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Spanish; Castilian Pages [262] Year 2000
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El impacto de las religiones indígenas americanas en la teología misionera
del S. XVI Francisco Javier Gómez Diez
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EL
IMPACTO
INDÍGENAS TEOLOGÍA
DE
LAS
RELIGIONES
AMERICANAS MISIONERA
FRANCISCO
IAVIER
Desclée
De
GÓMEZ
Brouwer
DEL
DIEZ
EN
LA
S.XVI
© Francisco Javier Gómez Diez, 2000 © Desclée De Brouwer, S.A., 2000 Henao, 6 - 48009 Bilbao www.desclee.com [email protected]
Diseño de colección: EGO Comunicación
Printed in Spain ISBN: 84-330-1473-0 Despósito Legal: BI-0140-00 Impresión: RGM, S.A. - Bilbao
A la memoria de Justo Gómez Ysabel, mi padre.
Para María
INTRODUCCIÓN
El Descubrimiento supuso el súbito encuentro de una realidad con la que ni la Antigüedad clásica ni la Cristiandad habían contado. África y el lejano Oriente habían proporcionado noticias exóticas, pero ahora se manifestaba un Mundo totalmente nuevo, que forzó la mutación de las ideas sobre la naturaleza más profunda y repentina de todas las producidas hasta entonces. Infinidad de imágenes heredadas debieron abandonarse y, al tiempo que se entraba en contacto con pueblos y civilizaciones ajenos a la predicación de la Iglesia, fue obligado reconocer en ellos un importante desarrollo cultural e infinidad de virtudes políticas y morales. En un mundo donde el pasado había sido norma de autoridad, costó asumir esta novedad, que destaca, aún más significativamente, sobre los rebuscados argumentos que intentan encontrarla reflejada en las Escrituras. Al pensamiento
religioso católico se le plantearon tres cuestiones: un desafío total de la experiencia a la sabiduría clásica y medieval; la necesidad de sostener, en contra de lo que podía parecer más lógico, la unidad del género humano y el problema, aún mayor, que se establece en torno a la redención y la justicia de Dios. Con el Descubrimiento toda la sabiduría clásica y medieval se ve desafiada por la experiencia. Al constatar que eran múltiples las cosas que durante siglos se habían ignorado, y ante la carencia de un modelo a seguir, la razón y la experiencia se convertirán en criterios científicos. La experiencia se constituye en una fuente de conocimiento, a la que progresivamente se concede la primacía como base y principio de la ciencia natural. La aparición de estas grandes novedades fuerza a aclarar sus causas y razones. El principal representante de este
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El primer gran desafío es el del origen del hombre americano. No cabe reducir el problema a un mero análisis textual de la Biblia. El rechazo de las tradiciones contenidas en las historias de Adán y Noé no es lo esencial. Lo grave son las consecuencias desastrosas que traería negar la unidad e identidad de la especie humana. Detrás está el problema de la racionalidad, la libertad y la salvación. Así, la preocupación por la integración ecuménica no gira únicamente en torno a un origen adámico común. Se encuentra también en la preocupación permanente por la historia natural de las Indias, en el interés por vincular la historia prehispánica a la Biblia y en la necesidad de que todo se haga presente en ella. La existencia de los antípodas, en la medida en que contradecía la unidad del género humano y la sentencia paulina: A toda la tierra ha llegado la voz de los mensajeros y hasta los confines del mundo sus palabras (Rom. 10,18); era inaceptable para el cristianismo, debido a las grandes dimensiones del Océano y, por lo tanto, la imposibilidad de que hubiera sido cruzado. Pero, América exige demostrar que de alguna forma lo ha sido.
esfuerzo es José de Acosta. N o se trata,
para él, de lo que pudo hacer Dios, sino .de lo que es conforme a razón y al orden y estilo de las cosas humanas. Las respuestas que son^conformes a este orden -establecido por Dios- pueden aceptarse, por lo menos como hipótesis, mientras no las invalide razón o experiencia en contrario. Acosta, al tiempo que prefiere dejar de lado sutilezas filosóficas y centrarse en la observación de los fenómenos físicos, manifiesta un claro interés por establecer la identidad entre el Viejo y el Nuevo Mundo. La apertura a asumir los frutos de nuevas experiencias, conduce a afirmar que aún están por descubrirse muchas cosas, pero, al mismo tiempo, abre un grave problema: ¿y si la experiencia nos enfrenta a la Escritura? Basta saber -responderá Acosta- que en las Escrituras, no hemos de seguir la letra que mata, sino el espíritu que da vida. En conclusión, el desafío de la experiencia genera una respuesta marcada por la apelación al estilo de las cosas humanas, el reconocimiento de las muchas cosas que quedan por descubrir y la apertura a un análisis no literal de la Biblia.
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Esta preocupación por la unidad del género humano, tiene, además, dos implicaciones de sumo interés: una moral, de cara al comportamiento de los españoles, que se refleja en la conocida denuncia de Montesinos, y otra, catequética. Una vez conseguida la atención del infiel, el misionero establece una radical ruptura con el pasado por medio de la introducción del infierno, que pone a los indígenas en una situación emocional dramática, pues se afirma que en ese lugar de tormentos están todos los que han muerto de sus antepasados. La lógica reacción del indígena, de rechazo a esa radical ruptura con sus raíces, se observa cuando proclama su deseo de ir donde están sus padres y defiende la existencia de dos géneros de hombres (indígenas y españoles). En su intento por contrarrestar esta reacción, afirmar la identidad de todos los hombres fue para los misioneros esencial, no sólo frente a los españoles sino también entre los indígenas. La justicia de Dios se vio igualmente desafiada por el Descubrimiento. Los nativos americanos son gentiles que han vivido en una total ignorancia de la fe cristiana. Esta secular ignorancia lleva a
preguntarse ¿por qué han estado tanto tiempo ocultos? Dentro de una concepción providencialista, el punto de partida es afirmar que el Descubrimiento cumple un designio divino, realizado principalmente por medios humanos, cuyo significado gravita exclusivamente en su finalidad religiosa. Desde esta perspectiva, todos los autores manifiestan, perplejos, su incomprensión por el retraso. La primera reacción pasa por aceptar agradecidos los designios del Señor. No hay respuesta: los juicios del Señor son peso y medida, son justos y rectos. No es posible acusar a Dios, pues la salvación es un don gratuito, y, por nuestros méritos nadie merece salvarse. En último término afirman la imposibilidad de desentrañar los juicios de Dios. Este será el punto de partida de todos, en el que buscarán seguridad, mientras se adentran en pos de respuestas complementarias, entre las que destacan: la falsa respuesta de Bartolomé de Las Casas, que, frente al problema de la redención, básico para los restantes autores, insiste en el pecado y el juicio; la respuesta de la teología académica, rechazada por los misioneros ante el temor de que pudiera debilitar la acción
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evangelizadora, y las tres respuestas dadas por la teología misionera, personificables en Sahagún, Torquemada y Acosta. Respuestas que pasan por un análisis previo de las sociedades, el hombre y la religión prehispánica, así como del esfuerzo evangelizador. Bartolomé de las Casas, sobre la experiencia dramática de las Antillas, desarrollará una visión pesimista marcada por la idea de pecado y el temor a la condenación. Si para Las Casas, se ha realizado lo establecido, desde el comienzo de los tiempos, en el momento justo, y el elemento que define la incorporación de América a la corona de Castilla es el fracaso del esfuerzo evangelizador; este fracaso es lo que hay que explicar. Considera a América una tierra rica, habitada por hombres poseedores de cualidades superiores a los de cualquier otro pueblo, que se habrían incorporado a la Iglesia sin dificultad, si se les hubiera predicado el cristianismo de la forma adecuada. España ha incumplido su obligación evangelizadora y, frustradas las esperanzas puestas en la evangelización, el castigo se ha'ce inevitable. Aceptando que sin la fe no hay salvación posible, con independencia de
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las grandes virtudes que se posean, la responsabilidad de los españoles es mucho mayor: en lugar de trabajar por su conversión, han enviado al infierno a miles de paganos. Las Casas admite que Dios no habría permitido el castigo de los indios, si éstos no lo hubieran merecido. Aun así no cabe reducir la responsabilidad del español. Le resulta posible que Dios hubiera permitido esta destrucción y favorecido el Descubrimiento para castigar los pecados de españoles e indios. La teología académica, encabezada por la Escuela de Salamanca, partiendo del acto de fe, la libertad humana y la acción gratuita de Dios como elementos básicos de la salvación, abre ésta a los infieles por medio de insistir en la libertad y en la responsabilidad sobre los propios actos; la idea de que la fe debe ser un asentimiento a Dios, más que un asentimiento a determinados conocimientos, sin rechazar la importancia de éstos; la posibilidad de no concebir la historia de la salvación estructurada en épocas cerradas, con unas condiciones de salvación fijas, y en una idea de Iglesia donde, frente a su aspecto visible, se acentúa su carácter metahistórico
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de comunidad espiritual. La intención no era poner en duda la necesidad de la fe explícita, pero la posibilidad de que se relajase el fervor evangelizador llevó a los misioneros a rechazar estos planteamientos. Defendieron la necesidad de conocer explícitamente a Cristo para salvarse. Conocimiento que sólo es posible por la acción de la predicación o por la infrecuente, pero no descartable, actuación milagrosa de Dios. Pese a las grandes diferencias, tanto para los académicos como para los misioneros no es el desconocimiento de Cristo, sino el pecado idolátrico, que hace imposible este conocimiento, lo que aleja a los indígenas de la salvación. Los misioneros observaron, desde un primer momento, diferencias y semejanzas entre las religiones indígena y cristiana. Al mismo tiempo, la imagen que tenía de la propia religión dificultó la valoración de la ajena y generó no pocos problemas de entendimiento, que complicaron los esfuerzos evangelizadores. Aun así, percibieron, desde el principio, grandes aptitudes en el indio para recibir la fe cristiana, y no faltaron nunca los elogios a la profunda religiosidad del indígena prehispánico.
La preocupación central en lo referente a las religiones prehispánicas es la persistencia de los antiguos cultos, que explica el gran interés demostrado en el estudio de la idolatría. Al analizar la idolatría indígena se la compara con la grecorromana y se afirma que toda idolatría se origina en el engaño del demonio a los hombres. Rechazan quitar por la fuerza los ídolos, y consideran que se debe comenzar enseñando con suavidad a los jefes naturales de los indios la inconsistencia de sus dioses. Pero, no todo se reduce a una imagen negativa de la religión indígena. Por lo menos podrían destacarse otros tres rasgos: Su carácter demoniaco, establecido a partir del papel que se concede al miedo, la crueldad de su culto y el gran número de hechicerías y agüeros; el valor ejemplar que puede manifestarse en ella y las semejanzas que tiene con otras religiones Para los misioneros, que en su mayoría tuvieron una opinión favorable de los indios, si bien teñida de etnocentrismo, el indígena americano puede convertirse en un ejemplo para los españoles, en parte porque son las cosas humanas entre sí muy semejantes, y de
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le permite afirmar, considerando las grandes dificultades que hay en la predicación del Evangelio, debido a la poca constancia del indígena, el papel de España como garante de la evangelización, por lo que Dios, habiendo visto por experiencia la dureza desta gente, ha querido entregarlos a la nación española. Por lo tanto no cabe responsabilizar a Dios del alejamiento, durante mil cuatrocientos años, de estos pueblos de la redención. Torquemada, rechazando la evangelización previa, considera que el retraso de la evangelización se explica por el enojo de Dios ante la idolatría y los otros pecados indígenas. La conquista sería, de este modo, un castigo. Después de éste, Dios derrama sus bendiciones sobre la nueva iglesia. De forma semejante se expresa, entre otros muchos, Motolinía. La posición de Acosta se aleja de todas las anteriores. Considera muy escasas las pruebas de la evangelización previa, y cree que la solución del problema en un lugar, o lugares concretos, no es bastante. Aunque fuese verdad la predicación en algunos lugares, ¿qué decir -se pregunta- de otros pueblos innume-
los sucesos de unos aprenden otros, pero, principalmente, por sus numerosas virtudes. Las semejanzas entre las religiones bíblicas y las indígenas fue lo que más sorprendió a los misioneros. Observaron, por una parte, mitos de corte bíblico, que tendieron a interpretar como recuerdos de un pasado común, que, esencialmente, tienen el valor de incorporar al indígena americano al conjunto de la humanidad. Las prácticas sacramentales indígenas las consideraron el fruto de la envidia y soberbia del demonio, que desea imitar a Dios. Por último, algunos símbolos e ideas semejantes a los cristianos les llevaron a defender la posible existencia, antes del Descubrimiento, de una evangelización frustrada. La existencia de esta evangelización, permite a algunos autores, entre los cuales el más destacado es Sahagún, presentar otra respuesta al problema de la justicia de Dios. Paréceme -escribeque pudo ser muy bien que fueron predicados por algún tiempo; pero que muertos los predicadores, perdieron del todo la fe que les fue predicada, y se volvieron a sus idolatrías. Esta suposición
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rabies, cuyo rostro todavía no se conoce, México (Motolinía) y la crisis de la sepero de cuya existencia nos consta con gunda mitad del siglo XVI (Sahagún), el absoluta certeza? Apelar a unos cuancambio de siglo nos pone en contacto tos datos, más o menos discutibles, le con reflexiones más serenas y equilibraparece insuficiente para dar por resueldas, propias de una sociedad que se to el problema. Buscará otra respuesta a consolida. El principal representante de partir de la capacidad de perfeccionaesta posición es Acosta, si bien existen miento del indígena, al que no consideotros testimonios semejantes. ra débil por naturaleza ni necesitado de Acosta, al analizar el éxito de la una protección permanente, y de los evangelización, estructura su argumenfrutos conseguidos por la evangelizatación en tres direcciones: la obra evanción, que, al contrario que Sahagún, no gelizadora ha sido siempre muy difícil y cree escasos. carente de frutos inmediatos; no se pueden minusvalorar los frutos no cuantifiLa caracterización del hombre amecables y, además, es posible hablar de un ricano y de su religión lleva a incidir en éxito importante, que consiste, no en dos hechos de sumo interés: la receptihaber alcanzado la conversión perfecta, vidad del indígena americano ante el sino en hallarse en camino. La escasez Evangelio y el carácter que la aceptade la mies la achaca más a la falta de ción de éste tiene de redención espirioperarios que a la esterilidad de la tierra. tual e, indirectamente, política. El triunfo de esta acción redentora se ve graveVinculada al éxito de la evangelizamente amenazado tanto por los españoción nace una nueva iglesia y un nuevo les como por los indígenas. Tan grave es tipo de cristiano. Se parte de la apelaesta amenaza que los juicios sobre el ción al símbolo bautismal paulino, pero éxito de la evangelización son muy disse afirma la superioridad de costumbres pares. Si la primera respuesta, dominada y disposición religiosas de los indígenas por el impacto antillano, fue la de un frente a los españoles. La opinión que profundo pesimismo (Las Casas, los misioneros tienen sobre la piedad y Betanzos, etc.); tras el entusiasmo inireligiosidad indígena, es aún más signicial propiciado por la conquista de ficativa considerando la desconfianza
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que sus contemporáneos sienten hacia los conversos y el prestigio que reporta ser cristiano viejo. La insatisfacción ante las respuestas que al problema de la justicia de Dios se han ido dando a lo largo del siglo XVI, empuja a Acosta a desarrollar una filosofía de la historia de América, como una preparación al Evangelio. Apelando a razones adaptadas al modo de las cosas humanas, va a afirmar que al llegar los españoles a América ésta se hallaba en la mejor disposición para convertirse al cristianismo, a causa de la unificación lingüística introducida por los grandes imperios, las divisiones y rivalidades entre los indios, el cansancio indígena ante la tiranía, las sutilezas doctrinales de las religiones idolátricas y el resultado de los preanuncios.
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vaguardar la justicia divina; ofrece una respuesta que permite integrar a América en el conjunto de la historia universal, apreciar las virtudes y valores de su tradición y salvaguardar, con la libertad del hombre, la providencia y la protección de Dios. El retraso del descubrimiejito de las nuevas gentes tiene que explicarse de forma natural, no apelando a una intervención milagrosa o arbitraria de Dios. Dios interviene por medio de las causas segundas, y la Providencia se manifiesta en la confluencia de dos procesos: el desarrollo europeo y la disposición americana para recibir el Evangelio. La obra de Acosta proyectará una influencia poderosa y perdurable en el pensamiento americano posterior. Manteniendo, como tienden a hacer todos los autores de la época, la radical ruptura representada por el cristianismo, presenta a éste como algo que viene a perfeccionar el camino emprendido por los pueblos americanos antes del Descubrimiento.
De este modo, Acosta, rechazando las explicaciones milagrosas, las basadas en argumentos-más que discutibles, como la previa y frustrada evangelización, y la tentación de avivar la condena a los indígenas idólatras, como forma de sal-
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fía antiguamente recibida y platicada [...] La segunda, de tratar los hechos e historia propia de los indios, requería mucho trato y muy intrínseco con los mismos indios, del cual carecieron los más que han escrito de Indias, o por no saber su lengua o por no curar de saber sus antigüedades; así se contentaron con relatar algunas de sus cosas superficiales»1.
C o n el Descubrimiento toda la sabiduría clásica y medieval se ve desafiada. Se constata la existencia de cosas de naturaleza que salen de la Filosofía antiguamente recibida y platicada y, por tanto, se plantea la necesidad de aclarar las causas y razones de estas novedades. José de Acosta expone, en el proemio de su Historia, la doble problemática que nos interesa: la novedad americana y el valor de la experiencia.
Es altamente significativo que Acosta no pretenda escribir un tratado exhaustivo, sino únicamente lo que él ha observado, le han comunicado personas
«Del Nuevo Mundo e Indias Occidentales han escrito muchos autores diversos libros [...] mas hasta agora no he visto autor que trate de declarar las causas y la razón de tales novedades [...] ni tampoco he topado libro cuyo argumento sea los hechos e historia de los mismos indios antiguos y naturales habitadores del Nuevo Orbe. A la verdad ambas cosas tienen dificultad no pequeña. La primera, por ser cosas de naturaleza que salen de la filosoI.José de ACOSTA, sj., Historia Natural y Moral
dignas de fe y constituye novedad
en
Europa. Que, con referencia a América, la Antigüedad no proporcionaba un m o delo a seguir es una idea común a la mayoría de los cronistas americanos. En el prólogo a su segundo libro, escribe
Sahagún: las Indias (1590), México, 1940, proemio.
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«Todos los escriptores trabaxan de autorizar sus escripturas lo mejor que pueden, unos con testigos fidedignos, otros con jarros escriptores que ante dellos han escripto, los testimonios de los cuales son habidos por ciertos; otros con testimonio de la Sagrada Escriptura. A mi me han faltado todos estos fundamentos para autorizar lo que en estos doce libros tengo escripto, y no hallo otro fundamento para autorizarlo sino poner aquí la relación de la diligentia que hice para saber la verdad de todo lo que en estos libros he escripto». Había, pues, que construir la ciencia de las cosas naturales de América. Llevar a cabo una tarea paralela a la que los antiguos realizaron con el mundo por ellos conocido. Y como el nuevo mundo era más variado, rico y extraño que el viejo, los escritores capaces de alcanzar noticia de sus riquezas podían sentirse no sólo émulos, sino superiores a quienes habían escrito en otras épocas2. Son muchas las referencias que se
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encuentran en torno a la superioridad que, por causa del Descubrimiento, ha logrado el tiempo presente sobre cualquier otro pasado. Oviedo 3 , Gomara y Acosta son los que ofrecen, a este respecto, los análisis más completos. Acosta, desafiando cualquier imagen del pasado como tiempo más feliz y glorioso, llega a escribir, en torno a la evangelización: «¿Por qué piensas que los tiempos pasados fueron mejores? Eso, indudablemente, no lo piensa un sabio. Porque si nos hubiese tocado vivir esos tiempos antiguos, no hubiéramos podido aguantar tanta dureza» 4 . Esta imagen del pasado implicó la paulatina superación del principio de autoridad como criterio científico. Superación que, con mayores titubeos y reticencias, habría de afectar también a la autoridad de la Biblia. La razón y la experiencia se convertirán entonces en criterios científicos.
2. MARAVALL, Antiguos y modernos, ob. cit., p. 442. 3. Gonzalo FERNÁNDEZ DE OVIEDO no se limitó a proclamar la superioridad de las conquistas modernas sobre las hazañas de la antigüedad: también declaró que los viajes y descubrimientos contemporáneos habían hecho caducar la geografía y la cultura clásicas, señalando que «los antiguos escritores ignoraron la mayor parte del mundo y fue mucho más lo que no supieron que lo que escribieron». Además, insistió en la ventaja de la experiencia práctica y la observación sobre el conocimiento libresco (Historia General y natural de las Indias, BAE, t. 117, Madrid, 1959,1, 39, y II, 325). 4. José de ACOSTA, sj., Procurando indorum salute (1588), Madrid, 1984 y 1987,1,4.
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O'Gorman 5 , al presentar la compleja postura intelectual de Acosta, le ha considerado un «pensador de las avanzadas de la Contrarreforma española, empeñado, como tantos otros ilustres contemporáneos suyos y hermanos de religión, en admitir aquellas nuevas tendencias hasta donde lo permitieran la fe religiosa y la imagen del mundo fundada en sus dogmas», y ha destacado en él, un aristotelismo no servil, sometido a la experiencia y a la observación personal6; un eclecticismo que le permitió mantenerse en buena parte al margen del imperialismo intelectual que aún ejercían en todos los campos de la cultura la autoridad de las Sagradas Letras y de los Padres de la Iglesia, y un anhelo de renovación cultural.
E X P E R I E N C I A
La argumentación de Acosta parte de constatar la ignorancia que los antiguos tenían de muchas cosas que a él y a sus contemporáneos les resultan claras por haberlas experimentado. Los antiguos -tanto los filósofos paganos como la tradición cristiana antigua y medieval-, o la inmensa mayoría de ellos, se equivocaron al imaginar el universo, al negar la existencia de las tierras antípodas y, de aceptar la existencia de éstas, al negar que estuviesen habitadas. Escribe: «Estuvieron tan lejos los antiguos de pensar que hubiese gentes en este Nuevo Mundo, que muchos de ellos no quisieron creer que había tierra de esta parte, y lo que es más de maravillar, no faltó quien también negase haber acá este cielo que vemos». Aunque
5. Edmundo O ' G O R M A N " p r ó l o g o " , a ACOSTA, Historia natural...,
p. xxiv-xxv.
6. Aun así, formado en el aristotelismo escolástico, trata de completar este edificio incorporándole nuevos hallazgos, que le llevan a revisar una parte de los cimientos de la construcción antigua. N o parece conocer el novedoso sistema de Copérnico, y en la estructura material del mundo sigue superponiendo los elementos en el orden en que fueron concebidos por Empédocles y Aristóteles. O ' G O R M A N , " p r ó l o g o " , ob. cit., p. X X X V I . Enrique ÁLVAREZ LÓPEZ, "La filosofía natural en el P. José de Acosta", Revista de Indias, IV (1943), p. 312-13. En el mismo sentido se expresa Barbara G. BEDDALL, "El P.José de Acosta y la posición de su Historia Natural y moral de las Indias en la historia de la ciencia", introducción a J. de ACOSTA, Historia Natural y moral de las Indias, Valencia, 1977, que afirma: «de todas las autoridades consultadas por Acosta Aristóteles fue, sin duda, el que más le influyó», e incorpora algunos ejemplos de esta influencia: el m é t o d o para explicar la importancia de las lluvias en la Zona T ó r r i d a o el fenómeno de los volcanes (pp. 32, 54 y 76).
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la mayoría de los viejos filósofos creyeron que el cielo era redondo, «algunos y no pocos ni de los de menos autoridad entre los sagrados Doctores, tuvieron diferente opinión, imaginando la fábrica de este mundo a manera de una ca-
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periencia y la razón vienen a refrenar a la imaginación, atributo también necesario en la búsqueda de la verdad: «Cierto es cosa maravillosa considerar que al entendimiento humano por una parte no le sea posible percibir y alcanzar la verdad, sin usar de imaginaciones, y por otra tampoco le
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sea posible dejar de errar si del todo se va tras
Es decir, la experiencia se ha constituido en una fuente de conocimiento, a la que el descubrimiento del Nuevo Mundo progresivamente concede la primacía como base y principio de la ciencia natural. Además, su importancia no se limita a las cosas naturales8. La ex-
la imaginación. N o podemos entender que el cielo es redondo, como lo es, y que la tierra está en medio, sino imaginándolo. Mas si a esta misma imaginación no la corrige y reforma la razón, sino que se deja el entendimiento llevar de ella, forzoso hemos de ser engañados y errar».
7.ACOSTA, Historia natural..., I, I. Cfr. Fray Juan de TORQUEMADA, ofm., Monarquía Indiana, México, 1986,1, 3, 4 y 5, y Fray Bernardino de SAHAGÚN, ofm., Coloquios y doctrina cristiana con que los doce frailes franciscanos enviados por el papa Adriano VI y el emperador Carlos V convirtieron a los indios de la Nueva España en lengua mexicana y española (1564), prólogo. 8. «La experiencia ha enseñado abundantemente que la naturaleza de los bárbaros es completamente servil»; «...la experiencia, maestra muy segura, demuestra de sobra que no podemos nosotros ni debemos descargar toda nuestra solicitud y cuidado en la ayuda de los indígenas (criollos u mestizos) ni es conveniente confiar tan gran empresa a hombres que son expertos en el idioma, pero cuyas costumbres no son tan a propósito», ACOSTA, Procurando..., I, 7, y IV, 8. Es significativo el alto número de autores que invocan como argumento su propia experiencia, por ejemplo, sin salimos de los religiosos, encontraríamos a Bartolomé ÁLVAREZ, De las costumbres y conversión de los indios del Perú. Memorial a Felipe II (IS88), Madrid, 1998, cap. 369, a Agustín DÁVILA PADILLA, op., Historia de la fundación y discurso de la provincia de Santiago de México de la Orden de Predicadores (1625), México, 1955, I, 24, y, entre los laicos, destacaría por encima de todos Bernal Díaz del Castillo. Es una postura dominante también en el mundo europeo. En oposición al saber teórico, Sta.Teresa, significativamente, comienza el Camino de perfección proclamando su intención de no decir cosa que no tenga por experiencia. Aun así, no todos tienen de la experiencia un concepto preciso, y, por lo general, la identifican con el saber que nace de la vivencia personales. Pocos, como Acosta, ven en ella el fundamento del saber.
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La imaginación resulta, en cierto grado, engañosa y peligrosa, porque tiende a crear del cosmos, del mundo y de Dios una imagen antropocéntrica.
EXPERIENCIA
Termina, recordando las Confesiones agustinianas: «veremos que nuestra imaginación cuando se trata de la creación del mundo, anda a buscar tiempo antes de crearse el mundo, y para fabricarse el mundo también señala lugar y no acaba de ver que se pudiese de otra suerte el mundo hacer, siendo verdad que la razón claramente nos muestra que ni hubo tiempo antes de haber movimiento, cuya medida es el tiempo, ni hubo lugar alguno antes del mismo universo, que encierra todo lugar». La imaginación es así corregida por la razón, pero, al tiempo, ésta lo es por la experiencia, que sirve para poner de manifiesto la limitación de nuestro entendimiento. Así, aun cuando la lógica antigua acertó a deducir cosas, la experiencia nos permite corregirlas. «Cuál sea el gesto y manera de este cielo que está a la banda del Sur, pregúntanlo muchos en Europa, porqué en los antiguos no pueden leer cosa cierta, porque aunque concluyen eficazmente que hay cielo de esta parte del mundo; pero qué talle y hechura tenga, no lo pudieron ellos alcanzar»9; y si algunos antiguos acertaron en sus con-
«Así que si a nuestra imaginación preguntamos qué le parece la redondez del cielo, cierto no nos dirá otra cosa sino lo que dijo Lactancio. [...] Mas si se consulta la fuerza de la razón, hará poco caso de todas estas pinturas vanas, y no escuchará a la imaginación más que a una vieja loca; y con aquella su entereza y gravedad responderá que es engaño grande fabricar en nuestra imaginación a todo el mundo a manera de una casa, en la cual está debajo de su cimiento .a tierra y encima de su cimiento está el cielo; y dirá también que como en los animales siempre .a cabeza es lo más alto y supremo del animal, aunque no todos los animales tengan la cabeza de una misma manera, sino unos puesta hacia arriba, como los hombres, otros atravesada, como los ganados, otros en medio como el pulpo y la araña, así también el cielo doquiera que es:é, está arriba, y la tierra ni más ni menos, doquiera que esté, está debajo. Porque siendo así que nuestra imaginación está asida a tiempo y ^ugar, y el mismo tiempo y lugar no lo percibe umversalmente, sino particularizado, de allí le viene que cuando la levantan a considerar cosas que exceden y sobrepujan tiempo y lugar conocido, luego se caen y si la razón no la susten:a y levanta, no puede un punto tenerse en pie»
9. ACOSTA, Historia natural..., I, S.
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que era razón concluyente y matemática, porque veamos cuan flaco es nuestro entendimiento para alcanzar aún estas cosas naturales. Mas ya podemos decir que a la buena dicha de nuestros siglos le cupo alcanzar aquellas dos grandes maravillas; es a saber: navegarse el mar Océano con gran facilidad y gozar los hombres en la Tórridazona de lindísimo temple, cosas que nunca los antiguos se pudieron persuadir»13. La experiencia nos lleva a rechazar cosas que teníamos por lógicas e indiscutible y, por lo tanto, nos fuerza a buscar nuevas respuestas no menos razonables; «... es muy natural cuando por experiencia se averigua alguna cosa, que era fuera de nuestra opinión querer luego inquirir y saber la causa de tal secreto»14. En sus deducciones Acosta recurre a la lógica, a la experiencia y a la autori-
cepciones, en términos generales, la experiencia de lo que los antiguos nunca vieron10 nos ha puesto en contacto con nuevas realidades que debemos explicar, y debemos explicarlo con argumentos de razón que se adapten a la experiencia. Esta razón, fundada en la experiencia, nunca precediéndola ni estableciendo apriorísticamente el valor de los hechos, está lejos de la argumentación esencialmente formal y rígida del mundo escolástico aristotélico11. Sus observaciones no implican desprecio alguno contra la sabiduría clásica y sus filósofos, cuyas explicaciones no son, en modo alguno absurdas12. Si la experiencia no nos hubiera desengañado, parecerían indiscutibles. N o hay desprecio alguno, pero si una clara intención moral: «si la misma experiencia, por vista de los ojos, no nos hubiera desengañado, hoy día dijéramos todos
10. P. ej., el viaje alrededor del mundo: «¡Quién dirá que la nao Victoria, digna cierto de perpetua memoria, no ganó la victoria y triunfo de la redondez del mundo, y no menos de aquel tan vano vacío y caos infinito que ponían los otros filósofos debajo de la tierra, pues dio vuelta al mundo y rodeó la inmensidad del gran Océano?».ACOSTA, Historia natural..., I, 2. I I.ÁLVAREZ LÓPEZ,"La filosofía natural...", ob. cit., p. 310. 12. Fermín DEL PINO ha señalado la admiración del jesuíta por los clásicos ("Culturas clásicas y americanas en la obra del P. Acosta", en América y la España del siglo XVI, Madrid, 1982, pp. 341 y ss.). 13.ACOSTA, Historia natural..., I, 9 y 10. I4.ACOSTA, Historia natural..., II, 6.
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dad de la Biblia, de los Padres y de Aristóteles. Al tiempo, sus respuestas están definidas por unos rasgos esenciales, entre los cuales, sin duda alguna, destaca por su importancia la insistencia en el hecho de que no se trata, como escribe en torno al origen del hombre americano, de lo que pudo hacer Dios, sino de lo que es conforme a razón y al orden y estilo de las cosas humanas^. El mundo -obra de un Logos- está sujeto a una ley que nos es asequible y, por lo tanto, en contra de la posición de Oviedo16, hay que negar la existencia de monstruos y seres contradictorios y, de forma paralela, el recurso a las explicaciones milagrosas. En un segundo lugar, si el recurso a la autoridad de los clásicos no es en Acosta ni despreciable ni un artificio erudito, los problemas nuevos fuerzan a buscar nuevos caminos, guiados por la razón: «pues me faltan testigos a quien seguir, dejarme he de ir por el hilo de la razón, aunque sea delgado, hasta que
EXPERIENCIA
del todo se me desaparezca de los ojos»17. De tal forma que, mientras las respuestas sean conformes al orden de la naturaleza, al orden del gobierno que Dios tiene puesto, pueden aceptarse, por lo menos como hipótesis, mientras no las invalide razón o experiencia en contrario18. Del mismo modo que constata los vacíos del mundo antiguo, está permanentemente abierto a la posibilidad de que nuevas experiencias anulen sus afirmaciones. Considera, por ejemplo, que, aunque no existe indicio alguno de semejante cosa, no hay, en principio, razones para negar que los antiguos cruzaran el océano, porque «ninguna repugnancia hay en pensar que antiguamente acaeció lo que agora acaece»19. El tercer rasgo a destacar se relaciona con las ocasiones en las que Acosta prefiere dejar de lado sutilezas filosóficas, como «que al cuerpo más perfecto (cual es el cielo) se le debe la más perfecta figura, que sin duda es la redonda», para centrarse en la observación de
I5.ACOSTA, Historia natural..., I, 16. I6.ÁLVAREZ LÓPEZ,"La filosofía natural...", ob. cit. , p. 309. I7.ACOSTA, Historia natural..., I, 16. I8.ACOSTA, Historia natural.... I, 20. 19.ACOSTA, Historia natural.... I, 16.
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Viejo Mundo: si bien se mira, repite en múltiples ocasiones, esto no es caso propio de Indias, sino general de otras muchas regiones21. En relación con su apertura a asumir los frutos de nuevas experiencias23, surge un hecho de capital importancia: Los grandes descubrimientos que se han hecho en esta época permiten afirmar que aún están por descubrirse muchas cosas. Para esta afirmación busca el apoyo tanto del Evangelio24 como de la misma experiencia descubridora:
los fenómenos físicos, que, por ejemplo, fuerzan al que dice que el cielo no es redondo, sino como un plato que cubre la tierra, a confesarse incapaz de explicar «la diferencia que vemos de los días y las noches que en unas regiones del mundo son luengos y breves a sus tiempos y en otras son perpetuamente iguales»20. Un cuarto rasgo importante es su permanente rechazo a argumentar por medio del recurso a la autoridad de los mitos clásicos, que desafían la lógica más elemental, y sus dudas en torno a los argumentos filológicos, que siempre le resultan débiles21. Por último hay que indicar el interés de Acosta por establecer la identidad de los fenómenos americanos y los del
«Mas lo que digo y afirmo es que en lo que hasta agora está descubierto, ninguna tierra dista por línea recta de la tierra firme o islas que le caen más cerca, sino a lo sumo mil leguas, y que así entre tierra y tierra nunca corre mayor espacio de mar, tomándolo por la parte
20.ACOSTA, Historia natural...,
I, 2.
2 1 . ACOSTA, Historia natural...,
I, I 3 y 22.
22.ACOSTA, Historia natural...,
II, 36. En este sentido ha escrito O ' G O R M A N , "Prólogo", ob. cit., p. X L -
VI: «El supuesto básico de su obra consiste en afirmar que la existencia de América no involucra d i cotomía alguna respecto al resto de la realidad en todos sus aspectos y órdenes [...] queda integrada a la Creación como p a r t e constitutiva de la misma». 23. «...aunque tan gran golfo como el mar Océano de Indias, no sé yo que escriba nadie que le pasen aves a vuelo; mas tampoco lo tengo por del t o d o imposible». ACOSTA, Historia natural...,
II, 25.
24. «Pues ya lo que el Salvador con tanto peso nos afirma, que se predicará el Evangelio en t o d o el mundo, y que entonces verán el fin, ciertamente declara que en cuanto dura el mundo hay todavía gentes a quien C r i s t o no esté anunciado. Por tanto, debemos colegir que a los antiguos les quedó gran parte por conocer, y que a nosotros hoy día nos está encubierta no pequeña parte del mundo». ACOSTA, Historia natural...,
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que una tierra está más cercana de otra; porque del fin de Europa y de África y de su costa no distan las Islas Canarias y las de los Azores, con las del Cabo Verde y las demás en aquel paraje, más de trescientas o quinientas leguas a lo sumo, de tierra firme. De las dichas islas, haciendo discurso hacia la India Occidental, apenas hay novecientas leguas hasta llegar a la isla que llaman Dominica y las Vírgenes, y la Beata y las demás [continúa situando islas] [...] Y porque se ha observado y se halla así, que doquiera que hay islas muchas y grandes, se halla no muy lejo's tierra firme, [...] Así que es muy conforme a razón que aun está por descubrir buena parte del mundo, [...] Para el intento que llevamos, bástanos hasta agora saber de cierto que hay tierra de esta parte del Sur, y que es tierra tan grande como toda la 25. ACOSTA, Historia natural...,
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Europa y Asia y aun África, y que en ambos polos del mundo, se hallan mares y tierras abrazados entre sí; en lo cual los antiguos como a quienes faltaba experiencia, pudieron poner duda y hacer contradicción»25. En la misma línea había escrito Fernández de Oviedo: «...el mundo nunca cesará de enseñar novedades a los que vinieran y mucho más en estas Indias que en otras partes» 26 . De todas formas, se le abre un grave problema: ¿y si la experiencia nos enfrenta a la Escritura? N o obstante, este ha sido argumento de muchos, y Acosta, teniéndolo presente, intenta refutarlo. Para hacerlo, recurre en ocasiones a interpretaciones bíblicas no me-
I, 6. Más adelante escribe: «En las otras dos zonas polares, tampoco se
sabe si hay habitación ni si llega allá por la banda del polo A n t a r t i c o o Sur, la tierra que cae pasado el Estrecho de Magallanes, porque lo más alto que se ha conocido de ella es en cincuenta y seis grados, como está arriba dicho.Tampoco se sabe por la banda del polo ártico o N o r t e , adonde llega la tierra que c o r r e sobre el cabo Mendocino y Californias, ni el fin y t é r m i n o de la Florida, ni qué tant o se extiende al Occidente. Poco ha que se ha descubierto gran t i e r r a que llaman el Nuevo México, donde dicen que hay mucha gente y hablan la lengua mexicana. [...] En la misma América, cuyos términos p o r todas partes se saben, no se sabe la mayor parte de ella, que es lo que cae entre el Plrú y Brasil. [...] En efecto es cosa hasta hoy oculta la habitación de la América, excepto los extremos, que son el Pirú y Brasil, y donde viene a angostarse la tierra, que es el río de la Plata, y después Tucumán, dando vuelta a Chile y a los Charcas. [...] podemos bien creer que como se ha descubierto lo de hasta aquí, se descubrirá lo que resta, para que el santo Evangelio sea anunciado en el universo mundo, pues se han ya topado por Oriente y Poniente haciendo círculo perfecto del universo, las dos coronas de Portugal y Castilla, ...» (Historia natural...,
III, 23).
26. Historia natural y general de las Indias, vol. I, p. 217, cit. en MARAVALL, Antiguos y modernos, ob. cit., p.443.
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nos forzadas que las de sus oponentes27. Pero, en general, es otra su argumentación. Su punto de partida es Dios, «que estableció las columnas que sustentan la tierra, dándonos a entender, como bien declara San Ambrosio, que el peso inmenso de toda la tierra le sustentan las manos del divino poder». Rechaza la pretensión de buscar otros cimientos a la tierra. En la tradición del libro de Job -¿Quién echo los cordeles para la fábrica de la tierra?...-, puede afirmar que estando la tierra puesta en medio del ai27. Por ejemplo, en Historia natural...,
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re no se cae ni bambalea porque tiene los seguros fundamentos que le dio Dios para que en sí misma se sustente sin que haya menester otros apoyos28. Rechaza -reinterpretando las versiones exégesis medievales- los argumentos en los que se sostenían visiones erróneas del mundo29; rechaza las interpretaciones antropomórficas, que tienden a medir las obras divinas con las humanas y son cosa de risa y donaire30, y la pretensión de dar interpretaciones demasiado apegadas a la letra31, porque «ni hay pa-
I, 3, cuando intenta refutar la tesis de Procopio Gazeo, contraria
a la redondez del cielo, o cuando en, Historia natural....
I, 9, refuta la creencia clásica de la inhabita-
bilidad de la T ó r r i d a zona apoyándose el profeta Sophonias. 28.ACOSTA, Historia natural...,
I, 3.
29. «Mas volviendo a la figura del cielo, no sé de qué autoridad de la Escritura se haya podido colegir que no sea redondo, y su movimiento circular. Porque llamar San Pablo al cielo un tabernáculo o tienda que puso Dios y no el hombre, no veo que haga al caso, pues aunque nos digan que es tabernáculo puesto p o r Dios, no por eso hemos de entender que a manera de t o l d o cubre p o r una parte solamente la tierra, y que se está allí sin mudarse, como parece lo quisieron entender algunos. [...] N i hay para qué buscar en las semejanzas o parábolas, o alegorías que en t o d o y por t o d o cuadren a lo que se traen, como el bienaventurado Crisóstomo a o t r o propósito lo advierte escogidamente»; ACOSTA, Historia natural..., 30. ACOSTA, Historia natural...,
I, 6.
I, 3 y 4.
3 1 . Por ejemplo, en coincidencia con la mayoría de los teólogos de su época, que hacen oídos sordos a las fantasías de los descubridores (vid. Juan GIL, Mitos y utopias del Descubrimiento, Madrid, 1989,1.1, cap. 8), rechaza la identificación de O f i r con La Española o con el Perú, por la debilidad de los argumentos (si los barcos de Salomón hubieran venido tantas veces quedarían mucho rastros), la incoherencia entre lo narrado y lo factible, las limitaciones del conocimiento antiguo (por ejemplo en lo respecta al arte de navegar) y su rechazo a unos argumentos etimológicos que son " m u y ligerofs] indiciofs] para afirmar cosas tan grandes", etc. ACOSTA, Historia natural...,
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I, 13 y 15.
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ra qué buscar en las semejanzas o parábolas, o alegorías que en todo y por todo cuadren a lo que se traen»32. No rechaza de plano el esfuerzo por encontrar reflejada en la Biblia la experiencia americana. Le «parece cosa muy razonable que de un negocio tan grande como es el descubrimiento y conversión a la Fe de Cristo, del Nuevo Mundo, haya alguna mención en las Sagradas Escrituras»33, pero se inclina por defender que «cuando no se traen indicios ciertos sino conjeturas ligeras», no hay obligación de creer más de lo que a cada uno le parezca34, y por afirmar, interpretando de forma global los textos bíblicos35, que como «el espíritu de profecía lo alcanza todo, se pueden bien acomodar muchas veces a las cosas del Nuevo Orbe»36. Puede, de este modo, concluir: «Basta pues, saber que en las Divinas Escrituras, no hemos de seguir la letra que mata, sino el espíritu que da vida, como dice San Pablo»37.
EXPERIENCIA
Insistiendo en el argumento cosmológico, Acosta aprovecha los errores de los Padres para hacer una lectura moral, de gran importancia en su análisis de las religiones indígenas americanas, y en el de otros muchos autores. Estos errores, dice, no deben, en modo alguno, escandalizar al cristiano. Deben entenderse considerando las preocupaciones de mayor importancia que teman sus autores. «Que se me da a mí -dice San Agustín- que pensemos que el cielo como una bola, encierre en sí la tierra de todas partes, estando ella en medio del mundo como en el fiel, o que digamos que no es así, sino que cubre el cielo a la tierra por una parte solamente». Así, no se ha de ofender nadie por estos errores. Toda la intención de los Padres «fue conocer y servir, y predicar al Creador, y en esto tuvieron grande excelencia». Los que merecen una dura crítica son aquellos que nos han visto en la natura-
32.ACOSTA, Historia natural..., I, 4. 33.ACOSTA, Historia natural..., I, 15. 34.ACOSTA, Historia natural..., I, 13. 35. En la que Ofir y Tarsis, por ejemplo, se reducen a una forma hebrea de hablar de tierras muy apartadas, muy ricas y muy extrañas de las propias.ACOSTA, Historia natural.... I, 14. 36.ACOSTA, Historia natural.... I, 14. 37.ACOSTA, Historia natural..., I, 4.
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se da en torno al origen del hombre americano; no obstante, aquí es donde se situaba el mayor desafío nacido de la experiencia americana, al quedar refutada la tesis agustiniana que, en defensa de la unidad del género humano, negaba la habitación de las antípodas39. En conclusión, el desafío que la experiencia ha significado para el conocimiento genera una respuesta marcada por la apelación al estilo de las cosas humanas, el reconocimiento de las muchas cosas que quedan por descubrir y la apertura a un análisis no literal de la Biblia.
leza el reflejo de su Creador: «... los sabios de este siglo y filósofos vanos, que conociendo y alcanzando el ser y orden de estas criaturas, el curso y movimiento de los cielos, no llegaron los desventurados a conocer al Creador y Hacedor de todo esto; y ocupándose todos en esas hechuras y obras de tanto primor, no subieron con el pensamiento a descubrir al autor soberano, como la Divina Sabiduría lo advierte»38. El desarrollo más completo de esta nueva imagen del conocimiento, que afecta profundamente a la respuesta que se dé al problema de la justicia de Dios,
38.ACOSTA, Historia natural..., I, I. 39.ACOSTA, Historia natural..., I, 8.
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LA U N I D A D DEL GENERO H U M A N O Y EL ORIGEN DEL HOMBRE AMERICANO
El Descubrimiento representó un abierto desafío al dogma de la unidad del género humano, que obligó a plantearse el origen del hombre americano y su condición. En contra de la opinión de Maravall40, hay que afirmar la plena aceptación en la Edad Media de este dogma cristiano. De lo contrario no sería posible entender la búsqueda insistente de argumentos y pruebas para explicar el origen del hombre americano. Búsqueda en la que los teólogos españoles se adelantan a la misma experiencia, como hace claramente Acosta.
No cabe reducir, como parece hacer Beddall41, el problema a un mero análisis textual de la Biblia. El rechazo de las tradiciones contenidas en las historias de Adán y Noé no es lo esencial. Lo grave son las consecuencias desastrosas que podía tener la demostración de los errores antiguos sobre los habitantes de las Antípodas. Explicar la existencia del hombre americano apelando a otra creación divina implicaba destruir la unidad e identidad de la especie humana y, por lo tanto, resultaba una hipótesis inaceptable. No en vano escribe Saha-
40. J. A. MARAVALL, "Utopía y primitivismo en el pensamiento de Las Casas", Utopia y reformismo en la España de los Austria, Madrid, 1982, p. 130-33. 41. "El P.José de Acosta...", ob. cit., p. 44. Hay que pensar, más bien, en el esfuerzo ¡ntegrador que ha estudiado Edmundo O'GORMAN, La invención de América, México, 1977, que le permite concluir un resultado caracterizado por: 1) el mundo dejó de pensarse limitado por el Océano, que actuaba como límite cósmico; 2) América, y toda porción de la tierra que pudiera aparecer en lo sucesivo, quedó incluida dentro de la realidad universal; 3) se afirmó la unidad fundamental del Universo y se asimilaron, en su identidad sustancial, los distintos continentes; 4) esta afirmación se hizo extensiva al hombre americano.
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hecho no conduce, en sí, a dejar a salvo la unidad del género humano. Cabe afirmar algo más. La preocupación por la integración ecuménica no gira únicamente en torno a un origen adámico común. La encontramos, también, en una preocupación permanente por la historia natural de las Indias, en el interés por vincular la historia prehispánica a la Biblia, que se observa en las referencias a las tribus de Israel, a Noé o a Salomón, y en la necesidad de que todo se haga presente en ella43. El brevísimo capítulo cuarto de la obra de Francisco de Ávila es un bello ejemplo. Dice así:
gun: «... es certísimo que estas gentes todas son nuestros hermanos, procedentes del tronco de Adán como nosotros. Son nuestros próximos, a quien somos obligados a amar como a nosotros mismo»42. Detrás está el problema de la racionalidad, la libertad y la salvación. Si bien en el ámbito de las experiencias cotidianas no cabían, más allá de las abiertamente interesadas, muchas elucubraciones sobre la racionalidad del hombre americano, ya, en 1511, sin intención filosófica, sino moral, preguntó Montesinos: ¿éstos no son hombres? ¿No tienen almas racionales? Preguntas que implican una afirmación. Pero, este 42. S A H A G Ú N , Historia general ..., pról.
43. En este sentido quizás sea la obra de T O R Q U E M A D A , Monarquía...,
definida por su interés en afir-
mar la unidad de la historia y del mundo (I, 2, y V i l , pról.), la más significativa. En ella se repiten sistemáticamente las comparaciones entre la historia occidental, los mitos grecolatinos, la Biblia y otras tradiciones del O r i e n t e p r ó x i m o con la historia de la América prehispánica. Se comparan los distintos panteones politeístas (VI, 20 y ss.); las leyes civiles de los distintos pueblos (II. 74); las ciudades de Roma y México, por su origen, fundadas ambas por gentes desarraigadas, su grandeza y el hecho de ser cristianizadas en su m o m e n t o de mayor pujanza (III, 22, y IV, 105); se recurre al valor ejemplificador de las historias de sus reyes (I, 33, 45, 46 y 47), comparados con los de o t r o s pueblos (II, 69), se habla de su justicia (II, 51 y 52), su generosidad para con su pueblo en momentos de necesidad (II, 73), su sabiduría, que en ocasiones les lleva a dudar de sus falsos dioses (II, 56) y a reflexionar sobre la fugacidad de la vida (I, 47), su arte para la política (1,45), etc. Estas comparaciones le ayudan a explicar diversos procesos, como la misma conquista (IV, 22) y a justificar los errores en los que cayeron los indígenas americanos, iguales a los de o t r o s pueblos (IV, 26). Un sentido muy semejante tiene la o b r a de fray Martín de M U R Ú A , O. Merd., Historia general del Perú. Origen y descendencia de los incas (1616), Madrid, 1962.
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«Hubo un tiempo en que el sol se apagó y con su muerte se extendieron las tinieblas durante cinco días. Las peñas, entonces, empezaron a darse golpes unas con otras, y los morteros y las piedras molares comenzaron a aplastar a los hombres y a perseguirles como si fuesen llamas. Ahora bien, nosotros los cristianos creemos que este oscurecimiento fue un recuerdo de las tinieblas que hubo cuando la muerte de Nuestro Señor Jesucristo, y tal vez la cosa pueda ser así»*4.
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hacía creer que cuando más al Mediodía la temperatura iba creciendo 45 . A pesar de estos argumentos, la p o sibilidad de que las antípodas estuvieran habitadas no representaba problema alguno para el mundo antiguo, que no conocía la exigencia de mantener la unidad fundamental del género humano. Por el contrario, para el cristianismo, en la medida en que contradecía esta unidad y el texto de Rom. 10,18, era inaceptable. La hipótesis que aventuró Agustín sobre la posibilidad de que los ángeles hubieran llevado volando a los animales a las islas remotas después del Diluvio, era claramente insatisfactoria, y él mismo negó la existencia de regiones antípodas, aun en el supuesto, para él no comprobado, de la esfericidad de a Tierra, y que estuviesen habitadas en el caso remotísimo de que las hubiera. Opiniones semejantes tuvieron San Gregorio Nazanzeno y San Isidoro, que aceptó la existencia de tierras antípodas, pero deshabitadas 46 .
En la antigüedad fue muy discutido el problema de los antípodas, negando, si bien por motivos muy distintos, su existencia algunos autores clásicos, como Lactancio, y los cristianos. A Lacrando le parecía cosa de risa pensar en gentes que andasen con los pies arriba y la cabeza abajo, que las cosas que aquí asentadas, estuvieran allí colgando o que las plantas crecieran hacia abajo. O t r o argumento que tuvieron los antiguos para creer imposible que los hombres pasaran a ese Nuevo Mundo era el calor de la Tórrida zona, su experiencia les
44. Francisco de ÁVILA, De Priscorum Huaruchiriensium origine et institutis, Madrid, 1942. 45.ACOSTA, Historia natural..., I, 9, que, al tiempo, señala como sobre esto encontramos opinión contraria en la Escritura, «pues de otra suerte no dijera el profeta Sophonias, hablando de la vocación al Evangelio de aquellas gentes, De más allá de los ríos de Etiopía me traerán presentes los hijos de mis esparcidos, que así llama a los apóstoles».
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cogida por Josefo, lo relaciona con el reparto del mundo entre los hijos de Noé; la Introducción a la astrología, de Miguel Scoto, con la adoración de los reyes; el Libro de los números, de San Isidoro, habla de la perfección mística del número tres48. Pese a las alteraciones introducidas por la crisis del XIV, la peste y el humanismo, estas imágenes siguen vigentes al descubrirse América, y la preocupación que esconden late en el conflicto sobre la invención de América49. El desconcierto se observa ya en la pretensión colombina de haber encontrado el Paraíso, pero surge con toda claridad en la Lettera Raríssima de Ves-
Si la preocupación de Agustín es teológica, sus razones son claras. El problema lo constituían las grandes dimensiones del Océano y, por lo tanto, la imposibilidad de que hubiera sido cruzado. Como señala Acosta, en esta idea coincidía toda la Antigüedad, que tendía a situar en Gibraltar su límite47. El imaginario colectivo medieval, en torno a estas ideas y a la afirmación de una división tripartita del mundo (Europa, Asia, África), multiplicó las interpretaciones alegóricas: Raban Maur vio en esta división un símbolo de la Trinidad y la ilustración de ciertos pasajes del evangelio; la tradición judía, re-
46. Ciudad de Dios, XVI, 7 y 9. Etimologías, XVI, v. 17. Cit. por O'GORMAN, La invención..., ob. cit., p. 62. 47.ACOSTA, Historia natural.... I, 8: «Allí fabrican las columnas de Hércules; allí encierran los términos del Imperio Romano; allí pintan los fines del mundo.Y no solamente las letras profanas, mas aun las sagradas también hablan en esa forma, acomodándose a nuestro lenguaje, donde dicen que se publicó el edicto de Augusto César, para que todo el mundo se empadronase, y de Alejandro el Magno, que extendió su Imperio hasta los cabos de la tierra; y en otra parte dicen que el Evangelio ha crecido y hecho fruto en todo el mundo universo, porque por estilo usado, llama la Escritura todo el mundo a la mayor parte del mundo que hasta entonces estaba descubierto y conocido». 48. O'GORMAN, La invención..., ob. cit., p. 149. 49. Nada resuelve la otra alternativa cosmológica recogida por O'GORMAN, La ¡mención..., ob. cit., p. 63:A partir de IV Esdras se afirmaba una proporción de tierra / mar de 6 / I lo que permitía que hubiera antípodas no incomunicados y, por lo tanto, no ajenos a la redención. De acuerdo con esta hipótesis, notoriamente sostenida por Rogerio Bacon, Opus majus, y transmitida a Colón por la Immago mundi de Pedro D'Ailly, el orb/s terrarun seguía concibiéndose como una isla, pero una isla dentro de la cual, dada su extensión, cabían habitantes que fueran antípodas los unos respecto a los otros, pero ya sin la dificultad de tener que suponer distinta procedencia de origen o de colocarlos al margen de la redención, puesto que ya no estaban incomunicados por el océano.
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pucio (7-VII-1503), donde afirma que las tierras halladas son una tierra firme separada por el mar del orbis terrarum. Poco a poco hace su aparición una gigantesca barrera, que atraviesa de norte a sur el espacio que separa los extremos occidental y oriental de la Isla de la Tierra. El problema consiste en determinar qué sentido va a concederse a esta nueva realidad. Por una parte, como señaló O'Gorman, al igualar la Isla de la Tierra y América, se rompe con la idea del océano como barrera y límite y, al tiempo, se refuerza la del hombre como dueño y señor de su destino^. Pero, ahora me interesa el otro problema que este descubrimiento implica. La Cosmograpbiae Introductio de 1507 y el mapamundi de Waldsseemüller que la acompaña, señala, entre otras cosas, que esa nueva cuarta parte es isla, a diferencia de las otras tres partes que son continentes, es decir tierras no separadas por el mar. América aparece como una isla separada por un mar hasta entonces in-
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franqueable. Pero, paradójicamente, está habitada. Acosta plantea abiertamente el problema: parece increíble que los hombres hayan pasado a América atravesando el océano, y si la experiencia no mostrara lo contrario, se afirmaría por lógica que se trata de un continente deshabitado. Pero, la experiencia lleva a rechazar cosas que se tienen por lógicas e indiscutibles y, por lo tanto, fuerza a buscar nuevas respuestas no menos razonables. Por tanto, sabiendo «que no es concluyeme ni verdadera la dicha razón» [la infranqueable barrera que separa a América del resto del mundo], el problema consiste en «declarar en qué modo y por qué vía pudo pasar el linaje de los hombres acá, o cómo vinieron y por dónde a poblar estas Indias»51. El origen de los indios es una preocupación permanente entre los escritores religiosos del siglo XVI, a la que todos, comenzando por Ramón Pane52, dedican su atención.
50. O'GORMAN, La invención..., ob. cit., p. 122-135. 51. ACOSTA, Historia natural..., 1,8. 52. Demuestra su interés cuando manifiesta no haber podido sacar nada en limpio sobre en origen de los indígenas y sobre sus antepasados; Relación de Fray Ramón PANE acerca de las antigüedades de los indios, prólogo y cap. 5, en H. COLÓN, Historia del Almirante don Cristóbal Colón, Madrid, 1932.
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nientos años de la encarnación de nuestro Redemptor esta tierra era poblada»54. Ni Motolinía ni Sahagún pretenden eludir el problema. Por el contrario, ponen de manifiesto que el ya lejano poblamiento de América desafía a una visión optimista de la economía salvífica. Acosta rechaza la extendida opinión de que los indios procedan de los judíos55, porque los argumentos en favor son muy livianos y muchas diferencias entre ambos pueblos permiten dudar de esta procedencia: ningún pueblo indio conoce la escritura, tan característica de los judíos; los indios no se circuncidan; los judíos son muy amigos de conservar su lengua y tradiciones, es muy raro que no quede rastro de ellas en América; no es cierto que los indios en general sean «medrosos y supersticiosos y agudos, y mentirosos»; «la historia de
Motolinía, citando a Aristóteles, se refiere a como los cartagineses navegaron por el estrecho de Gibraltar, hacia el occidente, hallando tierras amenas, deleitosas y muy fértiles, que pudieran ser las isla de San Juan, La Española o Cuba, o, quizás, incluso, alguna parte de Nueva España. Le parece, de todas formas, improbable, y considera más acertado pensar que los indios americanos proceden de «otras extrañas partes» y, según algunos indicios, «del repartimiento y división de los nietos de Noé». Frente a los que les consideran de origen judío o moro, el prefiere creerlos gentiles". Sahagún, por su parte, escribe: «En lo que toca a la antigüedad desta gente, tiénese por averiguado que ha más de dos mil años que habitan en esta tierra que agora se llama la Nueva España, de lo cual resulta que por lo menos qui-
53. Fray Toribio de Benavente, MOTOLINÍA, ofm., Historia de los indios de la Nueva España, epístola proemial. 54. SAHAGÚN, Historia general..., pról. Cfr. con el prólogo al lib. IV. 55. Partidarios del origen judío de los indígenas americanos fueron Bartolomé ÁLVAREZ, Gregorio GARClA O Diego DURAN, op., Historia de los indios de la Nueva España e Indias de la Tierra Firme (1579), México, 1867, cap. I. Crean o no crean en esta procedencia, es claro que ejerció un influjo sobre todos, y, así, se multiplican las referencias a las costumbres judías, sobre todo la circuncisión. Fray Jerónimo de MENDIETA, ofm., Historia eclesiástica indiana (1595), Madrid, 1973, II, 19.
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Hay entre ellos comúnmente gran noticia y mucha plática del Diluvio; pero no se puede bien determinar si el diluvio que éstos refieren, es el universal que cuenta la Divina Escritura, o si fue alguno otro diluvio o inundación particular de las regiones en que ellos mo-
Esdras (si se ha de hacer caso de escrituras apócrifas) más contradice que ayuda su intento, porque allí se dice que las diez tribus huyeron la multitud de gentiles, por guardar sus ceremonias y ley; mas los indios son dados a todas las idolatrías del mundo»56. Rechazar que los indios descendieran de los judíos implicaba, al mismo tiempo, rechazar cualquier concepción milenarista de la experiencia americana, unida a la conversión final del pueblo judío.
ran»-^ Los ejemplos pueden multiplicarse sin esfuerzo. Fray Diego de Landa plantea la posibilidad de que procedan de los judíos e insiste en los contactos con poniente58. Mendieta tampoco es ajeno a esta preocupación. Recoge infinidad de tesis (los indígenas americanos podrían descender de los dispersos por la destrucción de la torre de Babel, de los israelitas huidos en tiempos de Jacob, de los expulsados de la tierra de promisión cuando fue ocupada por los
Del mismo modo, todos los autores manifiestan curiosidad por lo que los indios cuentan acerca de sus orígenes, pese a concederle muy poco valor: «Saber lo que los indios suelen contar de sus principios y origen, no es cosa que importa mucho; pues más parecen sueños los que refieren, que historias. 56. ACOSTA, Historia natural...,
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I, 2 3 . T O R Q U E M A D A , Monarquía...,
I, 9. O t r o s autores hablaron de sus
relaciones con los moros, pero la mayoría descartó esta posibilidad; cfr. RELACIÓN de las costumbres antiguas de los naturales del Perú (1594), en Crónicas peruanas de interés indígena, Madrid, 1968, p. 155 y 166. 57.ACOSTA, Historia natural....
I, 25. Continúa: «Haciendo yo diligencia para entender de ellos, de qué
tierra y de qué gente pasaron a la tierra en que viven, hállelos tan lejos de dar razón de esto que antes tenían por muy llano que ellos habían sido creados desde su primer origen en el mismo Nuevo O r b e , donde habitan, a los cuales desengañamos con nuestra fe, que nos enseña que todos los hombres proceden de un primer hombre». MURÚA, Historia general del Perú..., I, I, manifiesta su desconfianza hacia las historias incas sobre su propio origen. Cfr.TORQUEMADA,Monarquía..., I, I I,y V I , 4 1 . 58. Diego de L A N D A , ofm., Relación de las cosas del Yucatán (1556), México, 1959, Caps. 15 y 42.
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Gregorio García, con su Origen de los indios del Nuevo Mundo (1607), se mantiene en la defensa de las posturas más tradicionales: frente a la experiencia invoca la Biblia y la autoridad de los clásicos; sostiene la posibilidad de la navegación atlántica, e, incluso, afirma que la realizaron los antiguos habitantes de la península ibérica, los romanos, los fenicios y los chinos; considera posible que los animales fueran transportados por ángeles; identifica a América con el Ofir bíblico; acepta la fábula atlántida; insiste en la procedencia de los indios de las diez tribus perdidas de
hebreos, etc.), pero ante la insuficiente información prefiere no comprometer' se, «y que cada uno tenga en esto lo que más le cuadrare»59. En la unidad del género humano insisten también la Doctrina Cristiana para instrucción de Indios de fray Pedro de Córdoba y Bartolomé Alvarez, que, manifestando su menosprecio hacia el indio, lo vincula con los judíos60. Entre todos los autores, por su interés y por defender tesis abiertamente opuestas, pese a ser estrictamente contemporáneos, hay que destacar a Gregorio García, op., y a José de Acosta, sj.61 59. MENDIETA, Historia eclesiástica...,
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II, 32. De una forma o de o t r a , todos los autores ponen en rela-
ción a los indios con los pueblos bíblicos. Junto al interés por reafirmar la unidad del género humano, se pone de manifiesto una discusión sobre la condición de los americanos. Mientras un grupo tiende a asociarlos con los descendientes de Cam, o de algún o t r o pueblo rechazado por Dios, otros, en la línea mayoritaria de reivindicación de la nación india y de insistencia en la vocación salvífica universal, los relacionan, por ejemplo, con el tercer hijo de Noé:Jafet, como hace A n t o n i o de C A LANCHA.
60. Caps. 26, 204, 222, 232, 243 y 247. 6 1 . Podría citarse también el caso de A n t o n i o Vázquez, que, alejándose considerablemente de las tesis acostistas, señala la cercanía de Brasil a África y de las costas de América del N o r t e a Escandinavia, así como la posibilidad de que, inmediatamente después del diluvio, la proximidad fuese mayor o que los muchos t e r r e m o t o s habidos hayan modificado la geografía; afirma, a partir de una exégesis bíblica que Acosta habría rechazado totalmente, que los antiguos judíos conocieron la piedra imán, que luego fue olvidada, y considera indudable que los indios proceden de los judíos, argumentando en su favor con la semejanza entre el sacerdocio judío y el de Nueva España, la difusión de la circuncisión y los ritos de enterramiento. A n t o n i o V Á Z Q U E Z DE ESPINOSA, O. Carm, Compendio y descripción de las Indias Occidentales (1626), Madrid, 1969, parte 1.a, I, 5, 6, I I y 12.
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Israel, apoyándose en el cuarto libro de Esdras. Para él, las semejanzas entre indios y judíos son definitivas: «Cuan tímidos y medrosos son, cuan ceremoniáticos, agudos, mentirosos, e inclinados a la idolatría, todo lo cual tenían los judíos»; y achaca las diferencias (al igual que hace con respecto a los animales europeos y americanos) a la influencia del clima, que habría provocado una pérdida de la inteligencia que caracteriza al judío. El análisis más amplio y sugerente sobre este tema es el de Acosta, que, como ha visto O'Gorman, lo enmarca en una análisis global de afirmación de una unidad fundamental espiritual, cultural e histórica. «El supuesto básico de su obra -escribe- consiste en afirmar que la existencia de América no involucra dicotomía alguna respecto al resto de la realidad en todos sus aspectos y órdenes [...] queda integrada a la Creación como parte constitutiva de la mismas»62. Otros autores introducen, en la misma dirección, sugerentes ideas. Por ejem-
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pío, Martín de Murúa recoge, sin comentario alguno, un mito inca sobre el arco iris idéntico al de Génesis 9,13-16 y presenta a un Dios que cuida, enseña y castiga a los pueblos idólatras, durante su infidelidad, como podría hacerlo el Dios del Antiguo Testamento con su pueblo63. Acosta rechaza los argumentos que sobre el origen de los indígenas se han dado hasta la fecha y, carente de pruebas seguras, inicia una reflexión hipotética, guiado sólo por el «hilo de la razón». Comienza rechazando explicaciones maravillosas - las ficciones poéticas y fabulosas- como la existencia de dos arcas de Noé o que un ángel trajera colgado de los cabellos a los primeros pobladores de América. «Porque no se trata qué es lo que pudo hacer Dios, sino qué es conforme a razón y al orden y estilo de las cosas humanas»64. Plantea lógicamente el problema: Los indios pudieron llegar por mar o por tierra, y, si vinieron por el mar, voluntariamente o traídos por alguna tempestad. Siendo lo más ló-
62. O'GORMAN, "Prólogo", ob. cit., p. XLVI. 63. MURÚA, Historia genero/ del Perú..., I, 2 y 39. 64. ACOSTA, Historia natural..., I, 16.
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no de esta supuesta destreza de los antiguos. En este sentido, no puede alegar mejor testimonio que la ignorancia que tuvieron de las posibilidades que a la navegación ofrecía la piedra imán. En segundo término, en América tampoco se encuentran pruebas en favor de esta tesis. «En ninguna tierra de Indias se han hallado navios grandes, cuales se requieren para pasar golfos grandes», y los indígenas han reaccionado con sorpresa ante la llegada de grandes barcos: «Cuando los indios que moraban en Tumbes, vieron la primera vez nuestros españoles que navegaban al Pirú, y miraron la grandeza de las velas tendidas y los bajeles también grandes, quedaron atónitos; y como nunca pudieron pensar que eran navios, por no haberlos visto jamás de aquella forma y tamaño, dice que se dieron a entender, que debían de ser rocas y peñascos sobre la mar; y como veían que andaban y no se hundían, estuvieron como fuera de sí de espanto gran rato, hasta que mirando más, vieron unos hombres barbudos que andaban por los navios, los cuales creyeron que debían ser algunos dioses o gentes de allá del cielo. Donde se ve bien cuan ajena cosa era para los indios
gico, para un hombre del siglo XVI, que hubieran llegado por el mar, ésta es la posibilidad que primero analiza. En principio se podría aceptar «que de la manera que venimos agora a las Indias, guiándose los pilotos por el altura y conocimiento del cielo, y con la industria de marear de velas conforme a los tiempos que corren, así vinieron y descubrieron y poblaron los antiguos pobladores de estas Indias. ¿Por qué no? ¿Por ventura sólo nuestro siglo y solos nuestros hombres han alcanzado este secreto de navegar el Océano? Cierto, ninguna repugnancia hay en pensar que antiguamente acaeció lo que agora acaece». Podrían rechazarse de esta forma las dudas de San Agustín, que nacen de considerar infranqueable el océano. Acosta no comparte esta opinión. No le resulta creíble «que hayan venido los primeros indios a este Nuevo Mundo por navegación ordenada y hecha de propósito», ni cree que existan pruebas de «que los antiguos hayan alcanzado la destreza de navegar, con que hoy día los hombres pasan el mar Océano de cualquier parte a cualquier otra que se les antoja». Las razones son sencillas. No existe rastro algu-
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usar naos grandes ni tener noticias de ellas». Por último, queda el problema de la existencia en América de animales dañinos para el hombre: nadie los habría traído en un viaje65. Rechazada la primera posibilidad, hay que dar paso a la segunda. Se ha mostrado que no vinieron por su voluntad, pero quizás lo hicieron por culpa de una tormenta. Amparándose en la historia del piloto anónimo, no le parece adecuado descartar sin más esta solución, por muy grande que pueda ser el océano. La mayoría de las cosas, dice Acosta, se han descubierto por casualidad y no por una intencionada búsqueda del hombres (plantas medicinales, piedras, metales, etc.), «para que se vea que el loor y gloria de tales maravillas se debe a la providencia del Creador y no al ingenio de los hombres». Tiene más fuerza esta segunda respuesta, y un contenido moral muy grato a Acosta, pero contra ella resurge fortalecida la
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última duda que apareció en el primer caso: como han llegado las «bestias y alimañas que cría el Nuevo Orbe», leones, tigres, osos, jabalíes, zorras y otras fieras, que no pudieron pasar a las Indias por mar, «pues pasar a nado el Océano es imposible, y embarcarlos consigo hombres, es locura». Es decir, tanto para hombres como para bestias, «es necesario buscar camino por donde hayan pasado del Viejo Mundo al Nuevo»66. Que algunos animales peligrosos pudieran llegar a nado o que Dios permitiese una nueva generación espontánea, son respuestas que complican el problema en lugar de resolverlo. No son conformes «al orden de la naturaleza ni conforme al orden del gobierno que Dios tiene puesto»; si fuera así no tendría sentido la orden dada a Noé de que cogiese una pareja de todos los animales; además si habían de surgir por generación espontánea porque los había en una zonas y no en otras67.
