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Spanish Pages 198 [185] Year 2001
Georg Bossong, Francisco Báez de Aguilar González (eds.) Identidades lingüísticas en la España autonómica
LINGÜÍSTICA IBEROAMERICANA Vol. 14 DIRECTORES:
Gerd Wotjak y Eberhard Gärtner Centro de Investigación Iberoamericana Universidad de Leipzig María Teresa Fuentes de Morán Universidad de Salamanca
CONSEJO DE REDACCIÓN:
Valerio Báez San José; Ignacio Bosque; Henriqueta Costa Campos; Ataliba T. de Castilho; Ivo Castro; Violeta Dernont Luis Femando Lara; Lucia Maria Pinheiro Lobato; Elena M. Rojas Mayer; Rosa Virginia Matos e Silva; Ramón Trujillo; Mário Vilela
Georg Bossong. Francisco Báez de Aguilar González (eds.)
Identidades lingüísticas en la España autonómica A ctas de las Jornadas H ispánicas 1997 de la Sociedad Suiza de E studios H ispánicos
Vervuert • Iberoamericana • 2000
La organización de las Jornadas ha sido subvencionada por la Schweizerische Akademie der Geisteswissenschaften y por la Sociedad Suiza de Estudios Hispánicos; la publicación de estas actas ha sido subvencionada por la Hochschulstiftung der Univer sität Zürich
Die Deutsche Bibliothek - CIP-Einheitsaufnahme Identidades lingüísticas en la España autonómica: actas de las Jornadas Hispánicas 1997 de la Sociedad Suiza de Estudios Hipánicos/ Georg Bossong; Francisco Báez de Aguilar González (ed.) - Frankfurt am M ain: Vervuert; Madrid: Iberoamericana, 2000 (Lingüística Iberoamericana ; Vol. 14) ISBN 3-89354-784-3 (Vervuert) ISBN 978-84-95107-93-0 (Iberoamericana) © Vervuert Verlag, Frankfurt am Main 2000 © Iberoamericana, Madrid 2000 Reservados todos los derechos Depósito Legal: M. 49.878-2000 Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico blanqueado sin cloro. Impreso en España por Publidisa
índice Prólogo ............................................................................................................................7 Christine Bierbach
Cuatro idiomas para un Estado - ¿cuántos para una Región Autónoma? Observaciones acerca del debate sobre plurilingüismo y política lingüística en España.....................................................................................................17 Miquel Strubell i Trueta
La investigación sociolingüística en los Países Catalanes.....................................39 Yvonne Griley Martínez
Perspectivas de la política lingüística en Cataluña................................................. 61 Josune Ariztondo Akarregi
La política lingüística en la Comunidad Autónoma Vasca.....................................69 Mauro Fernández Rodríguez
Entre castellano y portugués: La identidad lingüística del gallego ......................81 Juan Andrés Villena Ponsoda
Identidad y variación lingüística: Prestigio nacional y lealtad vernacular en el español hablado en Andalucía...................................................................... 107 Francisco Báez de Aguilar González
Los andaluces en busca de su identidad.................................................................151 Sobre los autores..................................................................... ..................................187
Prólogo
La España democrática y autonómica de hoy es un ejemplo mundialmente reco nocido y emulado de cómo deberían ser tratadas las minorías lingüísticas dentro de un Estado-nación antiguamente centralizado. El cambio del sistema político en la era postfranquista no sólo ha llevado consigo la reestructuración profunda de las instituciones centrales, sino también la instalación de nuevos modelos de autogobierno de las regiones. En el plano de las lenguas, España ha mostrado al mundo cuáles pueden ser los efectos de una política lingüística consciente, sis temática y coherente. Pertenezco a la generación del 68. Entre otras cosas, nos entusiasmaba la idea de un desarrollo libre de las minorías oprimidas en los Estados centralistas, y de su emancipación del yugo de lo que por aquel entonces solía llamarse el „colonialismo interior“. El renacimiento de las culturas regionales se oponía al avance, irrefrenable en apariencia, de los Estados nacionales omnipresentes y cada vez más poderosos. Al progreso irreprimible de las grandes lenguas de co municación nacional e internacional se enfrentaban las reivindicaciones de las lenguas de difusión menor, a menudo directamente amenazadas en su misma existencia. Evidentemente, tales movimientos reivindicativos sólo podían expre sarse libremente en aquellos Estados que ofrecían a sus ciudadanos las libertades democráticas elementales. Una comparación entre Francia y España resulta ins tructiva a este respecto. A finales de los años sesenta y principio de los setenta, las calles del Sur de Francia, así como las estanterías de los libreros, resonaban con eslóganes como Voulem viure al país (“queremos vivir en nuestra región” — y no ser obli gados a “ascender” a París— ) o Home d ’oc, as dreit a la par aula: parla (“hom bre de Occitania, tienes derecho a la palabra: ¡habla!”). En las salas de concier tos como en la plazas públicas de la Provenza y del Languedoc se oían las can ciones de protesta de cantautores como Martí o Raimon, con sus acerbos ataques contra los centralismos de París y de Madrid. Pero mientras que en Francia todos estos portavoces de una revolución regionalista podían dar libre expresión a sus reivindicaciones tanto en forma escrita como hablada o cantada, al otro lado del Pirineo seguía la opresión masiva que dominaba el país desde hacía cuatro lar gos decenios. 1970 era el año de las condenas a muerte de Burgos. Y recuerdo bien que a los participantes de los Jocs floráis organizados en 1970 en Tubinga
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por el inolvidable Antoni Pous, a su regreso a España les esperaba la policía, y en algunos casos la cárcel. Si se comparaba entonces la situación del catalán con la del occitano, la diferencia no podía ser mayor: aunque la represión ya no era tan feroz como en los primeros años de la posguerra, el futuro del catalán debía parecerle al observador incierto, precario, sombrío, con perspectivas bloqueadas y cerradas por todas partes; mientras que los movimientos del Midi de Francia estaban en pleno auge y mostraban tal vitalidad que el porvenir de la lengua occitana se dibujaba con colores resplandecientes. Una predicción, según lo que entonces era previsible, habría pronosticado el paulatino retroceso, la decadencia y la desaparición final del catalán en un futuro cercano; y el ascenso irresistible de un occitano más o menos estandarizado, hasta establecerse otra vez como lengua usuaria y oficial en gran parte o incluso en la totalidad del tercio meri dional de Francia. Todos sabemos que la evolución lingüística no ha seguido este rumbo; todos conocemos los resultados, están ahí, ante nosotros. Hace algunos años conocí personalmente al autor del primero de los eslóganes occitanistas arriba citados. Para él, como para la mayoría de sus compañe ros, todas estas historias ya pertenecían a un pasado al que se miraba atrás con cierta nostalgia y resignación, pero sin amargura. Se había conformado con el Estado francés y con una identidad definida primariamente como francesa. El elemento occitano lo consideraba ya, al igual que la mayoría de los franceses, como algo pintoresco y folklórico. Mientras tanto, el catalán se ha ido convir tiendo en la primera lengua de la región y está relegando el español al rango de lengua extranjera todavía con ciertos privilegios, pero cada vez menos. Cabe pues preguntarse: ¿Cómo explicar esta evolución? ¿Adonde ha ido a parar el entusiasmo inicial de los occitanistas? ¿Por qué se ha convertido el catalán hoy día en la lengua “minoritaria” más reconocida de toda Europa, en la lengua re gional más utilizada y más imprescindible en la vida oficial y diaria de los ciu dadanos de su región? La respuesta no es difícil. En la época actual, y ante las bien conocidas condiciones en los medios de comunicación, en el sistema esco lar y en la vida pública en general, ya no bastan la tolerancia o la mera ausencia de una opresión abierta para asegurar la supervivencia de una lengua minorita ria, sino que se precisan medidas positivas de fomento e incentivos poderosos para ello. En pocas palabras, lo que hoy en día hace falta es una voluntad polí tica firme y clara, así como un programa sistemático y coherente para poner ésta en práctica. Si falta esto, si se deja el uso de la lengua a lo que podríamos llamar su “inercia natural”, la lengua minoritaria desaparecerá tarde o temprano. Las condiciones reinantes en el mundo actual no son propicias para el manteni miento de lenguas minoritarias; al contrario, favorecen unilateralmente a las grandes lenguas nacionales y, claro está, el avance irresistible de la única lengua
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global que subsiste, el inglés, que a medio plazo podría amenazar a su vez a las lenguas nacionales. La conclusión que podemos sacar de la comparación entre el caso occitano y el catalán es evidente: el éxito de una lengua minoritaria sólo puede lograrse con acciones y medidas positivas; la neutralidad del Estado no sirve para nada; es más, puede incluso ser más negativa que la opresión abierta, ya que ésta última puede provocar reacciones identitarias fuertes. Durante los años más negros de la dictadura franquista, la resistencia frente a la opresión pudo sobrevivir en la clandestinidad; pero ¿qué oponer a la actitud tibia, si no francamente indiferente, del Estado francés? España es hoy conocida y reconocida como un país plurilingüe, quizás en mayor medida que los demás Estados europeos actuales, y esto a pesar de que apenas haya países carentes de minorías lingüísticas. Esto se debe, claro está, en primer lugar a la evolución política de las dos últimas décadas: sin la regionalización de las instituciones políticas, sin la coofícialización de las llamadas “lenguas propias”, el catalán, el vasco y el gallego no tendrían el estatus del que hoy día gozan, sino que seguirían estando relegados al rango de lenguas quizá toleradas pero no fomentadas oficialmente, tal como les sucede a las lenguas re gionales de Francia y de otros países. Además de esto, las tres lenguas cooficia les de España presentan todas unas peculiaridades propias que las distinguen de otras lenguas minoritarias y que seguramente también han contribuido a la me jora de sus situaciones respectivas. - El catalán tiene un peso histórico, geográfico, político y sobre todo de mográfico por el que apenas parece justificado clasificarlo como “lengua mino ritaria”. Como se suele afirmar, esta lengua es hablada por unos siete a ocho mi llones de locutores, cifra que lo sitúa en una posición ligeramente inferior al griego y al sueco, pero netamente superior a la de lenguas como el danés, el no ruego (con sus dos variantes), el esloveno o el albanés, todas ellas lenguas na cionales en sus propios Estados. Desde todos los puntos de vista, el catalán es con mucho la “lengua minoritaria” más importante de Europa. - El vasco destaca como elemento absolutamente “exótico” en el paisaje lingüístico europeo. Es consabida su posición aislada en el árbol genético de las lenguas. Este único superviviente del estado prehistórico y preindoeuropeo de nuestro continente no ha dejado de atraer la atención de los investigadores. Su estructura tipológica, tan diferente de todo lo acostumbrado en el “Standard Average European”, en otros tiempos, puede haber sido un obstáculo a la asi milación, hoy día representa indudablemente un elemento más que favorece la preservación de la lengua. - El gallego ocupa un puesto especial (y a veces sentido como bastante in cómodo) entre las dos lenguas románicas más grandes y más difundidas, el es
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pañol y el portugués. La necesidad de afirmar una identidad propia frente a dos entidades tan potentes puede ser un ejercicio difícil, pero también puede contri buir a consolidar las propias fuerzas. Resumiendo se puede decir que la España de hoy es un caso único entre los Estados nacionales modernos. Rompiendo decididamente con un pasado centralista y unificador, los españoles han hallado una vía para solucionar pací ficamente los problemas identitarios que envenenan la política interior de tantos países. Pasando de la dictadura a la democracia, España ha logrado el milagro de pasar al mismo tiempo de la opresión lingüística a una actitud frente a las mino rías que se admira y se sigue como modelo en muchos países del mundo. *
En Suiza, la sensibilidad respecto a las cuestiones lingüísticas está naturalmente bien desarrollada, y por ello es de suponer que la situación española despierte cierto interés aquí. El número de lenguas nacionales es cuantitativamente el mismo en ambos países. Pero el paralelismo no va más lejos: en Suiza, tres de las cuatro lenguas tienen su territorio bien definido dentro del cual tienen validez exclusiva; no se trata pues de “lenguas minoritarias”. También cabe recordar que las tres grandes lenguas de Suiza son lenguas nacionales más allá de sus fronte ras, en contraste a España donde el gallego es exclusivo de Galicia (si no se cla sifica como dialecto portugués) y donde el vasco y el catalán sólo disponen de pequeñas zonas más allá de las fronteras españolas. Sólo el retorromano puede ser considerado (hasta cierto punto) como “lengua minoritaria”, ya que se prac tica en un territorio en el cual el alemán tiene validez oficial, y ya que la casi totalidad de sus hablantes es bilingüe. A pesar de tales diferencias fundamenta les, se puede afirmar que Suiza, como España, es un país plurilingüe y que las lenguas que lo componen están reconocidas oficialmente. Pero mientras que Suiza es considerada y admirada desde siempre como un modelo de convivencia pacífica entre lenguas y culturas diferentes, la imagen de España en este res pecto es bastante reciente. El presente volumen recoge las contribuciones a las Jomadas Hispánicas de la Sociedad Suiza de Estudios Hispánicos, celebradas en noviembre de 1997 en la Universidad de Zúrich. Cuando nos pidieron organizar dichas Jomadas — con muchísima antelación, como es típico para Suiza— , enseguida se nos ocurrió este tema tan central en el debate español actual y al mismo tiempo tan poco conocido en este país. En lugar de temas de lingüística “sistèmica”, im portantes pero atractivos sólo para un público reducido, coincidimos (mi enton ces asistente Francisco Báez de Aguilar González y yo) en dar la preferencia a
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un sujeto de actualidad, capaz de despertar el interés de hispanistas de la más di versa índole y también de un público general más amplio. Siendo numerosísimas las contribuciones al estudio de la España plurilingüe moderna, había que trazar un perfil específico para estas Jomadas. Finalmente nos pusimos de acuerdo so bre dos puntos por los que el presente volumen se distingue de otras obras pare cidas: por un lado tratamos de dar la palabra no sólo a investigadores universita rios, sino también a representantes de los gobiernos respectivos, es decir a miembros de las direcciones lingüísticas en cuestión; por otro lado, nos pareció conveniente incluir no sólo las tres lenguas cooficiales con el español, sino tam bién el andaluz como representante de una región autónoma sin lengua propia, pero con una variedad del español que a raíz del proceso autonómico había em pezado a afirmar con creciente insistencia su especificidad frente a la lengua es tándar. Ambas decisiones necesitan justificación. Nadie conoce mejor la realidad lingüística de una región que los responsa bles de la aplicación de la política lingüística respectiva. Esta observación gene ral es particularmente válida para España, donde la investigación sociolingüística y la práctica glotopolítica están tan estrechamente vinculadas como en po cos países. El impulso decisivo para la implantación de una política lingüística coherente provenía de la investigación académica: eran los sociolingüistas cata lanes, y en particular los valencianos, quienes estaban desarrollando y am pliando el concepto fergusoniano de la “diglosia”, sacándolo fuera del ámbito meramente teórico y descriptivo y confiriéndole un valor práctico, inmediata mente aplicable. Han sido ellos quienes han creado el concepto de “normaliza ción”, no como una herramienta para la comprensión de procesos ya consuma dos, sino para la puesta en marcha de procesos todavía no realizados, o sea, como un programa político. Se ha postulado aquí por primera vez una “normali dad” generalizada, es decir, un estado “normal” que ha de ser el mismo tanto para las lenguas oficiales y nacionales como para las minoritarias y hasta enton ces oprimidas. Es un concepto sumamente democrático, salido del ámbito aca démico para ser integrado en el discurso político y en la práctica concreta. La permeabilidad entre teoría científica y práctica política sigue viva en nuestros días. Las Direcciones de Política Lingüística fomentan la investigación sociolingüística, subvencionando continuamente encuestas de competencia y uso de las lenguas en sus respectivos territorios para seguir así casi a diario la evolución lingüística y la efectividad de sus políticas de normalización lingüística. Dispo nemos para las situaciones sociolingüísticas de los Países Catalanes, del País Vasco y de Galicia de datos de una precisión y de una actualidad totalmente desconocida e incluso inimaginable en la gran mayoría de los países con mino rías lingüísticas. Por otro lado, los resultados de la investigación influyen sobre
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las decisiones políticas, efectuando así una puntualidad y una adecuación a la realidad inigualables. Así, pues, parece más que justificado dar la palabra tam bién a los que están implicados directamente en los procesos de decisión y de seguimiento de las políticas lingüísticas respectivas. La inclusión del andaluz en el programa de las Jomadas necesita una justificación un poco más detallada. Para poner en claro las cosas desde el prin cipio, conviene subrayar aquí que evidentemente no es nuestra intención preten der que el andaluz sea una “lengua” distinta del español como lo son el catalán, el vasco y el gallego. Tal pretensión sería absurda. No cabe la menor duda de que tanto lingüística como históricamente el andaluz es un vástago del caste llano. Si no carece de sentido postular el estatus de “lengua” para el bable astu riano o el aragonés, ya que se trata de idiomas nacidos y desarrollados paralela mente al español, este postulado es inaplicable en el caso del andaluz, crecido como retoño del español en tierras reconquistadas. Sin embargo, el andaluz ha evolucionado según su propio ritmo y sus propias leyes, sobre la base de los dialectos mozárabes suplantados. En el dominio del español propiamente dicho, el conjunto de las hablas andaluzas es el único haz dialectal lo suficientemente individualizado y compacto para formar un bloque frente a la norma estandari zada de la lengua. En el plano demográfico y geográfico, Andalucía encabeza el pelotón de las regiones autónomas (primer rango por sus habitantes, segundo por su superficie). Por su historia tiene una individualidad propia fuertemente mar cada, y esto dentro de fronteras orgánicas e históricamente arraigadas (en con traste con regiones como, p. ej., La Rioja, Cantabria o — no hay que olvidarlo— Madrid). En el plano lingüístico, Andalucía es la región cuyas hablas se diferen cian al máximo de la lengua estándar. Si no puede dudarse que se trata de “dia lectos” del español, también es evidente que la distancia que separa el andaluz del español estándar es mayor que la del murciano, el extremeño o las varieda des rurales de ambas Castillas. Además, Andalucía es la única región fuera de las zonas centrales donde se ha formado una koiné propia, distinta de la lengua estándar: el español “meridional” tiene sus propias reglas desde hace siglos, y por eso reivindica que sean reconocidos sus derechos desde hace poco — las re glas de un andaluz “culto”, moderado, supralocal, no de una de las infinitas va riedades particulares— . El postulado de revalorizar el español meridional se ha visto reforzado en los dos decenios que han seguido a la constitución de la Es paña Autonómica por las costumbres lingüísticas de ciertos políticos. Mientras que en los países de lengua alemana nadie se escandaliza si el habla de un alto dirigente político está teñida de un fuerte substrato dialectal, en España esto había sido imposible hasta que Felipe González diera ejemplo. Otro factor que juega a favor del español meridional es indudablemente su afinidad con el espa
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ñol americano. Las semejanzas del andaluz con lo que se habla en Latinoamé rica son evidentes para cualquiera, independientemente de la aceptación o no de la tesis del denominado “andalucismo” como modelo de explicación histórica. La inmensa mayoría de los más de 350 millones de locutores del español en el mundo actual hablan una variedad más cercana al andaluz que al español penin sular normativo. Por la influencia de los medios de comunicación de masas, la televisión en particular, este hecho ha comenzado a penetrar en la consciencia de todos. Indudablemente un cierto acento meridional está convirtiéndose en el símbolo de la nueva identidad andaluza: ya no se oculta la propia habla, el sen timiento de vergüenza lingüística, de vergüenza por “hablar mal” al utilizar la variedad regional va desapareciendo; ahora el acento meridional se muestra con orgullo, como para enarbolar la bandera del particularismo andaluz. Por esta ra zón, hemos creído justo incluir el andaluz en el patrimonio lingüístico de la Es paña autonómica. *
Por razones ajenas a nuestra voluntad, las regiones autónomas no están todas igualmente representadas. La idea inicial era la de contar con dos conferencian tes por cada región autónoma tratada, que ofrecieran respectivamente una po nencia centrada en la investigación lingüística y otra en la política lingüística de su Comunidad. Pero esto no fue posible en todos los casos. En las presentes ac tas, falta una de las conferencias sobre el vasco ofrecidas durante las Jomadas; a pesar de nuestra insistencia, el autor no nos ha enviado el texto de su ponencia. Así, desgraciadamente, el peso del vasco en esta colección no corresponde a su importancia en la vida nacional española. El gallego también está representado por un solo artículo, pero tratándose de un texto muy detallado y nutrido que contiene ambas perspectivas arriba mencionadas, se espera que bastará para darle al lector una idea del estado actual de esta minoría lingüística. Cataluña y Andalucía están presentes en dos artículos cada una. El volumen va encabezado por un estudio general. Los textos aparecen más o menos en la forma en la que fueron presentados en las Jomadas de 1997, con algunas modificaciones y ac tualizaciones, pero sin tocar el carácter esencialmente oral de las ponencias. El orden de los artículos es puramente geográfico: pasamos del noreste al norte y al noroeste, para terminar en el sur. Sigue una muy breve caracterización de las contribuciones individuales.
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Christine Bierbach ofrece unas reflexiones generales sobre la situación lin güística actual en España, tomando como punto de partida el caso catalán, pero teniendo en cuenta también las demás minorías. Sus consideraciones de índole ética son relevantes también para la situación de lenguas minoritarias en general. Miquel Strubell presenta un panorama de la investigación sociolingüística so bre el catalán, con particular atención a los trabajos del Instituí de Sociolingüís tica Catalana realizados a lo largo de los años 90. Subraya la conexión entre la investigación académica y la práctica política. Yvonne Griley
da un resumen conciso de las líneas directrices de la política lingüística actual de la Generalitat. Formula también las perspectivas programá ticas para el futuro.
Josune Ariztondo
hace lo mismo para el vasco. Como representante del Go bierno Vasco, Eusko Jaurlaritza, describe los principios de la política lingüística en la Comunidad Autóndmia Vasca, las actividades realizadas y los proyectos que todavía quedan por emprender.
Mauro Fernández comienza
con una presentación de los resultados de las en cuestas llevadas a cabo por el Seminario de Sociolingüística de la Real Acade mia Galega. Traza a grandes rasgos la historia de la situación gallega y toma po sición frente al debate, tan apasionado, entre “lusistas” y “galleguistas” (o “reintegracionistas” e “isolacionistas”). Sus lúcidas observaciones merecerían ser meditadas por todos los que han tomado parte en esta polémica estéril y nociva.
Juan Villena resume
los resultados de, sus investigaciones sobre la lingüística variacional del andaluz. Basándose en los datos obtenidos en la ciudad de Má laga y en otros lugares, llega a un modelo tridimensional del continuo de varia ción que está destinado a suplantar las ideas superficiales y simplifícadoras que tienen curso hasta ahora no sólo en el gran público, sino también en la literatura lingüística. Esta visión innovadora de la variación abre nuevos horizontes no sólo en el campo concreto de la dialectología andaluza, sino también en la meto dología de la sociolingüística urbana.
Francisco Báez de Aguilar termina el volumen con una contribución que con tiene muchas perspectivas generales. Da un resumen nutrido de la historia geo política de España para discutir después los problemas de la conciencia y cons ciencia lingüísticas y la búsqueda de una identidad propia de los andaluces, pri mero en la Andalucía misma, después entre los emigrados a Cataluña; presenta en este contexto los resultados de sus investigaciones de lingüística variacional realizadas en la comunidad andaluza de Barcelona. Concluye con unas conside raciones generales sobre el futuro del Estado-nación.
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La concepción y realización de las Jomadas, así como esta publicación, fueron llevadas a cabo por Francisco Báez de Aguilar González y el autor de estas lí neas. Quisiera agradecer a Paco su preciosa cooperación a lo largo de muchos años. También quisiera expresar mi gratitud a Raquel Montero Muñoz por la la bor difícil de las últimas correcciones lingüísticas y estilísticas. Finalmente, agradezco a la Akademie für Geisteswissenschaften y a la Hochschulstiftung der Universität Zürich su ayuda material, tanto para la organización de las Jomadas de 1997 como para la publicación de las actas.
Georg Bossong Universidad de Zúrich
Cuatro idiomas para un Estado ¿cuántos para una Región Autónoma? Observaciones acerca del debate sobre plurilingüismo y política lingüística en España C h r is t in e B ie r b a c h
Universidad de Mannheim
“Cuatro idiomas para un Estado”, éste fue el título programático de un ensayo del sociolingüista valenciano Rafael Lluís Ninyoles, publicado hace ya más de veinte años, en 1977, recién recuperadas las libertades políticas y lingüísticas. Títuloprograma que a muchos entre nosotros, lingüistas europeos, observadores y simpatizantes del proceso democrático ibérico y, desde luego, partisanos del pluralismo lingüístico, nos pareció muy apropiado, dado que tal era, y es, como percibimos desde el extranjero —y digamos, con una visión optimista— la realidad lingüística actual del Estado español: España ha pasado en pocos años de un monolingüismo oficial férreo, impuesto por la dictadura franquista, a un Estado plurilingüe, moderno y liberal; se ha convertido así en algo como una segunda Suiza. Esto parece casi un milagro en pleno siglo XX, en el cual, siendo como es, parece inverosímil que pudieran cambiar unas situaciones lingüísticas establecidas y, en particular, unas relaciones de fuerza entre una “gran” lengua nacional — la tercera del mundo, por su importancia demográfica y territorial— y unas lenguas minoritarias, declaradas ya moribundas o, lo que resulta lo mismo, convertidas en meros adornos folklóricos de un provincialismo anticuado. España se ha convertido al mismo tiempo en una especie de El Dorado para muchos sociolingüistas forasteros, aficionados del pluralismo y/o contacto lingüísticos, con todas sus implicaciones históricas, estructurales, sociales y políticas.1 Hasta aquí este aspecto “jubilante” que celebra desde una perspectiva exte rior y ya un poco histórica en el ejemplo de la España democrática la recupera ción de un patrimonio lingüístico europeo que se creía ya casi perdido — cuando no se ignoraba sencillamente— Como he sugerido arriba, las/los hispanistas
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Tanto “La España de las Autonomías“ como “Las minorías lingüísticas“ fueron temas predilectos, para tesinas de estudiantes como para estudios de romanistas/hispanistas confirmados, en Alemania, Austria y Suiza, a partir de los años de la transición, fomentados por un intenso intercambio con los sociolingüistas, catalanes sobre todo; cf. Berkenbusch & Bierbach 1997.
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solemos hoy día presentar España a nuestros estudiantes, por ejemplo, en los cursos de introducción a la lingüística, como un Estado con cuatro lenguas.2 Huelga decir que esto representa un cambio radical en relación a lo que se ense ñaba a generaciones de estudiantes anteriores, cuando muchos de nosotros aprendíamos que la lengua de España era obviamente el español y que el “el res to ” eran dialectos. Si se oían o leían los vocablos “catalán” o “gallego”, o más bien “galaico-portugués”, era en relación con la historia medieval: “Cantigas de Santa María” y “romances peninsulares”, “Ausgliederung” o repartición de los dialectos ibéricos, pero de ningún modo se relacionaban con una práctica y unos problemas actuales. Pues bien, hoy en día sí que solemos hablar de cuatro len guas, pero apenas conquistado este avance de realismo y precisión, nos damos cuenta de que las cosas, miradas de cerca, son más complicadas.
1 El plurilingüismo ante la Constitución de 1978 Nos lo pudo enseñar ya una ojeada a la Constitución Española de 1978, la que justamente celebrábamos — y celebramos— como base y marco legal del salto cualitativo de Estado monolítico y monolingüe al pluralismo. En la Constitu ción, como todos sabemos, nada se dice de “cuatro” (ni de ninguna cifra pre cisa), sino: Art.3. 1. El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho de usarla. 2. Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Co munidades Autónomas, de acuerdo con sus Estatutos. 3. La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patri monio cultural que será objeto de especial respeto y protección. (cit. en Berschin, Femández-Sevilla & Felixberger 1987:42)
Es decir: la única lengua que se nombra explícitamente es la castellana. “Las de más lenguas” ni se nombran, ni se cifran; además, los términos de referencia va rían entre “lenguas” (en 3.2) y “modalidades lingüísticas” (en 3.3), dando a enten der, sin embargo, que “las lenguas” pueden ser “oficiales”, mientras que las “mo dalidades” gozan simplemente de “respeto y protección”, sin precisar lo que esto puede implicar legal y concretamente. Así, lo que se manifiesta, a primera vista, como actitud legislativa sumamente pluralista y liberal, fomenta al mismo tiempo
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Pionero, y de gran utilidad en el sector de la enseñanza universitaria, fue el libro de D iez, Morales & Sabín: Las Lenguas de España (1977); en cuanto a autores de lengua alemana véanse Berschin, Femández-Sevilla & Felixberger 1987, Koppelberg 1991, Dietrich & Geckeler 1990; estos últimos hablan de cinco lenguas, aparte del castellano, añadiendo a las tres “grandes” el aranés y los enclaves portugueses.
Cuatro idiomas p a ra un Estado - ¿cuántos p a ra una Región Autónoma?
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la incertidumbre y la confusión (lo que, por cierto, ha sido comentado amplia mente por parte de publicistas y eruditos críticos de las Comunidades Autónomas). Obviamente, estas fórmulas responden a un debate ya en retroceso, con focos conflictivos conocidos, y dejan al arbitrio de las Comunidades el definir o de nominar su respectiva lengua — si se trata de otra que la castellana— y de (auto)determinar su modelo de (co)oficialidad. Al mismo tiempo la constitución atribuye a diecisiete regiones el estatus de Comunidad Autónoma y evita así la referencia a las naciones históricas, convirtiéndolas en “nacionalidades”, concepto,menos comprometedor (cf., entre otros, Koppelberg 1991, Kremnitz 1991: 93ss., Stegmann 1981), y equiparándolas a regiones geográfico-administrativas como las demás. Medida profiláctica tanto para frenar evoluciones separatistas, como para impedir soluciones federalistas verdaderas, que sus críticos califica ron de “autonomía descafeinada”.3 Además, al declarar también las “modalida des lingüísticas” patrimonio cultural, objeto de protección y respeto, más que respaldar las variedades o comunidades lingüísticas “menores” sin consciencia tradicional de “lengua” propia (como podría ser el caso del aranés, por ejemplo, o del bable asturiano), esta fórmula contribuye a fomentar el secesionismo .den tro de las lenguas históricas a través de sus variedades dialectales, y puede lle gar a cementar y legitimar los procesos de dialectalización o, mejor dicho, las ideologías dialectalizantes, fomentadas y aprovechadas ya por la política lin güística del franquismo (y — no hay que olvidarlo— iniciadas ya mucho antes), en detrimento de la unidad y normalización de lenguas como la catalana — tal como lo presenciamos actualmente con la cuestión valenciana— o el euskera. No quiero insinuar que ésta hubiera sido realmente la intención política del le gislador, pero de todos modos, tenemos aquí uno de los problemas clave que complica la visión de las cuatro lenguas, o de cuatro comunidades lingüísticas, para el Estado español, visión en la cual coincidimos, los filólogos hispanistas, y “nacionalistas” catalanes, vascos y gallegos. Por cierto, difícilmente hubiera sido posible —políticamente— una fórmula alter nativa, más precisa — y legítima, desde un punto de vista meramente lingüístico— , sin provocar “/a guerre des langues” ( L.-J. Calvet 1987), la guerra civil lingüís tica. Cabe admitir que la fórmula abierta de “las demás lenguas españolas”, ade más del enorme progreso que representa por reconocer la existencia de más de una lengua española, es también salomónica, en cuanto no prejuzga a ninguna lengua,
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Kremnitz (1991: 93), refiriéndose al texto de la Constitución y documentos derivados de ella, habla de “triple negación”: ni oficialidad de las lenguas minoritarias (al máximo, cooficialidad), ni mención explícita o definición geográfica de estas, ni política o instituciones lingüísticas comunes (entre CCAA).
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y democrática, en cuanto pasa la responsabilidad práctica de selección, definición y tratamiento de las lenguas a los mismos miembros de las Comunidades. Además, la formulación abre también una puerta a aquellas Autonomías que, sin experien cia normalizadora previa, pero entradas en un proceso de conscienciación, quieran elaborar un programa de protección y promoción dentro de los Estatutos de las respectivas Comunidades Autónomas, como, por ejemplo, en los casos del aranés o del bable. Y es precisamente a las Comunidades a quienes incumbe establecer el estatus y el papel social de las variedades regionales relevantes.
2 “Modalidades lingüísticas” como prendas políticas: viva la confusión (y muera la lengua)! Hay que reconocer, no obstante, los enormes problemas que esta apertura, o “con sagración” de “modalidades” conlleva en el proceso de normalización de las len guas cooficiales. Así, por ejemplo, para el caso quizá más conflictivo, el de Valen cia, se confirma la posición “particularista” de un debate ya secular, bastante ab surdo, sobre el “valenciano”, negando su catalanidad histórica y estructural. Es ésta una posición que a fin de cuentas no puede hacer otra cosa que reducir aún más el prestigio, ya precario, de esta “modalidad regional”, y que a la larga, sólo sirve a la opción alternativa, es decir, la castellana.4 Parece que el debate político valenciano haya implantado con bastante éxito el confusionismo lingüístico (tal como no han dejado de criticar autores valencianos competentes como Aracil, Fuster, V. Pitarch y otros). Según testimonio de unos observadores más “inge nuos” — como lo son, en ocurrencia, unos estudiantes alemanes que han pasado un semestre de intercambio en la Universidad de Valencia— se constataba con asom bro que en esa Universidad se hablaba y enseñaba en “tres lenguas”: ¡en caste llano, en catalán y en valenciano! Ante tal alternativa, no es difícil de adivinar la preferencia de estos estudiantes, y, tal vez, de otros más. Considerando, pues, estos problemas, y ante la pregunta formulada en el tí tulo, he aquí una primera respuesta, evidentemente no muy satisfactoria, más bien síntoma de que el conflicto lingüístico entre la periferia y el centro se ha doblado, o sea reformulado, como conflicto interno entre las comunidades peri féricas, resultando en enfrentamientos entre tendencias localistas y (el espectro de) un nuevo centralismo periférico, el llamado imperialisme barceloní. En frentamiento interno, pues, que se repite, con menos fulgor tal vez, pero con efectos igualmente nefastos, en las Islas Baleares. Es éste, en mi opinión y tam bién en la de otros lingüistas autóctonos o forasteros, un frente artificial y falso, 4
Véase, entre otros, Kremnitz 1991, Radatz 1994 y, evidentemente, los trabajos de Sanchis Guamer, Joan Fuster, Vicent Pitarch, Lluís Aracil, Rafael Ninyoles.
