particularidad social. Según enseñan los hechos, a u n q u e es cierto q u e t o d o s los chilenos han vivido y viven inmersos en su p a r t i c u l a r i d a d concreta, sólo algunos han tenido y tienen la posibilidad de operar en los c o m a n d o s del sistema. La absoluta mayoría n o sólo ha p e r m a n e c i d o por siglos aprisionada en su particularidad social, sino que, además, ha creído y cree q u e , p o r eso m i s m o , estará siempre al margen de la historia. Y h a creído y cree que sus acciones cotidianas no construyen 'sistema (es materia de héroes militares y caudillos civiles), q u e su tipo de p r o t a g o n i s m o rebelde carece de historicidad positiva (pues suele configurar delito c o n t r a el Estado y/o c o n t r a la u n i d a d nacional) y que, en definitiva, su rol en este m u n d o es constituirse en c o m p a r s a social, a c a m p a d a en el lado "bárbaro" de las fi"onteras históricas. La Historia (conservadora) de Chile ha ejecutado u n a desigual distribución de la conciencia histórica entre los chilenos. D e d o n d e ser deriva q u e algunos chilenos han sido y son más históricos que otros. T a m p o c o eso t e n d r í a n i n g u n a importancia, si no fuera p o r q u e , entre t o d o s los chilenos a quienes ha c o r r e s p o n d i d o u n a cuota m í n i m a de historicidad académica y real, se c u e n t a n a d a más y nada m e n o s q u e la masa mayoritaria de la N a ción. Y ella, casualmente, coincide con ser t a m b i é n la masa más m a r g i n a d a , pauperizada y necesitada. Y esto sí es i m p o r t a n t e . En p r i m e r lugar, p o r q u e , en t a n t o 'necesitada', es u n a mayoría q u e está dispuesta a presionar más c o n s i s t e n t e m e n t e
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que ningún otro sector social para reformar o derribar el sistema nacional que la particulariza de ese modo, o para construir (emulando a los héroes y caudillos del siglo XIX) otro de calidad superior. De modo que sería, cuando me/ios, un constrasentido negarle el derecho histórico a moverse en esa línea. En segundo lugar, porque, en tanto mayoría nacional y en tanto necesidad masiva, esos chilenos son dueños de un 'poder histórico' mayúsculo (no son un "puñado", precisamente), el cual, al no estar adecuadamente equilibrado por una conciencia histórica cívicamente cultivada, podría ser usado de un modo que estaría más cerca de la destrucción irresponsable de un sistema que de una destrucción 'constructiva'. Y en tercer lugar, porque quien niega a semejante actor social la conciencia y el derecho históricos necesarios para convertir su particularidad indeseada en una generalidad satisfactoria, comete un grave error de lesa soberanía y de lesa política, pues, en lugar de cultivar democracia y unidad nacional, profundiza las divisiones y cultiva irracionalidad histórica. Y ningún sistema puede soportar por mucho tiempo el peso interno de esa irracionalidad, como el sistema portaliano, entre el inicio de su crisis en 1860 y su colapso de 1930,
demostró hasta el cansancio. La violencia política, que ha caracterizado la historia
contemporánea de Chile, ni es inherente a la intrínseca perversidad de las masas, ni a la intrínseca represividad de las elites. Es, más que nada, una cuestión de no saber 'hacer historia. Y este no saber es un producto social que reconoce diversas raíces. Una de éstas es la historiografía conservadora —hegemónica en el país actual— que ha traicionado las raíces fundantes de la Historia para adherir al cientifismo oficial de los sistemas. Otra de esas raíces ha sido la incapacidad de los historiadores "revisionistas" para levantar un paradigma capaz de ser efectivamente útil a las mayorías necesitadas de la nación. Y otra —no por última la menos re-
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l e v a n t e — la i r a c i o n a l i d a d política d e la p r o p i a clase d i r i gente q u e , al jugar c o n s t a n t e m e n t e t o d a s sus cartas a un sisl e m a liberal q u e ha t e n i d o y t i e n e en la m a y o r í a p o p u l a r de la nación a su más i m p o r t a n t e e n e m i g o (según e n s e ñ a n los hechos a c u m u l a d o s a lo largo de casi dos siglos), ha c o n cluido p o r vivir d o m i n a d a p o r u n nervioso " m i e d o a la S o ciedad". Q u e es u n m o d o de g o b e r n a r el país sin p l e n a c o n ciencia social y con escasa c o n c i e n c i a histórica. Y son estos déficit de 'conciencia los q u e cultivan, s o l a p a d a m e n t e , las semillas de la violencia política. El revisionismo histórico n o es, pues, hoy, en Chile, un simple e x p e r i m e n t o más de algunos porfidados historiadores " n e o p o p u l i s t a s " o, acaso, " p r e - m o d e r n i s t a s " . Se trata, más bien, d e u n a compulsiva necesidad d e 'hacer historia' q u e exp e r i m e n t a la mayoría social de la nación. Q u e es no sólo u n a necesidad de la gran masa p o p u l a r necesitada y deshistorizada de este país, sino u n a necesidad global q u e tiene q u e ver con la posibilidad de asentar u n sentido más social y cívico de u n i d a d n a c i o n a l q u e el q u e ha d e f e n d i d o p o r décadas la historiografía conservadora, y con un sentido más racional y eficiente de acción política a nivel de sistema.
Encierros históricos y violencia política Las masas populares chilenas han permanecido encerradas en su celdilla estructural desde, cuando menos, fines del siglo XVII. Los estudios de esa celdilla revelan que ése ha sido un encierro tenso. Un encierro que devuelve todo hacia adentro: los recuerdos, la rabia, los reventones sociales, la esperanza. Todo intento de salida es bloqueado desde fuera y devuelto, a presión, hacia el fondo del mismo encierro. La conciencia
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social e histórica del bajo pueblo tiende, así, a girar en círcu* los en torno a una misma y larga identidad, cargándose una y otra vez de energía rebelde. La ira sorda, la agresión lateral, la adicción alcohólica o lúdica y la violencia delictual o política han sido 'expresiones' frecuentes de ese forzado encierro histórico. Estallidos que, con cierta periódica recurrencia, han remecido los cimientos mismos del sistema. La inestibilidad profunda que esos estallidos provocan en esos cimientos contrasta, sin embargo, con la estabilidad aparente y flotante de sus cúpulas. Las recientes 22 "jornadas nacionales de protesta" revelaron no sólo la potencia del poder histórico incultivado que late por dentro del movimiento popular chileno, sino también cuan subcutáneamente está ese poder en el sistema mismo. La historiografía conservadora y las elites que usualmente 'comandan' el sistema han percibido siempre el ruido subterráneo de ese poder como una amenaza de desintegración antisocial, y/o como subversión política. No habiendo estudiado jamás la sismología profunda del pueblo chileno (la mirada de la ciencia oficial permanece clavada en el sistema dominante mismo), esas elites y esos historiadores han asumido, frente a ese poder, no una actitud racional de negociación ciudadana, sino la actitud más bien irracional de quien se defiende de un ataque a mansalva de un enemigo externo. O de bárbaros de frontera. Pues, al no haber desarrollado una apropiada 'ciencia social', han terminado desarrollando un nervioso 'miedo a lo social'. Y en vez de apoyarse en las mayorías nacionales para establecer un Estado con sustancia social, han perpetrado nueróticas represiones militares y promulgado raquíticas políticas sociales. Su única respuesta a la amenaza aprisionada en la cárcel histórica del bajo pueblo ha sido estrechar el cerco y aumentan la presión sobre aquélla. Sin embargo, ningún miembro de la clase dirigente (versión militar, civil o cualquiera otra) reconocerá jamás que aquéllas
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IK) son otra cosa q u e políticas basadas en el m i e d o a lo social. Y en la ausencia de u n a teoría profunda de lo social, se c o n icntan con repetir y reponer u n a y otra vez la vieja teoría del Orden público', la 'defensa de la d e m o c r a c i a , los 'valores de 1.1 cultura occidntaF, etc.; fórmulas discursivas q u e c u b r e n cosméticamente el vacío cognitivo q u e los inspira. N o r m a l mente, las ciencias nomotéticas chilenas h a n gastado la m a yor parte de su vida justificando esas fórmulas discursivas. Y h e m o s visto q u e , p o r razones nomotéticas,
la clase p o -
lítica militar no ha d u d a d o en violar los derechos cívicos de la m i t a d de los chilenos y los derechos h u m a n o s de la d é c i m a parte de la nación. Y p o r razones ideográficas,
los chilenos
afectados no han d u d a d o , a lo largo de un siglo y m e d i o , de echar m a n o a la violencia subversiva c o n t r a el sistema. El miedo a lo social, i n h e r e n t e a todas las elites dirigentes chilenas — c o n su efecto directo en la irracionalidad q u e d e m u e s tran las c o n d u c t a s de la d o m i n a c i ó n — ha llevado esas élites a hacer historia equivocada; esto es: no de h u m a n i z a c i ó n , sino de deshumanización. N o u n a historia de ciudadanos, sino u n a historia violenta de lesa m o d e r n i d a d . Podría decirse q u e ellas se h a n a u t o e n c e r r a d o en u n a c ú p u l a de irracionalidad, tal vez más peligrosa q u e la irracionalidad q u e surge del encierro histórico del p u e b l o .
D e la irracionalidad histórica a la humanización Si las masas populares necesitan escapar de su encierro para iniciar una gran marcha histórica de destrucción-construcción sobre el sistema social, deberán cultivar su conciencia histórica, investigar su propia realidad, mirar en torno y dis-
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ponerse a construir por sí mismas l;i realidad que necesitan. Como no podrán hacer eso auxiliándose con la historiografía conservadora (de fe nomotética), ni del marxismo vulgar (nomotético por degradación), entonces deberán construir su propio paradigma cognitivo y echar andar una específica ciencia popular. De lo contrario, frente a la violencia emanada del miedo, no podrán hacer otra cosa que oponer la violencia (que a veces es auto-agresión) emanada de la frustración y la rabia. Y ni una ni otra cosa es saber hacer historia. Paralelamente, si las elites dirigentes aspiran aun a establizar la sociedad chilena conforme a un patrón global de integración y unidad nacionales, necesitarán cultivar también su conciencia histórica, investigar oficialmente los encierros históricos del bajo pueblo y dejar salir de allí las corrientes de humanización que, desde hace mucho tiempo, pugnan por inundar la sociedad. De lo contrario, no harán otra cosa que seguir alimentando 'fieras sociales' en el subterráneo de su frágil modernidad y de su aun más frágil estabilidad sistémica. Fieras que, a veces, podrán atacar con explícitos objetivos políticos, pero otra veces sólo con objetivos anómicos, de desesperación, o netamente delictuales. Si esas elites no se acercan a conocer la particularidad concreta del bajo pueblo y el origen real de sus movimientos y estallidos, no podrán ni racionalizar ni modernizar humanamente la sociedad nacional. Para unos y para otros, pues, es necesaria la mirada histórica hacia lo particular. Es decir, la producción social Ae un conocimiento histórico sobre los sujetos reales que habitan la sociedad chilena. Esto implica un gran esfuerzo por refundar desde sus raíces la Historia de Chile. Tanto a nivel de los actores sociales (sobre todo populares), como a nivel de los dentistas sociales en general.. De lo contrario las fieras políticas de altura y las fieras sociales de calabozo barrerán con
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los vanos i n t e n t o s de la historia n o m o t é t i c a y los vacíos discursos legitimadores de la d o m i n a c i ó n . Pues lo q u e se requiere n o es u n a Historia 'para' el sistema, sino u n a Historia q u e medie y unifique el polo particular y el polo general d e la realidad, a n u l a n d o la irracionalidad ciega de u n o y de o t r o . La reducción d e la violencia sistémica y anti-sistémica sólo es posible en la m e d i d a que se preserve y cultive el derecho y el poder históricos de las grandes masas ciudadanas. D e r e c h o y poder q u e sólo p u e d e n e m a n a r e inspirarse en el c o n o c i m i e n to específico de la realidad concreta de todos y cada u n o d e los chilenos de carne y hueso. Privilegiar y fortalecer ese derecho y ese p o d e r equivale a situar los procesos sociales de h u m a n i z a c i ó n , s i m u l t á n e a m e n t e , en el corazón de los m o v i m i e n t o s sociales, y en el corazón del sistema d e m o c r á t i c o . Hacer eso es saber hacer historia, saber construir democracia y, a la vez, saber practicar 'socialismo'. ¿Quiso decir Francis F u k u y a m a que con el "fin de la historia" concluyó también la lucha social por la humanización de los sistemas? ¿Quiso decir que el m o d e l o neoliberal es el más h u m a n i z a d o de los sistemas sociales? ¿Quiso decir q u e los h o m b r e s (parricularmente los del bajo pueblo) se hallan conformes con el estado actual de sus condiciones materiales y espirituales de existencia? Es p o c o p r o b a b l e q u e haya implicado t o d o eso con su famosa y apocalíptico a p o t e g m a histórico. C o m o t a m p o c o los historiadores conservadores dirían q u e , con el triunfo del Estado Portaliano en 1830 la historia de Chile llegó a su fin (por c u l m i n a c i ó n y p l e n i t u d ) . Los triunfos n o m o t é t i c o s h a n sido m u c h o s a lo largo de la historia, y n i n g u n o de ellos h a sido capaz de detener el m o v i m i e n t o de h u m a n i z a c i ó n , c o m o t a m p o c o las irracionalidades de c ú p u l a o de calabozo. Y si el m o v i m i e n t o de h u m a n i z a c i ó n n o se detiene jamás — p o r q u e
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CHILE, HISTORIA Y "BAJO PUEBLO"
conlleva la legitimidad m i s m a de toda acción— entonces ¿por q u é no ir c o n s t r u y e n d o la ciencia q u e más potencie ese movim i e n t o y que m a y o r m e n t e extienda por el m u n d o esn legitimidad? ¿Por qué la Historia de Chile no p u e d e sumarse, con todas sus energías y t o d o su arsenal de datos y m é t o d o s , a esa m a g n a tarea que a u n no e n c u e n t r a su verdadero fm?
Santiago,
mayo 1 de
1990.
CAPÍTULO V LA HISTORIA COMO CIENCIA POPULAR: DESPERTANDO A LOS ''WEUPIFES"'
'Ciencia oficial' y bajo pueblo. A m e n u d o , la Ciencia Social y el Estado se sitúan en una mism a atalaya 'superior' para mirar los procesos históricos q u e deben vivir los pobres, los marginados y los ciudadanos c o m u nes y corrientes. Tal 'superioridad' consiste en que los observan desde arriba y desde lejos, de m o d o que los ven c o m o totalidad numérica, c o m o problema político general que se debe resolver, o arcilla a ser modelada. O 'masa social' a ser gobernada.. Desde tal perspectiva, la vida social es a p r e h e n d i d a , registrada y transformada en u n sistema lógico de conceptos generales, estadísticos, abstractos, y en u n a 'grafía' inscrita y grabada c o m o escritura pública. Sobre la cual se deciden y p r o m u l g a n los m a n d a t o s públicos, los decretos, la leyes, la acción represiva o p u n i t i v a y los sagaces discursos d e la gobernabilidad. Así, en la epistemología de la ciencia y la gran política, la vida social t e r m i n a a m e n u d o convertida en u n ideológico y por t a n t o maleable objeto de poder.
Inédito. Este texto fue originalmente escrito a comienzos de 1992 como documento de trabajo personal, en la expectativa de que debía probarse en la práctica, en el desarrollo de la educación popular. La presente es una versión revisada.
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LA HISTORIA COMO CIHNCJA POPULAR
Q u e no es lo m i s m o , ciertamente, que ser sujeto histórico. No cabe extrañarse, por eso, de que las Ciencias Sociales p u b l i q u e n su p r o d u c c i ó n cognitiva en textos teóricos ! saínales del fordismo) y por el intento (ingenuo) de hacer ate; ir el enorme zeppelin de la globalización neoliberal sobre ' ;upuestamente) suave prado de las comunidades íocales y la microscopía de la sociedad civil. £1 hecho de que, durante décadas y aun siglos, la sociedad civil subiera pasiva y pacientemente las ascendentes gradas de la modernidad, hizo creer que el último escalón sería umbién escalado por aquélla, sin resistencia mayor. Asumiendo que la sociedad civil y las comunidades locales eran, o de identidad 'escaladora', o de pasividad infinita, pero en ningún caso fíeles a esos oscuros y arcaicos íundamentalismos microscópicos de la historia. Las clases dirigentes nei|»liberales están intuyendo ahora, sin embargo, que saben poco o nada sobre esos niveles microscópicos y que, en un momento crucial de sus decisiones, ignoran cómo gobernar o conducir a los ciudadanos que se han refugiado allí. Ante la resistencia encontrada en esas madrigueras, esas clases se hallan, pues, política y teóricamente, desarmadas. Sin racionalidad útil para trabajar con ellas y en conformidad con ellas. £1 desacuerdo y desgarramiento surgido en las tradicionales congruencias de antaño no es, por tanto, un problema menor. Un problema que no es, sólo* político, sino también epistemológico, teórico y atingente al enfoque y los trabajos de la ciencia social. £n rigori es un 'confluí to' social, cultural e histórico de inéditas dimensiones y pit^ yecciones, que no será solucionado echando mano del vi^o repertorio 'moderno' de medios para resolver conflictos (campañas políticas, proyectos de ley, decretos de £sudo, propa-
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DESCENTULIZACIÓN ADMINISTRATIVA VERSUS SINERGIA SOC.
ganda ideológica, etc.), sino de otros recursos que nadie o muy pocos b a r r u n t a n cuáles podrán ser. Es lo que hace de este conflicto u n problema especialmente interesante e importante. D e ahí q u e el a p a r e n t e triunfo m u n d i a l del neoliberalismo se e n c u e n t r e e m p a ñ a d o por la necesidad de resolver el p r o b l e m a de c ó m o m a n t e n e r una adecuada gobernabilidad de u n a masa c i u d a d a n a que se está tribalizando,
refugiándose
en sí m i s m a y r e t o m a n d o identidades particulares y locales que, tras siglos de m o d e r n i d a d , se creían superadas, a b a n d o nadas y vaciadas de p o d e r y sentido.
Detectando el desgarro El p r o b l e m a a n o t a d o ha emergido con nitidez — a u n q u e revestido de d o m e s t i c i d a d — en las "evaluaciones de impacto" que se han aplicado en Chile a las políticas sociales "focalizadas" y a los proyectos y programas de "desarrollo local" (que son las opciones de gobierno tendientes a implementar y llenar de sustancia desarroUista la amplia estrategia nacional de descentralización. Esas evaluaciones han registrado la presencia del desgarro señalado más arriba en diversos tipos de (inesperados) resultados o "impactos"; a saber: a) en los llamados "rebotes de proyectos"; b) en la aparición no programada de "procesos divergentes", y c) en sorpresivos "rebasamientos de objetivos". a) D e n t r o de este tipo de impacto cabe citar los diversos p r o y e c t o s d e d e s a r r o l l o l o c a l q u e se h a n t r a t a d o
de
i m p l e m e n t a r en San Juan de la Costa; o los proyectos de educación para niños de extrema pobreza q u e se funda-
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mentaron en la metodología Feuerstein; o bien los programas de capacitación canalizados a través del Instituto Nacional de la Juventud, o de Chile Joven. En todos estos casos, los proyectos de desarrollo local no lograron inyectarse en el torrente sanguíneo, ni social ni cultural, de las redes y organizaciones sociales de la localidad en que se aplicaron. Concluido su "tiempo administrativo" (o sea, la duración del cronograma respectivo) no quedó otra huella visible de la experiencia vivida que el "informe final" de los ejecutores del proyecto, que normalmente se centraron en demostrar el cumplimiento de los "objetivos de cobertura" (a cuántas personas cubrió el proyecto) y el " p r o d u c t o i n m e d i a t o " (los resultados de fin de cronograma), sin considerar e\ proceso histórico realáe antes y después de aplicado el proyecto en sí. La no incidencia significativa de esos proyectos en estos procesos es lo que se ha llamado "rebote", el cual demuestra que la lógica de descentralización que respalda la gestación y ejecución de esos proyectos es, en el fondo, externa a los procesos locales. La opción política por lo local sigue siendo, por esto, centralista, mientras que lo local demuestra tener una especificidad social y cultural refractaria a todo lo que no respete el contenido de ella, y a todo desarrollo que no dimane de ella misma. b) Dentro del segundo tipo de impacto cabe citar el costoso programa denominado Todos Juntos, que, según se cree, es hasta ahora el más participativo de los programas destinados a capacitar jóvenes y adultos para la anunciada "autogestión ciudadana" del desarrollo local. Diversas evaluaciones cualitativas (basadas en el testimonio de los propios "beneficiarios") revelan que, en muchos casos, este programa ha gatillado el desarrollo de procesos locales distintos a los previstos, que han resultado de la crítica que esos beneficiarios han hecho al programa en sí o a la for-
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ma de implenientación del mismo. Es decir: los "beneficiarios" han tendido a menudo a utilizar el espacio y los recursos de un programa de desarrollo como tribuna abierta para criticar el programa y las políticas centrales que lo respaldan y decidir hacer 'otra cosa. Esta tendencia revela no sólo la especificidad social y cultural de lo local, sino, también, su autonomía de pensamiento y acción en cuestiones de política ylo método. c) Dentro del tercer tipo de impacto pueden clasificarse los programas de construcción de viviendas básicas con participación de los comités de vivienda involucrados. Un caso notable de este tipo de impacto se registró en la comuna de Pudahuel, donde los arquitectos e ingenieros de la obra observaron que las metas del plan de construcción (que incluía ítems de costo y cronogramas predefinidos) habían sido significativamente superadas al calcular el peso que en ello había tenido la variable ^Cooperación de la comunidad locaF. No sólo el costo final fue significativamente inferior, sino también el plazo de entrega de la obra. La intervención de la comunidad en el plan de ejecución de loas consrrucciones puso en juego un factor sinérgico tal que superó los rendimientos normales de la fuerza laboral y de sus capataces y técnicos respectivos. ¿Cómo era posible que un conglomerado social definido por sus carencias y necesidades se transformara en un factor productivo organizado y eficiente hasta 'ese' punto? ¿Y por qué esa misma sinergia no se movilizaba para otro tipo de programas de desarrollo? ¿Cuándo se integraba y actuaba y cuándo permanecía dispersa e inactiva? La evaluación conjunto de estos y de otros tipos de "impacto" revelan, pues, la existencia de núcleos micro-sociales o micro-culturales duros, que resisten, rodean o reciclan la in-
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tervención de los poderes externos (o centrales) que intentan focalizar sus políticas en el seno de lo que son esos niicleos. Aun cuando esas políticas llegan anunciadas como de "beneficio" para los actores sociales. ¿Dónde está el error? ¿En el beneficio mismo que se intenta entregar, o en el método —pretendidamente ajustado a la identidad local y a su sentido de la participación— con que se entregan? ¿Se trata de un déficit de 'eficiencia' o un déficit de 'legitimidad'? De cualquier modo, es notable que esos núcleos duros no son aquellos que han sido organizados explícitamente para resistir (no son agrupaciones políticas), sino, precisamente, aquellas redes y organizaciones sociales que son propias de la comunidad local. Es decir: las formas asociativas que reflejan la vida cotidiana. Aquellas que, por eso mismo, más y mejor recogen la identidad local. Surge, en consecuencia, la duda de si el problema tiene que ver con el carácter técnico de las políticas sociales focalizadas del régimen neoliberal, o tiene que ver con la validez y legitimidad profunda del modelo neoliberal en sí. La reiterada repetición de esos tipos de impacto sugiere la hipótesis de que no se trata de un problema meramente técnico que no se ha podido corregir en un lustro o en una década, sino, más bien, de un problema de validez y legitimidad del modelo en su conjunto. Pues el problema no es sólo nacional, sino mundial. El conflicto surgido en el 'desgarro' descrito más arriba es suficientemente complejo como para que los líderes y técnicos de ese modelo se reúnan periódicamente a nivel m u n d i a l —los p r o b l e m a s p l a n t e a d o s por la globalización neoliberal no se discuten en los parlamentos nacionales sino en las "cumbres mundiales"— para tratar de diagnosticarlos y resolverlos, como lo demuestran los encuentros recientes realizados en Copenhague (1995) y en Davos e Istanbul (1996). La colisión entre las políticas de descentralización que bajan desde 'lo macro' y los núcleos de identidad
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DESCENrRAUZACIÓN ADMINISTRATIVA VERSUS SINERGIA SOC.
que se atrincheran en 'lo micro' es, tal vez, sordo y soterrado, pero con capacidad de poner en alerta todos los sismógrafos teóricos y políticos del mundo.
D e bifurcaciones y debates de nuevo tipo .Se ha hecho progresivamente evidente que la naturaleza social, cultural e histórica de 'lo local' es, por el momento, una incógnita teórica y, sobre todo, política. Un indócil fantasma del pasado que parece obedecer sólo a su inherencia. Y que, desde allí, amaga diversas zonas de la sociedad, produciendo, aquí, apatía política; allá, diversos tipos de tribus urbanas; acá, expresiones culturales nuevas e irreductibles; acullá, permanencia de actitudes y formas asociativas pre-modernas, etc. Y no se trata de un núcleo social rígido, arcaico, petrificado prehistóricamente en el fondo de las comunidades locales, sino de un ubicuo plasma cultural vivo, enraizado como hiedra en el pasado y volando como polen en el presente, fertilizado de un rincón a otro por densas redes de incesante circulación oral directa, de cara a cara. Como sugiriendo que, en el hemisferio profundo de la sociedad civil, la vida social es más fluyente y viva que la política, y menos externa y mecánica que el poder central. Con todo, el fantasma de lo local es considerado en los poderes centrales como un obstáculo susceptible de ser superado con un adecuado afinamiento tecnocrático de la gran política de desarrollo local. Después de todo —se piensa— , el problema no puede ser otra cosa que un déficit de eficiencia en la aplicación de esa gran política; que, por tanto, puede y deber ser superado por medios tecnocráticos más sofisticados y de mayor impacto democrático en la pobla-
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c i ó n . La p r e m i s a m a y o r de esta gran política — q u e no p u e de ser m o d i f i c a d a bajo n i n g u n a c i r c u n s t a n c i a — es el d e b e r del E s t a d o de m a n t e n e r disciplinada la sociedad civil bajo u n régimen de g o b e r n a b i l i d a d y u n m o d e r n i z a d o estado d e derecho. D o n d e no se percibe ese fantasma de igual m o d o es en el a m b i e n t e m i s m o del trabajo d e terreno. Los profesionales q u e ejecutan en las mismas localidades la gran política de descentralización tienen la i m p r e s i ó n de q u e el p r o b l e m a n o es p u r a m e n t e técnico ni m e t o d o l ó g i c o , sino relativo a los 'fines' q u e i m p o n e el sistema d o m i n a n t e y a los 'fines' q u e persiguen los actores envueltos en la porfiada i d e n t i d a d local. N o se trataría, en consecuencia, de u n déficit de eficiencia b u r o c r á t i c a sino de u n conflicto
de sentidos y
fines
q u e , en liltima instancia, es de naturaleza histórica y p o l í t i ca. D e m o d o q u e lo q u e desde el Estado se ve c o m o núcleos ' d u r o s ' q u e resisten las políticas estatales, desde el t e r r e n o m i s m o se ven c o m o 'proyecciones' de la i d e n t i d a d social, cuyo despliegue legítimo se ve o b s t a c u l i z a d o p o r las acciones i m p l e m e n t a d a s por los poderes 'externos'. Esta doble percepción de lo local ha provocado la emergencia de procesos bifurcantes y c o n t r a p u e s t o s de investigación ( u n o s regidos p o r la razón t e c n o c r á t i c a y otros regidos p o r la razón histórico-social), q u e , sin e m b a r g o , confluyen y se e n c u e n t r a n en el seno de la m i s m a realidad: las redes sociales de la c o m u n i d a d local. Así, de u n lado, el B a n c o M u n d i a l — q u e h a l i d e r a d o el d i s e ñ o , la a p l i c a c i ó n y el financiamiento
d e las p o l í t i c a s d e d e s a r r o l l o
social
f o c a l i z a d o — h a d i r i g i d o su línea de investigación hacia los m í d e o s d u r o s d e la realidad local, a efecto de utilizar su sinergia i n t e r n a (lo q u e llama "capital social") c o m o un fetctor asociado a la tecnología de las políticas focalizadas, a efecto de a u m e n t a r la eficiencia y d i s m i n u i r los costos de estas til-
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DESCENTRA[jyM:iÓN ADMINISTRATIVA VERSUS SINERGIA SOC.
t i m a s ' . D e otro lado, dirigentes de organizaciones sociales y profesionales ' t o d o terreno' se esfuerzan, a su vez, por conseguir — m e d i a n t e investigaciones de corto aliento y talleres de c a p a c i t a c i ó n — el pleno desenvolvimiento a u t ó n o m o de las identidades específicas que han detectado en los actores y las redes locales; línea de trabajo q u e , i n d u d a b l e m e n t e , colisiona históricamente
con las políticas del Banco M u n d i a l
(tienen 'sentidos' c o n t r a p u e s t o s ) ' . Desde los lados opuestos de u n a m i s m a 'situación inédita han surgido, pues, dos procesos contrapuestos de p r o d u c ción cognitiva que, a su vez, avalan procesos históricos de sentidos contrarios. Se trata, en cierto m o d o , de un debate teórico referido a c ó m o tratar el desarrollo histórico de la sinergia c o m u n i t a r i a en la c o y u n t u r a actual. Pero es u n d e b a t e que no se o p o n e n un paradigma tradicional contra otro más m o d e r n o (como ocurrió en los debates del pasado), o el clásico positivismo científico c o n t r a las nuevas tendencias marcadas por las metodologías "cualitativas", pues ambas corrientes c o m p a r t e n el m i s m o paradigma cualitativo. Ambas están en el lado 'de acá' del reciente c a m b i o de los paradigmas del c o n o c i m i e n t o . Y para ambas corrientes la verificación de la línea 'correcta' n o p u e d e darse sino en los respectivos
impac-
tos en el terreno. Es un debate que se d i r i m e en los resultados
'• C. Moser: "Confronting Crisis: A Summary of Household Responses to Poverty and Vulnerability in Four Poor Urban Communities", en World Bank (Ed.): Studies & Monographies Series (Washington, 1996. World Bank), # 7. Vcr también de A.M.Ezcurra: "Banco Mundial y Fondos Sociales en América Latina", en Ideas. Documento de Trabajo (Buenos Aires, 1996). ^ S. Verter: "Movilización de recursos: el desarrollo de base como empresa social", en Desarrollo de Base 19:22 (Arlington, 1995. lAF). Ver también de E.Valenzuela: "El miedo pre-moderno a los gobiernos comunales", en La Época, lunes 24 de junio de 1996, p. 8.
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concretos, no en la confi-ontación puramente teórica. En otras palabras, la 'verdad' se juega más en el mismo proceso histórico que en las formalidades lógicas o epistemológicas de la academia. Y depende, por cierto, de la dirección que asuman por sí mismos los sujetos sociales de carne y hueso que están involucrados en el impasse. Evidentemente, el desafío que plantea el 'fantasma' de lo local exige, pues, no sólo reflexionar acerca del futuro de las políticas de descentralización y del modelo neoliberal que las respalda, s i n o , t a m b i é n , acerca de c ó m o ajustar orgánicamente las ciencias sociales (ciencia histórica incluida) a las demandas que surgen de los procesos sociales e históricos de nuestra contemporaneidad.
Las "tradiciones cívicas" Robert D. Putnam, un cientista social especializado en el estudio de redes sociales, publicó en 199.3 un libro de gran impacto en relación al debate arriba esbozado. Trabajando con un enfoque interdisciplinario, Putnam investigó la historia y la consistencia interna de las comunidades locales italianas y cómo ellas se comportaron frente a las políticas de descentralización aplicadas por el Gobierno de Italia desde la década de 1970. Al estudiar esas comunidades, detectó la presencia de núcleos sinérgicos internos que él denominó "tradiciones cívicas". Estas tradiciones estaban constituidas por una consistente memoria social y cultural referida a hechos realizados en el pasado por la comunidad, la misma que en el presente se manifestaba en una fuerte identidad local y en una serie de redes y formas asociativas de carácter horizontal, con definidas tendencias a la acción. Se trataba de un poder
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DESCENTRAUZACIÓN ADMINISTRATIVA VERSUS SINERGIA SOC.
sinérgico con potencialidad de despliegue en varias direcciones. R . P u t n a m p u d o c o m p r o b a r que, d o n d e esas tradiciones eran fuertes y desarrolladas, y d o n d e las políticas de descentralización se acoplaron a esas tradiciones para trabajar en línea con su despliegue sinérgico, el resultado de esas políticas fue invariablemente exitoso. Por el contrario, d o n d e esas tradiciones eran débiles y primaban en cambio formas asociativas jerárquicas y verticales (clientelismo, patronazgo, formalismo representativo, etc.) la aplicación de las políticas de descentralización dieron resultados negativos. Lo mismo en aquellos lugares d o n d e ellas no se acoplaron a las tradiciones cívicas allí existentes. Al observar estos hechos, D . P u t n a m concluyó: "Aunque nosotros estamos acostumbrados
a pensar que el
Estado y el Mercado son los mecanismos únicos y tivos para resolver los problemas
alterna-
sociales, la historia
su-
giere que ambos, tanto estados como mercados, sólo operan con eficiencia óptima en sociedades cívicamente
desa-
rrolladas"^. Si lo q u e R . D . P u t n a m concluye para el caso de Italia tiene validez general, e n t o n c e s cabe plantear u n a serie de interrogantes de cierta relevancia. Por ejemplo: ¿cómo se desarrollan las tradiciones cívicas de u n a sociedad? ¿ C ó m o se p u e d e generar el desarrollo cívico? ¿Es u n a tarea a realizar por el Estado, a esperar que la produzca el M e r c a d o , o es un p r o ceso a c o n s u m a r p o r parte de los propios ciudadanos? Si es u n a tarea de c i u d a d a n o s — c o m o parece ser la respuesta n a t u r a l — ¿deben considerarse las políticas 'autorreferentes' del E^stado y el M e r c a d o (las q u e protegen y aseguran su reproducción) c o m o u n obstáculo i m p o r t a n t e para el desarrollo cívico de la Sociedad? En este sentido ¿a q u é a p u n t a n verda-
R.D.Putnam: Making Democracy Work: Civic Traditions in Modern Italy (Princeton, N.J., 1993), p.181. Las negritas son nuestras.
