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Spanish Pages 454 [458] Year 2013
Leonor González de la Lastra Vicente J. Fernández Burgueño (eds.)
SAB ER Y PATR I MO N I O. AP U N TES PAR A U N A HI STO R I A
Leonor González de la Lastra Vicente J. Fernández Burgueño (eds.)
ISBN 978-84-00-09776-9
Fundación de Apoyo al Museo Nacional de Ciencia y Tecnología
EL INSTITUTO DE SAN ISIDRO
EL INSTITUTO DE SAN ISIDRO
El Instituto San Isidro ha sido un centro emblemático desde que a finales del siglo XVI se fundaran los estudios que constituyen su origen. La obra que tienen en sus manos no solo aporta novedosas contribuciones al conocimiento del acontecer de esta institución en siglos pasados, sino que lo hace desde nuevos enfoques. En sus páginas se analizan algunas de las vicisitudes y personajes de su historia, situando los acontecimientos en su contexto histórico, cultural y social para dar un nuevo significado a las decisiones tomadas por sus protagonistas. Se relatan aspectos poco conocidos de este centro educativo como, por citar algunos, su actividad durante la guerra civil, su participación en Exposiciones Universales y en los movimientos de renovación pedagógica, la presencia de las primeras mujeres en sus aulas, la adquisición para sus gabinetes de las últimas novedades tecnológicas y pedagógicas o la instalación en sus dependencias de un observatorio astronómico. Todos ellos reflejan los esfuerzos realizados desde esta institución tanto para alcanzar y mantener una posición privilegiada en el seno de la comunidad educativa madrileña y española, como para situarse a la altura de otros establecimientos educativos europeos. Causa y consecuencia de estas acciones fue la atracción que ejerció para destacados docentes a lo largo de su historia, atracción que podemos sentir viva a lo largo de estas páginas.
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CSIC
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS
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EL INSTITUTO DE SAN ISIDRO SABER Y PATRIMONIO. APUNTES PARA UNA HISTORIA
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EL INSTITUTO DE SAN ISIDRO SABER Y PATRIMONIO. APUNTES PARA UNA HISTORIA
consejo superior de investigaciones científicas madrid, 2013
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Reservados todos los derechos por la legislación en materia de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en manera alguna por medio ya sea electrónico, químico, óptico, informático, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo por escrito de la editorial. Las noticias, los asertos y las opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva responsabilidad del autor o autores. La editorial, por su parte, solo se hace responsable del interés científico de sus publicaciones. Este libro ha contado con el apoyo del proyecto I+D+i (2008-2011) «Educación “integral” para los jóvenes bachilleres: cambios promovidos por la JAE en la enseñanza secundaria (1907-1936)» (HAR2011-28368).
Catálogo general de publicaciones oficiales: http://publicacionesoficiales.boe.es Editorial CSIC: http://editorial.csic.es (correo: [email protected])
© CSIC © Leonor González de la Lastra y Vicente J. Fernández Bargueño (eds.), y de cada texto, su autor Imagen de cubierta: fotografía del claustro del Instituto de San Isidro de M.ª José Gómez Redondo ISBN: 978-84-00-09776-9 e-ISBN: 978-84-00-09777-6 NIPO: 723-13-157-X e-NIPO: 723-13-156-4 Depósito Legal: M-36747-2013 Maquetación, impresión y encuadernación: Marasan, S. A. Impreso en España. Printed in Spain En esta edición se ha utilizado papel ecológico sometido a un proceso de blanqueado TCF, cuya fibra procede de bosques gestionados de forma sostenible.
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ÍNDICE
Prólogo Leoncio López-Ocón Cabrera.................................................... 9 Introducción Isabel Píñar Gallardo, Rafael Martín Villa, Vicente José Fernández Burgueño y Leonor González de la Lastra.............
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Primera parte. Tradición y modernidad, patrimonio y enseñanza Fe, ciencia y política en el Observatorio de los Reales Estudios del Colegio Imperial de Madrid (1751-1775). Víctor 25 Guijarro Mora....................................................................... Las láminas de Dibujo del Instituto de San Isidro en las Exposiciones Universales y la labor docente de Mariano Borrell y Folch. M.ª José Gómez Redondo y Luis Mayo Vega....... 43 La enseñanza de las Ciencias Naturales en el Instituto de San Isidro y su gabinete de Historia Natural. Rafael Martín Villa........................................................................................ 75 El lenguaje tácito de la tecnología. Significado del fonógrafo tin-foil en el Instituto de San Isidro. Leonor González de la Lastra................................................................................. 103 Naturalezas artificiales. Investigación y restauración de modelos didácticos del gabinete de Historia Natural del Instituto de San Isidro. Rafael Martín Villa e Isabel Píñar Gallardo...... 135 Los cuadernos escolares de Historia en la Exposición Universal de 1888. Pilar Morollón Hernández............................... 145 La presencia de la tecnología en la utopía pedagógica: el Instituto de San Isidro y los Institutos-Escuela promovidos por la JAE. Víctor Guijarro Mora y Leonor González de la Lastra......... 173
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índice
Visión literaturizada del fondo antiguo y legados que contiene, en la biblioteca del Instituto de San Isidro. Luis Cañizal de la Fuente...........................................................................
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Segunda parte. Imagen social, profesores y alumnos Las primeras alumnas y las primeras profesoras del Instituto de San Isidro. Vicente José Fernández Burgueño y Encarnación Lázaro Marí............................................................................ 211 La prensa española como espejo del compromiso educativo del Instituto de San Isidro (1868-1939). Carmen Rodríguez Guerrero................................................................................. 233 El Instituto de San Isidro: edificio emblemático e institución literaria por excelencia. Luis Cañizal de la Fuente, Lourdes Gordaliza Escobar e Isabel Meléndez Hevia....................... 263 El krausismo en el Instituto de San Isidro: Urbano González Serrano. Julio Simó Ruescas................................................. 281 Sánchez Casado, profesor de Historia: vida e ideas pedagógicas. Pilar Morollón Hernández......................................... 305 La lúcida voz del profesor Puig Adam. M.ª Eugenia Jiménez Aleixandre y Mercedes Pastor Grueso................................. 325 Tercera parte. En torno a la historia del Instituto La actividad editorial en torno al Colegio Imperial en los siglos xvii-xviii y las covachuelas de libreros. José Carlos Delgado Gómez..................................................................... Apuntes sobre las reivindicaciones de los bienes y rentas del Instituto de San Isidro en el siglo xix. Isabel Píñar Gallardo. 1814-1845: del Colegio Imperial al Instituto de San Isidro. Justo Corbacho Rodríguez.................................................... El Instituto de San Isidro durante el Sexenio revolucionario (1868-1874) a través de sus memorias. M.ª Luisa Guerra García e Isabel Martín Fernández............................................ Educación en tiempos de conflicto. El Instituto Nacional de Segunda Enseñanza de San Isidro durante la guerra civil (julio de 1936 - marzo de 1939). Vicente José Fernández Burgueño, Eduardo Fernández Lázaro y Encarnación Lázaro Marí.......
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Apéndices Apéndice bibliográfico................................................................ 443 Directores del Instituto de San Isidro de Madrid..................... 451 Denominaciones del Instituto de San Isidro.............................. 453
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prólogo
Diseminados por el territorio español existen unos recintos que han sido testigos y protagonistas de las vicisitudes de la enseñanza secundaria. A los más antiguos los denominamos actualmente institutos históricos. Hacia 1915 apenas llegaban a las seis decenas. Se distribuían entre los once distritos universitarios en los que estaba organizado entonces el sistema educativo español. Estaban ubicados en las capitales de provincia, en nueve poblaciones importantes —Figueras, Reus, Mahón, Cartagena, Baeza, Cabra, Jerez, Santiago de Compostela y Gijón— y en Madrid, que tenía dos: el San Isidro y el Cardenal Cisneros. Parte de ellos pertenecen en la actualidad a la Asociación Nacional para la Defensa del Patrimonio de los Institutos Históricos (www.asociacioninstitutoshistoricos.com), entre cuyos objetivos cabe destacar la labor de recuperación de sus fondos patrimoniales, ya sean documentales, bibliográficos, científicos o arquitectónicos; la restauración e inventariado de dichos fondos, así como el favorecer la cooperación entre los institutos para la realización de actividades científicas y educativas. Los avances desarrollados en esa tarea, llevada a cabo con una encomiable dosis de entusiasmo, se han podido constatar en el transcurso de las siete jornadas organizadas por sus integrantes desde el año 2007, aunque la Asociación como tal se constituyese más recientemente en el año 2010. En el seno de esta asociación el papel del Instituto San Isidro ha sido muy relevante. Su compromiso con el objetivo de avivar la memoria educativa que incita la labor del cualificado grupo de profesores que sostienen y dinamizan la mencionada asociación se manifiesta en numerosas iniciativas. Entre ellas se encuentra la edición de este libro, alentada por el buen quehacer profesional de su directora Isabel Píñar Gallardo. Tal y como se explica en la introducción, la presente obra es en parte resultado del proyecto «Enseñamos nuestra historia y difundimos nuestro
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patrimonio», diseñado en el marco de un Programa ARCE (Agrupaciones de centros educativos), auspiciado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte en la anterior legislatura. En él los institutos El Greco de Toledo, Pedro Espinosa de Antequera, Zorrilla de Valladolid y San Isidro de Madrid trazaron un plan de trabajo conjunto para estudiar y difundir su patrimonio, implicando en el proceso a toda la comunidad educativa. De la participación del profesorado madrileño en esta acción colectiva queda constancia en las páginas de este volumen, en el que colabora un amplio colectivo de su claustro, comprometido con el mejoramiento de nuestro sistema de enseñanza pública. El Instituto San Isidro también desempeñó un papel activo en el desarro llo del programa de I+D CEIMES Ciencia y educación en los institutos madrileños de enseñanza secundaria a través de su patrimonio cultural (1837-1936), entre enero de 2008 y junio de 2012. Coordinado por el autor de este prólogo, en él intervinieron historiadores de la ciencia, de la educación y estudiosos de la construcción del Estado español contemporáneo, pertenecientes a cinco grupos de investigación del sistema madrileño de I+D+i así como investigadores asociados de la Universidad Pierre et Marie Curie de París y profesores de los cuatro institutos históricos objeto del plan de actividades de CEIMES: Cardenal Cisneros, San Isidro, Isabel la Católica —antiguo Instituto-Escuela sección Retiro— y Cervantes. Su objetivo fundamental fue emprender una labor conjunta de salvaguarda y revalorización de su patrimonio científico-educativo, utilizando las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación para progresar en el conocimiento de las innovaciones educativas realizadas en aquellas fases de la historia contemporánea española en las que se puso un mayor énfasis en estimular la enseñanza experimental. El Instituto San Isidro tuvo una presencia relevante en dos de los resultados más visibles de CEIMES. En el sitio web www.ceimes.es, en su museo virtual, el internauta puede observar una colección de objetos de su gabinete de historia natural, así como acceder a casi dos mil registros de sus colecciones científicas y modelos didácticos en la potente base de datos que lo acompaña. Dos profesores del instituto presentaron sendas contribuciones sobre este centro educativo en el libro Aulas con memoria. Ciencia, educación y patrimonio en los institutos históricos de Madrid (1837-1936) (2012). El jefe de estudios de esta institución educativa, el biólogo Rafael Martín Villa, mostró la importancia del Museo del Instituto, diseñado por él, y en cuya organización participaron los alumnos. En el espacio expositivo destaca un árbol filogenético que representa la evolución de las especies. Asimismo, una de las impulsoras de este volumen, la física Leonor González de la Lastra, en colaboración con Víctor Guijarro efectuó una aproximación a la presencia de
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instrumentos tecnológicos en la enseñanza de diversas materias en las aulas del instituto entre 1850 y 1930, un período en el que el país se incorporaba a la revolución industrial. Además, la historiadora María Zozaya realizó un análisis del catedrático Sandalio de Pereda como organizador del gabinete de historia natural. Por su parte, las historiadoras de la educación Clara Eugenia Núñez y Begoña Moreno estudiaron con una perspectiva de larga duración la influencia de la legislación en la práctica educativa del Instituto de San Isidro. A estos esfuerzos se suman las aportaciones contenidas en este libro. Unos y otros permiten afinar nuestra reflexión sobre la memoria acumulada en este singular instituto histórico. Ubicado en la calle Toledo, una de las columnas vertebrales del Madrid de los Austrias, el San Isidro se levanta en el mismo emplazamiento donde ya existieron otras instituciones educativas en tiempos pasados. Los jesuitas establecieron en ese solar en 1572 uno de sus primeros colegios en Madrid. Tiempo después se convirtió en los Reales Estudios del Colegio Imperial. Inaugurado en 1629, el Colegio Imperial dinamizó la cultura científica del Madrid del seiscientos gracias a su imprenta, a su biblioteca y a la enseñanza de sus cátedras. Aún en el siglo xviii esa institución siguió promoviendo iniciativas científicas. Así, mantuvo en funcionamiento un observatorio astronómico entre 1751 y 1775, según se analiza en detalle en uno de los capítulos de este libro. Un símbolo de la emergencia del nuevo Estado liberal y de su apuesta por combatir el monopolio educativo de la Iglesia durante el Antiguo Régimen fue la creación de una red de establecimientos educativos entre las décadas de 1830 y 1840. En ellos los hijos de las elites y clases medias del país recibirían durante su adolescencia una formación general lo más sólida posible antes de su ingreso en las universidades y escuelas técnicas. A esos establecimientos, en los que se impartiría esa segunda enseñanza entre la instrucción primaria y la enseñanza superior, se les denominó institutos en el real decreto que aprobó «el plan general de estudios para la instrucción pública del reino en la parte relativa a las enseñanzas secundaria y superior», publicado en la Gaceta de Madrid el jueves 25 de septiembre de 1845, en los inicios de la década moderada del reinado isabelino. A partir de entonces se desenvolvió la densa, peculiar y compleja historia del Instituto de San Isidro, a cuyo conocimiento los más de veinte colaboradores de este volumen realizan interesantes contribuciones. La originalidad del Instituto San Isidro en el panorama educativo de la España de la segunda mitad del siglo xix radica en que fue el único que en Madrid impartió estudios de aplicación, orientados a una formación profesional según el Plan Corbera de 1858, elaborado durante el gobierno del general O’Donnell, líder de la Unión Liberal. Al adentrarnos en las páginas
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de este volumen descubrimos la importancia que tuvo entre 1859 y 1888 en esos estudios de aplicación la labor docente del profesor de dibujo Mariano Borrell y Folch, capaz de transmitir sus habilidades y conocimientos a un grupo cualificado de alumnos, quienes obtuvieron premios y distinciones en diversas exposiciones universales. Miles de alumnos y decenas de profesores han transitado por las aulas del San Isidro, desde infantes del reino de España hasta «chiquillos de gente pobre, hijos de porteros, taberneros y de otra clase popular», como rememorara Pío Baroja, alumno del Instituto, en su obra Familia, infancia y juventud, según se evoca en otra de las contribuciones del libro. En esas aulas coexistieron asimismo profesores de tendencias políticas de diferente índole. Así sucedió, por ejemplo, con protagonistas de dos capítulos de este libro: Félix Sánchez Casado, catedrático de Geografía e Historia de 1885 a 1896, y Urbano González Serrano (1848-1904), catedrático de Psicología, Lógica y Filosofía Moral durante más de tres décadas: de 1873 a 1904. El primero fue un militante de la Unión Católica, integrada desde 1884 en el partido conservador de Cánovas del Castillo y autor de numerosos libros de texto en los que plasmó su nacionalismo excluyente e «integral». El segundo fue un destacado krausista demócrata y republicano, discípulo y admirador de Nicolás Salmerón, uno de los presidentes de la Primera República española en 1873. Su hija Dorotea González de la Calle (1877-1966) se casaría con otro catedrático de instituto, Francisco Barnés Salinas (1877-1947), ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes durante la Segunda República en períodos de 1933 y de 1936, y exiliado posteriormente a México, donde fallecería. Libros del suegro y del yerno se encuentran actualmente en la biblioteca del San Isidro, adonde han llegado por vías distintas según se intenta explicar en otro de los capítulos de la obra. Los profesores de los sucesivos claustros del Instituto mantuvieron debates, enfrentamientos, asumieron responsabilidades diferentes en coyunturas dramáticas, como la de la guerra civil, en la que este centro educativo, en medio de un sinfín de penurias, intentó mantener su actividad hasta casi el final del conflicto fratricida, como se nos explica en otra de las originales contribuciones de este volumen. También compartieron ilusiones y aunaron fuerzas para sostener empresas colectivas destinadas a mejorar la calidad de la enseñanza secundaria. Así surgieron diversas publicaciones impulsadas por sus profesores, entre las que destaca la notable revista trimestral La Segunda Enseñanza que más tarde pasó a llamarse Revista de Segunda Enseñanza, publicada en la década de 1920 y dirigida por el catedrático de Lengua y Literatura Castellana José Rogerio Sánchez, como se destaca en otra de las aportaciones de este volumen. Uno de los procesos más interesantes vividos entre los muros centenarios del San Isidro y en torno a su peculiar claustro barroco ha sido el de
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su progresiva feminización. En este libro se realiza un merecido homenaje a las alumnas pioneras, como la barcelonesa Matilde Padrós Rubio (18731937), una de las mujeres más inteligentes que jamás conoció Ortega y Gasset, y a las primeras profesoras que se integraron en su claustro. En esa incorporación a la segunda enseñanza de las mujeres fue decisivo el período de la Segunda República, mientras su presencia mermó considerablemente en los primeros lustros del franquismo. En esta etapa oscura de nuestra historia contemporánea, en la que las mujeres sufrieron un notable retroceso en las conquistas políticas y sociales que habían logrado en el período republicano, hubo, no obstante, destellos de calidad en las aulas del San Isidro, producto de la siembra que se realizó en la era de Cajal, un período fecundo de la ciencia hecha en este país. Entre ellos destacó la relevante obra docente y científica del matemático Puig Adam, como se explica en esta obra colectiva. Los múltiples agentes del proceso educativo que desfilan por estas páginas han sido, pues, testigos y actores de los conflictos sociales, de las pugnas ideológicas y de los esfuerzos discontinuos que han caracterizado el desenvolvimiento educativo y científico-técnico de la sociedad española, como expuse en mi Breve historia de la ciencia española, publicada por Alianza editorial hace diez años. Todos ellos han contribuido a que el Instituto San Isidro constituya un relevante lugar de la memoria de la enseñanza secundaria en la sociedad madrileña y española contemporánea porque cumple las características con las que definió ese concepto el historiador francés Pierre Nora. Es un enorme depósito que guarda la memoria de la enseñanza secundaria practicada en este país. Obliga a reflexionar sobre la memoria, como se hace en este libro, dada la importancia de los vestigios de las prácticas educativas que se han ido acumulando en él. Y condensa una memoria que establece distancias en tanto en cuanto ofrece testimonios de las discontinuidades existentes entre el ayer y el hoy. También es un «lugar de la memoria» porque se observa en él la triple función material, simbólica y funcional del término «lugar». Su edificio, con sus múltiples espacios, ha cumplido un papel fundamental en la socialización de miles de jóvenes madrileños. En sus normas de convivencia y en la organización de los espacios comunales se manifiestan las vicisitudes que ha atravesado el estado español contemporáneo. Sus aulas, laboratorios, y gabinetes desempeñaron, y siguen cumpliendo, la función de comunicar y transmitir conocimientos de diverso orden a numerosos alumnos, si bien con desigual éxito. Tenemos la fortuna de tener ante nosotros un libro que no solo acrecienta nuestro conocimiento sobre uno de los establecimientos educativos más im-
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portantes del Madrid contemporáneo, sino que se convertirá probablemente, gracias a su carácter coral, en un ejemplo de cómo una comunidad docente es capaz de poner en valor su patrimonio educativo y científico. Si ya el Instituto de San Isidro dispone de un excelente museo científico —en cuya creación se implicó gran parte de su comunidad educativa—, ahora sus visitantes podrán acercarse a él con un valioso vademécum que les permitirá apreciar conocimientos, sueños y anhelos que hay detrás de cada objeto y documento que se exponen en él. Enhorabuena a los coordinadores y autores de este trabajo, por lo demás convenientemente ilustrado con imágenes elocuentes. Y mi recomendación a los lectores para que recorran con atención sus páginas. Es muy probable que obtengan fruto y provecho de su curiosidad, una de las cualidades que impulsa a ir más allá de las fronteras del conocimiento. Leoncio López-Ocón Cabrera
Instituto de Historia Centro de Ciencias Humanas y Sociales. CSIC Madrid 29 de diciembre de 2013
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Introducción
Isabel Píñar Gallardo Rafael Martín Villa Vicente José Fernández Burgueño Leonor González de la Lastra Las páginas que siguen son fruto del programa ARCE desarrollado de forma conjunta entre los institutos El Greco de Toledo, José Zorrilla de Valladolid, y nuestro centro, el Instituto San Isidro de Madrid, durante los cursos 2011-2013. 1 La participación en estos años en dicho programa supone la continuación de un primer proyecto («Aprender a través del Patrimonio de los Institutos Históricos») finalizado en 2011 que, coordinado por Rafael Martín, tuvo como resultado más destacado la creación en este Instituto del Museo de la Educación y la Ciencia. Tras esta fructífera experiencia, al reunirnos para concretar los objetivos de la renovación del programa por dos años más, concluimos que la mejor manera de dar continuidad a nuestro trabajo anterior era la difusión de los resultados. Así surgió la idea de elaborar una publicación que respondiera al título de esta nueva etapa de la agrupación, «Enseñamos nuestra historia y difundimos nuestro patrimonio», y permitiera profundizar en el estudio 1 ARCE (Agrupaciones de Centros Educativos) es un programa dependiente de la Subdirección General de Cooperación Territorial del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte que tiene como finalidad establecer agrupaciones o redes de centros educativos e instituciones públicas del ámbito de la educación para desarrollar proyectos comunes. Los centros mencionados participamos en esta segunda etapa del programa en la Modalidad C (continuidad de la agrupación) con el proyecto denominado «Enseñamos nuestra historia y difundimos nuestro patrimonio».
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de nuestro pasado y su testimonio material. Siguiendo los objetivos del programa, la propuesta estaba abierta a todos los profesores de nuestro centro y, en consonancia, la respuesta del claustro fue muy alentadora. El resultado es el libro que tienen en sus manos. La obra está compuesta por diecinueve capítulos estructurados en tres partes y por tres apéndices, incluyendo cada capítulo una breve bibliografía. En la primera parte, «Tradición y modernidad, patrimonio y enseñanza», se abordan cuestiones relacionadas con los recursos empleados en las enseñanzas impartidas en esta institución en diversos periodos comprendidos entre la segunda mitad del siglo xviii, cuando eran Reales Estudios del Colegio Imperial (y los propósitos de la institución no eran solo educativos), y la primera mitad del siglo xx, en el contexto de los movimientos de renovación pedagógica emergentes en la época. Se presta especial atención a trabajos escolares, instalaciones y material pedagógico, así como al papel de estos recursos en las Exposiciones Universales, y se incluye también una personal visión de la sugestiva actividad del bibliotecario. La segunda parte, «Imagen social, profesores y alumnos», está dedicada a analizar la imagen que de nuestro instituto se ha reflejado tanto en la prensa como en la literatura, así como a profundizar en la figura o la actividad de algunos de los que fueron profesores o alumnos en este centro. La tercera parte, «En torno a la historia del Instituto», recoge contribuciones relacionadas con la repercusión que para esta institución tuvieron diversos acontecimientos históricos y políticos, como la expulsión de los jesuitas, la desamortización, el sexenio revolucionario o la guerra civil, así como nuevas aportaciones sobre la actividad editorial surgida en el siglo xvii al abrigo de la función educativa de este centro. Finaliza el libro con una serie de apéndices que pretenden aportar información útil sobre el Instituto San Isidro desde sus orígenes. Comprenden éstos un apéndice bibliográfico, un listado de los diferentes directores que lo han sido de esta institución (algunos por un tiempo excesivamente breve) desde su fundación como Instituto en 1845, y una referencia a los diversos nombres que el centro ha ido tomando a lo largo de su historia. En el apéndice bibliográfico, sin pretender ofrecer una relación exhaustiva, se han incluido libros y artículos que han estudiado de forma directa esta institución en sus diversas etapas. Queremos destacar en estas páginas el papel que el programa CEIMES desempeñó como catalizador de las inquietudes que se agitaban en muchos de nuestros institutos históricos. Con ese precedente somos muchos los que buscamos acercar, y esta obra es una prueba de ello, el mundo de la universidad (o los centros de investigación) y el de los institutos de educación secundaria; dos mundos separados intelectualmente, a pesar de que sus intereses son a menudo comunes y complementarios.
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Así pues, con este trabajo hemos querido apostar por enfoques novedosos, intentando ir más allá de la mera recopilación enciclopédica de datos (de indudable utilidad empero), para situar los acontecimientos en su contexto histórico, cultural y social. De este modo, algunos hechos y decisiones tomadas por los protagonistas de nuestros capítulos cobran un nuevo sentido y nos hablan en ocasiones de motivaciones internas que van más allá de lo pedagógico. En el caso de los estudios sobre recursos didácticos, nuestra apuesta ha sido trascender la mera descripción del objeto para atender a sus usos dentro de situaciones cambiantes; esto nos ha llevado a verlo en ocasiones como una excusa, un «instrumento» para el alcance de otros fines, generalmente alejados de los objetivos meramente educativos. Así, un concepto que emana de muchos de los textos es el de prestigio. Su búsqueda a lo largo de los diferentes periodos históricos que se abarcan en esta obra ha condicionado con frecuencia acciones de las personas que han compuesto su comunidad educativa. En su intento por situarse como un referente de la educación o por resistirse a perder una posición privilegiada, en esta institución se ha instalado un observatorio, se han presentado trabajos en Exposiciones Universales, se han reclamado bienes perdidos con la desamortización, se ha adquirido material pedagógico o tecnológico puntero, etc. Estas acciones han sido a la vez causa y consecuencia de la atracción de este centro para muchos docentes de todo el país, 2 atracción que ha permitido que impartieran docencia en sus aulas personas de gran peso político, cultural y social como Nicolás Salmerón, Francisco Maura, Miguel Catalán Sañudo o Juan Dantín Cereceda. Esta búsqueda de prestigio se enmarca en un contexto más amplio, el del intento de equipararse con otros países europeos, preocupación que se manifiesta de forma expresa en las memorias del Instituto. Pero, a su vez, también este centro ha sido partícipe, en mayor o menor grado, de diferentes movimientos de renovación pedagógica que han ido surgiendo en la cultura occidental. Lo fue en el siglo xviii (a partir de 1767), buscando la modernización mediante la conversión de la ciencia y la educación científica en asuntos de interés público, útiles para el ciudadano. También en el último tercio del siglo xix encontramos ejemplos de docentes comprometidos con movimientos como el krausismo (con el representativo ejemplo de Urbano González Serrano) y ya en el siglo xx una muestra de esta voluntad innovadora es la relación del Instituto con otros establecimientos, como el Instituto-Escuela fundado por la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE). Véase Ruiz de Azúa y Martínez de Ezquerecocha, Estíbaliz (2001): «Madrid en 1900: La capital del sistema educativo», Arbor, CLXIX, 666, pp. 519-539. 2
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De todo ello dan buena prueba los trabajos que aquí presentamos, con diferentes propósitos y orientaciones, lo cual enriquece el conjunto. Unos nos acercan a algunos docentes y alumnos que pasaron por estas aulas, como el de Vicente Fernández y Encarnación Lázaro, que nos descubre nuevos datos sobre los primeros esfuerzos de las mujeres por formarse y acceder al mundo de la docencia en esta institución, esfuerzos que sirvieron para abrir camino y permitir llegar a la situación actual; el de Julio Simó, que además de aproximarnos al krausismo en España a través de la figura de Urbano González Serrano, nos muestra las ideas de este profesor sobre la filosofía de la naturaleza, sus aportaciones a esta materia y sus críticas al positivismo; o el de M.ª Eugenia Jiménez y Mercedes Pastor, que, trasladando la palabra al protagonista del capítulo, Pedro Puig Adam, nos aportan información más personal sobre diversas facetas de este matemático, como la musical o la poética. Una excepción a esta tendencia se observa en el trabajo de Pilar Morollón, quien, a través de un profesor de Geografía e Historia, Félix Sánchez Casado, nos acerca un modelo de enseñanza que, alejado precisamente de las tendencias krausistas y liberales, se basaba en la memorización de verdades reveladas. Sobre la imagen que ofrece el propio instituto nos hablan capítulos como el de Carmen Rodríguez, que disecciona una serie de publicaciones periódicas españolas comprendidas en el periodo de 1868 a 1939 para mostrarnos, no solo cómo las abundantes noticias que se recogen permiten consolidar una imagen prestigiosa del Instituto San Isidro, sino también la existencia de una simbiosis entre la prensa y el Instituto (aunque esta incluya la publicación de críticas abiertas a esta institución); o el de Luis Cañizal, Lourdes Gordaliza e Isabel Meléndez, que dan testimonio de las abundantes referencias al Instituto San Isidro existentes en la literatura española, autobiográficas o no, abundancia que los autores atribuyen tanto a su céntrica ubicación como al hecho de ser un centro de referencia. Como tal es tratado en el capítulo de José Carlos Delgado, en el que su autor nos remite a los siglos xvii y xviii para, recreando los aledaños del entonces Colegio Imperial, describir minuciosamente (recogiendo incluso sagas familiares) la rica actividad editorial y de «artes del libro» surgida al socaire de esta institución. También en el siglo xviii nos sitúa Víctor Guijarro, quien no sólo documenta con detalle las vicisitudes de la creación de un observatorio astronómico en los Reales Estudios del Colegio Imperial, sino que además nos informa sobre la influencia que las cuestiones políticas y la expulsión de los jesuitas en 1767 tuvieron sobre esta dependencia, que abandonó el proyecto de convertirse en un centro científico emblemático para convertirse en un recurso más para la enseñanza, dedicado a la formación de ciudadanos útiles para el Estado.
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Centrada igualmente en las consecuencias para estos Estudios de la definitiva expulsión de los jesuitas en 1834 y la posterior desamortización de sus bienes en 1855, Isabel Píñar, utilizando abundante material del archivo del Instituto, desmenuza en sus páginas el largo proceso llevado a cabo por sus sucesivos directores para recuperar los bienes y rentas perdidas, reivindicación que resultaría únicamente en la recepción de rentas pero no de bienes. También Justo Corbacho analiza la influencia de las circunstancias políticas en este establecimiento entre 1814 y 1845, periodo cuya conclusión coincide con el paso de Colegio Imperial a Instituto de segunda enseñanza, ofreciéndonos un relato paralelo de los acontecimientos políticos acaecidos y las consecuencias de éstos para el centro que nos ocupa, destacando la politización de la educación. En un periodo posterior, el Sexenio Revolucionario, se centra el trabajo de M.ª Luisa Guerra e Isabel Martín, quienes, tomando como fuente las memorias del Instituto, describen los diferentes aspectos de la vida cotidiana del centro en ellas recogidos, aludiendo a cómo esta se ve afectada por los cambios que en la esfera política y social se van sucediendo. En un periodo muy posterior, el de la guerra civil, transcurren las líneas escritas por Vicente Fernández, Eduardo Fernández y Encarnación Lázaro, quienes resuelven la incógnita acerca de qué sucedió en el Instituto Nacional de San Isidro durante esos años. No sólo nos desvelan cómo transcurrieron entonces en el Instituto las actividades educativas, sino que nos proporcionan novedosa información sobre la trayectoria vital de sus profesores, que inevitablemente se vieron directamente afectados por el estallido de este conflicto. En otro orden de cosas se sitúan los capítulos dedicados al estudio del material pedagógico, que es analizado desde diversos puntos de vista. Rafael Martín nos describe el proceso de constitución del gabinete de Historia natural del Instituto San Isidro en el contexto de un modelo de enseñanza más experimental y con predominio de lo observacional, reflejando el interés de los docentes por disponer de una colección amplia y variada de objetos, de acuerdo con los programas y manuales al uso, y de dotar de los mejores medios a un centro que aspiraba a convertirse en un modelo del panorama educativo madrileño. Este mismo autor escribe otra contribución con Isabel Píñar en la que ambos se centran en los modelos de papel maché y escayola, acercándonos no solo al contexto educativo en que se adquieren estos modelos, sino remontándose también a sus otros orígenes, los de los talleres de Auzoux y Deyrolle donde se fabricaron la mayoría de ellos. Leonor González, tomando como excusa la adquisición de un fonógrafo modelo tin-foil para el gabinete de física, analiza el concepto de
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tecnología en este contexto y la difusa división entre este término y el de física que hace que en ocasiones la técnica esté presente sin ser nombrada. Esta confusión de términos le lleva a reflexionar también sobre el papel del instrumento y a señalar otros usos y propósitos de estos objetos, tanto educativos como simbólicos, que los configura como piezas importantes en la búsqueda del prestigio de la institución. También toma a la tecnología como objeto de análisis el capítulo «Utopía pedagógica y tecnología. Significados y presencia de la técnica en el Instituto de San Isidro y en los Institutos-Escuela promovidos por la JAE», que a su vez está vinculado a un proyecto coordinado por el CSIC y dedicado a estudiar la renovación pedagógica española en las primeras décadas del siglo xx. 3 En él, sus autores analizan la presencia de la técnica y el papel que ésta desempeña, en esta ocasión en los movimientos de renovación pedagógica del primer tercio del siglo xx. Para ello establecen un estudio comparativo entre dos centros que representan dos modelos de renovación pedagógica: el Instituto San Isidro y el Instituto-Escuela creado por la JAE, centrándose en aquellas actividades y disciplinas que guardan alguna relación con la técnica. El material pedagógico elaborado por los alumnos es analizado en otros dos capítulos, que describen su presencia en las Exposiciones Universales. M.ª José Gómez y Luis Mayo analizan en su contribución tanto la presentación en estos eventos, premiada en muchas ocasiones, de las láminas de dibujo realizadas por alumnos de los Estudios de Aplicación, como la de las obras publicadas por el profesor que dirigía estos trabajos y animaba a presentarlos, Mariano Borrell, en cuya figura docente y creativa profundizan. Pilar Morollón por su parte, analiza los cuadernos escolares de historia que dos alumnos del Instituto de San Isidro presentaron a la Exposición de Barcelona de 1888: los ubica en el contexto en que surgieron, dirigidos por el catedrático de Geografía e Historia Félix Sánchez Casado, y destaca cómo en ellos se refleja la ideología que este docente intentaba transmitir. Terminamos esta reseña con la «literaturizada» contribución de Luis Cañizal, donde su autor se convierte en protagonista para, mientras nos informa sobre los avatares de la biblioteca en un periodo concreto, relatarnos su experiencia personal como investigador bibliográfico. No queremos terminar estas líneas sin mostrar nuestro sincero agradecimiento a aquellas personas e instituciones que han contribuido de una u otra manera a la elaboración y publicación de esta obra. «Educación “integral” para los jóvenes bachilleres: cambios promovidos por la JAE en la enseñanza secundaria (1907-1936)», proyecto financiado por el Plan Nacional I+D+i (2008-2011): Proyectos de Investigación Fundamental no orientada (HAR2011-28368). Investigador principal: Leoncio López-Ocón. 3
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En primer lugar, a quienes, desde la Subdirección General de Cooperación Territorial responsable del programa ARCE nos han respaldado tanto a la hora de concedernos la renovación del programa como en esta última etapa, comprendiendo las dificultades finales. A Leoncio López-Ocón por su confianza en esta empresa y sus consejos; a la Fundación de Apoyo al Museo Nacional de Ciencia y Tecnología, y especialmente a Pilar Moreno, por su apoyo personal a nuestro proyecto; a Gabriela Osschenbach y Teresa Rabazas por creer en esta obra y apostar por ella. Sin olvidar al Museo Nacional de Ciencia y Tecnología, por su colaboración; a Editorial CSIC y en particular a José Manuel Prieto y Mónica Elías por su buen hacer, y a Amparo Barbolla, subdirectora general del Servicio de Publicaciones del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte por sus valiosas orientaciones a la hora de encauzar la edición. Hacemos extensivo el agradecimiento a todos los docentes que, de uno u otro modo, han participado en ella, especialmente a M.ª José Gómez, Julio Simó, Carmen Rodríguez, Isabel Meléndez y Víctor Guijarro; también a aquellos que, por diversos motivos, no han podido ver materializados sus esfuerzos, queremos reconocerles la generosidad que ha supuesto dedicar una importante parte de su tiempo, ahora tan escaso, a este proyecto; la inestimable contribución de todos ellos ha permitido que esta obra sea posible. Finalmente, reconocemos a los familiares, grandes y pequeños, de todos los que participamos en este libro por su comprensión y paciencia, especialmente en la etapa final del trabajo.
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pr i m e r a pa r t e t r a d ic ió n y mo d er n id a d , pa t r i m o n i o y e n s e ñ a n z a
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Lámina de dibujo realizada por el alumno Leonardo de la Peña Díaz durante el curso 1887-88.
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Fe, ciencia y política en el Observatorio de los Reales Estudios del Colegio Imperial de Madrid (1751-1775)
Víctor Guijarro Mora Universidad Rey Juan Carlos Introducción En la Orden de los Jesuitas, la ciencia ocupaba un lugar relevante ya que constituía un instrumento para cumplir sus compromisos apostólicos y educativos. Entre los intereses científicos a los que prestaban atención destacaba la fundación de observatorios. 1 En el siglo xviii había 29 centros de este tipo dirigidos por jesuitas, aproximadamente una cuarta parte del total; en España en ese periodo había uno, el de los Reales Estudios del Colegio Imperial de Madrid, establecido en 1751 como una dependencia vinculada a la Cátedra de Matemáticas. Para su dirección se nombró al jesuita bohemio Jan Wendlingen (Praga, 1715-1790) y para su equipamiento se adquirieron, por mediación del marino, científico y asesor Jorge Juan, diversos instrumentos en Londres. El observatorio debía servir tanto para llevar a cabo un programa de observaciones como para la formación de los alumnos. Entre estas observaciones sobresalían las destinadas a determinar Véase O’Malley, John W. et al. (1999): The Jesuits. Culture, Sciences and the Arts, 1540-1773, Toronto, Toronto University Press; sobre los jesuitas y la ciencia, entre otras obras, destaca: Feingold, Mordechai (ed.) (2003): Jesuit Science and the Republic of Letters, Cambridge, Mass/Londres, Massachusetts Institute of Technology; sobre la labor llevada a cabo en España por la Orden, véanse los trabajos de Víctor Navarro, uno de ellos publicado en esta última obra: «Tradition and Scientific Change in Early Modern Spain: The Role of the Jesuits». 1
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los tránsitos de Venus y Mercurio, considerados como grandes acontecimientos internacionales que concitaban el interés de numerosos científicos de la época. Así, sobre el tránsito de 1769, el astrónomo francés Cassini de Thury comentaba «Feliz está nuestro siglo porque le ha sido reservada la gloria de asistir como testigo a un evento que lo convertirá en un hecho siempre recordado en los anales de la ciencia». 2 En el presente capítulo se examinará la documentación relativa a los informes y correspondencia mantenida por Wendlingen para justificar el establecimiento de esta dependencia científica, así como las gestiones destinadas a la resolución de los problemas técnicos y prácticos contemplados en su uso. Comprobaremos a través de la misma los esfuerzos del matemático bohemio, primero, por asegurar la ubicación del observatorio en los Reales Estudios y, segundo, por integrar su actividad en la red de trabajos astronómicos llevados a cabo en otros centros europeos pertenecientes o no a la Orden. La participación en estos proyectos, cuya finalidad era determinar las coordenadas de localización de una ciudad, levantar el mapa de una región o la observación de un tránsito representaba un medio de ganar prestigio y reconocimiento tanto institucional como personal. El observatorio tuvo una importante actividad, algo que confirma la obra de José Espinosa y Tello, Memoria sobre las observaciones astronómicas, hechas por los navegantes españoles en distintas partes del globo (Madrid, 1809), donde se afirma que las observaciones realizadas en esa dependencia de los Reales Estudios fueron numerosas y variadas. También se suma a esta apreciación un texto recientemente publicado, el de Nuria Valverde, 3 en el que se cuestionan las declaraciones que defendían la escasa atención que recibió. 4 Wendlingen también dedicó su tiempo a las clases de física que, 2 Citado en Sellers, David (2001): The transit of Venus: the quest to find the true distance of the Sun, Leeds, Magavelda Press, p. 154. 3 Valverde, Nuria (2007): Actos de precisión. Instrumentos científicos, opinión pública y economía moral en la Ilustración española, Madrid, CSIC. 4 Derivadas en parte de la obra antijesuita escrita en torno a 1765 por Manuel Lanz de Casafonda, Diálogos de Chindulza, donde afirma: «hicieron comprar al Rey sin necesidad una casa inmediata al Colegio Imperial para aula, que costó mucho dinero. Se trajeron de Londres a expensas también del Rey diferentes instrumentos matemáticos, que importaron sumas inmensas (solo el cuadrante inglés costó cinco mil pesos), se hizo un grande observatorio, se pusieron con 5 reales diarios a un portero y barrendero, y un barometrero con 100 doblones y casa al año; al Padre alemán [Wendlingen] se le señaló un crecido salario»; sigue después asegurando que quienes asistieron a los cursos no aprendieron sino los principios de aritmética y geometría, que no tuvieron lugar conclusiones públicas ni se elaboró un curso de matemáticas, algo esto último incierto dado que Wendlingen escribió precisamente uno, como se verá más tarde, en Aguilar Piñal, Francisco (ed.) (1972): Manuel Lanz de Casafonda, Diálogos de Chindulza (Sobre el estado de la cultura española en el reinado de Fernando VI), Oviedo, Universidad, p. 65.
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en algunos casos, según las concepciones vigentes en la época, mantenían la idea de la demostración como espectáculo, como ejercicio destinado a manifestar el poder del artificio sobre la naturaleza. También se examinará en este capítulo el cambio de política que afectó a los Reales Estudios después de 1767. La expulsión de los jesuitas significó el final del Observatorio. Desde la Corona se prefirió impulsar el proyecto del Observatorio de Cádiz, ya en funcionamiento en esos tiempos, así como invertir en la construcción de uno nuevo en Madrid. Con estos propósitos la Monarquía afianzaba un proceso de modernización consistente en la conversión de la ciencia y la educación científica en asuntos de interés público, dirigidos por los organismos del Estado y, en principio, al servicio de todos los ciudadanos. La utilidad de la ciencia tenía ahora que ver con un proyecto moral (bienestar del ciudadano) y productivo (riqueza del país). Esto significaba abrir las puertas de las instituciones docentes a otros sectores de la población, cometido que se pretendió asumir en los Reales Estudios en su nueva etapa, la que comienza en 1770. Los instrumentos del observatorio, según se comprobará en la segunda parte de este trabajo, sirvieron a esos nuevos propósitos como dispositivos estrictamente demostrativos de un programa de estudios. Los jesuitas y la ciencia A partir de los trabajos de J. L. Heilbron 5 conocemos algunos detalles de las prácticas pedagógicas de la Orden de los Jesuitas, así como de sus intereses científicos. Estas venían determinadas en la Ratio studiorum de 1599, cuyos principios se mantuvieron durante los siglos xvii y xviii, si bien existía un espacio para la incorporación atenuada de novedades. 6 Métodos y resultados proporcionaron a los colegios una elevada fama. De los ocho años que comprendía el curso, los tres últimos estaban dedicados a la «filosofía», a la lógica, a la división de las ciencias, a la «física» y a las matemáticas (metafísica, ética y psicología se estudiaban posteriormente). Una parte de la astronomía se trataba en el seno de la física, ya que esta incluía el comentario del De Caelo de Aristóteles, y era sobre todo competencia de un profesor de matemáticas. Esto último significaba una atención preferente a las cuestiones cosmográficas, área en la que se contemplaban, aparte de la posición de los cuerpos celestes, temas relativos a la cartografía y a la 5 Heilbron, J. L. (1982): Elements of early modern physics, Berkeley, University of California Press, pp. 93-106. 6 Esta permisividad es una consecuencia del tradicional eclecticismo de la Orden.
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geografía. Como venía ocurriendo durante el siglo xvi, se promocionaban disciplinas que tenían una dimensión práctica y que convenía que dominaran el misionero, el militar y el administrador estatal. 7 Los instrumentos empleados en las enseñanzas cumplían un doble cometido: servir a la comprensión de los enunciados teóricos y enfatizar el propósito práctico de los contenidos. Había, además, otras razones que justificaban el cultivo de estas disciplinas. Las matemáticas, concebidas como una técnica, evitaban discusiones que afectaran a los principios físicos o a asuntos fundamentales. En general, el programa, con leves variaciones, era mantenido en numerosos colegios, una red que contaba con centros en Austria, Francia, los estados italianos y alemanes, etc., hecho que favorecía la movilidad de los docentes, así como el intercambio de información. Además de estas competencias, los profesores podían ejercer como asesores en asuntos gubernamentales. ¿Por qué el interés por los observatorios astronómicos? Como dijimos, una de las prioridades dentro del ámbito científico fue la fundación de este tipo de centros de investigación. De los veintinueve observatorios mencionados anteriormente, había seis en Francia, trece en Europa central, ocho en Italia, uno en Portugal y uno en España. 8 En relación con estas tareas, Agustín Udías afirma que «enseñar matemáticas en la Universidad, observar las estrellas en un observatorio o hacer cartografía en tierras desconocidas eran actividades que un jesuita encontraba perfectamente compatibles con su vocación; a través de ellas pensaba que podía encontrar a Dios en su vida». Otra razón que explica según el autor estos intereses es la preferencia por trabajar con personas que no estuvieran dentro de la Iglesia o bien que estuvieran comprometidas con investigaciones punteras. Añade que en el establecimiento de observatorios hay dos periodos, los creados en el siglo xvii y xviii y los posteriores. En el primer periodo, el que aquí nos concierne, la enseñanza de las matemáticas y, dentro de ellas de la astronomía, formaba parte, como comentamos, de la Ratio Studiorum. Fueron las tareas docentes las que impulsaron las dependencias dedicadas a la observación de los cuerpos celestes. Tenían un propósito didáctico pero también eran empleadas para la investigación, en particular desde la segunda mitad del siglo xvii, cuando en la ciencia europea se difundió la importancia de emplear procedimientos basados en la observación y la experimentación. 9 La expulsión de la Orden en 1767 en España significó una interrupción de los planes puestos en práctica en los Estudios de San Isidro y el inicio, según se verá, de una filosofía centrada en la asignación de un cometido estrictamente docente al ins Como ocurría en universidades y otros centros educativos. Udías, Agustín (2003): Searching the Heavens and the Earth: The History of Jesuit Observatories, Kluwer Academia Press, pp. 7-14. 9 Ibídem, p. 9. 7 8
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trumental científico allí existente. Este hecho coincidió con un desplazamiento en las prioridades de la política científica y tecnológica, ahora vinculadas más directamente a las preferencias geoestratégicas y económicas del Estado. Retórica y argumentos para la «Fábrica del Observatorio, Aulas y Museo» El establecimiento del observatorio en el Colegio Imperial fue el resultado de una labor de persuasión llevada a cabo por el responsable de la cátedra de Matemáticas, Jan Wendlingen, en diálogo con las autoridades del Consejo de Indias. A juzgar por la carta escrita tras recoger el título de Cosmógrafo Mayor, 10 el matemático bohemio venía a España provisto de grandes proyectos. El encargo principal, como señala allí, era el de enseñar matemáticas como «se tratan en la Europa» y pedía en relación con este propósito que, dada la escasez de asistentes movidos exclusivamente por su voluntad a estas enseñanzas, se impusiese como obligatoria la matrícula a los Caballeros Pajes, a los cadetes de todos los regimientos y a los Guardias Marinas. El segundo de los cometidos que estima de alto interés es la confección de un mapa de los dominios del reino, que debe realizarse ahora «según el nuevo Systhema en el que estamos». Para esta obra deben enviarse órdenes a los virreyes y gobernadores, con el fin de que: Cada uno haga hacer la demarcación exacta, del distrito de su Gobierno, buscando, para esto, sujetos hábiles que hagan las observaciones de los eclipses (a lo menos) de la Luna, y de las inmersiones y emersiones de los satélites de Júpiter, para determinar la longitud: que formen de lápiz las Cartas, señalando puntualmente cada uno las leguas Españolas, que tiene de ancho, y de largo, el distrito del gobierno, que demarca, los lindes de una provincia con otras, los ríos, sus nacimientos, y corrientes, bocas, por donde entran en el mar, y en las costas, los parajes, que necesiten resguardo, y que hechas, al punto se remitan. Para que esto no se retarde, porque puede ser que allá no tengan instrumentos, al mismo tiempo que las órdenes se había de enviar a cada uno un cuadrante, con su anteojo, muy bueno para las observaciones, y una plancheta, con su anteojo también, para medir las distancias. 11
Recomienda a miembros de la Orden por su preparación y disponibilidad para estos trabajos. Inmediatamente después inserta un párrafo relativo 10 Juan Wendlingen, «Cartas del Padre Wendlingen…», Archivo General de Simancas (AGS), fol. 451, ¿feb-marzo?, 1750. 11 Ibídem.
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al observatorio del Colegio Imperial que, pensamos, es el fragmento más relevante de la carta: en él, entre las referencias retóricas que lo preceden, se añade una demanda que hubiera sido inoportuno mencionarla al principio: Que para hacer las observaciones todas, que se deben hacer, aguarda los instrumentos, que el Marqués de la Ensenada ha enviado a pedir a Inglaterra, y que se haga el Observatorio en el sitio, que hay más apropiado, para fabricarlo, de su planta, aulas y otras oficinas, en este Colegio. 12
A continuación se atreve a realizar recomendaciones sobre la conveniencia de crear una Academia Físico-Matemática, siendo el soberano español uno de los pocos que no disponen de una institución de tan alta categoría. También comenta que la filosofía (entiéndase, la filosofía natural) «está llena de cuestiones puramente intelectuales» y por ello de escasa utilidad; para habilitar el entendimiento a discernir, afirma, es suficiente con el cultivo de la física. Por tanto, sería muy aconsejable que se instaurase la enseñanza de la física en todas las universidades: «Así lo han ejecutado todos los soberanos del imperio, que también han reducido el curso de filosofía a dos años». 13 Termina proponiendo algunos nombres, dos de ellos con el título de marqués, para formar parte de la hipotética Academia ya citada. Parece que desde el siglo xviii el futuro de un país y su grandeza dependían de la proporción de horas que se dedicaban tanto a la física como a la filosofía. La decisión de ubicar la cátedra y el observatorio en el Colegio no debió ser evidente desde el principio, ya que se barajó la posibilidad de situarlo igualmente en el Seminario de Nobles. Los seminarios de nobles en España se fundaron con la intención de ofrecer a los hijos de la nobleza unas enseñanzas específicas. 14 El de Madrid, situado junto al Portillo de San Bernardino (hoy en la calle Princesa, aproximadamente a la altura del cruce con Alberto Aguilera) se había creado en 1727 y lo dirigía también la Compañía de Jesús. 15 A Wendlingen se le pidió un informe sobre la idoneidad o no del Seminario frente al Colegio para disponer las dependencias comentadas. 16 En su respuesta ofrecía razones para Ibídem. Ibídem, fol. 452. 14 Sobre los seminarios en general, Aguilar Piñal, Francisco (1980): «Los Seminarios de Nobles en la política ilustrada española», Cuadernos hispanoamericanos, 356, pp. 329-349. 15 Sobre el Seminario de Nobles de Madrid, Peset, José Luis (1982): «Ciencia, nobleza y ejército en el Seminario de Nobles de Madrid (1770-1788)», en Mayans y la Ilustración, Valencia, Ayuntamiento de Oliva, pp. 519-535. 16 Estaba dirigido a Alonso Pérez Delgado, probablemente el oficial mayor en la Secretaría de Marina, amigo del marqués de la Ensenada. 12 13
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preferir el segundo de los centros; 17 entre los motivos señalaba que estaba situado en un lugar más céntrico para la mayoría de los posibles alumnos; que la limpieza que precisaban los instrumentos, por efecto del aire y el polvo, podría hacerse más regularmente en los Reales Estudios; que aunque el lugar más apropiado para el observatorio fuera el Seminario, «por tener el cielo más despejado», es preferible en los Reales Estudios por causas que el autor no termina de aclarar convenientemente. La impresión es, en definitiva, que las preferencias de Wendlingen estaban determinadas más por asuntos de prestigio que por razones técnicas: inmediatamente después de la presentación anterior, se postula como el más adecuado para la cátedra; según afirma: «hago en el presente papel memoria del Aula Matemático-Physica, para cuya enseñanza me ofrezco prontamente, y esto por muchas razones». 18 De igual manera, las enseñanzas allí ofrecidas, como indica después, podrán verse favorecidas por el compendio que está escribiendo sobre esos temas. Quizás para compensar el destino final del Observatorio y de la correspondiente dotación instrumental, el seminario madrileño recibió en 1750 una amplia colección de piezas y maquinaria relacionada esencialmente con los estudios de física experimental. 19 Los instrumentos para el Colegio Imperial parece que se habían pedido con anterioridad; en este caso el mediador para cumplir el encargo fue Jorge Juan, que se encontraba en Inglaterra realizando labores de espionaje y que muestra una cierta incomodidad ante la demanda realizada. Al responder a la solicitud que se le formulaba, decía: «Yo quisiera que V.E. o el sujeto para quien hayan de ser, me dijese para qué especie de operaciones se quieren los instrumentos, y qué caudal se quiere gastar en ellos, y con esto tuviera yo bastante para enviarlos muy adecuados. Los cuadrantes y telescopios son solo para un curioso que quiera divertirse, o para un sujeto que quiera hacer tan buenas observaciones como en cualquier parte del mundo» (21 de enero de 1750). 20 Jorge Juan por tanto no parecía estar al tanto de los planes relativos al observatorio, asunto que nos parece llamativo teniendo en cuenta la relevancia que el marino y matemático de Novelda tenía en la política científica española. Wendlingen, en cualquier caso, estaba ya intercambiando información astronómica con Viena y Praga, en particular sobre un eclipse que debía suceder el 19 de junio de ese año. En una carta fechada ese día describe estas ocupaciones y aprovecha para, con un tono de 17 Juan Wendlingen, «Cartas del Padre Wendlingen…», Archivo General de Simancas, fols. 460-461, 25 de marzo de 1750. 18 Ibídem. 19 Guijarro, Víctor (2002): Los instrumentos de la ciencia ilustrada. Física experimental en los Reales Estudios de San Isidro de Madrid (1770-1835), Madrid, UNED, p. 164. 20 Citado en Soler Pascual, Emilio (2002): Viajes de Jorge Juan y Santacilia. Ciencia y Política en la España del siglo xviii, Barcelona, Ediciones B, p. 275.
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súplica, reclamar la urgencia de contar con los instrumentos y el observatorio: «A la carta del Sr Wolffio no puedo responder todavía, porque en falta del observatorio no puedo hacer observación ninguna, sea digna de enviársela a tal sujeto; él sí me las envió impresas y sacadas con toda exactitud». 21 En octubre de 1750 comenzaron por fin a llegar los primeros instrumentos: dos esferas, una terrestre y otra celeste; un «anteojo grande de larga vista» de reflexión; una aguja marina y tres microscopios. 22 Desde ese momento entramos en un episodio distinto de nuestro relato. En la carta que certifica la recepción de las piezas lamenta que no se hallasen unos libros que había pedido (las efemérides de Cassini, entre otros) ni unos instrumentos geométricos (probablemente de topografía) que necesitaba para las clases. En ella también se refiere a algunos retrasos que puede sufrir la «Fábrica del Observatorio, Aulas y Museos» y ofrece algunas alternativas para atenuarlos: «Mientras con poquísimos gastos y de utilidad grande, a lo menos en parte puede ejecutarse, y es si se levantara el Observatorio que tenemos en casa un medio cuerpo más, y si se le hace una escalera mejor para subir, y para esta nos servirá la otra mitad de la casa, de suerte que quedará el Observatorio otra vez tan largo. He dicho con poquísimos gastos, y la razón es: porque la madera ya la tienen en el Palacio, como también ladrillos, discurro que toda la fábrica no subirá a 70 doblones, conforme yo he hecho superficialmente el tanteo, y servirá muchísimo para hacer algunas observaciones, que quiten a las demás naciones la mala opinión que han hecho de España». 23 Desconocemos cuál fue el proyecto finalmente aprobado pero sí podemos confirmar que los trabajos de acondicionamiento del futuro observatorio continuaron adelante. Así se confirma por los materiales que pide para esta dependencia en enero de 1751 y por la relación de gastos que acompaña a los mismos. Por ejemplo, se cita un «catre, que se compone y deshace [112 ½ reales]. Este ha de servir para el observatorio, entonces, cuando se hacen las observaciones a ciertas horas, porque bajar y subir tantas veces desde el observatorio hasta el aposento por la noche, es cosa que no puede hacerse, y quedarse en el observatorio sin acostarse un rato, cuando no es menester, es fin utilidad destruir su salud». 24 También Juan Wendlingen, «Cartas del Padre Wendlingen…», AGS, fol. 462, 19 de junio de
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22 Juan Wendlingen, «Consignación de los Instrumentos Mathematicos que se me entregaron a 30 de septiembre de 1750», AGS, fol. 453, 2 de octubre de 1750. 23 Juan Wendlingen, «Consignación de los Instrumentos Mathematicos que se me entregaron a 30 de septiembre de 1750», AGS, fol. 453, 1 de octubre de 1750. La cursiva es nuestra. 24 Juan Wendlingen, «Cartas del Padre Wendlingen…», AGS, fol. 457, 16 de febrero [de 1751].
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el emplazamiento parecía decidido, 25 aunque las obras no hubieran empezado aún en los primeros meses de ese año: «En fin no me queda mas sino avisar a Ussía, que yo ya estaba con el P. Rector, que tomó la resolución de señalar un lugar junto al Colegio donde se puede levantar la Fábrica de las Aulas y del Observatorio, estamos deseando que se nos determine el día en que Ussía quiere estar con el P. Rector y si así parece llamaré yo al Arquitecto para el mismo tiempo». 26 Espectáculos celestes y terrestres A finales de 1750 empezó a realizar las tan ansiadas mediciones; el observatorio, por su parte, se debió terminar a lo largo de 1751. 27 Por la información disponible sabemos que el fondo inicial se incrementó con otras adquisiciones. Se añadieron otras piezas procedentes de Inglaterra y, lo que nos parece igualmente interesante, alguno de los instrumentos empleados procedió de la modesta producción española. Wendlingen acudió al Almacén General de Madrid de la Fábrica de Cristales de Segovia (sección de géneros de óptica), situado en ese momento cerca de los Estudios, en la carrera de San Francisco, para encargar «dos anteojos de larga vista y diez espejos de pie en quadro, para arca catóptrica». 28 Los primeros debieron formar parte de las observaciones de eclipses y tránsitos; los segundos, en cambio, debieron integrar un artificio o divertimento compuesto de un juego de espejos empleado para producir distintos efectos ópticos. Era un tipo de demostración que mantenía aún el gusto propio de la cultura del Renacimiento y del Barroco, donde algunos efectos espectaculares servían para comprobar cómo el arte no solo reproducía la naturaleza, sino que la superaba. 29 Las demostraciones con 25 Finalmente, el observatorio se instaló en la planta superior de una finca contigua a las aulas, que posteriormente se habilitó para vivienda del director de los Reales Estudios y que correspondía a la casa número 13 de la manzana 143 (véase Simón Díaz, J. (1959): Historia del Colegio Imperial, Madrid, CSIC, vol. II, pp. 28 y 30-31). 26 Juan Wendlingen, «Cartas del Padre Wendlingen…», Archivo General de Simancas, fol. 458 [16 de febrero de 1751]. 27 De su construcción no tenemos dudas, debido a que se encuentra una referencia explícita en la «Noticia puntual de la forma en que ha quedado el edificio los Reales Estudios de esta villa de Madrid» (Archivo General de Simancas, «Gracia y Justicia», 972, cit. en V. Guijarro, op. cit., pp. 195-196), donde se afirma en un momento de la descripción del edificio que «En el lienzo de mediodía [hay] dos grandes aulas con sol meridiano, y a la vista del Observatorio para Matemáticas». 28 Archivo General de Palacio, 4247, Libro de registros, 26 de marzo de 1751. 29 Sobre este tema, Aracil, Alfredo (1998): Juego y artificio. Autómatas y otras ficciones en la cultura del Renacimiento a la Ilustración, Madrid, Cátedra.
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Figura 1. Proyección de inscripciones sagradas a través de dispositivos ópticos, A. Kircher, Ars Magna Lucis, Roma 1646. el «arca catóptrica» se encuentran descritas en la obra del jesuita alemán Atanasius Kircher, Ars magna lucis et umbrae, de 1671. Según se puede comprobar allí, el dispositivo, que podía girar mediante una manivela, consistía en una estructura de madera con forma de arca cuyas caras internas estaban revestidas de espejos. Junto con otros complementos, el conjunto, que podía girar, permitía representar diversas escenas, como «bosques infinitos», «batallas», peleas de gatos y a una persona «con los pies apoyados en el techo, como un péndulo en el aire, con la cabeza vuelta hacia abajo», según nos revela el autor. 30 Wendlingen repartía su tiempo entre las aulas dedicadas a la física, a la manipulación de aparatos y a la recreación de efectos, y el dedicado Kircher, Atanasius (2000): Ars magna lucis et umbrae, 1671…, reproducción facsimilar de la edición de 1671, libro X, Santiago de Compostela, Universidad de Santiago. 30
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a la realización de observaciones ajustadas en este caso a la maquinaria celeste y a los intereses de la Orden. Estas rutinas permitían al matemático bohemio participar en una red europea de información astronómica, dedicada a intercambiar datos sobre eclipses y tránsitos, cuyo centro estaba en París. Estos últimos, como ya advertimos al principio en las palabras emocionadas de Cassini, eran reconocidos como acontecimientos de gran relevancia para la humanidad (y aún en la actualidad siguen concitando la atención de un numeroso público entusiasta, como si de ellos se esperara la revelación de un mensaje interestelar). Kepler fue el primero en predecir tránsitos planetarios, basándose en sus tablas rudolfinas de 1627. En el siglo xvii, mediante la técnica de abrir un orificio en la pared y disponer un telescopio que proyectara la imagen en una pantalla, se observaron de forma sistemática los primeros tránsitos (el de Mercurio en 1631 y el de Venus en 1639). Con estas estimaciones se esperaba, entre otro tipo de información, determinar la distancia media de la Tierra al Sol y también las verdaderas dimensiones del sistema solar, su escala, y así contar con una medida estándar del universo. Pero participar en un proyecto de estas características era también un signo de estar situado entre las naciones más avanzadas. Las observaciones de Wendlingen realizadas durante una década dentro de este marco, así como su significado, han sido convenientemente estudiadas por Nuria Valverde, 31 texto al que remitimos para los detalles de lo que aquí se apunta. De la dedicación del matemático bohemio al observatorio da cuenta la tabla-resumen que se ofrece en esta obra, donde se mencionan las observaciones de 1750 a 1754 (tránsitos de satélites de Júpiter y de Mercurio por el Sol, emersiones e inmersiones de los tres satélites de Júpiter, eclipses de Sol); los trabajos relativos a las meridianas gemelas de El Escorial en 1755 y 1756; las observaciones de eclipses de la Luna en 1757 y 1758 y, finalmente, las observaciones del tránsito de Venus de 1761. 32 Su actividad 33 pues superó durante ese tiempo incluso la llevada a cabo en el Observatorio de Cádiz, en funcionamiento desde 1753. Para Valverde, Wendlingen estuvo más atento a sus tareas astronómicas que a la enseñanza, una situación que, dadas las prioridades políticas relativas a la utilidad del conocimiento y a su reconocimiento público, se intentó paliar en los años siguientes. La trayectoria de Christian Rieger, su sustituto en la cátedra, se comprende dentro de los nuevos cometidos institucionales. Valverde, Nuria, op. cit., en especial, pp. 208-245. Véase el cuadro en ibídem, p. 218. 33 También durante esos años escribió un manual, los Elementos de Matemáticas. Escritos para la utilidad de los principiantes, en cuatro volúmenes (Madrid, 1753-56). 31 32
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Los intereses del Estado: de la Astronomía a la Física El también jesuita Rieger (1714-1780) era profesor de Matemáticas, Física Experimental y Arquitectura en Viena (en el Theresianum, reservado a la vieja nobleza). 34 En 1760 se trasladó a Madrid para asumir el cargo de Cosmógrafo y desempeñar tareas docentes. Dos años más tarde se nombró un segundo profesor de Matemáticas en los Reales Estudios, Miguel Benavente, que igualmente era de la Orden y procedía de Santa Cruz (Toledo). 35 Rieger debió por ello centrarse, según lo que conocemos, en el observatorio (al menos en los primeros años), en la enseñanza de la cosmografía (y de sus materias afines) y en las experiencias de física experimental. Siguiendo las indicaciones del director del Observatorio de Viena, junto con otros doce centros más, participó en las mediciones relativas al tránsito de Venus de 1761. Los resultados se publicaron en el opúsculo «Observación del tránsito de Venus por el disco del sol en el día 6 de junio de este año de 1761 hecha en el Observatorio del Colegio Imperial de la Compañía de Jesús de Madrid» (Madrid, 1761). En cuanto a la física, en 1763 publicó en Madrid un texto de sesenta páginas: Observaciones sobre la fuerza eléctrica, grande y fulminante, que presenta un doble interés: ser el segundo de los trabajos publicados en España sobre el tema de la electricidad 36 y ser una contribución a la difusión en nuestro país de las teorías de Benjamin Franklin. Estas preocupaciones revelan también un cambio en las finalidades otorgadas a las enseñanzas impartidas en el centro, cambios que podían estar relacionados con la búsqueda de públicos distintos. La física, entendida como física experimental y vinculada con el estudio de las propiedades de los cuerpos y el dominio de las fuerzas naturales, podía resultar atractiva a personas comprometidas con sectores técnicos y productivos. La obra comprendía una introducción y tres secciones, que se titulaban respectivamente: «Del modo de aumentar la Fuerza Eléctrica», «Del Golpe Fulmíneo» y «Del Golpe Fulmíneo, promovido con otros experimentos». Rieger defendía en la obra que la electricidad consistía en un fluido elástico instalado en los poros de los cuerpos, más sutil que el aire pero más grueso que el fuego. Afirmaba que al frotar un cuerpo se liberaba una cantidad de esa materia, que se introducía en los poros de otro cuerpo; si aumentábamos la fricción, se formaría una especie de atmósfera eléctrica que podría hacerse perceptible. 37 Esta idea y Juznic, Stanislav (2010): «Spanish king’s astronomer Rieger», Quaderns d’Història de l’Enginyeria, XI, pp. 199-219. 35 Tradujo al castellano los Universae Architecturae Civiles Elementa de Rieger (1756). 36 El primero es el de Benito Navarro y Abel de Veas, titulado Physica Electrica, o Compendio en que se explican los maravillosos phenomenos de la virtud electrica (s/l, 1752). 37 Rieger, C. (1763): Observaciones physicas, Madrid, pp. 3-7. 34
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la que sustenta más tarde, donde afirma que existen dos tipos de electricidad, la positiva (exceso de electricidad) y la negativa (defecto de esa materia) confirman su familiaridad con las teorías de Franklin. Rieger volvió a Viena y al Theresianum en 1766, un año antes de la expulsión de los jesuitas. Los Reales Estudios se cerraron y se inició un plan para la provisión de las plazas docentes, así como para renovar el programa de enseñanza y el material científico. El observatorio no volvió a abrirse. En la decisión tuvieron que ver, pensamos, diferentes factores. Primero, la vinculación tan estrecha que existía entre esta dependencia y los proyectos e intereses de la Orden; segundo, la existencia desde 1753 del Observatorio de Cádiz y las intenciones de construir uno nuevo en Madrid y, tercero, los cambios en las asignaturas, especialmente en las Matemáticas, donde desaparece la figura del Cosmógrafo Mayor. Algunos de los cambios ya se habían anticipado en la etapa anterior, como vimos al hablar de la docencia de Rieger. El nuevo plan puesto en práctica tras la apertura en 1770 de los Estudios contaba con una cátedra de Física Experimental y dos cátedras de Matemáticas. Cada una de estas últimas debía dedicarse a una parte de la asignatura: una (primer curso) a la aritmética, geometría aritmética teórica y práctica y trigonometría; la otra (segundo) a la aplicación del álgebra a la geometría, a las secciones cónicas, series, cálculo diferencial e integral, dinámica, estática, hidrostática e hidrodinámica. La obra empleada durante un tiempo fue la compuesta por Antonio Gregorio Rossell (uno de los catedráticos junto con Joaquín León de la asignatura) Instituciones matemáticas (1785). En sus páginas no solo se ofrecían reglas matemáticas y operaciones, sino indicaciones sobre la mentalidad con la que se habían de leer sus contenidos. Así, en la introducción se defendía la teoría que establecía que el origen y fundamento de nuestras ideas eran las sensaciones (sensismo). Así expresaba el autor su adhesión a esta corriente: «Al paso que vamos adquiriendo ideas singulares y nos exercitamos en analizarlas, nos disponemos más y más para la formación de las que llamamos abstractas». 38 Además, al final se añadía un apunte sobre la utilidad de estos estudios, lo que significaba básicamente señalar qué públicos podían tener interés en esta obra; en este caso, como señala allí, el comerciante, el artesano, el ingeniero y otras varias profesiones. Todas estas afirmaciones son signos de un cambio de actitud: la finalidad de los nuevos planteamientos era ahora abrir hacia otros sectores de la población la participación en el conocimiento. En consonancia con el espíritu reformista de la Ilustración impulsado por una elite intelectual, Rossell, Antonio Gregorio (1785): Instituciones matemáticas, Madrid, p. 26.
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el conocimiento ya no debía ser patrimonio de un grupo privilegiado; si queríamos garantizar el progreso material y el bienestar general, así como construir una sociedad igualitaria y meritocrática, entonces debíamos fomentar las artes mecánicas y por tanto había que facilitar la asistencia a las aulas de otros estudiantes. Ese era uno de los fines de una metodología educativa basada en la observación y el experimento, con una presencia destacada de instrumentos y aparatos, visión que encontrábamos en las demostraciones de física experimental pero que también se reproducía en las matemáticas. Las «máquinas» —término aplicado en la época igualmente a los instrumentos— se adaptaban bien a esa función: transmitían la ilusión de algo manipulable, que podía reproducirse de manera indefinida, que era autónomo y que no dependía del sujeto que lo moviese. Ya no había lugar para el truco o el virtuosismo del prestidigitador. Un mismo artefacto, como el costoso reloj de Ellicot, perteneciente a los fondos del observatorio, podía cumplir dos funciones: la instrumental y la demostrativa. La cuestión acerca de en qué medida se lograron las optimistas pretensiones de los promotores de la modernidad y del cambio en la enseñanza no tiene una respuesta sencilla, dado que no es fácil ni evidente contrastar una realidad tan compleja. Solamente podemos constatar, a falta de un estudio sociológico más preciso, que por el número de asistentes a cada una de las disciplinas los objetivos solo se consiguieron parcialmente. Las matrículas en Física experimental y Matemáticas (segunda parte) fueron bajas; solamente fueron significativas las correspondientes a la primera parte de las Matemáticas, 39 hecho relacionado con que la mayoría de los asistentes, si tenemos en cuenta el protagonismo que tenían en los ejercicios públicos que se organizaban en los Estudios, procedían de cuerpos militares. Podemos hacernos una idea de los concurrentes a las clases de Física experimental a partir del perfil de profesionales que alcanzaron una cierta notoriedad después de pasar por las aulas del centro. En esta situación se encuentran profesores de la disciplina, como Joaquín González de la Vega, Antonio Gutiérrez, Venancio González Valledor (catedrático de la Universidad Central en 1845) y Juan Camiña (profesor en la Universidad de Santiago); ingenieros, como Agustín de Betancourt; químicos, como Pedro Gutiérrez Bueno; matemáticos, como José Radón, autor de una obra de matemáticas para el Observatorio de Madrid establecido en Atocha; geólogos, como A. Manuel del Río, profesor de Mineralogía en el Colegio de Minería de México, y Carlos Gimbernat, subdirector del Real Gabinete de Historia Natural. V. Guijarro, op. cit., p. 151.
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La astronomía, por su parte, quedó reducida, con la desaparición del Observatorio, a un tema de la física particular. Según el programa del Ejercicio público de Física experimental que tendrá lugar en los Estudios Reales de esta Corte (Madrid, 1787), 40 el último tema estaba a dedicado a «los cuerpos celestes». El contenido comprendía ocho proposiciones básicas sobre los movimientos planetarios cuya explicación debía basarse en la «hipotesi Copernicana, apoyada en las leyes de Kepler y de Newton […]». Obsérvese que se emplea el término «hipótesis», lo que significa que se recordaba su carácter provisional y que, de igual manera, aún no se admitían abiertamente las teorías heliocéntricas. Las cuestiones propuestas en el ejercicio o concurso público eran las siguientes: el movimiento de los cuerpos celestes de oriente a occidente (prop. 1); los diferentes movimientos de los planetas (prop. 2); las fases de la Luna y de otros planetas (prop. 3); las conjunciones de los «planetas inferiores y superiores» (prop. 4); los eclipses de Sol, Luna y satélites de Júpiter (prop. 5); los movimientos libratorios de la Luna (prop. 6); la precesión de los equinoccios (prop. 7) y las estaciones del año (prop. 8). En cuanto al material empleado para las demostraciones, en los gabinetes se disponía de esferas armilares y de planetarios. En una carta de Fernández Solano (primer catedrático de la asignatura) a Campomanes, el profesor informa sobre los trabajos de fabricación de los instrumentos y de otras piezas necesarias; entre estas, dentro del apartado dedicado a los El orden temático del Ejercicio se justifica con estas palabras: «a la averiguación de las leyes inviolables, con que dispuso el Supremo Autor de la naturaleza se moviesen los cuerpos que compone el universo, debe proceder el conocimiento del cuerpo en general, y del espacio en que han de executar los movimientos: mirando pues al cuerpo, espacio y movimiento como los tres objetos sobre que deben recaer las investigaciones del Físico, colocamos las proposiciones destinadas a ese examen público casi con el orden en que las presente el autor, que sirve de texto en estos Reales Estudios: advirtiendo que señalamos con un asterisco aquellas cuya verdad acreditamos con experimentos al arbitrio de los concurrentes», Ejercicio, p. 5. Según Horacio Capel, fueron los jesuitas quienes iniciaron este tipo de certámenes públicos en el siglo xvii; tenían una función propagandística, de estímulo para los estudiantes y constituían una ocasión para organizar fiestas donde acudían figuras representativas de la sociedad local. En el siglo xviii es cuando adquirieron mayor difusión. Seguían, con mínimas variaciones, los siguientes rituales: «El certamen era anunciado con tiempo suficiente y de él se editaba un programa especificando las materias y temas sobre los que versaría el examen y los nombres de los alumnos que a él se presentaban. Todos los asistentes tenían derecho a efectuar preguntas a los alumnos, con la única limitación de que versaran sobre los temas previstos en el prospecto. El acto académico se amenizaba con música y danzas y se completaba con la lectura de algún discurso sobre un tema moral o científico, y, en ocasiones, con la presentación por los colegiados de alguna obra compuesta para la ocasión y dedicada generalmente a ensalzar las virtudes, a destacar algún aspecto de la vida social o a honrar a personalidades relevantes cuyos favores interesaba atraer», Capel, Horacio (1981): «La geografía en los exámenes públicos y el proceso de diferenciación entre geografía y matemáticas en la enseñanza durante el siglo xviii», Áreas. Revista Internacional de Ciencias Sociales, 1, pp. 89-111. 40
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Figura 2. Planetario, J. T. Desaguliers, A course of experimental philosophy, 1751. cuerpos celestes, expresa la necesidad de traer del extranjero, aunque se encuentren descritos en los textos de Nollet y Desaguliers, 41 un planetario. 42 No ha sido posible confirmar si llegó a comprarse el dispositivo mencionado; aquí con el fin de comprobar su apariencia ofrecemos una imagen. Conclusiones En definitiva, en este trabajo, que abarca veinticuatro años de la historia de los Reales Estudios, hemos pretendido contrastar dos periodos diferentes que tienen como escenario una misma institución. Cada uno contó con sus respectivos propósitos políticos y con procedimientos e intereses científicos 41 Nollet, J. A. (1775): Leçons de physique expérimentale, París, 8.ª ed.; Desaguliers, J. T. (1751): Course de physique expérimentale, París. 42 Archivo Histórico Nacional, «Universidades», 5442 (21), 8 de junio de 1775.
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distintos. En el primero, respondiendo a las ambiciones de Wendlingen, se quiso convertir a los Reales Estudios en una institución científica emblemática, provista de museo, salas para la enseñanza y observatorio, y quizás también en una academia. La utilidad de este proyecto dependía del prestigio que confería a la nación que lo sustentase. En los últimos años de esta etapa, ya con el magisterio de Rieger, la política y las prioridades experimentan un ligero cambio, que anuncia ya el segundo periodo. En este, después de la expulsión de los jesuitas, se inician los años de secularización de la institución, cuyo cometido es anular el elitismo presente en los tiempos de Wendlingen y abrir sus instalaciones a un público comprometido con los sectores productivos y con los planes estatales. Propósito que se consiguió, como vimos, solo parcialmente. Bibliografía Aguilar Piñal, Francisco, ed. (1972): Manuel Lanz de Casafonda, Diálogos de Chindulza (Sobre el estado de la cultura española en el reinado de Fernando VI), Oviedo, Universidad. — (1980): «Los Seminarios de Nobles en la política ilustrada española», Cuadernos hispanoamericanos, 356, pp. 329-349. Aracil, Alfredo (1998): Juego y artificio. Autómatas y otras ficciones en la cultura del Renacimiento a la Ilustración, Madrid, Cátedra. Archivo General de Palacio, 4247, Libro de registros, 26 de marzo de 1751. Archivo Histórico Nacional, «Universidades», 5442 (21), 8 de junio de 1775. Capel, Horacio (1981): «La geografía en los exámenes públicos y el proceso de diferenciación entre geografía y matemáticas en la enseñanza durante el siglo xviii», Áreas. Revista Internacional de Ciencias Sociales, 1. Desaguliers, J. T. (1751): Course de physique expérimentale, París. Feingold, Mordechai (ed.) (2003): Jesuit Science and the Republic of Letters, Cambridge, Mass/Londres, Massachusetts Institute of Technology. Guijarro, Víctor (2002): Los instrumentos de la ciencia ilustrada. Física experimental en los Reales Estudios de San Isidro de Madrid (1770-1835), Madrid, UNED, Heilbron, J. L. (1982): Elements of early modern physics, Berkeley, University of California Press. Juznic, Stanislav (2010): «Spanish king’s astronomer Rieger», Quaderns d’Història de l’Enginyeria, XI, pp. 199-219. Kircher, Atanasius (2000): Ars magna lucis et umbrae, 1671…, reproducción facsimilar de la edición de 1671, libro X, Santiago de Compostela, Universidad de Santiago. Navarro, Víctor (1999): «Tradition and Scientific Change in Early Modern Spain: The Role of the Jesuits», en O’Malley, John W. et al. (1999): The Jesuits. Culture, Sciences and the Arts, 1540-1773, Toronto, Toronto University Press. Nollet, J. A. (1775): Leçons de physique expérimentale, París, 8.ª ed. O’Malley, John W. et al. (1999): The Jesuits. Culture, Sciences and the Arts, 1540-1773, Toronto, Toronto University Press. Peset, José Luis (1982): «Ciencia, nobleza y ejército en el Seminario de Nobles de Madrid (1770-1788)», en Mayans y la Ilustración, Valencia, Ayuntamiento de Oliva. Rieger, C. (1763): Observaciones physicas, Madrid. Rossell, Antonio Gregorio (1785): Instituciones matemáticas, Madrid. Sellers, David (2001): The transit of Venus: the quest to find the true distance of the Sun, Leeds, MagaVelda Press.
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Las Láminas de Dibujo del Instituto de San Isidro en las Exposiciones Universales y la labor docente de Mariano Borrell y Folch
María José Gómez Redondo Instituto San Isidro Luis Mayo Vega Universidad Complutense de Madrid El Instituto de San Isidro fue pionero en la visibilidad de la docencia en las Exposiciones Universales. Este artículo versa sobre las láminas realizadas por alumnos de los Estudios de Aplicación en el Instituto de Segunda Enseñanza de San Isidro de Madrid, desde 1859 a 1888. Se presentaron en varios volúmenes encuadernados como grandes libros, siguiendo el orden pedagógico de la asignatura de Dibujo Lineal en el primer curso y de Dibujo de Adorno en el segundo curso. Obtuvieron premio en las Exposiciones Universales de París en 1867 y 1878 y de Barcelona en 1888. En su estructura los álbumes mantenían el criterio pedagógico, enriqueciendo la encuadernación cuando concurrían a Exposiciones Universales. Junto a ellas y de forma independiente se publicó el libro de la materia Tratado teórico y práctico de dibujo con aplicación a las artes y a la industria realizado por Mariano Borrell, catedrático de la materia en el Instituto San Isidro y publicado durante su etapa de profesor en esta institución.
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Figura 1. Página de Presentación del libro de láminas expuesto en la Exposición Universal de París de 1878. La materia de Dibujo en el Instituto de San Isidro durante los años 1858 a 1890 El objeto de la enseñanza de dibujo en los Institutos de segunda enseñanza en las capitales y ciudades más principales de Europa es preparar al alumno en los primeros rudimentos de las artes en general, es decir, del dibujo geométrico para la representación exacta, el cual se aplica a las artes de construcción y el de adorno que también se aplica a las artes de decoración. Estos dos elementos forman la base del dibujo de aplicación que en unión de las asignaturas científicas disponen al alumno para poder entrar a una carrera especial o dedicarse a las artes industriales. 1
La materia de Dibujo en la segunda enseñanza se inicia con los Estudios de Aplicación; estos aparecieron con el Plan Corbera de 1858 y se mantuvieron vigentes durante 23 años, hasta el Plan Lasala de 1880, aunque con interrupciones durante 1861, 1868 y 1873. Mientras que en todos los planes en los que se ofertaron los Estudios de Aplicación el Dibujo era 1 Carta dirigida al Ministerio de Fomento en donde exponía las características de los estudios de dibujo en el marco de los Estudios de Aplicación solicitando una rebaja en el precio de la matricula en la asignatura de Dibujo (7 enero-1871) firmada por Sandalio de Pereda, director del Instituto de San Isidro, que transcribe del catedrático de la materia Mariano Borrell AGA (5)16 32/9235.
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obligatorio, en los Estudios Generales no siempre se ofrecía esta asignatura, a excepción del Plan de 1858, que lo programó con carácter voluntario. El Instituto de San Isidro era la sede en Madrid de estas asignaturas. La figura del agrimensor hacía uso de conocimientos matemáticos para el cálculo de superficies, pero también requería de los conocimientos geométricos y de las formas de representación que le ofrecía el Dibujo Lineal. La enseñanza que hoy conocemos como Dibujo Artístico en esta época recibe el nombre de Dibujo de Adorno o de Figura, de carácter complementario y voluntario. El plan Orovio de 9 de octubre de 1866 fija, de forma muy estricta, la optatividad de materias que habían establecido algunos planes de estudios anteriores y da una orientación estrictamente clásica al primer periodo de la segunda enseñanza. Marcaba dos periodos de tres años cada uno: los Estudios de Aplicación se mantuvieron. Es novedoso que en el preámbulo de dicho plan se explique la forma en que se calificarían los trabajos en la asignatura de Dibujo: 2 «Art: 94: El profesor de Dibujo, en vista de los trabajos de los alumnos, acordará que pasen de una clase a otra superior. En la época de los exámenes ordinarios se hará exposición pública de los trabajos de estos alumnos». 3 Siguiendo esta orden, en el Instituto de San Isidro se inician Libros de láminas realizadas por los alumnos de Dibujo Lineal y de Adorno desde el curso 1859-60 hasta el curso 1887-88. Durante los primeros años, en el Instituto de San Isidro no había espacio para el aula de Dibujo: sus dependencias —aulas de la calle Estudios y el 2.º y 3.º piso que dan a la calle Toledo— estaban ocupadas por otras enseñanzas de Dibujo y grabado, impartidas por la Escuela Superior de Arquitectura para Maestros de obras y Aparejadores. Juan Antonio de la Corte y Ruano-Calderón, director del centro, señala en la memoria del curso 1860-61: los inconvenientes de la aglomeración de alumnos en los Estudios de Aplicación infinitamente superior al que suelen contar los Institutos de provincias y quizás mas excesivo que el de algunas Universidades, no bastando apenas para la conservación perfecta de la disciplina, que tanto enaltece al San Isidro, los empleados y dependientes que hoy tenemos, ni las aulas y objetos del material para tanta muchedumbre de jóvenes de edades y condiciones diversas, y procediendo la mayor parte de los que aquí vienen de la clase de empleados, comerciantes y artesanos, que necesitan el día entero para sus ocupaciones y faenas respectivas, creí justo hacer presentes todas estas razones a la Superioridad en Bermúdez Abellán, José (2005): Génesis y evolución del Dibujo como disciplina básica en la Segunda Enseñanza (1836-1936), Murcia, Universidad de Murcia, p. 368. 3 Utande Igualada, M. (1964): Planes de Estudio de enseñanza media (1787-1963), Madrid, Dirección General de Enseñanza Media, Ministerio de Educación Nacional, pp. 211-212. 2
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Figura 2. Ubicación del Instituto San Isidro y las aulas de Dibujo situadas en el Instituto Industrial. Mapa de Madrid del año 1848. 19 de Octubre del año pasado, opinando en principio porque las cátedras de aplicación al Comercio e Industria se facilitaran a los escolares por la noche, lo cual se sirvió apoyar con su ilustrado informe el Excmo. Señor Rector del distrito universitario y en consecuencia recayó la resolución del 24 de Diciembre que se puso en vigor al comenzar el año actual, aun cuando con la sensible desventaja de que continúe la enseñanza de Dibujo en el edificio de la Trinidad por no disponer todavía nosotros en el instituto del local que nos pertenece, y en el que es de esperar que se establezcan pronto esa y otras dependencias. 4
Para solventar este problema logístico, Borrell ofreció su aula en el Instituto Industrial, donde era profesor además de secretario del que fuera Instituto San Isidro (1876): Cursos Académicos de 1858 á 1875. Colección de Memorias (en adelante Memorias 1858-75), [curso 1860-61], Madrid, p. 82 (de la versión digitalizada). 4
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Conservatorio de Artes. El Real Instituto estaba situado en el edificio del antiguo convento de la Trinidad, en la calle de Atocha, próximo a la de Relatores. Ocupaba la planta baja, estando instalado en el resto del edificio el Ministerio de Fomento. Hoy en día el solar lo ocupan unos inmuebles de 1900 colindantes al Teatro Calderón. En un mapa de Madrid de 1848 podemos ver el Convento de la Trinidad, hoy desaparecido, donde se situaría en 1855 el Instituto Industrial, a poca distancia del Instituto de San Isidro. El espacio del que se disponía no era muy grande, y a ello aluden reiteradamente las distintas memorias anuales elaboradas por los directores del centro y las solicitudes enviadas al Ministerio. Los contenidos de Dibujo Lineal y Dibujo de Adorno En lo que respecta a cuestiones pedagógicas, la legislación de la época marcaba únicamente unas líneas directrices, siendo los profesores los que en sus publicaciones delimitaban los contenidos del currículo. Por ejemplo, en el Plan de Estudios de 3 de Junio de 1873 se especificaba: Art. 2: Además se darán en los Institutos para los alumnos que deseen cursarlas las siguientes asignaturas: Dibujo primer curso: representación de los principales sólidos geométricos, así como del cuerpo humano y sus partes y otros objetos naturales, en vista siempre del modelo vivo o figurado en sus tres dimensiones (alterna) Dibujo segundo curso: aplicaciones a la Arquitectura y a la Industria y composición de proyectos sencillos en ambos órdenes (alterna). 5
En relación a cómo se organizaba internamente cada materia, el director Juan Antonio de la Corte y Ruano-Calderón expone el índice de los contenidos en el listado recogido en la memoria del material que se envía a la Exposición Universal de París de 1867. Los cuadros 1, 2 y 3 (correspondientes a los ejercicios del primer curso) comprenden: 1.º Problemas de Geometría. 2.º Trazado de curvas. 3.º Molduras geométricas y por sentimiento. 4.º Combinaciones de líneas rectas y curvas. 5.º Lavados con tinta de china y neutra. Utande Igualada, M. (1964): Planes de Estudio…, op. cit., p. 259.
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Figura 3. Lámina de lavados a tinta imitando taracea de madera, realizada por el alumno Victoriano Pérez Acedo. 6.º Lavados en color. 7.º Lavados de varios sólidos por capas. El cuadro 4 y 5 (1.º sección del segundo curso) comprenden: 1.º Estudio de las proyecciones. 2.º Secciones penetraciones y desarrollos. 3.º Trazado de la hélice. 4.º Estudio de sombras. 5.º Delineación y trazado de los órdenes de arquitectura. Finalmente a los cuadros 6 y 7 (2.ª sección del segundo curso) corresponden. 1.º Principios y construcción del Dibujo de Adorno. 2.º Ejercicios de dibujo de la figura humana. 3.º Lavado de adorno con tinta china. 6 Memorias 1858-75 [curso 1865-66], pp. 401-403 (de la versión digitalizada).
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Todas las láminas encuadernadas que se conservan en el Instituto presentan esta misma estructura. No hemos hallado dibujos de figura humana, aunque sí las láminas que se utilizaban como modelos: unas litografías francesas que representan partes del cuerpo (brazo y pierna). La proyección exterior del Instituto de San Isidro: trabajos presentados en las Exposiciones Universales
Figura 4. Diploma que acompaña a la medalla de plata en la Exposición Universal de Barcelona 1888 por el Catálogo de Memorias y Cuadros de honor del Instituto de San Isidro. Actualmente en el despacho de dirección. El Instituto de San Isidro de Madrid fue el primero de España en intervenir en una Exposición Universal, 7 según revela el estudio que realiza María 7 Mariano Borrell había participado anteriormente con trabajos de alumnos del Instituto Industrial en la Exposición hispano francesa de Bayona de 1864, según consta en la certificación de servicios expedida por Mariano Muñoz Herrero, secretario del Instituto de San Isidro en 1870 que se guarda en el expediente personal de Mariano Borrell en el Archivo Histórico del Instituto de San Isidro (AHISI).
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del Mar del Pozo Andrés a partir de la Revista El Magisterio Español. El Instituto de San Isidro establece la tipología de materiales que, siguiendo su estela, presentarán otros centros: 1. Materiales educativos: libros de texto, mapas, gráficos, máquinas didácticas, mobiliario, maquetas y dibujos. 2. Reglamentos organizativos de diversas instituciones docentes. 3. Producciones del alumnado: trabajos, cuadernos, realizaciones manuales, objetos artísticos. 8 El Instituto de San Isidro se presentó a las Exposiciones Universales cuando aún era centro de segunda enseñanza. El repertorio de materiales catalogados permite hacerse una idea de la rica actividad docente que desarrollaba: 9 10
Participación del Instituto de San Isidro en las Exposiciones Universales 1868-1888 Materiales enviados
Premios
París 1868
Lugar / Año
Producciones del alumnado: 7 Cuadros de láminas de Dibujo Lineal y de Adorno 1.º y 2.º curso En los 52 pliegos que completan todos los ejercicios, hay 224 figuras ejecutadas por los alumnos
Medalla de Plata de la Exposición Mención honorífica para el centro y otras tres para los alumnos
Viena 18739
Materiales educativos: tratado de Dibujo, M. Borrell10
Diploma al mérito a Mariano Borrell
Filadelfia 1876
Reglamentos organizativos: memorias precedidas de una reseña de la enseñanza dada en este Instituto desde 1858 a 1875 publicada por su director Materiales educativos: tratado de Dibujo, M. Borrell
Laureado Mariano Borell Diploma de Honor Instituto de San Isidro
8 Del Pozo Andrés, María del Mar (1983): «Presencia de la Pedagogía Española en las Exposiciones Universales del xix», en Historia de la educación: Revista interuniversitaria, n.º 2, pp. 165-172, p. 169. 9 Presencia aludida por María del Mar del Pozo Andrés (ibídem); no hemos encontrado referencias en la Memoria del Instituto San Isidro a materiales enviados por el Instituto. Aparece reflejada en este libro en el capítulo de Carmen Rodríguez Guerrero: «La prensa española como espejo del compromiso educativo del Instituto de San Isidro (1868-1939)», donde se recogen las noticias publicadas en El Imparcial de 1 de noviembre de 1872: 3 y de 12 de noviembre de 1872. 10 La Gaceta de Madrid (n.º 197, de 16-07-1873, p. 1074) menciona el libro de Mariano Borrell Tratado teórico práctico de Dibujo Lineal y Adorno.
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Participación del Instituto de San Isidro en las Exposiciones Universales 1868-1888 Lugar / Año
Materiales enviados
Premios
París 1878
Producciones del alumnado: Diploma de Honor tomo de dibujos hechos por los alumnos Medalla de Plata Reglamentos organizativos: una colección completa de Memorias, ampliada con planos y datos estadísticos, administrativos y académicos, respectivos a las enseñanzas de sus Estudios Generales y de Aplicación11
Barcelona 1888
Materiales educativos12: dos libros de Mariano Borrell: Método, texto y atlas de dibujo, con aplicación á las artes y Tratado teórico-práctico de Dibujo con aplicación a las Artes. Texto y atlas13 Obras publicadas por los profesores del Instituto San Isidro Producciones del alumnado: trabajos de los alumnos referentes a Geografía14, Historia, Matemáticas, Química y Dibujo Reglamentos organizativos: una colección de cuadros estadísticos y modelos de organización del centro
Medallas de Oro, Plata y Bronce Varias menciones honoríficas
11 12 13 14
Los trabajos estudiantiles como núcleo expositivo del Instituto en las Exposiciones Universales El Instituto de San Isidro presenta a las Exposiciones láminas de dibujo montadas en cuadros, y también ejemplares encuadernados; nueve de ellos se conservan actualmente en el centro en diversas dependencias. Instituto de San Isidro (ca. 1886): Cursos académicos de 1875 á 1885. Colección de Memorias (en adelante Memorias 1875-85), [curso 1877-78], Madrid p. 138 (de la versión digitalizada). 12 Del Pozo Andrés, María del Mar (1983): «Presencia de la…», op. cit., p. 168; Instituto de San Isidro (ca. 1896): Cursos académicos de 1885 á 1895. Colección de Memorias (en adelante Memorias 1885-95), Madrid, [curso 1888-89], p. 238 (de la versión digitalizada). 13 En el Catálogo oficial especial de España Exposición Universal de Barcelona (Barcelona, 1888, Imprenta de los Sucesores de N. Ramírez y C.ª) aparecen reseñados los libros de Mariano Borrell. 14 Atlas de Historia de España del alumno Victor F. Herrero Diez Ulzurrun. Dirigido por el profesor Félix Sánchez Casado y Atlas de Geografía Histórica del alumno Antonio R. Anturriano, en https://picasaweb.google.com/109200301032655860788/MapasDeGeografiaHistorica188788. 11
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Figura 5. Lámina realizada por el alumno Leonardo de la Peña y Díaz, curso 1887-88.
Figura 6. Lámina realizada por el alumno Enrique Martínez y Redondo, curso 1887-88.
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Las fechas en que fueron realizados los dibujos comprenden los años desde 1859 al 1888. Las láminas aparecen organizadas conforme a los contenidos impartidos, firmadas por el profesor Borrell y por los alumnos que las dibujaron. A menudo estos estudiantes formaban parte del cuadro de honor de su curso. Los mejores alumnos del San Isidro eran los que habían obtenido sobresaliente, tanto en las enseñanzas de régimen general como en los Estudios de Aplicación, y eran premiados con lo marcado por la ley. Art. 96. Habrá premios ordinarios y extraordinarios. Los ordinarios consistirán en un diploma especial y una obra encuadernada de literatura o de ciencias, serán de la sección a la que corresponda la asignatura. Los extraordinarios, en un diploma y en la dispensa de los derechos del grado de Bachiller en artes, o del título pericial cuyos estudios haya seguido el alumno Art. 97: Se dará un premio ordinario en cada asignatura y podrán aspirar a el los alumnos examinados en el Instituto que hayan obtenido la nota de sobresaliente en los exámenes ordinarios del curso. 15
Además, los estudiantes obtenían un honor extra: sus nombres se estampaban en un cuadro de 50 x 70 cm que se colocaba en las dependencias del Instituto; se les concedía una medalla por asignatura, cuyo precio aparece en una de las memorias administrativas: 16 medallas de plata con sus cintas y cosido correspondientes 76 escudos y 800 milésimas. 16 La colección de láminas es extensa y rica; en el siguiente cuadro resumimos los ejemplares que existen y su localización.
Utande Igualada, M. (1964): Planes de Estudio…, op. cit., p. 240. Dos escudos de plata eran equivalentes a cinco pesetas de la época. Los cuadros de honor también fueron enviados a las exposiciones universales; actualmente se conserva uno en el Archivo General de la Administración (AGA caja (5)16 32 /9236). 15 16
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Libros de láminas realizadas por alumnos del Instituto de San Isidro 17
Localización
Curso
Alumnos premiados ese año
Alumnos de los que se conservan láminas (entre otros)
1859-60
Consejo escolar
Dibujo Lineal: Rogelio San Martín Cansobre Antonio María Pompa y Faraldo Dibujo de Adorno y Figura: Evaristo Rodrigo Doufourg José Alcaraz y Angulo
Casimiro Castro Peralta Leopoldo Prieto José Peña Rogelio San Martín Cansobre Evaristo Rodrigo Doufourg José Alcaraz y Angulo Ángel Álvarez Rodríguez Eduardo Oliva Juan Toledo Vicente Mariano Vallejo
1860-61
Biblioteca
Cayetano Armengol
Enrique Martín Redondo Juan Ancares Mesa Cayetano Armengol Dionisio García Martín Manuel López Arias Emilio Lledó Manuel Villar Tomás Guió y Martín Alejandro San Martín
1861-62
Consejo escolar
Dibujo de Adorno y Figura: Adolfo Grande Ruiz Dibujo Lineal: Cayetano Armengol
Cayetano Almergol Eduardo Gil Albert Adolfo Grande Ruiz Antonio Alonso Peñón Francisco Cruces Emilio Poseti Felipe Valladares Macira Valentín de Arrieta
1862-63
Biblioteca
Dibujo Lineal: Modesto Zapata Pascual Dibujo de Adorno: Vicente García Segura
Fernando Lozano y Montes Modesto Zapata Pascual Luis Aguilar García Gerardo de la Puente y Meliá Ángel García Manuel Decio Díaz Nicanor Guillén Ricardo Martín Antonio López Martín Eustaquio del Valle
Exposición Universal en que se muestran y premios obtenidos
Tienen un tamaño aproximado de 42 x 55 cm; están encuadernadas en libros por curso, siendo el tamaño aproximado de los libros encuadernados de 43 x 58 x 5,5 cm. 17
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Libros de láminas realizadas por alumnos del Instituto de San Isidro
Curso
Localización
Alumnos premiados ese año
Alumnos de los que se conservan láminas (entre otros)
Exposición Universal en que se muestran y premios obtenidos
1864-65
Consejo escolar
Dibujo Lineal: Julio Martínez Ruiz Dibujo de Adorno y Figura: Eduardo Rosell y Pardo
Enrique Partagas Alcira Luis López Emilio M. Morales Julio Martínez Ruiz Rafael Salgado Eduardo Rosell y Pardo Juan Carrero León Lino Monge
1866-67
Consejo escolar
Dibujo Lineal: Juan Manuel Sala y Morato Dibujo de Adorno: Marcial Sánchez Novoa
Ricardo Magdalena Elías Vallespín Manuel Martínez Santiago Saiz de Aja Francisco Marchal y Ballesteros José Canalejas18 Jose M.ª Godoy y Jiménez Francisco Chicharro Antonio Velazquez y Bosco Isaac Marchante y Macias Juan Villanueva Elías Laburu Echevarría
1867-68
Consejo escolar
Dibujo Lineal: Francisco Chicharro y Serrano Dibujo de Adorno: Rafael Garrido y Navarro
Antonio Castro Tomás Rico Gabriel Ruiz Diosayuda Eduardo Marcos Aguirre José Sierra Fernández Manuel Gonzalez Dupuy
París, 1878
1874-75 Consejo 1875-76 escolar Tapas en azul
Premios Ordinarios Dibujo Lineal: Juan Bautista Medina Fernández Dibujo Topográfico: Justo Gallardo y Duro Premios Extraordinarios Dibujo Lineal: Plácido López Gómez Francisco Reol y Arribas José Rodríguez y Romero Dibujo de Adorno: José Mariscal y Sopena José Blanco y Collado
Juan Bautista Medina Plácido López Gómez José Mariscal Elias Vallespín Ricardo Magdalena Porfirio Ordás Edilberto Mariani Larrión Manuel Díaz Isidro Rodriguez Francisco Reol Plácido López
París, 1878 Medalla de plata19
José Canalejas Méndez 1854-1912 fue presidente del Gobierno de España. Aparece un texto en francés presentando la obra. En las tapas conserva el sello que indica Grupo 2 clase 6.ª, Instituto San Isidro. Álbum ejecutado por alumnos. 18 19
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Libros de láminas realizadas por alumnos del Instituto de San Isidro
Localización
Curso
Alumnos premiados ese año
Alumnos de los que se conservan láminas (entre otros)
1877-78
Museo
Premios Extraordinarios Dibujo Lineal: Ramón García Esquerra Dibujo de Adorno: Manuel Ruiz Crespo
José M.ª Godoy y Jiménez Elías Vallespin Juan Bautista Medina Plácido López Gómez Ediberto Mariani Larrión Vicente Zazo Rigor Francisco Bernaola Giménez Francisco de Loja Fernández E. Carnal Fernández Samuel Ruiz Crespo José Mariscal
Libro rojo Cursos 1886-87 1887-88
Biblioteca
Premios 1886-87 (ninguno Cuadro de honor): Matías Fernández Tarazona José Gutierrez Mayo Isaac Fernández y Osaba Enrique Martínez y Redondo Manuel Sevilla y Guevara Premio 1887-88: Enrique Martínez y Redondo Mención: José Gutiérrez Mayo Cuadro de honor: Eufrasio Moreno y Ruipérez Enrique Martínez y Redondo José Gutiérrez Mayo Isaac Fernández Osaba
Leonardo de la Peña Díaz Eufrasio Moreno Antonio Arenas Enrique del Castillo José Cardomo Flores Manuel Matosés Bermúdez José Gutiérrez Mayo Enrique Martínez y Redondo F. Martín Olmeda Isaac Fernández y Osaba Manuel Sevilla y Guevara Matías Fernández Antonio Álvarez y Redondo
Exposición Universal en que se muestran y premios obtenidos
Barcelona, 1888 Medalla de Oro
18 19
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La figura docente de Mariano Borrell y Folch en el Instituto de San Isidro De su formación como profesor conocemos 20 que estudió Física y Química en la Junta de Comercio de Barcelona; Zoología, Mineralogía, Botánica e Historia Natural en la Universidad de Barcelona; Álgebra Analítica, Cálculo, Matemáticas, Mecánica y Descriptiva en la Academia de Ciencias en Barcelona; y Dibujo en las escuelas de la Junta de Comercio de Barcelona. Su labor docente se inicia el 26 noviembre de 1851 como ayudante de Dibujo en la Escuela Industrial de Barcelona, 21 donde permanece hasta 1854. En ese año es enviado por su majestad a visitar las escuelas de dibujo de Francia y Bélgica. El 10 de octubre 1855 es nombrado catedrático de Dibujo de la Escuela Industrial de Valencia, y posteriormente, el 25 de julio de 1856, de la de Madrid. Simultáneamente, desde el 10 de octubre de 1855, es catedrático de esa misma asignatura en el Instituto de San Isidro. Tras ser dado de baja en Enseñanzas Especiales, en 1877 es confirmado en el cargo de catedrático de Dibujo en el Instituto de San Isidro, donde sigue impartiendo clases de dibujo hasta el año 1892, figurando ininterrumpidamente como profesor en la planilla horaria del Instituto desde 1858 a 1892. En las memorias del Instituto de San Isidro aparece su cese el 26 julio 1892 por desaparición de la asignatura del currículum oficial. 22 En el curso 1865-66, y debido a la cantidad de alumnos matriculados, también es nombrado catedrático de Dibujo Teodoro Molina y Baus. Las referencias a su incansable labor docente figuran en las memorias del Instituto con frecuencia, tanto de su labor como difusor de trabajos de los alumnos como de la realización de libros para la enseñanza del dibujo. El secretario del Instituto relata en las memorias como participa en el montaje de los trabajos de diferentes materias en la Exposición Universal de Barcelona: Por mas que faltó tiempo material para reunir algunos otros objetos notables bajo el punto de vista científico, resultó la instalación dirigida por nuestro entendido e infatigable compañero Mariano Borrell, de mucho gusto y bastante completa en el asunto a que se refería, recibiendo el instituto en recompensa Aparecen en una Solicitud de validación de estudios fechada 25 jun 1870 (Archivo General de la Administración, Expedientes personales 32/8018 expediente 21 y 22, historial de Mariano Borrell Folch). Firmada por Mariano Borrell y Folch, profesor del Instituto de San Isidro y secretario del Conservatorio de las Artes: aporta las certificaciones de haber cursado estas asignaturas. 21 Archivo General de la Administración, Expedientes personales 32/8018, expediente 21 y 22, historial de Mariano Borrell Folch. 22 Memorias 1885-95, [curso 1891-92], p. 464 (de la versión digitalizada). 20
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Figura 7. Lámina de Dibujo de arquitectura realizada por el alumno Modesto Zapata Pascual, curso 1862-63. medalla de oro, distinción tanto mas de apreciar, cuanto solo la ha alcanzado un establecimiento de su clase, el de Barcelona 23
El catedrático de Dibujo Mariano Borrell presentó a la Exposición dos libros que aparecen en el Catálogo de la Exposición Universal de Barcelona: 5430 – Borrell (Mariano), Madrid – Método, texto y atlas de dibujo, con aplicación á las artes. 5504 – Borrell (Mariano), Madrid – Tratado teórico-práctico de Dibujo con aplicación a las Artes. Texto y atlas. Premiado en varias Exposiciones. 24 Mariano Borrell conocía las escuelas de Dibujo Industrial de Bélgica y Francia: años antes de su incorporación al centro había sido nombrado pro Memorias 1885-95 [curso 1888-89], p. 238 (de la versión digitalizada). Catálogo oficial especial…, op. cit.
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fesor visitante en estas escuelas por la Reina Isabel 25 II y trata de trasladar los conocimientos adquiridos en Europa a las aulas del Instituto madrileño. Consciente de la importancia del Dibujo «en el desarrollo industrial de las naciones», Mariano Borrell escribe en la Introducción del Tratado teórico y práctico de dibujo con aplicación a las artes y a la industria: Una de las causas del engrandecimiento de nuestra época y del poderoso desarrollo que toman las ciencias y las artes, se revela de cierto modo en la expresión característica de nuestro siglo, que no aparece como una obra acabada de este o del otro arte, sino mas bien como la aplicación completa y variada de las ciencias a las artes industriales. Así se ha demostrado en los concursos universales celebrados en los últimos años en París y Londres, pues basta fijarse en los catálogos y descripciones que ellos han publicado, para convencerse del espíritu dominante de todos los pueblos del mundo, que con sus multiplicadas producciones, satisfacen las necesidades y goces de la vida, mejorando las condiciones individuales y sociales, y dando margen a que con razón se llame a nuestro siglo, siglo industrial. 26
De este modo Borrell comenzó impartiendo Dibujo por la tarde en el Instituto Industrial de 16,30 a 18 horas en clase diaria. Finalmente, a partir del curso 1876-77, cuando las aulas del Instituto de San Isidro quedaron libres de enseñanzas ajenas, la asignatura se programó por la mañana de 12 a 13,30 h en días alternos. En el curso 1879-80 comenzaron las inversiones en el aula: dos colecciones de sólidos, una de zinc y una de cartón que costaron 65 pesetas; 70 modelos de yeso de diferentes géneros de dibujo: (496 pesetas) y 4 colecciones de estampas litográficas (439,41 pesetas). En el curso 1882-83 se compró una colección de modelos (84 pesetas) y estanterías y armarios por valor de 1 388 pesetas. 27 El número de alumnos matriculados fue muy variable: en el curso 185859 llegó a 120 en Dibujo Lineal. El curso siguiente aumentó a 161, durante los años sesenta oscilaron sobre los 140 en Lineal y 20 en Adorno; en el curso 1870-71 la matrícula bajó drásticamente a 29 y 15. Los motivos los expone, en una carta dirigida al Ministerio de Fomento, el director del
«Fue comisionado por el gobierno para ir a estudiar a las escuelas industriales de Francia y Bélgica, habiéndolo hecho por su voluntad y sin remuneración en las de Inglaterra en 18 de Abril de 1854. Presentó una extensa memoria sobre su comisión en 1.º de abril de 1855», según consta en la certificación de Servicios firmada en 1870, Archivo Histórico del Instituto San Isidro (AHISI). 26 Borrell y Folch, M. (1866-1875): Tratado teórico y práctico de dibujo con aplicación a las Artes y a la Industria, Madrid, Imprenta Rivadeneyra-Aribau y C.ª, tomo I, p. 3. 27 Memorias 1875-85 [curso 80-81], p. 412 (de la versión digitalizada). 25
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Figura 8. Lámina de Dibujo de Adorno realizada por el alumno Matías Fernández, curso 1886-87, presentada en la Exposición Universal de Barcelona, 1888. Instituto, Sandalio de Pereda, transcribiendo el texto elaborado por Borrell para solicitar una rebaja en el precio de la matrícula para los alumnos: Habiendo observado en la enseñanza a mi cargo que el número de alumnos matriculados disminuyó algún tanto el curso pasado 1869-70 y haciéndose más sensible esta disminución en el presente 1870-71 creo de mi deber hacer presente algunas observaciones: en 1857 se incorporó esta enseñanza a nuestros institutos como estudios de aplicación sustituyendo a la establecida en 1850 con el nombre de Enseñanza Elemental Industrial sin estar combinadas con otras de iguales estudios, como en otros países considerándola como una asignatura suelta. La afluencia de los alumnos fue excesiva ya por dedicarse en aquella época los jóvenes más a los estudios especiales que a los universitarios, ya por no tener tantas asignaturas que la ley actual les proporciona, ya por no ser tan costosa la matrícula como en los dos cursos últimos, pues en ningún instituto de segunda enseñanza de Europa tiene que pagar el alumno 4 escudos solo para matricularse en Dibujo, antes al contrario se facilitan los
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medios para que concurran los alumnos a dicha enseñanza considerándola de utilidad inmediata para las artes en general. 28
Mariano Borrell solicita que el precio vuelva a ser de 2 escudos como antes para los alumnos que solo asistieran a clase de Dibujo, alumnos externos, que los alumnos matriculados en el Instituto no tuvieran que pagar y que no coincidiese en el horario con otras materias. Cuando en 1892 finaliza la enseñanza del Dibujo por un cambio legislativo, Mariano Borrell se ofrece a impartir la asignatura sin cobrar según leemos en las memorias: Con arreglo al decreto que acabamos de citar (26 de julio último 1892) quedó suprimida la cátedra de Dibujo, de que venía encargado hace tantos años el entendido Profesor D. Mariano Borrell. No obstante, este distinguido catedrático, llevado de su celo por la enseñanza, se brindó a seguir desempeñando tan importante clase sin retribución alguna, y así se participó a la Superioridad solicitando el consiguiente permiso para abrir matrícula de dicha asignatura, a fin de continuar la enseñanza en la forma que venía dándose. 29
Los libros publicados por Borrell durante su época docente en el Instituto de San Isidro Acerca de la división del dibujo y sus aplicaciones como se entendían en aquella época, Borrell da unas pinceladas en el texto introductorio de su Tratado. • Lineal: proyecciones, perspectiva • Natural: a ojo y a pulso, figura humana, paisaje, flores y frutos, animales • De Adorno y Topográfico Las obras de Borrell siguen la estructura que relata Juan Antonio de la Corte y Ruano Calderón cuando habla de los trabajos presentados a la Exposición Universal de París. Conocemos dos publicaciones principales realizadas como profesor en el Instituto de San Isidro: • Ejercicios de Dibujo Lineal a pulso (1880), Madrid, Imprenta, Estereotipia y Galvanoplastia de Aribau y C.ª Carta dirigida al Ministerio de Fomento 7 enero-1871 firmada por Santiago Pereda, director del Instituto de San Isidro, que transcribe del catedrático de la materia Mariano Borrell AGA (5)16 32/9235. 29 Memorias 1885-95 [curso 1891-92], p. 464 (de la versión digitalizada). 28
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Figura 9. Tratado de Dibujo con Aplicación a las Artes y a la Industria año 1869, tomo II (cortesía de la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla). • Tratado teórico y práctico de dibujo con aplicación á las Artes y á la Industria (1866-1869), Madrid, Imprenta Rivadeneira. • Ejercicios de Dibujo Lineal a pulso (1880); es menos ambicioso que el Tratado; se centra en el Dibujo Lineal. Consta de tres partes: 1.ª parte: rectas, ejercicios preliminares, figuras geométricas de varios lados figuras geométricas y aplicaciones. 2.ª parte: curvas, trazos, líneas rectas y aplicaciones. 3.ª parte: rectas y curvas combinaciones de diferentes detalles de construcción, objetos de mobiliario pertenecientes a distintos estilos, perspectivas elementos de sombras. Su precio era de una peseta, un libro donde se mezclan las imágenes y el texto y que contiene 112 figuras que pueden servir de modelo para sus alumnos. Su obra de mayor envergadura fue el Tratado teórico y práctico de dibujo con aplicación a las artes y a la industria, ejemplar extenso cuya publicación se inicia en 1866 y finaliza con el último tomo en el año 1875.
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Esta obra tiene dos tipos de publicación: la común en tres tomos 26 x 34 cm, y la de lujo con láminas de mayores dimensiones encuadernadas en un solo tomo 30 x 45 cm. De la edición común actualmente se puede consultar el Tomo II en La Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense. De la edición de lujo hay un ejemplar en la Biblioteca Nacional. En el Instituto de San Isidro se adquirió un ejemplar para su biblioteca durante el curso 1876-77 según aparece en las memorias: La Biblioteca de este Establecimiento también se ha aumentado con una colección de memorias de los demás institutos; trece volúmenes regalados por el Ministerio de Fomento, sobre la Exposición del Brasil en la general de Filadelfia; las obras publicadas por la Comisión del mapa geológico de España (…) Tratado de Dibujo, D. M. Borrell, expositores premiados en la de Filadelfia (…) No dejaré de citar, por caber en ello una gran honra a este instituto, la distinción de que ha sido objeto en la última Exposición de Filadelfia. 30
Tratado teórico y práctico de dibujo con aplicación a las artes y a la industria (Edición Común) Láminas
Cuadernillos
Precio
Contenido
Tomo 1
74 láminas
cuadernillos numerados del 1 al 8
48 pesetas Se componía de dibujo geométrico a perspectiva
Tomo 2
51 láminas y 397 grabados en madera integrados en el texto
cuadernillos numerados del 9 al 13
52 pesetas Orígenes del orden toscano dórico, corintio y compuesto, estilo griego, etrusco, romano, bizantino, estilo ojival, estilo árabe y mudéjar
Tomo 3
45 láminas y 600 grabados en madera integrados en el texto
cuadernillos numerados del 14 al 17
70 pesetas Los abordaban el estilo japonés, peruano, mejicano, renacentista, y motivos de arquitectura, escultura, grabado y pintura siglo xvii y xviii
Los temas que aborda la edición de lujo son más extensos, aunque el número total de láminas es menor, solo 95 y de un tamaño cercano al actual DIN A3; Memorias 1875-85 [curso 1876-1877], p. 115 (de la versión digitalizada).
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Figura 10. Lámina del Tratado de Borrell que sirve de modelo para el trabajo de sus alumnos en el Instituto San Isidro. encuadernadas aparte aparecen las instrucciones para la realización de los dibujos. En esta edición de lujo los contenidos se amplían a otros campos: dibujo anatómico, proporciones, dibujo industrial, dibujo de flores y frutos. Hoy en día puede parecernos exagerada la amplitud del trabajo, pero debemos situarla en el contexto del siglo xix: un mundo parco en imágenes en el que la fotografía aún no se empleaba en las ediciones de libros. Con dibujos se mostraba lo que se desconocía y a la vez se enseñaba a dibujarlo.
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En la introducción de la edición de lujo, Borrell ensalza su eficacia para conocer las cosas y para proyectar: Por la eficacia de este (el dibujo), se ha hecho la propaganda del adelanto intelectual en todos los pueblos, dando por resultado que los proyectos, inventos y mejoras se han conocido, no exclusivamente por los hombres científicos, sino por todas las clases de la sociedad, sirviendo de medio entre el que piensa y ejecuta, dándonos razón de lo que va a hacerse aún antes de ejecutarse cualquier obra, máquina o manufactura. Con su auxilio, se dan cuenta los hombres de negocios de las empresas que van a acometer, y la administración y la magistratura resuelven cosas importantes. El dibujo ha llegado a ser indispensable para todas las ciencias, artes y oficios, y por su reconocida utilidad, forma ya parte del programa de estudios de la enseñanza general y de las especiales de todos los países adelantados. Considerado independientemente de su utilidad, y aún como simple adorno, forma parte de la instrucción del individuo, para hacerle comprender lo que sin su auxilio no conocería. 31 Tratado teórico y práctico de dibujo con aplicación a las artes y a la industria (edición lujo): Tomo 1, texto, tomo II láminas divididas en 6 partes 1.ª PARTE
De la lámina Cuadriláteros, polígonos, líneas rectas, paralelas, perpen1 a la 4 diculares, convergentes, ángulos, semejanza, cicloide, cónicas, espirales y óvalos, colocación de plantillas, trazados topográficos
2.ª PARTE De la lámina Combinaciones de líneas rectas, curvas, curvas con cruz 5 a la 12 y ornamentación, molduras geométricas y por sentimiento, remates, balaustres, balaustradas, vasos y jarrones 3.ª PARTE De la lámina Lavados de tinta capas y generales, lavados de imitación 13 a la 19 a madera, lavados cortados, sistema por capas: conos, prismas, cilindros, ovoides, toro, polea 3.ª PARTE De la lámina bis 20 a la 39 adornos, de la
Líneas de movimiento y sentimiento, construcción de una hoja, hojas de acanto y laurel en diferentes posiciones, aplicaciones de cenefas, operaciones de lavado con hojas de acanto. Ejercicios de preparación a la pluma, aplicaciones, flores y frutos. Estilos varios, cenefas
4.ª PARTE De la lámina Esqueleto del cuerpo humano visto de frente, vista pos40 a 45 terior, músculos superficiales, capa exterior vista de frente, vista posterior. Proporciones: estatua egipcia, estatua griega medida por Gerardo Audron Borrell y Folch, Mariano (1866-1869): Tratado teórico y …, op. cit., Introducción, p. 11.