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dado que desde un punto de vista lingüístico es perfectamente compatible reco nocer la diferencia — las modalidades regionales— y optar por la unidad básica de la lengua, una norma común con ciertos rasgos diferenciales, tal como ya existe para el área del catalán. Más que de una cuestión de exactitud, o de de fensa y protección lingüística, aquí se trata, de que la lengua sirva de instru mento de capitalización política e ideológica, como es el caso del valenciano. Aunque no nos incumbe a nosotros, los observadores extranjeros y tal vez simpatizantes, de dar consejos a quienes son muy capaces de analizar su situa ción por sí mismos y de actuar de manera apropiada, permítaseme recordar el caso, lingüísticamente parecido, de los países germanófonos: aunque somos to dos muy conscientes de las diferencias fonéticas, léxicas y, en menor grado, morfológico-gramaticales, las variedades alemanas de Austria, Suiza y Alema nia comparten una norma escrita y, hasta cierto punto, un estándar oral que per mite identificar regionalmente al hablante sin que se cuestione la consciencia de que se trata de la “la misma lengua”. Un austríaco, según el contexto, hablará alto alemán — hochdeutsch— o tirolés, sabiendo que el tirolés es una variedad alemana y que su lengua materna es el alemán, aunque odie a los prusianos. Es decir, se distingue claramente entre el término político — denominación de la pertenencia nacional: austríaca— y el lingüístico — lengua alemana— . En Suiza, para distinguir entre la modalidad nacional y la norma común, supranacional, se han creado los términos diferenciadores schwyzerdüísch, con sus hipónimos re gionales y locales, y hochdeutsch; y aunque las diferencias étnico-culturales y políticas sean muy acusadas y las lingüísticas, muchísimo más que dentro del dominio catalán, por ejemplo, no creo que nadie niegue la pertenencia al “proto tipo” lingüístico alemán. Pero tal vez estas clarividencias cuesten menos, cuando hay fronteras nacionales en medio que confirman y aseguran la autonomía polí tica. Una diferencia importante entre el caso del área germánica y el catalán, el vasco o el gallego es que en nuestro caso no hay otra lengua nacional super puesta que pueda servir de alternativa a la propia, es decir, aunque hubiera con troversia lingüística, sería sin consecuencia para el mantenimiento de la lengua territorial. Algo similar caracteriza el debate sobre castellano, español, argen tino, etc., en Hispanoámerica, un debate meramente ideológico, sin consecuen cias tajantes para la lengua (cf. el ya clásico estudio de A. Alonso 1943). El problema en España tiene actualmente una mayor transcendencia, sobre todo teniendo en cuenta el proceso de substitución lingüística (es decir, castellanización) ya muy avanzado; y estoy de acuerdo con nuestros colegas valencia nos y catalanes (como Fuster, Sanchis Guamer, Pitarch etc.) que ven en el de bate “blavero”, jugando la carta de la (legítima) cuestión de identidad cultural e
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histórica, un gran obstáculo para la normalización lingüística en el País Valenciá. Entonces, respondiendo a la otra mitad de la pregunta —¿cuántos idiomas
para una Región Autónoma?—, conforme a los debates actuales se puede con cluir: uno, dos, tres o más según el criterio, la creencia, el concepto de la rela ción entre el Estado, la nación y la lengua o la variedad lingüística. Aunque una respuesta sensata y conforme a la Constitución podría ser sencillamente: la len gua oficial del Estado y la lengua territorial5; y cuando ésta trasciende el territo rio administrativo de la comunidad autónoma, como es el caso de todas las len guas históricas españolas, no debería haber otras consecuencias que las que hay en el caso de lengua oficial castellana, cuyo territorio trasciende también, ob viamente, las fronteras administrativas de las CCAA castellanas, sin que se plantee el problema de una denominación y unas normas lingüísticas divergen tes.6 Las realidades, sin embargo, son más complejas, por lo menos en cuanto a la percepción y consciencia político-lingüística de las correspondientes Comunida des. Además de examinar cada caso particular respetando a los grupos lingüísti cos presentes, actualmente cabe, ante todo, plantear los conceptos de norma y
normalización y sus relaciones con la variabilidad lingüística.
3 Normalización: lucha de lenguas o conflicto lingüístico? En un artículo reciente, Bossong (1996) discute de manera muy aclaradora la estrecha relación entre todo proceso de normalización lingüística y formación o (auto)definición nacional. La fijación de normas explícitas para el uso escrito, y, en consecuencia, hasta cierto punto también para el oral, implica lógicamente la idea de unidad y uniformidad lingüística con respecto a un territorio definido y delimitado. Este concepto de territorio suele coincidir en el caso de las grandes lenguas europeas con el Estado-nación y con la lengua de la(s) clase(s) diri gente^) — o sea, del entorno del monarca, normalmente, en la historia euro pea— , sin tener en cuenta a los grupos alófonos. Históricamente, el proceso de toma de (auto)consciencia lingüística conduce a la intervención estatal o institucional sobre la forma de la lengua, y su control
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Abstracción hecha — para simplificar— de las minorías territoriales internas, tales como la aranesa (tenida en cuenta, por cierto, por el Estatuto de Catalunya).
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Salvo en el caso del gallego y portugués que se justifica no sólo por la frontera nacional, sino también por la evolución histórica de las lenguas.
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sucesivo. Esta intervención se impone sobre el desarrollo libre y natural de la(s) lengua(s), y margina al mismo tiempo todos los elementos y hablantes no con formes. Se trata de procesos que han estado intrínsecamente ligados a la forma ción de la idea moderna de la nación o, más exactamente, a la formación de la identidad entre Estado y nación, basada en la convergencia de la unidad territo rial con la política, administrativa y jurídica, y tal vez étnica y cultural (Bossong
1996:611).7 Lógicamente, estos procesos no podían ser otra cosa que conflictivos, como lo evidencian de manera diferenciada los ejemplos europeos. Sin embargo, Bos song propone distinguir, en este contexto, entre “lucha” y “conflicto” de len guas: el primer término se refiere a los procesos — violentos— cuando una len gua (la del “vencedor” o grupo dominante) suplanta a otra (marginada y progre sivamente substituida).8 El conflicto lingüístico, según Bossong, implica la posibilidad de elección — choix— , de elección voluntaria de una variedad o forma lingüística en vez de otra, concepto, pues, relacionado estrechamente con el de norma lingüística.9 No sé si esta distinción es aplicable efectivamente a la situación española, de la cual estamos tratando aquí, y que implica, de todas maneras, ambos aspectos. Precisamente, los sociolingüistas catalanes han insistido en el carácter conflic tivo de la situación lingüística de las minorías, o sea, del bilingüismo social de los correspondientes grupos. Históricamente, bajo la perspectiva de la longue durée, estamos evidentemente ante los resultados de un proceso de lucha que ya 7
B ossong distingue, para la historia europea, entre (1) los “primeros nacionalism os”, correspondientes a la transición de la Edad Media al Renacimiento (ss. XV-XVII), el desafío al “imperialismo de las lenguas clásicas” (el cual implicaba uso y desarrollo libre, incontrolado de las lenguas vernáculas) y por ende las primeras codificaciones de estas últimas; (2) “los segundos nacionalism os” del romanticismo (s. XIX) que coinciden con el despertar de algunas “naciones sin Estado” y sus actividades lingüísticas, reguladoras-normativizantes como también creadoras, tales com o, por ejemplo, en el caso de la Provenza (Occitania) (1996: 613), y (3) el “tercer nacionalism o” actual, en el cual ubica el caso catalán (1996: 613). D e manera muy convincente, Bossong destaca en este contexto la importancia de la escritura, señal de identidad cultural y capital sim bólico, siempre más controlado con el desarrollo tecnológico.
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Caso del latín durante el imperio romano, del árabe durante la expansión islámica, o del colonialismo europeo, en general (Bossong 1996: 610); véase también Calvet (1974) y su concepto de “glotofagia”.
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N o estoy tan convencida de que la distinción — interesante, sin duda alguna, a nivel teórico— se pueda mantener empíricamente, ya que los procesos de “lucha” (en los ejemplos aducidos) fueron muy largos (sin llegar a sustituir en todos los casos a las lenguas territoriales) e implicaron también la opción/decisión voluntarista por parte de las clases dirigentes de los pueblos dominados, u otros grupos interesados por la asimilación, ya sea por oportunismo, como ha demostrado Calvet (1974) para el contexto colonial, o también Aracil y otros para el caso valenciano (cf. infra).
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ha cambiado profundamente el paisaje lingüístico de la Península Ibérica (¡pen semos solamente en el retroceso del dominio lingüístico vasco!), pero esta lucha tampoco tuvo, en el curso de su historia, siempre claros frentes entre “vencedo res” — Castilla— y “vencidos” — las otras entidades políticas y/o lingüísticas— , sino que también en momentos de relativa autonomía política como, por ejem plo, bajo la Corona de Aragón, hubo conflictos, en el sentido definido arriba, de selección lingüística por decisión voluntaria — aunque bajo la influencia de la creciente hegemonía política y cultural del castellano— . Estos conflictos, des critos tal vez con más precisión para el caso valenciano (Aracil (1966), Ninyoles (1969/1978)), contribuyen a explicar los dilemas identitarios y lingüísticos ac tuales. Enfocando de nuevo el presente, con sus síntomas de lucha y de conflicto, podemos concretizar estos conceptos en términos de perspectiva (macro/micro; exterior/interior): Cuando hablo de “lucha” me pongo a nivel “macro”, o sea de toda la comunidad lingüística o, más bien, del enfrentamiento entre dos comuni dades lingüísticas, pues las lenguas mismas no luchan, y defino un frente “exte rior”, la otra lengua como “adversario”, en tomo a la cuestión: ¿se impone la lengua A (dominante, exterior) o la lengua B (arraigada históricamente) en un territorio x? Desde una perspectiva “micro”, es decir, del hablante concreto, e “interior” a la comunidad respectiva, se plantean cuestiones tanto con respecto a la selección como a la forma de la lengua: ¿Qué lengua elegir — tanto como decisión global, de principio, como deci sión circunstancial, dependiente de la situación de comunicación— ? ¿Qué lengua conviene (más) en una situación x? ¿Qué forma de la lengua (ya sea A o B, suponiendo que el hablante tenga ac ceso a las dos) es correcta y/o apropiada?10 Las decisiones que se han de tomar en este contexto conciernen todos los as pectos y niveles lingüísticos: el modo de escribir (ortografía) y pronunciar, la morfología, la gramática, el nivel estilístico y, finalmente, a nivel pragmático, la opción entre un modelo monolingüe y otro bilingüe en la comunicación, practi cando el code-switching o el transfer de elementos de una lengua a otra, por ejemplo. Visto así, lucha y conflicto se presentan como dos caras de la misma mo neda, ambas relacionadas con el proceso actual de normalización, tal como la definen las minorías lingüísticas. Para ilustrar y concretizar los aspectos men
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Con estos dos términos aludo a los conceptos de la gramática generativa “gram m aticality” y “acceptability”, que no necesariamente coinciden, pero que pueden tener relevancia diferente según las situaciones.
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cionados me voy a referir a continuación al caso catalán, en particular al de Ca talunya, que es el que mejor conozco y el que más publicidad — y tal vez polé mica— ha suscitado, ya que la lengua catalana parece ser, actualmente, la len gua minoritaria “con más éxito” a nivel europeo.11
3.1 Lucha de lenguas: frentes y litigios A pesar de las fórmulas de compromiso moderadas, tanto en la Constitución como en los Estatutos de las CC.AA. concernidas; subsiste la opinión en Catalunya y en el resto de España de que el proyecto lingüístico tal como lo articulan el modelo de cooficialidad del Estatuto catalán y la Ley de Normalización Lingüística de 1983 y sobre todo, las acciones institucionales que intentan ponerlo en práctica, va dema siado lejos y representa una amenaza para la lengua nacional, el castellano.12 Sabemos que este frente se ha endurecido en los últimos años debido a los programas educativos de inmersión lingüística (cf. Amau (1994) y sobre todo el proyecto de nueva ley lingüística de 1997).13 Este proyecto se ha materializado en un gran debate de prensa con matices muy polémicos — el diario ABC figu rando de portavoz— , en la constitución de un grupo de defensa de los castellanohablantes (Foro Babel), en la recogida de firmas contra la ley, en actos públi cos, etc. Los argumentos centrales propugnaban que la juventud de Catalunya, ya fuera de familias catalanas de soc i arrel, inmigradas o mixtas, no llegaría ya a tener un dominio adecuado de la lengua castellana14, y que, además, la obliga ción de comprobar los conocimientos de catalán conllevaba el riesgo de discri minación social y profesional para los adultos castellanohablantes, impidiéndo les el acceso a ciertos cargos o profesiones. Finalmente, se advertía contra una 11
Véase su notoriedad en la prensa internacional, cf. por ejemplo el diario Le M onde del 4-12-1998, con un artículo de Danielle Rouard que titula “¿Parles caíala?”, o también en B ild der Wissenschaft, una revista alemana de divulgación científica, un artículo-reportaje de Doris Marszk (5, 1998) sobre “Lenguas sin E stado”, destacando el éxito del catalán frente a otras lenguas minoritarias.
12 Hay que precisar que el término de “(frente) exterior” tiene también dos lecturas, o dos referencias, que, simplificando un poco, opone a) la región alóglota al “centro” (“Catalunya contra Madrid”), b) dentro de la región, “autóctonos” catalanohablantes contra castellanizantes. En ambos casos, un nacionalismo “españolista” se enfrenta a un nacionalismo “regional”, y la crítica de la reivindicación de la “lengua propia” se formula desde fuera de la comunidad lingüística en cuestión, se sitúa, pues, al exterior, aunque los propugnadores se consideren “ciudadanos de Catalunya”. 13
Aprobada por el Parlament Catalá el 30-12-1997, cf. el diario El P aís del 31-12-1997, págs. 10 — “Ley sin consenso”— y 13; véase también Gergen (1997), N oves SL (1999).
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Los resultados de las encuestas actuales de las que tengo noticia no confirman esta hipótesis; véase, por ejemplo, B oix (1993) y (1997).
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pérdida de identidad (española) bajo la represión por parte de las minorías alóglotas, que culminó en el dicho “igual que Franco, pero al revés”. En el otro campo también se produjo una radicalización. Las fuerzas catalanistas como, por ejemplo, Associació Per a les Noves Bases de Manresa, consideraban que las le yes vigentes y las medidas prácticas no bastaban para garantizar la subsistencia del catalán y menos aún para conseguir su normalización en el sentido de un uso generalizado y garantizado, y reclamaban “una nova llei valentd ’ que abriera el camino hacia un monolingüismo oficial (Gergen 1997). Uno de los litigios más violentos se desató en el sector económico, hasta entonces no incluido en la legislación lingüística15: una verdadera lucha de etiquetas sobre la nuevas disposiciones legales que preveían la rotulación bilin güe en catalán y en castellano de ciertos productos como los alimenticios, los farmacéuticos o el tabaco. Aunque estas disposiciones no hacían más que concretizar unas medidas ya consideradas en el artículo 27 de la Llei de l Estatuí del consumidor (cf. Gergen 1997b: 12) para proteger a los consumidores garantizando el derecho a una rotulación en la lengua propia, territorial, sobre todo cuando se tratase de productos locales, peligrosos, o que exigían precauciones particulares. Algunas entidades o lobbies como, por ejemplo, la Asociación Española de Anunciantes o la Confederación de Industrias Agroalimentarias, se oponían arduamente a los artículos relevantes. El litigio llegó hasta las instancias europeas que, en principio, no han obstaculizado el uso de lenguas regionales con estatuto de (co)ofícialidad, sino que han dejado las decisiones concretas a los países miembros. Cuesta comprender los argumentos de los oponentes que auguran las conse cuencias más desastrosas como consecuencia de la rotulación, publicidad o la redacción de otros textos comerciales bilingües16 — es decir, de prácticas lingüísticas que tienen ya mucha tradición en países como Dinamarca o Suiza, sin que nadie suponga que el plurilingüismo comercial suizo, que reúne hasta cuatro lenguas en una etiqueta de confitura o en un cartel de publicidad, y tal vez más en los folletos de uso farmacéuticos u otros, haya dañado el desarrollo eco nómico de este país. Entre tanto, parece que la situación se haya calmado, a fuerza de matizaciones y compromisos — dejando de lado que la mayoría de las empresas ubicadas en Catalunya, incluso algunas internacionales, nunca se habían opuesto al uso 15
Cf. el diario Avui del 05-01-1998 para el texto integral de la nueva ley. Ciertos sectores privados habían estado regulados, hasta entonces, sólo por decretos o recomendaciones; cf. también N oves SL 1999: 9-10).
16 Para más detalles y ejemplos, véase Gergen 1997.
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escrito bilingüe y en algunos casos ya lo practicaban (cf. Noves SL 1999, Rouard 1998)— . Sin embargo, queda abierto el debate sobre cuáles son efectivamente los pro cedimientos más propicios para ampliar el terreno y fomentar el uso “normal” de una lengua no-estatal para que ésta pueda cubrir todos los sectores públicos, in cluso el comercial y, con igual importancia, los medios de comunicación de masa, de manera que se garantice no solo el reconocimiento (abstracto) de los derechos lingüísticos de las minorías, sino también la existencia práctica de las lenguas respectivas.
3.2 Frentes interiores: conflictos normativos Utilizando el término de “normalización” a lo largo de este artículo, he adoptado obviamente la perspectiva de las comunidades lingüísticas que han optado por su lengua propia, en el doble sentido de “recuperación de un pleno uso social” y de “elaboración de una norma común moderna”, condición imprescindible para el primer aspecto. Lo que lleva a la otra cara del problema, relacionado con la forma actual de la lengua, o sea, con los conflictos normativos. Me voy a referir otra vez al caso catalán, el cual conozco mejor, pero el problema se plantea en términos si milares para todas las lenguas minoritarias en vías de normalización. En este caso, el conflicto se interioriza, trazando las líneas de demarcación y confrontación den tro de la misma comunidad: Como ejemplo quisiera recordar el debate — ojalá ya un poco pasado de moda, pero por cierto no resuelto del todo— sobre el catalán heavy contra el catalán light, o también sobre “el catalán que hoy se habla” versus “la normativa”, o sea un estándar conforme a criterios de corrección gramática y estructura interna de la lengua, tema discutido ampliamente entre F. Vallverdú, X. Pericay, F. Toutain, F. Sabater, y muchos más. La controversia se parecía un poco al enfrentamiento entre realos y fundís del partido ecologista alemán, en tanto los primeros argumentan con criterios rea listas, pragmáticos y sociolingüísticos para reconocer los hechos — por ejem plo, la marcada evolución del catalán que hoy se habla, e incluso se escribe— frente a una tradición literaria arcaizante. Los segundos consideran que esta evolución, debido al modo de existencia más que precaria de las lenguas opri midas durante tanto tiempo, en contacto indefenso con el castellano, lengua do minante, ubiquitaria, a la vez modelo y fuente única de innovación, resulta en una degradación anormal, tendiente hacia la pérdida de una personalidad propia, distintiva. Este proceso — nada natural, según ellos— debería ser reversible, a
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través de la recuperación, o, si fuera necesario, de la creación de formas genuinas catalanas.17 Pues bien, siguiendo estos argumentos, estamos otra vez en presencia de “dos lenguas” o, más precisamente, de dos modelos de lengua, que, en su lógica interna, podrían conducir hasta la escisión en dos comunidades lingüísticas: ar caizantes contra modernos, puristas contra liberales, elitistas contra populache ros, entrepá contra bocadillu. Y cada partido atribuye al otro la responsabilidad del inminente naufragio de la lengua: “latinización” como efecto de la ense ñanza de una norma que ya no corresponde al uso actual (es decir, “latinización” en el sentido de conversión en “lengua muerta”), meramente escolar, como el latín después de las reformas de Alcuino, o “mestizaje”, en el sentido de fusión progresiva con la lengua más vital, más “moderna“, la castellana (cf. Sabater 1991, Vallverdú 1990). Curiosamente, estos temores se articulan ahora més que mai a pesar de haberse conseguido el establecimiento institucional de las len guas minoritarias, y en particular, la catalana. Este debate conlleva una serie de preguntas que habría que discutir con los representantes de las Comunidades respectivas: en vista del desarrollo espontá neo de una lengua minorizada que ha carecido de control institucional durante largo tiempo, ¿es posible recuperar su “forma auténtica”, “depurarla”, sin caer en un purismo excesivo, cuando el uso colectivo ya se ha acomodado a nuevas tendencias, convergentes con la lengua dominante? 18 Como lingüistas sabemos que la convergencia puede ser una tendencia “normal”, sobre todo entre lenguas emparentadas, como el castellano y el gallego o el catalán, pero en el caso con creto es también un hecho político, que resulta de una asimetría social flagrante entre las lenguas implicadas.19 Por otra parte, ¿es cierto que la reintroducción de las lenguas minorizadas en el sistema educativo contribuye necesariamente a una escisión entre forma culta y forma oral, espontánea, mestizada, es decir una nueva diglosia? Aparte de que 17
Es obvio que la presencia de una lengua “nacionar con mayor extensión y peso, dentro del Estado (y a nivel internacional), determina la innovación lingüística en su favor; véase, por ejemplo, la preferencia por los castellanismos, criticados por muchos autores catalanes, para denominar objetos de uso cotidiano, de la vida moderna, a menudo “naturalizados” con fonética local, cf. Bierbach
1991. 18
Se suele decir que la evolución de la lengua es un proceso que en cierta medida se resiste al control, que no se puede frenar y cuyo rumbo no se puede invertir. Parece que bajo ciertas condiciones sí que puede ser posible influir en este proceso, en particular, cuando hay una voluntad colectiva, y un consenso social. El nivel de las prácticas escritas actuales, tanto literarias, como periodísticas o técnicas, ya lo demuestran.
19 Bajo este punto de vista resulta algo eufemístico el término de convergencia, pues se trata de un proceso unidireccional, nada recíproco.
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tal desarrollo no es algo particular de las lenguas minoritarias; véase la famosa crise du français. Además, ¿no sería precisamente un medio efectivo para (re)acercar uso y norma, el formar una consciencia lingüística de las diferencias y similitudes entre lenguas emparentadas y/o en contacto, así como de las dife rencias de registros, estilos y situaciones comunicativas? 3.3
Selección y “mezcla” de lengua: contra el absolutismo monolingüe
Finalmente, el conflicto al que todo hablante se debe enfrentar individualmente y a diario es el de la selección de la lengua apropiada o conveniente. Esta selección — o castellano o catalán— puede articularse como cuestión de principio según criterios personales, biográficos, sociales así como políticos e ideológicos. Pero también se puede percibir en términos circunstanciales, pragmáticos, dependiente de la situación comunicativa. Los sociolingüistas catalanes se refieren a la configuración de criterios que rigen las prácticas comunicativas individuales — aunque, por cierto, moldeados por los conceptos colectivos, o sea, los del entorno social relevante, sobre lin
guistic correctness— con el término de normes d ’ús. Esto implica que en este caso se trata también de conflictos normativos. Obviamente, el mismo concepto de la “selección” presupone la posibilidad y la libertad de elegir, y, por lo tanto, la igualdad (derecho de ciudadanía) de am bas lenguas; si no, no hay opción verdadera y el conflicto quedaría relegado a un plano más bien personal, a nivel de conciencia. Así, durante el franquismo, la opción para la lengua minoritaria sólo podía ser una cuestión de principio, un acto de convicción y de resistencia. Durante esta época, y aún muchos años des pués de la transición — ya sea por la fuerza de la costumbre, por inercia, o por inseguridad— la norma d ’ús más extendida ha sido la de un cierto automatismo de la acomodación profiláctica, es decir, el empleo del castellano con toda per sona desconocida y en cualquier situación pública o formal. Al otro extremo de la escala de comportamientos se formó, durante la transición, un modo de actuar que he denominado “contra-norma militante”, es decir, el hecho de hablar cata lán en cualquier circunstancia, incluso con forasteros que obviamente no lo en tendían.20 Entre estos extremos, y dado que la igualdad de derecho de las dos lenguas se ha establecido efectivamente, la situación se ha complicado mucho, gene
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Por cierto, un modo de actuar más bien minoritario, pero a menudo destacado por castellanohablantes o extranjeros críticos del catalanismo.- En cuanto a las normas de uso, cf., entre otros, Bierbach 1991, B oix 1993, Pujolar 1997, Woolard 1992.
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rando múltiples ocasiones de cometer faltas o faux pas, independientemente de la lengua empleada en el caso concreto: Si un catalanohablante se dirige en ca talán a un forastero, inmigrado, etc. castellanohablante, se le puede acusar de falta de consideración o de arrogancia; si lo hace en castellano, se puede consi derar igualmente como arrogancia o patemalismo, en tanto ello pudiera señalizar al interlocutor su falta de competencia en la lengua territorial. Ahora bien, si el castellanohablante utiliza su idioma materno, tal vez por timidez, puede ser con siderado arrogante y/o imperialista. Si, por el contrario, chapurrea el catalán con acento andaluz o murciano, se arriesga a la sonrisa condescendiente o el code switching inmediato del autóctono catalanohablante, que le demuestra así su “superioridad bilingüe”. Experiencias y conflictos de este tipo han sido descritos — o imaginados— con frecuencia.21 Sobre todo, entre los frentes político-lingüísticos descritos arriba, y en el clima de tensión que éstos generan, la elección individual de una u otra lengua —ya sea como lengua de identidad o preferencia general, ya sea como opción en una situación concreta— se puede, se debe casi, plantear en términos conflicti vos: hablar o escribir en la otra lengua se llega a percibir hasta como un acto de traición, tal como se observa, por ejemplo, en la interesantísima discusión sobre choix linguistique y prácticas bilingües de escritores catalanes en Heinemann 1998. Heinemann destaca aquí el dilema de algunos escritores que son conside rados como “traidores” y “no-catalanes” por escribir en castellano en Catalunya, aunque ellos mismos afírmen su identidad cultural catalana, como, por ejemplo, Vázquez Montalbán o, con ciertas matizaciones, Juan Marsé. Otros escritores, que han optado por el uso del catalán como elección personal y consciente, se ven marginados de la literatura nacional española, a pesar de las declaraciones de principio sobre el patrimonio cultural al cual contribuirían todas las lenguas del Estado español. Y los autores que se sirven de ambas lenguas, nadan, desde luego, entre dos aguas. Lo que llama la atención en los textos de escritores ubicados en Catalunya es la casi ausencia del bilingüismo como forma de expresión y realidad cotidiana en los escenarios que describen: en las novelas examinadas por Heinemann, la “otra lengua” aparece muy poco, y cuando se emplea, es más bien de manera bastante estereotípica: el castellano como lengua del invasor —policía, ejér cito— o de la clase baja; y el catalán como lengua de la pequeña y alta burgue 21 Cf. Woolard 1992, Báez de Aguilar González 1997 y los trabajos de Badia y Margarit, Albert Bastardas y otros relacionados con el problema de la inmigración.
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sía, del comerciante, etc.22 Tal vez haya que interpretar este abstencionismo o la conismo de las autoras y autores que escriben en catalán como un afán de nor malización, el cual les hace dar prioridad a la recuperación de la propia lengua —privada durante mucho tiempo de una tradición literaria consistente— antes de mezclarla o de deformarla de manera creativa. Pero esta explicación no es aplicable a los que escriben en castellano, a no ser lo hagan por un ideal de homogeneidad lingüística que impide la mezcla e incluso la yuxtaposición de lenguas diferentes.23 Puede, sin embargo, también intervenir un cierto efecto de censura por parte de las editoriales (catalanas) que suelen corregir los textos que publican. Probablemente, con autores más jóvenes, más (post)modemos, ya habituados — ¡ojalá!— a la normalidad del plurilingüismo, estas prácticas puristas se relaja rán y se descubrirá y revalorizará el bilingüismo como fuente de creación. En la realidad de la comunicación cotidiana este bilingüismo se ha conver tido, entre tanto, en algo muy normal para muchos: Tal como observa Emili Boix (1993), las actitudes y prácticas de los jóvenes barceloneses han cambiado mucho, “Triar (ya) no és trair”, el uso de ambas lenguas se practica según las exigencias de la situación, y pierde progresivamente las connotaciones sociales. ¿Se puede interpretar esto como un indicio de normalización? 4
Conclusiones
Volvamos, finalmente, a la cuestión inicial: ¿Cuántas lenguas para una Comuni dad Autónoma en el Estado español actual? ¿Cabe enfocar unas Comunidades bá sicamente monolingües en su lengua propia o bilingües como meta de la política lingüística? Se puede objetar que la pregunta es gratuita, toda vez que el monolingüismo, salvo el castellano, se excluye ya en la Constitución española. No obstante, no está prohibido reflexionar sobre alternativas, opciones o soluciones deseables, sobre todo considerando que esta cuestión está justamente en el centro de un de bate que, por cierto, aún no ha acabado. Después de haber relacionado este de bate, y sus diversos frentes, con los conceptos de norma y normalización, esta
22 En su tesis doctoral, Heinemann (1998) estudia unas novelas de Juan Marsé, Vázquez Montalbán, Andreu Martín, Montserrat Roig y Víctor Mora, publicadas entre 1982 y 1993. 23 El más atrevido de los autores que discute Heinemann es sin duda ninguna Juan Marsé que en El amante bilingüe (1990) plantea, de manera irónica y a veces acerba el tema de la política lingüística, y acaba con la hibridización o mestizaje total de ambas lenguas como símbolo de la disolución del personaje del protagonista (cf. págs. 193-199; también la entrevista con Marsé en el apéndice).
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pregunta se puede formular también de la manera siguiente: ¿Qué significa, qué se puede considerar “normal”, en cuanto a usos y prácticas lingüísticas en el mundo actual, como por ejemplo, una región como Catalunya, Euskadi o Gali cia? Pienso que los aspectos discutidos en los párrafos precedentes ya habrán per filado la respuesta a la cual yo daría preferencia: Aunque hay que tomar muy en serio los argumentos de los defensores de la lengua propia —minoritaria a nivel del Estado— , legítimamente preocupados por su futuro, los cuales consideran insuficiente la fórmula de cooficialidad —que de hecho siempre privilegia la lengua nacional del Estado— y rechazan por ende el bilingüismo (castellano-x) como factor principal de disolución e incentivo permanente para la substitución lingüística, y aunque todos estos argumentos parezcan válidos, los problemas actuales tampoco se pueden solucionar mediante un monolingüismo, catalán u otro. Y quiero subrayar que un monolingüismo castellano me parece actual mente tan obsoleto como un monolingüismo en cualquier lengua minoritaria, sobre todo cuando se vive en un país tan marcadamente plurilingüe como Es paña. Aspirar a la fórmula “una Región (o Comunidad), una lengua” parece hoy, a finales del siglo XX y considerando, en particular, el grado de urbanización de regiones como Catalunya o Euskadi, un anacronismo, no inferior al naciona lismo precedente regido por la fórmula “un Estado, una lengua”. Conscientes de la larga controversia sobre bilingüismo en España, y, en par ticular, con referencia a Catalunya, y dando crédito a la tesis, comprobada en sus líneas principales, que el bilingüismo de las minorías, bajo las condiciones histó ricas que conocemos, conduce fatalmente a la substitución, hay que conceder, sin embargo, que estas condiciones han cambiado en la actualidad: Garantizado un estatus legal, una fuerte implementación institucional y una base social am plia para la lengua minoritaria, el bilingüismo puede ser una solución interesante —y además una ventaja considerable— si se tienen en cuenta ciertos criterios que se deducen de lo discutido hasta aquí: • Parece útil insistir en el hecho de que el concepto de “lengua propia” de un territorio, tal como lo articulan los Estatutos y como acaba de confirmarlo la nueva Llei del caíala, no sólo implica ciertos derechos, sino también obligacio nes para toda la población del territorio correspondiente. • La “normalización” y los “derechos lingüísticos” en un Estado plurilingüe no se deben limitar a la mera dimensión territorial, pues se trata de una realidad que tendría que ser asumida por el país entero. La lucha de los rótulos, o sea sobre la presencia escrita de las otras lenguas en el espacio público demuestra que la población española todavía no está mentalizada a esta realidad, y que no
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ha logrado un verdadero consenso social para aceptar plenamente la pluralidad lingüística con todas sus consecuencias. Esta, para muchos, representa más bien un fastidio, una idiosincrasia de los grupos alóglotas, y por ende, algo que es “cosa de ellos”, que en el mejor de los casos se tolera, pero que no se apoya ac tivamente. Tal vez, el caso suizo, con su plurilingüismo comercial, podría inci tar a cambiar de actitud: el hecho de que en este sector se trascienda sin ningún problema el principio territorial (en todos los demás casos observado estricta mente) y que se hagan etiquetas y rótulos en las tres lenguas principales de la Confederación, y a veces en las cuatro (por ejemplo en el sector alimenticio), podría servir de modelo a España para todos los productos de distribución na cional. De esta manera, la realidad y riqueza plurilingüe del país estaría cotidia namente presente hasta en Madrid o Salamanca; y aunque parezca trivial e in significante, ello contribuiría a que los españoles se acostumbrasen a la polifo nía normal de un país moderno. Lo mismo vale, en principio, para los medios de comunicación, donde se podrían crear espacios para las otras lenguas y cul turas: ¿por qué no ofrecer, por ejemplo, un cursillo televisivo de euskera, pre sentado de modo atractivo, con difusión nacional? • Hay que diferenciar, por cierto, entre área lingüística y territprio legal (adminis trativo, político). Al igual que en el caso de los Estados nacionales estos dos elementos no coinciden necesariamente, como en el caso del catalán y del “va lenciano”. En cuanto a la lengua, su “concepto” y por ende su norma codificada debe ser común a todo el área para evitar la fragmentación y una consciencia lingüística diglósica, dialectalizante que llevaría a un uso restringido y desvalo rizado conforme a la lógica localista de una lengua marcadamente (y volunta riamente) “regional”. Insistir en las diferencias locales a nivel de la legislación lingüística es algo contraproducente y confunde la evidente variabilidad y dife renciación de cualquier lengua natural con su forma convencional o de referen cia, mezclando así la dialectología con la planificación lingüística.24 • En cuanto a la codificación de un estándar moderno, suprarregional, conviene igualmente recordar la diferencia entre norma y usos diferenciados según el tipo de texto — técnico o administrativo, por ejemplo, vs. creación literaria, la cual permite, evidentemente, todo tipo de divergencias, innovación, arcaísmo, purismo o mestizaje— . La cuestión de heavy o light debería de ser más bien una cuestión de estilo que de principio. Sin embargo, hay que tener en cuenta la historia particular de las lenguas minoritarias, expuestas mucho tiempo al con tacto y la presión de la lengua dominante, lo que hace más legítimo un cierto 24 Queda claro, por cierto, que la normativa tendrá cuenta, al máximo, de la realidad lingüística de toda su área de extensión, lo que parece bastante bien solucionado en el caso del catalán.
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“purismo” que aspire antes a la recuperación de la diferencia, que a la integra ción de los préstamos25 o transferencias, sobre todo, cuando se trata de lenguas emparentadas y tan cercanas como las iberorromanas. Creo que esta “conce sión” no contradice el principio de la tolerancia expuesto arriba (3.3) en cuanto a los usos comunicativos, porque precisamente lo que propongo es distinguir entre norma de referencia y uso. Todos estos puntos se refieren, ante todo, a la legítima protección de las lenguas minoritarias. Quisiera, finalmente, referirme también a “la otra cara de la moneda” y terminar este trabajo con una reflexión sobre la relación entre las lenguas para cada hablante individual, que implica la cuestión de lengua e identidad. Me voy a referir, una vez más, a unas propuestas de Georg Bossong, muy pertinentes en este contexto. En un artículo reciente (1995) sobre la normalización de lenguas minorita rias, entre los criterios de eficiencia (económica) e identidad, Bossong introduce la idea de la “arquitectura ontogenética de la competencia lingüística”. Esta im plica una diferenciación entre “lengua primaria” —normalmente de la primera socialización— y “lengua secundaria” —adquirida de manera formal, en las instituciones educativas— , análoga a aquella, propuesta por Dante, entre lingua naturalis y lingua artificialis, o también a los conceptos de langue identitaire vs. langue véhiculaire (Calvet 1994) que expresan ya las funciones básicas de am bas. Lo que hace interesante esta distinción es que se presta justamente a expli car el tipo de relación que puede haber entre dos lenguas, legalmente equiva lentes (cooficiales) para el/la hablante (Bossong habla de “relación integrativa”, en vez de “disociativa” o conflictiva), la cual, además, puede cambiar durante la biografía personal o según las circunstancias, al igual que la identidad misma de una persona no es una cosa fijada de una vez para siempre, sino que es algo complejo y que evoluciona en el curso de la vida.26 Este concepto del bilingüismo contiene, como implicaciones prácticas, ade más de la plena aceptación de la igualdad de derecho de ambas lenguas, una se rie de renuncias: • renunciar al uso ubiquitario y exclusivo de una de la lengua propia, preferida, una cierta relativización de la idea de normalización de uso para los casos con cretos que lo impiden o lo hacen menos conveniente por motivos sociales u
25 Aprovechando la metáfora, se podría decir que el purismo actual de las lenguas minoritarias en vías de normalización, tiende más bien a devolver los préstamos lingüísticos, en vez de hacerlos suyos. 26 Sobre lengua e identidad, desde la perspectiva de los inmigrados castellanohablantes en Catalunya, cf. el estudio recién publicado de Báez de Aguilar González (1997).
