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Spanish Pages [48] Year 2023
ARISTÓTELES ÁLVAREZ LÓPEZ
IQUITOS EN EL ESPEJO DEL TIEMPO
Iquitos en el Espejo del Tiempo Primera Edición – abril de 2023 © Derechos de autor reservados Aristóteles Álvarez López Cuidado de edición Geymy Nathaly Barreto Salcedo Portada Marcelo Miguel La Torre Casanova Diagramación Roger Bernardo Soplín García Impresión Editora La Región S.A.C. Raymondi 239 / Teléf. 065-221308 Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú con N° 2023-03218 Todos los derechos reservados. Ningún párrafo de este libro puede ser reproducido o copiado sin autorización del autor o sin la correspondiente cita. Tiraje: 500 ejemplares Iquitos – Río Amazonas Abril de 2023
ÍNDICE PRESENTACIÓN EL DESCUBRIMIENTO DEL RÍO AMAZONAS Y LA FUNDACIÓN DE IQUITOS FRANCISCO DE ORELLANA Y GASPAR DE CARVAJAL
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PEDRO DE TEXEIRA Y CRISTÓBAL DE ACUÑA
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LOS JESUITAS EN EL AMAZONAS
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FRANCISCO REQUENA E HIPÓLITO SÁNCHEZ
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RANGEL EN IQUITOS IQUITOS Y LOS PRIMEROS AÑOS DE LA
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REPÚBLICA JENARO E. HERRERA Y LA FUNDACIÓN DE
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IQUITOS IQUITOS Y EL RÍO AMAZONAS
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BIBLIOGRAFÍA
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ANEXOS
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Don Francisco Requena y Herrera, en su calidad de primer gobernador de Maynas, elaboró el mapa donde por primera vez aparece Iquitos con el nombre y ubicación geográfica actual (publicado el 1 de marzo de 1796).
Aristóteles Álvarez López
IQUITOS: CIUDAD DE DESTINO Los comentarios y acogida pública del artículo Iquitos en el Espejo del Tiempo, auspicia la presente edición. La Municipalidad de Maynas viene procesando las diversas propuestas recibidas respecto de la fundación de la ciudad. Oportunamente declarará lo que estime pertinente. El referido artículo propone que la fundación se vincule a dos eventos relevantes en la historia de la Amazonía peruana. El primero, el Descubrimiento del Gran Río Amazonas realizado por Francisco Orellana, el 12 de febrero de 1541; y el segundo, la publicación del Mapa geográfico elaborado por el primer Gobernador de Maynas don Francisco Requena y Herrera para sustentar su Informe (Proyecto) relacionado con la delimitación de los territorios Amazónicos correspondientes a las posesiones territoriales de los reinos de España y Portugal; Proyecto que incluía segregar los territorios correspondientes a la Gobernación de Maynas del Virreinato de Nueva Granada, reincorporándolos al Virreinato del Perú. Esta propuesta fue consagrada en la Real Cédula de 1802, expedida por el rey español Carlos IV. Este Mapa geográfico está fechado el 1° (uno) de marzo de 1796. El acotado Mapa de Requena es el primer documento oficial del Reino de España en la que aparece Iquitos en su actual ubicación como un Centro Poblado urbano relevante para la época. A partir de entonces comienza a registrarse en los documentos oficiales de la administración virreinal la existencia de lo que con el paso de los años se convertiría en la Capital de la Amazonía peruana, a la que el gran historiador don Jorge Basadre le otorgara el título de Ciudad de la República.
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Es un hecho aceptado por la historiografía amazónica peruana, que el territorio que actualmente ocupa la ciudad de Iquitos estuvo poblado originariamente -hasta mediados del siglo XVIIIpor la etnia nativa de los llamados 'Yameos' o 'Napeanos', y que la etnia de los 'Iquitos' ocupaban la parte mediana y superior de la cuenca del río Nanay. Los Mapas elaborados por los eminentes misioneros y geógrafos Juan Magnín, SJ (1740), y Francisco Xavier Veigl, SJ (1769), proporcionan evidencia inobjetable de lo afirmado. Siendo así, resulta válido inferir que el desplazamiento de la etnia de los Iquitos al actual territorio que ocupa la ciudad, fue un evento producido en fecha posterior a la expulsión de la Orden de los Jesuitas de los territorios de la Amazonía hispana (efectivizada en 1768). Se desconoce si el anotado traslado fue un evento progresivo que tomó algunos años o en período corto, si fue una acción pacífica o de agresión contra los Yameos; puesto que la autoridad y respeto impuesta por los jesuitas a los pobladores de las “Reducciones” había desaparecido con la expulsión de aquellos, como se tiene expresado. Es posible conjeturar que dicho traslado fue progresivo y pacífico, pues los misioneros jesuitas habían inculcado -durante 130 años- valores sociales de tolerancia, colaboración y solidaridad entre ellos, además de haber propiciado el intercambio comercial entre las diferentes Reducciones que se encontraban bajo su jurisdicción. Lo cierto es que cuando Requena visita los territorios de su Gobernación, los Iquitos ya se encontraban asentados en el territorio que actualmente ocupa la ciudad. Es probable que los Yameos fueran diluyéndose culturalmente y absorbidos por los Iquitos, extinguiéndose. Lo mismo pasó con otras etnias, como los Yurimaguas. Francisco Requena llegó a San Joaquín de Omaguas el 15 de marzo de 1780, fijándolo como la capital de la Gobernación de Maynas. Cerca de un año después de haberse instalado en San
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Joaquín (pintó una bella acuarela de la localidad), y tomado conocimiento de la realidad geográfica y demográfica de su jurisdicción partió el 9 de febrero de 1781 río abajo del Marañón (Amazonas); oportunidad en que fue recorriendo los núcleos urbanos formados por los misioneros jesuitas (Reducciones), expulsados una década antes, como se tiene expresado. Esta fue la oportunidad en que tomó contacto con la ex Reducción o Centro Poblado de los Iquitos (en su nueva ubicación, a orillas del Amazonas). No consta en sus anotaciones de viaje, el día exacto de tal evento. Para entonces, Iquitos era una población irrelevante. Continuando con su recorrido aguas abajo, fundó el centro poblado de Orán, en homenaje a su ciudad natal (actual Argelia, norte de África, entonces territorio español). Pasó también por la ex Reducción de Pevas (dejó una acuarela sobre ella); arribando a la localidad de Tabatinga, donde los portugueses habían instalado una guarnición militar. Del relato anotado por el propio Requena en su diario de viajes, se tiene que fue en el mes de febrero de 1781, en que Iquitos fue visitado por éste, siendo identificado como un Centro Poblado que merecía figurar en el Mapa que habría de elaborar años después.
