Historia del léxico español: Enfoques y aplicaciones 9783865278524

El tomo reúne estudios sobre la historia del léxico español y documenta deficiencias de la lexicología hispánica. Ofrece

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Spanish; Castilian Pages 324 Year 2004

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Table of contents :
ÍNDICE
PRÓLOGO
OBSERVACIONES FILOLÓGICAS AL CÓDICE EMILIANENSE 46 (GLOSARIO TURZA), CON ALGUNAS DE SUS APORTACIONES A LA HISTORIA LINGÜÍSTICA ESPAÑOLA
HISTORIA DE LAS IDEAS, HISTORIA DE LAS PALABRAS, ANTROPOLOGÍA LINGÜÍSTICA
ASPECTOS DEL LÉXICO MEDIEVAL DESDE LA PERSPECTIVA DEL DICCIONARIO DEL ESPAÑOL MEDIEVAL (DEM)
INDIO E INDIANO EN EL ESPAÑOL ANTERIOR A 1400
CONSIDERACIONES FILOLÓGICAS ACERCA DE UN LÉXICO ESPECÍFICO MEDIEVAL: EL ARTE CISORIA DE ENRIQUE DE VILLENA (1423)
EN TORNO AL LÉXICO FUNDAMENTAL DEL SIGLO XV: SOBRE ALGUNOS CAMPOS VERBALES
LA IMPORTANCIA DE LAS GRAMÁTICAS LATINAS PARA LA HISTORIA DEL LÉXICO ESPAÑOL: LA ARS GRAMMATICA DE ANDREAS GUTERRIUS CESARIANUS (1485)
EL GITANISMO EN EL ARGOT ESPAÑOL
LA HISTORIA DEL LÉXICO HISPÁNICO Y LA NOCIÓN DE ECONOMÍA
CONVERGENCIAS EUROPEAS EN EL LÉXICO ESPAÑOL
PRIMERA APROXIMACIÓN AL TRATAMIENTO LEXICOGRÁFICO DE LOS GALICISMOS DEL ESPAÑOL
LA EXPRESIÓN DE LA NOCIÓN ‘DEVENIR’ EN ESPAÑOL
DESCRIPCIÓN LÉXICA DEL TÉRMINO COSTE DE PRODUCCIÓN
EL ORIGEN DE ESP. CRIOLLO, PORT. CRIOULO
DENOMINACIONES EN EL REINO NATURAL EN CRÓNICAS DEL SIGLO XVI
LAS PERSPECTIVAS ETNOLINGÜÍSTICAS EN EL LÉXICO NOVOHISPANO DEL SIGLO XVI
CULTURAS NACIONALES Y LÉXICO CONTEMPORÁNEO DEL ESPAÑOL
BIBLIOGRAFÍA DE DICCIONARIOS, CÓRPORA Y MANUALES
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Historia del léxico español: Enfoques y aplicaciones
 9783865278524

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Jens Lüdtke y Christian Schmitt (eds.) Historia del léxico español Enfoques y aplicaciones

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LINGÜÍSTICA IBEROAMERICANA Vol. 21

DIRECTORES:

Concepción Company Company María Teresa Fuentes Morán Eberhard Gärtner Emma Martinell Hiroto Ueda Reinhold Werner Gerd Wotjak

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Historia del léxico español Enfoques y aplicaciones HOMENAJE A BODO MÜLLER

Estudios editados por Jens Lüdtke y Christian Schmitt

Iberoamericana



Vervuert



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Bibliographic information published by Die Deutsche Bibliothek Die Deutsche Bibliothek lists this publication in the Deutsche Nationalbibliografie; detailed bibliographic data is available in the Internet at http://dnb.ddb.de

Reservados todos los derechos

© Iberoamericana, 2004 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 Fax: +34 91 429 53 97 [email protected] www.ibero-americana.net © Vervuert, 2004 Wielandstr. 40 – D-60318 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.ibero-americana.net ISBN 84-8489-120-8 (Iberoamericana) ISBN 3-89354-791-6 (Vervuert) Depósito Legal:

Impreso en Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro.

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ÍNDICE

Prólogo ..............................................................................................................

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Fernando González Ollé Observaciones filológicas al códice emilianense 46 (Glosario Turza), con algunas de sus aportaciones a la historia lingüística española ..........

13

Franz Lebsanft Historia de las ideas, historia de las palabras, antropología lingüística. Imaginación y fantasía en las Siete Partidas y otros textos medievales españoles ...................................................................................

39

Bodo Müller Aspectos del léxico medieval desde la perspectiva del Diccionario del español medieval (DEM) .......................................................................

61

Eva-Maria Güida Indio e indiano en el español anterior a 1400 ............................................

73

Barbara von Gemmingen Consideraciones filológicas acerca de un léxico específico medieval: el Arte Cisoria de Enrique de Villena (1423) ..............................................

89

Rolf Eberenz En torno al léxico fundamental del siglo XV: sobre algunos campos verbales

111

Christian Schmitt La importancia de las gramáticas latinas para la historia del léxico español: la Ars grammatica de Andreas Guterrius Cesarianus (1485) ..................... 137 Bernhard Helzle-Drehwald El gitanismo en el argot español .................................................................

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Índice

Yvonne Stork La historia del léxico hispánico y la noción de economía ..........................

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Horst Geckeler (†) Convergencias europeas en el léxico español .............................................

183

André Thibault y Martin-Dietrich Gleßgen Primera aproximación al tratamiento lexicográfico de los galicismos del español ...................................................................................................

197

Andreas Wesch La expresión de la noción ‘devenir’ en español ..........................................

217

Pedro Vega Descripción léxica del término coste de producción ..................................

233

Volker Noll El origen de esp. criollo, port. crioulo ........................................................

257

Waltraud Weidenbusch Denominaciones en el reino natural en crónicas del siglo XVI ...................

265

Jens Lüdtke Las perspectivas etnolingüísticas en el léxico novohispano del siglo XVI .....

285

Luis Fernando Lara Culturas nacionales y léxico contemporáneo del español ..........................

303

Bibliografía de diccionarios, córpora y manuales .............................................

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PRÓLOGO

La presencia del homenajeado en esta obra puede sorprender, pero esto no es nuestra intención ni muchísimo menos. Los editores de esta sección de las Jornadas de la Asociación Alemana de Hispanistas, organizadas por los hispanistas de la Universidad de Leipzig y celebradas del 6 al 11 de marzo de 2001, han querido hacer, desde mucho tiempo atrás, una obra en común con la participación del Profesor Bodo Müller, director del Diccionario del español medieval (DEM) que se va publicando desde 1986. El resultado no es un homenaje tradicional, sino una serie de estudios sobre el léxico español al que Bodo Müller se ha dedicado desde hace más de veinte años. Nuestra sección pretendió reunir planteamientos y resultados de la investigación histórica del léxico español desde las primeras documentaciones del idioma hasta la expansión a América. Cada contribución desarrolla un aspecto distinto de la historia proporcionando una imagen polifacética del objeto de nuestros estudios. No debe sorprender que tantos de los colaboradores de este volumen se dediquen con particular ahínco al análisis de nuevas fuentes documentales. Todavía distamos mucho de haber aprovechado todas las fuentes idóneas del español de España, sin mencionar lo poco que sabemos de la historia del léxico hispanoamericano, a pesar de los numerosos volúmenes de léxicos hispanoamericanos de Peter Boyd-Bowman y la larga serie de estudios dedicados al tema. La presente obra comienza con una disquisición filológica del primer glosario de la lengua española. Fernando González Ollé avanza en la interpretación del códice emilianense, conservado en la Real Academia de la Historia de Madrid, que procede del Monasterio de San Millán de la Cogolla, designado como Glosario Turza por sus editores. Para poder aprovechar este glosario, es imprescindible someter las entradas a un análisis filológico riguroso en el que González Ollé se muestra muy ingenioso al averiguar las deformaciones de algunas voces. En este sentido comenta incorrecciones ortográficas antes de pasar a las observaciones fonéticas y etimológicas (sobre todo acerca de droga) y sobre los datos léxicos.

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A diferencia de trabajos centrados en un aspecto particular, Franz Lebsanft parte de una semántica “lingüística“ y otra “enciclopédica” o semántica “de las cosas” a la vez. La segunda, actualmente más cultivada que la primera, se concibe como semántica cognitiva o como semántica pragmática. En cuanto a la semántica cognitiva (hay quienes prefieren “cognoscitiva”), las palabras estudiadas pertenecen al lenguaje especializado de la filosofía medieval. Es interesante comprobar que la semántica cognitiva tiene afinidades con los lenguajes especializados. Empleando el análisis discursivo (o textual), lingüístico y enciclopédico Lebsanft aboga por un estudio integral del léxico español. Está consciente de que necesariamente el estudio histórico se basa en los textos y en el trabajo filológico. Bodo Müller ofrece un panorama de posibles estudios basados en el Diccionario del español medieval: un enorme aumento de primeras documentaciones de voces y acepciones, de voces documentadas por primera vez en determinados autores como Gonzalo de Berceo que deberán transformar los estudios lexicológicos del español medieval, tanto en cuanto al enriquecimiento como a las pérdidas. Es particularmente notable la documentación del léxico del siglo XIV. Sin una base fidedigna como ésta es imposible seguir el desarrollo del vocabulario español posterior, se trate del español peninsular o del americano. Cuando el DEM esté publicado, estamos seguros de que va a cambiar en muchos aspectos el estudio histórico del léxico español. Eva-Maria Güida, colaboradora y redactora del DEM de Bodo Müller, aprovecha los materiales de este diccionario en su análisis de indio e indiano anteriores a 1400. La documentación del DEM permite descubrir la primera atestiguación de indiano e indio en el Libro de Alexandre, contrariamente a lo que se comprueba en los diccionarios hasta ahora. Eva-Maria Güida discute las acepciones y los usos de estos etnónimos en la literatura medieval especializada, muy diferente de la que se encuentra durante la colonia. Bienvenidos son igualmente los trabajos sobre el tan importante siglo XV que más que el siglo XIV manifiesta cambios tan profundos como para localizar el paso del español antiguo al moderno en este siglo. La comparación de los estudios del léxico medieval con el léxico actual en el mundo hispánico patentiza la carencia de estudios del léxico entre finales del siglo XV y la actualidad. Ni siquiera disponemos de diccionarios del uso de todos los países hispánicos, y hasta cierto punto incluso se desconoce el léxico usual en las regiones de España. En la actualidad, se compara el léxico diferencial de los distintos países hispanoamericanos con el léxico peninsular codificado en el diccionario de la RAE que, por su parte, no es la codificación del

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léxico usual en España. En cuanto al estudio histórico, se proyectan las diferencias actuales en el pasado, buscando el origen de las diferencias. Por eso, la lexicología histórica no ha adelantado tanto como debería. Hace falta documentar el léxico usual en todo el dominio lingüístico español para justificar el desarrollo desde la implantación de la lengua en tierras americanas hasta la época contemporánea. Hay textos que sorprenden como fuentes lexicográficas. Uno de éstos es el Arte Cisoria de Enrique de Villena (1423), único en su género, que analiza Barbara von Gemmingen. El tratado se escribe en el contexto del contacto lingüístico entre catalán, aragonés y castellano en la corte catalano-aragonesa y que se manifiesta en préstamos tomados de varias lenguas (latín, catalán, francés), permitiéndole a la autora antedatar muchas voces, estudiar el léxico de los modales cortesanos en la mesa y caracterizar en sus líneas generales el léxico contenido en el Arte Cisoria. Rolf Eberenz dedica un nutrido estudio al léxico fundamental durante el siglo XV. Según lo que demuestra Bodo Müller (en este volumen), se había perdido el 19.2% del vocabulario en el siglo XIV y el 10.1% en el siglo XV. Por otra parte aumenta la producción de textos en el siglo XV. La transformación es, pues, muy considerable en este siglo. Rolf Eberenz estudia la sustitución de algunos verbos de alta frecuencia y la motivación de esta sustitución, que es la búsqueda de un lenguaje más elaborado como, por ejemplo, abundar, fincar, membrar, catar, departir, fallecer, tañer etc. y sus sustitutos. Christian Schmitt propone el aprovechamiento de gramáticas latinas para la lexicografía histórica de la lengua española, tomando como ejemplo la gramática de Andreas Guterrius Cesarianus (1485). Resulta que numerosas voces españolas se documentan por primera vez en esta gramática, que las definiciones semánticas difieren en muchos casos de aquellas documentadas en el diccionario etimológico de Corominas/Pascual y que las informaciones sobre el uso o sobre la pragmática completan las indicaciones sociológicas e históricas de los diccionarios españoles del Renacimiento. En suma: se trata de un texto de gran interés para los inicios de la lexicografía del español moderno. Bernhard Helzle-Drehwald propone un trabajo etimológico sobre los gitanismos y las palabras agitanadas del español peninsular. El autor da un resumen de los resultados de su tesis doctoral, con la intención de presentar el estado de la cuestión sobre este tema. Considerada como variedad, la lengua gitana de España es una variedad residual que por eso mismo ha llamado poco la atención a los lingüistas, mientras que hoy en día este tipo de estudios despierta un vivo interés.

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Un aspecto metodológico, el concepto de “economía”, está en el centro de la contribución de Yvonne Stork. La autora considera que no se toma en la debida cuenta el concepto de economía en el estudio de la historia del léxico español, a pesar de que muchos autores hablan de simplificación del léxico en el paso del latín al protorromance y al español medieval. Yvonne Stork ve en la simplificación y la regularidad del léxico español el obrar del principio de economía. Horst Geckeler estudia el léxico convergente de las lenguas europeas, tomando como muestras las lenguas española, francesa, italiana, inglesa y alemana, considerando los llamados eurolatinismos, eurohelenismos, eurogalicismos, euroanglicismos y euroangloamericanismos que se presentan según el orden cronológico de la mayor influencia. Explica de esta manera la estable convergencia del léxico de las lenguas europeas. André Thibault y Martin-Dietrich Gleßgen están proyectando una obra de conjunto de los galicismos del español que realizará André Thibault en un diccionario histórico, crítico y filológico, con la participación de MartinDietrich Gleßgen en cuanto a los galicismos hispanoamericanos. La contribución da una síntesis de las fuentes para un diccionario de galicismos que son en su mayoría diccionarios de tipo bastante variados. El estudio de los galicismos americanos va a ser difícil, debido a la extensión geográfica del continente americano, la difusión diferente de los galicismos en los varios países y los escasos estudios sobre el tema. Raras veces se combinan el estudio teórico, sincrónico y diacrónico. Andreas Wesch analiza los verbos de cambio documentados desde el Siglo de Oro hasta la actualidad en una perspectiva designativa que hace posible la comparación y la aplicación didáctica, localizando las expresiones del devenir entre dos polos, la participación activa máxima o agente y ninguna participación activa o paciente, llamadas “expresiones fientivas“ (este último término está derivado del lat. fieri “devenir“). Estas expresiones se construyen mediante un verbo de cópula + adjetivo, sustantivo o pronombre que diferencian a las lenguas iberorrománicas de otras lenguas. El autor compara asimismo el español con el francés y el italiano. Un aspecto de la terminología económica es el tema de la comparación que da Pedro Vega de coste de producción y el término alemán Herstellungskosten. Los lenguajes especializados están elaborados de manera insuficiente. Pedro Vega pretende dar una contribución a un diccionario del lenguaje económico-mercantil para el que estudia la fijación gradual de un grupo de términos afines, pero bien diferenciados.

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Volker Noll supone que el origen de esp. criollo se encuentra en el port. crioulo. La argumentación probabilística de Noll se apoya en criterios fonéticos y semánticos para probar que esp. criollo es un lusismo brasileño. Jens Lüdtke opina que hasta cierto punto es posible asumir la perspectiva del hablante español que entra en contacto con el Nuevo Mundo. La condición previa es tomar en cuenta el mundo discursivo de los textos que revelan varias perspectivas y comparaciones implícitas con todo lo que conocieron los españoles en las etapas cronológicas de la expansión. De todo esto resulta una variación lingüística que, continuando hasta la actualidad, elimina, sin embargo, los elementos más populares, entre ellos los indigenismos. Waltraud Weidenbusch trata de la motivación de las denominaciones de animales y plantas en el español colonial, haciendo una selección de las fuentes más adecuadas y estudiando la distribución regional de las voces, su variación diatópica y diastrática. Es consciente del problema de si este vocabulario forma parte de la lengua común o si son vocabularios especializados. Las denominaciones tienen tanto un origen indígena como español, en muchos casos existen dos significantes que se distinguen según diferentes variedades de la misma región. En un sentido se podría empezar la lectura de esta obra con el artículo de Luis Fernando Lara. En efecto, cuando se habla de la historia del léxico español se presupone el léxico del español como cosa documentada y sabida. Nada más lejos de la verdad. Se deducirá del planteamiento de Lara que el léxico del español se podría enfocar desde muchas perspectivas nacionales, una de ellas sería la del español peninsular. Pero no por eso es conocido el uso actual del español peninsular. Lara aboga por el estudio completo del español en 21 países, sin excluir los diccionarios de regionalismos, pero rechaza la comparación unilateral del español de un país con el español de España. No pocos ponentes presuponen como conocidos los diccionarios y manuales que citan sólo por sus siglas o mencionando sus autores. Nos ha parecido útil agrupar las indicaciones bibliográficas completas de estos diccionarios, incluyendo a los menos manejados, así como de los manuales y los córpora citados en una lista aparte que cierra esta obra bajo el título: «Bibliografía de diccionarios, córpora y manuales». Finalmente, agradecemos a Isabel Eisenmann y Christa Heim el haber cuidado esta edición, con la colaboración de Stephanie Bachmann, Maja Fröhlich y Andreas Ogrinz, y al editor de Iberoamericana Klaus Dieter Vervuert su acogida de estos estudios desde las Jornadas de Leipzig en su casa editora.

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OBSERVACIONES FILOLÓGICAS AL CÓDICE EMILIANENSE 46 (GLOSARIO TURZA), CON ALGUNAS DE SUS APORTACIONES A LA HISTORIA LINGÜÍSTICA ESPAÑOLA

Fernando González Ollé Universidad de Navarra

Dem Lexikographen Prof. Dr. Bodo Müller als Ausdruck meiner Bewunderung und Freundschaft.

1. Colocado el texto de las Glosas Emilianenses y de las Glosas Silenses al frente de un estudio sobre la época inicial de la lengua española, no representaría hoy el mismo alcance efectivo ni el mismo valor simbólico que tenía esta disposición cuando en 1926 Menéndez Pidal reprodujo ambos documentos a la cabeza de la primera edición de su obra Orígenes del español. Exámenes, de carácter codicológico y paleográfico, con preferencia al análisis lingüístico, que todavía pueden considerarse recientes —la bibliografía crece abundante en torno a esta cuestión—, han retrasado, con amplio asentimiento, la datación de las citadas glosas hasta el siglo XI y aun el parecer de algunos críticos las sitúa a finales de él. Para ocupar el puesto historiográfico de aquéllas no resulta necesario recurrir a documentación de distinta naturaleza, sino de la misma que las glosas, es decir, perteneciente al ámbito lexicográfico, incluso con mayor propiedad formal que ellas. El puesto que, de modo tradicional, hasta al presente, ha venido atribuyéndoseles, no sólo puede, sino que debe otorgarse, al menos por ahora, a un códice de la Real Academia de la Historia, nº. 46, publicado por primera vez en 1997 por los hermanos García Turza (1997a). El manuscrito, terminado de escribir, según indica su colofón, el 13 de junio del año 964, “se adelanta en más de un siglo a las venerables glosas de la Cogolla y en varios lustros a la nodicia de kesos (980), procedente del monasterio leonés de Rozuela” (García Turza 1998: 955). A la obvia razón cronológica de prioridad se suman otras dos circunstancias de sensible alcance a favor de la causa apuntada. El códice 46 procede indudablemente, a juzgar por sus características codicológicas y paleográ-

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ficas, del Monasterio de San Millán de la Cogolla, y la principal pieza en él contenida, un abundante glosario, se utilizó en la tarea de insertar algunos sectores de las Glosas Emilianenses y Silenses. Para Vivancos (1996: 91) sin excluir otras posibilidades, “su dependencia del glosario latino RAH, cód. 46 [...], nos inclina más a pensar que se basan en él, romanceando formas latinas previas o copiándolas simplemente cuando resultan meridianas”. Antes de entrar en una más detenida caracterización del mencionado códice, para pasar luego al estudio de algunas de las muchas novedades que brinda a la historia de la lengua española, me parece oportuno presentar, de manera ahora inevitablemente muy esquemática, la situación o tendencias actuales de la investigación sobre la tipología documental hasta aquí mencionada. 2. Las glosas a los documentos medievales, en general, se entendieron inicialmente, tanto si adoptaban la correspondencia latín-latín o latín-romance, como creación de un copista o de un lector con el fin de facilitar la comprensión de determinadas palabras (en ocasiones, su función sintáctica) a otros lectores sucesivos del mismo texto. Para una más completa ayuda interpretativa, luego se formaron los glosarios. Cada uno de ellos suponía la recopilación, más o menos extensa y homogénea, mejor o peor ordenada, de glosas procedentes de muy diversos manuscritos. Naturalmente, también se fundían o refundían, a su vez, las propias recopilaciones previas. Sin descartar la posible composición original de algunos, por lo general, en este caso, de carácter temático. Durante bastante tiempo, el estudio de los glosarios se ha manifestado más atento a la procedencia de las glosas constituyentes que a los efectos de su aplicación. El interés hacia ellos se ha incrementado a partir de haberse podido probar con certeza, en casos bien precisos, que también cumplían otra función: los glosarios monolingües latinos habían estado asimismo destinados a procurar la mejora y el enriquecimiento léxico de determinadas obras, es decir, a sustituir palabras usuales por otras tenidas como más correctas, cultas, efectistas, etc. o, simplemente, inusitadas y aun obscuras, que escapaban a los conocimientos estilísticos de los usuarios. Así procedieron algunos escritores, con el propósito de realzar su vocabulario (Díaz y Díaz 1978: 10)1. 1 Aduce, entre otros, el temprano testimonio norteafricano de un prólogo cuya redacción básica ha experimentado “la sistemática sustitución de todos los términos por otros tomados de glosarios, con lo que se alcanzó a elaborar una algarabía ininteligible”. Por más próxi-

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Claro está que textos afectados por esta tarea de artificial embellecimiento, en principio insospechada o desconocida, han provocado a veces juicios erróneos en cuanto a su caracterización e incluso cronología. De ahí, uno de los motivos del interés actual suscitado por los glosarios, como piedra de toque para descubrir supuestas o posibles manipulaciones causantes de errores en la apreciación actual de un texto. 3. Aquí quiero destacar un aspecto diverso de los glosarios, porque, sin duda, es el primordial para el estudio no sólo del léxico, sino de otros niveles de la lengua española. En términos absolutos, los glosarios constituyen por sí mismos una fuente de primera magnitud para la investigación de los orígenes del español. Me atengo a la autorizada opinión de los hermanos García Turza (1998: 944), quienes proponen como alternativa a las glosas, “los denominados comúnmente glosarios, tipología codicológica de contenido lexical que no recibe en la actualidad la atención que merece, y que ofrece a la investigación un sinfín de aspectos de interés”. Con su publicación reseñada al principio y una constelación de estudios (varios han sido ya citados) en torno a ella han validado su recién copiada declaración y han dejado abierto un amplio campo de investigación, al que me propongo acceder aquí en unos limitados puntos. 4. El glosario contenido en el ms. 46 de la Real Academia de la Historia (que en adelante, por razones de concisión y claridad, designaré como Glosario Turza, abreviado, GlT, ante la anonimia mantenida por sus editores), guarda, según éstos, unos 20.000 artículos con unas 100.000 acepciones, extensión que lo destaca entre los latino-latinos altomedievales. “Es el resultado de la agrupación y posterior alfabetización de varios glosarios”, a la vez que, “sin ningún género de dudas, el modelo” de varios glosarios silenses. Si la corrección formal, sin enmiendas ni añadidos, apunta a que el códice es copia de otro, “por las características grafofonéticas del texto es evidente que gran parte de éste se realizó en algún momento a partir de una recitación, bien desde una lectura al dictado o bien desde una lectura individualizada en voz alta [...]. En cualquier caso, la copia presenta innumerables mo a los textos del presente estudio, añado el caso de varias composiciones riojanas de finales del siglo X en que figura eoo como ‘oriental’ y ‘por la mañana’. Pues bien, C. y J. García Turza (1997b: 185n77) revelan en el citado códice 46 los artículos: eoo ‘oriente solem’; eous ‘oriens’; eois ‘oris matutinis’; etc.

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e indudables elementos orales, que reflejan hábitos fonológicos romances, de lectores o de escribas”. El GlT constituye “un repertorio riquísimo de voces que nos informan sobre todo tipo de temas”. Muchas no figuran en el Corpus Glossariorum Latinorum ni en el Thesaurus Linguae Latinae. La abundancia y naturaleza de los artículos contenidos en el glosario sugiere a sus editores (García Turza 1997b: 173) que la denominación de diccionario enciclopédico resultaría más adecuada. En efecto, si prevalecen los términos del léxico común, propios de la vida cotidiana, también abundan otros específicos de Religión, Mitología, Artes liberales, Derecho, Geografía remota, Culturas antiguas, etc. A propósito del extenso acervo de conocimientos reflejados en el GlT recuerdan cómo en La Rioja confluyen influencias castellanoleonesas, navarras, mozárabes y, a través de Al-Andalus, orientales, más las aportadas por la corriente multiforme del Camino de Santiago. De su relación con éste constituye una magnífica prueba que, a mediados del siglo x, un obispo aquitano encargase en San Martín de Albelda copia de un tratado compuesto por San Ildefonso de Toledo. El códice incluye otras piezas de importancia e interés inferiores respecto de la descrita. Entre ellas, un breve fragmento con algunas “expresiones germánicas de origen ‘quizá’ renano o bávaro”; unas cuantas palabras escritas con caracteres griegos; etc. 5. No faltan referencias históricas e indicios arqueológicos para suponer la presencia de un tipo de vida cenobítica o, al menos, eremítica, en San Millán desde la época visigoda, sin haberse visto interrumpida por la conquista árabe. El que no exista noticia de su fundación, a diferencia de lo que ocurre con los monasterios próximos de Albelda y de Nájera, como tampoco de que se hubiese restaurado solemnemente el culto con la reconquista navarra en el año 923, son otros claros argumentos favorables a la antigüedad, remota, y continuación comunitaria de San Millán. En este mismo sentido apunta su actividad intelectual. El códice emilianense más temprano es del año 933; de 946, la copia de las Etimologías de San Isidoro realizada por Jimeno; y desde los inmediatos años posteriores se incrementa la producción de códices. Según Olarte (2000: 98), del siglo X se conservan, al menos, 36 códices procedentes de San Millán de la Cogolla, dato que le convierte probablemente en el monasterio más activo de España. Dicha actividad obliga a suponer la existencia, desde tiempo muy atrás (Olarte cree que puede remontarse al siglo VII), de un escritorio, pues éste exi-

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Observaciones filológicas al códice emilianense

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gía una notable complejidad de actividades y dependencias anejas, impensables para una comunidad nueva, la cual se hubiera visto obligada a dedicar todos sus esfuerzos al levantamiento material del monasterio y a la ordenación de su entorno natural. 6. Señalé al comienzo la utilización del GlT por las Glosas Emilianenses y Silenses, según la opinión de Vivancos, si bien no ofrece ninguna prueba específica. Sus editores recogen tal parecer, pero señalan la necesidad de nuevas investigaciones sobre ese punto. Por el contrario, muestran (García Turza 1998: 957) de manera cierta que el glosario “fue indudablemente consultado por un lector emilianense del último tercio del siglo X para resolver las dudas que le planteaban numerosas voces del manuscrito RAH núm. 13”. Del mismo modo aseguran que dos glosarios silenses de los siglos XI y XII, copiados en San Millán, proceden del GlT. La letra de éste es “visigótica redonda o sentada, regular, de trazo muy cuidado y bien apoyada sobre el renglón”2. 7. El GlT es una pieza heterogénea, como podía presumirse por la diversidad de sus fuentes. El recopilador no parece haber hecho nada para evitar esa condición. Antes bien, las numerosas incongruencias y contradicciones que, como se irá viendo, ofrece, bastarían para considerarlo así. Aunque por razones prácticas de su análisis y de la correspondiente exposición de sus resultados suela aparecer aquí tratado unitariamente, siempre habrá que proceder con cautela ante afirmaciones de carácter general, pues los datos para alcanzarlas pueden proceder de cronologías alejadas y de regiones asimismo distantes e independientes. La técnica lexicográfica del GlT ha merecido un riguroso y pormenorizado examen a cargo de sus editores. Por mi parte, me propongo presentar un breve muestrario de observaciones textuales, que estimo de utilidad práctica para el historiador de la lengua española, pues le revelarán con cuánta cautela ha de proceder en numerosas ocasiones si pretende aprovecharse válidamente de esta fuente.

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Me informan amablemente los editores que f (efe) y s (ese), c (ce) y t (te), u y a están diferenciadas con toda claridad en el ms., pese a tratarse de pares gráficos con forma muy parecida. Caso distinto es el de las confusiones de copistas que emplean letras foráneas (merovingia, carolina, etc.) y tienen delante un modelo en letra visigótica.

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En efecto, la comprensión de numerosos artículos del glosario no resulta, por varios motivos, fácil ni segura; al menos, de hecho, yo no la he alcanzado siempre. Aunque la situación resulte paradójica, para utilizar el GlT como instrumento filológico, previamente hay que someterlo, como enseguida se comprobará, a una depuración igualmente filológica. 8. Antes referiré que no faltan glosas puramente gramaticales, para indicar el género, el número u otras características flexivas del encabezamiento: Dies secundum artis regulam femenini generis est, 45r24.- Crocum et neutro et masculino genere, 37r51.- Ent silaba futuri est; unt vero presentis, sicut facient, faciunt, 53r29.- Este imperantis modus est temporis presenti pluraliter dictus, 55v3.- Estote similiter de futurum, 55v4.- Greculus diminutivus, 71v28. Etc. Pero son escasas las que responden a una intención correctiva: Figulus fictor figulina, non figlina, 64r3.- Forceps fabri que corrupte forcipes dicuntur, 65v25. Etc. En esta línea, se produce algún caso expreso de ultracorrección: Sauricem soricem, antiqui sic dicebant, 138r46. 9. Las incorrecciones (orto)gráficas se extienden a lo largo de toda la obra, tanto en las entradas como en las definiciones3. A veces, su presencia descon-cierta, pero la enmienda, la comprensión, alcanza a lograrse, según los casos, por la observación atenta capaz de descubrir el dislate, por el cotejo entre los dos constituyentes de cada artículo, por la comparación de un artículo con otro, etc. Algunas muestras4: Auruspices qui habes [aues] inspiciunt, 16r45. De modo similar: Salue habe [aue], 37r8 se facilita con: Salue aue, 137r36. En el artículo: Lucar [‘impuesto sobre bosques’] uectigal uel egrotatjo que fiebat in lucis, 95v59, por egrotatjo habrá de entenderse erogatio y suponer un descuido gráfico más que tan torpe confusión léxica de parónimos. Leralis arando mortalis, 93v9, sería incomprensible sin conocer otro artículo: Letalis arundo [‘caña’] mortifera sagitta, 93v9. La adición, supresión, lectura equivocada de una letra, fusión de palabras, etc., son frecuentes errores de mayor o menor dificultad: Leibitum

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Copio en negrita la entrada y en cursiva la definición. Coloco, por lo general, entre corchetes mi enmienda o estricta aclaración; es decir, mi glosa —en latín o en español— de la glosa (que no es metaglosa). 4

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[libitum] voluptarium, 92v60.- Vadit ayt [it], 159r25.- Torcular laus [lacus] calcaturium, 155v42.- Stultus solidus [stolidus], 147v5. Tanto en el artículo: Singillatim uiritini [uiritim], 143r20, como en: Tiberiana hostia [ostia] coloma [colonia] ad os Tiberis posita, 154v28, y quizá también en: Nimia [probablemente moenia ‘muralla’, pero, a veces, ‘ciudad’] ciuitas, 129r54, los trazos verticales de las letras m, n, i, se han disgregado o se han unido indebidamente, con el resultado de haber originado otras distintas. Para la definición de: Vabra calida [callida], 159r1, vafer calidus [callidus], 159r38, la enmienda se justifica no sólo por la presencia del sinónimo en la entrada del artículo, sino por la presencia, incluso inmediata, de vafer callidus, 159r36, y de vafer astutus, 159r37.- Prontus [pontus] pelagus, 125v29, es corrección sugerida merced a la glosa, al igual que en: Futura [sutura] sectura, 68v15, de modo similar a como en el caso de: Tus ponten [potens o pollens] magna uel genus pigmenti, 158v27, la enmienda parece exigida por el adjetivo de la definición. La aparente identificación entre: Titubat uacillat, 155v52, y titubat significat, 155r53, artículos consecutivos, según se ve, creo que debe descartarse y leer como titulat el segundo encabezamiento. El artículo: Stilo ligneo sod exacuto, 146v19, exige para su inteligencia modificar la segmentación de sod exacuto en sodex acuto, y enmendar sodex por sudes ‘palo puntiagudo’ (César, Virgilio). Como también resultaría inexplicable: Insigne ouiles [nobiles], 85v33, si a continuación no figurara: Insignem nouilem, clarum, egregium, mirauile, altum. Carbasus genus ligni [lini] unde uela fiunt, 23r37, se entiende gracias a: Carpasu lini genus, linteum grossum, 23v32. 10. En varios artículos, definido y definición resultan, sorprendentemente, según el común entender, antónimos: Latet patet, 92r36.- Radice ima montis, 129v24. Entre ellos, algunos muestran resaltada la antonimia por la comparación con artículos próximos: Expers alienus ab aliqua rem, ignarus, incognitus, inpatiens, 59r4, seguido de: Expers sciens, euigilans, uel qui est extra pegritiam. Tras: Mares uiri masculini, 99r2, con exacta y aun hipercaracterizada definición, resulta difícil de admitir la validez de: Mares hic mulieres, 99r4, pese a la indicación deíctica contextualizadora (hic). Sí parece haber sido observada, de modo expreso y bien notorio, la incongruencia en: Rammus rubus, 130r7, ante rammus rubus non est, sed spinarum genus..., 130r9, sabido que, en efecto, rubus significa ‘espino’.

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Todos o varios de los casos examinados a lo largo del presente apartado quizá no sean imputables a una radical ignorancia. Cabría suponer que la palabra glosada se haya extraído torpemente de un contexto en el cual y mediante el cual sí se justificaba la definición con que en el glosario figura acompañada. 11. Algunos rasgos semánticos o connotaciones históricas de que participan ambos términos, parecen autorizar interpretaciones como las siguientes: Exilia [Scila] errorum marinos, 57v69. Un caso semejante: Stig [Stigia, la laguna mitológica] uorago, 146v9. Otros, de ámbitos muy distantes de los anteriores y entre sí: Siloa [Siloe, la piscina evangélica] stagnum.- Pinus [Poenus] Anifal [Hannibal], 117r18. Man quid man, 98v37, y manna quid est hoc, 99r28, no incurren ciertamente en ningún error, pero desconciertan por el hecho de reproducir, tras una insólita entrada, desde el punto de vista de su presumible adscripción latina, el estilo directo de una perícopa de Éxodo, 16, 15: Dixerunt ad invicem: Manhu? Quod significat: Quid est hoc (en los versículos siguientes, man), omitido el verbo dicendi del texto glosado. Para el artículo: Manna sacrificium in Regum, 98v36, parece haberse errado la fuente que cabía esperar, conclusión a la que llego tras haber acertado, según creo, a interpretar Regum como el bíblico Liber Regum, pues en ella no se encuentra la acepción consignada, sino sólo en Baruch, 1, 10: Facite manna et offerte. Únicamente con la consulta de S. Isidoro, Etym., IX, 2, 19: Labaim, a quo Liby, qui quondam Phuthaei vocabantur, acierto a entender: Labam nunc Libites, quondam Futei, 90v4. Otras veces, los errores pueden descubrirse con menos esfuerzo, dada su escasa entidad, especialmente en los nombres propios, para los cuales en ocasiones ni siquiera figuran datos identificadores por sí mismos: Infingenia [Iphigenia] soror, 77r18 y 81v35, glosa sólo válida en un texto que mencione al personaje trágico Orestes, con independencia de las posibles causas (etimología popular, posterior resonancia nasal en la segunda sílaba, etc.) que hayan ocasionado la deformación. Temp silua, 153r1, la entrada léxica debe de corresponder Tempe ‘valle de Tesalia’ (Horacio, Virgilio) y, supongo que, por antonomasia, ‘valle deleitoso’. Terra mauorcia Marta [Marti] dicata, 153v41, corrección sugerida y, sin duda, justificada por el adjetivo precedente. En el artículo: Quousque, 129v5, que incluye una famosa frase de Cicerón, figura Cantilena (esta última palabra, como sustantivo común, tiene entrada propia. Valga recordar que su primera documentación romance se

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encuentra en un autor riojano, Gonzalo de Berceo, muy vinculado a San Millán) por el nombre del patricio romano Catilina. 12. Podría sorprender, en principio, por estimarse innecesaria, una glosa tal como: Filii nati, liueri, 64r11, y, por el mismo motivo, fratres germani, 66r61. Sin embargo, su finalidad puede ser muy distinta. El primer caso admite ser incluido en el tipo de glosas, antes aludido (§ 2), recopiladas para enriquecer el léxico. El segundo puede corresponder a una región, como gran parte de Iberorromania, en que la palabra clásica acabó siendo sustituida por la utilizada para la glosa. En Liberi filii, 94r34, era mayor la necesidad de la glosa, a causa de la falta de continuidad histórica experimentada por la palabra inicial. Cito dos testimo-nios más de la sinonimia que cabría denominar glossa ornans: Ostes [hostes] perduelles, 109r40, y pacem placauilitatem, 109v5. 13. El recurso a las fuentes —tarea ingente, que habrá de apurarse—, del cual ya me he valido varias veces, creo que con éxito, permite entender algunas definiciones, en apariencia incongruentes y desconcertantes, o, una vez más, corregir errores. Es el caso, por ejemplo, de: Messis populus siue consumatio seculi, 101r47. La primera equivalencia (populus) está vinculada a Mateo, 9, 36-7: Videns autem turbas [...], dicit discipulis suis: Messis quidem multa, desvelada la metáfora messis por populus; la segunda (consumatio), radicalmente diferente, también de Mateo, 13, 39: Messis vero, consummatio saeculi, declarada la parábola de su pasaje. Después, ya queda obvia la interpretación de otro artículo: Messores autem angeli sunt, 101r49, copia literal de la continuación del citado versículo. Mayor dificultad me supuso: Luteres [utres] in Regnorum, conchae uel cantari aquarii, 97r4, tanto por desconocimiento del lema como por la interpretación gramatical de Regnorum. Sólo al suponer que Regnorum estaba por Regum y referirse entonces el encabezamiento a uno de los Liber Regum bíblicos, comprobé la existencia de utres (1 Reyes [1 Samuel], 25, 18, y 2 Reyes [2 Samuel], 16, 1). Se revelaba así la exactitud de la definición, tras desenmascarar en el significante la prótesis de l- (en la cual cabría descubrir una falsa aglutinación con alguna flexión, evolucionada, de ILLE) y anaptixis de -e-, que lo hacían irreconocible en una inmediata lectura. Claro que en varios de los testimonios vistos y en otros, no infrecuentes, especialmente entre los que luego examinaré, podrá caber la duda, más o menos razonable, dada la existencia efectiva del significante o del significa-

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do supuesto erróneo, de que no proceda confirmarlo como tal y sí el reconocimiento de un cambio efectivo. 14. Uno de los casos límite, en su aceptación como error gráfico o como reflejo de la evolución fonética, es lesia paradisum, 93v17. Eliza, elexa, procedentes de ECCLESIA, originan, en composición, numerosos topónimos vascos (Elizalde, Elizondo, etc., y el repetidísimo Elejalde). Más evolucionado, por aféresis de e-, lo atestiguan con seguridad Lizaran y Liçagorria (así en Navarra, 1027, 1280, 1366, etc., hoy Lazagurria. Topónimos con parecido significante se vinculan a liza(r) ‘fresno’). Claro que todavía hay que salvar un obstáculo, la congruencia de la definición5. Para salvarla, bastaría entender ecclesia con el significado metafórico aquí atribuido, que apenas he visto atestiguado6, aunque no estimo arriesgado creer que se le haya atribuido en más de una ocasión. Sobre la interpretación de este artículo se cierne otra dificultad, provocada por el inmediatamente anterior, que se presenta así: Lesiua paradisum, cuya entrada no acierto a identificar. No ignoro que cabe juzgar temeraria mi propuesta. Con todo, dejo constancia de ella, porque me parece preferible, conocidas las circunstancias textuales del GlT, correr el riesgo de la invalidación (véase el apartado siguiente) antes que exponerse a la ocultación y pérdida de una posible aportación léxica. 15. El uso del GlT amenaza, en ocasiones, con verdaderas trampas. Por ogro (no documentado hasta el Diccionario de Terreros, h. 1750, con la sola acepción de ‘monstruo fabuloso... que devora los muchachos’) se entiende hoy en español un personaje folclórico, más que mítico, de feroz catadura, con cuya mención se asusta a los niños advirtiéndoles de que vendrá para llevárselos a su cueva. De ahí que en la literatura dedicada a ellos (o en la que figuran) es donde con mayor frecuencia se encuentra ogro. Para el DRAE, por vez primera, 1884, ‘gigante que, según las mitologías y consejas de los pueblos del Norte de Europa, se alimentaba de carne humana’ y fig. ‘persona insociable o de mal carácter’. La etimología de ogro resulta muy incierta. Corominas no deja claro su pensamiento acerca de si atribuirle origen francés, ogre (así lo 5

Paradisum cuenta, a su vez, con dos entradas de idéntico significado uiridiarum (lat. clás. uiridarium) ‘vergel’. 6 Paradisus como ecclesia figura en el Tractatus de Zenón de Verona (siglo IV), testimonio recogido en Blaise 1954: s. v.

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acepta el DRAE), forma en que se inclina a ver “el nombre antiguo de los húngaros, Ogur”, según la propuesta de Meyer-Lübke (REW), no obstante que tampoco en francés se haya encontrado una solución satisfactoria. Pero la preferencia de los principales diccionarios respecto a ogre (documentado desde fines del siglo XIII, de uso —cabe estimar— más frecuente que en español, coincidentes en sus acepciones) va hacia el latín HORCUS (esp. huerco ‘infierno o personaje mítico que lo representa’), rechazado por Corominas. En el hipotético estadio *orc habría sufrido la influencia de bougre ‘bribón’. Faltan términos correspondientes en otras lenguas románicas. Conocida, someramente, la historia de esta palabra, opino que merece la pena cualquier intento etimológico con una mínima garantía de verosimilitud. El GlT parece ofrecer esa oportunidad merced a su artículo: Aucrus cupidus uel qui suas res non utitur, 15r2. Aunque estos significados se presentan distantes de los propios de ogro, no estimo que el hecho implique una grave dificultad, vista la permanente condición peyorativa de la palabra, que se aplica siempre a un ser de naturaleza odiosa. Un estudio folclórico —ahora no tiene cabida— del personaje, quizá aclararía cómo se fueron perfilando sus notas peculiares (desconozco por qué, desde su admisión, el DRAE lo sitúa en el Norte europeo). En cuanto a la sonorización de -c- precedida de wau, véase lo que digo más adelante a propósito de DRAUCA > droga. Aunque no resulte evidente la propuesta etimológica, en el estado de la cuestión podría admitirse, al menos, como una hipótesis. Sin embargo, el examen filológico del texto que le sirve de base, irremisiblemente echa por tierra la suposición. En un glosario leidense (Goetz IV, 1889-1923: 311), siglos VIII-IX, figura esta anotación: Auarus cupidus, qui suas res non utitur, que muestra la perfecta correspondencia entre el encabezamiento y la glosa, la cual, a su vez, se vincula a la del GlT. En éste se lee exactamente aucrus, según me indican los editores. Pero no cabe dudar de que el copista cometió el error de interpretar la segunda a de la palabra por c. 16. Con la precedente ejemplificación he querido mostrar, según anticipé, que el GlT es un texto heterogéneo, lleno de dificultades, no siempre, al menos para mí, resueltas. Pero, sobre todo, compuesto con materiales inseguros, debido a los abundantes errores que encierran significantes y significados, tanto en las entradas como en las definiciones. Algunas observaciones más. Las palabras definidas no constituyen, por lo general verdaderos lemas, pues no se presentan ajustadas a ningún tipo

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de convención lexicográfica. Las definiciones suelen adoptar la categoría morfológica de la entrada, cuando, como es frecuente, consisten en una enumeración de sinónimos. He aquí unas muestras: abacta inuoluta; abarcet peribet; abdicat derogat, detrait; abdicare repellere, refutare; abdita abscondita; abditum absconditum; abdixi destiti; abe gaude; abstemios sobrios; abrogandas euertendas; accierat conuocaberat; acciti uocati; adflictis rebus perditis; adunco acuto; aedibus domibus; etc. No pocas veces se indica, si no es latina (raras las indicaciones del tipo: in latinum), la procedencia de una palabra comentada: grecum nomen, greco sermone, ebreo, tusca lingua, syriaco sermone, lingua gallica, etc., como asimismo su connotación adstrática: vulgo, vulgi dicunt, rustice, rustici uocant, etc. Menos frecuentes, tampoco faltan indicaciones históricas: veteres nominarunt, antiqui sic dicebant, etc. 17. En cuanto a la adscripción idiomática del GlT, también impera la variedad. Los editores perciben en ella latín deformado, latín medieval hispano, protorromance hispánico, romance latinizado, romance. El latín, imperfectamente dominado, se impregna “de elementos propios de la lengua oral [...] en armonía total o casi total con el sistema fónico del romance hablado. O quizá algunas veces a la inversa, las soluciones ya abiertamente romances presentan un pertinaz revestimiento latinizante” (García Turza 1997a: 156). El anterior aserto queda justificado de modo rotundo mediante un amplio elenco, sin pretensiones exhaustivas, de los diversos fenómenos observados. Extraigo de él unas mínimas muestras: Inflexión por yod: mantilia/mantelia, purgaturium/purgatorium, scurpionis/ scorpionis. Monoptongación: lotus/lautus. Vocalización: syntauma/syntagma Sonorización de consonantes sordas iniciales: bannum/pannum, gansat/cansat, uasciculum/fasciculum. Sonorización de consonantes sordas iniciales ante líquida: grangentes/cragentes. Sonorización de consonantes sordas intervocálicas: rauere/rapere, barridus/ barritus, belligosa/bellicosa, elebans/elephans. Sonorización de consonantes sordas tras sonante: carbassim/carpasim, lacerdus/lacertum, mandica/mantica, nauargus/nauarcus. Pérdida de consonantes sonoras intervocálicas: trepiat/trepidat, crealis/ credalis, nuaturius/nugatorius.

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Prescindo de ejemplificar las ultracorrecciones (“cambios inversos”, dicen, con mayor prudencia, los editores) de los fenómenos expuestos, que con ellas quedan confirmados, como igualmente los cambios esporádicos (metátesis, asimilación, etc.) y las contaminaciones léxicas. Los autores documentan asimismo numerosas construcciones latinas romanceadas y destacan, con excelente tino, una serie de palabras que estiman, en diverso grado, de especial interés léxico. Tras estos datos e informaciones, entro a examinar algunas aportaciones que desde el glosario pueden hacerse a la historia de la lengua española. 18. En el artículo: Zizania lolium, id est, drauca siue mala terra [probable enmienda: herua], destaco drauca, palabra que no he logrado documentar en otros textos de procedencia española (con esto no quiero decir que el recién copiado lo sea). Le atribuyo importancia, porque, en principio, podría resultar válida como étimo de droga7 (se atestigua en español sólo a fines del siglo XV). En el caso presente, la correspondencia de significados se establece con máxima facilidad, si bien se ha producido una amplificación del inicial a toda una especie de plantas, a productos con ellas elaborados, etc., y, ya en época reciente, se ha restringido en la lengua común a las sustancias con efectos narcóticos, alucinógenos, etc. La etimología de droga se presenta muy complicada, no precisamente por falta de documentación ni de estudios, sino, al contrario, por la presencia de multitud de palabras pertenecientes con seguridad a la misma familia léxica, más otras que pudieran relacionarse con ella, dispersas por lenguas románicas, germánicas y varias del ámbito perimediterráneo. Buena muestra del estado de la investigación son las 5 apretadas columnas que Corominas le dedica en su diccionario (mantenido en la 2ª ed., 1980, el mismo texto de la 1ª, 1954; con práctico abandono de cualquier solución, como luego precisaré, en su diccionario catalán, 1982), para sólo concluir que “parece proceder del norte, probablemente de Francia; el origen último es incierto”. A su presencia en catalán, francés e italiano (siempre con -o- y con -g-), a lo largo del siglo XV, se anticipa el inglés drogges (hoy, drug), 1327, en un texto latino al que se atribuye origen francés. Baist sugirió con oportunos datos, que en ambas lenguas puede proceder del holandés y del bajo alemán. Pero él mismo, a la vista de la historia comercial (el tráfico de drogas fue principalmente mediterráneo), propuso derivar el italiano droga del bajo latín DROGIA, 7

Me complace que también los editores del GlT hayan entrevisto esta posibilidad.

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término farmacéutico, procedente del griego. La falta de documentación para varias fases de la hipótesis de Baist, tan acorde con los hechos históricos, motivó que ya Wartburg la descartara. Como también descarta Corominas el origen iránico, a partir de DAROG, DARU ‘hierba (medicinal)’, ‘medicina’, por no encontrarse su huella en turco, árabe ni griego, los presumibles intermediarios hacia occidente. Corominas rechaza asimismo algunas propuestas formuladas desde el árabe, por dificultades fonéticas y semánticas. Ante esta situación sin salida, elabora, con declarada cautela, una propuesta innovadora. A la vista, en muy diferentes lenguas, de evoluciones semánticas tales como ‘mala calidad’, ‘embuste’, ‘trampa’, ‘deuda’, ‘bribón’, ‘engañar’, etc., en palabras de esta familia o aparentemente relacionadas con ella, Corominas invierte la dirección en que solían explicarse, es decir, desde ‘gusto desagradable de las drogas’. El origen estaría en el significado ‘malo’, que en todas las lenguas célticas se expresa a partir de la base DRUKO-, con formas tales como droug, drouk, drog, etc.: “del bretón o del galés se habría propagado por Francia e Inglaterra, tomando el sentido de ‘droga’ en los puertos occidentales de estos países, centro mundial del tráfico de drogas”. Corominas reconoce la falta de documentación para su propuesta, pero olvida, además una previa afirmación suya, que parece contradecir la recién expuesta: el tráfico de drogas “se practicaba sobre todo y casi únicamente por el Mediterráneo y no por el Báltico o el Mar del Norte”. En su diccionario etimológico catalán, Corominas declara su radical escepticismo ante cualquier explicación etimológica de esta palabra8, postura comprensible a la vista del enorme desarrollo significativo, sea por polisemia, sea por homonimia. Cree que cabe alguna defensa de la solución holandesa, de la céltica y de la irania (de hecho se entretiene con ésta, pero sin ocultar sus serios inconvenientes), mientras que las varias propuestas de origen árabe, formuladas desde los primeros años del siglo XX, le resultan las más insostenibles de todas las aducidas. Frente al radical rechazo de Corominas hacia cualquier étimo procedente del árabe, desde esta lengua han surgido dos nuevos intentos para la historia de droga. Corriente (1983: 57)9, considera “que refleja un */hatr-úk8

Interpreto como representativa de la incertidumbre reinante la actitud de García de Diego, quien, sorprendentemente, no la incluye en ninguna de las dos ediciones (1954 y 1985) de su diccionario etimológico. 9 Corriente 1999: s. v., introduce el irrelevante cambio de entender la raíz como ‘bagatela’.

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a/, en el sentido ahora de ‘cosa sin valor’, probablemente aplicado por quienes con fundamento desconfiaban de muchos remedios de la farmacopea medieval”. La palabra está constituida por una base árabe andalusí {htr} ‘hablar demasiado’ y un sufijo romance despectivo. Tan escueta exposición, tras el rico entramado de relaciones léxicas y significativas desvelado desde hace un siglo, se me antoja insuficiente, aun sin tener en cuenta la escasa justificación semántica. Poco tiempo después, Pezzi (1985), en un artículo muy rico en datos, imprecisamente ensamblados, sostiene que truco y droga son variantes de un mismo étimo, una de ellas afectada por sonorización consonántica, cuyos significados se han “diferenciado levemente” desde “un sedimento semántico común”, que formula así: ‘medio a través del cual se consigue el efecto deseado’, sea una habilidad (truco), sea un producto (droga), en ambos casos con la noción de ‘cambio’, ‘permuta’. Dicho étimo sería el árabe TURQ ‘camino, ‘manera’, ‘método’, evolucionado hasta *truq, por metátesis, quizá desde el plural turuq, más susceptible de tal cambio. Pedro de Alcalá registra torq. “A través de una vía europea” se habrían producido las sonorizaciones. Una de las acepciones secundarias de droga en el Dicc. Aut., ‘engaño para adormecer a otro y sacar provecho’, muestra el modo de actuar la droga, entendida como producto. La autora presenta una nutrida lista de palabras de varias lenguas pertenecientes al mercado de la droga, que son árabes o han pasado del persa, del griego, etc., a través de aquella lengua. El estudio de Pezzi contiene informaciones útiles, pero que estimo poco válidas al objeto presente. He reservado para el final, por el interés que le concedo, otra de las etimologías rechazadas por Corominas desde la primera redacción: galo DRAVOCA, que atribuye, a mi entender de modo indebido, a Spitzer (1922: 194)10. Con este motivo afirma que tal étimo sí es válido para las formas francesas droe, drogue, droge, pero sólo cuando tienen el significado de ‘cizaña’; no para otras palabras francesas, más o menos próximas a ellas por su significante y por su significado. Claro está que la equivalencia entre zizania y drauca establecida por el GlT está apuntando en la misma dirección, como luego mostraré. La confusa situación objetiva en este ámbito onomasiológico se percibe claramente en un temprano artículo de Thomas (1912) que establece un 10 La aportación de Spitzer no pasa de ser una brevísima nota al estudio de la palabra francesa bernique ‘determinado juego de cartas’, por cuanto también es llamado drogue. De ahí que aluda al español droga, pero sólo como ‘determinado juego infantil’.

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extenso inventario de denominaciones antiguas y dialectales relacionadas con los tipos modernos droue y drogue, acompañados de numerosos homónimos y parónimos, que en muchos casos comparten la condición de fitónimos. En el mapa correspondiente a ivraie ‘cizaña’, del atlas de Gilléron, únicamente en la región valona se registran formas tales como druw, drow, etc., a las cuales se pueden añadir drâwe, drauwe, etc. Asimismo en bretón se documenta esta familia, dreaug ‘cizaña’, entre otras variantes. Thomas encontró drauoca en unas glosas del siglo X, palabra que interpreta como latinización del anglosajón *DRAFOC. Ahí, asegura, estaría el origen del francés droue, originariamente ‘bardana’. La conclusión más decisiva que se deduce del estudio de Thomas es la existencia y posibilidad de contaminaciones que afecten tanto al nivel fónico como al significativo. En consecuencia, no está claro que proceda rechazar determinada vinculación etimológica porque a una válida relación entre significantes no acompañe la correspondiente entre los significados, y a la inversa. A la vista de las informaciones galorrománicas, el testimonio del GlT, DRAUCA, se revela de capital importancia en cuanto se ajusta perfectamente en su aspecto fonético y en el semántico (con la triple sinonimia: ZIZANIA, LOLIUM > joyo, DRAUCA) al citado étimo galo. La existencia de DRAVOCA está respaldada por Pokorny (1959: 209), precisamente con el significado de ‘cizaña’. La ilustra con unos pocos descendientes como draok, en bretón, y la noticia de que ha pasado a las lenguas románicas. Al menos en tres de los glosarios editados por Goetz, pertenecientes uno al siglo X, otro al XI y otro al X-XI, sin localización geográfica, se glosa escuetamente lappa por drauoca. La numerosa descendencia galorrománica de esta última palabra puede conocerse a través de Wartburg (FEW, III: s.v.). De su exposición, enfatizo ahora que en varios momentos postula una hipotética forma *DRAUCA, es decir, la que atestigua el GlT. En cuanto a la evolución del significante, huelga declarar que la monoptongación de AU > o es conocida en el glosario (aunque no deberá olvidarse su heterogeneidad originaria, es decir, la procedencia geográfica de cada artículo). La sonorización del grupo intervocálico -CR- es asimismo normal en español (LACRYMAM > lágrima; LUCRUM > logro) y en el texto se manifiestan muestras regulares (ypogrisim ‘simulationes’, 167v13; Tinagrea, 157r3, frente a Trinacria, 157v5; negromanticus, 107r31). Pero en el caso presente surge un obstáculo, aunque espero allanarlo. Concuerdan los manuales de fonética histórica en asegurar que las oclusivas sordas no sonorizan cuando van precedidas por wau (PAUCUM >

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poco), hasta el extremo de que para la evolución de PAUPEREM > pobre, Menéndez Pidal supuso un temprano *POPEREM, con o larga, rechazado por Corominas al advertir su inoperancia, pues deja sin explicar el portugués poubre y el catalán pobre, con o abierta. Para él, la sonorización consonántica en la secuencia aup se debe a “ser la u homóloga de la p, pero no de la t ni de la c”. No sé exactamente qué entiende Corominas por homología (término no incluido en su índice de fenómenos fonéticos); pienso que se referirá al rasgo común de labialidad, en cuyo caso lo mismo cabría decir de la c por referencia a la velaridad. En consecuencia, si se admite la sonorización de p, habría que admitir también la de c. Corominas sale al paso de una posible objeción: “No se diga que sopo y copo de SAPUIT, CAPUIT, prueban que la P se conservaba tras AU, pues plogo, yogo (PLACUIT, JACUIT) indican que la trasposición de la U fue demasiado tardía para entorpecer la sonorización”. Pero este testimonio se vuelve contra él: la p no sonoriza y sí la c, resultado este último que aquí importa destacar. Menéndez Pidal, en su Manual, se muestra reticente a sacar consecuencias de estas evoluciones verbales, ante la posibilidad de que hayan sido alteradas por analogías verbales. Ahora bien, sobre sopo y copo era mayor tal amenaza ante las formas verbales de tema sab-, cab-, por mantener unas y otras la articulación labial, que sobre plogo y yogo, cuya alternativa paradigmática era plac- y yac-, perdida la articulación velar, para llegar en pasos sucesivos, hasta la interdental. Sin embargo, la primera serie, con p, no ha sonorizado, y sí la segunda, con c. Téngase asimismo en cuenta que nadie pone en duda la sonorización de la fricativa s, en la posición examinada (CAUSAM > cosa). Sin pretender una inmediata aplicación a la evolución examinada, indico la fuerte tendencia a la sonorización que refleja el GlT. Su manifestación extrema es posiblemente hisdrio ‘histrión’, 74v22; también merece la pena aducir asterigos ‘asteriscos’, 14v28. En el glosario figura baucalem ‘botijo’, 18r34, tenida por voz propia del latín medieval, no documentada en castellano hasta entrado el siglo XVI como bocal, pero ya desde el XIII en el árabe español, bauqal. Podría pasar por un caso de no sonorización. Pero el propio texto documenta baccalem, 17v22, con c geminada. La presencia de DRAUCA en el glosario, aun sin descartar del todo que pueda corresponder a una adaptación latinizante, la cual ahorraría aquí explicaciones antes desarrolladas, no implica que droga y similares vocablos iberorrománicos procedan directamente del étimo consignado, pues la glosa ha podido ser compuesta fuera de la Península Ibérica y luego copiada en ella.

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Como también de fuera ha podido ser tomada la palabra, consumada su evolución: obsérvese la presencia de -o- y -g- en otras lenguas que la atestiguan mucho antes. Es precisamente la tardía documentación de droga en castellano (recuérdese, fines del siglo XV), la razón de estas cautelas antes de dar por definitiva la solución de un viejo problema. Una breve acotación. No deja de sorprenderme que la misma situación cronológica afecte también a sus sinónimos castellanos: cizaña no se encuentra hasta entrado el XIV y joyo a mediados del XVI (en aragonés sí se conoce algún descendiente medieval de LOLIUM ‘cizaña’). El Glosario del Escorial, hacia 1400, presenta: Ciçanja por vellico, tenido como primer testimonio de esta palabra, cuyo origen es desconocido. La traducción del Evangelio de San Mateo (13, 25ss., Montgomery 1962) me ha permitido adelantar esa data hacia 1250: el original zizania se vierte por ballico. Encuentro extraño que, aparte de la presencia efectiva de la planta, alguna de sus denominaciones, desde la conocida parábola del trigo y la cizaña, que tanto podía impresionar en un mundo rural, no haya dejado mayor huella. Pienso que más que una casi laguna léxica, debe de existir una laguna documental o lexicográfica11. Idea que corrobora la riqueza derivativa posterior: cizañero, cizañador, cizañoso, cizañar, encizañar, encizañador, etc., al igual que pasa con droga. En consecuencia, para la historia de esta última convendrá esperar la posible aparición de nuevos testimonios tempranos. 19. Hybicum capra montuosa, 76r31. La entrada estaría formulada en el genitivo de plural de ibex, ibicis ‘cabra montés’, ‘rebeco’, salvo que se haya rehecho, como supongo, su paradigma. Aunque los lemas del GlT, tanto nominales como verbales, aparecen bajo muchas de sus posibles flexiones (§ 16), el genitivo de plural está ausente (sólo conozco prelorum). No creo temerario, pues, identificar hybicum como un acusativo, es decir, el sustantivo originario se ha trasferido a la segunda declinación. De su variabilidad paradigmática descubro una nueva manifestación en el portugués antiguo, que, a efectos semánticos, para la etimología de becerro, recuerda Corominas: evicione ‘especie de buey joven utilizado como bestia de carga’, que supone un acusativo *EBICIONEM, válido también para ibizone, en las Glosas Silenses. Además de quedar asegurada así una más amplia presencia 11 El copioso Diccionario español de textos médicos antiguos, dirigido por Herrera 1996, permite incrementar la documentación de las palabras recién mencionadas, a excepción, precisamente, de droga. Pero no cambia la situación cronológica expuesta.

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de esta palabra en la Península Ibérica, otra consecuencia útil, a mi parecer, alcanza a desprenderse de estas informaciones, que confirman mi suposición inicial. Entiendo ahora que no se trata tanto de que la palabra en cuestión vacile en su morfología, cuanto de que el origen exótico —por esta vía ratificado— en latín de ibex haya sido la causa de su flexión heteróclita. Si se acepta mi propuesta de análisis morfológico, HYBICUM, en el GlT, sería el inmediato étimo de ueko, precisamente la forma bajo la cual se consigna en la que varias veces he denominado la doble glosa navarra, inserta en un documento, 1074, de la catedral de Pamplona, que permite alcanzar el significado de ueko. El pasaje: Soto uno que dicitur a rrusticis Aker Çaltua. Nos possumus dicere Saltus ircorum, lleva interlineada, en letra coetánea: Nos possumus dicere soto de ueko12 . Con estos datos, se hace innecesario partir para rebeco de un hipotético *RIBICU, metátesis de *(I)BICIRRU, propuesto por Corominas, de difícil justificación en su planteamiento y desarrollo13. 20. Abordo ahora el examen de algunas palabras no por intrínsecas razones etimológicas o de historia léxica, sino por los fenómenos de evolución fonética que parecen denunciar. De confirmarse mis apreciaciones, se seguirían impor-tantes consecuencias. En el GlT, según se cuidan bien de exponer sus editores, f- inicial puede aparecer como v-: uasciculum por fasciculum, y a la inversa: fulgare por uulgare; o como p-: pallax por fallax, pefellit por fefellit, y a la inversa: fiscina por piscina. En posición intervocálica, -f- puede aparecer como -b-: elebans por elefans, o por -v-: scaua por scafus, y a la inversa: nafus por nabus y nauus, scefa por sceua, bien entendido que todas estas variaciones se atestiguan en el propio glosario. Como ya se habrá adivinado, los cambios descritos ofrecen especial interés para juzgar sobre la peculiar evolución de la f- inicial, o reanalizada como tal, en castellano. Por eso, al margen de los numerosos testimonios

12 Lacarra 1957: 24, recoge el fragmento copiado. Antes había trascrito el documento completo en el Boletín de la Comisión de Monumentos de Navarra, 1, 1927: 558-563. Puede verse ahora más fácilmente en la reciente edición de J. Goñi Gaztambide, Colección diplomática de la Catedral de Pamplona. Vol. I. Pamplona 1997: 51-54, de donde tomo la data, que cambia ligeramente la de Lacarra, pero no reproduce la glosa interlineada. 13 Completo el proceso etimológico de ueko hasta rebeco, aquí sin espacio para ello, en BRAE, de próxima aparición.

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similares a los mencionados, atiendo a unos pocos que, en la misma línea, parecen presentar -mejor sería decir ocultar- alguna particularidad relevante. 21. Prohetum occupatum, 123v45. No resulta fácil identificar la entrada de este artículo, para la que, en principio, no ayuda nada la glosa. Dejo a un lado que se trate de Preto, latín Proetus, mítico rey griego, porque no recuerdo otros testimonios de que el diptongo oe se trascriba como aquí aparece (ohe); además, la definición resulta especialmente insolidaria en dicho supuesto, salvo que este artículo responda al tipo de otros como el antes citado Infingenia soror. Por sí sólo, el significante podría vincularse, a la larga, con profectum, forma en la que concurren un sustantivo y los respectivos participios de proficio y proficiscor. Pertenecientes a la misma familia léxica, rechazo, por razones sintácticas, a la vista de la definición, el sustantivo. De los dos participios, quizá por congruencia semántica, sea más idóneo el de proficio, que puede entenderse como ‘aumentado’, ‘desarrollado’, significación no incompatible con occupatum ‘ocupado antes’. A efectos fonéticos, los aquí buscados, la elección entre uno u otro de los participios propuestos, apenas sería relevante, pues el interés recae sobre la interpretación de la -h-. El glosario ofrece ayuda, pues en él figura profectus egressus uel proficiens, grandebus, 123r58, identificado con prouectus [profectus] auctus, antepositus uel proficiens, 125v16, y con prouectus [profectus] cumulatus, 125v18, las dos últimas definiciones equiparables con occupatum. Si estas propuestas son válidas, los significantes consignados mostrarían la evolución f > v (b) > h, una de las que se han supuesto para explicar la pérdida de la f. Y también, claro, se documentaría una manifestación temprana del susodicho fenómeno. La simplificación del grupo etimológico -ct- vendría a confirmar el carácter marcadamente vulgar de prohetum y, en consecuencia, la verosimilitud de la evolución antes analizada. Pero, aun así, al étimo propuesto le surgen algunos competidores, a saber: El adjetivo provectus ‘avanzado en edad’ o, de la misma familia léxica, el participio provectus ‘transportado’, ‘llevado adelante’, si bien éste puede suscitar cierta duda sobre si con él se vinculan los dos testimonios de sonorización antes citados. También el sustantivo proiectum ‘saledizo’ o, de la misma familia léxica, el participio proiectum ‘arrojado’. Cualquiera de estos presuntos étimos alternativos, por su menor congruencia semántica con occupatum, difícilmente puede ser preferido a profectum, tras su evolución a provectum. Si se encontrase motivo suficiente para su aceptación, también

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encerrarían interés como respectivos testimonios sobre la pérdida de la consonante sonora intervocálica labial o sobre la aspiración como paso para la pérdida experimentada por la consonantizada i ante vocal palatal en castellano. 22. El adjetivo clásico mauortia ‘relativo a Marte’ aparece como maborcia bellicosa, 97v1, y como mafortja res qui ad pugnam pertinet, pero también como maÍorcia14 (martidica, 98r36r). No he documentado martidica, pero no cabe dudar de que corresponde a un derivado de Mart- con el mismo sufijo de causidicus, ueridicus, etc. De modo que maiorcia, la forma que reclama el interés presente, admite con seguridad vincularse a las otras dos. Su interpretación fonética resulta incierta en cuanto al análisis de su primera i. La atrayente hipótesis de suponerla representante de una aspiración palatal como paso intermedio de la desaparición de la f, difícilmente puede ser aceptada, pues la forma documentada con f no es sino ultracorrección de la clásica mauorcia. Habrá que pensar en la pérdida, a mi entender admisible, de la labial intervocálica ante vocal labiovelar. En cambio, para la posterior aparición de una consonante antihiática desconozco testimonios tan tempranos, aunque dificultades de este orden creo que nunca deben ser absolutas. Sin embargo, prefiero ver la inducción de maior, que conoció pronto la evolución romance maor, aunque no llegó a arraigar. 23. BaÍas balnee litore, 17v1. El primer testimonio de bahía aducido por Corominas es de 1476, probablemente préstamo francés. Rechaza remontar bahía a este pasaje de S. Isidoro, Etym., XIV, 8, 40, donde en relación con portus se dice: Hunc veteres a baiolandis mercibus [‘acarrear mercancías’] vocabant; illa declinatione a baia, baias, ut a familia, familias. Basa su rechazo en que una voz prerromana tarde ocho siglos en aparecer. Júzguese si la reducción en tres siglos del espacio temporal, pero afectada con la incidencia de la observación cronológica (veteres vocabant), resultan suficientes para cambiar la opinión expuesta. Pese a la congruencia semántica de la glosa con el lema, favorable a la atribución etimológica, contra su aceptación segura se alza la presencia de la consonante interior Í (cf. nota 14).

14 Así trascriben los editores la i alta de la escritura visigótica, a la que, en un contexto como el presente, atribuyen valor consonántico.

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El artículo examinado, con la entrada en genitivo y, en correspondencia, como suele suceder, asimismo la definición, se ajusta al especial paradigma gramatical indicado por S. Isidoro. 24. Bardus herbes [hebes], stultus, ineptus, brutus, inrationauilis uel carminum conditor, 18r1. La serie de adjetivos denigratorios corresponde, con su exacto significado, a una palabra propia del latín clásico, el adjetivo bardus, barda, bardum ‘torpe’, ‘estúpido’ (Plauto, Cicerón). La última acepción consignada en la glosa, es decir, el último miembro de la enumeración corresponde a un homónimo de origen celta, cuya más antigua documentación española se encontraba hasta ahora en Alfonso X el Sabio, Primera Crónica General (68b): entre las gentes que vinieron en ayuda de Julio César menciona a los bardos, ques trabaiauan mucho de leer nigromancia e eran muy sabios en ella y en otros saberes estrannos. 25. Fauum mel cum brisca, 62v1. Obsérvese que es un término prerromano (brisca), de origen céltico, el utilizado para declarar el latino, a la inversa de lo que ocurre en § 24. Esta palabra de la definición ya ha sido comentada acertadamente por los editores. No documentada en español hasta mediados del siglo XV, tanto ella como la descendencia de FAVUM: favo, havo (que pasó al vasco, aba y variantes) cedieron enseguida ante la innovación panal. 26. Sartago tripes siue coquinaia padella, 137v57. Esta última palabra de la definición, continuadora del latín PATELLA, presenta la sonorización de la dental intervocálica, que, según información de Corominas, en Santander, siglo XIII, aparece perdida, paella, frente a padiella ‘horno’, en Uclés, 1223; padilla ‘sartén pequeña’, siglo XV. Tanto en castellano como en catalán (padella, paella), los resultados autóctonos sufren interferencias del préstamo francés paele, del mismo origen latino. 27. Luas uitreum in similitudine flasconis uel panis, 97r21. La definición parece autorizar, en principio, una enmienda en la entrada, para leer vas ‘vaso’, aunque no deja de sorprender que el término así obtenido, tan general, se defina desde uno de sus hipónimos (volveré sobre ello). El interés inmediato del artículo recae sobre la presencia de flasconis, que corresponde al genitivo, latinizado, del gótico *flasko ‘funda para una botella’, que acabaría designando un tipo de recipiente, ‘frasco’. Tal es la exposición de

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Corominas, quien hasta 1570 no encuentra esta voz en un diccionario, y hasta 1604 en un texto literario. Anticipo medio siglo, 1552, esta data con el testimonio, flasco, del cronista Calvete de la Estrella (1552: 118): Cestas con pan y vianda, y flascos con agua y vino. La consulta al CORDE permite ver su uso en textos médicos y militares durante la segunda mitad del siglo XVI, todos bajo la forma flasco. La opinión de Corominas sobre su condición de germanismo autóctono podría recibir un nuevo apoyo en la presente mención, si se probase que la glosa era hispánica. La evolución semántica ‘envoltura’ > ‘recipiente’ está claramente indicada por S. Isidoro, Etym., XX, 6, 2: Flascae [...] pro vehendis ac recondendis fialis [‘copas anchas’] primum factae sunt, unde et nuncupatae; postea in usum vini transierunt. Me detengo en este pasaje, porque de él quizá cabe sacar algunas consecuencias de interés. La segunda acepción contenida en la glosa, sin resultar incongruente (¡tantas formas puede recibir el pan!), sí me resulta algo extraña. De modo que, no sólo ope ingenii, sino basado en los varios errores gráficos cometidos en secuencias de m, n, i (§ 9), propongo leer pannus, pues entre sus significados cuenta los de ‘banda’, ‘faja’, ‘saco’, equiparables al originario de flasko, que sería el que aquí presenta, no el de ‘frasco’. Llegados a este punto, instado por la coherencia integral del artículo, reclamo atención hacia la extraña anomalía (aunque también se sentiría, en principio, compartida con luteres en vez de utres, antes citado) presente en la supuesta deformación de la entrada. Para ella propongo una enmienda más meditada y armónica que la fácil eliminación de la consonante inicial, a saber, entiendo luas como forma disimilada o haplológica de luuas. De este modo, la identifico con el germanismo luva ‘guante’, subsistente en portugués, sin que se me oculte el inconveniente provocado por la presencia de la -s final (¿un facticio nominativo neutro?). No puedo entrar en detalles aquí sobre esta etimología, pero tampoco omitir que los textos españoles atestiguan lua y luva desde el siglo XII y en los de contenido venatorio esta palabra designa el guante del cetrero, es decir, un revestimiento de cuero endurecido para protegerse de los picotazos de las rapaces (el halcón bate a menudo con su boca en la lua, asegura el Canciller Ayala). Responde, pues, al significado básico de ‘envoltura protectora’, el mismo de flasko. Con las enmiendas propuestas, la secuencia significativa del artículo queda sólidamente establecida: luvas, flasconis y pannus son sinónimos.

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A otro respecto, de admitir la legitimidad originaria de l- inicial, en vez de suponerla debida a prótesis, quedaría anticipada la datación de lua. 28. Sin espacio ya para el detallado comentario, consigno unos datos léxicos dignos de atención. A quibus in datiuo casu, numo hominum, 12r38, de obscura e incierta interpretación literal, si se acepta que numo corresponde a numnus, cabría considerar el lema como antecedente del término popular cónquibus, que el DRAE admite desde 1992. Brancia tenuis auri lamina, 20r19, conviene por su significado y por su presumible evolución fonética con el castellano medieval broncha, tenido por galicismo no documentado hasta la segunda mitad del siglo XIV. Impedimaurei id est sperunes ad caballos, 84r64, contiene en la definición el más antiguo testimonio de espolón ‘espuela’, no documentado hasta el Cantar del Cid. Lini cindelia lucerna, 95r6, presenta en su entrada el más antiguo testimonio de centella < SCINTILLA, con una evolución NT > nd que no prosperó. Redicula retinacula, 131r49, con parcial evolución en el lema, muestra en la glosa el étimo de rendajo. 29. Enumero, entre otros posibles, unos rasgos fonéticos y morfológicos que me parecen claros, sin agotar los testimonios: CT > (t)t: brattea (id est, lamina aurea), por bractea; dutricies, 63r23, por ductrices; retrattus, 134r8, frente a retractat, 134r11; ritus (vultus et oris positio), 134v40, frente a rictus, 134r66, con igual definición. Etc. Sandalia calciamenta que non habet desuper corium, 137v15, denuncia en el lema la conversión, justificada por la concordancia verbal (comp. con sarmenta rami que de uite exciduntur, 137v51), del neutro plural en femenino singular, al igual que ocurre en otros sustantivos. La evolución de la morfología verbal se percibe en vallent y possent, 159v4, al igual que ocurre en otros verbos y tiempos. Final. La lectura del GlT me ha revelado testimonios de notable interés (como lo tienen otros fenómenos concretos sobre los cuales ya habían llamado la atención sus editores, de quienes es de esperar pronto valiosas aportaciones) para el conocimiento del español en la fase primitiva de su historia. He ofrecido una muestra, breve, por la limitación del espacio aquí disponible, de otras, entre tantas, palabras merecedoras de examen, a la vez

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que he intentado subsanar varias de las muchas dificultades de interpretación que el texto presenta. Como ya he reconocido, algunas de mis propuestas resultan arriesgadas, pero he preferido proceder así antes que relegar al olvido informaciones de supuesto valor.