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otros; se puede tener y emplear dos (o más) lenguas, pero no necesariamente en cada momento y con las mismas funciones individuales; • renunciar al perfeccionismo, o sea, a una competencia idéntica en ambas len guas, y adoptar, por el contrario, un concepto más tolerante del bilingüismo.27 Es completamente normal que un individuo no se exprese con igual fluidez, perfección o complejidad a todos los niveles en las dos (o más) lenguas que domina y emplea. Un acento gallego, catalán o andaluz no corrompe la lengua nacional (ni viceversa), como tampoco una u otra interferencia léxica o grama tical en ambas direcciones es motivo de alarma o discriminación social. Tal concepción del plurilingüismo me parece la mejor respuesta para la cuestión que nos hemos planteado, incluso para la del significado de lo que, hoy en día, puede ser “lingüísticamente normal”: El plurilingüismo y la multiculturalidad, “la polifonía de pertenencias y la pluralidad de lealtades” (Bossong 1995:43), cuya relevancia puede variar según el contexto, es lo que parece normal —y apropiado— a finales del siglo XX, y principios del XXI. Referencias bibliográficas Alonso, Amado: Castellano, español, idioma nacional Historia espiritual de tres nombres. Buenos Aires: 1979 (1943). Aracil, Lluís V.: “Un dilema valencia”. En: Identity Magazine 24 (1966): 17-29. Amau, Pilar: “La polémica sobre la política de inmersión lingüística en Cataluña: debate lin güístico u oportunismo político?”. En: Hispanorama 68 (1994). Parlament de Catalunya (ed.): “La llei del catalá. Text integre de la nova llei de política lin güística, aprovada peí Parlament de Catalunya el 30 de desembre de 1997”. En: Avui 3112-1997 Báez de Aguilar González, Francisco: El conflicto lingüístico de los emigrantes castellanohablantes en Barcelona. Málaga: Universidad de Málaga 1997. Estudios y Ensayos 18. Berkenbusch, Gabriele & Bierbach, Christine: “Das Interesse der deutschsprachigen Romani stik an der katalanischen Sprache: Retrospektive und Bilanz”. En: G. Berkenbusch & C. Bierbach (eds.), Zur katalanischen Sprache: historische, soziolinguistische und pragmati sche Aspekte. Frankfurt am Main: Domus Editoria Europaea 1994: 175-226 Katalanistische Studien 4; versión catalana: “La filología alemanya i el seu interés per la llengua ca talana”. Treballs de Sociolingüística Catalana 13. 1997: 123-148. Berschin, Helmut, Femández-Sevilla, Julio & Felixberger, Josef: Die spanische Sprache. Verbreitung, Geschichte, Struktur. München: Hueber 1987. Bierbach, Christine: “Bilingual communication and code-switching in a Barcelonaneighbourhood” En: European Science Foundation- Network on Code-Switching and Language Contact: Papers for the Symposium on Code-Switching in Bilingual Studies Theory, Signifícame and Perspectives. Vol. II. Strasbourg: ESF 1991: 497-504.
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La investigación sociolingüística en los Países Catalanes M i q u e l S t r u b e l l ITRUETA
Generalitat de Catalunya Direcció General de Política Lingüística Instituí de Sociolingüística Catalana
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Introducción
Quiero empezar dándoles a los organizadores las gracias por esta invitación de hablar sobre el tema sociolingüística catalana. Dicha temática ha sido elegida por los mismos organizadores. A menudo se me pide una descripción sociolin güística de los países catalanes1, pero en este caso la elección ha sido claramente por el lado de la investigación en sí. Por lo tanto, voy a intentar repartir el conte nido de la ponencia con un equilibrio entre la metodología usada y los resultados de la investigación. Ni que decir tiene que en los pocos minutos de que dispongo sería insensato pretender dar más que unas breves pinceladas de la temática, que cubre centena res y centenares de trabajos. Además, hay artículos que reseñan, más o menos anualmente, las novedades en el campo, lo cual me permite intentar darle a mi intervención un tratamiento mucho más selectivo, y a la vez personal, de la in vestigación sociolingüística de los últimos años que mencionaré . Otra nota previa. Para que una ponencia como ésta pueda ser algo ameno, para personas como muchos de ustedes que no están especializadas en técnicas empíricas de investigación sociolingüística, a menudo he elegido estudios cuya presentación gráfica ilustra bien algunos de los puntos que quisiera subrayar. 1.1 Una definición de “sociolingüística” Como está mandado, no podemos empezar sin antes definir de qué hablamos. Y lo haré con una definición hecha por uno de los “padres” de la disciplina; el pro fesor norteamericano Joshua Fishman (1976: 219) distingue dos áreas de estu dio, la primera es estática y descriptiva mientras que la segunda es más dinámica y analítica: 1
Uso la expresión, muy corriente en textos actuales, para referirme al área geográfica delimitada por la lengua, sin cargo político alguno.
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1. Descriptive sociology o f language : “Who speaks (or writes) what language (or what language variety) to whom and when and to what end?” 2 2. Dynamic sociology o f language: “What accounts for different rates of change in the social organisation of language use and behaviour towards language?” 3 La primera definición resulta, casi treinta años después, algo infantil en su planteamiento; pero no hay que quitarle el mérito de haber establecido un marco adecuado para los orígenes de nuestra disciplina. Es una definición que ha sido repetida y citada hasta la saciedad. Las observaciones iniciales de Charles Ferguson, sobre lo que llama la “diglossia”, inspiran a los primeros investigadores nuestros, valencianos, pero no les basta este concepto, ya que lo encuentran es tancado en el presente: es un concepto sincrónico sin capacidad explicativa nin guna. En cambio, resulta sorprendente para mí (re)descubrir que ya en el año 1971 Fishman propusiera una segunda definición, casi olvidada en la literatura poste rior, que se muestra mucho más atractiva desde el punto de vista de quien quiera hacer aportaciones científicas y teóricas, desde la sociolingüística, a las ciencias sociales. A lo largo de mi ponencia pondré a prueba una hipótesis: de que hay una co rriente muy fuerte en la investigación sociolingüística catalana relacionada con la dinámica de la propia sociedad que sigue los vaivenes de la política, la demo grafía, la economía. Veremos que las aportaciones a la sociolingüística como ciencia o disciplina no son (normalmente) de tipo teórico, pasados los primeros años, muy fructíferos; al contrario, a menudo tienen una relación directa con el proceso de planificación lingüística. Dicho de otra manera, la investigación so ciolingüística tiende a tener un carácter empírico (sea cualitativa o cuantitativa), sobre todo durante los años que voy a intentar cubrir. 1.2 Conexiones interdisciplinarias Una mirada a la situación nos indica que hay relaciones muy claras entre la in vestigación sociolingüística catalana y distintas disciplinas, cosa muy razonable si tenemos en cuenta que la sociolingüística todavía no tiene el estatus de otras disciplinas y que sus protagonistas proceden de otras disciplinas, generalmente —aunque no siempre— de las ciencias sociales y humanas. Las principales co nexiones son las siguientes:
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O sea, ¿quien habla (o escribe) qué lengua (o qué variedad lingüística) a quien y cuándo y con qué finalidad?
3
O sea, ¿a qué se atribuyen los diferentes ritmos de cambio en la organización social del uso lingüístico y conducta en relación con la lengua?
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* Sociología: Se estudian los valores, los contextos sociales, la identidad colectiva de la gente, en su relación con la lengua. * Antropología cultural: se estudian los factores de integración lingüísticocultural de la (cuantiosa) población que en los últimos 30-40 años (según la zona) ha emigrado hacía los países catalanes, generalmente del resto del Estado español. * Psicología social: son materia de estudio los hábitos lingüísticos entre perso nas bilingües, las normas de uso y elección lingüística, las actitudes lingüísticas y hacia los hablantes de una variedad (o lengua) u otra, y de un acento u otro. * Psicolingüística: Hay en nuestros países un excelente contexto para estudiar el desarrollo más o menos natural (es decir, familiar o educativo) de más de una lengua en niños pequeños. * Geografía: La geolingüística, añadida a la demolingüística, permite estudiar los fenómenos de migración interna y externa en relación con la lengua. * Comunicología: Hay una escuela potente de análisis del discurso que encuentra en textos e intercambios bilingües un marco adecuado para estudiar fenómenos como el cambio de códigos ( C a n d ís (D )
(R U )
(R U )
(F )
F -P ro Y tn ra l
Sardo
(|T )
( IT )
4.2.2 Colaboraciones académicas Progresivamente nos vemos, en el Instituto, cada vez más involucrados en estu dios académicos con trabajos empíricos incluidos, con centros de otros países, principalmente irlandeses, galeses, gallegos, vascos, frisones, belgas, etc.
4.2.3 Asesoramiento en estados nuevos Asesoramos, por ejemplo, a Estonia, Letonia, Kazakstán, Alsacia, etc. con res pecto a su política lingüística, incluyendo temas de seguimiento e investigación, estructuras administrativas, etc.
4.2.4 Especialistas extranjeros Cada vez más nos visitan catedráticos, profesores, periodistas y doctorandos que nos piden información y orientación para sus propios trabajos. En estos mo mentos, en buena parte de Europa, el caso de la vertebración en Cataluña de una política lingüística democrática, es un caso ampliamente conocido. Encontramos en efecto un número considerable de especialistas extranjeros entre los que han realizado trabajos de investigación sobre la sociolingüística catalana. Muchos han introducido innovaciones metodológicas (matched-guise, teoría del juego, etc). Entre ellos, y sin ningún afán de exhaustividad, mencio nemos los siguientes: David Laitin, Paul O'Donnell, Susan DiGiacomo, Philip
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Rasico y Kit Woolard (de los EE.UU.); Guadalupe Rodríguez-Gómez (de Mé jico); Daniele Conversi (de Italia); Charlotte Hoffman (de Inglaterra); Johannes Ytsma (de Frisia, Países Bajos); y Irmela Neu-Altenheimer, Brigitte SchliebenLange y Gabriele Berkenbusch (de Alemania).
4.3 La institucionalización de la sociolingüística catalana Otro fenómeno de los últimos años es la clara institucionalización de la sociolingüística catalana. Símbolo de este proceso es el II Congrés Internacional de la Llengua Catalana (1986), convocado al cabo de 80 años del primer congreso. Pero hay también un calendario más rutinario: por una parte, hay encuentros científicos regulares. A los del Grup Catalá de Sociolingüística se han añadido las Trobades de Sociolingüisíes Catalans, organizadas bienalmente por mi Ins tituto (con ayuda del Grup) al entorno de temas monográficos. Hace justamente un año la Trobada fue en realidad el I Congreso Europeo de Planificación Lingüísíica. Además, el Gabineí de Normaliízació Lingüística del Ayuntamiento de Alcoi organiza desde 1992 encuentros técnicos de gran interés. Por el lado editorial (Empúries, Edicions 62, Bromera, Generalitat), hay co lecciones que publican cursos de sociolingüística, tesis y otros trabajos, los cua les garantizan la difusión de la temática.
4.4 Algunas líneas de futuro Quisiera terminar con un breve repaso a algunos trabajos o áreas de investiga ción que merecen, y seguramente merecerán en el futuro, la atención del mundo académico.
4.4.1 Cómo favorecer los cambios de hábito en las normas de uso lingüís tico entre bilingües Muchos estudios, y la misma observación cotidiana en las grandes ciudades, coinciden en que al lado del gran aumento de competencia lingüística entre los no-catalanohablantes de origen, fruto del éxito del sistema educativo, no hay un aumento en el uso de la lengua catalana entre las personas bilingües. Esto se debe a la perdurabilidad de los hábitos de elección de lengua entre bilingües, que hace que pasen al catalán (ya sea ésta su primera o su segunda lengua) con gran facilidad al encontrarse con el más mínimo obstáculo percibido o imaginado (el mismo contexto puede favorecer también la adopción del castellano). Hay lugar para más investigación, en la línea emprendida por el proyecto Pentecosta, un estudio hecho simultáneamente en Frisia, Gales, Irlanda, País Vasco, Galicia y Cataluña (con participación del Instituto que dirijo) sobre el efecto de las redes
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sociales en el paso de la competencia al uso lingüístico activo por parte de los jóvenes aprendices de la lengua respectiva.
4.4.2 Cómo perfilar los indicadores necesarios para hacer el seguimiento del impacto de las políticas lingüísticas y campañas La labor de seguimiento requiere un enorme esfuerzo para desarrollar los ins trumentos y para sistematizar la recogida y el tratamiento de los datos, de forma que los políticos puedan tomar las decisiones pertinentes.
4.4.3 Estudio de estereotipos y de las actitudes lingüísticas e identitarias en la España monolingüe Hubo en los primeros años 70 un trabajo sobre los estereotipos regionales, que son latentes y que pueden influir positiva o negativamente en la conducta social y en las relaciones entre gentes de diferentes zonas. Creo, a la luz de los hechos acaecidos en la España mesetaria (como por ejemplo la famosa manifestación por el archivo de la Generalitat en Salamanca) entre las elecciones generales de 1993 y 1996, que las actitudes respecto a los catalanes no han cambiado tanto como sería deseable en un Estado armónico. A la vez, existe entre los empresa rios catalanes una impresión muy extendida de que un producto etiquetado en catalán (entre otras lenguas) perderá mercado en la España castellana, lo cual ha hecho que muy pocos productos comercializados en Cataluña lleven una presen cia de la lengua catalana en sus etiquetas. Es un buen campo para la investiga ción.
4.4.4 Estudio de la polemización de cuestiones lingüísticas en los medios de comunicación, fruto de los intereses de los partidos políticos estatales Aunque algunos de los impactos negativos más fuertes vinieron a través de me dios audiovisuales, cuyos programas deben ser más difíciles de archivar y anali zar que los periódicos en las hemerotecas, hay un campo muy rico para investi gar sobre este tema. El reciente estudio de Jaume Medina sobre el anticatala nismo de ABC que no llega —por desgracia— más allá del período 1916-1936, es un buen modelo. Este campo es un último ejemplo del hecho ya constatado y subrayado a lo largo de este breve trabajo: que la sociolingüística requiere siem pre un tratamiento pluridisciplinario. En consecuencia, es previsible que la sociolingüística catalana siga teniendo esta estrecha relación con el entorno inmediato. El trabajo puramente teórico no vive ciertamente su mejor momento, aunque hay indicios de que ésto pueda cambiar en los próximos años. Pero como marco para la investigación de la reía-
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ción entre lengua y sociedad, pocos sitios ofrecen al estudioso un marco más idóneo. Espero que muchos de sus estudiantes tengan ocasión de comprobarlo. Muchas gracias.
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A continuación recogemos algunos de los trabajos que han recogido críticamente las investi gaciones sociolingüísticas hechas en Cataluña y/o los países de lengua catalana. He añadido dos trabajos míos publicados en Suiza, en agradecimiento por el hecho de que esta reunión se haya convocado en Zúrich: Bañeres, Jordi: “Sociolinguistics”. En: The Year's work in Modern Language Studies, 53. 1992: 382-386. — “Sociolinguistics”. En: The Year's work in Modern Language Studies, 54. 1993: 370-371. — “Sociolinguistics”. En: The Year's work in Modern Language Studies, 55. 1994: 440-442. — Bibliografía sobre sociolingüística catalana en altres llengües. 1997. Barcelona: Centre de Documentació en Sociolingüística. Instituí de Sociolingüística Catalana [documento me canografiado]. — Bibliografía sociolingüística del catalá 1993. Producte documental. 1. Barcelona: Centre de Documentació en Sociolingüística. Institut de Sociolingüística Catalana 1994. — Bibliografía sociolingüística del catalá 1994. Producte documental. 49. Barcelona: Centre de Documentació en Sociolingüística. Institut de Sociolingüística Catalana 1995. Boix, Emili & Payrató, Lluís: “Una panorámica bibliográfica de la sociolingüística i la pragmática catalanes recents (1989- 1993)”. En: Treballs de sociolingüística catalana, 12. 1994: 107- 130. Linguistic bibliography for the year 1984. Dordrecht, Boston & Lancaster: Permanent Inter national Committee of Linguists / Martinus Nijhoff Publishers 1986: 329-331. Romani, Joan M. & Bañeres, Jordi: “Recerques sociolingüístiques promogudes des de la DGPL de la Generalitat de Catalunya”. En: Treballs de sociolingüística catalana, 12. 1994: 131-138.
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M iquel Strubell i Trueta
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Perspectivas de la política lingüística en Cataluña Y v o n n e G r il e y M
a r t ín e z
Generalitat de Catalunya Direcció General de Política Lingüística
1 Introducción En primer lugar quisiera disculpar la ausencia de Lluís Jou, Director General de Política Lingüística, a quien un asunto de última hora le ha impedido estar pre sente aquí. No obstante, hemos podido comentar previamente y con deteni miento el contenido que debía tener la presente participación, por lo cual inten taré en esta intervención expresar las palabras e ideas que él hubiera querido transmitir. Al hablar de la situación lingüística en Cataluña, el precedente histórico es obligado. No podemos hablar de perspectivas si no se hace un repaso de nuestra historia reciente. La situación que ahora vive Cataluña y nuestra lengua no es del todo nueva, y en la observación de nuestro pasado podemos encontrar muchas claves de lo que el transcurso del tiempo futuro nos depara. 2 Nuestra historia Cataluña ha sido siempre tierra de acogida. La lengua nunca ha sido un obstá culo para ello. Al contrario, ha sido estímulo y símbolo de integración. Un ejemplo lejano puede ser bueno para ilustrarlo: después de la crisis de mográfica del siglo XV se establecieron entre catalanes numerosos occitanos, fenómeno que duró prácticamente siglo y medio. En 1662 un 13% de la pobla ción de Cataluña era nacida en Francia. Su integración fue armónica y sencilla, y no queda memoria de ningún conflicto derivado de esta situación. La historia de la lengua catalana va ligada estrechamente a la de Cataluña y a procesos migratorios. La supresión de las instituciones propias y la imposición legal del castellano en la Administración después de 1714 y, sobre todo, en el siglo XIX, en que fue obligatorio el uso del castellano en las escuelas, comportaron la pérdida de con ciencia lingüística por parte de la población ilustrada y de la llegada a Cataluña de funcionarios y cargos públicos sin conocimiento previo del idioma del país.
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Ejército, escuela y Administración en castellano generaron en el siglo XIX una diglosia considerable. Gente que habitualmente hablaba catalán utilizaba el castellano en los contratos y testamentos, en las cartas a familiares y amigos, en facturas, albaranes, denominaciones sociales, ensayos y en las investigaciones. El pueblo, sin embargo, siempre conservó el catalán como única lengua de comunicación y de cultura popular, lo cual permitió en la segunda mitad del si glo XIX el Renacimiento literario catalán con autores tan populares y cultos como Jacint Verdaguer, Narcís Oller, Guimerá o Costa i Llobera. Sin alargarlo más, cabe destacar que, fruto de la Renaixen^a, Cataluña entra en el siglo XX como un país esencialmente monolingüe (el conocimiento del castellano se limita a aquellos que han pasado por la escuela, una minoría). En los años 30, la Generalitat republicana normativiza la lengua (Pompeu Fabra i l'IEC) y se crean las primeras escuelas catalanas. Las administraciones públicas incorporan el catalán y una nueva generación literaria nutre y prestigia el idioma. Así y todo, la segunda mitad del siglo XX se caracteriza por tres factores que vuelven a colocar la lengua catalana en una situación de precariedad. Primero: la prohibición y la persecución que sufre durante la dictadura fran quista entre 1939 y 1975. El catalán desaparece de la Administración, de los actos públicos, de las es cuelas, de los rótulos informativos y de los comercios. Se prohíbe la edición de libros y de periódicos en catalán y también la ediciones radiofónicas. Aparece la televisión, entra el cine y todas las emisiones son obligatoria mente en castellano. Así y todo, se calcula que en 1945 todavía había una cuarta parte de la po blación de Cataluña que no sabía hablar castellano y que un 5% apenas lo enten día. El castellano se convierte en lengua predominante en todos los ámbitos pú blicos, en las relaciones de trabajo en el mundo socioeconómico en general. No obstante, coexiste una voluntad unitaria de la oposición política y sindi cal catalana de recuperar el uso social del catalán. Coexiste también la extraor dinaria calidad de algunos escritores que han hecho del siglo XX un siglo de oro literario: Riba, Camer, Segarra, Pía, Espriu, Rodoreda, Villalonga, Foix, para citar sólo unos ejemplos. Segundo: El establecimiento en Cataluña de un elevado número de personas, mayoritariamente castellanohablantes, entre 1950 y 1975. Este proceso migratorio se produce en un momento en que Cataluña no está en condiciones de poder ofrecer estructuras urbanísticas adecuadas, ni tampoco educativas, ni de vivienda, y en el que la absoluta marginación del catalán en las
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escuelas, en los medios de comunicación y en todos los ámbitos públicos no permite una integración cultural. Este fenómeno comporta una alarmante disminución del porcentaje de po blación con conocimiento del catalán. En 1975: • El 36% de la población era nacida fuera de territorios de habla catalana. • Un 40% no sabía hablar catalán. • En ocho poblaciones del entorno de la ciudad de Barcelona de más de 5.000 habitantes, más del 50% no entendían el catalán. • En tres poblaciones, menos del 25% no sabían hablar catalán (Santa Co loma de Gramenet, Sant Andreu de la Barca y La Llagosta). • Un 14% declaraba poder escribir el catalán. Esta constatación es objetiva, y en ningún momento pretende ser un reproche ni una acusación. Cataluña fue el único país peninsular que vivió en los siglos XVIII y XIX la revolución industrial y que en los años 50 y 70 inició la revolu ción de la sociedad de consumo: automóviles en serie, electrodomésticos, el boom del turismo, las modas en el vestir, el pago a plazos se iniciaron en Cata luña con una fuerza equiparable a la de las regiones más ricas de Europa. Cata luña seguramente fue el sueño para muchos ciudadanos de España en el que en contraron acogida y trabajo. Con su esfuerzo le dieron una fuerza demográfica que era necesaria y que ha sido calificada a menudo por el Presidente Pujol como la esperanza del país. Un país que quiere ser un solo pueblo y que ha hecho de la lengua uno de los símbolos más altos de integración y de cohesión. Tercero: Lo configura la aparición de los medios de comunicación de masas y la eclosión de las industrias del audiovisual, la mundialización de la economía y la libertad de comercio a escala planetaria, la reciente popularización de la in formática y de las redes de comunicación. Todo esto, en conjunto, puede conllevar un uso de la lengua con alto riesgo de simplificación, de homogeneización y casi podríamos decir de empobreci miento diario del lenguaje. Esta eclosión ha supuesto una auténtica revolución en las formas de transmisión y también puede serlo en la creación de idioma. Lo que sí ha generado indiscutiblemente es un proceso de competencia sin límites entre las lenguas más y menos utilizadas, lo cual supone aún más difi cultades para la presencia de la lengua catalana en determinados ámbitos. Podríamos decir que hoy la comunicación, y la lengua como su medio de transporte, son además de un valor cultural, un valor económico. Sumemos los recursos que movilizan los libros, periódicos —incluidos los deportivos—, re vistas —incluidas las del corazón—, televisiones, vídeos —incluida la fabrica
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ción de cámaras y receptores—, cine, informática, multimedia, publicidad, telé fonos, redes telemáticas e incluso la enseñanza de lenguas. La lengua viene a ser la primera materia en un sector económico más fuerte que el textil, que la piel, la bebida, el metal, o que todos ellos juntos. La competencia entre lenguas de ma yor o menor difusión es, por lo tanto, una lucha económica, política y cultural que ha transformado no sólo Cataluña sino toda Europa y el mundo de manera que el contacto entre lenguas es ahora un fenómeno y un problema universal. Ilustrado en palabras de Miquel Siguán: es monolingüe quien tiene el inglés como lengua propia y bilingüe el resto de la población mundial.
Este mapa configura a Europa como una entidad plurilingüe que respeta to das las lenguas de los Estados, muchas de las cuales son de menor peso demo gráfico y de menor tradición literaria que la catalana. Creemos que a la larga, esto nos ha de ser positivo. 3 La política lingüística Ante tales circunstancias adversas, podemos preguntamos ¿qué depara el futuro a la lengua catalana? Voces pesimistas opinan que dentro de 50 años los catalanes, los que ahora son niños, dejarán de hablar catalán a sus hijos. ¿Qué sentido tendría para ellos hablar catalán a sus hijos si todo el mundo conociese y hablase castellano, si la actividad económica, deportiva, cultural se expresara en castellano, y si incluso la Administración, en el mejor de los casos, fuera bilingüe? Esta posibilidad de abandono no se puede ignorar, menos aún si dejamos la lengua en manos del mercado. No por ello somos pesimistas. Estamos conven cidos de que el catalán superará estas dificultades, básicamente porque la vo luntad de los catalanes, sin distinciones, es que la lengua persista. Las actuaciones políticas y legislativas pueden contrarrestar esta situación y reequilibrar todos estos factores negativos. Por ello, es necesaria para Cataluña, como para cualquier país de Europa (incluso para Francia), una política lingüís tica, que en nuestro caso está condicionada por: • el marco constitucional y el ordenamiento jurídico español, • las diferencias históricas y políticas, • la división administrativa de los territorios de habla catalana, e incluso por • la misma realidad europea en el nuevo orden económico mundial. El gobierno de la Generalitat, en cumplimiento del artículo 3 del EAC de 1979, ha mantenido en los últimos 17 años una política lingüística encaminada a: • asegurar el conocimiento de la lengua por parte de toda la población, • garantizar la plena oficialidad del catalán, y
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• fomentar su presencia en todos los ámbitos, especialmente en los medios de comunicación de titularidad de la Generalitat. Esta política ha estado presidida por la Ley 7/1983, de normalización lingüística en Cataluña, la aplicación de la cual ha permitido un espectacular aumento del conocimiento de la lengua catalana. Según datos del censo de la población de más de 2 años (tabla 1), entre 1981 y 1991 se produce un aumento del 16,4% (930.000 personas) en la competencia pasiva del catalán: Tabla 1: Competencia activa y pasiva del catalán
1981
entienden catalán 79,00 %
1991
95,40 %
68,30 %
1996
94,97 %
75,30 %
saben hablar catalán 64,00 %
La tabla 2 muestra también datos espectaculares recogidos en el censo de algu nas poblaciones: Tabla 2: Competencia pasiva del catalán según poblaciones Santa Colonia de Gramenet
Cornellá
Castelldefels
Badalona
1975
42,7 %
50,0 %
54,1 %
58,0 %
1986
76,0 %
78,1 %
81,3%
81,80%
4 Objetivos y medios de cara al futuro Esta política, como vemos, ha permitido cambiar la dirección de una tendencia. No siempre somos conscientes de lo que cuesta cambiar una tendencia social. En este caso, ha permitido la extensión del conocimiento de la lengua catalana. Ahora pretendemos trabajar para extender su uso. La política lingüística que vamos a llevar a cabo pretende conseguir cinco objetivos básicos: 1. Que el catalán sea del dominio de todos los ciudadanos, lo cual evita la marginación monolingüe que puede sufrir aún una parte importante de la pobla ción (especialmente la emigrada más recientemente). Entendemos Cataluña como un territorio de convivencia de un solo pueblo, y la mejor manera de ase gurar la cohesión social y la igualdad de oportunidades es asegurar el conoci miento a fondo de las dos lenguas oficiales.
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2. Que el catalán sea la lengua de uso habitual en todas las actividades públi cas. Sólo así se garantizará la suficiente presencia pública y ambiental que per mita su continuidad y su equiparación a las demás lenguas europeas de peso demográfico inferior: la lengua griega, sueca, danesa, finlandesa, atendiendo a lenguas de la Unión Europea. 3. Que esté presente intemacionalmente en las universidades y organismos de investigación y de cultura, en las comunidades catalanas con sede en el ex tranjero y en las instituciones europeas, y que la cultura catalana se conozca fuera de nuestro dominio lingüístico, en el Estado español y en Europa. Esta son aspiraciones propias de cualquier cultura viva, y sólo así será posi ble que sea aceptada y respetada. 4. Que el catalán se conserve como lengua viva en la calle en todos los te rritorios de habla catalana. Quisiéramos que retrocediesen las tendencias segregacionistas en alza en Valencia, el retroceso de la lengua en Alicante y en su comarca. 5. Que se mantenga el aranés en el Valle de Arán, como muestra del respeto por las minorías que los catalanes siempre hemos sabido y querido practicar. Conseguir estos cinco objetivos desde Cataluña exige una política regulativa renovada dentro de nuestro marco competencial. El gobierno de la Generalitat está impulsando una nueva legislación que parte de la delimitación de los conceptos jurídicos de lengua propia y de lenguas oficiales que proclama el EAC. Con ello se pretende consolidar los avances conseguidos con la Ley de 1983, especialmente los que atañen al uso en las administraciones e instituciones ca talanas y en el sistema educativo. La Ley misma pretende: 1. Que el catalán siga siendo la lengua vehicular y de aprendizaje de la ense ñanza no universitaria, sin perjuicio de la enseñanza del castellano y de una ter cera lengua, y que sea también lengua normal de la Universidad. 2. Que sea la lengua de trabajo habitual de los poderes públicos, desde la Generalitat a los Ayuntamientos, pero también a todas las instituciones catalanas y las administraciones de Justicia, del Estado y en todos los registros públicos. 3. Que sea lengua normal de creación literaria, del ensayo y de la investiga ción científica, y de desarrollo de la cultura popular. 4. Que siga siendo la lengua preferente de la rotulación pública y comercial. 5. Que persista como lengua habitual de las comunicaciones internas de em presas y entidades de prestación de servicios.
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6 . Que esté presente en el sector de la economía, de las finanzas y de la con tratación, y en el mundo del consumo (de ahí el hecho de entrar a regular el etiquetaje de los productos que se producen y comercializan en Cataluña). 7. Que persista como lengua habitual de la oferta deportiva y de ocio. 8 . Que se asegure una presencia significativa en las televisiones y en emiso ras de radio públicas y privadas, al igual que en la prensa del país (en este mo mento disponemos de 2 diarios nacionales en lengua catalana). 9. Igualmente en el cine y en la producción audiovisual y multimedia. 10. Pretendemos un exitoso desarrollo de productos relacionados con la in geniería lingüística: correctores gramaticales digitalizados, traductores, progra mas de dictado automático y reconocimiento de voz, dado que los campos de aplicación derivada son cada vez más populares y numerosos. 11. Paralelamente, pretendemos que las instituciones centrales del Estado es pañol y de la Unión Europea reconozcan la oficialidad de nuestra lengua. 12. Por último, cabe trabajar para que la unidad científicamente reconocida de la lengua catalana deje de ser motivo de discusión, y para que se establezcan mecanismos de coordinación entre las políticas lingüísticas que se apliquen en todos los territorios de habla catalana. Como podemos observar, al margen del intento de mejora regulativa en ma teria pública y de administración, esta actualización pretende abrir nuevos cam pos de impulso de la lengua. Ello no obstante, y complementariamente a la experiencia regulativa, a la que toda Administración debe responder, cualquier medida derivada se llevará a cabo contando con el máximo diálogo social.
La política lingüística en la Comunidad Autónoma Vasca JOSUNE ARIZTONDO AKARREGI
Eusko Jaurlaritza Viceconsejería de Política Lingüística
1 Introducción El euskera o lengua vasca ha sido la lengua histórica y propia del conjunto de te rritorios de Euskal Herria, es decir, su lengua originaria, la primera de las len guas de la que tenemos noticia que se hablara en Euskal Herria. El euskera ha mostrado a lo largo de su historia una clara tendencia al retro ceso, tanto en su ámbito territorial como en el número de hablantes. Las causas de este retroceso son múltiples, pudiendo citarse, las cuatro siguientes: 1 . la falta de prestigio social que ha tenido históricamente el euskara; 2 . la tradicional política monolingüe de las instituciones oficiales ubicadas en Euskal Herria; 3. el éxodo al exterior, sobre todo a América, de la población rural vascohablante y 4. la represión lingüística y cultural acaecida más recientemente durante el franquismo.
2 Marco Legal e Institucional Con la instauración de la democracia en España, la Constitución de 1978 reco noce como lenguas oficiales el castellano y las lenguas de las Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos. Según el Estatuto de Autonomía Vasco, aprobado en 1979, el euskera es la lengua propia del Pueblo Vasco y tiene, como el castellano, carácter de lengua oficial en la Comunidad Autónoma Vasca. La Ley del Euskera de 1982 reconoce, asimismo los siguientes derechos lin güísticos a todos los ciudadanos del País Vasco: Derecho a) a relacionarse en euskera o en castellano oralmente y por escrito con la Administración; b) a recibir la enseñanza en ambas lenguas oficiales;
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c) a recibir en euskera publicaciones periódicas, programaciones de radio y televisión y de otros medios de comunicación; d) a desarrollar actividades profesionales, laborales, políticas y sindicales en euskera; y e) a expresarse en euskera en cualquier reunión. Como consecuencia del trabajo desarrollado por las instituciones públicas y por la propia iniciativa social, el nivel de conocimiento y uso del euskera, lógica mente más del primero que del segundo, han aumentado considerablemente du rante los últimos años. Hemos avanzado, por ejemplo, en la puesta a punto del idioma, en el número de hablantes, en el uso social y en la introducción del eus kera en ámbitos anteriormente desconocidos para esta lengua.
3 Situación del Euskara
y
Tendencias de Futuro
Por referirme solamente al número de hablantes, merece ser destacado que, se gún datos de 1996, tenemos casi 135.000 bilingües más en la Comunidad Autó noma Vasca que en 1981 lo que supone pasar en 15 años de un 21,5% de ciuda danos bilingües a un 26,5%, sobre una población total de 2 millones de habitan tes. En todo caso, para hacemos cargo del alcance de estas cifras es necesario que concretemos un poco más: los bilingües (1996) son un 26,5% de la pobla ción; sin embargo, tomando el intervalo de edad 34-65 años, tenemos un 21% de bilingües, mientras que en el intervalo entre los 16-24 años el porcentaje de bi lingües se sitúa en un 33%. Y esta diferencia —este cambio tan importante que se ha producido en los 15 últimos años— es aún más espectacular en las edades más tempranas: así por ejemplo, entre los ciudadanos comprendidos entre los 5 y 14 años, los total mente bilingües llegan casi al 40%, el número de bilingües pasivos constituye más de un tercio y los monolingües castellanohablantes se sitúan en tomo al 25% de ciudadanos. (Se invierte por tanto el dato: un 26% de bilingües es la media de la comunidad y es éste justamente el porcentaje de monolingües en el intervalo de 5-14 años). En términos generales, los programas más significativos en el campo de la normalización lingüística en la Comunidad Autónoma Vasca son los relaciona dos con el sistema educativo, los medios de comunicación y la Administración. En el sistema educativo se ha producido un gran incremento de la enseñanza en euskara en todos los niveles: en Euskadi tenemos un sistema educativo que contempla tres modalidades para abordar la enseñanza del y en euskara: son los modelos educativos A, B, y D: en el modelo A la lengua vehicular es el caste llano y el Euskara se trabaja como asignatura; en el modelo D estaríamos en la
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situación opuesta, la enseñanza se realiza en euskara. El modelo B es el inter medio, es el modelo en el que las áreas instrumentales básicas (lectoescritura, matemáticas, etc.) se trabajan en castellano, y es el modelo que más variantes presenta: en la práctica hay modelos B quasi A y otros quasi D dependiendo de la dinámica de cada centro y de la situación sociolingüística de la zona en la que esté ubicado. Como decía, se ha producido un gran incremento de la enseñanza en euskara en todos los niveles desde la Educación Infantil hasta la Universidad. Como ejemplo, podemos citar el hecho de que en el año 1982 la población escolar comprendida entre los 3 y 13 años que recibía la enseñanza en euskara constituía el 25%, mientras que en el año 2000 estimamos que llegará a ser el 70-75%. Por darles algún dato próximo, les diré que el 96% de los niños que han ingresado en el sistema (2-3 años) en este curso 97-98 lo ha hecho eligiendo modelos total o parcialmente bilingües (modelos B y D). Este vuelco del sistema educativo vasco producido en menos de 20 años tiene como pilar básico la demanda ciudadana de enseñanza en euskara, acom pañada de una intensa formación y reciclaje lingüístico del profesorado, así como de la creación de todo tipo de material didáctico. El crecimiento tan im portante de la demanda social de educación en los modelos educativos con len gua vehicular euskara ha hecho que el reciclaje lingüístico y la actualización di dáctica del profesorado constituyan auténticos retos para los responsables edu cativos de la C.A.V. En todo caso, hay que señalar que el 53% del actual profe sorado público tiene acreditado el perfil necesario para impartir enseñanza en euskara. En el apartado de los medios de comunicación, la creación en 1982 del Ente Público Radio Televisión Vasca constituyó un verdadero hito histórico. Este ente tiene en la actualidad dos cadenas de televisión, una de ellas íntegramente en euskara, y tres emisoras de radio, de las que dos emiten sólo en euskara. En el sector privado también hay emisoras de radio que emiten total o par cialmente en lengua vasca. Es digna de mención la aparición en 1990 de un pe riódico editado íntegramente en euskara. Finalmente, hay que destacar la prolife ración en estos últimos años de medios de comunicación locales que utilizan solamente la lengua vasca. En lo que respecta a la Administración, a partir de 1989 existe un plan de normalización lingüística. Este plan, cuya segunda fase ha sido aprobada por el Consejo del Gobierno Vasco este mismo año y se extiende hasta el año 2002, tiene un doble objetivo: por un lado, ha de garantizar el derecho de todos los ciudadanos a relacionarse con las instituciones públicas en la lengua de su elec
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ción y, por otro ha de impulsar que se trabaje dentro de la propia Administración en las dos lenguas oficiales.