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d e r a m e n t e las políticas neoliberales de descentralización del Estado y centralización del Mercado? ¿Se p r o p o n e n desarrollar la sociedad civil conforme la lógica a u t ó n o m a y soberana de las 'tradiciones cívicas', o, más bien, adaptarla c o m o u n a pre-condición del éxito de políticas que en última instancia son M e r c a d o - E s t a d o referentes? En este p u n t o cabe i n t r o d u c i r todavía otros elementos en el análisis. C a b e citar, por ejemplo, la caracterización de p o d e r social que propuso H a n n a h Arendt. C o m o se sabe, para e l l a , t o d o poder asociaiividad
legítimo,
humana
sin e x c e p c i ó n , s u r g e d e la
(del "estar juntos") y desaparece o pier-
de su legitimidad si los h o m b r e s y mujeres se disocian y dispersan. El poder legítimo permanece c o n s t a n t e m e n t e al interior de la c o m u n i d a d , y desde allí se expresa en acciones y ejercicios de poder, para retornar, una y otra vez, a su m i s m a fuente^. Se deriva q u e la tradición cívica, si se ha formado y dim a n a del interior de una c o m u n i d a d , es un p o d e r social q u e tiene mayor legitimidad y validez histórica q u e los civismos 'sistémicos', p u r a m e n t e representativos, normativos o legales (como los del Estado) o que los encarnados en 'éxitos' p u r a m e n t e materiales y coyunturales (como los del Mercado). Y esto es así, c u a n d o m e n o s , en el á m b i t o teórico y valórico d e los significados y las legitimidades del p o d e r c i u d a d a n o . E n los hechos, sin e m b a r g o , la situación revela q u e , en m u c h o s casos, el poder sinérgico y cívico de las c o m u n i d a d e s locales se halla en u n a situación larvada de mera potencialidad, de sofocación, c u a n d o no de opresión. Y esto hace necesario 'tratarla' científica, educativa y p o l í t i c a m e n t e , para q u e salga de ese estado y se desarrolle p l e n a m e n t e c o m o las tradiciones
' H.Arendt; La condición humana (Barcelona, 1993), pp- 222 et seq.
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ÜESCENTRALIZACIÓN ADMINISTRATIVA VERSUS SINERGIA SOC.
cívicas detectadas por R.D.Putnam. Pues, sin su desarrollo, ni el Estado ni el Mercado tendrán éxito en la implementación de sus políticas, situándose más bien como obstáculos u opresores de ese desarrollo. Y una conclusión adicional —de no menos significación— es que, ranto en el proceso de formación de las tradiciones cívicas como en el de su liberación y desarrollo a partir de su estado actual, la historicidad SLpiLrece como una dimensión central (sea como memoria, sea como proceso, sea como p r o y e c t o ) , lo cual revela que, d e n t r o del enfoque interdisciplinario que requiere el 'tratamiento' de esas tradiciones, el papel que puede y debe desempeñar allí la Historia es, sin duda, de carácter estratégico.
¿Rompiendo el eje de la historicidad? Es evidente que en 'lo local' se articulan —dentro de una densidad social y cultural más bien elevada— corpúsculos institucionales simples (clubes, iglesias, colegios, etc.), redes sociales chatas pero extensas (raperos, ligas deportivas, cofradías religiosas, etc.) y procesos históricos de rodaje lento pero data remota. El conjunto ofrece una realidad social de fuerte consistencia cultural, de asociatividad orgánica, de funcionamiento fluido y sinergia en aparente reposo. El punto neurálgico de esa articulación parece radicar en la intersección entre las redes sociales extensas y el proceso histórico lento. Pues, de un lado, lo que la comunidad 'es' en términos de identidad, no es más que lo que ha 'llegado a ser' en términos de esfuerzo propio. La asociatividad 'comulga' en la memoria colectiva y ésta 'consiste' en el recuerdo del proceso por el cual la comunidad se auto-produjo como tal.
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Los factores externos o superestructurales (como el Estado y el M e r c a d o ) , n o r m a l m e n t e , n o se perciben aquí c o m o los gestores sociales de ese proceso (aunque lo hayan d e t e r m i n a d o e s t r u c t u r a l m e n t e ) , puesto que lo q u e se archiva en la m e m o ria social en t é r m i n o s de i d e n t i d a d es sobre t o d o lo q u e se hizo y se hace (acción) más q u e el t o d o contextual que cod e t e r m i n ó los resultados. En la m e m o r i a social (popular) ni el Estado ni el Mercado aparecen c o m o factores internos o gestores directos de identidad, sino, más bien, c o m o factores externos, obstáculos o, a lo más, c o m o fuerzas s u p l e m e n t a rias coadyuvantes del esfuerzo propio. En c a m b i o , la lucha, los éxitos parciales, los fracasos, los intentos y los errores, los éxitos y los logros subjetivos e intersubjetivos se sienten, d u e len y se gozan, se lloran y se celebran. Y p o r t o d o eso, copan, p r i m e r o que nada, la m e m o r i a social. Por esto m i s m o , u n a c o m u n i d a d local que ha logrado producirse exitosamente a sí misma, no sólo consolida u n a m e m o r i a fuerte, sino u n a capacidad de logro eficiente, que le da seguridad en sí m i s m a y sentido d e soberanía. El prestigio d e las c o n d u c t a s pretéritas es el cordón umbilical que a l i m e n t a las tradiciones cívicas descubiertas por R . D . P u t n a m y, t a m b i é n , las c o n d u c t a s que p u e d e n 'producir' el futuro. La historicidad i n h e r e n t e a esas tradiciones cruza rauda, p o r eso, desde el pasado más remoto, c o n s o l i d a n d o el presente y p r e a n u n c i a d o el futuro. "Es frecuente
encontrar
en el discurso de los actores del
desarrollo local referencias relevantes al pasado.
Cuando
se explica un proceso, aparecen nombres de personas, asociaciones o instituciones
de
que ya no existe, pero que son
consideradas piezas claves en toda tentativa No recuerdan los hechos para archivarlos...
explicativa. no se buscan
vestigios del pasado como lo haría un historiador,
tampo-
co se trata de un retorno nostálgico a las raíces. En estas referencias, el pasado aparece estrechamente sente. Las personas e instituciones
ligado al pre-
que se mencionan
están
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DESCENTRALIZACIÓN ADMINISTRA TIVA VERSUS SINERGIA SOC.
'vivas' hoy en el mismo proceso que contribuyeron rar. El pasado, el presente y el futuro una sola realidad de
no forman
a genemás que
desarrollo"^.
La p r e p o n d e r a n c i a q u e el t i e m p o presente (como tiempo detenido) p u e d e tener en las actitudes de la c o m u n i d a d local se explica, a p a r e n t e m e n t e , por el nivel de suficiencia
(que
es u n a categoría cultural, no económica, respecto a la 'eficiencia' de un m o d o de vida) que ella ha alcanzado en c u a n t o a resolver por sí misma, en u n m í n i m o aceptable, el problema de las necesidades inherentes al desenvolvimiento de su vida cotidiana. Es claro que esa 'suficiencia' no está definida por la v o l u n t a d 'futurista' de p r o d u c i r ciclos de desarrollo acumulativo o de modernización sostenida, tal, que esa voluntad r o m p a , sobrepase y redefina la identidad que se desp r e n d e de la m e m o r i a y la tradición cívicas. La vida cotidiana de una c o m u n i d a d 'con' tradición cívica tiende a reposar sobre la m e m o r i a de esa tradición, lo cual se traduce en un ritmo de vida l e n t o , más bien rutinario y cíclico, pero que está cargado de d e n s i d a d cultural identitaria. M u y distinto sería el r i t m o si esa c o m u n i d a d fuera forzada, p o r la intervención de factores externos (como las políticas de desarrollo focalizado del m o d e l o neoliberal, por ejemplo), no a 'reposar' sobre su m e m o r i a colectiva, sino a 'cabalgar' sobre u n a presionada y artificial v o l u n t a d futurista. Lo normal en u n a c o m u n i d a d 'con' tradición cívica es q u e su historicidad, por t a n t o , se defina por un fuerte eje pasado-presente, d o n d e el futuro es c o n s t r u i d o en gran parte p o r la m i s m a fuerza de ese eje, y d o n d e la 'voluntad de futuro' no p o d r á desarrollarse sino c o m o expresión del consenso colectivo (la exigencia de 'consenso' deriva de la m i s m a fuerza
''J. Arocena: El desarrollo local: un desafio contemporáneo (Caracas, 1995. CLAEH), p. 24.
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sinérgica de la i d e n t i d a d c o m ú n ) . Estas características son las q u e consrituyen, en u n a c o m u n i d a d con tradición cívica, su sentido de a u t o n o m í a y soberanía, c o m o t a m b i é n su capacid a d d e r e s i s t e n c i a a los factores e x t e r n o s q u e
intentan
intervenirla. Los estudiosos de lo local son conscientes de esta resistente complejidad: "Debemos avanzar
en definir qué buscamos designar por
espacio y realidad locales, en reconstituirlos rialidad interna, subjetividades
en sus flujos, en sus componentes,
y en sus historias...
cesos constituyentes
en su
de su
mateen sus
para entender los pro-
dinámica"'.
Se c o m p r e n d e q u e , sobre tal c o n g l o m e r a d o identitario, las i n s t i t u c i o n e s y los p r o y e c t o s d e a c e l e r a d a v o l u n t a d m o d e r n i z a d o r a no p u e d e n aclimatarse ni prosperar, a m e n o s q u e hayan sido 'criados' d e n t r o de esa matriz conglomeral. En lo local, la organicidad identitaria (social y cultural) que se exige a las políticas centralistas de desarrollo es alta, y son condiciones sine qua non. Por esto m i s m o , los 'corpúsculos institucionales' de lo local (iglesias, clubes, escuelas, etc.) se definen p o r su simplicidad funcional y su alta c o r r e s p o n d e n cia con los ritmos de la vida cotidiana, y no p o r su diferenciación funcional, su jerarquía administrativa, su planificación estratégica y su evaluación por c o b e r t u r a e ítem de costo. Por la m i s m a razón, el sistema institucional centralizado ( a u n q u e se presente c o m o 'descentralizado') es de inserción precaria, externa, o p r o p i o d e u n a elite burocrática exógena. El h e c h o de q u e esa elite burocrática sea tratada con rango de "autorid a d " y se le c o n c e d a sitio de h o n o r en las asambleas c o m u n i tarias, no p r u e b a su organicidad con lo local, sino t o d o lo contrario.
^ R.González: Espacio local, sociedad y desarrollo (Santiago, 1994. PET), p. 93.
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DESCHNTRAIIZACIÓN ADMINISTRATIVA VERSUS SINERGIA SOC.
Las políticas de desarrollo que están concebidas según los parámetros estadísticos de la Nación y conforme los objetivos estratégicos de la Globalidad desconectan las comunidades locales del cordón umbilical que las une con un pasado local conocido y satisfactorio, para sumirlas, a cambio, en un futuro hipotético desconocido que no produce satisfacción sino inseguridad. Y que no descansa en certezas, sino en promesas de poderes ajenos. Así, se tiende a reemplazar la estabilidad identitaria por una inestabilidad que puede llegar a ser caótica. La identidad, si descansa sobre un presente que a su vez reposa sobre un pasado satisfactorio, se despliega con asertividad; pero si descansa sobre un presente que a su vez se apoya en un futuro incierto, lo más probable es que despliegue conductas inseguras y aleatorias. Es evidente que el resultado histórico de tales políticas es la descomposición de la comunidad y la agonía de sus tradiciones cívicas. En líltima instancia, es la desarticulación de su historicidad. Las tradiciones cívicas, en tanto definidas por un pasado de realizaciones exitosas o, al menos, satisfactorias, constituyen un recurso o capital social y cultural de difícil (o cuando menos, larga) construcción. Lo mismo que los alerces del sur de Chile, es fácil derribarlas en función de una drástica voluntad de futuro, pero es muy difícil construirlas históricamente y aun más difícil reconstruirlas políticamente. Las políticas de m o d e r n i d a d y las de descentralización (o "globalización", que es lo mismo) se aplican a veces, simplemente, como bulldozers que se envían a talar las tradiciones cívicas de los pueblos, produciendo una erosión tal en la sociedad civil, que ésta puede perder, con ese talaje, no sólo su identidad cultural, sino su misma soberanía. Es cierto que algunos funcionarios de la descentralización han comprendido la 'erosión' que han desencadenado en las comunidades locales, y están tratando de utilizar la misma maquinaria del talaje como medio para "reforestar" la sociedad civil, inyec-
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lando en ella, en vez de sus tradiciones 'suficientes', las inquiei.i.s tradiciones de la 'eficiencia' globalizada. Y es en fijnción de esta política de reforestación que convocan a la "participación t iudadana" en las políticas de desarrollo local. El problema es si tal inyección podrá levantar un bosque de alerces en un plazo (corto) definido por la política y no por la historia. "Dos décadas puede ser tiempo suficiente para detectar el impacto de alguna reforma institucional sobre las conductas políticas, pero no para rastrear sus efectos sobre los patrones más profundos de la cultura y la estructura sociales. .. Construir capital social no será fácil, pero es la clave para el éxito real de la democracia"^.
La triple demanda por la Historia Asumir el pasado en tanto que pasado (es decir: como categoría historiográfica) no es lo mismo que asumirlo en tanto que pasado de presente (es decir: como categoría de la identidad viva), y tampoco es lo mismo asumir el pasado vivo de una comunidad local como parte del pasado que se integra en el concepto político de Nación. El pasado como dato científico y el pasado como connotación de concepto político no son, como el pasado de una identidad viva, factores sinérgicos productores de identidad (presente), y de acción y movimiento (futuro). Aquellos pasados pueden tener sentido lógico y discursivo, pero no, como el segundo, en sentido vital, historicidad. Si se acepta lo anterior, se comprenderá también por qué todos los estudiosos profesionales que trabajan en el desarrollo de 'lo local' concuerdan en que, para descifrar y propulsar R.D.Putnam, op.cit., pp. 184-185.
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DESCENTRAUZAC/ÓN ADMINISTRATIVA VERSUS SINERGIA SOC.
los factores y claves dinámicas de ese tipo de desarrollo, es indispensable Histórica.
el concurso activo y comprometido
de la
Ciencia
C o n c u e r d a n en ello, por ejemplo, los propios acto-
res locales, q u e necesitan reencontrarse con su pasado y reafirmar p e r i ó d i c a m e n t e sus identidades históricas y tradiciones culturales. En la c o y u n t u r a actual, que se caracteriza por u n a p e n e t r a n t e llegada intervencionista de los poderes centrales y globales, esos actores sienten que se está cuestionand o su eje pasado-presente, lo q u e los obliga a reconsiderar su pasado, a conversarlo, escribirlo, repasarlo e incluso sistematizarlo. ¿Para qué? Para reafirmar u n a identidad que los nuevos proyectos p r e t e n d e n negar y reemplazar por otra nueva que no tiene pasado. O para 'negociar' la integración de los elementos identitarios externos o desconocidos que se promueve desde arriba y desde fijera. Y en t o d o caso, para no ser c u l t u r a l m e n t e a n o n a d a d o s por la gran marea globalizadora que se descuelga por los tentáculos de la descentralización. También c o n c u e r d a n en que la Historia se haga presente los mismos diseñadores y ejecutores de las políticas de desarrollo local (o de globalización descentralizada), precisamente p o r q u e necesitan descifrar las claves culturales de lo local — q u e hasta ahora ha hecho rebotar sus proyectos de desarrol l o — a fin de a u m e n t a r la eficiencia de sus políticas y bajar el costo de sus inversiones. C o n o c i e n d o las conclusiones de R . D . P u t n a m , los estrategos de la descentralización han c o m p r e n d i d o q u e , para vencer la 'resistencia' de lo local, no cabe otra cosa sino tomar posesión de la esencia í n t i m a de lo local, para sumar su recóndita sinergia a la 'ejecución participativa de las políticas sociales que bajan del sistema nacional. N o son los únicos. T a m b i é n d e m a n d a n el concurso de la Historia los dirigentes sociales, los educadores populares y los estudiosos del p r o b l e m a q u e , c o n s t a t a n d o el fracaso relativo de la estrategia globalizadora del desarrollo local y la
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s o r p r e n d e n t e 'resistencia' a la m i s m a por parte de las c o m u nidades locales, h a n llegado a la conclusión de q u e se debe trabajar desde las propias identidades y sinergia locales, n o para afianzar en la base el m o d e l o neoliberal globalizado, sino para, desde allí, y en línea con su historicidad viva, se activen procesos y movimientos
sociales tendientes a reconstruir
do, el Mercado, y la misma Sociedad
el Esta-
Global
Las d e m a n d a s para que la Historia se involucre están, pues, planteadas. Se trata de u n triple desafío, q u e exige u n a triple respuesta. Y u n c o m p r o m i s o , sin d u d a , conflictivo. Analicemos el p r o b l e m a .
7 La Historia: función social con responsabilidad histórica En p r i m e r lugar, es evidente q u e el triple desafío p o n e a la Historia en la disyuntiva de, o bien adaptarse a la d e m a n d a cultural específica q u e b r o t a de los procesos históricos actuales en Chile ( i n c r e m e n t a n d o con ello su vigencia social), o bien m a n t e n e r s e a d h e r i d a a los patrones clásicos de la ciencia p u r a (debilitando aun más esa vigencia). La disyuntiva, claramente, amaga y p o n e en juego su tradicional y c ó m o d o e m p l a z a m i e n t o epistemológico: esa atalaya supra-histórica y trans-subjetiva d o n d e se afinca el ojo i n c o n t a m i n a d o de Í o científico', el prisma frío de i o objetivo' y la majestad inmóvil de i a ' verdad. D e s d e d o n d e no se oyen y no se a t i e n d e n los gritos contingentes q u e reclaman teoría, ciencia o verdades útiles, q u e surgen a b o r b o t o n e s del bajo fondo h u m a n o de la historicidad. La Historia, m o d e l a da por la etiqueta formal de esa atalaya, n o h a a d m i t i d o con-
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vivir en u n m i s m o callejón temporal con los convulsos eventos d o n d e se juega la vida, cada día, la historicidad social. La historicidad del presente y del fragor cotidiano n u n c a ha sido aceptada por la Historia Académica c o m o la ecología o el a m b i e n t e epistemológico 'apropiado' para hacer ciencia. Por eso, ella recomienda tomar una saludable distancia gnoseológica respecto de ese presente y de los sujetos q u e revuelcan su historicidad en él. La Historia — d i c e ella m i s m a — no debe trabajar allí, sino más atrás. Muy atrás. Pues debe estar lejos para esperar que esa historia caliente se enfríe, cristalice, y que sus gritos de angustia, ignorancia e incomprensión se acallen. Sólo cuando la historicidad muere entre los escombros de la vida los historiadores pueden escarbar e inspeccionar lo que quede de ella. Si la Historia depende sólo y exclusivamente de 'sus' decisiones formales y de 'sus' ecologías asépticas y objetivas, entonces la historicidad viva no puede esperar de ella ninguna colaboración: lo prohiben sus estatutos. La cuestión es, sin e m b a r g o : la Historia ¿depende sólo de sí misma? ¿Existe sólo c o m o tal, en sí m i s m a y por sí misma? ¿O es um función
social con responsabilidad
histórica que
responde y debe responder a los requerimientos específicos que recaen sobre ella? ¿Es u n a función cognitiva interna o externa al desenvolvimiento vivo de la historicidad? Lo que es claro, en t o d o caso, es que las urgencias y dilemas que plantea a c t u a l m e n t e el desarrollo local (que a su vez constituye la condición de éxito del desarrollo global) requieren de un triple enfoque historiológico de la historicidad concreta y específica que c o n t i e n e 'lo local'. Y p r o b a b l e m e n t e ha llegado el t i e m p o de q u e la Ciencia Histórica sea concebida,
también,
como u n a ciencia con responsabilidad social e histórica y c o m o u n a ciencia aplicada.
El desafío, pues, no es menor.
En segundo lugar, si la Historia responde a las d e m a n das cognitivas q u e la acosan desde el presente, deberá asumir
GABRIEL SAL
¿Ai
el pasado ya no como una realidad objetivada y cosificada (muerta), sino como una realidad en permanente subjetivación y rehumanización (viva). Es decir: deberá asumirlo como una realidad que no sólo se muestra en 'hechos cerrados', sino también, y sobre todo, en 'procesos abiertos'; no como una estática o estratigrafía sedimentante (hacia atrás), sino como una dinámica morfologizante (hacia delante). Debería convertirse entonces en la ciencia de! 'movimiento', que es la única dimensión que le permite tratar la historicidad en toda su longitud (pasado-presente-futuro) y no recortada y reducida a su segmento pretérito. Eso implica asumir a los sujetos sociales como un proceso en el que, incesantemente, se auto-construyen en hechos, y no como una capacidad objetiva de los hechos para construir a los sujetos. Si la Historia asume los sujetos de ese modo, entonces la historicidad será asumida como un proceso de humanización y liberación, y no como uno de incesante enajenación. En tercer lugar, si la Historia asume su responsabilidad social e histórica, le implicará utilizar, también, otro tipo de fuentes y testimonios: no sólo la documentación pública que dejan tras sí el Estado, la Iglesia o el Mercado, sino también los que provienen más o menos directamente de la vida social, subjetiva e intersubjetiva, y, por cierto, de la memoria colectiva. Las fuentes del 'movimiento' son, normalmente: la acción misma, las actitudes, la asociatividad, los testimonios orales o escritos, la gestualidad, los significados, el arte, la cultura viva y, por cierto, el movimiento en sí (que se prueba a sí mismo). Las fuentes del movimiento no son otras que los circuitos orales y gestuales que configuran la red interna del mismo. Que configuran los paneles de su memoria y los impulsos de su accionar. Son fuentes, por lo mismo, que pierden su calidad de tal sin son extraídas de ese movimiento y de esa interioridad. Si se las extirpa de allí para darle el tratamiento metodológico equivalente a un 'resto material', no
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podrá aprehenderse entonces su sentido de verdad, que es la identidad viva y la acción. En cuarto lugar, si la Historia trabaja con las fuentes internas del 'movimiento', deberá trabajar con premisas generales o referentes teóricos distintos a los que ha utilizado para interpretar el sentido global del pasado (inmóvil). La gran teoría, deducida de los conceptos filosóficos o construida para dar un sentido a las grandes estructuras de la modernidad (modos de producción. Estado, Iglesias, etc.), tiene poca aplicación directa a nivel local, donde lo que realmente está en juego son proyectos individuales (subjetivos) de vida, grupales o comunitarios (inter-subjetivos) o, incluso regionales, para los que el verdadero marco que da sentido a sus procesos históricos es la construcción de identidad y la producción de realidad circundante, y no las esferas transubjetivas que, más bien, obstruyen, oprimen o destruyen ese sentido. La verdad, aquí, está asociada a ese marco de sentido, y ella no se prueba por generalizaciones lógicamente impecables o demostraciones rigurosas de su objetividad, sino por la capacidad social de imaginarla, realizarla y sostenerla. A como dé lugar. Con el favor o el disfavor de las grandes estructuras institucionales de la Nación o la Globalidad. Aunque para ello haya que renunciar a la racionalidad, la formalidad, lo político y al 'orden público' de la sociedad global. Aquí, la verdad que da sentido a los procesos históricos está y puede estar sujeta a una permanente rectificación y una incesante reconstrucción; tanto así, que la reconstrucción de ella viene a ser, en definitiva, la verdadera verdad, sobre todo si la globalidad cae sobre lo local como un proceso erosivo de la identidad. El historiador debe, por eso, reconocer que los referentes teóricos que le permiten interpretar los procesos locales son los que manejan —variablemente o no— los propios sujetos locales, razón por la cual el historiador no puede hacer más a este respecto que colaborar con esos sujetos en la
GABRIEL SALAZAK
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tarea de precisar y sistematizar la teoría que conllevan enred a d a en sus propias vidas. Lo cual, sin d u d a , q u i e b r a el m o n o p o l i o teórico q u e los historiadores y otros cientistas sociales creen tener sobre los procesos de desarrollo local. Lo anterior lleva a u n a consecuencia (la quinta) de e n o r m e importancia: la incorporación historiológica
orgánica de la
investigación
al m i s m o proceso histórico de la c o m u n i d a d
local. C o m o u n a función social interna de responsabilidad estratégica. Esto implica convertir las metodologías científicas en i n s t r u m e n t o s útiles para los procesos de vida. O bien, orientar los procesos de vida en base a la construcción de metodologías q u e p e r m i t a n realizar con eficiencia la verdad 'histórica' (o sea, la que c o n d u c e a la producción social de la realidad). Esto obliga a la Historia a moverse en el plano de la ciencia objetiva (que trabaja los parámetros mayores de la sociedad global q u e inciden en lo local) y, a la vez, en las calles atestadas y convulsas de los procesos a ras de suelo (donde viven los sujetos reales). Y la obliga t a m b i é n a desarrollar u n a relación distinta consigo misma: no sólo unilineal, derivada de sus n o r m a s de higiene científica, sino bi-unívoca
(de
bajada a la calle y de subida a sus parámetros mayores). N o só\o tautológica (reincidente con sus definiciones fundantes), sino diversa, dialéctica y progresiva (adaptada a las d e m a n d a s reales). N o sólo c o m o ciencia de los 'hechos', sino, especialm e n t e , de la 'acción histórica''. Y no sólo c o m o u n a ciencia aprisionada en sus propias definiciones y fronteras, sino abierta hacia otras ciencias y otros enfoques, pues lo local y los p r o cesos vivos no son u n i d i m e n s i o n a l e s , sino abigarrados p a q u e tes de múltiples dimensiones. Todo lo anterior, sin e m b a r g o , d e p e n d e de las decisiones q u e t o m e n los propios historiadores. N o t a n t o , tal vez. ^ Son de interés los análisis que, en este sentido, desarrolla H.Arendt en De la Historia a la acción (Barcelona, 1995).
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c o m o r e p r e s e n t a n t e s profesionales de u n a función institucional (la ciencia oficial, la academia), sino como sujetos sociales de carne y hueso, cuya conciencia y responsabilidad no puede ser sólo funcional o profesional, sino integral y cívica. El deber de responder a la triple demanda por la Historia emana de su condición de sujeto histórico y, sobre todo, de ciudadano responsable.
Providencia, agosto de 1996.
CAPÍTULO VIII VOLUNTAD POLÍTICA DE MATAR, VOLUNTAD SOCIAL DE RECORDAR (A PROPÓSITO DE SANTA MARÍA DE IQUIQUE)'
D u d a y opción Tras aceptar la invitación a participar en este evento, me asaltó la d u d a acerca del verdadero carácter 'histórico' del mism o : ¿se trataba de un seminario académico, un e n c u e n t r o profesional y técnico entre historiadores — « u n evento bibliotecario» lo llamó u n a expositora el día de ayer—, o, más a m plio que eso, se trataba de u n a 'acción social y pública de recordación' decidida por u n a c o m u n i d a d local viva? La memoria, sin d u d a , es un amplio lugar de peregrinaje, visitado n o sólo por historiadores de profesión, sino t a m b i é n por t o dos los seres vivientes que, c a m i n a n d o desde el pasado, tienen que construir, paso a paso, su presente y su futuro. Individual, o colectivamente. Porque, en verdad, hay m u c h a s formas de recordar, y m o m e n t o s diferentes para hacerlo: hay formas ' c o n m e m o r a t i v a s ' , adscritas a rituales públicos y a la m e m o r i a oficial. H a y formas 'profesionales', inscritas en los
Transcripción corregida y ampliada de la exposición realizada en el Primer Congreso de Historia Regional. Universidad Arturo Prat, Iquique, noviembre de 1997. Publicada en S. González (Ed.): A 90 años de los sucesos de la Escuela Santa María (Santiago, 1998. U.Arturo Prat & DIBAM), pp.291-302
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paradigmas normativos de producción cognitiva. Y formas 'sociales', de recordación, surgidas de las líneas subjetivas del corazón, los afectos, los valores, la identidad. En diciembre de 1907, entre quince y veinte mil personas bajaron de la Pampa a la ciudad de Iquique para testimoniat su denuncia, proyectar su descontento y exigir la justicia social debida. Y fueron masacrados. Ayer, noviembre 1 de 1997, entre veinte mil (según Televisión Nacional) y cuarenta mil personas (según el periódico La Estrella) subimos a la Pampa, hasta la oficina Santa Laura, para recordar cantando el himno de esa masacre. Hay fuerza social para denunciar, para exigir, para luchar. Y hay fuerza social para recordar. Fue anoche, todavía con la imagen vivida de la recordación social de Santa Laura (anidada entre la chimenea ardiente, el desierto frío, el enrojecido cielo crepuscular y el himno por los caídos) cuando opté por centrar esta exposición en lo que podemos llamar 'la voluntad social de recordar', dentro de la cual se inscribe —a mi juicio— este particular encuentro de h i s t o r i a d o r e s . Pude haber p r e s e n t a d o una p o n e n c i a historiográfica formal (que, pese a no ser un experto en los problemas de esta zona, no es difícil de escribir para quien suma sobre treinta y cinco años de práctica en el ramo), pero me pareció más pertinente, al final, exponer una reflexión oral sobre las formas sociales no-profesionales de recordación. Pues, a éstas, le es más pertinente la oralidad que la escritura. Me propongo, pues, reflexionar en voz alta desde la perspectiva 'cordial' —social— de recordación.
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C o m o fantasma, la 'recordación' recorre Chile N o hay d u d a q u e , a c t u a l m e n t e , estamos en presencia y bajo el i m p e r i o de u n a v o l u n t a d social de recordación. N o es por azar q u e , ayer, se ' j u n t a r o n ' en Santa Laura treinta mil personas para recordar. Ni que, hace m e n o s de un mes, setenta y cinco mil se reunieron en el Estadio Nacional de Santiago para 'recordar juntas' a Ernesto «Che» Guevara. N i q u e , d u rante la semana pasada — y sólo en lo que a mi participación c o n c i e r n e — diversos grupos se j u n t a r o n en Santiago para, el día Lunes, en u n I n s t i t u t o Profesional privado, recordar a los jóvenes de la generación del '60 q u e soñaron, lucharon y perecieron; el día miércoles, en u n a hostería del C a j ó n del M a i p o , para recordar las luchas y problemas de las c o m u n i dades locales de Chile, Ecuador, Perú, C o l o m b i a y Nicaragua; y el día viernes, en el M u n i c i p i o de la C o m u n a El Bosque, para recordar la trayectoria chilena desde la d i c t a d u r a neoliberal a la democracia neoliberal, etc. T o d o ello sin contar los actos recordatorios q u e se h a n celebrado y se celebran en otras c o m u n i d a d e s m e t r o p o l i t a n a s y de provincia ^. C o m o u n fantasma del pasado, la v o l u n t a d social de recordar recorre C h i l e , pues, de n o r t e a sur.
Entre noviembre de 1997 y octubre de 1998 han tenido lugar innumerables actos masivos para recordar héroes políticos (Allende, Miguel Henríquez, Che Guevara), héroes musicales (Víctor Jara, Violeta Parra), mártires (hermanos Vergara, Claudia López), períodos históricos (de la Unidad Popular, de los últimos 25 años), de generaciones relevantes (generación del 38, generación del 60), etc. A lo que es preciso agregar la nutrida asistencia de público al lanzamiento de libros atingentes a la historia contemporánea de Chile, y la instalación de días de recordación activa como el 11 de septiembre y el «día del combatiente».