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA Calvete de Estrella, Juan Christoval (1552): El felicíssimo viaje del muy alto... Príncipe don Phelippe... Amberes. Corriente, Federico (1983): “Algunos sufijos derivativos romances en mozárabe, hispanoárabe y en los arabismos hispánicos”. En: Aula Orientalis 1: 55-60. Díaz y Díaz, Manuel C. (1978): Las primeras glosas hispánicas. Barcelona: Universidad Autónoma. García Turza, Claudio/García Turza, Javier (eds.) (1997a): El códice emilianense 46 de la Real Academia de la Historia, primer diccionario enciclopédico de la Península Ibérica. Logroño: Caja Rioja. García Turza, Claudio/García Turza, Javier (1997b): “Nuevas fuentes de la lengua y cultura hispánicas: los glosarios altomedievales”. En: VII Semana de estudios medievales. Logroño: IER: 167-96. García Turza, Claudio/García Turza, Javier (1998): “Los glosarios hispánicos: el manuscrito 46 de la Real Academia de la Historia”. En: Actas del IV Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española. Vol. II. Logroño: Universidad de La Rioja: 939-60. Lacarra, José María (1957): Vasconia medieval. Historia y filología. San Sebastián: Seminario Julio de Urquijo. Montgomery, Thomas (ed.) (1962): El Evangelio de San Mateo. Madrid: Real Academia Española. Olarte, Juan B. (2000): “¿Hubo escritorio en la Cogolla durante el siglo VII?”. En: Investigación humanística y científica en La Rioja. Logroño: IER: 97-106. Pezzi, Elena (1985): “Un estudio sobre las palabras truco y droga”. En: Boletín de la Asociación Española de Orientalistas 21: 225-50. Spitzer, Leo (1922): “Zur Wortgeschichte”. En: ZrPh 42: 192-207. Thomas, Antoine (1912): “Étimolojies provançales [sic] et françaises”. En: Romania 41: 58-89. Vivancos Gómez, Miguel C. (1996): Glosas y notas marginales de los manuscritos visigóticos del Monasterio de Santo Domingo de Silos. Silos: Monasterio de Santo Domingo de Silos.

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Imaginación y fantasía en las Siete Partidas y otros textos medievales españoles Franz Lebsanft Bochum

0. INTRODUCCIÓN Mi comunicación está dividida en cuatro apartados. En la primera parte haré algunas reflexiones sobre la manera en que pretendo analizar los textos medievales. En la segunda parte presentaré las dos familias léxicas de imaginati‡o y phantasia, desde la perspectiva de su introducción en el léxico castellano durante el período que va desde la época alfonsina hasta el “otoño” de la Edad Media. Concentraré mis esfuerzos en el análisis semántico de las dos palabras imaginación y fantasía en las Siete Partidas. En la tercera parte me referiré a las tradiciones textuales donde se elaboran y transforman los conceptos relacionados con las voces analizadas. A modo de resumen sacaré brevemente algunas conclusiones, con la experiencia de modesto historiador, de lo que considero dos conceptos clave dentro de las preocupaciones intelectuales en la Edad Media1.

1. ENFOQUE TEÓRICO: SEMÁNTICA LINGÜÍSTICA Y SEMÁNTICA ENCICLOPÉDICA En la teoría semántica actual se oponen, como es sabido, las dos corrientes de una semántica “lingüística” y otra “enciclopédica” o semántica

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Esta contribución forma parte del proyecto A4 del grupo de investigación “Imaginación y cultura” (Universidad del Ruhr, Bochum) de la Deutsche Forschungsgemeinschaft (Bonn). Doy las gracias a mis colaboradores, especialmente a Stefanie Zaun, por su valiosa ayuda en la documentación y el análisis de los materiales lingüísticos. Doy las gracias también a la Real Academia Española por permitirme investigar libremente en el Corpus Diacrónico del Español (CORDE).

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“de las cosas”. Hay que matizar esta afirmación aceptando el hecho de que, hoy en día, la semántica de las cosas, en sus dos vertientes de semántica cognitiva y de semántica pragmática, es la que lleva la voz cantante, por decirlo así. En este contexto, y con especial referencia a la semántica histórica, cabe señalar que los Principios del cambio léxico de nuestro malogrado compañero y amigo Andreas Blank (1997) constituyen un intento valioso para armonizar los dos enfoques lingüístico y enciclopédico. Efectivamente, Blank mantiene la distinción establecida por la lingüística estructural entre el saber lingüístico y el saber de las cosas (cf. Coseriu 1990, Albrecht 1995: 25-29), pero propone un modelo que abarca al mismo tiempo los dos tipos de saberes. Según él —véase el cuadro 1 (Blank 1997: 95)—, la significación de un lexema comprende los tres planos del saber semémico, del saber léxico y del saber extralingüístico. No creo que sea necesario entrar en una explicación pormenorizada de estos tres tipos de saberes y de sus representaciones semánticas correspondientes. Baste recordar que el estudio del saber semémico corresponde a la ya clásica semántica lingüística, de tipo estructural, y la investigación del saber de las cosas a las semánticas cognitiva y pragmática.

EBENEN DES WISSENS

EBENEN DER BEDEUTUNG

III. außersprachliches Wissen

3a. Konnotationen

II. einzelsprachlich-

2b. interne Wortvorstellung

lexikalisches Wissen

2a. externe Wort-

I. einzelsprachlich-

1. Semem

sememisches Wissen vorstellung 2c. syntagmatische Relationen 3b. Weltwissen

Cuadro 1: Configuración de la significación léxica (Blank 1997: 95) A la hora de estudiar lexemas que tienen las características de imaginación y fantasía, es aconsejable emplear una metodología abierta, capaz de tomar en consideración las dos clases de saber lingüístico y extra-lingüístico. Siguiendo la tradición historiográfica de la historia semántica, describiría

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estas dos palabras como “palabras clave”, es decir como palabras a través de cuya historia se accede a las nociones básicas de una cultura o civilización. En el análisis de las palabras clave, el antagonismo entre las dos modalidades de investigación semántica se traduce por la oposición entre “historia de las palabras” e “historia de las cosas” o “ideas”. Curiosamente, la nueva semántica lingüística histórica por un lado recomienda tomar en consideración el aspecto nocional y enciclopédico de las palabras, pero se muestra al mismo tiempo bastante reacia a emprender estudios en este campo de investigación. Baste recordar el escepticismo con que lingüistas como Blank (1997: 28-29) o Fritz (1998: 98) valoran la famosa “Begriffsgeschichte” de los historiadores alemanes cuyo monumento indiscutible es el Léxico histórico de la lengua político-social en Alemania, es decir los Geschichtliche Grundbegriffe en 8 volúmenes de Brunner/Conze/Koselleck (1972-1997). Siguiendo a Busse (1987), Fritz (1998: 98) observa en los Grundbegriffe una falta de distinción entre las nociones de “significación” (Bedeutung) y “concepto” (Begriff); según Blank (1997: 29), este tipo de “historia de las ideas” no sería más que una “compilación de saber enciclopédico”. Contrastan con estas críticas los elogios del más coherente defensor de una semántica lingüística “pura”, Eugenio Coseriu (1987: 12, n. 2), que aprueba sin condiciones —lo dice él— esta “obra ejemplar y extraordinaria”. Se basan sus elogios en el reconocimiento del hecho de que, en el caso del análisis de las palabras clave, se trata no sólo de “problemas de lingüística histórica”, sino también y mucho más de problemas “de historia simplemente” (Coseriu 1987: 11). Naturalmente, no se trata de defender aquí las insuficientes bases teóricas e incluso empíricas de los Grundbegriffe (Busse 1987, Reichardt 1998). Sin embargo, siempre que se acepta, desde el punto de vista de la lexicología diacrónica, la “idea fundamental” de la semántica histórica de los historiógrafos, es decir, la hipótesis de una “construcción” de la realidad por medio del lenguaje (Busse 1987: 303), es aconsejable integrar los resultados de la investigación historiográfica en un modelo satisfactorio de semántica histórica lingüística. En este sentido estoy de acuerdo con Busse (1987: 172-173), cuando identifica una historia de las ideas convincente con una historia monográfica de las palabras. Sin saberlo, el germanista Busse recomienda una metodología que corresponde a las mejores tradiciones de la “Wortgeschichte” romanística (von Wartburg 31971: 114-121, Pfister 1980: 72-94; Christmann 1986: 6-12, con explícita referencia a la “Begriffsgeschichte” alemana y a la “nouvelle histoire”). Este tipo de investigación combina necesariamente métodos lingüísticos y filológicos. A partir de una base documental fiable, en mi

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caso los corpus de ADMYTE II y de CORDE, se analizará el empleo de las palabras en sus contextos discursivos, tomando en consideración las tradiciones textuales y culturales que condicionan la producción de los textos individuales (Schlieben-Lange 1983: 138-140, Koch 1997). Para poner más claras las restricciones de una investigación exclusivamente lingüística, pasemos al terreno más práctico de la lexicografía. El impresionante e imprescindible Diccionario español de textos médicos antiguos, de María Teresa Herrera (DETEMA 1996), se limita generalmente a dar definiciones estrictamente lingüísticas, aun a sabiendas de que sólo una definición enciclopédica podría dar acceso a lo que la autora llama una “determinada cultura ya periclitada” (DETEMA I: XIV). Yo me temo mucho de que la definición de la voz imaginación —‘facultad del alma que representa las imágenes de las cosas, y ejercicio de dicha facultad’ (DETEMA I: 862)— no cumpla totalmente con los requisitos de una semántica y lexicología históricas. La definición —‘facultad del alma’— invita a consultar también el artículo alma (DETEMA I: 79), donde la indicación “ídem” nos señala que —según la autora del DETEMA— el contenido semántico es “exactamente igual al que tiene(n) [la palabra alma] hoy” (DETEMA I: XV). Sobre la base del pentágono semiótico utilizado por Blank (1997: 99) —véase el cuadro 2—, estas definiciones equivaldrían a suponer, a través de los tiempos, una identidad de la significación (signatum) y del concepto (designatum) de las palabras imaginación y alma.

Cuadro 2: Pentágono semiótico (Blank 1997: 99)

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No creo que esta suposición sea exacta; muy al contrario, me parece totalmente inadecuado admitir que la configuración semántica y la representación conceptual que puede evocar la emisión de las voces imaginación o alma, sean idénticas en un locutor medieval y moderno. Por todo ello se impone la conclusión de que es imprescindible incluir en la historia de las palabras de este tipo la historia de las ideas respectivas. En el caso concreto que nos ocupa, la historia de las palabras se convierte en una contribución a lo que Hermanns (1994) viene llamando “antropología lingüística”, de la que forma parte la historia de la “construcción” del ser humano (cf. Vierhaus 1995).

2. LAS FAMILIAS LÉXICAS DE IMAGINACIÓN Y FANTASÍA Por razones prácticas, probablemente, Corominas/Pascual tratan en su diccionario la palabra imaginación bajo el lema imagen; en el caso de fantasía, se ha elegido este sustantivo como entrada (DCECH II: 851-852; III: 442)2. Se presentan todas las palabras relacionadas con las entradas como si se tratara, a partir de un lexema base, de formaciones creadas dentro de la lengua vulgar. Sin embargo en los dos casos, la creación de familias léxicas en romance no es ni mucho menos el resultado de un proceso autóctono e independiente del latín. Más bien se trata de familias de palabras que en su conjunto ya existían en el latín clásico y medieval, tanto en obras lexicográficas como en textos filosóficos, teológicos y médicos (Hamesse 1988). Cuando el autor de las Siete Partidas expone, en un texto castellano, la teoría del alma y de la imaginación, lo hace con constante referencia a la tradición latina. En el caso concreto del concepto ‘imaginación’, mantiene en el texto del manuscrito BL 20287 el término latino que explica a continuación en romance. A mi modo de ver, la explicación no tiene el status de una perífrasis sustitutiva que formaría ya parte del léxico vulgar (Gleßgen 1996: II 1015, 1026, 1038); se trata más bien de una definición del término latino: El segundo sentido es aquel que llaman en latin uirtus ymaginatiua que quier tanto dezir cuemo que asma omne con ella las cosas que no uee. bien cuemo 2 El FEW propone las entradas imaginari (FEW VIII: 563a), imago (VIII: 564b), phantasia (VIII: 360a), phantasioûn (VIII: 361b), phantasma (VIII: 363a) y phantasticus (VIII: 364a).

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Franz Lebsanft si las touiesse delante (Alfonso X: Siete Partidas. Ms. BL Add. 20287 [12561263], ed. Kasten/Nitti 1995: fol. 107r, en ADMYTE II y en CORDE; cf. Arias Bonet 1975: 388)3.

En otros casos, las Siete Partidas sí que crean un término propio. Se puede dar el ejemplo de “uirtus estimatiua”, que se traduce por “uertud asmadera”; “uirtus cogitatiua” por “[uertud] cuydadera”; y “uirtus memoratiua” por “uertud remenbradera” (Alfonso X: Siete Partidas, ed. Kasten/Nitti 1995: fol. 107r, en ADMYTE II y en CORDE; Arias Bonet 1975: 388-389)4. En general, de estos conjuntos de palabras latinas, los autores bilingües toman elementos particulares siempre que los necesitan en la lengua vulgar. Un ejemplo llamativo es el caso del adjetivo imaginativo; antes de emplearse libremente, es decir antes de entrar en las más variadas combinaciones con sustantivos adecuados, se utilizó en la forma femenina como parte de la unidad pluriverbal virtud imaginativa. Partiendo de la premisa de que ADMYTE II y CORDE sean bases de datos dignas de confianza, las dos familias léxicas de imaginación y fantasía se constituyeron grosso modo en el período que va desde la época alfonsina hasta finales del siglo XV. Se trata, en su totalidad, de cultismos, en cuanto a su forma material lo más cerca posible de la lengua de donde proceden. El listado de las primeras documentaciones en CORDE demuestra la gran variedad de tradiciones textuales relevantes para el estudio de las familias léxicas escogidas: imagen Por reuerençia et ondra de Dios qui fizo todas las cosas e formó el omne a so ymagen et a so semblança [...] (Los fueros de Aragón. Ms. BNM 458 [1247], ed. Tilander: 47; cf. 48; cf. Gen I, 26 faciamus hominem ad imaginem et similitudinem nostram) en él [sc. altar] rica imagen de precio muy granado (Gonzalo de Berceo: Milagros de Nuestra Señora [1246-1252], ed. Baños: 318d; cf. 319a etc.) 3 En las Siete Partidas del ms. londinense contamos —según CORDE— 23 casos de este tipo de explicación (“que quier tanto dezir cuemo”). 4 Las Siete Partidas son el único texto de CORDE donde encontramos las palabras cuydadero y remenbradero. La palabra asmadero se encuentra también en la Biblia romanceada del ms. Escorial I.I.8 [1300], ed. Littlefield: “Et seynnor sean firmes las tus palauras que dexist al tu sieruo dauid. [27] & es asmadero que dios more en tierra”.

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imaginar E este sentido no puede ymaginar si no sobre las cosas que los sesos uieron o sintieron (Alfonso X: Siete Partidas. Ms. BL Add. 20787 [1256-1263], ed. Kasten/Nitti: fol. 107r)

imaginación [...] e los [sc. suennos] de uanidat [...] son uisiones de ymaginationes en la memoria, de guisa que non llegan tanto que puedan mostrar uerdat nin cosa que.s cunpla. ([Aly Aben Ragel]/Alfonso X: El libro conplido en los iudizios de las estrellas. Ms. BNM 3065 [1254], ed. Hilty: 127.33-41 = fol. 106b) Et dize adelante otrosy la estoria rrazonando contra los caualleros vos guardas delas aluergadas guardat non estoruedes su suenno a ponpeo & njn se tanga y esta noche bozina njn otro estrumento njnguno por que lo despierten que cras verna folgura fiel cruel & triste donde tomara alguno por el ymaginaçion delo que era en el dia que auera despues a veer de noche. (Alfonso X: General Estoria V [1272-1284]. Ms. Escorial R.I.10, ed. Jonxis-Henkemans: fol. 89r, sólo en CORDE) Et la ymaginacion; faz pareçer la manera de como es fecha & figurada. (Alfonso X: Ochava Esfera [1276], ed. Kasten/Nitti: fol. ?, sólo en CORDE; cf. fol. 11r, 17r)

virtud imaginativa Et aquella ora las pisadas de las cosas sentidas de los honbres çerca la uirtud imaginatiua la qual representa aquellas cosas al coneçimiento que es en medio del miollo (Juan Fernández de Heredia: Secreto. Ms. Escorial Z.I.2 [1377-1396], ed. Nitti/ Kasten: fol. 304r, sólo en CORDE)

imaginativo, -a [...] assi como scriue plato por Socrates que la su paraula era jniuriosa / & reprensible de fuera / mas dentro era solicito ymaginatiuo / & pleno de fechos (Juan Fernández de Heredia: Plutarco III. Ms. BNP Esp. 72 [1379-1384], ed. Nitti/Kasten: fol. 119v; cf. fol. 163r, sólo en CORDE)

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imaginable [...] la intellegible tela delgada que la intellectiva parte del anima razonable, pasado lo sentible e ymaginable en su sublime telar que es la alta contenplaçion, especulando texe. (Alonso de Cartagena: El Oracional. Ms. Santander 160 [1454], ed. González-Quevedo Alonso, 44) [...] los hombres vestidos desta carne gruessa y pesante no pueden entender las ynmateriales operaçiones y deyficas si no les es mostrado por algunas ymaginables formas de ymagines mas conosçidas (Vicente de Burgos: Liber de proprietatibus rerum [1494]: fol. 10v, en ADMYTE II y CORDE; cf. Bartholomaeus Anglicus, ed. Georg Barthold [1601]: 14 intelligere non possunt, nisi quibusdam formis & imaginibus & notis quibus homines vti saepius sunt sueti.)

imaginario, -a E tu as de saber que yo sola notifico las cosas ignotas Conuiene asaber la ymagenorias con definiçion o discreçion [...] (Alfonso de la Torre: Visión deleytable [1430-1440), en ADMYTE II [incunable de Burgos]; cf. ed. García López II: 233 [varia lectio]) Di a Guillen ymaginario de la obra del coro en este año de veynte e tres syn lo que en los otros años tiene rrecibido sesenta y siete mil y noventa y dos maravedis y medio. (Documentos para la Historia del Arte del Archivo Catedral de Santo Domingo de la Calzada [1524], ed. Moya Valgañón: 33)

fantasía vidieron que vinié una mugier señera [sc. María], con so fijo en brazos, en contra la ribera. // Fizieronse las gentes todas maravilladas, / tenién que fantasía las avié engañadas (Gonzalo de Berceo: Milagros de Nuestra Señora [1246-1252], ed. Baños:, 441cd, 443ab) E si estas planetas sobredichas fueren en diuerso estado de lo que dixiemos, fazen al nacido que non ama usar bien, e minguado de seso, entremete-se en fantasias, ama morar eglesias, diuina lo que a de seer ([Aly Aben Ragel]/Alfonso X: El libro conplido en los iudizios de las estrellas. Ms. BNM 3065 [1254], ed. Hilty: 184.30-34 = fol. 154b)

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fantasear Yo, que las señas vi del claro día, pensé si los fechos de lo relatado oviesse dormiendo ya fantasiado, o fuesse veraçe la tal compañía (Juan de Mena: Laberinto de fortuna [1444], ed. Cummins: 2147) [...] la fantasia faze muchas vezes las tales conposiçiones [sc. quimeras] o duisjones falsas. por quanto las otras potençias estan dormesçidas & atadas & la fantasia estonçe ha lugar de sopnar & fantasear semeiantes cosas que nunca fueron njn son njn seran por quanto estan otras potençias despiertas & dispuestas para la gujar & rrefrenar (Lope de Barrientos: Tratado del dormir y despertar y soñar. Ms. BNM 6401 [1445], ed. Montoya Ramírez: fol. 24v, sólo en CORDE) [...] todo omne puede judgar el sonido de la campana en quantos sones o palabras quisiere fantasiar (Alfonso Chirino: Menor Daño de la Medicina y Espejo de Medicina [1454], ed. González Palencia/Contreras Poza: 538 = fol. 33r)

fantástico, -a E esta uertud cuydadera o fantastica; obra tan bien durmiendo cuemo uelando (Alfonso X: Siete Partidas. BL Add. 20787 [1256-1263], Kasten/Nitti: fol. 107r, sólo en CORDE) Non cae al perlado ser fantastigo (Castigos, BNM ms. 6559 [1293], ed. Plamer/Frazier: fol. 64v)

fantásticamente [...] por accidente amengua [sc. el apetito natural] enel estomago atrayendo los vapores que finchen el estomago fantasticamente (Bernardo de Gordonio: Lilio de medicina [1495], ed. Culi/Wasick: fol. 123v; cf. ed. Dutton/Nieves Sánchez 1993: II, 1040 [l. 933])

fantastigar (hapax) Yo, que las señas vi del claro día, Pense sy los fechos de lo Relatado oujesse dormjiendo ya fantastigado, o fuese veraçe la tal compañja (Juan de Mena: Laberinto de fortuna [1444], Cancionero. Ms. BNP Esp. 227 [1430-1470], en CORDE)

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fantasma Los griegos de la bestia hovieron grant pavor, / mas dióles grant esfuerço el buen emperador: / “Esforçadvos, amigos, havedes buen señor; / esta mala fantasma non havrá nul valor.” (Libro de Alexandre [1202-1205]. Ms. BNP Esp. 488 [1440-1460], ed. Cañas Murillo: 2182) El agua bendita [...] defiende el omne de las versuçias de las fantasmatas (Pedro de Cúellar: Catecismo [1325], ed. Martín/Linage Conde: 194) [...] aquella uirgen de aquella fantasina [léase: fantasma5; sc. “vna fantasia de demonio”] conçibrrie vn fijo muyt glorioso (Juan Fernández de Heredia: Plutarco III. Ms. BNP Esp. 72 [1379-1384], ed. Nitti/Kasten: fol. 119v; cf. fol. 100r, sólo en CORDE) Quando la muger quiere parir / aprouechale mucho tener cabe si / la rayz dela berbena / cogida la mañana de san joan: porque quitale las vexaciones & fantasmas que le podrian venir: & dale muy buen reposo (Johannes de Ketham: Compendio de la humana salud. Ms. Madrid, BN I-51 [1400-1500], ed. Herrera/González de Fauve: fol. 17v; cf. ed. Herrera 1990: 106 [l. 129]) Ya no me fynca otra cosa que tema syno el çielo y las fantasmas de los dioses (Juan Rodríguez del Padrón: Bursario [1425-1450], ed. Saquero SuárezSomonte/González Rolán: 134)

A la hora de entrar en el análisis semántico y enciclopédico hay que tomar en consideración las tradiciones textuales latinas en las que se elaboran y difunden los conceptos que se relacionan con los significantes imaginación y fantasía. Sin embargo, en muchos casos no es posible remontarse directamente a las fuentes utilizadas por los autores romances medievales; hay que contentarse con indicar un corpus de textos. Se trata, por supuesto, de la filosofía y teología escolásticas, cuya base principal es, al menos en el siglo XIII, la psicología aristotélica. Sin entrar en detalles, destacamos con Brann (1991), Cocking (1991), Kearney (1988), White (1990) y Serés (1994) las características esenciales de este pensamiento sobre el problema de la imaginación. En primer lugar, el alma, que es la parte del ser humano donde

5 Léase también “fantasmas” en vez de “fantasinas” en Lope de Barrientos: Tratado del dormir y despertar y soñar. Ms. BNM 6401 (1445), ed. Montoya Ramírez: fol. 193.

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está —como veremos— localizada la imaginación, se concibe como un conjunto jerarquizado para dirigir las funciones vitales y cerebrales. En este contexto, el dualismo fundamental de la antropología antigua y medieval afecta precisamente a la concepción del alma; efectivamente, para el mundo medieval, el alma posee una parte material, las almas vegetativa y sensitiva; y una parte inmaterial, el alma racional. Cuando, en los diccionarios modernos, el alma se define como “parte inmaterial del ser humano” (por ejemplo en el DEA I: s.v.), la definición se refiere únicamente a lo que la Edad Media llamaba el “alma racional” (anima rationalis). Cuando en los textos se oponen cuerpo y alma —y lo hace también el manuscrito londinense de las Siete Partidas—, la palabra alma, claro está, designa solamente el alma racional. El alma sensitiva es la parte encargada de las funciones cognitivas a las que se asignan, dentro del cerebro, determinadas zonas, los ventrículos o células cerebrales. De acuerdo con la psicología aristotélica, la cognición se presenta como un proceso serial que va desde la percepción del mundo exterior por los cinco sentidos, la transformación, por la imaginación, de las sensaciones en representaciones mentales hasta el atesoramiento de estas representaciones en la memoria. Por eso se ha dicho muy justamente que la psicología antigua y medieval es “un precursor de los intentos modernos para identificar funciones cerebrales” (Brann 1991: 57). Notemos de pasada que el debate fundamental entre modelos cognitivos seriales y paralelos sigue estando vivo y abierto (cf. varias de las contribuciones en Elsner/Lüer [eds.] 2000). La imaginación medieval, que sí es una “facultad del alma”, es decir, una función cerebral, forma parte del alma sensitiva y actúa dentro del proceso de cognición. Hay que determinar el contenido exacto de la palabra imaginación, tanto en el plano lingüístico como en el plano extralingüístico, en el marco de la psicología medieval y con particular atención a las explicaciones y aclaraciones individuales que cada autor ofrece en ese contexto. Que yo sepa, el ya citado fragmento del más antiguo manuscrito de las Siete Partidas es la primera exposición en castellano de la estructura y del funcionamiento del cerebro.

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sentidos / sesos de fuera del cuerpo 1 ueer 2 oyr 3 ole 4 gostar 5 tanner sentidos de dentro [meollo de la cabeça] 1 seso comunal juyz sobre los cinco sesos / yudgar sobre las cosas presentes 2 uirtus ymaginatiua ymaginar sobre las cosas que los sesos uieron o sintieron 3 uirtus estimatiua asmar las cosas amigas o enemigas (asmadera) magar no fuessen prouadas por ninguno de los sentidos 4 uirtus cogitatiua componer & departir entre las formas (cuydadera / fantástica) que se departen por la uertud asmadera & entre las otras que son puestas en el meollo que esta en la casa dela memoria 5 uirtus memoratiua retener & guardar las formas & los entendimientos de las cosas que passaron por los otros sentidos

Cuadro 3: Los diez sentidos (Alfonso X: Siete Partidas, 1256-63, ed. Kasten/Nitti 1995: fol. 107r, en ADMYTE II y en CORDE; cf. Arias Bonet 1975: 387-389) Basándome en el cuadro 3 cabe destacar los puntos siguientes: (i) La exposición de las funciones cerebrales se halla en el título XXI de la Primera Partida, “De los diezmos que los xpistianos deuen dar a dios”. El autor legitima el diezmo eclesiástico refiriéndose a la analogía entre la perfección de Dios y la perfección del número diez. Efectivamente, el número diez organiza la estructura tanto del mundo mayor como del mundo menor. Por eso, en el ser humano los cinco sentidos interiores corresponden a los cinco sentidos exteriores. En consecuencia, la estructuración léxica configura la estructuración de las cosas. (ii) La “uirtus ymaginatiua” es uno de los sentidos interiores; está caracterizado este sentido por su localización dentro del cerebro, por su actividad de “ymaginar” y, finalmente, por los productos de tal actividad, a saber “las cosas que los sesos uieron o sintieron”. Así se perfilan los principales rasgos semánticos (es decir, el saber lingüístico, semémico) de lo que textos ulteriores

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llamarán virtud imaginativa, la imaginativa o imaginación: ‘Sentido interior, localizado en el cerebro como parte del alma sensitiva, cuya función es la producción de representaciones mentales de las cosas percibidas por los sentidos exteriores, independientemente de la presencia o ausencia de estas cosas’. Con el objetivo de estructurar no sólo el campo semántico de los sentidos sino también el marco cognitivo (frame) dentro del cual se sitúa el empleo del lexema imaginación y la correspondiente función cerebral, se podría construir el esquema sintáctico “la imaginación imagina imaginaciones”, indicando así la facultad o función, su manera de actuar y, en fin, los productos de esa actuación. (iii) En nuestro fragmento del texto, la “uirtus ymaginatiua” se diferencia, entre otras cosas, de la “uirtus cogitatiua (cuydadera)”, que recibe también la denominación sinónima de “uertud fantástica”. Dice el autor que la “obra” de la “uirtus cogitatiua”, a diferencia de la “uirtus imaginatiua”, es “componer & departir entre las formas”. En la medida en que esta actividad creativa va más allá de lo debido, “sale de so logar. & torna se en fantasia & por esso a de cuydar las cosas cuemo no son.” Desde el principio de la paulatina incorporación de las palabras imaginati‡o y phantasia al romance se esboza una posible diferenciación entre dos tipos de representaciones mentales, diferenciación que no se remonta a la antigüedad latina en la que imaginati‡o era solamente la equivalencia del término griego φαντασι¤α. Mientras que la imaginación produce representaciones mentales conformes con la realidad exterior, la fantasía actúa con más libertad frente a la realidad hasta el punto de deformarla. Por eso se trata, desde la perspectiva medieval, de una función cerebral peligrosa que imposibilita una correcta interpretación del mundo. Con la descripción de estas valoraciones entramos ya en el análisis de los contenidos extra-lingüísticos.

3. IMAGINACIÓN Y FANTASÍA EN LAS TRADICIONES TEXTUALES A la hora de deslindar las posibles significaciones de las voces imaginación y fantasía en textos castellanos procedentes de la Edad Media, hay que actuar con la máxima cautela. A falta de una codificación explícita y consensuada, la descripción lingüística debe limitarse a una reconstrucción semántica dentro de los estrechos límites de los textos analizados. En este sentido, el trabajo lexicológico se sitúa efectivamente en el plano del habla, en consonancia con los hechos lingüísticos y con la tradición de los diccionarios filológicos de la romanística (Christmann 1986: 21, Christmann 1991). Por supuesto, el texto individual se inscribe normalmente en una tradición discursiva o textual.

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Dentro de cada tradición se elaboran prácticas comunes al emplear palabras y conceptos. Sin embargo, ocurre que incluso dentro de la transmisión de un solo texto puede cambiar la configuración de las significaciones. Así, en la tradición manuscrita e impresa de las Siete Partidas que lleva a la Vulgata del siglo XVI, es decir el texto que Carlos V sancionó en 1555 (repr. 1974), no sólo la exposición del alma sensitiva se inserta en otro contexto jurídico, sino que también se les asignan significaciones a las palabras fantasía e imaginación que difieren del manuscrito londinense. En el incunable sevillano de 1491, que incorpora las adiciones de Alonso Díaz de Montalvo, la referencia a la configuración de los sentidos exteriores e interiores, dentro de los capítulos sobre el diezmo, se reduce a una sola frase (fol. 64r: “ay otra razon porque los onbres deuen dar esto es por los diez sentidos que dios les dio con que fiziesen todos los fechos quelos guarde & los enderesçe porque obren conellos bien:”, en ADMYTE II; cf. ed. Ramos Bossini 1984: 360); por otra parte, se desarrolla el tema de los diez sentidos dentro del título XIII de la Segunda Partida, donde se exponen las relaciones entre el rey y el pueblo (fol. 93v-94v). Efectivamente, el “alma sentidor(a)” relaciona el pueblo con el rey tal como el “alma criadera” lo relaciona con la tierra y el “alma racional” lo relaciona con Dios (fol. 112v).

1 seso comunal 2 fantasia

3 imaginaçio 4 asmadera virtud 5 remenbrança

çinco sentidos de fuera 1 uer 2 oyr 3 oler 4 gostar 5 tañer çinco sentidos que son de dentro que no paresçen aque aduze todos los otros [...] como mayoral iudga lo que es & de que semeiança o de que color quiere tanto dezir como antojamiento de cosa sin razon [...] iudga luego las cosas rebatosamente & como no deue no catando lo pensado nin lo que adelante puede venir ha mayor fuerça quela fantasia [...] obra tanbien en ymaginar sobre las cosas que pasaron. como las que son de luego & otrosi sobre las que han de venir afina6 & faze entender las cosas naturalmente por vista qua’l es amigo & a[]pro & qua’l enemigo & adaño es como repostura & guardador de todos los sentidos tanbien delos de dentro como delos de fuera

Cuadro 4: “Segunda alma (alma sentidor[a])” según Alfonso X: Siete Partidas, Sevilla [1491]: fol. 93r-94v. 6

Léase “asma”.

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Basándonos en el cuadro 4, podemos observar como en el texto de 1491 fantasía e imaginación cambian de sitio dentro del proceso de la cognición; al mismo tiempo, la fantasía se desliga de la uirtus cogitatiua para la que ya no queda sitio. Si la imaginación del manuscrito londinense corresponde exactamente a la fantasía del incunable sevillano, las dos versiones acentúan rasgos diferentes de la facultad complementaria. Mientras que la uirtus fantástica del primer texto puede “salir de su lugar” para deformar la realidad, la imaginación en el segundo texto ejerce un papel importante para que el hombre sepa cómo debe actuar en el futuro. Esta configuración de los diez sentidos corresponde a la doctrina de Avicena, tal como él la expone en el Liber canonis de medicinis cordialibus (1544; cf. Sudhoff 1914: 164165): sedes anterior cerebri ventriculus ventriculus cerebri medius posterior cerebri ventriculus

virtus apud certificantes (qui sunt ex philosophis) 1 sensus communis 2 phantasia 3 virtus imaginativa [4] virtus cogitativa (existimativa) 5 virtus conservativa et memorialis

apud medicos 1 una virtus 2 virtus cogitativa 3 virtus conservativaet memorialis

Cuadro 5: Avicena: Liber canonis (1544), Sudhoff 1914: 164-165. Según lo expuesto, los saberes sobre la cognición que transportan los textos de manera discursiva se “condensan” en las palabras analizadas (cf. Hermanns 1995: 82-83). Si el signatum (véase el cuadro 2) de palabras como imaginación o fantasía puede resumirse en unas clásicas definiciones lexicográficas, la explicación del designatum requiere mayor desarrollo discursivo. Por otro lado, al designatum le puede corresponder también una representación visual. Da la casualidad de que conocemos un dibujo del cerebro humano (CLM 527: fol. 64v; véase cuadro 6; cf. Sudhoff 1914: 190, Clarke/Dewhurst 1973: 37) que corresponde exactamente al texto del incunable sevillano de las Siete Partidas. El dibujo se “lee”, en línea horizontal, desde la izquierda a la derecha y, en línea vertical, desde arriba hacia abajo:

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prima cellula sensus fantasia communis visus olfactus gustus tactus

secunda cellula ymaginatio cogitatiua seu estimatiua

tertia cellula memoria

auditus

Cuadro 6: Avicena: De generatione embryonis, CLM 527 [1347]: fol. 64v El conjunto de textos que contiene las primeras documentaciones de las familias léxicas de imaginación y fantasía ofrece, como hemos dicho ya, una rica gama de géneros o tradiciones textuales procedentes de las más variadas ramas del saber. No es este el lugar para analizar el empleo de las dos palabras dentro de los variados contextos que nos ofrecen los textos listados más arriba. Si nos limitamos a la exposición didáctica de la teoría de la cognición, el investigador debería fijar su atención en los textos divulgadores

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que se dedican a elucidar la doble estructura humana en su ser material e inmaterial. Entre estos textos, el género de las enciclopedias ofrece el panorama más completo sobre la cuestión. En la Península Ibérica contamos no sólo con la presencia de la versión latina del Liber de propietatibus rerum del franciscano Bartolomé el Inglés (Bartholomaeus Anglicus), sino también con dos redacciones castellanas, de las cuales la primera está aún sin publicar (Meyer 2000: 239-244, 390-393). Gracias a ADMYTE II disponemos de la segunda redacción impresa por primera vez en Tolosa en 1494, una traducción hecha por Vicente de Burgos sobre el texto latino y la versión francesa de Jean Corbechon (Mettmann 1971). Con las Siete Partidas comparte las ideas fundamentales de estructuración del alma y de configuración serial de las funciones mentales. Sin embargo, en las Propiedades de las cosas, las voces imaginación y fantasía se refieren a la misma función de “mirar las formas delas cosas corporales quando son absentes della” (f. 25r), función localizada en la primera cámara del cerebro (f. 29v, “en la primera de las quales ella ordena la fantasia & ymaginaçion”). El plural de las dos palabras se refiere a los productos de la facultad mental (f. 49r ymaginaçiones; f. 90r, f. 138v, f. 138v, f. 205r fantasias). La diferencia entre los dos tipos de lexemas se sitúa en el plano de los adjetivos; mientras que imaginativo sirve para formar la unidad pluriverbal “virtud ymaginatiua” (f. 2r. etc.), el adjetivo fantástico entra en combinaciones que sirven para designar productos ilícitos de la imaginación (f. 27v “fantasticas cogitaçiones”, f. 205r “fantasticas visiones”; cf. también la oposición —f. 221v— “las verdaderas visiones... las fantasticas”). El sustantivo fantasma, siempre en plural, designa igualmente una representación mental irreal y por eso peligrosa (f. 200v, 202r, 202v, 204v, 208v).

4. CONCLUSIÓN Las más importantes conclusiones que se imponen al término de esta contribución, son —a mi modo de ver— una observación empírica (o filológica) y una exigencia metodológica. Los hechos demuestran que es imposible dar con “la” significación de las palabras imaginación y fantasía. Si cada autor latino tiene su “propia manera de concebir las cosas” (Hamesse 1988: 184), la misma observación vale también para los autores romances. Simultáneamente, la introducción de cultismos dentro de la civilización medieval “popular” consiste, sobre todo, en la inserción de conceptos cultos

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en nuevos contextos pragmáticos. Por otro lado, cuando desde hace mucho tiempo sabemos que, en el terreno de la cultura material no se puede hacer “historia de las palabras” sin “historia de las cosas”, el mismo razonamiento hay que aplicarlo al estudio del léxico intelectual de las lenguas romances. En el caso que nos ocupa, el saber semántico y enciclopédico que transportan los cultismos imaginación y fantasía es un saber fundamentado en las ciencias medievales del hombre, ciencias que incluyen no sólo la filosofía y la teología, sino, claro está, la medicina también. Sólo una semántica y lexicología históricas que abarcan todos esos saberes puede llevarnos a entender mejor un mundo y una cultura que nos son ajenos en tantos aspectos.

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ASPECTOS DEL LÉXICO MEDIEVAL DESDE LA PERSPECTIVA DEL DICCIONARIO DEL ESPAÑOL MEDIEVAL (DEM) Bodo Müller Heidelberg

Se sabe que desde los años ochenta me dedico, junto con un equipo de colaboradoras y colaboradores, a la elaboración de un diccionario exhaustivo del español anterior al siglo XV (Diccionario del español medieval = DEM). Los trabajos se realizan dentro del marco de los proyectos de investigación de la Academia de Ciencias y Letras de Heidelberg. Mi propósito es presentar aquí algunos resultados y conocimientos que nos ha brindado el estudio sistemático del léxico medieval. No sorprende a quien está familiarizado con el estado actual de los estudios en lingüística histórica comenzar con la constatación de que nuestros conocimientos sobre el léxico del español son muy limitados. Cuanto más nos retrotraemos en el plano diacrónico menos conocemos la situación lexicológica. Es significativo señalar a este respecto que de las palabras que han sido publicadas en los dos primeros tomos del DEM, no menos de un veintidós por ciento, es decir, casi una cuarta parte, no han sido registradas hasta la fecha. En más de la mitad de las palabras se han dado significados inéditos y en similar proporción se han ofrecido testimonios más antiguos que retrasan considerablemente la fecha de la primera documentación, muchas veces en tres, cuatro o más siglos. Puedo ilustrar este hecho con los nuevos datos de un artículo que ha sido redactado en estos últimos días. Se trata del sustantivo alcántara f.: El Diccionario histórico (DHLE) de la Real Academia señala en su Tomo II, de 1992: 179, que la palabra alcántara se encuentra documentada en España desde “p 1645?”, pero sólo con la acepción poco segura que le había atribuido Ac. 1726: “En los telares de terciopelo, es una caxa grande de madera en forma de baúl con la cubierta ochavada y entreabierta, la que se coloca sobre las cárcolas, y sirve para guardar la tela que se va labrando”. Se cita, además, el uso de alcántara en el español de Cuba y regiones centroamericanas, con

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la acepción de “porrón de agua”. La acepción etimológica “puente” que exige la base árabe al-qan·ara, aparecería, según el DHLE, solamente en topónimos. Por lo demás se afirma que dicho significado, que Ac. 1726 recoge como anticuado apoyándose en diccionarios de los siglos XVI-XVII, “parece no tener más fundamento que el de la etimología [...], y no existe ningún testimonio literario”. Corominas/Pascual, en su DECH (I, 1980: 130), aseguran de manera categórica que “la conciencia lingüística común rechazó la consolidación de alcántara como sinónimo romance de puente”. Ahora bien, en uno de los próximos fascículos se dará la prueba de que sí existió dicha palabra con el significado de “puente”. Se usó principalmente para designar un puente de piedras. He aquí las primeras menciones recogidas de textos anteriores al siglo XIII1. [1127] DocsReconquistaEbro(1982) I 142 p 155: et confirmo uobis uestros molinos quod ego uobis ibi donaui in illo rigo de Kelles per emenda de uestra parte quam habeatis in illos molinos de illa alcandara per illa mola et media que habebatis in illa alcandara. [1143] DocsReconquistaEbro(1982) I 317 p 310: Anno quando cecidit in aqua illa alcantara et rex Garcia currit Çaragoça. [1163] DocsReconquistaEbro(1985) II 395 p 73: uenditores sumus uobis in Almuçara I campo, et habet affrontationes de oriente campo de illo Ospital et de occidente campo qui es alhobce de rege, et ex alia parte campo de illa alcantara [1178] DocsPilar 158: & uendimus ad uos [...] una nostra uinea quam abemus infra terminis de Çaragoça, prenominatamente in Galleco, ad illa turre de Sancio Nequons de illa alchantara per pretio, quod placuit nobis [1196] DocsPilar 267: Et laxo ad illa alcantara, III solidos.

Se trata, pues, de una forma bien documentada desde 1127, es decir, con una anterioridad de quinientos años con respecto al primer testimonio señalado en el DHLE y con una función semántica que hasta ahora la lexicología no había querido atribuirle. Es de notar, además, que encuentra aquí su justifica1 Para las abreviaturas y siglas usadas en esta contribución, véase DEM I (1994: VIIIXLVI), II (1995: VII-XIII), III (2001: IX-XVI).

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ción histórica el empleo de alcántara con la acepción de “porrón de agua” en hablas de América Central. A lo que parece, la palabra medieval fue llevada a América, pero debe de haber adquirido en el Nuevo Mundo un significado distinto debido a un cruce semántico con la forma el cántaro “vasija, recipiente para tener y transportar el agua”. Este ejemplo demuestra hasta qué punto el mejor conocimiento del léxico medieval también es un requisito fundamental para la investigación histórica en el campo del español de América. Permanezcamos por el momento, sin embargo, en el ámbito del español de Europa. Ya que el DEM se apoya en el análisis de no menos de 623 obras, colecciones de documentos, textos, etc., se recogen por primera vez no sólo palabras aisladas, sino familias lexemáticas enteras. Veamos, a modo de ejemplo, la familia del verbo adañar: El DHLE I (1964: 663b) sólo registra el verbo de base, remitiendo a una entrada en el Diccionario de las palabras anticuadas que contienen los documentos existentes en los archivos de Navarra, de José M. Yanguas y Miranda, Pamplona 1854. Corominas/Pascual en el artículo daño del DECH (II: 425) no conocen ni el verbo ni formas derivadas de éste. Conviene observar, sin embargo, que la familia adañar tuvo una larga existencia durante los siglos XIII-XIV. El DEM ofrece muchos testimonios a partir de c 1250, entre ellos el verbo adañar “dañar, perjudicar”: [c1250] VidalMayor I 43,35 p 55: Certas, de tanto se adaynna más la su fe por tales feitos, desfaze se la honestad et la su fama [2a. mit.s XIV] Heredia CrónEmp 7v20: fizieron le danyo adarredor de los oios mas nol adanyaron la uista

el sustantivo adañamiento m. “estragos”: [c 1280] BibliaRomanceada 3 Esd 8,78(191v46): por nuestros peccados & de nuestros padres fuemos dados aespada nos & nuestros hermanos & nuestros sacerdotes & nuestros Reyes & catiuerio & adaynamieto fasta oy en dia

el participio activo adañante “dañoso, perjudicial”: [2a. mit.s XIV] Heredia Secreto 296v1: Et quando las strellas adanyantes no guardan enta la luna aquella ora es la luna mas mala

el adjetivo adañable “dañoso, perjudicial”: [2a. mit.s XIV] Heredia Secreto 296v12: es muy danyable enel aminguamiento dela sangre Et aquesto es feridas opor otra manera mas no abriendo las uenas quando la luna sera crexiente et no la aguardan las strellas adanyables

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La falta de documentación hasta ahora es un indicio de la enorme cantidad de huecos que la investigación lexicológica ha de llenar todavía. Es evidente que el conocimiento completo del léxico medieval no dejará de tener consecuencias sobre las futuras descripciones históricas de la lengua. En vez de entrar palabra por palabra en pormenores lexicográficos, prefiero llamar la atención sobre algunos fenómenos del préstamo semántico que todavía no han sido objeto de estudio, por más que se observan en el campo de los arabismos y de los hebraísmos. Uno de estos fenómenos poco conocidos se nos ha presentado hace poco en el análisis de la forma aguar. En la mayoría de los casos aguar, descendiente del lat. AQUARI, -E , significa “abastecer de agua, abrevar, mezclar (el vino) con agua, meter en el agua”2. Pero a partir de la primera mitad del siglo XIV aparece en libros de caza un aguar/aguarse con el significado distinto “lanzarse (un ave de rapiña) sobre una presa”. En el Libro de la Caza de Don Juan Manuel se lee p. ej.3: [1337-48] JManuel I LCaza 2,15 p 526: Otrosi matan las anades aguandolas muchas vegadas, et montando et desçendiendo et firiendo muchos colpes estrannos et marabillosos - 6,170/172 p 545: deuen lançar vn falcon altanero a·las anades; et desque oviere aguado et fincare vna por su cabo, deuen lançar el falcon que afeytan; et desque andudiere con el otro, deuen lançar el anade en guisa que·la agüe el falcon maestro - 6,193 p 546: Et desque matare por su cabo, deuen le fazer aguar las anades dos o·tres vezes

¿Hemos de contar aquí con nada más que un uso especializado del verbo aguar? Lo más probable es que se haya cruzado con el aguar de procedencia latina el verbo árabe hawa#, que significa “lanzarse (un ave rapaz) sobre una presa”4. Como se puede observar en los ejemplos citados, el significado general del verbo árabe se ha restringido en el español aguar al de la caza de aves acuáticas, en particular ánades y garzas, a causa de la estrecha relación etimológica de este verbo con agua. Interferencias de tipo absolutamente inusual caracterizan sobre todo las traducciones de la Biblia. Como los judíos en la alta Edad Media ya no dominaban el hebreo, era imprescindible traducir los libros sagrados al español de la época. Los primeros textos bíblicos romanceados que se han con-

2

Cf. DEM II: 469s. Cf. DEM II: 470. 4 Cf. Wehr 51985: 1364b. 3

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servado datan de la segunda mitad del siglo XIII. Por lo que se refiere a la claridad del texto de base, hemos de tener en cuenta que éste era ya en sí difícil de entender, tanto más cuanto que era muy a menudo oscuro intencionadamente para reflejar por su falta de inmediata inteligibilidad el misterio de la religión. A esto se añade que los traductores no se molestaban excesivamente en reproducirlo con exactitud. Voy a ilustrar este aspecto con un ejemplo significativo. Tomemos como punto de partida el verbo acarrear que tenía por lo general las acepciones “transportar, llevar, traer, traer consigo, inducir a alg. a algo”. Sin embargo, en varios pasajes de la Biblia Judía-Cristiana, de hacia 1400, algunas formas del verbo se usan con significados muy diferentes: a) Ez 26 p 679: fue la palabra del Señor a mi diziendo: fijo de omne, por que dize Veneja por Iherusalem ay que vengança por que es quebrantada de los gentios e la he acarreado a mi b) Is 7 p 481: subiremos en Judá e enseñorearnos hemos en ella e acarrearla hemos a nos c) Is 46 p 528: Lo qual yo fablo eso mesmo yo lo acarreo. d) Jer 31 p 605: Así dize el Señor, el que lo ha de fazer, el Señor aquel que lo ha de acarrear para lo conponer: Adonay es el su nonbre.

En a) acarrear sirve de equivalente del verbo hebreo sbb “volverse hacia”; según el texto hebreo la ciudad de Tiro (=Veneja) habría hecho ‘volverse hacia’ ella (=caer en sus manos) la ciudad enemiga de Jerusalén. En b) acarrear se usa para representar el verbo bqc “abrir, tomar, ocupar por fuerza”. En c) se trata de una traducción del verbo bo#‘ “hacer venir, hacer suceder”. El texto hebreo dice: ‘Tal como lo he dicho, asi lo hago (=haré) suceder’. En d) el traductor pone acarrear por el hebreo yzr “formar, figurar, crear”. El texto original habla de ‘Yavé, quien prefigura y forma lo que se realizará’. Hubo, por añadidura, interferencias semánticas basadas en la mera afinidad acústica entre un verbo hebreo y un verbo español, como lo demuestran los ejemplos siguientes:

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Bodo Müller e) Is 41 p 520: ¿Qual es aquel que se descubre de oriente e la justiçia acarrea por su piedat delante si [...]? f) Ez 36 p 694: Salvarvos he de todos vuestros enconamientos e acarrearé los tenporales e multiplicarvos he e nunca daré sobre vos fanbre.

En e) la forma acarrea resulta ser reproducción fonética del verbo kr‘ “llamar” que se pronunciaba [kará]. El texto hebreo reza así: ‘¿Quién es aquél [...] al cual la justicia llama a sí para que siga sus pies?’ En f) nos encontramos con otra reproducción fonética de kr‘ “llamar”. La versión española ofrece la traducción de una frase que dice: ‘llamo (=llamaré) al trigo y lo multiplicaré’. En ambos casos se le ha ocurrido al traductor tomar simplemente el verbo acarrear por ser éste en cierto modo una correspondencia formal del verbo hebreo kr‘. El que acarrear deba así significar “llamar” no parece haberle inquietado. La semejanza exterior de dos formas le era motivo suficiente para pasar por alto las exigencias semánticas de una palabra española. En los tomos publicados hasta ahora se hace notar además un vocabulario especial de estas Biblias romanceadas. Llaman la atención las formaciones de nomina agentis en -or (abastador “nombre de Dios”, aborridor “el que odia”, adestrador “guiador”, afligidor “destructor”, aforador “legislador”, agraviador “opresor”, ahontador “denostador”, ahuyentador “el que obra en contra de alg. o algo”), así como los participios activos con función de sustantivo o adjetivo (abrevante m. “abrevadero” (?), accenientes m. “seguidores”, acendiente adj. “que enciende”, acrecentante adj. “que aumenta el número”, acuciante m./adj. “que es apresurado”, aderechante adj. “que sigue recto su camino”, afligente m. “destructor”). Entre los verbos se destaca el derivado acuñadar “contraer matrimonio con la viuda del hermano”, por ser éste un calco del hebreo yvm “casarse un hombre con la viuda de su hermano muerto sin sucesión”. Según la antigua ley, los hermanos tenían el deber de casarse con su cuñada, viuda sin hijos, por orden de edad, para dar sucesión al hermano fallecido. Los hijos que nacían de esta unión se consideraban como descendientes del difunto. Sería un error suponer que en el análisis lexicológico de las traducciones del árabe o del galorromano al español se presenten menos dificultades que en el de los romanceamientos bíblicos. Puede ocurrir que el texto mismo de una versión esté erizado de problemas. Veamos, por ejemplo, un pasaje tomado de un manuscrito del Libro del Tesoro, junto con la redacción de base en lengua francesa:

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Texto español: [c 1400-c1425] LTesoro(ADMYTE 0) 50v: e jpanus e muy noble Rio que detiene las aleures de alixandria segunt que libones que el fica sobre la mar do muestran spierta ment

Texto francés: Et en Inde avoit. vm. viles bien poplées et habitées de gent; et ce n’est pas merveille, à ce que li Yndien ne furent onques remué de lor terre. Et li grant flum qui son en Inde sont: Ganges, Indus et Ypazius, li très nobles fluns qui detint les aleures Alixandre, selonc ce que les bones que il ficha sor la riviere demonstrent apertement

La enciclopedia de Brunetto Latini, que llevaba el título de Livre dou Tresor, fue traducida del francés a finales del siglo XIII, mientras que la redacción del manuscrito en cuestión data de comienzos del siglo XV. En el pasaje citado se cuenta que el río Hífasis distrajo a Alejandro Magno de avanzar hacia el interior de la India. Ahora bien, el texto español examinado por sí solo ofrece varias palabras problemáticas; para la explicación de éstas hay que recurrir a las correspondencias francesas: aleure f. equivale así al fr. aleure “marcha”, libones al fr. les bornes [grafía original: les bones] “los hitos fronterizos”, y fica al fr. ficha “puso” (pretérito indefinido de ficher). Resulta evidente que el traductor “españolizó” más mal que bien lo que había leído en la lengua de origen. Los ejemplos mencionados plantean el problema de hasta qué punto este material tiene que ver con el léxico español. Sin embargo, no vale la pena discutir aquí si nos enfrentamos con citas en lengua extranjera, con préstamos o bien con simples consecuencias de la falta de atención, del capricho de un sabio políglota o de la economía de esfuerzo de un súbdito mal pagado. Es la tarea del lexicógrafo decidir según las circunstancias si una forma determinada ha de considerarse española o no. Por lo demás, hay que dejar claro que el DEM no refleja la lengua hablada tal y como fue utilizada por la mayor parte de los hispanohablantes, sino como ha sido transmitida en documentos escritos. Concretamente, nuestro diccionario resulta de formas transmitidas a través de textos que son considerados hispanolatinos o españoles, y por eso estas mismas formas han de calificarse de españolas con mayor o menor grado de probabilidad. El carácter hipotético, por no decir arbitrario, de este léxico se manifiesta también en las formas creadas por Gonzalo de Berceo para satisfacer en sus poemas las exigencias de la rima. Basta señalar algunas muestras de

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su producción recogidas de los Milagros de Nuestra Señora [c 1255]5. No hay que olvidar bajo este aspecto que buena parte del vocabulario medieval consta de hápax legomena, es decir, creaciones espontáneas sin pervivencia, derivados y préstamos atestiguados una sola vez, y finalmente también formas dudosas, errores de copista, lecturas equivocadas, palabras fantasmas, conjeturas de editores, etc. Éstos son, a grandes rasgos, los materiales que nos cuestan un máximo de trabajo. El análisis sistemático y la documentación completa del léxico medieval proporcionan, por otra parte, muchos resultados nuevos en el campo de la etimología, incluso de las lenguas románicas en general. Pero no es mi intención discutir aquí los problemas de la procedencia de ciertas formas mal explicadas en el DECH. Ya que mi contribución ha puesto hasta este momento en el punto de mira los fenómenos del contacto entre idiomas diferentes, permítaseme aportar una consideración acerca de la influencia de la lengua italiana. Conviene observar, en términos generales, que los nuevos datos lexicológicos que proporciona el DEM obligarán a la lingüística a abandonar posiciones hasta ahora tradicionalmente aceptadas. En efecto, muchos de los supuestos italianismos no son tales. Es una communis opinio pensar, por ejemplo, que el español cortesano, palabra que simbolizó en el Renacimiento un nuevo ideal del hombre, procede del italiano. Corominas/Pascual aducen 5

Las creaciones del poeta aparecen en cursiva: 14: maestro fue anviso - perdrie el viso 15: dulz e sabrido - tal fructo comido 23: dulz e sanía - toda la romería 37: del rey Salomon, - sabio por mirazon 53: vino con la messaieria - Ave Maria 76: fué en una mongia - no lo sabia 81: complir su follia - fuera de la freiria 93: buena parecencia - su audiencia 97: Sancta Maria - su podestadia 99: sin mala repindencia - divina clemencia 107: otro trentanario - el buen fossalario 110: nul ministerio - todo est reguncerio 130: no lo entendio - disso verdadera issio 132: vivie de razones - nin otras furciones 208: sólo por sentencia - avedes la entencia 211: la degolladura - la sobresanadura - toda la cochura etc.

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como primer testimonio la entrada en el Diccionario Universal de Alfonso de Palencia de 1490, que afirma lo siguiente: “tomado del it. cortigiano, -egiano, por conducto de occ. ant. cortesan [1350], y quizá cat. cortesà” 6. No, no es así: cortesano con el significado de “servidor” aparece ya en un documento alfonsino de 12597. Otro ejemplo: el español tiene junto a albergue “refugio, alojamiento” una variante arcaica albergo. Corominas/Pascual han explicado albergo como “italianismo sin arraigo”8, ya que sólo conocían una aparición ‘temprana’ en Cervantes. Después de esta datación el DHLE ha documentado un testimonio anterior a 1508, que también parece abogar a favor de la supuesta procedencia italiana9. El DEM, en cambio, prueba la existencia de albergo ya en 135010, con lo que la tesis del origen italiano se desmorona. ¿Pero cómo explicar albergo si descartamos esta procedencia? Se trata de una variante castellanizada del galicismo albergue, que a su vez aparece en textos españoles a partir de c 1250. Resulta evidente que es preciso revisar de manera integral la cuestión de los italianismos. No cabe duda de que el DEM crea para la lingüística una base a partir de la cual puede ser aclarada de modo definitivo gran parte de los problemas relativos a la formación del español. Quisiera, sin embargo, en este momento volver la vista hacia el presente y plantear las siguientes cuestiones: ¿Qué relación guardan entre sí el español medieval y el español moderno? ¿Se puede hablar de continuidad o de discontinuidad? Conviene distinguir primero dentro de la lexicología histórica entre palabras puntuales y palabras generales. Son puntuales aquellas unidades

6

DECH II, 1980: 213b. [1259] DocsAlf X 68 p 149: é mandamos que quarenta clerigos de las parrochias de Avila que fueren racioneros, prestes, diaconos, que sean vezinos de Avila, que sean escusados de todo pecho, é de todo pedido, et por facerles bien é merced mandamos, que excusen sus paniaguados, sus iuberos, é sus pastores, é sus cortesanos, et estos escusados que sean de la quantia que los han los cavalleros de Avila, segun dice el privilegio que tienen de nos. Fecha la carta en Toledo, diez dias andados del mes de Jullio era de mill é doscientos é noventa é siete años. 8 DECH I, 1980: 118a s.v. albergue: “La variante albergo (Cervantes, Mariana) es italianismo sin arraigo.” 9 DHLE II,1 1992: 100c. La palabra se encuentra en una edición del Amadís. 10 [c 1350] CrónTroyana (ADMYTE 0) 61r: aquel muy esforçado & my mañoso rey agamenon mando & ordeno con gran estudio & deliberacion poner campo & finear el real & tiendas [...]. Alli se podrian mirar muchas tiendas & muy ricas & pauellones & alojes de muy diuersas maneras & albergos asi para las personas como para los cauallos & fardajos. 7

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léxicas que se encuentran tan sólo una vez, en una única obra o bien en sólo un autor, a modo de idiolectismos. Según los resultados de nuestra investigación que se ofrecen de base, estas unidades no han sido capaces de superar el umbral de la unicidad para pasar al plano de lo común y de lo general, sean cuales fueran las razones. Tomemos como punto de partida el vocabulario del tomo segundo del DEM: la cantidad de palabras puntuales constituye aproximadamente un veintisiete por ciento. Es decir, una cuarta parte de las palabras documentadas en los textos desapareció inmediatamente después de haber entrado en escena. En cambio, casi tres cuartas partes de las unidades léxicas que emergieron entre los siglos X y principios del XV han logrado la continuidad, en algunos casos de un autor a otro, en otros durante un espacio de tiempo más prolongado. Pero, ¿perviven aún hoy día? Con esto se plantea la pregunta de si estas formas continúan existiendo en la lengua estándar moderna. La respuesta la da una estadística en la que se muestra cómo se ha ido produciendo entre los siglos XII y XVIII la pérdida de palabras generales en textos anteriores al siglo XV: en el siglo

: 0,5% : 6,1% XIV : 19,2% XV : 10,1% XVI : 8,3% XVII : 10,5% XVIII : 2,1% ____________________ total : 56,8% XII

XIII

Los datos numéricos atestiguan una repentina intensificación de la pérdida en el siglo XIV (más de 19%). Habrá que tener en cuenta que en aquel período se filtró el vocabulario para el Renacimiento. Otra subida se observa el siglo XVII, siglo del español clásico (10,5%). Es posible explicar algunas de las reducciones más importantes ocurridas a lo largo del tiempo: la pérdida se debe en gran parte a la supresión de numerosos dobletes. Véanse, por ejemplo, los dobletes sufijales de sustantivos que se encuentran en los Milagros de Nuestra Señora:

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Aspectos del léxico medieval abondo - abundancia angosta - angostura ardor - ardura aveniment - aventura calor - calentura - calura canto - canción casto - castigamiento cor - corazón error - erranza

fiadura - fianza folganza - folgura forno - fornaz lumne - lumnera maldad - maleza parte - partida pavor - pavura peligro - pelaza potencia - potestad

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priesa - presura respuesta - responsión riba - ribera rictad - riqueza romeo - romero - romeruelo tempesta - tempestat valor - valía vestidura - vestimenta falla - fallencia

Hubo igualmente gran número de dobletes verbales debido a los derivados con a-. En el Vidal Mayor, por ejemplo, que data de c 1250, constan los siguientes: abastar - bastar acomendar - comendar acreder - creer acrescer - crescer addeclarar - declarar adevinar - devinar ag(u)oardar - goardar

alimpiar - limpiar amillorar - millorar amingoar - mingoar amostrar - mostrar aparecer - parecer aponer - poner arredrar - redrar

assaber - saber assentar - sentar attemprar - temprar

Es fácil reconocer en estas listas las voces que han podido mantenerse hasta hoy. Otros factores de la reducción han sido la substitución de formas populares por equivalentes cultas y la reestructuración analógica de formas irregulares dentro de una misma familia lexemática. Cuando se contabiliza toda la pérdida de palabras generales desde el siglo XII hasta el siglo XVIII, se llega a la conclusión de que más del 40% del léxico general de los siglos X a XIV se mantiene vivo en la lengua actual. Éste es un porcentaje sorprendentemente alto. Una pervivencia aún mayor resulta si tenemos en cuenta todo el diasistema de la lengua, incluso dialectos, hablas y el multiforme español de América. Una parte considerable del léxico medieval que ya no existe en el español estándar pervive en zonas marginales y en América. Pero esto sería materia para otra conferencia.

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INDIO E INDIANO EN EL ESPAÑOL ANTERIOR A 1400 Eva-Maria Güida Heidelberg

El propósito de esta contribución es presentar e interpretar los etnónimos indio s. e indiano s. en el español medieval hasta aproximadamente 1400, utilizando como base empírica una documentación seleccionada del DEM de Heidelberg1. Criterio básico para dicha selección ha sido el asegurar la consideración de todos los tipos de fuente disponibles en los que los lexemas de marras aparecen. El procedimiento es esencialmente cronológico y se dirige a mostrar: — que los lexemas aparecen —en contraposición a la documentación hasta ahora disponible— ya a partir del siglo XIII — que el significado “Natural de India” generalmente atribuido a dicha documentación (p. ej. en el DME2) es insuficiente y no corresponde a la complejidad semántica de los lexemas — que la equívoca transferencia de indio/indiano a los aborígenes del continente americano no es la primera aplicación de estos etnónimos a habitantes de territorios fuera de la India propiamente dicha en la historia del español. A pesar del carácter espectacular del descubrimiento, nuestro conocimiento de la historia de los etnónimos indio e indiano previa a 1492 es muy limitado. La información más actual la encontramos en el Diccionario medieval español de Martín Alonso el cual los registra a partir del siglo XV, atribuyendo el significado “Natural de la India, vo sea de las Indias orientales” a 1

Se agradece el permiso para trabajar con los materiales del prestigioso fichero de este diccionario. 2 Para las indicaciones bibliográficas de las siglas utilizadas se remite a la ‘Bibliografía provisional’ (fasc. 1, 1987) así como al ‘Suplemento bibliográfico’ (fasc. 11, 1995) del DEM.

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indio y “De la India” a indiano3. La insuficiencia de esta información reconoce dos fuentes: — la falta total de documentación anterior al siglo XV así como — una definición poco precisa, problemática por su limitación a una dimensión puramente geográfica. Respecto a la frecuencia de las palabras en el español medieval cabe destacar que indio e indiano, de acuerdo a la información exhaustiva y fundada del DEM se documentan repetidamente en los siglos XIII y XIV. Con 31 entradas para indiano y 29 para indio, los lexemas acusan en el siglo XIII una frecuencia casi idéntica. Esto cambia radicalmente en el siglo XIV en favor, tal vez sorprendentemente, de indiano s., constatándose para este lexema 60 entradas y sólo 10 para indio s. Se torna insoslayable la pregunta acerca de cuándo y por qué indio finalmente logra imponerse a indiano.

EL SIGLO XIII4 En el siglo XIII, al igual que en la Europa del Medioevo en general, también en España el conocimiento del mundo y de la India en particular se basa en las observaciones y descripciones de geógrafos griegos y romanos. Las primeras informaciones de carácter preciso llegaron a oídos de los griegos a través de la campaña de Alejandro el Magno. No puede sorprender, por tanto, que la primera documentación de indiano provenga del Libro de Alexandre de la primera mitad del siglo XIII5. La palabra aparece tanto en el manuscrito parisino (el más completo y mejor conservado) como en el madrileño, el cual muestra falencias en comparación con el primero, pero al cual se considera más antiguo (fines del siglo XIII o comienzos del siglo XIV). También el informe alfonsino sobre la campaña de Alejandro en la cuarta parte de su General Estoria de c 12756 utiliza esta denominación repetidas vezes. Se encuentra igualmente en el Libro del Tesoro, la versión castellana 3

DME II: 1256a s.v. indiano y 1256b s.v. indio. Para una presentación y análisis detallado del material correspondiente al siglo véase: Güida. En: Wesch et al. (eds.) 2002: 217-226. 5 [a 1230-c 1250] Alexandre v 1515a(P), etc. 6 [c 1275] Alf X GEstoria IV 220r85, etc. 4

XIII

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del Livre dou tresor de Brunetto Latini de fines del siglo XIII, indiano para designar a los habitantes de la India7. La palabra indio se documenta por primera vez en el español, al igual que indiano, en el Libro de Alexandre8, más precisamente en el manuscrito madrileño de fines del siglo XIII o comienzos del siglo XIV. En contraposición a indiano se encuentra indio en una sola cita. Las posteriores citas de indio, en cambio, rompen con esta tradición. No pertenecen a la literatura alejandrina, sino que se encuentran en traducciones al español antiguo de literatura didáctica de origen árabe9. Con la tradición textual cambia también la imagen del indio, el cual deja de ser representado como el habitante de un país exótico lejano, vencido por Alejandro el Magno, para convertirse en una autoridad en filosofía, a la par de sabios de Grecia o Persia. Como referente técnico aparece el indio en textos alfonsinos de astronomía y astrología, traducidos del árabe o recopilados a base de textos de ese origen. Como lo evidencia un pasaje en el LCruzes10, el indio se encuentra a un mismo nivel con los romanos, persas y griegos en los saberes y las sciencias, siendo incluso superior a ellos en las sciencias espiritales, poridades celestiales, obras de las estrellas y de mágica. Por ello no sorprenden las numerosas referencias a los indios que se encuentran en textos sobre Astrología y Astronomía11. Aquí se ve limitada la validez del concepto alfonsino Ca nos los latinos delos griegos auemos los saberes12, porque estas citas documentan no sólo un etnónimo, sino que evidencian además la existencia de una imagen diferente de la India como tierra de ciencias y sabiduría, siendo el indio —no el indiano— su representante.

EL SIGLO XIV Continuidad así como ampliación temática caracterizan a las entradas del siglo XIV. La continuidad del tema alejandrino se encuentra p.ej. en las crónicas de Heredia, las cuales retoman los temas de la antigüedad: 7

[fines s XIII] LTesoro I 122 p 61b, etc. [a 1230-c 1250] Alexandre v 2076a(P). 9 [c 1250] BocadosOro(ADMYTE 0) 42v, [c 1250] Poridat(ADMYTE 0) 8r. 10 [1259] Alf X LCruzes 7r50. 11 [1252-84] Alf X Picatrix 13v4 etc., [1254] Alf X IudiziosEstrellas 15v17 etc., [c 1277] Saber Astronomía 132r43, etc. 12 [c 1275] Alf X GEstoria I 74r. 8

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Eva-Maria Güida [2a mit. s XIV] Heredia CrónConq I 90r48: et nombro el fillo engendrado por alexandre. El qual despues a consiguio el regno delos indios — 90r68: Et porrus fue uno delos reyes delos indios [2a mit. s XIV] Heredia GCrón I 503r32: fue asitiado por demetrio rey delos indios.

O indiano en las Flores: [2a mit. s XIV] Heredia Flor 10r3: et hay islas assaz et aqui habitan indianos que son todos negros et uan todos esnudos por la grant calor et adoran ydolas en aquellas yslas se troban piedras preçiosas et las buenas specias

La continuidad de la literatura didáctica de origen árabe se evidencia en la obra Secreto Secretorum, en la que un sabio maestro (Aristóteles) le brinda a un destacado líder político (Alejandro el Magno) consejo moral y político. El texto seudoaristotélico ha llegado a España a través del contacto cultural con el mundo árabe. El etnónimo indiano se encuentra aquí en diversos contextos: a) Como simple designación de los enemigos de Alejandro: [2a mit. s XIV] Heredia Secreto 315r41: O Alexandre [...] guardate de todos enguanyos et sienpre faras que la batalla sia la çaguera cosa por que la gente delos indianos son enguanyadores et traydores

b) Caracterizándolo como autoridad, sea en materia de política o de medicina o como sabio al mismo nivel que los griegos y los persas: [2a mit. s XIV] Heredia Secreto 271r19: O Alexandre [...] bella cosa es la costunbre delos indianos los quales stablesçieron et hordenaron que el Rey parexiese una uegada enel anyo delant dellos en parament real [2a mit. s XIV] Heredia Secreto 278v41: dios reuelo aquestas cosas alos profetas et asus santos sieruos […] et apres los uarones philosofos de aquestos auieron el comienço et prinçipio dela philosofia et los indianos et los persianos et los griegos et los latinos de aquestos sacaron et escriuieron el comienço et los secretos de las artes et delas sçiençias [2a mit. s XIV] Heredia Secreto 287v54: Lo ley enlas istorias delos antigos que un Rey poderoso aiusto todos los millores fisigos delos indianos et delos uredos et delos griegos et mando acadahuno dellos studear que uidiesen que melezina porria seyr que si honbre la usas no auyes mester otra medeçina

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O c) como protagonista en una discusión sobre altruismo como en el ejemplo siguiente. Este caso es especialmente interesante debido a la comparación establecida entre un hindú y un persa. Ambos son astrólogos, pero mientras que el uno es llegado del oriente, el otro viene de India. El etnónimo para oriente es primero oriental, pero cambia luego a persano. Al llegado de India se lo denomina en cambio siempre indiano: [2a mit. s XIV] Heredia Secreto 309v23/27: no te conteçca como conteçio ados honbres que yuan camino el vno era astrologo de part de orient el otro de india et era tanbien astrologo Et el oriental caualgo su mula la qual auya criado asu uoluntad et enla mula leuaua todas sus cosas neçessarias que auia menester al camino Et el indiano yua apie no auya ninguna uianda ny res et como yuan faulando dixo el persano al indiano quienta es tu ley et quienta es tu fe Respuso el indiano creo que en el çielo es vn dios

Pero nuestras fuentes de los etnónimos indiano e indio en el siglo XIV revelan también una importante ampliación temática: junto a las traducciones o versiones de la literatura clásica o didáctica árabe se encuentran por primera vez crónicas de viajes, ya sean informes de viajes reales como la crónica del viaje de Marco Polo disponible en una versión aragonesa de la segunda parte del siglo XIV, o de compilaciones de literatura geográfica o enciclopédica, como son los ‘viajes’ de un tal John of Mandeville (ViajesMandavilla) de fines del siglo XIV. Respecto a John of Mandeville no reina consenso sobre si existió o no y quién era. Sólo parece haber seguridad en un punto: el autor nunca realizó personalmente el viaje sobre el cual informa su crónica. De acuerdo a Seymour sólo puede decirse que el informe originalmente fue escrito en francés, posiblemente en Lieja alrededor de 1357 y es probable que su autor no haya sido inglés. Entre las variadas fuentes (en parte no localizables) del texto se encuentran las traducciones francesas de crónicas de viajes genuinas (de Jean de Long, 1351) o también la enciclopedia de Vincent de Beauvais (c 1250). Cerca de 250 manuscritos y numerosas traducciones (en latín, inglés, alemán, dinamarqués, checo, italiano, español, irlandés) realizadas en un período de cien años prueban la popularidad del texto, la cual incluso superó a la de Marco Polo. It is perhaps ironical that this exotic book should overshadow the popularity of Marco Polo’s Divisament dou Monde, and that the genuine and truthful trave-

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Eva-Maria Güida ller should be dubbed Il Milione, a liar who described everything in millions, while the fictitious ‘Mandeville’ should be believed by all (Seymour 1967: xiv).

La gran cantidad de traducciones y versiones dificulta la filiación de la traducción al español, de la cual disponemos solamente en un manuscrito de influencia aragonesa (Escorial M. III. 7, copiado en Aragón en 1357 a quo— 1400, según Menéndez Pidal)13. El idioma original para el texto aragonés fue el francés, el traductor es anónimo. Con los ViajesMandavilla adquiere importancia, junto al tema alejandrino y el tema de la sabiduría, el cristianismo14. El texto comienza como una guía por la tierra santa, un primer indicio del papel destacado que el texto de Mandeville otorga a la religión cristiana. El autor se ocupa sistemáticamente de diversos usos religiosos y de las diferentes manifestaciones del cristianismo en los países que describe. Quizás en esta combinación de crónica de viaje y religiosa radique la base de su éxito. También en su descripción de la India se unen lo conocido con lo fantástico, pero parece importante la incorporación de otras dos temáticas conectadas con su concepto de India, posiblemente tomadas de Marco Polo: El Preste Juan (de las Indias), rey legendario de oriente que aparece repetidamente como aliado de Europa contra el Islam desde el siglo XII, y el apóstol Tomás (cf. p. ej. Brown 1956), a quien se adjudica la cristianización de la India. El Preste Juan (de las Indias) recibe en el texto a veces el título de emperador de lalta jndia (69r19), a veces el de grant jmperador dindia (76r21), su imperio es grande pero distante: [fines s XIV] ViajesMandavilla 51r: Et seppades que segund lo que yo puedo apercebir & comprender la tierra prestre johan emperador es de jus nos Car andando descocia o danglaterra vers jherusalem hombre puya siempre. Car nuestra tierra es enla baxa partida dela tierra vers occident Et la tierra prestre johan es enla baxa partida vers orient et han alla el dia quando nos auemos la noche — 76v: Et encora es la tierra de prestre johan mas luein muchas jornadas los mercaderos qui van pardalla passan por persia 13 Higgins —partiendo de un arquetipo postulado— deriva la versión española de la versión continental pasando por un texto continental intermedio. Cf. Higgins 1997. 14 El tema aparece también en [2a mit. s XIV] Heredia Flor 9v: deues septentrion por lueng es el grant desierto de India alla do el Emperador alexandre trobo tan grant diuerssitat de serpientes et de bestias assi como se contiene en sus istorias en aquella tierra predica Sant tomas apostol la fe de ihesu xpisto et conuirtio muchas prouinçias ala fe xpistiana.

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y no es visitado frecuentemente por comerciantes: [fines s XIV] ViajesMandavilla 76v: los mercaderos no van pas assi comunament por comprar mercaderias como eillos fazen enla tierra del gran can

El Preste Juan es de religión cristiana: [fines s XIV] ViajesMandavilla 77r: Este emperador prestre johan es xpistiano & muy grant partida de su tierra Mas todauez eillos no han pas todos los articulos dela fe assi como nos auemos eillos creen bien el padre el fijo & el Sant sprit & son muy deuotos & bien leales luno a lotro — 86r/v: En su [sc. del prestre johan] tierra ha muchos xpistianos de buena fe & de buena ley et mismament daqueillos dela tierra mesma Et han comunament lures capellanes qui cantan la missa & fazen el sacrament del altar de pan assi como fazen los griegos Mas eillos no dizen pas tantas cosas como fazen pardaca Car eillos no dizen si no solament lo que san tomas lapostol lur enseynna assi como los apostoles cantaron en diziendo el pater noster & las palabras de que el cuerpo de nuestro seynnor es consacrado Mas nos auemos muchas aditiones que los papas han de pues fecho dont eillos no saben Res.

Nótese que en este último documento se menciona también al apóstol Tomás. El énfasis en la presentación de las diferentes manifestaciones del cristianismo se refleja en las menciones de indiano: la primera mención (como adjetivo) es parte de la descripción detallada de Jerusalén y de las reliquias cristianas allí encontradas: [fines s XIV] Viajes Mandavilla 16v6: Et por estas escalleras puyo nuestro seynnor quoando eill leuo la cruz sobre sus espaldas Et de jus estas escalleras y ha vna cappiella En aqueilla cappiella cantan prestre Jndiano non pas segunt nuestra ley mas segunt la lur Et todauez eillos fazen el sagrament del altar de pan en diziendo pater noster & tan bien algunas otras orationes & las palabras de que el sagrament es consagrado Car eillos non saben Res delas ordenanças que muchos papas han fecho Mas eillos cantan bien deuotament15

A primera vista se abre al lector el significado “que viene de India”, corroborado por un comentario en la traducción al inglés de Cotton prestes 15 En el manuscrito francés (París) de 1371 se lee: prestres Indyiens; cf. Letts Vol. II. 1953: 271.

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yndyenes Pat is to seye prestes of ynde (Hamelius (ed.) 1919: 52), la cual, enraizada en la tradición insular de manuscritos, corresponde al período comprendido entre fines del siglo XIV y comienzos del siglo XV. El contexto cristiano de esta mención indica que jndiano va más allá de su función etnonímica pura: los sacerdotes mencionados aquí se distinguen de los cristianos conocidos en Europa por su rito, ellos cantan non pas segunt nuestra ley mas segunt la lur, porque pertenecen a los Cristianos de Tomás, un grupo de indios convertidos por el apóstol Tomás que habría sido fundado (según la leyenda) por el propio apóstol en India, distinguiéndose en los ritos (por ejemplo aquí, en la consagración de la hostia) de otros grupos cristianos. Esta vinculación se corrobora en la segunda mención de jndiano, lugar donde el autor de Mandeville menciona y describe diferentes grupos cristianos (en surya): [fines s XIV] ViajesMandavilla 30v: Delos otros [sc. xpistianos] y ha que hombre clama xpistianos dela Cintura por causa que eillos son santos por de suso Otros ende ya que se claman nestorianos o arridianos Delos otros Nubianos & otros jndianos qui son dela tierra de prestre Johan Et tienen aqueillos algunos articulos de nuestra fe

También la segunda mención se encuentra obviamente en un contexto religioso: también aquí designa jndiano al cristiano típico de India, al Tomista. De esta manera alcanza jndiano en el texto de Mandaville un significado claramente más allá de la mera función etnonímica. Con la traducción de la crónica de viaje de Marco Polo del francés al aragonés por Fernández de Heredia (manuscrito Escorial Z.I.2 del siglo XIV), disponemos del primer informe de un testigo desde la campaña de Alejandro. En esta versión se encuentra exclusivamente el etnónimo indiano, lo que merece ser destacado, dado que una traducción posterior del portugués por Fernández de Santaella (Sevilla 1518 —nótese: luego de 1492) utiliza exclusivamente indio. [2a mit. s XIV] Heredia MarcoPolo 86r27/62: Et los indianos se aparellaron assi mismo con lur caualleria [...] Et como los tartres vidieron aquesto cobraron lures cauallos et començaron a ferir en los indianos [2a mit. s XIV] Heredia MarcoPolo 87v65: han muchos cauallos que venden alos indianos [2a mit. s XIV] Heredia MarcoPolo 98v58/63/66: Et quando los indianos vidieron que aquestos auien perdido lur nauilio si les vinieron de suso por matar

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los Et los tartres vidiendo que los indiaos los venien atomar fizieron semblant que fuyen et los Indianos los siguieron [2a mit. s XIV] Heredia MarcoPolo 99r1/6: assi que los indianos fizieron la via del nauilio et furtaron les las banderas et apres fueron ende ala ciudat con las senyales delos indianos altas et los dela çiudat penssando se que fuessen lures gentes abrieron les las puertas [2a mit. s XIV] Heredia MarcoPolo 104v31: et assi mismo lo fazen los indianos [2a mit. s XIV] Heredia MarcoPolo 106v7: et van todos snudos amanera delos indianos de que auemos ya parlado

Lamentablemente, no es posible satisfacer la esperanza de localizar precisamente a los indianos mediante el análisis de una crónica real de viaje. Incluso apoyándose en informaciones geográficas del contexto como así también en los numerosos mapas que acompañan las ediciones solo es posible decir con referencia a las entradas 87v65, 104v31 y 106v7, que se trata de habitantes de un territorio visitado personalmente por Marco Polo o llegado a sus oídos a través de crónicas de terceros. El alcance de su noción de India, por su parte, se evidencia en el análisis de los pasajes restantes: [2a mit. s XIV] Heredia MarcoPolo 86r27/62: Et los indianos se aparellaron assi mismo con lur caualleria [...] Et como los tartres vidieron aquesto cobraron lures cauallos et començaron a ferir en los indianos

En esta disputa de carácter militar, indianos denota a los seguidores del rey de India, el cual recibe en la versión francesa antigua (Pauthier (ed.) 1978) la denominación ‘roy de mien’. ‘Mien’ se encuentra en lo que hoy es Burma, región a la que en el medioevo solía darse el nombre de India Menor. Para los habitantes de Tupangu o (francés ant.) Sypangou (‘el país del sol naciente’, la denominación china del Japón) (Pauthier (ed.) 1978: 537) una isla de las que hoy constituyen Japón, se utiliza en las siguientes entradas la denominación indiano: [2a mit. s XIV] Heredia MarcoPolo 98v58/63/66: Et quando los indianos vidieron que aquestos auien perdido lur nauilio si les vinieron de suso por matar los Et los tartres vidiendo que los indiaos los venien atomar fizieron semblant que fuyen et los Indianos los siguieron [2a mit. s XIV] Heredia MarcoPolo 99r1/6: assi que los indianos fizieron la via del nauilio et furtaron les las banderas et apres fueron ende ala ciudat con las senyales delos indianos altas et los dela çiudat penssando se que fuessen lures gentes abrieron les las puertas

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Las entradas originarias de la crónica de Marco Polo demuestran claramente que el significado de la palabra depende del concepto correspondiente de India. Si este último no se puede precisar, si India corresponde —como es el caso en estas citas— a un concepto tan vago como “Asia”, tampoco podrá indiano denotar algo más preciso que “asiático”. Los siguientes ejemplos evidencian la necesidad de un examen extremadamente cuidadoso de los textos medievales: [2a mit. s XIV] Heredia Plutarch I 129r30: delos donos que Anthonio dio a Cleopatra [...]. le dio la prouinçia de feniz & la Sira & chipre et vna grant part de Siçilia & dela tierra delos Jndios le dio quella part do nasçe el balsamo

Este pasaje de la traducción aragonesa antigua de las Vidas paralelas de Plutarco (aquí: la vida de Marco Antonio) informa al sorprendido lector acerca de la donación, por parte de Antonio, de diferentes territorios a la emperatriz egipcia, incluyendo una parte ‘dela tierra delos Jndios’. La comparación de este pasaje con un texto griego evidencia que dicha donación no se refiere a la India, sino a Judea, o sea la tierra de los judíos (Plutarque 1977). El presumible error de lectura y/o traducción (jndio - judio) no representa de ninguna manera un caso aislado, como lo demuestra el siguiente caso: [fines s XIV] ViajesMandavilla 17v13: Et empues dio lemperador jullian apastata congia alos Jndios de Regazer el templo por causa que eill queria mal alos xpistianos

El aborrecimiento de los cristianos por parte del emperador Julián no lo condujo a cederles un templo a los ‘Hindúes’ sino a los judíos, como evidencia la comparación con un manuscrito francés de 1371: donna lempereur Iulien le Apostates congies au Iuys de reedifier le temple, pour ce que il haioit les Crestiens (cf. Letts Vol. II. 1953: 273). Posiblemente es el último grupo de entradas el más inusual. Se trata de quince ejemplos correspondientes al uso de indiano en la traducción del Viejo Testamento del hebreo al español antiguo (castellano) para el culto judío. En dos textos bíblicos, la segunda parte del Paralipómenon y el segundo Libro de los Reyes, se menciona repetidamente la palabra indianos: [c 1400] BibliaJudCrist I 2 Re 18 p 460: E dixo joab a un indiano: ve, notifica al rey lo que viste. E homillose el indiano a joab e corrió. E tornó aun

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achimas, fijo de çadoc, e dixo a joab: sea agora, e correré tanbien yo tras el indiano. [c 1400] BibliaJudCrist I 2 Re 18 p 460: E corrió achimas camino del canpo e pasó al indiano. [c 1400] BibliaJudCrist I 2 Re 18 p 461: E tornose e estouo. E ahe el indiano do viene. E dixo el indiano: albriçias mi señor, el rey, que te judgó el señor de mano de todos los que se leuantaron contra ty. E dixo el rey al indiano: sy ha pas el moço absalon. E dixo el indiano: sean como el moço los enemigos del rey e todos quantos se leuantaren contra ti [c 1400] BibliaJudCrist II 2 Par 12 p 60: non auía cuenta de pueblo que vinieron con él de Egipto e luvistas e suquistas e indianos [c 1400] BibliaJudCrist II 2 Par 14 p 63: E salió dellos Zeera, el indiano, con hueste mill vezes mill e carros trezientos e vino fasta Maresa. [c 1400] BibliaJudCrist II 2 Par 14 p 63: E plagó el Señor a los indianos delante Asa e delante Judá. E fuyeron los indianos e siguiolos Asa e el pueblo que eran con él fasta Guerar, e cayó de los indianos fasta non auer vida que se quebrantaron delante el Señor [c 1400] BibliaJudCrist II 2 Par 16 p 65: si non eran más los indianos e los lubistas que eran hueste en muchedunbre de carros [c 1400] BibliaJudCrist II 2 Par 21 p 72: E despertó el Señor sobre Joram el spritu de los filisteos e arbeos que eran sobre la playa de los indianos.

Las citas del segundo libro de las crónicas lo muestran como aliado de Egipto en la lucha contra Israel. Las del segundo Libro de los Reyes, por su parte, mencionan a un cusita enviado por Joab al rey para darle parte de la muerte de Absalón. El español antiguo indiano equivale aquí a ‘cusita’, del hebreo ‘Kus’. Con este nombre designa la Biblia los diferentes países que ha recorrido la raza de los hijos de Cus, hijo de Cam. Primeramente una región al Este de Palestina, nos informa el segundo libro de los Paralipómenos que los Cusitas eran vecinos de los árabes, y se ve que dicho pueblo se había extendido en dirección hacia el Sur. Las equivalencias bíblicas modernas son ‘etíope’ (Biblia Judía) y ‘cusita’ en la Sagrada Biblia (Sagrada Biblia 1999), mientras que la Vulgata siempre pone ‘chusi’. Lutero habla de ‘Mohr’ y ‘Mohrenland’. La elección del lexema por parte del traductor puede explicarse de dos maneras: a) Cus era considerado como el país más lejano de su tiempo (Esther 1,1), tan exótico y desconocido como India. Indiano representaría entonces —en sentido figurado— lo extranjero.

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b) Como ya pudimos observar, predomina en la geografía medieval una muy vaga noción de India. El uso del plural Las indias (documentado desde 1250 BocadosOro en el español), es el resultado de la estructuración territorial en india maior (la India de hoy) e india menor (territorios al Este de la India actual). Como india mediana se designa otra región de la cual se creía, erróneamente, que formaba parte de India, a saber: el territorio de lo que hoy es Etiopía al Este de Africa. Bajo la premisa de que el traductor del texto sagrado conociera y se adhiriera a este concepto geográfico se concluye que el paso de cusita a indiano debe haber sido para él estrictamente lógico16. Resumiendo: 1. Los etnónimos indiano e indio se encuentran por primera vez en español en la primera mitad del siglo XIII, en el Libro de Alexandre. Mientras que respecto a la frecuencia de uso en el siglo XIII no puede documentarse una diferencia importante, sí se evidencia una clara diferencia en las tradiciones literarias. 2. A través de la literatura alejandrina llega a la España medieval la imagen del indiano enemigo de Alejandro el Magno. La literatura técnica y didactica llegada a España por el contacto cultural hispano-árabe transmite su propia imagen del hindú y con ello también de la India. El uso de los etnónimos indio e indiano en el siglo XIII refleja las diferentes tradiciones: mientras que en la literatura alejandrina y alfonsina indiano designa al enemigo de Alejandro, en la literatura proveniente del círculo cultural árabe indio significa el indio sabio, el indio hombre de ciencias. Esta diferenciación se pierde en el siglo XIV. 3. Las definiciones del tipo “proveniente de, relativo a + topónimo” son insuficientes para etnónimos del español antiguo. Suponiendo sólidos conocimientos de historia griega es posible concluir, en el caso de las entradas de la literatura alejandrina, que se trata de India y de los hindúes (incluso en el sentido actual). Las entradas correspondientes a Marco Polo han mostrado, sin embargo, que la determinación del significado se dificulta o se imposibilita faltando información (o un contexto) geográfica 16

Véase la reproducción parcial de la ‘Carte générale de l’Asie dans la seconde moitié du XIIIe siècle de notre ère pour servir à l’intelligence du ‘Livre de Marco Polo’ exécutée d’après les documents fournis par M. G. Pauthier et sous sa direction, 1865 (Slatkine Reprints 1978), al final del artículo.

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previa. Los ejemplos de ViajesMandavilla, por su parte, prueban la necesidad de considerar aspectos históricos y culturales más allá de lo meramente geográfico, a efectos de posibilitar una interpretación correcta de los lexemas. 4. La documentación de origen bíblico evidencia que, ya antes del descubrimiento de América, se transfirieron etnónimos pertenecientes a India (indiano) a otros continentes, en este caso al africano. Antes de concluir quisiera volver a la pregunta formulada al comienzo de esta charla: la pregunta cuándo y por qué indio finalmente logra imponerse a indiano, a pesar de la altísima frecuencia de éste último en el siglo XIV. Tal vez la respuesta pueda encontrarse en el siglo XV. Los textos publicados en ADMYTE 0 y ADMYTE 1 demuestran una disminución considerable del uso del sustantivo (sea indio o indiano) y, al mismo tiempo, un incremento importante en el uso del adjetivo indio17. El lexema se encuentra documentado con abundancia en los textos científicos, especialmente médicos. Al igual que en la astrología y la filosofía del siglo XIII el indio representa aquí al experto competente en medicina: lo dize auicena por auctoridad delos yndios18. En estos textos abundan referencias a productos (frutas, plantas) indios, el uso de los cuales se recomienda en terapias médicas de todo tipo (mirabolano indio, tamar(o) indio, melones yndios, nuez india). El adjetivo indiano, en cambio, se encuentra solamente en [1408] CirugiaRimada 10v20: E esta clima que de suso nonbre mediana/ dizen que es la tierra jndiana — 24v25: E esas melezjnas ala colera purgantes/ sean dadas en algund axarab delos apagantes/ E las purgas sean Ruybaruo jndiano/ & cortezas de çetrino mjrabolano — 25r3: E avn coladura de tamaro jndiano/ apaga & purga con çetrino mjrabolano — 34r32: E la purgaçion sea de Ruybauo & mjrabolanos/ çitrinos & coladura de tamaros indjanos — 62v2: E destas son las espeçias delos mjrabolanos/ que se nonbran quebulos & los jndjanos — 80r21: E el peso que deue ser de çetrino mjrabolano/ con otro tanto de rruybarbo jndiano

donde el sufijo -ano se necesita para hacer rima con las palabras mediana y mjrabolano. Estos textos científicos llegan a España en su mayoría prove17 Una dominancia de indio sobre indiano se muestra también, según Boyd-Bowman 1987 (indio: 61 — indiano: 11). 18 [s xv] LilioMedicina(ADMYTE 1) 47r.

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nientes del mundo árabe. A la luz de estas consideraciones parece posible establecer un vínculo entre la primacía final del lexema indio con la documentación inicial del siglo XIII correspondiente al substantivo indio como denominación aplicada al filósofo, al científico, a los sabios de yndia19.

BIBLIOGRAFÍA Brown, Leslie W. (1956): The Indian Christians of St Thomas. An Account of the Ancient Syrian Church of Malabar. Cambridge: UP. Güida, Eva-Maria: “Indio und Indiano im Spanischen des 13. Jahrhunderts”. En: Wesch, Andreas/Weidenbusch, Waltraud/Kailuweit, Rolf/Laca, Brenda (eds.) (2002): Sprachgeschichte als Varietätengeschichte/Historia de las variedades lingüísticas. Anläßlich des 60. Geburtstages von Jens Lüdtke. Tübingen: Stauffenburg: 217-226. Hamelius, Paul (ed.) (1919): Mandeville’s Travels. Vol. 1. Text. London/New York/Toronto: Oxford University Press, 52 (Early English Text Society, Original Series, 153). Higgins, Iain Macleod (1997): Writing East. The “Travels” of Sir John Mandeville. Philadelphia: University of Pennsylvania Press (The Middle Ages Series). Letts, Malcolm (1953): Mandeville’s Travels. Texts and Translations. Vol. II. London: Hakluyt Society. Pauthier, Guillaume (ed.) (1978): Le Livre de Marco Polo. Réimpr. de l’éd. de Paris 1865. Genève: Slatkine Reprints. Plutarque (1977): Vies. Tome XIII: Démétrios - Antoine. Texte établi et traduit par Robert Flacelière et Émile Chambry. Paris: Société d’Édition “Les Belles Lettres”. Sagrada Biblia. Versión directa de las lenguas originales por Eloino Nacar Fuster y Alberto Colunga Cueto, O.P. Quincuagesima cuarta edición (reimpresión), Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos: 1999. Seymour, Michael C. (ed.) (1967): Mandeville’s Travels. Oxford: Clarendon Press.

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[1252-84] Alf X Picatrix 21v8.

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CONSIDERACIONES FILOLÓGICAS ACERCA DE UN LÉXICO ESPECÍFICO MEDIEVAL: EL ARTE CISORIA DE ENRIQUE DE VILLENA (1423) Barbara von Gemmingen Düsseldorf

Don Enrique, el autor del texto que vamos a estudiar, era para sus contemporáneos un hombre singular, incluso realmente extravagante, que reunía en su persona un gran número de rasgos contradictorios. Si resumimos las características más importantes de su personalidad y de su vida (1384-1434), según las ha expuesto Fernán Pérez de Guzmán en su obra Generaciones y Semblanzas (hacia 1450), entonces obtenemos más o menos la siguiente imagen: Enrique de Villena provenía de las familias reales de Castilla y Aragón. Sin embargo, se ocupaba poco de las obligaciones cortesanas de un gran señor y de los intereses mundanos de su clase social. Además le faltaba, obviamente, la voluntad o la capacidad para dedicarse a los asuntos domésticos de un señor feudal: era este don Enrique ageno e remoto non solamente a la caualleria, mas aun a los negoçios del mundo e al rigimiento de su casa e fazienda era tanto inabile e inabto, que era grant marauilla, e porque entre las otras çiençias e artes se dio mucho a la estrologia, algunos, burlando, dizian del, que sabia mucho en el çielo e poco en la tierra (Pérez de Guzmán 1965: 99-100).

En cambio estaba naturalmente [...] inclinado a las çiençias e artes [y] todavia fue muy sotil en la poesia e grant estoriador e muy copioso e mezclado en diuersas çiençias (ibíd.).

Su herencia literaria abarca una serie de obras en catalán y castellano, y además tradujo La Eneida de Virgilio y la Divina Commedia de Dante al

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castellano. Su intensa dedicación a la magia, la astrología, la alquimia y la interpretación de los sueños le otorgó ya en vida un estatus legendario a su persona. Obtuvo una reputación más bien dudosa —sobre todo a causa de su situación social elevada— no tan sólo por tal disposición de preferencias y antipatías, sino también por el “escándalo de un divorcio” (Menéndez Pelayo 1944: 32). A pesar de todo, Villena no era necesariamente un hombre de letras ingenuo en una torre de marfil, y cuando Pérez de Guzmán nos informa de que “sabia fablar muchas lenguas. Comia mucho e era muy inclinado al amor de las mugeres” (ibíd.), nos estamos acercando ya un poco al tema del Arte Cisoria, es decir de las ceremonias espléndidas y suntuosas de un banquete festivo en el círculo de señoras y señores de la alta nobleza. Queremos ante todo exponer unas pequeñas observaciones sobre la transmisión de algunas características del texto. El Arte Cisoria [= AC] ha llegado a nuestros días mediante dos códices del siglo XV. En primer lugar tenemos el ejemplar de la Biblioteca de El Escorial publicado en algunas ediciones modernas. En segundo lugar está el manuscrito de la Biblioteca Menéndez Pelayo de Santander. Aunque se sabe ya desde hace mucho tiempo que el ejemplar de la biblioteca de Santander “tiene, [...] en general, mejor lectura y llena otros vacíos, alguno considerable, del manuscrito escurialense” (AC, introducción: 61), este texto no ha estado a disposición del lector hasta que salió la edición crítica de Russell Vernon Brown. En esta publicación de 1974 está basado nuestro estudio. Gracias a una indicación detallada en el explicit de esta obra, conocemos con certeza la fecha de la redacción: ESCRIUIO este traslado Grauiel Gutierrez de Bernido, escriuiano del dicho ssennor don Enrrique, en la su villa de Yniesta. E acabalo sabado, veynte e ocho dias del mes de otubre, anno del nasçimiento del nuestro Ssaluador Iesu Christo de mjll e quatro çientos e veynte e quatro annos (AC: 264).

Aunque este texto haya sido escrito, por lo tanto, más de un año después de la “versión original” del 6 de Septiembre de 1423 —que es la fecha del manuscrito de El Escorial— nos quedamos con esta datación anterior, sobre todo con vistas a una homogeneidad con la demás literatura sobre Villena. Según Menéndez Pelayo, el Arte Cisoria es “el más antiguo libro de cocina, urbanidad y etiqueta de la mesa que tenemos en nuestra lengua”

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(1944: 41). Esta evaluación sólo es aplicable hasta un cierto punto. Aunque la obra contenga numerosas denominaciones de platos, no se le puede atribuir el carácter de una colección de instrucciones para preparar comidas: no contiene recetas de cocina. Se trata de un manual que pertenece al género de la literatura del ceremonial de la corte, por lo cual puede ser un documento importante para nuestro conocimiento de una parte de la cultura cortesana española del siglo XV. A parte de eso, es un texto técnico que puede adscribirse al ámbito de la literatura medieval de las artes —la Artes-Literatur o también la Fachliteratur investigada sobre todo por el germanista Gerhard Eis (1962) y su escuela— por sus explicaciones tan detalladas sobre los procesos técnicos y las circunstancias conformes a los hechos del trinchar. Villena escribió su obra “a preçes e ystançia” de un especialista de la materia del trinchar, Sancho de Jarava, el cortador mayor de Don Juan II de Castilla (AC: 257). Esta concreta ocasión explica la enorme relación con la práctica y las detalladas y extensas descripciones de cada fase del trabajo. Aparte de esto, se supone que el libro fue escrito para un público “profesional” que estaba interesado en dominar las normas socioculturales de la sociedad feudal. Sin duda estos hechos son pruebas de que el tratado de Villena es una obra original, para la cual no hemos podido encontrar ningún modelo directo. No obstante, existen algunos textos que cubren en parte la temática tratada en el Arte Cisoria. En primer lugar está el género medieval de los Tischzuchten —tratados sobre el protocolo de un banquete festivo y la etiqueta de una mesa cortesana— que fueron creados probablemente por clérigos cultos en las cortes de señores de alto rango, y que fueron redactados primero en latín. Según las declaraciones de Joachim Bumke fue [d]er Spanier Petrus Alfonsi, der als Leibarzt König Alfons’ I. von Aragón (†1134) und später als Hofarzt des englischen Königs Heinrich I. (†1135) großes Ansehen gewann [der] zu Beginn des 12. Jahrhunderts in seiner Schrift ‘Disciplina clericalis’ zum ersten Mal Vorschriften für das höfische Benehmen beim Essen zusammengestellt [hat]1.

Estos regimina mensae —para los que se pueden comprobar versiones en algunas lenguas vulgares a partir del siglo XIII— contienen consejos para anfitriones e invitados en lo que se refiere a los modales en la mesa —no hurgar con el cuchillo entre los dientes o escupir en el suelo—, a la culta con1

Bumke 81997: 267; cf. también Elias I, 221998: 167-265.

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versación — no hablar de enfermedades ni discutir el precio de las comidas— o la conveniencia de comer y beber moderadamente. Algunos de estos textos también abordan explícitamente el tema “de l’art de servir à table” (Glixelli 1921: 3). Además de estas instrucciones y el establecimiento de señales de distinción que va unido a ellas, y que tiene como meta el refinamiento de la sociedad cortesana, también incluimos en el ámbito de nuestras consideraciones sobre las fuentes de nuestro texto el género de los Hofordnungen o ceremoniales de la corte. Referiéndose a este último punto hay que mencionar sobre todo las Ordenacions de Pere el Ceremoniós (1344) vigentes para la corte de Aragón, el entorno inmediato de Enrique de Villena (cf. Hofmann 1985: 30). Estos textos contienen ordenanzas sobre la etiqueta, la administración y el sueldo de los empleados de la corte. Lo que resulta interesante para nuestro estudio es la referencia a “escuders de linatge de cavallers [...] qui tallen davant lo senyor rey” (Schwarz 1914: 48 y 56). Finalmente hay que nombrar en este contexto el libro de cocina, escrito en catalán, con el título Libre de Sent Soví (entre finales del siglo XIV y principios del siglo XV), que sirve como documento temprano sobre la denominación de platos, y que además contiene en los capítulos 23 hasta 40 instrucciones para el troceo de diferentes clases de carne (Grewe 1979: 74-84). A la cuestión de hasta qué punto Villena ha recurrido a estas u otras fuentes no se puede responder con certeza. Solamente en sus explicaciones acerca de la posición social y las reglas del servicio del cortador, Villena se refiere explícitamente a las Siete Partidas (AC: 229, 232, 243, 247) y a la General Estoria (AC:105, 107, 108) alfonsinas. Enrique de Villena ha dividido su obra en 20 capítulos cuyos temas pueden ser resumidos de la manera siguiente: — Reflexiones sobre la historia de las artes humanas en general, la clasificación de las ciencias y disciplinas diferentes y el trinchar en particular como parte de las artes mecanicae (capítulos 1-3; cf. Jacobs 1996: 26-38) — Descripción de los instrumentos de trabajo, es decir de los cuchillos y los trinchantes especiales, y de su uso en ciertas situaciones en la mesa: cuándo deben ser utilizados y para qué comida. Además de unas instrucciones precisas sobre su correcto manejo, asombrosamente se encuentran frecuentes advertencias sobre el meticuloso cumplimiento de la limpieza (capítulos 4-5) — Enumeración de las diferentes clases de animales comestibles que son trinchados y servidos en la mesa de un gran señor (cuadrúpedos, aves y pescado), y de frutas y verduras que también son trinchadas en la mesa según

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ciertas reglas; digresiones sobre los beneficios para la salud que supone el consumo de algunas clases de carne como por ejemplo “la carne del tasugo viejo por quitar el espanto e temor del coraçon, la carne del mjlano para quitar la sarna” (AC: 154), y un resumen de denominaciones de “viandas compuestas” en el sentido de comidas (AC: 156; capítulo 6) — Instrucciones detalladas y muy claras del trinchar, entre otras, correspondien-tes al procedimiento de la cocción y el servir de cada clase de carne —carne de aves, cuadrúpedos (vaca, cerdo, carne de caza, etc.) o pescado (capítulos 7-9) — Trinchar las cosas que naçen de la tierra y las frutas (capítulos 10-11) — Explicaciones sobre la posición social del cortador y asuntos jurídicos; la selección y la formación de los aprendices; las condiciones y la moral de trabajo en el puesto del cortador; las obligaciones, los privilegios o el pago del cortador e indicaciones sobre los castigos en caso de diferentes delitos (capítulos 12-19) — Explicit y dedicatoria de la obra a Sancho de Jarava (capítulo 20) En lo que sigue queremos entresacar algunos aspectos característicos del vocabulario del Arte Cisoria. A la vez queremos ocuparnos de modo ejemplar del mecanismo de los préstamos del latín, del catalán, del galorromano y del italiano. Después queremos presentar algunos ejemplos de términos especiales pertenecientes en un sentido relativamente general al entorno de los modales cortesanos en la mesa. En todo esto, está claro que los diferentes temas pueden coincidir en ciertos puntos. Menéndez Pelayo (1944: 40) indicó ya el aspecto de una retórica “archilatinizada” en la obra de Villena. Esta abarca figuras retóricas como el hipérbaton, la lítotes, la paronomasia o el poliptoton (AC: introducción: 50), y además un número enorme de préstamos del latín, como demuestra el estudio de Ernestina Garbutt-Parrales2. La existencia de latinismos en el Arte Cisoria en vista de su integración en el léxico español, se puede caracterizar de la manera siguiente: Villena usa latinismos que se pueden encontrar ya antes en autores eruditos como Berceo, o en obras latinizantes como el Libro de Alexandre, el Libro de Apolonio o en textos jurídicos (Garbutt-Parrales 1977: 39-44). Esto se puede ilustrar —según Garbutt-Parrales— con ejemplos como 2 En este punto no queremos ocuparnos del complejo de preguntas acerca de una interpretación de los terminos latinismo - cultismo, compárese la discusión en Garbutt-Parrales 1977: 5-15.

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angélico ‘perteneciente o relativo a los ángeles’ “enla theologia que non aujen notiçia de angelica natura” (AC: 107), enmendar ‘corregir, quitar defectos’ “los que enmendaron e annadieron non curaran dello [e] non se moujera su entendimjento a tanta obra” (AC: 107). La importancia de la presencia de estos préstamos en la obra de Villena es la de contribuir a su establecimiento en el léxico español. Una gran parte de los latinismos usados por Villena tienen que ser atribuidos a la categoria de unidades léxicas de vida efímera. El análisis efectuado por Garbutt-Parrales (1977: 45-53), sobre todo de diccionarios españoles, tuvo como resultado que los latinismos documentados en el Arte Cisoria, como adjutrices ‘ayudantes’ “estrumentos, que son organos adjutrices del omne” (AC: 121), curiones ‘heraldos’ “Aquesta çisoria se leyo e mostraua alos curiones si quiere cortesanos” (AC: 103), fidencia ‘confianza, seguridad’ “mas parezca vos afecçion buena commo lo es e fidençia” (AC: 96), occisorio ‘asesino, venenoso’ “poner venenosos materiales e occisorios enla vjanda” (AC: 247), no pudieron arraigar en el léxico español. No obstante, el adjetivo cisorio ‘con relación a la destreza de trinchar correcta- y sutilmente‘ occupa una posición privilegiada en este grupo: sennor rrey nuestro vos quiso collocar e çerca del seruiçio fiable de su persona auer enel çisorio exerciçio (AC: 96), rrazones e ocasion por que esta arte del cortar dicha çisoria se ouo de jntroduzir e al numero delas artes adjungir (AC: 97), E la escuela del cortar non era en poca rreputaçion, acatada la vtilidat dela çisoria arte, mostrando la por comunes rreglas e graduados termjnos alos aprendientes (AC: 249).

Gracias al título con el que el padre Francisco Núñez publicó la primera edición “moderna” (1766) de esta obra, el hápax más famoso del Arte

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Cisoria ha conseguido un grado de familiaridad enorme. Pero en el incipit de su obra —y también repetidas veces en el curso del texto— Villena mismo habla de un “tractado del arte del cortar del cuchillo”. Un gran número de los latinismos nuevamente introducidos por Villena se ha establecido en la periferia del léxico español. En los ejemplos siguientes se trata, según la marca de su uso o de su evaluación estilística, de unidades léxicas muy poco comunes o de uso exclusivo en un lenguaje especial: exordir ‘empezar’, Corominas/Pascual 5: 721b: “raro”: “Pues exordiando del pauon, el qual asado comun mente comer es costunbre” (AC: 158), ferrugíneo ‘que contiene hierro o que tiene semblanza al hierro’, Corominas/Pascual 3: 356a: “cultismo”: “E tomarien dela sabor del cuchillo ferruginea si menudo las cortasen” (AC: 169), ígneo ‘de fuego o que tiene alguna de sus cualidades’, Corominas/Pascual 3: 438a/b: “Voz poética o técnica”: “asabentado por los çelestiales cursos delos mundanos destruymientos igneo e aqueo” (AC: 104). Dentro del margen de las informaciones etimológicas acerca de los latinismos, Garbutt-Parrales nos presenta el latín como un verdadero bloque monolítico, sin tener en cuenta las diferentes fases de su desarrollo, sobre todo léxico, en el latín medieval con los diferentes registros del latín científico, eclesiástico o humanista. Así en los casos de cisorio: scissum p. p. de scinde(re (Garbutt-Parrales 1977: 159) estilificación: stilus facere (Garbutt-Parrales 1977: 191): “generaçion delos dioses nj estillificaçion delos omnes” (AC: 107), lapidificar: lapidis facere (Garbutt-Parrales 1977: 232): “que se faze del coraçon del omne muerto con veneno frio o cocho, sy quiere enduresçido o lapidificado” (AC: 115), osal: o(s (Garbutt-Parrales 1977: 247): “que se non aportille tan ayna enla dura materia osal” (AC: 125), se señala una base constituida, de la manera que sea, en el latín, desentendiéndose de la cuestión de su existencia real o de las modalidades del paso de estos préstamos al español. Queda sin resolver la pregunta de si, por ejemplo, para esp. lapidificar quizá llegó a existir el étimo lat. *lapidificare (p. e. análogamente con justificare en el latín eclesiástico); o si en este caso se trata de una creación individual y accidental con recurso a elementos latinos por

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parte de Villena. Garbutt-Parrales describe este procedimiento de formación de palabras en el caso de aqueo: a(qua (Garbutt-Parrales 1977: 150): “asabentado por los çelestiales cursos delos mundanos destruymientos igneo e aqueo” (AC: 104), diciendo que “Es evidente que Villena inventa AQUEO por analogía con IGNEO”. Se puede suponer que no sólo el Arte Cisoria contenga un número notable de estos “pseudo-latinismos” formados en el español, sino también la literatura española latinizante de este siglo. Al fin y al cabo hay que aprobar la opinión de Christian Schmitt de que hasta ahora el lenguaje científico del latín medieval y del neolatino representa, en el campo de la lexicografía, una ‘terra incognita’ que aún espera obtener la atención bien merecida de la lexicología histórica.3 Muchos de los latinismos utilizados por Villena constituyen antedataciones a las indicaciones en Corominas/Pascual y algunos ejemplos permiten una corrección bastante grande de las dataciones conocidas hasta el día de hoy como en el caso de: arquetipo ‘modelo original’, Corominas/Pascual 1: 345b: “tomado del lat. archetypum [...] 1.a doc.: Aldana, + 1578 [...]; 2.a mitad del s. XIX”: “El mundo sensible crio Dios a simulitud del architipo eternal en sy ydea entendido” (AC: 100), cultura ‘acción y efecto de cultivar; cultivo’, Corominas/Pascual 2: 289a: 1515, Fdz. Villegas: “Asi por benefiçio de cultura commo por sy a natura produzidos” (AC: 206-207), “Creedera cosa es, por semjnaçion e cultura de tal dotrina, la rreal seria magestad mejor serujda” (AC: 252), indeleble ‘que no se puede borrar o quitar’, Corominas/Pascual 2: 438a: “Calderón: indeleblemente; indeleble, 1691, Mz. de la Parra”: “costunbre jndelible se enel profunda mente confirme” (AC: 254), jovial ‘perteneciente a Jove o Júpiter’, Corominas/Pascual 3: 536a: Lope: “quando duro el gentelico rrito enla jouial ley” (AC: 122), lignáloe, lináloe ‘áloe, planta’, Corominas/Pascual 3: 631a: Aut[oridades], compuesto con el lat. alo(es ‘áloe’: “antes deue vsar salsas e lignaloe e almazatica” (AC: 115), 3 Schmitt 1996: 187: “die mittellateinische und neulateinische Wissenschaftssprache [stellt] eine lexiograpahische ‘terra incognita’ [dar].”

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singularizar ‘distinguir o particularizar una cosa entre otras’, Corominas/Pascual 5: 203b: s. XVII, Aut[oridades]: “los rreys e sennores deuen fazer e otorgar otras alos que syngularizen el bien sserujr en tanto ofiçio commo este” (AC: 223), suscitar ‘levantar, promover’, Corominas/Pascual 2: 92b: 1612, Valdivieso: “Desto le nasca voluntad, suçitando deseo e procurando la esecuçion de bastrir e sostener la escuela desta Arte” (AC: 257), urgente ‘que urge’, Corominas/Pascual 5: 721b: 1578-90, Ercilla4: “en tienpo de dolençia o neçesidat otra urgente” (AC: 221). En estas observaciones cronológicas se pueden incluir reflexiones que van dirigidas al carácter internacional que se reconoce claramente en algunos de estos latinismos —como por ejemplo en arquetipo, cultura, jovial o urgente— y que además demuestran convergencias y divergencias en la integración de la herencia latina en las lenguas europeas. La existencia de esp. cultura, 1423 (Arte Cisoria) fr. couture, s. XII; culture, 1509; aprox. 1550 (PR) alem. Kultur, s. XVII (Kluge/Seebold) ingl. culture, aprox. 1420 (OED) invita a una investigación comparativa sobre todo de la filiación semántica de una palabra clave como lat. cultura para toda Europa, a vista de la extensa escala de significaciones que empieza con ‘mantenimiento de agricultura’ y llega al complejo semántico sumamente diversificado de ‘desarrollo, totalidad de poderes intelectuales de las personas, valores y formes de vida’ o ‘fortalecimiento corporal’. Artur Greive (1976) llamó la atención, en un alegato a favor de la descripción sistemática de los cultismos internacionales, sobre lo importante que es mirar más allá de las fronteras hacia las lenguas vecinas para la investiga4

En el complejo de las cuestiones acerca de las dataciones hay que mencionar todavía una observación. En Corominas/Pascual aparecen una serie de latinismos con un primer testimonio en Santillana, como por ejemplo: alternado, AC: 242 - artisado, AC: 140; 165; 190 – benivolencia, AC: 252 - docto, AC: 140. Con la prueba de estas palabras en Villena, tal vez se solucione un problema al que se ha prestado poca atención, y es que el marqués de Santillana no dominaba el latín (cf. Briesemeister 1980: 491 y 492). Por lo tanto queda anulada la curiosidad, casi inexplicable, de hacerle constar como mediador de latinismos al español.

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ción de la historia de ideas junto a la de las palabras en Europa. E incluir más que antes el fenómeno del Eurolatein (latín europeo)5 en la lexicología histórica del español —sobre todo considerando la abundante literatura latinizante del siglo XV— es seguramente una tarea que vale la pena. Los conocimientos lingüísticos de Villena mencionados por Pérez de Gúzman apuntan especialmente al dominio perfecto de la lengua catalana que se deriva de su origen, su educación y sus aficiones literarias. Se sabe que inicialmente escribió los Trabajos de Hércules (1417) en catalán. De esta obra sólo se ha conservado la traducción española hecha por él mismo. Su Arte de trobar (1416/1417) contiene además la descripción de una fiesta de gaya ciencia, que organizó Villena en Barcelona. Esta actividad también se puede ver como indicación de que mantenía contactos con poetas de habla catalana6. En la evaluación de Menéndez Pelayo —si se consideran sus obras tempranas— Villena es un “escritor bilingüe, y, por decirlo así, mediador entre las literaturas de la España Oriental y de la Central” (Menéndez Pelayo 1944: 41). También se le puede agregar el papel de mediador entre la cultura catalana y la castellana en lo que se refiere al caudal léxico castellano, ya que el Arte Cisoria contiene una serie de préstamos tomados del catalán como muestran los ejemplos siguientes: broca ‘tenedor’, Corominas/Pascual 1: 672a: “del cat. broca”. El segundo estrumento o manera de aquellos estrumentos que dixe es brocas, que se fazen comun mente de plata e de oro, de diuersas fechuras [...]. Vna de dos puntas ala vna parte [...]. E pueden con aquellas dos puntas comer vianda adobada syn vntarse las manos (AC: 131-132).

El uso de tenedores de servicio para el troceo de grandes trozos de carne es conocido desde la Antigüedad, es decir, que entraban en acción como aparatos de trabajo del cocinero o del cortador. Como instrumentos individualmente usados con los cuales se llevan alimentos sólidos a la boca eran casi desconocidos en Europa hasta el final de la Edad Media. Primeramente en el

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Léase Munske 1996; sobretodo pp. 82-84 en lo que se refiere a una definición del término Eurolatein. 6 Cf. la introducción de Carr 1976 en su edición de Enrique de Villena: Tratado de la consolación.

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transcurso del siglo XVI empezó a difundirse —partiendo de Italia, según un modelo bizantino— la costumbre de comer con tenedor. Hasta el siglo XVIII era usual, incluso en los círculos más elevados, comer con las manos y tener en la mesa solamente una cuchara y un cuchillo consigo. El pasaje citado aquí puede ser interpretado como una temprana prueba del uso del tenedor en el sentido moderno de un ‘instrumento de mesa para comer alimentos sólidos’. confite ‘pasta hecha de azúcar y algún otro ingrediente’, Corominas/Pascual 2: 174b: “del cat. confit”, y además la observación interesante en este conjunto: “Las obras de Eiximenis y las Ordenanzas Palatinas de Pedro el Ceremonioso nos informan ampliamente del gran desarollo de la confitería en la Casa Real aragonesa y en la vida catalana del s. XIV”: “nuezes, confites, gengibre verde e otros letuarios” (AC: 132). La derivación confitado ‘cocido en almíbar’ atestiguado en el Arte Cisoria puede ser interpretada como una antedatación acerca de las indicaciones en Corominas/Pascual 2: 175a en donde esp. confitar es documentado con 1534, F. de Silva, o bien cat. confitar, 1489: “E sy enteras se dieren, confitadas [= frutas], cortanse al luengo, a guisa de melon” (AC: 216), convite ‘banquete’, Corominas/Pascual 3: 461b/462a: “tomado del cat. convit íd., préstamo que recuerda los suntuosos banquetes de la corte catalana de Jaime II y Pedro el Ceremonioso, y el influjo culinario catalán, jalonado por una serie de libros, desde el Arte Cisoria de E. de Villena, llena de catalanismos, hasta el Libro de Guisados de Mestre Robert de Nola, traducido en el s. XVI”: “E auer muchos destos estrumentos en grant conplimjento para conbites rreales, en do comen personas a quien deuan desta gujsa serujr” (AC: 136), nao ‘bacín’; Corominas/Pascual 4: 219a en el artículo nave contiene la indicación que “[m]ás popular, por lo menos entre marinos, fué la forma nao, tomada del cat. nau”. Para la significación de ‘bacín’ documentado en el Arte Cisoria en el contexto de las ceremonias cortesanas no hemos podido encontrar ninguna prueba en los diccionarios a nuestra disposición: “lançar enla nao o baçin do el rrey lança los huesos” (AC: 145). A este respecto es instructivo que el fr. nef (de table) ‘receptacle en forme de navire où l’on rangeait des assaisonnements et les épices sur la table royale’ esté documentado desde 1372 (TLF: s.v.). tinel, tinelo ‘comedor de la servidumbre en las casas de los grandes’, Corominas/Pascual 5: 493a: “ant. tinel [2.o cuarto s. XV, Díaz de Gámez], más tarde tinelo [1517, Torres Naharro] [...] tomado aquél del cat. tinell, éste del

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it. tinello ‘especie de bufet donde se pone la vajilla’, ‘comedor’ ”: “lleue aquella pierna dela mesa al tinel do esta la vaxilla” (AC: 191), turrón ‘masa hecha de almendras, piñones, avellanas o nueces, tostado todo y mezclado con miel y azúcar’, Corominas/Pascual 5: 703a: “en catalán torró”. Según Germán Colón Doménech es probable que el cast. turrón sea un préstamo del catalán: “De mas desto, turrones, miegados, obleas, letuarios e tales cosas” (Colón 1967: 215; AC: 156), vajilla ‘conjunto de platos, vasos, jarros etc., que se destinan al servicio de la mesa’, Corominas/Pascual 5: 749b: “debió de tomarse más bien del cat. vaixella”. La fechación con Nebrija debe ser cambiada en 1423: “lleue aquella pierna dela mesa al tinel do esta la vaxilla” (AC: 191). La función mediadora del catalán como lengua puente para la transición de palabras galorromanas al español también se puede ilustrar con ejemplos extraidos del Arte Cisoria. Aunque el camino de un préstamo al español no quede siempre estrictamente claro, se pueden en general deducir los hechos siguientes: — Participación de la lengua oc cañivete ‘cuchillo pequeño’, Corominas/Pascual 1: 825a: “ant. y dial. [con diversas variantes] del cat. ant. o del gasc. ant. canivet [...]. 1.a doc.: h. 1300”: “El quinto [cuchillo] es menor de todos, bien delgado de tajo y tiene el caço derecho e llano, e su tajo coruado ala punta e çerca del cabo. E atal dizen cannjuete” (AC: 128), capirotada ‘aderezo hecho con hierbas, huevos, ajos y otros adherentes, para cubrir y rebozar con él ciertos manjares’, Corominas/Pascual 1: 828a: “el cat. capiró, -ot, será también occitanismo ya antiguo [...]; de aquí capirotada”. La suposición repetida en la nota 6, que explica que esp. capirotada habrá surgido por mediación del catalán, es justificada por la referencia a la existencia de esta palabra en la versión española de libro de cocina de Ruperto de Nola (1525) que primeramente había sido escrito en catalán. Las pruebas para capirotada en el Arte Cisoria constituyen una confirmación para esta argumentación: “asy commo en capirotada e con lunbina e adobadas o albondigas dellas [= palomas], non ha menester cortar” (AC: 170), cortesano ‘perteneciente a la corte’, Corominas/Pascual 2: 213b: “APal [...], tomado del it. cortigiano, -egiano, por conducto de oc. ant. cortesan [1350], y quizá cat. cortesà [...]; el fr. courtisan [1472; courtisien, princ. s. XIV: FEW II: 851b] muestra aún más claramente su procedencia, y la

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lengua de Oc actuó de intermediaria para los romances occidentales gracias a la permanencia de la corte papal en Aviñón en el s. XIV [...]”: “Aquesta çisoria se leyo e mostraua alos curiones si quiere cortesanos por theorica” (AC: 103), francolín ‘ave del orden de las gallináceas, semejante a la perdiz’, Corominas/Pascual 2: 945a: “quizá sea voz procedente del Languedoc. 1.a doc. Nebrija”; respecto a esto se deduce una antedatación en 1423: “E desta mesma guisa las aves grandes e gruesas se deuen cortar, commo grulla, e ansaron, anade, faysan, francolin [...]” (AC: 164), mirrauste ‘salsa de leche de almendras, pan rallado, azúcar y canela para cocer con ciertas aves ya medio asadas’, Corominas/Pascual 5: 101a: “1525, Rob. de Nola [...] tomado del oc. mieg-raust ‘medio asado’, por conducto del cat. mig-raust (Eiximenis)”; respecto a esto se deduce una antedatación en 1423: “Ca si fueren adobados en mitrraust o en caçuela o en dobladura o en pan” (AC: 165). Se puede observar que el it. mirrause, mirausto va a menudo acompañado de los atributos catalano en el libro de cocina del Maestre Martino (s. XV): “Per far un mirrause catalano” (Faccioli 1987: 137), o alla catalana en el Manuscrit Napolità: “Mirausto alla catalana” (Grewe 1979: 98 n 2), probablemente con motivo de indicar su origen. — Préstamos del francés En los siguientes ejemplos que presentamos como préstamos del francés debería ser determinado con más precisión por investigaciones más detalladas la posibilidad de una transición directa del francés al español o bien de una existencia intermedia en el catalán. claraboya ‘abertura’, Corominas/Pascual 2: 96a: “quizá ya en 1495 [...] del fr. claire-voie.” Se deduce aquí una antedatación en 1423. “[cuchillos] labrados de lima con clarauoyas, coronas e archetes fermosos” (AC: 122), espoleta ‘horquilla que forman las clavículas del ave’, Corominas/Pascual 2: 753a: “Villena, Arte Cisoria: es posible que sólo secundariamente haya pasado esta palabra a insertarse entre las de la familia de espuela; pudo ser una adaptación del fr. espaulette en la que se tuvo la conciencia de que al au francés correspondía o en castellano.” “Despues abra la espoleta delos pechos syn del todo cortar” (AC: 167), manjar blanco s. m. ‘plato compuesto de pechugas de gallina cocidas, deshechas y mezcladas con azúcar, (leche de) almendras, harina de arroz’;

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Corominas/Pascual 3: 815b ve en esp. manjar blanco con una primera documentación de 1420 —siguiendo a A. Castro— una importación del francés, en donde blanc manger está documentado desde finales del siglo XIII. Aun así se puede pensar en la posibilidad de que esp. manjar blanco haya sido tomado del cat. manjar blanch que ya aparece en el Libre de Sent Soví (Grewe 1979: 93). “[gallinas] en pan o en pipotea o en manjar blanco” (AC: 165). A estas observaciones histórico-lingüísticas se le podrían añadir en este caso unas reflexiones incluyendo la historia de las cosas respecto al origen de este plato. Así es que Grewe (1979: 93 n 1) enfatiza, en su comentario acerca del nombre catalán de esta comida, que los ingredientes principales como arroz, almendras y azúcar indican que el origen de esta preparación podría hallarse en una zona influenciada por lo árabe como es la Península Ibérica. Aparte de eso, la combinación de pechugas de pollo cocidas con azúcar y almendras en forma de postre está bastante extendida en la cocina árabe-islámica7. Durante la Edad Media, este plato gozaba de gran popularidad en muchos países de Europa: además de la ya mencionada existencia en Francia, Cataluña y Castilla, se encuentran numerosas documentaciones tanto del it. bianco mangiare, como del medio-alto alem. blamenser y del ingl. blanc mangere con mantenimiento de los elementos léxicos románicos (cf. Flandrin 1984). Finalmente hay que presentar algunas palabras especiales provenientes del entorno de los modales cortesanos en la mesa. La costumbre reinante en la Edad Media de asar y servir enteros tanto las clases de carne de calidad (por ejemplo el venado) como también las aves y los pescados, hizo necesario que se encomendara la tarea de trinchar y servir a algunos de los empleados de las cortes de los reyes o príncipes. La proximidad al rey y el participar en su esfera íntima del comer y beber llevó a que esta función ocupara un puesto muy alto en la jerarquía de la administración cortesana. Por consiguiente Villena no dedica solamente gran atención a la formación “profesional” de los “moços de buen linage” (AC: 224), dando instrucciones detalladas sobre cómo aprender este honorable oficio, sino que se ocupa también tanto de los aspectos jurídicos o las exigencias morales de este cargo.

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Seguimos en estas deliberaciones a Heine 1988: 110.

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Villena usa diferentes nombres al hablar de las personas que llevan a cabo esta tarea, aunque la denominación más usada es la de cortador ‘el que tiene por oficio de trinchar las viandas en la mesa del rey o de un príncipe’. Con los datos de Corominas/Pascual 2: 216b, donde cortador está documentado con Nebrija, resulta una fecha anterior a la de 1423: “Guarda curosa se deue poner enestos estrumentos por el cortador que los tjene e ha de serujr conellos antel rrey” (AC: 136). Además aparecen las palabras cortante ‘íd.’, que está expuesta en Corominas/Pascual 2: 216b sin datación ni indicación sobre su significado: “torne el cortante en su lugar e ponga vno delos pannos delgados que estan enel baçin antel rrey” (AC: 144), y trinchador ‘íd.’ que aparece en Corominas/Pascual 5: 600b también sin informaciones más detalladas: “que usan cuchillos muy delgados con vientre, e dizen los trinchadores, cortando conellos faza adelante muy menudo” (AC: 122). La alta posición social de un cortador se puede ver además en el hecho de que en algunos pasajes del Arte Cisoria su oficio es situado al mismo nivel que otros importantes cargos de la corte, como por ejemplo el del mayordomo ‘jefe principal de palacio a cuyo cargo está el cuidado y gobierno de la casa del rey’, documentado en Corominas/Pascual 3: 891a ya desde 1120: “E desque se arredrare el mayordomo, fecho su ofiçio enlas saluas, torne el cortante en su lugar” (AC: 144), o el del repostero ‘oficial que cuida de guardar el servicio de mesa, el orden y custodia de los objetos pertenecientes a un ramo de servicio en el palacio del rey’: “E quando el rrey estuujere asentado e tomado agua manos, puesto el pan e dicha la bendiçion, faga traer el cortador a vn rrepostero ante si aquel baçin que a presto conlos pannos e estrumentos” (AC: 142). Con la aparición de repostero en el Arte Cisoria se revela una fecha anterior a la de Corominas/Pascual 4: 609b, donde la palabra está atestiguado con Nebrija. Entre las tareas de un cortador está también la de asegurarse de que todos los objetos que utiliza al ejercer su oficio no hayan entrado en contacto con veneno. Esto sucede en colaboración con el repostero y el mayordomo, que deben probar las comidas y bebidas para evitar el riesgo de que sea envenenado el monarca. Se trata de la salva ‘prueba que hacía de la comida y bebida la persona encargada de servirle a los reyes y señores, para asegurarse de que no estaba emponzoñada’, Corominas/Pascual 5: 143a, Nebrija: Des que el cortador oujere puesto los cuchillos asi, e commo dicho es, despues luego faga la salua delos cuchillos que ante si tiene, e delos estrumentos

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Barbara von Gemmingen otros que estan enel baçin, cortando conel, conuiene, pequennas rreuanadas, quantos son los cuchillos e estrumentos [...]. E aquellas rreuanadas que las coma el rrepostero [...]. En tanto que esto se faze, la vianda llega. Entonçes deuese leuantar e apartar dela mesa quel mayordomo o maestre sala aya lugar de poner la vianda e fazer sus saluas (AC: 143).

A parte de esta medida preventiva, el cortador dispone de una serie de sustancias minerales y animales que puede usar como contraveneno. Entre ellas figura el bezoar ‘concreción calcosa en las vías digestivas de algunos rumiantes, considerado como antídoto’. Con relación a las indicaciones en Corominas/Pascual 1: 579b: “bezoar, 1.a doc. fin. s. XVI, A. Pérez; bezar 1578; bezaar, 1624” tenemos de nuevo una antedatación en 1423: “e coral, e vnicornio, e serpentina, e bezuhar e pirofilis, la que se faze del coraçon del omne muerto con veneno frio e cocho” (AC: 115). Villena se dedica con gran esmero a la descripción de las herramientas que necesita el cortador para atender a sus obligaciones. Aquí se trata de diferentes cuchillos y trinchantes cuya calidad, función y mantenimiento debate detalladamente. De este modo, los cuchillos para ser usados en la mesa de un príncipe han de ser de valioso material con adornos en los: “cabos, dellos mesmos, dorados e acanalados, labrados de lima con clarauoyas, coronas e archetes fermosos” (AC: 122). Solo este corto pasaje con la descripción de los adornos de filigrana que muestra el mango del cuchillo contiene cuatro ocurrencias muy notables para la historia del vocabulario castellano. Estas son, a parte de claraboya (cf. supra): acanalado ‘que tiene estrías’; esta palabra aparece en Corominas/Pascual 1: 795a sin fecha, mientras que el Diccionario histórico de la Real Academia se refiere al Arte Cisoria como primera documentación. archete ‘luneto; abertura en una bóveda’ como término técnico de la arquitectura ha sido registrado lexicográficamente en Terreros y Pando (1786). corona, en un sentido técnico, puede ser en este contexto una temprana prueba de un significado como ‘blasón en forma de corona’, está documentado en Terreros y Pando (1786). Estas denominaciones de adornos de los cubiertos son complementados por la palabra canaladura ‘mediacaña en hueco que sirve como adorno’; en Corominas/Pascual 1: 795 a esta palabra está mencionada sin informaciones más detalladas: “E por eso quitase el bezo del ferir con la canaladura” (AC: 127).

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En lo que se refiere a los instrumentos para espetar y sostener los alimentos Villena distingue entre: “brocas, pereros e punganes, con las quales el mjnysterio del cortar e lo que aello convjene rresçibe conplimjento” (AC: 120). El perero ‘especie de pinchito o tenedor con una púa, cuyo borde ancho sobresale del medio del mango’ sirve para: “mondar menbrillos e peras e mançanas [...] por que non lleguen aello con la mano” (AC: 134). En la lexicografía española encontramos una ocurrencia de esta palabra en Terreros y Pando (1788) con referencia al Arte Cisoria en el mismo sentido y marcado como arcaísmo; perero también es registrado de esta manera en diccionarios actuales. Con la palabra punganes Villena se refiere a un ‘aparato que usa el cortador’ para: “sacar ostias marinas, e almejas, e tellinas, e caracoles e tales cosas enque es menester mas sotil punta que delas brocas” (AC: 135). Para esta palabra hemos podido encontrar una documentación en Terreros y Pando (1788) en el sentido de ‘instrumento de dos puntas agudas, que se dobla por medio, y sirve para trinchar caracoles, almejas, &c.’, de nuevo con referencia al Arte Cisoria. Las descripciones que Villena hace de los instrumentos de trabajo son completadas por unas imágenes de los cinco cuchillos y los cinco trinchantes. Se trata de dibujos que están situados en medio del texto. Por desgracia, en estas sencillas representaciones se ha prescindido de los elementos decorativos limitándose a mostrar la forma y el tamaño aproximado de los objetos. Estos dibujos pueden ser interpretados como añadidos visuales a la información lingüística, lo cual realza el carácter técnico de nuestro texto. En resumen queremos caracterizar el vocabulario técnico del Arte Cisoria —incluyendo también los campos especiales que no hemos discutido aquí— de la manera siguiente: — Se cubren terminológicamente los sectores gastronómicos del trinchar, de los modos de preparación de comidas y las denominaciones de platos típicos del siglo XV. — La descripción del troceo de animales contiene los términos anatómicos de las partes del cuerpo y los órganos. — El Arte Cisoria nos ofrece un amplio inventario con nombres de peces, pájaros y plantas, aptos para el consumo humano.

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Para la historia del léxico español, el Arte Cisoria es una “brava mina de voces para el lexicógrafo” (Cejador y Frauca 1972: 20) y un documento importante para una cantidad asombrosa de primeras dataciones, de las cuales muchas hacen nulas las referencias actuales a Alfonso de Palencia o Antonio de Nebrija. Tanto por el uso de neologismos de origen latino como por las figuras de la retórica clásica (lítotes, hipérbaton, etc.), el Arte Cisoria es un ejemplo típico de las tendencias latinizantes en la literatura española del siglo XV. Gracias al vínculo personal e intelectual con Aragón y Castilla del autor, esta obra es un lazo importante que une a estas dos culturas y civilizaciones cuya función mediadora para palabras de origen catalán —y otras lenguas románicas— que han sido adoptadas por el castellano no se puede subestimar. En España, el modelo del Arte Cisoria como manual para el trincheo protocolario en la mesa de un príncipe o rey no encontró continuadores. Los conocimientos que contiene fueron adoptados por otros géneros de texto, sobre todo por libros de cocina, y transmitidos por ellos. El libro de cocina de Ruperto de Nola, “cozinero mayor del Serenissimo rey don Fernando de Napoles”, es un ejemplo muy instructivo de ello. En la primera edición de esta obra impresa en catalán (Barcelona 1520), el título aun contiene una indicación sobre el trinchar: Libre de doctrina Pera ben seruir: de Tallar y del Art del Coch. En la traducción española Libro de cozina (Toledo 1525), que es el primer libro de cocina impreso en castellano, ya no aparece esta información sobre el trinchar en el título. Pese a esto, los pasajes iniciales de esta obra hablan con bastante lujo de detalles sobre “Como se an de cortar las viandas enla mesa” (fol. III - fol. VI). Los posteriores libros de cocina de Diego Granado Libro del arte de cozina (Madrid 1599) y Domingo Hernández de Maceras Libro del arte de cozina (Salamanca 1607) también contienen extensos capítulos que tratan “Del corte de las carnes” (Granado 1599: 18 ss.), “De los cortes de viandas” (Maceras 1607: 3 ss.). En Italia se encuentra como auténtico continuador del Arte Cisoria un género literario propio que consiste en una serie de libros sobre el trinchar que aparecen a partir del siglo XVI y cuyo representante más importante es Vincenzo Cervio (1581): Ragionamento sopra l’ufficio del Trinciante. Venetia, eredii F. Tramezzino cuya obra ha tenido numerosas reediciones. Los libros sobre el trinchar tuvieron una época de esplendor a partir del siglo XVII en la zona de lengua alemana, comenzando por la traducción de una

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obra italiana: Giacomo Procacchi (1627): Trincier- oder Vorlegebuch [...] nach italienischer und vornehmlich Romanischer Art. Leipzig, que constituye la base de un número considerable de libros sobre este tema. Y finalmente aún una observación curiosa: En Vollständig vermehrtes Trincir-Buch de Georg Philipp Harsdörffer (Nürnberg 1652) hemos podido hallar una interesante conformidad técnica con el Arte Cisoria: Tanto en Villena (AC: 138) como en el Trincir-Buch (Harsdörffer 1652: 21) se encuentra un capítulo sobre el cuidado de los instrumentos de trabajo del cortador con el consejo de afilar los cuchillos con la ayuda de un pedazo de madera de sauce, arena y ceniza —un secreto profesional que no hemos podido encontrar en ninguna de las otras obras—.

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EN TORNO AL LÉXICO FUNDAMENTAL DEL SIGLO XV: SOBRE ALGUNOS CAMPOS VERBALES

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1. SEMÁNTICA Y DIASISTEMA La historia del vocabulario fundamental del español sigue adoleciendo de numerosas lagunas, por ejemplo en esa serie de nociones básicas para las que la lengua dispone de parejas lexemáticas —pensemos en bonito/lindo, estrecho/ angosto, pequeño/chico1 y otras semejantes— conocidas de todos los hispanohablantes, aunque éstos, según su zona de radicación, prefieran uno u otro de los términos. Los planteamientos y los materiales léxicos que se van a comentar proceden de una investigación más amplia sobre la lengua del siglo XV. Al registrar en una base de datos diferentes formas y construcciones de la época nos fijamos también en ciertos parámetros léxicos de notorio interés para la historia del español y, más generalmente, para la caracterización de su diasistema. El corpus consta de unos 60 textos en prosa, que pertenecen en su mayoría a la tratadística, la narrativa ficcional, así como a la historiografía, y se extienden de las últimas décadas del siglo XIV a los comienzos del XVI. Para el presente trabajo, la base documental se ha completado con datos de los corpus CORDE y ADMYTE 1. En la delimitación del lapso de tiempo elegido nos guiaron sobre todo motivos de historia externa de la lengua, relacionados con esa cultura escritural tan específica del otoño de la Edad Media, con sus nuevos géneros textuales y sus tendencias innovadoras en la configuración de un castellano elaborado capaz de sustituir al latín. Comentamos estas características más detenidamente en nuestro libro sobre el comportamiento del artículo y los pronombres en la misma época (Eberenz 2000: 7-35). 1

Pareja estudiada últimamente por Ariza Viguera 2000.

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Al recoger estos materiales, nos llamaron la atención algunos grupos de verbos cuyos lexemas —normalmente dos, en algunos casos tres o cuatro— aparecían unidos por una evidente similitud del significado y se caracterizaban por el hecho de que el comportamiento semántico, diasistemático y discursivo de sus términos había sufrido notables alteraciones en la historia de la lengua. He aquí una relación de estos grupos: I. haber vs. tener ser vs. estar llevar vs. traer II. abondar - (a)bastar - ser suficiente (a)catar - buscar (a)catar - mirar acordar - recordar - despertar atender - aguardar - esperar cobijar - cubrir costreñir - obligar cuidar - pensar curar - procurar - cuidar demandar - pedir departir - distinguir - dividir separar descender - bajar despender (expender) - gastar enderezar - dirigir enderezar - corregir - reparar fallecer (fallir) - faltar fenecer - acabar - terminar

es (son) vs. está(n) vs. hay ir vs. venir

fincar - quedar guarecer - curar - sanar hallar - encontrar henchir - llenar membrar - acordar - recordar mercar - comprar morir - finar - fallecer mostrar - enseñar mudar - trocar - cambiar placer - agradar - gustar punir - castigar quebrar - quebrantar - romper semejar - parecer sentir - oír tajar - cortar tañer - tocar toller - tirar - quitar tornar - volver

De momento, estas listas no representan más que un cuadro heurístico, una especie de cuestionario tentativo, pero no necesariamente un conjunto de campos semánticos reales. La primera serie contiene cuatro pares de verbos fundamentales tanto para el léxico como para la formación de perífrasis: la característica de estas parejas consiste en que sus términos están vinculados por una serie de oposiciones que, con el tiempo, se han ido alterando. No hay,

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pues, entre ellos una relación de dominancia, sino más bien de complementariedad. Por ahora los dejaremos de lado, ya que requieren un análisis detenido de miles de ocurrencias. La segunda lista abarca conjuntos de lexemas más heterogéneos. En cada grupo hay verbos equivalentes en por lo menos una acepción. Además, uno de los elementos suele ser dominante sea por su extensión semántica, al cubrir el mayor número de acepciones, sea por su grado de difusión en el diasistema, ya que es el más usual en las distintas variedades y géneros discursivos. Ahora bien, en muchos casos la relación de dominancia ha cambiado a través del tiempo. Se trata evidentemente del fenómeno más interesante en este contexto, por lo que se han efectuado, primero, una exploración somera de todos los grupos enumerados y, después, un examen más detenido de algunos que parecen particularmente interesantes para la historia del léxico español. De hecho, en varios de estos contingentes se observan desplazamientos apreciables a lo largo del período elegido. Así, una serie de cambios iniciados en épocas anteriores se consuman en el Cuatrocientos, mientras que otros empiezan a perfilarse. Cada una de estas series merecería una monografía más amplia y detallada de lo que podemos hacer aquí. Habría que analizar el conjunto del campo, para determinar con precisión la semántica y los valores discursivos de los lexemas, así como los cambios ocurridos durante varios siglos. Nuestro objetivo es, de momento, mucho más modesto, puesto que nos limitaremos a comentar algunos verbos fundamentales que entraron en la escena de la lengua elaborada o, por el contrario, la abandonaron durante el período estudiado. Como es sabido, buscar la primera documentación de una palabra conduce siempre a resultados provisionales y, por ende, poco satisfactorios. Pero aún más arduo, si cabe, es determinar el momento de extinción de un lexema. Bien mirado, y teniendo en cuenta la importancia de la tradición escrita en las lenguas llamadas “de cultura”, sus palabras nunca mueren completamente, sino que suelen quedar relegadas a ámbitos diasistemáticos y universos textuales cada vez más limitados y alejados del uso común2. Es un hecho bien conocido el que ciertas clases de textos se caracterizan por un lenguaje arcaizante, y el final de la Edad Media fue uno de los períodos en que más se recurrió a este procedimiento. No viene al caso, por ahora, precisar en qué contextos y con qué intenciones los escritores utilizaron formas notoriamen-

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Véase sobre este punto el estudio de Cano Aguilar 1993.

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te anticuadas; lo que sí importa señalar es que ciertos tipos de escritos, como la lírica, los documentos jurídicos, buena parte de la cronística y, muy especialmente, los libros de caballerías, prolongaron de modo artificial la vida de muchas voces ya desaparecidas del uso común. Delimitar las épocas de aparición y extinción de un signo lingüístico en el uso vivo supone conocer con exactitud la fecha de redacción o copia de la documentación utilizada, punto a menudo difícil de averiguar. En este sentido son problemáticas, por ejemplo, las dataciones de obras impresas a fines del siglo XV o principios del XVI —como algunas de las recogidas en ADMYTE y CORDE—, particularmente cuando todo indica que se redactaron en tiempos más antiguos; lo mismo vale, por supuesto, para las numerosas traducciones de la época. En rigor, buena parte de esos textos no pueden aprovecharse para un análisis microdiacrónico como el que nos proponemos aquí.

2. ALGUNOS VERBOS QUE ENVEJECEN EN EL CUATROCIENTOS: ABONDAR ‘BASTAR’, FINCAR ‘PERMANCER’ Y MEMBRAR ‘RECORDAR’ Veamos, primero, unos verbos de larga tradición en el idioma, que sufrían desde hacía tiempo la competencia de un rival y acabaron por desaparecer de los textos durante el siglo XV. Así, abondar, que entre otras muchas cosas significaba ‘ser suficiente’3, todavía se da con este valor en varias obras de la primera mitad del siglo XV: Mas sy aquesto aun non me abonda, llamo en mi ayuda simplemente a la tu gracia (1400 FzPecha: 762; cfr. 740, 756, 757, 759, 761); mostrar que aquella arte es tanto difusa e luenga que non abonda la vida de un omne a su çertificada retificaçion (1417 VillD: 130; cfr. 89); ca a las vezes abonda dezir que es la cosa fecha (1433 ACartR: 61); Curad de vuestros fechos, que yo bien sé qué pedaço de pan me abonda (1438 MzTol: 92); pero esta prudencia no abonda a la cibdad, ca ha necessario otra prudencia (1454-1457 R. Sánchez de Arévalo, Suma de la política; CORDE); mas, séame Dios testigo, este exiemplo vos abonde (1445-1480 A. de Montoro, Cancionero; CORDE).

3 Véanse DEM 1: 141-143 y CORDE; por otra parte, abondar sigue empleándose con el significado de ‘abundar’, p. ej. en el Universal Vocabulario de A. de Palencia y en los diccionarios de Nebrija.

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Después empieza a escasear, quedando suplantado por (a)bastar. Alfonso de Palencia y Nebrija ya silencian esta acepción de abondar en sus diccionarios, y Valdés (1978: 119) declara preferir basta a abonda. Otro verbo importante que cede el paso a un competidor es fincar ‘permanecer’4, al tomar su relevo quedar: las últimas obras en que se emplea aún a menudo fincar son crónicas como la de Juan II o El Victorial: que los de Castilla devían estar en las fronteras, por quanto los del Andaluzía en su casa fincaban (1435 CrJ: 185, cfr. 154, 183, etc.); e fincó él solo en la galera de los moros (1436 Vict: 116; cfr. 67, 133, 153, 156, 179, etc.).

En la segunda mitad del siglo el verbo es raro, apareciendo de vez en cuando en obras historiográficas como las de Pulgar5, Repertorio de príncipes de España de Pedro de Escavias (1467-1475; CORDE), Istoria de las bienandanzas e fortunas de Lope García de Salazar (1471-1476; CORDE) o la Crónica de España de Diego de Valera (1479-1481)6. Las ocurrencias siguen siendo algo más abundantes en ciertos documentos administrativos (recordemos que en la terminología jurídica se mantiene el sustantivo finca ‘propiedad inmueble’): Asi que finca que debe del dicho alcançe [...] dos mill e sieteçientos e treynta e tres maravedis (1470 Burgos: MzGarcía 1981: 170); por quanto estas mercaderías se podrian fazer fravde de vsuras que a salbo finquen (1476 Villadiego; García Luján 1991: 269)7.

La crisis de fincar ‘permanecer’ estaba probablemente relacionada con la evolución de fincar ‘clavar’8, y cabe preguntarse si estamos ante un solo lexema o ante dos. Aunque durante varios siglos el castellano asignó los dos valores semánticos a un mismo significante, la tendencia a la diferenciación

4

Véase Herrera del Castillo 1994/1995. Crónica de los Reyes Católicos (1480-1484), CORDE, y PulgCl: 74. 6 ADMYTE 1, t. 41: f. 87r, 117r, 142r, 143r. 7 Más testimonios en los textos de ADMYTE 1, especialmente en Cuaderno de las leyes nuevas de la hermandad, 7 de julio de 1486 (t. 12), Leyes hechas por la brevedad y orden de los pleitos, 1499 (t. 13 y 14); Ordenanzas de la ciudad de Sevilla, 1492 (t. 16), así como en CORDE los Libros de Acuerdos del Concejo Madrileño, 1486-1492 y 1498-1501. 8 Con el significado de ‘clavar’ fincar abunda en el Universal Vocabulario de Palencia, y lo mismo hace hincar en los diccionarios de Nebrija, aunque falta con el significado de ‘permanecer’. 5

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a partir de una misma raíz etimológica resulta patente no sólo en port. ficar y fincar (DCECH), sino también en los avatares de los equivalentes castellanos. Por motivos poco claros, fincar ‘permanecer’ no participó en la sustitución de f- por h- que afectó al segundo. Hincar ‘clavar’ se convirtió así en un signo independiente del primero y sobrevivió en la lengua, mientras que fincar ‘permanecer’ acabó por desaparecer. En cuanto a los lexicógrafos de fines del siglo, Palencia recoge la forma fincar y Nebrija, hincar, pero ambos se limitan a asignarles el significado de ‘clavar’. Mencionemos, como tercer ejemplo, el caso de membrar ‘traer a la memoria’, claramente recesivo frente a los tipos acordar9 y recordar. A comienzos del siglo XV membrar se da aún de vez en cuando en los textos, abundando algo más en las obras historiográficas como rasgo arcaizante de este género10. En la segunda mitad del siglo, ciertos historiadores, como Lope García de Salazar (CORDE) y Hernando del Pulgar, son los últimos en usarlo con alguna frecuencia: Miénbraseme entre las otras cosas que oí decir [...] (1484 PulgL: 21; cfr. 29, 75, 76, 90, 127); Los quales [sc. sus criados], menbrandose de algunos beneficios que dél recibieron, le ayudaron (1486 PulgCl: 14; cfr. 37).

Ello no significa que la palabra desapareciera por completo, pues quedan muestras esporádicas hacia 1500. En un documento de la Inquisición, de 1487, consta la pregunta de un testigo a otra persona de “si se menbraba de quando lo abía bisto un día en su casa ler en un libro” (Carrete 1986: 45), y Nebrija registra membrar(se) y remembrar(se) en sus diccionarios, mientras que Valdés (1978: 126) lo considera ya únicamente poético. Por otra parte, no se puede excluir que, al caer en desuso en la prosa elaborada, el verbo se conservase en el habla de determinadas regiones.

3.

ALTERACIONES EN FASE CRUCIAL: CATAR, DEPARTIR, FALLECER Y TAÑER

Más interesantes son, sin embargo, aquellos verbos básicos de la lengua medieval para los que el siglo XV representa la etapa crucial de la susti9

Véanse Rivas 1989, Herrera del Castillo 1998, y Santos/Espinosa 1996: 167. Así, por ejemplo, en la Istoria de las bienandanzas e fortunas de Lope García de Salazar; son también numerosas las ocurrencias en el Amadís (CORDE). 10

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tución. La crisis suele manifestarse en la pérdida progresiva de las distintas acepciones tradicionales, al paso que de ellas se hacen cargo otros lexemas. Muchos de estos verbos no se extinguen por completo, sino que subsisten dentro de unos límites semánticos o diasistemáticos muy restringidos; esto es, siguen usándose con algún significado especial (a menudo técnico) o pasan a formar parte de determinados lenguajes funcionales. En otro lugar hemos estudiado los casos de tornar/volver y descender/bajar (Eberenz 1998); a continuación se comentarán algunas muestras más. CATAR: Sus empleos más usuales en la Edad Media eran ‘dirigir la vista con atención hacia (= mirar)’, ‘registrar’, ‘examinar (un objeto o un asunto abstracto)’ y ‘buscar’, amén de otros valores más restringidos11. ◊ En la noción ‘dirigir la vista con atención hacia’, catar se hace raro desde 1420 más o menos, cediendo el paso a mirar, que ya llevaba tiempo haciéndole la competencia. El único entorno en que catar se mantiene con este valor hasta comienzos del siglo XVI es el de las fórmulas con función de estímulo dialógico cata(d) que/cómo, cata(d) aquí, etc.:

Señor, mandalde abrir. Catad aquí la llave; ésa es que tyene en la correa colgada (1438 MzTol: 241); [La Virgen:] Cata que te mando que lo digas (1449 ApCubas: 264); ¡Elicia, Elicia! ¡Cátale aquí! (1507 Cel: 31); Cata, mira qué dizes, que esta noche an estado comigo (id.: 223); diziendole a este testigo: Cata que lo digays a sus reverençias luego de mañana (1513 InqCReal: 2.583).