CIUDAD DE DESTINO La presentación con la membresía de Iquitos Ciudad de Destino, se inspira en la obra del célebre historiador inglés del siglo pasado Arnold J. Toynbee, quien entre su vasta producción historiográfica publicó: Ciudades de Destino (De Atenas a Nueva York); obra que contiene un sólido y documentado estudio sobre el origen de los primeros núcleos urbanos que surgieron desde hace unos diez milenos aproximadamente en diversas zonas del sur de Asia. Su origen –dice- parece ser la revolución Neolítica que transformó la economía del hombre basada hasta entonces en la
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caza y la recolección, para pasar a cultivar campos y sedentarizarse. Se tiene a Jericó (Palestina) como el asentamiento urbano más antiguo. La idea de “Ciudad”, con su modelo de organización social, orden moral, leyes, estilo de vida, creencias, entre otras (de estilo Occidental), fue traída por los jesuitas y estaba implícita en su labor misional. Fueron 130 años de esta sacrificada y heroica labor desarrollada en estas tierras. Las Reducciones jesuíticas sembraron los rudimentos del “Alma” (tradiciones, costumbres, creencias, etc.), del hombre amazónico de hoy; sembrando las simientes de nuestras principales ciudades. El florecimiento y extinción de las ciudades obedece a complejos y no siempre racionales procesos sociales, económicos, políticos, geográficos, climáticos, guerras, etc. La ciudad sigue el destino de los individuos que la edifican a lo largo de los siglos. Su crecimiento y extinción en los milenios, sigue siendo un misterio, como el destino humano. En el caso de las ciudades amazónicas del Perú, claro está, que nuestra personalidad colectiva es obra de un enriquecedor mestizaje con las etnias o culturas originarias, en un proceso (no siempre pacífico, como ocurre en todos los tiempos) de intercambio de “Todas las Sangres”, como diría nuestro notable escritor José María Arguedas. Iquitos, es la mayor representante de esta rica herencia. Iquitos, 12 abril de 2023. El autor
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EL DESCUBRIMIENTO DEL RÍO AMAZONAS Y LA FUNDACIÓN DE IQUITOS Hacia 1530 había culminado la conquista del imperio Azteca por Hernán Cortés, como también de los territorios vecinos de América Central. El sueño de encontrar El Dorado, el País de la Canela, el reino de Las Amazonas, entre otros viejos mitos del imaginario europeo, NO SE HABÍAN CUMPLIDO. Se dirigieron las miradas hacia el sur del continente, aún desconocido para la geografía de la época. Por esos años se iniciaron las exploraciones terrestres a la todavía misteriosa América del Sur. Se tenían noticias de la existencia de un gran imperio en dichos territorios desconocidos. Le correspondió a Francisco Pizarro liderar esta empresa de ocupación territorial. Fueron hitos relevantes de la conquista del incario la captura y muerte del inca Atahualpa en 1532, y la fundación de Lima en enero de 1535 como capital del Reino de Nueva Castilla, cuyos dominios alcanzaban toda la América del Sur, con excepción de la franja que correspondía al reino de Portugal, según el Tratado de Tordesillas suscrito por los reinos de España y Portugal en junio de 1494; Tratado que contó con la intervención previa del papa Alejandro VI. Encontrándose Francisco Pizarro en Cuzco, se tuvieron noticias que el mítico Dorado -entre otras quimeras-, se hallaban en la parte norte de la América del Sur. En 1539 designó a su hermano Gonzalo Pizarro como Gobernador del señorío de Quito (última conquista del inca Huayna Cápac, padre de Atahualpa). Gonzalo Pizarro marchó a Quito desde el Cuzco, conjuntamente con su lugarteniente Francisco de Orellana y el cura Gaspar de Carvajal,
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acompañados de una cincuentena de soldados para tomar posesión de la gobernación asignada. En Quito, como en buena parte de los territorios ubicados más al norte (actual Colombia), también se hablaba el quechua, lo que llevó a los primeros cronistas hispanos que acompañaron la empresa de la conquista –y a los sucesivos- a inferir que hasta estos lugares se expandió el incario. Esta percepción ha permanecido en el tiempo hasta la fecha. Lo cierto es que el idioma quechua se hablaba en gran parte de América del Sur desde mucho antes de la formación y expansión del imperio Inca. En otra oportunidad hablaremos de ello. En la región donde está ubicada la actual ciudad de Bogotá (Colombia), era fama entre la población nativa la existencia de un cacique con fantásticas riquezas. Se decía que tenía la costumbre de bañarse el cuerpo con polvo de oro; que le rodeaban grandes riquezas de este precioso metal. Se organizaron sendas expediciones con el propósito de encontrar el quimérico lugar, destacándose las de Jiménez de Quezada y Benalcázar. Al parecer, esta leyenda provenía de la Cultura Muisca que desarrollo técnicas para trabajar el oro con fines ceremoniales (al igual que la Cultura Mochica- Chimú al Norte peruano). Para referencia, en el Museo de Oro de Bogotá se conserva una balsa muisca –en miniatura- que simboliza la investidura del cacique. Ahora bien, llegados e instalados en Quito, Gonzalo Pizarro y Francisco de Orellana fueron noticiados por pobladores indígenas de la existencia del “País de la Canela” (insumo cuyo valor se cotizaba en oro, en la Europa de la época). Esta información reforzó su afán de búsqueda de El Dorado y del referido magnífico país. Organizaron una expedición con mayores hombres y pertrechos para dirigirse hacia la región oriental de la