65. ACOSTA, Historia natural..., I, 16 y 21. 66. ACOSTA, Historia natural..., I, 19 y 20. 67.ACOSTA, Historia natural..., 1,20. En IV, 36, ha planteado otro problema, el de cómo puede haber animales en América que no existen en otras partes del mundo, teniendo en cuenta que todos salieron del Arca de Noé: «...aunque todos los animales salieron del arca, pero por instinto natural y providencia del cielo, diversos géneros se fueron a diversas regiones, y en algunas de ellas se hallaron tan
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mundo nuevo»69. Es decir, su respuesta pasa por suponer que «el nuevo orbe, que llamamos Indias, no está del todo diviso y apartado del otro orbe. Y por decir mi opinión, tengo para mi días ha, que la una tierra y la otra en alguna parte se juntan y continúan o a lo menos se avecinan y allegan mucho»70. Esto se probaría cien años después, cuando los rusos descubrieron la península de Kamchatka. Acosta, sin embargo, no sabía con certeza donde podía estar dicha conexión. Ni el norte había sido explorado, ni estaba claro lo que existía al sur del estrecho de Magallanes.
No es muy difícil encontrar un camino para ciertos animales. Algunas aves habrían podido cruzar, si bien muy dificultosamente, el océano volando y descansando en islotes y tierras o sobre el agua. Otras, que no vuelan, como las gallinas, pudieron ser traídas por los hombres. Incluso, cabe aceptar que por el gusto de los príncipes se trajesen algunos animales peligrosos para dedicarse a la caza. Pero, el resto de los animales, sobre todo aquellos que son peligrosos e inútiles, es absurdo pensar que cruzasen a nado el océano68. Es necesario aventurar una hipótesis, para su tiempo arriesgada: «sigúese que por alguna parte donde el un orbe se continúa y avecina al otro, hayan penetrado, y poco a poco poblado aquel
No duda en reconocer el carácter hipotético de la respuesta, pero apunta a su favor la inexistencia de pruebas que le contradigan71 y refuerza su tesis con
bien, que no quisieron salir de ellas, o si salieron, no se conservaron, o por tiempo vinieron a fenecer, como sucede en muchas cosas.Y si bien se mira esto, no es caso p r o p r i o de Indias, sino general de otras muchas regiones y provincias de Asia, Europa y África, de las cuales se lee en ellas castas de animales que no se hallan en otras, y si se hallan.se sabe haber sido llevadas de allí». 68.ACOSTA, Historia natural...,
II, 35.
69.ACOSTA, Historia natural...,
IV, 34.
70.ACOSTA, Historia natural...,
I, 20.
71.ACOSTA, Historia natural...,
I, 20: «porque el polo Á r t i c o que llaman N o r t e , no está descubierta y
sabida toda la longitud de la t i e r r a , y no faltan muchos que afirmen que sobre la Florida c o r r e la tierra larguísimamente al Septentrión, la cual dicen que llega hasta el mar Scytico o hasta el Germánico. O t r o s añaden que ha habido nao que navegando por allí, relató haber visto los Bacallaos c o r r e r hasta los fines cuasi de Europa; pues ya sobre el cabo Mendocino en la mar del Sur, tampoco se sabe
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tiempo a henchir las tierras de Indias de tantas naciones y gentes y lenguas»73.
un análisis de la distribución de tierras, mares y animales de las islas del Atlántico 72 . De esta forma, mientras la
Otros autores, quizás asustados ante el riesgo que implicaban las hipótesis de Acosta, no creerán convincentes sus argumentos, y, afirmando el carácter insular de América, preferirán insistir en el arribo naval de sus primeros habitantes74.
experiencia futura no demuestre lo contrario, da por resuelto el problema: «se ha de decir que pasaron no tanto navegando por mar como caminando por tierra. Y ese camino lo hicieron muy sin pensar mudando sitios y tierras su poco a poco, y unos poblando las ya halladas, otros buscando otras de nuevo, vinieron por discurso del
Cabría sólo añadir que Acosta, en línea con todos sus planteamientos, re-
hasta donde c o r r e la tierra, mas de que todos dicen que es cosa inmensa lo que corre.Volviendo al o t r o polo del Sur, no hay hombre que sepa dónde para la tierra que está de la o t r a banda del Estrecho de Magallanes. Una nao del obispo de Plasencia, que subió del Estrecho, refirió que siempre había visto tierra, y lo mismo contaba Hernando Lamero, piloto, que por t o r m e n t a pasó dos o tres grados arriba del Estrecho.Así que ni hay razón en contrario, ni experiencia que deshaga mi imaginación u opinión, de que toda la tierra se junta y continúa en alguna parte; a lo menos se allega mucho». 72.ACOSTA, Historia natural...,
I, 6: «Mas lo que digo y afirmo es que en lo que hasta agora está des-
cubierto, ninguna tierra dista por línea recta de la tierra firme o islas que le caen más cerca, sino a lo sumo mil leguas, y que así entre tierra y tierra nunca corre mayor espacio de mar, tomándolo por la parte que una tierra está más cercana de o t r a ; porque del fin de Europa y de África y de su costa no distan las Islas Canarias y las de los Azores, con las del Cabo Verde y las demás en aquel paraje, más de trescientas o quinientas leguas a lo sumo, de tierra firme. De las dichas islas, haciendo discurso hacia la India Occidental, apenas hay novecientas leguas hasta llegar a la isla que llaman Dominica y las Vírgenes, y la Beata y las demás [continúa situando islas] [...] Y porque se ha observado y se halla así, que doquiera que hay islas muchas y grandes, se halla no muy lejos tierra firme, [...] Así que es muy conforme a razón que aun está por descubrir buena parte del mundo, [...] Para el intento que llevamos, bástanos hasta agora saber de c i e r t o que hay t i e r r a de esta parte del Sur, y que es t i e r r a tan grande como toda la Europa y Asia y aun África, y que en ambos polos del mundo, se hallan mares y tierras abrazados entre sí; en lo cual los antiguos como a quienes faltaba experiencia, pudieron poner duda y hacer contradicción». 73.ACOSTA, Historia natural...,
I, 20.
7 4 . T O R Q U E M A D A , Monarquía...,
I, 6 y 8.
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de sumo interés: una moral, de cara ai comportamiento de los españoles76, que se refleja en la conocida denuncia de Montesinos, y otra, catequética. Bartolomé Álvarez refiere, con su crudeza y parcialidad características, el mayor desafío presentado por los indígenas a la evangelización: De nada sirve la predicación «por el prosupuesto en que están fijos en sus cerimonias: de que [éstas] son para ellos, y nuestra predicación para nosotros, porque ellos son una gente y nosotros otra gente»; es decir, en boca de indígena: «los españoles son otra gente y nosotros otra gente, y así nosotros hemos de hacer lo que nuestros padres hicieron y nos enseñaron, y ellos lo que de su tierra trajeron»77. El problema que se plantea es tan cruel como sencillo: «Aprovéchanse de lo que les decimos en aquello que conforma con lo que ellos saben, y no creen lo demás que les enseñamos de que ellos no tenían conciencia; y así, de que les decimos que
eriaza el argumento de que los indios pasaran de la isla Atlántida, defendido por Zarate y Sarmiento de Gamboa, porque «es inconsideración querer disputar de cosas que o se contaron por pasatiempo o ya que se tenga la cuenta que es razón con h gravedad de Platón, puramente se dijeron, para significar como en pintura la prosperidad de una ciudad y su perdición tras ella. El argumento que hacen para probar que realmente hubo isla Atlántida, de que aquel mar hoy día se nombra el mar Atlántico, es de poca importancia, pues sabemos que en la última Mauritania está el monte Atlante, del cual siente Plinio que se le puso al mar el nombre de Atlántico. Y sin esto el mismo Plinio refiere que frontero del dicho monte está una isla llamada Atlántida, la cual dice ser muy pequeña y ruin»75. Esta preocupación esencial por la unidad del género humano, tiene, aparte de todo lo señalado, dos implicaciones 75.ACOSTA, Historia natural....
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I, 22.
76. En este sentido, MENDIETA, Historia eclesiástica...,
IV, 22, apelando a San Pablo, recuerda que, ante
Dios «no hay diferencia del judío al griego, ni del bárbaro al escita, ni del español al indio, porque él es criador y Señor de todos, y tan rico y poderoso para el uno como para el o t r o , y obra en el uno así como en el o t r o , cuando lo llama y invoca su santo nombre». 77. ÁLVAREZ, Costumbres...,
cap. 232 y 247; cfr. cap. 243.
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allá dentro en la tierra está el infierno, y las moradas que hay y que son de trabajo y tormento, y que sus padres están en penas condenados y que ellos han de ir allá como malos, porque todos los malos van al infierno afligidos y desesperados; de que no tienen palabras para responder, dicen: sí, yo quiero ir al infierno donde fue mi padre, y estar donde está mi padre. Si les quitan por fuerza de algún pecado dicen: déjame vivir de aquesta manera como he vivido cuanto ha que nací, que desta manera me quiero acabar, e irme donde está mipadre»n. La Doctrina Cristiana de fray Pedro de Córdoba nos presenta el problema, y el esfuerzo por resolverlo, en toda su plenitud. La primera tarea del misionero, al aproximarse al indígena, es la captación de la benevolencia. El indio desconfía de un hombre de raza, religión y cultura distintas, que aparece con los conquistadores y, en principio, con fines y apetitos semejantes. Hay que lograr que descubra la diferencia radical entre conquistadores y misioneros. Este sería el primer objetivo, reflejado en el inicio de la Doctrina: 78. ÁLVAREZ, Costumbres..., cap. 467.
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«Muy amados hermanos: sabed y tened por muy cierto que os amamos de mucho corazón, y por este amor que os tenemos tomamos muy grandes trabajos viniendo de muy lejanas tierras y pasando grandes mares, poniéndonos a muchos peligros de muerte por veniros a ver, y por deciros los grandes y maravillosos secretos que Dios nos ha revelado, para que os los digamos, y os demos parte de los bienes que Dios nos ha dado, y de los grandes gozos y deleites son tan provechosos que desde que vosotros los supiereis y conociereis los preciaréis más que a todo el oro y la plata y piedras preciosas, y más que a todos los bienes que hay en el mundo. Por tanto, os rogamos que estéis muy atentos a las nuestras palabras, y trabajad de entenderlas con mucha afición, porque son palabras de Dios, y El nos mandó que os las dijésemos a vosotros, porque quiere haceros sus hijos para daros de los sus bienes y placeres y deleites muy grandes, los cuales nunca jamás visteis no oísteis».
Mientras el conquistador se presenta exigiendo sumisión, el misionero ofrece, por encargo de Dios, amor y hermandad. Los indígenas han de sentirse atraídos por unos hombres capaces de soportar todo tipo de peligros, sólo para hacerse escuchar. Muy amados hermanos, os amamos, os rogamos, Dios
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quiere haceros sus hijos para daros de los sus bienes, etc. no eran palabras frecuentes en los extranjeros, y el choque emocional pudo ser decisivo79. Pero, una vez conseguida la atención, se establece una radical ruptura con el pasado por medio de la introducción del infierno. Con independencia de si plantear, casi como punto de partida de la predicación este problema sea o no acertado, cuestión que se ha discutido, lo evidente es que pone a los indígenas en una situación emocional dramática. «Y para venir a conocer estos grandes bienes, y para gozar de tan grandes deleites y placeres debéis saber un gran secreto, el cual vosotros nunca supisteis no oísteis: y es que Dios hizo dos lugares. El uno arriba en el cielo, a donde hay todos los placeres y bienes y riquezas que se pueden pensar. [...] El otro lugar
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puso Dios abajo, en medio de la tierra, dentro encerrado en ella. Este se llama infierno».
El problema se presenta al afirmar que en este lugar de tormentos, «están todos los que han muerto de vosotros y de todos vuestros antepasados: padres, madres, abuelos, parientes y cuantos han sido y son pasados de esta vida»80. La lógica reacción del indígena, de rechazo a esa radical ruptura con sus raíces81, se plasma en el deseo de ir, como señalaba Alvarez, donde están sus padres. La dificultad que esto representa para la evangelización se pone de manifiesto para todos los misioneros. Por ejemplo, escribe Arriaga: «...fuera de todas estas causas que podemos llamar extrínsecas, que fomentan y conservan la idolatría entre los indios, hay otras
79. En igual sentido puede citarse a S A H A G U N , Coloquios y doctrina...,
pp. 330-31, donde, con palabras
dulces, manifiesta la identidad entre indígenas y españoles y el único motivo que ha impulsado a los misioneros a viajar a México: «para que os ayudemos a salvar y para que recibáis la misericordia que Dios os hace». Cfr. TERCERO catecismo y exposición de la doctrina cristiana por sermones (1585), p. 630. 80. El problema debió ser muy grave, pues, no obstante, no fueron pocos los que hablaron de la conveniencia de empezar la catequesis despertando el t e m o r de Dios entre los indígenas, y haciéndoles saber el enojo de éste p o r su pasada idolatría. Instrucción sobre la doctrina dada por el Arzobispo de los Reyes D. Fr. Jerónimo de LOAYSA. Instrucción de la orden que se ha de tener en la doctrina de los naturales, en Emilio LISSÓN C H Á V E Z , La Iglesia de España en el Perú. Colección de documentos para la historia de la Iglesia en el Perú, Sevilla, 1943-44, I, n. 105, pp. 135-45. 8 1 . Cfr. S A H A G U N , Coloquios y doctrina...,
p. 340-42, En que se pone la respuesta que los sátrapas dieron
a los Doce.
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dos intrínsecas, que son dos errores y engaños en que el demonio y sus ministros tienen muy persuadidos y ciegos a todos los indios. El primero es que entienden y lo dicen así, que todo lo que los Padres predican es verdad, y que el Dios de los españoles es buen Dios, pero que todo aquellos que dicen y enseñan los Padres es para los Viracochas y españoles, y que para ellos son sus huacas, y sus malquies, y sus fiestas y todas las demás cosas que le han enseñado sus antepasados y enseñan sus viejos y hechiceros...» 82 .
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dígenas, pasó por la insistente repetición de unas cuantas ideas: • El contraste entre el cielo y el infierno: un cielo donde no «hay trabajo, ni enfermedad, ni dolor, ni tristeza, ni pobreza, ni hambre, ni sed, ni cansancio, ni frío, ni calor, ni otra cosa alguna que nos pueda dar pena ni pesar», frente a un infierno donde «están juntos todos los males: porque allí está fuego muy grande que quema las almas de los que no son cristianos, y de los malos cristianos, el cual nunca se acaba ni se mata. Allí tienen siempre las almas muy grandes dolores, enfermedades, tormentos, y
Al tiempo que fueron muchos los que recomendaron comenzar la predicación partiendo del Dios creador83, el intento de los misioneros por contrarrestar esta reacción defensiva de los in-
82. Pablo José de ARRIAGA, sj., Extirpación de las idolatrías del Perú (1621), en Crónicas peruanas de interés indígena, Madrid, 1968, cap. 8, cfr. cap. 7. La otra causa extrínseca de la que habla Arriaga es la costumbre indígena de adorar a sus huacas y al Dios cristiano al tiempo. Con menor dramatismo, en gran medida, S A H A G Ú N , Coloquios y Doctrina...,
I, 6, constata el mismo problema en la réplica de los azte-
cas: « N o nos parece cosa justa, que las costumbres y ritos que nuestros antepasados nos dejaron, t u vieron por buenas y guardaron, nosotros con liviandad las desamparemos y destruyamos». Por su parte Cristóbal de M O L I N A , Relación de las fábulas y ritos de los incas (c. 1573), Lima, 1916, al dar noticia de un rebrote idolátrico escribe: «En esta apostación creyeron que Dios Nuestro Señor, avia hecho a los españoles y a Castilla y a los animales y mantenimientos de Castilla; empero que las guacas avian hecho a los yndios, y a esta tierra y a los mantenimientos que de antes tenían los yndios» (p. 98). 83. Son numerosos los testimonios de esta estrategia: Ramón PANE; M O T O L I N I A (Historia de los indios..., I, 2);Jerónimo de LOAYSA, op., Instrucción para adoctrinar a los indios, cap.4, en Manuel O L M E D O JIMÉNEZ, "La instrucción de Jerónimo de Loaysa para doctrinar a los indios en los dos primeros concilios límenses (1545 - 1567)", en Los dominicos y el nuevo mundo, Actas del II Congreso Internacional, Salamanca, 1990; Juan FOCHER, ofm., Itinerarium catholicum (1574), Madrid, 1960; los catecismos del III Concilio de Lima; Luis ZAPATA DE CÁRDENAS, ofm., Catecismo para la conversión y edificación de los naturales del Arzobispado del Nuevo Reino de Granada (1576), o, ya mucho más tarde, Hernando de A V E N D A Ñ O .
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muy gran sed y hambre, y muy gran frío y calor. Allí cuecen las almas en calderas y ollas llenas de pez, y piedra azufre, y resina hirviendo. Allí las asan y queman. Y tienen otras penas infinitas que no se pueden pensar. Y este fuego y estas penas nunca se acaban mas siempre duran». Ai tiempo, afirmando que «todos los que no son cristianos, son enemigos de Dios», se establece el contraste entre la posible recompensa y el castigo. La bondad de Dios, que «os ha hecho tan gran bien que nos quisiese enviar a nosotros para que os avisásemos y enseñásemos cómo os libraseis de aquellos tormentos del infierno en donde arden todos vuestros antepasados; y para que os encaminásemos cómo fueseis a la gloria del cielo a gozar de tan grandes bienes y placeres como hemos dicho; y para daros a entender la ceguedad y errores en que habéis estado hasta ahora, y como no 84. S A H A G Ú N , Coloquios y doctrina...,
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habéis conocido a nuestro Creador, Dios verdadero, ni le habéis servido, mas habéis andado como hombres sin seso ni entendimiento que no saben lo que hacen». Contraponen la bondad de Dios con la maldad y crueidad de Jos dioses indígenas84. Situar a los malos cristianos en el infierno: «Allí van las almas de los que no creen, que no son cristianos, y de los malos cristianos que no guardan los mandamientos de Dios». En la línea de todo lo planteado a lo largo de este capítulo, la identidad de todos los hombres: «Y mirad bien que nos envió Dios a vosotros par daros a entender quién es Dios verdadero, y también para que sepáis para qué os hizo Dios a vosotros, como a nosotros». Significativamente, Juan Focher propone comenzar la predicación estableciendo tres verdades sobre Dios: Dios Creador, la Encarnación y la remuneración85.
p. 335.
85. Por su parte, escribe S A H A G Ú N , Coloquios y doctrina...,
p. 330: «Ante todas cosas os rogamos que no
os turbéis, ni espantéis de nosotros, ni penséis que somos más que hombres mortales y pasibles como vosotros. N o somos dioses ni hemos descendido des cielo, en la tierra somos nacidos y criados, comemos y bebemos, y somos pasibles y mortales como vosotros». Cfr. ZAPATA DE C Á R D E N A S , Catecismo para la conversión...,
p. 312, y TERCERO catecismo..., p. 6 3 1 .
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dios procedan de Pacaritambo y proclama que todos los hombres, principales o plebeyos, son iguales y que todos tienen un origen común: «Los Viracochas y los indios de aquí proceden: los blancos y los negros, y otras naciones de diferentes colores de aquí se derivan y proceden».
Es significativo que los planteamientos de la Doctrina de Córdoba se repitan insistentemente. Por ejemplo, Luis Jerónimo Oré, «trata del origen de los hombres y de su propagación, contra la opinión falsa, que desto tienen los indios», denuncia la falsedad de que los in-
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II PROVIDENCIA Y
USTICIA DE DIOS
Un tercer problema de suma importancia se le planteó a la teología católica, vinculado estrechamente a la idea de providencia y a la nueva noción de infiel que aflora a raíz del Descubrimiento. En una Europa completamente cristianizada, al concluir la Edad Media, sólo se conocía fuera del Cristianismo a los judíos, que se resistían a ser asimilados, a los enemigos mahometanos y a las colectividades paganas radicadas en una lejana y casi mítica periferia. Los nativos americanos aparecen como algo totalmente nuevo. No son herejes refractarios ni infieles hostiles, ambos voluntariamente alejados del cristianismo, sino gentiles que han vivido aparente, e inexplicablemente, en una total ignorancia de la fe cristiana.
nuestro modo de decir), de casi siete mil años a esta parte, que crió el primer hombre, si no es en llamar [...] a la gente del mundo para que se apresten y dispongan para entrar a gozar de aquel convite perdurable que no tendrá fin»86; la secular ignorancia de la fe cristiana por parte de los indígenas americanos, lleva a preguntarse: ¿por qué han sido descubiertos ahora?, y, con mayor angustia, ¿por qué no lo fueron antes? La inquietud que nace de las preguntas sobre el ahora y el no antes pone en marcha una larga reflexión colectiva, que enfrenta a la teología misionera con el indígena americano, su religión, el problema de la salvación y de la moral, el éxito de la evangelización y otras muchas cuestiones, y concluye proponiendo varias respuestas en ningún modo definitivas. Antes de exponerlas, se de-
Si como escribe Mendieta, Dios «no se ocupa en otra cosa (hablando en 86. MENDIETA, Historia eclesiástica..., I, 4.
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no existe pueblo alguno, por inepto, salva/e y endurecido que sea, que esté excluido de la salvación. Se tiene presente la idea paulina de que la fe no es para todos, pero no se atribuye a la índole natural de los hombres, sino a una cierta perversidad y obcecación. Creyendo que hay pueblos de hombres más dispuestos que otros, se afirma que todos son susceptibles de perfeccionarse. Al tiempo, se recuerda la preferencia de Dios por los sencillos -idea central de toda la teología misionera de entoncesy la parábola de los talentos, base para afirmar que, a quien menos se le ha dado, menos se le ha de exigir, y se mantiene, insistentemente, que Dios no llama a nadie sin concederle al mismo tiempo el entendimiento y la gracia proporcionada para alcanzar la meta a la que lo llama.
be plantear, en un contexto providencíalísta, ia dimensión real del problema, porque el providencialismo absorbe plenamente a la teología misionera, con rasgos tan significativos como la visión de Acosta sobre el descubrimiento de la brújula o la de Remesal sobre el envío de misioneros a Indias87. Para los misioneros del siglo XVI, autores de obras cargadas de intencionalidad didáctica, donde la Historia es un medio de hacer apostolado, el Descubrimiento es el cumplimiento de un designio divino, realizado principalmente por medios humanos. Su significado gravita exclusivamente en su finalidad religiosa. Lo esencial no es el descubrimiento de una parte ignorada de la tierra, sino la circunstancia de que se trata de tierras habitadas por hombres a los que todavía no alumbra la luz del Evangelio.
En la base de todas estas afirmaciones brillan, principalmente, dos argumentos: la existencia de Padre común a
El punto de partida de este análisis providencialista es la afirmación de que,
87. ACOSTA ve en la brújula un don divino conducente a la salvación del indígena americano (Historia natural..., I, 16). Antonio de REMESAL escribe: «es mucho de notar que pocos o ningún religiosos enviaba Nuestro Señor a los principios a estas tierras que no tuviese alguna gracia particular para aprovechar a los naturales con ella, demás del principal ministerio que los traía, que era enseñarles la fe»; Historia general de las Indias Occidentales y particular de la Gobernación de Chiapas y Guatemala (1620), Madrid, 1964, I. 10, cap. 19.
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todos los hombres, es decir, la unidad del género humano, y el encargo explícito y repetido de Jesús: Enseñad a todos los pueblos, claramente interpretado y cumplido por los Apóstoles, que, entrando en naciones muy lejanas, entendían que en Cristo Jesús no había judío ni griego, bárbaro ni escita. Se concluye, de este modo, que «lo que Dios ha santificado, de ninguna manera nos es lícito rechazarlo con ascos como inmundo»88. Pero no debe creerse que esta misión, y lo que a su consecución contribuye, es obra de los hombres. Por el contrario, la conquista y la evangelización son tarea de Dios, para la cual se sirve, normalmente, de medios humanos. La conquista y la evangelización son una guerra espiritual de Dios por la salvación del indígena americano:
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«...iban poniendo el San::: to y cesando las apariciones e ilusiones a c ¿tmonio, que antes muchas veces aparecía, c h i naba y espantaba a muchos. [...] Otras véceles decía el demonio que no les había de chagua ni llover, porque le tenían enojado. Y er: esto se pareció más claramente ser mentira y falsedad, porque nunca tanto ha llovido ni tan buenos temporales han tenido como después que se puso el Santísimo Sacramento [...], está esta tierra en tanta serenidad y paz, como si nunca en ella se hubiera invocado al demonio. [...] Las iglesias atavían muy bien, y cada día se van más esmerando; y los templos que primero hicieron pequeños y no bien hechos, se van enmendando y haciendo grandes»89.
Esta participación directa de Dios se acredita en la protección que ha garantizado siempre a los que se ocupan de su servicio90 y en la fácil conquista, donde unos pocos españoles alcanzaron el triunfo porque Dios, que tenía ya ordenado el tiempo, aplacó a los que
88. En este sentido escribe ACOSTA, Procurando...,
I, 6, y, especialmente, I, I, donde recuerda: «De boca
de Cristo nuestro Señor oyen los Apóstoles en el Evangelio: Id por todo el mundo predicando Evangelio a toda la humanidad.Y
en o t r o lugar: En su nombre se predicará el arrepentimiento
pueblos, comenzando porJerusalén.Y
con más claridad: Seréis testigos míos en Jerusalén, en toda Judea, en
Samaría y hasta los confines del mundo. Y en otro Historia general...,
el
a todos los
III, 9, y FOCHER, Itinerario...,
89. M O T O L I N Í A , Historia de los indios...,1,11.
lugar: Enseñad a todos los pueblos». Cfr. REMESAL,
parte
I.'.
Cfr.TORQUEMADA,
Monarquía....
IV, 9 y I05, y XVI, 28.
90. Por ejemplo, se seña/a como prueba que ningún fraile ha m u e r t o p o r naufragio, M O T O L / N Í A , Historia de los indios..., III, 10.
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podían haberles expulsado violentamente. U n bello ejemplo de esta interpretación encontramos en las consideraciones que Mendieta trasmite a raíz del piloto anónimo:
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cualquier otra finalidad aparte, o por encima de la evangelización 92 . Pero no actúa Dios de forma milagrosa, alterando el orden normal por él establecido; al contrario, se sirve de instrumentos humanos, movidos no pocas veces por
«.. .entendamos no haber sido negocio humano, ni caso fortuito, sino obrado por divino misterio, y que aquel piloto y marineros pudieron ser llevados y regidos por algunos ángeles para el efecto que se siguió, y que finalmente escogió Dios por medio e instrumento a Colón para comenzar a Descubrir y abrir el camino de este Nuevo Mundo, donde se quería manifestar y comunicar a tanta multitud de ánimas que no lo conocían, como escogió a Fernando Cortés por instrumento y medio de la principal conversión que en las Indias se ha hecho...»".
bajas pasiones. Dejando a los reyes como receptores y garantes de la misión, entre las causas segundas destacan los héroes, los sencillos y las realidades inanimadas. En el primer grupo ocupan un lugar especial Cristóbal Colón, sobre todo en la obra de Las Casas, y Hernán Cortés, principalmente en la
Historia
93
de Mendieta . Al mismo tiempo, muchos cronistas no dudan en situar en una línea semejante a los primeros misioneros, y en especial los franciscanos
Convertir a Dios en el responsable último de la empresa impide introducir
a fray Martín de Valencia94.
91. MENDIETA, Historia eclesiástica... , I, I. Cfr. MOTOLINÍA. Historia de los indios.... I, II.ACOSTA, Historia natural..., Vil, 28. Amonio VÁZQUEZ DE ESPINOSA, Compendio.... parte 2.*, III, 16, y IV, 86. 92. Cfr. Bartolomé de LAS CASAS, op.. Historia de las Indias, México, 1992, pról. y 1,8I.ACOSTA, Historia natural.... I, 17. MENDIETA, Historia eclesiástica..., I, 3. 93. Si bien, podemos encontrar una interpretación semejante en otros muchos autores:TORQUEMADA, Monarquía..., III; REMESAL,H/'stor/a general..., I, I y S;VÁZQUEZ, Compendio..., parte I.MI,4,y III, 13, 19 y 21. 94.TORQUEMADA, Monarquía..., XV, pról. MENDIETA, Historia eclesiástica...y. Pedro OROZ, oftn., Jerónimo de MENDIETA, ofm., y Francisco SUÁREZ, ofm., Relación de la descripción de la Provincia del Santo Evangelio que es en las Indias Occidentales que llaman la Nueva España (1585). En un mismo sentido se puede citar la obra DAVILA PADILLA, Historia de la fundación..., especialmente en lo referente al P. Betanzos.
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El primer rasgo que caracteriza a estos héroes es la elección divina que les impulsa, incluso en contra de la lógica humana, y les protege (ofreciéndoles intérpretes, aplacando a sus enemigos, etc.). «No menos se confirma -escribe Mendieta— esta divina elección de Cortés para obra tan alta en el ánimo, y extraña determinación que Dios puso en su corazón para meterse como se metió, con poco más de cuatrocientos cristianos, en tierra de infieles sin número, y ejercitados en continúas guerras que entre sí tenían, privándose totalmente de la guarida y refugio que pudieran tener en los navios, si se viesen en necesidad. Lo cual en toda ley y razón humana era hecho temerario y fuera de toda razón, y no cabía en la prudencia de Cortés, ni es posible que lo hiciera, si Dios no le pusiera muy arraigado en su corazón que iba a cosa cierra y segura, y (como dicen) a cosa hecha, como Moisen fue sin temor a la presencia de Faraón. Pues hallar tras esre atrevimiento (que parecía grandísimo
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desatino) tan buen aparejo para irse apoderando en la tierra, como fue dársele por amigos los de Cempoala, Huexotzingo y Tlaxcala, sin cuyo favor era imposible naturalmente sustentarse a sí y a los suyos, cuanto más ganar a México y las otras provincias, ¿a qué se puede atribuir esto sino a la disposición del muy alto? Y esta misma sin falta lo libró y guardó para este fin en muchos y muy grandes peligros y dificultades en que se había visto, como se colige de su historia, que por no ser prolijo paso aquí por ellos»95. Es interesante el análisis comparativo que se realiza entre estos hombres y Moisés96, con el que se les equipara, y, en ocasiones, con Lutero, al que se contraponen. El sacrificio humano sirve para establecer la comparación entre los indios y los judíos, esclavizados por el Faraón. Hay que señalar, además, que la mayoría de las veces que se identifica a los indios con los judíos no se hace de forma peyorativa. Con respecto a los sacrificios humanos, escribe Mendieta:
95. MENDIETA, Historia eclesiástica... , III, I. Cfr.TORQUEMADA, Monarquía..., IV, pról., 41 y 72, y LAS CASAS, Historia..., I, 13 y 32. 96. LAS CASAS, Historia..., I, 37. MENDIETA, Historia eclesiástica..., III, I.ACOSTA, Historia natural...y. i:
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«mirad si el clamor de tantas almas y sangre humana derramada en injuria de su Criador sería bastante para que Dios dijese: Vi la aflicción de este miserable pueblo» (Ex 3,7). Nos encontramos ante el recuerdo del Éxodo: Los israelitas, esclavizados, gemían y clamaban, y sus gritos de socorro llegaron hasta Dios desde su esclavitud. Dios escuchó sus lamentos y recordó la promesa que había hecho a Abrahán, Isaac y Jacob (Ex 2, 23-24). Y, al igual que entonces, el Señor envía «en su nombre [a] quien tanto mal remediase», como a otro Moisés a Egipto (Ex 3,10). Que Cortés naciese el año (1485), «y por ventura el día» que, con un gran sacrificio de hombres, se consagró el templo mayor de México, es una señal evidencia de la elección, del mismo modo que Moisés nace con la orden del Faraón: Arrojad al río a todos los niños que nazcan (Ex 1,22). Muchos rasgos permiten insistir en la semejanza, pero el más valioso, por lo que implica de reconocimiento a los in97. MENDIETA, Historia eclesiástica...
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dígenas, es el recurso a equiparar a los indios lenguas con Aarón. Dios, dada la incapacidad de Moisés, balbuciente y sin lengua para hablar a Farón, ni al pueblo de Israel, señala a Aarón como su portavoz. Del mismo modo, concede -«y podemos decir miraculosamente»a un Cortés mudo y, por tanto, incapaz de cumplir su misión entre los indios, intérpretes «con quien hablase a Faraón y al pueblo todo lo que quisiese». Se trata de una referencia directa a la vocación de Moisés (Ex 4,10-17) y, en especial, a la respuesta dada por Dios a la última excusa mosaica: Ahí tienes a tu hermano Aarón, el levita; yo sé que él tiene facilidad de palabra. Saldrá a tu encuentro, y al verte se alegrará. Tú le dirás lo que debe decir; yo estaré en tu boca y en la suya, y os mostraré lo que tenéis que hacer (Ex 4,14-15). A Cortés le saldrán al encuentro, contentos, la india Marina y Gerónimo de Aguilar, dando, al aplicárselo a la indígena, un sentido especial al término bíblico hermano''7.
, III, I.ACOSTA, con respecto a los sacrificios humanos, se expresa
de forma semejante: «...tenía ya cansados a muchos de aquellos bárbaros, pareciéndoles cosa insufrible; [...] en lo interior, deseaban verse libres de aquella pesada carga.Y fue providencia del Señor que en esta disposición hallasen a esta gente los primeros que les dieron noticia de la ley de Cristo, porque sin duda ninguna les pareció buena ley y buen Dios el que así se quería servir» (Historia natural...,V, 22).
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Partiendo de esta comparación entre Cortés y Moisés, no puede aceptarse la frustración de la evangelización y, aún menos, la imagen lascasiana que apunta la posibilidad de que el Descubrimiento tuviera, en la mente de Dios, una función punitiva. Al tiempo, como he señalado, la elección divina de Cortés se contrapone a la obra de Lutero. Ambos, misteriosamente, habrían nacido en el mismo año, con destinos contrarios: «turbar el mundo y meter debajo de la bandera del demonio a muchos de los fieles que de padres y abuelos y muchos tiempos atrás eran católicos» y «traer al gremio de la Iglesia infinita multitud de gentes que por años sin cuento habían estado debajo del poder de Satanás envueltos
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en vicios y ciegos con la idolatría», «de suerte que lo que por una parte se perdía, se cobrase por otra»98. Por último, hay que aportar dos rasgos característicos de estos hombres responsables de la evangelización: su profunda religiosidad, unida en ocasiones a la conciencia de la particular elección divina", y el hecho de que nunca se esconden sus pecados100. Con independencia de la medida en la que éstos son disculpados, o no lo son, no se relacionan directamente con el buen resultado del descubrimiento, conquista y evangelización, que es obra de Dios. Por ejemplo, Las Casas destaca junto a las numerosas pruebas que Dios dio a Colón «para que no dudase de acometer tan grande hazaña», la sincera preocupación de éste por
Por su parte, Dionisio de SANCTIS, op., Catecismo o suma breve (1576), insiste en el uso del t é r m i n o hermano: Josep Ignasi S A R A N Y A N A afirma la influencia de este catecismo; Teología en América
Latina,
Madrid, 1999, p. 165. Cfr. ZAPATA, Catecismo..., p. 3 13, y la DOCTRINA CRISTIANA y catecismo para instrucción de los indios y demás personas que han de ser enseñadas en nuestra santa fe (1584), y TERCERO catecismo..., donde en todos los discursos se llama hermano al indígena. 98. MENDIETA, Historia eclesiástica...,
III, I . T O R Q U E M A D A , Monarquía...,
IV, p r ó l .
99. «Y verdaderamente para conocer muy a la clara que Dios misteriosamente eligió a C o r t é s para este su negocio, basta el haber él siempre mostrado tan buen celo como tuvo de la honra y servicio de este mismo Dios y salvación de las almas, y que esto se pretendiese principalmente y fuese por delante en esta su empresa».MENDIETA,Historia eclesiástica...
,111, I.Cfr.TORQUEMADA,Monarquía...,
IV, pról., 4 1 , 49, 53 y 72, y XV, I, D Á V I L A PADILLA, Historia de la fundación..., Historia...,
I, 13 y 32.
I 0 0 . T O R Q U E M A D A , Monarquía...,
IV, 17 y 18,VI, 24.
55
I, 9, y LAS CASAS
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la evangelización de los indios y el envío de misioneros a América101. Mientras, con respecto a Cortés encontramos los siguientes rasgos:
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tantos errores»; nuevamente se está pensando en el caso protestante; • la preocupación, que no caracterizó a todos los «victoriosos capitanes», por derrocar los ídolos indígenas, prohibir el sacrificio humano y predicar el Evangelio; con independencia de los errores que pudiera cometer al tomar estas decisiones102.
• su celo por la conversión de los indios que había conquistado, que manifestó ante el Emperador y le impulsó a solicitar el envío de religiosos y el sostenimiento económico de éstos sin carga para los indígenas, de tal modo que aunque sólo fuera por esto, Cortés merecería el perdón por todos sus pecados; • la reverencia que siempre sintió por los religiosos, que demostró desde el recibimiento a los doce apóstoles de México: «Verdaderamente ella fue obra de tal varón y de tan católico pecho, que consideraba bien la honra que a los sacerdotes se debe por indignos que parezcan, pues son ministros de Dios en la tierra, y sus vicarios y lugartenientes en ella: lo cual por no se haber guardado en algunas partes del mundo que solían ser católicas, han venido a caer de la fe y en
El reconocimiento de la religiosidad y de la buena intención, no implica ignorar los abusos que pudieran cometer. Para estos autores cabe una disculpa lógica, apoyada en las necesidades de la conquista. Mendieta habla de las imposiciones nacidas de la multitud de enemigos y de la necesidad de transigir ante las debilidades de los pocos españoles con los que se contaban, que, «codiciosos del oro», «uno robaba, el otro hacia fuerza, el otro aporreaba sin que [Cortés] se lo estorbase», porque no se le hiciesen enemigos y lo dejasen solo. Diego de Landa, por su parte, al hablar de las «crueldades inauditas» de los españoles, recuerda a los que las
101. LAS CASAS, Historia..., I, 13, 76 y 154. 102. MENDIETA, Historia eclesiástica... , III, I, 3 y 12. TORQUEMADA, Monarquía..., IV, 52 y 54. SAHAGÚN, Coloquios y doctrina..., pról.
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disculpan considerando que eran pocos y «no podían sujetar tanta gente sin meterles miedo con castigos terribles», e, igualmente, señala otro rasgo: «yerran mucho los que dicen que porque los indios han recibido agravios, vejaciones y malos ejemplos de los españoles, hubiera sido mejor no los haber descubierto, porque vejaciones y agravios mayores eran los que unos a otros se hacían perpetuamente matándose, haciéndose esclavos y sacrificándose a los demonios»103. Pero, son otros los argumentos en los que prefieren insistir 103. MENDIETA, Historia
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estos autores a la hora de explicar estas crueldades, de las que la bondad de Dios supo sacar bienes, «aunque la primera entrada del Evangelio en muchas partes no fue con la sinceridad y medios cristianos que debiera ser»104. Estos argumentos serían el ejemplo y la enseñanza que el contraste entre los buenos y los malos cristianos ofrecen a los indígenas105; el juicio de Dios que creyó conveniente castigar de este modo a muchos pecadores, tanto indígenas como españoles106, y, sobre todo, el hecho de que, por encima de nuestros
, III, I. T O R Q U E M A D A , Monarquía...,
IV, pról., y 104. L A N D A ,
Relación..., cap. 15 y 52. I04.ACOSTA, Historia natural...,V'II,
28.
105. «Mal ejemplo, si lo han recibido o de algunos lo reciben ahora, el rey lo ha remediado y remedia cada día con sus justicias y con la continua predicación y perseverante contradicción de los religiosos a quienes los dan y han dado; y cuanto más es evangélica la doctrina, los malos ejemplos y los escándalos son necesarios, y así creo lo han sido entre esta gente para que ella supiese, apartando el o r o del lodo y el grano de la paja, estimar la v i r t u d como lo han hecho, viendo con el filósofo que resplandecen las virtudes entre los vicios, y el que mal ejemplo o escándalo les ha dado, su terrible ¡guay! tiene si no los satisface con (algo) bueno; . . . » . L A N D A , Relación..., cap. 52. Cfr. D Á V I L A PADILLA, Historia de la fundación...,
I, 101.
D6. «...él era criado de un gran príncipe que le había mandado ir por aquellas tierras a hacer bien, [...] y que él y sus hermanos, que eran los españoles, estarían allí sin hacerles daño; antes les ayudarían lo que pudiesen. Este razonamiento procuró le entendiesen todos bien, usando de sus intérpretes, lo cual percibido p o r el rey y los demás señores mexicanos, fue grande el contento que tuvieron, y las muestras de amistad que a C o r t é s y a los demás dieron. Es opinión de muchos que como aquel día quedó el negocio puesto, pudieran con facilidad hacer del rey y reino lo que quisieran, y darles la ley de C r i s t o con gran satisfacción y paz. Mas los juicios de Dios son altos, y los pecados de ambas partes muchos, y así se rodeó la cosa muy diferente, aunque al cabo salló Dios con su intentó
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merecimientos, Dios, por el bien de tantos millones de indígenas, quiso favorecer a los españoles107. El segundo instrumento de la obra redentora de Dios son los sencillos que, amparándose en una amplia tradición bíblica, dará mucho juego a los escrito-
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res religiosos del XVI. Las Casas teoriza a este respecto: «No es razón dejar de hacer mención del más sublimado beneficio con que Dios dotó y engrandeció, sobre los otros reinos cristianos, a toda España, de que Cristóbal Colón fue segunda causa, conviene a saber, que
de hacer misericordia a quella nación, con la luz de su evangelio, habiendo primero hecho juicio y castigo de los que lo merecían, en su divino acatamiento. En efecto, hubo ocasiones, con que de una parte a la o t r a , nacieron sospechas, y quejas y agravios, y viendo enajenados los ánimos de los indios, a C o r t é s le pareció asegurarse con echar mano del rey Motezuma, y prenderle y echarle grillos, hecho que espanta al mundo, igual al o t r o suyo de quemar los navios y encerrarse entre sus enemigos, a vencer o m o r i r » . A C O S T A , Historia natural....Vil,
25.
107. «Sucedieron en esta conquista de México muchas cosas maravillosas, y no tengo por mentira ni por encarecimiento, lo que dicen los que escriben, que favoreció Dios el negocio de los españoles con muchos milagros, y sin el favor del cielo era imposible vencerse tantas dificultades y allanarse toda la tierra al mando de tan pocos hombres. Porque aunque nosotros fuésemos pecadores e indignos de tal favor, la causa de Dios y gloria de nuestra fe, y bien de tantos millares de almas como de aquellas naciones tenía el Señor predestinadas, requería que para la mudanza que vemos, se pusiesen medios sobrenaturales y proprios del que llama a su conocimiento a los ciegos y presos, y les da luz y libertad con su sagrado evangelio» (ACOSTA, Historia natural..., V i l , 26). El mismo Acosta escribe: «...lo cual t o d o se ha dicho para que se entienda que ha tenido N u e s t r o Señor, cuidado de favorecer la fe y religión cristiana, defendiendo a los que la tenían, aunque ellos por ventura no mereciesen por sus obras semejantes regalos y favores del cielo. Junto con esto, es bien que no se condenen tan absolutamente todas las cosas de los primeros conquistadores de las Indias, como algunos letrados y religiosos han hecho, con buen celo sin duda, pero demasiado. Porque aunque por la mayor parte fueron hombres cudiciosos y ásperos, y muy ignorantes del m o d o de proceder, que se había de tener entre infieles, que jamás habían ofendido a los cristianos, pero tampoco se puede negar que de parte de los infieles hubo muchas maldades contra Dios y contra los nuestros, que les obligaron a usar de rigor y castigo.Y lo que es más, el Señor de t o d o , aunque los fieles fueron pecadores, quiso favorecer su causa y partido para bien de los mismos infieles que habían de convertirse después p o r esa ocasión al Santo Evangelio; porque los caminos de Dios son altos, y sus trazas, maravillosas» (Historia natural....VII,
27). Cfr. Cristóbal de M O L I N A , Relación de muchas cosas acaesádas
en el Perú (1552), en Crónicas peruanas de interés indígena, Madrid, 1968, p. 88: «Nuestro Señor Dios, aunque seamos malos, no quiere dejarnos de su mano».
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le eligió, entre todos los que confiesan su nombre, para ofrecerle tan cierta y sancta ocasión y tan copiosa materia, en la cual no solamente letrados, ni grandes letrados en Teología, ni elocuentes y graciosos predicadores y que tienen oficio y estado de predicar, puedan ser medianeros y coadjutores de Jesucristo en la conversión de tan numerosos cuentos de infieles, pero los idiotas plebeyos y que poco saben, con que tengan firme fe y alguna noticia de los artículos de la fe y diez mandamientos de la ley de Dios, con buen ejemplo de la vida cristiana, pueden alcanzar suerte y lugar de sanctos Apóstoles, si mereciesen recibir de muy alto tan buena voluntad, que de ayudar a coger estas espirituales riquezas, ten estas tierras principalmente, se contentasen, según la simplicidad, mansedumbre y libertad o carencia de impedimentos que podían obviar al recibimiento de la fe de todas estas universas -aciones»108.
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lio. «Nuestro omnipotentísimo Dios -escriben-, cuyas obras son en sí maravillosas, siempre tuvo por estilo de agrandecer las cosas en el mundo humildes y pequeñas y abatir las altas. Y las misericordias y grandezas que por su infinita bondad ha querido mostrar a los hombres, siempre las obra por medio de instrumentos bajos y de poca estima cuanto al parecer del mundo». Recuerdan el valor de la cruz y el hecho de que los primeros apóstoles fueran humildes pescadores. Por la misma razón, quiso que la conversión de América, donde «el número de gentes ha sido mayor que la que hicieron los apóstoles», fuera obra de los niños, que actuaron, en primer lugar, como maestros de idioma y ejemplo de vida para los misioneros. Tuvieron éstos que volverse como niños, dando a entender que los ministros del Evangelio, «si pretende hacer buena obra en el culto de esta viña del Señor, conviene que dejen la cólera de Españoles, la altivez y presunción (si alguna tienen), y se hagan indios con los indios, flemáticos y pacientes como ellos, pobres y desnudos.
Pero son los escritores franciscanos : que dedican a este tema las mejores ."inas, al destacar el papel de los niños i'genas en la predicación del evangec
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_AS CASAS, Historia..., I, 76.
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mansos y humildísimos como lo son ellos». En compensación por esta humilde actitud, Dios premió a los misioneros con el afecto de los niños, que fue, incluso, mayor hacia ellos que hacia sus padres, lo que les hizo descubrir los ídolos escondidos y acusar a los idólatras. Por otra parte, los niños se convierten en predicadores y en ministros de la destrucción de la idolatría109. En Acosta este tema alcanza un relieve especial, debido a que casi ha suprimido a los héroes de sus obras y a que insiste, por encima de todo, en las virtudes y el valor ejemplar del sacerdote. Escribe: «Entre todas las virtudes
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necesarias para este cometido la principal es la humildad. Esta no gusta de grandes hazañas, ni se promete gestas insignes, ni se quiebra jamás por el trabajo, ni menosprecia el fruto por exiguo que sea, antes tiene gustosamente en gran aprecio cuanto Dios realice por su medio. A los humildes concede Dios, en verdad, su gracia, y por ministerio de ellos confunde a los poderosos y grandes del siglo»110. En una línea semejante, Antonio Vázquez se refiere a la acción de los tlaxcaltecas, escogidos por Dios «por coadjutores y amigos de los españoles para la introducción y predicación del santo Evangelio»111.
109. Los frailes los utilizaron como predicadores porque, al principio por lo menos, temían cometer e r r o res al predican en lengua indígena, y les encomendaban a los indios hacerlo. Alaba Mendieta su celo y destreza: « N o faltaron algunos en aquel tiempo a quienes parecía mal y murmuraron de que los indios predicasen, y lo contradecian.no estribando en o t r o fundamento sino en el que estriban los que los aniquilan, diciendo son indios, no acordándose de lo que dirán cuando vean y miren con más claro ojos. N o s o t r o s , como tontos y necios, teníamos por cosa de burla la vida de estos, como si San Pablo y sus discípulos y los de los otros apóstoles no hubieran predicado en acabándose de convertir, y otros muchos de la primitiva iglesia, y como si Dios no hubiera ordenado que de la boca de los niños y de los que aun maman la fe se perfeccionase su alabanza entre los enemigos de ella, que son los infieles». El mismo Bartolomé ÁLVAREZ, tan reticente a reconocer el más mínimo avance de la predicación, ofrece testimonios valiosos de este fenómeno. MENDIETA, Historia eclesiástica..., III, pról., 15, 16, 17 y 19. M O T O L I N Í A , Historia de los indios.... I, 2. Cfr. Carta de fray Martín de Valencia, y de otros franciscanos, a Carlos V, 17-XI-1532, CARTAS de Indias, Madrid, 1974, carta 9, vol. I, p. 546 1 , y CONFESIONARIO para los curas de indios con la instrucción contra sus ritos y exhortación para ayudar a bien morir y suma de los privilegios y forma de impedimentos del matrimonio I 10. ACOSTA, Procurando...,
1,3.
I I I . V Á Z Q U E Z , Compendio..., parte 1.a, III, 9.
60
(Lima, 1985), p. 624.
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Acosta también destaca la importancia de otros instrumentos en la obra de Dios. Instrumentos como el oro112, la piedra imán o la aguja de marear113, que le permiten insistir en la finalidad evangelizados del Descubrimiento y en el respeto a las razones naturales. El Descubrimiento y la incorporación de América tiene, en los planes de 12. «es medida de todas las cosas; [...]
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Dios, otro rasgo esencial: ha venido a premiar la fidelidad de los reyes de España y a restituir las pérdidas que la Iglesia católica ha sufrido en Europa. Pero el premio va acompañado de una misión y, por lo tanto, de un juicio y un posible castigo. Los reyes de España, como otros muchos fieles servidores de Dios a lo largo de la historia -David,
porque el dinero es comida, y vestido y casa, y cabalgadura y
cuanto los hombres han menester. [...] Para esta invención de hacer que una cosa fuese todas las cosas, guiados de natural instinto, eligieron los hombres la cosa más durable y más tratable, que es el metal, y entre los metales [...] eran más durables e incorruptibles, que son la plata y el o r o . Los cuales no sólo entre los hebreos y asirios, y griegos y romanos, y otras naciones de Europa y Asia tuvieron estima, sino también entre las más remotas y bárbaras naciones del universo, como son los indios, así orientales como occidentales, donde el o r o y la plata fue tenida en precio y estima, y como tal usada en los templos y palacios, y ornato de reyes y nobles. [...] Mas es cosa de alta consideración que la sabiduría del eterno Señor quisiese enriquecer las tierras del mundo más apartadas y habitadas de gente menos política, y allí pusiese la mayor abundancia de minas que jamás hubo, para con esto convidar a los hombres a buscar aquellas tierras y tenellas, y de camino comunicar su religión y culto del verdadero Dios a los que no le conocían, cumpliéndose la profecía de Isaías, que la Iglesia había de extender sus términos no sólo a la diestra, sino también a la siniestra, que es como San Agustín declara haberse de propagar el Evangelio no sólo por los que sinceramente y con caridad lo predicasen, sino también por los que con fines y medios temporales y humanos lo anunciasen. Por donde vemos que las tierras de Indias más copiosas de minas y riqueza han sido las más cultivadas en la Religión Cristiana en nuestros tiempos, aprovechándose el Señor para sus fines soberanos de nuestras pretensiones».ACOSTA, Historia natural...,
IV, 2. Cfr.ACOSTA, Procurando..., III,
18. «...los romanos, que hubieron a su poder los metales de plata y o r o que hay en España.Agora a España le viene este gran tesoro de Indias, ordenando la Divina Providencia que unos reinos sirvan a otros [...] para bien de los unos y de los o t r o s » . ACOSTA, Historia natura!...,
IV, 4.
3. «Siendo determinación del cielo que se descubriesen las naciones de Indias, que tanto tiempo estuvieron encubiertas, habiéndose de frecuentar esta carrera para que tantas almas viniesen en cor,ccimiento de Jesucristo y alcanzasen su eterna salud, proveyéndose también del cielo de guía s e r . - : para los que andan este camino, y fue la guía el aguja de marear y la v i r t u d de la piedra ¡mán».ACC :TA, Historia natural...,
I, 17.
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Asa, Josafat, Constantino o Teodosio-, con los que son comparados, son premiados durante sus vidas, no por mejorar el premio futuro, que no sería posible, sino por magnificarlos, para dejar de ellos memoria y ejemplo para otros. La recompensa está vinculada al celo y a los triunfos religiosos de los reyes españoles contra los cuatro escuadrones diabólicos que amenazan a la Iglesia: la perfidia judaica, la falsedad mahomética, la ceguera idolátrica y la herejía; contra los cuales han levantado las armas de la expulsión, la guerra, la conquista y la inquisición, de las que se espera triunfos sin cuento114. Pero más allá de un premio, se trata de un compromiso, de una misión que España asume, porque sólo ella, dada su fortaleza, puede hacerlo, y lo asume en servicio de los indígenas, que viven tan lejos de la cabeza de la Iglesia -el Papa-, y de la misma fe e Iglesia en Europa. Se introduce así la idea de la restitución: «Cierto, parece que en estos nuestros
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tiempos y en estas tierras y con esta gente ha querido nuestro señor Dios restituir a la Iglesia lo que el Demonio la ha robado en Inglaterra, Alemania y Francia, en Asia y Palestina, de lo cual quedamos muy obligados de dar gracias a Nuestro Señor y trabajar fielmente en esta su Nueva España»115. La fortaleza de España aparece como garantía en un doble sentido, que desarrollarán Sahagún, en relación con la debilidad del indígena, y Acosta, en torno a una idea tan cara a él como la de que Dios nunca pide lo imposible. Para Sahagún, que considera posible la existencia de una predicación evangélica en América anterior al Descubrimiento, ahora parece que Dios, «habiendo visto por experiencia la dureza desta gente, y lo poco que en ellos aprovechan los grandes trabajos, que con ellos se tienen y han tenido, ha querido dar la nación española para que sea como una fuente de que mana la doctrina fe católica, para que, aunque ellos desfallezcan siem-
I 14. MENDIETA, Historia eclesiástica... , I, 2. LANDA, Relación..., cap. 52.TORQUEMADA, Monarquía..., XVIII, 2, 4 y 5. I 15. SAHAGÚN, Historia general..., prólogo. Cfr.ACOSTA, Historia natural..., IV, 7; REMESAL, Historia genera/..., I, 5.TORQUEMADA, Monarquía..., XV, pról.
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luntad de los Sumos Pontífices, si considera la carga gravísima que ese oficio trae realmente consigo»117. Pero este planteamiento impone una reflexión necesaria sobre el comportamiento de los españoles y los sufrimientos, en principio difíciles de explicar, con los que el Descubrimiento ha golpeado a los indios. Los religiosos no dejaron de criticar los abusos de la colonización ni de interceder en favor de los indios118, pero ahora interesa destacar otro problema: el juicio que merece el sufrimiento indígena. Los sufrimientos, enfermedades y, por unas razones u otras, la muerte de un altísimo número de indígenas, vinculadas a los efectos de la conquista, las pestilencias de las que habla Mendieta, o plagas en palabras de Motolinía, cuestionaron seriamente a los misioneros, que, al tiempo que culpaban de ellos a
pre, tengan presentes ministros nuevos y de nación española para tornarlos a los principios de la fe»116. Por el contrario, para Acosta, que tiene una mayor confianza en los frutos de la evangelización y en la capacidad de los indígenas, y, más bien, pocas dudas sobre la inexistencia de esta pretendida evangelización previa, la fortaleza de España cumple otra misión: hacer posible la obligación evangelizadora de los Pontífices, para la que se requieren «armadas numerosas y frecuentes, con grandes preparativos y crecidísimos gastos por causa de la navegación tan larga del océano, y por las incomodidades y necesidades frecuentes de tierras tan dilatadas». De este modo, sólo a España, y sólo en estos tiempos, puede confiársele semejante empresa; «y nadie -dice, pensando en los otros reyes europeos- tiene motivo de estar quejoso de la libre voI 16. S A H A G Ú N , Historia general..., X I , 13. ; 17. ACOSTA, Procurando...,
111,2.
! 18. El juicio de Dios sobre los españoles está permanentemente presente, y no hay que r e c u r r i r a Las Casas. Por ejemplo, escribe M O T O L I N Í A : «De algunos españoles que han tratado mal a los indios, y del fin que han habido: Hase visto por experiencia en muchos y muchas veces, los Españoles que con estos Indios han sido crueles, m o r i r malas muertes y arrebatadas, tanto que se trae ya por refrán: eí que con los indios es cruel, Dios lo será con é/» (Historia de los indios..., II, I I). Cfr. III, 2 y I I, donde responsabiliza a los españoles de los indígenas que mueren sin bautizar, del mismo modo que hará, si bien en tonos más dramáticos, Las Casas.
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Motolinía al analizar las diez plagas sufridas por los mexicanos: las viruelas y el sarampión, los que murieron en la conquista, el hambre que azotó a la ciudad de México, los encomenderos, los tributos y servicios, la búsqueda de minas de oro, la esclavitud, el servicio de las minas y la división de bandos de los españoles. Considerando que «los sacrificios y crueldades de esta tierra y gente sobrepujaron y excedieron a todas las del mundo»120, la redención tiene un precio. Las ideas reflejadas en este análisis y su posición en el conjunto de la obra de Motolinía, apuntan en varias direcciones:
los españoles y ponían en marcha soluciones practicas y hospitalarias, se vieron obligados a negar el interesado análisis de los que responsabilizaban a los indios, que, por sus pecados, se habían hecho merecedores del castigo divino. Aunque son muchos los misioneros que ven en la conquista un castigo de Dios119, no van a aceptar una explicación tan simple de las plagas y pestilencias. El primero en rechazarla es Las Casas, si bien, su respuesta es muy insatisfactoria. Aceptará en ocasiones, pese a la imagen que tiene de los indígenas, que Dios pueda haberlos castigado, pero advierte, amenazante, contra aquellos que se convierten en ejecutores de la justicia divina: serán juzgados con mayor rigor.
• Dios hirió y castigó a naturales y extranjeros, • la crítica permanente contra los colonizadores, • la protección de Dios a la colonización, que, mientras los españoles se peleaban, para evitar que se perdiera todo, contó con los frailes y tuvo a los indios como ciegos y • el valor purificatorio del castigo, que claramente refleja la posición de este
Junto a esta imagen, las reflexiones se mueven en una doble dirección: el de castigo redentor que actúa como penitencia salvadora y, desde la afirmación de que los indios mueren para alcanzar la gloria, la afirmación del castigo que esto representa para los españoles. La primera dirección es la marcada por
119. SAHAGÚN, Coloquios y doctrina..., p. 332. TERCERO catecismo..., p. 710. 120. MOTOLINÍA, Historia de los indios..., I, I y 4.
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porque más razones habría para castigar a los españoles, cuyos pecados «son mayores en todo género» a los de los indios. No se trata de un castigo, «antes muy particular merced». Dios los saca de esta vida, haciéndoles ocupar «las sillas del cielo», antes de que, por culpa del trato que les dan los españoles, desesperen en su fe como hicieron los de la Española. El mejor testimonio de esto es, para Mendieta, el hecho de que «solamente van cayendo cada día solos aquellos que buenamente se pueden confesar y aparejar». Puede concluir, así, que a los que está castigando Dios no es a los indios, sino a los españoles, pues acabados los primeros, no sabe «en que ha de parar esta tierra, sino en robarse y matarse los españoles unos a los otros», y, al tiempo, reivindica a la nueva cristiandad frente a la antigua: «plegué a su Majestad divina que nosotros, con nuestra presunción de muy cristianos, sabios y entendidos, no nos hallemos burlados por haber hecho
tema en el conjunto de la obra de Motolinía. Con excepción de la epístola proemial, sólo está precedido por una breve referencia a cómo y cuándo partieron los primeros frailes «para la conversión de los indios naturales de esta tierra de Anáhuac». Concluye con una referencia a los frailes como soportes en la difícil situación desatada por las plagas, para dar inmediatamente paso al desarrollo exitoso de la evangelización, que, encomendados los frailes a la Virgen, «guía de los perdidos y consuelo de los atribulados»121, es acogida por los indígenas con alegría. En la misma línea se sitúa Mendieta cuando señala, recordando a Isaías, «lo hirió Dios primero con plaga, y después lo sanó»122. En otro sentido se hablará de estas dagas como castigo a los españoles, no a los indígenas. Mendieta insiste en esta tesis123. Mientras critica a los colonizadores, niega el castigo a los indígenas
121. MOTOLINÍA, Historia de los indios..., I, 2. 122. MENDIETA, Historia eclesiástica..., IV, 40. Cfr. Carta de fray Martín de Valencia, y de otros franciscanos, a Carlos V, 17-XI-1532, CARTAS de Indias, carta 9, vol. I, p. 54-61, y TORQUEMADA, Monarquía.. IV, 106, y XV. : : MENDIETA, Historia eclesiástica... , IV, 36.
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burla (como dicen) de los mal vestidos»124. Se apunta aquí un tema que, por su novedad, genera una gran oposición en la sociedad hispana, y al que dedicare más atención en el capítulo octavo: la valoración del indígena frente al cristiano viejo. Como último rasgo de esta visión providencialista, debemos destacar que Dios va iluminando su obra por medio de la Biblia, distintas visiones y revelaciones, signos, más o menos naturales, que deben interpretarse (a los que ya he hecho referencia al hablar del héroe), y los misteriosos preanuncios recibidos por los paganos. Con respecto a la Biblia caben dos planteamientos: el de aquellos que pretenden encontrar en las Escrituras una profecía expresa del descubrimiento y conversión de América, y el de los que sólo pretende encontrar pistas para la comprensión de la nueva realidad. Manifestación del primer grupo podría ser el siguiente texto de Mendieta:
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nuestra sagrada fe, y aunque es verdad que todas ellas se pueden entender de la conversión de los gentiles en general, hay empero algunas que con más particular propriedad se pueden aplicar a la conversión de los indios naturales de este nuevo mundo, que a otros algunos de los gentiles, como es aquella de David en el salmo: Populus quem non cognovi servivit mibi: in auditu auris obedivit mibi. "Un pueblo (dice Dios por su profeta) que yo no conocía, me sirvió: en oyendo mi palabra, luego me obedeció". [...] Pues viniendo a probar lo que pretendemos, ¿qué pueblo, qué gente, qué nación estuvo más lejos de conocer a Dios y de ser conocida de Dios en el sentido que llevamos, que los naturales moradores de este nuevo mundo, de pocos días acá descubierto? En la antigua gentilidad de nuestros pasados, conocida en todas partes, se tuvo noticia del Dios de Israel, por estar los judíos derramados por el mundo, como parece en el segundo capítulo de los Actos de los apóstoles. [...] ¿Y de qué gentes se hizo Dios tan olvidado y desconocido como de estas, pues las tuvo mil y quinientos años, después de su venida al mundo, sin que entendiesen ni oyesen el reparo de su redención? Donde se concluye, que aquel verso en que Dios dice: "Un pueblo que yo no conocí", se dijo más propriamente por este pueblo indiano, que por otro alguno. Y lo mesmo aquello que el Padre Eterno, hablando
«Muchas autoridades hay en la Escritura de los santos profetas que tratan de la conversión que se había de hacer de los infieles a
124. Cfr. DÁVILA PADILLA, Historio de la fundación ,1,39.
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El otro planteamiento es el de Acosta, que, pareciéndole «cosa muy razonable que de un negocio tan grande como es el descubrimiento y conversión a la Fe de Cristo, del Nuevo Mundo, haya alguna mención en las Sagradas Escrituras»126, prefiere hacer una interpretación global de los textos bíblicos127. Otro de los instrumentos de los que se sirve Dios para iluminar su obra son las revelaciones y las visiones que trasmite a varones de probada santidad. Recurriendo a ellas, los franciscanos
126.ACOSTA, Historia natural...,
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trasmiten valiosas ideas sobre la conversión de los indígenas128. En consonancia con las tesis acostistas, los chinos aparecen como poseedores de una cultura y unos valores muy superiores a los indígenas americanos. Son personas varoniles de espíritu y capaces de oración y contemplación, que, «sin compulsión alguna, se convertirán y serán constantes en la fe y guarda de la ley y mandamientos de Dios». En las visiones de fray Martín de Valencia, mientras los indígenas americanos son bestias «que con trabajo caminaban y soportaban sus cargas», los chinos son bestias que van por «su camino cargadas y sin pesadumbre». La visión de las dos mujeres no es menos significativa: «La una de ellas era fea, y feo y legañoso también su hijo. La otra hermosa, y
con su Unigénito Hijo, dijo por Isaías: "Cata que llamarás una gente que no conocías, y las gentes que no te conocieron correrán para ir a ti". ¿De qué nación o generación de gente se lee desde el principio y fundación de la Iglesia, que con tanto fervor y apresuramiento haya corrido a recebir los sacramentos del bautismo y de la confesión? De ninguna por cierto.. .»'25
125. MENDIETA, Historia eclesiástica...,
DE
IV, 40. C f r . T O R Q U E M A D A , Monarquía...,
XV, 44.
I, 15. Quizás no esté equivocado Fermín del P I N O cuando señala que
Acosta, en contra de sus planteamientos escriturísticos, se deja arrastrar en este caso por el nacionalismo imperante en la España del XVI ("Culturas clásicas . . . " , ob. cit., p. 347). l27.Aun así, también considera la o t r a posibilidad: «En definitiva, cuando Sofonías dice que todas las islas de los gentiles llegarán a adorar, o cuando Isaías anuncia que los supervivientes irán a las islas lejanas que están más allá de África, de Lidia, de Italia y de Grecia y que anunciarán la gloria de Dios a las naciones [...] cabe la interpretación, nada absurda por cierto, de que los hombres de t o d o este Nuevo Mundo han de ser llamados y conducidos al conocimiento del nombre y gloria de Cristo»; ACOSTA, Procurando. . . , 1 , 1 . :•
MENDIETA, Historia eclesiástica...y,
9 y 10. C f r . T O R Q U E M A D A , M o n a r q u í a . . . , X X , 9 y 10.
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por semejante manera lo era también el hijo, y muy gracioso». Pero, pese a la primera impresión, las visiones no pretenden desmerecer al indio americano, ante la admiración que despierta China y las grandes esperanzas que se ponen en su conversión, se viene a afirmar que el indígena americano, aun siendo gente de menor «capacidad y policía», poco a poco «van pasando el río de su frialdad y tibieza» y, por lo tanto, no es voluntad de Dios que se les desampare, ni siquiera para ir a recoger un fruto más seguro y abundante. Se afirma que el meritorio trabajo de la evangelización está dando sus frutos. De este modo, Mendieta se pronuncia, al igual que lo hace por entonces 129. LAS CASAS, Historia..., natural...,
Acosta, en contra de los que, como Bartolomé Álvarez, critican el éxito de la evangelización. Pero, sin duda, el hecho más llamativo fue el de los preanuncios recibidos por los indígenas sobre la destrucción de su mundo, ya sea por revelaciones directas o por hechos milagrosos. Tanto debió impactar al español, que raro es el cronista que no hace de ellas alguna referencia129. Les resulta claro que la providencia nunca consiente venir cosas señaladas, para bien o para mal del mundo, sin que sean preanunciadas y antedichas, ya sea por los siervos de Dios o por sus enemigos. Si bien esta ultima posibilidad no deja de despertar asombro130. El análisis de estos preanuncios se
I, 10. MENDIETA, Historia eclesiástica...