Fuera de estas colocaciones catar queda, pues, suplantado por mirar. Así, es sintomático que el Corbacho, compuesto hacia 1438, abunde en ocurrencias de mirar, pero contenga una sola muestra de catar, por más señas en un refrán (“Quien adelante non cata a atrás cae”, MzTol: 142). Los testimonios posteriores —por ejemplo en obras de Escavias, García de Salazar o en el Amadís (CORDE)— deben interpretarse como arcaísmos de la historiografía y de los libros de caballerías. ◊ De notable vitalidad sigue siendo, durante todo el período estudiado, catar ‘examinar, registrar’:

11

132-33.

Véanse Rodríguez Fernández 1995, Crego García 1995, y Santos/Espinosa 1996:

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Rolf Eberenz e supiesen todo el ardid dél, e catasen todas las entradas e las salidas (1436 Vict: 122); Pues ¿para qué cataremos el libro de los linajes? (h.1450 PzGuzG: 18); Teloneum. se dize do catan las mercadorias (1488 A. de Palencia, Univ. voc.; ADMYTE 1, t. 3); Acordaron los dichos señores que los fieles caten sus casas de los regatones (1486-1492 Libro de acuerdos del Concejo de Madrid; CORDE); los de Egito cuando el sino nos catan en la mano (1507 Cel: 192).

◊ Algo menos frecuente es la acepción ‘buscar’, si bien no faltan testimonios incluso de finales del siglo XV y comienzos del XVI: Tornóse entonce en cisne blanco, catando muy dulcemente donde la [sc. a Leda] pudo engañar (1495 LucR: 56); y si otros emplastros quisierdes o vnciones catad a auicena enla fen veynte y dos (1500 Villalobos, Sumario de la medicina, f. 28r; ADMYTE 1, t. 27); No miras, Amor, ni catas quién te sirve bien o mal (1513 J. del Enzina, Egloga de Plácida y Vitoriano; CORDE);

aunque Juan de Valdés (1978: 121) calificará poco más tarde de anticuada la fórmula no cates por no busques. Mención especial merecen, además, las colocaciones catar honra/obediencia/reverencia/vergüenza (a alguien), en que nuestro verbo significa ‘procurar, proporcionar’. Valdés (ibíd.) considera extraño este uso, que conoce del refrán “Barva a barva, vergüença se cata”. DEPARTIR:

De los múltiples empleos de departir, verbo fundamental del castellano medieval, se ha conservado hasta hoy en un registro elevado el de ‘hablar, conversar’, y esta connotación solemne se manifiesta ya claramente en ciertas crónicas y libros de caballerías del siglo XV, cuyos autores suelen mostrar una patente predilección por este verbo (véase CORDE). ◊ Sin embargo, aquí nos interesa mucho más el significado ‘partir (un objeto o un ente abstracto) en varios elementos’, cubierto en la lengua moderna por distinguir, diferenciar, dividir y separar. Estos últimos comienzan a usarse precisamente en el Cuatrocientos y compiten desde entonces con el antiguo departir. Por otro lado, la decadencia del verbo tradicional es, en este caso, particularmente difícil de captar. ◊ Con el valor de ‘separar’, departir es todavía muy usual hasta la segunda mitad del siglo, si bien empieza a escasear en las últimas décadas: que cada día lo vee ante sy e tan çerca que la mesa sola los departe (1423 VillA: 61; cfr. 48, 58, 65, 86, 91, 94, etc.); e aun a la fin departirse el uno del otro (1438 MzTol: 61); e todos le seguían e non se departían dél (h. 1454

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CrLuna: 14); [sc. gentiles hombres] por vezes fueron departidos e por vezes tornados (1474 Iranzo: 102); ansí travaron pelea con los castellanos. E el rrey don Sancho salió a departillos (P. de Escavias, Repertorio; CORDE); Y como fuesen departidos, Leriano de tan grande agrauio con mucha razón se sentió (1492 SPedro: 152).

Mención aparte merecen en este contexto las colocaciones departir una fiesta/una pelea, etc., bien atestiguadas en los textos12. La progresiva decadencia de la acepción queda confirmada por su ausencia en los diccionarios de Palencia y Nebrija (como tampoco la recogerán más tarde Covarrubias ni Autoridades). ◊ También llegan hasta los últimos años del siglo los testimonios de departir ‘dividir (un objeto o un ente abstracto) en varias partes’, aunque Nebrija ya no parece registrarlos: las obras que Dios al comienço fizo son departidas en tres partes (1476 MCórd: 165; cfr. 170); es de presuponer que esta machina o redondeza del mundo es departida en tres partes principales (1481 D. de Valera, Crón. de España: f. 2v; ADMYTE 1, t. 41; cfr. 12r, 24r, 25v); conviene que sea Dios Padre e Hijo; y un ser no departido, pues que el Hijo es de toda la esencia infinita del Padre (1487 D. de Valencia, Sobre la predestinación; CORDE); en el nonbre de la Sancta Trinidat e Hunidat no departida del Padre y del Fijo y del Spiritu Santo (1493-1511, Documentación medieval de la Corte del Justicia de Ganaderos de Zaragoza; CORDE).

◊ Algo más antigua es, en cambio, la caída en desuso del valor ‘distinguir’, puesto que las últimas ocurrencias parecen ser de la primera mitad del siglo: de otras muchas colores, quanto pertenesçe para departir las figuras, E ymagines, e lazos que ally están fechas (1412 GzClav: 35); como en este cortar se departe la poliçía de los que hurbanamente e curial viven (1423 VillA: 140); que son tres varios pensamientos que departen las tres árbores consagradas (1440 RzPad: 76).

12 P. ej.: “E esta justa se departió al sol puesto” (h. 1454 CrHalc: 158); “tiradvos afuera, que ya el ruido no es nada, que ya es departido” (h. 1454 CrLuna: 302); “Despues que fue la fiesta ya departida” (1489 Melosina; CORDE).

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En todas estas acepciones, departir coexiste ya con sus equivalentes modernos. Separar se atestigua varias veces en Fernández de Heredia (1377; CORDE) y abunda luego en Enrique de Villena (CORDE). Sin embargo, la mayoría de los autores cuatrocentistas lo evitan todavía13, y lo mismo parecen hacer Palencia y Nebrija (este último traduce en su Diccionario lt. separare por cast. apartar). Raro es también dividir: atestiguado en un documento zaragozano de 1415 (CORDE), escasea en la mayoría de los textos de la época14. Distinguir aparece esporádicamente antes de 140015, pero los primeros en hacer un uso más frecuente del verbo son los prehumanistas, como Enrique de Villena y Alfonso de Cartagena16. Hacia el final del siglo figura ya en los repertorios lexicográficos de Palencia y Nebrija, siendo de notar que el segundo lo convierte en uno de los términos predilectos de su metalenguaje gramatical. Agreguemos que, si aún no se usa diferenciar, existen, en cambio, el sustantivo diferencia así como los sintagmas hacer diferencia y hacer división. FALLECER: Otro ejemplo llamativo es el de fallecer y sus sucesores. En la mayoría de sus acepciones el verbo fue suplantado por faltar, en algunas por fallar. Sin embargo, esta segunda sustitución no se produjo hasta el siglo XVI, ya que en el Cuatrocientos fallar/hallar significaba exclusivamente ‘encontrar, dar con algo o alguien que se buscaba’. Por lo demás, el relevo de fallecer por faltar llamó nuevamente la atención a Valdés (1978: 122). Pero

13

Cfr. DCECH 4: 395a; he aquí algunas de las esporádicas ocurrencias: “[San Pablo:] los que Dios ayuntare non los separe onbre” (1438 MzTol: 69); “las inteligençias separadas Conuiene asaber en los angeles. en las estrellas. o enlos çielos” (1440 A. de la Torre, Visión deleitable: f. 22v; ADMYTE 1, t. 1); “dexadas agora las regiones, tierras e comarcas más longínicas e más separadas de nos” (1449 LzMendP: 56); “separarán del todo la mala rayz de sus desmayadas cobdiçias” (1400-1450 TerC: 66). 14 Algunas muestras: “Dividílo en veynte capítulos segúnd la distinçión de las partes” (1423 VillA: 48; cfr. 53, 60, 87, 112); “la segunda es que el mal se puede diuidir en dos maneras” (1456 A. de Cartagena, Doctrinal: f. 82r; ADMYTE 1, t. 46); “e asi en dos diuidieron partes la çibdad” (1481 GzMan: 1.123); “inclinado a justicia, la qual como sea dividida en partes, una de las quales se dize legal” (1486 PulgCl: 15). 15 P. ej. en Vidal Mayor (DCECH) y Estéfano de Sevilla (CORDE). 16 P. ej.: “deuedes saber que las virtudes se distingujeron de munchas maneras” (1422 A. de Cartagena, De Officiis; CORDE); “non distingue entre los ofiçios, personas o casos o manera de dilinquyr” (1423 VillA: 131; cfr. 129, 143); “E esta parte juridisçial se distingue en otras dos partes” (1433 ACartR: 49; cfr. 41, 91); “et distinguirse deven los tienpos para que se concuerden las scripturas” (1434 ACartD: 317).

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veamos cómo se operó el cambio en algunas de las acepciones más importantes. ◊ Con el valor de ‘estar ausente’, ‘estar de menos’ fallecer es todavía muy corriente durante buena parte del siglo XV, aunque hacia 1500 se percibe su progresiva caída en desuso frente a faltar. En esos años, mientras que D. de San Pedro lo emplea todavía en varias ocasiones, en La Celestina escasean ya los ejemplos17. En cuanto a faltar, se emplea aún poco en las primeras décadas del XV18, pero su frecuencia va aumentando a partir de 1450. A este respecto son significativos los empleos metalingüísticos de los dos verbos por Palencia y Nebrija. El primero dice del verbo latino aio que “falléçele el pretérito perfetto” (ADMYTE 1, t. 3), mientras que el segundo comenta que “como diziendo ‘buenos días’, falta el verbo que allí se puede entender & suplir” (NebrG: 205). De hecho, Nebrija ya no usa fallecer con el significado ‘estar ausente’. ◊ El significado ‘no cumplir su palabra u obligación, traicionar’ se expresa por fallecer hasta el final del siglo, mientras que faltar escasea todavía: fallecer: el que a la parienta fallesce, ¿qué fará a la muger de su amigo? (1438 MzTol: 99); por quanto les fallecieron los cavalleros en quien ellos tenían fianza (h. 1454 CrHalc: 38); Señor, hanme fallescido, que segúnd lo que me avían prometido, bien los pensé tener (h. 1454 CrLuna: 76); E si veen que en alguna cosa la natura fallesció luego unas con otras tienen su consejo (1495 LucR: 81); que a ninguno dios desempara ni le fallesce (1497 B. de Breidenbach, Peregrinatio: f. 129v; ADMYTE 1, t. 35).

Las primeras muestras de faltar se encuentran a partir del tercer decenio del siglo XV, mientras que hacia el final de la centuria los diccionarios de 17 He aquí algunas de las últimas ocurrencias: “Nunca por todo el camino sospiros y gemidos me fallecieron” (1492 SPedro: 189; cfr. 113, 117, 139, 196, 200, 207); “y no fallecieron muchos engaños y vexaciones” (1497 B. de Breidenbach, Peregrinatio: f. 144r; ADMYTE 1, t. 35); “como a las viejas nunca nos fallecen necessidades” (1507 Cel: 77; cfr. 85). 18 P. ej.: “faltan muchas hojas: y se conoze por la division alos titulos” (1300-1400 E. de Sevilla, Visita y consejo de médicos; CORDE); “En quanto al primero aquí fago pausa, non porque me faltan loores que cuente; aunque ya cognoscas que se te promete verdaderamente tú todavía acuesta la cabsa ala presunpçión que avías de aver, faltada la promesa” (1435 TrAm: 104); “al bien a venturado non le falta nada” (1440 A. de la Torre, Visión deleitable: f. 48r; ADMYTE 1, t. 1); “conosçiendo que non faltaran atu alteza sabios que te aclaren las dubdas” (1445 Lope de Barrientos, Tratado de adivinar; CORDE).

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Palencia y Nebrija confirman el predominio de faltar al no registrar fallecer con este significado: aquesta regla falesçe en tres lugares: lo primero, en el cabo de la zona quemada [...]; lo segundo, falta de la otra parte en la zona fría por contraria razón; lo terçero, falta en Arim (1428 E. de Villena, Tratado de astrología; CORDE); Estos, el día que le vieren en la mayor priesa, allí le faltarán (1436 Vict: 152); E el cuytado ya sabe que le ha de faltar e non darle nada, synón burlarla (1438 MzTol: 89); [sc. no niego] que excediese faziendo o faltase alguna vez no faziendo lo que era obligado (1486 PulgCl: 25); Decipere. es faltar y engañar [...] Declinare. es esquiuar se: & desuiar se & faltar: & torçer: & pecar [...] Frustrari. engañar: burlar: faltar [...] Jnficiatur. niega la verdad. inficiari segun Nonio marçelo: es faltar delo confiado (1488 A. de Palencia, Univ. voc.; ADMYTE 1, t. 3); Fallar por faltar. desum. deficio (1495 NebrV: s.v.).

◊ Al tiempo que se va haciendo patente la decadencia de fallecer con dichos valores, surge y se extiende su uso en el sentido de ‘morir’. Como ya vieron Corominas y Pascual (DCECH: s.v. fallir), tal empleo eufémico aparece hacia 1440 y arraiga en la segunda mitad del siglo, pues es relativamente recurrente en documentos administrativos de la época y lo conoce también Nebrija: En medio del grand palaçio vyó estar tendyda la falleçida Lyessa, traspassada con cuchyllo agudo (1440 RzPad: 90; cfr. 102, 106); E el dicho Nuño de Arévalo fallesçido de la presente vida (1468 Cancillería Real; Morales 1986: 490); estando en la soledat en que estaua quando fallescio aquella hija que Dios lleuo (1476-1481 GzMan: 1.59; cfr. 1.221); estando este testigo con su padre e madre, que son ya falleçidos (1484 InqCReal: 1.19); al tiempo que fallesció una judía [...] (1486 Segovia; Carrete 1986: 20; cfr. 34, 37, 53, 55, 93); despues que fallecio i, aunque triste & lloroso, comence a ser libre (NebrV: 2r); Finar fallecer morir. defungor.eris (id.: s.v.).

En todos estos casos estamos ante verbos fuertemente polisémicos que son en parte reemplazados por lexemas de significado más limitado. En el origen de tales cambios reductores de la polisemia hay sin duda una acción deliberada de los escritores, especialmente de los tratadistas, quienes dejan de usar esos verbos, prefiriéndoles otros más precisos. Como muchos de ellos traducen del latín, se inclinan naturalmente a recurrir al vocabulario de esta lengua para colmar las lagunas léxicas del castellano.

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TAÑER: El interés de la sustitución de tañer por tocar reside en que tañer representa un signo relativamente polisémico y que, no obstante, prácticamente todos sus empleos pasan a un solo verbo sucesor, si prescindimos del prefijado atañer19. Pero habrá de tenerse en cuenta que originariamente se trata de signos bien diferenciados, ya que tocar implicaba un choque violento entre objetos o un golpe dado por una persona, ambos acompañados de un ruido, mientras que estas nociones faltaban en tañer. Por otro lado, la penetración de tocar en los distintos ámbitos semánticos cubiertos por tañer parece haberse producido primero en textos aragoneses, por ejemplo en las obras de Fernández de Heredia, según indican los ejemplos de CORDE. Sin embargo, a partir de 1430 tocar empieza a abundar también en la documentación castellana, con lo que se pone definitivamente en marcha el cambio. Veamos algunos de los empleos más destacados de los dos verbos:

◊ Para ‘poner la mano sobre una cosa, ejercer el sentido del tacto’ tañer parece haber sido usual todavía en las primeras décadas del siglo XV. Después, su frecuencia decrece rápidamente20 al paso que se difunde tocar. Éste es ya el único verbo usado en La Celestina, y también Palencia y Nebrija registran sólo tocar21. tañer: aquella palabra que dixo Job: “¡Amerçendeadvos de mí, los mis amigos!, ca la mano del Señor me tañó” (1407 LzAyF: 148); pasando [...] por los lugares do ha de tañer la vianda (1423 VillA: 78; cfr. 71); por la señal de la cruz que con sus manos tanieron corporalmente (1430 ApJaén: 251); Léese de Daues nunca ser tañida de Júpiter fasta que lluvió oro en el su regaço (1435 TrAm: 97); tocar: quando, encubriendo algunos bienes en que non tocó para enpachar, y los dexa y los desanpara (1407 LzAyF: 71); e encendidas en las palabras conmençaron de tocar con las manos (h.1421 SzVer: 75); a las vezes le tocaban en el biratón que traya por las narizes, donde él auía grand dolor (1436 Vict: 83).

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Cfr. Santos/Espinosa 1996: 146-47. Unos ejemplos residuales: “los dichos señores rresçibieron del dicho Antón Dáuila juramento […] sobre la señal de la cruz con su mano derecha tañida” (1464-1485 Libro de Acuerdos del Concejo Madrileño; CORDE); “tañía los leprosos y los muertos y la mujer que padecía flujo de sangre” (1487 H. de Talavera, Católica impugnación; CORDE). 21 1488 A. de Palencia, Univ. voc.: s.v. affabulare, contactus, crusma, sensus, tangere, tractare, etc. (ADMYTE 1, t. 5); 1492 NebrD: s.v. asper, distringo, lambo; 1495 NebrV: s.v. aspera cosa, atentar, blando, tocar. 20

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◊ Muy parecido se presenta el cambio en el significado ‘entrar en contacto con’: tañer: lançava materiales ardientes que por poco quel sol los tocava o tañia, les era añadido material fuego (1417 VillD: 105); regno que tanta muchedunbre de provinçias tiene, et tanto numero de climas tañe (1434 ACartD: 342); Fanatica arbor tañido de rayo (1488 A. de Palencia, Univ. voc.; ADMYTE 1: t. 3); tocar: tocó la carraca en tierra, e Saltó el timón de caxa (1412 GzClav: 16; cfr. 19, 64); nin Cirçe amara tanto si Ulixes no tocara en su isla (1435 TrAm: 101); E que desatasen los marineros, por si tocasen en alguna roca (1436 Vict: 102); Vino a ser que en vna pestilencia fue tocado de vna nascida & final mente vino ala muerte (1476 MCórd: 219); vna yerua con cuyo sugo se dañan los oios si les toca (1488 A. de Palencia, Univ. voc.: s.v. ceculto; ADMYTE 1: t. 3; cfr. s.v. cinnamomum, lambere); Contiguus. a. um. lo que se toca con otro (1492 NebrD: s.v.).

◊ También indicando ‘afectar a, respectar a’ tañer es poco usual a partir de 1450: tañer: Por muchas y diversas maneras las ymaginaçiones de los sueños tañen al coraçón (1407 LzAyF: 90); demostrarás que cosa alguna de aquellas non tañe a ti (1433 ACartR: 57); dispenso con las dichas leyes [...] e las abrogo e derogo en quanto a esto tañe (1456 Doc. por el que Enrique IV nombra a Diego Arias de Ávila regidor de Toledo; CORDE); tocar: E si qujsieremos del todo no ser tocados desta naturaleza no puede ser que no tan sola mente para apostamjento de las obras diujnales Esto se haze (1402 P. López de Ayala, Caída de príncipes; CORDE); aunque fuese en tierra apartada e non tocase a su ofiçio (1423 VillA: 119); mas determinar si [...] non incunbe nin toca al estilo de nuestro escreuir (1435 TrAm: 93); él es al que más toca este fecho en la honrra (1436 Vict: 152); que oviesse de emplear tan buenas oras en cosa que parecia tocar al provecho de pocos (1492 NebrD: 1v).

◊ En cambio, cuando se trata de los valores relacionados con la música, tañer sigue usándose hasta el final de nuestro período, y aún bastante más allá de su término. Es el único verbo que expresa la idea de ‘ejecutar una obra musical’ (“tañe tantas canciones y tan lastimeras”, 1507 Cel: 93; cfr. 21, 51, 57, 98, 255) y predomina con el valor de ‘hacer sonar (un instrumento musical)’. Al comienzo, tocar es inusual en este contexto, pues se emplea exclusivamente con trompetas, tambores y otros instrumentos de uso bélico:

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con sus trompetas muy graçiosamente e honrrosa tocando (h. 1434 RzLena: 112; cfr. 127, 136); los que estavan sobre las torres del arco tocavan sus vozinas (h. 1454 CrHalc: 22; cfr. 36); que todos deseaban que tocasen las tronpetas (1454 CrLuna: 79); E como por mandado del dicho señor Condestable los tronpetas tocaron (1474 Iranzo: #100); Pandorius. pandero: nombre de su inuentor. Vsauan tocar este instrumento los gentiles (1488 A. de Palencia, Univ. voc.: s.v.; ADMYTE 1, t. 3; cfr. s.v. tuba); Tocar trompetas acometiendo (1495 NebrV: s.v.).

No obstante, en la segunda mitad del siglo XV ya se encuentran pasajes en que se tocan instrumentos menos guerreros, como el laúd, la dulzaina, la chirimía, el salterio, la guitarra, etc.22

4. VERBOS TRADICIONALES QUE CONSERVAN SU VITALIDAD En muchos casos, el tipo léxico de la Edad Media mantiene su plena vitalidad, mientras que el verbo que ha de tomar su relevo todavía no se usa, o sólo muy esporádicamente. HENCHIR: El castellano del siglo XV desconoce todavía el moderno llenar y usa exclusivamente henchir. Los pocos testimonios cuatrocentistas de llenar son de dudosa autenticidad23. Ahora bien, si este neologismo despunta en los primeros decenios del XVI (véase CORDE), sorprenden las observaciones de Valdés (1978: 123), quien considera henchir ya “feo y grossero vocablo”, prefiriéndole llenar. De hecho, resulta difícil imaginarse que en tan

22

Así en el Cancionero de 1430-1470. BNP Esp. 227 (CORDE), Iranzo: 84, 85, 131; y A. de Palencia, Univ. voc.: s.v. pangere, sonus (ADMYTE 1, t. 3). 23 P. ej. “Fijo, amad e tened Aquel que aquel ángel tan exçelente e fermoso llenó de gloria” en El Victorial, ed. R. Beltrán, Madrid: Taurus, 1994: 235, recogido por CORDE. La ed. de J. de Mata Carriazo (Madrid: Espasa Calpe, 1940: 66) rezaba: “Hijo, amad e tened Aquel que aquel ángel tan exçelente e fermoso, lleno de gloria, que por su sovervia dixo: […]”. Aunque en la versión de Beltrán la estructura del enunciado resulta más armoniosa, el aislamiento cronológico de este testimonio de llenar aboga por la lección de Mata Carriazo. CORDE reproduce también muestras de llenar, del Libro de Acuerdos del Concejo Madrileño, 1464-1485. Sin embargo, en varios casos (especialmente en el §181) resulta patente la confusión con llevar. Según DCECH: s.v. lleno, los primeros lexicógrafos que recogen llenar son Covarrubias y Oudin.

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pocos años llenar hubiese desterrado a su predecesor. A la crisis posterior de henchir no parece ser ajena su confusión, atestiguada en variantes textuales, con hinchar. MUDAR: Entre los verbos de cambio y transformación predomina todavía mudar. La palabra posee un amplio abanico de valores discursivos que se pueden agrupar en las siguientes acepciones: ◊ ‘dejar o tomar (una cosa) por otra’ (“mudó el hábito de muger & púsose en traje de varón”, 1476 MCórd: 266), ◊ ‘transformar(se) en’ (“ca el color se muda, los ojos se afondan, la voluntad se ençiende”, 1407 LzAyF: 67) y ◊ ‘trasladar’ (“E si la vianda que ha de comer non cabe en el cuchillo, múdela con una broca o cuchillo en otro platel”, 1423 VillA: 79). Sin embargo, la primera y la segunda de estas acepciones se confunden a menudo, ya que, al producirse una transformación de un objeto, éste puede considerarse reemplazado por otro. Y, aunque a primera vista parece que los sinónimos trocar y cambiar, que ya competían con mudar, tenían por misión la de expresar exclusivamente la noción de ‘dejar o tomar (una cosa) por otra’, la documentación de la época parece desmentir esta hipótesis. De hecho, no es difícil encontrar ejemplos cuatrocentistas de trocar/cambiar ‘transformar en’: trocar: saber hazer bien de mal y saber trocar el daño en prouecho, el peligro en seguridat (1400-1450 TerC: 66); cambiar: Quando el fruto viene a ser maduro cambia su color de verde en amarillo & en vermeja (1494 V. de Burgos, Traducción de El Libro de Propietatibus Rerum; CORDE).

Según demuestran estas citas, tampoco se trata ya sólo de verbos del lenguaje mercantil, si bien continúan usándose con alguna recurrencia en documentos jurídicos y administrativos, a menudo en expresiones sinonímicas: tomedes e posuades por jur de heredat para siempre jamás, para los vender, e dar, e donar, e trocar, e cambiar, e empeñar e enagenar (1420 Carta de venta; Documentos del Archivo Histórico Nacional; CORDE); traspaso a vós [...] así la tenencia como la propiedad para dar, e vender, e empeñar, e trocar, e cambiar e enajenar (1481 Carta de venta; ibíd.).

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No obstante, en la mayoría de los textos de la época trocar y, más aún, cambiar son manifiestamente menos corrientes que mudar. También aquí es esclarecedora la actitud de nuestros lexicógrafos, pues ambos prefieren mudar, empleádolo con frecuencia en el metalenguaje de sus obras. Así lo hace Nebrija, no sólo en la introducción a su Diccionario, sino también en la Gramática, donde mudar aparece en numerosas referencias al cambio lingüístico. En cuanto a trocar, Alfonso de Palencia recurre a este lexema en varias ocasiones para indicar la idea de ‘dejar o tomar (una cosa) por otra’24. Tanto él como Nebrija (Diccionario) traducen el verbo latino commuto/commutare por trocar, y el verbo posee también una entrada en el Vocabulario del segundo. Por fin, los dos autores confirman indirectamente el uso todavía restringido de cambiar: éste no aparece en el metalenguaje ni de Palencia ni de Nebrija (Diccionario), aunque ambos utilizan el sustantivo cambiador. Donde sí encontramos entradas de cambiar, cambio y cambiador es en el Vocabulario de Nebrija. QUEBR(ANT)AR: Con el sentido fundamental de ‘hacer trozos (una cosa) de modo que resulta inservible’ prevalecen aún quebrar, quebrantar, frente a romper, que es hoy en día el término dominante25. Aunque las frecuencias comparativas en nuestro corpus (108 ocs. de quebrar, 92 de quebrantar y 44 de romper) tienen sólo valor indicativo, la posición de los tres verbos dentro del diasistema era indudablemente distinta de la actual. Haría falta un detenido análisis de sus significados y su funcionamiento discursivo, tarea que rebasaría el marco del presente trabajo. La semántica de los tres verbos cubre una serie de empleos bastante variados, no siempre fáciles de distinguir. Puede tratarse de un objeto sólido que se parte, de una tela que se rasga o desgarra o, más generalmente, de un ente concreto o abstracto que se destruye. Parece que ‘rasgar una tela’ o ‘partirse una cuerda tensada’ se expresaba preferentemente por romper; éste significaba también ‘abrirse camino a través de un obstáculo’ (p. ej. “romper un muro”) y ‘abrir(se), estallar’ (p. ej. “romper el alba”, “romperse la guerra”, “romperse una apostema”), y el verbo es también frecuente en el sintagma “romper lanzas”, expresión del mundo caballeresco. Por 24

P. ej.: “Commutare. es trocar algo con alguno & vender” (1488 A. de Palencia, Univ. voc.: s.v.; ADMYTE 1, t. 3); “Esau. fijo de ysaac tanto como roxo. dicho por la cobdiçia del maniar delas lenteias. por que troco la primogenitura” (ibíd.); “Mutuo. aduerbio: es emprestando o trocando” (ibíd.); etc. 25 En cambio, el portugués sigue prefiriendo quebrar; cfr. Santos/Espinosa 1996: 36.

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fin, indica ‘dejar en mal estado (una cosa)’, sobre todo en el participio (“esta saya rota”, 1507 Cel: 104). En cuanto a quebrar y quebrantar, de significado todavía poco diferenciado, se aplican sobre todo a objetos sólidos, pudiendo referirse también a nociones abstractas como ‘debilitar o dejar en un apuro (a una persona)’ y ‘no cumplir (una obligación)’. MOSTRAR: Una distinción más sutil y unos desplazamientos más difíciles de captar se dan en la pareja mostrar y enseñar. Sus tres valores fundamentales en el diasistema son (1) ‘exponer (una cosa o una persona) a la vista’, (2) ‘explicar’ y (3) ‘comunicar conocimientos (a una persona)’. En la Edad Media mostrar cubre los tres, si bien su acepción más frecuente es la primera, ‘exponer a la vista’. A la inversa, enseñar se refiere sobre todo a (3), ‘comunicar conocimientos’, siendo más reciente en la primera. En el siglo XV es difícil encontrar ocurrencias indiscutibles del valor ‘exponer a la vista’, en enunciados como “enséñame esa carta” (actualmente preferido a “muéstrame esa carta” en muchas variedades de la lengua). Constituyen una interesante excepción frases del tipo: Yo sé esta tierra. Yo vos enseñaré un paso muy bueno, por donde pasedes a ellos (1436 El Victorial; CORDE); para nos abrir la puerta del cielo y nos enseñar el camino real y derecho o la senda por do fuésemos al cielo (1487 H. de Talavera, Católica impugnación; CORDE);

donde parece manifestarse un empleo intermedio entre las nociones (1) y (2, 3), a saber, la exposición a la vista, y comentada con palabras, de un accidente topográfico. Tal uso podría justificar la posterior ampliación semántica de enseñar.

5. VERBOS QUE SUSCITAN INTERROGANTES: DEMANDAR, PUNIR, SEMEJAR, SENTIR Y TAJAR

Algunos grupos de verbos parecen ser interesantes para la configuración del diasistema y, especialmente, para la formación de la lengua elaborada, aunque los datos del corpus ofrecen de momento más problemas que soluciones, circunstancia que explica lo fragmentario de las observaciones que siguen. En el binomio demandar - pedir se observa una sorprendente frecuencia de demandar (unas 400 ocs. en el corpus), frente a pedir (unas 300 ocs.), si tenemos en cuenta que hoy en día demandar es un término de uso restringido.

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En la pareja punir - castigar llama la atención la buena salud de punir, sobre todo en la tratadística; ambos aparecen a veces en expresiones sinonímicas (“sy oviere en él falta o falsedad que sea punydo e castigado”, 1495 Cuenca; Iradiel 1974: 379)26. En cuanto a semejar - parecer, el segundo es ya corriente con el valor de ‘ser similar a’ (40 ocs.), aunque siempre sin pronombre reflexivo. Una recurrencia poco inferior tiene ser semejante a (36 ocs.), mientras que semejar a es menos usual (10 ocs.). Junto a oír son interesantes los testimonios de sentir con el valor de ‘percibir con el oído’27, particularmente numerosos en La Celestina (unas 30 ocs.). En realidad, sentir significa especialmente ‘percibir con el oído una presencia humana’, pero también se encuentran expresiones como “sentir ruido”, “sentir palabras” y sentir (que) ‘oír decir (que)’. Tajar se usa claramente menos que cortar, si bien cuenta con numerosos ejemplos, sobre todo al comienzo del período estudiado. Según Corominas/ Pascual, el tajar medieval asumía aún todas las acepciones de cortar y28, efectivamente, se encuentran ejemplos tanto de “cortar la cabeza” como de “tajar la cabeza”. Sin embargo, alguna diferenciación debía existir ya. Autores como Pero López de Ayala y Enrique de Villena continúan usando tajar con alguna frecuencia, el segundo ante todo en su Arte cisoria —en esta obra la frecuencia de cortar y tajar es de 222 y 39 ocs., respectivamente—, lo cual indica que tajar predominaba en ciertos lenguajes técnicos. Sin embargo, el auge relativamente reciente de cortar se manifiesta en el hecho de que la nominalización más corriente sigue siendo tajo, mientras que corte es raro.

6. LEXÍAS SECUNDARIAS: SER SUFICIENTE, MEMORAR, REMANECER, RESTAR En casi todos los ejemplos comentados hasta aquí nos hemos limitado a los términos básicos que se encuentran en una situación de competencia. Sin embargo, merece la pena reparar también en lexemas de uso esporádico y ubicados en la órbita de los verbos más usuales. 26

Según Dworkin 1995: 531-532, no se trataría de un latinismo del lenguaje jurídico, sino de una voz corriente en aragonés, desde donde se habría difundido al castellano. 27 Cfr. Sibón Macarro 1993: 237-255 y Santos/Espinosa 1996: 141. 28 Cfr. Santos/Espinosa 1996: 19-20.

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Vamos a retomar, pues, algunos de los campos analizados para mostrar cómo éstos se amplían y enriquecen con nuevos elementos léxicos. Así, junto a la pareja abondar - bastar hay ya varias muestras de ser suficiente: Esta conparaçión es muy sufiçiente además (1407 LzAyF: 87); pero con todo esso non es tan sufiçiente que satisfaga a lo razonado por el dicho Alfonso Alvarez (1430 BaenaPI: 156).

Además de membrar, acordar, recordar se encuentra memorar, empleado de vez en cuando por nuestros autores y, como sinónimos de fincar y quedar, aparecen en textos de la época remanecer y restar. Salvo remanecer, todos estos lexemas secundarios parecen ser innovaciones introducidas en el siglo XV o, en todo caso, poco antes.

7. MOTIVACIONES DE LA SUSTITUCIÓN LÉXICA Proponer posibles causas de un cambio lingüístico es siempre un cometido delicado, pues pocas veces los textos proporcionan información mínimamente fiable sobre la intención de sus autores al elegir tal o cual palabra. Así, raramente se logra saber por qué motivos empiezan a introducir determinado signo en un entorno discursivo donde se espera otro. Por ello, en vez de repasar aquí todas las sustituciones comentadas, nos limitaremos a comentar algunas que dejan entrever explicaciones más o menos plausibles. Retomando las observaciones de los apartados anteriores, insistiremos en que los autores del Cuatrocientos actúan sobre el léxico de modo mucho más resuelto que sus predecesores. Es evidente que, en comparación con la época anterior, se muestran particularmente preocupados por la diversificación del vocabulario, y todo indica que con ello persiguen esencialmente tres objetivos: (1) crear un vocabulario intelectual más diferenciado y preciso, (2) ampliar los medios sinonímicos para efectos estéticos y (3) configurar contingentes léxicos capaces de caracterizar ciertos géneros de textos. Esta actuación sobre el léxico se apoya, sobre todo, en los procedimientos de la formación de palabras así como en el recurso al vocabulario de otras variedades, lenguajes funcionales y sistemas lingüísticos. A este propósito sigue habiendo muchas incógnitas, particularmente en lo referente a los regionalismos y los arcaísmos. Estos últimos parecen tener una función primordial para el tercer objetivo apuntado, la caracterización de determinados

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estilos textuales, aunque conocemos mal sus vías de difusión29. Sin embargo, el contingente más numeroso y significativo de voces nuevas es el de los latinismos, ya que la importancia de esta fuente para la renovación del castellano, especialmente desde el final de la Edad Media, resulta cada vez más clara. El ejemplo más elocuente de los verbos aquí estudiados lo constituye departir, pues sus sustitutos distinguir, dividir y separar se integraron pronto no sólo en el vocabulario de los eruditos sino también en la lengua común. Y es que los latinismos representan quizás la prueba más palpable de esa preferencia de los (pre-)humanistas por lexemas menos polisémicos —y más “terminológicos”— que los disponibles en el castellano tradicional. Una función semejante desempeñan, por supuesto, los tecnicismos: así, no parece descaminado atribuir la decadencia de mudar ante el auge de trocar y cambiar a que los prosistas hicieron suya la preferencia de comerciantes y funcionarios por estos términos, con la subsiguiente difusión de tal uso en la lengua general. Es probable que también otras sustituciones, como las de abondar por bastar, abundar, etc., de catar por mirar, examinar, registrar, etc. o de fallecer por faltar y fallar fueran propagadas por los profesionales de la pluma. En todo caso, la tendencia a reducir la plétora de significados de ciertos lexemas fundamentales corresponde a una intención concreta de esa minoría selecta, productora de los textos que habrán de modelar la lengua elaborada. Otros fenómenos que suelen privilegiar los especialistas de la semántica histórica en su interpretación de los cambios léxicos son el ‘conflicto homonímico’ y la ‘ventaja expresiva’ de ciertos signos30. En cuanto a la homonimia, parece plausible que membrar se abandonase en beneficio de acordar y recordar debido a su parecido formal con la familia léxica de miembro (tanto en sus significantes diptongados como en los monoptongales); y también la extinción de henchir frente a llenar puede achacarse a la similitud de sus formas con las de hinchar, circunstancia agravada por la disparidad formal entre henchir y los demás signos de la familia léxica de lleno.

29 Los arcaísmos del siglo XV —además de los comentados, se podrían mencionar costreñir, cuidar ‘pensar’ o fenecer— merecen un estudio más detenido. Da la impresión de que los escritores de la época son más conscientes que sus predecesores de la dimensión histórica de la lengua: conocen textos castellanos de varios siglos, lo que les permite apreciar el camino recorrido por el idioma, y parece que no dudan en mantener voces ya de poco uso cuando lo creen conveniente para el tipo de discurso que practican. 30 Véase, por ejemplo, Blank 1997: 354-373.

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En cuanto al móvil de la ‘expresividad’ que facilitaría ciertos cambios, pueden alegarse los relevos de tañer por tocar y, quizá, de quebr(ant)ar por romper. En una primera etapa, el valor expresivo o, más concretamente, la brusquedad y la sensación auditiva propias del significado de tocar debieron realzar la eficacia comunicativa de los enunciados que lo incluían. La misma naturaleza de la expresividad induce a pensar que tal innovación nació en la lengua hablada. Después la nueva palabra se lexicalizó cubriendo, una tras otra, las acepciones de tañer. La lengua elaborada, primero reticente, acabaría por asumir el cambio cuando el discurso coloquial había abandonado ya definitivamente la voz antigua. Estamos, pues, ante una situación radicalmente diferente del caso de departir: tocar parece haberse impuesto a través del uso hablado, lo que obligó, después de un largo período de transición, a la élite portadora de la norma culta a abandonar tañer. Las dos vías de generalización que se acaban de esbozar son, con toda probabilidad, excesivamente esquemáticas, y se puede suponer que junto a ellas existe un cierto número de variantes y combinaciones entre ambas. Para progresar en esta línea de investigación haría falta abarcar lapsos de tiempo más largos de lo que se ha podido hacer aquí. También deben analizarse más detenidamente los rasgos populares (y regionales), así como las huellas de la comunicación oral perceptibles en los textos literarios y utilitarios. Sólo así será posible reconstituir correctamente, esto es, en su dimensión diasistemática, la historia del léxico fundamental del español.

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LA IMPORTANCIA DE LAS GRAMÁTICAS LATINAS PARA LA HISTORIA DEL LÉXICO ESPAÑOL: LA ARS GRAMMATICA DE ANDREAS GUTERRIUS CESARIANUS (1485) Christian Schmitt Bonn

Las gramáticas sirven tradicionalmente para la descripción estructural de sistemas lingüísticos, los diccionarios —por su parte— informan sobre el vocabulario de las lenguas. Dicha división —común hoy día— no estuvo siempre en vigencia, y de esta manera las primeras gramáticas renacentistas documentan muchas veces también el vocabulario de las lenguas populares, puesto que aquí se intenta explicar reglas gramaticales no sólo por medio del vocabulario central sino sobre todo en lo que respecta al vocabulario marginal. Aún más interesantes para el vocabulario (cf. Schmitt 1979) son las gramáticas escritas en latín, ya que éstas no solamente presentan equivalencias en la lengua vulgar sino que aquí también se atribuyen funciones auxiliares a la lengua vulgar: en aquellos casos en que la lengua latina no cuenta con un verbum proprium o cuando se trata de una innovación técnica desconocida para los hablantes del idioma vulgar, se recurre con frecuencia al idioma románico como lengua auxiliar para explicaciones y definiciones. Son aún más las veces que se construyen “palabras populares” allí donde una palabra latina se ha perdido o no es conocida en una parte de la Romania, como por ejemplo lt. abies “Tanne” (REW 24), palabra que se limita a la zona alpina, mientras que en la Península Ibérica se conocen solamente formas cultas (cat. abet; esp., port. abeto). En cuanto a Isidoro de Sevilla, quien se interesaba sobre todo por la etimología, ya es posible suponer que no tenía una clara asociación con abies (“abies dicta quae ceteris arboribus longe eat”, 17, 17, 032; cf. Magallón García I, 1995: 38); a fines del siglo XV ya sólo se sabe que abies es un árbol: “Abies: arbor est quam dicunt esse quidam la enzina, ego potius la haya” (Gutiérrez II, 1998: 562). Lo decisivo es aquí que para la definición se utilicen los nombres vulgares de árboles enzina y haya, cuyo significado Nebrija registra correctamente:

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Christian Schmitt - enzina “enzina de ballotas gruessas/quercus”, “ilex, icis” (García-Macho II, 1996: 850a) - haia “arbol conocido phagus”, “fagus” (García-Macho II, 1996: 981b).

La importancia de las gramáticas latinas para el vocabulario español y la semántica todavía no ha sido reconocida por los lexicógrafos, como se mostrará a través de un autor cuya obra se consideró durante mucho tiempo como la gramática latina de un francés. Andreas Guterrius Cesarianus (o Andrés Gutiérrez de Cerezo), abad del Monasterio Benedictino de Oña (Burgos), es natural —como el nombre Cesarianus lo indica— de la villa burgalesa de Cerezo de Río Tirón (Gutiérrez I, 1998: 13) y no como afirma Reichling —a pesar de los numerosos ejemplos españoles en la gramática, de la falta de la más mínima referencia a la lengua francesa y del trozo Totius opusculi significationes vocabulorum (II: 562 ss.), que utiliza el español como “lengua meta”— de la ciudad normanda Cerisy (“einem kleinen Flecken in der Normandie”, 1974: LXIX), afirmación que no está sostenida por ningún tipo de argumento. Como lo muestra Gutiérrez (I, 1998: 13), esta hipótesis ha tenido consecuencias fatales para la interpretación de la obra, la que ahora ya es nuevamente de fácil acceso en una edición bilingüe excelente (Gutiérrez 1998). Yo he extractado el vocabulario de la gramática latina publicada en 1485 de manera sistemática y exhaustiva, y me gustaría presentar aquí los resultados de mis análisis, y esto con la esperanza de que este trabajo preliminar pueda dar impulso a un análisis general de las gramáticas latinas escritas en España. El procedimiento está determinado por las siguientes directrices: de especial importancia es la registración de material lexicológico hasta ahora no documentado así como de primeras documentaciones; en este contexto es naturalmente decisivo el hecho de que la gramática de Gutiérrez se haya publicado en 1485, es decir cinco años antes de Palencia (1490) y diez años antes de Nebrija (1495), las grandes obras de referencia de la lexicografía española. Otras informaciones que se consideran importantes son: todas las afirmaciones sobre la forma fonética que aún faltan en la obra de Corominas/Pascual (1980-83; DCECH); todas las definiciones semánticas que difieran de aquellas documentadas en el DCECH o que las completen sustancialmente; documentos que completen los registros particularmente escasos del siglo XV, contribuyendo así en gran manera a la historia lingüística o del vocabulario; otras informaciones sobre el uso o sobre la pragmática lexicológica. Sólo periféricamente podrá tratarse el vocabulario que, aun-

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que bien documentado en español, Gutiérrez incluye en sus listas de palabras por razones didácticas —por ejemplo a causa de la gran distancia del castellano respecto del latín. El síntoma más claro de la falta de atención dedicada a un texto son sin lugar a dudas las primeras documentaciones. Partiendo de las dataciones de la segunda edición de Corominas/Pascual (1980-83; DCECH), es posible encontrar no menos de 27 lexemas cuya primera datación real figura en la gramática de Gutiérrez: — —

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la raspa de la espiga (II: 574) “arista”: DCECH 4: 788 raspar < germ. hraspôn, a partir de Nebrija: 1495 → 1485. la llaneza (II: 586) “campus”: DCECH 3: 722b h. 1570, Ambr. de Morales; la documentación muestra que planidad ya en el siglo XV fue suplantada por su rival popular llaneza: 1570 → 1485. las gradas (II: 586) “cancelli”: DCECH 1: 188a h. 1490: 1490 → 1485. las berjas (II: 586) “cancelli”: DCECH 5: 787b verja 1591: 1490 → 1485. el dátil (II: 588) “careota”: DCECH 2: 427b dátil < lt. dactylus, a partir de APal (1490): 1490 → 1485. el trinchante (II: 594) “chiromonos”: DCECH 5: 600 trinchante 1570, C. de las Casas: 1570 → 1485. el banasto (II: 604) “corbis, cophinus”: DCECH 1: 485a: J. Hidalgo 1609 (en Inv. arag. 1330 se encuentra una documentación regional): 1609 → 1485. las mantillas (II: 604) “crepundia”: DCECH 3: 829a: mantilla (1552, López de Gomara [sic]): 1552 → 1485. el ambar (II: 616) “electrum”: DCECH 1: 238a < ar.: ámbar h.1490 (ambra 1328-35): 1490 → 1485. rellenar (II: 626) “farcire”: DCECH 3: 731a a partir de Covarr.: 1485. el renuebo (II: 626) “foenus”: DCECH 4: 246b renovar “germinar” (Nebr.), renuevo de árvol “germen”, renuevo: *logro o usura “foenus” (Nebr.); Gutiérrez también documenta foeneror “recebir a renuebo” (II: 628): 1495 → 1485. helecho (II: 628) “filix”: DCECH 3: 339a < lt. filictum, primera documentación: felecho (APal), helecho (Nebr.): 1490 → 1485. la caspa de la cabeza (II: 632) “furfures”: DCECH 1: 910 < raíz de origen desconocido, prob. prerromano y emparentado con otros vocablos como el ast. caspia “orujo de la manzana”, primera documentación: APal 1490; cf. también Nebr. *caspa de cabeça “furfures capitis”: 1490 → 1485.

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el griego (II: 636) “graiugena”: DCECH 3: 211b griego “lenguaje incomprensible” (1615, Quijote); es curioso que no se mencione una documentación más temprana: 1615 → 1485. el toque (II: 646) “index”: DCECH 5: 520b toque (“t. de oro: coticula, index; t., tocamiento: tactio”, Nebr.): 1495 → 1485. el laudano (II: 654) “laser”: DCECH 3: 606 láudano, olor conocido: laudanum, primera documentación: Nebr.; según Oudin pertenece al lenguaje farmacéutico (lo que explica que se haya retenido el acento griego): 1495 → 1485. dar en alquiler (II: 660) “locare”: DCECH 1: 212a aunque documentada en 1202 la forma alquilé, alquiler se encuentra recién en APal: 1490 → 1485. los bolsicos (II: 660) “loculi”: DCECH 1: 618a aclara que la forma moderna bolsillos se utiliza recién a partir de Lope, antes se dijo bolsicos (Nebr.): 1495 → 1485. la albahaca (II: 676) “ocimum”: DCECH 1: 112 observa respecto de este arabismo: primera documentación: Nebr. 1495: 1495 → 1485. los embaymientos (II: 694) “praestigiator”: DCECH 2: 554 tiene conocimiento solamente de documentaciones más tardías: embaímiento segunda mitad del siglo XVI → 1485. el rabano (II: 702) “raphanum”: DCECH 4: 742b < lt. raphanus, primera documentación rávano, APal (1490): → 1485. el hastio (II: 706) “saties”: DCECH 3: 324b remite en cuanto a la primera documentación a “hastio: fastidium”, Nebr.: 1495 → 1485. salgar (II: 706) “sallere”: DCECH 5: 130b documenta para el lenguaje científico de la medicina salgar, siglo XVI: → 1485. el seto (II: 710) “saepes”: DCECH 5: 235a: APal (1490) → 1485. el vimbre (II: 714) “silar, arboris genus”: DCECH 4: 77b registra para vimbre, hoy mimbre, solamente documentaciones en Nebr. (1495) y Pedro de Alcalá (1505): → 1485. machar (II: 732) “tundere”: DCECH 3: 748b (s.v. macho I, mazo “azada grande, azadón”) machar (APal 1490) “machacar”: → 1485. remolino (II: 738) “vortex”: DCECH 4: 1206 remite a remolino (Nebr.) “vorago, turbo”: 1495 → 1485.

Quien analice gramáticas latinas o tratados tardíos de finales del siglo XV procedentes de Italia o Francia, no va a encontrar seguramente tesoros semejantes. Baste ya este hecho para llamar la atención sobre déficits de la lexicografía

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hispánica. Aunque al tratarse de primeras dataciones todas las fechas se consideran en principio definitivamente probatorias o bien probatoriamente definitivas, el gran número de primeras documentaciones habla en favor de un nuevo examen de este tipo de fuente. A esto se agregan además —conforme a la palabra griego “graiugena” (II: 636) documentada más arriba— gentilicios, los cuales, como es habitual, no están incluidos en el DCECH, pero sí se incorporan muchas veces en los diccionarios dentro de la tradición romanística, como por ejemplo el asturiano “Astur” (II: 576) o el troiano “troiugena” (II: 732), ejemplos que documentan al mismo tiempo una preferencia de los humanistas por el uso del morfema latino clásico -anu/-ana para la formación de gentilicios, lo que ocurre también en el lenguaje administrativo tanto latino como vulgar (cf. Schmitt 2000). Los complementos lexicológicos referidos a la documentación del DCECH no exigen, como es natural, la misma atención: no se trata de primeras documentaciones, sino de ampliaciones de las anotaciones alistadas en el diccionario histórico. En tal contexto justamente la ocupación con el FEW ha mostrado cuán importante puede ser este material para la historia lingüística y la valoración de filiaciones lexicológicas. Las siguientes registraciones se prestan para completar la documentación que hasta el momento es, en resumidas cuentas, precaria: — — — — — — — — — — — —

la canaheja “arundo” (II: 574; DCECH 1: 822a, documentado a partir del segundo cuarto del siglo XIV, Nebr. cañahexa) la haya “abies” (II: 562; DCECH 3: 328a, J. Ruiz) las granjas “acus” (II: 564; DCECH 3: 198s.: 1400) la enxundia “adeps” (II: 564; DCECH 2: 633a, J. Ruiz) la cama del arado “buris” (II: 582; DCECH 1: 775: primera documentación: Aragon 1369, segunda 1499) la cigarra “cicada” (II: 594; DCECH 2: 72, E. de Villena; aún APal vacila entre cigara y cigarra) la bofetada “alapa” ( II: 566; DCECH 1: 611a, siglo XV, cancionero de Baena) la piçarra “cos” (II: 604; DCECH 4: 569s. < basc.; 1475 Segovia, sin definición, falta en APal, Nebr. y Covarr.; también II: 704 “silex”) el mosquito “culex” (II: 606; DCECH 4: 160a h. 1400) el gorgojo “curculio” (II: 606; DCECH 3: 175a h. 1400) la punta “cuspis” (II: 606; DCECH 4: 694b h. 1400) el arrope “defretum” (II: 606; DCECH 1: 158s. h. 1400 “jarabe de mosto con trozos de fruta”)

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el juguete “delicium” (II: 610; DCECH 3: 535a, J. Ruiz) la escandia “far” (II: 626; DCECH 2: 672 h. 1285, después Nebr.) las longanizas “farcimina” (II: 626; DCECH 3: 692a: 1400) las morcillas “farcimina” (II: 626; DCECH 4: 139b: información complementaria importante para las registraciones en APal y Nebr.) la confederación “foedus” (II: 626; DCECH 2: 878a h. 1469, después Nebr.) el ruiseñor (alii philomela) “filomena” (II: 628; DCECH 5: 93b, a partir de Berceo; la forma corresponde al ejemplo documentado por Nebr.) la filomela “filomena” (II: 628; DCECH 2: 898b segundo cuarto del siglo XV) el terron “gleba” (II: 634; DCECH 5: 488b siglo XIII, “gleba”: Nebr.) el liron “glis” (II: 634; DCECH 3: 644b h. 1252, también APal y Nebr.) la necedad “inscitia” (II: 648; DCECH 2: 66b neciedad Berceo, necedad J. Ruiz, pertenece a las “voces raras” y es un complemento importante) la lechuga “lactuca” (II: 652; DCECH 3: 616a h. 1400, después APal y Nebr.) los buñuelos “lagana” (II: 654; DCECH 1: 696a desde el siglo XIV) la linterna “laterna” (II: 656; DCECH 3: 663a linterna siglo XIV, después APal) las andas “lectica” (II: 656; DCECH 1: 258 a partir de 1300) (embiar con) embaxada “legare” (II: 656; DCECH 2: 555a a partir de mediados del siglo XV; el ejemplo documentado deja claro que embaxar “enviar con servidor” todavía no existe) el baço “lien” (II: 658; DCECH 1: 550b a partir del siglo XIV “moreno tirando a amarillo”) el candil “lucerna” (II: 660; DCECH 1: 802b a partir de 1400; después APal) el fardel “pera” (II: 686; DCECH 2: 860b hasta 1400 “çurron de pastor”) la flema “pituita” (II: 690; DCECH 2: 913 a partir de 1317) el riñon “ren” (II: 702; DCECH 5: 27 < lt. *renionem, a partir de 1400) el salze “salix” (II: 706; DCECH 5: 176: forma rara para el siglo XV, ya que sauze “árbol conocido” Nebr. es habitual) el arrope “sapa, mellatium” (II: 708; DCECH 1: 358b < ar. rubb, a partir de 1400)

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la hoya “scrobs” (II: 710; DCECH 3: 405b a partir de 1300, Nebr. hoio o hoia) el topo “talpa” (II: 724; DCECH 5: 549b < lt. *talpus, J. Ruiz) el taladro “terebrum” (II: 726; DCECH 5: 384 a partir de 1400) la barrena “terebrum” (II: 726; DCECH 1: 523b < lt. vernina, siglo XV) la turma “tuber”(II: 732; DCECH 5: 557b, h. 1400) el hongo “tuber” (II: 732; DCECH 3: 383a, h. 1400) el raposo “vulpes” (II: 738; DCECH 4: 783; documentación de la forma antigua, hoy domina en los Pirineos raboso)

Este vocabulario no debe faltar —al menos en la sección histórico-lingüística— de un Thesaurus Iberoromanicus, obra que es un absoluto desiderátum para las lenguas iberorrománicas. Como neologismos semánticos o por lo menos como complementos semánticos de las definiciones del DCECH, debería mencionarse en los diccionarios diacrónicos una serie de documentaciones con una referencia a Guterrius Cesarianus, entre las que tienen que figurar los siguientes lexemas: — — — —

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la ponçoña “aconitum” (II: 564; DCECH 4: 610a “brebaje, bebida”, J. Ruiz “herba venenosa”; aquí se menciona sólo la acepción “veneno”) imputar “ascribere” (II: 576; DCECH 2: 505b “disputar” h. 1400, la acepción “inscribir” se documenta en el siglo XVI: → 1485) la xaquima “capistrum” (II: 588; DCECH 3: 492a documenta el lexema en J. Ruiz, aunque no en esta acepción) el rodeo “dispendium et ambages” (II: 614; DCECH 5: 86a documenta el lexema ya en Berceo, sin ningún rodeo “sine ambagibus” se documenta -según las informaciones actuales- recién en el siglo XVI) el casamiento “dos” (II: 616; DCECH 5: 86 a partir de El Cid, con más acepciones) el muladar “fimus” (II:628; DCECH 4: 193b, s.v. muro: “muradal antiguo, lugar próximo al muro exterior de una casa o población, donde se arrojan inmundicias”. La metátesis habría formado muladar “lugar adonde se echan los cadáveres de los mulos”; APal documenta muradales de estiércol, lo que cuadra con la definición muladar “fimus”) la mata “frutex” (II: 630; DCECH 3: 874 de origen incierto; es interesante el hecho de que ya en 967 se documenta en Oña una “cella Sancti Vinconti de la mata”. Corominas/Pascual declaran además: “El sentido moderno por otra parte es ya inequívoco en Nebr.: “mata o breña:

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frutex, virgultum”; aquí debería figurar Guterrius Caserianus en lugar de Nebr.) el pielago “gurges” (II: 636; DCECH 2: 270a sólo menciona pielago “alta mar”, la acepción “gurgur” no está documentada) desvariar (en palabras) “nugari” (II: 674; DCECH 5: 747b documenta desvariar a partir de 1260; la documentación más arriba respalda el lexema testificado por Nebr. desvariar “deliro” y parece ser una primera documentación en el aspecto semántico) paños menores “subligaculum” (II: 722; DCECH 4: 380 documenta paño ya en textos antiguos con numerosas acepciones, pero no se registra la acepción “paño higiénico”) la senal “vibex” (II: 736; DCECH 5: 209b no documenta la acepción “roncha” del lexema senal) la roncha “vibex” (II: 736; DCECH 5: 66 ss. documenta roncha, lexema no esclarecido etimológicamente, a partir de 1400; la acepción “vibex” se documenta sólo a partir de Nebr.)

Un grupo adicional de lexemas documentados muestra peculiaridades fonéticas o aun irregularidades; a estas formas pertenecen: —

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el jabali “aper” (II: 572; DCECH 3: 473b menciona para el castellano antiguo la forma javalí, ya documentada por Nebr., luego habla del castellanismo jabalí que “se oye en el País Valenciano”) el asparrago “asparagus” (II: 574; DCECH 2: 737 sólo registra espárrago y no menciona el latinismo asparrago) el abrigo “auster” (II: 578; DCECH 1: 21b menciona esp. ábrego “ventus africus” como forma usual, sin embargo “Nebrija registra la variante ábrigo que también está en Berceo”: esta variante está respaldada por Guterrius) el carbon “carbo” (II: 588; DCECH 1: 856 registra la forma carvón a partir de Berceo) el albayalde “cerus(s)a” (II: 592; DCECH 1: 116a documenta la forma alvayalde a partir de 1439, forma ya registrada por Nebr. y APal) el curujano “chirurgus” (II: 594; DCECH 2: 90a registra la forma cirujano desde Partidas; çurujano se encuentra en las glosas de Toledo, etc.) el chisma “cimex” (II: 596; DCECH 2: 362b documenta cisme a partir de 1400, registra chisme —junto con chinche— en Nebr.: no puede decirse con seguridad si la forma chisma acaso presenta un error de imprenta)

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el abellano “corylus” (II: 604; DCECH 1: 419 documenta sólo avellano y no la forma latinizante abellano < Abella/na) la uruga “eruca” (II: 620; DCECH 4: 309b h. 1400 oruga, la variante uruga no está documentada) el haçe “fascis” (II: 626; DCECH 3: 328b registra esp. faz, haz a partir de J. Ruiz y además la variante hace en Nebr. que se corresponde con la forma de más arriba) las enzias “gingiuae” (II: 634; DCECH 2: 597a encía, formas con —z— sonora se encuentran también en APal) tobaja “mantile” (II: 662; DCECH 5: 513 toalla, antiguamente tovaja: el lexema tobaja de más arriba es la segunda forma más antigua constatada hasta el momento y presenta una variante fonética hasta ahora no documentada) el ciruelo “prunus” (II: 696; DCECH 2: 89a registra la forma ciruelo recién a partir de APal (1490); ciruela está documentada desde 1106) el vaço “splen” (II: 718; DCECH 1: 551 registra bazo a partir del siglo XIII, donde aparece en un tratado sobre enfermedades de aves; la variante vaço no está documentada hasta hoy) arrabal “suburbanus” (II: 722; DCECH 1: 345b menciona arraval como la forma usual, “pero Nebr. y las Partidas traen arrabal con b como en portugués”) el harnero “vannus” (II: 734; DCECH 3: 320b documenta farnero en J. Ruiz, harnero está registrado sólo a partir de Nebr.) la habubilla “upupa” (II: 738; DCECH 1: 238 registra abubilla en el siglo XIII, habubilla se encuentra documentada solamente en APal (1490): “[...] aunque en este autor abunda la hache muda [...] es posible que en este caso la h sea aspirada, de origen onomatopéyico, ya que se repite en tres fuentes medievales”, 24a; la variante documentada más arriba no habla en favor de esta explicación).

Estos cuatro grupos se completan por medio de dos lexemas que hasta hoy se documentan en el DCECH sin datación: — —

advenedizo “advena” (II: 564; DCECH 5: 771a: advenedizo (o aveneo aveni- ant.) sin datación) la prouision “penus” (II: 684; DCECH 5: 773b prever (Oudin, siglo XVII), previsión sin datación).

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De interés para la historia lingüística son también observaciones acerca de lexemas únicos o indicaciones de reglas de uso y sobre todo aclaraciones directas o indirectas referidas a espacios vacíos o déficits en la formación de palabras que no se conocen en las obras contemporáneas: —















el que rige el carro “auriga” (II: 578; DCECH 4: 900s.) muestra claramente que según Guterrius Cesarianus a finales del siglo XV no existía un nomen agentis español equivalente a lt. auriga; esta afirmación se ve confirmada por “r: regir carro: auriga” en Nebr. la fortaleza “arx” (II: 576; DCECH 2: 972a) corrobora la opinión de que no solamente las formas fortezuelo/fuertezuelo “recinto fortificado” deben considerarse como préstamos: también esp. fortaleza (< occit. ant. fortalessa) permite ahora una datación segura de la primera documentación. el abrigaño “apricus” (II: 572; DCECH 1: 21b), documentado hasta ahora con la acepción “lugares guardados del viento” (Nebr.; cf. RFE 35: 336) solamente en tratados medicinales, pone en evidencia el hecho de que pueda suponerse un uso común también para el siglo XV. el anade “anas” (II: 570; DCECH 1: 250) muestra que la afirmación de que desde “el siglo XVI, y quizá antes en la lengua hablada, ha quedado restringido a las especies salvajes de patos” no tiene validez ilimitada, al menos para la región alrededor de Burgos. el que pesa la moneda “libripens” (II: 656; DCECH 3: 503b) es un claro indicio de un espacio vacío en el ámbito de los nomina agentis españoles, aunque pesador ya está documentado en Berceo. el que arremete “impes” (II: 646; DCECH 4: 61a) demuestra que la forma arremetedor “agresor”, documentada en Slabý/Grossmann/Illig en el siglo XV aún no existía. la entorche “fax” (II: 626; DCECH 1: 280a) se presta para esclarecer las modalidades de formación de la derivación deverbal: esp. antorcha (1302; “después de esta documentación [...] no vuelve a haber noticias del vocablo hasta Santillana, APal. y Nebr.*) y cat. entorza (siglo XIV; cat. entorcha 1370) son asociados con entorchar < lt. *intorculare, allí muestra el ejemplo documentado que la suposición sobre un préstamo del francés parece más probable.” la hoz de podar “falx putatoria”/hoz de segar “falx secatoria” (II: 626; DCECH 3: 407b) constituyen no sólo una primera documentación para hoz “falx”, forma hasta el momento solamente documentada a partir de APal, sino que sugieren que la forma hoz podadera “falx putatoria” en

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Nebr. (quien además registra hoz para segar “falx messoria” y hoz para feno) se ha formado a partir de un modelo latino. el plato “catinus” (II: 590; DCECH 2: 346b), palabra registrada desde 1400, Corominas/Pascual no la interpretan como cultismo sino como la “pronunciación de las clases más elevadas”; plato era según la documentación de Guterrius Cesarianus evidentemente también la variante usual en los monasterios, y no chato. piedra çufre “sulphuer” (II: 722ß; DCECH 1: 438) sigue siendo de interés respecto de su composición asindética. las riquezas “fortunae” (II: 630) se considera, contrariamente a riqueza “divitiae” (Nebr.; DCECH 5: 11a) como un plurale tantum, hecho que aumenta la probabilidad de un calco de lt. fortunae/divitiae. cabaño o choza “teges” (II: 724; DCECH 1: 708s. resp. 2: 398) demuestran la cercanía semántica de ambas referencias respaldando así la suposición de un cruce en chompana o cachonpa. collar o cadena “torquis” (II: 730; DCECH 2: 147b) constituye un documento importante para la investigación etimológica: según Corominas/Pascual habría que partir de colla (cat.) “cuadrilla, grupo pareja, cuña que se coloca entre dos piezas para reforzar su unión” < collar “uncir, atornillar” prob. < coll “cuello”, con lo cual no queda claro porqué se agrega la observación “falta aún Acad. 1899”. Como demuestra la documentación collar “torquis”, no es necesario el paso por el catalán; puesto que en este caso se trata de un sucesor culto de lt. collarem “lo que se lleva en el cuello” o “pieza que une”. Es todavía raro el hecho de que falte una documentación.

No se abordarán aquí otros aspectos del vocabulario. Salta a la vista el hecho de que el gramático daba mucha importancia al aprendizaje de sinónimos y que analizaba lo más exhaustivamente posible —basándose para cada caso en el Catholicon— los significantes de la lengua meta con significados similares: — — —

moliri: parare, peragare, gubernare, regere, facere, morari, repigrare, extruere, dictum a molibus (II: 668) pandere: extendere, dicere, referre, manifestare, aperire, sic Januensis (scil. Balbus, Catholicon, C. S.) (II: 680) petere: signum poscere, uocare, percutere, ferire, appetere, sequi, abducere, inquirere, eligere, obtinere, manere, expectare (II: 686).

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En este contexto cabe suponer que haya indicado además tanto solidaridades lexicológicas como también la explicación etimológica de signos lingüísticos de aquellos casos de los cuales no tenía duda: —



muria, -riae: superior fex olei, et dicitur a murus, eo quod sit oleo quasi pro muro, quia naturalius retinet liquorem quam si esset sine fece (II: 668) zizania: seges uel herba perversa, scilicet, lolium, et ponitur quandoque pro sorde omnium segetum, sic Januensis in suo Catholicone (II: 742).

Y el gran número de explicaciones referentes a vocabulario latino que no ha sido perpetuado en los idiomas románicos de la Iberorromania, demuestra su profunda conciencia del proceso lexicológico que va desde el latín (vulgar) hasta la lengua romance (cf. Rohlfs, 1986) de su época. Sin embargo, fueron más bien fines pedagógicos los que lo motivaron a hacer las siguientes aclaraciones: — — — — —

aruspex “agorero” (II: 574; DCECH 1: 83b) aspernari “menospreciar” (II: 576 y II: 610 s.v. dedignari; DCECH 4: 40a) hirudo “la sanguijuela” (II: 638; DCECH 4: 152a ) iecur “el higado” (II: 644; DCECH 3: 357b) vomis “la reja” (II: 738; DCECH 4: 859b), etc.

Ya que para sus alumnos los lexemas latinos no eran transparentes, los tenían que aprender de memoria; el proceso diacrónico del vocabulario era seguramente un tema secundario. La tradición medieval de España —así como las obras renacentistas— cuenta con numerosos documentos sobre la enseñanza del latín, pero también sobre la distancia de la lengua vulgar respecto del latín; de la misma manera diversos tratados, entre los cuales muchos —ya que es difícil su acceso (cf. De Asso 1794; Haebler 1903-17; Vindel 1951)— no han sido ni consultados ni analizados, contienen importantes observaciones sobre el vocabulario popular contemporáneo. La gramática aquí tratada tuvo entre 1485 y 1497 no menos de cuatro ediciones (Gutiérrez I, 1998: 49-62), a éstas se agregan más adelante “ediciones fantasmas”; en vista de los lugares de publicación (Burgos, Basilea,

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Paris y de la edición parcial de Nuremberg), se puede hablar de una obra de categoría europea que en la patria del autor— ¿eclipsado por el gran Nebrija y el menos conocido Palencia?— evidentemente no sólo no fue reconocida sino que incluso cayó en el olvido. Si es que la lexicografía española quiere seguir estando al nivel de la investigación italiana o francesa, no puede menos que invertir, también en el área histórica, la energía y el esfuerzo que caracterizan a los diccionarios de lengua europea actual: el Diccionario de uso del español de María Moliner (1998, 2a edición) y el Diccionario del español actual de Manuel Seco/Olimpia Andrés/ Gabino Ramos (1999). Solamente con una base semejante puede crearse un diccionario completo, que cumpla con las exigencias de esta lengua de cultura, que disponga tanto de macro como de microestructuras, tal como lo exige con pleno derecho el usuario hoy en día.

BIBLIOGRAFÍA (Las abreviaturas se refieren al DCECH). Balbus, Johannes (Lauvensis) (1460): Catholicon. Maguncia/Mainz: Paulus de Colonia. De Asso, Ignacio (1794): De libris quibusdam Hispanorum rarioribus disquisitio. Zaragoza. Gilly, Carlos (1985): Spanien und der Basler Buchdruck bis 1600. Basel/Frankfurt: Helbing & Lichtenhahn. Gutiérrez Galindo, Marco Antonio (1998): Andreas Guterrius Cerasianus, . Multiedición crítica, introducción y apendices. 2 vol. Burgos: Universidad de Burgos. Isidorus = Isidori Hispalensis episcopi etymologiarum sive originum libri 20 (1911). 2 vol. Ed. de Wallace M. Lindsay. Oxford: Clarendon. Magallón García, Ana-Isabel (1995): Concordantia in Isidori Hispaliensis Etymologias. A Lemmatized Concordance of the Etymologies of Isidore of Sevilla. 4 vol. Hildesheim/Zürich/New York: Olms-Weidmann. Reichling, Dietrich (1974): Das des Alexander de Villa-Dei Kritischexegetische Ausgabe. (Reimpresión de la ed. Monumenta Germaniae paedagogica XII. Berlin 1893). New York: Franklin. Rohlfs, Gerhard (1986): Panorama delle lingue neolatine. Piccolo atlante linguistico pan-romanzo. Tübingen: Narr. Schmitt, Christian (1979): “La grammaire de Giles du Wes, étude lexicale”. En: Revue de linguistique romane 43: 1-45.

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Schmitt, Christian (1988): Contribuciones a la lingüística evolutiva, temas románicos. Barcelona/Caracas: Alfa. Schmitt, Christian (2000): “Die jesuitische Missionierung des Gebiets zwischen dem Alto Paraná und dem Uruguay und ihre Reflexe in der Toponymie und der Ethnonymie”. En: Linguistica romanica et indiana. Festschrift für Wolf Dietrich zum 60. Geburtstag. Tübingen: Narr: 369-382. Vindel, Francisco (1951): El arte tipográfico en España durante el siglo XV (Burgos y Guadalajara). Madrid: Dirección General de Relaciones Culturales.

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EL GITANISMO EN EL ARGOT ESPAÑOL1 Bernhard Helzle-Drehwald

No existen muchas publicaciones sobre los gitanismos del español. Las contribuciones más conocidas son sin duda las de Carlos Clavería que se recogen en un tomo bajo el título de Estudios sobre los gitanismos del español. Clavería hace hincapié en la importancia de la moda del flamenquismo en la España decimonónica. Leemos en sus Estudios: A eso [el flamenquismo] se debe que hoy el caudal de palabras gitanas del español sea mucho más cuantioso que el de los otros idiomas europeos, y que además haya traspasado los límites de una ‘lengua especial’ para diluirse en el lenguaje popular y arraigar profundamente en él (Clavería 1951: 46-48).

Clavería tiene razón si pone énfasis en que los préstamos de la lengua gitana en el español subestándar son extraordinariamente numerosos. El fenómeno es importante y sin duda vale la pena ofrecer una visión de conjunto de los préstamos de la lengua gitana en el argot del español peninsular. Mi tesis trata de ofrecer etimologías detalladas de todos los gitanismos y todas las palabras agitanadas que constan en el diccionario del argot español peninsular de Sanmartín Sáez (1998), con explicación pormenorizada de los cambios semánticos y las transformaciones del significante. El diccionario de Sanmartín Sáez (1998) es sin duda el mejor diccionario de argot que ha sido publicado en España. La autora realizó un intenso trabajo de campo en la cárcel de Valencia para captar el argot de la delincuencia actual. Además

1 El título de esta contribución es una traducción del título de una tesis que está en alemán (Der Gitanismo im spanischen Argot). Me doctoré con esta tesis en el semestre de invierno de 2000/2001 en la Universidad de Colonia, con el Prof. Dr. A. Greive como director. Esta tesis se publica en 2004 en la serie Kölner Romanistische Arbeiten de la editorial Droz de Ginebra (Suiza). Lo que sigue aquí es una breve presentación en español que permite al lector hacerse una idea de este trabajo de 423 páginas.

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aprovecha un corpus de comics, series populares en la televisión y los textos de cantantes como Joaquín Sabina. En la tesis se trabaja con las siguientes definiciones: a) Un gitanismo es un préstamo léxico procedente de la lengua de los gitanos españoles que se ha integrado en el argot español y que tiene un étimo en la lengua gitana. b) Una palabra agitanada, por otro lado, tiene un étimo que no es gitano, pero se le ha añadido un morfema tomado en préstamo de la lengua gitana. La tesis se limita a abordar el elemento gitano en el argot del español peninsular. Según los estudios disponibles de Max Leopold Wagner (1990) y de Terrance Webb (1976) la contribución gitana al argot de México, de Bogotá y del español del suroeste de los Estados Unidos es relativamente pequeña. En los diversos argots hispanoamericanos sólo hay unos doce o como mucho unos veinte elementos gitanos. Podemos suponer que los gitanismos de los argots hispanoamericanos son bastante antiguos, probablemente de la época anterior a la independencia. Desde principios del siglo XIX los argots de los diversos países hispánicos se han desarrollado separadamente. En la mayoría de los países de América Latina los gitanos desempeñan un papel netamente menos importante que los gitanos en España, sobre todo en Andalucía. Esto explica la escasez de elementos gitanos en los argots del Nuevo Mundo. Para poder llevar a cabo un trabajo etimológico sobre el elemento gitano en español hace falta estudiar la lengua gitana detenidamente. La lengua de los gitanos españoles está emparentada con el romaní de los Manouches en Francia, la lengua de los Sinti en Alemania y de los Roma de los Balcanes y del este de Europa. El origen del romaní en la lengua antigua de la India fue definitivamente probada por el lingüista alemán August Friedrich Pott (1844/45). Los lingüistas que se ocupaban del romaní durante mucho tiempo se interesaban sobre todo por las variedades bien conservadas del romaní arcaico. La lengua de los gitanos españoles se menospreciaba porque esta variedad está muy influenciada y deformada por la lengua del país de acogida. El primer lingüista que se dedicó a la lengua de los gitanos de España y al argot español con métodos científicos fue el romanista alemán Max Leopold Wagner. En un artículo suyo leemos lo siguiente: It has often been stated that Spanish Romani is the least interesting of all the Gypsy dialects because of its somewhat bewildering corruption. Even Pott calls it a ‘strange and after all rather uninteresting jargon’) [...]. Nevertheless

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it should not be forgotten that even this somewhat degenerate offspring of the great Indian branch contains some curious old words that are missing in other dialects, and that its very corruption offers a certain interest from an unprejudiced linguistic point of view (Wagner 1936/7: 134).

Con su interés por las lenguas mezcladas, Wagner anticipa un desarrollo de finales del siglo XX. Entre los lingüistas que hoy en día se interesan por la lengua mezclada de los gitanos y grupos emparentados está el neerlandés Peter Bakker. En una panorámica sobre estas lenguas escribe lo siguiente: Until today, about ten varieties of Romani have been identified which have a Romani lexicon but which have lost the native grammatical system. Instead, these dialects use the mormorphosyntax of the surrounding languages [...]. These are called Para-Romani languages, a term originally coined by Marcel Cortiade. They roughly display the following characteristics: the vocabulary is Romani (hence basically Indic), but nearly all the phonology, morphology and syntax are non-Romani. [...] Until now, Para-Romani languages have been described, documented or mentioned in the literature in connection with the grammatical systems of Swedish, Norwegian, German, Catalan, Portuguese, English, Basque, Spanish, Greek, Persian, Turkish, and Armenian. All these varieties must be seen as languages in their own right, and not as dialects of Swedish etc. or Romani. The Para-Romani language of the Spanish part of the Iberian peninsula is relatively well documented. Both speakers and outsiders have written down and published vocabularies or grammatical studies of this language. [...] The language is generally called Caló [...] in the literature. [...] Caló as a ParaRomani language should not be confused with other languages and slang varieties which are also called Caló (Bakker 1995: 126).

Al igual que Peter Bakker, Miguel Ropero Núñez (1978: 13-19) deplora el uso del término Caló en España tanto para designar la lengua de los gitanos como para referirse al argot de la delincuencia. Para evitar esta ambigüedad, en mi tesis no empleo el término caló. Cuando me refiero a la lengua de los gitanos españoles hablo de “Hispano-Romani”, o sea, del romaní hispánico. Para designar el lenguaje de los delincuentes y de ciertos grupos marginales de la sociedad prefiero el término francés argot. Hasta hace poco se pensaba que la fuente más antigua de la lengua gitana en España son las publicaciones del viajero inglés George Borrow que estuvo en España de 1836 a 1840. Una organización protestante de Londres,

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la Bible Society, le había mandado a España para traducir partes de la Biblia a lenguas de minorías —entre ellas la lengua gitana. A la hora de llegar a España, Borrow ya tenía conocimientos del “Angloromani”, la lengua mezclada de los Gypsies de Inglaterra. Con la ayuda de algunas gitanas, Borrow tradujo el evangelio según San Lucas a la lengua gitana (Borrow 1837). Además, al final de su obra The Zincali. An Account of the Gypsies of Spain se encuentra un “Vocabulary of their language” (Borrow 1841). Afortunadamente hoy en día disponemos de dos fuentes más del romaní hispánico de la primera mitad del siglo XIX. Por un lado, tenemos el vocabulario del erudito español Don Luis Usoz y Río (editado por Torrione 1987). Usoz trabó amistad con Borrow durante su estancia en España y colaboró con él. En la Biblioteca Nacional de Madrid se encuentra el ejemplar de Embeó e Majaró Lucas que perteneció a Usoz; al final viene un vocabulario manuscrito de la lengua gitana que contiene entradas que discrepan con el vocabulario de Borrow. Según un estudio de Margarita Torrione (1987) hay unas 400 entradas en este diccionario que faltan en el de Borrow. Aún más importante y más valioso es el vocabulario del arabista e intérprete Josef Antonio Conde (editado por Torrione 1988). El autor recogió el material en Sevilla en 1810. Es una fuente anterior a la de Borrow; nos muestra una lengua gitana que conserva un léxico relativamente arcaico y además vemos en esta fuente más restos de gramática gitana que en las fuentes más tardías. Las tres fuentes más antiguas juntas —es decir, Conde, Usoz y Borrow— nos proporcionan una base bastante sólida para la etimología de elementos gitanos en el argot español. Como hoy día disponemos de fuentes más antiguas y más auténticas de la lengua de los gitanos españoles y además tenemos una lexicografía mejorada del argot, es posible avanzar en el trabajo etimológico sobre los gitanismos del argot; podemos explicar muchos detalles semánticos o fonéticos que antes estaban sin aclarar. Desde el punto de vista metodológico, la parte central de la tesis la constituye un diccionario etimológico del elemento gitano en el argot español. Para establecer la etimología de los gitanismos, no basta con consultar las fuentes más fidedignas de la lengua gitana en España. También es preciso llevar a cabo una comparación con variedades del romaní arcaico de otros países europeos. Hay que escoger las mejores publicaciones del romaní arcaico y preferentemente aquellas variedades que estén más estrechamente emparentadas con la lengua gitana de España. Para determinar cuál es la variedad del romaní que más estrechamente relacionada está con el gitano peninsular,

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se puede acudir a las publicaciones del lingüista alemán Norbert Boretzky, sobre todo a su artículo “Der Romani-Wortschatz in den Romani-MischDialekten (Pararomani)” (Boretzky 1998). Según Boretzky, los dialectos mezclados del gitano están en relación estrecha con la lengua romaní de los Sinti que viven desde hace cinco siglos en Alemania, en Francia y en el norte de Italia. Entre todos los dialectos mezclados, el de España es el que genéticamente más aislado está. Algunos pocos elementos de la lengua gitana de España, en vez de coincidir con el romaní de los Sinti, coinciden con variedades balcánicas del romaní. En algunos casos, sin embargo, es imposible enlazar los gitanismos de España con palabras que pertenecen a variedades de la lengua romaní en otras partes. Estos elementos son los que más problemas conllevan a la hora de establecer la etimología. He aquí la estructuración de la tesis: I. II.

Introducción Apreciación crítica de las fuentes disponibles para el conocimiento del romaní hispánico Presentación y apreciación crítica de las 29 fuentes de esta lengua desde el siglo XVIII hasta finales del siglo XX III. Informe sobre el estado de la investigación III.A. El estado de la investigación etimológica sobre el vocabulario del español peninsular y del catalán, con atención especial al argot III.B. El estado de la investigación etimológica sobre el romaní hispánico III.C. El estado de la investigación etimológica sobre el romaní arcaico IV. Diccionario etimológico de los gitanismos en el argot español moderno: 140 artículos etimológicos sobre gitanismos (parte central de la tesis) V. Diccionario etimológico de las palabras agitanadas en el argot español moderno: 11 artículos sobre palabras agitanadas VI. Conclusiones VI.A. Los gitanismos en el argot moderno: cuadro sinóptico VI.B. Observaciones sobre la semántica de los gitanismos en el argot moderno VI.C. Deformaciones del significante de préstamos procedentes de la lengua de los gitanos VI.D. Comentario sobre la morfología de los gitanismos y de las palabras agitanadas

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A continuación se presenta un ejemplo de un artículo del diccionario etimológico de los gitanismos (capítulo IV.): currar/currelar, 1. tr. trabajar; 2. tr. golpear; 3. tr. (delincuencia) dedicarse a una especialidad delictiva/robar; curripén m. (marginalidad) golpes. 1.

Documentación más antigua en vocabularios del argot español: 1896 SALILLAS curelar trabajar; hurtar; currupen m. castigo.

2.

Documentación más antigua en fuentes del romaní hispánico. 1810 CONDE currar, v. trabajar, castigar; golpear, zurrar. 1841 BORROW curar, v. to strike, do, work/pegár, hacér, trabajár. 1841 USOZ curar, v. hacer; trabajar, pegar.

3.

Palabras emparentadas en variedades arcaicas del romaní.

Sinti kur- v. schlagen, prügeln, kämpfen, stoßen, futuere, schmieden (Wolf 1987). Romaní del País de Gales kur- vb. tr. to beat, to strike, to whip, to hammer (Sampson 1926). Romaní del sudeste de Europa kur‡él tr. koitieren (Boretzky/Igla 1994). 4.

Etimología e historia de la palabra:

Argot esp. currar/currelar ‘trabajar’, ‘robar’, ‘golpear’ es un préstamo de la lengua de los gitanos: en las fuentes antiguas del romaní hispánico de la primera mitad del s. XIX hay documentación de cur(r)ar con los significados ‘golpear’, o sea, ‘pegar’, y ‘trabajar’ (véase arriba en el apartado 2.). Existe un parentesco estrecho con el romaní arcaico de los Sinti kur- ‘schlagen’, ‘stoßen’, ‘schmieden’ y con el romaní arcáico del País de Gales kur- ‘to beat’, ‘to strike’, ‘to hammer’ (véase arriba en el apartado 3.). Según la literatura etimológica especializada se trata de una voz patronímica del romaní; la voz sólo tiene sucesores en algunas variedades de la lengua y su desarrollo semántico es divergente en diversos lugares; según Turner (1966: no. 3241) el étimo es el siguiente: sánscr. “ku……áyati ‘crushes, grinds’, ‘pounds’ ..

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[√ku…… . . á]”. En las variedades arcaicas del romaní kur- designa especialmente el martilleo del herrero. La gitanología ha resaltado en varias publicaciones que el oficio del herrero es uno de los oficios tradicionales de los gitanos que antiguamente más importancia tenía (de Vaux de Foletier 1977: 193-195). Sobre todo en Andalucía había muchos gitanos herreros que pasaron ya muy pronto a una vida sedentaria. A partir del siglo XVIII hay documentación sobre gitanos sedentarios ejerciendo el oficio de herrero en Triana, el barrio famoso de Sevilla (Pérez de Guzman 1982). Entre estos herreros surgió el palo flamenco del martinete en el que el cante es acompañado por el martilleo (Leblon 1994). No es de extrañar que ya el romaní hispánico cur(r)rar recibió el significado secundario de ‘trabajar’ al lado del significado originario ‘pegar’. Esto refleja el hecho de que el martilleo del herrero fuera considerado como el trabajo por excelencia2. Pérez de Guzmán (1982: 31) llegó a la siguiente conclusión: “Esto es interpretable como un homenaje a la herrería, una consagración lingüística de la forja en tanto que trabajo por antonomasia.” Currar con el significado ‘trabajar’ se hizo muy popular en el lenguaje coloquial del español peninsular; en el argot existe además el significado ‘golpear’ que debe ser antiguo. Por otra parte, currar con el sentido de ‘robar’ sólo es usual en el argot de la delincuencia; para los delincuentes robar a alguien ya es trabajo. Bien entendido: este significado se desarrolló en el lenguaje de los maleantes y no en el romaní hispánico o en el romaní arcaico. El nuevo significado ‘dedicarse a una especialidad delictiva’ o ‘robar’, lo ha adquirido currar del sinónimo trabajar del argot español; según Sanmartín Sáez (1998: s.v.) trabajar tiene el significado ‘robar’ en el argot de la delincuencia —entre otros significados. [...] 5.

Explicaciones relacionadas con la etimología que se propone aquí:

Se trata de un gitanismo para el que Max Leopold Wagner no ha propuesto ninguna etimología. Millà Novell (1975: 92/3) sólo observa que currar/currelar consta también en el diccionario del romaní hispánico de Campuzano (1848). Shreve (1976: 78) identifica currelo ‘work, business’ como gitanismo porque encuentra la palabra en el vocabulario del romaní 2

Encontramos un caso paralelo en el romaní de los Sinti: en esta variedad butin tiene las acepciones ‘Arbeit’, ‘Tätigkeit’, ‘Werk’, ‘Geschäft’, öfter besonders: ‘Schmiedearbeit’ (Wolf 1987: no. 418). En el romaní de los Sinti se toma el trabajo del herrero también como el trabajo por antonomasia.

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hispánico de Borrow (1841); sin embargo le atribuye un étimo del sánscrito que es erróneo (véase abajo en el apartado 6.). Vinyoles i Vidal (1978: 78) hace las siguientes observaciones acerca de currar ‘apallissar’; ‘treballar’ en el argot catalán: “Mot gitano, a través del castellà, on s’ha popularitzat”. Corominas en el DECH: s.v. CURRO no dice nada sobre el gitanismo; únicamente habla del homónimo esp. curro ‘majo, afectado en los movimientos o en el vestir’. En el DECLC: s.v. CURRO tampoco leemos algo sobre la palabra procedente de la lengua de los gitanos; sólo versa sobre curro ‘manco’. Mensching (1990: 21/2) se contenta s.v. currelar ‘lavorare’ con una referencia al diccionario del romaní hispánico de Quindalé (1870). Algo parecido encontramos en la publicación de Sanmartín Sáez (1996/7: 526), s.v. currrar ‘golpear’, ‘trabajar’; ella escribe: “Préstamo del caló currelar, ‘golpear’, ‘trabajar’ (Rebolledo, Dávila), ‘castigar’ (Dávila)”; a eso no le añade nada en su posterior contribución (Sanmartín Saéz 1998: s.v. currelar). Consultando las publicaciones del romaní hispánico primero tenemos que buscar en la contribución pionera de Pott (vol. II. 1845: 113-115); resulta que allí todavía no se propone ningún étimo. Miklosich (1877: 246) es el primer autor que traza el romaní hispánico curar ‘golpear’, ‘trabajar’ hasta el sánscrito: “Aind. ku…… . . spalten. pa#li ku…… . . (ko…… . . e#ti) to strike, to break, to pound, to cut”. Tanto McLane (1977: 314) como Román Fernández (1995: 145) indican como étimo el sánscr. ku…… . . . Ropero Núñez (1978: 133) documenta currelar ‘trabajar’, ‘penar’ en textos flamencos y da el siguiente comentario: “Es una palabra del caló, que ha pasado a formar parte del lenguaje popular español, del argot de los delincuentes y del flamenco”. Torrione (1988: 412) compara currar ‘trabajar, castigar’ en la fuente de Conde con formas en otras fuentes del romaní hispánico y además con “Romani √kur- pegar, golpear, forjar, joder”. Por lo que se refiere a publicaciones sobre variedades del romaní arcaico que contienen también etimologías, encontramos el étimo √ku…… . . en Sampson (1926: s.v. kur-), Wolf (1987: s.v. kur- ) y Boretzky/Igla (1994: s.v. kur‡el). 6.

Discusión de propuestas etimológicas divergentes:

Shreve (1976: 78) propone para argot esp. currelo ‘work, business’, ‘booty’ —una palabra que enlaza correctamente con la lengua de los gitanos— un étimo sánscrito que es erróneo: “The Gypsy curar is apparently related to skr. kr-, . ‘to make, do’”. Shreve confunde romaní kerel con kurel y por lo tanto

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también le atribuye un étimo sánscrito que no es correcto. Un imposible étimo sánscrito encontramos también en una publicación antigua que sin embargo sigue siendo importante: la de Paspati (1870: 298) que dice “skr. gûr, to strive, to endeavour, to make an effort or exertion, to hurt, to injure, as to wound, to kill, etc.” Especialmente por lo que se refiere a la semántica la propuesta de Paspati es cuestionable y no ha sido repetida por los autores con buenos conocimientos indológicos. A partir del sánscrito ku…… . . áyati ‘pounds’ se ha desarrollado el romaní arcaico kur- ‘golpear con el martillo”: por lo que se refiere al significado, la palabra se ha conservado casi sin cambios. 7.

Derivaciones en el argot español moderno:

currante, adj./s. trabajador. curre, curro 1. m. trabajo; 2. m. paliza; 3. m. (delincuencia) robo. currelo/currele m. trabajo. A continuación se presenta lo esencial de la última parte de la tesis (VI.). En primer lugar se da un cuadro sinóptico de los gitanismos en el argot moderno. Son 15 páginas con cuatro columnas; he aquí una parte de la primera página: argot español moderno

romaní hispánico de la primera mitad del s. XIX abillar/abiyar/ abelar tener; abillar/ abiyelar/abelar 1. tener; abillelar venir poseer; llevar puesto; 2. venir acáis/sacáis ojos sacá ojos achares celos jachári incendio acoqui aquí acoi aquí alao apodo alao palabra, nombre andóbal persona a la que se alude sin nombrarla; individuo anglés testículos apoquinar poner, pagar arajai/arajay cura, fraile

romaní arcaico

étimo

av- venir avilo pretérito

skr. a#pa#yati causes to reach?

skr. aksi. eye skr. √ksa# . to burn? skr. ka- interrog.? skr. la#pa talking?

odóva ese, esa

jakh ojo χats‡- encender akai aquí (a)lav palabra, nombre odová ese

anglé delante poquinar pagar arajay fraile

anglé delante pokinél pagar raschai cura

skr. agre delante ind.? skr. .rsi. inspired singer

skr. od- pron.

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argot español moderno arate sangre

(a)tasabar asesinar; golpear balichó cerdo

bañí gallina

romaní hispánico de la primera mitad del s. XIX arate sangre

atasabar ahogar balichó marrano

1. basnó gallo; 2. cañí gallina

romaní arcaico

étimo

rat sangre

skr. raktacoloured, dyed, red; blood tasavél 1. ahogar skr. *…hass. [...] press down balic‡hó cochinillo skr. ba#láyoung, foolish; boy (under five years old)? 1. bas‡nó gallo; 1. skr. va#s» yate# 2. khajní gallina roars, howls [...]; 2. ind. ?

El capítulo VI.B. versa sobre la semántica de los gitanismos en argot moderno. Si comparamos el sentido de las voces del romaní hispánico de la primera mitad del siglo XIX con el significado del gitanismo en el argot moderno constatamos que, en muchos casos, se ha producido un cambio semántico muy profundo. Sólo en 61 de 140 casos no ha habido ningún cambio del significado. Como se trata de elementos de una lengua que se usa sólo oralmente y además estos elementos se integran en un registro de la lengua hablada no nos extrañan estos considerables cambios. Hay un fenómeno de cambio semántico que es bastante frecuente en los gitanismos: los calcos. Wagner y Clavería ya encontraron y explicaron algunos casos. En los Estudios de Clavería leemos: Chalao, ‘loco’, es una palabra que está hoy en boca de todos los españoles, Chalar, chalarse, con los significados transitivo e intransitivo de ‘enloquecer’, son también de común empleo. Chalar, ‘ir’, es un verbo gitano que se da también en todos los dialectos gitanos conocidos [...]. Chalar aparece en el vocabulario de The Zincali con el significado de ‘to walk’, ‘to go’, ‘andar’, ‘ir’ [...]. [...] El significado de ‘enloquecer’ es posterior y derivado del especial que adquiere el participio popular chalao. Estamos aquí con toda seguridad ante un nuevo calco: ido [...] significa “familar y metafóricamente”, ‘chiflado’, ‘distraído’. Los vocabularios gitanos españoles interpretan chalao como ‘demente’, ‘loco’ (véase, por ejemplo, Pabanó, p. 88) (Clavería 1951: 152/3).

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Podemos añadir más ejemplos de calcos: Pirado ‘loco’, ‘trastornado’ es otro calco del esp. ido ‘loco’, usando el verbo pirar ‘ir’, ‘andar’ del romaní hispánico. En el romaní hispánico de la primera mitad del s. XIX chuquel significaba únicamente ‘perro’. En el argot moderno encontramos chusquel con el significado ‘delator’. Este significado surge porque en el argot español perro es una designación del animal y al mismo tiempo designa al ‘delator’. El gitanismo adquiere el sentido figurado del sinónimo perro. Otro ejemplo: en el argot español mierda tiene el significado ‘hachís’, al igual que shit en el slang inglés. El gitanismo ful del argot español hoy día significa también ‘hachís’; antiguamente ful significaba solamente ‘mierda’ en el romaní hispánico. He aquí otro ejemplo: en el romaní hispánico del s. XIX guil significaba ‘trigo’. En los diccionarios del argot moderno encontramos guil con el significado ‘moneda de cinco pesetas’. Este significado surge porque trigo en el español coloquial es una designación del dinero. Otro fenómeno que observamos es lo que en la argotología francesa se llama attraction homonymique; Guiraud lo define así: “deux mots qui se ressemblent tendent à se contaminer” (Guiraud 1956: 93). En nuestro corpus hay un ejemplo interesante: en el romaní hispánico, cangrí originariamente sólo tenía el significado ‘iglesia’. En el argot moderno, cangrí tiene además de este significado también el de ‘moneda de 25 pesetas’. El significado nuevo lo adquirió el gitanismo del homónimo parcial cangrejo ‘moneda de 25 ptas’. Podemos clasificar los gitanismos según campos semánticos; los hay sobre todo para designar algunos pocos conceptos: campo de la delincuencia: más de 20 palabras; designaciones de armas: seis palabras; designaciones de ‘policía’: siete palabras; campo semántico de la cárcel: nueve palabras; campo de la sexualidad: nueve palabras; partes del cuerpo: 14 designaciones; ‘dinero’: once designaciones; campo de las drogas: diez palabras; ‘morir’/‘muerte’/‘matar’: nueve palabras; ‘loco’: seis palabras; ‘estupendo’: ocho gitanismos. Es sabido que el argot tiene una gran proliferación de sinónimos para designar algunos pocos conceptos —los mencionados y algunos pocos más—. Los gitanismos pueden arraigar en el argot español sobre todo en aquellos campos donde hay una gran demanda de sinónimos. En el capítulo VI.C. el fenómeno más interesante son las deformaciones por etimología popular. Los hablantes a menudo intentan asociar los gitanismos con otras palabras del español, dándoles una motivación que no es correcta etimológicamente hablando. Así, tenemos el sustantivo chor ‘ladrón’ en el romaní hispánico que se asocia con esp. chorizo, el embutido;

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como resultado de la asociación encontramos chorizo ‘ladrón’ —un gitanismo muy difundido hoy en día—. Otro ejemplo es calandria ‘peseta’ en el argot moderno. A principios del s. XIX calés era una designación para el dinero, sobre todo las monedas de cobre que por la circulación se volvían oscuras; en el romaní arcaico kaló en el fondo significa ‘negro’. En el argot se produjo una asociación de calés ‘monedas de cobre’ con esp. calandria ‘cierta ave’; como resultado de esta asociación obtenemos calandria ‘peseta’3. Otro ejemplo: en el argot moderno calentito tiene el sentido de ‘gitano’. Caló, calé en el romaní tenía el sentido de ‘gitano’, por la piel oscura de los gitanos y se asoció en el argot con calentito, el diminutivo de caliente. Así se produjo la etimología popular calentito ‘gitano’. La última parte de la tesis es un comentario sobre la morfología de los gitanismos y de las palabras agitanadas (VI.D.). Hay que subrayar que los gitanismos están plenamente integrados en el argot español; se les añaden sufijos y prefijos del español y son parte de compuestos. Muchos hablantes en el caso de ciertos gitanismos ni siquiera se dan cuenta de que se trata de préstamos. Si estudiamos la morfología de los gitanismos y de las palabras agitanadas lo más interesante son los escasos restos de la morfología propia del romaní que sobreviven en el argot español. En este apartado hay que mencionar sobre todo los verbos que terminan en -elar, tales como por ejemplo camelar ‘querer, amar’, chanelar ‘saber realizar una cosa’, currelar ‘trabajar’. En algunos casos las formas verbales en -elar coexisten con otra forma en -ar, sin el elemento -el-, por ejemplo chanar ‘saber realizar una cosa’, currar ‘trabajar’. Se trata de dobletes cuyas dos formas significan lo mismo. En algunas publicaciones se interpretan las variantes en -elar como formas frecuentativas o intensivas. Esta interpretación la encontramos por primera vez en el “Epítome de gramática gitana” de Francisco de Sales Mayo: “Todos los verbos admiten la derivación elar por ar para expresar con mayor energía la acción que comprenden” (Quindalé 1870: 60/1). Es un comentario erróneo. En el fondo, el morfema -el era la desinencia de la tercera persona del presente del romaní arcaico (véase por ejemplo Boretky/Igla 1994: 393). En

3 Uno podría pensar que calandria llega a ser una designación del dinero porque en muchas monedas hay un ave y la calandria es cierto tipo de ave. Sin embargo, calandria como designación de dinero surge muy tarde, en el s. XX. En los repertorios anteriores del argot de la delincuencia (Hidalgo 1609; Salillas 1896; Besses 1905) no encontramos documentación de calandria con este sentido. Por lo tanto seguramente surge calandria como designación de dinero porque hay influjo del gitanismo calés ‘monedas de cobre’.

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España la morfología propia del romaní se perdió ya muy pronto. En las fuentes documentales más antiguas de la primera mitad del siglo XIX, ya no se conserva la morfología verbal originaria de la lengua gitana. En el argot moderno también hay algunas palabras agitanadas que contienen el morfema -elar, por ejemplo busquiserelar ‘buscar’, fusimelar ‘fumar’, guardiselar ‘guardar’ etc. Se trata de formas verbales documentadas por Sanmartín Sáez durante su trabajo de campo en la prisión de Valencia. Es decir que son formas del argot delincuente; en estos casos el morfema -elar es un elemento que marca los verbos como verbos del argot de un grupo determinado, el de los reclusos de la cárcel. Podemos constatar que hay ciertos argots muy específicos en España donde el elemento gitano no se limita al léxico; el préstamo gitano también puede ser morfológico lo que muestra la íntima compenetración del argot de la delincuencia y de ciertos grupos marginales con la lengua gitana o, mejor dicho, los restos que quedan de ella.

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LA HISTORIA DEL LÉXICO HISPÁNICO Y LA NOCIÓN DE ECONOMÍA

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0. Ha oscilado mucho —y no sólo en la actualidad— la importancia que los lingüistas conceden al asunto de la economía en relación con el funcionamiento de la lengua y de la comunicación, así como con el cambio lingüístico1. André Martinet desempeña un papel decisivo en el debate sobre la economía. Invoca el principle of least effort de George K. Zipf (cf. Zipf 1972) y parte del axioma de que la conducta humana está sujeta, no sólo en lo referente al cambio lingüístico, a una “loi du moindre effort [...] selon laquelle l’homme ne se dépense que dans la mesure où il peut ainsi atteindre aux buts qu’il s’est fixés” (Martinet 1991: 176 ss.). Define la economía en una lengua como “cette recherche permanente de l’équilibre entre des besoins contradictoires qu’il faut satisfaire: besoins communicatifs d’une part, inertie mémorielle et inertie articulatoire d’autre part, ces deux dernières en conflit permanent” (Martinet 1991: 178). Emplea, por tanto, el concepto de economía en un sentido muy amplio. Incluso la redundancia cae dentro de la economía, en su opinión (cf. Martinet 1991: 179 ss.). En sus comentarios sobre el concepto de economía no encuentra Martinet únicamente seguidores. Uno de sus primeros críticos es Eugenio Coseriu. Al concebir éste el cambio lingüístico como un fenómeno final, critica la aplicación a la lengua del principio del “menor esfuerzo”, originario de las ciencias naturales. Sostiene que, aunque este principio también puede interpretarse de manera finalista como principio de “economía instrumental”, por sus “connotaciones mecanicistas” prefiere, sin embargo, sustituirlo por un “principio general de la necesidad expresiva”. Coseriu critica muy severamente el empleo del adjetivo “menor”; en última instancia, el hablante realiza “siempre todos los ‘esfuerzos’ necesarios para 1

Cf. a este respecto Ronneberger-Sibold 1980.

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lograr su finalidad expresiva y comunicativa, y el oyente se crea (‘aprende’) la lengua que necesita”. El gasto en fuerzas, afirma, puede ser menor —recurriendo, por ejemplo, a los medios existentes—, pero también puede ser mayor. Esto último es lo que ocurre, sostiene, cuando el hablante actúa de modo creador (Coseriu 1978: 202 ss.). Tanto en Coseriu como en Martinet la función comunicativa de la lengua es central. La inertie mémorielle y la inertie articulatoire sólo representan, según Martinet, un platillo de la balanza, puesto que a tales conceptos se oponen los besoins communicatifs, y éstos pueden hacer que aumente el gasto. No obstante, entre Coseriu y Martinet se dan sin lugar a dudas importantes diferencias en el hecho de que, por una parte, Coseriu concede acertadamente una significación central a la libertad del hablante y, por otra, tiene más en cuenta aun que Martinet las necesidades expresivas. En años posteriores, en una época de críticas crecientes a las posiciones estructuralistas, se intensifica también la crítica al concepto de economía. Permítasenos un ejemplo procedente de este ámbito, que es de interés en el contexto de este artículo: Schmitt (1988: 73) advierte del riesgo de conceder a la economía una significación excesiva en el marco de la historia de la lengua: La historia de la lengua no puede [...] reducirse a una historia estructural —para recurrir a los principios fundamentales de Martinet— ni al influjo de parámetros funcionales como la distinción y la economía. Las consecuencias de un punto de vista tan estrecho son claras: refiriéndose al ‘rigor metodológico’, se extingue gradualmente el ‘influjo decisivo de la estructura social sobre la estructura lingüística’, y Martinet llega así obligadamente a la más problemática de sus tesis: ‘Lo único que interesa a los lingüistas es la causalidad interna’ (Martinet 1963: 163) (Schmitt 1988: 73).

Limitándose de ese modo a la causalité interne, no cabe duda de que, en efecto, no se puede captar la compleja combinación de condiciones del cambio lingüístico2. Sin embargo, en historias de la lengua aparecidas en los últimos tiempos la economía encuentra acogida como un principio importante entre otros. Von Polenz (1991: 30) enumera la economía como un factor

2 Martinet se revela con esa restricción como “estructuralista dogmático —al menos desde la perspectiva actual—”, aunque por lo demás puede ser considerado como un representante moderado de la fonología histórica explicativa (cf. Albrecht 2000: 177).

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con cuya ayuda puede explicarse la variabilidad de la lengua y destaca que “la economía lingüística [...] [figura] entre los principios de teoría estructural del cambio lingüístico que en razón de su existencia concreta en la conducta comunicativa humana también encuentra acogida en explicaciones sociopragmáticas del cambio lingüístico”. En numerosos trabajos nuevos de enfoque teórico sobre el cambio lingüístico el factor de la economía desempeña asimismo un papel importante. Piénsese, por ejemplo, en los planteamientos de Helmut Lüdtke (1980, 1986) o Elke Ronneberger-Sibold (1980). 0.1. En lugar de la noción de economía se habla no sólo, como hemos mostrado, del principio del mínimo esfuerzo, sino también de la tendencia de ahorro (por ejemplo, en Hofmann 1978: 169) o de comodidad, inercia y pereza (por ejemplo, en Jespersen 1925: 247)3. Otros autores entienden la economía como (una tendencia a la) simplificación o (a la) simplicidad. La última concepción se revela especialmente problemática, puesto que aboca inevitablemente a la pregunta, de muy difícil contestación, “¿qué es lo simple?” La simplicidad fue equiparada durante mucho tiempo, por ejemplo por Otto Jespersen, a regularidad (cf. Stork 2000: 47 ss.) y en parte aún hoy encontramos dicha asociación. Precisamente los lingüistas que se ocupan de la teoría de la naturalidad, como por ejemplo Otmar Werner, advierten que simplicidad no tiene por qué significar bajo ningún concepto “regularidad”4. Mientras que Werner figura entre los lingüistas que emplean con convicción el término de simplificación, pese a los problemas que entraña —y lo mismo cabe decir por ejemplo de Gaetano Berruto5—, Gerhard Ernst se enfrenta a él con gran escepticismo. En su opinión, sólo es posible hablar de simplificación de un modo relativamente aproblemático en cuestiones particulares de determinados ámbitos parciales de la lengua, sobre todo de la fonética y la fonología (cf. Ernst 1983: 116). 0.2. En lo referente al léxico y a su cambio, es particularmente difícil hablar de economía, independientemente de si se interpreta la economía 3

De pereza se habla sobre todo en trabajos escritos a fines del siglo XIX y en la primera mitad del XX. 4 “Precisamente las excepciones y las complicaciones pueden contribuir a hacer más económico el sistema, en su totalidad y en relación con su empleo; ya que la simplicidad lingüística es un asunto muy complicado” (Werner 1977: 282). 5 “[L’] italiano popolare [...] si viene dunque a configurare come una varietà frutto di semplificazione (con tutta la complessità inerente a una considerazione non banale di tale termine in linguistica: ‘semplificato’ non significa affatto ‘semplice’ o tanto meno ‘rozzo’, ‘sottosviluppato’, ‘inferiore’, ecc.)” (Berruto 1983: 101).

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como principio del menor esfuerzo, como principio de economía instrumental o como simplificación. Se podría considerar, por ejemplo, la designación inequívoca como criterio de economía. En este caso la polisemia sería una infracción contra la economía. Por otra parte, para el comunicante un sistema con un menor número de unidades léxicas, en el que cada una tuviese varias significaciones, podría ser más fácil de manejar. Otro ejemplo: muchas veces una simplificación en un sentido paradigmático lleva a una formulación lingüística más trabajosa en un sentido sintagmático. Así, la sustitución de CARERE por NON HABERE es económica en un sentido paradigmático, pero en sentido sintagmático es todo el contrario. A pesar de esas dificultades de hablar de economía en relación con el léxico, en trabajos teóricos sobre el cambio semántico también se asigna a la economía una función importante. Como ejemplo de ello podrían mencionarse aquí los trabajos de Gerd Fritz. Según Fritz, las innovaciones semánticas también tienen [junto al aspecto de su provecho] un aspecto económico [negrilla en el orig., Y. St.]. Con ellas los comunicantes consiguen aprovechar de modo económico recursos ya existentes para verter vino joven en odres viejos. A tales recursos para la producción de innovaciones corresponden [...] la facultad de emplear expresiones lingüísticas según pautas establecidas [...] [y] los procedimientos puestos en marcha para un aprovechamiento flexible de las pautas de empleo establecidas (Fritz 1998: 40).

Las innovaciones semánticas tienen entonces un aspecto económico, ya que permiten a los comunicantes agotar los recursos ya existentes, como la facultad de emplear expresiones lingüísticas siguiendo pautas existentes. Como ejemplo nombra las “transposiciones de una expresión predicativa a nuevos tipos de objetos, por ejemplo cuando hablamos de una teoría jugosa” (Fritz 1998: 40 ss.). 1. ¿Qué papel desempeña el concepto de economía en los estudios dedicados a la historia del léxico hispánico? Me limitaré, por una parte, a la época del latín vulgar hispánico y del protorromance en su modalidad hispánica. Esta época podría revelarse relativamente productiva para mi planteamiento, ya que se puede observar —hablando de manera muy general6— que cada vez con más frecuencia se recurre al concepto de economía cuando es la lengua hablada la que está en primer plano. Los trabajos que se ocupan de 6

Para una información más detallada a este respecto, cf. 5.

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esta época de la evolución de la lengua giran en torno a la cuestión de si el léxico hispánico se puede considerar más bien como arcaico, como conservador o en algunos rasgos incluso más bien como innovador. ¿En qué medida abordan estos autores, en el marco de este debate, el asunto de la economía? Por comparar me referiré también a trabajos que abordan la época del latín vulgar y del protorromance desde una perspectiva panrománica. En segundo lugar me voy a ocupar del español medieval. Esta época, como es sabido, se caracteriza por una enorme expansión del léxico, que entre otros aspectos consta de abundantes derivaciones. Se podría pensar que esta expansión reduce la perspectiva para llegar a conclusiones en relación con el argumento de la economía, pero también se podría argumentar con Fritz que la productividad de pautas de derivación —tan arraigada en español medieval (cf. Müller 1989: 159)— es por su parte un recurso de la economía lingüística, ya que las pautas existentes se agotan. 2. Antes de empezar a hablar en más detalle sobre el vocabulario, me gustaría mostrar brevemente en qué medida recurren al factor de la economía algunas obras sobre la historia de la lengua española en sus apartados sobre el cambio fonético-fonológico y morfológico en el latín vulgar, el protorromance y el español medieval. En estos apartados se suele destacar el factor económico; como ejemplo de ello, podrían mencionarse aquí las obras de Ralph Penny y María Candau de Cevallos. En opinión de Penny (1991: 86), las relajaciones de las africadas /ts/ y /dz/ en fricativas que se observan en el español medieval representan “cases of economy of effort”; Candau (1985: 29) habla, en su cotejo del latín clásico con el vulgar, de que la “ley del menor esfuerzo” tiene como consecuencia en la fonética “una clara tendencia a cambios y pérdidas de sonidos” y en la morfología “una clara tendencia [...] a alteraciones gramaticales que tienden a la simplificación”. Entwistle (1973: 87) sostiene lo siguiente sobre el latín hispánico en el párrafo dedicado a las características del ibero-romance: el romance peninsular muestra un profundo instinto para la simplificación y la racionalización. Desde este punto de vista, el castellano es el caso más característico: los diptongos se han monoptongado, los grupos de consonantes se han simplificado, el nombre ha perdido su declinación y el verbo su conjugación ‘fuerte’, todo ello de forma más completa que en otras partes de la Romania.

3. ¿Qué ocurre con el factor de la economía en el caso del léxico? Stefenelli (1976: 884) exige con razón: “[...] tout mot a son histoire particulière; mais [...] il importe que, d’un point de vue global, nous dégagions aussi

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les facteurs plus généraux qui entrent vraisemblablement en jeu dans toute une série de changements.” Los trabajos de enfoque teórico de Fritz han mostrado que la economía también desempeña un papel importante en lo referente al léxico. Echemos una ojeada en primer lugar a los trabajos que se ocupan desde una perspectiva panrománica de la historia del léxico. Autores tales como Rohlfs (1979; cf. infra) omiten por completo el factor de la economía al ocuparse de los rasgos específicos del latín vulgar y del protorromance. Otros indican que la economía reviste una función importante para el léxico. Menciónese aquí a título de ejemplo a Helmut Lüdtke. Él no habla de economía, sino de simplificación. En el capítulo que dedica a las innovaciones léxicas en el latín hablado de la época de César, menciona la simplificación que se puede observar en el latín vulgar comparado con la “lengua literaria clásica”. Tal simplificación del vocabulario la contempla él como un factor muy significativo: El asunto léxico más importante en el latín hablado de la época de César no es el préstamo sino la reorganización interna. Consiste ésta sobre todo en una simplificación del vocabulario, posiblemente también frente al latín hablado de tiempos de Cicerón, pero seguramente en comparación con la lengua literaria clásica (Lüdtke 1968: 43).

Según Lüdtke, la simplificación radica, por una parte, en el hecho de que en el ámbito léxico y morfológico se puede observar un acusado esfuerzo por la regularidad en relación con verbos, sustantivos y adverbios7. “Esta simplificación de la morfología y del vocabulario también significa un ahorro para la memoria: es más fácil retener palabras y formas que están apoyadas mediante analogías en el uso léxico que recordar palabras y formas aisladas” (Lüdtke 1968: 43). Aduce como ejemplo de ello la sustitución del adverbio aislado procul, ‘lejano, alejado’, por longe. Según Lüdtke, existe la simplificación además por el hecho de que en el latín hablado “o bien se realiza una reducción, de tal manera que con las palabras de significado parecido también se pierden diferencias de significado, o bien se realiza la ampliación de significado de una palabra patrimonial” (Lüdtke 1968: 43). Se suprime por ejemplo la originaria diferenciación entre urbs, ‘ciudad como 7 En cuanto a este desarrollo, se trata en principio efectivamente de una simplificación, aunque —como menciona Werner (1977; cf. supra)— en ciertas condiciones también las excepciones puedan contribuir a la simplificación de un sistema.

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conjunto de edificios’, y civitas, ‘ciudadanía, habitantes de una ciudad’; civitas significa en el latín hablado de la época de César tanto ‘ciudadanía’ como ‘ciudad’. Menciona asimismo la sustitución de ignis, ‘fuego’, por focus, que significaba inicialmente sólo ‘fogón’, así como la sustitución de vir por homo, que es la responsable de que desapareciese la diferenciación entre ‘hombre’ y ‘ser humano’. Stefenelli aborda de forma especialmente extensa el concepto de economía. Habla de “tres tendencias básicas generales [negrilla en el orig., Y. St.]” que son responsables decisivas de la evolución del léxico en el latín vulgar y en el protorromance. Estas tendencias son “[la] propensión a una fuerza lingüística expresiva (‘expresividad’), [la] propensión a una designación clara y [la] propensión económica a la simplicidad”. También designa estas tres fuerzas como “fuerzas impulsoras fundamentales de la dinámica léxica inmanente a la lengua” (Stefenelli 1992b: 58). La fuerza principal es en su opinión la propensión a la expresividad. Dependiendo de las regiones geográficas y de las épocas, las fuerzas impulsoras habrían podido variar y habrían dado lugar a cambios muy amplios en la evolución del léxico del latín vulgar y del protorromance. Así pues, ¿qué entiende él por economía? Es revelador que, en lugar de hablar de una propensión a la economía, hable de una “propensión económica a la simplicidad” (Stefenelli 1992b: 58) o del “esfuerzo por la simplicidad económica [cursiva en el orig., Y. St.]” (Stefenelli 1992b: 77). Para Stefenelli, simplicidad y economía están, por tanto, estrechamente ligadas. Simplicidad significa para él —y en ello se da un claro paralelo con Lüdtke— regularidad. El resultado más importante de la propensión a la economía es, según él, la supresión parcial de la irregularidad morfológica en el léxico patrimonial. En este sentido, Stefenelli califica de económico el retroceso en el vocabulario patrimonial de los colectivos SIDUS y ASTRUM, ‘constelación’, ante STELLAE, ‘estrellas’. Otro ejemplo de ello es la sustitución de CARERE por NON HABERE, que no obstante —podría objetarse— “en un sentido sintagmático” no es precisamente económico (cf. supra). En sus conclusiones se ve hasta qué punto relaciona la economía con la regularidad. Cataloga las tres fuerzas decisivas, a su entender, en la evolución del léxico y atribuye a las lexías que aparecen nuevamente en la lengua protorrománica el hecho de que, frente a las lexías en regresión del latín clásico, presenten varias ventajas: [...] los lexemas preferidos por la lengua protorrománica muestran mayoritariamente, frente a las designaciones centrales del latín clásico en retroceso, la ventaja de su en principio mayor expresividad (plasticidad, motivación, afectividad,

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Es decir que sustituye aquí la economía simplemente por la regularidad. Con esta equiparación absoluta de economía y regularidad recuerda a Jespersen8, aunque en el caso de Stefenelli tras ello no se oculte —una diferencia de peso con respecto a Jespersen— ninguna concepción lingüística teleológica. Según Stefenelli, la tendencia a la economía en el protorromance no repercute únicamente en la supresión de irregularidades. Se traduce también en una selección y una reducción de sinónimos —aquí se da un paralelo con Lüdtke, por hablar éste, como queda dicho, de simplificación. Stefenelli observa una “convergencia entre la escasa necesidad en lo sucesivo de matización y la tendencia general a la economía de la lengua protorrománica”, que se refleja en la renuncia a las diferenciaciones léxicas de las lenguas clásicas. Aduce como ejemplo el protorromance AMARE con el sentido de ‘querer’, que es una selección y una generalización frente a los sinónimos del latín clásico AMARE, ‘querer (con pasión o afecto)’, y DILIGERE, ‘querer (por respeto)’ (Stefenelli 1996: 373). 4. ¿Cómo se presenta la situación en trabajos que no persiguen un propósito panrománico, sino que se ocupan en exclusiva de la evolución del léxico hispánico? Penny, que aborda en su History of the Spanish Language la historia interna y las causas del cambio y que, como hemos dicho, habla de “cases of economy of effort” en lo atañente a determinados desarrollos fonéticos en el español medieval (Penny 1991: 86), no menciona en ningún momento la economía en relación con la historia del léxico. Entwistle (1973: 87) afirma -como ya dijimos- en su exposición sobre el latín hispánico: “el romance peninsular muestra un profundo instinto para la simplificación y la racionalización.” Pero, cuando trata de las peculiaridades en el léxico del iberorromance, evita hablar de simplificación: pone de relieve la “elección entre sinónimos” y el “rico caudal de diminutivos” como dos factores que permiten “que la emotividad del hablante se vierta sobre todo el discurso” (Entwistle 1973: 88). Al hablar de la “emotividad del hablante”, se refiere al menos de manera indirecta al papel del factor de la expresividad en el cambio lingüístico. Pero no aborda el papel de la economía en el pasaje en que se 8 Para Jespersen economía significa ‘simplicidad’, y la simplicidad la equipara a la ‘regularidad’; cf. Stork (2000: 46 s.).

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manifiesta sobre las características generales del latín hispánico. En sus observaciones sobre el vocabulario del español antiguo tampoco habla de simplificación o economía. Rafael Lapesa escribe en su Historia de la lengua española que el léxico del latín vulgar se diferencia del léxico del latín clásico en lo siguiente: “El léxico del latín vulgar olvidó muchos términos del clásico, con lo cual se borraron diferencias de matiz que la lengua culta expresaba con palabras distintas” (a título de ejemplo, indica que la diferencia entre GRANDIS ‘grande [en sentido material]’ y MAGNUS ‘grande [sobre todo en el ámbito moral o espiritual]’ quedó superada por el hecho de que GRANDIS adquirió además el significado de MAGNUS, y MAGNUS no se mantuvo) (Lapesa 1986: 81). Si bien remite a la Historia del léxico románico de Lüdtke, en su exposición, frente al caso de Lüdtke, no se hace ninguna referencia a la economía. En segundo lugar, el latín vulgar se destaca, según Lapesa, del latín clásico en que aquél forma muchas derivaciones. Esta acusada tendencia a la formación de derivaciones la atribuye a la “expresividad afectiva” (Lapesa 1986: 82). La expresividad se menciona, por tanto, como fuerza impulsora del cambio lingüístico. En los capítulos sobre el latín hispánico y sobre el español medieval Lapesa tampoco aborda en ningún pasaje el papel de la economía en el cambio léxico. Lo mismo puede decirse de autores como Díaz y Díaz (1960) o Mariner Bigorra (1960)9. Sin embargo, aunque son excepciones, hay autores que sí hablan de economía o de simplificación en sus obras sobre la historia del léxico hispánico. La primera de ellos, María del Candau de Cevallos, habla de ley del menor esfuerzo al comparar el latín vulgar con el clásico: “Al enfrentar la lengua hablada con la escrita se encuentra que la primera es más afectiva y emotiva que la segunda, predominando en la hablada la ley del menor esfuerzo y la urgencia de expresividad” (Candau de Cevallos 1985: 28 s.). No habla sólo de las repercusiones —ya citadas— que tiene la “ley del menor esfuerzo” en la fonética y la morfología, sino también de las repercusiones en relación con el léxico: “Al sentirse el hablante más libre que el escritor, sin el peso conservador de la tradición, manifiesta una clara tendencia [...] a una selección léxica en constante evolución” (Candau de Cevallos 1985: 28 s.). En el ulterior transcurso de su historia de la lengua, en cambio, ya no vuelve a tratar del papel de la “ley del menor esfuerzo” en la evolución del léxico. 9 Mariner Bigorra (1960: 203) se remite en su enumeración “de los diferentes impulsos a que se deben los cambios de vocabulario en el dominio románico” a Rohlfs 1954.

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Wilhelm Pötters habla con frecuencia de simplificación en el marco de su trabajo sobre la fragmentación del léxico iberorrománico. Observa en la latinidad hispánica que el léxico iberorrománico muestra una tendencia a “la innovación y la ampliación léxica individual” (Pötters 1970: 74), que persiste en época románica. Según él, en la Iberorromania existe una oposición, arraigada ya en época latina, entre el conservadurismo léxico del área iberooccidental y la apertura del léxico patrimonial castellano a innovaciones lingüísticas de la llamada Romania interior (Pötters 1970: 107). Pötters muestra que una ampliación del léxico puede significar frecuentemente también su simplificación. Como ejemplo de ello aduce el hecho de que en español las palabras *connusco y *convusco, que remiten al lat. NOSCUM y VOSCUM, fueran sustituidas por con nosotros y con vosotros, lo que representa una adaptación al empleo de otras preposiciones (por ejemplo, para nosotros) y por lo tanto favorece la transparencia del sistema de signos. Pötters habla de simplificación y no de economía, contrariamente a Fritz. Pero en principio ambos se ocupan del mismo fenómeno: quieren mostrar las ventajas de una renovación del vocabulario por el agotamiento de modelos. Entre los autores que abordan el desarrollo de palabras aisladas del latín vulgar al español antiguo también se encuentran algunos que en el marco de su argumentación recurren a la economía. En su trabajo sobre el lexical loss en el español antiguo, Steven N. Dworkin muestra por medio de diversas parejas de palabras que la comunidad de hablantes, examinando el asunto en una perspectiva amplia, probablemente considera uneconomical que exista una cuasihomonimia entre dos palabras tanto desde un punto de vista formal como de contenido10. La consecuencia es que abandona una de las dos palabras (Dworkin 1993: 278); en el caso de viedro y viejo, por ejemplo, se pierde viedro. 5. Conclusiones: En las investigaciones sobre la evolución del léxico hispánico, el concepto de economía desempeña un papel sumamente secundario. Cuando se abordan aspectos relativos a la economía lingüística, suele ocurrir de un modo tal que se habla de simplificación. Pero en muchos de los trabajos analizados ni siquiera se menciona el concepto de economía en relación con el léxico. Es cierto que los autores hablan de manera bastante gene10

“For the purposes of my research into lexical loss in Old Spanish, I have chosen to define near-homonymy as a situation in which two or more words belong to the same grammatical category, differ from each other by one phoneme (or at most two), and find themselves in some sort of semantic relationship” (Dworkin 1993: 272).

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ral de la economía como de una fuerza central en la evolución lingüística, pero muchos sólo lo ejemplifican —y seguramente no por casualidad— mediante la fonética y la morfología. No sólo los autores que se ocupan especialmente de la historia del léxico hispánico omiten por completo el asunto de la economía. Tampoco quienes han trabajado de manera más general sobre la evolución léxica en la Romania recurren necesariamente a la idea de economía. Según Rohlfs, por ejemplo, “[l]as causas de la pérdida y creación de las palabras se pueden ordenar en categorías establecidas según ciertas fuerzas impulsoras” (Rohlfs 1979: 263). En su clasificación, muy detallada en principio, expone varios puntos que se podrían agregar a la fuerza impulsora de la “expresividad” (por ejemplo, la “sustitución de voces desgastadas por expresiones vigorosas” (Rohlfs 1979: 262), como la sustitución de EDERE por COMEDERE, o la “tendencia a las formaciones afectivas” (Rohlfs 1979: 263), como en el caso de abuelo). Pero no se mencionan fenómenos que podrían sumarse a la fuerza impulsora de la economía o también de la simplificación. Un caso algo distinto representa el trabajo de Coseriu de 1954, El llamado “latín vulgar” y las primeras diferenciaciones romances. Coseriu habla en esa obra de que “los fenómenos que diferencian el vocabulario ‘vulgar’ del vocabulario ‘clásico’ pueden reducirse prácticamente a dos” (Coseriu 1954: 63): la selección (esto es, el latín vulgar escoge una forma entre sinónimos relativos del latín clásico y renuncia a otra) y la innovación (esto es, innovación por derivación, composición y préstamo). Según Coseriu, el fenómeno de la selección se explica por el hecho de que la lengua hablada revela en general “menos matices, menos sutilezas”, por lo que sólo se conservan algunos de los llamados sinónimos, cuyo significado se amplía a expensas de los sinónimos que desaparecen. Por ejemplo iocus, ‘burla’, asume también el significado de ludus, ‘juego’ (Coseriu 1954: 63 s.). Pero en relación con ello no se habla ni de economía ni de simplificación. A esa tendencia a una escasa matización se opone, según Coseriu, la “tendencia constante” de la lengua hablada “hacia una mayor expresividad” (Coseriu 1954: 64). Ello induce a preferir “formas de mayor eficacia expresiva”, tales como el empleo de metáforas. Así pues, Coseriu contrasta la tendencia a una mayor expresividad y la tendencia a una menor matización. Mientras que se refiere explícitamente a la expresividad, Coseriu omite poner de forma explícita en relación la tendencia a la menor diferenciación con una tendencia a la economía aunque el fenómeno de la selección podría atribuirse a la fuerza de la economía. Su exposición muestra grandes paralelos con la de Lapesa.

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Es llamativo que el factor de la expresividad —sin duda central en la evolución del léxico— aparezca en todos los trabajos citados, a diferencia del factor de la economía. En ello hay un malentendido, aunque la expresividad tenga una importancia todavía más fundamental que la economía para el desarrollo de la lengua11. Una razón que explica esta descompensación radica en el hecho de que se pueda mostrar el influjo de la expresividad de forma aproblemática mediante ejemplos particulares del léxico, mientras que la economía es una fuerza impulsora cuyo funcionamiento no se puede determinar fácilmente a partir de palabras aisladas. Frente a la fonética o la morfología, la evolución del léxico como registre illimité es por lo que se ve más difícil de poner en relación con la economía. Se confirma la observación de Gerhard Ernst de que, en relación con el vocabulario, es especialmente difícil hablar de simplificación. La complejidad del factor de la economía consiste, entre otras cosas, precisamente en que tendencias aparentemente opuestas pueden ser económicas. Los trabajos sobre la historia del léxico hispánico que recurren al factor de la economía —si bien no en todos los casos y por lo general sólo de pasada— son los dedicados a las épocas del latín vulgar y del protorromance. Seguramente ello no es casual, sobre todo si se piensa que en trabajos en los que se trata de las peculiaridades del léxico de la lengua hablada en la Romania (con independencia de qué época) se acentúa generalmente la importante función de la economía. Ello no se refiere en absoluto únicamente a los trabajos aparecidos en los últimos de 10 a 15 años, tales como los de Koch 1986 o Koch/Oesterreicher 1990, sino también a aquellos que fueron publicados hace varios decenios, como por ejemplo el estudio de Beinhauer sobre el español coloquial, del año 1930. Según Beinhauer (1985: 401), por ejemplo el empleo frecuente de ciertos “verba omnibus” como conocer, saber, poner se basa en la “ley de economía o comodidad”. En un trabajo sobre el francés hablado, Koch distingue entre una “tendencia sintagmática al ahorro en la semántica, en forma de una menor variación, esto es, de una preferible repetición de lexemas en el discurso”, y una “tendencia paradigmática al ahorro en la semántica [cursiva en el orig., Y. St.]”. Si se interpreta la economía semántica en sentido paradigmático como el empleo —apo11

Cf. Stefenelli 1992b: 58: ”La tendencia espontánea a la expresividad [negrilla en el orig., Y. St.] se revela, a mi modo de ver, como un factor influyente —por lo visto muy frecuentemente efectivo y en general probablemente dominante— en la dinámica evolutiva del léxico patrimonial del vocabulario latino.” Cf. también Koch (1986: 138 s.).

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yado por el contexto— de lexías con una extensión muy grande y una intensión muy pequeña, según Koch lexías como faire, type, chose, machin, truc son efectivamente “ahorrativas” (Koch 1986: 135). Stefenelli indica que la importancia de cada una de las fuerzas impulsoras particulares puede variar completamente de unas épocas a otras y de una región a otra. Se podría añadir que no sólo varían en el tiempo, sino también dependiendo de si se trata de la lengua escrita o de la hablada. Pero, aun tomando en cuenta este hecho, sigue siendo una razón insuficiente para que la economía, si se trata de épocas de las que existen documentos escritos, salga por completo del campo de atención de muchas investigaciones sobre la historia del léxico hispánico. Para las investigaciones de historia de la lengua que presentan la sucesión del latín vulgar, del protorromance y del español medieval, es más que problemático el que determinados factores de influencia —en concreto, el papel de la economía— se toquen tangencialmente al menos en el caso del latín vulgar y en cambio queden desatendidos en el caso de épocas más tardías. El principio de la economía y el de la expresividad, el cual en general —aunque no siempre— es responsable de una más trabajosa formulación lingüística, constituyen, también en relación con el léxico, el “pilar angular” (Blank 1997: 362) de importantes teorías del cambio lingüístico; mencionemos, por ejemplo, los planteamientos de Lüdtke (1980, 1986) y Keller (1994). ¡Pero uno de esos “pilares angulares”, la economía, recibe, en trabajos sobre la evolución del léxico, sobre todo en épocas de las que existen documentos escritos, frecuentemente un tratamiento de cenicienta, en comparación con la expresividad! Así, en la representación de la relación de fuerzas en la evolución del léxico surge inevitablemente cierto enfoque erróneo.

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1. OBSERVACIONES PRELIMINARES Al principio de nuestra contribución a la sección “Historia del léxico español” hace falta proporcionar unas aclaraciones terminológicas. Aunque, en la lingüística románica, por “fenómenos de convergencia lingüística” se entiende, a veces, “conservaciones comunes a las lenguas romances”, nosotros nos proponemos aquí llamar la atención sobre otros dos tipos de origen de la convergencia lingüística, apoyándonos en parte en Stefenelli (1996: 368). Las convergencias léxicas se manifiestan, por un lado, bajo la forma de innovaciones paralelas en los dominios de la formación de palabras y de los cambios semánticos y, por otro lado, bajo la forma de préstamos. Los préstamos paralelos o comunes, tema que, con atención especial al léxico del español y al de algunas otras lenguas europeas, trataremos a continuación, se deben a los distintos adstratos culturales comunes a estas lenguas. Estos adstratos culturales, los constituyen, por un lado, por transmisión culta, las lenguas clásicas (el latín y el griego antiguo) y, por otro lado, ciertas lenguas europeas modernas (sobre todo el francés y el inglés). Y son muy numerosas las convergencias paralelas en las grandes lenguas de cultura del mundo occidental, las que también se pueden encontrar en los préstamos que constituyen una parte importante del léxico español. Sabemos muy bien que los préstamos representan un fenómeno lingüístico muy complejo; aquí nos limitamos a los lexemas préstamos, dejando de lado los distintos tipos de calcos. Muy a menudo las convergencias léxicas bajo forma de préstamos (los llamados “préstamos intrarromáicos o interrománicos”) exceden el marco románico y llegan a escala europea y más allá —estos “préstamos transrománicos” (Ernst 1995) tienen a veces el estatus de “europeísmos” o hasta el de “internacionalismos”. No estamos en condiciones de evaluar en qué medida las lenguas eslavas acogen este tipo de préstamos léxicos.

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No es siempre fácil la clasificación etimológica exacta de tales préstamos léxicos dado que un determinado préstamo puede haber sido creado, por ejemplo, en la lengua francesa como helenismo y, posteriormente, haber sido trasferido al léxico español. Es verdad que también en la lengua española dicho préstamo, por su forma material, se identifica fácilmente como helenismo, pero, en realidad, para el español, es un galicismo en el sentido de la “etimologia prossima” (o “etimología inmediata” según Pratt 1980) y sólo desde el punto de vista de la “etimologia remota” se trata de un helenismo. Pasando de una lengua a otra, dicho helenismo del francés se convierte en un galicismo del español. Este es el caso, por ejemplo, de la palabra francesa hygiène y de su equivalente español higiene.

2. EL APORTE DE LOS ADSTRATOS CULTURALES DE ORIGEN CLÁSICO 2.1. Los eurolatinismos En lo que se refiere a la formación de términos técnicos mediante el confijo euro- como eurolatinismo, eurohelenismo, eurogalicismo etc., términos que utilizamos en este trabajo, aprovechamos un modelo propuesto por Munske/ Kirkness (1996) y el de la euromorfología, término lanzado por Christian Schmitt (1996) para denominar una subdisciplina lingüística nueva cuyo objeto de estudio son los elementos de formación de palabras de origen grecolatino comunes a las lenguas románicas y germánicas. No existe duda alguna de que el adstrato cultural más importante no sólo para las lenguas románicas, sino también para las germánicas es la lengua latina. En palabras del recién desaparecido Rafael Lapesa (91985: 107): “La civilización occidental ha heredado el latín en dos formas distintas: como lengua hablada, madre de los idiomas románicos, y como vehículo universal y permanente de cultura.” Este segundo aspecto destacado por Lapesa es el que concierne al adstrato cultural con referencia a las familias de lenguas arriba mencionadas. Es un hecho bien conocido que los latinismos no constituyen un fenómeno lingüístico moderno o reciente en la historia de las lenguas románicas. Ya desde los primeros textos en romance aparecen tales cultismos; los latinismos representan un factor permanente, pero, según las épocas, de importancia no siempre igual, en la tradición de los textos del mundo occidental hasta la actualidad. Concluimos con otra cita de Lapesa (91985: 110):

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En los tiempos moderos el latín y el griego siguen siendo cantera inagotable de neologismos. [...] los cultismos revelan la perenne tradición del espíritu latino en la civilización europea. Su menor interés fonético se compensa crecidamente con el histórico-social: son índice de las apetencias, inquietudes, orientaciones ideológicas y conquistas científicas de los momentos culturales en que penetraron.

Tampoco hay que olvidar el enorme inventario de afijos (prefijos, sufijos, confijos) de origen grecolatino disponible para la formación de nuevas palabras en las lenguas europeas modernas, tema que —como dijimos antes— no trataremos en este trabajo. En lo que sigue seleccionaremos una serie de latinismos1 que se encuentran en textos españoles de la época entre 1140 y 1252 ya estudiados por Bustos Tovar en 1974 (para nuestra perspectiva, no hace falta tomar en cuenta los hallazgos cronológicos ni del DCECH de Corominas/Pascual, ni de los fascículos ya publicados del DEM de Bodo Müller). Presentaremos los latinismos españoles, en grafía moderna, clasificados tentativamente por “grandes campos semánticos” (según propuestos por Bustos Tovar 1974: 112-114) en los que se inscriben. Después de haber citado los ejemplos españoles, les agregamos los latinismos o semicultismos correspondientes del francés, del italiano, y, si existen, del inglés y del alemán. Parcialmente añadimos la feha de la primera atestación2 —aunque somos plenamente concientes de la problemática de este tipo de cronología. 1° “Términos eclesiásticos y religiosos” y 2° “conceptos teológicofilosóficos” (los grupos 1 y 2 son difíciles de diferenciar, por lo tanto los juntamos): cántico, francés cantique (hacia 1130), italiano cantico (antes de 1342), inglés -, alemán criatura, fr. créature (h. 1050), it. creatura (antes de 1294), ingl. creature, al. Kreatur crucificar, fr. crucifier (1119 según PR), it. crocifiggere (antes de 1321), ingl. to crucify, al. (kreuzigen) devoto, fr. dévot (finales s. XII), it. devoto (s. XIII), ingl. devote, al. devot edificación, fr. édification (en el sentido moral, h. 1200), it. edificazione (1306), ingl. edification, al. (Erbauung) 1

Cf. también el estudio de Alvar/Mariner (1967). Esta información se debe a los diccionarios etimológicos o históricos de Corominas/Pascual, Rey, Cortelazzo/Zolli y Pfister; véase la bibliografía al final de la obra. 2

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ermita, fr. ermite (h. 1120), it. eremita (h. 1304), ingl. hermit/eremite, al. Eremit opinión, fr. opinion (h. 1200), it. opinione (antes de 1250), ingl. opinion, al. pacto, fr. pacte (h. 1350), it. patto (finales s. XIII), ingl. pact, al. Pakt recitar, fr. réciter (h. 1155), it. recitare (antes de 1556), ingl. to recite, al. rezitieren sacramento, fr. sacrement (h. 980), it. sacramento (antes de 1292), ingl. sacrament, al. Sakrament significar, fr. signifier (h. 1190, formas más populares ya desde 1080), it. significare (antes de 1292), ingl. to signify, al. (signifizieren). 3° “Moral”: mérito, fr. mérite (h. 1118), it. merito (1303-1306), ingl. merit, al. Meriten (plural) pacífico, fr. pacifique (1462), it. pacifico (antes de 1292), ingl. pacific, al. (pazifistisch) penitencia, fr. pénitence (1050), it. penitenza (finales s. XIII), ingl. penitence, al. repentir(se) (forma moderna: arrepentirse), fr. se repentir (1080), it. pentirsi (antes de 1250), ingl. to repent, al. 4° “Voces jurídicas”: acusación, fr. accusation (antes de 1275), it. accusa (h. 1280), ingl. accusation, al. auditor, fr. auditeur (1230), it. auditore (antes de 1292)/uditore (voz más corriente, h. 1274), ingl. auditor, al. (Auditor) auténtico, fr. authentique (1211), it. autentico (1348), ingl. authentic, al. authentisch certificar, fr. certifier (1172-1174), it. certificare (1303-1306), ingl. to certify, al. zertifizieren cláusula, fr. clausule (1323), it. clausola (1523-1524/1396), ingl. clause, al. Klausel notario, fr. notaire (1170), it. notaio (1262) (notaro), ingl. notary, al. Notar petición, fr. pétition (h. 1120), it. petizione (antes de 1294), ingl. petition, al. Petition príncipe, fr. prince (h. 1120), it. principe (antes de 1321), ingl. prince, al. Prinz (con significado parcialmente diferente)

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publicar, fr. publier (1175), it. pubblicare (1558/1305-1306), ingl. to publish, al. publizieren secretario, fr. secrétaire (1265/h. 1350), it. segretario (antes de 1533), ingl. secretary, al. Sekretär territorio, fr. territoire (1278), it. territorio (s. XIV), ingl. territory, al. Territorium tributo, fr. tribut (antes de 1350/1463), it. tributo (1348-1353), ingl. tribute, al. Tribut. 5° “Cultismos escolares y científicos”: alfabeto, fr. alphabet (h. 1140), it. alfabeto (antes de 1348), ingl. alphabet, al. Alphabet curso, fr. cours (1080), it. corso (antes de 1257), ingl. course, al. Kurs dictar, fr. dicter (antes de 1483), it. dettare (antes de 1292), ingl. to dictate, al. diktieren disputar, fr. disputer (h. 1170), it. disputare (1304-1308), ingl. to dispute, al. disputieren doctor, fr. docteur (h. 1150/1350), it. dottore (antes de 1292), ingl. doctor, al. Doktor doctrina, fr. doctrine (h. 1165), it. dottrina (antes de 1250), ingl. doctrine, al. Doktrin interpretar, fr. interpréter (1155 según PR), it. interpretare (antes de 1294), ingl. to interpret, al. interpretieren lección, fr. leçon (h. 1135), it. lezione (antes de 1563), ingl. lesson, al. Lektion materia, fr. matière (h. 1125), it. materia (s. XII/XIII), ingl. matter, al. Materie metal, fr. métal (h. 1140), it. metallo (antes de 1257), ingl. metal, al. Metall multiplicar, fr. multiplier (principios s. XII), it. moltiplicare (s. XIII), ingl. to multiply, al. multiplizieren planta, fr. plante (1532), it. pianta (antes de 1320), ingl. plant, al. Pflanze. Es interesante notar que varios equivalentes del inglés no son latinismos auténticos del inglés, sino latinismos del francés antiguo que han pasado al inglés; por lo tanto, son, en realidad, galicismos, cf., por ej., ingl. creature, opinion, accusation (según el OED) y muchos otros. No hay que olvidar el fenómeno de los dobletes, que es una consecuencia de la introducción de los latinismos en el léxico de las lenguas románicas. Los dobletes son pares de palabras que tienen el mismo étimo, que coexisten en la misma sincronía y, por lo tanto, se diferencian semánticamente,

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pero una de ellas está caracterizada por evolución popular y la otra por evolución culta, cf. fr. chose/cause, esp. cosa/causa. Es un hecho conocido que, por razones de evoluciones fonéticas muy desiguales, la diferenciación entre formas cultas y formas populares es más fácil en el francés y en el español que en el italiano.

2.2. Los eurohelenismos En el siglo XIII aparece un número considerable de “helenismos”3 en los textos del Mester de Clerecía (según Bustos Tovar 1974: 64-66); hay que precisar que estos “helenismos” no han penetrado en el español por vía directa, sino a través del latín. Por lo tanto no se trata de helenismos en el sentido estricto del término, sino, en realidad, de latinismos. Aunque los “helenismos” citados como tales por Bustos Tovar no corresponden a nuestra definición, comentaremos a continuación una serie de ejemplos, dado que son reconocidos por evidencia prima facie como helenismos por cualquier persona instruida que sabe algo de griego y son sólo los historiadores de la lengua los que saben aplicar susodicha diferenciación. Además, los ejemplos escogidos son en su mayoría europeísmos: ángel, fr. ange (s. XIII, angele: h. 980), it. angelo (h. 1200), ingl. angel, al. Engel apóstol, fr. apôtre (h. 1130, apostle: 1080), it. apostolo (1294), ingl. apostle, al. Apostel bautismo, fr. baptême (h. 1155, batesma 1050), it. battesimo (1292, variantes ya antes de 1089), ingl. baptism, al. católico, fr. catholique (princ. s. XIV), it. cattolico (1304-1308), ingl. catholic, al. katholisch crónica, fr. chronique (princ. s. XIII, bajo la forma actual 1536), it. cronaca (1539/s. XIII), ingl. chronicle, al. Chronik diácono, fr. diacre (1561, variantes h. 1170), it. diacono, ingl. deacon, al. Diakon epístola, fr. épître (1174-1176), it. epistola, ingl. epistle, al. Epistel

3 En cuanto a los helenismos del español, cf. Fernández Galiano (1967); para una perspectiva más amplia, véase Dietrich (1998).

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física, fr. physique (1487), it. fisica, ingl. physics, al. Physik gramática, fr. grammaire (1121-34), it. grammatica, ingl. grammar, al. Grammatik idiota, fr. idiot (finales s. XII), it. idiota, ingl. idiot, al. Idiot profeta, fr. prophète (h. 980), it. profeta, ingl. prophet, al. Prophet retórica, fr. rhétorique (h. 1130), it. retorica, ingl. rhetoric, al. Rhetorik. De los “helenismos” en el sentido de la “etimologia remota” —de los que acabamos de dar una muestra- hay que diferenciar los verdaderos helenismos, los que constituyen préstamos directos del griego antiguo. Los helenismos auténticos en el sentido de la “etimologia prossima” surgen a partir de la época del Humanismo y del Renacimiento, época en la que empezó a revivir en Europa occidental el conocimiento directo de la lengua griega antigua. Presentamos aquí una selección de helenismos de la lengua española —con los lexemas correspondientes en otras lenguas europeas— que representan, según la autoridad de Corominas/Pascual (1980-1991), préstamos directos del griego antiguo (el caso de panorama y de semáforo es algo diferente): análisis (1634), fr. analyse (princ. s. XVII), it. analisi, ingl. analysis, al. Analyse anarquía (1612), fr. anarchie (h. 1372), it. anarchia, ingl. anarchy, al. Anarchie catástrofe (1577 ‘desenlace dramático’, antes de 1677 ‘ruina, trastorno’), fr. catastrophe (1552), it. catastrofe, ingl. catastrophe, al. Katastrophe dialecto (1604), fr. dialecte (1550), it. dialetto, ingl. dialect, al. Dialekt episodio (1615), fr. épisode (1637, episodie s. XV), it. episodio, ingl. episode, al. Episode fase (1708), fr. phase (1544), it. fase, ingl. phase, al. Phase panorama (compuesto culto 1884), fr. panorama (1799), it. panorama, ingl. panorama, al. Panorama periferia (1709), fr. périphérie (1544, perifere fin. s. XIII), it. periferia, ingl. periphery, al. Peripherie semáforo (compuesto culto 1884), fr. sémaphore (1812), it. semaforo, ingl. semaphore, al. Semaphor sinfonía (1726-1739), fr. symphonie (con el significado moderno s. XVIII), it. sinfonia, ingl. symphony, al. Symphonie/Sinfonie.

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3. EL APORTE DE LOS ADSTRATOS CULTURALES DE ORIGEN MODERNO Entre las lenguas modernas que más influyeron sobre las lenguas románicas y germánicas se destacan esencialmente el francés y el inglés. Mientras que el francés tuvo un influjo muy fuerte sobre varios idiomas europeos ya en la Edad Media, por ejemplo a partir del s. XI en el caso de la futura lengua española, y otra vez en la época moderna, sobre todo desde finales del s. XVII hasta el s. XIX, el influjo del inglés era casi inexistente en la Edad Media; éste se hizo notable sólo mucho más tarde, principalmente desde el s. XVIII, aumentó considerablemente en el s. XIX y, por el ascenso de los Estados Unidos de América, sobre todo en la segunda mitad del s. XX hasta hoy. A continuación presentaremos una selección de préstamos léxicos que se deben al francés y al inglés.

3.1. Los eurogalicismos Ofrecemos aquí una muestra de galicismos del español (según Pottier 1967: 132-141) ordenados cronológicamente, pero estos galicismos no son exclusivos del español, sino que se encuentran también en otros idiomas románicos y germánicos. Por lo tanto los calificamos de eurogalicismos. De la Edad Media hasta el siglo XIV: dama, it. dama, ingl. dame, al. Dame duque, it. duca, ingl. duke, al. paje, it. paggio, ingl. page, al. Page galope/galopo, it. galoppo, ingl. gallop, al. Galopp chimenea, it. (camino), ingl. chimney, al. (Kamin) Siglo XV: galán, it. galante, ingl. gallant, al. Galan gala, it. gala, ingl. gala, al. Gala gaje, it. gaggio (anticuado), ingl. -, al. Gage Siglos XVI-XVII: barricada, it. barricata, ingl. barricade, al. Barrikade contralor, it. controllore, ingl. controller, al. Kontrolleur banquete, it. banchetto, ingl. banquet, al. Bankett

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parque, it. parco, ingl. park, al. Park moda, it. moda, ingl. mode, al. Mode etiqueta, it. etichetta, ingl. etiquette, al. Etikett(e) servilleta, it. salvietta, ingl. serviette, al. Serviette paquete, it. pacchetto, ingl. packet, al. Paket crema, it. crema, ingl. cream, al. Creme Siglo XVIII: jefe, it. chef (‘capocuoco’), ingl. chief, al. Chef comandar, it. comandare, ingl. to command, al. kommandieren desertar, it. disertare, ingl. to desert, al. desertieren canapé, it. canapè, ingl. canapé, al. Kanapee laqué, it. lacchè, ingl. lackey/lacquey, al. Lakai muselina, it. mussolina, ingl. muslin, al. Musselin guillotina, it. ghigliottina, ingl. guillotine, al. Guillotine silueta, it. siluetta/siloetta/silhouette, ingl. silhouette, al. Silhouette garante, it. garante, ingl. guarantor, al. Garant Siglos XIX y XX: chal, it. scialle, ingl. shawl, al. Schal hotel, it. hotel, ingl. hotel, al. Hotel bidé, it. bidè, ingl. bidet, al. Bidet chalet, it. chalet, ingl. chalet, al. Chalet restaurán/restaurante, it. ristorante, ingl. restaurant, al. Restaurant consomé, it. consommé, ingl. consommé, al. Konsommee/Consommé croqueta, it. crocchetta, ingl. croquette, al. Krokette champán/champaña, it. champagne/sciampagna, ingl. champagne, al. Champagner patriota, it. patriota, ingl. patriot, al. Patriot burocracia, it. burocrazia, ingl. bureaucracy, al. Bürokratie comité, it. comitato, ingl. committee, al. Komitee quiosco, it. chiosco, ingl. kiosk, al. Kiosk finanzas, it. finanze, ingl. finances, al. Finanzen rutina, it. routine, ingl. routine, al. Routine amateur, it. amateur, ingl. amateur, al. Amateur ducha, it. doccia, ingl. douche, al. Dusche turista, it. turista, ingl. tourist, al. Tourist garaje, it. garage, ingl. garage, al. Garage

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bicicleta, it. bicicletta, ingl. bicycle, al. film/filme, it. film, ingl. film, al. Film matiné, it. matinée, ingl. matinée, al. Matinee ruleta, it. roulette, ingl. roulette, al. Roulett(e) chasis, it. châssis, ingl. chassis, al. Chassis clisé, it. cliché, ingl. cliché, al. Klischee altruismo, it. altruismo, ingl. altruism, al. Altruismus pasteurizar, it. pasteurizzare/pastorizzare, ingl. to pasteurize, al. pasteurisieren. 3.2. Los euroanglicismos y euroangloamericanismos En lo que concierne a los préstamos del siglo XX, es sumamente difícil y muy a menudo imposible aplicar la distinción entre anglicismo y angloamericanismo. Por lo tanto no hacemos esta diferenciación, siguiendo en esto a Höfler (1982: VI), autor de un dictionnaire des anglicismes del francés: Dans beaucoup de cas, l’influence britannique et l’influence américaine se conjuguent et se confondent; nous avons donc dû, dans ce dictionnaire, renoncer à faire la distinction entre les anglicismes stricto sensu et les américanismes. Nous nous servirons du mot anglais comme d’un terme général, qui inclut la langue anglaise parlée aux Etats-Unis.

La siguiente selección de anglicismos o angloamericanismos del español se restringe a las letras A y B (nuestras fuentes son: Lorenzo 1996 y Rodríguez Gonzáez/Lillo Buades 1997 —si existen diferentes variantes gráficas de los préstamos, nos limitamos aquí a dar una sola). Añadimos los préstamos correspondientes en el francés, en el italiano y en el alemán y, por lo tanto, hablamos de euroanglicismos o euroangloamericanismos. ace, fr. ace, it. ace, al. Ass aerobic, fr. aérobic, it. aerobica, al. Aerobic after-shave, fr. after-shave (término recomendado: après-rasage), it. aftershave, al. Aftershave airbag, fr. airbag (término recomendado: coussin gonflable), it. airbag, al. Airbag aquaplaning, fr. aquaplaning (término recomendado: aquaplanage), it. a(c)quaplaning, al. Aquaplaning

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baby-sitter, fr. baby-sitter, it. baby-sitter, al. Babysitter badminton, fr. badminton, it. badminton, al. Badminton baffle, fr. baffle, it. - , al. banjo, fr. banjo, it. banjo, al. Banjo bar, fr. bar, it. bar, al. Bar beat, fr. beat, it. beat, al. Beat be-bop, fr. be-bop, it. be-bop, al. Bebop behaviorismo, fr. behaviorisme, it. behaviorismo, al. Behaviorismus bermudas, fr. bermuda, it. bermuda, al. Bermudashorts best seller, fr. best-seller, it. best seller, al. Bestseller big bang, fr. big-bang, it. big bang, al. Big Bang bingo, fr. bingo, it. bingo, al. Bingo blazer, fr. blazer, it. blazer, al. Blazer blue jeans, fr. blue-jean, it. blue-jeans, al. Bluejeans blues, fr. blues, it. blues, al. Blues bluff, fr. bluff, it. bluff, al. Bluff body building, fr. bodybuilding, it. body building, al. Bodybuilding boicot, fr. boycott, it. boicottaggio, al. Boykott boom, fr. boom, it. boom, al. Boom boomerang, fr. boomerang, it. boomerang/bumerang, al. Bumerang boss, fr. boss, it. boss, al. Boss bowling, fr. bowling, it. bowling, al. Bowling brainstorming, fr. brainstorming (término recomendado: remue-méninges), it. brain-storming, al. Brainstorming break-dance, fr. breakdance, it. breakdance, al. Breakdance bridge (juego de naipes), fr. bridge, it. bridge, al. Bridge briefing, fr. briefing (término recomendado: le bref), it. briefing, al. Briefing broker, fr. broker (término recomendado: courtier), it. broker, al. Broker brunch, fr. brunch, it. brunch, al. Brunch building, fr. building, it. - , al. bulldozer, fr. bulldozer (término recomendado: bouteur), it. bulldozer, al. Bulldozer bungalow, fr. bungalow, it. bungalow, al. Bungalow bungy (jumping)/bungee (jumping), fr. le saut à l’élastique, it. bungee(-jumping), al. Bungeejumping.