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desconocida Amazonía, en la que presuntamente se encontraban las fabulosas riquezas, en 1540. Durante la prolongada y accidentada travesía tomaron conocimiento del asesinato de Francisco Pizarro en Lima (1541), por renegados seguidores de Almagro; lo que obligó a Gonzalo Pizarro a retornar a Quito a principios de 1542. Existen crónicas de la época un tanto confusas, que dan cuenta de la existencia de serias controversias entre Gonzalo Pizarro y Francisco de Orellana, respecto de la travesía hacia el río Napo; circunstancia que probablemente explica que el primero denunciara al segundo ante la Corte hispana de Madrid por traición, que era un delito muy grave penado con la muerte del infractor.
Imaginaria Manoa o El Dorado. (s. XVI)
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FRANCISCO DE ORELLANA Y GASPAR DE CARVAJAL El relato de la expedición del descubrimiento fue hecho por el cura dominico Gaspar de Carvajal (el único de los expedicionarios que sabía leer y escribir), quien a su retorno a Madrid, en 1543, redactó el informe de las incidencias del viaje, que fue alimentado por su febril imaginación, incorporando a su resumido texto (Relación) milenarias utopías europeas, como la existencia de la ciudad de oro (“El Dorado”), las mujeres guerreras (“Las Amazonas”), que –según la mitología- se extirpaban uno de sus pechos para sostener con mayor firmeza sus armas de guerra; entre otros relatos fabulosos que anidaron durante siglos en el imaginario europeo (muchos siglos antes, tales mitos fueron recogidos por el historiador griego Herodoto – siglo V a.C.). Como expresé en un anterior trabajo –En Busca de la Memoria Perdida-(1); con el descubrimiento y la conquista de América por los europeos, volvieron a tener actualidad y adquirir verosimilitud referidos mitos, por los relatos fabulosos que se contaban, además de publicaciones hechas haciendo uso de la novísima tecnología de la imprenta y los dibujos que se acompañaban (también imaginados). En este punto cabe anotar que los hermanos Francisco, Hernando y Gonzalo Pizarro eran familiares consanguíneos con Francisco de Orellana (primos hermanos), como también con el dominico Gaspar de Carvajal. Todos eran nacidos en el pequeño pueblo medieval de Trujillo. Francisco era el mayor de ellos. Provenían de familias muy pobres dedicadas al pastoreo. No sabían leer ni escribir (algo común en las clases bajas de la época, que en su gran mayoría formaron las tropas expedicionarias),
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excepto Gaspar de Carvajal que, al optar por el sacerdocio, adquirió un nivel básico de educación. Ellos se habían formado en lo que eufemísticamente se conoce como la universidad de la vida, con grandes ambiciones, codicia y mucha decisión. Como se tiene dicho, el cura Gaspar de Carvajal redactó el informe de la inesperada e insólita travesía del descubrimiento del Gran Río de las Amazonas o Marañón (1541-1542), y que con mucha fortuna habían logrado salvar sus vidas parte de los hombres que conformaban la expedición original (Gaspar de Carvajal perdió un ojo por el flechazo que recibió de los nativos). Su Relación del nuevo descubrimiento del famoso río Grande de las Amazonas fue presentado al emperador Carlos V; sirviendo además a Francisco de Orellana para defenderse de la acusación de TRAICIÓN que Gonzalo Pizarro había presentado en su contra ante los tribunales de justicia de Madrid. Luego de aproximadamente dos años que duró el proceso, Orellana fue absuelto de los cargos y organizó una nueva expedición hacia el Gran Río, encontrando la muerte en su trayecto, en 1545. Contaba con 35 años de edad. El informe de Gaspar de Carvajal circuló restringidamente en los círculos de poder del reino, proscribiéndose su publicación por razones de seguridad, pues otras potencias europeas de la época también procuraban identificar nuevos territorios en América para asentarse. Cronistas más ilustrados como Gonzalo Fernández de Oviedo hicieron referencia de la Relación de Gaspar de Carvajal, señalando que “debe ser creído en razón de los dos flechazos, de los cuales el uno le quitó o quebró el ojo”. El Informe de Carvajal fue publicado íntegramente dos siglos después. Existieron otras expediciones con similar propósito, como la organizada desde Moyobamba por Pedro de Ursúa y Lope de Aguirre (1559), que culminó con el asesinato del primero y la
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proclamación del segundo como “Rey de los Marañones”, y la posterior decapitación de éste en la localidad de Barquisimeto (actual República de Venezuela) y la exhibición de su cabeza –de Lope de Aguirre, se entiende- en la Plaza de Armas de Lima. El reino de España prohibió nuevas incursiones en territorios amazónicos; lo que se cumplió durante un siglo aproximadamente.
Francisco de Orellana en la ciudad de Trujillo (España). Personaje que organizó la expedición hacia 'El Gran Río'.
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PEDRO DE TEXEIRA Y CRISTÓBAL DE ACUÑA Durante un siglo se impuso la regla del silencio en los dominios hispanos respecto de los territorios amazónicos. Otro evento fortuito habría de romperlo. Ocho hombres, para también salvar sus vidas de un levantamiento nativo –los llamados Encabellados- en el río Coca (naciente del río Napo), al igual que cien años antes, navegaron con rumbo desconocido siguiendo la corriente del río en una embarcación precaria. Con extraordinaria buena suerte llegaron vivos al fuerte militar del Pará portugués (desembocadura al Mar del Norte- Atlántico) después de cuatro meses de navegación (5 de febrero de 1637). En esa fecha los reinos de España y Portugal estaban unidos por el vínculo matrimonial que formalmente fusionaba sus respectivas casas reales; constituyendo así el más grande imperio que conoce el mundo hasta nuestros días. Eran tiempos en que el emperador hispano Felipe II se jactaba que en su reino “No se ponía el Sol”. Así, superando el asombro que para los portugueses representaba este redescubrimiento del Gran Río Amazonas, se organizó una enorme expedición de cerca de dos mil hombres, entre geógrafos, cartógrafos, naturalistas y soldados para emprender el viaje de reconocimiento hacia Quito; todos ellos bajo la autoridad del experimentado navegante y capitán portugués PEDRO DE TEXEIRA. Sus improvisados guías eran los ocho sobrevivientes del alto Napo, entre quienes estaban los curas franciscanos Domingo de Brieva y Andrés de Toledo. El retorno a Quito tomó ocho meses aproximadamente, pues iban recopilando información detallada del territorio recorrido, lo que después traería consecuencias
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geopolíticas en el dominio de la Amazonía. La llegada de la expedición a Quito generó mayor asombro y preocupación, porque ambos reinos -España y Portugal- estaban formalmente unidos, empero Portugal no llegó a fusionarse, manteniendo sus estructuras de poder y organización propias; lo que a la postre derivó en enfrentamientos de ambas coronas y el reconocimiento de la independencia del reino de Portugal en 1668. Luego de permanecer por más de un año en Quito, realizadas las consultas pertinentes al Consejo de Indias y la corona hispana, el Virrey del Perú, Conde de Chinchón, autorizó en viaje de retorno de la expedición de Pedro de Texeira hacia el Pará portugués, donde arribaron el 12 de diciembre de 1639. Este viaje de regreso contó con la escolta de tropas, geógrafos y otros acompañantes españoles; entre ellos, se encontraban el cura franciscano Domingo de Brieva (recuérdese que es su tercer viaje por la misma ruta) y el jesuita CRISTÓBAL DE ACUÑA, cuya “Relación” o Informe sobre el “Nuevo Descubrimiento del Gran Río de Las Amazonas en el año 1639”, fue publicado en Madrid en 1641. Esta “Relación” también fue traducida y publicada años después en París. El conocimiento de la obra de Acuña (“Nuevo Descubrimiento”) por parte del cartógrafo francés N. Sanson D'Abbeville despertó su creatividad, elaborando el Primer Mapa del mundo (imaginado, claro está) del ya famoso río Amazonas. Este mapa fue editado en París en 1656 y lleva el rótulo Le Perou et le cours de la RIVIERE AMAZONE. Asimismo, fue reproducido varias veces por diferentes cartógrafos, hasta que fue reemplazado por el mapa más realista elaborado por el jesuita SAMUEL FRITZ, en 1707. Este último plano informó la cartografía del mundo durante más de un siglo. El original fue llevado por el científico francés LA CONDAMINE a París en 1741 y se guarda en el Museo Louvre.
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Samuel Fritz, gran defensor de los territorios amazónicos (monumento ubicado en San Joaquín de Omaguas).
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En 1638 la Orden católica de los llamados jesuitas reemprendieron su labor misional en la Amazonía hispana. Los dos primeros sacerdotes que llegaron a San Francisco de Borja –primer centro poblado de la Amazonía hispana, fundado en 1619 por el capitán español Diego de Vaca de la Vega-, fueros los misioneros Gaspar Cugía y Lucas de la Cueva. Ellos iniciaron una empresa de civilización y evangelización cristiana que duró 130 años. Comprendió un extenso territorio de más de un millón de kilómetros cuadrados, que alcanzaba las riveras del actual río Negro (Brasil). Al respecto, el suscrito escribió hace más de una década: En Busca de la Memoria Perdida – Samuel Fritz y la Fundación de Yurimaguas. A este trabajo remito a mis amables lectores. En 1768 se hizo efectiva en esta parte de los territorios misionales la Pragmática Sanción dictada por el rey Carlos III de España, que disponía la expulsión de la Orden de los jesuitas de todos sus dominios. La “Reducción” de San Regis –cerca de la actual ciudad de Nauta- fue el lugar de donde partieron los últimos jesuitas de la Amazonía hispana con destino desconocido hacia ultramar. Como expresé en mi aludido trabajo, los misioneros jesuitas y franciscanos son los verdaderos forjadores de la civilización amazónica hispana –que heredó nuestra República, con todo lo controvertida que esta titánica labor pueda ser percibida en nuestros días por algún sector intelectual. Pasada una década de la expulsión de las misiones jesuíticas, las llamadas “Reducciones” fueron abandonadas, los
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bienes saqueados, y buena parte de la población nativa retornó a sus originales formas de vida. Por su parte los “bandeirantes” portugueses incrementaron con redoblada agresividad sus acciones invasivas de ocupación territorial y esclavización de la población nativa en territorio que correspondían a la corona española, según el anotado Tratado de Tordesillas. Debo subrayar que NO ES UN HECHO CONTROVERTIDO en la historiografía nacional que las llamadas Reducciones, creadas por los jesuitas en el territorio que actualmente ocupa la ciudad de Iquitos y sus alrededores, fueron forjadas durante los años que van entre 1715 a 1740. Inclusive, existen testimonios de primera mano como el de Francisco Xavier Veigl (jesuita de origen austriaco), quien luego de su expulsión escribió sus Noticias Detalladas sobre el estado de la Provincia de Maynas hasta el año 1768, donde t e s t i m o n i a q u e l o s N a p e a n o s o Ya m e o s o c u p a b a n parcialidades en las inmediaciones de los ríos Itaya y Nanay, cuyas Reducciones fueron establecidas entre los años 17151738, por los padres jesuitas Gaspar Vidal, Pablo Maroni y Carlos Brentano. También informa que José Bahamonde, SJ, “logró crear nuevas aldeas –léase Reducciones-con los Iquitos (entre 1730- 1740), que vivían en la parte mediana y superior de la cuenca del Nanay: San Juan Nepomuceno, Santa Bárbara de Iquitos y Sagrado Corazón de Maracanos”. Estos testimonios están corroborados por el Mapa de las misiones que acompaña a sus Noticias Detalladas. Otros misioneros de la época también testimonian en similar sentido, como Manuel J. Uriarte, SJ, en su Diario de un Misionero de Maynas; Pablo Maroni, SJ, en su Noticias Auténticas del Famoso Río Marañón; seguidas de las Relaciones de los padres Zárate y Magnín (1735-1740).
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Estas referencias de los propios protagonistas de las Reducciones, de cuyas poblaciones originarias se gesta la ciudad de Iquitos, fueron publicadas en circunstancias, fechas y lugares distintos de Europa, después que los mismos fueron expulsados de la Amazonía hispana; situación que nos proporciona una sólida evidencia sobre la formación de la ciudad. De ello se concluye que Iquitos tiene su origen en las Reducciones jesuíticas, creadas en las parcialidades ubicadas entre los ríos Itaya y Nanay y Marañón o Amazonas; siendo que originariamente fueron los Yameos o Napeanos, quienes ocupaban la parte inferior (desembocaduras) de ambos ríos, para después ser absorbidos –o quizá desplazados- por los pobladores Iquitos, que ocupaban las partes mediana y superior del río Nanay. La realidad descrita también consta en la cartografía de la época, cuya autenticidad y registro científico está más allá de toda duda razonable, como se dice en lenguaje jurídico. Tales planos son obra de Juan Magnin (1740), quien fue miembro de la Academia de Ciencias de París en virtud del rigor científico de sus aportes geográficos y naturalistas; de Francisco Xavier Veigel (1769), que retornó a su natal Austria en 1771; y de don Francisco Requena y Herrera (1779), quien elaboró el primer mapa en su calidad de primer gobernador de Maynas al iniciar sus trabajos como responsable de la Cuarta Partida para la delimitación territorial en la Amazonía entre los reinos de España y Portugal, en cumplimiento del Tratado de San Ildefonso de 1777; fuentes que refuerzan de modo inconcuso lo que se tiene expresado. Luego de la expulsión de los jesuitas en 1768, se produjo específicamente este proceso de asimilación o desplazamiento de los Yameos, para ser sustituidos en la ocupación del territorio
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por los Iquitos. Debe tenerse en cuenta que se trataba de reducidas poblaciones nativas que, en lo esencial, habían adquirido hábitos de vida urbana occidentales y creencias impartidas por los religiosos jesuitas. El hecho es que cuando Francisco Requena recorrió estos territorios entre 1780- 1795, identificó a la población que ocupaba estos predios como los IQUITOS. Así lo consignó en el plano geográfico que elaboró luego de su regreso a Madrid en 1796. Fue el primer funcionario estatal del reino de España en reconocer la existencia de un centro poblado llamado IQUITOS en la ubicación actual de la ciudad. Este mapa de 1796 fue acompañado al Informe elevado al rey español Carlos IV, dando cuenta de la situación en que se encontraban los dominios hispanos en la Amazonía, y recomendando que los territorios correspondientes a la Comandancia General de Maynas fueran segregados del Virreinato de Nueva Granada e integrados al Virreinato del Perú, a fin de procurar una mejor administración y defensa frente a las amenazas invasoras de los portugueses. En marzo de 1802, Requena hizo un último informe al rey, reiterando su posición. El original del mapa obra en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos de América. El 15 de julio de 1802, el rey Carlos IV de España dictó la Real Cédula que incorporaba estos extensos territorios al Virreinato del Perú. Fue el título jurídico con el que se fundó nuestra República. Iquitos formaba parte indisoluble de ella. Finalmente, en este punto, debo anotar que fueron numerosos los intentos de los funcionarios del Virreinato de Nueva Granada y de la Gobernación de Quito que, a lo largo de las dos primeras décadas del siglo XIX, trataron que se revoque
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la precitada Real Cédula de 1802. No pudieron sortear la firme defensa de ésta, que a lo largo de esos años hacía el ya Consejero del rey Carlos IV, miembro del Consejo de Indias y Mariscal de Campo español Francisco Requena y Herrera. Murió en Madrid, en 1824. Posteriormente, el 29 de diciembre de 1820, el peruano Marqués de Torre Tagle proclamaba la Independencia del Perú en Trujillo. Se iniciaba un nuevo período en nuestra Historia nacional.
Grabado de una Reducción jesuítica en la Amazonía.
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FRANCISCO REQUENA E HIPÓLITO SÁNCHEZ RANGEL EN IQUITOS El rol de ambos personajes en el período previo a la Independencia y fundación de la República fue crucial. El primero, como se sabe, desempeño el cargo de primer gobernador de la Comandancia General de Maynas creada por la corona hispana en 1778. Su papel fue decisivo para la anexión de estos territorios a la heredad nacional, como se tiene dicho. El franciscano Hipólito Sánchez Rangel y Fayas, fue ordenado como primer obispo de Maynas (nombrado por Bula papal en 1805). Su figura fue materia de enconada controversia durante el contencioso territorial mantenido entre las Repúblicas del Perú y Ecuador desde fines del siglo XIX y los primeros lustros del siglo XX, en que el litigio fue sometido al arbitraje del rey de España. Las acciones de Sánchez Rangel durante el ejercicio de su cargo en Maynas, desde que llega a la ciudad de Jeberos en 1808 –entonces Jeberos era la capital de la Comandancia de Maynas-, y su partida a España, en agosto de 1821, fue materia de detallados escrutinios por historiadores y diplomáticos de ambos países, en razón del impacto que sus acciones podían tener en el arbitraje de límites antes referido. Por tal motivo se investigaron y recopilaron todas sus actuaciones funcionales. Para el propósito de este artículo, conviene resaltar un hecho sobre su labor. Fue el primer funcionario español –recuérdese que España era una monarquía católica-, que realizó
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un censo de población en los territorios de la Comandancia General de Maynas, bajo su jurisdicción eclesial. En el informe sobre el Censo realizado en 1812, está consignada su visita al pueblo de Iquitos, habiendo registrado una población de 81 familias, compuesta en su mayoría de nativos Iquitos. Tal hecho corrobora que esta comunidad estaba firmemente arraigada en el lugar, a diferencia de otras que desaparecieron luego de la expulsión de los jesuitas. Este obispo –bastante temperamental- según testimonios de quienes trataron con él, fue quien de facto trasladó la capital de la Comandancia General de Maynas de Jeberos a la ciudad de Moyobamba en 1812. Solía hacer encendidas proclamas en los actos litúrgicos en defensa de la preservación de la monarquía española, al igual que procesiones con igual propósito. Asimismo, promovió la firma de sendos documentos de adhesión de los feligreses en favor del rey Fernando VII (que estaba cautivo de Napoleón Bonaparte), como también el respaldo a la Constitución hispana de 1812 (Constitución de Cádiz), entre otras acciones que ponían de manifiesto su irreductible defensa de la monarquía. Cuando las luchas independentistas llegaron a Moyobamba, partió con rumbo a España a través del Amazonas. Murió como obispo de Lugo (España) en 1839. Paradójicamente, sus acciones sirvieron para afirmar los derechos territoriales (sobre la Amazonía) de la República peruana que él combatió, como fue el traslado de la capital de la Comandancia de Maynas (Jeberos) a la ciudad de Moyobamba, indiscutiblemente peruana. Ironías de la Historia.
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Hipólito Sánchez Rangel, primer obispo de Maynas.
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IQUITOS Y LOS PRIMEROS AÑOS DE LA REPÚBLICA Como se sabe, la larga Guerra de la Independencia de la América hispana duró cerca de dos décadas (una de las más largas de la Historia moderna). Haciendo un paralelo, la lucha de la independencia de las 13 colonias inglesas -hoy Estados Unidos de América-, duró aproximadamente cuatro años. Nuestra Independencia, como repito, se concretó finalmente en las batallas de Junín y Ayacucho, en 1824. Y ello ocurrió así, porque el Perú era el centro de la dominación hispana en América del Sur. Fruto de las negociaciones entre el General don José de San Martín y el Virrey don José De la Serna, la administración colonial se trasladó de Lima al Cuzco, donde permaneció entre 1821 y 1824. En estos años hubo una guerra de desgaste y posiciones, en que la propia Lima pasaba del control de uno al control del otro. Este largo conflicto dejó un país exhausto, socialmente dividido y materialmente empobrecido. A estos males se agregaron muchos otros, como las guerras civiles libradas entre caudillos militares que -tratando de emular a Napoleón Bonaparte- procuraron imponerse unos a otros, con graves consecuencias en detrimento del futuro del país. La naciente República del Perú carecía de límites territoriales reconocidos por las demás Repúblicas vecinas que surgieron con la desintegración del colonialismo hispano. La primera guerra que se libró al respecto fue con la Gran Colombia, dirigida por Simón Bolívar, en 1828. Los territorios de la Comandancia General de Maynas y el pago de una presunta deuda de guerra fueron los principales motivos alegados por Bolívar. El General José de La Mar, presidente del Perú, lideró las tropas peruanas, ocupando Guayaquil.