I I. S A H A G Ú N , Historia general....VIII,
, I, 7 y III, 2. L A N D A , Relación..., cap.
6. M O T O L I N Í A , Historia de los indios..., III, I.ACOSTA, Historia
prólogo a V-VII, V i l , 23 y 28. REMESAL, Historia
Compendio...,
I N D Í G E N A S . . .
parte 2. a , III, I 6 . T O R Q U E M A D A , Monarquía...,
general...,
V, 7, y V I , 8. V Á Z Q U E Z ,
II, 78, 79, 90 y 9 1 , y XVIII, 7. D U R A N ,
Historia de los indios..., cap. 48. 130. N o obstante, MENDIETA, Historia eclesiástica...
, III, 2, cree necesario conjeturar algunas explicacio-
nes: I) el demonio pudo conjeturar, desde la llegada al Caribe de los españoles, que éstos no se detendrían allí; 2) «más cuatro edades, no sé cómo por vía del demonio se podía saber, sino es porque él sabía muy bien, que el Evangelio se había de predicar infaliblemente en t o d o el mundo»; 3) también puede ser que los que lo c o r t a r o n se erraron en la cuenta de años, y no fueran 300, sino 30; 4) «o que por ventura lo supieren tantos años antes por permisión divina, para que advirtiendo algunos de ellos con este aviso en los errores de su gentilidad y ceguedad de sus vicios, se fuesen con buenos deseos y buenas obras disponiendo, y haciéndose en alguna manera capaces para merecer a sí y a su pueblo tan inefable misericordia como la que nuestro clementísimo Dios quería usar con
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bre tanto de unas vidas dominadas por la guerra y la violencia como de la opresión política y religiosa de sus reyes, y, por último, el castigo que Dios anuncia a estos opresores, que, como Motecuhzoma, se han hecho adorar como si fueran dioses. Lógicamente, desde esta concepción providencialista, todos los autores manifiestan, perplejos, su incomprensión. No obstante, escribe Sahagún, es «cosa de grande admiración, que haya nuestro señor Dios tantos siglos ocultada una silva de tantas gentes idólatras, cuyos frutos ubérrisimos sólo el Demonio los ha cogido, y en el fuego infernal los tiene atesorados»131. Lo que le lleva a clamar al cielo:
realiza con prudencia, al comprender que darles demasiado valor entra en conflicto con la preocupación por combatir la sujeción del indígena a la superstición. Aun así, se apoyan en testimonios escriturísticos y patrísticos, como el de Eusebio de Cesárea, para no despreciar estos augurios. Detrás de los anuncios se observa: la preparación para recibir la predicación del evangelio; la bondad de Dios que desea alumbrar a los hombres para que vivan conforme a la ley natural y dictamen de la razón, y no duda en manifestar su voluntad a infieles e, incluso, a pecadores (Nabucodonosor, Balam o la Pitonisa de Saúl); la esperanza, no exenta de temor y preocupación, de los indios que esperan un cambio que les li-
ellos, conforme a aquello que dijo a Abraham: Si hallare cincuenta justos en la ciudad de Sodoma, con todos los demás usaré de misericordia por amor de ellos. Y así se cuentan muchas virtudes de algunos señores y principales del tiempo de la infidelidad, en especial de un Nezahualpiltzintli, y de o t r o Nezahualcoyotzin [...].Y así habría otros a quien Dios alumbraría para vivir conforme a la ley de naturaleza y dictamen de la razón». 131. S A H A G Ú N , Historia general..., prólogo. La misma inquietud manifiestan LAS CASAS, Historia..., 2, MENDIETA, Historia eclesiástica...,
I, I y
IV, 40,Alonso RAMOS G A V I L Á N , Historia del célebre del célebre
santuario de Nuestra Señora de Copacabana (1621), Lima, 1988, I, 9. Alonso de S A N D O V A L , De instaurando Aethiopum salute (1627), Madrid, 1987, que traslada esta preocupación a los negros, o ACOSTA, que escribe: «Cuando vuelvo los ojos a estos pueblos que ocupan la superficie más dilatada de la tierra, antes durante tantos siglos desconocidos, nada me complace tanto como repetir aquellas palabras: Según tu grandeza has multiplicado los hijos de los hombres. Porque indudablemente altísimc designio ha sido y absolutamente inescrutable para nosotros, que se propagasen tantos pueblos s'que por largos siglos les fuese conocido el camino de la salvación. El Señor, sin embargo, se ha c ;-
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Es decir, se afirma una única preocupación de Dios -la salvación del hombre- y se constata un hecho dramático: ninguna nación ha estado tan lejos de conocer a Dios y de ser conocida por él como «los naturales moradores de este nuevo mundo». Con independencia de la posible vinculación a los judíos, es para todos indiscutible que, durante los mil quinientos años transcurridos desde la Encarnación han estado apartados de la redención. Por esto hay que alegrarse y dar gracias al identificar a los indígenas con ese pueblo del que dice el Señor que no le conocía pero que, en oyendo su palabra, le obedeció. Dar gracias porque ningún pueblo, desde la fundación de la Iglesia, «con tanto fervor y apresuramiento [ha] corrido a recebir los sacramentos». Y, dar aún más gracias, porque para hacerlo no ha necesitado ni profetas de su propia nación, ni multitud de milagros, sino sólo unos frailes pobres y extraños133. Pero, desde
«¡Oh, infelicísima y desventurada nación, que de tantos y tan grandes engaños fue por gran número de años engañada y entenebrecida, y de tan innumerables errores deslumbrada y desvanecida! ¡Oh, cruelísimo odio de aquel capitán enemigo del género humano, Satanás, el cual con grandísimo estudio procura de abatir y envilecer con innumerables mentiras, crueldades y traiciones a los hijos de Adán! ¡Oh, juicios divinos, profundísimos y rectísimos de nuestro señor Dios! ¿Qué es esto, señor Dios, que habéis permitido tantos tiempos, que aquel enemigo del género humano tan a su gusto se enseñorease desta triste y desamparada nación, sin que nadie le resistiese, donde con toda libertad derramó toda su ponzoña y todas sus tinieblas? ¿Señor Dios, esta injuria no solamente es vuestra, pero también de todo el género humano? Y por la parte que me toca, suplico a vuestra divina majestad que después de haber quitado todo el poder al tirano enemigo, hagáis que donde abundó el delito abunde la gracia, y conforme a la abundancia de las tinieblas venga la abundancia de la luz sobre esta gente, que tantos tiempos habéis permitido estar supeditada y opresa de tan grande tiranía»132.
nado en nuestro tiempo llamarlos al Evangelio, gracia no otorgada a otras generaciones, incorporarlos y hacerlos partícipes de los misterios de Cristo.Y esto con tal disposición y de tal manera, con procedimientos tan distintos por parte de nuestros hombres, que la mente humana se siente llena de asombro ante la grandeza del designio divino». (Procurando..., proemio). 132. SAHAGÚN, Historia general..., I, apéndice. 133. MENDIETA, Historia eclesiástica..., IV, 40.
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la afirmación de que fuera de la Iglesia no hay salvación, no puede evitarse la pregunta: «¿cómo permitió el Señor que tan gran número de gentes en tantos años estuviesen olvidados so el yugo del demonio?». N o hay duda: la pregunta angustia a todos los misioneros134. La primera reacción pasa por la aceptación agradecida de los designios del Señor. No hay respuesta: los juicios del Señor, dicen los Salmos, son peso y medida, son justos y rectos, profundos y misteriosos. Sin duda la pregunta es angustiosa, pero no es la única que se les presenta angustiosa: ¿por qué los frutos son tan escasos? ¿por qué permite Dios que los predicadores sean tan indignos, y dificulten la conversión? Este es el punto de partida que todos los autores van a aceptar, y en la reflexión sobre este misterio, coinciden en otras ideas: 1) No es posible acusar a Dios, pues \x salvación es un don gratuito, y, por vuestros méritos nadie la merece.
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2) Dios ha venido a redimir a los hombres por puro amor, y siempre cuando menor es su merecimiento. Para transformar los hombres de corazones más duros en un pueblo fiel, testimoniando su inmensa misericordia e inefable sabiduría. 3) La redención se produce en el momento justo; en relación con hechos semejantes vividos por los misioneros americanos, se recuerdan las ocasiones en las que el Espíritu cerro caminos a los apóstoles (Hechos 16, 6-7)135. 4) No existe pueblo alguno en la faz de la tierra que no haya sido llamado a la salvación. Se manifiesta así la defensa contra Jos que afirman Ja incapacidad del indígena para el cristianismo. 5) No se perderá ni uno sólo de los predestinados. El tema de la predestinación está presente en todos los autores, pero nadie lo vive con la intensidad que lo hace Las Casas, que, por ejemplo, escribe: «Pues las ánimas ellos predestinados quel divino benep Licito por estas tierras y entre estas g¿-:\-
}-i. MENDIETA, Historia eclesiástica... , IV, 40 y 45. SAHAGÚN, Historia general..., pról. y IV, apéndice CASAS, Historia..., I, I, 2 y 76. ACOSTA, Procurando..., I, 2 y 5. Etc. .5 "ENDIETA, Historia eclesiástica..., IV, 45. Es igualmente significativo que en otras ocasiones e -• — a la misma explicación. Cfr. MOTOLINÍA, Historia..., III, 5.
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tes tenía y tiene hoy, desde antes que el mundo criase, señaladas y cognoscidad (de lo cual ningún católico osará dudar), que hasta agora ha cogido y siempre las coge y cogerá como granos de trigo celestial para poner en sus trojes divinales, o como piedras vivas muy más que preciosas para el edificio de aquella su real y divina casa y ciudad, de las cuales no bastará todo el infernal ejército, con los instrumentos que por acá ha desparcido, a sacarle de la mano una ni ninguna...»136. Para la teología católica, cuando se decía que no todos los hombres estaban predestinados, no se quería decir que no se ofreciese a todos los medios de salvarse, sino únicamente que Dios sabe ya lo que ha de
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suceder. Aun así, no puede negarse que la insistencia obsesiva en la predestinación, de la forma que lo hace Las Casas, pone de manifiesto una espiritualidad pesimista. El resto de los autores, por el contrario, sin carecer de testimonios en torno a la predestinación, insisten mucho más en la pretensión salvífica universal137. 6) En último término lo que encontramos es una afirmación sobre el gran valor de la salvación de una persona, aunque sólo fuese una, y la imposibilidad de desentrañar en mayor grado los juicios de Dios. Este será el punto de partida de todos, en el que buscarán seguridad, mientras se adentran en pos de respuestas complementarias.
136. LAS CASAS, Historia..., I, 76. 137. En este sentido puede verse, por ejemplo, todo el primer libro de la obra de FOCHER, Itinerario. donde, como en tantos otros, la voluntad salvífica universal de Dios impulsa al apostolado.
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IV FRAY B A R T O L O M É DE LAS CASAS Y LA OBSESIÓN POR EL P E C A D O
Años antes de que el papa Pablo III proclamase que los indios eran capaces de ser miembros de la Iglesia, se había iniciado una tarea misionera en la que fue obligado ensayar procedimientos totalmente novedosos, ante la ineficacia de los observados hasta entonces. Desde Barcelona, donde habían recibido al Almirante, los reyes pusieron en marcha la evangelización, pidiendo al Papa, para llevarla a cabo, la donación de las tierras descubiertas y por descubrir, y disponiendo el envío del primer grupo de misioneros, ya en el segundo viaje de Colón. Al frente de éstos iría fray Bernardo Boil. La primera experiencia resultó un fracaso y Boil, alegando su incapacidad para entender a los indígenas, regresó a la Península. Algunos de sus compañeros permanecieron en América, pero, al parecer, su labor no alcanzó gran relieve.
La búsqueda de soluciones pasó por movilizar a los institutos de más tradición misionera. Los franciscanos, desde 1502, y los dominicos, desde 1510, llevaran el peso inicial de una evangelización, que, en estos primeros años, adoleció de un carácter experimental. Teniendo en cuenta esto, y sin caer en las exageraciones lascasianas, es fácil observar que los religiosos americanos coinciden básicamente en el análisis que hacen de la experiencia antillana. Las Casas, principal soporte de una interpretación muy compartida, resume el resultado de este modo: «...por aquellos tiempos no hubo más memoria de enseñar estas gentes en las cosas de la fe ni de su salvación verdaderamente, que si fueran perros o gatos, porque no hervía en los seglares otra solicitud ni otro cuidado, sino solamente de los trabajos y sudores y vidas de los indios aprove-
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charse, por todas las vías y maneras que ellos podían alcanzar; y como no había religiosos, y los de Sanct Francisco que vinieron a esta isla el año de 1502, como ya se refirió, eran pocos, y aun para decir verdad, tampoco tuvieron ese cuidado, de todo remedio espiritual quedaron los indios desamparados...»138. Excusa a los reyes de cualquier responsabilidad, y la hace recaer en los codiciosos españoles y en el Consejo. Concluye afirmando que no se hizo lo necesario para proporcionar a los indígenas un conocimiento mínimo del cristianismo, que permitiera su salvación. Se entregó la evangelización a unos seglares ambiciosos, crueles e ignorante, que nunca se preocuparon por aprender la lengua de los indígenas, y cuyo esfuerzo, aun suponiéndolo sincero, estaba condenado al fracaso, porque los indígenas «habían de ser instruidos desde los primeros principios de la fe y religión cristiana, que no son el Avemaria y Paternóster ni Credo mostrado en latín, como quien lo enseña a urracas y papagayos»"9.
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El problema era muy grave. Destinar a la catequesis las últimas, y escasas, horas del día, cuando los indios volvían de sus agotadoras jornadas de trabajo, provocó el rechazo del indígena a la predicación, el fracaso de ésta y la hipócrita reacción de los españoles. Continúa Las Casas: «...respondían los indios que los dejase holgar, cuando les decía el español que rezasen, podría ser que alguna vez lo respondiesen así, pero tenían en ello mucha razón, porque cuando alguna vez les decían el Paternóster o Avemaria o el Credo en Latín o también, aunque raro, en nuestro romance castellano, como no entendían ni en la una ni en la otra lengua cosa dello alguna, ni para qué fin se lo enseñaban, creyendo que los querían enseñar a hablar la dicha lengua, como quien lo enseña a papagayos [...], respondían los viejos y los hombres de edad: "Yo ya soy viejo o soy hombre de edad; ¿para qué me quieres a mí enseñar a hablar?, enseña a los niños que no tienen tantos cuidados ni están cansados como yo"; desta respuesta colegian lue-
138. LAS CASAS, Historio..., III, 14; cfr. II, 12. 139. LAS CASAS, Historio..., III, 14.
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go y murmuraban los españoles diciendo: "Mirad el perro cómo no quiere recibir la fe; éste nunca en su vida será buen cristiano"»140. Los dominicos de Santo Domingo, encabezados por fray Pedro de Córdoba, coinciden plenamente con este diagnóstico, como acreditan tres cartas, a cuya redacción no es ajeno el propio Las Casas141. De ellas pueden destacarse algunas ideas:
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estas gentes sin fe, podían indiferentemente matarlos, cautivarlos, tomarles sus tierras, posesiones y señoríos e cosas» y en la mansedumbre del indígena, es lo que ha provocado la perdida de las vidas y las almas de los muchos indios que poblaban las islas. • Los españoles han presentado hipócritamente la imagen de un indio incapaz para el cristianismo, con la única intención de justificar la explotación. • Ante esta cruel situación es justa la rebelión de los indígena, que siempre han recibido a los cristianos «como á ángeles».
• Los reyes no son responsables de la destrucción de las islas. • La crueldad de los españoles, originada en la creencia de que «por ser
140. Llega incluso a establecer una interesante comparación. «Será bien aquí considerar, que qué fraile criado toda su vida en religión, en obediencia y doctrina o disciplina monástica, viniera de trabajar t o d o el día, hecho pedazos y la barriga pegada de pura hambre al espinazo, y que sabía el f r u t o que la oración le prestaba, si le mandara el perlado que, cesando, a la noche, de los diurnos y grandes trabajos, fuese a la iglesia a hincarse de rodillas y rezar por media hora y más, no se le hiciera de mal y pudiera responder con razón al perlado:"Padre, mándame dar de cenar, y dame lugar para que descanse". ¡Cuánto con mayor justicia y razón estas gentes, no sabiendo ni sintiendo cosa chica ni grande, para qué fin aquellas palabras les mandaban que dijesen, por carecer totalmente del cognoscimiento de Dios, y cuando lo oían nombrar, no sabían sí nombraban piedra o palo o algún árbol, podían responder al minero o estanciero o verdugo ordinario las palabras que dice el prólogo, déjanos holgar, pues para esto venimos a nuestras casas?». LAS CASAS, Historia...,
III, 14. Cfr. III, 4, donde el
sermón de Montesinos le sirve para introducir su versión del problema. 141. " C a r t a que escribieron varios padres de la orden de Santo Domingo, residentes en la Isla Española, a Mr. de X e v r e s " (1516); "Parecer de los religiosos de Santo Domingo, sobre los indios: fecho en Santo Domingo, firmado por fray Pedro de C ó r d o b a " (s.f.), y " C a r t a al Rey, del Padre fray Pedro de Córdoba, viceprovíncial de la O r d e n de Santo Domingo, Santo Domingo de la Isla Española" (s.f.). er COLECCIÓN de documentos...,Vil,
pp. 397 y ss., y X I , pp. 21 I y ss. y 216 y ss.
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• La buena disposición del indígena hacia el cristianismo se ha visto malograda por la crueldad del español, sus malos ejemplos y los errores y desinterés por la evangelización: se ha pretendido catequizar al indígena después de una jornada de trabajo agotador y, además, se ha pretendido responsabilizar al español, que desconoce su fe y aún menos la vive, de esta evangelización, y «cómo podrá enseñar la fe al infiel, aquel que para sí no la sabe, y lo que peor es no la obra», aquel que sólo da ejemplo de lujuria, violencia, blasfemia y crueldad. • Siendo los indios «gentes tan mansas, tan obedientes y tan buenas», su cristianización sería fácil «si entre ellos entraran predicadores solos sin las
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fuerzas e violencias destos mal aventurados cristianos». • De lo contrario, menos malo sería, ante la multitud de los que están muriendo sin «salud de sus ánimas», que los indios quedaran como estaban, por lo menos no se blasfemaría el nombre de Cristo «como se blasfema entre los infieles». • Las pérdidas que ha sufrido la corona por culpa de estos malos vasallos, que han destruido la riqueza de las islas. • La maldad e ilicitud de los repartimientos y las encomiendas. Pese a las voces disidentes y a las numerosas deficiencias e incoherencias de esta imagen, que incluso se constatan en el interior de la obra lascasiana142, fue,
142. Algunos religiosos defendieron el mantenimiento de las encomiendas, para consolidar el asentamient o de los españoles y facilitar la evangelización y salvación de los indios; vid. "Parecer de los frailes franciscos, sobre lo de los indios, por fray Pedro de Mexía" y "Memorial de fray Bernaldino de Manzanedo", en COLECCIÓN de documentos..., X I , pp. 147 y 298. En la versión lascasiana de los acontecimientos antillanos, llama la atención que la Iglesia aparece como testigo mudo o como cómplice de la tragedia. Escribe Lewis H A N K E (La lucha por la justicia en la conquista de América, Madrid, 1988, p. 32): «subsiste el hecho de que las dos primeras décadas de dominación española fueron un período de explotación casi desenfrenada de los indios. La llegada de cuatro frailes dominicos a la Española en 1510, bajo la dirección de Pedro de Córdoba, cambió t o d o esto». Hoy sabemos que los franciscanos hicieron mucho y se adelantaron a los dominicos en la denuncia. Pero, «tampoco se puede hablar, por falta de datos, de una postura eclesiástica decidida y universalmente beligerante contra esa situación, pero los que se poseen inclinan la balanza más hacia la insatisfacción que hacia la supuesta complicidad» (P. BORGES, «La Iglesia americana y los problemas del indio», en Historia de la Iglesia en
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sin duda, la más defendida por los religiosos españoles en el XVI, e, incluso, alguien tan alejado de Las Casas como Motolinía, escribe: «Y no miran los españoles que si por los frailes no fuera, ya no tuvieran de quien se servir ni en casa ni en las estancias, que todos los hubieran ya acabado, como parece por experiencia en Santo Domingo y en las otras islas, adonde acabaron los Indios»143. Por su parte, Mendieta no duda en seguir, en muchas ocasiones textualmente, los escritos de Las Casas al que califica de «persona gravísima, que a todo lo sucedido se halló presente»144. De esta forma, no es extraño que coincida en casi todos los puntos con el domini-
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co al considerar «el flaco suceso que hubo en la conversión de los indios de la isla de Santo Domingo». Exime a los Reyes de toda responsabilidad, excepto si acaso de exceso de confianza, considerando que «si los gobernadores y otras personas que enviaron para el efecto tuvieran su espíritu, o se regieran por él, no hay duda sino que este negocio tuviera otro suceso mejor del que tuvo». Del mismo modo excusa de toda responsabilidad a Colón145. Los escasos frutos de la evangelización antillana se explican por el hecho de que «ningún eclesiástico ni seglar supo enteramente alguna lengua de las que había en aquella isla que llamamos Española», y no por «la dificultad que
Hispanoamérica y Filipinas, Madrid, 1992,1, p. 652). Por su parte, escribe LAS CASAS (Historia...,
I, 40;
cfr. III, 146): «los que con ellos mucho en esta isla Española conversamos, así en las cosas espirituales y divinas, diversas veces, comunicándoles la cristiana doctrina, y administrándoles todos los siete Sanctos Sacramentos, mayormente oyendo sus confesiones, y dándoles el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, y estando a su muerte, después de cristianos, como abajo en el segundo libro, cuando destas islas y gentes dellas, que dijimos llamarse \ucayos hablaresmos, placendo a Nuestro Señor, parecerá». Vid. P. BORGES, ¡Quien era fray Bartolomé de Las Casas?, Madrid, 1990, pp. 34-35. 143. M O T O L I N Í A , Historia
de los indios...,
III, I. Por contraste, a comienzos del siglo XVII, A n t o n i o z ;
Remesal, pese a tener p o r fuentes varios manuscritos lascasianos y a haber sido considerado el z- • mer biógrafo del dominico, marca distancias claras con éste, no justifica los levantamientos ¡r: nas, introduce o t r o s factores explicativos, como, por ejemplo, las enfermedades, y se siente c : a disculpar el contenido de la Brevísima. REMESAL, Historia general..., II, 17, y IV, 12. 144. MENDIETA, Historia eclesiástica...,
I, 6.
¡45. MENDIETA, Historia eclesiástica...,
I, 6.
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causa de que ¡os indios abominasen de este nombre, como de cosa pestífera y perniciosa». La consecuencia es clara: «Y así, de ruines principios se siguieron malos medios y peores fines; porque al fin todos aquellos indios se acabaron», pero marca una significativa diferencia con Las Casas: «Fue de poco efecto lo que los frailes en aquellas islas hicieron, a lo menos cuanto a la conservación de los naturales de ellas»'47.
había en aprendellas, sino porque ninguna persona eclesiástica ni seglar tuvo en aquel tiempo cuidado de dar doctrina ni conocimiento de Dios a aquellas gentes, sino sólo de servirse todos de ellos»146. La causa primera fue la ambición y crueldad de los españoles, que «llegados a la isla Española, como vieron la muestra que aquella tierra daba mucho de oro, y la gente de ella aparejada para servir, y fácil de poner en subjeción, diéronse más a esto que a enseñarles la fe de Jesucristo». La explotación a la que sometieron a los indígenas y el desinterés por la evangelización tuvo como consecuencia que los españoles, al tiempo que usaban jactarse «del nombre de cristianos, haciendo por otra parte las hazañas que hacían, [fueran]
Justifica, al igual que hizo Las Casas, el levantamiento indígena contra los españoles, pues, pese a la atrocidad de estos actos, de lo que debe uno maravillarse no es de esto, sino de que no haya acontecido lo mismo en otras muchas partes de las Indias148. Y, en una nueva coincidencia con el dominico, escribe: «les parece que doquiera que
146. «Fr. Buil y sus compañeros no dejaron de baptizar algunos indios, pero pocos; y aun aquellos (según se sospecha) más se baptizaban por lo que les mandaban sus amos, que movidos a devoción por las obras y buena vida que en ellos veían». Posteriormente, los religiosos hicieron t o d o lo que estaba en su mano, y no hicieron m i s p o r carecer de los privilegios que luego se les concedería (MENDIETA, Historia eclesiástica...,
I, 6 y 8).
147. MENDIETA, Historia eclesiástica...,
I, 6, 7 y 8.
148. MENDIETA, Historia eclesiástica...,
I, 9: De la ocasión que los indios de Cumaná y Maracapana
tuvieron
para aborrecer los cristianos, y destruir los monesterios que tenían, matando a los religiosos, y cap. 10: En que concluye la materia del pasado, añadiendo lo que pasó en Cumana, donde mataron un fraile francisco. Cfr. MENDIETA, Historia
eclesiástica...,
I, I I . En una posición semejante se encuentra
MOLINA,
Relación de muchas cosas..., p. 87-88, donde, implícitamente, viene a justificar la rebelión indígena.
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lleguen (mayormente entre infieles), pueden entrar como señores absolutos con solo el título de españoles y cristianos, puesto que no guardan ley ni término de cristiandad, sino que tienen licencia para entrar matando y robando, y aprovechándose de los bienes y personas de los naturales y de sus hijos y mujeres, aunque ellos los hayan recibido con todo amor y paz y buen acogimiento, y que no están obligados a darles ningún buen ejemplo no tener con ellos siquiera buen comedimiento; antes, no obstante todo esto, aquellos por cuyas puertas y bienes se meten están obligados a ser luego más fieles cristianos, no más de porque ellos se lo dicen, v muy obedientes a lo que les mandaren, sin tener de que se excusar no de que se agraviar ni querellas, y en faltando de esto un punto, o en soñando ellos que quieren hacer falta, luego, por el mismo caso, son traidores y rebeldes y dignos de ser quemados, destruidos y asolados, y el pecado de uno ha de ser pecado de todo el pueblo, y del que se cometió en un pueblo han de ser reos y culpados todos los de aquella nación.
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Este es el bordón, fueron y usanza con que por la mayor parte han entrado españoles en la conquista de los indios; esta es la razón por donde podemos tener por gran maravilla, si los indios salen perfectos cristianos, y si lo son, debemos dar inmensas gracias nuestro Señor, que por su gracia y misericordia lo obra, y no maravillarnos de que los indios a cabo de dos o tres años de su baptismo, tuviesen por cosa de burla y engaño lo que los frailes les predicaron de la ley de Cristo, viendo que los que se jactaban del renombre de cristianos obraban tan al revés de lo que su ley sonaba; y plegué a Dios que yo mienta, y que en el día del juicio no veamos (como yo lo temo) innumerables de nuestros antiguos cristianos, que por su mal llegaron a tierra de indios, condenados al infierno, porque en lugar de predicar con su vida a Cristo crucificado, fueron causa de que su santo nombre fuese blasfemado entre las gentes, como lo dijo San Pablo»149. Pero, al tiempo, y posiblemente teniendo presente al enfrentamiento de Las Casas con Motolinía y la recrimina-
149. MENDIETA, Historia eclesiástica..., I, I I.
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ción que éste le hizo al primero150, Mendieta siente la necesidad de justificar sus posiciones. Dice haber preferido no tocar esta materia, pero su importancia y responsabilidad en la perdida de tantas almas, le ha obligado a tratarla, por eso, pide que «sea recibido de los que lo oyeren con la sana intención con que yo lo escribo: es a saber, para que pues nos preciamos de cristianos, como tales nos humillemos y reconozcamos nuestros propios defectos y perversas inclinaciones, y nos vamos en ellas a la mano, escarmentando en los excesos de los pasados y en el justo castigo que por mano de Dios por ello recibieron, y no queramos echar nuestras culpas o de los
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de nuestra nación a los de otra por ser diferentes, si bien considerado el negocio no se les debe con razón imputar, pues no la tienen»151. Acosta no se distancia mucho de la tónica general: reconoce la caída de la población indígena en las Antillas, pero, matiza su análisis: «Cierto es que no han sido sólo las guerras de los nuestros las que han producido toda esta devastación; muchísimos murieron consumidos por una pestilencial enfermedad que nunca antes habían visto»152. Lo cierto es que los primeros años en las Antillas fueron muy duros, para los indios, y, como el mismo Las Casas nos trasmite153, también, para los espa-
150. «Sabido está que pecado comete el que deshonra y disfama a uno; y más el que disfama a muchos; y mucho más el que disfama a una república y nasción», Carta de fray Toribio de MOTOUNIA
al
Emperador Carlos V (2-1-1555). 151. MENDIETA, Historia eclesiástica..., 152. ACOSTA, Procurando...,
I, I I.
I, 13. Hay que tener presente que llega un momento en el que los misione-
ros, y principalmente los jesuítas, preocupados por cuestiones que les son más urgentes, relegan a un segundo plano el problema, ya distante en el t i e m p o . d e la conquista y su justicia. A finales del siglo X V I , denuncian los abusos de conquistadores e, incluso, misioneros, y reconocen los méritos legislativos y políticos de la Corona, con la intención de afirmar la paz y evitar más daños. ACOSTA, Historia natural....Vil,
27. Puede también consultarseTORQUEMADA,Monarquía...,XVIII, 6,y D Á V I -
LA PADILLA, Historia de la fundación...,
I, 101.
153. «Luego que desembarcaron, acordaron de ir a las minas viejas y nuevas [...] a coger o r o , creyendo que no había más que llegar y pegar. Allí veríades hacer sus mochilas cada uno de bizcochos de la harinilla que les había sobrado o traían de Castilla, y llevarlas a cuestas con sus azadones y gamellas o dornajos, que acá llamaban y hoy llaman bateas; y los caminos de las minas, como hormigueros de
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tención de explicar sus puntos de vista. En breve tiempo, este conflicto aceleró y profundizó lo que Hanke llamó, hace ya muchos años, la lucha por la justicia, donde los religiosos partiendo de la situación de desventaja de los nativos, se convirtieron en sus protectores natos. Al mismo tiempo, el conflicto impulsó el salto evangelizador hacia el continente y puso en marcha la reacción crítica de Bartolomé de las Casas.
ñoles, que, en condiciones no muy halagüeñas, y casi por necesidad, impusieron la práctica de la encomienda. Contra esta situación, el 21 de diciemDre de 1511, los dominicos, por medio de fray Antonio Montesinos, alzaron su voz: «Estos ¿no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos?»154.
En mi opinión, son muchos los que han atribuido a Las Casas una influencia sobre la política indiana de su tiempo muy superior a la que tuvo. Participa de un espíritu general y contribuye a la formación de un ambiente de criticismo, que, con una aguda visión
Los españoles protestaron acusando al dominico de atacar la soberanía del rey en las Indias y exigieron, sin éxito, _na retractación. Ambos grupos enviaron emisarios a la península con la in-
los hidalgos que no traían mozo, ellos mismos con sus cargas a cuestas [ . . . ] . Llegados a las minas, como el o r o no era f r u t o de árboles para que, llegando, lo cogiesen, sino que estaba debajo de la tierra, y sin tener conocimiento ni experiencias, como ni por qué caminos o vetas iba, hartávanse de cavar y de labar la t i e r r a que cavaban los que nunca cavar supieron, cansábanse luego, sentábanse, comían muchas veces; como digerían la comida con el trabajo, presto tornaban a cavar, y al cabo no veían relucir de su trabajo premio. A l cabo de ocho días, no quedando ya cosa de comer en las talegas, volvíanse a esta ciudad, o villa que era, tan vacíos de una señal de o r o , por chica que fuese, como de bastimentos.Tornaban a comer de lo poco que les quedaba traído de Castilla; comenzáronse a descorazonar, viéndose defraudados del fin que los había traído; con esto, pruébalos la t i e r r a dándoles calenturas; sobre aquellas, fáltales la comida y la cura y t o d o refrigerio: comenzábanse a mor i r en tanto grado que a enterrar no se daban a manos los clérigos. Murieron más de los mil de los mil y quinientos; y los quinientos, grandes angustias, hambres y necesidades, quedaban enfermos». LAS CASAS, Historia..., Í 5 4 . L A S CASAS, Historia...,
II, 6. 111,4.
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de la oportunidad, sabe aprovechar. El interés por su obra radica en un pensamiento, peculiar, novedoso y, al mismo tiempo, coincidente en buena medida con el de otros religiosos de su tiempo155. Pero, dominado por un pesimismo espiritual profundo, su camino intelectual se hace intransitable para la mayoría de sus contemporáneos y para las generaciones posteriores, a menos que, como han hecho no pocos, se rechace el esencial componente religioso de su personalidad y se le reduzca a un revolucionario político, un adelantado de los derechos humanos o un indigenista. Las Casas en su reflexión sobre la colonización y evangelización, no sólo parte de su experiencia antillana, sino que, todo su pensamiento y acción política es inexplicable sin esta experiencia, que le lleva a afirmar que los indígenas, más que extinguirse como resultado de su lucha con los españoles, lo hacen por convivir con éstos. Se con-
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venció, como muchos otros, de que la relación desorganizaba la existencia cotidiana del indígena, le sometía a la autoridad del sistema político español, le convertía en servidor, cuando no en esclavo, del español, adquiría enfermedades mortales y entraba a vivir con gentes extrañas que, en lugar de protegerle, lo explotaban156. Ante esta situación, «según lo que en aquellos tiempos con nuestros ojos vimos y lo que después por muchos años habernos experimentado», concluye una regla general: para que los indios sean cristianos, es necesario que no tengan contacto alguno con los españoles, «por la corrupción que con sus malos ejemplos les causan»157. Ya hemos visto como la mayor parte de los autores coinciden con buena parte del análisis lascasiano, por lo menos en lo referente a las Antillas, pero Las Casas se aleja radicalmente del resto de los protagonistas de la denuncia, dominado por una obsesiva preocupa-
155. A este respecto puede consultarse A. HUERGA, Fray Bartolomé de las Casas. Obras completas. I. Vida y obras, Madrid, 1998, p. 318. P. BORGES, Quien era..., pp. 68, 76-77, 109, 172-3, 197-99,220-21 y 29193. L. HANKE, La lucha por la justicia..., pp. 170 y 210-12. 156. C. ESTEVA FABREGAT, «La cultura indígena en el pensamiento de Las Casas», En elV centenario de Bartolomé Las Casas, Madrid, 1986, pp. 99 y 100. 157. LAS CASAS, Historia...,111, I I .
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ción por la salvación, que deriva en mesianismo158. Con independencia de los casi tres años que transcurren entre el sermón de Montesinos y la llamada primera conversión de Las Casas'59, puede afirmarse que aquel le aporta la semilla de la duda. Señala Borges -del que asumo el núcleo de su brillante análisis- que si una de las características de los convertidos apasionados, y más si se sienten culpables de su vida anterior, es pasarse de un extremo al otro, en el caso de Las Casas este paso adquirió el matiz de la obligatoriedad de corresponder a los planes divinos. Quizás a otro le hubiera bastado con cambiar su conducta, pero Las Casas se sintió culpable de tres pecados: la posesión de algo ilícito (las enco-
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miendas), la excesiva explotación lab; ral de los indígenas y el olvido, mugrave en un sacerdote, de la obligación de catequizarlos. Para la remisión de estas culpas no consideraría suficiente ni la renuncia a las encomiendas ni la dedicación a la catequesis indígena, se impuso una obligación restitutiva que identificó con su acción política160. Lo que realmente le define no es su apasionamiento de converso ni su lucha proindígena, sino un obsesivo temor por la salvación, desencadenado, quizás, por la negativa de un dominico, en 1515, a darle la absolución, al saber que tenía indios encomendados. Este temor, que le acompañó hasta el final de su vida, lo manifiesta por su propia salvación, la de los españoles, la de España y
158. N o se trata de comportamientos enfermizos o paranoicos. Múltiples testimonios acreditan la claridad de su pensamiento y acción.A este respecto coinciden P. BORGES, Quien era..., p. I 10, y L. H A N KE, La lucha por la justicia...,
p. 183, y puede verse, como ejemplo, la Petición dirigida a S. M. por fray
Bartolomé de las Casas, esponiendo las ventajas que se seguirían al Estado, sí se adoptase en las Indias lo que propone, COLECCIÓN de documentos....Vil,
pp. 101-109.
159. N o debe restarse importancia a este proceso de conversión haciendo aparecer a las casa como un encomendero bueno. La Conversión está motivada por la «toma de conciencia de que los encomenderos, y él con mayor razón por ser además sacerdote, se encontraban en estado de "damnación", es decir, en pecado m o r t a l permanente y en vías de condenarse debido a la posesión de las encomiendas». Isacio PÉREZ, Cronología comentada
de los viajes, estancias y actuaciones
Bartolomé de las Casas, Bayamón, 1984, p. 227. P. BORGES, Quien era..., ob. cit., pp. 56 y 6 0 - 1 . 160. Cfr. BORGES, Quien era..., ob. cit., pp. 60-3.
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la de los indios. «Lo único permanente en Bartolomé de las Casas desde 1514 hasta su muerte en 1566 es un problema religioso que, [...] se encuentra en una obsesión por la salvación eterna suya y de cuantos intervenían en la aludida situación»161. Los testimonios son numerosos: En su testamento pide que se organicen todas sus cartas, para que «si Dios determinase destruir a España, se vea es por las destrucciones que habernos hecho en las Indias, y parezca la razón de su justicia»; «abandonó este mundo plenamente consciente de que toda España y todas las Indias sabían lo mucho que él había trabajado por estas últimas, pero al mismo tiempo temeroso de que Dios lo castigara por haber conseguido poco a causa de sus muchas negligencias, como él mismo afirma en 1565»; su biógrafo, Antonio de Remesal, cuenta que su confesor, fray Rodrigo de Ladrada, le advertía en la confesión: «Obispo, mirad que os vais al infierno, que no volvéis por estos pobres indios como estáis obligado»162.
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Es el pesimismo de un hombre que, obsesionado por defender lo que considera justo, sin la menor concesión a las circunstancias, teme de Dios un juicio tan intransigente como el que a él le han merecido los demás. En Las Casas no encontramos manifestación de optimismo alguna; «es una espiritualidad pesimista, perfectamente acorde con su carácter», y con la idea que tiene de Dios, en la que predomina, sobre el amor y la caridad, una relación de obligatoriedad y servicio. Así, el pecado y el juicio permeabilizan todos sus escritos163. La defensa de los indios es consecuencia de este hecho. «Lo que, en efecto, obsesionaba a Las Casas no era el indio como tal (al que, por supuesto, tampoco excluía) sino la situación de las Indias y ello porque con el estado de cosas reinante en ellas se ponía en peligro de condenación eterna a cuantos eran víctimas de esa situación y a cuantos colaboraban a ella». El objetivo último de su obsesión es la salvación propia, de los indios, de los españoles, de
161. BORGES, Quien era..., ob. cit., p. 265. 162. BORGES, Quien era..., ob. cit., pp. 240-41. HANKE, Lo lucha por la justicia..., ob. cit., p. 83. 163. BORGES, Quien era..., ob. cit., pp. 240-41 y 275.
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los gobernantes y de España1". Veamos como se refleja este problema en sus obra. El cristianismo - y «las verdaderas y perfectas virtudes que en la cristiana religión consisten»- es para Las Casas, como para sus contemporáneos, que ven el contacto entre religiones como el paso redentor de una situación de esclavitud a otra de plenitud y salvación, el único factor que permite la plena realización humana. De tal forma que, «dondequiera que doctrina y la palabra de Dios falta, por muy políticos y sabios y aun cristianos que sean los hombres, se olvidan y depravan», «porque esta sola es la que apura y alimpia todas las heces y barbariedad de las incultas naciones»165. Las Casas, al enfrentarse al problema de la Redención de los naturales americanos, responde con suma claridad a los que preguntan «¿por qué agora? ¿por qué tan tarde? ¿por qué después?»: Dios obra por pura misericordia, salvando a pecadores que «por su :- BORGES, Quien ero..., ob. cit., p. 284. -.i. LAS CASAS, Historia..., prói y III, 23. (66. LAS CASAS, Historia..., I, I.
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propia culpa merecieron ser olvidados»; «debe bastar creer y saber quien es el que así lo dispone, cuya alteza de riquezas y sabiduría a la humana presunción son ininvestigables». Por lo tanto, nadie debe hacerse esta pregunta, seguro de que se ha realizado lo «establecido, desde el comienzo de los tiempos, [en] el momento justo»166. Pero la claridad no basta. Ni el tono imperativo de la respuesta. La larga disertación sobre este tema prueba la existencia de una grave preocupación sobre la justicia de Dios en los religiosos del siglo XVI. En la línea de lo visto en el capítulo tercero, hay que tener presente elprovidencialismo lascasiano, marcado por la presencia de los preanuncios, avisos de Dios para bien del mundo; el papel de Colón, como instrumento humano de la acción de Dios, unido al deseo de destacar la elección de los sencillos para sus obras; el reconocimiento de los beneficios materiales que podrían reportar, a España y a la Iglesia, las riquezas americanas, y, sobre todo, la afirmación
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prudentes de todo él, como eran los griegos y romanos, en seguir las reglas de la natural razón con no chico exceso sobrepujaron»168.
de la misión unida al Descubrimiento y, por consiguiente, la insistencia en la responsabilidad y en el juicio. Al observar la imagen que del indígena americano trasmite Las Casas, debe comenzarse - e n coincidencia con lo señalado por Claudio Esteva Fabregatafirmando el escaso valor etnográfico de su obra167, que no constituye un testimonio de la realidad, sino la representación imaginada e ideológica de estos mundos exóticos. Su Apologética Historia pretende demostrar que los indígenas americanos no solamente se hallan a niveles humanos comunes, sino aun superiores a los alcanzados por los antiguos pueblos de más desarrollo cultural. El mismo Las Casas lo plantea con claridad:
C o n el estudio de las costumbres indígenas pretende eliminar todo obstáculo teórico a la evangelización pacífica. Así, defiende que todos los errores indígenas son moralmente perdonables por originarse en la inocencia racional, limitada únicamente por la carencia de la revelación cristiana, que, además (afirma, poniendo de manifiesto su intención), no rechazan cuando les es comunicado en la forma adecuada. La confianza en los misioneros, como vehículos de transformación del indígena, amplia en casi todos los autores, alcanza en Las Casas proporciones inauditas.
«Cuanto a la política, digo [que] no sólo se mostraron ser gentes muy prudentes y de vivos y señalados entendimientos, teniendo sus repúblicas -cuando sin fe y cognoscimiento de Dios verdadero pueden tenerse- prudentemente regidas, proveídas y con justicia prosperadas, pero que a muchas y diversas naciones que hubo y hay en el mundo, de las muy loadas y encumbradas, en gobernación política y en las costumbres se igualaron, y a las muy
Todos los rasgos que asocia a la alta racionalidad del indígena, tanto los físicos -excelentes proporciones físicas, agilidad, gracia, belleza, etc.- como los psicológicos y morales -bondad natural, simplicidad, humildad, mansedumbre, inteligencia clara, mucha valentía, inclinación a la castidad y a otras virtudes, etc.-, los explica en relación con factores
167. ESTEVA FABREGAT, «La cultura indígena...», ob. cit., pp. 96-7 y 103. 168. Apologética historia sumaria, argumento, cit. en A. HUERGA, Fray Bartolomé..., o.c, p. 307.
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geográficos, climáticos o somáticos169, en contraste con la mayoría de los autores, que apelan a factores educativos. Las Casas ve en América una tierra rica, habitada por hombres felices, poseedores de cualidades superiores a las de cualquier otro pueblo y que se rigen y gobiernan por razón. Lo que dice de los antillanos puede generalizarse: «Esto es verdad, cierto, que tanto en-
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tendimiento y capacidad tenían las gentes desta isla, cuanto les era necesario para regirse y bien regirse, así los particulares vecinos para regir sus casas, como los reyes y señores para gobernar sus pueblos, repúblicas, reinos y señoríos, cuanto sin fe y congnoscimiento del verdadero Dios se pudo hallar entre otras muchas naciones, en lo cual a muchas otras excedieron»170.
i69. LAS CASAS,Historia..., 1,40 y 54,111,23 y 144:«...de su natural eran delicatísimos como hijos de príncipes, por razón de las regiones y aspectos de los cielos y suavidad o amenidad de las tierras y por otras causas naturales que pusimos en nuestro primer libro, cap. 4. De único vocationis modo omnium gentium ad veram religionem,y también por vivir desnudos, que los hacía más delicados, y lo mismo por ser de poco comer y los manjares, comúnmente más que otros, de menos substancia; lo cual, empero, t o d o era suficiente para vivir e multiplicarse». N o obstante la atención de la Apologética se centra en «la influencia del cielo, la disposición de las regiones, la compostura de los miembros y órganos de los sentidos exteriores e interiores, la clemencia y suavidad de los tiempos, la edad de los padres, la bondad y santidad de los mantenimientos». 70. La versión más depurada de estas virtudes la encontramos en los Lucayos, que son comparados ventajosamente con los Seres: «Y, verdaderamente, para en breves palabras dar noticia de las buenas costumbres y cualidad que estos lucayos y gente destas islas pequeñas, que así nombramos, tenían, y lo mismo la gente de la isla de Cuba, aunque todavía digo que a todas hacía ventaja esta de los lucayos, no hallo gentes ni nación a quien mejor la pueda comparar, que a la que los antiguos y hoy llaman y llamamos los Seres, pueblos orientales de la India, de quien por los autores antiguos se dice ser entre sí quietisimos y mansísimos; huyen de la conversación de otras gentes inquietas, y por este miedo no quieren los comercios de otros, más de que ponen sus cosas en las riberas de un río sin tratar con los que las vienen a comprar del precio, sino que según que les parece que deben de dar le señalan, y así venden sus cosas, pero no compran de las ajenas. Entre ellos no hay mujer mala ni adultera, ni ladrón se lleva a juicio, ni jamás se halló a uno que matase a o t r o ; viven castísimamente, no padecen malos tiempos, no pestilencia; a la mujer preñada nunca hombre la toca ni cuando está en el tiempo de su purgación; no comen carnes inmundas, sacrificios ningunos tienen; según las reglas de la justicia cada uno es juez de sí mismo, viven mucho y sin enfermedad pasan de esta vida, y por esto los historiadores los llaman sanctísimos y felicísimos. [...] De todas estas calidades de los Seres, yo creo por cierto que, de pocas o n;-gunas, carecían las gentes que habitaban naturales de los lucayos; y sí miráramos en aquellos tien-.scs en ello, quizá halláramos que en otras excedían a los Seres». LAS CASAS, Historia...,
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I, 4 0 , y III, 11.
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Entre las características de los naturales americanos destaca la falta de pasiones, el excelente entendimiento, la prudencia en sus relaciones interpersonales, la obediencia, la laboriosidad, el espíritu de libertad, la sencillez, la inocencia que justifica muchos de sus comportamientos, la humildad, la honestidad, la mansedumbre, la hospitalidad y, sobre todo, la pobreza material voluntaria y la austeridad de vida171. N o menor es la admiración lascasiana por la organización política172, quedando malparadas ías sociedades europeas en (a. comparación. Escribe en la Apologética: «Probado hasta aquí que estas indianas gentes son de su natural de buenos entendimientos por las causas naturales, de aquí adelante quiero probar y demostrar serlo asimismo por sus manifiestos propios efectos. Estc>s no pueden proceder sino de sutiles ingenios y muy buenos entendimientos, uno de los cuales y muy principal es el de la política y regimiento que tenían entre sí, el cual manifiesta su prudencia e ingenio, y actos de buenos jui-
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cios y de hombres tan bien como otras razonables gentes entendidos»"3. Su admiración siempre se relaciona con una simplicidad digna de toda estima y conveniente para la predicación del cristianismo 174 . Al tiempo, reconoce valores equitativos en sus relaciones sociales; aprecia los firmes vínculos de obediencia para con jefes y superiores - l o que pone en relación con brillantes modelos educativos y acertadas enseñanzas morales-, sin ver en ellos ninguna limitación a su libertad; elogia tanto modelos económicos de aprehensión como los agrícolas - e n relación con la buena opinión que le merecían los campesinos-; afirma la superioridad de sus sistemas educativos en relación con los de las mejores repúblicas antiguas; etc. Su radical oposición hacia todo lo que se opone al cristianismo, o se aleja de él, tanto otras religiones como las actitudes heréticas o los comportamientos moralmente reprobables, no le impide
171. LAS CASAS, Historia..., I, 40, 58, 61 y 175; II, 18, y III, 12,23 y 144. B. de LAS CASAS, op., Apologética historia sumaria (1555-1559), en Obras Completas, vols. 6-8, Madrid, 1992. caps. 35, 36 y 38. 172. LAS CASAS, Historia..., III, 23. 173.40, Obras, 6, p. 463-67. 174. HUERGA ha destacado la importancia de su. aproximación a la estructura política como soporte de la posibilidad de una comunidad eclesial. Fray Bartolomé..., ob. cit., p. 307.
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ponderar la religiosidad del indígena americano ni mostrarse indulgente con sus errores religiosos. De este modo, si la ingenuidad actúa en Las Casas como punto de encuentro de los nativos americanos con el cristianismo, hay que preguntarse en qué medida nos enfrentamos al revivir del mito del pueblo sin ley. En vísperas del Descubrimiento conviven en Europa cuatro imágenes de los pueblos sin ley'75. En primer término, hay que señalar a los hombres carentes de cualquier lazo religioso y de los vínculos de las leyes, que viven en el paganismo como animales, de los que habla don Duarte (1436), pensando en los guanches. Junto a estos, aparece la imagen del primitivo inocente y filósofo, carente de ley (es decir, de religión), pero respetuoso de la ley natural y poseedor de cualidades precristianas, como, por ejemplo, describe Mosén Diego de Valera en su Crónica de España a un pueblo de la India. Subyacen en ella los mitos de la inocencia del paraíso terrenal, de la edad de oro y del primitivismo franciscano adamita, que influyen en las
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primeras visiones colombinas. Éstas, eliminadas las preocupaciones dominantes del genovés, sirven a Las Casas como primera fuente de información. Otro par de mitos reviven y se difunden en relación con la paz mongólica (s. XIII) y la apertura a los misioneros de Asia. El del pueblo de Gog y Magog, encerrado hasta la llegada de los tiempos escatológicos cerca del Mar Caspio, que habría de irrumpir en Europa para devastarla, dirigido por el Anticristo. Y su opuesto, el pueblo sin ley (sin religión, sin secta), pero abierto a la conversión y a convertirse, de este modo, en aliado providencial contra el Islam. Ramón Llull, en el Llibre del gentil e de los tres savis, (c. 1270) habla de los sin ley, que sin tener conocimiento de Dios, están a su espera. Nos presenta a un gentil versado en filosofía y preocupado por la búsqueda de la verdad, que pide a tres sabios (un judío, un cristiano y un musulmán) que le expongan las verdades de sus religiones. En Disputado deis cinc savis el planteamiento es el mismo, y el objetivo la con-
175. Alain MILHOU, "El indio americano y el mito e la religión natural", en La imagen del indio en 'z Europa moderna, Sevilla, 1990, p. 175.
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versión de los mongoles y la destrucción del poder sarraceno. Del pueblo de Gog y Magog y de los pueblos sin ley hablan el Libro de las profecías y Pío II, y están presenten en el plan de Colón, que también coincide en la caracterización de los antillanos como pueblos sin secta, «sin que el espíritu de esos pueblos sea turbado por una falsa religión, con sus cultos organizados, sus falsas creencias o sus falsos dioses o ídolos»176. Los textos de Las Casas sobre los lucayos -paradigmas de religiosidad na-
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tural y, por tanto, cercanísimos a la conversión- son de sumo interés, especialmente por la generalización que, en sus diversas obras, hace de estas cualidades precristianas a todos los indios americanos. Sostiene Las Casas, inspirado en Santo Tomás, que todos los hombres que escuchan la voz de la ley natural, tienen un conocimiento confuso de Dios, que, sin la Revelación, puede derivar hacia el monoteísmo o el politeísmo177, aunque, por culpa del pecado original y de la acción del Demonio, la ma-
176. David A. B R A D I N G , Orbe indiano. De la monarquía católica a la república criolla, 1492-1867,
México,
1991, p. 27-28. 177. LAS CASAS, Apologética...,
cap. 7 1 : «suponer y considerar debemos que tanto quiso y amó Dios a
las criaturas racionales, que son los hombres, que a su imagen y semejanza quiso criar, y con su visión propria determinó graciosamente beatificar; lo cual ser no podía sin que los hombres, mientras en la vida corporal duraban, cognosciesen y amasen a Dios. De aquí fue poner la benignidad divina en cada ánima de los hombres, al instante de su creación, una lumbre natural intellectual y cognoscimiento por ella, puesto que confuso, y juntamente un ímpetu - p o r o t r o nombre a p e t i t u - e inclinación natural de cognoscer que hay Dios y criador, y que se debe buscar para le servir e adorar como a Dios y Señor como sea principio del ser de toda criatura; porque todas las cosas criadas tienen natural inclinación y apetitu y deseo de se ayuntar, como a su fin, con su principio en cuanto les es posible. [...] Por esta lumbre no podemos cognoscer más de que hay Dios, a quien los hombres son obligados a adorar y servir como a verdadero señor y criador. Pero que sea uno o que sean muchos por razón natural no se puede luego fácilmente alcanzar, como exceda la capacidad de nuestro entendimiento en infinta manera, [...] Por esto decimos que aquel cognoscimiento que p o r la lumbre natural alcanzamos de Dios es muy confuso. [...] para hallar a Dios por rastro y por movimientos, trabajó no poco Aristóteles, haciendo ocho libros de los Phísicos, hasta que llegó a que había un movedor, sin se mover, de todas las cosas. Compuso también doce o trece libros de metaphísica, yendo de sustancia en sustancia, o de causa en causa, hasta hallar que Dios era la primera causa de t o das las causas. [...] Así que haber Dios o alguna causa que gobierna el mundo cofusamente se cog-
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yoría de los hombres ha caído en el politeísmo idolátrico178. Caracteriza a los indígenas americanos por su profundo sentimiento religioso179 y una vida virtuosa, en la que destaca la pobreza voluntaria, «tan voluntaria en ellos que no quieren tener ni poseer más de quanto tengan para pasar y sustentar la vida lo necesario». Conocían verdades a las que se llega por la razón natural, y según éstas se regían180: la vida futura, el premio o castigo vinculado al comportamiento en la presente y la inmortalidad de las almas. La divinización de los antepasados a los que debían algún beneficio importante constituía un signo de humildad y de respeto muy
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positivo. Incluso en el sacrificio humano reconoce una profunda religiosidad, el alto concepto que tenía de la potencia divina y el predominio de una generosa concepción, al sacrificar lo más valioso de la creación. Para Las Casas se trata de la comunión más perfecta: «Las naciones que a sus dioses ofrecían en sacrificio hombres... mejor concepto formaron y más noble y digna estimación tuvieron de la excelencia y deidad y merecimiento (puesto que idólatras engañados) de sus dioses, y por consiguiente, mejor consideración naturalmente y más cierto discurso y juicio de razón y mejor usaron de los actos del entendimiento que todas las otras, y a todas las dichas hicieron ventaja como más religiosas, y
nosce p o r los hombres; que luego con algún poco de discurso y consideración, puesto que cuál sea o qué propiedades y excelencias tenga y le convengan, o si son muchos o uno, no se puede saber ni cognoscer sino por la lumbre de la fe, y algo dello después de mucho y grande estudio y demostración, como lo que alcanzó Aristóteles». 178. LAS CASAS, Apologético..., cap. 74. 179. LAS CASAS, Historia...,
III, I 12: «las gentes de aquella Nueva España fueron de las más religiosas que
hobo jamás entre todas las naciones que no tuvieron cognoscimiento del verdadero Dios». 180. «Tú has venido con gran poder a estas tierras que nunca tú antes viste - d i c e un cacique antillano a C o l ó n - , y con tu venida en todos los pueblos y gentes dellas has puesto gran t e m o r ; hágote saber que, según lo que acá sentimos, dos lugares hay en la otra vida donde van las ánimas de los cuerpos salidas, uno malo y lleno de tinieblas, guardado para los que turban y hacen mal al linaje de los hombres; o t r o lugar es alegre y bueno, donde se han de aposentar los que, mientras acá vinieren, aman la paz y quietud de las gentes; y por tanto, si tú sientes que has de m o r i r y que cada uno, según lo que acá hiciere, acullá le debe de responder el premio, no harás mal ni daño a quien contra t i mal c daño no cometiere; y esto que aquí habéis hecho es muy bueno, porque me parece que es m a n e r : de dar gracias a Dios». LAS CASAS, Historia
I, 96; cfr. II, 18.
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intento de dominación civil, intenta, al tiempo, eludir la existencia de la idolatría, que simplifica y justifica en lo posible, insistiendo en como los habitantes de la Española tenía cierta fe en un Dios único, eterno e invisible. Así, mientras la superstición era reciente y sin arraigo, la disposición indígena para recibir el Evangelio era magnífica. Sólo algunas formas de culto y creencias indígenas las considera errores fruto de la influencia diabólica sobre la ingenuidad indígena182.
sobre todos los del mundo se aventajaron los que por bien de sus pueblos ofrecieron en sacrificio sus proprios hijos... La razón es clara: porque ofrecían a los que estimaban ser dioses la más excelente y más preciosa y más costosa y más amada de todos naturalmente, y más provechosa de las criaturas, mayormente si los que sacrificaban eran hijos; y nuestro entendimiento... por la lumbre natural juzga que a Dios se le debe ofrecer lo más digno y mejor, estando dentro de los límites de la ley natural, faltando ley positiva, humana o divina, que ofrecer hombres prohiba y estorbe...» 181 .
Si con la afirmación de esta densa raíz religiosa pretende rechazar cualquier 181. LAS CASAS, Apologética...,
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caps. 183 y 188. Sostiene además que los indios no fueron los primeros
ni los únicos en comer carne humana, ni en tener o t r o s graves vicios, pero por eso no dejan de ser «hombres capaces y de buena memoria, ni sin esperanza de corrección, ni tampoco de Dios menospreciados, no por eso indignos de oír la evangélica predicación, y tampoco los Apóstoles y otros sanctos predicadores de la Iglesia primitiva y sus sucesores hicieron dellos asco, ni desesperaron como el señor Oviedo de su conversión y salvación». LAS CASAS, Historia...,
III, 142.
182. «Y es de saber que siempre los demonios tuvieron industria de ganar algunas personas en toda la gentilidad, que tenían por principales o inmediatos ministros, con los cuales engañaban a toda la otra gente, y éstos escogían según las inclinaciones cognoscían tener para las supersticiones más aparejadas, a los cuales [por diversas vías, permitiéndolo Dios por sus pecados, engañaban y ganaban, y después obligábanlos] con pacto expreso o tácito de serles subjetos y obedientes, y los demonios a ellos, para hacer lo que les mandase. Desto hablamos muy largo en nuestra Historia Apologética, descubriendo grandes cautelas de los demonios, astucias y engaños con que señoriaron por esta vía t o do el linaje humano. Así era en estas gentes, de gracia y de doctrina, como todas las otras del mundo, desamparadas, y por medio déstos, que los indios llamaban en la lengua desta Española y de Cuba behiques, la media sílaba luenga, debían sembrar en toda la o t r a gente muchas supersticiones y agorerías y ramos o señales de idolatría, que nosotros por aquellos tiempos de escudriñarlo no curamos, y así los tuvieron en esta isla Española, como en el susodicho libro declaramos [...] y sepan lo que debían de considerar, que dondequiera que doctrina y la palabra de Dios falta, p o r muy políticos y sabios y aun cristianos que sean los hombres, se olvidan y depravan. [...] Así que ninguno se
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dios: «...ciegos hechos e insensibles los hombres desalmados, de no sentir en sí tan inexplicables pecados, faltándoles todo amor y temor de Dios, ni de hombres que los estorbase, no sólo los mataban sin algún escrúpulo ni pensar que en ello pecaban, pero usando perversamente de la paciencia, simplicidad natural, bondad, obediencia, mansedumbre y servicios destas gentes, tan continuos e incesables, en lugar de admirarse, apiadarse y confundirse y temblar sus crueldades, menospreciáronlas y apocáronlas en tanto grado, que de bestias irracionales, [en cuanto en sí fue, por todo el mundo] las infamaron»184. De este modo, los pecados del indio son el pretexto para esconder los propios. Un segundo pretexto es el de las dificultades de conversión: como no son traídos a la perfección «tan presto como se les antoja», afirmado que son incapaces para la fe católica. Ignoran los españoles «las grandísimas dificultades que
Los planteamientos de Las Casas, en gran medida incompatibles con el conocimiento de las religiones prehispánicas, no iban a ser seguidos en el siglo XVI, donde la mayoría de los autores, apoyados en un conocimiento profundo que parte de los trabajos de hombres como Olmos, Motolinía o Sahagún, insisten en la cautividad demoníaca de los indígenas idólatras. Las Casas constata que, pese a todas las virtudes y potencialidades indudables en el indígena, los españoles le desprecian, partiendo de pretextos interesados. El primero, el de «hallar en estos indianos pueblos algunos y muchos naturales y morales defectos, como si nosotros fuésemos muy perfectos en lo natural y moral y en las cosas del espíritu y cristiandad muy santos»183. Insiste Las Casas, permanentemente, en los pecados de los españoles, que viven amancebados, a veces con fuerza, no guardaban los ayunos y son crueles con los in-
maraville ni haga contra estas gentes ascos, porque, dondequiera que gracia y doctrina falta, no hay causa de nos maravillar de los defectos y pecados que tienen y hacen, sino de los que no tienen y no hacen hay razón y materia de nos espantar». LAS CASAS, Historia..., III, 23. A. HUERGA, Fray Bartolomé..., o.c, p. 312. ESTEVA FABREGAT,"La cultura indígena...", ob. cit., p. 94. 183. LAS CASAS, Historia..., Prólogo. 184. LAS CASAS, Historia..., II, I.
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tovieron todas las gentes en su conversión, los trabajos, los sudores, angustias, contradicciones, persecuciones increíbles, las cismas y controversias, aun de los cristianos mismos, que padecían los Apóstoles y discípulos de Cristo en predicar y promulgar el Evangelio y traerlas a la cristiana religión en todo tiempo y en todo lugar, y todos los verdaderos predicadores, porque así lo quiso y ordenó Dios. De todo esto da manifiesto testimonio la irracionabilidad y vicios que había en toda España, y la dificultad que tuvo en convertirse, pues Santiago no más de siete o nueve, en toda ella, para la milicia de Jesucristo convirtió o ganó». Lo realmente grave es que los españoles niegan de esta forma que todas las naciones han sido llamadas por Dios a la salvación, por bárbaras que sean sus costumbres. Ignoran así, lo que España, y todas las naciones sin excepción, fueron antes de su cristianización185.
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Por último, ayudó mucho a este menosprecio, ser los indígenas «gentes manseutísimas, humilísimas, paupérrimas, inermes o sin armas, simplicísimas, y, sobre todas las que de hombres nacieron, sufridas y pacientes; por lo cual tuvieron y tienen hoy nuestros españoles asaz lugar de hacer dellos todo lo que quisieron y quieren, tratando de una manera y por un igual a todos, sin hacer diferencia de sexo ni de edad, ni de estado o dignidad»186. Se trata de un desprecio totalmente injusto, que esconde el deseo de convertir el medio, las riquezas naturales, en fin, y éste, la evangelización, en medio187. Es injusto porque en la comparación, «sacando fuera lo que tocaba a la religión cristiana», entre españoles e indígenas son los primeros los que quedan peor parados, convirtiéndose los indígenas en modelo a imitar. Muchas veces nos parecen vicios lo que en realidad son virtudes que a nosotros nos
185. LAS CASAS, Historia..., Prólogo, I, 164. 186. LAS CASAS, Historia..., Prólogo. «Es aquí de notar, que la mansedumbre natural, simple, benigna y humilde condición de los indios, y carecer de armas, con andar desnudos, dio atrevimiento a los españoles a tenerles en poco, y ponerlos en tan acerbísimos trabajos en que los pusieron, y encarnizarse para oprimirlos y consumirlos, como los consumieron». LAS CASAS, Historia..., I, 54. 187. LAS CASAS, Historia..., Prólogo.
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faltan: por ejemplo, «los hombres no son viles por ser humildes, pacíficos y mansos» y ser «cobardes no es absolutamente vicio, sino cosa natural, y procede la cobardía de benignidad y de nobilísima sangre, por no querer hacer mal a nadie ni recibillo». No solamente sale perdiendo el español en la comparación, sino que es responsabilidad suya la corrupción de muchas costumbres indígenas, e, incluso, ante Dios son más culpables por no haber cumplido con la obligación evangelizadora188. De este desprecio surge el carecer de reparo en despojar injustamente a sus reyes, que no han usurpado las tierras cristianas, ni perturban sus repúblicas y nunca lo han hecho; cuando lo único que justifica la guerra es que ellos la hubieran hecho o pretendieran hacerla, que estorbaran o impidieran la religión católica maliciosamente -es decir «por destruir la nuestra, [fe] y encumbrar y dilatar la suya»- y sin causa legítima -sin que los cristianos les hubieran he-
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cho ningún mal-, y que poseyesen injustamente reinos o bienes cristianos. En ningún modo, por razón de su infidelidad o de sus graves pecados es lícito hacerles guerra. A los infieles se les debe atraer amorosa, pacífica y cristiana, que es caritativamente, «según la forma que para predicar el Evangelio, Cristo, nuestro maestro y Señor, dejó en su Iglesia establecida y mandada»189. El análisis de los contactos entre cristianos e infieles en África y América le lleva a afirmar que Dios no acepta los dones ofrecidos por obra de pecados; que la buena intención de los reyes, ni los bienes que pueda conllevar la actuación, excusan «los pecados de violencia, las muertes y damnación de los que muertos sin fe y sin sacramentos perecieron, y el captiverio de aquellos presentes, ni justificaban tan gran injusticia»; que se ha confundido la evangelización con la dominación política, y, de este modo, se ha enviado, «como idóneos apóstoles» para que tratasen de atraer a
188. LAS CASAS, Historia..., III, 144 y 145. Han aprendido de los cristianos a mentir. «Preguntando españoles a indios (y no una vez acaeció, sino más), si eran cristianos, respondió el indio: "Sí señor, yo ya soy un poquito cristiano, dijo él, porque ya saber yo un poquito mentir; otro día saber yo muchc mentir y seré yo mucho cristiano"». 189. LAS CASAS, Historia..., pról, I, 22 y 25.
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los infieles, a mercaderes y soldados, que les ofrecían la fe, «como si fuera venderles tal y tal mercaduría»; que, si lo anterior era ya, en sí, grave, más lo fue que la predicación del evangelio fuese acompañada de los peores ejemplos y los mayores crímenes, porque «¿qué amor y afición, estima y reverencia tenían o podían tener a la fe y cristiana religión, para convertirse a ella, los que así lloraban y se dolían y alzaban las manos y ojos al cielo, viéndose así, contra ley natural y toda razón de hombres, privados de su libertad y mujeres y hijos, patria y reposo?», y que, por estos hechos, quedan los cristianos en pecado mortal y obligados «a restitución de lo que les robaren y daños que les hicieren», y los indígenas justificados en su rebelión «con mucha razón y justicia»190. La justificación de la rebelión indígena por parte de Las Casas es permanente, y se basa en el hecho de que los españoles, en lugar de cumplir con su obligación de entrar con suma cautela para no provocar la desconfianza y temor de los indios, establecieron como 190. LAS CASAS, Historio..., I, 24 y 25. 191. LAS CASAS, Historia..., I, 93, 94, 153 y 154; II,
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medida primera y necesaria, «todos cuantos en todas estas tierras y reinos entraron y anduvieron», «arraigar y entrañar en los corazones de todas estas gentes su temor y miedo, de tal manera, que en oyendo cristianos, las carnes les estremeciesen», con lo cual no conseguían ser amados, sino «reverenciados y adorados, pero no amados, antes aborrecidos como si fueran demonios infernales»'91. Todo esto conduce a afirmar que Jos españoles desperdiciaron la potencialidad indígena para recibir la fe, su alta disposición hacia el cristianismo, cuando, nunca antes había tenido la Iglesia una oportunidad semejante para incorporar a ella a tal número de hombres. Los indígenas se habrían incorporado a la Iglesia sin dificultad, «si por amor y caridad y mansedumbre fueran tratadas, cuánto fuera el fruto que dellas Dios hobiera sacado, si hobiera sido tractadas y atraídas virtuosa y cristianamente», si se les hubiera propuesto el cristianismo «por el modo que la razón natural dicta y enseña que debe ser pro-
; Apologética..., cap. 246.