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4. CONSIDERACIONES FINALES Hemos visto que las lenguas románicas y germánicas aquí tomadas en consideración tienen numerosos lexemas no sólo de origen común, sino también de significante casi idéntico, lexemas que cubren amplias zonas del léxico de dichas lenguas. Los ejemplos que escogimos intentan mostrar no sólo la considerable cantidad, sino también la gran variedad de los dominios designados por los lexemas en cuestión. En este sentido se puede, con toda razón, hablar de convergencias léxicas a escala europea o hasta occidental. Lo que no hemos hecho y que hubiera revelado una convergencia léxica aún mayor es un análisis del voabulario técnico moderno, en el que se puede averiguar una contribución muy importante de las lenguas clásicas (cultismos de origen latino o griego) y del inglés. Nos limitamos, para terminar, a dar unos pocos ejemplos, unos angloamericanismos, sacados del sector de la informática, que se encuentran no sólo en español, sino también en los idiomas considerados y más allá: módem, on-line (existe también en-línea), off-line (existe también fuera de línea), internet, web, World Wide Web (WWW), emoticón, smiley, surfear, chatear, sin hablar de los calcos como autopista de la información en vez de information highway, ret(d)iqueta en vez de netiquette (esp. netiqueta existe también). Uno de mis antiguos profesores, Mario Wandruszka (1990: 8), denominó “tesoro léxico paneuropeo” lo que nosotros llamamos en el presente trabajo “convergencias léxicas europeas”. Sin embargo, en este tesoro, advirtió Don Mario, no faltan los ‘falsos amigos’. Pero éste es otro tema4.

4 Agradecemos a la Dra. Olga Mori (Universidad de Münster) la amabilidad de haber revisado estilísticamente la versión escrita de nuestra comunicación.

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BIBLIOGRAFÍA Alvar, Manuel/Mariner, Sebastián (1967): “Latinismos”. En: ELH II: 3-49. Braun, Peter/Schaeder, Burkhard/Volmert, Johannes (eds.) (1990): Internationalismen. Studien zur interlingualen Lexikologie und Lexikographie. Tübingen: Niemeyer. Bustos Tovar, José Jesús de (1974): Contribución al estudio del cultismo léxico medieval. Madrid: Real Academia Española. Dietrich, Wolf (1998): “Griechisch und Romanisch”. En: LRL VII: 121-134. Ernst, Gerhard (1995): “Konvergenz in Wortbildung und Semantik romanischer Sprachen am Beispiel der Nomina qualitatis”. En: Dahmen, Wolfgang, et al. (eds.): Konvergenz und Divergenz in den romanischen Sprachen. Romanistisches Kolloquium VIII. Tübingen: Narr: 65-84. Fernández Galiano, Manuel (1967): “Helenismos”. En: ELH II: 51-77. Geckeler, Horst (en prensa): “Konvergenz- und Divergenzphänomene in der Romania: Lexikon und Semantik”. Lorenzo, Emilio (1996): Anglicismos hispánicos. Madrid: Gredos. Munske, Horst Haider/Kirkness, Alan (eds.) (1996): Eurolatein. Das griechische und lateinische Erbe in den europäischen Sprachen. Tübingen: Niemeyer. Pottier, Bernard (1967): “Galicismos”. En: ELH II: 127-151. Pratt, Chris (1980): El anglicismo en el español peninsular contemporáneo. Madrid: Gredos. Schmitt, Christian (1996): “Euromorphologie: Perspektiven einer neuen romanistischen Teildisziplin”. En: Dahmen, Wolfgang, et al. (eds.): Die Bedeutung der romanischen Sprachen im Europa der Zukunft. Romanistisches Kolloquium IX. Tübingen: Narr: 119-146. Stefenelli, Arnulf (1996): “Gemeinromanische Tendenzen VIII. Lexikon und Semantik”. En: LRL II,1: 368-386. Wandruszka, Mario (1990): Die europäische Sprachengemeinschaft: Deutsch Französisch - Englisch - Italienisch - Spanisch im Vergleich. Tübingen: Francke.

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PRIMERA APROXIMACIÓN AL TRATAMIENTO LEXICOGRÁFICO DE LOS GALICISMOS DEL ESPAÑOL

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0. PROBLEMÁTICA En el primer capítulo de su famoso Manual de gramática histórica española, el gran maestro Menéndez Pidal escribía que “falta un estudio histórico de conjunto acerca de los galicismos” (Menéndez Pidal 61940: 25). Desgraciadamente, esta observación sigue siendo válida en el día de hoy: todavía no podemos contar con una obra de conjunto, científica, fiable y al día, de los galicismos del español; además, las informaciones que podemos encontrar en las principales obras lexicográficas de referencia suelen ser incompletas, incoherentes, o francamente falsas. Quisiéramos presentar aquí el marco en el cual hay que enfocar el problema de los galicismos del español (ap. 1) y las obras de referencia que nos proporcionan informaciones sobre el tema, etapa esencial para la elaboración de una primera nomenclatura de galicismos (ap. 2); ilustraremos a continuación la problemática a partir del caso particular de la historia de los galicismos del español americano (ap. 3)1. Este proyecto debería llevarnos a la realización de un diccionario histórico, crítico y filológico de los galicismos del español, considerados en su extensión diacrónica, diatópica y diastrática2.

1

Thibault: apartados 1 y 2; Gleßgen: apartado 3; el apartado 4, así como la concepción general del artículo, es un trabajo de conjunto. 2 El director del proyecto de Diccionario de galicismos es André Thibault; MartinDietrich Gleßgen interviene en la preparación del diccionario sólo de manera puntual y esencialmente en la parte que toca a América.

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1. DELIMITACIÓN DEL OBJETO Antes de presentar la bibliografía, hay que delimitar el objeto de nuestro estudio, precisando lo que entendemos exactamente con la denominación de “galicismo”.

1.1. “Galicismo” como término descriptivo y no prescriptivo Cabe precisar que utilizamos galicismo como término descriptivo y no prescriptivo. Sin embargo, incluimos el estudio del discurso metalingüístico (muy a menudo purista) en nuestro análisis léxico y filológico, pero desde un punto de vista sociolingüístico.

1.2. Préstamos sí, “xénismes” no No es siempre fácil distinguir, en el estudio de las primeras documentaciones, entre préstamos integrados y extranjerismos anecdóticos. Por ejemplo, no habrá que ver necesariamente en el pasaje siguiente un galicismo del español: “Otros le llaman l’enfant terrible, por la revolución y la desconfianza que creó” (hablando de Daniel Cohn-Bendit, Vogue, enero de 1999, p. 117). Estos “otros” a los que se alude son, con toda probabilidad, francófonos. Ahora bien, el Diccionario del español actual de Manuel Seco (cf. 2.2.) nos proporciona tres ejemplos de enfant terrible en la prensa española contemporánea: dos se refieren a franceses, pero uno designa al jefe del Gobierno griego. Esto significa que la lexía puede utilizarse para designar realidades que se encuentran fuera del ámbito francés; el grado de integración es mayor de lo que se esperaba. Este ejemplo demuestra que en una primera etapa, hay que recoger todos los casos encon, y eliminar en el momento de la redacción los préstamos ocasionales.

1.3. Los galicismos de los hispanohablantes y los de los francófonos También conviene dejar a un lado los galicismos propios de francófonos (como los del haitiano Toussaint l’Ouverture, estudiados en Granda 1991), o los de hijos de inmigrantes españoles en Francia (cf. Quilis et al. 1981).

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1.4. El problema de la delimitación entre galicismos, catalanismos y occitanismos tempranos Otro problema mucho más arduo es el de la distinción entre galicismos, catalanismos y occitanismos tempranos. Excluir estos últimos sólo es posible mediante la consulta exhaustiva de todos los recursos lexicográficos y monográficos disponibles.

1.5. El problema de los derivados (semánticos y formales) Uno de los criterios más importantes de integración de un préstamo en la lengua es su productividad formal y semántica. Por la importancia de los fenómenos de convergencia morfoléxica entre las lenguas romances, los neologismos creados a partir de galicismos coinciden frecuentemente con palabras semejantes del francés. Por ejemplo, duchar, que aparece por primera vez en 1925, podría ser un derivado de ducha (éste del fr. douche, de origen italiano), pero también un préstamo directo del fr. doucher, documentado éste desde 1642. El DCECH 2: 525b presenta duchar como “DERIV.”, sin fecha ni comentario; habría que evocar, por lo menos, la posibilidad de un préstamo. Otro ejemplo, entre mil: bacinete n. m. es presentado como “Del fr.” en el DRAE 2001, pero como “der. de bacín” en DCECH; en ambos casos, sin justificaciones. No hay que olvidar los gentilicios y los “deantropónimos” (derivados de antropónimos), que plantean el mismo tipo de problemas. Sólo cuando dispongamos de una base documental importante será posible formular hipótesis convincentes en este tipo de casos. Cuando el derivado correspondiente no existe —ni nunca existió— en francés, no puede tratarse de un galicismo. Sin embargo, un diccionario de galicismos debería mencionar su existencia, por ser un testimonio revelador de la vitalidad de la palabra de base.

1.6. Etimología remota y etimología próxima Los diccionarios de anglicismos del español (v. 2.4.1.2.) suelen incluir en su nomenclatura palabras inglesas que pasaron al castellano a través del francés, como slip o smoking, a pesar de las evoluciones formales y semánticas que sufrieron. Estrictamente hablando, estas palabras no son anglicismos,

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sino galicismos; no habría que incluirlas en un diccionario de préstamos del inglés3. Al revés, palabras inglesas de remoto origen francés (como challenge) que pasaron ulteriormente al español no son galicismos, sino anglicismos, que no han de pertenecer a la nomenclatura de nuestro diccionario.

1.7. El problema de los internacionalismos ¿Cuál debe de ser la actitud del lexicólogo ante palabras de difusión internacional? En tales casos, la cronología de las primeras documentaciones disponibles para cada lengua representa una información imprescindible, tanto como el conocimiento del entorno cultural o científico relacionado con el neologismo. Consideremos el ejemplo de la palabra aromaterapia, tal como se presenta en este pasaje: “[título] Aromaterapia / Los aceites esenciales relajantes del Taller de Alquimia (3.710 pta./17 ml.) se pueden aplicar en inhalaciones, en hidroterapia o sauna y equilibran la polaridad entre el yin y el yang. Los aceites esenciales de la firma francesa Decleor se adaptan a los tratamientos faciales de los más exquisitos salones de belleza” (El País semanal, 21 de febrero de 1999, p. 78). En castellano, esta palabra no parece ser anterior a 1993 (véase Alvar Ezquerra 1994; LarNeol 1998). En inglés, aromatherapy se encuentra fácilmente hoy en día, pero sólo se documenta desde 1984 (Ryman 1984). Ahora bien, en francés, la palabra está incorporada en la lexicografía desde 1960 (véase FEW 25: 292b, AROMA 2 b), y la Encyclopædia Universalis nos permite mejorar esta primera datación: “En 1926, l’ingénieur chimiste R. M. Gatefossé publie Les Antiseptiques essentiels puis, en 1928, un livre intitulé Aromathérapie (éd. Girardot), attirant l’attention sur les pouvoirs insoupçonnés des essences aromatiques” (s.v. aromathérapie). Los datos cronológicos se ven confirmados por el contexto, que habla de una firma de productos de belleza ubicada en Francia, que exporta a España. En este caso particular, la combinación de los indicios cronológicos y contextuales da más peso a la argumentación; desgraciadamente, la situación no resulta siempre tan clara.

3 Podemos citar ejemplos de otras lenguas: como lo nota García Yebra 1999:149, chimpancé no viene directamente del bantú hampenzí, como lo pretende el DRAE, sino por supuesto del francés chimpanzé; zuavo no viene del berberisco Zwava, sino del fr. zouave.

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1.8. Topónimos y antropónimos cuya forma se debe a la influencia del francés Incluir los nombres propios en un diccionario de préstamos implicaría un trabajo gigantesco, dada la pobreza de la bibliografía sobre el tema. Sin embargo, los nombres propios se tomarán en consideración en los artículos dedicados a los deonomásticos (del tipo miterrandiano). 1.9. Los galicismos entre lexicología y gramática En cuanto a los galicismos gramaticales, como el empleo del gerundio en lugar de subordinadas relativas, tampoco hay que tratarlos en una obra lexicográfica. Sin embargo, el empleo de ciertas palabras gramaticales (como preposiciones o determinantes) sí que ha de tratarse en un diccionario: es el caso del empleo de la preposición a en giros como avión a reacción (v. Lapesa 1984), del adjetivo indefinido cierto utilizado con el artículo un (v. Moliner 1998) o de la locución adverbial por contra (v. Portolés en prensa). 1.10. La distinción entre lexicología y terminología Tampoco es nuestro propósito estudiar los casos de galicismos debidos a intervenciones terminológicas puntuales, que sólo viven dentro de campos terminológicos especiales, y cuya existencia es, hasta cierto punto, artificial.

2. LAS FUENTES SECUNDARIAS Antes de empezar a tratar una unidad léxica cualquiera, cabe disponer de todo lo que ha sido publicado al respecto, y analizar el discurso (incluso a veces el diálogo) científico que se ha construido en torno al tema. Por otra parte, importa empezar con el estudio de las fuentes secundarias para establecer una nomenclatura provisoria que nos guíe en el aprovechamiento de las fuentes primarias; a su vez, el trabajo con fuentes primarias permitirá enriquecer el discurso científico sobre las unidades ya inventariadas, y añadir a las nomenclaturas disponibles elementos nuevos, en un movimiento de enriquecimiento mutuo. La verificación de las primeras documentaciones a partir de los corpus textuales CORDE y ADMYTE sólo es posible cuando ya se tiene en las manos una lista previa.

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El primer paso para el análisis de las fuentes secundarias consiste en reseñar las obras de referencia (diccionarios, atlas) para inventariar la información lexicográfica existente. Expondremos en otra ocasión el conjunto de estudios lexicológicos puntuales (v. Thibault/Gleßgen e.p.) y los problemas ligados con su explotación; ahora, vamos a presentar de manera razonada los varios tipos de obras de referencia. 2.1. Diccionarios etimológicos, históricos y filológicos Esta primera categoría es, desde luego, la más importante para el enfoque diacrónico. Entre todas las obras de este grupo, el Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico de Juan Corominas ocupa el lugar central, por el carácter muy completo de su nomenclatura y por la gran pericia de su autor. El lector de este diccionario encontrará galicismos hoy caídos en desuso4, o típicos del uso de algún país americano5; préstamos crudos así como calcos6 y adaptaciones7; críticas casi siempre pertinentes en contra de varios autores que se ocuparon de los galicismos (como Baralt8, Forest9 o Terlingen10), y fechas o referencias textuales precisas que se buscarían en balde en el DRAE, y que permiten una utilización crítica de la obra. Sobre todo, el DCECH de Corominas es el lugar mental donde se reúnen datos sacados de muchísimas fuentes. 4 Ejemplos: apercibir “en la ac. ‘observar, advertir, caer en la cuenta’ es galicismo del s. XIX, aunque ya cometido por Quevedo en una traducción del francés: vid. DCRLC: 530-4” (DCECH 2: 165b). — aportar ‘traer’ “galicismo muy raro, ‘contribuir cada uno con su parte’ galicismo jurídico del s. XIX” (DCECH 4: 616a). 5 condolencia n. f. “imitado del fr. condoléance […] americano […] apenas usado en España” (DCECH 2: 513a s.v. doler). 6 quién vive “debió de imitarse del fr. qui vive” (DCECH 4: 705b). 7 Cf. por ejemplo novelesco, presentado por DCECH 4: 246b como adaptación del francés romanesque. 8 comportar ‘sufrir, tolerar’ “Baralt observa que en su tiempo algunos lo evitaban como galicismo, lo cual ciertamente no es, pues no existe en francés; es castizo en cast.” (DCECH 4: 616a). — contra ‘junto a’ véase DCECH 2: 183a s.v. contra (contradice a Baralt). — extraño adj. v. DCECH 2: 829b-830a (critica a Baralt). — cortar camino ‘atajar los pasos’ véase DCECH 2: 216ab s.v. corto (presenta la hipótesis de Baralt con un punto de interrogación). 9 Por ej., guisa es un galicismo antiguo según Forest 1916, opinión rechazada por DCECH 3: 274ab. 10 Por ej., sobre millón n. m., DCECH 4: 75b critica la hipótesis de un italianismo dada por Terlingen.

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La obra maestra de José Rufino Cuervo, el Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana (DCRLC), a pesar de su enfoque sintáctico, se revela absolutamente imprescindible para tratar todos los casos de galicismos sintácticos. El 2DHLE de la Real Academia y el DEM de Bodo Müller son admirables, pero sólo abarcan una pequeña porción del alfabeto. Para los problemas de datación, no hay que olvidar la Enciclopedia del idioma de Martín Alonso Pedraz (1958), ni el Tesoro lexicográfico de Samuel Gili Gaya (1960). Muy útiles pueden ser, por fin, el FEW, el LEI y el DECLC. 2.2. Diccionarios monolingües El DRAE es imprescindible para compensar las lagunas de nomenclatura del DCECH (cf. por ejemplo pastiche n. m. ‘del fr.’, pero Ø DCECH). El CDROM de la última edición es una herramienta informática muy poderosa; sin embargo, no abarca todos los casos de galicismos posibles, ya que el DRAE suele descuidar la mención de los calcos semánticos. Por lo demás, el DRAE contiene galicismos formales escondidos, presentados sin etimología, o con etimologías erróneas, como sotuer n. m., que no viene de sautier sino de sautoir. El diccionario de María Moliner, que también existe en forma de CDROM, da informaciones complementarias que no se encuentran en el DRAE: cierto adj. ind. “por influencia francesa, es frecuente el empleo de ‘un cierto, una cierta’, en vez de ‘cierto, -a’” (nada en el DRAE 1992 a este respecto); es, a veces, el único en dar ciertas palabras (cf. poscafé ‘del fr. pousse-café, empuja café’; Ø DRAE 1992, DEA 1999). Pero su nomenclatura depende, en gran parte, de la del DRAE, contrariamente a la del Diccionario del español actual (DEA) de Manuel Seco11, que abre nuevas perspectivas a la lexicología española. Este diccionario filológico proporciona citas literarias y periodísticas que dan un contexto cultural a los galicismos, identifican a sus autores, y permiten precisar las circunstancias del préstamo. Además, el caudal de galicismos del DEA no incluidos en el DRAE ni en el Moliner es impresionante12. 11

Véase la reseña de Germán Colón en RLiR 64, 2000: 488-490. Cf. detente/detánt/ “distensión en las relaciones políticas entre dos países”; charmant adj.; charme n. m.; dernier cri n. m.; Noel ‘hoy raro’, árbol de Noel; parvenu n. m.; poilu n. m. “soldado francés, esp. de la Primera Guerra Mundial” ‘raro’; pronunciado adj. “acusado o marcado”; rendez-vous n. m. (sólo rendibú en el DRAE); sans-culotte n. m.; sans-façon n. m. o f. 12

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2.3. Diccionarios bilingües Los diccionarios bilingües contienen a veces informaciones que no se encuentran en otros tipos de obras; la obligación de dar para todos los elementos de la nomenclatura francesa unos equivalentes españoles provoca a veces la aparición de formas conocidas y utilizadas por los españoles, que sin embargo no están tratadas en la lexicografía monolingüe. Así, LarBil 1995 da el esp. papá Noël como equivalente del fr. père Noël. Este diccionario llama también la atención sobre la existencia de galicismos más o menos aceptados por los puristas, pero que gozan de cierta frecuencia en España; se precisa por ejemplo que “Le verbe abusar dans le sens de tromper est un gallicisme”, o que “Un ne se traduit généralement pas lorsqu’il précède l’adjectif certain”. Si esta fuente siente la necesidad de dar estas precisiones, es porque, justamente, dichos galicismos existen en el uso de los españoles; no se trata aquí de llamar la atención sobre “errores” exclusivos de los francófonos en su proceso de aprendizaje del castellano. 2.4. Diccionarios especializados Vamos a considerar brevemente en este apartado varios tipos de diccionarios especializados: los de extranjerismos, los de neologismos, los de barbarismos y los de argot. 2.4.1. Diccionarios de extranjerismos Los diccionarios de extranjerismos son, por supuesto, una fuente fundamental para nuestro estudio. Hay que distinguir los que abarcan préstamos de varias lenguas, como Alzugaray Aguirre 1979, 1982, 1983 y 1985, Barrio 1986, Hoyo 11988/21995 y Escarpanter 1999, de los que se limitan a una sola lengua; en nuestro caso, los de galicismos, por supuesto, pero también, como lo vamos a explicar, los de anglicismos. 2.4.1.1. Diccionarios de galicismos Su número es muy reducido; de los que existen, la mayor parte data del siglo XIX, y no se trata exactamente de obras científicas sino de construcciones ideológicas cuyos aspectos más interesantes son de ídole sociolingüística.

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La obra más conocida es la del venezolano R. M. Baralt, publicada por primera vez en 1855, y cuya refundición (1874) es hoy disponible en reimpresión (1995). Baralt evoca sus fuentes, pero de manera imprecisa. Interpreta automáticamente como galicismos todos los neoloismos del español que tienen algún parecido con el francés. La recepción del diccionario de Baralt en la comunidad científica es innegable; lo citan Cuervo, el DHLE2, y también Corominas, pero éste sobre todo para criticarlo. Con todo, y a pesar de su enfoque sumamente purista, la obra de Baralt es importantísima para nuestro propósito, por lo menos en cuanto a las primeras documentaciones. Casi no volvieron a publicarse diccionarios de galicismos hasta muy recientemente; en 1999, García Yebra publicó un Diccionario de galicismos prosódicos y morfológicos. Este diccionario explota exhaustivamente algunos criterios formales (prosódicos y morfológicos) para determinar el origen francés de ciertas palabras. Por ejemplo, crisantemo viene del francés chrysanthème y no directamente del latin CHRYSANTHE#MUM, por su acentuación paroxítona; polemista viene del francés polémiste, y no del griego polemiste#s, como lo pretende el DRAE, porque esta forma hubiera dado polemistes en castellano, como aconteció con diabetes. El diccionario de García Yebra está muy bien documentado, y desde luego se puede considerar como el primer diccionario científico de galicismos. Además, es uno de los muy pocos en interesarse por los nombres propios. Presenta, sin embargo, fallos metodológicos graves, tanto en la teoría del préstamo como en la utilización de la lexicografía histórica del francés (no cita el FEW ni el TLF). Además, por su enfoque formalista, trata una nomenclatura relativamente reducida. 2.4.1.2. Diccionarios de anglicismos Los diccionarios de anglicismos (cf. Alfaro 1970, Lorenzo 1996 y Rodríguez González/Lillo Buades 1997) están repletos de galicismos más o menos escondidos, a veces presentados explícitamente por los autores como procedentes del francés; es, por eso, imprescindible tomarlos en cuenta en nuestro estudio (cf. footing, o los ya citados slip, smoking, etc.).

2.4.2. Diccionarios de neologismos Los diccionarios de neologismos abarcan tanto creaciones castizas como préstamos de lenguas extranjeras. Los más recientes, el Diccionario de

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voces de uso actual de Alvar Ezquerra (1994) y el Diccionario de neologismos de Larousse (LarNeol 1998), contienen muchos galicismos. El DVUA no da el origen de las palabras extranjeras (véase por ej. après-ski), lo cual fue quizás una buena decisión, si consideramos que el director de esta publicación, en su introducción, presenta glamour como un galicismo13. Esta palabra, por supuesto, viene del inglés (cf. Lorenzo 1996, Rodríguez González/Lillo Buades 1997, LarNeol 1998 y DEA 1999).

2.4.3. Diccionarios de barbarismos y guías de estilo Muchas palabras no se encuentran en la lexicografía general, por el carácter normativo de la gran mayoría de los diccionarios de lengua. De ahí la importancia de consultar repertorios de barbarismos (como Orellana 1890, Mir y Noguera 1908, Toro y Gisbert 1911 o Martínez Mier 1921) y guías de estilo, cuyas advertencias son una prueba indirecta de la existencia de los fenómenos que quieren prohibir. En época reciente, los manuales elaborados por las agencias de prensa y los principales periódicos nacionales para el uso de sus periodistas han tenido mucho éxito y vuelven a editarse cada año; todos presentan un buen número de fenómenos atribuidos a la influencia del francés. Citaremos: Agencia EFE, Manual de español urgente; Libro de Estilo El País; Libro de Estilo del ABC; Libro de Estilo de El Mundo14.

2.4.4. Diccionarios de argot Podríamos pensar que el argot, sobre todo el argot moderno, se vale muy poco del francés, y prefiere tomar palabras del inglés, sobre todo en los campos semánticos de la droga y de la música popular. Sin embargo, el francés todavía proporciona al español coloquial o no convencional cierto número de préstamos; cf. por ejemplo me(u)blé n. m. “prostíbulo”, perteneciente al

13 “Y lo que de verdad resulta sorprendente es la aparición de no pocos galicismos, algunos de ellos bien aclimatados, como lo demuestra glamour y, sobretodo, glamouroso y glamuroso —con las dos grafías— que podrían hacer las delicias de los afrancesados” (Alvar Ezquerra 1994: vii). 14 Sobre las relaciones entre el lenguaje de la prensa y las guías de estilo, cf. Gillich 1998, Helfrich 1998 y, más generalmente, Lebsanft 1997.

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argot de la prostitución, o melé n. f. “confusión” (< fr. mêlée), del argot deportivo (ambos sacados de Sanmartín Sáez 1998)15.

2.5. Tratados de historia de la lengua y de gramática histórica Sólo un par de palabras sobre los tratados de historia de la lengua y de fonética y gramática histórica: todos comentan el fenómeno de los galicismos, desde un punto de vista histórico y cultural pero también formal, y dan criterios fonéticos muy precisos para evaluar el carácter castizo o exótico de una palabra. Los clásicos son Lapesa (91984) y Menéndez Pidal (61940). De este último autor, podríamos añadir los Orígenes del español (31950) y el estudio del vocabulario del Cantar de Mio Cid (51944).

2.6. Atlas lingüísticos La lexicografía se vale muy poco, desgraciadamente, de los recursos de los atlas lingüísticos. Habría que ver lo que el estudio de los galicismos puede sacar de este tipo de fuentes. Podríamos pensar que esta categoría de préstamos es propia de los intelectuales, o de la gente que viaja mucho; sin embargo, las palabras viajan también, y la existencia de la voz purín en español andaluz (v. DRAE 1992, con la marca regional And., pero sin comentario etimológico) demuestra que la lengua del campo es susceptible de recibir palabras extranjeras también.

2.7. Diccionarios de terminología lingüística La recepción de los trabajos de las varias escuelas lingüísticas francesas (o francófonas) ha dado lugar a muchos galicismos en el uso de los filólogos his-panohablantes. Por eso resulta muy provechoso analizar detenidamente la nomenclatura de los diccionarios de terminología lingüística. He aquí un par de ejemplos sacados de Lázaro Carreter (1990): “Liaison. […] Término francés 15 Cabe precisar que también se encuentran en el riquísimo DEA 1999, y que melé está en la segunda ed. del Moliner (1998). - Sobre el diccionario de Sanmartín Sáez, hay que añadir, desgraciadamente, que su técnica lexicográfica es muy diletante.

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con el que se designa la unión de la consonante final de una palabra (muda, ordinariamente) con la vocal inicial de la siguiente […]. D. Alonso ha traducido (1951) este término por ligazón y S. Gili Gaya por enlace; pero es muy frecuente utilizar la palabra francesa.”; “Psicosistemático (Método). Método lingüístico de G. Guillaume, llamado también Lingüistica de posición, Psicomecánica y Mecánica intuicional, que, partiendo de un punto de vista estrictamente sincrónico, indaga el modo como el pensamiento guía a la lengua, y llega a esquemas abstractos, más tarde verificables en la práctica.” Las traducciones al español de diccionarios de terminología lingüística redactados originariamente en francés son particularmente ricas en cuanto a los galicismos (cf. por ejemplo derivación delocutiva en Ducrot/Schaeffer 1998: 674 ss., o delocutividad en Moeschler/Reboul 1999: 336).

3. LOS GALICISMOS Y LA CODIFICACIÓN PLURICÉNTRICA DEL ESPAÑOL: EL ESTUDIO DE LOS GALICISMOS AMERICANOS

3.1. El papel de América en los procesos de préstamo El contacto entre el francés y el español cubre todo el espacio variacional del español. En la época moderna, la trayectoria de los galicismos abarca también a América, y los préstamos pueden intervenir aún en la diferenciación diatópica del español o participar en su codificación pluricéntrica. En el estado actual de la investigación, sin embargo, es imposible precisar el papel desempeñado por América en los procesos de préstamo. Hasta ahora, no sabemos en qué medida el continente americano refleja sólo evoluciones peninsulares y en qué medida interviene como protagonista independiente a través de contactos directos con Francia.

3.1.1. Difusión americana de galicismos peninsulares Los galicismos integrados en el español peninsular fueron exportados a América, naturalmente, con todo el conjunto léxico del español; por consiguiente, su interés en la cuestión de los préstamos es muy limitado. Sin embargo, buena parte de los galicismos peninsulares tienen una difusión diasistemática restringida en España: no pertenecen a todas las variedades diastráticas de la lengua, no tienen una frecuencia alta, están vinculados a

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contextos de utilización definidos o son de uso sólo regional. Tales restricciones pueden reflejarse en la distribución más o menos extensa de estos galicismos en América. Así, la amplia distribución geográfica de un galicismo en América y la presencia de derivados y de cambios semánticos constituyen una prueba indirecta de su integración previa en el español de España y de su frecuencia en el uso peninsular. Una difusión débil en América es una prueba de lo contrario. Al mismo tiempo, es suficiente siguiendo esta lógica establecer si un galicismo peninsular tiene una difusión amplia o débil en América o —lo que también tiene su interés— si está ausente del español americano; documentar con todo detalle el uso americano de estas palabras no nos proporcionará más información sobre el proceso del préstamo.

3.1.2. Préstamos contemporáneos en España y en América En ciertos casos, la documentación histórica muestra la aparición casi contemporánea de un galicismo en España y en América. De las palabras consideradas por Peter Boyd-Bowman en su Léxico hispanoamericano del siglo XVIII como galicismos (americanos)16 pertenecen a esta categoría por ejemplo billete (1581)17, bayoneta (1726)18, bloquear (1693/1705)19 o brulote (1705)20: en los casos de bloquear y brulote, la documentación americana es de una o dos generaciones posterior a la europea, lo que puede explicarse por una densidad documental mayor en Europa o interpretarse como indicio de una trayectoria de préstamo que pasara por Europa. Para billete y bayoneta el préstamo se da al mismo tiempo en España y en América. En lo que concierne a billete ‘mensaje breve’, habrá que suponer, dada la época, que el epicentro del préstamo se situaba en España, sin embargo con 16

Cf. Boyd-Bowman 1982: 15. Cf. billete n. m. ‘mensaje breve; carta amorosa’ esp. am. 1581 vs. esp. penins. 1583/87 (o 1549/1603) (< fr. billet); sin indicación particular, la categoría gramatical y la definicion del étimo francés son idénticas a las del préstamo español. 18 Cf. bayoneta n. f. ‘arma blanca, complementaria del fusil’ esp. am. 1726 vs. esp. penins. 1727/28 (< fr. bayonette) [con los derivados bayonetazo y bayonetear que indican un uso particularmente frecuente del lexema en América]. 19 Cf. bloquear v. tr. ‘asediar (una plaza o un puerto)’ esp. am. 1723 vs. esp. penins. 1693/1705 (< fr. bloquer). 20 Cf. brulote n. m. ‘barco cargado de materias inflamables para incendiar los buques enemigos’ esp. am. 1763 vs. esp. penins. 1705 (palabra de frecuencia limitada, < fr. brûlot). 17

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una difusión extremamente rápida en todo el territorio hispanófono. Ésta se explica probablemente por el campo semántico en cuestión: es fácil encontrar palabras para un tipo de ‘carta’ en la documentación escrita, especialmente en la América colonial que dependía de la transmisión por escrito, por las enormes distancias y la separación con Europa. La necesidad de usar la escritura como medio de comunicación era tan fuerte en la América del siglo XVI que provocó el fenómeno precoz de la escritura de semicultos que caracteriza a personas que en Europa nunca hubieran tomado la pluma. La frecuencia particularmente alta de bayoneta en América quizás se explique también por razones histórico-culturales: el continente era, aún más que España, un territorio militarizado, llamado ‘de guerra viva’ y continua en aquella época. En todos estos casos, sin embargo, América participa integralmente en el proceso de préstamo, de manera que la distancia geográfica no corresponde a una ruptura de tipo variacional. Aun si la consideración de América no introduce en esta categoría de préstamos una dimensión nueva para el estudio histórico, ésta es absolutamente indispensable para un juicio adecuado sobre el proceso de integración. Sin embargo, aún hay más: en ejemplos como billete o bayoneta no es posible considerar el español de América como una emanación posterior del español peninsular, dado que el uso de las palabras en América pudo catalizar el proceso de préstamo. Aquí como en los otros campos de la lengua debemos considerar que la evolución del español moderno estándar se produce probablemente ya en época colonial y desde finales del siglo XVI bajo los auspicios de una lengua pluricéntrica21.

3.1.3. Préstamos americanos A partir del siglo XVIII también se producen en América préstamos directos de palabras francesas. Entre mediados del siglo XVIII y mediados del siglo XX las élites hispanoamericanas consideraron a menudo el modelo político-cultural de Francia como ejemplar, muchas veces en oposición al modelo peninsular. Se añaden los episodios de dominación francesa en las Antillas en el siglo XVIII y en el México del siglo XIX, u otros como la emigración francesa (y vascofrancesa) hacia Argentina a finales del siglo XIX. Así, llegan

21

Cf. Gleßgen e.p., cap. 3.3/3.4.

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buen número de préstamos integrales y de calcos a los diferentes países de América, con una difusión geográfica y diasistemática que todavía está por estudiar22. Un problema particular nace aquí de la importancia del contacto intelectual y cultural en las interferencias lingüísticas que, muchas veces, no son más que idiosincrásicas. Considerando el lenguaje de intelectuales hispanoamericanos de los siglos XVIII, XIX e incluso del XX, se pueden encontrar concentraciones altas de préstamos ocasionales: un análisis —incompleto— del léxico del Diario de Francisco de Miranda, personaje ligado al mismo tiempo a Venezuela y a España, permite documentar para finales del siglo XVIII unos 150 francesismos no integrados (Belda 1965/66: 67-78); y los escritos de Simón Bolívar, ya claramente arraigado en Venezuela, contienen algo así como 450 galicismos, la mayoría ocasionales (contra sólo 33 anglicismos, Hildebrandt 1961). Aunque se trate de unos datos importantes, es más bien un fenómeno de discurso —estilístico— que un fenómeno de lengua, de manera que muchas de estas palabras no aparecerán en el Diccionario de galicismos. Sin embargo, en los siglos XIX y XX se presentan también numerosos casos de préstamos integrados que pertenecen sólo al mundo americano y que denotan una diferenciación mayor de los espacios variacionales entre España y las naciones hispanoamericanas o también entre los diferentes países de América.

3.2. Las fuentes secundarias para el estudio de los galicismos americanos El mayor problema en el estudio de los galicismos americanos no es el de interpretar los fenómenos sino el de establecer una base documental suficiente, tanto histórica como actual, tomando en cuenta la variación diatópica y diastrática. Basándose en los repertorios disponibles es imposible, sin un importante trabajo de compilación, definir para un galicismo americano su trayectoria histórica, su relación con el español peninsular y su difusión en los diasistemas de América.

22 Se encuentran unas primeras interpretaciones interesantes en Sala et al. 1982: 431487 (utilizado y enriquecido p.ej. en Cahuzac 1988); su base empírica está sin embargo todavía muy restringida.

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3.2.1. Los diccionarios etimológicos, históricos y filológicos Como para el español peninsular, el caudal más importante de información sobre las mayores tendencias en la introducción de galicismos en América se encuentra en la lexicografía histórica. La situación es, sin embargo, más difícil. El excelente diccionario de Friederici (1960) contiene una nomenclatura limitada y es de poca utilidad para los galicismos. La base de material más importante, desde luego, la constituye el Léxico hispanoamericano de los siglos XVI hasta XX de Peter Boyd-Bowman, aun si se trata aquí fundamentalmente de un listado no comentado de documentaciones (cf. Gleßgen 1997). En base a una muestra de unos veinte galicismos de los siglos XVI hasta el XX hemos comprobado que la documentación del Léxico hispanoamericano para América es prácticamente siempre más amplia y más antigua que la de todos los demás diccionarios histó-ricos o etimológicos del español, incluso que la del banco de datos CORDE. Por lo demás, Boyd-Bowman reúne, para el siglo XVIII, en el fascículo de introducción, unos 85 galicismos (Boyd-Bowman 1982: 15-16), para el siglo XIX incluso unos 330 (Boyd-Bowman 1984: 14), en todo unos 400 lexemas. Los listados indican ciertas variantes gráficas y ciertos derivados; en algunos casos dan breves indicaciones etimológicas o definitorias; a veces llaman la atención sobre formas problemáticas mediante signos de interrogación. Se trata, claro está, de indicaciones muy poco sistemáticas, pero a pesar de lo breve y lo insuficiente de su presentación estos dos listados contienen actualmente la información más extensa con respecto a la nomenclatura de galicismos históricos en América. 3.2.2. La lexicografía sincrónica También para la época reciente la mayor densidad de información se encontrará en la lexicografía. Necesitamos para eso los mejores diccionarios de los diferentes países hispanoamericanos como, por ejemplo, el Nuevo diccionario de americanismos (NDArg, NDCol, NDCub, NDU), el Diccionario del español usual de México (DEUM), el Diccionario ejemplificado de chilenismos (DiccChil) o el Diccionario de venezolanismos (DiccVenez; cf. Gleßgen 1998). Desgraciadamente la mayor parte de la información no está, en general, disponible en forma electrónica, y esperamos la ayuda de los colegas que dirigen los grandes proyectos lexicográficos actuales. Se tratará también de integrar la documentación de los numerosos diccionarios diferenciales o sectoria-

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les —como, por ej., para el lunfardo, rico en galicismos— que prácticamente siempre suponen una crítica metalexicográfica aguda. Aquí como para la documentación histórica, el español de América opone a su estudio léxico una resistencia que no se presenta para España, con su espacio geográfico limitado y con su mayor densidad de estudios empíricos. No tendremos en cuenta aquí, como para la Península, los numerosos estudios puntuales sobre los galicismos en ciertos textos o autores literarios23, en situaciones históricas bien definidas, en un país escogido o en una variedad lingüística particular24. Estos serán esenciales para determinar una primera nomenclatura que no se puede elaborar sólo basándose en la lexicografía disponible actualmente.

4. CONCLUSIONES Este proyecto de diccionario de galicismos tiene, a nuestro modo de ver, un verdadero interés metodológico; en efecto, su objeto de estudio está bien delimitado y es sin embargo transversal: permite estudiar un subconjunto del vocabulario del español a través del tiempo, del espacio, de las clases sociales y de los géneros textuales. El español no dispone, y por lo visto nunca dispondrá, del equivalente del FEW; lo que nuestra generación puede hacer si se quiere ser realista, es profundizar el estudio del vocabulario por sectores, contribuyendo así a mejorar el nivel de la lexicología histórica del español en su conjunto. A nuestro parecer la tarea más importante para los dos próximos decenios es la de crear una síntesis entre la lexicología y lexicografía filológica tradicional practicada de manera ejemplar por Bodo Müller en su DEM y los grandes proyectos de lingüística de corpus del porvenir como el banco de datos CORDE. Habría que proponer en forma electrónica el mayor número de información de manera fiable —condición esencial— y estructurada. En una segunda etapa se trataría de enriquecer los grupos de lexemas lematizados con comentarios lexicológicos, aprovechando la labor del DEM, o también la de un Diccionario de Galicismos. Actualmente, la idea puede parecer utópica: estamos sin embargo convencidos de que éste es el camino que hay que abrir en el futuro. 23 24

V. arriba cap. 3.1.3. Cf. para los atlas lingüísticos, arriba cap. 2.6.

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Tratamiento lexicográfico de los galicismos

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LA EXPRESIÓN DE LA NOCIÓN ‘DEVENIR’ EN ESPAÑOL Andreas Wesch Colonia

1. INTRODUCCIÓN 1.1. Cuando se trata de la noción ‘devenir’, se podría esperar una temática filosófica, ya que es precisamente por devenir que se traduce en obras filosóficas y religiosas así como en algunos contextos poéticos la palabra alemana werden. Pero no es el caso, ni mucho menos, sino que los aspectos tematizados a continuación afectan todo tipo de discurso. Los apuntes que someto a la discusión se enmarcan en un proyecto de investigación más amplio, que estoy llevando a cabo, a saber, un estudio sobre la diátesis, especialmente sobre las estructuras pasivas, en el léxico de una serie de lenguas románicas. Hasta la fecha, mis estudios en este campo han sido principalmente sincrónicos, con una concentración en el español actual en comparación con el francés, el catalán, el portugués y el italiano actuales, mientras que el aspecto diacrónico hasta la fecha solamente lo he investigado y desarrollado muy poco. Doy, pues, un informe de taller, presentando una parte de un trabajo en progreso. 1.2. En el centro de mis intereses se hallan las expresiones de procesos que o bien ocurren sin participación alguna de un agente —p.e. (1)— o bien implican, al lado de la participación activa de un agente, una componente pasiva de la misma importancia — como p.e. en la frase legendaria de Simone de Beauvoir “on ne naît pas femme, on le devient” o como en (2) y (3): (1) esp. la niña papel sintáctico: sujeto papel semántico: paciente

ha crecido predicado proceso > resultado: ‘X es alto’

(2) esp. María se ha hecho ingeniera papel sintáctico: sujeto predicado papel semántico: entre paciente y agente proceso > resultado: ‘X es ingeniero’

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(3) esp. Pablo ha adelgazado papel sintáctico: sujeto predicado papel semántico: entre paciente y agente proceso > resultado: ‘X es más delgado’

En ninguno de estos sintagmas le corresponde un agente al sujeto sintáctico, sino o bien exactamente el contrario, es decir, un paciente, o bien un papel semántico cuya posición entre los polos ‘agente’ y ‘paciente’ —una zona de transición flotante— queda por determinar de manera más precisa para cada “caso” individual. En otras palabras: el continuo entre los polos ‘agente’ y ‘paciente’ es gradual y representa la categoría del ‘grado de participación activa en el proceso’. Esta categoría se podrá diferenciar más según las propuestas que hace Dowty (1991) acerca de la diferenciación de los distintos papeles semánticos, tomando en consideración, entre otras componentes, rasgos como ‘intencional/no-intencional’, ‘voluntario/no-voluntario’ y otros, pero como en el presente estudio me falta el espacio de desarrollar este aspecto extensamente, solo trato de visualizar de manera aun muy simplificadora el concepto en el siguiente diagrama: (4)

agente

‘participación activa y pasiva en el proceso’ p.e. al. Susanne wird katholisch esp. el club de fútbol ha bajado a la segunda división |————————————————————————|

‘participación activa máxima’ p.e. esp. los pájaros vuelan fr. Catherine écrit

paciente

‘ninguna participación activa’ p.e. it. il topolino viene mangiato cat. la Maria sofreix de dolors

1.3. Con el fin de una denominación precisa de las expresiones del devenir, que, como hemos visto, se caracterizan por estructuras total o parcialmente pasivas, las llamo expresiones fientivas, término propuesto por Haspelmath (1990: 34). El término pasivo viene a ser, pues, hiperónimo de fientivo: todas las estructuras fientivas son total o parcialmente pasivas, pero, claro está, no todas las estructuras pasivas son estructuras fientivas. La noción de la ‘fientividad’ se visualiza en el diagrama en (5) (cf. también Pountain 1992):

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proceso P ‘crecer’, ‘hacerse ingeniero’, ‘adelgazar’ (‘transposición de X de un estadio A a un estadio B’)

actante X ————————>  estadio A B resultado, meta etc. (‘ser grande’, ‘ser ingeniero’, ‘ser más delgado’)

No voy a ocuparme aquí de verbos como crecer o adelgazar ni tampoco de verbos desustantivales y deadjetivales como doctorar(se) o calentar(se), derivaciones que Demonte (1994) llama “verbos de cambio”, sino que me limito a las expresiones fientivas que se construyen mediante un verbo de cópula, seguido, normalmente, de un adjetivo, sustantivo o pronombre. Esta realización de la fientividad es muy divergente en las diversas lenguas, concretamente, bastante “sencilla” en francés, italiano y alemán (con solamente una cópula) y muy diferenciada en las lenguas iberorrománicas (con una gran multitud de cópulas). ¿En qué consiste lo diferenciado? Esto se enfocará a continuación para el español.

2. EXPRESIONES FIENTIVAS EN ALGUNAS LENGUAS NO-IBERORROMÁNICAS Pero veamos antes algunas lenguas no-iberorrománicas, muchas de las cuales disponen de verbos de cópula múltiplemente aplicables, en francés devenir, en italiano diventare (cf. Schwarze, en prensa) y en alemán werden (cf. Amrhein 1996, Steinitz 1999 así como Stettberger 1993), y esto ya desde hace mucho tiempo; la primera documentación, p.e., del verbo francés devenir data del año 10801. Son verbos que pueden desempeñar la función de cópulas fientivas seguidas de unidades nominales o pronominales2. En francés y en alemán, devenir y werden además se pueden utilizar como verbos autónomos intransitivos con el significado de ‘surgir’, ‘nacer’, ‘constituirse’, lo que en italiano, con diventare, no es posible. En (6-11) doy ejemplos:

1 Del latín devenire ‘venir de/desde’. El significado ‘devenir’ es más tardío. —En italiano existe o existía (según la variedad) además la forma divenire, que es “más básica” o menos alejada de la forma latina devenire, a base de la cual se ha desarrollado. 2 Es exactamente esta estructura que caracteriza las paráfrasis de los verbos deadjetivales y desustantivales arriba mencionados; grandir se parafrasearía por ‘devenir grand’ (cf. Demonte 1994 y Pountain 1992).

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Andreas Wesch fr. il est devenu fou; it. è diventato pazzo; al. er ist verrückt geworden fr. qu’est-ce qu’il est devenu?; it. regional che cos’è diventato? [más frecuente: che n’è stato?]; al. was ist aus ihm geworden? fr. le temps devient froid; it. regional diventa freddo; il tempo diventa freddo; al. das Wetter wird kalt; es wird kalt fr. ce livre deviendra un best-seller; it. questo libro diventerà un best-seller; al. dieses Buch wird ein Bestseller (werden) fr. une langue devenue historiquement; [it. *una lingua diventata storicamente]; al. eine historisch gewordene Sprache (‘una lengua que se ha constituido históricamente’) fr. Nous sommes et nous devenons. Nous sommes parce que nous devenons. (Daniel-Rops, Ce qui meurt: VI: 243)

Los ejemplos muestran que las expresiones fientivas en francés, italiano y alemán no son muy polifacéticas, porque devenir, diventare y werden, como cópulas sumamente frecuentes, cubren casi todo este sector semántico. En español, cuyas expresiones fientivas veremos en el capítulo siguiente, notaremos estructuras muy distintas.

3. LA DISTRIBUCIÓN DE LAS EXPRESIONES FIENTIVAS EN ESPAÑOL 3.1. Hay que advertir que las lenguas iberorrománicas disponen asimismo de verbos como devenir —en español tenemos analógicamente devenir, en portugués devir y en catalán (es)devenir—, pero que se utilizan muy poco. Así, el Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico de Corominas y Pascual dice a este respecto: “Devenir, raro y poco castizo [Acad. s. XIX], del fr. devenir; se emplea sustantivado (y aun como verbo), en calidad de tecnicismo filosófico para traducir el alem. das Werden” (Corominas/Pascual 1983: s.v. venir)3. La consultación de diccionarios etimológicos del portugués y del catalán da resultados semejantes. En las lenguas iberorrománicas, las formas devenir/devir/esdevenir son un fenómeno léxico reciente, caracterizado por una semántica y una diafásica sumamente restringidas.

3 Cf. también lo que apunta Porroche Ballesteros (1988: 127): “En español no existe un verbo que corresponda de un modo exacto al devenir francés, al diventare italiano, al werden alemán o al become inglés”.

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3.2. Lo que importa, pues, es otra cosa, a saber, que en español se utiliza una multitud considerable de cópulas, cuya distribución depende semántica y pragmáticamente de varios criterios, frente a los cuales las cópulas de las lenguas no-iberorrománicas se comportan de manera totalmente indiferente, pero que sí han de expresarse obligatoriamente en español y que son necesarios, por consiguiente, para comprender la distribución de las expresiones fientivas españolas4. Se pueden distinguir dos grupos de rasgos, un primer grupo de rasgos más bien “objetivos”, semánticos (12), y un segundo grupo de rasgos “subjetivos”, pragmáticos (13). Veamos primero los rasgos semánticos que afectan el proceso y el resultado objetivos del devenir: (12)

Rasgos “objetivos”: i En cuanto al proceso P, ¿se trata de un devenir repentino o paulatino? (afecta el tipo y la duración del proceso P) ii En cuanto al resultado (estadio B), ¿se trata de un estado (“estar B”) o de una cualidad permanente (“ser B”)? (afecta en primer lugar la durabilidad de B) iii En cuanto al papel semántico del actante X, ¿se trata de un verdadero paciente o hay también una componente agentiva? (afecta el grado de participación activa en el proceso P)

El rasgo ii se toma en consideración en casi todos los trabajos sobre las expresiones fientivas, así o de manera semejante, mientras que el rasgo i sólo se tiene en cuenta ocasionalmente. El rasgo iii, en cambio, o sea el ‘grado de la participación activa en el proceso’, no ha sido aprovechado sistemáticamente en ninguno de los estudios que conozco, pero veremos que este grado de participación activa es importante cuando se trata de un devenir paulatino5.

4 No quiero decir que no haya habido ya clasificaciones. Las más atinadas son las de Eberenz (1985) y de Porroche Ballesteros (1988: 127-142), que hablan de “verbos de cambio” (en otro sentido que Demonte 1994, que se refiere con el mismo término a verbos derivados de sustantivos y adjetivos). Cf. también Fente (1970) y Lorenzo (1970) así como Pountain (1992) para las lenguas románicas en general en perspectiva comparativa. —La clasificación parece útil para los francófonos, italófonos y germanófonos que aprenden lenguas iberorrománicas. Personalmente, se me ha manifestado repetidamente este problema al traducir expresiones fientivas con werden del alemán y del francés al español. 5 Algunos criterios son incompatibles desde el punto de vista del contenido, p.e. ‘devenir repentino’ y ‘alto grado de participación activa’.

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Pero también hay una serie de rasgos más bien pragmáticos, “subjetivos”, que implican casi siempre alguna valoración o una parcialización del proceso o de su resultado (13): (13)

Rasgos “subjetivos”: i Valoración del proceso o del resultado (1): ¿positiva o negativa? ii Valoración del proceso o del resultado (2): ¿era de esperar o es sorprendente? iii Focalización de una de las partes del proceso: ¿se focaliza el mismo proceso o más bien el resultado/el final del proceso (particularmente relevante en portugués)?

Todos estos criterios tienen en común que no juegan ni el menor papel en las construcciones con los verbos fr. devenir, it. diventare y al. werden. Comparemos de paso los tres sintagmas en (14-16)6: (14) fr. Anne est devenue grande proceso P paulatino, estadio B duradero, pasivo (15) fr. Anne est devenue furieuse proceso P repentino, estadio B no-duradero, pasivo (16) fr. Anne est devenue médecin proceso P paulatino, estadio B duradero, activo y pasivo

4. LA DISTRIBUCIÓN DE LAS EXPRESIONES FIENTIVAS EN ESPAÑOL 4.1.1. Cuando se trata de un devenir paulatino, o por lo menos no repentino, con participación activa en el proceso y con una cualidad —más o menos— permanente como resultado (que se expresa por una construcción con la cópula ser), la construcción española más importante y a la vez más antigua y tradicional es hacerse + adjetivo o sustantivo. El matiz de un devenir gradual se da sobre todo con adjetivos relativos7:

6

Si se quiere especificar la durabilidad del estadio B o la duración del proceso P en este sentido, hay que hacerlo mediante construcciones adverbiales como peu à peu vs. tout à coup o provisoirement vs. définitivement, etc. La clase semántica del actante primario no es de gran importancia, como muestran los ejemplos mencionados: elle (= ‘la personne’, o sea ‘+ humano’), le livre, la langue, le temps —todo es posible. 7 Porroche Ballesteros (1988: 135ss) distingue adjetivos relativos (pequeño/grande, bajo/alto, pobre/rico...) y adjetivos absolutos (francés, socialista, azul, vegetariano...) —en adjetivos relativos hacerse + adjetivo expresaría el cambio gradual, en adjetivos absolutos no.

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se ha hecho rico

Pero también con adjetivos absolutos y con sustantivos la cópula hacerse sirve para expresar procesos que no son repentinos: (18) (19) (20) (21)

le pareció convenible [...] hacerse caballero andante (Cervantes, Don Quijote: I, 5) hacíase soldado (Quevedo, Buscón: III, 1) se ha hecho/se hace/se hará católico se ha hecho/se hace/se hará médico/presidente/accionista/socio del club/socialista/ vegetariano

Hacerse + adjetivo o sustantivo lo encontramos, como se ve, ya en textos clásicos, es decir, no ha habido cambio desde los textos clásicos hasta nuestros días en cuanto a esta expresión fientiva. Sí ha habido cambio en el sentido de que se han añadido cópulas con una semántica semejante, que han entrado en concurrencia con hacerse y que vamos a ver ahora8. 4.1.2. Una de estas cópulas es salir, que se usa también con adjetivo o sustantivo, y que, como cópula, es bastante más reciente que hacerse. Además, salir se distingue de hacerse por el hecho de que el resultado se presenta, en general, como algo sorprendente. Esto se puede subrayar aun más por el uso pronominal (me sale/nos sale). Hay que tener en cuenta que la aceptabilidad de salir con adjetivos que se refieren a una ideología o una filosofía resulta restringida. Es probable que esta cópula tenga ligeramente más afinidad con la lengua hablada que con la lengua escrita, ya que las ocurrencias en corpus orales prevalecen, pero sin llevar realmente una marca diastrática o diafásica9. Ejemplos:

8 Al lado de las aquí discutidas tal vez también ponerse de + sustantivo: se ha puesto de tendero. 9 Que *sale católico o *sale musulmán suenen raros depende del hecho de que la convicción y la filosofía no son suficientes por sí solas para ser católico, sino que la Iglesia Católica tiene que acogerle al candidato. Por el contrario, se puede ser vegetariano o socialista sólo por convicción, sin que otros intervengan y le acepten a uno como tal. Así, sale socialista y sale vegetariano parecen más aceptables que sale católico. En francés, dicho sea de paso, le corresponde una vez más devenir, y no en construcción impersonal: fr. qu’est-ce qu’il/elle est devenu(e)? [cf. al. was ist aus ihm/ihr geworden?]; fr. que deviendrais-je sans le rire? (Cocteau 1947: 186).

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Andreas Wesch ha salido rico; *sale católico; nos ha salido rico; nos sale socialista; me sale vegetariano ha salido abogado; saldrá director; sale socialista/vegetariano

4.1.3. Es frecuente también, por lo menos desde finales del siglo XIX, llegar a ser + adjetivo o sustantivo, una construcción en la que la cópula que expresa la cualidad, el verbo ser, ya está explícito. Probablemente tenga más afinidad con la escripturalidad que salir. La construcción con llegar a ser puede utilizarse también de vez en cuando si no hay participación activa en el proceso, pero los ejemplos con una componente activa son mucho más frecuentes; aquí sólo algunos: (24) (25)

llegué a ser rico/católico llegué a ser médico/presidente

4.1.4. También hay llegar a + sustantivo. Esta construcción se distingue de llegar a ser + sustantivo por la valoración muy positiva del estadio B que implica, que sea “seria” o irónica: (26) llegó a médico (27) llegó a vagamundo

4.2. Cuando se quiere expresar un devenir paulatino con participación activa en el proceso y con un estado como resultado (lo que se realiza por una expresión con estar), la transformación se expresa por construcciones con quedarse + adjetivo o participio aunque el sema ‘participación activa en el proceso’ no es obligatorio, sino que según el contexto también es posible, a veces, que se trate de un devenir puramente pasivo. En el ejemplo queda abierta la cuestión de determinar si hay una componente de participación activa o no: (28) se quedó atrasado (voluntaria o involuntariamente)

4.3.1. Cuando el resultado es un estado no-durable (expresado por estar), el devenir es paulatino y no hay participación activa, se utiliza quedar + adjetivo o también a veces quedarse + adjetivo, también ya por lo menos desde Quevedo. Pero con adjetivos que se refieren a estados no-durables hay, probablemente más recientemente, una cópula concurrente que es resultar.

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La construcción resultar + adjetivo no es compatible, sin embargo, con todos los tiempos verbales, contrariamente a quedar(se) + adjetivo: (29) (30) (31) (32)

quedé como muerto (Quevedo, Buscón: I, 2) quedó atrasado (involuntariamente) María (se) quedó contenta; Pedro (se) quedará furioso Pedro resultó contento; *María resultará furiosa

4.3.2. Además es particularmente frecuente, sobre todo en enunciados interrogativos, un hacerse impersonal, o sea, la construcción que sigue10: (33)

¿qué se ha hecho de él/ella?

4.4.1. Otro tipo de transformación es el devenir paulatino sin participación activa en el proceso y con una cualidad como resultado (expresado por ser). Se expresa asimismo, y también por lo menos ya desde el siglo XVI, por quedar + adjetivo, o a veces por quedarse + adjetivo11. Es precisamente la componente ‘devenir paulatino’ que distingue esta construcción de volverse + adjetivo a la que me voy a referir después. En esta semántica encontramos un paralelismo en los verbos rimanere en italiano (cf. Schwarze 2003) y ficar en portugués, que tienen el mismo significado de base, perteneciendo tanto esp. quedar como it. rimanere y port. ficar primariamente a la serie de las cópulas permansivas. Ejemplos para quedar + adjetivo: (34) (35)

quedamos enemigos como gatos y gatos (Quevedo, Buscón: I, 6) por su enfermedad (se) quedó sordo; el tejido queda/está quedando/quedará perfecto; María ha quedado muy alta [cf. it. è rimasto sordo y port. ficará perfeito]

4.4.2. Se usan también expresiones más complejas, sin duda con cierta afinidad a la escripturalidad. Las construcciones son pasar a ser + adjeti-

10

En francés, dicho sea de paso, le corresponde una vez más devenir, y no en construcción impersonal: fr. qu’est-ce qu’il/elle est devenu(e)? [cf. al. was ist aus ihm/ihr geworden?]; fr. que deviendrais-je sans le rire? (Cocteau 1947: 186). 11 Cf. Porroche Ballesteros (1988: 132s, nota 2): “El pronombre reflexivo se no es obligatorio en las construcciones quedar(se) + adjetivos und participios. Aunque aparece en la mayoría de los casos, sólo es imprescindible si el hablante quiere expresar la idea de existencia de voluntariedad por parte del sujeto: El quedó atrasado (involuntario). El se quedó atrasado (voluntario o involuntario)”.

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vo o sustantivo, venir a ser + adjetivo o sustantivo y además, otra vez, llegar a ser + adjetivo o sustantivo. Ejemplos: (36)

por su enfermedad pasó/vino/llegó a ser sordo; el tejido pasa/viene/llega a ser perfecto; María ha pasado/venido/llegado a ser muy alta

4.5.1. En cambio, en el contexto de un devenir neutro, pero en la mayoría de los casos repentino, sin participación activa y con una cualidad como resultado (expresado por ser aunque a veces también por estar) se usa volverse + adjetivo o sustantivo, también sumamente frecuente y muy tradicional. Hay, p.e., muchas documentaciones de volverse loco en Don Quijote12. La cópula puede ser neutra respecto a la duración del proceso, pero casi siempre se refiere a un devenir repentino. Ejemplos: (37) (38)

se vuelve loco; te has vuelto tímido; se ha vuelto antipático; la gente se vuelve cautelosa se volvió un hombre solitario13; mi coche se ha vuelto un ser en carne y hueso para mí

4.5.2. Muchas veces, lo mismo se expresa mediante la construcción convertirse en + sustantivo (o también transformarse en + sustantivo) —las dos cópulas llevan a expresiones un poco “técnicas”, pero de uso frecuente, también en la lengua hablada: (39)

se convirtió en un hombre solitario; mi coche se ha convertido en un ser en carne y hueso para mí; se ha transformado en una persona antipática

4.5.3. Finalmente existe también devenir + sustantivo o adjetivo, desde el siglo XIX en español, que desde entonces y hasta estas alturas se limita casi exclusivamente al contexto filosófico y teológico o, a veces, poético, tanto para procesos paulatinos como para procesos repentinos14. Un ejemplo poé12 A veces, hay que tomar en consideración aspectos fraseológicos, o sea, una eventual “lexicalización” de la expresión, como aquí volverse loco (loco nunca se combina con otra cópula que no sea volver). También es posible que una cópula sólo sirva para la construcción con un sustantivo o adjetivo aislado y no con otros. 13 Ejemplo tomado de Fente (1970: 167). 14 El verbo español es una adaptación del francés que a su vez parece ser, en el discurso filosófico y religioso del francés, una adaptación del verbo alemán werden en forma de

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tico para devenir + sustantivo es el siguiente, sacado de una canción española contemporánea: (40)

el paraíso deviene infierno (Héroes del Silencio, “En brazos de la fiebre”)

4.6. Cuando, finalmente, se trata de un devenir neutro, pero en la mayoría de los casos repentino, sin participación activa y con un estado nodurable como resultado (expresado por estar), se usa ponerse (en) + adjetivo o adverbio15. En el Diccionario de Autoridades se dice: “Sobrevenir de nuevo alguna cosa que antes no habia en el sugeto, immutandole del estado antecedente: como Ponerse pálido; Ponerse grave” (Diccionario de Autoridades, s.v. ponerse [3]) y otra vez también ya encontramos documentaciones en obras de Quevedo: (41) (42) (43)

púseme colorado (Quevedo, Vida del Gran Tacaño: 5) se pone rojo/pálido; me pongo nervioso; se puso serio el tiempo se ha puesto desagradable; el Dow Jones se ha puesto inestable; se pone cada vez peor; se ha puesto en ridículo

4.7. Además, es posible e incluso frecuente en español que el proceso no se exprese, es decir, que en lugar de una expresión fientiva muchas veces sólo se utiliza sencillamente el verbo ser cuando se trata claramente de un devenir16. Esta neutralización y el no-respecto de la fientividad se puede ilustrar con fragmentos de la traducción española de Les mots de Sartre17. El traductor neutraliza la fientividad y extiende el uso de ser al dominio fientivo en el primer caso, y con mucha razón, mientras que en el segundo caso no lo hace, lo que da un resultado un poco extraño, porque ser (sea un marica) hubiera sido suficiente e incluso mejor:

calco semántico. Hay que advertir que devenir aparece últimamente, cada vez más, en el lenguaje periodístico. 15 Porroche Ballesteros (1988: 130) apunta que al lado de esto, ponerse también permite adverbios y complementos preposicionales como se pone cada vez peor; se ha puesto en ridículo, se ha puesto de tendero. 16 En la serie (cf. en alemán werden - sein - bleiben) el elemento central de la oposición es el no-marcado que permite neutralizaciones en ambas direcciones; así sein puede sustituir a werden y bleiben, pero ni werden ni bleiben pueden sustituir a sein. 17 Cf. Sartre (1964): Les mots; Sartre (1964): Las palabras.

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Andreas Wesch fr. je ne suis pas un chef, ni n’aspire à le devenir (Sartre, Les mots: 20) esp. ni soy un jefe ni aspiro a serlo (Sartre, Las palabras: 16) fr. je ne veux pas que mon petit-fils devienne une poule mouillée! (Sartre, Les mots: 89) esp. ¡no quiero que mi nieto se vuelva un marica! (Sartre, Las palabras: 67)

4.8. Para terminar, veamos las cópulas fientivas españolas en una sinopsis, al lado de una sinopsis de las cópulas del portugués para la comparación: (48) Cópulas fientivas en español:

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(49) Cópulas fientivas en portugués (para la comparación):

5. CONCLUSIONES 5.1. La gran multitud de las expresiones de la noción ‘devenir’ es un rasgo característico del español y de las demás lenguas iberorrománicas. He aquí cierto paralelismo con las expresiones de cualidades y estados, que también se realizan por lo menos mediante dos cópulas distintas, que son ser y estar (cf. p.e. Vañó-Cerdá 1982, Luján 1980 y 1981, Porroche Ballesteros 1988 y sobre todo Clements 1988), donde las lenguas no-iberorrománicas en su mayoría “se contentan” de solamente un verbo con el contenido de ‘essere’. Aunque es de cierta manera hecho conocido, espero haber mostrado que la distribución se efectúa según los criterios objetivos ‘duración del proceso’, ‘durabilidad del resultado’ y ‘grado de participación activa’ —componente esta última, que hasta la fecha casi no se ha tomado en consideración, y que en investigaciones futuras tendría que diferenciarse más— y según los criterios subjetivos ‘valoración del proceso y del resultado’ y ‘parcialización del proceso y del resultado’. Enumero estos rasgos semánticos y pragmáticos sin pretensión alguna de exhaustividad. Además, habrá que ocuparse también de eventuales implicaciones variacionales, p.e. ciertas afinidades de las expresiones fientivas con determinados registros diafásicos o divergencias entre lo oral y lo escriptural.

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Implicaciones de este tipo podrían manifestarse en los casos en los que hay concurrencia de construcciones con distintas cópulas o concurrencia de construcciones con cópulas y de verbos derivados desustantivales y deadjetivales (hacerse doctor vs. doctorarse, etc.). 5.2. Como la expresión muy diferenciada de la fientividad en las lenguas iberorrománicas es ante todo un problema de los que nos acercamos a las lenguas iberorrománicas desde otras lenguas, las disciplinas lingüísticas más afectadas, al lado de la semántica y de la pragmática, son la lexicografía, la didáctica de las lenguas extranjeras y la traducción: En la lexicografía se necesitaría una microestructura muy diferenciada para el lema devenir en un diccionario bilingüe francés-español, cuya base deberían ser los criterios diferenciadores arriba expuestos. En el lema correspondiente también habría que insistir en el hecho de que en español a veces el proceso del devenir se suprime y sólo se expresa el resultado, p.e. en lugar de volverse + sustantivo sencillamente ser + sustantivo. Puede afirmarse lo mismo respecto a la concepción de libros para alumnos. Por lo menos una lección tendría que tratar exhaustivamente tanto la posibilidad de suprimir la fientividad como la diferenciación máxima de su expresión. Se arriesgaría con esto, que los alumnos, temiendo de equivocarse, usen exclusivamente ser y estar, pero esto es siempre mejor que el uso de esp. devenir en la lengua cotidiana, según el modelo del francés. Finalmente, también hay que tener en cuenta que en la traducción al español un devenir francés no siempre da lugar a una expresión fientiva española. 5.3. La gran multitud de las cópulas fientivas es tradicional en español. No ha habido cambios esenciales en los últimos 500 ó 600 años, es decir, ya hace varios siglos que hay que distinguir los distintos tipos del devenir en español, que, evidentemente, no dispone de una cópula con un significado más amplio que reemplace al verbo latín fieri. De este verbo, lo sabemos, no se ha conservado mucho en las lenguas románicas. En cambio, las cópulas francesa e italiana devenir y diventare son, justamente, cópulas con un valor semántico casi idéntico al valor del verbo latín fieri. La introducción del verbo devenir en el siglo XIX tampoco condujo al cambio, ya que este verbo siempre se ha limitado y sigue limitándose al discurso filosófico y religioso, hecho no muy sorprendente, ya que no es probable un influjo de este registro muy especial en la lengua más cotidiana. Una cuestión que aun queda por investigar son los orígenes de las divergencias entre las lenguas románicas después de la desaparición de fieri, lo que también tendrá que ser el tema de futuras investigaciones.

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DESCRIPCIÓN LÉXICA DEL TÉRMINO COSTE DE PRODUCCIÓN Pedro Vega Bonn

1. INTRODUCCIÓN En la presente contribución abordamos dos aspectos fundamentales del centro de interés de la moderna investigación lingüística, a saber el estudio del objeto material, es decir, el concepto coste de producción y su función en la contabilidad de costes, así como su correspondiente descripción lingüística basada en la delimitación y precisión del uso en la terminología contable aquí documentada. A la luz de los profundos cambios operados en las últimas décadas en la materia contable en España, se puede hablar de un vuelco o revolución que ha introducido en nuestro país una sustancial reforma de métodos y normas en la moderna contabilidad de costes y de gestión (Vega 1996: 91). Este proceso ha supuesto en la práctica dos aspectos básicos, por un lado la sustancial modernización debido a la constante necesidad de innovación de las empresas para poder competir en los respectivos mercados y, por otra parte, la armonización de las normativas comunitarias que han implantado nuevas normas de valoración a fin de obtener un criterio de comparabilidad entre las empresas de los diversos países miembros. Al amparo de la Cuarta Directriz, los Estados miembros han acomodado sus legislaciones nacionales a los textos comunitarios. Por lo que a la materia de contabilidad se refiere, la Cuarta Directriz constituye la carta contable europea, es decir, el referente y antecedente más inmediato del nuevo Plan General de Contabilidad español1. En el campo aquí explorado es imprescindible, pues, distinguir dos funciones distintas, pero ambas pertenecientes o relacionadas directamente con el objetivo central de la actividad empresarial. 1

Cubillo Valverde en: PGC: 11.

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Se trata, en primer lugar, de la necesidad de conocer, planear y controlar la actividad empresarial. Esta función de información debe ser empíricamente sólida y fiable, para que pueda servir de base en la toma de decisiones de la dirección. Atañe, pues, principalmente al ámbito interno de la empresa y su gestión. En segundo lugar, la empresa está relacionada también con el exterior y debe cumplir con los preceptos legales de informar a terceros, p. ej. a los accionistas, acreedores, clientes, entidades de crédito, etc. mediante la publicación y depósito de las cuentas anuales. La creciente internacionalización, mundialización o globalización de la economía representa un reto para la comunicación también en las lenguas especializadas. Hoy más que nunca se precisa disponer de conceptos que realicen esta función de transmisores de un mismo significado. El rasgo pertinente de estos signos lingüísticos debe ser, en principio de simple sustitución de un elemento de una lengua o sistema por otro. En este sentido, la lengua española para unos se ha visto invadida por multitud de neologismos, mientras que para otros el mismo fenómeno representa un enriquecimiento, dado que nuestro sistema ha evolucionado y alcanzado una mayor exactitud y capacidad de adaptación a las nuevas necesidades (Lázaro Carreter 1992: 31). Ahora bien, hasta el presente, en el caso del área de dominio de la lengua española, este proceso no ha ido acompañado de la elaboración de las correspondientes obras lexicográficas especializadas. La presente contribución viene, pues, a llenar una laguna del campo del lenguaje económico-mercantil. Esta labor es imprescindible e inaplazable ya que sólo disponemos de un diccionario especializado para la traducción del alemán al español y viceversa, pero que en este como en tantos otros casos, su consulta no aclara nada y lo que es más grave sus entradas pueden ser origen de lamentables confusiones, tal como más abajo se describe. Ante la carencia de obras de consulta los investigadores de la lingüística especializada se ven obligados a realizar una ardua tarea de documentación para localizar, analizar y registrar la terminología contrastada. En el caso que nos ocupa recurrimos a las fuentes originales para, mediante su documentación cronológica, poder seguir la evolución desde el comienzo de su primera aparición en una obra de la Union Européenne des Experts Comptables Economiques (UEC)2 en 1961 hasta la definitiva normalización con su introducción en el Texto refundido de la nueva Ley de

2

Union Européenne des Experts comptables Economiques (UEC), 21974.

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Sociedades Anónimas del código de comercio español y en el Plan General de Contabilidad en los años 1989 y 1990 respectivamente. Dada la confusión reinante en los diccionarios y obras consultadas hemos creído necesario proceder también a la delimitación, basándonos en el esquema para el cálculo interno de los costes del producto realizado por las empresas, de los conceptos (PCG 1991) Fertigungskosten, Transformationskosten, Herstellkosten y Herstellungskosten. De esta forma creemos que nuestra contribución contribuya no sólo a superar la confusión de las entradas recogidas en los diccionarios bilingües, sino así mismo mostrar una vía alternativa y solvente para solucionar también futuros problemas de traducción. Finalmente, dado el intenso contacto e intercambio que experimenta el español peninsular con las lenguas oficiales de la Unión Europea, no sería de extrañar que en la medida que nuestra lengua evolucione pueda servir también como vehículo de transmisión a otros países del mundo hispánico, donde “muchas empresas españolas están exportando su modelo de producción y organización”3.

2. EL OBJETO MATERIAL Con el fin de poder esclarecer el campo de estudio es necesario definir y delimitar el área y el objeto material del mismo. A dicho propósito recurrimos a la descripción que los autores especializados hacen de la materia aquí estudiada: La contabilidad constituye un procedimiento de crear y comunicar información para la administración de las organizaciones empresariales. En este sentido, la contabilidad ha sido considerada como el lenguaje de los negocios, pero este lenguaje para ser operativo debe ser interpretado e interpretable, tanto en el significado específico de los términos como en los cálculos que se obtienen. Cuando la contabilidad transforma a través de su metodología las diversas informaciones reducidas a cifras en cálculos económicos interpretables para la toma de decisiones, la contabilidad se convierte en el álgebra de 3

Especialmente en el área iberoamericana, donde la presencia de inversión española es muy patente. “Nuestras empresas conquistan mercados internacionales y han alcanzado un nivel de prestigio desconocido hasta ahora en la historia de la economía de nuestro país”. Cristóbal Montoro: “La economía española en Europa y en el mundo”, en: ANUARIO El PAÍS 1999: 376.

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Pedro Vega la economía, aunque este sustrato matemático que es inherente al proceso de medición y valoración contables no implica que se deba perseguir como objetivo la exactitud y la certeza, sino que la relevancia, pertinencia y rapidez, son las características más importantes de la buena contabilidad de gestión (Mallo 1988: 47).

Por lo que a la contabilidad de costes se refiere, su aparición y posterior desarrollo van estrechamente unidos a los modernos procesos de producción industrial. El perfeccionamiento de los sistemas de cálculo y contabilidad de costes ha aportado una información eficaz tanto para la dirección como para terceros: La contabilidad de costes tiene unos orígenes remotos, ya que desde antiguo la contabilidad ha llevado a cabo análisis y determinaciones de precios de costes y resultados por áreas o productos. Sin embargo, el desarrollo y perfeccionamiento de los sistemas de costes son más recientes y se pueden asociar a la historia de la evolución industrial. En la medida en que se han generalizado los procesos de fabricación, la contabilidad de costes ha ido progresando a fin de poder obtener información más pertinente para el control y toma de decisiones de las empresas (De la Poza 1993:114).

La contabilidad de costes experimenta su desarrollo moderno en la obra de Erich Schneider Industrielles Rechnungswesen4, donde el autor continúa la innovadora y revolucionaria labor de investigación de los costes de la empresa industrial introducida por Schmalenbach, convirtiendo a la contabilidad de una mera nomenclatura en un nuevo y sólido instrumento fundamental para la gestión empresarial. Se puede afirmar que Schneider es quien sienta la base para la investigación científica de los costes. No cabe duda que esta preocupación científica está presente ya en sus primeros trabajos: Aquí es importante dejar constancia de la cita que Schneider hace de Schmalenbach y que nosotros suscribimos para este y otros problemas de la enseñanza de la economía de empresa; lo importante es aprender a razonar en conexión con la realidad: “La enseñanza universitaria debe aspirar como meta de su labor a poner de relieve los problemas fundamentales, la unidad inherente. Ha de proponerse con respecto a la contabilidad, lo mismo que con respecto a las de la contabilidad dentro de la diversidad de sus métodos conta4

La obra había sido publicada primeramente en danés en 1945.