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El conflicto territorial se superó temporalmente con golpes de Estado en los respectivos países y los extrañamientos de La Mar y Bolívar; también con la disolución del proyecto bolivariano de la Gran Colombia, constituyéndose en su reemplazo las nuevas Repúblicas de Venezuela, Colombia y Ecuador. Este último país se proclamó como República en 1830, naciendo con el reclamo de los territorios amazónicos. Como se sabe, este conflicto ha marcado la Historia nacional cerca de 200 años y aún no ha concluido. Consolidada la Independencia del Perú, los nuevos gobiernos autorizaron viajes de hombres de ciencia, y delegados gubernamentales interesados en conocer la geografía y la riqueza natural que albergaban los territorios amazónicos (aún desconocidos para la élite del Perú). Existen numerosos testimonios de todos ellos, dando cuenta de la existencia de la población de Iquitos asentada en el actual territorio. Resalto dos de ellas. La primera, del científico alemán Eduard Poeppig, quien recorrió buena parte del Perú entre 1827 – 1832. Al regresar a su país fue nombrado profesor de la Universidad de Leipzig (1833), y publicó el relato de su recorrido: Viaje al Perú y al Río Amazonas, donde da cuenta del activo comercio que existía entre los pueblos de la Amazonía del Perú y Brasil “Los brasileños ofrecían mercancías europeas y norteamericanas. Los peruanos comercializaban tabaco (de calidad muy buena, especialmente el de Jeberos; zarzaparrilla, recolectada en gran escala desde 1822; y cera blanca, obtenida de las abejas silvestres y de gran demanda”. Poeppig refiere haber llegado a Iquitos el 13 de agosto de 1831, donde permaneció algunos días; lo describió como: “(…)el pueblo más pequeño de esta región. Una angosta abertura en la tupida selva de la ribera apenas permite distinguir su ubicación… donde además las orillas cambian constantemente su ubicación; un brazo ancho se seca en corto tiempo, en tanto que se forma otro
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nuevo… Al aproximarse de noche es costumbre dar la señal con la corneta de madera para no asustar a los habitantes y precaverse de una agresión que podría producirse fácilmente debido a un malentendido”; entre otros relatos, como también: “Hermoso es el panorama que ofrece el Marañon más arriba de Orán”; etc. Por su parte el sabio naturalista Antonio Raimondi describe a Iquitos en su primer viaje realizado a la Amazonía peruana, entre 1859 – 1861, describiéndolo como: “El pueblo se halla colocado en un terreno un poco elevado; actualmente tiene una población que pasa de 400 almas, dividido como en dos pueblos, de los que uno tiene casas más cómodas y es habitado por unos 100 individuos, originarios del pueblo de Borja, destruido por los salvajes; el otro es habitado por indios de Iquitos […] Los habitantes son muy industriosos; con las hojas de una palmera espinosa, que llaman Chambira, preparan una materia textil muy tenaz con la que fabrican hamacas y unas bolsas de varios colores, que sirven para cargar varios objetos”; entre otros comentarios. Este primer viaje de Raimondi (1859 – 1861), fue financiado por el gobierno de Ramón Castilla, con quien mantenía relaciones de amistad personal. Su informe fue publicado en 1862 y publicado como “Apuntes sobre la Provincia Litoral de Loreto”. Realizó un segundo viaje entre 1868 – 1869, advirtiendo un crecimiento exponencial de la ciudad. Se había iniciado la explotación del caucho, cuyo auge se produjo a partir de la década de 1870, prolongándose hasta 1914, inclusive; período que marcó la configuración definitiva de la ciudad cosmopolita que hoy conocemos, y cuyos aportes al país fueron reconocidos por el gran historiador de La República, don Jorge Basadre Grohmann, que la llamó “LA CIUDAD DE LA REPÚBLICA”.
Aristóteles Álvarez López
Eduard Poeppig llegó a Iquitos en 1831.
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Aristóteles Álvarez López
JENARO E. HERRERA Y LA FUNDACIÓN DE IQUITOS Hace más de un siglo, Jenaro E. Herrera, al historiar sobre la ciudad de Iquitos, identificó dos períodos, uno colonial y otro republicano (ver: Algunos Apuntes acerca de Iquitos hasta 1908). Sobre el primero, recogió lo que tanto el historiador José Chantre y Herrera había escrito sobre la Historia del Marañón español (obra publicada en Madrid en 1801); como también del historiador J. Wilkens de Mattos que, en 1874, publicó su obra Diccionario topográfico del Departamento de Loreto. Ambos historiadores, citados por Herrera, coinciden en que fueron los jesuitas quienes fundaron diferentes pueblos con los nativos Iquitos (ubicados en las cercanías de la actual ciudad), entre ellos destacan: 1) San Juan de Nepomuceno; 2) Santa Bárbara de Iquitos; 3) Santa María de los Iquitos; entre otros. Herrera estaba en lo cierto en cuanto al origen
Iquitos como Centro Poblado. Ilustración de mediados del siglo XIX.