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puesta y persuadida a los principios, cualquiera cosa nueva, mayormente difícil a los hombres racionales»192. Las Casas rechaza a lo largo de sus obras distintas formas de predicar el evangelio y aumentar el número de los cristianos. Rechaza a aquellos que convierten el cristianismo en una mercaduría. Rechaza la posibilidad de bautizar a los indígenas sin enseñarles satisfactoriamente la doctrina cristiana, pues lo contrario es cometer «un grande sacrilegio», impartiendo los sacramentos sin la debida disposición e idoneidad para recibirlos y provocando que los indígenas, que seguían siendo idólatras, lo fueran «con injuria del Sacramento». De igual modo, rechaza la posibilidad de forzar a los indígenas a recibir la fe, a porradas, «como Mahoma introdujo en el mundo su secta», tanto si se utiliza directamente la violencia como si se les amenaza con la pérdida de haciendas y bienes si rehusan convertirse. Rechaza,
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también, la costumbre de arrancarles los ídolos a los indígenas, «porque, sin primero por mucho tiempo haber a los indios y a cualquier nación idólatra doctrinado, es gran desvarío quitarles los ídolos, lo cual nunca se hace por voluntad, sino contra de los idólatras, porque ninguno puede dejar por su voluntad y de buena gana aquello que tiene de muchos años por Dios y en la leche mamado y autorizado por sus mayores, sin que primero tenga entendido que aquello que les dan o en que les conmutan su Dios, sea verdadero Dios»; y de darles sin instrucción cruces -«no habiendo tiempo, ni lengua, ni sazón, cosa superflua e inútil parece, porque pueden pensar los indios que les dan algún ídolo de aquella figura que tienen por Dios los cristianos, y así los harán idolatrar, adorando por Dios aquel palo»193. Todas sus reticencias se manifiestan en el rechazo frontal al Requerimiento194, donde la incomprensión por parte
192. LAS CASAS, Historia..., 1,41, 53, 165 y 173 y 175; II, I. Apologética, cap. 263: «Todo esto -como queda dicho asaz veces- por la mayor parte y todas, sin sacar algunas de tan vasto como es este orbe, ser universalmente de buenos y naturales ingenios y dispuestas voluntades para ser traídas e imbuidas en toda buena doctrina moral y no menos en nuestra religión christiana». 193. LAS CASAS, Historia..., i, 25, 145 y 173, y III, 136. 194. LAS CASAS, Historia..., III, 58.
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del indígena de la lengua en la que se leía era un problema menor. Aun entendiéndola, los interrogantes eran muy graves: ¿Cómo les probaban que «el Dios de los españoles era más Dios que los suyos», que hubiese creado el mundo y a los hombres? ¿tendrían los indígenas la obligación de creer a los judíos o a los musulmanes si hubieran llegado primero con la misma pretensión?; ¿cómo les demostraban que «el Dios de los españoles tuvo más poder que los dioses suyos» para entregar a San Pedro el gobierno de todos los hombres?; ¿cómo iban a aceptar recibir por señor a quien nunca vieron, sin saber si era malo o bueno?; ¿cómo se les iba a obligar a sujetarse a la Iglesia, cuando no sabían que cosa era ésta?
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do en De único vocationis modo omnium gentium ad veram religionem, plantea la alternativa adecuada a estas formas erróneas de evangelizar: «la más cierta y conveniente regla y doctrina que por estas tierras y otras de infieles semejantes a éstos los cristianos deben dar y tener, cuando van de pasado como éstos iban, y cuando también quisieren morar entre ellas, es dalles muy buen ejemplo de obras virtuosas y cristianas, para que, como dice nuestro Redentor, viéndolas alaben y den gloria al Dios y padre de los cristianos y por ellas juzguen que quien tales cultores tiene no puede ser sino bueno y verdadero Dios, como Sant Crisóstomo, sobre las mismas palabras de nuestro Salvador, dice». La tesis central de De único es clara: el único modo de llevar a todos los pueblos a la verdadera religión es la evangelización pacífica196.
Si las consecuencias de esta forma de predicar son gravísimas195, Las Casas a lo largo de toda su obra, pero sobre to-
195. LAS CASAS, Historia..., III, 14 y I 17. 196. No se conoce con precisión la fecha en la que redactó De único: L. Hanke y M. Giménez Fernández se han inclinado por defender que la obra fue escrita entre 1522 y 1534, M. Bataillon la sitúa entre 1535 y 1536; M. M Martínez y J. M. Vargas entre 1522 y 1527; Borges y Pérez Fernández sitúan el inicio de su redacción en 1522. Esto último es lo más probable, por ser, los primeros años en la orden dominica, de formación y recogimiento, los más propicios para la redacción de un texto tan meditado. Es el primer tratado de misionología en América, en el cual Las Casas se muestra en coincidencia con Antonio de Montesinos, op, Pedro de Córdoba, op, y Domingo Betanzos, op, y «representa la más amplia y sistemática defensa de cuantas entonces se hicieron de una teoría misional como la evangeliza-
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Partiendo del mandato Id y predicad a todas las naciones, afirma la llamada de Dios a todos los pueblos para recibir la fe como beneficio gratuito, porque es imposible que todo un pueblo carezca de capacidad para recibirla. Desarrolla un método pacífico de evangelización: el que persuade al entendimiento con razones, y atrae la voluntad suavemente. Esto sólo es posible si los receptores de la predicación se hallan tranquilos y disponen del tiempo necesario para juzgar y percibir la verdad. N o deben sufrir ninguna clase de violencia y deben comprender que los predicadores no pretenden adquirir dominio sobre ellos ni tienen ninguna ambición de riqueza. Los predicadores deben ser humildes, amables, benévolos y de vida ejemplar, para que los receptores de la predicación les atiendan gustosos. La guerra como medio de apartar los obstáculos que impiden la predicación es absurda: sojuzgar a los infieles para llevarlos al Evangelio es tiránico, injusto
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y contraproducente. Este intento promueve un resentimiento duradero y genera falsas conversiones impulsadas por el miedo. Insiste en que la guerra contra los infieles que no han sido nunca hostiles al cristianismo es injusta desde cualquier punto de vista, está en contra de la ley natural y obliga a todos los que la han practicado, cometiendo un gravísimo pecado, a restituir a los infieles todo lo que hayan perdido en las guerras y «a satisfacerles solidariamente por todos los daños que les hayan hecho». Se da en Las Casas una confianza plena en la capacidad del entendimiento para alcanzar la verdad. No cabe duda de que O'Gorman tiene buena parte de razón cuando dice que lo central de Las Casas no sería la evangelización por medio de la paz, sino por medio de la razón. La importancia de la razón como instrumento para el contacto con otras religiones y su evangelización es capital en toda la teología dominica del XVI, encabezada por Vitoria. Teniendo en
ción sin la previa conquista armada»; BORGES, Quien era..., ob. c i t , p. 165, 275-6. Con independencia de las tesis que defiende, lo más llamativo en De Único es el equilibrio intelectual que le caracteriza, inexistente en el resto de la obra lascasiana, y que sólo es explicable por la influencia y autoridad de los dominicos en los años inmediatamente posteriores a la incorporación de Las Casas a la O r d e n de predicadores. LAS CASAS, Historia...,
III, 136. REMESAL, Historia general..., III, 9.
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cuenta como ha descrito Las Casas a los indígenas -hospitalarios y sencillos, incluso desde el punto de vista de su racionalidad-, la oportunidad de difundir el Evangelio, por medio de un diálogo con éstos, necesariamente tenía que ser relativamente fácil197. Por todo lo dicho, es evidente que España ha incumplido su obligación evangelizadora. Aunque Las Casas no tiene ningún reparo en manifestar la recompensa material perdida por España, a raíz de este incumplimiento198, es otra su mayor preocupación. Frustradas las
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esperanzas puestas en la evangelización, su tesis, con lógica aplastante, debe concluir en castigo. Dios puso, por medio de Colón, en manos de España unas tierras riquísimas habitadas por los hombres mejores y más dispuestos al cristianismo, para hacer posible, por el método adecuado, la conversión de esos millones de hombres y el fortalecimiento de la Cristiandad. Pero, por alguna razón, «no merecimos ni fuimos dignos»199 de semejante tarea. Sobre «la disposición natural y buenas calidades de que Dios dotó a estas
197. La tesis de Las Casas se plantea en contra de la influencia de Sepúlveda y de aquellos que, rechazando la coacción directa y absoluta para conseguir la conversión de los indios, para salvar asi la voluntariedad y libertad del acto de fe, aceptan la coacción indirecta o condicionada, para crear el ambiente favorable a la predicación y a la conversión. Las Casas se niega a aceptar cualquier forma de coacción. Si bien el influjo de la tesis contraria no es escaso, no se encuentra sólo el dominico en su esfuerzo. Sus tesis son en distinto grado las de Vitoria, Soto, Pedro de Córdoba,Vasco de Quiroga y otros muchos. Aun así, ninguno las defiende con tanta firmeza e intransigencia como Las Casas. Vid. Paulino CASTAÑEDA, "Las doctrinas sobre la coacción y el Idearium de Las Casas", introducción a Fray Bartolomé de LAS CASAS, De único vocationis modo, Obras completas, vol. 2, Madrid, 1990. 198. Y habrían premiado el esfuerzo, no ya en la vida futura, sino incluso en esta, permitiendo un legítimo enriquecimiento y fortaleciendo a la Iglesia universal frente a sus enemigos: «Por estas riquezas y tesoros temporales se corroboraría y haría más fuerte toda la cristiandad, estando los reyes della en paz y conformidad, para que los enemigos de nuestra sancta fe católica no como de antes se osasen atrever a cada paso a la impugnar, sino que aunque para la acometer e invadir junten los más gruesos ejércitos que Jerjes nunca juntó, y otros algunos de los antiguos que las historias refieren por grandes haber juntado, sola España, la gracia de Dios mediante, con los nervios de las guerras, que son los dineros que salieron de nuestras Indias, los pueda vencer y postrar». LAS CASAS, Historia..., I, 76. Cfr. Historia..., I, 53. 199. LAS CASAS, Historia..., I, 53.
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gentes» ya hemos hablado con insistencia, y ha quedado claro que para Las Casas «tan largas e felices tierras», tenían, por lo menos, una cosa en común: «ser simplicísimas, pacíficas, domésticas, humildes, liberales, y, sobre todas las que procedieron de Adán, sin alguna excepción, pacientísimas; impuestas también incomparablemente y sin algún impedimento, para ser traídas al cognoscimiento y fe de su Criador». Además, ofrecían toda clase de ventajas para favorecer la evangelización200. Se habría extendido inmensamente el imperio y principado de Jesucristo. Pero no sólo no ha sido así, sino que, por el contrario, ha servido para castigar y condenar a infinidad de hombres. ¿Por qué?
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Dios los permitiese desbaratar, o de los indios o de los españoles, para que se cumpliese por ellos lo que está escripto en el Apocalipsis, qui nocet noceat adhuc, o por los de ambos a dos géneros de hombres, el día del juicio se nos mostrará»201. De todas formas, los españoles son doblemente responsables. En la obra de Las Casas, sin contradicción interna de ningún tipo, los indios pueden ser merecedores del castigo, pese a sus grandes virtudes. Se pone de manifiesto que, frente al problema de la Redención, básico para los restantes autores religiosos del XVI, en Las Casas lo primordial es el problema del pecado y el juicio. El núcleo de la tesis es que sin la fe no hay salvación posible, con independencia de las grandes virtudes de las que se pueda gozar. Esta es la razón que hace más culpables, si cabe, a los españoles, porque en lugar de trabajar por su conversión, han enviado al infierno a miles de paganos202. No obstante, en b. segunda regla de Confesionario escri-
Para Las Casas es claro que el día del juicio se pedirá estrecha cuenta de lo sucedido, e, incluso, apunta la posibilidad de que Dios haya permitido esta destrucción y haya favorecido el Descubrimiento para castigar los pecados de españoles e indios: «por cuyos pecados
200. LAS CASAS, Historia..., I, 53 y 76. 201. LAS CASAS, Historia..., I, 76, y III, 100. 202. P. BORGES, ¿Quién era..., ob. cit., p. 120-21, cree, por el contrario, en la existencia de una contrac : ción entre la condenación del indio y sus virtudes. En Las Casas es altamente significativa la a f - - : ción, tras el reconocimiento de los pecados indígenas, «pluguiera a Dios que no los tuvieran s-e: --. los españoles, dejada la fe aparte». LAS CASAS, Historia..., III, 14. (el subrayado es mío).
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be203: «...el confesor confiese al dicho penitente, al cual mueva mucho a que tenga muy gran dolor y penitencia de sus muy grandes pecados, que son los que cometió en hacer y ayudar a hacer tan grandes daños e males a los indios, inquietándolos, robándolos, matándolos, privándolos de sus libertades, de sus señoríos, de sus mujeres, de sus hijos y de sus otros bienes, haciendo tantas viudas, tantos huérfanos, infamándolos de que eran bestias, e de las crueldades exquisitas que en ellos hizo e ayudo a hacer, y señaladamente de la infamia e aborrecimiento que ha causado del nombre de Cristo y de su sancta fe. Y de la damnación de las ánimas que, por él matallas antes de tiempo e quitalles el tiempo y espacio de penitencia e de su conversión, están hoy ardiendo en las llamas de los infiernos». Las Casas reconoce que, como dice Oviedo, Dios no habría permitido el castigo de los indios, si estos no fueran pecadores, pero «no advierte el pecador -continúa el dominico-
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cuantos más tormentos padecerán en los infiernos los que los asolaron, siendo cristianos, que los habían por buenos ejemplos de atraer al conocimiento de Dios, con el cual se purgan y desechan los pecados de la idolatría, como acaesció en nuestros antiguos padres, que no ellos mismos, por idólatras y pecadores que fuesen, a los cuales la divina justicia determinó por ellos, como por verdugos crueles y reprobados, castigar». Dios no cometería ninguna injusticia condenando a los indígenas, «por sólo el pecado original, sin que otro pecado tuvieran, [..,] cuanto más por otros muchos actuales que tuvieron», pero eso no quiere decir que los españoles puedan robarles y explotarles204. Aun así, responsabiliza a los cristianos de los indios que mueren sin bautizar, por que la injusticia de los primeros aleja a los indios del cristianismo, y exime a los indígenas de toda culpa asociada al hecho de no ser cristianos: «Todo esto es verdad. Juzgúese aquí, si desta
203. Aquí se contienen unos avisos y reglas para confesores que oyeren confesiones de los españoles que son o han sido en cargo a los indios de las Indias del mar Océano, colegidas por el obispo de Chlapa don fray Bartolomé de las Casas o Casaus, de la orden de Soneto Domingo, LAS CASAS, Obras Completas, 10, Madrid, 1992, p. 369 y ss. 204. LAS CASAS, Historia..., III, 144 y 145.
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manera, puesto que aquellos vivieran cien años, fueran cristianos, y si les imputara Dios por no sello algún pecado»205. Se plantea, así, un grave interrogante: «¿A quién juzgará Dios más rigurosamente de impiedad en el postrimero día? ¿a nosotros cristianos o a los infieles indios, cuando, por testigos tan grandes, tan inmensas y tan nunca otras vistas ni oídas despoblaciones de tantos reinos y regiones y provincias se le presentaren?», «podrá ser que se hallen, de aquestos que en tanto menosprecio tuvimos, más que de nosotros a la mano derecha el día del juicio; y esta consideración debería tenernos con grande temor noches y días»206.
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otras naciones que hagan con nosotros lo que con éstas hicimos, y al cabo nos destruyan como las destruímos»207. «Y plegué a Dios todopoderoso que con este mismo fin todos los que igual hacían y han hecho a los indios ante el divino juicio hayan pagado»208. El testimonio más duro de la obsesiva intransigencia lascasiana lo encontramos en su Confesionario (1552). No cabe negar, y lo ha señalado Lorenzo Galmes209, que las denuncias que contra este texto se realizaron entonces apuntaban a sus consecuencias políticas más que a su doctrina moral, no obstante su aplicación era imposible. Pero, lo que aquí interesa destacar es su rigorismo moral, que convierte el sacramento de la confesión en una especie de proceso criminal, eliminado, incluso, el secreto. Varios rasgos hacían al Confesionario de un rigor extremo: las cauciones requeridas, protegidas con penas canónicas; la
Termina su juicio proclamando una sentencia y expresando un deseo: «después que por nuestras manos crueles a estas gentes hobiere Dios acabado, derramará sobre nosotros, por nuestras violencias y tiranías, su ira, moviendo a
205. LAS CASAS, Historia..., III, 14 y 34. 206. LAS CASAS, Historia..., III, 145 y 146 207. LAS CASAS, Historia..., III, 145, no obstante, poco antes ha escrito: «que Dios nos guarde de [...] ser nosotros los instrumentos de la perdición de otros, como siempre Dios castigue algunos malos por otros peores que aquéllos, [...] que, acabado el castigo, suele echar azote en el fuego». 208. LAS CASAS, Historia..., III, 67. 209. L. GALMES, «Nota introductoria» a LAS CASAS, Aviso para confesores, en Obras..., 10, p. 364.
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obligación, de conquistadores, encomenderos y comerciantes, de restituir totalmente a los indios los bienes adquiridos en América, y el hecho de presumir la mala fe de todos los conquistadores210 y el estado de pecado mortal en el que se hallaba la mayoría de los españoles. El soporte de sus afirmaciones es claro: «...todas las cosas que se han hecho en todas estas Indias, así en la entrada de los españoles en cada provincia de ella como la sujeción y servidumbre en que pusieron estas gentes con todos los medios y fines y todo lo demás que con ellas y cerca dellas se ha hecho, ha sido contra todo derecho natural y derecho de las gentes, y también contra derecho divino; y por tanto, es todo injusto, inicuo, tiránico y digno de todo fuego infernal». El rigorismo extremo de Las Casas no se ve suavizado por el
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hecho de que, en teoría, sus tesis sobre la restitución sean compartidas por la teología que le es contemporánea2". El extremismo lascasiano se pone más de manifiesto al comparar su Confesionario con el de Alonso de la Vera Cruz212, que supone la buena fe de los conquistadores, o con el de Loaysa213, que, aún reconociendo que la guerra contra los indios había sido injusta, busca favorecer la evangelización y distingue tres tipos de conquistadores: quienes participaron en las guerras sabiendo que eran injustas, quienes sólo después de participar en ellas tuvieron dudas sobre su justicia y quienes continúan creyendo que fueron justas. Siendo la oposición a los planteamientos lascasianos general2'4, el mayor crítico fue Motolinía, cuya vieja rivalidad con el dominico estalló a raíz de la
210. Sólo en una ocasión supone la posible existencia de ésta, tratando de los mercaderes, y después de haber señalado que habrían estado obligados a dudar. 21 I . A n t o n i o GUTIÉRREZ, op.,"EI confesionario de Bartolomé de las Casas", Ciencia tomista, 102 (1975) 249-78. 212. Ronald ESCOBEDO MANSILLA, "La vida religiosa cotidiana en América durante el siglo X V I " , en Evangelización y teología en América, Pamplona, 1990, II, 1328-34. 213. Avisos breves para todos los confesores destos Re/nos del Perú, ed. León Lopetegui, Missionaiia
Hispánica,
1-2 (1944). 214. Además de Loaysa y Alonso de la Vera Cruz, puede citarse a ACOSTA, que aconseja que los confesores no se erijan en "censores exagerados". Procurando...,
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difusión del Confesionario entre los frailes mexicanos. Los motivos de rivalidad pudieron ser muchos, y no pueden descartarse algunos de los apuntados por Isacio Pérez215, pero el conflicto pastoral es claro. Motolinía manifiesta el temor de que se paralice completamente la atención pastoral de los españoles y las dudas de que el confesor pueda imponer cargas tan pesadas sobre la conciencia de los fieles. Frente a la obsesión lascasiana por el cumplimiento de las cláusulas restitutoria, Motolinía manifiesta preocupaciones muy distintas, centradas en facilitar la práctica cristiana216. Sin entrar en el análisis político que Motolinía realiza de la experiencia americana, considerablemente más cercano a la realidad, y reconocien-
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do que muchas de sus duras acusaciones son, muy posiblemente, injustas; en su Carta al Emperador Carlos V (1555), destaca un talante pastoral radicalmente distinto al del dominico. No obstante se basa en años de dedicación permanente al apostolado, la predicación y la cura de almas. De este talante pastoral son clara prueba su disposición a impartir los sacramentos, entre indios y españoles, considerándolos, como Acosta, apoyo del perfeccionamiento y no premio a la perfección; su afirmación de que la nueva cristiandad americana da mayores pruebas de religiosidad y de temor de Dios que la vieja España o la crítica de que Las Casas pone a los confesores «tantos escrúpulos, que no falta sino ponerlos en el infierno».
215. Señala: cierta ojeriza de Motolinía motivada por haber alcanzado el episcopado; conflictos entre las órdenes dominica y franciscana; la influencia sobre Motolinía de los grupos españoles más poderosos de México y diferencias teológicas. I. PÉREZ, Fray Toribio Motolinía frente a fray Bartolomé de las Casas, Salamanca, 1989. 2 I 6 . J . I. S A R A N Y A N A , "Sobre los orígenes del cristianismo en América. Historia doctrinal de una polémica", Anuario de Historia de la Iglesia, I (1992), p. 274.
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La nueva sensibilidad que despierta el Descubrimiento, afecta también a la teología académica, que, encabezada por la Escuela de Salamanca, abre otro camino para responder al problema de la salvación de los infieles217. Respuesta que, pese al prestigio de Vitoria y a su influjo en otras muchas cuestiones218,
fue muy mal recibida por la teología misionera. La tradición imperante hasta el Descubrimiento veía en el pagano a un enemigo de Dios y de su Iglesia y, por lo tanto, tendía a rechazar en él bondad alguna, desde el punto de vista moral. Esta imagen podía conducir al pesimis-
217. En este tema sigo de cerca a Benito MÉNDEZ FERNÁNDEZ, El problema de la salvación de los "infieles" en Francisco de Vitoria, Roma, 1993, y a Teófilo URDÁNOZ, "La necesidad de la fe explícita para salvarse según los teólogos de la Escuela de Salamanca", Ciencia Tomista, 59 (1940) 398-414 y 52953; 60 (1941) 109-134; 61 (1941) 83-107. Igualmente resultan interesantes las observaciones de C. POZO, "Repercusiones del Descubrimiento en el ambiente teológico de las Universidades de Salamanca y Alcalá", Archivo teológico granadino, 58 (1995) 9-22, y J. I. SARANYANA, Teología en América Latina, Madrid, 1999, pp. 158-60. 218. La influencia de Vitoria fue muy profunda. Su concepción teológica incide en la responsabilidad del hombre en su acercamiento a la gracia, y, como consecuencia, la catequesis, previa a la fe, tenderá a presentar la moral antes que los sacramentos y a insistir en el perfeccionamiento humano del indígena antes que en el cristiano. Aun así, siempre se tratará de evitar el peligro de reducir el cristianismo a un mero perfeccionamiento de la religión y las civilización prehispánicas. Igualmente es clara la sintonía entre los misioneros y la escuela salmantina en otras cuestiones: a) la defensa de que los hombres pueden adquirir plena conciencia moral, y pecar u obrar el bien, con desconocimiento inculpable de la ley de Dios; b) el peso dado a la razón en la predicación; c) el análisis de la idolatría; d) la insistencia en la urgencia de la predicación, que se compagina con el rechizo a una interpretación extrema del compelerles a entrar.
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mo y al desinterés ante un mundo pagano irredento. La creencia de que la predicación del Evangelio había alcanzado los últimos confines de la tierra, evitaba el problema de la existencia de ignorantes de buena fe del mensaje evangélico, y hacía posible mantener, sin riesgo, la tesis tomista de que, tras la Encarnación, todo hombre para salvarse debía creer explícitamente en la existencia de un Dios supremo, confiar en sus vías providenciales de salvación para el género humano y creer los Misterios de la Trinidad y de Jesucristo. El Descubrimiento alteró esta imagen: había que aceptar la segura i, orancia de la fe en Cristo por parte de ios indios, e, incluso, la posibilidad de la ignorancia de la fe en Dios. Ante la nueva situación, la reacción de Luis Vives es significativa. «Aquellos gentiles -escribe en sus Comentarios a la Ciudad de Dios- que siguieron a la naturaleza por guía, la cual no está, corrompida por malos juicios y opiniones, .han podido ser agradables a Dios, como aquellos que guardaron la Ley Mosaica... Lo mismo ocurrirá en nuestro tiempo para aquellos que, habiendo nacido en las lejanas tierras del otro lado del Océano, no han oído ha-
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blar de Jesucristo. Y no obstante han .guardado los dos más grandes mandamientos, en que la Verdad afirma que están contenidos la Ley y los Profetas, a saber, el amor de Dios y del prójimo». El Descubrimiento hizo pensar en el destino del hombre de una forma nueva, tratando de encontrar aquellas estructuras más profundas que igualan a todos los hombres ante Dios, independientemente del conocimiento de la fe, aunque sin soslayar este dato. La salvación no es una exigencia, pero si una perspectiva incluida en la tendencia que el Creador ha puesto en el hombre. En este sentido, toda obra responsable del hombre lleva en sí el germen de la bondad y de la felicidad a la que el hombre está llamado. La ignorancia del evangelio por parte de los indígenas americanos abría un problema gravísimo: la necesidad de que el hombre, a pesar de esta ignorancia, fuera responsable de su vida y de su destino sobrenatural. Así, Vitoria se propone buscar el punto de encuentro con Dios no en la fe como tal, sino en la misma estructura del ser humano, una estructura común a todos los hombres y en todas las épocas.
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Vitoria partirá de la libertad humana, de la posibilidad humana de ejercer su responsabilidad, y del hecho de que Dios da a todos los hombres la posibilidad de salvarse, no abandona a nadie a su suerte. Dios quiere la salvación de todos los hombres y exige la fe como condición de la misma. La fe en Cristo necesita ser predicada. En consecuencia, ¿cuál es la situación de quien no pudo haberla oído? A no ser que se recurra a la acción de milagros continuos, como el envío de ángeles o misioneros, Ja existencia de la. ignorancia invencible de la fe cristiana explícita es un hecho, y existiendo la ignorancia inculpable cómo puede afirmarse la necesidad de la fe explícita para la salvación. Vitoria afirma la existencia en todo hombre de algo que no se borra ni con el pecado, y que capacita para una respuesta a Dios en todas las circunstancias: la imagen divina que lleva dentro de sí. Si, tal como alguno de sus contemporáneos creía, el pagano no tenía capacidad para cumplir el fin natural, mucho menos la tendría para realizar el fin último, de tal modo que la defensa de lo primero, no es sólo básico para establecer el respeto que todo hombre se
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merece, sino para fundamentar su capacidad de salvación. Si Gregorio de Rimini defiende que el pecado universal añade a la naturaleza humana una cualidad nueva, la concupiscencia carnal, Vitoria cree que ninguna diferencia positiva hay entre la naturaleza después del pecado y la naturaleza en su estado puro. Si el hombre conserva lo esencial de sus fuerzas después del pecado, no necesita ningún auxilio especial para realizar aquellas obras que corresponden a sus capacidades naturales, como es el conocimiento de lo verdadero. N o poder realizar la totalidad de las obras naturales, como es conocer verdades de orden natural, no quiere decir que el hombre no pueda conocer verdades particulares, sobre todo si son insustituibles para lo esencial de la vida humana. Gregorio negaba al hombre incluso la posibilidad actual de conocer los esenciales principios morales para poder actuar bien, y, en consecuencia, quedaba incapacitado para ello y pecaría necesariamente, si la gracia no le ayudaba en todas sus acciones. Vitoria, por el contrario, considera que Dios tuvo que haber dado al hombre los elementos suficientes para desarrollar su
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vida mínimamente. Lo contrario sería caer en el maniqueísmo de una naturaleza mala de raíz. Vitoria afirma que hay un criterio de moralidad inserto en todos los hombres, que procede de la ley eterna de Dios. También los paganos pueden reconocer el bien moral. La ley natural tiene carácter obligatorio, precisamente por venir de la inclinación natural. Aun así, distingue entre los principios primeros de la ley natural, aquellos que son conocidos por todos sin excepción, porque son comunes (no se debe hacer mal, hay que hacer el bien), y otros que son conocidos de forma secundaria, y pueden no ser conocidos por todos. De los primeros no puede haber dispensa ninguna, de los otros puede haberla, por lo menos parcialmente. A pesar de todas las limitaciones sobre el conocimiento de la verdad, el hombre caído es capaz de conocer la existencia de Dios. Si bien se trata de un conocimiento difícil, no innato y, por lo tanto, cabe la posibilidad de ignorarlo. De la capacidad que la razón natural tiene de conocer a Dios se sigue el deber de darle culto, aún sin mandato expreso. Rechazar esta inclinación natural
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conduce a la idolatría, que es contemplada, no sólo como una ofensa a Dios, sino como una ofensa a la misma razón natural, que conduce al hombre a realizar actos antinaturales. La idolatría es una negligencia, un pecado grave, causa suficiente de condenación; cuya gravedad procede de la participación de la voluntad y, por tanto, de la libertad, que es perezosa en seguir los impulsos de la razón. Nada de esto implica negar al pagano la posibilidad de obrar bien. Si no pudiera hacer nada bueno se le negaría, en la práctica, toda posibilidad de colaborar con la gracia, de colaborar en su propia salvación. Con Santo Tomás, cree Vitoria que si todas las obras de los infieles fuesen pecado se negaría la libertad al hombre y la posibilidad de todo actuar moral natural. Si al hombre sólo le queda la posibilidad de pecar, no se puede hablar de libertad. Una de las ideas fundamentales que se desprenden de su doctrina, es que la naturaleza humana, a pesar de sus carencias, lleva en sí el deseo de ver a Dios. La naturaleza del hombre se concibe como una realidad no encerrada en sí misma, como una realidad que no lle-
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va en sí misma la explicación última de su ser. Admitido que el hombre posee una estructura que puede tender a Dios, la respuesta de Dios, la gracia debe ser concebida como la realidad que plenifica esa misma tendencia. Toda acción divina en el hombre no se concibe como una realidad totalmente extraña a su naturaleza, algo totalmente extrínseco, que le tiene que ser añadido a la fuerza. Esto no implica disminuir la gratuidad de la acción de Dios, que viene al encuentro del hombre sin dejarse condicionar, porque se trata siempre de una decisión que él ha tomado antes del tiempo. La gracia no podrá ser una simple continuidad o exigencia de la naturaleza humana. Aun así, la realidad del encuentro no será un milagro, sino un proceso que respeta la estructura humana. La naturaleza humana por sí misma no satisface el deseo, pero puede colaborar con la gracia que le viene al encuentro. Vitoria afirma una cierta continuidad entre la estructura del deseo humano y la realización del mismo, en el orden sobrenatural. La ayuda que viene de Dios con el fin de realizar tal objetivo se encarna en el modo humano de ser y actuar.
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Las observaciones sobre los actos buenos de los paganos, vienen a afirmar que, todo hombre capaz aun en pecado de realizar actos moralmente buenos, conserva en sí el deseo de amar a Dios. La gracia de Dios, que cumple en plenitud la tendencia humana, tendrá su punto de encuentro con ese impulso que no se ha perdido. No vendrá, por tanto, a romper de forma milagrosa con la voluntad de amor a Dios que existe oculta en todo ser humano. Vitoria, estableciendo una distinción entre la promulgación, la entrada en vigor de una ley, y el conocimiento de la misma, romperá la división de la historia de la salvación en épocas cerradas, con unas condiciones de salvación fijas. Que la ley divina positiva obligue significa que ella se convierte en medio sin el cual el hombre no puede dirigirse al destino que Dios le tiene señalado. La ley obliga desde el momento en que es promulgada, y en caso de no ser conocida, no deja de ser obligatoria. Pero :¿ ignorancia es, al menos, una condición de excusa. Los indios estarían en :¿> mismas condiciones prácticas que .;5 contemporáneos al Antiguo Testarr.erto: en un compás de espera. Unos LL>:I
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que llegó la eficacia histórica de la salvación con la venida de Cristo. Otros hasta que Dios les ilumine y puedan hacer un acto de fe en El, que dé eficacia a la gracia ya recibida. Una vez que la Ley evangélica ha sido promulgada, nadie puede ser salvado sin Cristo. Las condiciones de excusa no se referirán, por tanto, a esta realidad objetiva y absolutamente necesaria, sino al grado de conocimiento de las verdades concretas que a ella llevan. Serán condiciones de excusa con respecto al precepto de la fe, pero no respecto a la fe en sí misma, como adhesión a Cristo. Después de Cristo hay un solo modo de salvación: el propuesto por Cristo: la fe y el bautismo, lo contrario implicaría relativizar su venida.
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cado de omisión, es decir una diligencia insuficiente a la hora de actuar. La responsabilidad del hombre ante la necesidad de la fe la podemos llamar indirecta: no es responsable del pecado de infidelidad como tal. Pero es responsable de colaborar o no con la gracia que le llevará a aquélla. Dos cosas son importantes en el argumento: por tener ignorancia invencible de la fe cristiana, no se sigue que los hombres se salven sin la fe en Cristo, y, al tiempo, se debe salvar la normalidad del proceso de salvación, evitando toda actuación milagrosa. Al hombre no se le exige más que lo que la actuación honesta puede hacer para iniciar el camino. La ayuda de la gracia en el inicio del proceso no consiste en una presentación espectacular de las verdades necesarias para la salvación. Estas vendrán más tarde para poder ser asumida por la responsabilidad del hombre en camino de salvación. El hombre no se salvará sin la fe. Será iluminado por Dios219. Vitoria no especifi-
La ignorancia de la fe cristiana convierte a los hombres en infieles, pero esta ignorancia puede ser culpable o inculpable. La infidelidad como pecado directo contra la fe sólo puede existir en aquellos que la conocen. Pero, entre los que no la conocen puede haber un pe-
219. En diversos lugares en que Vitoria alude a la salvación específica de los infieles, se cita expresamente la iluminación como medio de acceso a la fe necesaria, que no se identifica con la revelación interior que reciben los profetas. URDANOZ afirma la índole milagrosa de esta iluminación vitoriana, pero B. MÉNDEZ considera que la iluminación hace que la fe conserve su estructura de acto humano
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ca el momento futuro. Lo único que le interesa es destacar que la fe explícita, en cuanto conocimiento de verdades necesarias para la salvación, no es una condición tal de la ley evangélica, que se tenga que manifestar a todo hombre, aunque sea por medio de suplencias providenciales. Vitoria se esfuerza en demostrar que también después de Cristo, y no sólo antes, puede darse ignorancia invencible de las verdades de la fe sin que ello sea imputable al hombre.
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ner ignorancia práctica a la hora de obrar. La fe vendrá después, para superar la ignorancia especulativa, por medio de la iluminación divina, para confirmar, para concretar el acto implícito de adhesión a Dios que el hombre ya ponía. Ello quiere decir que en el fondo, solamente había una ignorancia de determinadas verdades explícitas, pero ello no impedía que el hombre pudiese mantenerse en el camino general de la salvación, puesto que ya la luz natural podía acercarle al conocimiento de Dios y sólo su negligencia podía apartarle del mismo. El hombre puede excusarse de la ignorancia especulativa de verdades, pero no de la ignorancia práctica, que puede siempre superar con la voz de la conciencia, que es ya revelación de Dios. Es decir, el conocimiento de las verdades explícitas no es tan ne-
Si el hombre hace lo que puede, frente a los que afirman que Dios enviará un ángel o un predicador, Vitoria dice que el hombre salvará su responsabilidad moral. Además, la gracia, independientemente del conocimiento de la fe, le hará posible el no equivocarse en todo lo que respecte a su salvación. Esto es decisivo: la posibilidad de no te-
normal, en el sentido de respuesta deliberada a una propuesta divina y no quita la libertad necesaria para la fe. Poner el acento en la iluminación como característica fundamental de la llegada del acto de fe es una elección significativa, puesto que da prioridad al elemento interno de aquel, sin fijar tanto la atención en el carácter externo de ruptura con lo humano que deben tener las verdades necesarias para la salvación. Pone el acento, justamente, en el asentimiento, como elemento más importante en la fe. Esta concepción de la fe como movimiento interior habla, también de forma coherente, de los requisitos previos para que su acto se dé. Más que de un conocimiento de verdades. se necesita la Pía affectio.Vitoria admite que Dios puede suplir con su gracia los argumentos rae cíñales, como suple la proposición exterior de la revelación, y sustituirlos con motivos internes _- camente, como en los herejes, cismáticos o infieles que llegan a la fe implícita.
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cesario, que el hombre no pueda actuar bien moralmente sin ellas, como pensaba Gregorio de Rimini y sus seguidores. En esta última afirmación está la clave de todo, deja abierto al hombre el camino de la salvación siempre y todas las circunstancias. Se trata de la apertura del camino y no de la consecución, puesto que el hombre no puede salvarse con sus propias fuerzas, sin la fe. La responsabilidad del hombre se mide sobre todo por el grado de libertad con que el individuo participa en sus propias acciones. Toda condición que impida el ejercicio de la misma convierte al individuo en inocente de la cualquier culpa. La dificultad está en determinar cuál es el esfuerzo necesario por parte del individuo para que no le afecte la culpabilidad ante un determinado deber moral. Si, hasta Vitoria se evaluaba la responsabilidad moral del hombre según los parámetros del hombre virtuoso ideal, éste parte del hombre concreto, según sus capacidades individuales. La única condición que sirve para liberarse de la negligencia en el actuar es un esfuerzo normal por evitar el pecado. Aplicada esta doctrina a la ignorancia invencible, resulta con nitidez
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que no puede imputarse la misma al individuo. Si la salvación no es otra cosa que la llamada de Dios y la respuesta del hombre, la de los infieles no se buscará por el camino de vías extraordinarias. Será vista en el panorama común de la unidad del género humano. Si todos los hombres son iguales no se puede pensar en caminos milagrosos para su salvación, sobre todo desde el momento en que se sabía del gran número de no evangelizados. Además, la convicción sobre la acción de la providencia divina en todas las épocas y lugares no permitía pensar en situaciones de privilegio para una parte de la humanidad. La ley divina como tal incluye la necesidad de la revelación y de la fe para la salvación. En todas las ocasiones quiere dejar claro que esa necesidad no empaña para nada la afirmación de que el hombre tiene capacidad para actuar bien moralmente sin el conocimiento de la ley divina. Sus tesis se aclaran considerando su análisis de la/e. La fe es exigida no como ruptura, sino como plenitud y trascendencia. La fe necesaria para la salvación será comprendida más en su carác-
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ter de armonía con el proceso humano hacia Dios que en su carácter de superación del mismo. En el camino del hombre hacía Dios en algún momento deben aparecer, como expresión del orden de salvación querido por Dios para todos los hombres, la capacidad del hombre para conocer la verdad y la adhesión de fe, más concretamente, la fe en Cristo. Parte de la capacidad para conocer las dos verdades básicas, en cuanto necesarias para la salvación: la existencia de Dios y su premio a los que le busca. Hay una continuidad y no una ruptura, puesto que lo que conocemos inmediatamente con nuestras fuerzas se debe a la inclinación natural que Dios ha puesto en nosotros para adheriros a los primeros principios. Pero la fe es necesaria para dar la suficiencia que no posee el conocimiento humano. Una cosa es poder conocer las verdades básicas de la fe y otra cosa es poder asentir a ellas con las fuerzas naturales. Para asentir a ellas en cuanto verdades de fe, es decir asentir con fe divina, necesita el hombre la revelación. Si la salvación es sobrenatural, la fe debe manifestar también esa condición básica. Pero debe ser condición sobrenatural que se presente a un
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ser que debe aceptarla en una acto personal y libre. No cabe así desvirtuar la gratuidad de la fe, pero el hombre debe poder comenzar su camino de salvación sin esa ayuda extraordinaria, haciendo lo que puede, para encontrar más tarde una iluminación por parte de Dios, que posibilite la fe. La responsabilidad del hombre ya no estará en responder desde un principio a la verdad de fe. La Revelación es fundamental para que exista la fe como tal. No existe fe sin revelación, es decir, sin diálogo entre Dios y los hombres, pero no importa tanto el contenido de lo revelado cuanto el carácter de revelado por Dios. La fe debe ser, por tanto, un asentimiento a Dios, más que un asentimiento a determinados conocimientos. Vitoria no pone el núcleo de lo que es la fe en el objeto formal, como contenido de verdades necesarias, sino en la manera de tender al objeto. El acto de fe no se fundamenta en las verdades exteriores sino en la sola autoridad de Dios que revela. Es la manera de acceder a dichas verdades lo que caracteriza la fe como acto sobrenatural. El conocimiento de verdades particulares es un elemento de la fe pero no
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El problema de la salvación consiste, por consiguiente, en establecer la posibilidad de hacer un acto de fe. El acto de fe, adhesión a Dios en Cristo, es la respuesta concreta del hombre. Habrá salvación donde el hombre sea capaz de realizar un acto de fe que le lleve a Cristo. Siendo éste el presupuesto fundamental, no hace falta concebir los diversos estadios de la historia de la salvación como periodos de tiempo cerrados en sí mismos, que imponen unas condiciones de acceso a la fe idénticas para todos los hombres que viven en una época histórica determinada. El descubrimiento de la ignorancia invencible hace pensar en fases permanentes que pueden afectar al hombre de todo tiempo y de todo lugar, sin impedirles, por ello, hacer un acto de fe tan auténtico como el del creyente explícito. Así pues, la duda que esta cuestión
es suficiente para la salvación. La suficiencia la da la gracia de Dios que dispone al hombre a la fe en cuanto entrega a Dios, como lo dispone a la misma gracia y a perseverar en ella. De este modo es Dios el protagonista en la fe, aunque los razonamientos humanos puedan tener su parte. Así, la fe que un infiel recibe por vez primera es la misma de aquel que ha sido educado entre cristianos y puede acceder a las verdades de la misma. La respuesta de ambos será un acto que viene de la atracción interior que Dios ejerce. El modo de salvación, la adhesión a Dios en Cristo, no ha cambiado a lo largo de la historia. Solamente ha aumentado el número de verdades conocidas. La obligación de todo hombre a la fe debe entender desde el aspecto interior de la misma, siendo menos decisivo el conjunto de verdades concretas220.
220. Si es verdad que para Vitoria lo principal en la fe es el asentimiento, el hombre debe saber a que da tal asentimiento. En este sentido parecía imprescindible a la condición histórica del hombre, es decir, a su situación como ser en progreso, la presentación también progresiva del contenido de su respuesta a Dios. Por este motivo, la condición concreta de la fe no ha sido la misma a lo largo de la Historia de la salvación. Una vez admitida esta gradación natural en la presentación histórica de la Revelación, pasa Vitoria a analizar las atenuantes de la doctrina general, en cuanto que la respuesta a aquella debería ser un acto de fe explícita. Siguiendo la doctrina de Sto.Tomás,Vitoria afirma que la fe explícita en Cristo ha sido siempre necesaria para la salvación, de tal manera que, incluso en la ley natural, era de alguna manera conocida explícitamente.
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quiere resolver es si las condiciones de acceso a la fe explícita pueden ser idénticas para todos los hombres, una vez que se sabe que el Evangelio no ha sido predicado por todo el mundo. Por último cabe acercarse al concepto de Iglesia, también significativo en la respuesta de Vitoria. Parece exigido por la misma ley natural, por la misma razón, que el hombre se dirija a un fin espiritual y que, para ello, tenga los medios necesarios. Si en el hombre hay una necesidad de expresiones exteriores que le ayuden a vivir, también antes de Cristo, debe haber habido las estructuras sensibles necesarias para la expresión de la fe. Así se afirmará la existencia de la Iglesia desde el principio del mundo, como fruto exigido por la naturaleza del hombre, que debe dirigirse a un fin espiritual, y con un origen divino, pues se funda en el plan de salvación dirigido a los hombres. Existe la Iglesia allí donde existe la fe. En consecuencia si es verdad que la Iglesia como potestad espiritual puede tener un origen humano, como realidad de fe siempre tendrá una referencia específica a Dios. Otra cosa es el grado de cualidad de esta revelación, puesto que la Iglesia de la
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Ley Natural o la Iglesia de la Ley Escrita eran solamente figuras de laIglesia que Cristo fundó. No se da una mera continuidad, sino una plenitud. Por tanto, si es verdad que la Iglesia está donde está la fe, también es verdad que ésta no puede existir sin referencia a aquella. De esta manera se puede hablar de la Iglesia ab Abel, como la estructura necesaria para la salvación en todas las épocas. El concepto vitoriano de Iglesia es esencial para juzgar la situación de los que están fuera de ella y necesitan entrar para salvarse. No debe insistir solamente en su aspecto visible, sino más bien en su carácter metahistórico de comunidad espiritual, de comunidad de fe. Este resultado abre más el camino de aquello que deben salvarse y no pertenecen visiblemente a ella. De la Iglesia se acentúa su aspecto espiritual y se favorece, al mismo tiempo, un concepto más amplio de la misma, que el que aparecerá posteriormente, manteniendo toda su viveza las ideas medievales sobre la Iglesia como Cuerpo místico de Cristo. Mas que su visibilidad material, lo que caracteriza la Iglesia es su ser místico. Un concepto de Iglesia sola-
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mente como comunidad visible fomentaba la idea de la necesidad de pertenecer físicamente a dicha comunidad para salvarse. Incluso era posible utilizar la fuerza para ello, puesto que no se concibe otro medio de salvación. Un concepto de Iglesia que no acentúa exclusivamente su carácter visible, debe provocar una cierta distensión, no a la hora de defender la doctrina de la necesidad de pertenencia a ella, sino en los medios de hacer real dicha pertenencia, que ya no se hace tan dramática y urgente. Significativamente los misioneros inciden en el carácter visible e institucional de la Iglesia, relegando la imagen de Cuerpo místico. Aun así, Vitoria insiste en la pertenencia visible a la Iglesia y urge a la evangelización de los indígenas americanos, vinculada a un esfuerzo por librar a los indios de sus pecados, de los que son plenamente responsables independientemente de su falta de fe, y situarlos dentro del "estado de salvación", por la instrucción en la fe y el Bautismo. La intención de Vitoria no es poner en duda la necesidad de la fe explícita, sino evidenciar el respeto de la exigen-
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cia de la fe a la situación en la que el hombre se encuentra. Lo decisivo no es el modo explícito de aparecer, que siempre necesita una revelación exterior, sino la estructura humana que posibilita el acto de fe en todos los tiempos. El hombre no tiene que confrontarse en primer lugar con la revelación explícita, sino consigo mismo,'con la estructura de respuesta que Dios le ha dado. La solución al problema de la salvación de los infieles no consiste, por tanto, en saber cómo llegar a la fe explícita, sino cómo llegar a responder de la propia vida, cómo cumplir la parte humana del proceso. La fe explícita vendrá, Dios ayudará, iluminará. En cualquier circunstancia de tiempo y de espacio, el hombre puede responder a la llamada de Dios. La vida cristiana no es fruto de la herencia ni de la teoría basada en el reconocimiento de determinadas verdades. La salvación vendrá por el obrar. El cristiano será aquel que obre según la Ley de Dios, que haga sus propios méritos para la salvación. Es esta reflexión la que ha hecho destacar a Vitoria las obras de los paganos como elemento fundamental en la
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solución del problema de la salvación de los infieles. Las obras de los paganos pueden ser buenas, pueden servir de estructura para la salvación aun antes de la llegada de la fe explícita, la cual vendrá a dar el "movimiento particular" a la revelación general que ya iluminaba al hombre que siguió su conciencia. Dios da la posibilidad de salvarse a todos en todos los tiempos y circunstancias y todo el mundo llegará, en el momento oportuno, a tener la posibilidad de decidirse. Muchos indios pudieron haberse salvado. En consecuencia, no hay tiempos privilegiados para la salvación. En todas las épocas de la historia aparece la posibilidad de entrar en el conocimiento de Dios y salvarse. Lo importante es que el hombre de todo tiempo haga lo que debe hacer en conciencia. Lo demás, la salvación, la iluminación es, siempre, cosa de Dios. Vitoria destaca sobre todo que la acción del hombre debe basarse en su buena voluntad. Dios se adaptará a ella, es decir, al periodo de la historia subjetiva en que el hombre éste, para salvarle, sin exigirle, por tanto, unas condiciones idénticas: es decir suponiendo una historia de la salvación en periodos cerrados.
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La solución de Vitoria es la búsqueda, en el interior del hombre, de una estructura común a todas las épocas y lugares. No niega la necesidad de la fe y de la Iglesia, pero la realización de la misma debe atender también a las circunstancias de los hombres a las que se dirige. Establece, al tiempo, el terreno sobre el que fundar una relación constructiva con las otras religiones. La razón, superior en el cristianismo, puede convencer a los demás de sus errores y carencias, para traerlos al único camino de salvación que Cristo ha querido instaurar para todos los hombres. La razón será la plataforma que la misión debe usar con preferencia, puesto que todos los hombres tienen acceso a ella y, a su vez, la razón es ya una fuente de la revelación de Dios. Así, cuanto mejor se expliquen las distintas partes de la doctrina cristiana, mejor y con más provecho será acogida. Si Vitoria estudia el problema de la salvación desde la perspectiva de Dios, y del hombre llamado desde su creación, y no desde la del mundo cristiano, con lo que esto supone de igualar a todos los hombres; teólogos posteriores discutieron ya más en concreto los
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medios particulares de acceso a la fe para los infieles, al tiempo que empujaran las respuestas a posiciones más abiertas. Domingo de Soto, ante la pregunta de si alguno podrá recibir la gracia sin el conocimiento de Cristo, parte del comentario de Cayetano a Santo Tomás, quien enseña que el niño infiel, no bautizado, si al alcanzar el uso de razón se convierte a Dios, adquiere por la gracia la remisión del pecado original, bastando la conversión implícita por la cual ese niño ordena su voluntad al bien honesto. Con este apoyo, Soto afirma que es posible en el adulto la justificación sin la fe y sin noción alguna de Dios. Le resulta posible hacer tal afirmación considerando que, en el curso normal de las cosas, no han de pedirse milagros, e, incapaz el niño entre infieles de conocer a Jesucristo o de adquirir ideas claras sobre Dios, es creíble que al alcanzar las nociones del bien y del mal reciba la gracia. Si en esta situación muriese, Soto no ve repugnancia ninguna en que se salve, antes de llegar al conocimiento de Jesucristo y a la fe en general. En este sentido, afirmando que es suficiente creer en las verdades que son
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accesibles a la razón natural para alcanzar la bienaventuranza eterna, aplica esta doctrina a los indígenas americanos, que viven bajo la ley natural, sin que se halla promulgado el evangelio en verdadera ignorancia invencible. Es decir, Soto defendió, como más probable, la posibilidad de la salvación sin fe sobrenatural. Un pagano puede obtener la justificación sólo con el conocimiento y práctica de la ley natural, es decir, quizás sin conocimiento expreso de Dios, aunque piensa que no sería conveniente que Dios dejara morir a un justificado de esta manera sin llevarlo antes, por alguna vía humana que El le procuraría providencialmente, a ser instruido en la fe de Cristo. Andrés Vega arguye, considerando esencial el caso de los indígenas, el mismo principio de la ignorancia invencible y concluye la fe explícita en Cristo es de precepto para todos, mas puede un adulto justificarse y aún salvarse sin ella. Melchor Cano será el crítico principal de estas teorías. Hasta la reacción de Pedro de Godoy contra las tesis del jesuíta Martínez de Ripalda, el que con más profusión ha concedido las gracias
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a los infieles221, otros muchos autores se preocuparon por este problema: Pedro de Sotomayor222, Juan de la Peña223, Mancio de Corpus Cristi, Juan de Guevara224, Juan Gallo225, Marcos de Valladares, Bartolomé de Medina, Domingo Bañez o Francisco Suárez. Pero lo que nos interesa es la reacción de la teología misionera americana. Las tesis de José de Acosta226, basadas en la necesidad de conocer explícitamente a Cristo para salvarse, respon-
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den a una clara preocupación: evitar que decaiga el espíritu misionero, amenazado por aquéllos que, alegando una supuesta escasa capacidad, moral o intelectual, del indígena, dudaban de los frutos de la evangelización, y por los efectos que pudieran derivarse de aceptar una salvación sin fe explícita. Esta preocupación explica su extrema rigidez y pesimismo. Acosta reconoce la autoridad de los maestros salmantinos -dice compartir
221. Según Ripalda, que trae en su apoyo a los Santos Padres, en todos los actos virtuosos de un infiel se insertan auxilios sobrenaturales quod substantiam, de tal manera que los elevan intrínsecamente, o mejor, que producen, junto con los actos de la virtud natural, actos sobrenaturales de la virtud correspondiente. Las virtudes naturales e infusas no difieren por el motivo de obrar, sino por el modo de tender hacia el objeto bueno, en cuanto movidas por un principio natural o sobrenatural. Así, la simple presentación del bien honesto es suficiente para que la voluntad del infiel, bajo la acción de la gracia, se dirija a él con un movimiento y una afección también sobrenaturales, ya que todo acto bueno en él es prevenido por una gracia de ese orden. URDÁNOZ,"La necesidad ... ", IV. p. 83-5. 222. Sostiene que entender las palabras El que creyere y fuere bautizado, será salvo: el que no creyere, será condenado, como precepto que sólo obliga a los que oyeron la predicación evangélica, es admitir la posibilidad de una redención sin el redentor.de una salvación fuera de la iglesia.Y afirma que las revelaciones milagrosas no se dan de hecho, que no hay fuera de la Iglesia una sola alma en estado de salvarse. URDÁNOZ, "La necesidad... ", II. p. 541. 223. Sigue en general la orientación de Cano y se enfrente a las tesis posteriormente desarrolladas por Ripalda, considerando que nada sobrenatural puede brotar de lo natural. URDÁNOZ, "La necesidad... ", II. p. 543. 224. Se suma a la doctrina rígida de los antiguos: «Después de promulgado el Evangelio, tanto para la bienaventuranza eterna, como para la justificación, es necesaria en absoluto la fe explícita en Jesucristo». URDÁNOZ,"La necesidad... ", II. p. 549. 225. Recurrirá al limbo de los niños como lugar de descanso de los paganos justos. URDÁNOZ, "La necesidad . . . " , Il.p. 551. 226.ACOSTA, Procurando..., I, 5, y V, 3, 5 y 6.
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sus ideas en la mayoría de las ocasiones-, pero se niega a aceptar «que incluso en nuestra época, cuando hace tanto tiempo que Cristo está revelado, pueden algunos conseguir la salvación eterna sin conocer a Cristo». Coincide en tres tesis con todos los maestros: el co-nocimiento de Cristo es necesario para todos; el precepto de creer explícitamente el misterio de Cristo es divino y se propone a todos los hombres como necesario y los infieles, a los que no ha sido anunciado el Evangelio, se excusan de pecado por la ignorancia. Pero esto no implica, para el jesuíta, «que si esos infieles hacen lo que está de su parte, pueden conseguir la salvación sin la fe explícita en Cristo». No duda en tachar estas afirmaciones de absurdas, peregrinas, impropias de un teólogo, carentes del menor apoyo en la Biblia, los Santos Padres y la tradición227 y heréticas, pues «no hay cosa más contraria a la fe que decir que sin la fe puede salvarse algún hombre».
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Se niega a aceptar tanto las posturas extremas como las más moderadas, pero comprende perfectamente el origen del problema: «ciertas sospechas humanitarias», que parten de «la infinita cantidad de personas que en este Nuevo Mundo estuvieron privadas de la luz del Evangelio durante tantísimo tiempo». Muchos se preguntan de este modo: «¿Va a exigir Dios lo que ni El mismo da ni los hombres pueden cumplir por sí solos? Eso sería muy duro y muy alejado del amor de Dios, que quiere que todos se salven». Pero reconocer el problema y manifestar simpatía por los indígenas228 no le lleva a disminuir su hostilidad hacia el camino abierto por la teología académica. «Dirás que esto es duro y áspero; pero ten presente que el Apóstol reprende a los que queriendo establecer su propia justicia, no se han sujetado a la justicia de Dios. Y no tratamos aquí de si esto es duro y severo, o benigno y liberal, sino de si es verdadero».
227. «en realidad durante mil cuatrocientos años -al menos, que yo sepa- no hay ningún rastro de esta tesis ni en los Santos Padres ni en los doctores escolásticos, sino que todos unánimemente afirman que nadie puede salvarse sin la fe explícita en Cristo» 228. «Bien a gusto haría mía la defensa que estos autores montan en pro de la salvación de los indios, sobre todo porque me proclamo especialmente adicto a la causa de los indios».
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Sus razones son claras. Si estas tesis fuesen ciertas, no valdría la pena predicar a Cristo; sería inútil enviar a los apóstoles al mundo entero y no tendría sentido la sentencia: El que llegue a creer y reciba el bautismo, se salvará (Me 16,16). Son tesis que, para Acosta, atacan al cuello mismo del Evangelio. Si esas afirmaciones fuesen ciertas, caería por los suelos todo el esfuerzo evangelizados
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Antes del Evangelio, era suficiente para lograr la salvación tener fe implícita en Jesucristo, pero teniendo fe explícita en un solo mediador. Pero, una vez revelada la fe, para nadie queda abierta la salvación sin un conocimiento revelado y expreso de Cristo 229 . «Se me dirá: pero hasta hace poco el Evangelio no había sido promulgado a los indios». «Así lo creo yo también -escribe, haciendo una alusión clara a los que eluden el problema afirmando la existencia de una primitiva predicación del Evangelio en América-, pero eso nada tiene que ver con la cuestión. Porque no se trata de un tipo de promulgación que borra del terreno cualquier ignorancia, sino de la promulgación que es solemne y conformada según la voluntad del legislador y abroga todas las leyes en contra y disuelve los contratos».
«Desde luego, si la postura de esos autores es verdadera, es facilísimo responder a San Pablo, y con toda verdad, que no hay ninguna necesidad de quien predique ni de quien envíe predicadores, ni siquiera incluso de quien oiga, puesto que el hombre puede recibir la fe sin ninguna revelación ni predicación; puede bastarse a sí mismo para salvarse, sin tener ni idea del Evangelio; puede invocar a Dios, a quien ve a través de lo creado». Afirmar que no es inútil anunciar a Cristo, puesto que así alcanzan la salvación más personas y con mayor facilidad y plenitud, no es suficiente. Se niega a aceptar cualquier excepción en una historia salvífica cerrada.
Acosta multiplica las citas de San Pablo: Todo el que invoque el nombre del Señor, se salvará, aprovecha sus mismas preguntas: ¿ Cómo entonces van a invocar a alguien en quien no creen to-
229. «Y no solamente la salvación definitiva -dice en una clara referencia a la tesis de Vitoria y Soto-, sino que ni siquiera la primera justificación, opino que puede el hombre obtenerla sin el conocimiento del Evangelio, después de haber sido promulgado éste al mundo».
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davía? Y ¿cómo van a creer en alguien del que no han oído hablar? Y, por otra parte, ¿ cómo van a oír sin nadie que les predique? Y ¿cómo van a predicarles si no se envía a nadie? (Rom 10,13-15), y, ante la duda sobre la extensión de la predicación, reinterpreta la sentencia paulina: a toda la tierra alcanzó su pregón y hasta los infieles del orbe llegó su palabra (Rom 11,18). Es muy significativo como lo hace. Rechaza, como consecuencia del Descubrimiento, cualquier análisis literal del texto. No es posible afirmar que, en la época apostólica, los predicadores del Evangelio alcanzaron todos los rincones de la tierra. En su opinión, es característico de los oráculos proféticos reducir en una imagen amplios procesos y anunciar de forma conjunta lo que ha de ir cumpliéndose por partes, y, por tanto, cabe afirmar que la predicación del Evangelio ha de alcanzar toda la tierra poco a poco, a su debido tiempo, «de acuerdo con la determinación de los designios eternos»230. Es decir, interpreta la frase de
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San Pablo en el sentido de «que no ha de faltar en toda la redondez de la tierra la predicación a los que se han de salvar de entre los gentiles; y los que de ellos se condenen, será por culpa de sus crímenes, no por ignorar el Evangelio». De esta forma, por un lado, supera la contradicción entre la interpretación de este texto heredada de la Edad Media y los frutos del Descubrimiento y, por otro, refuerza su tesis. Al tiempo que aprovecha todo tipo de argumentos231, se acoge a la interpretación de Santo Tomás. El recurso a la intervención extraordinaria en favor de los paganos que hubiesen hecho lo que de ellos dependía. El Señor actuaría según su providencia y misericordia, enviándole un predicador. Esta es la tesis de Acosta: «Y ¿ qué haremos con los infinitos miles de hombres que ni han oído el Evangelio ni han podido oírlo? ¿Juzgaremos, acaso, que ninguno de ellos puede salvarse? ¡De ninguna manera! ¡Pero es que sin un milagro no pueden ser enseñados en la fe! Primeramente, no se ha
230. ACOSTA, Procurando, I, 2. 231. Por ejemplo, el mismo tipo de compasión piadosa, dice, argumentando con las ideas más comunes de su época, obligaría a conceder la salvación sin bautismo a los hijos pequeños de los paganos o a los hijos no bautizados de los cristianos.
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de llamar milagro la providencia especial de Dios que destina un ángel o un hombre para que instruya en el Evangelio a aquel que ha hecho lo que está de su parte. Por raro que pueda ser, y por rarísimo que lo sea, el que en un estado de naturaleza entenebrecida y gravísimamente postrada, algún hombre tenga fuerzas para levantarse hasta intentos tan elevados, y eso no lo puede lograr sin la gracia divina preveniente, tanto menos habría que considerarlo desprovisto de esa providencia singular de Dios, como lo confirma la misma razón, puesto que pudo llegar a tan singular deseo y práctica del bien. Y si persisten en llamarlo milagro, yo no he de disputar de nombres. Ellos, a la verdad, opinan como si estas obras fuesen pesadas para Dios o difíciles y desusadas, y creen deberlas restringir y coartar en estrechos límites».
do a Dios cuando les hablaba desde la naturaleza. Acogiéndose a los justos y verdaderos juicios de Dios y a los Hechos de los Apóstoles, donde leemos que estando una vez preparando su marcha a Asia para evangelizarla, se lo prohibió el Espíritu Santo; puede concluir que nunca ha habido linaje alguno de h o m bres tan dejado de la mano de su Creador, que no tuviese en proporción a su capacidad el testimonio y la ayuda de Dios en medida suficiente; de suerte que se convierten, sin excusa posible, en corruptores de la ley divina escrita en sus corazones, en menospreciadores de tanta paciencia y bondad, ingratos a los favores celestiales.
Diversos ejemplos le permiten reforzar su tesis: el ángel enviado a Cornelio (Hch 10, 1-6); Felipe enviado al etíope (Hch 8,26-39); San Pablo a los macedonios (Hch 16, 9-10) y a Lidia (Hch 16, 14-15); incluso, interpreta de la misma forma la relación entre San Francisco Javier y Anjiró y «otros casos parecidos que puedan presentarse». Acosta, y no sólo él, apelando nuevamente al argumento cosmológico, considera que los indios habrían desprecia-
En la línea de las afirmaciones de Acosta es interesante destacar la historia que nos refiere Mendieta: «Y así habría otros a quien Dios alumbraría para vivir conforme a la ley de naturaleza y dictamen de la razón. Y al propósito de esto hace lo que uno de los primeros evangelizadores de esta nueva Iglesia dejó escripto en un su libro, que cuando ya los españoles venían por la mar para entrar en esta Nueva España, entre otros indios que tenían para sacrificar en la ciudad de México en el barrio llamado Tlatelulco, estaba un indio el cual debía
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de ser hombre simple y que vivía en la ley de la naturaleza sin ofender a nadie (porque de estos hubo y hay entre ellos algunos que no saben sino obedecer a lo que les mandan, y estarse al rincón y vivir sin algún perjuicio): este indio, sabiendo que lo habían de sacrificar presto, llamaba en su corazón a Dios, y vino a él un mensajero del cielo, que los indios llamaron ave del cielo porque traía alas y diadema, y después que han visto como pintamos los ángeles, dicen que era de aquella manera. Este ángel dijo a aquel indio: "Ten esfuerzo y confianza, no temas que Dios del cielo habrá de ti misericordia; y di a estos que ahora sacrifican y derraman sangre, que muy presto cesará el sacrificar y el derramar sangre huma-
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na, y que ya vienen los que han de mandar y enseñorearse en esta tierra". Este indio dijo esas cosas a los indios de Tlatelulco, y las notaron. Y este indio fue sacrificado adonde ahora está la horca en el Tlatelulco, y murió llamando a Dios del cielo»232. Las tesis de Acosta se completan con un reflexión sobre lo que el fiel debe creer, motivada por las tesis del dominico Francisco de la Cruz, y otra, muy ilustrativa con respecto a las ideas de justicia y misericordia divina, en torno a los predestinados a la condenación, en la línea de San Agustín233.
232. MENDIETA, Historia eclesiástica..., III, 2. Cfr.TORQUEMADA, Monarquía..., II, 91. No sorprende en modo alguno este planteamiento en los cronistas franciscanos, autores de obras plagadas de milagros e intervenciones extraordinarias de Dios (p. ej.,TORQUEMADA, Monarquía..., III, 26 y 30, y IV, 53). Muy distinto es el caso de Acosta, que ha rechazado cualquier salida milagrosa al problema del origen del hombre americano, por ser contrario al estilo de las cosas humanas. Es un problema muy de la época. Vitoria dedicó una relección a la magia, al recurso al milagro para explicar las acciones divinas y al demonio para explicar fenómenos naturales.Todo con la intención de evitar que se reduzca la responsabilidad del hombre en su destino. 233. «El Santo Apóstol nos recuerda con tanta más concisión cuanta mayor autoridad, por qué son creados quienes ya de antemano el Creador sabía destinados a la condenación y no a la gracia. Pues dijo que queriendo Dios mostrar su reprobación y manifestar su poder, soportó con mucha paciencia a los que eran objeto de reprobación, ya prontos para destruirlos, para dar a conocer su inagotable esplendidez con los que eran objeto de misericordia. Pero parecería con razón una injusticia que se haga objeto de reprobación, si la totalidad misma de la masa no estuviera condenada en Adán. Hacerse al nacer objeto de reprobación atañe a la pena merecida, hacerse en cambio objeto de misericordia atañe a la gracia inmerecida. Muestra Dios, por tanto, su ira; esto es, su justa e inmutable venganza con la que se va propagando el pecado y el castigo que proviene de la raza de desobediencia; manifiesta también su poder, que ejerce incluso para bien de los malos, repartiéndoles numerosos bienes naturales y temporales y acomodando su malicia para probar y amonestar, por contraste, a los bue-
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La crítica de Acosta a estas afirmaciones implica una abierta defensa del indígena americano y de sus capacidades. No está dispuesto a aceptar, como punto de partida de semejante tesis, la sentencia de que Dios no obliga a nadie a lo imposible. Pretender que obligar a hombres de torpe y rudo ingenio a creer el misterio de la Trinidad o el de Cristo es tanto como cerrar a estos pobrecillos las puertas del cielo, le parece inaceptable. Sus argumentos son claros: aceptar esta tesis implica tirar «por los suelos casi todo el trabajo y preocupación por predicar a los indios»; el Evangelio y el conocimiento de Cristo son dos cosas en el nombre, pero son totalmente una cosa en la realidad; obli-
Francisco de la Cruz, al que Acosta no cita por su nombre, se esforzó, dice el jesuita, por introducir un dogma nuevo. «Sostenía que a las naciones de indios y a los demás pueblos rudos no les es necesario para salvarse creer explícitamente en el misterio de la Trinidad, ni tampoco en el misterio de Cristo; sino que les basta con saber que hay un solo Dios y que da premio a los buenos y el castigo correspondiente a los malos, y que en lo demás han de tener también nuestra ley cristiana como ciertamente divina. Fuera de estas dos cosas, no necesitan más, sino creer de modo general e implícitamente lo que la Iglesia profesa. Por tanto, sólo esto hay que predicar a los indios; de lo demás no hay que preocuparse demasiado».
nos, para que aprendan en ellos a dar gracias a Dios por estar separados de ellos no por méritos p r o pios, puesto que igualmente juntos habían estado en la misma masa, sino por su misericordia. D i o también a conocer su inagotable esplendidez con los que eran objeto de misericordia, pues de esta manera el que ha sido justificado por gracia aprende lo que se le otorga, al ver que no por propios méritos, sino por la gloria de la misericordia liberalísima de Dios está separado del condenado, en cuya compañía él mismo, con idéntica justicia, tenía que haber sido condenado. Quiso además que nacieran tantos, que sabía de antemano no destinados a su gracia, para que sean incomparablemente muchos más que los hijos de la promesa, a quienes se dignó predestinar a la gloria de su reino; también para mostrar, mediante la muchedumbre misma de los desechados, qué poca importancia tiene ante Dios justo el número, por grande que sea, de los que han sido justísimamente condenados.Y también para que p o r aquí entiendan los que son redimidos de la condenación misma, que la causa de esta discriminación estuvo en toda la masa, pues verían que tiene su cumplimiento en una parte tan grande de ella». Las mismas ideas agustinianas aparecen en otros autores americanos. Por ejemplo.Andrés de OLMOS, Tratado de hechicerías y sortilegios (1553), México, 1990, pp. 37-9.
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gar al indio a que crea cuanto cree la Iglesia y dejarle que ignore a Cristo es una tontería inconsecuente, la Iglesia no es más que la comunidad de los fieles que creen en Cristo, y no se trata de comprender el misterio sino de creerlo, y en esto no hay gran diferencia entre los doctos y los ignorantes. «Para empezar a contestar, quería yo que los que así elucubran, me dijeran si ellos pueden acaso pensar tal misterio. Dejando al margen unas cuantas fórmulas y expresiones fijas, [...] El letrado aventaja al rústico en lo que hay que saber y en cómo hay que formularlo. Pero respecto a lo que el misterio es en sí y cómo hay que pensarlo, no hay entre ambos ninguna diferencia en absoluto».