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bles, el sentido de su lógica demás disciplinas de la ciencia de la economía y de la ciencia en general, dotar al universitario de esa aptitud intelectual que hace fructíferos los hechos y que capacita a quien la posee para reconocer lo esencial en cada caso particular concreto (Mallo 1988: 442).

En su ya clásico estudio Schneider sigue las teorías de Schmalenbach para delimitar los elementos de formación del coste. En este sentido, se puede afirmar que Schneider perfecciona y sistematiza la información contable de manera que pueda servir de base no sólo para la toma de decisiones en el ámbito interno de la empresa, sino también como contrapartida y punto de enlace con la contabilidad externa (Mallo 1988: 47). Desde un principio se impone la necesidad de introducir un sistema funcional atendiendo a la clasificación, localización e imputación de los costes. Esta terminología fue desarrollada por el autor alemán en la obra que comentamos cuya versión española, Contabilidad Industrial5, tuvo una favorable acogida en el ámbito hispano. Por lo que a la recepción de la obra en nuestro país se refiere, los autores coinciden en subrayar el trabajo de Schneider como la base de la moderna contabilidad analítica6. La contabilidad de costes es uno de los pilares en los que se asienta la moderna dirección y gestión de empresas, según ponen de manifiesto los trabajos más recientes sobre la contabilidad de costes y de gestión, precisando los objetivos de la misma: Los objetivos de la contabilidad analítica son los siguientes: I. Proporcionar la información base para la planificación y el control de la actividad interna de la empresa, lo que supone: a) Conocer los costes y rendimientos de los agentes del proceso de transformación, esto es, de las divisiones, secciones o centros de trabajo. b) Calcular los costes de los productos elaborados por la empresa. c) Establecer los márgenes industriales y comerciales de los productos y los analíticos de la empresa. II. Valorar los inventarios de la empresa y los trabajos elaborados por sí misma (Blanco Dopico 1994 : 331).

5 6

Carlos Merayo Viñambres. Madrid 1962, en base a la original 2.a edición. Véase Fernández Pirla 1983: 207-233, Mallo 1988: 72: Blanco Dopico 1994: 35.

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Desde el punto de vista conceptual es conveniente advertir que en los manuales de estudio, según indican los autores más autorizados, se usan indistintamente los términos siguientes: contabilidad de costes, contabilidad analítica, contabilidad interna, contabilidad de producción, contabilidad de explotación y contabilidad de gestión7.

Más recientemente la terminología contable ha evolucionado por varias etapas, donde, en el caso del español se aprecia también una influencia de los cambios de dirección habidos en aquellas naciones más avanzadas al respecto. Por esta razón, los autores españoles describen el desarrollo conceptual y metodológico empleando diferentes términos. La noción de ‘contabilidad interna’, fue sustituida progresivamente por la denominación más generalizada de contabilidad de costes, esto es fácilmente explicable si se tiene en cuenta que la información sobre costes constituye el centro de la contabilidad interna (Blanco Dopico 1994: 5). Al lado del concepto contabilidad de costes aparece posteriormente la denominación de la ‘contabilidad analítica’ de explotación que tiene su origen en la escuela francesa, y ha tenido una gran influencia en España donde el desarrollo del grupo nueve del Plan General de Contabilidad se hizo analógicamente al Plan francés bajo la denominación de contabilidad analítica8. 7 “La contabilidad analítica puede ser objeto de diversas clasificaciones. De todas las posibles divisiones, la que se deriva del análisis de los distintos costes que se originan por variaciones en el volumen de producción ligándolos a los conceptos de corto y largo plazo ha sido la que ha dado lugar a conceptos más operativos en el análisis microeconómico.[...] Contabilidad de costes, analítica, interna, de producción, de explotación y de gestión, son términos utilizados indistintamente para expresar lo mismo: el estudio de la contabilidad de costes en las industrias, en sentido restrictivo y, dentro de estas, principalmente las cuentas relacionadas con las actividades de fabricación. En un sentido más amplio, este término no solamente corresponde a la contabilidad de producción, sino también a la de distribución y operaciones financieras; sus métodos o procedimientos son aplicables a todos los negocios. Incluso pueden hacerse extensivos a instituciones que no tengan finalidad de lucro“ (De la Poza 1993: 114, nota a pie de página). 8 Aprobada en la Orden de 1 de agosto de 1978 Cubillo, pág. 37. Véase también Blanco Dopico 1994: 330.

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Finalmente, la expresión más reciente ‘contabilidad de gestión’ es de origen sajón. Se trata de un calco del inglés (Management Accounting) y con ella “se pretende poner énfasis precisamente en la integración del sistema de información para la gerencia en el proceso de toma de decisiones”, por lo tanto se define en función de los destinatarios de la información: los directivos (Blanco Dopico 1994: 330). Desde un principio, de acuerdo a lo expuesto anteriormente, los autores han insistido en la necesidad de que los términos y sus definiciones se ajusten a las necesidades de los destinatarios de la información contable, exponiendo su razonamiento conceptual y metodológico y oponiéndose a la crítica que ve en la especialización terminológica algo así como el resultado de un quehacer de expertos que les causa agrado realizar tal entresijo. Los objetivos perseguidos por la contabilidad de costes exigen un lenguaje terminológico especializado, y al contrario de lo que sucede en la lengua común, su función está reducida a un determinado grupo o destinatarios. Esta decidida defensa de la precisión va unida al objetivo de evitar que los términos sean ambiguos y constituye una especie de “conditio sine qua non” hasta en las investigaciones clásicas más próximas. La necesidad de analizar, diferenciar y clasificar los conceptos es una preocupación constante en el mundo científico tal como lo justifican los trabajos más recientes9.

9 “Die Situation ist ähnlich wie beim Autofahren. Auch dafür gibt es Regeln, die einen sicheren und störungsfreien Straßenverkehr gewährleisten sollen. Zur Beherrschung dieser Verkehrsregeln muss man sich zunächst — spätestens vor der Führerscheinprüfung — einige Grundbegriffe, wie etwa Vorfahrt, Halten und Parken, aneignen, weil die Verkehrsvorschriften darauf aufbauen. Dabei ergibt sich oft die Notwendigkeit, sachlich verwandte Tatbestände scharf gegeneinander abzugrenzen, weil sie verschiedene Situationen im Sinne von Anlässen oder Zwecken unterschiedlich betreffen. Denken Sie etwa an die Differenzierung zwischen Halten und Parken. (‘Wer sein Fahrzeug verlässt oder länger als drei Minuten hält, der parkt’ (§ 12 (2) StVO). In einer analogen Situation befindet sich der Betriebswirt oder Buchhalter. Ausdrücke wie Auszahlungen, Ausgaben, Aufwand, Kosten, die im Rechnungswesen ständig vorkommen, bezeichnen sachlich verwandte, aber nicht identische Vorgänge. Im Gegensatz zur Umgangssprache, in der die soeben angeführten vier Begriffe oft gleichbedeutend verwendet werden, muss man solche Termini im wissenschaftlichen Sprachgebrauch und somit auch bei der Umsetzung wissenschaftlicher Erkenntnisse in die Praxis des betrieblichen Rechnungswesens streng auseinanderhalten. Dies geschieht nicht aus Lust an immer neuen Wortschöpfungen, sondern ist das Ergebnis sachlicher Unterschiede zwischen den betrachteten Sachverhalten, die dann im Interesse der Klarheit auch unterschiedlich benannt werden müssen.” (Hummel/Männel 1986: 63).

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3. EL MODELO DE COSTES POR SECCIONES La contabilidad de costes por secciones ha sido formulada por Schneider en la obra aquí analizada, constituyendo, según los expertos, el punto de partida de la contabilidad de costes (Mallo 1988: 440). ¿Cuál fue el aspecto innovador introducido por la escuela alemana? En primer lugar, hay que señalar que el enfoque sustancial que domina este modelo se basa en el control de la actuación de las secciones o agentes de la gestión dentro de un marco estructural común que está formado por el plan elaborado y aceptado por la dirección (Mallo 1988: 440). La concepción de Schneider desplaza, pues, el objeto de interés de la contabilidad de costes tradicional, donde la contabilidad tenía en cuenta la estructura organizativa empresarial, pero como soporte administrativo de la distribución de los costes indirectos. Con la introducción de la visión operativa de la actuación de las secciones en la gestión común de la empresa, como medidor de su eficacia y rendimiento en relación a los consumos habidos necesarios para la obtención del producto (Mallo 1988: 440). Es esta la razón por la que este modelo ha desbordado el papel de los viejos sistemas orgánicos de costes y esta base de actuación de la contabilidad por secciones es la que ha dado pie al entronque definitivo de la planeación empresarial y los sistemas de costes. De tal forma que, según opinan los investigadores de la teoría contable, no puede concebirse en la actualidad una empresa moderna que no planifique de antemano sus actividades y exprese concretamente en cifras la actuación prevista para el período siguiente (Mallo 1988: 440). Los autores coinciden en la apreciación de la terminología como el instrumento conceptual sobre el que descansa el progreso de la disciplina. La creciente incorporación de nuevas corrientes metodológicas ha supuesto un perfeccionamiento del sistema de la contabilidad de costes. El análisis terminológico no sólo es necesario para confeccionar la información para la toma de decisiones, sino que conviene también tener en cuenta el hecho de que las nuevas técnicas introducidas en la descripción lingüística permiten un mayor rigor de método y con ello unos mejores resultados10. 10

Sobre la necesidad de precisión y concisión del lenguaje económico nos remitimos a las apreciaciones del texto siguiente: “Die Kosten- und Leistungsrechnung, in der die Kosten den Leistungen des Betriebes gegenübergestellt werden, hat insofern überwiegend intern instrumentalen Charakter, als sie der Vorbereitung und Kontrolle unternehmerischer Entscheidungen dient.

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Por otra parte todas los modelos de contabilidad de costes están subordinados a un objetivo: la eficaz dirección de las empresas. En este sentido puede considerarse cualquiera de los tres aspectos siguientes: a) Registro histórico de los hechos económicos. b) Sistema fundamentado en el ejercicio de un control de las actividades. c) Consideración de herramienta útil para medir la eficiencia de las operaciones realizadas11.

4. EL COSTE DE PRODUCCIÓN Dentro de este apartado procedemos, en primer lugar, a esclarecer el elemento léxico correspondiente. Para ello nos limitaremos únicamente al concepto coste de producción. En nuestro análisis nos ocuparemos de su registro tanto en los diccionarios bilingües como en aquellos especializados y seguidamente estudiamos el concepto coste de producción desde una perspectiva funcional, es decir, la descripción sistemática basada en la documentación del corpus de los textos y contextos contables desde su primera aparición hasta la definitiva implantación en el lenguaje contable. Sin duda de la mayor importancia para el estudio comparativo de la terminología contrastiva alemán - español resulta la descrita obra de Schneider, cuya traducción al castellano introdujo la moderna concepción de la contabilidad de costes. Por esta razón comenzaremos con una referencia a este trabajo clásico. Seguidamente ofrecemos las entradas más importantes para documentar el campo semántico de los costes de producción en las dos lenguas. Es evidenDemgegenüber ist die im Rahmen des Jahresabschlusses eines Unternehmens erstellte Gewinnund Verlustrechnung, in der man die Aufwendungen und Erträge des Unternehmens gegenüberstellt, primär extern orientiert. Diese soll vor allem die Aktionäre, die Gläubiger, die Steuerbehörden, die Arbeitnehmer und die allgemeine Öffentlichkeit über die wirtschaftliche Lage eines Unternehmens informieren. Angesichts dieser unterschiedlichen Zwecke der beiden Typen von Erfolgsrechnungen, die ein Unternehmen erstellt, ist es nicht möglich, die Kosten mit den Aufwendungen und die Leistungen mit den Erträgen gleichzusetzen. Außerdem sind diese Termini von jenen Begriffen abzugrenzen, die den Ausgangspunkt zur Bestimmung des Finanzüberschusses oder der Liquidität bilden. Für diese Zwecke ist es erforderlich, die Einzahlungen den Auszahlungen bzw. die Einnahmen den Ausgaben gegenüberzustellen” (Hummel/Männel 1986: 64). 11 De la Poza 1993: 114 (nota 6 a pie de página).

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te la delimitación de los conceptos alemanes que intervienen en la formación del coste: Fertigungskosten, Kosten der Produktion, Herstellkosten, frente a la versión castellana, donde el traductor no alcanza a delimitar pertinentemente el contenido de los mismos y vacila entre los costes de producción, los costes de fabricación y los costes de elaboración. Pero también otros términos como “Produktion”, “Herstellung”, “Transformation” y “Herstellen” son reducidos a fabricación y transformación12. Kosten der Produktion (5) Herstellkosten (69, 89) Kalkulation der Herstellkosten (71) Fertigungskosten (69) Kalkulation der Fertigungskosten (72) Berechnung der Fertigungskosten (72) (78) Fertigungskosten/Me (84) Fertigungskosten des Stücks (69) Produktionskonto (6) Transformationsabteilung (23) Herstellabteilung (45) Herstellung (44, 54, 58, 67)

costes de producción (7) costes de producción (75) costes de fabricación (96) cálculo de los costes de producción (77) costes de elaboración (75) cálculo de los costes de fabricación (78) cálculo de los costes de elaboración costes de fabricación por unidad (91) costes de elaboración de la pieza (75) cuenta de fabricación (8) sección de transformación (27) sección de fabricación (48) transformación (46) fabricación (59, 63) producción (73)

Estos ejemplos sirven para ilustrar las dificultades ante las que se hallaba el léxico del campo semántico de la terminología de los costes en un período todavía reciente. Tampoco en el presente es posible solucionar tales problemas consultando los diccionarios bilingües de la materia más acreditados13. Por esta razón creemos que es fundamental aportar una documentación exhaustiva que nos permita esclarecer el contenido semántico de este concepto. A tal finalidad es necesario indagar en las fuentes del lenguaje contable. En primer lugar, recurriremos al uso de dicho concepto en la práctica empresarial, donde se utiliza como categoría de la formación de costes de la empresa y, seguidamente, nos ocuparemos de la normativa comunitaria cuya

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Citamos la edición alemana Schneider 41963, y la traducción española 31962. Sánchez (1990) y Rothe (1996).

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implantación en España ha supuesto un sustancial proceso de adaptación de la información contable, introduciendo los principios y normas de valoración de la Cuarta Directiva. En el mundo empresarial alemán respecto a la formación del coste se distingue entre ‘Herstellkosten’ y ‘Herstellungskosten’, es decir, del coste de producción tal como ilustra la tabla de cálculo utilizada en los manuales de enseñanza y en las empresas14. Herstellungskosten (Coste de producción) im Werk: Periode: Gesamt Produkt A Produkt B Produkt C + = + = + + = + =

(1) Material (2) Betriebstoffe (3) Materialeinzelkosten (4) Materialgemeinkosten (5) Materialkosten (6) Fertigungseinzelkosten (7) Fertigungsgemeinkosten (8) Sondereinzelkosten der Fertigung (9) Fertigungskosten (10) Herstellkosten (HK) (11) Verwaltungsgemeinkosten (40%) (12) Herstellungskosten

Del mismo modo en la literatura española consultada se explica la estructura y formación del coste de producción en base al modelo escalonado. El modelo aquí descrito comprende cuatro fases, donde el coste de las materias primas y la mano de obra directa (MOD) se conoce con varias denominaciones: coste primario, coste primo, coste básico o coste directo. La mano de obra directa (MOD) y los gastos generales de fabricación (GGF) dan lugar al coste de transformación. El coste de transformación y el coste de materiales son los dos componentes del coste de producción, tal como se desprende del esquema seguidamente expuesto (Blanco Dopico 1994: 77): 14 Especialmente esclarecedoras son las aclaraciones de Däumler/Grabe 1996: 362 en la nota a pie de página. Para la definición de los conceptos Herstellkosten y Herstellungskosten remitimos a la obra de Olfert 1997: 424 y 998.

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Variación de existencias de materias primas + Compras = Coste de materias primas (MP) MP + MOD = Coste primo MOD + GGF = Coste de transformación Coste de transformación + Coste de materiales =

Coste de producción

MP= materias primas MOD= Mano de obra directa GGF= Gastos generales de fabricación

5. NORMATIVA COMUNITARIA A la luz de los profundos cambios en esta materia operados en nuestro país con motivo de la adhesión de España a la Comunidad Económica Europea, es pertinente también realizar un estudio desde la normativa contable comunitaria. En la primera versión castellana de la carta contable europea, es decir, de la Cuarta Directriz aparece el concepto aquí estudiado como criterio y norma de valoración del balance, pero bajo las formas léxicas de costo, coste, costos de producción. Tal como se observa en el texto de los artículos siguientes15: Artículo 35 1. a) Los elementos del activo inmovilizado deberán ser valorados al precio de al costo de producción, sin perjuicio de las letras b) y c). 15

Diario Oficial de las Comunidades Europeas N° L 222/ 11 (14.04.1978) 17/Vol. 1.

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b) El precio de adquisición o el coste de producción de los elementos del activo inmovilizado 2. Los precios de adquisición se obtendrán añadiendo los gastos accesorios al precio de compra. 3. a) El costo de producción se obtendrá añadiendo al precio de adquisición de las materias primas y consumibles, los costos directamente imputables al producto considerado. b) Una parte razonable de los costos que sean sólo indirectamente imputables al producto considerado, podrá añadirse al costo de producción en la medida en que esos costos se refieran al período de fabricación. 4. La inclusión en el costo de producción de los intereses sobre los capitales tomados en préstamo para financiar la fabricación de inmovilizaciones, se permitirá en la medida en que esos costos se refieran al período de fabricación. En este caso, se señalará en la Memoria su anotación en el activo.

Artículo 39 1. a) Los elementos del activo circulante deberán ser valorados al precio de adquisición o al costo de producción, sin perjuicio de las letras b) y c). 2. Se aplicará la definición del precio de adquisición o del costo de producción que figura en los apartados 2 y 3 del artículo 35. Los Estados miembros podrán aplicar también el apartado 4 del artículo 35. Los gastos de distribución no podrán ser incorporados al costo de producción.

Articulo 40 1. Los Estados miembros podrán permitir que el precio de adquisición o el costo de producción de las existencias de objetos de una misma categoría, así como de todos los elementos fungibles, incluidos los valores mobiliarios, se calculen bien sobre la base de los precios medios ponderados, o bien según los métodos “primera entrada - primera salida” (FIFO) o “última entrada - primera salida” (LIFO), o un método análogo.

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La publicación en 1986 de la Cuarta Directriz (Segunda edición actualizada) supone un paso decisivo hacia la adaptación de la terminología a la normativa comunitaria. La versión fue cuidadosamente elaborada por el Instituto de Planificación Contable con motivo de nuestra adhesión a la CEE en ese mismo año. Dada la estrecha relación de nuestra legislación contable con el país vecino, se realizó la traducción del texto francés. Sin embargo, la versión española no sigue en este caso que nos ocupa precisamente el modelo francés coût de revient, sino que se inclina por el concepto sajón de coste de producción. Ahora la nueva versión de la Cuarta Directriz sustituye de forma uniforme y por completo a las formas costo, coste y costos de la primera versión. Si bien la traducción había sido realizada por Mme Amirault, también es importante el hecho de que la revisión de la traducción y su versión española fue realizada en el organismo oficial correspondiente, es decir, el Instituto de Planificación Contable y publicada por el Ministerio de Economía y Hacienda. Con el fin de facilitar un análisis constrastivo ofrecemos los textos en versión bilingüe16. ¿Qué causas internas o externas motivaron este cambio? De la documentación aquí analizada se desprende que el cambio obedeció a causas externas a la lengua17. La introducción del concepto coste de producción es evidente si se tiene en cuenta que ya desde la primera edición del Lexique UEC, publicada por la Union Européenne des Experts Comptables Economiques et Financiers en 1961 la lengua española y los expertos contables disponían de una base sólida que, al contrario de las primeras directrices de la CEE, sí habían participado en su elaboración destacados representantes españoles en las diversas comisiones de trabajo (UEC: E 4-6). La Comisión Principal de Lexicología Contable de la UEC era consciente de la relevancia de la obra, pero insistía en que el Léxico UEC no era un diccionario en el sentido tradicional del término, su propósito, respecto al contenido de las definiciones, era elaborarlas “intencionadamente bajo aspectos

16

Cuarta Directriz CEE, 1986. Si bien nuestra investigación se apoya preferentemente en la documentación extraída de los textos de la legislación contable, también queremos subrayar otro aspecto relevante respecto a las causas internas del cambio. A tal efecto nos limitaremos aquí, pues, a señalar el hecho de que la sustitución de costo por coste también está avalada por los antecedentes y la carga semántica del elemento costo, que en la lengua común es sinónimo de hachís, marihuana, chocolate. Véase: Vox. Diccionario ideológico de la lengua española. 1995, DRAE21, DEA y Moliner 1998. 17

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pragmáticos, dado que el Léxico debe atender principalmente a las exigencias prácticas con las que los miembros de la profesión de expertos contables se enfrentan en sus actividades más allá de las fronteras nacionales” (UEC: E 3-4). Sirva el siguiente ejemplo como botón de muestra de la significación y el valor de esta obra para la lexicología contable española. Por razones de espacio nos limitaremos a las definiciones en lengua alemana y española18: Herstellungskosten — Summe aller direkten und indirekten Kosten, die bei der Herstellung von Gütern oder Dienstleistungen anfallen. Coste de producción — suma de todos los costes directos e indirectos para producir un bien o un servicio. Article 35

Artículo 35

1. a) Les éléments de l’actif immobilisé doivent être évalués au prix d’acquisition ou au coût de revient sans préjudice des lettres b) et c).

1. a) Los elementos del activo inmovilizado se valorarán al precio de adquisición o al coste de producción sin perjuicio de las letras b) y c).

b) Le prix d’acquisition ou le coût de revient des éléments de l’actif immobilisé dont l’utilisation est limitée dans le temps doit être diminué des corrections de valeur calculées de manière à amortir systématiquement la valeur de ces éléments pendant leur durée d’utilisation.

b) El precio de adquisición o el coste de producción de los elementos del activo inmovilizado cuya utilización tenga un límite temporal, se disminuirán por las correcciones valorativas que deberán ser calculadas de modo que se amortice sistemáticamente el valor de dichos elementos durante el tiempo de su utilización.

3. a) Le coût de revient s’obtient en ajoutant au prix d’acquisition des matières

3. a) El coste de producción se obtendrá añadiendo al precio de adquisición de las

18

Idem: 630-631. Otros autores acentúan más bien el desarrollo técnico del cálculo de costes, por esta razón sus conclusiones nos parecen también interesantes desde la perspectiva histórica de la materia: “al coste de producción también se le llama precio de coste, porque de hecho es el precio que la empresa paga a aquellos factores de producción”. “Posiblemente el mayor tributo sobre la contabilidad de costes podemos hacerlo al profesor Dr. Ing. L. P. Alford, presidente del Departamento de Ingeniería Administrativa de la Universidad de Nueva York, cuyo Manual de Costes de Producción proporcionó la base del estudio modemo de costes aplicados a la industria” (De la Poza 1993: 114).

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premières et consommables les coûts directement imputables au produit considéré.

materias primas y otras materias consumibles los costes directamente imputables al producto considerado.

b) Une fraction raisonnable des coûts qui ne sont qu’indirectement imputables au produit considéré peut être ajoutée au coût de revient dans la mesure où ces coûts concernent la période de fabrication.

b) Podrá añadirse también una fracción razonable de los costes indirectamente imputables al producto considerado, en la medida en que dichos costes se refieran al periodo de fabricación.

4. L’inclusion dans le coût de revient des intérêts sur les capitaux empruntés pour financer la fabrication d’immobilisations est permise dans la mesure où ces intérêts concernent la période de fabrication. Dans ce cas, leur inscription à l’actif doit être signalée dans l’annexe.

4. Se permitirá la inclusión en el coste de producción de los intereses de préstamos destinados a financiar la fabricación de inmovilizaciones, en la medida en que dichos intereses se refieran al período de fabricación. En este caso, su inscripción en el activo deberá señalarse en el anexo.

Article 39

Artículo 39

a) Les éléments de l’actif circulant doivent être évalués au prix d’acquisition ou au coût de revient sans préjudice des lettres b) et c).

a) Los elementos del activo circulante se valorarán al precio de adquisición o al coste de producción sin perjuicio de las letras b) y c).

Article 40

Artículo 40

Les États membres peuvent permettre que le prix d’acquisition ou le coût de revient des stocks d’objets de même catégorie ainsi que de tous les éléments fongibles, y inclus les valeurs mobilières, soit calculé soit sur la base des prix moyens pondérés, soit selon les méthodes “premier entré - premier sorti” (FIFO) ou “dernier entré - premier sorti” (LIFO), ou une méthode analogue.

Los Estados miembros podrán permitir que el precio de adquisición o el coste de producción de las existencias de objetos de una misma categoría, así como de todos los elementos fungibles incluidos los valores mobiliarios, se calculen bien sobre la base de los precios medios ponderados, o bien según los métodos “primera entrada - primera salida” (FIFO) o “última entrada - primera salida” (LIFO), o un método análogo.

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6. LA LEGISLACIÓN MERCANTIL ESPAÑOLA Como efecto de la armonización legal en la Europa comunitaria nuestro país adaptó la legislación mercantil a las normativas contenidas en la Cuarta Directriz respecto a la valoración de las cuentas anuales. Dicho proceso legislativo está recogido en el texto refundido de la nueva ley de sociedades anónimas en la sección 5.ª: Reglas de valoración19. En el anterior texto sólo se registraba el concepto de precio de adquisición como criterio de valoración del activo inmovilizado y circulante. La inclusión del coste de producción representa, pues, un importante progreso en el proceso de adaptación de la legislación mercantil a las normas de valoración de las cuentas anuales del derecho comunitario, si bien en dicho texto todavía aparece la forma ya relegada de costo: Art. 195. Valoraciones del inmovilizado. Los elementos del activo inmovilizado deberán valorarse al precio de adquisición o al costo de producción, conforme a lo establecido en el Código de Comercio. En el caso de que se incluyan en el coste de producción del inmovilizado los intereses de los préstamos destinados a financiar su fabricación, se hará constar esta circunstancia en la memoria.

Art. 196. Valoraciones del circulante. 1. Los elementos del activo circulante deberán valorarse al precio de adquisición o al costo de producción, conforme a lo establecido en el Código de Comercio.

Finalmente, la publicación, en 1990, del nuevo Plan General de Contabilidad (PGC) representa la implantación definitiva del concepto coste de producción en el lenguaje contable20. El nuevo Plan responde, según los autores, a dos hechos específicos: La necesidad de actualizar el Plan de 1973 debido al natural “envejecimiento” y la nueva situación creada con la adhesión de España a la CEE.

19

Código de Comercio. Texto refundido de la nueva ley de Sociedades Anónimas.

20

Plan General de Contabilidad, 1991, Real Decreto 1643/1990/317.

9

1993.

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Desde el punto de vista técnico el nuevo Plan se ha inspirado en el PGC de 1973, pero teniendo en cuenta las exigencias establecidas, fundamentalmente en materia de cuentas anuales, por la Cuarta Directiva de la CEE. Puede comprobarse que, en relación con el Plan anterior, se han introducido cambios sustanciales, y sobre todo nuestra legislación se ha alejado del modelo francés de 1982, tal como ha sido expuesto por los autores aquí estudiados: “A este respecto, conviene resaltar que este nuevo texto no tiene una relación tan estrecha con el Plan francés de 1982, como cabía esperar, puesto que el anterior se había inspirado bastante en su homónimo de 1957 y en el borrador del Plan de 1985 coincidían idénticas circunstancias respecto al vigente PGC del país vecino, a partir de aquí se podría pensar en cierto alejamiento de nuestra planificación contable en relación a la francesa, hasta ahora muy próxima”21. Normas de Valoración 2.a Inmovilizado material. 1. Valoración. Los bienes comprendidos en el inmovilizado material deben valorarse al precio de adquisición o al coste de producción. Cuando se trate de bienes adquiridos a titulo gratuito se considerará como precio de adquisición el valor venal de los mismos en el momento de la adquisición. Se incorporará al valor del inmovilizado correspondiente el importe de las inversiones adicionales o complementarias que se realicen, valorándose éstas de acuerdo con los criterios establecidos en el párrafo anterior. 3. Coste de producción El coste de producción de los bienes fabricados o construidos por la propia empresa se obtiene añadiendo al precio de adquisición de las materias primas y otras materias consumibles, los demás costes directamente imputables a dichos bienes. Deberá añadirse la parte que razonablemente corresponda de los costes indirectamente imputables a los bienes de que se trata, en la medida en que tales costes correspondan al periodo de fabricación o construcción. Se permite la inclusión de los gastos financieros en el coste de producción, siempre que tales gastos se hayan devengado antes de la puesta en condiciones de funcionamiento, y hayan sido girados por el proveedor o correspondan 21

Idem: 15.

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a préstamos, u otro tipo de financiación ajena, destinada a financiar la fabricación o construcción. En este caso, su inscripción en el activo deberá señalarse en la memoria. 4.a Inmovilizado inmaterial Los diversos conceptos comprendidos en el inmovilzado inmaterial se valorarán al precio de adquisición o su coste de producción; se aplicarán los criterios establecidos para el inmovilizado material tanto por lo que respecta a la dotación de amortizaciones como de provisiones, sin perjuicio de lo señalado en la norma 5.a. 13.a Existencias 1. Valoración Los bienes comprendidos en las existencias deben valorarse al precio de adquisición o al coste de producción 3. Coste de Producción El coste de producción se determinará añadiendo al precio de adquisición de las materias primas y otras materias consumibles, los demás costes directamente imputables al producto. También deberá añadirse la parte que razonablemente corresponda de los costes indirectamente imputables a los productos de que se trate, en la medida en que tales costes correspondan al período de fabricación.

7. ANÁLISIS LEXICOGRÁFICO A continuación recogemos las entradas de los diccionarios generales monolingües: el diccionario preferentemente normativo de la Real Academia (DRAE) y otro diccionario de uso (DEA), dónde este concepto ya está definitivamente asentado: Coste. M. costa. 2. Gasto realizado para la obtención o adquisición de una cosa o servicio. de producción. Econ. Conjunto de gastos realizados en el proceso productivo de una cosa o servicio (DRAE: s.v.). Coste m 1 Gasto necesario para la obtención, disfrute o adquisición [de algo]. Tb Sin compl, por consabido. Esp. en economía y frec referido al coste de

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Pedro Vega producción. Pue 20.1.67, 10: Los precios mínimos están calculados al límite del coste de explotación de los servicios del transporte (DEA: s.v.).

Por lo que respecta a los diccionarios monolingües especializados nos limitamos a dos obras ya clásicas: la Enciclopedia de economía y el Diccionario de economía y finanzas por ser las más representativas. En la primera aparece el coste de producción, pero limitándose al concepto de la contabilidad de costes de la sección producción, es decir, sin tener en cuenta la función del mismo como criterio de valoración para las cuentas anuales22. Por lo que al segundo se refiere hemos consultado las dos últimas ediciones disponibles, pero únicamente aparece la entrada de coste23. El concepto coste de producción no está registrado en este diccionario de uso tan valioso en otras ocasiones. Tal como ya apuntábamos anteriormente, la lexicografía española presenta todavía grandes lagunas respecto a otros países europeos. Con lo cual, para la descripción lingüística, no cabe otra alternativa que remitirnos a los textos de la legislación contable con el fin de determinar adecuadamente las fuentes del corpus y el uso específico del mismo. Análisis lexicográfico CORPUS

UNIDAD LÉXICA

PGC 1973 UEC 1974 4a DA 1978 4a DZ 19862 CC 19874 DRAE 198920 PGC 1991 DRAE 199221 CC 19939

Ø Coste de producción Costo de producción Coste de producción Costo de producción Ø Coste de producción Coste de producción Costo de producción Coste de producción Ø Ø Coste de producción

DE 19936 DEF 1994 DEA 1999

22 Coste de producción. Empr. Conjunto de los consumos valorados, necesarios para llevar a cabo la producción en un determinado período de tiempo. Suma de todos los costes de los factores que entran en la producción de un bien, a los precios que éstos tienen en el mercado, o el precio asignado, de no poderse obtener en él. Enciclopedia de economía. Editorial Planeta: 1980. 23 Coste. Gasto o sacrificio en que se incurre en la producción de una mercancía o un servicio. Hace referencia al coste total si no se dice otra cosa. E. i. cost.

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8. CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS La gestación del concepto coste de producción ha sido larga. Realmente comenzó en el año 1961 en la UCE, pero fue en 1986 cuando el Instituto de Planificación Contable presentó al Ministerio de Economía y Hacienda una segunda edición actualizada de la Cuarta Directriz de la Comunidad Económica Europea. Dicha publicación viene a ser algo así como la versión española de la carta contable europea y, por lo tanto, su implantación obedecía a la nueva situación creada con la adhesión de España a la Europa Comunitaria. Merece ser destacado el hecho de que la versión española fuese acompañada del texto original francés, sin embargo, sorprende la introducción del concepto sajón de coste de producción frente a la terminología del país vecino. El caso aquí analizado —el cambio de costo por coste y la introducción de producción frente a los sinónimos de fabricación, transformación, etc., conceptos que venían utilizándose con anterioridad—, obedece a la tradición existente en la terminología sajona ya arriba documentada y que se venía utilizando en la terminología recogida en el léxico de la comisión de expertos contables europeos UCE desde su primera introducción en 1961 resp. 1974. La necesidad de usar una terminología homogeneizada se ampara, en el caso aquí analizado, en la realidad contable. Desde el punto de vista funcional el concepto coste de producción permite la valoración del activo inmovilizado y circulante, según un mismo criterio en todos los países miembros de la Unión Europea. La lengua es un ente vivo que evoluciona tanto en su sistema interno como por el contacto externo con otras lenguas. Se cumple así una de las funciones del signo lingüístico en los lenguajes especializados: al significante, si se verifica el supuesto ideal, le corresponde un determinado significado. Estamos convencidos de que es una tarea ardua, pero preferentemente reservada a la lingüística aplicada, aportar la descripción y documentación sistemática de los elementos léxicos en los que se basa la moderna comunicación.

Ad multos annos!

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EL ORIGEN DE ESP. CRIOLLO, PORT. CRIOULO Volker Noll Münster

Los filólogos están de acuerdo en que la palabra criollo ‘descendiente de padres europeos nacido en los antiguos territorios españoles de América; negro nacido en tales territorios’ (cf. DRAE) constituye una formación iberorrománica derivada de criar1. Sin embargo, su evolución hasta ahora parece poco clara, tanto en cuanto a la filiación incierta entre el español y el portugués, como respecto al sufijo insólito de la forma portuguesa crioulo. La importancia que tiene la denominación en el marco histórico-lingüístico subraya la necesidad de aclarar mejor su origen. En un artículo fundamental, Dieter Woll recientemente examinó las cuestiones de etimología y formación, presentando las hipótesis formuladas desde Cornu (1888), y juntando la primera documentación en español y en portugués. Están descartadas la deformación del port. criadouro y la filiación del lat. vulg. *CREA#BULU(M). Hasta allí seguimos la presentación sólida y convincente de Woll (1997) sin necesidad de recapitular esos casos2. Debido al comercio transatlántico de esclavos controlado por Portugal, la mayoría de las obras etimológicas atribuyen el origen de criollo/crioulo al portugués. Al contrario Woll concluye que, por su desarrollo, la forma básica debe de provenir del español. Como punto de arranque constata que la sustitución de port. -oulo por esp. -ollo no tiene explicación. A su parecer el desarrollo partió más bien de esp. crío ‘niño o niña que se está criando’ (DRAE) 1

Para los significados actuales —muy variados diatópicamente— de criollo en Hispanoamérica, véase Schwegler (en prensa). 2 Un caso no comentado por Woll es la propuesta de Martinus (1989: 297) según la cual port. crioulo se derivaría del criollo caboverdiano barlovento crióde ‘criado’ por el desarrollo intervocálico de [d] > [r] > [l]. Esta doble transformación parece muy improbable, dado que hay muchas otras palabras (p.ej. cuidóde ‘cuidado’) que asimismo presentan la correspondencia de -ado y -óde. Además -óde tiene una vocal abierta [ç] que no explica la forma portuguesa crioulo con su diptongo [ou9], pronunciado hasta el siglo XVII y alternando con [oi9] (crioilo).

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cuyo diminutivo *criuelo coloquial no documentado sería la base de las formas portuguesas crioilo > crioulo. Para aclarar el contexto, añadimos que cuando surgieron las formas en el siglo XVI, existía en portugués una alternancia de los diptongos [ou9] y [oi9] que a través de la variante más antigua [ou9] tienen su origen en lat. AU. Según la explicación de Woll, la forma presumida española *criuelo se trasformó en boca de los esclavos africanos por simplificación articulatoria en criollo, pronunciado [kri'ojo]. El problema que presenta esta filiación interesante y compleja que Woll mismo caracteriza como “camino etimológico algo zig-zagueante” (1997: 531) es la falta de documentación de la forma *criuelo en español, la razón de su desaparición y el desarrollo de [-u9elo] a [-ojo] (criollo). Además el camino abierto por Woll supone un paralelismo entre *criuelo y criollo en español que plantea la pregunta de por qué precisamente *criuelo sería la base del préstamo al portugués, mientras que la forma criollo [kri'ojo], que habría dado fácilmente *criolho en portugués, se eclipsa. Según Woll la conexión con el portugués se basa en la variante portuguesa crioilo. Agregamos que las formas con son más características del portugués de Portugal (a excepción del Norte), mientras que el portugués del Brasil normalmente representa el estado más antiguo con . Es éste el que corresponde a la forma moderna crioulo. Revisando la primera documentación se constata que la palabra aparece tardíamente. A diferencia del portugués en el Brasil, el español ya dispone de textos coloniales en la primera mitad del siglo XVI, pero no registra la palabra criollo antes de 1562: “[...] un negro mío [...] de hedad de catorze años [...] criollo de la dicha provincia de Yucatán” (Puebla 1562; BoydBowman 1987: 1173). Después la palabra aparece con regularidad. Como el transporte de esclavos africanos con destino a la Española comenzó a escala reducida ya a principios del siglo XVI, no está claro por qué criollo no aparece más temprano en español. El portugués, que dispone de una documentación etimológica mucho menos amplia, registra crioulo según Silva Neto en 1611 (1988: 432)3. Particularmente con respecto al Brasil, una fecha relativamente tardía no es nada excepcional, dado que hasta el gentilicio brasileiro tiene un problema 3 Una datación de alrededor de 1540, que cita el diccionario de Friederici (1960: 220b) basándose en el historiador brasileño Varnhagen (Historia Geral do Brasil), no se puede tener en cuenta, pues Varnhagen no presenta ninguna fuente (cf. Varnhagen, I, 1981: 215).

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de documentación4. El nuevo diccionario brasileño de Antônio Houaiss (2001: s.v.) indica la Crónica del-Rei D. António (c1596) como primera fuente de la palabra crioulo en portugués. “[...] aRjbamdo sobre a jlha de santjaguo, ancoraram defromte da praya, homde o serradas desembarcara, sayo nunalueres em terra, homde estaua algu)a gemte falamdo cõ hu)s crjoulos” (Frias c1596: 369).

Esta fecha se aproxima a la obra de Juan de Acosta (1590) que parecía contener la primera documentación en español antes de que fueran publicados los hallazgos de Boyd-Bowman (1987). Como la colonización del Brasil no comenzó hasta 1532, la documentación tardía de criollo en español sería más concebible si se tratara de un préstamo del portugués. Eso nos lleva a invertir la filiación propuesta por Woll. Volvemos a la cuestión del origen portugués con el propósito de investigar en primer lugar tanto los rasgos semánticos de la palabra derivada como los de su base, y terminaremos por una revisión de la formación morfológica. No cabe duda de que la denominación criollo está estrechamente ligada a los esclavos africanos nacidos en las colonias (negros, mulatos). La primera documentación en español ya lo indica (Boyd-Bowman 1987: 1173). En su glosario de americanismos de 1627 Fray Pedro Simón define criollo como “vocablo de negros, y quiere dezir persona nacida en la tierra, y no venida de otra parte” (Simón 1627: 62). En el portugués del Brasil crioulo se refiere todavía en la actualidad sobre todo a la población negra, abarcando a los blancos nacidos en las colonias desde el punto de vista histórico. Con respecto a la descendencia, el portugués del Brasil distinguía entre crioulos que habían nacido en la tierra y colonos que se llamaban mazombos. La complementariedad de crioulo y del africanismo mazombo destaca el ambiente del Brasil colonial. En la sociedad brasileña del siglo XVI, con su economía azucarera, tanto los niños negros como los blancos eran criados por amas negras (cf. Schlieben-Lange, en prensa). Éste es el punto de partida de la evolución de la palabra que se derivó de criar. Bluteau (1712-21: s.v.) define crioulo como “escravo, que nasce na casa do seu senhor”. La casa del señor es el eslabón que une crioulo con 4 Existe una atestación aislada en 1663, pero por desconocerla, el DELP atribuye brasileiro al siglo XVIII, y el DENF al año 1833 (Noll 1999: 103).

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ambos grupos de niños. Con este significado la palabra está documentada en portugués hasta el fin de la época de la esclavitud. Por lo tanto una “gallinha crioula” (ibid.) es la gallina que se crió en casa y que no fue comprada. Como el Brasil era una escala en la ruta marítima a las Indias orientales, el rasgo aparece también en el indoportugués (“filho adoptivo, e fâmulo criado em casa desde infância”; Dalgado 1982: s.v.). Parece lógico pensar que la referencia territorial (‘nacido en América’ etc.) que la palabra tiene tanto en portugués como en español es un rasgo derivado de dicha pertenencia a un hogar donde los niños nacen y se crían. Sin embargo, a diferencia del portugués, criollo carece de este rasgo en español. Según la documentación, la palabra sólo abarca el rasgo secundario territorial ‘criollo de (esta tierra, isla, ciudad)’. Además la palabra acusa otra evolución semántica en español que ya aparece en Juan de Acosta en 1590, poniendo de relieve a los blancos nacidos en las colonias: “[...] decían algunos Criollos (como allá llaman a los nacidos de españoles en Indias)” (libr. IV, cap. 25). Esto vale sobre todo cuando la herencia europea se opone a la de los indios. La referencia particular a la población blanca es también característica del préstamo francés créole (cf. “Mfr. crollo ‘espagnol ou portugais de pure race blanche, né aux colonies (1598)’”, FEW II, 2: 1296b). Este estado de cosas sugiere un desarrollo lineal que evidentemente tiene su origen en el portugués. Así como el derivado crioulo, los rasgos semánticos de su base están igualmente más cerca de su origen en el portugués del Brasil que en español. A diferencia de esp. crío que no modificó su significado de ‘niño o niña que se está criando’ a través de los tiempos (cf. Alonso 1968), port. cria tiene rasgos reveladores en el portugués del Brasil: 1. Animal que ainda mama. 2. Criatura. 3. Desus. Escravo criado na casa do senhor. 4. Bras. Pessoa, em geral pobre, criada em casa de outrem. 5. Bras. S. Pessoa ou animal natural ou procedente de determinado lugar (cf. Aurélio 3).

Además existen cria de peito ‘criança que ainda mama’ y cria de pé ‘criança nova, mas que já anda’ (Aurélio 3). Con este abanico, el portugués del Brasil no sólo confiere a cria el significado de ‘niño de pecho’ (cria de peito), sino que también incluye la referencia a la casa del señor (‘escravo criado na casa do senhor’) y la procedencia local (‘procedente de determinado lugar’). Son los mismos componentes que integran los significados de su derivado crioulo. En cambio el español no presenta tal enlace entre crío y criollo.

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Después de la abolición de la esclavitud en el Brasil (1888), el diccionario de Caldas Aulete define crioulo en el portugués europeo como ‘pessoa de raça branca, nascida nas colonias europêas do ultramar especialmente da America’, mientras que el significado ‘negro nascido no Brazil’ está marcado como brasilerismo (21925: s.v.). Por su parte, el significado ‘escravo que nasce na casa do senhor’ para crioulo siempre fue un brasilerismo. Aparte de las denominaciones de la fauna y la flora, no obstante, los brasilerismos apenas aparecen en la lexicografía del portugués antes del siglo XIX. No sabemos nada de la lengua hablada en el Brasil hasta fines del siglo XVIII (cf. Noll 1999). La imprenta no fue introducida hasta 1808. Añadimos que el gobierno brasileño decretó la destrucción de los documentos relacionados con la esclavitud después de la abolición de la misma. Todo esto explica por qué crioulo está documentado escasamente. Finalmente hasta la cuestión de la sufijación que indujo a Woll a dar su explicación a favor de la filiación española, tiene una solución que asimismo presenta menos problemas formales en portugués que en español aunque sea igualmente irregular. Pensamos que port. crioulo es la unión de port. cria s.f. y del sufijo diminutivo -olo (cf. esp. -uelo). A partir de allí se formó el derivado *criaolo cuyo nexo vocálico -ao- siguió directamente el camino de la fonética histórica portuguesa de lat. [au] > [ou9] (→ crioulo). De la misma manera el portugués no sólo desarrolló lat. AU, sino que también adaptó más tarde nexos comparables en préstamos como en esp. zanahoria (> cenoura [ou9], cenoira; siglos XV y XVI) y en ár. az-za#’u#q (> azougue; siglo XIV; cf. DENF). La inclusión de la vocal temática [a] en cria (→*criaolo en vez de criolo) es perfectamente contundente, pues todos los derivados de port. criar, cria la presentan, ya que la forma masculina *crio no existe en portugués. El encuentro de la vocal [a] con la [o] del sufijo -olo ([ao] > [ou9]) explica la desinencia insólita -oulo en portugués, que ha causado quebraderos de cabeza a los etimólogos. Asimismo Corominas y Pascual (DCECH) consideran la sufijación con -olo (< lat. -O(LUS) en portugués, pero al no tomar en cuenta la vocal temática no consiguen explicar el diptongo ou y deben remontarse al leonés y al mozárabe. Esta solución, sin embargo, es desacertada (cf. Woll 1997: 528529). Hoy en día la sufijación con -olo aparece, por una parte, en palabras eruditas y préstamos, dado que conservan la /l/ intervocálica perdida en una evolución medieval que partió del norte de Portugal. Por la otra, sin embargo, existen las formaciones diminutivas en -ola: venda → vendola ‘pequeña

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venta’, fazenda → fazendola. En este contexto aparecen también formas masculinas como casinholo (casinhola < casa), igual que bras. cochicholo (cachichola) ‘casita’. La sufijación en portugués no partió solamente de la intención de formar una denominación hipocorística, que sería el caso de criollo en español. El diminutivo portugués está motivado por dos factores adicionales. Por una parte, la base cria no se refiere únicamente a seres humanos como esp. crío, sino también a animales. Por la otra, port. cria s.f. tampoco permite distinguir los géneros. El sustantivo crioulo/crioula compensa estas dos carencias. Hasta la monoptongación del siglo XVII, port. crioulo se pronunciaba [kri'ou9lu] (cf. ouro ['ou9ru] < lat. AURUM). La pronunciación explica tanto la grafía como la variante del portugués de Portugal crioilo [oi9], que se basa en la alternancia ya mencionada de [ou9] y [oi9] en el siglo XVI. Para la forma que tomó prestada el español es decisivo que el español rechace el diptongo portugués [ou9]: no existen palabras genuinas con este diptongo en español, lo cual se puede verificar fácilmente con una búsqueda electrónica en el diccionario de la Real Academia con el comodín *ou* (cf. DRAE; Noll, en prensa). La única forma de sustitución fonética en español que toma en cuenta la característica del diptongo descendente [ou9] del portugués es el nexo [o¥]/[oi9] (criollo). Este desarrollo tiene apoyo en la variante portuguesa crioilo [oi9], que se aproxima fonéticamente a esp. [kri'ojo]. Ante la forma europea crioilo, la transferencia de la palabra al español puede haber sucedido, o bien en las relaciones peninsulares, o bien por el contacto en el comercio transatlántico de esclavos. Los embarques en las regiones occidentales de África controladas por Portugal se destinaban tanto al Brasil como al Caribe, donde abastecían en el siglo XVI sobre todo a la Española, Jamaica y Cartagena de Indias. Con permisos especiales (asientos), también los barcos españoles podían encargarse del transporte de esclavos en el África occidental. La contundencia de la filiación portuguesa, por oposición a la española, resulta sobre todo de la semántica, que conserva los rasgos genuinos de port. crioulo y de su base cria. Además permite explicar la documentación tardía en ambas lenguas. Finalmente se deduce de la morfología y grafía portuguesas también la forma, que hasta ahora ha presentado las mayores dificultades en cuanto a la filiación etimológica. Por lo tanto es más que probable que la denominación criollo tenga su origen en port. crioulo, que se divulgó en el habla de los primeros tiempos de la colonización del Brasil.

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0. INTRODUCCIÓN El objetivo de mi contribución se inserta en la tarea de reconstruir el español de América en el siglo XVI (cf. Lüdtke 1999). El ámbito específico que trataré son las denominaciones de la flora y de la fauna1. Para la reconstrucción de etapas de lengua anteriores a la contemporánea las fuentes constituyen una base fundamental, por lo cual trataré en primer lugar los tipos de fuentes, sus autores y las intenciones de éstos con respecto a las denominaciones de los árboles, de las plantas y de los animales. En segundo lugar estudiaré los comentarios metalingüísticos que se encuentran en los textos y el empleo de las palabras en los mismos, para sacar de allí conclusiones sobre la integración de palabras en el español de América y las variedades de lengua que existían. En tercer lugar estudiaré los tipos de palabras utilizadas para construir la base de un campo semántico. Un análisis semántico podría constituir un estudio en el futuro.

1 Existen innumerables estudios sobre el español de América. Me limito a señalar algunos de los trabajos más importantes para el desarrollo de mi investigación. Gerbi (1975) y Serafin (1988) tratan de la atención hacia la naturaleza en crónicas e historias. Henríquez Ureña (1940), García Mouton (1986) y Rivarola (1990) estudian los orígenes de algunas palabras indígenas y su difusión. En cuanto a diccionarios específicos existen el diccionario de indigenismos de términos del reino natural en cronistas andaluces de Galeote (1997), y el diccionario de indigenismos en crónicas de Alvar Ezquerra (1997), que abarca también los términos del reino natural. Sáez-Godoy (1982) y Martinell Gifre (1988) enumeran los procedimientos de descripción de la flora y fauna. Cf. también los diccionarios de los términos de la flora y fauna Friederici (1960), Schwauss (1970) y Malaret (1970).

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1. LOS TEXTOS 1.1. Tipos de textos y fuentes estudiadas Para una interpretación correcta de los datos, en este caso de los nombres de los árboles, de las plantas y de los animales, es necesario tener en cuenta el tipo de texto en el cual se encuentran estas palabras y las intenciones del autor. En el siglo XVI se escribieron varios tipos de textos en América o sobre América. Por un lado hay textos que pertenecen al campo jurídico y administrativo/burocrático (cf. Rojas 1998), entre los cuales, a su vez, se pueden distinguir subclases, por ejemplo: información, ordenanza, instrucción (los cuales se analizan en Wesch 1993) y cartas. Por otro lado existen textos no jurídico-burocráticos que tratan del descubrimiento de América y que también se pueden subdividir en clases. Martinell Gifre (1988) distingue tres clases de textos que corresponden a tres momentos diferentes en la historia de América: el descubrimiento, la conquista y la colonización. Los textos que corresponden a cada momento son: “los diarios de los navegantes”, “las narraciones de las grandes conquistas”, y “las historias particulares, espoleadas por curiosidades renacentistas propias de geógrafos, naturalistas, antropólogos” (Martinell Gifre 1988: 137-138). Mi investigación no se basa en textos jurídico-administrativos porque éstos contienen sólo esporádicamente denominaciones de árboles, plantas y animales. Por su parte, entre los textos no jurídicos los diarios de los navegantes son en general muy tempranos y documentan sólo el primer contacto, mientras que en el presente trabajo estudiamos una época que contiene ya una primera consolidación lingüística. Por esta razón me apoyo en textos del segundo y sobre todo del tercer tipo, es decir, en las narraciones de las conquistas y en las historias de científicos de la época. Los textos que describen las conquistas de los reinos indígenas se denominan muchas veces con el título de “relación” y a veces también con el de “crónica” (Stoll 1997: 63-65, 7074). El interés princi-pal radica aquí más en la descripción de la conquista de los indios por los españoles que en la descripción del reino natural, que sólo aparece en función de aquélla, asistemáticamente, sin contemplar el orden de los elementos del reino natural2. Ejemplos de este tipo de textos son: Las Cartas de relación de la conquista de la Nueva España de Hernán Cortés, la 2 Cf. Gerbi (1975: 165) que subraya las intenciones no simplemente descriptivas de varios autores anteriores a Oviedo.

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Relación del descubrimiento y conquista del Pirú de Pedro Pizarro y la Crónica del Perú de Pedro Cieza de León. En este estudio, este tipo de texto está representado por la Crónica y relación copiosa y verdadera de los Reinos de Chile (1558) de Gerónimo de Vivar. En los textos intitulados “historia”, a los cuales los mismos autores se refieren con la palabra “crónica” (cf. Stoll 1997: 63-69), el interés mayor está en la descripción de las cosas del Nuevo Mundo o en la historia de este Nuevo Mundo de manera más sistemática; se trata de textos que contienen un interés etnológico, antropológico y científico3. Textos de este tipo estudiados aquí son: la Historia general de las Indias, 1535, de Fernández de Oviedo, la Apologética historia sumaria (escrita entre 1555 y 1561) de Fray Bartolomé de Las Casas, la Historia/natural/y/moral de las/Indias (escrita entre 1589 y 1593) de José de Acosta, la Historia General de las cosas de la Nueva España (compuesta entre 1570 y 1582) de Bernardino de Sahagún y los Comentarios Reales de los Incas (publicados por primera vez en 1606 o 1609) del Inca Garcilaso de la Vega. Los textos de Francisco López de Gómara, Historia general de las Indias [11552] y el de Fray Toribio de Motolinía, Historia de los indios de la Nueva España (concluida en 1541), difieren de las otras historias mencionadas por su orden interno, que semeja más al orden de las relaciones que al orden de las historias4. Los comentarios sobre la flora y fauna están organizados según las regiones que se describen y no según un orden teórico. En cuanto a las regiones y lenguas indígenas consideradas se puede distinguir entre textos que abarcan todas las Indias y textos que contienen una limitación regional o lingüística. No limitados en estos sentidos son los textos de Oviedo (1992), Las Casas (1992), Acosta (1979), Motolinía (1914) y Gómara (1979). Limitados o más ligados a un aspecto regional son Sahagún (1982) al náhuatl de México, el Inca Garcilaso de la Vega (1963) al quechua del Perú y Vivar (1979) a Chile. Aparte de las clasificaciones según regiones en Vivar (1979), Motolinía (1914) y Gómara (1979), el esquema de clasificación en los otros textos difiere. El texto que prescindiendo de un orden geográfico de sur a norte contiene un orden para la descripción de la flora y fauna, aunque no se 3

Cf. Alvar (1982). Es interesante en este contexto que el manuscrito de Motolinía lleve el título de Relación que ya en el siglo XVII fue sustituido por el de Historia de los Indios de la Nueva España (cf. Stoll 1997: 63). 4

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basa en el sistema genético, es el de Oviedo (1992)5: empieza con la descripción del “pan de los Indios”, y continúa con los árboles frutales, los árboles salvajes, las hierbas medicinales, las plantas y las hierbas comunes, después prosigue con los animales, haciendo la siguiente subdivisión: 1. animales que había en la Española antes de la llegada de los españoles, 2. animales que los españoles trajeron y 3. animales en general, continuando con los animales de agua, y las aves, subdivididas en, primero, aves que acompañan en el viaje; segundo, aves que se asemejan a las de España; tercero, aves traídas de España; cuarto: aves indígenas, y termina con los insectos (cf. Gerbi 1975: 389-390). Tenemos que preguntarnos si los textos contienen sólo cosas verdaderas y fiables. En general los autores quieren destacarse de las fábulas y subrayan el hecho de haber visto las cosas narradas o descritas o de tener testigos muy fiables. Aún así algunas descripciones de animales parecen pertenecer más a un mundo fabuloso que a la realidad, por ejemplo en Sahagún (1982: 623-624). Claro que todos estos textos se escribieron para informar a las personas que no iban a América, lo que implica siempre el deseo de dar explicaciones. Pero lo que se quiere decir o la visión que se quiere dar difiere según las ideas del autor, por ejemplo Las Casas (1992), el Inca Garcilaso de la Vega (1963) y Sahagún (1982) defienden a los indios y su cultura. Concluimos que los textos estudiados se diferencian con respecto a su mo-mento de redacción y al lugar al que se refieren y en el tipo de texto, sobre todo en la sistematicidad de la organización textual.

1.2. Los autores Los autores de historias, en general, son personas cultas (cf. Stoll 1997: 65), que saben a veces también el latín o conocen otras obras del mismo tipo a las cuales se refieren o las citan. Motolinía (1914: 209) cita a Las Casas, Garcilaso de la Vega (1963: 309-310, 312, 313, 314) cita a P. Blas Valera, a Acosta (Garcilaso de la Vega 1963: 311, 315, 317, 318-319, 320), al doctor Monardes (Garcilaso de la Vega 1963: 313), a Boccaccio (Garcilaso de la

5 Según Gerbi (1975: 398) Oviedo utiliza el orden de Plinio de los animales terrestres, acuáticos y volátiles.

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Vega 1963: 322), a Ariosto (Garcilaso de la Vega 1963: 323), Fernández de Oviedo (1992: 227) a Plinio6 y Acosta (1979: 171) también a Plinio. Entonces el único texto escrito por un autor menos culto, o por lo menos por un personaje del cual no sabemos mucho, es el de Gerónimo de Vivar.

2. LA FLORA Y LA FAUNA El ámbito del reino natural representa un campo particular de la realidad en cuanto existe una clasificación dada por la naturaleza y no artificial, como en los casos de los artefactos humanos. Pero no existe sólo una clasificación y denominación científica, sino que también hay denominaciones populares. En los dos casos nos encontramos con un dominio taxonómico y un ámbito terminológico7. Lo que tenemos que preguntarnos es si, en los textos del siglo XVI, se trata de un saber de especialistas y en consecuencia de un lenguaje especializado (Fachsprache o tecnolecto), o si se trata de un saber común y del español común8. Creo que hay que distinguir entre los diferentes autores. Mientras que las historias sistemáticas pueden contener lexemas más específicos, las relaciones con menos interés en la flora y en la fauna muestran en este campo un léxico menos especializado. Tenemos en un texto un reconocimiento del propio Vivar como no especialista: Las yervas que ay pareçientes a las de nuestra España son las syguientes: çentaura y yerva mora y llanten y apio y berbena, mançanilla y malvas y maluarisco y ençençio rromano (que los boticarios llaman), e serraxas y achicoria, berdolagas, culantrillo de poço, doradilla, lengua / de buey, perçicaria, hortigas e tomillo y rromaza e junçia y coronilla del rrey e suelda e carrizo y otras muchas yervas y rrayzes pareçientes a las de nuestra España, que por no ser erbolario no las pongo (Vivar 1979: 159).

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Para las relaciones entre Plinio y Oviedo, cf. Gerbi 1975: 174-175 y 536-537. Cf. para la diferenciación de taxonomías y campos semánticos en lenguas funcionales Coseriu 1978: 201-206. 8 Cf. Lüdtke 1995: 454-458. Este problema de variedad de lengua se trasluce en la siguiente afirmación de Martinell Gifre: “Llama la atención del lector no sólo cómo pudieron, sin ser naturalistas, descender a los detalles más nimios de la naturaleza de los vegetales, sino también cómo pudieron, sin ser literatos, producir descripciones tan sensibles” (Martinell Gifre 1988: 157). 7

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El uso de nombres de plantas, árboles y animales varía en estos textos según el propósito de los mismos, porque en los textos que tratan principalmente de la conquista no se encuentran muchas palabras que se refieran al reino natural, pues al escritor no le interesa este aspecto (Serafin 1988: 1314). Las personas que escriben historias, por el contrario, están muy interesadas en ese tipo de palabras y realidades, éstas pertenecen a su argumento muy de cerca. Se podría decir que contienen un interés científico y el deseo de una clasificación y de una denominación exhaustiva o documental. Oviedo (1992) y Acosta (1979) reflejan un gran saber, mientras que Vivar (1979), Motolinía (1914) y Gómara (1979) parecen más influenciados por motivos prácticos que, claro está, no faltan en todos los otros autores. Estos motivos prácticos son la nutrición y los materiales para la vida, la vestimenta y las viviendas, lo cual se reconoce por el importante papel dado a la descripción del ají y del maíz llamado “pan de los indios” en Oviedo (1992: 230)9 y también en las descripciones de frutas y animales en las cuales se subraya la comestibilidad de éstos. Dado que para los colonizadores el sustento fue un problema importantísimo y los nombres de las cosas que se comen no pertenecen solamente al léxico de las personas especializadas, hay una parte del léxico de las denominaciones en el reino natural que pueden pertenecer a una variedad no especializada. Claro que no es tan fácil establecer los límites entre un léxico común y un léxico de especialistas.

3. COMENTARIOS METALINGÜÍSTICOS En todos los textos se puede destacar una reflexión sobre la lengua que se expresa en comentarios metalingüísticos que se refieren a varios aspectos y que difieren en cantidad y cualidad según los autores.

3.1. Observaciones diatópicas En los textos se encuentran observaciones diatópicas explícitas con una distinción entre palabras españolas, las que tienen origen en las islas y las denominaciones indígenas en otras regiones que todavía no parecen integradas al español, sino que pasan por palabras de los indios. En cuanto a las pala9

Cf. Acosta (1979: 169) y Garcilaso de la Vega (1963: 305).

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bras españolas, éstas sufren una transposición a objetos semejantes del Nuevo Mundo, alargando así su extensión y su intensión. Los cronistas están muy conscientes del origen antillano de las denominaciones en el reino de la flora. El Inca Garcilaso de la Vega lo expresa muy claramente: “todos los nombres que los españoles ponen a las frutas y legumbres del Perú son del lenguaje de las islas de Barlovento, que los han introducido ya en su lengua española, y por eso damos cuenta de ellos” (Garcilaso de la Vega 1963: 307). Las Islas de Barlovento son, según Acosta: “Cuba, La Española, Jamaica, San Juan” (Acosta 1979: 170). Acosta mismo nos proporciona un ejemplo de este tipo que contiene también palabras de otras regiones, y nos ofrece una diferenciación diatópica: Pero la natural especería que dió Dios a las Indias de Occidente, es la que en Castilla llaman pimienta de las Indias, y en Indias por vocablo general tomado de la primera tierra de islas que conquistaron, nombran ají, y en lengua del Cuzco se dice uchu, y en la de México chili. Esta es cosa ya bien conocida, y así hay poco que tratar de ella (Acosta 1979: 177),

ejemplo reiterado por Garcilaso “llaman uchu, y los españoles pimiento de las Indias, aunque allá le llaman ají que es nombre de leguaje [sic] de las islas de Barlovento” (Garcilaso de la Vega 1963: 309). También Motolinía menciona las diferencias diatópicas: Este vocablo tunal, y tuna por su fruta, es nombre de las Islas, porque en ellas hay muchos de estos árboles, aunque la fruta no es tanta ni tan buena como la de esta tierra. En esta Nueva España al árbol llaman nopal, y a la fruta nochtli (Motolinía 1914: 176).

Del grado de integración en el español de América de estas palabras de origen antillano nos ofrece otro ejemplo Motolinía. Las denominaciones provenientes de las islas parecen funcionar como una primera explicación del significado de las palabras indígenas: el primer ejemplo se refiere a las iguanas y el segundo al maguey: “los Indios llaman quanlitizpal, que quiere decir sierpe de monte; a los lagartos grandes llaman sierpe de agua. En las Islas llaman a las primeras iguanas” (Motolinía 1914: 208), “Metl es un árbol o cardo que en la lengua de las Islas se llama maguey” (Motolinía 1914: 249). Si en las demás regiones americanas se descubren frutas que no existen en las Islas los españoles tienen problemas de denominación, como nos informa el Inca Garcilaso: a una determinada fruta “los indios llaman cuchuchu;

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hasta ahora no sé que los españoles le hayan dado nombre, y es porque no hay de esta fruta en las islas de Barlovento” (Garcilaso de la Vega 1963: 307). En Garcilaso de la Vega (1963: 319) encontramos también la observación de que las palabras de origen indio en su fonología sufren una alteración que le parece una corrupción, lo que ejemplifica a propósito de la palabra lucma de los indios pronunciada por los españoles según él como rucma. El segundo tipo de observaciones frecuentes sobre el origen de las palabras se refiere a la denominación motivada por la semejanza de los objetos conocidos de España y los del Nuevo Mundo. Aquí se puede distinguir entre una simple explicación del nombre y de las semejanzas entre los objetos y una añadidura de un comentario crítico. La simple explicación se encuentra en Vivar, Acosta y Garcilaso de la Vega: Ay otros arboles pequeños, que se llama ‘albahaca’, que naçen en rriberas de las açequias. Y los españoles le pusyeron este nombre a causa / de pareçerse a ella (Vivar 1979: 158-159)10. La causa de haberle llamado plátano los españoles (porque los naturales no tenían tal vocablo) fué, como en otras cosas, alguna similitud que hallaron [...] estos plátanos de Indias y los plátanos que celebran los antiguos, es en la grandeza de las hojas, porque las tienen grandísimas y fresquísimas estos plátanos (Acosta 1979: 178). La fruta que los españoles llaman peras, por parecerse a las de España en el color verde y en el talle (Garcilaso de la Vega 1963: 308). Los indios del Perú no tuvieron aves caseras sino sola una casta de patos, que por semejar mucho a los de acá les llaman así los españoles (Garcilaso de la Vega 1963: 319).

La semejanza puede ser también metafórica como en el siguiente ejemplo en el cual los colores de la fruta recuerdan los colores del hábito de los monjes dominicos: Hay otros plátanos menores, que a diferencia de los mayores, les llaman dominicos, porque aquella cáscara cuando nace el racimo está blanca, y cuando la fruta está sazonada participa de blanco y negro a remiendos (Garcilaso de la Vega 1963: 311).

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Cf. también Vivar 1979: 182.

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Existen también explicaciones que especifican lo que es semejante y lo que no lo es: “Ay otro arbol a manera de rromero que se le pareçe en todo, sy no es en la olor, que no la tiene como [el de] nuestra España” (Vivar 1979: 159)11. De aquí se puede pasar a los comentarios críticos de este procedimiento, que no faltan. Estas críticas se repiten normalmente con las mismas palabras: piña, pepino, plátano12, tigre, león, ciruela. Una crítica general nos ofrece Acosta: a muchas de estas cosas de Indias, los primeros españoles les pusieron nombres de España, tomados de otras cosas a que tienen alguna semejanza, como piñas, y pepinos y ciruelas, siendo en la verdad frutas diversísimas, y que es mucho más sin comparación en lo que difieren de las que en Castilla se llaman por esos nombres (Acosta 1979: 175).

Y también Garcilaso nos la presenta: Muchas otras frutas se crían de suyo en los Antis, como son las que los españoles llaman almendras y nueces, por alguna semejanza que tengan a las de acá en que quiera que sea; que esta rotura tuvieron los primeros españoles que pasaron a Indias, que con poca semejanza y ninguna propriedad llamaron a las frutas de allá con los nombres de acá, que cotejadas las unas con las otras son muy diferentes; que es muy mucho más en lo que difieren que no en lo que se asemejan, y aun algunas son contrarias, no sólo en el gusto, mas también en los efectos; y así son estas nueces y almendras (Garcilaso de la Vega 1963: 311).

En algunos casos hay una especificación de las diferencias, en otros se alude de manera general a la diferencia: Hay otra fruta muy buena que los españoles llaman pepino, porque se le parece algo en el talle, pero no en el gusto, ni en lo saludable que son para los enfermos de calenturas, ni en la buena digestión que tienen, antes son contrarios a los de España (Garcilaso de la Vega 1963: 307)13. Hay unos pajarillos pardos que los españoles llaman gorriones, por la semejanza del color y del tamaño, aunque diferentes en el canto, que aquéllos cantan muy suavemente (Garcilaso de la Vega 1963: 321).

11

Cf. también Vivar 1979: 158. Cf. para la introducción del término Lüdtke 1992: 441. 13 Cf. también Garcilaso de la Vega 1963: 314. 12

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Waltraud Weidenbusch Otros pajarillos bermejuelos llaman ruiseñor los españoles por la semejanza del color, pero en el canto difieren como lo prieto de lo blanco; porque aquéllos cantan malísimamente (Garcilaso de la Vega 1963: 321).

Ya Oviedo contenía estas críticas en general de manera muy breve pero acentuada14: “De los árboles que los cristianos llaman en la Tierra Firme membrillos, aunque no lo son, e de la fructa que llevan” (Oviedo, I, 1992: 296) y “que acá llaman bálsamo (puesto que no lo es)” (Oviedo, II, 1992: 11). Oviedo (II, 1992: 39-42) nos proporciona una explicación muy larga de la inadecuación del empleo de la palabra tigre por el hoy denominado jaguar, estudiada por Scharlau (1983), y hace hincapié en el hecho de que un tigre tiene que correr rápidamente, lo que no hace el tigre en América. Además este cronista nos ofrece la siguiente crítica que muestra que las denominaciones “incorrectas” incluso llevan a un contrasentido: “De los pinos que hay en esta isla Española, semejantes a los pinos de España, que no llevan piñas sino vanas” (Oviedo, I, 1992: 279). En general se puede concluir que las semejanzas se refieren al tamaño, al color, a la forma exterior y no al sabor, al grito o canto de los animales (lo que al revés subraya Garcilaso en sus motivaciones onomatopéyicas de nombres de pájaros y aves en las lenguas indígenas) y a su comportamiento. Oviedo, por su parte, hace distinciones regionales en el español: en la Española los españoles llaman papaya a un fruto que en la Tierra firme los españoles denominan higos del mastuerzo, mientras que en la Provincia de Nicaragua se le llama olocoton. Acerca de la última denominación Oviedo (I, 1992: 273) no especifica si el nombre se utiliza por los españoles o los indios. Además se encuentra también una diferenciación entre el español de América y el de España o el de algunas regiones de España: “el grano de maíz, que en Castilla llaman trigo de las Indias, y en Italia, grano de Turquía” (Acosta 1979: 170), “La hoja dél es como la del ginjol, que en Castilla llaman serval” (Oviedo, I, 1992: 275), “ay oroçuz que produze la tierra, que en Castilla la Vieja llaman rregalizia” (Vivar 1979: 182), “Hay unas aves blancas, áztatl, (que) en algunas partes de España se llaman dorales, y acá las llaman los españoles garzotas blancas” (Sahagún 1982: 634). Se utilizan también denominaciones que especifican el origen de un objeto si las palabras son las mismas de un lado y del otro del océano, así los juncos americanos en Castilla se denominan juncos de Indias (Oviedo, II, 1992: 15). 14 Cf. Gerbi 1975: 393, 396-397 que destaca que Oviedo fue el primero que utilizó sistemáticamente el principio de “affinità generiche e differenze specifiche” (Gerbi 1975: 392).

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3.2. Observaciones diastráticas Amplios son los comentarios que oponen una denominación utilizada por los indios a la empleada por los españoles. En Acosta, por ejemplo, leemos: “el ganado de la tierra, que los nuestros llaman carneros de las Indias, y los indios, en lengua general, los llaman llama” (Acosta 1979: 210) y en Garcilaso de la Vega que da las correspondencias en lengua quechua: “los españoles llaman guayavas, y los indios savintu” (Garcilaso de la Vega 1963: 308), “Otra fruta llaman los indios pacay y los epañoles guavas” (Garcilaso de la Vega 1963: 308), “los españoles llaman magüey, y los indios chuchau” (Garcilaso de la Vega 1963: 309), “Del arbolillo que los españoles llaman tabaco y los indios sayri” (Garcilaso de la Vega 1963: 313), “las que los españoles llaman batatas, y los indios del Perú apichu” (Garcilaso de la Vega 1963: 307), “los indios llaman cuca y los españoles coca” (Garcilaso de la Vega 1963: 311), “llámanles cuntur y los españoles cóndor” (Garcilaso de la Vega 1963: 319). Llamo la atención sobre el hecho de que las palabras de los españoles en estos ejemplos no son de origen español. Una excepción es la siguiente: “los indios les llaman añas y los españoles zorrina” (Garcilaso de la Vega 1963: 317). Sahagún nos da las correspondencias en náhuatl: “Hay otros árboles que se llaman xicotzápotl, (y) llámanlos los españoles peruétanos” (Sahagún 1982: 663). También Moto-linía utiliza este método: “En estas tunas, que son coloradas, nace la grana, que en esta lengua se llama mocheztlí [...] entre los Españoles se llama carmesí” (Motolinía 1914: 176).

3.3. Comentarios con respecto a casos problemáticos Hay también cosas a las cuales no se da un nombre o de las cuales no se conocen los nombres: Y tiene mucho pescado y de muchas maneras como / en nuestra España, donde son pescadas, sardinas y liças y lanpreas y por no saber los nonbres de los más, no los quento. Ay tanbien lenguados (Vivar 1979: 197).

No hemos observado que se subraye mucho el problema de clasificación de un objeto y de su pertenencia a una u otra denominación. Hay un ejemplo en Sahagún: “Hay en esta tierra un animal que se dice cóyotl, al cual algunos de los españoles le llaman zorro, y otros le llaman lobo, y según sus

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propriedades a mi ver ni es lobo ni zorro sino animal propio de esta tierra” (Sahagún 1982: 623). 3.4. Comentarios sobre las lenguas indígenas Hay también textos que muestran un interés del autor por la lengua de los indios. En estos textos, que son sobre todo los de Garcilaso de la Vega (1963) y Sahagún (1982), los autores motivan la denominación de la palabra india, sea atribuyéndole una motivación onomatopéyica, como por ejemplo los nombres de pájaros y aves, sea dando una traducción al español de la palabra indígena. Ejemplos de onomatopeya son los siguientes: “llámanles yutu, pusiéronles el nombre del sonido del canto que tienen, que dicen yutyut; y no solamente a las perdices, pero a otras muchas aves les ponen el nombre del canto de ellas” (Garcilaso de la Vega 1963: 321) y “Hay una ave que se llama pohpocales, y vive en las montañas; tiene este nombre porque canta diciendo pohpocales” (Sahagún 1982: 632). Ejemplos con traducciones son: “a que los Indios llaman teocachili, que quiere decir dios cachol” (Motolinía 1914: 208), “llámanle rocot uchu: quiere decir pimiento grueso, a diferencia del que sigue” (Garcilaso de la Vega 1963: 309), “Hay un animal en estas partes que se llama mazamiztli, quiere decir ciervo-león” (Sahagún 1982: 623), “En la Nueva España estiman mucho los indios una flor que llaman yolosuchil, que quiere decir flor de corazón” (Acosta 1979: 188). En algunos textos se encuentran comentarios que conciernen a la acentuación de las palabras indígenas. Sistemáticamente los da Las Casas: Estos eran de cuatro especies; una se llamaba quemí (la última sílaba aguda) y eran los mayores y más duros, la otra especie era los que llamaban hutías [sic] (la penúltima luenga), la tercera los mohíes (la misma sílaba luenga), la cuarta era como gazapitos que llamaban curíes (la misma sílaba también luenga); los cuales eran muy sanos y delicatísimos (Las Casas 1992: 328).

Excepcionalmente los encontramos en Oviedo por ejemplo: “Llámanla curiá. Así que, la a se ha de decir poquito después que se dice curi, para acentuarla como el indio la nombra” (Oviedo, II, 1992: 23), “Llámanse iuana, y escríbese con estas cinco letras, y pronúnciase i, e con poquísimo intervalo, u, e después, las tres letras postreras, ana, juntas o dichas presto: así que, en el nombre todo, se hagan dos pausas de la forma que es dicho” (Oviedo, II, 1992: 32). También Garcilaso menciona a veces la acentuación: “Huminta el

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de sus fiestas y regalo, tauta (pronunciada la primera sílaba en el paladar)” (Garcilaso de la Vega 1963: 305-306), “la zara tostada llaman camcha: quiere decir maíz tostado, incluye en sí el nombre adjetivo, y el sustantivo hase de pronunciar con m, porque con la n significa barrio de vecindad, o un gran cercado” (Garcilaso de la Vega 1963: 306). En las lenguas indígenas, por supuesto, se encuentran también hispanismos para frutas o animales que los españoles llevaron a América, o una extensión del significado de una palabra india, es decir que los indios practican los mismos procedimientos que los españoles. No tenemos un ejemplo de un hispanismo, pero Acosta describe la existencia de éstos: “es bastante prueba ver que los indios no tienen en su lengua vocablos proprios para estos animales, sino que se aprovechan de los mismos vocablos españoles, aunque corruptos, porque de donde les vino la cosa, como no la conocían, tomaron el vocablo de ella” (Acosta 1979: 199). Por otro lado Acosta deduce de la existencia de una palabra indígena la existencia del objeto antes de la llegada de los españoles: me he maravillado de las gallinas, porque en efecto las había antes de ir españoles, y es claro indicio tener nombres de allá, que a la gallina llaman gualpa, y al huevo ronto, y el mismo refrán que tenemos, de llamar a un hombre gallina para notalle de cobarde, ese proprio usan los indios (Acosta 1979: 201202).