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Tratado teórico y práctico de dibujo con aplicación a las artes y a la industria (edición lujo): Tomo 1, texto, tomo II láminas divididas en 6 partes 5.ª PARTE De la lámina Proyecciones, punto, recta y plano, giros de plano y 46 a la 69 representaciones de poliedros (sistema diédrico). Superficies de revolución representadas a nivel sección de poliedros. Secciones e intersecciones de superficie, trazado de la hélice. Perspectiva (fundamentos de la cónica) Problemas (representación de cuadriláteros sobre el plano del suelo, paramento en forma hexagonal, y con figuras curvas, representación de arcos, representación en perspectiva a partir de planta y alzado, representación de objetos sencillos). Aplicaciones, muebles, representación de un aula, edificios, escaleras. Perspectiva caballera problemas aplicados, sombras Rueda de engranaje y transmisor del movimiento, cuadrantes solares, puntos y líneas brillantes 6.ª PARTE De la lámina Dibujo de arquitectura, dibujo de pedestal y columna, 70 a la 95 cornisa y capitel, tímpano y frontón, columna salomónica, órdenes jónico y corintio: capiteles, basa, pedestal y columna. Decoraciones de elementos arquitectónicos en distintos estilos
El libro Tratado teórico y práctico de dibujo con aplicación a las artes y a la industria es la obra más extensa y bella que hasta el momento se ha publicado en España. Se utiliza como manual para las clases desde el año de su publicación. Los primeros años de docencia en el Instituto de San Isidro, Borrell empleaba el libro Curso de dibujo industrial, de Villanueva, (1841-1854), que constaba de cinco volúmenes publicados entre 1841 y 1854. El primer volumen describía los elementos de geometría y sus aplicaciones al Dibujo de Adorno; el segundo contenía la perspectiva lineal aplicada a los muebles y al paisaje y los órdenes de la arquitectura; el tercero contenía el trazado geométrico de las sombras y las reglas del claroscuro; las partes cuarta y quinta constituían propiamente un curso de dibujo industrial, con especial aplicación a las máquinas. Como Villanueva, Borrell impartió clases en el Real Instituto Industrial de Madrid, aulas que ocuparon nuestros alumnos del Instituto de San Isidro por las tardes. La significación del Tratado de Borrell El Tratado teórico y práctico de dibujo con aplicación a las artes y a la industria es una obra enfocada al programa docente y de interés para
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todo el público. Aparecen numerosas referencias en la prensa de la época; la revista La Enseñanza después de una extensa enumeración de los distintos temas que aborda el libro refiere: A dicha cuarta parte da el Sr. Borrell una extensión que no ha tenido en ninguna de las obras de igual género que hasta hoy se han publicado en España, por lo cual, y atendidos los vastos conocimientos del autor, no dudamos que será de gran interés y de utilidad para la enseñanza del dibujo de aplicación, objeto capital de su trabajo. El Sr. Borrell ha obtenido algunos resultados honoríficos por su publicación, los cuales contribuirán indudablemente á animarle para seguir la marcha que ha emprendido. Si bien conocemos que es una publicación de mucho costo por el grabado de sus láminas, confiamos en que tendrán la merecida recompensa los estudios y desembolsos que dicho autor está haciendo en beneficio de la enseñanza. 32
Como hemos visto, la estructura del libro se adecua a los planteamientos didácticos de la materia con profusión de diferentes medios de estampación de los dibujos según vemos en la referencia de la Revista de archivos, bibliotecas y museos: No es la obra del Sr Borrell una mera agrupación de grabados intercalados y láminas sueltas aunque de una y otra clase de ilustración esté abundante y muestre en ellas no menos pericia y gusto del diseñador, que esmerada estampación y primor tipográficos y cromolitográficos; su principal mérito consiste a nuestro entender, en la gradación lógica y sistemática de los conocimientos que expone y que llevan al alumno desde las más sencillas nociones geométricas, hasta la ejecución de los más complicados modelos arquitectónicos, preparándole así para las aplicaciones, que el autor se propone publicar, si le alcanzan las fuerzas y los recursos, a la perspectiva, estudio de sombras, dibujo topográfico, la carpintería, ebanistería, la albañilería, la cerrajería y fundición, y algunas aplicaciones a varias artes, todas las cuales forman el programa de la enseñanza de dibujo aplicado a las Artes y a la Industria. 33
Aparecen referencias en otros medios, como en la Revista España, de 1871 en la que se enumeran algunos de los premios obtenidos: Continúa perseverante el Sr. Borrell en la ardua empresa que comenzó hace ya años. Su obra, declarada de texto para la enseñanza de dibujo lineal y de aplica Revista La Enseñanza, n.º 60, 25 de marzo de 1868, p. 189. Revista de archivos, bibliotecas y museos, 1871, p. 4.
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ción, y premiada en la Exposición Universal de París de 1867, en la regional de Valencia del mismo año, y en la aragonesa de 1868, es una de las más bellas con que la librería española se habrá, enriquecido en estos tiempos. Las 73 magníficas láminas en acero que forman ya parte de ella, son una de las más completas y bien ejecutadas colecciones de dibujos, que hasta ahora han visto la luz pública. 34
En la lectura del libro es interesante situarnos en la contemplación del arte desde el siglo xix. No hay que olvidar que no se trata de un manual de historia del arte, sino de un instrumento para la enseñanza de los oficios: los carpinteros, herreros o albañiles necesitan dibujar los objetos que querían fabricar, saber interpretar planos y tener un conocimiento, al menos básico, de las construcciones geométricas que generaban las formas decorativas que reproducían en sus objetos. La abundancia de elementos ornamentales refleja los motivos más corrientes en las escayolas de las fachadas de los edificios. La profundidad del estudio del arte Islámico es acorde al gusto de la época: recordemos que el pabellón de España en las Exposiciones adoptaba formas de arte musulmán como representativas de lo español frente a los estilos europeos del norte. Acerca de la pervivencia de los contenidos de su libro en los estudios actuales, hemos de destacar su interés desde el punto de vista del dibujo en la exactitud y rigor en la explicación de los procesos y la riqueza y profusión de imágenes. En los procedimientos técnicos nos resulta muy interesante el relato de la realización de los lavados a tinta, en el cual se dan las formas para la obtención de las diferentes tintas de imitación a madera. En lo que se refiere a la historia del arte, nos encontramos con una obra anterior a lo que hoy conocemos como tal, 35 por eso llama la atención la diferenciación de estilos en vez de periodos históricos. 36 De la complejidad visual de los libros comentados dan fe los numerosos artículos aparecidos en diversas publicaciones y los premios obtenidos por el libro en las Exposiciones Universales. 37 Como testimonio gráfico de ello, y gracias a la Revista España, 1871, p. 493. En el ámbito español quizá no había tenido repercusión en los primeros libros que darían paso a lo que hoy conocemos como Historia del Arte, recordemos que Jacob Burckhardt publica su libro La cultura del Renacimiento en Italia en 1860. Es el primero que establece una relación entre historia, sociedad y arte. 36 Borrell y Folch, Mariano (1866-1875): Tratado teórico y…, op. cit. En la p. 8 del tomo II habla de estilo Egipcio, Griego, Romano, Bizantino, Gótico ojival, Renacimiento, Luis XIV, Luis XV y Moderno. Para situarnos en la época en la que se realiza en Tratado, leemos las características del estilo Moderno: «No ofrece nada nuevo, es una imitación de edificios antiguos». 37 Premios de esta publicación en Exposiciones Universales: de París de 1867, en la regional de Valencia del mismo año, y en la aragonesa de 1868, Exposición de Viena 1873, Exposición de Filadelfia 1876, París 1878, Barcelona 1888. 34 35
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Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense, hemos podido realizar una selección de imágenes que quizás puedan dar pauta a otros investigadores de la riqueza del material docente y de la innovación del enfoque del profesor Borrell. Mariano Borrell, dinamizador de la participación del Instituto San Isidro en las Exposiciones Universales En la obra de Mariano Borrell se aprecia la influencia de la obra de Mariano Carderera La Pedagogía en la Exposición Universal de Londres de 1862 en la que, para estimular a los profesores españoles a enviar materiales a Exposiciones Universales, refiere aquellos trabajos escolares que, a su juicio, pudieran obtener éxito crítico y medalla. En las primeras páginas alude a un ejemplo de la materia de Dibujo: Las exposiciones promueven la emulación y competencia entre los artistas, los fabricantes y los artesanos… sabido es que en la Exposición Universal de 1861 el amor propio de Inglaterra sufrió una herida dolorosa y profunda por su inferioridad respecto a otras naciones en todos los artículos en cuya elaboración requiere buen gusto, conocimiento de las artes y sentido de lo bello. La lección fue dura, pero provechosa, pues conocido el atraso del arte industrial se investigó la causa y se aplicó perentorio y eficaz remedio. Reconociendo que el mal estaba en la falta de instrucción en el dibujo, reservado hasta entonces a las clases acomodadas, se concibió la idea de popularizarlo, creando un centro directivo con objeto de desarrollar el gusto artístico entre los obreros, estableciendo una Escuela normal, formando profesores, preparando colecciones de modelos de todas clases y dimensiones y abriendo cursos de dibujo en la mayor parte de las escuelas populares de las ciudades del reino… 38
Carderera relata con profusión cómo se va desarrollando la enseñanza del Dibujo en Inglaterra y su importancia en el desarrollo industrial. Durante el curso 1866-67 el Instituto de San Isidro fue invitado a participar en la Exposición Universal de París de 1867. En las páginas de la memoria del curso 1866-67 podemos leer: Queriendo este Instituto corresponder a la invitación del Gobierno de S.M. relativa a la Exposición Universal, que se ha de verificar en París en el próximo año, se dispuso a arreglar una colección de dibujos, relativa a su enseñanza Carderera, M. (1863): La Pedagogía en la Exposición Universal de Londres de 1862, Madrid, imprenta de Victoriano Hernando, p. 19. 38
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en este Establecimiento, confiando al celo, actividad y saber del profesor Sr. Borrel la dirección de los trabajos de los alumnos dispuestos a ejecutarlos. Nuestras esperanzas se han realizado, y hoy pueden verse expuestos en la secretaría del Instituto siete cuadros que manifiestan la marcha y sistema de enseñanza en este ramo de los conocimientos humanos. 39
Juan Antonio de la Corte y Ruano Calderón, director del centro, relata en la memoria del curso siguiente los triunfos obtenidos en esa primera Exposición en la que se participa: En la memoria anterior di cuenta de los notables trabajos de los alumnos de dibujo, bajo la celosa y activa dirección del ilustrado Profesor D. Mariano Borrell y debemos ahora consignar en honor del mismo y de sus aventajados discípulos, que presentadas sus obras al jurado internacional de la Exposición de París, fueron examinadas con atención profunda bajo dos puntos de vista: la institución en si misma, que da o presta enseñanza; y los cooperadores que la reciben: obteniendo por consecuencia de este examen en el primer concepto una mención honorífica para el Establecimiento; y en el segundo otras tres para los alumnos; cuidando yo mismo en la capital del vecino Imperio de que se colocaran los signos ostensibles de estos premios sobre los cuadros, que con infinita complacencia miraban los infinitos visitadores de todas las naciones. Yo felicito de todo corazón a estos alumnos beneméritos cuyos nombres se estamparon en la Memoria anterior: doy la mas cumplida enhorabuena al Profesor y aprovecho esta ocasión para expresar mi gratitud al Dr. Mariano Santisteban y al Sr. Borrell que representaron conmigo al Instituto San Isidro de Madrid en aquel universal certamen de la inteligencia humana con la materia en sus aplicaciones infinitas y llamó la atención de todos nuestros buenos escolares (cuya disciplina, aplicación y aprovechamiento señalados no se desmintieron jamás en el período del curso precedente) para que contemple, ese bello galardón que la Europa, o por mejor decir, el universo en París representado, adjudicó a jóvenes modestos de nuestras aulas académicas, desconocidas quizá hasta ahora allende del Pirineo. 40
Después de esta primera participación en esa Exposición Universal Borrell quedó influido por la imagen que daba España en el exterior, traduciéndose en su obra publicada con posterioridad la importancia del estilo musulmán. En la Exposición de París en 1867 los pabellones nacionales tenían que reflejar el concepto napoleónico de «génie» nacional que planteaba una diferenciación nacional a partir de ciertos elementos culturales. El Memorias 1858-75 [curso 1865-66], pp. 401-403 (de la versión digitalizada). Memorias 1858-75 [curso 1866-67], p. 462 (de la versión digitalizada).
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Figura 11. Ilustración del Tratado de Borrell que muestra detalles arquitectónicos de la Mezquita de Córdoba. estilo arquitectónico elegido por los países para sus pabellones nacionales había de ser significativo para los propios habitantes del país, de modo que se sintieran identificados, pero también debía ajustarse a la idea que los comisionados franceses albergaban de lo representativo del país. 41 Sobre este tema, José Amador de los Ríos en su Discurso de ingreso a la Academia de Bellas Artes de San Fernando titulado «El estilo mudéjar en arquitectura» (data de 1859, aunque se publica en 1872) califica el mudéjar como «un arte característico español porque no tiene par ni semejanza en las demás naciones meridionales». 42 Lasheras Peña, Ana Belén (2009): España en París: La imagen nacional en las Exposiciones Universales 1855-1900, tesis doctoral, Santander, Universidad de Cantabria, pp. 415-428. 42 Ibídem, p. 415. 41
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Así el pabellón de España en París en 1878 será como la Alhambra, mudéjares serán también el pabellón que alberga a España y Portugal en Viena en 1873, y pabellones de España en las exposiciones de París de 1889 y 1900. Bibliografía Archivo General de la Administración, Expedientes personales 32/8018 expediente 21 y 22, Historial de Mariano Borrell Folch. Archivo General de la Administración, Instituto San Isidro Madrid (5)16 32 /9233 a 9236. Archivo Histórico del Instituto San Isidro, Expediente personal del Profesor Mariano Borrell y Folch Bermúdez Abellán, José (2005): Génesis y evolución del Dibujo como disciplina básica en la Segunda Enseñanza (1836-1936), Murcia, Universidad de Murcia. Borrell y Folch, Mariano (1880): Ejercicios de dibujo lineal a pulso, Madrid, Imprenta Estereotipia y Galvanoplastia de Aribau y C.ª. — (1866-1875): Tratado teórico y práctico de dibujo con aplicación a las Artes y a la Industria, Madrid, Imprenta Rivadeneyra-Aribau y C.ª. Cano Pavón, José Manuel (1998): El Real Instituto Industrial de Madrid (1850-1867). Medios humanos y materiales, Llull (Revista de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas), vol. 21, n.º 40, 1998, 33-62. Carderera, M. (1863): La Pedagogía en la Exposición Universal de Londres de 1862, Madrid, imprenta de Victoriano Hernando. Catálogo oficial especial de España Exposición Universal de Barcelona, Barcelona, 1888, Imprenta de los Sucesores de N. Ramírez y C.ª. Del Pozo Andrés, María del Mar (1983): «Presencia de la Pedagogía Española en las Exposiciones Universales del xix», en Historia de la educación: Revista interuniversitaria, n.º 2, pp. 165-172. García Melero, José Enrique (2002): Literatura española sobre artes plásticas, Madrid, Ediciones Encuentro, volumen 2. Instituto de San Isidro (ca. 1876): Cursos académicos de 1858 á 1875. Colección de memorias, Madrid, en http://bvpb.mcu.es/es/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path=21000154 Instituto de San Isidro (ca. 1886): Cursos académicos de 1875 á 1885. Colección de Memorias, Madrid, en http://bvpb.mcu.es/es/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path=21000191 Instituto de San Isidro (ca. 1896): Cursos académicos de 1885 á 1895. Colección de Memorias, Madrid, en http://bvpb.mcu.es/es/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path=21000196 La Enseñanza (1868): «Bibliografía: tratado teórico y práctico de Dibujo por M. Borrell», Madrid, 25 de marzo, n.º 60, año IV, p. 189. Lasheras Peña, Ana Belén (2009): España en París: La imagen nacional en las exposiciones universales 1855-1900, tesis doctoral, Santander, Universidad de Cantabria. Navarro Jurado, Alfonso (1992): Historia del Instituto de Segunda Enseñanza San Isidro de Madrid (1845-1936), tesis doctoral, Madrid, Universidad Complutense de Madrid. Simón Díaz, José (1959): Historia del Colegio Imperial de Madrid, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Utande Igualada, M. (1964): Planes de Estudio de enseñanza media (1787-1963), Madrid, Dirección General de Enseñanza Media, Ministerio de Educación Nacional.
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Archivos de imágenes creados para la realización del estudio Láminas de Dibujo Lineal y Adorno del Instituto San Isidro: https://picasaweb.google.com/109200301032655860788/LaminasDeDibujoDelXIX InstitutoSanIsidro Tratado teórico y práctico de dibujo con aplicación a las artes y a la industria de Mariano Borrell y Folch: https://picasaweb.google.com/109200301032655860788/MarianoBorrellTratadoDeDibujo Trabajos presentados a la Exposición de Barcelona de 1888 por el departamento de Geografía e Historia del Instituto San Isidro: https://picasaweb.google.com/109200301032655860788/MapasDeGeografiaHistorica 188788#
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la enseñanza de las ciencias naturales en el Instituto de San Isidro y su gabinete de historia natural
Rafael Martín Villa Instituto San Isidro Introducción y contexto histórico Larga es la tradición de la enseñanza en el Instituto San Isidro, prolija es su historia y numerosos han sido los docentes y alumnos que han dado fama imperecedera a sus aulas. Desde la fundación del Colegio Imperial y los Reales Estudios, instituciones antecesoras del Instituto San Isidro, han pasado por él numerosos personajes que han realizado importantes contribuciones a la ciencia. En 1625 se establece en el Colegio Imperial la primera cátedra de Historia Natural, dedicada a la enseñanza de las «sectas, opiniones y pareceres de los antiguos filósofos acerca de todas las materias de filosofía natural y moral», cuyo titular es Juan Eusebio Nieremberg, 1 jesuita de enorme prestigio intelectual que en sus lecciones explicaba desde la Astronomía hasta la Botánica. De esta época se tiene noticia de la creación de los gabinetes de Física e Historia Natural, aunque de este último no hemos podido encontrar datos acerca de los materiales que contenía. El Siglo de las Luces, supone en nuestro país un impulso a las ciencias de la naturaleza. Debido en gran medida al interés de Carlos III, Véase Navarro Brotons, Víctor (1996): «Los jesuitas y la renovación científica en la España del siglo xvii», Studia histórica, Historia moderna, n.º 14. 1
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se crea el Real Gabinete de Historia Natural y se publican los Anales de Historia Natural. En los Reales Estudios de San Isidro se amplía el gabinete de Física, pero el estudio de la ciencia natural queda excluido de su enseñanza. En su plan de estudios tampoco aparece ninguna cátedra de Historia Natural y el panorama de otras ciencias no era demasiado halagüeño: en Física experimental en 1786 había solo 7 matriculados, 2 a pesar de que el número de estudiantes era casi igual al de la Universidad de Alcalá. El impulso ilustrado quedará cercenado por la guerra de la Independencia y el convulso inicio del siglo xix. 3 Estos hechos ayudan a explicar en gran parte el ulterior retraso del desarrollo científico de nuestro país. No es hasta mediados del siglo xix, gracias a los nuevos aires que llegan desde Europa y a las tendencias políticas liberales, cuando se introduce la enseñanza de las ciencias en las aulas 4 como medida de modernización de la educación y para desperezar a un país anquilosado. En 1845 el ministro de Gobernación, Pedro José Pidal, decreta un plan general de estudios para la enseñanza secundaria y superior. 5 Los Estudios Nacionales de San Isidro se transformarán en Instituto, unido a la Facultad de Filosofía de la Universidad Central, entre otras, la cual albergaba los estudios universitarios de las ciencias ajenas a la medicina. Es, en definitiva, la creación de la segunda enseñanza, etapa educativa entre la educación primaria y la Universidad, y la introducción en ella de asignaturas de contenido científico, el primer intento serio de educar a una parte importante del país y de modernizarlo a través de su instrucción. Primera etapa: de viejo convento a centro de enseñanza 1845-1868 En un primer momento la segunda enseñanza permanece ligada a la Facultad de Filosofía. En 1847, al desligarse el Instituto San Isidro y el de Simón Díaz, José (1959): Historia del Colegio Imperial de Madrid, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2 vols., vol. II, p. 380. 3 Martínez Sanz, José Luis (1984): «Científicos y naturalistas: una aportación a la historia de la ciencia española reciente», Cuadernos de Historia Moderna y Contemporánea, vol. 5, p. 3. 4 Sobre la situación de las universidades y las ciencias, Peset, Mariano y Peset, José Luis (1992): «Las universidades españolas del siglo xix y las ciencias», Ayer, n.º 7, pp. 19-49. 5 Real Decreto de 17 de septiembre de 1845, que aprueba el plan de Pidal; su reglamento es de 22 de octubre. Su autor material fue Antonio Gil de Zárate, que lo justificó a través de su De la instrucción pública en España, Madrid, 1855, 3 vols. 2
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Noviciado de la Universidad y aunque hubiera dos directores, funcionan conjuntamente y algunos catedráticos desempeñan su labor en ambos Institutos. El primer catedrático de Historia Natural será Manuel María José de Galdo López de Neira, el cual imparte Nociones de Historia Natural en los dos institutos superiores de la Facultad de Filosofía de la Universidad Central (San Isidro y Noviciado). 6 Al ser la Historia Natural una nueva materia y debido a la carencia de medios para su enseñanza, el primer empeño de Galdo es dotar de un material adecuado a ambas instituciones, encargándose él personalmente de la creación del gabinete del Instituto Noviciado. Debido a la escasez de material durante los cursos de 1845 a 1847, las clases prácticas se imparten en el Museo de Ciencias Naturales, con las lógicas incomodidades por los desplazamientos y lo inadecuado de las instalaciones. Según relata el propio Galdo, en 1845 cuando se crea la asignatura, no logra encontrar, para facilitar la comprensión de la misma, más que un trozo de coral en las dependencias de la Universidad Central. 7 Ante la carencia de un libro adecuado para la asignatura, Galdo dedicó sus primeros años de enseñanza a la redacción de un manual de estudio de Historia Natural. En 1848 presentó la versión previa del libro ante el Consejo de Instrucción Pública. Su manual alcanzó un reconocido prestigio que marcó la enseñanza de la Historia Natural durante unas décadas. En la primera edición de su Manual de Historia Natural, Galdo distribuyó los contenidos en cuatro partes: mineralogía, geología, zoología y botánica. La segunda versión de su Manual, que puede considerarse como más definitiva, adopta el criterio de Haüy en mineralogía, de Beudant en geología, de Cuvier en zoología y de Candolle en botánica. 8
Navarro Jurado, Alfonso (1992): Historia del Instituto de Segunda Enseñanza San Isidro de Madrid (1845-1936), tesis doctoral, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, p. 458. 7 Rodríguez Guerrero, Carmen (2009): El Instituto de Cardenal Cisneros en Madrid (1845-1877), Madrid, CSIC, p. 266. Sirvan como retrato de Galdo estas palabras de Ramón y Cajal en su discurso leído ante la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales el día 5 de diciembre de 1897: «Fue (…) un hombre completo, en el cual por rara ponderación y harmonia (sic), se juntaban lo penetrante del entendimiento, lo firme de la voluntad, la grandeza del corazón y la religión del trabajo (…) Hombre de acción, y docente incomparable ante todo, escribió poco y enseñó mucho». 8 Gomis, Alberto (2012): «El profesor Manuel M.ª José de Galdo y las diez ediciones de su Manual de Historia Natural», en Leoncio Lopez-Ocón, Santiago Aragón y Mario Pedrazuela (eds.), Aulas con memoria: Ciencia, educación y patrimonio en los institutos históricos de Madrid (1837-1936), Madrid, Doce Calles, pp. 161-172, p. 163. 6
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Galdo regentó la cátedra del San Isidro hasta el año 1857, dedicándose a partir de ese año en exclusiva al Instituto de Noviciado. Le sustituirá Sandalio de Pereda, que había llegado al Instituto en el año 1853. En ese momento, el gabinete cuenta solo con 206 especímenes. Es él el gran impulsor del gabinete de Historia Natural del Instituto, logrando incrementar la colección hasta dotarla con más de doce mil piezas. 9 Esto es un ejemplo de su labor pedagógica para ampliar el conocimiento de sus alumnos mediante el uso de material científico. Años después, en 1871, de Pereda y Galdo serían dos de los socios fundadores de la Real Sociedad Española de Historia Natural (RSEHN). La vocación y entrega de Pereda son dignas de alabanza, pues anteriormente también había desarrollado la formación del gabinete de la Universidad de Valladolid, su destino anterior antes de incorporarse al Instituto San Isidro. Esta labor no pasó desapercibida para sus compañeros y así lo recogió el Marqués de la Corte, director del Instituto, en las memorias del centro cuando afirmaba que Sandalio de Pereda junto al catedrático de Física Mariano Santisteban profesaban tal amor por la enseñanza, que les llevaba a ambos a rivalizar en el cumplimiento de sus deberes. 10 La labor naturalística de Pereda estaba incentivada por un Real Decreto de 1849 en el que para fomentar las colecciones científicas en universidades e Institutos, se disponía: «Todos los catedráticos de Historia Natural de los establecimientos mencionados, sus agregados y naturalistas preparadores, tendrán la obligación de recolectar cada uno, por lo menos, los seres de sus respectivos ramos en el radio de su distrito». 11 No obstante, el desarrollo de esta labor científica y pedagógica no estuvo exento de dificultades, la primera de ellas, como es tradición en nuestra enseñanza, de tipo económico. En el comienzo de las memorias del curso 1858-59 se menciona la escasa consignación de gastos para la cátedra de Historia Natural así como que «es indispensable, que en el estudio de esta asignatura se dé más extensión a la parte experimental y práctica que a la especulativa». 12 Asimismo se procede a describir el estado de las colecciones existentes compuestas por una colección ordenada de vertebrados e invertebrados, un herbario de 1500 plantas, modelos cristalográficos, una colección de 60 mármoles españoles, 300 Simón Díaz, op. cit., p. 473. Instituto de San Isidro (ca. 1876): Cursos académicos de 1858 á 1875. Colección de Memorias [curso 1865-66], Madrid, p. 13. 11 Barreiro, A. J. (1992): El Museo Nacional de Ciencias Naturales (1771-1935), Madrid, CSIC. 12 Instituto de San Isidro (ca. 1876): op. cit. [curso 1858-59], Madrid, p. 31. 9
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ejemplares de minerales, rocas y fósiles. En la escuela botánica, que estaba situada en el patio, se etiquetan las plantas por especies y familias. Sorprende que, junto a estas descripciones del material científico, se detalle la necesidad de la compra de una estufa para el gabinete. En años sucesivos dicho gabinete se enriquece con algunas compras de mamíferos, aves y peces del Mediterráneo y se comienza a formar un herbario de la provincia de Madrid. 13 Sin embargo los problemas económicos derivados de los pleitos por las antiguas posesiones del Colegio Imperial y el deficiente estado de conservación del edificio, que absorbía la mayor parte del presupuesto, dificultan mucho la compra de material para la enseñanza. 14 La situación del gabinete de Física a cargo del catedrático Mariano Santisteban es diferente. Uno de los más antiguos de España y heredero de los Reales Estudios de San Isidro y de sus aparatos, si bien necesitan ser modernizados y puestos al día, parte de una situación de relativa abundancia y es considerado como uno de los más completos de España. 15 La escuela botánica también conlleva muchos cuidados e inversiones y se contrata a un mozo que se encarga del riego y del cultivo. El agua se introduce mediante el moderno canal de Isabel II. La escuela botánica consta de un jardín de ocho mil pies de superficie, dividida en ocho cuadros, donde se cultivan doscientas especies de plantas vivaces, dispuestas según el sistema De Candolle e identificadas por tarjetas. Rodean la escuela botánica bandas con plantas de adorno y en el foso, de cuatrocientos pies, hay cien tiestos de plantas crasas. El primer catálogo del gabinete realizado por de Pereda aparece en las memorias del año 1860-61, en él se da cuenta de los materiales existentes y de los que faltan para completar la colección. Solamente en el gabinete de Física y Química existía un catálogo oficial de los instrumentos necesarios para el estudio experimental de las mismas, quedando los materiales de las demás asignaturas a expensas del criterio y posibilidades de los diferentes Institutos: Este herbario de la provincia de Madrid, único por lo que se refiere a la fecha en la que se recolecta, fue depositado en fecha reciente en el Jardín Botánico de Madrid, para su conservación. 14 Instituto de San Isidro (ca. 1876), op. cit. [curso 1860-61], p. 53; y Navarro Jurado, op. cit., pp. 310-320. En Colección de Memorias, op. cit. [curso 1860-61], p. 87 refería lo siguiente: «en San Isidro ofrece mayor dificultad la aplicación de este principio de gobierno, porque hasta los gastos de combustible, alumbrado y esterado, los de encuadernaciones (…) absorben crecidas sumas, por escrupulosa la gestión que a estos ramos se refiere». 15 Colección de Memorias, op. cit. [curso 1860-61], p. 88. 13
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CATÁLOGO 1861. Memoria 1861, p. 118 Catálogo A. Colección de 106 modelos cristalográficos de yeso sistema Dufrenoy (regalados por él mismo). Catálogo B. Colección de 80 modelos cristalográficos de madera de sistema de Haüy. Catálogo C. Colección de 300 minerales, rocas y fósiles (184 remitidos por el gobierno). Catálogo D. Instrumentos y útiles: estuche de mineralogista, colección de reactivos, dos goniómetros. Colección de 40 mármoles de España. Se precisa mejor colección de minerales, rocas y fósiles, mapas geognósticos y láminas. Catálogo E. 18 mamíferos, 2 neuroesqueletos desarticulados, 6 cráneos, dientes, astas, mandíbula de pez sierra, 1 cuadro elemental de entomología y cuadro de paleontología, 90 láminas del reino animal según Cuvier por Comte. Catálogo F. Colección de 100 especies de aves. Catálogo G. Colección de 50 especies de reptiles y peces. Catálogo H. 6 cajas de insectos con 700 especies indígenas y exóticas. Catálogo I. Colección de 200 moluscos y zoofitos. Se precisa adquirir: 4 esqueletos de vertebrados, modelos de órganos de animales, completar colección de mamíferos, aves y aumentar la de reptiles, peces y otros animales. Catálogo J. Colección de frutos y semillas y 40 trozos de madera, cuadro de hongos. Catálogo K. Herbario general de 1400 especies. Herbario especial de la provincia de Madrid de 600 especies. Botánica: jardín de unos 8000 pies con 200 especies, con ocho cuadros.
En los siguientes años siguen entrando diversos materiales para la enseñanza a un buen ritmo, unos mediante compra y otros mediante donaciones. Entre estas donaciones podemos señalar: el primer mapa geológico de Madrid de Casiano de Prado, una enorme pitón conocida como «La bicha de la Merced» por tratarse de un exvoto que se encontraba en dicho convento, 30 animales naturalizados, numerosos invertebrados y minerales regalados por Pereda y una colección de 600 minerales, rocas y fósiles característicos. Un gran avance necesario que se produce en estos años es la construcción del mobiliario y arreglo del gabinete de Historia Natural para la ordenación y exposición de todos estos materiales. En las memorias del curso 1857-58 se detalla que se está procediendo a reconstruir la armadura y el piso del aula de Historia Natural, así como que se están abriendo aulas nuevas. El coste de la obra, según aparece reflejado en las Memorias, es de 84.500 reales. 16 El gabinete se instala en un cuarto contiguo a la cátedra, en la segunda planta del antiguo edificio destinado a aulas, que se levantaba hacia el interior del patio. Colección de Memorias, op. cit. [curso 1857-58], p. 30.
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Figura 1. Planta del Instituto San Isidro, donde se indica la situación del gabinete y aula de Historia Natural. Plano anterior a 1970. Imagen: R. Martín. Instituto San Isidro. El gabinete consta de dos filas de estantes acristalados, unidas por un armario central en cuyo interior se exponen los animales y modelos didácticos. En la parte superior se exponen bustos y cráneos pertenecientes a diferentes razas humanas, así como un orangután y un chimpancé. En la pared de enfrente, entre las ventanas, también hay armarios acristalados. En el centro de la habitación dos aparadores inclinados muestran en su interior numerosos minerales y fósiles de forma ordenada, clasificados e identificados. En años sucesivos se instala una urna de gran tamaño que guarda en su interior un modelo humano desmontable fabricado en papel maché por el doctor Auzoux. En 1866 la dirección general libra la cantidad de 600 escudos para los gabinetes de Física y de Historia Natural, de los cuales la mitad se destina a la compra de material y el resto a las modernizaciones necesarias para una adecuada enseñanza. 17 Así, se instala un horno en el laboratorio de Química Colección de Memorias, op. cit. [curso 1866-67], p. 400.
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Figura 2. Gabinete de Historia Natural del Instituto San Isidro hacia el año 1914. Se puede observar la enorme cantidad de objetos y materiales. Imagen: R. Martín. Instituto San Isidro. y se introduce gas para la iluminación del aula de Física. Esta última obra corrió a cargo de los alumnos que repasaban gratuitamente la asignatura con el profesor en horario nocturno de 8 a 10. En la legislación se empiezan a mencionar las labores de los auxiliares: el Plan de Estudios de 1866 recoge que, además de cubrir vacantes, ausencias o enfermedades de los catedráticos, deben estar entregados al cuidado de los gabinetes. 18 Segunda época: la edad dorada de los gabinetes en el Instituto San Isidro (1868-1886) Después de la crisis financiera de 1866, el país aumenta su estado de permanente convulsión y dos años más tarde se produce un levantamiento popular, que provoca el derrocamiento de Isabel II y el triunfo de la República. La revolución conocida como La Gloriosa da paso al llamado Sexenio revolucionario. Uno de sus presidentes fue Nicolás Salmerón que había sido profesor ayudante de Psicología y Lógica en el Instituto. Hernández Nieves, M.ª Purificación (2009): La evolución de las ciencias naturales en la segunda enseñanza española (1836-1970), Cáceres, Universidad de Extremadura, p. 51. 18
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El director, Juan Antonio de la Corte, abandona el país junto a la reina y sus seguidores. El Instituto comienza el curso de 1868 en un estado de aparente normalidad, a pesar de que los catedráticos no cobran sus sueldos durante tres meses. 19 En ese año la situación económica es muy difícil y las primeras entradas de material se producen por las donaciones de alumnos y porque el gobierno regala al Instituto tres colecciones de conchas, aves y minerales procedentes de la expedición científica al Pacífico. En 1870 Sandalio de Pereda es nombrado director del Instituto. A su afán pedagógico y científico hay que sumar que por aquel entonces el Instituto recibe parte de los ingresos correspondientes a los intereses vencidos por los bienes enajenados. 20 La Universidad Central, encargada de administrarlos, se mostraba muy remisa a entregarlos al Instituto. Los decretos redactados por Manuel Ruiz Zorrilla instauran la libertad de enseñanza. El Plan de Estudios de 1868 recoge la introducción de nuevas asignaturas relacionadas con las ciencias naturales. En la segunda enseñanza «clásica» aparece la asignatura de Fisiología e Higiene impartida por Sandalio de Pereda y en los estudios de aplicación, enseñanza que prepara para la vida laboral, aparece Elementos de Agricultura. 21 Esta asignatura no se introduce aún en el cuadro de asignaturas del Instituto, que siempre mostraba cierta inercia ante los numerosos cambios de las leyes educativas. Algo similar ocurrió con la efímera asignatura de Biología y Ética. Del dinamismo que ambos catedráticos, de Pereda y Santisteban, imprimen a la marcha del Instituto, da fe que en el año 1871, logran que la Universidad Central devuelva todas las máquinas de experimentos físicos que habían sido arrebatadas en el año 1856. Asimismo, las donaciones de alumnos y protectores son abundantes, y cuando estas no bastan, se invierte en material científico el excedente monetario procedente de las cantidades que llegan correspondientes a los bienes enajenados del Colegio Imperial. Esta situación no se ve sustancialmente afectada cuando el Instituto pasa a depender del Estado mediante el Real Decreto de 14 de noviembre de 1874. Con la Restauración, el Estado se hace cargo únicamente de los dos Institutos de Madrid, debido a las rentas que poseían y a su supuesta rentabilidad. El resto de Institutos queda en manos de las Diputaciones provinciales. 19 Colección de Memorias, op. cit. [curso 1867-68], p. 557. Véase también en esta obra «El Instituto de San Isidro durante el Sexenio revolucionario…». 20 Ibídem [curso 1869-70], p. 619. Para la recuperación de estos ingresos véase en esta obra «Apuntes sobre las reivindicaciones…». 21 Hernández Nieves, op. cit., p. 56 e Ibídem [curso 1867-68], p. 564.
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Figura 3. Retrato de Sandalio de Pereda, donado al Instituto por su viuda Petra Emparanza. Imagen: R. Martín. Instituto San Isidro. En el caso del Instituto San Isidro, la medida no resulta rentable puesto que, debido al elevado escalafón de sus catedráticos y al deficiente estado del edifico, que siempre requiere numerosas atenciones, sus gastos son muy elevados y resulta deficitario. De Pereda solicita, oportunamente, que el Estado provea una cantidad fija para los materiales científicos, independiente de los gastos ordinarios. 22 No obstante, a lo largo de estos años se dedicará una parte del presupuesto, alrededor de ocho mil pesetas anuales, procedentes de los derechos académicos, para gastarlo en estos menesteres, en libros y en el arreglo y obras en los gabinetes. 23 En las memorias y catálogos publicados en esos años, se hace inventario y catálogo de los materiales que poseen los diferentes gabinetes del Instituto. En el resumen estadístico del año 1877, se da cuenta del material científico: Física y Química: los objetos se hallan ordenados en dos gabinetes: 1.º el de Fí sica, inmediato a su aula y repartido en tres salas: la mayor, con los principales y más modernos aparatos de Física; otra para los de electricidad y magnetismo, y la 22 Instituto de San Isidro (ca. 1876): Cursos académicos de 1875 á 1885. Colección de Memorias [curso 1876-77], p. 21. 23 Ibídem [curso 1877-78], pp. 252-253.
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tercera en que han reunido, con el nombre de Gabinete histórico, los instrumentos de los Antiguos Estudios. Relación por materias: Astronomía 8 aparatos, Física 549 aparatos, repartidos en: propiedades de los cuerpos 9, estática y dinámica 89, hidrostática, hidrodinámica y aerometría 41, compresibilidad del aire 27, aparatos de las propiedades del aire 39, acciones moleculares 6, acústica 65, calórico 47, higrometría 4, óptica 96, electricidad 109, magnetismo 17. Química 140 objetos. Matemáticas: 1.º Una colección completa de modelos del sistema métrico decimal, compuesta de sesenta ejemplares. 2.º Una colección de quince instrumentos y aparatos de Topografía. 3.º Sesenta objetos de madera con proyecciones y cortes para el estudio de la Geometría del espacio. Geografía e Historia: se dispone de las siguientes láminas y aparatos: 48 mapas murales en su mayor parte, 1 atlas geográfico, 1 gran plano de Madrid del Instituto geográfico, globos terrestre y celeste de 0,75 de diámetro, globos idénticos de 30 de diámetro, 3 esfera armilar, 1 esfera de Copérnico, 1 planetario de 1,14 m de diámetro. En el gabinete de Historia Natural se encuentran los siguientes objetos colocados en cajas, peanas o frascos:
Figura 4. Objetos del gabinete de Historia Natural del Instituto de San Isidro en 1877.
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El elevado número de objetos del Gabinete de Historia Natural se debe a que cada pieza, animal, vegetal o mineral, independientemente de su tamaño o importancia, es clasificada y catalogada. A diferencia de lo expresado por M. Zozaya en su artículo 24 no parece que Sandalio de Pereda orientase los presupuestos de manera especial hacia el gabinete de Historia Natural, sino que más bien intentaba dotar a las diferentes asignaturas de los materiales necesarios para desarrollar una enseñanza científica moderna. La influencia del claustro de catedráticos para la modernización de las diferentes cátedras también ayudaba a un reparto más equitativo. Además, en el catálogo del gabinete de Historia Natural encuadernado el año 1876, viene recogido el origen de los objetos del gabinete y encontramos que Sandalio de Pereda donó, de su colección particular, casi todos los insectos, numerosas conchas y productos vegetales, muchos reptiles, batracios y peces y no pocas aves y mamíferos. Haciendo un estudio de los presupuestos invertidos a lo largo de las memorias del Instituto, se obtienen las siguientes cantidades, en pesetas, invertidas en los gabinetes desde el año 1861 hasta el año 1887:
Cantidades invertidas en las diferentes cátedras Años 1861-187425
Años 1874-188726
Física y Química
65277
65.8 %
31934.34
57.7 %
Historia Natural
33870
34.2 %
14187.1
25.6 %
Agricultura
3687.56
6.7 %
Dibujo
2635.91
4.7 %
Geografía
1754.05
3.1 %
1080
1.9 %
Matemáticas 25 26
En el año 1877 se crea la cátedra de Agricultura, que con el tiempo irá relacionándose más con la de Historia Natural, y es nombrado catedrático D. Antonio Botija y Fajardo. A partir de este momento el Instituto Zozaya Montes, Maria (2012): «Estudiando al profesor: el caso de Sandalio de Pereda, catedrático del Instituto San Isidro de Madrid», en Lopez-Ocón et al. (ed.), op. cit., pp. 189-209, p. 195 25 Instituto de San Isidro (ca. 1876): op. cit., p. 733. 26 Elaboración propia a partir de los datos obtenidos de las memorias del Instituto de los años referidos. 24
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Figura 5. Fotografía del aula de Historia Natural del Instituto San Isidro en el año 1913. Imagen: R. Martín. Instituto San Isidro. comienza a proveerse de los aparatos adecuados para la enseñanza de dicha asignatura. En 1880 le sustituirá Manuel Rodríguez Ayuso. Son tiempos de bonanza para el Instituto, en un ejercicio de optimismo en la Memoria del año 1877-78 el secretario del establecimiento, Bernardo Rodríguez Largo, señala: «es seguro que de aquí a pocos años, continuando este mismo sistema, podrán competir los gabinetes de los diversos centros de instrucción de España con los mejores del extranjero, y será posible dar a la enseñanza de las asignaturas, a la que aquellos auxilian, la índole práctica y de aplicación que tales ciencias requieren». 27 El Instituto se dota de los más modernos medios de enseñanza e imitando a las universidades extranjeras, utiliza el método de Proyecciones. Para ello no solo compra los aparatos de proyección más perfeccionados del momento, sino que, como por aquel entonces no se dispone de fluido eléctrico adecuado, logra del ministro de fomento que el Canal de Isabel II conceda el agua gratuita necesaria para mover una dinamo «Gramme» que suministre la energía para obtener un poderoso foco de luz eléctrica. El catedrático M. Santisteban Ibídem [curso 1877-78], p. 11.
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se encarga de su instalación. Por aquel entonces la biblioteca del instituto compra los libros necesarios para lograr tan novedosa Instalación eléctrica. 28 Las clases de Historia Natural se desarrollaban en una enorme aula, que se situaba en la segunda planta junto al gabinete de Historia Natural de forma que el profesor tuviera a mano los objetos que considerara necesarios para la explicación. El aula contaba con una grada escalonada, y era una de las dos aulas mayores del Instituto, con capacidad para 300 alumnos. En sus paredes se mostraban ejemplares de algunos animales, así como mapas y láminas para la enseñanza. La lectura de la clase la desarrollaba el profesor en su tarima, rodeada por una barandilla que protegía de los curiosos estudiantes a un esqueleto humano. En el enorme encerado se daba cuenta de la clasificación y principales características de los diferentes grupos de seres vivos y de lo inorgánico. La enorme mesa que separaba al profesor de los estudiantes serviría para que, llegado el momento adecuado, el profesor demostrara con los modelos de anatomía comparada las diferentes partes de los seres vivos. Tercera época: el desastre del cambio de siglo, 1887-1907 En 1886 desaparecen los derechos académicos, lo que supuso un golpe muy duro para el Instituto. Durante el gobierno liberal de Sagasta, el ministro de Fomento Carlos Navarro Rodrigo incorporó todos los Institutos al Estado, 29 los cuales hasta ese momento, a excepción de los de Madrid y algún otro, estaban en manos de las Diputaciones. La Hacienda pública se apoderó del importe de los derechos de todos los estudiantes, a excepción del de los exámenes que seguirían cobrando los profesores para complementar su sueldo. Esta medida supuso una mejora para algunos pocos Institutos por las escasas garantías que ofrecían algunas Diputaciones, pero en el caso del Instituto de San Isidro provocó una debacle. El Estado administra la Educación sacando dinero de los Institutos, no invierte en su mejora y fomenta los centros privados que empiezan a competir con ventaja. 30 De lo necesario que resultaba este dinero dan cuenta las palabras del secretario Bernardo Rodríguez Largo en la memoria del curso 1880-81: «¡Quiera Dios no desaparezcan estos ingresos, que tienden con su poderoso auxilio a elevar los Institutos de España a la altura de los primeros de Europa!». 31 Ibídem [curso 1883-1884], p. 12. Díaz de la Guardia, Emilio. (1988): Evolución y desarrollo de la Enseñanza Media en España 1875-1930. Un conflicto político pedagógico, Madrid, MEC, p. 464. 30 Ibídem, p. 467 31 Instituto de San Isidro (ca. 1886): op. cit. [curso 1879-1880], p. 11. 28 29
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El duro golpe recibido por los institutos públicos influirá de forma decisiva, no solo en su desarrollo, modernización y adecentamiento, sino también en los métodos de enseñanza y, de forma general, en el desarrollo intelectual y social del país. El número de alumnos libres sube debido a las facilidades y ventajas concedidas, entre ellas el que solo abonen la mitad de los derechos de matrícula. Con respecto a los métodos de enseñanza, el cambio supone una regresión hacia una enseñanza de tipo especulativo y expositivo. Las clases de enseñanza práctica no se desarrollarían en nuestro país hasta entrado el siglo xx, debido a que no se dispuso de un sistema adecuado para su realización. 32 El alto número de alumnos, lo inadecuado de las instalaciones 33 y la falta de presupuesto hacen inviable el paso adelante que requería la enseñanza. Los primeros pasos que se habían dado en el Instituto para implantar una enseñanza experimental, con la instalación de un laboratorio de Química y mediante la compra de microscopios, se echan a perder. En el caso de las ciencias naturales, las clases prácticas se limitarán a una demostración por parte del profesor del funcionamiento de un aparato, reacción o la anatomía o fisiología de un ser vivo. El criterio clasificatorio de la ciencia natural es el único y principal eje de desarrollo de las clases. Para complicar aún más las cosas, durante el curso siguiente fallece Sandalio de Pereda. La cátedra la hereda Demetrio Fidel Rubio que hasta entonces ocupaba el puesto de supernumerario en el claustro del San Isidro. El profesor Demetrio Fidel no obtuvo los exitosos resultados de su predecesor, a pesar de su abnegada labor de conservación del gabinete. El instituto vive una época de privaciones, los gabinetes no compran material alguno, el escaso dinero del que se dispone es para el arreglo de algún aparato y las entradas de nuevos ejemplares a la colección de Historia Natural se deben a algunas donaciones, en la mayor parte de los casos, de la viuda de Sandalio de Pereda. En el año 1892, Mariano Tortosa y Picón, uno de los fundadores del colegio de doctores y licenciados, se hace cargo de la cátedra de Agricultura. La cátedra de Historia Natural se divide en dos secciones, tomando posesión de la de Mineralogía, Botánica y Geología Federico Requejo que el año anterior impartió las clases de Agricultura debido a una comisión. No obstante el profesor Requejo cambió prematuramente de destino y se incorporó al Cardenal Cisneros como catedrático de Agricultura en 1899. Esto supuso la amortización de la cátedra y que Demetrio Fidel se encargase de las enseñanzas correspondientes. Baratas Díaz, Luis Alfredo (1997): Introducción y desarrollo de la Biología Experimental en España entre 1868 y 1936, Madrid, CSIC, p. 82. 33 Cruz Orozco, José Ignacio (2012): «Los Institutos de educación secundaria. Datos sobre su implantación», Educatio Siglo xxi, vol. 30, n.º 1, pp. 233-252. 32
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Figura 6. Retrato de Demetrio Fidel Rubio regalado por sus alumnas del año 1908. Imagen: R. Martín. Instituto San Isidro. El desastre del 98 sume al país en un estado de depresión del que no parece librarse el Instituto. En la memoria 1898-99 se señala que la consignación económica no llega ni para atender las más apremiantes y ordinarias necesidades del Instituto y solo se mantiene la suscripción a las revistas científicas y literarias. 34 Por aquella misma época el director del Colegio de San Fernando de Madrid regala al Instituto un meteorito que había sido recogido en 1896 en un municipio de la Mancha. La situación en el Instituto San Isidro era más penosa que en otras instituciones de enseñanza, por una parte el estado del edificio, anteriormente descrito, absorbía los escasos fondos, por otra, los donantes privados eran escasos a diferencia de otros institutos. 35 Los intentos legislativos de modernización y protección de la enseñanza pública por parte de las autoridades no tienen el suficiente impulso y duración y los decretos de García Alix, que promulgan la obligatoriedad de las clases prácticas y los del conde de Romanones en 1901, que suponen la supresión de las ventajas de los colegios privados, no son suficientes para cambiar la dinámica a corto plazo. Este último era muy 34 Instituto de San Isidro (ca. 1901): Cursos académicos de 1895 á 1900. Colección de Memorias, Madrid [curso 1898-99], p. 11. 35 Memoria del Instituto de Ciudad Real, 1890, p. 14.
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consciente de la profunda crisis por la que pasa la segunda enseñanza, que se describe en su frase: «luchan los principios antiguos con los nuevos». 36 Triste semblanza la que nos describe Pío Baroja de su año preparatorio para los estudios de Medicina en su libro El árbol de la ciencia: «Sobre todo, aquella clase de Química de la antigua capilla del Instituto de San Isidro era escandalosa… El profesor satisfacía su pueril vanidad dejando los experimentos con aparatos para la conclusión de la clase con el fin de retirarse entre aplausos como un prestidigitador». 37 Después del lánguido mandato del director José Ceruelo y con motivo de su fallecimiento, se hace cargo del puesto Manuel Zabala. Inmediatamente, en el año 1903, se instala la luz eléctrica en las clases, gracias a un crédito que libra el Ministerio de Instrucción Pública. Esta medida es necesaria para impartir las clases prácticas y de repaso en horario nocturno. 38 A principios del año siguiente fallece Urbano González Serrano, catedrático de Psicología, Ética y Filosofía Moral, que había sido el más firme defensor y propagador de la teoría evolucionista entre los catedráticos del Instituto. 39 Al final de este periodo, se crea la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) como una apuesta, entre otras cosas, por la renovación pedagógica en España y encargada de seleccionar una serie de profesores y científicos para que amplíen su formación en centros docentes extranjeros. 40 Cuarta época: los agitados años de la Edad de Plata de la educación, 1907-1936 A partir de este año se retoma la actividad científica en el Instituto y se acomete el aseo y reparación de los gabinetes. Se renueva entonces totalmente el claustro del Instituto por jubilación o fallecimiento 41 y un nuevo grupo de profesores recuperará la vitalidad que Hernández Nieves, op. cit., p. 73. Baroja, Pio (1973): El árbol de la ciencia. Ed. Castilla, p. 8. Esa clase aunque se impartía en la capilla no formaba parte del Plan de Estudios del Instituto y el profesor que la impartía no era del Instituto, era un profesor de la Universidad. 38 Instituto de San Isidro (ca. 1906): Cursos académicos de 1901 á 1905. Colección de Memorias, Toledo [curso 1902-03], p. 17. 39 Para un retrato más extenso y profundo de este profesor léase el artículo de Julio Simó en este mismo libro. 40 Hernández Nieves, op. cit., p. 79. 41 Fernández Burgueño V. et al. (2011): «El Instituto de San Isidro (1901-1936). La Edad de Plata de la enseñanza oficial», en Revista de Educación. Número extraordinario 2011. Madrid, MEC, p. 213. 36 37
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siempre había caracterizado al centro. El primer deceso es el del catedrático de Historia Natural Demetrio Fidel Rubio; su puesto lo ocupará brevemente Luis de Vallejo y Pando hasta el año 1914. En el año 1909 con motivo de un crédito del Ministerio de Instrucción Pública para la compra de material científico, 42 el director del Instituto envía un escrito donde se recogen las necesidades de las cátedras. Llama la atención la timidez de la cátedra de Historia Natural a la hora de solicitar materiales, 43 apenas un 10 % de lo solicitado por la cátedra de Física. Las dotes organizativas del director Miguel Aguayo empiezan a dar sus frutos y esto ayuda a modernizar las clases de forma importante. Se comienzan a adquirir placas de linterna para la proyección de imágenes. Se compra un cinematógrafo «Quinora» para la cátedra de Geografía, que ilumina mediante una lámpara de arco y que puede emplearse también como linterna. En 1910, con la subida al poder del conde de Romanones, se intenta revitalizar la enseñanza oficial mediante la reducción del número de alumnos por profesor que en el Instituto era de 145. Así, transforma el cuerpo de auxiliares en profesores ayudantes y aumenta las partidas destinadas a material de enseñanza. 44 En 1915 llega al Instituto Antonio Martínez y Fernández del Castillo como catedrático de Historia Natural, que fue presidente de la Real Sociedad de Historia Natural (RSHN) y vicedirector del Instituto. Su recuerdo, en forma de lápida, permaneció muchos años en el aula donde impartía sus clases, en honor a su excelente labor docente. Testimonios de alumnos suyos están recogidos en el libro de José Gavira: «este modelo de catedrático querido por todo el que lo trata, hace que en su clase reine el orden sin apelar a antipáticas rigurosidades ni a lamentables actos “manu militari”, muy al contrario, procura amenizar la clase con anécdotas y agudezas de buena ley… No obstante, se deja comprender que si se viera obligado a mostrarse serio sería terrible». 45 Ramón Ezquerra también lo retrata de forma admirable: «para mi era el profesor ideal… Muy competente y muy consagrado con interés a su clase, obligaba a efectuar un intenso esfuerzo dada la complejidad y enorme extensión de las Ciencias Naturales; también hacía prácticas con los alumnos, y su gabinete también era muy bueno». 46
Gaceta de Madrid, n.º 134, 14/05/1909. http://www.ceimes.es/mediateca/archivo/san_isidro/documentos/material_cientifico. 44 Díaz de la Guardia, op. cit., p. 306. 45 Gavira Martín J. (1973): «Diario de un Estudiante del San Isidro», Anales del Instituto de Estudios Madrileños, n.º 9, p. 532. 46 Ezquerra Abadía, Ramón (1984): Recuerdos del Instituto San Isidro, Aula de cultura. Ciclo de conferencias sobre Madrid. Instituto de estudios madrileños. p. 14. 42 43
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Figura 7. Placa de Antonio Martínez conservada en el Instituto San Isidro. Imagen: R. Martín. Instituto San Isidro. La metodología planteada en sus clases se inspira en los métodos experimentales, activos e intuitivos. Para la enseñanza moderna de las ciencias naturales propugna las clases prácticas en el laboratorio, donde se tienen que realizar ensayos mineralógicos, utilizar el microscopio y preparar muestras microscópicas minerales, botánicas y zoológicas así como practicar disecciones. 47 También emplea, como medios auxiliares para las lecciones, los aparatos de proyección fija y cinematográfica, 48 y propone que los institutos podrían ponerse de acuerdo para intercambiar películas y economizar recursos. Las excursiones interdisciplinares son utilizadas por el profesor Antonio Martínez: en la memoria del curso 1923-24 del Instituto se recoge que, «bajo la dirección del citado profesor y con la asistencia de los demás profesores, se hicieron excursiones escolares a Alcalá de Henares, al Alto del León, a Navacerrada, al Cerro de los Ángeles, al Plantio y a Torre Martínez Fernández del Castillo, Antonio (1922). «La enseñanza de la Historia Natural en los Institutos Generales y Técnicos», La Segunda Enseñanza, n.º 2, pp. 79-85, p. 81. 48 Martínez Fernández del Castillo, Antonio (1924). «Los aparatos de proyección y los centros de enseñanza», La Segunda Enseñanza, n.º 10, pp. 124-126, p. 125. 47
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lodones». 49 Algunas de estas excursiones, como las realizadas a Ávila y Burgos, son publicadas como ejemplo de buenas prácticas. 50 En 1918 se crea en Madrid el Instituto-Escuela, como centro piloto de experimentación y ensayo pedagógico donde se lleva a cabo un ensayo de contenidos y métodos de enseñanza. 51 Aunque de forma tardía, empiezan a florecer los frutos de la renovación de la enseñanza. Los esfuerzos de los profesores del San Isidro son solo uno más de los varios ejemplos que se producen. En el año 1919 se habilita un laboratorio de prácticas para Historia Natural, en una habitación que da acceso directo al jardín, separado de las demás aulas pero que por luz y orientación sirve para sus funciones. 52 Este laboratorio tendrá gas, agua, luz eléctrica y el material necesario, como por ejemplo, microscopios, micrótomos, un aparato fotográfico para adaptarlo al microscopio para placas de 13 x 18 y un aparato de proyección microscópica horizontal. Los alumnos podrán estudiar en el jardín, como en un oasis de naturaleza en el Instituto. En el año 1922 se renueva, disponiéndolo para conferencias al aire libre, campo de prácticas botánicas y agrícolas y ejercicios en general. En 1922 llega al Instituto, para tomar posesión de la cátedra de Agricultura, Juan Dantín Cereceda, licenciado en Ciencias Naturales y doctor en Geología, donde despunta como renovador de la Geografía. Toma en cuenta criterios modernos y naturalistas y defiende el efecto modelador del medio natural sobre los humanos que lo habitan. Su personalidad científica influirá de forma decisiva en los posteriores estudios de Geografía de este país. Dantín será el último catedrático de Agricultura del Instituto. En anteriores reformas educativas, la asignatura ya había sido desposeída de la parte técnica e industrial y en la década de los años 30 la agricultura disminuirá mucho su contribución al PIB nacional respecto a la industria, aunque resistirá en los planes de estudio hasta el año 1934 en el que desaparece. Dantín pasó entonces a ser profesor de Ciencias Naturales y ostentaba el cargo de vicedirector cuando falleció en 1943. Durante la dictadura de Primo de Rivera se reorganiza la enseñanza mediante el llamado Plan Callejo, llamado así por el ministro de Instrucción Publica que lo dictó. Las horas dedicadas a las ciencias aumentan y se cursan, en el 3.º año de elemental, 3 horas de Historia Natural y 3 horas de Instituto de San Isidro (ca. 1924): Resumen acerca del Estado del Instituto San Isidro en los curso de 1920 a 1923 [curso 1922-23], Toledo, p. 15. 50 Carreño M. y Rabazas T (2011): «Una publicación comprometida con la formación del profesorado de enseñanza secundaria: La Segunda Enseñanza», Arbor, 187, pp. 485-500, p. 495. 51 Hernández Nieves, op. cit., p. 87. 52 Instituto de San Isidro (ca. 1924), op. cit., [curso 1919-20], p. 10. 49
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Figura 8. Enrique Rioja. Imagen: R. Martín. Instituto San Isidro. Fisiología e Higiene y en el 4.º año, 3 horas de Agricultura. Los alumnos de la sección de Ciencias estudian 6 horas de Geología y Física el 5.º año y 6 horas de Biología y Química el 6.º año. En los nuevos textos que demandaba el plan Callejo se aprecia un cambio de enfoque en la enseñanza de las Ciencias Naturales, se pasa de una etapa descriptiva, con un gran predominio de la descripción, el funcionamiento y la taxonomía de los seres vivos, a una incorporación de las teorías evolutivas y genéticas. La orientación se dirige hacia la observación y la experimentación. 53 El texto de Biología 54 de Rioja y Cendrero es uno de los primeros ejemplos de este cambio. A finales de la década de 1920 se incorporan como profesoras ayudantes a la sección de Ciencias, Mercedes García López y Elena Paunero Ruiz. 55 Enrique Rioja Lo-Bianco llega al Instituto en el año 1930 para sustituir al fallecido Antonio Martínez. Este biólogo fue uno de los más importantes Hernández Nieves, op. cit., p. 325. Rioja E. y Cendrero O. (1927): Biología, Santander, Aldus S. A. 55 Para obtener más información de estas dos brillantes mujeres de la ciencia, consúltese el artículo en este mismo libro de Vicente José Fernández Burgueño y Encarnación Lázaro Marí «Las primeras alumnas y las primeras profesoras del Instituto de San Isidro». 53 54
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Figura 9. Gabinete de Ciencias Naturales del Instituto Nacional de San Isidro. 1941. Imagen: Revista Nacional de Educación, MEC. científicos de la época. Se especializó en poliquetos y Biología marina, quizá por influjo de su padre, catedrático de Zoología de Invertebrados, o por sus estancias en la estación marítima de Santander. Desarrolló una intensa vocación docente, tras su paso como catedrático de Historia Natural de la Escuela Superior de Magisterio unos pocos años antes. Los planteamientos pedagógicos de Rioja deben calificarse como innovadores, al adoptar un punto de vista ambientalista en su didáctica. Su libro Cómo se enseñan las ciencias naturales insiste en la importancia de las salidas al campo y en la observación directa de los fenómenos y seres de la naturaleza, en la naturaleza misma, en su propio ambiente. 56 La contemplación de los hechos o de los seres vivos en su ambiente constituye el único medio para que la labor realizada dentro de la Escuela tenga un sentido educativo. Rioja fue director del Instituto durante esos años en dos ocasiones diferentes y con el estallido de la Guerra civil se comprometió con el gobierno de la República. Al término de la contienda sale de España junto a Antonio Machado y marcha al exilio en México. Rioja Lo Bianco, Enrique (1923): Cómo se enseñan las Ciencias Naturales, Publicaciones de la revista de Pedagogía, Serie Metodológica. 56
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En esas tierras allende el mar, prosiguió hasta el final de sus días una brillante labor docente y pedagógica en la UNAM, perdiendo nuestro país a una mente preclara. En los años de la República, la principal contribución al gabinete del Instituto es la recepción de alrededor de un centenar de ejemplares procedentes de donaciones del Museo de Ciencias Naturales y del Patrimonio de la República. Se trata sobre todo de una colección didáctica de modelos y reproducciones de herramientas líticas y fósiles del Museo y de dioramas de animales naturalizados, del famoso taller de taxidermia de los hermanos Benedito. Por último, también se reciben algunos trofeos de caza. Última época: la larga travesía y la transformación. 1936… Después del desastre de la guerra civil, el claustro pierde a alguno de sus más brillantes profesores y las instalaciones sufren un lógico deterioro. El gabinete pierde algunos materiales, entre ellos una colección de alrededor de ochenta y cinco láminas, microscopios, cintas y máquinas de proyección que fueron trasladadas durante la contienda al Instituto para Obreros de Valencia, 57 que después de la guerra volverá a convertirse en el Colegio de San José de la Compañía de Jesús. El ministro de Educación, José Ibáñez Martín, antiguo catedrático de Historia del San Isidro, premia al Instituto con una reforma y adecentamiento necesario; la capilla se volverá a utilizar para su fin primigenio y dejará de ser el aula magna y el salón de actos del Instituto para las grandes ocasiones. Las características de la enseñanza son la religiosidad, el patriotismo, el clasismo y el control ideológico. 58 La enseñanza oficial, ahogada económica e intelectualmente, pierde una gran parte de su alumnado a favor de los centros privados religiosos. Joaquín Novella Valero sustituye a Rioja y Luis Muñoz Cobo sustituye a Dantín tras su fallecimiento. Se organiza un Museo en los claustros del piso principal a la espera de que se habiliten los locales del gabinete de 57 Archivo Histórico Nacional, «Expediente sobre Institutos Nacionales de Enseñanza Media de Madrid», FC-CAUSA_GENERAL, 1557, Exp.13, folios 10 y del 20 al 32. Para más información ver en este mismo libro el capítulo de Vicente José Fernández Burgueño, Eduardo Fernández Lázaro y Encarnación Lázaro Marí «Educación en tiempos de conflicto. El Instituto Nacional de Segunda Enseñanza de San Isidro durante la guerra civil (julio de 1936 - marzo de 1939). 58 Hernández Nieves, op. cit., p. 135.
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Física y Química. 59 En él se exponen algunas de las piezas más valiosas de este gabinete y se instala un servicio médico que atiende principalmente hematomas, erosiones y sabañones que sufrían los alumnos. El Instituto se vuelve exclusivamente masculino a partir de 1943. 60 El carácter nacional católico impregna toda la educación y los métodos sufren un enorme salto hacia atrás. Se elimina de los programas de las asignaturas toda referencia peligrosa. Como anécdota ilustrativa citaremos que en 1959 se produce un serio altercado en el Instituto, que a punto estuvo de costarle una expulsión a un alumno, cuando al tratar la creación del hombre comentó que en vez ser creado del barro él había leído que «el hombre procedía de la evolución del mono». 61 Con Joaquín Ruiz Jiménez de ministro de Educación, se promulga una nueva ley que introduce un relajamiento para adecuar el sistema educativo a la nueva realidad. Antiguos represaliados como Luis Crespí Jaume, antiguo catedrático del Instituto-Escuela y jefe del laboratorio de Ecología del Museo de Ciencias Naturales, es reintregado en el año 1954 como catedrático de Ciencias Naturales en el Instituto, después de 14 años apartado de la educación. 62 Crespí cesó por jubilación el 16 de mayo de 1959 siendo sustituido por Emilio Anadón Frutos, que permanece en el cargo hasta que en junio de 1967 obtiene la cátedra de Zoología de Invertebrados de la Universidad de Oviedo. En el año 1968 llega al Instituto Joaquín Mulas Sánchez, quien se hace cargo de la dirección al año siguiente. En los dos años posteriores, el Instituto sufre una radical reforma debido al mal estado del edificio que albergaba las aulas y a su poca capacidad. 63 La reforma supone el traslado del Instituto durante dos cursos al antiguo hospital de San Carlos. Debido al celo que se puso en el cuidado de los gabinetes de ciencias en esos difíciles años, podemos disfrutar hoy en día de sus colecciones. Así, a día de hoy, el catálogo provisional del gabinete está constituido por:
59 Ministerio de Educación y Ciencia (INCE) (1942): «El Instituto Nacional de San Isidro», Revista Nacional de Educación, n.º 17, pp. 87-92. 60 Avilés Arroyo, E. (1983): «El instituto ‘San Isidro’ de Madrid», Nueva revista de enseñanzas medias, n.º 3, pp. 99-105 (Revista digital). De hecho ya lo era desde 1939. 61 Alcazar, Francisco, comunicación personal. 62 Crespi, A. L. y González Bueno, A. (1990): «Luis Crespí Jaume (Madrid, 1889-Madrid 1963)», Acta Botánica Malacitana, 15, pp. 343-345, p. 343. 63 Se produjo un gran aumento del número de alumnos en la enseñanza media. Se pasó de 221.809 a 1.514.710 en 1970. A pesar de la construcción de nuevos institutos, estos no eran suficientes para albergar a esta ingente población escolar. Informe FOESSA, 1970, p. 858.
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Resumen del catálogo Historia Natural del Instituto de San Isidro 201364 Zoología
Animales naturalizados o Aves: 377 ejemplares conservados en líquido Mamíferos: 75 ejemplares Peces: 131 ejemplares Reptiles y Anfibios: 45 ejemplares Invertebrados: 149 ejemplares Dioramas: 6 vitrinas — Conchas de moluscos: 950 ejemplares — Insectos: 56 cajas entomológicas — Restos óseos de animales: 56 ejemplares
Anatomía Humana
— Restos óseos de anatomía humana: 52 muestras
Modelos dídácticos
De animales: 40 ejemplares De plantas: 81 ejemplares Herramientas prehistóricas: 49 ejemplares De homínidos: 6 ejemplares De anatomía humana: 66 ejemplares De animales prehistóricos: 56 ejemplares
Botánica
lantas herborizadas: 619 ejemplares. Herbarios del Museo —P de Ciencias Naturales y del Dr. Sanz y Pascual — Maderas, semillas y frutos: 51 ejemplares
Iconografía
— Cuadros de Agricultura e Industria: 15 cuadros — Iconografía: 74 láminas y cuadros
Geología
— Minerales y rocas: se estima en unos 2000 ejemplares — Fósiles: alrededor de 340 ejemplares
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El grado de conservación de los ejemplares es, por lo general, bueno gracias a las condiciones en las que han estado almacenados, con un nivel de humedad muy bajo. Se ha constatado, no obstante, la pérdida hará unos 15 años de gran parte de la colección entomológica debido al ataque de insectos necrófagos. Por desgracia, una parte del material del gabinete de Historia Natural y del gabinete de Agricultura se había almacenado junto a los aparatos del gabinete de Física y Química durante los traslados. Cuando este se depositó en el año 1985 en el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología, dejaron de pertenecer a nuestro centro. 64 El catálogo del Instituto San Isidro ha podido ser realizado gracias al apoyo del Programa CEIMES y a la meritoria labor de Eduardo Fernández que durante el curso 20102011 estuvo trabajando en su realización.
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En el año 1995 el Instituto depositó el primer herbario de la provincia de Madrid en el Real Jardín Botánico de Madrid, para su correcta conservación. 65 Dentro de los estudios realizados al amparo del proyecto CEIMES (Ciencia y Educación en los Institutos madrileños) hemos conseguido realizar un seguimiento histórico de la evolución de la colección del gabinete gracias a diferentes fuentes documentales conservadas en el Instituto. Entre estos contamos con las memorias hasta el año 1923, un catálogo del año 1876 y un catálogo, constituido por fichas, de los años de la II República española. Actualmente los fondos del gabinete se muestran en una interesante y didáctica exposición que forma parte del recientemente creado Museo de la Educación y la Ciencia del Instituto San Isidro, donde hacen las delicias de pequeños y mayores. El Museo se ubica en la antigua escalera real del siglo xvii, que sirve de escenario y de escaparate de la pedagogía y de la ciencia a lo largo de las dos últimas centurias. Bibliografía Archivo Histórico Nacional, «Expediente sobre Institutos Nacionales de Enseñanza Media de Madrid». Signatura: FC-CAUSA_GENERAL, 1557, Exp. 13, folios 10 y del 20 al 32. Avilés Arroyo, E. (1983): «El instituto ‘San Isidro’ de Madrid», Nueva revista de enseñanzas medias, n.º 3, pp. 99-105 (Revista digital). Baratas Díaz, Luis Alfredo (1997): Introducción y desarrollo de la Biología Experimental en España entre 1868 y 1936, Madrid, CSIC. Baroja, Pío. (1973): El árbol de la ciencia, Madrid, Ed. Castilla. Barreiro, A. J. (1992): El Museo Nacional de Ciencias Naturales (1771-1935), Madrid, CSIC. Carreño M. y Rabazas T. (2011): «Una publicación comprometida con la formación del profesorado de enseñanza secundaria: La Segunda Enseñanza», Arbor, 187, pp. 485-500. Crespi, A. L. y González Bueno, A. (1990): «Luis Crespí Jaume (Madrid, 1889 - Madrid 1963)», Acta Botánica Malacitana, 15, pp. 343-345. Cruz Orozco, José Ignacio (2012): «Los Institutos de educación secundaria. Datos sobre su implantación», Educatio Siglo xxi, vol. 30, n.º 1, pp. 233-252 (disponible en http:// revistas.um.es/educatio/article/view/149221). Díaz de la Guardia, Emilio (1988): Evolución y desarrollo de la Enseñanza Media en España 1875-1930. Un conflicto político pedagógico. Madrid. MEC. Ezquerra Abadía, Ramón (1984): «Recuerdos del Instituto San Isidro», Aula de cultura. Ciclo de conferencias sobre Madrid. Instituto de estudios madrileños. Fernández Burgueño, V. y Rodríguez, Guerrero, C. (2011): «El Instituto de San Isidro (1901-1936). La Edad de Plata de la enseñanza oficial», en Revista de Educación. Número extraordinario 2011. Madrid, MEC (disponible en http://www.mecd.gob.es/ revista-cee/pdf/extraordinario-2011-fernandez-burgueno.pdf).
Velayos, Mauricio (1995): «El herbario del Instituto San Isidro», Boletín de la Asociación de herbarios Ibero Macaronésicos, p. 6. 65
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Gaceta de Madrid n.º 134, de 14/05/1909 (disponible en http://www.boe.es/datos/imagenes/ BOE/1909/134/A01254.tif). Gavira Martín, J. (1973): «Diario de un Estudiante del San Isidro», Anales del Instituto de Estudios Madrileños, n.º 9. Gomis, Alberto (2012): «El profesor Manuel M.ª José de Galdo y las diez ediciones de su Manual de Historia Natural», en Leoncio Lopez-Ocón, Santiago Aragón y Mario Pedrazuela (eds.), Aulas con memoria: Ciencia, educación y patrimonio en los institutos históricos de Madrid (1837-1936), Madrid, CEIMES-Doce Calles, pp. 161-172. Hernández Nieves, M.ª Purificación (2009): La evolución de las ciencias naturales en la segunda enseñanza española (1836-1970), Cáceres, Universidad de Extremadura. Instituto de San Isidro (ca. 1876): Cursos académicos de 1858 á 1875. Colección de Memorias, Madrid. Instituto de San Isidro (ca. 1886): Cursos académicos de 1875 á 1885. Colección de Memorias, Madrid. Instituto de San Isidro (ca. 1896): Cursos académicos de 1885 á 1895. Colección de Memorias, Madrid. Instituto de San Isidro (ca. 1901): Cursos académicos de 1895 á 1900. Colección de Memorias, Madrid. Instituto de San Isidro (ca. 1906): Cursos académicos de 1900 á 1905. Colección de Memorias, Toledo. Instituto de San Isidro (ca. 1910): Cursos académicos de 1905 á 1910. Colección de Memorias, Toledo. Instituto de San Isidro (ca. 1916): Cursos académicos de 1910 á 1915. Colección de Memorias, Toledo. Instituto de San Isidro (ca. 1921): Cursos académicos de 1915 á 1920. Colección de Memorias, Toledo. Instituto de San Isidro (ca. 1924): Resumen acerca del Estado del Instituto San Isidro en los curso de 1920 a 1923. Toledo. Martínez Fernández del Castillo, Antonio (1922): «La enseñanza de la Historia Natural en los Institutos Generales y Técnicos», Revista La Segunda Enseñanza, n.º 2, pp. 79-85. — (1924): «Los aparatos de proyección y los centros de enseñanza», Revista La Segunda Enseñanza, n.º 10, pp. 124-126. Martínez Sanz, José Luis (1984): «Científicos y naturalistas: una aportación a la historia de la ciencia española reciente», Cuadernos de Historia Moderna y Contemporánea, vol. 5. Ministerio de Educación y Ciencia (INCE) (1942): «El Instituto Nacional de San Isidro», Revista Nacional de Educación, n.º 17, pp. 87-92. Navarro Brotons, Víctor (1996): «Los jesuitas y la renovación científica en la España del siglo xvii», Studia histórica, Historia moderna, n.º 14. Navarro Jurado, Alfonso (1992): Historia del Instituto de Segunda Enseñanza San Isidro de Madrid (1845-1936), tesis doctoral, Madrid, Universidad Complutense de Madrid. Peset, Mariano y Peset, José Luis (1992): «Las universidades españolas del siglo xix y las ciencias», Ayer, n.º 7, pp. 19-49. Rioja Lo Bianco, Enrique (1923): Cómo se enseñan las Ciencias Naturales, Publicaciones de la revista de Pedagogía, Serie Metodológica. Rioja Lo Bianco, Enrique y Cendrero Curiel, Orestes (1927): Biología, Santander, Aldus S.A. Rodríguez Guerrero, Carmen (2009): El Instituto de Cardenal Cisneros en Madrid (18451877), Madrid, CSIC. Simón Díaz, José (1959): Historia del Colegio Imperial de Madrid, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Velayos, Mauricio (1995): «El herbario del Instituto San Isidro», Boletín de la Asociación de herbarios Ibero Macaronésicos (disponible en http://www.ahim.org/docs/boletinahim_0_1995.pdf).
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El lenguaje tácito de la tecnología. significado del fonógrafo tin-foil en el Instituto de San Isidro
Leonor González de la Lastra Instituto San Isidro Murió el siglo diez y nueve, / Que ha cumplido los cien años […] Siglo del carbón de piedra, / Del vapor, de los reclamos, De las huelgas y congresos, / Constituciones y bancos, Guardó las voces queridas / En el tubo impresionado, Y de la cámara oscura / Sacó á la luz nuestro retrato; […] 1
Introducción En diciembre de 1877, Thomas Alva Edison solicitó una patente de su primer modelo de fonógrafo, el tin-foil. Al año siguiente, el Instituto San Isidro adquiría un ejemplar junto con cuatro teléfonos Bell con accesorios, y otros objetos. ¿Por qué motivo un Instituto de Segunda Enseñanza incorporaba a su gabinete de física las últimas innovaciones tecnológicas? ¿A qué concepción de la ciencia y de la técnica respondían los criterios de selección de los instrumentos y otros recursos empleados en la enseñanza de la física? El objetivo de este trabajo es responder a estas preguntas.
Fernández Bremón, José (1900), «Fin del siglo», en La Ilustración española y ameri cana, 30-12-1900, p. 378. 1
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En un artículo publicado en 1925 en la Revista de Segunda Enseñanza, 2 su autor, José Estalella, 3 nos habla de la corriente tecnicista dominante a finales del siglo xix y de la corriente opuesta, espiritualista, surgida en el xx: Una suerte de flujo y reflujo o de movimiento pendular domina, tanto como al mundo natural, al mundo de las ideas. Por el ímpetu con que se llega a un extremo puede juzgarse la energía con que ocurrirá el paso a otro extremo. Así, los esfuerzos que actualmente presenciamos para acentuar el carácter clásico del bachillerato pueden considerarse como efecto de la reacción contra la tendencia tecnicista, dominante en el último decenio del siglo xix y sostenida en el primer decenio del siglo xx. Desde la actual distancia, aquella ola de brutal practicismo nos asombra. Deslumbradora por los sorprendentes progresos industriales de aquel siglo, que se precipitó en llamarse «el de las luces», gran parte de la humanidad creyó que ya no había que preocuparse más por los problemas del mundo espiritual, y llegó a considerarlos indignos del estudio de una poderosa inteligencia. El prototipo del hombre perfecto, fin de siglo, era el ingeniero. Incluso la novela y el teatro reflejaban ese modo de pensar […]. De entonces proviene también la creación y desenvolvimiento en España de las Escuelas técnicas industriales; y el apartarse la juventud de los estudios filosóficos y literarios. […]. Mientras tanto, el bachillerato se mantenía a la orilla de la corriente, sin atreverse a lanzarse en ella, a pesar de los esfuerzos de algunos ministros de Instrucción pública. Lo único que estos consiguieron fué agregar al nombre de la disciplina de más dudoso abolengo clásico «Agricultura» la denominación pomposa y escasamente efectiva de «Técnica Industrial» y cambiar el título modesto de los «Institutos de Segunda Enseñanza» en el título híbrido, falso y pretencioso de «Institutos generales y técnicos». Palabras. 2 Esta revista surgió en enero de 1922 bajo la dirección de José Rogerio Sánchez. Su objetivo, tal y como se expresa en el primer número, es analizar y debatir cuestiones relacionadas con la enseñanza, no solo secundaria sino también primaria, pues sus responsables no concebían solución de continuidad entre ambas; admitían contribuciones de diferentes posturas, siempre que estuviesen bien argumentadas. Para este tema puede verse Carreño, M. y Rabazas, T. (2011): «Una publicación comprometida con la formación del profesorado de enseñanza secundaria: La Segunda Enseñanza», Arbor: Ciencia, pensamiento y cultura, vol. 187, mayo-junio 2011, pp. 485-500. 3 José Estalella y Graels (1879-1938), licenciado en Física y Química, destaca, entre otras cosas, por su tarea de renovación y divulgación en la enseñanza de estas disciplinas y por sus numerosas publicaciones. Colaborador y miembro del consejo de redacción de la Revista de Segunda Enseñanza, se doctoró en 1902 en la Universidad de Barcelona, en la que trabajó como profesor. En 1905 obtuvo una cátedra en el Instituto de Gerona, donde permaneció hasta 1919. Tras ser pensionado por la JAE para visitar otros centros europeos de enseñanza secundaria, entre 1919 y 1921 se incorporó como catedrático de Física y Química en el Instituto-Escuela de Madrid. Fue nombrado director del Instituto-Escuela de Barcelona en 1932, tras unos años como catedrático en el Instituto de Tarragona.
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La ola pasó. Comenzó a declinar en los principios de este siglo. Pero su brusco hundimiento acaeció en los años terribles de 1914 a 1918. Volvióse a comprender entonces que algo había en el mundo, además del maquinismo, digno de estudio; que no convenía menospreciar ciertos valores imponderables; y que en la formación del corazón humano intervenían factores que escapaban a los cálculos de la Ingeniería. 4
Estalella sostiene en este texto que la corriente tecnicista apenas se reflejó en el bachillerato y que la segunda enseñanza se mantuvo al margen de la influencia de los progresos industriales del siglo xix. Pero es esta una afirmación que, pensamos, requiere un análisis más profundo. Cuesta creer, por más que las únicas modificaciones visibles fuesen cambios de nomenclatura en asignaturas o en la denominación de los centros, que la segunda enseñanza pudiese escapar a la influencia de un fenómeno que empapó todos los aspectos de la sociedad. Para debatir esta cuestión planteamos analizar hechos y discursos con objeto de revisar los contenidos que habitualmente incluimos bajo conceptos como física o ciencia, pues consideramos que abarcan, además, otros conocimientos que suelen esconderse bajo estas disciplinas caracterizadas como científicas y que habitualmente se consideran subordinados a ellas. Los contenidos técnicos pueden estar presentes sin mostrarse explícitamente, pueden estar ocultos bajo otras etiquetas que nos llevan a considerarlos inexistentes si nos dejamos llevar solo por lo evidente. Como veremos a lo largo de este capítulo, existen otras formas menos obvias de hacer patente la influencia de una corriente, como es el tratamiento de los contenidos, el tipo de recursos empleados, la retórica de los discursos relativos a la educación, las actividades pedagógicas paralelas, etc. La retórica del saber tecnológico El Plan de Estudios vigente en los años en que se adquirió el fonógrafo (finales de la década de 1870), el que teóricamente imprimía a la educación el carácter que tenía dentro de lo que las inercias tradicionales permitían, era el Plan firmado por Ruiz Zorrilla. En el Decreto donde se promulga dicho Plan se destaca el progreso y las «aplicaciones de la ciencia» como un
4 Estalella, José (1925): «Reacción clasicista» («unos artículos de Estalella»), Revista de Segunda enseñanza, Año II, n.º 15, pp. 347-349, p. 348. Publicado originalmente en la revista Tarragona. La cursiva es mía.
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aspecto que, ausente en planes anteriores, debe incorporarse a la enseñanza, una enseñanza que constituye una educación necesaria, no propedéutica: En la última organizacion dada á los estudios necesarios para aspirar al grado de Bachiller en artes habíamos retrocedido más de dos siglos, volviendo á lo que se llamaba impropiamente estudios menores ó de latinidad; […] alejando de la educacion universitaria las ciencias y las artes con sus aplicaciones; pretendiendo cortar el vuelo del libre pensamiento y detener el progreso; […] Pero no solo es necesario destruir lo antiguo, sino variar la significación íntima, el espíritu y las tendencias de la segunda enseñanza, oponiéndose abiertamente al empeño de considerarla como una série de estudios preparatorios […] La segunda enseñanza, protegida por todos los Gobiernos liberales, […] modificada en todas partes progresivamente, segun lo exigen los adelantamientos de las ciencias y las artes, es el complemento, la ampliación de la instrucción primera, es la educación necesaria á los ciudadanos que viven en una época de ilustracion y de cultura, es el conjunto de conocimientos que debe poseer el hombre que no quiera vivir aislado y fuera de una sociedad en que los principios y las aplicaciones de la ciencia intervienen de un modo importante hasta en los menores actos de la vida pública y doméstica. 5
El Plan de estudios del ministro Zorrilla tendrá una vigencia de doce años (1868-1880), algo poco frecuente en la época dada la extrema brevedad de algunos de ellos. Si bien en esas décadas saldrán a la luz otros planes, ninguno llegará a entrar en vigor. Tal es el caso de los de Eduardo Chao y del conde de Toreno, que comentamos aquí porque, a pesar de no llegar a aplicarse, reflejan la concepción que de la ciencia y la técnica tenía la clase política del momento. El primero de ellos, el propuesto por Eduardo Chao en 1873, 6 plantearía alguna novedad interesante. Mantendría la asignatura de Física con un carácter teórico-práctico: […] se explicará con la extensión que hoy tiene en el curso preparatorio para Medicina y Farmacia, comprendiendo las teorías modernas de aquella ciencia, y acompañando á la enseñanza oral los experimentos y ejercicios prácticos necesarios para que los alumnos se familiaricen con el uso de los aparatos y procedimientos correspondientes (diaria).
Decreto Zorrilla 25-10-1868, Gaceta de Madrid, n.º 300, 26-10-1868, pp. 3-7, p. 3. «Decreto reorganizando los estudios de segunda enseñanza necesarios para aspirar al título de Bachiller» (Decreto Chao), Gaceta de Madrid, n.º 159, 08-06-1873, pp. 660-662, p. 660. 5 6
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Seguiría defendiendo el doble carácter de la segunda enseñanza, formativo y preparatorio: La segunda enseñanza tiene un doble carácter que importa distinguir: es, de una parte, el conjunto de conocimientos necesarios á todo hombre culto, cualquiera que sea la carrera á que su vocación le lleve, y de otra la serie de estudios exigidos para ingresar en cualquiera de las facultades ó de las profesiones científicas. Está obligado todo hombre á cultivar con igual atencion todos los fines de la vida, todas las esferas de la actividad, y por lo tanto, todos los órdenes de conocimientos; […] Estos privativos caracteres de la segunda enseñanza indican á qué principios debe responder su organización. Ningún grupo fundamental de los conocimientos humanos ha de faltar en ella; […]. De esta suerte, concediendo igual importancia á los diferentes ramos de la ciencia, disponiéndolos en bien concertado organismo, y despojándolos de todo carácter exclusivo, se constituye la segunda enseñanza como una pequeña Enciclopedia científica, suficiente para dar á todo hombre la ilustración general, cada vez más exigida en la sociedad contemporánea. […] A la vez, y mirando el carácter preparatorio que, al lado de su sentido general, ostenta este período de la enseñanza, ha establecido el Gobierno diferentes cátedras de carácter práctico y de aplicación, que unidas á las restantes, y concertadas con las que en la primera enseñanza se establezcan, vendrán á constituir lo que hoy por muchas é importantes Escuelas se proclama bajo la denominación de instrucción integral.
Pero además, el Plan Chao propondría la implantación de una asignatura denominada «Tecnología, que pretendía abrazar los principios generales del llamado arte útil, con la clasificación y conocimiento de las principales industrias, especialmente de España». 7 El segundo de los proyectos legislativos mencionados, el del conde de Toreno, 8 destacaba la importancia de incluir una formación tecnológica en la segunda enseñanza. Esta formación, orientada a las «clases populares» recibía un carácter preparatorio: La segunda enseñanza se divide en literaria y tecnológica. La literaria comprende los conocimientos más esenciales á la cultura del espíritu, y prepara para el ingreso en el estudio de las carreras superiores. Se 7 Ibídem, p. 661 para ambas referencias. En este decreto no aparece la Agricultura, y el profesor encargado de impartir la Tecnología no será el de Física y Química, sino el que imparte Matemáticas en el segundo curso (Art. 20, p. 662). 8 Real Decreto de 29 diciembre 1876, Gaceta de Madrid, n.º 365, de 30-12-1876, p. 800, base 1.º.
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108 EL instituto de san isidro agregarán á ella los estudios profesionales que consistan esencialmente en la ampliación o aplicación de aquellos conocimientos. La tecnológica difunde entre las clases populares los conocimientos inseparables de toda educación humana, y prepara para el ejercicio de las artes y oficios.
Como vemos, desde la clase política se concibe la ciencia como un conocimiento útil que deben poseer los ciudadanos; la tecnología por su parte, que cuando aparece mencionada explícitamente hace referencia a las artes útiles o industriales, es considerada como una mera aplicación de los saberes científicos. Esta misma mentalidad la observamos en otros sectores sociales. En la prensa, por ejemplo, se suceden los discursos destacando el gran desarrollo que, gracias a la ciencia, está teniendo la industria. En algunos se señala además la necesidad de transmitir estos nuevos avances a la juventud. Tal es el caso del siguiente texto publicado en El restaurador farmacéutico y perteneciente a una reseña de la obra de Manuel Rico y Mariano Santisteban Manual de Física y Elementos de Química, obra que, como veremos, fue adoptada como texto oficial y empleada durante décadas en el Instituto San Isidro: El gran desarrollo que alcanzan de dia en dia las ciencias físicas y naturales, proporcionando á las artes y á la industria jigantescos recursos con que antes no contáran, es uno de los caracteres especiales del siglo xix, que ha de legar á las generaciones futuras el mas elocuente testimonio del poder del hombre […]. Este mismo engrandecimiento del saber trae consigo la apremiante necesidad de renovar los libros científicos, con especialidad aquellos que, destinados a la enseñanza de esa juventud que en su dia ha de ser quien dirija los destinos de las naciones, no pueden permanecer estacionarios, antes bien, deben seguir paso á paso los nuevos descubrimientos. Tal es el objeto que se descubre en el Manual de Física y Elementos de Química que acaban de publicar D. Manuel Rico y D. Mariano Santisteban, […] que no se han propuesto escribir de dichas ciencias con la latitud que se requiere para hacer su completa enseñanza, sino únicamente para dar á conocer con la posible amplitud á los alumnos las teorías principales […]. Pero en medio de la concision y ligereza […] no se han olvidado de incluir en él artículos especiales sobre los nuevos descubrimientos que en los diversos ramos de la ciencia se han hecho modernamente y que no vemos figurar, ó á lo menos solo aparecen como indicaciones en otras obras anteriores destinadas al mismo objeto que la presente, tales son los que se refieren al estado esferoidal de los cuerpos, las máquinas de vapor, el daguerrotipo, la telegrafía eléctrica y otros varios puntos, que si no tan importantes como estos, á lo menos ofrecen un vasto campo á sucesivas aplicaciones de grande utilidad. 9 El restaurador farmacéutico, 10-11-1856, n.º 31, p. 1.
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La retórica empleada por los profesores en sus discursos no se mantenía al margen de esta concepción. En la memoria del Instituto San Isidro para el curso 1859-60, su entonces vicedirector, Mariano de la Huerta, destaca la importancia de que el gabinete de física esté «a la altura de una ciencia de tan inmediatas aplicaciones». Escasa la consignacion de gastos del material de esta cátedra [de Física] y de la de Historia natural, en proporcion de las necesidades siempre crecientes de la enseñanza, se han destinado algunas cantidades á la reposicion y conservacion de varias máquinas de mecánica, electricidad y óptica y á la construccion en la cátedra de estantes para colocar aparatos de telegrafía eléctrica y las pilas necesarias para campanillas y relojes eléctricos, y los hilos de dos estaciones telegráficas. Si el gabinete de Física del Instituto de S. Isidro, uno de los mas antiguos de España, ha de estar á la altura de una ciencia de tan inmediatas aplicaciones, convendría modificar algunos aparatos para hacerlos aplicables á los nuevos descubrimientos de las ciencias Físico-químicas y Naturales, adquirir otros indispensables en la enseñanza elemental y renovar la antigua estantería con otra que reuna mejores condiciones para el órden y conservación de las máquinas. 10
Observamos cómo en la época se concibe que una parte importante de las aportaciones de la ciencia a la enseñanza son sus aplicaciones, estando considerada la técnica como una de ellas. Dado que la Instrucción pública «es y ha sido siempre el elemento más eficaz para el esplendor y la grandeza de los pueblos», 11 la segunda enseñanza podía considerarse como un buen medio para difundir estos conocimientos. Trataremos de describir cómo se llevaba a cabo este proceso analizando la presencia de los contenidos tecnológicos en los programas de física, en los textos y en otro tipo de materiales y recursos. La técnica invisible. Presencia de la tecnología en programas y manuales de física Desde la primera mitad del siglo xix los manuales empleados en la segunda enseñanza estuvieron generalmente sometidos al control estatal. 12 Instituto de San Isidro (1859): Memoria acerca del estado del Instituto de 2.ª enseñanza de S. Isidro, [curso 1858-59], Madrid, p. 11. 11 Circular Orovio, Gaceta de Madrid n.º 58, 27-2-1875, pp. 531-532, p. 531. 12 Se establece control por ejemplo en el artículo 86 de la ley de 9 de septiembre de 1857 (Gaceta de Madrid n.º 274, 01-10-1858, pp. 2-3), donde se publica la Real Orden aprobando «las adjuntas listas de obras de texto para las facultades» que se expresan. Para este tema véase Canes Garrido, Francisco (2001): «El debate sobre los libros de texto de Secundaria en España (1875-1931)», Revista Complutense de Educación, vol. 12, n.º 1, 10
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Era esta una cuestión no exenta de polémica, pues los criterios de selección que primaban no siempre eran exclusivamente pedagógicos. En este proceso entraban en juego muchos intereses, principalmente de tipo económico o ideológico. Por un lado, los catedráticos que conseguían imponer sus textos obtenían en la mayoría de las ocasiones importantes beneficios, beneficios que alcanzaban a los establecimientos encargados de la edición; por otro, servían como herramienta para establecer un control de los contenidos que se impartían, cuestión que en ocasiones entraba en conflicto con la libertad de cátedra. Al menos desde 1841 13 se empezaron a establecer comisiones destinadas a evaluar aquellos textos que, optando a ser declarados como oficiales, se presentaban a concurso. De este modo se establecía cuáles eran adecuados para su uso en los centros educativos, para que el profesorado eligiese el que estimase oportuno. La ausencia de textos de calidad, actualizados, adaptados al nivel académico y españoles, pues la mayoría eran traducciones del francés, llevó a la adopción de numerosas medidas destinadas a mejorar la oferta, como fue la concesión de premios o méritos. Por ejemplo, en 1845, para evitar el uso de textos anticuados, se optó por ofrecer un listado de seis textos entre los que elegir, listado que sería revisado cada tres años, dejando libertad en aquellas materias con escasez de obras disponibles. A lo largo de la segunda mitad del siglo xix se sucedieron las disposiciones encaminadas a resolver los diversos problemas que se presentaban con relación a esta cuestión, relativos tanto a los contenidos como a los abusos de autores y editores en los precios de venta. Así, mientras en algunos periodos se limitaron los textos a elegir con listados más o menos amplios, llegándose a la obligatoriedad de adquirir el texto para conservar la matrícula, en otros se trasladó al rector del distrito correspondiente la aprobación de textos, o se dejó total libertad de elección, incluso libertad al alumnado para adquirirlos o no. Este tipo de medidas de control también se aplicó a los contenidos que debían impartir los profesores. Aunque hubo momentos en que se concedió mayor autonomía, durante gran parte de la segunda mitad del siglo xix debían seguirse los programas publicados por el Gobierno. Por ejemplo, en 1873 14 los programas de los profesores podían presentarse a concurso pp. 357-395 y López Martínez, José Damián (1999): La enseñanza de la Física y Química en la educación secundaria en el primer tercio del siglo xx en España, tesis doctoral, Universidad de Murcia, pp. 107-121. 13 Ibídem, p. 107. 14 Decreto Chao (Gaceta de Madrid, n.º 159, 08-06-1873, pp. 660-662) pp. 662, artículo 26. Los tribunales serán nombrados en la Gaceta de Madrid, n.º 163, 12-06-1873, p. 707: «Órdenes de la Dirección general de Instrucción pública abriendo concurso para premiar
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público, consistiendo el premio en la impresión de estos y en la entrega al autor del 90 % de la edición. 15 En los años que nos interesan, los cercanos a las décadas de 1870-80, estaba en vigor el Decreto promulgado por el ministro Orovio en 1875. 16 Este, buscando responder (así lo afirmaba) a las quejas repetidas de padres y alumnos, venía a derogar el de octubre de 1868, vigente los seis años anteriores, que dejaba libertad absoluta para la elección de textos y eximía al profesor de la obligación de presentar el programa de la asignatura. Rompiendo con la situación anterior, Orovio decretó para el curso 1875-76 la vuelta al listado de textos entre los que el profesorado debería elegir; así mismo, estableció la obligatoriedad por parte de los profesores de enviar sus programas al Gobierno por medio de los rectores, quienes realizarían las observaciones que considerasen oportunas. Todo este tipo de documentos, textos y programas reflejaba la concepción que en la época se tenía de la ciencia y de la técnica. Si consultamos uno de los programas publicado por Santisteban para la asignatura de Física en 1865, 17 observamos que en él aparecen contenidos propiamente tecnológicos. Además de las habituales referencias a las máquinas, como la polea o el torno, se incluyen aplicaciones de propiedades de los cuerpos, como la dilatación o la conductibilidad, aplicaciones de dispositivos, como el péndulo, el barómetro o los basados en la presión atmosférica, así como descripciones de objetos puramente tecnológicos, como máquinas de vapor, locomotoras, daguerrotipos o telégrafos (recogiéndose en la obra nociones sobre la «construcción general de los telégrafos eléctricos»). La inclusión de este tipo de contenidos en un programa de Física no era algo novedoso, ya a mediados de siglo podemos encontrar en este tipo de documentos referencias a máquinas de vapor o caminos de hierro. 18 el mejor y más adecuado programa de cada una de las asignaturas correspondientes á los Institutos, y nombrando los individuos del Jurado encargado de examinar y calificar los programas que se presenten». 15 En este caso, la persona nombrada por la Dirección general de Instrucción pública para «examinar y calificar los programas relativos» a la asignatura de Física y Química con objeto de «premiar el programa mejor y más adecuado que se presente» fue Gumersindo Vicuña, catedrático de la Universidad de Madrid, de quien volveremos a hablar más adelante. 16 «Real decreto [26-2-1875] derogando los artículos 16 y 17 del decreto de 21 de Octubre de 1868, y disponiendo vuelvan á regir respecto de textos y programas las prescripciones de la ley de 9 de Setiembre de 1857 y del reglamento general de 20 de Julio de 1859», Gaceta de Madrid n.º 58, 27-2-1875, p. 531. 17 Santisteban, Mariano (1865): Programa de física y química para los alumnos de Segunda Enseñanza del Instituto de S. Isidro de Madrid, Madrid, pp. 4-9. 18 Puede verse un programa que incluye este tipo de contenidos en Moreno, A. (1988): Una Ciencia en Cuarentena. La Física Académica en España (1750-1900), Madrid, CSIC, pp. 291-298.
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De forma similar, los libros de texto que desarrollaban los contenidos de estos programas también incluían referencias a objetos tecnológicos, los cuales eran empleados habitualmente en las explicaciones de principios físicos. En la época que estamos tratando, uno de los textos más utilizados en la enseñanza de la física fue precisamente el que escribió Mariano Santisteban, catedrático del Instituto San Isidro desde 1850 19 hasta 1883, con Manuel Rico y Sinobas, catedrático de Física de la Universidad Central. Se trata del ya mencionado Manual de Física y Elementos de Química, del que se hicieron once ediciones entre 1856 20 y 1887. Esta obra, junto con la de J. Chavarri y González Valledor, y la de Fernández Figares, fue designada como texto oficial al menos por las disposiciones administrativas de 1858, 1861, 1864 y 1868, 21 disposiciones que tenían una vigencia de tres años. En las memorias del Instituto de San Isidro queda constancia de que ese texto fue el que se empleó desde, al menos, el curso 1858-59 (primer año en que se publicaron memorias) hasta el curso 1884-85, con las excepciones de los cursos 1865-66 y los comprendidos entre 1867-68 y 1875-76, años todos ellos en que no se especifica texto. 22 Era por tanto la obra que marcaba en líneas generales los contenidos a impartir en este instituto. En ella, al igual que sucedía en los programas, podemos encontrar una serie de referencias que, aunque se hallan mezcladas con contenidos de física o aplicaciones de esta disciplina, tienen un carácter marcadamente tecnológico. En la página 1 de la edición de 1869 se define la física como «la ciencia que tiene por objeto el estudio de los fenómenos generales que presentan los cuerpos sin que la composición de estos sufra cambio alguno». Sin hacer un análisis exhaustivo del libro, pues los contenidos en él incluidos coinciden Aunque diversos autores afirman que comenzó en este centro en 1853 (ver nota 44), en la Memoria del curso 1885-86 se menciona que fue catedrático en el San Isidro desde 1850 y se hace referencia a su fallecimiento el 18 de marzo de 1886, «después de una penosa y larga enfermedad» (Instituto de San Isidro (1887): Resumen acerca del estado del Instituto de S. Isidro de Madrid (Antiguos estudios del mismo nombre) en el curso de 1885 á 1886, Madrid, p. 8); también encontramos este mismo año, 1850, en Santisteban, M. (1875): Breve historia de los gabinetes de Física y Química del Instituto de San Isidro de Madrid, Madrid, p. 47. Entre los cursos 1883-84 y 1886-87, hasta la llegada de Becerro de Bengoa, en la asignatura de Química figura el auxiliar Demetrio Fidel Rubio (Instituto de San Isidro (1885): Resumen acerca del estado del Instituto de S. Isidro de Madrid (Antiguos estudios del mismo nombre) en el curso de 1883 á 1884, Madrid, p. 66). 20 La primera edición reza en su título: «arreglado a los programas que publicó el Gobierno en 1.º de Agosto de 1847, para el estudio de dichas ciencias en los institutos de segunda enseñanza». 21 López Martínez, J. D., op. cit., p. 110. 22 El periodo de 1868-1876 comprende al Sexenio democrático, época en que la legislación concede libertad al docente para elegir el texto que considere más adecuado, en Francisco Canes Garrido, op. cit., p. 364. 19
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lógicamente con los expresados al hablar de los programas, nos interesa destacar algunos de los temas que abarca, temas que, aunque son más propios de la tecnología, quedan recogidos bajo la definición de física antes mencionada. Se incluye una historia de las máquinas de vapor, donde se afirma que la condición física de la fuerza elástica de los vapores, de sobrepasar si conviene á las mayores resistencias conocidas, estableció prácticamente la posibilidad de conseguir con ella efectos dinámicos débiles, moderados y enérgicos, que es el carácter más importante de las fuerzas motoras para la industria. 23
Otro ejemplo viene dado por las seis páginas destinadas a la telegrafía (cerca de un 2 % del total, teniendo en cuenta que la parte de física ocupa trescientas ocho páginas, excluyendo las dedicadas a la meteorología), que comienzan con un apartado dedicado a la historia de la telegrafía eléctrica 24 donde esta se contempla como «la posibilidad de aplicar la electricidad para transmitir noticias de un punto a otro». 25 Se describen, sin distinguir estas explicaciones de los fenómenos físicos recogidos en la obra, las primeras experiencias realizadas por Francisco Salvá en España intentando establecer a principios de siglo el telégrafo eléctrico entre Madrid y Sevilla, así como otras posteriores de Oersted o Morse. Así mismo, añaden los autores referencias a los diversos modelos existentes en la época, empleados en estaciones telegráficas o en los caminos de hierro. A pesar de la presencia de este tipo de contenidos, en las ocho partes de la obra dedicadas a la física solo se utiliza el término «industria» en dos ocasiones (una de ellas recogida anteriormente en una cita). No se encuentran los términos de técnica o tecnología, y el vocablo que en la época aludía a estos dos conceptos, «arte» (haciendo referencia a las artes aplicadas o industriales), se emplea solo en una ocasión. Podemos interpretar la inclusión de este tipo de contenidos, pero no de los vocablos que describen su contexto, como una evidencia de que la técnica, en primer lugar, se considera un contenido necesario que merece la pena recoger, y, en segundo lugar, es contemplada como una aplicación de los fenómenos físicos. De este modo, se ofrece la explicación física de estos dispositivos técnicos porque se considera que tienen su origen en la ciencia, sin considerar la posibilidad de que el invento haya precedido a su Rico, M. y Santisteban, M. (1869): Manual de Física y Química, Madrid, p. 125. Parece ser que era este un tema que interesaba especialmente a Manuel Rico y Sinobas, pues en 1858 publicó en París la obra Manual de telegrafía eléctrica, que conoció varias ediciones. 25 Rico M. y Santisteban M., op. cit., p. 295. 23 24
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explicación y se haya desarrollado de forma independiente. Ni se plantea esta cuestión porque la subordinación de la técnica está completamente sobreentendida. La terminología utilizada en esta obra ha hecho que en nuestros días se la haya considerado «con evidentes signos de tradicionalismo». 26 También en la época, y a pesar de su éxito como texto oficial, el libro de Rico y Santisteban recibió alguna que otra crítica por el lenguaje que utilizaba. Al margen de la positiva reseña antes mencionada, publicada en la revista El restaurador farmacéutico, 27 la revista La América, considerada como una de de las grandes aventuras intelectuales del liberalismo progresista-democrático español, afirmaba que tenía «un defecto, y es que el lenguaje de que han revestido la ciencia no espresa en algunos pasajes las ideas que sus autores han querido consignar; y aunque en la mayor parte de esos pasajes se comprende lo que han querido decir, la verdad es que, atendiendo al rigor gramatical de los términos, no lo han dicho». 28 Añadía esta revista a continuación una referencia a otra crítica recibida por el Manual: la del folleto satírico Observaciones sobre el manual de Física y nociones de Química, que han publicado D. Manuel Rico y D. Mariano Santisteban, publicado bajo el seudónimo de Jeremías Espino. 29 En este folleto se analizaban ampliamente estos «defectos», aunque las críticas se limitaban únicamente a la primera parte de la obra. La técnica visible Mariano Santisteban atribuye a épocas pasadas la conciencia de la estrecha relación entre la enseñanza científica y el necesario desarrollo de nuestro país, desarrollo que nos iba a permitir equipararnos a «las naciones mas ilustradas de Europa». Relata, haciendo un apunte histórico de la enseñanza científica en el que fuera Colegio Imperial, como ya a principios López Martínez, J. D., op. cit., p. 121. Sin duda el sector médico y farmacéutico estaba agradecido a este profesor, pues en torno al último cuarto de siglo impartía clases gratuitas de Física aplicada a la medicina y la farmacia. Una revista de similar contenido, el Semanario farmacéutico recoge información sobre estas clases en números de 1873 y 1874. Citado en Santisteban, M. (ca. 1878): Continuación de la breve historia de los gabinetes de Física y Química del Instituto de San Isidro de Madrid. Comprende esta segunda parte los años de 1875 á 1878. Encuadernado al final de Santisteban, M. (1875): Breve historia…, op. cit., 1875, pp. 171-175. 28 La América, 8-8-1857, p. 16. 29 Espino, Jeremías (1857): Observaciones sobre el manual de Física y nociones de Química, que han publicado D. Manuel Rico y D. Mariano Santisteban. Catedráticos de la Universidad Central, por Jeremías Espino. Parte primera. Madrid, Imprenta de N. Mendoza y Compañía. 26 27
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del siglo xviii los hombres de gobierno «sentían la necesidad de acrecer la ilustracion del país en las ciencias físicomatemáticas», y que Algunos desengaños hicieron comprender á los prudentes á mediados de la centuria décimo-octava, que el progreso de las ciencias y sus aplicaciones, si aquel habia de tener base sólida y raices profundas é imperecederas, era necesario establecerle sobre la mejor enseñanza elemental y superior de la juventud que mas adelante había de ser el agente activo de la gobernacion del pais, para que este, una vez ilustrado, pudiera equipararse con el de las naciones mas adelantadas de Europa. 30
Esta afirmación de Santisteban refleja una mentalidad que contempla la presencia de los contenidos científicos en la educación como algo útil y necesario para que nuestro país se sitúe a la altura de los de su entorno. Al margen de la cuestión de la consideración que tenían los establecimientos educativos españoles fuera de nuestras fronteras, 31 el material científico desempeñaba un papel significativo en este afán de emular a nuestros vecinos europeos. Como venía sucediendo en este instituto desde sus inicios como Colegio Imperial, o como Reales Estudios, los instrumentos estaban presentes en la enseñanza de disciplinas como la Astronomía o la Filosofía experimental, y eran considerados una parte importante del proceso educativo. Sin embargo, algunos de ellos ya entonces tenían un cometido más amplio: dar notoriedad Para ambas citas, Santisteban, M., Breve historia…, op. cit., pp. 7-8. Véase en esta obra «Fe, ciencia y política en el Observatorio de los Reales Estudios…». 31 Ciertamente, como revela el siguiente informe, en el extranjero se tenía una pobre opinión de nuestro sistema educativo. Los trabajos mostrados en dicha Exposición sirvieron, a pesar del caos de la presentación, para mejorarla, como se muestra en el informe mencionado, donde, páginas antes de pasar a reconocer los avances realizados en instrucción pública en los diez últimos años, se atribuye esta pobre opinión a la falta de organización y seriedad a la hora de presentar resultados: «L’exposition espagnole de l’instruction publique n’a pas donné une idée juste des travaux de ce pays, ni une idée avantageuse. Si le savoir et la courtoisie des commissaires n’avaient pas réparé l’imperfection du classement et le retard du catalogue, on aurait été exposé à apprécier fort mal un pays que sa nature, sa richesse et ses efforts actuels rendent capable de progrès inattendus. Il arrive trop souvent, et cela par la faute de l’Espagne, que l’on ignore la valeur de ses travaux. L’étranger qui visite Madrid, Séville ou les archives de Simancas croit faire une découverte quand il assiste à la vie intellectuelle de l’Espagne. Les cours des facultés, les programmes des écoles, la confection des livres classiques, révèlent des aptitudes et des énergies qui n’ont qu’un défaut, celui de ne pas se produire hors de la Péninsule. Nous regrettons que l’Espagne n’ait pas saisi à l’Exposition de 1878, l’occasion de montrer avec ordre ce qu’elle a fait depuis dix ans. Le jury, en donnant une médaille d’or au Ministère de Fomento, s’était rendu compte de tout ce qui a été accompli par l’administration de l’instruction publique en Espagne, plutôt qu’il n’avait pu juger les objets exposés, pour ne pas dire entassés», en Chasles, Emile (1880): Exposition universelle internationale de 1878 à Paris, Groupe II, Classe 7. Rapport sur l’enseignement secondaire, Paris, Imprimerie nationale, pp. 121-124, p. 121. (Disponible en http://cnum.cnam.fr/CGI/ redir.cgi?8XAE277-1.4, consulta de mayo de 2013) 30
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Figura 1. Máquina pneumática fabricada por Diego Rostriaga, 1770, procedente del Instituto de San Isidro. Imagen cortesía del MUNCYT (n.º inv. 1985/4/723). a la institución (baste pensar en la cuidada y lujosa apariencia de algunos de ellos y en el uso de marfil y maderas nobles como la caoba para su fabricación. Figura 1). Esta función se mantendría en algunos casos en el siglo xix y explicaría la presencia en los gabinetes de física de objetos que, al margen de su mayor o menor función pedagógica, sirven para dar prestigio al centro y para permitir su equiparación con instituciones extranjeras equivalentes, constituyéndose así en modelo para otros centros españoles. 32 Las siguientes afirmaciones suponen un buen ejemplo de esta idea, pues evidencian, la primera, tanto el interés del que fuera director del Instituto desde 1859 33 hasta octubre de 1869, 34 Juan Antonio de la Corte y Ruano Santisteban, Breve historia…, op. cit., p. 79. Fue nombrado tras el fallecimiento en octubre de 1858 del hasta entonces director Juan Díaz de Baeza; en Instituto San Isidro (1859): Memoria acerca del estado del Instituto de 2.ª enseñanza de S. Isidro, [curso 1858-59], Madrid, p. 8. 34 Cesa como director por Orden del ministro de Fomento de 26 de junio de 1869 y como catedrático de Psicología, Lógica y Ética por Orden también del ministro de Fomento de 11 de febrero de 1870 (Gaceta de Madrid, n.º 54, 23-2-1870, p. 1). Agradezco esta información a Vicente Fernández. Para las circunstancias que rodean su cese puede verse, en esta misma obra, «El Sexenio Revolucionario en las memorias del Instituto de San Isidro». 32 33
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Calderón, por equipararse a otras naciones del entorno, como el papel que se atribuye al material científico en este proceso; y, la segunda, cómo para él la pobreza material del centro conduce necesariamente a una infravaloración de la educación española: el Doctor D. Juan Antonio de la Corte, como indicacion bien ostensible de que se preparaba á últimos de 1862 para romper con todos los obstáculos tradicionales, de los que anteponen el interés de las personas á la ciencia y sus medios de trabajo, venciéndolos en buena lid, á fin de poder elevar al Instituto de San Isidro con recursos propios, por su material científico, á la altura de lo que habia tenido ocasion dicho Señor hasta de envidiar en el extranjero en instituciones hermanas […]. 35 […] están patentes los gravísimos perjuicios que S. Isidro sufre hasta en sus necesidades materiales por la pobreza con que vive, no habiendo podido, merced á ella, ni áun hacer desaparecer los desperfectos de sus fachadas, ni proceder á la reparacion de sus paredes, tejados y solerías de piedra; ni decorar sencillamente su aspecto exterior, ni enriquecer sus gabinetes y colecciones científicas, tanto como ellas han menester; provocando esta situacion legitima censura de parte de propios y de extraños, que comparando los Liceos franceses de París y áun de los Departamentos, la condicion moral y material de sus Directores y Profesores, hasta bajo el punto de vista de las habitaciones de aquéllos, de las áulas, patios, galerías y oficinas, con lo que poseemos en Madrid y ofrecemos á sus ojos cuando visitan á España, nos rebajan y dan lugar á que se nos estime en muy poco y se crea de escaso valor esta seccion importantísima de la enseñanza pública 36
Este tipo de afirmaciones son constantes en las memorias de la época. Por ejemplo, en la memoria del curso 1880 a 1881, poco después de adquirirse el fonógrafo, en la sección dedicada a «aumento en el material científico» el secretario del centro, el catedrático de Física Bernardo Rodríguez Largo 37 (que es quien firma la memoria), afirma: «¡Quiera Dios no M. Santisteban, Breve historia…, op. cit., pp. 68-69. Córte y Ruano Calderón, Juan Antonio de la (1864): Apuntes en defensa del derecho que asiste al Instituto de 2.ª enseñanza y 1.ª clase de San Isidro de Madrid para poseer y reivindicar todos los bienes y rentas de los estudios Reales del mismo nombre, Madrid, pp. 23-24. 37 Bernardo Rodríguez Largo fue nombrado profesor auxiliar del Instituto de San Isidro en septiembre de 1875, secretario un año después, y catedrático en diciembre de 1883; en esa cátedra permaneció hasta su renuncia a finales del curso 1899-1900, meses antes de fallecer. Conocido por sus publicaciones y por su participación en las primeras radiografías impresionadas realizadas en España, fue premiado en la Exposición Universal de Viena (La Correspondencia de España, 18-9-1875, n.º 6.500, p. 2), en dos ocasiones por la Real Academia y por el Claustro de la Facultad de Ciencias, y recibió la encomienda de Carlos III (La Ilustración española y americana, 30-12-1900, pp. 379 (ilustración), 388 y 390). 35 36
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desaparezcan estos ingresos, que tienden con su poderoso auxilio á elevar los Institutos de España á la altura de los primeros de Europa!». 38 Partiendo de estas premisas, de las ideas ya expuestas acerca de la frecuente ambigüedad entre los conceptos de ciencia y técnica y del papel subordinado concedido a esta última, podríamos comprender mejor el esfuerzo e interés por adquirir en las últimas décadas de ese siglo un utillaje cuya prioridad en la educación científica puede ser cuestionada. Veamos este asunto con más detalle. El fonógrafo llega a España En la memoria del curso 1877-1878, 39 en la sección denominada «Material científico. Objetos adquiridos para los gabinetes de este Instituto con el importe de los derechos académicos», figura el siguiente material destinado a la asignatura de Física: 40 Dos radiómetros de M. Crookes. Dos diapasones al unísono en do3. Cuatro teléfonos de M. Bell con accesorios. Un fonógrafo de M. Edison. Una máquina de M. Gramme con iman Jamin. Una máquina neumática de M. Bianchi. Varios productos y aparatos de química.
De esta lista nos llaman especialmente la atención dos entradas: los teléfonos Bell y el fonógrafo. La patente de Bell para el teléfono es de marzo 1876, la del fonógrafo de Edison, modelo tin-foil, fue solicitada en diciembre de 1877. 38 Instituto de San Isidro (1882): Resumen acerca del estado del Instituto de S. Isidro de Madrid (Antiguos estudios del mismo nombre) en el curso de 1880 á 1881, Madrid, p. 11. 39 Instituto San Isidro (1879): Resumen acerca del estado del Instituto de S. Isidro de Madrid (Antiguos estudios del mismo nombre) en el curso de 1877 a 1878, Madrid, p. 53. Adquirido significa en este caso que los instrumentos se habían encargado, lo que no implica que se hubiesen recibido en esa fecha, pues como se advierte en la página anterior de esa misma memoria (p. 52) «En la Memoria del curso próximo se especificará el coste de cada uno de los objetos, pues en la presente fuera aventurado señalar los precios de algunos, con los gastos de comisiones y portes, en atención á que no ha sido terminada su fabricacion por los constructores del extranjero». 40 Los precios de compra figuran en la memoria del curso siguiente, expresados en pesetas y céntimos: radiómetros 62,50; diapasones 87,50; teléfonos Bell 222,50; fonógrafo 250,50; máquina de Gramme 1125,50; máquina de Bianchi 1250,50; productos de química 73,50. En Instituto de San Isidro (1880): Resumen acerca del estado del Instituto de S. Isidro de Madrid (Antiguos estudios del mismo nombre) en el curso de 1878 á 1879, Madrid, (en adelante Memoria 1878-79), p. 74.