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Entre los teólogos misioneros nadie más se planteó sistemáticamente el problema de la salvación de los infieles, pero la coincidencia con Acosta es casi unánime. Las pruebas son numerosas: Afirmaciones, más o menos amplias e inconexas, de muchas obras234; toda la preocupación por el bautismo del franciscanismo novohispano235; la obra de fray Andrés de Olmos, Tratado de Hechicerías y sortilegios; la correspondencia de los misioneros, donde destaca la de Pedro de Gante236; el capítulo tercero de la Instrucción de Jerónimo de Loaysa, donde indica como Dios estaba enojado con los indígenas por culpa de sus idolatrías; el testimonio de fray Pedro de Córdoba, preocupado por los
234. «...era su opinión que todos iban al infierno, y en esto no dudaban, como ello era gran verdad para con ellos y sus antepasados, pues no alcanzaron a conocer a Dios». MENDIETA, Historia eclesiástica..., II, 6. «Es, cierto, cosa de grande admiración, que haya nuestro señor Dios tantos siglos ocultada una silva de tantas gentes idólatras, cuyos frutos ubérrisimos sólo el Demonio los ha cogido, y en el fuego infernal los tiene atesorados». SAHAGÚN, Historia general..., pról. Cfr. IV, apéndice. 235. «Estas diversas opiniones y diferentes pareceres fueron causa que algunas veces se dejó de administrar el sacramento del bautismo, lo cual no pudo ser sin detrimento de los que le buscaban, principalmente de los niños y enfermos, que morían sin remedio». MOTOLINIA, Historia de los indios..., 11,4. 236. Por ejemplo, la carta de fray Pedro de GANTE a Carlos V, de 15 de febrero de 1552, donde manifiesta su preocupación ante la posibilidad de que "se vayan al infierno como de antes"; en CARTAS de Indias, carta 18, vol. I, p. 92-102. Los dominicos déla española buscan «el remedio de tantas miserables ánimas, que por culpa de los consejeros pasados han ido al infierno», Carta a Mr. de Xevres (15 16), en COLECCIÓN de documentos...,Vil, pp. 397 y ss.
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enviados al infierno por los españoles237; la Doctrina cristiana de fray Pedro de Córdoba; etc. Pero, quizás no haya mejor prueba que el testimonio de Las Casas, principal defensor de la condición virtuosa del indígena, que nunca plantea la posibilidad de que alcanzasen de algún modo la salvación fuera del evangelio. Por el contrario, la máxima responsabilidad del español es «haber echado al infierno [a] los que nunca les habían ofendido»238. Pese a todo, el caso de Francisco de la Cruz, op., las teorías de Ricci, en
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MISIONERA
China, y el hecho de que Acosta dedique tanto tiempo a la refutación de estas tesis en una obra destinada a la Iglesia americana (Procuranda indorum saluté), permite pensar que la unanimidad no debió ser absoluta. Habría que concluir señalando que, pese a las grandes diferencias, tanto para los académicos como para los misioneros no es el desconocimiento de Cristo, sino el pecado idolátrico, que hace imposible este conocimiento, lo que aleja a los indígenas de la salvación.
237. Carta al Rey, del Padre fray Pedro de Córdoba, viceprovincial de la Orden de Santo Domingo, Santo Domingo de la Isla Española, 28-V (s.f.), donde manifiesta su preocupación por los muchos que han sido muertos, «y aun si fueran muertos con salud de sus ánimas, menos mal fuera; mas han perecido en las almas y también en los cuerpos», en COLECCIÓN de documentos..., XI, pp. 216 y ss. I.-; LAS CASAS, Historia..., I, 146.
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VI EL INDÍGENA AMERICANO
Al estudiar la imagen que del indio americano tuvieron los misioneros del siglo XVI, es conveniente comenzar con algunas observaciones. El análisis final, pretendidamente general, adolece de claras limitaciones, por culpa de esta misma generalización. Limitaciones re' racionadas con diversas preguntas y el _-rado en que sea posible contestarlas. En qué medida está afectada la imagen ue de los indígenas trasmiten los reli. -os por sus objetivos, personales y a la orden a la que pertenecen, por los : rr.flictos en los que ésta se ve envuelu y por el momento en el que escriben ru obra? ¿Es posible realizar generalizaciones a partir de la información transmitida por unos autores, dominados, en ocasiones, por su experiencia de las altas culturas, y, en otros casos, por ÍUS contactos con pueblos menos desa-
rrollados, como los antillanos? Es decir, ¿es posible, por ejemplo, establecer un denominador común a Las Casas y a Motolinía?, cuando él primero está dominado por la experiencia traumática antillana, en la que descubre su vocación, y el segundo, venido como fraile desde España, por el sorprendente éxito de Cortés frente a un poder altamente centralizado, del cual lo más llamativo para el español es el sacrifico humano. Por otra parte, debemos reconocer la oscuridad en la que nos encontramos con respecto al clero secular. Habría que plantear cómo afecta a la visión que tiene del indígena, su relación más estrecha con los españoles, su rivalidad con los regulares, aliados en ocasiones a los obispos y dominadores del proceso
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Colón, si pudo pensar en haber hallado en América el paraíso terrenal, en los indígenas no vio nada raro ni monstruoso, pareciéndoles proporcionados y correctos240. Sus dudas surgieron en torno a sus capacidades espirituales y morales. Los vio de buena condición; pero, al tiempo, en una inevitable comparación con el europeo de su época, los tachó de brutos. Esa dualidad de criterios, incluso en una misma persona, fue una de las características predominantes en el concepto que de los naturales se hicieron los españoles, que salvo las excepciones más interesadas, esconde el reconocimiento de la racionalidad y, al compararlos con el nivel español de desarrollo, la duda de que su forma de vida sea humana. Afirmaciones, muy
de evangelización, y su situación económica, difícil por lo general. No es posible, sin grave riesgo, identificar a Bartolomé Álvarez239, del que poseemos un rico y detallado informe, con el conjunto de los seculares. Aceptando todas estas limitaciones, y aun a riesgo de cometer generalizaciones peligrosas, intentaré una aproximación global a la imagen del indígena americano. Con la garantía de poder, a la hora de desarrollar las respuestas sobre el problema que tenemos entre manos -la conciliación entre la justicia de Dios y la recepción tardía del Evangelio en América-, matizar la imagen que del indígena tiene cada autor, por guardar esta imagen una estrecha relación con las respectivas respuestas.
239. Álvarez perdió la doctrina de Sabaya al chocar con el Obispo, a causa de su negativa a pagar la cuarta, y con las autoridades civiles, por exigir a los curacas que le adelantaran su sueldo, quizás para pagar la multa que le impuso el obispo. Su castellano parece de persona culta (quizás estudio leyes en Salamanca), y conoce el latín (además de dos lenguas indígenas). Su obra coincide cronológicamente con las reformas de Toledo y el incremento de la influencia de los jesuítas, que hacían responsables a los doctrineros de la lentitud de la evangelización. Sus argumentos son los de Domingo deAlmeida, representante de los sacerdotes contrarios a las reformas del III Concilio de Lima. Propone la plena unificación cultural (hispanización del Indígena) por la fuerza, como única forma de cristianizarlo. 240. Escribe, en marzo de 1493, a Gabriel Sánchez: « N o encontré entre ellos, como presumía, monstruo alguno, sino gente de mucho obsequio y benignidad»; cit. por José M U Ñ O Z PÉREZ, "Los historiadores primitivos de Indias y el pensamiento geográfico", América y la España del siglo XVI, Madrid, 1982, p. 149.
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ral en España241. Hay que comprender las dificultades que tuvieron los españoles, y los europeos, para aceptar tan extraños usos y costumbres. Algunas, como la antropofagia o los sacrificios humanos, les llevan a considerar a los indígenas seres inferiores o, cuando menos, necesitados de tutela242. Al mismo tiempo, los avatares de la conquista y la evangelización afectan, positiva y negativamente, a la imagen de los indígenas. Podrían recordarse las opiniones de Juan Focher sobre los chichimecas243 o la denuncia de Remesal, que llama a las Antillas escuela del diablo, por crear, en todos los que llegaban a América, una imagen falsa del indígena244. Aun así, incluso Fernández de Oviedo, poco favorable a los indígenas, apreció la gran distancia que separaba a mexicanos y antillanos. Por el contrario, la muerte en 1524 de varios misio-
frecuentes entre los misioneros, como la del dominico Tomás Ruiz, que, en 1527, califica a los indígenas de Santa Marta de brutos animales, no implican una negación de la racionalidad de los nativos, sino únicamente una denuncia de su atraso cultural. La expresión gentes apartadas de razón no puede traducirse por seres irracionales. Las opiniones desfavorables sobre la capacidad o preparación intelectual de los indios, no implican, en modo alguno, que negaran su racionalidad, es decir, su condición humana. El propio Juan de Solórzano Pereira, que recurre a calificativos peyorativos, tiene la precaución de advertir, en 1647, que el calificativo bestia se utilizaba para designar simplemente a los hombres incultos, rudos y bárbaros, con la particularidad de que fue el modo silvestre de vivir de los indios el que -según él y otros autores- lo hizo gene-
Z-41. Cfr. P. BORGES, "La Iglesia americana...", ob. cit., I, p. 663-5, y P. BORGES, Misión y civilización en América, Madrid, 1987, p. 25. 142. Fernández de Oviedo los tachó de viciosos, sodomitas, viles, melancólicos y cobardes. Pedro de Gante habló de que las gentes del común eran "como animales".Y, en gran medida tiene razón J. GIL BERMEJO, cuando escribe que la defensa apasionada e irreal de Las Casas «rozaba en muchos aspectos lo negativo» ("Ideas sobre el indio americano en la España del siglo XVI", en La imagen del i r d/'o..., ob. cit., p. 121.) l-O. FOCHER, Itinerario..., III, 2. 144. Historia general..., III, 16.
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Al estudiar la imagen que del indio americano tuvieron los misioneros del siglo XVI, es conveniente comenzar con algunas observaciones. El análisis final, pretendidamente general, adolece de claras limitaciones, por culpa de esta misma generalización. Limitaciones relacionadas con diversas preguntas y el grado en que sea posible contestarlas. ¿En qué medida está afectada la imagen que de los indígenas trasmiten los religiosos por sus objetivos, personales y de la orden a la que pertenecen, por los conflictos en los que ésta se ve envuelta y por el momento en el que escriben su obra? ¿Es posible realizar generalizaciones a partir de la información transmitida por unos autores, dominados, en ocasiones, por su experiencia de las altas culturas, y, en otros casos, por sus contactos con pueblos menos desa-
rrollados, como los antillanos? Es decir, ¿es posible, por ejemplo, establecer un denominador común a Las Casas y a Motolinía?, cuando él primero está dominado por la experiencia traumática antillana, en la que descubre su vocación, y el segundo, venido como fraile desde España, por el sorprendente éxito de Cortés frente a un poder altamente centralizado, del cual lo más llamativo para el español es el sacrifico humano. Por otra parte, debemos reconocer la oscuridad en la que nos encontramos con respecto al clero secular. Habría que plantear cómo afecta a la visión que tiene del indígena, su relación más estrecha con los españoles, su rivalidad con los regulares, aliados en ocasiones a los obispos y dominadores del proceso
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de evangelización, y su situación económica, difícil por lo general. No es posible, sin grave riesgo, identificar a Bartolomé Álvarez239, del que poseemos un rico y detallado informe, con el conjunto de los seculares. Aceptando todas estas limitaciones, y aun a riesgo de cometer generalizaciones peligrosas, intentaré una aproximación global a la imagen del indígena americano. Con la garantía de poder, a la hora de desarrollar las respuestas sobre el problema que tenemos entre manos -la conciliación entre la justicia de Dios y la recepción tardía del Evangelio en América-, matizar la imagen que del indígena tiene cada autor, por guardar esta imagen una estrecha relación con las respectivas respuestas.
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Colón, si pudo pensar en haber hallado en América el paraíso terrenal, en los indígenas no vio nada raro ni monstruoso, pareciéndoles proporcionados y correctos240. Sus dudas surgieron en torno a sus capacidades espirituales y morales. Los vio de buena condición; pero, al tiempo, en una inevitable comparación con el europeo de su época, los tachó de brutos. Esa dualidad de criterios, incluso en una misma persona, fue una de las características predominantes en el concepto que de los naturales se hicieron los españoles, que salvo las excepciones más interesadas, esconde el reconocimiento de la racionalidad y, al compararlos con el nivel español de desarrollo, la duda de que su forma de vida sea humana. Afirmaciones, muy
239. Álvarez perdió la doctrina de Sabaya al chocar con el Obispo, a causa de su negativa a pagar la cuarta,y con las autoridades civiles, por exigir a los curacas que le adelantaran su sueldo, quizás para pagar la multa que le impuso el obispo. Su castellano parece de persona culta (quizás estudio leyes en Salamanca), y conoce el latín (además de dos lenguas indígenas). Su obra coincide cronológicamente con las reformas de Toledo y el incremento de la influencia de los jesuítas, que hacían responsables a los doctrineros de la lentitud de la evangelización. Sus argumentos son los de Domingo deAlmeida, representante de los sacerdotes contrarios a las reformas del III Concilio de Lima. Propone la plena unificación cultural (hispanización del indígena) p o r la fuerza, c o m o única forma de cristianizarlo. 240. Escribe, en marzo de 1493, a Gabriel Sánchez: « N o encontré entre ellos, como presumía, monstruo alguno, sino gente de mucho obsequio y benignidad»; cit. por José M U Ñ O Z PÉREZ, "Los historiadores primitivos de Indias y el pensamiento geográfico", América y la España del siglo XVI, Madrid, 1982, p. 149.
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frecuentes entre los misioneros, como la del dominico Tomás Ruiz, que, en 1527, califica a los indígenas de Santa Marta de brutos animales, no implican una negación de la racionalidad de los nativos, sino únicamente una denuncia de su atraso cultural. La expresión gentes apartadas de razón no puede traducirse por seres irracionales. Las opiniones desfavorables sobre la capacidad o preparación intelectual de los indios, no implican, en modo alguno, que negaran su racionalidad, es decir, su condición humana. El propio Juan de Solórzano Pereira, que recurre a calificativos peyorativos, tiene la precaución de advertir, en 1647, que el calificativo bestia se utilizaba para designar simplemente a los hombres incultos, rudos y bárbaros, con la particularidad de que fue el modo silvestre de vivir de los indios el que -según él y otros autores- lo hizo gene-
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ral en España24'. Hay que comprender las dificultades que tuvieron los españoles, y los europeos, para aceptar tan extraños usos y costumbres. Algunas, como la antropofagia o los sacrificios humanos, les llevan a considerar a los indígenas seres inferiores o, cuando menos, necesitados de tutela242. Al mismo tiempo, los avatares de la conquista y la evangelización afectan, positiva y negativamente, a la imagen de los indígenas. Podrían recordarse las opiniones de Juan Focher sobre los chichimecas243 o la denuncia de Remesal, que llama a las Antillas escuela del diablo, por crear, en todos los que llegaban a América, una imagen falsa del indígena244. Aun así, incluso Fernández de Oviedo, poco favorable a los indígenas, apreció la gran distancia que separaba a mexicanos y antillanos. Por el contrario, la muerte en 1524 de varios misio-
241. Cfr. P. BORGES, "La Iglesia americana...", ob. cit., I, p. 663-5, y P. BORGES, Misión y civilización en América, Madrid, 1987, p. 25. 242. Fernández de Oviedo los tachó de viciosos, sodomitas, viles, melancólicos y cobardes. Pedro de Gante habló de que las gentes del común eran "como animales".Y, en gran medida tiene razón J. GIL BERMEJO, cuando escribe que la defensa apasionada e irreal de Las Casas «rozaba en muchos aspectos lo negativo» ("Ideas sobre el indio americano en la España del siglo XVI", en La imagen del indio..., ob. cit., p. 121.) 243. FOCHER, Itinerario..., III, 2. 244. Historia general..., III, 16.
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ñeros a manos de los indios de Chiribiri, provoca el violento ataque del dominico Tomás Ortiz245. De cualquier modo, las ideas de los religiosos tendieron a ser equilibradas, por un conocimiento directo, y la admiración por los indígenas se multiplica en ellos. Por ejemplo, Domingo de Santo Tomás escribe:
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tad que los demás vasallos vuestros lo son. Lo Cual claramente conocerá V.M. ser falso, si viere por este Arte la gran policía que esta lengua tiene. La abundancia de vocablos. La conveniencia que tiene con las cosas que significan. Las maneras diversas y curiosas de hablar. El suave y buen sonido al oído de la pronunciación della. La facilidad para escribir con nuestros caracteres y letras. Cuan fácil y dulce sea a la pronunciación de nuestra lengua. El estar ordenada y adornada con propiedad de declinación y demás propiedades del nombre, rnodos, tiempos y personas del verbo. Brevemente, las muchas cosas y maneras de hablar, tan conforme en la latina y española: y en eí arte y artificio deíía, que no parece sino
«Mi intento, pues, principal, S.M., al ofreceros este Artecillo, ha sido para que por él veáis, muy clara y manifiestamente, cuan falto es lo que muchos os han querido persuadir ser los naturales de los reinos del Perú bárbaros e indignos de ser tratados con suavidad y liber-
245. «Los hombres de tierra firme de Indias comen carne humana y son sodométicos más que generación alguna. Ninguna justicia hay entre ellos, andan desnudos, no tienen amor ni vergüenza, son como asnos, abobados, alocados, insensatos; no tienen en nada matarse ni matar; no guardan verdad si no es en su provecho; son inconstantes, no saben que cosa sea consejo; son ingratísimos y amigos de novedades; précianse de borrachos, ca tienen Vinos de diversas yerbas, frutas, raíces y grano; emborráchanse también con humo y con ciertas yerbas que los saca se seso; son bestiales en los vicios; ninguna obediencia ni cortesía tienen mozos a viejos ni hijos a padres; no son capaces de doctrina ni castigo; son traidores, crueles y vengativos, que nunca perdonan; inimícísimos de religión, haraganes, ladrones, mentirosos, y de juicios bajos y apocados; no guardan fe ni o r d e n , no se guardan lealtad maridos a mujeres ni mujeres a maridos; son hechiceros, agoreros, nigrománticos; son cobardes como liebres, sucios como puercos; comen piojos, arañas y gusanos crudos do quiera que los hallan; no tienen arte ni maña de hombres; cuando se olvidan de las cosas de la fe que aprendieron, dicen que son aquellas cosas para Castilla, y no para ellos, y que no quieren mudar costumbres ni dioses; son sin barbas, y sí alguna les nace, se las arrancan; con los enfermos no usan piedad ninguna; aunque sean vecinos o parientes los desamparan al tiempo de la muerte, o los llevan a los montes a morir con sendos pocos de pan y agua; cuando más crecen se hacen peores; hasta diez o doce años parece que han de salir con alguna crianza y v i r t u d ; : Como comencé señalando, el caso de Bartolomé Álvarez es peculiar. Cabe considerarlo marginal: el tono de su obra, su enfrentamiento abierto, y solitario, como el mismo indica, con el arzobispo Toribio de Mogrovejo, con las autoridades civiles, con las órdenes religiosas, en general, y con la Compañía 303.ACOSTA, Procurando...,
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IV, 4. Por su parte, escribe LAS CASAS, Historia...,
III, 145: «pluguiera a Dios
que no les hobieran mentido él y ellos muchas veces y que las mentiras que los indios les decían no las hobieran ellos causado, y no creo que osara más un indio decir una mentira, mayormente a sus señores, ni entre sí para engañarse unos a o t r o s , que matarse. De las mentiras que los indios a los españoles decían y hoy dicen donde aun no les tienen asolados, las vejaciones y servidumbres horribles y cruel tiranía con que los afligían y afligen y maltratan, son la causa». Cfr. MENDIETA, Historia eclesiástica...,
II, 30, y ACOSTA, Procurando...,
I, I I . En este mismo sentido, escribe
LANDA,
Relación..., cap. 25: «...son muy celosos y no llevan a paciencia que sus mujeres no sean honestas; y ahora, en vista de que los españoles, sobre eso, matan a las suyas, empiezan a maltratarlas y aun a matarlas». 304. A lo largo de toda su obra no existe un motivo que irrite más a Álvarez que los estrechos lazos que establecidos entre los jesuítas y el arzobispo. Un buen ejemplo de éstos puede ser la carta escrita por éste al P. General Aquaviva, al clausurar el III Concilio de Lima (1584): «La Compañía de Jesús acá nos ha sido y es la principal ayuda que hemos tenido para hacer t o d o lo que en este Santo Concilio Provincial se hizo en gloria de N u e s t r o Señor» (Monumento
Histórica
S.J., Monumento
Peruana ¡II, p. 415). 305. El mejor testimonio de t o d o esto puede obtenerse de la comparación entre las propuestas de Álvarez y las decisiones del III Concilio Límense. 306. ÁLVAREZ, De (os costumbres...,
caps. 18, 19 y 23.
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afirma, incluso, que lo son por naturaleza; sucios y carentes de las más mínimas normas de policía; viciosos: destaca el hecho de estar dominados por el alcoholismo y la pereza, fuente de todos los vicios, su desprecio por la virginidad, la frecuencia con la que se amanceban y cometen adulterio, y sus prácticas de bestialismo y sodomía; ladrones, infames, inconstantes, envidiosos, desconfiados, codiciosos, cobardes, etc.307. Pero, sin duda, son cuatro los rasgos que más llaman la atención: su afirma-
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ción de que carecen de sentimientos de amor filial y paternal308, que curiosamente entra en contradicción con la idea de que el mayor inconveniente para vencer la idolatría son los lazos con sus antepasados y progenitores; su permanente afirmación de la falta de juicio y el bajo entendimiento de los indígenas309; su barbarismo, que se convierte en un obstáculo para la cristianización310, y, sobre, todo el odio invencible que siente hacia los españoles. Odio que Álvarez comprende y justifica311.
307. ÁLVAREZ, De las costumbres..., caps. 42, 56, 132, 176, 184, 23 1, 234, 270, 354, 367, 382, 523, 536, 551 4, 558-65, 577, 583-84, 587-89, 596, 308. ÁLVAREZ, De las costumbres..., caps. 527, 535, 596. 309. ÁLVAREZ, De las costumbres..., caps. 42, 139, 132; 231, 251, 515. 310. ÁLVAREZ, De las costumbres..., cap. 573: «imperitos y torpes. [...] porque para lo que importa -ser cristianos- aún es necesario ser adornados de buenas y políticas costumbres, humanas y de honra, y en ellos no hay alguna, ¡cómo vendrán a ser cristianos? Afirmo que, para ser cristianos es necesario que sepan de honra: pues no la saben ni la tienen, ¡cómo serán cristianos? Por la imposibilidad que tienen en sí de poder venir a ser cristianos, diré aquí todo lo que alcanzo en cuanto a sus costumbres humanas». 31 I.ÁLVAREZ, De las costumbres..., cap. 25.
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VM LA RELIGIÓN INDÍGENA
Los misioneros percibieron, desde v.n primer momento, diferencias y semejanzas entre las religiones indígena y ;ristiana. Pero, al mismo tiempo, la imagen que tenía de la propia religión dificultó la valoración de la ajena y generó no pocos problemas de entendimiento, que complicaron los esfuerzos para hacer llegar el mensaje cristiano al indígena. Mientras el misionero pone gran énfasis en la salvación del alma y el bienestar espiritual del individuo, para las religiones indígenas, que insisten principalmente en la preservación del orden cósmico, el individuo no tiene valor en sí mismo, sino en cuanto contribuye al mantenimiento de ese orden. Frente a la preocupación cristiana por que las malas inclinaciones lleven al individuo a la perdición, el indígena vive la posibilidad de que el orden cósmico sea destruido por las deidades del mal.
De este modo, al indígena le resulta muy difícil asimilar la idea de pecado y el sentido de continuidad histórica. Nada manifiesta en mayor grado esta incomprensión que el análisis de los sacramentos prehispánicos. Aun así, el misionero percibió, desde el principio, grandes aptitudes en el indio para recibir la fe cristiana, y no faltaron nunca los elogios a la profunda religiosidad del indígena prehispánico. Los ejemplos de esto podrían multiplicarse casi de forma indefinida. Quizás el más significativo sea el del jesuíta anónimo, autor de las Relaciones de las costumbres antiguas de los naturales del Perú, que no duda en elogiar, incluso, al gran Vilaboma, por su austero modo de vivir, propio de un religioso, y por dedicar sus amplísimas rentas en beneficio de los pobres, a otros sacerdotes, a la confesión prehispánica, al cuidado que prestaban a los
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sepulcros y a las mujeres que vivían, como monjas, en virginidad perpetua312. Las imágenes medievales sobre los pueblos idólatras se romperán en contacto con la realidad americana. Es significativo que en la Edad Media, existiendo el concepto de secta idolátrica, no se hiciera ningún esfuerzo sistemático por comprender la lógica de aquellas creencias. Las observaciones que los viajeros medievales hacen sobre las supersticiones e idolatrías de los asiáticos aparecen como desvarios del espíritu humano sin conexiones entre sí. «Hasta se podría decir que para el pensamiento medieval esas creencias no forman una religión propiamente dicha excepto, por supuesto, en el caso de la religión grecorromana, cuya mitología se conocía gracias a los autores de la Antigüedad y a los apologistas cristianos»313. La carencia de esta reflexión sobre la idolatría hace que autores como Llull o Juan Manuel distingan arbitrariamente a los paganos
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sin ley de los idólatras, cuando los primeros eran una mera abstracción que reflejaba el desarrollo de la idea tomista según la cual cualquier hombre sabio y justo puede elevarse, gracias a la razón, a la creencia en un Dios único y creador. Esta visión condiciona a Colón, que, a pesar de haber vislumbrado entre los antillanos señales de cultos idolátricos, los caracteriza como pueblos sin secta, lo que viene a significar: «sin que el espíritu de esos pueblos sea turbado por una falsa religión, con sus cultos organizados, sus falsas creencias o sus falsos dioses o ídolos»314. Una observación más atenta y menos benévola llevó a Ramón Pane a descubrir rasgos idolátricos entre los tainos, y a calificar de demoníaca la idolatría india. Pero, al mismo tiempo, de manera muy significativa, comienza su relación señalando que «creen que hay en el Cielo un ser inmortal, que nadie puede verlo y que tiene madre, mas no tiene principio»315.
312. RELACIÓN de las costumbres..., pp. 161, 162, 164 y sigs. Incluso TORQUEMADA, ya cronológicamente lejos de la primera generación de misioneros, reconoce la sincera religiosidad de los indígenas prehispánicos, aunque quizás sea el que más destaque su inutilidad en el orden de la salvación, Monarquía..., II, 80. 313. MILHOU,"EI indio americano y el mito...", ob. cit., p. 177. 3 14. MILHOU,"EI indio americano y el mito...", ob. cit., p. 176 315. Relación de Fray Ramón PANE acerca de las antigüedades...
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¿Cuánto hay en esta afirmación de la esperanza puesta en la rápida conversión de los pueblos sin ley} La posición de Las Casas es, en este sentido, altamente expresiva. Sus textos sobre los lucayos -convertidos en paradigmas de religiosidad natural y, por tanto, cercanísimos a su conversión, de no haberse interpuesto la codicia de los españoles- son de gran interés, debido a que generaliza las cualidades precristianos que en ellos cree observar a todos los indios americanos. Los planteamientos irreales de Las Casas, incompatibles con el conocimiento de las religiones prehispánicas, no serán seguidos en el XVI316. La preocupación central en lo referente a las religiones indígenas prehispánicas es la persistencia de los antiguos
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cultos, que explica el gran interés demostrado en el estudio de la idolatría, sobre todo tras el abandono del optimismo evangélico de la primera época. La preocupación por este problema es relativamente temprana. En 1536 tuvo lugar en México una Junta sobre las recidivas idolátricas, tema que también fue objeto de atención en la Junta eclesiástica de 1537. Pero es en la segunda mitad del siglo XVI y en el XVII cuando el problema empieza a hacerse acuciante. Así lo reflejan las constituciones 25 y 26 del I Concilio de Lima, todos los textos catequéticos, la obra de Andrés de Olmos, Tratado de hechicerías y sortilegios (1553), el interesante Confesionario límense de 1585317 y, sobre todo, el esfuerzo intelectual y catequético de Bernardino de Sahagún, que,
316. Aun así, al tratar de los antillanos pesará siempre esta Imagen de pueblos inocentes, casi faltos de Idolatría. C f r . T O R Q U E M A D A , M o n a r q u í a . . . , V I , 17. 317. CONFESIONARIO para los curas.... La estructura típica del confesionario se ve en este caso complementada con varios apéndices dedicados a recoger los principales ritos, ceremonias y supersticiones de los indios. La inclusión de los apéndices dedicados a la idolatría y ritos prehispánicos se Justifica de la siguiente forma: «Por esta razón ha parecido importante hacer una Relación suficiente, y no muy prolija, de los más usados errores y supersticiones de estos indios, para que los sacerdotes tengan noticias de ellos para dos efectos. El uno, para que sus sermones y pláticas les desengañen, reprobando y destruyendo sus errores y vanidades. [...] El o t r o efecto para que se pone esta Instrucción, es para los confesores, para que cuando oyeren confesiones de indios viejos o hechiceros o semejantes puedan preguntarles y entenderse con ellos».
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incluso, observa con preocupación la identificación de la Virgen de Guadalupe con Tonantzin318. Sahagún critica el falso optimismo, y defiende la utilidad de sus estudios: «El médico no puede acertadamente aplicar las medicinas al enfermo sin que primero conozca de qué humos o de qué causa procede la enfermedad, de manera que el buen médico conviene sea docto en el conocimiento de las medicinas y en el de las enfermedades, para aplicar conveniblemente a cada enfermedad la medicina contraria. [...] Ni conviene se descuiden los ministros desta conversión con decir que entre esta gente no hay más pecados de borracheras, hurto y carnalidad, porque otros muchos pecados hay entre ellos muy más graves, y que tienen gran necesidad de remedio: los pecados de la idolatría y ritos idolátricos, supersticiones idolátricas y agüeros y abusiones y cerimonias idolátricas
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no son aún perdidas del todo. Para predicar contra estas cosas, y aun para saber si las hay, menester es de saber cómo las usaban en tiempo de su idolatría, que por falta de no saber esto en nuestra presencia hacen muchas cosas idolátricas sin que lo entendamos. Y dicen algunos, excusándolos, que son boberías o niñerías, por ignorar la raíz de donde salen, que es mera idolatría, y los confesores ni se las preguntan ni piensan que hay tal cosa, ni saben lenguaje para se lo preguntar, ni aun lo entenderán aunque se lo digan»31'. En la misma línea se manifiestan Olmos y Acosta. Protesta el primero contra los que pretenden que nadie recuerde estas cosas, porque la ignorancia es pecado «cuando alguno puede y debe saber alguna cosa o del derecho, o del hecho: y no hace lo que es en sí para lo saber»320. Acosta señala cuatro razones para estudiar las religiones indí-
318. Si Sahagún es el representante extremo de esta preocupación, podemos situar entre los más despreocupados a Diego de.VALADES, Rhetorica christiana (1579), México, 1989, y a Antonio de REMESAL, Historia General....VI, 7, donde afirma que no se ocupa de las idolatrías porque ya se han extirpado y por el miedo a que, por tratarlas, revivan. 319. SAHAGÚN, Historia general..., pról. 320. OLMOS, Tratado..., pról.
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genas: ver si «clara o disimuladamente» siguen practicando sus antiguos cultos, que los españoles agradezcan a Dios el gran bien de haberles dado su santa ley, conocer la soberbia, envidia, engaños y mañas del demonio, que siempre quiere imitar a Dios, y no dejar de «dar gracias al altísimo Dios, por los que ha llamado de tales tinieblas a la admirable lumbre je su Evangelio»321. Los catequistas coincidieron al considerar que las principales causas que explicaban las pervivencias idolátricas era, aparte de la acción del demonio, las deficiencias de los doctrineros, o su esisez, el mal ejemplo de los pastores y . - desconocimientos de las lenguas indicenas y de sus antiguas costumbres. En torno a la idolatría mientras \costa redacta esencialmente un estudio dirigido a los españoles, Sahagún presenta un texto pretendidamente ca321.ACOSTA, Historia natural...,V,
322.ACOSTA, Historia natural...,,V;
tequético, destinado a los indígenas322. En estas dos direcciones se manifiesta la teología misionera. El punto de partida de Acosta, que permanentemente compara la idolatría indígena con la grecorromana323, es la soberbia del demonio, que siempre procura ser tenido y honrado por Dios, como lo prueban las Escrituras, dice, citando a Isaías (14,1314). Por esta razón, y por su «odio mortal y enemistad» al género humano, sabiendo que el mayor daño que puede hacer al hombre es llevarle a «adorar por Dios a la criatura», no para de inventar modos de idolatría. Causa de este modo dos males a los hombres: les lleva a negar a Dios y les sujeta a cosa inferior a ellos, «porque todas las criaturas son inferiores a la racional», incluso el demonio, que si le aventaja en la naturaleza le es muy inferior en estado324. En resumidas cuentas, y no solo
25 y 3 1 . Preocupaciones semejantes se pueden encontrar en otros
muchos autores: M EN DIETA, Historia eclesiástica..., LINA, Relación de las fábulas...,
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II, 3 y 12; L A N D A , Relación..., caps. 38 y 4 1 ; M O -
p. 103. Procurando...,V,
9 y 10. S A H A G Ú N , Historia general...,
IV, apéndice.
323. Este esfuerzo por disculpar la idolatría indígena, comparándola con la de o t r o s pueblos, es uno de los temas más repetidos entre los misioneros. Se encuentra, entre o t r o s , en S A H A G Ú N , LAS CASAS, la RELACIÓN de las costumbres... 324. ACOSTA, Historia natural...,V,
yTORQUEMADA.
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para Acosta, el origen de la idolatría es el engaño del demonio a los hombres325. La idolatría, causa de todos los males, puede clasificarse -aunque el demonio haya multiplicado sus tipos en número incontable- en cuatro grupos: las cosas naturales y generales (el sol, la luna, el fuego, la tierra, etc.), las cosas naturales y particulares (un río, un árbol, un ave, un animal, etc.), los objetos de la invención humana (ídolos o estatuas de palo, o de piedra o de oro) y las cosas que fueron algo pero que ya no son (los muertos)326. Cada modelo merece, en Acosta y en otros muchos misioneros, un juicio distinto. Si los peruanos veneraban al sol y a otras cosas de la naturaleza, a las que Acosta llama criaturas insignes, como son la luna, el mar o la tierra, fue más grave la idolatría de los mexicanos, «porque la mayor parte de sus adoraciones e idolatrías se ocupaba en ídolos, y no en las mismas cosas naturales, como del llover y del ganado, de
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la guerra, de la generación». Considera más grave la adoración de «cosas menudas, y muchas de ellas muy soeces», de «cosas caducas y corruptibles, como de hombres, de aves, de bestias, de serpientes», y más aún, cosa que saca de juicio, de «cualquier cosa que tenga extrañeza en su género». Los ídolos se multiplican, incluyendo los cuerpos de los difuntos, las estatuas de los reyes, vivos y muertos, «las figuras e imágenes fabricadas por manos de hombres», que es la peor de las idolatrías, y, la extraña idolatría de los mexicanos, de adorar a los cautivos que iban a sacrificar, durante un cierto tiempo antes del sacrificios, en el que les vestían, cuidaban y adoraban como si fuera el Dios al que iban a sacrificarlo. Siguiendo a San Juan Damasceno, distingue a los que adoran las esferas celestes y los signos y elementos naturales, ignorando al que las había creado; a los que adoran a los muertos como dioses, originada en el
325. Con independencia de que se observen otros factores, como por ejemplo, el prestigio de los grandes hombres, que son divinizados al morir, todos los autores afirman como origen primero de la idolatría el engaño del demonio: LANDA, Reloción..., cap. 34. ÁLVAREZ, Costumbres..., cap. 137. MENDIETA, Historia eclesiástica..., II, 6, SAHAGÚN, Historia general.... I, I, y III, 3. LAS CASAS, Apologética..., cap. 74. 326.ACOSTA, Historia natural...,V, 2.
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dolor ante la pérdida de un ser querido y en el imperativo de los tiranos, y a los que no sólo tienen por dioses los astros y a los hombres, sino también a los animales y a las piedras y leños que no tienen vida. Todas estas idolatrías se daban entre los indios, y, además, es curioso señalar que, cuanto más adelantaron en el poder, más idólatras fueron, y, al contrario, «Jas que por azar de vida alcanzaron menor progreso y una forma de Estado menos desarrollada, en ellas la idolatría es mucho más escasa»327. No se queda Acosta en una mera constatación de la variedad de los cultos idolátricos. Para él, es esencial darse cuenta de que, aunque las tinieblas de la infidelidad tuvieran oscurecido su entendimiento, los indígenas tenían un cierto conocimiento de un supremo Señor y Hacedor de todo: el Viracocha de los peruanos, del que encuentra otras manifestaciones entre los mexica-
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nos, los chinos y otros infieles. Esto facilita la predicación del supremo Dios y Señor de todo, que es el Dios de los cristianos, y el verdadero Dios: «de aquí es que en asentar y persuadir esta verdad • de un supremo Dios, no padecen mucha dificultad los predicadores evangélicos, por bárbaras y bestiales que sean las naciones a quienes predican»328. Al tiempo constata Ja dificultad de desarraigar la creencia en otros dioses, en «tener por dioses y atribuir deidad y pedir favor a otras cosas que no son dioses, ni pueden nada, más de Jo que el verdadero Dios, Señor y Hacedor suyo les concede»329. Disculpa a los indígenas, comparándoles con los gentiles bíblicos y los clásicos grecorromanos, incluso con «los más excelentes de los poetas y retóricos y aun de los filósofos», que diciendo ser sabios, se hicieron unos necios. Si los griegos y los sabios inventaron tantas
327.ACOSTA, Procurando..., V, 9. 328. Jerónimo ORÉ, Símbolo catholico indiano (1598), Lima, 1992, pondera igualmente el monoteísmo ; troducido por el inca Capac Yupanqui, que hizo en Cuzco un templo a Pachacamac, que da ilrr.z vida al universo, o Pacha Yachachic, hacedor del universo, y sugiere que este avance sirve de a;c •: para introducir el conocimiento de Jesucristo, como hizo San Pablo en Atenas al aludir al n-r-_ mentó al Dios desconocido. 329.ACOSTA, Historia natural...,V, 3.
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clases de supersticiones y las retuvieron tan largo tiempo, no hay razón alguna para indignarse contra los ritos de los indios, más bien debemos compadecernos de ellos, al comprobar que es vano el sentido del hombre cuando no está imbuido de la ciencia de Dios330. «No se espantará de esta ceguera en bárbaros, quien trajere a la memoria que de los sabios y filósofos dice el Apóstol, que habiendo conocido a Dios, no le glorificaron ni dieron gracias como a su Dios, sino que se envanecieron en su pensamiento y se oscureció su corazón necio, y vinieron a trocar la gloria y deidad del eterno Dios, por semejanzas y figuras de cosas caducas y corruptibles, como de hombres, de aves, de bestias, de serpientes. [...] de semejantes bajezas y burlerías están llenas las memorias de la gentilidad, viniendo en tan oprobio los hombres por no haber querido sujetarse a la ley de su verdadero Dios y Creador»331.
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Si «estos desgraciados» están trastornados y oprimidos por esta esclavitud, en nada hay que poner más empeño que en desarraigar completamente de los ya cristianos, o de los que van a serlo, toda inclinación a la idolatría, que siendo como una larga enfermedad hereditaria, «robustecida con el ejemplo paterno y familiar y fortalecida por larga y duradera costumbre y por la autoridad de las leyes públicas», nos ha de costar largo y poderoso esfuerzo extirpar. Pero, le parece evidente que en vez de acusar al indio de tardanza en dejar la idolatría, debemos «indignarnos contra nuestra desidia inconmensurable»332. Por último, apunta Acosta algunas ideas sobre los métodos para extirpar la idolatría333. Rechaza quitar por la fuerza los ídolos, porque en lugar de fortalecer a la religión cristiana, la hace más odiosa; «arrancando los ídolos de manos de los indios contra su voluntad, se los clavan aún más en el alma», cerrando «a cal
330. ACOSTA, Procurando..., V, 9. 331. ACOSTA, Historia natural...X S. 332. ACOSTA, Procurando..., V, 9. 333. Ana de ZABALLA, Transculturación y misión en Nueva España. Estudio histórico doctrinal del libro de los "Coloquios" de Bernardino de Sahagún, Pamplona, 1990, pp. 121-25, ha establecido las semejanzas entre los métodos de Acosta y de Sahagún para extirpar la idolatría.
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y canto la puerta del Evangelio». Nadie debe hacerse cristiano por la fuerza, lo primero es quitar los ídolos del corazón de los paganos334. Lo ideal sería enseñar, «con sabiduría y suavidad», a los jefes naturales de los indios la inconsistencia de sus dioses, porque, teniendo en cuenta la gran autoridad de estos entre sus subditos, la conversión se facilitaría mucho. Como es común entre los indios reconocer a un Dios supremo, hay que poner todos los medios para enseñarle quien es ese «supremo y Sempiterno Artífice de todas las cosas, a quien sin saberlo adoran, y que nosotros les anunciamos». Además, no cree Acosta que los catequistas necesiten recurrir a razonamientos exquisitos. Está claramente influido por la imagen, tan extendida entre los misioneros, del in-
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dio de carácter y entendimiento simple335. Recomienda que se haga uso de «razones breves, fáciles y que entren por los ojos», que pueden perfectamente extraer de las Escrituras: 1) los ídolos de los gentiles son de madera, piedra o metal, a los que dio forma el arte y la industria de los hombres, favorecida por la codiciosa predicación de los sacerdotes o el imperio violento de los reyes, pero los hombres no pueden hacer a los dioses, puesto que ellos mismos tienen que ser mejores que las cosas que llegan a fabricar; 2) la idolatría referida a cuerpos celestes y elementos naturales choca con las mutaciones a las que estos están sometidos; 3) si se trata de reyes antiguos, hay que hacer notar que los cuerpos de éstos en nada se diferencian de los de los demás hombres; 4) los ído-
334. Este planteamiento no es en m o d o alguna exclusivo de Acosta. Es la misma opinión que manifiestan Sahagún, Focher, Loaysa o el Catecismo por sermones del III Concilio de Lima (1584). 335. En la misma línea se expresa el Confesionario para los curas...: «El uno, para que sus sermones y pláticas les desengañen, reprobando y destruyendo sus errores y vanidades. Lo cual es fácil de hacer, porque ellas tienen en sí muy poco fundamento, como son cosas de burlería y disparate; y con las razones que se apuntan en la plática que de esto se pone abajo (aunque breve), y con otras que cada uno hallará, bastantemente se deshacen estos errores y desatinos. Mayormente que es cosa averiguada y por hombres de experiencia advertida, que son estos indios de suyo tan sujetos, y la mentira tiene tan pocas raíces, que con sólo entender ellos que los entienden se dan por vencidos; y en sólo referirles sus engaños y abusos se rinden a la verdad, como el ladrón que en manifestándole su h u r t o se corta».
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los no se pueden defender de los ataques del fuego o de los ladrones o de la ruina; ni tampoco ven, sienten, ni pueden moverse; 5) los cuerpos naturales no se mueven a su arbitrio, sino que obedecen siempre las leyes que ha fijado el autor de la naturaleza336. El remedio más importante consiste en hacerles ver la protección divina, apelando a la experiencia de los idólatras: «en las enfermedades, en la guerra, o en el hambre, ¿han sentido algún provecho de sus dioses? ¿Les habrá ido mejor por rendirles culto religiosamente que si no los hubieran tenido en ningún aprecio? ¡Cuántos males y desgracias ha padecido, y no han sido ayudados ni confortados por sus dioses!». Hay que aprovechar esto para mostrar que todo eso son patrañas del diablo, quién es éste y cómo odia y engaña a los hombres, para cambiar el temor que les infunden por odio.
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por decisión del Concilio de Lima de 1583, que publica, para uno de los sacerdotes, una Reprensión para los idólatras y supersticiosos en estos términos: «Quiero que sepan cuan enojado está Dios contra ti por esas maldades que has hecho de adorar las guacas o al sol, etc. Porque le has quitado su honra, y la has dado a las piedras y a los cerros y otras cosas que son muy viles. ¿Tú no ves que esas cosas no hablan ni ven, ni sienten ni hacen caso de lo que tú les dices, ni entienden la honra que tú les haces? Di, tonto, ¿por qué haces tan gran necedad? ¿Tú no ves que tu eres hombre y hablas y sientes, y nada de eso habla ni siente más que las piedras de la calle, que las pisas y no responden? ¿Y si las llamas y honras, tampoco lo saben ni se les da nada? Pues de esa suerte es la guaca y la apachita, y el río y el Sol son ereaturas de Dios que no saben ni sienten, mas de que Dios les menea y andan como Dios les manda. Y a ti te quiere Dios más que a ellas, porque aunque eres pequeño, tienes allá dentro alma hecha a semejanza de Dios, que vale más que todo eso. N o adores más guacas, que es grandísima traición contra Dios.
El recurso a este tipo de argumentación no fue, en modo alguno, infrecuente. Contamos con un ejemplo clarísimo en el Confesionario compuesto
»Díme, loco, ¿qué piensas, que la guaca te hace bien o mal? Muy ciego estás. Dios es el que da salud y enfermedad. El que envía llu-
336.ACOSTA, Procurando..., V, 10. Para Acosta la simplicidad racional del indígena es una ayuda en la lucha contra la idolatría. Por el contrarío, ÁLVAREZ, Costumbres..., cap. 159, lo considera un inconveniente porque «no se gobernaban por ejemplos de razón sino por lo que sus padres les enseñaron».
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via o la quita. El que da el maíz y ganado e hijos y todo cuanto hay, porque él es Señor y Creador de todo, y todo obedece a su voluntad. Llama a Dios y no hagas caso de las guacas, que no pueden nada. N o te engañe el diablo que te quiere llevar al infierno; y por eso te dice que la ley de los cristianos no es buena; y que hables con los hechiceros y que adores las guacas y que les ofrezcas tus cosas. ¿Tú no ves cómo los cristianos viracochas desprecias las guacas y todo lo que tus antepasados mochaban, y comen y huelgan, y mandan y pueden más que vosotros, y hacen lo que quieren? Pues, si las guacas son algo, ¿cómo no se defienden de los viracochas} ¿No ves que el Padre toma la guaca y la pisa y deshace? N o por eso le hace mal. Anda, que todo eso es burla y engaño del diablo; no seas tonto. Adora al gran Dios, hacedor de todo, y cree en Jesucristo de todo corazón, y no hagas caso de sueños ni de agüeros ni de otras vanidades. Mira que los cuerpos muertos no comen ni sienten; mas la tierra los come y deshace; y las almas no se sustentan de comida corporal. Por eso ofrece a Dios tus cosas, y pide al Padre que ruegue a Dios por ti, déjate de hechiceros mentirosos que no quieren sino comer de tus haciendas y engañarte. Mira que te digo que si más tornas a esas maldades te cas-
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tigará Dios reciamente: porque hasta ahora ha disimulado viendo tu ignorancia y poco saber. Ahora ya que yo te he avisado de su parte y te he dicho toda la verdad, si no te enmiendas quizá te enviará un rayo que te parta o un mal rabioso de muerte, como lo ha hecho con otros pecadores idólatras. Mira que Dios ve cuanto haces por muy secreto que sea, y que es terrible cuando se enoja con los que le quitan su honra»337.
Las ideas de Acosta son sólo el reflejo de las de la inmensa mayoría de los autores, que se limitan, en el análisis de la idolatría, a reflejar, de forma extrema y simplificada, las tesis bíblicas sobre el engaño del demonio y la artificiosidad de los ídolos. Una de las pocas excepción es Landa, que reconoce lo bien que «sabían ellos que los ídolos eran obras suyas y muertas y sin deidad, mas los tenían en reverencia por lo que representaban y porque los habían hecho con muchas ceremonia, especialmente los de palo»338. Sahagún339 parte, con las Escrituras, de la afirmación de que Dios solo hay. -.• sólo puede haber, uno, que cuida de :: -
337. CONFESIONARIO para los curas..., pp. 544-45. 338. LANDA, Relación..., cap. 27; en el cap. 40 descril 339. SAHAGÚN, Historia general..., IV, apéndice.
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estas ceremonias.
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das las cosas y es, además, el único capaz de librarnos del mal, y establece un contraste entre los cultos sangrientos y crueles, que mantenían sometidos a los indígenas a una dura esclavitud, y el suave yugo del Señor. Cultos sangrientos que se basaban en el ofrecimiento de «su propia sangre y la de sus hijos, y los corazones de sus próximos», en muchos ayunos y vigilias y en «otras muchas asperezas en sus cuerpos». La idolatría también tiene su origen en el engaño del diablo, y de ella constata su gran número y sus diversos tipos, e insiste en los mismos procedimientos propuestos por Acosta para derrotarla. El texto tiene un claro contenido catequético340, como prueba el tono exhortativo, el hecho de estar dirigido a la segunda persona del plural -Vosotros, los habitadores desta Nueva España- y la sistemática repetición de los mismos motivos341. Proclama tres hechos: la
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condenación de todos los servidores de la idolatría, sobre los que pesaba una maldición anulada por la bondad de Dios; la maldición mayor que pesa sobre los bautizados que practican cultos idolátricos y la estrecha relación con la idolatría del sufrimiento, que subsiste a causa de la contumacia de los idólatras. Comienza exhortando en torno al engaño en el que han vivido los indígena y a la misericordia redentora de Dios: «Vosotros, los habitadores [...] destas Indias Occidentales, saber que todos habéis vivido en grandes tinieblas de infidelidad y idolatría, en que os dexaron vuestros antepasados, como está claro por vuestras escripturas y pinturas y ritos idolátricos en que habéis vivido hasta agora. Pues oid agora con atención, y entended con diligencia la misericordia que Nuestro Señor os ha hecho por sola su clemencia, en que os ha enviado la lumbre de la fe católica
340. «Suficientemente se ha mostrado por el texto de la Sagrada Escritura arriba puesto la gran malignidad de la idolatría y de los idólatras; pero para condescender con las personas de baxo entendimiento conviene confutar este maldito vicio muy en particular». 341. «Huitzilopuchtli no es dios, ni tampoco Tláloc»; «...adoraron y tuvieron por dios a un hombre llamado Huitzilopuchtli»; «...adoraban a un dios llamado Tezcatlipuca o Titlacahuan»; «...tuvieron por dios a un diablo que ellos llamaban Tláloc o Tlaloque Tlamacazqui»; «llamaron dios a Quetzalcoatl, el cual fue hombre mortal y corruptible»; etc.
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para que conozcáis que él solo es verdadero Dios, criador y redentor, el cual solo rige todo el mundo». Pero si el indígena se hallaba en tinieblas y Dios ha venido a salvarle, la maldición más grande pesa sobre los que persisten en su idolatría: «¡Oh, mucho más malditos y malaventurados aquellos que después de haber oído las palabras de Dios y la doctrina cristiana perseveran en la idolatría, y mucho más dignos de llorar los que después de baptizados y de haberse convertido a Dios tornan a hacer superstitiones, o a idolatrar! Todos los que tal hacen son hijos del Diablo y dignos de gran castigo en este mundo, y en otro de grande infierno». La idolatría fue la causa de todos los males sufridos en el pasado por los indígenas, de que tuvieran «grandes trabaxos, continuas guerras, hambres y mortandades» e, incluso, de que enviase Dios «contra ellos a sus siervos los cristianos, que los destruyeron a ellos y a todos sus dioses». Y, además, «si algunos trabaxos hay agora, es porque hay aún algunos idólatras entre vosotros, porque aborrece Dios a los idólatras sobre todo género de pecadores, por ser el pecado de la idolatría el mayor de todos los pecados».
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Considerando la idolatría el mayor de todos los pecados es lógico que termine haciendo una llama al lector: «ruégote por Dios vivo, a quien quiera que esto leyeres, que si sabes que hay alguna cosa entre estos naturales tocante a esta materia de la idolatría, des luego noticia a los que tienen cargo del regimiento espiritual o temporal para que con brevedad se remedie, y haciendo esto harás lo que eres obligado, y si no lo hicieres, encargarás tu conciencia con carga de grandísimas culpas. Porque ansí como éste es el mayor de todos los pecados, y más ofensivo de la divina majestad, ansi también nuestro señor Dios castiga a los que en él ofenden, con mayor rigor que a ninguno de todos los otros pecadores. Y a los que encubren este pecado ansimismo los castiga con gravísimos tormentos, en este mundo y en el otro. No se debe de tener por buen cristiano el que no es perseguidor deste pecado y de sus autores por medios lícitos y meritorios». Fray Juan de Torquemada, coincidiendo en términos generales con Acosta y Sahagún, parte de la indiscutible existencia de Dios y de la inclinación natural del hombre a buscarle, es
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errores y vicios en que han vivido, a estado Dios enojado dellos, y no ha enviado sacerdotes clérigos y Religiosos para que los enseñen y apartasen destos hierros y, que la iglesia universal siempre a Rogado y Ruega a Dios que perdiese el enojo que dellos tiene y los convirtiese a su conoscimiento para que, como los cristianos, gocen de la bien aventuranza para la qual todos fuimos criados...»343.
decir, de la imposibilidad de estar sin ninguna opinión religiosa, verdadera o falsa, e insiste en establecer el origen de la idolatría en la ignorancia y corrupción de la naturaleza humana, «con que todos nacemos», y en los pecados que el hombre comete. De tal forma que no cabe afirmar la inocencia del idólatra342. Un planteamiento semejante encontramos en la Instrucción de Jerónimo de Loaysa:
Al estudiar la idolatría refutan las tesis salmanticenses que recogí en el capítulo anterior, pero, al mismo tiempo, manifiestan con claridad que el castigo no se origina en la ignorancia de la obra redentora de Cristo, sino en la idolatría. Si no hubieran caído en ésta, Dios les habría asistido de manera especial344.
«Otro sí, para que en alguna manera se despierten al conocimiento de Dios, platicaUes la ceguedad y errores en que han vivido adorando piedras y otras criaturas o obras de sus manos, y, que, por el enojo y por estos
342. En Torquemada el análisis de la idolatría está marcado por la insistencia en el castigo que comporta. Castigo que se explica por ser la idolatría «robo, y h u r t o manifiesto, que el Demonio hace a Dios, usurpándole su gloria». «Es fuerza, que de aquí nazca en su Divino pecho, aquel odio m o r t a l , que le tiene». La idolatría está detrás de castigos tan duros como el diluvio o la destrucción de Sodoma, pero el mayor castigo que, según Torquemada, Dios ejecuta contra un hombre «perdido, y desalmado, descuidado de él, y solícito en ofenderle, es dejarle ir a rienda suelta, y sin freno tras la maldad, y no retraerle de sus culpas, y cegarle, par que prosiga sus maldades». Esto es lo que les ha sucedido a los indígenas americanos, que, en la obra de Torquemada, aparecen como los idólatras entre los idólatras, a los que se acusa de idolatría, incesto y homicidio. El castigo de Dios culmina con la conquista. Ésta se retrasa en el tiempo para que la multitud de indígenas derrotados por un escaso número de españoles ponga de manifiesto que el triunfo es obra exclusivamente de Dios. T O R Q U E M A D A , Monarquía...,
II, I, IV, 72, 105-6,VI, 3, 5, 10, 16 y 40, IX, 9, y XV, 47-9.
343. Cap. 3.°, cit. por Manuel O L M E D O JIMÉNEZ,"La instrucción de Jerónimo de Loaysa...", ob. cit., pp. 344-46. Cfr. S A H A G Ú N , Coloquios y doctrina...,
p. 332.
344.Todos los autores americanos se sitúan en esta posición. Incluso ÁLVAREZ, Costumbres...,
cap. 132,
considera que «el pecado grave por el cual desde su principio les ha seguido y seguirá, con la mal-
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En relación con la idolatría la religión indígena se caracteriza en torno a otros rasgos: su carácter demoniaco, establecido a partir del papel que se concede al miedo, la crueldad de su culto y el gran número de hechicerías y agüeros; su estructura falsa y banal; las semejanzas que se encuentran entre ellas y otras religiones, que intentan explicar recurriendo a la soberbia del Diablo o a una predicación cristiana anterior al Descubrimiento; la vida del más allá; el carácter ejemplar que podemos encontrar en estas religiones; el origen de una religiosidad natural corrompida y la fortaleza moral de estas religiones.
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La tierra era, antes de la predicación del evangelio, y aun después, entre los que se resisten a aceptarlo, «un traslado del infierno», donde el «demonio estaba de ellos tan apoderado y hecho tan señor y servido, cual pluguiera a Cristo que su Divina Majestad lo estuviera de todas sus racionales criaturas, o siquiera de los que indignamente usurpamos el nombre de cristianos». Sujeción demoniaca que se refleja en símbolos concretos y en la insistencia en el pacto345. El carácter demoniaco de la religión se expresa en sus factores esclavizadores: el miedo, la crueldad y el poder de los agüeros y las supersticiones. Los in-
dición de la divina mano que les ha aborrecido, haciéndolos por su Divino Saber perversos de iniquidad y o p r o b i o - c o m o de su dura obstinación se presume-, es parte para que en ellos no se pueda injerir algún pimpollo que dé verdadero f r u t o » . De este m o d o , insisten en la creencia primitiva en un Dios creador único y en el engaño del demonio, que hizo caer a los indios en el politeísmo. C f r . V Á Z Q U E Z , Compendio..., parte I . M I I , 16; RELACIÓN de las costumbres..., 345. MENDIETA, Historia eclesiástica...,
p. IS3.
I, 7. S A H A G Ú N , Historia general..., II, 24: «Este mismo día los sá-
trapas del templo daban unas cuchilladillas con navaja de piedra a los niños y niñas, en el pecho, y en el estómago, y en los morcillos de los brazos y en las muñecas. Estas señales parece que eran como hierro del Demonio, con que herraba a sus ovejas, y los que agora todavía hacen estas señales no carecen de mácula de idolatría si después del baptismo la recibieron. Cada año en estas fiestas señalaban a los niños y niñas con estas señales». S A H A G Ú N , Historia general..., IV, apéndice: Con motivo del análisis de su calendario y de su visión cíclica: «Cuando sacaban fuego nuevo y hacían esta solemnidad renovaban el pacto que tenían con el Demonio de servirle, y renovaban todas las estatuas del D e m o n i o que en su casa tenían, y todas las alhajas de su servicio [...] Claramente consta que este artificio de contar fue invención del Diablo, para hacerlos renovar el pacto que con él tenían, de cincuenta en cincuenta y dos años, y amedrentándolos con la fin del mundo y haciéndoles entender que él alargaba el tiempo y les hacía merced del...».
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mensos sacrificios y cargas que componían los cultos prehispánicos se basaban en el miedo ejercido por sus dioses, representados, no arbitrariamente, en «figuras mal agestadas»346. Solo así es posible entender la crueldad y pesadez de su culto, que «sobrepujaron y excedieron» a los de cualquier otra parte del mundo. No obstante, «en lo que más el enemigo de Dios y de los hombres, ha mostrado siempre su astucia, ha sido en la muchedumbre y variedad de ofrendas y sacrificios que para sus idolatrías ha enseñado a los infieles. [...] Satanás en algunas naciones se ha contentado con enseñar que le sacrifiquen de lo que tienen, como quiera que sea; en otras ha pasado tan adelante en dalles multitud de ritos y ceremonias en esto, y tantas observancias, que admira y parece que
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es querer claramente competir con la ley antigua, y en muchas cosas usurpar sus proprias ceremonias»347. El rigor y la crueldad de este culto se refleja en los sacrificios a los que se someten los fieles (ayunos, largas vigilias y, sobre todo, la costumbre de extraerse sangre de las orejas, la lengua y otras partes del cuerpo), en los múltiples servicios en honor de los dioses (barrer templos, recluirse, etc., a costa de su «haciendas, trabajo y vidas») y en los sacrificios humanos. Se elogian muchas de estas prácticas, pese a que todas hs realiza el indígena al servicio de «su propio enemigo» y «con certidumbre de perpetua pena»348. Del primer tipo de sacrificio recogen numerosos ejemplos: por algunos pecados «hacían penitencia de azotarse con unas ortigas muy áspe-
346. MOTOLINÍA, Historia de los indios.... I, 6. ACOSTA, Historia natural...X 9 y 27. MENDIETA, Historia eclesiástica..., II, I I y 16. ÁLVAREZ, Costumbres.,., caps. 132, 133, 136 o 138. TORQUEMADA, Monarquía...,VI, 24 y 45, y IX, 28. 347.ACOSTA, Historia natural...y, 18. FOCHER, Itinerario..., II, 4: «Antes del bautismo os fatigabais sirviendo al demonio, ofreciéndole unas veces vuestras carnes; otras, vuestros ayunos. Todo esto nada os aprovechaba, y os encontrabais cargados de muchos vicios y pecados, los cuales habéis ahora abandonado. En cambio, Cristo en este momento, por el bautismo os alivia dándoos la fe, para que le conozcáis...». 348. MOTOLINIA, Historia de los indios.... I, 4, 6, 7 y 9. SAHAGÚN, Historia general..., pról., I, I; II, 20 y apéndice, y III, I. ACOSTA, Historia natural....V. MENDIETA, Historia eclesiástica...,», 15 y 17, y III, I. LANDA, Relación..., cap. 33.TORQUEMADA, Monarquía..., IX, 25.
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ras»; otras veces se golpeaban unos a otros con cierta piedra en la espalda; en algunos lugares se retiraban a la sierra, llevando una vida asperísima largo tiempo; a veces se sacrifican despeñándose de algún alto risco; se cortaban en ocasiones las orejas; «otras veces, se harpaban lo superfluo del miembro vergonzoso dejándolo como las orejas, con lo cual se engañó el historiador general de las Indias cuando dijo que se circuncidaban»; etc.349. Se señala también, en ocasiones, como los indígenas creían que la incapacidad para cumplir estas prácticas venía de la comisión de
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pecados sexuales: «por haber pecado y allegado a mujer». Un segundo grupo de sacrificios comprendía la multitud de servicios que realizaban en beneficio de los dioses: el cuidado de los templos, la entrega de ofrendas, diversas muestras de veneración hacia los sacerdotes, etc.350. Pese a las alusiones que pretenden desmerecer estos usos351, tanto en torno a éstos como a los sacrificios antes mencionados, los misioneros encontraron muchos rasgos dignos de elogio -la piedad aparece como una virtud merecedora de grandes elogios, aun cuando la
349. L A N D A , Relación..., cap. 28.ACOSTA, Historia natural...y,
17.
350. « Q u e los de Yucatán fueron tan curiosos en las cosas de religión como en las del gobierno y que t e nían un gran sacerdote que llamaron Ahkin may, y por nombre Ahua Can May, que quiere decir el gran sacerdote May, que era muy reverenciado de los señores, el cual tenía repartimiento de indios y que además de las ofrendas, los señores le hacían presentes y que todos los sacerdotes de los pueblos le contribuían; y que a éste le sucedían en la dignidad sus hijos o parientes más cercanos, y que en esto estaba la llave de su ciencia, y que en éstas trataban lo más, y que daban consejo a los señores y respuestas a sus preguntas, y que las cosas de los sacrificios pocas veces las trataban si no era en fiestas muy principales o en negocios muy importantes; y que éstos proveían de sacerdotes a los pueblos cuando faltaban, examinándolos en sus ciencias y ceremonias y que les encargaban de las cosas de sus oficios y el buen ejemplo del pueblo, y proveían de sus libros; además atendían al servicio de los templos y a enseñar a sus ciencias y escribir libros de ellas». L A N D A , Relación..., cap. 7. 351. Por ejemplo, escribe M O T O L I N I A, Historia de los indios..., 1,9: «Todas estas mujeres estaban aquí sirviendo al demonio p o r sus propios intereses: las unas porque el demonio las hiciese mercedes, las otras porque les diese larga vida; otras por ser ricas, otras por ser buenas hilanderas»; y MENDIETA, Historia eclesiástica...,
II, 16: «Y para no sentir tanto la m u e r t e , les daban cierto brebaje a beber,
que parece los desatinaba, y mostraban ir a m o r i r con alegría». Cfr.ACOSTA, Historia natural...,V,
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tianos, especialmente los sacerdotes, que en esta vida es gran vergüenza y confusión, y en la venidera lo será mayor, ver que halle el demonio quien le sirva con increíbles trabajos para ir, en pago de ellos, al infierno, y que no halle Dios apenas quien en guarda de tan suaves mandamientos le sirva fielmente para ir a la eterna gloria. Por lo cual, tú, sacerdote de Dios, dime si has mirado con advertencia el oficio de estos sacerdotes tristes del demonio, y de todos los que en las divinas letras hallamos lo fueron en los pasados tiempos, cuan enojosos y largos y muchos, eran sus ayunos, más que los tuyos; que tantos más continuos en las vigilias y en sus míseras oraciones que tú; cuan más curiosos y cuidadosos de las cosas de sus oficios que tú del tuyo; con cuánto mayor celo que tú entendían en enseñar sus pestíferas doctrinas, y si de esto te hallaras en alguna culpa, remedíala y mira que eres sacerdote del alto señor que con sólo el oficio te obliga a procurar vivir en lim-
practiquen los idólatras-, que podían incluso resultar ejemplares para los españoles, pues los idólatras hacían «en servicio de Satanás, lo que muchos no hacemos en servicio del Altísimo Dios, que es grave confusión para los que con un poquito de penitencia que hacen, están muy ufanos y contentos». Muchos autores insisten en esta comparación, desventajosa para los españoles, con la doble pretensión de exhortar a éstos y de afirmar la capacidad indiscutible de los indígenas para recibir el cristianismo352. Landa y el autor anónimo de la Relación de las costumbres antiguas de los naturales del Perú, por el hecho de comparar no a los cristianos y a los idólatras en general, sino a los sacerdotes de ambos cultos, son, aun, más incisivos. Torquemada353 ha comparado ventajosamente a los sacerdotes indígenas con los paganos, siendo aquéllos más castos y limpios que éstos, pero Landa insiste en que «miremos todos los cris-
352. MURÚA, Historia general del Perú... I, 38.ACOSTA, Historia natural...y, 16.También hay otros, como ÁLVAREZ, Costumbres..., cap. 362, que no encuentran nada elogiable en estas prácticas. 353.TORQUEMADA, Monarquía..., IX, 29, 3 I.
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pieza y cuidado, limpieza del ángel cuanto más del hombre»354. Cuando menos, va a reconocerse un alto contenido político y social a la piedad indígena. Este es el caso que recoge Murúa con elogios. Mama Ana Huarque Coya, con ocasión de un terremoto, que despertó gran temor en el pueblo y amenazó con asolar las provincias cercanas a Arequipa, mandó «hacer grandísimos sacrificios a sus ídolos en el templo que ellos laman Tipci Huaci, que quiere decir casa del universo, y en otros muchos que había en el Cuzco [...] Y aunque los sacrificios eran impíos y vanos y no podían hacer ninguno buen efecto, pero aquella gente engañada se entretenía y animaba viendo que sus Reyes trataban del remedio y de aplacar a sus ídolos»355. 354. L A N D A , Relación...,
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El reconocimiento de esta profunda religiosidad tiene una clara implicación catequética: «...cuando los vemos tan entregados a la religión de los incas o tan comprometidos con la superstición de sus guacas, que por ocultar unos vanos ídolos que les han encomendado, o por un tesoro escondido, mueren muy gustosos a menudo y entregan sus fortunas y su propia vida antes que Jos secretos de la superstición de sus padres, [...] ¿por qué, pues, vamos a pensar que el diablo es más valiente que Cristo en su propia defensa? ¿ O que estas gentes, que han sido creadas y redimidas por Dios, van a ser más constantes en conservar sus perniciosas falsedades que las verdades salvíficas?»356. Si en las anteriores manifestaciones de sacrificio encuentran motivos de ad-
cap. 43. Planteamientos semejantes se encuentran en o t r o s muchos autores.
Escribe MENDIETA, Historia eclesiástica...,
I, 7, sobre su religión: «mas por poco que era, cotejado
con lo de México y otras partes, basta decir que se entienda, cómo el demonio estaba de ellos tan apoderado y hecho tan señor y servido, cual pluguiera a Cristo que su Divina Majestad lo estuviera de todas sus racionales criaturas, o siquiera de los que indignamente usurpamos el nombre de cristianos: y digo que lo usurpamos, pues no queremos hacer por amor de C r i s t o la centésima parte de lo que éstos hacían p o r mandato del demonio y de sus ministros». Cfr.ACOSTA, Historia VI, 28, y T O R Q U E M A D A , Monarquía...,
355. MURÚA, Historia general del Perú..., I, 23. Cfr. D Á V I L A PADILLA, Historia de la fundación.... 356. ACOSTA, Procurando...,
natural...,
IX, 8 y 14. I, 25.
I, 18. Cfr. Carta de frayjacobo deTASTERA,y de otros franciscanos, a Carlos
V, 6-V-1533, CARTAS de Indias, carta 10, vol. I, p. 62-66.