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¿Qué significa esto? ¿Por qué, en flagrante oposición a la obvia v o l u n t a d política de olvidar o c o n m e m o r a r sólo «en la m e d i d a de lo posible», surge desde abajo la v o l u n t a d impertérrita de recordar juntos? ¿Qué alcance histórico real tiene esa forma masiva de recuerdo? ¿ C ó m o nos implica a los historiadores? Las ' c o n m e m o r a c i o n e s ' oficiales son periódicas, públicas y m a r c a s de c a l e n d a r i o . Las ' r e c o n s t i t u c i o n e s h i s t o riográficas del pasado' constituyen un trabajo profesional de cada día. Pero la v o l u n t a d social de recordar no es ni u n a efeméride ni u n laboreo funcional sino un hecho histórico. N o ocurre todos los días, sino de tarde en tarde. N o a propósito de rutinas sino en razón de problemas. O de crisis. C o m o epílogo de algo grande y preludio de algo mayor. Si se hace un recuento histórico, esa v o l u n t a d no forma parte ni de las transiciones políticas ni de las fluctuaciones de mercado, sino de las 'transiciones ciudadanas'. C o m o u n sismo subterráneo, cuyo epicentro radica en lo más profundo de la conciencia social. Surgió, de algún m o d o , después de 1 8 3 5 , y empujó desde abajo la ola liberal e historiográfica del período 1 8 4 2 - 1 8 8 7 (en cuya cresta florecieron los llamados historiadores liberales). Surgió otra ola después de 1907, y empujó desde abajo la amplia crítica social e historicista que, después de 1920, hizo posible la lenta democratización de la sociedad. O t r a nueva ola se formó después de 1947, que empujó desde abajo ías teorías de desarrollo económico-social y la historiografía marxista, que forzaron los atrevidos «cambios estructurales» del período 19641973. Y todo indica que, desde 1985 o desde antes, la voluntad social de recordar, de nuevo, desde abajo, está empujando la profunda y crepitante marea de su memoria. D e acuerdo a este breve inventario, se colige que la vol u n t a d social de recordar sigue la línea i n t e r n a del corazón
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c u a n d o va hacia el pasado, pero t e r m i n a siguiendo la línea externa de la acción c u a n d o , desde ese pasado, da la cara hacia el futuro. Es este 'giro' el que, tal vez, hace de la recordación un fantasma temible. Y es en previsión del m i s m o , q u i zá, q u e las políticas de olvido y amnesia públicas necesitan ser c o n v e n i e n t e m e n t e erigidas y administradas.
«Es peligroso ser pobre, amigo» «Es peligroso ser pobre» reza la Cantata de la Escuela Santa María. Pero es aun más peligroso ser pobre, y no olvidar. La pobreza, converrida en recuerdo, es un arma política de largo alcance. Y esto, sin lugar a dudas, es peligroso en un doble sentido: para el sistema que produce la pobreza, y para el pobre que le recuerda su pobreza al sistema. ¿Por qué? Porque el recuerdo, como actividad del corazón, es una facultad privada inembargable. Es el reflejo más directo y orgánico de la realidad concreta; tanto, que existe 'fusionado' con ésa. Y si el recuerdo simple es privado e inembargable, aun lo es más la experiencia del dolor, de la muerte, de la exclusión y de la tortura. La victimización es, sin duda, la forma más radical y brutal de autonomización que existe. Y si la recordación de esa experiencia victimal se realiza en colectivo (juntos), la autonomía victimal se transfigura en un germen de poder. Dando paso al 'giro' que hace de la voluntad social de recordar un fantasma temible. Porque 'recordar juntos' implica una doble asociatividad: la del presente que evoca el pasado, y la vinculación 'cordial' de los que recuerdan juntos. Es sobre este doble andamio donde surge una conciencia básica de 'identidad' (grupal, comunal, de clase o generacional). Una red tenue de reagru-
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pación. Que permite que el 'estar juntos' permanezca más allá del evento recordatorio. Que el estar juntos 'se quede', como en crisálida, en los cantos, iconos, leyendas, mitos, símbolos y fetiches donde se encarna, transfigurada, esa tenue identidad. El evento identitario flota como cultura simbólica, entre el ir y venir de signos dispersos, reteniendo la unidad más allá y después de la dispersión física de los que se juntaron. Tanto como para que, bajo esos mismos símbolos, se convoquen y se junten de nuevo. La recordación, pues, une. «El poder surge —escribió Hannah Arendt hace ya cincuenta años— cuando los hombres están juntos, y desaparece cuando los hombres se dispersan». El 'poder' es una categoría de la asociatividad humana. La 'fuerza', una categoría o instrumento del sistema. El poder tiene una relación orgánica y positiva con la recordación. La fuerza no tiene memoria (se define como puro presente, por su temor al poder de la sociedad civil), por donde se relaciona de modo orgánico y positivo con la amnesia y el olvido. La fuerza puede derrotar, en los hechos puntuales (por lo común, de carácter político-militar) al poder, pero éste derrota siempre a la fuerza en los procesos de mediana o larga duración (por lo común, de carácter socio-cultural). El poder se reconstituye recordando los hechos de sus derrotas, pero se despliega en procesos victoriosos con el arma de largo alcance de su memoria. El poder, sin embargo, no se despliega del todo en el mero acto de recordación. Recordar juntos es sólo un germen de poder. Y un germen inocuo que se pierde históricamente si no gira hacia una acción creadora de nueva realidad. Pues la recordación —como puro acto cordial— puede transformarse en una estéril revivencia contemplativa y estética del pasado. Que se agota en sí misma y termina aherrojada a sus símbolos y fetiches. Que puede devenir en una efeméride obsesiva, sobrecargada de ritos y simbolismos, pero sin salida a
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futuro. C o m o , p o r ejemplo, la ' c o n m e m o r a c i ó n ' social del día 11 de septiembre. D e este m o d o , el germen de p o d e r q u e b r o t a de la recodación social p u e d e marchitarse sin historia, aprisionado a p e r p e t u i d a d en sus ritos de calendario. El germen de p o d e r c o n t e n i d o en la recordación convierte su potencialidad en acto sólo c u a n d o gira, sobre la mism a línea del corazón, hacia el h o r i z o n t e de la acción. C u a n d o , m i r a n d o atrás (hacia el futuro) ensancha la mirada, convirtiendo la cartografía de los signos recordatorios en u n a cartografía de hitos y nortes para la acción (conjunta). C u a n d o despliega la inteligencia social desde su focalización en los 'hechos' del pasado q u e duele, hacia los 'procesos' del presente y futuro que alivian. Y c u a n d o , en definitiva, amplifica la m e m o r i a hasta englobar t o d o lo propio y t o d o lo ajeno, lo subjetivo y lo transubjetivo, lo social y lo político, lo local y lo nacional, el eje presente-pasado y el eje pasado-futuro. Pues, si para recordar basta evocar los 'hechos' q u e se valoran, para actuar (en conjunto) es preciso totalizar la mirada, ensanchar la m e m o r i a hasta los límites externos del sistema y trazar los itinerarios hasta d o n d e se h u n d e n en el h o r i z o n t e . H a y u n a m e m o r i a que retorna, se clava y h u n d e en los 'hechos' que atraen la recordación. Pero hay t a m b i é n otra que, desde allí, avanza en l o n g i t u d y latitud hacia los procesos que construyen la realidad futura: es la memoniL para la acción. La m e m o r i a 'de' los hechos es una. La m e m o r i a 'para' la acción, que engloba la anterior, es otra. El p o d e r surge de la primera, pero 'madura' c u a n d o la primera se funde con la segunda. La m e m o r i a 'para' la acción es, pues, la m e m o r i a histórica del poder. La recordación es e s p o n t á n e a , intensa, emotiva. N o requiere de auxilios externos, ni de apoyo técnico. La ' m e m o r i a histórica del poder', en c a m b i o , es u n a c o n s t r u c c i ó n c o m p l e ja, q u e requiere d e un esfuerzo técnico y sistemático adicio-
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nal. Madura, por tanto, más lentamente. Por lo mismo, la transformación de la cidtura simbólica de recordación —que puede perdurar décadas como una elástica arma identitaria de resistencia— en un proyecto político de poder local o nacional no es un proceso simple, ni breve. Sobre todo, si se trata de grupos marginales. De amigos que son pobres. El problema histórico de la pobreza y la marginalidad sociales es que, si bien pueden espontáneamente construir culturas prácticas de sobrevivencia y transgresión, y aun culturas simbólicas de identidad y resistencia, tienen dificultades para construir una 'memoria histórica de poder'. Pues, mucho antes que madure esta memoria, los pobres ya son un peligro para el sistema, sobre todo por el poder de sus recuerdos y las 'transgresiones' que derivan de su asociatividad natural. «Bs peligroso ser pobre». Es aun más peligroso ser pobre, y recordar. Todavía más, si se es pobre, se tiene recuerdos y, en virtud de esto, crece la asociatividad marginal. Pero si, siguiendo esa línea, se construye una 'memoria histórica de poder', se llega a una cima en que ser pobre ya no es sólo peligroso: es, desde la perspectiva del 'sistema', insoportable. Inadmisible: implica declaración de guerra. Por ello, el sistema ataca mucho antes de que los pobres lleguen a esa cima.
La anti-política del recuerdo La recordación y la memoria histórica, en manos del bajo pueblo, constituyen un arma política de largo alcance. Su uso libre por la sociedad civil y, sobre todo, por los pobres y marginales, puede constituir, pues, un peligro grave para el sistema y para el Estado. Por lo que éste tiende a 'regular' esa libertad. A 'intervenir' en la instalación pública de los recuer-
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dos y en la configuración civil de la m e m o r i a social. A fijar un calendario institucionalizado de ' c o n m e m o r a c i o n e s ' y a r e g l a m e n t a r la t r a n s m i s i ó n e d u c a t i v a del ' s a b e r h i s t o riográfico'. Procura que las recordaciones dolorosas del bajo p u e b l o permanezcan en el á m b i t o privado, o c o m o efemérides iracundas, que el m i s m o Estado c o n v e n i e n t e m e n t e atiza ( c o m o los 11 de septiembre) para h i m d i r la recordación en la ira, la ira en u n p u r o gesto de violencia, y la violencia en la reacción policiaca q u e legitima el 'orden' del sistema. Para evitar, en suma, q u e la recordación gire hacia la acción política totalizada ^. Una forma de m a n t e n e r la recordación p o p u l a r en el p o z o estéril del recuerdo ritual y la violencia simbólica es evitar q u e se convierta en u n a m e m o r i a pública a la vista d e todos. En un trozo de conciencia que, en exhibición abierta, se muestre al respeto y a la consideración de t o d o s . Los m o n u m e n t o s son trozos de m e m o r i a social en exhibición p ú b l i ca. Indicios materiales q u e convocan a la reflexión c i u d a d a na. ¿Por q u é el Estado insiste en levantar m o n u m e n t o s sólo a los políticos q u e o c u p a r o n altos cargos, a los militares q u e pelearon alguna batalla o c u m p l i e r o n con éxito a l g u n a tarea y a los artistas laureados p o r algún premio? ¿Por q u é esos personajes m o n o p o l i z a n los m o n u m e n t o s y no los héroes sociales que, en u n n ú m e r o diez veces mayor, han caído masacrados l u c h a n d o p o r la justicia, la igualdad y los derechos h u m a n o s ? ¿Por q u é A r t u r o Prat sí y no el p u e b l o m i n e r o masacrado en la Escuela Santa María? ¿Por q u é Yungay y n o Ranquil? ¿Por q u é Alessandri y n o R e c a b a r r e n ? ¿Por q u é E d u a r d o Frei M o n t a l v a y B e r n a r d o Leighton y no Clotario Blest? ¿Por q u é el principal aeropuesto de C h i l e lleva el (ridículo) n o m b r e de
Con notable estupidez histórica, se pretende borrar la recordación 'social' (iracunda) de día 11 instalando, por decreto y calendario, un día 'parlamentario' de reconciliación.
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« C o m o d o r o del Aire Arturo M e r i n o Benítez» y no el n o m b r e vernacular, típico, de «Pudahuel»? Sin d u d a , la política r n o n u m e n t a l i s t a y t o p o n í m i c a es un ejercicio de la 'fuerza para gloria de la m i s m a fuerza. H a sido d i s e ñ a d a y aplicada para producir a d m i r a c i ó n , reverencia, pleitesía. No para invitar a la reflexión sobre nuestras realidades, problemas y miserias. N o para exaltar la crudeza del r e a l i s m o local (caso del n o t a b l e y o l v i d a d o p i n t o r José Venturelli) sino para vanagloriar el éxito 'parisino' de algún n a c i o n a l (caso del también notable p i n t o r R o b e r t o M a t t a E c h a u r r e n ) . No educa al c i u d a d a n o instalando en su c a m i n o m o n u m e n t o s que le hablen de la realidad que duele, sino, sólo, d e la realidad que brilla. D e este m o d o , la regulación estatal de la m e m o r i a piiblica p e r m i t i d a y difundida sofoca la r e c o r d a c i ó n popular. La encarcela en sus ritos privados, en su c u l t u r a simbólica y en sus días de ira. N o la mata
sin duda
-
pero la esteriliza, históricamente. I m p i d i e n d o que, con calma, p r o f u n d i c e su reflexión, amplifique su mirada y, sobre t o d o , gire hacia la acción creadora de futuro. La política
rnonumentalista
y t o p o n í m i c a del Estado
c h i l e n o h a sido y es u n a apresurada ocupación estatista de la m e m o r i a pública, para evitar que la recordación social llegue hasta ella y se posesione de ella ''. Sin acceso a la m o n u m e n t a l i d a d pública, la recordación social se h a revolcado en sí misma, sin hallar otras salidas q u e
La excepción ha sido la reciente construcción del Parque de la Paz en lo que fue el centro de torturas de Villa Grimaldi, en Santiago. Es el primer parque-monumento que se ha levantado en Chile por presión de la recordación social y en memoria pública de los caídos en ese centro de torturas. Esto se debió a la iniciativa privada de una corporación de ciudadanos, que logró que el Ministerio de la Vivienda tomara las medidas pertinentes.
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los días de ira y la cultura funeraria. La explosión pública de recuerdos 'privados', y el culto 'semi-público' (bajo permiso formal de la I n t e n d e n c i a respectiva) a los hechos de d e r r o t a e x p e r i m e n t a d o s . T o d o lo cual t e r m i n a girando en t o r n o a los m u e r t o s . Bajo flores funerarias. En ruta al c e m e n t e r i o . C o m o u n a c u l t u r a de d e u d o s y no de sujetos históricos. O l v i d a n d o , p o r eso m i s m o , los largos procesos sociales en los q u e — c o m o se d i j o — la sociedad civil y el bajo p u e b l o suelen obtener, de preferencia, sus grandes victorias. ¿De q u é m a n e r a es posible m a n t e n e r viva, intacta, la m e m o r i a social de los grandes procesos históricos d o n d e esa sociedad y ese p u e b l o logran sus a n ó n i m a s victorias.' ¿ C ó m o materializar esos procesos en m o n u m e n t o s públicos? ¿ C ó m o pasar de la encajonada recordación simbólica a u n a a m p l i a d a m e m o r i a histórica q u e p e r m i t a potenciar la c u l t u r a funeraria c o m o u n a cultura d i n á m i c a para la acción? ¿ C ó m o doblegar y trascender la anti-política pública de recordación?
«Vamos, mujer...» Antes de llegar a los asientos que en el 'anfi-teatro' de la Oficina Santa Laura nos fueron asignados, deambulamos por ahí, entre las rocas, los restos de caliche, las zanjas y el suelo raspado por el polvorazo. En la imponencia de ese inmenso teatro histórico, los historiadores nos sentimos empequeñecidos. Sobrecogidos. Aplastados por tanto pasado. ¿Cómo traducir todo eso a papel, computador y libro? ¿Cómo traspasar tan recargado silencio, toda esa aterradora mudez, a las páginas de un artículo o a la alocución de una clase? Y entre tantos miles de personas que apretujaban sus sombras para recordar ¿qué nos diferenciaba de todos ellos?
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VOLUNTAD POLÍTICA DE MATAR
Llegamos a nuestros sitios. Pero ¿dónde se quedó María Angélica Illanes.'' ¿Se habrá perdido entre tanta gente? ¿O habrá bajado por un terraplén equivocado? Comenzamos a preocuparnos. Sentíamos instintivamente que, como gremio, debíamos estar juntos. Como para multiplicar nuestras fuerzas y enfrentar unidos tan inmenso pasado. Como si sólo apretujándonos unos con otros pudiera ese inmenso drama histórico caber en la conciencia profesional de la Historia. Como si sólo el calor sumado de todos nosotros pudiera reencender el frío pretérito del desierto. Y estábamos juntándonos cuando la chimenea de la derruida Oficina comenzó a crepitar y las luces del escenario fueron encendidas. El hechizo del pasado electrizó la espina dorsal. Fue entonces cuando apareció, por fin, María Angélica. — «¿Dónde estal^ash) — «Fuimos a recorrer la Oficina. Miramos el viejo caldero. Los fierros oxidados de la máquina. Estaba prohibida la entrada. Es peligroso. Pero la cruzamos. Es impresionante. Hundimos las manos en la costra del piso y desenterramos estos fierritos. Mírenlos: tal vez los tocaron los obreros. En esta herrumbe está todo el pasado...» Eso éramos nosotros: unos que, como todos, necesitábamos estar juntos para recordar mejor. Para desenterrar restos e indicios del pasado. Para sentir su latido en nuestros dedos, dejar fluir el efluvio de los hechos muertos e imaginar y representarnos toda la escena viva. Era nuestra forma particular de recordar. — «Vamos, mujer, partamos a la ciudad...y>. El Quilapayún cantaba el himno de los caídos. El viento nos erizó la piel de melodías y recuerdos. Las líneas vivas y
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pretéritas del corazón se cruzaron en un sólo chispazo eléctrico. El rito llegó a su m o m e n t o c u l m i n a n t e . . . — «Pinochet volverá... ¡Pinochet volverdl», gritó de improviso alguien a nuestras espaldas. M e volví: era u n o b r e r o , que no parecía electrizado por la recordación colectiva. Estaba p a r a d o de o t r o m o d o . M i r a b a de otra m a n e r a . Parecía achispado y con varios grados de alcohol en el cuerpo. Escuchaba, pero no s u m i d o en silencio, sino h a b l á n d o l e a los demás. E insistía: — 97iSinúa^go, 1997. Municipalidad de El Bosque).
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en las profundidades del mero 'presente'. A n t e eso ¿de q u é sirve u n a estrategia educacional que pretende capacitarlos para "reconocer" el e n t o r n o local de su realidad? ¿O ciencias q u e les enseñen a construir verdades "objetivas"? ¿O cursos sistemáticos q u e los instruyan en los "grandes valores" de la cultura occidental? ¿Para q u é enseñarles lo q u e objetivamente ya saben y lo q u e v a l ó r i c a m e n t e no se c u m p l e ? El s i s t e m a neoliberal excluye los jóvenes y les bloquea su futuro. ¿ Q u é p u e d e enseñarles que sea distinto a esa exclusión? ¿No es legít i m o pensar q u e la única educación h u m a n i z a d o r a que p u e den recibir (o desarrollar) esos jóvenes es aquella q u e los capacite y los " e m p o d e r e " para cambiar el sistema q u e los excluye y cancela su futuro de vida? "Los programas preventivos
no han salvado a nadie de la
droga, apenas los distraen.
Son apenas un Alka.
Creen
que con trabajar dos o tres meses contigo 'tai a salvo, pero a los que creen que están salvados, los sueltan y vuelven a 'moverse'... Desde los tiempos de la dictadura tán construyendo deportiva, problema
multi-canchas,
que nos es-
pero esto es sólo la muía
y a todos no, no nos gustan los deportes... al que nos enfrentamos
rio: no se encuentra
trabajo...
es un problema
El mal es la pobreza...
compro puros pitos de marihuana,
El
moneta-
nada de pasta.
Yo Hay
que plantar para no traficar"^^. El joven q u e e n t r e g ó este t e s t i m o n i o n o necesitó u n curso formal para "reconocer" la realidad q u e lo rodeaba a él y a su g e n e r a c i ó n . La m a y o r í a de los jóvenes piensa lo m i s m o . Y por lo visto más arriba, la mayoría de los profesores t a m b i é n .
Joven entrevistado de la Comuna de El Bosque. En ibidem, p. 53.
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ENSEÑANZA DE LA HIS TOR!A
D e la historicidad y los historiadores "La observación más importante de las ciencias sociales sobre este problema es que la experiencia es una maestra más efectiva que la clase de aula"'"
El estatuto epistemológico y metodológico que rige a la mayoría de las Ciencias Sociales (incluyendo la Historia) fue constituido en u n a época fuertemente marcada por el positivismo, en la segunda mitad del siglo XIX. Desde entonces y hasta mediados de la década de 1980, las ciencias han asumido ese estatuto anidadas en departamentos estancos, separadas entre sí por fronteras formales que, sin embargo, han estado tensadas por luchas teóricas y debates académicos que tienen m u c h o , a veces, de chovinismo institucional. Definida cada una de ellas, sin embargo, como una empresa cognitiva productora de verdades objetivas, "científicas" y, por tanto, con validez casi absoluta, terminaron rodeándose de una majestad académica elevada, jerárquica, a cuyos pies debieron esperar, pacientes, los jóvenes, los profesores básicos y medios, amén de los profanos que necesitaban recibir, desde arriba, ei saber, la cultura y las certezas. Todo lo cual — q u e ya venía etiquetado con la palabra 'verdadero'— no había más que memorizar y repetir. El desarrollo histórico de ese sistema científico culminó a mediados del siglo XX con lo que el historiador Mario G ó n g o r a llamó "las planificaciones centrales"; con lo que el cientista político Claus Offe motejó de "maridaje de las ciencias sociales con la lógica de los poderes centrales"; con lo que el filósofo Amitai Etzioni: The Spirit of Community (Glasgow, U.K., 1995), p. 103.
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J.F.Lyotard catalogó c o m o "los grandes relatos" y lo que, finalm e n t e , Asti A m i n englobó c o m o "la era del
fordismo".
El
fordismo catapultó las ciencias sociales a las cimas de los poderes centrales. Pero la crisis de las estructuras fordistas (precipitada desde 1982) las dejó flotando en el aire, sin fundamentos institucionales ni contextos de poder. Se habló entonces de "la crisis de las ciencias sociales". Los grandes conflictos Este-Oeste, Norte-Sur y Capital-Trabajo se desperfilaron, o desaparecieron. En su ausencia, se ha levantado una tensión distinta, entre las c o m u n i d a d e s locales y el m u n d o globalizado. Entre la lógica circulacional del gran mercado mundial y la lógica puram e n t e identitaria d e los grupos y comunidades locales. La crisis del fordismo y la emergencia de u n a nueva polarización ha provocado una transformación significativa de los paradigmas cognitivos, que ha eclipsado, poco a poco, los m o delos científicos heredados del siglo XiX^^. Y en ese contexto, es sorprendente que un n ú m e r o imp o r t a n t e de historiadores chilenos no se haya percatado de ese cambio trascendental, y del impacto que el m i s m o ha tenido en las necesidades cognitivas de la masa juvenil y ciudadana y en cl diseño de las nuevas investigaciones en el ámbito del desarrollo social, local y regional. Es sorprendente que m u c h o s de ellos c o n t i n ú e n apegados a los cánones del siglo XIX y q u e insistan en que la educación debe seguir internalizando en la juventud los grandes valores de la cultura cristiana y occidentaF^. Y q u e d e b e rechazarse la idea de q u e los jóvenes deben
^^ A . T o u r a i n e : " C o m u n i c a c i ó n p o l í t i c a y crisis de !a representatividad", en J.M.Ferry: El nuevo espacio público (Barcelona, 1995). Ver también de G.Salazar: Los pobres, los intelectuales y el poder (Santiago, 1995, PAS), passim. ^' Ver los artículos que Gonzalo Vial publicó en el diario La Segunda sobre los programas de enseñanza de la Historia (ediciones
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ENSEÑANZA DE LA HISTORIA
aprender Historia y Ciencias Sociales "reconociendo" su realidad c i r c u n d a n t e . Todo indica que el t r a t a m i e n t o de los problemas q u e esa realidad c i r c u n d a n t e genera en la historicidad de los jóvenes chilenos de hoy no puede guiarse por los enfoques unilaterales, objetivistas y sistémicos de las ciencias que el siglo XIX entregó divididas, c o m p a r t i m e n t a d a s y en guerrilla recíproca. La realidad c i r c u n d a n t e no viene ni parcelada ni cuarteada en 'disciplinas', sino revuelta, fusionada y c o m o b l o q u e . Los jóvenes necesitan u n a h e r r a m i e n t a integrada que, sobre t o d o , se forje con la experiencia r ^ / a c u m u l a d a dentro de ellos mismos. Pues son ellos los que más saben de esa realidad circ u n d a n t e . "Son" esa realidad. Ellos mismos con.stituyen el criterio de verdad. D e ser así — y los mismos jóvenes creen que 'debe' ser así— la Historia no p u e d e seguir p a g a n d o tributo al pasado lejano (la tierra de los "orígenes" de todo) ni a los modelos heredados del siglo XIX. Los tiempos exigen de ella que 'aprenda' a responder a las d e m a n d a s de c o n o c i m i e n t o que provienen de la j u v e n t u d y la p r o p i a masa ciudadana, a trabajar con la historicidad viva del presente y a trabajar cooperativamente con las d e m á s Ciencias Sociales que, hoy, necesitan e n c o n trar otro terreno fértil d o n d e anidarse. Aprender a respetar la historicidad del presente no significa que se va a abolir o a destruir el positivismo historiográfico o el clasicismo conservador. O que se van a quemar en la plaza pública los grandes valores de Occidente. O que se derribarán las estatuas de los héroes de la República.
del 5/08/1997,p.9; del 12/08/1997, p. 3; y del 2/09/1997). También los de Ricardo Krebs en El Mercurio (ediciones del 17/08/ 1997, Crónicas, y del 31/08/1997, Nacional, p.8). También de Isabel Cruz en ibidem, edición del 30/08/1997, A, p.2.
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Respetar la historicidad del presente — q u e está especialmente latente en la juventud actual— significa, sobre t o d o , crear y fortalecer circuitos autoeducativos
que u n a n la 'reali-
d a d c i r c u n d a n t e ' de los jóvenes y los maestros, los proyectos d e f u t u r o d e las n u e v a s g e n e r a c i o n e s y la e x p e r i e n c i a m e t o d o l ó g i c a y teórica a c u m u l a d a por los d e n t i s t a s sociales e historiadores, a efecto de lograr, entre t o d o s , producir
so-
cialmente la realidad q u e se requiere. D a n d o a la ciencia, p o r este c a m i n o , u n a función histórica p o r partida doble. Y a la educación, toda la fuerza social y cultural q u e anida en las nuevas generaciones.
La Reina, octubre de
1997.
CAPÍTULO XI MEMORIA, HERMENÉUTICA Y MOVIMIENTO DE LA "BAJA SOCIEDAD CIVIL" (CHILE SOBRE EL 2000)*
El poder hermenéutico de la memoria social Los hechos históricos —sean de la vida individual o de la vida en comunidad— se imprimen en la memoria social con un sello 'empírico' tal que, a la larga, terminan aglomerando esa memoria como una sólida fortaleza cognitiva de pendón 'positivista'. Como logística de retaguardia, que a los hombres de carne y hueso les permite, impertérritos, fraguar sus críticas, perfilar sus opciones y decidir sus rebeldías. Es decir: invadir la historia desde abajo, pese a todo, con la movediza arena del «sentido social de la realidad». Impregnándolo todo con esa granulosa persistencia del criterio cotidiano de verdad que, a menudo, opera como una imparable erosión interna de los sistemas de dominación que tratan de imponer verdades de 'realismo virtual' (símbolos triunfalistas, simulacros de f u t u r o - p r e s e n t e , memorias de conveniencia, voluntarismos comunicacionales, cosméticas de servicio público, etc.).
* Publicado en M.Garcés et al. (Comp.): Memorias para un nuevo siglo. Chile, miradas a la segunda mitad del siglo XX (Santiago, 2000. Universidad de Santiago, ECO & LOM), pp. 257-270.
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MEMORIA HERMENÉUTICA
Es cierto que el empirismo de los hechos, caso a caso, no es el mismo. La implantación del modelo neoliberal en Chile, por ejemplo, produjo hechos 'discursivos' (que han requerido de una recepción dominantemente intelectual, para c o m p r e n d e r en sí los que es el m o d e l o neoliberal); 'situacionales' (que actúan de manera contextual y gradual sobre los sujetos, como el mercado sobre el empleo, o la desaparición de prisioneros sobre sus amigos y familiares) o 'sensoriales' (ser aprisionado, torturado o perder la vida). Los hechos, en la memoria social, son empíricos, tanto cuando son intelecciones, que cuando son percepciones de cambio situacional, o cuando, llanamente, se trata de sensaciones físicas de placer o dolor. Y lo son también cuando, a la larga, las intelecciones devienen en sensaciones. Con todo, la implantación (dictatorial) del modelo neoliberal en Chile, para la mayoría de los chilenos, ocurrió de modo tal que el empirismo histórico de la realidad exterior resultó avasalladoramente 'activo', en tanto que, el de los sujetos, abrumadoramente 'pasivo'. De suerte que la suma algebraica de esa asimetría no hizo más que acerar el 'positivismo' militante de la memoria social. O sea: produjo una aglomeración granítica de la fortaleza cognitiva (de retaguardia) del ciudadano medio. ¿Cabe esperar, por tanto, que el aceramiento positivista de la memoria social produzca ventiscas empiristas que erosionen el sistema de dominación neoliberal.'' ¿Pasando los sujetos de una dolida posición de pasivividad a una asertiva condición de 'actividad'? ¿Transformando el dicho sistema, ahora, en un objeto históricamente 'pasivo'? Eso depende, sin duda, del balance que los sujetos realicen de los hechos discursivos, situacionales y sensoriales acumulados hasta ahora en su memoria subjetiva e intersubjetiva. Desde antes de 1973 a esta parte.
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¿Qué p u e d e pesar más en ese balance? D e s d e luego, el sentir soberano de la mayoría. Y además — p o r lo que e m p í r i c a m e n t e hoy se s a b e — el hecho de que la mayoría de los chilenos está 'sensorialmente' herido p o r la violación de derechos h u m a n o s perpetrada entre 1973 y 1990, 'situacion a l m e n t e ' afectado por la masiva precarización de los empleos hasta el día de hoy y — n o lo m e n o s — ' i n t e l e c t u a l m e n t e ' crítico por el sentido q u e a d o p t a n los hechos y su p r o p i a inseguridad de futuro. El e m p i r i s m o pasivo que ha a b r u m a d o a la mayoría social desde 1 9 7 3 hasta hoy, ha a d o p t a d o la forma — a l hacer el balance de la m e m o r i a colectiva— de u n a 'gran víctima' q u e , desde el fondo de esa m e m o r i a , se desaletarga, d i s p o n i é n d o s e a hablar y actuar. N o desde las cenizas de su sepulcro — n o hay sepulcros para la m e m o r i a social—, sino desde el insosp e c h a d o bastión de a u t o n o m í a configurado t a n t o p o r su atib o r r a d a m e m o r i a empírica, c o m o por su justiciera c o n d i c i ó n de victimidad. P o r q u e la m e m o r i a social es, por r e d u n d a n c i a , ima inembargable p r o p i e d a d social. Y p o r q u e la victimación, mientras más extrema y dolorosa, más soberanía subjetiva genera en las víctimas, p e r m i t i e n d o a éstas el gobierno histórico de sus recuerdos. La m e m o r i a social, por lo t a n t o , no c o n t i e n e sólo las huellas pasivas marcadas a fuego p o r los hechos externos. También c o n t i e n e las 'reacciones en cadena' q u e , transversal y s o b e r a n a m e n t e , chisporrotean entre esas huellas. Es decir: el ' e m p i r i s m o transversal' de la a u t o n o m í a y la soberanía subjetiva sobre los recuerdos, q u e opera, en el sujeto individual o en las r e d e s i n t e r s u b j e t i v a s , c o m o u n v e r d a d e r o hermenéutica
poder
i n t e r n o , pues esos sujetos y esas redes son libres
para refractar los hechos y dar u n 'sentido interpretativo p r o pio' al c o n j u n t o de 'huellas' q u e se atiborran en su m e m o r i a . G o b e r n a n d o así los 'rebotes' de la realidad exterior en la m o vediza realidad interior.