Un ejemplo de una palabra indiana con cambio del significado para una fruta española porque se asemeja a una fruta indiana encontramos en Motolinía: Entre muchas frutas que hay en estos montes y en toda la Nueva España, es una que llaman ahuacatl [...]. De estos ahuacates hay cuatro o cinco diferencias [...]. Otros hay muy pequeñitos, poco más que aceitunas cordobesas; y de este nombre pusieron los Indios a las aceitunas cuando acá las vieron, que las llamaron ahuacates pequeños (Motolinía 1914: 198-199).

Otro ejemplo es una construcción con indicación del origen del objeto: “A las palomas caseras que han llevado de España dicen los indios Castilla urpi, que es paloma de Castilla, por decir que fueron llevadas de acá” (Garcilaso de la Vega 1963: 321). Los cronistas reconocen que existen lenguas generales, lo que podemos constatar en Garcilaso de la Vega: “Cómo se llame el tigre en la lengua

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general del Perú se me ha olvidado” (Garcilaso de la Vega 1963: 318) y Acosta: “el ganado de la tierra, que los nuestros llaman carneros de las Indias, y los indios, en lengua general, los llaman llama” (Acosta 1979: 210).

4. TIPOS DE DENOMINACIONES EN ESPAÑOL De lo que hemos visto hasta ahora y del empleo de las palabras sin comentarios que encontramos en los textos, podemos concluir que las denominaciones de la flora y de la fauna pertenecen a varios tipos en el español de América. En este dominio tenemos que tomar en cuenta los siguientes tipos de palabras que se pueden diferenciar en dos grandes grupos: las de origen indígena (4.1.) y las de origen español (4.2.) con varias subdivisiones. 4.1.1. La integración de palabras indígenas en el español15 de América del siglo XVI concierne sobre todo a las palabras de origen antillano. Su integración se manifiesta de dos maneras. Una es que a estas palabras de origen antillano se las presenta explícitamente como palabras empleadas por los españoles. Ya hemos visto ejemplos de este tipo bajo 3.1.: en Garcilaso de la Vega son las guavas, las guayavas, el magüey, el maní y naturalmente el maíz, acerca del cual Oviedo afirma: “Como soy amigo de la leción de Plinio, diré aquí lo que dice del mijo de la India, y pienso yo que es lo mismo que en estas nuestras Indias llamamos [¡no llaman!] maíz” (Oviedo, I, 1992: 229). La otra posibilidad es que una palabra de origen antillano se utilice sin comentario, lo que significa que el autor piensa que sus lectores entienden las palabras (incluso los españoles en España). Encontramos este procedimiento en Oviedo (I, 1992: 234) con la palabra batata y lo encontramos muchas veces en enumeraciones en las cuales las palabras de origen español y las palabras de origen antillano se emplean de la misma manera sin dar ulteriores explicaciones, como en Acosta (1979: 174): cebollas, nabos, rábanos al lado de batatas, camotes, cochuchu, jícamas, maní, ocas, papas, tótora,

15 Sáez-Godoy (1982: 8-11) distingue seis procedimientos de presentación de las voces indígenas en general: 1. Integración completa sin explicación ni descripción; 2. Explicación en forma de aposición; 3. Sinónimos españoles e indígenas unidos mediante una conjunción y u o; 4. Definición de la palabra indígena con una frase subordinada introducida por que es; 5. La denominación utilizando los verbos llamar o decir; 6. Traducción literal al español del término indígena utilizando los verbos significar o quiere decir. Cf. Kany (1960).

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yanaocas y yuca. Es un procedimiento que se lee muchas veces en Vivar: “Es tierra fertil de mucho mayz y frisoles y mani y camotes y çapallos y ovejas mansas” (Vivar 1979: 194), “Tienen muchos guanacos y liebres y perdizes” (Vivar 1979: 195). Por el contrario el mismo autor en algunos casos da una explicación de la palabra indígena: Aves de la tierra son perdizes y palomas torcasas, / labancos, garçotas y aguilas pequeñas e guavras (qu’es vn ave a manera de cuervo que tiene su propriedad de comer las cosas muertas), e tortolas e patos (son muy buenos) (Vivar 1979: 159).

Lo que se puede constatar a partir de los textos es que las palabras integradas se refieren más a objetos comestibles que pertenecen a la flora y no a la fauna. Las palabras que no parecen ser palabras españolas del siglo XVI de ninguna variedad del español y que hoy sin embargo pertenecen a alguna variedad del español son, por ejemplo: puma16, vicuña y llama. 4.1.2. No en todos los casos el empleo de palabras indígenas por los españoles parece producirse sin cambio semántico. Dos ejemplos parecen ser capulin, en Sahagún, y liquidámbar, en Motolinía. Sahagún dice que los indios denominan al árbol con la palabra capulin, mientras que los españoles emplean esta palabra para la fruta del árbol: Hay unos árboles en esta tierra que llaman capulin, y los españoles llaman a éstos cerezos, porque son algo semejantes a los cerezos de España, en la hoja y en el fruto; la fruta se llama capulin, que quiere decir cerezas de esta tierra (Sahagún 1982: 664).

En el caso del liquidámbar la situación es parecida, los indios llaman así al árbol mientras que los españoles denominan con este nombre un licor extraído de este árbol: “árboles de liquidámbar [...] el licor que de ellos sacan llaman los Españoles liquidámbar” (Motolinía 1914: 194). 4.2.1. Con el tercer tipo pasamos a las palabras de origen español. En primer lugar quiero mencionar las palabras españolas que pasaron a América

16 “Leones se hallan, aunque pocos, no son tan grandes ni tan fieros como los de Africa, llámanles puma” (Garcilaso de la Vega 1963: 318).

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junto con los objetos sin diferenciación en el significado, e integran una parte de lo que el español de América y de España tienen en común, porque como dice Vivar: “Dase toda la ortaliza de nuestra España y legunbres” (Vivar 1979: 182). En las historias a veces se enumeran frutas o legumbres traídos desde España (Acosta 1979: 194-195). 4.2.2. Otro tipo de palabras españolas son las que sufren un cambio semántico, porque en América se refieren a otros objetos distintos a los de España. Algunas de éstas son muy conocidas porque los autores citados las critican mucho: piña, tigre, león, plátano; hay otras que no se critican tanto: rosiñor, vaca, conejo, perdize. Otras denominaciones, en cambio, se dan en las historias despreocupadamente, sin atender a que las especies correspondan exactamente a las europeas. Eso se da sobre todo en el dominio de los árboles, por ejemplo “cipreses”, “fresnos”, “sauces”, “palmas”, “cedros” (Sahagún 1982: 660-661) y de los animales pequeños como los insectos y los gusanos. En estos casos se utiliza el hiperónimo sin grandes especificaciones. 4.2.3. Si tenemos una misma palabra para la designación de dos objetos que no son idénticos en el Viejo y en el Nuevo Mundo, necesitamos una manera de distinguir los dos objetos. Esto se hace con la adjunción del lugar de procedencia de Indias o de las Indias: “calabazas de Indias que allá llaman capallos” (Acosta 1979: 175-177), “claveles de Indias” (Acosta 1979: 187-188), “carneros de las Indias, y los indios, en lengua general, los llaman llama” (Acosta 1979: 210). En estos casos no siempre sabemos si esta adjunción corresponde a una palabra fijada o si se añade sólo para los lectores en España, porque hay casos en los cuales se especifica que en España se llama a algo x de India, por ejemplo Oviedo (II, 1992: 15) distingue entre los juncos y los juncos de Indias, llamados así en Castilla. Ya hemos visto el ejemplo del pimiento de Indias, denominación castellana, que se llama ají en América. Hay otra manera de diferenciación, pero sólo en el habla, por ejemplo en Gómara: “los perros de acá” (Gómara 1979: 122-123)17. 4.2.4. Otras posibilidades de denominar objetos desconocidos son las formaciones de palabras. Ellas también tienen como base una semejanza con

17 Existen también denominaciones que indican la procedencia dentro de América: “raíz de Mechoacán, piñones de la Puna y conserva de Guanuco” (Acosta 1979: 191).

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un objeto conocido. El tamaño más grande o más pequeño del objeto conocido conduce a formaciones aumentativas o diminutivas. Una formación aumentativa se encuentra en gallinaza: “Hay otras aves grandes negras que los indios llaman suyuntu y los españoles gallinaza” (Garcilaso de la Vega 1963: 320)18. Formaciones diminutivas se encuentran en zorrillos pardos (Oviedo, II, 1992: 44-52), y en zorrina: “otros animalejos hay pequeños, menores que gatos caseros; los indios les llaman añas y los españoles zorrina” (Garcilaso de la Vega 1963: 317). 4.2.5. Se fijan construcciones sintácticas que se componen de un sustantivo más adjetivo: “oso hormiguero”, “zorrillos pardos”, “gatos monillos”, (Oviedo, II, 1992: 44-52), “pejes voladores”, “lobos marinos” (Oviedo, II, 1992: 63-67), “gato cerval” (Sahagún 1982: 622) y “garzotas blancas” (Sahagún 1982: 634). Un caso muy específico es el del perico-ligero llamado así por los españoles en Castilla del Oro aunque como nos informa Oviedo (II, 1992: 48) no sea “ligero” sino lento19. 4.2.6. Otra solución es la de utilizar una construcción de sustantivo mas preposición y otro sustantivo con el cual se indica el efecto o la utilidad: “cuentas del jabón” (Oviedo, I, 1992: 285), “árbol de la tinta” (Oviedo, I, 1992: 299), “higueras de infierno” (Oviedo, II, 1992: 15), “hierba de las llagas” (Oviedo, II, 1992: 20), “Hay otro animal al cual llaman perro de agua, porque vive en el agua; éstos son los que nosotros llamamos nutrias” (Sahagún 1982: 628). Se puede constatar que la construcción de sustantivo + preposición + sustantivo es un tipo que se encuentra sobre todo en Oviedo, lo que podría explicarse de dos maneras: por un lado su historia es bastante temprana y se podría afirmar que todavía las plantas no tenían otra denominación, por otro la obra de Oviedo en este dominio natural es más larga y específica que las otras y describe más objetos que los otros autores.

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Ya señalada por Rivarola (1990: 68-69). Oviedo (II, 1992: 48) compara esta denominación por el contraste con el nombre de Joan Blanco para un negro. 19

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5. CONCLUSIONES Los comentarios lingüísticos en las historias y el empleo de palabras en las relaciones pueden ser utilizados para establecer el grado de integración en el español de América. Además se pueden deducir datos que conciernen a la distribución diatópica. Un estudio de las denominaciones de los árboles, de las plantas y de los animales en América en el siglo XVI no puede limitarse a las palabras de origen indígena, sino que tenemos que incluir también las palabras de origen español con o sin cambio en la extensión e intensión de éstas. Además tenemos que tomar en cuenta las formaciones de palabras y construcciones sintagmáticas. Se necesitaría también una investigación sobre el empleo de las mismas denominaciones en varios textos para ver la difusión de los tipos de denominaciones. Los textos estudiados presentan descripciones, a veces muy vastas, de animales, plantas y árboles, las cuales podrían utilizarse en algunos casos para intentar deducir algunos aspectos semánticos no presentados aquí como por ejemplo para averiguar si una palabra se refiere a un solo objeto o si hay polisemia.

BIBLIOGRAFÍA Acosta, José de (1979): Historia natural y moral de las Indias en que se tratan de las cosas notables del cielo / elementos / metales / plantas y animales dellas / y los ritos / y ceremonias / leyes y gobierno de los Indios. Edición de Edmundo O’Gorman. México: Fondo de Cultura Económica. Alvar, Manuel (1982): “Cronistas de Indias”. En: Alvar, Manuel, La lengua como libertad y otros estudios. Madrid: Ediciones Cultura Hispanica: 249-283. Cieza de León, Pedro (1984 / 1985): La Crónica del Perú. Edición de Manuel Ballesteros Gaibrois. 2 vols. Madrid: Historia 16. Cortés, Hernán (1993): Cartas de relación. Edición y notas de Ángel Delgado Gómez. Madrid: Castalia. Coseriu, Eugenio (1978): “Einführung in die strukturelle Betrachtung des Wortschatzes”. En: Geckeler, Horst (ed.): Strukturelle Bedeutungslehre. Darmstadt: Wissenschaftliche Buchgesellschaft: 193-238. Fernández de Oviedo, Gonzalo (1992): Historia general y natural de las Indias. Edición y estudio preliminar de Juan Pérez de Tudela Bueso. Madrid: Atlas. García Mouton, Pilar (1986): “Los nombres españoles del maíz”. En: Anuario de Letras 24: 121-146.

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1. LOS DOCUMENTOS OFICIALES COMO FUENTES DE LA HISTORIA DEL LÉXICO NOVOHISPANO

En lo que sigue, me propongo mostrar que los temas tratados en la documentación oficial dependen de la política de la corona, restringiendo de esta manera las informaciones proporcionadas en los documentos, en los que, sobre todo al principio, los argumentos se abordan desde varios puntos de vista que voy a llamar etnolingüísticos y que esta variedad de puntos de vista se presenta como variación etnolingüística en los textos, ya sean oficiales o de otro tipo. Con esto intento redimensionar las expectativas en cuanto al carácter de las informaciones contenidas en la documentación oficial. Una historia de la lengua pretende, al fin y al cabo, dar cuenta del cambio real, enfoque y manera de presentar los hechos, que se opone radicalmente a la gramática histórica. Seguir el cambio en la realidad de la lengua es sumamente difícil, porque generalmente los cambios pasan inadvertidos. Frente a esto, parece más fácil adoptar la visión de los hablantes, cuando la lengua se difunde con la conquista y la colonización. Lo que es nuevo para los hablantes que se apropian nuevas experiencias es innovación para el historiador de la lengua. Si los testigos de la lengua del pasado perciben un cambio lingüístico, tenemos la prueba de que este cambio es algo real para ellos, aunque ignoramos si lo nuevo lo es en términos absolutos. Sin embargo, la innovación y su adopción es de escasa importancia para la historia lingüística si no rebasa un grupo reducido de personas. En este sentido es probable que la documentación de un fenómeno en una fuente escrita sea indicio de que tenga cierta difusión en la lengua hablada. Adquirimos la certeza de que un fenómeno lingüístico es nuevo, cuando se da sólo en el nuevo espacio. Lo expuesto se evidencia sobre todo en el léxico.

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El principio de lexemática de que el contenido de las palabras se determina por sus oposiciones con los contenidos de otras palabras que tienen significado afín dificulta bastante un planteamiento adecuado, si aplicamos este concepto a la historia. El cambio está ligado directamente a la referencia, no teniendo incidencia inmediata en las oposiciones. Los hablantes no tienen más remedio que denominar lo nuevo. La “categorización de emergencia”1 conduce a una gran variedad de propuestas diferentes de las que algunas se eliminan con el pasar del tiempo. No es de esperar que la variación léxica que resulta de la variedad de las propuestas se mantenga en lo sucesivo. El cambio es mayor en los campos léxicos relacionados con la nueva realidad que los españoles experimentan en América. Estos campos léxicos se reestructuran, por supuesto, más profundamente que los bien establecidos. Me voy a limitar a algunos campos puestos de relieve en las crónicas. La dificultad de volver operable la lexemática en su aplicación a la historia hace recomendable plantear el cambio en el nivel de la referencia. En cuanto a mi enfoque me refiero a mis observaciones acerca de los campos onomasiológicos2.

1.1. La selección de la información en la documentación oficial Un problema constante de la historia del léxico es su selección. Su tratamiento no puede ser exhaustivo en una historia general de la lengua. Se ofrecen dos aproximaciones, una teórica y una metodológica. En cuanto a la primera, podemos estudiar el desarrollo del léxico usual y las innovaciones léxicas. Este estudio es inseparable de un método para averiguar el léxico usual y las innovaciones, lo que nos lleva, como siempre, a las fuentes y su aprovechamiento. Las fuentes son de una abundancia excepcional, pero no sólo ayudan la riqueza y la variedad de los documentos, sino que todos los textos transmitidos siguen en sus grandes líneas una política de información idéntica. Se relacionan constantemente dos tipos de documentos, los documentos dispositivos y los documentos probatorios3. Precede a cada fase del descubrimiento una capitulación4 y, una vez descubiertos los nuevos territo1

Coseriu 1990: 260. Lüdtke 1999. 3 Real Díaz 1970: 10-11. 4 Véase el estudio de Vas que incluye el corpus de las capitulaciones indianas del siglo XVI. 2

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rios, las autoridades procuran obtener informaciones cuyos contenidos se piden y se delimitan mediante una instrucción. Este género de texto contiene capítulos con los que se manda dar informaciones acerca de las “provincias” recién descubiertas. La ventaja de disponer de documentos de esta orientación es enorme. A través de las instrucciones tenemos acceso a la motivación de las relaciones y la selección de los temas tratados en ellas.

1.2. La instrucción de Diego Velázquez a Hernán Cortés (1518) Las primeras relaciones de la Nueva España, la relación del cabildo de Veracruz y las otras, escritas por Hernán Cortés, siguen la instrucción de Diego Velázquez, gobernador de Cuba, aunque Cortés las dirige a Carlos V. Por esto, no aciertan las ediciones que hacen caso omiso de la instrucción de Diego Velázquez. Más aún, se llega hasta el extremo de valorar las cartas de relación de Cortés como obra historiográfica5, cuando es un documento oficial, como lo demuestra el uso del léxico oficial. A diferencia de una relación corriente, Cortés se ve en la necesidad de legitimar su ruptura con Velázquez, pero con todo sus relaciones desarrollan los temas planteados por Velázquez. Aun cuando no fuera así, Cortés, que desempeñaba cargos públicos desde 1504, se atendría a un modelo similar. Los temas sobre los que Diego Velázquez manda dar informaciones a Cortés son la organización y la realización de la expedición, la busca de Juan de Grijalva y la geografía (capítulo 10), la religión (capítulos 12 y 13) así como la economía (capítulo 25) de las regiones recién descubiertas por Francisco Hernández y Juan de Grijalva. Otros capítulos se refieren a la disciplina de los españoles. Diego Velázquez manda a Hernán Cortés dar “buena razón y cuenta”6 en vista de “la relación que de las dichas islas e tierras habéis de hacer” como dice Velázquez en el capítulo 10. Las informaciones sobre la Nueva España que nos proporcionan los primeros documentos dependen de los intereses de los descubridores, conquistadores y colonizadores. Los intereses son militares en lo que concierne a la conquista, económicos en cuanto al rescate y religiosos en la evangelización. La catequesis que empieza o acaba con la conversión de los indios supone más conocimientos culturales que la conquista y el rescate. Los dife5 6

Delgado Gómez en Cortés 1993: 51. [Velázquez] 1990: 48.

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rentes conocimientos se relacio-nan con diferentes grupos de personas: la conquista y el rescate con los soldados y marineros, la conversión con los religiosos. Si bien hay que contar con una diferenciación etnolingüística y sociolingüística desde los primeros contactos, los conocimientos se van transformando a lo largo del siglo.

2. LAS PERSPECTIVAS ETNOLINGÜÍSTICAS Por eso es imposible describir el léxico novohispano del siglo XVI de forma estática. En la expansión a la Nueva España se enriquece la percepción de la nueva realidad con la acumulación de todas las experiencias anteriores. Continúan la perspectiva mora y morisca junto a la cristiana en los primeros contactos fuera de la Península Ibérica, se añade la aclimatación antillana y la mexicana y se sobrepone a estas perspectivas una reelaboración desde las antiguas culturas romana y griega cuya importancia va aumentando mientras progresa el siglo XVI. Las visiones morisca, cristiana, antillana y mexicana de las culturas indígenas de la Nueva España son claramente populares, las visiones grecorromana y bíblica son de tradición culta. Las crónicas del ciclo de Cortés han servido ya para muchos estudios comparativos. Un aprovechamiento, para el que quizás no tengamos mejor documentación que las crónicas de la conquista de México, es la determinación de los niveles estilísticos del español en el siglo XVI. Si bien los estilos de lengua no son homogéneos en ninguna de las obras utilizadas, cada una tiene propiedades que la distinguen de las demás. Las Cartas de relación de Hernán Cortés son documentos oficiales que emplean el lenguaje jurídico, administrativo y militar de la época. Esto se debe a que con frecuencia el autor resume documentos redactados por escribanos, pero Cortés mismo había tenido cierta formación universitaria en Salamanca y experiencia administrativa en Cuba. Francisco López de Gómara, que dedica la segunda parte de la Historia general de las Indias a la conquista de México, es el primer historiador de oficio que escribe sobre la historia de América. Él mismo caracteriza su estilo como propio de los españoles: “nuestro romance [...] muchas veces ataja grandes razones con pocas palabras”, pero dentro de la concisión de un estilo “prolijo”, es decir detallado, “en la conquista de México”, frente al estilo “breve” de la parte general de su historia. Para el resto, considera “las reglas de la historia” y escribe en un lenguaje “llano y cual agora usan” (1997, 3). La expresión clave es “las reglas de la historia”.

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Gómara es humanista y sigue los modelos de la historiografía clásica, introduciendo arengas retóricas y empleando un léxico culto, aunque copia y adapta textos de otros autores cuyo estilo mantiene en parte. A Gómara se opone con vehemencia Bernal Díaz del Castillo, quien da la mejor versión narrativa de la conquista de México. No por dar una visión “popular” se puede afirmar que no cuide su lenguaje. Es probable que la irritación que le causaba la obra de Gómara lo haya incitado a superar a su manera la obra del humanista. No sólo se documenta bien en su Historia verdadera apoyándose en las mejores fuentes, sino que reelabora una primera redacción que llama “memorial” para hacerla imprimir. Este texto, enviado a Castilla en 1575, se adapta a los conocimientos y al uso lingüístico del lector peninsular. Bernal tiene una idea clara de su tarea, ya que pide a los señores impresores “que no quiten, ni añadan más letras de las que aquí van y suplan, etc...” (1982, 3). Hay variación entre el “memorial” y la redacción final, evidente indicio de que tenía conciencia de las diferencias de lengua y de conocimientos entre España y América. Así podemos analizar las crónicas por su perspectiva antillana, novohispana o “española”, pero me parece más significativo el análisis de los niveles lingüísticos de las varias crónicas, porque posteriormente puede predominar la perspectiva metropolitana que muchas veces no se toma en cuenta en la historia del español de América, y por eso no se justifica históricamente. Si consideramos el léxico empleado por López de Gómara, por ejemplo, a la luz del desarrollo posterior, llama la atención que el léxico de este autor que en su día escribe en España y que nunca ha pisado tierras americanas, es el que hoy en día se usa con más frecuencia para describir el pasado indígena que las palabras populares de Bernal Díaz del Castillo (cf. templo - cu, pirámide - torre, sacerdote - papa). La búsqueda de la elevación del estilo margina las expresiones más populares. Lo popular se refleja en una perspectiva morisca de las experiencias novohispanas7, en una perspectiva antillana (Lope Blanch 1981), y una indígena mexicana, implicando una adaptación de los préstamos al español, y en una perspectiva clásica8 que está considerada como la más alta (cf. las observaciones de Bernal Díaz del Castillo acerca de la obra de López de Gómara y las de López de Gómara acerca del uso léxico popular que se aplica asimismo a Bernal). 7 8

Weckmann 1994, Lüdtke 1996. Angleria 1966, López de Gómara 1997, Las Casas 1958.

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Aparte de estas comparaciones con culturas históricamente constituidas, hay que contar con elementos universales que no se relacionan con ninguna cultura en particular ni con ningún grupo de hombres específico. Daremos un esbozo de una parte del léxico patrimonial aplicado a los géneros de mercadurías que Hernán Cortés encontró en el mercado de Tlatelolco. Las palabras españolas designan animales, plantas y objetos mexicanos. Por eso el lenguaje engañosamente familiar encubre una realidad extraña. Todos estos puntos de vista se entrecruzan en el uso lingüístico. Para desenmarañar su complejidad los autores recurren al establecimiento de equivalencias lingüísticas que manifiestan o bien la variación lingüística de los hablantes o bien su uso divergente, sin que desde la perspectiva actual sea posible marcar explícitamente el nivel sintópico, sinstrático o sinfásico de este uso. Finalmente, los comentarios que sirven para salvar la distancia entre los conocimientos del lector metropolitano no se distinguirían de aquellos que necesitaría un lector de otra región hispanoamericana durante la colonia o en la actualidad. La acentuación de la distancia nos ayuda a evaluar lo nuevo y lo desconocido fuera de determinadas regiones. En vez de desechar las obras dirigidas a un lector no familiarizado con las realidades americanas las apreciamos como fuentes valiosas que nos dan informaciones sobre un saber difícilmente accesible a través de los documentos oficiales.

2.1. La perspectiva mora y morisca La cruzada contra los moros continúa con más vigor en la Nueva España que en las Antillas9. La veneración de Santiago Matamoros es una manifiesta expresión de la asimilación de los indios a los moros. Velázquez encomienda a Cortés informarse acerca la existencia de mezquitas y alfaquíes.

2.2. La perspectiva cristiana La visión cristiana de la religión de los aztecas es la más difundida. Los autores —sacerdotes y misioneros—, comparan el culto, los sacerdotes 9

Lüdtke 1996.

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y las instituciones de los mexicanos con sus correspondencias cristianas según lo demuestran en los adoratorios y los humilladeros con sus altares, las monjas, el bautismo, la comunión y la romería. En otros casos se contraponen la Iglesia y la iglesia diabólica, Dios y el demonio o los ídolos, los sacramentos y los execramentos.

2.3. La aclimatación antillana Un tema constante en el estudio del léxico es el de los indigenismos, al que suele considerarse como el más importante. Sin embargo, los mismos hablantes se encargaron de eliminar de su lengua esos indigenismos y las palabras populares en general, tanto las creadas en América como las llevadas a ese continente. Este proceso se puede llamar ennoblecimiento, palabra que se refería a las ciudades y que nos sirve asimismo para indicar una diferenciación interna de la lengua. En ese proceso no tenían cabida ni muchísimo menos los indigenismos que provenían de los estratos más bajos de la sociedad, tema interesante al que se pueden aplicar las perspectivas esbozadas aquí. Tenemos que justificar esta palmaria contradicción entre la poca relevancia actual y su importancia ideológica, lo que explica asimismo por qué no se estudia el proceso de la marginación del léxico indígena. Lo interesante es el problema ideológico, no los préstamos de las lenguas indígenas cuyo número sigue disminuyendo. Sólo un real interés por lo popular puede mantener vivo o revivificar un léxico en vía de retroceso. Los indígenas siguen siendo los “otros”, pero los hablantes de hoy quieren que los indigenismos estén vivos aunque como hablantes no los usen cuando reflejan lo popular. Sin embargo, hay algunos antillanismos que sirven para comparar la cultura antillana con la mexicana y que se conservan, por ejemplo cacique y areíto.

2.4. La aclimatación mexicana En cuanto a la aclimatación mexicana, lo más probable es que hayan actuado de intermediarios Jerónimo de Aguilar, que traducía del maya al español, y Doña Marina, intérprete del náhuatl al maya y al español. Es difícil saber en qué medida la visión de la Nueva España haya sido condicionada por estos intérpretes, los únicos que en los años decisivos de 1519-1520 dominaban el maya y el náhuatl. Ambos pueden haber contribuído a la adaptación de

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cu y de calachioní, prestados del maya, o de nahuatlismos como macegual y tamame. Pedro Mártir identifica las canoae con los acales que los españoles conocen en la laguna de México: “Sunt eorum cymbæ vnilignæ vti de Canois insularium sæpe dixi, vocant psi [sic] nauiculas eas Acales”10.

2.5. La perspectiva clásica y culta El humanismo tiene en América y en la Nueva España en particular una continuación lingüística todavía subestimada. Desde muy temprano se elabora el español en América tomando como modelo el latín, como en la lengua literaria del siglo XV. Las Relaciones de Hernán Cortés están plagadas de alusiones al mundo clásico. Fernández de Oviedo toma como guía en su descripción de la naturaleza americana la Naturalis historia de Plinio el Viejo. Bartolomé de las Casas compara la cultura de los indios con la antigüedad clásica y con el mundo del Antiguo Testamento. El modelo de López de Gómara son los historiadores griegos y romanos. El recurso a los autores clásicos no era una vuelta a la antigüedad para liberarse de la barbarie medieval. Estos autores eran una ayuda hermenéutica para comprender culturas que sin ellos habrían sido menos accesibles. El Nuevo Mundo representaba una dificultad para la interpretación clásica del mundo, ya que era desconocido en la edad antigua. Para comprender la naturaleza, las religiones y las otras tradiciones indígenas los españoles carecían de modelos si no eran populares o de corte universalista. A este respecto los religiosos no se distinguen de los autores legos. La historia sagrada no era más que otro aspecto de la antigüedad, sirviendo para comprender la religión de los indios. Nuestros ejemplos serán imperio y provincia, templo y pirámide.

3. ALGUNOS EJEMPLOS Los textos se caracterizan por su variación etnolingüística, manifestando diferentes perspectivas a la vez. En un trabajo exhaustivo se podrían aprovechar todos los documentos relevantes por orden cronológico para 10 Angleria 1966: 168; De orbe novo, V, ii. “Estas son de madera de una sola pieza, como frecuentemente hemos dicho de las canoas isleñas y ellos las llaman ‘acales’” (Anglería 1964: 460-461).

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hacer resaltar el enriquecimiento de los conocimientos y la diferenciación progresiva del léxico. Aquí vamos a emprender un primer intento de una descripción de algunos campos léxicos desde la designación.

3.1. El grado cero de las perspectivas etnolingüísticas: géneros de mercadurías La afamada descripción del mercado de Tlatelolco que hizo Cortés en 1520 es la mejor base para establecer el léxico de las mercancías en el momento del primer contacto con los aztecas. Todos los autores del siglo XVI la citan, la amplían y la comentan11. Los campos léxicos tocados por Cortés se ramifican en otras descripciones, de manera que desde ahí se puede diferenciar el léxico que toma como fundamento la perspectiva de los hablantes. Pero está claro que la descripción de las cosas mencionadas por Cortés corresponde a una técnica preestablecida. Las instrucciones nunca omiten una referencia a los rescates. Ésta es la razón por la que la organización del mercado y el orden descriptivo coinciden, aunque no hay que olvidar que Cortés reproduce la visita a Tlatelolco de memoria, ya que había perdido sus escritos y papeles en la Noche Triste, el 30 de junio o primero de julio de 1520. Los documentos oficiales y las crónicas no se oponen como fuentes de la historia lingüística, sino que se completan mutuamente, pues la elaboración discursiva de las crónicas es inseparable de la comprobación anterior de los hechos —y de los fenómenos lingüísticos— en los documentos. Sin embargo, se produce un notable cambio de interés en las cosas descritas: se toma acta de las mercancías del mercado como rescates por su interés económico en un documento como las Cartas de relación. El aprovechamiento económico orienta a Cortés en la selección y presentación de las mercancías. Aunque las fuentes de riqueza nunca están ausentes en relaciones posteriores, se desplaza la perspectiva hacia un inventario completo y más desinteresado de las novedades novohispanas. Vamos a dar a continuación una subdivisión de los géneros de mercadurías que no es arbitraria, pues corresponde a la ubicación de las mercancías en el mercado y a la ordenación discursiva en la segunda relación de Hernán Cortés. Los hiperónimos que encontramos en el texto van en cursiva y los que inferimos entre paréntesis cuadras. En otros contextos se había añadido la 11 Cortés 1993: 234-237; y, por ejemplo, Díaz del Castillo 1982: 189-191; López de Gómara 1997, 114-116; Zorita 1999: 196-198.

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determinación de la tierra a estos sustantivos para distinguirlos de sus equivalentes de España o de Castilla. Así, las gallinas mencionadas entre los linajes de aves son las gallinas de la tierra o guajolotes (México) y pavas. Debemos imaginarnos, a través de estas palabras, objetos, animales y plantas muy distintos a los conocidos en España. géneros de mercaderías joyas de oro plata plomo latón estaño piedras huesos conchas caracoles plumas [material de construcción] cal piedra labrada piedras por labrar adobes ladrillos madera labrada madera por labrar caza linajes de aves gallinas perdices codornices lavancos dorales zarcetas tórtolas palomas

pajaritos en cañuela papagayos aves de rapiña búharos águilas halcones gavilanes cernícalos [animales de cuatro pies] conejos liebres venados perros pequeños medicinas raíces medicinales hierbas medicinales medicinas hechas: potables ungüentos emplastos [prestación de servicio] ...como de barberos dan de comer y beber como...ganapanes [combustibles] leña carbón

[enseres, ajuar] braseros de barro esteras...para camas esteras...para asiento ...para esterar salas y cámaras verduras cebollas puerros ajos mastierzo berros borrajas acederas cardos tagarninas

frutas cerezas ciruelas miel de abejas cañas de maíz ...maguey cera hilados de algodón

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[alimentos] maíz en grano pan pasteles de aves empanadas de pescado pescado fresco salado crudo

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guisado huevos de gallinas ánsares aves tortillas de huevos

Cortés hace resaltar entre los géneros de mercadurías los mantenimientos, las vituallas y las joyas que parecen ser sus criterios clasificatorios juntando varios grupos de mercancías según sus intereses. Las vituallas son una subclase de los mantenimientos o alimentos “para el mantenimiento y sustento de la hueste o campo”12. Si no pone nombres a las joyas ni a todas las otras cosas que quedan sin denominar, la razón es el desconocimiento de todo un mundo nuevo: “Finalmente, que en los dichos mercados se venden todas las cosas cuantas se hallan en toda la tierra, que demás de las que he dicho son tantas y de tantas calidades que por la prolijidad y por no me ocurrir tantas a la memoria y aun por no saber los nombres no las expreso”13.

En esto no se distingue mucho de Cristóbal Colón en el momento de sus primeros contactos con la naturaleza y la cultura antillanas casi treinta años antes.

3.2. La división territorial: la tierra Anáhuac “que quiere decir ‘cerca de las aguas o junto a ellas’, por estar situada entre los dos mares del norte y sur, y agora dicha Nueva España”14 era un tlatocayotl, traducido muy oportunamente por imperio inmediatamente después del advenimiento de Carlos I de España al trono imperial. Este impe-

12

Covarrubias 1994, s. v. vitualla. Cortés 1993: 236. 14 Mendieta, I, 1973: 107. 13

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rio se dividía en provincias como cualquier tierra americana desde el primer momento. A diferencia de los territorios antillanos y mayas, las provincias de los mexica estaban organizadas en cuatro unidades que eran México, Texcoco, Tacuba y Tlamanalco “que correspondían a las cuatro áreas tribales prehispá-nicas de los mexica, los acolhuaque, los tepaneca y los chalco”15. El principio de las cuatro unidades administrativas o gubernativas se repite en las ciudades y pueblos dominados por los aztecas. Los españoles se enteran de la existencia del altépetl que abarca la cabecera y los sujetos. Así, Tenochtitlan tenía cuatro grandes barrios: Atzacoalco, Cuepopan, Moyotlan y Zoquiapan16.

3.3. La estratificación social El advenimiento de Carlos I de España al trono imperial como Carlos V de Alemania venía muy a propósito para comparar Anáhuac con el Imperio y presentar a Moctezuma como emperador. Sin embargo, los españoles llamaron a los primeros señores mayas caciques y, cuando creían haber identificado la palabra maya por “señor”, calachioni (Bernal). Hernán Cortés usa cacique en su primera carta de relación que trata de los contactos con los mayas y los totonacos. En la segunda carta de relación debe de haber sido mejor informado sobre el gran poder de Moctezuma. Podemos imaginarnos a la Malinche que traduce el nahua tlatoani, derivado del verbo tlatoa “hablar”, al maya, lo que Jerónimo de Aguilar interpreta como gran cacique o gran señor. Al hablar de Colúa dice Cortés que “de la cual provincia es rey un grandísimo señor llamado Mutezuma”. La relación entre “hablar” y el poder del gobernador no les podía pasar inadvertido a los españoles, ya que la “vírgula de la palabra”, símbolo de gobernador en las representaciones pictóricas y en estatuas, es de fácil y evidente interpretación. La variación desig15

Gibson 1976: 31. Tenochtitlan se comparaba implícitamente con Venecia, pero no se llamaba así porque los españoles no daban nombres extranjeros a lugares del Nuevo Continente. Venezuela es una excepción. La comparación implícita con Venecia se deduce de que los lagos del Valle de México se llamaban lagunas. No existen lagunas en España o las que existen se llaman albufera o albuhera. La única laguna que los españoles habían encontrado fuera de la Península Ibérica y que llamaron así fue la de San Cristóbal de La Laguna en Tenerife. El hecho de que la Laguna de México se llame el “Lago de México” en el Museo Nacional de Antropología de México oculta la relación histórica con Venecia. 16

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nativa permanece en el siglo XVI, puesto que Mendieta, por ejemplo, se refiere por un lado a “el señorío de Moctezuma, emperador de México, y de los reyes sus aliados” (I, 1973: 107), pero el mismo autor llama a un predecesor de Moctezuma cacique (I, 1973: 52). En el análisis del desarrollo semántico posterior de cacique nos referiremos a su función en las sociedades indias no transculturadas. Cuando Hernán Cortés encuentra a un señor maya en Potanchán, cree erróneamente que esta función, que identifica con la de cacique, se llama calachioni17. El procedimiento de la mera sustitución de un significante parece ser ineficaz para denominar al señor azteca. Doña Marina conoce muy bien el status de un tlatoani, y o bien ella o bien Jerónimo de Aguilar o en cualquier caso ambos traducen tlatoani por señor, gran señor o gran cacique según el testimonio de Bernal Díaz del Castillo (1982). Por consiguiente, no se identifica el tlatoani sencillamente con el cacique antillano, sino que la oposición de estas palabras se diferencia sintagmáticamente (gran cacique) o bien por medio de un recurso léxico (señor) o, finalmente combinando ambos recursos (gran señor). Los sacerdotes se designaban en la lengua corriente por papa: “el ‘Papa’ (que ellos [scil. los indios de la Nueva España] llamaban Papaua”18. Se establece la equivalencia con “sacerdote” o “religioso”, ambas formas de uso frecuente en las descripciones etnográficas. De manera análoga, los españoles llamaban a las mujeres que se ofrecían al servicio del templo, monjas19. La gran masa del pueblo eran los macehuales o maceguales que desempeñaban muy variadas tareas de oficiales. Entre los maceguales, los tamames eran un grupo particularmente importante para los españoles. La palabra deriva del náhuatl tlamama (singular) “cargador”20.

3.4. La iglesia diabólica Los primeros conquistadores se informaban, según la instrucción de Diego Velázquez, “de la ley o secta, ritos y ceremonias en que viven”21. Por la existencia de templos, ídolos, sacerdotes, ritos y ceremonias es fácil de 17

Díaz del Castillo 1982: 20. Véase la explicación de esta palabra en Alvar 1990: 66. Mendieta, I, 1973: 62. 19 Mendieta, I, 1973: 66. 20 Gibson 1967: 227. 21 Véase la descripción en Cortés 1993: 142-145. 18

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comprender que los españoles hayan identificado la religión de los mexica con una Iglesia. Pero esa Iglesia sólo podía ser la Iglesia del demonio, de Satanás o, como la llamaba Jerónimo de Mendieta, una iglesia diabólica según una tradición franciscana y, probablemente, general, que arranca de Fray Andrés de Olmos22. De ahí que se construya una representación popular de la religión de los mexicanos como contraiglesia. Mendieta establece un paralelo entre las manifestaciones de las religiones indígenas y el cristianismo, contraponiendo los execramentos del demonio a los santos Sacramentos de la Iglesia católica23 e identificando el bautismo, la comunión, el infierno, los templos etc. en la religión de los aztecas. Estas comparaciones habrán tenido su mayor desarrollo en los primeros decenios del contacto cultural, de búsqueda del sincretismo religioso por parte de los franciscanos. Ya que la interpretación emana únicamente de los escritos de la Orden de San Francisco, ignoramos hasta qué punto ésta estaba difundida entre los legos o si sólo refleja una visión particular del mundo indígena. Lo más espectacular eran los edificios que hoy se llaman pirámides y templos y que se describen desde los primeros contactos. Los templos se llamaban mezquitas ya en la instrucción que Diego Velázquez dio a Hernán Cortés y éste repite la palabra varias veces en su descripción de la cultura maya y totonaca al final de la primera carta de relación, introduciendo los templos como “sus mezquitas y adoratorios”. Desde aquel momento adoratorio permanece o se retoma para designar a los templos mesoamericanos. En la segunda carta Cortés menciona, ya fuera del territorio totonaco, “una torre pequeña casi como humilladero”24, palabras que no se usan en el léxico antropológico actual. Sin embargo, Bernal adopta cu, palabra maya que se hace popular entre los españoles, mientras que los cultos usan el latinismo templo y, los que saben el náhuatl teucalli. Esta diferenciación diastrática y etnolingüística resulta de un comentario metalingüístico de López de Gómara al hablar del Templo Mayor de Tenochtitlan:

22

Cf. Baudot 1983: 243. Mendieta, I, 1973: 66. 24 Cortés 1993: 170. Humilladero es la transferencia del nombre de un edificio de culto cristiano a un templo pagano pequeño, pero esta palabra se conserva también como nombre de una capilla en Pátzcuaro. Vasco de Quiroga, obispo de Michoacán, dispuso en 1553 que se pusiera un Cristo crucificado para que los viajeros que entraban a la ciudad desde Michoacán (hoy Tzintzuntzan) y Valladolid (hoy Morelia) o que salían pudieran humillarse ante el crucifijo. El lugar se llama igualmente Capilla de Cristo. 23

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“Al templo llaman teucalli, que quiere decir casa de Dios, y está compuesto de teult, que es Dios, y de calli, que es casa; vocablo harto proprio, si fuera Dios verdadero. Los españoles que no saben esta lengua llaman cues a los templos, y a Vitcilopuchtli Uchilobos”25.

Autores bien informados como Las Casas (1958: 447) y Mendieta (I, 1973: 53) dan con regularidad glosas de teocalli. Si muy pronto algunos autores emplean pirámide, esta palabra parece basarse al principio en una comparación como en esta descripción de Las Casas: “y porque arriba tocamos la torre deste templo, parecía en algo a pirámides. Para quien no sabe qué cosa es, será cosa decillo no desagradable” (1958: 174). Y sigue una descripción de sus formas, triangulares o cuadradas. Los templos pequeños se llaman a veces templezuelos (Las Casas 1958: 449), iglezuelas o templillos (Mendieta, I, 1973: 53), capillas y oratorios (Mendieta, I, 1973: 57). Los otros elementos léxicos son descriptivos y no reflejan una perspectiva etnolingüística específica, aunque sirven para caracterizar los edificios ceremoniales de los indios. Los patios cercan uno o varios templos cuyas pirámides están colocadas sobre andenes (Cortés) que hoy se llaman plataformas. Los templos tienen “el rostro y gradas al oriente, y otros al poniente, otros al mediodía, y otros al septentrión”26. Los altares estaban enfrente de los templos y “tenían sobre sí tres sobrados”27. Las esculturas de los dioses son ídolos desde la primera carta de relación de Hernán Cortés o “ídolos o simulacros” para Mendieta (I, 1973: 57), pero se usan al principio en variación con la voz taína cemí y, con mucha frecuencia durante la conquista, teule “dios” (Bernal), sobre todo cuando designa a los españoles. Los mismos autores pueden pasar de una perspectiva cristiana a una etnográfica o científica en general como Jerónimo de Mendieta que empieza por llamar a los dioses ídolos: “Unos [scil. ídolos] tenían figuras de hombres varones, y otros de mujeres, otros de bestias fieras, como leones, y tigres, y perros, y venados, otros como culebras, y de éstas de muchas maneras, largas y enroscadas, y algunas con rostro de mujer, como pintan la que tentó a nuestra madre Eva. Otros como águilas, y otros como buhos y como otras aves” 28, 25

López de Gómara 1997: 116-117. Mendieta, I, 1973: 53. 27 Las Casas 1958: 173. 28 Mendieta, I, 1973: 55. 26

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y prosigue con una descripción neutral. Los nombres de los dioses revelan los mismos niveles culturales y lingüísticos. Huitzilopochtli era para los españoles carecientes de cultura nahua Ocho Lobos o Uchilobos29, etimología popular motivada por los marcados colmillos del dios y los sangrientos sacrificios que se le ofrecían. Uchilobos es la forma más corriente, pues Las Casas hace mención a ese dios “el cual llamaban Uchibuchtl, que por corrupto y común vocablo llamamos Uchilobos” (1958: 423). Los ritos y ceremonias se denominan en analogía con sus equivalentes cristianos. Incenso —en la actualidad incienso— se encuentra en variación con copal, aunque no se usa incensario, sino brasero: “Poníanle [scil. al que se había de graduar de caballero] delante un braserito con su incenso que llaman copal, la última aguda, para incensar y hacer perfumes a los ídolos”30. Tienen sus romerías: “los enemigos de la ciudad de Cholula se prometían de ir allí en romería”31. No falta una reminiscencia antillana. Los areítos de los taínos habían impresionado a los españoles en las Antillas, sirviendo de referencia para los bailes, acompañados de cantares, en México: “y los cantares que en aquellos areitos cantaban, tenían por oración, llevándolos en conformidad de un mismo tono y meneos, con mucho seso y peso, sin discrepar en voz ni en paso”32.

4. CONCLUSIÓN Hemos tratado una muestra del léxico y de la variación léxica en la lengua escrita. La lengua hablada no está totalmente desligada de la lengua escrita, pero es imposible averiguar el arraigo del léxico que hemos examinado. A pesar de esto, el estudio de la lengua escrita no es irrelevante para la hablada. En el uso culto actual predomina en muchísimos casos el uso escrito del siglo XVI. Cabe investigar la ascensión de este uso común —en el caso de que no haya sido generalizado entonces— si la historiografía de la lengua se propone justificar la lengua del presente.

29

Mendieta, I, 1973: 57. Las Casas 1958: 225. 31 Mendieta, I, 1973: 57. 32 Mendieta, I, 1973: 51. 30

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Es un hecho histórico que la idea de la lengua española que hoy todavía comparte la mayoría de los hispanohablantes se ha formado, a lo largo de los siglos, a partir de su identificación con la lengua de Castilla y con el Estado español; ya sea el de la monarquía, el de la república o el de la dictadura de Francisco Franco. El nombre de español para nuestra lengua, a diferencia del de castellano, recibido del Mediodía francés hacia el siglo XI para nombrar a los emigrantes procedentes del otro lado de los Pirineos, señala un principio de identificación de grupos de individuos, de varios dialectos romances (pues habría entre esos emigrantes aragoneses, riojanos, castellanos, etc.), y no por cierto sobre la base de un reconocimiento objetivo de sus dialectos o de su supuesta unidad lingüística, sino como una manera sencilla de agrupar a los habitantes de allende las montañas. Pero más que la anécdota histórica del origen del gentilicio español (Lapesa 1981: § 51.3), es el largo proceso simbólico que comienzan los monjes mozárabes en el norte de España, para legitimar la Reconquista y hacer de los nobles asturianos herederos directos de los visigodos, el que da lugar siglos más tarde a una idea identitaria de la lengua de Castilla y, después, de todas las formas de hablar en la España reconquistada, en la España unificada y en la España ultramarina (salvo, por supuesto, el catalán, el vasco y relativamente el gallego, cuyas diferencias con el castellano no podían soslayarse fácilmente; pero quizá de ese hecho simbólico identitario derive precisamente la dificultad castellana para respetar su existencia y uno de los motivos para perseguirlas y proscribirlas durante tanto tiempo, así como la dificultad hispanoamericana para reconocer las lenguas amerindias). Priva hasta ahora la identificación ideológica entre la lengua española y España; para decirlo con más exactitud, entre la lengua española y las regiones españolas que se asumen a sí mismas como castellanas. Quizá no me equivoco si afirmo que los hispanoamericanos comparten esa identificación. No

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conozco encuestas de actitudes ante la lengua en cada región o país hispanoamericano, que se hayan hecho con métodos sociolingüísticos dignos de confianza, que sirvan como prueba de mi afirmación; en cuanto a México, me basaré en el artículo “Conciencia y actitudes de los mexicanos en relación con el prestigio y corrección de la lengua española”, de José G. Moreno de Alba (1999). Para muchos mexicanos, por ejemplo, a la pregunta de la ciudad en donde creen que se “habla mejor español” (como podría resumirse el cuadro 4 de Moreno de Alba, 1999: 66), la respuesta es “Madrid” (35% vs. 25%, que dijo “México”) aunque, si se observan los criterios de calificación a esa pregunta, resulta que el español de Madrid se califica como “más correcto” (34% vs. 30% de México), “más elegante” (37% vs. 11%), “con mejor gramática” (38% vs. 29%), “más castizo, más puro” (66% vs. 7%), y “con mayor tradición” (69% vs. 15%), en tanto que el de la ciudad de México se considera “más preciso” (35% vs. 27% de Madrid), “mejor pronunciado” (48% vs. 22%), “más simpático” —aunque con este calificativo el más apreciado es el de La Habana (63% vs. 15% vs. 4%)—, “con mejor vocabulario” (40% vs. 28%) y “más ejemplar, más imitable” (27% vs. 24%). Si bien los porcentajes del estudio de Moreno de Alba hacen triunfar en prestigio al español de Madrid sobre el de la ciudad de México (35% vs. 25%), y eso prueba mi afirmación de que ideológicamente se identifica el español peninsular con la lengua española, no deja de ser notable que el español de la ciudad de México se aprecie en valores que podríamos considerar “más característicos del uso de la lengua”; en particular, que su vocabulario se valore más que el madrileño y sus usos se consideren más precisos. Éste, que no por ser ideológico deja de ser un hecho social, es el conflicto de base para poder comprender el estado actual de la lengua española, es decir, de la lengua que hablamos casi 400 millones de españoles e hispanoamericanos1, y en particular la situación de su léxico contemporáneo, que será el tema de este artículo.

1

Jaime Otero (1999) calcula 332,610,000 hispanohablantes a partir del libro del año de la Enciclopedia Británica, sin considerar la población de lengua materna española en los Estados Unidos de América (calculados en 26,000,000), ni los habitantes de Guinea ecuatorial ni los que la hablen en la República Árabe Saharahuí; en cambio, no distingue a los indios americanos cuya lengua materna no es el español, ni a los españoles catalanes, vascos y gallegos. Sin duda el cálculo es complejo, sea cual sea el procedimiento empleado, pero al menos por lealtad a la comunidad hispánica habría que haber buscado los censos nacionales de todos estos países y considerado por separado a sus habitantes de otras lenguas maternas, monolingües y bilingües.

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Comenzaré por una cuestión de procedimiento: se podría pedir que una caracterización del léxico del español contemporáneo se basara en estudios lexicológicos y no en diccionarios, que es como lo haré, bajo la suposición de que la lexicología ofrecería datos más objetivos y no contaminados por el normativismo inherente a muchas obras lexicográficas. Desgraciadamente los estudios exclusivamente lexicológicos del español actual se dedican a parcelas específicas del vocabulario y ni ofrecen datos exhaustivos, ni los hay en cantidad suficiente y en calidad homogénea como para poder obtener de ellos panoramas generales de nuestros vocabularios; en cambio, los diccionarios cuentan en su documentación con datos extensos del léxico y, además, precisamente son sus diferentes criterios de selección del vocabulario manifiestos en sus productos, los que exponen con mayor claridad la complejidad del léxico hispánico contemporáneo. En ese sentido, los diccionarios son estudios lexicológicos, que no se limitan a la descripción del vocabulario, sino que lo interpretan dentro de su complejidad social. Por siglos los diccionarios de la lengua española han sido escritos exclusivamente en la Península. También por siglos ha sido el diccionario de la Academia Española la única obra lexicográfica original, que sirve de punto de referencia a todos los demás diccionarios. La lexicografía hispanoamericana, por su parte, como documenta Günther Haensch (1990), apareció como interés por los provincialismos americanos que podrían dificultar la comprensión de diversos tratados sobre cuestiones americanas, por ejemplo en el Vocabulario de las voces provinciales de América, de Antonio de Alcedo (1786), que es un apéndice de su Diccionario geográfico histórico de las Indias Occidentales o América. Como tal, la lexicografía hispanoamericana ha sido históricamente una lexicografía complementaria de la española, dedicada a la explicación de voces poco conocidas en España y, para los hispanoamericanos, a la persecución de esas mismas voces como “barbarismos” y “vicios” del uso de una lengua cuyo centro y cuya actualidad reside en la Península. Una “lexicografía del desvío”, como he insistido en caracterizarla en varios trabajos2. Esa lexicografía no ha desaparecido: es común encontrar por toda Hispanoamérica pequeños catálogos de voces raras, pintorescas y “viciosas”, recolectados por eruditos provincianos, interesados por el español de sus patrias chicas, en donde es indiscernible el amor por su vocabulario regional del sesgo prescriptivo orientado a la Península. A la vez, hay ahora una lexicografía hispanoamericana moderna del regionalismo, dotada con buenos 2

Cf. Lara 1990 y DEUM.

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métodos de trabajo, a la que Günther Haensch propuso llamar “lexicografía contrastiva”, y en la que, eliminado el rigor prescriptivista antiguo, sin embargo “es werden nur solche lexikalischen Einheiten erfasst, die sich vom europäischen Spanisch unterscheiden” (Haensch 1990: § 9, 1754). Como se ve, tanto la vieja lexicografía del barbarismo hispanoamericano como la nueva lexicografía contrastiva confirman la misma idea identitaria de la lengua española, situada local y temporalmente en la metrópoli castellana. El hecho que hay que resaltar es que, en consecuencia, la lexicografía hispánica ha estado históricamente dividida en dos: la “integral” española -siguiendo la tipología de Haensch—, que se asume como general y válida para todo el mundo hispánico, y la “contrastiva” y “diferencial” hispanoamericana, dependiente de la anterior. Ello ha dado por resultado que hasta hoy no tengamos diccionarios completos, es decir, con un número tal de artículos lexicográficos que los haga autosuficientes, dedicados de manera integral a alguna de las variedades regionales hispanoamericanas3, y que tampoco se asuma como una necesidad la composición de verdaderos diccionarios del español peninsular (el Diccionario del español actual —DEA—, dirigido por Manuel Seco, es realmente un diccionario del “léxico usado en España”, como lo indica su principal autor en las “Características del diccionario” (p. XIV), pero tal delimitación, correspondiente al objetivo de Seco, queda oculta por el título de la obra); a la vez, los diccionarios de regionalismos, aunque metodológicamente mejor construidos que los anteriores (por ejemplo el Diccionario ejemplificado de chilenismos, de Félix Morales Pettorino o el Diccionario de venezolanismos, de María Josefina Tejera, y la colección del Nuevo diccionario de americanismos, dirigida por Günther Haensch y Reinhold Werner4) siguen suponiendo que el español peninsular es el común denominador del léxico hispánico, al que se completa con las peculiaridades hispanoamericanas. La pregunta se ha hecho muchas veces y desde hace tiempo: ¿realmente hay una variedad regional del español que dominen todos los hispanohablantes en todas sus regiones? o dicho de otra manera: ¿realmente el español peninsular es una unidad lingüística bien conocida y mejor aceptada por 3

Nuestro Diccionario del español de México, ya completamente redactado, pero en proceso de revisión, tardará todavía algunos años en aparecer. 4 Véase la amplia bibliografía de Günther Haensch y de él y Reinhold Werner dedicada a caracterizar esos diccionarios en el artículo citado. Han aparecido a la fecha los de colombianismos, uruguayismos, argentinismos y cubanismos.

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el resto de los hispanohablantes? Aunque la respuesta es negativa para alguien que haya viajado un poco por España e Hispanoamérica, la mayoría de los lexicógrafos y muchos lingüistas y filólogos parecen creer que sigue siendo válida y ajustada a la realidad la idea de que el léxico del español contemporáneo se puede conocer suficientemente ateniéndose a su documentación peninsular, con algunos complementos americanos, y que los diccionarios que se elaboren con esa idea son de validez general en el mundo hispánico. Tomemos en consideración dos diccionarios españoles recientes: la segunda edición del Diccionario de uso de la lengua española, basado en la obra de María Moliner5 y el ya mencionado Diccionario del español actual. Uno y otro se venden como válidos registros de toda la lengua española. Tomemos al azar una página de cada diccionario. En el nuevo Moliner encontraremos en la página chusmaje-cibera ocho voces atribuidas a Hispanoamérica: chusmaje, considerado general en Hispanoamérica y explicado como sinónimo de chusma ‘gente soez’; chuspa, que explica como ‘bolsa o zurrón’; chusque, marcado como colombianismo, que describe como ‘planta gramínea, especie de bambú, de gran altura, con el tallo nudoso y las hojas estrechas’; chuva, ‘cierto mono de América del sur’, atribuido al Perú; chuyo, señalado en Bolivia y Ecuador, ‘aplicado a alimentos, caldoso, poco espeso’; chuza, considerado mexicanismo en su primera acepción, ‘lance en el juego de bolos, que consiste en derribar todos los palos de una vez, con una bola’ y argentinismo y uruguayismo en su segunda, ‘especie de chuzo, empleado a modo de lanza’, mientras que su tercera acepción, sin marca, supone uso general ‘chuzo (palo con un pincho)’; ciática1, registrada en Perú como ‘planta de hojas largas y estrechas, cuyo tallo, al ser cortado, gotea un líquido blanquecino que es venenoso,...’ y cibaje, supuestamente general en Hispanoamérica, ‘cierta especie de pino’. Las ocho voces llevan definición en letra cursiva, lo que las señala como “no usuales”. A la vez chusquero ‘se aplica al oficial o suboficial que ha ascendido desde soldado raso’, chut y chutar ‘lanzar la pelota con un golpe del pie, en el juego del fútbol’, chute (argot) ‘inyección de droga’, chuzo, ciaboga, todos los compuestos con cian- (como cianato, cianhídrico, cianógeno, etc.), ciática2 ‘neuralgia del nervio ciático’ y 20 voces más, al no llevar marca regional, se suponen generales del español, aunque muchas de ellas poco usuales. Ni chus5 Esta segunda edición del “Moliner”, publicada por Gredos en 1998, es ya obra de un equipo lexicográfico de la misma editorial, que aprovecha la mayor parte de la primera edición y, sobre todo, los derechos del nombre de doña María.

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quero, ni chute como ‘inyección de droga’, ni ciaboga se registran en México y tampoco en diccionarios de regionalismos hispanoamericanos pero, de ser consideradas aquellas voces por estos diccionarios como generales, en cuanto aparecen al menos en un diccionario español, podrían haberse dejado de lado, aunque tengan vitalidad también en algunos países hispanoamericanos; el DRAE 1984 contiene sólo chutar, chuzo y ciaboga, además de los compuestos con cian-; razones suficientes para sospechar que no sean generales al español, sino de uso peninsular. La aspiración documental del nuevo Moliner no se corresponde con su verdadero alcance. Chusmaje, chuspa y cibaje no las hemos registrado en México6; el equívocamente llamado Diccionario del español de Argentina, que es una segunda edición del Nuevo diccionario de argentinismos, y parte del Nuevo diccionario de americanismos7 anteriormente publicado por el Instituto Caro y Cuervo de Bogotá, registra chusmaje, chuso, chuspa, chusque, chuyo y chuza en regiones del noroeste de Argentina; el ya viejo Diccionario de americanismos de Marcos A. Morínigo8 registra chusmaje en Argentina y Uruguay; chuso, chuspa y chuya —todos ellos quechuísmos— en el norte de Argentina y los países andinos, Colombia incluida. Habría bastado una pequeña verificación como ésta, que dista de ser completa, para que el grupo de redacción de la editorial Gredos se diera cuenta de que no son voces que se puedan marcar como de Hispanoamérica en general, sino de ciertas regiones hispanoamericanas, que alguna historia deben tener en común. De las voces no marcadas y, en consecuencia, supuestamente generales (aunque muchas de ellas poco usuales), sólo chutar (no chut, pues en México es chute o chutada), los compuestos con cian- (que son voces científicas), ciar, la segunda entrada de ciática, y ciber- (elemento de cibernética y otras voces científicas) se usan también en México.

6 Uno de los defectos de método de este diccionario es que no declara sus fuentes y, por lo tanto, no se sabe la procedencia de los vocablos que registra. Cuando digo que un vocablo no se ha registrado en México, quiere decir que no aparece en el Corpus del español mexicano contemporáneo (1921-1974), cuya composición es explícita. Cf. mi “Caracterización metódica del corpus del Diccionario del español de México”, ponencia al 1er. Coloquio sobre lexicografía del español de América, Bogotá, 1988, publicado en Lara 1990: 85-106. 7 Que ahora publica la editorial Gredos como parte de una colección llamada “Diccionarios contrastivos del español de América”, dirigida por G. Haensch y R. Werner. 8 Cito de la edición de 1996, falsa y abusivamente rebautizada como Diccionario del español de América. Parece que el mal ejemplo cunde.

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Pasemos al Diccionario del español actual: como decía antes, es un verdadero diccionario del uso peninsular actual, basado en libros, publicaciones periódicas y otros impresos españoles, publicados entre 1955 y 1993. Como tal, no se le podría exigir una documentación hispanoamericana suficiente y bastaría reconocer que registra el español peninsular escrito durante la segunda mitad del siglo XX. Su nombre y la manera en que se vende, como “del español actual”, lo coloca, a pesar del esfuerzo de Manuel Seco, en el mismo ámbito general que el DUE2. De las voces incluidas en la página picafigo-picar, picafigo, picagallina, picajoso, picamaderos, picamulo, picandería, picañar y picaño, picapinos y picapoll, no tienen registro en México; el equívoco DEAr registra picaflor; mientras que argentinos y mexicanos también utilizamos picana ‘tortura que consiste en aplicar una corriente eléctrica a una parte del cuerpo’ y picante (aunque no en sus acepciones 3 y 4); y los españoles y los mexicanos picapedrero (aunque no su acepción taurina), picapleitos, picaporte y picar. Se pueden agrupar estos pocos ejemplos de la manera siguiente: 1) Voces comunes al español peninsular y, por lo menos, al de México: 16 del DUE2 y 6 del DEA (entre las primeras, 12 del vocabulario científico)9; 2) Voces que parecen ser exclusivamente peninsulares: 6 en el DUE2 y 10 en el DEA; 3) Voces atribuidas a Hispanoamérica en general, no registradas en México (pero sí en varias regiones sudamericanas): 3 en el DUE2; 4) Voces atribuidas a diferentes países o regiones hispanoamericanas (un supuesto mexicanismo): 4 en el DUE2. Aunque sea esta una cala mínima de dos grandes diccionarios contemporáneos considerados “del español”, estoy seguro de que una clasificación completa de sus entradas verificaría aproximadamente la misma impresión: en efecto, ambos registran voces que parecen corresponder a un español común (22); entre ellas, el vocabulario científico es un componente importante (12 de las 22); pero el DUE2 continúa utilizando métodos defectuosos de registro, no sólo atribuyendo una extensión equivocada a las voces “hispanoamericanas”, sino definiéndolas de manera inútil, como ‘cierta especie de pino’, ‘cierto mono de América del sur’. Por el contrario, si se toman al azar dos páginas más del DEA, por ejemplo la de connaturalidad-conocer y la de duendo-dulce, se comprueba, con la primera, que todas las voces cultas del español peninsular se usan en 9 No se puede afirmar algo semejante a propósito del español argentino, pues el diccionario presentado como tal no es integral, sino contrastivo y, en consecuencia, si se utilizan estos vocablos también en Argentina —lo que es de suponerse— no hay registro adecuado.

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México: connaturalidad, connaturalizar, connivencia, connotación, connubio, etc. (aunque escritas con una sola ene); con la segunda, que hay un vocabulario peninsular desconocido en México: duffle-coat, dugón, dujo, dula, dular, correspondiente a la vida campesina y a ciertas voces extranjeras de reciente introducción en España. Esta es una comprobación interesante: el vocabulario culto, literario y humanístico es un acervo común de todos los países hispanohablantes. Si tomamos la primera página de la letra efe de nuestro Diccionario del español usual en México, veremos que todos sus vocablos, desde fa hasta facultad son de uso común hispánico. En ese sentido, los dos diccionarios españoles comentados, en efecto, son de validez general10. Pero en cambio, una parte del vocabulario culto, correspondiente a las ciencias, presenta dificultades: mientras que hay un acervo común de las ciencias de mayor tradición, como la biología, la física o la medicina, en las ciencias de vanguardia y en las tecnologías contemporáneas aparecen grandes diferencias de país en país. Tómese por ejemplo el Diccionario de telefonía y comunicaciones móviles, publicado en Madrid, el año 2000, por la Universidad Antonio de Nebrija y la Fundación Airtel11, que incorpora equivalencias en el español uruguayo, chileno y mexicano: si el teléfono es móvil en España, es celular en los tres países hispanoamericanos; el cobro revertido de España es llamada por cobrar en México; la codificación de predicción lineal, de España, es codificación predictiva lineal en Chile y codificación lineal de voz en México; la codificación de voz en España es vocoding en México, etc.; las soluciones que se dan en cada país hispanohablante a un vocabulario científico y técnico que, en su abrumadora mayoría procede del inglés, son variadas y sorprendentes, al punto de que la comunicación entre especialistas se vuelve tan difícil, que a veces tienden a utilizar el inglés como lingua franca. Que se trate de léxico especializado, que ningún hablante domina en la vida diaria, no obsta para llamar la atención a este vocabulario del español contemporáneo, tanto más importante cuanto que la civilización depende cada día más de él. Algo semejante sucede con el vocabulario de la vida urbana diaria, coloquial y casera: una cama es desenfundable en España, es decir, se le 10

Y nuestro Diccionario del español usual en México, un pequeño diccionario integral, un elemento importante para alcanzar a definir el verdadero acervo léxico común del español. 11 Las colaboradoras mexicanas fueron las terminólogas María Pozzi, de El Colegio de México, y Ana María Cardero, de la Universidad Nacional Autónoma de México.

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puede cambiar el tapiz según la época del año (cf. DEA: s.v.); una encimera parece ser una plataforma de la cocina —estufa, en México— que transmite el calor a las ollas; nuestros chorros de agua son jets de una ducha en España (no registrado por el DEA); revestir de azulejos una pared es en España alicatarla; en México es forrarla; un aparellaje español es una instalación mexicana; las lonchas de jamón en España, son rebanadas en México; el beicon español no se distingue en México del tocino; un ama de casa mexicana necesitaría acudir al DEA cuando leyera una receta de cocina en el Hola!, que recomiende “rehogar la cebolla pelada”, es decir, freírla lentamente, quizá acitronarla, y si le piden cascar un huevo, o bien se ríe, porque sólo cuerpos sólidos, como las canicas, se cascan en México, o supondrá que el huevo es tan duro, que no se puede estrellar; la infusión española es el agua aromática colombiana y el te mexicano; el pastel en Colombia es una empanada en México, en tanto que nuestro pastel ‘Kuchen’ es una torta en Bogotá; y nuestra torta, a su vez... No incluiré aquí las grandes diferencias que hay en el mundo hispánico en los nombres de productos naturales y de los platillos de las cocinas regionales, que son bien conocidas. Consideremos el vocabulario de la vida urbana: la acera del español culto, banqueta en México, es andén en Colombia; el microbús mexicano es el colectivero argentino y la buseta colombiana; si los automóviles se aparcan en España, en México se estacionan; los que “viajan de aventón” en México, son los autostopistas españoles, los que “piden un palito” en Venezuela; los topes y los vibradores, con que se fuerza a los automovilistas a reducir la velocidad en México parecen llamarse guardias dormidos en España; un embotellamiento de tráfico mexicano es un trancón bogotano; nuestros baches en las calles, que causan daños a los automóviles, son huecos en Bogotá. Hay voces cuyo significante es el mismo, pero cuyos significados varían: el aguamiel español, que es una pasta dulce con que se hacen rosquillas, es diferente del mexicano, en donde es el jugo del maguey; el alcatraz, que es un ave marina en España, quizás de la familia de los pelícanos, es una flor en México; la cajeta, un pequeño cepo para las limosnas, es un dulce mexicano a base de leche quemada; un chalán español corresponde a un vendedor de caballos, pero no al ayudante de albañil mexicano ni a la balsa motorizada con que se transporta personas y vehículos para cruzar ríos (‘Fähre’); la chamba es algo afortunado en España; en México es el trabajo; la chilindrina, un pan mexicano, es una broma ligera española. Todas estas diferencias no son de extrañar. Corresponden a la manera en que cada sociedad experimenta su vida cotidiana, con un acervo verbal

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hispánico que se presta a las metáforas y las modificaciones más insospechadas. Cada vez que un hispanohablante compara su propio léxico con el de otras regiones de la misma lengua se sorprende; a veces no llega a comprender de lo que le están hablando; siempre le parecerá más pintoresco el hablar de los otros. Un letrero mexicano que decía al entrar a un tunel “prohibido el tránsito de materialistas por este tunel”, hizo a un amigo argentino sorprenderse por el carácter “tan metafísico” de los mexicanos (un materialista es un camión de carga, dedicado a transportar materiales de construcción). Cientos de palabras más, incluidas en el DUE2 y en el DEA revelan, al compararlas con el vocabulario de los demás países hispanohablantes, su restricción a la Península, e incluso podría suponerse que varias de ellas sean regionales españolas. Esta situación no debe ser nueva, pues desde la Conquista de América y a lo largo de los quinientos años de hispanización de esa parte del continente las experiencias vitales de cada sociedad han sido diferentes. Incluso los hechos históricos de España se vivieron y se interpretaron distinto en América. España no podía formarse una idea adecuada ni de la extensión de sus posesiones al otro lado del mar, ni de las soluciones que encontraban las autoridades, los colonos y los hispanoamericanos nacidos del mestizaje. Las unidades políticas no se formaron por capricho y sobre la superficie tersa de un mapa, sino como aprovechamiento de climas, de recursos de la naturaleza, de densidad demográfica, de caminos y rutas de contacto; como respuesta a agresiones extranjeras —los casos del norte de México o del Caribe— o internas, debidas a disensiones entre los países recién independizados; como resultado de necesidades administrativas, etc. Lo mismo sucedió en España, pero la idea unitaria del Estado español hizo que durante mucho tiempo tampoco se las tomara en cuenta. Cada país hispanohablante actual es por eso un complejo conjunto de experiencias históricas, de redes particulares de comunicación, de ideales políticos y procedimientos legales manifiestos en sus leyes, de poblaciones variadas, de relaciones de civilización y de cultura diferentes con los países vecinos, etc. Es decir, cada país hispanohablante es un complejo cultural, que se manifiesta, entre otras cosas, en su variedad lingüística, y especialmente en su léxico. La idea de la lengua común podrá tener prestigio y corresponder al símbolo identitario elaborado durante un milenio, pero la realidad del léxico es múltiple y está atada a cada cultura. Por eso, como señala el estudio de Moreno de Alba, la pronunciación mexicana del español resulta “mejor” y su léxico “más preciso”, según la apreciación de los mexicanos, a pesar del mayor prestigio ideológico del español madrileño. Ninguna de las

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culturas hispánicas podrá renunciar a su vocabulario, para ajustarse a un léxico único impuesto por los diccionarios españoles. La lengua española contemporánea no es una unidad y ni siquiera un conjunto de variedades dirigidas desde la Península. Es un complejo multipolar, en el que diferentes prestigios se jerarquizan normativa y objetivamente12, en el que no sólo hay dos grandes diasistemas fonológicos y múltiples pronunciaciones, sino también soluciones diferentes en la formación de palabras sobre la base de las mismas reglas morfológicas, patrones sintácticos usuales y distintos entre sí, y una enorme variedad léxica, y para el que la idea identitaria de la lengua es más un ideal de inteligibilidad mutua y de conservación de valores y tradiciones históricas, que un cerrado esfuerzo por ajustarse al español peninsular. Ese complejo de 21 culturas conserva suficientemente homogéneo su léxico culto, pero presenta una notable diversidad en el léxico de la civilización contemporánea, de la vida diaria, coloquial y popular, de las jergas juveniles y profesionales y, naturalmente, de las regiones que componen los complejos nacionales. Los medios de comunicación, como la televisión y la internet, están contribuyendo a generalizar el conocimiento de esa diversidad, pero les resulta difícil encontrar soluciones unitarias; lo mismo sufren los traductores, que no pueden hacer versiones únicas de textos de lenguas extranjeras, que sean comprensibles en todos los países hispánicos. A la vez, los medios de comunicación nacionales, como la radio, la televisión y la prensa, difunden las variedades nacionales del español con fuerza, a costa de las variedades regionales históricas. Desde el punto de vista lexicológico y lexicográfico, hablar de “léxico del español contemporáneo” es, por lo tanto, hablar de una enorme cantidad de palabras, cuyo conocimiento dista mucho de ser completo, por falta de los estudios y de los diccionarios necesarios para lograrlo. Lo que es evidente es que los diccionarios españoles contemporáneos no son registros de ese léxico, sino de una pequeña parte de él, que procede del acervo histórico ejemplar, selecto y prescriptivo de los diccionarios de la Academia Española y, en el caso del DEA, de un valioso corpus de textos escritos peninsulares, principalmente periodísticos. Desgraciadamente tampoco hay estudios integrales del vocabulario de cada región española por sí misma, que ayuden a conocer mejor la variedad léxica peninsular (el DEA sólo señala el carácter regional de muchas voces o de muchos significados, sin identificarlos); los estudios de

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Cf. al respecto, Lara 1996 y 1999.

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andalucismos, de aragonesismos, etc. comparten con los de americanismos la aceptación previa de su complementariedad y la asunción ideológica de un español único, ligado a Castilla y a Madrid. No se puede sostener, por eso, como alguna vez lo han afirmado Günther Haensch y Reinhold Werner, que el español peninsular sea el mejor conocido. El vocabulario culto, elaborado por la tradición literaria, es el que conocemos bien y el que une a todos los hispanohablantes. Los vocabularios coloquiales y populares, las terminologías científicas y técnicas, los vocabularios cultos ligados a las instituciones políticas y de comunicación de los países hispanohablantes se han estudiado con parcialidad, tanto en España como en América. No digamos el léxico de la enorme riqueza natural de los territorios hispánicos, que dista de conocerse bien, tanto lingüística como biológicamente. Consecuentemente, desde el punto de vista lingüístico descriptivo, siguen haciendo falta investigaciones léxicas que no se guíen por la oposición general (peninsular ~ madrileño)/regional, sino por el tratamiento integral de los vocabularios en cada región y en cada país. Desde el punto de vista lexicográfico, si bien está claramente planteada y, en nuestro caso, desarrollada, la posibilidad de elaborar diccionarios integrales por países, como nuestro Diccionario del español de México —que no hay que confundir con los rebautizados Diccionario del español de Argentina y de Cuba, que son diccionarios de regionalismos—, hay que llevarla a la práctica con tanta mayor urgencia como se hace evidente a los hablantes hispanoamericanos que los diccionarios españoles revelan cada día más la insuficiencia de su comprensión de la totalidad de la lengua española y su extrema dificultad para dotarse de datos nuevos, reunidos en todos los rincones del mundo hispánico, que documenten realmente la riqueza de la lengua española. El carácter selectivo, históricamente prescriptivo de los diccionarios de la Academia Española aminora la exigencia en cuanto a ese diccionario, pero diccionarios como los citados, el DUE2 y el DEA, que se deslindan del DRAE y abrazan los métodos lexicográficos contemporáneos, llevan al límite la posibilidad de que se les reconozca como legítimos registros de “toda la lengua española”. Creo que ya llegó el momento en que los lexicógrafos deben exigir a las editoriales apego y respeto a su trabajo, en vez de permitir que anuncien diccionarios del español que no lo son; que realmente corresponden a un español peninsular nacional. A la vez, es cada día más urgente que los hispanoamericanos nos ocupemos integralmente de nuestro vocabulario. Un conjunto de 21 diccionarios integrales del español, dedicados a cada cultura nacional, debe ser la mejor solución al conocimiento del español contemporáneo.

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Ello no quiere decir que los diccionarios de regionalismos deban desaparecer. Por el contrario, en la medida en que sean capaces de penetrar los usos léxicos de las comunidades lingüísticas regionales, a las que las variedades nacionales todavía no logran imponerse, en esa medida seguirán siendo ricos e insustituibles registros de la lengua española histórica, pero además en esa misma medida serán capaces de corresponder a la lealtad dialectal, que ha nutrido históricamente a la lengua española.

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