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miración, el sacrificio humano les resulta totalmente inaceptable, introducida por Satanás por el odio que tiene a los hombres y por provocar su condenación357. El descubrimiento de estos sacrificios impacto profundamente a los españoles como lo demuestran, entre otras cosas, el interés por describir estas prácticas, y la descripción truculenta que de ellas hacen, o la tendencia a buscar en ellas un motivo para desmerecer y despreciar a los indios. Si los cronistas recogen la múltiple variedad de sacrificios humanos que practicaban peruanos y mexicanos, y no dudan en describirlas con detalle, en las obras de los religiosos son otras las cuestiones que más destacan. Se esfuerzan por evitar que se desprecia a ¡os indígenas por este motivo, recordando que otros muchos pueblos bárbaros también los han practicado, incluyendo incluso a los españoles358. Pretende inspirar compasión hacia los indios, sometidos a unos sacrifi-
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cios y crueldades que «sobrepujaron y excedieron a todas las del mundo». Claman a Dios en petición de justicia, no contra los indígenas, sino contra Satanás, responsable de toda la sangre humana vertida: «¡Oh, señor Dios, haced justicia deste cruel enemigo, que tanto mal nos hace y nos desea hacer! ¿Quitadle, señor, todo el poder de empecer?». El sacrificio humano clama al cielo en busca de la salvación que sólo puede dar aquél que mostró a Abrahán su rechazo de estas prácticas y entregó a su hijo por la salvación humana. Así, pueden afirmar que no es necesario refutar estas prácticas, «porque ellas de suyo son tan crueles y tan inhumanas que a cualquiera que las leyere le pondrán horror y espanto»359. La afirmación del carácter demoniaco de las religiones indígenas se sostiene sobre un tercer rasgo: estar plagadas de supersticiones, de las que se servía el demonio para cegar a los indígenas360:
357.TORQUEMADA, Monarquía...,Vil, 11. 358.TORQUEMADA, Monarquía....VII, 14. 359. MENDIETA,Historia eclesiástica..., III, I. LANDA,Re/ación..., caps. 28 y 43.ACOSTA, Historia natural..., V, 10, 19, 20 y 21. SAHAGÚN, Historia general..., II, 20. MOTOLINl'A, Historia de los indios..., I, 4. 360.TORQUEMADA, Monarquía...,VI, 48.
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«Viniendo a los agüeros que tenían, digo que eran sin cuento»361. No obstante, la crítica no debe dirigirse sólo contra «las variadas formas de los ídolos, sino también [contra] la casi infinita variedad de supersticiones que de ahí se derivan»362 Si bien, en torno a los agüeros, adivinaciones y brujerías, se afirma, como en tantas otras ocasiones y con la intención permanente de evitar que se desprecie o infravalore a los indígenas, que son comunes a todos los hombres y nacen del pecado original: «como por apetito de más saber, nuestros primeros padres merecieron ser privados del original saber que les fue dado y caer en la noche muy escura de la ignorancia en que a todos nos dexaron, no habiendo aún perdido aquel maldito apetito, no cesamos de porfiar, de querer investigar, por fas o por nefas, lo que ignoramos, ansí cerca de las cosas naturales como
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cerca de las cosas sobrenaturales. Y aunque para saber muchas cosas destas tenemos caminos muchos y muy ciertos, no nos contentamos con esto, sino que por caminos no lícitos y vedados procuramos de saber las cosas que nuestro señor Dios no es servido que sepamos, como son las cosas futuras y las cosas secretas. Y esto a las veces por vía del Demonio, a las veces conjecturando por los bramidos de los animales o garridos de las aves o por el parecer de algunas sabandijas. Mal es éste que cundió en todo el humanal linaje. Y como estos naturales son buena parte del, cúpolos harta parte desta enfermedad»363. Las supersticiones son un artificio del demonio que, abusando del miedo de los hombres364, las utiliza para cegarles y esclavizarles. Estos son los términos más frecuentemente asociados a las supersticiones y agüeros. Si el demonio
361. MENDIETA, Historia eclesiástica..., II, I9.TORQUEMADA, Monarquía..., III, 20.Todas las obras señalan el interés por estudiar estas prácticas para poder extirparlas. Cfr. SAHAGÚN, Historia general..., V, pról. 362.ACOSTA, Procurando..., V, 10. 363. SAHAGÚN, Historia general... ,W, pról.TORQUEMADA, Monarquía..., X, 37. 364. MENDIETA, Historia eclesiástica..., II, 18. MOTOLINÍA, Historia de los indios..., I, 9. ÁLVAREZ, Costumbres..., cap. 139. MOLINA, Relación de muchas cosas..., p. 76. RELACIÓN de las costumbres..., p. 177. OLMOS, Tratado..., p. 21.TORQUEMADA, Monarquía..., X, 37.
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«los tenía ciegos en mil maneras de hechicerías y ceremonias supersticiosas», era lógico que se sintieran esclavizados, incapaces de escapar a su destino: si tenían gemelos, creían que el padre o la madre habría de morir si no mataban a uno de los gemelos, y lo mataban; por mucha penitencia que hicieran no podían escapar de la mala ventura de su nacimiento; «en el signo llamado ce ozumatli decían que descendían las diosas llamadas cihuapipilti a la tierra, y dañaban a los niños y niñas, hiriéndolos con perlesía. Y si alguno en este tiempo enfermaba, decían que ellas lo habían hecho, que se había encontrado con ellas, y los padres y las madres estos días no dexaban salir a sus hijos fuera de casa,
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porque no se encontrasen con estas diosas, de las cuales tenían gran temor»; las mujeres que morían del primer parto, «...decían que andaban en las encrucijadas de los caminos haciendo estos daños. Y por esto los padres y madres vedaban a sus hijos e hijas que en ciertos días del año en que tenían que descendían estas diosas que no saliesen fuera de casa, porque no topasen con ellos destas diosas, y no los hiciesen algún daño»; «y decían que nació en tal signo, que no se podía remediar. Y todos desesperaban del, diciendo que se había de ahogar en algún arroyo o laguna, o se había de despeñar en alguna barranca, o le habían de robar algunos salteadores todo cuanto tenía, y estaría desnudo»365.
365. M O T O L I N Í A , Historia de ios indios..., II, 9. S A H A G Ú N , Historia general..., I, 10; II, 19; IV, 4, 27 y 39. OLMOS, Tratado..., p. 2 1 : «Mucho más, sobrepasandose.se enoja Dios si, como un tlacuache.te vas a encontrar a un médico engañoso, acaso un lector de destinos, para que te diga si vas a sanar o no, o acaso las cosas que te pasarán. Esto es triste, afligidor, vergonzoso, espantoso. N o irás a llorar para que te digan si has nacido bajo un buen signo de destino, si acaso debes luchar, si acaso debes const r u i r tu casa, o aun lo que debes hacer, porque así muchísimo ofendes a Dios.Todos los signos de destino los hizo buenos Dios para que vivamos felices. Tampoco te irás a espantar si por casualidad te sale al paso en tu camino una serpiente, o acaso un lagarto que inclina la cabeza, o acaso un pájaro que canta, o acaso una bestia fiera.Tampoco irás a creer en los sueños, en la palabra engañosa, en las cosas malas cuyo recuerdo han dejado tus padres, tus abuelos, ciegos que no creían en el verdadero Dios, que no lo conocían. Y ahora descubre la falta, tú que la conoces». De todas formas el propio Sahagún señala que, en algunas ocasiones, no en todas, se podía luchar contra el destino que marcaba el nacimiento: «...mas, decían que aunque en naciendo una criatura tuviese carácter bien afortu-
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del hombre diversos desatinos decían y tenían», pues «como a muchachos les hace el demonio entender cuanto se les antoja, por grandes disparates que sean», hasta tal punto que «los mismos indios, después que tienen la luz de nuestra fe, se ríen y hacen burla de las niñerías en que sus dioses falsos les traían ocupados»367. Aun así, los misioneros no dejan de manifestar interés e, incluso, admiración ante ciertos rasgos de estas religiones, entre los que destacan su preocupación por la vida futura, el grado en que han alcanzado el conocimiento del ver-
De este modo, uno de los principales empeño del misionero será extirpar las creencias supersticiones, sin caer en la cuenta de los numerosos rasgos supersticiosos que pueblan la religión cristiana en sus versiones más populares366. Partiendo de aquí, y considerando «a cuanta bajeza viene el entendimiento humano, y cuánto se pervierte su lumbre natural por falta de fe y de la gracia», lo menos que se podía decir era que la religión indígena estaba llena de falsedades vanas: entre sus dioses tenían, incluso, «hasta el dios de los vicios y suciedades», de ellos «y de la creación
nado, si no hacía penitencia y si no se castigaba y si no sufría los castigos que se hacen y las palabras celosas y ásperas que se le dan, y si es de mala crianza, ni anda en camino derecho, pierde t o d o cuant o había merecido por el buen signo en que nació». S A H A G Ú N , Historia general..., IV, I. 366. De las importantes implicaciones de este problema ha dado cuenta F. CERVANTES, en Hans-Jürgen Prien (ed.), Religiosidad e historiografía. La irrupción del pluralismo religioso en América Latina y su elaboración metódica en la historiografía, Frankfurt am Main / Madrid,Vervuert / Iberoamericana, 1998. Es significativo el t e x t o de S A H A G Ú N , Historia general..., IV, pról: «...que nadie piense que la influencia de la constelación hace más que inclinar a la sensualidad, y que ningún poder tiene sobre el libre albedrío. Estos naturales de toda Nueva España tuvieron y tienen gran solicitud en saber el día y hora del nacimiento de cada persona para adivinar las condiciones, vida y muerte de los que nacían. [...] Estos adivinos no se regían por los signos ni planetas del cielo, sino por una instrucción que según ellos dicen se la dexó Quetzalcoatl [...] Esta manera de adivinanza en ninguna manera puede ser lícita, porque ni se funda en la influencia de las estrellas, ni en cosa ninguna natural, ni su círculo es conforme al círculo del año, porque no contiene más de doscientos y sesenta días, los cuales acabados tornan al principio. Este artificio de contar o es arte de nigromántica o pacto y fábrica del D e m o n i o , lo cual con toda diligencia se debe desarraigar». 367. MENDIETA, Historia eclesiástica...,
II, pról., I, 5 y 6.ACOSTA, Historia natural...X
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dadero Dios, sus valores morales, sobre los que no voy a insistir368, y las semejanzas con otras religiones, especialmente, con la cristiana. Con respecto a la vida futura, aunque aprovecha, como tantas otras veces, para defender a los indígenas comparando sus errores con las de los sapientísimos clásicos, Mendieta quizás sea el menos comprensivo. Afirma que todos los indígenas tenían por muy cierto el infierno y cree que todas sus penitencias eran vanas, porque no las hacían para lograr el perdón o la gloria, sino para evitar el enojo de los ídolos, el sufrimiento en este mundo y la infamia social. Observa igualmente que, para los mexicanos la vida futura, es decir el tipo de infierno que han de merecer, dependía del género de sus pecados y del tipo de su muerte. Por el contrario, otros autores son más receptivos ante las ideas escatológicas de los indígenas. Sahagún, por ejemplo, constata que, a excepción de los Otomies, que creían
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que el alma desaparecía con el cuerpo, los mexicanos pensaban que ésta iba a diversos lugares según hubiese sido la muerte. Los que morían de enfermedad, fuesen señores o no, iban al «infierno, donde estaba y vivía un diablo que se decía Mictlantecuhtli» y la diosa Mictecacíhuatl, su mujer. Este infierno lo describían como un «lugar oscurísimo que no tiene luz ni ventanas», de donde no habrían de volver, ni tampoco «tener cuidado y solicitud» de la vuelta. «Los que matan los rayos y se ahogan en el agua, y los leprosos y bubosos y sarnosos, y gotosos e hidrópicos», van al «paraíso Terrenal que se nombra Tlalocan, en el cual hay muchos regocijos y refrigerios, sin pena ninguna». Por último, los que mataban en las guerras y los captivos que habían muerto en poder de sus enemigos iban al «cielo donde vive el Sol». «Y después de cuatro años pasados, las ánimas destos defunctos se tornaban en diversos géneros de aves de pluma rica y color, y andaban
368. Recordemos el significativo t e x t o de S A H A G Ú N , Historia general..., IV, l:«...mas, decían que aunque en naciendo una criatura tuviese carácter bien afortunado, si no hacía penitencia y si no se castigaba y si no sufría los castigos que se hacen y las palabras celosas y ásperas que se le dan, y si es de mala crianza, ni anda en camino derecho, pierde t o d o cuanto había merecido por el buen signo en que nació».
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chupando todas las flores ansí en el Cielo como en este mundo, como los zinzones lo hacen»369. Entre los indios de Yucatán, Landa descubre una vinculación entre la vida futura y el comportamiento moral en la presente. «Que esta gente ha creído siempre en la inmortalidad del alma más que otras muchas naciones aunque no haya sido siempre de tanta policía, porque creían después de la muerte había otra vida más excelente de la cual gozaba el alma en apartándose del cuerpo. Esta vida futura, decían que se dividía en buena y mala vida, en penosa y llena de descanso. La mala y penosa, decían, era para lo viciosos; y la buena y deleitosa era para los que hubieran vivido bien en su manera de vivir; los descansos que decían habrían de alcanzar si eran buenos, eran ir a un lugar muy deleitable donde ninguna cosa les diese pena y donde hubiese abundancia de comidas y bebidas de mucha dulzura, y un árbol que allá llaman yanché muy fresco y de gran sombra, que es una cei-
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ba, debajo de cuyas ramas y sombra descansarían y holgarían todos siempre. Las penas de la mala vida que decían harían de tener los malos, eran ir a un lugar más bajo que el otro que llaman mitnal, que quiere decir infierno, y en él ser atormentados por los demonios, y de grandes necesidades de hambre y frío y cansancio y tristeza. También había en este lugar un demonio, príncipe de todos los demonios, al cual obedecían todos y llámanle en su lengua Hunhua, y decían (que) estas mala y buena vida no tenían fin, por no tenerlo el alma. Decían también, y lo tenían por muy cierto, (que) iban a esta su gloria los que se ahorcaban; y así había muchos que con pequeñas ocasiones de tristeza, trabajos o enfermedades se ahorcaban para salir de ellas e ir a descansar a su gloria donde, decían, les venían a llevar la diosa de la horca que llamaban Ixtab. No tenían memoria de la resurrección de los cuerpos y no daban razón de quién hubieron noticia de esta su gloria e infierno»370.
369. MENDIETA, Historia eclesiástica..., II, 6, 13, 19 y 40. SAHAGUN, Historia general..., III, apéndice, 1,2 y 3.TORQUEMADA,Monorqu/o...,VI,45,y XIII, 48. 370. LANDA, Relación..., cap. 33.
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Los mismos rasgos observa, en el Perú, Acosta, que incide en su utilidad catequética: «comúnmente creyeron los indios del Pirú, que las ánimas vivían después de esta vida, y que los buenos tenían gloria y los malos pena, y así en persuadirles estos artículos hay poca dificultad. Mas de que los cuerpos hubiesen de resucitar con las ánimas, no lo alcanzaron, y así ponían excesiva diligencia, como está dicho, en conservar los cuerpos y honrarlos después de muertos». Pero considera igualmente vital que los misioneros presenten claramente las diferencias entre el cristianismo y las religiones prehispánicas, por ejemplo, en lo referente a «las ofrendas que en la iglesia se ponen en las sepulturas»371.
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Otros muchos testimonio se pueden citar. Baste con señalar que Arriaga niega que los indígenas distingan pena y castigo en el más allá, y que la Relación de jesuíta anónimo afirma que los peruanos creían en la resurrección y no adoraban ni a los difuntos ni a los vivos372. La importancia dada a la posibilidad de conocer sin revelación los fundamentos de la verdadera divinidad debe ponerse en relación con lo dicho sobre la condenación unida a la idolatría. En este sentido cabe recordar los elogio que merecen algunos grandes hombres, entre los que destaca Quetzalcoatl: hombre honesto y templado, casto y célibe, el primero que comenzó a hacer sacrificios, no para servir al demonio, sino en penitencia contra el vicio373.
371. ACOSTA, Historia natural..., V, 7. 372.ARRIAGA, Extirpación...,
cap. 7. RELACIÓN de las costumbres...,
pp. 159-60. A l mismo tiempo, pese a
las grandes diferencia entre el culto cristiano y el indígena, no duda en escribir: « o t r o género de t e m plo había, que eran los sepulcros de los difuntos, hechos en los campos; de suerte, que así como el día de hoy señala un cristiano para sí y para los suyos algún sepulcro, y ansí lo adornan cada uno conforme a su caudal, así también hacían los piruanos antiguamente», p. 158. 373. M O T O L I N Í A , Historia de los indios..., epístola proemial; MENDIETA, Historia eclesiástica..., II, 10 y 33; S A H A G Ú N , Historia
general...,
III, 3. V Á Z Q U E Z , Compendio..., parte 1. a , III, I I. T O R Q U E M A D A ,
Monarquía...,VI, 7 y 24. Es, p o r contraste, significativo el t e x t o de ACOSTA: «Y cierto el nombre que le daban los cholulanos a su dios, era a propósito, aunque ellos no lo entendían. Llamábanle Quetzalcoatl, que es culebra de pluma rica, que tal es el demonio de la codicia», Historia V,9.
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natural...,
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cuando sus muy antiguos antepasados debieron de tener natural y particular conocimiento del verdadero Dios, teniendo creencia que había criado el mundo, y era Señor de él y lo gobernaba. Porque antes que el capital enemigo de los hombres y usurpador de la reverencia que a la verdadera deidad es debida, corrompiese los corazones humanos, no hay duda sino que los pasados, de quien estas gentes tuvieron su dependencia, alcanzaron la noticia de un Dios verdadero; como los religiosos que con curiosidad lo inquirieron de los viejos en el principio de su conversión, lo hallaron por tal en las provincias del
Igualmente insisten en las dudas que los hombres más instruidos y virtuosos expresaron sobre sus propios dioses374. En este sentido es de gran interés el texto de Mendieta sobre la especial intervención de Dios en beneficio del justo375. Más significativas son las manifestaciones en torno al conocimiento, aunque confuso, del verdadero y supremo Dios, «si bien no le saben único»376. Quizás, el texto más significativo, poniéndolo en relación con la gran cantidad de ocasiones en la que insisten en el engaño del demonio, sea el de Mendieta: «aunque se puede creer que esta manera de hablar les quedó de
374. De lo que un señor de Tezcuco sintió acerca de sus dioses, con otras cosas. «De lo que arriba se ha tratado, bien se colige que diversos pueblos, y provincias, y personas, tenían diversas opiniones acerca de sus dioses, y que algunos dudaban de ellos y aun los blasfemaban cuando no se hacían las cosas a su contento, ni les sucedían como ellos deseaban y querían. Y esto no es tanto de admirar en personas viles y bajas, o puestas en extremas necesidades, cuando es de notar en personas calificadas y en grandes señores, como
en su tiempo
lo eran los
reyes de Tezcuco
Nezaualcoyotzin
y
Nezaualpilzintli, el último de los cuales no sólo con el corazón dudó ser dioses los que adoraban, mas aún de palabra lo dio a entender, diciendo que no le cuadraban ni estaba satisfecho de que eran dioses, p o r las razones que su viveza y buen natural le mostraban. Porque era en tanta manera vivo y entendido este cacique, que aun en el bisiesto quiso caer y atinar, parecíéndole que se alongaban las fiestas, y no venían a un mismo tiempo en todos los años. De este mismo cacique se cuenta, que por natural razón y su buena inclinación aborrecía en gran manera el vicio nefando: y puesto que los demás caciques lo permitían, éste mandaba matar a los que lo cometían». MENDIETA, Historia eclesiástica...,
11,6. Cfr. S A H A G Ú N , Historia general..., III, 2, y T O R Q U E M A D A , Monarquía...,Vi,
375. MENDIETA, Historia eclesiástica..., III, 2. 376.ACOSTA, Historia natural...y,
3 y 4.
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Perú, y de la Verapaz, y de Guatemala, y de esta Nueva España. Pero los tiempos andando y faltando gracia y doctrina, y añadiendo los hombres pecados a pecados, por justo juicio de Dios fueron estas gentes dejadas ir por los caminos errados que el demonio les mostraba, como en las demás partes del mundo acaeció a casi toda la masa del género humano, de donde nació el engaño de admitir la multitud de los dioses»377. Muchos otros autores insisten en esta misma dirección, sin que ello implique caer en el mito de una edad dorada de inocencia primitiva378, más probablemente estarían influidos por las concep377. MENDIETA, Historia eclesiástica...,
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ciones antropológicas de Vitoria y sus discípulos. Sin que sean necesariamente contrapuestas, se observa el predominio de dos grandes posturas: la de aquellos que insisten en los restos de la primitiva revelación, oscurecidos y olvidados por el pecado, y la de los que prefieren insistir en un progresivo perfeccionamiento de las culturas prehispánicas, que van preparándose para la recepción del Evangelio. Motolinía señala como los primitivos mexicanos no poseían ídolos construidos por el hombre y sólo adoraban al sol, y como sus usos estaban más de acuerdo con la ley natural. De
II, 8.
378. Escribe, por ejemplo, ACOSTA, Historia natural...,Vil,
2: «Los antiguos y primeros moradores de (la
Nueva España...) no tenían superior ni le reconocían, ni adoraban dioses ni tenían ritos ni religión alguna. Hoy día hay en la Nueva España de este género de gente, que viven de su arco y flechas, y son muy perjudiciales porque para hacer el mal y saltear, se acaudillan y juntan, y no han podido los españoles, por bien ni mal, por maña ni fuerza, reducirlos».VÁZQUEZ, Compendio..., parte 1. a , III, 16. RELACIÓN de las costumbres...,
p. 153: «Creyeron y dijeron que el mundo, cielo y t i e r r a , y sol y luna,
fueron criados por o t r o mayor que ellos: a este llamaron Illa Tecce, que quiere decir Luz eterna. Los modernos añadieron o t r o nombre, ques Viracocha, que significa Dios inmenso de Pirua, esto es, a quien Pirua, el p r i m e r o poblador destas provincias, adoró, y de quien toda la tierra e imperio t o m ó nombre de Pirua, que los españoles corruptamente dicen Perú o Pirú. Encajóles el D e m o n i o , que este Dios inmenso y verdadero tenía comunicada su divinidad y potencia a diversas criaturas, para que cada una obrase según el oficio o v i r t u d que tenía.Y que estos eran dioses compañeros y consejeros del gran Dios, y principalmente estaban en los cielos, como son el sol, luna y estrellas y planetas. Por donde estuvieron los del Pirú gran suma de años sin ídolos, porque solamente adoraban las luminarias del cielo y las estrellas».
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tismos practicados por los indígenas americanos. Por su parte, Gregorio García351, señala que conocían la cruz como símbolo de las cuatro direcciones del universo y como atributo de las divinidades de la lluvia y el viento, y creían que Huitzilopochtli había nacido de una Virgen. Estas semejanzas no llevaron a presentar, en términos generales, al cristianismo como un perfeccionamiento de las religiones indígenas, por el contrario, se propone como algo totalmente distinto. La importancia de estas semejanzas va en otra dirección.
forma semejante se expresan Mendieta y Landa. Por el contrario, Anello, en línea con Acosta, insiste en la labor de los incas para favorecer el paso de la idolatría al monoteísmo, afirmando la condición de criatura del sol y la inmortalidad del alma379. Lo que más sorprendió a los misioneros fueron las semejanzas que guardaban las religiones indígenas con las bíblicas. Acosta escribe sobre las innumerables ceremonias y ritos, muchas semejantes a «las de la ley antigua de Moisén» y otras parecidas «a las que usan los moros, y algunas tiran algo a las de la ley Evangélica, como los lavatorios u opacuna que llaman, que era bañarse en agua para quedar limpios de sus pecados»380. Con independencia de los rasgos cristianos que inconscientemente les incorporen, la impresión causada por estas semejanzas fue muy honda. Hay que señalar los múltiples testimonios sobre los diversos tipos de comuniones, confesiones e, incluso, bau-
Cabe establecer la existencia de diversos tipos de semejanza: 1) aspectos históricos de base bíblica, que pueden interpretarse como meros recuerdos de un pasado común y que, esencialmente, tienen el valor de incorporar al indígena americano al conjunto de la humanidad. Del mismo modo cabe interpretar los rasgos comunes a otras naciones y al mundo grecolatino382. 2) Prácticas sacramentales, que tienden a considerarse
379. MOTOLINÍA, Historia de los indios..., proemio. MENDIETA, Historia eclesiástica.... I, 17, y II, 8. LANDA, Relación..., cap. 7. ANELLO, Historia del Reino..., I, 2. 380.ACOSTA, Historia natural...,V, 27. 381. Predicación del evangelio en el Nuevo Mundo, viviendo los apóstoles, Baeza, 1625. 382. MENDIETA, Historia eclesiástica..., II, 19. LANDA, Relación..., cap. 34.ACOSTA, Historia natural...y, 7, 14, 15 y 27. MURÚA, Historia general del Perú..., I, 2.
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el fruto de la envidia y soberbia del demonio. 3) Algunos símbolos e ideas que, por su semejanza con los cristianos, hacen pensar en la posible existencia, antes del Descubrimiento, de una evangelización frustrada. El diablo, por soberbia y para competir con Dios ha procurado remedar el culto cristiano con todo tipo de ceremonias: «sacrificios y sacerdotes, y su modo de sacramentos, y gente dedicada a reconocimiento y santimonía fingida, y mil géneros de profetas falsos»383. Siempre ha mezclado en estos ritos crueldades y suciedades, porque «es espíritu homicida e inmundo, y padre de mentira», pero, al mismo tiempo, ha hecho que sus ministros se señalen en aspereza y observancia. Es decir, lo que Dios ordena para su culto y honra, y para bien y salud del hombre, procura el demonio imitarlo y pervertirlo, para ser honrado, y para condenar al hombre. Pese a su esfuerzo por remedar a Dios, sus prácticas son «tan asquerosas
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y sucias que ellas mismas dicen cuál sea su autor». «Aunque en muchas ceremonias parece que concurren con las nuestras, pero es muy diferente por la gran mezcla, que siempre tienen de abominaciones. Lo común y general de ellas, es tener una de tres cosas, que son o crueldad, o suciedad, u ociosidad. Porque todas ellas o eran crueles y perjudiciales, como el matar hombres y derramar sangre, o eran sucias y asquerosas, como el comer y beber en nombre de sus ídolos, y con ellos a cuestas, orines en nombre del ídolo, y el untarse y embijarse tan feamente, y otras cien mil bajezas; o por lo menos eran vanas y ridiculas, y puramente ociosas, y más cosas de niños que hechos de hombres. La razón de esto es la propia condición del espíritu maligno, cuyo intento es hacer mal, provocando a homicidios o a suciedades, o por lo menos a vanidades y ocupaciones impertinentes»384. Esta interpretación general se llevó al estudio de numerosos rasgos concretos,
383. VÁZQUEZ, Compendio..., parte. I.*, III, II y 16, señala, incluso, como por parecerse a Dios, el diablo prometió tierras a los mexicanos, al igual que aquél se lo prometió a los judíos. TORQUEMADA, Monarquía....N, 14 (habla de una profecía de destrucción del estado Azteca semejante a la de Balam), y VIII, 10 y 17. 384.ACOSTA, Historia natural....V, I, I I, 14, 15, 18, 23, 26 y 27.TORQUEMADA, Monarquía..., IX, 3.
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En primer lugar, constatan la exisy, especialmente, a los sacramentos385. Sobre ella construye Olmos su Tratado tencia de diversos tipos de bautismo. de hechicerías y sortilegios: al igual que Landa considera que sólo existía en de Dios ha instituido los sacramentos, el Yucatán, pero otros lo localizan en didiablo pretende sujetar a los hombres versos lugares387. El interés especial del por medio de execramentos. caso yucateco se explica porque Landa lo considera estrechamente cercano al «... y hablando primero de los execramentos que ordenó en su iglesia diabautismo cristiano: «no se halla el baubólica, en competencia de los Santos tismo en ninguna parte de las Indias siSacramentos que Cristo Nuestro Reno en esta de Yucatán y aun con vocadentor dejó instituidos para remedio y blos que quiere decir nacer de nuevo u salud de sus fieles en la Iglesia católica; otra vez, que es lo mismo que en la lenpor el contrario, para condenación y gua latina (significa) renacer, porque en perdición de los que le creyesen, dejó el la lengua de Yucatán zihil quiere decir demonio estotras sus señales y ministenacer de nuevo y otra vez, y no se usa rios que pareciesen imitar a los verdasino en composición de verbo: y así caderos misterios de nuestra reden- putzihil quiere decir nacer de nuevo. ción»386. No hemos podido saber su origen sino 385.ACOSTA, Historia natural....V, 28, llegó a constar la existencia de una especie de trinidad, "porque las tres estatuas del sol se intitulaban Apointi, Churiinti e Intiquaoqui, que quiere decir el padre y señor sol, el hijo sol, el hermano sol". 386. MENDIETA, Historia eclesiástica..., II, 19. 387. MENDIETA, Historia eclesiástica..., II, 19, y III, 35: «En muchas partes de esta tierra tuvieron los indios en su infidelidad una manera como de baptismo para los niños, y era que a los ocho o diez días después de nacidos los bañaban, llevándolos a las fuentes, donde las había, o al río, y después de bañado el niño, al varón poníanle una rodela pequeñita en la mano izquierda, y una saeta en la mano derecha, dando a entender que como varón había de ser valiente y pelear varonilmente contra sus enemigos. A la niña la daban una escoba pequeñita en la mano, significando que su oficio había de ser barrer la casa y tenerla limpia. Y si lo aplicaran al espiritual y verdadero significado, con harta propiedad les pudieran poner en el baptismo de la Iglesia estas mismas insignias, significando que los baptizados habían de pelear varonilmente contra los enemigos del ánima, y habían siempre de barrerla de cualquier inmundicia, y tener aparejada a Cristo morada limpia en sus corazones».
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que es una cosa que han usado siempre y a la que tenían tanta devoción que nadie la dejaba de recibir y (la tenían tanta) reverencia, que los que tenían pecados, si eran para saberlos cometer, habían de manifestarlos, especialmente a los sacerdotes; y tanta fe (habían) en él que no repetían el pecado en ninguna manera. Lo que pensaban (que) recibían en el (bautismo) era una propia disposición para ser buenos en sus costumbres y no ser dañados por los demonios en las cosas temporales, y venir, mediante él y su buena vida, a conseguir la gloria que ellos esperaban, en la cual, según en la de Mahoma, habían de usar de manjares y bebidas»388. También recogen diversos tipos de comunión389, pero el máximo interés lo mostraron por los rituales de confesión, si bien nunca percibieron el importante valor social de éstos. Destacan, en términos generales, que no los hacían «porque pensasen alcanzar per-
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dón ni gloria después de muertos», sino para evitar males; que el tipo de penitencia impuesta dependía de la gravedad de los pecados; que normalmente sólo podía hacerse una vez en la vida, y, por lo tanto, la retrasaban hasta el final de ésta; que sólo se confesaban de los pecados graves, por librarse penas temporales, y nunca de pecados de intención390; que los confesores guardaban fielmente el secreto, porque consideraban que «no lo habían oído ellos sino su dios, delante de quien sólo, se descubrían los pecados»; que no todos los confesores tenían el mismo poder de absolver todos los crímenes; que soportaban con resignación ásperas penitencias; que creen que es pecado notable, encubrir algún pecado en la confesión; que de los pecados de que principalmente se acusaban eran de matar fuera de la guerra, robar, tomar la mujer ajena, dar yerbas o hechizos para hacer mal, el descuido en la reverencia de sus
388. LANDA, Re/ación..., cap. 26. Cfr. REMESAL, Historia general...X 1. 389. MENDIETA, Historia eclesiástica..., II, 19. 390. La Relación anónima sobre el Perú no coincide en este punto, y afirma que éste era el comportamiento de los rústicos, pero que los más instruidos también se confesaban de los pecados de intención; RELACIÓN de las costumbres..., p. 164-65.
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guacas, quebrantar sus fiestas, decir mal del Inga y no obedecerle391. Así, pese a las diferencias que se destacan, también en esta ocasión, manifiestan sus elogios a la religiosidad indígena. «En algunas provincias, escribe Mendieta, de esta Nueva España usaban los indios en su infidelidad una manera de confesión vocal, y ésta hacían dos veces en el año a sus dioses, apartándose cada uno en un rincón de su casa, o en el templo, o se iban a los montes, o a las fuentes, cada uno donde más devoción tenía, y allí hacía muestras de grandísima contricción, unos con muchas lágrimas, otros juntando las manos, a manera de quien mucho se cuita, o torciendo y encajando los dedos unos con otros, y haciendo visajes, confesando sus culpas y pecados. Y los días que duraban en este ejercicio, nunca se reían, ni admitían placer alguno, sino que todo era tener y mostrar tristeza, pesar y amargura. También confesaban a ve-
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ces sus pecados a los médicos o a los sortílegos, a quienes acudían a pedir remedio o consejo en sus necesidades. Porque el médico que era llamado para curar el enfermo, si la enfermedad era liviana, poníanle algunas yerbas o cosas que usaba por remedios; pero si la enfermedad era aguda y peligrosa, decíale: tú algún pecado has cometido. Y tanto le importunaba y angustiaba con repetírselo, que le hacía confesar lo que por ventura muchos años antes había hecho. Y esto era tenido por principal medicina: echar el pecado de su ánima para la salud del cuerpo»392. Al mismo tiempo encuentran diferencias importantes. Según Landa, en el Yucatán no confesaban los pecados cometidos con sus esclavas, porque decían que era lícito usar de sus cosas como querían. Acosta señala como «el Inga no confesaba sus pecados a ningún hombre sino sólo al sol». Si se moría un niño, echaban la culpa a los pecados del
391. MENDIETA, Historia eclesiástica...,11,19. SAHAGÚN, Historia general..., I, 12, y VI, 7.ACOSTA, Historia natural...,V, 25. LANDA, Relación..., cap. 27. RELACIÓN de las costumbres..., pp. 164-65 (con respecto a los pecados de los que se confesaban nuevamente esta Relación es claramente más extensa y elogiosa que otros textos). 392. Historia eclesiástica...,111,41.
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padre. No se consideran responsables de los pecados cometidos en estado de embriaguez393. Nuevamente es Diego de Landa el que más semejanzas encuentra entre la confesión cristiana y la indígena: «Que los yucatenenses -escribe- naturalmente conocían que hacían mal, y porque creían que por el mal y pecado les venían muertes, enfermedades y tormentos, tenían por costumbre confesarse cuando ya estaban en ellos. De esta manera, cuando por enfermedad u otra cosa estaban en peligro de muerte, confesaban sus pecados y si se descuidaban traíanselos sus parientes más cercanos o amigos a la memoria, y así decían públicamente sus pecados: al sacerdote si estaba allí, y si no, a lo padres y madres, las mujeres a los maridos y los maridos a las mujeres. Los pecados de que comúnmente se acusaban eran el hurto, homicidio, de la carne y falso testimonio y con esto se creían salvos; y muchas veces, si escapaban (a la muerte), había revueltas entre el marido y la mujer por las desgracias que les habían su-
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cedido y con las o los que las habían causado. Ellos confesaban sus flaquezas salvo las que con sus esclavas, los que las tenían, habían cometido, porque decían que era lícito usar de sus cosas como querían. Los pecados de intención no confesaban aunque teníanlos por malos y en sus consejos y predicaciones aconsejaban evitarlos»394. En torno a estas semejanzas las reflexiones, morales y catequéticas, son también importantes. Por una parte, se considera que las semejanzas ayudan a Ja evangelización, y que, de algún modo, las consintió Dios para facilitar la conversión, al tiempo que sirven de vergüenza al cristiano poco atento a sus obligaciones, pues los idólatras solían ser más religiosos que él. Pero, también hay que estar muy atento para no equivocarse o dejarse engañar, porque, aprovechando las semejanzas, puede darse una conversión falsa que esconda cultos idolátricos. Sólo conociendo estas semejanzas y las astucias diabólicas, podría evitarse la celebración de los viejos ritos y llevar a cabo una predicación
393.ACOSTA, Historia natural....V, 25. SAHAGÚN, Historia general..., I, 22. 394. LANDA, Relación..., cap. 27.
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que insista en las diferencias entre costumbres que pueden resultar muy semejantes395. Por otra parte, se constata la existencia de ciertos relatos y creencias que permiten pensar en la predicación del Evangelio con anterioridad al Descubrimiento. Si a partir de esta evangelización explica Landa los rasgos comunes entre los sacramentos yucatecos y los cristianos, las semejanzas no acaban aquí. Mendieta recoge algunos relatos mexicanos que parecen «querer atinar a la caída de los malos ángeles», y otros al diluvio, y la existencia de una diosa muy reverenciada, porque no exigía sacrificios humanos, y de la que, además, creían que enviaría a su hijo a liberarles de esos sacrificios. Su culto lo mantenían unos sacerdotes «tenidos por hombres santos, porque eran castísimos y de irreprensible vida para entre ellos, y aun para entre nosotros fueran por tales estimados, dejada aparte la infidelidad». Sólo encuentra dos explicaciones posibles para este hecho: que esta «tan cele39S.ACOSTA, Historia natural..., V, 7 y 28, y VI, I Extirpación..., cap. 8. 396. MENDIETA, Historia eclesiástica..., II, I y 9.
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brada diosa intercesora y medianera ; . los pueblos y gentes» fuese el fruto c¿ .pretensión demoniaca de «introducir e:\ su satánica iglesia un personaje que en ella representase lo que la Reina de los Angeles y Madre de Dios representa en la Iglesia católica», o que, «por ventura habiendo tenido noticia los antiguos progenitores de estos indios de esta misma Señora y madre de consolación, por predicación de algún apóstol o siervo de Dios que llegase a estas partes (como por algunos indicios que en el discurso de esta historia se tocarán se presume), quedase confusa la memoria de esta gran Señora en el entendimiento de los que después sucedieron, y cayendo de un día para otro en mayores errores, la viniesen a honrar con título de semejante diosa, como por el largo curso y mudanza de los tiempos pudiera haber acaecido»396. Antonio Ruiz de Montoya, La conquista espiritual hecha por los religiosos de la Compañía de Jesús en las provincias de Paraguay, Paraná, Uruguay y SAHAGÚN, Historia general..., I, 12. ARRIAGA.
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Tape (1639), declara que el éxito de las misiones en Paraguay se debe a que los indios eran muy receptivos porque tenían un cierto conocimiento del verdadero Dios, debido a una vieja predicación de Santo Tomás, que habría encabezado una misión a través de una vasta faja de territorio de Suramérica, de la que quedaban múltiples pruebas"7. Mientras Torquemada398 niega en redondo esta evangelización previa, Juan de la Puente, Conveniencia de las dos monarquías católicas, la de la Iglesia Romana y la del Imperio español (1612), acepta que pudo darse, y Antonio de la Calancha, Coronica moralizada del Orden de San Agustín en el Perú (1638), y Alonso Ramos Gavilán, Historia del célebre santuario de N. S. de Copacabana (1621), la afirman399. Landa considera la misma posibilidad. No por casualidad encuentra tantas semejanzas entre la confesión prehispana y la católica. Escribe: «hallaron en el cabo de Cotoch cruces entre los muertos y los ídolos, y que no lo
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cree porque si fueran de los españoles que de España se despoblaron cuando se perdió, tocaran de fuerza primero en otras tierras, que hay muchas. Yo, no por esta razón que no me convence, no lo creo porque no se sabe de las otras partes que podían reconocer y a dónde antes que a Yucatán podían llegar, si llegaron o no, tampoco como en estas de Yucatán. Pero por lo que no lo creo es porque cuando Francisco Hernández y Grijalva llegaron a Cotoch, no andaban a desenterrar muertos sino a buscar oro entre los vivos, y también creo de la virtud de la cruz y de la malicia del demonio que no sufriera ver entre los ídolos, en peligro de que milagrosamente algún día su virtud se los quebrantara y a él le ahuyentara y confundiera como hizo a Dagón el arca del testamento con no estar consagrada con sangre del hijo de Dios y dignificada con sus divinos miembros, como la santa cruz. Pero con todo eso, diré lo que me dijo un señor de los indios, hombre de muy buen entendimiento y de mucha reputación
397. David A. BRADING, Orbe indiano..., ob. cit., p. 197. Cfr.VÁZQUEZ, Compendio..., parte 2.a, IV, 109. 398.TORQUEMADA, Monarquía..., XIII, 16, y XV, 47 y 49. 399. Demetrio RAMOS, "La creencia en la predicación de un apóstol en Indias", en I. RODRÍGUEZ, Agustinos en América y R//p/nas,Valladolid, 1990,1, p. 27.
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entre ellos: hablando en esta materia un día y preguntándole yo si había oído algún tiempo nuevas de Cristo, Nuestro Señor, o de su Cruz, díjome que no había oído jamás nada a sus antepasados de Cristo ni de la Cruz, más de que desbaratando un edificio pequeño en cierta parte de la costa, habían hallado en unos sepulcros, sobre los cuerpos y huesos de los difuntos, unas cruces pequeñas de metal, y que no miraron en lo de la cruz hasta ahora que eran cristianos y la veían venerar y adorar, que habían creído lo debían ser aquellos di-
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funtos que allí se habían enterrado. Si esto fue así, es posible haber allí llegado alguna poca gente de España y consumídose en breve, y no haber podido quedar, por eso, memoria de ello»400. La tesis de la existencia de una evangelización anterior al Descubrimiento, permitirá a algunos autores, entre los cuales el más destacado es Sahagún, presentar una tercera respuesta al problema de la justicia de Dios. La falta de semejanza entre los productos agrarios y los animales europeos y americanos hace pensar a Sahagún que, con anterio-
400. L A N D A , Relación..., cap. 52. La versión que de éste hecho da REMESAL (Historia general...,V,
7) es
ciertamente distinta, porque asocia la veneración a la cruz a una revelación divina en vísperas de la conquista, y además, citando a LAS CASAS, escribe: «Encomendó el señor obispo al clérigo que allí halló que se llamaba Francisco Hernández que sabía la lengua de los indios, que en su nombre anduviese la tierra adentro visitando los indios con cierta forma, e instrucción que le dio para que les predicase, y al cabo de un año, poco menos, le escribió este clérigo: Como había hallado un señor principal que preguntándole de su creencia y religión antigua que por aquel reino solían tener le dijo: que ellos conocían y creían en Dios que estaba en el cielo, y que aqueste Dios era Padre e Hijo, y Espíritu Santo, y que el Padre se llamaba Yzoma, que había criado los hombres, y todas las cosas, y el Hijo tenía por nombre Bacab: el cual nació de una doncella virgen llama Chiribirias, que está en el cielo con Dios, que la madre de Chiribirias se llamaba Ischel, y al Espíritu Santo llamaban Echuach. De Bacab que es hijo dicen que lo mató, e ocupó e hizo azotar y puso una corona de espinas, y que lo puso tendido los brazos en un palo y no entendían que estaba clavado sino atado, y allí m u r i ó , y estuvo tres días m u e r t o , y al t e r c e r o t o r n ó a vivir y se subió al cielo, y que allá está con su Padre, y que después de esto luego vino Echaud que es el Espíritu Santo, y hartó la tierra de t o d o lo que había menester. [...] Preguntando también cómo tenían noticia de estas cosas. Respondió, que los señores lo enseñaban a sus hijos, y así descendía de mano en mano esta doctrina, y afirmaban aquellos indios, que en el tiempo antiguo vinieron a aquella tierra veinte hombres, y el principal de ellos se llamaba Cozas, [ . . . ] » . Concluye señalando como Las Casas no se pronuncia con claridad.
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ridad a su propio tiempo, ni los americanos fueron a Europa ni los europeos a América. De lo contrario, «halláramos acá trigo, o cebada, o centeno, o gallinas de las de allá, o caballos, o bueyes, o asnos, o ovejas, o cabras, o algunos otros de los animales mansos de que usamos». Pero esta afirmación no le resulta tan clara al tratarse de la predicación del Evangelio, sobre la cual reconoce las muchas dudas que siempre ha habido y considera necesario tener presente la sentencia de la Escritura sobre su predicación por todo el mundo. Reconoce haber creído, en principio, «que nunca les fue predicado el evangelio, porque nunca jamás [había] hallado cosa que aluda a la fe católica, sino todo tan contrario y todo tan idolátrico, que no [podía] creer que se les ha sido predicado el evangelio en ningún tiempo»; pero, una serie de datos le han hecho dudar de esta primera idea: • Dos religiosos «dignos de fe» dijeron haber visto, en Oaxaca, «unas pinturas muy antiguas pintadas en pellejos de venados, en las cuales se contenían muchas cosas que aludían a la predicación del evangelio, entre otras era una déstas, que estaban tres mujeres
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vestidas como indias y tocados los cabellos como indias, estaban sentadas como se sientan las mujeres indias, y las dos estaban a la par, y la tercera estaba delante de las dos, en el medio, y tenía una cruz de palo, según significaba la pintura, atada en el nodo de los cabellos, y delante dellas estaba en el suelo un hombre desnudo y tendido pies y manos sobre la cruz, y atadas las manos y los pies a la cruz con cordeles. Esto me parece que alude a nuestra señora y sus dos hermanas, y a nuestro redentor crucificado, lo cual debieron tener por predicación antiguamente». • La existencia de confesión auricular en México, «donde los penitentes contaban sus pecados al sátrapa en gran secreto, y recebían penitencia dellos, y les exhortaba el sátrapa a la enmienda con gran diligencia». • En Campeche los primeros misioneros que llegaron encontraron «muchas cosas que aluden a la fe católica y al evangelio». Aun reconociendo que las pruebas no son muchas, cree posible afirmar la existencia de una previa, y frustrada, evangelización de América. «Paréceme
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-escribe- que pudo ser muy bien que fueron predicados por algún tiempo; pero que muertos los predicadores que venieron a predicarlos, perdieron del todo la fe que les fue predicada, y se volvieron a sus idolatrías que de antes tenían». Esta suposición le permite afirmar, considerando las grandes dificultades que hay en la predicación del evangelio, debido a la poca constancia del indígena en la fe, que si perdiese éste la protección española «a menos de cincuenta años no habría rastro de la predicación que se les ha hecho», y que Dios, «habiendo visto por experiencia la dureza desta gente, y lo poco que en ellos aprovechan los grandes trabajos», ha querido entregarlos a la nación española, para que sea ésta «como una fuente de que mana la doctrina fe católica, para que, aunque ellos desfallezcan siempre, tengan presentes ministros nuevos y de nación española para tornarlos a los principios de la fe»401. Al mismo tiempo, no cabe responsabilizar a Dios del alejamiento, durante mil cuatrocientos años, de estos pueblos de la redención, sino, más bien, a 401. SAHAGÚN, Historia general..., XI, 13.
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su falta de constancia en la fe. Acosta explícita esta tesis, para refutarla: «en definitiva, la propia experiencia parece enseñarnos que esta infinita multitud de bárbaros indios, por exigencia de su propia perversidad, han estado apartado de la luz del Evangelio durante mil cuatrocientos años; y que, además a instancia creciente de la ira divina quedaron cegadas las mentes de los infieles para que no brille en ellas la luz del Evangelio de la paz, después de haber deslumhrado los relámpagos el orbe de la tierra, como dice el salmo, y de haber lucido en estas partes el rayo de la verdad». Comprende el origen de la tesis. Parte de reconocer que la experiencia humana hace, a veces, dudar de que Dios quiera que todos los hombres se salven, pareciendo que su severidad «deja fuera de su amor a esa muchedumbre de hijos de infieles e inútiles; y que fuera la infidelidad un justo castigo por la infidelidad pasada». Pero, aun así, considera muy escasas las pruebas de esta evangelización previa y muy débil el argumento escriturístico en el que pretende apoyarse. Escribe:
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«piensan algunos que también en estas regiones resonó hace ya tiempo el pregón apostólico, y aplican a estas tierras el testimonio del profeta que recoge Pablo: A toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje. Pero no creo que empresa de tales proporciones esté plenamente consumada; ya afirma también Agustín que en su tiempo todavía era desconocido el nombre de Cristo en algunas partes de África a las que ni siquiera había llegado la fama del Imperio Romano. Lo que a mí me mueve a pensar que hay que entender aquel pasaje en sentido contrario, es una autoridad más alta, la de Cristo el Señor que enseñó con toda claridad que la consumación del mundo no vendrá hasta que se haya divulgado el Evangelio por todo el universo. Por lo cual ese pasaje, al igual que otros muchos, de tal manera hay que entenderlo de los Apóstoles que queden también comprendidos todos los varones apostólicos. Su pregón alcanza, a no dudarlo, a toda la tierra, pero gradualmente y a sus tiempos, de acuerdo con la determinación de los designios eternos.
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»Es característico de los oráculos profáneos reducir con la mirada a un solo punto, por así decir, tiempos incluso muy distantes entre sí y anunciar de ellos en su conjunto lo que se ha de ir cumpliendo por sus partes. La necesidad de este criterio para interpretar la Sagrada Escritura no hay quien la ponga en duda por poco competente que sea en estas materias. Pues bien, el hallazgo en algunos pueblos de vestigios que denotan, al parecer, una implantación antigua de la fe, como señales de cruz levantadas, y otros por el estilo, no son prueba suficientemente convincente»402. A las pruebas de Sahagún, y de otros autores, Acosta incorpora algunas nuevas403, pero la solución del problema en un lugar, o lugares concretos, no le resulta satisfactoria. Aunque fuese verdad la predicación en algunos lugares, y no ve motivos para negarlo en redondo, «¿qué decir de otros pueblos innumerables, cuyo rostro todavía no se conoce, pero de cuya existencia nos consta con
402.ACOSTA, Procurando..., I, 2. Con sus tesis coincide en gran medida TORQUEMADA, Monarquía..., XV, 47. 403. «En las regiones superiores de esta provincia subsiste aún hoy en día una célebre leyenda, divulgada y conservada en la antigua tradición de los indios, de que en tiempos lejanos llegó un personaje insigne, semejante a nuestros castellanos, a quien en su lengua llaman ellos Ticsiviracocha; sus enseñanzas fueron ricas y útiles, pero no obtuvo provecho alguno con sus palabras; esclarecido en portentos y virtudes fue incluso coronado del martirio. Algunos aseguran haber visto una estatua suya con ropaje muy distinto del de los indios y en cambio bastante semejante al de nuestros santos».ACOSTA, Procurando..., I, 2.
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absoluta certeza? Estoy cada vez más convencido de que queda todavía por descubrir una gran parte de la tierra (afirmación que sostienen tanto los navegantes como los más competentes cosmógrafos) y de que esta parte que ahora poseemos se mantuvo hasta nuestros días desconocida para los cristianos»404. Es decir, apelar a unos cuan-
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tos datos, más o menos discutibles, le parece a Acosta insuficiente para dar por resuelto el problema del retraso en la incorporación a la redención. Tampoco viene de más tener en cuenta que Acosta, al contrario que Sahagún, no consideraba en modo alguno escasos los frutos conseguidos por la evangelización.
404.ACOSTA, Procurando..., 1,2.
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VIII REDENCIÓN, ESFUERZO EVANGELIZADOR Y NACIMIENTO DE UNA NUEVA IGLESIA
del siglo XVII, prolonga esta imagen al conceptuar al amerindio como u n precristiano, que gracias a la llegada del Evangelio puede forjar una nueva humanidad, renovadora de lo hispano. El proceso pasa, evidentemente, por la necesidad de hallar en las creencias de los hombres más ilustres de la historia prehispánica, ideas que anuncien o preparen el cristianismo. Ixtlixóchitl recoge la historia de los reyes de Texcoco y, en particular, la de Nezahualcóyotl (1402-1472):
La caracterización del hombre americano y de su religión lleva a incidir en dos hechos de sumo interés: la receptividad del indígena americano ante el evangelio y el carácter que la aceptación de éste tiene de redención espiritual e, indirectamente, política. Todas las implicaciones de estos fenómenos se manifiestan, en primer lugar, en el análisis de la evangelización, en el establecimiento de su teoría y métodos y en la valoración de su éxito, frente a amenazas de origen prehispánico (la pervivencia de la idolatría) e hispánico (la influencia perniciosa de lo español) y, en segundo, en la afirmación del nacimiento de una nueva Iglesia. Al tiempo, permite dar una nueva respuesta al problema de la justicia de Dios. En torno a la receptividad poco más cabe decir. Recordar, si acaso, como Alva Ixtlixóchitl, en la primera mitad
«Fue este rey -escribe- uno de los mayores sabios que tuvo esta tierra, porque fue grandísimo filósofo y astrólogo, y así juntó a todos los filósofos y hombres doctos que halló en toda esta tierra, y anduvo mucho tiempo especulando divinos secretos, y alcanzó a saber y declaró que después de nueve cielos, estaba el creador de todas las cosas y un solo dios verdadero, a quien puso por nombre
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Tloque Nahuaque;
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y que había gloria donde
iban los justos, e infierno para los malos... Y también dijo que los ídolos eran demonios y no dioses como decían los mexicanos y culhuas...»405.
Sí parece necesario completar la imagen de la redención, basada en la afirmación de que la ley de Dios es suave y equitativa y «apura y alimpia todas las heces y barbaries de las incultas naciones»406. Partiendo de la imagen, caracterizada en el capítulo anterior, de una religión indígena definida por el temor, que impulsa al servicio a los dioses y a la sujeción política, y por el clamor de tantas almas que deseaban verse libres de aquella pesada carga; América se identifica con un traslado del infierno y la acción política y evangelizadora de España con una obra de liberación, comparable a la mosaica407. Aun así, no
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se trata de una cuestión moral ni intelectual, pues, no obstante, nosotros no somos «muy perfectos en lo natural y moral» y los indios aparecen ya antes de la evangelización como los más religiosos de los hombres, que -sin necesidad de llegar, con Las Casas, a considerarlos los más perfectos de los descendientes de Adán- aventajan a muchas de nuestras repúblicas en orden, y pueden servir al perfeccionamiento moral e intelectual de los cristianos viejos408. Se trata de la redención del pecado, que tan cruel y dañosamente ha llagado a la humanidad. «¡Oh México que tales montes te cercan y coronan! ¡Ahora con razón volará tu fama, porque en ti resplandece a fe y evangelio de Jesucristo! Tu que antes eras maestra de pecados, ahora eres enseñadora de verdad; y tú que antes estabas en tinieblas y oscuridad, ahora
405. Cit. G. BAUDOT, "Imagen y discurso del México antiguo en la fundación novohispana: el pensamiento náhuatl contemplado por la evangelización franciscana", en La imagen del indio..., ob. cit., p. 233-34. 406.ACOSTA, Procurando..., VI, 13. LAS CASAS, Historia..., pról. 407. LAS CASAS, Historia ... I, 37; MENDIETA, Historia eclesiástica..., II, I, y III, I y l8;ACOSTA, Historia natural...,V, 2l;TORQUEMADA, Monarquía..., III, 26, y IV, 78; MOTOLINÍA, Historia de los indios.... I, 2. Mendieta compara «la diferencia que había de las fiestas con que en la tierra se honra nuestro Dios, llenas de alegría y regocijo espiritual, a las con que ellos honraban a sus dioses, llenas de sangre humana y de toda espurcicia, hediondez y fealdad». 408. LAS CASAS, Historia..., pról., I, 66 y 76, y III, I l2;ACOSTA, Historia natural...X Relación de muchas cosos..., p. 76; etc.
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I, y Vil, I; MOLINA,
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Pero, como apunta el texto precitado, la redención se manifiesta, o tiene connotaciones, también políticas e, incluso, naturales, pues, y sin olvidar lo dicho sobre la acción de Dios en la conquista, hay una idea común a casi todos los autores: frente al yugo suave y leve del Señor, el diablo no sólo empuja a los idólatras al infierno, sino que les esclaviza con «mortal pesadumbre e intolerable carga»410; idea que no implica negar grandes valores a las sociedades y los sistemas políticos prehispánicos411. En torno al carácter político de la redención, cuyo máximo representante es Gomara412, pueden destacarse algunas ideas. La primera, y tras reconocer las destrucciones iniciales de la conquista, es la afirmación de que la tierra se ha
das resplandor de doctrina y cristiandad. Más te ensalza y engrandece la sujeción que tienes al invicto César don Carlos, que el tirano señorío con que otro tiempo a todos querías sujetar. Eras entonces una Babilonia, llena de confusiones y maldades; ahora eres otra Jerusalén, madre de provincias y reinos. Andabas y ibas a do querías, según te guiaba la voluntad de un idiota gentil, que en ti ejecutaba leyes bárbaras; ahora muchos velan sobre ti, para que vivas según leyes divinas y humanas. Otro tiempo con autoridad del príncipe de las tinieblas, anhelando amenazabas, prendías y sacrificabas, así hombres como mujeres, y su sangre ofrecías al demonio en cartas y papeles; ahora con oraciones y sacrificios buenos y justos, adoras y confiesas al Señor de los Señores, ¿Oh México! Si levantases los ojos a tus montes, de que estás cercada, verías que son en tu ayuda y defensa más ángeles buenos, que demonios fueron contra ti en otro tiempo, para te hacer caer en pecados y yerros» 40 '
409. M O T O L I N Í A , Historia de los Indios..., III, 6. C(r. LAS CASAS, Historia...,
I, 32.
410. L A N D A , Relación..., cap. 43. 41 I. En Acosta, p o r ejemplo, confluyen la afirmación de que el gobierno de incas y mexicas era el mejor para los indios, la crítica a los comportamientos tiránicos de sus reyes («Terrible esclavitud fue la de los peruanos bajo la tiranía de los ingas: no se les permitía ni t o m a r esposa ni beber chicha ni mascar coca no comer carne sin el consentimiento del Inga», ACOSTA, Procurando..., V I , 20) y la teona sobre la necesidad de hacer hombres antes que cristianos a los bárbaros. 412. Finaliza su Historia de la Conquista de México contraponiendo la situación prehispánica de tiranía . condenación, con la actual de libertad y salvación. De la misma forma se expresa Juan de M A T I E V Z O . Tras señalar los beneficios del bautismo, habla de la mejora de las costumbres, de la mayor
-
bertad de la que gozan tras la conquista, de la destrucción del poder tiránico y arbitrario de Inca y de la desaparición de las guerras, tan frecuentes en la época prehispánica.
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pacificado en comparación a la época prehispánica. «En esta Nueva España -escribe Motolinía- siempre había muy continuas y grandes guerras, los de unas provincias con los de otras, adonde morían muchos, así en las peleas, como en los que prendían para sacrificar a sus demonios. Ahora por la bondad de Dios se ha convertido y vuelto en tanta paz y quietud, y están todos en tanta justicia que un español o mozo puede ir cargado de barras de oro trescientas y cuatrocientas leguas, por montes y sierras, y despoblados y poblados, sin más temor que iría por la rúa de Benavente»413. N o menos significativo es el reconocimiento de todos los beneficios materiales recibidos por los indígenas. Cosas «tan necesarias al servicio del hombre» como «muchos y buenos caballos y muchas muías», vacas, puercos, herramientas o moneda414.
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Más significativa es toda la teoría, que se desarrolla a lo largo del siglo XVI, sobre la necesidad de hacer a los indígenas hombres antes que cristianos415, que sustituiría a la creencia dominante en el primer tercio del siglo XVI que situó la meta civilizadora del indio americano en su asimilación al español. Contra esta idea, en 1571, Juan Polo de Ondegardo juzgaba dañinas las innovaciones españolas, que parece identificar con la imposición de usos y costumbres hispánicos, y propugnaba el respeto a las manifestaciones de la cultura autóctona que no fueran contrarias al derecho natural o a la religión cristiana. En la misma línea, aconsejando el estudio detenido de los ritos y creencias indígenas, se van a situar la inmensa mayoría de los evangelizadores. En 1578 los jesuítas peruanos, en el proyecto de estatutos elaborados para el colegio de caci-
413. MOTOLINÍA, Historia de los Indios..., II, I I. Por su parte, escribe LANDA: «Sus primeros fundadores no les supieron dar orden (para que) careciesen de (los) errores tantos y tales como en los que han vivido. La justicia los ha sacado de ellos mediante la predicación, y ella los ha de guardar no tornar a ellos; y si tornaren, los ha de sacar de ellos con razón, pues, se puede gloriar a España en Dios, pues la eligió entre otras naciones para remedio de tantas gentes, por lo cual ellas le deben mucho más que a sus fundadores ni genitores» (Relación de las cosas..., cap. 52). SAHAGÚN, Historia general..., IV, apéndice, responsabiliza a la idolatría de los grandes trabajos y sufrimientos. 414. LANDA, Relación..., cap. 52. 415. R BORGES, Misión y..., ob. cit., pp. 54, 73, 74 y 77.
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ques de Juli, afirman que conviene conservar a los indios Jas leyes y costumbres no contrarias a la ley natural ni a la cristiana y renunciar a la idea de hispanizarlos totalmente, empeño este último que, además de dificultoso, sería nocivo tanto para el gobierno de los nativos como para su civilización. José de Acosta, que había tomado parte en la elaboración del proyecto, aclara su sentido. Establece el principio fundamental de que había que «ir poco a poco imbuyendo a los indios en las costumbres cristianas y en nuestra forma de vivir», y evitar la imposición de leyes tajantes e indiscriminadas, que sólo lograrían generar odio. Considera necesario suprimir las supersticiones, las costumbres contrarias al cristianismo y «los hábitos de bárbara fiereza», transformándolos con habilidad y destreza en otros similares pero de signo contrario, y conservar «todo lo paterno y gentilicio con tal de que no sea contrarío a la razón». El problema radicaba, lógicamente, en determinar las costumbres contrarias al cristianismo. Se relacionaba todo con la
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idolatría y, con la intención de poder responder a las dudas, se proponía la investigación sobre el pasado indígena. En este sentido, Acosta o Francisco de la Cruz, por ejemplo, son mucho más abiertos que Sahagún, más preocupado por que se tomen por bohenas o niñerías prácticas en realidad idolátricas416. Los riesgos y las posibilidades son ilustrados por la siguiente propuesta, donde Mendieta se muestra sensible a lo que hoy llamaríamos aculturación: «En muchas partes de esta tierra tuvieron los indios en su infidelidad una manera como de baptismo para los niños, y era que a los ocho o diez días después de nacidos los bañaban, llevándolos a las fuentes, donde las había, o al río, y después de bañado el niño, al varón ponianle una rodela pequeñita en la mano izquierda, y una saeta en la mano derecha, dando a entender que como varón había de ser valiente y pelear varonilmente contra sus enemigos. A la niña la daban una escoba pequeñita en la mano, significando que su oficio había de ser barrer la casa y tenerla limpia. Y si lo aplicaran al espiritual y verdadero significado, con harta propiedad les pudieran poner en el baptismo de la Iglesia estas mismas insignias,
4I6.ARRIAGA, Extirpación..., cap. 8, manifiesta una preocupación semejante por los errores que se han cometido al considerar algunas costumbres ¡di ilátricas como si fueran inocentes manifestaciones.
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significando que los baptizados habían de pelear varonilmente contra los enemigos del ánima, y habían siempre de barrerla de cualquier inmundicia, y tener aparejada a Cristo morada limpia en sus corazones»4'7. Los evangelizadores americanos partieron del principio de que el indio, para ser cristiano, necesitaba primero ser lo que ellos entendían por hombre y vivir como tal. «Entendiendo por hombre no el ser en cuanto racional sino el ser racional en tanto que pensaba y vivía como persona humana». Para hacer hombre al indio había que civilizarlo, lo que a su vez entrañaba una triple tarea: erradicarle las costumbres contrarias a
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la naturaleza allí donde se practicaban (antropofagia, sacrificios humanos, incestos, poligamia, embriaguez), conservarle las costumbres prehispánicas indiferentes y perfeccionarlo con las propias de la civilización europea occidental. La evangelización terminó convirtiéndose en un proceso de transformación del nativo americano en todos los sentidos. La cristianización del indio se concibió como un cambio de religión y como un perfeccionamiento de su persona en el orden puramente natural418. Con respecto a la redención, hay por último que señalar como, sobre todo
417. MENDIETA, Historia edesiática..., III, 35. 418. Debía extirparse, como contrario a la civilización, la idolatría, la antropofagia, las borracheras, la poligamia, los matrimonios consanguíneos y afines, el comer pescado crudo y la venta de hijos. Debía fomentarse el respeto a la vida del otro, el respeto a los padres, la limpieza personal y del domicilio, el amor entre los esposos, el vestido, la construcción de casas similares a las de los españoles, la asistencia a misa, el respeto a los eclesiásticos, la propiedad ajena, el trabajo y la paz, el matrimonio libre. Era conveniente enseñarles canto, música, lectura, escritura y oficios manuales (P. BORGES, Misión y..., ob. cit., pp. 5 y 175-77, y "El respeto del indio, objetivo de la evangelización americana", Vida Nueva, 13-11-1988). Escribe ACOSTA (Procurando..., III, 19): «Lo más fundamental y básico es lo que dijo un insigne experto, especializado en temas de Indias: primero hay que cuidar que los bárbaros aprendan a ser hombres, y después, a ser cristianos. Este criterio es tan capital que de él depende todo el negocio de la salvación o de la ruina cierta de las almas. [...] En cuanto sea posible y lícito, hay que destruir de raíz esa forma de vivienda sucia y sin ninguna separación, donde duermen mezclados marido y mujer, el hijo y la hija, el hermano y el huésped, y hasta el perro y el cerdo, todos revueltos.Vivir así es causa de que no haya ni rastro de pudor ni de respeto a los padres y de que se desprecie a la familia e incluso al sexo en función de un desenfreno de caballo que sin pudor alguno se precipita sexualmente sobre lo primero que encuentra».
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en los autores franciscanos, la naturaleza también es transformada: la pacificación de la tierra permite la colonización agraria; concluyen las grandes sequías, porque «nunca tanto ni tan bien llovió en los tiempos de su infidelidad», e, incluso, los peligrosos volcanes se calman419. Así, cabe afirmar que nos encontramos ante una batalla protagonizada por el Señor, donde, cuando se levanta la señal de la cruz, se van liberando los hombres de las «asechanzas y visiones» del demonio420. Batalla que si para algunos ha dado un escaso fruto, para la mayoría ha sido muy fructífera. 419. M O T O L I N Í A , Historia de las Indios....I,
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El triunfo de esta acción redentora se ve amenazado tanto por los españoles como por los indígenas421. La amenaza representada por muchas de las actitudes de los colonos españoles era evidente a los misioneros, que les acusan de confundir la codicia con el celo religioso, oprimir al indígena y, como consecuencia de esta opresión, corromperlo, pues han aprendido de los cristianos costumbres tales como el mentir o el maltratar a sus mujeres, y «todo el mundo está de acuerdo en que los indios que más tratan con los españoles son los que tienen costumbres más depravadas»422. Los misioneros se expre-
I I,y III, 18. MENDIETA, Historia eclesiástica..., III, 18: «Una co-
sa notable acaeció cuando se puso el santísimo Sacramento en México, y fue que un volcán muy alt o que juntamente con otra alta sierra cerca de él suelen estar nevados mucha parte del año y echaba siempre humo, ceso de lo echar desde entonces por espacio de casi veinte años, y después volvió a echarlo como ahora lo echa. Misterio es, que sólo Dios lo sabe; y plegué a su Majestad divina no sea que entonces huyeron los demonios p o r aquel tiempo que fue de grande conversión de ánimas para Dios y de edificación, y que después hayan vuelto por haberles dado lugar los cristianos para que se enseñorearan de nuevo con abusos y malos ejemplos, y ofensas de Dios N u e s t r o Señor, y escándalos de los pequeñuelos». 420. M O T O L I N Í A , Historia de los indios.... I, 3, y II, intr. MURÚA, Historia general del Perú..., I, 75. 4 2 I . S A H A G Ú N , Historia general...,
X , 27. Señala, por ejemplo, como los indígenas no son hábiles para
guardar la continencia o castidad, apelando para explicarlo al clima o constelaciones desta tierra. C f ' ACOSTA, Procurando...,
II, 18, y ZAPATA, Catecismo..., I, 19, p. 257.
422. M O T O L I N Í A , Historia de los Indios..., II, 8. LAS CASAS, Historia..., 25.ACOSTA, Procurando..., tumbres...,
III, 145. L A N D A , Relación...,
ca;
I, I I. M O L I N A , Relación de muchas cosas..., p. 62. En RELACIÓN de las cos-
p. 182, encontramos este significativo t e x t o : «Y quitaban también muchachos a sus padres
para servirse de ellos de alcahuetes para hacer llamar hoy aquesta, mañana aquella. Que semejantes
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san con claridad: «los españoles son los responsables absolutos de que el establecimiento del cristianismo entre los indios no haya producido hasta la fecha ni siga produciendo hoy el resultado apetecido, porque no solamente no les hemos anunciado a Cristo con sinceridad y buena fe, sino que sobre todo negamos con los hechos al que confesamos de palabra». Los sacerdotes no quedan al margen de estas críticas. En ocasiones porque, directamente, son acusados, principalmente, de inmorales e ignorantes, y en otras ocasiones, porque el modelo de sacerdote ideal que se presenta contrasta con el comporta-
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miento real de muchos. Acosta, reconociendo la existencia de muchos dignos y trabajadores, acusa a la mayor parte de preocuparse, en primer lugar, del dinero, de ignorar hasta la lengua de sus feligreses, de llevar una vida inmunda, de «conducta escandalosa e indigna no ya de un eclesiástico, sino de cualquier hombre», de maltratar a los indígenas si les faltan al respeto y, sin embargo, no hacer nada para castigar los delitos y crímenes que padecen los indígenas423. La ignorancia de los sacerdotes enlaza con la mayor amenaza que, por responsabilidad indígena, afecta a la evangelización: la idolatría424,
indios y a este m o d o y en tales ejemplos industriados y baptizados, fuesen malos, llenos de vicios y de males, ¿qué maravilla, si el rigor de sus leyes y la ejecución dellas, y el gobierno de los ingas cesaron con la muerte de Don Juan Atahualpa, y no quedó quien los gobernase en lo civil y moral? ¿Cómo no habían de soltar las riendas a los vicios, pues los españoles que sucedieron en el gobierno, no trataron p o r mucho
tiempo nada desto, ocupados con sus desconciertos y codicias, y ha-
biendo de ser el ejemplo de la v i r t u d cristiana, fueron los más flacos y miserables y dieron avilantez a que las casadas dejasen a sus maridos, las hijas virgines a sus padres y se diesen públicamente a deshonestidades, cosa que t o d o lo que antes precedió en más de dos mil años, no se había visto en el Reino?». 423.ACOSTA,Procurando..., I, I I.ARRIAGA,Extirpación...,es crítico con el f r u t o de la evangelización,pero lo es sobre t o d o con los españoles, por lo que llama a mejorar la predicación en Perú y a aumentar las misiones en América, así como recomienda la lectura de Acosta. Críticas semejantes cont r a las deficiencias de los misioneros, que convierten el Evangelio en asunto de compra y venta, se encuentran en el Sínodo de Q u i t o . d e 1596, y en el III Concilio de Lima. 424. S A H A G U N , Historia general...,
pról: «Los pecados de la idolatría y ritos idolátricos, supersticiones
idolátricas y agüeros y abusiones y cerimonias idolátricas no son aún perdidas del t o d o » .