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Figura 2. Fonógrafo tin-foil fabricado por Edison en 1878. Museo Nacional de Ciencia y Tecnología. Imagen cortesía del MUNCYT. (n.º inv. 1985/4/597). Ninguno de estos instrumentos figura en el inventario firmado por Santisteban el 30 de diciembre de 1878, 41 lo cual indica que, aunque se decidiese su compra con anterioridad, se debieron encargar a lo largo del año 1879, antes de la impresión de la memoria del curso 1877-78. Aunque en el mercado aparecieron pronto fonógrafos didácticos (ya en 1878 el fabricante alemán de instrumentos científicos Max Kohl A.-G. construyó un modelo demostrativo), signo del ritmo de incorporación de las novedades tecnológicas al ámbito educativo, en el Instituto de San Isidro se decidió comprar el modelo original de Edison (figura 2). Este hecho no fue consecuencia de ninguna orden ministerial, sino de la iniciativa personal de sus docentes, y ello supone un interesante indicio de que la técnica estaba muy presente en la enseñanza de la física. En esos momentos, el San Isidro era un «Instituto de recursos propios procedentes de rentas ó productos de sus bienes enajenados y de los ingresos respectivos á los derechos que abonan los alumnos por matrículas y grados». 42 Por tanto, y como hemos podido observar en el encabezamiento Santisteban, M. Continuación de la…, op. cit. «Estado académico y económico y material científico del Instituto de San Isidro desde 1858 á 1875», pp. 3-12, p. 5, encuadernado al inicio de Instituto San Isidro (ca. 1876): Cursos Académicos de 1858 á 1875. Colección de Memorias, Madrid. 41 42
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de la compra, el Instituto realizaba la adquisición de material pedagógico con los ingresos procedentes de las matrículas. Para ello, el centro elevaba sus propuestas a la Dirección General de Instrucción Pública del Ministerio de Fomento: Según aparece en el cuadro correspondiente, la suma que ha ingresado en esta Secretaría con destino al objeto expresado, ha ascendido á 8.300 pesetas y 30 céntimos, cuya cantidad se invertirá (una vez aprobado por la Superioridad el proyecto presentado al efecto) en la adquisición de nuevos aparatos para los respectivos gabinetes, arreglos de las aulas, y en completar todo lo posible la biblioteca que ha empezado á formarse, adquiriendo á la vez una estantería adecuada para contener los no escasos volúmenes con que ya cuenta. 43
Imaginamos que el procedimiento sería similar al que Mariano Santisteban describe que se seguía en 1850, cuando toma posesión de su cátedra en el Instituto: 44 la iniciativa del profesor, si alguna vez se propuso mejorar algo y enriquecer los gabinetes de Física y Química del Instituto, tenia que contar con cierto asentimiento oficial del Director del mismo, para que remitiera las peticiones á la Rectoral, que en último término habia de elevarlas á los centros mas superiores de instrucción pública. 45
En la época en que se adquirieron estas piezas era director del Instituto de San Isidro Sandalio de Pereda 46 y como catedráticos de Física y Química 47 Memoria 1878-79, p. 11. Aunque diversos autores, como Simón Díaz, han afirmado que Santisteban se incorpora a la cátedra de Física del San Isidro en 1853 (Simón Díaz, José (1959): Historia del Colegio Imperial de Madrid, Madrid, CSIC, 2 tomos, tomo II, p. 237), nosotros utilizamos la fecha proporcionada por el propio Santisteban en Santisteban, M., Continuación de la…, op. cit., p. 191 (ver nota 19). 45 Santisteban, M. (1875): Breve historia…, op. cit., p. 48. 46 Para acercarse a la figura de este catedrático de Historia Natural, véase Zozaya Montes, María (2012): «Estudiando al profesor: El caso de Sandalio de Pereda en el Instituto San Isidro de Madrid», en L. López-Ocón, S. Aragón y M. Pedrazuela (eds.) (2012): Aulas con memoria. Ciencia, educación y patrimonio en los institutos históricos de Madrid (18371936), Madrid, CEIMES, Doce calles, Comunidad de Madrid, pp. 189-207. 47 La materia de Física y Química se dividió por Real orden de 16 de noviembre de 1883, motivo por el cual en las memorias del curso figuró como una única asignatura hasta el curso 1883-84, en el que ya aparece separada en dos. Precisamente en la memoria de ese curso se hace referencia a que, tras ascender Rodríguez Largo a catedrático de Química (8 de diciembre de 1883) desde su puesto de supernumerario, permuta su asignatura con Santisteban, quedando este último como catedrático de Química y Rodríguez Largo como catedrático de Física. No obstante, el hecho de que en las memorias figurasen dos libros 43 44
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figuraban los ya mencionados Mariano Santisteban y Bernardo Rodríguez Largo, secretario del centro. Es difícil saber si algún otro docente impartía clases de Física y Química, porque, si bien existían otras figuras como los supernumerarios, los auxiliares (sin sueldo o con un sueldo de 600 pts anuales en 1868 48) o los sustitutos gratuitos (que no cobraban), los únicos que figuraban en las memorias anuales eran los catedráticos principales (con un sueldo de 3.000 en 1873 49), empezando a figurar los auxiliares en el curso 1879-80. 50 De hecho, el único de estos dos catedráticos que figuraba en la materia de Física y Química de ese año era Santisteban, a pesar de que Rodríguez Largo ya impartía docencia en el centro como supernumerario. Ambos docentes estaban en condiciones de conocer la existencia del fonógrafo, pues las noticias de este nuevo dispositivo llegaron pronto a España. Aparecen referencias al ingenio en la prensa desde diciembre de 1877, aunque estos primeros artículos, bien solo lo mencionan al hablar de otros temas, bien ofrecen únicamente una visión sensacionalista del invento. Encontramos sendos ejemplos en La Ilustración Española y Americana; el primero consiste en una breve referencia: «Mientras los perfeccionamientos del fonógrafo llegan hasta transmitir aquéllos [los discursos] verbalmente, se está ensayando en la máquina impresora de Remington la aplicación de los signos taquigráficos»; 51 en el segundo se afirma que, gracias al fonógrafo «Los muertos hablarán en adelante». 52 Pronto las referencias serán más amplias y abundantes, reflejando el interés despertado por «un instrumento, que no ha podido soñar la más loca fantasía». 53 Encontramos descripciones, no siempre exentas de sensacionalismo, de su funcionamiento o de las reacciones provocadas por su
de texto para sendas disciplinas desde el curso 1876-77 hace pensar que al menos desde entonces se impartían separadas. En el curso 1866-67 figura un único libro de texto, pero entre 1867 y 1876 es difícil saber cómo se impartían porque, como ya hemos indicado, los libros de texto no figuraban en las memorias. 48 Decreto Zorrilla 25-10-1868, Gaceta de Madrid, n.º 300, 26-10-1868, pp. 3-7, p. 7. 49 «Decreto reorganizando los estudios de segunda enseñanza necesarios para aspirar al título de Bachiller», Gaceta de Madrid, n.º 159, 08-06-1873, pp. 660-662, p. 662. 50 Comienzan a incluirse los nombres de los auxiliares que imparten docencia en los estudios generales en la memoria del curso 1879-80, aunque sin especificarse la asignatura que impartían (en Instituto de San Isidro (1881): Resumen acerca del estado del Instituto de S. Isidro de Madrid (Antiguos estudios del mismo nombre) en el curso de 1879 á 1880, Madrid, (en adelante Memoria 1879-80), p. 68). 51 La Ilustración española y americana, 15-12-1877, p. 2. 52 Ibídem, 8-12-1877, p. 2 53 El Globo, 23-1-1878, n.º 834, p. 2. Breve resumen de la información publicada por La Nature.
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presentación en la Academia de Ciencias de París, 54 evento que sirvió para dar credibilidad al invento como muestra la siguiente cita: «Cuando los periódicos norte-americanos há dos meses relataban este invento, los que lo trascribimos no teníamos entera confianza en él; hoy ya no cabe dudar». 55 De estas referencias queremos destacar las relacionadas con una conferencia ofrecida en el Ateneo de Madrid en enero de 1878 por el entonces catedrático de la Universidad Central y diputado a Cortes, Gumersindo Vicuña. 56 En dicha conferencia, en principio destinada a explicar el «mecanismo del teléfono, sus orígenes y su desenvolvimiento hasta nuestros días», Vicuña alude al fonógrafo: También llamó el orador la atencion del auditorio sobre las tentativas llevadas á cabo para perfeccionar el fonógrafo, maravilloso aparato por medio del cual se pretende, no tan solo hablar á grandes distancias, sino que tambien grabar la voz, almacenarla, de modo que un discurso pronunciado hoy, por ejemplo, pueda ser reproducido á voluntad meses á años despues, con todos los primores y delicadezas de entonacion y timbre originales. Este aparato no ha producido aun resultados concluyentes; pero que el Sr. Vicuña no desconfia de que en un término mas ó menos breve obtenga la ciencia esa nueva conquista.
Como se describe en estas líneas, en esos momentos el fonógrafo de Edison se hallaba en una fase de desarrollo pues, si bien conseguía grabar y reproducir sonidos, la hoja de estaño en que se registraban estos se deterioraba mucho a las pocas reproducciones. A lo largo de los primeros meses de trabajo en el ingenio, Edison realizó continuas mejoras. A pesar de ello, los modelos que se comercializaban entonces eran bastante experimentales y se utilizaban fundamentalmente con fines demostrativos. No fue hasta 1896, fecha en que Edison sacó al mercado el modelo Spring motor (también adquirido en su día en el Instituto de San Isidro), que el fonógrafo alcanzó una difusión y aplicaciones más extensas. 57 54 La Época, 15-3-1878, n.º 9246, p. 3. Esta presentación aparece descrita con detalle en Louis Figuier, Les Merveilles de la Science ou description populaire des inventions modernes, tomo II. Supplément: Photographie, artillerie, éclairage, chauffage, moteurs à gaz, phares et phonographe (ver también nota 62). 55 El imparcial, 18-3-1878, p. 4. La experiencia se describe con más detalle en el número del 16-3-1878, p. 3. 56 Un informe sobre la conferencia aparece recogido en El Globo (22-1-1878, n.º 833, p. 2) y en La Época (22-1-1878, n.º 9194, p. 4). El texto de ambas noticias es el mismo con la salvedad de que el primero omite la información sobre los cargos de Vicuña. El anuncio de la conferencia figura en varios periódicos dos días antes (El Globo, 20-1-1878, n.º 831, p. 2 y La correspondencia de España, 20-1-1878, n.º 7324, p. 1). 57 Para los modelos adquiridos por el Instituto San Isidro véase Jiménez Albarrán, J. y de la Lastra González, I. (2006): «¿Fonógrafos para la enseñanza? Dos fonógrafos del Instituto
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Por otra parte, de la transcripción de las palabras del conferenciante nos interesa destacar la frase final, donde nuevamente encontramos la ambigüedad entre los conceptos de ciencia y tecnología, o la subordinación de esta última a la primera, al afirmar que «Vicuña no desconfía de que […] obtenga la ciencia esa nueva conquista». Pero no solo las noticias del invento llegaron pronto a nuestro país, sino que también lo hizo el propio ingenio. En febrero de 1878, el óptico y fabricante de instrumentos catalán Francisco Dalmau, después de hacerse con un ejemplar, ya había conseguido por cinco años los derechos de introducción del fonógrafo en España; 58 su empresa, la casa Francisco Dalmau e hijo, había proporcionado en junio un modelo (no tenemos detalles de sus características) a la Escuela de Ingenieros Industriales de Barcelona al precio de 450 pesetas. 59 En abril encontramos en El Siglo Futuro un anuncio de la exposición en un escaparate barcelonés de «un fragmento de papel estaño, en el cual se ven sin necesidad de lente las señales que ha dejado impresas la voz humana por medio del fonógrafo». 60 Meses después, en noviembre, es el propio aparato el que vemos anunciado, en este caso en Madrid: «Hemos tenido el gusto de ver en el escaparate del óptico Sr. Villasante, Principe, 10, el variado surtido en gemelos de teatro, llamándonos sobre todo la atención el ya célebre (Fonógrafo) de Mr. Edison». 61 Al margen de exhibiciones en instituciones más o menos académicas, 62 la presentación al gran público en Europa de uno de los primeros modelos San Isidro de Madrid en el MNCT», en Batlló i Ortiz, Joseph et al. (eds.), Actes de la VIII Trobada d’Història de la Ciència i de la Tècnica, Societat Catalana d’Història de la Ciencia i de la Tècnica, Barcelona, pp. 291-298. 58 Mediante la Real cédula de 21 de febrero de 1878 «obtuvo el privilegio de introducción por cinco años del fonógrafo, que Edison inventara el año anterior, y que ya se había encargado de importar antes él mismo», citado en Maluquer de Motes, Jordi (1992): «Los pioneros de la segunda revolución industrial en España: la Sociedad Española de Electricidad (1881-1894)», Revista de Historia Industrial, n.º 2, p. 123. 59 Según Guillermo Lusa, este fonógrafo, adquirido en junio de 1878, fue el primero que funcionó en España, en Lusa Monforte, Guillermo (2003): «La escuela de Ingenieros Industriales de Barcelona y la introducción de la electricidad industrial en España (1872-1899)», en Josep Batlló Ortiz, Pasqual Bernat López y Roser Puig Aguilar (eds.), Actes de la Setena Trobada d’Història de la Ciència i de la Tècnica, Barcelona, pp. 373-384, pp. 377 y 384. 60 El Siglo Futuro, 12-4-1878, n.º 735, p. 3. 61 La Correspondencia de España, 5-11-1878, n.º 7622, p. 2. Exactamente la misma noticia apareció en el Diario Oficial de Avisos de Madrid, ese mismo día. 62 En septiembre de 1878 fue presentado en el Ateneo libre de Barcelona un modelo mejorado por Dalmau (La Época, 17-9-1878, n.º 9426, p. 1. Fuera de España, el 1 de febrero de 1878, William Preece y John Tyndall lo presentaron ante la Royal Institution de Londres (su primera demostración fuera de los Estados Unidos); y el 11 de marzo Theodore Puskas lo mostró ante la Academie des Sciences de París con la presencia de Edmé Hardy. Ambas referencias en http://edison.rutgers.edu/chron1.htm (consulta de 23 de mayo de 2013).
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Figura 3. Imagen de la caja del fonógrafo tin-foil en la que se aprecia la etiqueta del distribuidor Joaquín Linares. Imagen cortesía del MUNCYT. del fonógrafo se produjo en la Exposición Universal de París de 1878, 63 evento calificado por sus organizadores como la «grande fête du Travail et de l’Intelligence». 64 Dada la importancia del evento, Edison había trabajado a fondo para tener disponible un modelo demostrativo más pequeño que poder presentar en él. Fabricó varios prototipos y envió uno a su agente europeo, Theodore Puskas, quien contrató para su fabricación en este continente a Edme Hardy, responsable de los modelos que se comercializaron en dicha Exposición al precio de 40 dólares u 8 libras. 65 Dado que aún no existía sección específica para el ingenio, se incluyó dentro del grupo 6.º, dedicado a «Outillage et Procédés des Industries mécaniques (Voir sur le Plan général La descripción del aparato puede leerse en [Ministère de l’agriculture et du commerce] (1881): Exposition universelle internationale de 1878 à Paris. Rapports du jury international, GROUPE VI. - Classe 65. Rapport sur le matériel et les procédés de la télégraphie, Paris, Imprimerie nationale, p. 8 (disponible en http://cnum.cnam.fr/CGI/fpage.cgi ?8XAE277-11.2/12/100/74/0/0). 64 Guide de l’Exposition universelle et de la ville de Paris pour 1878, avec plans des théâtres et des arrondissements de Paris, París, 1878, prefacio, p. 1. 65 Datos procedentes de Stephan Puille, «Edison’s Phonograph Patent Declaration for India», en The Record news. The journal of the Society of Indian record collectors, TRN 2002, pp. 7-13, p. 10. 63
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de l’Exposition, lignes 5 à 5)» en la clase 65, destinada a «Matériel et procédés de la télégraphie (Voir au Plan général de l’Exposition, carré D. 5)». 66 En dicha Exposición, inaugurada el primero de mayo de 1878, también participaron numerosos establecimientos educativos de otros tantos países. El Instituto de San Isidro, representado por algunos de sus docentes, 67 exhibió en ella diversos documentos en el Grupo 2.º (educación y enseñanza), clase 7.ª (segunda enseñanza), obteniendo medalla de plata por las «Memorias y anuarios de 1855 a 1877, plano, Memoria histórica del Establecimiento». 68 Mariano Santisteban formó parte de esa comisión y allí seguramente pudo contemplar el ingenio que nos ocupa, el cual sin duda ya conocía. Meses después, el Instituto adquiriría un ejemplar del fonógrafo fabricado por Hardy al distribuidor madrileño Joaquín Linares (figura 3). 69 El instrumento tecnológico en la vitrina El fonógrafo empieza a aparecer tanto en los manuales de física 70 como en los catálogos de fabricantes en torno a 1880; para esa fecha ya se realizaban modelos sencillos con fines educativos, como el que se ilustra en la imagen (figura 4). No obstante, por lo que sabemos, solo unas pocas instituciones educativas lo adquirieron en una fase tan temprana como el Instituto San Isidro, pues del modelo de Hardy solo se conservan dos o tres en España, de los cuales el de este centro es el que posee el número más bajo conocido, el n.º 21. 71 Cuando empieza a estar presente en los manuales de física, el ingenio se suele incluir en un apartado dedicado a «aparatos acústicos», junto con los «instrumentos de música»; 72 obras posteriores 73 lo incluyen en la sección de acústica, en el apartado «tono del sonido», junto con otros destinados al Guide de l’Exposition…, op. cit., pp. 48 y 107. Algunos de ellos obtuvieron premios por sus trabajos, como Mariano Borrell que recibió una medalla de plata por su Tratado de dibujo. Puede verse más información sobre este tema en esta misma obra, en los capítulos de M.ª José Gómez Redondo y Luis Mayo Vega, y de Pilar Morollón Hernández. 68 La relación de premios otorgados a nuestro país en educación y enseñanza, incluida la referencia citada, puede verse en la Gaceta de Madrid, n.º 305, 1-11-1878, p. 310. 69 Agradezco a Ignacio de la Lastra González la información relativa a la caja del fonógrafo y su distribuidor. 70 Encontramos referencias a este invento en manuales españoles como el de Ramos y Lafuente, M. (1882): Elementos de Física, pp. 146-147. Rico y Santisteban también las incorporan, al menos, en su edición de 1887 (agradecemos esta información a J. L. Orantes [I.E.S. Zorrilla, Valladolid]). 71 Jiménez Albarrán, J. y de la Lastra González, I., «Fonógrafos…», op. cit., pp. 295 y 297. 72 Por ejemplo en Rodíguez Largo, B., Elementos de física…, op. cit., Madrid, p. 291. 73 Ganot, A. (1909): Tratado elemental de física, Madrid, p. 302. 66 67
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Figura 4. Fonógrafo Edison según figuraba en B. Rodríguez Largo (1891), Elementos de Física y nociones de Química, Madrid, p. 291. estudio de este fenómeno y sus propiedades. Pero no era un objeto necesario para explicar ningún principio físico (desde hacía ya tiempo diversos aparatos ilustraban la naturaleza mecánica del sonido 74), ni había surgido como aplicación de ninguna teoría física. En principio, y especialmente en el caso de los primeros modelos, se trataba de un novedoso instrumento tecnológico dependiente 75 que despertó gran expectación y que se empleaba para ilustrar su propio funcionamiento; no obstante, en los manuales de física su invención se seguía atribuyendo a esta disciplina. 76 Diversos historiadores de la tecnología llevan tiempo poniendo de manifiesto la habitual confusión entre ciencia aplicada y tecnología y planteando visiones contrapuestas al conocido como modelo lineal. 77 Sin intención de 74 De hecho, algunos años después, en el apartado que un famoso manual de física, muy utilizado en España, dedica al primer modelo de que estamos tratando se menciona que «en la forma descrita solo tiene hoy día interés histórico», ibídem, p. 302. 75 Para una clasificación de los instrumentos tecnológicos en dependientes e independientes véase González de la Lastra, L. y Guijarro Mora, V. (2012): «Máquinas de enseñar. Formación e instrumentos tecnológicos en el Instituto San Isidro, 1850-1930», en L. LópezOcón, S. Aragón y M. Pedrazuela (eds.), Aulas con memoria, op. cit., pp. 73-92. 76 Un buen ejemplo lo constituye la obra de Teodoro Rodríguez, Elementos de Física y Química modernas (Madrid, 1892, pp. 112-114), donde se afirma lo siguiente: «Les parecía poco á los físicos el contar las vibraciones de los sonidos como se pueden contar las flores de un jardín: pretendían poder grabar esas vibraciones y perpetuar los sonidos, y Edison lo consiguió con su célebre Fonógrafo». 77 Para este tema, véase Agassi, J. (1966): «The Confusion Between Science and Technology in the Standard Philosophies of Science», en Technology and Culture, 7, 1, pp. 348366 (las citas corresponden a la p. 348); y Guijarro Mora, V. (2003): «¿Crisis del modelo
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profundizar en este punto, cuestión que sobrepasaría los límites de este trabajo, sí nos gustaría al menos recoger la puntualización realizada por Joseph Agassi, quien señalaba que «Todos los filósofos de la ciencia equiparan estos conceptos, sin embargo está claro que la tecnología incluye, como mínimo, ciencia aplicada, invención, la puesta en práctica tanto de los resultados de la ciencia aplicada como de la invención, así como el mantenimiento de los aparatos disponibles, especialmente frente a cambios inesperados, calamidades, etc.» Este mismo autor menciona la distinción establecida por H. S. Hatfield entre ciencia aplicada e invención: la primera «es un ejercicio deductivo, mientras que la invención es la búsqueda de una aguja en un pajar». El caso que estamos estudiando constituye un buen ejemplo para ilustrar esta distinción pues, curiosamente, el ejemplo del pajar fue utilizado por Tesla para describir el método de trabajo del «mago de Menlo Park»: Si Edison se viera en la tesitura de encontrar una aguja en un pajar, procedería con la diligencia de las abejas, examinando brizna a brizna hasta dar con ella. Yo sabía que, con un poco de teoría y los cálculos pertinentes, se hubiera ahorrado el noventa por ciento del trabajo, pero tuve el dudoso honor de observar su forma de proceder. 78
En efecto, Edison, no solo no utilizaba conocimientos teóricos explícitos en el desarrollo de sus invenciones, sino que «mostraba abiertamente su animadversión por los matemáticos y físicos». 79 Sin embargo, en las referencias que hemos visto hasta ahora el fonógrafo era presentado siempre como un «fruto de la ciencia» (recordemos la conferencia de Vicuña). Su introducción en los gabinetes es por tanto un buen ejemplo de la introducción implícita de la técnica en la enseñanza de la ciencia. En este caso, la técnica se ofrecía como resultado de un proceso teórico, una planificación, la aplicación de unos principios, y ello justificaba su presencia en los gabinetes de física. Partiendo de estos presupuestos, el hecho de que se considerase importante adquirir este tipo de material era una muestra de la buena reputación de que gozaba la ciencia. Esto explicaría la creencia de que su posesión lineal? Aproximación a propuestas alternativas en filosofía de la tecnología», en Métodos de investigación y Fundamentos Filosóficos de Ingeniería de Software y Sistemas de Información, Madrid, Universidad Rey Juan Carlos, Servicio de Publicaciones. 78 Nikola Tesla «My inventions» (autobiografía), en Electrical Experimenter, mayo, junio, julio y octubre de 1919, citado en Cheney, M. (2009): Nikola Tesla. El genio al que le robaron la luz, Madrid, Turner, p. 39. Es bien conocida la falta de entendimiento entre Tesla y Edison, de la que pueden encontrarse numerosos ejemplos en la obra de Cheney. 79 Vögtle, Fritz (1988): Edison, Barcelona, Biblioteca Salvat de grandes biografías, p. 50.
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otorgaba prestigio y también la de que su visibilidad permitía asociar al centro que los poseía con una enseñanza de calidad. 80 Estas ideas se ponen de manifiesto en el fragmento que recogemos a continuación, en el cual, en la línea de otras referencias incluidas con anterioridad en este trabajo, Mariano Santisteban expresa el parecer del que fuera director del Instituto de San Isidro, el marqués de la Corte. En él se evidencia la preocupación del responsable de esta institución por disponer de un material adecuado para llevar a cabo «la importante mision que sus tradiciones y buen nombre, el edificio que le pertenece y la situacion topográfica que ocupa en el plano de Madrid le tienen señalada». 81 El curso académico de 1861 á 1862 transcurrió para el gabinete de Física del Instituto de San Isidro sin variación alguna; pero las frases con que lo espuso así el Sr. Director del mismo, en su Memoria leida el 16 de setiembre de 1862, creemos valen mucho mas que todo lo que podría escribir nuestra pluma, pues aquellas abrazan dos de los estremos mas importantes y de referencia al Instituto de San Isidro, cuales son, su material científico, y los grandes ingresos que suponía la multitud de jóvenes que asistían á sus cátedras, y que al pagar la educación tenían un derecho incontestable á que se les diera como se hacia en los mas ricos Establecimientos del extranjero, con el material científico propio de las ciencias modernas. 82
Lo expuesto hasta el momento nos lleva a reconsiderar el papel de los instrumentos en el proceso educativo. Se ha debatido a menudo la cuestión de si el instrumento científico se utilizaba o no en las aulas durante la etapa que ahora nos ocupa: fines del siglo xix y principios del xx, como si se tratase de una cuestión vital para analizar el carácter de la enseñanza de las ciencias físico-químicas. Esta cuestión lleva implícita la premisa de que la única finalidad de un instrumento es ilustrar principios físicos para facilitar su comprensión. En esta reducción, que limita las funciones del instrumento a su uso, se están ignorando otras de sus aportaciones al proceso de aprendizaje más sutiles, que se sitúan al margen de la asimilación y comprensión de conceptos teóricos. Eugene S. Ferguson señala en su artículo «The mind’s eye» 83 que muchas de las decisiones que se toman en el proceso de diseño y fabricación de los Esta idea se ve reflejada en las publicaciones publicitarias de los centros educativos de la época, y también de épocas posteriores, en las que, junto a imágenes de las instalaciones, siempre encontramos vistas de los gabinetes. 81 Instituto San Isidro (1864): Memoria acerca del estado del Instituto de 1.ª clase de S. Isidro [curso 1862-63], Madrid, pp. 13-14. 82 Santisteban, M., Breve historia…, op. cit., p. 64 83 Ferguson, E. (1977): «The mind’s eye: Nonverbal Thought in Technology», Science, vol. 197, n.º 4306, pp. 827-836. 80
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objetos tecnológicos no obedecen a modos de pensamiento científicos, sino visuales, no verbales (forma, tamaño, apariencia), y que son aspectos que generalmente pasan desapercibidos porque no tienen su origen en la ciencia, sino en el arte. Este tipo de elementos visuales también desempeñan un papel importante en el proceso educativo, y se han venido empleando a lo largo de la historia a la hora de transmitir conocimiento tecnológico: dibujos de máquinas, modelos y maquetas, sistemas de representación, visitas a talleres. Pero yendo más allá, este autor manifiesta no solo que el aprendizaje también se produce de forma visual, sino que esta faceta es imprescindible para el desarrollo del pensamiento tecnológico. De este modo, la simple contemplación del instrumento, guardado en la vitrina, estaría transmitiendo información significativa. A esta faceta educativa estaba contribuyendo el catedrático de Física Mariano Santisteban cuando, con sus propios recursos, editó un catálogo del material didáctico existente en su gabinete, opúsculo que luego repartió de forma gratuita entre sus alumnos. El segundo [hecho que registra la historia del gabinete de Física en el año 1860] fue la reimpresion del catálogo de instrumentos de Física y Química que existian en los gabinetes del Instituto de San Isidro, por haberse agotado la primera edición, repartidos gratis entre los alumnos de la cátedra. Esta segunda edicion, de 500 ejemplares, la pagó el profesor de su bolsillo, como la primera, para no molestar á la Superioridad aun cuando lo tuviera acordado, y evitar la situacion en que hacia dos años se encontraban los catálogos de Historia Natural del mismo Instituto, archivados en la Universidad y secretaría de aquel, esperando los fondos para su publicación. 84
Aunque disponemos de pocos datos sobre el uso concreto de estos catálogos, las siguientes referencias de Santisteban, la primera de 1866, referida al de física, y la segunda de 1875, referida al de Historia Natural, nos proporcionan información sobre su finalidad pedagógica, que era permitir a los alumnos el estudio visual de los objetos: La buena disposicion dada al gabinete permite que los alumnos entren en él por medio de una papeleta á estudiar las lecciones teniendo a la vista todos los aparatos dispuestos de tal modo, que puedan examinarlos completamente y comprender las descripciones del libro de texto y los experimentos. 85 […] como recuerdo al catálogo impreso para el gabinete de Física «En el de Historia Natural es necesario imprimir un catálogo con el cual los alumnos,
Santisteban, M., Breve historia…, op. cit., p. 63. Santisteban, M., Programa…, op. cit., p. 10.
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El hecho de que estos instrumentos estuviesen guardados en vitrinas, 87 accesibles al estudiante únicamente cuando el profesor los mostraba en sus explicaciones, les otorgaba un estatus y un valor simbólico: eran objetos destacados que representaban la posesión de la ciencia, de la técnica, de la modernidad (especialmente en casos como el del fonógrafo). Los instrumentos se exponían, se exhibían, y el alumno recibía el mensaje sutil de que eran objetos importantes y valiosos, y que por lo tanto también lo era aquello que representaban. La presencia de instrumentos obedecía a unos ideales y servía para transmitirlos; los objetos se transforman así en parte del lenguaje tácito que permite a la tecnología adquirir y consolidar su papel en la sociedad. Conclusiones Volviendo a las palabras iniciales de Estalella («el bachillerato se mantenía a orilla de la corriente [tecnicista], sin atreverse a lanzarse en ella»), hemos pretendido plantear que la «tendencia tecnicista» sí penetró en este tipo de enseñanza. La técnica utilizó su propio lenguaje para introducirse sutilmente en la educación. Disimulados muchos de sus contenidos bajo la etiqueta de «científicos», sus objetos llegaban a los estudiantes como fruto de los progresos de la ciencia, como ilustran las siguientes palabras de Santisteban: «En la cátedra se ha colocado un telégrafo eléctrico con su transmitidor y receptor para enseñar á los alumnos este importante y utilísimo ramo de la física moderna». 88 Contrariamente a lo que expresaba el destacado profesor José Estalella, creemos que la enseñanza secundaria sí se vio deslumbrada «por los sorprendentes progresos industriales de aquel siglo», y los introdujo en sus gabinetes, aunque no reconociéndolos como hijos de la revolución industrial, sino como hijos adoptivos de la ciencia. El fonógrafo es un ejemplo, pero hubo muchos más. 89 Santisteban, M., Breve historia…, op. cit., p. 60. En la segunda mitad del siglo xix, según relata Santisteban, se realizaron cambios destinados a mejorar la visibilidad de los aparatos: «La estantería antigua, cubierta de gruesas y oscuras maderas, y de un espeso enrejado de alambre que ocultaba los aparatos, ha sido reemplazada por otra más elegante con hermosos y claros cristales», en Santisteban M. (1866): Catálogo de los instrumentos de física y química que existen en los respectivos gabinetes del Instituto de San Isidro de Madrid, Madrid, p. 9. 88 Ibídem, p. 9. 89 Pueden verse más ejemplos en González de la Lastra, L. y Guijarro Mora, V., op. cit. 86 87
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En este escenario, aunque la técnica fuese objeto de consideración, como prueba el hecho de que el Instituto se apresurase a adquirir los últimos inventos tecnológicos, aparecía en cierto modo subordinada a la ciencia, cuya presencia se consideraba necesaria para el desarrollo de aquélla, como prueba la siguiente cita, en la que hablando de los estudios de comercio se afirma: Es de desear que se amplíen con otros de utilidad á la agricultura é industria, bajo el concepto práctico y popular, para los numerosos jóvenes que no pueden ni deben seguir una carrera científica y académica, á los oficios como á las manufacturas, á esa clase intermedia entre el bracero y el sabio que cultiva la ciencia en sí y no por sus aplicaciones, á quien desee que los principios científicos, y no la rutina tiránica, inconsciente é inmóvil, sean luz para el artefacto, rumbo del arado y lanzadera, norma del cincel, la escuadra y el compás. 90
De este modo, los instrumentos se convirtieron en un instrumento, valga la redundancia, para alcanzar el tan deseado prestigio y la tan deseada equiparación con centros educativos de otros países, especialmente con los franceses. En las palabras de los discursos de Santisteban y el marqués de la Corte acerca de la necesidad de disponer de un gabinete completo y actualizado para poder impartir en condiciones la asignatura de Física, se escapan referencias al prestigio de que les privaba el estar desposeídos de un material y unas instalaciones adecuadas. Años después, estas reivindicaciones tendrían, aparentemente, un resultado; en la memoria del curso 1885-86 (página 8) su secretario, Bernardo Rodríguez Largo, afirma: Con la parte de derechos académicos destinados á este objeto se han adquirido este curso libros, ejemplares y máquinas por valor de 9.144,80 pesetas; con cuyo importante aumento se han enriquecido los ya notables gabinetes que posee este Instituto, y que le colocan á la altura de los primeros de su clase, tanto en España como en el extranjero.
Instituto de San Isidro (1871): Memoria acerca del estado del Instituto de San Isidro de Madrid (antiguos Estudios del mismo nombre) [curso 1870-71], Madrid, p. 7. 90
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Naturalezas artificiales. Investigación y restauración de modelos didácticos del gabinete de Historia natural del Instituto de San Isidro
Rafael Martín Villa Isabel Piñar Gallardo Instituto de San Isidro Introducción Con el paso del tiempo, los modelos para la enseñanza se han convertido en uno de los más valiosos tesoros de los centros educativos. Sugestivas obras de arte, el transcurso del tiempo no ha borrado el asombro que nos producen su belleza natural y su utilidad didáctica y científica. Este trabajo trata sobre los modelos que fueron adquiridos por el Instituto de San Isidro para el Gabinete de Historia Natural, el contexto histórico y educativo del momento en el que fueron adquiridos y sobre los principales fabricantes y distribuidores, los franceses Louis Thomas Jerome Auzoux y Jean-Batipste Deyrolle. Razón de ser y uso de los modelos Con la creación de los institutos de segunda enseñanza y de las cátedras de las disciplinas científicas (Historia Natural y Física y Química), se constata la necesidad de dotar a estas de los materiales adecuados. Así, en las memorias del Instituto de San Isidro ya se recoge en el año 1859:
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«en proporción de las necesidades siempre crecientes de la enseñanza es indispensable que esta se pueda dar a los alumnos con más extensión en la parte experimental y práctica que en la especulativa». 1 Por tanto, por un lado se constata la necesidad de evolucionar de una enseñanza de tipo clasificatorio-expositivo a una enseñanza más práctica, sin llegar al tipo de enseñanza experimental, que aparecerá en el cambio de siglo. En la memoria del curso 1860-61 se hace un inventario de los materiales existentes en el Instituto y se menciona por vez primera la necesidad de adquirir modelos de diferentes grupos de animales para la enseñanza. 2 Por otro lado, la escasez presupuestaria del Instituto se traduce en un constante tira y afloja con las autoridades educativas y no es hasta el año 1869, después de la crisis financiera y el triunfo de La Gloriosa, cuando se tiene constancia de la adquisición del primer modelo, que es el hombre clástico del Dr. Auzoux. A continuación se adquieren los modelos del aparato dentario, el tubo aéreo, los sentidos y los sistemas nerviosos de diferentes tipos y clases del reino animal. 3 Es una constante que, año tras año, se dé cuenta en la memoria del Instituto de las necesidades existentes y se expongan las penurias por las que pasaba la enseñanza. Así, en las memorias de unos años más tarde encontramos: «Necesario es, y hasta indispensable, el que se aumente a este Instituto la consignación que le está destinada. La índole de algunas enseñanzas que en él se cursan, la escasa edad de la mayoría de los alumnos que las estudian, exigen que, si se han de obtener buenos resultados de la instrucción, sean esencialmente prácticas, y esto es imposible al no contar con buenos y abundantes medios de demostración». Junto a esta justificación didáctica también aparece la solicitud de comprar una estufa para el gabinete. 4 La compra de material didáctico es en aquella época uno de los objetivos prioritarios de los Institutos. Santiago Aragón, 5 en su investigación desarrollada en el programa CEIMES, data en 1877 la fecha en la que Manuel de Galdo, 6 en un viaje comisionado, se traslada a París para la compra de 1 Instituto de San Isidro (ca. 1876): Cursos académicos de 1858 á 1875. Colección de Memorias, Madrid [curso 1859-60], p. 11. 2 Ibídem [curso 1860-61], p. 14. 3 Ibídem [curso 1868-69], p. 17. 4 Ibídem [curso 1860-61], pp. 12-13. 5 Aragón, Santiago (2012): «Historias de objetos que cuentan historias: plantas, rocas y animales en los institutos históricos madrileños», en Leoncio López-Ocón, Santiago Aragón y Mario Pedrazuela, Aulas con memoria. Ciencia, educación y patrimonio en los institutos históricos de Madrid (1837-1936), Madrid, CEIMES-Doce Calles-Comunidad de Madrid, p. 109. 6 Manuel María José de Galdo López (1825-1895), catedrático de Historia del Instituto San Isidro y del Cardenal Cisneros.
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Figura 1. Portada del cuadernillo explicativo del hombre clástico del Dr. Auzoux. Constituido por 92 piezas desmontables y 1750 partes identificadas y numeradas. material didáctico para el Instituto de San Isidro. En ese mismo año se consigna la llegada de nueve modelos más de Auzoux. No obstante en el catálogo de 1876 existente en el Instituto ya aparecen 14 modelos didácticos, debidos sin duda a la adquisición de material científico por Sandalio de Pereda. Este material didáctico no era precisamente económico, los modelos más baratos costaban 15 FRF (francos franceses) y los más caros, eran los
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del hombre, con un precio de 3000 FRF y el del caballo, de 4000 FRF. Por hacer una comparación, el salario medio de un obrero en Francia era de 200 FRF y 1/2 kg de pan de primera calidad era de 0,22 FRF. Otros modelos como son el del corazón de adulto y el del ojo costaron 50 FRF y 60 FRF, respectivamente. Hay que tener en cuenta que, según M. Sabaté, 7 la equivalencia entre francos y pesetas era de 106 pts/100 FRF. En los años siguientes, hasta 1885, se compran 61 modelos más por un total de 5365,22 pesetas, cantidad considerable para aquellos tiempos. El año siguiente, 1886, el Instituto pierde los derechos académicos sobre los exámenes de alumnos libres, que hasta el momento era su principal fuente de ingresos para material. Este hecho coincide con la muerte de Sandalio de Pereda, catedrático de Historia Natural, director del Instituto e impulsor de la modernización de los gabinetes de ciencias, y en los gabinetes del Instituto de San Isidro comienza una etapa de declive. Después del desastre del 1898, no es hasta 1910 cuando se recupera la actividad inversora del Instituto. Los nuevos modelos son, principalmente, modelos vegetales para el gabinete de Agricultura. En 1918, siendo catedrático de Fisiología e Historia Natural Antonio Martínez del Castillo, se compran unos cuarenta modelos anatómicos humanos y vegetales de la casa de Les Fils d’Emile Deyrolle y algunos otros de Auzoux. Algunos de estos modelos no son desmontables en piezas, el material es diferente al de los primitivos y, en muchos casos, se disponen sobre cuadros de madera. De los primeros modelos desmontables de Auzoux, realizados en una mezcla de papel maché, se pasa a modelos donde la escayola es el material predominante. Este material es más frágil que el papel maché y, en muchos casos, estos han llegado hasta nosotros en peor estado de conservación. Los modelos eran adquiridos, en ocasiones, por distribuidores que después los vendían en España. Entre ellos debemos citar a Joaquín Linares, óptico de la calle Carretas n.º 3 y a Oliva y Marín, de la calle Príncipe n.º 21 de Madrid. Los últimos modelos procedentes de la casa Deyrolle probablemente fueran distribuidos por la casa SOGERESA ubicada en la calle Valverde n.º 1 en Madrid. A día de hoy, la colección del Instituto de San Isidro consta de 189 modelos didácticos, que podemos agrupar según el tema en: • 61 de anatomía humana. • 46 de anatomía animal. • 73 de anatomía vegetal. Sabaté Sort, Marcela (1993): «Tipo de cambio y protección en la economía española a principios de siglo», Revista de Economía aplicada, n.º 1, pp. 67-86, p. 70. 7
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Figura 2. Portada de cuadernillo de las leyendas explicativas de modelos anatómicos. Imagen: R. Martín. Instituto de San Isidro. De los 189 modelos, 39 están firmados como Anatomie Clastique del Dr. Auzoux y sospechamos que otros 61, si bien no firmados, proceden también de la fábrica original de Auzoux, ya que en el Museo existente en Neubourg exponen estos modelos como propios. Estos son en su mayor parte los modelos adquiridos a principios del siglo xx, fabricados muchos de ellos sin ofrecer la posibilidad de ser desmontados. Trece modelos ya estaban comprados en el año 1877, fecha del primer catálogo completo. De otros 34 podemos datar exactamente su fecha de compra en el siglo xix y de otros 43 se conoce la fecha de adquisición en los primeros 20 años del siglo xx. Existen otros 17 modelos relativamente modernos de la casa ENOSA que son posteriores a 1950 y que están fabricados en materiales plásticos.
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Resumen de los tipos de modelos didácticos del Instituto de San Isidro. 189 modelos en total. 172 modelos históricos 39 modelos firmados por Auzoux (Serie Anatomie clastique) 11 modelos de anatomía humana en escayola Clasificación de los 172 modelos históricos según materia
13 modelos de botánica 26 modelos de anatomía comparada
7 modelos humanos 19 modelos de zoología
Distribuidor M. Tramond (París)
45 de anatomía humana 38 de zoología 78 de botánica 11 animales antediluvianos (1877, escala 1/15)
Sobre soporte cuadro Clasificación de los 172 modelos históricos según el 3 dimensiones, sobre soporte de pie tipo de modelo
26 modelos 47 modelos desmontables 99 modelos no desmontables
Los proveedores de material: el personaje del Doctor Auzoux Es en el año 1822 cuando Louis Thomas Jerôme Auzoux, finalizados sus estudios de medicina en 1818, presenta al Instituto de Francia y a la Real Academia de Medicina de París su modelo clástico del ser humano. Parece que la idea original de fabricar un muñeco humano desmontable para el estudio de la medicina la toma Auzoux de Jean François Ameline, pero él la desarrolla y mejora. A raíz de esta presentación, y debido a la calidad de su creación y a la dificultad de conseguir cadáveres para la enseñanza de la medicina, el modelo clástico obtuvo un gran éxito tanto en el plano científico como en el didáctico y rápidamente alcanzó fama y prestigio, de manera que todos los centros de enseñanza rivalizaron por adquirirlo. Seis años más tarde, en 1828, abre una fábrica de modelos en su ciudad natal, Saint Aubin d’Erosville (Alta Normandía) y recluta a los obreros entre los habitantes de la ciudad. Para asegurarse de la calidad de los modelos, él mismo forma a los obreros, enseñando no solo el proceso de fabricación, sino impartiéndoles también lecciones de anatomía. 8 Con el paso del tiempo, esta fábrica llegó a representar la mayor actividad económica de la ciudad Degueurce, Christophe (2012): Cors de papier: L´anatomie en papier mâché du Docteur Auzoux, París, Editions de la Martinière. 8
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Figura 3. La más famosa criatura del Dr. Auzoux: el modelo clástico humano, parcialmente desmontado. Imagen: R. Martín. Instituto de San Isidro. y prácticamente toda su población dependía, de forma directa o indirecta, del negocio de Auzoux. La fábrica permaneció abierta hasta comienzos de la década de 1980, aunque en los últimos tiempos su esplendor decayó. Los modelos de Auzoux sirven para no depender de cadáveres o de especímenes frescos y superan a los modelos de cera, más frágiles y perecederos. En el año 1827 el médico Manuel Hurtado de Mendoza 9 menciona en sus tratados de anatomía los modelos de Auzoux y habla así de ellos: Cada una de sus piezas anatómicas es una verdadera obra maestra, es la naturaleza misma; no hay en ellas un solo músculo, una arteria, una vena que no estén tan perceptibles como en el cadáver. Las piezas del Dr. Auzoux hacen fácil, al mismo tiempo que agradable, el estudio de la anatomía y puede que con ellas se vean realizados los deseos de los filósofos más esclarecidos, de ver que se enseña esta ciencia en el seno de los colegios. 10 9 Manuel Hurtado de Mendoza, médico español nacido en Villagarcía de Campos (Palencia-Valladolid) y fallecido en Madrid en 1849. El Tratado elemental completo de anatomía, escrito en tres volúmenes, es uno de sus textos más conocidos. 10 Hurtado de Mendoza, Manuel (1827): Tratado elemental completo de anatomía general, Madrid, pp. 42-43.
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Auzoux empieza a fabricar otros modelos, tanto para las escuelas de medicina y veterinaria como para los centros de segunda enseñanza, para los que fabrica toda una serie de modelos didácticos desmontables dirigidos al estudio de la anatomía animal comparada y, posteriormente, a la anatomía vegetal. Deyrolle: los grandes comerciantes de la naturaleza Es impresionante la enorme cantidad de materiales y objetos que suministró la casa Deyrolle a los centros de enseñanza españoles. Jean-Batipste Deyrolle fundó la casa en 1831 y se ha mantenido hasta hoy en el 46 de la rue du Bac, en París, comercializando objetos naturales, minerales, taxidermias y láminas. Los modelos que existen en el instituto muestran la etiqueta de «Les Fils d’Émile Deyrolle», por tanto tienen que ser posteriores a 1896, fecha en la que los hijos del nieto del fundador se hacen cargo del negocio y cambian el nombre en las etiquetas. 11 Hay que señalar que la casa Deyrolle suministró otros muchos materiales didácticos para la enseñanza, como placas de linterna, láminas y minerales.
Figura 4. Folleto explicativo del modelo de flor de lirio, fabricado por Auzoux y distribuido por la casa Deyrolle. Imagen: R. Martín. Instituto de San Isidro. Wilson, Wendell E. (2013): «Mineralogical Record Biographical Archive» (disponible en www.mineralogicalrecord.com). 11
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Figura 5. Proceso de pintando de los modelos en la fábrica de Le Neubourg. L’illustration, 23 octubre. El aprovechamiento didáctico que se ha realizado de estos modelos a lo largo de su historia docente ha sido muy elevado y es sorprendente el buen estado de conservación general que mantienen. Los modelos de papel maché se conservan en mejor estado que aquellos construidos en materiales como la escayola que, en su mayoría, presentan alguna pérdida por fractura. Los modelos del doctor Auzoux sobresalen por su buen estado a pesar del material (mezcla de papel) supuestamente modesto con el que están fabricados. Este material, gracias a su poco peso, flexibilidad y resistencia, ha resultado idóneo para su conservación. La composición exacta de esta mezcla de papel es desconocida, siendo uno de los secretos de su fabricación. Lo que conocemos es que se trata de una serie de capas de cartón paté, pulpa de papel y vendas sobre un esqueleto metálico, que lo dota de gran resistencia mecánica, recubierto por papel alisado, pigmentos y una cola de origen animal de naturaleza colágena. Las piezas se fabricaban en moldes de madera y plomo donde se iban incorporando las diferentes capas. Después se secaban y se pintaban. Estás piezas, fabricadas en el siglo xix, mantienen en la actualidad su utilidad científica ya que continúan siendo modelos de la realidad de los «reinos animal y vegetal». Su maestría pedagógica no solo es demostrativa, reproduciendo la naturaleza, sino que da idea de la función que desarrollan los diferentes órganos. En otras ocasiones, el modelo representa el momento en que está ocurriendo un determinado proceso, representando funcionalmente el hecho.
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Los cuadernos escolares de Historia en la Exposición Universal de 1888
Pilar Morollón Hernández Instituto San Isidro Introducción En el Instituto San Isidro tenemos una excepcional biblioteca histórica en la que se hallan dos cuadernos escolares de 1888, correspondientes a los alumnos Antonio Ramos Anguiano y Víctor Herrero y Díez de Ulzurrún, dirigidos por el catedrático de Geografía e Historia de esos años, Félix Sánchez Casado. Estos pulcros ejercicios encuadernados formaron parte de los presentados a la Exposición Universal celebrada en Barcelona ese mismo año, en la que el Instituto San Isidro recibió varias medallas de oro. Dedicaremos este artículo a realizar una contextualización en el Instituto San Isidro durante los cursos en que fueron realizados y premiados respectivamente los trabajos, y un análisis de los mismos en relación a los sistemas de enseñanza de la Geografía y la Historia en la época y a intentar reconstruir la trayectoria de uno de los alumnos implicados. El Instituto San Isidro en los cursos 1887-88 y 1888-89 Durante los dos cursos en que se realizaron y presentaron los cuadernos, el Instituto San Isidro fue el núcleo del que dependían, gracias al Plan Pidal, numerosos colegios privados, cuyos alumnos tenían que examinarse en él y que, aunque comenzaron siendo pocos, con el tiempo eran más numero-
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sos que los propios alumnos oficiales. Este centro acogía igualmente a un pequeño número de alumnos cuya formación se realizaba en los propios domicilios a cargo de profesores particulares, pero que necesitaban realizar exámenes para recibir la correspondiente titulación oficial. Los profesores de los colegios privados daban clase en varios de ellos a la vez e incluso la compartían con su docencia universitaria, por ello el artículo 509 del plan de 1850 prohibió que los profesores lo fueran de más de tres colegios o en más de uno si eran funcionarios públicos. En varios colegios un mismo profesor explicaba dos o tres asignaturas, y en algunas clases coincidían alumnos de todos los niveles. La carencia de instrumental y enseres didácticos de gabinetes y laboratorios era general. 1 Durante los cursos 1887-88 y 1888-89 hubo 32 y 36 colegios adscritos al Instituto San Isidro, que aportaron 1085 alumnos matriculados en 2727 asignaturas en el primero y 1274 alumnos matriculados en 3044 asignaturas en el segundo curso. Estos centros eran mayoritariamente religiosos, ya que estamos en la época de la Restauración, en la que el Estado es confesional y la protección a la iglesia católica es evidente: Escuelas Pías de Getafe
Escuelas Pías de San Fernando
San José, Plaza del Progreso
San Luis Gonzaga, Luzón 4
Figueroa, Costanilla de los Ángeles 1
San Rafael, Atocha 63
De la Cruz, Esparteros 9
Centro de Enseñanza, Concepción Jerónima 5
San Agustín, Aranjuez
San Miguel, Torres 4
Purísima Concepción, Villalar 6
Ibérico, Alamillo 2
López García, Imperial 14
San Francisco de Asís, Desengaño 29
San Fernando, Salesas 4
Romano, Duque de Alba 9
Nuestra Señora del Pilar, Olivar
Hispano-Francés, Claudio Coello 13
Aroca, Claudio Coello 2
Cardenal Cisneros, Costanilla de Santiago 6
Teresiano, Turco 13
Politécnico, Santa Isabel 12
Ntra. Sra. del Recuerdo, Chamartín de la Rosa
San Lorenzo, Olivar 2
Barrio del Pacífico
San Juan Crisóstomo, Segovia 7
La Concepción, Desengaño 19
Latino-Español, Rollo 13
Academia filosófica, Almendro 25
San Marcos, Plazuela de Afligidos 5
Navarro Jurado, Alfonso (1992): Historia del Instituto de Segunda Enseñanza San Isidro de Madrid (1845-1936), tesis doctoral, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, p. 272. 1
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De los treinta colegios, dieciocho tienen nombre religioso: son confesionales, regidos por órdenes religiosas, como las Escuelas Pías, por sacerdotes, como Gregorio Benítez Peláez (párroco de Santa Bárbara que casó a Carlos Arniches) o por particulares. Esta situación de los estudios privados preocupaba sobremanera a los profesores del Instituto, quienes recogen su análisis en las memorias de los cursos 1887-88 y 1888-89. Comentan que el número de suspensos en la enseñanza oficial es del 10 % de los alumnos presentados a los exámenes, mientras que en los estudios privados es del 30 %. Las causas de ese fracaso según Bernardo Rodríguez Largo, secretario del Centro y autor de la memoria anual son: «la escasa preparación y el mal estado científico» de los alumnos cuyos «estudios son deficientes, que saben poco, y esto mal aprendido, que sus conocimientos carecen de solidez y profundidad necesarias y como si los hubiesen aprendido por sí solos», a pesar de que los profesores oficiales que los examinan en el Instituto son benevolentes y les preguntan sobre los textos que han utilizado en sus centros, e incluso a pesar de las recomendaciones, «que al fin no pueden menos de pesar algo sobre el profesor más severo e indiferente». Además apunta que son alumnos de limitadas cualidades intelectuales a los que les interesa tener un título cuanto antes, viniendo a sugerir que muchos de estos alumnos de clases acomodadas no podrían estudiar en los institutos públicos ya que tendrían que trabajar más y aún así no podrían titular. Sospecha que de seguir dando facilidades, a pesar del fracaso escolar, la mayoría se irían a los estudios privados porque la legislación les beneficiaba al pagar la mitad de los derechos de matrícula y al tener tres convocatorias: junio, septiembre y enero, a diferencia de en la enseñanza pública oficial, donde pagaban el doble de matrícula y tenían solo dos convocatorias. En el curso 1888-89 compara el porcentaje de suspensos del total de alumnos (oficial, privados y domésticos), que es del 13 %, con el de los de estudios privados, que es del 24 %, y vuelve a insistir en que los resultados no son debidos. a la mayor severidad en los tribunales para juzgar a los alumnos de estudios privados, sino a la escasísima y mal dirigida preparación con que aquellos se presentan al examen. Dichos alumnos, salvo algún caso especial, pretenden probar (sic) todas las asignaturas del Bachillerato en un par de años y, sin poseer una inteligencia superior a la de los alumnos oficiales, se contentan con leer algunos extractos relativos a cinco o seis asignaturas y se presentan a examen confiados en su saber, quejándose luego amargamente del fatal resultado obtenido en aquellos. 2 Instituto de San Isidro (1889): Resumen acerca del estado del Instituto San Isidro de Madrid cursos de 1887 a 1888, Madrid, pp. 6-7 y pp. 8-10 para las citas anteriores. 2
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Tampoco abandona la crítica a la enseñanza oficial, a la que achaca el poco interés de los padres en preguntar a los profesores por la actitud, trabajo y disciplina de sus hijos a lo largo del curso, sorprendiéndose de los malos resultados al final del mismo. Valora como imprescindible para el éxito escolar la preocupación paterna, ya que los profesores «no disponen hoy de ningún medio para hacer estudiar a sus alumnos». Aconseja a los padres y tutores «se cuiden un poco más de la educación y enseñanza de sus hijos, cuyo porvenir depende más de dichas circunstancias que de las riquezas que puedan dejarles». 3 Durante el curso 1887-88 hubo 1.680 alumnos matriculados; de ellos 530 eran de enseñanza oficial: 372 en estudios generales y 158 en estudios de aplicación; y 1150 de enseñanza privada y doméstica, siendo solo 11 en estudios de aplicación. Con respecto al curso anterior, la memoria detalla una acusada disminución general de alumnos tanto oficiales de estudios generales, 21 alumnos menos, como de la enseñanza privada y doméstica, con 20 alumnos menos; pero es sobre todo sorprendente la bajada de matrícula de los estudios de aplicación que cayeron en 241 en la enseñanza oficial y 81 en la enseñanza privada y doméstica, gracias a que se instituyeron los estudios de Comercio, ya totalmente independientes de los centros de Enseñanza Media por Real decreto de 1 de julio de 1887. Cabe destacar que los alumnos oficiales solo suponían un tercio del total de alumnos matriculados en el Instituto. Los datos de las asignaturas de Geografía e Historia fueron los siguientes: En Geografía se matricularon 77 alumnos oficiales. En el curso 188889 se matricularon 90 alumnos oficiales. Los resultados de los exámenes ordinarios fueron: de 67 alumnos presentados, 9 sobresalientes, 11 notables, 16 buenos, 26 aprobados y 5 suspensos. En septiembre se presentaron 6 alumnos, de los cuales aprobaron 5 y suspendió 1. En el curso siguiente se presentaron 72 en junio, de los cuales 8 fueron sobresalientes, 10 notables, 10 buenos, 32 aprobados y 12 suspensos. En septiembre se presentaron 13 alumnos, 2 buenos 8 aprobados y 3 suspensos. En Historia de España fueron 75 alumnos oficiales en el curso 1887-88, se presentaron 62 alumnos en junio, con 6 sobresalientes, 5 notables, 14 buenos, 15 aprobados y 22 suspensos. En septiembre se presentaron 22 alumnos, y fueron 2 buenos, 8 aprobados y 12 suspensos. El curso siguiente se matricularon 87 alumnos, en junio se presentaron 70, con 7 sobresalientes, 9 notables, 15 buenos, 26 aprobados y 13 suspensos. En septiembre se presentaron 10, aprobaron 3 y suspendieron 7. Ibídem, pp. 6-7.
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En Historia Universal hubo 47 alumnos oficiales en el primer curso y 68 en el segundo. En junio se presentaron 37 alumnos, con 7 sobresalientes, 6 notables, 9 buenos, 13 aprobados y 2 suspensos. En septiembre se presentaron 4, con 1 notable, 1 aprobado y dos suspensos. En el siguiente curso, se presentaron en junio 61 alumnos, con 9 sobresalientes, 9 notables, 19 buenos, 11 aprobados y 13 suspensos. En septiembre se presentaron 7, uno fue bueno, 7 aprobaron y 5 suspendieron. Con respecto a estos resultados, podemos ver que hay un alto porcentaje de alumnos que abandonan la asignatura y no se presentan en junio (10 alumnos en Geografía, 13 en Historia de España y 10 en Historia Universal el primer año, 18 en Geografía, 18 en Historia de España, y 7 alumnos en el segundo curso analizado) sin que en el texto se dé ninguna explicación al respecto. En general, el nivel de aprobados es muy alto sumando ambas convocatorias, excepto en Historia de España que quedan 12 y 13 alumnos respectivamente para el siguiente curso. Estos resultados intentaremos explicarlos cuando tratemos la ideología y los métodos de enseñanza del profesor responsable de la asignatura, Feliz Sánchez Casado, siendo también debidos a que la asignatura de Historia Universal es dada por otro profesor, Francisco Fraile. 4 En cuanto al personal facultativo del centro en estos cursos, el director era José Ceruelo y Obispo, 5 catedrático de Geometría y Trigonometría, el vicedirector Joaquín Fernández Cardín, catedrático de Aritmética y Álgebra, y el secretario Bernardo Rodríguez Largo, catedrático de Física. Además de los componentes de la Junta directiva, los catedráticos numerarios eran: Eugenio Méndez y Caballero de Latín y Castellano, Saturnino Fernández de Latín y Castellano, Salvador Arpa de Retórica y Poética, Félix Sánchez Casado de Geografía e Historia, Urbano González y Serrano (véase, dentro de esta obra «El krausismo en el Instituto de San Isidro») de Psicología, Lógica y Ética, Ricardo Becerro de Bengoa de Química, Manuel Rodríguez Ayuso de Agricultura, Justo Sales de Francés y Francisco García Ayuso de Alemán. Excepto tres catedráticos, todos los demás eran doctores, lo que indica el alto nivel académico de los profesores del Centro. Además existían dos catedráticos supernumerarios que eran los licenciados Francisco Fraile de Historia Universal y Mariano Barsi, que no aparece en la relación de Ibídem, pp. 7 y ss. José Ceruelo y Obispo fue director de 1891 a 1903, bachiller de la facultad de Filosofía. Doctor en Derecho. Doctor en Ciencias. Catedrático de Física y Matemáticas, colegiado en el Colegio de Abogados de Madrid, jefe honorario de la Administración civil. Caballero de la Real orden de Carlos III. Consejero de Instrucción Pública. Comendador de la Real orden de Alfonso XII. Tomó posesión el 31 de diciembre de 1886 y cesó por fallecimiento el 5 de agosto de 1903. 4 5
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profesores y horarios. Hay un catedrático interino que es Mariano Borrell (véase en esta obra «Las láminas de Dibujo del Instituto de San Isidro»), profesor de Dibujo Lineal y Adorno, que fue quien más animó para que el Instituto presentara sus trabajos a las Exposiciones Universales, incluida la de Barcelona, de la que se ocupa este artículo. Los profesores auxiliares eran: Vicente de Vera y López, Antonio LLardent y Esmet, Demetrio Fidel y Rubio, auxiliar de Historia Natural, Mariano del Amo y Ágreda, Rufino Lanchetas y Labayru, Francisco Miras y Carrasco, y Patricio Peñalver, auxiliar de Alemán por hacer dos grupos y Eugenio Ochoa Theodor, que dio clases de Francés por dividirse el grupo gracias al elevado número de alumnos matriculados. Además hay dos interinos: Casto Vilar de Alemán, en el primer curso, que fue sustituido por el catedrático y filólogo Francisco García Ayuso quien tomó posesión de su plaza el 9 de agosto de 1888, y Enrique Danero que da clases de Inglés. Este profesor cesó en su puesto en septiembre de 1888 por haber sido nombrado catedrático de la Escuela de Artes y Oficios. Manuel Rodríguez Ayuso, catedrático de Agricultura, pasó a ocupar un cargo oficial en Zaragoza, por lo que cesó en 1889; también cesó Vicente Vera, auxiliar numerario de la sección de Ciencias, por haber sido nombrado para dirigir la Estación Enotécnica española. Antonio Hernández Pérez ocupó el cargo de auxiliar de Francés. Fue nombrado auxiliar interino de Ciencias Cándido Andrés Alonso, en sustitución de Vera. En el curso 1887-88 se invirtieron 1451,50 pesetas en material científico como adquisición de libros, suscripciones a revistas científicas y productos y aparatos destinados a los gabinetes. Al curso siguiente solo se gastaron 620,41 pesetas, del total de 6361 que había de remanente del curso anterior para material científico, fundamentalmente para las suscripciones de las revistas. En esos años se recibieron algunos donativos como el realizado por Petra Emparanza, que donó armas y el equipo completo de un mandingo, dos caparazones de tortuga marina y cuatro mandíbulas de pez sierra, además de mil volúmenes referentes a ciencias y a artes. Las minas de Galdames de Somorrostro donaron una colección de hematites, varias muestras de fundición blanca y gris y una colección de escorias, castina y rocas ferríferas. Se realizaron en estos años mejoras en el edificio: embaldosado con piedra artificial, el pavimento de todos los claustros en sustitución de las losas de granito, pintura al óleo de todas las puertas y ventanas, reemplazando la pintura al temple, saneamiento y ventilación de las cuevas que dan a la calle de Toledo en las que se habían acumulado escombros de antiguas obras, arreglo de los tejados y conducción a la atarjea general de las bajadas de aguas y derribo y construcción de varias paredes de los patios interiores y
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vigas de techumbre en mal estado. La dirección de las obras la realiza el arquitecto de Fomento José María Ortiz y su presupuesto fue de 30 825,67 pesetas a cargo del Ministerio de Fomento. Los horarios en que se desempeñaba la actividad docente eran de jornada continuada de 9 de la mañana a 4 de la tarde. Todas las asignaturas eran de hora y media. Los libros de texto eran mayoritariamente los que habían escrito los propios docentes. Esto era lo habitual entre los catedráticos, pues al no imponer la administración unos determinados textos, los profesores hacían los suyos propios con dos fines: el educar a sus alumnos en sus propias ideas didácticas y opiniones científicas o doctrinales, y el más prosaico de completar su salario con una financiación segura de un mercado cautivo de alumnos que no tenían más remedio que adquirir dichos textos. Había dos oficiales de secretaría, dos escribientes, un conserje 4 bedeles, un portero, cinco mozos de aseo y un jardinero. En cuanto al material didáctico que tenía el departamento de Geografía e Historia, era realmente escaso en Geografía: dos globos de pequeñas dimensiones, uno celeste y otro terrestre, dos esferas armilares una de metal y una de cartón, dos planisferios movibles, uno de metal y otro de cartón, una rosa náutica y una brújula, un sistema planetario, mapas de Dufour, un atlas clásico universal, cartas murales de Meissas y Michelot y una colección de mapas especiales de España por Avellana. Se echaban en falta globos y esferas de mayor tamaño, cartas y mapas murales, atlas generales de España y sus colonias por Coello, un mapa de España y Portugal, mapas de relieve por Bauerkeller. En Historia se consideraba conveniente la adquisición de atlas, mapas históricos, cuadros cronológicos y genealógicos. El profesor de Geografía e Historia de España era Félix Sánchez Casado, a quien hemos dedicado otro artículo en este mismo libro, director de los trabajos escolares que presentamos; Francisco Fraile Rodríguez impartía la asignatura de Historia Universal, al haberse desdoblado ambas en 1885. Francisco Fraile y Rodríguez llevaba trabajando en el Instituto San Isidro desde el 28 de septiembre de 1866 como auxiliar de la sección de Letras; era doctor con sobresaliente en Filosofía y Letras y licenciado en Teología y Derecho Civil y Canónico. Doce años más tarde, el 1 de junio de 1878, se le nombró catedrático supernumerario del mismo centro, y catedrático numerario por ganar el Recurso Contencioso Administrativo, en 1888. 6 Durante todos esos años, hasta que fue nombrado catedrático numerario, 22 años, había explicado doce cursos completos de Historia Universal, diez de Gaceta de Madrid de 13 de abril de 1888, n.º 140, p. 148.
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Geografía, cinco de Historia de España, seis de Latín, dos de Psicología y seis de Retórica y Poética, resultando un total de treinta y seis cursos completos, además de haber explicado otros incompletos de Lógica y Ética, Fundamentos de la Religión y Perfección del Latín y principios generales de Literatura. Todo ello nos indica que los auxiliares de Letras impartían asignaturas afines de acuerdo con las necesidades didácticas del centro e incluso sustituían temporalmente a profesores, ya que entre sus trabajos impartió cursos incompletos. Por su formación parece que fue sacerdote, por lo cual y, a pesar de haberle quitado el acceso a la cátedra a la que aspiraba en 1885, tenía puntos en común con Félix Sánchez Casado, como era su adscripción cristiana, si bien no quiso poner nunca los textos de su compañero como manual de Historia Universal. Falleció en 1905. Trabajos presentados a la Exposición Universal de Barcelona de 1888 La Exposición Universal de Barcelona fue inaugurada en ceremonia oficial el 20 de mayo de 1888, con la asistencia de la reina regente, con toda solemnidad. Por la noche tuvo lugar la representación de la ópera wagneriana Lohengrin en el Liceo. La Exposición tuvo otras actividades paralelas como la celebración de los Juegos Florales el 27 de mayo, la celebración de numerosos congresos, entre ellos el dedicado a la Enseñanza o la realización de unas grandiosas fiestas escolares desde comienzos de diciembre hasta su clausura el 9 de diciembre. Las medallas se entregaron muy tempranamente, el 30 de octubre, en un acto presidido por las Infantas, pero que careció de la grandiosidad que se esperaba al ser muchos los expositores premiados y debido a que muchos jurados aún no habían deliberado los premios. La Sección Oficial del Gobierno, en la que participaba el Instituto de San Isidro, se reservó la galería principal del Gran Palacio de la Industria, donde los objetos aparecían clasificados por ministerios; en el caso de los materiales del centro, en el Ministerio de Fomento 7 El Instituto San Isidro concurrió con una notable colección de trabajos de los alumnos referentes a Geografía, Historia, Matemáticas, Química y Dibujo, así como otra completa de las obras publicadas por los profesores, junto a cuadros estadísticos y modelos de los asuntos pertinentes a la secretaría como muestra del estado y organización del Instituto. La coordinación y el impulso estuvo a cargo de Mariano Borrell, catedrático interino y profesor de Dibujo del centro. Los trabajos fueron compensados Grau, R. (dir.) (1988): Exposición Universal de Barcelona. Libro del Centenario. 1888-1988, Barcelona, L’Avenç. 7
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Figura 1. Inauguración de la Exposición Universal de Barcelona 1888. con la concesión de una medalla de oro, general al Instituto, junto a los presentados por el instituto de Barcelona, y otras condecoraciones a los libros de alguno de los profesores participantes, como la de plata al catedrático de matemáticas Fernández Cardín, 8 y de oro a Mariano Borrell o Félix Sánchez Casado. Esta exposición fue la primera que tuvo una gran representación de los centros de segunda enseñanza españoles. Se presentaron trabajos de los institutos de Almería, Badajoz, Baleares, Barcelona, Córdoba, La Coruña, el Jovellanos de Gijón, Huelva, Jaén, León, Lérida, Logroño, Lugo, San Isidro de Madrid, Málaga, Pamplona, Pontevedra, Santander, Soria, Tarragona, Teruel, Valencia, Zamora y Zaragoza. Este matemático nació en Pintueles (Asturias) en 1820. En la Universidad de Oviedo fue discípulo de Posada Herrera, a quien sucedió en la cátedra de Matemáticas. En 1855 se trasladó al Instituto de Madrid, donde ejerció el cargo de profesor de Matemáticas. Le concedieron, entre otros premios y distinciones, las cruces de Isabel II y Carlos III. Su obra fue premiada con la medalla de plata en la Exposición Universal de Barcelona y declarada de texto para la 2.ª enseñanza, www.vivirAsturias.com (2012). 8
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Los trabajos presentados pertenecían a las clases 106 y 173 y fueron los siguientes: 9 Autor Fernández Cardin
Texto
Premio
Aritmética y Álgebra, Geometría y Trigonomedalla metría; Principios de Aritmética; Nociones de de plata Aritmética Geografía comparada; Historia de España
medalla de oro
Félix Sánchez Casado Historia Universal; Guía del bachiller, 2 tomos medalla de oro a (letras y ciencias); Cuadro sinóptico de la dila Historia nastía de los Omeyas de Córdoba Universal Urbano González Serrano
Preocupaciones sociales; Goethe
Arpa y López
Retórica y poética; Ejercicios prácticos; Principios de Literatura
S. Moreno Rey y J. Ceruelo
Aritmética y Álgebra (1.ª y 2ª. ed.); Lecciones de Agricultura
B.A.R. (sic)
Nueva cartilla agraria
Bernardo Rodríguez Largo
La electricidad y sus aplicaciones
Sales y Esteban
Método completo de Lengua Francesa
Becerro de Bengoa
El libro de Álava; El libro de Palencia; De Palencia a Coruña; De Palencia a Oviedo y Gijón; Romancero alavés
Borrell y Folch
Curso completo de dibujo (3 tomos)
del Amo y Agreda
Psicología, Lógica y Ética
Serrano Galvache
Cartas pedagógica; El vigía de los niños
medalla de oro
Como podemos observar en la relación, el profesor Borrell que coordinó todos los trabajos logró que una mayor parte del claustro se implicara en la presentación al certamen, convenciéndoles, sin duda, del gran prestigio y ventas que obtendrían sus libros si recibían alguno de los premios, como así sucedió en varios casos. Además estos profesores motivaron a sus alumnos para realizar trabajos escolares que fueron una pieza fundamental para que se concediera al Instituto San Isidro la medalla de oro. Exposición Universal de Barcelona de 1888. Catálogo de la Sección Oficial del Gobierno publicado por la Comisaría Regia, Barcelona, 1888, López Robert Impresor, pp. 179-180. 9
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Figura 2. Plano general de la Exposición Universal de Barcelona de 1888. Los trabajos presentados por los alumnos fueron: «Colón» canto épico por Rodríguez Onrubia; «Album de Historia de España» por Díez y Nebreda; «Atlas de Geografía histórica» por R. Anguiano; «Atlas de Geografía histórica» por Rodríguez Recio; «Atlas de Geografía histórica» por F. (sic) Herrero; Colección de ejercicios prácticos «Aritmética y Álgebra curso 1887-1888. Colección de ejercicios prácticos» «Geometría y Trigonometría curso 1886-1887, Album de Dibujo Lineal, Geométrico y de Adorno ejecutados por los alumnos de este Instituto». 10 Los profesores que más se esforzaron fueron precisamente Félix Sánchez Casado, que acudió con cuatro alumnos, Fernández Cardin, que presentó los trabajos de todos sus alumnos y Borrell y Folch, cuyos álbumes de dibujo también se conservan en la biblioteca del Instituto. Se expusieron además los programas de todas las asignaturas de 2.ª Enseñanza, las memorias correspondientes al último decenio, el Catálogo general del gabinete de Física y Química, el Catálogo general del gabinete de Historia Natural, el Catálogo general del gabinete de Agricultura, el Catálogo general de las obras existentes en la biblioteca particular de este Instituto, tres cuadros de honor correspondientes a los últimos cursos, una Ídem.
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colección de fotografías de los principales locales de este establecimiento y un Atlas de Geografía histórica igualmente de Félix Sánchez Casado. Trabajos de historia Los dos trabajos que se conservan, de los cuatro originarios que se presentaron a la Exposición Universal, tienen el mismo título «Atlas de Geografía histórica» y fueron realizados por los alumnos Antonio Ramos Anguiano y Víctor F. Herrero y Díez de Ulzurrún. Similitudes: ambos están encuadernados en tela, si bien en el de Víctor Herrero su encuadernación no es la original. En la entrada del trabajo de Ramos Anguiano, se enmarca el título, el autor y la fecha en una cartela ornamental, rematada en roleo, como si fuera un pergamino, alusión al carácter de trabajo de Historia. Utiliza dos tipografías, una menos decorada para el título, con el resalte de ATLAS en mayúscula que nos dice de qué trata el trabajo, y otra gótica para escribir el nombre, en el que el primer apellido «Ramos» está abreviado por una R. que nos indica la mayor ascendencia social de su madre. La fecha, sin embargo, es dibujada con otra tipografía distinta a las anteriores. El trabajo de Víctor Herrero se compone de dos entradas, en la primera se consigna el título y en la segunda nos da mayor información: que pertenece al Instituto San Isidro, al curso 1887-88 y que lo ha realizado para la asignatura de Historia de España como trabajo práctico dirigido por su profesor Félix Sánchez Casado, cuyo nombre sirvió de confusión en la edición del
Figura 3. Trabajo de Antonio Ramos Anguiano.
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Figura 4. Trabajo de Víctor Herrero y Díez de Ulzurrún. catálogo oficial, que pone la inicial F. Herrero al autor del trabajo, en vez de V. de Víctor. En la primera página utiliza una tipografía especial, con el título en negrita. En la segunda página utiliza tres tipografías distintas en el primer título, siendo mayúsculas las correspondientes al Instituto San Isidro. Se separa con un diseño tipo roleo en cuyo centro dibuja una especie de S angulada similar a la tipografía de los años en que fue redactado. La asignatura y el nombre de Félix Sánchez Casado tienen la misma tipografía, mientras que PROFESOR va en otra tipografía y en mayúsculas para resaltarlo como director e impulsor del trabajo, en reconocimiento a su labor en la asignatura. En el último epígrafe se añade la descripción de que se trata de un trabajo práctico realizado como complemento a la asignatura, en una tipografía de influencia mudéjar, y en mayúsculas su condición de alumno con su nombre y dos apellidos en mayor tamaño, indicando la satisfacción y el orgullo por el trabajo realizado y por su presentación en un certamen internacional, terminando la página con una simple línea poco ornamentada. Ambos cuadernos tienen la misma estructura conceptual, aunque no por ello son idénticos formalmente, además el atlas se compone de una selección de contenidos de ningún modo objetivos, copiados literalmente del Atlas escolar para el estudio de la Geografía e Historias Universal y de España 11 del mismo profesor que dirige los trabajos, Félix Sánchez Sánchez Casado, F. (1906): Atlas escolar para el estudio de la Geografía e Historia Universal y de España (6.ª ed.), Madrid, Luis Jubera. 11
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Casado, que complementaba el libro de texto del mismo autor Prontuario de Historia de España 12 ambos obligatorios en el centro. Los libros de texto suponían un ingreso extra muy importante para los profesores de los Institutos, por ello los presentaban una y otra vez a las Exposiciones Universales para conseguir premios que los impulsaran internacionalmente, sobre todo hacia América Latina, aumentando las ventas. Félix Sánchez Casado obtuvo dos medallas de oro en esta Exposición de 1888 con el gran manual de Historia de España, libro de divulgación muy doctrinario de más de mil páginas, y con la Geografía Comparada, libro de texto que no solo era obligatorio en el Instituto San Isidro sino en muchos de los colegios confesionales de España y América Latina, en el que refuta con vehemencia la teoría de la evolución darwinista y apela continuamente al creacionismo. Tras su muerte, su hijo que siguió realizando reediciones de sus libros de texto hasta finales de la década de los veinte del siglo xx, presentó la obra Atlas Escolar de Bolsillo a la Exposición hispano-francesa de Zaragoza en 1908, resultando también premiada con medalla de oro. En ambos cuadernos se comienza con una cronología de la Historia de España. La cronología en el cuaderno de Anguiano ocupa una plana, mientras que en el de Ulzurrún ocupa ambas planas del cuaderno. Ramos Anguiano divide el folio en cuatro cuartos. En el primero sitúa la división de la Historia de España en Edad Antigua, Media y Moderna. En el segundo las épocas de la Edad Antigua: primitiva, cartaginesa y romana, con sus respectivas cronologías, que se corresponden con la citada en las páginas 2 y 3 del libro de texto Prontuario de Historia de España. En el tercer cuadrante está la Edad Media con las épocas visigoda, árabe y cristiana, que termina con la muerte de Enrique IV en 1474, idénticas a la de la página 21 del Prontuario. Y en el cuarto la España Visigoda con sus periodos que son infancia, adolescencia, virilidad y decadencia con sus respectivas cronologías. No hay más cronología y hay que esperar a la página 17 verso para completarla. En esa página, vuelve a dividir el folio en cuatro partes, En el primero aparece la cronología de la España Árabe con sus periodos de Emirato Independiente, Emirato dependiente y Califato, correspondiente a la página 33 del Prontuario. En el cuadrante inferior está la división medieval de la España Cristiana desde el 1031 fecha de la extinción del Califato y en dos siglos solo incluye los estados de Sancho el Mayor (1035), la unión de Castilla y León (1037) y las muertes de San Fernando en 1252 y Jaime el Conquistador de Aragón en 1276, de la página 59 del Prontuario. En el último cuadrante sitúa el título de Historia de España, curso 1887-1888. Sánchez Casado, F. (1879): Prontuario de Historia de España (6.ª ed.), Madrid, Librería de Gregorio Hernando. 12
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Figura 5. Cronología de Herrero de Ulzurrún.
Figura 6. Cronología de Ramos Anguiano.
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La elección de la cronología medieval es ideológica: fechas clave para resaltar el origen del nacionalismo español, según su criterio: la época visigoda como el primer reino «español» porque durante ella se conquistó casi toda la península bajo un solo monarca y unas mismas leyes; el reinado de Sancho el Mayor que une efímeramente los reinos de Castilla, León y Navarra. Las fechas de la muerte de los dos soberanos que más contribuyeron a la Reconquista como cruzada, guerra contra el infiel extranjero, conquistando la mayor parte de territorios a los árabes: nacionalismo y catolicismo. Estos textos están imbuidos de un incipiente nacionalcatolicismo gracias a su dogmatismo y a que los textos en los que se inspiran son una mezcla de mitología, religión y documentos que exaltan determinadas épocas, redactados en la Edad Media y en el Renacimiento, 13 rescatados en el siglo xix por historiadores que reivindicaban la nación dentro del pensamiento liberal más reaccionario como la Historia de España de Modesto Lafuente que vino a dar continuación y, con el tiempo, a tomar el relevo del modelo protonacional que encarnó la obra del Padre Mariana, convirtiendo conscientemente a la nación en objeto y sujeto de la historia, y presentando una interpretación histórica liberal atemperada por un notable catolicismo, creando el estereotipo nacional-religioso, molde de la historiografía dominante. 14 La última parte de este cuadrante nos lleva directamente a la reina Isabel la Católica, el icono del nacionalismo, y data los hechos más significativos para el autor: su ascenso al trono, la unión de los reinos de Castilla y Aragón, la conquista de Granada con la derrota de los musulmanes que lleva a la unidad religiosa del reino, y la conquista de América, que conducirá del reino al Imperio. En el último cuadrante coloca la Edad Moderna, donde vuelve a reiterar el reinado de Isabel poniendo como primera fecha la muerte de Enrique IV y el final del mismo con la fecha de la muerte de la reina. Por último la época de los Austrias, de la que solo cita que son dos siglos y la muerte de Carlos II, y los Borbones, de la que incluye someramente dos siglos y hasta 1888, fecha en que se editó el atlas escolar en que se basa la cronología. El cuaderno de Anguiano tiene veintisiete páginas verso y recto, sin numerar por parte del autor, de las cuales la mitad son páginas en blanco, para que no se transparenten las dibujadas en el resto y contribuir a la limpieza del atlas, además de que copian la técnica del atlas escolar en la que se basan. Por tanto son once dobles páginas más una de inicio y otra de final. Los manuales decimonónicos se inspiraron en las Historias de Alfonso X El Sabio, el cardenal Jiménez de Rada, el Padre Juan de Mariana. 14 Cuesta Fernández, R. (1997): Sociogénesis de una disciplina escolar: La Historia, Barcelona, Pomares Corredor, p. 65. 13
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En la página 3 está la cronología ya citada y el mapa de España antes de la venida de los romanos. En él utiliza tres tipografías: una gótica para los mares, otra más racionalista para el título y una cursiva para los nombres que aparecen en el mapa. Es una copia literal del que aparece en el Atlas citado (páginas 130131), salvo la tipografía, que en la edición utilizada del Atlas es de imprenta.
Figura 7. Atlas Escolar Geográfico e Histórico de Félix Sánchez Casado, páginas 130 y 131.
Figura 8. Trabajo de Ramos Anguiano.
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Como hemos expuesto en el artículo sobre las ideas de Félix Sánchez Casado (en esta misma obra), para este profesor los pueblos prerromanos eran la esencia de la españolidad ya que esos pueblos sin contaminar por el paganismo eran descendientes directos de Noé. Por ello se han seleccionado estos mapas y no los de la romanización. En el siglo xix se heroificó a personajes como Viriato y la resistencia de Numancia como parte del carácter español que no fue dominado ni con la aculturización romana, como parte de un territorio insurbordinable habitado por gentes orgullosas, valientes, y combativas hasta la muerte, germen del nacionalismo hispano. En la página 5, ocupando ambos folios, se ubican las invasiones bárbaras de la península, copiado del correspondiente del Atlas, página 138, aunque aquí la tipografía es cursiva, resaltándose en negrita los mares y los territorios ocupados por alanos, visigodos y el Imperio de Occidente, igual a su homóloga del atlas, salvo que en el cuaderno ocupa una doble página. La página 7 en verso y recto, que es la compañera de la anterior en el Atlas, ocupa el reino de los vándalos y visigodos. Era muy importante para el nacionalismo la inclusión de estos mapas, pues ya desde la Edad Media se consideraba que el nacimiento de la nación española derivaba del reino visigodo, en el que se unificó por vez primera el territorio bajo la religión católica tras la conversión de Recaredo al catolicismo en el 589. Este mito surgió en la Edad Media para justificar la ocupación de las tierras de Al-Andalus bajo el nombre de «Reconquista» de los antiguos territorios cristianos de época visigoda y por ello tuvo ese carácter casi santificado la toma de Toledo por Alfonso VI en 1085, como la vuelta a la capitalidad visigoda. En la página 9 verso aparece el mapa del reino visigodo, pero curiosamente solo del 414 al 474. Son resaltables los tres mapas que el catedrático Sánchez Casado escoge sobre los reinos bárbaros, dos de ellos a toda página; posiblemente se trate de hacer un guiño al carácter internacional de la Exposición Universal de Barcelona, haciendo ver a los visitantes el carácter europeo del pueblo español, forjado con pueblos provenientes del norte de Europa y que formaban parte de los pueblos germánicos. En el recto de esta página, Anguiano sitúa el mapa de la España de los Omeyas, como hace su profesor, no la llama solo Andalus, sino también Spania para que no se pierda el carácter cristiano del territorio, y a Asturias la llama Gothia, como heredera directa de los pueblos godos que comenzarán la Reconquista. Pero curiosamente las etapas de la Reconquista no aparecen en los mapas ni en las cronologías. Es una etapa «débil» para estos nacionalistas ya que los reyes están continuamente disputando su poder con la nobleza y por tanto se considera una etapa poco «viril». En la página 11 verso está dibujada a pluma y tinta china la batalla de Guadalete, la pérdida del primer reino cristiano ante los árabes, y en el 11 recto,
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Figura 9. Atlas, página 102.
Figura 10. Cuaderno de Ramos Anguiano, página 11.
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justo al lado, la batalla de Covadonga, que se considera la primera batalla de la Reconquista, el inicio que llevará a España a su unidad cristiana de nuevo. Desconocemos las fuentes, si es que las utilizó Sánchez Casado para dibujar en su atlas y los alumnos en su cuaderno la estrategia de los ejércitos, pero, según los estudios actuales, se trata de sendas invenciones, ya que de la de Guadalete se ignora incluso el lugar exacto donde tuvo lugar, y la de Covadonga difiere sensiblemente entre la narración cristiana y la musulmana. Aún así, serán fuentes medievales o renacentistas que copian a su vez a las medievales. En el 13 verso aparecen los primeros reinos cristianos del noroeste peninsular, y en el recto los reinos de taifas, páginas 151 y 152, y 155 y 156 del Atlas respectivamente. Ambos mapas son la expresión del nacionalismo ya que los primeros serán los que lleven a la nación a su unidad territorial y religiosa, mientras que los segundos forman parte del imaginario del individualismo del carácter español. Para no olvidar a Cataluña, ya que la Exposición Universal se celebra en Barcelona, en la página 15 recto, estando la verso en blanco, se dibuja la parte oriental de la Península, y en ella los territorios cristianos que lucharán contra los musulmanes y cuyo punto culminante ya lo ha reflejado en la cronología es el reinado de Jaime I el Conquistador, páginas 164 y 165 del Atlas. En la página 17 verso incluye la parte de cronología que faltaba y ya se ha citado, y en el recto otra batalla: la de Calatañazor, página 105 del Atlas, que pone fin al Califato, y por tanto tiene parte en el relato de hito en la Reconquista, cuando la etapa de «virilidad» del periodo musulmán decae. Por cierto, es curioso ese paralelismo entre las edades del hombre y la historia, que forman parte de la ideología de la sociedad patriarcal en la que la historia es cosa solo de varones (y de alguna mujer como la sacralizada Isabel la Católica) y cuyo desarrollo se asemeja a la vida de los hombres que nacen se desarrollan, tienen un punto culminante, llamado por Sánchez Casado «virilidad», decaen y mueren. En la página 19 se ubican otras dos batallas clave en la Reconquista: la batalla del Salado, en la que Alfonso XI llega hasta Gibraltar, página 108 del Atlas, la más temprana reconquista de la totalidad de la Península aunque la mayor parte del territorio se perdiera después, en la que participaron los monarcas de casi todos los reinos peninsulares y cruzados europeos, y la batalla de las Navas de Tolosa, página 107 del Atlas, que constituye el final de la hegemonía musulmana en la península, a partir de la cual Fernando III el Santo y Alfonso X el Sabio acaban con la reconquista peninsular de los reinos ya unidos de Castilla y León, ya que Aragón y Portugal siguieron su propio proceso reconquistador y Navarra se volcaba más hacia sus relaciones con Francia. Los tres últimos mapas corresponden a la Edad Moderna, a la época del Imperio: en la página 21 en verso y recto se dibujan los viajes y conquistas
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de los territorios americanos, páginas 168 y 169 del Atlas, causa de la hegemonía española en época de los Austrias Menores, en el 23 y el 25 recto, las posesiones italianas, páginas 172 y 173 y flamencas en época imperial páginas 176 y 177 del Atlas y colofón de los mapas del mismo. Este es el final de la grandiosa historia de la nación, cuando dominó el mundo, tanto América como gran parte de Europa. El cuaderno de Herrero contiene los mismos mapas y esquemas de batallas que el de su compañero, además incluye una cronología más precisa en sus páginas finales. No obstante existen numerosas diferencias formales entre ambos. En el cuaderno de Herrero la cronología ocupa una doble página, 4 recto y verso, y aquí empieza su propia numeración de cada imagen representada; esta es la número 1, y en ella se recoge el total de la cronología, pero sin cambiar ni un ápice de la incluida en el Prontuario de Historia de España y que también refleja su compañero Anguiano. El folio 6 verso y recto contiene el mapa de España antes de los romanos, que numera con el 2. El folio 8 verso la llegada de los Bárbaros, el 8 recto el reino de Suevos, que es el mapa 3 y Visigodos el 4; el folio 10 en ambas caras el reino de Visigodos, el 5; el folio 12 verso la batalla de Guadalete y 12 recto la de Covadonga numerado 6 y 7; el 14 en ambas caras el reino de los Omniadas y en un recuadro el reino cristiano de Teodomiro, el número 8, esta es una de las diferencias con el otro cuaderno, ya que aquí lo dibuja a doble cara, y no en una como en el de Anguiano, además de situar ambas batallas en un folio anterior, y añadir el reino cristiano de Teodomiro tal como está recogido en el Atlas. En el folio 16 recto recoge los reinos cristianos del noroeste peninsular, numerado 9. En el folio 18 en ambas caras los reinos de Taifas, numerado 10, que Anguiano sitúa solo en una cara. En el folio 20 verso los reinos peninsulares del este, numerado 11, y en el recto la batalla de Calatañazor, numerado 12. Folio 22 verso batalla del Salado, numerado 13, recto batalla de Navas de Tolosa, numerado 14. Folio 24 ambas caras viajes y conquista de América, numerado 15. Folio 26 recto mapa de las posesiones españolas en Italia, numerado 16 verso en blanco. Folio 28 verso posesiones en Flandes, numerado 17, recto título: cronología de los reyes de España. Folio 29 verso en blanco, recto, numerado con el 1 los reyes visigodos dividido en sus periodos de Infancia (410-507), Adolescencia (507-586 fecha de la conversión de Recaredo al Catolicismo), Virilidad (586-680) y Decadencia (680-711). La famosa lista de los reyes Godos que tantos quebraderos de cabeza produjeron a los estudiantes de enseñanzas medias hasta la transición a la democracia del siglo xx. Folio 30 recto, numerado con el 2 (verso en blanco) los reyes del Emirato Dependiente, Emirato Independiente y Califato. Folio 31 recto,
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Figura 11. Mapa de Herrero Ulzurrún.
numerado 3 Reyes de Asturias y León desde Pelayo (718) hasta Bermudo III (1037). Folio 32 recto, numerado 4, reyes de Castilla y León desde Fernando I en 1037, diferenciando los reyes de cada reino hasta la unión definitiva y hasta Enrique IV en 1474. Folio 33 recto, numerado 5, los condes de Barcelona y reyes aragoneses. Folio 34 recto, numerado 6, Edad Moderna desde Isabel de Castilla, en la que se resalta la Unidad Nacional, hasta 1888, incluyendo Alfonso XII y Alfonso XIII en su minoría de edad. Acaba con un índice que utiliza la numeración consignada tanto en los 17 mapas como en los 6 cuadros cronológicos, en el folio 35 recto y sin hoja de final. Además de los mapas, hay que resaltar que se valoran las batallas como eje en que se basa el devenir histórico, con lo que nos indica el carácter de ensalzamiento militar del ejército como protagonista casi único de la Historia junto con los reyes que aparecen en cuadros cronológicos, destacando las épocas que le parecen esenciales para la definición nacional de España. Este es el único elemento que faltaba para sintetizar el imaginario de Félix Sánchez Casado a través de sus textos y su enseñanza: hay que enseñar la España nacional, católica, con preeminencia militar y monárquica. Es la idea que los neocatólicos oponían al liberalismo doctrinario y moderno de la Institución Libre de Enseñanza (ILE) y que se mantuvo con libros de texto y profesores que educaban a las élites del país en la
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enseñanza oficial hasta la II República, salvo las islas ideológicas propulsadas por la ILE en la enseñanza privada liberal y en algunos profesores de la enseñanza pública. Idea pedagógica y metodología didáctica En estos cuadernos escolares subyace la idea de la copia literal, sin espíritu crítico, de los libros del profesor, el «magister dixit» medieval, en que el alumno debe repetir de memoria todo tipo de conocimientos sin usar el análisis, la lógica o la iniciativa propia. En estos cuadernos se reproducen con exactitud contenidos del Atlas Histórico y Geográfico del catedrático, tanto en los mapas como en la estrategia inventada de las batallas, quedando a la imaginación del discente la tipografía o el uso de los colores. La ordenación es cronológica, y esa cronología hay que saberla de memoria sin fallar ninguna fecha, como demuestran los cuadros cronológicos muy minuciosos de los reyes de España, esencialmente los medievales, cuando empieza a surgir, según el autor, la nación española. Otro aspecto es la localización exacta de pueblos y hechos en mapas de España, Europa y el Mundo, con una justificación ideológica, sin lugar a dudas. Pero no basta solamente con leer en voz alta y repetir al día siguiente la lección del libro de texto, sin faltar una coma, nos imaginamos a los alumnos saliendo a la pizarra para localizar en los mapas las invasiones bárbaras, según han aprendido en el Atlas del autor, y lo que es más importante, reproducir sin ningún fallo ni borrón, a tinta china, o bien además coloreándolos, los mapas, cuadros cronológicos o estrategias de batallas que han sido previamente seleccionados por el profesor como los elementos de la Historia de España más importantes, los que han formado la nación española y la han situado en la Historia con mayúscula, y han forjado el carácter del pueblo español como un bloque monolítico temerario, valiente, luchador, en defensa de la nación y sobre todo de la religión católica, que es la que los hace humanos, según el propio autor. Por tanto, la secuencia metodológica sería: lectura en voz alta en clase del libro de texto del propio profesor, somera explicación de este, y al día siguiente pregunta en clase del contenido impartido. Trabajos de elaboración de cuadernos escolares impolutos de los temas seleccionados por el profesor de los que contiene el Atlas de Historia y Geografía, del mismo autor, a presentar a final de curso, y exámenes finales escritos, posiblemente también orales, en los que el alumno tendría que decir los contenidos aprendidos de memoria a lo largo del curso. Conservamos un examen sobre la Revolución Francesa del alumno Herrero y Díez de Ulzurrún donde podemos apreciar
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esa metodología y forma de evaluación. Esta secuencia estaba reglamentada incluso legalmente: Art. 110. Ningun alumno podrá tomar la palabra ni levantarse de su asiento sin licencia del Profesor; las dudas que se le ofrezcan las consultarán después de terminada la clase. 15
Sánchez Casado daba mucha importancia al aparato gráfico, y en esto sí fue un seguidor de una metodología innovadora. Desde las primeras ediciones los cuadros sinópticos, los mapas y los esquemas de batallas están presentes, intentando dar a sus libros una apariencia más atractiva. Pero las imágenes son en su mayor parte invenciones anacrónicas sin ninguna base documental ni científica, pudiendo afirmar que su obra gráfica, en la mayor parte de los casos, distorsiona la realidad histórica. Lo cierto es que la imagen aparece como una mera ilustración vicaria del texto y no fuente acreditativa de su verdad. 16 Rafael Altamira, ya en 1880, criticaba la confusión en su tiempo al nivel de enseñanzas elementales entre la historia y lo que explicaban los libros de Historia. A raíz de este error, los alumnos debían recoger los resultados de aquel estudio «asimilándolos como una droga cuidadosamente preparada» que convertía al libro de texto de historia en una mera construcción a todas luces subjetivizada. 17 Los alumnos y sus trayectorias Conocemos los expedientes de los alumnos que realizaron los cuadernos escolares, aunque solamente hemos podido seguir la trayectoria vital de uno de ellos. Antonio Ramos Anguiano, nació en Madrid en 1872 y residía en la Cava Baja n.º 7. Realizó el ingreso en 1886 a los 14 años con aprobado. Durante el curso 1886-87 aprobó 1.º de Latín y obtuvo sobresaliente en Geografía. Esta nota fue la que le dio opción a realizar el trabajo para la Exposición Universal, ya que su profesor Félix Sánchez Casado sabía su capacidad para realizar mapas a mano alzada con la limpieza y el celo suficiente, aptitudes que fueron premiadas con un sobresaliente el año anterior a la Exposición. 15 Reglamento de Segunda Enseñanza, 1859, en Compilación legislativa de Instrucción Pública, Madrid, 1879, Fortanet, vol. III, pp. 27 y 28. 16 Cuesta Fernández, R., op. cit., p. 186. 17 García Puchol, J. (1993), Los textos escolares en la enseñanza española. 1808-1900, Barcelona, Universidad de Barcelona, p. 7.
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Sin embargo, el curso 1887-88 aprobó 2.º de Latín y solamente sacó notable en Historia de España con el mismo profesor. En el curso 1888-89 sacó solamente un bueno en Retórica y Poética, mantuvo el notable en Historia Universal esta vez con el catedrático Sánchez Fraile, notable en Aritmética y Álgebra y sobresaliente en 1.º de Francés. En el curso 1889-90 no se presentó en junio a Psicología, Lógica y Ética y suspendió en septiembre, Geometría y Trigonometría aprobó en junio y 2.º de Francés suspendió en junio y bueno en septiembre. No hemos encontrado su nombre entre los bachilleres en el curso siguiente ni tampoco entre los trasladados de centro. En su expediente no figura el título de bachiller. Suponemos que abandonó los estudios para dedicarse a actividades más productivas. Víctor Herrero y Díez de Ulzurrún, nació en Sax (Alicante) en 1876. Realizó el Ingreso en 1886 en el Instituto San Isidro con una calificación de aprobado. Durante el curso 1886-87 en 1.º de Latín sacó notable y en Geografía sobresaliente; en esta asignatura coincidió con Antonio Ramos Anguiano y su profesor decide que el curso siguiente realice el trabajo para la Exposición Universal. En el curso 1887-88 saca bueno en 2.º de Latín y notable en Historia de España, como su amigo Antonio. En el curso 188889 obtiene sobresaliente en Historia Universal por su examen sobre Francia de 1789 a 1815, que se conserva en su expediente, y opta a los premios extraordinarios. Ese mismo año está matriculado en Aritmética y Álgebra (suspenso en junio y aprobó en septiembre), Retórica y Poética (bueno) y 1.º de Francés (bueno). En el curso 1889-90 Psicología, Lógica y Ética bueno; 2.º de Francés aprobado y Geometría y Trigonometría notable. Durante el curso 1890-91 obtiene un sobresaliente con mención en Física y Química cuyo examen se conserva, Historia Natural notable y Agricultura notable. Estas últimas asignaturas marcarán su vocación hacia las ciencias, ya que realizó la carrera de Medicina. El día 3 de julio de 1891 obtiene el grado de bachiller con calificaciones en el primer ejercicio de aprobado y en el segundo de sobresaliente. Realizó la carrera de Medicina en la Universidad Complutense de Madrid y opositó a una plaza como médico militar, estando colegiado en Madrid y trabajando en Melilla durante la guerra mantenida con Marruecos. El 28 de abril de 1910 se le concede la cruz roja del mérito militar de primera clase pensionada, junto a muchos otros médicos militares, en un solemne homenaje dedicado a la sanidad militar por su campaña en la guerra de Melilla, celebrado en el Ateneo presidido por el presidente de gobierno Canalejas. 18 La Correspondencia de España, 29 de abril de 1910; El Imparcial, 29 de abril de 1910.
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En 1911 realizó un curso de ampliación de bacteriología y análisis en el Instituto de Higiene Militar, que le posibilitó incorporarse al Batallón de Cazadores de Fuerteventura 22, por Real Orden del 29 de mayo. 19 Por Real Orden de 15 de diciembre, siendo médico primero, se le concede el empleo superior inmediato. 20 En junio de 1917 recibe la cruz de segunda clase de mérito militar distintivo blanco y pasador de Industria militar por haber prestado servicios durante 4 años en el Instituto de Higiene Militar. 21 Y todavía el 30 de enero de 1936 se dispone que continúe prestando sus servicios en el Instituto de Higiene Militar con 60 años. 22 Permaneció fiel a la República, sin que sepamos si fue de un modo voluntario u obligado. Además de su larga trayectoria militar, perteneció a la Asociación filantrópica de sanidad militar, siendo nombrado el 15 de mayo de 1922 vocal tercero de su junta directiva. Falleció en Alicante el 5 de abril de 1956.
Conclusiones Tomar la lección, explicar, preguntar, copiar de un modo literal y examinar, son las rutinas que se utilizaban como metodología didáctica en el siglo xix español y que se reflejan en los cuadernos escolares, obviando el razonamiento, la imaginación y el espíritu crítico. La pulcritud y la limpieza en la ejecución es otro de los valores que expresan la aversión al derecho a equivocarse. La única expresión de individualidad se manifiesta en la forma: la utilización o no del color o las distintas tipografías que son elegidas por los alumnos. Los cuadernos representan en sus contenidos la ideología neocatólica de su director y profesor, como forma de aleccionar a las futuras clases dirigentes del país en una concepción muy conservadora que tenía como base la religión católica, la monarquía y el nacionalismo, cuyas ideas esenciales han llegado hasta nuestros días.
Revista de Sanidad Militar, 1911. Ibídem, 1915. 21 Ibídem, 1917. 22 ABC, 30 de enero 1936. 19 20
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Bibliografía Exposición Universal de Barcelona de 1888. Catálogo de la Sección Oficial del Gobierno publicado por la Comisaría Regia, Barcelona, 1888, López Robert Impresor. Cuesta Fernández, R. (1997): Sociogénesis de una disciplina escolar: La Historia, Barcelona, Pomares Corredor. Gaceta de Madrid n.º 140, de 13 de abril de 1888. García Puchol, J. (1993): Los textos escolares en la enseñanza española. 1808-1900, Barcelona, Universidad de Barcelona. Grau, R. (dir.) (1988): Exposición Universal de Barcelona. Llibro del Centenario. 18881988, Barcelona, L’Avenç. Instituto de San Isidro (1889): Resumen acerca del estado del Instituto San Isidro de Madrid cursos de 1887 a 1888, Madrid, Est. Tipográfico Sucesores de Rivadeneira. Instituto de San Isidro (1890): Resumen acerca del estado del Instituto San Isidro de Madrid cursos de 1888 a 1889, Madrid, Est. Tipográfico Sucesores de Rivadeneira. Navarro Jurado, Alfonso (1992): Historia del Instituto de Segunda Enseñanza San Isidro de Madrid (1845-1936), tesis doctoral, Madrid, Universidad Complutense de Madrid. Sánchez Casado, F. (1906): Atlas escolar para el estudio de la Geografía e Historia Universal y de España (6.ª ed.), Madrid, Luis Jubera. — (1879): Prontuario de Historia de España (6.ª ed.), Madrid, Librería de Gregorio Hernando.
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la presencia de la tecnología en la utopía pedagógica: el instituto de san isidro y los Institutos-Escuela promovidos por la JAE 1
Víctor Guijarro Mora Universidad Rey Juan Carlos Leonor González de la Lastra Instituto San Isidro El Instituto-Escuela es un organismo educativo que viene a desempeñar en la enseñanza escolar española el papel del laboratorio de ensayos químicos en una Industria minera. 2
En este trabajo analizamos la presencia de la formación técnica en los proyectos renovadores de la educación secundaria, así como su relevancia en los ideales de la mentalidad regeneracionista. Para ello estableceremos paralelismos entre el Instituto-Escuela (IE) y el Instituto de San Isidro (ISI) desde distintos puntos de vista, dentro de la época en que el primero estuvo funcionando. Examinaremos por tanto la organización de los estudios y las materias, las actividades prácticas (taller y laboratorio) relacionadas con las enseñanzas científico-técnicas y su metodología, así Trabajo realizado en el marco del Proyecto «Educación “integral” para los jóvenes bachilleres: cambios promovidos por la JAE en la enseñanza secundaria (1907-1936)» (investigador principal: Leoncio López-Ocón), financiado por el Plan Nacional I+D+i (2008-2011): Proyectos de Investigación Fundamental no orientada. 2 «El Instituto-Escuela. Algo de lo que es y lo que hace este organismo», El Sol, 7-51926, p. 2. 1
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como las excursiones en las que participaban juntos alumnos de ambos centros. Todo esto nos lleva a plantear que el modelo seguido en el IE no fue un caso aislado, pero sí el más encauzado, orientado y explícito, de renovación pedagógica. Queremos señalar que fue causa y consecuencia de una efervescencia renovadora presente en el ámbito educativo que podemos ver reflejada en otras instituciones que, sin canalizar estos nuevos ideales de forma tan explícita, presentan sin embargo rasgos comunes con el Instituto-Escuela. Como se verá, la educación técnica ocupó un lugar destacado en el proyecto renovador de la educación que se pretendía articular en los Institutos-Escuela, un interés que estaba sustentado a su vez en el ideario institucionista. Este, promovido por Francisco Giner de los Ríos, veía en el fomento de las destrezas prácticas un complemento necesario para la formación integral del estudiante. Para conocer algún detalle más de sus presupuestos remitimos al informe que presentó en el Congreso Internacional sobre la Educación celebrado en Londres en 1884. 3 Allí, el pensador español aludía a novedades y mejoras educativas españolas, y particularmente a la educación técnica, sobre la que deseaba llamar la atención. Señala en él varios logros y también alguna deficiencia; entre las segundas, destaca el excesivo carácter teórico de la instrucción y la falta de trabajos prácticos. El plan de la Institución Libre de Enseñanza (ILE) ya puesto en práctica se presenta pues como una alternativa a esos problemas que atentan contra el propósito de una formación integral. 4 Figura a continuación una enumeración de los ejercicios que, dependiendo de cada una de las disciplinas contempladas, se han venido realizando: entre otros, experimentos de fisiología, labores de clasificación en el Jardín Botánico de Madrid, mecánica aplicada y estudio de las máquinas de vapor en los talleres donde se encuentran funcionando. La observación en marcos reales y las excursiones a fábricas son los recursos insustituibles de esa visión holística de la educación, que precisa del cerebro y la mano, de la teoría y la práctica. El último propósito de este planteamiento es, siguiendo el discurso roussoniano de la Ilustración, «forjar caracteres», 5 es decir, un ideal moral. Veremos en 3 Giner de los Ríos, Francisco (2004): Obras selectas, ed. de Isabel Pérez-Villanueva Tovar, Madrid, Austral, pp. 315-325. 4 «La Institución libre es también la primera que en España ha introducido el trabajo manual en toda la enseñanza primaria, y tal vez una de las primeras en Europa que lo ha incluido en la secundaria por considerarlo un elemento indispensable, no solo de la educación técnica, sino, dentro de ciertos límites, de toda educación racional humana», Francisco Giner de los Ríos, op. cit., p. 318. 5 Una intención que también había expresado en la inauguración del curso 1880-81 de la ILE, donde se quiere dejar patente el rechazo a una tendencia intelectualista dominante; las diferentes disciplinas y actividades atendidas en el organismo tenían los siguientes cometidos: «La gimnasia, llamada a mejorar las condiciones de una raza empobrecida; el dibujo,
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qué medida se atendieron estas expectativas en el Instituto-Escuela, y si este ideal se siguió en otras instituciones. El Instituto-Escuela. Principios, propósitos y organización El Instituto Escuela era una institución educativa de carácter experimental dependiente de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE). 6 Mediante nuevas propuestas metodológicas tenía como objetivo impulsar una reforma de la segunda enseñanza: El Instituto-Escuela, creado por la junta para ampliación de estudios, en virtud del Real decreto de 10 de mayo de 1918, es un centro oficial de segunda enseñanza, donde se ensayan planes de estudios y métodos de educación que parecen adecuados a las necesidades de nuestro país. Es, pues, uno de los organismos donde el profesorado oficial y la juventud que se prepare para ejercerlo pueden intentar, de un modo experimental, la transformación de nuestros sistemas docentes. […] En el Real decreto de 10 de mayo de 1918 el ministro señor Alba inició un nuevo método: en vez de la amonestación ineficaz, la acción directa constructiva y convincente; en lugar de prescribir cómo deberían hacerse las cosas, enseñar a hacerlas; y de ese modo vino a la conclusión de que para reformar la que tan maravillosamente despierta el espíritu de observación y el amor a la Naturaleza y al arte, el canto, que inicia el sentido estético en las esfera más propia y familiar del niño; los ejercicios manuales, que lo educan para el aprendizaje técnico y dan rienda suelta a la tendencia plástica y creadora de la fantasía; las excursiones, uno de sus más poderosos elementos; las cajas de ahorro que habitúan al uso racional de los bienes», cit. en Abellán, José Luis (2006): Historia del pensamiento español, Madrid, Espasa, pp. 431-432. 6 Sobre los Institutos-Escuela existen diversos trabajos de gran interés para enmarcar los antecedentes y propósitos generales de la institución, entre los que destacamos el clásico de Palacios Bañuelos, Luis (1988): Instituto-Escuela: historia de una renovación educativa, Madrid, Ministerio de Educación y Ciencia; Ontañón, Elvira (1988): «El Instituto-Escuela, experiencia educativa de la JAE», en José M. Sánchez Ron (coord.), La Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas 80 años después (1907-1987), Madrid, CSIC; Bernal Martínez, M. (2002): «Innovación pedagógica y enseñanza de la física y química en el Instituto-Escuela de Madrid», Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, 47, pp. 63-83; López Martínez, J. D. y Bernal Martínez, J. M. (2000): «¿Una nueva concepción del papel de los contenidos en la enseñanza de las ciencias?: el Instituto-Escuela de Madrid y la enseñanza de los procedimientos en la física y química de secundaria», en E. Ausejo Martínez y M.ª C. Beltrán, (coord.): La enseñanza de las ciencias: una perspectiva histórica, vol. 2, pp. 707-724, Zaragoza, Universidad de Zaragoza, Seminario de Historia de la Ciencia y de la Técnica de Aragón; y el más actual, el de Martínez Alfaro, Encarnación (2009): Un laboratorio pedagógico de la Junta para la Ampliación de Estudios. El Instituto-Escuela. Sección Retiro de Madrid, Madrid, Biblioteca Nueva.
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176 EL instituto de san isidro segunda enseñanza el primer paso, modestísimo, pero también poco arriesgado, debe consistir en ver si es posible reformar un solo Instituto. 7
Las enseñanzas aquí impartidas, al igual que sucedía en el resto de institutos de segunda enseñanza, habían sido concebidas para servir de preparación para la universidad y las carreras técnicas, es decir, estaban destinadas a una élite minoritaria que posteriormente accedería a los estudios superiores. Seguía manteniéndose por tanto con este proyecto la división entre la formación de quienes iban a ejercer una profesión tras haber alcanzado una capacitación más o menos breve y más o menos institucionalizada y aquéllos que, tras pasar por la universidad o escuelas de ingeniería, ocuparían en su mayoría puestos de cierta responsabilidad o en la administración. De acuerdo con estos presupuestos, se planteaban como objetivos primordiales de estas enseñanzas: Primero. Desarrollar mediante un adecuado ejercicio las facultades mentales de los niños, su poder de observación y comprensión, su firmeza de juicio, su originalidad, su pluralidad de interés, sus aptitudes para la acción, etc. Segundo. Hacerles adquirir la suma de conocimientos que sea, a un tiempo, contenido de cultura general, adecuada a las respectivas edades, y preparación para los estudios superiores. 8
Este carácter propedéutico de la enseñanza en el Instituto-Escuela se refleja también en los requisitos de aceptación de alumnos: debían pasar un reconocimiento médico y pedagógico, «para eliminar a cuantos no reúnan las necesarias condiciones de normalidad en su salud y desarrollo», así como interrogatorios de los niños, y en ocasiones de las familias, para conocer la preparación del alumno y «el propósito de sus estudios». 9 Posteriormente, basándose en estos exámenes, se acordaban las admisiones definitivas. La enseñanza en el Instituto Escuela estaba distribuida en nueve grados, tres preparatorios y seis de bachillerato. 10 En los cursos de bachillerato se impartían una serie de asignaturas obligatorias y otras «electivas» que buscaban adaptarse «a los deseos de cada familia y a las aficiones y aptitudes 7 Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) (1920): Memoria correspondiente a los años 1918 y 1919, Madrid, pp. 219-220. 8 Ibídem, p. 239. 9 Ibídem, p. 244. 10 «Se llaman grados las agrupaciones de alumnos que tienen el mismo nivel de preparación y edades muy aproximadas. Se ha sustituido con esa denominación la antigua de “años”, porque en el Instituto Escuela no se obliga a cada alumno a permanecer todo un curso en un mismo grado, sino que pasa a uno superior o es llevado a uno inferior, según el nivel de desarrollo mental y conocimientos que alcance», ibídem, p. 222.
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de cada niño» y que posibilitaban la existencia de numerosas combinaciones, para poder «satisfacer todo razonable proyecto». 11 Las enseñanzas, ejercicios y prácticas que componían los cuatro primeros cursos del bachillerato, así como las horas dedicadas a cada una de estas actividades pueden observarse en el siguiente cuadro: 12 N.º de horas semanales Actividad
1.º grado
2.º grado
3.º grado
Religión (voluntaria)
2
2
1
Lengua castellana, Preceptiva literaria y Composición
4
3
Lengua castellana e Historia general de la Literatura Geografía política de España
2
2
1
1
2
2
2
Geografía política de Europa
1
Geografía política general Historia de España y Universal
2
2
Psicología y Lógica
2
Ética, Derecho y Economía Matemáticas (Aritmética y Geometría)
2 4
Matemáticas (Aritmética, Geometría e introducción al Álgebra)
3
Matemáticas (Aritmética, Álgebra y Geometría)
4
Matemáticas (Geometría, Álgebra y Trigonometría) Elementos de Historia Natural
5 3
Historia Natural (Geología con Geografía física y Biología)
4
3
Fisiología humana, Higiene y Agricultura
4
Física y Química
3
3
Física, Cosmografía y Química Latín
4.º grado
4 3
3
Francés
3
3
3
Laboratorio y trabajos prácticos
5
5
5
Latín / Inglés / Alemán (una a elegir)
3
3 5
(Continúa en página siguiente)
Ibídem, p. 221. La información para la elaboración de esta tabla, así como la que recoge las materias para quinto y sexto grado procede de ibídem, pp. 235-239. 11
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178 EL instituto de san isidro N.º de horas semanales Actividad Caligrafía, trabajos manuales y dibujo
1.º grado
2.º grado
6
6*
2
2
Dibujo, modelado y trabajos manuales Música y canto
3.º grado
4.º grado
6
6
2
2
Gimnasia y juegos
6
6
5
5
Excursiones y visitas
3
3
3
3
Estudio en la escuela
5
5
5
5
* Sin caligrafía.
En el quinto y sexto grados, debían cursarse al menos cuatro de las materias que se expresan a continuación (de entre 3 y 6 horas cada una), con un horario mínimo de dieciocho horas semanales de clase. Podían cursarse más de cuatro «cuando el número de horas de clases, laboratorios, taller y trabajos personales lo permita». Este y otros aspectos de la organización de las enseñanzas en el Instituto Escuela, permitirían garantizar que los alumnos saldrían del centro «con una preparación que ha de facilitar y abreviar más tarde su paso por universidades y escuelas especiales». 13 El currículo contemplaba contenidos y actividades relacionadas con la enseñanza técnica, si bien en las orientaciones generales de la institución no se reconociera de manera explícita este cometido. Por un lado, estos contenidos estaban presentes en asignaturas directamente relacionadas con ellos, como la Agricultura (obligatoria en la época), las clases de Trabajos manuales y Artísticos para niñas o el Taller de carpintería para niños; por otro, aparecían entremezclados con conocimientos de carácter científico, especialmente en la asignatura de Física y Química, tal y como había venido siendo frecuente en los centros de segunda enseñanza al menos desde mediados del siglo xix. 14 En este caso, los contenidos técnicos se empleaban en ocasiones como elemento integrador, sirviendo así de instrumento a contenidos propiamente científicos. A continuación veremos algunos detalles de la presencia de la formación técnica en diversos aspectos de la actividad académica de dicha institución. Ibídem, p. 223. Para este tema véase González de la Lastra, L. y Guijarro Mora, V. (2012): «Máquinas de Enseñar. Formación e instrumentos tecnológicos en el Instituto San Isidro (1850-1930)», en L. López-Ocón, S. Aragón y M. Pedrazuela, Aulas con memoria, Madrid, CEIMES, Doce Calles, Comunidad de Madrid, pp. 73-92. 13 14
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MATERIAS EN 5.º Y 6.º GRADO
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5.º y 6.º grado N.º horas semanales
Lengua y Literatura españolas Lengua y Literatura francesas Lengua y Literatura inglesas Lengua y Literatura alemanas Lengua y Literatura latinas Lengua y Literatura griegas Geografía, Historia Estudios filosóficos Matemáticas (complemento de Álgebra y Nociones de Geometría analítica descriptiva y cálculo infinitesimal)
A elegir al menos cuatro (3-6 horas cada una) Un mínimo de 18 horas
Ampliación de Historia Natural Física Química Trabajos de laboratorio y trabajos de taller en madera y metal (sustituibles para las niñas por labores y economía doméstica), dibujo, fotografía y modelado.
Una opción (en función de los estudios)
Trabajos personales escritos
Un mínimo de 12 horas
Gimnasia, juegos, excursiones y visitas de Museos y lugares de interés
Un mínimo de 8 horas
Metodología. La enseñanza de la física y la química Quizá una de las notas más características del Instituto-Escuela fue el esfuerzo realizado en aplicar una metodología activa basada en la observación y la experiencia directa, siguiendo una línea educativa similar al modelo de la Escuela de Decroly: El Reglamento acentúa la gran importancia que se da en el Instituto-Escuela a los trabajos manuales, al experimento y a todas las formas de correlación entre el pensar y el hacer. Para la función docente se prefieren los métodos de observación directa y de labor personal del alumno. 15 JAE (1920): op. cit., p. 222.
