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COLECCION m SÉ ¿OS»HAS C¿LKB!l*3
ÁUtf ORES EXTRANGEROS.
t
p u n ir á .
TOMO SÉPTIMO,
GUY MANNERING 6
EL ASTRÓLOGO, POR
TO M O
I.
•Si están en la noche Los astros propicios , Sobre fádas, duendes, Fantasmas y espíritus Se dice que influyen Palabras y signos. Más yo no deseo , Si bien las admiro , A rtes que se adquieren Con tanto peligro. -
Trova del último Juglar,
C. a. MADRID: IMPRENTA
DE I. S A N C H A , 1838.
Stowrfrnda
í>jtí
Ixatwrtar.
} í y r i t i novela no ha sido nanea traducida al castellano, por lo que no se me puede acu sar de haber copiado mas ó menos á otro traduc tor español; pero faltaría á la verdad si negara que en rouebas ocasiones me ha sido de suma utilidad para la exacta interpretación del testo ingles la ex celente traducción francesa de Mr, Defeauconpret* Los que han leido á W alter Scott en su idioma na tivo , saben cuán difícil es traducirle al nuestro ; esta dificultad es á veces insuperable ó causa del gran nú mero de palabras» frases enteras y giros escoceses que suele emplear el autor para dar mas colorido local á sus descripciones y mas verdad á sus perso nages. El célebre novelista nunca olvida las costum bres y el lenguage de su pátria. En estos casos» es ininteligible para todo el que no conoica los térmi nos provinciales que se usan en Escocia, y es esto tan cierto, que no solo Mr. Defauconpret, que ha consagrado su vida á la traducción de los mejores escritores de la Gran Bretaña, mas algunos comenta-« dores ingleses de las obras de W . Scott, han interpre tado inexactamente varios pasagés oscuros de sus no-
( YI )
velas, obligando al autor á pnblicar en los últimos años de so vida ana naeva edición de todas (Has, con notas y adiciones (i), Por esta última edición, con las últimas notas del aator , me he guiado para ha cer la traducción qqe ahora presento al público; pero como esas notas no siempre son suficientes para lectores extrangeros y he creido deber añadir £ ellas la mayor parte de las que Mr. Defaqconpret ofrece en su traducción y hecha i vista del autor por un hombre reconocido en Francia por el mas inteligente en la materia, y frecuentemente ilustrada con acla raciones del mismo W alter Scott, En este supuesto , no siendo mi (nimo ahora ni nanea aprovecharme del trabajo ageno, distinguiré en esta traducción y en las que me propongo dar á luz en lo succesivo de otras novelas del mismo aator, no publicadas en castellano, con las iniciales N* del A. (Nota del Atitor) y T. de D. (Traducción de Defauconpret), las explicaciones que tome de los prime ros , de las que yo añada por parecerme necesarias para mis lectores, que designaré cdn las acostumbra das iniciales N. del T. (Nota del Traductor). E , de O .
París, Noviembre de (838. (i) Guy Mannering, or the A stro lo g e rw ith the author’s last notes and additions. — London 1828*
• No pudo negar que »1 tender la' vísta sobre »la yerma campiña que le rodeaba , y al ver »solo tierras eriales, árboles despojados de » verdura , cerros cvbierlos de niebla, llana« ras inundadas, sintió que se apoderaba de su » ánimo una mortal melancolía, y que hubiera » deseado hallarse sano y salvo en Su' casa. « Fia jes de Will-J&arvel, El Holgaian, n.° 49« eria
de
hácia principios de noviembre cuando un joven hidalgo
ingles recien salido de la universi dad de Oxford, empleó sus primeros momentos de libertad en visitar una párle del norte de Inglaterra, y movido por la curiosidad, extendió su viaje hasta la inmediata frontera de la nación vecina ( i) . Habia visitado el mismo dia en que empieza esta historia las ruinas de un monaste* rio en el condado de Dum fries, y empleado
(i) En el texto dice hermana (sister country)'. el genio de nuestra lengua no admitiría esa expresión sino envuelta en un circunloquio, en el que perdería toda su energía , de bida 4 su concision. (N. del T .)
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GUY MANNERING
toda la mañana y parte de ta tarde en dibujarle bajo diferentes puntos de vista, de modo que cuando montó á caballo para proseguir su cam in o, ya habia caido sobre la tierra el breve y denso crepúsculo propio de aquella adelantada estación. Tenia nuestro viajero que atravesar qn dilatado campo cubierto de matorrales que se exteqdia en derredor á distancia de muchas mi llas; aleábanse sobre su superficie, semejantes ¿ otras tantas islas, algunas graciosas colinas, mostrando de cuando en cqaqdo, ya unos tri gos, verdes todavía á pesar de la estación, ya una choza ó un cortijo á que hacían sombra uno ó dos sauces y que rodeaban grandes matas de sahuco. Aquellas solitarias habitaciones co municaban entre sí por algunas veredas abier tas entre los matorrales, transitables solo, para los naturales del pais. El camino real era sin embargo bastante bueno y ni aun de noche ofrecia el menor peligro; pero no es nada agra dable viajar solo y á oscuras por un terreno desconocido, y si hay situaciones capaces de inspirar^al ánimo pensamientos sombríos, nin guna debe serlo tanto como aquella en que se hallaba JVfannering. A medida que iban siendo mas densas las SQtnhraa de la noche é iba negreando el terre
Ó El, ASTRÓLOGO.
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no, mas frecuentes eran las preguntas de nuestrp viajero á los raros transeúntes que encon~ traba, acerca de la distanciad que se halla ba de la aldea de K ippletringan, donde se proponía pasar la noche. La respuesta habitual
á estas preguntas era una especie de contra-pre gunta dirigida á averiguar el punto de donde venia. Mientras fue suficiente la claridad de la tarde para que pudiesen distinguirse en nues tro viajero el porte y trage de una persona de cente, aquellos singulares interrogatorios adop taban generalmente la forma dé una suposición, como por ejemplo: — El señor habrá ido se guramente á la antigua abadía de Halgcrois ? muchos caballeros ingleses van á verla. — O b ie n :— -Vuestra merced vendrá seguramente del castillo de Pouderloupat ? — Pero cuando solo pudieron distinguirse á causa de la oscu ridad la pregunta y el tono de la vo z, la res puesta habitual era :— Y qué os trae á estas ho ras de la noche por estos andurriales?«—ó bien: — Con qué no sois de esta tierra, buen hom b re ?-— Las respuestas, cuando por casualidad obtenía alguna, eran tales que ni le era posi ble concillarse etatre sí, ni anadian nada nuevo á lo que ya sabia. Al principio le fallaba para llegar á Kipplelringan un buen pedazo de ca -
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tiUY MANNERING
mino ( á gay bit ) ; luego el buen pedazo de ca mino se coocretaba con alguna mas exactitud i acaso unas tres millas, que se reducían un momento despues á como una milla y un peda • cilio, la cual milla y el pedacillo no tardaban en crecer hasta el punto de convertirse en cua tro millas sobre poco mas ó menos; hasta que al fin , una m uger, despues de haber acallado á un chiquillo que lloraba en brazos, aseguró
i G uy Mannering que aun estaba muy lejos de Kippletringan y que no era muy bueno el ca^ miño para los viajeros de á pié. El pobre ro cín en que iba caballero Mannering fué sin duda de opiníon de que no era mejor el camino para él que para la muger que acababa de res ponder , pues empezó á acortar el paso consi derablemente, á no darse por sentido de los espolazos mas que por medio de nna especie de lastimero relincho y á tropezar en cada piedra ( y no eran pocas) que hallaba en el ca mino. Mannering empezaba á perder la pacien cia. Seducíale ¿ veces la falaz esperanza de que iba á llegar al término de su caminata ai ver á lo lejos una ó mas luces, pero cuando llegaba a e lla s , quedaba cruelmente desenga ñado viendo que salian de alguno de los cor-'
Ó EL ASTRÓLOGO,
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tijos que se alzaban de trecho en trecho en el llano. En fin , para colmo de ¡ocertidumbre llegó á un punto donde el camino se dividía en dos ramales, Aun cuando hubiera derrama do la luna suficiente claridad para que le hu biera sido posible consultar los restos de un letrero escrito en un poyo que había en aquel sitio, no le hubiera sido de mucho provecho, pues según
la bendita costumbre escocesa,
nunca falta quien borre esos letreros apenas se popen.
Vió&e
pues precisado nuestro viajero,
cual otro antiguo caballero andante, á abando narse á la sagacidad de su caballo, él c u a l, sin titubear un momento * tomó el camino de la iz quierda y apretó el paso, de suerte que dió á su amo esperanzas de que su instinto le hacia co nocer que se acercaba a la cuadra. No sc\ rea lizó sin embargo por el pronto esta esperanza, y M annering, á quien en su impaciencia, cada estadio ( i ) parecia tres veces mayor de lo que era en realidad, empezó
á creer que Kippletiin-
gan se alejaba de él á medida que iba andando. Estaba el cielo cubierto de nubes, á pesar de lo cual expedían de vez en cuando las estre-
(i) Cada estidio consta de ia5 pasos geométricos 6 9^ toesas y media. (N. del T.)
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GUY MANNEWNG
Has una trémula é inoierta luz. Nada hasta en* lonces habia interrumpido el silencio en torno del viajero mas que el ronco chillido del alcaravan en los pantanos , y los suspiros del viento entre los matorrales de aquel yermo aguanoso, á los cuales se mezclaban los lejanos bramidos del océano, al que evidentemente se acercaba el viajero. Esta última circunstancia no era muy á propósito para, tranquilizar su ánimo; muchas veredas en aquel pais costean el mar, y se ven continuamente cubiertas, por la marea que se extiende á grande altura y sube con ex* traordinaria rapidez; otras están cortadas por ancones y pequeñas ensenadas que solo se pue den cruzar sin peligro cuando la marea está m uy baja, circunstancias todas fatales para un viajero que no conoce la tierra que pisa, en una noche oscura y con un caballo rendido. Resol vió pues Mannering definitivamente hacer no che en la primera habitación, por pobre que fuese, que le deparase la suerte, á menos de hallar un guia que le condujese á la malhada da aldea de Kippletringan. Una miserable choza le presentó en fin oca sión de ejecutar este proyecto. No poco trabajo le costó hallar la puerta, y aun despues de lla mar á ella pasó un buen
rato sin que oyese
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EL ASTRÓLOGO.
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mas respuesta que un dúo entre un perro y una m uger, el primero ladrando y la segunda gritando para hacerle callar; poco á poco la voz humana predominó en el coro , y como en un momento los ladridos perrunos, dejando los acentos de ¡la amenaza , se convirtieron en hu mildes ahullidos, es m uy probable que esta victoria fue debida á algo mas que la mera fuerza de los pulmones. — 'Mal rayo en tu boca, amen ! — Tales fue ron los primeros acentos articulados que oyó el viajero,— no me dejarás oir lo que me quieren con tus ladridos? — Estoy lejos m uger?
de
Kippletringan
buena
— De Kippletringan !!!.... repitió ana vox mugeril en un tono de estupefacción que solo podemos expresar por medio de tres admiracio nes.— Vaya! vaya! como habíais de poder ir
eassel á Kippletringan ?; Es preciso que volváis ahora al W h a a p (i); del Whaap iréis luego á Ballenloan, y entonces •••• — Eso es imposible, buena m uger! mi caba-
(i) Hope, que comunmente se pronuncia W haap, signi fica coeva abierta en la falda de una colína. Hoff, houff y haven son todas las modificaciones de esta palabra. (N. del A.)