4 Principios en los que se basa nuestra política lingüística Permítanme ahora algunas consideraciones acerca de los principios sobre los que tratamos de construir una sociedad bilingüe en el País Vasco. En primer lugar quisiera recordar aquí que en Euskadi hemos optado, de ma nera democrática, por el bilingüismo, es decir, hemos optado por la consecución de una sociedad integrada por ciudadanos capaces de utilizar las dos lenguas oficiales de la Comunidad. El problema no es, por lo tanto, lo que queremos, sino cómo lo hacemos. En todo caso, el hecho de que esta opción por el bilingüismo sea mayoritaria no significa que sea unánime. Hay sectores contrapuestos que no participan de este objetivo: unos consideran adecuada la situación sociolingüística que han heredado las generaciones actuales y optan por un bilingüismo que se conforma con mantener el statu quo; otros, por el contrario, plantean la necesidad de una política lingüística más activa o más radical a favor de la lengua minoritaria. Con todo ello, tres son los principios que animan nuestra acción política o, más en concreto, nuestra política lingüística: 1. En primer lugar, el principio democrático, según el cual, la voluntad de los ciudadanos es el primer elemento legitimador y, por lo tanto, el referente de nuestra política lingüística. Al igual que el resto de las decisiones y de las políti cas fundamentales de las instituciones democráticas, la política lingüística ha de basarse en el consenso político y en el consenso social. 2. El segundo es el principio de acción positiva: consideramos que la política lingüística ha de trabajar por armonizar, ha de trabajar por normalizar la situa ción lingüística de la Comunidad y ha de hacerlo con actuaciones positivas es pecíficas para la promoción de la lengua minorizada; en nuestro caso, con actua ciones específicas para la promoción del euskara. 3. El tercero es el principio de complementariedad: una de las claves para llevar a la práctica esta política de promoción es, justamente, la corresponsabili dad entre los poderes públicos y las instancias sociales optimizando recursos y actuaciones y evitando duplicidades y demagogias estériles.
5 Principales líneas de actuación de la Viceconsejería de Política Lingüística (V.P.L.) La V.P.L. ha ido definiendo y poniendo en marcha en su relativamente corta historia una serie de programas de promoción de la lengua en diferentes ámbi tos. Ello ha ido configurando un corpus de actuación específico y formalmente
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independiente de las actuaciones del Gobierno Vasco en materia educativa o en los medios de comunicación públicos. Orgánicamente, la Viceconsejería se encuentra dentro de la Consejería de Cultura, y está dividida en dos direcciones distintas: la Dirección de Normaliza ción Lingüística en las Administraciones Públicas y la Dirección de Estudios y Promoción del Euskara. Tiene también fimcionalmente a su cargo el Instituto para la Alfabetización y Euskaldunización de adultos. El presupuesto de la Viceconsejería de Política Lingüística para el presente ejercicio es de 4.317 millones de pesetas. Afortunadamente, la Viceconsejería de Política Lingüística y HABE no son los únicos organismos dedicados a la normalización del euskara. Cabría citar la labor que en este sentido desarrollan el IVAP, EITB y la Consejería de Educa ción, dentro del propio Gobierno Vasco, así como las diputaciones y ayunta mientos en sus respectivos ámbitos competenciales, y sin olvidar las asociacio nes y empresas que trabajan igualmente por la normalización del euskara. Una de las líneas de actuación de la Viceconsejería se refiere a los programas de normalización lingüística: 1. Estandarización y modernización del euskara. 2. Euskaldunización y alfabetización de adultos. 3. Plan para las Administraciones Públicas. 4. Intercambios con otras comunidades lingüísticas. 5. Programas de promoción y experiencias piloto.
5.1 Estandarización y modernización del euskara El proceso de estandarización ha producido un notable cambio de la situación del euskara, que se ha visto en la necesidad de recorrer en 20-30 años un camino que otros idiomas habían realizado a lo largo de mucho tiempo. El organismo que guía la estandarización del euskara es la Real Academia de la Lengua Vasca Euskaltzaindia, con quien las Administraciones vascas tienen un convenio marco estable y a través del cual se subvencionan determinados proyectos, además de su actividad ordinaria. Los principales proyectos que actualmente desarrolla la Academia son el Diccionario General Vasco - Orotariko Euskal Hizíegia (diccionario descriptivo del léxico de la lengua vasca), el Diccionario Unificado (que determina la forma de las palabras del euskara), la Gramática Vasca, el Atlas lingüístico de Euskal Herria (trabajo de recopilación del euskara hablado), determinados estudios de carácter onomástico (grafía de los apellidos vascos, revisión, culminación y pu blicación del Nomenclátor Vasco, determinación de la toponimia mayor de Eus kal Herria, etc.), el Diccionario literario, etc.
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El instituto UZEI también cuenta con su propio reconocimiento en la planifi cación del corpus del euskara, especialmente en los campos de la terminología y lexicografía. Este instituto tiene también suscrito un convenio marco con las Administraciones vascas para el desarrollo de sus programas. La toponimia es otro elemento básico y fundamental en la estandarización del euskara. En este campo se ha desarrollado una importante labor de recopila ción y normalización en la CAV, además del trabajo de normativización que viene realizando la Academia. Dado que la toponimia es en sí misma una disciplina plural y con una com pleja distribución competencial, existe en la CAV una Comisión de Toponimia dentro del Consejo Asesor de Euskara. Algunas de sus funciones son: • Asesorar a la Administración sobre las necesidades y prioridades en la recogida, recuperación, registro y conservación de topónimos de la CAV. • Hacer propuestas sobre normalización de nombres oficiales cuando sea requerida por la Administración competente en cada caso. • Proponer criterios y normas para el uso y grafía de topónimos en mapas, publicaciones, rotulación y medios de comunicación en general. • Realizar los dictámenes pertinentes acerca de las disposiciones que vaya a adoptar el Gobierno Vasco en materia de regularización de la toponimia. 5.2
Euskaldunización y alfabetización de adultos
Existen dos redes de centros dedicados a la alfabetización y a la euskalduniza ción de adultos o euskaltegis: los centros municipales y centros privados, y entre estos últimos existen centros homologados y otros que no lo están. Los euskaltegis municipales imparten un tercio del total de horas lectivas en el sector. Los dos tercios restantes corresponden al sector privado. Dos son los objetivos planteados para la presente legislatura en el campo de la euskaldunización y alfabetización de adultos: 1. Mejorar la calidad de la enseñanza. 2. Diseñar el mapa de euskaltegis. Para mejorar la calidad de la enseñanza estamos dando los siguientes pasos: • Consensuar con el sector los criterios de evaluación y los indicadores de calidad de los centros. • Se ha puesto en marcha una reforma curricular que contempla el aprendi zaje partiendo de las características y necesidades lingüísticas reales de los alumnos (aprendizaje significativo). • Igualmente, se están elaborando materiales didácticos tales como unida des de enseñanza-aprendizaje, medios didácticos audiovisuales y publica ciones de apoyo.
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• Se ha abordado el reciclaje didáctico del profesorado, especialmente en temas referentes al nuevo diseño curricular, a la evaluación y a la organi zación de centros. Para la elaboración del mapa de euskaltegis se está buscando el equilibrio entre las redes del sector, adaptando siempre las ofertas de euskaldunización y alfabe tización a las prioridades de la recuperación lingüística. Por otro lado, los cen tros públicos y privados se organizarán y trabajarán basándose en el principio de complementariedad.
5.3 Normalización lingüística de la Administración Cada vez que se toma alguna medida para avanzar gradualmente en el uso de la lengua vasca en las diversas Administraciones se están dando pasos para garan tizar los derechos lingüísticos de los ciudadanos, y de forma simultánea el euskara gana un ámbito de prestigio social y estabilidad, posibilitándose así su uso fuera de los círculos históricos tales como el familiar y el entorno social más próximo. Por otro lado, el uso en el ámbito administrativo hace progresar al cor pus de la lengua de modo significativo en aspectos tales como el jurídico y el administrativo. Las Administraciones vascas hemos construido nuestro propio modelo en este ámbito, y hemos adoptado un sistema seguro, basado en la autonomía ins titucional y el respeto a la situación sociolingüística de las diversas zonas y en la progresividad. En el marco general del plan de normalización, cada Administración debe elaborar el suyo propio en consonancia con el número de ciudadanos y funciona rios bilingües y con las acciones de normalización lingüística que desee promo ver dentro del plan. En la fase actual (1997-2002) hay un objetivo que para nosotros reviste par ticular importancia, como es que las unidades administrativas que tengan rela ción directa y habitual con la juventud desarrollen su labor de forma bilingüe. Ante una realidad en la que, por ejemplo, casi la mitad de la población infantil y adolescente entre 6 y 14 años es bilingüe, garantizar que los servicios que reci ben de la Administración se den también en euskara tendrá enormes repercusio nes en el fortalecimiento de espacios de uso social para la lengua vasca.
5.4 Intercambios con otras comunidades lingüísticas Resulta sumamente enriquecedor conocer otras experiencias lingüísticas y cultu rales que, además de servir para damos a conocer, son excelentes oportunidades para verse reflejados en otras realidades. “Ver y ser vistos” sería la filosofía que anima este programa. Si bien el intercambio es siempre importante lo es espe
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cialmente para las lenguas de menor difusión o presencia externa como el euskara. En la Viceconsejería de Política Lingüística del Gobierno Vasco llevamos algunos años cultivando este programa del que les mostraré algún ejemplo: 1. Visitas de investigación de expertos extranjeros: Este mismo año hemos organizado junto con la Comisión Europea una visita para dar a conocer las lí neas principales de nuestra política lingüística. Igualmente, mantenemos con tactos con representantes de Colombia, Bolivia y Quebec. 2. Expolangues y Expolingua: El euskara está presente todo los años en estas dos ferias, que se celebran en París y Madrid respectivamente, en un stand que compartimos con el Gobierno de Navarra. 3. Publicaciones: Se continúa con el proyecto de traducir al euskara cien obras de la literatura universal. Son ya más de 60 las obras publicadas durante los siete años que lleva en marcha dicho proyecto. 4. Por otro lado, estamos a punto de culminar el proyecto de publicación del estudio denominado Reversing language shift in the Basque Country, realizado bajo la coordinación de Richard Y. Bourhis profesor de la Universidad de Que bec en Montreal, en el que se abordan los diferentes esfuerzos de recuperación de la lengua vasca. 5. Asimismo, debemos mencionar nuestra colaboración en diversos proyec tos europeos, como el CD-ROM multilingüe que actualmente se está elaborando con la participación de catalanes, gallegos, galeses y alsacianos en el que se muestran distintos aspectos de las respectivas lenguas: historia, estatus jurídico, política lingüística y situación sociolingüística. 6 . El seminario internacional que cada verano organizamos junto con la Universidad del País Vasco se está convirtiendo en una cita ineludible para multitud de vascófílos y especialistas. En la edición de 1997, el seminario trató sobre la utilización de las nuevas tecnologías en diversas comunidades lingüísti cas de ámbito reducido dentro de la Comunidad Europea, de cara a la recupera ción y modernización de sus respectivos idiomas. 7. El próximo VIII Encuentro internacional sobre Política Lingüística se celebrará en Euskadi (1998).
5.5 Programas de promoción y experiencias piloto 5.5.1 Programas de promoción. Son las actividades mediante las que se pretende desarrollar y normalizar la uti lización del euskara, especialmente en los siguientes ámbitos: 1. Prensa escrita en euskara: Las ayudas económicas para hacer más viables los proyectos de publicación de prensa en euskara están establecidas según el si guiente orden, cada uno con sus propios criterios:
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a) Prensa diaria cuyo ámbito abarque todo Euskal Herria. b) Semanarios de igual ámbito. c) Revistas infantiles y juveniles de igual ámbito. d) Otras revistas de igual ámbito. e) Revistas de ámbito local de la Comunidad Autónoma Vasca. 2. Viabilidad, diseño y seguimiento de planes para la normalización del uso del euskara en la empresa. 3. Recogida, conservación y difusión de la tradición oral en lengua vasca (cantos, versos, dialectos, etc.). 4. Igualmente, apoyamos la creación de otro tipo de materiales y programas en euskara, en particular, vídeos, software, programas radiofónicos y de promo ción de la lectura en euskara, etc.
5.5.2 Programas piloto También estamos promoviendo diversos programas piloto, de los cuales pode mos destacar cuatro: 1. La puesta en práctica de los planes de uso en las empresa privadas y en las Administraciones públicas. En estos momentos se está trabajando en este sentido con seis ayuntamientos y 10-15 empresas de distintas características. 2. El fomento de la transmisión familiar de la lengua vasca, basado en los tres ejes siguientes: sensibilización, escolarización y, finalmente, actividades culturales y de tiempo libre. 3. La Auditoría del paisaje lingüístico, para ponerlo a disposición tanto de las Administraciones públicas como de los colectivos sociales. 4. La promoción del doblaje de películas y la exhibición en salas comercia les, para ir introduciendo cine en euskara en horario y lugares de cine comercial.
6 Sensibilización hacia el euskara El objetivo de este apartado es, por una parte, informar a los ciudadanos de la situación y la evolución sociolingüística y, por otro, dar a conocer los programas y actividades de normalización. Los programas más destacables en este sentido son: 1. Euskararen BERRIPAPERA: Boletín de información sobre temas referen tes al euskara, con versiones redactadas en castellano e inglés, además de en euskara. 2. Informes divulgativos: Recopilación de los informes y boletines informa tivos sobre temas lingüísticos, con versiones en euskara, castellano y francés.
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3. Programa televisivo Hitzaro/Lengua Viva, que se emite semanalmente en ambos canales de ETB, con reportajes, entrevistas y noticias de interés sobre la lengua vasca. 4. Campaña de sensibilización “Ahoz aho, belaunez belaun” sobre la transmisión del euskara: Iniciada en abril de 1996 por las consejerías de Cultura y de Educación, Universidades e Investigación, consiste en una exposición que ya ha visitado escuelas de primaria y casas de cultura de 19 localidades de la Comunidad Autónoma. 5. Plan General para la Normalización del Uso del Euskara.(PGNUE): Nuestro principal reto para este curso es la realización del Plan General de Nor malización del uso del Euskara. Es un plan estratégico que pretende servir de instrumento de apoyo para la actuación de los poderes públicos que trabajamos en el campo de la política lin güística, y responde al hecho de que, una vez transcurridos 14 años desde la aprobación de la Ley del Euskara, resulta necesario atender a las necesidades que plantea la actual situación sociolingüística y a las que irán surgiendo durante los próximos años a medida que se avanza en la normalización del euskara. Me diante dicho plan se busca: • Por un lado, una vez conocida dicha situación y previstos los problemas principales que plantea su evolución, consensuar los objetivos a corto y más largo plazo, a fin de adaptar los programas y fijar criterios de evaluación. • Por otro lado, realizar un profundo análisis de los presupuestos para la recuperación del euskara, previendo la incidencia futura de los actuales planes, a fin de determinar las prioridades que se deben establecer. • Finalmente, estudiar las propuestas para mejorar la coordinación y evitar las duplicidades existentes entre los distintos poderes públicos e instituciones, a fin de elegir las fórmulas más convenientes. Hemos de decir que el Gobierno Vasco consideró sumamente interesante re cabar la opinión de las entidades públicas y personas particulares relacionadas con la normalización lingüística a la hora de elaborar dicho plan y creó para ello el Consejo Asesor del Euskara. Este Consejo tiene como objetivo asesorar sobre el Plan General de Norma lización del Euskara y realizar el seguimiento y evaluación del nivel de cumpli miento de dicho plan. El presidente del Consejo Asesor es el propio Lehendakari, y cuenta con 39 miembros: 14 de ellos representan a las instituciones y poderes públicos, y los otros 25 son elegidos entre personas de reconocido prestigio que trabajan en el campo del euskara.
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No obstante, también cuenta con la colaboración de personas ajenas al Con sejo, que participan en la realización de estudios o informes sobre temas con cretos. El Consejo Asesor del Euskara, además de la comisión de toponimia ante riormente citada, tiene otras tres comisiones especiales en cuyos trabajos parti cipan alrededor de 60 personas. Está previsto que este plan se desarrolle según las siguientes fases: 1. Acordar el diagnóstico sobre la situación actual. 2. Determinar los sectores estratégicos. 3. Acordar los objetivos a corto y más largo plazo. 4. Analizar y adaptar los recursos materiales y humanos para la normaliza ción lingüística. 5. Determinar los proyectos prioritarios. 6 . Mejorar la coordinación interinstitucional y aumentar la colaboración con la iniciativa social. 7. Determinar los índices de evaluación. Una vez identificados los sectores estratégicos, el Consejo Asesor de Euskara ha ido trabajando a lo largo de todo este año a través de sus Comisiones específicas para consensuar los puntos fuertes y débiles de mayor significado de cada una de las áreas o sectores estratégicos involucrados en la normalización lingüística así como las propuestas de futuro que han sido valoradas en términos de viabili dad y eficacia. Se ha elaborado así una primera propuesta-borrador que ha sido sancionada ya por el pleno del Consejo. En este momento se está trabajando en la determinación de líneas de acción prioritaria, programas específicos y criterios de evaluación para el plan, de modo que a mediados del año 98 la VPL disponga del texto definitivo a elevar al Go bierno. Me gustaría, antes de acabar, enumerar alguno de los retos de futuro que te nemos planteados en la Viceconsejería. Destacaré los siete siguientes: 1. Fomentar la transmisión familiar del euskara. 2. Mejorar la competencia lingüística de las personas que han aprendido euskara en edad adulta («euskaldun berriak), atendiendo así, no sólo a criterios cuantitativos sino también cualitativos de la política lingüística. 3. Ir estableciendo las condiciones necesarias para que las actitudes lingüísticas de las entidades públicas y privadas se adapten a las necesi dades de las nuevas generaciones. 4. Comenzar a establecer criterios lingüísticos en la política de subvencio nes y contratación de servicios por parte de las instituciones públicas.
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5. Revisar la distribución de los recursos para la normalización lingüística, a fin de garantizar la viabilidad de los proyectos estratégicamente más inte resantes. 6 . Intensificar nuestras relaciones con otras comunidades lingüísticas . 7. Mejorar nuestra presencia en las instituciones europeas para poder contri buir a la consolidación de la Europa de las Culturas. Quiero decir aquí que nosotros tenemos una fundada esperanza en el futuro del euskara y de su normalización. Pero es necesario continuar con la política de promoción del aprendizaje e intensificar o focalizar adecuadamente la oferta en euskara de programas relacionados con el ocio, el deporte, el comercio, etc. Los resultados nos llenan de esperanza, aunque sabemos, por otro lado, que el pro ceso será largo y que hay que evitar errores que creen problemas añadidos. Pro bablemente, en los próximos años, cada una de las lenguas oficiales tendrá ám bitos de uso propio que tampoco han de ser, necesariamente, los mismos ni para todos los hablantes, ni para todos los ámbitos sociales de uso, ni para todas las zonas sociolingüísticas de nuestro país. Estamos persuadidos de que el futuro de Euskal Herria será no sólo bilingüe, sino plurilingüe. En la construcción europea, el euskara como lengua única re sulta insuficiente, tal y como ocurrirá también con el castellano o el francés. N e cesitaremos, necesitamos ya, conocer otras lenguas que nos permitan comuni camos en una sociedad cada vez más abierta e interrelacionada. Pero no debemos permitir que muchos europeos nos sintamos, en el futuro, extraños en nuestra propia casa por intentar vivir interpretando el mundo a tra vés de nuestra cultura y de nuestra propia lengua.
Entre castellano y portugués: La identidad lingüística del gallego1 M
auro
F e r n á n d e z R o d r íg u e z
Universidad de A Coruña
Hace ahora treinta y cinco años, en un trabajo en el que se resaltaba la peculiari dad del gallego en relación con el portugués y con el resto de las lenguas romá nicas, aseguraba Joseph-Maria Piel que un extranjero podía atravesar las cuatro provincias del antiguo reino de Galicia sin oír una palabra de la vieja lengua del país; y, a modo de explicación, añadía: C’est que le bilinguisme est aujourd’hui total et que les couches intellectuelles et bourgeoises ne parlent plus ou que très peu l’idiome vernaculaire, comme c’est encore le cas en Catalogne. Il n’existe malheureusement aucune statisti que permettant d’évaluer le degré de sa vitalité. J’estime toutefois qu’au moins trois quarts de la population autochtone le parlent encore en famille; mais l’homme du peuple niera facilement ce fait, tellement il est convaincu de l’infériorité de son parler. (Piel, 1965[1962]; 1261) Algunos rasgos del diagnóstico hecho por el eminente estudioso del gallego y del portugués resultan hoy discutibles, aunque también harto disculpables, ya que, como él mismo dice, no había por entonces estadísticas al respecto. Dudo mucho, por ejemplo, de que realmente se pudiese atravesar Galicia sin oír una sola palabra en gallego. Mi experiencia personal, al menos, indica otra cosa, pues teniendo yo el castellano como lengua inicial, que era además la única len gua de nuestro hogar, y siendo también el castellano la lengua habitual de la mayoría de mis amigos de infancia en Caldas de Reis, una pequeña villa atrave sada por la carretera que une Santiago de Compostela con Pontevedra, mi adqui sición del gallego se produjo espontáneamente durante mi infancia, hasta tal punto que no tengo el menor recuerdo de cuándo, ni cómo, ni con quién lo aprendí. Y esta forma de adquisición resultaría inexplicable si el gallego se
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Un imprevisto y enojoso achaque de salud me impidió acudir en persona a estas Jomadas de la A sociación Suiza de Estudios Hispánicos, defraudando así, muy a mi pesar, las expectativas del Dr. Francisco Báez de Aguilar González y del resto de los organizadores, quienes me habían cursado una amabilísima invitación con dos años de antelación. Considerando que el gallego no podía faltar en un foro sobre las “Identidades lingüísticas en la España autonómica”, el profesor Georg Bossong se encargó de leer por mí una primera versión de este texto. A todos ellos deseo manifestarles mi profundo agradecimiento.
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hablase solamente en el seno de la familia, como afirma Piel. Esta experiencia mía no es en modo alguno insólita, sino que es común a prácticamente la totali dad de aquellas personas de mi generación que tienen como lengua inicial el castellano. El gallego, ciertamente, estaba también en la calle, en el trabajo, en la diversión, por lo que me parece imposible que alguien pudiese atravesar Galicia sin oírlo, y no sólo esporádicamente, sino de forma continuada, tal vez en alter nancia con el castellano. Imagino que Piel se refiere a un viaje hipotético y no a un viaje real, pero de no ser así, muy sesgado en cuanto a las paradas y a la se lección de interlocutores tuvo que ser ese viaje. Tampoco me parece acertado el diagnóstico en lo que se refiere a esa su puesta negación del uso del gallego por parte de Thomme du peuple’, o a su sentimiento de inferioridad. Algunos años más tarde, en la incipiente sociolingüística valenciana y catalana se adoptó la denominación de ‘autoodio’ para re ferirse a ese imaginario complejo de inferioridad que llevaría a abandonar la lengua. Tanto la explicación como la etiqueta me parecen especialmente des afortunadas. Una cosa es reconocer las indudables ventajas económicas que re portaba el conocimiento del castellano y, consiguientemente, apropiarse de él y transmitirlo, y otra muy distinta, sentirse avergonzado de hablar gallego hasta el punto de tratar de erradicar de la conducta habitual tan ‘odioso’ rasgo, es decir, autoodiarse. La ausencia del gallego de ámbitos como el educativo, el religioso o el administrativo no provocó en sus usuarios habituales, salvo en casos conta dos, sentimientos de vergüenza, y mucho menos de autoodio. ¿Cómo explicar, si no, que todavía hoy, el 95% de los que tienen como lengua inicial el gallego lo tengan también como lengua de uso habitual, exclusiva o preferente? Ello quiere decir que sólo el 5% de los gallego-hablantes de infancia se han pasado al caste llano como lengua habitual. En la dirección contraria, en cambio, el 16,5% de los que tienen como lengua inicial el castellano usan actualmente el gallego de forma preferente (el 14,3%) o exclusiva (el 2,2%). En contraste con la carencia de datos que lamentaba Piel, en la actualidad sí disponemos de abundantes datos estadísticos. El gallego es ahora una de las len guas mejor conocidas en todos aquellos aspectos para cuyo estudio resulta ade cuada la metodología de encuesta. Además de otros estudios de ámbito más li mitado, el Mapa Sociolingüístico de Galicia, elaborado por el Seminario de Sociolingüística de la Real Academia Gallega por encargo de la Xunta de Galicia, se apoya en los datos procedentes de un cuestionario sociolingüístico con unas ciento cincuenta preguntas, aplicado a casi 39.000 personas mayores de quince
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años, distribuidas en treinta y cuatro muestras diferentes2. Las respuestas a este cuestionario forman una base con casi siete millones de datos, a los que hay que añadir unos cuantos millones más, generados a partir de los recogidos directa mente. Además de las miles de páginas que constituyen los informes entregados a la Xunta de Galicia, se han publicado tres volúmenes con los datos más importan tes sobre la lengua materna y la competencia lingüística (Fernández Rodríguez & Rodríguez Neira 1994), sobre los usos lingüísticos (Fernández Rodríguez & Rodríguez Neira 1995) y sobre las actitudes lingüísticas (Fernández Rodríguez & Rodríguez Neira 1997). Puesto que disponemos de estas estadísticas bastante completas, antes de en trar en el tema que se me ha encomendado — la identidad lingüística del ga llego— , me parece oportuno presentarles una pequeña selección de datos proce dentes de esta investigación, limitándome a los que considero más relevantes y suficientes para una caracterización básica de la situación actual del gallego y del castellano en Galicia. Los datos globales para el conjunto de Galicia son claramente favorables al gallego: éste es la lengua inicial del 60% de la población (tanto en este dato como en los sucesivos redondeo los porcentajes, eliminando los decimales por aproximación al entero más cercano). El castellano, en cambio, es la lengua ini cial de solamente el 27%. El 13% restante aprendió a hablar simultáneamente en ambas lenguas. En cuanto a la competencia lingüística en gallego, los datos sobre las destre zas orales son sumamente alentadores: el 97% lo comprende ‘bastante’ o ‘mu cho’, y el 86 % puede hablarlo sin problemas; obsérvese que este último porcen taje es bastante más elevado que el de los que tienen el gallego como lengua ma terna, e incluso trece puntos más elevado que la suma de los gallego-hablantes iniciales más los que tienen como maternas las dos lenguas; por consiguiente, un porcentaje nada despreciable (el 58%) de los que tienen como lengua materna el castellano puede hablar sin problemas en gallego. Los datos sobre la competen cia en las destrezas escritas, en cambio, no son tan favorables: el 47% declara que puede leerlo ‘bastante’ o ‘mucho’, y sólo el 28% afirma que puede escribir
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Cada una de estas 34 muestras agrupa a los municipios de la misma provincia que comparten cier tas características demográficas y socioeconóm icas. La fiabilidad muestral es del 95% con un margen de error del 3%, lo que supone un tamaño muestral de algo más de mil personas para cada muestra, estratificadas por cuotas de edad y sexo. Para el tratamiento conjunto de Galicia como una sola unidad, juntando las treinta y cuatro muestras tras la necesaria ponderación, la muestra conjunta resultante supera con mucho los requisitos de fiabilidad y margen de error habituales en las investigaciones sociológicas mediante encuestas.
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lo; paradójicamente (aunque no inexplicablemente), los que pueden escribirlo sin problemas abundan más entre quienes tienen como lengua materna el caste llano que entre quienes aprendieron a hablar primero en gallego. Los datos sobre la lengua usada habitualmente en las interacciones cotidia nas espontáneas son también favorables para el gallego: el 69% lo tienen como lengua habitual exclusiva o preferente. Sólo el 11% afirma que usa exclusiva mente el castellano, frente al 39% que usa exclusivamente el gallego; puede de cirse, por consiguiente, que el gallego está presente en algún grado en el reperto rio lingüístico del 89% de la población, mientras que el castellano está presente en el repertorio del 61%. Si todo se limitase a esta visión de conjunto, no cabe duda de que habría que considerar al gallego como sólidamente implantado y al abrigo de cualquier peligro inmediato; estos porcentajes podrían despertar la envidia de muchos de los que se afanan en la defensa de otras lenguas minorizadas: para sí los quisie ran los galeses, los vascos, los frisones, y no digamos ya los irlandeses, por li mitarme a unos pocos ejemplos. Sin embargo, los datos publicados en los dos primeros tomos del Mapa sociolingüístico de Galicia suscitaron una considera ble alarma, especialmente en algunos sectores del nacionalismo gallego, hasta el punto de que el semanario A Nosa Terra les dedicó más de una portada, lle gando a afirmar en una ocasión, en grandes titulares de primera plana, que la ge neración actual puede ser la última de la historia que hable gallego. Lo que provoca la alarma no son, naturalmente, estos datos globales — muy favorables al gallego, como acabamos de ver— , sino su distribución enorme mente sesgada cuando se controlan otras variables — especialmente la edad y el lugar de residencia— y las predicciones que resultan más plausibles a partir de ese sesgo. Veamos en primer lugar lo que sucede con la distribución por edades, limi tándonos a los dos grupos más distantes entre sí: el de los más jóvenes de la muestra, que son aquellos que tienen entre dieciséis y veinticinco años de edad, y el de los de mayor edad que son los que tienen más de sesenta y cinco años. Hace un momento veíamos que el gallego es la lengua inicial del 60% de la población, considerada ésta en su conjunto; pero cuando observamos la distribu ción por edad, vemos que el porcentaje desciende hasta el 37% entre los más jó venes, mientras que sube hasta el 85% entre los más viejos. Tal distribución su giere que estamos ante un proceso de pérdida en la transmisión intergeneracio nal del gallego como primera lengua. Pero no es ésta la única interpretación po sible. Mario Bunge (1998; 108), al evocar la figura del gran fisiólogo argentino Marcelino Cereijido (gallego e italiano de origen), nos recuerda el relato que és te hizo de cómo desarrolló su “primera hipótesis científica”: habiendo observado
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de niño que, en su círculo, los abuelos hablaban italiano, sus hijos lo com prendían pero no lo hablaban, y los nietos no lo comprendían, “llegué a pensar que a medida que uno envejece se vuelve italiano”; de modo que, al conocer en la escuela a un chico recién llegado de Italia y que hablaba italiano, la sorpresa fue enorme: “Tan chico y ya italiano?” Tal hipótesis — que Cereijido considera, modestamente, “tan errónea como todas las que generaría más tarde en la vida profesional”— no carece de partida rios en Galicia, y no ya entre tiernos infantes que intentan explicarse el mundo que les rodea, sino en el seno de nuestros más avanzados institutos de investiga ción humanística. En un trabajo mío de hace ya bastantes años, en el que inten taba explicar cómo podemos inferir lo que sucede en tiempo real a partir del tiempo aparente, ironizaba con la posibilidad de que un extraterrestre, descono cedor de ciertas peculiaridades de los procesos de cambio de lengua, interpretase los datos sobre el gallego procedentes de un único momento en el tiempo de la misma forma que el ‘pibe’ Marcelino: vamos hablando más gallego a medida que nos hacemos más viejos. Mi ironía no le sentó bien a alguno de los investi gadores del Instituto da Lingua Galega, a juzgar por la anotación al margen que pude ver en un ejemplar de ese trabajo, depositado en esa Institución y al que habitualmente sólo tienen acceso los investigadores del centro. Entre bastantes signos de admiración, que delataban bien a las claras el enojo del lector ante mi ironía, alguien había escrito: “¡¡¡Pois iso é precisamente o que está a pasar!!!”. Mi espontáneo crítico no se refería a que alguien estuviese interpretando así los datos, sino a que lo que sucede es que, efectivamente, vamos hablando más ga llego a medida que nos aproximamos a la tumba. Sin duda se trata de una anécdota que no empaña el excelente quehacer cien tífico del Instituto da Lingua Galega. De hecho, su actual director parece más bien proclive a apoyar la interpretación alarmista de A Nosa Terra, a juzgar por el título de su contribución a una polémica en la que se discutía qué procesos se ponen de manifiesto en los datos del Mapa Sociolingüístico de Galicia; el título elegido por el profesor Antón Santamarina fue “O galego no precipicio”. Y ésa es la interpretación dominante en los medios intelectuales del país más compro metidos con la lengua: el gallego corre grave peligro porque está dejando de transmitirse a los hijos. Pero en una consideración más detallada de toda la información disponible encontramos indicios que permiten cuestionar la existencia de tal falta de trans misión intergeneracional, por lo que la alarma suscitada por estos datos podría no tener tanto fundamento como aparenta a primera vista. Por una parte, nos en contramos con que, en el grupo de los más jóvenes, hay un 17% que declara te ner las dos lenguas como iniciales; si sumamos este porcentaje al de los que
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aprendieron a hablar sólo en gallego, obtenemos un 54% y estamos, por consi guiente, bastante cerca del porcentaje para el conjunto de Galicia. Por otra parte, parece evidente que hay otros mecanismos de transmisión intergeneracional de una lengua distintos de su transmisión como lengua inicial: de hecho, el 70% de los más jóvenes declara haber aprendido el gallego en la familia, aunque no sea como su primera lengua, lo que indica que el gallego todavía se adquiere mayoritariamente en el ambiente familiar y social en que transcurre la primera infan cia, a pesar de que un número cada vez mayor de padres opten por el castellano como lengua de socialización de sus hijos. Y continuará adquiriéndose de esa forma mientras siga siendo la lengua de uso habitual en la mayor parte de la po blación. Pero ¿hasta qué punto está asegurada esta primacía del gallego como lengua habitual en situaciones informales? Veíamos antes que el uso único o preferente del gallego en las interacciones espontáneas cotidianas alcanzaba el 69% de la población considerada en su conjunto. Pero atendiendo a la distribución por edad, resulta que ese porcentaje sube hasta el 85% en los más viejos, mientras que baja hasta el 46% en los más jóvenes. La distancia entre estos dos extremos es grande (aunque algo menor que la que acabamos de ver en los datos sobre lengua inicial), por lo que no es sorprendente que las reacciones provocadas por la publicación del segundo vo lumen del Mapa Sociolingüístico hayan sido del mismo tipo que las provocadas por el primero. A medida que vayan falleciendo los de más edad y envejeciendo los que ahora son jóvenes, si éstos no incrementan a lo largo de su vida su uso habitual del gallego — si lo hacen quizás tenga que dar la razón a mi espontáneo y anónimo crítico del ILGA— , y si las pautas de descenso de uso intergenera cional continúan, nos encontraríamos con que dentro de unos cuarenta años, la generación de los más viejos, la que más uso haría del gallego, tendría un por centaje de algo más del 40% de gallego-hablantes habituales y las generaciones subsiguientes tendrían porcentajes más bajos. En esa situación de predominio ambiental del castellano como lengua de uso habitual ya no serían tantos los ni ños que aprendiesen el gallego en el ambiente en el que se socializan, con lo que la adquisición espontánea de esta lengua tendría cuotas cada vez más bajas, po siblemente no compensables mediante su aprendizaje por vía escolar. Con todo, compartiendo la preocupación y comprendiendo las reacciones que se han producido, creo que también en este caso conviene matizar los datos. La mayor parte de esta pérdida en el uso del gallego como lengua habitual no se traduce en un uso exclusivo del castellano: la opción dominante entre los más jóvenes es la del uso de ambas lenguas, si bien con predominio del castellano. Los monolingües en esta última lengua, escasos en el grupo de los más viejos (el 6 %), tampoco abundan en el de los más jóvenes: sólo el 18%. Por consiguiente,
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de los cuarenta puntos perdidos en el uso habitual del gallego entre las dos gene raciones extremas, sólo doce se han traducido en un uso exclusivo del caste llano. Otra variable de suma importancia en la distribución del gallego es el lugar de residencia. La adquisición del gallego como lengua materna, que en el con junto de Galicia supone — como ya vimos— el 60%, desciende en la Galicia ur bana al 32%. Y si combinamos lugar de residencia y edad desciende todavía mucho más, hasta solamente el 10 %, entre los más jóvenes que residen en las ciudades. En cambio, el aprendizaje del gallego por vía escolar, que en el con junto de la población gallega es irrelevante (el 6 %), se eleva entre los jóvenes urbanos hasta el 47%. En cuanto al uso de las lenguas, el 69% de usuarios habi tuales del gallego que veíamos para el conjunto de la población baja al 38% en la Galicia urbana, y no supera el 14% entre los urbícolas más jóvenes. Pero, tal como sucedía en el conjunto de Galicia, también aquí la mayor parte de la pér dida en el uso habitual del gallego no repercute en el uso exclusivo del caste llano, sino simplemente en su adopción como lengua que se usa con mayor fre cuencia que el gallego. De hecho, y como contrapeso a la impresión negativa que a primera vista producen estos datos, hay que destacar que, comparando la lengua habitual de los entrevistados más jóvenes con la de sus padres, el por centaje de monolingüismo en castellano desciende de forma no desdeñable en los espacios urbanos. Ello quiere decir que individuos que, por su origen lin güístico y geográfico, parecerían predestinados a hablar exclusivamente caste llano están incorporando en alguna medida el gallego. Este último dato, en el que habitualmente no se repara, debería inducimos a ser más cautos a la hora de presentar la situación del gallego. En vez de caracterizarla, tal como veníamos haciendo, como un proceso de ‘sustitución lingüística’ en una sola dirección, tal vez resulte más adecuado caracterizarla como un proceso de incorporación del castellano que no ha supuesto un abandono definitivo del gallego, ni siquiera en los espacios urbanos, en los que la juventud hace un uso habitual del gallego li mitado, pero mayor que el de sus padres, poniendo así de manifiesto su rechazo de una Galicia monolingüe en castellano. Y ello podría ser decisivo a la vista del fuerte incremento de los procesos de urbanización que se están dando en el país. En nuestras ciudades el gallego es ahora algo más audible y mucho más visible que en la época a la que se refería Piel. Más audible, porque muchos inmigrantes de zonas rurales lo mantienen y porque algunos castellano-hablantes iniciales lo incorporan a algunas de sus prácticas lingüísticas cotidianas. Más visible, por el gran desarrollo de sus usos públicos, formales e institucionales. Ahora está pre sente en la enseñanza, en los medios de comunicación, en la publicidad, etc. Se publican unos mil quinientos títulos anuales en gallego, cada vez con mayor pre
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sencia de los géneros científico y ensayístico; es la única lengua con ‘legitimi dad’ en las campañas electorales3, etc. Este proceso de expansión de los usos públicos y formales ha ido acompa ñado de la consolidación y de la aceptación crecientes de unas normas ortográfi cas y morfológicas estandarizadas. Estas normas no carecen de opositores, auto denominados ‘reintegracionistas’ y más conocidos como iusistas’ (aunque ellos rechazan esta última denominación, en la que perciben una connotación despec tiva)4, lo que nos lleva directamente al tema que se me ha solicitado, el de la identidad lingüística del gallego. El punto básico de partida de los reintegracio nistas es que la norma culta del gallego debe ser la del portugués, puesto que el gallego no sería sino una variedad más del diasistema lingüístico portugués. Además, para ellos, la adopción del portugués como norma escrita del gallego (o, como mínimo, de una norma fuertemente lusizante) es una condición im prescindible para la supervivencia de esta lengua. Lógicamente, a partir de tal supuesto, tienden a considerar cualquier otra norma, y muy especialmente la norma más difundida — denominada por ellos ‘españolista’, y que es la que ha recibido el respaldo de la Academia y de la Xunta de Galicia— como un intento de disimular ocultas intenciones de liquidación de la lengua gallega en favor de la española. Cuando menos, en las escasas ocasiones en que los reintegracionistas prescinden del juicio de intenciones, consideran que los defensores de la normativa oficial colaboran de forma no consciente y suicida con tal proceso de liquidación del gallego. Desde el otro lado, y negando de raíz uno de los supuestos básicos del reintegracionismo (el de que el gallego sólo podrá sobrevivir si se reintegra en el ámbito del portugués), se percibe la posición reintegracionista como un serio
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Aunque los analistas políticos no hayan incidido sobre ello, buena parte del descalabro electoral de la coalición formada por el Partido Socialista y Esquerda Unida en las últimas elecciones autonómicas gallegas (1997) podría deberse al torpe uso del gallego por parte de su candidato a Presidente, torpeza inexplicable en alguien que procede de un pequeño pueblo com o Ponteareas, y de quien se esperaría un mayor dominio de la lengua. El problema, tal com o gente de mi entorno y yo mismo lo percibíamos durante la campaña electoral, no era que el candidato introdujese castellanismos en su gallego, pues eso podría tomarse incluso como indicio de ser hablante nativo, sino en la índole concreta de sus castellanismos, que no eran los habituales entre gallegohablantes, sino los de quien intenta hablar la lengua sin conocerla, haciendo conjeturas sobre su forma desde otra lingüísticamente muy cercana.