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a la que no es posible vencer, si no la conoce el sacerdote: «el médico no puede acertadamente aplicar las medecinas al enfermo sin que primero conozca de qué humos o de qué causa procede la enfermedad»425. Otro grave problema, sobre el que insiste muy especialmente Sahagún, es el originado por la pretensión, ya citada, de «reducirlos a las maneras de vivir de España, ansí en las cosas divinas como en las humanas, teniendo entendido que eran idólatras y bárbaros, perdióse todo el regimiento que tenían». Reconoce la necesidad de destruir todo lo relacionado con las idolatrías (edificios, costumbres de la república, etc.), y afirma que casi todas las costumbres y leyes que tenían lo estaban. Pero, al mismo tiempo, considera que, como consecuencia, se ha debilitado la autoridad y se han aumentado los vicios y las malas inclinaciones y malas obras, que les hace odiosos a Dios e, incluso, perjudican su salud y les acorta la vida (en especial, le preocupan las borracheras). Hasta tal punto piensa 425. SAHAGÚN, Historia general..., pról. 426. SAHAGÚN, Historia general..., X, 27.
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así, que escribe: «y si aquella manera de regir no estuviera tan inficionada con ritos y supersticiones idolátricas, parécerne que era muy buena; y si limpiada de todo lo idolátrico que tenía, y haciéndola del todo cristiana, se introduxese en esta república india y española, cierto sería gran bien y sería causa de librar ansí a una república como a la otra de grandes males y de grandes trabajos a los que las rigen». Una de las costumbres mexicanas que le merecen mayores elogios es la de entregar la educación de los jóvenes a la república, y no a los padres. Tanto Acosta como el jesuíta anónimo participan, en líneas generales, de la misma tesis: la conveniencia de conservar muchas costumbres e instituciones indígenas; pero, más optimistas, están mucho más dispuestos a considerar costumbres aceptables muchas de las que Sahagún creía idolátricas426. La estrategia evangelizadora que intenta hacer frente a este doble tipo de amenazas, se estructura en torno a una serie de rasgos, que se relacionan con e!
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análisis posterior sobre el éxito de la predicación427.
za»428, y, por lo tanto, el mejor camino para su expansión es la enseñanza y la
! r • >,/ -J J J i •• l.-La ejemplaridaa del misionero, como fundamento de toda evangelización. El punto de partida es que «la fe no es sino de los que quieren, y que nadie debe hacerse cristiano por la fuer-
exhortación429. A todos los misioneros les resuIta
evidente que los indígenas J g P ° r l a conducta del predicador, «porque hay mayor tendencia a creer por lo que se ve que por lo que se uz
an la fe
427. A este respecto, no me interesa analizar los métodos para la evangelización, ni elaborar un resumen sobre la metodología misional. El mejor estudio sobre metodología misionera sigue siendo el de Pedro BORGES, Métodos misionales en la cristianización análisis sobre
los principios
evangelizadores
de América, Madrid, 1960, y un breve y buen
lo encontramos
en la introducción
de
Paulino
C A S T A Ñ E D A al volumen II de las Obras Completas de Bartolomé de Las Casas, Madrid, 1990. 428.ACOSTA, Procurando...,V,
10. LAS CASAS (Historia...,
pról.): «De aquí es que con estos tales, donde
quiera y cuando quiera que se supieren o hallaren en t o d o el Universo O r b e [ . . . ] , ninguna cosa t e nemos que hacer, sino sólo en cuanto los debemos amorosa y pacífica y cristiana, que es caritativamente, como quisiéramos nosotros ser atraídos, traer o atraer a la santa fe por la dulzura, suave y humilde y evangélica predicación, según la forma que para predicar el Evangelio, Cristo, nuestro maestro y Señor, dejó en su Iglesia establecida y mandada; y desta especie tercera son todos los indios destas nuestras océanas Indias». Hay que destacar, por su excepcionalidad, la tesis de RELACIÓN de las costumbres...,
p. 181, según la cual los cristianizados a la fuerza no están de verdad bautizados.
429.ACOSTA, Procurando...,V, 11. Cfr.TORQUEMADA,Monarquía...,XV, 37 y ss. El III Concilio Límense insiste a partir del capítulo 15 de su tercera sesión sobre la necesaria ejemplaridad de vida del misionero. 430.ACOSTA, Procurando...,
I, I I, y II, 8: «Es de esperar que el f r u t o mismo del Evangelio con razón se-
rá más abundante cuando las obras no están en contradicción con las palabras, sino que el predicad o r de C r i s t o con su ejemplo, mansedumbre, pobreza y benignidad hace vibrar a las almas con más fuerza que los oídos con las palabras». Con Acosta coinciden plenamente ZAPATA DE C Á R D E N A S , Catecismo..., y SANCTIS, Catecismo..., en su Exhortación a los Preceptores de la Doctrina: De lo que deben hacer para que tenga efecto su trabajo, donde comienza: «Entre todas cuantas maneras están descubiertas y se pueden hallar en el mundo para hacer fruto con la doctrina, la más eficaz y mejor es que los enseñadores y los que tienen a cargo los indios, vivan y sean tales como dicen que vivan los enseñados. Porque siendo ellos tales, haciendo lo que dicen, imposible sería que los enseñados no tomasen bien la doctrina; [...] ¿Qué aprovecha, dime, yo te ruego a t i , que eres el maestro, enseñar tu discípulo a no mentir, a no jurar, a no deshonrar, a no robar, y que guarde t o d o lo que Dios manda y su fe les enseña, si después de enseñado ve que tú mientes y juras y los agravias, y que no guardas ayuno, ni tienen amor ni celo a tu ley?».
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oye»430. La importancia del ejemplo es tal que, a los que se sorprenden de la escasez de milagros en comparación con épocas pasadas, Acosta les responde que el mayor milagro, tanto por los frutos que da como por lo raro que es, es el buen ejemplo del sacerdote431. En contraste con las virtudes necesarias -«la sobriedad de vida, la renuncia de todas las cosas y la mansedumbre»-, se criticará duramente la extensión entre muchos sacerdotes de la avaricia, la deshonestidad y la violencia, pecados que dificultan la evangelización. La ejemplaridad del sacerdote debe basarse, en primer lugar en la oración, soporte de toda obra evangelizadora, y, en segundo término, en el cultivo de una serie de virtudes, especialmente la humildad y el desinterés. Humildad frente a unos bárbaros, cuyas costumbres pueden sacar de quicio, porque es obliga-
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ción del misionero sintonizar con los humildes y tener presente que Cristo murió por todos. En lugar de mirar con soberbia a los indígenas, hay que recordar como la Iglesia ha condescendido siempre, con los judíos, con los paganos y con los bárbaros europeos, esforzándose por cambiarles las costumbres lentamente432. Pero la soberbia es aún más grave, porque esconde el más vil interés: «...los hombres de nuestro tiempo. Reprenden la naturaleza y costumbres de los bárbaros, pero ellos no se preocupan más que de hacer uso de los siervos para su propio beneficio particular. [...] para chupar, bajo pretexto de cristiandad, el dinero y los servicios de estos desgraciados»433. Frente a esto se afirma la obligación de buscarles a ellos y no a sus cosa. El indio siente en muchas ocasiones que el misionero sólo
43 I. ACOSTA, Procurando..., 11,9. No pocas veces se insiste también en la importancia del ejemplo dado por los seglares españoles (Sínodo de Quito, 1594). Cfr. HISTORIA general de la Compañía de Jesús en la Provincia del Perú. Crónica anónima de 1600, Madrid, I944.T. II. Relación de colegios y misiones, cap. I3,§ 3, y CONFESIONARIO para los curas..., p. 625. 432. ACOSTA, Procurando..., I, 7, 8 y I2,y II, 17. FOCHER, Itinerario..., I, 3, donde insiste en la necesidad de que en el buen misionero confluya el ejemplo de vida, reflejado en su castidad, el valor de la oración y la piedad y la verdad de la doctrina que enseña.TORQUEMADA, Monarquía..., XV, 7. 433. ACOSTA, Procurando..., 1,8.
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predica a sueldo y que el evangelio es cosa de compra y venta434. Además, se defienden otras obligaciones del predicador: luchar contra las injusticias que sufren los indígenas, no usar de la violencia y aprender la lengua y las costumbres de sus feligreses435. Al tiempo, es necesario tener hacia ellos el amor del que habla San Pablo (I Cor. 13,4-7): «porque el amor disculpa siempre, aguanta siempre, espera siempre; es paciente, es amable. Cualquiera que sea, por tanto, la severidad que se tenga que emplear, no debe estar desprovista de amor. Nada hay, en fin, tan característico del amor como el no buscar el propio interés»436. 2.-La aceptación de la dificultad que implica la evangelización. Superadas las manifestaciones de optimismo inicial, la 434.ACOSTA, Procurando...,
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mayor parte de los autores van a llegar a reconocer que la predicación de la fe nunca pudo llevarse a cabo sin un enorme trabajo y constancia, calculando el beneficio de la conversión de las almas no por el número, sino por su sinceridad. De este modo, se afirma, frente a los más pesimistas o a los que manifiestan una menor confianza hacia el indígena, hacia su capacidad para recibir el evangelio y para mejorar sus modos de vida, que «hay que perseverar, porque la semilla, sin saber siquiera nosotros cómo, germina y va creciendo. No hay que ir demasiado deprisa ni esperar al momento frutos plenamente maduros; aceptamos primero gustosamente la hierbecilla de una cierta apariencia externa y alusiva de cristiandad, luego hemos de ver el tallo de una fe más robus-
I, 7 y I I : «¡Qué estima de la vida cristiana va a tener el indio que ve a su
párroco ir todos los días en busca de plata, hablar de plata, acostarse sobre plata? ¡ D e quien sabe que no mueve pie ni mano, si previamente no ha visto el brillo del dinero? Piensan los bárbaros que el Evangelio es un negocio de compra-venta, que los sacramentos son un negocio de compra-venta y que a los cristianos no les importan las almas, sino el dinero». 435.ACOSTA, Procurando..., I, 11, y IV, 5. 436.ACOSTA, Procurando...,
I, 7. Es Igualmente significativo que MENDIETA (Historia eclesiástica...,
I, 4),
en la mejor tradición franciscana, Insista en los valores del ejemplo, incluso, para la predicación entre musulmanes, y que, como hacen Las Casas y Acosta al hablar de los indígenas, señale que los cristianos serán juzgados por no haber hecho en este sentido t o d o lo necesario. RELACIÓN de las costumbres...,
pp. 183-84.
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ta, finalmente cosecharemos frutos maduros de gracia y amor. Nuestro Salvador quiso que esto se entendiera no sólo de cada uno de los hombres, sino mucho más del colectivo mismo de hombres al que alcanza la siembra de la semilla evangélica». Los fracasos y las posibles apostasías no permiten ni renunciar a la empresa ni dar a los indígenas por inútiles para el cristianismo, porque, sin duda, muchas más se han dado en Europa437.
de los indios-, que debe responsabilizarse, en primer lugar y de forma prioritaria, de hacer todo lo posible para que «resulte suave el yugo de Cristo, como lo es, y su carga ligera a los indios que se acogen a su fe». Es decir, deben reducirse en todo lo posible los tributos y las cargas y debe permitírseles vivir según sus leyes y costumbres tradicionales. En este sentido es muy significativa la referencia a la división del Reino de Salomón y el retorno a las tiendas de los hijos de Israel (I Re 12,16). La segunda obligación de la corona es, cumpliendo con las obligaciones que impone el patronato, «poner al frente de la Iglesia indiana prelados, que tengan celo de Dios» aunque sean menos queridos por los españoles. Por último debe poner todo su interés en el envío, en
"i.-La búsqueda de la colaboración del gobierno civil. Desde el primer momento se manifiesta un claro interés en esta colaboración, tanto por parte de los capitanes de las huestes descubridoras438, como de la corona -cuya primera preocupación tiene que ser la salvación 437.ACOSTA, Procurando..., Historia...,
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I, 4, II, 18, y IV, 22. RELACIÓN de las costumbres...,
p. 183. LAS CASAS,
Prólogo, I, 164. De forma semejante se van a expresar Francisco de ÁVILA, a comienzos
del siglo X V I I , y Hernando de A V E N D A Ñ O , que, ya bien entrado el siglo X V I I , con respecto a los fracasos y las posibles apostasías, escribe: «Error ha sido entender que en solas dos generaciones, que han pasado desde el Imperio de los Incas, hasta el felice y siempre augusto de nuestro Monarca D o n Felipe Q u a r t o ha cesado en t o d o y en parte la idolatría entre los indios, cuando después de quinientos años que se plantó la fe en España, regada con sangre de tan ilustres mártires, confirmada con la predicación de San Pablo y Santiago y con innumerables milagros, volvió a reverdecer la mala yerba, y extender sus raíces en la Francia», cit. en J. I. S A R A N Y A N A , Teología en América
Latina,
Madrid, 1999, p. 275. 438. ACOSTA, Procurando...,
II, 18: «Será de mucha importancia la voluntad religiosa u bien dispuesta del
gobernador o capitán, a fin de que reprima y castigue la excesiva insolencia de los suyos».
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número suficiente, de buenos religiosos a Indias. Consideran que la predicación nunca debe hacerse en oposición a la jurisdicción civil de los príncipes439.
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distinto de evangelización: los primeros «han de ser llamados a la salvación del Evangelio casi a la manera misma como lo fueron en otros tiempos griegos y romanos», sin pretender «someterlos a Cristo por la fuerza»; el segundo grupo debe hacerse contando con «una fuerza y autoridad de gobierno superiores», pero permitiendo el «libre uso de sus bienes y fortunas y de las leyes que no son contrarias a la naturaleza y al Evangelio», a los últimos debe dárseles «instrucción humana, para que aprendan a ser hombres, educarlos como a niños. Y si con halagos se dejan espontáneamente promocionar, tanto mejor; de no ser así, no se les ha de dejar a su suerte: si se resisten con terquedad a su propia regeneración y desvarían contra sus propios maestros y médicos, hay que obligarles por la fuerza y hacerles alguna conveniente presión para que no se pongan obstáculos al Evangelio, y hay que hacerles cumplir sus obligaciones; y convendrá hacerles fuerza para que se trasladen de la selva a la convi-
A.-El reconocimiento de la diversidad existente entre los indígenas. Muy pronto se dieron cuenta los misioneros de la gran diversidad que había entre los indígenas y de las profundas alteraciones que iba introduciendo el proceso colonizador. Este hecho dificultaba hablar «correcta y acertadamente sobre el ministerio de la salvación de los indios», porque obligaba a establecer numerosas diferencias. Acosta establece una triple división, «los que no se apartan gran cosa de la recta razón», los que sin haber conocido la escritura, tienen un régimen de gobierno, asentamientos frecuentes y fijos, jefes organizados y «un cierto esplendor de culto religioso» y «los hombres salvajes, semejantes a las bestias, que apenas tienen sentimientos humanos. Sin ley, sin rey, sin pactos, sin magistrados ni régimen de gobierno fijos». Y, para cada grupo un método
439. ACOSTA,Procurando..., II, I I, y VI, 24; H/'stor/a natural...,Vil,28. MOLINA,Relación de muchas cosas..., p. 76. FOCHER, Itinerario..., I, 6. Cfr. Carta de fray Pedro de GANTE al Emperador don Carlos, México, 15 de febrero de 1552, CARTAS de Indias, carta 18, vol. I, p. 92-102.
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vencía humana de la ciudad y entren, aunque sea un poco a regañadientes, en el reino de los cielos»440. Acosta y Focher, entre otros, consideran que, al no poder predicarse a todos los pueblos de la misma forma, es lícito que los misioneros vayan acompañados de una fuerza armada, no para atacar ni despojar a los indígenas, sino para protegerse, porque «no es prudente, con pretexto de mayor santidad, exponerse a riesgos de perder tu propia vida y en nada remediar la ajena». Si bien reconocen que, en gran parte, los misioneros corren peligro por el odio que se han ganado los españoles con sus comportamientos. Por el contrario, Las Casas nunca considerará lícita la predicación con escolta441. 440.ACOSTA, Procurando...,
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^.-Métodos para luchar contra la idolatría, que no sólo significa el culto a los dioses indígenas, sino todo lo que se relacionaba con la antigua religión. La destrucción violenta de los ídolos no es una solución real al problema, porque, aunque es lícito con los bautizados, no lo es con los no bautizados y, en cualquier caso, aleja del cristianismo en lugar de acercar: «arrancando los ídolos de manos de los indios contra su voluntad, se los clavan aún más en el alma». Hay que quitar los ídolos del corazón antes que de los altares442. Aun así, en términos generales se reconoce la conveniencia de perseguir violentamente la idolatría entre los indígenas bautizados, entre otras razones para que los castigos sirvan como ejem-
proemio y II, 12 y 16: «Quien busque no su propia gloria, sino la de Dios, no
llevará a mal el nuevo m é t o d o de evangelizar a un nuevo linaje de hombres. [ . . . ] . - Y mire con cuidado su deber para con sus compañeros de viaje por mar o por tierra para, en la medida de lo posible, conservarlos en la observancia de la vida cristiana, primero siendo amable con todos, haciendo con todos lo que sea para ganar a todos para C r i s t o ; siendo afable y condescendiente, vuestra conversación sea siempre agradable, con su pizca de sal, sabiendo cómo t r a t a r » . C f r . MENDIETA, Historia eclesiástica...,
I, 4.
4 4 1 . ACOSTA, Procurando...,
II, 8. FOCHER dedica t o d o el cap. 6 del primer libro de su Itinerario a de-
mostrar que, en ciertos casos, la violencia y la evangelización con protección armada son lícitas, argumentando que el bien menor debe sacrificarse siempre al mayor, que, en este caso, sería la predicación del evangelio y la salvación del indígena. 442.ACOSTA, Procurando..., V, 10. M O T O L I N Í A , Historia de los Indios..., I, 3 y 4.
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píos443. Del mismo modo, se insiste en la conveniencia de atraer primero a los jefes naturales, y en la inconveniencia de «recurrir entre estos bárbaros a razonamientos exquisitos y muy filosóficos». Por el contrario, se les deben proponer «razones breves, fáciles y que entren por los ojos», como los que se encuentran en las Escrituras, en Sabiduría, Isaías, Jeremías o Baruc, que rechazan «la vanidad de los ídolos con gran elocuencia y adaptándose perfectamente al modo de pensar de la gente vulgar». Aprovechando, sobre todo, que «entre casi todos los bárbaros es común reconocer a un Dios supremo de todas las cosas y sumo bien». Acosta considera también posible modificar el sentido de los ritos indígenas, pero Sahagún se manifiesta contrario a esta práctica por el riesgo que implica de favorecer la pervivencia oculta de ritos idolátricos. Sahagún propone, con la ayuda del po-
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der político, «borrar unas ceremonias con otras. El agua bendita, las imágenes, los rosarios, las cuentas benditas, los cirios y demás cosas que aprueba y utiliza frecuentemente la Santa Iglesia son recursos muy convenientes para los recién convertidos, y los sacerdotes tienen que convencerse de ello. [...] se conseguirá que, ocupados en ritos mejores y más decentes, dejen caer de sus manos y de su corazón las viejas supersticiones de su secta»444. G.-La legitimidad de un cierto grado de violencia. Los misioneros señalan, en términos generales, que es inconveniente y contraproducente recurrir a la violencia. Se dan cuenta de que nada se opone tanto a la recepción de la fe como todo lo que sea fuerza y violencia, insisten en que la fe arrancada a la fuerza no puede ser sino demoníaca y recuerdan que Cristo los envío como ovejas entre lobos™. Se dan cuenta de que la implan-
443.ACOSTA, Procurando..., V, I I : «Si son subditos de los príncipes cristianos y causan escándalo a los fieles, no hay que tener con ellos ninguna tolerancia. [...].- sobre todo cuando los ritos paganos y la idolatría hacen daño a los nuevos fieles». 444. ACOSTA, Procurando...,V, 10 y I I . 445. LAS CASAS, Historia..., I, 173: «Por manera, que a porradas habían de recebir la fe, aunque les pesase, como Mahoma introdujo en el mundo su secta, y también que aunque no quisiesen, habían de usar el comercio y trocar sus cosas por las ajenas, si no tenían necesidad dellas».
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tación inicial del cristianismo en América se ha visto dificultada por «la violencia y la excesiva permisividad para hacer daño», y por el hecho de que los indios no han «recibido el Evangelio con sinceridad y libertad, sino bajo coacción y fraude, puesto que se ha pretendido persuadir más con la espada que con la palabra, no con la inocencia y doctrina de los predicadores, sino con la crueldad y temor de los soldados». Esto ha provocado que los indios se endureciesen en su infidelidad, siendo en muchos casos su cristianismo un mero barniz defensivo. Aunque de esto tengan que dar cuenta los responsables446, 446.ACOSTA, Procurando...,
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ya no es posible volver atrás y la solución consiste en que los ministros del Evangelio prediquen con mansedumbre y dulzura. Aun así, creen que un cierto grado de violencia puede ser lícita y conveniente. Mendieta considera que mientras con los judíos y musulmanes sirve algún tipo de razonamiento447, los indígenas americanos requieren otro trato: «para con estos indios gentílicos, que además de la ignorancia del camino de la Verdad, están ocasionados y dispuestos para caer, así en las cosas de la fe como en la guarda de los mandamientos de Dios, de pura flaqueza, por ser la
I, 13.
447. «Para con los judíos, que son gente enseñada en la Escritura sagrada, y que no pecarán sino de pura malicia, basta que el predicador proponga la verdad de la palabra de Dios; y este es suficiente llamamiento para esta nación»; «para con los moros, que podían pecar de alguna ignorancia (aunque crasa) de la verdad de la ley de la Escritura (por estar sus entendimientos pervertidos con los ciegos errores de su falso profeta Mahoma), era menester que sus predicadores y ministros no solamente les propusiesen la palabra de la verdad cristiana, mas también los metiesen en el camino de la guarda de ella, comprobando su predicación con el ejemplo de la buena vida y buenas obras, y mostrándoles el puro celo que les movía de la salvación de sus almas, sin temporal interese, y confirmándose el amor y caridad que pregona la ley de Cristo, con los favores de su rey y señores t e m porales, y con el buen tratamiento y hermandad de los otros cristianos viejos: que toda esta ayuda era menester para traer y poner en razón a gente tan persuadida de su sensual y atractiva secta; y por tanto se dice en la parábola que a los segundos que fueron llamados mandó Dios a su siervo que los metiese dentro como de la mano.Y faltando esto, como por ventura ha faltado, no sé yo si se quejarán ante el juicio de Dios, alegando que no fueron suficientemente ayudados, ni se les dio doctrina bastante, ni ejemplo que la comprobase». MENDIETA, Historia eclesiástica...,
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I, 4.
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gente más débil que se ha visto, no bastará la simple predicación del Evangelio, ni la comprobación de la doctrina por el buen ejemplo de los ministros, ni el buen tratamiento de parte de los españoles, si juntamente con el amor de sus padres espirituales, y el celo que en ellos vieron de su salvación, no tuvieren también entendido que los han de temer y tener respeto, como hijos a sus padres, y como los niños que se enseñan en la escuela a sus maestros. Porque pensar que por otra vía han de ser encaminados en las cosas de la fe cristiana, y hacerles en ellos el fruto que se debe pretender, es excusado. Y por tanto, de estos dijo Dios a su siervo: compélelos a que entren, no violentados ni de los cabellos con aspereza y malos tratamientos (como algunos lo hacen, que es escandalizarlos y perderlos del todo), sino guiándolos con autoridad y poder de padres que tienen facultad para ir a la mano a sus hijos en lo malo y dañoso, y para apremiaros a lo bueno y provechoso; mayormente a lo que son
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obligados y les conviene para su salvación»448. Esta es la misma idea que mantienen Acosta y Sahagún. El primero, al tiempo que afirma su esperanza en el perfeccionamiento indígena, ejemplifica con los Proverbios ese tipo de educación afectuosa y rígida que dice convenirles a los indígenas449. Afirma la necesidad de enseñarles y meterles miedo, como a niños. La sabiduría celestial, escribe, «nos ha enseñado los dos medios principales con que puso freno a aquel pueblo de dura cerviz: el trabajo y el temor». Es decir, hay que educarlos manteniéndolos alejados de la ociosidad y el desenfreno de las pasiones «mediante una saludables carga de ocupaciones continuas y queden refrenados en el cumplimiento del deber infundiéndoles temor»450. Sahagún, como ponen de manifiesto sus elogios a los métodos educativos prehispánicos, viene a defender lo mismo. El planteamiento se resume en la necesidad de atraer a los indígenas como si
448. MENDIETA, Historia eclesiástica..., 1,4. 449. El III Concilio Limese, IV, 8, coincide plenamente con Acosta. 450. ACOSTA, Procurando..., 1,7, yV, 10.
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fueran niños, pero sin justificar en modo alguno que, con pretexto de extender la religión cristiana, se maltrate o explote al indígena, haciendo enemigos a los que iban tranquilamente por su camino. Porque, «si hay que abrir la puerta de la fe con la espada de la injusticia habrá más bien que pensar que le está cerrada». La infidelidad nunca sería causa justa de guerra, porque sólo Dios es juez y vengador de ella. Frente a los que consideran la conveniencia de salvarlos acudiendo a medios violentos, se recuerda a San Pablo: ¿ Qué me toca a mí juzgar a los que son de fuera? ¿Acaso no los juzgará Dios?m. Manifestando idéntica preocupación por los resultados que pueda provocar el recurso a castigos violentos, Jerónimo Oré, Symbolo Catbolico Indiano, al tratar de cómo se debe hacer la doctrina, modera la práctica establecida por el III Concilio límense, de penitencias públicas para los que no la saben, cuando se trata de caciques, alcaldes, principales indígenas, sus mujeres, o niños, y
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sugiere que prevalezca «el gusto más que la fuerza de obligación por el temor y castigo». Para eso propone impulsar el canto religioso y la música instrumental indígena. 7.-La primacía del esfuerzo dirigido a los gobernantes indígenas y caciques. Considerando las estructuras políticas de los pueblos indígenas, en las que «causa asombro, y con razón, que haya habido tan inmensa autoridad de los reyes entre sus subditos», insisten en la conveniencia de ganarse primero a los principales y caciques para, de este modo atraer al conjunto del pueblo. La preocupación por el establecimiento de escuelas para hijos de caciques es casi unánime, como lo es la valoración critica que hacen de la muerte de Atahualpa452. %.-La afirmación, explícita o no, de la simplicidad racional del indígena. Si los testimonios directos de esta afirmación no son escasos, más significativos son los indirectos, que giran esencialmente
451.ACOSTA, Procurando..., II, I y 2, y IV, 19 y 20. 452.ACOSTA, Procurando..., II, 18, y V, 10. Múltiples testimonios demuestran esta preferencia por evangelizar previamente a los señores indígenas; por ejemplo el indirecto de MURÚA, Historia general del Perú 1,75.
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en torno a la condición de niños que se afirma para los indios. Es significativo que se afirma la innecesariedad de milagros y sutiles razonamientos, que fueron útiles a los apóstoles, que se enfrentaban a griegos y judíos, unos y otros eran hombres de razón, que los odiaban por causa de Cristo. A los que ahora se anuncia la fe «son inferiores en todo: en razón, en cultura y en poder; y los que la anuncian son superiores y aventajan a los antiguos por la antigüedad de su religión, por su número, ingenio, erudición y demás medios de persuasión». Incluso llega a afirmarse la facilidad para el aprendizaje de sus lenguas, frente a la complicación que implican el latín y el griego. Comparaciones semejantes se realizan entre indígenas americanos y judíos o musulmanes4". Así, para demostrar la falsedad de la idolatría «nuestros catequistas no necesitan recurrir entre estos bárbaros a razona-
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mientos exquisitos y muy filosóficos: [...] Les propondrán razones breves, fáciles y que entren por los ojos», que muestres demostrar los engaños y fraudes, ignorancia y necedad de sus hechiceros''54. Con independencia de los motivos políticos que pudiera haber detrás de esta afirmación, hay que tener presente que no se trata de una simplicidad vinculada a algún tipo de inferioridad racial, sino al hecho de ser «gente nueva en las cosas de Dios»455. Hay que recordar la insistencia clara en la capacidad para mejorar en costumbres y en cultura, defendida con ahínco por Acosta y otros misioneros, insistiendo en la importancia de la educación y llegando a afirmar que los españoles serían igual a ellos si hubiesen recibido la misma educación. Las Casas habla de las barbaridades propias de todo pueblo cuando carece de la luz del cristianismo.
453. MENDIETA, Historia eclesiástica..., I, 4.ACOSTA, Procurando..., II, 8 y 9, y I, 4, donde escribe: «Para nosotros la mayor dificultad es la excesiva estupidez e ignorancia de los bárbaros; a los Apóstoles, por el contrario, nada les estorbó tanto como aquella sabiduría hinchada y poderosa de los judíos, de los griegos y sobre todo de los romanos». 454.ACOSTA, Procurando..., II, 18, y V, 10. El TERCERO catecismo..., pp. 625-27, dada la condición de los indígenas propone un método basado en la enseñanza de lo esencial, de forma repetitiva y sencilla. 455. TERCERO catecismo..., p. 630.
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9.-La necesidad de un cierto grado de desconfianza hacia el indígena. No es conveniente fiarse de las primeras manifestaciones de los bárbaros en defensa de su conversión al cristianismo, hay que tener en cuenta lo que puede haber en ellas de miedo y pensar, sobre todo, que la evangelización ha de medirse por la sinceridad de las conversiones y no por su número'56. \Q.-La importancia de áertos medios: el uso de las lenguas indígenas, los ni456. ACOSTA, Procurando...,
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ños, los laicos, la escuela. El deseo de superar las dificultades emanadas de la diferencia y diversidad lingüística lleva a insistir en la obligación del misionero de aprender, por lo menos, la lengua principal del territorio donde trabaja457. Del mismo modo, creen aconsejable la enseñanza de las lenguas indígenas más extendidas, náhuatl, quechua, aimara, etc., a los pueblos de lengua distinta458, e, incluso, la enseñanza del castellano, pero como procedimiento secundario, por-
II, 18.
457. Un buen ejemplo de las dificultades provocadas por la diversidad lingüística nos lo aporta MENDIETA, Historia eclesiástica...,
III, 16.
458. Es significativo el reproche de A C O S T A (Procurando...,
I, 9): «Y si el Príncipe Cristiano hubiese he-
cho por amor a C r i s t o lo que hizo en su imperio el bárbaro Guainacapa, que todos hablasen una sola lengua o al menos que hubiese una sola lengua oficial en todas partes, hubiera prestado, sin duda un inmenso servicio a la predicación del Evangelio. Pero donde esto sea menos factible queda el remedio de que el amor ardiente en Cristo complete con habilidad y esfuerzo lo que falta a la naturaleza». RICARD, La conquista espiritual...,
ob. cit., pp. 123-24, ha recogido algunas referencias a este
esfuerzo: El 4 de mayo de 1559 escribía fray Rodrigo de la C R U Z , ofm., a Carlos V: «A mé paréceme que V.M. debe mandar que todos deprendan la lengua mexicana, porque ya no hay pueblo que no hay muchos indios que no la sepan y la deprendan sin ningún trabajo, sino de uno y muy muchos se confiesan en ella. Es lengua elegantísima, tanto como cuantas hay en el mundo y hay arte hecha y vocabularios y muchas cosas de la Sagrada Escriptura vueltas en ella y muchos sermonarios y hay frailes muy grandes lenguas»; en la misma línea incide el virrey Luis de VELASCO a Felipe II, el 30-IX1558; pese a que no fue posible su total generalización ni su uso para cualquier acción misionera, Felipe II la t e r m i n ó nombrando «lengua general de los indios», en la Real Cédula de 19-IX-1580, donde afirma: «La inteligencia de la lengua general de los indios es el medio más necesario para la explicación y enseñanza de la doctrina cristiana y que los curas y sacerdotes les administren los sacramentos», y «rogaba y encargaba» a los prelados «que no ordenen de sacerdotes ni den licencia para ello a ningún clérigo o religiosos que no sepa la lengua general de los indios de su provincia». La misma preocupación manifiesta el Sínodo de Q u i t o de 1594.
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que la obligación es del evangelizador, tanto por justicia, siendo uno frente a muchos, como por la conveniencia de ganarse a sus oyentes y conocerlos. La corona era la más interesada en la difusión del castellano, mientras que los evangelizadores creyeron que la dificultad del castellano no podría ser asimilada por los indígenas adultos y que los religiosos eran muy pocos para, además de sus otras actividades, dedicarse a la enseñanza del español4". Tienen igualmente presente la dificultad que implicaba el hecho de que las lenguas indígenas carecieran de términos adecuados para declarar los misterios principales de la fe cristiana. Aun
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así, la mayoría se inclina por la adaptación, en la medida de lo posible, de palabras indígenas460. Bartolomé Álvarez quizás sea el principal representante de la postura contraria, para él las lenguas indígenas no sirven en modo alguno para la evangelización. -Había que traducir a las lenguas indígenas conceptos completamente ajenos a ellas y para las cuales no era fácil hallar expresión. O se usaban expresiones castellanas, con el peligro de que la religión siempre pareciese extranjera, o expresiones indígenas, con la posibilidad de que quedasen en ellas elementos prehispánicos que condujesen a interpretaciones heterodoxas461.
459. RICARD, La conquista espiritual..., pp. 125-26. /// Concilio límense, II, 2, donde establece que los indígenas sean adoctrinados en su lengua. Francesco Leonardo LISI considera que con este artículo el Concilio se pone decididamente de parte de la corriente que, contra las aspiraciones del Consejo de Indias, sostiene la necesidad de conservar las lenguas indígenas, aun en contra de la difusión del castellano (El III Concilio límense y la aculturación de los indígenas sudamericanos, Salamanca, 1990, p. 243). 460.ACOSTA, Procurando..., I, 2. Con respecto a la obra de Sahagún puede consultarse A. ZABALLA, Transculturacíón y misión..., pp. 93-96. 461. Son múltiples las actitudes y disposiciones que quedan explicadas por la preocupación por la heterodoxia: las dificultades para publicar o distribuir diversas obras (las de Sahagún, Motolinía y Arnaldo de Basaccio, ia Relación de Michoacán, etc.), algunas decisiones de los concilios mexicanos (ordenar en I55S la recogida de todos los sermonarios en lenguas indígenas y, en 1565, prohibir que andarán en manos de indígenas textos de las Sagradas Escrituras y cualquier otra lectura que no fuera el catecismo traducido por los religiosos y aprobado por los obispos); etc. RICARD, Lo conquista espiritual..., ob. cit., pp. 129-35.
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Un acercamiento que tuvo bastante éxito en este primer encuentro del fraile con los pueblos indígenas fue el de las escuelas para hijos de la nobleza. Un eficaz apoyo a la evangelización, donde confluía la acción educativa franciscana, acostumbrada a recibir y hospedar hijos de nobles en sus conventos, y el calmecac. Apoyándose en esta institución indígena, nadie vio nada objetable es separar a los hijos de los padres y educarlos en beneficio de la república y la nueva religión, como hacían los mexicas.
462. MENDIETA, Historia eclesiástica...,
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No vieron nada objetable aunque SÍ dieron perfecta cuenta de la oposición indígena al sistema462. En los primeros momentos, la escasez de misioneros impuso la costumbre de descargar parte de la labor apostólica en personas seglares, que incluso regentaron doctrinas y percibieron el salario correspondiente463. La jerarquía siempre temió que este sistema condujera a la propagación de algún error y que, siendo para estos doctrineros la enseñanza un modo de vivir, difundieran una ima-
III, 13 y 15. Cfr. Carta de fray Martín de VALENCIA, y de otros
franciscanos, a Carlos V, 17-XI-1532, CARTAS de Indias, carta 9, vol. I, p. 54-61. En este sentido, aunque se está refiriendo a los problemas vinculados al bautismo, el argumento de FOCHER
(Itinerario,
I, 7) es muy claro: «El príncipe cristiano que tiene dominio sobre los paganos, cuando éstos pretenden educar a sus hijos menores de espaldas al conocimiento del verdadero Dios puede, es más, debe rescatarlos del poder de sus padres infieles, procurando que después sean educados cristianamente. Con esto provee a la conservación del dominio del supremo Señor, de Dios, cuya potestad sobre aquellos es superior a la de los mismos padres. En verdad son estos niños más propiedad de Dios, de quien recibieron el cuerpo y el alma, que de sus padres, de quienes solamente les viene el cuerpo. N o es injusto, por lo mismo, rescatarlos del poder de éstos y consagrarlos a Dios. Pues si, al decir de Silvestre ubi sipra, hay obligación de arrebatar aún violentamente de las manos del padre al hijo a quien aquél pretendiera dar muerte, ¡cuánto más urgirá esta obligación si intentara darle muerte en su alma, siendo ésta mucho más digna que el cuerpo? Tal hace el padre que educa a su hijo dedicándolo a la adoración del demonio». 463 . Los testimonios de este interés son muy numerosos: el I Concilio Mexicano (1555) estableció que en los pueblos donde no hubiera ministros dos o tres indios de confianza se encargasen de cantar la doctrina; el I Sínodo de Q u i t o 1570 insistió en la conveniencia de que los sacerdotes contasen con la ayuda de catequistas indios; Jerónimo de Loaysa insistió en la necesidad de enseñar con más esmero a los niños para que ayudasen a los misioneros; de la misma forma actúa el Francisco Pareja, ofm.
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gen comercial e interesada del Evangelio, y los sucesivos concilios legislaron con la intención de suprimirlos. El instrumento más útil en la primera evangelización, y el que recibe los mayores elogios por parte de los misioneros, son los niños, porque «esta conversión quiso Dios que fuese por medio de niños, conforme al talento de los que se habían de convertir»464. Estos niños recibirían una instrucción religiosa apartada y más intensa que la de los adultos. Excluidos del trabajo cotidiano podían ser adoctrinados diariamente. Circunstancias de orden social aconsejaron prestar una mayor atención a los hijos de los caciques e indios principales. Su conversión y ejemplo podrían arrastrar poderosamente a los naturales de clases más bajas. Una real cédula de 1535 manda fundar en el perú una casa para instruir a los hijos de los caciques y demás
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indios principales. Pronto estos niños se convirtieron en auxiliares de los frailes: «descubrían a los frailes los ritos e idolatrías, y muchos secretos de las ceremonias de sus padres; lo cual era muy gran materia para confundir y predicar sus errores y ceguedad en que estaban»465. 11.-La enseñanza básica466. Al tiempo que se enseñan algunas oraciones, se desarrolla la explicación de la doctrina, frecuentemente en forma narrativa. Pero, antes de introducir el contenido de la predicación, es esencial ganarse la benevolencia del oyente. Los misioneros deben comenzar marcando una distancia entre ellos mismos y los conquistadores, insistiendo, cuando sea preciso, en que éstos no son dioses, sino hombres iguales a los indígenas. Se presentan como mensajeros, desinteresados, de Dios y del Papa, puesto por Dios, con la misión de traerles la verdad y la
464. MENDIETA, Historia eclesiástica..., III, pról. 465. MOTOLINÍA, Historia de los indios..., I, 2.TORQUEMADA, Monarquía..., XV, 14, 15, 18 y 19. F. MATEOS, "Primera carta anua de los jesuítas del Perú, 1568. P. Diego de Bracamonte a San Francisco de Borja, Lima 21 de enero de 1569", Missionalia Hispánica, 3 (1946) pp. 383-400. 466. Entre otros textos, este análisis tiene en cuenta: MENDIETA, Historia eclesiástica..., III, 13 y 15; ACOSTA, Procurando..., V, 10; SAHAGÚN, Coloquios y Doctrina...; FOCHER, Itinerañum..., parte 2.'. Tercer Concilio Límense, ed. EnriqueT. Bartra, Lima, 1982. III catecismo del Concilio Provincial de Lima; Jerónimo ORÉ, Symbolo...; OLMOS, Tratado...;TORQUEMADA, Monarquía..., XV, I I
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salvación, para lo cual han sufrido las grandes penalidades del viaje. Dicen, por ejemplo, a los principales mexicanos: «ante todas cosas os rogamos que no os turbéis y espantéis de nosotros, ni penséis que somos más que hombres mortales y pasibles como vosotros; no somos dioses ni hemos descendido del cielo, en la tierra somos nacidos y criados, comemos y bebemos y somos pasibles y mortales como vosotros; no somos más que mensajeros enviados a esta tierra; traemos os una gran embajada de aquel gran señor que tiene jurisdicción espiritual sobre todos cuantos viven en el mundo, el cual se llama Santo Padre, el cual está congojado y cuidadoso por la salud de vuestras almas... diónos su poder y autoridad, y también traemos la Sagrada Escritura donde están escripias las palabras del solo verdadero Dios, señor del cielo y de la tierra, que da vida a todas las cosas, al cual nunca habéis conocido... Esta y ninguna otra es la causa de nuestra venida... El gran Señor que nos envió no quiere oro, ni plata, ni piedras preciosas: solamente quiere y desea vuestra salvación». De igual forma se expresa el ca-
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tecismo de fray Pedro de Córdoba, donde la introducción presenta a los misioneros como enviados de Dios. La primera afirmación de los predicadores es el monoteísmo. De la misma forma que lo defendían Oré o Acosta, algunos catecismos intentan aprovechar las creencias y las formas de expresión indígenas para fortalecer esta idea. Por ejemplo, Domingo de Vico, al hablar de Dios se refiere a él como nuestro creador -nuestra madre, nuestro padre -el comienzo de los días- y la fuente de
la vida. El segundo paso consiste en oponer este Dios, único y bueno, a los dioses antiguos, eran malos y enemigos que engañaban a los hombres, y a todas las formas de idolatría. «Conviene mostrarles, dice Acosta, después con detalle y con toda claridad la gran diferencia que separa a Dios y sus ministros, los santos ángeles, de la turba abominable de los demonios, enemiga implacable de los hombres, para que los indios desprecien a todos sus ídolos como cosas sin sentido e inútiles, o incluso odien y detesten las maldades que hayan aprendido por astucia de los demonios». La
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comparación se realiza en dos niveles: el Dios vivo frente a las estatuas de piedra y de madera, sucias y negras y hediondas, que tienen por dioses, que son inferiores a los hombres («eres mejor y de más estima que el sol, porque tienes alma y sientes y hablas y conoces a Dios; el sol no siente ni habla ni conoce»), y la maldad de éstos dioses indígenas, a los que lógicamente se identifican con el diablo y sus servidores467, engañadores y burladores, que demandan la sangre de sus fieles. Por el contrario, el verdadero Dios es de otra condición: «No es engañador ni mentiroso, no aborrece ni desprecia a nadie, ninguna cosa mala hay en él; en gran manera aborrece todo lo malo y veda y prohibe porque él es perfectamente bueno, es abismo de todos los bienes, es sumamente amoroso, piadoso, misericordioso; en lo que más claramente se muestra su infinita misericordia es haberse hecho hombre acá en este mundo, semejante a nosotros,
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humilde y pobre como nosotros, y murió por nosotros, derramó su sangre por nuestra redención para librarnos del poder de los demonios, nuestros enemigos crueles y malvados, que son esos que tenéis por dioses». Es decir, se contrapone un Dios bueno, enemigo de los sacrificios cruentos, a otros que, por su maldad, ordenan a sus fieles sacrificar hombres y derramar su propia sangre. Además, mientras los hechiceros sólo enseñan sus doctrinas «para sólo comer y beber», la maldad de los dioses indígenas es conocida por sus fieles. No obstante, observan los misioneros, «cuando estáis afligidos y angustiados con impaciencia los llamáis de putos y bellacos, engañadores y viejas arrugadas». El tercer momento de la predicación es la afirmación de la existencia del cielo, lugar de gloria y bienaventuranza, y el infierno, como premio o castigo para los hombres. Este argumento, al tiempo que abre el grave problema de la ruptu-
467. «Estos ángeles malos, que son los demonios, son los que os han engañado y os han hecho entender que eran dioses, y hacían que los adorarais y les hicierais cues y teucales y templos.Y aún hacían que la honra que debéis dar a Dios verdadero se la dieseis a ellos, para que por esto vosotros pecaseis más gravemente contra Dios y fueseis más cruelmente atormentados con ellos en el infierno.Y porque os querían mal y se holgaban de vuestros males...», Pedro de CÓRDOVA, op, Doctrina cristiana para instrucción de los indios, (1544 y 1548).
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ra con los antepasados, planteado en el capítulo segundo, permite explicar la venida de los españoles y la bondad del Dios hecho hombre, fundamento de una piedad cristocéntrica y mariana que los misioneros intentan difundir. Es necesario que los indígenas comprendan que la imagen del crucificado es la imagen de Dios, «no en cuanto Dios que no se puede pintar porque es puro espíritu, sino en cuanto hombre que se quiso hacer por redimir a los hombres», y, al tiempo, que «cuando nosotros adoramos la Cruz, no adoramos el madero, porque aquel madero no siente ni entiende la reverencia que le hacemos»468. Procuran, al mismo tiempo, distinguir el culto cristiano de las imágenes, de la adoración que hacen los indígenas de sus ídolos. Explican las oraciones básicas y promueven distintas devociones: a la santa cruz, a los santos, al rosario, etc., que impulsaron una piedad popular que fue sustituyendo a la religiosidad indígena. Junto a la imagen de Cristo, se insiste en María abogada y medianera.
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Para hacer posible esta pretensión es necesario sustituir todos los mitos creacionistas indígenas por la visión cristiana, insistiendo en la caída de los ángeles, que se aprovecha para recordar que dios no quiere gente forzada en su servicio y que todos los dioses de los gentiles son demonios, responsables de la opresión indígena; la inmortalidad del alma humana y el libre albedrío, para destacar la dignidad del indígena, la idea de que Dios creó todo y, sobre todo, nos creo a todos. Sobre esta base se intenta difundir la moral cristiana, insistiendo en valores como la virginidad, la sobriedad, el amor al próximo y la paciencia, al tiempo que se denuncian los principales pecados que observan en los indígenas: la idolatría y toda superstición, la mentira, los pecados de la carne y la embriaguez. Se afirma la igualdad de todos ante estas obligaciones: «aunque sea obispo, si no hace bien a su prójimo, sino antes más, hiriéndole y robándole, no es buen cristiano ni discípulo, ni amigo de Jesu-
468. Cfr. Juan de ZUMÁRRAGA, Suplemento del catecismo o enseñamiento del cristiano (1546). Hay que tener presente que sólo en muy raras ocasiones los misioneros rompen con la pretensión de que los idólatras identifican al ídolo con el dios que representa.
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cristo». Se pone la justicia de Dios por encima de naciones y religiones: «y si os veis perseguidos y acosados de muchos malos hombres, alzad vuestros ojos al cielo, que allí está qis os vengará y volverá por vosotros, y aunque ahora disimula a veces, a su tiempo él hará un castigo que tiemble el mundo». EL ÉXITO DÉLA EVANGELIZACIÓN Frente a los que ponen en duda el éxito de la evangelización, Motolinía -al tiempo que les acusa de dudarlo por no conocer a los indígenas, es decir, invoca como argumento su propia experiencia469- es el primero que afirma el éxito absoluto de la labor misionera:
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«está esta tierra, escribe, en tanta serenidad y paz, como si nunca en ella se hubiera invocado el demonio»470. Su optimismo queda perfectamente reflejado al hablar de los inicios de la predicación: «...y lo primero que fue menester decirles, fue darles a entender quién era Dios, uno, todopoderoso, sin principio ni fin, criador de todas las cosas, cuyo saber no tiene fin, suma bondad, el cual crió todas hs cosas visibles e invisibles, y las conserva y da ser, y tras esto lo que más les pareció que convenía decirlos por entonces; y luego, junto con esto, fue menester darles también a entender quién era Santa María [...] Ya esto declarado, y la inmortalidad del ánima dábaseles a entender quién era el demonio
469. «Maravíllanse algunos españoles y son muy incrédulos en creer el aprovechamiento de los indios, en especial los que no salen de los pueblos en que residen españoles, o algunos recién venidos de España; y como no lo han visto, piensan que debe ser fingido lo que de los indios se dice, y la penitencia que hacen.Y también se maravillan que de lejos se vengan a bautizar, casar y confesar, y en las fiestas a oír misa; pero vistas estas cosas es muy de notar la fe de estos tan nuevos cristianos.Y ¿por qué no dará Dios a éstos que a su imagen f o r m ó , su gracia y gloria, disponiéndose tan bien como nosotros!». M O T O L I N Í A , Historia de los indios..., 470. M O T O L I N Í A , Historia de los indios...,
I, 14
I, 12. Sobre la idolatría escribe: «...ya que en algún pueblo ha-
ya algún ídolo, o esta p o d r i d o o tan olvidado o tan secreto, que en pueblo de diez mil ánimas no lo saben cinco, y tiénenlos en lo que ellos son, que es tenerlos por piedras o por maderos. [...] que traen para desasosegar y desfavorecer a estos pobres indios, que tienen los ídolos tan olvidados como si hubiera cien años que hubieran pasado» (Historia de los indios..., 11,8).
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en quien ellos creían, y cómo los traía engañador [...]». Casi de forma milagrosa, al oír esta predicación muchos «comenzaron a venir al bautismo y a buscar el reino de Dios»471. Al analizar los primeros años de predicación evangélica en México, con Motolinía coincide plenamente Mendieta, que escribe: «a la conversión y baptismo de esta Nueva España, tanto por tanto comparando los tiempos, pienso que ninguno le ha llegado desde el principio de la primitiva Iglesia hasta este tiempo que nosotros estamos. Por todo sea alabado y bendito el nombre de Nuestro Señor»472. Aun así, considera que no puede terminar su historia con un canto de alabanza, como hizo su hermano de religión. Reconoce el éxito inicial, pero, en una época de institucionalización de la Iglesia y, por tanto, de reducción de la libertad de los regulares,
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ve en peligro la obra comenzada. De todas formas, escribe: «el pueblo indiano puede usurpar el nombre de pueblo de Israel (no por fundarme en la opinión de los que tuvieron o tienen ser la descendencia de estos indios de los hebreos, como tan incierta, según quedó indecisa en el capítulo treinta y dos del segundo libro de esta Historia), sino por el significado de este nombre Israel, que no obstante por los modernos se interprete pravalens Deo, que quiere decir, el que venció a Dios (o pudo más que Dios), y es apropiado a Jacob, que luchando toda una noche con el ángel de Dios, pudo más que él, S. Gerónimo, glorioso doctor, lo interpreta, cernens Deum, el que ve a Dios como el mismo Jacob dijo después de la lucha: vi al Señor cara a cara. Y aunque de estos indios no se pueda decir que lo vieron así, viéronlo empero y conociéronlo por fe cuando oyeron su santo Evangelio y lo recibieron y lo confesaron por su Dios y Señor, y él los recibió y adoptó por sus hijos y de su Iglesia, y como a nueva planta suya y viña escogida los proveyó de obreros y ministros santos y apostólicos
471. MOTOLINÍA, Historia de los indios..., I, 4 472. MENDIETA, Historia eclesiástica..., III, 38. «Quien estas cosas mirase con ojos claros de la fe, con celo y amor de ella, y con pecho cristiano las considerare, verá como a la letra se cumplió el santo Evangelio en estos indios, que con ser débiles y cojos y desechados, los compele Dios a entrar en su cena, que para los escogidos tiene aparejada, dejando fuera de ella a muchos de los que habían sido convidados, porque excusándose con el cuidado y cobdicia de las cosas de la tierra, se hicieron indignos» (Historia eclesiástica..., III, 35). Cfr.TORQUEMADA, Monarquía..., XV, 45 y 46.
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sus espíritus, al decirles que la imagen de Nuestra Señora hacía milagros». Del mismo modo, al tiempo que los religiosos casi no participan en el fomento del culto guadalupano, fray Maturino Gilberti, en su catecismo tarasco, señala que «no se adora ninguna imagen aunque sea el crucifijo o Santa María o los santos, porque solamente se traiga a la memoria la gran misericordia de Dios... y aunque delante del Crucifixo, de rodillas se adora, no empero se adora el Crucifixo porque solamente es hecho de palo, pero a Dios mismo nuestro Señor que está en el cielo»474. Varios son también los defensores del fracaso de la evangelización. Junto a pesimismo absoluto de Las Casas, que culpa de ello a los pecados de los hombres y espera el castigo divino, encontramos el pesimismo antiindígena de Bartolomé Álvarez, que responsabiliza a la política permisiva para con el indígena y a la pretensión de no hispanizarlo plenamente, o al pesimismo coyun-
varones, por cuyo medio sacó esta su viña del poder del Faraón (que es el demonio) y de la servidumbre de Egipto (que eran sus idolátricos ritos y abominables sacrificios de humana sangre), y plantóla en tierra de promisión (que es en su Iglesia, donde se promete el reino de los cielos a los que le sirven), desterrando y echando de todos sus términos y derredores a los neveos jebuseos, gergezeos, eteos, amorreos, cananeos y ferezeos (que fueron la multitud y gentío de ídolos y espíritus infernales que de antes eran señores de esta tierra y moradores de ella, y los traían ocupados en su endiablado servicio)»473.
Otros análisis no fueron tan optimistas: Alonso de Molina, con la intención de combatir a los que dicen, falsamente, haberse convertido, insiste en su Doctrina en el Dios que todo lo ve y todo lo sabe. Fray Francisco de Bustamante se manifestó contrario al culto guadalupano, temiendo que hubiera sido en vano «haber hecho a los indios comprender que las imágenes no deben ser adoradas, porque son de madera o de piedra, y ahora trae la confusión a
473. MENDIETA, Historia eclesiástica..., IV, 46. REMESAL manifiesta un optimismo semejante: «...la fe de Jesucristo Nuestro Señor tan dilatada en las Indias y tanta infinidad de almas en tan breve tiempo la han recibido» (Historia general..., IV, 2). 474. RICARD, La conquista espiritual..., ob. cit., pp. 191-92, 195 y 297-300. Cfr. SAHAGÚN, Historia general..., XI, 12, nota.
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tural de fray Bernardino de Sahagún, que se desarrolla en una situación de crisis tras la gran expansión misionera protagonizada por la generación de Motolinía y que pretende recuperar aquel espíritu y mantener la influencia de los frailes475. Hablando de México, lamenta que «en lo que toca a la fe católica tiene muy flacas raíces, y con muchos trabajos se hace muy poco fruto, y con poca ocasión se seca lo plantado y cultivado». Por esto, teme que poco tiempo pueda perseverar en estas partes, «porque la gente se va acabando con gran prisa, no tanto por los malos tratamientos que se les hacen, como por las pestilencias que Dios les envía»476. Con estos temores, realiza un detenido análisis de los frutos de la evangelización. Propone una serie de reformas para recuperar el espíritu inicial de la evangelización y defiende el papel de
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América como zona de paso para la cristianización de China477. Su experiencia le ha llevado a convencerse, entre otras cosas, como la falta de condiciones para el sacerdocio de los indígenas, de que en los tiempos prehispánicos los indígenas «tenían el negocio de su regimiento conforme a la necesidad de la gente». De este modo, educaban a los muchachos con gran rigor y en escuelas lejos de sus padres, tenían graves castigos para los que no eran obedientes y reverentes a los maestros, los ocupaban en muchos ejercicios y los criaban en gran austeridad. Tanto los que vivían en los templos como los guerreros tenían tantos trabajos que no se acordaban de cosas sensuales. Esta manera de gobernar le parece a Sahagún muy conforme a la filosofía natural y moral, para evitar las tendencias al vicio y la ociosidad, contra lo
475. SAHAGÚN, Historia general..., X, 27. 476. SAHAGÚN, Historia general..., XI, 12. 477. «Paréceme que ya nuestro señor Dios abre camino para que la fe católica entre en los reinos de la China, donde hay gente habilísima, de gran pulicia y de gran saber. Como la iglesia entre en aquellos reinos y se plante en ellos la fe católica, creo dudará por muchos años en aquella mansión, porque por las islas y por esta Nueva España y el Perón no ha hecho más de pasar de camino, y aun hacer camino para poder conversal con aquellas gentes de las partes de la China», SAHAGÚN, Historia general..., XI, 12, nota.
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cual el mejor remedio es el rigor, la austeridad y las continuas ocupaciones en cosas provechosas. Esta situación fue trastocada por los españoles, que «derrocaron y echaron por tierra todas las costumbres y maneras de regir que tenían estos naturales, y quisieron reducirlos a las maneras de vivir de España, ansí en las cosas divinas como en las humanas». Vista la infiltración de la idolatría en todas partes, fue necesario destruirlo casi todo, pero «viendo agora que esta manera de policía cría gente muy viciosa, de muy malas inclinaciones y muy malas obras», haciéndoles odiosos, peligrosos a los hombres y de vida enfermiza y breve, es necesario poner remedio a esta situación, pues es gran vergüenza que «los indios naturales, cuerdos y sabios, antiguos», dieran un mejor remedio a los daños que esta tierra imprime que el que nosotros damos. Las reformas que apunta Sahagún pasan por una lucha contra la borrachera, que genera violencia, vicio, muertes y enfermedades, mermando la república e incapacitando al indígena para el sacerdocio. Contra esto, reconociendo, que los vicios y de-
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fectos, cuyo origen achaca a la naturaleza americana, afectan por igual a indios y a españoles, elogia el rigor antiguo en castigar, que, junto con otras costumbres, tales como las enseñanza en manos de la república, debería restablecerse. Pero, en su obra se observa, sobre todo, el interés por afirmar el predominio evangelizador de los frailes. Aunque hubo múltiples dificultades desde el principio -recuerda, por ejemplo, los conflictos en torno a la administración de los sacramentos-, la evangelización comenzó bien. Se contó con la ayuda de los indios lenguas y de los niños indígenas, que, pese a la oposición de muchos, fueron instruidos por los frailes, incluso enseñándoles latín, y se convirtieron así en auxiliares valiosísimos para la persecución de la idolatría, llegando incluso al martirio. Pero, diversos factores favorecieron el desarrollo progresivo de la crisis. Se relajaron las costumbres en las escuelas conventuales, a medida que los indígenas iban ganado en libertad y comodidad y el rigor de los frailes se relajaba. Muchos se dejaron engañar por los indígenas, creyendo en su repentina y ca-
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si perfecta conversión. Los indígenas, perdido el temor inicial, desarrollaron sistemas defensivos contra los que delataban a los idólatras. La ignorancia por parte de los españoles de las tradiciones indígenas favorecía las prácticas idolátricas camufladas. Entre los seglares y los religiosos seculares nadie manifestaba la preocupación mostrada por el virrey don Antonio de Mendoza.
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pública; mas antes han ayudado y ayudan en muchas cosas a la plantación y sustentación de nuestra santa fe católica». Buena parte de la solución pasa por recuperar estos proyectos: «si hubiera tenido atención y advertencia a que estos indios hubieran sido instruidos en la gramática, lógica y filosofía natural y medecina, pudieran haber socorrido muchos de los que han muerto». Significativamente, Bartolomé Alvarez comienza recordando el cuarto libro de Esdras: «aunque han sido creados muchos, pocos, sin embargo, se salvarán»; «el Altísimo hizo este mundo para muchos, y el mundo futuro para pocos»478. El Perú, afirma, demuestra la verdad de esta cita, pues, en contra de la opinión de muchos, y especialmente de los jesuitas, es poca o ninguna la conversión de los indios479. Lo cierto es que los indios, por culpa de sus muchos pecados, aparecen en la obra de Alvarez como un pueblo maldito de Dios: «el Señor quiso dar en este reino [la coca]
Reconocer el problema y las dificultades no implica, en Sahagún, negar al indígena su capacidad para recibir la fe, ni reducir las exigencias religiosas a las que éste debe someterse. Al indígena se le debe enseñar lo mismo que al español, para que no caiga en la herejía, haciéndole comprender la economía histórica de la salvación. Apoya su tesis en el éxito de los proyectos llevados adelante por los frailes: «ha ya más de cuarenta años que este colegio persevera, y los colegiales del en ninguna cosa han delinquido, ni contra Dios ni contra la iglesia ni contra el rey ni contra su re-
478. ALVAREZ, Costumbres..., cap. I. 479. ALVAREZ, Costumbres..., cap. 3 y 5. Por su parte, en las obras jesuitas es donde encontramos las mayores críticas contra los planteamientos que defiende Alvarez.Tanto en Acosta como en la RELACIÓN de las costumbres..., pp. 187-89.
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brá de salvar alguno»48'. Álvarez, intentando justificar esta maldición, invoca los muchos pecados de los indígenas, que les han ido alejando de la verdad «han perdido la memoria del origen [de] donde salieron, por sus muchos pecados»- y por los que les aborrece Dios482. En tanto que perseveren en la idolatría no podrán venir en conocimiento de la fe483. En esto consiste su desdicha, en que, «siendo gente racional, la ceguedad de sus pecados -que todos son fundados en pereza- les haya traído a tan vil servidumbre»484. Entre las causas a las que Álvarez achaca el fracaso de la evangelización pueden destacarse muchas: la actuación de los corregidores, el comercio de coca, el desinterés de los encomenderos por la evangelización, que por interés económico llegan a entenderse con los
para perdición de la nación que en él había de poblar, como lo hizo con el pueblo de Israel cuando, habiéndoles dado la Tierra de Promisión, les dejo por vecinos a los idólatras para probarlos; en la cual prueba se perdieron muchos y los más principales»480. Presume que los indios proceden de Cam, «o de otro alguno a quien Dios maldijo después». «Porque no es posible que gente que procedió del linaje de Noé fuese tan privada de razón natural y discurso si el cielo no les siguiera con azote tan cruel, que se muestra por ello haberlos Dios aborrecido desde su principio hasta el fin. Tan incapaces son del bien de los que el entendimiento despierta, de las razones que convencen de lo que es malo y torpe, que si no tuviera por fe que al fin ha de ser un solo rebaño, con un solo pastor dudara si dellos todos se ha-
480. ÁLVAREZ, Costumbres..., cap. 27. 481. ÁLVAREZ, Costumbres..., cap. 27. Es significativo que en el cap. 29 escriba: «Para tratar de lo que toca a los jueces eclesiásticos es menester se entienda que los indios son infieles totalmente en sus obras y pensamientos, aunque algunos son baptizados [...] yo de mí sé decir que, aunque he trabajado y no poco, no he sabido conocer alguno que se haya convertido, si no es uno que de muchos que he enterrado me pareció murió cristianamente, y que usó Dios con él de sus misericordias, queriendo Dios de hecho ayudarle con auxilio especialísimo». 482. ÁLVAREZ, Costumbres..., cap. 312. 483. ÁLVAREZ, Costumbres..., cap. 246. 484. ÁLVAREZ, Costumbres..., cap. 590.
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de administrar justicia está mucha parte del daño que hay en la conversión de los indios»486. Los jueces superiores tratan a los indígenas como si fuesen cristianos y desprestigian a los sacerdotes y, para no enemistarse con los indígenas, nombran a los sacerdotes que éstos prefieren, es decir, a los que les permiten conservar sus cultos idolátricos. En esta situación los indígenas aprovechan la protección que los brindan los corregidores para dificultar la predicación y resistir en la idolatría, convirtiéndose al cristianismo sólo en apariencia487. Como resultado de esta situación el sacerdote, indefenso, se marcha y el indígena queda en su infidelidad, mientras
indígenas en contra de los sacerdotes, la alianza de los mestizos con los indios, la frecuencia de las visitas y los abusos que en éstas se cometen o la poderosa influencia de los jesuítas485; pero cabría resumir las más importantes en cuatro: 1) la permisividad de las autoridades con los indios, de la que éstos abusan; 2) la indefensión en la que se encuentra el sacerdote, 3) el odio radical que siente el indígena hacia el español y su deseo de recuperar la libertad y 4) la profunda distinción que realizan los indígenas entre ellos y los españoles. Acusa a las autoridades, civiles y religiosas, de poco interés por la evangelización hasta tal punto que, «en el modo
485. ÁLVAREZ, Costumbres..., caps. 2 7 , 4 3 , 5 6 , 124 y 408. Buena parte, si no la totalidad de la obra de Álvarez está escrita para contrarrestar el creciente influjo de los jesuítas en Perú, significativamente llega a pedir amparo al rey ante las posibles represalias de la Compañía una vez se conozca su memorial. Entre las críticas que realiza contra la Compañía cabe destacar la frecuencia y liberalidad con la que dan los sacramentos a los indígenas, su empeño en sostener sus tesis en contra del conjunto de la Iglesia, su escasa preparación, sobre t o d o en lenguas indígenas, su pretensión de justificar los pecados de los indios en comparación con los de los españoles, sin comprender la diferencia entre los hijos legítimos de la Iglesia y los «abortivos y nacidos por fuerza», que realmente no conocen a los indígenas, que usurpan el lugar de los obispos y realizan funciones, como la cura de almas, que no son de su competencia, que se mueven p o r intereses temporales, etc. Cfr. caps. 369-404. 486. ÁLVAREZ, Costumbres...,
cap. 10.
487. ÁLVAREZ, Costumbres...,
caps. 18, 19,23, 129, 130 y 270. En este sentido es interesante recordar la
imagen que Álvarez tiene de los indígenas como personas de poca capacidad, mentirosas, borrachas, infames y dados al vicio.
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sólo los sacerdotes de menor valor permanecen entre los indígenas. Para resolver los problemas es necesario establecer jueces que defiendan a los sacerdotes, mejorar sus salarios y reforzar su autoridad y libertad de acción sobre los indígenas488.
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Pone de manifiesto la doble dirección del problema. Por una parte, se trata del peso de la tradición, que, hasta la llegada de los españoles, daba sentido a la existencia. La tradición trasmitida de padres a hijos, con la que es muy difícil romper, cuando los cristianos comienzan afirmando que los antepasados indígenas se hallan todos en el infierno. El indígena expresa con abierta crudeza la dificultad: «sí, yo quiero ir al infierno donde fue mi padre, y estar donde está mi padre», porque «los españoles son otra gente y nosotros otra gente, y así nosotros hemos de hacer lo que nuestros padres hicieron y nos enseñaron, y ellos lo que de su tierra trajeron».
El odio radical que siente el indígena hacia el español y su deseo de recuperar la libertad, le parece a Álvarez «natural cosa tenerlo» frente a los de «contrario culto y poderío por la repugnancia natural a la sujeción». Esta, además, convencido de que no se perderá en muchas generaciones489. Por último, como observé al concluir el capítulo segundo, Bartolomé Álvarez es el que más claramente explícita la dificultad que para la evangelización representa la unidad de los indígenas con sus mayores490. Si bien, su análisis carece de la menor sensibilidad hacia el problema, pues parte de su total desconfianza hacia la cultura indígena y sus dudas sobre la posibilidad de que ésta evolucione.
Constata la dificultad que surge de la convivencia de indígenas que perseveran en la idolatría con otros que se convierten, y niega a éstos la sinceridad de su conversión por el hecho de que siguen tratando con los primeros y no les acusan de sus pecados a los españoles. Si bien este comportamiento le resulta lógico, «porque el nieto ama al agüelo y
488. ÁLVAREZ, Costumbres..., caps. 66, 70, 71, 129 y 415. 489. ÁLVAREZ, Costumbres..., caps. 25 y 230. 490. ÁLVAREZ, Costumbres..., caps. 232, 243, 247, 378, 446 y 467.