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MEMORIA HERMENÉUTICA
Los hechos externos no son, pues, bólidos que llegan sin novedad hasta el fondo de las cosas. De hecho, al penetrar en la memoria social, tropiezan y se 'enrarecen', pegajosamente, entre los encadenamietos hermenéuticos transversales que, atados aun a los pasados remotos, configuran, caso a caso, no sólo nebulosas interpretativas, sino la autogravitante identidad de los sujetos. Porque, a fin de cuentas, la identidad propia y el sentido de la historia son logros autogestionados. Córneas endurecidas que, hacia adentro, protegen el don indoblegable de la vida. Por eso, cuando, en el límite de una derrota objetivamente devastadora, los sujetos levantan hermenéuticamente la 'mentira de su identidad, no están actuando irracional y demencialmente: están actuando con el sentido racional y práctico necesarios para mantener de pie y en desarrollo su existencia vital. La porfiada hermenéutica se ejerce en responsabilidad por la vida. Por ello, la configuración interpretativa de los recuerdos, en sí misma, más que una 'verdad objetiva', es un 'hecho de libertad', un factum de autonomía, un bastión de identidad armado desde la memoria social, que se opone, contrafactualmente, a la facticidad dictatorial que impacta desde lo exterior. Es ese poder hermenéutico el que da fuerza y vida a la porfiada fe vital de los vencidos. Es que los sujetos recuerdan más —y más históricamente— que la realidad exterior. Los poderes externos tienen, en el mejor de los casos, 'memoria oficial', que es sólo la parte externa, escrita y comúnmente ajena de la memoria social. La minúscula cabeza visible de un témpano que, a la larga, y en el fondo, navega y gravita según la sumergida memoria subjetiva e inter-subjetiva. Los largos anaqueles de la memoria oficial almacenan, en hileras, los residuos materiales de los hechos, pero no recogen los chisporroteos interfactuales que, como rápidos topos, recorren las madrigueras, túneles y vericuetos de la memoria social. Donde se fragua la conspira-
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ción contrafactual de la vida. Los poderes externos n o saben de eso. N o ven la subterránea articulación empírica pero t a m bién h e r m e n é u t i c a de los impactos que gatillan sus m a n d a t o s en la m e m o r i a social. N o captan la cablería s u b c u t á n e a p o r la que circula a tientas la e m p i r i c i d a d vital de los sujetos. N i p u e d e n gobernar, por t a n t o , la dirección q u e t o m a r á la herm e n é u t i c a libre de los recuerdos colectivos. Por eso, la reacción h e r m e n é u t i c a de los sujetos n o intenta dar un sentido 'objetivo' a los hechos (reflejando sólo la actividad h e g e m ó n i c a de la realidad exterior), sino u n o de empiricidad
contrafactual
(que contrarrefleja, a través de la
r e a c c i ó n m e n t a l y c o n d u c t u a l , la a c t i v i d a d
también
hegemónica de 'su' realidad interior). La empiricidad objetiva exige q u e se 'descubra' el sentido externo que traen cifrados los hechos que impactan en los sujetos. La 'empiricidad contrafactual' exige, e n c i m a de lo anterior, q u e se 'realice', a través de la acción, el sentido subjetivo fraguado h e r m e n é u ticamente. La m e m o r i a social media entre ambas fuentes de e m p i r i c i d a d . Por lo t a n t o , hay m e m o r i a 'de' los hechos y m e m o r i a 'para' la acción. Siendo, según se ve, ambas empíricas, sólo q u e con direcciones contrapuestas (sobre t o d o en el caso del p e r í o d o dictatorial reciente en Chile). La m e m o r i a para la acción p u e d e estar contextualizada y cercada por u n a derrota 'externa' de m a g n i t u d superlativa para los sujetos — c a s o del m o v i m i e n t o p o p u l a r chileno después de 1 9 7 3 — , pero eso no implica restar jerarquía, ni e m pírica ni histórica, a las acciones contrafactuales q u e h a n b r o tado y b r o t a n , después de la derrota, de esa m e m o r i a . Las acciones contrafactuales n o tienen q u e ser victoriosas en lo exterior para ser empíricas y para estar llenas de sentido social. Pues no es la derrota sino e\ factum
h e r m e n é u t i c o inspi-
rado en la c o n t i n u i d a d de la vida lo que da a esas acciones su rango de verdad, su peso factual y su jerarquía histórica. La
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MEMORIA HERMENÉUTICA
lealtad a la vida implica privilegiar, como sentido básico, la acción, y a través de ésta, e) Futuro. La hermenéutica de Ja vida puede, por ello, apoderarse del futuro con una fuerza tal, que puede llegar a tener mayor validez como verdad histórica que las 'verdades objetivas' determinadas por el pasado o por los sistemas de dominación exterior. Cuanto más, si tiene por delante la verdad forzosa de algún régimen dictatorial. La historia de Chile 'exterior' ha sido, desde 1938, avasallante. Los 'cambios situacionales' han estallado uno tras otro, con violencia creciente sobre los sujetos, especialmente después de 1973. La memoria social (popular, sobre todo) ha sido acribillada con impactos objetivos; aplastada por un bombardeo externo que obligó y aun obliga a los sujetos a refugiarse en sí mismos, sin tiempo suficiente para procesar hermenéuticamente el diluvio empírico que, por décadas, inundó sus vidas. Sin poder atinar, por tanto, a erigir una fortaleza cognitiva, operable, de retaguardia; un factum de sentidos propios; un proyecto de acción hacia afuera hegemonizado por su hermenéutica interior. Cuando, después de 1992, el diluvio externo pareció amainar, no pocos observadores 'externos' concluyeron un diagnóstico sombrío: las identidades colectivas estaban arrasadas; los perfiles de clase, incinerados, y las bases intersubjetivas de la autonomía social, despanzurradas. Lo que queda, han dicho, es un bosque quemado, de sujetos atacados de muerte lenta, por la individuación... EJ bombardeo duró medio siglo. Tiempo suficiente para arrasar, en lo exterior, los 'alfiles solidarios'. Pero insuficiente para que ese bombardeo no quedara dentro de, y atrapado en, la memoria social. Tanto así que el climax del bombardeo (período 1973-1990) es, hasta hoy, también, el nudo central de esa memoria. Podría decirse que, por eso mismo, recién el tiempo histórico se volvió propicio para que los 'peones
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h e r m e n é u t i c o s ' trabajen con calma la e n o r m e información empírica a c u m u l a d a . Podrá no haber allí afuera — c o m o ant e s — grandes sujetos colectivos, pero n o hay d u d a q u e , bajo la s u p e r i c i e , se h a n m u l t i p l i c a d o al i n f i n i t o los t o p o s h e r m e n é u t i c o s del «bajo pueblo». Por eso, hoy, es el social de la memoria.
tiempo
Pero no sólo de la ' m e m o r i a objetiva'
q u e registra — a veces d o l o r o s a m e n t e — , u n o a u n o , los i m pactos recibidos, sino también de la ' m e m o r i a para la acción', q u e organiza todos los recuerdos, de c o n j u n t o , con vistas a la v e r d a d futura. C o m o base y f u n d a m e n t o p a r a la a c c i ó n contrafactual. Es ese f u n d a m e n t o el que nos interesa examinar en esta ponencia.
Hermenéutica para la acción y estratos mnémicos La memoria subjetiva que se organiza hermenéuticamente en una relación de 'lealtad para con la acción', no pierde, por ello, ni su carácter empírico, ni incurre en traición a la objetividad. Pues su relación con 'lo objetivo' es doble: de un lado, por el impacto empírico de la realidad exterior en los sujetos (base del realismo pasivo, cognitivo o «ingenuo» de la memoria social) y, de otro, por el impacto empírico de la acción social sobre la realidad exterior (base del realismo activo, fáctico y productivo de los sujetos). Si la realidad objetiva es, a final de cuentas, un 'producto histórico', una forma esculpida por las acciones convergentes de todos los sujetos, 'lo objetivo' no puede definirse separándolo de —o ignorando su paso subterráneo por— la memoria social de los sujetos. Y por tanto, tampoco puede ser definido al margen del 'hecho
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MEMORIA HERMENÉUTICA
hermenéutico' que, en esa memoria, inspira la acción social que incide productivamente en la realidad exterior. El proceso histórico objetivo va animado internamente, en todo momento, por la construcción hermenéutica del 'sentido social' que anima ese proceso. Al hacer el balance 'social' del siglo XX chileno, es preciso, pues, hacer un inventario de doble entrada, que haga converger, de un lado, los impactos de la realidad exterior en los sujetos de carne y hueso (principalmente de la baja sociedad civil) y, de otro, los 'hechos hermenéuticos' que determinaron las acciones de esos sujetos y su impacto en la producción de la realidad exterior. Es evidente que los impactos de la realidad exterior han sido y son, en tanto que impactos, de tiempo presente (aunque su lógica objetiva'implique' un tiempo mayor). Los hechos que llueven desde los sistemas dominantes se configuran, en la memoria social, como impactos de tiempo corto pero de resonancia interna larga. Los hechos que emanan de los sujetos, en cambio, puede que tengan una resonancia externa no sólo corta, sino además efímera y fugaz, pero su tiempo de gestación es de construcción ancha y profunda. Los sistemas de dominación dominan, por ello, sincrónicamente, en tiempo presente, dando a sus 'hechos' tma gran fuerza fáctica. Las acciones de los sujetos impactan, en cambio, diacrónicamente, con escasa fuerza fáctica, pero con una poderosa y longeva fuerza hermenéutica. Si esas acciones pueden ser o son dominantes, no lo son, por tanto, a través de hechos puntuales de presente 'cronométrico', sino a través de procesos de sentido, que no son eventuales sino más bien longilíneos, de duración 'histórica. Por tanto, la historicidad de los movimientos sociales no hay que buscarla en su producción de hechos determinantes (donde, con toda probabilidad, se hallarán derrotas determinantes), sino en su producción de procesos de mediano o
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largo plazo ( d o n d e p o d r á hallarse el perfil de victorias insospechadas). La historicidad de los movimientos sociales no debe ser e x a m i n a d a y juzgada según la objetividad factualista y corto-placista propia del sistema de d o m i n a c i ó n , sino según la objetividad procesalista y h e r m e n é u t i c a que rige esos m o vimientos. Así, la potencia y eficacia históricas de los m o v i m i e n t o s sociales d e p e n d e , sobre t o d o , de la forma en q u e los sujetos involucrados organicen h e r m e n é u t i c a m e n t e las ' h u e llas m n é m i c a s ' que el sistema de d o m i n a c i ó n exterior va m a r cando a fuego rápido en su m e m o r i a colectiva. La superioridad procesal de lo objetivo-hermenéutico sobre lo objetivofactual radica en q u e la m e m o r i a social p u e d e utilizar, en su trabajo configurativo, todas las huellas grabadas en ella p o r todos los presentes pasados (es decir: t o d o el pasado del sujeto), d e m o d o tal, que p u e d e ofrecer, para la acción subjetiva, u n a gama aitcha y variada de 'modelos posibles de acción'. Así, la lógica diversa de los recuerdos subjetivos p u e d e rodear y cercar por todos lados la lógica unilateral de los hechos p u n tuales (a través de los cuales la realidad exterior, de preferencia, 'ataca'). El cercamiento del hecho externo por los abigarrados procesos h e r m e n é u t i c o s es u n o de los factores de a u t o n o m í a y libertad de los sujetos. Ese c e r c a m i e n t o , sin e m b a r g o , por sí m i s m o , no p r o d u ce eficiencia accional exterior. La acción eficiente necesita algo más q u e u n a mera saturación h e r m e n é u t i c a de los impactos recibidos. La rápida y abigarrada concurrencia de todos los recuerdos al p u n t o del i m p a c t o p u e d e q u e dé al sujeto u n a nítida sensación de porfiada a u t o n o m í a respecto de los hechos que lo invaden, pero no le da, necesariamente,
poder
sobre ellos. N o le da contrafacticidad suficiente. ¿Qué necesita, además de eso? D e u n a parte, requiere la concurrencia de recuerdos ' ú t i les y p e r t i n e n t e s ' . Es decir: q u e tengan capacidad para for-
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talecer el 'sentido' de la identidad subjetiva y 'producir' con éxito la realidad externa requerida. D e otra parte, requiere que esos recuerdos titiles y pertinentes sean invocados e interpretados inter-subjetivamente; o sea: a través de intercambios orales y societales. La utilidad y pertinencia de los recuerdos para la acción sería u n ejercicio p u r a m e n t e académico si el ejercicio de selección correspondiente no se realiza al interior de una red o colectivo social que asegure, al menos, un grado significativo de potencialidad de acción. Es importante, pues, 'recordar j u n tos'. En g r u p o , en c o m u n i d a d , o 'en generaciones'. La selección de los recuerdos útiles opera sobre los recuerdos q u e ya están en la m e m o r i a social; pero si n o están, es necesario traerlos e insertarlos en ella. La m e m o r i a para la acción, q u e no siempre está organizada en t é r m i n o s de pertinencia y p o d e r sino de pasividad e impotencia, necesita ser apertrechada con todos los recuerdos útiles que ¡a historia externa o la inter-subjetiva no hayan depositado en ella, o que, p o r cualquier razón, hayan salido de ella. No basta, pues, para potenciar la acción, ordenar los recuerdos de rápida evocación q u e están allí a flor de piel: es preciso, también, enriquecer la m e m o r i a a n u l a n d o el olvido, la amnesia provocada, y la posible ignorancia. Pues es preciso tener presente que, si bien la m e m o r i a social cerca e i n u n d a los impactos p u n t u a l e s de la realidad externa con u n a marea de recuerdos y oleajes h e r m e n é u t i c o s , los sistemas externos de d o m i n a c i ó n p r o d u cen hechos sobre u n a extensión tan a m p l i a de t i e m p o y espacio q u e las m e m o r i a s subjetivas no logran abarcarla, de m o d o que ellas q u e d a n cercadas a su vez p o r el océano — e n t o d o caso regulable— de su p r o p i a ignorancia. O sea: por esquirlas 'erráticas' de p o d e r que los sujetos, por de p r o n t o , no 'recuerdan'. Esa realidad exterior, c o m o las resacas, ataca de revés, por la espalda. La cuestión es: ¿ese p o d e r supletorio, para los sujetos, es incontrastable? ¿Algo que, definitivamente, escapa a la elástica a m p l i t u d de la m e m o r i a social?
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Esas preguntas p u e d e n reformularse del siguiente m o d o : la m e m o r i a social ¿puede ser e n s a n c h a d a para reducir sus bolsones de olvido y/o de ignorancia, i n c r e m e n t a n d o así su eficiencia contrafactual a n t e el a p a r e n t e m e n t e globalizado b o m b a r d e o verticalista ( p o s t - d i c t a t o r i a l ) del
modelo
neoliberal? T o d o indica q u e , de ser posible, lo es, y q u e , a u n más: parece necesario. D e m o d o que el p r o b l e m a se reduce a cómo diseñar una operación socialmente 'metodológica': ¿cómo es posible detectar, identificar y llenar los bolsones de olvido e ignorancia de la m e m o r i a social? La m e m o r i a social incorpora, c o m o se dijo, el recuerdo d e los i m p a c t o e x t e r n o s y el r e c u e r d o d e las a c c i o n e s contrafactuales (o sea, su doble objetividad), a la vez q u e integra t o d o eso en u n c o n j u n t o h e r m e n é u t i c o de relaciones dialécticas, de ida y vuelta, de reciprocidad, de conflicto, o c o m o sea, pero siempre de correspondencia biunívoca. C o n j u n t o d i n á m i c o en el q u e , a la larga, perfila o s e d i m e n t a 'inquietos' períodos de t i e m p o y zonas temáticas, que cada grup o , colectivo o generación de sujetos recibe, oraliza, a d a p t a e historifica a través de su reflexión y acción. Bolsones mnémicos — e n s u m a — q u e p u e d e n tener m a y o r o m e n o r precisión recordatoria. Mayor o m e n o r amnesia. Más o m e n o s ignorancia 'objetiva'. Y q u e p e r m i t e n , a la acción histórica de los sujetos, u n a mayor o m e n o r eficiencia. Así, p o r ejemplo, los grupos y redes articulables bajo el rótulo de 'generación del 3 8 ' , q u e creció i m p a c t a d a por la doble amenaza del «peligro negro» militarista y el «peligro rojo» bolchevista (segiin A r t u r o Alessandri Palma), reaccionó a f e r r á n d o s e , c o m o a t a b l a d e i d e n t i d a d , a los t e x t o s constitucionalistas de la política. Su m e m o r i a social integró aquellas amenazas y esa reacción en u n a constelación histórica biunívoca, tensa, pero claramente o r i e n t a d a al «respeto irrestricto de la ley».
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Muy diferente fue, casi medio siglo después, la sedimentación mnémica dP la «generación de los 80», que, frente al terrorismo patente- del Estado dictatorial, reaccionó en masa aferrándose a la resistencia callejera, ignorando la posible 'validez' de la Constiíución dictatorial de 1980. La lógica integrada de esta men^oria fue también biunívoca y tensa, pero no se orientó hacia^ el respeto irrestricto de la ley, sino hacia la profundización d í la 'acción directa de las bases. Es decir: todo lo contrario. Si la memoria social actual está constituida, entre otros, por estos dos — t a " diferentes— 'estratos mnémicos' ¿cuál es su utilidad conjunta o separada para que los sujetos populares puedan definir de un modo hermenéutica y factualmente adecuado su conducta frente al modelo neoliberal actual? ¿Cuánto sirve hoy privilegiar por sobre todo el legalismo político, o, al revés, la civilista acción directa (callejera) de la masa social? Cabe distinguir» en la memoria social de la baja sociedad civil chilena —aparte de los anotados—, un cierto número de estratos o constelaciones mnémicas (tensas y biunívocas) que sf refieren a ciertos períodos 'objetivos' de la historia nacional. Que constituyen, en cierto modo, el capital mnémico de es^ baja sociedad civil. Cabe hacer un balance —escueto y riesgc'so, pero útil como introducción al problema— del grado de pertinencia y posible utilidad de cada una de esas constelaciones. I. Constelación histórica 1890-1925 (más o menos) Bombardeo externo abrumador de esquirlas pictóricas de decadencia, a sabef. oligarquismo abusivo, desvirtuación de la política y las ¡eyes, polarización extrema de la sociedad, pobreza, conventillos, alcoholismo, prostitución, violencia delictual. La integración hermenéutica y contrafactual de ta-
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les esquirlas (en la memoria popular) no condujo a la 'generación de los 20' a privilegiar ni lo legal ni la violencia callejera, sino la 'asociatividad civil', la 'autonomía social' frente al gobierno y los partidos políticos, y la 'propuesta de refundación sociocrática' del Estado, la Sociedad y el Mercado. Este estrato mnémico particular constituyó una 'memoria fresca' que maduró y presidió las acciones sociocráticas emprendidas por gran parte de la sociedad civil entre 1918 y 1925. Sin embargo, acosado y ajusticiado desde arriba («proceso a los subversivos y anarquistas») desde 1919, ignorado o reprimido sistemáticamente (gobiernos autoritarios de Ibáñez y Alessandri) desde 1927, tendió a eclipsarse de la memoria oficial, donde fue transformado, desde 1938, en un recuerdo neutro sobre «los orígenes de» o «la fase primitiva de» (por tanto, sin validez arquetípica) el modelo estatista y legalista que dominó desde esa última fecha. Es obvio que transformar una constelación mncmica social en un discurso sobre el mero 'origen' de algo es, sin duda alguna, una forma política de olvidar (caso notable es el rol de mero 'fundador de partido' asignado a Luis Emilio Recabarren, el principal líder sociocrático de esta constelación). La generación de 1920, en cuya memoria 'fresca' se forjó esta constelación, a eso, debió soportar el paso de las décadas y las generaciones, y la 'caducidad' natural que eso percuta en la memoria social. IL Constelación histórica 1936-1973 (más o menos) Bombardeo externo abrumadoramente político, gatillado desde un Estado que se presentó no sólo como 'hombre bueno' (desarrollista y social-benefactor) sino además como una 'razón pública' situada tanto sobre la Sociedad como sobre el Mercado. A cuya doble identidad necesitó rodearse de brazos repartidores de bien popular y desarrollo nacional (y adecuados cosechadores de votos agradecidos): los partidos políticos. No fue, en este caso, el temor al autoritarismo o el recha-
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zo a la corrupción lo que gatillo la reacción contrafactual de los sujetos de carne y hueso de la 'generación del 38', sino la brecha estimada entre la 'demanda' (o necesidad social) y la 'oferta' estatal recibida (satisfacción real alcanzada). La polarización biunívoca se dio aquí entre los distintos grados estimados del bien social (pugna entre la demanda popular y la oferta estatal), y entre estimaciones distintas de los costos globales que implicaba reducir esa brecha (conflicto entre los distintos intereses gremiales y/o parlamentarios). La masa social del '38 y aun la de los '50 y '60 no llevó a cabo una configuración hermenéutica unívoca y definida, pues quedó fluctuando entre proteger el marco constitucional manteniendo la demanda social regulada por la oferta política (tesis de la generación del '38), o maximizar la oferta maximizando la demanda social, con derrota total del polo parlamentario opositor (tesis de la generación del '68). Es claro que este estrato mnémico particular no logró —o no tuvo tiempo— llevar a cabo una adecuada 'integración biunívoca' entre las hermenéuticas entrecruzadas de una y otra generación, y de uno y otro polo de la política. Como si —aimque el estrato mnémico era uno solo— las hermenéuticas hubieran sido de suyo, en sí mismas, irreconciliables. Así, como 'memoria fresca', esta constelación se grabó, oficialmente, como impasse ideológico más bien que como una integrada memoria generacional; anomalía que permitió a terceros actores —los militares y sus asociados— instalarse como cuña y disparar sobre ambas hermenéuticas hasta anularlas. Como 'memoria fresca' perduró hasta fines de los años 70, retornando brevemente entre 1988-1990, pero desde 1992 tiende a convertirse en una 'memoria mítica' (recordada, respetada y querida, pero, como la de 1920, sin vigencia arquetípica). IIL Fase 1978-1992 (más o menos) Bombardeo abrumadoramente 'fáctico', tendiente a introducir cambios estructurales de neta y ortodoxa inspiración
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neoliberal, q u e d e s m a n t e l ó t o d o lo realizado hasta allí por el ' h o m b r e b u e n o ' y la 'razón piiblica m o n t a d a por la generación del '38 en complicidad con el ávido y masivo seguidor de ese h o m b r e b u e n o (el m o v i m i e n t o de masas). La política estatal operó c o m o h e g e m o n í a in extremis
(dictadura mili-
tar), se abolió la majestad contractual de la ley civil y se imp u s o , p o r e n c i m a de t o d o , la 'asociatividad' a u t o m á t i c a , invisible y foránea del M e r c a d o . La 'legalización' tardía de t o d o eso fue, bajo cuerda, una victoriosa operación militar, q u e a s o c i ó a los p o l í t i c o s civiles c o m o u n a ú t i l
comparsa
obsecuente. El certero p o d e r de fuego q u e respaldó el b o m bardeo empírico de la «revolución neoliberal» no tuvo c o m o respuesta, de parte de la masa p o p u l a r afectada, u n a meditada h e r m e n é u t i c a para el largo plazo, sino u n a rápida h e r m e néutica instintiva, para el plazo corto. Q u e surgió, precisam e n t e , de la a u t o n o m í a instintiva de los sujetos victimados. La victimización de los contrarios (estrategia m e d u l a r de los poderes fácticos), tiene la virtud, para los victimarios, de aseg u r a r u n a d o m i n a c i ó n r á p i d a , y p a r a las v í c t i m a s , u n a a u t o n o m i z a c i ó n rápida. La polarización fáctica p o t e n c i ó la a u t o n o m í a de la sociedad civil — s ó l o la a u t o n o m í a — , pero, a la vez, desocializó el p o d e r fáctico, sin debilitar su 'fuerza. La transición política, en t a n t o que legalización de lo fáctico, no d e s m o n t ó la polarización, ni la m a y o r a u t o n o m í a civil ni la mayor fuerza de los militares. Pero, p o r eso m i s m o , p e r m i tió q u e la m a y o r a u t o n o m í a de los sujetos c o n t i n u a r a su desarrollo h e r m e n é u t i c o r e d o n d e a n d o constelaciones cada vez m e n o s instintivas, al p u n t o de dar vida a u n proceso (o transición civil) de insospechada trascendencia histórica. La baja sociedad civil p u d o así dar algunos pasos significativos desde su instintiva resistencia callejera a la sapiente autogestión de la sobrevivencia local. D e la imagen de sí m i s m o c o m o individuo-masa y masa reivindicativa, a la de actor participative en la defensa y desarrollo de la 'vida' local. La a u t o n o m í a civil fue así encendida y reforzada t a n t o por la m e m o r i a protagónica
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de la resistencia (grabada a fuego como una real 'gesta' contrafactual) como por la memoria protagónica de la gestión autónoma y asociada de la identidad local (grabada como 'otra' gesta contrafactual). La 'generación popular de los 80' integró ambas gestas en una sola memoria 'mítica, que no sólo integró los bólidos factuales de la dictadura, sino también, y sobre todo, su recordar juntos, su oralidad hermenéutica, sus proezas comunitarias, su rabia y la vida compartidas; es decir: el poder de su acción 'soberana'. Allí, en esa constelación mnémica, no tuvieron cabida ni héroes políticos ni héroes militares (excepto como anti-héroes) sino, sólo, anónimos héroes sociales. Locales. De población. Como tal, inspiró la (exitosa) contrafactualidad de resistencia, y la no menos exitosa contrafactualidad de sobrevivencia. IV. Fase 1992 y siguiente Bombardeo de leyes y decretos 'buenos' que no tienen como origen, sin embargo, un 'hombre bueno' como en la constelación histórica 1936-1973, dado que el Mercado (que, en el recuerdo de las masas populares, nunca se ha constituido como hombre bueno) predomina sobre el Estado (que sí podría constituirse). Por ello, las leyes buenas hablan pero no convencen. La incredulidad hermenéutica de la masa popular se corresponde biunívocamente con la ilegitimidad del aparato legal impuesto por los poderes fácticos. Y también con la baja capacidad del Mercado para configurar una oferta satisfactoria a las demandas agregadas de los individuos. Sobre todo en el plano laboral. La memoria social tiende a no distinguir entre esta constelación histórica y la anterior, dejando en claro que la 'memoria fresca' de la democracia neoliberal carece de potencialidad para borrar la memoria de la dictadura neoliberal. Más bien, tiende a 'refrescarla'. De consiguiente, la dirección de las operaciones hermenéuticas coincide más bien con la línea de desarrollo del 'heroísmo anónimo'; o sea:
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con la a u t o n o m í a y capacidad autogestionaria de las asociaciones civiles de base. C o m o si la victimidad (que gatillo esa a u t o n o m í a ) aun c o n t i n u a r a , propulsada ahora p o r el discurso a u t o l e g i t i m a n t e de la m i s m a a u t o n o m í a . La integración global de los recuerdos sociales a p u n t a sin d u d a hacia el futuro. C o n f i g u r a n d o u n a m e m o r i a que, de m o d o creciente, se liga más a la lógica de la acción que a la inercial lógica 'objetiva del pasado. La m e m o r i a social 'trabaja' directamente con los m a t e riales fácticos q u e le entrega cada período (constituyendo la ' m e m o r i a fresca'), i n d e p e n d i e n t e m e n t e de lo q u e diga o haga el poder que maneja la ' m e m o r i a oficial'. Pero t a m b i é n , c o m o se d i j o , c o n los ' e s t r a t o s m n é m i c o s ' r e s i d u a l e s d e las constelacions históricas anteriores (que t a m p o c o controla la m e m o r i a oficial). La tendencia de la m e m o r i a social es a n o t o m a r en c u e n t a la política de la m e m o r i a que d o m i n a el presente, sino la m e m o r i a de la política global, desplegada a lo largo del t i e m p o , que da a los sujetos que recuerdan j u n t o s u n a ventaja comparativa. Pero es la utilidad y pertinencia de esta m e m o r i a la que p u e d e convertir esa ventaja comparativa de tipo h e r m e n é u t i c o en u n a ventaja de tipo histórico en la disputa p o r la construcción social de la realidad. En este sentido, es relevante precisar la extensividad real de esta m e m o ria (si incluye todos los estratos m n é m i c o s , o, por olvido esp o n t á n e o o provocado, ha excluido algunos), y la selectividad con q u e actúa respecto de los estratos q u e recuerda. La m e m o r i a social (popular) actual parece configurarse de m o d o tal que excluye, p o r olvido y/o d e s c o n o c i m i e n t o , el estrato m n é m i c o c o r r e s p o n d i e n t e a la Constelación Histórica I (período 1 8 9 0 - 1 9 2 5 ) . Incluye positivamente — e s casi ' m e m o r i a fresca'— el estrato m n é m i c o de la Constelación II (período 1 9 3 6 - 1 9 7 3 ) , pero de m o d o mitificante, pues cambia el signo negativo de la derrota por el signo positivo de la
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mitificación (heroificación nacional de los líden ;•, de la generación del '38, como Salvador Allende, juntos y revueltos con los de la generación del '68, como Miguel Henríquez o Víctor Jara, por ejemplo), con proliferación de símbolos y fetiches recordatorios. La mitificación no debe aquí entenderse como arquetipización, pues las huellas mnémicas de este estrato se asumen hermenéuticamente en su calidad de memoria y en su condición de figuras a respetar, pero no necesariamente como arquetipos a imitar o reproducir. Es evidente que las huellas de este estrato carecen de una 'alta' utilidad en la definición de las acciones contrafactuales de los sujetos autonomizados por el drástico bombardeo de la Constelación III (dictadura neoliberal). En cambio, es notorio que la memoria social actual incluye positivamente el estrato mnémico de las Constelaciones III y IV (neoliberales), en cuanto a la m e m o r i a de la resistencia i n s t i n t i v a y de la acción autogestionaria, con relación a las cuales se configura una suerte de mitificación de héroes anónimos (los mismos sujetos), pero arquetipizando sus conductas. Proceso que es muy notorio, sobre todo, entre las mujeres populares, que desde 1992 tienden a imitarse a sí mismas, según su actuación protagónica anterior a esa fecha. La cuestión clave parece ser la siguiente: ¿es suficiente la hermenéutica mitificadora y arquetipizadora de los estratos correspondientes a los períodos III y IV (neoliberales)? ¿Hasta qué punto esa hermenéutica sigue siendo 'instintiva', oriunda de los hechos presentes, sin apoyo en una extendida y meditada 'memoria para la acción'? ¿Basta la actual hermenéutica social para que, apoyada en ese tipo de memoria, los sujetos y actores puedan operar con proyectos históricos de mediano y largo plazo? La triple mitificación (de las Constelaciones II, III y IV) revela que están dadas los fundamentos positivos para desa-
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rrollar y sistematizar una 'memoria para la acción', pero, tal vez, no están todos los ingredientes para potenciarla, precisamente, como lógica de acción y de futuro, o como poder social constructivo de realidad. Es posible que el 'plus' adicional que se requiere cabe extraerlo de la misma fuerza reactiva, instintiva y espontánea que ha surgió de los sujetos desde 1978, más o menos. Pero puede que eso sea —como ha sido en el pasado— un proceso lento, de tentativa y zigzagueo y, por todo ello, frágil. Puede que eso anime movimientos sociales que hagan el mismo recorrido de los movimientos del pasado, y lleguen al mismo punto de non plus ultra. Pero ¿es esto lo que implica el ya mencionado proceso de transición por abajo?
Plataforma mnémica para el 2000 El estrato mnémico que proporciona bases identitarias de encuadre 'pretérito' para los sujetos y actores (populares) del año 2000 parece estar allí: es la memoria mitificada de la Constelación Histórica II (1936-1973). El estrato mnémico que proporciona bases 'frescas' para la proyección autopoiética y autogestionaria de esos sujetos y actores (populares) también parece estar allí: es la memoria mitificada y arquetipizada de la Constelación III (1978-1992), sobre todo. Se ha configurado, al parecer, una sólida plataforma mnémica y cognitiva para la acción, sobre la cual podrían surgir 'nuevos' movimientos sociales en Chile. La cuestión es, como se dijo, que esa articulación (excepcional) de estratos mnémicos surgió como reacción a la acción fáctica de la fuerza neoliberal. Morigerada ésta por el advenimiento de la transición, la fuerza autogestionaria de
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los movimientos sufrió una merma notoria, pi ro no se ha producido desgaste alguno en la articulación estructural de los estratos mnémicos. De modo que la estimulación 'bi-polar' —patente hasta 1992— puede y debe ser sustituida por una auto-estimulación uni-polar de parte de los sujetos y actores autonomizados por la victimización fáctica y la continuidad legalista. ¿Cómo se puede avanzar en este sentido? Al parecer, hay, cuando menos, dos orientaciones lógicas: 1) impulsar el desarrollo histórico de las 'redes microasociativas' que surgieron espontáneamente en la base social durante las Consteleciones 111 y IV y que hoy vegetan estimuladas a medias por la descentralización centralista del modelo neoliberal, sin vuelo hermenéutico de trascendencia, y 2) impulsar el desarrollo de: a) la información histórica profesional que pueda llenar los vacíos de los bolsones socialrecordatorios; b) las prácticas autoinvestigativas de los actores sociales; c) las instancias autoeducativas de esos mismos actores y, d) las acciones autogestionarias de la baja sociedad civil, tendientes a incrementar su eficiencia en términos de poder y desarrollo local. Es evidente que en la coyuntura actual —dominada por la ausencia del 'hombre bueno'— se requiere trazar y sistematizar una cartografía memorística amplia y completa para reanudar el avance interrumpido en 1992. Entre otras cosas, eso implica profundizar el conocimiento y extender la difusión y discusión del estrato mnémico de la Constelación I (1890-1925), que es el que tiene la mayor similitud con la situación actual y del cual se pueden extraer mayores reflexiones útiles para movimientos sociales que, al entrar el siglo XXI, necesitan operar incrementando al máximo su potencial auto-gestionario. Rescate que necesita ser conectado con una producción teórica autopoiética, que tenga su autoría en los mismos sujetos de carne y hueso. El apoyo técnico-profe-
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sional a la confección de esa cartografía debería ser maximizado, pero en el entendido de que el protagonismo de la operación no radica en los intelectuales sino en los actores de carne y hueso. Los movimientos sociales para el siglo XXI no deberían tener mentores ideológicos, pues, según la memoria de lo realizado por instinto durante las Constelaciones III y IV, los nuevos movimientos necesitarán producir por sí mismos la teoría que les permita construir por sí mismos la realidad que necesitan y proyectan.
Providencia, enero de 1999.
CAPÍTULO XII CIUDADANÍA E HISTORIA ORAL: VIDA, MUERTE Y RESURRECCIÓN '
D e acuerdo a la invitación q u e se me hizo llegar, voy a referirme al sentido, uso y proyecciones de la historia oral, en t a n t o que metodología utilizada — n o sin d e b a t e — p o r ia llamada 'nueva historia'. Es decir: por esa línea de investigación q u e p r o c u r a trabajar la historicidad en t a n t o existe en los actores vivientes de la 'baja sociedad civil actual. C o m o un g e r u n d i o q u e integra d i n á m i c a m e n t e pasado y presente en proyección d e fit turo. N o es fácil centrar la exposición en eso. N o es fácil porque, en parte, se trata d e una o p c i ó n a p a r e n t e m e n t e nueva surgida de u n a matriz científica e x t r a o r d i n a r i a m e n t e vieja, y en parte, t a m b i é n , p o r q u e es u n vastago de nuestro t i e m p o , q u e c o m p a r t e con otros gemelos (idénticos, pero distintos) esa m i s m a opción. M e refiero, con lo s e g u n d o , al hecho de q u e la historia oral de la 'nueva historia es u n a h e r r a m i e n t a semi-colectiva, q u e se c o m p a r t e , no sin cierto tironeo, con
' Transcripción ampliada y corregida de una exposición presentada en el Seminario de Métodos Cualitativos realizado en el Departamento de Sicología, Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, en enero de 1997.Publicada en Proposiciones # 29 (Santiago, 1999. SUR Profesionales).
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otras ciencias sociales: la antropología, la micro-sociología, la sicología social, etc. C o n f i g u r a n d o ese paquete amplio y promiscuo pero gratificante y fértil llamado «metodologías cualitativas». D e este m o d o , tal c o m o ocurrió a comienzos del siglo XIX, la historia oral es hoy una opción metodológica que necesita desplegar u n a guerrilla lateral de definiciones 'contra la vieja Historia, la nueva Sociología y las siempre cualitativas A n t r o p o l o g í a y Sicología Social, para crear un espacio y perfilar mejor su 'identidad' y su específico ' m o d o de o p e r a r ' . ¿Es esto u n resabio de las viejas c o n t i e n d a s neokantianas de fines del siglo XIX, de las q u e brotaron, cual zonas de propiedad privada (no trespassing^^) las ciencias sociales q u e hegemonizaron el siglo XX? ¿O es la lucha de la nueva inter-subjetividad por sobrevivir? En esta exposición haremos un recuento breve de la sorp r e n d e n t e y larga trayectoria de la 'historia oral'; dispararemos algunas a n d a n a d a s identitarias a lado y lado para despejar el c a m i n o p r o p i o q u e para la 'nueva historia' abre este m é t o d o , y c o n c l u i r e m o s e x p o n i e n d o t e s t i m o n i a l m e n t e las conclusiones que hemos derivado de la utilización propia de esta h e r r a m i e n t a .
C o m o se sabe, la 'historia oral' surgió al mismo tiempo y en el mismo proceso que 'la' Historia. Más aun: puede decirse que la ciencia histórica no fue más, en sus comienzos, que lo que fue (y no fue poco) la historia oral. Pues ambas nacieron en el intento realizado por los pueblos de la Antigüedad Clásica para perpetuar
los contenidos de su memoria social, especialmente
los referidos a las hazañas, gestas y proezas efectuadas por ellos mismos, en tanto que 'comunidad' (polis). Ciertamente, con el objetivo de m a n t e n e r y reforzar 'su' identidad y 'su' poder.
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La memoria de esos pueblos se perpetuó, primero, convirtiendo esos recuerdos en una red de transmisiones e intercambios orales. Es decir: en un 'logos' colectivo. Circulante Comunalizado. La oralización comunal de la memoria fue sin duda, la primera forma de objetivación y monumentalización de los recuerdos, pero al mismo tiempo fue una forma recurrente de inter-subjetivación, que modeló la conciencia identitaria. Base fundante, a su vez, de la Política (razón colectiva que intenta desenvolver los objetivos compartidos de la comunidad). Todos los pueblos antiguos se 'civilizaron' desarrollando una razón identitaria y política, anidada en un conjunto de relatos circulantes (los epos), de fuerte permanencia en el tiempo, que usualmente operaron como fundamento supremo de la acción colectiva. De aquí la importancia jerárquica adquirida por los conservadores y reproductores de esos relatos (viejos y poetas de tipo homérico, «weupifes» en el caso del pueblo mapuche). Los fundadores de la ciencia histórica propiamete tal (Heródoto, Lucídides, Polibio, Tito Livio, etc.) no hicieron otra cosa que recoger, de la oralidad identitaria, los relatos estratégicos, y ponerlos por escrito. Fundando, con ello, la metodología clásica de la historia oral. C o m o leales transcriptores de los epos de sus pueblos respectivos, esos historiadores se constituyeron en logógrafos (es decir: en escrituradores del logos comunal del pueblo), y es evidente que su función, inicialmente, consistió en reforzar, mediante la objetivación material de la escritura, la perpetuidad de los contenidos identitarios de su memoria social. En este sentido, la Historia surgió para consolidar los circuitos orales que constituían la identidad y la política de los pueblos antiguos. Pues lo relevante para su memoria social no era la escrituración como tal, ni la archivística como tal, ni la conservación i m p o l u t a del pasado, sino las decisiones o r a l m e n t e consensuadas y la acción colectiva de la comunidad (polis).
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que dependían de la mantención 'adecuada de las tramas identitarias de su memoria. Los historiadores romanos (Tito Livio y Polibio, especialmente) fueron explícitos en señalar que sus transcripciones y relatos historiográficos avalaban las verdades sociales que circulaban oralmente, y que tenían como norte mantener y acrecentar «el poder y la grandeza de Roma». No estaban preocupados, pues, por establecer verdades en sí, objetivas y válidas en general, sino verdades 'política,s'; es decir: útiles al potenciamiento efectivo de la polis. Como factores dinámicos de la acción colectiva. Como instrumentos del 'logos' del pueblo. Es por ello que los trabajos de esos historiadores, a u n q u e fueron historio-gráficos en lo formal (o sea: escriturados para la perpetuidad), en el fondo fueron historio-lógicos (pensados para mantener activo y potente el 'logos' su pueblo). Se comprende que, en esta etapa fundante, la historia oral no se utilizó como una metodología deducida lógicamente del saber escritural, sino inmanente de la lógica del saber oral. No tuvo entonces —como tendría más tarde— ese ominoso rango de método 'auxiliar' del escrituralismo científico, sino el rango 'supremo' de presidir la perpetuación de los intereses identitarios, de largo plazo, del pueblo. Porque la soberanía popular, más que escribir, habla. Y luego, actúa. Sin embargo, la modernización del mundo occidental arrasó con la tradición logográfica. El Estado Moderno (originado en el derecho divino, dinástico, mercantilista o en la razón maquiavélica) atrapó y concentró en sí mismo el logos cívico de la polis, monopolizó la política y desintegró, una a una, las comunidades autónomas del pasado. El Capitalismo M o d e r n o , por su parte, cosmopolitizó la vida social, descomunalizó la polis, e incentivó la individuación consumista de la ciudadanía. Los poderes modernos no do-
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m i n a r o n el m u n d o basados en circuitos orales sino en d o c u m e n t o s escritos. El E s t a d o , ahora centralizado y s o b e r a n o sobre miiltiples c o m u n i d a d e s y naciones de diferente t r a d i ción y lengua, no p u d o basarse en la horizontal oralidad c o m ú n , sino en verticales dictámenes escritos. El M e r c a d o , ext e n d i d o por el m u n d o pero nucleado sobre unos pocos 'centros de cuentas', no p u d o funcionar sin escriturar y archivar los giros y contragiros del dinero. La m e m o r i a social fue aplastada y a r r i n c o n a d a por la irrupción de la c o r r e s p o n d e n c i a mercantil, la archivística, la estadística, las filas de anaqueles y bóvedas subterráneas d o n d e , agazapada, se cobijó la m e m o ria 'pública del Estado y del M e r c a d o m o d e r n o s . La
filosofía
y las ciencias, que hasta allí habían sido, sobre t o d o , dialógicas y peripatéticas, fueron trastornadas p o r la hinchazón de las bibliotecas y el silencio despótico de la lectura. Los libros obligaron a pensar otros libros. La letra, a y u x t a p o n e r otras letras. La oralidad, arrojada en el suelo, se filtró a la alcantarilla. Y con ella, se arrojó también lo más vivo del logos com u n a l y soberano de los pueblos: la interacción cognitiva y política cara-a-cara. Fue a fines del siglo XIX — a p o g e o del capitalismo liber a l — c u a n d o la Historia a n u n c i ó pública y f o r m a l m e n t e su conversión apostólica a la lógica escritural de los nuevos p o deres. Eso fue lo que hicieron Leopold von R a n k e y otros historiadores adictos al ' d o c u m e n t a l i s m o total'. C e m e n t a r o n posiciones epistemológicas, diseñaron metodologías y juraron fidelidad a las verdades de tipo 'objetivo' ( e m u l a n d o las ciencias naturales). Al forjar al acero esas definiciones, creyeron sepultar para siempre las verdades 'logográficas'. Es sorp r e n d e n t e que el m i s m o formalismo vertical y autoritario que caracterizó los centros de p o d e r político y e c o n ó m i c o del m o d e r n i s m o liberal caracterizó t a m b i é n los códigos científicos d e la H i s t o r i a d o c u m e n t a l i s t a , tal c o m o fue
'fundada'
n e o k a n t i a n a m e n t e , a fines del siglo XIX. Los m é t o d o s d o c u -
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mentales y objetivistas de la Historia se convirtieron rápidamente en normas taxativas destinadas a excluir todo asomo de subjetivismo, toda expresión de logos individual o social espontáneo, toda otra verdad que no fuera la construida mediante la 'disciplinada aplicación de 'sus' métodos. Se comprende que la Historia, así construida, no se transformó en matriz hormonal de la opinión pública, sino —junto a las restantes ciencias sociales— en su institutriz, conductora o correctora. O, si se quiere, en una forma usurpatoria de plagio y sustitución. Fue un cambio radical. Una revolución epistemológica. E incluso —tal vez— una inversión copernicana de la soberanía, del logos y la política. La Historia abandonó el epos, la oralidad y la comunidad cívica, y se sentó a la diestra del poder centralizado. ¿Devino en una más de las ciencias del Estado? ¿En 'otro' agente camuflado del Mercado? En todo caso, la Historia asumió de lleno la labor funcionaria de sistematizar, redactar y difundir la enorme masa de datos de la memoria pública moderna. Se hizo letra y polvo en los archivos estatales, en cuyos vericuetos, enredada con esa pálida m u c h e d u m b r e b u r o c r á t i c a de copistas, archivistas, catalogadores, conservadores, paleógrafos, etc. pareció olvidar la sangre y la furia de la historicidad viva. Irremediablemente lejos de la cambiante pero intensamente 'viva' memoria social (que no está atiborrada de 'datos' sino poblada de 'recuerdos'). Todos los modernos historiadores chilenos, desde Diego Barros Arana hasta Sergio Villalobos, de un modo u otro, fuimos formados en la draconiana historia documentalista. Que, desde el siglo pasado, ha clonado —en letra y tinta— la obra y gestas de los centros de poder público. Vayan ustedes a cualquiera Escuela de Historia de cualquiera universidad chilena, y encontrarán, por doquier, la misma tradición predo-
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minante. La misma multisecular sospecha acerca de la historia oral. Acerca del logos popular. Sobre la soberanía cívica. Hasta hace poco tiempo, no tuvimos otra alternativa.
La Historia, como ciencia, nació —como se dijo— confiandida con la historia oral, pero al modernizarse no sólo se apartó de ésta, sino que también la repulsó y arrojó de sí. Con ello, arrojó también «el agua de la vida», la historicidad misma: los sujetos de carne y hueso, la comunidad local, la oralidad ininterrumpida de la vida social, la sociedad civil, etc. Es decir: renunció al presente, cercenando así el plexo fundamental de la temporalidad. Tras jurar adhesión perpetua a la lógica escrita de los poderes modernos, por más de un siglo, la Historia se concentró más en sistematizar las redes de la dominación sistémica que las redes de la historicidad social. Aun hoy, de modo prominente, se sienta a la diestra de la dominación. No fue pues la Historia sino los propios sujetos de carne y hueso los que reinstalaron la historia oral en el escenario académico: fueron los campesinos polacos que emigraron a Estados Unidos los que, por la intensidad de lo vivido, inspiraron a Thomas y Znaniecki su célebre estudio 'oral' de esa migración. Lo que les significó fundar, en los años '20, la «escuela de Chicago» —la primera, la 'buena'—, que, tímidamente, instaló una avanzadilla oral dentro de la mole escritural montada por la Historia, la Sociología y otras ciencias estructuralistas de la época. La avanzadilla se mantuvo en estado larvario, sin crecer ni desarrollarse: el estructuralismo cosmopolita dominante había transformado los sujetos y las comunidades en individuos-masa o en organizaciones rígidas. Pero un invento tecnológico (la cinta magnetofónica y la grabadora) creó un revuelo oral que, aunque no condujo di-
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rectamente a recuperar la 'soberanía que los sujetos, las comunidades y la sociedad civil habían tenido en el pasado, al menos repuso el 'testimonio oral' sobre el tapete de algunas ciencias y en el aire globalizado de las noticias. Podría decirse que, desde 1960, más que la revalorización de los sujetos y las comunidades, fue el perfeccionamiento tecnológico de los medios de comunicación de masa lo que puso en circulación, al lado del vértigo escritura!, el nuevo estatus de la oralidad. De un modo u otro, la 'resurrección' de la oralidad tuvo lugar por referencia al concepto estadístico y estructural de 'masa' más que por la intención de rescatar o potenciar la soberanía de lo subjetivo. Las ciencias sociales (la sociología, la antropología e incluso la sicología social) t e n d i e r o n a desarrollar metodológicamente la nueva oralidad sacando provecho del avance tecnológico, pero conservando la estructuración neokantiana y modernista de sus disciplinas respectivas. La adopción, por tanto, de los métodos o técnicas biográficas, de relatos de vida, historia oral y de otros similares, se realizó en la perspectiva de innovar o de modernizar, pero no de revolucionar. Sin cambio efectivo en los paradigmas académicos. Ninguna de esas ciencias renunció al 'corpus teórico acumulado' que constituía su polo central de referencia, y al cual, como a norte magnético, continuaron dirigiendo todos sus hallazgos. Como testimonio de que el juramento de lealtad hacia la verdad general y objetiva —que gravitaba más allá del mundo revuelto de la vida— no sólo no había sido roto, sino que se había reforzado con el nuevo arsenal de instrumentos. De consiguiente, la nueva oralidad no consideró a los sujetos como sujetos sino como «informantes»; o sea: como meros portadores de 'datos objetívables' titiles para la ciencia. Como portadores de un 'zumo esencial' que podía ser exprimido mediante metodologías adecuadas y transportado escritural o estadísticamente al gran corpus central, desechan-
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d o , c o m o cascara vacía, el resto no-esencial de ios i n f o r m a n tes. A saber: su subjetividad misma. Su p a q u e t e de recuerdos. Su m e m o r i a viva. Su historicidad. Su soberanía. Su futuro. La nueva oralidad tuvo su boom académico: en casi t o das las universidades norteamericanas y en m u c h a s europeas los
métodos
y técnicas
de
la h i s t o r i a
oral
fueron
institucionalizados c o m o cátedras y talleres y sus p r o d u c t o s difundidos en revistas y más tarde en videos, algunas d e las cuales alcanzaron gran difusión y venta. Bajo esta marejada de apariencia 'oral' p r o s p e r a r o n nuevos 'géneros escritos', nuevos estilos descriptivos y nuevos símbolos o representaciones, que oscilaron entre la literatura científica y la
ficción
romántica: historias de la vida cotidiana, relatos de vida, historias locales o regionales, historias testimoniales de grandes sucesos locales, teorías particularistas del desarrollo local, de la subjetividad, del lenguaje, etc. Todo eso de un m o d o tal, q u e da la impresión q u e los poderes centrales, a través de las ciencias sentadas a sus pies, tuvieron a bien acoger, tan magn á n i m a c u a n t o centralizadamente, la infinitesimal micro-particularidad d e la vida, de los sucesos cotidianos y de ...la m o d e r n i d a d . Así, la nueva oralidad insufló u n a segunda vida al viejo estructuralismo y al viejo m o d e r n i s m o . C o n la única c o n d i c i ó n de q u e pasaran de lo macro a lo micro. D e su gigantismo pasado a su liliputismo presente. Los c o n c e p t o s , sin e m b a r g o , no retienen ni detienen la vida, ni m e n o s los sujetos. Y éstos, desde la m i s m a década de los ' 6 0 , no dejaron de r o m p e r los viejos y los nuevos esquemas académicos. Los reventones sociales se sucedieron u n o tras otro: en Estados U n i d o s fue el caso del m o v i m i e n t o negro por los derechos civiles y del m o v i m i e n t o sindical encabezado por Hoffa; en Francia fue el reventón obrero-estudiantil de 1968; en Chile la fatídica asonada p o p u l a r del 2-3 de abril de 1 9 5 7 , etc. La crisis m u n d i a l del fordismo, expío-
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tada en 1982 y el draconiano correctivo neoliberal recetado por el Fondo Monetario Internacional desencadenaron en todo el mundo las llamadas food-riots (revueltas por hambre), que pusieron en jaque, simultáneamente, tanto a los poderes modernos como a los posmodernos. Si los poderes modernos hundían a los sujetos en la densa individuación del hombremasa y los poderes posmodernos (neoliberales) en la pulverizada individuación del hombre-mercado, los movimientos sociales de los '60 y más tarde de los '80 revelaron que, por debajo de toda individuación decretada por los poderes centrales, los 'sujetos' permanecían fieles al sentido colectivo de la acción, unificándose de algún modo por utopías rápidas, imperceptiblemente orales (casi mudas) y por epos que aparecían, por lo comiín, después de su 'abrupta' acción (irrupción) conjunta. La grabadora desencadenó el boom de la nueva oralidad en el mundo académico y en la mass-media, pero los reventones sociales Rieron obligando a políticos y metodológos a devolver, a regañadientes, el rango de 'sujeto' a sus exprimidos 'informantes'. Y estimaron necesario y hasta urgente diseñar a toda prisa «entrevistas en profundidad» para aplicar a sujetos que ya no eran dóciles portadores de 'datos' objetivos, sino díscolos generadores de infecciones inter-subjetivas como autonomía, movimiento social, soberanía, comunidad local, etc. La parsimonia científica perdió su majestad apolínea y arrastró los pies hacia el pasado. A sus fuentes y a su origen. A espaldas de su fe modernista. Pues los procesos de individuación — sobre los que descansaba, a fin de cuentas, esa parsimonia —, en lugar de disolver los sujetos en la misma vertical de su individualidad, terminaron potenciándolos horizontalmente como actores societales. Libres. Cualitativamente incontrolables. Cualitativamente históricos.
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¿Cómo pudo ocurrir eso? ¿Cómo la individuación — destinada a matar a sujetos y comunidades — pudo girar sobre sí en 180 grados y volver sobre sus pasos transformada en imprevistas y atrevidas solidaridades a toda marcha? Durante la década de los '80, en Chile —así como en casi todo el mundo— los procesos ya centenarios de individuación, al ser intensificados por el autoritarismo neoliberal, elevaron la presión a un nivel de ebullición, punto en el que los sujetos eludieron la presión individuante y escaparon en en fuga lateral hacia otros individuos. Iniciando movimientos de reagrupación. Generando espacios de reencuentro. Echando mano del lenguaje, no para elaborar datos y conceptos, sino para intercambiar trozos de memoria, experiencias, percepciones, lazos intersubjetivos y epos colectivos de tiempo presente. Epos que no narraban las proezas de los antepasados, sino la gesta de la vida resistiendo al dolor, la tortura y la muerte. Pues salvaguardando la vida es cuando y donde reverbera en tono mayor la épica de los sujetos. Cuando estalla la antorcha de la subjetividad. ¿Cómo no recordar la gesta de la sobrevivencia? ¿Y cómo no recordar juntos el 'triunfo' de la vida? La derrota político-militar de los sujetos rebeldes —propinada a nombre de la individuación— envió los derrotados, no por cierto a la anonadación total de su vida histórica, sino a su madriguera oral, intersubjetiva, donde no lloraron para siempre su derrota sino, a final de cuentas, el triunfo asociado de su sobrevida. La 'nueva oralidad', inspirada por los campesinos polacos a Thomas y Znaniecki, por los pobres hispanoamericanos a Osear Lewis y por la masa informante a la mass-media y a las ciencias modernizadas, fue así sobrepasada por los reventones de 'baja oralidad' que la instalación draconiana del modelo neoliberal gatillo en todo el mundo. Reventones que, desde las madrigueras mismas de los sujetos derrotados, acri-
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bularon los escritorios de la modernidad liberal y neoliberal, obligándolos a reconocer la presencia y poder del 'logos oral' de la baja sociedad civil de todas partes. La 'baja oralidad' —cuyo estallido puede fecharse en los '80— ha sido la primera contra-marejada del logos popular tras siglos de adormecimiento bajo el dominio escritural de la modernidad. La tínica resurrección masiva del logos intersubjetivo en muchas décadas. El tínico moviiTiicnto que tiende a utilizar directa e históricamente la ancha panoplia de las 'metodologías' orales. En Chile, la primera manifestación sistemática de ese movimiento ocurrió en Chiloé, hacia 1986. Respondiendo a un extraño instinto horizontal, las comunidades chilotas sintieron que debían narrarse a sí mismas las historias que constituían su identidad. Como que había llegado para ellas el tiempo de reconocerse, de nuevo, como comunidades. El obispado de Ancud captó esa inquietud y promovió la investigación. Y todos fueron preguntando y todos fueron entregando, oralmente, el testimonio de sus recuerdos, sin intervención de historiadores académicos. Y todos, como por un instinto ancestral, supieron ser sus propios logógrafos.
4 Al llevar la individuación al punto límite de fusión societal y al mantener constante la ebullición, el poder neoliberal, como el aprendiz de brujo, abrió la Caja de Pandora, y ahora no sabe cómo cerrarla. De este modo, las reagrupaciones y redes de emergencia, pensadas para la sobrevida,
fueron
remachándose en la memoria. Formando experiencia social. Recuerdos de autonom/a. Ensanchando los procesos laterales de micro-asociación. Endureciendo, por tanto, las actitudes de indocilidad y rebeldía. Permitiendo a los sujetos degustar en extensión y profundidad las posibilidades de su subjetivi-
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d a d e inter-subjetividad. T a n t o , que los técnicos del Banco M u n d i a l a n u n c i a r o n , uréii et orbi, el d e s c u b r i m i e n t o más imp o r t a n t e de la m o d e r n i d a d tardía: la elasticidad a t o d a p r u e ba del «capital social». La «resiliencia» a toda p r u e b a de la vida social tensionada al m á x i m o , que es capaz de p r o d u c i r u n «plus» de resistencia, trabajo, acción y p o d e r más allá de t o d a relación m a t e m á t i c a i n s u m o - p r o d u c t o o costo-beneficio. Tanto, q u e juzgó no haber mejor a n t í d o t o contra la p o breza que una sabia asociación contractual entre u n a m i n i m i z a d a « i n v e r s i ó n social» del E s t a d o N e o l i b e r a l y u n a maximizada «resiliencia» del capital social de los pobres. Si la individuación maximizada no produjo u n a m a y o r individuación — c o m o esperaban los brujos liberales— sino la irrupción sorpresiva del capital social, la tendencia ha sido no insistir en la individuación sino en cooptar y utilizar el capital social. Lo q u e implica abrir un frente (limitado) de f o m e n t o a la asociatividad y participación ciudadanas. Lo que implica a su vez r e c o n o c e r la i m p o r t a n c i a de Í o c u a l i t a t i v o ' , la 'oralidad' y del 'logos' propio de la sociedad civil. ¿Se está a b a n d o n a n d o la vieja estrategia escritural de proceder a la individuación infinita de los sujetos? ¿O se sigue haciendo lo m i s m o , pero ahora con m é t o d o s científicos y políticos propios de 'lo oral'? ¿O es que, d e r r o t a d o por la e m p e c i n a d a resistencia microasociada del « m u n d o de la vida», el m o d e l o neoliberal está t r a n s a n d o (forzadamente) con los sujetos de carne y hueso y con t o d a su c o h o r t e societal de energías ciudadanas? De cualquier m o d o , las primitivas madrigueras orales de e n c u e n t r o y resistencia (tan típicas de los años '80) están d a n d o paso a u n proceso de reestructuración o refundación societal del espacio p ú b l i c o , en el q u e tiende a p r i m a r el logos horizontal, el peso oral de la o p i n i ó n pública y la soberanía de la sociedad civil. En Estados U n i d o s , las c o m u n i d a d e s lo-
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cales, reanimadas, exigen por doquier «reinventar el gobierno local», en el sentido de dar mayor participación a la masa ciudadana. Nuevos movimientos de tipo comunitarista aparecen en varios países desarrollados. En los países del antiguo Tercer Mundo diferentes movimientos de raíz localista se mueven con autonomía del sistema político central y al margen de ios partidos, mientras construyen ima ubicua pirámide 'sociocrática' de poder. En Chile, la crisis de rcpresentatividad de ese sistema y la inundante despoiitización de la masa ciudadana han hecho inevitable introducir—en el discurso oral— conceptos reñidos con la instalación escritural del neoliberalismo (patente hoy en el tenso debate sobre el alcance nacional o internacional de las normas legales inscritas en la Constitución de 1980 y en otras leyes posteriores). ¿Cómo entender la contradicción existente entre la textualidad escrita (individuadora) del modelo, y el discurso oral que, hablando de sociedad civil y participación, intenta hoy legitimarlo? ¿Cuál de los polos de esta contradicción e.stá, históricamente, en los hechos, sobreponiéndose al otro? De cualquier modo, sea por la elasticidad resiliente de la socialidad intersubjetiva —cristalizada en el concepto de «capital social»—, o por la desescrituración oportunista de la política neoliberal, la 'baja oralidad' emergió para quedarse. Y no como esa vieja y quebrantada 'oralidad para masas' que brotó desde arriba en la época del fordismo, sino como esa oralidad participativa que brotó de los reventones sociales de los '80. Que no fue ni es, tampoco, esa 'nueva oralidad' que los académicos de esa misma época fordista desarrolllaron como método para estrujar zumo teórico de sus masificados 'informantes'. La actual situación amerita considerar 'lo oral' de un modo d i s t i n t o . Más histórico y menos sociológico o antropológico. Más social y menos político. Desde abajo y
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no desde arriba. En función de «gobernanza» y no de «gobernabilidad».
Nuestra experiencia personal con la historia oral se desarrolló marcada p o r la siguiente situación: hacia 1 9 8 8 - 8 9 era evid e n t e q u e los m é t o d o s cualitativos (entrevistas, grupos de áxscuúón,
focus groups c intervenciones sociológicas) estaban
siendo aplicados a la masa poblacional c o n f o r m e la más p u r a lógica de la 'nueva oralidad'. Es decir: utilizando a los pobladores c o m o informantes u objetos de intervención. Utilizand o la información reunida para engrosar los c ú m u l o s teóricos de cada ciencia, o perfeccionar los escenarios posibles de la transición política de la d i c t a d u r a neoliberal a la democracia neoliberal. O para inducir c o n d u c t a s adecuadas en la masa social a objeto de 'demostrar' hipótesis de conveniencia política. O para 'ilustrar' algunos paradigmas heroicos de lucha. Y así c o m o los políticos neoliberales consideraban al poblador c o m o un m e r o receptor de beneficios («beneficiario»), así el cientista neoliberal usaba a ese m i s m o p o b l a d o r c o m o mero p r o d u c t o r de datos («informante»). Mientras todos ellos se beneficiaban con u n a cuota mayoritaria de la ayuda social extranjera. Para los pobladores, la política y la ciencia daban lugar a u n 'turismo' de paso q u e pasaba sobre ellos y sobre sus problemas e identidades, del q u e p r o n t o t e r m i n a r o n por cansarse: los datos no volvían. Los entrevistadores t a m p o c o . Los políticos, casi n u n c a . ¿Quién no fue a la Población Victoria o a la Villa Francia a nutrirse de datos, de mística o a ofrecer proyectos? ¿Cuál fue el i m p a c t o real de la 'nueva oralidad' practicada p o r los cientistas sociales domiciliados entonces en las O N G s ? ¿ C u á n t a de esa nueva ciencia devino política pública y c u á n t a de esa política pública resolvió de veras los problemas de esas villas y poblaciones?
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Era evidente que, hacia 1989, los pobladores estaban, ya, desencantados. No querían más entrevistas. Ni más historias de vida o talleres orales: ¿quién estaba negociando con quién? Como si fuera poco, tres años después, la transición daba muestras evidentes de que el nuevo Estado no operaba, siquiera, como las desfallecientes ONGs. Que, a decir verdad, ni siquiera estaba interesado en hacer 'turismo local' («por la Bandera, y por La Legua»). Que su interés estratégico planeaba sobre los a m p l i o s espacios mercantiles de la globalización más que sobre las densas madrigueras orales de los «bolsones focalizados de la pobreza». Estaba claro que los reventones sociales de los '80, que pusieron en jaque a la dictadura neoliberal forzando la transición y que reinstalaron en los 'escritorios' la oralidad y acción soberanas de los sujetos, estaban siendo políticamente olvidados y devaluados en los '90, como efecto de la pesada escrituralidad fimdacional de la Constitución neoliberal de 1980. Que fue la que en definitiva inclinó la balanza dentro de la 'transición'. Hacia 1 992 era ya visible para todos el abandono y aislamiento de los sujetos. Sobre todo, de aquellos que, en la década anterior, habían hecho notar patentemente la épica de la subjetividad. Mi pregunta fue, entonces: ¿cómo hacer para que, por lo menos, la ciencia se quedara al lado de esos sujetos? ¿Cómo hacer ciencia de su abandono? ¿Cómo trabajar la 'baja oralidad' en el sentido de potenciar, desde sí misma, el «capital social» que hoy procura capitalizar para sí el Banco Mundial? ¿Cómo trabajar la historicidad de los sujetos en el punto preciso en que desafiaron la dominación escritural de los poderes modernos, restableciendo en los hechos la olvidada pero clásica soberanía comunal de la sociedad civil?
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La primera regla metodológica para una opción científica centrada en los sujetos debía ser, sin d u d a , 'quedarse' al lado de ellos. Permanecer allí, a t o d o trance, c o n t r a viento y marea. Y no sólo permanecer allí, sino 'seguirlo'. Ir con él, d o n d e q u i e ra que fuera. Y, deseablemente, no sólo quedarse ai lado o ir j u n t o a él, sino, t a m b i é n , instalarse 'en' él. 'Ser' él m i s m o . En otras palabras: devenir en su p r o p i o 'logos'. Encarnarse c o m o un m i s m o soplo. O , más simple, subjetivarse en él. Eso equivalía a invertir las prácticas de la 'nueva oralidad': no estrujar al i n f o r m a n t e para llevarse los datos, sin
volver,
sino traer la m e t o d o l o g í a recreándola con y en el sujeto, para h u n d i r l a en él, sin salir. Si lo p r i m e r o equivalía a anular la condición de sujeto del informante para potenciar el corpus general de la ciencia, lo segundo equivale a diluir la c o n d i ción de científico para potenciar el logos social de los sujetos. En el p r i m e r caso la ciencia se iba con los datos, para volver convertida en política pública y d o m i n a c i ó n . En el s e g u n d o , la ciencia se q u e d a p o t e n c i a n d o el logos subjetivo e intersubjetivo para salir convertida en acción social y poder. La verdad, en el p r i m e r caso, necesitaba ser 'objetiva', para ser, p r i m e r o , teoría, y, después, d o m i n a c i ó n . En el s e g u n d o , necesita ser, c o n s t a n t e m e n t e , u n principio subjetivo para la acción social e histórica eficiente. Para u n ejercicio p l e n o , de libertad y p r o d u c t i v i d a d . La primera, se ' i m p o n e ' políticam e n t e desde sí misma. La segunda, se 'construye' socialmente, en los hechos. ¿ C ó m o llevar esa regla m e t o d o l ó g i c a m í n i m a a la práctica? Sin d u d a , era preciso trabajar con el principio m o t o r de los sujetos: su 'experiencia'. Su m e m o r i a histórica. Q u e son (o es) las q u e presiden, r e g u l a r m e n t e , sus decisiones, actitudes y c o n d u c t a s . Las que c o n t i e n e n los e l e m e n t o s constituti-
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vos, pasados y presentes, de su identidad. O de su proyecto de existencia. La experiencia subjetiva (o memoria histórica) es en todo momento 'social' e intersubjetiva, y opera como un principio dinámico que cambia y se acomoda para presidir y justificar la conducta. De ser así, esa experiencia o memoria no sólo podía ser trabajada para exprimirle uno a uno sus rectierdos, como si fuera un saco lleno de 'datos', sino también en función de su propio rol dinámico, como flexible promotor de conductas. Como capital social potenciable y repotenciable. O como una batería histórica susceptible de ser cargada y recargada. Cabía plantearse la hipótesis de si la experiencia o memoria operaba como ese promotor de conductas, entonces era posible plantearse también la posibilidad de incrementar su rendimiento en ese sentido. O sea: su desempeño histórico. Su trabajo efectivo en la línea de historicidad del o los sujetos. Como sujeto individual y/o como grupo, red, asociación o comunidad. Si los poderes centrales incrementan su rendimiento de dominación sistematizando su pasado y reflexionando sobre él (que es el rol oficial de 'la' Ciencia Histórica) ¿por qué el sujeto individual o los grupales no pueden hacer lo mismo, para existir mejor, para rebelarse o, incluso, para dominar? La memoria social es, sin duda, un instrumento dinámico esencialmente perfectible. Entre otras cosas, porque es abigarrada y cambiante. Recordar es un ejercicio espontáneo de libre albedrío que todo sujeto, día a día, realiza conforme le parece mejor y en función de su interés coyuntural. Nadie lo obliga a hacerlo sistemáticamente. Pero todo indica que, en tanto ejercicio productor de presente y futuro, podría y hasta cierto punto debería ser sistemático. Que puede y debe, en ciertas c i r c u n s t a n c i a s , hacerse de m o d o rigoroso y metodológico. No en términos de una intervención externa o de un despliegue disciplinante de dominación (á la Foucault), sino como un ejercicio autopoiético, como una auto-proyec-
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ción histórica con capacidad para «producir realidad exterior». Pues ¿qué ocurre cuando los sujetos no tienen organizados sus recuerdos para la acción sino más bien para la inacción? ¿O cuando no los tienen organizados, o sólo de manera defectuosa? Lo normal entonces es que esos sujetos no dominen su propia experiencia, ni puedan construir en torno a ellos la realidad que quisieran. ¿Y qué ocurriría si una memoria subjetiva caótica o maniática es reorganizada en términos de un principio historiológico para la acción? ¿Podría aumentar su rendimiento 'productivo'? Quisimos experimentar estas ideas en la práctica. Y lo hicimos no una sino muchas veces. En ocasiones, de modo directo y personal. En otras, a través del trabajo de ayudantes, tesistas o de alumnos. Es imposible exponer aquí todos los resultados, caso a caso. Ni convendría 'teorizar' en general sobre ellos. Bástenos exponer un par de experiencias, realizados ambos por tesistas que operaron 'esta' manera de entender la 'historia oral'. A través de una de ellas se logró aislar, de modo patente, la naturaleza del «capital social». A través de la otra, se pudo apreciar la capacidad de los sujetos para sistematizar su memoria histórica y rectificar su relación con el mundo. La primera experiencia la ha estado realizando en la comuna de Cerrillos, desde hace casi tres años, Graciela Muñoz, como proyecto central de su tesis de Maestría en Ciencias Sociales (Universidad ARCIS). Se trata de un estudio de la historicidad de los pobladores que ocuparon y compraron los terrenos baldíos que se denominaban Parcela 2 1 , donde diseñaron y construyeron por sí mismos sus casas, calles y el equipamiento urbano básico (agua, luz, canchas, etc.). En su mayoría, eran chacareros de la zona, que fueron desplazados por la crisis económica de comienzos de los años '70. Es notable que su cultura original se aplicó al momento de
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autogestionar su nuevo e m p l a z a m i e n t o : los sitios que trazaron fueron amplios para dar lugar al cultivo de pequeñas chacras, de animales, a la construcción de ladrillos, etc. C a b e precisar q u e la Parcela 21 estaba siendo destinada a la extracción de áridos c u a n d o fue c o m p r a d a por los ex-chacareros. D e m o d o q u e t o d o su p e r í m e t r o estaba lleno de hoyos, q u e fueron usados por los camioneros, c l a n d e s t i n a m e n t e , c o m o vertederos de basura. En el centro de ese círculo de hoyos y basurales, la Parcela 21 surgió c o m o u n a isla, de la cual sólo se podía salir por un estrecho y polvoriento c a m i n o . En apariencia, la Parcela era una nítida expresión de la extrema p o breza urbana. Graciela llegó allí con la expresa recomendación de entrar para 'quedarse' (en el sentido relacional, n o físico). Se dio a conocer y explicó su proyecto. M i r ó , observó, preguntó. Realizó múltiples entrevistas, la mitad para saber de la historia de la población, la mitad para saber (en profundidad) de las historias de vida de sus pobladores. Pernoctó en sus casas, para saber de su vida cotidiana. Realizó encuestas. Confeccionó la cartografía del tráfico de personas, para det e r m i n a r los espacios públicos, comunales y privados. Interesó a los pobladores en investigar su p r o p i a historia, a cuyo efecto organizó un Taller de Historia q u e trabajó más de 20 sesiones a fin de 'concordar' un texto básico, que recogiese los hechos y recuerdos más i m p o r t a n t e s . El texto dejó a la vista la presencia de una ' c o m u n i d a d ' con capacidad para 'producir' la realidad que deseaba a su alrededor. Los pobladores tomaron conciencia de ello, y concientes de ello plantearon con fuerza sus d e m a n d a s al Ministerio de la Vivienda (que quería erradicarlos por tratarse de terrenos blandos, de relleno, inadecuados para viviendas sociales). La investigación — c o n vertida en autoinvestigación— se proyectó c o m o planificación de la lucha 'contra' el Ministerio. La lucha consistía, sobre t o d o , en que la c o m u n i d a d quería seguir siendo c o m u n i d a d . Q u e , si
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tenía que ser erradicada, tenía que serlo «como comunidad», y radicada c o m o tal en su nuevo emplazamiento. El hallazgo principal del trabajo de Graciela fue el hecho de q u e la c o m u n i d a d de la Parcela 21 n o sólo sabía c o n s t r u i r casas, canchas, ladrillos y materiales de construcción, sino también actuar c o m o c o m u n i d a d con respecto a sí misma: podía acordar y vigilar su propia c o n d u c t a , educar a sus hijos, dosificar el trabajo y la sociabilidad. El resultado concreto de ello fue la absoluta ausencia de alcoholismo, droga y delincuencia d e n t r o de la población. Los niños y niñas jugaban en la calle hasta las 10 u 11 de la n o c h e , sin luz, reconociéndose sólo por sus voces. D e un m o d o u otro, todos se sentían tranquilos, confiados, felices. Los jóvenes buscaban pareja fuera o d e n t r o de la población, pero vivían c o m o allegados d e n t r o de las espaciosas casas construidas por sus padres, l o d o s apreciaban por sobre todo la seguridad y la convivencia. La gente dialogaba p e r m a n e n t e m e n t e entre sí, d e n tro de sus casas y fuera de ellas. Una densa red oral unía p o r d e n t r o y a lo a n c h o y largo, la Parcela 2 1 . Graciela ' e n t r ó ' t a m b i é n en la vecina Villa Los Presidentes, q u e h a b í a sido c o n s t r u i d a p a r a d i s t i n t o s g r u p o s d e erradicados. Era preciso mirar la Parcela 21 desde d e n t r o y desde fuera, desde sí misma y también c o m p a r a t i v a m e n t e . La Villa Los Presidentes es u n a población heterogénea, sin historia c o m ú n , sin organizaciones vecinales estables. H a y alcoholismo, drogadicción y delincuencia, razón por la que los pobladores se sienten inseguros. Todos tienden a refugiarse en sus casas. A las niñas se les p r o h i b e salir. N o hay grupos mixtos de niños j u g a n d o en las calles. Las redes orales están fragmentadas, aprisionadas puertas a d e n t r o . N a d i e está seguro de poder construir, puertas afuera, la realidad que desean. Graciela descubrió p r o n t o q u e la conciencia histórica de los pobladores de la Parcela 21 n o era sólo orgullo de pasa-
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do o confiada alegría de presente, sino también actitud de lucha hacia el futuro. Ella fue invitada a participar en esa lucha. Lo hizo. Y se triunfó: a fines de 1998, los pobladores fueron instalados, como comunidad, en una villa próxima a la de Los Presidentes. Pero no fueron los únicos: habían también otros grupos. Graciela —que es ya una amiga reconocida por todos— recogió sus actuales sentimientos: «estamos inseguros, porque en las manzanas vecinas hay drogadicción y delincuentes; hemos perdido nuestra seguridad, la posibilidad de tener chacras, animales, de hacer ladrillos; los niños no juegan en las calles sino defitro de las casas...». ¿Cómo seguirá la lucha de la comunidad autolormada en la Parcela 21? ¿Prevalecerán sobre ella los poderes de la individuación? ¿Corroerá la inseguridad callejera los lazos comunitarios tejidos desde dentro? Esto, aun no puede saberse. Lo que Graciela sí sabe es que, por ello mismo, es preciso quedarse junto a ellos... Edith Rebolledo trabajó por más de dos años la historia de vida de Sara, una pobladora de Peñalolén. Era su tesis de Licenciatura en Sociología (Universidad ARCIS). Como Graciela, su desiderátum metodológico fue permanecer junto a Sara y lograr que Sara asumiera por sí misma la investigación. Edith la conoció en un taller de desarrollo social y quedó impresionada por su fuerza y laboriosidad. Y más aun por su asertividad. Sara era la mayor de 12 hermanos, con un padre alcohólico y una madre enferma. Pronto Sara tuvo que hacerse cargo de todos sus hermanos. No pudo estudiar. Se vino a Santiago sólo cuando sus hermanos estaban crecidos. Fue obrera, empleada doméstica. Se casó, y como madre y dueña de casa, trabajó en las ollas comunes y luchó contra la dictadura. Asistió a cursos, se desarrolló como mujer y líder vecinal. Devino pronto en un prototipo de la «nueva ciudadanía». Llegó a tener un cargo directivo en la organización metropolitana de pobladores y un visión clara de las luchas
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sociales. La crisis de los 80 la endureció y agrandó. A su marido, en c a m b i o , la crisis lo marginalizó y destruyó: se hizo alcohólico. Sara lo echó de su lado y se q u e d ó con la casa y los hijos. Después de 1990, con el cambio de régimen, Sara se transformó en u n a exitosa microempresaria, lo que transformó a sus ex-camaradas de lucha en sus asalariadas. La democracia le significó a ella no c o n t i n u a r desarrollando sus liderazgo solidario sino su calidad de patrona, empresaria y su habilidad para operar en el mercado. El m o d e l o neoliberal, a la larga (o sea, en su fase democrática) deterioró su resiliencia subjetiva, su capital social interior, incluso su m i c r o c o m u n i d a d familiar. Edith entrevistó a Sara en p r o f u n d i d a d , dos, tres, diez veces: se hicieron amigas. Sara asumió su rol de co-investigadora. Pero E d i t h entrevistó en profundidad, t a m b i é n , al marido de Sara, a su madre, a sus hijos, a sus ex-camaradas, a sus 'socias' en la m i c r o e m p r e s a , etc. E d i t h recorrió t o d o s los vericuetos de la red social, cartográfica, de Sara. Pronto q u e d ó a la vista que la trayectoria histórica de Sara, luego de ir en 'alza' (o sea, con fuerte capacidad de producir realidad a su alrededor), ingresó en un ciclo de 'baja (con decreciente capacidad para controlar las resbaladizas relaciones de mercado). La dictadura neoliberal había fogueado la identidad c o m u n i t a ria d e Sara, p e r o el m e r c a d o p r o t e c t o r de la d e m o c r a c i a neoliberal deterioró esa identidad y la reemplazó por u n a incipiente crisis ética, familiar y política. La amistad (y la investigación) entre Sara y Edith se tensó, al pasar sobre los baches de esa crisis. La investigación c o m e n z ó a descubrir terreno de fondo, pedregoso, hiriente. E d i t h enfrentó u n a d u d a ¿debía c o n t i n u a r j u n t o a Sara? Por un t i e m p o , se a p a r t ó . Pero la reflexión historiológica de Sara siguió su p r o p i o curso. Tras un t i e m p o , la llamó: «no puedes irte, el trabajo hay que continuarlo». Sobre t o d o , p o r q u e ahora era más complejo, puesto que la democracia era u n 'enemigo' más solapado y sibilino.
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Edith terminó su tesis. Dio su examen final. El «trabajo» de ambas es ahora más esporádico, pero Sara, con una visión —según ella— enriquecida, lo continúa...
7 Es evidente que la 'historia oral' que se instala junto al sujeto para que éste potencie su logos histórico plantea un serie de problemas epistemológicos, metodológicos y éticos. Un problema de tipo epistemológico es, por ejemplo, si el rango de ciencia se pierde por el hecho de instalarse como un dispositivo interno de las relaciones sociales cotidianas entre sujetos (o cuando el investigador se transforma en sujeto cotidiano durante el proceso de 'trabajo'). Problema que puede ser irrelevante si se plantea lo inverso: si el rango de sujeto cotidiano se pierde por el hecho de recordar (y actuar a partir de los recuerdos) de manera sistemática y metodológica. En el fondo, el problema radica en si los 'roles' e 'identidades' de investigador e investigado pueden intercambiarse o integrarse, para beneficio de ambos. Para 'socializar' (o democratizar) el proceso científico. Y para incrementar por esa vía la eficacia de la productividad subjetiva e intersubjetiva. Un problema de tipo metodológico podría ocurrir si las 'mentiras' subjetivas, por ejemplo, pueden inundar y determinar el relato acordado entre los concurrentes a la investigación (relato que puede ser verbal o escrito, en prosa o verso, en letra o imagen, cerrado o abierto, etc.), lo que puede ser facilitado por el lazo de amistad que habitualmente surge entre esos concurrentes. Pero este problema sólo es relevante si esas 'mentiras' reducen la eficiencia de las (buenas) acciones del sujeto, y si se han realizado entrevistas sólo al sujeto protagónico. Si la verdad objetiva es levemente 'adaptada' para incrementar la eficacia en la acción subjetiva, entonces el pro-
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b l e m a es m e n o r (en este m é t o d o la verdad objetiva no es d r a c o n i a n a m e n t e impositiva). Y si el investigador entrevista no sólo al sujeto p r o t a g ó n i c o sino al m á x i m o de sujetos instalados en su red social fundamental, entonces la mentira 'grave' puede ser descubierta, rectificada y eliminada. C a b e señalar que la verdad subjetiva debe completarse con la verdad intersubjetiva, social y refleja de cada sujeto p r o t a g ó n i c o . N o existen 'individuos' desocializados, fuera de toda red. Y m e nos para la historia oral historicista. Un p r o b l e m a de tipo ético puede presentarse si se estim a que la historia oral así e n t e n d i d a es u n a 'intervención' y una posible manipulación del sujeto estudiado. Q u e esto p u e de reproducir el verticalismo de la ciencia social n e o k a n t i a n a , estructuraiista y fordista. El p u n t o es, sin d u d a , debatible e interesante. Pero la cuestión es: en una relación microasociativa entre sujetos, la posible influencia de un amigo sobre otro —ejercida en función de esa a m i s t a d — ¿es legítima o ilegítima? C u a n d o los sujetos, en el m o m e n t o en que la d o minación sistcmica a u m e n t a a niveles críticos, se u n e n entre sí solidarizando unos con otros, influyéndose m u t u a m e n t e a partir de sus (comunes) experiencias respectivas ¿es esa solidaridad legítima o ilegítima? Parece claro que la solidaridad entre sujetos es u n sistema ida y vuelta de influencias recíprocas. Q u e es precisamente de esta red de influencias recíprocas de d o n d e b r o t a la elasticidad de la vida y la resiliencia del capital social. Si esto es así ¿por q u é — e n t o n c e s — no trabajar esa red metodológicamente? ¿Por qué no hacer de ella u n 'trabajo' científico social? T a n t o más, si el grueso de la baja sociedad civil chilena parece haber hallado en esa red u n sustituto más atractivo y ventajoso q u e la ya vieja y gastada p ó c i m a de disciplinarse bajo las n o r m a s escritas del m i s m o viejo sistema de d o m i n a ción. C u a n d o la 'baja oralidad', en t o d o el m u n d o , explora
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caminos laterales plenamente sociocráticos para disputar con el modelo neoliberal la adecuada producción de la realidad circundante. Pues no hay duda que está en desarrollo un nuevo conflicto, en el que cada vez más sujetos deciden acompañarse entre sí para no ser, de nuevo, vencidos.
Macul, enero de /í'í'Z (versión oral) Providencia, enero de 1999 (versión escrita)
CAPITULO XIII MEMORIA HISTÓRICA Y CAPITAL SOCIAL^
1 Movimiento social popular en Chile: emergencias y subsidencias N u e s t r a aproximación al c o n c e p t o de capital social deviene de u n a larga investigación en historia social popular. D e b i e r a agregar al m i s m o t i e m p o que nuestro interés en este sentido tiene q u e ver no sólo con u n a caracterización meticulosa de ese c o n c e p t o y con su aplicación a u n a c o y u n t u r a d e t e r m i n a da, sino, sobre t o d o , con procesos histórico-sociales de larga d u r a c i ó n . Por eso el p r o b l e m a del capital social lo vemos est r e c h a m e n t e vinculado a los cambios q u e ocurren en la cara interna del m o v i m i e n t o social popular, el q u e nos parece radicalmente distinto de los otros movimientos sociales que existen en la sociedad global. Al estudiar los m o v i m i e n t o s realizados p o r «la clase p o pular chilena», p u d i m o s observar varias situaciones significativas que, al analizarlas en la larga d u r a c i ó n , t e n d í a n a apare' Transcripción corregida de una exposición efectuada en CEPAL para el Seminario sobre Capital Social. Julio de 2000. Publicado en J.Durston &C F.Miranda (Comp.): Capital social y políticas públicas en Chile (Santiago, 2 0 0 1 . CEPAL), vol. I.
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cer y repetirse periódicamente, pero que, al restringir la óptica de observación a ciclos de corta duración, esas situaciones o fenómenos tendían a desaparecer. Constamos así que el movimiento social popular, ai ser examinado en una perspectiva de largo plazo, aparece efectuando periódicas emergencias o irrupciones en el espacio público y en la esfera de lo político, revistiendo distintas formas y niveles de organización, con o sin discurso o proyecto, configurando 'episodios' de agitación social y 'reventones' que han producido diversos grados de desestabilización del sistema institucional. Sin embargo, además de estos episodios de emergencia del movimiento social popular, identificamos 'períodos' en que los sectores populares desaparecen del espacio público y se sumergen en lo que hemos llamado fases de suhsidencia. Cuando esto último ocurre, los teóricos y los políticos ya no hablan de "agitación social", "subversión del orden público" y otros términos, sino de "refiujo del movimiento de masas", de "despolitización", "apatía ciudadana", "fragmentación" y de otras expresiones que, en general, se vincidan con el concepto de "anomia social". Normalmente las Ciencias Sociales, la Sociología, las Ciencias Políticas, la Antropología y, sobre todo, la Historia (particularmente la historia social tradicional y la historiografía marxista) se han concentrado sólo en las fases de emergencia del movimiento social, descuidando el estudio de lo que ocurre con estos sectores en los períodos de subsidencia o, como los llama Melucci, de «invisibilización». De este modo, sobre un período de larga duración, podríamos trazar una línea fronteriza, por encima de la cual reluce lo político, lo estatal, el espacio público, lo nacional, lo institucional y lo escritural, mientras por debajo subyace, oscuramente, lo social, lo privado, lo subjetivo, lo comunitario, lo intersubjetivo y lo oral. Comenzamos a trabajar en
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esta última d i m e n s i ó n , p o r q u e nos pareció q u e el m o v i m i e n to social es tan social y tan m o v i m i e n t o c u a n d o i r r u m p e en el espacio de lo público y lo político, q u e c u a n d o subyace en estados de subjctivación, privatización y alejamiento a p a r e n te de lo p ú b l i c o . N o s pareció q u e era t a n m o v i m i e n t o y t a n social lo q u e se presenta c o m o u n conflicto objetivo y político, t r a m i t a d o i n s t i t u c i o n a l m e n t e , c o m o lo q u e se sumerge c o m o un conflicto subjetivo o intersubjetivo, q u e se expresa a través de actitudes y c o n d u c t a s privadas, no necesariamente "racionales con arreglo a fines", no organizacionales, ni necesariamente políticas, sino a través de actitudes, lenguajes e interacciones q u e requieren de 'otro' código interpretativo, d i s t i n t o al q u e u s u a l m e n t e usan las Ciencias Sociales y la P o lítica. C o n s i d e r a m o s q u e el 'capital social', en t a n t o q u e fenóm e n o social c histórico — n o c o m o p u r o c o n c e p t o — se origina, desarrolla y potencia en los procesos q u e ocurren en los períodos de subsidencia del m o v i m i e n t o popular, más q u e en los episodios de emergencia.
Movimientos y transformaciones en el período de subsidencia Constatamos que los períodos de subsidencia, normalmente, tienen lugar después de una derrota político-militar del movimiento social popular, o después de una crisis económico social mayor. Es preciso tener presente que, en Chile, el sistema político, regularmente, no ha tenido capacidad para manejar los "reventones sociales" que producen las emergencias del movimiento popular; no, al menos, mediante los recursos normales del mismo sistema político. Normalmente, ha teni-
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do que echar mano a medios extra-parlamentarios y extrapolíticos: la represión policial y militar. Como si esos reventones no fueran reventones ciudadanos, sino de algún infiltrado "enemigo interno". Es que el sistema político chileno nunca ha incorporado mecanismos institucionales de participación ciudadana en la toma de decisiones públicas. La ausencia de esos mecanismos ha llevado al movimiento popular a acumular rabia sorda, impotencia, y a expresar ese polvorín interno a través de ex abruptos: los "reventones sociales". Tal vez la única excepción en este sentido fue la Ley de Comuna Autónoma de 1891, que permitió a las Asambleas Comunales de Electores gobernar soberanamente el poder municipal. Fue abolida en 1914, cuando la élite política se dio cuenta de que el artículo pertinente estaba siendo utilizado por las sociedades mutuales y mancomúnales —siguiendo los instructivos de Luis Emilio Recabarren— para tomarse el poder municipal y, a través de éste, la economía comunal. Es lo que ocurrió en Valparaíso hacia 1900 y en Tocopilla, poco después. Las posibilidades que ese mecanismo de participación abrió para el desarrollo del poder ciudadano y popular fueron tales, que la clase política sintió amenazado su monopolio profesional de la política, y nunca más incluyó cláusulas participativas en las leyes fundamentales del país. En consecuencia, no habiendo mecanismos de participación, y estando los mecanismos de representación viciados por diversos mecanismos espurios de votación —en Chile estos mecanismos han ido desde la negación de la ciudadanía al bajo pueblo y a las mujeres, el robo de los documentos que habilitaban para votar, pasando por el cohecho universal, el voto calificado, hasta los sistemas binominales de la actualidad—, la respuesta política normal a los exabruptos ciudadanos ha sido la represión, no sólo policial y judicial, sino, principalmente, militar. De ello dan testimonio suficiente las diversas seguidillas de masacres que han proliferado en la histo-
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riade Chile: en el período oligárquico autoritario (1828, 1832, 1848, 1851 y 1859), en el período oligárquico parlamentario (1890, 1903, 1905, 1906, 1907 y 1919), en el período democrático liberal (1922, 1924, 1931, 1934 y 1938) y aun en el período democrático populista (1946, 1949, 1955, 1962, 1966 y 1969). No mencionaremos el período neoliberal (1973-1990). Es sintomático que la represión haya terminado, en todos esos casos, siendo militar. Como si ése fuera un recurso 'político' normal para casos que se estiman 'de excepción'. La recurrencia de este procedimiento se debe, tal vez, a que en el siglo pasado siempre las asonadas populares rebasaron la defensa judicial y policial del sistema, obligando a los gobierno de turno a echar mano del Ejército en formación de batalla contra las masas ciudadanas alzadas. Como si el legítimo alzamiento ciudadano fuera un deleznable 'enemigo interno'. Las Fuerzas Armadas, en Chile, han sido regularmente el factor o la fuerza que ha devuelto el movimiento social popular a su redil social y local. Realizando de hecho una 'pacificación ciudadana' que no ha producido otro resultado que enriquecer aun más los complejos procesos sociales, culturales e históricos que tienen lugar en los períodos de subsidencia. Al estudiar esos períodos, se detectan allí varios movimientos y acomodaciones de gran interés. En primer lugar, encontramos diversos ^roceíoí de reagrupación local, similares a lo que Jesús Ibañez llama «movimiento de reagrupación». Se trata de la multiplicación y desarrollo de diversos tipos de los lazos microasociativos, espontáneos, no estatutarios y diferentes a lo que habitualmente se entiende por 'organización'. Se les puede adscribir a lo que Aristóteles señalaba respecto a los lazos de amistad, de afecto y a los valores fundamentales, todos los cuales se tejen como relaciones cara a cara, de modo intersubjetivo. A menudo esos lazos se tejen en un mismo lugar de derrota, en un mismo momento de desesperanza y
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marginación, y también en la misma decisión de salir' al espacio público. Constituyen ese tipo de relación que estaba en la base del concepto griego de homonoia; esto es: de 'concordia', una situación de identificación colectiva y im sentimiento social que es el fundamento sobre el cual puede surgir la soberanía ' c o m u n i t a r i a . O , lo q u e es lo m i s m o : 'republicana'. Las formas asociativas a las que nos referimos no se mueven sobre el plano público y a nivel nacional, sino en el plano vecinal y local. M e n c i o n e m o s tres o cuatro de ellas, al paso, entre tantas otras que se podrían niencionar: está el caso de las «montoneras» del siglo pasado, o el de los "cuatreros", o las infinitas "gavillas de peones", o las "colleras de trabajadores", los grupos de " h e r m a n i t o s " que c o m b a t í a n en algún batallón del Ejército del siglo XIX, etc. Todas ellas formaron parte de un m o v i m i e n t o social que no fue a s u m i d o ni tratad o , ni c o m o m o v i m i e n t o c i u d a d a n o ni c o m o acción legítima d e n t r o del espacio público. La Historia Oficial no las incluye en sus páginas. Y sin e m b a r g o , sin ellas, ni se habría p o d i d o convertir Chile en el primer exportador m u n d i a l de cobre, ni se habría p o d i d o ganar ("a bayoneta calada") la guerra del Pacífico, ni se habrían p o d i d o ocupar los territorios salitreros del N o r t e G r a n d e ni los territorios ganadero.s de la Patagonia. Ni se habrían producido la llamada "gue:rra a muerte" de 1819 a 1 8 3 2 , ni los alzamientos sociales de 1851 o 1859Por otro lado, observamos la aparición de lo que hoy en día se llaman espacios sociales, es decir: lugares de convergencia y reunión de individuos y grupos marginales. Se trata norm a l m e n t e d e espacios 'móviles', pues se constituyen d o n d e quiera que se j u n t e n esos sujetos. N o son necesariamente espacios físicos. D e cualquier m o d o , el espacio en sí está constituido p o r la red de interacción y, sobre t o d o , p o r el intercambio oral. En ellos se habla, se canta, se trabaja, se bebe, se come y se hace el amor. La oralidad, en ellos, tiende a ocupar
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un rol central, a través de la cual se intercambia información, recuerdos, datos, s e n t i m i e n t o y odios. La reagrupación toma vida y fuerza d e n t r o de estos espacios. Cabe u n a m e n c i ó n especial a la intensificación de la oralidad, en t a n t o a través de ésta se van creando nuevas formas expresivas, nuevas palabras e imágenes. En los espacios de refugio, el lenguaje p o p u l a r cambia y se enriquece. Y a través de él comienzan a fluir nuevas representaciones, leyendas, derroteros, mitos y héroes de todo tipo. Podría decirse q u e la oralidad, en ese contexto, a m p a r a y prohija el desarrollo de una suerte de m e n t a l i d a d mágica. Pero es un hecho q u e ésta constituye, precisamente p o r eso, un crisol flexible en el q u e se reconstruyen las identidades y la conciencia colectiva. D u r a n t e los períodos de subsidencia, la m e m o r i a p o p u l a r se carga de u n a intensa y no necesariamente objetiva ' m e m o r i a asociativa', constituida de recuerdos amables de sociabilidad, de elementos mágicos entrecruzados, de imágenes y palabras socializadas; es decir: un piso cultural que opera c o m o fund a m e n t o sano para el florecimiento de u n a nueva i d e n t i d a d colectiva. El tercer e l e m e n t o q u e e n c o n t r a m o s en la fase d e subsidencia es, p o r t a n t o , ei q u e se refiere a la c o n s t a n t e reconstrucción de la identidad popular. D u r a n t e esa fase, c u a n d o el sistema central ya no p r o p o r c i o n a iclentidades o no genera los canales para q u e las identidades se constituyan dentro de las celdillas del sistema, los sectores populares t i e n d e n a construir p o r sí m i s m o s , a pulso, 'identidades expresivas', marginales, que no deben confundirse con las identidades de tipo estructural. Casi todos los extranjeros q u e en el siglo X I X observaron la sociedad chilena coincidieron en señalar q u e los personajes populares estaban d o t a d o s de u n fuerte carácter p r o p i o , a la inversa de los individuos de clase alta, q u e sólo eran pálidos reflejos de la cultura europea. En este senti-
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do, los rotos aparecían como gigantescos consiructores de identidad, ante los cuales los oligarcas parecían enanos. Si se escribiera la historia de la identidad nacional, es muy probable, pues, que ¡a Historia Oficial quedara cabeza abajo, pues la clase popular está en condiciones de mostrar una recargadísima galería de 'característicos' personajes populares, todos con una intensa odisea constructora de identidad por detrás. Aunque ninguno de ellos haya inscrito su nombre entre los fundadores y refundadores del Estado o del Mercado nacionales. Quisiera hacer mención de, cuando menos, uno de los espacios populares en torno al cual se gestaron las identidades populares del siglo pasado. Se trata de aquel espacio que las mujeres solas y abandonadas conformaron bajo el nombre de «chingana». Como ellas no fueron vagabundas, ni "se echaron a recorrer el mundo" (excepto cuando se fueron a California durante el siglo pasado), tendieron a 'arrancharse' y a subsistir vendiendo comida, alojamiento, sociabilidad, baile y música a los «rotos» que pasaban. O a la marinería extranjera que bajaba a puerto. Siendo un poderoso foco de reunión e intercambio de identidades, la «chingana» entró en un ciclo de transformaciones, convirtiéndose en «fonda» a fines del siglo XIX y en «quinta de recreo» durante la primera mitad del siglo XX. Como fue comercial y culturalmente exitosa, los sectores medios y altos se la apropiaron (por lo primero) y se 'vistieron' con ella (por lo segundo, ya que necesitaban 'emular' lo popular para dar contenido cultural a su ambigua pero dominante 'identidad nacional), dando para ellos razones morales, de urbanización y de modernidad. Lo interesante es que la chingana fue un punto de atracción para todas las identidades volantes y vagabundas de la clase popular, un lugar de desenfada auto-expresividad, de intenso intercambio oral, todo ello condimentado con comida, alcohol, baile, canto y sexo. Las mujeres abandonadas hicieron de
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su rancho u n a "chingana" para sobrevivir, pero la c h i n g a n a se convirtió a su vez en un abierto y hospitalario hogar para t o d a la masa de rotos q u e d e a m b u l a b a p o r el país. Fue u n a especie de gran m a t r i m o n i o del pueblo con el p u e b l o , u n lugareño carnaval de i d e n t i d a d al q u e confluían t o d o s los p e o nes y trabajadores que no podían casarse (vagabundeaban para e n c o n t r a r e m p l e o o para escapar de la justicia o de las levas militares) y las mujeres q u e , "cargadas de niños", necesitaban sobrevivir. Allí se a n u d a b a n , a u n q u e por algunas horas o u n día o dos, todas las hebras de las extensas redes q u e c o m p o nían el m o v i m i e n t o p o p u l a r de entonces. Tras esos m o m e n tos q u e d a b a n , c o m o es natural, enjambres de "niños huachos". Desde entonces, los huachos han c o m p u e s t o la mayoría emergente en la clase p o p u l a r chilena (hasta el día de hoy), y han sido los que, t a m b i é n , han m a r c a d o a fuego el gran desafío histórica de esa clase: c ó m o construir, en ausencia d e padre o madre, a contrapelo del sistema social, pero en presencia del c o n j u n t o de la clase popular, u n proyecto aceptable de identidad. Señalo esto no por afán de plantear algo p i n t o r e s c o , sino p o r q u e el capital social en su forma más p u r a , más prístina y originaria surge de la forma c ó m o los niños h u a c h o s resuelven
ese
problema.
Esto,
que
lo
observamos
clarísimamente en el siglo XIX, lo observamos t a m b i é n en la investigación q u e realizamos en Rancagua, a la q u e me voy a referir más adelante. En consecuencia, en los períodos de s u m e r g i m i e n t o del m o v i m i e n t o social, la articulación convergente de m o v i m i e n tos de reagrupación, de oralidad intensificada, de c o n s t i t u ción de múltiples 'espacios sociales' y miles de afluentes c o n s tructores de i d e n t i d a d , dio lugar al desarrollo d e p o t e n t e s núcleos o colchones culturales e identitarios, q u e p e r m i t i ó a los sujetos populares adquirir visiones c o m p a r t i d a s , o p i n i o nes conjuntas, críticas masivas y a c o m p a ñ a m i e n t o suficiente c o m o para t o m a r decisiones grupales, realizar acciones colee-
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tivas e i n u n d a r la sociedad principal con una marejada de procesos auíogestionados.