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Esta idea, que daba gran protagonismo al papel del alumno, configuró muchos aspectos de la organización de la vida educativa en el centro. Por un lado, se planteó el uso de diferentes métodos para hacer transmitir conocimiento a los estudiantes; estos, «ordenados según su probable eficacia» eran: Primero. La acción. Segundo. El estudio directo de la naturaleza o de las cosas y el ejercicio de coordinar las observaciones. Tercero. Las lecturas convenientemente reelaboradas y asimiladas. Cuarto. El diálogo entre profesor y alumno. Quinto. La exposición hecha por el maestro. 16
Por otro, se consideró oportuna la supresión de los exámenes, de modo que «los métodos de observación directa y de labor personal del alumno» 17 eran los que permitían determinar el paso de un alumno de un curso al siguiente o al anterior (si bien en ningún caso podía obtenerse el grado de bachiller antes de los diecisiete años). 18 Así, para organizar el proceso de aprendizaje se estableció «un plan de estudios, prácticas y ejercicios» 19 que, como ya hemos visto, se llevaba a cabo repartiendo el tiempo entre horas de clase, laboratorios, taller y trabajos personales. En concordancia con esta idea de fomentar la acción y el estudio directo de las cosas, los contenidos de carácter tecnológico se hallaban presentes de manera implícita. De hecho, y como veremos a continuación, tanto los contenidos propiamente técnicos como las asignaturas cercanas al mundo industrial o bien estaban al servicio de la enseñanza de las ciencias o bien servían para desarrollar habilidades consideradas útiles o necesarias, pero no eran un fin en sí mismos. Dentro de las pautas metodológicas específicas establecidas en el reglamento del Instituto Escuela para la enseñanza de la Física y de la Química, se especificaba que en esta materia debía tratarse: a) De familiarizar a los niños con las leyes de la materia, mediante las manipulaciones en que sensiblemente se revelan. b) De aclararles, mediante experimentos, los procesos de los fenómenos naturales y de los productos industriales más corrientes. c) De abrir en su espíritu la visión lejana de los grandes problemas científicos que en ese orden tiene ante sí la humanidad. 20 Ibídem, Ibídem, 18 Ibídem, 19 Ibídem, 20 Ibídem, 16 17
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Un ejemplo de actividad acorde con estas pautas es el ensayo pedagógico realizado por el catedrático de Física y Química Andrés León Maroto durante el curso 1926-27, 21 que tuvo continuación el año siguiente. Consistió esta experiencia en la realización casi exclusivamente de trabajos de Laboratorio, llevados a cabo por los alumnos con aparatos sencillos, montados por ellos mismos, 22 a través de los cuales se pretendía que los estudiantes pudiesen inferir las leyes físicas. En esta misma línea estaría la experiencia, en esta ocasión implicando contenidos técnicos, realizada por el también catedrático Miguel Catalán con alumnos de último curso de bachillerato. Inspirándose en el sistema unitario Morrison 23 y con el objetivo de desarrollar la iniciativa de los alumnos, intensificar su trabajo personal, y conseguir que los conocimientos adquiridos «no se olviden ya, como simples lecciones escolares, sino que queden definitivamente asimilados para toda la vida», 24 agrupó los conocimientos en torno a «unos pocos temas de vital interés para el discípulo, como, por ejemplo, el automóvil, la cámara fotográfica, la luz eléctrica, etc.». 25 Este caso nos proporciona un claro ejemplo de la técnica al servicio de las ciencias, en este caso de la Física y la Química, pues, aunque los contenidos técnicos estén presentes de forma explícita, no se estudian por sí mismos, sino que constituyen un medio para el alcance de otros objetivos. Esta aparente subordinación también puede verse como una consecuencia de la inexistencia de una división clara entre ciencia y técnica. 26 Taller y laboratorio Una situación similar de subordinación se produce con los trabajos prácticos y los trabajos manuales. A pesar de que se daba gran importancia JAE (1929): Memoria correspondiente a los cursos 1926-7 y 1927-8, Madrid, p. 314. Ibídem, p. 334. 23 Henry C. Morrison (1871-1945), profesor de la Universidad de Chicago, criticando los métodos de aprendizaje basados en la memorización de lecciones, consideraba que el alumno aprendía mejor teniendo que adaptarse o responder a una situación concreta. Propuso un método de aprendizaje basado en unidades didácticas comprensivas, orientadas a facilitar que el alumno fuese capaz de entender y aplicar lo aprendido. Este plan aparece descrito en su obra The Practice of Teaching in the Secondary School, publicada precisamente en 1926. Citado en Moreno García, J. M. (1967): «Introducción al estudio del concepto de Unidad Didáctica», Vida Escolar, n.º 93-94, Madrid, CEDODEP. 24 JAE (1929): op. cit., pp. 314-315. 25 Como consecuencia de estas experiencias, ambos profesores publicaron en 1931 unos opúsculos titulados «Exposición de la enseñanza cíclica de la física y la química». 26 Para este tema puede verse, en esta misma obra, el capítulo «El lenguaje tácito de la tecnología». 21 22
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a este tipo de actividades, 27 ambos estaban considerados como un medio para alcanzar otros objetivos formativos. Los trabajos prácticos que se incluían en el Plan de Estudios se describen en ocasiones como manipulaciones de laboratorio al servicio de las ciencias. 28 Por su parte, los trabajos manuales y de Arte Industrial, 29 «una nota característica del Instituto-Escuela», 30 además de servir «para la educación de los sentidos, para alcanzar la perfecta correlación entre la mente y la mano, y como auxiliares para el desarrollo mental», se consideraba que ofrecían «una excelente ocasión para estudios con los cuales pueden combinarse, v. gr.: las Matemáticas, la Física, las Ciencias naturales». Un buen ejemplo de esta combinación consistió en la fabricación en los talleres de carpintería del curso 1926-27 de utillaje destinado a las enseñanzas de carácter científico: En el taller de carpintería para los niños se estableció, durante el curso, una relación entre esta clase de trabajo manual y la clase de Física, construyendo los alumnos diversos aparatos y utensilios destinados a las prácticas de esta asignatura. Existe el propósito de continuar por este camino en los próximos cursos, construyendo varios aparatos ya proyectados y enlazando la enseñanza manual con la Física y probablemente con otras ramas de la enseñanza. 31
Estas actividades prácticas, según se refiere en la primera memoria, estaba previsto que comprendiesen «la fotografía, los trabajos en metal y las labores y economía doméstica para niñas, en los grados superiores». 32 Decimos «estaba previsto» porque, a pesar de la propuesta inicial, en el curso 1923-24 se refiere que «La falta de recursos y de locales ha hecho imposible establecer las enseñanzas de Mecanografía, Fotografía y trabajos en metal». 33 Algunos de los trabajos desarrollados por los alumnos en estos talleres aparecen detallados en las diferentes memorias. Es interesante destacar que, a pesar de lo novedoso del ensayo, seguían diferenciándose Debían figurar en el expediente del alumno, junto con datos personales, «los estudios que ha seguido, el tiempo que ha permanecido en cada grado, las prácticas de taller y laboratorio y los trabajos manuales que haya realizado», JAE (1929): op. cit., p. 245. 28 JAE (1920): op. cit., p. 243. 29 Así se los denomina en JAE (1927): Memoria correspondiente a los cursos 1924-5 y 1925-6, Madrid, p. 372. 30 JAE (1925): Memoria correspondiente a los cursos 1922-3 y 1923-4, Madrid, p. 325. 31 JAE (1929): op. cit., p. 317. 32 Para las tres citas, JAE (1920): op. cit., p. 243. 33 JAE (1925): op. cit., p. 326. 27
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Figura 1. Talleres de alumnos y alumnas del Instituto-Escuela de Barcelona. Crónica, 2 de septiembre de 1934, página 15. las enseñanzas orientadas al sector femenino de las destinadas al sector masculino, como podemos observar en la Figura 1. Esta distinción también puede apreciarse, por ejemplo, en la memoria de los cursos 1924-25 y 1925-26, en la que se describen de forma diferenciada las tareas realizadas por alumnas y alumnos: En la Sección de Bachillerato han continuado para las niñas el dibujo al lápiz-plomo y al pastel y la pintura a la acuarela. En el taller de trabajos manuales se han dedicado, alternando con la costura y otras labores de aguja, al trabajo de cestería, cartonería, encuadernación cuero, talla en madera y tejido en telares verticales y horizontales. Los niños continuaron también, como en cursos anteriores, el dibujo, la pintura y el modelado, realizando trabajos de cerámica. Los de carpintería siguieron igualmente, como en los cursos pasados. En la clase de Imprenta se han compuesto y tirado periódicos escolares, programas, material para la administración de la escuela, etc. 34
La Agricultura Una excepción a estas relaciones entre la técnica y la ciencia teórica la constituye la Agricultura, pues era una asignatura en principio relacionada con los recursos económicos del país y que se estudiaba por sí misma, sin servir de medio a otros aprendizajes. La Agricultura, presente con variaciones de nomenclatura en los planes de estudio de la educación secundaria JAE (1927): op. cit., p. 389.
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desde el último tercio del siglo xix hasta 1934, 35 era obligatoria en todos los institutos, motivo por el cual también debía impartirse en el Instituto-Escuela. Durante todos los años que el Instituto-Escuela estuvo en funcionamiento, fue catedrático de esta asignatura Luis Crespí Jaume (1889-1963), 36 pensionado por la JAE en varias ocasiones, investigador y catedrático también en institutos de Lugo, Pontevedra, Guadalajara y Madrid (en los Institutos Pérez Galdós y San Isidro). Crespí, a diferencia de lo que sucedía en otros centros de enseñanza y siguiendo los métodos habituales en el Instituto-Escuela, no usaba los libros de texto tradicionales, sino libros de consulta, e impartía la asignatura con un marcado carácter práctico; los alumnos realizaban prácticas de laboratorio, ensayaban técnicas agrícolas y realizaban excursiones a la Escuela Central de Agricultura, a granjas y a otros centros agrícolas. Junto a él también trabajó Dantín Cereceda que, debido al elevado número de alumnos matriculados, fue contratado para complementar estas enseñanzas. 37 Las excursiones Un elemento más de las actividades de los estudiantes del Instituto-Escuela eran las excursiones o visitas a «museos, fábricas, talleres, laboratorios, bibliotecas, etc.». 38 Ocupaban semanalmente dos o tres horas de una mañana, en general un 6 % del total de la carga horaria, y estaban consideradas como clases prácticas o intuitivas esenciales en la formación de los alumnos: Para este tema véase González, L. y Guijarro, V. (2012) «Máquinas de enseñar», op. cit., pp. 73-92. 36 Para este tema y datos biográficos sobre Crespí, véase Masip Hidalgo, Carmen (2011): «Luis Crespí Jaume, científico de la Junta para Ampliación de Estudios y catedrático de Agricultura del Instituto-Escuela», Arbor, 20, pp. 501-511, y L. Crespí, Antonio y González Bueno, Antonio (1990): «Luis Crespí Jaume (Madrid, 1889 - Madrid, 1963)», Acta botánica malacitana, 15, pp. 343-345, en red http://www.biolveg.uma.es/abm/Volumenes/ vol15/15_Crespi.pdf (consulta del 4-11-2012). 37 «Habiendo sido necesario, por el excesivo número de alumnos matriculados, dividir los del primer grado en tres grupos, de lo cual resultaba un número demasiado grande de horas de clase para el catedrático encargado de las enseñanzas de Letras, y deseando la junta preparar para el curso, siguiente las enseñanzas de Física y Química y la confección de mapas y láminas de Geografía física, fueron designados por R. O. de 18 de abril de 1919, es decir, para el último trimestre del curso: […] don Juan Dantin y Cereceda, del Instituto de Guadalajara, para Geografía física, Ciencias naturales y Agricultura, y don José Estalella y Graells, del Instituto de Gerona, para Física y Química». JAE (1920): op. cit., pp. 262-263. 38 JAE (1922): Memoria correspondiente al año 1920-21, Madrid, p. 262. 35
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La enseñanza de la Historia adquiere relieve, interés y coordinación hecha en el Museo Arqueológico, en el de Reproducciones y en los de Pinturas; la de Lengua y Literatura contempla la masa de su producción y la técnica clasificadora en las bibliotecas; la de Ciencias Naturales se basa en la recolección, clasificación, disección y dibujo de plantas, flores, frutos y animales, ya en el campo, ya en el Museo; las de Física, Topografía, Meteorología, Astronomía y Geografía aprovechan también algunas excursiones. 39
Cada año se organizaban cerca de doscientas visitas dentro de Madrid a museos, exposiciones y otros centros de interés; una treintena de excursiones fuera de Madrid; y dos o tres grandes excursiones que en ocasiones tenían como destino otros países europeos. En las memorias solía recogerse información muy general sobre las visitas ordinarias realizadas en Madrid, mencionándose solo algunos de los lugares visitados, e información más detallada sobre las que tenían su destino fuera de la capital. De entre todas las excursiones de las cuales se refleja información, aproximadamente un diez por ciento (tres o cuatro anualmente) tenía como destino específico centros o establecimientos que de un modo u otro estaban relacionados con la técnica o la industria. 40 Algunos ejemplos de estos establecimientos son: — Fábricas como la fábrica de papel (Madrid), la fábrica de vidrio (Madrid), la de cemento (Vicálvaro), las de Perfumería Gal y Floralia, la de armas (Toledo), fábricas de cerámica, o las fábricas Klein de cueros y gomas. — Talleres, como los talleres de «metalistería fina del señor Mancebo», los de Rayos X (la Guindalera), o los de la Hispano-Suiza y aeroplanos (Guadalajara). — Centros relacionados con los transportes o las comunicaciones, como el Aeródromo de Cuatro Vientos, talleres de Ferrocarriles, la central telegráfica del Palacio de Comunicaciones o los talleres de los periódicos ABC y El Sol. 41 Ibídem. Esto no implica necesariamente que solo un diez por ciento de las excursiones tuviesen como destino un establecimiento industrial, pues en este tipo de actividades se solía indicar únicamente la población destino de la excursión (La Granja, Vicálvaro, San Fernando…), y no los lugares que en ella se visitaban, que podían ser fábricas, talleres, museos, granjas, etc. Por ejemplo, en excursiones al extranjero, destinadas al fomento de los idiomas, se incluían visitas a establecimientos industriales. 41 Este último periódico, editado en Madrid desde 1917, apoyó durante las décadas de 1920 y 1930 ciertas corrientes de renovación pedagógica. Entre otras acciones defendió abiertamente el proyecto del Instituto-Escuela, recogió noticias de excursiones realizadas por sus alumnos y, durante unos meses, sirvió también de voz a la recién creada asociación de Catedráticos de Instituto. 39 40
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— Presas y embalses, como el del Canal de Isabel II o el de Torrelaguna. — Otros lugares como El Matadero de Madrid, la Sociedad Fotográfica de Madrid, la Casa de la Moneda. Dadas las pautas metodológicas seguidas en el Instituto Escuela, no debe sorprender el hecho de que el porcentaje de este tipo de actividades, tan directamente relacionadas con la técnica, sea significativo. Las excursiones de carácter técnico servían en general 42 como complemento a las clases de materias científicas, en concreto solían incluirse como actividades de «ampliación de las clases y trabajos de Física y Química». 43 Veamos algunos ejemplos: En el curso 1920-1921 se hicieron visitas, «como complemento de las clases de Física y Química, al Observatorio Meteorológico, talleres de Ferrocarriles, fábrica de la Perfumería Gal, taller de metalistería fina del señor Mancebo, taller de Rayos X en la Guindalera y fábrica de armas de Toledo». 44 En el curso 1921-1922, se hace referencia a excursiones al servicio de enseñanzas concretas: Para observaciones de Agricultura, a la Granja Agrícola; para levantamiento de planos, en la clase de Matemáticas, al arroyo de Cantarranas; para lecciones de Física, al Observatorio Meteorológico, Fábrica de Cristal, Fábrica de Cerámica, Escuela de Ingenieros de Minas y talleres de la Hispano-Suiza y aeroplanos de Guadalajara. 45
En el curso 1923-24, en una excursión a Segovia, «Combinaron el objeto científico, visitando las fábricas Klein, de cueros y gomas, y La Segoviana, de cerámica, con el artístico e histórico, estudiando varios monumentos de la ciudad». 46 En el curso 1924-25, bajo la dirección de los profesores de Física y Química, han sido visitados los siguientes centros: Observatorio Astronómico, Observatorio Meteorológico, Instituto de Radioactividad, Central telegráfica del Palacio de Comunicaciones, Aeródromo de Cuatro Vientos, Fábrica de Perfumería «Floralia», Fábrica de Vidrio «La Unión Vidriera», Casa de la Moneda, Laboratorio de Investigaciones físicas, talleres de ABC y El Sol. 47 42 Una excepción era la Agricultura, para cuyas observaciones se visitaban granjas agrícolas, JAE (1923): Memoria correspondiente al curso 21-22, Madrid, p. 280. 43 JAE (1930): Memoria correspondiente a los cursos 1928-9 y 1929-30, Madrid, p. 332. 44 JAE (1922): op. cit., p. 263. 45 JAE (1923): op. cit., p. 280. 46 JAE (1925): op. cit., p. 346. 47 JAE (1927): op. cit., p. 381.
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Por tanto, en este tipo de actividad la técnica no era un conocimiento que interesase en sí mismo. Por un lado, como hemos visto, estaba «al servicio de» las enseñanzas de Física o constituía un complemento de estas, sirviendo para ilustrar la aplicación de conocimientos científicos concretos. Por el otro, se consideraba la existencia de una continuidad «natural» entre la ciencia y la técnica que difuminaba la división entre ambas. Con respecto a las salidas realizadas al extranjero, nos interesa destacar que, aunque su principal objetivo era el aprendizaje de idiomas, también se aprovechaban para realizar visitas a establecimientos industriales. Tal es el caso de la visita a la central hidroeléctrica de «Les Tuilleres», en Francia, a fábricas y talleres de Alemania. 48 El entusiasmo experimentado por los alumnos en este tipo de actividades queda bien reflejado en notas de prensa de la época: Acaban de regresar a Madrid los alumnos del Instituto-Escuela que fueron a Alemania […]. Los estudiantes han vuelto satisfechísimos. 49
Vocación renovadora del Instituto de San Isidro Frente al IE, el Instituto de San Isidro, sin plantear propósitos explícitos de renovación pedagógica, también manejaba parámetros innovadores, algunos de ellos comunes con el IE. Sin profundizar demasiado en estos aspectos, que escaparían a los límites y propósitos de este trabajo, nos gustaría señalar algunas iniciativas y actividades impulsadas por los docentes del Instituto de San Isidro que reflejan su interés por promover una mejora de la actividad educativa; así mismo, ilustraremos que ese interés se reflejaba también en las relaciones entre los miembros del ISI e instituciones innovadoras como fueron la JAE o el IE de ella dependiente. En primer lugar, la vocación renovadora se materializó en el surgimiento en 1922 en el seno del Instituto de San Isidro de la revista La Segunda
48 JAE (1931): Memoria correspondiente a los cursos 1928-9 y 1929-30, Madrid, p. 372. 49 El Heraldo, 14-8-1929, p. 2. La misma noticia, aunque con pequeñas variaciones, solía aparecer en diversos periódicos; en este caso una referencia casi igual, finalizando con un «los muchachos vuelven contentísimos» aparecía en El Sol, 14-8-1929, p. 3. En este mismo diario se recoge la llegada de los estudiantes a Hamburgo (El Sol, 19-61929, p. 3).
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Enseñanza. 50 Se creó por iniciativa de José Rogerio Sánchez 51 (quien será director también de la revista) y de un grupo de profesores, aunque no todos pertenecientes al ISI. 52 En ella se recogerían numerosas noticias y opiniones relacionadas con cuestiones pedagógicas 53 (excursiones, informes sobre institutos españoles o sobre los temas tratados en congresos internacionales de pedagogía a los que asistían los docentes, biografías, artículos de contenido educativo o sobre la práctica en el aula, polémicas en torno a cuestiones educativas, 54 la formación del profesorado..). Esta revista, que al año siguiente se llamará Revista de Segunda Enseñanza, será un importante medio de expresión de la Asociación Nacional de Catedráticos de Instituto, aunque no su órgano. 55 Precisamente en esta revista se incluirá la recomendación de realizar visitas y excursiones, 56 otra de las iniciativas llevadas a cabo en el ISI que reflejan el interés por promover una nueva forma de enseñar y que compartían con el Instituto-Escuela. Las referencias a estas actividades las encontramos con frecuencia en la prensa de la época, que nos informa de que realizaron, por ejemplo, excursiones a Burgos (con Miguel Aguayo, Luis Olbés y Ontañón), 57 a Toledo (con Rogerio Sánchez, Puig Adam y Enrique Rioja lo Bianco), 58 o una excursión científica a Zaragoza, Barcelona Para este tema véase Carreño, M. y Rabazas, T. (2011): «Una publicación comprometida con la formación del profesorado de enseñanza secundaria: La Segunda Enseñanza», Arbor: Ciencia, pensamiento y cultura, vol. 187, mayo-junio 2011, pp. 485-500. 51 José Rogerio Sánchez sería director del Instituto de San Isidro entre 1939 y 1949. Durante la etapa estudiada fueron directores de esta institución Manuel Zabala y Urdániz (1903-1922), Miguel Aguayo y Millán (1922-1931), Enrique Rioja Lo-Bianco (1931-1935 y 1936-1937) y Enrique Barrigón González (1935-1936). 52 Constituían el Consejo de Redacción Miguel Adellac, Miguel Aguayo, Francisco Barnés, José Estalella, Vicente García de Diego, Manuel Manzanares, Manuel de Sandoval y Luis Olbés. Aguayo y Olbés eran catedráticos del Instituto San Isidro. 53 Esta revista además realizaba otras publicaciones, como es el caso de la obra de José Estalella Graells (1926): La simplificación del material escolar de Física y Quimica (Segunda parte: Química), Madrid, Imp. de «La Enseñanza», Publicaciones de Revista de Segunda Enseñanza. 54 Por ejemplo el extenso artículo de Rogerio Sánchez (que ocupa prácticamente todo el número) dedicado al Instituto Escuela «Antecedentes para la historia de un ensayo en la segunda enseñanza», La Segunda Enseñanza, año 1, n.º 9, diciembre 1922, pp. 455-492. 55 José Rogerio Sánchez afirmará en el primer número (año 1, n.º 1, enero 1922, p. 1) que esta publicación «desea vivir en constante unión con los catedráticos de Instituto», aunque algún número después (año 1, n.º 7, octubre 1922, p. 393) aclarará que fue «una iniciativa puramente particular» y no el órgano de la Asociación de Catedráticos de Instituto. 56 La Segunda Enseñanza, n.º 6, 1922, pp. 322-334. 57 El Heraldo de Madrid, 18-4-1931, p. 4. 58 La Libertad 17-5-1933, p. 10. La noticia termina con la siguiente afirmación: «De veras nos complace destacar esta obra complementaria y educadora que vienen realizando los Institutos de Madrid en favor de la mejor preparación y formación de sus alumnos, lo que revela el cambio que se está operando en la orientación de la Segunda Enseñanza en España». 50
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Figura 2. Excursión de los alumnos del Instituto de San Isidro a Cuenca. Estampa, 7 de enero de 1930, página 43. y Valencia (con Miguel Aguayo, Elena Pampero 59 (sic), Virgilio Colchero y José Montes). 60 Algunas de estas excursiones y actividades, como ya se ha mencionado, se realizaron en común con alumnos del IE. Tal es el caso de la participación de alumnos del ISI en la colonia escolar internacional de La Granja, 61 integrada en el plan de intercambio con otros países establecido por el Instituto-Escuela, o en colonias escolares en el extranjero. 62 Estas labores Suponemos que se trata de Elena Paunero Ruiz, a quien mencionamos más adelante, y sobre quien puede consultarse más información en el capítulo «Las primeras alumnas y las primeras profesoras del Instituto de San Isidro», dentro de esta obra. 60 Esta noticia queda recogida en diversos periódicos: La Libertad 10-4-1928, p. 7, El Imparcial, 10-4-1928, p. 5 y El Sol 7-4-1928, p. 3. 61 Participaron en esta actividad, consistente en la convivencia en nuestro país de alumnos y alumnas españoles con los de otros países, en varias ocasiones. Tenemos constancia de dos de ellas: una en 1931, junto con alumnos del IE, de la ILE, del Instituto Cardenal Cisneros y de la Escuela Central de Idiomas, recogida en La Libertad (15-8-1931, p. 9); y otra en el curso 1932-33, en el que durante un mes convivieron con veinte estudiantes franceses tres alumnos del ISI, dieciocho del IE (tres ex-alumnos), tres del Cisneros y dos de la Escuela Normal (JAE (1931): op. cit., p. 444). 62 En el curso 1932-33 un alumno del ISI residió en Francia durante un mes junto con diecinueve alumnos y alumnas del IE y dos del Cisneros (ídem). 59
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ilustran que ambas instituciones mantenían una «fraternal colaboración pedagógica», como se pone de manifiesto en la siguiente actividad llevada por un grupo de alumnos del Instituto Escuela de Barcelona que visitó el Instituto de San Isidro: Han llegado a Madrid treinta alumnos del Instituto-Escuela de Barcelona, acompañados por el director de aquel Centro de estudios, Sr. Estalella. Ayer realizaron una visita al Instituto de San Isidro, donde se les obsequió con un «lunch» y un delicioso festival. […] El Instituto-Escuela de Barcelona ha establecido, con motivo de esta excursión, el intercambio escolar con el de San Isidro de Madrid, y en lo sucesivo, profesores y alumnos de estos Centros educativos tendrán cordiales relaciones escolares y sostendrán una fraternal colaboración pedagógica. […]». 63
De igual modo el interés por los nuevos movimientos de renovación pedagógica se refleja, y se alimenta, en la recepción en la biblioteca del Instituto de San Isidro de numerosas publicaciones relacionadas con estos movimientos, de este modo accesibles a sus docentes, como es el caso de la Memoria de la JAE correspondiente al año 1914-15, 64 donaciones de obras de carácter pedagógico realizadas por Domingo Barnés, director del Museo Pedagógico Nacional, 65 así como la suscripción a otras novedosas revistas pedagógicas. Por otra parte, si tenemos en cuenta que un aspecto fundamental de la renovación pedagógica reside en la formación y experiencias del profesorado, podemos mencionar varios casos de profesores (y alumnos) del Instituto de San Isidro que estuvieron implicados en el movimiento renovador de uno u otro modo. Aquí recogemos los nombres de algunos docentes del centro que disfrutaron de pensiones concedidas por la Junta para Ampliación de Estudios. Tal es el caso del catedrático Pedro Puig Adam, 66 quien fue pensionado para ampliar estudios de Matemáticas en Alemania, o de José Carbonell y García, 67 propuesto para estudiar durante ocho meses la enseñanza de la Esgrima y la Gimnasia en la América española. Igualmente, podemos hablar de otros docentes del ISI, también La Libertad, 17-5-1933, p. 10. Instituto de San Isidro (1918), Resumen acerca del estado del Instituto de San Isidro de Madrid, curso 1916-17, Toledo, p. 15. 65 Por ejemplo en ibídem, p. 14 y en Instituto de San Isidro (1923): Resumen acerca del estado del Instituto de San Isidro de Madrid en el curso de 1921 a 1922, Toledo, pp. XIV-XV. 66 JAE (1927): op. cit., p. 136 67 JAE (1931): op. cit., p. 112. Fue propuesto en la sesión del 4-XII-28, pero en esta memoria figura que «no recayó resolución sobre este acuerdo». 63 64
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pensionados, que antes o después enseñaron en el Instituto-Escuela como es el caso de Juan Dantín Cereceda 68 o Miguel Catalán Sañudo, 69 ya mencionados. En esta situación también se encuentra otra docente del ISI, Elena Paunero Ruiz, 70 que estuvo como aspirante al profesorado de segunda enseñanza en la sección de Ciencias del IE durante al menos los cursos 1926-27 y 1927-28. Finalmente, queremos señalar otras actividades destinadas a ampliar los conocimientos del alumnado, como fueron las conferencias organizadas por la tarde impartidas por el claustro de profesores, 71 o las actividades llevadas a cabo por la Academia de Ampliación de Cultura en él creada, cuyas actividades quedaban reflejadas en el Boletín de la Academia de Ampliación de Cultura 72 editado por el propio Instituto de San Isidro.
El peso de la técnica A continuación nos planteamos profundizar en el papel desempeñado por los contenidos de carácter tecnológico en la enseñanza impartida en el Instituto-Escuela, tratando de analizar si el enfoque allí adoptado suponía una aportación novedosa 73 o, por el contrario, respondía a una tendencia ya presente en otros centros públicos de enseñanza de la época. Para ello, y centrándonos únicamente en las disciplinas o tareas que guardan relación con la técnica, compararemos las actividades que ocupaban el tiempo de los estudiantes en el IE con las impartidas en otro instituto público, y el peso de estas asignaturas, o sus equivalentes, en uno y otro caso. Tomaremos como referencia para la enseñanza tradicional a un centro representativo de la época, el Instituto de San Isidro, que estuvo ofreciendo enseñanza explícitamente técnica (a través de los estudios
68 Fue nombrado por oposición Catedrático numerario de Agricultura del ISI por Real orden de 24 de abril de 1922, después de ser docente en el IE [Instituto de San Isidro (1923): op. cit., p. X]. 69 Ayudante de la sección de Ciencias en el Instituto de San Isidro en los cursos 1918-19 y 1919-20 y docente en el Instituto Escuela entre, aproximadamente, 1919 y 1933. 70 JAE (1929): op. cit., p. 323. Deducimos que estuvo al menos estos dos cursos, porque en el curso 1927-28 figura como «del curso anterior». 71 Podemos encontrar información sobre estas conferencias por ejemplo en El Imparcial 10-2-1925, p. 2, La Libertad 1-11-1924, p. 7. En épocas anteriores, ya se impartían conferencias populares en este centro, como podemos ver en La Ilustración Madrileña, 2 (1871): p. 125. 72 El primer número se publicó en 1935. 73 Veremos más adelante la influencia sobre el IE de la ILE.
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de aplicación 74) y que, como hemos visto guardaba ciertas relaciones con el IE. Para que este análisis pueda tener una cierta validez hemos de tener presentes desde el principio las diferencias entre ambos centros, especialmente las relativas a la organización de las enseñanzas. El Instituto-Escuela era un centro público que debía cumplir la legislación educativa, lo cual se refleja en el hecho de que los alumnos del IE cursaban las mismas asignaturas que el resto de estudiantes. No obstante, su carácter experimental y renovador se reflejaba en una variación del método de enseñanza y en un incremento de materias y horas presenciales. La normativa vigente en 1918, año en que arrancó el proyecto del IE, era la propuesta por Gabino Bugallal en 1903. 75 En la exposición del decreto, el Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes manifiesta que la intención de su proyecto es mantener el plan anterior, 76 pero aligerándolo, atendiendo a las reiteradas reclamaciones de los escolares y sus familias, que se lamentan con razón del enorme trabajo que sobre aquéllos pesa, del excesivo tiempo que en la asistencia á las clases invierten, sin que les quede espacio para las indispensables expansiones de la edad, ni siquiera para el estudio de cada día, y menos todavía para los trabajos prácticos. 77
En el plan de Bugallal el número de horas semanales por curso se reducía a entre 12 y 18, dependiendo del curso. En el Instituto-Escuela por el contrario se consideró oportuno seguir la corriente opuesta e incrementar no solo el número de horas dedicadas a estas mismas materias, sino también el número de materias y el número de horas de estancia en el Instituto, incluyendo en el horario de los alumnos horas destinadas al estudio, las excursiones o los trabajos manuales. De este modo, mientras que un alumno de un instituto tradicional recibía entre 12 y 18 horas de clase semanales, dependiendo del curso, el horario semanal de un alumno del Instituto-Escuela variaba entre 38 y 51. 74 El Instituto de San Isidro, ya desde la segunda mitad del siglo xix venía impartiendo los Estudios de Aplicación, aunque en los años aquí tratados estos estudios se limitaban prácticamente a la enseñanza del Alemán. Para este tema véase González y Guijarro, «Máquinas de enseñar», op. cit. 75 RD de 6 de septiembre de 1903, Gaceta de Madrid, 16 septiembre 1903, n.º 259, pp. 2391-2392. 76 Bugallal hace referencia al plan de 17 de agosto de 1901. 77 RD de 6 de septiembre de 1903, Gaceta de Madrid, 16 septiembre 1903, n.º 259, pp. 2391-2392.
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Asignaturas Con Contenido Científico-Técnico
Horas Semanales-Cursos Plan Bugallal
Instituto San Isidro
Fisiología humana, Higiene y Agricultura Agricultura y Técnica agrícola (e industrial)
Instituto-Escuela 4h - 4.º
3h - 6.º
6h - 6.º
Física y Química
3h - 2.º y 3.º
Física, Cosmografía y Química
4h - 4.º
Física
6h - 5.º
6h - 5.º
Química general
3h - 6.º
3h - 6.º
Laboratorio y trabajos prácticos
no se especifican
Caligrafía, trabajos manuales, dibujo, modelado Caligrafía Dibujo Excursiones y visitas Total de horas
3h - 1.º
9h* - 5.º y 6.º
no se 5h - 1.º, 2.º, especifican 3.º y 4.º. 12h - 5.º y 6.º 6h-1.º, 2.º, 3.º y 4.º 3h - 1.º
3h - 4.º y 5.º 3h - 4.º y 5.º -
-
3h - 1.º, 2.º, 3.º y 4.º; 8h (**)5.º y 6.º
18h - 3.º y 4.º
19,5h - 3.º y 4.º
38h - 5.º y 6.º
* Los alumnos, como vimos, debían elegir 4 asignaturas de entre 3 y 6 horas con un total de 18h. Establecemos 9 como media para el alumno que cursaba ambas, que se estudiaban separadas aunque podían llegar a suponer 12 horas. ** Los alumnos, como vimos, dedicaban 8h a Gimnasia, juegos y excursiones.
Si observamos la tabla, en la que se compara la distribución por curso de horas y materias de carácter científico-técnico establecida en el plan de Bugallal de 1903, en el Instituto de San Isidro y en el Instituto-Escuela, apreciamos, en primer lugar, la dedicación de horas en el IE a materias o actividades inexistentes oficialmente en el resto de centros, como son trabajos manuales y modelado, y excursiones y visitas, así como a materias cuya dedicación horaria no se especificaba (aunque sí se realizaban) ni en la legislación vigente ni en las memorias del Instituto de San Isidro, como es el caso de las prácticas de laboratorio. En segundo lugar, observamos que, mientras que en el Instituto de San Isidro se incrementó en tres horas con respecto a lo establecido en el plan Bugallal la presencia de la Agri-
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cultura, en el IE (donde se impartía dos cursos antes de lo establecido en la legislación 78) este incremento fue solo de una hora; por el contrario, en el IE se incrementaron significativamente materias científicas de carácter más teórico, en concreto la Física y la Química, pasando a ocupar entre 10 y 34 horas en total frente a las 9 establecidas para la enseñanza oficial. Este análisis nos permite reforzar la idea que venimos planteando, que la presencia de la técnica responde, más que a un interés directo, a una consideración indirecta de esta rama del saber, que es considerado como un modelo o imagen útil en un contexto en el que las divisiones entre conocimientos puramente teóricos y conocimientos aplicados no siempre están claras. Como hemos visto, la única disciplina que podía entenderse como un fin en sí misma, la Agricultura, no tenía un peso significativo en el currículo, si lo comparamos con el caso del Instituto de San Isidro, centro que igualmente tenía una vocación renovadora. Conclusiones En estas líneas hemos analizado el papel que la técnica desempeñaba en el IE. En lo expuesto se puede ver cómo la tecnología, dentro de un marco más general, servía como modelo, medio y estructura para el aprendizaje de otras disciplinas, especialmente las científicas. Esta consideración se ajustaba al discurso utópico, pedagógico y moral, que heredó y reforzó la JAE. La técnica estaba en la base de una idea más general que buscaba una reforma educativa partiendo de la conexión entre el cerebro y la mano, entre la experiencia y un aprendizaje no memorístico sino integrado en la propia vida del alumno: «optamos por un eclecticismo absoluto, dando entrada en el Instituto y categoría de disciplina a toda clase de actividades manuales prácticas», 79 y de ahí la expresión recogida en un artículo sobre la institución: «La clase es un taller. El Instituto, un hogar». 80 Pero también hay reflejos del ideario modernizador, el que encontramos asumido en el currículo del Instituto de San Isidro. Recordemos que alguno de sus docentes más activos, como José Rogerio Sánchez, mantuvo posiciones próximas a la Institución Libre de Enseñanza, a pesar de su 78 Posteriormente se decidió pasar la asignatura de Agricultura de 4.º a 5.º curso: «A petición del profesor de Agricultura, el estudio de esta materia se trasladó del grado cuarto al quinto y se ha mantenido en este, siendo más satisfactorio el resultado por tener ya los alumnos del grado quinto la base necesaria para aprovechar debidamente esta enseñanza», JAE (1927): op. cit., p. 388. 79 «Las bellas obras. El Instituto-Escuela de Barcelona», Crónica, 2-9-1934, p. 15. 80 Ibídem, p. 14.
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visión conservadora. En este caso, siguiendo la influencia de la mentalidad liberal y del positivismo moderado, había que reforzar la presencia de la ciencia, de la conexión ciencia-técnica, procedimientos que nos acercarían a su vez al ideal europeo (véase el capítulo «El lenguaje tácito de la tecnología» perteneciente a esta obra). Esta actitud, presente en una parte de la intelectualidad española, 81 está adecuadamente resumida en el discurso de José Ortega y Gasset pronunciado con motivo de la fundación de la Asociación para el progreso de las ciencias (1908). Allí, con la expresión «Europa es ciencia» quiere decir que los logros técnicos y avances que observamos no son casuales, sino que derivan del cultivo del conocimiento científico. Distingue entre las apariencias, los ferrocarriles, la industria y el comercio, y lo esencial, que es la ciencia. No debe confundirse, pues, entre los efectos (Europa no se reduciría a las técnicas) y su causa. 82 Según se ha indicado en un estudio sobre Ortega, para el filósofo español, «Europa era esencialmente la ciencia, Europa era Sócrates: el afán de llegar a la verdad a través de los conceptos y del método inductivo. El progreso material no es, según Ortega, sino aplicación y puesta en marcha de la ciencia, técnica en último término». 83 El filósofo percibe pues una continuidad entre esas dos dimensiones, algo que queda plasmado en el texto titulado «El tecnicismo moderno», donde señala que existe una vinculación estrecha entre el «nuevo tecnicismo y la ciencia» e igualmente que «Todos los creadores Decimos una parte porque en los debates en torno a la creación del Instituto-Escuela, un sector de las intervenciones no parecía compartir los argumentos de la europeización: un artículo publicado en La Lectura Dominical, que fue censurado en la época, firmado por Filiberto de Palacios con el título «Denigrando a España», culpaba a la ILE y a los que gestionaban la JAE y la concesión de pensiones de ser responsables de la mala imagen que fuera de España se tenía de nuestra cultura: «Los espíritus sectarios que siguen la funesta política de la Institución Libre de Enseñanza han hallado siempre especial placer en denigrar a España, presentándola ante el extranjero como una nación inferior, atrasada y casi salvaje. Puede decirse que el mal concepto que de España se ha venido teniendo hasta ahora allende la frontera a la labor pesimista y demoledora de estos hombres se debe. Dueños absolutos de algunas Corporaciones de la alta administración del Estado en materia de enseñanza, y especialmente de la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones científicas, han aprovechado esta prepotencia para menoscabar fuera de España el nombre de nuestro país, justificando de este modo los juicios vilísimos que de nuestro estado cultural se tiene en algunos países de Europa. […] en el Instituto-Escuela, en el Museo Pedagógico…, es decir, en todos aquellos lugares que son fuente o raíz de la acción docente del Estado, los hombres de ese fantasma que se llama Institución Libre de Enseñanza son los amos y señores. […]si ellos son desde hace cuarenta años los dueños de la enseñanza pública, y esta se halla entre nosotros en estado de barbarie y trogloditismo, a ellos habrá que hacer responsables del atraso, y no a los que contra este mangoneo vienen protestando hace tiempo, La Lectura Dominical, 11-9-1926, p. 457. 82 J. Ortega y Gasset, «Asamblea para el progreso de las ciencias», El Imparcial, Madrid, 27 de julio de 1908, p. 3. 83 Zamora Bonilla, José (2005): «El impulso orteguiano de la ciencia española», Circunstancia, III, 6 (consultado en línea). 81
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de la ciencia se dieron cuenta de su consustancialidad con la técnica. Lo mismo Bacon que Galileo, Gilbert que Descartes, Huygens que Hooke y Newton». 84 Ortega, pues, es partidario de la europeización y de la producción de objetos que mejoren nuestra vida, siempre que no caigamos en una suerte de fetichismo que impida ver cuál es su origen: «[…] olvidamos que para tener ferrocarriles, policía, hoteles, comercio, industria, todo eso, en fin, que podemos llamar civilización, mejoramiento físico de la vida, ha sido preciso inventarlo antes, porque del cielo no caen las máquinas de vapor ni la economía política […]». 85 Bibliografía Abellán, José Luis (2006): Historia del pensamiento español, Madrid, Espasa. Carreño, M. y Rabazas, T. (2011): «Una publicación comprometida con la formación del profesorado de enseñanza secundaria: La Segunda Enseñanza», Arbor: Ciencia, pensamiento y cultura, vol. 187, mayo-junio 2011, pp. 485-500. Crespí, Antonio L. y González Bueno, Antonio (1990): «Luis Crespí Jaume (Madrid, 1889 - Madrid, 1963)», Acta botánica malacitana, 15, pp. 343-345 (disponible en línea). Giner de los Ríos, Francisco (2004): Obras selectas, ed. de Isabel Pérez-Villanueva Tovar, Madrid, Austral. González de la Lastra, L. y Guijarro Mora, V. (2012): «Máquinas de enseñar. Formación e instrumentos tecnológicos en el Instituto San Isidro (1850-1930)», en L. López-Ocón, S. Aragón y M. Pedrazuela (eds.), Aulas con memoria. Ciencia, Educación y Patrimonio en los institutos históricos de Madrid (1837-1936), Madrid, CEIMES, Doce Calles, Comunidad de Madrid. Instituto de San Isidro (1918), Resumen acerca del estado del Instituto de San Isidro de Madrid, curso 1916-17, Toledo. Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (1920): Memoria correspondiente a los años 1918 y 1919, Madrid. Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (1922): Memoria correspondiente a los años 1920 y 1921, Madrid. Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (1925 a 1931): [Memorias correspondientes a los cursos 1922-23 a 1929-30], Madrid. Masip Hidalgo, Carmen (2011): «Luis Crespí Jaume, científico de la Junta para Ampliación de Estudios y catedrático de Agricultura del Instituto-Escuela», Arbor, 20, pp. 501-511. Moreno García, J. M. (1967): «Introducción al estudio del concepto de Unidad Didáctica, Vida Escolar, n.º 93-94, Madrid, CEDODEP. Ontañón, Elvira (1988): «El Instituto-Escuela, experiencia educativa de la JAE», en José M. Sánchez Ron, coord., La Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas 80 años después (1907-1987), Madrid, CSIC. 84 Ortega y Gasset, José (2004): «El tecnicismo moderno. —Los relojes de Carlos V. —Ciencia y taller. —El prodigio del presente», orig. en Revista de Occidente, Madrid, 1933, cap. II, en Meditaciones sobre la técnica y otros ensayos sobre ciencia y filosofía, Madrid, Alianza Editorial, pp. 93 y 94. 85 Ibídem.
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Ortega y Gasset, José (2004): «El tecnicismo moderno. —Los relojes de Carlos V. —Ciencia y taller. —El prodigio del presente», orig. en Revista de Occidente, Madrid, 1933, cap. II, en Meditaciones sobre la técnica y otros ensayos sobre ciencia y filosofía, Madrid, Alianza Editorial. Ortega y Gasset, José (1908): «Asamblea para el progreso de las ciencias», El Imparcial, Madrid, 27 de julio de 1908, Palacios, Filiberto de (1926): «Denigrando a España», La Lectura Dominical, 11-9-1926, p. 457. Rogerio Sánchez, José (1922), «Antecedentes para la historia de un ensayo en la segunda enseñanza», La Segunda Enseñanza, año 1, n.º 9, pp. 455-492 Zamora Bonilla, José (2005): «El impulso orteguiano de la ciencia española», Circunstancia, III, 6 (disponible en línea).
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Visión literaturizada del fondo antiguo y legados que contiene, en la biblioteca del Instituto de San Isidro
Luis Cañizal de la Fuente Instituto San Isidro No quisiera provocar temores con eso de literaturizada. En breve explicaré qué entiendo por tal, y por qué no puede ser de otra manera. Pero para empezar puede ir una justificación mucho más simple: al ser yo profesor de Literatura (condición que no se quita con los años, aunque sean muchos), era de esperar que tendiese a ver a través del tamiz de lo literario mi trabajo de años en el fondo antiguo. Me explicaré mejor y en corto: como no dominamos el fondo antiguo entero, todo se nos vuelve suposiciones. Y algunas veces esas suposiciones son tan vagas que insensiblemente se nos vuelven literatura. Ejemplo: uno de los legados indudables que recibió el fondo antiguo fue el de José Sicardo: nombre y apellido que pone al frente de sus libros. Ahora bien, ¿quién es José Sicardo? Hacemos todo lo posible por documentarnos, y lo único que obtenemos es que era un fraile agustino del siglo xvii: no puede ser el que firma sus libros en el fondo antiguo. Esos libros son de finales del xix y hasta… 1930 o por ahí, y José Sicardo los compra a poco de publicarse, lo sabemos porque al lado de la firma estampa la fecha en que los hace suyos. Bien, entonces ¿puede ser un seudónimo porque él sí conociese las obras del fraile agustino? No, ¿quién busca un seudónimo para firmar los libros de su biblioteca? O dicho de otro modo, ¿es que existen «seudónimos de lector»? Absurdo (o demasiado literario). Además, por los comentarios que José Sicardo pone a veces al margen de sus libros, es imposible que
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vengan de alguien que quiere asimilarse a un fraile agustino: demasiadas anotaciones de un sarcasmo que levanta ronchas hasta en el lector accidental; demasiada poca caridad. Aunque si nos ponemos a mirar… Insensiblemente nos hemos metido en el personaje. ¿No es verdad que todo esto trasmina literatura? Bueno, pues no hay otra manera de dar noticia de este bloque —muy cuantioso— de libros del fondo antiguo, qué le vamos a hacer. Alguna otra vez, el montaje literario que uno había ido haciendo se viene abajo como castillo de libros que se le echan encima dejándole dolorido. Ejemplo: habíamos hecho conjeturas que se desprendían fácilmente de los libros que llevaban la firma manuscrita «F[rancisco] Barnés», y al lomo rehundidas las iniciales F.B.S. Conjeturas que ya incluían su dosis de dolor y su dosis de humor literaturizado. Habíamos supuesto que el ex ministro republicano Francisco Barnés había legado su biblioteca a la del «San Isidro» (que tan vinculado estuvo a la historia de su familia) por tener que marchar al exilio, ya que las condiciones del viaje debieron de ser poco aptas para llevarse la propia biblioteca. (Antes de que os cuente el jarro de agua fría que recibí sobre esto, dejadme que os cite lo que Sender dice de la biblioteca del exiliado Tomás Navarro Tomás: que estuvo semanas y semanas en el muelle esperando el embarque —o en el muelle tras ser desembarcada, no recuerdo bien—, y todos la huían al leer «T N T» en los cajones. Lo cual pudo perfectamente no ser verdad y sí una broma maleante de Sender. Como se ve, seguimos en la salsa literaria). Pero a lo que iba es a cómo se vino abajo mi hipótesis sobre la Biblioteca de Francisco Barnés: en reunión preparatoria me comunicó el amigo Vicente Fernández Burgueño que esa biblioteca había venido a nuestro instituto por incautación. Incautación solicitada en 1939 por el entonces director del «San Isidro». (Luego el incauto había sido yo). Qué sentimiento tan extraño cuando, las semanas siguientes, volví a la biblioteca a seguir informatizando ésos y otros libros del fondo antiguo: era como si ya no pudiera esponjarme de disfrute ante un tomo de los encuadernados y firmados «F. Barnés». De sentimiento tan incómodo me distraía pensando en lo que pasó en Madrid con la biblioteca de Juan Ramón Jiménez mientras estaba él en el exilio. Me evadía (¿o no?) pensando que seguíamos metidos en caldo literario, pero del que escalda. El siguiente paso previo que me toca dar es el de Urbano González Serrano, que según mi cuenta era suegro de Francisco Barnés. Y aquí viene el primer caso concreto de libro precioso en el fondo antiguo: es una primera edición de La voluntad, de Azorín, que se la dedica a su admirado maestro y amigo Urbano González Serrano, y que firma en ese 1902 todavía como Martínez Ruiz. Más abajo de esa firma, con letra mucho más pequeña, de plu-
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milla, pone: «Escogido en la biblioteca del abuelo. F. Barnés». ¿Del abuelo? Por no entrar en polémica estéril no voy a decir de qué trabajo —meritorio, muy meritorio— en Internet he sacado el árbol genealógico y muchas otras noticias sobre González Serrano. Si de allí resulta que este era suegro de Francisco Barnés, ¿no podría ser que lo llamase el abuelo como quien dice «el patriarca»? Porque, en efecto, como tal aparece esa figura prócer. En el fondo antiguo hay buena cantidad de libros de Urbano González Serrano, tanto de crítica literaria como de filosofía, de estética e incluso de política, porque a ese terreno alcanza, además del filosófico, un folleto que escribió sobre Nicolás Salmerón (este está por duplicado). Pero no es todavía el momento de entrar a detallar libros puntuales, sino de plantear otra duda: los libros de Urbano González Serrano, quiero decir su biblioteca personal, ¿estaría junto con la de Francisco Barnés, y, así, serían incautadas juntas? Porque lo cierto es que en el fondo antiguo aparecen continuamente libros que llevan, en rehundido en el lomo, abajo y en dorado, las iniciales U.G.S. Y no son pocos los casos de tomos que abarcan, en una sola y excelente encuadernación, varios folletos, propios y ajenos. Se ve que era una práctica frecuente que tenía, la de encargar tales encuadernaciones conjuntas, para que los folletos no se le desperdigasen por los plúteos. Además, todos sus libros llevan dentro la estampilla de su firma, y, cosa curiosa en los más antiguos, cuántos reales le costaron; así, en abreviatura, a plumilla: rs. Para terminar este primer recuento sumario y lleno de hipótesis e interrogantes, quiero referirme a los libros que por distintos respectos instruyen sobre extremos bibliográficos impensados. Por ejemplo, el libro de Romanones Notas de una vida lleva dentro, pegadas, reseñas de periódicos que se ocuparon de él. Sí, son recortes de periódico (uno, El Sol) doblados y pegados a las primeras hojas en blanco. Es una labor muy artesanal. Las reseñas se despliegan fácilmente sin que se rompan, y se leen todo lo cómodamente que un artilugio así lo permite. Una de esas reseñas se titula El Conde se esconde, y la firma X: ¡este era Ortega y Gasset!, porque mucho más adelante la publicó en libro con otros artículos suyos. Ahora bien, esta vez no podemos saber a quién perteneció el ejemplar de la obra de Romanones. Otras veces, la conjetura bibliográfica nos llega por vías más fáciles, pero siendo más difíciles de confirmar los datos, como en este caso: hace años nos tocó, por el orden que llevábamos, informatizar un libro que, como tantos de estas características, reunía dos en su encuadernación. Los datos colectados entonces eran como sigue: ARDIGÒ, Roberto (catedrático de la Universidad de Padua). La ciencia de la Educación. Traducido por Fernando y José del RÍO URRUTI (versión española de la segunda edición italiana). Barcelona. «Biblioteca Sociológica Interna-
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cional». 1905. // La segunda obra incluida en el tomo (15 x 11 cm.) es una antología de ensayos breves de EMERSON, R. U. [sic. ¿De Ubaldo?] //En el lomo, abajo, rehundidas las iniciales J.S. [¿José Sicardo?] Es encuadernación en cartón rojo, hecha para preservar los tomos incluidos, que suelen ser muy frágiles como todos los de estas colecciones populares [?] de principios del siglo xx o finales del xix.
A lo que voy es a encarecer cuánto nos importaba apurar la personalidad del primer traductor. ¿Era Fernando de los Ríos y Urruti? Y si era él, ¿por qué en ese 1905, muy joven, no había querido firmar la traducción con los apellidos en la forma que adoptaría después? Era preciso, en nuestra ficha de ordenador, dejar una nota que contuviese una respuesta-conjetura, y que fuese muy breve, porque el tamaño del campo correspondiente así lo exigía. Conque comprimimos al máximo la afirmación de que no quería airear como traductor —menester muy humilde— relación de parentesco con don Francisco Giner de los Ríos. La explicación nos salió un poco retorcida —casi diría, incluso, salomónica—, pero la intención era buena, y quedó a salvo la identificación de la persona, que es lo que importaba. Ahora, en estas fechas, visitando en Internet el sitio web de la Institución Fernando de los Ríos, hemos podido ratificarnos en nuestra sospecha de entonces. Y hace pocos días, volviendo a examinar el tomo en cuestión y comparándolo con otros de colecciones parecidas a esa en cuanto a formato, afán divulgador y altura de miras, hemos dado un recorrido rápido a parecidas encuadernaciones de dos o tres tomitos juntos: muchos llevaban la conocida firma de José Sicardo en la portada, y ello nos llevó a pensar si todos ellos, y el que nos ocupa, procederían de la biblioteca de tan enigmático personaje. Llega ya el momento de bucear en los casos personales de Urbano González Serrano y de Francisco Barnés, como dueños que fueron de bibliotecas personales que ahora están en el fondo antiguo del «San Isidro». Y en el caso del primero, la necesidad de pesquisa histórica vino traída por un libro muy curioso: un primer tomo de «Obras completas» de Menéndez Pelayo (1883; introducción de Juan Valera) que contiene odas y epístolas originales, y tragedias traducidas de Esquilo. En la portadilla lleva una dedicatoria manuscrita del autor «A su distinguido compañero y amigo Don Urbano González Serrano, recuerdo de M. Menéndez». Empezaré el planteamiento desde fuera, aunque pueda parecer un poco cuadriculado o inflexible: siendo Menéndez Pelayo tan enemigo de los krausistas, ¿cómo es que se muestra tan afectuoso con González Serrano, que era uno de los krausistas más conspicuos después de su admirado Nicolás Salmerón? Precisamente Salmerón fue objeto de las iras de don Marcelino, que en cartas publicadas hace muchos años lanza sus proyectiles verbales contra
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Salmerón, empezando por hechos que se remontaban a los tiempos de la carrera universitaria: «Ni Salmerón porque había sido presidente de la República, ni Castelar porque lo era» acudían a sus cátedras. Y después pasa a empicotar los enrevesados y grandilocuentes periodos sintácticos con que Salmerón se dirigía a sus alumnos en la Universidad Central. A esta altura, se me permitirá que inserte la ficha descriptiva del que seguramente es el libro que mejor representa en nuestra biblioteca todo este núcleo (casi iba a escribir nudo) histórico-filosófico-político-afectivo: SALMERÓN Y ALONSO, Nicolás. Discurso pronunciado en el Congreso de los Diputados por—. Precedido de una carta de D. Fernando de CASTRO. Madrid. 1872. [Publicación del Congreso. “Tirada privada de 100 ejemplares numerados”. N.º 71.] 116 páginas. (La carta de CASTRO, págs. 3-6.) // Dedicado al reverso de la portada “A Urbano González Serrano, su entrañable amigo Nicolás Salmerón”.
Después de la página 116 viene el otro libro que se encuadernó junto al anterior: THIBERGHIEN, G. Les Commandements de l’Humanité ou La Vie morale sous forme de catéchisme populaire, d’après KRAUSE. Bruxelles. Gustave Mayolez. Paris. Leipzig. Madrid [Carlos Bailly-Baillière]. 1872. [En pág. 5, escrito a mano por U.G.S.: 12 rs. Aquí lleva el libro la estampilla de tinta: U.G. Serrano, con rúbrica incluida.]
He tenido la curiosidad de leer la primera pieza: el discurso en el Congreso, para ver si en verdad resultaba tan indigesta la oratoria de Salmerón, y el resultado es que no: se sigue perfectamente el hilo, y la sintaxis no es nada hinchada; o cuando el periodo amenaza complicarse, el orador sembraba hábiles enganches que volvían a anudar la atención. Casi me vienen tentaciones de decir lo siguiente (que es bien cierto): pasajes he leído yo de Menéndez Pelayo que, sin ser duros por el léxico, casi desesperaban por la longitud castelarina del periodo sintáctico. Pero, en fin, a lo que iba era a intentar solucionar la aporía entre aquella afirmación de Menéndez Pelayo y mi experiencia personal de lector sobre el discurso en el Congreso. Y la respuesta no era difícil: todo debía de consistir en que Salmerón tenía un estilo más alto cuando hablaba desde su cátedra que cuando lo hacía desde su escaño en el Congreso. Hoy día a nosotros nos parecería natural pedir que fuese al revés, pero los tiempos eran otros. Y, en fin, ¿quién nos dice a nosotros que con aquella oratoria «de altanería» no tiraba hacia arriba de la atención y la perspicacia de los alumnos universitarios?
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No me olvido, a todo esto, de que estaba examinando desde más cerca el caso de Urbano González Serrano, incluso para tratar de determinar si todos los krausistas hablaban (escribían) por tan alto estilo. Y justamente hay un folleto al que ya antes hice referencia (el que está por duplicado), que nos soluciona las dos preguntas: la de los dos estilos de Salmerón y la del estilo del propio González Serrano. Primero, como de costumbre, la ficha descriptiva, y después una cita a poco de empezar ese texto: Si explica [Salmerón] en su clase, a veces con tonos magistrales, en ocasiones con acentos sugestivos, siempre con soberana elocuencia y con claridad de la que se percibe en lo hondo de la elaboración reflexiva, le diputan por abstruso y poco inteligible. […] Y si habla en el Congreso con elocuencia de fuego y con actitudes mitad tribunicias, mitad apostólicas, le tachan de idealista y poco práctico. 1
Acabo de darme cuenta de que el párrafo de U.G.S. que he tenido por fuerza que elegir no es de los que mejor ejemplifican cómo era su estilo. Así que habré de pedir que se me crea por la palabra: a mí me parece que Urbano González Serrano escribía con unción elegante, más elegante que el estilo de su maestro, el cual acaso pecaba de nerviosidad. Y también diría que está más cercano a nosotros y que es más sencillo «a lo moderno» el discípulo que el maestro. Lo que no podremos saber es cómo era el trato y personalidad de Urbano González Serrano en las aulas del «San Isidro», instituto al que quiso dedicar casi toda su vida docente en vez de acceder a una cátedra universitaria, y eso que tal posibilidad la tuvo muy al alcance de la mano, por lo visto. Y puesto que nunca podremos saber eso, ni tampoco cuál era su vida cotidiana ni su apariencia de ciudadano que va de casa al trabajo, voy a proponer un experimento para el cual también sirve la literatura: ver si hay alguna novela realista que retrate a un personaje de las características profesionales y éticas en la época de Urbano González Serrano. El protagonista me volvía una y otra vez a la memoria cuando trataba de indagar en lo dicho: es El amigo Manso, de Pérez Galdós. Es bien sabido, y la aproximación resulta tentadora, que, como ya apuntó Unamuno en otro momento, más tarde del año de publicación (1882), Galdós se autorretrata en el personaje de Máximo Manso. Recoge la idea y la desmenuza Pedro Ortiz Armengol en su Vida de Galdós, capítulo de1 González Serrano, U. (1903): Nicolás Salmerón. Estudio crítico-biográfico, Madrid, Fernando Fe (colección «Celebridades Españolas Contemporáneas», n.º V), 40 páginas, 19’5 x 12’5 cm, p. 5.
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dicado al año 1882: ‘El amigo Manso’: un autorretrato irónico y profundo. Parece bastante convincente. Pero a la crítica literaria en nuestros días le preocupan mucho menos estas identificaciones, vinculaciones y deudas que yo he llamado en otro lugar «crítica policial». Eso es ya agua pasada: cosa de finales del siglo xix y hasta la mitad del xx. La literatura también sirve para aproximaciones como la que propongo: seguir día y noche, en casa y en la calle, a un personaje que pudiera ser el doble de aquél de carne y hueso que nos interesa. Vamos, como una película con un único personaje: un docente con talla universitaria que viviese en el centro de Madrid hacia 1882. Y para acotar el campo, propongo que se (re)lean nada más los siete primeros capítulos. Al leerme eso de «seguir día y noche…», bien me doy cuenta de que se podrá retrucar: «¡Pues esto sí que es una proposición de pesquisa policial!» Pero, bromas aparte, invito a hacer la experiencia. Recuerden: (re) leer los siete primeros capítulos de El amigo Manso. ¡Esa persona bien pudiera ser Urbano González Serrano! Esto sí que es un baño de época, una inmersión ambiental. Solo hay que añadirle el constante cigarro entre los dedos, en la boca o por ahí al lado humeando, como retrató Azorín a Urbano González Serrano. Y es ahora el momento de darle la revisión definitiva —siempre a partir de los libros suyos que en el fondo antiguo hay— al caso Barnés. La gran mayoría de esos libros llevan la firma, como dije, de Francisco Barnés. Y solo hay tres o cuatro de la autoría de Domingo Barnés, hermano del anterior; nótese: no es que fueran libros de su colección, sino escritos por él. Todos de su especialidad, que era la Pedagogía. Por cierto que en recientes sesiones de informatización volvió a mis manos uno que estaba en la sección de Filosofía, y opté por cambiarle a la sección de Pedagogía, junto con los otros del mismo autor. Es el siguiente: BARNÉS, Domingo. La psicología de la adolescencia como base para su educación. Madrid. Ed. Páez (“Biblioteca de Ensayos”, nº 15). 1930. 208 páginas. 18 x 13 cm.
En el reverso de una fotografía del autor que va inserta antes de la portada, esta dedicatoria autógrafa: «Para mi sobrino Paco con el cariño entrañable de su tío Domingo» [rúbrica]. Hacía muchos años que no volvía yo al libro Los Baroja, de Julio Caro, que fue condiscípulo de «Juanito» Barnés en el Instituto-Escuela, y ante la aparición de este Paco, hermano de Juanito, eché mano otra vez del tomo dicho, en la confianza de que me iluminase toda esta zona de la familia Barnés. Pero antes de encontrar datos sobre los hermanos coetáneos de
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Julio, encontré esta cita interesantísima sobre el padre de ellos, el dueño de los libros que tanto me ocupan aquí: «…En el Instituto Escuela, un profesor del que conservo el máximo recuerdo: don Francisco Barnés. Era este catedrático de Historia y daba lecciones muy ajustadas a la edad en que estábamos, pues ponía cierto fuego oratorio en sus palabras». 2 Aquí detuve de momento mi búsqueda, porque vi comprobada mi suposición de páginas atrás sobre el Salmerón catedrático, en el sentido de que a la juventud la elevan hacia la clarividencia y el entusiasmo las dotes oratorias que despliegue su profesor. Por lo menos hasta no hace… muchísimo tiempo. Acaso es paradójico, pero personalmente puedo asegurar (si se me permite un modesto ejemplo autobiográfico de lo que digo) que la manera oratoria, elevada, de don Carlos Ruiz del Castillo en sus clases de Derecho Político (1964) me hacían no perderme ni una, invitado por la claridad de la «región mental» a la que me llevaban. Y a mis compañeros de promoción, también. Pero no quiero que se me olvide otra de las muchas conjeturas que ya va acumulando este trabajo: que muy probablemente aquel Francisco Barnés que «escogió» La voluntad en la biblioteca de su abuelo fuese este hermano del condiscípulo de Julio Caro de cuya existencia he sabido ahora al releer varios capítulos de Los Baroja. Cancelado, pues, aquel enigma, solo faltaría por revisar el tercer gran legado de libros en el fondo antiguo: el de José Sicardo. Lo malo es que no puedo añadir casi nada a lo ya dicho sobre él, y todo junto dibuja un gran vacío de información. Lo que sí es cierto es que los libros con la firma «José Sicardo» son los más abundantes (de los que llevan identificación de propietario) en todo el fondo antiguo. Son libros de entre finales del xix y principios del xx: hasta sus años veinte-treinta, de estas materias: Política, Historia, Literatura, y de estos países e idiomas: España, Portugal, Italia, Francia. Estrechando el terreno de esta manera y también con la ayuda de los comentarios que escribe en los márgenes y de las papeletas que puso/ olvidó entre sus hojas, se puede colegir que fuese profesor, o agregado de embajada, o periodista. Y la tendencia filosófico-política parece que podía estar en este terreno tan resbaladizo: nietzscheano-anarcoide-prefascista. Otros dos bloques de libros homogéneos (por dedicatorias o sellos de pertenencia) se pueden señalar: uno, la casi totalidad de las novelas de Concha Espina dedicadas, una por una, por la autora a José Rogerio Sánchez. Por cierto que este catedrático y director del «San Isidro» fue el promotor de la incautación de libros a que me he referido páginas atrás. Y lo vuelvo Julio Caro (1972): Los Baroja, «Hombres de Ciencia», capítulo XVI, p. 151.
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a rememorar porque, al parecer, fueron igualmente objeto de incautación los libros del «Centro Instructivo del Obrero»: los conocemos porque llevan ese sello de tinta. Suelen tener poco interés o valor bibliográfico. Y me da la sensación de que se me ha agotado la capacidad de suposición, por tanto como la he ejercitado en estas páginas. Así que no me queda resuello para suponer por qué hay en el fondo antiguo tantos libros que llevan la estampilla de tinta del Instituto de El Escorial. Pero me preocupa poco: también se trata en su mayoría de ediciones escolares de obras clásicas. Tienen poco valor o interés bibliográfico. Que no falte un dato de otro tipo, pero siempre en el campo bibliográfico: muchos de los libros que llevan rehundidas las iniciales F.B.S., y me estoy refiriendo ahora a los espléndidamente encuadernados, llevan también, dentro, la estampilla de tinta del encuadernador: Nicolás Martín. Terminaré con una minucia, casi diría con una nimiedad: los objetos encontrados en los libros, durante la tarea de hojearlos para obtener todos sus datos. Y desearía que esta menudencia fuese la última señal del criterio que ha movido mi trabajo en estas páginas: enjuiciarlo todo desde los datos que ofrecían los mismos libros al ser traídos y llevados, abiertos y cerrados para catalogarlos. A nadie se le oculta que podría fácilmente haber aportado bibliografía comentada de otra procedencia para afinar en mis juicios críticos. Pero ya se ve que el «juego» consistía en mirarlo todo desde los mismos libros del fondo antiguo. Y no sé si estos últimos materiales que tales libros arrojaron dirán algo más sobre sus dueños o sus lectores: en casi todos los casos se trataba de señaladores de página, y nunca o casi nunca eran marcapáginas de los que acostumbramos hoy a usar; eran estos: boletos de lotería de principios del xix, fotografías, estampitas piadosas, el clásico bout de papier de periódico, billetes de metro de los años cincuenta, listas de alumnos de cursos remotos, invitaciones… Ah, y también hojas publicitarias de libros recién aparecidos. Claro. También fui colectando en la memoria algunos comentarios que dejaron escritos los lectores; pero digo: comentarios mucho más a ras de tierra que los de José Sicardo; comentarios de una crudeza fulminante, a veces. No quiero reproducir ninguno de ellos para no caer más bajo que en lo de los marcapáginas. Aunque es bien cierto que entre los unos y los otros se podrían poner en juego divertidas maquinitas (pseudo)literarias. Pero temo haber cansado a mis lectores con mi insistencia sobre esta última tecla. Si así ha sido, pido disculpa.
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s e g u n d a pa r t e ima g en so c ia l , pr o f e so r e s y a l u mn o s
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Alumnos de primero, curso 1913-14, en Instituto General y Técnico de San Isidro, Madrid, 1914, H. Tourte & M. Petitin éditeurs, 53 Rue Gide (Levallois-París).
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Las primeras alumnas y las primeras profesoras del Instituto de San Isidro
Vicente José Fernández Burgueño Instituto San Isidro Encarnación Lázaro Marí Ministerio de Educación, Cultura y Deporte
Introducción Cuando observamos las características del alumnado y del profesorado de nuestro instituto no nos llama especialmente la atención que el número de alumnas sea aproximadamente igual al de alumnos o que el de profesoras sea mucho mayor que el de profesores. Concretamente en el curso actual, 2013-14, el número de alumnas y alumnos es prácticamente el mismo y hay 55 profesoras y solo 25 profesores. Tampoco llama la atención que la directora sea mujer o que lo sea cualquier otro miembro del equipo directivo. Pero esta realidad, generalizable actualmente a cualquier otro centro educativo, no ha sido siempre así y es, a nuestro juicio, oportuno y necesario que quede constancia expresa de las primeras mujeres, primero alumnas y luego profesoras, que estudiaron o enseñaron en el Instituto, de las dificultades que tuvieron que sufrir y del camino que abrieron a otras mujeres. Y en consecuencia, que Matilde Padrós Rubio, María Martínez Martínez, Elena Esparza Nogués, Bárbara Santos Rincón y Carmen González Lodeiro, como ejemplo de otras muchas, entren por derecho propio a formar parte de la memoria histórica del Instituto de San Isidro.
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El acceso de la mujer a la segunda enseñanza y a la universidad Hay un consenso generalizado que señala a María Elena Maseras 1 como la primera mujer que se matriculó en la universidad, concretamente en la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona. 2 Esto ocurría en 1872 y solo después de haber tenido que solicitar el oportuno permiso, que le fue concedido expresamente por el rey Amadeo de Saboya, permiso que había tenido también que pedir en 1871 para matricularse en el Instituto de Barcelona. A partir de ese momento, otras mujeres comienzan los estudios de segunda enseñanza y después algunas los estudios universitarios; concretamente entre 1872 y 1882, son nueve las matriculadas en la Universidad, pero siempre con trámites diferentes a los necesarios para los hombres, comenzando como ya hemos indicado con la necesidad de una autorización especial. Si había alguna duda de esta circunstancia, la Real Orden de 11 de junio de 1888 3 regulaba que las mujeres fueran admitidas a los estudios dependientes del Ministerio de Fomento, en institutos y universidades, pero como alumnas de la enseñanza privada, y que cuando alguna solicitase la matrícula oficial se consultaría a la Superioridad para que esta resolviera según el caso y las circunstancias de la interesada. Hubo que esperar casi veintidós años para que quedara derogada la disposición anterior, concretamente a la Real Orden de 8 de marzo de 1910 4 que establecía que la necesidad de consultar a la Superioridad, si bien no implicaba una limitación de derecho, producía unos retrasos en la tramitación de las matrículas incompatibles con lo que debía ser el sentido general de las actuaciones en el marco de la instrucción pública, por lo que debía autorizarse indistintamente la matricula de alumnos y alumnas sin distinción alguna en razón del sexo del solicitante.
1 María Elena Maseras Ribera nació en Vilaseca (Tarragona) en 1853 y falleció en Mahón (Menorca) en 1900. Las dificultades que sufrió para obtener la licenciatura la alejaron de la medicina, por lo que trabajo como maestra en Villanueva y Geltrú y en Mahón. Posiblemente fue también la primera mujer que obtuvo el título de bachiller. 2 Según Consuelo Flecha y Ascensión Delgado [(1996): «Alumnas del Instituto de Segunda Enseñanza de Cádiz antes de 1910», Tavira. Revista de Ciencias de la Educación, 1.ª época, 13, pp. 25-42] la primera mujer que se matriculó en un instituto de segunda enseñanza fue Antonia Arrobas Pérez, en el Instituto de segunda enseñanza de Huelva en 1871, examinándose de ingreso y del primer año de Latín y Castellano después de haber obtenido el permiso correspondiente de la Dirección General de Instrucción Pública. 3 Colección de Reales Órdenes y Órdenes Ministeriales relativas a Instrucción Pública (1901): Madrid, Imprenta de Baquedano, p. 474. 4 Gaceta de Madrid de 9 de marzo de 1910, n.º 68, pp. 497 y 498.
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En consecuencia, a finales del siglo xix y en la primera década del siglo xx no estaba formalmente prohibido el acceso de la mujer a los estudios secundarios y universitarios, pero presentaba las limitaciones señaladas; solo a partir de 1910 el acceso se hace, aparentemente, en igualdad de condiciones y sin necesidad de solicitar autorización para la matrícula oficial y por tanto eliminando la posibilidad de que esta no fuera concedida o que se retrasase indefinidamente la respuesta.
Las primeras alumnas del siglo
xix
Quizás por lo señalado con anterioridad, durante mucho tiempo pensamos que las primeras alumnas del Instituto, tanto oficiales, como de los centros adscritos (enseñanza no oficial colegiada o enseñanza privada) o libres (enseñanza no oficial no colegiada o enseñanza doméstica), correspondían a las primeras décadas del siglo xx y que fue especialmente en los años de la Segunda República cuando se generalizó su presencia en el centro, pero el Archivo Histórico del Instituto nos deparaba novedades en esta cuestión. La respuesta se encontraba en el legajo 1, el único de la serie D, que con el título de «Alumnas» 5 recogía por riguroso orden alfabético los veinticinco expedientes de las alumnas que realizaron sus estudios en las dos últimas décadas del siglo xix. Por lo tanto, entre ellas se debía encontrar la primera alumna, aquella que abrió el camino por el que transitaron todas las demás. Estas veinticinco alumnas y algunos datos sobre su trayectoria académica se recogen en el cuadro siguiente: Alumnas
Estudios realizados
Período de los estudios
Título de bachiller
Maria del Adalid González Garrido
EG
1891 a 1896
SI
Dolores Adrados Rodríguez
EA
1888 a 1889
NO
ESEA
1896
No
Isabel Amorós Belza
EG
1896 a 1898
SI
Ascensión Barros Caballero
EA
1886 a 1888
NO
Rosa Bernal Pérez
EA
1887 a 1888
NO
Aurelia Ángela Allende Benito
(Continúa en página siguiente)
Archivo Histórico del Instituto de San Isidro (en adelante AHISI). Expedientes académicos. Serie D. Legajo 1. 5
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214 EL instituto de san isidro Estudios realizados
Período de los estudios
EG
1889 a 1892
NO*
ESEA
1892 a 1893
NO
María de los Remedios Delgado Martínez Borja
EA
1887
NO
Victoria Esteban Zorrilla
EG
1884 a 1888
Traslado de Instituto**
Filomena Hernández Hernández
EA
1889
NO
María de la Concepción Labairu Ruiz
EG
1884 a 1990
SI
Enriqueta López Gálvez
EG
1891 a 1897
NO*
Albina Mira Velasco
EG
1891 a 1897
SI
Maria Modéjar Donarlo
EA
1885 a 1887
NO
Elvira Moragas Cantarero
EG
1894 a 1896
Traslado de Instituto***
ESEA
1896
NO
Adela Segunda Otaegui Cueto
EG
1884 a 1889
SI
Matilde Padrós Rubio
EG
1882 a 1887
SI
Isabel Sama Pérez
EG
1896
NO* NO*
Alumnas María de los Dolores Calderón Ceballos Matilde Castillo García
María de los Dolores Nadal Vallbona
Título de bachiller
Leonor Sama Pérez
EG
1896
Mercedes Sardá Uribarri
EG
1893 a 1897
SI
Margarita Faustina Torrens Lara
EG
1892 a 1896
SI
Juana Trujillo Gutiérrez
EA
1889
NO
Joaquina del Valle Alma
EA
1889
NO
* No termina los estudios. ** Traslado al Instituto Cardenal Cisneros. Desconocemos si acabó titulando. *** Traslado al Instituto Cardenal Cisneros donde termina sus estudios y se la expide el título de bachiller. Siglas: EG – Estudios Generales. EA – Estudios de Aplicación. ESEA – Estudios sin efectos académicos.
Podemos sintetizar los datos anteriores en los siguientes cuadros: el primero se refiere al tipo de estudios realizados. Alumnas
EA
ESEA
EG
25
8
3
14
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Las primeras alumnas y las primeras profesoras…
Como vemos, las alumnas pueden clasificarse en tres grupos perfectamente definidos, un primer grupo con las que estudian asignaturas de los idiomas francés, inglés y alemán, en los Estudios de Aplicación, un segundo grupo con las que se matriculan en algunas asignaturas que no tienen valor académico y un tercer grupo formado por las que se matriculan en los Estudios Generales para la obtención del título de bachiller. El segundo cuadro se refiere a las catorce alumnas que realizan los Estudios Generales (EG) que conducían a obtener el grado de bachiller y se divide en tres apartados en función de la finalización o no de los mismos en el Instituto. Estudios Generales
No finalizan los No finalizan los estudios ni trasladan estudios pero trasladan el expediente el expediente
14
4
Finalizan los estudios y titulan
2
8
Las alumnas que acaban los estudios con indicación de la fecha de expedición del título son las siguientes. 6 Alumnas
Fecha de expedición del título
Adalid González Garrido, María del
26 de agosto de 1896
Amorós Belza, Isabel
31 de agosto de 1898
Labairu Ruiz, María de la Concepción
27 de agosto de 1890
Mira Velasco, Albina
31 de agosto de 1897
Otaegui Cueto, Adela Segunda
5 de noviembre de 1899
Padrós Rubio, Matilde
12 de octubre de 1887
Sardá Uribarri, Mercedes
22 de diciembre de 1897
Torrens Lara, Margarita Faustina
21 de julio de 1896
6 Natividad Araque [(2010): La educación secundaria femenina. 1900-1930, Madrid, Editorial Complutense] hace referencia a diferentes alumnas del Instituto en el siglo xix y en las primeras décadas del xx. Entre las indicadas en el siglo xix, además de Matilde Padrós y Mercedes Sardá, se cita a Josefina Landete Aragó que no figura en el legajo 1 de la serie D ya que no estudió en la época citada. En cambio, sí figura en el Legajo 191 de la serie F, correspondiente al siglo xx, porque sus estudios los realizó entre 1908 y 1910. Nacida en Llanera (Valencia); siendo Maestra de 1.º Enseñanza Superior comienza con 29 años los estudios de segunda enseñanza en el Instituto, como alumna de la modalidad no oficial no colegiada, en el curso 1908-09 y los acaba el curso siguiente, realizando los dos ejercicios para la obtención del grado de bachiller el 30 de septiembre de 1910. Posteriormente estudió Odontología en la Universidad Central y ejerció brillantemente esa profesión.
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Matilde Padrós Rubio: la primera alumna del instituto A partir de los datos anteriores y de los que figuran en los expedientes de las veinticinco alumnas estudiadas, la primera alumna del Instituto fue Matilde Padrós Rubio. En ella se da la circunstancia de que no solo va a finalizar sus estudios secundarios sino que después estudiará en la Universidad Central y será una de las cinco mujeres que obtienen la licenciatura en esa Universidad a lo largo del siglo xix.
Figura 1. Expediente académico donde se recogen las calificaciones de las 14 asignaturas cursadas entre 1892 y 1896 y las correspondientes a los dos ejercicios del grado de bachiller. AHISI. Expedientes Académicos. Serie E. Legajo 1.
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Matilde Padrós Rubio nació en Barcelona el 17 de enero de 1873 y falleció en Valencia en agosto de 1937. Realizó el examen de ingreso en el instituto el 9 de septiembre de 1882 con solo 9 años de edad y desde el curso 1882-83 hasta el curso 1886-87 se examinó de las catorce asignaturas del Plan de Estudios vigente en ese momento, obteniendo en tres de ellas la calificación de bueno y en las once restantes sobresaliente. Los dos primeros cursos los realizó en la modalidad de enseñanza doméstica (no oficial no colegiada), lo que después se llamaría enseñanza libre, al menos el segundo año con un preceptor, y los tres restantes en la modalidad de enseñanza no oficial colegiada, en los colegios de Luis Danero, San Gregorio y Pedro Labairu respectivamente. El 1 de julio de 1887 realizó los dos ejercicios para la obtención del grado de bachiller, y obtuvo sobresaliente en ambos. El título fue expedido el 12 de octubre de 1887 cuando solo contaba 14 años de edad. El 29 de septiembre de 1887 fue expedida una certificación académica oficial a la Universidad Central. Estudió Filosofía y Letras en tres cursos académicos, 1887-88, 188889 y 1889-90, el primer año como alumna libre y los dos siguientes como alumna oficial, y fue la primera alumna que en la Universidad de Madrid; al tener este tipo de matrícula, asistía regularmente a las clases, recibiendo el título de licenciada el 18 de octubre de 1890. Se doctoró en Filosofía y Letras, en 1893, con una tesis titulada El testamento de Jacob. El título le fue expedido el 1 de marzo de 1894. Fue una de las cinco mujeres que se licenciaron en la Universidad Central en el siglo xix y la primera licenciada y doctora en Filosofía y Letras. Hasta aquí una brillante trayectoria académica que la llevó a ser bachiller con catorce años, licenciada universitaria con diecisiete y doctora con veinte. Trayectoria que podemos completar con algunos datos de su vida personal y profesional. Se casó en 1905 con Francisco Sancha Lengo (Málaga, 1874 - Oviedo, 1937), pintor, figurinista e ilustrador al que había conocido en 1904 en El Escorial y con el que tuvo cinco hijos, Tomás, José María, Clara, Soledad y Luis. En 1912 se trasladaron a Londres, donde permanecieron diez años, y donde Matilde Padrós trabajó en el Museo Británico. Al regresar a España se instalaron en Madrid hasta que, en 1936, Francisco Sancha se trasladó a Oviedo para trabajar de dibujante en un periódico asturiano; el resto de la familia permaneció en Madrid. En los primeros días de octubre de 1937, los días más duros del sitio de Oviedo durante la guerra civil, Francisco murió como consecuencia de una úlcera de estómago. Algún tiempo después, Matilde conoció la noticia y murió de tristeza 7 en Valencia en Javier Rubio «Sancha, el gran desconocido», ABC del 25 de agosto de 1974, pp. 129-132. 7
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agosto de 1937, donde la familia se había trasladado siguiendo las órdenes de evacuación dictadas por las autoridades de la República. Solo un dato más sobre esta extraordinaria mujer, según José Ortega y Gasset, Matilde Padrós, era, además de encantadora, la mujer más inteligente que había conocido jamás. 8 Las otras alumnas universitarias del siglo
xix
Hay otras dos alumnas que una vez obtenido el título de Bachiller van a realizar estudios universitarios y que, en consecuencia, forman parte de las que podemos considerar como pioneras, no solo en la enseñanza media sino también en la Universidad. Se trata de Elvira Moragas Cantarero y de Mercedes Sardá Uribarri, aunque la primera acabará sus estudios en el Instituto del Cardenal Cisneros. También realizó estudios posteriores Margarita Torrens Lara, en este caso en la Escuela Normal de Maestras, donde alcanzó la titulación correspondiente. Elvira Moragas Cantarero Elvira Moragas Cantarero nació en Lillo (Toledo) el 8 de enero de 1881 y falleció dramáticamente en Madrid el 15 de agosto de 1936. Aprobó el examen de ingreso en el Instituto con 13 años el 30 de septiembre de 1894 y en los dos cursos siguientes, 1894-95 y 1895-96, se matriculó y aprobó cinco asignaturas, en ambos cursos en la modalidad de enseñanza no oficial, concretamente el segundo año en la modalidad colegiada en el colegio de San Juan Crisóstomo. Trasladada en septiembre de 1896 al Instituto Cardenal Cisneros 9 termina allí sus estudios de bachillerato en junio de 1899, y pasa después a la Universidad Central, donde estudió Farmacia. Fue una de las primeras mujeres farmacéuticas de España. Después de trabajar unos años en la farmacia de su padre y hacerse cargo de la misma al fallecer este, la dejó en manos de su hermano Ricardo cuando éste acabó la carrera de Farmacia, y entró en 1914 en el Convento de Carmelitas Descalzas de Santa Ana y San José de Madrid, adoptando el nombre religioso de María del Sagrario de San Luis Gonzaga. Años más tarde sería priora de dicho convento en dos ocasiones. Ibídem, p. 130. AHISI. Memorias. Memoria del curso 1896-97. Certificación oficial número 334 de 19 de septiembre de 1896 al Instituto Cardenal Cisneros de Madrid. 8 9
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Detenida el 14 de agosto de 1936, fue trasladada a la checa de Marqués de Riscal, de las milicias del Círculo Socialista del Sur, y después de ser maltratada, murió fusilada en la Pradera de San Isidro de Madrid, en la madrugada del 15 de agosto, por el único motivo de ser religiosa. El Decreto reconociendo su Martirio fue promulgado por el Papa Juan Pablo II el 8 de abril de 1997; la beatificó junto con la Madre Maravillas de Jesús en la Plaza de San Pedro de la Ciudad del Vaticano, el 10 de Mayo de 1998. Mercedes Sardá Uribarri Mercedes Sardá Uribarri nació el 15 de mayo de 1875 en Madrid, donde murió el 17 de mayo de 1963. Era hija del pedagogo, abogado y político Agustín Sardá Llavería, antiguo alumno del Instituto, diputado y senador en diferentes legislaturas. Después de hacer los primeros estudios en la Asociación para la Enseñanza de la Mujer, donde coincidió con María Goyri y María Lejarraga, 10 realizó en la Escuela Normal Central de Maestras el examen de ingreso (30 de septiembre de 1889) y los estudios de Maestra Normal, que terminó en junio de 1893. Desde el curso 1893-94 hasta el curso 1896-97 superó en el Instituto de San Isidro las dieciocho asignaturas del Plan de Estudios en la modalidad de enseñanza doméstica (no oficial, no colegiada). 11 El 1 de junio de 1897 hizo los dos ejercicios para obtener el título de bachiller y el 22 de diciembre se le expidió el título por parte del rector de la Universidad Central. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad Central, donde se licenció el 1 de abril de 1903. De su trayectoria posterior conocemos por Consuelo Flecha 12 que trabajó en la Escuela Normal Central de Maestras como auxiliar desde 1899 hasta 1907, de donde pasó, mediante oposición, a la Escuela Normal Elemental de Lérida y en 1909 a la Escuela Superior de Magisterio como profesora numeraria de Organización Escolar comparada y prácticas pedagógicas. 13 Jiménez Landi, Antonio (1996): La Institución Libre de Enseñanza y su ambiente, Madrid, Ministerio de Educación y Cultura, Universidad Complutense de Madrid, Universidad de Barcelona y Universidad de Castilla-La Mancha, Tomo III. Período escolar 1881-1907, p. 577. 11 AHISI. Expedientes académicos. Serie D. Legajo 1. 12 Flecha García, Consuelo (1996): Las primeras universitarias españolas, Madrid, Narcea, S. A. de Ediciones. 13 Su nombramiento, por Real Orden de 24 de julio de 1909, fue realizado a propuesta del Consejo de Instrucción Pública, la Junta Central de primera enseñanza y la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. 10
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Mujer de talante progresista, formó parte activa de la Asociación Femenina de Educación Cívica «La Cívica» fundada por Maria Lejarraga, 14 de la que llegó a ser vicepresidenta, donde coincidió con personalidades de la relevancia de María Rodrigo, Pura Maortúa de Ucelay y Julia Peguero Sanz. Las primeras alumnas del siglo
xx
Como hemos visto, ninguna de las alumnas del siglo xix estuvo matriculada en la enseñanza oficial y solo venían al Instituto para realizar los exámenes correspondientes. Incluso en los primeros años del siglo xx la mayor parte de las alumnas seguía en las mismas circunstancias. Son, por ejemplo, los casos de Virgilia Álvarez Hernández, Francisca García Martínez, Francisca García Ramírez, Carmen Ladrón de Cegama, Alejandrina Bravo Rivero, Catalina de Sena Vives Piera, Modesta Rivelles Roig y Josefa Bonald Erice. 15 Pero el aumento del número de alumnas va a producir, por fin, que estas acudan al Instituto para asistir a clase con toda normalidad. En el curso 1904-05 aparece la primera alumna con matrícula oficial; fueron dos en el curso 1905-06 y cuatro en el curso 1906-07. Luego serán 15 en el curso 1914-15, 40 en el curso 1916-17, 90 en el curso 1919-20, 247 en el curso 1931-32 y así progresivamente hasta 371 en el curso 1935-36, aproximadamente el 40 % del total de alumnos matriculados oficialmente. Estos datos permiten dar respuesta a la incógnita planteada por Ezquerra Abadía: «No se sabe en San Isidro quién fue la primera mujer que tomó la sublime decisión de matricularse oficialmente. Parece que había alguna en 1910. Seis años más tarde eran, si no recuerdo mal, una docena más o menos, en segundo curso, y su número fue aumentando en los cursos sucesivos». 16 Lógicamente, queríamos saber quién fue esa primera mujer que tomó la «sublime decisión de matricularse oficialmente» y, por tanto, que asistió a las clases en igualdad de condiciones que los demás alumnos del Instituto. Afortunadamente, en el archivo histórico del centro se conservan los libros de matrícula de los primeros diez años del siglo xx donde están recogidas La Cívica fue anunciada por María Lejarraga desde la tribuna del Ateneo madrileño en agosto de 1931 y comenzó sus actividades en marzo de 1932 en los locales de la Escuela de Magisterio de Madrid. Estaba dirigida a jóvenes empleadas en el sector servicios que carecían de foros culturales y sociales y que no militaban en los partidos políticos. 15 Sus expedientes se encuentran en el archivo de instituto: AHISI. Expedientes académicos. Serie F. Legajos 12, 130, 134, 189, 41, 403, 323 y 39. 16 Ezquerra Abadía, Ramón (1984): Recuerdos del Instituto San Isidro, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, p. 20. 14
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las inscripciones de la matrícula oficial de esos años. Y al consultarlos encontramos lo que buscábamos. En el curso 1904-05 hay una alumna matriculada en la modalidad de enseñanza oficial, María Martínez Martínez. 17 María Martínez Martínez, natural de Caudete (Albacete), se examinó de ingreso el 24 de septiembre de 1904 y se matriculó oficialmente en el curso 1904-05 de cinco asignaturas que aprobó en el período ordinario, obteniendo un aprobado, dos notables y dos sobresalientes. Cuando se matriculó tenía 19 años y debió acompañar su solicitud de matrícula con la autorización paterna para hacerlo. No sabemos cómo fue la experiencia de nuestra primera alumna pero el resto de sus estudios los realizó en la modalidad de enseñanza no oficial no colegiada. Sería fácil concluir que ello se debió a las dificultades que tuvo que afrontar, unido a que sus compañeros tendrían alrededor de diez años de edad. Pero creemos que la explicación es otra y tiene que ver con los seis años que eran necesarios para completar los estudios en la modalidad de enseñanza oficial y la posibilidad de reducirlos en la modalidad no oficial no colegiada. Y eso fue lo que hizo María Martínez, reduciendo los cinco años que la quedaban a solo dos. En el curso 1906-07 se matricula de diez asignaturas, nueve en junio y una en septiembre, y en el curso 1907-08 de las nueve restantes, seis en junio y tres en septiembre, acabando los estudios con 22 años. No hay constancia expresa de que realizase los ejercicios para la obtención del título correspondiente, ni que solicitara una certificación personal u oficial para la Universidad o para una Escuela Normal de Maestras, lo que aparentemente indica que no continuó sus estudios. Por otra parte, lo corriente tanto de su nombre como de sus apellidos nos ha impedido, de momento, conocer cual fue su trayectoria posterior. Otras dos alumnas se matricularon el curso siguiente, 1905-1906: Concepción Farinós Pérez 18 y Emma Flora Sánchez-Herrero y Sainz. 19 Concepción Farinós Pérez, hija del médico Felipe Farinós Marqués, nació en Yecla (Murcia) y realizó el examen de ingreso el 23 de septiembre de 1905, con doce años de edad, al igual que su hermano Felipe que tenía nueve años. Matriculada en la enseñanza oficial, durante los cursos 190506 y 1906-07 cursó cinco asignaturas cada año con buenas calificaciones, pese a lo que no continuó los estudios, sin que haya ninguna indicación de traslado de expediente a otro centro. Su hermano Felipe, y a partir del curso 1906-07 otro hermano, Vicente, van a continuar los estudios obteniendo ambos el título de bachiller. AHISI. Expedientes académicos. Serie F. Legajo 235. AHISI. Expedientes académicos. Serie F. Legajo 97. 19 AHISI. Expedientes académicos. Serie F. Legajo 355. 17 18
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Por último, la madrileña Emma Flora Sánchez-Herrero y Sainz, hija del médico Abdón Sánchez-Herrero, realizó el examen de ingreso el 16 de junio de 1905 con once años, y entre el curso 1905-06 y el curso 1910-11 aprobó las veinticinco asignaturas del Plan de Estudios, con catorce sobresalientes, incluyendo tres premios, y once notables, lo cual nos habla de una excelente alumna, la primera que completa los estudios de segunda enseñanza como alumna oficial. Se le expidió el título de bachiller el 7 de agosto de 1911 pero no tenemos constancia de que realizase estudios superiores, lo que sí hizo su hermana María de la Encarnación, Licenciada en Ciencias Naturales, una de las pioneras de la Oceanografía en España. 20 Desde esa época hasta 1936, Natividad Araque señala una serie de alumnas del Instituto que posteriormente realizarían estudios universitarios, obteniendo las correspondientes licenciaturas, 21 lo que ocurre en paralelo con el aumento progresivo del número de alumnas que alcanza su máximo en el curso 1935-36, al que siguió, como es bien conocido, un largo paréntesis sin coeducación que se extendió hasta el comienzo de los años ochenta. La primera profesora: Elena Esparza Nogués Natividad Araque indica que el profesorado femenino en el Instituto de San Isidro representaba un ínfimo porcentaje en comparación con el masculino, ya que solo hubo dos profesoras 22 en los cursos 1928-29, 1929-30 y 20 Dado que la familia Sánchez-Herrero está organizando una página web con el objeto de reivindicar la figura del abuelo de nuestra alumna, Abdón Sánchez Herrero (1851-1904), catedrático de Patología Médica y precursor del hipnotismo y la psicoterapia, quizás sea posible obtener, en el futuro, más datos sobre ella. 21 Araque Hontanzas, Natividad (2010): La educación secundaria…, op.cit. Josefa Bonald Erice (licenciada en Farmacia), Rosario Revuelta San Juan Souset (licenciada en Veterinaria), María del Monte y López (licenciada en Medicina), Cristina de Arteaga y Falguera (licenciada en filosofía y Letras), Matilde Huici Navas (licenciada en Derecho), Dorotea Barnés González (doctora en Química), Adela Barnés González (licenciada en Química), Narcisa Martín Retortillo (catedrática de Física y Química), Concepción Fernández Chicarro de Dios (doctora en Filosofía y Letras, sección de Arqueología), Esmeralda Gijón Zapata (arabista) y María Zambrano (licenciada en Filosofía). También indica que destacaron en el ámbito cultural, María de la Concepción Carro Alcaraz (actriz), María-Lourdes Gómez-Pamo del Fresno (actriz) y Mercedes García López (poeta). Sobre estos datos conviene indicar que María Zambrano no fue alumna del Instituto. Podríamos añadir, entre otras, a la insigne pintora surrealista, Remedios Varó Uranga y a la actriz María Carrillo Moreno. 22 Ibídem, p. 251. En otro trabajo, Natividad Araque (Araque Hontangas, Natividad y Poveda Sanz, María (2012): «La presencia de las mujeres en la segunda enseñanza de Madrid (1910-1936)», en Leoncio López Ocón, Santiago Aragón y Mario Pedrezuela (eds.), Aulas con memoria. Ciencia, educación y patrimonio en los institutos históricos de Madrid (1837-1936), Madrid, CEIMES, Doce Calles, Comunidad de Madrid, p. 222),
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1930-31; mientras que el total de profesores fue de 56 en el curso 1928-29 y 55 en los cursos 1929-30 y 1930-31. En realidad, en esos años, si bien el porcentaje era ínfimo, había más profesoras en el centro; por ejemplo, Elena Esparza Nogués, María de las Mercedes García López y Elena Paunero Ruiz, que ya lo eran en los cursos precedentes y entre las que se encuentra la primera profesora del instituto. 23 Efectivamente, hubo que esperar, desde 1845, 77 cursos académicos para encontrar a Elena Esparza Nogués, 24 primera profesora en la historia del Instituto. Exactamente desde el 1 de febrero de 1923, fecha de su toma de posesión como profesora suplente de Gimnasia. Fue nombrada por el director del Instituto, Miguel Aguayo Millán, con el visto bueno del subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública, con el fin de que las alumnas estuviesen separadas de los alumnos en las prácticas de gimnasia. 25 Desconocemos si en los primeros años recibía algún tipo de sueldo por su trabajo pero el 11 de febrero de 1925 se le concedió una gratificación de 1500 pesetas con cargo a la asignación correspondiente a la vacante de profesor de Gimnasia que nominalmente ocupaba. Posteriormente, el 15 de octubre de 1926, fue nombrada por concurso ayudante de Educación Física, por lo que percibió la gratificación de 1500 pesetas con lo cual garantizó su vinculación al centro. Meses después, el director general de Enseñanza Superior y Secundaria la nombra ayudante femenino numerario de Educaconcreta que esas dos profesoras eran Elena Paunero Ruiz y Asunción Portolés Truín (sic). No obstante, el dato no es totalmente correcto ya que no tiene en cuenta a otras profesoras, e incluye a Asunción Portolés Truín (sic) que no fue profesora del centro, aunque si alumna (AHISI. Expediente académicos. Serie F. Legajo 312). La inclusión de María de la Asunción Portolés Traín puede ser debida a que al ser nombrada Profesora de Historia Natural del Instituto local de segunda enseñanza de Ribadeo (Lugo), por la Real Orden de 3 de abril de 1930 (Gaceta de Madrid del 9 de abril, n.º 95, p. 218), solicita autorización y se la concede para tomar posesión en el Instituto de San Isidro. De donde ella había sido profesora auxiliar, mediante concurso, era del Instituto Infanta Beatriz de Madrid. 23 A las tres citadas podemos añadir en el curso 1929-30 a María Felisa Sánchez Martínez, ayudante numeraria de Caligrafía y en el curso 1930-31 a María Sánchez Arbós, ayudante numeraria de la sección de Letras y a Pilar Rojas Gutiérrez, ayudante numeraria de la sección de Ciencias. 24 Su expediente se encuentra en el archivo del centro, AHISI. Expedientes de profesores. Legajo B. 25 En el expediente de esta profesora se encuentra el borrador del escrito que el director la remitió comunicándola su nombramiento, que dice textualmente: «En virtud de la autorización que me confiere la R. O. 29 Enero 1923 y con arreglo a lo preceptuado en el art.º 15 del R. D. 31 de Enero de 1919 he tenido a bien nombrar Profesora Suplente de Gimnasia a doña Elena Esparza Nogués, Enfermera de 1.ª clase de la Cruz Roja de esta Corte, Bachiller y Maestra de 1.ª Enseñanza, con el fin de que las alumnas puedan ser separadas de los alumnos en las prácticas de dicha enseñanza». AHISI. Expedientes de profesores. Legajo B.
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ción Física, 26 con un sueldo de 1500 pesetas en concepto de gratificación, abonable desde el 1 de enero de 1927. Una vez concluida la guerra civil es nombrada ayudante de Educación Física el 30 de diciembre de 1939 con un sueldo de 2500 pesetas aunque el 6 de noviembre de 1940 y por Orden del Ministro de Educación Nacional se la traslada, a petición propia, al instituto Lope de Vega al ser este femenino. Por su expediente personal 27 sabemos que nació en Madrid en 1886. Obtuvo el título de bachiller el 28 de septiembre de 1912 y aprobó la reválida de maestras, en la escuela Normal de Maestras de Bilbao el 25 de junio de 1907; recibió el premio extraordinario, por oposición, en Dibujo Geométrico en la Escuela Central de Artes Industriales e Industrias de Madrid, en junio de 1911. Fue socia numeraria de la Sociedad Española de Física y Química de Madrid desde el 15 de mayo de 1913 y tenía el título de dama enfermera de segunda clase expedido el 15 de abril de 1918 y el de primera clase el 25 de junio de 1920. Durante los cursos 1924-25 y 1925-26 fue directora y profesora de la Sociedad Cultural de Ciudad Lineal. Mercedes García López, profesora del instituto e insigne oceanógrafa La segunda profesora citada entre 1928 y 1931 fue Mercedes García López, 28 nacida en Madrid el 24 de septiembre de 1904 donde falleció en 1990. Hija de Dalmacio García Izcara, catedrático de Cirugía de la Escuela Especial de Veterinaria y académico de Medicina, fue alumna del Instituto desde el curso 1919-20 hasta el curso 1922-23 siempre en la modalidad de enseñanza no oficial no colegiada. Posteriormente realizó los estudios de Ciencias Naturales en la Universidad de Madrid. Como profesora del Instituto fue ayudante interina desde el 13 de octubre de 1926, ayudante numeraria desde el 22 de octubre de 1930 y auxiliar numeraria desde el 12 de octubre de 1939, siempre en la sección de Ciencias. Posteriormente, al cambiar la denominación del puesto docente, adjunta numeraria de Ciencias Naturales, pasando a la situación de excedencia forzosa
AHISI. Libro de Personal Docente a partir de 1906, p. 77. Fue nombrada con fecha 14 de febrero de 1927 y tomó posesión el 9 de marzo de 1927. 27 AHISI. Expediente de profesores. Legajo B. 28 En AHISI. Expedientes académicos. Serie F. Legajo 129, encontramos los expedientes de dos alumnas con el mismo nombre y los mismos apellidos: Mercedes García López. Uno de ellos corresponde a la que fue profesora del Instituto e ilustre oceanógrafa. El otro, podría corresponder a la poeta que cita Natividad Araque ((2010): La educación secundaria, op. cit.) o a una conocida soprano que fue profesora de la Escuela Superior de Canto. 26
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Figura 2. Don Juan de Borbón y su hermano don Alfonso de Borbón realizando unas prácticas de Historia Natural en el curso 1928-29. La mujer situada a la derecha de don Alfonso de Borbón es Mercedes García López. Además de los infantes aparece a la izquierda de don Juan de Borbón el catedrático de Historia Natural, Antonio Martínez y Fernández del Castillo y entre ambos infantes Miguel Aguayo Millán, catedrático de Matemáticas y director del Instituto.
en aplicación de la Orden de 1 de agosto de 1958. 29 Más tarde volvió de nuevo como adjunta numeraria al Instituto hasta su jubilación. Compartió la docencia en el Instituto con su puesto de ayudante de laboratorio del Instituto Español de Oceanografía (IEO) donde se jubiló el 31 de diciembre de 1969 30 al haber cumplido los 65 años de edad y donde realizó una brillante tarea científica hasta el punto de ser considerada una 29 Mediante el Decreto de 21 de marzo de 1958 (BOE de 1 de abril) se constituyó el Cuerpo de adjuntos numerarios de Institutos Nacionales de Enseñanza Medias y mediante la Orden de 23 de marzo de 1958 (BOE de 24 de abril) se estableció la plantilla de catedráticos y adjuntos numerarios de los institutos, lo que provocó la excedencia forzosa de Mercedes García López. 30 Resolución de 29 de diciembre de 1969 de la subsecretaria de la Marina Mercante. BOE del 12 de enero de 1970.
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de las cuatro mujeres pioneras de los estudios de Oceanografía en España. Junto con Emma Bardán Mateu, también alumna del Instituto, licenciada en Ciencias Naturales e investigadora del IEO, embarcó en 1926 en el velero del Laboratorio Costero del IEO de Málaga, Príncipe Alberto de Mónaco, convirtiéndose en las primeras mujeres en participar en una campaña oceanográfica española. La trayectoria excepcional de Elena Paunero Ruiz La tercera de las profesoras es Elena Paunero Ruiz que pese a no tener nombramiento oficial fue posiblemente la primera mujer que realizó una labor docente en el instituto, aunque fuera como ayudante de prácticas de laboratorio. Nació en Valladolid el 21 de septiembre de 1906 y falleció en Castellón de la Plana el 9 de marzo de 2009 con 102 años de edad. Fue alumna oficial del instituto, 31 al igual que su hermano Luis, y entre 1916 y 1922 aprobó las 29 asignaturas del Plan de estudios, obteniendo 25 sobresalientes y 20 premios, el equivalente a lo que luego sería la matrícula de honor. Obtuvo sobresaliente en los dos ejercicios para la obtención del grado de bachiller y el 30 de septiembre de 1922 realizó los ejercicios de oposición a premio extraordinario de dicho grado, que obtuvo en la sección de Ciencias. Las enseñanzas recibidas por el catedrático de Historia Natural y Fisiología e Higiene, Antonio Martínez y Fernández del Castillo, la inclinaron por las Ciencias Naturales, carrera que cursó en la Universidad Central. Terminó en 1926 con Premio Extraordinario de la Licenciatura de Ciencias, sección de Naturales. En 1929 se doctoró en Ciencias obteniendo también el Premio Extraordinario del Doctorado en la misma sección de Ciencias Naturales. Su trayectoria en el Instituto comienza en 1926 como ayudante interina de la asignatura de Historia Natural, pasando después a ayudante numeraria en la sección de Ciencias en 1930 y en 1935 a auxiliar numeraria de la misma sección. Excedente desde marzo de 1940 hasta julio de 1942, es nombrada el 1 de enero de 1943 auxiliar en propiedad de la sección de Ciencias donde permanece hasta 1960 en que como profesora adjunta numeraria se traslada al Instituto Lope de Vega 32 donde estará unos años hasta solicitar de nuevo la AHISI. Expedientes académicos. Serie F. legajo 293. Resolución de la Dirección general de Enseñanza Media de 23 de junio de 1959 publicada en el BOE número 172 de 20 de julio de 1959, p. 9941. El traslado se produce porque, como consecuencia de la supresión de su plaza en San Isidro, estaba en la situación de excedencia forzosa por la Orden de 1 de agosto de 1958 (vid. nota 29). No obstante, en el período señalado siguió agregada al Instituto de forma excepcional impartiendo Ciencias Naturales. 31 32
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Figura 3. Elena Paunero Ruiz. excedencia. En el Instituto, además de sus funciones docentes, desarrolló en varias ocasiones el puesto de Conservadora del Gabinete y Museo de Historia Natural. Su primer nombramiento de conservadora en el Instituto lo fue por la Real Orden de 25 de marzo de 1929. Previamente había sido conservadora del Gabinete de Historia Natural del Instituto Cardenal Cisneros nombrada por Real Orden de 30 de enero de 1928, puesto obtenido por concurso. 33 En paralelo con su labor en la segunda enseñanza realizó una brillante labor en el Jardín Botánico desde 1928 en que obtuvo el puesto, por oposición, de preparador técnico; pasó en 1930 a Conservadora, en 1946 a ayudante de la sección de Herbarios y en 1948 a jefa del Laboratorio de Agrostología. Más tarde, en 1962, fue nombrada jefa de la sección de Herbarios, donde permaneció hasta su jubilación voluntaria en 1973. Fue también vicedirectora del Instituto A. J. Cavanilles de Botánica en 1966 y durante varios cursos ayudante en la Cátedra de Fitografía y Geografía Botánica de la Universidad Central (1927 a 1929), auxiliar de dicha cátedra en el curso 1939-40 y auxiliar de la Cátedra de Ecología Vegetal (1941 a 1949) de la misma Universidad. Gaceta de Madrid, n.º 34 de 3 de febrero de 1928, pp. 870 y 871.
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Además de una de las primeras profesoras del Instituto probablemente fue la primera mujer que ejerció en el centro tareas docentes, aunque sin nombramiento oficial, ya que como señalan Paloma Blanco y Pedro Montserrat, «El Claustro de profesores del Instituto, viendo las aptitudes que tenía para las Ciencias, la propuso, en el último curso de Bachillerato, para que colaborara como auxiliar». 34 No tenemos constancia en el archivo del centro de este dato, ni en el expediente de Elena Paunero como alumna ni como profesora, ni tampoco se refleja en el libro de actas o en los libros de toma de posesión, pero Paloma Blanco nos ha ratificado este dato procedente de Luis Paunero, hermano de esta profesora, y hemos podido leer el documento autógrafo del mismo donde se recoge esta afirmación. En consecuencia, Elena Paunero, cuando era alumna del Instituto, colaboró en las clases de Historia Natural o de Fisiología e Higiene, posiblemente en la preparación de clases prácticas. Como esta actuación se realiza en su último año en el Instituto, curso 1921-22, sería anterior a Elena Esparza Nogués en las tareas docentes aunque estas no fueran oficialmente reconocidas. La primera catedrática La primera catedrática del Instituto fue Bárbara Santos Rincón. Nació en La Vellés (Salamanca) el 6 de agosto de 1913 y tras licenciarse en Filosofía y Letras, sección de Filología Románica, obtuvo el número 3 en las oposiciones a Profesores Numerarios Especiales de Alemán de Institutos Nacionales de Enseñanza Media realizadas durante el curso 1942-43. Se incorporó al Instituto el curso siguiente y fue nombrada catedrática de Alemán en aplicación de la Ley de 27 de diciembre de 1947, donde tomó posesión el 26 de enero de 1948. Falleció el 13 de febrero de 1954 siendo sustituida en su cátedra por Pilar Alonso Schöckel 35 que tomó posesión el 1 de septiembre de 1954 y que fue la primera jefa de estudios del Instituto años después. Antes de su incorporación al centro, el 1 de enero de 1944, había sido ayudante gratuita meritoria en el Instituto de Salamanca en 1938, encargada de curso de Filosofía y profesora interina de Alemán en el Instituto de Mérida en 1939, becaria por designación de la Universidad de Salamanca en el curso de verano de 1941 en la Academia Alemana de Múnich y Lectora Blanco Fernández de Celaya, Paloma y Montserrat, Pedro (2007): «Elena Paunero Ruiz, Conservadora de Herbarios del jardín Botánico de Madrid, centenaria», Boletín de la AHIM, 8-9; pp. 24-30, p. 24. 35 Nacida en Madrid en 1915, licenciada en Filosofía y Letras, sección de Historia Moderna, catedrática desde 1948, llegó al Instituto procedente del Instituto de Valladolid en el que también había sido jefa de estudios. 34
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de Lengua castellana en la Universidad de Tubinga de noviembre de 1941 hasta el 31 de diciembre de 1943. 36 La primera directora Tuvieron que pasar, desde 1845, ciento cuarenta y seis cursos académicos para que una mujer ocupase la dirección del instituto. Fue en el curso 1991-92 cuando la catedrática de Biología y Geología, Carmen González Lodeiro, alcanzaba la dirección al ser nombrada directamente por la Administración educativa. Había sido vicesecretaria en el curso 1989-90 y secretaria en el curso 1990-91, y al quedar vacante la dirección del Instituto y no haber ningún candidato para la misma, el director provincial del Ministerio de Educación en Madrid, a propuesta de Blanca de las Morenas Aydillo, inspectora del centro, la nombró directora accidental por un curso académico. No fue un curso fácil, ninguno lo era en esa época, y al acabar el período de nombramiento no se presentó a las elecciones que se convocaron al efecto. Continuó en el Instituto hasta su jubilación al finalizar el curso 2004-05. Para el curso 1995-96 sería nombrada directora accidental, Isabel Píñar Gallardo, catedrática de Física y Química, vicedirectora del Instituto en el curso anterior, y que, tras ser elegida en sucesivas convocatorias, sigue ocupando la dirección en la actualidad. Con ella, el Instituto no solo ha alcanzado la estabilidad en la dirección sino que, junto con los diferentes componentes de sus equipos directivos, ha llevado al centro, en una época muy difícil tanto por los cambios legislativos como por la complejidad del alumnado, a ocupar un lugar preferente y destacado entre los institutos madrileños. Profesoras en otros cargos directivos Por último, también es preciso recordar a aquellas otras profesoras que ocuparon por primera vez otros cargos directivos. Se trata de Pilar Alonso Schökel, primera jefa de estudios en el turno ordinario, nombrada por Antonio González Laso en septiembre de 1960, 37 Mercedes Pastor Grueso en el nocturno en 1985, Elena Díaz Felipe (1938-2009) primera vicedirectora, AHISI. Expedientes de profesores. Legajo B. AHISI. Libro de actas de las sesiones del claustro de profesores, de 1957 a 1963, Acta de la sesión celebrada el 6 de septiembre de 1960, p. 47. 36 37
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después de haber sido jefa de estudios, y María Esperanza Marcos de la Encina (1941-2012) primera secretaria. Curiosamente estas dos últimas lo fueron en el equipo directivo de Enrique Avilés Arroyo, responsable de adelantar la coeducación en el centro. Conclusiones Como indicábamos al principio de este artículo la realidad actual del alumnado y del profesorado del Instituto no tiene nada que ver con la existente hasta hace relativamente poco tiempo. Si partimos de 1845, hay que esperar a 1882 para encontrar a la primera alumna y unos años más para que las alumnas asistan regularmente al centro, a 1923 para la primera profesora, hasta 1960 para que una profesora forme parte del equipo directivo y 146 años para encontrar a la primera directora. Ha sido un largo camino el que la mujer ha tenido que recorrer para que lo que ahora nos parece habitual, lo fuera realmente. Por ello, era de justicia reivindicar y colocar a esas primeras alumnas y profesoras en el lugar histórico que les corresponde. Bibliografía Alonso Muñoyerro, Luis (1961): Elvira Moragas, farmacéutica, religiosa y mártir, Madrid, Instituto de España, Real Academia de Farmacia. Araque Hontangas, Natividad y Poveda Sanz, María (2012): «La presencia de las mujeres en la segunda enseñanza de Madrid (1910-1936)», en Leoncio López Ocón, Santiago Aragón y Mario Pedrazuela (eds.), Aulas con memoria. Ciencia, educación y patrimonio en los institutos históricos de Madrid (1837-1936), Madrid, CEIMES, Doce Calles, Comunidad de Madrid, pp. 209-224. Araque Hontangas, Natividad (2010): La educación secundaria femenina. 1900-1930, Madrid, Editorial Complutense. — (2001): «El instituto femenino Infanta Beatriz y la inserción de las mujeres en los institutos de Enseñanza Secundaria de Madrid (1900-1930)», Revista Complutense de Educación, 2, pp. 753-781. Blanco Fernández de Celaya, Paloma y Montserrat, Pedro (2007): «Elena Paunero Ruiz, Conservadora de Herbarios del jardín Botánico de Madrid, centenaria», Boletín de la AHIM, 8-9; pp. 24-30. Blanco, Paloma (2009): «In Memoriam. Dra. Elena Paunero Ruiz (1906-2009)», Anales del Jardín Botánico de Madrid, vol. 66 (1), pp. 133-136. Blanco, Paloma y Enrique Blanco (2007): «Elena Paunero Ruiz, centenaria», Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural, Actas, 104, pp. 23-32. Capel Martínez, Rosa María (1982): El trabajo y la educación de la mujer en España (1900-1930), Madrid, Ministerio de Cultura, Dirección General de la Juventud y Promoción Socio-Cultural. Coria Colino, Jesús I. (2011): «Las primeras alumnas del Instituto de Palencia», Participación Educativa, 17, pp. 198-213.
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Delgado Fernández, Ascensión y Flecha García, Consuelo (1996): «Alumnas del Instituto de Segunda Enseñanza de Cádiz antes de 1910», Tavira. Revista de Ciencias de la Educación, 1.ª época, 13, pp. 25-42. Delgado Martínez, M.ª Ángeles y López Martínez, José Damián, (2004): «De analfabetas científicas a catedráticas de Física y Química de Instituto en España: El esfuerzo de un grupo de mujeres para alcanzar reconocimiento profesional y científico», Revista de Educación, 333, pp. 255-268. Duarte, Carlos M.ª (coord.) (2006): Las ciencias y tecnologías marinas en España. CSIC. Informes. Ezquerra Abadía, Ramón (1984): Recuerdos del Instituto San Isidro. Madrid, Instituto de Estudios Madrileños. Flecha García, Consuelo (1996): Las primeras universitarias españolas. Madrid, Narcea, S. A. de Ediciones. — (1998): «La incorporación de las mujeres a los institutos de segunda enseñanza en España», Historia de la Educación, 17, pp. 159-178. — (1999): «La educación de las mujeres después del 98», en J. Ruiz Berrio et al., La educación en España a examen (1898-1998), Zaragoza, Ministerio de Educación y Ciencia, Instituto Fernando El Católico, pp. 321-340. — (2000): «Profesoras y alumnas en los institutos de segunda enseñanza (1910-1940)», Revista de Educación, número extraordinario, pp. 269-294. — (2011): «Por derecho propio. Universitarias y profesionales en España en torno a 1910», Tabanque Revista pedagógica, 24, pp. 157-174. Magallón Portolés, C., (2009): Pioneras españolas en las ciencias. Las mujeres del Instituto Nacional de Física y Química, Madrid, CSIC. Simón Díaz, José (1992): Historia del Colegio Imperial de Madrid (del Estudio de la Villa al Instituto de San Isidro: Años 1346-1955), Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, CSIC.
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La prensa española como espejo del compromiso educativo del Instituto de San Isidro (1868-1939)
Carmen Rodríguez Guerrero Instituto San Isidro ¡Hacer hombres, otros hombres, mejores que nosotros! J. Rogerio Sánchez, 1926 1
Con estas palabras escritas hace casi un siglo iniciamos esta colaboración que tiene como objetivo mostrar el dinamismo del Instituto de San Isidro, la constante búsqueda de equilibrio entre la ruptura de la tradición docente de los jesuitas reconocida por las clases dirigentes de nuestro país y la necesidad de iniciar nuevos caminos educativos exigidos por el Estado mediante el Plan Pidal. La dialéctica entre ruptura, cambio y continuidad en los modos de enseñar será estudiada desde la imagen que esta institución ha proyectado en la prensa española desde 1868 hasta 1939. Su situación estratégica, tanto geográfica, en el mismo centro de la capital, como educativa, entre las distintas facultades de la Universidad Central, además del compromiso adquirido de ofrecer los estudios de segunda enseñanza Generales y de Aplicación acordes con las necesidades sociales parecen motivos suficientes para que cualquier acontecimiento que suceda en sus aulas tenga resonancia y, así, se convierta en noticia. José Rogerio Sánchez fue catedrático de Lengua y Literatura castellana en el Instituto de San Isidro desde 1918 hasta 1949. 1
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Y, como punto de partida, reconocemos la imposibilidad de referirnos en apenas una treintena de páginas a toda la documentación localizada, más de cinco mil referencias en la prensa de la época, de ahí que hayamos procedido a realizar un muestreo de las noticias más importantes. Para organizar esta información hemos establecido cuatro categorías: prensa general, revistas ilustradas, prensa profesional y revistas publicadas y editadas en el propio Instituto de San Isidro. Para la selección de los periódicos hemos priorizado las cabeceras con mayor número de lectores, además de que sus años de publicación abarquen todo el periodo estudiado y que entre ellas estén representadas el mayor número posible de ideologías. Prensa diaria general El Imparcial (1867-1933) Por su larga trayectoria histórica hemos de comenzar con El Imparcial, 2 considerado el periódico más influyente en España en el último tercio del siglo xix y primeros años del xx. Nace afín a la Unión Liberal para convertirse en el órgano de difusión de las ideas democráticas durante el Sexenio y es precisamente a partir de 1868 cuando encontramos un buen número de noticias acerca del Instituto de San Isidro de Madrid. Secuenciadas estas temporalmente, localizamos que el primer anuncio se refiere a las fechas de matriculación y a los exámenes de septiembre 3 del curso 1868-69. Pocos días más tarde, los actos de inauguración del citado año académico son difundidos en este periódico a través del discurso del director, el marqués de la Corte, que entre otros temas solicita el aumento del número de profesores y el nombramiento de un sustituto para cada asignatura. Este diario nada informa de los efectos de la revolución del 24 de septiembre pero documentos del propio Instituto explican que a partir de esta fecha cesó su actividad docente. Dos semanas después, mediante un 2 El Imparcial, dirigido y fundado por E. Gasset Artime, es considerado como el gran periódico que inicio la transformación de la moderna prensa española. Desde 1874 publica un suplemento científico, literario, teatral y de arte, en el que firman sus artículos Juan Valera, Campoamor, Pardo Bazán, Clarín, Valle Inclán, Benavente y Pio Baroja. La calidad de sus artículos le convertirán en un diario de gran influencia, de tal modo que se llegará a decir que un artículo de El Imparcial podía derribar un gobierno. 3 Para aliviar el gran número de referencias bibliográficas en pie de página agrupamos las noticias acerca del Sexenio de los ejemplares de El Imparcial en las siguientes fechas y páginas: 26 de agosto de 1868: 2; 6 de diciembre 1868: 3; 16 de marzo de 1870: 1 que pueden completarse con la información que ofrece La Iberia de 1 de febrero de 1869: 3 y 15 de octubre de 1875: 1.