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Según Carballo Calero (1978; 105), “[a] calificación de Iusistas, que, con sentido peiorativo ou neutro, dan algúns aos que profesan as ideas espostas, non nos parece feliz, pois do que se trata é de restaurar o carácter puramente occidental do noso romance, liberándoo, na medida en que queipa, de contaminacións centralistas; mais non de identifícalo co portugués, que é o que parece suxerir aquela denominación”. De acuerdo con este criterio, muchos de los que hoy rechazan la etiqueta de ‘Iusistas’ lo serían efectivamente, pues lo que propugnan no es sino la adopción del portugués ( ‘reintegracionismo de m áximos’) como forma escrita del gallego.
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obstáculo para la consolidación del nuevo prestigio logrado por la lengua, y co mo una dificultad adicional para la regalleguización lingüística de los sectores sociales desgalleguizados. Los gallegos arrastramos esta discusión, a veces de forma bastante crispada, desde fines de los setenta. No es que antes no se hubiesen planteado opciones lusizantes, pues éstas aparecen ya a fines del siglo XIX. Creo que fue A. Balbín de Unquera (1881) el primero en definirse claramente en pro de la adopción de la ortografía portuguesa, más allá de declaraciones generales y vagas acerca de las estrechas relaciones entre ambas lenguas y culturas. Balbín de Unquera afir ma explícitamente que “si en la literatura gallega se obrase un renacimiento completo que diese a las palabras una fisonomía característica, debiera adoptar la ortografía portuguesa”. Ello tendría, entre otras ventajas, la de contar con dic cionarios y obras etimológicas notables, con una Academia de la Lengua y con la posibilidad de impulsar nuevos géneros literarios. Es notable la radicalidad de esta propuesta, en un momento en que la ortografía portuguesa era “caótica e in coherente en extremo”, en palabras de Carolina Michaélis de Vasconcelos (1911/1912), o con palabras todavía más duras de la misma autora en un artículo publicado en 1911: Em Portugal nao há, nem houve nunca, ortografía oficial, uniforme. Só orto grafías variadas, mais ou menos sensatamente regradas pelo costume e exemplo de bons autores, ou mais ou menos ijadas de eixos, contradÍ9oes, dislates, caprichos e idiosincrasias pessoaes. Esse estado anormal foi tomando proponoes de verdadeira calamidade nos últimos decénios do século passado. (1976; 101) Esos últimos decenios del siglo pasado son precisamente los años en que Balbín de Unquera formula su propuesta. Pero es en el siglo XX cuando esta tendencia lusizante adquiere alguna importancia. Antes del inicio de nuestra guerra civil (1936-1939) fue defendida por las Irmandades da Fala 5 En su Boletín A Nosa Terra se publicaron con frecuencia breves artículos (más bien arengas) dedicadas a promover el acercamiento del gallego al portugués, o incluso la adopción de la ortografía portuguesa, pero sin llegar nunca al terreno de los hechos. Incluso quien más lejos llegó en esta dirección, el filósofo Joan Vicente Viqueira, vacilaba en la escritura de su nombre propio, que aparecía a veces como Joáo, pero también como Joan, Johan, Xoán o Juan. Siendo este autor uno de los más firmes
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Las Irm andades da Fala fueron organizaciones fundadas en varias ciudades de Galicia a partir de 1916 como respuesta a una campaña iniciada por el diario La Voz de G alicia para la creación de una Liga de Am igos del Idioma.
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defensores, en esos años, de la adopción de la ortografía portuguesa, cabe destacar que no escribió una sola línea en esa ortografía; más aún, sus declara ciones al respecto son a veces vacilantes, contentándose con que se utilice la ortografía que en la época se denominaba ‘etimológica’, cuya única diferen cia con la llamada ‘popular’ (a la que Viqueira se oponía tenazmente) consistía en la forma de representar el sonido prepalatal fricativo sordo: o bien siempre con x (ortografía ‘popular’) o bien con g,y, x (ortografía ‘etimológica’). Veamos algunas muestras de estas vacilaciones. En una conferencia sobre nuestros problemas educativos impartida en 1918 Viqueira considera que “[a] Galicia, pois, si é fiel a sí mesma, estalle reservado, pol-a súa língua e pol-a súa historia, tan portuguesas como españolas, face-la unión Ibérica. Unión que, in dico ao pasar, exige tamén na España mesma un régime géral federal” (1974[1918]; 166). La cursiva la he añadido yo para resaltar precisamente las vacilaciones a las que me estoy refiriendo. Y aunque antes y después del frag mento citado argumenta el autor acerca de la semejanza del gallego con el por tugués, lo que en realidad defiende es que cada uno escriba el gallego como buenamente pueda y sepa, e inicie el camino hacia una mejora cuyo límite máximo está en la ortografía “académica ou etimológica, admitida sabiamente pola Academia Galega, empregada por Pondal e, en géral, pol-os eruditos” (1974[1918]; 168), es decir, en una ortografía que apenas se diferencia de la que Viqueira llama “vulgar, usada por Rosalía Castro, Carvajal e hoje usualmente” (ibid.), pues “[a] diferencia entre as dúas é pequeña, e consiste en que na vulgar non se usan o g e o y n o sonido suave e si somente x, e na académica o g e o j te ñen seu lugar como sonidos suaves” (ibid.). En un artículo de enero de 1919 (muy breve, como son en general todos los suyos) el horizonte ya es un poco más amplio: la ortografía “erudita, etimológica” no es una meta, sino un “gran paso”, tras el cual precisamos continuar a nosa obra e camiñar para a total unificación das orto grafías galega e portuguesa. Asín, introduciremos a nh pol-a ñ, a Ih pol-a //, e outras modificacións que o leitor pode adiviñar fácilmente. Faráse isto primeiramente ñas publicacións eruditas, científicas, despois ñas populares. (1974[1919a]; 175)
Pero en otro artículo publicado dos semanas más tarde hay ya menos contunden cia: en él nos incita a hacer nuestros los clásicos portugueses, ante la carencia de clásicos en gallego, y defiende, como anteriormente, que “[a] ortografía etimo lógica debe se-la nosa. Nos é preciso estudala. ¿Cómo? Aprendendo a escribir en portugués. Nós, galegos futuristas, temos de expresamos indiferentemente en hespañol, galego, portugués e inglés” (1974[1919b]; 179). No parece haber nin guna duda en este texto de la peculiaridad del gallego, entre el castellano y el
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portugués, más cerca del último, pero distinto de él. Meses más tarde, en una nueva defensa de la ortografía etimológica, afirma Viqueira que “[o] galego, non sendo unha lingua irmá do portugués, senón unha forma do portugués (como o andaluz do castelao), ten-se que escribir pois como en portugués” (1974[1919c]; 180), pero para ello le parece suficiente adoptar la g y la j en lugar de la jc: “[e]scribindo c ’a nosa ortografía etimológica (admitida pol-a nosa Academia) escribimos cuase como en portugués” (ibid.). Podría aducir muchas citas más, pero creo que las anteriores son suficientes para poner bien de manifiesto que la imagen de ‘acercamiento al portugués’ de Viquiera (y que es la que predomina entre este grupo) consiste básicamente en la sustitución de la x por la g y la j. Desde 1888, año en que surge la primera polé mica sobre este asunto, se ha invertido en él una buena cantidad de energía. Existieron, naturalmente, discrepancias en otras cuestiones acerca de la escritura del gallego: los acentos, los apóstrofos, los guiones, los diacríticos, pero ninguna de ellas revistió la carga simbólica que observamos en el tema de la prepalatal fricativa sorda, suficiente por sí misma para hacer creer a algunos que estaban escribiendo “cuase como en portugués”. Más allá de esta ilusión, cabe insistir en que ninguno de estos defensores de la ortografía portuguesa llega a usarla sistemáticamente, limitándose todos ellos a acercamientos mucho más tímidos de los que aparecerán en los años setenta. Y conviene recordar también que, pese a la reiteración con la que aparecen textos lusófílos en A Nosa Terra (y también en Nós)y la mayoría de quienes escriben en gallego lo hacen rechazando las grafías etimológicas en lo que se refiere a la prepalatal fricativa sorda y rechazando también, implícita o explícitamente, la adopción del portugués como punto de referencia. No faltan ni siquiera en A No sa Terra posturas en esta línea, especialmente después de la publicación en 1922 de la Gramática do idioma galego de Manuel Lugrís Freire. En medio de estas tensiones, se fue perfilando una tendencia en el gallego escrito que Carballo Calero resumía del siguiente modo en 1972, antes de de cantarse hacia las tesis reintegracionistas: Hoxe maniféstase craramente a constitución dunha koiné literaria que se nos presenta como un compromiso antre as dúas formas máis estendidas do idio ma: o galego “lucense” e o galego “iriense”. A aportación do primeiro é mais ben fonética; a do segundo, máis ben morfolóxica. Proscríbense o seseo e a gheada; acéptase a solución -an do sufixo nominal -ANU e o grupo -ns no plu ral. As razóns que históricamente xustifican estas solucións son dunha parte a tradición, se cadra moderna, segundo a cal o seseo, e sobre todo a gheada, eran fenómenos fonéticos fortemente vulgares e ruráis, especialmente o segundo, que ademáis se consideraba desnaturalización ocasionada polo adstrato ou superestrato castelán; de outra parte, o feito de que, xa nos nosos tempos, a mor-
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foloxía do galego “iriense” adquiriu superior prestixio literario porque é a utili zada, en termos xeráis, por unha suma tan importante de escritores como a re presentada por Rosalía de Castro, Marcial Valladares, Antonio López Ferreiro, Eduardo Pondal, Ramón Cabanillas, Alfonso Rodríguez Castelao, Luis Amado Carballo, Manuel Antonio Pérez Sánchez e moitos outros. As “normas” da Academia Galega aceptaron esta morfoloxía. De xeito que semella consolidada como canónica, dentro das previsións razonabeis. (1972; 134)
Las normas a las que se refería Carballo Calero eran las que la Real Academia Galega (RAG) había fijado dos años antes, en 1970, y la cita anterior está escrita ateniéndose a ellas en lo esencial. A principios de los setenta, pues, había con senso acerca de una escritura autónoma para el gallego. Las normas de la Aca demia eran sólo parcialmente rechazadas por el Instituto da Lingua Galega (ILGA), creado en 1971, en el que se defendía la conveniencia de que las nor mas de escritura reflejasen mejor ciertos procesos fonéticos consolidados en la lengua hablada, como las asimilaciones y contracciones más habituales. Con to do, las discrepancias del ILGA eran muy pocas, de modo que nadie en aquellos años podía prever la tormenta lingüística en la que todos nos vimos envueltos en la década siguiente. En medio de ese clima de consenso, el filólogo portugués Manuel Rodrigues Lapa publicó en 1973 un artículo con el que se reabría una polémica que parecía superada, proponiendo no ya un acercamiento simbólico al portugués, sino prácticamente la adopción del portugués como lengua culta de los gallegos. El artículo provocó una serie de reacciones, en general contrarias a su propuesta, entre las que destaca la de Ramón Piñeiro (1973). También hubo algunas reac ciones favorables, como la de Montero Santalla (1976) y, fuera de Galicia, la de Joan Coromines (1976), seguidas de un nuevo artículo de Rodrigues Lapa, pu blicado en 1977. Rodrigues Lapa consideraba que el gallego, en el estado en que se hallaba en aquel momento, no podía desempeñar bien todas las funciones que una lengua debe llenar en la vida moderna, por lo que, si no queríamos que des apareciese absorbido totalmente por el castellano, deberíamos acercarlo al por tugués, que en definitiva es la misma lengua: O galego, tal como está, só pode exprimir capazmente os fenómenos da vida simples, o encantamento, o engado da poesia pura. Se o quisermos introduzir na cidade, teremos de lhe vestir trajo cidadao, alimpá-lo de muita escoria que o toma ainda grosseiro para o gosto exigente do homem urbano. Nunca se esquega que as palavras evocam os ambientes da sociedade; e o vocabulario ga lego, como está fixado na fala e na literatura é ainda puro transplante duma so ciedade agrària, envelhecida, ultrapassada, e o que é mais, prestes e extinguir se. (1973; 282)
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De ello se derivarían, además, las nada desdeñables ventajas de una enorme am pliación de su ámbito literario y de la entrada de las literaturas portuguesa y bra sileña en Galicia. A estos argumentos se respondía que el gallego estaba en esos momentos (en 1973) debidamente preparado para desarrollar cualquier función, como lo pro baba el hecho de que hubiese ya en esos años literatura en todos los géneros, que existiesen libros sobre temas filosóficos y científicos escritos en gallego, y que se hubiesen hecho traducciones de autores de las más diversas épocas y estilos. Si alguna deficiencia mostraba todavía, sería fácilmente subsanada. Si el gallego había aguantado la época más dura de opresión de las lenguas minoritarias, sal dría fácilmente adelante con los cambios que ya se avecinaban en la política del Estado. Los peligros de la desaparición no eran tan grandes cono Rodrigues La pa quería hacer ver, pues el gallego pasaba por una época de cultivo como nunca antes había tenido, y su progresiva recuperación en el mundo urbano le auguraba un buen porvenir. Cierto que era muy fuerte la presión del castellano, pero no se podía combatir acudiendo al portugués, sino desarrollando lo que el gallego tie ne de genuino, diferente del castellano y diferente también del portugués. En pa labras de Ramón Piñeiro (1973): No tocante a Galicia, ocorre que o galego non está con vontade de morrer. Morre, si, ou polo menos esmorece transformándose en lingua escrita, en lingua urbana, en lingua moderna con dinamismo de futuro. Este galego está librando a súa batalla por sensibilizar a conciencia colectiva para acadar que a Galicia do futuro sexa auténticamente galega. Si triunfa — e eu confío no triunfo— , o galego será a expresión espiritual da persoalidade colectiva do pobo galego; si fracasa, a persoalidade colectiva do pobo galego disolverase na historia e os galegos serán asimilados polo mimetismo cultural. Esta batalla da identidade espiritual da nosa personalidade colectiva só o galego — a nosa lingua— a pode dar; só o galego — a lingua dos galegos— a pode ganar. Para esa empresa histórica, tan decisiva, tan radical, non nos sirve o portugués literario actual, que nós nunca temos falado nin escrito. A alternativa que nos impon a Historia non é galego/portugués, senón galego/castelán. Nesa alternativa, o portugués literario actual non pode sustituir ao galego. (1973: 400)
Aunque ambas partes formularon sus opiniones con firmeza, lo hicieron también con suma elegancia y respeto. El tema del acercamiento al portugués se había puesto nuevamente sobre el tapete, pero nada presagiaba que las discusiones fuesen a trascender el ámbito y el estilo académicos. Obsérvese también que la confrontación, tal como se manifestaba en esos años, se daba entre quienes ma nejaban argumentos de tipo aparentemente lingüístico (el gallego no sirve, está atrasado, es una simple variedad rezagada del portugués) y quienes manejaban argumentos de identidad colectiva (el gallego que necesitamos no puede ser por
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tugués, y no puede serlo precisamente porque no se puede defender esa iden tidad mediante una lengua que ya no es la nuestra). En 1977 el Instituto da Lingua Galega publicó las Bases p rá unificación das normas lingüísticas do g a leg o , en las que persistían las discrepancias con las normas de la RAG, escasas, como ya he dicho, y que básicamente consistían en la defensa de algunas soluciones más foneticistas (aceptación de ciertas contrac ciones y asimilaciones generalizadas en la lengua hablada, como se muestra en la forma ‘prá’ del título), aunque con un amplio margen de flexibilidad. Ante la inminente introducción de la enseñanza del gallego en el sistema educativo, la Consellería de Educación y Cultura de la Xunta de Galicia publicó en 1980 unas normas que habían sido elaboradas por una Comisión de Lingüís tica nombrada a tal efecto el año anterior. Estas normas volvían en lo esencial a las de la Academia de 1970, con la incorporación de algunos rasgos lusizantes, y dejaban además deliberadamente abierto el camino para futuros avances en el acercamiento al portugués. Pero estas normas tuvieron una vida muy corta, pues, aunque los reintegracionistas parecían estar satisfechos, no lo estaba tanto el Ins tituto da Lingua Galega, quien las consideraba confusas, poco consistentes, y ajenas a la realidad viva del gallego; de modo que elaboró, conjuntamente con la Real Academia Galega, las Normas ortográficas e m orfolóxicas do idioma g a lego, publicadas el 3 de julio de 1982 y convertidas en normas oficiales por la Xunta de Galicia un año más tarde, en junio de 1983. En la confección de estas normas se tuvieron en cuenta, de forma jerárquica, los cuatro principios básicos siguientes: en primer lugar, la mayor fidelidad po sible a la lengua hablada, principio éste que debe compatibilizarse con la necesi dad de depurar los elementos espúreos incrustados en el gallego por la presión del castellano; en segundo lugar, el supradialectalismo, para que el mayor nú mero posible de gallegos se identifiquen con las soluciones propuestas; en tercer lugar, la fidelidad a las tradiciones antiguas de la lengua, siempre que sean com patibles con la lengua moderna; y por último, la armonización con el resto de las lenguas románicas en general y con la portuguesa en particular, evitando la adopción de soluciones insolidarias y unilaterales en lo que se refiere a los cul tismos y a la terminología científica y técnica. Posiblemente fue la relegación de la armonización con el portugués al último puesto en esta jerarquía lo que desató la ‘guerra’, denominación ésta ciertamente hiperbólica y muy del agrado de algunos reintegracionistas. Denominación tam bién muy conveniente, pues la magnificación del conflicto justifica toda clase de excesos verbales que, si bien es cierto que se han producido en ambos bandos, han sido mucho más frecuentes en las filas reintegracionistas, en marcado con traste con la mesura y respeto que se aprecian en los escritos de Rodrigues Lapa
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y en los iniciales — sobre este tema— de Carballo Calero. Tal vez la agresividad y el carácter insultante de no pocos de los escritos que promocionan el reintegracionismo se deban a que en este conflicto les toca representar el papel de par te perdedora, al menos de momento. Hay una enorme desigualdad de las fuerzas contendientes, tanto en efectivos como en cuadros técnico-lingüísticos e intelec tuales, y en poder institucional —desigualdad que se manifiesta abruma doramente a favor de quienes defienden la elaboración del gallego como una lengua diferente del portugués, aunque estrechamente relacionada con él. Los reintegracionistas son pocos, pero despliegan una considerable actividad y cierto grado de organización. La Associagom Galega da Língua, fundada en 1980, es la organización reintegracionista de más arraigo en la actualidad. Desde 1985 publica la revista trimestral Agália, y organiza bastantes congresos, procurando siempre la presencia en ellos de lingüistas o sociolingüistas extranjeros que di fundan sus tesis fuera de España.6 Un carácter más minoritario (y más radical) tienen las Irmandades da Fala da Caliza e Portugal —que recogen la denominación de las fundadas en 1916, a las que me he referido anteriormente— y la Associaqáo de Amizade “GalizaPortugal”. Aseguran a veces los reintegracionistas que hay otras muchas agru paciones ‘lusofónicas’, a las que denominan “grupos reintegracionistas de base”, cuya importancia tienden a magnificar: en realidad se trata de organizaciones de gente muy joven, casi adolescentes, que suelen desintegrarse cuando sus funda dores abandonan la vida escolar, dejando como única huella de su actividad al gunos boletines (casi siempre difíciles o imposibles de conseguir).
6 Resulta sorprendente ver cómo aprehenden la situación gallega (y la española) algunos de estos invitados, cuyas únicas fuentes parecen ser lo que sus anfitriones les cuentan. Peeters (1995), por ejemplo, asegura con total seriedad —entre otras afirmaciones no menos sorprendentes— que la política lingüística “très sophistiquée” de la Comunitat Valenciana ha tenido un papel importante en la recuperación del catalán; mantiene que Galicia ha estado controlada por la “derecha latifundista” [sic], que Fraga gobierna en Galicia desde 1981, o que la clase política gallega no se sitúa en la línea ‘autonomista’, sino en la contraria (lo que a cualquier lector gallego le sugeriría inmediatamente que se sitúa en el independentismo). Asegura también que los ‘aislacionistas’ nos concentramos alrededor del ILGA, “c’est-à dire au côté du pouvoir régional” (!) o, con una vision de la historia como conspiración, mantiene que el ILGA “a attendu patiemment la retraite du professeur Carvalho en 1980 pour commencer l’offensive frontale contre les réintégrationistes” (pág. 73). También mantiene que en el Departamento de Filoloxía Galega de la Universidad de Santiago se elimina sistemáticamente toda referencia histórica, literaria y lingüística a Portugal. Malinterpretando el antiguo sistema de homologaciones entre cátedras en la Universidad española, y confundiendo el ILGA con el Departamento de Filoloxía Galega, asegura que “[plusieurs membres de l’ILG sont nommés à ce Département universitaire sans concours public, étant transférés directement du Département de Philologie Castillane” (ibidem), mientras que olvida mencionar la condición de profesores de lengua y literatura españolas de algunos de los reintegracionistas más activos, como sus anfitriones entre otros. Y para completar tal sarta de disparates, sostiene que los reintegracionistas son “plutôt des scientifiques, des écrivains et des enseignants” y que los aislacionistas son “plutôt les politiciens et les fonctionnaires régionaux” (pág. 74).
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Que los reintegracionistas sean pocos y que bastantes de sus escritos rezu men crispación no implica que no puedan tener razón, o que no tengan al menos parte de ella, o que no la tengan desde cierta perspectiva. La razón que toca a cada parte puede examinarse desde diversos puntos de vista: desde el de los hechos, desde el de los filólogos7 (al fin y al cabo “ser es ser visto ”, decía el filó sofo Berkeley), y desde el de la conciencia de los hablantes.8 Siendo imposible ocuparme aquí de las tres perspectivas, me ocuparé esquemáticamente de la primera, de los hechos, aunque ello me llevará inevitablemente a la segunda, ya que los hechos, en terrenos como éste, raramente nos vienen dados de forma cla ra e indiscutible; las elaboraciones que hacen los lingüistas y filólogos tienen una extraordinaria importancia para decidir lo que es un hecho y lo que no lo es, o para decidir cuáles son los hechos relevantes y cuáles no, o para decidir si una diferencia en un punto es más o menos importante que una semejanza en otro. En cualquier caso, quisiera dejar bien sentado que en estos tiempos de rela tivismo postmodemo, yo pertenezco al grupo de los que todavía creen —tal vez erróneamente— que hay al menos algunos hechos objetivos, y que no todos los ensamblajes de fragmentos de realidad son igualmente válidos (pues pensar esto último nos lleva paradójicamente a la conclusión de que ninguno de ellos lo es, y a la obsesión por ‘deconstruir’). Desde la perspectiva de los hechos, el Profesor Gerold Hilty impartió una excelente conferencia plenaria en el XIX Congreso Internacional de Lingüística y Filología Románicas, celebrado en Santiago de Compostela en 1989, con el título “La place du galicien parmi les langues romanes” (Hilty 1994). Fue una intervención difícil, ya que algunos romanistas habituales de estos encuentros se habían negado a asistir al de Santiago como consecuencia de que se hubieran declarado el gallego y el francés (y no el castellano ni el portugués) como len guas oficiales del Congreso. Algunos no estaban dispuestos a participar en esta certificación de la existencia de una nueva lengua románica. Y fue también una intervención notable por el respeto y por el talante con el que se desarrolló, defi nido por el propio autor como sine ira et studio. Veamos, pues, aunque de forma muy resumida, cuáles son los hechos rele vantes. La posición más frecuente desde esta perspectiva es la de considerar que, si bien el gallego y el portugués fueron en el pasado la misma lengua, poste riormente se produjo una separación cada vez mayor, debido: 7
Fernández Rei (1988, 1993) examina exhaustivamente la progresiva toma de conciencia, en el ámbito de la romanística, acerca de la existencia del gallego como lengua distinta del portugués.
8 Sobre el desajuste entre las prácticas lingüísticas cotidianas de la población (y la conciencia que subyace a y se refuerza por ellas) y los discursos sobre la lengua de las élites, tanto las reintegra cionistas como las diferencialistas, véase Fernández Rodríguez (1997-en prensa y 1998).
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- a la segregación política de la parte Sur del condado de Galicia, que con Afonso Henriques se hace reino independiente, - a la expansión de ese reino hacia el Sur, al mismo tiempo que apuntala su separación del Norte y del resto del reino de León, - a la mezcla en el nuevo reino de las hablas norteñas con las mozárabes a medida que avanza la Reconquista, - y al predominio de Évora y Lisboa en la consolidación del portugués como lengua estándar. A medida que avanzan las investigaciones, más retrocede la datación de las di ferencias entre las hablas del Norte y las del Sur del Miño (véanse, por ejemplo, Lorenzo (1975) o las investigaciones recientes de la Profesora Clarinda Maia de Azevedo, incluidas en las referencias bibliográficas al final de este trabajo), aunque sin cuestionar la unidad originaria9, punto en el cual se agotan las coinci dencias. En efecto, la diferencia fundamental entre reintegracionistas y partida rios de un gallego independiente reside en la valoración de las diferencias poste riores a la supuesta unidad originaria. Los primeros adoptan una perspectiva dialectológica, poniendo de relieve todo lo que une al gallego con los dialectos del Norte de Portugal, y enfatizando la noción de continuum lingüístico desde Galicia hasta el Algarve y, saltando el Atlántico, hasta África y Brasil. Así, las diferencias se minimizan. Los reintegracionistas se inspiran en trabajos como la propuesta de división dialectológica de Cintra (1971), que en la Gramática de Mira Mateus et al. (1989) se resume, en lo que al gallego se refiere, en apenas dos líneas: “os dialectos galegos nao possuem a fricativa sonora palatal [3 ] nem
as sibilantes [?] e [z], e manifestam menor reducto das vogais átonas” (pág. 30). Desde el bando opuesto, Álvarez Blanco (1991) necesita no menos de trece pá ginas para describir las diferencias entre los sistemas fonológicos del gallego y del portugués estándar. Y lo mismo en los otros planos de la lengua. Unos in sisten en la identidad básica del léxico, y en que las diferencias son producto de la ‘contaminación por el castellano’; responden los otros que no menos conta minado por el castellano está el portugués, y que eí gallego conserva muchas formas patrimoniales que tanto el portugués como el castellano han perdido o no han llegado a tener. Y así sucesivamente.
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La homogeneidad gráfica de la producción lírica medieval en gallego-portugués (posiblemente producto del hecho de ser copias tardías, hechas en territorio portugués, las que han llegado hasta nosotros) se suele proyectar hacia la lengua hablada, que tiende así a ser vista igualmente como homogénea. Por otra parte, el concepto de lengua que se maneja cuando se escribe acerca del ga llego-portugués medieval es con frecuencia un buen ejemplo de los anacronismos que deberían ser evitados por los historiadores con un mínimo respeto por su disciplina. Véanse algunos ejem plos en Fernández Rodríguez (1998).
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Para los reintegracionistas, las diferencias actuales no son lo suficientemente grandes como para prescindir del estándar portugués y estandarizar una nueva lengua. Creen que entre el portugués y el castellano no hay sitio para un nuevo estándar, a no ser que ese nuevo estándar se aproxime peligrosamente al caste llano, con lo que terminaría por ser absorbido por éste. Algunos van más lejos todavía, y aseguran que ése es precisamente el objetivo que se persigue: la eli minación del gallego sin grandes traumas para sus usuarios. Peeters, uno de los difusores de las tesis reintegracionistas en el extranjero, llega a afirmar que las normas aislacionistas “rabaissent le galicien au niveau d’une variante du casti llan avec quelques curiosités locales. La phonétique, la morphologie, le voca bulaire et l’orthographe sont entièrement castillanisés pour éloigner le plus pos sible la langue locale du portugais standard” (1995; 74), cometiendo así un “crime culturel [...] un vrai linguicide ” (ibid.).10 Incidentalmente, creo que conviene destacar ahora que entre los argumentos manejados por Rodrigues Lapa (1973) no figuraba en ningún momento el repro che, tan frecuente en la actualidad, de que las normas de la RAG que él conocía (las de 1970) estuviesen influidas por el español. Más aún: el filólogo de Anadia recomienda que se adopten cuanto antes para el gallego aquellas formas en las que el castellano y el portugués coinciden, abandonando así formas “que no galego conservam ainda urna configuraçâo inaceitável e antiliterária” (1973; 285). Para Rodrigues Lapa el problema reside más bien en que el gallego podría ale ja r s e del portugués (pero no acercarse al castellano) si los escritores se empeñan en continuar “como até aqui, em fazer provisao da enorme e desordenada ri queza que lhe oferecem os falares locáis para o restauro da sua forma culta” (1973; 286), lo que además sería, según su opinión, “inoperante e até mesmo ri diculo” (ibidem).11 Si el gallego debe aproximarse al portugués hasta converger con él no es para evitar la convergencia hacia el español, sino la divergencia del portugués, considerada por él —y por la totalidad de los lusistas— como una es 10 Resulta evidente que Peeters ha depositado un exceso de confianza en sus informadores. Un sim ple vistazo al título de las normas le hubiese permitido ver que éstas son “ortográficas e morfolóxicas”, y no fonéticas ni léxicas. En cuanto a la acusación de castellanización, creo que resultará suficiente comparar el gallego normativo “morfolóxicas” con el portugués “morfológicas” (que sí es gráficamente idéntico al castellano). 11 Rodrigues Lapa ejemplifica esta supuesta ridiculez con la traducción al gallego de los Carmina de Horacio, hecha por Aquilino Iglesias Alvariño: “Aquele viridi membra sub arbutu / stratus, que o Venusino dedicava aos delicados gozadores da vida na paz singela dos campos, é-nos traduzido, aliás sem precisao, neste verbo, que arrepiaria o poeta latino, se viesse a este mundo e compreendesse o galego: ben a unha sombra verde estumballado. A forma estumballado, dotada certamente de força expressiva, quadrará ao labrego que se deixa cair para baixo do ervedeiro, com a barri ga ao léu e a camisa encharcada em suor; mais nao traduz, claro está, os modos decentes e a com postura do caçador de ocios” (1973; 282).
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pecie de aberración histórico-lingüística que hay que enmendar cuanto antes. Tal corrección de rumbo no debería plantear ninguna dificultad, vista desde la pers pectiva reintegracionista: si lenguas estándar como el italiano, el alemán, el ára be o el propio castellano dan cobertura a variedades bastante divergentes no ten dría por qué haber ningún problema —salvo los de tipo político— para que el estándar portugués diese cobertura a las hablas gallegas. Aunque yo no simpatizo con las posiciones reintegracionistas, coincido con ellos en cuanto que creo que esa solución es, efectivamente, una de las posibles; pero me diferencio de ellos en que no creo que sea la única posible, ni la única lógica, ni la natural, ni la que corresponda a ningún adjetivo de tipo esencialista; y este tipo de discursos está plagado de adjetivos esencialistas. Basten un par de muestras: Rodrigues Lapa termina su argumentación afirmando que “[n]ada mais resta senáo admitir que sendo o portugués literário actual a forma que teria o galego se o nao tivessem desviado do caminho pròprio, este aceite urna lingua que lhe é brindada em salva de prata” (1973; 286; cursiva añadida); y según Carballo Calero, “[s]e o galego se desintegra do seu sistema natural, non ten ante sí màis perspectivas de futuro que a integración no sistema castelán, ou sexa a súa desaparición como tal galego” (1979; 149; cursiva añadida). Pero los fundamentos de tal pertenencia natural al sistema del portugués son realmente bastante endebles: la decisión filológica de aislar un sistema (¿subsistema? ¿subsubsistema?) portugués a partir de rasgos como la ausencia de diptongación de É, Ó tónicas latinas y la conservación de F- no parece un sustento muy firme so bre el que constituir ‘pertenencias naturales’, si se desvincula de la historia con creta de ese conjunto de hablas y del desarrollo de una variedad estándar super puesta. Y la historia en este caso no ha impulsado la unión, sino la diferencia. En las polémicas acerca de la unidad y variedad en el castellano triunfó la lí nea de la unidad, no sin largas polémicas, y con el aporte decisivo de Menéndez Pidal, aporte no sólo científico, sino también ideológico: Menéndez Pidal, por ejemplo, caricaturizaba a Luciano Abeille (autor de El idioma nacional de los argentinos) como un pobre inmigrante sin conocimientos lingüísticos, y no pudiendo decir lo mismo de Rufino José Cuervo, atribuía la defensa que éste hacía de la variedad y sus consideraciones acerca de la inevitable división del español a achaques de senectud.12 En el caso del portugués, en cambio, la cuestión de la unidad frente a la diversidad no está zanjada, pese a los reiterados intentos de lograr un acuerdo ortográfico definitivo. En Brasil siempre ha habido voces a
12 Sobre la confrontación entre las diversas formas de imaginar la lengua española a fines del siglo XIX y comienzos del XX, véase José del Valle (ms. 1998, 1999-en prensa).
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favor de la división13; aunque apagadas durante los últimos años por la retórica unitarista, están resurgiendo con fuerza debido al prestigio que el desarrollo económico ha aportado a las variedades del interior, del nordeste, e incluso últi mamente a las de la Amazonia. De las antiguas cinco normas cultas de Brasil (todas ellas de la franja costera, excepto la de Sao Paulo) se está pasando a un número indeterminado de normas cultas sumamente divergentes, con lo que la confrontación entre las fuerzas centralizadoras y las disgregadoras podría agudi zarse. Los reintegracionistas tienen razón cuando consideran que el gallego es, en cierto modo, una ‘construcción’ interesada: efectivamente, responde a los intere ses de las elites intelectuales del último tercio del siglo XIX, que siguen la ten dencia que afecta a toda Europa. Pero no la tienen cuando olvidan que también son construcciones interesadas (aunque anteriores) el portugués y el español, ya que en lo que se refiere a lenguas estándar no hay ‘lenguas naturales’. Y ahí es tán los esfuerzos de los gramáticos portugueses del Renacimiento para demos trarlo: en sus trabajos se puede observar cómo se construye y se refuerza la dife rencia con el castellano, pero también con el gallego, en cuya ‘construcción’ como lengua diferente los gramáticos y filólogos portugueses desempeñaron un papel nada desdeñable (las diferencias entre gallego y portugués son ya destaca das por Nunes de Leáo en su Origem e Orthographia da Língua Portuguesa, 13 Una línea de argumentación habitual entre los reintegracionistas es la de que, puesto que ninguna lengua se escribe exactamente como se habla, no tendría por qué haber problemas para escribir de forma muy distinta a la lengua hablada; y como ejemplo de ello suelen aducir la unidad del español escrito, o la del portugués europeo y ultramarino. Desde Brasil, sin embargo, tal unidad no está tan clara. Existen todavía reticencias a la hora de adoptar la denominación de ‘portugués’ para la lengua. “Língua Nacional” es una denominación frecuente, sin que falten universidades en las que el departamento de portugués se denomina de “língua vernácula”. Más allá de la denominación de la lengua, el argumento es reversible: aun cuando es cierto que ninguna lengua se escribe como se habla, también es cierto que cuando las diferencias fonéticas son muy grandes la escritura común es una fuente constante de problemas. Pero ¿cuándo estamos ante una diferencia muy grande? Según Silveira Bueno, tal es la situación del portugués de Brasil en relación con el de Portugal: “os timbres vocálicos já diferem por tal maneira entre os dois países que será impossível determinar grafías perfeitamente aceitáveis. Entre as consonantes há também discrepáncias [...]”, y con una notable inversión del argumento habitual, continúa: “Como a grafía nao impede a língua seja a mesma, a solu9 áo mais acertada há de ser que cada povo tenha o seu sistema gráfico, assim como já tem cada um o seu sistema fonético, o seu sistema sintático, aquele já perfeitamente diversificado, éste em continua diversifíca9 áo” (1967; 279). En la misma línea de argumentación, para Ivo Castro, la adopción de una grafía diferente para el gallego no atenta gravemente contra la unidad de la lengua: “Na prática, aos olhos de um leitor portugués, os resultados da aplica9 áo de urna ortografía nao sao tao claramente distintos que justifíquem o vigor do debate gerado á sua volta” (1991; 2.4.2) Entre otros muchos trabajos, véase por ejemplo Teyssier (1980; 48-49) para una somera descripción de cómo se percibían desde Portugal las hablas de Galicia a partir del siglo XVI. El propio Leite de Vasconcelos afirma que el gallego no es un dialecto más del portugués: es un ‘co-dialecto’, cuya vida interna y externa debe estudiarse separadamente de la del portugués (1959; 152).
Entre castellano y portugu és
101
publicado en 1606).14 No tienen razón los reintegracionistas cuando olvidan que, no mucho antes, portugués y castellano se veían también como la misma lengua; el condestable de Castilla aconsejaba a Carlos I que tomase como esposa a Isa bel de Portugal “porque es de nuestra propia lengua” (cfr. Monteagudo Romero, 1988). El portugués es, pues, una lengua que pudo no haber sido. Por consi guiente, no es una lengua natural, no nos hallamos ante un conjunto de varieda des que inevitablemente estuviesen abocadas a desarrollar un estándar diferente del castellano. Si lo hicieron, fue por razones políticas. Lo mismo es válido, na turalmente, para el castellano. Y por consiguiente, tienen razón en parte los re integracionistas cuando afirman que la independización del gallego tiene raíces políticas. Naturalmente que sí. Pero ¿dónde está el problema o la peculiaridad, una vez que se demuestra que lo mismo ha sucedido y sucederá con cualquier estándar? Tan flagrante contradicción que, obviamente, no es percibida por quienes la manifiestan con toda crudeza (se ve el gallego como artificial e interesadamente construido, mientras que se ve el portugués como primordial, como natural, co mo la lengua que necesariamente nos corresponde), se debe a otra visión esencialista: la independencia de Portugal y su expansión hacia el Sur son consi derados como procesos necesarios y naturales, a los cuales estaban abocados los pueblos que los desarrollaron; y se considera que Galicia debió, por naturaleza, haber formado parte de esa empresa, de modo que su permanencia en el reino de León, y la participación en los avatares de éste tras su unión con Castilla, su ex pansión hacia el Sur, las nuevas uniones de Coronas, la constitución de un Es tado centralizador, etc., todo eso se considera como ilegítimo, como subyuga ción, como obstáculo impuesto frente a la historia que ‘naturalmente’ nos co rrespondía. Esta visión procede en lo esencial de los historiadores románticos, de un momento en que la intelectualidad gallega está intentando elaborar los mi tos fundadores de su propia existencia como nación, entre ellos el del Antiguo Reino de Galicia. Los reintegracionistas, sacan buen partido de estas construc ciones míticas por lo general. Por ejemplo, cuando escriben la palabra Galicia, añaden con frecuencia, con un cierto retintín (entre paréntesis y con cursiva) el adjetivo ( comi[0]o) o las /r/ y /l/ o /s/ distensivas, ligadas a procesos de debilitamiento y elisión de marcas morfológicas (come[r] —>
comé[0], come[l]; libro[s] —>libro[0 ], sabe[s] —>sabe[0J). 2) Las variables funcionales son aquellas que representan procesos capaces de producir confusiones semánticas léxicas más o menos importantes y, por lo tanto, se incluyen en el mismo grupo general que las anteriores (sistemáticas). Pueden citarse aquí variables también tensivas, como /07, /c -> J7 o /x -> 0 /. En el primer caso tenemos los conocidos fenómenos del ‘ceceo’ y el ‘seseo’, en los que a dos unidades del estándar: /s/ y / 0 / corresponde una: / 0 S/ en los dialectos meridionales; así, por ejemplo: [Ojera — > [s]era (‘seseo’), [sjirio —> [OJirio (‘ceceo’), de modo que [sjera pasaría a significar: ‘cera de abeja’ y ‘sera, capazo, canasto’ y [OJirio significaría: ‘cirio, vela, bujía’ y ‘sirio, natural de Siria’:
La segunda variable mencionada se refiere al caso en que a la /c/ del estándar le co rresponde una fricativa sibilante [s, J] en ciertas variedades andaluzas.9 Así, por ejemplo: pe[c]o (‘pecho’) —>pe[J]o, ca[c]o (‘cacho’) ca[J]o, de modo que, por un lado, pe[J]o podría significar: ‘pecho, tórax’ o ‘peso, gravedad’ y, por otro, 9
La fricativa sibilante tiene un amplio campo de realización (desde medio y prepalatal hasta dental: [f]— [s]), pudiéndose reducir, en determinados casos, su oposición con /s/ (caso = cacho).
Juan Andrés Villena Ponsoda
118
ca[J] ° , además de ‘cacho, pedazo’, significaría tanto ‘caso, suceso, incidente’, como ‘cazo, cucharón’, habida cuenta de las dos opciones comentadas arriba (‘se seo’ y ‘ceceo’):
La tercera variable, por último, alude al fenómeno de la elisión de la [h] en inicial de sílaba: a la /x/ del estándar y a la /h/ de las variedades meridionales cultas, les corresponde [0 ] en las variedades meridionales vernaculares. Así, por ejemplo, en: me que[x]o —» me que[h]o —> me que[0]o, la forma me que[0]o significa: ‘me quejo, me lamento’ y, por efecto de la elisión de [5] en: me que[d]o —> me que[0Jo, vale también por ‘me quedo, permanezco’:
me que[0]o
‘me quejo, lamento’
‘me quedo, permanezco’
Como se ve, se trata —tanto en este caso como en el anterior— de posibles efectos sistemáticos de los procesos variables de elección entre alternativas social o estilís ticamente marcadas. Las diferencias lingüísticas (en cuanto apuntan a diferentes contenidos léxicos o gramaticales), que marcamos como oposiciones entre unida des en los sistemas fonológicos, suponen límites a y de la variación fónica que no se dan en el grupo siguiente. 3) Por último, a estos dos grupos se añade el de las variables sintomáticas, cuya repercusión en el sistema de la lengua es menor (al menos aparentemente), pero cuya influencia simbólica puede llegar a ser profunda en la comunidad de habla. Entre ellas, por ejemplo, pueden citarse las modificaciones de las vibrantes múltiples /r —» R, i/; el rehilamiento de las palatales /y —» 3 /; la aspiración de la fri
Identidad y variación lingüística
119
cativa velar /x -» h/; el contraste entre las realizaciones ‘ceceantes’ (‘ceceo’) y as piradas (‘heheo’) de la /s —> 0, h/, etc. Así por ejemplo, entre las formas ca[x]a y ca[h]a ‘caja’, sopli[y]o y sopli[^]o ‘aventador’, [r]ata, [RJata, [j]ata ‘rata’, [0 ]or[0 ]á y [h]or[h]á ‘zorzal’, etc. hay diferencias de connotación social, geográ fica o quizás estilística, pero en ningún caso fonológicas stricto sensu. 3.2
Modelos
La anterior diferenciación entre tipos de variables es de utilidad. Sin embargo, no debería deducirse de ella que los hechos que afectan al sistema de la lengua son impermeables a la variación y que, en consecuencia, la variación social y estilística solo afecta a los niveles superficiales de los sistemas lingüísticos (¿sería conve niente recordar aquí que los hechos de variación — los únicos efectivos— son diasistemáticos y que las estructuras monosistemáticas solo existen en el plano de la descripción glotológica?). En realidad, es digno de ser destacado el hecho de que — como se verá más adelante— los procesos meridionales susceptibles de alterar el sistema fonológico del español (esto es, los que muestran mayor divergencia) se sitúan en el polo vernacular del continuo de variación, mientras que reciben una aceptación creciente los procesos que se limitan a ofrecer alternativas superficiales a las variantes canónicas (consonantismo distensivo, -s implosiva, aspiración de Ixl y, en parte, pérdida de /ó/). Este diferente tratamiento está en conexión con la tipología tratada arriba. Por lo que se sabe, las variables ‘sistemáticas’ (morfosintácticas o funcionales) más di vergentes con respecto al español ejemplar (esto es, el español septentrional lla mado conservador que se instituye como una norma monosistemática) son más frecuentes entre los sectores poblacionales menos cercanos y menos proclives a la influencia del prestigio de corriente dominante en la comunidad. Las variables ‘sintomáticas’, por el contrario, pueden en algunos casos utilizarse para marcar distancias, pero en general son, para el caso que nos ocupa, material para la cons titución de variedades convergentes (Umgangssprache). Así pues, son las condiciones del diasistema lingüístico y de la propia comuni dad de habla las que determinan qué elementos variables deben entenderse como alternativas de la misma unidad y cuáles pertenecen a unidades distintas. Del mismo modo, de esas mismas condiciones depende el hecho de que puedan seguir valiendo como alternativas sociolingüísticas unidades lingüísticas diferentes. Este problema se ha visto con claridad en el caso de la variación sintáctica, pero no en el de la fonológica. En consecuencia, establecemos tres grados con respecto a la separación o di vergencia vernacular en relación al sistema y norma ejemplar, en función de las re
Juan Andrés Villena Ponsoda
120
percusiones estructurales de las variables respectivamente incluidas en cada uno de ellos. 1. En primer lugar, se incluyen las variables susceptibles de alterar el sistema. Así, por ejemplo (véase la Fig. 4), encontramos los procesos de origen medieval que afectan a las sibilantes dentoalveolares y palatales (Martínez Celdrán 1989, 1996). Fig. 4. Sistema fonológico del español estándar (D) y del español meridional (R): ‘tasa’, ‘taza’, ‘tacha’, ‘talla’
Labial Dental Palatal Velar
Labial Dental Palatal Velar
p
t
c
k
tensa
p
t
c
k
b
d
y
g
laxa
b
d
y
g
f
0
s
X
ruidosa
f
0
Sistema (D) tasa, taOa, taca taya
S
h
Sistema (R) taQsa (tasa = taOa), taca, taya
La solución adoptada como ejemplar en el español peninsular (D) para las fricati vas sordas medievales (distinción estándar de / s / : / 0 / y continua velar /x/) contrasta con la solución meridional (R), consistente en la reducción a un único fonema /07 de las fricativas dentales y alveolares medievales y la aspiración íhJ heredera de la /J7 (x,j) medieval. Así, por ej., la pareja: ta[s]a /ta[6]a se reduce a una sola forma con los dos significados: taffa. La situación sistemática representada por (R) se ve manifestada en la realidad socio y geolingüística por la existencia de dos modelos ideales de realización de dicho subsistema (véase Fig. 5) .10 Se trata de dos modelos de pronunciación con importantes repercusiones simbólicas o connotativas en el plano sociolingüístico, aunque desde el punto de vista fonémico su alternancia no sea funcional. Me re fiero al ‘seseo’ y al ‘ceceo’ que se han de situar en el grado o grupo de rasgos si guiente. No obstante, su existencia produce otros procesos de importancia.
10
En la realidad de las realizaciones individuales meridionales (y sobre todo en las áreas occidentales) lo que se da es una mezcla o alternancia entre los varios modelos ideales (indistinción incompleta); esto es, la distinción (que coincide con la estándar, en la zona oriental, o que la reproduce, en la zona occidental), y la indistinción (bien bajo la forma del ‘ceceo’, bien bajo la del ‘seseo’). Cf. Villena, Sánchez y Ávila (1995). Para los conceptos de distinción, indistinción completa e incompleta aplicados a este problema en el marco de un modelo variacionista de base estructural, cf. Caravedo (1990, 1991).
Identidad y variación lingüística
Fig. 5. Modelos de ‘seseo’y ‘ceceo’ en la realización del sistema consonàntico meridional (R)
Labial
D ental
Palatal
Velar
Labial
Dental
P
t
c
k
P
t
b
d
y
g
b
d
y
g
f
s
h
f
0
s
h
Palatal
V elar k
M od elo (S)
M odelo (C )
tasa (tasa = taOa), taca, taya
taOa (tasa = taOa), tasa, taya
El modelo ideal de realización de /07 según una norma de ‘ceceo’ (C) o de ‘seseo’ (S) propicia o retiene, respectivamente, el proceso de lenición de Id, que se trans forma en una fricativa (ocupa el espacio que tiene /s/ en el sistema estándar D), de modo que —por así decir— se ‘reconstruye’ la oposición / s / : / 0 / con diferentes clases de palabras: ta[6]a ‘tasa, taza’ frente a ta[J]a ‘tacha’, ka[0]o ‘caso, cazo’ frente a ka[J]o ‘cacho’, con diversas variantes, pero, en general, dental la primera y palatal la segunda. 2. El segundo grupo de rasgos recoge procesos de menor importancia en el sis tema; bien porque afectan al plano de la realización de las unidades (‘seseo’, ‘ce ceo’, realización aspirada [h], y no [x], de la /J7 medieval) o porque, aun siendo fe nómenos susceptibles de producir cambios en el sistema, están muy poco extendi dos (asibilación de /r/ múltiple o tensa [ j ] ) o afectan sólo a determinadas clases de palabras o a ciertos entornos limitados (por ejemplo, la pérdida de la /h/ correspon diente a la /x/ del español ejemplar). Por último, están los cambios con repercusio nes morfológicas (como los desencadenados por las alteraciones del consonantismo distensivo /s/, /r/, /l/ y, en parte, /5/). 3. Sin embargo, la valoración comunitaria de estos rasgos y su reflejo en el uso de los hablantes individuales es distinta o se mueve según parámetros diferentes. Esto significa que puede hablarse de un tercer grupo o, mejor, de una tercera forma de agrupar los rasgos manejados arriba. Fenómenos irrelevantes desde el punto de vista del sistema (como el ‘ceceo’ frente al ‘seseo’ o el ‘heheo’, etc.) constituyen hitos importantes para la identificación de los individuos en el continuo que nos sirve de referencia.
4
Di v er g en cia dialectal: marcadores ver nac ula re s
Algunas de las variables que se acaban de mencionar muestran procesos de diver gencia con respecto a los modelos ejemplares nacionales. Los valores más extre mos o evolucionados de esas variables con respecto a la variedad estándar conno
Juan Andrés Villena Ponsoda
122
tan tipos de hablantes, posiciones sociales o situaciones estilísticas vernaculares, tal y como se ha puesto de manifiesto en otra parte (Villena 1996). En este sentido, decimos que dichas variables son marcadores vernaculares. Se ha comprobado en varios sitios que estos marcadores vernaculares presentan variación estilística y fuerte conciencia subjetiva en la evaluación por parte de los hablantes (Moya y García Wiedemann 1995: 241-316). Aunque la variación geolingüística en el español andaluz es bastante notable, en general, puede decirse que estamos ante variables estigmatizadas o, al menos, marcadas negativamente desde el punto de vista del prestigio corriente. Por esta razón, se dan con mayor frecuen cia entre los hablantes de mayor edad y de menor nivel educativo, así como en los sujetos de procedencia rural. Los procesos comentados arriba, que afectan a las obstruyentes ruidosas /s/, /0/,
Ixl en el sentido de la reducción de la oposición de / s / : /0/, la lenición de la Id y la elisión de la /h/ correspondiente a la /x/, son los más conocidos y mejor estudiados hasta el presente (cf. Villena 1997b: 301-304).
4.1 Lenición de Id La comparación de los datos disponibles sobre la lenición de Id indica que, aunque el proceso es utilizado y percibido como vernacular en todas partes, sin embargo, su penetración social varía. Al igual que ocurre con otras variables, en las áreas oc cidentales de Andalucía la frecuencia media de uso es muy superior a la de las áreas orientales (Tabla l ) 11, tal y como puede observarse al comparar los datos de Jerez, Málaga y Granada. Como se apuntó arriba, el factor geolingüístico ejerce un efecto independiente de los sociolingüísticos, elevando —por lo que parece— en la zona occidental los porcentajes de uso de las variantes evolucionadas o divergen tes, si bien se mantienen, como era de esperar, los contrastes inter e intrapersonales.
11
Para Málaga, se han recodifícado los grupos educacionales y de edad según los criterios de Moya y García Wiedemann (1995) y Carbonero et alii (1992) que son aquí el punto de referencia utilizado para la s comparaciones. Los N indican, en el caso de los porcentajes, el número de ocurrencias de la variable analizada y, en el caso de la expresión de probabilidades individuales, el número de hablantes estudiados. Para todo ello, cf. Villena (1995b). Para la recodifícación de las variables de hablante en Granada, cf. Moya y García Wiedemann (1995: 15-63). Esta comparación — como las siguientes— es solamente aproximada, puesto que las segmentaciones de los factores sociales (edad y educación, clase social, etc.) son diferentes en las distintas investigaciones. Se ha tratado, no obstante, de establecer correspondencias intuitivamente comprensibles. Para el caso de Jerez, se siguen los procedimientos del conocido proyecto del PILEI.
Identidad y variación lingüística
123
Tabla 1. Porcentajes de lenición de /c / en Jerez (Carbonero et alii 1992), Granada (Moya y García Wie demann 1995) y Málaga (Villena 1996). Estratificación generacional y sociocultural L e n ic ió n d e
Id -> [fl
Jerez Edad
%
Ia gener. IIa gener. IIIa gener.
0.73 0.82 0.93
Edad
N
Ia gener. IIa gener. IIIa gener.
56 65
0.06 0.16 0.35
Edad
N
%
Ia gener. IIa gener. IIIa gener.
10
459 280 357
%
0 .2 0
0.37 0.45
Nivel educacional Alto Medio Bajo Granada Total Nivel sociocultural 172 Alto 351 Medio 187 Bajo Málaga12 Total Nivel educacional 2302 Alto 763 Medio 787 Bajo
% 0.73 0.74 1.00
N
% 7 29 95
Prob. .03 .30 .31
0.06 0 .1 0
0.32 Desv. Est. ±.05 ±.34 ±.34
Total 117 294 299 N 2 0
24 54
En la tabla se indican los porcentajes de realización de I d —> [(] para las distintas generaciones y niveles educacionales o socioculturales. En la estratificación educacional para Málaga se incluyen las probabili dades medias individuales
El análisis de la variación genérica corrobora las conclusiones anteriores, en el sentido del carácter vernacular divergente y estigmatizado en Andalucía oriental, donde los hablantes femeninos no usan, o lo hacen con muy poca frecuencia, las variantes fricativas de Id (Tabla 2). Esto está en consonancia con la conocida ten dencia al comportamiento respetuoso de las variables prestigiosas por parte de las mujeres (Labov 1990). En Jerez, sin embargo, los usos son aparentemente contra dictorios con dicha tendencia, si bien dada la penetración general del proceso allí, convendría ser prudentes acerca de qué debemos considerar prestigioso y estigma tizado en dicha ciudad.
12
La correlación de la probabilidad de lenición de /c/ y la edad y la educación (expresadas en años y períodos de escolaridad) de los hablantes es débil y positiva (.1489) en el primer caso y negativa y significativa en el segundo (-.3457, p < 0.001). El desnivel en la IIa generación con relación a las demás puede explicarse por la existencia de un sesgo en el grupo de hablantes estudiado, puesto que son los hablantes de esta generación los más instruidos (Villena 1996).
Juan Andrés Villena Ponsoda
124
Tabla 2. Diferencias genéricas en los porcentajes de lenición d e /c / —> [J] en Jerez (Carbonero et alii 1992), Granada (Moya y García Wiedemann 1995) y M álaga (Villena 1996) L e n ic ió n d e I d
Jerez Sexo
%
G ranada N
% 0.35
0.90
120 11
0.03
0.83
131
0.18
Hombres
0.77
Mujeres Total
M á la g a
Total 341
N
%
Total
601
0,42
1446
369
485
0.20
2406
710
1086
0.28
3852
Un dato complementario, por último, confirma, para el caso de Málaga, la idea ge neralizada de que la lenición de Id es un fenómeno característico de los hablantes de origen rural. El porcentaje de lenición entre los hablantes urbanos es del 27%, mientras que los hablantes de origen rural y los inmigrantes rurales que viven en la ciudad llegan hasta el 44%.
4.2 Reducción de la oposición Isl : /0/ Este rasgo es bastante abstracto, puesto que — como se vio arriba— se refiere al efecto sistemático de los trueques entre las fricativas ruidosas no graves (s 0y 9 —> s)\ es decir, a la indistinción incompleta (Caravedo 1991) de Isl = /0/. El fe nómeno está muy extendido en el área occidental, tal y como se deduce de los da tos de Jerez (Tabla 3) y de Sevilla (Carbonero 1985, 1996), pero su penetración en la zona oriental es menor. Así, en Granada, la frecuencia de la reducción no supera el 45% de los casos de aparición de Isl y de /0/, y eso entre los hablantes de la IIIa generación, conservadora, como se sabe, de los rasgos dialectales. Aún son más significativos los datos referidos a la estratificación sociocultural: el grupo más bajo en la escala de estratificación no supera, según Moya y García Wiedemann (1995), el 38%. Estos datos contrastan fuertemente con los de Jerez, donde los grupos menos sospechosos de retener los rasgos vernaculares alcanzan índices de aceptación que, en todos los casos, superan el 80%. Málaga, por último, ocupa una posición intermedia en cuanto a la penetración de este rasgo (explicable por razo nes históricas y geolingüísticas), aunque las proporciones internas son similares a las de Granada.
Identidad y variación lingüística
125
Tabla 3. Reducción de/ s/ -/ B/ en Málaga (Villena 1997), Jerez (Carbonero et alii 1992) y Granada (Moya y García Wiedemann 1995) R e d u c c ió n d e
Isl = /0 /
Jerez Edad
%
Nivel educacional Alto
0.88
%
Ia gener.
0.83
IIa gener.
0.95
Medio
0.85
IIIa gener.
0.95
Bajo
1.00
%
Granada Total Nivel sociocultural
Edad
N
Ia gener.
65
0.11
572
IIa gener.
259
0.22
1199
IIIa gener.
304
0.45
679
Edad
Prob.
N 43
.29
IIa gener.
52
.42
.34
IIIa gener.
23
.69
.32
A n o v a : Sig. .000
Alto
%
Total
51
0.13
408
Medio
181
0.18
996
Bajo
396
0.38
1046
Proba bilidad 20 .10
Desv. Est. .10
Málaga Nivel Desvío Estad. sociocultural .33 Alto
Ia gener.
N
N
Medio
29
.32
.28
Bajo
70
.56
.37
A n o v a : Sig. .004
Para Jerez se indica el ‘índice de aceptación’, para Granada, los porcentajes y para Málaga las probabili dades individuales medias
4.3
‘Ceceo’
Como es lógico, la reducción de la mencionada pareja (/s/ = /©/) se concreta indivi dualmente en pautas más o menos regulares de realización dentoalveolar (/0 S-> [ s -----0]), tal y como se ha explicado (Morillo Velarde 1997). En Andalucía, la indistinción completa, en un sentido u otro (‘seseo’ o ‘ceceo’) no suele darse, frente a lo que ocurre en América o en Canarias. Tenemos, más bien, indistinciones incompletas con preponderancia en uno y otro sentido (Villena, Sánchez y Ávila 1995), junto con la distinción sui generis (tratada más ade lante) que se da entre los hablantes con instrucción formal, jóvenes, urbanos y bien integrados en los mercados socioculturales de corriente dominante. En el caso de la norma ideal de ‘ceceo’ para la pronunciación de /0S/ se pueden constatar asimismo diferencias importantes, junto a las constantes de edad y nivel
Juan Andrés Villen a Pons oda
126
sociocultural ya señaladas (véase la Tabla 4 ) .13 Como se ve enseguida, al comparar los datos de la Tabla 4 con los correspondientes a la reducción de /s/ = /0/ (Ta bla 3), el ‘ceceo’ es un rasgo fuertemente estigmatizado entre los hablantes con ni veles educacionales altos y, especialmente, entre los jóvenes. Esta situación, que es moderada en el área occidental (así, en Jerez), se manifiesta en Granada como un caso de estratificación intermedia (López Morales 1989: 56-63). No se entra aquí — como tampoco en el caso anterior— en la cuestión de cómo se calculan las dis tintas soluciones (seseo, ceceo, distinción, reducción), a partir de los datos frecuenciales brutos (cf. Villena, Sánchez y Ávila 1995). Resultados de ‘ceceo’ en Jerez (Carbonero et alii 1992), Granada (Moya y García Wiedemann 1995) y Málaga (Villena 1997)
T ab la 4.
‘C e c e o ’ (/ s/ -> [0])
Jerez Edad
%
%
Nivel educacional
Ia gener.
0.50
Alto
0.12
IIa gener.
0.37
Medio
0.39
IIIa gener.
0.53
Bajo
0.89
Edad
N
Ia gener.
% 7
0.03
Granada Total Nivel sociocultural 277 Alto
IIa gener.
22
0.04
576
Medio
IIIa gener.
28
0.09
319
Bajo
Edad
Prob.
N
Málaga Desv. Nivel sociocultural Est.
N
Total
% 1
0.00
204
10
0.02
484
396
0.10
204
N
Prob.
Desv. Est.
Ia gener.
43
.18
.27
Alto
20
.04
.06
IIa gener.
52
.27
.29
Medio
29
.16
.20
IIIa gener.
23
.44
.34
Bajo
70
.38
.33
A n o v a : Sig. .004
A n o v a : Sig. .000
Se ofrece el resultado del test de ANOVA para la variación de clase social y de grupos de edad en Má laga
13
Para el caso de Málaga, N indica el número de hablantes dentro de cada categoría, puesto que se indica la probabilidad individual de ceceo, calculada a partir de la estimación polinomial sobre las frecuencias relativas efectivas (cf. Villena, Sánchez y Avila 1995).
Identidad y variación lingüística
127
Los datos relativos a las diferencias genéricas se muestran en consonancia con la situación en cada una de las ciudades. En Granada y Málaga la norma de ‘ceceo’ es predominantemente masculina, siempre que, como se ha demostrado en otro sitio (Villena y Requena 1996), los niveles educacionales sean bajos. Cuando crece el grado de educación formal, esas diferencias tienden a diluirse. En Jerez, por el contrario, como se vio también para el caso de la lenición de /c/, no aparecen estas diferencias (Tabla 5). Tabla 5. Diferencias genéricas en los resultados de ‘ceceo’ en Jerez (Carbonero et alii 1992), Granada (Moya y García Wiedemann 1995) y Málaga (Villena 1997) Sexos Hombres Mujeres Total
Jerez % 0.46 0.47 0.47
Granada %
N 37 2 0
57
0.07 0.03 0.05
Málaga Desv. Est. 538 .42 ±.34 634 .18 ±.24 1172 .27 ±.30 Sig. .000
Total
Prob.
N 44 75 117
Se incluye el resultado del test de Mann-Whitney para el caso de Málaga
Ante la variación observada, lo que importa en este caso es saber cómo se com portan las comunidades con relación al resto de casos de /07; esto es, en qué me dida se inclinan bien por la otra opción o modelo ideal de indistinción (el ‘seseo’), bien por el modelo de distinción. 4.4
‘Seseo’
Como se apuntó arriba, la distinción de / s / : /0/ es la opción estándar o ejemplar y la predominante oriental. El ‘seseo’ es la opción occidental y — como se verá— también la del estándar regional. Así, por ejemplo, como puede observarse en la Tabla 6 , en Jerez, los grupos de nivel educacional alto, cuyos porcentajes de ‘ceceo’ estaban alrededor del 12%, alcanzan frecuencias relativas del 76% en sus pautas de ‘seseo’, con lo cual sus porcentajes de distinción han de ser mínimos (12%). Por el contrario, en Granada, donde la reducción de /s/ = /0/ se manifestaba mínimamente según la norma ideal de ‘ceceo’, el ‘seseo’ parece una opción de los grupos socioculturales bajos (57%); el resto correspondería a la distinción (33%), situación, de nuevo, explicable por razones geolingüísticas e históricas. En Málaga, por último, los grupos educacionales altos eligen la distinción, mientras que el ‘se seo’ —que es una opción femenina— 14 solo tiene alguna fuerza en las generaciones más maduras.
14
Las diferencias son: H = .07 ±.11, M = .14 ±.22, Sig. .050 (Mann-Whitney).
Juan Andrés Villena Ponsoda
128
Tabla 6 . Resultados de ‘seseo’ en Jerez (Carbonero et alii 1992), Granada (Moyay García Wiedemann 1995) y Málaga (Villena 1997) ‘S e s e o ’ (/0 / - » [s])
Jerez Edad
%
Ia gener. IIa gener. IIIa gener.
Edad
0.33 0.58 0.42
N
Ia gener. IIa gener. IIIa gener.
Edad
% 46
0.16
202
0.34
228
0.73
N
Ia gener. IIa gener. IIIa gener.
Prob. 43
.09
52
.11
23
.18
Nivel educativo Alto Medio Bajo Total Granada Total Nivel sociocultural 283 Alto 587 Medio 312 Bajo Total Málaga Desv. Nivel Est. sociocultural ± .14 Alto ± .18 Medio ± .28 Bajo Total
% 0.76 0.58 0.42 0.44
N
Total
% 47
0.24
200
146
0.30
487
283
0.57
495
476
0.40
1182
N
Prob.
Desv. Est.
70
.06
±.12
29
.13
± .1 4
20
.12 .11
±.22
119
± .1 9
A n o v a : N o Sig.