La variedad de esos •procesos fue casi
infinita, pues incluyó desde la delincuencia hasta el arte y el lenguaje, pasando p o r la insolencia, el desacato y un ensordecedor 'silencio político'. La historia popular de la subsidencia aflora por capilaridad natural a la superficie, p r o d u c i e n d o b o r b o t o n e s de distinto tipo en distintos lugares, fenómenos q u e no son reconocidos c o m o 'históricos' por la élite dirigente mientras no se revisten de objetivos políticos. Pero su i n u n dación c o n t i n ú a , p o r q u e va c o n s t r u y e n d o identidades expresivas d o n d e no había nada, tejido e c o n ó m i c o informal d o n d e no había n i n g u n o , redes básicas de sociedad civil d o n d e sólo había marginación, sujetos y actores históricos d o n d e sólo se a c u m u l a b a victimización, transgresiones d o n d e se creyó que había sólo derrota, c u l t u r a viva d o n d e n o llegaba la c u l t u r a i m p o r t a d a , etc. Más aun: esc avance se realiza c o n s o l i d a n d o en su retaguardia una poderosa e inamovible memoria
social
que se o p o n e , c o n t r a p o n e y disuelve la frágil M e m o r i a Oficial. No se trata, pues, de oleadas simples, sin raigambre, producto sólo de los infaltables "agitadores externos" o de los no tnenos oinnipresentes "antisociales", sino de tuovimientos que han gestado larga, paciente y anchurosamente su retorno al espacio piiblico al que, al menos por legitimidad (no por represión), pertenecen. Y el que, por lo m i s m o , es su norte p e r m a n e n t e y su ley gravitacional natural. Atracción magnética o lazo filial q u e ninguna represión, por sangrienta que fuere, podrá anular y eliminar. Y es por eso que, así c o m o se registran varias seguidillas de masacres, un cierto tiempo después de éstas observamos la presencia de sucesivas irrupciones
populares
en el espacio público: entre 1819 y 1832, entre 1834 y 1837, 1846-1852, 1888-1890, 1900-1907, 1908-1925,1931-1932, 1 9 4 6 - 1 9 5 5 , 1 9 6 7 - 1 9 7 3 y 1 9 8 2 - 1 9 8 9 . ¿Cómo explicar ese 'obsesivo' retorno después de cada 'obsesiva expulsión?
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Así fuimos poco a poco derivando hacia la necesidad de a c u ñ a r algún c o n c e p t o capaz d e dar c u e n t a d e esa indoblegable capacidad de retorno. A los historiadores no nos gusta c o n s t r u i r c o n c e p t o s de obsesiva 'univocidad' o pretenciosa 'operacionalidad'. Las definiciones 'unívocas' no son históricas, y las 'operacionales' están más ligadas a la lógica del p o der y la d o m i n a c i ó n que a la de los m o v i m i e n t o s sociales. La capacidad popular de sobrevivir en la pobreza y la marginación y de construir sobre ellas la fuerza histórica necesaria para volver, c o m o m o n o porfiado, al escenario piiblico del q u e tan v i o l e n t a m e n t e se la expulsa, merece tener un ' n o m b r e ' (no necesariamente u n concepto formal). A u n q u e más no sea para construir un lenguaje y u n discurso alternativo al que rige o justifica los actos represivos que la excluyen. P o d e m o s llamar a esa capacidad, por ejemplo, "capital social", o no. P o d e m o s llamarla de cualquier manera, siempre y c u a n d o no se pierda de vista el f e n ó m e n o real, su variabilidad y su especificidad de cada caso. Pues no existen en historia 'procesos generales'. Si c o n c o r d a m o s en llamar a eso 'capital social', entonces deb e m o s eo ipso aceptar t a m b i é n que el capital social tiende a surgir al interior de un proceso d e t e r m i n a d o y después de un acto m a r g i n a d o r específico. C a d a proceso, cada i d e n t i d a d local, cada c o m u n i d a d y cada g r u p o tiene un capital social específico que está ligado a u n a m e m o r i a social específica. Y la especificidad de esta m e m o r i a radica en que p u e d e contener más o m e n o s recuerdos de p r o t a g o n i s m o , más o m e n o s s e n t i m i e n t o de derrota y fatalismo, más o m e n o s percepción de c o n j u n t o sobre lo propio y sobre lo ajeno, y más o menos convicción de q u e lo que la m e m o r i a 'concluye' volcándose al futuro en t é r m i n o s de acción política. El paso de la derrota a la irrupción de retorno implica u n a (lenta) transformación de esa m e m o r i a social, pues, para q u e ésta se convierta en un capital social volcado a la acción, tienen q u e sobreponerse en aquélla los recuerdos propios de la reagrupación a los recuerdos propios de la m a r g i n a c i ó n ; o sea: los de la fuerza propia
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por sobre los de la fuerza alienadora. La historia interna de la memoria es lenta, como todo proceso cidtural. Puede ser, por largas etapas, un lastre difícil de sobrellevar, pero también puede convertirse, andando el tiempo, en un wo¿or explosivo, difícil de contener. La historia del capital social parece tener, pues, mucho que ver con la evolución interna de la memoria social. Hemos llegado a la conclusión que la 'memoria social' y la 'memoria popular' son temas más importantes que el de 'capital social', porque lo que éste tíltimo pueda hacer, como instrumento activo a partir de una sedimentación estática, va a depender de cómo haya evolucionado y cómo esté organizada la memoria social y popular. En realidad, la memoria histórica es la gran matriz de todas las criaturas identitarias que engendra el movimiento popular para sobrevivir como seres humanos y como ciudadanos en un sistema social en el que, más a menudo que no, se le asume como un incómodo 'enemigo interno'. Es éste, por tanto, el concepto matlre del subconcepio de 'capital social'.
Tipos de memoria histórica y origen del capital social En los sectores populares la memoria es fundamentalmente un resumen 'interpretado' de la experiencia empírica acumulada en ellos. Recalco lo de empírico porque actualmente se habla mucho de "la producción social de la realidad" y porque no son pocos (sobre todo en Chile) los que estiman que la producción de la realidad no es social en sí misma sino, sólo, en tanto "los símbolos" son los verdaderos productores de ella. Hay muchos intelectuales que, con toda seriedad, so-
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breponen el simbolismo y la realidad virtual al peso posible de la realidad empírica. Y algunos han dicho que la "novela" y la "telenovela" han sustituido a la Ciencia Social. Mientras otros sostienen que a los niños debe enseñársele lo que el pensamiento oficial estima como posible y necesario para mantener la "gobernabilidad". Pero a nosotros, los historiadores sociales, nos parece que en un niño "en riesgo social" (como se llama hoy a los "niños huachos" que viven en y de la calle) pesa más la realidad cinpírica que la virtual, y el frío y el desamparo más que los símbolos dispersos de la post-modernidad. O el robo y la droga más que los 'principios' que rigen el "desarrollo neoliberal" por sobre la utopía populista de la "igualdad". A nosotros, que estudiamos la historia popular, nos parece que la exclusión, la represión, la tortura, la muerte, el hambre, etc. son feroces constituyentes empíricos de la realidad y tremendos configuradores de 'memoria social'. Nada más empírico y menos simbólico en la historia que ser 'víctima' de todo eso. La vicíimización, en tanto inminencia de muerte física, es una experiencia límite, integral, que 'marca la memoria de cada sujeto de manera tai, que todo 'lo virtual' (por ejemplo, las explicaciones, los discursos y los recuerdos 'oficiales') resulta externo, indigerible o masticable a medias. Tornándolo 'rebotable'. No anula —sólo flotará encima— los procesos internos de esa memoria. Y si es toda una clase popular la que es victimizada, la memoria rebalsará todos los límites del recuerdo individual y se volcará caudalosamente sobre los espacios orales y de reagrupación de los afectados. En estos espacios, esa memoria puede permanecer por mucho tiempo, quizás —incluso— para siempre, con períodos de adormecimiento aparente y períodos de explosivo despertar. Puedo citar aquí un artículo que denominamos «Voluntad política de matar, voluntad social de recordar» relativo a la masacre de la Escuela Santa María de 1907. Y fue a propósito de que, casi un siglo después, treinta mil personas subimos desde Iquique a la Pampa para escuchar la Cantata Santa
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María en versión del actual Quilapayún. 'Simbólicamente', tras el escenario natural, se encendió la vieja chimenea de la oficina Santa Laura. S i m b ó l i c a m e n t e , era el fuego 'siemprevivo' de la memoria social. Era el fantasma chispeante de las treinta mil personas que, noventa años antes, habían 'bajado', desde la Pampa a Iquique, disruptivamente, para protestar por la violencia 'empírica' que los patrones estaban ejerciendo sobre todos ellos. Violencia que ya había atiborrado en demasía a su memoria. Se sintieron entonces compelidos a hacer valer, en el espacio público de Iquique, su condición de seres humanos y de ciudadanos. Y, claro, fueron masacrados. La memoria popular está formada, en su mayor parte, por la experiencia empírica de la historia. Pero sobre esta opera la 'interpretación' de los hechos que la componen. Interpretación que puede ser, al comienzo, individual y puramente subjetiva, pero que, a la larga, inevitablemente, termina siendo grupal, social y comunitaria, siguiendo el mapa expansivo de la oralidad. Es el continuo ejercicio de la interpretación y la reinterpretación el que va convirtiendo la memoria social, de ser un mero recipiente inerte de recuerdos violentos y puramente empíricos, en una memoria flexible orientada a la acción. A lo largo de este proceso, el sentido interpretativo tiende a pesar más que el peso inerte de lo puramente empírico. Y el sujeto social en disposición a actuar tiende a primar por sobre la mera víctima. El recuerdo se hace más sujeto y menos objeto. La verdad objetiva —tan cara a los cientistas sociales del siglo XIX— comienza a ser trascendida por la verdad de la acción, que ya no es preterizante sino proyectante. No formalmente cerrada sino histórica y socialmente abierta. Es por eso que, por ejemplo, el pueblo mapuche entiende y maneja su h i s t o r i a en un s e n t i d o d o m i n a n t e m e n t e interpretativo, no objetivo, de un modo que tiende a discrepar de la historia mapuche estudiada y contada por los historiadores profesionales.
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H a c e un t i e m p o atrás hicimos u n a investigación en la c o m u n a de San Miguel con el objetivo de q u e los pobladores recordaran c ó m o había sido el gobierno local en lo que se llamó «la república de San Miguel», d u r a n t e la época de los «Palesrro». P r i m e r o hicimos u n video sobre lo que fue la historia de San Miguel en ese período y luego lo m o s t r a m o s con el fin de abrir u n debate, para q u e pudieran c o m p a r a r lo q u e fi.ie ese gobierno local populista, con el gobierno neoliberal d e fines de ios o c h e n t a y comienzos de los noventa. Y nos e n c o n t r a m o s con u n a gran sorpresa: las mujeres se negaron t e r m i n a n t e m e n t e a hablar sobre el período de la U n i d a d Popular, sobre los años sesenta y setenta, y echaron por tierra t o d a nuestra metodología. Al ver el video lloraron, se e m o cionaron y se negaron a hablar de ese pasado. Hasta que u n a señora, ante nuestro desconcierto, dijo: «es q u e la historia, para nosotras, c o m e n z ó con Pinochet». Les p r e g u n t a m o s «ah, ¿son pinochetistas?». «No, de n i n g u n a manera. Lo que ocurre dijo la señora en c u e s t i ó n — es que, desde P i n o c h e t para acá, nosotras las mujeres h e m o s estado unidas, y hoy constit u i m o s una sola fiaerza. Antes de P i n o c h e t estábamos divididas y nos peleábamos por esto, por lo otro, p o r q u e tú eres de otro p a r t i d o , tú no eres de este G o b i e r n o , etc.». Su memoria, sin d u d a , no se regía p o r principios objetivistas, sino por los de la acción. H a b í a n evolucionado más de lo que nosotros sospechábamos. Algo similar nos dijo un día u n a werkena, c u a n d o yo le p r e g u n t é «¿por q u é tú eres werkena?». M e respondió: «porq u e se s u p o n e que las mujeres pertenecen a la estructura de poder». M e sorprendió p o r q u e yo pensaba — l o m i s m o q u e los cronistas de la colonia y los historiadores profesionales— q u e las mujeres d e la sociedad m a p u c h e sólo tenían roles serviles y no de poder, excepto la machi. E n t o n c e s ella agregó: «siempre las mujeres h e m o s estado en la estructura de poder; lo q u e ocurre es q u e si aceptamos c o m o válida esa historia
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antigua, cuando las mujeres estábamos subordinadas, estaríamos entonces diluyendo y debilitando la actual estructura, de poder». Esto nos convenció de que existen diversos tipos de memoria en general y, según su grado de evolución interna, varios tipos incluso de memoria social. En primer lugar, existe una memoria retrospectiva que se ancla y fija en un hecho o determinado grupo de hechos. Que retorna obsesivamente a ese punto, configurando conductas rituales, puramente rememorativas, con acciones de sentido litúrgico que, pese a su valor humano, son convenientes para el sistema de dominación, ya que este comportamiento produce esterilización histórica de los recuerdos, con acciones que el sistema puede controlar y reprimir también de modo ritual. Surge así un movimiento ritual atado a otro movimiento contra-ritual, anulándose entre sí como proceso histórico global. Generando un statu quo. Vean ustedes lo que ocurre en las efemérides del día 4 o del día I 1 de Septiembre con relación a Salvador Allende, o en el Día del Joven Combatiente con relación a los hermanos Vergara: en ambos casos se escenifican hechos históricos rituales (escaramuzas con la policía) que, si bien mantienen presentes a determinados recuerdos, su rememoración no implica avance neto en el proceso histórico global. Lo mismo ocurre en ciertas historias de vida, donde un hecho de frustración, derrota o desilusión genera sentimiento fatalistas que desarman la energía que mira hacia el futuro. Es un tipo de memoria que se mira a sí misma en circuito lastimero, inspirando romerías al cementerio, consagración de 'lugares santos', levantamiento de mitos e ídolos de carácter cada vez más simbólico, cultura pública de la muerte, martirologios, etc. Son, sin duda, sellos de identidad, pero no, todavía, impulso histórico. Se observa también una memoria volcada hacia la acción, como la de los mapuches o de las mujeres de San Miguel,
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quienes, a c t u a n d o con adecuada
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flexibilidad
interpretativa
respecto a los hechos 'objetivos' de su pasado, se descuelj;an de éste para construir, con él, u n a verdad factual
propia,
cuyo
á m b i t o de construcción n o es el pasado sino el futuro. En este caso, el pasado y los recuerdos — s e a n éstos de derrota o de é x i t o — actiian c o m o propelentes d e n t r o de los actores q u e p r o d u c e n historia nueva. Se detectó un tercer tipo de m e m o r i a a través de u n estudio realizado entre los pobladores de Cerro Navia, p o r u n a parte, y sobre un g r u p o de pinochetistas, por otro. M i e n tras los pobladores d e m o s t r a r o n tener u n a m e m o r i a configurada en t o r n o a una serie de acciones prolagónicas
que ellos
habían realizado en la década de 1 97Ü (sacaban los cadáveres q u e traía el M a p o c h o y los sepultaban en su territorio, arriesg a n d o u n a posible represión), de tal m o d o que ellos mismos o c u p a b a n el rol heroico central en sus relatos históricos; los seguidores de P i n o c h e t , por el contrario, d e m o s t r a r o n tener u n a iriemoria configurada en t o r n o a las acciones realizadas p o r un otro (Pinochet) que absorbía en sí m i s m o no sólo t o d o el p r o t a g o n i s m o , sino también la historicidad. Se trataba, al parecer, de u n a memoria protagónica
con u n a p r o p e n s i ó n in-
trínseca a la acción autogestionada, en contraposición a o t r a memoria cesarista, con clara propensión a actuar alienadamente siguiendo el liderazgo de un h o m b r e o ídolo superior (César, B o n a p a r t e , Hitler, etc.).
Poder hermenéutico y posibilidad metodológica Al descubrir todos estos tipos de memoria y sus impactos diferentes en la acción, surgieron algunas preguntas obvias: ¿es
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posible intervenir en la memoria social, sobre todo cuando está volcada hacia el pasado, anulando su potencial de acción? ¿Es posible resistematizar esa memoria a través de apropiados métodos interactivos, a efecto de reorientarla hacia la acción? ¿Es posible desanclarla de los hechos de derrota y uncirla al recuerdo de hechos exitosos? Es una pregunta por la posibilidad de una intervención y la oportunidad de una metodología. Avala esta pregunta el hecho - -ampliamente observado— de que sobre la memoria subjetiva y social opera una capacidad o poder absolutamente inalienable, que no es otro que la soberanía que tienen todos los sujetos vivos (populares, en especial) para interpretar a su modo todo lo que hay en su memoria. Es un poder hcrmenéutico, privativo de cada sujeto, especialmente de los que han sido una y otra vez victimizados por el sistema dominante. Es el poder y la libertad para, en primer lugar, recordar, y en segundo lugar, para recordar como me parezca mejor. Como para decir: lo que yo decido recordar, no se olvida, y yo interpreto esos recuerdos 'según me duelen o según me gustan'. El poder hcrmenéutico es precisamente el que permite liberarse de la tiranía obsesiva de los recuerdos y el que permite tejer el fundamento mnémico (memorístico) de las actitudes y conductas que se proyectan al futuro. En consecuencia, hay aquí una posibilidad de intervención y un espacio o tránsito en el cual se puede operar metodológicamente. Desde hace como diez años hemos estado aplicando tal metodología, en historias de vida individuales y grupales, nunca en gran escala. Fundamentalmente, el método consiste en que la persona o el grupo involucrado cuenta su historia tal cual quiere contarla, para luego devolvérsela y retrabajarla por dos o más veces consecutivas, o las veces que fuese necesario, con el fin de ir poniendo énfasis en la línea de hechos recordables que mejor pueden desembocar en la propensión a actuar. Quebrando el sentido reverso de
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los s e n t i m i e n t o s de 'fatalidad'. Lo q u e nos ha q u e d a d o claro después de estos trabajos es q u e c u a n d o se transcribe la historia de vida de alguien q u e ha creído estar siempre fuera d e la historia, y se la devuelve al i n v o l u c r a d o , el resultado inevitable h a n sido dos cosas: el q u i e b r e e m o c i o n a l , en algún m o m e n t o , del actor q u e entrega su t e s t i m o n i o (la m e m o r i a casi siempre está reclusa, p o r q u e nadie o m u y pocos atiend e n y se interesan en su descarga total) y, el c u l m i n a r la experiencia, la i r r u p c i ó n de u n a estado de júbilo o de o p t i m i s m o general, que lleva n a t u r a l m e n t e al actor involucrado a preguntar (se): «Y b u e n o : ¿qué es lo que viene ahora? ¿ Q u é hago, qué p u e d o hacer yo?». Y del pasado pasamos a estudiar lo problemas del presente y del presente pasamos a examinar los proyectos posibles de acción. Es una metodología que opera o r a l m e n t e d e n t r o de los flujos y esquemas interpretativos de la m e m o r i a social, y permanece allí hasta t a n t o se logre reorientar esos flujos y esquemas. Y hasta c u a n d o el actor opere m e t o d o l ó g i c a m e n t e sobre sí m i s m o . Es u n a metodología que trabaja del m i s m o m o d o con q u e lo hace el 'espacio social u oral' sobre los recuerdos de todos, sólo que, en este caso, se trabaja c u a n d o esos espacios, o n o han existido para ciertos sujetos, o c u a n d o existiend o , su trabajo no ha sido completo ni suficiente. Pues, a decir verdad, en la historia popular no sólo ha existido siempre capital social, sino también prácticas metodológicas naturales que son las que han favorecido su aparición y desarrollo. La naturaleza empírica originaria de la m e m o r i a social, la soberanía individual y colectiva de su p o d e r h e r m e n é u t i c o y la a u t o d e t e r m i n a c i ó n de la acción a futuro, h a n sido y son los elementos q u e confluyen en la p r o d u c c i ó n y desarrollo del capital social en los sectores populares. Y son los 'mecanismos' históricos que trabajan activamente en las (largas) fases de subsidencia del m o v i m i e n t o social popular. Son los que
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hacen posible la aparición por doquier de múltiples identidades expresivas, de intemperie (como 'desierto florido') donde no llegan las identidades estructurales; los que hacen brotar redes de sociedad civil donde no había sino marginación, y cultura viva, social y h u m a n a allí d o n d e no llega la mercantilizada cultura importada. Son los qtie llenan a los pobres, pese a su pobreza y marginalidad, de orgullo propio, de altanería, de creatividad y de espíritu carnavalesco. En suma; de potencial rebelde. Son las raíces que nutren las oleadas de bajo fondo que irrumpen en la superficie de modo incomprensible para las élites que dominan esa superficie. Generando, casi siempre, miedo elitario. Miedo a lo que se origina en otra parte, en un submundo inferior, en las sombras. A lo que amenaza de nuevo, pese a todas las represiones anteriores. La historia del capital social (popular) debiera escribirse en paralelo con la historia del miedo (burgués). De ese viejo miedo de los "vecinos notables" (como se llamaban en la Colonia) al saqueo por parte de los miles de rotos que merodeaban siempre la Ciudad. Miedo que ha impedido que esos vecinos notables traten a esos rotos como a conciudadanos y no como a 'enemigos emergiendo de las sombras'.
La sociedad civil popular del sur Y poniente de Rancagua: conclusiones generales de una investigación Todo esto es lo que teníamos en mente cuando hicimos la investigación sobre la sociedad civil popular de Rancagua durante el año 98. Los testimonios recogidos, de un modo u otro, verificaron lo anteriormente dicho. Pero observamos también un fenómeno adicional que nos pareció de gran interés. Yes que las 'identidades expresivas' que los pobres cons-
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truyen a pulso roturando terreno desértico producen, sobre sus creadores, un efecto embriagador similar a las memorias que se encierran en sí mismas para funcionar de modo ritual y litúrgico. Y es que la identidad auto-construida y auto-gestionada puede ser tan 'rica' (desde el punto de vista de los esfuerzos realizados, las micro-victorias obtenidas y la cantidad de habilidades desarrolladas) que puede generar sentimientos de auto-complacencia históricamente estática. A menudo, los sectores populares con mayor vida tienden a emborracharse con su propia identidad, aturdiéndose en el goce de la misma. La "concordia" se autocelebra. La cultura resultante de lo propio se vuelve para sí misma una suerte de carnaval. La fiesta de lo logrado puede ser para muchos una recompensa suficiente, que se sobrepone al dolor de lo no logrado. Tanto asi que se deíiene el tránsito desde lo social y lo cultural hacia lo político y lo nacional. Desde la red social hacia la o r g a n i z a c i ó n , desde la c o m u n i d a d hacia la corporatividad. Y desde la rebeldía pura hacíala capacidad legislativa capaz de reconstruir el sistema social como conjunto, revirtiendo la dominación. Ese tránsito ha demostrado ser el verdadero «talón de Aquiles» de los movimientos populares. Por eso nos interesa el capital social no sólo en tanto constituye sinergia local (la que está dada en esos movimientos casi por naturaleza) sino, sobre todo, en tanto permita continuar el camino hacia lo político. No sólo como ese factor que hace florecer los movimientos, sino como el que los hace madurar en su destino real: construyendo nuevos sistemas o reconstruyendo los viejos. Pues, mientras los sectores populares no construyan Estado y mientras no legislen sus propios intereses, el estudio del capital social no será otra cosa que 'otro' divertimento teórico para intelectuales, u 'otro' mecanismo que sumar al arsenal de la gobernabilidad. Como conclusión de nuestra investigación en Rancagua podemos plantear que la memoria social en las comunidades
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populares está hoy fragmentada. Identificamos una memoria social de las mujeres adultas: ellas han logrado tener casa, luchando, tomándose el terreno y registrando una larga historia de participación en las organizaciones locales y en proyectos del Municipio. Por otra parte, los hombres adultos —después de su exclusión del espacio sindical y político— han constituido una memoria de participación e identidad local ligada a los clubes de barrio, donde han organizado actividades para todas las edades y han aprendido a manejar recursos y discurso éticos hacia la juventud. Y estas dos memorias aparecen divorciadas de la 'memoria frágil e inconclusa de los jóvenes (reducida a la actividad de sus grupos de esquina). Y existe una especie de alianza entre los pobladores adultos y la policía local (incentivada ahora por las políticas de "seguridad ciudadana") 'contra los espacios sociales y orales de los jóvenes; cuya actividad constructiva de capital social e identidad expresiva queda así sujeta a sospecha y a razzias policiales frecuentes, so pretexto de la droga y la delincuencia. Esto introduce una cufia en los procesos internos de la comunidad local, impidiendo la integración de las memorias y por tanto de los actores. Esto dificulta, como es obvio, el surgimiento de movimientos sociales comunales, capaces de ocupar de modo creciente los espacios públicos. Por su parte, los niños tienen más una memoria ajena (de lo que son o no son sus padres, de lo que es y no es su hogar, etc.) que una propia, razón por la que crecen algo alienados, realizando acciones de fuerte impacto autodestructivo: abandonan los estudios propios para trabajar y solidarizar con la crisis laboral de sus padres, se van a la calle a construir identidades expresivas y alternativas a falta de otros rumbos a su alcance, etc. De cualquier modo, ellos actúan por solidaridad (con los padres o con ellos mismos) y, además, generan en torno suyo acciones solidarias de todo tipo (los viejos, los jóvenes de esquina, las profesoras, etc. todos solidarizan con los "cabros chicos"). Entonces los niños reproducen tejido solidario en
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un doble s e n t i d o ; es decir: son los p r o m o t o r e s germinantes de la p r o d u c c i ó n de capital social básico. Es cierto que, no bien los cabros chicos se convierten en cabros jóvenes esa solidaridad interna, c o m u n a l , se termina, y los viejos — c o m o se d i j o — o p t a n por buscar la alianza de la policía c o n t r a el riesgo incontrolable que plantean los jóvenes de esquina. Sin e m b a r g o , si hay algiin p u n t o d o n d e es posible comenzar a trabajar sistemática y masivamente el capital social, es con los niños llamados "en situación de riesgo". Y aquí está t o d o p o r hacer.
La Reina, mayo 6 de
2001.
CAPITULO XIV LA NUEVA HISTORIA Y LOS NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES^
Lo que aquí vamos a plantear respecto al t e m a (o problema) d e los m o v i m i e n t o s sociales n o lo d e d u c i r e m o s de la Teoría, o de conceptos generales, de la estática o de la d i n á m i c a social, sino de lo q u e la nueva historia social\\2L logrado detectar en el plano de los sectores populares y de la baja sociedad civil en general. Tal vez es c o n v e n i e n t e señalar p o r a n t i c i p a d o q u e la Historia trabaja m u y poco con conceptos teóricos puros. La investigación histórica tiende a adherirse a la piel de los p r o cesos, a trabajar — p o r decirlo de esta m a n e r a — con la realid a d particular y concreta en movimiento.
Es su 'diferencia es-
pecífica'. Esta adhesión irrestricta a esa forma de a p r e h e n d e r la realidad t o r n a dificultoso, p o r eso, la utilización de c o n ceptos generales, las definiciones teóricas duras y otras abstracciones. Y torna enojosa también su relación con la política formal, en t a n t o ésta se debe más a 'lo general y estático' q u e a lo 'particular y en m o v i m i e n t o ' .
El presente texto corresponde a un extracto (revisado) de la exposición efectuada en noviembre del 2001 en el Scminano Interno del Departamento de Sociología de la Universidad Cardenal Silva Henríquez, sobre los "Movimientos Sociales en la Sociedad Chilena Contemporánea". Publicada en Revista Chilena, de Temas Sociológicos 8:4 (Santiago, 2002. UCSH), pp. 253-266.
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LA NUEVA HISTORIA
Estar apegado a la realidad en su m o v i m i e n t o no lleva a trabajar con conceptos puros, sino con 'nombres'; es decir, con las voces y signos que los propios sujetos históricos o actores sociales usan para designar esa realidad, designarse a sí mismos o a los cambios q u e van o c u r r i e n d o a su alrededor. Antes que construir d e p u r a d o s conceptos, los sujetos históricos dan n o m b r e s o sobrenombres a t o d o lo qtie se ve y se mueve, los cuales, m u y a m e n u d o , no constituyen una definición, sino, sólo, u n a palabra. Por esta razón, se puede afirmar q u e la Historia no tiene u n a 'jerga científica', im diccionario para iniciados o un código semántico q u e sólo conocen los e n t e n d i d o s . Esto le permite al h'istonador
dialogar con los
actores sociales, pasados o presentes y, por lo m i s m o , asumir su lenguaje, su voz y su perspectiva. Por esta característica — m u y resaltada en la " N u e v a Historia" q u e se ha desarrollado en C h i l e desde 1 9 8 5 , más o m e n o s
los historia-
dores p u e d e n entrar en el debate teórico o público desde u n a perspectiva inesperada: la de los sujetos corrientes, no la de los profesionales de la élite académica. La Historia puede ser una ciencia m u y noble, en t a n t o se m a n t i e n e t o d o el t i e m p o j u n t o a los sujetos, lealmente apegada a sus experiencias y perspectivas, u s a n d o , incluso, su propia voz. La Llistoria puede ser la voz a m p l i a d a de los q u e tienen poca voz, o n i n g u n a . Puede ser la continuación,
por lo m i s m o , de los procesos q u e
examina, no sólo en el plano de la Historiografía y la ciencia, sino en el plano de los mismos hechos y del m i s m o proceso. El realismo histórico, que es u n realismo de m o v i m i e n t o y c o n t i n u i d a d , necesita, a través de la m i s m a Historia, realizarse de nuevo en los hechos, de m o d o p e r m a n e n t e . N o se detiene, ni c u a n d o es h e c h o , ni c u a n d o es recuerdo, ni c u a n d o es c o n o c i m i e n t o . Por eso, si la ciencia histórica se apega — p o r e j e m p l o — a la realidad de la 'baja sociedad civil (los pobres, los d e r r o t a d o s , los e x c l u i d o s ) su voz p u e d e llegar a ser disruptiva, insolente, provocativa y dura, pues transporta, al plano de la academia y a la m i s m a esfera del poder, u n a reali-
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/\ \ 7
dad y un alegato que cuadran mal con las teorías ¡idoicnmlu» y los balances optimistas que en esos planos y esferas .suelen circular y 'gobernar'. En el contexto de las verdades o(iciíi|p« y de la gran política centrada en la mera 'gobernabilidad' dr la Nación, los hallazgos de la nueva historia social pueden ser perfectamente irreverentes. El realismo histórico ha cuadra do siempre mal con el realismo político. Puede ser un verdadero manotazo en la cara del rey. No es porque sí que el marxismo debió hacerse 'histórico' para ser revolucionario. Hemos hecho csta.s salvedades porque, a lo mejor, las perspectivas que a continuación desarrollaremos no van a encajar bien en las formalidades del debate teórico. Que, según entiendo, es el que ha prevalecido en el curso de Movimiento Social al que ustedes están asistiendo. Y mucho menos van a encajar bien en el formato de las verdades oficiales que circulan sobre la actual 'baja' sociedad civil chilena, sobre todo en boca de los políticos profesionales. Un segundo aspecto que es necesario destacar es el hecho que la Nueva Historia Social ha tenido un boom considerable en los años '80, un desarrollo espectacular, tanto en el mundo como también en Chile. Como ustedes saben, las Ciencias Sociales han estado viviendo una compleja crisis, particularmente en su nivel teórico. Los grandes sistemas teóricos que en los años '60 diagnosticaban, explicaban y pronosticaban lo que ocurría en las sociedades modernas, hoy están reconocidamente colapsados. Pero esta crisis, que ha reventado en la parte más prominente y orgullosa del sistema científico social —la Teoría— no ha afectado, en cambio, al estrato más bajo de sus metodologías, que, tras el desastre, han seguido siendo utilizadas. Incluso, como que, a falta de teoría, hoy las metodologías se en.^eñan, aplican y aun se venden (a alto precio) con un plus que recuerda la teoría, pero que no es teoría. El vacío teórico le ha dado a los mé-
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t o d o s — h o y d e s n u d o s — un extraño 'carisma' y un d e s u s a d a m e n t e alto valor de cambio. Pues hoy día existe lo q u e p o d r í a m o s llamar un ' m e r c a d o de m é t o d o s ' . H o y los m é t o d o s son mercancías de m o d a . Se venden. O se prostituyen, ya que, sin teoría, carecen de eticidad y moralidad. Por esto, las Ciencias Sociales están viviendo hoy una crisis d o ble: de desteorización y de impudicia metodológica (considerar la f o r m a en q u e se v e n d e n y a p l i c a n
'dispositivos
m e t o d o l ó g i c o s ' tales c o m o el " m a r c o lógico", el "análisis F O D A " , la Carta G a n t , la Planificación Estratégica, etc.). Por esto m i s m o , las ciencias c o m o ciencias (o las universidades c o m o universidades) ya no tienen el m i s m o prestigio y el m i s m o rol de a n t a ñ o : están siendo superadas y reemplazadas por d e n t i s t a s sociales yrfí lance ("consultores"), o sea: por individuos o mercaderes q u e sólo saben manejar y vender m é t o d o s y dispositivos metodológicos desteorizados. D e c i m o s esto p o r q u e la N u e v a Historia Social no ha sido afectada por esa crisis. Y n o lo ha sido, p o r q u e nimca se identificó, ni con las 'grandes teorías' (que hoy están en crisis), ni con 'dispositivos mecánicos' de investigación aplicada (que hoy valen según se v e n d e n ) . El boom que hoy está viviendo no se debe, pues, a u n a m o d a social o a un vaivén de mercad o , sino a la vida que siguió viva después de la crisis de 197.3 y bajo el m o d e l o neoliberal que le cayó encima. Su apego a la vida social concreta y a su m o v i m i e n t o la han m a n t e n i d o viva c u a n d o las grandes pirámides teóricas en que se sostenían las otras Ciencias Sociales cayeron, y c u a n d o , tras el d e r r u m b e , c o m o ratones, salieron escapando hacia la luz sus petrificados ' m é t o d o s y técnicas'. Y por esto m i s m o , no es raro que algunas de esas Ciencias Sociales (!a Sociología o la Antropología, por ejemplo) han tratado de recuperarse a d o p t a n d o la postura y las actitudes epistemológicas de la Historia Social (la historia oral y local, por ejemplo, han sido u n virtual polo de reagrupación
intercientífica).
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Para ejemplificar lo anterior, cabe decir que los Municipios están convocando continuamente a historiadores para que realicen 'ejercicios' de historia oral y local, en los cuales participan no pocos sociólogos, antropólogos e incluso sicólogos sociales. Es que les interesa la identidad local; o sea: la experiencia concreta de los actores sociales locales, proyectada como memoria, actitud, conducta y movimiento. Sin la cual no puede hoy tener éxito ningún programa focalizado de desarrollo local (es preciso decir también que les interesa la historia local como ejercicio de apoyo a una política pública, no como fase de despliegue de un verdadero movimiento social). También se ha convocado a la Historia Social para examinar cómo surge, cómo se pierde o cómo podría 'crearse' el famoso ^^capital sociaF que, desde 199.3, tan imprescindible parece hoy para legitimar y bajar el costo de las políticas públicas que propenden a eliminar o reducir la pobreza. Pues el 'capital social' no es otra cosa que la memoria histórica positiva (o proiagónica) de una determinada comunidad o grupo social. Y no es menos significativo el interés que han demostrado los propios pobladores, independientemente de los municipios y de la Academia, quienes, obedeciendo al acrecentado peso de su memoria histórica (que atesora la experiencia de tres 'revoluciones' en el lapso de 'una' generación), se han puesto por sí mismos a investigar, transcribir y hacer circular los materiales recordatorios de su actual identidad. Hay una literatura enorme, en este momento, de historias locales e historias poblacionales, escritas por los propios pobladores, con ayuda o sin ayuda de ONGs, de intelectuales o de académicos. La Nueva Historia Social, que se apega a la vida concreta y móvil, ha terminado por surgir directamente de esa vida, sin esperar que lleguen los investigadores profesionales de la Universidad. Por esto, se puede decir que, hoy, en Chile, la ciencia histórica se investiga, se publica y lee, dentro y fuera de la Universidad, trascendiendo de alto abajo todo el cuerpo social. Borrando los viejos límites
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positivistas del siglo XIX. La cultura social, cargada de u n a pesada m e m o r i a social, ha terminado por hacer germinar ciencia de su propio seno, y está atrayendo hacia sí la ciencia académica y profesional. P o t e n c i a n d o la historicidad que late d e n t r o de ella. La N u e v a Historia Social palpita a b o r b o t o n e s en todas partes. Dispersa. L a n z a n d o sus chorros por doquier, c o m o \osgeysers-, al a n c h o espacio intercultural. Llenándolo todo de vapor historicista. De olores volcánicos, c o m o si preparara una futura erupción social, pues la m e m o r i a colectiva no hierve ni arde en vano. Y las claves de esta nueva historia no son las de a n t a ñ o . Pues, a decir verdad, esas claves no se fijan hoy para que e n t i e n d a n todos — n o es, c o m o la positivista, u n a ciencia que se a n u n c i a urbi et orbi— sino para q u e e n t i e n d a n los que e n t i e n d e n . Es decir: los que participan de la m i s m a experiencia (exclusión o derrota). Pues no es u n a ciencia (social) para universalidades, sino para complicidades; no del saber por el saber, sino del saber por el poder. Por esto, p o r ejemplo, los 'historiadores' de la Población La Legua — d o n de el historiador Mario Garcés ha hecho una m u y buena siembra— han investigado la memoria de las piedras de La Legua. Piedras que un día por la tarde se plegaron, sin más, a la lucha mortal de los legüinos contra las t a n q u e t a s de los carabineros y las caras tiznadas de los militares. Piedras que aprendieron a volar, a silbar en el aire, a chocar c o n t r a el metal verde de las tanquetas o el casco gris de los enemigos. Piedras con identidad. Piedras con experiencia popular. Recuerdos que s u m a n recuerdos, rabia, frustración, pero también identidad, orgullo, rebeldía. ¿Qué legüino q u e d a r á frío a n t e el recuerdo de esas 'compañeras' de lucha? ¿Y hacia d ó n d e se vuelca esa c o m p l i c i d a d de los legüinos con sus piedras y de ellos consigo mismos? La N u e v a Historia Social n o baja desde las escaleras de piedra del Archivo Nacional, ni de las escalinatas de m á r m o l
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All
de los Ministerios Públicos, ni de los patios pétreos del Palacio de Gobierno. No tiene olor húmedo de legajo antiguo, ni letra tiritona de pluma de amanuense. No tiene la voz centenaria de la Universidad ni el mandato untuoso de los hombres de Gobierno. Sube, por el contrario, desde el polvo y el barro de las poblaciones, del recuerdo vivo de los que aun viven, de las piedras protagónicas de La Legua, y tiene una voz de muchedumbres y un andar de pobladora en el frío de la mañana. No tiene verdades objetivas, pero sí complicidades, llenas de recuerdo. Ni tiene voz de mando, sino cuchicheos en el almacén, o en la esquina, o bajo la escalera del Block de población. La Nueva Historia Social es una ciencia para una nueva historia social. Es, por eso, una ciencia que prepara la venida de los nuevos movimientos sociales. Todo el que cree en la nueva historia social, o el que espera que surjan los nuevos movimientos, o el que trabaja grano a grano su venida, hace, hoy, mucho o poco, algo de historia social. Día a día aumenta la demanda por la Historia. Los Departamentos de Historia de las universidades chilenas tienen más postulantes que nunca. No hace mucho me tocó estar en Iquique, para dialogar con un grupo de académicos y estudiantes sobre cómo echar mano de la memoria colectiva y de la identidad local para frenar la destrucción de la cultura y la economía locales que está efectuando allí la globalización, a título, precisamente, de política de desarrollo 'descentralizado'. Pues la cultura 'nacional', o el Estado 'nacional' no tienen capacidad ni voluntad para impedir eso. Sólo la identidad local, la memoria local y el movimiento social y regional pueden ser hoy capaces de frenar y revertir la invasión destructora que, difundida como globalización y modernidad, hace estragos en las comunidades vecinales. El boom de la Nueva Historia Social no es, por tanto, el boom de los historiadores, sino el boom de un proceso socio-
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cultural de nuevo tipo que, en líneas generales, anuncia o prepara la aparición en Chile de un nuevo movimiento social popular. Entonces, cuando me invitaron y me plantearon que hablara sobre qué pasa con los movimientos sociales, uno se pregunta: ¿existen o no existen?. Porque es muy sintomático que, hoy, en Chile, la expresión 'movimiento social' ya no se usa. ¿Quién habla hoy de movimiento social?. Se habló de él en los años '80, pero en los '90 esta noción fue desapareciendo: la olvidaron, la criticaron y la marginaron, por consiguiente, hoy ya no se usa, pero sí se usa la noción de "capital social", que ha venido a reemplazarla. Ahora todos conciierdan en que el capital social es una herramienta fundamental para el desarrollo local y el perfeccionamiento de la gobernabilidad de la baja sociedad civil, pero que no es apropiado ponerlo al servicio de un eventual movimiento social. El capital social es una herramienta metodológica del arte de gobernar, no del arte de rebelarse. Como dice el último informe del P N U D , del año 2000, se trata de un recurso privilegiado, disponible para potenciar las actitudes participativas "lícitas" de la ciudadanía; esto es: aquellas que permiten hacer fructificar las políticas de Estado y asegurar el éxito y la legitimidad del 'modelo'. Entonces, si Augusto Pinochet barrió los movimientos sociales de la escena pública y de la transición pactada por arriba, los intelectuales neoliberales, para no ser menos, han eliminado su concepto del vocabulario académico y político. Yo conozco todos los departamentos de Historia y Sociología del país y en ninguna parte hay una cátedra de Movimiento Social, como no la hay tampoco de Educación Popular (o de Pedagogía Social). Cuando se borra con la mano un concepto ¿se borra también la correspondiente realidad en movimiento? Incluso en los años '80, los movimientos sociales (eran los años de las grandes jornadas de protesta) fueron definidos de una manera tan reduccionista que, pese a que los bombazos.
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los apagones y el caceroleo ensordecian y enceguei (an a inr dio mundo (dejando muchos muertos, heridos y toruirado.s), sociólogos como Guillermo Campero, Eugenio Ti ron i, Javier Martínez y otros, negaron la existencia en Chile de movimientos sociales, porque no estaban organizados a la manera de un partido político, porque no negociaban a la manera de los políticos modernos, ni tenían programas definidos de acción a la manera de un programa político de gobierno. Y dijeron: son "anómicos", porque se basaban en relaciones primarias, comunitarias (no secundarias y contractuales), y sólo se jugaban por defender e imponer su pura identidad particular, sin pensar el país. En consecuencia, el movimiento popular no podía ser invitado a la mesa en que se discutía la transición de la dictadura neoliberal a la democracia neoliberal (donde la negociación ' r a c i o n a l ' consistía en m a n t e n e r el neoliberalismo a todo trance, pese a que la mayoría popular pensaba distinto). El movimiento popular debía, pues, ser marginado del 'nuevo contrato' entre los políticos profesionales y los militares profesionales, y con él debían desecharse también todos sus conceptos y todos sus intelectuales. La sospechosa Nueva Historia Social debía ser no sólo desechada, sino, incluso, rebatida piiblicamente en seminarios y mesas redondas. Debía, en lo posible, ser aniquilada. Había que limpiar el camino. Y lo fue. Hacia 1989, los estorbos intelectuales rebeldes habían sido dejados de lado. Con todo, ¿sólo hay movimiento social cuando hay conceptos que recojan, como cajas de resonancia, su existencia real? Escribió una vez José Joaquín Brunner: "los problemas sociales no existen hasta que son investigados y formulados conceptualmente". Y escribió otro sociólogo: "los símbolos (conceptuales) son los que producen la realidad". ¿Debemos aceptar esto? ¿Significa que para las élites que administran el sistema de dominación no hay más realidad que la que 'definen' ¡os informes de sus consuJtores, y que sólo gobiernan
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para símbolos forjados en la trastienda? ¿Es que la experiencia social y la m e m o r i a colectiva no existen por sí mismas, q u e son p u r o ilusionismo de esclavos que, c o m o los de Platón, n u n c a vieron ni verán la verdadera luz? R e d u c c i o n i s m o en los ' 8 0 , idealismo neohegeliano en los ' 9 0 . No es extraño, pues, que se diga hoy que, c o m o no hay huelgas masivas ni concentraciones de masas que superen las 5.000 personas, no hay m o v i m i e n t o s sociales en C h i le. Las calles han sido ocupadas por los automóviles: ya no son 'de las masas'. El gigante popular está pulverizado, disperso y "allegado" en sus casas, esquinas y escondrijos. Por t a n t o , c o m o los metros cuadrados de p a v i m e n t o no resuenan ya con las grandes marchas de a n t a ñ o , no hay ya m o v i m i e n t o s s o c i a l e s . Y é s t e es u n
nuevo y aun
más
burdo
r e d u c c i o n i s m o : los m o v i m i e n t o s sociales serían formas d e ocupar n u m é r i c a m e n t e el espacio físico de la ciudad. Entonces, el problema de fondo — d i c e u n o — es: o realm e n t e no existen los m o v i m i e n t o s sociales (como quieren los administradores del sistema), o es que son algo más q u e su mero c o n c e p t o . Si es este ú l t i m o caso, cabe decir que, por estar constituidos por m e m o r i a colectiva, necesidades concretas e identidades espontáneas, los movimientos sociales son procesos p r o f u n d o s que cambian de apariencia, que alternan ropajes históricos distintos, apareciendo de un m o d o , desapareciendo tras otro, manifestándose en diversos planos, unos públicos, políticos y visibles y otros — p a r a la escrutadora m i r a d a oficial— privados, culturales e invisibles. Aquí aparece el viejo p r o b l e m a de si la historia es sólo aquella q u e se ve, que se p u e d e fotografiar — o apalear— en la calle, o si es t a m b i é n aquella que vapor dentro de cada u n o , o entre aquellos q u e se mueven en privacidad: sumergida, profunda, abismal. ¿Existe historia en lo q u e n o se ve? Esta preg u n t a es crucial para c o m p r e n d e r la verdadera naturaleza (o
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identidad) de los m o v i m i e n t o s sociales y, en particular, lic los actuales m o v i m i e n t o s de la baja sociedad civil. A esta altura, los múltiples trabajos realizados por la N u e v a Historia Social — d e n t r o la academia o en el terreno m i s m o — revelan claramente que los movimientos sociales n o dejan de moverse jamás,
ni siquiera después de u n a d e r r o t a
sangrienta. D i c h o de otra manera: la sociedad civil n o deja de moverse por el hecho de que no sea visible para los poderes centrales del sistema de d o m i n a c i ó n , o p o r q u e , en lo visible, haya sido inmovilizada por esos poderes. Entre u n período de visibilidad (como el de las jornadas de protesta de los años '80) y o t r o , ¿qué ocurre? La inmovilidad visible ¿implica inmovilidad invisible? Al observar en perspectiva los últimos siglos, la historia de Chile muestra ciclos de irrupción pública de los movim i e n t o s sociales y ciclos de s u m e r g i m i e n t o . C o m o olas q u e revientan y luego se pierden en su resaca. O c o m o resacas q u e p e r m a n e c e n estancadas c o m o p a n t a n o s , pero q u e de repente p r o d u c e n "reventones históricos" de fuerza i n s o s p e c h a d a . Todos los historiadores y todos los políticos y todos los militares han a p r e n d i d o lo que ocurre c u a n d o esas olas revientan en la superficie. Y hoy saben q u é hacer para destruirlas en superficie. Pero n i n g u n o de ellos sabe qué ocurre bajo la superficie.
Q u é se m u e v e bajo la línea de
flotación.
Q u é fuerza
emergente se prepara en las profundidades. La historia de las luchas sociales en Chile muestra que, en cada resaca se estuvo p r e p a r a n d o algo en las profundidades. Si no ¿cómo se explica q u e , después de tantas derrotas político-militares del movim i e n t o p o p u l a r hayan estallado otros tantos m o v i m i e n t o s sociales de superficie? ¿Tan porfiadamente? ¿Tan elásticamente? Puede hacerse u n rápido recuento: luego de la larga "resaca" del p e r í o d o colonial 1 7 5 0 - 1 8 2 0 , vino el gran "reventón
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histórico" del período 1820-1837, en el que coincidieron las rebeliones campesinas ("guerra a muerte"), la de los mapuches y la de los ubicuos "pipiólos". Y tras la breve resaca del período 1837-1848, vino la explosión anti-autoritaria del ciclo 1848-1859, donde, a la rebelión de los "liberales rojos", se unió la rebelión pirquinera y peonal. No fue todo: el período 1860-1890 correspondió a ima aparente paz liberal-conservadora y a un aparente desarrollo económico del país, pero desde 1890 y hasta 1907 se desencadenó una serie de estallidos sociales en todas las ciudades, que sólo pudieron ser sofocados por el Ejército en formación de batalla, disparando a quemarropa. De nuevo, tras la paz parlamentarista del período 1907-1918, vino la tormenta social, con las grandes "marchas del hambre" y la primera Asamblea Constituyente Popular (19181925). Y del mismo modo, tras la estabilidad democráticodesarrollistadel período 1930-1955, vino la ofensiva popular que terminó con Salvador Allende en la Presidencia y el Poder Popular en la calle y en los campos (1 955-1973). Cabe hacer notar que, cada vez que el movimiento popular fue devuelto a su madriguera, a su invisibilidad y su silencio, lo fue a fuerza de balazos y bayonetazos. Restableciendo la majestad soberana del sistema mediante lo que Max Weber llamó "la seriedad de la muerte". Porque no fue la legitimidad cívica lo que restableció esa majestad, sino el fantasma de la muerte. El desconocimiento de los derechos humanos básicos. Y por eso el sumergimiento del movimiento popular fue, en cada caso, producto forzado de una derrota militar. No fue por el vaciamiento de su memoria. No por la solución de sus problemas y demandas. No por pérdida de su identidad, o de su ánimo y propensión a la rebeldía. Ni menos por deterioro de su sentido de humanidad. Por eso fue que conservó su historicidad, su impulso vital, su afán de reagruparse y reconsiderar, frente a la pobreza y la exclusión, la validez de sus poderes y derechos.
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El p o d e r militar n o p u e d e destruir o erradicar, ni la m e m o r i a social, ni las identidades que surgen de ella, ni el p o d e r a u t ó n o m o de la rebeldía. Es decir: no p u e d e destruir la matriz cultural de la q u e surgen los 'proyectos históricos' q u e hacen reaparecer los m o v i m i e n t o s sociales. Y esa matriz, en cada caso y tras cada derrota, quedó
intacta.
B u e n o , ¿qué quiero plantear con t o d o esto? Q u e , así c o m o hay períodos en que los m o v i m i e n t o s sociales i r r u m p e n en el espacio publico con organización y objetivos políticos (o sin ellos), con capacidad de negociación (o sin ella), así t a m b i é n hay períodos en q u e los m o v i m i e n t o s sociales, a solas consigo m i s m o s , sistematizan sus recuerdos, retejen sus redes asociativas, expresan c u l t u r a l m e n t e su nueva rebeldía, c o n s t r u y e n nuevos objetivos políticos y nuevos repertorios de lucha. Q u e r e m o s decir que estos ciclos, profundos, soterrados y poco conocidos son tan o más importantes que los ciclos de incursión en la superficie. Q u e en esta fase de subsidencia, el rol de lo cultural, del c o n o c i m i e n t o , de la autoeducación y del trabajo intelectual puede ser aun más i m p o r t a n t e que en las fases de emergencia, d o n d e los hechos políticos se precipitan, en sucesión, u n o tras otro, sin dar m u c h o tiempo para pensar. Podríamos, incluso, decir que el destino histórico de los movimientos sociales, sus posibilidades de éxito o fracaso definitivo, dependen de c ó m o se lleven a cabo las tareas implicadas en la fase del m o v i m i e n t o profundo. C o m o dijimos, en Chile no se ven hoy m o v i m i e n t o s masivos de superficie. N o , por lo m e n o s , c o m o los m o v i m i e n tos clasistas de los años 50 ó 6 0 . Lo que estamos viendo son m o v i m i e n t o s p u n t u a l e s , de superficie, pero q u e revelan m a r p r o f u n d o , corrientes nuevas, desconocidas. C o m o es el caso, p o r ejemplo de las flamantes "huelgas de ciudades" (caso de Arica, I q u i q u e , Tocopilla, Valparaíso, C u r a n i l a h u e , C o m barbalá, lUapel, etc.) q u e , significativamente, no enarbolan
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banderas de p a r t i d o , ni banderas chilenas, sino banderas
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gras. Tradicionalmlente, las banderas negras han sido las banderas de la a u t o n o m í a ciudadana, de la rebelión anarquista, de la Sociedad Civil contra el Estado o contra el Mercado. Es imposible no ver bajo esas banderas u n mar de fondo distinto al del período 1 9 5 5 - 1 9 7 3 , ya citado, e incluso distinto al del ciclo 1 9 8 3 - 1 9 8 7 (el de las jornadas de protesta). Los nuevos m o v i m i e n t o s sociales están, hoy, en Chile, m o s t r a n d o algo de sus nuevos repertorios. Porque hay otros (que no p o d e m o s analizar hoy acá). Las banderas negras no están reconociendo la bandera 'nacional', p o r q u e 'lo nacional' ha sido c o n s t r u i d o a balazos, no a través del consenso y la voluntad ciudadanas. Y esto, después de Pinochet, lo saben hasta los niños. Recordemos que las generaciones actuales han acumulad o dentro de sí una experiencia y una memoria social c o m o nunca antes se había producido en Chile. N u n c a antes tres procesos revolucionarios sucesivos se habían sumado a una "seriedad de la muerte" tan penetrante y tan próxima a la mayoría de los chilenos. La m e m o r i a social — c o m o diría Lenin— está hoy "forjada al acero", y se ha constituido por sí misma como un criterio de verdad cz^zz de desafiar a todos los intelectuales, a todos los conceptos, a todas los Informes Retlig, todas las mesas de diálogo, todos los textos escolares y toda la realidad virtual de la televisión y los discursos políticos. Es un ancla en tierra profunda, no en olitas de superficie. La batalla por la m e m o r i a ya se ha desencadenado en Chile (como antaño en Alemania, a propósito de Auchswitz), pero aquí es el propio pueblo y no u n a masa de inmigrantes los que tienen su m e m o ria atiborrada. Nadie podrá vencerlos en esa batalla. En otras épocas, cada u n o se movía girando en t o r n o al Palacio de G o b i e r n o (se creía q u e allí estaba el Poder), en t o r n o a la Ideología (se creía q u e allí estaban los criterios de verdad), o en t o r n o al Partido (se creía que aquí se forjaba la
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i d e n t i d a d de cada cual), pero hoy todos nos guiamos según lo i n d i q u e el peso de los recuerdos. G i r a m o s en t o r n o a la M e moria. Sobre t o d o , los q u e siguen siendo golpeados por el e m p l e o precario, la exclusión y la marginalidad. Siendo viejo, joven o siendo n i ñ o . Y la M e m o r i a nos a u t o n o m i z a , intelectual y c o n d u c t u a l m e n t e . Y al a u t o n o m i z a r n o s , y al reagrup a r n o s , nos p e r m i t e e n t e n d e r q u e el 'poder' está en la 'identid a d ' (social) y no en La M o n e d a . Porque el 'recordar j u n t o s ' nos p e r m i t e 'construir j u n t o s ' las percepciones, las opiniones y los c o n c e p t o s q u e necesitamos para movernos. Para creernos nosotros mismos. Para educarnos y hacer ciencia por nuestra propia cuenta. C o m o lo hacen los historiadores-pobladores d e La Legua. C u a n d o los m o v i m i e n t o s sociales no se ven en la epidermis política de la sociedad, es p o r q u e están deslizándose a lo
largo de \os procesos internos de cada sujeto y a lo ancho y alto de las redes asociativas subalternas de todos esos sujetos, cultivando privadamente el caldo picante de su nueva rebelión. La centralidad de la memoria social está provocando una segunda crisis en las ciencias sociales (ahora de las regidas por los métodos desteorizados y la lógica consultorial) y consolidando una nueva revolución epistemológica. Pues está instalando un paradigma cognitivo distinto al tradicional, distinto al universitario y distinto incluso al consultorial. Un paradigma que no es profesional, sino marginal, pues se ha consolidado al interior de las reagrupaciones sociales periféricas (colectivos universitarios, grupos de esquinas, redes de raperos, barras bravas, etc.), pero que, pese a su obvia marginalidad, circula por las venas de los nuevos procesos sociales. Como afluente que buscan converger hacia más caudalosos movimientos de sociedad. Uno diría que la naturaleza de los movimientos sociales en su fase de sumergimiento, es fundamentalmente cultural.
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Ahora, si uno tiene en cuenta este hecho, uno puede comprender que los movimientos sociales casi siempre son derrotados sólo en el terreno político-militar y en e¡ corto plazo, pues ganan todas las batalles culturales, en el largo plazo. Su eficiencia mayor no está en lo político o en lo militar, sino en lo social y lo cultural. El problema radica en que siempre se ha intentado construir estrategias políticas para lo primero, pero no para lo segundo. Y la cuestión es ¿se pueden ganar batallas políticas por medios socio-culturales, en el largo o mediano plazo? Hoy se sabe que, cuando los sectores populares construyen identidades a pulso, y haciendo esto producen una gran fuerza sociocultural, se sitúan en una posición de poder rebelde que los insta a 'moverse'. Pero hay un problema importante: la misma fuerza sociocultural creada y la misma identidad rebelde pueden ser 'frenos' para el avance exitoso del movimiento sobre el terreno político puro. Y la razón es que esa fuerza y esa identidad son plenas en si mismas. La identidad y la rebeldía producen un licor fuerte, embriagador, "fanto, que se puede gozar, cantar, bailar, celebrar, carnavalizándose. Y esta plenitud pentecostal puede tener mayor magnetismo que la tediosa tarea política de construir a partir d'e ef/a una sociedad o un mode/o de socfeJad que incluya, a los otros, a los extraños e, incluso, a los enemigos. Produciendo un engendro mixto y simbiótico que no dan ganas de celebrar ni de cantar, pues se basan en una pacto, tal vez una transacción y, a veces, hasta en una traición. El contraste entre esa plenitud y esa tarea tediosa se subsana, a menudo, convocando a los intelectuales, creyendo en ellos y dejando que algunos ("ley de hierro de la oligarquía") asuman la tarea por sí mismos, especializándose en ella y alej4ndose del espíritu original y emotivo de la rebeldía. Con lo cual la politización no viene a ser otra cosa que la traición a la lógica profunda del movimiento social.
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Un ejemplo de ello fue el movimiento social de los 8 0 , q u e c u l m i n ó en 1986 con la Asamblea de la Civilidad. En ésta, los actores sociales dejaron paso a los políticos y los intelectuales. ¿Y q u é hicieron éstos? Desecharon el 'movimiento' para negociar por su cuenta con la dictadura. Por eso, el movimiento social de los '80 en Chile no fue derrotado por su enemigo (tras 22 jornadas de protesta y centenares de muertos, Pinochet reconoció que hnbía experimentado u n a "derrota sicológica"), sino por sus amigos negociadores profesionales que se encaram a r o n sobre ese movimiento. Traicionándolo. Por todo lo dicho, u n o deber/a pensar q u e los m o v i m i e n tos sociales tienen, c u a n d o m e n o s , dos planos de acción, y no sólo u n o y el más obvio. La tendencia, sin e m b a r g o , es a pensar que sólo se mueven en el espacio publico ( c o m o si éste fuera el único q u e existe y el único por d o n d e pasa la historia), razón por la cual se les quiere detectar, medir, inducir y c o n t r o l a r aplicándoles sólo categorías políticas ( c o m o han hecho G u i l l e r m o C a m p e r o y otros cientistas sociales en C h i le). Pero esto n o debe hacer olvidar que los m o v i m i e n t o s sociales se mueven también en planos sumergidos,
d e n t r o de la
s u b j e t i v i d a d , en la i n t c r s u b j e t i v i d a d , en el c e n t r o d e la privacidad, en los intercambios orales, según la m e m o r i a acum u l a d a y las experiencias vividas. Tejiendo nuevas tramas sociales y culturales. Afinando las nuevas voces y perfilando las nuevas c o n d u c t a s . Pues no sólo hay transiciones políticas por arriba, sino t a m b i é n transiciones ciudadanas p o r abajo. N o sólo transiciones marcadas por el c o m a n d o de la 'fuerza', sino también aquellas tejidas por la deliberación ciudadana, y el peso legítimo del 'poder' y la 'soberanía'. N o sólo es historia el r i t m o rápido y acelerado de las primeras, sino t a m b i é n el r i t m o lento y p a u s a d o de las segundas. En suma, para terminar, creo que, a c t u a l m e n t e , hay en Chile m o v i m i e n t o s sociales p r o f u n d o s , d o t a d o s de una m e -
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LA NUEVA HISTORIA
moria densa y pictórica de alternativas extremas, que construyen poco a poco, desde dentro hacia fuera y desde abajo hacia arriba, nuevos repertorios de rebeldía y nuevos tejidos culturales de sociedad. Estamos viviendo una transición histórica profunda, de mediano y largo plazo, cuyos productos y desenlaces no están aun a la vista. Porque no se trata de aplicar modelos establecidos, conceptos ya consagrados o verdades definitivas, sino de reconstruir socialmente la realidad. Desde todos y cada uno. Y esta es una madeja ancha, densa y lenta, donde cada hebra o cada puntada tiene peso y valor por SI' misma (los jóvenes rebeldes de hoy no tienen prisa por construir la sociedad nueva o/y el hombre o la mujer nueva). La conciencia histórica, hoy, no es una raya rectilínea clavada en el futuro o descolgada como un rayo desde un pasado arquetípico, sino un trazo vertical de vivencia profunda, un gerundio intenso donde cada paso vale más o tanto que toda la eternidad. Donde 'lo que vendrá' descansa, menos en la certeza que pueda dar la teoría pura, que en la confianza que da la transparencia y autenticidad de la producción colectiva de la realidad, la sociedad y el futuro. De ser todo como parece ser, el compromiso de cada sujeto y de cada intelectual o profesional debe definirse de 'otra manera'. A la manera profunda de los nuevos movimientos sociales.
Santiago, Noviembre de 2001.
CAPITULO XV FUNCIÓN PERVERSA DE U 'MEMORIA OFICIAL', FUNCIÓN HISTÓRICA DE LA 'MEMORIA SOCIAL': ¿CÓMO ORIENTAR LOS PROCESOS AUTOEDUCATIVOS? (CHILE, 1990-2002)'
1 Transformaciones violentas, sistemas fácticos, e inercia histórica En los grandes procesos violentos de transformación histórica intervienen, con p r o t a g o n i s m o desigual, la v o l u n t a d ciud a d a n a y los poderes fácticos. C o n visibilidad desigual,
los
procesos de c a m b i o lento y los torbellinos de c a m b i o rápido. C o n peso específico desigual,
las causas justas y las solucio-
nes i n n o b l e s . Y tras el paso a r r o l l a d o r de esas desigualdades — c o m o el mítico J u g g e r n a u t de la I n d i a — q u e d a n m u e r t o s y heridos, privilegiados y excluidos, vencedores y vencidos. Y u n gran fragor, u n a gran polvareda d o n d e se mezclan la más nerviosa alegría y el más i n m e n s o dolor, efigies heroicas de u n día y crímenes abominables de larga i m p u n i d a d . Los 'actos' de u n i n d i v i d u o p u e d e n ser p o n d e r a d o s éticamente y juzgados, más tarde o más t e m p r a n o , a través de p r o c e d i m i e n t o s públicos. Pero las desigualdades q u e operan Publicado en la Revista de Historia y Ciencias Sociales 1:1 (Santiago, 2003. U.Arcis).
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FUNCIÓN PERVERSA DE LA MEMORIA OFICIAL
d e n t r o de las 'grandes transformaciones' de la historia ¿quién las juzga? ¿Existe el juicio de la historia? ¿Cabe hablar del Tribunal de la Historia? ¿Quiénes lo forman? ¿Los historiadores? Y la Historia, si puede 'juzgar', puede, acaso, condenar^. ¿Y qué decir de aquellos hombres o grupos de hombres que esconden sus actos criminales en los pliegues de i m p u n i d a d de los grandes procesos históricos, o en los múltiples intersticios de imp u n i d a d de los grandes 'sistemas sociales' que, a través de esos procesos, ellos mismos contribuyeron a construir?^ Es cierto que — c o m o se dijo más a r r i b a - - tanto la vol u n t a d c i u d a d a n a mayoritaria (con sus causas justas) c o m o los poderes fácticos (con sus soluciones innobles) activan, de un lado y de o t r o , las grandes transformaciones históricas. Pero su peso específico en el desenlace final de esos procesos es, siempre, desigual. En casi todos los casos, la mera presencia de los poderes fácticos en la historia implica e! p r e d o m i nio de éstos en el desenlace final: ¿qué pueden las causas justas contra el 'poder de fuego' organizado y politizado? En los hechos materiales q u e deciden ese desenlace, poco, o nada. Por eso, los sistemas sociales construidos a sangre y fuego son más 'sistémicos' q u e los construidos de otra manera. D e s d e un p u n t o de vista teórico, son unilateralmente 'puros'. Resp o n d e n más exacta y fielmente a una 'idea' d e t e r m i n a d a . Representan mejor y más d i r e c t a m e n t e a quienes se deseaba representar. Son, en este sentido formal, más perfectos. Sobre t o d o , si después de establecidos, siguen t e n i e n d o la garantía del m i s m o p o d e r de fuego que los ayudó a nacer. C o m o 'sistemas' p u e d e n , incluso, desplegarse, expandirse y crecer. Y enorgullecerse p ú b l i c a m e n t e de ello. El p r o b l e m a q u e los aqueja, sin e m b a r g o , es que, ro^ G.Salazar: "De la justicia estatal al tribunal de la Historia (Dictadura en Chile: 1973-1990)", £«o