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suelto en El Imparcial se convoca a los profesores a «una reunión urgente y de suma importancia para analizar la nueva situación». Cuando comienza por segunda vez el curso, a finales del mes de octubre, el interés de la prensa se centra en el cese del director y, a la vez, en el nombramiento de un hombre afín a las ideas revolucionarias, Francisco Vallespinosa, que toma posesión con los honores de jefe superior de la Administración civil. Las razones para este cambio en la gestión del Instituto vienen explicadas en la polémica que se establece entre El Imparcial y El Eco de España, diario moderado, que publica una defensa encendida del marqués de la Corte y tacha de «escandalosa la separación y el cese definitivo en el escalafón de catedráticos del ex director». El Imparcial toma una postura bien distinta ante la separación del marqués de la dirección del Instituto de San Isidro y encuentra su justificación: por ser afín al moderantismo y mantener estrechas relaciones con la familia borbónica, de hecho salió con esta de España, abandonando su cargo y sin que haya tenido a bien presentarse en Madrid desde hace un año y medio. Mientras, El Imparcial se encarga de difundir los planes que Fernando de Castro, rector de la Universidad Central y anteriormente catedrático de Historia del Instituto de San Isidro, diseña para la renovación pedagógica de esta institución. De entre ellos destacamos la noticia de la organización de las Conferencias para Obreros recogida por otro diario, La Discusión, que nos explica con detalle que el rector había puesto a disposición de un grupo de estudiantes de la Universidad Central un aula con el fin de proporcionar enseñanza al pueblo y difundir la idea de libertad. Días más tarde, este mismo periódico nos amplía la información al darnos los nombres de José Luis y Hermenegildo Giner de los Ríos, Eusebio Ruíz Chamorro y Eduardo Lozano, reconocidos krausistas, que han aceptado ser los profesores que van a proporcionar la enseñanza gratuita de 7 a 8 de la noche a partir del día 1 de noviembre del mismo año, pues como dice el rector se trata de que «enseñar al pueblo es la más noble ocupación de un español y de un liberal». 4 En 1872, nuevamente a través de las páginas de El Imparcial conocemos que el Instituto de San Isidro asume la participación y representación de nuestro país en la Exposición Universal de Viena con trabajos escolares de gran valor; 5 el funcionamiento de la Academia Propagadora de la En4 La Discusión (1856-1887) es fundado por J. M. Rivero, presidente del Partido Demócrata, de ahí que el periódico lleve el subtítulo de Diario democrático. Entre sus firmas destacamos a Emilio Castelar, Figueras, Cristino Martos, Manuel Ruiz Zorrilla y Pi y Margall. Durante el Sexenio mantiene dos ediciones diarias convirtiéndose en el periódico de mayor circulación y prestigio. Publicado el 14 de octubre de 1868: 1 y 31 de octubre de 1868: 4. 5 El Imparcial de 1 de noviembre de 1872: 2, 12 de noviembre de 1872: 3 y 6 de diciembre de 1868: 3.
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señanza que explica gratuitamente Dibujo Lineal y de Adorno, Geometría, Geografía e Historia de España, Higiene y enseñanzas elementales, enseñanzas consideradas útiles y necesarias por los demócratas para el progreso de España; y la noticia anecdótica que tanto gusta a los lectores de este periódico, la edición de un periódico escolar de carácter satírico titulado El monaguillo de las Salesas, en el que los alumnos del Instituto de San Isidro haciendo uso de la libertad de prensa proclaman las ventajas de la desaparición de la asignatura de Religión del Plan de Estudios de Ruiz Zorrilla. Ya en el siglo xx, esta misma cabecera nos presenta el Instituto de San Isidro como un centro cultural de gran dinamismo del que destacamos el «Ciclo de Conferencias» aprobadas por el claustro para la ampliación de la labor de la enseñanza oficial, en estas actividades utilizan fotografías, placas de linterna y aparatos de proyección, hoy conservados en el Museo del centro, o bien las lecciones de Matemáticas leídas por el director, Aguayo, sustituyendo a Puig Adam, ausente por enfermedad, en la Facultad de Ciencias de la Universidad. Ahora bien, la noticia más destacada en toda la prensa se refiere a los exámenes realizados por los infantes don Juan y don Gonzalo de Borbón, exponiéndose una descripción minuciosa tanto de los exámenes de Ingreso como de los de 1.º de bachillerato, una muestra fotográfica de las pruebas orales y escritas, el público asistente a los exámenes y el tribunal que ha de juzgar los conocimientos de tan ilustres alumnos. 6 Similares imágenes encontramos en el ABC, que además nos muestra también a Don Juan Carlos y a Don Alfonso de Borbón, pero esta vez en 1954, en la Sala del Consejo y en un aula, ante una pizarra y ante la presencia del tribunal de exámenes. 7 Sin embargo, será durante los gobiernos de la II República cuando se proyecte la imagen de un instituto que se sitúa al lado del nuevo régimen con actuaciones como la celebración de la Asamblea Nacional de catedráticos y profesores auxiliares que apoyan las ideas pedagógicas republicanas y el espíritu de modernidad y democracia de los nuevos proyectos. Entre sus conclusiones un voto de gracia para el subsecretario, Domingo Barnés, y para el nuevo director del Instituto de San Isidro, Enrique Rioja. En este sentido citamos el artículo titulado: «Los edificios de la Compañía de Jesús. El antiguo Colegio de Chamartín ¿se convertirá en un gran centro cultural?»: ha sido inútil el gesto del pueblo al querer traer a ese edificio aires de libertad; la comisión nombrada para la incautación parece conservar el aspecto jesuítico del misterio, del hermético aislamiento […] hemos de hacer una excepción con 6 Ibídem 1 de junio de 1926: 1 y 3; 26 de junio de 1926: 2 y 15 de diciembre de 1926: 1 y 4. 7 ABC, 14 de agosto de 1934: 5 y 23 de junio de 1954: 5.
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el subsecretario de Instrucción Pública; Domingo Barnés, y con el director del Instituto de San Isidro, Enrique Rioja, que no han tenido inconveniente que salga a la luz pública, que se ventile y se solee.
Y, efectivamente, Rioja tiene una propuesta positiva para este edificio, lo considera de gran valor para conseguir tres fines educativos republicanos: crear un Seminario Laico de Estudios Superiores de Pedagogía, utilizarlo como internado oficial de bachillerato y convertirlo en lugar de encuentro, de formación del profesorado para mejorar la práctica científica en su labor educativa. 8 El Liberal (1879-1939) Diario matutino que alcanzó una de las mayores tiradas de la prensa española durante los primeros años del siglo xx y que puede considerarse el más leído entre las clases obreras. 9 En este periódico localizamos alrededor de ciento cincuenta referencias al Instituto de San Isidro, de las cuales hemos de señalar las que nos presentan una institución que asume un papel cultural en la capital durante la Restauración al participar los alumnos y profesores en los actos de conmemoración del Centenario de Calderón de la Barca con una procesión cívica en la que portaban estandartes con los títulos de las obras del dramaturgo 10 o bien cuando el catedrático de Física imparte alguna conferencia en el Ateneo de Señoras presidido por Faustina Sáez de Melgar. Esto va unido a ciertos titulares de carácter popular que rozaran el sensacionalismo «La precocidad del niño que obtuvo el título de bachillerato a los 12 años de edad en los exámenes libres y públicos». Tras el Real Decreto de 18 de abril de 1900, por el que se crea el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, transcienden a la prensa algunas medidas de organización interna del Instituto de San Isidro tomadas en el curso 1901-02 tales como no señalar libros de texto e impartir clases gratuitas de escritura al dictado y de redacción de documentos y comunicaciones Álvarez- Sierra, (1932): «Los edificios de la Compañía de Jesús. El antiguo Colegio de Chamartín», El Imparcial, 8 de mayo de 1932: 5. 9 El Liberal nace de la disidencia de un grupo de periodistas de El Imparcial. Se declara diario independiente, con fuertes raíces democráticas y con exquisito equilibrio entre información y opinión. Va a contar con las firmas de Mariano de Cavia, Manuel Machado, Pérez de Ayala, Miguel de Unamuno y el fotógrafo Alfonso. Pertenece al grupo de prensa que apoyó el advenimiento de la II República. 10 Para las actividades que se realizan en el Instituto de San Isidro durante la Restauración puede consultarse El Liberal en los ejemplares de las siguientes fechas: 29 de mayo de 1881: 1, 17 de marzo de 1907: 4 y 28 de junio de 1884: 3. 8
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oficiales. 11 Ante el gran número de alumnos matriculados, se distribuyen en tres secciones según la edad, cada sección provista de un profesor de guardia y un jefe de estudios para mejorar los problemas de disciplina y, a estas medidas, se une que ningún alumno puede salir del edificio sin haber terminado sus clases; sin duda se trata de implantar una mayor rigidez para evitar que los alumnos del Instituto intervengan en las revueltas estudiantiles. El Imparcial, El Liberal, La Libertad, La República, y El Sol son testigos de excepción de la participación de los estudiantes del Instituto de San Isidro en las múltiples revueltas estudiantiles y en las manifestaciones callejeras que se celebraron hasta 1936. Varias de ellas se circunscriben al contexto del propio Instituto y se refieren a cuestiones escolares, protestas contra algún profesor, en otras se suman a las convocadas por los alumnos universitarios o algunos sectores de la sociedad madrileña que iremos detallando, pues todas ellas encuentran espacio en la prensa. Comenzamos el 20 de noviembre de 1884 cuando nuestros alumnos asistieron a la manifestación en defensa de la libertad de cátedra por la irrupción policial en los locales del Cardenal Cisneros. En los alborotos que se han denominado de «Santa Isabel» 12 se salvaguarda a las instituciones educativas frente a la intromisión de otros poderes. De hecho, el catedrático y alcalde de Madrid, Manuel María José de Galdo, los considera como una agresión a la libertad de cátedra y escribe sobre «la superioridad e independencia de la ciencia sobre la violencia». 13 Nuevamente, el 6 de marzo de 1896, cuando los estudiantes se dirigen a clase, se encuentran clausurado el Instituto por la real orden del Ministerio de Fomento que cierra las Universidades de Madrid, Granada, Barcelona, la Escuela de Veterinaria y el Instituto de San Isidro, para evitar los disturbios promovidos por los estudiantes en los días anteriores que han dado lugar a la intervención de la fuerza pública. La real orden exige que «se custodie los edificios y se reprima enérgicamente cualquier perturbación», sorprendentemente el otro instituto de la capital, el Cardenal Cisneros, no se ve afectado por esta normativa. 14 Las algaradas continúan y El Liberal nos informa de las cargas y detenciones que se producen nuevamente en la manifestación que surgió entre Ibídem 8 de abril de 1900: 1. En estos años existe una gran polémica acerca del uso y abuso del libro de texto en las aulas de bachillerato como detallaremos en la revista España. 12 González Calleja, Eduardo (2005): «Rebelión en las aulas: un siglo de movilizaciones estudiantiles en España (1865-1965)», Ayer, 59, pp. 21-49, p. 27. 13 Galdo López de Neira, Archivo del Instituto del Cardenal Cisneros. Carpeta de Directores. Legajo s/c. 14 El Liberal del 6 de marzo de 1896: 1. El gobierno se encuentra presidido por Cánovas del Castillo y el titular de la cartera de Fomento es Linares Rivas. 11
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los alumnos que aguardaban la entrada al turno de la tarde en el Instituto de San Isidro en febrero de 1901. Estos gritaban vivas a la libertad y a Galdós, precisamente cuando se había prohibido la representación de la obra galdosiana Electra y el momento político estaba tan crispado que se convirtió en un problema de orden público. Estas rebeliones juveniles requieren la intervención de los guardias «repartiendo sablazos y los alumnos se dispersaron por las calles adyacentes para volver a encontrarse en la calle Toledo al final de la tarde». 15 La manifestación laicista termina con cinco alumnos detenidos pero además las protestas continúan en los siguientes días, haciéndose extensivas a temas de gran interés y recurrentes en la historia de la educación secundaria de nuestro país como los privilegios de los colegios privados y la educación clerical, con distintas denuncias al profesor de Religión, del que se pide su separación por «ultramontano». El curso siguiente, los alumnos ya conocían las repercusiones de sus protestas en la prensa y por ello envían un escrito a los periódicos de la capital para hacer pública su intención de no concurrir a clase de alemán como medida de presión para solicitar el cese del profesor y, además, algunos padres envían otra carta protestando por la sucesión de planes de estudios y los cambios de adscripción de los alumnos a uno u otro instituto de la capital, San Isidro o Cardenal Cisneros, sin contar con los intereses familiares. Ambos, padres y alumnos, consideran a la prensa como un instrumento útil para difundir sus reivindicaciones. En noviembre de 1912, tras el asesinato del presidente del Consejo de Ministros, José Canalejas, un grupo de alumnos del Instituto de San Isidro vuelve a manifestarse en la calle gritando mueras a los fundadores del PSOE y de la Escuela Moderna; se unen a las convocatorias de los estudiantes derechistas y católicos de las facultades y las escuelas técnicas. Ya en 1917, será el periódico La Nación el que nos haga saber la algarada de los alumnos de los cursos preparatorios motivada por la falta de luz y de calefacción en las aulas, y la posterior visita del ministro Francos Rodríguez para comprobar la salubridad de las clases e intentar calmar los encendidos ánimos de los bachilleres. La República (1884-1891) Órgano de difusión del partido republicano español, creado por el marqués de Santa Marta e inspirado por Pi y Margall, se proclama demócrata, Las noticias que hemos utilizado en este apartado fueron publicadas en El Liberal de los días 10 de febrero de 1901: 1 y 24 de febrero de 1901: 2. 15
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federal y defensor de las mejoras de la clase obrera. 16 Uno de los temas que se pueden consultar en este diario es el que se refiere a la disciplina de los alumnos del Instituto de San Isidro, tema que además va a utilizar para atacar a otros diarios de línea editorial conservadora principalmente a La Época. En 1884, se conoce a través de la prensa la noticia de la fuga que dos niños de 10 y 11 años, matriculados en el Instituto de San Isidro, protagonizaron al intentar escaparse a Valencia. El diario republicano acusó a los conservadores de utilizar el miedo para mantener la obediencia académica y pretender ver en estas niñerías que «la sociedad está pérdida, que la consabida hidra no descansa y que los niños son agentes revolucionarios». 17 Bajo el titulo de Los estudiantes también se hace eco del binomio autoridad/disciplina ocasionado por una algarada de un grupo de 60 estudiantes de los cursos preparatorios para las facultades que a la salida del Instituto dijeron «algunas frases picantes a los conductores de los tranvías y a las muchachas jóvenes». El comportamiento social de los jóvenes que cursan estudios de segunda enseñanza siempre es un motivo de preocupación para las autoridades, por eso la guardia avisó al gobernador civil «que acudió de inmediato y pudo comprobar que los jóvenes escolares mostraban una conducta intachable». En 1890, de nuevo La República nos comunica que los alumnos del Instituto de San Isidro manifiestan su negativa a entrar en clase pidiendo la suspensión de estas por la epidemia de viruela que azota la capital, y se harán visibles al recorrer las calles céntricas de Madrid. El Imparcial 18 completa la información: «concluyó (la manifestación) en los Altos del Hipódromo presenciando un nutrido grupo de alumnos las carreras de caballos», probablemente esta publicación trata de restar importancia a esta algarada juvenil, no se trataba de un tema político, ni siquiera educativo, era un asunto interno de la institución que termina en una chiquillada como la asistencia a las carreras de caballos. Y, va a ser La República el diario que ponga a debate uno de los temas más espinosos en la segunda enseñanza de Madrid, ¿pueden los profesores cobrar un sueldo de la enseñanza oficial y otro de la privada? 19 Sin dar nombres difunde los expedientes iniciados contra varios catedráticos del La República se define antimilitarista, iberista, anticolonialista y favorable a la autonomía financiera y política de municipios, provincias y regiones. 17 La República en los ejemplares de los días 28 de mayo de 1884: 2 y 24 de octubre de 1890: 2. 18 24 de octubre de 1890: 3. 19 Ibídem, 15 de abril de 1890: 3. Y decimos espinoso pues salvo excepciones que iremos enumerando hemos encontrado que en general los catedráticos de instituto han recibido un trato respetuoso por parte de la prensa. Generalmente se les reconoce su autoridad 16
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Instituto de San Isidro por haber impartido clases en los colegios privados adscritos al Instituto y la resolución del Ministro Pidal y Mon, declarando que la actividad docente en la enseñanza privada es incompatible con la de un centro oficial. El País (1887-1921) Órgano de expresión del Partido Republicano Progresista. Tiene gran éxito como diario popular y anticlerical alcanzando su máxima difusión en los primeros años del siglo xx. 20 Y, si ya hemos anticipado que generalmente la prensa trata con respeto al profesorado del Instituto de San Isidro en El País vamos a encontrar la excepción. En este sentido, destacamos una noticia en primera página titulada Crónica contra Becerro de Bengoa y firmada bajo el seudónimo de Alex. En una columna y media acusa al catedrático de Física y Química del Instituto de San Isidro de falta de valores morales por haberse declarado monárquico y afiliado al Partido Liberal. Considera este columnista que el catedrático «no posee escrúpulos, que está utilizando la cátedra para fines espurios y que con su inmoralidad no puede ser ejemplo de sus alumnos». 21 Ahora bien, Becerro de Bengoa es el prototipo de catedrático de los institutos de Madrid, ocupará los cargos políticos de diputado y senador, miembro de la Academia de San Fernando y consejero de Instrucción Pública y de Agricultura del Reino. Entendemos que la denuncia se produce por la evidente falta de sintonía política entre el periódico y el catedrático, pues otros muchos profesores van a ocupar similares puestos por todas las opciones políticas y no son portada de periódico. Acerca del valor y el uso político de las cátedras del Instituto de San Isidro encontramos dos noticias en El País, la primera de ella se refiere a la provisión de la cátedra de Matemáticas por Manuel Burillo, afín al político gobernante y que con su nombramiento ha relegado a otros profesores con mejor número en el escalafón y, por tanto, mayores derechos, situación que se repite unos años después con la cátedra de Psicología, Lógica y Ética que entiende El País que le corresponde a Hermenegildo Giner de los Ríos «pero desgraciadamente se le va a regalar a un conocido socialista para académica, científica y moral acreditada mediante el sistema de oposiciones y el éxito social de los alumnos. 20 Se convierte en el diario republicano madrileño, su director más activo fue Lerroux que lo va a convertir en el diario más polémico de su época. En su redacción se llega a reunir el mayor número de intelectuales de la época: Valle-Inclán, Pio Baroja, Unamuno, Blasco Ibáñez, Galdós, Maeztu, Machado y Rubén Darío. 21 El País, 28 de julio de 1897: 1, 13 de noviembre de 1895: 2 y 13 de febrero de 1918: 1.
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más señas traductor de Engels», si bien no lo nombra se refiere al profesor Verdes Montenegro. La misma noticia se difunde en EL Debate pero califican este nombramiento de «una prebenda del Sr Alba a la ILE», claro que para el último diario citado el candidato es Eloy Luis André. 22 Y en la revista España publican información sobre el ridículo del ministro Alba al desautorizar al Consejo de Instrucción Pública que anteriormente había autorizado el ascenso de André. 23 Y, también, de forma anónima se solicita la destitución del profesor de Religión y Moral por su empeño en enseñar que el liberalismo es pecado y que el (alumno) que no está con el integrismo está con el demonio. El Sol (1917-1939) Fue obra del empresario de La Papelera Española Nicolás María de Urgoiti y va a ser dirigido por Ortega y Gasset quien marca fuertemente su línea editorial. Se distingue porque persigue principalmente el beneficio económico, por manifestar su completa independencia y no anunciar información taurina, ni de loterías, ni de sucesos, razones suficientes para ser tachado de elitista e intelectual. 24 Más allá de la participación de algunos profesores en un mitin de la UGT celebrado en la Casa del Pueblo, hecho considerado «escandaloso» por el periodista García Baquero, en este diario nos vamos a fijar en el papel que asumen dos directores en la sociedad madrileña: Miguel Aguayo y Enrique Rioja Lo Bianco. 25 En primer lugar, nos presenta al director Aguayo en un buen número de actos académicos y culturales, desde la presidencia de tribunales de exámenes a su posición combativa contra el plan Callejo, plan que protegía la enseñanza privada, en especial la religiosa, equiparándola con la pública. Probablemente esta actitud pueda considerarse defensa corporativa pero también autodefensa pues gran parte de los profesores y alumnos habían EL Debate, 30 de julio de 1918: 1. España, 1918, 174, 14. 24 El Sol se dirige a un público de burgueses liberales cultivados y entre sus colaboradores encontramos a Salvador de Madariaga, Corpus Barga y Lorenzo Luzuriaga. 25 Miguel Aguayo fue director desde 1922 hasta 1931. Fue nombrado director por Real Orden de 21 de octubre de 1922 y cesó con el nombramiento de Enrique Rioja por Decreto de 3 de junio de 1931. Enrique Rioja fue director en tres ocasiones: es nombrado por Decreto de 3 de junio de 1931 y cesa por renuncia voluntaria el 6 de enero de 1934. Es nombrado de nuevo por Orden de 16 de marzo de 1934 y vuelve a renunciar en abril de 1935. Es nombrado por Orden de 20 de agosto de 1936 y cesa cuando por Orden de 10 de abril de 1937 es nombrado director del Instituto para Obreros de Valencia. 22 23
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participado en las manifestaciones contra dicho plan, obligando al director a tomar partido contra la propuesta del ministro Callejo. Debe mantener esta actitud pese a que con anterioridad había manifestado su postura a favor de la Dictadura de Primo de Rivera, había apoyado la fundación de la Unión Escolar, la primitiva Asociación de Estudiantes que actúa en toda España, la federación de Estudiantes Católicos y la sindicación de profesores católicos, celebrándose la Asamblea de estos en el Instituto de San Isidro, noticia que se ilustra con una elocuente foto en La Nación. Nos cuenta El Sol que una de las actividades que organiza el director Aguayo con los estudiantes católicos de los Institutos de San Isidro y del Cardenal Cisneros de Madrid es la fiesta del estudiante en la que cuenta con la participación de Miguel Primo de Rivera, jefe del Directorio, que se dirige a los jóvenes en su discurso como «núcleos de estudiantes unidos por los lazos del patriotismo, la ciencia y la religión»; más tarde celebraron los alumnos de ambos institutos un partido de fútbol. En 1931, tras el advenimiento de la II República, el director Aguayo realiza una convocatoria de claustro dirigida a los catedráticos, profesores auxiliares y ayudantes en busca de su apoyo: de los 64 claustrales con derecho a voto le ratificaron 63. Ahora bien, el nuevo régimen necesita un director que ponga en marcha los planes de la República y el ministro Marcelino Domingo considera que el hombre más adecuado es Rioja lo Bianco. El director republicano va estar omnipresente en casi todos los actos políticos, académicos y educativos de la sociedad madrileña y, por tanto, será al que más atención va a prestar la prensa. Va a impartir una clase práctica en la Semana Pedagógica de Málaga y a recoger la adhesión incondicional de los alumnos del sindicato de la Federación Universitaria Escolar (FUE). En el entierro de Hildegart Rodríguez Carballeira un grupo de escolares de la FUE y otro de la Unión Republicana Femenina, portan una corona de flores desde el Instituto San Isidro. 26 El Sol publica que el decreto de 23 de julio de 1932 crea en Madrid tres institutos, el denominado Antonio de Nebrija, situado en el suprimido Colegio de Chamartín de la Compañía de Jesús, el Instituto Calderón de la Barca que se instala en el Instituto Católico de Artes e Industrias (ICAI) situado en la calle Alberto Aguilera, con entrada por la calle Mártires de 26 Acerca de las actividades del director Rioja puede consultarse el mismo periódico en las fechas 3 de julio de 1935: 5, 17 de julio de 1934: 2 y 23 de junio de 1936: 2. Hildegart Rodríguez Carballeira fallece en junio de 1933 a la edad de 19 años. Terminó los estudios de Derecho a los 17 años, perteneció a las Juventudes Socialistas y al Partido Federal. Cuando comenzaba a ser conocida internacionalmente y ante el intento de alejarse del proyecto vital que le tenía reservado, su madre, mientras dormía, le disparó cuatro tiros y la mató, 11 de junio de 1933: 5.
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Alcalá, y el Instituto Velázquez para el que se va a habilitar un local en la calle del mismo nombre. Las matriculas de los alumnos que van a cursar sus estudios en estas instituciones republicanas han de realizarse en el Instituto de San Isidro. Finalmente, en 1936, por haberse posicionado el Instituto de San Isidro a favor de las políticas del nuevo régimen asistimos a una dura crítica en un artículo titulado «Feria de los Ingenios» firmado por H. en el que reprocha: la influencia de Francia y de las distintas ideologías que electrizan la convocatoria de oposiciones a plazas vacantes en los institutos y con ello perjudican a los jóvenes a la vista de la hoz y el martillo! Las nuevas ideas lo invaden todo! Hay algunos (dirigentes) formados a los pechos del Instituto San Isidro.
La Libertad (1919-1939) Es considerado el diario más difundido de cuantos se editaron en Madrid durante la guerra civil. Dirigido a la pequeña burguesía y a las clases populares y obreras. Su principal accionista es Santiago Alba, ministro de Instrucción Pública y fundador del partido Izquierda Liberal; más tarde adquiere esta publicación el conocido empresario Juan March. 27 En primer lugar, destacaremos la publicación de la noticia del nombramiento del director junto con su fotografía. E. Rioja Lo Bianco, alumno de Bolívar aúna prestigio, capacidad, juventud, conocimientos pedagógicos y valores morales. 28 Sin duda era el hombre que la II República necesitaba para realizar los cambios en la enseñanza oficial. Y, de hecho, en las elecciones del 28 de junio de 1931 a Cortes Constituyentes participó este director presidiendo la Junta Electoral. Años más tarde, el subdirector del Instituto San Isidro, Dantín Cereceda, también colaboraría presidiendo el escrutinio electoral de las elecciones generales de 1933 junto a Julián Besteiro, acto del que se conserva una foto realizada por el reconocido fotógrafo Alfonso. Nos parece interesante recordar que tras la inauguración del curso 193233 el Instituto San Isidro se va a sumar a las colonias escolares internacionales de La Granja dentro del programa de intercambio con alumnos alemanes y franceses en el que participaron el Instituto-Escuela y el Instituto Cardenal Cisneros. A partir de 1928 se declara abiertamente republicano. Entre sus redactores encontramos las firmas de Manuel Machado, Luis de Zulueta, Rivas-Cherif, Ramón J. Sender o Azorín. 28 La Libertad 17 de junio de 1931: 6. 27
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Tiempos de pedagogía y tiempos de conflictos estudiantiles, hasta cuatro veces fue preciso cerrar el Instituto de San Isidro en 1934. Mantener el orden y la disciplina es una de las mayores preocupaciones del claustro y de la sociedad y así lo reflejan en 1930 ante el cierre de la Universidad Central y sus instituciones, suspensión de las clases disfrazada «de vacaciones extraordinarias». Pero las tensiones continuarían y en 1933 la prensa recoge los numerosos incidentes que se produjeron en Madrid durante la huelga escolar convocada por la FUE y concretamente el ABC detalla los incidentes producidos por los alumnos del Instituto de San Isidro donde los bandos de huelguistas y no huelguistas se agredieron mutuamente, lo que originó que el director ordenara desalojar el edificio y suspender las clases. Este mismo periódico en su edición de Andalucía recoge los alborotos producidos en la facultad de Medicina en febrero de 1934 hasta la clausura nuevamente del Instituto de San Isidro y el Cervantes junto con las facultades de la Universidad Central. Apenas transcurrido un mes, un grupo de alumnos tradicionalistas realizan el reparto de «hojas informativas en el claustro», los alumnos de la FUE intentan impedirlo y el director suspende nuevamente las clases. En estas actuaciones violentas ya asistimos a la politización de los alumnos pues, apenas unos días después, una discusión entre alumnos de distintas tendencias políticas «lleva a uno de ellos a hacer uso de las armas provocando un gran alboroto. El director ordenó que se cerraran las puertas y se abriera el oportuno expediente de responsabilidad». 29 Y estos episodios de violencia no van a concluir, pues en tiempos tan convulsos un nuevo incidente provocado por una reyerta de varios alumnos con «un individuo de filiación comunista que no era estudiante del Instituto de San Isidro». Ante el temor de nuevos incidentes Rioja clausura nuevamente las clases. En este sentido, existe en el Archivo Histórico del Instituto de San Isidro (AHISI) una carpeta con el título de «Conflictos Estudiantiles. Curso 1933-34» que completa los datos anteriores. En primer lugar, encontramos un borrador manuscrito por el director y fechado el 11 de abril de 1934 con el siguiente texto: Habiendo comprobado esta Dirección la existencia de elementos extraños dentro del edificio al cual vienen con el propósito de provocar tumultos y no siendo posible al personal a mis órdenes desalojar el Centro, lo cual es indispensable y urgente para evitar males mayores, ruego a Vd de las órdenes oportunas a fin de que entre la fuerza pública y realice dicho desalojamiento. 29 Para realizar el seguimiento de las revueltas juveniles puede consultarse ABC 31 y 11 de marzo de 1933: 31, 8 de febrero de 1934: 32, edición de Andalucía, 28 de febrero de 1934: 30 y en su edición de Andalucía de la misma fecha: 28.
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Entre otros documentos de esta carpeta destacamos uno en el que se encuentra escrito «Antonio Jiménez González fue detenido el día 11 de abril por promover escándalos, ocupándosele una porra, fue enviado al Juzgado Municipal por escándalo en la puerta del Instituto San Isidro». 30 Años difíciles también para los profesores pues otra vez mediante decreto se declaran cesantes dos catedráticos de Lengua y Literatura castellana de dos institutos de Madrid: Ernesto Giménez Caballero, del Instituto Cardenal Cisneros, y José Rogerio Sánchez, del Instituto San Isidro —que se reintegrarán tras la guerra civil—. Y, mientras que estos vuelven a sus cátedras, en un nuevo movimiento pendular el director Rioja va a exiliarse junto con otro profesor del Instituto Cervantes, Antonio Machado, falleciendo en México en 1963. La Voz (1920-1939) Diario independiente de la noche, monárquico y fervoroso defensor de la Dictadura de Primo de Rivera, mostrará una acerada hostilidad al gobierno de Berenguer y con el advenimiento de la II República se alineará con los azañistas. 31 En 1926, Roberto Castrovido publica un artículo sobre las necesidades de la segunda enseñanza en Madrid: hacen falta seis institutos —cuando solo existían tres—, es preciso dotar a los laboratorios de Física, Química y Ciencias Naturales, evitar el abuso de catedráticos que con la publicación y exigencia de libros de texto escritos por ellos mismos «convierten la ciencia en industria y la enseñanza en sacadineros». En 1932, destaca la participación del director Rioja en la incautación del Colegio Nuestra Señora del Socorro (sic, corresponde a Ntra. Sra. del Recuerdo) que regentaban los jesuitas de Chamartín de la Rosa. En una foto que publica este periódico vemos a Rioja que acompaña a las autoridades de las carteras de Hacienda y Gobernación a firmar el documento de confiscación (sic). La foto tomada por Alfonso pone rostro tanto a los jesuitas 30 El siguiente testimonio es clarificador: «En dicho Instituto había muchos jóvenes reaccionarios, e incluso fascistas de José Antonio que lucían insignias católicas y también fascistas […]. Lo que no puedo recordar es si teníamos allí alguna célula comunista. Lo que sí recuerdo es que el Instituto San Isidro era muy conflictivo con frecuentes luchas», Leonor Estévez (1993): La vida es lucha, A-Z. Ediciones y Publicaciones, Madrid, p. 145. 31 La Voz competirá fuertemente con El Heraldo y el ABC, ocupando el primer puesto en la venta callejera con 130.000 ejemplares. Puede consultarse las ediciones de 16 de mayo de 1922: 3, 29 de noviembre de 1932: 2, 7 de diciembre de 1933: 1, 28 de febrero de 1934: 3, 10 de enero de 1935: 2 y 18 de abril de 1935: 2.
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como a las autoridades y nos sugiere que quizás Rioja en este acto juegue el papel de garante de las medidas educativas que se han tomado para no producir ningún perjuicio a los alumnos escolarizados en este colegio. En 1934 trae a sus páginas las manifestaciones y alborotos de los alumnos del Instituto de San Isidro que se suman a los de la Facultad de Medicina en los conocidos sucesos de San Carlos, en los que solicitaron la puesta en libertad de los estudiantes de la FUE, presos desde hacía varios días. Los bachilleres del Instituto de San Isidro detienen los coches y tranvías en la calle Toledo y se dirigen a la Audiencia donde van a ser puestos en libertad los alumnos de la facultad de Medicina que han sido juzgados. Finalmente, en la sección de Aspectos pintorescos de Madrid y en tono jocoso publican las declaraciones del bedel del Instituto San Isidro bajo el título de «La brega de un bedel, hombre de principios rígidos», lectura bien amena para los actuales profesores y que nos permite decir que en temas de disciplina tiempos anteriores no fueron mejores. Revistas ilustradas Actualidades (1908-1910) y Estampa (1928-1938) Son semanarios profusamente ilustrados, prototipo del fotoperiodismo español propio de su época. De la primera tomamos una preciosa fotografía realizada a un grupo muy numeroso de alumnos y sus familias en el acto de entrega de los premios de bachillerato del curso 1908-1909. La foto nos permite realizar un estudio sociológico en el que encontramos muy pocas mujeres, la mayor parte de ellas son madres engalanadas con sombreros y padres satisfechos de los resultados académicos de sus vástagos. Parecen decirnos que la inversión económica ha merecido la pena y con el título de bachiller comienza el ascenso social personal. 32 De la segunda destacamos las fotos publicadas de la excursión de los alumnos a Cuenca, las realizadas en el Centro Instructivo del Obrero instalado en el Instituto San Isidro y en la que llama la atención el gran número de mujeres jóvenes que desean aprender y, como ya hemos escrito en otro apartado, el reportaje gráfico que esta revista realiza el día de los exámenes de S.A.R los infantes don Juan y don Gonzalo en el Instituto de San Isidro. 33 Actualidades, 22 de diciembre de 1909: 13. Estampa, 7 de enero de 1930: 43 y 2 de julio de 1929: 41. Actualidades, 22 de diciembre de 1909: 13. 32 33
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Figura 1. Día de exámenes en el Instituto San Isidro. Revista Estampa. Fotografía de Zapata y Benítez Casaus. España (1915-1924) Es la publicación con más amplia repercusión en la Edad de Plata, fue el primer proyecto periodístico de Ortega Gasset, más tarde dirigida por Melquíades Álvarez y, finalmente, por Manuel Azaña. 34 En sus páginas se dan cita los máximos representantes de la generación del 98, con los del 14 y algunos de los que constituyen la del 27. Alguien que firma como un Bibliófilo publica un precioso artículo sobre la Biblioteca del Instituto San Isidro, considerada una de las más importantes de España. En él se citan, por una parte, los ejemplares raros y escogidos en las mejores ediciones de los siglos xvii y xviii, biblioteca para eruditos y, por otro, una sección de libros modernos abierta para su uso didáctico. Se queja el autor de la falta de índices, catálogos, para su consulta de la misma manera que los exhiben la Universidad de París o Berlín. 35 En este mismo número se hace una censura del método de enseñanza de la Geografía, los recursos de refranes, cantares y recitaciones de adagios, las reglas nemotécnicas que utiliza el director y catedrático Manuel Zabala y Urdaniz no son más que una excusa para poder criticar el papel de los manuales escolares: «Zabala forma parte de muchos tribunales de oposiciones a las plazas vacantes de los institutos de España y con su libro de texto va sembrando su forma de enseñar». 34 En 1982 se publicó una edición facsimilar de esta revista con prólogo de Salvador de Madariaga y estudio preliminar de Manuel Tuñón de Lara. 35 España, 29 de noviembre de 1917, n.º 104: 13.
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Figura 2. Exámenes de los infantes Don Juan y Don Gonzalo en el Instituto San Isidro. Revista Estampa. Fotografía de Zapata y Benítez Casaus. La revista España en varios de sus números censura el abuso de los profesores al obligar a sus alumnos a adquirir los textos escolares de los que son autores y para ello pone de ejemplo al hijo del director Zabala que, tras aprobar la oposición, selecciona como manual escolar «el escrito por su padre, hasta que él tenga el suyo propio». Entre otros argumentos considera que «el libro de texto cuando lo tienen que aguantar y comprar una clase numerosa es el medio más eficaz para echar automóvil» 36 y, meses más tarde, realiza una desaprobación del manual publicado por el catedrático Luis Parral Cristóbal titulado Educación social por «estar apegado a las normas de la religión católica, ser antiguo y por haber sido elaborado copiando trozos de otros libros de texto» 37 y, nuevamente, bajo el título de «El pan nuestro de cada día», en 1920, afirma el periodista que «las cátedras de los institutos madrileños son más disputadas que una cartera o una comisaria regia. La razón es obvia: los libros de texto andan por medio. Además, estando en Madrid se llega pronto a ocupar algún que otro cargo lucrativo y unos cuantos honoríficos que también sirven». 38 Y para ilustrar sus afirmaciones pone como ejemplo las luchas que se están produciendo para cubrir la vacante de Agricultura en el Instituto de San Isidro. 39 Ibídem, Ibídem, 38 Ibídem, 39 Ibídem, 36 37
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n.º n.º n.º n.º
248, 104, 264, 265,
31 de 18 de 22 de 1920:
enero de 1920: 14. enero de 1917: 1. mayo de 1920: 15. 15.
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La Ilustración Española y Americana (1861-1921) Se encuentra en la frontera entre el periodismo ilustrado y el gráfico y combina la información de sucesos con la divulgación de noticias científicas, literarias o artísticas. En esta publicación las crónicas culturales y educativas tienen una sección fija que firma el catedrático Becerro de Bengoa; encontramos hasta ciento cuarenta y una colaboraciones bajo el título Por ambos mundos. De esta forma, hemos conocido gran cantidad de datos de varios catedráticos del Instituto, como Sandalio de Pereda, Antonio Sánchez Pérez y Raimundo de Miguel. Pero por su interés para nuestro estudio vamos a destacar las radiografías realizadas con el aparato de rayos X recién adquirido en el
Figura 3. Retrato de Ricardo Becerro de Bengoa catedrático del Instituto San Isidro. Revista La Ilustración Española y Americana 30 de junio 1896.
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Figura 4. La primera radiografía obtenida en Madrid, realizada en el Instituto San Isidro. Revista La Ilustración Española y Americana 30 de junio 1896. Instituto de San Isidro por el catedrático de Física, Rodríguez Largo 40 y el homenaje que se le tributa con motivo de su fallecimiento al ser considerado como un «científico de sólida formación en medicina, física y fotografía». Y, de forma muy sucinta nos hacemos eco de la noticia publicada en 1900 acerca de la excursión que realizaron un grupo de 60 alumnos con varios catedráticos al observatorio que la Comisión inglesa de la Royal Astronomical Society había instalado en Navalmoral de la Mata (Cáceres) para observar el eclipse total producido el 28 de mayo. Prensa profesional La Escuela Moderna (1892-1934) Revista profesional fundada por Pedro de Alcántara, muy cercana a la. Institución Libre de Enseñanza (ILE). Destaca por difundir la cultura y las La Ilustración Española y Americana, n.º XXIV, 30 de junio de 1896: 386, n.º XLVIII, 30 de diciembre de 1900, p. 388 y 8 de junio de 1900: 338. 40
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experiencias pedagógicas europeas y de forma singular por introducir en España las enseñanzas de Fröebel. Escribe en su cabecera que es ajena a todo interés de partido, escuela filosófica y comunión religiosa. En esta revista encontramos diez artículos de un gran interés para el estudio del pensamiento filosófico y pedagógico del catedrático de Psicología, Lógica, Ética y Rudimentos de Derecho del Instituto de San Isidro, Urbano González Serrano, alumno de Nicolás Salmerón que se alinea en el krausismo y en las ideas republicanas. Entre sus títulos destacamos: «El problema pedagógico», «Lo real y lo irreal», «Horas de dudas» o «El Bien de la Enseñanza». En este último, el catedrático de Psicología, Lógica y Ética se adelanta a su tiempo con temas de plena actualidad como las relaciones armoniosas que deben existir entre el profesor, los alumnos y las familias y la necesidad de educar la inteligencia, el cuerpo y la voluntad. Uno de los ejes de su pensamiento progresista es limitar el papel que le corresponde al Estado en los temas educativos: exclusivamente dotar de los medios económicos a los centros y asegurar a los profesores libertad para utilizar los métodos de enseñanza más intuitivos, menos memorísticos. Para este catedrático cada cerebro es un mundo y el papel de los profesores es que esos nuevos mundos no se atrofien, sino que progresen con toda plenitud. 41 La Educación (1903-1912) Periódico de carácter profesional dedicado a la enseñanza en todos sus niveles. Debió aparecer en 1897, aunque solo se conservan ejemplares desde 1903. Da cuenta de la nueva normativa, proyectos de ley, disposiciones, circulares, dictámenes, discursos parlamentarios, tribunales de oposiciones, fallecimientos, nombramientos de directores, traslados… Tenía secciones fijas, como la «oficial» y otra titulada «Ecos de la enseñanza». El diez de julio de 1908 inicia su quinta época, siendo ya «órgano de la Liga Los Amigos de la Enseñanza», organización a la que pertenecen varios profesores del Instituto de San Isidro. De esta revista nos vamos a detener en los presupuestos de educación que inserta en la primera página en el año 1903. 42 Así, los gastos de Instrucción Pública de nuestro país ascienden a 43 050 392 pesetas, de las cuales en el capítulo siete consignan 59 250 pesetas para el Instituto San Isidro, una de las mayores cantidades, a la que hay que sumarle el plus de residencia de 41 La Escuela Moderna, 1 enero de 1892: 7, 1 de julio de 1892:15, 1 de julio de 1899: 49, 1 de enero de 1900: 6. 42 Año VII, n.º 3, de 30 de junio de 1903: 1.
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1000 pesetas anuales por catedrático, los quinquenios, los sueldos de los profesores de gimnástica, dibujo y capellanes, los correspondientes a los administrativos, bedeles, portero y personal de limpieza, los gastos ordinarios y de material científico y de oficina, es decir, el montante ascendería a poco menos de 130 000 pesetas anuales. Alrededor del 0,3 % del presupuesto total del Ministerio de Instrucción Pública es el que aporta el Tesoro al Instituto de San Isidro para su funcionamiento, cantidad a la que hay que sumar las aportaciones de las familias por derechos de matrículas y de exámenes. Podemos considerar a la revista La Educación como una fuente documental de gran valor para el Instituto San Isidro pues aporta más de 170 noticias acerca de la organización de esta institución que nos muestran cómo se va tejiendo la segunda enseñanza en nuestro país al convertirse este en el foro donde se celebran anualmente las asambleas de los catedráticos de institutos, pero también de los profesores ayudantes e interinos. Esta revista también va a dar buena cuenta de los acuerdos de estas asambleas, a difundir las reivindicaciones de los profesores —la sustitución de los quinquenios y los derechos de exámenes por una escala gradual de sueldos—, realizar un seguimiento del escalafón y de la provisión de plazas vacantes, reivindicar las pensiones para las viudas de los profesores, a solicitar la modificación del Reglamento de segunda enseñanza para que cuando el claustro por mayoría solicite la destitución del director sea cesado e incluso pretenderá la creación de un instituto modelo donde se ensayen los planes de estudio y las nuevas metodologías europeas. Uno de los temas más polémicos que publica La Educación es el que se refiere a la coeducación reflejando las posturas encontradas del profesorado. Por una parte, se combate diciendo que «primero es educarse y después coeducarse» y por otra se pide la creación de institutos y facultades femeninas con capacidad para 500 mujeres. En el curso 1909-10, según los datos aportados por el director del Instituto San Isidro están matriculadas en la modalidad oficial seis alumnas en dicho Instituto. Revistas editadas en el Instituto San Isidro El Excursionista Escolar Dirigida y editada por Manuel Zabala y Urdaniz, director del Instituto de San Isidro, en abril de 1906 43 y de la que solo conocemos el número 1. 43 El Excursionista Escolar, 1906. Anuncia en la contraportada que es una revista decenal que se publica el 1, 11, y 21 de cada mes y que su precio de suscripción es de 3 pesetas trimestrales. El número que se conserva es del 21 de abril de 1906.
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En los años posteriores a la crisis del 98, Zabala cree firmemente que la educación va a renovar nuestro país postrado en el atraso y el orgullo moribundo, nación que necesita «regenerarse y purificarse». Su propuesta se organiza en torno a un cambio metodológico, el excursionismo escolar, del que afirma, al igual que los krausistas: «una excursión enseña algo, pero educa más». Las frases que escribe son bien elocuentes: en la excursión los alumnos y profesores fraternizan ante la piedra que habla de legendarios sucesos, y ante el monumento que se ha levantado para perpetuar un hecho histórico. De esta forma el excursionismo favorece la comunicación profesor-alumno, es útil para aprender geografía, historia, arte y geología mediante la observación directa y además permite estrechar los lazos entre los pueblos, principios pedagógicos bien cercanos a los proclamados por la Institución Libre de Enseñanza que en estos momentos están impregnando el ambiente educativo de los profesores renovadores. Esta pequeña revista trata sobre los intercambios de profesores y alumnos que se están llevando a cabo entre Francia, Inglaterra y Alemania y solicita poder realizarlos con los alumnos y profesores del Instituto de San Isidro mediante pensiones de estudio y cursos de vacaciones. Zabala se marca como objetivo desarrollar relaciones de amistad, de respeto entre las gentes de los distintos pueblos, otorgándole una «función pacifista» al intercambio escolar. La Segunda Enseñanza y La Revista de Segunda Enseñanza (1922-1928) Existen distintos intentos de crear una revista de esta etapa educativa desde 1865 e incluso encontramos alguna referencia de su creación en 1905 pero no conocemos ningún número. Ahora bien, en 1917, un grupo de profesores del Instituto de Gerona decidieron crear una publicación semestral para paliar la falta de comunicación entre el profesorado y coordinar sus actuaciones, pues cada vez que el Ministerio pedía asesoramiento sobre algún tema recibía sesenta informes inconexos y hasta contradictorios, uno por cada claustro. Esta revista, que iba a llamarse «Musa, musae», no llego a ver la luz pues el que debía ser su director, J. Estalella, fue trasladado al Instituto de Tarragona. Así, La Segunda Enseñanza comienza a editarse desde el Instituto de San Isidro en enero de 1922 y con una breve interrupción en 1923 y un nuevo nombre Revista de Segunda Enseñanza va a editarse hasta 1928. Dirigida por el catedrático de Lengua y Literatura castellana J. Rogerio Sánchez, la Revista de Segunda Enseñanza desea ser un punto de encuentro de los catedráticos de bachillerato, maestros y profesores de escuelas
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normales para, entre otros fines, buscar oportunidades para dar continuidad al proceso educativo entre la enseñanza primaria y secundaria. 44 Comienza afirmando su director que nace con espíritu abierto a todos los profesores, es una publicación de «paz y de concordia» a modo de las que se vienen realizando en los países de nuestro entorno y también en EE. UU. Y, ya en su portada incluye un pequeño grabado que bien define el espíritu pedagógico de su director, se trata de un círculo con una figura humana sembrando trigo con el siguiente lema salmódico A solis ortu usque ad cassum (de oriente a occidente; desde el amanecer hasta el anochecer). En tiempos de controversias y enfrentamientos educativos, esta revista pretende presentar las grandes cuestiones de la etapa educativa de enseñanzas medias con la mirada del propio profesorado, convertirse en un órgano de comunicación e intercambio de experiencias didácticas y en un instrumento eficaz para conocer el funcionamiento de las instituciones educativas de bachillerato en los países europeos, actuando como cordón umbilical al establecer relaciones permanentes con los profesores pedagógicamente más activos tanto de nuestro país como de Europa. De esta forma se va a convertir en la revista de educación española de referencia y va a gozar de reconocimiento en los distintos congresos a los que asiste su director. El primer Congreso del que se exponen conclusiones es el celebrado en Luxemburgo los días 1, 2, 3 y 4 de agosto de 1922. Entre otros temas el que mayor polémica provoca es el de la coeducación o co-instrucción. Posturas enfrentadas entre los distintos países asistentes, unos partidarios de educar a los alumnos de forma separada por sexos y otros que prefieren admitir en los liceos de varones a señoritas bajo el mismo régimen, hasta llegar a una propuesta final de conciliación entre las tendencias a favor y en contra: este tema forma parte del temperamento nacional y cada país debe resolverlo de la forma que le parezca más oportuna pero, en cualquier caso, la enseñanza de las señoritas debería confiarse al personal femenino. A la vez, el director de esta revista emprende la ardua tarea de dar respuesta a algunos de los debates sobre cuestiones medulares en educación que se plantean en la prensa y lo hace con una actitud quijotesca. A modo de ejemplo en El Debate se sostiene que no se necesita titulación académica para ser un buen profesor, por su parte La Acción mantiene que el título es garantía de competencia y en El Sol se afirma que el prestigio de un título La revista lleva por subtítulo Enseñanza, educación, investigación y bibliografía. Consejo de redacción formado por Miguel Adellac, Miguel Aguayo, Francisco Barnés, José Estalella, Vicente García de Diego, Manuel Manzanares, Manuel de Sandoval y Luis Olbés. Su director J. Rogerio Sánchez. Es una publicación mensual con nueve números anuales, descansa en los meses de verano. Fieles colaboradores fueron Juan Carandell, catedrático del Instituto de Cabra y Juan Estalella, profesor del Instituto de Tarragona. 44
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no sustituye el ideal científico y el aprendizaje de la experiencia. Finalmente La Segunda Enseñanza contesta a todos ellos haciendo una clara defensa del título académico para diferenciarse de los que imparten docencia en las congregaciones religiosas sin ninguna garantía de capacidad y justifica su postura con el argumento de que en el resto de profesiones: abogados, médicos, ni siquiera se cuestiona la formación universitaria. 45 En otro de los artículos firmados por J. Rogerio Sánchez encontramos una firme defensa de los estudios de bachillerato, recogiendo los principales problemas de esta etapa educativa, situando en el centro de estos la formación del profesorado y solicitando que se cree una Escuela de profesores de Instituto al igual que se estaba realizando en Francia. Alaba a la vez que añora la formación didáctica de los maestros de la enseñanza primaria en las escuelas normales mientras que en la universidad no exista un Instituto de Pedagogía para formar a los profesores de bachillerato. 46 Y entre los colaboradores vamos a destacar a Gómez de Baquero, que firma como Andrenio y escribe acerca de los libros de texto, de su significado para los padres que desean una especie de cartilla científica que cueste poco dinero y en la que se pueda aprender fácilmente. Pero la crítica más dura la realiza Andrenio al papel que juega el Estado al autorizar los manuales escolares como si fuesen biblias docentes e incluso a aprobar el texto único «el estado cuando se mete a fabricar el dogma es peor que la iglesia». 47 El Instituto (1928) Probablemente la escasez de apoyo económico e institucional, la falta de colaboradores y la incomprensión de un buen número de profesores con fuertes resistencias a la formación didáctica y a la modificación del método memorístico llevaron a poner fin a la edición de la Revista de Segunda Enseñanza. Sin duda había sido una obra personal, fruto de la voluntad de José Rogerio Sánchez y, probablemente por ello, el claustro del Instituto de San Isidro recoge la antorcha y vota por unanimidad ofrecer un medio de comunicación a todos los institutos de España con una nueva revista El Instituto. 48 Esta nace con carácter trimestral pero apenas verán la luz durante 45 Nos referimos a los siguientes ejemplares El Debate, 21 de enero de 1922: 3, La Acción, 30 de enero de 1922: 2, El Sol, 2 de febrero de 1922: 3 y La Segunda Enseñanza, 9 de febrero 1922: 9. 46 La Segunda Enseñanza, año I, n.º 8, noviembre de 1922, pp. 445-491. 47 La Segunda Enseñanza, año IV, n.º 24, junio de 1926, pp. 245-247. 48 El Instituto. Publicación del Instituto San Isidro. Madrid Año I, n.º 1, 2, 3 y 4. Instituto de San Isidro, calle Toledo, 45, Madrid.
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el año 1928 cuatro números, si bien el tercero y el cuarto se publican en un mismo ejemplar. Va a constar de las mismas secciones que la Revista de Segunda Enseñanza, el mismo director, J. Rogerio Sánchez, y los mismos colaboradores: Estalella, Carandell, Puig Adam y Aguayo. Un lugar destacado en esta revista lo ocupan las discusiones de la Asamblea de catedráticos de España que se celebra en el Instituto de San Isidro y cuyo presidente es a la vez director de esta institución educativa. Una de las reivindicaciones es la creación de institutos elementales en más localidades y un mayor número de institutos superiores en Madrid, Barcelona y Valencia, con un doble fin: que las clases sean menos numerosas y frenar el peso que la enseñanza privada estaba adquiriendo principalmente en la capital. Esta revista continúa siendo el cordón umbilical que permite la comunicación de la educación secundaria española con instituciones educativas europeas como la Escuela Roan de Greenwich o la participación en el IX Congreso Internacional de Bucarest así como la difusión de investigaciones acerca de la organización y los libros de texto en Argentina y Chile. Y, como novedad, la creación del Premio M.ª Pilar Palacios Palacios, antigua alumna del Instituto de San Isidro que dota con una beca de 1000 pesetas anuales a la señorita que tras cursar el bachillerato en nuestro Instituto desee realizar los estudios universitarios. Crear una renta perpetua es un acto de solidaridad con las mujeres para estimular el deseo de cultura, la autonomía profesional y la independencia económica. Al igual que en la Revista de Segunda Enseñanza se exponen varias unidades didácticas de las que destacamos la presentada por Juan Carandell, catedrático de Historia Natural del Instituto de Córdoba, tras visitar las minas de Almadén. El Boletín de la Academia de Ampliación de Cultura (1935) Un nuevo fracaso debió asumir J. Rogerio Sánchez por la falta de apoyo para la edición y difusión de la revista El Instituto. Pero, desde 1920-21, este catedrático venía mostrándose firmemente convencido de la necesidad de convertir al alumno en el centro de los aprendizajes, de desterrar el memorismo y de mejorar la relación del profesor-alumno mediante el trato más cercano, por ello creo la Academia de Ampliación de Cultura, de asistencia libre pero muy numerosa en la que los alumnos leían y debatían sobre temas científicos, artísticos y literarios. El Boletín, a diferencia de las dos revistas anteriores, se ciñe al marco del propio Instituto y gran parte de las colaboraciones son realizadas por los propios alumnos.
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A partir de 1935, fruto de ese interés mutuo de los discípulos y el profesor, se elabora un Boletín de marcado matiz literario y artístico, en el cual varios alumnos presentan investigaciones escolares sobre Lope de Vega, Víctor Hugo, las mujeres en el Quijote o Velázquez. En la primera página el director del Instituto de San Isidro, Rioja lo Bianco, presenta los objetivos de esta revista: tratar de crear lazos de unión entre profesores y estudiantes, fomentar hábitos de trabajo y de estudio y despertar vocaciones en la edad de la adolescencia. De los trabajos escolares publicados en este Boletín destacamos el estudio ilustrado sobre los animales desaparecidos firmado por Ruiz Algora y los firmados por los dos alumnos representantes de la FUE en el claustro del Instituto, nos referimos a Díaz Ungría 49 que realiza «Una excursión por las cuevas del Instituto» y Luis María Lasala que presenta una antología juvenil sobre Emilio Castelar, el Arcipreste de Hita y San Juan de la Cruz. En el Boletín se incluye un texto que, bajo el título de Palabras de Unamuno, fue escrito el 4 de enero de 1935 en el propio Instituto de San Isidro. Una hermosa composición literaria en forma de carta a los Reyes Magos pidiendo la paz para los niños de España que Miguel de Unamuno redactó mientras presidía el Tribunal de oposiciones para cubrir la cátedra vacante de Preceptiva Literaria del Instituto Cardenal Cisneros de Madrid. Conclusiones La prensa española y el Instituto San Isidro han mantenido un maridaje fructífero para ambos. Por una parte, la prensa se hace eco de los acontecimientos que ocurren en esta institución por el interés que despierta entre sus lectores, periodistas y editores, en muchos casos personas allegadas al Instituto, antiguos alumnos, padres de estos, que llegan a convertirlo en una institución de referencia, en un escenario de debates y confrontaciones educativas, políticas, culturales y científicas. Las noticias publicadas van configurando a lo largo de los años la imagen de una institución educativa de carácter austero, digno, como los estudios que en ella se imparten, eficaces y comprometidos con las demandas formativas de la clase media madrileña. En Cordero del Campillo, Miguel, Veterinarios republicanos en la guerra civil y el exilio (www.acnv.es/centenario/libro/historia/cordero.pdf). Carlos Díaz Ungría, graduado en la Escuela de Madrid (1939), especializado en parasitología, marchó a Venezuela donde desarrolló una importante contribución al conocimiento parasitofaunístico. 49
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Y, por otra parte, el Instituto de San Isidro también se muestra interesado en la imagen que en la prensa se va transmitiendo de su funcionamiento y organización. De hecho varios profesores colaboran en la prensa general y profesional e incluso desde 1906 varios miembros del claustro llegan a editar revistas de temas educativos. Esta duplicidad en el ejercicio de la cátedra y el periodismo nos permite conocer multitud de datos referidos a las trayectorias profesionales, publicaciones y retratos de los profesores del Instituto San Isidro de la época, pero de forma especial, nos acerca a las discusiones, polémicas y propuestas que se están produciendo en el seno del claustro y el talante de los directores. Ahora bien, la prensa va a poner el acento en los asuntos más controvertidos, va a denunciar el abuso que realizan algunos catedráticos en la exigencia y el precio de los libros de texto y en el papel que juega esta institución ante las oposiciones a las plazas vacantes de cátedras de los institutos de España. Generalmente, la sede de los exámenes era el Instituto de San Isidro, por encontrarse este en la capital, y entre los miembros del tribunal siempre hay uno que pertenece a su claustro y que ejerce de presidente o de vocal, argumentos que se esgrimen desde la prensa para acusar a sus profesores de «electrizar» el proceso de selección y, además de que los catedráticos aprobados exigirán en provincias los manuales escolares publicados por los del Instituto de San Isidro. De esta forma, algunos periódicos tachan al profesorado del claustro del Instituto de San Isidro de gestionar un exceso de poder y ponen de relieve que el acceso a sus cátedras se ha convertido en la plataforma para alcanzar otros puestos de mayor reconocimiento. Se acusa a esta institución educativa de ser un lugar privilegiado por el que transita el saber pero también el poder político y académico que se reparte entre sus docentes. Varios son diputados, senadores, directores generales, profesores de universidad… La prensa delata que las vacantes de este Instituto fueron utilizadas en distintas oportunidades por el poder político para premiar a sus afines y permitirles el ejercicio, a la vez, de la docencia y del escaño. Ahora bien, si hablamos de directores encontramos que a cada gran cambio político le corresponde el nombramiento de un nuevo director, aquel que se identifica más con el poder gobernante será agraciado con la posibilidad de gestionar el mayor Instituto de España. Por lo que respecta a los alumnos, los mandatarios políticos y académicos buscan la obediencia sumisa de estos, especialmente, en las edades más tempranas y, por su parte, la prensa conoce la debilidad y el temor de los políticos ante las manifestaciones juveniles, de ahí que se haga eco una y otra vez de estas, pues evidentemente, la monotonía de las aulas no es noticia de interés. Desde 1894, nos encontramos que los periódicos
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están difundiendo la asistencia de los alumnos del Instituto San Isidro a las algaradas congregadas por razones internas como el desagrado de un profesor o a las convocadas por los estudiantes universitarios, pero con el paso del tiempo se van organizando asociaciones y sindicatos juveniles, las posturas se radicalizan, aparece la violencia y las armas, hasta que en el curso 1933-34 fue necesario que su director, Rioja lo Bianco, suspendiera cuatro veces las clases. Pero hemos comenzado estas conclusiones diciendo que el Instituto San Isidro es un escenario y así lo transmiten los periódicos en cuanto al uso de sus locales. A lo largo de su historia se han utilizado para distintos fines: reuniones de la Asamblea de catedráticos, de interinos, Centro Instructivo Obrero, escuela de Taquimecanografía, asambleas de los partidos políticos de todas las ideologías para elegir a sus representantes como Pi y Margall y Canalejas, reuniones de obreros, taxistas o bomberos…, sus galerías y aulas han sido testigos de acuerdos sobre temas muy variados. Finalmente, reconocemos que la prensa nos ha permitido transitar por los puentes que se tienden entre el pasado y el futuro del Instituto San Isidro y nos ha señalado los nudos gordianos de la educación secundaria, cuestiones no resueltas en nuestro país que una y otra vez emergen: el papel social y la autoridad del profesorado, el abuso del manual escolar, enseñanza pública-privada, la asignatura de religión, la educación para la ciudadanía… En tiempos tan inciertos como los que ahora vivimos entendemos que bien merece la pena estudiar la obra educativa del Instituto San Isidro para no repetir errores, para conseguir un gran acuerdo político y social consensuado en torno a la educación. Bibliografía Aguayo, Miguel, (1925): «Estudios de San Isidro», La Escuela moderna, Revista pedagógica y administrativa de primera enseñanza, año XXV, 07/1925, n.º 406, pp. 544-555. Altezas los infantes don Juan y don Gonzalo. Fotos Zapata y Benítez Casaux. La Estampa, 2/07/1929, p. 41. Álvarez-Sierra, (1932): «Los edificios de la Compañía de Jesús. El antiguo Colegio de Chamartín», El Imparcial, 8/05/1932, p. 5. «Apreciables coleguitas…», El Mentidero, 17/03/1917, p. 15. «Asamblea de catedráticos», La Educación, 3.ª época, año VIII, n.º 35, 10/05/1904, p. 1. «Asociación de Antiguos alumnos 1890», La Acción, Madrid, año VI, n.º 169, 5/04/1921. Bascuñana, J. (1917): «La Sindicación católica», La Acción, 17/12/1917, p. 2. Castrovido, Roberto (1926): «Pelo largo, ideas cortas», La Voz, año VII, 26/08/1926, p. 1. El Director del Instituto de San Isidro rodeado de los alumnos. Foto Alfonso, La Voz, 16/05/1922, p. 1. «El Instituto de San Isidro», El Sol, 16/12/1924, p. 4.
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«El Instituto de San Isidro en su tercer centenario», La Voz, diario democrático, segunda época, 31/01/1925, p. 4. Fabra, Nilo, «La Brega con los chiquillos del Instituto. Declaraciones de un bedel, hombre de principios rígidos», La voz, 9/12/1928, p. 7. Fernández Burgueño, Vicente y Rodríguez Guerrero, Carmen (2011): «El Instituto de San Isidro (1901-1936). La Edad de Plata de la enseñanza oficial», en Participación Educativa, número extraordinario (Profesorado de enseñanza secundaria, memoria y patrimonio), Consejo Escolar del Estado, pp. 211-224. González Serrano, Urbano, «La crítica religiosa», España, n.º 92, 05/1883, p. 4 «Incautación del colegio de Chamartín», La Voz, Edición de Madrid, 29/11/1932, p. 2. Foto Alfonso. Ingenio, Juan (1905): «Pero esos textos…», Revista Científica, Madrid, n.º 487, pp. 38-39. La Ibérica, diario liberal, sección oficial, segunda edición, Año XXII, n.º 5826, viernes 15/10/1875, p. 1. La Ilustración Española y Americana, año XXX, n.º XLVIIII, 30/12/1886; año XLVI, n.º V, 8/02/ 1902; año XXX, n.º XXIV, 30/06/1896. «Los estudiantes piden con energía la liberación de sus compañeros presos», La Voz, año XVI, n.º 1083, 7/02/1924, p. 1. «Nombramiento acertado, don Enrique Rioja, director del Instituto de San Isidro», La Libertad, 17/07/1931, p. 8. Sánchez-Ocaña, Vicente, «Todas las noches», El Heraldo, diario independiente, 30/05/1927, p. 8. Sección Gacetilla, La Discusión, Segunda época, 31/10/1868, p. 4.
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El Instituto de San Isidro: edificio emblemático e institución literaria por excelencia
Luis Cañizal de la Fuente Lourdes Gordaliza Escobar Isabel Meléndez Hevia Instituto San Isidro Introducción El Instituto de San Isidro es un monumento emblemático de la ciudad de Madrid. No solo nos referimos con estas palabras a que se trata de uno de los primeros institutos públicos de España, a los hechos que ayudaron a su fundación, a su construcción en la transición del Renacimiento al Barro co o a que ofrece a los visitantes el único claustro barroco de la ciudad. Con estas palabras nos referimos también a otras razones que lo justifican: en primer lugar, su ubicación en el centro de la ciudad, en el conocido como Madrid de los Austrias, pues fueron ellos quienes propiciaron su construcción, y que a lo largo de la historia fue centro de referencia obligado para los ciudadanos, dado que la calle de Toledo, que desemboca o nace en la Plaza Mayor, ha sido tradicionalmente una de las vías de entrada y salida de la ciudad, a la vez que punto de encuentro de los habitantes de la zona más poblada y popular de la villa. Esta es la razón por la que numerosos escritores lo citan en sus páginas, bien porque ellos mismos hubieran sido alumnos, bien porque algunos de sus personajes pasaran por sus aulas, o sencillamente porque el edificio formaba parte del decorado de esta calle y de este barrio, o incluso porque hechos ajenos a su finalidad educativa tuvieran lugar entre sus muros.
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En segundo lugar, fue el Instituto de San Isidro centro educativo de referencia, pues con esa intención fue creado. Por sus aulas han pasado personajes ilustres de todas las épocas, como queda reflejado en los expedientes conservados en el Instituto y en amplia documentación. Nos centraremos a continuación en la estrecha relación que desde el siglo xvii se establece entre el Instituto de San Isidro y la Literatura, pues no es otro el sentido de estas páginas. El Instituto de San Isidro, cuna de escritores Hablar del Instituto San Isidro es hablar de escritores y de referencias literarias. Es frecuente oír el comentario: ¡Ah, sí! el Instituto San Isidro; ahí estudiaron muchos escritores famosos… Pues sí, es cierto. Desde su fundación en la primera mitad del siglo xvii, este centro educativo, heredero de los Reales Estudios de San Isidro y gestionado como colegio de Jesuitas, tuvo clara vocación educadora. Por sus aulas pasaron insignes escritores como Lope de Vega, cuando en el siglo xvi era todavía colegio de jesuitas, Quevedo, ya como Colegio Imperial de la Compañía de Jesús, Juan Meléndez Valdés y Nicasio Álvarez Cienfuegos en el siglo xviii, Eugenio de Hartzenbusch, que en 1822 estudió aquí Humanidades; también Ventura de la Vega se sentó en estas aulas… y una larguísima lista que no se detiene hasta el siglo xx, como consta en la tercera parte de este trabajo. Asimismo, al estar adscrito a este centro el Seminario de Nobles, no ubicado en este edificio, se amplía la lista de alumnos nobles que formaron parte de esta gran familia; tal sería el caso de Víctor Hugo, por ejemplo, que estudió un año en sus aulas: Y he aquí por qué, un muchacho que por los años de 1810 vivía en nuestra corte y su calle de La Reina y era hijo del general francés Hugo, y se llamaba Víctor, encontró el romanticismo donde menos podía esperarse, esto es, en el Seminario de Nobles; y el picaruelo conoció lo que nosotros no habíamos sabido apreciar y teníamos enterrado hace dos siglos con Calderón. 1
Sobre la veracidad de esta cita de Mesonero Romanos hay ciertas dudas, pues José Simón Díaz, en su Historia del Colegio Imperial de Madrid 2 hace una clara referencia a que el Real Seminario de Nobles estaba cerrado en aquellos años. Mesonero Romanos, Ramón (2011): Escenas Matritenses: El Romanticismo y los Románticos, Madrid, Libro Electrónico, pp. 172-173. 2 Simón Díaz, José (1959): Historia del Colegio Imperial de Madrid, Madrid, CSIC, 2 tomos, t. II, p. 219. 1
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La confusión parece venir de que efectivamente en 1810 Víctor Hugo se trasladó a Madrid con su padre, el general del ejército francés Hugo, y efectivamente estudió en Madrid el curso 1811-1812, pero no en el auténtico Real Seminario de Nobles, sino en el colegio de San Antón, adscrito al Colegio Imperial, perteneciente a la orden del los Padres Escolapios, que los franceses habían convertido a la sazón en un «Seminario de Nobles». Quede, pues, constancia de esta confusión en la que pudo caer su contemporáneo, Ramón de Mesonero Romanos, también alumno de los Reales Estudios de San Isidro en 1814, como comenta en sus Memorias de un setentón, a raíz del hecho que comenta Simón Díaz de que en 25 de febrero de 1814 se inauguró en el centro la cátedra de Constitución. En ese acto, el nuevo bibliotecario, Francisco Sánchez Barbero, leyó una oda referida a la Constitución de 1812, de la que Mesonero Romanos comentaría en la referida obra: «Todos la aprendimos de memoria y de mí sé decir que la he conservado en ella a pesar del transcurso de 64 años». 3 Sin embargo sí que fue alumno de este Real Seminario de Nobles, entre 1826 y 1828 el poeta y dramaturgo José Zorrilla, como recuerda en sus Memorias del tiempo viejo: Metióme mi padre a los nueve años en el Real Seminario de Nobles, establecido por los Jesuitas en el edificio que es hoy, en la calle Duque de Alba, Cuartel de la Guardia Civil, y trasladado en 1828 al que hoy es Hospital Militar, en la calle de la Princesa […]. La idea de los buenos padres de la Compañía de Jesús, al establecer un colegio tan lujoso y tan privilegiado, para entrar en el cual era preciso hacer pruebas de nobleza, fue la de tener más tarde por discípulos a los hijos de todas las familias nobles […]. Halléme yo allí condiscípulo de los primeros títulos de Castilla, y recibí una educación muy superior a la que hasta entonces solían recibir los jóvenes de la clase media. 4
Muchos de estos escritores hacen en sus obras referencias directas al instituto de diferente manera. De Pío Baroja, como estudiante del Instituto, habla su biógrafo Sebastián Juan Arbó: A poco de haber llegado a Madrid, los hermanos se prepararon para los estudios. […] Memorias de un setentón II, p. 24, citado en Simón Díaz, J. (1991): Historia del Colegio Imperial, Madrid, CSIC, p. 391. 4 Zorrilla, José (1880): Memorias del tiempo viejo, Barcelona, Imprenta de los Sucesores de Ramírez y C.ª, 3 tomos, t. I, p. 18. 3
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266 EL instituto de san isidro Pío se matriculó en el Instituto de San Isidro para el año que le faltaba de Bachillerato. Siempre había ido al colegio con su hermano Ricardo; en Madrid, por primera vez, se quedaría solo. 5
También Pío Baroja, cuando recuerda su infancia, habla de los estudios de su padre, también alumno de esta Institución, algunos de cuyos profesores todavía lo eran cuando ingresó el joven Pío: A los catorce o quince años mi padre se fue a Madrid y comenzó a estudiar el bachillerato, y después, para Ingeniero de Minas. Entonces debía tener una amistad estrechísima con un camarada suyo llamado Goicoechea […]. La amistad de Goicoechea y de mi padre era tan grande, que en el Instituto de San Isidro, donde estudiaron los dos, porque había salido mal Goicoechea, mi padre consideró necesario que debía salir también mal, y no contestó a las preguntas que le hizo el profesor. 6
La experiencia como estudiantes en el Instituto San Isidro no es siempre felizmente recordada por todos ellos: Ian Gibson, biógrafo de Antonio Machado, hace referencias al tiempo en que este estudió en Madrid el bachillerato, primero en el Instituto San Isidro y más tarde en el Instituto Cardenal Cisneros. ¿No era un buen estudiante Antonio Machado? ¿Chocaba en exceso la mentalidad del escritor, educado en la Institución Libre de Enseñanza previamente, con una enseñanza reglada mucho más rígida? Es posible. Así lo expresa el propio poeta: «Pasé por el Instituto y por la Universidad, —escribe el poeta en 1913— pero de esos centros no conservo más huella que una gran aversión a lo académico». 7 A pesar de esta mala experiencia, Antonio Machado dedicó su vida a la enseñanza como catedrático de francés en los institutos de Soria, Baeza, Segovia y finalmente en el Instituto Cervantes de Madrid; ¿ironías del destino? Por todo ello, nos sentimos orgullosos al imaginar al poeta sentado en estas aulas, y en ningún caso pensamos que su creación literaria se viera perjudicada por unos más que regulares resultados académicos. Otro caso parecido es el del poeta Rafael Cansinos-Asséns. En sus memorias habla de su mala experiencia académica; no cita directamente este instituto, aunque nos consta que pasó por sus aulas; pero él había venido a Madrid, no con intención de seguir una enseñanza reglada, sino de empaparse del espíritu modernista que a principios de siglo se respiraba en la capital. Arbó, Sebastián Juan (1963): Pío Baroja y su tiempo, Barcelona, Planeta, p. 81. Baroja, Pío (1982): Familia, Infancia y Juventud, Madrid, Caro Raggio, p. 75. 7 Gibson, Ian (2006): Ligero de equipaje (la vida de Antonio Machado), Madrid, Aguilar, p. 71. 5 6
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A pesar de su resistencia a las aulas, sí cuenta Cansinos-Asséns que, por indicación de su tío, entonces mentor suyo, fue a visitar a Mario Méndez Bejarano, a la sazón catedrático de Literatura del Instituto Cardenal Cisneros. Después de leer algo de lo que el joven poeta había escrito, le recomendó encarecidamente que terminara sus estudios de bachillerato en el Instituto… Yo te daré a leer libros…, y te explicaré… Yo podría enseñarte muchas cosas… Y tú, que traduces, podrías también serme útil… Precisamente, yo siempre estoy necesitando secretarios… ¿Por qué no terminas el Grado y estudias una carrera? Con mi influencia podría hacerte catedrático… ¿Por qué no te decides y dejas a esos modernistas?… Conmigo podrías hacer tu porvenir. 8
Pero en este punto Cansinos-Asséns no se dejó asesorar. Otros escritores, como Benito Pérez Galdós, especialmente amante de la calle de Toledo, menciona este centro en algunas de sus obras, e incluso en otras aparece citado como centro de mucha actividad en el Madrid del siglo xix. El Instituto de San Isidro es un referente imprescindible en la vida de la villa desde su fundación. Nosotros nos centraremos en las referencias que aparecen en la literatura desde que se conformó como instituto público, en 1845. De todo ello daremos cumplida información en la tercera parte de este trabajo. La presencia del Instituto de San Isidro en la literatura Ya hemos comentado la importancia de esta institución a lo largo de la historia; centrémonos ahora en cómo este instituto aparece, además, en la literatura, y qué encontramos en las obras de numerosos escritores. En distintas obras y a lo largo de diferentes épocas, ocupando un mayor o menor espacio o a través de una simple mención, nuestro instituto, con sus diferentes denominaciones (Instituto San Isidro, Colegio Imperial,…) forma parte de la literatura española. Iniciamos esta enumeración en el siglo xviii con Diego Torres Villarroel, en cuya obra Visiones y visitas de Torres con D. Francisco de Quevedo por la corte simula recorrer con Quevedo algunas zonas de la ciudad, siguiendo el tono satírico de su maestro: Ya habíamos pasado el Colegio Imperial, cuando me acordé que dejaba en sus claustros la visita de más considerable atención. Díjele al difunto mi descuido, Cansinos-Asséns, Rafael (1983): La novela de un literato, Madrid, Alianza tres, tomo 1, p. 105. 8
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268 EL instituto de san isidro y le rogué que volviese a dar algunos pasos atrás, porque le faltaba que ver lo que únicamente le podía desenojar y templar el dolor y sentimiento de las relajaciones pasadas. Así lo hizo, y entramos por la puerta del Colegio al Seminario; y vista su docta arquitectura, le guié a las aulas, en donde con novedad se enseñaban las ciencias. Desde el ángulo, sin tocar los umbrales, reconocimos una pieza en cuadratura, de proporcionada cavidad, limpia y sin otro aderezo ni adorno que una bien meditada y distribuida disposición de bancos y mesas, para que sin trabajo trabajasen los maestros y oyentes. […] Salí del Colegio Imperial con buen ánimo de hablar sólidas verdades al curioso muerto; y guiábalo hacia la plazuela de la Cebada para que viese los barberos de viejo y las tiendecillas de hierro, que son las mutaciones en aquel teatro, cuando antes de llegar a la parroquia de San Millán. 9
Ya en el siglo xix, José M.ª de Pereda, en su novela La Montálvez, cita de nuevo esta institución educativa como la más selecta y la mejor preparada para la formación de un hijo: Tenían serias y largas discusiones don Santiago y su mujer sobre el punto referente a la educación de su hijo. ¿Por dónde comenzarían para no equivocarse? Y después, ¿le harían abogado, médico, ingeniero, cura, ministro, general, emperador…, pontífice?… Porque los alientos de los padres alcanzaban a todo eso, o poco menos, y los merecimientos que suponían en el hijo, a mucho más. Por de pronto, le matricularon en San Isidro; y después, curso tras curso y con regular aplicación y bastante aprovechamiento, llegó el estudiante á las vísperas del bachillerato al cumplir los catorce años de edad. Tenía entonces su padre cincuenta y cinco, y su madre… ¿quién era capaz de saberlo, ni para qué cansarse en averiguarlo? La Esfinge lo parecía ya de verdad; y cuando se llega á ese estado de petrificación y de dureza, se vive una eternidad, y no se cuenta por años, sino por siglos, como para los monumentos de los Faraones. 10
Es, sin embargo, Benito Pérez Galdós, uno de nuestros más prolíficos escritores, el que más abunda en citas a esta institución, bien por sucesos que tuvieron lugar en ella, bien porque, como Galdós comenta en su conferencia «Madrid», dictada en el Ateneo el 18 de marzo de 1915: La calle de Toledo, arteria pletórica de vida, de sangre, de gracia, de alegría, y ¿por qué no decirlo? de belleza, pues pienso yo que no hay calle en el mundo Torres Villarroel, Diego de (1786): Visiones y visitas de Torres con D. Francisco de Quevedo por la corte, Madrid, Imprenta de González, pp. 89-96. 10 Pereda, José María de (2008): La Montálvez, Libro electrónico, Teddington, Echo Library, p. 132. 9
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más bonita ni más pintoresca que esta de Toledo; calle sin igual por la gracia de los colorines que tremolan en ella de punta a punta, por los tenderetes donde se vende cuanto Dios crió, por la algarabía de los pregones y la cháchara del gentío parlero […] Toda la calle es roja, no precisamente por el matadero ni por la sangre revolucionaria, sino por la pintura exterior de las ochenta y ocho tabernas (las he contado) que existen desde la Plaza de la Cebada hasta la puerta de Toledo. 11
El Instituto de San Isidro, ubicado en esta calle, es por ello testigo del paso de innumerables personajes del escritor por ella. En su novela El audaz, Galdós recuerda un episodio relacionado con la institución y que nos remite al siglo xviii: «Yo, que conocí a su mujer allá por los años… sí —añadió recordando—, fue cuando el Sr. D. Carlos III echó de España a los jesuitas. Doña Rosa tenía un hermano en el Colegio Imperial, y fue preciso esconderlo. Era amigo de mi difunto, que murió en la guerra del Rosellón». 12 En las Memorias de un cortesano de 1815 Galdós hace una curiosa cita, en la que además de la crítica al personaje, encontramos una referencia a la ya entonces bien dotada Biblioteca del centro, que hacía necesaria la presencia de un bibliotecario: — Yo también me acuerdo, yo también —exclamó con júbilo mi amigo—. El infame bibliotecario de San Isidro se despachó a su gusto en estas endechas: El fanático error vencido cede, Y la sin par Constitución sucede; Constitución resuena Doquiera ya: Constitución inflama. 13
En Fortunata y Jacinta, novela muy ligada a la calle de Toledo y a todo el barrio en general, es obligada la referencia a tan digna institución: Día memorable fue para Juan Pablo aquél en que tropezó con un cierto amigote de la infancia, camarada suyo en San Isidro. El amigo era diputado de los que llamaban cimbrios, y Juan Pablo, que era hombre de mucha labia, le encareció tanto su aburrimiento de la vida comercial y lo bien dispuesto que estaba para la administrativa, que el otro se lo creyó, y hágote empleado. 14 Pérez Galdós, Benito (1968): «Madrid», en «Guía Espiritual de España», en Obras Completas, Madrid, Aguilar, tomo 6, p. 1.505. 12 Pérez Galdós, Benito (2003): El audaz. Historia de un radical de antaño, Madrid, Ediciones Libertarias, p. 165. 13 Pérez Galdós, Benito (1976): Memorias de un cortesano de 1815, Madrid, Alianza Editorial, p. 23. 14 Pérez Galdós, Benito (1988): Fortunata y Jacinta, Madrid, Librería y casa editorial Hernando, p. 292. 11
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En Un faccioso más y algunos frailes menos Galdós presenta a algunos personajes relacionados con este centro: Pero la persona más digna de mención entre los que visitaban a la hermosa señora era un jesuita del Colegio Imperial, llamado el padre Gracián, hombre de mucha piedad y oración. […] Antes de dormir, consagró dos horas al estudio y a la ciencia de que era maestro en las aulas del Colegio Imperial, la profunda y enmarañada Ética. Después oró y meditó por espacio de otras dos horas largas, puesto de hinojos a ratos, y a ratos tendido boca abajo sobre el suelo. Si Horacio y Cicerón hubieran, por arte del Demonio, salido de sus tumbas para oír como hablaban los malditos chicos del Colegio Imperial, habría sido curioso ver la cara que ponían aquellos dignos sujetos a cada instante se oía: Quantas habeo ganas manducandi! […]. Cansado de tanto correr, durante los tres días, entró en el colegio, tomó la pluma, y enjaretó su famoso Discurso apologético macarrónico. A medida que iba escribiéndolo, leía trozos de él en los corrillos de estudiantes, y bien pronto la fama de aquellos graciosos dislates se extendió por San Isidro, llegó a oídos de los Padres, y estos pidieron el manuscrito. Negolo y no quiso darlo D. Rodriguín por temor a una reprimenda; pero como ya los escolares amigos del autor habían sacado varias copias, facilitaron una al Padre Fernández (vel a Ferdinando), el cual se regocijó mucho con la lectura. Enterados los demás jesuitas se rieron en coro y a todo trapo, porque además de las chuscadas de la forma, había en el discurso una intención satírica que les agradaba en extremo. Don Rodriguín no fue castigado por su travesura latinizante; entregó a los Padres el manuscrito original donde se conservaba, según dijo, toda la pureza clásica del texto, libre de los múltiples errores de las copias, y gozó extraordinariamente con su triunfo literario. […]. 15
Finalmente no puede faltar el relato de uno de los episodios más terri bles del final del reinado de Fernando VII. Se desató en Madrid una brutal epidemia de cólera. Comenzó entonces a correr la voz en el barrio de que los jesuitas, los frailes del San Isidro, habían envenenado el agua de Madrid, y el pueblo, dominado por la cólera, se dirigió hacia el Colegio Imperial a tomarse la justicia por su mano. Galdós recuerda estos hechos en el mismo episodio: El populacho entró. Detúvose en el vestíbulo ante una figura que estaba allí sola, imponente, como imagen bajada de los altares. Era el padre Sauri, joven, flaco, pálido, valiente. La palidez, la energía de las facciones del jesuita, sus Pérez Galdós, Benito (1968): Un faccioso más y algunos frailes menos, Madrid, Aguilar, Obras completas, tomo II, pp. 223-264. 15
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ropas negras, su valor quizás, contuvieron un instante al populacho. Aquella repentina quietud parecía la perplejidad del arrepentimiento. El jesuita dijo con voz sonora y conmovida: «¿qué queréis?» Difícil era contestar con palabras a esta pregunta. Los sicarios no sabían bien lo que querían. De entre ellos salió una voz que gritó: «queremos tu sangre, perro». No fue preciso más. El padre Sauri desapareció. No puede describirse su horroroso martirio. […] Entre tanto los asesinos se difundieron por los inmensos claustros del vasto edificio […]. Quién le había de decir al juguetón estudiante que a las pocas horas de estas bromas había de ver morir trágicamente al infeliz Fernández, maestro dulce, tolerante […]. Rodriguín lo vio sorprendido por los sicarios al salir de su celda. Espantado el jesuita […] permaneció un instante perplejo e inmóvil […]. La plebe aprovechó aquel momento. Fue devorado en un soplo, como seca arista en el fuego. Rodriguín bajó la escalera. Su temor le daba alas. En el patio vio matar al padre Artigas y al hermano Elola […] y siguiendo la dirección de algunos escolares que huían, refugióse en la capilla doméstica. Allí estaba el padre Carasa con algunos colegiales rezando el rosario… 16
Con posterioridad, Galdós incluye otra breve referencia al mismo hecho en Mendizábal: «Me consta que le suplicó se interesase en favor mío la persona que le salvó la vida en el colegio de San Isidro el día del degüello, en Julio de 1834». 17 D. Marcelino Menéndez Pelayo, en su Historia de los Heterodoxos españoles, también menciona los mismos hechos: Amaneció al fin aquel horrible jueves 17 de julio, día de vergonzosa recordación, más que otro alguno de nuestra historia. Las doce serían cuando cayó la primera víctima, acusada de envenenar las fuentes. Otro infeliz, perseguido por igual pretexto, buscó refugio en el Colegio Imperial, y en pos de él penetraron los asesinos a las tres de la tarde. […] En la portería del Colegio Imperial en la calle de Toledo, en la de Barrionuevo, en la de los Estudios, en la plaza de San Millán, cayeron, a poder de sablazos y de tiros, hasta diez y seis (sic) jesuitas, cuyos cuerpos, acribillados de heridas, fueron arrastrados luego con horrenda algazara, y mutilados con mil refinamientos de exquisita crueldad […]. Uno de los asesinados era el P. Artigas, el mejor, o más bien el único arabista que había en España, maestro de Estévanez Calderón y de otros. 18 Ibídem, pp. 318-319. Pérez Galdós, Benito (1977): Mendizábal, Madrid, Alianza Editorial, p. 96. 18 Menéndez Pelayo, Marcelino (1948): Historia de los Heterodoxos españoles, Madrid, Edición Nacional, p. 221. 16 17
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Ya en el siglo xx, Pío Baroja hace también algunas referencias a estos hechos. En primer lugar en Aviraneta o la vida de un conspirador se refiere en el capítulo XXVIII a la matanza de frailes: Desde aquí, calle de Toledo abajo, formaba un batallón de milicianos. — ¿Qué pasa? — preguntó Aviraneta a un sargento de urbanos. — Que la gente ha hecho una degollina de frailes en San Isidro —contestó el sargento con petulancia, atusándose el bigote—. Se lo merecen. — ¿Y por qué? — Porque están impulsando el carlismo. — ¡Si no fuera más que eso! —dijo otro miliciano. — Pues, ¿hay algo más? — Que están echando cosas malas en el agua. […] En la esquina de la calle de Toledo y de los Estudios se amontonaban ropas, muebles, libros, cuadros, tirados desde el Colegio de San Isidro. Todo ennegrecido por el fuego. Los milicianos hacían guardia como si su única misión fuera vigilar estos objetos, y mientras tanto, seguían asesinando […] — ¡Hacen bien!— gritaban con voz aguda algunas mujeres. Que los maten a todos— ¡Canallas! […] ¡Por ellos está toda España llena de carlistas! […] — ¡Hasta que no se quemen todos los conventos y no se desuelle a todos los frailes no habrá aquí paz! 19
Con posterioridad, también hará referencia a estos hechos en sus Memorias de un hombre de acción aunque el Colegio Imperial ya no aparece directamente citado: Cantaba hace unos meses la tía Matafrailes, en la taberna del hermano de Balseiro, mientras afilaba el cuchillo con el que pensaba abrir en canal a un jesuita, esta canción: Tres cosas en el mundo Causan espante: tumulto, tirrimoto y el alifante. […] Se marchó decididamente a la taberna del hermano de Balseiro, el ladrón, de la calle Imperial, punto de cita en donde, según la voz pública, se habían reunido muchos de los autores de las matanzas antes del asalto a los conventos. 20 Baroja, Pío (1987): Aviraneta o la vida de un conspirador, Madrid, Caro Raggio, pp. 200-201. 20 Baroja, Pío (1947): Memorias de un hombre de acción, en Obras Completas, Madrid, Biblioteca Nueva, tomo 3, pp. 120 y 1107. 19
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Al margen de los hechos luctuosos ocurridos en el Colegio de San Isidro, Pío Baroja también fue alumno de este instituto, tal y como recoge en sus memorias, en el tomo Familia, infancia y juventud: Al poco tiempo de llegar a Madrid, como era época de otoño y época de comenzar los cursos, mis hermanos, Darío y Ricardo, entraron en una academia preparatoria para el ingreso en la Escuela Politécnica que acababa de fundarse. […] Yo me matriculé en el Instituto de San Isidro para estudiar el último año del Bachillerato. Estaban en aquel Instituto de Profesores algunos que lo habían sido de mi padre. 21
Su experiencia, sin embargo, no fue del todo grata al principio: El Instituto de San Isidro, como Instituto de barrios bajos, tenía muchos chiquillos de gente pobre, hijos de porteros, de taberneros y de otra clase popular. […] Avanzar hacia la Ribera de Curtidores vestido de señorito, con su bombín, como solíamos ir la mayoría de los estudiantes de este tiempo, era algo temerario. Yo recuerdo haberme acercado a la ronda de Toledo y haber tenido que echar a correr porque empezaban a tirarme piedras […]. En esta época —continúa— me sentía muy abandonado, muy desvalido. Cuando iba al Instituto, donde al principio no conocía a nadie, me parecía notar en los demás chicos cierta agresividad. 22
Asimismo recuerda el escritor el camino hasta el instituto desde su casa, con todo detalle: «Para ir de mi casa al Instituto de San Isidro subía por la calle del Espejo a la de Milaneses […]. De allí, por un arco, salía a la calle de la Pasa y luego a Puerta Cerrada y por la calle de Latoneros iba a la de Toledo». 23 Poco a poco, sin embargo, Baroja va tomando confianza y haciendo amigos: En el Instituto de San Isidro me encontré con un condiscípulo que había estado conmigo en Pamplona, llamado Carlos Venero. Este Venero era chico atrevido y se metía por todas partes. A mí me llevó a una porción de sitios que solo no me hubiera atrevido a ir. […] Una mañana, en los pasillos de San Isidro, un condiscípulo propuso hacer novillos e ir a ver cómo ejecutaban a los reos de la Guindalera. […] Mientras estudié en San Isidro no me cansé gran cosa. Muchas veces íbamos a hacer novillos a la parada de Palacio, y otras, a las rondas y a los alrededores del Rastro. 24 Baroja, Pío (1982): Familia, Infancia y Juventud, op. cit., p. 183. Ibídem, p. 186. 23 Ibídem, pp. 186-188. 24 Ibídem, pp. 189, 187 y 196. 21 22
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Más adelante, Pío Baroja decidió estudiar Medicina, algunas de cuyas asignaturas de primer curso se estudiaban en este centro: La clase de Química general del preparatorio de Medicina y de Farmacia se daba en esta época en una antigua capilla del Instituto de San Isidro, y esta tenía su entrada por la escuela de Arquitectura. […] La clase era la antigua capilla del Instituto de San Isidro, de cuando este era colegio de los Jesuitas. Tenía el techo pintado con grandes figuras, a estilo de Jordaens… 25
Baroja muestra de su época de estudiante de Medicina una visión más bien pesimista y escéptica de la sociedad y de la Universidad: En mi tiempo, el ambiente de inmoralidad, de falsedad, se reflejaba en las cátedras tanto o más que en los otros centros políticos o docentes. Yo pude comprobarlo al comenzar a estudiar Medicina. Los profesores del año preparatorio eran viejísimos: había algunos que llevaban cincuenta años explicando. Sin duda no los jubilaban por sus influencias y por esa simpatía y respeto que ha habido siempre en España por lo inútil. Sobre todo, en aquella clase de Química de la antigua capilla del Instituto de San Isidro era escandalosa. 26
En su novela El árbol de la ciencia, Pío Baroja se retrata en el personaje del protagonista, Andrés Hurtado, y su amigo y condiscípulo Carlos Venero queda reflejado en su amigo Julio Aracil. La clase de química general del año preparatorio de medicina y farmacia se daba en esta época en una antigua capilla del Instituto de San Isidro convertida en clase, y esta tenía su entrada por la Escuela de Arquitectura. La cantidad de estudiantes y la impaciencia que demostraban por entrar en el aula se explicaba fácilmente por ser aquél primer día de curso y del comienzo de la carrera. […] Hurtado se volvió y se encontró con su compañero de Instituto, Julio Aracil. Habían sido condiscípulos en San Isidro; pero Andrés hacía tiempo que no veía a Julio. Este había estudiado el último año del bachillerato, según dijo, en provincias. — ¿Qué, tú también vienes aquí? —le preguntó Aracil. — Ya ves. — ¿Qué estudias? — Medicina.
Ibídem, pp. 213-214. Ibídem, p. 229.
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— ¡Hombre! Yo también. Estudiaremos juntos. […] Aracil, su amigo y Hurtado se sentaron juntos. La clase era la antigua capilla del Instituto de San Isidro de cuando este pertenecía a los jesuitas. Tenía el techo pintado con grandes figuras a estilo de Jordaens; en los ángulos de la escocia los cuatro evangelistas y en el centro una porción de figuras y escenas bíblicas. Desde el suelo hasta cerca del techo se levantaba una gradería de madera muy empinada con una escalera central, lo que daba a la clase el aspecto del gallinero de un teatro. […] Sobre todo, aquella clase de Química de la antigua capilla del Instituto de San Isidro era escandalosa. El viejo profesor recordaba las conferencias del Instituto de Francia, de célebres químicos, y creía, sin duda, que explicando la obtención del nitrógeno y del cloro estaba haciendo un descubrimiento, y le gustaba que le aplaudieran. Satisfacía su pueril vanidad dejando los experimentos aparatosos para la conclusión de la clase con el fin de retirarse entre aplausos como un prestidigitador. 27
José Martínez Ruiz, Azorín, en su libro Madrid hace de nuevo dos referencias a la interesante y bien dotada biblioteca del Instituto de San Isidro: Había estado trabajando yo afanosamente en la biblioteca del Instituto de San Isidro, antigua biblioteca del Colegio Imperial de los jesuitas, riquísima en libros de mística y ascética. Preparaba yo mi novela La Voluntad, y durante seis meses estuve repasando todas las papeletas del índice y recogiendo apuntes y extractando libros […] Dediqué yo en la biblioteca de San Isidro atención preferente a la vida de las religiosas. El libro del obispo de Coria don García de Galarza Libro sobre la clausura de las monjas (Salamanca 1589) es bonito. 28
En 1943 Elena Fortún, seudónimo de Encarnación Aragoneses, termina de escribir su novela Celia en la revolución. En ella Celia aparece como alumna que fue de este centro: Detrás, en un camión, van dos osos blancos también disecados… Luego otro camión con vitrinas de aves preciosas… — Son de la colección de Medinaceli —oigo decir. Siguen por La Castellana hacia el Hipódromo y supongo que los llevan al Museo de Ciencias Naturales… Sí… Allí va uno de los profesores del Instituto San Isidro…
Baroja, Pío (1972): El árbol de la ciencia. Madrid, Alianza Editorial, pp. 8-9 y 13-14. Martínez Ruiz, José «Azorín» (1941): Madrid, en Obras Completas, Madrid, Aguilar, tomo 6, pp. 283-284. 27 28
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276 EL instituto de san isidro — ¿Qué haces aquí. Muchacha?… Tú eres…, espera, a ver si me acuerdo… Gálvez, ¿no es eso? — Sí, señor… — Hace mucho tiempo que no te he visto… No estudiabas ya en San Isidro, ¿verdad? — Se ha muerto mi madre… Estuvimos en Segovia…, luego en Santander…, fusilaron al abuelito… Quiero contarlo todo, pero no hay tiempo… — Ven para el Museo, pequeña… Verás cosas curiosas… Estamos salvando lo que podemos de la ignorancia del pueblo y de la barbarie de los bombardeos… ¿Sabes que La Comisión de Bellas Artes ha recuperado la Tirana? Claro que son infinitos los cuadros salvados de este desorden… ¡Estas colecciones particulares vedadas a los no aristócratas!… Ahora es todo del pueblo… Se va. Durante un momento me quedo viendo pasar el desfile de animales disecados. 29
En 1951 Arturo Barea, exiliado en Londres, publica en Argentina su trilogía La forja de un rebelde, que es una autobiografía. De origen humilde, Barea empezó a estudiar en el colegio en la sección de los niños pobres, que entraban por una puerta diferente y solo tenían acceso a los estudios básicos hasta los diez años. Sin embargo los jesuitas becaban a aquellos alumnos que sobresalían desde el punto de vista intelectual, y aquí queda reflejada su experiencia, no exenta de un punto de resentimiento y otro punto de amargura: Pero ahora estoy en una condición excepcional. Mejor dicho: estamos tres, Cerdeño, Sastre y yo. No tenemos fila. Nos quedamos detrás de todos en un grupito donde nadie nos ve ni nos mira y donde podemos hablar de rodillas, sentándonos sobre los talones de las botas, con los mil chicos delante y los catorce curas de pie, sobresaliendo con sus sotanas negras sobre las cabezas de los chicos. Los tres somos niños pobres. Los tres hemos ganado matrículas de honor en el Instituto de San Isidro y el colegio nos seguirá enseñando el bachillerato gratuitamente. Como solo hay clases de bachillerato para los niños ricos, estamos en las mismas clases que ellos, pero como los niños pobres no se pueden mezclar con los ricos porque sería mal ejemplo y como tampoco podemos ya mezclarnos con los pobres porque no pertenecemos a sus clases, y además los pobres y los ricos están en pisos distintos del colegio, no tenemos fila ni puesto en las filas. Oímos la misa aparte y salimos a la calle solos. A la hora del recreo, los niños ricos no juegan con nosotros y jugamos solos los tres. Aragoneses, Encarnación «Elena Fortún» (1987): Celia en la revolución, Madrid, Aguilar, pp. 122-123. 29
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En la clase somos los tres primeros por el derecho de las matrículas y nadie puede quitarnos de allí, aunque todos están contra nosotros; pero nosotros estamos contra todos. 30
José Manuel Fajardo, en La epopeya de los locos, también sitúa a su personaje como alumno del Instituto San Isidro. En esta obra relata la peripecia trágica de los españoles que participaron en la Revolución Francesa, especialmente el Abate Marchena: A los doce años de edad fue enviado por sus padres a Madrid para continuar su formación. En el colegio de doña María de Aragón se familiarizó durante tres años con la lógica, la metafísica y la filosofía natural. Ingresó después en los Reales Estudios de San Isidro, para aprender filosofía moral y sentar las bases de unos estudios de Leyes que le guiaran por el mismo sendero que había recorrido ya su padre, y en los Reales Estudios encontró también un clima de apertura pedagógica y religiosa fomentado por las reformas educativas. El colegio, que bajo el nombre de Colegio Imperial de Madrid había pertenecido a la Compañía de Jesús hasta su expulsión, era ahora una avanzadilla de la educación moderna que el rey amparaba y que, en la Universidad, había sido impulsada por Pablo de Olavide, autor del nuevo plan de estudios universitarios que se había experimentado ya en la Universidad de Sevilla. En los Reales Estudios se estudiaban asignaturas excluidas de la mayoría de los centros docentes, como física, matemáticas, griego y árabe. En el mes de agosto de 1784, Marchena pasó el examen de lengua hebrea con el catedrático don Fermín de Arteta; tres meses después, a punto de cumplir dieciséis años, aprobaba el examen de Letras Humanas a que le sometían los doctores Sempere y Meléndez Valdés, de la Universidad de Salamanca: tenía abierto el acceso al centro intelectual heterodoxo más activo de España. 31
Ciertamente José Marchena (el Abate Marchena) fue alumno del centro entre 1783 y 1784. Aquí estudió Filosofía Moral, Griego y Hebreo. Finalmente, en 2012, la escritora y periodista Rosa Huertas ganó el premio Alandar de literatura juvenil, con su novela Tuerto, maldito y enamorado, en la que algunos personajes son alumnos del Instituto San Isidro: Salí al patio en busca de Ricardo, sabía dónde encontrarlo, los días lluviosos el claustro era un espectáculo que no había que perderse. Nuestro instituto es una auténtica reliquia histórica, en él estudiaron casi todos los hombres ilustres de Madrid desde el siglo xvii. Un lujo que solo los profes y poquísimos alumnos Barea, Barea, Arturo (1984): La forja de un rebelde, Madrid, Turner, pp. 113-114. Fajardo, de José Manuel (2002): La epopeya de los locos, Barcelona, Ediciones B,
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278 EL instituto de san isidro saben apreciar. El claustro barroco tiene unas gárgolas metálicas que vomitan agua los días de tormenta con una furia sobrecogedora. Algunos nos hemos dado cuenta y pasamos el recreo embobados escuchando el agua y mirando los torrentes deslizarse hasta el suelo. 32
Nos consta el atractivo que para esta escritora tiene este instituto, siendo ella como es, vecina del barrio. Galdós tenía razón; este barrio y esta calle eran algo importante y atractivo en la vida de Madrid. Conclusiones A lo largo de nuestro artículo se puede apreciar la importancia que el Instituto San Isidro ha tenido como espacio literario desde su fundación, en las obras de los autores más representativos de las distintas épocas de la literatura. Nuestro Instituto es el espacio por el que han transitado diversos personajes, con sus formas de vida social e históricamente reconocibles. Su contemplación no se agota en su extraordinaria construcción. Este bello edificio arquitectónico ha ambientado un gran número de historias a lo largo de su historia. Las que hemos señalado en nuestro trabajo, son solamente algunas de las numerosísimas ocasiones en que el Instituto de San Isidro aparece en la literatura: Visiones y visitas de Torres con D. Francisco de Quevedo por la corte, La Montálvez, El audaz, Memorias de un cortesano de 1815, Fortunata y Jacinta, Un faccioso más y algunos frailes menos, Mendizábal, Aviraneta o la vida de un conspirador, Memorias de un hombre de acción, Familia, infancia y juventud, El árbol de la ciencia, Madrid, Celia en la revolución, La forja de un rebelde, La epopeya de los locos, Tuerto, maldito y enamorado… Hemos querido dejar aquí constancia de la importancia de esta institución en la vida de Madrid y de los madrileños desde su fundación. La lista de escritores y personalidades en general que pasaron por sus aulas es muy larga: Lope de Vega, Quevedo, Juan Meléndez Valdés, Nicasio Álvarez Cienfuegos, Eugenio de Hartzembusch, Ventura de la Vega, José Zorrilla, Pío Baroja, Antonio Machado… Sirvan estas páginas a modo de humilde aportación al conocimiento y al reconocimiento de esta insigne casa.
Huertas, Rosa de (2010): Tuerto, maldito y enamorado, Zaragoza, Edelvives, p. 16.
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El Instituto de San Isidro: edificio emblemático e institución…
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El krausismo en el Instituto de San Isidro: Urbano González Serrano
Julio Simó Ruescas Instituto San Isidro Introducción La segunda mitad del siglo xix fue testigo de la introducción y difusión de la filosofía krausista en España de la mano de Julián Sanz del Río, quien desde su Cátedra de la Universidad Central de Madrid, donde ejerció entre 1854 y 1869, formó a toda una generación de juristas, filósofos o incluso científicos, que ejercerían una poderosa influencia en la educación y la ciencia española durante varias décadas, influencia que quizá no sea exagerado decir que de alguna manera se prolonga hasta nuestros días. Sin duda, el alcance del vuelo de la filosofía krausista por sí misma es insuficiente para explicar este ascendiente, pero hay otros factores que nos pueden proporcionar pistas para comprenderlo. No se puede olvidar, en primer lugar, que la tradición krausista española se enmarca desde sus orígenes, con todos los matices que queramos introducir, en la corriente del pensamiento liberal-progresista que trata de romper las barreras impuestas por un modelo conservador y doctrinario en la construcción del Estado liberal en España y que, incluso, algunos de los representantes de esa tradición derivan hacia el republicanismo como consecuencia lógica de su rechazo a ese modelo, en el que la monarquía jugaba un papel central. Un republicanismo, este de algunos de los integrantes de la tradición krausista, liberal, burgués, cuyo máximo representante sería Nicolás Salmerón, presidente del poder ejecutivo de la I República española entre julio y septiembre de 1873, pero que no descarta también acoger y acercarse al nuevo movimiento obrero, que alcanza
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un importante impulso al calor del entusiasmo político y social suscitado por la revolución de 1868 y el Sexenio revolucionario. Un republicanismo que cree sobre todo en el valor de la educación como elemento de transformación social, como forma de liberar al ser humano de las ataduras de la tradición. Porque, en segundo lugar, pero no por ello menos importante, la tradición krausista española está ligada a una obra educativa que tiene su punto culminante con la creación en 1876 de la Institución Libre de Enseñanza, pero que se había iniciado años antes con la labor desarrollada desde sus cátedras por la primera generación de pensadores krausistas, la de Julián Sanz del Río y Fernando de Castro, o inmediatamente después por la de sus primeros discípulos, Francisco Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate o el propio Nicolás Salmerón. Los miembros de la tradición krausista estarán para siempre ligados a la primera y segunda cuestión universitaria, que estallan en 1866 y 1875 respectivamente, y que constituyen un ejemplo de resistencia a las imposiciones del poder político por cercenar algo tan querido para los profesores de esa tradición del pensamiento liberal-progresista como la libertad de cátedra y la independencia del pensamiento y de la ciencia con respecto al peso de la tradición y a las necesidades de corto vuelo del poder político. No en vano, la defensa de la libertad de cátedra se convirtió, y lo es aún, en una de las reivindicaciones centrales de los conflictos educativos en España, quizá porque en pocos sitios se ha visto tan amenazada a lo largo de la historia. Como no podía ser menos, el Instituto de San Isidro no permaneció al margen de este «movimiento novísimo» de la filosofía española. Si esto fue así, se debe fundamentalmente, al margen de la pertenencia al Instituto de otros profesores más lateralmente relacionados con el krausismo o con otras corrientes de esa nueva filosofía, a la presencia en el San Isidro durante más de treinta años al frente de la cátedra de Psicología, Lógica y Filosofía moral, de Urbano González Serrano, uno de los miembros más cualificados de la escuela. Discípulo de Nicolás Salmerón, quien fuera también profesor en el Instituto de San Isidro, González Serrano ejerció su magisterio entre 1873, año en que obtuvo su cátedra en el Instituto y 1904, año de su muerte, contribuyendo a renovar la filosofía española y participando también en acontecimientos decisivos de la vida política y cultural española durante esos años. Nos proponemos aquí, pues, seguir el rastro de la trayectoria vital y docente dentro y fuera del Instituto de Urbano González Serrano. Puesto que como hemos indicado más arriba, la difusión del krausismo en España es inseparable de la puesta en marcha de una corriente del progresismo liberal que en ocasiones desemboca en el republicanismo y teniendo en cuenta que en esta tarea González Serrano ocupó un papel muy significativo, es obligado también hacer referencia a este aspecto de su trayectoria. Finalmente, nos ocuparemos de analizar algunos aspectos concretos de su filosofía, y especialmente aquellos que se refieren a
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cómo Urbano González Serrano se enfrenta al evolucionismo científico, lo que en esos momentos se llamó el transformismo y a algunas de sus derivaciones en el campo de las ciencias sociales, lo que se llamó el darwinismo social. Urbano González Serrano. Trayectoria vital Urbano González Serrano, el mayor de los cuatro hijos del matrimonio formado por Urbano González Corisco y Dorotea Serrano Moreno, nace en Navalmoral de la Mata, provincia de Cáceres, el 25 de mayo de 1848. Su madre murió cuando Urbano contaba apenas siete años, como consecuencia de la epidemia de cólera que se extendió por Navalmoral de la Mata en 1855, una de esas epidemias que con una periodicidad casi fija de diez años azotarían la península a lo largo del siglo xix, y que empezaron con la terrible epidemia de 1804 y no amortiguarían sus efectos hasta después de la también asoladora epidemia de 1888. Su padre, que, tras haber estudiado la carrera de escribano en Cáceres, obtuvo la notaría de Navalmoral de la Mata precisamente como premio a los servicios prestados durante la epidemia de 1855, ejerció como notario en la localidad natal de Urbano González Serrano hasta su muerte, que según testimonios familiares se produjo en 1905, un año después de la de su hijo Urbano. Urbano González Corisco era afín al partido moderado en los años del reinado de Isabel II y con la Restauración militaría en el partido conservador. 1 Según sus biógrafos, en 1859, su padre interna a Urbano González Serra no en un colegio de Talavera de la Reina, donde estudia los dos primeros años del Bachillerato. 2 Sin embargo, los datos sobre este asunto son algo confusos. En el expediente académico que se conserva en el Instituto de San Isidro, aparece que esos dos primeros años de Bachillerato los estudió González Serrano en el Instituto de Cuenca, y así aparece corroborado en el mismo expediente en una instancia de puño y letra de González Serrano 1 Para los datos biográficos de Urbano González Serrano, nos basamos principalmente en cuatro fuentes. Por un lado, los datos aportados por sus biógrafos, tanto su colaboradora Concepción Saiz (Saiz y Otero, Concepción (1914): Urbano González Serrano (Boceto biográfico), Madrid, Librería General de Victoriano Suárez) como el que fuera profesor de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid y estudioso de la obra del filósofo extremeño, Antonio Jiménez García (Jiménez García, Antonio (1996): El krausopositivismo de Urbano González Serrano, Badajoz, Departamento de Publicaciones de la Excma. Diputación Provincial de Badajoz). Por otro lado, los datos contenidos en los expedientes de Urbano González Serrano, tanto el expediente académico de la segunda enseñanza que se conserva en el Instituto de San Isidro, como en el profesional que se encuentra en el Archivo General de la Administración (Archivo General de la Administración, sección de Educación y Ciencia [en lo sucesivo AGA-EC], Caja 32, Legajo 8221). 2 Jiménez García, Antonio, op. cit., p. 14.
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con fecha de 4 de junio de 1864 en el que solicita ser admitido en el grado de Bachiller en Artes. Sin embargo, dos certificaciones del catedrático y secretario del Instituto de segunda enseñanza de Toledo, Rafael Díaz y Jurado, contenidas también en el expediente del Instituto de San Isidro, fechadas respectivamente el 22 de octubre de 1860 y el 9 de septiembre de 1861, dan cuenta de que Urbano González Serrano estuvo matriculado y aprobó en ese Instituto durante los cursos 1859-1860 y 1860-1861, las asignaturas de Primer año de Latín, Religión y Moral y Repaso de Lectura y Escritura, el primero de esos años, y Segundo año de Latín y Castellano, Religión y Moral, y Repaso de Lectura y Escritura, el segundo, lo que daría verosimilitud a lo relatado por Antonio Jiménez García. Nos inclinamos a pensar que así fue y que tal vez el Instituto de Cuenca sería el encargado de certificar los estudios realizados en el Colegio de Talavera y aprobados en el Instituto de Toledo. En cualquier caso, reproducimos a continuación el expediente académico de Urbano González Serrano existente el Instituto de San Isidro. 3
Asignaturas
Curso Académico
Nota en los exámenes de Prueba de Curso
Establecimiento en que las ha probado
1.º
Latín
1859 a 1860
Sobresaliente
Instituto de Cuenca
1.º
Religión y Lectura
Id.
Ganada
Ibídem
2.º
Latín
1860 a 1861
Bueno
Ibídem
Año
2.º
Religión y Lectura
Id.
Ganada
Ibídem
3.º
Gramática Griega
1861 a 1862
Sobresaliente
López Pantoja
3.º
Geografía
Id.
Sobresaliente
Ibídem
3.º
1.º de Matemáticas
Id.
Sobresaliente
Ibídem
3.º
Doctrina cristiana
Id.
Suspenso/Notable
Ibídem
4.º
Historia general
1862 a 1863
Sobresaliente
López Pantoja
4.º
Retórica y Poética
Id.
Sobresaliente
Ibídem
4.º
2.º de Matemáticas
Id.
Notable
Ibídem
4.º
2.º de Griego
Id.
Sobresaliente
Ibídem
4.º
Francés
Id.
Notable
Ibídem
Lógica
1863 a 1864
Notable
San Isidro
Física y Química
Id.
Notable
Ibídem
Historia Natural
Id.
Bueno
Ibídem
3
3 En la instancia de González Serrano a que antes hemos hecho referencia se aclara que estas asignaturas en las que aparece «ganada», son «ganadas por asistencia». En algún otro momento, la nota de estas asignaturas aparecerá como «aprobado».
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Todos estos datos aparecen confirmados, como ya se ha indicado, en la instancia que Urbano González Serrano presenta en el Instituto de San Isidro el 4 de junio de 1864 con motivo de ser admitido en las pruebas para obtener el Bachillerato en Artes. El día 18 de junio de ese mismo año realiza el primer ejercicio del grado de Bachiller obteniendo la calificación de «aprobado». El día 21 de junio tienen lugar el segundo y tercer ejercicio de este grado que supera con la calificación de «sobresaliente» en el primero de ellos y de «aprobado» en el segundo. Habiendo superado los ejercicios del grado de Bachiller en Artes, con fecha 10 de julio de 1864 le es expedido el título de Bachiller en Filosofía, tras haber satisfecho la cantidad de 100 reales según marcaba el artículo 325 del Reglamento vigente de Estudios. En la matrícula de las asignaturas que Urbano González Serrano cursó en su último año de segunda enseñanza, las de Física, Lógica e Historia Natural, consta que vivía en la calle de la Colegiata número ocho, cuarto principal. Actúa como fiador de esta solicitud de matrícula Esteban López Pantoja, titular del internado de la calle Colegiata en el que estudiaba González Serrano y que aparece con el mismo domicilio que su pupilo. Es en este colegio en el que, según su biógrafa Concepción Saiz, Urbano González Serrano conoció al que sería su mentor y maestro, Nicolás Salmerón, quien llamaría al joven extremeño «hijo de su pensamiento». 4 Acabados sus estudios de segunda enseñanza, continuó González Serrano sus estudios universitarios en la Universidad Central, obteniendo el 19 de junio de 1867 el grado de Bachiller en la Facultad de Filosofía y Letras con nota de «sobresaliente», el 11 de junio de 1869 el de Licenciado y en 1870 el de Doctor en la misma Facultad 5 y con la misma calificación que en el titulo de Bachiller. En estos últimos casos fue dispensado de pagar los derechos para la obtención del título al haber conseguido el premio extraordinario correspondiente a cada uno de dichos grados. 6 Al mismo tiempo cursó la carrera de Derecho, en cuya Facultad recibió el título de Bachiller. A este respecto cuenta Concepción Saiz que al terminar la segunda de estas carreras, la de Derecho, de la que dice que fue elegida por su padre, mientras que la de Filosofía fue su elección personal, «se negó rotundamente a licenciarse (aún sabiendo que tal negativa disgustaba a su padre, a quien profesaba tierno afecto Saiz y Otero, Concepción, op. cit., p. 9. Antonio Jiménez García piensa que la fecha de 1870 para la obtención del grado de doctor es incorrecta y que obtuvo dicho grado realmente en 1871, en concreto el día 7 de marzo. Jiménez García, Antonio, op. cit., p. 24. 6 Expediente personal de Urbano González Serrano, AGA-EC, Caja 32, Legajo 8221. 4 5
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y hondo respeto), porque temía llegase un momento en que las ventajas económicas ofrecidas por un bufete le alejasen del cultivo de la Filosofía, alto ideal de su vida». 7 Estos años de estudios universitarios de González Serrano coinciden con las agitaciones del final del reinado de Isabel II y la represión contra los diferentes sectores de la oposición, y entre ellos la oposición intelectual, represión de la cual son testimonio los sucesos de La noche de San Daniel (10 de abril de 1865) y la Primera cuestión universitaria, desatada en 1867 tras la publicación el 22 de enero de ese año de un decreto por el ministro de Fomento, Manuel de Orovio, en el que se prohibía al profesorado pertenecer a cualquier asociación política y se ordenaba la apertura de un expediente contra el catedrático de Facultad que, bien desde la cátedra, bien a través de la publicación de libros o folletos «vertiese doctrinas erróneas o perniciosas en el orden religioso, moral o político…». Este decreto fue utilizado para expulsar de sus cátedras a Julián Sanz del Río, el introductor de Krause en España, cuya edición del Ideal de la Humanidad para la vida, de Krause, había sido incluida en el Índice, y a Nicolás Salmerón, lo que fue seguido de las protestas y separación de sus cátedras de Francisco Giner de los Ríos, Fernando de Castro y otros. Son escasas las referencias que hemos encontrado de la participación de González Serrano en estos acontecimientos. Ninguna, en el caso de la Primera cuestión universitaria, sin duda porque las protestas y las separaciones de sus cátedras se limitaron a los catedráticos de Universidad, mientras que González Serrano era aún en esas fechas un estudiante universitario, y solo una referencia literaria en lo que hace a la participación de González Serrano en los sucesos de La noche de San Daniel. Esa referencia se debe a Benito Pérez Galdós, quien en uno de sus Episodios Nacionales, el titulado Prim, hablando de cómo llegan a la sede del Ateneo, entonces en la calle de la Montera, los ecos de la represión que está teniendo lugar en la Puerta del Sol, dice a este respecto: Algunos ateneístas de los que se arremolinaban en los pasillos pensaron salir y aproximarse a la Puerta del Sol para ver de cerca la jarana, pero en esto llegó sin aliento un precoz filósofo, González Serrano, y dijo: —No salgan ahora, no salga nadie… Por poco me gano un sablazo… El dolor que tengo aquí, ¡ay!. Es de un golpe, ¡ay!…Se me vino encima la cabeza de un caballo…Ya cargan, ya vienen cargando por la calle de la Montera. 8 Saiz y Otero, Concepción, op. cit., p. 9. Pérez Galdós, Benito (2007): Episodios Nacionales, Cuarta serie, vol. 9, «Prim», Madrid, Alianza Editorial, p. 98. 7 8
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La revolución de 1868 supondría la reposición en sus cátedras de los profesores expulsados en la Primera cuestión universitaria, mientras que González Serrano acababa sus estudios universitarios y, como se ha indicado, obtenía el grado de doctor en Filosofía. El tema de la tesis doctoral defendida por González Serrano llevaba por título Los Principios de la Moral y la Doctrina Positivista, que en abril de 1871 fue publicado con el título de Estudio sobre los principios de la moral en relación a la Doctrina positivista. Este asunto sería, como veremos más tarde, una de las preocupaciones centrales de los pensadores de tradición krausista de su generación, como Augusto González de Linares o Alfredo Calderón y Arana. A partir de noviembre de 1868 comienza la carrera docente de Urbano González Serrano, primero como auxiliar de la clase de Lógica del Instituto llamado entonces del Noviciado, en Madrid, sirviendo en este cargo durante un año, sin percibir remuneración alguna, por lo que la Diputación provincial de Madrid le dio oficialmente las gracias. Durante el Sexenio Revolucionario, la actividad política de Nicolás Salmerón le impediría sin duda ocuparse con la suficiente dedicación de su cátedra en la Universidad Central, por lo que el que sería presidente del poder ejecutivo confió en su discípulo para hacerse cargo provisionalmente de la cátedra. Así, el 23 de septiembre de 1871, Urbano González Serrano fue nombrado auxiliar de la cátedra de Metafísica de la Universidad Central con la gratificación anual de dos mil pesetas, por acuerdo del claustro de la Facultad de Filosofía y Letras, cesando en el cargo siete meses después cuando se reincorporó el catedrático propietario. De nuevo el 13 de mayo de 1872 y el 15 de febrero de 1873, cuatro días después de proclamarse la I República, González Serrano fue nombrado para ejercer como auxiliar de la cátedra de Metafísica de la Universidad Central, cesando en ambos casos al reincorporarse a la cátedra Nicolás Salmerón. 9 Con esto acabaría la carrera de González Serrano como profesor universitario, ya que aunque ese mismo año de 1873, el 15 de octubre, fue nombrado como miembro del tribunal para las oposiciones destinadas a cubrir la cátedra de Metafísica vacante en las Universidades de Salamanca, Zaragoza y Granada, él nunca optó a una cátedra universitaria. El 18 de junio de 1873 fue nombrado catedrático de Psicología, Lógica y Filosofía moral del Instituto de San Isidro, con el sueldo de tres mil pesetas anuales, tomando posesión de dicho cargo el 25 de junio de ese mismo mes, permaneciendo en ese cargo hasta su muerte en 1904. Pero de su trayectoria en el Instituto de San Isidro nos ocuparemos más tarde. AGA-EC, Caja 32, Legajo 8221.