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caristía494. No bautiza «algún adulto ni lo baptizaré, porque no hallo en ellos disposición por la cual se pueda entender ser alguno dellos cristiano, ni hay esperanza dello»495, y, del mismo modo, sería partidario de no bautizar tampoco a los niños, a no ser que se pudiera establecer un medio seguro para alejarles de la idolatría paterna496. Por último, considera igualmente inadecuado administrar la extremaunción497, porque no «pueden en aquel acto prevenir lo que antes no previnieron». Asociado a esta actitud, se constata en su obra un rechazo total a la tesis que pretende encontrar en las religiones prehispánicas rasgos que facilitarían la conversión al cristianismo. La confesión se la predicó el demonio para que con aquella mala usanza, de difícil modificación, no pudiesen venir en conocimiento de la confesión verdadera. Lo mismo defiende en torno a la vida de ul-
al padre y la madre» y no denunciará sus idolatrías, la conversión no puede ser en modo alguno sincera491. Ante la constatación del fracaso de la conversión, Álvarez reprueba la administración de los sacramentos. Si no tienen fe ni creen que hay Dios, no sirve de nada darles los santos sacramentos, y, de este modo, insistentemente afirma que él no los administra, y no lo hace, sobre todo, por tratarse de un problema de perversidad, y no de ignorancia, pues los indígenas lo que pretenden es engañarle pidiéndole los sacramentos492. Como no entienden que la confesión se ha de hacer «por el bien espiritual, perdón de pecados y limpieza del alma; porque no saben del alma ni creen cosa que les digamos», no se la administra o no los absuelve, porque normalmente vienen a ella forzados, mienten y, además, incumplen las penitencias493; igualmente, nunca les ha administrado la eu-
491. De todos modos, ÁLVAREZ no puede negar, la colaboración, aunque sea muy poca, de algunos indígenas convertidos en la persecución de la idolatría, cap. I47bis. 492. ÁLVAREZ, Costumbres..., caps. 269, 270, 272 y 296. 493. ÁLVAREZ, Costumbres..., caps. 185, 353-57. 494. ÁLVAREZ, Costumbres..., cap. 269. 495. ÁLVAREZ, Costumbres..., cap. 305. 496. ÁLVAREZ, Costumbres..., caps. 306 y 310. 497. ÁLVAREZ, Costumbres..., cap. 454.
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tratumba. Los problemas que introduce la diferencia lingüística son insalvable: no tienen palabra para/e, creo, esperanza, transustanciación, sustancia o esencia, ni tienen idea clara del alma498. Para resolver este problema habría que hacer uso de circunloquios, pero para gente tan bárbara y material, y que de hecho determinado no quiere creer, ¿cómo se le puede suponer lo que no tiene llano sentido? «De aquesta manera de traducir se ve fácilmente estar errado el intento de lo que se les quiere dar a entender; porque, tomada en su significación propia, cada palabra de los indios no significa llanamente lo que queremos. Y los indios, con el desviado propósito que tienen de no querer saber y entender lo que les enseñamos, con la falta de fe y ciencia y torpeza de sus entendimientos no perciben la claridad de lo que se pretende»499. Es decir, afirmando la mala intención natural del indígena, donde otros ven puntos de contacto para apoyar una predicación exitosa, Álvarez sólo ve dificultades: los indios
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no tuvieron conocimiento alguno de Dios500. Ignoran, porque sus padres lo ignoraban y no se lo enseñaron, quién es el demonio, que es el infierno y el limbo, y quiénes van al infierno. Le parece incuestionable que el demonio -enemigo del género humano-, deseando la perdición humana, nunca daría a entender a esta torpe gente nada que les sirviese para tener lumbre sobre cosa que fuese buena, o que de suyo tuviese apariencia de bien. Los remedios que propone Álvarez -contrarios a la línea que está triunfando, impulsada por los jesuítas y el episcopado-, son claramente significativos de la posición en la que se encuentra, y de los verdaderos motivos que le impulsan: • Extirpar todas sus costumbres y hacerles vivir como españoles. • No dar crédito al indígena, sobre todo en los tribunales, donde, al igual que no aceptaríamos el testimonio de un turco o un moro, no debemos aceptar el del indígena, porque no es
498. ÁLVAREZ, Costumbres..., caps. 195 y 249 499. ÁLVAREZ, Costumbres..., caps. 242, 244, 246, 250,252, 254 y 255. 500. ÁLVAREZ, Costumbres..., cap. 256.
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verdadero cristiano, aunque esté bautizado501. Recuperar el rigor que para gobernar usaban los incas502. Limitar la libertad de los indígenas. Por ejemplo, aunque reconoce que es contrario a la libertad natural y a los usos de la Iglesia, defiende casarles jóvenes a la fuerza, para evitar amancebamiento y otros vicios503. Hacer uso de castigos violentos, como él reconoce haber hecho en sus doctrinas. Los castigos están justificados por la maldad de los indígenas,
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la necesidad de haoedes
cosas que no creen porque no 11 r la importancia del ejemplo: «la ge. - :; está tan tímida y vil que, si viese r. quemar a uno por el caso, los parientes de aquél animarían a los otros; y la gente moza huiría de los viejos y engañadores»504. • Obligarles al cumplimiento de los preceptos morales, para que Dios se apiade de ellos, porque si guardasen las virtudes morales, aunque fuese a la fuerza, «podrían hacer hábito con que a Dios agradasen; y así Dios se
501. ALVAREZ, Costumbres...,
caps. 41 y 42.
502. ALVAREZ, Costumbres...,
cap. 425: «Los Ingas eran tan rigorosos señores que en todos sus reinos no
había indio que poseyese cosa suya, ni su propio trabajo; que de lo que sembraban, t o m a d o lo que se sabía que le era necesario para su casa y familia, lo demás se lo quitaban los gobernadores y lo guardaban en depósitos públicos, para proveimiento de las guerras ordinarias y para proveer a los curicamayos, que son los mineros del o r o . La misma sujeción tenían en la ropa que hacían, y en el ganado que poseían, y en todos los más bienes, tierras y haciendas: que no era cosa suya no aun el tiempo, que parte del se lo tomaba el Inga. Apenas podían matar un carnero para comer sin licencia; y de la caza montes no podían cazar sin grandes penas, excepto los que tenían licencia.Y asimismo no podían, como Apologética...ora hacen, t o m a r cada uno la mujer que quería sin licencia, o si no se la daban los gobernadores del Inga». C o m o consecuencia, continúa en el cap. 426, «no había ladrones ni osaban hurtar, y el que hurtaba era castigado con muerte rigorosa. Los hechiceros que sabían matar o hacer mal con ponzoñas eran apedreados vivos, o enterrados. Hasta en los ganados había tal c o n c i e r t o que el animal que enfermaba de roña estaba mandado que lo enterraran y que nadie lo comiese. Si un cacique o principal o indio, hacía delito contra los mandatos del Inga, era luego castigado con r i g o r . . . » . 503. ALVAREZ, Costumbres...,
caps. 379, 428 y 43 I.
504. ALVAREZ,Costumbres...,caps. 151, 159, 191, 234,278, 348, 516 y 531,donde explica su forma de predicar: «Yo, p o r ser tan mal sufrido en obras como soy en la pluma, cuando predico t o m o una vara en la mano: y les digo que la miren, y que cada uno mire por sí, no vaya la vara a buscarlo».
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apiadaría dellos y les haría corazones más dóciles y amorosos, para entender lo que han menester»505. • Rechazar la enseñanza a los indígenas del latín y otras materias elevadas, porque sólo provocarían que cayeran en la herejía506. • No concederles ningún tipo de privilegio, como por ejemplo la dispensa de impedimentos matrimoniales507, al tiempo que considera conveniente someterles plenamente a la inquisición. Junto a estos remedios, repite insistentemente que sólo la intervención milagrosa de Dios podría salvarlos, mudándoles los corazones, como haciéndolos de nuevo, pero no lo hará por sus muchos pecados. La única solución es así la llegada a esta tierra de «alguna secta con fuerza de gente, a quien ellos temiesen, luego obedecerían de miedo»,
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de otra forma no podrán nunca salvarse porque no conociendo su pecado no hacen penitencia508. Si la primera respuesta, dominada por el impacto antillano, fue de un profundo pesimismo, no exclusivamente lascasiano509; tras el entusiasmo inicial propiciado por la conquista de México, y personificado en Motolinía, y la crisis de la segunda mitad del siglo XVI -la de las dudas y la resistencia indígena, agravada por la relajación del celo misionero de los primeros momentos, h reflejada en la obra de Sahagún-, el cambio de siglo nos pone en contacto con reflexiones más serenas y equilibradas, propias de una sociedad que se consolida. El principal representante de esta posición es Acosta510, si bien podemos encontrar otros testimonios en los concilios limenses511 o, incluso,
505. ÁLVAREZ, Costumbres..., cap. 313. 506. ÁLVAREZ, Costumbres..., caps. 476, 477, 488. 507. ÁLVAREZ, Costumbres..., cap. 450. 508. ÁLVAREZ, Costumbres..., caps. 132, 488 y 550. 509. Encontramos otros testimonios semejantes, como, por ejemplo, el de Betanzos, que profetiza la desaparición de los indígenas americanos. DÁVILA PADILLA, Historia de la fundación..., I, 33. 510. ACOSTA, Procurando..., dedicatoria, I, 3, 4, I I , 15-18; II, 18; IV, 2, 4 y 22. 511. Es significativo, por ejemplo, que en el III Concilio límense se eliminen las reticencias de los dos anteriores hacia la administración de la eucaristía a los indígenas, a raíz de un perfeccionamiento en su conversión.
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la predicación de la fe resulta siempre muy difícil, debido a lo que representa la doctrina cristiana: «enseña, en efecto, verdades que superan toda razón y no las prueba; tras un modo de conducta alejado de toda codicia y gloria, tras de haber extirpado de raíz todos los vicios que colman la naturaleza humana y están arraigadísimos en ella por hábitos inveterados. Promete premios que no se ven, y los que se ven manda menospreciarlos; transfiere el sentido humano a objetos inaccesibles a los sentidos; quiere de los hombres que lleven una vida sobrehumana». La dificultad es tal que todos, comenzando por Cristo, tuvieron éxitos muy escasos. Cristo evangelizó con denodado esfuerzo y gran diligencia, echando mano de milagros portentosos y con el ejemplo de una vida inocentísima, su trato delicioso y su divina autoridad, y, al
en Mendieta, pese a su añoranza de los tiempos fundacionales512. Acosta, al analizar el éxito de la evangelización, estructura su argumentación en tres direcciones: en todo tiempo y todo lugar la obra evangelizadora ha sido sumamente difícil y carente de frutos inmediatos; no se pueden minusvalorar los frutos no cuantificables y, pese a todo, es posible hablar de un éxito importante, que consiste, no en haber alcanzado la conversión perfecta, sino en hallarse en camino. Recomienda tener siempre presente las dificultades. Ayuda a templar el ardor juvenil, que si bien afronta con prontitud los peligros que desconoce, huye aún más deprisa cuando los experimenta. No duda en dar la razón a los que afirman que una sincera conversión de los indios al cristianismo es muy difícil. Pero no por la condición de los indígenas, sino porque 512. MENDIETA, Historia eclesiástica..., tumbres...,
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IV, 36. De forma semejante se expresan la RELACIÓN de las cos-
p. 185-89, REMESAL, Historia general...,
D A V I L A PADILLA, Historia de la fundación...,
IV, 2, y VI, 7, ARRIAGA, Extirpación...,
cap. 7, y
I, 22, donde señala como «Yvalos Dios aficionando a
esto, con gloriosos frutos: porque mucho se convertían de veras, y tanto, que aun en aquellos principios hubo quien en sus tiernos años perdiese la vida sobre el caso...», 25, capítulo que concluye afirmando «Quanto fueron sin la luz de la fe cuidadosos en sus vanas supersticiones, lo son agora en la religión verdadera», tesis que pretende demostrar en los dos capítulos siguientes: De la diligencia en que celebran las fiestas los indígenas después de su conversión y De las loables costumbres de los indios en acudir a los sacramentos y cosas de Dios.
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margen de los designios eternos, con referencia al reconocimiento y aceptación de los hombres, casi nada consiguió: «en un pueblo diminuto, instituido por añadidura a lo largo de más de mil años de oráculos de la ley y de los profetas, tuvo apenas un puñado de discípulos, que por lo demás ni destacaban ni eran constantes; muchísimos enemigos, detractores sin cuento que de malos se volvían pésimos». Lo mismo les sucedió a sus discípulos. Acosta recomienda moderar el entusiasmo frente a una imagen gloriosa de los apóstoles, que habla de como «llevaron el signo de la cruz más allá de las águilas romanas». Pone como ejemplo a Santiago, que, después de mucho predicar, sólo convirtió a siete o nueve hombres en España. En definitiva, afirma que ningún sabio piensa que los tiempos pasados fueron mejores. Los frutos de este esfuerzo deben buscarse, en primer término, en otra dirección: Es poco que seas mi siervo, cita Acosta, y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel. Te hago luz de las naciones para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra. Porque, en la retri-
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bución del salario el administrador de la viña no tendrá en cuenta tanto el fruto del trabajo como el hacerlo con fidelidad. Al mismo tiempo, hay que afirmar que Cristo, aunque hubiera existido sólo un alma, no hubiera dudado un momento en padecer los mismos sufrimientos. Si esto se puede decir en términos generales, le parece claro a Acosta que el esfuerzo por la salvación de los indígenas tiene ganancias propias y peculiares, y de gran mérito, por lo que toca a la humildad y al amor cristiano, al tratarse de un esfuerzo alejado de toda gloria humana y consagrado a miles de almas en extrema indigencia y peligro. Por todo esto, se debe «procurar con todo ahínco la salvación de los indios, que Dios por la suya en modo alguno negaría su asistencia a la empresa comenzada». Aun así, a Acosta le resulta claro que el éxito ha sido muy significativo: «aunque hagamos del número la medida de las ganancias evangélicas, no acabo de entender por qué, en proporción al esfuerzo y trabajo de los sacerdotes, no les parece mucho mayor el fruto que se obtiene en la salvación de los indios». «En estos dos últimos años ha sido tal la
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transformación experimentada, tan a porfía han empezado los indios peruanos a entregarse totalmente al Evangelio, con la ayuda que Cristo Dios presta a la Compañía, que incluso los en otros tiempos enemigos de la causa indiana la favorecen ahora eficazmente, admiran el ardor de su fe y proclaman a todos los vientos que son mucho más piadosos que nosotros». La situación no es tan mala que no se hayan ganado para Cristo muchos miles de indios. Donde algunos celosos en exceso se lamentan de que todos los pueblos indios se van tras su BaaL recuerda Acosta que «se reservó el Señor más de siete mil que no doblan su rodilla ante Baal e incluso hay algún Abdías enriquecido con el don de profecía». Pone ejemplos de este éxito: los niños que mueren tras el bautismo -«a todo ellos Cristo, amante de los niños, los rescata lavándoles en la fuente sagrada de su sangre. ¿Quién no dará por bien empleado todo el esfuerzo gastado en las Indias sólo por salvar a estos niños?»-; los adul-
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tos, que ante la muerte mandan llamar en seguida al sacerdote, mostrando, aunque sigue habiendo caciques, curacas e indios viejos que aun entonces manifiestan signos de infidelidad, los motivo de gran esperanza, «puesto que parece indicio seguro de fe y religiosidad internas que deseen con tanto ardor la penitencia eclesiástica precisamente en el momento más propicio para la verdad y el convencimiento íntimo», cuando no quedan motivos para la simulación o el miedo. Incluso no duda en afirmar, amparándose en los informes de los jesuítas que trabajan con las tribus del Brasil, que no hay razón alguna «para poner en entredicho la índole y naturaleza de estas gentes cuando se trata de la causa del Evangelio», y también entre «aquellos bárbaros que clasificamos en último lugar, la gracia del Evangelio está cosechando copiosos y magníficos frutos»513. Para defender el éxito de la evangelización en Brasil, cuenta sin duda con el testimonio de P. de Nóbrega, que afirma conocer ya a no
513. En RELACIÓN de las costumbres..., p. 187, encontramos otros testimonios en favor del gran éxito alcanzado: «Cuan grande fue el fruto y provecho que se sacó de aquí, díganlo las piedras de Cuzco, que aunque los hombres lo callen o nieguen de malicia o olvido, lo confesaran ellas».
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pocos indios tupinambis que viven perfectamente la fe cristiana514. La tesis de Acosta es de una belleza y profundidad considerablemente mayor. Rechaza la pretensión de negar el éxito de la evangelización, a partir de la inexistencia de un cristianismo perfecto. Con independencia de que no duda en afirmar que los indígenas son más piadosos que nosotros, la conversión implica para Acosta ponerse en un camino de perfección. «Los que hemos nacido de padres cristianos y hemos sido educados sólo entre cristianos no percibimos las dificultades de una Iglesia que está naciendo. No cabe duda que allá donde la fe echó raíces más firmes y profundas, sus comienzos estuvieron muy erizados de dificultades. Por consiguiente, no hay que empeñarse en medir el fruto de la semilla evangélica sólo por los resultados del presente». «Acabamos de entrar en la tierra y quizá por eso todavía no cogemos de los árboles plantados frutos maduros y comestibles. Quizá la fe de los indios
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no ha dado todavía frutos capaces de saciar el hambre de los predicadores. Hay que dejarlos todavía incircuncisos. Todavía hay mucho sabor de vieja infidelidad». «¿Quién puede dudar que en las generaciones venideras brotarán frutos que merezcan ser presentados ante Dios, una vez desaparecido todo el sabor añejo?». Por este motivo, con confianza en estos pueblos, «hay que perseverar, porque la semilla, sin saber siquiera nosotros cómo, germina y va creciendo. No hay que ir demasiado deprisa ni esperar al momento frutos plenamente maduros; aceptamos primero gustosamente la hierbecilla de una cierta apariencia externa y alusiva de cristiandad, luego hemos de ver el tallo de una fe más robusta, finalmente cosecharemos frutos maduros de gracia y amor. Nuestro Salvador quiso que esto se entendiera no sólo de cada uno de los hombres, sino mucho más del colectivo mismo de hombres al que alcanza la siembra de la semilla evangélica».
514. P. de NÓBREGA, Diálogo sobre la Comérselo do Gentío (1556-57), en Monumento BrasiHana, II, Roma, 1957, pp. 317-45, cit. J. LÓPEZ GAY, "Los jesuítas y el proceso a la evangelización de América", en Congreso internacional de Historia. La Compañía de Jesús en América: Evangelización y justicia. Siglos XVII y XVIII, Córdoba, España, 1993.
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De este modo, al tiempo que ya no queda en él rastro alguna de la tesis, tan franciscana, de valor de América como camino hacia China, puede concluir afirmando que la escasez de la mies en las Indias se debe más a la falta de operarios que a la esterilidad de la tierra, que hay grandes esperanzas y que hay que recordar que los frutos serían mayores, si no fuera por la mala influencia de los españoles e, incluso, de muchos eclesiásticos. Su único temor es la falta de ministros fieles y prudentes515. Vinculada, por tanto, al éxito de la evangelización nace una nueva iglesia y un nuevo tipo de cristiano, que en gran medida supera al viejo. Se parte de la
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apelación al símbolo bautismal paulino, según el cual, ante Dios «no hay diferencia del judío al griego, ni del bárbaro al escita, ni del español al indio, porque él es criador y Señor de todos, y tan rico y poderoso para el uno como para el otro, y obra en el uno así como en el otro, cuando lo llama y invoca su santo nombre»516. Incluso, se afirma la superioridad de costumbres y disposición religiosas de los indígenas frente a los españoles, dada su mayor simplicidad517. Son muchos los autores que encuentran en los indígenas cualidades cristianas muy superiores a las de los españoles, hasta ser capaces de sufrir martirio518. Entre estas cualidades destaca, en pri-
515. Las mismas opiniones se reflejan en la primera carta annua de los jesuítas americanos (F. MATEOS, "Primera carta anua ...", ob. cit.) y en la HISTORIA general de la Compañía..., caps. 13 y 14. Donde encontramos una preocupación ante la falta de clero, una crítica a los frutos perniciosos de los malos predicadores y la afirmación del éxito que alcanza la predicación constante. Por ejemplo, al comenzar el capítulo 14, escribe: «Por ser el trato de los indios desta ciudad [Cuzco] y su comarca muy grande, es una continua misión la que en este colegio hay con ellos.y el provecho que se saca muy colmado...».
516 MENDIETA, Historio eclesiástica..., IV, 22. 517 MENDIETA, Historia eclesiástica..., IV, 24: «Es tan agradable a los ojos de nuestro Señor Dios la simplicidad del corazón humano, que (según lo dice el Espíritu Santo) sus pláticas y razonamientos son con los simples...». 518 J. G A R C Í A I C A Z B A L C E T A , Códice franciscano, México, 1941, p. 89. M O T O L I N Í A , Historia de los indios... , 1 , 13 y 14, y III, 14.ACOSTA, Procurando...,
I, 16 y 18. MENDIETA, Historia eclesiástica...,
y 44, y IV, 18. Carta de Julián GARCÉS a Pablo III. DÁVILA PADILLA, Historia de la fundación.... y 23.ARRIAGA, Extirpación...,
III, 43 I, 22
cap. I. RELACIÓN de las costumbres..., p. 186 y 189. Carta de fray Jacobo
de TASTERA, y de otros franciscanos, a Carlos V, 6-V-1533, CARTAS de Indias, carta 10, vol. I, p. 62-66. T O R Q U E M A D A , Monarquía...,VI,
46, XV, 30 y 33, X V I , 6, y X V I I , 10.
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mer término, su mejor disposición al acercarse al sacramento del perdón y para sufrir las penitencias que se les imponen, siendo, además, sus pecados de menor gravedad que los de los españoles519. A esto añaden, su desinterés por las cuestiones testamentarías, su constancia en los propósitos de enmienda, su disposición a sufrir cualquier trabajo por recibir los sacramentos, su sencillez y austeridad -«cuasi no tienen estorbo que les impida para ganar el cielo, de los muchos que los españoles tenemos y nos tienen sumidos, porque su vida se contenta con muy poco»-, su capacidad para el perdón, su humildad, el profundo respeto y amor que sienten por los sacerdotes, que se expresa, entre otras cosas, en el cuidado que prestan a los templos, su recogimiento y devoción, su generosidad, pese a su pobreza, que es comparada con «la de la viuda que delante de Dios fue muy acepta, porque
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todas son quitadas de su propia sustancia», o su buena disposición ante la muerte. En el preciso instante en el que sienten la muerte cerca, hacen llamar al sacerdote, lo que «parece indicio seguro de fe y religiosidad internas». Llegan, incluso, a afirmar que están mucho más dispuestos que esos cristianos viejos que «exhalan el último aliento de su vida entre gran boato y pompa, aunque se hallen rodeados de gran círculo de frailes y sacerdotes, y de sus mal adquiridas riquezas dejen a las iglesias importantes legados». Al tiempo que comparan a los indígenas convertidos con la Iglesia primitiva, pueden concluir que «no hay cosa que pertenezca a la iglesia, ministerio y cerimonias de ella, en que los indios no se hayan demostrado muy devotos y más religiosos que otras naciones. De donde bien se puede colegir que en efecto son cristianos de veras y no de burla, como algunos piensan»520.
519. Es muy significativa la afirmación de ACOSTA, Procurando..., I, 16. «Sus delitos, dice, en todo caso, no son de tal especie que vuelvan a Dios inexorable con ellos y vengados a la hora misma de la muerte, como afirma la Escritura especialmente de los pecados contra el Espíritu Santo, cometidos con determinada malicia. Pues la mayoría de ellos pecan por ignorancia o incitados por la fragilidad de la carne; quitando las borracheras o la infamia del comercio con mujeres, apenas si les quedan otros pecados». Cfr. DÁVILA PADILLA, Historia de la fundación..., I, 27. 520. HISTORIA general de la Compañía de Jesús..., cap. 13, §§ 3 y 4, donde escribe: «Han cobrado en estas provincias tanta estima a la Compañía que es cosa de admirar la reverencia con que nos tratan, vi-
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Su mérito se acrecienta, no sólo por sus mayores muestras de piedad, sino también por no haber necesitado, como otros, para aceptar el cristianismo, ni milagros, ni profetas de su misma lengua, ni una ley centenaria sobre la que incorporar la fe. Les ha bastado con que se los propusieran unos frailes pobres y extraños521. De este modo, cabe afirmar que, «digan lo que digan esos que se creen los únicos cristianos», que, por otra parte han dificultado la obra de los predicadores, también la gracia de Dios se ha difundido entre estos pueblos y Dios no hace distinción entre ellos y nosotros522, de tal modo que, entre los indígenas, incluso, se ha manifestado el carisma profético, «el carisma celestial de prever el futuro», y han surgido personas deseosas de abrazar la vida religiosa, que «han mostrado muy de veras en
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sus obras el menosprecio del mundo, y deseo de seguir a Jesucristo con tanta eficacia y con tan buen espíritu, cuanto yo -escribe Mendieta-, pobre español y fraile menor, quisiera haber tenido en seguimiento de la vida evangélica que a Dios profesé»523. La opinión que los misioneros tienen sobre la piedad y religiosidad indígena, es aún más significativa considerando la desconfianza que sus contemporáneos sienten hacia los conversos y el prestigio que reporta ser cristiano viejo. La mejor prueba de la sinceridad de los misioneros se encuentra en la dura crítica que contra esta actitud realiza Bartolomé Álvarez, que acusa a los jesuítas de no hacer «diferencia de hijos de cristianos viejos, rancios, a hijos de idólatras; ni hacen diferencia de nosotros, que nacimos por parto derecho en la Iglesia de Dios, a éstos que son abor-
niendo de lejos y arrojándose después de confesados a besar los pies, sin ser parte para estorbarlo nosotros diciendo: Hay, padre santo; que con este nombre nos llaman; y así lo que se les dice convenir para su salvación lo ponen luego por obra, aunque traiga consigo dificultades como es la restitución y la limosna [...]; parecía un retrato de la primitiva iglesia ver la caridad que tenían unos con otros, que fervor de llegarse a los sacramentos, y así el curaca traía a sus subditos y la hija a su madre y agüela, y enseñaba lo que era la confesión, y hazín comunes sus comidas para todos». 521. MENDIETA, Historia eclesiástica..., IV, 40. 522. MENDIETA, Historia eclesiástica..., III, 40. ACOSTA, Procurando..., I, 18. 523. MENDIETA, Historia eclesiástica..., IV, 22.
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tivos y nacidos por fuerza. Mamamos la ley divina en la leche, y éstos mamaron la idolatría; crecimos en la señal de la cruz, y éstos sabiendo cuál era el sacrificio para cada abusión; aprendimos con nuestros, padres a ir a la iglesia y a oír los oficios divinos, y éstos con los suyos a saber donde estaba la uaca y los sepulcros, y cómo los habían de adorar. En teniendo juicio, perseveramos y protestamos de morir y vivir en la santa fe católica, y éstos pobres a rienda suelta y puerta abierta siguen la idolatría de sus padres, y de Dios ni creen ni saben palabra. Luego sigúese que nos hacen agravio en computar los pecados de los indios con los nuestros»524. La valoración de estos nuevos cristianos puede completarse considerando su relación con los sacramentos. Los problemas se plantearon en torno a la década de 1530, con el desarrollo de una conversión masiva, que pudo deberse, después de varios años de relativa frial-
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dad, al aprendizaje del idioma por los misioneros, a la innovación metodológica (cantos, dibujos, etc.) y a la gradual desaparición del viejo grupo dominante525. Ante la falta de personal, los frailes optaron por una sencilla catequesis prebautismal, dejando la catequesis propiamente dicha para después del bautismo, sin que esto implicara bautizar indiscriminadamente. Las quejas contra este sistema, llevaron a la intervención de Pablo III, que por medio de la bula Ahitado divini consilii (1537), estableció las formas litúrgicas mínimas para bautizar. Posteriormente tendría que intervenir en este mismo problema el Concilio de 1555 o el III Concilio de Lima (1583). En resumen, no se intentó compeler a los infieles a que recibiesen el bautismo, pero, cuando lo recibían, los indios entraban a formar parte de la comunidad cristiana y se les imponía la asistencia al catecismo. Pese a las discusiones, en lo que más se insiste es en que
524. ALVAREZ, Costumbres..., cap. 734. Significativamente, las relaciones que busca Álvarez entre los indígenas y los judíos están teñidas siempre de unas connotaciones negativas que son ajenas a los resUntes autores eclesiásticos; cfr. cap. 204 y 222. 52S. Por ejemplo, fray Pedro de GANTE escribe a Flandes, en IS29, diciendo haber bautizado a más de 250.000 indígenas. Cfr. Carta de fray Martín de VALENCIA, y de otros franciscanos, a Carlos V, 17XI-1532, CARTAS de Indios, carta 9, vol. I, p. 54-61.
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los indígenas vienen a recibir el bautismo impelidos por la fe526. La confesión no provocó grandes discusiones y en torno suyo aparecen los mejores elogios a la religiosidad de los indígenas, de los que dicen que andan «de un monasterio en otro buscando quien los confiese, y no tienen en nada irse a confesar quince y veinte leguas». Que tuviesen una gran fe en este sacramento desde el principio de su conversión, es motivo para alabar a Dios, «y para confusión de los malvados herejes que lo niegan, y aun de los malos cristianos que caso por miedo o vergüenza se van a confesar»527. Mientras los indios buscan la confesión ante el más mínimo mal, a los españoles hay que convencerles con duro trabajo, aun en peligro de muerte528. Esta observación permite constatar que «no hay razón para desesperar de la salvación de los indios ni para menospreciar sus tí526. RICARD, La conquista espiritual..., Q U E M A D A , Monarquía...,
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midos esfuerzos, sus exámenes de conciencia, la enumeración menos precisa de sus pecados, las señales de dolor no tan vivamente expresadas y demás aspectos poco importantes dada su capacidad. [...] Yo a la verdad quedo más tranquilo oyendo las confesiones rudimentarias de estos miserables que las cultas de los poderosos y las hechas con gran muestra de dolor»529. Por último, en relación con las acusaciones vertidas por Alvarez, Acosta realiza un análisis incisivo de las relaciones del indígena con este sacramento: «a buen seguro que si los fieles de España diesen con un confesor así, que se ensaña y tiene prisa por terminar en vez de procurar escuchar todo, muy raro sería el que hiciera íntegras sus confesiones. [...] Prueba suficiente de lo que decimos es que cuando han dado con un sacerdote benigno, que escucha con paciencia y se compadece en vez de enfadarse con
ob. cit., p. 175-79. MENDIETA, Historia eclesiástica...,
III, 39.TOR-
X V I , I.
527. MENDIETA, Historia eclesiástica...,
III, 4 1 , aprovecha esta mismo tema para insistir en que era más
importante confesar a estos indios que preocuparse por las ceremonias del bautismo. Cfr. M O T O LINÍA, Historia de los indios..., II, 5. 528. MENDIETA, Historia eclesiástica...,
III, 4 1 .
529.ACOSTA, Procurando..., VI, I I . T O R Q U E M A D A , Monarquía...,
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insolencia, compiten por acudir a confesarse, sin que nadie les urja, esos mismos indios, a quienes sus párrocos apenas lograr a la fuerza llevarlos a confesar una vez al año. ¡Es increíble cuántos miles de confesiones generales han hecho con los nuestros de la Compañía, a quienes tienen por padres! [...] cuando el indio no tiene necesidad ninguna de fingir, da muestras suficientes de su fe. Así que a la hora de la muerte no tiene inconveniente en declarar a todos sus pecados aun los más abominables, cosa, sin embargo, que se resiste muchas veces a hacer, cuando está sano. ¿Cómo no ver aquí que el miedo a la muerte supera el miedo al párroco? Si cuando está sano y
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salvo nunca tropezase con la hosquedad del párroco y su actitud un tanto hostil, con más facilidad y gusto declararía las cosas mismas tal como son»530. Si el sacramento que menos problemas causó fue la penitencia, por el contrario, fueron muy arduas las discusiones sobre la administración del matrimonio, debido al problema de la poligamia y a la aceptación por parte de los españoles de la existencia de un matrimonio legítimo entre los indígenas antes del Descubrimiento"', y la eucaristía, en una época en la que incluso los laicos católicos la recibían muy rara vez, pese a las críticas que con respecto a esta costumbre es posible encontrar532. Desde el
530.ACOSTA, Procurando..., VI, 15. 5 3 1 . MENDIETA, Historia eclesiástica...,
111,45 y 48. FOCHER, Itinerario...,
II, I I. La resistencia que los i n -
dios ofrecían a la monogamia indujo a más de un misionero a proponer y hasta a permitir cierta t o lerancia hasta que los indígenas se fueran habituando al nuevo sistema; por ejemplo, Francisco de la C R U Z , en Perú, en 1570, o los franciscanos de Jalisco, en 1541. Se trata de casos más bien excepcionales, pese a que todos reconocen las dificultades. 532. M O T O L I N I A , Historia de los indios..., II, 6: «Muchos de nuestros españoles son tan escrupulosos que piensan que aciertan en no comulgar, diciendo que no son dignos, en lo cual gravemente yerran y se engañan, porque si p o r merecimientos hubiese de ser, ni los ángeles, ni los santos bastarían. Mas quiere Dios que baste que te tengas por indigno, confesándote y haciendo lo que es en t i . Y el cura que lo tal niega al que lo pide, pecaría mortalmente». Con más o menos precauciones, fueron muchas las intervenciones a favor de la administración de la Eucaristía a los indígenas: las juntas eclesiásticas mexicanas de 1524, 1539 y 1546, los concilios de Lima de 1551, 1567 y 1582, los de México de 1555 y 1585, y el Sínodo de Q u i t o de 1570. Por el contrario, un autor tan significativo como LOAYSA no hace referencia alguna a la Eucaristía en su Instrucción de 1545.
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primer momento, los misioneros buscaron con ahínco la asistencia de los indígenas a la misa, a la que atribuían un gran valor catequético y purificatorio. Por el contrario, no todos estuvieron de acuerdo en administrarles la eucaristía. Muchos argumentos, explícitos o implícitos, contribuyen a explicarlo: la recepción de la eucaristía no es de derecho divino; los indios, aunque bautizados, eran todavía neófitos indignos; muchos no eran capaces de diferenciar el pan de la Hostia consagrada; eran muchos los religiosos que no acostumbraban, amparándose en la dignidad eucarística, la. comunión diaria. Tras las primeras dudas, fue generalizándose una introducción gradual a este sacramento, evitando el rechazo y la admisión indiscriminado. Mendieta criticó duramente a aquellos que eran contrarios a administrar la comunión a los indios, sin distinguir a unos de otros, sin darse cuenta que, como entre
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nosotros, los hay buenos y malos, sin conocerlos ni conocer su lengua, cayendo en lo que, según Isaías, decían aquellos a su prójimo: apártate lejos de mí, no me toques, que yo soy limpio™. Por su parte, Acosta invierte lúcidamente el argumento de los reticentes534. «Que crezcan y ya comerán. Más bien al contrario: que coman para crecer». Iguala ante la recepción del sacramento a cristianos viejos y nuevos: «no hay que ofrecer este pan ni a los nuevos cristianos ni a los viejos sin una prueba y control»; «entiendan los indios que no se les priva de la comunión por ser indios, sino por sus vicios; concédase a todos los cristianos sin excepción, pero niegúese al cristiano que no tenga buenas costumbres». Le parece escandaloso que algunos se quejen neciamente «de que los pueblos indios no hayan echado todavía raíces firmes en la fe y en la religión cristiana», y, al tiempo, se les quite «el báculo del pan». Completa
533. MENDIETA, Historia eclesiástica..., III, 45. Con respecto a la eucaristía se nota una progresiva y rápida aceptación de su administración a los indígenas. Cfr. Manuel OLMEDO JIMÉNEZ, "La instrucción de Jerónimo de Loaysa...", p. 328, donde compara las opiniones sobre esta cuestión de la Instrucción de Loaysa y de los Concilio I y II de Lima. 534. ACOSTA, Procurando...,V\, 9 y 10.
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su argumentación, al tiempo que apela a los Padres535, señalando, en la línea de lo que estamos viendo, que los indígenas «una vez fortalecidos con esta comida celestial, conservan con mucho más empeño que los españoles la pureza del alma y el cuerpo»; que no hay ningún peligro de sacrilegio, porque los indios no son -al estilo de los judíosenemigos del misterio de Cristo»; que tienen gran veneración a la eucaristía. «Es casi un proverbio, escribe, entre los indios que quien ha recibido una vez la eucaristía, no debe ya cometer ningún pecado. Y cuando por la fragilidad humana han cometido alguno, los hemos visto acercarse conmovidos a la penitencia con tanto dolor del alma, con tanta indignación contra sí mismos y exigir tan rigurosos castigos por su pecado, que quedamos asombrados del fervor de su fe»536.
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Sin ningún género de dudas, los límites de la afirmación sobre la superioridad de los nuevos cristianos se encuentran en torno al sacramento del orden. Es muy significativo que cuando la Relación anónima sobre el Perú defienda la conveniencia de administrar los sacramentos y de asimilar la predicación de los indígenas a la de los españoles, no haga observación alguna sobre el orden sacerdotal537. Los misioneros no tienen reparo en manifestar que muchos indios «han mostrado muy de veras' en sus obras el menosprecio del mundo, y deseo de seguir a Jesucristo», ni tampoco que no los han admitido, ni siquiera para hermanos legos. Quizás, el caso contado por Mendieta sea el más hiriente. «Un mancebo llamado D. Juan, señor principal y natural de un pueblo de la provincia de Michoacán, que en aquella lengua se 11a-
535. «Si antaño se daba la eucaristía a los niños y a los dementes [...] y los Santos Padres no lo juzgaban c o n t r a r i o a la religión, ¡por qué se va a hacer injuria a este sacramento, porque coman hasta saciarse, como dice el salmo, los pobres y necesitados?». 5 3 6 . T O R Q U E M A D A , Monarquía..., X V I , 20 y 2 1 . 537. RELACIÓN de las costumbres...,
p. 185: «Y era lástima ver las lágrimas de los naturales que se queja-
ban de que no se les enseñase el modo que a los españoles enseñaban... etc. De manera, que de sólo el baptismo y m a t r i m o n i o supieron los indios comúnmente, y sólo cuando a la práctica y uso de recibirlos, que cuando a la doctrina, de mil era sólo uno el que sabía algo, porque le alcanzó del beneficio de los buenos operarios que hemos dicho».
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ma Tarecuato (como criado en la escuela de los religiosos), supo muy bien leer. Leyendo la vida del gloriosos padre S. Francisco, que en aquella su lengua estaba traducida, vino en él tanta devoción y compunción y tan ferviente espíritu, que muchas veces y con muchas lágrimas hizo voto de vivir en el hábito y vida que el padre S. Francisco instituyó. Y porque no se tuviese a liviandad su mudanza, perseverando en su propósito, dejó el hábito y ropa de señor que traía, y buscando sayal grosero, vistióse de él pobremente. Y luego a la hora hizo libres muchos esclavos que tenía, y predicóles y enseñóles la ley de Dios, atrájolos cuanto pudo a la guarda de sus santos mandamientos, y rogóles que como buenos cristianos se amasen unos a otros. Díjoles también, que si él oviera tenido antes conocimiento de Dios y de sí mismo, que antes los oviera libertado, y que se dolía (siendo él pescador [sic]) de haberlos tenido por esclavos, siendo todos comprados y libertados por la sangre de Jesucristo. Y que de allí adelante supiesen que eran libras, y volviólos a amonestar con santas palabras, rogándoles que fuesen buenos cristianos. Entonces (él desnudo por seguir a Cristo desnudo) renunció también al señorío, Y las joyas y muebles que tenía repartiólo todo con los pobres, y demandó muchas veces el
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hábito de la orden en Michoacán. Y como aü; no se diesen, vínose a México, y en el convento de S. Francisco lo tornó a pedir, y como también allí se lo negasen, fuese con la misma demanda al santo obispo Fr. Juan Zumárraga, dándole cuenta de lo que tenía prometido. El cual viendo su devoción y constante perseverancia, cobróle mucha afición, y si pudiera lo consolara. Empero ya sabía que los frailes no habían de venir en ello. De esta manera estuvo algún tiempo el bueno de D. Juan perseverando con su capotillo de sayal, y dando siempre muy buen ejemplo, hasta que llegó la cuaresma, y se volvió a Michoacán por oír en su lengua los sermones de aquel santo tiempo, y confesarse, como lo hizo. Y después de pascua tornó a un capítulo que se celebró en México, perseverando en su demanda. Y al cabo de su mucha diligencia, lo que pudo alcanzar fue, que con el mismo hábito o traje que traía anduviese entre los frailes, y que si les pareciese tal su vida y perseverancia, entonces le darían el hábito de la probación. La bondad de vida y la perseverancia no faltó en el indio; mas después de haberlo largo tiempo consultado y remirado, los frailes acordaron de disimular con él el dilatarle el cumplimiento de la promesa por no abrir la puerta para otros, y así en su hábito de donado acabó la vida»538.
538. MENDIETA, Historia eclesiástica..., IV, 23. Del mismo modo, en el capítulo anterior, señala Mendieta como la experiencia de admitir donados (sirvientes con túnica), pese a la oposición de muchos, fue muy beneficiosa, porque hubo indios de gran edificación, por su fe y costumbres, incluso para los religiosos.
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Aunque la discriminación tenía como argumento la alta dignidad del sacerdocio, junto con el peligro de escándalo y desprecio para la Iglesia ante la sociedad, lo cierto es que fue más bien el fruto de una experiencia inicial frustrada. La idea de formar en España a los niños de la nobleza indígena a fin de que llegaran a ser religiosos misioneros de indias la concibieron hacia 1512 los dominicos Pedro de Córdoba y Antonio de Montesinos. Al parecer, algunos de estos niños llegaron de hecho a profesar en la Orden de Santo Domingo, pero no nos consta ni de su número ni de su destino. Por esta misma época ya educaban los franciscanos a los hijos de la nobleza indígena en la isla539. La posibilidad de un clero nativo fue en la primera mitad del XVI un motivo de controversia. La Junta eclesiástica de 1539, presidida por Zumárraga, declaró: «pues estos son cristianos y se les deben
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los santos sacramentos fiar, pues se le fía el bautismo, que no es menos que el sacerdocio»540. Al tiempo, el Colegio de Santiago Tlatelolco se fundó no sólo para traductores sino también para formar sacerdotes. Muchos, en cambio, se opusieron a estos proyectos, favorecidos por la circunstancia de que un alumno formado en este colegio se dedicó a propagar ideas heréticas y a predicar entre los indígenas el abandono del cristianismo541. Los dominicos fueron los principales rivales de esta ordenación de indígenas, aunque tampoco faltaron franciscanos contrarios a ella. Las motivaciones dominicas eran muy claras542: habían admitido en las Antillas algunos indios en sus congregaciones con muy malos resultados; creían que su reciente conversión era un inconveniente («porque no es gente segura, de quien se deba confiar la predicación del Evangelio,
539. P. BORGES, Misión y..., p. 247. J. B. O L A E C H E A LABAYEN,"EI clero indígena", BORG ES, Historia de la Iglesia..., ob. cit., I, pp. 261 y ss. 540. Parecer sobre dar cuatro órdenes menores a mestizos o indios emitido por la Junta de México de 1539. cit PITA MOREDA, Los predicadores..., 541. RICARD, La conquista espiritual...,
p. 96.
ob. cit., p. 143
542. Parecer de los frailes de la orden de Santo Domingo de Nueva España sobre repartimientos. 5-V-1544. COLECCIÓN de documentos....VII,
pp. 532 y ss.
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por ser nuevos en la fe e no la tener arraigada. Lo cual seria causa que dijesen algunos errores, como sabemos por experiencia haberlos dicho algunos»), y que una serie de defectos los incapacitaban para el sacerdocio: carecían de autoridad, tendían a las borracheras543 y eran incapaces para el celibato, existiendo además dudas sobre su capacidad intelectual. «Decimos, pues, que los indios no deben estudiar, porque ningún fruto se espera de su estudio; lo primero, porque no son para predicar en largos tiempos, porque para predicar se requiere que el predicador tenga autoridad en el pueblo, y esta no la hay en estos naturales, porque verdaderamente son viciosos, más que los populares es-
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tos que estudian, é no son personas de ninguna gravedad, no se diferencian de la gente común en el hábito ni en la conversación; porque de la mesma manera se trata en esto que los hombres bajos del pueblo». Pese a las discusiones iniciales, y a la tesis de fray Jacobo Daciano, ofm., que trató de demostrar que la iglesia en México no estaba fundada como es debido, puesto que no tenía un solo sacerdote indígena; pronto cundió la tesis prohibicionista, que compartieron Mendoza, Mendieta, que defiende que los indios son hechos para ser mandados y no para mandar, y Sahagún, que recuerda como las borracheras y los vicios que éstas acarrean los incapacitan para el sacerdocio544.
543. Fue esta la principal preocupación de los misioneros en lo tocante a las costumbres indígenas y se repite con insistencia la necesidad de extirparla; cfr.ARRIAGA, Extirpación..., costumbres...,
cap. 8; RELACIÓN de las
p. 174; etc.
544. El concilio de 1555 prohibe ordenar mestizos, indios y negros; el Códice franciscano señala que no se administra a los indios el sacramento de la ordenación ni ninguna orden menor; la junta eclesiástica de 1539 resolvió administrar las cuatro órdenes menores a algunos mestizos y a algunos indios, escogidos de los egresados de los colegios y conventos, con la intención de que auxiliasen a los párrocos; aunque aceptada tal resolución por los religiosos, parece que jamás se llevó a la práctica; las primeras constituciones de la provincia franciscana del Santo Evangelio prohibieron dar el hábito a indios y mestizos, y o t r o tanto hizo el capítulo general de los dominicos en 27 de septiembre de 1576. Muñoz en su noticia acerca del indio Lucas nos dice: «Era tanta su virtud y tan ejemplar su vida, que trataron hacerle fraile profeso, aunque no hubo efecto, por ser indio»; Jerónimo de Loaysa, en sus dos Concilios, el de 1552 y el de I 567, prohibía la ordenación de indios. N o por racismo, si-
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Para los que apoyaban la posible existencia de un clero nativo, éste parecía ser la natural consecuencia de la introducción de los indios en el cristianismo y en las formas de vida españolas, aunque no se esperaba que fuera algo inmediato. Con respecto a la diferente actitud de dominicos y franciscanos dice Pita Moreda: «Ambos consideraban a los indios como niños. Sin embargo, los franciscanos esperaban un natural proceso de crecimiento y maduración producido a través de la educación. Por el contrario, los dominicos, con una base intelectual mucho más fuerte, parece los veían en un perpetuo estado de infancia a niveles morales e intelectuales, y por lo tanto, ningún fruto se esperaba de su estudio y menos en el caso de que tuvieran que ejercer actividades de gran responsabilidad como era lógico que un
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sacerdote las realizara»545. Conforme avanzó la centuria las posturas franciscana y dominica fueron aproximándose. No debía ser ajeno a este hecho el resurgir de las idolatrías, o su percepción, y el contacto con las masas indígenas y no con los hijos de las élites prehispánicas. Es la crisis de las grandes esperanzas que ejemplifica fray Bernardino de Sahagún. En una línea muy semejante se encuentra Acosta546, que apela, para rechazar la ordenación de indígenas y mestizos, a la experiencia, a la autoridad de Pablo, que prohibe que el gobierno de la Iglesia esté en manos de un neófito, y al bien de los propios indígenas. Mendieta, asumiendo los puntos de partida dominicos y apelando nuevamente a la experiencia, culmina la discusión:
no en razón de su limitadísima preparación cristiana y del relajo de sus costumbres. Santo Toribio, en su concilio de 1583, hace desaparecer esta prohibición, reemplazándola por la afirmación del derecho común en la materia que ignora las razas, según confirmación del Concilio de Trento. Actitud tanto más meritoria cuanto que una cédula de Felipe II acababa de prohibir la ordenación de mestizos. Pero el Concilio de Trento había establecido en Europa para la admisión al sacerdocio unas reglas muy severas de capacidad y conveniencia. De este modo ni Sto. Toribio ni sus sufragáneos ordenaron ningún sacerdote indígena.TORQUEMADA, Monarquía..., XVII, 12 y 13. 545. PITA MOREDA, Los predicadores..., p. 97. 546.ACOSTA, Procurando..., VI, 5, 9 y 19.
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tan a la profesión de las religiones los descen«Cerca de las cosas arriba dichas, podríadientes de cualquiera infieles en el cuarto grame argüir alguno, preguntar y decir: Venid do, y esto mismo particularmente tiene ordeacá, hermano; vos decís que los indios comúnnado nuestra religión en sus estatutos. Pero mente tienen muchas condiciones y inclinacioaún más quiero yo añadir, y es, que puesto canes naturales muy apropiadas para ayudarles a so no se presumiese en alguna manera de los ser buenos cristianos, y habéis traído ejemplos indios que habían de volver al vómito de los particulares de indios a quien Dios comunicó su ritos y ceremonias de su gentilidad (que es por espíritu, que tuvieron deseo de servirle, renundonde la Iglesia se mueve a privarlos de este ciando al mundo y siguiendo la vida evangélibeneficio), hay en ellos más causa que en otros ca. ¿Pues qué es la causa porque a estos tales no descendientes de infieles para no los admitir a se les dará el hábito de la religión, no solamenla dignidad del sacerdocio ni a la de la religión, te para legos, más aun para sacerdotes, como en aunque fuese para legos, y esta es un natural la primitiva iglesia se elegían los gentiles y juextraño que tienen por al mayor parte de los díos nuevamente convertidos a la fe para saindios, diferente del de otras naciones (aunque cerdotes y obispos? Antes parece sería esto de no sé si participan de él algunos de los griemás provecho para la conversión y buena crisgos), que no son buenos para mandar ni regir, tiandad de toda su nación, por saber ellos mesino para ser mandados y regidos. Porque jor sus lenguas para les predicar y ministrar en cuanto tienen de humildad y subjeción en este ellas más propia y perfectamente. Y porque el estado (como lo habernos pintado), tanto más pueblo tomaría y recebiría la doctrina de boca se engreirían y desvanecerían si se viesen en de sus naturales con más voluntad que de los lugar alto. Y así quiero decir, que no son para extraños. A esto bastaba responder brevemenmaestros sino para discípulos, ni para prelados te, confesando que así pasó en la primitiva sino para subditos, y para esto los mejores del Iglesia, y que entonces así convenía, porque mundo. [...] A algunos de los indios criados y Dios obraba con milagros en aquellos recién doctrinados de su mano, y al parecer bien inconvertidos, y así eran santos, y se ofrecían clinados, dieron el hábito de la orden para luego al martirio por la confesión del nombre probarlos, y luego en el año del noviciado code Jesucristo. Mas en estos tiempos, la Iglesia, nocieron claramente que no eran para ello, y alumbrada por el Espíritu Santo y enseñada así los despidieron, y hicieron estatuto que no con la experiencia de los muchos reveses que se recibiesen. Un gran letrado extranjero de se han visto en los nuevos cristianos, tiene orlos reinos de España que pasó a estar partes denado, por determinación de los Sumos [Fr. Jacobo Daciano], confiado en su saber, Pontífices Vicarios de Cristo, que no se admi-
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presumió afirmar que esta nueva iglesia indiana iba errada por no tener ministros naturales de los convertidos, como la Iglesia primitiva; teniendo esta opinión, que a los indios se debían dar órdenes sacros y hacerlos ministros
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de la Iglesia. Y el doctísimo y religiosísimo padre Fr. Juan de Gaona lo convenció de su error en pública disputa, y lo obligó a que hiciese penitencia. Y esta su apología que puso en escripto, está en pie, hoy día entre nosotros»547.
547. MENDIETA, Historia eclesiástica..., IV, 23.
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IX EL AGUSTINISMO ACOSTISTA
El carácter insatisfactorio de las respuestas que al problema de la justicia de Dios se fueron dando a lo largo del siglo XVI, empuja, en mi opinión, a José de Acosta a reflexionar sobre la historia prehispánica de América, considerándola una preparación al Evangelio e insertándola en el conjunto de la historia universal. Con sus propias palabras: aponer la historia a las puertas del Evangelio. Es necesario tener presente lo dicho sobre la necesidad de explicar los procesos con razones adaptadas al modo de las cosas humanas. Acosta va a afirmar que, cuando llegaron los españoles a América, ésta se hallaba en su máximo esplendor y, al tiempo, en su mejor disposición para convertirse al cristianismo. Esta idea es semejante a otras muchas que se difunden a lo largo del siglo XVI y se relaciona directamente con las tesis mantenidas, en el V, por San Agustín, que, no ca-
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sualmente, es uno de los autores más citados por Acosta. Agustín negó que la decadencia del imperio romano pudiera achacarse a la difusión del cristianismo y defendió la importancia vital que para asegurar esta difusión tuvo el esplendor alcanzado por Roma. Pero lo realmente significativo es como asume Acosta las concepciones agustinianas sobre el sentido de la historia. Hay en la Ciudad de Dios un análisis detenido de las causas segundas que actúan en la historia, que relaciona a la Providencia con la libertad humana, haciendo de ambas categorías históricas. Agustín sin rechazar lo que en ella pueda haber de negativo, verá en la invasión de los bárbaros la actuación de la Providencia. De igual forma se aproxima el jesuíta al descubrimiento y fundación de América. Ambos reflexionan sobre la totalidad de la historia universal y sobre la dificultad para enten-
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una cabeza política que facilitara la difusión del Evangelio. Los señores de México y de Cuzco a medida que construían sus grandes imperios, introducían su lengua, frente a la diversidad anterior que habría dificultado mucho la evangelización. Además, el aprendizaje del quechua está muy facilitado por «la estructuración gramatical que hizo de ella, con diligente investigación, un personaje a quien debe muchísimo la nación de los indios»; el aimara no es tampoco muy difícil ni difiere gran cosa de la otra, y, en México, existe también una lengua común para facilitar la mutua comunicación de tantos pueblos y naciones. Esta providencia facilitó la predicación en un tiempo en el que los predicadores no reciben el don de lenguas, como antiguamente550.
derla, mayor aun si se la reduce a visiones parciales548. En el esfuerzo de Acosta por integrar América en el devenir de la historia universal, los factores básicos son la unidad lingüística introducida por los grandes imperios, las divisiones y parcialidades entre los indios, el cansancio indígena ante la tiranía, las sutilezas doctrinales de las religiones idolátricas y los preanuncios. Al tiempo que entraron los cristianos, estaban aquellos reinos en la cumbre de su pujanza, y fue entonces cuando el Altísimo decidió quebrantar los reinos y monarquías del mundo. Del mismo modo que, la ley de Cristo vino cuando la monarquía de Roma había llegado a su cumbre549. Fue la Providencia la que determinó que hubiera
548. «Si la belleza de este orden no nos resulta agradable, escribe Agustín, es porque insertos como estamos en un sector del mundo, por nuestra condición m o r t a l , no podemos percibir el conjunto al que se amoldan con armonía y proporción sumas las pequeñas partes que nos desagradan a nosotros». La dudad de Dios, X I I , 4, Madrid, 1988. 549. Son muchos los autores que observan como los pueblos americanos se derrumban, al igual que Roma, cuando su poder es más grande, y esta observación, sin negar la tesis de Acosta, les permite realizar una valoración moral: Dios da, de este modo, una lección a la soberbia humana. M U R Ú A , Historia general del Perú..., I, 39, 58 y 59. 550. ACOSTA, Historia natural...,Vil,
28. ACOSTA, Procurando...,.
I, 9. Aprovecha además Acosta para in-
t r o d u c i r una crítica: «Y si el Príncipe Cristiano hubiese hecho por amor a C r i s t o lo que hizo en su imperio el bárbaro Guainacapa, que todos hablasen una sola lengua o al menos que hubiese una so-
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Igualmente, fue providencia de Dios, que al llegar los primeros españoles, se encontraran los imperios indígenas fuertemente divididos. «En el Pirú, está claro que la división entre los dos hermanos Atahualpa y Guascar, recién muerto el gran rey Guaynacapa, su padre, esa dio la entrada al Marqués D. Francisco Pizarro, y a los españoles, queriéndolos por amigos cada uno de ellos, y estando ocupados en hacerse guerra el uno al otro. En la Nueva España, no es menos averiguado que el ayuda de los de la provincia de Tlaxcala, por la perpetua enemistad que tenían con los mexicanos, dio al Marqués D. Fernando Cortés, y a los suyos, la victoria y señoría de México, y sin ellos fuera imposible ganarla, no aun sustentarse en la tierra». Los que estiman en poco a los indios no se dan cuenta que sin esta providencial ayuda divina, no habrían sido derrotados. «Atribuyase la
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gloría, continúa Acosta, a quien se debe que es principalmente a Dios y a su admirable disposición, que si Motezuma en México, y el Inga en el Pirú, se pusieran a resistir a los españoles la entrada, poca gente fuera Cortés, ni Pizarro, aunque fueron excelentes capitanes, para hacer pie en la tierra»551. Fue también de gran ayuda la opresión que venían sufriendo los indígenas. «La misma servidumbre y sujeción al demonio y a sus tiranías, y yugo tan pesado, fue excelente disposición para la Divina Sabiduría, que de los mismos males se aprovecha para bienes, y coge el bien suyo del mal ajeno, que él no sembró». Ninguna gente de las Indias más apta para el Evangelio, que los que han estado más sujetos a sus señores y han llevado una carga mayor de tributos, servicios, ritos y usos mortíferos, porque los indios estaban ya cansados de llevar esta carga y «consultaban entre
la lengua oficial en todas partes, hubiera prestado, sin duda un inmenso servicio a la predicación del Evangelio». El contraste con los progresos efectuados en Brasil o en la Florida le sirven a Acosta para ratificar su tesis, con la que está de acuerdo, entre otros muchos, Domingo de Santo. 551.ACOSTA,Historia natural....VII,
22 y 28. Este argumento le sirve para insistir en la injusticia y el e r r o r
cometido p o r los españoles al matar a Atahualpa (Procurando...,
II, 18.). La importancia de la división
de los imperios indígenas aparece en múltiples autores a lo largo del X V I . Por ejemplo, es una idea que empapa toda la obra de M O L I N A , Relación de muchas cosas...
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sí de buscar otra ley y otros dioses a quien servir. Así les pareció y parece, la ley de Cristo, justa, suave, limpia, buena, igual, y toda llena de bienes»552. Para fortalecer esta tesis, Acosta multiplica los testimonios de crueldad de los regímenes prehispánicos553, y trasmite un testimonio indígena sobre la conquista de México:
Respondió el indio: " N o creas, Padre, que tomamos la ley de Cristo tan inconsideradamente como dices, porque te hago saber que estábamos ya tan cansados y descontentos con las cosas que los ídolos nos mandaban, que habíamos tratado de dejarlos y tomar otra ley. Y como la que vosotros nos predicasteis nos pareció que no tenía crueldades y que era muy a nuestro propósito, y tan justa y buena, entendimos que era la verdadera ley, y así la recibimos con gran buena voluntad". Lo que este indio dijo se confirma bien con lo que se lee en las primeras relaciones que Hernando Cortés envió [...] lo que hace al intento es ver cuan insufrible servidumbre tenían aquellos bárbaros al homicida infernal, y cuan grande misericordia les ha hecho el Señor en comunicarles su ley mansa, justa y toda agradable».
«tenía ya cansados a muchos de aquellos bárbaros, pareciéndoles cosa insufrible; [...] en lo interior, deseaban verse libres de aquella pesada carga. Y fue providencia del Señor que en esta disposición hallasen a esta gente los primeros que les dieron noticia de la ley de Cristo, porque sin duda ninguna les pareció buena ley y buen Dios el que así se quería servir. A este propósito me contaba un padre grave en la Nueva España, que cuando fue a aquel reino, había preguntado a un indio viejo y principal, cómo los indios habían recibido tan presto la ley de Jesucristo, y dejado la suya sin hacer más pruebas ni averiguaciones, ni disputa sobre ello, que parecía se habían mudado sin moverse por razón bastante.
552.ACOSTA, Historia natural...,Vil, 553. ACOSTA, Historio natural...,
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A l m i s m o t i e m p o , la c r u e l d a d d e los ú l t i m o s reyes m e x i c a n o s e incas, en o p i n i ó n d e A c o s t a , c o m p l i c a m á s la situación d e sus i m p e r i o s y, p o r c o n s i g u i e n te, beneficia al c r i s t i a n i s m o . H e c h o s c o m o la altivez y el d e s p o t i s m o d e M o t e c u h z o m a , q u e se h i z o « r e s p e t a r y a u n
28. C f r . T O R Q U E M A D A , Monarquía..., IV, 22.
III, I 5: «En el valle de Cañete, que antiguamente decían el Guarco, había
innumerables indios pescadores, y porque resistieron al Inga, cuando fue conquistada aquella tierra, fingió paces con ellos, y ellos por hacerle fiesta hicieron una pesca solemne de muchos millares de indios que en sus balsas entraron en la mar; a la vuelta, el Inga tuvo apercibidos soldados de callada, e hizo en ellos cruel estrago, por donde quedó aquella tierra tan despoblada, siendo tan abundante».
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cuasi adorar como dios. Ningún plebeyo le había de mirar a la cara, y si lo hacía, moría por ellos; jamás puso sus pies en el suelo, sino siempre llevado en hombros de señores». La consecuencia de su soberbia y tiranía fue su final miserable, pagando así, «al justo juicio del Señor de los cielos, lo que merecía». El mismo juicio le merece la decisión de Topa Inga Yupangui, padre de Guaynacapa y abuelo de Atahualpa, de quebrantar la prohibición del incesto, al permitir que el Inca pudiese casarse con hermana de padre. «Y como aquel matrimonio fue ilícito y contra ley natural, así ordenó Dios que en el fruto que de él procedió, que fue Guascar Inga, y Atahualpa Inga, se acabase el reino de los ingas»554. Incluso las religiones indígenas se convierten para Acosta en instrumentos que favorecen la predicación en América, porque «lo que tiene dificul-
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tad en nuestra ley, que es creer misterios tan altos y soberanos, facilitóse mucho entre éstos con haberles platicado el diablo otras cosas mucho más difíciles, y las mismas cosas que hurtó de nuestra ley Evangélica, como su modo de comunión y confesión, y adoración de tres en uno, y otras tales, a pesar del enemigo, sirvieron para que las recibiesen bien en la verdad los que en la mentira las habían recibido»555. Esta tesis será compartida por otros muchos autores, entre ellos Luis Jerónimo Oré, que en Symbolo Catbolico Indiano, pondera igualmente el monoteísmo introducido por el inca Capac Yupanqui, que hizo en Cuzco un templo a Pachacamac, que da alma o vida al universo, o Pacha Yachachic, hacedor del universo, y sugiere que este avance sirve de apoyo para introducir el conocimiento de Jesucristo. Por otra parte la Relación anónima establece una inte-
554. ACOSTA, Historia natural. . . , V , 2 2 , V I , 18, y V i l , 2 1 , 22 y 26. Cfr. V Á Z Q U E Z , Compendio...,
parte 2.*, III,
I 6, y M U R Ú A , Historia general del Perú..., I, 4, que considera que el incesto era una costumbre normal de los incas desde Manco Capac. 555. ACOSTA, Historia natural...,Vil,
28, y V, 25: «En parte ha sido providencia del Señor, p e r m i t i r el uso
pasado, para que la confesión no se les haga dificultosa». ACOSTA, Procurando..., VI, 12: «Por creer en ellas los bárbaros en o t r o tiempo, se muestran menos difíciles en dar fe a las verdades que nosotros les damos a conocer».
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resante continuidad entre las vírgenes consagradas incaicas y las monjas cristianas556. Por último, destaca los preanuncios, que permitió Dios como aviso para los hombres y como principio del castigo por el miedo que provocan557, y la riqueza de América, que, como vimos en su momento, facilitó la expansión del cristianismo558. De este modo, Acosta, rechazando las explicaciones milagrosas, las basadas en argumentos más que discutibles, como la previa y frustrada evangelización, y la tentación de avivar la condena a los indígenas idólatras, como forma de salvaguardar la justicia divina; ofrece una respuesta que, si bien en algunos aspectos deja salidas muy estrechas, como demuestra la discusión desarrollada en el capítulo quinto, al recurrir a la razón, al orden y al estilo de las cosas humanas -argumento de tanto sabor salmanticense, que pretende hacer significativa para el hombre la acción de Dios-, per-
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mite insistir en los valores humanos de los pueblos indígenas, frente a los que vienen a defender una supeditación casi permanente, integrar a América en el conjunto de la historia universal, apreciar las virtudes y valores de su tradición y salvaguardar, con la libertad del hombre, la providencia y la protección de Dios. En cierto modo, la explicación de la tardanza en ser descubiertas las nuevas gentes tenía que ser natural, ni milagrosa ni determinada arbitrariamente por Dios. Sencillamente las tierras de los indios no estaban descubiertas, a causa de la falta de desarrollo técnico en los instrumentos de navegación. A propósito de la frase a toda la tierra alcanzó su pregón y hasta los infieles del orbe llegó su palabra, apuntaría esta tesis: «Su pregón alcanza., a no dudarlo, a toda la tierra, pero gradualmente y a sus tiempos, de acuerdo con la determinación de los designios eternos»559. Es decir, Dios interviene por medio de las causas segundas.
556. RELACIÓN de las costumbres..., p. 172. 557.ACOSTA, Historia natural..., prólogo a los lib.V-VII;Vil, 23 y 28. Cfr.VÁZQUEZ, Compendio..., parte 2.', III, 16; REMESAL, Historia general....V, 7. 558. ACOSTA, Historia natural..., IV, 2, 4 y 7. 559. Con sus tesis coincide en gran medida TORQUEMADA, Monarquía..., XV, 47.
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Siendo la obra de Acosta deudora de la reflexión colectiva de todo el siglo XVI, sin que esto implique reducir la genial originalidad de su pensamiento560, proyectará una influencia poderosa y perdurable en el pensamiento americano posterior. Pocos años después el jesuíta Giovanni Anello Oliva561 y el carmelita Antonio Vázquez de Espinosa se hacen eco de estas ideas. Vázquez continúa reflexionando sobre la diversidad de los pueblos americanos a partir de sus sistemas políticos562. Reconoce el valor civilizador de las altas culturas americanas, desvincula los castigos merecidos por los indígenas de su infidelidad563 e insiste en la importancia moral de los preanunciosiM. Manteniendo, co-
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mo tienden a hacer todos los autores de la época, la radical ruptura representada por el cristianismo, presenta a éste como algo que viene a perfeccionar el camino emprendido por los pueblos americanos antes del Descubrimiento. Para Vázquez, Dios dispuso la división del imperio inca «con su divina providencia para que entrase la predicación de su Evangelio en aquellas naciones que los incas habían ido cultivando en la ley natural y disponiéndolos para la gracia», y de este modo, Guaima Capac en la hora de su muerte «supo la ida de los españoles y previno a los suyos que les fuesen leales y obedientes, porque la ley que les habían de enseñar era mejor que la de los Incas»565.
560. En este sentido cabe destacar tres cuestiones estrechamente relacionadas: el análisis comparativo de las altas culturas americanas; su respuesta al problema de la justicia de Dios y el empeño por integrar lo americano en una concepción unitaria del mundo. 561. Son muchas las ideas que A N E L L O recoge de Acosta: el papel que en la obra de la providencia juegan las riquezas materiales, el desarrollo de las culturas prehispánicas, que facilitan la evangelización gracias a su red de caminos y a la difusión de lenguas comunes, y la lucha entre Huáscar yAtahualpa. Del mismo modo, reconocer la injusticia de la guerra contra los incas y el mal comienzo de la evangelización del Perú, no le lleva a que detrás del Descubrimiento y la conquista esté la obra de Dios. 5 6 2 . V Á Z Q U E Z , Compendio...,
parte l.a,V, 20; parte 2. a IV, 98 y l 0 9 , y V , 4 2 .
5 6 3 . V Á Z Q U E Z , Compendio...,
parte 2. a III, 16, y IV, 104.
5 6 4 . V Á Z Q U E Z , Compendio...,
parte 2. a III, 16.
5 6 5 . V Á Z Q U E Z , Compendio...,
parte 2. a IV, 101.
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(1546), "ed. J. G. DURAN, Monumenta Catecbetica Hispanoamericana, vol. II, Buenos Aires, 1990.
266
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN I.
E L DESAFÍO DE LA EXPERIENCIA
II.
LA UNIDAD DEL GÉNERO HUMANO Y EL ORIGEN DEL
9 17
HOMBRE AMERICANO
29
III.
PROVIDENCIA Y JUSTICIA DE D I O S
49
IV
FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS Y LA OBSESIÓN POR EL PECADO
73
V
TEOLOGÍA ACADÉMICA Y TEOLOGÍA MISIONERA
107
VI.
E L INDÍGENA AMERICANO
131
VII.
LA RELIGIÓN INDÍGENA
155
VIII. REDENCIÓN, ESFUERZO EVANGELIZADOR Y NACIMIENTO
IX.
DE UNA NUEVA IGLESIA
197
EL AGUSTINISMO ACOSTISTA
255
FUENTES CITADAS
263
R E L I G I O N E S EN
DIÁLOGO
D i r e c t o r : Pedro Rodríguez Panizo
1. GANDHl: EXPERIENCIA DE DIOS Y EXIGENCIA ÉTICA. Una apelación a la moral cristiana, por Emilio José Martínez González. 2.
¿HAY SALVACIÓN FUERA DE LA IGLESIA?
Rastreando la historia de la respuesta
católica, por Francis A. Sullivan, S.J. 3.
EL DIÁLOGO INTERRELIGIOSO. Oportunidad para la fe o decadencia de la misma, por Jean Claude Basset.
4. EL IMPACTO DE LAS RELIGIONES INDÍGENAS AMERICANAS EN LA TEOLOGÍA MISIONERA DEL s. XVI, por Francisco Javier Gómez Diez.