GUY MANNERING
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lio está molido de cansancio. No podéis alber garme por esta noche? .— No por cierto; estoy sola, porque James ha ido á la feria de Drumsbourloch á vender los añinos, y aunque me fuera etí ello la vida no abriría mi puerta á gente que anda corriéndola por ahí á estas horas •••• — Pero qué quereis que haga, buena mu ger? yo no puedo pasar toda la noche en des poblado. — No sé á fé mía que deciros, á menos que queráis ir hasta la p la za , donde os recibirán sin informarse de si sois noble ó simple ( i) . — Siiqple sí, bastante simple para andar por estos campos á semejante hora de la noche! di jo entre sí Maniierjng, que ignoraba el sentido de la frase. — Pero como haré para hallar esa
p laza , como vos la llamaís? — Tomareis wessel al fin del Íoart{*i)i pero cuidado con caer en el hoyo. — Oh! si seguís hablándome de eassel y de
(i) En su íenguage escocés, la muger de la choza dice d temple por un plebeyo. (T. de D.) (a) Llámase loan 6 loaning una especie de plasa descu bierta junto á una aldea ó un cortijo , donde se ordeüan las vacas al volver del monté : loan significa también un camino que separa dos tierras ia no ha mucho tiempo una muchacha golftra que se hallaba en ei mismo caso que mi m uger; por mas señas que no vivia lejos de aquí^.. :No hay que suspirar y menear la cabe r a , Dominus; estoy seguro de que se la ha pagado á la igl esia todo lo que se la deb ia, y ¿ qué mas puede hacer el hombre ? sobre todo, ya ha recibido las bendiciones, y el que es aho ra su marido no Ja tiene eo menos porque la haya¡ sucedido ese percance. Ahí viven én Anaan, á la orilla del m ar, y no es posible hallar un matrimonio mas unido; seis hijos tienen , y el m ayor, que se llama Godofredo, como yo, está ya colocado á bordo de un yate de la aduana, y es muchacho qué hará carrera, yo lo fío. El comandante es algo primo mio, y ob tuvo su diploma cuando la gran contestación qué ttiyimos en «1 condado, d e q u e y a 'h a bréis oido hablar, pues se trató de ella en la cámara de los comunes. Y o hubiera votado en esa cuestión ciertamente por él Laird de Balrüddery, peto sucedió que como mi padre fue Jaco bita y salió con Kietimore, nunca! prestó juram epto, y por mas que hice no pude oble*
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CUY MANNERlNfr
ner que rae dejaran votar* peco un agente que tiene un voto í causa de mis; bienes, le dio en favor del anciano Sir Tomas Riulecourt. Mas volviendo ahora á lo que decidnos antes, Lu^ cía Hawatson es verdaderamente muy Iretfe, porque aquélla muchacha«..* Al llegar í este punto interrumpió la pròli« ja narración del Laird la voz de una persona
que subia la escalera de la cocina cantando á grito pelado. Las notas altas eran, demasiada
.agudas para un hombre y las bajas parecían demasiado roncas para una muger. Las pala bras , á- lo que pudo oir M anneriog, venían ¿ ser estas; T e seri dolce su frir
Sí con bien logras parir : Mi echizo protegerá Al qúe haya nacido ya.
—
Meg-Merrilies es, la gitana, dijó Mr. Ser*
tran , tan cierto como que yo soy un !peoador. — Dominas exhaló un sordo suspiro, separó las piernas que tenia cruzadas, retiró el aínebopic que en su primera actitud estaba extendido, le qolpcó perpendicularm ente,
y
pasó, la otra
pierna por encima, expidiendo al misino tiem po, á grandes bocanadas.el humo de^&u pi pa.
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— A qué viene suspirar, Dominus? Estoy seguro de que los.cantares de Meg no pueden hacer daño á nadie. — Ni bien tampoco, respondió Sampson con una voz cuya insoportable aspereza correspon día á su extraña (¡gura. Aquella era la primera vez que desplegaba sus labios delante de Mannering, y como éste tenia no poca curiosidad por saber si aquel aulómata que comia , bebia, se movia y fumaba estaba también dotado de la facultad de hablar, oyó con gusto aquellas palabras; pero en el mismo instante se abrió la puerta y entró Meg Merrílies. Estremecióse Mannering al verla. Su estatu ra no bajaba de seis pies; llevaba sobre sus de mas vestidos un* levita de hom bre, y un gar rote de espino en la m ano; todos sus atavíos, á excepción de las faldas, parecían mas propios del género masculino rque del femenino. Los negros mechones de su pelo, semejantes á las sierpes de la G orgoná, se escapaban por cien troneras de un viejísimo sombrero
á
la antigua
usanza, llamado un bongrace ( i ) , realzando el singular efectp de sus facciones robustas y
( 1) Es sin duda ana corrapcíon de las palabras france sas bonne grace (buena gracia. ) (T . de D .)
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GUY M/VNNERINO
tostadas por la intemperie, mientras que sus qjos desencajados y su rápida y sañuda mirada indicaban una locura verdadera ó fingida. — Pardiez que hacíais una buena cosa, Ellang o w a n ,le dijo, en dejar que pariera Milady sin avisarm e, sabiendo que estaba yo en la fe ria de Drurashourloch I Quién hubiera aparta do de su cabecera los malos espíritus,decidme? Quién hubiera atraido á los genios del bien á la cuna del recien nacido? q u ién , por amor suyo, le hubiera.dicho el,conjuro de santa Col ma ? —pY sin esperar la respuesta, comenzó á c a n ta r:
£1 trébol y la verbena Te aliviarán toda pena : Si ayunas en san Andrés Ganarás de vida un mes, Santa Brida con su ¿ata , Santa Colina con sü gata , ..San Miguel con su lanzon Te darán su protección.
Cantó este conjuro con voz bronca y des templada , haciendo al mismo tiempo cabriolas on tal fuerza y a gilid ad , que casi fué i dar en el techo con la frente. - — Y ahora, dijo luego que hubo acabado, fio mandareis que me den una copa de aguar diente ?
6 EL ASTRÓLOGO,
£t
— S i, M eg, pero sentaos ahora ahí junto á la puerta y sepamos qué habéis oído de huevo en la feria de Drumshourloch. —rA decir verdad , L aird , múcha falta ha cíais vos y los que se os parecen , porque habia sin contarme y o , algunas buenas muchachas y un diablo para darlas que hacer. — Cuántos gitanos han enviado ¿ la ToU booth ( i) ? — La verdad sea diéha, Laird, tres solamen** t$, porque tampoco» habia raab en la .fe ria , sin contarme yo* y lo que es yo me quité dé enme« dio con tiem po, porque no me gusta cuando empezó á ejercerla con mas severidad que blandura, con lo que totalmente dió al traste con la opinion que todos tenian formada de la bondad de su carácter. Nos acordamos de haber leido la anéc dota de un juez de paz q u e , inmediatamente despues de su nombramiento, escribió una carta á su librero pidiéndole los estatutos de su cargo en la siguiente ortografía : -— *Please
send the ax relating to Augustas pease ( i ) :
(i)
En vea de: picase send the act relative to justice o f
peace: servios enviarme los actos ( 6 instrucciones ) relati vos i los jueces de paz. ( N. del T )
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Servios enviarme 1a hacha relativa á Augusto guisantes. — Ciertamente que cuando aquel docto magistrado estuvo en posesion de la ha~
cha, soto hizo uso de ella para m utilar las leyes. Mr. Bertrán 110 estaba tan atrasado en gram áti ca inglesa como su digno predecesor ; pero el Augusto Pease no hubiera podido emplear con menos discernimiento el*arma que indiscreta mente habían puesto en sus manos. De m uy buena fé consideró la comision que acababa de recibir como una muestra personal de favor que le dispensaba su soberano, olvi dando que antes había creído que si hasta en tonces había estado privado de aquel privilegio ú
honor común á los de su clase, era solo por
efecto de mal intencionadas arterías. Mandó á su fiel edecán Domínus Sampson que le leyese en alta voz el nombramiento y desde las primea ras palabras
brar.,,,—
E l rey ha tenido á bien nom tenido á bien ! exclamó en un rap
to de gratitu d .— Digno soberano! Ha tenido á bien! no mas que yo ciertamente ( 1 ) . No qiviso pues reducir su agradecimiento á (a )
Este es uno ele aquellos pasos qtie es imposible tra
ducir literalmente. En el texto, esta frase tiene una gracia que apenas se entrevee en la versión : la fórmula oficial del nombramiento es en ingles : The kinghas been pleased
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CUY MANNERING
meras p alabras, antes bien resolvió desplegar una actividad sin límites en el desempeño de su cargo para probar cuan penetrado estaba del honor que se le habia hecho en conferírsele.— «Escoba nueva, dice el refrán , bien b a rre , » y yo mismo puedo atestiguar q u e , habiendo mudado de criada eo cierta ocasion desapare« cieron de la noche á la mañana las antiguas y hereditarias arañas'que ocupaban las últimas tablas de mis estapte$ ( donde solo tenia ¿ la sazón libros de jurisprudencia y de teología ) durante el pacífico reinado de su predecesora. Con no menos severidad emprendió el Laird de Ellangowan sus reform as,
á
costa de los varios
vagam undos, pillos y demas gentes de mala vida , que eran sus vecinos hacia ya medio si glo. Su celo hizo m ilagros; dió piernas al cojo, vista al ciego y brazos al m anco; descubrió y echó con cajas destempladas res
á
á
los contravento
las ordenanzas de caza y pesca, y ganó en
recompensa los aplausos de sus concolegas y la reputación de activo magistrado.
Ha placido »1 rey ó el rey ha tenido un placer. Sí estuvie ra admitido el primero de estos dos modos de decir, hubié ramos conservado al pié [de la letra la frase inglesa: — Ciertamente no le ha placido mas que á mi ! (JV del T.)
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Todos estos bienes no dejaban de* ir mez clados con algunos males. Cuando un abaso está m uy arraigado, se necesitan ciertas precauciones para extirparle. El celo de nuestro digno amigo ponia en graves apuros á muchas personas, cuya holgazanería y malas costumbres habia fo mentado su propia flojedad, y de las cuales unas eran ya incapaces de mejorar de conduc ta, por efecto de una costumbre inveterada, y otras realmente ineptas para el trabajo, eran, como ellas mismas decían, con razón , acreedo res á la caridad de todo buen cristiano. E l mendigo conocido hacia veinte años en la co marca , y que recibía lo que se le daba mas bien como una prueba de afecto que como una lim osna, fue enviado al hospicio mas inmedia to. La anciana decrépita q u e , apoyada en su p alo, iba de puerta en puerta, como una pe seta roñosa que cada cual se apresura á pasar á su vecino; la q u e , imposibilitada de andar, pedia q u e la llevasen en brazos con tantos fue ros ó mas como el viajero que pide caballos de posta, sufrian la misma desastrosa suerte. Jock el bobo, que medio truhán, medio idiota, ha bía sido el hazme-reir de cuantas generaciones de muchachos se habian succedido en poco me nos de un siglo , fué encerrado en la Bride-
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GUY MAUNElUNG
w ell ( i ) del condado, donde privado de un aire libre y de la luz del sol, únicos bienes de que era capas! de gozar, murió á los seis meses de consunción y tedio* E l antiguo marinero q u e , hacia largos años, regocijaba las ahuma das vigas de todas las tabernas circunvecinas cantando el capitan Wavd ó el valiente almi
rante Benbou, fue desterrado del pais por la plausible razón de que tenia un acento irlan dés m uv •r marcado* En fin ,9 hasta las rondas anuales de los buhoneros fueron abolidas por el nuevo juez de paz en su insaciable comezon de reform ar la policía rural* Tamañas reformas np pudieron plantearse sin originar graves censuras. Los hombres no son de palo ni de piedra, y los báhitos honda mente arraigados eq el corazón, no se arran can como el musgo ó el liken , sin ocasionar crueles heridas« Dolíala á la labradora no po der ya lu cir su inteligencia, y acaso también verse privada de gozar cierta satisfacción inte rio r, repartiendo, á guisa de lim osna, sendos puñados de harina de centeno á los mendigos que la traian noticias. Las cabañas echaban de menos m il frioleras que las llevaban esos mis
il)
Gasa de corrección. ( T. de D.)