4.5 Elisión de /x/ Frente a lo que ocurre en los casos anteriores, no tenemos datos cuantitativos re cientes sobre la pérdida de la /h/ que tiene su origen en la /J7 del español medieval, si exceptuamos los de Málaga (Villena 1996, 1997). La extensión y penetración social de las realizaciones aspiradas [h] es prácti camente general en la Andalucía occidental (índices de aceptación de 0,96 en Jerez, 0,91 en Huelva, 0,95 en Sevilla) .15 En Málaga, los porcentajes de realizacio nes fricativas [x] son del 12 %, de modo que también puede considerarse como un hecho generalizado su forma aspirada. Distinto debe de ser el caso de las áreas ur banas a la derecha de la frontera geolingüística de /x/ (ALEA, VI).16 En la Tabla 7 se han resumido los datos de [h] en las ciudades de Málaga y Je rez, así como los datos de Málaga sobre el proceso subsiguiente de elisión.
15
C f.de las Heras (1996).
16
En Jaén (Moya 1979: 77-79), por ejemplo, la realización fricativa [x], con sus variantes mixtas o vibrantes uvulares, alcanza el 98.8% del total.
Identidad y variación lingüística
Tabla 7. Porcentajes de aspiración y de elisión de/x/ en Jerez y en Málaga A spiración de /x/
Jerez
Nivel educativo Alto Medio Bajo Total
Edad
%
Nivel educativo Alto Medio Bajo Total
0.93 1.00 0.96 0.96 N
%
1700 3022 1642 6364
0.82 0.88 0.96 0.88
%
Ia gener. IIa gener. IIIa gener. Málaga Total Edad 2080 Ia gener. 3425 IIa gener. 1706 IIIa gener. 7211
1.00 0.93 0.96
N 3272 1558 1534
% 0.83 0.94 0.96
Total 3953 1653 1605
E lisión de /h /
Nivel educativo Alto Medio Bajo Total
N
%
99 705 729 1533
0.05 0.21 0.43 0.21
Málaga Edad Total 2080 Ia gener. 3425 IIa gener. 1706 IIIa gener. 7211
N 462 462 609
% 0.12 0.28 0.38
Total 3491 1653 1605
Como en el caso del ‘ceceo’, la elisión de esta /h/ tensiva está relacionada no solo con los grupos socioculturales más bajos, sino asimismo con el origen rural de los hablantes: los hablantes rurales estudiados en una investigación reticular en algu nas localidades del interior y de la costa de Málaga (Villena 1996, 1997) pierden esta variable (38%), mientras que los inmigrantes rurales en la ciudad (28%) y los hablantes urbanos (21%) la retienen en mayor medida (Tabla 8 ). Tabla 8. Porcentajes de elisión de/x/en Málaga. Diferencias según el origen E l is ió n d e / x /
Origen Rural Inmigrantes Urbano Total
Málaga N 111 319 1053 1422
% 0.38 0.28 0.21 0.21
Total 289 1120 5040 6922
Juan Andrés Villena Pons oda
13 0
5
Convergencia dialectal: variables prestigiosas
Algunas variables fonológicas tienen un alto grado de prestigio social, que parece indiscutible para todos los hablantes, con independencia de la zona geográfica o del status social. Puede admitirse que — frente al caso anterior— estas variables indican procesos conscientes de convergencia en el sentido de los modelos ejem plares nacionales. Por ello, dadas las circunstancias, se correlacionan negativa mente con la edad (las usan con mayor frecuencia los más jóvenes) y positivamente con el nivel de educación formal (son un signo de integración en el prestigio de co rriente dominante). Hablamos, en este caso, de variables estándares, a las que se tiende como rasgos pertenecientes a la norma ideal de prestigio peninsular en Es paña.
5.1 Distinción de Isl: IQI Uno de los ejemplos más característicos es el de la distinción de Isl: IQI. En las zo nas en las que no se dio nunca el sistema distinguidor D (áreas reductoras) como solución patrimonial de la simplificación de la serie de las consonantes fricativas medievales (como Sevilla, Córdoba, Huelva, Cádiz, Málaga y, en parte, Granada), puede considerarse hoy este rasgo como un proceso de cambio consciente “por arriba” (cf. Villena y Requena 1996), con un abandono parcial y progresivo del sistema reductor R. En el resto del dominio, especialmente allí donde hoy día las variantes de Isl son densas (áreas distinguidoras), la solución adoptada fue la del español centro-septentrional (sistema D), que — como se señaló antes— aproxima notable mente estas variedades al español estándar (Almería, Jaén, parte de Granada). La adopción del sistema D en las mencionadas áreas reductoras está condicio nada por los parámetros sociolingüísticos de convergencia señalados arriba. No obstante, desde el punto de vista fonológico, conviene poner de manifiesto la ines tabilidad fonética (para algunos precariedad) de la distinción “recuperada”: Isl y IQI se oponen —y sirven para distinguir significados— sobre la base del rasgo ‘estridente’/ ‘mate’, puesto que en la zona en cuestión ambas consonantes son dentales, según la costumbre articulatoria meridional presente en el mencionado sistema R (cf. Caravedo 1992; Villena, Sánchez y Ávila 1995). De este modo — al menos en lo que concierne a la zona occidental de Andalucía— , la distinción de Isl: IQI se basa en parecidos fundamentos fonéticos a la que se da en lenguas como el inglés (thin ‘delgado’/ sin ‘pecado’; thing ‘cosa’/ sing ‘cantar’, etc.). Estos fundamentos son, sin embargo, inusuales en las variedades cen tro-septentrionales y en el estándar; por ello, preferimos hablar de una distinción sui generis en el español meridional (Figura 6 ).
131
Identidad y variación lingüística
Fig. 6. Sistema fonológico de ‘distinción sui generis ' del español entre hablantes meridionales (distinción d e/s/: /&, (estridente/mate ’) ruidosa
labial dental palatal velar p
t
c
k
labial dental palatal velar b
d
y
g
labial dental/palatal velar f
x
Los estudios muestran que la “recuperación” de la distinción de / s / : /0/ es leve en Sevilla (índice de aceptación en el nivel culto de 0.26 y el general de 0.07) o en Je rez (0.12 y 0.09, respectivamente), pero sube considerablemente en Huelva (0.71 para el nivel culto).17 Es asimismo bastante más frecuente el mantenimiento de /0/ en una zona tradicionalmente seseante como Córdoba (0.49 entre los jóvenes estu diantes, según Uruburu 1990). Véase Tabla 9. En la zona oriental, los datos conocidos son más concluyentes, en especial para Granada y Málaga. Los porcentajes de mantenimiento de / s / : /O/ superan casi siempre el 50% de los casos, pero rondan el 100% entre los jóvenes (cf. Tabla 10). Da la impresión, a la vista de los resultados, que lo que importa aquí es la exis tencia o no de un modelo ideal alternativo de prestigio regional. Si existe (como es el caso del ‘seseo’ en Sevilla o Jerez), la distinción estándar se mantiene en niveles bajos de uso o de aceptación. Si no existe —por alejamiento del centro nuclear del prestigio regional o por cualquier otra razón— , entonces (como ocurre en el área oriental) la distinción es la solución elegida, especialmente por los hablantes más instruidos, aunque no en los estilos más cuidados, tal y como sería de esperar (Moya y García Wiedemann 1995: 202 ).18 En el Gráfico 1, se han reflejado los resultados más concluyentes a partir de los datos incluidos en la Tabla 9. 17 18
C f.de las Heras (1996). A ello se une el hecho de que las ciudadeshan recibido un considerable aporte de inmigrantes,tanto del interior rural, como de otras provincias. El resultado en estos casos de mezcla dialectal es la nivelación en el sentido del estándar, con especial fuerza enla zona oriental (Moya 1997), donde — como se dijo— la similitud de las variedades vernaculares con el español estándar es mayor que en las áreas occidentales.
132
Juan Andrés Villena Ponsoda
Gráfico 1. Resultados de *seseo \ ‘ceceo*y distinción d e /s /:/6 /e n Andalucía
Resultados generales
Sevilla
Córdoba
Jerez
Granada
Málaga
Los datos de Córdoba proceden de una muestra pequeña (N = 20) de hablantes jóvenes (< 29 años) y solo se refieren al trueque de [0 —> s] o a su ausencia [0 —> 0], de modo que no se ofrecen resultados de ‘ce ceo’. Los datos de Málaga son probabilidades medias individuales (N = 117); el resto de los datos son por centajes.
La comparación de los datos disponibles es difícil, dada — como se dijo arriba— la heterogeneidad de los procedimientos empleados en los distintos estudios para cal cular los porcentajes de distinción, así como la falta, a veces, de la necesaria expo sición explícita de los cálculos efectuados (Villena, Sánchez y Avila 1995: 408-410). En todo caso, lo único que se pretende aquí es ofrecer una imagen aproximada de la situación para dar cuenta de un caso conocido de cambio presti gioso en el español de Andalucía. En la Tabla 9, se han agrupado los datos de ‘se seo’, ‘ceceo’ y ‘distinción’. Para Sevilla (Sawoff 1980) y Córdoba (Uruburu 1990) se ofrecen los resultados del trueque de z -> s y se consideran como de ‘distinción’ los casos de z etimoló gica mantenida como [0 ], suponiéndose, a efectos del cómputo, que /s/ no confluye con /0/ (s -> 0) y que, por lo tanto, [0] es siempre alófono de /0/. Para el resto de las localidades (Moya y García Wiedemann 1995; Salvador 1980; Carbonero 1983; Carbonero et alii 1992), se ofrecen datos de la frecuencia de los dos trueques (s —» 0 , 0 —» s) y se clasifican como de ‘distinción’ los restantes casos de mantenimiento respectivo de las consonantes etimológicas (s —> s, z —>0 ). Por último, para Málaga, se muestran las probabilidades individuales medias calculadas en función de los resultados completos para cada hablante (Villena, Sánchez y Ávila 1995), en una red social de un solo barrio (Ávila 1994) y en va rios (Villena 1997).
Identidad y variación lingüística
133
Tabla 9. Resultados de ‘seseo*, ‘ceceo*y distinción de/s/:/& en andaluz Fuente: Villena (1997) Seseo
C iu d a d e s
Ceceo
Distinción
Sevilla-1 Sawoff (1980)*
0.66
0.54
Sevilla-2 Carbonero (1983,1985)
0.87
0.06
0.07
Jerez Carbonero et alii (1992)
0.44
0.47
0.09
Córdoba Uruburu (1990)**
0.51
Granada-1
0.34 0.45
0.49
0.42
0.11
0.47
Granada-2 Moya y G. Wiedemann. (1995)
0.40
0.05
0.55
Capuchinos (Málaga) Ávila (1994)***
0.31
0.25
0.26 0.69/0.75
Málaga (Villena 1996)****
0.11
0.27
0.58
Salvador (1980)
0.35
0.47
*
La primera columna corresponde a las respuestas de los hablantes de menor prestigio profesional; la segunda a los de mayor prestigio. ** La muestra considerada es de 20 individuos (< 29 años). *** Los porcentajes totales en la primera columna; en la segunda, probabilidades medias. **** El grupo de hablantes estudiado es de N = 117. Los resultados son probabilidades.
En el contexto de los resultados que ofrece la Tabla 9, los datos conocidos para las ciudades de Jerez, Granada y Málaga confirman, como se ha dicho, la tendencia prestigiosa del cambio reciente (Tabla 10). Tabla 10. Distinción fonológica de/s/ : /6/ en Jerez, Málaga y Granada Edad
Jerez Granada Málaga Probabilidad Desv. est. n= 118
Nivel educacional
Ia gener. 0.17
IIa gener. 0.05
IIIa gener. 0.05
0.81
0.62
0.18 .31 Sig. 000
Bajo
Medio
Alto
0.00
0.15
0.09
0.33
0.68
0.76
.71
.58
.44
.68
±.33
+ .34
±.32
±.36
±.28
±.10
.91 Sig. 000
21
43
31
37
17
26
Los datos de Jerez corresponden a los ‘índices de aceptación’ (Carbonero et alii 1992). Los datos de Gra nada son frecuencias relativas (Moya y García Wiedemann 1995). Los resultados de Málaga son probabili dades medias (Villena 1996).
Por último, es conveniente hacer una observación de cierta importancia para lo que se tratará en lo que sigue. En el marco de la tipología de variables esbozada antes (variables sistemáticas y variables sintomáticas), la distinción fonèmica de
Juan Andrés Villena Ponsoda
134
I s / : / 0 / que se acaba de ilustrar ha de ser considerada desde dos perspectivas que se
justifican estructural y estadísticamente: 1. Por un lado, la distinción de / s / : /0/ es una opción fonológica abstracta, que supone el manejo y la conciencia individual del hablante sobre una unidad dentoalveolar estridente /s/ y otra mate / 0 / para las clases de palabras, respectivamente, con ^ (rosa) o con z (roza). Frente a ello, la reducción supone el manejo de una dentoalveolar /07, con independencia de cómo se realice en cada caso (con [s] o con [0 ]). 2. Por otro lado, la distinción de / s / : /0/ es una opción situada en el mismo plano y con el mismo status que el ‘seseo’ y el ‘ceceo’; esto es, más cercana al va lor sintomático de las elecciones individuales del hablante y de su significación so cial. En este caso, el hablante opta por la realización distinguidora (s —> s, z —> 0 ), frente a las otras opciones sintomáticas posibles (s —» 0 o ‘ceceo’ y z —^ s o ‘seseo’). Los modelos ideales y las pautas individuales son diferentes y los cálculos tam bién (Villena, Sánchez y Avila 1995). Por ello, distinguimos, por una parte, una probabilidad de ‘distinción’ como modelo abstracto frente a la ‘no distinción’ o ‘reducción’ (/s : 0 / frente a /s = 0 /) y, por otra parte, una probabilidad de ‘distin ción’ como modelo ideal de carácter sintomático frente a ‘seseo’ y ‘ceceo’ (/Pdist/ frente a /seseo/ y /ceceo/).
6
El significado social de las variables
Como ha podido observarse en los resultados correspondientes a las distintas ciu dades de las que tenemos datos comparables, las variables fonológicas considera das hasta aquí se alinean en un continuo de variación. Este continuo se define en función de aquellas variables estructurales (educación, clase social) y personales (edad, sexo) a las que suponemos capacidad para determinar o condicionar el ac ceso de los hablantes a los núcleos de prestigio patente y a los mercados sociales y lingüísticos de corriente dominante. En general, se puede reconocer a partir de estos y de otros trabajos la existencia de una relación directa entre los fenómenos y rasgos de divergencia meridional fuertes o muy evolucionados, por una parte, y los valores específicos de solidari dad y lealtad local. Por el contrario, la convergencia en el sentido de las normas ejemplares se identifica con las actitudes abiertas hacia el exterior y la identifica ción con valores referenciales y simbólicos comunitarios amplios (educación, ex posición a los medios de comunicación, capital social y lingüístico). El ejemplo de la ciudad de Málaga es significativo a este respecto (Tabla 11). En un extremo del mencionado continuo se encuentran las variables que hemos definido como ‘marcadores estándares’ (Pdist, /s /: /6/), que son tanto más proba
Identidad y variación lingüística
135
bles cuanto mayor es el grado de educación formal de los hablantes y más estrecho su contacto con los medios de comunicación. En el otro extremo aparecen los ‘marcadores vernaculares’. La relación de los individuos con los medios de comunicación es una informa ción de gran interés — complementaria del nivel de instrucción formal— para co nocer la integración de los hablantes en la cultura de corriente dominante en la co munidad. Este tipo de factores se ha empleado en bastantes investigaciones (cf., por ejemplo, Bortoni-Ricardo 1985; Naro y Pereira 1994) y proporciona bases ex plicativas de gran interés. En el caso de la investigación de Málaga se incluyó en el cuestionario una pre gunta destinada a la construcción de una escala para medir el grado y la calidad de la exposición de los hablantes a los medios de comunicación. Se trata de una escala entre 0-3, en la que los valores más bajos indican el menor contacto con los media y los más altos el más estrecho y, sobre todo, dan cuenta de la calidad de esta expo sición: tipo de publicación que se lee, frecuencia; horas semanales de radio, tipos de programas; horas semanales de televisión, tipos de programas, etc. Así mismo, se tiene en cuenta la capacidad de comprensión y de evaluación crítica de los con tenidos por parte de cada hablante. Como se ve en la Tabla 11, el grado de correlación de la exposición individual a los medios de comunicación con las variables fonológicas consideradas es fuerte y significativo en todos los casos, salvo el caso del la probabilidad de ‘seseo’. Como era de esperar, las variables ejemplares presentan coeficientes positivos (probabilidad de distinción: .5378 y .5450, p = .000 en los dos modelos considera dos), lo que quiere decir que los hablantes mejor informados tienden a la distinción de / s / : /0/. Por el contrario, las variables vernaculares se correlacionan negativa mente con esta escala (desde -.3278, p = .001 para Prob/c -> J7, hasta -.6660, p = .000 para Prob /x —>/0 /). La relación entre la exposición a los media y la educación y la edad de los su jetos es la que cabría esperar: positiva, muy fuerte y muy significativa entre el grado de contacto con los medios de comunicación y los estudios de los hablantes (.7886, p = .000, N = 136) y negativa entre estas dos y la edad (-.4463, p = .000, N = 139 con respecto a los estudios y -.2354, p = .006, N = 135 con respecto a los
media).
Juan Andrés Villena Ponsoda
136
COEFICIENTES DE LA CORRELACIÓN DE SPEARMAN Tabla 11. Resultados de la correlación de Spearman entre las probabilidades individuales me dias para nueve variables fonológicas y los factores psicosociológicos en Málaga Estudios ceceo /s = 0/ /c —»s/ /x -> 0 / /ó - > 0 / seseo ¡x —» h/ Pdist /s : 0/
-.5013 sig. .000 -.5860 sig. .000 -.3490 sig. .000 -.6988 sig. .000 -.4398 sig. .000 -.0679 sig. .463 -.4700 sig. .000 .5745 sig. .000 .5860 sig. .000
Edad .3380 sig. .000 .4197 sig. .000 .2674 sig. .008 .3573 sig. .000 -.0141 sig. .887 .1109 sig. .232 .4390 sig. .000 -.4251 sig. .000 -.4197 sig. .000
Exposición a Lealtad local Actitud ante los medios la norma -.4622 .3271 -.2786 sig. .000 sig. .000 sig. .006 -.5450 .3901 -.4686 sig. .000 sig. .000 sig. .000 -.3278 .2994 -.2514 sig. .001 sig. .003 sig. .024 -.6660 .4861 -.5141 sig. .000 sig. .000 sig. .000 -.5335 .3261 -.3446 sig. .000 sig. .001 sig. .001 -.0809 .1465 -.2001 sig. .382 sig. .112 sig. .052 -.4887 .3045 -.4601 sig. .000 sig. .001 sig. .000 .5378 -.4041 .4967 sig. .000 sig. .000 sig. 000 .5450 -.3901 .4686 sig. .000 sig. .000 sig. .000
Para cada una de las correlaciones bivariables se indica la significación. Se han incluido asimismo las variables ‘estudios’ y ‘edad’ a efectos comparativos (N = 119).
Existen, sin embargo, otros factores extralingüísticos con los que se relacionan po sitivamente los ‘marcadores vernaculares5 y que, en ocasiones, pueden dar cuenta de aspectos de la variación lingüística que no resultan satisfactoriamente explica dos por las variables estructurales o personales. La divergencia dialectal no es úni camente un fenómeno de reacción frente a los valores estándares. Los hablantes retienen los rasgos vernaculares también como respuesta a una serie de valores es pecíficos. La lealtad de los hablantes hacia los valores locales (solidaridad, integra ción, etc.) está positivamente relacionada con el uso de los valores más divergentes de las variables fonológicas estudiadas y, al contrario, los hablantes que muestran un comportamiento de integración fuerte en la comunidad local, tienden a rechazar el uso de los valores más estándares de esas variables y, en general, de los ‘marca dores ejemplares’. Así, en el estudio de Málaga se midió la ‘lealtad local’ de los hablantes me diante una escala de 0-3 puntos (‘escala de integración en la cultura local’), en la que se incluía desde la participación activa y la identificación plena con las activi dades y valores del barrio y la ciudad (3) hasta el rechazo absoluto (0). Las varia bles fonológicas vernaculares aparecen relacionadas positivamente con los valores
Identidad y variación lingüística
137
altos de esta escala, mientras que las variables ejemplares son más frecuentes entre los hablantes que puntúan bajo en ella (Tabla 12). Como es lógico, las probabilida des individuales correspondientes a las variables fonológicas incluidas en la ta bla 12 se correlacionan significativamente con la lealtad local de los hablantes (véase Tabla 11). Tabla 12. Frecuencia de realización de variables fonológicas en Málaga con relación a la lealtad local de los hablantes Lealtad local
Neutro o negativo
Id —>s /5 /- > 0
N 204 1459
/x/-> h /x /- > 0 /0 /-» s Isl —» 0
68 243 159 467
Positivo
15 31
Total 1402 4655
N 366 1789
67 11 8 14
102 2175 1874 3441
1716 409 80 716
%
Muy positivo
32 37
Total 1144 4804
N 516 2251
92 24 8 32
1866 1716 989 2260
2473 881 635 3038
%
40 44
Total 1306 5067
93 36 22 34
2648 2473 2863 5401
%
En la escala de lealtad local, 0 = negativo, 1 = neutro, 2 = positivo, 3 = muy positivo. N = núm. de ocurrencias de la variante. Total = núm. de ocurrencias de la variable
7
El estándar regional. Perspectivas a partir de la situación de la ciudad de Málaga 7.1 El continuo estándar-dialecto en Málaga Hasta aquí el análisis de algunas de las variables utilizadas para el diagnóstico pre vio de la situación de los continuos de variación (véase, supra, Fig. 3). Los resulta dos parecen corroborar nuestra hipótesis acerca de que la convergencia en el sen tido del estándar nacional está ligada a la educación formal, al contacto con los medios de comunicación y, en general, a la situación del hablante en el mercado social, cultural y lingüístico. La situación contraria se comprueba para el caso de la divergencia dialectal vernacular, de modo que los hablantes con acceso restringido a los mercados de corriente dominante se repliegan en el seno de los grupos pe queños y se vuelcan en la lealtad a los valores locales. El resultado regional de este proceso es, normalmente, la formación de una va riedad del español estándar teñida de regionalismos (particularmente, en este caso, de meridionalismos, que incluyen, entre otros fenómenos, el debilitamiento de las consonantes distensivas, incluida la /s/, así como una cierta aceleración de otros procesos generales en la península, como la pérdida de /d/ entre vocales). Esta es pecie de Umgangssprache regional aproxima el comportamiento lingüístico de to dos los hablantes del español europeo y, desde el punto de vista de la identidad re gional, constituye un paso más en la dirección de la convergencia con el español común.
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No obstante, de los datos fiables de los que disponemos, podemos deducir asi mismo que existe un estándar de pronunciación regional que no se identifica con este ‘dialecto terciario’. Por el contrario, dicho estándar —basándose en el presti gio de ciertos núcleos regionales como Sevilla, especialmente, o Málaga— consti tuye un modelo prestigioso diferente que se fundamenta en el uso de rasgos o va riantes distintas de las ejemplares nacionales. Este modelo se basa en las soluciones estructurales occidentales (‘norma sevi llana’) que constituyen una simplificación a partir del sistema fonológico del espa ñol medieval (véase Fig. 4), y se ha formado mediante una ‘koineización’ y ulterior refimcionalización (Trudgill 1986) de las distintas opciones variables empleadas (Fig. 5). De este modo, el ‘seseo’ (frente a la distinción de / s / : /0/ y al ‘ceceo’, la /h/ (frente a / x / y a /0 /), la aceptación del fonema ruidoso palatal /s/ [fl (frente al fonema palatal tenso Id [c]), etc., marcan una discontinuidad en el continuo entre el vernacular no estándar y el estándar nacional, tal y como quedó representado y se ilustra en la Fig. 3. La razón por la cual hablamos de dos continuos separados por razones geolingüísticas reside —junto a causas demográficas e históricas bien conocidas— en la importancia de la relativa cercanía estructural entre el sistema del estándar, por un lado, y los de las variedades dialectales vernaculares respectivas, occidental y oriental, por otro. La proximidad de las variedades orientales al estándar nacional hace más difícil la opción explicada arriba, de modo que — frente a la probable existencia de un estándar regional occidental— se despliega un continuo de varia ción sin apenas discontinuidades claras entre las variedades vernaculares orientales y el estándar nacional. Tal continuo favorece la convergencia hacia el estándar que los tiempos actuales propician entre los hablantes más jóvenes y más instruidos. La ciudad de Málaga es un interesante laboratorio para la investigación de estos procesos. Se parte de una situación histórica patrimonial con un sistema consonántico meridional (R ), tanto en la ciudad de Málaga como en las zonas rurales y en los núcleos urbanos de menor tamaño dentro de la provincia (Fig. 4). Sin embargo, como ocurre en otras zonas urbanas andaluzas, la ciudad de Málaga está atravesada por una amplia variación que supone la alternancia entre dicho sistema y el sistema estándar (D ), que refleja probablemente una nivelación actual en el sentido del es tándar nacional entre las generaciones más jóvenes. Ahora bien, este proceso con vergente no es exclusivo y alterna con procesos de ‘koineización' y refimcionaliza ción en el plano de las variedades dialectales regionales. Puede, entonces, decirse que comprobamos en Málaga movimientos ‘verticales’ y ‘horizontales’ en el con tinuo descrito al principio de este trabajo (véase la Fig. 2). La situación general de la ciudad con respecto a las consonantes tensivas queda reflejada en la Tabla 13. Las variables vernaculares y más evolucionadas, es decir,
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las que se utilizan por parte de los hablantes con menor acceso a los mercados so ciales y lingüísticos estándares (1, 2, 3, 4 y 5 en dicha tabla), son también las más empleadas por los hombres y por los hablantes de origen rural (véanse Tablas 13 y 14). Las variables estándares o menos evolucionadas (10, 11, así como las varian tes o valores bajos o ‘negativos’ de las citadas en primer lugar) son fundamental mente urbanas y, en mayor medida, femeninas. Las variables 6 (aspiración = x) y 8 (‘seseo’) merecen atención especial, como se verá después, ya que por su especial situación, son candidatas (como 7: /i/) a formar parte de los estándares regionales. Tabla 13. Probabilidad media para once variables fonológicas en Málaga (Fuente: Villena 1966,1997) Variable 1. ceceo 2 . /s = e/ 3. /x > 0 / 4. Ic -» s/ 5. 16 > 0 / 6. /x > h/ 7. IjI 8. seseo 9. IR/ 10. Pdist 11. /s : 0/
Probab. .27 .42 .29 .25 .43 .85 .44 .11 .02 .62 .58
Desv. est. Hablantes .30 117 .36 117 .27 113 .32 98 .18 105 .25 113 .31 105 .19 117 .05 105 .32 117 .36 117
Hombres .42 ± .34 .45 ± .36 .31 ±.28 .40 ±.37 .47 ±.20 .85 ± .24 .44 ± .30 .07 ±.11 .02 ± .04 .51 ±.33 .55 ± .36
Mujeres .18 ±.34 .35± .34 .27 ± .27 .14 ±.24 .41± .17 .84 ± .25 .44 ± .32 .14 ±.22 .02 ± .06 .68 ± .29 .65 ± .34
Sig. .000 .002 No Sig. .000 No sig. No Sig. No Sig. .053 No sig. .006 .002
Los datos utilizados aquí corresponden a la actuación de los hablantes de cuatro redes sociales de cuatro barrios diferentes, con distintas condiciones, y a un grupo de hablantes rurales procedente de zonas del interior (Serranía de Ronda), para un total d e N = 137. Los barrios presentan características diversas en función de su carácter comu nitario o cosmopolita (Requena 1993), es decir, en función de que sus habitantes mantengan contactos de amistad con personas del mismo barrio, de la misma ciu dad, de la misma provincia, de otra provincia o de fuera de Andalucía (0-5). Varían asimismo según la educación, la edad, etc., de los sujetos estudiados en las redes sociales (Villena 1997). Tabla 14. Redes sociales investigadas y tipo de barrios en Málaga Barrio
Tipo
Capuchinos Nueva Málaga La Luz El Palo Benalauría
2.99 3.38 3.04 2.92
Probabilidad /c->r/ .32 .22 .21 .48 .43
Dialectalización
N
Población
-0.10 -0.48 0.15 0.77 0.58
25 19 16 14 6
urbana urbana urbana rural-urbana rural
‘Tipo’ es una escala 0-5 que mide el cosmopolitismo del barrio. La ‘dialectalización’ es la media para cada barrio de las puntuaciones individuales en el continuo o eje de variación estándar-vernacular (Factor 1).
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Si se consulta la Tabla 14, se ve enseguida que uno de los rasgos más marcada mente vernaculares (la lenición de Id) se produce mucho más entre los hablantes rurales (incluyendo los inmigrantes de origen rural) que entre los urbanos. Esta tendencia parece estar también en relación con el tipo de barrio, de modo que cuanto más abiertas son las relaciones predominantes en el barrio, menor es el uso de los rasgos vernaculares. El ‘índice de dialectalización’ está basado en las pun tuaciones individuales de los hablantes en el continuo estándar-dialecto de la ciu dad, a partir de los cómputos parciales de las variables fonológicas estudiadas arriba e incluidas en la Tabla 13, tal y como se explica a continuación.
7.2 ¿Existe un continuo tridimensional de variación? Puede decirse que en la mencionada ciudad se reproduce el modelo de continuo planteado anteriormente. Para comprobarlo, buscamos la dimensión subyacente capaz de agrupar las variables y explicar la interdependencia que suponemos tienen (Villena 1996, 1997). En el trabajo de referencia se aplicó la técnica del análisis de componentes principales a diez variables fonológicas de las analizadas arriba, ex presadas en probabilidades teóricas (se excluyó la /R/, dada su escasa frecuencia de aparición). El objetivo del análisis multifactorial (y del análisis de componentes principa les, en particular) consiste en descubrir si existe una variable fundamental latente, capaz de explicar la interdependencia sistemática entre un grupo de variables ma nifiestas. Tal variable compleja originaría el conjunto de características comunes. En otros términos, se trata de reducir un conjunto de datos referentes a n variables a una sola serie de k factores básicos. El Análisis de Componentes Principales es un método directo (el más sencillo de los métodos de reducción de datos) de transformar una serie dada de variables en una nueva serie de variables compuestas o componentes principales no relacio nados entre sí. Las nuevas variables representan aquellas combinaciones lineales de las variables originales que maximizan la varianza explicada de los datos ini ciales. En la Tabla 13 se ordenaron las variables según su comportamiento respectivo en función de los factores extralingüísticos que marcan — según todos los indi cios— bien el conservadurismo dialectal, bien la convergencia innovadora en cuanto a los valores ejemplares nacionales. Como se ve, la ordenación respondía también a cierto sentido común o comunis opinio bien extendida y ampliamente aludida a lo largo de este trabajo. Suponemos, en consecuencia, que debe existir un fundamento, dimensión o factor capaz de explicar la similitud de comportamiento entre las variables ‘vernaculares’ (1 a 5), frente a las variables ‘estándares’ (9-10) en los dos extremos del continuo. Sospechamos asimismo que las restantes varia
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bles que se sitúan entre ambos extremos (6 a 8) y que, siendo características, no muestran un uso especialmente marcado, podrían responder a otro fundamento o dimensión diferente, quizás relacionada con los valores regionales o, al menos, con el rechazo de los valores ejemplares nacionales. En el análisis se obtuvieron dos combinaciones lineales de variables o dimen siones que, respectivamente, explican el 57% y el 15% del total de la variación (esto es, en total, el 72%). De acuerdo con la idea esbozada, estas variables subya centes serían: el factor 7 o de la dimensión ‘estándar nacional-vernacular’ y el factor 2 o de la dimensión ‘estándar regional-estándar nacional-vernacular’, en consonancia con la interpretación derivada de nuestra hipótesis de un continuo tri dimensional. Para cada una de estas dimensiones o ejes subyacentes, tenemos una puntuación de cada una de las diez variables simples de partida, lo que permite or denarlas tal y como se muestra en la Tabla 15 y en la Fig. 7 (para las variables se han utilizado los mismos números que los de la Tabla 13). Las variables vernaculares se agrupan alrededor de los valores altos (> .627) del eje horizontal (estándar nacional-vernacular). Las variables ejemplares —esto es, la distinción / s / : /0/, frente a la opción de la confusión (Prob /s : 0/) o frente a las opciones ideales del ‘seseo’ y ‘ceceo’ ( Pdist)— se sitúan, en el otro extremo del mismo eje, con valores negativos también altos (> -.854). En la zona intermedia están las variables ’seseo’, /x > h/ y /i/, que son neutras con respecto al prestigio polarizado nacional-local. Dichas variables, a su vez, alcanzan las puntuaciones más altas en el eje vertical (> .573), definiendo un conglomerado de rasgos rela cionados con los valores regionales, con respecto al cual se ordenan verticalmente el resto de las variables. Estas se observan agrupadas gráficamente en dos conglo merados, en función de su carácter de menos a más fuertemente marcado, bien sea en el sentido del estándar (valores negativos), bien en el del vernacular (valores positivos). Estamos proponiendo, en definitiva, una representación tridimensional que in cluye dos clases diferentes de estándar (regional y nacional), por un lado, y las va riedades vernaculares, por otro. De este modo — si los datos en el futuro sirven para apoyar nuestras observaciones actuales— , se plantean dos interesantes descu brimientos para las comunidades urbanas meridionales: 1. La inexistencia de subordinación del estándar regional con relación al están dar nacional en la misma escala de prestigio. 2. La coexistencia de más de una dimensión de prestigio de corriente domi nante en las comunidades de habla meridionales.
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Tabla 15. Análisis de Componentes Principales. Matriz de factores rotados Variable
Factor 1
Factor 2
1. ceceo
.97252
- 12268
2. /s = 0/
.95747
.16137
3. /x
.84058
.17194
4. /c -» s/
.70745
.13041
5. /Ó -> 0 /
.62720
.15688
6. /x -> h/
.43568
.57375
19416
.69816
8. seseo
-.10139
.86148
9. Pdist
-.85392
-.39398
-.95747
-.16137
0/
U jú
10. Prob /s : 0/
Fig. 7. Representación gráfica del continuo tridimensional *estándar nacional- vernacular’y *estándar regional-estándar nacional-vernacular 9
8 7 6 5 4 3 2
1
10 9
Los números remiten a las variables simples incluidas en las Tablas 13 y 15.
En Málaga, el rasgo estándar de pronunciación /s i : /0/ (‘distinción’: 9 y 10) se opone tajantemente a los rasgos vernaculares siguientes: lenición de Id —> [f] (4), pérdida de Ihl (< x) (3), reducción de Isl = /0/ (2), ‘ceceo’ (1) y, en menor medida, pérdida de 16/ intervocálica (5). Dicho rasgo estándar y los rasgos vernaculares mencionados se sitúan, respectivamente, en los extremos del continuo de variación estándar nacional vernacular. Por otro lado, los rasgos meridionales del ‘se seo’ (como modelo ideal de realización de /0S/: 8), la aspiración de /x/ > [h] (6), junto con otros rasgos menos difundidos (entre otros, la asibilación de /i/: 7), man
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tienen con este continuo una relación que podría calificarse de neutra con respecto a los valores que la sostienen. Por el contrario, estas últimas variables tienen entre sí una cierta semejanza de comportamiento y se agrupan (frente a todas las demás, sean ‘vernaculares’ o ‘estándares’) alrededor de los valores altos de otra dimensión diferente. De este modo, puede hablarse de otro continuo de variación distinto que se extiende desde el polo ocupado por estos rasgos meridionales neutros hasta los dos extremos polarizados mencionados arriba. En definitiva, una especie de conti nuo tridimensional (Fig. 8). Puede decirse que las variables o factores subyacentes descubiertos en el análi sis multifactorial (Factor 1 o eje ‘estándar nacional-dialecto vernacular’ y Factor 2 o eje ‘estándar regional-estándar nacional-dialecto vernacular’) son, en realidad, puntos de coincidencia entre todas ellas, de manera que, al descubrir sus agrupamientos (tal y como se aprecia en la Fig. 7), nos reafirmamos en las ideas previas sobre los continuos de variación. En dichos continuos se sitúan las puntua ciones individuales de los hablantes, que muestran así su posición respectiva (véanse Gráf. 2 y 3). Es evidente que los hablantes con un grado de educación medio o alto (> 8 años de estudios) tienden a situarse con valores negativos en el continuo dia lecto vernacular — estándar nacional (sin ninguna excepción en el caso de los uni versitarios), mientras que los hablantes con instrucción formal baja o inexistente (< 8 años de estudios) tienden a aglomerarse en la zona de valores positivos; esto es, más cerca del polo vernacular del susodicho continuo de variación (Gráf. 2). Igual pasa con la exposición individual a los medios de comunicación (Gráf. 3). Cuanto mayor y más intenso y de mejor calidad es el contacto (medido en la men cionada escala de 0-3), más se inclina el hablante hacia el polo estándar nacional (< 0) y, a la inversa, cuanto peor informado está el hablante y de menor calidad es la información a la que está expuesto, más se acerca al polo del vernacular (> 0). 19 Como se ve, pues, todo acorde con las tendencias estudiadas arriba. Con respecto a las variables extralingüísticas que se relacionan con el continuo ‘estándar regional—estándar nacional— dialecto’ (y que, por lo tanto, tienden a estar por debajo de los mencionados ‘valores regionales’), la que presenta un perfil más claro es la ‘escala de prestigio regional’ que mide la actitud del hablante ante el prestigio escolar y formal de ciertos marcadores regionales o meridionales (como la confusión de /s/ = /©/). 19 Las puntuaciones medias son, para la escala de exposición a los medios de comunicación, las siguientes: 0 (0.68), 1 (0.24), 2 (-0.56), 3 (-0.68). Para la edad, tenemos: Ia generación ( 55): 0.54.
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Así, los sujetos que puntúan bajo en dicha escala (esto es, que consideran apro piado, por ej., que se enseñe en la escuela el uso activo de la distinción de / s / : /0/ en la lectura, en las exposiciones orales en el aula o, incluso, en la narración) tien den a situarse lejos del polo ‘estándar regional’ en el citado continuo, mientras que los que puntúan alto presentan situaciones mucho más cercanas de dicho polo (R = .4176 p < 0,01).20 F ig. 8.
Modelo tridimensional del continuo de variación en la ciudad de Málaga: (A) estándar na cional — (B) dialecto vernacular — (C) estándar regional en la ciudad de Málaga E s t á n d a r (P o s it iv o )
9,10 /s/ : /0/ /x, C, 0/
1/1/
R e g io n a l
8 ‘seseo’
(Neutro)
6 /h/
(Negativo)
20
Las diferencias entre los dos grupos (los que tienen una actitud positiva y los que la tienen negativa) no son significativas, sin embargo, para el total de los hablantes considerados aquí (Mann-Whitney, p < .0898). Sin embargo, entre los sujetos cuya educación formal excluye el grado universitario (N = 44) esas diferencias tienen más sólida base (p < .0585).
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Diferencias en la situación de los hablantes en los continuos de variación en la ciudad de Málaga en función de su contacto con los medios de comunicación
G rá fico 2:
03
C O 0
CD c
-t-J c/) LU
1 0 O 0 03
T)1 03
C O 'CD
Exposición Media
12
□
Medio 8-12
•
Bajo < 8
2,5
Estándar nacional-vernacular Las diferencias entre los tres niveles educacionales considerados son significativas en el continuo ‘estándar nacional-vernacular’ (p < .000), pero no lo son con respecto al continuo ‘estándar regionalestándar nacional-vernacular’.
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8
Conclusión
Los datos de los que disponemos hoy — al menos en la ciudad de Málaga— parece que apuntan en el sentido de la hipótesis esbozada en este trabajo; es decir, que hay que postular la existencia de un estándar de pronunciación regional divergente del estándar nacional y que responde a un prestigio de carácter distinto. Como se ha desarrollado en la última sección de este trabajo, la dimensión co rrespondiente al Factor 1 se puede identificar claramente con el continuo de varia ción entre el estándar nacional y el vernacular no estándar. Los individuos se mue ven en ese continuo (movimiento ‘vertical’) hacia la convergencia con el estándar o hacia la divergencia en el sentido del polo dialectal. Como el análisis deja claro, los hablantes que convergen en la dirección del estándar son los que disponen de medios (poder, información, educación) para hacerlo. El resto tiende a refugiarse en la lealtad local hacia su variedad vernacular. Sin embargo, al margen de estos movimientos, parece dibujarse — con menor fuerza, al menos en la ciudad de Málaga— otra dimensión subyacente (Factor 2) que, como se ha ilustrado ya en otro sitio (Villena 1996, 1997), se relaciona con los valores de carácter regional. Se trata de un eje formado sobre la base de aquellas •variables neutras con relación al eje anterior (‘seseo’, aspiración de /x/, /j/), pero que podrían ser vehículos de regionalización. Si esto es cierto, estaríamos ante un segundo continuo de variación algo más ajeno a las diferencias socioculturales y sensible, sobre todo, a la posición de los individuos con respecto a los valores re gionales específicos. La importancia de este continuo es relativa en la ciudad de Málaga. Faltan más datos y más análisis. Sin embargo, y a la vista de lo que sabemos de la zona occi dental, es muy probable que el mencionado continuo tenga mucha mayor fuerza en la conciencia y en el comportamiento de los hablantes de esas áreas. Precisamente esta última observación enlaza con la otra hipótesis manejada aquí: las variedades dialectales occidentales de Andalucía desarrollan estándares regionales separados del estándar nacional con más claridad que las variedades orientales. La función en este proceso de las consonantes obstruyentes ruidosas procedentes de las sibilantes medievales ha de ser considerada con atención en el futuro. Probablemente, la cercanía estructural entre los dialectos orientales y las formas coloquiales del español general impidan o, al menos, hagan difícil forma ciones similares para las áreas a la derecha de la isoglosa del denominado ‘plural andaluz’. Otro capítulo que convendrá tomar en consideración en el futuro —pero para el que no tenemos espacio aquí— es el de la caracterización literaria del andaluz y su relación con la identidad y con los procesos de variación estudiados en este trabajo.
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Afortunadamente, disponemos hoy de una importante serie de estudios rigurosos sobre el particular (González Ollé, Mondéjar, Ariza, Galeote, Quilis, Torres Mon tes, etc.). El trabajo de Ariza (1994) nos permite considerar un ángulo de la cues tión que podría ir en la línea de lo que nos ha ocupado hasta aquí. Parece razonable y esperable que cuando se caracteriza el dialecto regional se debería apuntar prototípicamente a los rasgos vernaculares ligados a los hablantes de clase baja y a los procesos de divergencia que marcan la individuación (‘ceceo’, ///, etc.). Sin em bargo, como demuestra Ariza (1994), se emplean más los rasgos coloquiales o in formales generales o, en todo caso, meridionales: /ó/ intervocálica, F- > 0 (rasgo arcaico de todo el occidente peninsular), desaparición de consonantes implosivas (no -^), igualación de /r/ = /l/, especialmente el rotacismo de /I/, el yeísmo, el ‘se seo’ y, muy escasamente, la /s/ distensiva (dada, en este caso, la dificultad de re presentación por los problemas de la organización textual de la redundancia y de la funcionalidad de los morfemas gramaticales). Como se ve, se trata de una visión muy simplificada del continuo de variación, que supone una confusión del dialecto regional con la Umgangssprache meridional y una consideración también muy superficial de las comunidades de habla andalu zas, formadas — según se deduce— por un estrato vulgar (que habla ese español común coloquial teñido de rasgos meridionales generales) y un estrato culto (que se expresa en lo que se tiene por el estándar nacional).
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Los andaluces en busca de su identidad F ra n c is c o B áez d e A g u ila r G o n z á le z
Universidad de Zúrich
1 Introducción Suena ya casi a tópico el hablar de los procesos de democratización y disolución de antiguos Estados nacionales que están en desarrollo en Europa y en otros lu gares del mundo, pero no se puede negar que ésta es una de las principales reali dades que han caracterizado las últimas décadas de este siglo y que con seguri dad lo seguirán haciendo en las primeras del próximo milenio. Por ello, la bús queda de nuevas identidades, de nuevos identifemas1 sociopolíticos y su justificación seguirá siendo igualmente una de las principales tareas de los indi viduos, de los grupos sociales, y de las instituciones gubernamentales. Permíta seme pues empezar con algunas reflexiones sobre la constitución de una identi dad de pueblo y los derechos de soberanía que de ésta puedan emanar. El individuo mismo no suele tener problemas en el manejo y la actualización de diversas identidades personales y sociales. Todos estamos acostumbrados a comportamos y sentimos según la situación de manera diferente: como trabaja dor, técnico o profesor en el trabajo; como padres, hijos o hermanos en la fami lia; como buen o mal jugador, bebedor, gourmet, manitas o contador de chistes entre los amigos. Y tampoco solemos tener problemas, por ejemplo, en sentimos “boquerones” por haber nacido en Málaga; toconeros por haber pasado feliz mente una parte de nuestra infancia en Tocón; andaluces cuando estamos en Cataluña o Castilla, por ser Andalucía nuestra región de origen, o la de nuestros padres; españoles cuando nos encontramos en el extranjero, por nuestro pasa porte, pero también por todos aquellos aspectos que compartimos con las perso nas de nuestro país; europeos, porque en las últimas décadas estamos apren diendo a serlo gracias a los contactos con los otros países de Europa a través de la emigración, el turismo y, sobre todo, del discurso de los medios de comunica ción. Y, por qué no, también nos sentimos como terráqueos, cuando —creamos en ellos o no— se habla de seres de otros planetas o mundos lejanos. Los problemas con éstas y otras muchas identidades virtuales, actualizadas según la situación, surgen sólo en situaciones conflictivas, es decir cuando el in 1 Término acuñado en analogía a términos lingüísticos como “fonema”, “lexema” y “semema”, introducido en Báez de Aguilar González 1997: 48.
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dividuo entra en un contacto opositivo con otros individuos o grupos sociales. Mientras que los conflictos individuales vienen determinados tanto por causas personales propias —simpatía, antipatía, miedo a la competencia, necesidad de ayuda, etc.—, como por razones que nos han sido infundidas por otros, los con flictos intergrupales son generados con frecuencia de manera artificial por diri gentes sociales, espirituales o políticos que, en el mejor de los casos, ven en los miembros del “otro grupo” algún peligro para el propio grupo, y que en el peor de los casos, simplemente ven en la generación de conflictos sociales la posibi lidad de enriquecimiento material o de poder propios. Los procesos de democratización están conduciendo en no pocos casos a la disolución de los Estados nacionales y de ahí a la búsqueda de nuevos identifemas que justifiquen nuevas identidades grupales y el trazado de nuevos límites territoriales nacionales. Pero ¿qué argumentos tomar para justificar todo esto? Los argumentos étnicos se han de desechar por múltiples motivos. En primer lugar, desde un punto de vista biológico es generalmente imposible trazar líneas claras entre las diferentes razas y grupos étnicos, y la mayor ilustración general dificulta la defensa mediática y pseudocientífica de razas puras como fue el caso con la raza aria nazi. En segundo lugar, la sangrienta historia de viejas guerras y el fresco recuerdo de los genocidios nazis y estalinistas han hecho que nuestra sociedad madure lo suficiente para incluir en nuestras declaraciones de los dere chos humanos el rechazo a la discriminación por razones étnicas. Por último, cualquier argumentación racial resulta obsoleta e incongruente en una sociedad que está avanzando vertiginosamente hacia una globalización económica y, aun que lentamente, también hacia una globalización política y social. Los argumentos culturales que pudieran justificar o fundamentar un derecho público internacional son muy difíciles de determinar y fijar, y con frecuencia portan, al igual que los argumentos étnicos, una gran carga ideológica y emocio nal. Además, se podrían citar numerosos ejemplos en los que la coincidencia cultural o étnica no garantizan una conciencia2 grupal común, o en los que las fronteras políticas no son capaces de borrar o modificar fronteras culturales existentes, como en el caso del Curdistán, Cataluña o el País Vasco. Si tomamos la Historia como argumento, nos enfrentamos a la problemática de la diferente antigüedad y duración de las instituciones políticas actuales y pa sadas, así como al hecho de que los límites geopolíticos de estas instituciones suelen ser históricamente inestables y, por tanto, imposibles de definir sin antes trazar un límite cronológico preciso. Hay fronteras que se han mantenido du rante siglos como las existentes entre Portugal, España y Francia, sin considerar 2
Véase la nota final en relación con la diferenciación entre «conciencia» y «consciencia».
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los cambios en las respectivas fronteras coloniales. Otras, sin embargo, son más recientes, y no sólo carecen de una estabilidad secular, sino que han cambiado su trazado varias veces a lo largo de tan sólo décadas o años, como, por ejemplo, las fronteras entre la actual República Federal Alemana y sus Estados vecinos, especialmente Francia. Una argumentación histórica objetiva y coherente presupondría la fijación previa y por mutuo acuerdo de criterios cronológicos que determinen el punto cronológico y la duración mínima de las instituciones estatales a partir de los cuales se habrían adquirido derechos territoriales reconocibles internacionalmente. Preguntémonos, por ejemplo, ¿qué limites puede reclamar Cataluña? ¿Los del ’36? ¿O los de su máxima expansión territorial y colonial? ¿Y qué pa saría entonces con Italia, cuyo Estado nacional tiene poco más de un siglo? ¿Tendría que devolverle a Cataluña los territorios de las dos Sicilias? ¿O debería Cataluña convertirse entonces de nuevo en feudo de Aragón y Roma reclamar los territorios del Gran Imperio Romano? ¡Y así podríamos seguir adabsurduml La imposibilidad de un acuerdo interestatal en este sentido es obvia. A simple vista son las lenguas las que por su esencia identificatoria inme diatamente incluyente o excluyente de los hablantes mejor se prestan para argu mentar fronteras geopolíticas, máxime porque donde no hay comprensión co municativa, la frontera ya está creada de por sí. Los argumentos lingüísticos ob servados más de cerca ofrecen igualmente puntos débiles insuperables. No po demos dar por supuesto que la diferencia lingüística sea por sí sola un argu mento identitario determinante aunque pueda serlo cuando coincida con otros aspectos. Desde un punto de vista lingüístico son muy diferentes las situaciones identitarias existentes en Galicia, Andalucía, Euskadi, Cataluña o Suiza, y aún más en Estados como la China o la India. En Suiza, las cuatro lenguas oficiales no representan a priori cuatro identidades nacionales diferentes, sino que por el contrario es la conjunción de estas cuatro lenguas lo que caracteriza en el con texto internacional la nación Suiza; aunque internamente no falten los conflictos cuando dos de las lenguas mayoritarias están en contacto en un mismo territorio urbano económico, como, por ejemplo, el francés y el alemán en Fribourg. En la India, los censos demográficos parecen demostrar que la autoidentificación lin güística de sus ciudadanos está más relacionada con cuestiones de prestigio e identificación social y política que con su competencia lingüística. Según co mentó Lachman M. Khubchandani en el Simposio de Demolingüística de Tortosa en 1993 (cf. Generalitat de Catalunya 1995), en la India oscilaciones consi derables entre ciertas lenguas maternas de un censo a otro son bastante frecuen tes, por razones políticas o socioculturales. Y en España, por un lado, jamás ha existido esa unidad lingüística de cinco siglos que algunos gustan de enarbolar,
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pues la unión matrimonial y más tarde política de las Coronas de Castilla y de Aragón se caracterizó hasta finales del siglo XVII por el respeto de las diferen cias culturales y lingüísticas de las diferentes regiones. Por otro lado, las dife rentes lenguas peninsulares no empezaron a convertirse en un elemento identitario hasta que Felipe V iniciara la tradición de las prohibiciones lingüísticas como represalia política que culminó con la prohibición de toda otra lengua autóctona que el castellano durante la dictadura franquista, y a las que afortunadamente Juan Carlos I ha puesto fin. Desde un punto de vista meramente lingüístico es la conciencia de alteridad lingüística y los valores identitarios que esta conciencia alberga lo que podría justificar una diferenciación política y administrativa también a partir de las len guas regionales. La historia lingüística y política reciente de España parece justi ficar una reestructuración de la soberanía nacional, pero al igual que no pode mos aferramos al monolingüismo franquista, tampoco podemos olvidamos de nuestra historia de los últimos cinco siglos, ni podemos extrapolar elementos aislados de los sistemas sociopolíticos de otros países, como, por ejemplo, la re gulación y legislación lingüística en Suiza, porque éstos sólo tienen su justifica ción en el sistema secular al que pertenecen. En España debemos encontrar so luciones propias que consideren tanto la historia reciente como la anterior, que respete tanto los sentimientos de libertad, federalismo y plurilingüismo de las generaciones prefranquistas, como los sentimientos de unidad social, política y lingüística de las generaciones crecidas y educadas durante el franquismo, sin olvidar los intereses de las nuevas generaciones de la nueva España democrática. Ni podemos imponer nuestras añoranzas, ni podemos negar los derechos históri cos seculares, ni podemos ignorar el presente. Como dice Miquel Siguán: La situación de las distintas lenguas de España, como toda situación histórica, sólo puede entenderse como resultado de unos acontecimientos pasados y en el marco de un proyecto para el futuro. [...] Pero también quiero dejar claro que no podemos deducir del pasado la configuración del futuro. El pasado es inde fectiblemente pasado, y lo único que nos ha dejado es un conjunto de posibili dades para actuar en el presente pensando en el futuro, Y el futuro es también irremisiblemente futuro y, por tanto, indeterminado. (1992: 13) 2
S o b r e la h i s t o r i a g e o p o l í t i c a de E s p a ñ a
Creo que es importante tener presente una impresión general del desarrollo de las instituciones administrativas y políticas a lo largo de la historia de España cuando se quiere hablar de identidades y conciencias regionales y sobre todo cuando se quieren tomar éstas como argumentación político-económica. Permításeme por ello que le dedique el presente capítulo a la historia geopolítica de España antes de hablar de identidades y conciencias regionales.
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En los años entre la dictadura franquista y la nueva Constitución española de 1978 se tomaron medidas para restablecer los Gobiernos de las tres regiones que durante la Segunda República habían iniciado procesos para convertirse en Es tados con soberanía federal: Cataluña, Galicia y el País Vasco. Este intento de recuperar la autonomía a partir de los derechos históricos predictatoriales hizo que éstas regiones empezaran a denominarse “regiones históricas”. El ambiente de democratización y liberación que se vivía durante estos años preconstitucionales y la consciencia de las extremas represiones que habían sufrido las regio nes históricas favoreció una aceptación y simpatía generalizada para con sus as piraciones de soberanía. La situación, sin embargo, cambió rápidamente cuando se empezó a hablar de derechos económicos; entonces los “derechos históricos”, sometidos a un análisis más profundo, difícilmente justificaban por qué [...] unas regiones podían aspirar a la autonomía y otras no, pues había regiones como Navarra que gozaban desde hacía siglos de un régimen jurídico especial, y otras como las islas Baleares o Valencia que sin formar parte de Cataluña hablaban el catalán o una lengua que podía identificarse con él, y otras como Andalucía que sin tener una lengua propia tenían en cambio una personalidad fuertemente definida, o como las islas Canarias con una situación y unos inte reses singulares [...]. (Siguán 1994: 76)
La Constitución resolvió el problema facilitando el acceso al status de Comuni dad Autónoma a partir de ciertos criterios con valores claramente definidos, y en aquellos momentos libres de toda polémica: • se mantenía inalterada la organización territorial de las provincias, • las provincias representaban la institución mínima para la constitución en Comunidad Autónoma, • la provincias debían ser limítrofes para poder agruparse en una sola Comunidad Autónoma, y de otros criterios necesarios, pero con valores difícil de concretar objetiva mente, que por su carga ideológica y emocional y la gran polémica que estaban suscitando o podían suscitar, se definieron —como ya se había hecho en el artí culo 3 referente a las lenguas— de la manera más ambigua posible: • las nacionalidades (término introducido aquí con un valor poco claro), • las regiones (término que según el punto de vista —geográfico, político, histórico, cultural, etc.— puede definir territorios muy distintos), • las provincias con características históricas, culturales y económicas comunes (con lo cual se cubre al máximo el haz de relaciones posibles), • los territorios insulares y las provincias con entidad regional histórica (sin que quede claro si el ya de por sí ambiguo calificativo de “entidad regio
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nal histórica” se refiere sólo a las provincias o también a los territorios in sulares). Y reinando sobre todos estos criterios el de la libre voluntad y decisión de las gentes, respetando los nuevos aires de democracia que se respiraban. Dice la Constitución española de 1978: Artículo 2 La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles y reconoce y garantiza el de recho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la soli daridad entre todas ellas. Título VIII. De la organización territorial del Estado. Artículo 137 El Estado se organiza territorialmente en municipios, en provincias y en las Comunidades Autónomas que se constituyan. Todas estas entidades gozan de autonomía para la gestión de sus respectivos intereses. Artículo 143 En el ejercicio del derecho a la autonomía reconocido en el artículo 2 de la Constitución, las provincias limítrofes con características históricas, culturales y económicas comunes, los territorios insulares y las provincias con entidad regional histórica podrán acceder a su autogobierno y constituirse en Comuni dades Autónomas con arreglo a lo previsto en este título y en los respectivos Estatutos. Entre diciembre de 1979 y febrero de 1983 se aprobaron todos los Estatutos de Autonomía quedando dividido el territorio español en 17 Comunidades Autó nomas, si bien debido a la polémica justificación histórica no todas tenían los mismos derechos. Entre tanto esta diferenciación, lógica para unos, discrimina toria para otros, se ha reducido considerablemente. Alonso Fernández, en su estudio sobre la nueva situación regional de España comenta también: Es innegable que el factor histórico ha gravitado con especial fuerza en la ac tual configuración regional y ha servido de justificación, a menudo cómoda y bastante inconcreta, a muchas de las actuales situaciones. (1993:13) Éste autor analiza una serie de etapas históricas clave para la estructuración re gional de España y de ahí para la generación de comunidades de vida diferen ciada y de identidades regionales. La época prerromana, que abarcaría desde la Protohistoria hasta el año 19 a. C. en que Augusto sojuzgó a los pueblos cántabros y astures, se caracteri zaba por incontables agrupaciones políticas de diversa índole que se conducían como Estados germen:
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[...] todo el occidente peninsular, más la Celtiberia y la Céltica se fragmentaban en Estados tribales de carácter comarcal o locales. Por el contrario en las áreas meridionales la unidad política predominante era la Ciudad-Estado, mientras que Tartesos constituye un paradigma de Estado territorial aglutinador de Co marcas. (Alonso Fernández 1993: 13)
La primera organización del espacio hispánico se debió a la dilatada presencia de Roma desde finales del siglo III a. C. hasta las invasiones germanas de prin cipios del siglo V. Bajo el dominio romano se estableció en el año 206 a. C. la primera unidad política peninsular — la provincia romana Híspanla— y en 197 a. C., la primera organización del espacio en unidades administrativas, en este caso partir de los dos iniciales distritos militares — la provincia Hispania Cite rior y la provincia Hispania Ulterior— . En el año 27 a. C. el emperador Au gusto llevó a cabo una intensa reestructuración administrativa: la provincia His pania Citerior pasó a denominarse Hispania Citerior Tarraconensis (capital Ta rragona) e incorporó los territorios cántabros conquistados en el 19 a. C.; la His pania Ulterior fue dividida en dos provincias: la Hispania Ulterior Baetica (ca pital Córdoba) y la Hispania Ulterior Lusitania (capital Mérida) a la que se in corporaron los territorios astures conquistados también en el 19 a. C. Las pro vincias estaban subdivididas a su vez en conventi iuridici, distritos judiciales en tomo a una ciudad importante. En el año 14 a. C. fueron modificados los límites internos de la tres provincias hispanas, pero la organización triprovincial se mantuvo hasta finales del siglo III, salvo un breve intermezzo cuando el empera dor Caracalla creó en el año 212 la provincia Hispania Nova Citerior Antoniana. En el año 293 el emperador Diocleciano llevó a cabo unas profundas refor mas descentralizadoras para facilitar la administración del enorme Imperio Ro mano. Éste fue dividido en 297 en cuatro grandes zonas administrativas — las Prefecturas— dirigidas por Prefectos y subdivididas a su vez en doce Diócesis dirigidas por Vicarios. Las tres provincias hispanas formaron la Diócesis Hispaniarum y junto con otras dos Diócesis la Prefectura de las Galias. La Diócesis de las Españas se organizaba en cinco provincias peninsulares — Baetica, Lusitania, Tarraconensis, Gallaecia y Carthaginensis— , una afri cana — Mauritania Tingitania— y otra insular — Balearica— . La mayor parte de la época visigoda se puede considerar desde un punto de vista institucional, administrativo y social como una proyección ininterrumpida de la época romana. Los visigodos altamente romanizados se instalaron en His pania como federados de Roma. Fue en la segunda mitad del siglo V cuando Eurico comenzó a consolidar un Estado hispano-visigodo emancipado del Imperio. Las tierras peninsulares entraron en un proceso de unión política y jurídica que tras el establecimiento de Toledo como la capital del Reino (554), la anexión del
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Reino Suevo (585) y la expulsión de las tropas bizantinas (628) bajo Suintila, desembocaría en la constitución de un primer Estado nacional con la unificación del Derecho promulgada por Recesvinto en el Líber Iudiciorum o Lex Visigoíhorum en el año 654. Las antiguas provincias romanas fueron transformadas paulatinamente en circunscripciones territoriales del Reino, dirigidas al principio todavía por los tradicionales gobernadores designados por el monarca, pero bajo el mando de un mando militar, el Dux, que en la segunda mitad del siglo VI quedó como diri gente único de las nuevas provincias o ducados — Bética, Cartaginense, Tarra conense, Galecia, Lusitania, Galia gótica (Septimania)— . Éstas provincias per dieron su importancia administrativa y jurídica a favor de unas circunscripciones territoriales más pequeñas, los territoria, basadas en los antiguos municipia ro manos, dotadas de independencia jurídica y administrativa y sometidas a través de gobernadores (comités) sólo a la supervisión del duque provincial. Si bien las estructuraciones anteriores han tenido que dejar su huella en las identidades de los pueblos es con seguridad el largo proceso de la Reconquista el responsable de la moderna diferenciación regional de España. La invasión árabe en 711 había provocado el hundimiento del Estado hispano-visigodo y anulado totalmente su nueva y frágil estructuración territorial. Incluso es destruida la propia unidad nacional, desaparece el primer Estado hispánico tan inestable y frágilmente logrado por los monarcas hispano-godos. (Alonso Fernández 1993: 23)
En los primeros siglos de ocupación árabe los cristianos refugiados en el Norte empezaron a establecer grandes comunidades a todo lo largo de la comisa pe ninsular que poco a poco iban preparándose para recuperar el antiguo reino his pano-visigodo del que ellos se consideran los herederos legales, alentados, ade más, por el otro elemento identificador común: la religión cristiana. Doscientos años después de que los clérigos de la corte de Alfonso III profeti zaran la reunificación por su rey de los territorios visigodos y, de manera ex presa, la ocupación de las tierras musulmanas, Alfonso VI — rey de León y de Castilla— entraba victorioso en Toledo y comenzaba a utilizar el título de em perador al tiempo que reivindicaba la vinculación de su dinastía a los últimos reyes visigodos: la ciudad, por decisión divina, permaneció durante 376 años
en poder de los moros, blasfemos del nombre de Cristo, por lo que yo, en tiendo que era vergonzoso que se invocara el nombre del maldito Mahoma... en un lugar donde nuestros santos padres adoraron a Dios..., desde que recibí el imperium de mi padre el rey Fernando y de mi madre la reina Sancha... moví el ejército contra esta ciudad en la que en otro tiempo reinaron mis pro genitores, poderosos y opulentos. (Martín 1995: 44)
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Los nombres con los que estas nuevas Comunidades se autodenominan irán co brando importancia a medida que sus territorios se van delineando, primero en la franja septentrional y posteriormente en su avance reconquistador hacia el Sur. Todos ellos han perdurado hasta nuestros días: Galicia, Asturias, León, Castilla, Navarra, Cataluña, y, por supuesto, el País Vasco, como caso especial, por re montarse sus orígenes, denominación y territorio a tiempos prerromanos; Portu gal surgió tras la reconquista de Toledo (1085) al repartir Alfonso VI los territo rios de Galicia en sendos condados al Sur (Portu Cale) y al Norte (Galicia) del río Miño entre Raimundo de Borgoña y Enrique de Lorena, con los que desposó a sus hijas Urraca y Teresa. El largo proceso de la Reconquista finalizó con la conquista del Reino de Granada por los Reyes Católicos. Las fronteras entre los distintos territorios de los pueblos cristianos que habían iniciado la Reconquista habían cambiado para entonces innumerables veces por luchas internas, enlaces matrimoniales, o herencias; algunos pueblos se habían convertido en feudos y otros en señores, pero los nombres de todos seguían vivos. Con el matrimonio de los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla y Femando VI de Aragón, en 1469, la conquista del Reino de Granada en 1492 y la incorpora ción de Navarra en 1512 se establecieron las bases de la unificación política y territorial de España. Los cronistas cortesanos de la época [...] como Andrés Bemáldez, Femando del Pulgar, Lucio Marineo Sículo o Pe dro Mártir de Anglería se esforzaron por imponer una determinada imagen del reinado, según la cual con los Reyes Católicos había comenzado una nueva etapa histórica caracterizada por el orden, la paz social, el respeto al derecho, la eficacia en el gobierno y la grandeza en la monarquía [...]. (Simón Tarrés 1996:8)
Y todo esto Actuando la mano de Dios para guiar el buen gobierno de Femando e Isabel y levantar al reino de su ruina moral y política [...]. (Simón Tarrés 1995:8)
El nuevo Estado español constituido por Isabel I y Femando VI estaba [...] basado en un exquisito equilibrio entre Aragón y Castilla. Equilibrio inse guro e imperfecto, pero trascendente para el futuro de España como para sus proyectos internacionales, que adquirirán el sesgo no aragonés ni castellano, sino español. (Alonso Fernández 1990: 34)
De esta manera se establecieron también las bases de la mitifícación de la uni dad española desde sus comienzos, unidad representada por primera vez en una sola persona con el nieto de los Reyes Católicos Carlos I, que hereda las Coro nas de Castilla y de Aragón de su madre Juana I la Loca. Carlos I de España mantiene los derechos institucionales de las dos Coronas españolas y de sus res
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pectivos pueblos, pero a lo largo de su regencia logra consolidar la idea de una sola nación bajo un sólo monarca frente a los pueblos de España y al extranjero. La unidad española se ha de ver de manera muy diferenciada a través de los si glos siguientes en los que continuamente se ha visto enfrentada a procesos secesivos de diversa índole nacional e internacional especialmente a mediados del siglo XVII, cuando debido a [...] los Austrias «zánganos» se deterioran las estructuras históricas, Cortes y Municipios en especial, y aparecen los primeros elementos de disgregación estatal. La pretensión de Olivares de unificar política y administrativamente el Estado ocasiona los graves conflictos de 1640: independencia de Portugal, in surrección de Cataluña, conatos de escisión de Aragón y de Andalucía. (Alonso Fernández 1990: 34) Estos conflictos secesivos de diferentes regiones subrayan por un lado el men cionado hecho de que la unión de las Coronas de Castilla y Aragón había sido esencialmente política y no administrativa, y de que esta situación había perdu rado durante el reinado de los Austrias; y, por otro, de que a mediados del siglo XVII existía ya una conciencia de identidad regional propia. El primer intento serio de transformar las organizaciones históricas para mo dernizar el Estado y conseguir una unión también administrativa y jurídica fue llevado a cabo por Felipe V, el primer Borbón, tras la Guerra de Sucesión a principios del siglo XVII, como represalia contra la Corona de Aragón que había luchado a favor de los Austrias e influenciado por la tradición absolutista de la monarquía francesa y el centralismo de Luis XVI. Estas reformas se promulga ron a través de los Decretos de nueva Planta en 1707 (supresión de la Cortes de los Reinos de Valencia y Aragón) y en 1716 (supresión de las instituciones ad ministrativas y jurídicas de Cataluña). En 1718 se distribuyó el territorio nacio nal en 34 intendencias administrativas que pronto pasarían a denominarse pro vincias. Al mantener estas nuevas provincias la pluralidad y especificidad histó ricas, la Administración se convirtió en un complejo, enrevesado y caótico ente en el que las competencias y delimitaciones territoriales carecían de toda lógica e imposibilitaban la gobernación y la pretendida modernización del Estado. Por ello, las Cortes Constituyentes de Cádiz propusieron en 1813 sustituir la ineficiente estructura federal-feudal por otra provincial-municipal homogénea que por los diferentes cambios gubernamentales no llegaría a realizarse hasta el 30 de noviembre de 1833, cuando Javier de Burgos, Ministro de Fomento, hizo aprobar por Decreto la división del territorio nacional en 49 provincias. Esta di visión se mantuvo con modificaciones mínimas hasta 1927 cuando se desdobló la provincia de Canarias en las de Santa Cruz de Tenerife y de Las Palmas de Gran Canaria elevando así el número de provincias a cincuenta.
Los andaluces en busca de su identidad
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La fragmentación arbitraria de las unidades históricas en mínimos territorios, asépticos por carecer de tradición sociocultural, no sólo pretendía dotar al Es tado de una organización capaz de desarrollar una Administración efectiva que lo llevara hacia la Modernidad, sino que con la disolución de todo lazo histórico, social y cultural se quería fomentar igualmente un centralismo uniformizador. Esto no se consiguió, al contrario, los sentimientos de pertenencia regional y los factores de cohesión territorial han pervivido hasta nuestros días. Durante la dictadura franquista el Estado español estaba organizado políti camente en 16 regiones, denominadas históricas, que de hecho carecían prácti camente de toda función administrativa, aunque coincidían en parte con las re giones militares. La Administración del Estado se hacía desde Madrid a través de las Diputaciones provinciales. De esta manera, las asépticas provincias de Ja vier de Burgos que con el tiempo se habían ido cargando de valores históricos y socioculturales propios se pudieron constituir durante la dictadura en una espe cie de identidad chica, natal, que podía ser actualizada, según el contexto, junto con las identidades mayores, regional o estatal y en plena consonancia con éstas. La reorganización de la España Autonómica ha parado el proceso disociador, pretendido con la fragmentación provincial del siglo XIX, y ha permitido que se recuperen real y no sólo nominalmente la mayoría de las regiones históricas re conquistadoras o nacidas durante la Reconquista como Andalucía o Valencia. La nueva organización en Comunidades Autónomas ha mantenido a grandes rasgos la distribución y composición provincial de las regiones históricas franquistas, sobre todo las de la periferia peninsular — Galicia, Asturias, País Vasco, Nava rra, Aragón, Cataluña, Valencia, Murcia (que pierde la provincia de Albacete a Castilla-La Mancha), Andalucía y Extremadura— . Las regiones “centrales” se han reagrupado en parte por motivos económicos aunque con seguridad la con ciencia de identidad histórica ha apoyado las decisiones tomadas. Así, Castilla la Vieja se une con León en la Comunidad Autónoma Castilla León, pero segregándose la provincia de Santander que se constituye en la C. A. Cantabria y la provincia de Logroño, que pasa a ser la C. A. La Rioja. Castilla la Nueva se convierte en Castilla-La Mancha, incorporándose la provincia de Albacete, al parecer por motivos históricos y socioculturales, y “segregando” a Madrid, que se ha constituido en C. A. independiente, ya que, al parecer, ninguna de las dos Castillas quería formar una Comunidad con ella temiendo su prepotencia polí tico-económica. Ojalá se cumplan los deseos de nuestro actual rey Borbón, Juan Carlos I, de conseguir un Estado español a través de la acentuación de las diferentes identi dades regionales y no de la supresión de éstas como pretendió su primer antece sor español Felipe V.
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Francisco B áez de A guilar G onzález
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Hsspania Oíerior
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