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Instalado ya en su cátedra del San Isidro, Urbano González Serrano mantendría además una intensa actividad en otros ámbitos que podemos dividir en los siguientes: en primer lugar, su vinculación con el Ateneo de Madrid, en cuyos debates participó activamente al menos desde mediados de los años 1870. En segundo lugar, su relación con las iniciativas docentes que surgen del entorno de la tradición krausista, como el Colegio Internacional, antecedente inmediato de la Institución Libre de Enseñanza, fundado por Nicolás Salmerón y en cuyo cuadro de profesores figuró González Serrano, que incluso parece ser que llegó a dirigirlo durante algún tiempo, en el momento de mayor dedicación a la política de Nicolás Salmerón. 10 González Serrano también está entre los socios fundadores de la Institución Libre de Enseñanza y colaboró con ella, escribiendo algunos artículos en el Boletín de la institución Libre de Enseñanza, si bien no muy asiduamente. En cualquier caso, no encontramos a González Serrano en el cuadro de profesores de la Institución. En tercer lugar, su actividad política. González Serrano estuvo vinculado durante toda su vida a la corriente política representada por Nicolás Salmerón y que desembocó ya en la Restauración en la creación del Partido Republicano centralista. La historia del republicanismo durante la Restauración está llena de altibajos. A las características políticas del régimen, el falseamiento electoral, el caciquismo y la represión ejercida contra la oposición que se situaba al margen del régimen, hay que añadir las propias debilidades y divisiones dentro del movimiento republicano, entre por un lado los partidarios de un Estado federal y los que tendían más bien a un Estado unitario y, por otro, entre quienes apostaban por la vía insurreccional como forma de provocar una transformación política y quienes, aún sin descartar totalmente esa vía, se inclinaban por medios pacíficos. Así, los resultados electorales de los grupos republicanos fluctúan bastante durante el último cuarto del siglo xix, dependiendo entre otras cosas de que esos grupos lograran unir o no sus fuerzas ante las convocatorias electorales. Las elecciones de 1881, supusieron la primera ocasión en que corrió el turno de partidos durante la Restauración. El largo periodo de gobierno de Cánovas, desde que comenzó la Restauración, llega a su fin y se forma un gobierno dirigido por Sagasta, con Albareda al frente del ministerio de Fomento, lo que supondría la reintegración a sus cátedras de los profesores expulsados en la Segunda cuestión universitaria de 1875. Pero además, las elecciones de 1881 supusieron un cierto avance de la izquierda, lo que permitió a González Jiménez García, Antonio, op. cit., p. 28.
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Serrano obtener un acta de diputado por su distrito natal de Navalmoral de la Mata. No volvería el catedrático del Instituto de San Isidro a tener ocasión de estar presente en las Cortes fuera de esta breve legislatura de poco más de dos años en la que en sus discursos parlamentarios, al margen de aspectos particulares de su distrito electoral, se centra en cuestiones como la lucha por la abolición de la esclavitud o la separación entre la Iglesia y el Estado. También participaría activamente González Serrano en el órgano del Partido Republicano Centralista, La Justicia. 11 Finalmente, su colaboración con numerosas publicaciones de la época, así como la publicación de diversos libros, en muchos casos manuales para sus clases en el Instituto de San Isidro. Entre las publicaciones en las que colaboró González Serrano, hay que destacar la Revista de España, la Revista Contemporánea o La España Moderna. En cuanto a sus libros, al margen de los manuales escritos para sus clases en el Instituto de San Isidro, podemos destacar La Psicología contemporánea. Examen crítico de las opiniones y tendencias más extendidas y autorizadas entre los modernos psicólogos sobre la ciencia del alma, de 1880, los Ensayos de Crítica y de Filosofía, de 1881, las Cuestiones Contemporáneas, de 1883 o La Sociología científica, de 1884. Con su posición económica asegurada tras obtener la cátedra del Instituto de San Isidro, Urbano González Serrano contrae matrimonio con Petra de la Calle Corisco, matrimonio del que nacerían dos hijos, Pedro Urbano y Dorotea. Su vida transcurrió tranquilamente entre sus clases en el Instituto, sus charlas y debates en el Ateneo y en los cafés y su cada vez más escasa actividad política. Durante muchos años vivió en el número quince de la calle de Fomento, donde falleció el 13 de enero de 1904 a los 55 años de edad, víctima de una enfermedad gastrointestinal que se le había agravado en los últimos tiempos, sin que sus estancias en Solares para tomar las aguas aliviaran su dolencia. Urbano González Serrano en el Instituto de San Isidro Como ya se ha indicado antes, Urbano González Serrano ganó por oposición la cátedra de Psicología, Lógica y Filosofía moral del Instituto de San Isidro, siendo nombrado el 18 de junio de 1873 y tomando posesión de su cargo el 25 de junio de ese mismo año. Desde el primer momento, González Serrano se propuso poner a disposición de sus alumnos unos Para la actividad política de González Serrano ver Jiménez García, Antonio, op. cit., pp. 42-54. 11
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nuevos libros de texto que sustituyeran a los anteriores que calificaba de anticuados e inadecuados para la enseñanza. Nacen así sus célebres manuales entre los que destacan sus Elementos de Lógica (1874), Elementos de Ética o Filosofía Moral (1874), o Manual de Psicología (1880). González Serrano había ganado su oposición a cátedra en 1873, bajo la I República, pero muy pronto la situación cambiaría. En su primer curso en el San Isidro, el golpe de Estado de Pavía acabó con la República, instalando un gobierno caracterizado por su indefinición que algunos historiadores califican de «Dictadura de Serrano» o «República interina» y que, fracasado el intento de Serrano por perpetuarse en el poder, da paso a la Restauración borbónica. Los comienzos de la Restauración suponen una vuelta a algunas de las prácticas más reaccionarias de los gobiernos de los últimos años del reinado de Isabel II y particularmente del último gobierno de Narváez y del de González Bravo. En el aspecto educativo, aquellos que habían propiciado un cambio educativo durante el Sexenio Revolucionario habían de temerse lo peor con la vuelta de Manuel de Orovio al ministerio de Fomento, aquel ministro que había desatado en 1867 la llamada Primera cuestión universitaria. Efectivamente, la reacción educativa no se hizo esperar. El 26 de febrero de 1875, el ministro Orovio publica un decreto y envía una circular a los rectores de las universidades en los que se restablecen los libros de texto y la obligatoriedad de que los catedráticos sometieran sus programas a la aprobación del Ministerio y, al mismo tiempo, prohibía enseñar cualquier doctrina que atentara contra el dogma católico, fuera en menoscabo de la persona del rey o del régimen monárquico constitucional. El 5 de marzo, el decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Santiago comunica a Laureano Calderón y Arana y a Augusto González de Linares, catedráticos respectivamente de Farmacia químico-orgánica e Historia Natural en dicha Universidad y vinculados ambos al entorno krausista, el contenido del decreto ministerial, provocando la protesta de los catedráticos que manifiestan no estar dispuestos a obedecer a otros criterios en sus explicaciones que a los de la ciencia. Se abre así expediente a Calderón y González de Linares que conduce a su separación de la cátedra por decreto ministerial de 12 de abril de 1875. Laureano Calderón y Augusto González de Linares son las primeras víctimas de la represión educativa de este arranque de la Restauración, pero no serán las únicas. Inmediatamente se sucede una cascada de protestas que llevan de nuevo a la separación de sus cátedras, e incluso a la reclusión, de Francisco Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate, Nicolás Salmerón y otros profesores de Universidad o de Instituto, como Salvador Calderón y Arana, quien desde su plaza en el Instituto de Las Palmas protesta contra ese atropello a la libertad de enseñanza.
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El Instituto de San Isidro no permanece ajeno a ese movimiento de protesta frente a las medidas de Orovio. Eugenio Méndez Caballero y Urbano González Serrano protestan también, pero su protesta será silenciada por el director del Instituto, y no es transmitida al Ministerio hasta 1881, cuando había una nueva situación política, con la llegada de un gobierno liberal y la presencia en el Ministerio de Fomento del ministro Albareda, una de cuyas primeras medidas fue la de reintegrar en sus cátedras a los profesores expulsados. El 15 de septiembre de 1881, el director del Instituto de San Isidro, Sandalio de Pereda, remite al director general de Instrucción pública las protestas presentadas en 1875 por los profesores Urbano González Serrano y Eugenio Méndez Caballero «contra las disposiciones publicadas en dicho año referentes a la designación de textos y programas», cumpliendo así lo dispuesto por la autoridad educativa. Tenemos así testimonio de la protesta de González Serrano que creemos que por su importancia merece la pena reproducir íntegra: Ylmo. Sr. Al remitir a V.Y. como Profesor de Psicología, Lógica y Ética el programa de dicha asignatura dando público testimonio de mi enseñanza y cumpliendo en todo lo que el deber me permite con lo preceptuado en el Decreto de 26 de febrero próximo pasado, cumple a mi lealtad y a la fiel observancia de lo que mis convicciones me prescriben representar ante V.Y., para que así lo haga constar ante la Superioridad, que si acato la parte dispositiva de dicho Decreto en lo que se refiere a la presentación de programa, protesto tan enérgica como respetuosamente contra el fin que revela el Gobierno al sujetar la enseñanza oficial a una fiscalización tan contraria a la naturaleza de la ciencia, que exige completa libertad para su indagación, como depreciativa de la dignidad del Profesorado, que de ministerio social y libre queda convertido en oficio mecánico, repitiendo el criterio ageno [sic], aquel precisamente que más cambia, el que predomina en las esferas del poder. No intenta el que suscribe discutir la legalidad del Decreto del 26 de febrero, pero, para no cerrarse en un silencio punible y limitarse a una desobediencia pasiva, se cree el exponente en el deber de declarar que al formar su programa, aceptado y sancionado en el público certamen de su oposición, ha tenido en cuenta sus propias convicciones, en las cuales persiste y persistirá, mientras razón interior no le haga variarlas, no siéndole, por tanto, posible aceptar criterio extraño a la ciencia, sin que sea impuesto por otro medio que el de la libre convicción. Se creería en otro caso rebajado, el que se honra con su cargo, al ser eco de ideas y opiniones que saldrían desautorizadas de sus labios, por no ser exacta expresión de lo que estima verdadero. Como semejante protesta envuelve una leal declaración y no significa nada que se roce con determinado color político, pues de todos por igual hace y seguirá haciendo abstracción el que suscribe al cumplir la obra tranquila de
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292 EL instituto de san isidro su ministerio, pudiera creerse escusado [sic] de añadir nada más; pero se halla obligado a declarar que rechaza la acusación dirigida a todo el profesorado español en que se le tilda por ciudadanos honrados de haber incurrido en su enseñanza en gravísimas faltas morales, cuya acusación, que no puede ser discutida, se funda solo en un rumor anónimo, sin autoridad alguna ante el elocuente ejemplo, que en contra ofrece todo el profesorado, como miembro de él, sin duda el último en méritos, pero de los primeros en ser celoso de su decoro, hace el exponente esta protesta y tales declaraciones, que, si ponen a salvo su fuero interno, van dirigidas también a recabar todas aquellas condiciones, que necesita el profesor para dedicarse por completo al cumplimiento de su fin. Dios guarde a V.Y muchos años. Madrid, 5 de abril de 1875. U. González Serrano. Ilmo. Sr. Director del Instituto de San Isidro de Madrid. 12
Como se puede ver, no se diferencia mucho el tono de la protesta de González Serrano de las que habían formulado otros profesores que sí fueron expulsados de sus cátedras y el contenido de ella es prácticamente idéntico que el de la que en la misma fecha envió su colega, el catedrático de Latín del Instituto de San Isidro Eugenio Méndez Caballero 13 y que corrió la misma suerte que la de González Serrano. Además, la fecha nos indica que esta protesta, si bien posterior a las primeras que se producen, que datan de comienzos de marzo, no es, sin embargo extemporánea, ya que en esos momentos, comienzos de abril de 1875, se estaba en plena escalada de protestas y algunas de las enviadas por profesores que serían suspendidos lo serían en fecha posterior a la de González Serrano. Sin embargo, en este caso, el director del Instituto de San Isidro decidió no tramitar ni la protesta del catedrático de Psicología, Lógica y Filosofía moral, ni la del de Latín, Eugenio Méndez Caballero. Algunos de los profesores que habían sido expulsados, como Augusto González de Linares, Francisco Giner de los Ríos, Nicolás Salmerón, Salvador Calderón y Arana y otros se reunirían a finales de agosto de 1875 en la casa natal de González de Linares en la localidad cántabra de Valle de Cabuérniga, donde se iría perfilando la creación de la Institución Libre de Enseñanza, que vería la luz unos meses más tarde. Tras esta Segunda cuestión universitaria, la vida de Urbano González Serrano transcurrió sin excesivos sobresaltos en medio de sus libros y artículos, sus clases y sus reclamaciones periódicas de los quinquenios que iba cumpliendo, de las que en su expediente hay constancia de las AGA-EC, Caja 32, Legajo 8221. Expediente personal de Eugenio Méndez Caballero, AGA-EC, Caja 32, Legajo 8338.
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realizadas con ocasión del tercer, cuarto, quinto y sexto quinquenio, en 1888, 1893, 1898 y 1903 respectivamente. Sin embargo, los dos últimos años de su vida le llevarían de nuevo a estar en el centro de la actualidad de la vida del Instituto de San Isidro. En primer lugar, el 19 de febrero de 1902, el director del Instituto de San Isidro eleva un escrito al rector de la Universidad en el que se comunica que habiendo quedado vacante el cargo de vicedirector del Instituto por fallecimiento del catedrático Ricardo Becerro de Bengoa que lo desempeñaba, propone una terna formada por los catedráticos Urbano González Serrano, Eugenio Méndez Caballero y Francisco Fraile y Rodríguez para que la superioridad decida sobre quién debe ocupar el cargo vacante. Siendo González Serrano el primero en figurar en la terna, con fecha 26 de febrero de 1902, el subsecretario de Instrucción Pública decide nombrarle como vicedirector. Pero es sobre todo al año siguiente cuando de nuevo González Serrano da una muestra de firmeza en sus convicciones. El fallecimiento del director del Instituto, José Ceruelo, lleva al Claustro de profesores a proponerle como director, ya que para ese cargo se necesitan, dicen «cualidades relevantes, excepcionales dotes de cultura, sólido prestigio y competencia probada que en usted concurren». No debían estar muy seguros los compañeros del catedrático de Psicología, Lógica y Filosofía moral, de que este fuera a aceptar el cargo, ya que añaden que «Mas bien pudiera ser que por razones de distinta índole que no nos incumbe apreciar, pues nosotros nos atenemos a sus cualidades de profesor ejemplar y eminente, no aceptara usted la carga inherente al puesto que legítimamente le corresponde, y en tal caso, claro es que habríamos de respetar, aunque con dolor, su decisión última» y concluyen «Ello no obstante (…) es nuestra voluntad (…) obligarle a no rechazar el honor, porque, aunque sea inmodestia, honor hay en ello y muy grande, de que sus compañeros le ofrezcan con este motivo una prueba de la alta estima y consideración en que tienen sus elevadas dotes. Acepte usted, pues, el homenaje de nuestra simpatía y con él el tributo de admiración y cariño de sus afectísimos amigos y compañeros». 14 Encabeza el escrito de los profesores del Claustro Eugenio Méndez Caballero. No iban desencaminadas las sospechas de sus compañeros de que González Serrano no aceptaría el cargo, ya que su negativa rotunda no se hizo esperar explicando que «como profesor podía servir a la patria, fuesen los que quisieran sus ideales políticos, pero no podía él, republicano, aceptar de un gobierno monárquico un cargo de carácter administrativo». 15 En cualquier Jiménez García, Antonio, op. cit., pp. 40-41. Saiz y Otero, Concepción, op. cit., p. 68.
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caso, como director accidental convocó y presidió el Claustro en que fue elegido Manuel Zabala. El krausismo y la filosofía de Urbano González Serrano Qué cosa sea el krausismo y cómo sistematizarlo resulta complicado y es una piedra en la que han tropezado sucesivamente los distintos historiadores que a ello se han dedicado, hasta el punto de que para evitar problemas de clasificación, cuestión esta siempre arriesgada y más cuando se trata de algo tan difícilmente asible como el krausismo, se han introducido términos como el de «krausismo abierto» o también «krausopositivismo» para identificar a aquellos que, pertenecientes a una tercera generación de krausistas, en sentido amplio, tras la de Sanz del Río y Fernando de Castro en primera instancia y la de Giner, Salmerón o Azcárate después, tuvieron en cuenta las novedades que en la ciencia y en la filosofía representaba el positivismo. Ese término fue introducido por uno de los seguidores de la escuela, Adolfo Posada, para referirse precisamente a la obra de Urbano González Serrano, en un artículo publicado en 1892 en el Boletín de la Institución libre de Enseñanza (BILE) titulado «Los fundamentos psicológicos de la educación según el Sr. González Serrano». 16 El término de krausopositivismo hizo fortuna y fue recogido por otros autores mucho después para referirse a la obra de aquellos que, formados en el krausismo, introdujeron elementos tomados del positivismo en sus investigaciones. Sin negar que el término pueda ser útil en el terreno taxonómico, creemos algo exagerado pensar que, en general, los filósofos o, incluso, los científicos vinculados al krausismo se acercaran realmente al positivismo, al menos desde el punto de vista teórico. Otra cosa es que en sus investigaciones necesitaran en un momento determinado liberarse del equipaje idealista con que habían partido de la mano de la filosofía introducida por Julián Sanz del Río, lo que es especialmente verdad para aquellos científicos que ya desde un primer momento habían mostrado un acercamiento al positivismo, como es el caso de Salvador Calderón y Arana, cuyas investigaciones sobre nutrición vegetal a finales de la década de 1870, en la línea de lo que por esas mismas fechas estaba haciendo Darwin, reflejan ya ese acercamiento a la nueva ciencia. Sin embargo, los escritos teóricos de los krausistas suponen siempre un rechazo al positivismo. En fecha tan tardía como 1905, el BILE, a la muerte de Augusto Jiménez García, Antonio, op. cit., p. 136.
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González de Linares, reproduce el Ensayo de una introducción al estudio de la Historia Natural, 17 verdadero texto fundacional de la Filosofía de la Naturaleza de la tradición krausista española que pone en marcha una explicación de los mecanismos evolutivos que nada tiene que ver con la que proponía el darwinismo. De hecho, los pensadores krausistas veían en muchos casos como una derrota el avance de la nueva ciencia, que sentían como un elemento de deshumanización de la sociedad. Así, uno de los más significativos representantes de la escuela, Alfredo Calderón y Arana, expresaba este sentimiento con amargura en uno de sus escritos. La resistencia de Calderón a aceptar el positivismo es de orden intelectual, pero sobre todo moral. En un artículo en el que se define como «idealista desengañado» 18 afirma que el positivismo no deja de tener su metafísica. «En imaginárselo —dice— consiste precisamente su gran error y su gran vanidad. Aun siendo solo en la intención, un sistema lógico implica una concepción general del mundo. Y esa concepción es la que, con parecer real, a mi se me antoja monstruosa». El positivismo ha sustituido el Dios tradicional por la Naturaleza ciega e inconsciente, el supuesto gobierno de la inteligencia por el imperio de la fuerza, la razón humana por el conocimiento experimental incapaz de penetrar en la esencia de las cosas. Si sus condiciones son ciertas, afirma Calderón, «yo las tengo por amargas. Nada hay a mis ojos tan incomprensible como la profunda fruición, el íntimo júbilo con que los sabios modernos acogen toda observación o descubrimiento encaminado a demostrar la humildad extrema de la humana condición (…). Los sanos, los fuertes, los triunfadores en la lucha por la vida podrán satisfacerse con tales principios. Nunca ellos constituirán la fe de los pobres, de los humildes (…) que constituyen a buena cuenta, las nueve décimas partes de los humanos. Que no sea yo quien arrebate a estos tales la ilusión que puede hacerles tolerable el dolor y soportable la vida. En la cohorte de la ciencia no me toca figurar como adalid, sino como prisionero. En el combate del pensamiento, como en el de la existencia, yo pertenezco a los vencidos». 19 Sirvan las líneas anteriores como introducción a un análisis que nos proponemos hacer sobre algunas de las ideas expuestas en sus obras por Urbano González Serrano y su relación con las de otros krausistas, concre17 González de Linares, Augusto (1905): Ensayo de una introducción al estudio de la Historia Natural, BILE, pp. 247 y ss. 18 Calderón y Arana, Alfredo, «Réplica», en Calderón, A. (1896): Nonadas, Imprenta artística de Müller y Zavaleta, Bilbao, pp. 279-285. 19 Ibídem, pp. 283-284.
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tamente en dos ámbitos: las relaciones con el positivismo, especialmente en el campo de la sociología, y la filosofía de la naturaleza. La sociología científica En 1884, Urbano González Serrano publica La Sociología científica, 20 obra dedicada a poner los cimientos de la nueva ciencia sociológica, pero también a denunciar lo que considera errores de la sociología positivista, de los que el filósofo cacereño da cumplida cuenta. Esta obra está en la línea de otros escritos de algunos de los pensadores krausistas y señaladamente del artículo de Alfredo Calderón «Sociología naturalista», 21 por lo que nos referiremos en alguna ocasión a este último. González Serrano explica en esta obra que «la Sociología científica es definida por todos sus adeptos ciencia de la Sociedad como un organismo natural ó fisiológico. 22 Si en la sociedad existen otros factores que con lo natural cooperan al fenómeno complejo de su vida, quedan ya estos factores olvidados desde un principio, y cuando experiencias ulteriores perciban el eco de dichos factores, habrá que corregir y rectificar los resultados de la inducción. No hay necesidad más que de indicar, que una vez admitida dicha definición, la nueva ciencia se funda en hipótesis intermedias entre la experiencia y la presunción, que menosprecia completamente el método deductivo y que se constituye como ciencia de base exclusivamente concreta y experimental, convirtiéndose de este modo, dominada por una idea preconcebida, como todo el positivismo, en una metafísica al revés». 23 Resulta evidente el paralelismo entre algunas de las ideas expuestas aquí y las introducidas por Alfredo Calderón en la cita reproducida más arriba. En algunos casos la identidad de ideas es tan evidente que, dando por hecho tanto la altura intelectual como la originalidad del pensamiento de ambos, no puede sino subrayarse la íntima conexión y las frecuentes relaciones que debía haber entre los distintos pensadores vinculados a la tradición krausista, como no podía ser menos ya que en 20 Utilizamos la edición a cargo de Antonio Jiménez García publicada por el Boletín Oficial del Estado y el Centro de Investigaciones Sociológicas en 2003. González Serrano, Urbano (2003): La Sociología científica, edición a cargo de Antonio Jiménez García, Madrid, Boletín Oficial del Estado, Centro de Investigaciones Sociológicas. 21 Calderón y Arana, Alfredo, Nonadas, Bilbao, Imp. Artística de Müller y Zavaleta, 1896, pp. 197-204 22 La cursiva es de González Serrano. Al igual que hace Jiménez García en su edición, respetamos la ortografía de González Serrano. 23 González Serrano, Urbano, La Sociología científica, op. cit., p. 94.
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la mayoría de los casos compartían no solo las mismas inquietudes, sino también un mismo espacio. Pero nos interesa aquí sobre todo destacar esa denuncia que hace González Serrano de la Sociología positivista como incapaz de afirmarse realmente como una corriente científica solvente, cuyas contradicciones quiere mostrar el catedrático del Instituto de San Isidro. La inducción, insiste el catedrático de Lógica del Instituto de San Isidro, ofrece dificultades y en cualquier caso, continúa, es difícil aplicarla a la sociología «porque en la sociedad existen elementos y factores que trascienden de la experiencia temporal en que se les observa. La contingencia de la materia observable, la multiplicidad indefinida de condiciones y circunstancias que concurren a la producción de los hechos, la complejidad del medio, cuyos elementos constitutivos lenta y secretamente varían, la flexibilidad con que influyen estos elementos y factores, y otra multitud de consideraciones que es preciso tener en cuenta, contribuyen a que los resultados de la inducción sean de muy corto alcance, y a que en todas las inducciones se presenten lo que los lógicos denominan instancias contrarias, o sean experiencias ulteriores, que al menos aparentemente contradicen leyes que se estiman como necesarias ante una inducción precipitada». Pero, como veíamos antes en el caso de Alfredo Calderón, el rechazo de Urbano González Serrano del positivismo no se produce solo en el orden lógico, al considerarlo limitado para dar una explicación adecuada de los fenómenos, y más en concreto de los que tienen que ver con las sociedades humanas. Para el profesor de Filosofía moral del Instituto de San Isidro, discípulo de Nicolás Salmerón, militante de un partido que había hecho de la lucha contra la desigualdad y la intolerancia, del rechazo a la pena de muerte su razón de ser, la identificación entre leyes biológicas y sociales que hacía esa nueva «sociología naturalista», el concepto mismo de «lucha por la existencia» introducido por Spencer y, en general, las derivaciones de lo que se conocerá como «darwinismo social» repugnan a su concepción del mundo y de la sociedad, y resultan rechazables desde el punto de vista moral, siendo además inconsistentes y contradictorias en el orden lógico. Así, González Serrano señala que «Reconociendo que en la sociedad existe algo más que en el organismo natural, resulta ilícita la aplicación inflexible a la vida social de las leyes de la Biología, leyes que no explicarán por sí, aisladas de los demás aspectos, que implica la complejidad de los fenómenos sociales, la marcha y el progreso de las sociedades humanas» 24 y refiriéndose ya abiertamente a la idea de lucha por la existencia afirma Gonzalez Serrano, Urbano, La Sociología científica, op. cit., p. 98.
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que «Si el organismo social fuese exclusivamente regido por la ley natural de la lucha por la existencia […], semejarían las sociedades humanas, más que conjunto de seres racionales, enjambre de insaciables concupiscencias, que en el ardor de una lucha cruel practican aquel horrible comentario del amor al prójimo, según la máxima impía “el prójimo contra una esquina”. Pero […] importa tener en cuenta, que no solo existen en el hombre los bajos fondos del instinto ó los terribles y bestiales acicates de un egoísmo sin límite […]. Al lado del egoísmo, producen eco en la vida y adquieren relieve en la sociedad y en la naturaleza, la abnegación, el sacrificio, el desinterés y nobilísimas aspiraciones, que son contrapeso suficiente para ponderar y refrenar, ya que no para vencer siempre, los impulsos del egoísmo». 25 Sin duda con otro tono, pero expresando ideas muy semejantes, su compañero de generación y de inquietudes intelectuales, Alfredo Calderón, se había expresado a propósito de la sociología naturalista, esto es, positivista. Explica Calderón que esa nueva sociología que pretende fundamentarse en las leyes de la naturaleza y para la cual «la Sociología es un capítulo de la Biología general», basa todo movimiento en un desnivel, por lo cual, siguiendo ese desarrollo lógico, para hacer evolucionar a la sociedad habría que extremar los desequilibrios, fomentar las desigualdades, impulsar la discordia entre los pueblos y las naciones llevando hasta las últimas consecuencias el principio de lucha por la existencia. Pero este planteamiento del naturalismo, sigue Calderón, olvida lo que de peculiar y distintivo ofrece el hombre como ser «racional, moral, justo, piadoso, capaz de cumplir el deber, de sacrificarse por las ideas, de sentir conmiseración, de arrostrar el martirio». De esta forma, toda la obra de la civilización es, en cierto sentido, una obra contra la naturaleza, a la que el hombre fuerza a contradecirse, y la organización de la sociedad no puede plantearse en los términos pretendidos por esa doctrina naturalista a la que se refiere Calderón, sino que debe tener como ejes la justicia, la paz y los dictados de la conciencia y del derecho. Esta pretendida vuelta a la naturaleza debe ser a la naturaleza del hombre y no a la de las cosas. No se puede calcar la organización de la vida civil sobre el modelo de las leyes que rigen a la materia inerte. «Si tal hiciéramos —concluye Calderón— regresaríamos pura y simplemente á la animalidad pasando por la barbarie. A los exagerados partidarios de esta novísima sociología, cabe decirles lo que cuentan que escribió Voltaire a Rousseau condensando en ingeniosa frase la crítica de una de sus obras: «al leeros me entran ganas de andar a cuatro pies». 26 Ibídem, pp. 112-113. Calderón y Arana, Alfredo, «Sociología naturalista», en Calderón, A. (1896): Nonadas, op. cit., pp. 197-204. 25 26
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La Filosofía de la Naturaleza del krausismo español y la obra de Urbano González Serrano Mediada la década de 1870 se empezó a sistematizar la Filosofía de la Naturaleza de la tradición krausista española bajo el protagonismo de lo que podríamos llamar una tercera generación krausista, tras la de Sanz del Río y Fernando de Castro en primer término y la de Giner, Azcárate y Salmerón posteriormente, encabezada por el naturalista cántabro Augusto González de Linares. Esta tarea se hace en un contexto en el que, en el conjunto de lo que sería el institucionismo, se acogía con entusiasmo la obra de Darwin, a quien se nombró profesor honorario de la Institución Libre de Enseñanza (ILE) en 1878. Ahora bien, la buena acogida que tuvo la obra de Darwin en el entorno de la tradición krausista española no significaba que se asumiera plenamente la teoría de la evolución propuesta por el naturalista británico, ni mucho menos, como hemos visto, algunas de las derivaciones que se hicieron de esta teoría en ámbitos como el de la sociología. Si los hombres de la Institución Libre de Enseñanza asumieron la defensa de la teoría de Darwin frente a sus detractores se debió fundamentalmente a dos razones. En primer lugar, por el carácter progresista que la teoría tenía a los ojos de estos liberales que trataban de superar los obstáculos impuestos por la tradición al desarrollo de las fuerzas productivas y liberar a la ciencia de la tutela impuesta por la escolástica. En segundo lugar porque, en palabras de Augusto González de Linares, «La nueva idea era en sí misma mucho más unitaria, más racional, más adecuada a las exigencias de nuestra razón, más conforme, por lo tanto, a la Naturaleza misma, que el antiguo dogma, incapaz de satisfacer, con su variedad primitiva e irreductible de formas orgánicas, la aspiración a la unidad ingénita en el espíritu humano, obligado a reflejar en sí mismo el organismo universal que forma la complexión entera de las cosas», 27 es decir, la teoría de la evolución contribuía a trasladar al ámbito de la naturaleza las aspiraciones de unidad que constituían una de las claves del llamado racionalismo armónico. Esta forma de aproximación al evolucionismo significaba, de alguna manera, que en el entorno krausista la recepción de la teoría de la evolución estuvo teñida de un carácter apriorístico, encaminado a construir una nueva metafísica, independientemente de que algunos miembros de la escuela, y entre ellos el propio Augusto González de Linares, llevaran a cabo un trabajo de investigación científica positiva de acuerdo con los principios básicos de la teoría de la evolución. González de Linares, Augusto (1879): «La geometría y la morfología de la naturaleza», Revista de España, t. 66, n.º 264, p. 480. 27
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Pero si la teoría darwinista convenía a las aspiraciones de progreso y unidad de la naturaleza que irían definiendo la filosofía de la naturaleza del krausismo español, contenía, sin embargo, algunos elementos o dio origen a algunas derivaciones, aunque en este último caso no estuvieran avaladas por el propio Darwin, que resultaban inaceptables para aquellos institucionistas que más se acercaron al evolucionismo. Es el caso del atomismo y materialismo del que Augusto González de Linares acusaba tanto a Darwin como a Haeckel 28 o, más aún, como hemos visto, si bien fuera ya del alcance de las ciencias de la naturaleza y de la obra de Darwin, del darwinismo social. Si bien resulta complicado hablar de sistematización el caso del krausismo y, más aún, en esta etapa de lo que Elías Díaz llamó «krausismo abierto», 29 dada la pluralidad de influencias que recibe la corriente filosófica introducida en su día por Julián Sanz del Río, creemos, sin embargo, que esa indudable pluralidad de influencias de la filosofía krausista es compatible con una cierta voluntad de sistema. Para el asunto que aquí nos ocupa, es decir, la caracterización de la Filosofía de la Naturaleza de la tradición krausista española, el problema es el de saber de qué krausismo estamos hablando y cuál es la influencia principal que experimenta esa filosofía natural. En este sentido, pensamos que la tarea de los principales codificadores de esta Filosofía de la Naturaleza krausista de la década de 1870 se acerca a la corriente del idealismo alemán que arranca con Schelling. La filiación existente entre la Naturphilosophie y la Filosofía de la Naturaleza que exponen los naturalistas de la tradición krausista española, se basa a nuestro entender en una cuestión de fondo que, además de mostrar esa relación, sirve de punto de partida para el desarrollo de una forma de evolucionismo que, aunque diferente al desarrollado por autores como, por ejemplo, Oken, hunde sus raíces en la Naturphilosophie iniciada por Schelling. Nos referimos a la idea de la naturaleza como historia, como devenir, como un proceso generado a través de una fuerza interna contenida en la propia naturaleza, algo que estaba contenido en el concepto de «impulso configurador» de Schelling y aparece de una forma semejante en Augusto González de Linares. La idea de la naturaleza como devenir, proceso generado a través de un impulso interior a la propia naturaleza, constituye el núcleo fundamental de la Filosofía de la Naturaleza de la tradición krausista española y la forma de entender la evolución que se deriva de ella resulta A este propósito creemos que resulta interesante señalar que más que la obra del propio Darwin fue la de Haeckel la más ampliamente divulgada, comentada y debatida en los círculos intelectuales y editoriales próximos al krausismo. 29 Díaz, Elías (1989): La filosofía social del krausismo español, Madrid, Debate, p. 48. 28
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plenamente coherente con el proyecto social y político reformista en el que el institucionismo tuvo un protagonismo indudable. 30 Urbano González Serrano se ocupa del asunto de la Filosofía de la Naturaleza en un capítulo de su obra Ensayos de Crítica y de Filosofía. 31 Estos Ensayos de Crítica y de Filosofía de Urbano González Serrano, contienen un trabajo titulado El naturalismo contemporáneo. Lo orgánico y lo inorgánico. En él, el catedrático de Psicología, Lógica y Filosofía moral del Instituto de San Isidro se propone «Discernir (…) lo que haya de legítimo y verdadero (…) en las teorías del moderno transformismo, ganoso desde su aparición en la historia novísima del pensamiento de identificar lo orgánico con lo inorgánico». 32 En este trabajo, González Serrano se aleja en cierto modo de algunos de los postulados de los sistematizadotes de la Filosofía de la Naturaleza de la tradición krausista española 33 al defender la diferencia esencial entre el mundo orgánico y el inorgánico, algo que González de Linares, al que cita frecuentemente González Serrano en su ensayo, solo admitía para los minerales y las rocas, pero nunca, por ejemplo, para los astros, a los que consideraba seres vivos como los animales y las plantas, y que algunos científicos vinculados al krausismo como Salvador Calderón negaban también para minerales y rocas, que consideraban sometidos al mismo proceso de evolución que el resto de los seres vivos. Pero al margen de esta diferencia, González Serrano coincide con los pensadores de la tradición krausista en un elemento esencial de la Filosofía de la Naturaleza de la escuela y es la idea de los procesos naturales como despliegue de fuerzas internas contenidas en la naturaleza, a través de la expresión de «una vitalidad sin límites que se ostenta y desborda por todas partes». 34 En este sentido, González Serrano afirma que la vida es «creación en transmisión». 35 Qué quiere decir con esto nos lo aclara un poco más tarde al señalar que «es lógico pensar que el proceso evolutivo de la diferencia30 Acerca de los orígenes del proyecto reformista protagonizado por el institucionismo cfr. Suárez Cortina, M. (2000): El gorro frigio. Liberalismo, Democracia y Republicanismo en la Restauración, Biblioteca Nueva-Sociedad Menéndez Pelayo, Madrid, especialmente el cap. III, «Krausoinstitucionismo, Democracia y Republicanismo de Cátedra». 31 González Serrano, Urbano (1881): Ensayos de Crítica y de Filosofía, Madrid, Aurelio J. Alaria, Impresor. 32 Ibídem, p. 124. 33 Entendemos por tales principalmente a Augusto González de Linares a través de sus obras Ensayo de una introducción al estudio de la Historia Natural (1874), La morfología de Haeckel: antecedentes y crítica (1877) y La geometría y la morfología de la naturaleza (1879) y a Alfredo Calderón a través de su obra Movimiento novísimo de la filosofía natural en España (1879). 34 Calderón y Arana, Alfredo (1879): Movimiento novísimo de la filosofía natural en España, en Revista Europea, t. 13, n.º 269, p. 483. 35 González Serrano, Urbano, Ensayos de Crítica y de Filosofía, op. cit., p. 125.
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ción depende tanto de la suma de elementos físico-químicos, como de la dilatación y expansión de la fuerza germinal, creadora de todo principio orgánico» y, al tratar de la unidad irreductible del ser vivo, otra de las claves de la filosofía de la naturaleza krausista, añade que «Aparece la unidad irreductible á toda experimentación que caracteriza al ser vivo como el eterno postulado del razonamiento a toda experiencia, tal vez como la base y origen de la individualidad anatómica, constitutiva del ser que rige y preside por movimiento intrínseco, por evolución inmanente, todo el desarrollo ulterior, complejísimo, pero a la vez típico de la vida». 36 Conclusión La creación de los institutos de segunda enseñanza en 1845 supuso el punto de partida en la formación de las nuevas generaciones de cuadros intermedios de los que tenía necesidad el Estado liberal en construcción. Realizada bajo el dominio de una visión doctrinaria del liberalismo, las nuevas instituciones estarían en general dominadas por las corrientes de pensamiento más reaccionarias de mediados del siglo xix. Sin embargo, el poder fue incapaz de poner un muro de contención a la aparición de nuevas ideas representadas por profesores y estudiantes entre los que se iban abriendo paso tradiciones de pensamiento como el krausismo, fenómeno que aparece a mediados del siglo xix de la mano de Julián Sanz del Río y del influjo de algunos de sus primeros discípulos como, en primer término, Francisco Giner de los Ríos y Nicolás Salmerón, el positivismo o el pensamiento neokantiano. Estas corrientes, vinculadas frecuentemente al progresismo liberal y al republicanismo, se extendieron por los centros de enseñanza y, como no podía ser menos, llegaron a instituciones del prestigio del Instituto de San Isidro. En el caso del krausismo, el Instituto contaría durante más de treinta años con el magisterio de uno de los representantes más cualificados de la escuela, el que fuera su catedrático de Psicología, Lógica y Filosofía moral, Urbano González Serrano. Con la presencia de González Serrano, y, por supuesto, de otros profesores y alumnos del Instituto de San Isidro, la institución se abre, como se diría entonces, «al siglo», entra en los debates y conflictos de los diferentes escenarios políticos de las últimas décadas del siglo xix, como por ejemplo la Segunda cuestión universitaria. Al mismo tiempo, se introducirían en él las nuevas corrientes de pensamiento con las que se intentaría superar el peso de la escolástica y renovar la enseñanza. Ibídem, p. 130.
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Urbano González Serrano, si bien no fue uno de sus principales protagonistas, estuvo vinculado a la creación de la Institución Libre de Enseñanza y al movimiento de renovación pedagógica que ella supuso, así como a la filosofía que la inspiró. De su obra y de su trayectoria nos queda, entre otras cosas, ese rechazo a las implicaciones de algunas de las teorías sociales de finales del siglo xix que buscaban, extendiendo a la sociedad las enseñanzas que creían extraer de las ciencias de la naturaleza y de la idea de «lucha por la existencia», nuevas justificaciones para mantener y agrandar las diferencias sociales. Siempre celoso de defender la importancia de lo colectivo, de la cual la enseñanza a la que dedicó su vida el catedrático de Filosofía moral del Instituto de San Isidro constituye un ejemplo, Urbano González Serrano gustaba recordar que el genio no existe si este no es alumbrado por el espíritu colectivo y que el valor que aquel pueda tener lo tiene en cuanto que es órgano y representación del todo, protestando así contra lo que llamaba cruel e impía inmortalidad del alma que Goethe reservaba para los genios y que nos negaba a los demás.
Bibliografía Calderón y Arana, Alfredo (1896): Nonadas, Bilbao, Imp. Artística de Müller y Zavaleta. — Movimiento novísimo de la filosofía natural en España, en Revista Europea, t. 13, n.º 269, primer semestre de 1879. Díaz, Elías (1989): La filosofía social del krausismo español, Madrid, Debate. González de Linares, Augusto (1905), Ensayo de una introducción al estudio de la Historia Natural, Boletín de la Institución Libre de Enseñanza (BILE). — (1877): La Morfología de Haeckel: antecedentes y crítica, BILE. — (1879): «La geometría y la morfología de la naturaleza», Revista de España, t. 6, números 264 y 274. González Serrano, Urbano (2003): La Sociología científica, edición a cargo de Antonio Jiménez García, Madrid, Boletín Oficial del Estado, Centro de Investigaciones Sociológicas. — (1883): Cuestiones contemporáneas, Madrid, Tipografía de Manuel G. Hernández. — (1887): Manual de Psicología, Lógica y Ética, Madrid, Librería de la viuda de Hernando y C.ª. — (1881): Ensayos de Crítica y de Filosofía, Madrid, Aurelio J. Alaria, Impresor. Jiménez García, Antonio (1996): El krausopositivismo de Urbano González Serrano, Badajoz, Departamento de publicaciones de la Excma. Diputación de Badajoz. Jiménez-Landi, Antonio (1996): La Institución Libre de Enseñanza y su ambiente, Madrid, Ministerio de Educación y Cultura, Universidad Complutense de Madrid, Universidad de Barcelona, Universidad de Castilla-La Mancha (4 vols.). Pérez Galdós, Benito (2007): Prim, Madrid, Alianza Editorial. Saiz y Otero, Concepción (1914): Urbano González Serrano (Boceto biográfico), Madrid, Librería general de Victoriano Suárez. Suárez Cortina, Manuel (2000): El gorro frigio. Liberalismo, Democracia y Republicanismo en la Restauración, Madrid, Biblioteca Nueva-Sociedad Menéndez Pelayo. — (ed.) (2011): Libertad, armonía y tolerancia. La cultura institucionista en la España contemporánea, Madrid, Tecnos.
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Sánchez Casado, profesor de Historia: Vida e ideas pedagógicas
Pilar Morollón Hernández Instituto San Isidro Introducción Félix Sánchez Casado fue uno de los catedráticos de Instituto con mayor proyección profesional del siglo xix. No solo fue el principal responsable de la enseñanza de las materias de Geografía e Historia en el Instituto San Isidro de Madrid desde el cuatro de agosto de 1885 hasta su fallecimiento el 14 de octubre de 1896, sino que escribió decenas de libros de texto empleados en el Instituto desde que él fue nombrado catedrático y en otros muchos centros españoles y de América Latina, impuestos por los profesores que compartían su ideología neocatólica, con planteamientos didácticos, históricos, políticos y religiosos ultra conservadores, que siguieron reeditándose hasta los años treinta del siglo xx. También participó activamente en la política de su tiempo, fue miembro activo de la Unión Católica, integrada desde 1884 en el partido conservador de Cánovas del Castillo, y nombrado Consejero de Instrucción Pública el 1 de septiembre de 1895. En este artículo pretendemos acercarnos someramente a su biografía y a sus ideas plasmadas en sus propios libros de texto. Contexto histórico Este profesor ejerció en el Instituto San Isidro durante la Restauración, que comenzó con el Golpe de Estado de Martínez Campos de 1875 y se
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dilatará hasta la II República de 1931. La primera fase de este régimen político engloba el reinado de Alfonso XII (1875-1885) y la Regencia de M.ª Cristina (1885-1901). El rey Alfonso XII murió en 1885, y durante su reinado el sistema bipartidista de alternancia política funcionó con no poca corrupción pero con estabilidad política; los gobiernos se alternan: el partido conservador de Cánovas gobernó hasta 1881, el partido liberal de Sagasta hasta 1884, y de nuevo el partido conservador hasta la muerte del rey, año en que vuelven los liberales al poder. Más tarde, hasta la crisis de 1898, la alternancia acelera el ritmo del turno: de 1890 a 1893 gobiernos conservadores, de 1893 a 1895 Sagasta, y de 1895 a 1897 Cánovas de nuevo hasta su asesinato. Durante los primeros años de este periodo, los gobiernos conservadores atacaron la libertad de cátedra y expulsaron de la universidad a los profesores reformistas que pertenecerían más tarde a la Institución Libre de Enseñanza y que provocaron movimientos y manifestaciones, alentando el primer gobierno liberal de Sagasta en 1881. Durante esta etapa las libertades públicas mejoraron con la amnistía a los exiliados políticos y la libertad de acción para los republicanos, libertades que se extendieron a la prensa con la ley de imprenta de 1883, que modificaba la restrictiva de 1879. En educación, el ministro de Fomento José Luis Albareda derogó la circular de Orovio que había provocado la «cuestión universitaria», por la cual fueron expulsados catedráticos y profesores de Universidad y de Instituto, instaurando la libertad de cátedra; así se inició una etapa de colaboración con los profesores de la Institución Libre de Enseñanza, cuyas ideas se introdujeron en muchos centros educativos, y se creó el Museo Pedagógico dirigido por Cossio en 1882. La vuelta en 1884 de los conservadores al gobierno, llamados por el rey, puso el contrapunto al gobierno liberal anterior: controlando la instrucción pública y la religión a través del ministro neocatólico Alejandro Pidal y Mon y reprimiendo los partidos políticos no legales entre los que se generaron los primeros movimientos de protesta. Se tomaron decisiones restrictivas en libertad de prensa, se amañaron elecciones, y aunque debió definirse, forzado, por la libertad de cátedra, provocó disturbios estudiantiles y generó un agrio debate en torno a la iglesia y la enseñanza. Tras la muerte del rey Alfonso XII, los dos partidos dinásticos y la reina M.ª Cristina llegaron a un acuerdo tácito conocido como «el Pacto del Pardo» (aunque ni hubo texto escrito ni tuvo lugar en el Pardo), por el cual se institucionaliza la alternancia de ambos partidos para salvar la monarquía constitucional, aunque para ello degradaron la democracia a través del «turno» y el «pucherazo», que consolidó la corrupción política, el caciquismo y la compra de votos. Gracias a este pacto, Sagasta volvió
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al gobierno desde 1885 hasta 1890 y, como hemos señalado, se alternaron Cánovas y Sagasta hasta el asesinato del primero y la crisis de 1898. 1 Los gobiernos de la Restauración fueron bastante prolíficos en materia educativa, publicándose cuarenta planes y cientos de decretos entre 1857 y 1901. En general, la enseñanza secundaria se situaba básicamente en los núcleos urbanos, en una red de institutos fundados en las capitales provinciales antes de 1868, pero el número de escolares no superaba los 30.000, mayoritariamente hombres, al final de siglo, siendo de clase media acomodada la mayoría de ellos, el sistema era más clasista que propiamente formativo. El gasto en instrucción, tanto primaria y secundaria como universitaria era muy bajo, diez veces más bajo que el gasto militar hacia 1900, y el sistema educativo liberal tenía una concepción centralista porque lo que se pretendía a través de él era la construcción del estado-nación. Además, el sistema educativo estaba dominado por la Iglesia, tanto en el número de instituciones educativas (frente a 50 institutos estatales había otros tantos seminarios, reconocidos como centros de segunda enseñanza, y cerca de 300 colegios privados, el 80 % de la iglesia) como en los profesores de los institutos públicos, muchos de los cuales eran neocatólicos, como nuestro catedrático Félix Sánchez Casado, o por la obligatoriedad de la enseñanza religiosa en las escuelas. En todo caso, no existía una posición antirreligiosa ni anticlerical en la educación española ya que solamente había enfrentamientos entre los partidarios de la unidad católica (neocatólicos) y los defensores de un catolicismo liberal que aspiraba hacer compatible la fe y la razón, que preferían a la idea de escuela laica (krausistas). Pero sí un enfrentamiento entre las posturas de los gobiernos liberales, que trataban de impulsar la modernización educativa, y la oposición a este proceso de los conservadores, que pretendían entregar la instrucción pública a los sectores católicos más intransigentes con el fin de moderar su oposición al régimen liberal. 2 La educación dependía del Ministerio de Fomento, que ocuparon durante los años del gobierno de Sagasta personajes muy afines a la Institución Libre de Enseñanza. Montero Ríos, un hombre de la Institución, se encargó de anular los puntos esenciales que afianzaban el privilegio católico en la enseñanza privada, como que los «centros asimilados» solo fueran confesionales católicos, quedando fuera de las subvenciones estatales, como había establecido por decreto de 18 de agosto de 1885 el conservador Alejandro Pidal y Mon. Su Bahamonde, A. (coord.) (1994): Historia de España del siglo xx, Madrid, Ed. Cátedra, pp. 83 y 196. 2 Capellán de Miguel, G. (2000): «Política educativa bajo los gobiernos de Canovas y Sagasta: propuestas para una interpretación», Revista Berceo, 139, pp. 123-144. 1
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sucesor Carlos Navarro y Rodrigo (desde el 10-X-1886 hasta el 14-VI-1888), recibía una influencia directa de Giner de los Ríos, como demuestra una carta que le envió nada más ser nombrado ministro de Fomento para «ponerse a sus órdenes» en materia de instrucción pública; 3 le sucedió José Canalejas y Méndez (desde el 14-VI de 1888 hasta el 11-XII de 1888) muy cercano a círculos democráticos y que cuando fue presidente de gobierno promulgó «la ley del candado», ya en 1910, que limitaba la creación de nuevas órdenes religiosas e impedía expandirse a las ya existentes; y por último José Álvarez de Toledo y Acuña, conde de Xiquena quien ocupó el cargo desde el 11-XII1888 hasta el 21-I-1890, tan efímera era la permanencia en un cargo público. Todos estos ministros demuestran el compromiso del partido liberal con la causa institucionista en materia educativa. No es casualidad, por tanto, que sea en 1888 cuando se admita por primera vez a una mujer como alumna oficial en la Universidad de Madrid, Matilde Padrós, que había cursado sus estudios de bachillerato precisamente en el Instituto San Isidro, y que obtuvo el título de Filosofía y Letras en 1890 y se doctoró en 1893 (véase, en esta obra, el capítulo «Las primeras alumnas y las primeras profesoras»). Biografía de Félix Sánchez Casado En esta situación de alternancia política impartió sus enseñanzas Félix Sánchez Casado, accediendo a la cátedra de Geografía e Historia de España en el Instituto San Isidro en 1885 ya que quedó vacante por fallecimiento de su catedrático titular Manuel Romeo Aznárez, quedando la que impartía, que incluía también Historia Universal, escindida en dos por orden de 21 de junio de 1885. Su biografía comienza el 3 de febrero de 1836. Su padre, Julián Sánchez Cortés era comerciante y su madre Petra Casado Lázaro ama de casa. Su familia pertenecía a la pequeña burguesía comercial, incipiente clase media, que pretendía asimilarse al grupo social superior gracias al acceso a través de la educación a puestos hasta entonces reservados a los hijos de la aristocracia y alta burguesía. Quedó huérfano a la edad de 14 años, ya que sus padres y dos de sus hermanos fallecieron por una epidemia de cólera en septiembre de 1855 y a partir de entonces su tutor fue Gabino Sánchez Cortés, fraile agustino, hermano de su padre, quien le dio una educación monacal que, junto al carácter conservador de su familia, nos explica su tendencia ultracatólica. No obstante, sus padres habían concebido para él una educación pública, aspecto que respetó su tío y tutor. Gómez Molleda, D. (1981): Los reformadores de la España Contemporánea, Madrid, CSIC, pp. 421-423. 3
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Fue alumno del Instituto Noviciado entre 1847 y 1852, realizando el ingreso a la enseñanza secundaria con once años y obteniendo el título de bachiller en Filosofía el 24 de junio de 1852. Su expediente fue impecable: sobresaliente en todas las asignaturas de bachillerato y premio extraordinario en segundo, tercero y quinto año. En el curso 1852-53 accedió a la facultad de Jurisprudencia, cuyo título en Derecho Civil y Canónico obtuvo el 21 de junio de 1859. Sin embargo, su verdadera vocación era la enseñanza y la escritura, ya que a la vez realizó, entre 1853 y 1856, los cursos primero, segundo, tercero y cuarto de la sección de literatura con nota de sobresaliente y premio ordinario, recibiendo el grado de literatura el 8 de mayo de 1856, entregándole el título Isabel II en persona en reconocimiento de su expediente. En el mismo curso en que empezó su carrera de Filosofía y Letras, inició el primer curso de la sección de Ciencias, que aprobó también con sobresaliente, pero esta carrera fue abandonada. Tuvo una frustrada vocación literaria, que suplió con la divulgativa, creando libros de texto en los que volcó sus ansias de grafómano y que le dieron notoriedad social y recursos económicos durante toda su vida. En la Universidad Central entró en contacto con círculos krausistas de los que se alejó pronto para acercarse al integrismo católico. 4 Fue un joven de inquietudes intelectuales que no queriendo contradecir la formación que su tutor había diseñado para él como jurista, simultaneó esos estudios con su verdadera aptitud hacia los de Letras, desechando los de ciencias con conocimiento, ya que estudió el primer año de esa especialidad. No obstante, a lo largo de su vida profesional aprovechó también las nociones de estos estudios frustrados. Comenzó su carrera docente en el entonces Instituto de Noviciado (denominado desde 1877 Cardenal Cisneros) gracias a la Real Orden de la Dirección General de Instrucción Pública de 22 de noviembre de 1859 que le nombró auxiliar de la sección de Letras del Instituto Noviciado, con sueldo de 8.000 reales. La figura de auxiliar de segunda enseñanza fue creada por la Real orden de 20 de febrero de 1859 para los institutos de San Isidro y Noviciado con el fin de sustituir a los catedráticos titulares cuando estos se encontraran de baja por enfermedad, cosa muy común en una sociedad sin medios sanitarios preventivos ni curativos, u otros tipos de ausencias como viajes de estudios o el desempeño de cargos políticos, o bien dar las clases en aquellos grupos que por su numerosa matrícula debían ser divididos. Durante tres cursos sustituyó al catedrático Félix Miguel Fernández que había tenido graves padecimientos que le habían impedido dar la enseñanza Sánchez Casado y Rueda, E. (1897): Biografía del Ilmo. Sr. D. Félix Sánchez Casado, Madrid, Agustín Avrial, p. 7. 4
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de Latín y Castellano. En estos tres años trabaja en el primer y segundo curso de Latín y Castellano que simultanea con las asignaturas de Psicología, Lógica y Ética, algunos meses de Geografía y desde enero de 1863 sustituye al catedrático de Historia General hasta el final de curso. Gracias a su buena situación profesional y económica, a pesar de no tener la estabilidad de una cátedra, decidió casarse en con M.ª Dulce Nombre Rueda y Simó, que le dejó viudo con seis hijos, tras 13 años de matrimonio, de los cuales solo sobrevivieron dos: Enrique, que fue el editor de las obras de su padre hasta bien entrado el siglo xx y publicó una hagiografía sobre él cuando murió, y sor María de los Dolores novicia en las ursulinas de Sigüenza. 5 Durante el curso 1863-1864 fue profesor de segundo año de Latín y Castellano. El curso 1864-1865 impartió primer curso de Latín y Castellano y fue sustituto de la cátedra de Francés. De 1865 a 1866 estuvo encargado de una sección de la clase de primer curso de Latín y Castellano y finalmente desempeñó la clase de Perfección del Latín desde el 16 de noviembre de 1866 hasta el 23 de abril del siguiente año. El curso 1866-1867 fue profesor de Perfección del Latín y Principios de Literatura. 6 Llevó una sección de la clase de Geografía e Historia desde el 1.º de enero hasta fin de curso, según la biografía realizada por su hijo. No obstante, según Rodríguez Guerrero es cesado como profesor auxiliar el 30 de abril de 1867, por lo tanto no podría haber terminado ese curso de Geografía e Historia. Esta versión, constatada en el propio expediente profesional conservado en el IES Cardenal Cisneros, es refrendada por la Memoria del entonces Instituto Noviciado donde se refleja que el cese tuvo lugar el 8 de octubre de 1867, siendo sustituido en sus funciones por el bachiller Luis Ramírez y Laguardia, nombrado al efecto por la Dirección General de Instrucción Pública «cesando el mismo día en dicho cargo el licenciado D. Félix Sánchez Casado, después de haberle estado desempeñando siete años con celo y asiduidad que le distinguen». 7 Desconocemos las causas de dicho cese producido en una época en que gobernaban los conservadores más afines a la propia ideología de Sánchez Casado, con el ministro Manuel de Orovio en la cartera de Fomento. 8 Pero su hijo retrasa ese cese hasta la Revolución de 1868, dando a entender que fue una represalia política, como le había pasado a otros profesores no adeptos a los nuevos aires revolucionarios. Ibídem, 7. Rodríguez Guerrero, C. (2009): El instituto de Cardenal Cisneros de Madrid (1845-1877), Madrid, CSIC, p. 426. 7 Memoria del Instituto de Noviciado durante el curso 1866-67, Madrid, 1868, p. 6. 8 10-VII-1866/23-IV-1868. 5 6
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Ese primer año de excedencia forzosa preparó las cátedras vacantes de Gramática Castellana y Latina de los institutos de Noviciado y Murcia, a las que se presentó el 30 de abril de 1868, no sacando ninguna de las dos, decidiéndose entonces a trabajar en la enseñanza no oficial. Ya desde 1859 explicaba Geografía e Historia con relación al comercio en el Círculo de la Unión Mercantil, institución de la que fue nombrado socio honorario por ejercer dicha actividad, en la que continuó los años que fue separado de la enseñanza oficial. Sus correligionarios católicos igualmente no le abandonaron en este exilio y le encargaron que impartiera docencia de Geografía, Historia Universal y de España en la Asociación de Católicos de España en el curso de 1870 a 71 y Psicología, Lógica y Ética en el siguiente curso. Además de sus clases, comenzó a escribir los libros de texto que le proporcionarán en el futuro pingües beneficios económicos y de prestigio, ayudado por colaboradores y discípulos que no se incluyeron como referencia en sus libros. Los libros que publicó en los años que estuvo cesante fueron los siguientes: Guía del bachiller en Artes, Ciencias, Fisiología e Higiene, Geometría, Trigonometría editado por Vda. D. Antonio Yenes. 1869. Guía del bachiller. 1.ª parte. Letras. 2.ª Parte. Aritmética y Álgebra, Geometría y Trigonometría, Física y Química, Fisiología e Higiene, Historia Natural. Antonio Juste Madrid. 1869. Como podemos comprobar, el impulso escritor le llevó a publicar manuales de todos los conocimientos del bachillerato tanto los de letras como los de ciencias, aprovechando de un modo exhaustivo el único curso que realizó de Ciencias en la Universidad. Se trataba de completísimos textos que podían usar tanto los alumnos que se examinaban de un modo libre en los Institutos, los llamados de enseñanza doméstica, como aquellos otros que estudiaban en la enseñanza privada sin un profesorado de calidad, ya que estos manuales estaban diseñados con el fin de aprobar los exámenes más que de adquirir conocimientos. Estos libros tuvieron su predicamento, realizándose reediciones ya el mismo año de su salida al mercado. En 1869 también publicó una de sus obras con mayor éxito tanto en los colegios privados españoles como en los iberoamericanos: el Prontuario de Historia Universal, editado por L. Aguado del que se realizarán más de 30 ediciones, muchas de ellas tras su muerte. En 1870 solamente escribe un manual más especializado: Guía del Bachiller: Historia Natural. Mientras que en 1871 se atreve con tres textos: Gramática latina, Elementos de Psicología, Lógica y Ética y Elementos de Ética para alumnos de 3.º. En 1872 edita Historia de España, libro de más de mil páginas que fue presentado en 1888 a la Exposición Universal de Barcelona, siendo premiado con una medalla de oro, y el Prontuario de Geografía. imprenta L. Aguado. En 1873 su Historia Universal, ed. Gregorio Juste. En 1874, Prontuario de
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Aritmética y Álgebra, ed. Viuda de Fuentenebro, Geografía para uso de los alumnos de los Institutos, colegios y Seminarios, imprenta Gregorio Juste. Todos sus libros fueron muy celebrados en medios conservadores católicos ya desde el principio, realizándose nuevas ediciones en poco tiempo, con lo que su sustento estuvo totalmente asegurado. Estos años fueron esenciales para su vocación caritativa, ya que pertenecía desde su época de estudiante a las Conferencias de San Vicente Paúl, dedicadas a la práctica de la caridad en los nuevos barrios de del extrarradio madrileño que habían proliferado por el primer éxodo rural que conllevó la incipiente industrialización de la capital. Estas actividades no solo eran puramente nutricias sino que eran evangelizadoras, especializándose en convencer a las parejas de hecho que celebraran sagrado matrimonio e impartiendo ideología religiosa entre los trabajadores para que se afiliaran a las asociaciones católicas de obreros. Tras sus años de travesía en el desierto que no fueron ni mucho menos estériles, con la llegada de la Restauración Borbónica, es admitido de nuevo en la enseñanza oficial y el 24 de agosto de 1875 obtiene el cargo de profesor auxiliar de la sección de Letras con un sueldo de 7000 reales. Ganará la cátedra del Instituto de Ciudad Real, pero no se incorpora pues prefiere seguir ocupando la plaza de profesor auxiliar de la sección de Letras del Instituto de Noviciado. Este año fue terrible para él, ya que perdió a su esposa, dedicándose desde entonces con más ímpetu a su actividad profesional y religiosa. Acogiéndose al derecho del Real Decreto de 11 de julio de 1871, la Junta de Catedráticos solicita para él el nombramiento de catedrático supernumerario, al haber ejercido como tal de la asignatura de Geografía e Historia de España durante tres años consecutivos, siendo nombrado en junio de 1878. Tomó posesión de dicho cargo el 13 del mismo mes, y sustituyó a numerosos profesores: impartió la asignatura de Historia Universal durante el curso 1878-79, por un mes la de Retórica y la de Psicología, y por dos meses la de Latín y Castellano. En el curso 1879-80 desempeñó la cátedra de Historia Universal tuvo a su cargo durante un mes la de Psicología y cinco meses la de Geografía e Historia de España. En el curso siguiente dio durante siete meses la clase de Historia Universal, seis la de Psicología, tres la de Retórica y dos la de Lengua Francesa. En el curso de 1881-82 sustituyó al catedrático de Lengua Francesa por dos meses y por siete al de Historia de España. En el de 1882-1883 tuvo a su cargo durante 7 meses la clase de Historia de España y durante cuatro la de Lengua francesa. En el curso 1883-84 estuvo encargado dos meses de las clases de Francés, siete de las de Historia de España, dos de la de Psicología y en el siguiente curso desempeñó durante 5 meses la clase de Historia Universal.
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Perfectamente integrado en la rutina de la docencia, fue juez en los tribunales de oposiciones de las cátedras de Geografía e Historia vacantes de los institutos de Baeza y Mahón en 1879 y de Ponferrada en 1880. En estos años publicó otra serie de manuales, cesando en esta actividad divulgadora cuando accedió a la cátedra del Instituto San Isidro. Estos manuales fueron: Prontuario de Retórica y Poética. G. Hernando 1876; Prontuario de Psicología, Lógica y Ética. G. Hernando 1876; Atlas elemental de Geografía histórica cuya segunda edición data de 1880; Elementos de Geografía comparada. Librería Hernando y Jubera 1880; Elementos de Física y Química. G. Hernando 1880; Elementos de Historia Natural con principios de Fisiología e Higiene. Madrid, Jubera 1882; Elementos de Historia Natural. Gutemberg 1882; Elementos de Fisiología e Higiene. Jubera 1882; Elementos de Historia de España: mapas históricos y cuadros genealógicos. Editorial Hernando, 1882; Epítome de Historia de España. G. Hernando 1882; Atlas Elemental de Geogra fía Histórica para los Alumnos de Historia Universal. Gregorio Hernando 1883; Atlas escolar para el estudio de la Geografía, Historia Universal y de España, Elementos de Gramática Latina. Madrid 1884; Elementos de Historia Universal. Hernando y Jubera 1884; Elementos de Retórica y Poética. Jubera 1885. Todos sus libros fueron publicitados en la prensa ultracatólica. Así en La Ciencia Cristiana se ensalzaron los prontuarios de Historia Natural, de Historia de España y de Retórica y Poética. En El Inmaculado Corazón de María en 1892 se elogiaron los Elementos de Geografía Comparada en su 12 edición. El boletín eclesiástico del arzobispado de Toledo de 18 de abril de 1885 ponderaba los Elementos de Historia de España. El Bien también enaltecía ese libro por su catolicismo «católico de arraigadas convicciones, juzga los hechos como deben ser juzgados […] Los jóvenes no encontrarán ideas, hechos y frases que extravíen su inteligencia ni perviertan su corazón». 9 No solo escribió textos divulgativos para estudiantes, sino que fue articulista en la revista confesional La Ilustración Católica, que se publicó en Madrid desde 1877 a 1883, donde se dedicó a ensalzar a los autores extranjeros más integristas y afines a sus ideas neocatólicas. Estos artículos fueron: «Augusto Nicolás», biografía sobre este escritor, aparecido en marzo de 1879; «Sermones de R.P., Mac-Carthy» de la Compañía de Jesús sobre la incredulidad, en junio de 1879; «El Dr. Fracisco Hettingeswr» teólogo alemán, en julio de 1880; y dos artículos sobre iglesias norteamericanas «Iglesia de San Francisco en Milwankee» de junio de 1881 y «La iglesia de San José de Cleveland» en noviembre de 1882. 10 Ídem. Canet Ramos, C. (1998): La Ilustración Católica (1877-1883), Granada, Universidad de Granada, p. 407. 9 10
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Por fin accedió por concurso a la categoría de catedrático numerario el 8 de marzo de 1884, y la ocupó el 4 de agosto de 1885 cuando hubo una vacante en el Instituto San Isidro por la división de la cátedra. Es en este centro cuando su carrera profesional despega y se ve encumbrado social y personalmente. Allí impone sus libros de texto Prontuario de Historia de España y Elementos de Geografía comparada. En 1888, fue promotor, junto a otros profesores del Centro de la presentación de textos y trabajos del Instituto en la Exposición Universal de Barcelona de 1888, donde fueron premiados los trabajos conjuntos presentados por el Instituto de San Isidro, con medalla de oro y varios textos de los profesores participantes, entre ellos su Historia de España y Geografía Comparada. En 1889 el director del Instituto de San Isidro le nombró juez del tribunal de oposiciones a las escuelas de niños vacantes en Madrid. En 1889 fue miembro del tribunal de las cátedras de Historia y complementos de Geografía vacantes de las escuelas de comercio de Madrid y Barcelona. En 1890 participó en el tribunal de las oposiciones de las cátedras de Nociones de Geografía Económica, Industrial y Estadística aplicada al comercio de la escuela elemental de comercio de Alicante. En 1.º de mayo de 1891 en el tribunal de las oposiciones a las cátedras de Geografía e Historia vacantes en Barcelona y Canarias. En 1890 en el de las oposiciones de las cátedras de Nociones de Geografía económica, industrial y estadística aplicada al comercio de la Escuela elemental de comercio de Alicante. En 1.º de mayo de 1891 fue miembro del tribunal de las oposiciones a las cátedras de Geografía e Historia vacantes en Barcelona y Canarias. El prestigio de la cátedra de Instituto conllevó el medrar en otros ámbitos sociales fundamentalmente religiosos: fue vocal de la Junta de la VOT (Venerable Orden Tercera) de San Francisco, fue admitido en la Real hermandad del Refugio, institución caritativa aristocrática, fundada por jesuitas en el siglo xvii, a la que pertenecían personajes ilustres en el siglo xix, igual que en la actualidad, en que en su junta directiva conviven condes con marqueses. Participó activamente en los congresos católicos de Madrid, Zaragoza y Sevilla. En 1893 se inscribió como socio titular del Congreso Eucarístico Nacional de la ciudad de Valencia. En 1896 se inscribió como socio honorario en el Congreso Antimasónico Internacional. Llegó a ser vicepresidente de las Conferencias de San Vicente Paúl, realizando los discursos para ellas en 1894, 1895 y 1896, dirigiendo el boletín de la Institución. Aparte de sus actividades neocatólicas, fue admitido como socio en la Sociedad Geográfica de Madrid el 27 de octubre de 1895 y fue nombrado más tarde vocal de su junta directiva. Era además individuo de la Sociedad Científica de Bruselas.
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Por último, el peldaño más alto de su carrera fue ser nombrado consejero de Instrucción Pública con fecha de 1.º de noviembre de 1895, cargo que ejerció hasta su muerte. Los libros de texto de Félix Sánchez Casado Ya desde el siglo xix, el sistema político liberal nació con una gran contradicción entre su tendencia a difundir e imponer la ideología nacionalista y liberal que lo sustentaba, y la servidumbre que tuvo con la iglesia católica que le impedía imponer los conocimientos científicos y sociales avanzados en los libros de texto a cambio de fijar en ellos las tradiciones más ultramontanas y acientíficas defendidas por aquella institución. El único elemento uniformador que tenía el Estado para homologar su sistema de enseñanza eran los exámenes, ya que renunció a supervisar los libros de texto, dejando a los catedráticos liberales y neocatólicos que recomendaran los suyos propios en los centros de enseñanza en los que trabajaban. Por ello el aprendizaje de los jóvenes, que esencialmente era memorístico, dependía del catedrático que le tocaba en suerte, quien con su texto cumplía dos objetivos: aleccionar al mayor número de alumnos en su ideología y sacar un provecho económico de ello. De hecho más de un tercio de catedráticos así lo hacía, y había de todas las ideologías: de los 58 institutos que había en la España de la Restauración, veintitrés utilizaban un texto distinto, y los siete más usados fueron escritos por un krausista republicano, un demócrata radical, un católico social progresista simpatizante con el regionalismo vasco, tres conservadores y un católico integrista, este precisamente era Félix Sánchez Casado. 11 Todos ellos, sin embargo, bebían de las mismas fuentes tradicionales y casi míticas, sin un ápice de conocimiento científico como la Historia General de España en treinta y tres tomos de Modesto Lafuente publicada entre 1850 y 1867, y que se basaba en historiadores como el padre Juan de Mariana. 12 Además, como por lo general se hacía caso omiso de Los siete textos son: Picatoste Rodríguez, Felipe (1884): Compendio de Historia de España, Madrid; Moreno Espinosa, Alfonso (1871): Compendio de Historia de España distribuido en lecciones y adaptado a la índole y extensión de esta asignatura en la segunda enseñanza, Barcelona; Sánchez Casado, Félix (1867): Prontuario de Historia de España y de la civilización española, Madrid; Orodea e Ibarea, Eduardo (1867): Curso de lecciones de historia de España, Valladolid; Machiandiarena, Rufino (1893): Ensayo de Historia de España, San Sebastián; Monreal y Ascaso, Bernardo (1867): Curso de historia de España, Madrid; y Zabala Urdániz, Manuel (1883): Compendio de Historia de España, Madrid. 12 García Puchol, J. (1993): Los textos escolares de historia en la enseñanza española, 1808-1900: Análisis de su estructura y contenido, Barcelona, Universidad de Barcelona, p. 7. 11
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la reglamentación estatal del contenido de asignaturas, exámenes y libros de texto, los estudiantes de enseñanza media no se hallaban ante una interpretación uniforme de la historia y de la identidad nacional durante los dos breves cursos en que se estudiaba. En general, todos los libros, fueran de la ideología que fuera, tenían una serie de convencionalismos retóricos como las consecuencias provechosas de estudiar el pasado nacional y el amor a la patria; se justificaba el estudio de la historia porque se encontraba en ella la identidad nacional forjada por siglos de invasiones, conquistas, dominación y resistencia que habían forjado un carácter nacional propio que lo hacía provenir ya desde los pueblos celtíberos y se debía preservar frente a las innovaciones modernas. Por ello, los autores neocatólicos insistían en la importancia primigenia de la Edad Antigua, en especial en la época romana, cuando España fue por primera vez unificada y asimiló la civilización clásica y el cristianismo. La Reconquista era para ellos una lucha religiosa contra la herejía invasora, y la de los Reyes Católicos era la etapa más brillante y gloriosa de la historia de Castilla. Justificaban a los Austrias como defensores de la unidad católica frente a la división de Europa y criticaban a los Borbones sobre todo por la expulsión de los Jesuitas. La mayoría de los textos acababan en la guerra patria de 1808 y no se implicaban en la historia más inmediata. Los educadores católicos concebían especialmente la Historia por su valor formativo de las nuevas élites y destacaban la asociación de los españoles con su pasado tradicionalista con el lema «Dios, Patria y Rey» siendo la patria como una madre a la que había que querer incondicionalmente y respetar, en la que estaban incluidos como lo estaban en su propia familia. Además la Historia de España era la historia de la fe comunitaria y de la iglesia, y los libros se llenaban de episodios ejemplarizantes que unían lo profano y lo sagrado, sin ningún tipo de crítica textual o base documental o científica. 13 Los textos de Félix Sánchez Casado ejemplifican el planteamiento ultracatólico del pasado nacional y son además de acientíficos, antiliberales. Sin embargo, no solo fueron los explicados en el Instituto San Isidro, sino que fueron los libros de texto de la mayor parte de los Seminarios Conciliares y de las Escuelas de Magisterio, fundamentalmente femeninas, y de todos aquellos colegios católicos que proliferaban en España e Hispanoamérica, que fueron decisivos para formar a las élites políticas y económicas de sus respectivos países. Para analizar sus ideas hemos usado el prólogo del Prontuario De Historia de España, en su sexta edición en Madrid, Gregorio Hernando, 1879 Boyd, C. (2001): «El pasado escindido: la enseñanza de la historia en las escuelas españolas, 1875-1900», Hispania, vol. 61, n.º 209, pp. 859-878, pp. 866-868. 13
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y los preliminares del Prontuario de Historia Universal en la segunda edición en Madrid, Perlado Páez y Jubera, 1915; aunque este segundo libro no fue nunca obligatorio, al no pertenecerle la cátedra de Historia Universal, nos sirve para examinar sus ideas en cuanto a la concepción general de la Historia. El primero de ellos es un texto paradigmático del planteamiento más integrista del pasado nacional, en el que la historia de España es más una historia de la fe inamovible que de un pasado común. Se propone en la sexta edición, además de consignar la mayor parte de hechos primarios y secundarios que añadieran detalles a los primeros y la inclusión, ya a partir de la cuarta edición de mapas y árboles genealógicos, «dar animación y vida, presentando a los personajes en acción y movimiento, señalando los móviles de su conducta, sus pasiones, los sentimientos y en una palabra su carácter y personalidad», lo que significaba saltar del relato con intentos de objetividad a un relato aún más subjetivo y novelable, inventando directamente los aspectos que no aparecen ni en fuentes ni en documentos y que constituye más una ficción que un relato histórico verificado. Esta nueva versión la introduce con un fin didáctico, y nos cuenta qué es para él la didáctica de la Historia «conseguir que los alumnos al estudiar esta asignatura pusieran en juego no tan solo la memoria y su entendimiento, sino que formaran y educasen a la vez su fantasía y su corazón» por tanto, la didáctica tenía dos fines: puramente memorístico como había sido hasta el momento y el desarrollo de las emociones sobre todo piadosas y morales, para distinguir el bien y el mal según los principios del autor, meditando con imaginación sobre los hechos históricos, como se meditaba frente a un cuadro religioso siguiendo las instrucciones jesuíticas y de la contrarreforma católica «para grabar mejor la historia de la Pasión en tu mente y memorizar cada acto con más facilidad, es conveniente y necesario que fijes los lugares y las personas mentalmente […] y además has de representarte mentalmente a algunas personas que conoces como si fueran las que participaron en la Pasión […] y las recrearás en tu mente» según se comentaba en los Ejercicios Espirituales ignacianos, cuya metodología es asumida por Sánchez Casado, aprendizaje con imaginación y sentimiento. A ello se une que para el autor: La verdadera historia es la historia de los santos […]. Esta verdad sube de punto en nuestra patria, cuyos santos no solo se han distinguido por su virtud y por su piedad, […] sino también […], extendiendo sus piadosas conquistas más allá del reducido ámbito de la península, animando y confortando a los fieles en sus persecuciones, evangelizando y civilizando las más apartadas
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De este modo heroifica a los santos y a los que él considera los protagonistas de la Historia, siempre hombres cristianos, conquistadores de territorios para evangelizarlos, fundadores de órdenes religiosos, consejeros espirituales de los reyes, e incluso él mismo se atreve a contarse entre ellos cuando dice que «salvan y difunden los restos del saber de la antigüedad», ya que, según el panegírico que a su muerte le dedicó el Boletín de San Vicente de Paúl, durante toda su vida «había pasado entre libros y realizando excursiones arqueológicas a todos los lugares testigo de nuestra historia y que realizó viajes al extranjero para visitar y estudiar los establecimientos de enseñanza más notables, los de beneficencia y los museos históricos». 15 Su concepto de Historia es la de una exposición fiel y ordenada de los hechos verdaderos y memorables que han influido en el destino del género humano, de modo que la historia es un relato cronológico, una literatura, no un análisis, sin ningún tipo de crítica histórica ya que los hechos que se tienen que estudiar son los verdaderos. La verdad era una condición que todos los textos escolares atribuían a la Historia, pero esa verdad iba desde la objetividad positivista de los manuales de los autores más liberales a la verdad revelada por Dios, cuya providencia servía para explicar los propios hechos históricos como ocurrirá en los textos de Sánchez Casado. Además la selección de hechos memorables reiteraba la ideología que llevaba al adoctrinamiento católico del alumno. Las Fuentes de la Historia o testimonios son para él los medios que sirven para transmitir la noticia de un hecho. Por razón de su origen y forma se dividen en revelación, tradiciones, monumentos y narraciones. Aquí nos descubre que la principal fuente histórica es la revelación divina a través de los textos religiosos y la fe, a los que dota de sentido verdadero y real que nos informa de cómo fue el pasado. A esa primordial fuente, se añaden las tradiciones tanto orales como escritas, que tienen que ver con la metodología 14 Sánchez Casado, F. (1879): Prontuario de Historia de España y de la Civilización española, Madrid, Gregorio Hernando, Prólogo. 15 Citado en Sánchez Casado y Rueda, E. (1897): Biografía del Ilmo…, op. cit., p. 14.
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religiosa, en la que las fuentes textuales en primer lugar son las reveladas por Dios, y después las tradiciones como la vida de los santos. A ellas, ya en tercer lugar se añaden los «monumentos» que se refiere a las obras monumentales como la del Padre Juan de Mariana, obra en múltiples tomos que abarca toda la Historia de España, donde mezcla el mito con las crónicas sin separar uno y otras, pero a salvo de toda herejía, y que fue considerado autoridad desde su contemporaneidad, repetido una y mil veces hasta por los autores del siglo xix. Por último también le confiere credibilidad a las simples narraciones tanto primarias como secundarias de acontecimientos. Es una historia tradicional «evenemencial» no muy distinta a las historias tradicionales, alejadas de sus historiadores contemporáneos positivistas que se basaban en documentos sometidos a crítica por el historiador. Esta noción de la Historia está invalidada como conocimiento del pasado desde el origen, al establecer una jerarquía en las fuentes religiosas, estableciéndolas como verdaderas, negando los avances que se estaban realizando en el campo no solo de las ciencias sociales, sino de las ciencias naturales. Como ciencias auxiliares de la Historia incluye la cronología, que nos dice cuándo, y la Geografía que nos dice dónde se suceden los hechos a resaltar. Incluye también como ciencias auxiliares la Crítica, la Arqueología, la Genealogía, la Etnografía, la Antropología, la Filología, la Mitología y la Geología. Esa visión del cuándo y el dónde era, no obstante, formaba parte de la concepción de la Historia a comienzos del siglo xix, y junto al resto de las disciplinas que forman parte de las ciencias auxiliares de la Historia, no se aleja mucho de los historiadores hispanos de ese siglo, aunque en Inglaterra o Francia ya a mediados del siglo xix se estaban llevando a cabo verdaderas revoluciones epistemológicas en el campo de las humanidades y las Ciencias Sociales, que tendrán reflejo en intelectuales liberales. Lo más interesante es su concepción de la división de los periodos de la Historia, él lo llama bases de división por razón del tiempo, como si se tratase de un hecho objetivo. Según esa base, la historia se divide en tiempos antiguos, que comprenden los sucesos acaecidos entre la creación del mundo, a la que dota de una cronología aproximada (entre 4963 o 4004 antes de Nuestro Señor) hasta la venida de Nuestro Señor Jesucristo, y los tiempos modernos «los que se han verificado desde este gran suceso hasta nuestros días». Pero como no podía cerrar los ojos ante otro tipo de ideas historiográficas, también incluye una división clásica de la Historia, en Edad Antigua, desde la creación del mundo y del hombre (concepto clásico que desde la Edad Media se aceptaba como inicio de la Historia) hasta la caída del Imperio Romano de Occidente (476 d. C.); Edad Media desde este suceso hasta la toma de Constantinopla por los turcos (1453) y Edad Contemporánea desde ese acontecimiento hasta nuestros días.
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Para no hacer de la Historia solo una historia sagrada, en el libro de texto se realiza un ejercicio de eclecticismo en un epígrafe llamado División aceptada, en el que divide la Historia en tiempos anteriores al triunfo definitivo del cristianismo (desde la Creación a la muerte de Teodosio), que subdivide en Edad primitiva, que no es más que historia sagrada: creación del mundo y del hombre, donde se incluye la propia Creación, el Paraíso Terrenal y la tentación y la caída en el Pecado Original (desde 4963 o 4004 hasta 2247 a. C.); El Diluvio Universal y la dispersión de la humanidad (desde 2348 a 2247 a. C.); y Edad Antigua o Pagana desde la dispersión de la humanidad hasta la muerte de Teodosio (del 2247 a. C. a 395 d. C.), donde mezcla el relato bíblico del Diluvio, Torre de Babel y descendientes de Noe con los imperios Persa, Griego-Macedónico y Romano, siguiendo un relato cronológico. El carácter de esta edad es «el paganismo en religión, el egoísmo en la moral, el despotismo en la familia, la aversión al trabajo y como consecuencia la esclavitud, la desesperación de las almas […]». Curiosamente, más tarde sigue un relato histórico aceptable tal como se entendía en esas fechas, y solo dedica cuatro líneas sobre el nacimiento de Cristo en la época de Augusto: «NACIMIENTO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO: En medio de esta paz universal, nació en Belén el Redentor prometido al género humano y esperado cuarenta siglos, cumpliéndose a la letra todas las profecías». 16 A la Historia de España le atribuye tres caracteres: «la religión sin la cual España hubiera dejado de ser una nación […] el amor a la patria por cuya independencia peleamos dos siglos contra los romanos, uno contra los visigodos y ocho contra los árabes; y la monarquía introducida en la época visigoda, fortificada con la Reconquista y rodeada de esplendor y grandeza en el siglo xvi». Incluye el lema del absolutismo adoptado por los carlistas y ultracatólicos «Dios, Patria y Rey» dotándolo de categoría científica que define nada menos que el carácter inamovible y tradicional de toda la Historia de España. Su importancia es primordial ya que cumple los designios de ley divina que permitió la conquista y civilización cristiana del Nuevo Mundo y la humillación de las naciones extranjeras como Italia y Francia «salvando a Europa de los ataques combinados de los turcos y de los herejes de Alemania». 17 Ensalza los pueblos prerromanos que eran humanos, sencillos, tratables y que ya adoraban a un solo Dios autor de todo lo creado incorpóreo e incorruptible, siendo sus costumbres puras y sencillas, ya que son los descendientes en España de Noé. Dedica una pequeña parte a glorificar los héroes hispanos cartagineses Asdrúbal y Aníbal, pasando a ensalzar las Sánchez Casado, F. (1879): Prontuario de Historia…, op. cit., p. 31. Ibídem, p. 2.
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luchas celtibéricas contra Roma, personificadas en Viriato y la gesta de Numancia. Tras dos páginas dedicadas a Sertorio, César y solo un cuarto de página al Imperio, directamente entra en la propagación del cristianismo en España, donde reproduce el mito de la predicación de Santiago el Mayor, y la aparición al Apóstol de la Virgen del Pilar en el año 41, y la visita a la Península de San Pablo. Hechos todos ellos míticos, inciertos, basados en tradiciones piadosas no refrendados por ningún documento ni siquiera religioso. Se termina el Imperio con las figuras de Constantino y Teodosio por la intervención esencial que tuvieron en la expansión del cristianismo. La Edad Media hispana comienza con la lista de los Reyes Godos, a los que dedica doce páginas, ya que comenta cada uno de ellos, demasiadas si se compara con el cuarto de página dedicada a la Hispania Romana del siglo i. Esta extensión era prioritaria para el nacionalismo, ya que la historiografía tradicional consideraba que el reino visigodo era el primer reino totalmente español y el germen de la nación española contemporánea, mito que ha pervivido con variantes hasta hoy en día y recogido incluso por algunos historiadores actuales. Ese mito se creará en el siglo xi con otro no menor cual es La Reconquista, por parte de los reinos cristianos del norte de los territorios que consideraban suyos, ya que formaron parte del reino visigodo, y cuya glorificación culminó con la conquista de Toledo, antigua capital del reino visigodo, por Alfonso VI en 1085. A la conquista Árabe y el emirato de Al-Andalus le dedica folio y cuarto, considerándolos extranjeros que conquistan a los cristianos, pasando inmediatamente a la Reconquista, todos los reyes astures y los condados pirenaicos, citando a algunos califas, sobre todo en su relación con las persecuciones a los mozárabes, cristianos asentados en Al-Andalus, durante el siglo x. Termina la segunda época con los reinos cristianos de León, Castilla, Navarra y Condado de Barcelona. La Tercera época es la Plena y Baja Edad Media desde 1031 a 1474, en donde describe todos los reinados de cada uno de los reinos cristianos peninsulares hasta la victoria y coronación de los Reyes Católicos, cuyo reinado se extiende durante nueve glorificadoras páginas sobre la unidad nacional y religiosa, en las que no faltan santos como protagonistas y donde se ensalza al tribunal de la Inquisición «A este Tribunal se ha debido en nuestra patria la conservación de la unidad religiosa, primera base de la unidad nacional […]». 18 Después de relatar los principales acontecimientos de índole religiosa que tuvieron lugar durante el reinado de Austrias y Borbones, la Historia de España solo llega hasta Carlos IV, habiéndose añadido una cronología de Ibídem, p. 94.
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lo que considera los principales acontecimientos hasta 1874: son cincuenta fechas, de las cuales siete son referidas a la Guerra de la Independencia (12 %), cuatro a la Independencia americana (9 %), tres al trienio liberal (5 %), ocho a la Década Ominosa (15 %), 23 al reinado de Isabel II (45 %) de las cuales cinco son de carácter religioso como los asesinatos de clérigos en 1835, la supresión de las comunidades religiosas en 1836, la persecución del episcopado en 1841 o la intervención para reponer a Pío IX en su trono de 1849 (10 % del total o 25 % de las fechas del periodo de Isabel II). Cinco escuetas cifras desde 1868 a 1874 (10 %). Todos los autores conservadores católicos, y Félix Sánchez Casado no era una excepción, insistían en la importancia fundamental de la Edad Antigua. Él hace especial mención a los pueblos prerromanos como origen de la «raza» hispánica que deriva de Noé, y a la España visigoda, cuando según ellos se produjo la primera unificación política y religiosa a través de la conversión de Recaredo al catolicismo (589). Definían la Reconquista principalmente como una lucha religiosa contra una herejía venida de fuera, veían el reino de los Reyes Católicos como «la época más brillante y gloriosa de la historia de Castilla», justificaban la Inquisición y las guerras de religión de los Habsburgos como esfuerzos encomiables de conservar la unidad religiosa de Europa. Clamaban en contra del regalismo borbónico, sobre todo contra la expulsión de los jesuítas. 19 Es un tipo de literatura dogmática en el que la historia se confundía con una apología de la Religión. En cuanto a sus cualidades como profesor, nos las describe su hijo: notoria puntualidad, tacto y firmeza de carácter para mantener el orden y la más severa disciplina en las aulas, intachable conducta que siguió en los exámenes, tan distante de un rigor excesivo como de una benignidad extremada; los grandes conocimientos que poseyó indistintamente en todas las materias de segunda enseñanza lo mismo en las de letras que en las de ciencias. Su didáctica era la repetición memorística que casaba con el papel pasivo que reservaban a las masas españolas, incluso aquellas destinadas al desempeño de trabajos menos penosos y que conformaban la clase media incipiente. Conclusión Félix Sánchez Casado fue uno de los profesores de tendencia neocatólica que poblaron los institutos españoles, donde existía también la tendencia Boyd, C. (2001): «El pasado escindido…», op. cit., p. 867.
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liberal krausista debido esencialmente a la formación de dicha tendencia que predominaba en la formación universitaria. Fue un profesional consecuente con su ideología neocatólica en la que intentó adoctrinar a cuantos discípulos pasaron por sus aulas a través de su libro de texto Prontuario de Historia de España que era el oficial en el Instituto San Isidro desde que tomó posesión de la cátedra en 1885. Tuvo proyección social y política en los círculos más reaccionarios del país gracias a la participación en organizaciones ultracatólicas, y dogmática en los distintos colegios religiosos que adoptaban sus textos tanto en España como en Iberoamérica. Su idea de la Historia estaba profundamente desfasada, ya en su época, tanto intelectual como socialmente, pero sirvió para la formación de una clase dirigente profundamente conservadora que será la raíz del autoritarismo español. No es difícil imaginar a los «prohombres» ultraconservadores y católicos del siglo xx, estudiando en sus manuales. Frente a las ideas liberales y krausistas de la enseñanza, propone una didáctica autoritaria basada en la disciplina, el orden y en la verdad revelada a través del profesor quien es una especie de sacerdote laico, que impone, sin crítica alguna, conocimientos que los alumnos deben aprender de memoria, para escribirlos sin cambiar una coma en los exámenes. Bibliografía Bahamonde, A. (coord.) (1994): Historia de España del siglo xx, Madrid, Ed. Cátedra. Boyd, C. (2001): «El pasado escindido: la enseñanza de la historia en las escuelas españolas, 1875-1900», Hispania, vol. 61, n.º 209, pp. 859-878. Canet Ramos, C. (1998): La Ilustración Católica (1877-1883), Granada, Universidad de Granada. Capellán de Miguel, G. (2000): «Política educativa bajo los gobiernos de Canovas y Sagasta: propuestas para una interpretación», Revista Berceo, 139, pp. 123-144. Cuesta Fernández, R. (1997): Sociogénesis de una disciplina escolar: la Historia, Barcelona, Pomares-Corredor. Gaceta de Madrid n.º 140, de 13 de abril de 1888. García Puchol, J. (1993): Los textos escolares de historia en la enseñanza española, 18081900: Análisis de su estructura y contenido, Barcelona, Universidad de Barcelona. Gómez Molleda, D. (1981): Los reformadores de la España Contemporánea, Madrid, CSIC. Memoria del Instituto Noviciado durante el curso 1863-1864 leída por su director Francisco de Tamarría, catedrático de Francés. Madrid, Imprenta de José María Ducazcal, 1864. Memoria del Instituto Noviciado durante el curso 1866-67 leída por su director Francisco de Tamarría, catedrático de Francés, Madrid, Imprenta de Segundo Martínez, 1868. Navarro Jurado, A. (1991): Historia del instituto de segunda enseñanza San Isidro de Madrid 1845-1936, Madrid, tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid. Pasamar Alzuria, G. y Peiró Martín, I. (2002): Diccionario Akal de Historiadores españoles contemporáneos, Madrid, Akal.
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324 EL instituto de san isidro Rodríguez Guerrero, C. (2009): El instituto de Cardenal Cisneros de Madrid (1845-1877), Madrid, CSIC. Sánchez Casado, F. (1915): Prontuario de Historia Universal (2.ª ed.), Madrid, Perlado Páez y Jubera. — (1879): Prontuario de Historia de España y de la Civilización española (6.ª ed.), Madrid, Gregorio Hernando. Sánchez Casado y Rueda, E. (1897): Biografía del Ilmo. Sr. D. Félix Sánchez Casado, Madrid, Agustín Avrial.
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La lúcida voz del profesor Puig Adam
M.ª Eugenia Jiménez Aleixandre Mercedes Pastor Grueso Instituto San Isidro Introducción Pedro Puig Adam es una de las pocas figuras que promovió la didáctica de las matemáticas en España antes de 1960. Fue un profesor (de Instituto, de Universidad y de didáctica matemática) muy prolífico y de reconocido prestigio, tanto nacional como internacional. Su papel ha sido muy importante en el desarrollo de la enseñanza de las matemáticas del siglo xx en nuestro país. Releyendo sus múltiples publicaciones podemos redescubrir sus propuestas que resultan en muchas ocasiones novedosas y de plena actualidad. Una enseñanza centrada en el aprendizaje y el alumnado Qué mejor manera de recordar a Puig Adam que recuperando sus palabras. Palabras que expresan sentimientos, ideas, reflexiones, formas de entender la vida, el arte, la didáctica. Palabras lúcidas, palabras hermosas, palabras modernas en su momento y con plena vigencia en el debate educativo actual. La didáctica es, ante todo, adaptación al alumno y uno de los motivos más frecuentes de error entre los profesores, cuyo celo lleva a una preparación meticulosa de sus clases, es la obstinación en no abandonar los caminos preconcebidos (¡planeados con tanta ilusión!) cuando los alumnos tienden espontáneamente a seguir otros derroteros. Cuántas veces el carácter erróneo de estas espontaneidades
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326 EL instituto de san isidro da lugar a enseñanzas más provechosas que la lección preparada, y cuántas también los alumnos dan en el clavo, señalando el camino didáctico más eficaz. La inventiva de una inteligencia virgen de caminos se halla más libre en razón de su virginidad para detectar las claves persuasivas válidas para inteligencias similares, y por ello no es de extrañar que de ellas puedan recibir lección quienes están ya altamente condicionados por los moldes de una tradición didáctica heredada. Aprendan ante todo los profesores a observar atentamente a sus alumnos, a captar sus intereses y sus reacciones, y sepan leer bien en ellos, comprobarán que en ningún libro ni tratado existe tanta sustancia pedagógica como en el libro abierto de una clase, libro enteramente nuevo y sorprendente. 1
Estos son los últimos párrafos de la introducción realizada por Puig Adam al libro Didáctica matemática eurística (sic) publicado por el Instituto de Formación del Profesorado de Enseñanza Laboral en el año 1956 y que se sintetizan en el primer punto del Decálogo de la Didáctica Matemática media publicado en «Boletín Pedagógico de la Institución de Formación del Profesorado de Enseñanza Laboral», número 2, en 1956: 1. No adoptar una didáctica rígida, sino adaptada en cada caso al alumno, observándole constantemente. 2. No olvidar el origen concreto de la Matemática ni los procesos históricos de su evolución. 3. Presentar la Matemática como una unidad en relación con la vida natural y social. 4. Graduar cuidadosamente los planos de abstracción. 5. Enseñar guiando la actividad creadora y descubridora del alumno. 6. Estimular esta actividad despertando interés directo y funcional hacia el objetivo de conocimiento. 7. Promover en todo lo posible la autocorrección. 8. Conseguir una cierta maestría en las soluciones antes de automatizarlas. 9. Cuidar que la expresión del alumno sea traducción fiel de su pensamiento. 10. Procurar a todos los alumnos éxitos que eviten su desmoralización.» 2 Este decálogo se puede considerar un resumen de los planteamientos didácticos de Puig Adam. Puig Adam, Pedro (1956): Didáctica matemática eurística (sic), Madrid, Instituto de Formación del Profesorado de Enseñanza Laboral, p. 8. 2 Puig Adam, Pedro (1956): «Decálogo de la Didáctica Matemática media», Boletín Pedagógico de la Institución de Formación del Profesorado de Enseñanza Laboral, 2. 1
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Figura 1. Pedro Puig Adam. Documentación cedida por M.ª Jesús Luelmo Verdú.
Algunos datos de su biografía Pedro Puig Adam estudió Matemáticas en la Facultad de Ciencias de Barcelona, y se doctoró en Madrid donde fue profesor auxiliar de Geometría. En 1926 ganó la cátedra de Matemáticas del Instituto San Isidro donde desarrolló una larga actividad docente. Podemos imaginarnos sus clases a partir de estas dos anécdotas relatadas por dos de sus alumnos Mariano Yela y Joaquín Crespo, donde se trasluce un gran sentido del humor y su preocupación por captar el interés del alumnado y promover la participación en sus clases. Estamos en 1940. En un aula fría y destartalada del Instituto San Isidro, unos cien muchachos de sexto curso esperamos nuestra primera clase de Matemáticas. Entra Don Pedro […] y se ve, tras sus gafas, la mirada chispeante, ingeniosa, acogedora, ingenua, casi infantil. Se inicia la clase. Primera sorpresa: Don Pedro no explica, no escribe ninguna fórmula en la pizarra. Habla con nosotros como un amigo mayor. Pregunta a varios qué es la Matemática. Pide a algunos que recojan y resuman las contestaciones. Los demás las revisan y discuten. Poco a poco, la clase se anima; todos intervenimos. Nos olvidamos de que estamos en clase, nos ponemos
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328 EL instituto de san isidro gozosamente a pensar. De pronto, Don Pedro lanza una pregunta sorprendente: ¿Creéis que hay dos españoles con el mismo número de pelos en la cabeza? Todos queremos hablar. Nos parece que no; algunos creen que podría darse el caso, pero que sería mucha casualidad. Entonces, Don Pedro nos va ayudando a reinventar la matemática, a percatarnos de lo que es y para qué sirve. Despacio al principio, vertiginosamente después, se van proponiendo ideas… Se acaba la clase. ¿Serán todas así? Con mil variantes, sí lo fueron. […] Un día, en clase en el San Isidro,…., va Don Pedro y dibuja, en la pizarra, una circunferencia perfecta. El «oh» de admiración que se le escapa a algún estudiante así lo refleja. —¿Cómo se llama este hueso, le pregunta Don Pedro señalándose el antebrazo? —Radio, contesta un tanto aturdido el chico. —Bueno, hombre, pues no te debería extrañar que con una herramienta como esa, salga una circunferencia como esta. 3
En ese año de 1926, la JAE concedió a Puig Adam la consideración de pensionado para, mediante una beca de la Fundación Rockefeller, ampliar sus estudios en Múnich (Alemania) durante un año, no pudiendo disfrutarla por enfermedad. En 1931 terminó la carrera de Ingeniero Industrial y en 1934 se incorporó como profesor en esa Escuela ocupando la cátedra de Cálculo desde 1946 hasta que murió en 1960. También fue el encargado de la cátedra de Metodología de la Facultad de Ciencias Exactas de Madrid y más tarde asesor de la enseñanza de la Matemática del Profesorado de institutos laborales. Práctica didáctica en las clases Puig Adam trabaja, en sus clases, siguiendo las tendencias pedagógicas más novedosas en Europa. Estas consideran que la didáctica tiene como centro al alumno y la enseñanza es la conducción de sus procesos de aprendizaje. Comprobado que el interés del niño por el conocimiento que recibe está en razón directa de la parte activa que toma él mismo en su adquisición, defienden una didáctica activa. Puig Adam considera que la acción no es solo una necesidad vital del niño, sino que, desde el punto de vista epistemológico, es esencial en la formación del pensamiento mismo, pero además se necesita una didáctica 3 Hernández Gómez, Joaquín: «La labor pedagógica de Puig Adam». Discurso pronunciado en el Acto conmemorativo del Centenario del nacimiento de Don Pedro Puig Adam, celebrado en la Academia de Ciencias el 7 de junio de 2000.
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Figura 2. Alumnos de Puig Adam utilizando materiales. Del libro «El material para la enseñanza de las matemáticas». Documentación cedida por M.ª Jesús Luelmo Verdú. heurística, en el sentido de procurar que el alumno elabore por sí mismo los conceptos y conocimientos que haya de adquirir, mediante el acicate de situaciones hábilmente creadas ante él por el maestro, con objeto de que el interés funcional y directo por ellas despertado sea suficiente para fomentar una actividad generadora. Estas dos citas suyas, de 1951 y 1957 respectivamente, reflejan claramente su pensamiento: Tengamos también siempre presente que el niño no es un saco vacío que hay que llenar de ciencia, sino un potencial deseoso de convertirse en acción. Hagamos que sienta la alegría de descubrir, de crear, de inventar; que una verdad hallada por su propio esfuerzo, tendrá más valor para su cultura y para su moral que cien verdades recopiladas. Se ha tardado no poco en tener conciencia clara de que el acto de aprender es mucho más complicado de lo que supone la recepción pasiva de conocimientos transmitidos; que no hay aprendizaje donde no hay acción, y, que, en definitiva, enseñar bien ya no es transmitir bien, sino saber guiar al alumno en su acción de aprendizaje. Esta acción del alumno ha terminado así primando sobre la acción del maestro, condicionándolo totalmente y subvirtiendo así la primacía inicial
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330 EL instituto de san isidro de su papel. El centro de la enseñanza ya no es el maestro, sino el alumno. Rotunda verdad que, de puro sencilla, muchos maestros no han asimilado todavía. 4
El libro citado, Didáctica Matemática eurística (sic), ofrece ejemplos concretos de cómo conducir heurísticamente lecciones determinadas del currículo de Matemáticas. Estos ejemplos se basan en las clases experimentales realizadas por Puig Adam en el curso 1955-56, en el seminario de Didáctica Matemática del Instituto San Isidro. Reproducimos a continuación dos de estas lecciones: Lección sobre «reversibilidad entre la suma y la resta» Actúo ante doce alumnos atrasados de segundo curso de Bachillerato (Instituto San Isidro). Aprovechando el hecho de que la resta es la primera operación inversa que se estudia: «Dada la suma de dos sumandos y uno de ellos, hallar el otro», organizo la acción de la clase haciendo adivinar un sumando pensado (sin escribir) por un alumno, dado otro sumando escrito por un compañero y la suma efectuada por el poseedor del número secreto. Situación análoga a la que preconiza el profesor Gattegno, del Instituto de Educación de la Universidad de Londres, para la iniciación del manejo de ecuaciones. La técnica ha sido la siguiente: Tengo a doce alumnos distribuidos en cuatro mesas cuadradas. En cada mesa hay tres alumnos (dejando libre el frente de la mesa que da al encerado). Los del lado de la ventana (V) pensarán un número sin escribirlo. Los del fondo (F) escribirán uno, que mostrarán a los del lado de la pared (P) y ventana (V). Estos últimos darán la suma, y los P y F deberán adivinar el número pensado. Se repite el juego permutando los papeles de P, V F, hasta que cada cual haya adivinado un par o tres veces. Se plantea entonces la cuestión de expresar el truco o la regla seguida para adivinar el número x pensado por V. Por ejemplo, F añadió 6; luego V sumó x + 6. ¿Qué resultado dio? (13) x + 6 = 13. ¿Qué truco empleó P para adivinar x? No surge todavía la conciencia de resta como operación autónoma; todos complementan instintivamente con facilidad. Entonces repetimos el ejercicio con números mayores escritos ahora en el encerado: x + 243 = 458 x = ……………
x + 648 = 825 x = ……………
Al adivinar ahora x, tienen que efectuar el cálculo de la resta, operación que se hace consciente al explicitar el truco x = 458−243; x = 825−648. Generalización mediante letras: número añadido, a; suma obtenida, m; número pensado, x, que verifica: x + a = m. Regla de adivinación: x = m – a. Se recordó aquí la definición de resta. Ibídem.
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La técnica de adivinación se repitió para la resta. Pensando V un número, escribiendo F otro y restando V. Es muy instructivo lo ocurrido en este caso. Si no se dice el orden en que deben restarse, aparecen soluciones dudosas o ambiguas. Circunstancia que puede aprovecharse para reflejar la no conmutatividad de la resta. Por ejemplo, con el dato 6 suministrado por F obtuvo V el resultado 4. Y de los mismos alumnos surgen las dos soluciones: 2 correspondiente al orden 6 – x = 4 10 correspondiente al orden x – 6 = 4 Si se dice el orden de la resta, entonces se presentan casos de resta imposible. Empezando por la ordenación (más sencilla) del tipo x−a=b, se llega a la regla de adivinación x = b + a. El signo – de la operación se convierte en + en la adivinación. Seguí la misma táctica anterior de empezar con números sencillos; luego complicados. Y, al fin, explicitar la clave o regla. Luego compliqué las operaciones combinando sumas y restas, poniendo en el encerado: x + 6 – 3 = 5; x = ………… La adivinación resultó un poco más difícil. Sin moverme todavía del terreno abstracto (tuve empeño en no concretar hasta el final), para ver si el puro y simple juego de reglas de adivinación era capaz de divertirles y atraerles (como así fue) creando un dinamismo algebraico de inversión, les guié por un proceso de reducción: x + 6 = y; y – 3 = 5; y = 5 + 3; x + 6 = 5 + 3; x = 5 + 3 – 6. Nuevamente aparece la regla de cambio de signo. Lo explicité recordando la terminología de miembro y término. Al final, y solo al final, se proyectó en el plano concreto esta regla de inversión de signo, o de operación, en el proceso de adivinación. Acudí para ello a imágenes de solución obtenidas simplemente «desandando lo andado, deshaciendo lo hecho». Por ejemplo, una interpretación de x + 6 – 3 = 5: Estamos en el piso x, subimos 6, bajamos 3 y llegamos al 5. ¿Cuál era el piso x en que estábamos? Al desandar lo andado, subir se convierte en bajar, es decir + en –, y viceversa. Propongo inventar otro ejemplo de interpretación de x+6−3=5. Un alumno dice enseguida: «Un niño tiene x pesetas, gana 6, pierde 3. ¿Cuántas tenía?» «¿Y el 5? ¿De qué te sirve entonces? ¿Acaso puedes resolver este enunciado tal como lo has dado?» Rectifica: «Tenía x, gana 6, pierde 3, le quedan 5. ¿Cuántas tenía?» Estos ejercicios de invención de enunciados tienen un gran interés pedagógico, por cuanto ejercitan el cultivo de la facultad que yo llamo de «concreción» y que junto con la de «abstracción» son esenciales para la formación matemática completa. 5 Puig Adam (1956): Didáctica matemática
, op. cit., pp. 9-11.
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332 EL instituto de san isidro Sobre los poliedros regulares Más que el desarrollo de una lección, resumo en las notas que siguen una serie de comentarios y actividades de preponderante carácter activo y eurístico (sic), realizados en clase y en el taller de trabajos manuales con alumnos de cursos avanzados en torno a la construcción de modelos de poliedros regulares. Dos antiguos modelos, del dodecaedro regular y del cubo, construidos de varillas metálicas soldadas, aparecieron destrozados en los armarios del Instituto, mientras los modelos de los restantes poliedros regulares de la misma colección se conservaban en buen estado. Este hecho me sugirió un comentario instructivo sobre la rigidez del triángulo y de las estructuras triangulares corrientes en las construcciones metálicas (postes, vigas, puentes, etc.) conducido eurísticamente (sic) mediante la serie de preguntas: «¿Debemos atribuir solo al azar el hecho de que se hayan conservado el tetraedro, octaedro y el icosaedro, o tiene alguna explicación teórica?» «¿Tienen estos modelos alguna forma estructural común con las construcciones metálicas que se ven en los puentes, postes de alta tensión, etc.?» «¿Qué propiedad estática tiene la forma triangular que no tenga otra forma poligonal, cuadrado, rectángulo, etc.?» «¿En qué propiedad geométrica radica la rigidez del triángulo?» Etc. Puesto que el triángulo no es deformable, por el solo hecho de quedar determinado por sus tres lados, la realización de cualquier modelo poliédrico
Figura 3. Modelo del icosaedro. Del libro Didáctica de la matemática eurística (sic). Documentación cedida por M.ª Jesús Luelmo Verdú.
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transparente (es decir con materialización exclusiva de las aristas) de caras triangulares no exigirá soldar dichas aristas, sino que bastará unir los extremos de ellas con cualquier atadura que permita incluso una libre articulación. Con esta idea realizamos efectivamente un modelo de icosaedro cortando treinta varillas iguales, atornillando hembrillas circulares en los extremos y acoplándolas de cinco en cinco en cada vértice, y de tres en tres en cada cara. Una simple atadura con cordel basta, pero queda más lograda la unión pasando las cinco hembrillas de cada vértice por una pequeña anilla, por ejemplo, de llavero. Y uno de los alumnos perfeccionó todavía la unión impidiendo el corrimiento de las hembrillas mediante un tapón de corcho con cinco ranuras equidistantes ajustado a la anilla. Sorprende a los alumnos la rigidez del modelo tan rápidamente construido. (En poco más de media hora quedó montado) Inútil intentar solución semejante para el dodecaedro, a menos de acoplarle a una estructura triangular de sostén. Surgió así espontáneamente la idea de cruzar perpendicularmente en sus puntos medios las aristas del icosaedro, con lo que a cada vértice, es decir, a cada ángulo poliedro pentagonal de dicho icosaedro, correspondería el pentágono regular dibujado por dichas perpendiculares, formando, en consecuencia, la totalidad de estas el dodecaedro regular. Pero ¿de qué longitud procedía cortar dichas aristas del dodecaedro? La investigación de este problema planteado en el taller fue efectuada por los alumnos de sexto curso en clase teórica y la repasamos aparte en una nota. La longitud de la arista del dodecaedro así resultante es precisamente la sección áurea de las aristas del icosaedro en el que se apoya. Este problema material condujo así al concepto de poliedros conjugados obtenidos por cruce de aristas, en vez de unión de centros de caras. Para dar rigidez al cubo construido análogamente de varillas, resulta más sencillo acoplar en cada cara una diagonal, con lo que queda triangulada la estructura. Si se procura además que dichas seis diagonales concurran tres a tres en un mismo vértice, dibujarán un tetraedro regular inscrito en el cubo. En este tetraedro puede inscribirse a su vez el octaedro regular uniendo mediante nuevas varillas los puntos medios de sus aristas, como así lo hicimos. En una primera fase teníamos un modelo transparente conteniendo el cubo, el tetraedro inscrito y el octaedro conjugado (de vértices en los centros de las caras del cubo), y en otro modelo reunidos el icosaedro y el dodecaedro conjugados (de aristas entrecruzadas). Al recordar la posibilidad de inscribir en el dodecaedro un cubo de aristas construidas por diagonales de pentágonos de las caras del dodecaedro, concebimos en una segunda fase la posibilidad de reunir en un solo modelo rígido transparente los cinco poliedros regulares sosteniéndose mutuamente, cuyas aristas se pintaron de colores vivos diferentes. Obtuvimos así un modelo de gran rigidez y visualidad y apto para sugerir multitud de relaciones espaciales. El cálculo de las longitudes de las aristas de los poliedros así acoplados se efectuó en la clase teórica, y (según detallamos a continuación), resultaron proporcionales a los siguientes valores: Cubo 1, tetraedro √2, octaedro √2: 2, dodecaedro (√5 - 1): 2, icosaedro 1.
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334 EL instituto de san isidro He aquí cómo el comentario a un hecho observado en relación con viejos modelos, creó un centro de interés y desplegó toda una actividad eurística [sic] en torno a la creación de unos modelos transparentes nuevos, y a su acoplamiento estable en un modelo único que los mismos alumnos que lo construyeron y calcularon han bautizado pomposamente con el nombre de «omnipoliedro regular». 6
Sus propuestas de utilización de materiales y su preocupación por el aprendizaje le llevaban a buscar actividades adecuadas para todos los temas y niveles de aprendizaje. En el apéndice del libro aparecen ejemplos para introducir el rigor y la precisión en el lenguaje así como la lógica mediante recursos que capten el interés de los alumnos. Reproducimos a continuación uno de ellos: Aplicación de la regla de los signos a un juego lógico bivalente de adivinación Los poetas se refugian en la magia huyendo de la lógica, que les parece fría e inexpresiva. Pero, ¿por qué no presentar también la lógica poéticamente haciendo un poco de magia con ella? En las conferencias que di en el cursillo sobre Didáctica, organizado por el Sindicato Español de Magisterio Primario, en Santander, durante el pasado mes de agosto (1956) y destinado al Magisterio Primario, puse cierto empeño en recalcar la multivalencia del razonamiento matemático y para ilustrar cómo puede penetrar en cuestiones aparentemente alejadas de toda especulación matemática efectué la siguiente experiencia didáctica en forma de juego de adivinación, que con pequeñas modificaciones puede adaptarse fácilmente a una clase de últimos cursos de Bachillerato. Rogué que dos señoritas y dos caballeros, entre mis oyentes, se sentaran junto a la mesa de cátedra, una pareja a la derecha de ella y otra a la izquierda. Coloqué dos objetos, un anillo y una moneda, dentro de una cajita a la vista de todos y asimismo un plato y un sombrero sobre la mesa (parece que nunca debe faltar un sombrero en juegos de tal índole). Uno de los cuatro colaboradores debería extraer de la cajita, en mi ausencia, uno de los dos objetos y depositarlo debajo del sombrero o del plato a la vista de los demás. Distribuidas entre estos tiras de papel divididas en cuatro casillas, cada testigo debería consignar en la primera casilla si fue dama o caballero la persona operante, en la segunda si fue de la derecha o de la izquierda, en la tercera si eligió el anillo o la moneda y en la cuarta si lo depositó debajo del sombrero o del plato, bastando consignar las palabras escuetas: dama, caballero, derecha, izquierda, etc., en la casilla correspondiente. Los testigos podían escribir los conceptos verdaderos o los falsos, pero con la condición expresa de que el que eligiera el papel de veraz debía siempre escribir y decir lo cierto, y el que eligiera el papel de mentiroso debía asimismo escribir y decir siempre lo falso. Ibídem, pp. 103-106.
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Desde estas instrucciones, realizado en mi ausencia el hecho, y consignadas las circunstancias ciertas o falsas en las declaraciones escritas de los testigos presenciales, me reincorporé a la sala para desentrañar la verdad de lo ocurrido y señalar a los testigos veraces y a los mentirosos. Realicé la operación con cuatro declaraciones (pueden utilizarse más si se quiere, aunque solo dos son indispensables para el juego). Recogí las cuatro tiras en un orden, convenientemente dobladas para no ver de momento su contenido. Las redistribuí a los mismos testigos en orden inverso y pregunté si las contestaciones contenidas en las tiras que ahora tenían en sus manos coincidían o no con las que cada testigo me dio. Al hacer esta pregunta recordé que cada cual tenía que ajustar su respuesta al carácter de veraz o de mentiroso que hubiera elegido antes. Recibidas verbalmente las contestaciones pedí a uno de los cuatro testigos la primera casilla de la tira en su poder, a otro la segunda, a otro la tercera y al último la cuarta, y reconstruí las circunstancias verdaderas del hecho, señalando de paso los testigos veraces y los mentirosos, entre los cuatro actuantes. La experiencia se realizó, como es natural, con objeto de proponer a los oyentes el descubrimiento de la clave de adivinación, explicando su fundamento. Solución y comentarios Ha ocurrido un hecho en el que concurren cuatro circunstancias duales, circunstancias que declaran o falsean los testigos según su papel respectivo. Nos hallamos, pues, en presencia de manifestaciones contradictorias, y el problema consiste en reconstruir el hecho obteniendo criterios de certeza a partir de las propias contradicciones. Como se ve, el problema es análogo a los de la judicatura, aunque muy simplificado por la pura dualidad con que se presentan las circunstancias y por el carácter invariante de los testigos, propiedades que raramente concurren en los problemas reales de la vida procesal. La primera operación del matemático ante todo problema es la reducción del mismo a sus términos más simples. No es tanto una cuestión de lógica deductiva como una aptitud que pudiera llamarse intuición de lo esencial, aptitud en la que se nace, pero que también cabe cultivar y debe cultivarse en una auténtica formación matemática, ya que es tan útil al matemático puro como necesaria al físico y al ingeniero que han de traducir en esquemas matemáticos los problemas que la realidad le presenta. Este fue mi primer comentario sobre el problema ante mi auditorio. Si motivos psicológicos de espectacularidad (con objeto de favorecer la captación de intereses) me indujeron a componer el juego superponiendo varias circunstancias a adivinar, el espectador que tenga sentido matemático de enfoque, no se dejará confundir por complicaciones artificiosas y se dará cuenta de que las cuatro adivinaciones se efectúan con la misma técnica, es decir, que el problema se reduce en rigor a una sola adivinación entre dos únicas versiones del hecho: la verdadera y la falsa. Consideremos, pues, cualquiera de las circunstancias duales presentadas, por ejemplo: dama o caballero. Si designamos con el signo + la circunstancia ver-
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336 EL instituto de san isidro dadera y con – la contraria, cada testigo ha actuado como un operador s que conserva dicho signo o lo altera en su declaración, según el papel de veraz o de mentiroso que se haya asignado. Su declaración podrá, pues, expresarse por s. + = + si el testigo es veraz s. + = − si el testigo es mentiroso Podemos, pues, representar asimismo a s con el signo + o – según que el testigo sea veraz o mentiroso. De este modo, eligiendo invariablemente el signo + para la verdad cada declaración tendrá el signo s del testigo de procedencia. Comparemos ahora los signos s, σ de dos declaraciones. El cociente
s
s
s s
= . = s.
mismo que
s
s
lo
tendrá signo + si ambos signos coinciden y signo – en caso
ss
s
ss
contrario. Pero esta coincidencia o no coincidencia es declarada por cada uno de los testigos según su propio signo, de modo que, = . s
s
s s s s == ... s s s ss s= s . s s ss = s .. El testigo de signo σ declarará como signo del cociente el de = s. El testigo de signo s declarará como signo del cociente s
el de
= . s En resumen, la declaración (sí o no) de scada testigo referente a la coincidencia s de declaraciones anteriores con el otro, tendrá el signo del carácter de ese otro. s s Es decir, cada contestación sí o no delatará el carácter = veraz s . o mentiroso del compañero con el que ha permutado su tira. Adivinaremos, pues, el carácter de dichos testigos fijándonos simplemente en las permutaciones efectuadas al redistribuir las tiras: primero con cuarto, y segundo con tercero en la simple inversión de orden. Y como cada testigo tiene precisamente en sus manos la tira del compañero con quien ha permutado, al pedirle dicha tira (o parte de ella) ya sabremos que contiene verdad o mentira, según que haya pronunciado un sí un no. Así es como se reconstruyen fácilmente los hechos. Ejemplo: Si hemos permutado las tiras de los cuatro testigos A, B, C, D invirtiendo el orden al redistribuirlas, y dichos testigos han dado, respectivamente, las respuestas sí, no, no, no a la pregunta sobre coincidencia, se reconstruirán los hechos tomando como cierto el contenido de la tira (o parte de ella) en poder de A, y adoptando lo contrario de las restantes tiras. En cuanto a la veracidad de los testigos se obtendrá aplicando la sucesión sí, no, no, no a los testigos en orden inverso D, C, B, A de lo que resultará como único testigo veraz el D, los demás han sido mentirosos. Observación: De lo dicho se desprende fácilmente que para reconstruir solamente los hechos bastaría la actuación de dos testigos y aún la simple declaración de coincidencia de uno solo de ellos, pidiéndole la tira entera en su
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poder. Pero resulta más animado y vistoso el juego haciendo intervenir varios testigos y detectando su veracidad, para lo cual son necesarias todas las declaraciones. Pueden, pues, adoptarse variantes de actuación si se repite el juego. 7
Trabajador infatigable Puig Adam era un trabajador infatigable. Impartía muchas horas diarias de clase: en el Instituto San Isidro, en la Facultad de Ciencias Exactas y en la Escuela de Ingenieros Industriales. Cuando le hablaban del exceso de trabajo que realizaba, solía contestar: «el descanso consiste en cambiar de trabajo». Escribió libros de texto y de didáctica, dirigidos tanto a alumnado de bachillerato (los siete cursos de 11 a 18 años) como de Universidad, algunos de ellos en colaboración con Rey Pastor. Impartió numerosas conferencias en las que podemos releer sus interesantes ideas sobre las Matemáticas y su enseñanza.