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EL ASTRÓLOGO.
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mos vagam undos; los chiquillos se quedaban sin bollos y sin juguetes; las doncellas sin cin tas, sin alfileres, sin peinetas, sin cantares nue vos; las viejas no podian ya trocar sus huevos por sal ó rape. Todas estas circunstancias der ramaron sobre el Laird de Ellangowan un des crédito tanto mayor cuanto mas general habia sido su popularidad : hasta la antigüedad de su linage salió á colacion como un argumento contra él. No extrañam os, decian , lo que ha cen los Greenside, los Burnville, los V iew fortb, que son extrangeros en esta tierra, pero Ellango w an ! uq nombre conocido desde que el mundo es m undo, y antes! E l! tratar así á los pobres infelices! A su padre le llamaban el Laird Malo, pero aunque eu efecto no era m uy bueno cuando habia empinado demasiado el codo, no hubiera sido capaz de hacer semejan tes tropelías. La gran chimenea de la antigua
Plaza tenia siempre una buena lumbrada en su tiempo, y tantos desgraciados habia junto á ella como señores en la sa la ; y todos los años M ila d y , la víspera de Noche Buena distribuía á los pobres doce peniques de plata en honor de los doce apóstoles. Se m urm uraba que era papista, pero yo creo que los señores del dia podrian recibir lecciones de los papistas de en-
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GUY MANNERING
tonces. Si durante los dias de trabajo andaba el palo listo para los pobres, á lo menos cuando llegaba el domingo, estaban seguros de que no les babian de faltar sus seis peniques corrientes. Estas ó semejantes razones sazonaban cada jarro’ de cerveza que se apuraba en las taber nas situadas á tres ó cuatro millas de Ellango w an , que venían á ser el diámetro de la órbi ta en que nuestro amigo Godofredo Bertrán, Esq. J. P . , podia ser considerado como el pla neta principal. Pero todavía soltaron mas la rienda á sus murmuraciones las malas lenguas, cuando desterró de Ellangowan á una colonia de gitan os, establecida en aquellas tierras ha cia mochos años, y con 4 uno de cuyos miem bros ya ha hecho conocimiento el lector.
$ & i k n n í i l gitanos; siempre me estoy esperando á oír que nos han jugado alguna mala pasada en el cortijo. r—Repito que no entiendes una palabrada esas cosas;— pero ya entra Frank Kennedy ga-, lopapdp en el patio. — Bueno, bueno, Ellangowan* dijo la bue« na señora levantando la voz al tiempq que sa* lia del cuarto su marido» Solo deseo que tú eotieodas que yo , esto es lodo lo que, tengo que decir. Dejando con mjucho gusto este diálogo nía* trjmonidl, salió el Laird á recibir á su fiel amU go Mr. Kennedy, que llegó todo desalentado.—~ Por vuestra vida, Ellangowan, le dijo, que su* bais conmigo á lp alto del castillo, y veieis á ese viejo zorro de Dirck acosado de cerca por los perros de su magestad.~~ Esto diciendo se apeó de su caballo, dió la rienda á un mucha» cho, y apretó á correr hácia el antiguo castillo seguido del Laird y de varias personas de su casa atraídas por el cañoneo que se oía distinta* mente en la dirección del mar. Luego que subieron al punto de las ruinas desde donde se dominaba,en torno mayor«e\ten*
ia £
GÜY
m a n n e r in g
sion, vieron á corta distancia de la bahía un lu gre con todas las velas desplegadas, perseguido vigorosamente por un Sloop (i), de guerra con continuas andanadas de proa, á que respondía él con otras no menos recias de popa* — Todavía están muy separados, dijo Ken nedy, pero ya van á hablarse mas de cerca. Bueno! ahora tira su cargamento al m ar; ya veo á la buena Nanci fa) ir danzando una bar rica tras otra...« Ah perro!... Eso no es portarse como hombre de pró, Dirck Hatteraick, y os ju ro, voto á tal, que me la habéis de pagar...» Hola! hola! — ya le han ganado el barlovento!.. Eso es ÍJeso es L . Duro en él! Firme, firme, mis alanos!.. A él! á é l !!.. — Me parece, dijo el anciano jardinero á una de las doncellas de Milady, que el aforadorestá fie ( 3). Con e6ta palabra expresa el pueblo bajo en Escocia aquella especie de agitación que se ( i ) Corbeta ó chalupa. Gomo no corresponde exactamen te á ninguna de estas dos voces, preferim os, dejar al buque su nombre, inglés 9 ya m uy adm itido en España* de atgun tiempo á esta parte. ( N. del T . ) (a) Personificación del aguardiente ó de los licores en ge neral , tomada de la ciudad de este nom bre en Lorena, fa mosa por su fábrica de licores finos. ( T. de D. ) (3) E n otras ediciones hemos leido fe r s , pero ni una n i otra vos son inglesas. ( iV. del T* )
6 EL ASTRÓLOGO«
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considera allí coma un presagio de muerte* Seguía entretanto el Sloop dando caía á su enemigo con singular encarnizamiento* El lu gre, cuyo piloto debia ser muy diestro, em pleando todos los medios posibles para escapar se, estaba ya á punto de doblar el promonto rio que formaba el remate de la bahía, cuando tronchó una bala su palo mayor cuya vela cayó sobre el puente. La consecuencia de esta avería parecia inevitable, pero no pudieron presen ciarla los espectadores, habiendo desaparecido en el mismo instante el lugre detras del pro montorio. Lanzóse en su seguimiento el Sloop á toda vela, pero habiéndose acercado demasia do á la costa, tuvo que rebirar de bordo para cojer la alta mar y poder entonces doblar el cabo. — No atraparán) vive Dios, ni el lugre ni el cargamento! exclamó Kennedy. Es preciso que yo vaya á todo galope á la punta de Warroch ( este era el promontorio de que hemos hecho mención ), y les indique el rumbo que ha to mado el lugre. Adiós por una hora, Ellangow an ; — preparad el ponche y que haya abun dancia de limones. Yo me encargo de la mer cancía francesa ( i), y hemos de brindará la sa(i)
E l aguardiente de F rancia. ( T . á t D* ) »
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G ü * MAUNEIUAG
Itid d e É n riq u e apurando uná ponchera en que pódria vogar la chalupa dél colector! — Dicho esto montó á caballo y partió i galope« •Como á una milla de la quinta, á la vera de los bosques, que óomo ya hemos dicho cu brían el promontorio que terminaba en el cabo llamado la punta de Warroch , encontró Ken nedy al ñiño Enrique, seguido de su preceptor Dominns Sampsoff. Muchas veces le habia pro metido montarle en su g a llo w a y fi), jr sé había grangéado todo su cariño enseñándole á bailar, i cantar y á tiacéf juegos de manos« Apenas le hubo visto Enrique reclamó á gritos el cumpli miento de su promesa, y Kennedy , no viendo ningún peligro en darle gusto f deseoso de há* cer rabiar á Dótaiffus, en cuyo semblante leía ya una objecion, cogió al niño en brazos, le sen tó en la gru|wi de su caballo y prosiguió su ca mino dejando á Sampson en medió de un: —' Peró, Mr. Keiínedy^... — Titubeó un momento él pedagogo sobre si debia ó no seguirlo*, pero como el caballo iba á todo escape, como Ellangowan tenia suma Confianza en Kennedy, y como á él por su parte no lé agYadaba mucho (a) Caballito deí condado de este riombre. Éstos cabla-* lío s, aunque de potar talla f son m uy celebrados por srf ligereza. ( T . d e D . ) ,
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Ja cojnpa&ia de^aqnel hombre — • sobradamen te* inclinado á profanas liviandades* - resol vió volverse solo á la quinta* Los espectadores á quienes hemos dejado so* bre las ruinas del antiguo castillo estaban' mi gando el ¿¿¿rap. de-guerra que al fin, aunque rio ^sin haber perdido mucho tiempo, había logra* do internarse en alta m ar: entonces doblóla punta de Waroch y se le perdió de vista* Poco despues se oyeron á bastante distancia varias descargas á que no tardó en seguir una terrible explosion semejante á la que hace un buque al volarse: en el mismo instante se alzó detrás de Jo s árboles una densa humareda que fue a me*. ciarse como una nube con el azul del cielo* Se paráronse todos entonces Cada cual por su lado, augurando con suma diversidad de pareceres acerca de la suerte del lugre, pero conviniendo todos en qu e, sino había sido echado á pique su aprensión era inevitable« — Ya es la hora de comer, amigo m ió, dijo Mistress Bertrán á su m arido; tardará muchp Mr. Kennedy ? — Le espero de un momento á otro; respondió el Laird; puede que se traiga consigo al gunos oficiales del sloóp. — Jesús, Dios m ió! y por qué no haberme*
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lo dicho antes? Hubiera hecho ponerla gran mesa redonda,— y luego todos esos oficiales están hartos de cecina, y á decir verdad un pedazo de vaca es lo mejor que tenemot para comer* Yo me hubiera mudado también de vestido y no hubieras tú hecho mal en ponerte una corbata blanca* Pero tú te mueres por sor prenderme y ponerme en berlina : estoy segura de que no podré resistir mucho tiempo esos procederes, y algún dia te arrepentirás* *•* cuan« do ya sea tarde. — E a , ea! Heve el diablo la vaca, el vesti do, la mesa y el corbatín! todo saldrá bien. Pero dónde anda Dominus? — Ju an , dijo á un cria* do, dónde están Dominus y Enrique? —■■Mr. Sampson volvió hará mas de dos ho ras , pero el señorito no está con él. -— No está con é l ! exclamó Mistress Bertrán: decid á Mr. Sampson que me haga el favor de venir al instante* — Mr. Sampson, le dijo apenas hubo entrado en la estancia, no es la cosa mas extraña de este mundo el que vos que recibís aqui aposento, manutención, ropa lim pia, leña, alumbrado y doce libras esterlinas de sueldo al año, todo únicamente por cuidar de un niño, le perdáis de vista lo menos por dos ó tres horas?
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A cada pausa que hacia la irritada señora en la enumeración de las gangas que hallaba Sampson en la quinta, reconocía éste con una humilde inclinación de cabeza cuán cierto era todo lo dicho; y en seguida, en un tono que no le haremos la injusticia de imitar, respondió que Mr. Franck Kennedy «se habia apodera do espontáneamente del niño, á despecho de sus objeciones en contra.” — Muy poco le agradezco su atención á Mr« Franck Kennedy, dijo Mistress Bertrán de ma lísimo humor: no falta ahora mas sino que le deje caer del caballo y se rompa el niño una pierna! O que llegue una bala á tierra y le ma te , ó que.... — O qué, dijo Ellangowan, y esto es lo mas probable, haya pasado á bordo del sloop ó. de la presa y vuelvan luego al subir de la marea. — Pues, y se habrán ahogado! dijo la madre« — Y o creia, observó Sampson , que ya ha bia vuelto Mr. Kennedy: me parecia haber oido el trote de su caballo. — Si, dijo Juan con aire socarron y mal re primida risa, era Grizzel que perseguía á la vaca en el corral. Sampson se puso colorado como un tomate, To.uo I. 9
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no á catisa de la insoleucia del criado que se réia de él en sus barbas, lo que estaba muy le* jos de conocer ó hubiera conocido sin despecho, sino por efecto de una idea que se le ocurrió de repente. — Es indudable , dijo entre sí, que he obrado m al, debí haber seguido al niño. — Esto diciendo cogió el sombrero y el bastón y echó á andar hácia el bosque de Warroch mas aprisa de lo que jamás se le habia visto hacerlo antes ni despues de aquella época. Continuó el Laird por un buen rato depar* tiendo sobre el mismo asunto con su muger. Descubrió en fin al sloop de guerra ya de vuelt a , navegando á toda vela hácia el oeste en vez de acercarse á la costa, y pronto le perdió de vista. Era Mistress Bertrán tan aprehensiva na turalmente, que sus temores no hicieron la me« ñor impresión en el ánimo de su marido, pero no dejó de causarle alguna zozobra cierta agita* cion qne observó entre los criados de la quinta, y especialmente cuando uno de ellos le llamó aparte y le dijo con mucho misterio que el ca ballo de Mr. Kennedy habia vuelto sólo á la cuadra, con la silla en los hijares y el freno roto; que un labrador le habia informado al paso de que habia visto pegar fuego á un lugre contrabandista al otro lado de la punta de War*
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roch , y qué, aunque habia atravesado todo el bosque, no habia visto ni oido á Franck Ken nedy ni al joven Laird. Solo habia hallado á Dominus Sampson buscándolos por todas par tes mas muerto que vivo. Ttído fue entonces confusion en Ellangow a n ; el Laird y todos los criados de ambos se xos, corrieron en tropel al bosque de Warrocb, todos los labradores de las cercanías se agrega ron á ellos, unos por curiosidad otros por ver dadero Ínteres. Botaron al agua algunas lanchas para visitar la costa del otro lado del promon torio, erizada de altas y escarpadas rocas, desde las cuales se tenia la sospecha vaga, pero de masiado horrible para manifestarla, de que po día haberse caído el niño* Empezaba i anochecer cuando entraron en el bosque, y todos se dispersaroa en diferentes direcciones para buscar al niño y i su compa ñero. La oscuridad de la atmósfera, los roncos suspiros del viento de otoño que silbaba entre los árboles despojados de verdura , el ruido de las pisadas sobre tas hojas secas, los gritos coa que se llamaban unos á otros, todo daba á aquella escena una especie de terrible subli midad. E q fin, deópués de mil inútiles pesquisas,
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por todo eltbosque, empezaron.lodos & reunir se en corro para comunicarse mutuamente el fruto de sus investigaciones. No podia j a el desgraciado padre disimular su angustia, pero apenas igualaba ésta á la que devoraba al po bre Sampson. — Pluguiera á Dios que hubiera yo muerto en su lugar! decia el buen hombre con el acento de la mas profunda desespera ción. Los menos interesados en aquella desgra cia, discutían tumultuosa/nenie todas las pro babilidades en pró y en contra; cada cual emi tía su opinion y escuchaba las de los demas: .cual decia que Kennedy y el niño estaba segu ramente á bordo del sloop\ unos presumían que habrían ido acaso á un pueblo á tres mi llas de distancia, y otros en fin murmuraban por lo bajo que no era posible que hubiesen pasado á bordo del lugre cuyos miserables des pojos arrojaban lasólas a la playa. Oyóse fn aquel instante en la orilla del mar un grito tan agudo, tan lastimero, tm pene trante, tan diferente de todos los que hasta en tonces habían resonado en el bosque, que na die dudó que era el anuncio de alguna desas trosa nueva. Todos volaron al punto de donde salió aquel grito, andando sin titubear por bre ñas y vericuetos por donde en cualquiera otra
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ocasión ninguno se hubiera atrevido á pa& r, y bajaron eri fin por úna pendiente escarpada, basta el pié de una roca adonde acababan dé arribar en un bnte algunos hombres.— Áqui,' señores, aquí! gritaban; aquí por amor dé Dios! aquí es!! — Atravesó Ellangowan por en medio de la multitud que se habia apiñado alre dedor del sitio fatal y que contemplaba con hor ror el cuerpo exánime de Kennedy. A primera vista parecía que su muerte habia sido el re sultado de una caidá desde la cima de la roca que se alzaba perpendicularraente á cien pieá dé altura sobre el nivel de la playa. El cuerpo estaba metido, en el agua hasta la cintura; de modo que ootno el flujo y reflujo de las olas le levantaba los brazos y hacia que se menearan sus piernas, dándole de lejos cierta apariencia de movimiento propio,'los primeros que le ha llaron creyeron que aun vivi.i; pero habiéndo le examinado de cerca vieron que hacia ya tiempo era cadáver. — Mi hijo! mi hijo! exclamó el desesperado padre, dónde puede estar? — Una docena de personas respondieron á la vez para darle es peranzas que ninguna tenia. Al fin dijo uno:—* Pero y los gitanos? — Inmediatamente subió Ellangowan al promontorio, montó en el p ii-
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roer caballo que halló á mano y corrió cooio un ¡osensato al valle de Derocleugh que estaba sumergido en tinieblas y solo presentaba por do quiera imágenes de desolación. Apeóse '(r
apología, y habiéndola encargado el viajero que cuidasen mucho de su caballo, salió ella misma para dar las órdenes necesarias. — Jamás ha puesto los pies mejor caballo en la cuadra de las Armas de Gordon, dijo el mo zo de la caballeriza, elogio que como es de presumir hizo subir de punto el respeto de la posadera al dueño de tan excelente animal. Volvió en seguida á la cocina, y habiéndola di cho el viajero que deseaba pasar á otro cuarto, hízole presente que en el que le estaban pre parando no estaba todavía bien encendida la lumbre , por lo que le instaló provisionalmente en el mejor asiento al rededor de su fogon , diciendole si queria tomar algo, pues cuanto ha bía en tu casa , añadió, estaba á su disposi ción. — Tomaré una taza de vuestro té, siquereis hacerme ese favor, señora. Echó M¡stress Mac-Caudlish mas té hy con en la tetera, la Ilénó de agua hirviendo y le presentó una taza con la mejcr gracia posible. Tengo arriba una sala muy decente, le dijo, y un cuarto que os gustaría mucho, pero se los he prometido por esta noche ¿ un caballero con su hija que van á dejar el condado: he en» viado á buscarlos en una de mis tillas de posta
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y Tos.estoy esperando de un momento á otro. No están en el dia tan en candelero como anti guamente, pero en esta vida todos estamos su* jetos á altos y bajos, como vuestro honor ( i ) sabe mejor que yo.... No os incomoda el humo del tabaco? — En manera alguna , señora; soy un anti guo militar y estoy acostumbrado á él.— Me per mitiréis que os haga algunas preguntas acerca de una familia de estas cercanías? Oyóse en aquel momento un ruido de rué* das, y al punto Mistress Mac-Caudlish acudió á la puerta para recibir á los huespedes que aguardaba, pero volvió un momento despues seguida del postillon. — Es imposible que ven* gan, dijo éste, el Laird está'muy malo. — Pero Dios mió, exclamó la posadera, ma ñana se cumple el plazo, y hoy es el último dia que pueden pasar en la quinta: mañana debe quedar todo vendido. —- Pero y qué se ha de hacer ? Mr. Bertrán no puede moverse. — Como, Mr. Bertrán? dijo el extrangero; supongo que no se habla de Mr. Bertrán de Ellangowan? ( i)
T ratam iento correspondiente al de vuestra señoría. ( N . del TV)
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CUY M a NNÉRINC,
— Del bo íssu
m ism o p recisam en te, c a b a lle ro ,
am igo , por cierto
que
y si
llegáis en bien tr is ,
tes m om entos.
—%He estado muchoá años ausente:* su salud está muy quebrantada, no es así ? — Y no lo están menos sus asuntos, dijo el diácono; los acreedores sé han echado sobre to do y mañana se efectúa la venta. Yo sé quien está por ello que baila de gozo.... no dire quien es, pero Mistress Mac Caudlish sabe quien quiero decir. (La posadera bajó la cabeza de un modo muy significativo.) Los que mas favores le deben son los que mas le tiran; tam bién á mí me es deudor de un piquillo, pero preferiría cien veces que todo se lo llevara la trampa á que por mí sacasen de su casa á ese pobre viejo, y sobre todo cuando está con un pié en la sepultura. — Y a p e r o Mr. Elossin { dijo el sacristan, tiene prisa de que se largue el anciano Laird y de que se vendan los bienes, porque teme que se aparezca el hijo el dia menos pensado, pues hé oido decir que si hubiera un heredero va rón, no se podria vender la finca de Ellaogowan para pago de deudas. — Tenia un hijo que nació hace muchos años, dijo el extrangero; ha m uerto?
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A V U IÓ IO G O ,
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— Eso e$ lo que nadie puede decir, respon dió el sochantre con mucho misterio. — Muerto! dijo el diácono, y quién puede dudarlo al cabo de veinte años , que no se sa be de él ? — No hace veinte años, repuso la posade ra ; hará lo mas diez y siete á fines de esté mes. Mucho dio que hablar por toda esta tier ra el tal suceso; el niño desapareció el mismo. dia de la muerte del¡ inspector Kennedy. Si vuestro honor conoce hace años este condado, ciertamente ha conocido también al inspector Frank Kennedy. Era hombre muy bizarro y* decidor, que se trataba con lo mejor del pais: mucho nos hemos reido y bromeado juntos; yo er$ joven entonces y estaba recien casada con el baile Mac Caudlish (eti esto exaló un suspiro) que Dios tenga en su santa gloria. Si hubiera querido hacer la vista gorda con los contraban distas, pero ya , ya! era mas arrojado!..,. Pues señor, el caso fué que había un sloop de su magestad en la bahía de Wigton , y Frank Ken nedy le dió orden de perseguir al lugre de Dirck Hatteraick..., Ya os acordareis de Dirck Hatteraick, diácono, mas de un negocio hicis teis con él ( el diácono respondió con una se ñal afirmativa.) Dirk que era hombre de valor T
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M A B N E R IN G
defendió su buque hasta que saltó como una cebolla á U lum bre, y Frank Kennedy, que fue el piimero que pasó á su bordo, fue arro jado á mi cuarto de milla de distancia y ca yó en el agua junto á la punta de W arroch, que desde entonces se llama el salto del aforador• — Y qué relación liene eso, dijo el extran gero, con el hijo de Mr. Bertrán? — Ahí es nada! el niño iba con Kennedy y se cree generalmente que pasó á bordo del lugre con él, porque las criaturas parece que estu dian con el mismo diablo para.... — No, no, dijo el diácono, eso no es exac to: el joven Laird fué robado poruña picara gitana que llamaban Meg M errilies,— todavía me parece que la estoy viend o,— que quería vengarse del padre del niño que la habia he cho azotar en Kippletringan por haber robado un cubierto de plata. — Si no me engaña la memoria, diácono^ dijo el sochantre, me parece que estai» tan equivocado como la buena muger. — Cual es pues vuestra edición de esa his toria , caballero? le preguntó el extrangero, volviéndose hácia él cqn muestras de vivo in terés.
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— Mejor seria mudar de conversación, dijo el sochantre con solemnidad. Sin embargo, habiéndole instado para que se explicara, empezó por inundar con dos ó tres bocanadas de humo la atmósfera de la es* tan cia, y despues de haber tosido varias veces para disipar la densa nube en que quedó envu elto , dió principio á la siguiente leyenda, procurando imitar la arrebatadora elocuencia q u e tronaba sobre su cabeza una vez por se* mana desde lo alto del pulpito. — Lo que voy ¿ contaros, amados oyentes uiios....— hem !— hem!... es decir, mis apreciables amigos, — no sucedió en un rincón de la tierra y puede servir de confusion á los pro« lectores de los ateos, de los nigrománticos y d* toda especie de réprobos. Habéis pues de saber que el digno Laird de Eilangowan no era tari escrupuloso como hubiera debido en punto á limpiar el pais de los hechiceros que le infesta ban. De ellos dice el texto: — No dejarás vivir á ningún hechicero. — El Laird toleraba á al gunos que tenian familiares, á estos que leiati en el porvenir, á aquellos que echaban conju* ros, y á todos en fio los qtie practicaban las malas artes de la brujería, como acostumbrao hacerlo los Egipcios, que éste es el nombre
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que los gitanos se dan á sí mismos.El Laird fue casado tres reces sin tener succesion, y i fin de tenerla, consultó á aquella Meg Merrílies, públicamente conocida por bruja en todo el Galloway y en el condado de Dumfrie9. —•Algo hay de cierto en eso, dijo Mistress Mac Laudlish, porque me acuerdo de haber oido al Laird mandar que la diesen dos copas de aguardiente en la plaza. ' — Silencio, buena m uger, déjeme acabar. Quedó en fin embarazada M il«id y,yla noche misma de su parto llegó á la puerta de la quin ta,— de la plaza de Ellangowan, como sus dueños la lla m a n ,— un anciano vestido del modo mas extraordinario que imaginarse puede, el cual anciano pidió que le hospedasen por algunas horas. Su cabeza, sus piernas y sus brazos estaban d*snudo9, aunque hacia un in* vierno muy rigoroso; tenia una barba de tres cuartas de larga por lo menos. Recibiéronle en la quinta, y apenas parió M ilady, preguntó qué hora era y fue á consultar los astros. Cuan do volvió dijo al Laird que el Malo ( i) tendria grao poder sobre el recien nacido: le encargó que le criase en los principios de una sana de(i)
E s decir, el Diablo ( N .d tl T. )
Ó EL ASTRÓLOGO. 1 65 Vocion, que le confiase i la dirección de un santo ministro que jamás le perdiese de vista y que rezase con éVy por él. Entonces el anciano se desvaneció de repente y jamás se le volvió á ver por estos contornos.» — Ya no puedo callar mas, saltó el postillon q u e , á una distancia respetuosa , habia escu chado esta sarta de mentiras. Con vuestro perdon sea dicho, Mr. Skreigh y compañía, pero mas larga es vuestra barba en este momento que lo era entonces la del hombre de quien habíais, y yo respondo de que llevaba su buen par de botas y sus guantes y...» — Chiton , Jack ! dijo la posadera. — Hola! y como está tan bien enterado de esos pormenores el amigo Jack? dijo el sochan tre con desprecio. — Del modo mas sencillo del mundo, Mr. Skreigh. Vivia yo por entonces á corta distan cia de Ellangowan , cuando llamó un hombre á nuestra puerta la noche en que nació el niño, y mi madre me envió á enseñarle el camino de la plaza adonde queria ir. Si hubiera sido he chicero, hubiera tenido necesidad de que le enseñaran el camino? Era un joven de muy buena presencia ; bien vestido, con traza de in*gles , y repito que llevaba sombrero , guaníes
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y botas como cualquiera persona decente. Verdad es que miró mucho las ruinas del antiguo castillo y. que estuvo mucho tiempo paseándose por ellas, pues asi lo he oido asegurar; pero decir que se desvaneció como un duende, no lo paso, pues yo le tuve el estribo cuando montó á ca ballo para irse, y por mas señas que me dio de propina nada menos que media corona. Qué mas? hasta me acuerdo que montaba un caba llo castaño que tenia un esparavan en un b ra z o : — era de Jorge el de Dunfries y mas de cuatro veces le he visto desde entonces acá. — Bueno, bueno, Jack, dijo Mr. Skreigh con tono meloso, pero siempre solemne, nuestras explicaciones de ese hecho no difieren mas que en algunas pequeñas particularidades: yo no sabia que hubieseis conocido á ese hombre. Y a veis pues, amigos mios, que habiendo pronos ticado aquel extrangero grandes calamidades para el niño, su padre buscó un digno minis tro para que velara sobre él de la noche á la mañana. — S i, dijo el postilion, al qne llaman Do to inus Sampson. — Que parece ser que es una especie de per ro mudo, observó el diácono; aseguran qne nunca ha podido pronunciar cinco palabras se-
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guidasde un sermón, desde que tomó sus licen cias de predicar. — De modo que, añadió el sochantre alargan do el brazo para imponer silencio, velaba sobre el joven Laird de la noche á la mañana. Suce dió pues que cuando el niño llegó á tener cer ca de cinco años, reconoció el Laird su error y se decidió á echar á los gitanos de sus tierras : Frank Kennedy, que era hombre para todo, se encargó de despedirlos. Despues de muchos dimes y diretes por una y otra parte, Meg Merrilies que era la mas poderosa de su tribu con el enemigo del linage humano, le anunció que antes de tres dias seria dueña absoluta de su cuerpo y de su a lm a :— esto lo sé de muy buena tinta, como que me lo dijo un hombre que lo oyó.— Juan Wilson , criado del Laird, que iba con él cuando volviendo de Singleside se encontró en Gibbie-Knowe á Meg Merrilies que le vaticinó todas las desgracias que han sucedido luego á la familia. Ver dad es que Juan no pudo asegurarme si era Meg ó algún espíritu infernal que habia tomado la forma de aquella bruja, porqué en efecto pare cía de una estatura sobrenatural. — Nada tengo que responderá eso, dijo el postilion, pues yo no estaba entonces en el con-
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dado, pero Juan Wilson era un miedoso que no tenia mas corazon que una gallina. — Y en qué paró todo eso? preguntó el extrangero con alguna impaciencia. — Todo eso paró, repuso el sochantre, en que mientras los de la quinta estaban mirando como daba caza un sloop de guerra & un lugre de contrabando, Kennedy apretó á correr de repente en su caballo sin que hubiese ninguna razón para ello , y con tal ímpetu que ni cuerdas ni cadenas hubieran bastado á detenerle. Dirigióse hacia el bosque de Waroch donde en contró al joven Laird que iba con su ayo, y sin' mas ni mas sentó al niño á la grupa de su ca ballo jurando que si estaba hechizado, ambos correrían la misma 6uerte. Siguiólos Mr. Sampson lo mas de prisa que pudo, y verdadera mente no tenia malas piernas, y mientras los iba siguiendo vió á Meg Merrilies, ó al diablo la forma de esta maldita bruja, alzarse repen tinamente del centro de la tierra y arrancar al niño eon la velocidad del rayo de entre los brc os del aforador, que desenvainó al punto la espada, pues era hombre que no hubiera te nido miedo al mismo Satanás. -—Creo que así es la verdad , dijo el posti llón.
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— Entonces Meg cogió á Kennedy por la cintura y le arrojó como una piedra por cima del promontorio de W arroch, donde se le en contró aquella misma noche. Qué fue de la cria tura, francamente hablando es cosa que yo no sabré decir ; pero el ministro que teniamos en tonces y que luego há pasado á una parroquia que le produce mas, era de opinion deque el niño habia sido llevado al pais de las fadas, aunque solo por cierto y determinado tiempo. Mas de una vez habia sonreído el extran jero escuchando esta relación, pero antes de que hubiese podido responder, oyéronse las pisadas de un caballo que se paraba á la puerta y uti momento despues entró en la cocina echándola de personage de importancia un lacayuelo ele gantemente vestido, con‘ una escarapela en el sombrero y diciendo:— Háganse á un lado her manos , que voy de prisa; _pero al ver al extrangero, depuso su insolente ademan , se quitó el sombrero y entregándole una carta: — L* familia del Laird de Ellangowan, le dijo, está en la mayor pesadumbre y no puede recibid visitas. — Lo sé, replicó su amo. — Y ahora , señora tendreis la bondad de permitirme que ocupe el
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salón de que antes hablabais, una vez que no han de venir los huéspedes á quienes estaba des tinado? — Con mucho gusto, caballero, respondió M¡stress Mac-Caudlish cogiendo una luz para irle alumbrando con todas las atenciones de que una posadera se complaceen hacer alarde en semejante ocasion. — Mocito, dijo el diácono al lacaynelo ofre ciéndole una copa de aguardiente, no os ven drá mal este traguillo despues del trote que habéis traído. — Ya lo creo que no; mil gracias. A vues tra salud , caballero. — Decid, amigo, quién es vuestro amo? — Quién ? ese caballero que estaba ahí sen tado?— Es nada menos que el famoso coronel Mannering, que vuelve ahora de las Indias orientales* — Cómo ? aquel de quien ban bablado tanto los periódicos ? — El mismo precisamente. El fué el que so corrió á Cuddieburn, el que defendió á Chingalore y derrotó al gran caudillo de los Maratas, Ram Jo.li Bundleman. Y o le he acompañado en todas sus campañas. — Dios nos libre exclamó la posadera, y alio*
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ra que me acuerdo que no le he preguntado que quiere para cenar»*«» Voy volando, — Oh! no hay que apurarse; a él le gusta siempre todo lo mejor. En vuestra vida habéis visto hombre mas llano que nuestro buen coro nel , y sin embargo hay momentos en que pa rece un energúmeno. No ofreciendo grao motivo de edificación el resto de las pláticas que contjquaron cruzando* se , vamos, si el lector no lo lleva á mal, á subir al salón.
El honor ? — El honor es un (dolo sangriento que el hombre osa oponer .‘I Dios, supremo legisla dor , y que nos manda derram ar la sangre del prójimo.... Como puede un hombre honrado te* m er por «u h o n o r, ni mancillar el honor de otror N o ofender á nadie, es valor; sufrir una ofen* •a t$ mas valor todavía. Ben Johnson.
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pensativo el coronel por su
salón de arriba i bajo, cuando entró la oficiosa posadera á pedirle sus ór denes. Despues de habérselas dado del modo que le pareció mas conveniente para « e lb ie a de la casa» la suplicó que se quedase allí un momento. — jParécem e, señora, la dijo, si he compren dido bien la conversación de los apreciahles su* jetos que hemos dejado ab ajo, que Mr. Bertrán perdió su hijo de edad de cinco años. — Si señor, s i ; lo que es eso no admite duda, aunque hay muchas opiniones sobre el modo
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como pasó la cosa, pues es ya historia que lle va muchos años de fecha y que cada cual cuenta á su modo junto á la lum bre para pasar las noches de invierno, como haciamos antes noso tros verbigracia; pero lo cierto es que el niño se perdió á los cinco años, como vuestro honor decia, coronel, y que esa noticia dada de sopeton á su infeliz madre, precisamente en el mo mento del parto , la cortó la vida aquella mis ma noche. Desde entonces acá, el Laird ha teni do siempre la cabera á pájaros, y aun que su hija Miss L u c y , cuando llegó á ser mayorcita, procuró introducir algún arreglo en la casa , qué podia hacer la pobre criatura? Asi es que en el dia se encuentran sin casa y sin un pedazo de pan que llevar á la boca. — Podéis acordaros, señora , hácia qué épo ca del año desapareció el niño? — La posadera, despues de haber reflexionado un momento, le respondió que fué precisamente en la misma época en que se hallaban á la sazón, y con ayuda de algunos recuerdos locales fijó la fe cha con exactitud en su m emoria, como corres pondiente á principios de noviembre de 17 .... Dio el estrangero dos ó tres vueltas por la estancia, pero haciendo señal á Mistress MacCaudlish de que aguardase todavía un poco.
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— Es cierto, como me lian asegurado, la dijo, que va á ponerse eo venta la finca de Ellangowan ? — Pues no ha de serlo? Mañana se la lleva rá el mejor postor«».. M iento, mañana no, que es dom ingo, Dios nos libre I.... Pero el lunes sin fdlta : al mismo tiempo se venderán el ajuar de la quinta y los aperos de la labranza. Todos creen que ahora se atropella la venta , porque con la guerra de América anda el dinero muy escaso en Escocia, y no falta quien quiere lle varse la finca á poco precio. Téngalos Dios eo cuenta de que me obligan á hablar así! aña dió la buena m uger trinando de pensar eo la injusticia que suponía. — Y donde será la venta ? — Según dicen los carteles, en la misma pía•
za de Ellangowan á lo que yo entiendo* — Y quien está encargado de presentar el plano de la hacienda, los títulos de propie dad & c. & c. — Un sujeto muy apreciable, el sustituto del SheriíT de este condado. Vive ahí en la ciu* dad, y si vuestro honor desea verle, le instruirá mejor que nadie de las circunstancias de la des aparición del niño, porque
el ShetiíF, á lo
que he oido d ecir, revolvió cielo y tierra por descubrir la verdad del caso.
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— Y se llama ?.... — Mac M orían, hombre m uy entendido y sumamente estimado en el pais. — Me haréis el gusto de enviarle i decir que el coronel Mannering le ofrece sus respetos y le suplica se sirv a , si puede, venir á cenar con él y traerle todos los documentos relativos á la venta de esa finca. Igualmente os encargo, bue na señora , que no digáis á nadie una palabra de lo que acabamos de hablar. _ Y o señor? roe guardaré muy bien de des plegar mis labios. Mucho desearía que vuestro honor ( una reverencia ) , un ¡lustre caballero que ha hecho la guerra por su patria ( otra re« verencia ) fuese dueño de la finca, Una vez que tiene que perderla la antigua familia (u n sus piro ), mas bien que ese miserable de Glossin que medra á costa del mismo á quien se lo de* be todo.... Pero ahora que me acu erd o , voy á ponerme la manta y los chapines y voy á ir yo misma á casa de Mr. Mac-Morlan : seguramente le hallaré en su casa ; esta ahí á un paso. Id, amiga mia, id y mil gracias; diréis á mi criado que suba. Dos minutos despues estaba el coronel Man nering sentado á una mesa en la que se veian papeles y recado de escribir. Como tenemos el
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raro privilegio de leer por cima de sus hom bros lo que va escribiendo, vamos á comuni car á nuestros lectores lo mas sustancial de su carta dirigida á Arturo Mervyn Esg en Menvin H a ll, Llanbraitbw aite, en el Westmoreland. Empezaba refiriendo los pormenores del viaj$ del coronel desde que se separó de su amigo, y proseguía de este modo: « Y ah ora, extrañareis aun mi melancolía, Mervyn ? s Creeis que despues de veinticinco años de batallas, de heridas, de cautiverios, de desgracias de toda especie, puedo ser todavía aquel G u y Mannering tan vivo y tan alegre, que trepaba con vos á lo alto del Skidaw y no dejaba gallo silvestre á vida en los bosques de Crosfell ? Que v o s, que siempre habéis vivido en el seno de la felicidad doméstica , hayai* conservado el mismo carácter , el mismo fuego de imaginación, ese es el dichoso resultado, d e un temperamento siempre sostenido en el curso de una vida apacible por la salud y la ventura* Mi carrera por el contrario ha estado sembrada, de errores , de dudas y de dificultades desde mi infancia; he sido el juguete de la fortuna, y aun que muchas veces un viento próspero me ha con ducido á buen puerto, rara vsz ha sido al que se: encaminaba mi voluntad. Dejadme que os re-:
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fiera en pocas palabras el extraño destino que ha acompañado mi juventud y los sinsabores que han pesado sobre mí en edad mas avanza* da. » La primera d iréis, no ha sido ¿noy bor rascosa; no todo en ella fue veq ju ra, pero convengo en que fue tolerable. Mi padre, hijo primogénito de una familia ilu stre , pero poco favorecida con los doñea de la fortuna, me de jó sin casi mas patrimonio que el título de ca beza de la casa, confiado á la protección de dos hermanos suyos mucho mas ricos que él. Á m . bos me amaban con tal extremo que continua mente era yo un motivo de desazones entre ellos. Mi tio el obispo queria hacerme
tomar
las órdenes y obtener para mí un beneficio; mi tio el comerciante queria
hacerme abrazar la
carrera del comercio y asociarme á su casa» que hubiera tomado el nombrp de Mannering y M arsb al,en Lom bard-Street. Pasó felizmente mi cuitada persona por entre aqu ellos dos es collos, ó por mejor decir, entre los dos muelles y cómodos sillones que la ofrecían la teología y el com ercio, para ir ¿ dar consigo en una si. lia de dragón» Quiso luegoel obispo casarme con la sobrina y heredera universal del Dean de L in co ln ; el comerciante me ofreció la mano de
Tomo I.
ia
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CUY MANKERING
la hija única del anciano Sloethorn, riquísimo traficante en vinos, que hubiera podido em bal dosar su casa con onzas de oro, y encender su pipa con billetes del banco.... Nuevamente lo* gré escaparme por entré ambas redes tendías á mi am bición, y tomé por esposa á la pobre,— á la pobre sofía W ellivood. « Diréis también que mi carrera militar en la In dia, cuando pasé á aquellos países con mi regimiento , ha debido proporcionarme algunas satisfacciones y asi es en efecto la verdad : aña diréis que á pesar de no haber llenado los de seos de mis tutores naturales, no incurrí sin embargo en su malevolencia , pues mi tío el obispo me lega al morir su bendición , sus ser* mones manuscritos, su biblioteca y una cartera m uy curiosa que contenta los retratos de los mas famosos teólogos de las iglesias de. In gla terra y y mí segundo lio Sír Pablo Mannering, me instituyó único y absoluto heredero de mi inmenso caudal. Pero de qué me ha valido todo eso? — Y a os dije la última vez que nos vimos que llevaba clavado en el corazon un dardo que me seguirá hasta la tu m b a, y ahora voy á con taros con mas por menores de lo que pude ha cerlo entonces, un suceso que acaso oiréis men cionar con circunstancias diferentes y proba
ó
blL ASTRÓLOGO«
I JQ
ble mente inexactas; — pero os suplico que jamás habléis ¿ nadie, ni de mi pesadumbre ni de su causa. •Solía« como ya sabéis, me siguió á las In* dias. Soda era tan inocente como irreflexiva, pero desgraciadamente para amboa^ tan irreflexiba como inocente» Mi carácter^se habia for mado, parte con los estudios qne habia hecho, y parte con la vida de reclusión que siempre ha bia observado ; y debo decir en honor de la verdad qne no estaba m uy en armonia con mi situación de comandante de un regimiento, en un paia donde todas las personas de alguna su posición están acostumbradas á dar y recibir mutuamente la mas cordial hospitalidad. En un momento de extraordinaria premura (y a sa béis cuan difícil suele ser en las Indias comple tar con blancos nuestras líoeas de batalla ) un joven llamado Brown se agregó á mi regimiento en calidad de voluntario, y viendo que la car rera de las armas le acomodaba mas qüe la del comercio que habia seguido hasta entonces, se, quedó con nosotros de cadete. Para hacer justi cia á mi desgraciada víctim a, debo decir que se portó con tal bizarría en cuantas ocasiones se ofrecieron, que todos consideraban que le erá debido un ascenso á la primera vacante. Au*-
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CUY MANNERfNG
senteme por alguna? semanas para una expedi ción lejana , y á mi vuelta bailé al joven cade-* te m uy introducido eo mi casa como un am igo íntimo y como acompañante habitual de mi m uger y jle mi hija, cosa que me desagradó ■sobre mancha, aunque en realidad nada tenia que decir de las costumbres y carácter de aquel m ozo: auo es posible
que me hubiera
acostumbrado á é l, a no haber mediado agéna» sugestiones» Si habéis leido el Otelo, drama que yo no volveré ¿ leér en mi vida, os formareis una idea de lo que siguió, es decir de las sospe-* chas que concibí, porque mis acciones, gracia» á Dios, fueron menos reprensibles. Habra en mi regimiento otro cadete que deseaba también ob tener el prim er grado vacante, y que llamó mi atención sobre lo que él llamaba la coquetería de mi muger con aquel joven« Sofía era virtuo sa, pero estaba m uy preciada de la virtud; mis celos la irritaron.y fué bastante impruden te para tomar.de ellos pie para fomentar mas y mas una intimidad que sabia que me desagra daba. Mediaba entre Brown y yo una especie da cuestión instintiva, hizo él sin embargo una ó dos tentativas para vencer mi preocupación, pe ro predispuesto contra él como yo lo estaba, las atribuí á motivos indignos* Viendose/epeli-
Ó EL ASTRÓLOGO.
do con desden, desistió; pero por lo
l8 l
mis*
«no que no tenia ni familia ni am igos, le fue mas doloroso aquel desaire de parte de quien tenia uno y otro. « No podéis imaginaros cuanto sufro al es* crib ir esta carta; voy no obstante ff llegar á la funesta catástrofe que por emponzoñado
tantÓ tiempo lia
mi vida : pero procurare ser
breve. •
Mi m uger, aunque no estaba ya en su pri
mera ju ven tu d , era extraordinariamente her mosa, y sea dicho para mi justificación, quitaba« la mas que debiera, hacer alarde de su hérmo*» sura. No me cansaré de repetir que jamás dudé un solo momento de su v irtu d , pero movido por las artificiosas sujestiones de A rcher, creí que tenia eñ poco mi sosiego y que el joven Brown seguia galanteandola con el solo objeto de provocar mi enojo. Acaso él por su parte me tenia por uno de aquellos hombres altaneros que 6e complacen en hacer uso de su autoridad para oprim ir y hum illar á sus inferiores. S i conoció mis celos, quiso sin duda, fomentán dolos en mi ánimo con sus obsequios á mi mu ger * vengarse de las pequeñas incomodidades que mi empleo, me obligaba á veces á causarle. Un amigo verdadero quiso hacerme m irar bajo
I 8a
CfVY
MANKERIÑO
un punto de vista mtiy distinto sus rendim ien to s suponiéndolos quetenian por objeto mi bija Ju lia, aunque inmediatamente dirigidos á su ma dre con el fin de hacerla propicia á su amor. No me hubiera dado mucho gusto semejante pretension en un joven de oscuro nacimiento« pero nunca me hiibiera ofendido tanto ni con mucho como la loca osadia de que interiormente
íes
acusaba y que acabó en fin por inspirarme con tra él el mas ciego rencor. «Una chispa basta á veces para levantar un incendio: yo habia olvidado completamente la causa de nuestra desavenencia, pero una dis puta insignificante al juego dio margen entre nosotros á algunas expresiones acaloradas á que siguió un desafio. Salimos i la mañana siguiente á un prado distante de la fortaleza de que era yo gobernador y situado en los límites del territorio de mi mando, áfin de que Brown pudiese atender á su seguridad si le favorecía la suerte. Casi deseo ahora que asi hubiera su cedido, aunque á co9ta m ia, pero cayó al p ri mer tiro. Acudia yo á darle auxilio, cuando se precipitó sobre nosotros una cuadrilla de Lo -
odies, especie de salteadores de profesion que siempre andan á caza de ocasiones de robar y de hacer prisioneros. A duras penas montamos
Ó EL ASTRÓLOGO.
I 83
á caballo Archer y y o , y nos abrimos paso por. en medio de ellos despues de una reñida re friega, en la que recibió mi amigo varias heridas m uy peligrosas. Para completar las desgracias de aquel funestodia, mi muger que sospecha ba eld esign io que me habia sacado de la forta leza tan de m añana, salió eo su palanqueta ( i ) al instante en mi seguimiento, y fue sorpren dida y cautivada por otra cuadrilla de aquellos bandoleros. Salvóla casi inmediatamente un des tacamento de nuestra caballería, pero no puedo disimularme ¿ mi mismo que los sucesos de aquella fatal mañana tuvieron una perniciosa influencia sobre su salud ya muy quebrantada. La confesíon que me hizo Archer al
m orir del
objeto con que me habiá inspirado falsas sospe chas, la franca explicación que tuve con Sofía y la primera reconciliación que siguió á ella entre nosotros, no bastaron á remediar el daño; ocho meses despues de este suceso murió en tuis bra. zos, dejándome solo la hija de quien mistres* Mac Morían ha tenido la bondad de encaigarse por ahora. Ju lia cayó también peligrosamente enferma, loqu e me decidióá dar mi dimisión y
(i)
L itera portátil de que se usa en tas Indias.
( N. del T )
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güy man^ering
á volver á Europa, donde el clima nata], el tiem po, y la mudanza de escenas han contribuido á disipar su tristeza y á robustecer su salud. •
Ahora que conocéis mi historia, no me
preguntareis ya la causa de mi melancolía , no so sorprenderá ver que me abandono á ella con frecuencia, y convendréis en que á pesar de mn riquezas y del buen nombre que creo haber* me grangeado , el cáliz de mi vid a, sino es* lá envenenado, contiene á lo menos muchas am arguras para mis últimos años de retiro. «Bien podría añadir algunas circunstancias que nuestro anciaoo preceptor hubiera mirado como otras tantas pruebas de la fatalidad que preside á nuestro nacim iento, pero las tales pruebas os causarian risa, á m ayor abundamien*o que yo mismo no tengo mucha fe en ellas. Sin em bargo, desde mi llegada á la casa, desde donde ahora os escribo, he sabido una coinci-
/
dencia singular, que si en efecto llega á confir marse , podrá servirnos de tema para una dis cusión m uy curiosa. Nada mas quiero deciros sobre este
particular por ahora , pues estoy
aguardando á un sugeto para hablar con el acerca de un & finca que está de venta en esta parte de Escocia. Tengo una predilección que pudiera llamarse antojo en favor de la expresada
6 EL ASTRÓLOGO.
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finca, y espero que si la logro no les pesará de «lio á sus actuales propietarios , porque sé que •se ha formado una cábala para venderla por mucho menos de lo que vale. Adiós querido Mervin ; mis respetuosos recuerdos á m istreú M e r v ia ;y autorizándoos á pesar de vuestras pretensiones de pasar por jovencito á dar por mi un beso á Ju lia , queda siempre vuestro «G u y M annbring .»
No bien hubo acabado el coronel esta carta, entró en la estancia Mr. Mac Morían. La exce lente reputación del coronel Mannering habia predispuesto al digno m agistrado, que era en efecto hombre de inteligencia y de probidad, á hablarle con toda franqueza, por lo que le ex p u so sin disfraz las ventajas y los inconvenientes de aquella adquisición. — La mayor parte de la hacienda , le dijo , está vinculada á los herede ros varones , y el comprador tendrá el derecho de conservar en su poder una considerable porcion de los réditos durante un tiempo determi nado, para entregársela al hijo del Laird que desapareció en su infancia, en el caso de que se presentase algún dia. — Perosiendo eso asi, dijo M annering, á q u e fin atropellar la venta ?
i 86
CUY MAHNEIUNG
—
La razón ostenlible que se a leg a, respon
dió Mac Morían sonriendo, es que con los inte» reses del importe de la venta se podrán satisfa cer corrientemente los que se deben á los acree dores, que en el dia están mal pagados ; pero en realidad de verdad, de lo que se trata es de sa tisfacer las miras de un hombre que desea ad q u irir la fincá á un precio ínfimo y que para traer las cosas á este extremo ha puesto en mo vimiento cuantos ardides ha podido sugerirle su práctica en esta oíase de negocios. Púsose de acuerdo el coronel con Mac Mor ían acerca de los pasos que debian darse para desbaratar aquellos miserables manejos. Con versaron en seguida largamente acerca de la singular disparicion de Enrique Bertrán, el dia mismo en que cumplía los cinco anos según la predicción de Mannering, el c u a l, como ya se deja suponer, se guardó muy bien de hacer gala de ello. Mr. Mac Morían no se halló presente á aquellos sucesos, pero estaba enterado muy ¿ fondo de todos sus pormenores, y prometió á nüestro héroe que si se establecía , como pensa b a , en aquella parte de Escocia , liaría que el mismo vice-SlierifT le escribiese una relación circunstanciada de todos ellos. Con esta segu ri dad, se separaron igualmente satisfechos del re sultado de su conferencia.
ó EL ASTRÓLOGO.
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Al día siguiente fue el coronel Mannering de grande uniform e i la iglesia parroquial del pueblo , donde , aunque 00 bailó á ningún miembro de la familia de Ellangowan , supo que el anciano Laird seguia cada vez peor. Jack Jabos que fue segunda vez á buscarlos, volvió nuevamente solo , pero anunciando que misa Lucy esperaba que su padre podria ponerse en camino al dia siguiente«
ra ta »
«Una sentencia en form a, me d ijero n , los a a to - riza á apoderarse de todos tus bienes. Vi allí « un jpícaro rufián, de repugnante aspecto, re •• volviendo romo si fuera suya tu vajilla de • plata , hacinada de cualquier modo para ser « vendida á pública subasta. O tro , hablando de • ti en términos indecorosos, tomó posesion • de los antiguos muebles de tu c asa.» OTW AT.
la mañana siguiente montó Manne^ ring á caballo y, seguido de su cria do d o , se dirigió á E llan gow an , para donde no tuvo necesidad de preguntar el cam i no. Una venta por justicia es un objeto de diversión en el cam po, y en efecto acudía á ella á la sazón un considerable gentio de per sonas de todas piases. Despues de haber cruzado por espacio de una hora un pais hermosísimo, descubrió Mannering á lo lejos las torres del antiguo castillo. Los pensamientos que absorvian su atención cuando se separó de ellas muchos años antes«
Ó E L ASTRÓLOGO.
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eran m uy diferentes de los que ocupaban su> ánimo á la sazón. E l espectáculo que tenia de lante era siempre el mismo, pero cuánto habiaá mudado los sentimientos, las esperanzas, y los deseos del que le contem plaba! La vida y el amor , nuevos entonces para é l , hermoseaban toda la perspectiva de su p o rven ir, y ahora t‘ desengañado en sus afectos, saciado de gloria y de lo que el mundo llama felicidad', perseguido por un amargo recuerdo que nada puede ar rancar de su corazon, toda su esperanza se ci fra en hallar un retiro donde pueda fomentar la melancolía que ha de acompañarle hasta el sepulcro.—■Y sin em bargo, dice , quién osaria quejarse en este sitio d é la instabilidad de sug esperanzas y de la vanidad de sus proyectos? Los antiguos
caudillos que levantaron esas
enormes y macizas torres para que sirviesen de fortaleza á sus descendientes y de emblema á su alto poder, pudieron pensar jamás qué habiá de llegar un dia en que él últim o de los E llan gowan seria arrojado de sus posesiones, arru i nado y sin tener un asilo donde vivir en paz?— Pero las bellezas de la naturaleza son inaltera b les: el sol se alzará tan brillante sobre esas ru in as, cuando sean propiedad de un extrangé* 0 , ó caigan en manos de un miserable que ha-
19 0
GUT MAHNERlftG
ce servir las leyea al logro de sus sórdidas rui nas, como cuando tremolaba en sus almenas la bandera de su prim er fundador. Engolfado en estas reflexiones llegó Mannering á la. puerta de la q u in ta, abierta aquel dia á todo el mundo. Entró por ella la muchedum bre de gentes á quienes atraía el deseo dé coro* prar este ó el otro objeto t ó el de satisfacer uua vana curiosidad. Aun en laa circunstancias mas favorables* semejante espectáculo es siem pre triste : el desorden de los muebles rem ovi dos de su sitio para que los compradores piiedao examinarlos y llevárselo* con mas comodidad f produce siempre utja impresión desagradable á ]a vista. Tal objeto qtfe cojocado con aseo y buen gU9to en su'púestó, pasa por m uy decen te y tal vez por m uy hermoso , parece entonces extraño y de poco v a lo r, del mismo modo que lasr habitaciones despojadas d e todo lo que las hade cómodas y agradables, presentan un. aspec to de ruina y saqueo. Disgusta también ver co mo se ceba la curiosidad del vulgo zafio en objetos destinados al uso particular de sus due ños, oir las brutales choóarferias de los espec* tadores sobre los muebles que les son descono cidos ,