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jesuítico de la ciudad; empero, desconocía la cartografía antes anotada. Desde finales del siglo XIX, se ha tratado de encontrar algún documento específico sobre la fundación de la ciudad de Iquitos. La historiografía se empeñó en encontrar alguna prueba material sobre tal hecho, tratando de reproducir algún paralelo con otras ciudades del Perú como Lima, Cuzco, Arequipa, Trujillo, Cajamarca, Moyobamba, u otras, que cuentan con una data colonial, al haber sido vueltas a “fundar” por los conquistadores hispanos. Por eso se habla, en otros casos, de la fundación hispana de la ciudad. En realidad, estos centros poblados o núcleos urbanos originarios, existían inclusive desde siglos antes del incario, como lo atestiguan numerosas investigaciones antropológicas y vestigios arqueológicos que continúan encontrándose. Así, a la llegada de los españoles, existían civilizaciones avanzadas en los territorios del ande y de la costa peruanas; civilizaciones claramente distintas a las que se conocía en el Viejo Mundo; por lo que no fueron comprendida en su tiempo. Los cronistas que acompañaron las avanzadas de conquista tenían esencialmente una formación clerical no exenta de los graves prejuicios del medioevo que nutrían el espíritu de los conquistadores. En resumen, los que llegaron a América venían ataviados de los conocimientos y prejuicios medievales. El pensamiento renacentista (humanista) estaba en incipiente desarrollo en algunas partes de Europa. Además, como se sabe, los primeros expedicionarios no estaban integrados precisamente por intelectuales, sino por rudos aventureros cargados de ambiciones materiales y codicia. Aquí dejo este tópico que merece un mayor estudio.
Aristóteles Álvarez López
Jenaro E. Herrera Torres Primer Juez de Primera Instancia de Loreto. Fue gestor de la Ley que consagró a Iquitos como Capital de Loreto en 1897.
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IQUITOS Y EL RÍO AMAZONAS De los antecedentes glosados se concluye que, Iquitos pasó de ser un centro poblado nativo (Reducción), a la ciudad que hoy conocemos. Desde sus orígenes estuvo vinculada al molde de la civilización occidental, con las características propias del rico mestizaje forjado, que se traduce en una identidad cultural propia de la Amazonía peruana, de la que debemos sentirnos orgullosos. Al mismo tiempo, cumplieron un rol indiscutible en su forja, tanto el descubrimiento del Río Amazonas, como la labor de civilización y evangelización de los padres jesuitas. En el mismo sentido, contribuyeron a su desarrollo el esforzado trabajo de Francisco Requena, del obispo Hipólito Sánchez Rangel y tantos otros que, durante el período colonial, se sumaron a la defensa de su hispanidad. Invaluables aportes que heredó nuestra República, como está dicho. También fue decisiva en su engrandecimiento, la obra de los primeros gobiernos de la República, destacándose, entre ellas, el Convenio de Libre Navegación del Río Amazonas, suscrito con el imperio del Brasil; la compra de las embarcaciones “Huallaga” y “Tirado” en 1854 (dispuestas por el presidente don Ramón Castilla), las cuales, por primera vez, navegaron nuestros ríos en nombre del Perú; como también la construcción del Apostadero Fluvial de 1861; y una la larga lista de acciones de sucesivos gobiernos (con sus más y sus menos), así como las prominentes personalidades de nuestra vida nacional que, imbuidas de un indiscutible patriotismo, afirmaron la peruanidad de estos territorios. Obviamente, nuestra Historia amazónica también registra períodos tristes y sombríos, algunos muy oscuros, de los que no me ocuparé en este trabajo.
Aristóteles Álvarez López
Embarcación “Huallaga”, uno de los primeros barcos peruanos en recorrer los ríos amazónicos en 1864.
He dejado para el final, el reconocimiento a tantos peruanos venidos de todos los rincones del país, especialmente a los de regiones contiguas y cientos de migrantes extranjeros de todas las razas, quienes contribuyeron de modo fundamental en el progreso de esta ciudad gracias a su audacia, inteligencia, trabajo esforzado y creatividad. La mayoría, desde 1840, se trasladaron a estas lejanas y aún misteriosas tierras para construir Patria, dedicando sus vidas a forjar una ciudad próspera y acogedora donde los hombres de toda condición y etnia alcancen su felicidad, en base al trabajo esforzado, la solidaridad y el cultivo de actitudes y valores permanentes que hacen la grandeza de una nación. En reconocimiento de todo ello, se propone a las autoridades municipales y culturales de la región que la fecha a conmemorarse como la Fundación de Iquitos sea el 12 de febrero de 1796. Queda en vuestras manos esta decisión. Muchas gracias.
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ANEXOS
El primer mapa del Río Amazonas (imaginado) del cartógrafo N. Sanson D’Abbeville. París, 1656.
Primer Mapa real del Río Amazonas, elaborado por Samuel Fritz en 1706.
Mapa de Juan Magnin de 1740 donde la Reducción de los Iquitos aparece en la parte superior del río Nanay.
Mapa de Francisco Xavier Veigl quien testimonia que los Napeanos o Yameos ocupaban parcialidades en las inmediaciones de los ríos Itaya y Nanay.
Mapa de Francisco Requena y Herrera (1796); donde aparece Yquitos en su actual ubicación.