Figuras 4, 5 y 6. Portada de los libros: Matemáticas, 2.º curso de bachillerato; Obras didácticas para bachillerato, 6.º curso; Curso de Geometría Métrica. Documentación del Instituto San Isidro. En las siguientes citas podemos disfrutar de sus argumentos para defender algunas de estas ideas: el papel fundamental de la metodología frente a los conceptos, el cómo aprender frente al qué aprender; la importancia del Ibídem, pp. 129-132.
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aprendizaje para la vida, con lo que esto supone de planteamiento en las clases de ejemplos reales concretos y significativos para el alumnado; la enseñanza centrada en el alumnado aprovechando su energía y sus intereses planteando el aprendizaje como investigación que el profesorado dirige; y, por último, el gran absurdo de los exámenes en masa que pueden forzar a los centros educativos a desvirtuar su enseñanza y provocar problemas de salud en el alumnado. El título de este artículo «Valor formativo de las Matemáticas en la Segunda Enseñanza», podría inducir a error respecto de cuál es mi opinión sobre el valor formativo de las asignaturas. Porque entiendo que más que el contenido en sí de cada disciplina y aun, si me apuráis, más que los métodos propios de investigación en cada una de ellas, lo que en definitiva señala su valor formativo es el método que se siga en su enseñanza. Es una verdad por todos comprobada que la Matemática, lo mismo que el latín y otras disciplinas, puede no dejar rastro alguno formativo o dejar huellas muy distintas según el profesor y según el método que le hayan servido de guía. […] La Matemática es el filtro a través del cual el hombre estudia los fenómenos naturales; sustituye la infinita complejidad de los mismos por la esquemática sencillez de unos entes de razón sobre los cuales pueda discurrir cómodamente el razonamiento lógico; obtenidos los frutos de este, procede la interpretación de los mismos en el campo de la realidad. Hay, pues, tres fases en el estudio matemático de los fenómenos naturales, una primera fase de planteo o de abstracción, una segunda fase de razonamiento lógico, y una tercera de traducción o paso de lo abstracto a lo concreto, operación que llamaremos de concreción. La enseñanza matemática clásica se ha reducido durante mucho tiempo al cultivo de la segunda fase; se han ido transmitiendo de generación en generación los conceptos matemáticos desprovistos de toda significación real, enrarecidos a fuerza de depurados, y de aquí el divorcio entre la enseñanza matemática y la realidad; de aquí el tipo de hombre de ciencia incapaz de conducirse con buen sentido en la vida, el tipo frecuente del ingeniero repleto de ciencia matemática, pero incapaz de plantear, con sentido práctico, los problemas que la técnica le ofrece. Si se quiere conseguir, pues, una formación matemática completa que habilite al educando para utilizar en su día la Matemática como instrumento vivo, no debe descuidarse en la enseñanza matemática el sentido de aplicación en su doble aspecto de abstracción y concreción. […] Otro tanto cabe decir de la ausencia del desarrollo de esta facultad, que hemos llamado de concreci6n, en la enseñanza de tipo clásico. Muchas veces hemos oído lamentaciones de profesores universitarios sobre la insensibilidad del alumno ante resultados claramente absurdos. ¿A qué se debe sino a falta de hábito de interpretación o representación de los mismos? No es enseñar aritmética concreta limitarse a poner al lado de los números abstractos el aditamento de un sustantivo o de una abreviatura (metros, kilos, litros, etc.). Es necesario que estos números concretos tengan en la mente del
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alumno su representación clara, que este sepa proyectarlos en todo momento en el campo de la realidad. Hace algunos años hojeábamos un cuaderno de Aritmética de un niño preparado en lo que se llamaba un buen Centro de enseñanza. Como en todos los demás cuadernos, había en este curiosos resultados de longitudes de calles calculadas al milímetro, de tiempos de duración de obras a la centésima de segundo, pero lo que más me llamó la atención fue un número de obreros 17,8456. Preguntado que fue el niño por qué había calculado cuatro decimales, contestó que no se le había dado tiempo para sacar más. A pesar de hacerle leer el resultado seguido de la palabra obreros, no había medio de que comprendiese el absurdo. Únicamente cuando le situé imaginativamente ante un supuesto grupo de obreros para que eligiera los que le hacían falta, se despertó en él la sonrisa del absurdo. Terminó confesando que el profesor daba siempre la mejor puntuación al que sacaba más decimales. He aquí una muestra de los resultados a que conduce el método del campeonato. […] En relación con el uso de la facultad de concreción, debo hacer hincapié sobre el carácter de pretendida «exactitud» que el vulgo atribuye a la ciencia matemática, y que aplicado puerilmente a la educación puede producir estragos atentatorios al sentido común, como el que hemos puesto más arriba de manifiesto al comentar la «exactitud» de ciertas diezmilésimas de obrero. Si se habituara al alumno a proyectar constantemente los datos y resultados de los problemas al campo de la realidad, se evitarían absurdos de tal naturaleza, se acostumbraría al alumno a tener presente esta verdad tan sencilla y sin embargo tan olvidada, de que todo dato que traduce una medida del mundo físico es necesariamente aproximado, y que, por lo tanto, la pretendida exactitud en los resultados no solo es una pura quimera sino un falseamiento grotesco de la realidad. […] Creo que la principal guía para orientar el modo o manera de enseñar es atender a los intereses del niño. Me refiero, naturalmente, a los intereses como apetencia volitiva del mismo. En la escuela antigua se concebía al niño corno un depósito que hay que llenar de conocimientos; hoy se le concibe ya como un potencial a convertir en actividad. Todavía no se han percatado muchos pedagogos de la profunda trascendencia que este cambio supone. Si hubiese modo de medir la cantidad de energía psíquica que nos entra por las puertas de nuestros Centros de enseñanza todos los días en las personitas de nuestros alumnos, nos quedaríamos asombrados de ella. Dar cauce a estas energías, dar que hacer a dichos alumnos, un quehacer que les interese y eduque al mismo tiempo progresivamente; esta es nuestra principal tarea y nuestra difícil tarea de todos los días. No olvidemos que el niño tiene constantes ganas de hacer cosas, de realizar por su cuenta descubrimientos, y solo le interesará escucharnos en la medida en que favorezcamos, estimulemos y orientemos con nuestras explicaciones sus apetencias creadoras. No hemos, pues, de concebir la clase como una sala de conferencias, sino como un taller de trabajo, y nosotros no nos hemos de sentir, conferenciantes en ella sino maestros de ese taller. […]
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340 EL instituto de san isidro Dejando a un lado la discusión de si el Bachillerato tiene una misión autónoma o simplemente capacitadora para el acceso a la Universidad, no cabe duda de que las pruebas realizadas en masa se convierten por ley del mínimo esfuerzo en una técnica, peor aún, en un automatismo al que se adapta inmediatamente otra técnica, por no decir otro automatismo de superación de tales pruebas. Hacia estas queda, en definitiva concentrada la atención y el esfuerzo de los estudiantes y de quienes les guían, y así resulta que el problema de la formación de nuestra juventud se bastardea convirtiéndose en un problema de preparación que poco o nada tiene de común con aquél y que suele conducir, por el contrario, a una auténtica deformación del educando. […] Es muy difícil ser buen educador y buen preparador a un tiempo. Admitido que el prestigio de los Centros de enseñanza esté involucrado al éxito de sus alumnos en ciertos exámenes; los profesores de los mismos tenderán fatalmente a fabricar con la materia prima de su alumnado un producto artificial adecuado a las mencionadas pruebas, sacrificando si es preciso los valores auténticamente formativos y aun la salud física y mental del alumno, quizás sin darse cuenta de ello. Sé que el mal tiene muy difícil remedio, pero no me parece imposible la humanización del régimen de pruebas mientras no sea alcanzable el ideal de la supresión de ellas, o lo que es lo mismo, convertir en prueba única la vida entera del escolar. 8
Participación activa en el movimiento europeo de renovación pedagógica En los años cincuenta se inicia en Europa un movimiento renovador en Didáctica Matemática tanto en lo relativo a programas como en métodos y modos de enseñanza. Surge la Comisión Internacional para el Estudio y la Mejora de la Enseñanza Matemática (CIEAEM, siglas en francés) a la que Puig Adam se incorpora como miembro muy activo a partir de 1955. En la actualidad la CIEAEM sigue promoviendo el aprendizaje y la enseñanza de las Matemáticas y celebrando cada año un encuentro, el primero, en 1950, en Debden (Reino Unido) y el próximo, que se realizará del 21 al 26 de julio de 2014, en Turín (Italia). Dentro de este movimiento de renovación pedagógica Puig Adam colaboró en la XIª reunión de la CIEAEM que se celebró en abril de 1957 junto con una exposición internacional de material didáctico matemático, Puig Adam, Pedro (1951): «Valor formativo de las matemáticas en la Enseñanza Secundaria», Conferencia pronunciada por D. Pedro Puig Adam en 1951. 8
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Figura 7. Puig Adam con autoridades en la XIª CIEAEM. Documentación cedida por M.ª Jesús Luelmo Verdú. en el Instituto de San Isidro, para promover la utilización de materiales en la enseñanza de las matemáticas y la enseñanza activa. Puig Adam en su libro «El material didáctico actual» cuenta como de su encuentro con Gattegno en Madrid en 1955, surge la propuesta y decisión de celebrar la XIª reunión de la C.I.E.A.E.M. en Madrid bajo el tema «El material de la enseñanza matemática» con exposición simultánea de modelos y material didáctico. En esta reunión y exposición, que se celebra en el Instituto San Isidro, participan muy activamente matemáticos de la época como la profesora italiana Emma Castelnuovo que realizó dos experiencias con goma y cuerda. Se hicieron demostraciones del material expuesto mediante algunas clases desarrolladas ante los congresistas. De estas experiencias Puig Adam destaca «los instructivos interrogantes que planteaba y las reacciones que promovía…» y valora como «el diálogo bien conducido pone de manifiesto las dificultades que surgen en la mente del niño al tener que rectificar una intuición errónea. En el provechoso efecto de autorectificación [sic] de esta índole, radicaba en tal caso, la intencionalidad didáctica de la lección, de trascendencia mucho más formativa que informativa.» La C.I.E.A.E.M. promueve en 1958 la publicación de un libro titulado «El material para la enseñanza de las matemáticas» con artículos de C. Gattegno, E. Castelnuovo, J. Fletcher, J. L. Nicolet, L. Campedelli y también Pedro Puig Adam. Este libro es traducido al castellano y publicado por la editorial Aguilar
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Figuras 8 y 9. Partitura con Harmonización de Puig Adam. Documentación cedida por M.ª Jesús Luelmo Verdú. en 1964 y de él dice nuestro autor: «…constituye una defensa del método de enseñanza activa, llegando a la conclusión de que solamente el método constructivo, que como tal tiene que partir de una base material concreta es capaz de dejar una huella formativa en el educando matemático». 9
Hombre polifacético Pedro Puig Adam componía música, suyas son las piezas musicales: Nostalgia y La cuna, interpretadas ambas en el Acto académico de homenaje que se celebró en el Instituto San Isidro, en el año 2000, con motivo del centenario de su nacimiento. También era pintor y hacía caricaturas de sus compañeros como esta que reproducimos de Julio Rey Pastor. Oliveira, M.ª José (2004): «Pinceladas de una vida intensa», Boletín Sociedad Madrileña de Profesores de Matemáticas, 17, pp. 17-20. 9
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Figura 10. Caricatura de Julio Rey Pastor. Documentación cedida por M.ª Jesús Luelmo Verdú. A veces, componía versos, como los que escribió con motivo del fallecimiento del director de su tesis José María Plans. Inmóvil, sin ruido, mansamente, como una tenue luz que se apagara borrosa la sonrisa de su cara, cerró los ojos y abatió la frente. Así se fue, tan dulce y suavemente, que más que anochecer amaneciera, como tras dura y fatigosa espera a través de este mundo y de esta gente. Su llama de bondad dejó encendida, semilla de saber dejó sembrada. Si corta fue su vida, no por ello su ejemplo quedó en nada. La lección que nos dio no está acabada. ¡Y el corazón no olvida!
En una charla a sus alumnos de 7.º curso del Instituto San Isidro, cuando ya abandonaban la enseñanza media, les decía: «Tended a ser un poco
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aprendices de todo, para vuestro bien, y al menos, maestros en algo, para bien de los demás». 10 Conclusiones Para terminar, destacando que la enseñanza debe dirigirse a las personas en su integridad y que la inteligencia es solo uno de los múltiples aspectos a desarrollar en el entorno escolar, una idea básica sobre el fin último de la enseñanza: la búsqueda de la felicidad. Por eso hemos elegido los siguientes párrafos de las palabras finales del libro Didáctica matemática eurística (sic).
Figura 11. Portada del libro Didáctica de la matemática heurística. Documentación cedida por M.ª Jesús Luelmo Verdú. 10 Puig Adam, Pedro (1945): «En la encrucijada, —Consejos de un guía», Discurso pronunciado en el acto de despedida de los alumnos de 7.º curso en el acto académico celebrado el día 26 de mayo de 1945, p. 6.
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Pero ahora se trata de una reforma de modos, mucho más sustancial aún, por cuanto afecta, no solo a la inteligencia del escolar, sino también, y muy especialmente, a su afectividad, a sus intereses y apetencias, a su acción vital entera. Se trata de captar a nuestros alumnos para la matemática, de que no se desalienten en un esfuerzo inútil, de que sientan el placer interno del esfuerzo ante metas alcanzables y estimulantes, de hacerles, en resumen, más deseable y más deseada la ciencia que hasta ahora les ha servido de tortura. Y esto ya no puede ser labor de un hombre solo, sino de todo un equipo, mejor diría, de toda una generación de profesores, a los que pido colaboración. La felicidad de los millares de niños y niñas, presentes y futuros, que reciban bien de nuestra cruzada, será de rechazo nuestra propia felicidad, ya que nada hace más venturoso al hombre de sano espíritu que sembrar ventura en el entorno en que se desenvuelve. Y no construyo utopías literarias. Hablo así alentado por la alegría de los pequeños ante quienes he realizado estas experiencias primeras, por el anhelo y la impaciencia de todos los niños en querer ser elegidos para ellas, por la sensación de contrariedad y fastidio que demostraron al dar por terminadas las clases y el deseo ferviente de continuarlas y de volver a ellas, las mismas gratas observaciones que me han transmitido varios profesores que me acompañan en la cruzada.
A la alegría presente de todos estos niños y a la alegría futura de todos los que lleguen también a amar la matemática inventándola, dedica este primer ensayo. EL AUTOR 11
Bibliografía Hernández Gómez, Joaquín: «La labor pedagógica de Puig Adam». Discurso pronunciado en el Acto conmemorativo del Centenario del nacimiento de Don Pedro Puig Adam, celebrado en la Academia de Ciencias el 7 de junio de 2000 (disponible en línea en http://www.sociedadpuigadam.es/puig/index1.php?id_pagina=12230, consultado el 29-1-2013). Oliveira, M.ª José (2004): «Pinceladas de una vida intensa», Boletín Sociedad Madrileña de Profesores de Matemáticas, 17, pp. 17-20. Puig Adam, Pedro (1945): «En la encrucijada, —Consejos de un guía», Discurso pronunciado en el acto de despedida de los alumnos de 7.º curso en el acto académico celebrado el día 26 de mayo de 1945. — (1951): «Valor formativo de las matemáticas en la Enseñanza Secundaria», Conferencia pronunciada por D. Pedro Puig Adam en 1951 (disponible en http://www.sociedadpui gadam.es/puig/index1.php?id_pagina=12310, consultado en 29-1-2013). — (1956): Didáctica matemática eurística (sic), Madrid, Instituto de Formación del Profesorado de Enseñanza Laboral. — (1956): «Decálogo de la Didáctica Matemática media», Boletín Pedagógico de la Institución de Formación del Profesorado de Enseñanza Laboral, 3. Memoria Junta de Ampliación de Estudios. 1925-26.
Puig Adam (1956): Didáctica matemática matemática eurística (sic), op. cit., pp. 135-136.
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Lámina de dibujo realizada por el alumno Enrique Martínez y Redondo durante el curso 1887-88.
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La actividad editorial en torno al Colegio Imperial en los siglos XVII-XVIII y las covachuelas de libreros
José Carlos Delgado Gómez Instituto San Isidro Introducción La vía y luego calle de Toledo de Madrid y su entorno 1 han sido fundamentales para el desarrollo de la Villa y Corte; desde el Puente de Toledo a la Plaza Mayor, pasando por las sucesivas puertas de registro homónimas 2 transcurría la vía aprovechando una de las tres lomas principales: occidental, central y oriental, en que se asienta Madrid. Corresponde la occidental al viejo Madrid, la loma forma una dorsal natural a la que va adaptándose la calle de Toledo, lo que facilita el tránsito hasta o desde la Plaza Mayor. 3 Para comprender la gran importancia urbanística y social que adquirió la calle en los siglos tratados hay que dar un breve repaso a los edificios e instituciones que se acumularon en la calle, dotándola de diversa tipología 1 El presente trabajo incorpora materiales del Trabajo de Investigación (Curso de Doctorado): La calle de Toledo de Madrid, en los siglos xv al xviii, elaborado por el autor y tutelado por la doctora Consuelo Gómez López. 2 La Puerta de Registro de Toledo (en sus distintas ubicaciones) servía de entrada y control (fiscal y sanitario) de los viajeros, las mercancías y los productos procedentes de Levante, La Mancha y Andalucía. Quedó fijada por la cerca de Felipe IV (1625). 3 López Gómez, A. (1991): Madrid. Estudios de Geografía Histórica: El relieve y las calles del viejo Madrid, Edición de Marías Martínez D. (2001), Madrid, Real Academia de la Historia (en adelante RAH).
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y función, así la cultural, docente, asistencial, hospitalaria, conventual y religiosa; sin olvidar la gremial, artesanal, comercial, alimentaria y hostelera (albergues, mesones y posadas) de la calle, que ha continuado hasta el presente. La primera escuela de Gramática de Madrid fue concedida por el rey Alfonso XI en el siglo xiv (1346), protegida por Isabel I en 1481 y fue sustituida por el «Estudio público de Humanidades de la Villa de Madrid» en la calle del «Estudio Viejo» 4 (hoy de los Mancebos) y que tuvo como alumno a Miguel de Cervantes y como profesor a Juan López de Hoyos, desde 1568; el Estudio fue absorbido por el Colegio Imperial en 1619. La función asistencial y hospitalaria es muy temprana en la calle, así el hospital de la Sagrada Pasión que fue fundado por el corregidor de Madrid Juan González de Armunia en 1465, en la esquina a las calles de Toledo y de la Pasión (hoy Maldonadas), junto a la iglesia de San Millán que le servía de capilla; fue destinado para la atención de las mujeres desde 1587 y luego transformado (1637-1809) en convento dominico. 5 Gracias a la labor decidida de Beatriz Galindo «La Latina» (Salamanca 1475 - Madrid 1534) le siguieron el hospital para pecheros y clérigos pobres fundado en 1499 y construido en 1507 con el convento anexo de la Concepción Francisca (1512-1604), 6 también el convento de la Concepción Jerónima (1509-1890). 7 El albergue de San Lorenzo, fundado por Pedro de Cuenca (1598) en la calle de los Cojos, luego de San Lorenzo de la Gallera y hoy del capitán Salazar Martínez, era sede de la «ronda de pan y huevo». Otra institución cultural fue el colegio, hospital e iglesia de San Patricio los Irlandeses 8 (1629-1937) fundado por Theobald Stapleton en la calle del Humilladero, cercano a la iglesia de N.ª Sra. de Gracia (1500-1903) en la plaza de la Cebada. Pero fue otro edificio el que dio rango jerárquico «cuasi» universitario a la calle. En el plano de Madrid (1656) de Pedro Teixeira (1595-1662). El hospital fue trasladado a la calle de Atocha (1636), y al ser derribado en su solar se levantó (1831-1840) el Colegio de Cirugía de San Carlos, hoy sede del Colegio de Médicos de Madrid. 6 Obra del alarife morisco Maese Hazam. Del hospital nos queda la portada (jardines de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid) y la magnífica escalera (Real Academia de Ciencias Morales y Políticas). El edificio actual (1907) es obra del arquitecto historicista y racionalista Juan Bautista Lázaro de Diego (1849-1919), en estilo neomudéjar (calles de Toledo, 52 y Cava Alta). 7 Del convento solo quedan los cenotafios de Beatriz Galindo y de su marido, Francisco Ramírez de Oreña o de Madrid «el Artillero», atribuidos a Juan de Alviz; dos están en el nuevo convento situado en El Goloso (Madrid) y dos en el museo de Historia de Madrid. 8 García Hernán, E. (2006): «El Colegio de San Patricio de los Irlandeses de Madrid (1621-1937)», Madrid, Revista de arte, geografía e historia, n.º 8, pp. 219-246. 4 5
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El establecimiento en el primer tramo de la vía —Plaza Mayor a la de la Cebada— del Colegio Imperial dio a la calle jerarquía docente y eclesiástica, sacralizando el espacio urbano. Fue debido a otras dos mujeres: a la marquesa de Osorio, Leonor de Mascareñas (¿-? - 1584), que dona sus terrenos (1560) en la calle del Burro (hoy Colegiata) y de Toledo para la construcción de la primera iglesia jesuítica, de S. Pedro y S. Pablo (1560-1567), y de un colegio (1572), y a María de Austria (1528-1603), Emperatriz del Sacro Imperio (1563-1572), que deja su enorme fortuna a la Compañía de Jesús para la construcción de un nuevo colegio, ahora Imperial (1609-1767) e inaugurado en 1629, de una nueva iglesia (1626-1664), ahora de San Francisco Javier (consagrada en 1651), 9 y de la Capilla de la Inmaculada (1604), edificio del colegio que albergará los Estudios Reales Superiores (1629-1769), los Reales Estudios Superiores (1769-1816) y el Real Seminario de Nobles (1725-1729). La historia del Colegio Imperial está suficientemente estudiada y publicada. 10 La actividad de editores y libreros entorno al Colegio Imperial Se han indicado las premisas para que libreros (o mercaderes de libros), editores, encuadernadores, impresores, impresores de láminas y hasta mercaderes de objetos de escritorio y correctores de libros establecieran sus tiendas-librerías e incluso sus viviendas cerca y en el mismo Colegio Imperial aprovechando la necesidad del numeroso alumnado del mismo y las del propio Centro (que poseía la mejor y mayor biblioteca de su tiempo) para surtirse de textos, imprimirlos o adquirir los «objetos de escritorio» necesarios para el estudio; a estas premisas habría que añadir el momento cumbre que viven las letras hispánicas en esta época, con figuras señeras que estudian en el Colegio Imperial: Lope de Vega, Francisco de Quevedo, Pedro Calderón de la Barca… El centro cultural e intelectual de Madrid se fijará en este primer tramo de la calle. Las denominadas «covachuelas», 11 en los bajos del centro, en la calle de Toledo y en la aledaña calle de San Bartolomé o de los Estudios, «la 9 Con referencia a la cronología se sigue a Justo Corbacho en su obra de (1995): Una pequeña gran historia. Guía breve del Instituto San Isidro, reeds.: 2004 y 2012. Madrid, Publicaciones San Isidro. Agradezco al autor sus indicaciones. 10 Simón Díaz, J. (1992): Historia del Colegio Imperial de Madrid, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños (en adelante IEM), CSIC, t. I-II. 11 Las covachuelas más famosas eran las del convento de san Felipe (en honor de Felipe II) utilizadas por numerosos escribanos y que se situaban debajo de las famosas gradas dónde se encontraba uno de los «mentideros» de Madrid. Los otros dos eran el de los comediantes, calle del León, y en la plaza del Alcázar real.
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Figura 1. Detalle del Plano de Teixeira (1656), donde se observan la Iglesia de los Jesuitas y el Colegio Imperial. Imprenta de Salomón Saurit (Amberes). calle que va al Rastro», pertenecían a la Compañía. Los jesuitas no solo poseían los terrenos dónde se ubicaban la iglesia y el colegio, sino numerosos edificios en las calles colindantes; dando lugar al establecimiento de gran número de negocios de todo tipo y viviendas que eran alquiladas tanto a los libreros como a comerciantes, a nobles o a particulares. Esta tipología de viviendas da lugar a lo que Virginia Tovar califica como «arquitectura doméstica» 12 de tanta importancia para el estudio, el conocimiento y la historia del tejido social de la zona estudiada. Como ejemplo próximo se encuentra la casa, perteneciente a la Compañía, situada en la plazuela del Duque de Alba (calle del mismo nombre) Tovar Martín, V. (1983): Arquitectura madrileña del siglo xvii. Datos para su estudio, Madrid, IEM. 12
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trasera al Colegio que en el plano de Teixeira (1656) (figura 1) es residencia del Conde de Villalonga, Pedro Franqueza; 13 en 1673 es reformada como Casa de las Temporalidades. 14 Las sagas familiares de los libreros en el siglo
xvii
Como gremio, la profesión se heredaba de padres a hijos, de maridos a mujeres, de familia en familia. Era normal que el negocio de la imprenta se heredara dentro del matrimonio; como ejemplo paradigmático, aunque en absoluto único, y ahora nos tengamos que desplazar a la calle de Atocha, podemos incluir el del impresor Juan de la Cuesta que imprime, entre otras obras la edición príncipe del Quijote 15 (por encargo del editor Francisco de Robles, en 1605) y que al morir (1625) deja la imprenta a su mujer María de Quiñones, que continuó con éxito el negocio. Las casas de la familia Nevares (Sebastián, Jerónimo y Gabriel) en la misma calle están documentadas a partir de 1592. Sebastián de Nevares aparece junto a sus familiares Jerónimo y Gabriel; en la casa de esta familia vivieron otros libreros como Diego de Robles, hasta 1606, o Antonio de Castilla, a partir de 1631 Otra familia de libreros y editores eran los Robles. El primero de ellos fue Sebastián de Robles; al morir en 1612 hereda la imprenta su viuda Magdalena de Aragón, que continuó viviendo en las casas de la Compañía hasta su muerte en 1656. Otros miembros de la familia fueron: Francisco de Robles, cuyo negocio lo heredó su viuda Lucía Muñoz Guerra; Jerónima de Robles, casada con el impresor Gaspar Pérez Valenciano; María de Robles, hija de Francisco de Robles, casada con el librero Lorenzo de Ibarra; e Isabel de Robles, viuda de Martín del Río y casada nuevamente con el librero Juan Antonio Bonet. Jerónimo González murió en la calle de Toledo en 1600, después de estar ejerciendo la profesión de librero en Madrid desde 1592; su viuda Juana de Ronda se casó con otro librero, Miguel Serrano, que continuó con el negocio en dicha calle hasta 1605. 13 Morán, M., García, B. y Vidaurre, J. (2000): El Madrid de Velázquez y Calderón. Villa y Corte, en el siglo xvii, Madrid, Ayuntamiento de Madrid, ed. Fundación Caja Madrid (en adelante FCM), t. I-II. 14 En el siglo xviii, será la Condesa de Chinchón, M.ª Teresa de Borbón y Villabriga (1780-1828) esposa (1797) de Manuel Godoy (1767-1851) la que lo ocuparía algún tiempo, como palacio de Sueca, título relacionado con su familia. 15 Se imprimen también, del mismo autor, las Novelas Ejemplares (13 volúmenes) y otras 13 obras de Lope de Vega, amén de otras de Alonso de Ercilla, Salas Barbadillo, Cristóbal de Mesa,…
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Otro ejemplo nos lo proporciona Mateo Velázquez, quien en 1616 estaba establecido «en la misma calle de Toledo en la casa que hace esquina [hoy calle de Latoneros] que es del licenciado Juan Pardo»; a su muerte en 1655 hereda el negocio su viuda Francisca de Contreras que lo continúa (en el mismo lugar) hasta su fallecimiento en 1674; la viuda de Antonio de Castilla, Francisca Cesar de Villalba, que regenta la imprenta hasta 1670, o Francisca de los Reyes, viuda del librero Francisco del Val, que continúa el negocio hasta su muerte. Las «gentes del libro» en el siglo xvii, de acuerdo con el plano de Madrid de Pedro Teixeira, de 1652 Se analiza aquí la nómina y ubicación de los que se establecieron en la calle de Toledo y en sus aledaños, señalando la calle dónde se encontraban y las casas dónde vivían y/o tenían sus establecimientos, siguiendo el itinerario y nomenclatura de las calles según el plano e indicando la actual. Atendiendo al plano de Teixeira, en el primer tramo de la calle (Plaza Mayor-Plaza de la Cebada) aparecen numerosos ejemplos, que disminuyen de forma notoria en la zona de la plaza de la Cebada, desapareciendo en el segundo tramo de la calle, plaza de la Cebada - Puerta de Toledo; aquí únicamente encontramos dos ejemplos relacionados con la elaboración de pergaminos, algo que se explica por la cercanía del Rastro y del Matadero (de ahí los nombres de curtidores, triperos, pescaderos, fruteros, propietarios de tenerías, saladores, tratantes del Rastro y hasta agentes de negocios), pero ninguno referente al negocio editorial. Todo ello parece reforzar la tesis de que el establecimiento del colegio teatino, a partir de 1572, fue «causa necesaria» para el establecimiento del gremio de libreros en su cercanía ya que los primeros establecimientos de libreros, del siglo xvi, en la calle de Toledo y de los que hay referencia, fueron los de Pedro López de Quiroga (1572) que sigue en activo en 1582 y el de Luis Riquel 1584-1586 que figura en la misma calle. 16 Las anotaciones, según el plano y el Libro de los nombres y calles de Madrid 17 son: Agulló y Cobo, M. (1992): La imprenta y el comercio de libros en Madrid (siglos Tesis Doctoral, dirigida por J. Simón Díaz, Madrid, Universidad Complutense de Madrid (en adelante UCM), pp. 16-18. 17 (1658): Libro de los nombres y calles de Madrid sobre que se paga incomodas y tercias partes. Con abezedario (sic) Madrid, Biblioteca Nacional (en adelante BN). Mss. n.º 5918. El libro está relacionado con la Visita de la Real Junta de Aposento; en el Apéndice Documental figuran algunas de las anotaciones. 16
xvi -xviii).
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— calle del Conde de Barajas: el librero Alonso de la Plaza vive en la casa que hace esquina con Puerta Cerrada, mano izquierda, sentido hacia la puerta de Toledo. — calle de las Herrerías (hoy de Latoneros): el librero Juan de Arratia, segunda casa desde la mano izquierda. — calle del Tinte (hoy Tintoreros): los libreros Juan de San Vicente y Mateo Velázquez (ya citado) tienen vivienda y establecimiento en casas contiguas del licenciado Pardo de Arellinas, esquina a la calle de Toledo. El impresor Andrés de Parra, vive en la casa frontera, esquina a la calle de Toledo. 18 — calle de la Concepción Jerónima: Antonio Ribero, tiene tienda-librería en la casa que hace esquina a la de Toledo, mano izquierda (como curiosidad anotamos que el pintor del rey Diego Velázquez vive en la casa contigua, en su primer traslado a Madrid, a partir de 1623. Luego lo hará en la casa del Tesoro, frente al Alcázar). — calle del Peso del Arina (sic), hoy San Bruno: Francisco Alonso de la Llana, corrector de libros, en la primera casa, y el impresor Alonso de Paredes, en la casa que hace esquina a la calle de Toledo, mano izquierda. — calle de Toledo: Fray Jerónimo de la Quintana (1570-1644) rector del hospital y convento de la Concepción Francisca (hoy de La Latina) y con residencia en el mismo, donde vende su obra. 19 Francisco de Robles tiene su librería enfrente de la calle del Burro o de la Compañía (hoy Colegiata); el librero Martín del Río tiene su tienda en la casa o «sitio» semiesquina a la calle de Toledo con la de Herrerías (hoy de Latoneros); Pedro Lizao la regenta en la casa que hace semiesquina con la de Concepción Jerónima (1607-1615). Juan Antonio Bonet, librero, la tiene en la casa contigua (mano izquierda); Gaspar Pérez, librero, la tiene en la segunda casa a partir de la calle de los Estudios (o de San Dámaso). — calle del Duque de Alba: Antonio de Tolosa, en la segunda casa, a partir de la calle de Barrionuevo (hoy conde de Romanones) tiene su imprenta. — calle de Mira el Río (hoy Baja): Pedro de Béjar, pergaminero, tiene su local en la calle. — calle del Peñón (hoy de Carlos Arniches): Manuel González, otro pergaminero, tiene su negocio en la octava casa, mano derecha, enfrente del cerrillo del Rastro y a pocos metros de la fuente del mismo nombre.
La Inquisición y los libreros Fuente inapreciable de información para el tema que se trata son las relaciones que el Santo Oficio de la Inquisición elaboraba sobre la situación 18 Recogido por Camarero Buyón, M. (1989): Dos catastros para Madrid, a mediados del siglo xviii. La Planimetría General y el Catastro de Ensenada (1749-1759), Madrid, Universidad Autónoma de Madrid (en adelante UAM). 19 Quintana, J. (1980): A la muy antigva y coronada Villa de Madrid. Historia de su antigvedad, nobleza y grandeza (sic), Madrid, Ábaco (ed. original de 1629).
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de los libreros e impresores y la obligación que tenían estos de mandar anualmente un memorial con la relación de libros que tenían «venales» en sus establecimientos, que habían vendido o que se habían editado; así mismo el Tribunal visitaba a los libreros y editores en sus locales y anotaba cuidadosamente si estos habían o no presentado a tiempo sus memoriales, en la Relación de Mercaderes de libros. 20 Como ejemplo, en la Relación de Mercaderes de Libros, de 1647 en la calle de Toledo, que no habían presentado sus memoriales a tiempo incluye a: Marco Velázquez, Santiago Martín Villas, Francisco Serrano de Figueroa, Juan de Arratia, Juan Antonio Bonet, Francisco de Robles, Juan de Castilla e Isidro de Robles. Según estas relaciones, a partir de 1616, la nómina de libreros, en la calle de los Estudios y en las covachuelas del Colegio, fue la siguiente: Sebastian de Robles, junto al colegio de los teatinos, en casas suyas. Mas tarde (1606) arrienda a los jesuitas la tienda primera de las cinco que el dicho Colegio tiene en la cassa de los Estudios(sic), que es la primera como se va de la calle de Toledo al Rastro; Rodrigo de Lara al Estudio de los teatinos; Martín del Río a la puerta del Estudio de los teatinos (1616-1630), murió en dicha casa; el encuadernador Sebastián Pérez, pared y medio del Estudio de la Compañía; otro encuadernador Gil Ramos, hasta 1630; Francisco Robles (hijo de Sebastián, ya citados), debajo del estudio de la Compañía, continuó la actividad su viuda Lucía Muñoz Guerra Juan Bautista de Tejada, enfrente del Estudio de la Compañía, en la calle que va al Rastro; Rodrigo de Lara, en la calle del Estudio de la Compañía… enfrente de una casa nueva; Antonio de Castilla, tienda arrendada bajo el Estudio de la Compañía, en las covachuelas (1626-1635); Jusepe Ortega, tienda y vivienda en la calle del Estudio, hasta 1625, familiares suyos las habitaron hasta 1675. Lucas Ramírez, cassas de la Compañía (sic), desde 1622. Pedro de Zaldívar, en 1624 y Pedro Abarca, calle del Estudio (1627).
Las casas de la Compañía de Jesús en la calle de Toledo y otras cercanas también son ocupadas por gran número de «mercaderes de libros», así «Francisco de Robles tiene su librería enfrente de la calle del Burro o de la Compañía (hoy Colegiata), en casa de los jesuitas (1619-1659), Jerónima de Robles, arriba citada, en la esquina de la calle de la Compañía, pared y medio del Estudio; Isidro Fernández, tenía su librería junto al Colegio Imperial (hasta 1675)». Como ejemplo de alquilinato se añade el realizado por Melchor de Balbás que en 1641: «alquiló una tienda y trastienda con el cuarto que está Agulló y Cobo, M. (1992): La imprenta y el comercio de libros…, op. cit., pp. 17-18.
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encima que le corresponde… pared y medio del colegio de la Compañía de Jesús al Padre Diego Díaz por tres años y 800 rs. (sic, por reales) anuales». En 1648 traspasa la tienda y casa a Juan Pérez. No solo poseía casas la Compañía en la zona, sino también el Monasterio de Monjas Jerónimas; en la portería de dicho convento (que daba a la calle de Toledo) tenía la tienda Santiago Martín Redondo, y en la calle de la Concepción Jerónima la regentaba otro librero homónimo, Santiago Martín Vellaz, lo que dio lugar algunas confusiones. En la portería de dicho convento tenía tienda de libros Francisca de los Reyes (ya nombrada). La relación de libreros de la calle de Toledo, aparte de los ya citados, es muy extensa: José de Orregui, Antonio Rodríguez «en casa propia junto a la casa de don Francisco de Eraso (sic); Jusepe de Ortega, en casas de don Francisco de Torres, tapicero mayor»; Martín de Vargas, «enfrente de Villegas, el confitero»; Jerónimo (o Diego) Fernández; Lucas Ramírez, en casa de la Compañía (1622); Pedro de Zaldívar, que recibe la visita de los inquisidores en 1624. Juan Antonio Bonet, tuvo dos tiendas-librería, una en la calle de Mayor 1642) y otra en la calle Toledo, donde ya se ha indicado que vivía, «en casas de la Concepción Jerónima». Para no ser exhaustivos se incluye la relación de 1702, en la calle de Toledo que empieza frontero a las monjas de la Concepción Jerónima, sobre mano izquierda hasta la esquina de la del Duque de Alba: casa primera de la Compañía, librería primera, Manuel Balaguer; librería segunda José de Villar; librería tercera, Bernardo de Sierra; librería cuarta, Juan Fernández; librería quinta, Juan Fernández Patiño; librería última, Marcos Álvarez de Arellano; casa quinta de la Compañía, imprenta de láminas, Lucas Asensio.
Apéndice documental Los apéndices que se muestran a continuación nos proporcionan datos fundamentales para comprender como se establecía, se ubicaba y en qué se ocupaba el tejido social madrileño en los siglos a los que nos referimos. Con minuciosidad extrema los encargados de elaborar los censos, tanto en del siglo xvii: el Libro de los nombres… (1658) como el del siglo xviii: la Planimetría General de Madrid (1750) nos van indicando los nombres de los propietarios (que lógicamente podían ascender a varias generaciones anteriores) y de los vecinos, así como sus profesiones y rango social; no son menos importantes los asientos referidos a los edificios públicos —dando
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preeminencia a los religiosos 21 (exentos de tasas)—; ambos censos son consecuencia del mismo hecho, la carga de aposento, 22 que fue establecida por Felipe II, a partir de 1561. Libro de los nombres y calles de Madrid sobre que se paga incómodas y tercias partes. Con abezedario (sic) 23 —1658— Aquí se describen los «sitios» que se habían visitado por parte de los oficiales de la Junta de Aposento; los nombres de las tasas vienen dados por referirse a dos que recaían sobre los propietarios de dichos inmuebles: las incómodas se aplicaban a las casas de incómoda partición, esto es, a aquellos inmuebles cuya estructura hacía muy difícil el reparto de los aposentos para hacer cumplir la ley, por lo que a cambio el propietario debía pagar este tributo. Y el tercio, «tercias partes», con que se cargaba a los inmuebles sujetos a la partición. Como ejemplo ilustrativo, el Concejo de Madrid ofreció al Rey Felipe III (1578-1621) abonarle la sexta parte de los alquileres de las casas (durante diez años) si trasladaba la Corte nuevamente desde Valladolid (1601-1606) a Madrid. También aparecen disposiciones acerca de los libreros. 24 Vemos pues la importancia de la consulta e investigación de este libro por la cantidad y fiabilidad de sus datos. Ejemplos de asientos, relacionados con los libreros, en la calle de Toledo: • una de la Companía de Jesus en d(ic)ha calle la bibe Gaspar Perez librero tass(a)da en 400 du(cados) — 42 Du(cados) • una de Catalina Sanz viuda de sebastian de nevares. En d(ic)ha calle tassada en 30 du(cados) subase a 50 • otra casa de la compañía de Jesus en d(ic)ha calle que esta/Ba tassada en 300 R (eales) se confirma • una casa de Antonio Lopez librero en la tienda que esta en el centro de las de las de Isabel de Toledo en d(ic)ha calle se tasso en 30 du(cados) • una de francisco de Vascos escribiente se reparo • una de Gabriel de nevares en d(ic)ha calle que fue de los Herederos de Gregorio ttrueno tassada en 600 Reales Comp(uesta). 21 Aquí entraríamos en la actual discusión sobre si Madrid era ciudad conventual o no lo era. Para V. Tovar lo era sin duda, para F. Marías no lo fue. 22 No confundirla con la regalía de aposento, de origen medieval y de carácter transitorio; mientras la carga de aposento era de carácter permanente. 23 AA. VV. (1658): Libro de los nombres…, op. cit., fol. 21v. 24 En 1721 se ordena que ningún librero pueda comprar la biblioteca de otro fallecido (para revenderla) antes de haber pasado 50 días del óbito.
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La Planimetría general de Madrid (1750-1774) siglo
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Como ya se ha indicado la «Planimetría general de Madrid», realizada en tiempos de los reyes Fernando VI (1712-1759) y Carlos III (1716-1788), por la que se reducía la Regalía General de Aposento 25 y su Visita General 26 «a un ramo de mi Real Hacienda», tenía como objetivos concretos el conocimiento y representación del espacio y la reforma fiscal; objetivos prioritarios de la nueva política borbónica, en este caso impulsada por el Secretario de Hacienda, Marina y de las Indias: Zenón de Somodevilla y Bengoechea, marqués de la Ensenada (1702-1781). La diferencia de la Planimetría con relación al Libro de las calles… estriba en la importancia dada a la exacta medición de las manzanas que se estudian y dentro de estas a la ocupación fidedigna del terreno de cada uno de los «sitios» o casas que la componían, lo que hacía posible saber la extensión concreta que tenía Madrid y en consecuencia qué proyectos urbanísticos y de reforma de la urbe se podían llevar a cabo con exactitud casi completa. Pero también hace continuas referencias a los asientos del Libro de las calles… en relación a los anteriores propietarios de las fincas 27 y a las rentas y cargas (o privilegios) asignadas a cada uno de ellos. El Colegio Imperial en la Planimetría. Manzana n.º 143, con 30 sitios Empieza á numerarse por la calle de Cosme de Medicis, baja por la de la Compañía vuelve por la de Toledo, y San Damaso, sube por la del Duque de Alva) a la citada de Cosme de Médicis (sic). Es la Yglesia y Colegio Ymperial de la Compañía de Jesus; se compone de 11 sitios. Los 4 de ellos fueron de Luis de Carabajal, Carlos Petit, Juan Lozano y Doña Beatriz de Ribadeneyra privilegiados por dicho Colegio en 26 de junio de 1664, con 22.983 maravedìes, los que redimió el expresado colegio en 14 de abril de 1764. El 5.º de Don Phelipe Vera, y el colegio, privilegiado en 8 de marzo de 1660 con 1.500 reales. El 6.º de Geronimo de Nevares, el dicho colegio, y Doña Cathalina Saenz con 5.250 maravedìes; y los 5 restantes, que fueron 5 casillas, que compró el prenotado colegio á varios ynteresados, con 19.250 maravedìes, cuios sitios, y el antezedente por no gozar de privilegio Planimetría general de Madrid (1650-1774), reedición Ed. Tabapress, 1988, Madrid, VI, I-II. 26 Todavía es posible encontrar en muchas casas de Madrid las placas de cerámica azul con la expresión: Visita General (por ejemplo, Visita General n.º 12). 27 El Trabajo de la Planimetría originó el Mapa Geométrico de Madrid (1785) de Tomás López (1730-1802) y dedicado al conde de Florida Blanca (1728-1808). 25
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360 EL instituto de san isidro se las aumentó hasta 23.350 y el nominado colegio por cedula de 26 de septiembre de 1762 los redimió. […] Renta: 9.750 Carga: 0.
El Colejio de la Compañía (sic) figura en el plano correspondiente, n.º 143, con una extensión de 148.302 3/4 pies castellanos medidos en escala de 400 pies; a los que hay que sumar los del asiento número 12 de 2.765 1/2, en los ya citados pies castellanos Otros edificios de la calle de Toledo en la Planimetría A continuación se nombran algunos de los monumentos emblemáticos de la calle de Toledo (aparte de la iglesia y del Colegio Imperial) que le dieron primer rango eclesial, hospitalario y asistencial dentro de la Villa y Corte, algunos ya desaparecidos o transformados, según la descripción de la Planimetría y de su Visita General. Son el oratorio y luego iglesia de San Millán; el hospital y convento de la Concepción Francisca (vulgo de La Latina) y el hospital y albergue de San Lorenzo —muy cercano a la Puerta de Toledo— y a los que ya se ha hecho referencia en la primera parte de este trabajo. San Millán: Empieza á numerarse por la calle de san Damaso, baja por la del cementerio de San Millan, cera de mano derecha, vuelve por la de Toledo a la expresada de San Damaso. Al convento de monjas de la Concepcion Francisca de esta Corte; se compone de 2 sitios. El 1.º fué del doctor Vazquez, y el doctor Don Antonio Calbo, quien la privilegió con 30 ducados en 19 de abril de 1666; y el 2.º de Luis Perez Zapia, y Domingo Brabo, compuesto igualmente por dicho doctor Calbo en 29 de maio de 1673 con 1.500 maravedìes, a quien redujo su materialidad […]. Renta: 7.118 Carga: 26.250. 1ª. Es el hospital de San Lorenzo, que fundo Pedro de Cuenca; se compone de 6 sitios, que fueron de dicho Pedro de Cuenca. El 1.º con 1.000 maravedíes, y los 5 restantes con 875 cada uno; y aunque no goza de privilegio por estar en uso sagrado se les confirmaron sus cargas […]. Renta: 0 Carga: 5.375.
Conclusiones Tengo que agradecer a los compañeros del Instituto, y a la comisión encargada de llevar a cabo este proyecto ARCE, el haberse acordado de mí para incluir unas páginas en el texto.
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La historia del Colegio Imperial, del que todavía hoy se sienten sus latidos cuando se recorren o se viven, durante años, sus estancias nobles, me apasionó desde el principio. La enorme categoría intelectual que adquirió hizo que estuviera a punto de ser considerado como centro universitario y solo la cerrazón en defensa de sus derechos de las Universidades de Alcalá y Salamanca, que entre otras razones temían quedarse sin alumnado, lo impidió. Aún así luego acogería en su edificio a diversas facultades de la Universidad Central y a otros centros educativos y culturales. El elegir el tema de la actividad editorial, con todas las otras «artes del libro», que rodearon a la actividad académica y religiosa del Centro en el denominado «Siglo de Oro» siempre me había tentado. He de decir al respecto que lo encontrado me ha sobrepasado en todas las expectativas; es enorme el número de libreros, impresores, editores, encuadernadores, fabricantes de estampas, abastecedores de objetos de escritorio… que se instalan en la calle de Toledo y en su entorno. El por qué es fácil de contestar, lo han hecho al socaire de la institución que ha dado categoría de primera magnitud a esta zona de Madrid, el Colegio «Imperial» de la Compañía de Jesús. Otra conclusión interesante, a mi entender, es encontrar las sagas de libreros y «otras gentes del libro» que forman clanes familiares donde sus hijas, esposas o viudas adquieren tanto o más protagonismo que los mismos, continuando el negocio de forma brillante y eficaz. Hay que agradecer también que el afán de control y minuciosidad de la Junta de Aposento (1658-1750), por un lado, y de los registros de la Inquisición, por otro, haya permitido averiguar los nombres, viviendas y tiendas, de los guardadores de la cultura que son los libreros. Bibliografía Agulló y Cobo, M. (1992): La imprenta y el comercio de libros en Madrid (siglos xvi -xviii). Tesis Doctoral dirigida por J. Simón Díaz, Madrid, Universidad Complutense de Madrid. Camarero Buyón, M. (1989): Dos catastros para Madrid, a mediados del siglo xviii. La Planimetría General y el Catastro de Ensenada. (1749-1759), Madrid, Universidad Autónoma de Madrid. Corbacho Rodríguez, J. (1995): Una pequeña gran historia. Guía breve del Instituto San Isidro (reeds.: 2004 y 2012), Madrid, Publicaciones San Isidro. García Hernán, E. (2006): «El Colegio de San Patricio de los Irlandeses de Madrid (16211937)», Revista de arte, geografía e historia, n.º 8, pp. 219-246. Gómez López, C. (1998): El urbanismo de Alcalá de Henares en los siglos xvi y xvii: el planteamiento de una idea de ciudad, Madrid, UNED. López Gómez, A. (1991): Madrid. Estudios de Geografía Histórica: El relieve y las calles del viejo Madrid, Edición de D. Marías Martínez (2001), Madrid, Real Academia de la Historia.
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362 EL instituto de san isidro Marías Franco, F. (1989): Los usos artísticos del renacimiento español, Madrid, Taurus. Morán, M., García, B. y Vidaurre, J. (2000): El Madrid de Velázquez y Calderón. Villa y Corte, en el siglo xvii, Madrid, Ayuntamiento de Madrid, ed. Fundación Caja Madrid, t. I-II. Quintana, J. (1629): A la muy antigva y coronada Villa de Madrid. Historia de su antigvedad, nobleza y grandeza (sic), Madrid, Ábaco, (edición facsímil de 1980). Simón Díaz, J. (1992): Historia del Colegio Imperial de Madrid, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, CSIC, t. I-II. Terán Álvarez, M. de (1961): Dos calles madrileñas, la de Alcalá y Toledo, ed. de D. Marías (2004), Madrid, Real Academia de la Historia. VV. AA. (1986): Juan Gómez de Mora, (1586-1648): arquitecto y trazador del rey y maestro mayor de obras de la villa de Madrid, Madrid, Museo Municipal, (ahora de Historia de Madrid), (catálogo de la exposición), Ayuntamiento de Madrid, Imprenta Municipal. VV. AA. (1658): Libro de los nombres y calles de Madrid sobre que se paga incomodas y tercias partes. Con abecedario (sic), Madrid, Biblioteca Nacional, Mss. n.º 5918. VV. AA. (1775): Nueva recopilación: Tomo tercero de autos acordados que comprende nueve libros…, Madrid, Joaquín Ibarra. Reed. (2010) Munich, Bayerische Staatabibliothek (Biblioteca Estatal de Baviera). VV. AA. (1750-1774): Planimetría general de Madrid, reed. (1988) Madrid, Tabapress. Tovar Martín, V. (1983): Arquitectura madrileña del siglo xvii. Datos para su estudio, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, CSIC.
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Apuntes sobre las reivindicaciones de los bienes y rentas del Instituto de San Isidro en el siglo XIX
Isabel Píñar Gallardo Instituto San Isidro Introducción El Instituto de primera clase de San Isidro 1 se crea, en 1845, como consecuencia del Plan Pidal de Instrucción pública 2 en el edificio que antes fuera Reales Estudios de San Isidro y mucho antes Colegio Imperial. El Instituto compartía el edificio con la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central y con otros centros educativos y diversos negocios privados. La correspondencia de los sucesivos directores, que se conserva en el Archivo Histórico del Instituto de San Isidro (AHISI), junto con las memorias y las actas de claustro de aquella época ponen de manifiesto sus reivindicaciones por las rentas perdidas y los bienes propios desamortizados tras la desaparición de los Reales Estudios y por la recuperación de la plena posesión del edificio que defendieron durante más de cincuenta años. Aportaremos información desconocida sobre este tema, lo que contribuirá a un mayor conocimiento de las consecuencias de la desamortización en lo que afecta a los centros educativos que procedían de órdenes religiosas, de los cuales este es un ejemplo representativo. Ver en el anexo los diferentes nombres que ha tenido el Instituto San Isidro a lo largo de su historia. 2 Plan general de estudios de 17 de septiembre de 1845. Colección de Decretos, t. 35, p. 197. 1
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Los antecedentes Carlos III, en 1767, 3 adoptó providencias contra los jesuitas extrañándoles de su reino y privándoles por completo de sus propiedades, pero ordenó que aquellos edificios que los religiosos tenían dedicados a la enseñanza continuasen destinados al mismo fin, para lo que les dotó de maestros seculares y estableció casas de pensionistas, consignando los bienes afectos a la enseñanza para sostener los nuevos establecimientos. Todo esto se aplicó al Colegio Imperial. El 9 de octubre de 1768 el comisionado Pedro de Ávila 4 hace el siguiente resumen de la situación financiera del Colegio Imperial. Las cantidades anuales están expresadas en reales de vellón. 5 6 7 Juro6 de trigo y cebada en Granada
54 764,18
Juro sobre Salinas de Murcia
11 166,28
Censo en Motril
2 310
Casas en Granada y Madrid
16 212
Que se cobran del receptor del Consejo de Indias
6 000
Por las Memorias de Guadalcazar
1 000
Por otra fundación de Cathedra Moral
4 515,2
De la de doña Isabel de Thebar
11 000
Sobrante de la Capilla de los Redondos
15 000
De la Fundación de los Grajales
25 000
Asignaciones por patrono de fundaciones
2 582
7
Una de las tres terceras partes sobrantes de las memorias de la duquesa de Gandía 6 500 Rentas de la duquesa de Najera para estudios y desempeño de Colegios
12 319
Producto de la casa de Valdemoro
28 000
3 «Pragmática sanción de su Magestad en fuerza de ley para el estrañamiento de estos Reynos a los Regulares de la Compañía y ocupación de sus Temporalidades y prohibición de su restablecimiento en tiempo alguno con las demás prevenciones que expresa. Firmado por Carlos III en El Pardo, el 27 de febrero de 1767». La expulsión se realizó en todos los territorios de la Corona española en la noche del 31 de marzo al 1 de abril. 4 Simón Díaz, José (1992): Historia del Colegio Imperial de Madrid, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, CSIC, pp. 245-246. 5 Moneda fabricada con una aleación de cobre y plata en el reinado de Carlos II y que equivalía a 34 maravedíes de cobre. 6 Contrato celebrado entre el Rey y una persona que entregaba cierta cantidad en efectivo a su soberano, quien como contraprestación, le concedía una pensión anual en especie o en metálico, reservándose el derecho de redimir esta obligación, devolviendo la cantidad entregada. 7 Instrumento de crédito por el que el comprador del censo o censalista, presta una cantidad de dinero sin término fijo de amortización a un dador o censatario, que a cambio, le pagará una renta fija e hipotecará bienes o inmuebles, con garantía del pago de los réditos y del principal.
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Apuntes sobre las reivindicaciones de los bienes y rentas…
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En cuanto al edificio del Colegio Imperial, Ávila envía un informe a Campomanes en el que propone una división que marcará el futuro del mismo: Hemos considerado, que el todo del edificio del Colegio Imperial, puede quedar dividido cómodamente por su estructura y situación en tres partes o edificios independientes, con Puertas Principales a la Calle, entradas y salidas distintas con total separación, es a saber: 1. Iglesia y sacristía y sus agregados; 2. Portería principal, un Tránsito del Claustro, Escalera principal y Cuerpo de Colegio; 3. La Casa de los estudios con los demás Lienzos del Claustro. 8
Restablecidos los jesuitas en 1815, vueltos a suprimir en 1820, nuevamente instalados en 1823 y suprimidos en 1835, no se alteró el plan de enseñanza que en los Reales Estudios de San Isidro se impartía. En 1836 se trasladó a Madrid la Universidad de Alcalá que se transformó en Universidad Central y continuó San Isidro como centro de enseñanza secundaria, aunque compartiendo espacio con aquella. Publicada la Ley de desamortización de 1 de mayo de 1855, el Instituto de San Isidro se vio privado de sus bienes. Parte de estos fueron vendidos y parte conservó el Estado en concepto de nacionales. La Ley de Instrucción pública de 9 de septiembre de 1857 autorizó al Gobierno para tomar a su cargo el sostenimiento de los Institutos de aquellas provincias que estimase oportuno, mediante una cantidad alzada que la respectiva provincia entregaría anualmente al Estado. En virtud de esta autorización el Gobierno, por Real Decreto de 13 de marzo de 1858, se hizo cargo de sostener el Instituto de San Isidro. Esta medida resultó gravosa para el erario público y por Real Decreto de 3 de agosto de 1866 se derogó el anterior, pasando el Instituto de San Isidro a la clase de provincial. Por el Decreto de 14 de noviembre de 1874 el Instituto volvió a depender en todos los conceptos y definitivamente del Estado. Las reivindicaciones de Juan Antonio de La Corte y Ruano-Calderón Juan Antonio de la Corte y Ruano-Calderón fue director del Instituto de San Isidro entre los años 1858 y 1869. En 1864 publica sus Apuntes en defensa del derecho que asiste al instituto de 2.ª enseñanza y 1.ª clase de San Isidro de Madrid para poseer y reivindicar todos los bienes y rentas de los Estudios Reales del mismo nombre. 9 Muchos de los argumentos que Simón Díaz, José, Historia del Colegio…, op. cit., pp. 243-244. Publicado en Madrid en la Imprenta de Alejandro Gómez Fuentenebro.
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aparecían en este folleto habían sido ya expuestos en la memoria del curso 1862-63. 10 Justifica de la Corte que el establecimiento, en las fundaciones sucesivas del Colegio Imperial y de los Estudios Reales, siempre ha conservado el carácter de segunda enseñanza. Asimismo, expone que la ley de 1 de mayo de 1855 11 sobre desamortización de los bienes de la iglesia «no suprime la existencia de las corporaciones propietarias y poseedoras, ni les prohíbe adquirir y poseer por lo futuro, ni respecto a lo presente, ni proclama otra cosa que el cambio de la forma del ejercicio de los mismos derechos, para que administren y gocen, en vez de fincas urbanas, censos, etc., de las inscripciones intransferibles en que aquellas se convierten, custodiando y conservando estas inscripciones con el mismo dominio pleno que las tierras y casas que antes poseían». 12 En cuanto a las pretensiones de la Universidad Central sobre los bienes y rentas de los Reales Estudios, de la Corte defiende que no hay una sola providencia legal que ordene que los predios rústicos y urbanos, censos, foros y derechos de los Colegios e Institutos existentes de Enseñanza secundaria se trasladen en posesión ni en propiedad a las universidades que gozan de sus primitivas dotaciones y que están autorizadas a percibir del Tesoro el importe del déficit que en sus gastos deje la insuficiencia de su antiguo patrimonio así como de los derechos de matriculas y grados. También, en relación con la Universidad Central, hace referencia a las fincas, propiedad del Instituto, que se vendieron en la época del rector, el marqués de San Gregorio, 13 para pago de la Universidad, por suministro de materiales en las obras de su edificio de Noviciado. De la Corte resume sus reivindicaciones publicadas en los Apuntes en una petición que se repetirá en sus escritos y, con modificaciones, en los de los sucesivos directores: la consignación anual equivalente a los réditos de los valores que el Estado vendió y la posesión de todo el edificio. En la memoria leída el 18 de septiembre de 1863, 14 de la Corte comenta el anuncio de enajenación en pública subasta de las tiendas, piso 10 Instituto de San Isidro (ca. 1876): Cursos académicos de 1858 á 1875. Colección de memorias, Madrid (en adelante Memorias 1858-1875). 11 Ley general de desamortización de 1 de mayo de 1855, publicada en La gaceta de Madrid el 3 de mayo de 1885, y conocida como la desamortización de Madoz. 12 Corte y Ruano-Calderón, Juan Antonio de la (1864): Apuntes en defensa del derecho que asiste al Instituto de 2.ª enseñanza y 1.ª clase de San Isidro de Madrid para poseer y reivindicar todos los bienes de los Estudios Reales del mismo nombre, Madrid, p. 16. 13 Tomás del Corral y Oña, Marqués de San Gregorio (1807-1882), médico de cámara de Isabel II y Rector de la Universidad Central. 14 Memorias 1858-1875.
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bajo y entresuelos de la fachada principal del edificio, hecho por la Junta de ventas de Bienes Nacionales. Explica que ha realizado dos peticiones, primera la suspensión de esta medida y segunda la declaración explícita de estar exceptuados estos locales de la condición de «predios y fincas del Estado» según las terminantes prescripciones de la Ley de 1 de mayo de 1855. De la Corte obtiene inmediatamente de la General de Bienes Nacionales la primera petición y, posteriormente, el 7 de noviembre de 1863 la segunda: «a propuesta de la Junta General de Ventas, su S.M. la Reina se ha servido resolver se exceptúen de la desamortización los entresuelos y portales donde se encuentra el Instituto San Isidro, para atender el ensanche de aulas del mismo, del cual son parte integrante aquellos». 15 Tras años de reivindicaciones, de la Corte obtiene un gran triunfo personal que relata el 16 de septiembre de 1868 en la memoria de apertura del curso 1868-69, 16 la última que leerá ya que será cesado por las autoridades revolucionarías el 26 de abril de 1869. Cabe al que os habla la satisfacción de anunciaros que después de la exposición razonada que elevó al Congreso de los Diputados ha recaído una resolución importantísima que honra sobremanera al poder que la ha dictado después de diez años de diligencias, escritos y constantes instancias nuestras. Yo me apresuro a enviar en los momentos solemnes en que os hablo un voto de gratitud la más sincera a S.M. la Reina, al Ministerio y Dirección de Instrucción pública, al Gobierno y Diputación de la Provincia y a cuantas personas cooperaron directa o indirectamente a la conformidad de nuestra augusta Soberana, declarando en 29 de abril último, que el Instituto de San Isidro de Madrid tiene un derecho inconcuso a que se le entreguen las inscripciones intransferibles en equivalencia a sus bienes vendidos, o en otro caso, la renta líquida que estos producían cuando se incautó de ellos el Estado. 17
Con el triunfo de las reivindicaciones de De la Corte se inicia un nuevo tipo de gestiones: inventariar los bienes que han sido vendidos o no, conocer las rentas que aportaban, su tasación justa, su conversión en inscripciones y el cobro de estas.
15 Instituto de San Isidro (1865): Memoria acerca del estado del Instituto de 1.ª clase de San Isidro de Madrid (antiguos Estudios del mismo nombre) [curso de 1863 a 1864], Madrid, pp. 1 y 17. 16 Memorias 1858-1875. 17 Instituto de San Isidro (1870): Memoria acerca del estado del Instituto de San Isidro de Madrid (antiguos Estudios del mismo nombre) en el curso de 1868 a 1869, Madrid, pp. 24 y 25.
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Las investigaciones de Mariano Santisteban Mariano Santisteban de la Fuente fue catedrático de Física y Química del Instituto de San Isidro desde 1853 hasta 1880. En el verano de 1868 Mariano Santisteban realiza, por encargo de de la Corte, un trabajo de investigación sobre las antiguas rentas que fueron del Instituto de San Isidro que plasma en 1874 en una publicación Breve Resumen de las investigaciones acerca de las rentas, censos y fincas destinadas a la enseñanza en los Estudios de San Isidro de Madrid que, por orden del Director del Instituto Excmo. Sr. Marqués de la Córte, verificó el catedrático don Mariano Santisteban en los meses de junio, julio, agosto y septiembre de 1868. Ante la acusación de no haber hecho él personalmente las investigaciones, publica en 1875, un diario Relación de los trabajos de investigación de los bienes y rentas que pertenecieron a los Reales Estudios de San Isidro de Madrid, en el que deja claro en su primera página que él fue el «investigador único y exclusivo». A continuación se reproduce lo que en estas publicaciones se refiere al capital a que asciende la venta de las fincas enajenadas y los censos redimidos por el Estado en virtud de la ley de desamortización de 1.º de mayo de 1855.
Figura 1. Fincas de los Estudios de San Isidro.
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Figura 2. Acta del claustro del Instituto de San Isidro celebrado el día 13 de mayo de 1869. A las cantidades de 4 829 391,67 reales y de 2 785 489,78 reales hay que sumar 115 000 reales por las acciones que sobre la Casa-arbitrio de la nieve tenía el Instituto, lo que hace un total de 7 729 881,45 reales. Este capital fue reconocido en las oficinas de Hacienda pública como propio de los Estudios de San Isidro y se iniciaron las liquidaciones para entregar al instituto las láminas intransferibles por valor de esta cantidad más los intereses vencidos por la renta que producían el día que fueron vendidas las fincas y censos hasta que se terminen aquellas liquidaciones, cuyos intereses ascienden a más de dos millones de reales, que debía cobrar el Instituto en metálico.
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En las notas del Diario correspondientes al 1 de agosto Santisteban menciona su encuentro con el arquitecto de la Universidad, Juan Urquijo a quien le muestra el número 12 del periódico El Seminarista que se publicaba en Madrid el año 1861 y en el que aparecía una relación de las fincas, censos y juros que poseían los Reales Estudios y que, según Santisteban, le sirve de guía en sus investigaciones. Urquijo le manifiesta que en esa relación falta la casa número 10 de la calle de Santiago, la cual ya había sido vendida como comprueba posteriormente Santisteban. Las investigaciones de Santisteban y otros profesores del Instituto de San Isidro tuvieron un resultado positivo. Así, en el acta de Claustro de 13 de mayo de 1869 18 firmada por el director, Juan Antonio de la Corte y por el Secretario, Sandalio de Pereda podemos leer: Se dio cuenta de haber recibido el Instituto de la Tesorería de la Hacienda Pública de esta provincia 12 401 escudos 876 milésimas en concepto de anticipo por los intereses vencidos de sus bienes vendidos acordando el Claustro unánimemente un testimonio público de gratitud y las gracias a los señores catedráticos Vallespinosa, Cardin, Pereda y Santisteban por cuyos esfuerzos celo actividad e inteligencia había obtenido el establecimiento un resultado tan favorable como justo en sus gestiones. También acordó el claustro que una comisión de su seno diera en su nombre las gracias al Excmo. Sr. Ministro de Hacienda. 19
Por otro lado, en el acta del Claustro 20 celebrado el 14 de septiembre de 1869 y firmada ya por Francisco Vallespinosa y Bustos, director del Instituto hasta el 11 de abril de 1870, podemos leer: Dióse cuenta de haber percibido el Instituto en 17 de agosto último diez mil escudos y en 11 del corriente otros diez mil de la Tesorería de Hacienda pública de la provincia a buena cuenta de lo que adeuda el estado por las liquidaciones practicadas de los bienes enajenados del expresado Instituto y debiendo cobrarse muy pronto otros diez mil escudos, se acordó imponer los fondos a cuenta corriente en el Banco de España, reservando en caja lo necesario a las atenciones mensuales del personal y material del establecimiento.
18 Aunque de la Corte había sido cesado en abril, el acta de 13 de mayo aparece firmada por él. 19 Libro de Actas del Claustro de catedráticos del Instituto de San Isidro. Libro primero, p. 114. Archivo Histórico del Instituto de San Isidro (AHISI). 20 Ibídem, p. 115.
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El Seminarista El 20 de abril de 1861, El Seminarista, un periódico que se define como literario, científico y artístico dedicado a los seminarios conciliares y al clero en general, publica en su página 102 un artículo titulado Instituto de San Isidro de Madrid. El artículo no está firmado y se dice que los datos publicados han sido remitidos por un suscriptor. Santisteban, en su publicación de 1875, confiesa que facilitó al director del periódico, por medio de su administrador Pedro Estremera, los datos que aparecieron en dicho artículo. En el artículo, que ocupa cuatro páginas, se comentan los efectos negativos que ha tenido la presencia de la Universidad Central en el edificio del Instituto en las enseñanzas, los medios de enseñanza y la parte material. El autor se pregunta si la merma en la calidad de la enseñanza del Instituto ha sido suplida por la calidad de la impartida por la Universidad y la respuesta es negativa: si buscáis buenos matemáticos, físicos, filósofos y orientalistas y provechosos libros de texto, no los busquéis en las altas cátedras de las facultades sino en aquellos que han salido de los Estudios de San Isidro. Los medios materiales de enseñanza también se han visto mermados por las actuaciones del Rector, marqués de San Gregorio quien, según el ar tículo, ha tomado muchas máquinas del gabinete de Física y ha descabalado y repartido la Biblioteca. En cuanto al edificio, el autor describe el estado lamentable en que se encuentra para a continuación preguntarse: «¿Qué se han hecho esas rentas, esas propiedades del Instituto, más que suficientes para ocurrir a todas sus necesidades? ¿En qué se han invertido los productos de las ventas de esos juros, de esos efectos, de esas fincas y la redención de esos censos?». La respuesta la da el mismo autor: «se han empleado en adornar un mal edificio de yeso». «Un edificio, aun no concluido, de ningún mérito, que a título de Universidad Central ha consumido estos y otros recursos en
Figura 3. Portada de El Seminarista del 20 de abril de 1861.
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inútiles y mezquinas aunque costosas obras». Este edificio, que tan poco gusta al autor del artículo, es el que se construyó en Noviciado para sede de la Universidad y del que solo el paraninfo ha supuesto un gasto de 618 000 reales que el Rector ha pagado con la venta de censos, imposiciones y juros pertenecientes a San Isidro. El artículo finaliza con la relación de fincas e imposiciones que Santisteban mostrará a Urquijo el 1 de agosto de 1868 y un resumen sobre los ingresos y gastos del Instituto en el que aparece un saldo a favor del Instituto de 372 763 reales y 63 céntimos. Sobre el estado del edificio y las rentas en 1870 El 14 de enero de 1870, Vallespinosa responde a la petición del presidente de la Diputación Provincial para que se manifieste «el estado de conservación de este establecimiento, las corporaciones, escuelas o academias que le ocupan y el derecho o razón que para esto les asiste». 21 Vallespinosa adjunta a su informe de siete páginas los Apuntes de de la Corte. El informe está dividido en dos partes, la primera está relacionada con el edificio en sí y la segunda corresponde a los «antecedentes y al derecho de ocupación de las dependencias extrañas al Instituto». En cuanto al edificio, Vallespinosa solicita que además de la reedificación del mismo se emprendan las obras siguientes: 1.º en su fachada exterior, indigna de una capital, que en su irregular decoración, tan de mal gusto como deteriorada, en haber en unos pisos balcones, en otros rejas, demuestra pertenecer a escuelas diversas que, sin plan ni concierto alguno, han reformado lo que les ha sugerido su deseo. 2.º en los muros, tejados, pavimento y claustros, cuyo estado es tan ruinoso que, en mi concepto, requiere que un Arquitecto haga reconocimientos para reparar mediante presupuesto lo indispensable. 3.º en la antigua capilla de los Estudios, local bien conocido en Madrid y que a tantas y tan diversas reuniones, ha servido y sirve, cuyo estado es ruinoso y su decoración completamente destrozada. 4.º en el mobiliario de todas las cátedras, dirección y secretaría que es preciso renovar casi del todo». AHISI. Carpeta «Investigación de Bienes del Instituto».
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Para Vallespinosa estas obras son independientes de las que se necesiten el día que el Instituto amplíe sus dependencias tomando posesión de todo el edificio, ya que entonces sería preciso aumentar el número de aulas y su capacidad, así como destinar algunas a enseñanzas populares y de adultos. La segunda parte del informe se transcribe en su totalidad dada su claridad y contundencia. Las dependencias, por cuenta del Estado, que hoy se hallan instaladas en el edificio son la Biblioteca, la Escuela especial de Arquitectura, la de Maestros de obras y aparejadores, la de Grabado y clases de dibujo elemental y la de Pintura. La escuela de Arquitectura 22 ocupa todo el local que perteneció a la Preparatoria para las carreras de Ingenieros civiles y Arquitectos, creada por decreto de 6 de noviembre de 1848 y, cuando esta se suprimió, la de Arquitectos, que estaba unida a la Academia de San Fernando y a sus estudios de Bellas artes, se posesionó de los departamentos que aquella tenía, correspondientes a toda la parte del edificio de la calle de los Estudios y al piso 2.º y 3.º de la que da vista a la de Toledo. Además posee un departamento interior de dos cuerpos que hará diez años se levanto sobre la crujía que de este a oeste corresponde a la Biblioteca, para establecer las enseñanzas de Maestros de obras que se le agregaron, extendiéndose después las de Dibujo, y a pesar de nuestras reclamaciones por todo el piso segundo interior luego que lo desocupó la de Diplomática, 23 que también durante ocho años tuvo sus enseñanzas en este edificio. Llamar debo la atención de V. E. sobre un hecho anómalo que hoy ocurre con la referida Escuela de Maestros de obras y es que habiendo sido suprimidas por disposiciones recientes de Instrucción Pública, sus profesores decidieron continuar las enseñanzas con el carácter de libres habiendo obtenido del Ilmo. Sr. Rector, sin anuencia de V. E. ni del Instituto, autorización para disponer del local y seguir sus explicaciones; y como estas no tienen actualmente ningún carácter oficial, resulta que a favor de privados intereses se perjudica al Instituto, utilizando un local que no les pertenece y hasta perturbándose la disciplina y orden de nuestros alumnos, una vez que los suyos para que no se confundan con los de Arquitectura tienen salida por una puerta abierta en un descanso de la escalera principal confundiéndose con nuestros escolares y con los de Dibujo. La escuela de Grabado estuvo instalada en el departamento de la de Diplomática pasando después a ocupar dos clases de Latín que el instituto tenía en la parte del edificio respectiva a la calle de los Estudios, clases que hoy continua disfrutando, sin equitativo derecho tanto más escaseando las aulas para las asignaturas de 2.ª enseñanza. La Escuela de Arquitectura estuvo instalada en el edificio del Instituto de San Isidro desde 1847 hasta 1936. En 1857 se transformó en Escuela Superior de Arquitectura dependiente de la Universidad Central. 23 Se instala en 1857 en el edificio del Instituto de San Isidro. 22
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374 EL instituto de san isidro Siempre la Biblioteca 24 ha ocupado el local que hoy tiene a excepción de las salas que dan al patio de la capilla, las cuales se segregaron en 1860 del instituto por disposición del Rector, para destinarlas no a departamentos de lectura, sino a dos despachos particulares de los Bibliotecarios, con perjuicio de aquel que habiendo tenido en ellas la cátedra y gabinete de Física, pudo, como debiera ser, arreglarlas para el de Historia Natural relegado hoy al piso más alto e interior del edificio en un sitio inconveniente, tanto por lo reducido como por su posición y malas luces. Hasta 1865 estuvieron alquiladas, y con diferentes comercios las tiendas, covachas y entresuelos exteriores del edificio, dando una renta cobrada siempre por la Universidad que fue la causa de declararse la venta de estos bienes desamortizables. El Instituto, comprendiendo los inmensos perjuicios que tal acuerdo y decisión iba a ocasionar logró, después de activas diligencias, que el Excmo. Sr. Ministro de Hacienda determinara suspender la expresada venta, teniendo en cuenta las razones que alegaba y en consideración a serle necesarios dichos locales para diferentes servicios académicos. Así se proyectó, desahuciando antes a todos los inquilinos, y se habría realizado si la escasez de fondos no lo hubiere impedido, pero en 7 de septiembre de 1867 el Director General interino de Instrucción pública D. Agustín Perales a pesar de las reclamaciones y protestas de esta Dirección ordenó que se destinara a los estudios elementales de Pintura todas las referidas tiendas, entresuelos y covachas mas la mitad del claustro principal y un espacioso salón interior contiguo a la clase de Lógica. Tan extraño como inequitativo mandato produjo al Instituto los siguientes perjuicios: 1.º reducir la parte de claustro que solo se nos dejó para el paso a una galería que en lugar de servir de punto conveniente de espera para los alumnos, es un sitio oscuro y húmedo tan reducido como mal ventilado 2.º quedar nuestras dependencias encerradas todas a la parte más interior y de peores condiciones del edificio. 3.º sacrificar a la conveniencia de un centenar de alumnos extraños la disciplina, comodidad y más que todo la salud de 2000 discípulos de 2.º enseñanza que por término medio concurren a nuestras aulas 4.º ocurrir la enojosa y anómala circunstancia de que mientras la Escuela de Pintura tiene sus clases de dibujo en esta casa, se hallan las nuestras (dibujo de adorno y figura con aplicación a las artes) en el piso bajo del Ministerio de Fomento.
Finaliza el informe de Vallespinosa con la solicitud de que se declare explícita y terminantemente el derecho que tiene el Instituto a que se le dé La Biblioteca se integró en la Universidad Central en 1822 como biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras y estuvo en el edificio del Instituto de San Isidro hasta 1935 hasta que la Facultad se trasladó a la Ciudad Universitaria. Con los fondos bibliográficos también se trasladó parte de la colección de retratos que la decoraban. 24
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plena posesión de su edificio, desalojando a todas las escuelas ajenas a la segunda enseñanza, aunque se aceptaría la utilización de alguna dependencia siempre y cuando se abonase un alquiler justo. En esta relación de corporaciones, escuelas y academias falta la escuela de Taquigrafía, dependiente de la Sociedad Económica Matritense y que estaba ya instalada en el Instituto en el curso 1860-61. 25 La relación con la Sociedad Económica Matritense y su escuela de Taquigrafía y Mecanografía se mantuvo hasta finales del siglo xx. Sandalio de Pereda, nombrado director el 22 de julio de 1870, cargo que ocuparía hasta 1886, insiste en su discurso de apertura del curso 1870-71 26 en la necesidad de reformas del edificio y en obtener la plena posesión de sus dependencias. También hace mención a las cantidades percibidas de la Tesorería de Hacienda pública, 58 401 escudos y 876 milésimas, en concepto de anticipo por intereses vencidos de sus bienes enajenados. Días después de este discurso de apertura, de Pereda recibiría, a través del Rector de la Universidad Central, 27 la respuesta al expediente solicitado por Vallespinosa relativo a la devolución al Instituto San Isidro de los bienes de su propiedad no vendidos. De orden de S. A. el Regente se resuelve que: es de dictamen que no estando exceptuados de la desamortización los bienes de Instrucción pública fuera de los edificios donde se dé la enseñanza, no procede devolver los bienes declarados en estado de venta por la misma ley desamortizadora. El Instituto San Isidro tiene sí derecho a percibir las rentas que los bienes de su pertenencia hayan producido desde que el Estado se incautó de ellos y a las inscripciones intransferibles que representen su valor luego que se verifique su enajenación pero no los mismos bienes declarados desamortizables por la Ley 28.
Los agentes de negocios En la introducción del Diario de los trabajos de investigación, Santisteban pide que no se le confunda con alguno de los simples agentes ocupados en recibir de las oficinas administrativas las cantidades y valores de lo previamente descubierto e investigado por él y en la página 8 habla Simón Díaz, José (1992): Historia del Colegio…, op. cit., p. 440. Memorias 1858-1875. 27 Muchos de los escritos procedentes de organismos públicos, sobre todo de la Dirección General de Instrucción Pública, le llegaban al director del Instituto a través del rector de la Universidad Central. 28 AHISI. Carpeta «Investigación de Bienes del Instituto». 25 26
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de uno de estos agentes, Telesforo Dean, vecino de Logroño que tras las investigaciones de Santisteban sobre el censo contra la casa y estado del conde de Oñate, representa al Instituto en el cobro de la redención de la liquidación de su venta, unos nueve mil duros. Por este trabajo Telesforo cobró 10 000 reales, cantidad elevada a juicio de Santisteban quien se queja de cuánto hubiera cobrado este señor si hubiera realizado todo el trabajo. La figura de los agentes era frecuente en este tipo de negocios relacionados con el cobro de créditos, redenciones e inscripciones procedentes de las desamortizaciones. Así, en el claustro de 19 de noviembre de 1873 29 se leyó una carta que Francisco Sánchez Molero, vecino de Madrid, dirigía a Sandalio de Pereda en la que decía tener noticia de un crédito que correspondía a los antiguos Estudios de San Isidro y que deseaba gestionar ese negocio si se le autorizaba para el efecto sin pedir anticipos para ello ya que se conformaba con el doce por ciento de los valores que en su día se hubieran de recibir. En vista de lo indicado en esta carta el claustro acordó estar conforme en acreditar personalidad suficiente al señor Sánchez Molero para que lleve su representación en el crédito a que alude, si este no era de los que hoy tiene el Instituto pendientes de tramitación en las dependencias oficiales y si la Exma. Diputación Provincial autorizaba al Instituto para el abono del 12 % que dicho sujeto pide como recompensa de sus trabajos, cuya cantidad debe entregar siempre con las formalidades y garantías que expresa en la suya y las que además marcara la diputación. 30
El 8 abril de 1880, Sandalio de Pereda recibe un comunicado del Ministro de Fomento por el que el Rey concede la autorización previamente solicitada por el director «para otorgar a don Eduardo Aldeanueva y Heras, agente de negocios del colegio de esta corte, el poder necesario para que pueda proseguir por su cuenta y riesgo las reclamaciones entabladas en reivindicación de un juro sobre tercias reales 31 de Granada que corresponden a estos Estudios de San Isidro». 32 De las gestiones de este agente no ha quedado constancia en los archivos hasta el 21 de marzo de 1886 en que el director recibe una carta suya en la que se queja de las actuaciones de otro Libro de Actas del Claustro de catedráticos del Instituto de San Isidro. Libro primero, p. 160 (AHISI). 30 Ídem. 31 Ingresos concedidos por la Iglesia a la Corona consistentes en dos novenos de los diezmos eclesiásticos. Los reyes podían convertir las tercias reales en juros. 32 AHISI. Carpeta «Investigación de Bienes del Instituto». 29
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agente, don Fausto Miranda, que se le ha adelantado en el cobro de dos inscripciones que supuestamente él tenía ya localizadas, «faltándome solo haber aclarado las fundaciones de que provenían para no dar pasos en balde». El caso Fausto Miranda El 14 de enero de 1885, Sandalio de Pereda recibe un escrito de Gaspar Fernández de Zunzunegui, Auditor del Tribunal Supremo de la Rota y nombrado recientemente por S. M. el Rey Juez Protector de la Real Iglesia de San Isidro, 33 en el que le dice tener noticias sobre «algunos valores de consideración que pueden y deben reclamarse» y le propone para realizar las gestiones «el apoderamiento de alguna persona de prestigio, moralidad y celo, que con la representación de esa Dirección y la del cargo que desempeño y bajo la dirección de un letrado de común designación, gestione el reconocimiento, liquidación, conversión y pago de los valores que se reclamen». De Pereda, tras reunirse con Zunzunegui en su casa de la calle la Ballesta, solicita el oportuno permiso a la Dirección General de Instrucción pública que le autoriza, el 12 de febrero de 1885, para nombrar un apoderado: 34 Fausto Miranda. El 23 de febrero de 1885, Fausto Miranda, tras haberse reunido con Zunzunegui y de Pereda, dirige un escrito a ambos en el que explica sus condiciones: Partiendo de la base de que no es posible destinar cantidad alguna para los trabajos y teniendo en cuenta los gastos que ha de originar el esclarecimiento de los bienes que se van a investigar motivo el más serio de mis reflexiones, no es posible adoptar otro medio que el señalamiento de un tanto por ciento alzado sobre el total importe de los bienes que se entreguen y sus intereses o rentas atrasadas. […] Sin embargo, no tengo inconveniente en hacerme cargo de la investigación, gestión, reconocimiento y liquidación, conversión y cobro de todo cuanto resulte a favor de las corporaciones que ustedes representan dignamente percibiendo por mis gestiones trabajos y gastos el 35 % de todo cuanto se entregue por mi conducto a los mismos elevándose a contrato esta proposición y proveyéndome del correspondiente poder para los fines indicados. 35 33 Por el Real Decreto de 13 de mayo de 1886 las funciones del Protector de la Real Capilla fueron transferidas al Obispo de Madrid-Alcalá. 34 Archivo Histórico del Instituto de San Isidro (AHISI). Carpeta Investigación de Bienes del Instituto 35 Ídem.
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El 13 de febrero de 1886 otorgan poder a Fausto Miranda en las condiciones por él solicitadas y este rápidamente inicia su única y muy discutida actuación. Así, el 26 de marzo de 1886, la Delegación de Hacienda le comunica al director que se han cobrado 47 040 pesetas con doce céntimos. Tengo el honor de poner en su conocimiento de usted que el importe de los intereses de dos inscripciones del tres por ciento propiedad de los antiguos estudios de San Isidro de esta corte hoy Instituto de segunda enseñanza de San Isidro son los siguientes: Pesetas céntimos Importe de los intereses devengados hasta el 1.º de julio de 1883 según liquidación
318 044 81
Han sido reembolsados al Tesoro por anticipaciones recibidas del mismo
271 004 69
Diferencia
47 040 12
Cuya diferencia de pesetas han sido satisfechas por esta tesorería en metálico al Sr. don Fausto Miranda en el mes actual en virtud de autorización concedida y poder otorgado al mismo en 13 de febrero de 1886». 36
El 25 de mayo de 1886 la Dirección General de Instrucción pública pide explicaciones al director sobre «el origen de dicho crédito, qué anticipaciones son las hechas por el Tesoro a ese Instituto y si la cantidad de 47 040 pesetas y doce céntimos satisfecha en metálico a don Fausto Miranda ha ingresado en la caja de ese establecimiento». 37 El 4 de julio de 1886, de Pereda 38 responde a este escrito, explicando que fue el director general quién autorizó el poder a Fausto en febrero de 1885 y justifica cuál es el origen de los intereses y anticipos. Por último añade que según informes verbales de Fausto, este no ha recibido las 47 040 pesetas y doce céntimos en metálico y que solo se le entregaron títulos que para reducirlos a metálico han de canjearse en su día por otros definitivos. Miranda no asiste a las continuas citas que de Pereda le solicita, estando fechada la última que aparece en el archivo el día 21 de octubre de 1886, 39 menos de dos meses antes del fallecimiento de Sandalio. AHISI. Carpeta «Investigación de Bienes del Instituto». Ídem. 38 Ídem. 39 Ídem. 36 37
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El 5 de febrero de 1887, José Ceruelo y Obispo, nuevo director del Instituto de San Isidro, pide instrucciones sobre este asunto al director general de Instrucción pública. 40 El 14 de abril de 1887 Ceruelo conmina a Miranda a que entregue en el Instituto el dinero cobrado o cualquier otra clase de títulos o valores que tenga en su poder y le comunica que desde ese día cesa su representación del Instituto de acuerdo con la Real Orden del Ministerio de Fomento publicada ese mismo día. 41 Ante el silencio de Miranda, Ceruelo le escribe de nuevo el 26 de abril y le amenaza con que si no tiene noticias de él en el plazo de cuatro días tomará las medidas que tenga por convenientes. 42 A esta misiva responde Miranda el 9 de mayo con un largo escrito en el que dice haber entregado el dinero a Juan Avilés quien aun no estando apoderado había firmado un contrato el 13 de febrero de 1886 para gestionar también estos asuntos. Cobrada aquella suma las láminas del 3 % pertenecientes bien al Instituto de San Isidro, bien a la Real capilla de San Isidro se pasaron a la Dirección General de la Deuda para que fueran convertidas con arreglo a la ultima ley de la Deuda en láminas del 4 % sin que hasta la fecha se hayan realizado ni retirado las Inscripciones a láminas. […] D. Juan Avilés me reclamó el pago de lo que le correspondía y aunque me creía completamente autorizado para hacerlo, sin embargo, consulté su petición y se me autorizó para ello, siempre que no excediese las sumas de los que debiera percibir y entonces y solo entonces fue cuando hice entrega al Señor Avilés de los fondos que había percibido. 43
Ceruelo comunica, el 6 de julio de 1887, al director general de Instrucción pública que Miranda no ha presentado documento alguno que justifique sus actuaciones y que le ha comunicado verbalmente haber invertido la suma de 47 040 pesetas y doce céntimos en pagar a sus agentes y que ha podido averiguar que Miranda convirtió las láminas en otra de Deuda perpetua al 4 % número 1379 de pesetas nominales 279 292 con 71 céntimos y ruega se retenga dicha inscripción y los intereses que haya generado. 44 El director constata que obra en poder de Miranda la inscripción intransferible a favor de los Estudios de San Isidro de Deuda pública n.º 1379 Ídem. Ídem. 42 AHISI. Carpeta «Investigación de Bienes del Instituto». 43 Ídem. 44 Ídem. 40 41
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y le pide el 24 de agosto que la entregue. 45 Miranda responde el 28 de agosto de 1887. He recibido la comunicación que ha tenido a bien dirigirme con fecha del 24 del corriente reclamándome una inscripción intransferible a favor de los Estudios de San Isidro, de deuda perpetua del 4 % n.º 1379 de pesetas nominales doscientas setenta y nueve mil doscientas noventa y dos con setenta y un céntimos, que me fue entregada por conversión de otras dos de la misma pertenencia del 3 % consolidado y que según oficio de la Delegación de Hacienda de esta provincia obran en mi poder. En mi comunicación de 9 de mayo último manifesté a usted que retiré la inscripción del 4 % una vez convertidas las del 3 % verificada que fue aquella operación, pero que la volví a presentar a la Delegación de Hacienda de esta provincia con las facturas para cobrar los intereses que tenían devengados sin que hasta la fecha se hayan realizado ni retirado la inscripción. Esta con las facturas que fueron bastanteadas por la Sección de Letrados pasaron al Señor Delegado quien promovió una consulta suspendiendo el pago. No obra por consiguiente en mi poder la inscripción que usted me reclama. El segundo extremo de la comunicación de usted se refiere a la presentación de la cuenta justificada de mi gestión como apoderado de ese establecimiento. El Excmo. Sr. Obispo de Madrid-Alcalá con fecha 8 de junio del corriente año se dirigió al Excmo. Sr. Ministro de Fomento y esa es la razón porque no he presentado, no la cuenta porque en realidad solo he de hacerlo de los actos míos como apoderado comprobados y justificados por las autorizaciones que sin creerlas necesarias pedí para todo. Dispuesto estoy siempre a verificarlo pero como mi representación es mancomunada no me he de desprender de los documentos que serán siempre la garantía de mis actos. 46
En los archivos no consta el final del asunto de Fausto Miranda. No obstante, la reclamación del Obispo de Madrid-Alcalá era cierta, ya que como nuevo Protector, estimaba ser heredero de los bienes y rentas enajenados y consideraba que se estaban lesionando en este asunto los derechos de la Iglesia. A este respecto, Ceruelo comunica, el 10 de diciembre de 1887, al director general de Instrucción Pública que los valores representados por las laminas o inscripciones aparecen con la calificación de «Bienes de Instrucción pública» a favor de los Estudios de San Isidro de Madrid y que, por tanto, no procede la reclamación del señor Obispo. Ídem. AHISI. Carpeta «Investigación de Bienes del Instituto».
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Conclusiones La ley de desamortización de 1855 creó un gran problema económico al Instituto de San Isidro que se hubiera resuelto más favorablemente si sus directores hubieran podido actuar como únicos herederos de los bienes enajenados y representantes únicos de los intereses del centro. La división del Colegio Imperial hecha por Ávila, conllevó en el futuro la existencia de al menos tres responsables: el protector de la Capilla de San Isidro, el rector de la Universidad y el director del Instituto que, incluso, dependía directamente del rector en muchos de los actos académicos y administrativos. No obstante, sin la gran defensa de los derechos del Instituto que realizaron sucesivamente los directores de esta época, este hubiera podido desaparecer absorbido por los diversos organismos educativos, o no, con los que tuvo que compartir el espacio físico, los recursos económicos y el profesorado, sin que las altas autoridades administrativas hubieran hecho nada por impedirlo. Lo que aquí hemos relatado es un breve resumen de lo que aparece en el Archivo Histórico del Instituto relativo al tema de las rentas y los bienes del mismo. Además la historia de las reclamaciones sobre los bienes enajenados en virtud de las leyes de desamortización no finaliza en 1887, por lo que continuaremos nuestras investigaciones que tal vez se plasmen en una nueva publicación. Bibliografía Archivo Histórico del Instituto de San Isidro (AHISI). Carpeta «Investigación de Bienes del Instituto». Corte y Ruano-Calderón, Juan Antonio de la (1864): Apuntes en defensa del derecho que asiste al Instituto de 2.ª enseñanza y 1.ª clase de San Isidro de Madrid para poseer y reivindicar todos los bienes de los Estudios Reales del mismo nombre, Madrid, Imprenta de Alejandro Gómez Fuentenebro. García López, Genaro Luis (1998): «El Instituto de San Isidro de Madrid y su biblioteca en el siglo xix», Madrid, Cuadernos del Instituto Antonio de Nebrija de Estudios sobre la Universidad, n.º 1, pp. 63-80. Hierrezuelo Conde, Guillermo (2008): La Autofinanciación de la Iglesia Católica y las demás confesiones religiosas en la libertad e igualdad religiosas, tesis doctoral, Universidad de Málaga, Instituto de San Isidro (ca. 1876): Cursos académicos de 1858 á 1875. Colección de Memorias, Madrid. Miguel Alonso, Aurora (1992): La biblioteca de los Reales Estudios de San Isidro, Madrid, UCM. — (2006): Los bienes de la Compañía de Jesús incautados en Madrid en 1767 y 1835, y conservados en la Universidad Complutense, Madrid, UCM.
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382 EL instituto de san isidro Santisteban, Mariano (1875): Relación y diario de los trabajos de investigación de los bienes y rentas que pertenecieron a los Reales Estudios de San Isidro de Madrid, hoy Instituto del mismo nombre, Madrid, Imprenta de la viuda e hijo de D. E. Aguado. Simón Díaz, José (1992): Historia del Colegio Imperial de Madrid, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, CSIC. http://www.aytoleiva.org/fileadmin/leiva/Documentos/Personajes/TOMAS_CORRAL_Y_O_A.pdf
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Justo Corbacho Rodríguez Instituto San Isidro Introducción Veremos en esta breve reseña uno de los momentos más interesantes para la historia de la educación en nuestro país. El paso del Colegio Imperial al Instituto San Isidro es un fiel reflejo de la España del momento. El momento en que por primera vez en nuestra historia se intentará que la formación sea algo no solo para los nobles y la iglesia, sino para aquellos que en Europa empiezan a despuntar como motor del país: el 3.º estado. Se trata de una época en constante cambio y también en constante búsqueda de un modelo político y social que lógicamente afecta también a la educación. Desde que la educación pasa a ser de interés nacional se convierte en moneda de cambio o instrumento político para dejar la impronta de la ideología del momento. Este inicio de la búsqueda de un modelo educativo con sus aspiraciones idealistas suele ser un modelo fallido no solo por problemas estructurales del modelo sino también por el afán de gobiernos que quieren borrar toda huella de gobiernos anteriores contrarios. Esto nos lleva a una situación que aun hoy por desgracia seguimos viviendo. 1814: la Restauración Después de los sangrientos enfrentamientos de las tropas napoleónicas en España y sus derrotas en Europa, los franceses se repliegan en todos
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los frentes. España queda como un país destrozado por la guerra, con un pueblo agotado y unos reyes en el exilio. Ante este panorama, no es de extrañar que el pueblo deseara la vuelta a la normalidad representada por Fernando VII. Nunca un rey había sido tan deseado aunque con el tiempo terminaría siendo aborrecido. La vuelta a España y al trono de Fernando VII (1814-33) supone lo que se denomina la Restauración. El objetivo de Fernando seguía las mismas pautas que en toda Europa: restaurar la situación política y social existente antes del terremoto de Napoleón. Sin embargo, la clara huella dejada por este en cuanto a modelo de Estado y legislación en las mentes de muchos europeos hizo que esta restauración fuera de diversa índole en los distintos países del continente. Fernando VII quiso usar la Restauración para retroceder en el tiempo hasta el mismo Antiguo Régimen. Es decir, solo concebía la posibilidad de una monarquía absoluta al viejo estilo, el modelo anterior a la Revolución Francesa. Todo un anacronismo que chocaba con la mente de muchos ciudadanos que ya sabían lo que era una Monarquía Constitucional. Es de imaginar la sorpresa que produjo entre muchos españoles la rápida decisión del rey de derogar la Constitución de 1812, la primera constitución española 1 y quizás la más popular de todas. Ante esta decisión, el enfrentamiento estaba servido de nuevo. Esta vuelta al Antiguo Régimen afectó a la enseñanza y también chocaría con la nueva realidad social. ¿Cómo se deberían plantear los estudios medios? ¿Como preparación para la Universidad o como formación general para las clases medias? La nobleza y el clero, antiguos depositarios de la cultura, dan paso a una burguesía cada vez más numerosa y a gobiernos liberales que quieren cambiar el sistema reclamando el derecho y el deber de impartir, organizar y vigilar la enseñanza en todos sus grados. A todo esto, el rey pretendía que la enseñanza media siguiera como en siglos anteriores, subordinada a las universidades y se concibiera como un mero trámite preparatorio hacia los estudios superiores, y además, mantener el mismo sistema educativo en torno a facultades, colegios privados y otros centros bajo el amparo de la corona. Es decir, una enseñanza en manos, casi siempre, del clero y bajo protección real. Los primeros planes liberales durante su reinado pretendían separar los estudios medios de los superiores y hacer crecer el número de centros secundarios. Sin embargo, fueron planes de escasa aplicación debido a la fuerte oposición del rey. También es cierto que las arcas del Estado no hubieran 1 Recordemos que el Estatuto de Bayona de 1808 es una carta otorgada por Fernando VII, por tanto no debatida ni promulgada por un Congreso o Asamblea como sí lo es la Constitución de 1812.
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Figura 1. Alegoría del regreso de Fernando VII. podido hacer frente a los gastos que implicaba el cierre de los centros privados existentes lo que forzó a la libertad de enseñanza hasta ciertos límites. Con la Restauración llegó todo lo que era propio de una época oscurantista y retrógrada. Volvieron las instituciones del Antiguo Régimen como la Inquisición, el Consejo de Castilla y también la Compañía de Jesús. 2 El Papa Pío VII el 7 de Agosto de 1814 restableció mediante una Bula papal la Orden de los Jesuitas con efecto universal, que se expande rápidamente. En España se les devolvieron todas sus antiguas posesiones y privilegios y entre ellas el Colegio Imperial. El Rey, el 26 de Diciembre de 1815, ordenó la restitución del Colegio Imperial a los Jesuitas. Los siete frailes que llegaron desde Italia se encontraron con unos Reales Estudios laicos, dirigidos por González de Carvajal, liberal, escritor y Secretario de Estado. Se habían creado en los estudios cátedras como la de Derecho Natural y la de Constitución para difundir el espíritu y las doctrinas políticas emanadas de la Constitución de Cádiz. Mesonero Romanos cuenta en su biografía cómo asistió como alumno a la inauguración de esta cátedra. 3 Las Cortes de Cádiz de 1812 abolieron tanto la Inquisición como todos los Consejos de España. La Compañía de Jesús fue suprimida por Carlos III con la Pragmática Sanción de 1767. 3 Tal como cuenta José Simón Díaz en (1991): Historia del Colegio Imperial, Madrid CSIC, p. 391. 2
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Esta restitución implicaba que no desaparecieran las cátedras existentes aunque los profesores laicos fueron en su mayoría despedidos y las cátedras de Derecho Natural y Constitución desaparecieron. El Plan de Estudios que presentaron al Rey fue aprobado por este sin el conocimiento de los organismos educativos estatales lo que produjo la queja de estos organismos por autorizar planes de estudio ajenos al existente para todos los centros educativos de la Nación. En esta restitución también fue incluida la Iglesia de la Compañía, la Colegiata de San Isidro, disolviendo el cabildo existente, no sin las quejas oportunas. El Consejo del Reino apoyó esta queja, como otras muchas, en contra del cariz absolutista que cada vez más iban tomando las decisiones reales. Siempre intentaron contrarrestar el poder real. Este Consejo fue un núcleo de resistencia frente a este despotismo aunque la mayoría de las veces no fue muy efectiva. 1820-1823: trienio constitucional La situación política en España se iba complicando cada vez más y la amenaza de nuevos enfrentamientos era más visible. La brusca restauración y la brutal represión posterior llevada a cabo por Fernando VII contra los constitucionalistas condujo a una etapa de alzamientos y pronunciamientos. Ya no valía una acción política pública, sino que había que cambiar el procedimiento y recurrir a la fuerza, al Ejército, para derrocar al régimen. De todos los pronunciamientos que se producen entre 1814 y 1820, uno al año, solo llegó a triunfar el último. El 1 de Abril de 1820 el comandante Riego en el pueblo sevillano de Cabezas de San Juan proclama la Constitución de Cádiz y su chispa recorre toda Andalucía siguiéndole después otras ciudades del país. Fernando VII, a la desesperada, termina aceptando y jurando la Constitución y así comienza el llamado Trienio Constitucional (1820-23). En este periodo, sin embargo, Fernando VII va a usar los mismos métodos que en el periodo anterior con la represión de la oposición. La radicalización de la política en esos años hace que el oponente sea excluido de forma violenta de la vida política, pasando a la clandestinidad o el exilio. También será en este momento cuando los propios liberales se dividirán ante un Rey que va a usar los cauces constitucionales para frenar toda iniciativa de reforma. Surgirá una rama moderada partidaria de hacer partícipe a la Corona de las reformas y después estará la rama exaltada, que pretende reducir al máximo los poderes del Rey. Se puede decir que aquí está el origen de los primeros partidos políticos en España.
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Ya en 1821, se organizan partidas de realistas que intentarán acabar por la armas con el régimen liberal, pero habrá que esperar dos años más y la intervención extranjera de la Santa Alianza 4 para acabar con este periodo liberal. En el Trienio los moderados continuarán las reformas que quedaron inconclusas durante la Restauración, siempre con grandes luchas y presiones entre las Cortes y el Rey. Se van a abolir los señoríos, el régimen señorial que aun pervivía, junto a los pagos de renta señoriales. También se busca cambiar el sistema fiscal y de privilegios de la Iglesia, tema vinculado a la desamortización de bienes y que por tanto volvería a influir directamente sobre la Compañía de Jesús y el Colegio Imperial. Durante este periodo liberal la educación va a ser uno de los pilares de las reformas, máxime cuando el espíritu doceañista 5 quedó truncado por la fuerza. Las tiranteces por controlar el sistema educativo son el reflejo de la misma situación que se vive. Un sistema educativo a la antigua, dominado por la Iglesia, donde prevalece lo privado, y por tanto sin reglamentar, pero que se cuida mucho de cuestionar la Religión y la Monarquía, frente a una concepción de la educación universal, útil, con el objetivo de educar al mayor número posible de ciudadanos y con un reglamento general para todos los centros. Sin embargo, muchas veces, la situación económica del Estado impedía esa «universalización» de la educación debido al alto coste que suponía la creación de nuevas escuelas, institutos o universidades. Así que, no tuvo más remedio que recurrir a la iniciativa privada y, por lo general, religiosa para extender la educación. En 1821 se publica el Reglamento General de Instrucción Pública, donde por primera vez se legisla sobre la segunda enseñanza. También se reformará la que pasará a llamarse Tercera Enseñanza o Universitaria. Los institutos de segunda enseñanza quedarán ligados a las nuevas universidades provinciales que se crearán. Las universidades dejarán de estar aisladas y perderán autonomía. Su carácter clerical y elitista, y las formas y pompas rigurosas del pasado desaparecerán. En Madrid se creará un centro que se encargará de estas dos enseñanzas: la Universidad Central. Se cierra la Universidad de Alcalá de Henares, en total decadencia, y esta junto con los Reales Estudios de San Isidro formará la Universidad Central, la cual se instala en diversos edificios de Madrid 4 Pacto firmado en 1815 entre Rusia, Prusia y Austria de carácter político y con una gran carga religiosa para contrarrestar las ideas y avances revolucionarios en Europa. Posteriormente se incorporan Inglaterra y Francia. 5 Tras la Constitución de 1812 surge un espíritu en la sociedad de corte liberal que se mantendrá a lo largo de la centuria y al que se llamará «espíritu doceañista».
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incluyendo los Reales Estudios. 6 La inauguración de la Universidad Central tuvo lugar en la Capilla de la Inmaculada de los Reales Estudios el 7 de Noviembre de 1822. 7 Los jesuitas ya habían sido expulsados por entonces, en septiembre de 1820, 8 restableciéndose los Reales Estudios y con ellos diversas cátedras que habían sido suprimidas por la Compañía, como las de Derecho Natural y la de Constitución y, volviendo también al puesto de director González de Carvajal. Sin embargo, todas estas reformas y cambios apenas duraron un año… 1823-1833: la Década Ominosa De igual modo que un reloj de péndulo, la situación política y social de España en el primer tercio del siglo xix funcionará a base de golpes de estado y pronunciamientos de índole opuesta, llegando a un extremo y produciendo la anulación del otro. Las potencias europeas, después de la experiencia francesa, se organizan para que no pueda suceder una nueva Revolución Francesa o revueltas que supongan la caída de sus regimenes conservadores. Para evitar que salte la chispa en cualquier nación, y que esta se propague por el resto de Europa, se crea la Santa Alianza para la ayuda mutua en caso de revoluciones internas. La rebelión de Riego y el sometimiento de Fernando VII a la Constitución no gustaron en Europa y, ante el temor de que pudiera ser imitado en sus naciones, la Santa Alianza decide intervenir militarmente para auxiliar al Rey. Sería Francia la encargada de ello y envía lo que se denominará «Los Cien Mil Hijos de San Luis». Rápidamente toman las principales ciudades y el gobierno se atrinchera en Cádiz. Ante la inminente caída del gobierno liberal consiguen un compromiso por parte del Rey para frenar una posible represión posterior. Pero este Rey no se caracteriza por su sinceridad y lealtad y una vez normalizada la situación, se iniciará la persecución y eliminación de liberales. La vuelta del régimen absolutista es seguida de medidas de represión aun más drásticas que las que se produjeron durante la Restauración. 6 Peset, Mariano y J. Luis (1974): La Universidad Española (siglos xviii-xix): Despotismo ilustrado y revolución liberal, Madrid, Taurus. 7 Simón Díaz, José (1959): Historia del Colegio Imperial de Madrid, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, CSIC, 2 tomos. 8 El gobierno constitucional surgido tras la proclamación de Riego con una política claramente anticlerical expulsó de nuevo a los Jesuitas del país, suprimió la Inquisición y abolió el diezmo entre otras medidas.
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El espíritu absolutista de Fernando VII se verá reflejado en sus decretos, por los que se restablece, no solo la situación anterior a 1820 sino que se quiere llegar a la situación anterior a 1808: restauración de la sociedad estamental, devolución de bienes al clero, de señoríos a sus titulares… Además, la crisis económica del Estado hace que el posible desarrollo material y cultural quede reducido a cero. Así, este periodo se convierte en uno de los más anodinos de la Historia de España, un tiempo sin historia. Los años finales de este catastrófico reinado van a ser aun más conflictivos. Fernando VII cerrará su reinado dejando un conflicto militar entre españoles debido a la sucesión a la Corona. El enfrentamiento, por los derechos dinásticos entre su hija Isabel y su hermano Carlos producirá las Guerras Carlistas . 9 Curiosamente Fernando VII tendrá que ir disolviendo muchas de las instituciones arcaicas que había restaurado por ser partidarias del Infante don Carlos, al convertirse este en el representante de los ultraconservadores. En cambio, los partidarios de Isabel son elementos moderados que irán incluyendo a los liberales expulsados por su padre de toda actividad política desde 1823. En 1833 muere Fernando dejando a su hija en el trono como Isabel II pero, debido a su minoría de edad, queda como regente su esposa María Cristina. En sus últimos años de reinado, Fernando VII se radicaliza en sus posturas conservadoras. Las medidas que se toman en la enseñanza reflejan esta radicalización. En 1830 decide cerrar todas las universidades españolas. La chispa salta con el escandaloso caso de corrupción que se descubre en la Universidad de Alcalá. Las universidades son un quebradero de cabeza para el Rey. Esta decisión se debe tanto a cuestiones económicas como ideológicas. Con la actitud retrograda del Rey se había conseguido un ambiente enrarecido en los círculos de la enseñanza, de miedos y delaciones, con un estado policial, tiránico, con tribunales inquisitoriales que rápidamente ahogaban cualquier síntoma liberal. Los logros conseguidos por el periodo de la Ilustración se van al traste con la política real. En este periodo absolutista regresan de nuevo los jesuitas al Colegio Imperial. 10 El nuevo rector, el padre Seguí, 11 poco a poco irá cubriendo las plazas de profesores laicos con religiosos, la mayoría novicios. 9 Las Guerras Carlistas se originan por el problema sucesorio creado por Fernando VII y su no aceptación de la Ley Sálica según la cual no podían reinar mujeres en España. Fernando VII abolió esta ley para que su hija Isabel pudiera reinar con la clara oposición de su hermano Carlos, pretendiente al trono. Fueron tres las guerras carlistas entre 1833 y 1876 y marcaron profundamente la política de la época. 10 16 Diciembre de 1823. 11 Simón Diaz, J. (1959): Historia del Colegio…, op. cit., p. 167.
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En 1825 se aprobó el Reglamento de Escuelas del ministro Calomarde. 12 Este Reglamento tendrá pocas disposiciones renovadoras. Con el tiempo será abolida la necesidad de presentar un certificado de limpieza de sangre para matricularse en determinadas escuelas, así como la obligatoriedad del uniforme talar en las universidades. Al poco tiempo de ser aprobado el Reglamento de Calomarde, el rector del Colegio escribirá al ministro pidiendo no seguir las directrices del reglamento. Si bien tuvo al principio una respuesta negativa, la amenaza de cerrar el Colegio hizo que finalmente se les exceptuara de seguir las directrices estatales. 13 El número de alumnos en este periodo estaba entre los 700 en Mayores y de 200 a 400 en los restantes cursos. 14 En 1829 el Plan de Estudios del Colegio incluía las siguientes materias: Filosofía (varios cursos y especialidades) Matemáticas (varios cursos), Física matemática y experimental, Gramática, Francés, Inglés, Italiano, Árabe, Hebreo, Historia y Disciplina eclesiástica. En 1833 fallece Fernando VII, aunque desde un año antes, y debido a su enfermedad, queda como Regente su esposa María Cristina cuya primera medida será abrir las universidades. ¿Señal inequívoca de los nuevos tiempos que vienen y de la voluntad regia de cerrar cicatrices? El cólera y la desamortización: 1834-1836 Antes del fin definitivo de la presencia de los jesuitas en el Colegio Imperial ocurre un suceso que podría considerarse el inicio de ese fin. En 1834, con María Cristina como Regente de su hija Isabel, España va a sufrir una epidemia de cólera. Sería la última gran pandemia de cólera que va a sufrir el país. Se podría decir que España inicia tras este episodio un cambio hacia la modernidad, un dejar atrás el pasado que simbólicamente podría estar reflejado en esta epidemia como reminiscencia de tiempos pasados. Tras la muerte de Fernando VII la situación del país era catastrófica. Una especie de esquizofrenia recorría el país donde las aspiraciones de unos eran cortadas radicalmente por los contrarios y en medio un pueblo que se había desangrado defendiendo un sistema al que había visto volverse contra él. Francisco Tadeo Calomarde (1773-1842) fue ministro de Gracia y Justicia (1823-33) durante la restauración absolutista de Fernando VII. 13 21 de octubre de 1826. 14 Simón Diaz, J. (1959): Historia del Colegio…, op. cit., p. 169. 12
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Todo quedaba por hacer. El tren del progreso estaba pasando de largo. Sin embargo, con la llegada del reinado de Isabel II no solo se tomará conciencia de lo anterior sino que poco a poco se iniciarán reformas importantes deseando alcanzar los niveles europeos: Redacción de un Código Civil siguiendo el modelo napoleónico, asegurando un sistema uniforme y liberal; introducción del sistema métrico-decimal; protección de determinadas actividades económicas; atracción de capital extranjero, etc. Todo ello, no sin encontrar grandes obstáculos y la oposición por parte de los elementos más reaccionarios de la sociedad, entre ellos los carlistas, aunque estos dejaron de ser un problema grave a partir de 1839. 15 En 1834 nos encontramos con un gobierno liberal moderado que, aunque intenta avanzar en las reformas, se encuentra siempre con la oposición de los liberales progresistas y de los conservadores que harán lo imposible para boicotearlas. El cólera que se extiende por media España les va a servir de pretexto para originar una de las muchas revueltas que se organizan en este periodo. El 17 de Julio de 1834, se empieza a correr la voz por las calles de Madrid de que han sido detenidas varias personas intentando envenenar las fuentes públicas inducidas por frailes. La reacción no se hace esperar. Grupos de personas se concentran frente al Colegio Imperial. El ambiente se va caldeando ante las acusaciones de que también esconden a carlistas. A primera hora de la tarde asaltan el Colegio y empieza un saqueo sistemático. 53 religiosos se refugian en la capilla privada del Colegio pero algunos se enfrentan a la masa de asaltantes. El resultado es de 7 frailes muertos y 3 heridos, algunos asesinados en el mismo Claustro del Colegio. Finalmente el Corregidor de la Villa se presenta con milicianos para acabar con el saqueo y los asesinatos. 16 Existen numerosas fuentes que relatan este suceso. Algunas más mesuradas que otras pero todas, aunque con un valor distinto, señalan el envenenamiento de las fuentes como la causa originaria del mismo. Los hechos llegan hasta las Cortes donde el ministro de Gracia y Justicia intenta suavizarlos aludiendo a la corrupción, traición y opresión que han ejercido durante años los elementos más reaccionarios del país. El 31 de Agosto de 1839 escenificado con el «Abrazo de Vergara» entre Espartero y Maroto y la firma del Convenio de Oñate se pone fin a la guerra en el frente norte. Un año después, en 1840, finalizará la 1.º Guerra Carlista. 16 Simón Simón Diaz, J. (1959): Historia del Colegio…, op. cit., pp. 170-176 y Egido, Teófanes (Coord.) (2004): Los Jesuitas en España y en el mundo hispánico, Madrid, Marcial Pons Historia, vol. 1. Este suceso del asalto al Colegio lo reflejó Benito Pérez Galdós en uno de sus Episodios Nacionales, concretamente en «Un faccioso más y algunos frailes menos». 15
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Lo cierto es que el pueblo protagonista de este episodio es un pueblo cansado de ser timado, de ser usado como moneda de cambio y como excusa para detentar el poder. Para el pueblo, los eclesiásticos representaban la opresión a la que estaban sometidos y contra ellos descargan su ira. Pero tampoco hay que olvidar el nivel de analfabetismo e ignorancia que existía y que le hacía presa fácil de manipulaciones. En definitiva, se podría decir que aquel día de Julio supuso realmente el fin del Colegio Imperial. Dos años después de estos hechos, en 1836, el ministro Mendizábal elabora un decreto de Desamortización 17 de bienes que afectará principalmente a la Iglesia. Muchos de estos bienes fueron expropiados a cambio de nada y vendidos en pública subasta a particulares. Los objetivos de la medida fueron dos: sanear las arcas estatales e intentar crear una clase media de propietarios y adeptos al régimen liberal. Sin embargo, no tuvo el efecto deseado, más bien favoreció aun más la creación de latifundios y gran parte del patrimonio artístico se perdió. Con este decreto desapareció definitivamente el Colegio Imperial, que pasó de nuevo a ser los Reales Estudios, y al que nunca más volvieron los jesuitas que también fueron expropiados de otros centros que tenían en Madrid como, por ejemplo, el de Noviciado, futuro Instituto del Cardenal Cisneros, Paraninfo de la Universidad Complutense y Asamblea de la Comunidad de Madrid. Poco tiempo después se redactaron varios Planes de Instrucción Pública (Duque de Rivas 1836; 18 Marqués de Someruelos 1838 19…) que regulaban la enseñanza primaria y la secundaria, hablándose por primera vez de Institutos de segunda enseñanza. Pero estos planes van a tenerse muy poco en cuenta por parte de los centros docentes, entre otros motivos, por los cambios políticos que los derogan rápidamente, aunque el Plan del Duque de Rivas será importantísimo como precedente en la elaboración de la más profunda y estable reforma educativa llevada a cabo por Pidal en 1845. Durante este periodo de la Regencia se va a favorecer a la enseñanza privada, entre otras razones, por la imposibilidad del Estado de hacer frente él solo a la educación, sobre todo a la enseñanza primaria y secundaria. Además la Iglesia no se resistía a dejar la educación de los más jóvenes cuando ya había cedido sus universidades que ahora estaban bajo la tutela del Estado. El punto de conexión entre la enseñanza oficial y la privada eran las matriculas, los libros de texto, el programa y la necesidad de examinarse en los institutos oficiales. Decreto del 21 de Febrero de 1836. Plan General de Instrucción Pública. Real Decreto 4 de Agosto de 1836. 19 Ley General de Instrucción Pública o Ley «Someruelos», 21 de Julio 1838. 17 18
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Esta década de los treinta fue también la de la agonía de la Universidad de Alcalá. Arruinada, corrupta, siempre con desórdenes y con un pensamiento político tradicional muy arraigado, no era ni la sombra de lo que había llegado a ser. Salustiano Olozaga, 20 Gobernador Civil de Madrid, a finales de 1835 recibió la orden y el permiso del Gobierno para suspender y sustituir profesores, desterrar a desafectos y cerrar conventos en Alcalá; todo ello, porque el gobierno tenía la intención de transformar la Universidad de Alcalá en Universidad Central, establecerla en Madrid y hacerla ejemplo de todas las demás. Así, el 29 de octubre de 1836 la Universidad de Alcalá será transformada en Universidad Central y trasladada a Madrid. 1845. Plan de Estudios de Pidal: la normalización Quizás, se podría decir que la década de los 30 y de los 40 del siglo xix es una de las más convulsas, inestables e inseguras de la historia reciente de España. La falta de un sistema político sólido, la inseguridad de los partidos y una clase política inexperta, hacen de este período un momento de confusión e inestabilidad con traiciones, delaciones, refundaciones y alzamientos. En 1840 se produce una revolución en España originada por las medidas cada vez más reaccionarias del gobierno. Las presiones a la Corona y al gobierno por parte del general Espartero que pedía más reformas constitucionales, la dimisión de varios gabinetes, las constantes negativas y oposición de la Regente María Cristina, hacen que se llegue a una situación de inestabilidad nunca antes conocida. No va existir poder y gobierno alguno durante un tiempo ya que la Regente dimite, las Cortes están disueltas y el gobierno no puede jurar sus cargos ante nadie y por lo tanto tampoco puede ejercer. El movimiento insurreccional que surge otorgará todos los poderes a la única figura respetada en ese momento, el general Espartero, que asume tanto las funciones de la Corona como las de la presidencia del gobierno. El triunfo de esta revolución abrió de nuevo las puertas a los progresistas. Los moderados por su parte van a conspirar para hacer caer el gobierno, aunque el general Espartero tomará drásticas medidas contra ellos. Pero ante estas medidas, los propios progresistas tendrán distintas opiniones y así se escindirá el grupo más revolucionario e izquierdista que posteriormente se unirá a la acción proletaria y republicana. 20 Salustiano Olozaga (1805-1873) político liberal, militar y abogado, fue gobernador de Madrid con Mendizábal. Fue varias veces ministro y también preceptor de Isabel II en su minoría de edad.