y mas que nada aquella especie de
alegría artificial ,- sostenida por el whisky, licor
6 EL ASTRÓLOGO.
1 91
que siempre anda m uy de sabrá en Escocia en semejantes ocasiones; Presentaba entonces Ellan* gowan todos estos habituales accidentes de tales escenas, y lo q u e acababa de hacerlas aun mas dolorosas para el coronel, era la consideración de que indicabao la ruina total de una antigua y respetable familia. Largo rato transcurrió antes de que hallarse el coronel persona alguna dispuesta á respon der á las reiteradas preguntas que hizo acerca del Laird. Al fin una antigua criada que ha blándole se enjugaba los ojos con un pañuelo« le dijó qué su amo se hallaba algo mas aliviado y que se creía que podría salir de la quinta el mismo d ía ; que miss L u cy estaba aguardando de uú momento á otro la «illa de posta, y q u e , como hacia buen tiempo para la estación , le hábian sacado en* sil poltrona á la pradera de la antigua plaza para evitarle el disgustode pre. sen ciar aquel doloroso espectáculo. Salió el co ronel á buscarle y pronto vió el pequeñogrupo que solo se componía de cuatro personas: — cd¿10 la cuesta que tenía que subir para llegar á él era bastante em pinada, tuvo tiempo para examinadas á medida que iba subiendo y pa ra pensar como debia presentarse á ellas. Mr. Bertrán, paralitico y casi incapaz de
fga
GDT WANNERlTtG
m overse, ocupaba su ancho sillón , en bata de camelote , cubierta la cabeza coa un gorro de dorm ir y envueltas la9 piernas en una manta. Detrás de é l , apoyando ambas manos cruzadas sobre el puño de su bastón, estaba Doro i ñus Sampsoo, á quien á primera vista reconoció el cór ronel. Las únicas mudanzas que el tiempo había producido eu é l, se reducían á que su cásaca negra era ya de color de ala de mosca, y á que sus carrillos enjutos estaban todavia mas hundiidos que la última vez que le vio Mannering. A un lado del anciano estaba una verdadera silfid e , — una señorita de como hasta diez y siete años, que el Coronel sppuso al instante seria la hijadeEllangow an. Miraba de cuando en cuan do con inquietud la calle de árboles por donde debía llegar la silla de posta, y 3e ocupaba en arreglar la manta de modo que preservase bien del frío á su padre, y en responder con uoa paciencia angelical á las bruscas pregun tas en que desfogaba éste su mal hum or: ni aun se atrevia á volver los ojos hácia la quinta , aunque el ruido que metía en ella el numeroso concurso de que hemos hablado, debía llam ar su atención hácia aquella parte. La cuarta per sona del grupo era un joven de m uy airosa presencia, que parecía participar d é la s inquie*
Ó
EL ASTRÓLOGO.
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ludes dé'Míss Bertrán y del vivo ínteres que se tomaba por su anciano padre.
*
Este joven fue el primero que reparo en el coronel Mannering , é inmediatamente se lleg ó a él para apartarle con suma atención de aque¿ líos desgraciados. Mannering se detuvo, y le di jo que era un extrangero á quien Mr. Bertrán había recibido hacia largos años en su casa con la mas afectuosa hospitalidad; que no se hubie ra presentado á él en momentos tan tristes, á no haber creído que le autorizaba á ello en cierto modo el estado de desamparo en que le veía ; que en fin su único objeto era poner sus cortas facultades á disposición de Mr. Bertrán y de su hija. 'Paróse entonces á corta distancia del ancia~ n o , que clavó en él sus ojos inmóviles, aunque sin dar señales de reconocerle. Dominns por su parte estaba demasiado absorto en su dolor para echar de ver su presencia. Dijo el joven algunas palabras en voz baja á Miss Bertrán, que se acercó con
tim idez.al coronel , dándole las
gracias por su b o n d a d . P e r o temo, añadió derramando algunas lágrim as, que mi pobre padre no sea capaz de reconoceros. Llegóse entonces al sillón seguida del co ronel. T o n o I,'
i3
I9 Í
CUY MANNEIUNG
— P jJ r e m ió ,
1« d ijo , aqui teneis á un an
tiguo amigo vuestro, á M r. Mannering, que \icne á visitaros. — Sea muy bien venido , dijo el anciano pro curando incorporarse para saludar al coronel, mientras pasaba sobre sus marchitas facciones un rayo de hospitalaria satisfacción; pero, Lu cyt hija inia , entremos en casa ; este caballero tendrá aqui frió. Dotninus, buscad la llave de la bodega: Mr. Ma«... a... el gentleman(i) querA rá segur&mehte tomar álgo después del largo paseo que ha dado para vehir á vernos. Sintióse Mannering profundamente conmo» vido por el contraste que le presentaba su me moria entre aquel recibimiento y el que le había Hecho la misma persona cuando se vie ron por última vez. No pudo reprim ir sus lá grimas, y ésta prueba evidente de boodad de alma le v alió en el actó la couíianza de la des venturada Misa Lucy. — A h ! , le d ijo, este espectáculo es doloroso hasta para un extraña, y s*n em b argo , á u a es mas feliz mi pobre padrfe feo ése estado , que si pudiera conocer lodo lo que nos está pasando en este momento.
( i ) Caballero ó gentil borabrc. ( N -del T.)
Ó EL
ASTRÓLOGO*
«g5
Llegóse entonces al joven un lacayo con li« brea y le dija en voz baja.: — Mr. Carlos * Milady os anda buscando por todas partea p ira que pujéis por ella el armario de ébano. Lady Juana Devorgois la acompaña..... ea preciso que vayais allí.al instante«, — Dilas que no me has hallado, Toro.t... ó n o , escucha; di que estoy, mirando los caballos. — N o, no, exclamó Lucy+ nada de eso; sino quereis agravar mi desgracia en este fatal mo mento, id corriendo á buscarlas*.... Estoy Sfgura de que este caballero tendrá la bondad de acompañarnos hasta «1 carruage. — Seguram ente, señora, .repuso Mannering; vuestro joven amigo puede fiar en mí, — Adiós, pues, dijo Carlos , y habiendo h a blado á Miss Bertrán algunas palabras al oido?,
ae retiró precipitadamente como temiendo no tener fuer 74a para hacerlo *i tardaba mas.. — Adonde va Carlos Hazlewood? preguntó el anciano, acostumbrado sin duda á au presencia y á sus cuidados. Adonde va Carlos Hazle wood? Porqué no? deja ahora ? — Al instante volverá, dijo Lucy. Oyóse en aquel momento el sonido de va rias voces hácia la parte de las ruinas. El lector ae acordará de que hobia entre la quinta y el
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*
mar una com unicación, que era precisamente por donde pasaban los que veniao hablando. — S i , hay en efecto como vos decis, muchas conchas y yerbas m arinas; pero s is e quisiera levantar una nueva habitación, lo que puede m uy bien llegar á ser necesario, se hallarían en el castillo excelentes materiales para ello. — Cielo santo ! dijo al instante Miss Bertrán' á Sampson, es la voz dé e9e miserable Glossin. Si mi pad^e le ve no hecesita (toas para m orir. Volvióse Sampson como por máquina y se adelantó dando enormes zancadas hacia Glossin^ que salia en aquel momento de las ruinas; — Vete, le dijo , vete ! quieres matarle y des pojarle?..* — Basta, b^sta, señor Dominus Sampson, respondió Glossin con altanería; pues no sabéis p redicaren el pulpito, dejaos de predicar aqiif.
La ley autoriza nuestra presencia en este sitio, cotí que así, amiguito mió, guardaos el evange lio allá para vos. E l soJo nombre dé Glotssín bastaba hacía él* gun tiempo para ponerá Mr. Bertrán en el col mo de la exasperación. El sonido de su voz, que reconoció al momento, produjo entonces en él un efecto singular; púsose al punto en pie sin ayu da de nadie, te encaró coa él y le dijo, forman
Ó EL ASTRÓIOGO
14$*]
do la palidez de su rostroel roas extraño contras te con la violencia de sus expresiones: — quítate de mi v in a , víbora infame, víbora que devoras el seno que te ha abrigado! No temes que se des* p l o m e n sobre tu cabeza estas paredes , que Jos dinteles del castillo de Ellangowan se entrea bran para tragarte ? No te hallabas sin amigo?, sin asilo, sin recurso alguno, cuando yo te ten dí una mano caritativa; y no eres tú el que nos arrojas á mí y á esta ¡nocente niña, sin amigos, sin asilo, sin recurso alguno, de la mansión que jios
ha albergado á mí y á los mios por espacio
de mil años? Si Glossin hubiera estado solo, probable mente se hubiera hecho el desentendido á aquella retahila de injurias; peto la presencia del forastero que veia junto á Ellangowan , y la de la persona que iba con é l , que era una especie de maestro de obras, le decidieron á echar mano de toda su impudencia. A pesar de su «luchar descaro , la empresa era difícil.en su situación.— S ir..... sir....... master ( i ) Bertrán.... no debeis acusarme á mí..... solo vuestra pro pia im prudencia..... ( i ) Sir corresponde á nuestro éabállero y mas comun mente i señor. Master, cuya abreviatara es M r. equivale i
Don t señor &c y tiene ademas otras varias significacionfcs* (M dei r.)
* 9^
GÜY mAnnekíng
No pudo al oir esto contener su indignación el coronel. —
Señor ralo , dijo á Glossin interrumpién
dole, sin entrar por ahora en discusiones sobre ese punto, os haré observar que ni el sitio, ni la ocasioñ, ni mi presencia tal vez son m uy á propósito para esa explicación , por lo que me haréis un gran favor en retiraros sin añadir mas palabra. Glossin era alto, robusto y fornido, por lo que prefirió sostener el ataque de un desconocido que no le parecia hombre muy temible, á conti nuar defendiendo su mala cansa contra
las
justas reconvenciones de su ofendido bienheclior. — Y o no os conozco, caballero, le d ijo , pero jamás permitiré que se me hable en ese tono y ..... Mannering era por naturaleza mas que me dianamente arrebatado. Sus ojos se inflamaron de cólera; mordiose el labio inferior con tal fuerza que se sacó sangre y acerenndose á Glos sin : — Que me conozcáis ó n o , le dijo, im porta muy poóo , pero yo os conozco muy bien, y sino os quitáis de ahí inmediatamente sin pronunciar una sola sílaba m as, por él sol que nos alumbra que bajareis esa cuesta mas aprisa de lo que la habéis subido.
Ó
EL ASTnÓlDGO.
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El lono enérgico y resuelto ademan del co ron el, subyugaron la insolencia de aquel mise rable , que despues de titubear un momento, dió media vuelta sobre sus talones y, disfrazando su cobardía con el pretexto de que no queria asustar á la señorita, los libertó de su odiosa presencia. El postilion de Mistress Mac-Caudlich que liabia llegado á tiempo para ver 1o que acababa de pasar, dijo en alta voz: — Si me hubiera encontrado á ese tuno en el cam ino, bien sabe Dio* que hubiera tenido mas gusto en hacerle dar cuatro volteretas por el aire que en echar me un doblon en la faltriquera. — Y al mismo tiempo anunció que el coche estaba á la’ puer ta esperando a) anciano y á su hija. Pero desgraciadamente no era ya necesario. El último esfuerzo que habia hecho Mr. Ber trán abandonandose á toda su indignación, pos tró su ya harto débil máquina, y á los pocos momentos de haber caido en su sillón , expiró casi sin exhalar un suspiro.La extinción del vital aliento alteró tan poco su apariencia exterior, que los gritos que lor la ven tana. Arregláronse á la ligera algunas h aliiacionea para
recibir á la pobre huérfana y de
positar el Cftdáver del Laird. Juzgó Maunering que su presencia era ya inútil y aun tal vez que
6 EL A5TJt