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Durante el período de Espartero se sucederán de nuevo revueltas, levantamientos, cambios de gobierno y divisiones dentro de los partidos. Una de las revueltas consigue expulsar del poder a Espartero ya que si los progresistas lo elevan al poder también van a ser los progresistas quienes acaben con él. El gobierno progresista de Joaquín María López, 21 decide adelantar la mayoría de edad de Isabel (¡a los 13 años!) y así solucionar el tema de la Corona, por lo que en 1843 Isabel II inicia su reinado con una clara tendencia hacia posturas moderadas, con presidentes como Olozaga o Narváez. Por su parte, los progresistas se lanzan a su reorganización tras las divisiones internas sufridas en la lucha contra Espartero pero se encontrarán con la exclusión expresa del poder por decisión directa de la Reina. La revisión del sistema político llevada a cabo por los moderados culminará con la Constitución de 1845. Se trata de una constitución en la que sale beneficiada la Corona ya que esta tendrá el control total de la acción política: nombrar ministros, senadores, alcaldes, disolver las Cortes, etc. Este régimen, ideado por Narváez, será acusado por su centralismo y excesivo control y aunque dejará un pequeño resquicio a la libertad de expresión también existirán represiones que acaban en fusilamientos. Poco a poco van surgiendo grupos que no aceptan el sistema constitucional existente basado en el modelo liberal. Estos grupos surgen como escisiones de los propios liberales que terminarán acercándose a posturas republicanas o socialistas. Se va poco a poco camino de la República. En este periodo destaca un gran político: Pedro José Pidal. Este asturiano había colaborado con la prensa durante el Trienio Liberal por lo que sufrió prisión durante el posterior periodo absolutista de Fernando VII. En 1838 inicia su carrera política siendo elegido diputado a Cortes por Asturias por el partido moderado. Después del terremoto nacional de Espartero en 1843 comienza a destacar como uno de los valores más seguros de los moderados y así, ese mismo año, es elegido Presidente del Congreso, hecho que supuso la caída del gobierno progresista de Olozaga rompiéndose la coalición entre moderados y progresistas que se había producido para expulsar del poder a Espartero. En el primer gobierno de Narváez (1844) fue nombrado ministro de Gobernación. Desde su puesto impulsó la reforma centralizadora de las administraciones provinciales y locales. Sin embargo, terminó enemistándose con Narváez, aunque en el tercer gobierno de este (1848) se volvieron a Joaquín María López (1798-1855), político liberal, fue dos veces presidente del gobierno en el mismo año (1843). La segunda vez, tras la caída de la Regencia de Espatero y la sublevación de los ayuntamientos, se le encomendó un gobierno provisional hasta la declaración de mayoría de edad de Isabel II. 21
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reconciliar, siendo nombrado ministro de Estado, cargo que repitió con el triunfo moderado de 1856. Posteriormente fue embajador en Roma y en 1865 nombrado senador vitalicio, falleciendo ese mismo año. El Plan Pidal de Instrucción Pública de 1845 nació con el claro convencimiento de que la enseñanza era un derecho y una obligación estatal. Por fin triunfaba la idea de la educación como un servicio público. El redactor principal de esta ley fue el moderado Antonio Gil de Zarate, 22 jefe de la sección de Instrucción Pública del Ministerio de la Gobernación. La reforma educativa tiene como antecedentes inmediatos el Reglamento de Educación de 1821 23 y el Plan de Estudios del duque de Rivas de 1836. Ante el caos existente en la enseñanza surge un plan de estudios muy estricto y restrictivo que se inclina claramente por un gran centralismo y en torno al cual se reorganizarán todos los centros públicos 24 (todas las decisiones emanan del gobierno de Madrid y del Ministerio). La unificación y el uniformismo se aprecian también en la creación de un cuerpo único de catedráticos y en la uniformidad de textos y programas. Se crean los distritos universitarios, dejando solo diez universidades en España siendo la de Madrid cabeza de todas ellas. Todo este control es un perfecto engranaje para el dominio estatal de la enseñanza. De la antigua tutela eclesial se pasa a la tutela estatal que supuso una etapa de gran esplendor material y científico y una «normalización» territorial de las universidades e institutos. Sin embargo, este plan, por su misma naturaleza, nunca fue aceptado por los progresistas por su intervencionismo y tampoco por los conservadores porque favorecía la secularización de los estudios. Pero aunque tenía los días contados muchas de sus ideas serían la base para las reformas posteriores. De todos modos, no nos engañemos, a pesar de los ideales contenidos en este Plan de Instrucción, se sigue pensando que la instrucción pública no solo implica una preparación intelectual del pueblo sino también la creación de una moralidad. Una moralidad, por supuesto católica, que sirva de adoctrinamiento para respetar el sistema político conservador. Esta reforma regula principalmente la enseñanza secundaria y la universitaria. Así como los institutos crecerán en número por toda España, las universidades se reducirán debido a su alto coste, intentando una mediana racionalización en su distribución territorial. Según el Plan Pidal las universidades se reducen Este político, periodista y dramaturgo fue alumno de los Estudios de San Isidro. Reglamento de Instrucción Pública aprobado por decreto de las Cortes de 29 de junio de 1821, publicado el 10 de julio. 24 Todas las decisiones emanan del gobierno de Madrid y del Ministerio. 22 23
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Figura 2. Portada del Plan de Estudios de 1845 de Pedro José Pidal. Archivo Histórico del Instituto de San Isidro. a diez: Granada, Sevilla, Madrid, Valladolid, Salamanca, Santiago, Oviedo, Zaragoza, Valencia y Barcelona. La Universidad Central de Madrid prevalecerá sobre las demás siendo la única donde se puede conseguir el doctorado. Lógicamente, la Universidad de Alcalá desaparece y por fin Madrid contará con una Universidad, la Central que se crea sin tener una infraestructura propia por lo que van a utilizar una serie de edificios de Madrid para albergarla y uno de ellos serán los Reales Estudios de San Isidro donde se instalará la Facultad de Filosofía y Letras. A este nuevo convecino no solo aportaron los Estudios parte de su edificio sino también parte de su profesorado, su gran biblioteca, los laboratorios, etc. Esto supuso una larga lucha judicial durante el resto del siglo xix e incluso principios del xx entre las dos instituciones por la «herencia» del Colegio Imperial ya que ambas se consideraban única y legítima heredera de los bienes del Colegio Imperial. Sea como fuere, a principios del siglo xx, la antigua Universidad Central se traslada al campus de Moncloa y creyéndose legitima heredera
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del Colegio Imperial, se llevó gran parte del patrimonio cultural existente en el Instituto, incluyendo la magnífica biblioteca creada por los jesuitas. Por el plan Pidal y con los restos no absorbidos por la Universidad Central se creó el Instituto de segunda enseñanza de San Isidro en 1845 que, junto al Instituto del Noviciado, actualmente del Cardenal Cisneros, fueron los dos primeros Institutos de Madrid, ambos creados sobre antiguos centros de la Compañía de Jesús. El primer director del Instituto fue el sacerdote Juan Díaz de Baeza (1845-58), titular de la cátedra de Religión y Moral. Desde este momento, y una vez desaparecidos los Reales Estudios, el centro docente pierde todas sus peculiaridades y personalidad para acomodarse a las medidas centralizadoras y uniformes que surgen de los planes de estudio estatales. Una de las mayores preocupaciones de los primeros directores del Instituto 25 fue la de incrementar las rentas y aportaciones económicas del Estado para afrontar no solo los gastos del material científico y didáctico sino para las más apremiantes necesidades de reformas y reparaciones. Durante estos primeros años se va a reclamar parte de las rentas perdidas por la desaparición de los Reales Estudios así como una compensación por los bienes propios desamortizados en años anteriores. Como curiosidad diremos que el Instituto sacaba, a pública subasta, los locales existentes en el piso bajo y en el entresuelo de la fachada principal para usos comerciales, lo que supuso un aporte económico importante para el centro. Pero en 1863 estos locales se reincorporarán al centro debido a los enormes problemas de espacio existentes en el mismo. El Plan de Instrucción de Pidal establece en su Título Primero la división de la enseñanza secundaria en Elemental y de Ampliación. La secundaria Elemental era de cinco años y la de Ampliación de al menos dos años y servía como preparatoria para el estudio de ciertas carreras. Ambas formaban lo que se llamaba una Facultad de Filosofía. Con la secundaria Elemental se conseguía el título de Bachiller en Filosofía y con la de Ampliación el de Licenciado en Letras o Ciencias según la modalidad escogida. Ambos títulos, bachiller y licenciado, daban paso al de Licenciado en Filosofía. También se establecía una división de los institutos en Institutos de Primera Clase o Superiores, de Segunda Clase y de Tercera Clase. El Instituto de San Isidro fue de Primera Clase 26 ya que no solo existía la secundaria Elemental sino también la de Ampliación. 25 Es el caso de Juan Antonio de la Corte y Ruano, marqués de la Corte. Este catedrático de Psicología, Ética y Lógica, anterior director del instituto de Córdoba, fue dos veces director del Instituto San Isidro (1861-65 y 1867-68). 26 Solo el Instituto de San Isidro y el del Cardenal Cisneros, los dos de la Corte, eran de primera clase, aunque este último no llegó a desarrollar los estudios de Aplicación.
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Desde principios del siglo xix se había fomentado la creación de colegios privados que en Madrid y su provincia 27 alcanzaron un número considerable. Estos colegios tenían que depender de los Institutos cuyos profesores, además, examinaban al final del curso a sus alumnos. Con el tiempo el Instituto San Isidro llego a tener más de 35 colegios dependientes de él, entre ellos algunos tan importantes como las Escuelas Pías de San Fernando o las de Getafe. Los profesores de estos colegios en muchas ocasiones eran los mismos del Instituto ya que, previa autorización, podían dedicarse a la enseñanza privada. Desde la creación del Instituto, el viejo edificio de la calle Toledo fue acogiendo a más instituciones. Resulta asombroso pensar cómo en el mismo espacio que conocemos hoy día coexistían, con más o menos armonía, distintos estudios y centros. No solo estaba instalada parte de la Universidad Central sino también la Escuela de Diplomática (1856), la Escuela de Arquitectura (hasta 1944), la Escuela de Taquigrafía (1860) y la Escuela de Artes y Oficios que se mantiene aún pero con entrada independiente. Conclusión A partir de este Plan de Estudios de 1845 el Instituto perderá toda su autonomía, rigiéndose siempre por las normativas, a veces caprichosas, de los gobiernos que se suceden. Pero, contrariamente a lo que podía pensarse, esta pérdida de personalidad no supuso una decadencia sino todo lo contrario, ya que aumentó su prestigio e importancia debido a su magnífico pasado y a su prometedor futuro. Con una enseñanza oficialmente reglada y con un excelente cuerpo de profesores, la fama del Instituto iba creciendo de tal forma que casi podemos decir que los cien años siguientes de su historia fueron su época más dorada y la de una mayor unión con su entorno convirtiéndose en toda una institución madrileña. La educación sigue siendo fiel reflejo de la situación del país, de su sociedad y sus gobernantes. El valor político de la educación, entendido como instrumento ideológico, tal como vemos actualmente, sigue vigente. Solo se superará cuando se conciba como un valor esencial de la sociedad respaldada por todo el espectro político para salvaguardar la igualdad de oportunidades y mantener el espíritu cívico, laico y democrático y hacerle recuperar su prestigio. 27 Según Simón Díaz (Simón Díaz, José (1959): Historia del Colegio…, op. cit.) en 1859 dependían del Instituto San Isidro nueve colegios. En 1861 eran once e irán aumentando posteriormente.
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Bibliografía Archivo Histórico del Instituto de San Isidro (AHISI). Artola, Miguel (1973): La Burguesía Revolucionaria (1808-1874), Madrid, Alianza Universidad, 1973. Avilés Arroyo, Enrique (1988), «Breve historia del Instituto de San Isidro», en Revista Instituto San Isidro, Memoria del Curso 1986-87 y 1987-88, Madrid, Instituto San Isidro, pp. 49-60. Colección de Leyes, Decretos y Declaraciones de las Cortes y Reales Decretos expedidos por los respectivos Ministerios, Madrid 1824-1850, Imprenta Nacional. Egido, Teófanes (coord.) (2004): Los Jesuitas en España y en el mundo hispánico, Madrid, Marcial Pons Historia, vol. 1. Peset, Mariano y Peset, J. Luis (1974): La Universidad Española (siglos xviii-xix): Despotismo ilustrado y revolución liberal, Madrid, Taurus. Simón Díaz, J. (1972): «Instituto San Isidro», Instituto de Estudios Madrileños, Madrid, CSIC. — (1959): Historia del Colegio Imperial de Madrid, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, CSIC, 2 tomos.
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El Instituto de San Isidro durante el sexenio revolucionario (1868-1874) a través de sus memorias
M.ª Luisa Guerra García Isabel Martín Fernández Instituto San Isidro 1868-1874 es un tiempo histórico muy breve pero pese a ello ha quedado en la Historia de España con nombre propio. Ello se debe a que es un período interesante, atractivo y digno de ser recordado por los intentos de modernización política y social que se produjeron. Al nombre Sexenio algunos historiadores le adjetivan Democrático, otros Revolucionario, el matiz está, claramente, en la posición del historiador. Pero ambos términos dan idea de que fue una etapa en la que muchos querían llevar al país lejos de la precedente etapa isabelina. La alfabetización mayoritaria y la dignificación de los diferentes grados de enseñanza eran objetivos generales en los países europeos cercanos. En el reinado de Isabel II se habían emprendido reformas que, relacionadas con la segunda enseñanza, habían mejorado el desolador panorama educativo español. En 1845 habían aparecido los institutos de segunda enseñanza públicos. El Instituto San Isidro fue uno de los primeros. Era norma iniciar el curso académico con una ceremonia pública en la que el director pronunciaba un discurso relevante. También rendía cuentas del curso pasado. Ambos se recogían en la memoria anual. Las Memorias del Instituto de segunda enseñanza de San Isidro se conservan íntegras. Ellas son la fuente principal que nutre este artículo. Los avatares académicos renovadores del Sexenio Revolucionario se dejan entrever en sus páginas, las cuales, no se puede obviar, tienen un carácter oficial y burocrático. Pero incluso en la más fría oficialidad
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pueden encontrarse datos, atisbarse vida cotidiana y descubrir acciones que, aunque de manera fragmentada, nos llevan a conocer la vida del Instituto y las reformas de la segunda enseñanza en el Sexenio. Al formar parte de una obra colectiva nos hemos ceñido a un espacio determinado. En otro tiempo y lugar este estudio será punto de partida de una mayor profundización. 16 de Septiembre de 1868. Primera inauguración del curso 1868-69 El 16 de septiembre de 1868 se inauguraba el curso académico 186869 en el Instituto de 1.ª Clase de San Isidro de Madrid. Antiguos Estudios del mismo nombre. El discurso inaugural corría a cargo del director del centro, Juan Antonio de la Corte y Ruano-Calderón 1 un veterano catedrático de Psicología, Lógica y Ética que lo protagonizaba año tras año desde hacía diez. También, como cada año, manifestaba su agradecimiento y total fidelidad a Isabel II. La reina se encontraba ese día en Lequeitio. Se había desplazado, siguiendo la tradición estival, al norte del país. Huía del calor y buscaba ayuda en, las que creía, salutíferas aguas cantábricas. Lejos de Madrid no parecía tener miedo, ni noticias, de lo que se fraguaba en Londres y Cádiz. Su gobierno, en Madrid, tampoco parecía saber nada de la conspiración que toda la oposición alentaba contra un régimen condenado en todos los ámbitos sociales e incluso personales. El director, lejos de imaginar que el siguiente curso él ya no ostentaría ese cargo, iniciaba el discurso con una necrológica elogiosa dedicada al profesor de Taquigrafía Francisco de Paula Madrazo, 2 fallecido el mes anterior. Otros cambios de profesores habían sido menos dolorosos. Unos por cambio de destino, otros por nuevos nombramientos. 1 Marqués de la Corte por Real Despacho en 1868, hábito de la Orden de Santiago, entre otras distinciones. Director del Instituto desde 1858. Cesó, de hecho, como tal en 1868, tras la Revolución. Autor del escrito (1864): Derecho que asiste al Instituto de 2.ª enseñanza y 1.ª clase de San Isidro de Madrid para poseer y reivindicar todos los bienes y rentas de los estudios reales. Imprenta de Alejandro González. Con ella inició una acción reivindicativa ante la administración y política ante el Congreso de Diputados que culminó en una sentencia judicial favorable al Instituto (véase en esta obra el capítulo «Apuntes sobre las reivindicaciones de los bienes y rentas del Instituto de San Isidro en el siglo xix»). 2 Francisco de Paula Madrazo. Historiador, periodista, taquígrafo del Congreso y del Senado. Viajero y emprendedor publicó en 1848 Una expedición á Guipuzcoa en el verano de 1848 que aún hoy es considerada en Euskadi como un libro histórico de promoción de la ciudad de San Sebastián. Impartía clases de taquigrafía en los Estudios de Aplicación del Instituto.
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Pero el cambio más esperanzador venía del reconocimiento judicial de que el Instituto tenía razón al querer una indemnización material como reparación por las pérdidas que había sufrido cuando se nacionalizaron sus bienes cuando era Colegio de Jesuitas. Tanto el Gobierno como el Congreso de Diputados habían apoyado las reivindicaciones del marqués de la Corte y a este le parecía el acontecimiento más glorioso que había sucedido en muchos años para la institución, ya que podía solucionar muchos de los graves problemas que padecía. Tres días después se produjo la Revolución Gloriosa que trastocó la vida española desde 1868 hasta 1874 y que afectó al desarrollo de la enseñanza en España. Sus efectos se dejaron sentir inmediatamente en este sector. La educación era uno de los puntos ideológicos clave para los revolucionarios. La vuelta a sus cátedras de los represaliados, la libertad de cátedra, la racionalización y promoción del conocimiento científico, el apoyo a la iniciativa privada, la extensión de la alfabetización a los sectores menos pudientes estaban presentes no solo en la teoría liberal sino que se habían intentado llevar a la práctica cuando los progresistas alcanzaron el poder. Ahora que lo habían alcanzado podrían actuar en consecuencia. Tras la Gloriosa el curso se inaugura por segunda vez El triunfo de la Revolución fue el de una élite política con ideas innovadoras y que, entre otros conceptos, ponía el acento en el papel fundamental de la enseñanza. Se repuso en las cátedras, de las que habían sido cesados, a los profesores expedientados meses atrás y se proclamó como primera libertad, la de cátedra, que proporcionaría a las nuevas generaciones el poder sacudirse la influencia retrógrada de la Iglesia Católica según la terminología habitual prerrevolucionaria. En el gobierno provisional, presidido por Serrano, fue nombrado ministro de Fomento, Manuel Ruiz Zorrilla, 3 un liberal progresista dispuesto a cumplir su ideario. Su ministerio incluía, como sección, todo lo relativo a la enseñanza. Zorrilla no tardó ni un minuto en comenzar a renovarla. El 21 y 25 de octubre de 1868 se publicaron dos Reales Decretos que recogían parte del ideario liberal relacionado con la enseñanza en todos sus niveles. 4 El primero defendía el necesario equilibrio (sic) entre la educación 3 Ruiz Zorrilla como titular de Instrucción pública, incluida en el ministerio de Fomento, repuso inmediatamente a los profesores expedientados por la monarquía e inició una tarea legislativa de modernización de las enseñanzas: libertad de cátedra, cambio de asignaturas, liberalización y privatización… 4 Reales decretos de 21 y 25 de Octubre de 1868. Colección legislativa de España. T. 100, en Utande Igualada, M. (1964): Planes de Estudio de enseñanza media (1787-1963), Madrid, Dirección General de Enseñanza Media, Ministerio de Educación Nacional (documento completo).
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pública y privada, la necesidad de unos estudios distintos en duración para personas con desiguales capacidades, la libertad en cuanto a libros de texto y métodos de enseñanza y la libertad de cátedra. El segundo organizaba la segunda enseñanza, entendiéndola como un complemento o aplicación de la educación primaria, que debía formar ciudadanos ilustres dotándoles de amplia instrucción. Esta filosofía era claramente opuesta a la que impusieron los moderados isabelinos que veían en la segunda enseñanza un mero paso hacia los estudios universitarios. En el Instituto la primera consecuencia de La Gloriosa fueron los cambios en la dirección del centro. Lógicamente un isabelino fiel no podía admitir obedecer a los revolucionarios. Fue sustituido por el vicedirector Francisco Vallespinosa y Bustos. 5 A pesar de que el curso ya se había inaugurado el Ministerio dispuso una segunda apertura que sirviese de presentación de los nuevos rectores y cargos directivos. En Madrid se llevó a cabo, en sesión conjunta de la Universidad y de los dos institutos decanos, el de San Isidro y el de Noviciado. El discurso inaugural lo pronunció Fernando de Castro. 6 La siguiente inmediata consecuencia revolucionaria fue que el Instituto, siguiendo el decreto de 25 de Octubre, mantendría estudios de segunda enseñanza y por el R. decreto de 26 de diciembre en él se podrían impartir clases libres gratuitas. Tras la nueva inauguración el Claustro, el seis de noviembre, aprobó el horario y las asignaturas a impartir. Francisco Vallespinosa y Sandalio de Pereda. Dos directores en el Sexenio Poco más que iniciar el curso pudo hacer el director Vallespinosa, la memoria del curso siguiente se abre con la necrológica en su recuerdo. Había fallecido en el mes de abril y se había dedicado a la docencia desde 1833. 7 Doctor en Ciencias y Caballero de la Orden de Carlos III. Era el decano de los directores de Instituto en ese momento. Ejerció el cargo cinco meses. Falleció tras ese tiempo. 6 Profesor del Instituto San Isidro en 1847. Catedrático en la Universidad de Madrid fue expedientado y separado de su cátedra en 1868 al no firmar un escrito de adhesión a la reina. La Junta Provincial Revolucionaria le restableció en su puesto. El 4 de octubre de 1868 fue nombrado rector de la Universidad de Madrid. 7 Instituto de San Isidro (1871): Memoria acerca del estado del Instituto de San Isidro de Madrid (antiguos Estudios del mismo nombre) [curso de 1869 a 1870], Madrid, p. 7 (en adelante Memoria 1869-70). 5
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Había llegado al Instituto en 1847 y por orden ministerial fue nombrado director el 29 de octubre de 1868. Sandalio de Pereda y Martínez 8 fue nombrado, por el regente, Serrano, nuevo director. Había sido secretario hasta entonces. Durante todo el Sexenio y hasta su muerte en 1886 dirigirá el centro. Su paso dejará huella en la institución. Además de ser un buen administrador, su formación científica le llevó a crear el Gabinete de Historia Natural. Personal Académico El profesorado con destino en los institutos españoles estaba compuesto por catedráticos titulares y profesores adjuntos. Además había profesores sustitutos y otros que, con permiso del claustro, podían impartir clases de manera gratuita o bien con financiación privada. 9 Esta práctica era habitual y los nuevos licenciados la aceptaban de buen grado considerando que era una manera de adquirir experiencia y de entrar en el complicado mundo de la docencia. No hubo demasiados cambios en el personal docente titular con el cambio político. Se mantuvieron muchos de los profesores. Algunos pidieron permiso para realizar trabajos fuera de él y otros volvieron de sus comisiones. Hasta 1870 no cesó el marqués de la Corte como catedrático titular. Ese mismo año fue separado de su cátedra Joaquín Fernández Cardín 10 que tenía reparos en jurar la Constitución de 1869. Solventado el tema, por indicación del Vaticano que permitió jurar en conciencia si se rechazaba el artículo relacionado con la religión, fue repuesto el 10 de julio «con gran satisfacción de sus compañeros y discípulos». Ser profesor catedrático titular del Instituto era un destino apetecible. Muchos nombres habían ejercido la docencia en él y luego pasaron a la Universidad, tales fueron los casos de Nicolás Salmerón 11 o de Fernando de Castro, pero también sucedió a la inversa, caso del director Sandalio de Pereda. 8 Sandalio de Pereda había sido catedrático de Historia Natural en la Universidad de Valladolid. En 1874 también ejerció el cargo de jefe superior de la Administración civil. 9 En 1868 José de Lezameta impartía clases de Comercio como auxiliar sin sueldo, Guillermo Florez de Pando, de Taquigrafía, Isidro Giol de Topografía, y José María Coyanes de Acotaciones. En 1874 la clase de Taquigrafía la impartía Guillermo Florez de Prado y la financiaba la Sociedad Económica Matritense. 10 Los profesores católicos se negaron a jurar la Constitución. El Vaticano les libró de este cargo de conciencia. 11 Profesor auxiliar de Filosofía en 1859.
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También algunos profesores de este período eran reconocidos intelectuales, el citado Fernández Cardín, 12 Juan de la Gloria Artero, 13 o Urbano González Serrano 14 que unía su tarea docente a la de la renovación pedagógica. En el curso que se iniciaba en 1868 el claustro del San Isidro constaba de once catedráticos y ocho sustitutos. 15 El colectivo había sido aprobado, como cada año, por la Administración. De él cabe resaltar tres aspectos llamativos. El primero, que el antiguo director, pese a su cese oficial, se mantiene como profesor titular de su asignatura. El segundo es la existencia de profesores de Estudios de Aplicación que no forman parte del claustro pero si aparecen dentro del horario oficial. Tal es el caso de los profesores de Alemán, Inglés, Práctica mercantil o Dibujo. Por último cabe mencionar a los voluntarios sin estatus ni sueldo ya que «siempre abundan los jóvenes licenciados y doctores […] ganosos de seguir las huellas de sus honrosos Catedráticos y noblemente desinteresados […] para aceptar un puesto gratuito o modestamente remunerado». 16 En ese año los profesores de Historia Universal y Geografía fueron Remigio Ramírez y Saturnino Fernández que fueron ayudados, por tener un número excesivo de alumnos, por Francisco Fraile, cuyos servicios fueron «además de correctos gratuitos». 17 La Revolución llevó a los profesores una mayor valoración administrativa que se tradujo en un aumento de sueldo de 400 escudos para los catedráticos. Como el Instituto tenía ingresos propios algunos de ellos generaron una pequeña remuneración para los profesores voluntarios que además de ella obtenían algún dinero de pagos particulares de los alumnos. La voluntariedad de este profesorado tan inestable a su pesar se repartía entre las materias oficiales y otras que por virtud de la libertad de enseñanza pasaron a poder impartirse. Profesor de Matemáticas. Elaboró y publicó diversos manuales que fueron muy utilizados durante mucho tiempo en los centros públicos y privados. 13 Relevante figura en el campo de la Geografía y la Historia. Escribió diversos manuales en los que reflejó las nuevas orientaciones pedagógicas de ambas materias. 14 González Serrano era el discípulo predilecto de Nicolás Salmerón. Dejó honda huella como profesor del Instituto donde ejerció durante 35 años. Rechazó el cargo de director, al morir Pereda, alegando que su ideología republicana le impedía participar en la administración monárquica. Véase en esta obra «El krausismo en el Instituto de San Isidro». 15 Aunque el marqués de la Corte no volvió a ejercer. Los profesores sustitutos personales fueron suprimidos por Real decreto de 25 de junio de 1874. 16 Instituto de San Isidro (1869?): Memoria acerca del estado del Instituto de 1.ª clase de San Isidro de Madrid (antiguos Reales Estudios del mismo nombre) [curso de 1867 a 1868], Madrid (en adelante Memoria 1867-68), p. 15. 17 Ídem. 12
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Alumnado El número de alumnos matriculados el año 1868 fue de dos mil cuatrocientos cuarenta y dos. Esa cifra disminuyó durante el período hasta los mil doscientos cuarenta y seis de 1874. El alumnado del Instituto era heterogéneo y, si nos atenemos a lo escrito en los primeros años, excesivo y muy poco preparado. Lo primero era debido a la posibilidad de ofrecer un curso completo oficial de bachillerato o de Estudios de Aplicación junto a los múltiples exámenes en los que se podían matricular alumnos libres. En estos centros se ha de facilitar además las clases libres y gratuitas; si recordamos que en los institutos se refundirán las escuelas de Bellas Artes, las de Comercio y todos los estudios aplicables a las artes industriales, oficios y profesiones. 18 Respecto a lo segundo la culpa la tiene la falta de espacio. En un Instituto que día por día aumenta el número de sus enseñanzas y alumnos; que ve con dolor hacinados estos en aulas reducidas oscuras o mal ventiladas. En el tercer aspecto no hay duda ni del mal ni de quién tiene la culpa: los directores inciden, año tras año en la queja 19 de que se matricula a niños sin edad ni preparación: tanto se promete y se halaga la pasión de los padres: consideremos que muchos de estos no ven en la instrucción el fin de cultivar la inteligencia de sus hijos, sino el medio de lograr en poco tiempo y en edad muy tierna la aprobación del mayor número de asignaturas
Cabe recordar que para ser alumno de instituto se requería tener cumplidos los diez años. […] La mínima proporción de suspensos en los exámenes de ingreso […] acredita la excesiva indulgencia en ellos no que los aspirantes tengan completos conocimientos de la enseñanza primaria […] muchos padres llevan con premura sus hijos a los Institutos y Colegios, sacándolos muy niños de las escuelas, sabiendo muy poco de aritmética, mal leer y escribir […] y dolor causa ver cursar la segunda enseñanza alumnos en edad pueril. Todos los profesores se quejan de este mal, que cada curso va en aumento. 20 18 Instituto de San Isidro (1871): Memoria acerca del estado del Instituto de San Isidro de Madrid (antiguos Estudios del mismo nombre) [curso de 1870 a 1871], Madrid (en adelante, Memoria 1870-71), p. 13. 19 Ibídem, p. 11. 20 Ibídem, pp. 11-13.
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Aunque la costumbre se había iniciado en las escuelas privadas en 1869, se haría entrega, por primera vez, en el San Isidro de premios y menciones de honor para los alumnos distinguidos en cada una de las materias. La Administración había sido contraria a que en los centros estatales o provinciales se pudiesen entregar pero se había interpuesto recurso y se había ganado. El premio se otorgaba tras pasar un examen extraordinario. Aunque hemos visto que la opinión del profesorado era unánime frente a la poca preparación de los alumnos citaremos aquí alguno de los premiados en este período y que serían, años después, grandes políticos, científicos, intelectuales… En el curso 1868-69 José Canalejas 21 fue premio extraordinario de Lógica y Filosofía Moral. En el curso 1869-70 Vicente Vera 22 fue premio de Historia Universal, Aritmética y Álgebra. Un año después sería premio extraordinario de Bachillerato en la sección de Ciencias, tras acabar brillantemente sus estudios. Su hermano Jaime Vera 23 fue premio de 1.º de Gramática Latina y el curso siguiente de Historia Universal y Aritmética y Álgebra. Terminaría sus estudios con dos premios extraordinarios, uno por la sección de Letras y otro por la de Ciencias. Andrés Benavente 24 fue premio de Física y Química y un año más tarde premio en Historia Natural, Fisiología e Higiene e Inglés y, como final, premio extraordinario de Ciencias. En 1873 José Liñán 25 también obtuvo un premio extraordinario en la sección de Letras y Joaquín Escribá de Romaní 26 el de Historia de España y un año después el extraordinario de bachiller «a quien correspondía como galardón […] la exención de los derechos para obtener el título […] y ha solicitado dispensarse de ello y que este beneficio se aplique en provecho de otro alumno menos favorecido por la fortuna». 27 También en el curso 1873-74 aparece un apellido ilustre en la historia del centro y en la de España. Nicolás Salmerón y García obtiene premio en Geografía. 21 José Canalejas y Méndez fue Presidente del Consejo de Ministros de España entre 1910 y 1912. 22 Cofundador del PSOE, científico y periodista. 23 Cofundador del PSOE, fundó el gabinete electroterápico HGM y fue un psiquiatra de gran prestigio. 24 Los hermanos Benavente estudiaron en el instituto. Su padre, un reconocido pediatra les procuró una buena educación. De ellos, Jacinto, escritor y premio Nobel es el más popular. 25 Jurisconsulto y escritor. Murió en 1934. 26 Diputado a Cortes. 27 Instituto de San Isidro (1873): Resumen acerca del estado del Instituto de San Isidro de Madrid (antiguos Estudios del mismo nombre) de 1872 a 1873, Madrid.
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El personal no docente Con la denominación de empleados y dependientes se cita al personal no docente. 28 La plantilla estaba compuesta por dieciocho personas en 1874. Secretaría: dos auxiliares y dos escribientes un conserje cinco bedeles un portero siete mozos de aseo Las asignaturas y otras enseñanzas no oficiales Se eligen en este apartado tres cursos en los que hay asignaturas significativas de la enseñanza en cada período. En el primer cuadro puede observarse que antes de la Revolución hay un buen número de materias fuertemente vinculadas a la enseñanza menos innovadora y nada menos que dos materias impuestas por la Iglesia. Dos años después, aunque en el Instituto no se implantó el bachillerato moderno como se observa en la pervivencia enmascarada del latín, la Constitución se hace sentir en la desaparición de asignaturas religiosas y el pensamiento racional aparece en la asignatura de Fisiología e Higiene. Los Estudios Generales no cambian ya desde este momento. 29 En cuanto a los de Aplicación se aprecia una mayor especialización profesional. El Dibujo de Adorno se abandonará porque se estudiará en la escuela de Bellas Artes y la falta de alumnos es la excusa para la pérdida de la asignatura de Lengua alemana. También se perderá el estudio de la Taquigrafía que pasará a ser dominado por las academias privadas. Junto a estas asignaturas oficiales el Instituto ofrecía la posibilidad de examinarse de bastantes más, incluso del Bachillerato Moderno, y asociaba a muchos colegios y academias privadas que traían consigo alumnos libres e incluso profesores que formaban parte de los tribunales de examen. Esta situación era propiciada por la Ley y principalmente por la ideología liberal Instituto de San Isidro (1875): Resumen acerca del estado del Instituto de San Isidro de Madrid (antiguos Estudios del mismo nombre) de 1874 a 1875, Madrid (en adelante, Memoria 1874-75), cuadro n.º 14. 29 Real Decreto de 9 de octubre de 1866. Conocido como Plan Orovio por estar firmado por Manuel Orovio, ministro de Fomento. La circular prohibiendo cualquier enseñanza contraria a la fe católica o la monarquía fue la causa de la negativa de varios profesores a aceptarla, lo que les llevaría ser expulsados de sus cátedras. Entre ellos estaban ideólogos punteros de la Revolución de 1869: Salmerón, Castelar, Ruiz Zorrilla, Fernando de Castro… 28
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que apoyaba todo tipo de enseñanza privada e incluso llegaba a defender la posibilidad de titulaciones paralelas. Al no consolidarse esa opción en los institutos, se examinaba al alumnado de colegios asociados, de academias privadas y, ocasionalmente, al de otros institutos que acudían con asignaturas muy diferentes a las del centro porque no se impartían en él. En el curso 1867-68 se ofrecían las siguientes asignaturas: Estudios Generales Latín (1.º y 2.º) Retórica y Poética Doctrina cristiana Geografía e Historia general Aritmética, Álgebra y Principios de Geometría. Lógica Historia de España Física y Química Historia Natural Perfección de Latín Historia Sagrada Francés Geometría y Trigonometría
Estudios de Aplicación Aritmética y Álgebra Aritmética mercantil Geografía y Estadística Francés (1.º y 2.º) Inglés (1.º y 2.º) Prácticas mercantiles Dibujo Lineal Dibujo de Adorno y Figura Taquigrafía Lengua alemana
El horario del Instituto era de 8,30 a 14 horas de la mañana y de 16 a 17,30 de la tarde para los Estudios Generales. Para los Estudios de Aplicación era de 8,30 a 10 y de 16 a 19 por la tarde, aunque el horario vespertino podía variar. Curso 1869-70: 30 Estudios Generales Latín y Castellano (1.º y 2.º) Retórica y Poética Geografía Historia universal Historia de España Aritmética y Álgebra Geometría y Trigonometría Física y Química Historia Natural Psicología, Lógica y Ética Fisiología e Higiene
Estudios de Aplicación Aritmética y Álgebra Geografía Geografía y Estadística Economía Política Francés (1.º y 2.º) Inglés (1.º y 2.º) Cálculos Mercantiles Dibujo Lineal Dibujo de Adorno y Figura Taquigrafía Lengua alemana
Decreto 25 octubre de 1869.
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Curso 1874-75: Estudios Generales Latín y Castellano (1.º y 2.º) Retórica y poética Geografía Historia universal Historia de España Aritmética y Álgebra Geometría y Trigonometría Física y Química Historia Natural Psicología, Lógica y Ética Fisiología e Higiene
Estudios de Aplicación Aritmética y Álgebra Aritmética mercantil Geografía Geografía y Estadística Lengua francesa Inglés (1.º) Economía política Prácticas mercantiles Dibujo Lineal Topografía Dibujo Topográfico Agricultura
Los intelectuales progresistas y los minoritarios pero activos demócratas y de pensamiento internacionalista luchaban por la alfabetización mayoritaria y la enseñanza de conocimientos que permitiesen a las clases trabajadoras acceder a mejores empleos además de convertirlos en ciudadanos conscientes y activos. En ambas líneas han de considerarse las asignaturas que se imparten en el Instituto y que el centro permite en sus dependencias, generalmente de manera gratuita o a cambio de no tener gastos (gas, etc.). En 1868 y 1869, en los primeros momentos del Gobierno provisional, se facilitaron locales, luces y medios materiales de instrucción para las clases populares que, impartidas por profesores jóvenes, los cuales con el propósito más laudable, intentaron, gratuitamente, profundizar en las asignaturas de Física, Economía política, Geografía, Nociones de Derecho y Estudios sobre el trabajo… pero «y aún cuando la concurrencia no correspondió a tales deseos […] es de esperar que en lo sucesivo satisfagan una de las necesidades urgentes de la Instrucción libre». 31 También se impartieron clases de Taquigrafía, que en años anteriores a 1868, era una materia de Aplicación o de Instrucción primaria. Desde 1871 la Sociedad Económica Matritense sostenía las clases de Taquigrafía y Acotaciones. También en ese año, el 4 de Noviembre, la institución Academia Propagadora de la enseñanza, promotora de la alfabetización y promoción obrera inició las clases de Instrucción primaria, 31 Instituto de San Isidro (1870?): Memoria acerca del estado del Instituto de San Isidro de Madrid (antiguos Estudios del mismo nombre) en el curso de 1868 a 1869, Madrid (en adelante, Memoria 1868-69), p. 10.
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Dibujo, Historia de España, Geografía e Higiene en horario nocturno, pero su iniciativa fracasó por falta de alumnos y cerró en febrero del año siguiente. Las calificaciones En la memoria firmada por el marqués de la Corte en el curso anterior a la Revolución aparecen matriculados en el Instituto mil seiscientos cincuenta y tres alumnos y sumando los de los Colegios asociados y enseñanza privada dos mil seiscientos siete alumnos. Observamos que había cinco tipos de calificación y que los que no suspendían sobrepasaban con creces a los que lo hacían. Incluso el número de sobresalientes era superior a pesar de que en la memoria se manifestaba siempre lo contrario. El número de exámenes ordinarios multiplicaba por cuatro al de extraordinarios lo cual parece un buen dato de lo que hoy llamaríamos fracaso escolar. Total de exámenes ordinarios realizados 4082
Calificaciones Sobresalientes........................ Notables................................. Buenos................................... Medianos................................ Suspensos...............................
554 625 1.126 1.322 455
La Revolución acabó con las notas del régimen anterior. En el Sexenio dejó de haber buenos y medianos y las notas fueron sobresaliente, notable, aprobado y suspenso. Analizando el siguiente cuadro observamos el descenso apreciable de matrículas, un 50 % menos aproximadamente y que el número de suspensos se mantiene en una proporción similar. Total de exámenes ordinarios realizados 1927
Calificaciones Sobresalientes........................ Notables................................. Aprobados.............................. Suspensos...............................
226 367 1.021 313
Gabinetes y material didáctico Los gabinetes de las diferentes asignaturas se encontraban en este período con dos problemas graves. Uno, acuciante, era la falta de espacios.
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Como se verá en el siguiente apartado, esta cuestión está presente en todas las memorias, en cada momento. Y para hacer más incómoda la vida de los docentes, estos están pésimamente acondicionados. «Habiéndose atendido solo a las más urgentes atenciones del material no se han podido realizar las mejoras proyectadas en los gabinetes de Física, Química e Historia Natural». 32 No cumpliría con mi deber «si no insistiese en reclamar una mejora urgentísima en un instituto […] que no puede ensanchar sus gabinetes». 33 El otro, tan básico como el primero, era la necesidad de un buen equipamiento material. Se cita en las memorias que era práctica habitual que alumnos y profesores regalasen material a los gabinetes. Pero también sorprende, para evitar suspicacias de competencia, que se agradece al Gobierno sus aportaciones: Se han regalado al Instituto varios objetos con destino al Gabinete de Historia Natural y en nombre del Instituto debo consignar aquí nuestra gratitud: al gobierno de la Nación por los ejemplares de la colección del Pacífico […]; al sr. Marqués de la Corte por otra colección de minerales de cobre y de manganeso […] y a los alumnos de la clase como a su profesor por varios minerales y conchas. 34
En 1874 los alumnos de Física y Química regalaron al Gabinete una bomba aspirante electro-magnética, un aparato para enrojecer el platino y un «higróscopo llamado barómetro Camaleón». 35 Los equipamientos de los Gabinetes se citan como Material Científico y en las primeras Memorias aparecen englobados. Se han comprado minerales, mapas, globos terráqueos…, pero los cambios «revolucionarios» también llegan aquí. En las Memorias de 1873-74 y 1874-75 se enumera en cuadro anexo el Material científico adquirido. Es notable que todos los años se presupueste para el Gabinete de Física y Química. También es notable que cuando existen varios presupuestos la desproporción, siempre a favor de los gabinetes de ciencias experimentales, es muy llamativa. 36 La Historia y la Geografía habían experimentado un cambio de valoración social de la mano de los progresistas. La Historia como vía para formar ciudadanos y la Geografía para conocer otras realidades y asociarla a la Economía y la Estadística. En las Memorias se cita alguna vez la necesidad de cambiar la enseñanza memorística por otra más científica que ha de ir Ibídem, p. 18. Memoria 1869-70, p. 12. 34 Ibídem. 35 Memoria 1874-75, p. 9. 36 Memoria 1869-70, p. 12. 32 33
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ayudada por mapas y esferas terrestres. Es el caso de la de 1871-72 en la que Sandalio de Pereda dice. Reformas exige también, en mi juicio, la enseñanza de la geografía que es conveniente facilitar adquiriendo mayor número de mapas murales y en relieve, globos y esferas de grandes dimensiones por la parte astronómica y física, así como adecuados y extensos cuadros cronológicos para las explicaciones de Historia general y de España. 37
No podemos saber con exactitud si sus deseos se vieron apoyados con los suficientes medios materiales. Ateniéndonos a lo escrito vemos que se compran «para la clase de geografía mapas del Imperio Romano en tiempos de Augusto, de Italia y Grecia antiguas y del sistema solar», 38 o un planetario solar en 1873 y dos esferas terrestres de primera clase y 66 cm de diámetro y una esfera armilar de 33 cm en 1874. El espacio físico El edificio del antiguo Colegio de Jesuitas era de gran tamaño y hubiese sido más que suficiente para albergar a un instituto. La realidad era bien distinta; en 1868 dice el marqués de la Corte en el discurso inaugural «al encontrarnos privados de todas las dependencias, que forman el piso bajo de la fachada exterior y principal de nuestro edificio propio, y de la mitad de su único claustro circulatorio […] complica y embaraza nuestra situación académica». 39 Continúa afirmando que ocupan extensos locales otras dependencias extrañas a la segunda enseñanza, como los estudios de Dibujo, que además de interceptar el claustro principal en su mitad ocupan todo lo que estaba destinado a Dirección, Secretaría, salón de Grados y de Exámenes y una cátedra del interior; y la Escuela especial de Arquitectura, la de maestros de obras y aparejadores y la de Grabado que se extiende por la mayor parte de lo correspondiente a la calle de los Estudios y en los pisos segundo y tercero de la fachada exterior que da a la calle Toledo. Insistir debo […] sobre un estado tan anómalo como perjudicial para el Instituto a cuyas aulas concurren diariamente mil quinientos alumnos y disfruta un departamento 37 Instituto de San Isidro (1872): Resumen acerca del estado del Instituto de San Isidro de Madrid (antiguos Estudios del mismo nombre) de 1871 a 1872, Madrid (en adelante, Memoria 1871-72), p. 15. 38 Ibídem, p. 12. 39 Memoria 1868-69, p. 12.
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Fig. 1. Aula de Geografía e Historia durante el siglo xix; desaparecería con las sucesivas reformas realizadas después de la Guerra Civil. Pueden verse colgados mapas, algunos de los cuales se conservan aún en el Instituto. más que reducido que otras dependencias del Estado, que solo reúnen, la que más, una décima parte de inscriptos. 40
«Mientras nuestras reducidas dependencias se hallen relegadas al interior del edificio, mientras otras escuelas, incluso una de libre interés privado, encierren al Instituto en un círculo de hierro». 41 A la falta de espacio se unían las pésimas condiciones materiales en que se encontraba: No puede atenderse a la reedificación necesaria de todo el antiguo local de los Estudios. El estado ruinoso de una parte del edificio, medianero con otro Memoria 1869-70, p. 15. Ibídem, p. 12.
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416 EL instituto de san isidro de propiedad particular, ha hecho urgentes e indispensables algunas obras de reparación, dándose, a la vez, mayores luces a algunos departamentos. 42 La Dirección no puede realizar las obras proyectadas resultando graves perjuicios para la conservación del edificio que, cada día más deteriorado, exige una completa y costosa reedificación en todas sus dependencias.
En medio de tanta desolación alguna esperanza cabía para conseguir autonomía y alejar huéspedes no deseados. En el año 1871, Sandalio de Pereda dejaba constancia: se nos ha devuelto el local que ocupaba la clase de Grabado y una pieza que en el piso de abajo ocupaba la de Arquitectura y […] el instituto ha conseguido recuperar la entrada antigua regular a la Capilla. Esta, cuyo estado era ruinoso, se ha reedificado por completo, colocándose una armadura en su techo… 43
De Estado económico a Estado demostrativo de ingresos y gastos La Memoria de 1868-69 recoge las siguientes palabras del director, Francisco Vallespinosa: «La escasez de fondos del Instituto produjo el que en algunos meses estuvieran sin pagar las atenciones del personal y material del Establecimiento, las cuales fueron al fin cubiertas por nuevos ingresos y el suplemento de 7700 escudos que la Excma. Diputación nos concedió». Sirva este párrafo para extraer informaciones interesantes. La primera nos permite constatar una realidad secular: los centros públicos españoles siempre han sufrido escasez de medios, fuera el que fuera el organismo oficial que los sostuviese; en este caso el Instituto dependía por ley de la Diputación provincial. La segunda es que el centro tenía ingresos propios como puede observarse en los siguientes datos: 44 Ingresos (en escudos)
Gastos (en escudos)
Existencia del año anterior................... 761,102 Producto de matrícula y grados........ 21962,177 Remesa de la Diputación provincial......... 7700 Suplemento del ejercicio 1867-1868.. 1447,759
Personal del Instituto....28.322,563 Material del Instituto......3.452,184
Memoria 1870-71, p. 14 Memoria 1871-72, p. 7. 44 Memoria 1868-69, cuadro n.º 6. 42 43
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La escasez de medios del Instituto parecía que se había solucionado con una resolución de los tribunales que habían dado la razón al anterior director, el marqués de la Corte, en un litigio que se arrastraba desde hacía mucho tiempo, el reconocimiento del derecho a una indemnización a cuenta de las antiguas propiedades nacionalizadas (véase, en esta obra, el capítulo «Apuntes sobre las reivindicaciones de bienes y rentas…»): [un voto de gratitud por] el dictamen de las Secciones de Gobernación, Fomento y Hacienda del Consejo de Estado declarando en 29 de abril último, que el Instituto de San Isidro de Madrid tiene un derecho inconcuso a que se le entreguen las inscripciones transferibles en equivalencia de sus bienes vendidos o en otro caso la renta líquida que estos producían, cuando se incautó de ellos el Estado (Marqués de la Corte. Discurso inaugural del 16 de septiembre de 1868).
Claramente la razón no vino acompañada de dinero aunque en un año, en 1871, el director deja constancia de que «Activando nuestras gestiones se logró en Febrero último la entrega de dos láminas intransferibles y de 38,339 pesetas 86 céntimos, por las oficinas de Hacienda pública, á (sic) cuenta de intereses vencidos correspondientes a los bienes enajenados de los antiguos Estudios de San Isidro; y espero que en este curso se realizará la liquidación de otros atrasos y la de un censo de la provincia de Logroño, el cual como otro de la de Granada pertenece a este Establecimiento. 45 El 14 de Noviembre de 1874 por Real decreto los institutos pasaban, de nuevo, a cargo del Estado: El director del centro da cuenta de ello. El Estado se encarga de sostenerlo ya que considera que el presupuesto de los institutos forma parte del presupuesto general de Instrucción pública. Desde 1873, año en que la memoria está firmada, por disposición le 46 gal por el secretario, ya no aparecen quejas de la situación económica. El estado de cuentas, ahora denominado «Estado demostrativo de los ingresos y gastos» utiliza ya como moneda la peseta y formalmente no difiere del desglosado anterior. Bibliografía Instituto de San Isidro (1876): Cursos académicos de 1858 á 1875. Colección de Memorias, Madrid. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte (2004): El Sistema Educativo español, Madrid, MECD/CIDE. Memoria 1871-72, p. 16. Decreto de 15 de marzo de 1872.
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418 EL instituto de san isidro Fontana, J. (2007): Historia de España, Madrid, Crítica/Marcial Pons, vol. 6, La época del Liberalismo. VV. AA. (2009): Ciudadanos. El nacimiento de la política en España (1808-1869), Madrid, Fundación Pablo Iglesias (catálogo de la exposición). Rodriguez Guerrero, Carmen (2009): El Instituto de Cardenal Cisneros en Madrid (1845-1877), Madrid, CSIC. Navarro Jurado, Alfonso (1992): Historia del Instituto de Segunda Enseñanza San Isidro de Madrid (1845-1936), tesis doctoral, Madrid, Universidad Complutense de Madrid.
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Educación en tiempos de conflicto. El Instituto Nacional de Segunda Enseñanza de San Isidro durante la guerra civil (julio de 1936 - marzo de 1939)
Vicente José Fernández Burgueño Instituto San Isidro Eduardo Fernández Lázaro Instituto San Isidro Encarnación Lázaro Marí Ministerio de Educación, Cultura y Deporte Introducción 1 Una de las incógnitas de la historia del Instituto que sigue aún pendiente de resolver se refiere a los años de la Guerra Civil. La opinión más frecuente sobre este período era que en el Instituto no hubo ninguna actividad y que había permanecido cerrado. Pero, por informaciones verbales de antiguos alumnos, sabíamos que estuvo abierto, que funcionó en el centro una escuela de Alerta y que sirvió como refugio cuando se bombardeaba Madrid. Había, por tanto, una disyuntiva que era preciso resolver. Un dato más concreto procedía de José Rogerio Sánchez-García, director del Instituto de 1939 a 1949, que en la Memoria conmemorativa del primer 1 Los datos utilizados para este artículo han sido parcialmente obtenidos del trabajo todavía en elaboración: «Los institutos madrileños durante la Segunda República y la Guerra Civil (1931-1939)», concretamente del capítulo dedicado a nuestro centro.
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centenario del Instituto señalaba que la vida escolar del centro había estado casi totalmente interrumpida durante los cursos 1936-37, 1937-38 y 193839. 2 Por otra parte, el estudio realizado por María Luisa Carballo Dávila, 3 que abarca desde 1936 hasta 1943, solo indicaba que el Instituto estuvo cerrado, aunque el edificio, tras la marcha del Gobierno de la República a Valencia, se utilizó para actividades docentes distintas a las habituales y remitía al libro publicado por Miguel de Castro Marcos para señalar la existencia en el centro de una escuela de Alerta. 4 Nuestro trabajo, cuyo objeto es conocer lo ocurrido en los años de la Guerra Civil, ha corroborado parte de estos datos y añadido algún otro. Efectivamente el Instituto permaneció abierto durante todo el período bélico, funcionando la secretaría con normalidad, aunque sin las actividades lectivas propias del mismo durante los cursos 1936-37 y 1937-38 que, en cambio, sí volvió a tener en el curso 1938-39 bajo la dependencia jerárquica del Instituto Pérez Galdós cuyo director, Juan Puig Tomas, también ejerció la dirección del San Isidro. Pero vayamos por partes y veamos cómo transcurrieron los casi tres cursos académicos que van desde el 18 de julio de 1936 hasta el 27 de marzo de 1939. Comienza la Guerra Civil El 18 de julio de 1936 fue sábado, un sábado del mes de julio, tranquilo y caluroso en un Madrid casi vacacional. El Instituto había finalizado sus actividades lectivas a finales de junio, los alumnos y profesores se habían ido de vacaciones y el centro tenía una actividad reducida a los trámites administrativos de la secretaría. El Equipo directivo durante el curso 1935-36 estaba formado por Enrique Barrigón González, catedrático de Latín, como director; Juan Dantín Cereceda, catedrático de Agricultura, como vicedirector; Miguel Álvarez Farelo, auxiliar de Letras, como secretario y, José Perera Ruiz, auxiliar de Ciencias, como vicesecretario. Este equipo, al igual que los otros 71 profesores del centro, había desarrollado su labor durante un curso que, a pesar de los acontecimientos políticos, había transcurrido sin especiales dificultades. Sánchez-García, Jose Rogerio (1946): Instituto de San Isidro, Madrid, Gráficas Sebastián. Carballo Dávila, María Luisa (1978): «El Instituto de San Isidro de Madrid (19361943)», Madrid, Anales del Instituto de Estudios Madrileños, n.º 15, pp. 453-465. 4 Castro Marcos, Miguel de (1939): El Ministerio de Instrucción Pública bajo la dominación roja. Notas de un espectador imparcial, Madrid, Librería Enrique Prieto. Las escuelas de Alerta fueron creadas por las Juventudes Socialista Unificadas (JSU) con el objeto de desarrollar una formación política y premilitar dirigida a los jóvenes que todavía no habían sido movilizados. 2 3
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Figura 1. Enrique Barrigón González. Director del Instituto (1935-1936). Foto del archivo del Instituto de San Isidro. Pero esta aparente normalidad cambia con el inicio de la Guerra Civil, que afecta al Instituto desde el primer momento, ya que, entre los numerosos incidentes que se producen en Madrid en los primeros días de la guerra, se encuentra el incendio de la Catedral de San Isidro entre el 19 y el 21 de julio y que a punto estuvo de extenderse al Instituto. Esta circunstancia debió de ser el desencadenante que llevó a Enrique Barrigón, que a su condición de director y catedrático unía la de presbítero, a pasar a la clandestinidad y esconderse. Esto explica que los escritos posteriores a esos dramáticos días estén firmados por el director accidental, Enrique Rioja Lo-Bianco, que se ha hecho cargo del Instituto, y que según informa en su escrito de 24 de julio, 5 donde relata el incendio de la Catedral, ha 5 Esta dirigido al Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes y dice textualmente: «Como consecuencia del incendio de la Catedral de esta Capital, tengo el sentimiento de participar a V.S. que el edificio que ocupa este Centro ha sufrido desperfectos en las paredes medianeras, en algunos techos y también pavimentos, teniendo que actuar el servicio de bomberos activamente, dejando al descubierto y destruyendo varias vigas de madera para evitar que el fuego se extendiese por el inmueble. Al mismo tiempo cúmpleme manifestar a V.S. con satisfacción el buen comportamiento de todo el personal de este Centro que organizados en turnos han estado día y noche vigilando constantemente los lugares de mayor peligro, acudiendo, cuando ha hecho falta, incluso con sus familiares, a evitar la propagación de
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estado coordinando al personal del Instituto que intentaba evitar que las llamas alcanzasen al centro. Por ello, es posible que ambos profesores se vieran en esas trágicas jornadas y que en vista del cariz que tomaban los acontecimientos Enrique Rioja, y el resto de los profesores presentes, aconsejasen a Enrique Barrigón que lo más prudente era permanecer escondido. A partir de ese momento, sobre Enrique Barrigón se produce un silencio total con el claro objetivo de protegerle. No le menciona Enrique Rioja en su escrito de 13 de octubre 6 cuando comunica, de cara al comienzo del próximo cuso, la situación del personal docente y los profesores que no están en el centro. Posiblemente la detención de los catedráticos del Instituto, José Carbonell, Miguel Aguayo y José Ibáñez Martín, y el asesinato, a finales de julio, por milicias anarquistas incontroladas, del director del Instituto Lope de Vega, José María Susaeta, pese a su militancia en el Partido Radical Socialista, llevó a Enrique Rioja a «olvidarse» de Enrique Barrigón, quién tras sufrir numerosas penalidades, durante el tiempo en que permaneció escondido, acabó pasando a la zona controlada por el gobierno instalado en Burgos. Cambios en la dirección del centro La situación de director accidental de Enrique Rioja acaba con su nombramiento oficial como comisario-director del Instituto por Orden de 20 de agosto de 1936. 7 Con la misma fecha es nombrado secretario el auxiliar de la sección de Letras, Luis Doporto Marchori, sin que, en cambio, se nombre vicedirector y vicesecretario. Ambos nombramientos se producen en aplicación de la normativa elaborada rápidamente por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, para intentar solucionar la falta de confianza en muchos cargos directivos de los centros docentes, colegios, institutos, escuelas normales y universidades. Por ello, en el caso de nuestro centro, no puede sorprendernos los nombramientos realizados ya que tanto Rioja como Doporto, en ambos casos vinculados a la Acción Republicana de Manuel Azaña, tenían una probada trayectoria a favor de los planteamientos políticos y pedagógicos impulsados por la República. las llamas». El dato exacto de que el escrito de 24 de julio está firmado por Enrique Rioja como director accidental proviene del escrito de 19 de septiembre de 1936 que dirige Rioja, ya como director efectivo, al ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes reproduciendo el escrito anterior y en el que expresamente indica que lo firmó como director accidental. 6 Archivo Histórico del Instituto de San Isidro (en adelante AHISI), salida 139 del curso 1936-37. 7 Gaceta de Madrid, n.º 234 del 21 de agosto de 1936, p. 1387.
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Enrique Rioja ejerció la dirección del Instituto durante poco tiempo, y la compatibilizó tanto con sus obligaciones como investigador en el Museo de Ciencias Naturales 8 como con sus cargos en el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. 9 Esto explica que cuando el gobierno de Largo Caballero se traslada a Valencia, a partir del 6 de noviembre de 1936, él lo haga también. Una vez en Valencia, y aunque nominalmente seguía siendo director del Instituto, se incorpora como catedrático de Historia Natural al Instituto para Obreros de esa ciudad, 10 inaugurado el 31 de enero de 1937, y del que es nombrado comisario director por Orden de 10 de abril de 1937. 11 Posteriormente se traslada a Barcelona en octubre de 1937 para dirigir el Instituto para Obreros de Barcelona 12 situado en el barrio de Sarria-San Gervasio, pero también por poco tiempo al ser nombrado, en mayo de 1938, presidente de la Junta Organizadora Técnica de la segunda enseñanza, 13 de la que era vocal desde noviembre de 1937, 14 y miembro de la sección encargada de los problemas concretos de los centros de segunda enseñanza en Cataluña 15 desde marzo de 1938. Sus múltiples actividades acaban cuando cruza la frontera con Francia por Port Bou el 27 de enero de 1939 junto a un prestigioso grupo de científicos e intelectuales como los escritores Corpus Barga y Antonio Machado, curiosamente ambos antiguos alumnos del Instituto, comenzando el largo exilio que le llevará a morir en tierras
Era jefe de la sección de Moluscos y animales inferiores del Museo Nacional de Ciencias Naturales. 9 Por ejemplo, vicepresidente de la Junta Organizadora de la segunda enseñanza, vicepresidente del Consejo Nacional de Cultura y vocal de su sección segunda y presidente del Consejo Regional de segunda enseñanza de Cataluña. 10 El Bachillerato abreviado para obreros quedó regulado por el Decreto de 21 de noviembre de 1936, Gaceta de la República, n.º 328 del 23 de noviembre, p. 769. El Instituto para Obreros de Valencia fue creado por ese mismo Decreto. 11 El primer director del Instituto para Obreros de Valencia fue Julio Hernández Ibáñez que cesó por Orden de 10 de abril de 1937 (Gaceta de la República de 15 de abril, n.º 105, p. 219) pasando a prestar sus servicios en la sección de Información del Ministerio de la Guerra. La misma orden que cesa a Julio Hernández nombra comisario director a Enrique Rioja. De su paso por el Instituto para Obreros de Valencia se recuerda la sentencia que hizo colocar en la puerta de una de las aulas «En la puerta de esta clase se ha quedado la vanidad y frivolidad de la juventud». 12 El Instituto para Obreros de Barcelona se crea por Orden de 11 de mayo de 1937 publicada en la Gaceta de la República, número 139 de 19 de mayo. Esa misma disposición crea el Instituto para Obreros de Madrid. 13 Sustituyendo al dimitido Juan Bonet Bonell que pasará a la dirección del Instituto Lope de Vega de Madrid hasta el final de la Guerra Civil, según recoge la Orden de 16 de mayo de 1938 publicada en la Gaceta de la República, n.º 140, de 20 de mayo, p. 959. 14 Orden de 1 de noviembre de 1937. 15 Orden de 10 de marzo de 1938 publicada en la Gaceta de la República, del 15 de marzo de 1938, n.º 74, p. 1333. 8
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Figura 2. Luis Doporto en su despacho de la Subcomisaría de Guerra. ABC, 23 de febrero de 1937. mejicanas en 1963. 16 Fue separado definitivamente del servicio docente, mediante depuración, por la Orden Ministerial de 29 de julio de 1939. Luis Doporto, al ser nombrado secretario, también presentaba una importante trayectoria tanto educativa como política. En el aspecto pedagógico comenzó como ayudante gratuito de la sección de Letras del Instituto de Teruel en 1917, pasó en 1921 al San Isidro y fue nombrado, doce años después, ayudante numerario de dicha sección; realizó en paralelo una brillante carrera en la Escuela Normal Central de Maestras de Madrid donde ejerció como profesor de Geografía y alcanzó la dirección en mayo de 1931 aunque por poco tiempo debido a sus actividades políticas. Estas le acompañaron 16 De su trayectoria científica en México hemos tratado en nuestro trabajo Fernández Burgueño, Vicente y Rodríguez Guerrero, Carmen (2011): «El Instituto de San Isidro (19011936). La Edad de Plata de la enseñanza oficial», en Participación Educativa, número extraordinario (Profesorado de enseñanza secundaria, memoria y patrimonio), Consejo Escolar del Estado, pp. 211-224.
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permanentemente desde su Teruel natal, de la que fue alcalde y candidato por Acción Republicana en las elecciones a las Cortes Constituyentes de 1931 por la circunscripción de Andorra, después como gobernador civil de Ciudad Real en julio de 1931, y en diciembre del mismo año de Valencia, para alcanzar su máxima expresión con su nombramiento, por la Orden circular de 12 de febrero de 1937 del Ministerio de la Guerra, subcomisario general dependiente del Comisariado general de Guerra. Después fue nombrado por Orden circular de 13 de mayo de 1937 17 inspector del Ejército de Operaciones del Centro con residencia en Madrid y, al ser aceptada su dimisión como subcomisario general del Ejército de Tierra por Orden de 7 de febrero de 1938, 18 es nombrado Cónsul general en Sao Paulo; de allí pasó en agosto a Río de Janeiro como Secretario de 1ª clase y posteriormente en noviembre a la República Dominicana, donde le sorprendió el final de la guerra. Su exilio comenzó en Puerto Rico, continuó en Argentina y Chile y, a partir de octubre de 1944, en México, donde permaneció hasta su fallecimiento trabajando en empresas editoriales. 19 Acabada la guerra, de acuerdo con el artículo 171 de la Ley de 8 de septiembre de 1857, fue dado de baja en el escalafón correspondiente de Auxiliares numerarios por Orden de 11 de noviembre de 1940, al no haberse presentado en el Instituto dentro del plazo reglamentario. 20
El personal administrativo, subalterno y docente del Instituto En los días que siguieron al comienzo de la Guerra Civil Enrique Rioja, director accidental, envía varios escritos al subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública en los que comunica la situación del personal del Instituto. Con respecto al personal administrativo, informa de que todos están en su puesto con la excepción del Oficial 1.º Mariano Lezana, que está en San Sebastián de vacaciones y que aún no se ha incorporado al centro, y Gaceta de la República, n.º 134, p. 693. Los otro subcomisarios de Guerra eran: Antonio Mije García, Crescenciano Bilbao Castellanos, Ángel Pestaña Núñez y Ángel G. Gil Roldán, todos los cuales por órdenes circulares de la misma fecha, publicadas en el mismo número de la Gaceta de la República, son nombrados inspectores de los diferentes Ejércitos. 18 Gaceta de la República de 8 de febrero de 1938, n.º 39, p. 707. 19 Dirigió el diccionario enciclopédico UTEHA, contando con Enrique Rioja como subdirector de la sección de ciencias. 20 Por su pertenencia a la Masonería, concretamente a la Logia Ibérica n.º 7 de Madrid, fue condenado en el Sumario 489-44, por delito de masonería en rebeldía a 12 años y 1 día de reclusión menor e inhabilitación absoluta perpetua. 17
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el auxiliar Manuel Nogueras que, aunque se presenta todos los días en el Instituto, no presta servicio en el mismo al estar incorporado a las Milicias nacionales de Izquierda Republicana. Estos datos son sobre los siete administrativos en plantilla, concretamente, tres Oficiales de 1ª, dos Oficiales de 2.ª y dos auxiliares de 1.ª, a los que habría que añadir dos más como personal temporero administrativo. En lo que concierne al personal subalterno, todos acuden al Instituto, salvo el conserje Luis García, que está de permiso reglamentario en Herradón la Cañada (Ávila) y que no ha podido reincorporarse todavía al centro. El personal subalterno estaba formado por doce personas, incluidas dos celadoras, a los que habría que añadir cuatro personas más como personal subalterno temporero, entre ellas la encargada de los servicios de alumnas y la encargada de la Biblioteca escolar. Con respecto al personal docente, como consecuencia de las disposiciones adoptadas por las autoridades republicanas, hay varios profesores apartados de las actividades docentes y, en su caso, administrativas, como se señala en el escrito que Enrique Rioja dirige al Subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública el 12 de octubre. 21 En él se informa de que el personal docente del centro se halla en disposición de comenzar las clases, salvo los profesores siguientes: Miguel Aguayo Millán, catedrático de Matemáticas, José Rogerio Sánchez, catedrático de Literatura y José Ibáñez Martín, catedrático de Geografía e Historia, por hallarse en situación de cesantes en virtud de lo dispuesto por la Superioridad; José Hernández Reigón, auxiliar de Letras, por estar declarado cesante del cargo de Jefe de Administración del Ministerio de la Gobernación; 22 Juan Prada Pascual, ayudante de Educación Física por estar suspenso de sueldo según lo dispuesto por la Dirección General de Seguridad; José Carbonell García, profesor de Deportes, por no haberse presentado a percibir sus haberes; 23 Eduardo Ugarte Arbizu, catedrático de Francés, por encontrarse en Francia; Virgilio Colchero Grande, auxiliar de Letras, que se halla en Carranza (Vizcaya); Juan Abelló Pascual, del que se ignora su residencia 24 y José de la Puente AHISI. Salida 169 del registro del curso 1935-36. El mismo Rioja, como director accidental, ya había comunicado el 10 de agosto al subsecretario que el auxiliar numerario de la sección de Letras, José Hernández Reigón, había sido declarado cesante de su cargo de jefe de Administración de 2.ª clase del Ministerio de la Gobernación mediante Decreto de 7 de agosto de 1936. 23 Fue detenido en los primeros días de la guerra, pero una vez puesto en libertad y tras conseguir pasar a la otra zona, permaneció el resto de la guerra en Salamanca, impartiendo clases en su instituto. 24 Al igual que Eduardo Ugarte solicitó permiso para pasar las vacaciones de verano fuera de España. 21 22
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Larios, por hallarse transitoriamente desempeñando el cargo de director del Instituto Balmes de Barcelona. Todo ello sobre una plantilla de 51 profesores, sin incluir a los 24 ayudantes interinos gratuitos que desempeñaron sus funciones en el curso 1935-36, y que todavía no habían sido nombrados para el curso 193637. Es muy significativo, como ya hemos señalado, que en esta relación no figure Enrique Barrigón, director del Centro hasta julio de 1936, que se encontraba en paradero desconocido y lógicamente no se presentaba a percibir sus haberes. Según estos datos, el número de profesores presentes era suficiente para que las clases hubieran comenzado con normalidad, lo que no se produjo al intensificarse las acciones bélicas sobre la capital, especialmente a partir del otoño de 1936. No obstante, y a pesar de no reanudarse las clases, los profesores siguieron vinculados al centro y percibían su sueldo regularmente, a través del habilitado del Instituto. En el archivo del Instituto se conserva la nómina del personal de catedráticos, profesores especiales y auxiliares correspondiente a los meses de febrero a junio de 1937, que engloba a 37 profesores; no figuran ni los ayudantes interinos gratuitos ni los profesores separados del servicio, aunque sí figuran siete profesores que no se presentan a percibir sus haberes y que, como consecuencia de ello, acabarán perdiendo sus derechos y serán cesados en su puesto de trabajo. Los intentos de ocupación del centro La ocupación de edificios durante las primeras semanas de la guerra fue habitual y, como tantos otros sucesos, se escapó del control de las autoridades. En el estudio citado previamente, 25 al relatar lo que ocurrió con los diferentes institutos madrileños, se exponen los intentos de la Federación Universitaria Escolar (FUE) por ocuparlos, aunque de forma más testimonial que real. Miguel de Castro Marcos señala que «la F. U. E. se incautó de todos los centros docentes, y en muchos casos propuso al Ministerio los nombramientos de los jefes de cada Centro. Creemos que en el Instituto de San Isidro se trató de formar una Comisión depuradora de su profesorado, bajo la inspiración de un aspirante a ayudante de profesor». 26 Aunque esto último no nos parece cierto, sí es verdad que la FUE estableció en el Instituto una escuela de «Alerta» que, según José Rogerio Ver nota 1. Castro Marcos, Miguel de (1939): El Ministerio de…, op. cit.
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Sánchez, 27 quedó circunscrita a algunas actividades lúdico teatrales que se desarrollaban en la capilla. Dos años más tarde Manuel Rodríguez Paredes se hace cargo de la secretaría del Instituto y acaba clausurando la escuela y expulsando a la FUE del centro. A pesar de lo señalado por José Rogerio Sánchez, creemos que la escuela realizaba las funciones características del movimiento «Alerta» y, por informaciones verbales, sabemos que algunos maestros de la FETE impartían en ella clases de alfabetización. En todo caso, la presencia de la FUE era anterior al comienzo de la guerra, pues en el centro ya había una sección de la misma, perteneciente a la Unión Profesional de Estudiantes de Bachillerato, y de la que eran miembros los dos alumnos que asistían a las reuniones del claustro. 28 Posteriormente al comienzo de la guerra, su presencia en el Instituto se pone también de manifiesto por diferentes actuaciones que recogen los periódicos de la época como, por ejemplo, la asamblea de estudiantes celebrada el 25 de junio de 1937 para preparar la Conferencia Nacional de Estudiantes que, organizada por la FUE, se celebró en Valencia el 2, 3 y 4 de julio de 1937. 29 Pero de lo que no hay ninguna constancia expresa es de su participación en el nombramiento de los futuros cargos directivos y mucho menos de su intención de constituir una Comisión depuradora inspirada por un aspirante a ayudante de profesor, lo que no hubiera sido autorizado por Enrique Rioja. Pero no fue solo la FUE la que se fijó en el Instituto, ya que es muy probable que el centro fuese ocupado parcialmente por las Milicias, especialmente en los primeros días de la guerra, y por unidades militares más tarde. El único dato exacto que habla de la presencia de las Milicias en el Instituto se recoge en el acta de cambio de junta directiva producido por el nombramiento de Enrique Rioja y de Luis Doporto. En él se hace referencia a unos gastos de 557,15 pesetas ocasionados por el incendio de la Catedral y la presencia de las Milicias en el Instituto. También, en algunos informes que remite José Rogerio Sánchez una vez acabada la guerra, refiere diferentes destrozos producidos por la presencia en el Instituto de las Milicias y de diferentes unidades militares. 30 Sin entrar a confirmar o no este supuesto, dicha presencia, que pudo producirse en varias ocasiones, no debió de prolongarse en el tiempo y no produjo trastornos importantes en el Instituto, lo que no fue el caso de otros institutos madrileños donde se prolongó durante todo el conflicto bélico. Escrito de José Rogerio Sánchez-García de 2 de enero de 1942 al fiscal instructor de la Causa General. AHISI. Salida 1-F de 2 de enero de 1942. 28 Estos alumnos eran Carlos Díaz Ungría y Luis Lasala. 29 La Libertad, 24 de junio de 1937, p. 3. 30 Escrito de 27 de octubre de 1941 del director dirigido al Ministro de Educación Nacional. AHISI. Salida número 55-P, del 28 de octubre. 27
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Comienza el curso 1936-37 El análisis del curso 1936-37 en nuestro centro presenta la dificultad producida por la ausencia de casi todo el registro de entradas y salidas correspondiente a ese curso. Los últimos escritos que recoge el archivo son del 13 de octubre de 1936, y no vuelve a haber ningún escrito hasta un año después, en octubre de 1937. Desgraciadamente, la pérdida de esa documentación limita el conocimiento exacto de aspectos relacionados con el retraso en el comienzo del curso, el traslado del equipo ministerial a Valencia o la reanudación, en algunos institutos, de las actividades lectivas, a lo que habría que añadir datos más precisos sobre la marcha a Valencia de Enrique Rioja y el nombramiento de Luis Doporto. No obstante lo anterior, es conocido que la precaria situación de Madrid durante el otoño y el invierno han impedido el comienzo del curso que ha quedado interrumpido. Pero esta situación de atonía que afectaba a los institutos madrileños cambia en mayo de 1937, cuando como consecuencia de la estabilidad del frente decide el Ministerio de Instrucción Pública la reanudación de las clases. 31 La decisión va a afectar inicialmente a dos institutos madrileños, el Instituto Lope de Vega 32 y el Instituto Lagasca, 33 y posteriormente al Instituto Pérez Galdós 34 y al Instituto para Obreros, 35 de nueva creación. La elección de estos centros se explica en función de su situación en barrios de estatus económico alto, donde la incidencia de los bombardeos y el fuego de artillería son escasos, su lejanía del frente y la ausencia en sus proximidades de instalaciones civiles o militares de interés estratégico. Debido a que nuestro centro no es elegido, quizás por su situación en una zona «caliente» de la ciudad, 36 los profesores se ven obligados a tomar decisiones de las que dependerá el poder seguir percibiendo sus haberes. Inicialmente pasan a la situación de disponibles gubernativos, cobrando solo dos tercios de su salario, para poco después tener que optar entre la Orden de 22 de abril de 1937. Gaceta de la República de 25 de abril, n.º 115, p. 388. El Instituto Lope de Vega, que funcionaba desde el curso 1933-34, estaba situado en la calle Manuel Silvela n.º 4. 33 El Instituto Lagasca comenzó en el curso 1933-34. Estaba situado en la calle Cartagena n.º 151. 34 El Instituto Pérez Galdós, en funcionamiento desde el curso 1933-34, estaba situado en la calle del Barco, n.º 24. Como consecuencia de los destrozos provocados por bombas y obuses, en el curso 1938-39 tuvo que desplazarse al edifico del suprimido colegio Loreto en la calle O´Donnell. 35 El Instituto para Obreros estaba situado en la calle José Abascal n.º 39. 36 La situación del instituto no cumple ninguna de las características mencionadas para la selección de los centros. 31 32
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evacuación a Valencia, el destino en otros centros docentes que funcionan normalmente en el territorio controlado por la República 37 o quedarse en Madrid perdiendo una parte importante, cuando no la totalidad, de sus emolumentos. Así, por ejemplo, Pedro Puig Adam se desplazará a Barcelona y José Perera Ruiz acabará destinado en el Instituto de Manzanares, aunque volverá al Instituto en octubre de 1938. Otros profesores no se verán afectados por esta situación y permanecerán en Madrid porque realizan actividades en otras instituciones públicas como es el caso de Elena Paunero Ruiz, Conservadora de herbarios en el Jardín Botánico. Nuevo director y nuevo secretario del Instituto El nombramiento de Enrique Rioja como director del Instituto para Obreros de Valencia conduce a que Luis Doporto se haga cargo de la dirección del Instituto. Aunque en la Gaceta de Madrid no está recogido su nombramiento, en el archivo del centro hay dos documentos que prueban que Luis Doporto ejercía oficialmente como director. El primero, y más significativo, del delegado en Madrid del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, 38 está dirigido a Luis Doporto Marchori, director del Instituto de San Isidro. El escrito, de 18 de octubre de 1937, informa sobre el personal administrativo que presta sus servicios en 11 institutos madrileños. El segundo, de 20 de octubre de 1937, lo dirige el comisario-director del Instituto de San Isidro 39 a Juan Puig, comisario-director del Instituto Pérez Galdós, rogándole que, de acuerdo con la Delegación del Ministerio en Madrid, se haga cargo del despacho de la firma corriente del Instituto de San Isidro ya que sus obligaciones como comisario de Guerra le obligan a ausentarse unos días de Madrid. Por otra parte, al hacerse cargo de la dirección en mayo de 1937 cesa como secretario, por lo que nombra para esa función a la oficial administrativa de 2.ª clase, Emilia González Almejún, que también por esas mismas fechas empezó a ejercer como habilitada del Instituto al haber sido detenido, juzgado y encarcelado el habilitado titular, José Lezama Chacón. Desempeña dicho puesto hasta noviembre de 1937, al ser destinada al Ministerio de Instrucción Pública en Barcelona. 40 Por ejemplo Pedro Puig Adam se desplaza a Barcelona en abril de 1937 (AHISI. Entrada número 58 de 7 de julio de 1939. Se encuentra en su expediente personal como profesor). 38 AHISI. Entrada número 3 del Registro de entrada del curso 1937-38. 39 AHISI. Salida número 4 del Registro de salida del curso 1937-38. 40 Datos recogidos del escrito del secretario-responsable al delegado del Ministerio en Madrid el 25 de noviembre de 1938. AHISI. Registro de salida del curso 1938-39, sin fecha. 37
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A partir de junio, aunque solo sea nominalmente, se hace cargo de la Secretaría Silvio Pérez Ugarte, 41 funcionario administrativo del Instituto Cardenal Cisneros, adscrito al Instituto Pérez Galdós, y que se va a encargar de la secretaria de este último centro y de los Institutos Velázquez, Goya y San Isidro. El curso 1937-38 En el Instituto durante ese curso no se realizaron actividades docentes aunque no por ello dejan de producirse dos hechos relevantes: los nuevos cambios en el equipo directivo y la cesión de algunas aulas a otras instituciones docentes. Cuando Luis Doporto deja la dirección a finales de enero de 1938, al dimitir como subcomisario general de Guerra y ser nombrado cónsul en Sao Paulo, se hace cargo del Instituto Juan Puig Tomás, director del Instituto Pérez Galdós, que delega el día a día cotidiano en manos de quién en cada momento ejerce la función de secretario: primero de su secretario en el Instituto Pérez Galdós, Silvio Pérez Ugarte, y posteriormente del profesor auxiliar de Latín, Manuel Rodríguez Paredes, 42 que actuó como secretario responsable del Instituto a partir del 18 de agosto de 1938 y que va a tener una actuación fundamental en los acontecimientos que se producen el curso siguiente debido a su puesto en la sección de segunda enseñanza de la Delegación del Ministerio de Instrucción Publica y Sanidad en Madrid. Juan Puig Tomás compaginaba su trabajo como auxiliar de Ciencias en el Instituto Pérez Galdós con su puesto de Meteorólogo. 43 Al acabar la Guerra Civil se exiló en Puerto Rico, donde impartió clases en la Universidad de San Juan, de la que llegó a ser catedrático de Física, y siguió investigando 41 En el escrito del juez de funcionarios del Juzgado Militar de Funcionarios n.º 2 de la Auditoría de Guerra del Ejercito de Ocupación de fecha 9 de noviembre de 1939 solicitando datos de Silvio A. Pérez Ugarte se señala que hay un informe del Ministerio de Educación Nacional en el que consta que el citado funcionario, empleado del Instituto Cardenal Cisneros, fue nombrado en junio de 1937 para dirigir la secretaría del Instituto Pérez Galdós, Velázquez, Goya y San Isidro. 42 Nombrado por Orden de 15 de agosto de 1938, aunque dicha orden no apareció publicada en la Gaceta de la República. Estaba adscrito desde el 24 de abril de 1938 al Instituto Lope de Vega como profesor encargado de Física y Química. En el escrito al que hace referencia la nota 27, se habla con amplitud de Rodríguez Paredes valorándose todo lo que hizo por el centro y se indica que estuvo condenado a muerte por parte de las juventudes anarquistas libertarias por su actuación en el Sindicato Único de la Enseñanza de la CNT. 43 Llegó a dirigir el Observatorio Meteorológico de Madrid.
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y publicando sobre Meteorología. Volvió a España poco antes de fallecer en Madrid en el Hospital Militar del Aire el 26 de febrero de 1972. 44 Por otra parte, en el centro sí se desarrollan actividades docentes pero diferentes de las propias del Instituto, ya que el delegado en Madrid del Ministerio de Instrucción Pública, Juan María Aguilar, autoriza a la sección de la Escuela de Artes y Oficios de la calle Estudios a usar dos aulas del Instituto para las clases de Matemáticas y Física y Química. También autoriza a la Sociedad Económica Matritense para que imparta clases de Taquigrafía. Las primeras continuarán en el curso siguiente, pero la Sociedad Económica Matritense tendrá que buscar otra ubicación cuando aparezcan de nuevo los alumnos de Bachillerato en el Instituto. El curso 1938-39: vuelven los alumnos al Instituto El estatus que el Instituto ha disfrutado durante los dos cursos precedentes va a cambiar a partir de octubre de 1938 cuando el delegado en Madrid del Ministerio de Instrucción Pública y Sanidad comunica al comisario director del Instituto Lope de Vega 45 que, de acuerdo con la Comisión Informativa de segunda enseñanza y oído el arquitecto de la Delegación, se ha acordado que en el curso 1938-39 se habilite en el Instituto de San Isidro una sección de Estudios de Bachillerato del Instituto Pérez Galdós para los cinco primeros cursos de Bachillerato; el profesorado será designado, entre los que forman parte del claustro del Instituto Pérez Galdós, del que depende el Instituto San Isidro. Se encarga al comisario director del Instituto Pérez Galdós y al secretario-responsable del Instituto de San Isidro dispongan de todo lo necesario para el cumplimiento de este mandato. Esta decisión se basa: en el elevado número de alumnos que han realizado el examen de ingreso en Madrid en las convocatorias de junio, julio y septiembre; en el reducido espacio en el que funcionan los tres institutos actuales, más aún con el traslado del Instituto Pérez Galdós al antiguo colegio de Loreto; y en el lugar donde están situados, lo que provoca que una gran zona de Madrid quede sin instituto próximo con el peligro para los alumnos que deben de desplazarse de otras zonas de Madrid. Por ello, se establece que sean los alumnos cuyos domicilios estén comprendidos en la zona limitada por las Plazas de Santo Domingo, Opera, Puerta del Sol y Esquela publicada en el ABC del 27 de febrero, p. 108. Escrito de 1 de octubre de 1938 del Delegado de Instrucción Pública y Sanidad en Madrid dirigido al comisario-director del Instituto Lope de Vega (entrada número 312 del registro de Entrada del Instituto Lope de Vega de 1938). 44 45
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Cibeles, y el Suroeste de Madrid, los que deben acudir al Instituto de San Isidro, dando preferencia a los de menor edad. De este escrito, y de otros posteriores, se pueden sacar varias conclusiones que confirman lo que hemos señalado previamente: en primer lugar, que el Instituto estaba en condiciones adecuadas para que se impartiesen de nuevo clases. Por lo tanto, no era utilizado, al menos en su totalidad, por instancias militares o educativas y no había sufrido un gran deterioro como consecuencia del conflicto bélico, ya que su nuevo uso contaba con el aval del arquitecto de la delegación en Madrid del Ministerio de Instrucción Pública y Sanidad. Sí fue necesario realizar una limpieza de sus instalaciones y por ello el director solicitó autorización al presidente de la Junta Reguladora de Compras para la adquisición del material de limpieza correspondiente. 46 Estos datos parecen contradecir lo que José Rogerio Sánchez señala en diferentes escritos posteriores a la finalización de la guerra, incidiendo continuamente en los destrozos sufridos por el centro. En segundo lugar, que a cargo de la Secretaría se encontraba como secretario responsable el profesor Manuel Rodríguez Paredes que compaginaba este puesto con su presencia en la sección de segunda enseñanza de la Delegación del Ministerio en Madrid. Por último, que el Instituto dependía del Instituto Pérez Galdós cuyo claustro tendría que hacerse cargo de las clases correspondientes, ya que el San Isidro no tenía, en ese momento, ningún profesor adscrito distinto al citado secretario responsable. Aunque hay un escrito posterior en el que se hace referencia a que son muy pocos los alumnos que quieren desplazarse voluntariamente al Instituto, la respuesta de la Delegación es que deben hacerlo, y así lo hicieron, porque las clases comenzaron el lunes 10 de octubre de 1938 y debieron desarrollarse los primeros meses con normalidad. Testimonio de ello son, por ejemplo, el escrito de 17 de noviembre de 1938 del secretario-responsable comunicando al director del Instituto Lope de Vega la relación de alumnos del centro que han solicitado beca, y el acta de 22 de noviembre de 1938 firmada por los miembros de la Junta de profesores de segundo y tercer curso de la sección de Estudios de Bachillerato del Instituto Pérez Galdós que funciona en el Instituto de San Isidro. Dicha acta recoge determinados acuerdos sobre los diez alumnos adscritos al centro, propuestos por los Tribunales de Ingreso que actuaron en el mes de julio, para que comiencen sus estudios por el segundo curso de Bachille46 AHISI. Escrito del 5 de octubre de 1938 del comisario-director dirigido al presidente de la Junta Reguladora de Compras en la que se solicita autorización para la compra de diferente material para la limpieza del local ya que las clases comenzaran el 10 de octubre.
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rato, y sobre el alumno propuesto para que lo haga en el tercero. Por los profesores que la firman sabemos que esos dos cursos eran impartidos por Ramón del Alcázar Saleta, Pedro Fraga de Porto, María Teresa Oliveros Rives, Serapio Martínez González, María Sánchez Arbós y José Perera Ruiz; estos dos últimos, profesores del centro en el curso 1935-36 y con muy diferente devenir académico y personal al finalizar la guerra unos pocos meses después. También impartió clase esos meses el catedrático de Agricultura, Luis Crespí, 47 que estaba adscrito al Instituto Pérez Galdós y posiblemente otros varios profesores de ese centro. Como consecuencia de la puesta en marcha del Instituto es necesario aumentar el personal administrativo y subalterno. Por ello se incrementa el existente en septiembre de 1938, que estaba formado por tres administrativos y dos subalternos, con cuatro auxiliares subalternos, una celadora de las clases y tres señoras encargadas de la limpieza. En total trece personas a cargo del secretario responsable para el normal funcionamiento del Instituto, abierto de ocho a dos por la mañana y de tres a ocho por la tarde. El final de la guerra A partir de enero de 1939 nos faltan datos concretos para conocer cómo se vivieron en el centro los tres últimos meses de la Guerra Civil. En el archivo hay algunos escritos de enero de 1939 que prueban que estando el conflicto armado a punto de terminar, la maquinaria administrativa funcionaba con casi absoluta regularidad. Posiblemente el centro continuó con sus actividades docentes durante enero y febrero sin especiales dificultades, pero los acontecimientos derivados del golpe del coronel Casado, con el apoyo de la Junta de Defensa de Madrid, y el posterior enfrentamiento armado entre casadistas y anarquistas por un lado y comunistas por otro durante varios días en el centro de Madrid, debieron provocar el cese de las actividades docentes a la espera de la inminente ocupación de la ciudad. Ocupación que tuvo lugar en la mañana del 28 de marzo. La duda que nos queda es si Rodríguez Paredes se quedó en el Instituto y le hizo entrega del mismo a Miguel Aguayo, 48 que entró con las tropas de ocupación y que tomó po Para este tema véase Masip Hidalgo, Carmen (2011): «Luis Crespí Jaume, científico de la Junta para Ampliación de Estudios y catedrático de Agricultura del Instituto-Escuela», En Arbor, vol. 187, n.º 749, mayo-junio, pp. 501-511. 48 Había sido director del Instituto desde 1920 a 1931, cesando con la llegada de la República, fue detenido al comienzo de la guerra, y tras pasar por la checa de Fomento y la cárcel Modelo fue puesto en libertad pasando poco después a la otra zona. 47
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sesión del centro el 28 de marzo. 49 Posiblemente nunca lo sabremos, pero hubiera sido curioso ver el encuentro de ambos docentes, en este caso, de la misma ideología. Y lo mismo cabría imaginar con otros profesores que permanecieron hasta el último momento en Madrid, como el antiguo secretario Miguel Álvarez Farelo, que estaba adscrito al Instituto Lope de Vega y el último vicesecretario, José Perera Ruiz, que como hemos indicado impartía clases en el Instituto. En todo caso los primeros escritos de Miguel Aguayo solo señalan que no se impartían clases en el momento de su ocupación. Miguel Aguayo se hizo cargo tanto del Instituto del Cardenal Cisneros como del Instituto de San Isidro, del primero de forma permanente al ser nombrado director, que ejercerá hasta su fallecimiento, unos meses más tarde; de San Isidro de forma provisional hasta el nombramiento, unos días después, de José Rogerio Sánchez-García que será director hasta su fallecimiento en 1949. Las consecuencias de la guerra sobre el Instituto No queremos terminar este trabajo sin exponer brevemente las consecuencias de la guerra sobre el profesorado, y sobre las instalaciones y el material del centro, quedando para ulteriores investigaciones lo que aconteció al personal administrativo y subalterno y, especialmente, a los alumnos. Cómo afectó la guerra al profesorado Ya hemos indicado cómo las medidas tomadas por el gobierno de la República afectaron a varios profesores, en algunos casos sin consecuencias directas al no encontrarse estos en la zona controlada por la República. A los ya citados se puede añadir a Antonio de Miguel Martínez, auxiliar de la sección de Ciencias, separado definitivamente del servicio con pérdida de todos sus derechos profesionales, 50 y a Eduardo Ugarte Albizu, catedrático El Instituto fue ocupado ese mismo día por elementos dependientes de la XX Bandera de Falange. El día siguiente, 29 de marzo, se alojaron en las galerías del Instituto 250 hombres pertenecientes al 2.º Tabor de Regulares de Larache n.º 4 con su Plana Mayor y su reserva de municiones. El 4 de abril los soldados de Regulares dejan el centro y ese mismo día son sustituidos por dos Compañías del batallón de Ametralladoras número 17 que son los últimos militares que lo ocupan. Pocos días después el Instituto reanudará sus actividades normales cuando estas compañías abandonen el centro. 50 Comunicado por el presidente de la Junta Técnica de segunda enseñanza, Juan Bonet Bonell, el 15 de enero de 1938. Como se conserva el escrito original dirigido a dicho docente parece lógico que no se le entregó. 49
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de Francés, que por Orden de 14 de diciembre de 1937 quedó incurso en el artículo 171. 51 Pero los datos definitivos se obtienen cuando, una vez concluida la guerra, tienen teóricamente que reincorporarse al Instituto los setenta y cinco 52 profesores que formaban la plantilla del centro en 1936; de esta forma podemos conocer los que se presentan y los que no lo hacen. Dichos datos, referidos al curso 1939-40, los podemos resumir de la siguiente forma: Situación del profesorado
Número de profesores afectados
Jubilados
1
Fallecidos
6
Exiliados
3
Pérdida del puesto docente (Encarcelados)
6 (5)
Pendiente de depuración
1
Excedentes voluntarios
2
En otros destinos
4
En activo
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Según estos datos fueron trece los profesores que sufrieron más directamente las consecuencias de la Guerra Civil. De ellos, la situación más dramática e irreversible corresponde a los seis profesores fallecidos, entre ellos, Adolfo Langa Verdejo, ayudante numerario de Letras, muerto en combate como miliciano de la Cultura en diciembre de 1937, y los dos profesores asesinados, Ramiro Ruiz Dulanto, ayudante interino gratuito de Filosofía que ejercía también como periodista de El Debate, y Antonio Marcos Sánchez, ayudante interino gratuito de Geografía e Historia y sacerdote, ambos fusilados en Paracuellos del Jarama en noviembre de 1936. Después están los seis profesores que tras la depuración perdieron su puesto docente; cinco de ellos fueron encarcelados, aunque en algunos casos durante poco tiempo, y posteriormente al menos tres fueron rehabilitados. A 51 Gaceta de la República del 23. Se trata del artículo 171 de la Ley de Instrucción Pública de 1857 que establece que «los Profesores que no se presenten a servir sus cargos en el término que prescriban los Reglamentos, o permanezcan ausentes del punto de su residencia sin la debida autorización, se entenderá que renuncian sus destinos». 52 Ver nota 1. Los datos siguientes proceden del capítulo dedicado al Instituto de San Isidro del trabajo reseñado. En dicho capítulo se aportan los datos conocidos sobre los 75 profesores que formaban la plantilla del centro en el curso 1935-1936 y lo que ocurrió con cada uno de ellos durante la guerra y los años posteriores a la misma, incluidos los aspectos relacionado con su depuración y, en algunos casos, el proceso judicial correspondiente.
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continuación, los tres profesores que tuvieron que tomar el doloroso camino del exilio, dos de forma permanente, Enrique Rioja y Luis Doporto, y un tercero que retornó a España, Francisco Carreras, y por último el catedrático de Francés, Eduardo Ugarte, que estando pendiente de depuración no llegó a impartir clases porque cuando fue confirmado en su puesto de trabajo ya había fallecido. Los datos anteriores indican, sobre todo al considerar el número de profesores exiliados y depurados con la pérdida de su puesto de trabajo, que no fueron demasiados los que se involucraron con claridad en el bando republicano, ya que la mayoría superaron sin grandes dificultades la depuración a la que todos fueron sometidos. Ello no significa en todos los casos que tuvieran una clara afinidad ideológica con el bando rebelde. Quizás, la explicación es más sencilla, un número importante de profesores pasaron como mejor pudieron los avatares de la guerra, en uno o en el otro bando, y concluida esta, y tras sufrir el proceso de depuración correspondiente, fueron confirmados en su puesto de trabajo en el Instituto incorporándose con normalidad a sus tareas docentes. Cómo afectó la guerra a la infraestructura del centro El edificio también sufrió los efectos del conflicto bélico, primero por el incendio de la catedral que afectó, aunque sin grandes consecuencias, al Instituto, y después por los daños causados por las bombas y los proyectiles de artillería. Está bien documentada 53 la existencia de un boquete de varios metros cuadrados en la fachada, así como la construcción de un muro para proteger la entrada al Instituto. En todo caso, no parece que los daños producidos fueran de gran intensidad, ya que las actividades educativas se reanudaron con normalidad en octubre de 1938 y posteriormente una vez finalizada la guerra a partir de abril de 1939, aunque fueron utilizados y agrandados para solicitar y justificar las importantes obras que se realizaron entre 1939 y 1942 y que tuvieron como objetivo reparar y modernizar las instalaciones del Instituto. Otra cosa diferente debió de ser el deterioro sufrido durante los años de guerra por el posible uso o desuso que tuviera el Instituto, o simplemente por la falta de los Hay un escrito del director de 30 de mayo de 1939 (salida 55 de 31 de mayo) dirigido al jefe del Servicio Nacional de Enseñanza Superior y Media en el que se hace referencia a que los desperfectos que más dificultan la vida normal del centro son los sólidos paredones levantados para proteger la portada del edificio, el derrumbamiento de parte de la fachada, que aunque no es de gran extensión, impide utilizar los locales de la Secretaría y la inseguridad de algunos tabiques. 53
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cuidados apropiados de limpieza y mantenimiento en las instalaciones que no se usaban habitualmente. Con respecto al material científico, pedagógico y administrativo, y pese a las numerosas quejas que José Rogerio Sánchez realiza en los años posteriores a la finalización de la guerra, no parece que sufriera grandes pérdidas. 54 Se puede citar la incautación de 4 o 5 máquinas de escribir realizada en noviembre de 1937 por el delegado en Madrid del Ministerio de Instrucción Pública, 55 aunque lo más significativo es el envío de material científico, pedagógico y bibliográfico al Instituto para Obreros de Valencia realizado el 7 de mayo de 1937, cuando Enrique Rioja, ya nombrado director de dicho centro, viene a Madrid para elegir y supervisar el traslado correspondiente. El envío consta de libros científicos y material didáctico, de proyección y de laboratorio del gabinete de Historia Natural. Concretamente se trata de noventa y ocho libros, ochenta y cuatro láminas, una máquina de cine, tres máquinas de proyecciones, dos cajas de portas, una caja de cubres, seis pinzas y cuatro tijeras para prácticas. 56 Una vez finalizada la guerra, José Rogerio Sánchez realizó numerosas gestiones para recuperar el material, ya que se tenía conocimiento más o menos exacto de su situación. Los libros se encontraban en el domicilio valenciano del geólogo y catedrático de Ciencias Naturales Vicente Sos Baynat, a donde habían sido trasladados por el último director del Instituto para Obreros de Valencia, el catedrático de Francés, Manuel Núñez Arenas, y el resto del material seguía en el edificio que ocupó el Instituto Obrero y que había recuperado el nombre de Colegio de San José, como
54 Así, por ejemplo, el escrito de 28 de octubre de 1941 dirigido al Ministro de Educación Nacional referente a las obras que se van a realizar en el Instituto se dice textualmente: «Al estallar el Glorioso Movimiento Nacional, a los destrozos ya causados en el edificio en los que fueron trágicos precedentes de la barbarie roja con el incendio de la Iglesia Catedral adosada a nuestro Instituto, se añadieron las de la ocupación de los locales por las organizaciones de la F.U.E. y del marxismo, con lo cual despareció o se inutilizó gran parte del material de enseñanza, destrozos que continuaron aumentando, unas veces por las inevitables vicisitudes de la guerra, otras por el acuartelamiento en estos locales de brigadas internacionales, batallones del ejercito rojo, etc, con lo cual lo que no fue inutilizado, fue expoliado sin consideración alguna al fin al que estaba destinado: material de las aulas, de los gabinetes y laboratorios, de todo lo cual cuanto se salvó fue con riesgo de los pocos fieles servidores que permanecieron en el Instituto de San Isidro». 55 Ver nota 30. 56 Escrito del 2 de enero de 1942 de José Rogerio Sánchez dirigido al fiscal instructor de la Causa General informando sobre los acontecimientos acaecidos al centro durante la guerra civil acompañado de una relación del personal que prestaba servicios en el centro en 1936 y del material científico que fue enviado a Valencia en mayo de 1937. Archivo Histórico Nacional. «Expediente sobre Institutos Nacionales de Enseñanza Media de Madrid». Signatura: FC-CAUSA_GENERAL, 1557, exp. 13, folios 10 y del 20 al 32.
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antes de la guerra, 57 al ser devuelto a los padres jesuitas que lo regentaban. Pero dichas gestiones resultaron totalmente infructuosas y el material nunca volvió al centro aunque este tuvo una cierta compensación con el material del clausurado Instituto de El Escorial que no pertenecía al colegio de los Agustinos de dicha localidad, cuyas instalaciones había ocupado, y con las bibliotecas de Domingo Barnes Salinas y del Centro Instructivo del Obrero. Conclusiones El Instituto de San Isidro sufrió directamente los avatares de la guerra, como por ejemplo, el incendio de la Catedral de San Isidro, la presencia de las Milicias, los bombardeos y los obuses de la artillería, pero permaneció abierto, prestando sus aulas a otras instituciones, siendo la sede de una escuela de Alerta o incluso volviendo a tener alumnos de Bachillerato a partir de octubre de 1938. De él surgieron personalidades de ambos bandos contendientes, Enrique Rioja, Luis Doporto o Francisco Carreras cuyas convicciones les llevaron al exilio, o José Ibáñez, José Rogerio Sánchez o Enrique Barrigón, que fueron reconocidos con diferentes cargos una vez acabada la guerra. Otros profesores, quizás la mayoría, sobrevivieron a estos crueles años lo mejor que pudieron y una vez acabada la Guerra Civil continuaron su andadura vital, sin mirar atrás y procurando no hablar mucho del pasado. En todo caso, el Instituto comenzó una nueva etapa que algún día será conveniente y necesario relatar.
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Apéndice bibliográfico
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— (2007): «Colegio Imperial y de los Reales Estudios de San Isidro», en J. A. Méndez Aparicio y M.ª C. Gállego Rubio (eds.), Historia de la biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid, pp. 38-66. — (2008): «El programa iconográfico de la Librería del Colegio Imperial de Madrid», en El culto a los santos: cofradías, devoción, fiestas y arte: Actas del XVI Symposium, septiembre 2008, Instituto Escurialense de Investigaciones Históricas y Artísticas, pp. 507-520. Millares Conesa, Luis (1996): «Reales Estudios del Colegio Imperial de los P.P. Jesuítas P. José Zaragoza y Vilanova de Alcalá de Chivert (Castellón) Matemático y Astrónomo», Boletín de la Sociedad Castellonense de Cultura, t. LXXII, n.º 1, pp. 73-92. Ministerio de Educación y Ciencia (INCE) (1942): «El Instituto Nacional de San Isidro», Revista nacional de educación, Madrid, n.º 17, p. 87-92. Navarro Brotóns, Víctor (1984): «El Colegio Imperial de Madrid y la Asimilación en la España de la “Revolución Científica” en el campo de las Ciencias Físico-Matemáticas», en M. Hormigón Blánquez (coord.), Actas II Congreso de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias: Jaca, 27 de Septiembre- 1 de Octubre, 1982, vol. 3, pp. 239-240. — (2000): «Momentos y lugares de la ciencia española. Siglos XVI-XX: El colegio Imperial de Madrid», Historia 16, n.º 287, pp. 39-54. — (2002): «El Colegio Imperial de Madrid. El colegio de San Telmo de Sevilla», en J.M. López Piñero (dir.), Historia de la ciencia y de la técnica en la corona de Castilla vol. 3, (siglos XVI y XVII), Junta de Castilla y León, pp. 53-72. Navarro Jurado, Alfonso (1992): Historia del Instituto de Segunda Enseñanza San Isidro de Madrid (1845-1936), tesis doctoral, Madrid, Universidad Complutense de Madrid. Navarro y Ledesma, Francisco (1869-1905): Lecciones de literatura explicadas en el Instituto de San Isidro de Madrid, Madrid. Núñez, Clara Eugenia y Moreno, Begoña (2012): «Historia de un desencuentro: legislación y praxis en el Instituto San Isidro», en L. López-Ocón, S. Aragón y M. Pedrazuela (eds.), Aulas con memoria. Ciencia, Educación y Patrimonio en los institutos históricos de Madrid (1837-1936), Madrid, CEIMES-Doce Calles-Comunidad de Madrid, pp. 278-308. Olbés y Zuloaga, Luis (1918): Discurso leído en la solemne distribución de premios del curso académico 1916-1917, Instituto General y Técnico de San Isidro, Madrid, Hijos de T. Minuesa de los Ríos. Programa de agricultura elemental [redactado por el catedrático de la misma asignatura en el Instituto de San Isidro], [S.l.] Madrid, 1881, Madrid Imp. de Fortanet. Ramírez y González, Remigio (1868): Manual de Historia universal: arreglado al programa del Instituto de San Isidro, Madrid. Revista de Segunda Enseñanza, 1924-1927, Madrid, Imp. de La Enseñanza (es continuación de La Segunda Enseñanza; continuada por El Instituto). Rodríguez G. de Ceballos, Alonso (1970): «El Colegio Imperial de Madrid», Miscelánea Comillas: Revista de Ciencias Humanas y Sociales, vol. 28, n.º 54, pp. 407-444. Romeo y Aznarez, Manuel (1878): Programa de Historia universal, Universidad Central-Instituto de San Isidro, Madrid, Ignacio Moraleda. Romero Recio, Mirella (2004): «La historia antigua en la enseñanza: Los ejercicios públicos de historia literaria en los Reales Estudios de San Isidro (1790-1791)», Cuadernos del Instituto Antonio de Nebrija, 7, pp. 235-262. Rus Rufino, Salvador (1993): Historia de la cátedra de derecho natural y de gentes de los Reales Estudios de San Isidro (1770-1794): sobre el problema del origen de la disciplina de derecho natural en Europa, León, Universidad de León. Sánchez-García, José Rogerio (1946): Instituto de San Isidro, Madrid, Gráficas Sebastián. Santisteban, Mariano (1865): Programa de física y química para los alumnos de Segunda Enseñanza del Instituto de S. Isidro de Madrid, Madrid.
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Apéndice bibliográfico
Santisteban, Mariano (1866): Catálogo de los instrumentos de física y química que existen en los respectivos gabinetes del Instituto de San Isidro de Madrid, Madrid, Imp. de Manuel Minuesa. — (1868): Problemas de física y química que el catedrático Don Mariano Santisteban ha propuesto para su resolución, a los alumnos matriculados en dicha asignatura en el Instituto de S. Isidro de Madrid, en el curso de 1867 a 1868, Madrid. — (1869): Problemas de física y química propuestos para su resolución a los alumnos del Instituto de San Isidro por el catedrático Don Mariano Santisteban en el curso de 1868 a 1869, Madrid, Imprenta de la viuda de Aguado e hijo. — (1874): Breve resumen de las investigaciones acerca de las antiguas rentas, censos y fincas destinadas a la enseñanza en los Estudios de San Isidro de Madrid que por orden del Director del Instituto, Excmo. Sr. Marqués de la Corte verificó el Catedrático Don Mariano Santisteban en (…) 1868, Madrid. — (1875): Breve historia de los gabinetes de Física y Química del Instituto de San Isidro de Madrid, Madrid. — (1875): Programa de Física y Química (Instituto de San Isidro), Madrid, Vda. de Aguado. — (1875): Relación y diario de los trabajos de investigación de los bienes y rentas que pertenecieron á los Reales Estudios de San Isidro de Madrid, hoy Instituto del mismo nombre, Madrid, Imprenta de la viuda e hijo de D. E. Aguado. — (1877): Programa de Física y Química (Instituto de San Isidro), Madrid, Aguado. — (ca. 1878): Continuación de la breve historia de los gabinetes de Física y Química del Instituto de San Isidro de Madrid. Comprende esta segunda parte los años de 1875 á 1878. Encuadernado al final de Santisteban, M. (1875): Breve historia de los gabinetes de Física y Química del Instituto San Isidro de Madrid, Madrid, 1875. Sarralle, Joaquín [pseudónimo de Iriarte] (1957): «Los matemáticos del Colegio Imperial», Razón y Fe, 156, pp. 421-438 Simón Díaz, José (1947): «La congregación de la Anunciata del Colegio Imperial de Madrid», Revista bibliográfica y documental, vol. 1, n.º 1-2, pp. 129-189. — (1948): «La Cátedra de Hebreo en los Estudios de San Isidro de Madrid», Sefarad. Revista del Instituto de Estudios Hebraicos y de Oriente próximo, VIII, fasc. 1, pp. 97-116. — (1960): «La biblioteca, el archivo y la Cátedra de Historia literaria de los Estudios de San Isidro, de Madrid (1767-1820)», Revista Calsancia, VI, pp. 395-423. — (1972): «El instituto de San Isidro», UM, 37, pp. 19-24. — (1972): El instituto San Isidro (1572- 1972), Madrid, Artes gráficas Municipales. — (1973): «Los Reales Estudios de San Isidro. Nuevas Noticias», Anales del Instituto de Estudios Madrileños (AIEHM), IX, pp. 323-340. — (1987): «Fiesta y literatura en el Colegio Imperial de Madrid», Dicenda: Cuadernos de Filología Hispánica, n.º 6, pp. 525-537. — (1992): Historia del Colegio Imperial de Madrid: (del Estudio de la Villa al Instituto de San Isidro, años 1346-1955), Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 2 tomos, 2.ª ed. actualizada (1.ª ed. 1952-59). Udías, Agustín (2005): «Los libros y manuscritos de los Profesores de matemáticas del Colegio Imperial de Madrid, 1627-1767», Archivum Historicum Societatis Iesu, 148, pp. 369-448. Vallespinosa y Bustos, Francisco: Programa de las lecciones de la asignatura de geometría y trigonometría en los estudios de 2.ª enseñanza del Instituto de San Isidro, 1861 a 1862, Madrid, Imp. Manuel Minuesa. Velayos Rodríguez, Mauricio (1995): «El herbario del instituto San Isidro de Madrid», Boletín de la Asociación de Herbarios Ibero-Macaronésicos, n.º 0, p. 6. Viñao Frago, Antonio (1994): «Les origines du corps professoral en Espagne: les Reales Estudios de San Isidro, 1770-1808», Paedagogica Historica. International Journal of the History of Education, D. Julia (coord.), XXX, 1994-1, pp. 119-174.
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— (1995): «Por un análisis socio-cultural de la élite intelectual y académica: los profesores y bibliotecarios de los Reales Estudios de San Isidro (1770-1808)», Bulletin Hispanique, t. 97, pp. 299-315. — (1997): «Del Derecho Natural a la Ciencia política: Manuel Joaquín de Condado y la cátedra de Derecho Natural y de Gentes de los Reales Estudios de San Isidro (17701794)», en Estudios de derecho constitucional y de ciencia política: homenaje al profesor Rodrigo Fernández-Carvajal, Universidad de Murcia, pp. 1187-1206. — (1998): «Disciplinas académicas y profesionalización docente: los Reales Estudios de San Isidro (1770-1808)», en J. L. Guereña y E.-M. Fell (eds.), L’Université en Espagne et en Amérique Latine du Moyen-Age à nos jours. II. Enjeux. Contenus. Images, Tours, CIREMIA, Université de Tours, pp. 303-323. Zozaya Montes, María (2012): «Estudiando al profesor: el caso de Sandalio de Pereda, catedrático del Instituto San Isidro de Madrid», en L. Lopez-Ocón, S. Aragón y M. Pedrazuela (eds.), Aulas con memoria: Ciencia, educación y patrimonio en los institutos históricos de Madrid (1837-1936), Madrid, CEIMES, pp. 189-209.
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Directores del Instituto de San Isidro de Madrid (1845-2014)
Valle, Eusebio María del (1845-1847). Catedrático de Economía política. Decano de la Facultad de Filosofía y Letras. Cesó por cambio legislativo. Díaz de Baeza, Juan (1847-1858). Catedrático de Psicología, Lógica y Ética. Cesó por fallecimiento. Corte y Ruano Calderón, Juan Antonio de la (1858-1869). Catedrático de Psicología, Lógica y Filosofía Moral. Cesó por orden del Ministro. Vallespinosa y Bustos, Francisco (1869-1870). Catedrático de Matemáticas. Cesó por fallecimiento. Pereda y Martínez, Sandalio de (1870-1886). Catedrático de Historia Natural. Cesó por fallecimiento. Ceruelo y Obispo, José (1886-1903). Catedrático de Matemáticas. Cesó por fallecimiento. Zabala y Urdániz, Manuel (1903-1922). Catedrático de Geografía e Historia. Cesó por jubilación. Aguayo y Millán, Miguel (1922-1931). Catedrático de Matemáticas. Cesó por Orden de la República. Rioja Lo-Bianco, Enrique (1931-1935 y 1936-1937). Catedrático de Historia Natural, Fisiología e Higiene. Cesó para dirigir el Instituto para Obreros de Valencia. Barrigón González, Enrique (1935-1936). Catedrático de Lengua Latina. Cesó por Orden de la República. Doporto Marchori, Luis (1937). Auxiliar de Letras. Cesó al ser nombrado cónsul en Sao Paulo. Puig Tomás, Juan (1938-1939). Auxiliar de Ciencias. Cesó al finalizar la guerra civil. Rogerio Sánchez García, José (1939-1949). Catedrático de Lengua y Literatura española. Cesó por fallecimiento. Berasaín Erro, José (1949-1954). Catedrático de Física y Química. Cesó por fallecimiento. Tamayo y Rubio, Juan (1954-1960). Catedrático de Lengua y Literatura española. Cesó por finalización del mandato. González Laso, Antonio (1960-1968). Catedrático de Griego. Cesó por fallecimiento. Crespí Jaume, Andrés (1968-1968). Catedrático de Dibujo. Cesó por finalización de su nombramiento accidental. Mulas Sánchez, Joaquín (1969-1979). Catedrático de Ciencias Naturales. Cesó al finalizar el mandato. Avilés Arroyo, Enrique (1979-1985). Catedrático de Lengua y Literatura española. Cesó por finalización de mandato.
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directores del instituto
Romero Vera, Antonio (1985-1989). Catedrático de Lengua y Literatura española. Cesó por finalización del mandato. Abad Pascual, Juan José (1989-1990). Catedrático de Filosofía. Cesó por dimisión. Fernández Burgueño, Vicente José (1990-1991) y (1992-1995). Catedrático de Biología y Geología. Cesó por finalización del mandato. González Lodeiro, Carmen (1991-1992). Catedrática de Biología y Geología. Cesó por finalización de su nombramiento accidental. Píñar Gallardo, Isabel (1995-). Catedrática de Física y Química. Actual directora.
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Denominaciones del Instituto de San Isidro (1560-1835-2014) 1
• Casa y Colegio de la Compañía de Jesús (1560-1602) • Colegio Imperial (1606-1635, 1816-1820 y 1823-1834) • Reales Estudios del Colegio Imperial (1625-1767) • Reales Estudios de San Isidro (1770-1816, 1820-1823 y 1835-1837) • Estudios Nacionales de San Isidro (1837-1845) • Instituto de Primera Clase de San Isidro (1845-1868) • Instituto de San Isidro (1868-1903) • Instituto General y Técnico de San Isidro (1903-1924) • Instituto Nacional de Segunda Enseñanza de San Isidro (1924-1930) y (1931-1940) • Liceo de San Isidro (1930-1931) • Instituto Nacional de Enseñanza Media de San Isidro (1940-1970) • Instituto Nacional de Bachillerato de San Isidro (1970-1985) • Instituto de Bachillerato de San Isidro (1985-1991) • Instituto de Educación Secundaria San Isidro (1991-2014)
Aunque oficialmente el Instituto de San Isidro adquiere la denominación de Instituto en 1845, creemos que desde 1835, cuando se suprime una vez más la Compañía de Jesús, pero en esta ocasión perdiendo definitivamente la titularidad del edificio donde se encontraba el Colegio Imperial y sus posteriores secuelas, el centro que resulta de este hecho es ya, en esencia, nuestro actual Instituto, como de hecho también lo fue de 1770 a 1816 y de 1820 a 1823. Por otra parte, es muy difícil aquilatar el nombre oficial del Instituto con total exactitud. La relación que aquí se presenta no quiere obviar que en determinados momentos el centro, incluso en instancias oficiales, recibe dos o más nombres diferentes. No obstante, puede ser utilizada como referencia a la hora de situarlo en el contexto de las diferentes etapas que enmarcan su existencia. 1
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Leonor González de la Lastra Vicente J. Fernández Burgueño (eds.)
SAB ER Y PATR I MO N I O. AP U N TES PAR A U N A HI STO R I A
Leonor González de la Lastra Vicente J. Fernández Burgueño (eds.)
ISBN 978-84-00-09776-9
Fundación de Apoyo al Museo Nacional de Ciencia y Tecnología
EL INSTITUTO DE SAN ISIDRO
EL INSTITUTO DE SAN ISIDRO
El Instituto San Isidro ha sido un centro emblemático desde que a finales del siglo XVI se fundaran los estudios que constituyen su origen. La obra que tienen en sus manos no solo aporta novedosas contribuciones al conocimiento del acontecer de esta institución en siglos pasados, sino que lo hace desde nuevos enfoques. En sus páginas se analizan algunas de las vicisitudes y personajes de su historia, situando los acontecimientos en su contexto histórico, cultural y social para dar un nuevo significado a las decisiones tomadas por sus protagonistas. Se relatan aspectos poco conocidos de este centro educativo como, por citar algunos, su actividad durante la guerra civil, su participación en Exposiciones Universales y en los movimientos de renovación pedagógica, la presencia de las primeras mujeres en sus aulas, la adquisición para sus gabinetes de las últimas novedades tecnológicas y pedagógicas o la instalación en sus dependencias de un observatorio astronómico. Todos ellos reflejan los esfuerzos realizados desde esta institución tanto para alcanzar y mantener una posición privilegiada en el seno de la comunidad educativa madrileña y española, como para situarse a la altura de otros establecimientos educativos europeos. Causa y consecuencia de estas acciones fue la atracción que ejerció para destacados docentes a lo largo de su historia, atracción que podemos sentir viva a lo largo de estas páginas.
9 788400 097769
CSIC
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS