126 87 585KB
Spanish Pages 60 [49] Year 2023
El Deber de la Meditación por Thomas Manton
El Deber de la Meditación por Thomas Manton Del original en inglés “The Duty of Meditation” Primera edición Agosto 2023 Traducción, edición y diagramación Editorial Edificando [email protected] Publicado por Editorial Edificando Ibagué – Colombia
Todos los derechos reservadosÓ para la traducción en español. Esta prohibida cualquier reproducción del material, cambio, impresión o distribución sin la autorización del autor.
Sermón I: Meditaré en tus preceptos 4 Sermón II: Me deleitaré en Tus estatutos: no me olvidaré de Tu ley. 15 Sermón III: Ten misericordia de tu siervo, para que viva y cumpla tu palabra 24 Sermón IV: 33 Abre mis ojos para que vea las maravillas de tu ley. 33 Sermón V: Isaac salió a meditar al campo al atardecer 43 Acerca del autor 48
Sermón I: Meditaré en Tus Preceptos Meditaré en tus preceptos, y tendré respeto a tus caminos. Durante todo este 5empo David había mostrado lo que había hecho; ahora, lo que hará. Ver. 10, 'He buscado'; ver. 11, 'He escondido;' ver. 13, 'He declarado;' ver. 14, 'Me he alegrado'. Ahora, en los dos versículos siguientes se compromete a fijarse en Dios para el 5empo venidero: "Meditaré en tus preceptos", etc. No debemos descansar en algo ya hecho y pasado, sino con5nuar con la misma diligencia hasta el fin. Aquí está la resolución y el propósito sinceros de David de con5nuar por el 5empo venidero. Muchos dirán: Así he hecho cuando era joven, o tenía más 5empo libre y descanso; en eso he meditado y reflexionado. Tú debes con5nuar todavía en un curso santo. Empezar a construir y dejar sin terminar es un argumento de insensatez. Siempre hay la misma razón para con5nuar que, para empezar, tanto por necesidad como por provecho y dulzura. No tenemos licencia para aflojar y abandonar hasta que todo esté terminado: Fil. 2:12, "Trabajad por vuestra propia salvación"; de lo contrario, todo lo que hagáis será en vano, aunque no en vano: Gál. 3:4, en vano en cuanto a la recompensa final, aunque no en vano en cuanto al aumento del cas5go. Perderás tu costo, tus vigilias, esfuerzos, oraciones; pero ganarás un cas5go más pesado, de modo que hubiera sido mejor que nunca hubieras comenzado: 2 Pedro 2: 20, 21, 'Porque si después de haber escapado de las contaminaciones del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, otra vez son enredados en ellas y vencidos, peor les es el postrer fin que el principio; pues mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la jus5cia, que después de haberlo conocido, apartarse del santo mandamiento que les fue dado. ' Tú traes un mal informe sobre Dios; tu sen5do del valor de las cosas celes5ales debe ser necesariamente mayor por haber hecho la prueba; y por lo tanto tu cas5go por negligencia es mayor. Llegaban a la viña a dis5ntas horas, pero todos se quedaban hasta el final del día. Unos llamaban antes, otros después, pero todos aguantaban hasta el final: Heb. 6:10, 11, vosotros; habéis ministrado y debéis ministrar; habéis orado y debéis orar; habéis oído la palabra con alegría, y debéis oír todavía. Muchos en la juventud son celosos, pero cuando sus primeros ardores se gastan, se vuelven mundanos, descuidados, y listos para sonar un re5ro de Dios. El fuego del altar nunca debía apagarse; así debían conservarse siempre la vida, el calor y el vigor de nuestros afectos hacia la palabra de Dios. Dios sigue siendo el mismo, y también lo es la palabra; y por lo tanto debemos ser siempre los mismos en nuestros respetos hacia ella. El diablo en polí5ca deja a los hombres en paz por un 5empo, para que manifiesten algún respeto a los caminos de Dios, para que después hagan mal a la religión. Están llenos de celo, son estrictos, santos, diligentes en...asistencia a las ordenanzas. Él nunca los molesta, sino que está en tregua con ellos todo este 5empo, hasta que adquieren algún nombre por la profesión de piedad, y entonces sabe que su caída será tanto más escandalosa e ignominiosa, no sólo para ellos mismos, sino para su profesión. Son hombres atrevidos y ardientes por un 5empo, hasta que se quedan sin aliento, y entonces, mediante una notable deserción, se avergüenzan a sí mismos y endurecen a los demás.
Compárese con el versículo 13: 'He declarado'; ahora 'meditaré'. Ser calurosos y afectuosos en nuestras expresiones de respeto a la palabra ante los demás, y menospreciarla en nuestros propios corazones, arguye, crasa hipocresía; por eso David no sólo conferiría, sino que meditaría. Muchos hablan con otros, pero no con su propia alma: 'Comulgad con vuestros corazones, y callad'. El verdadero celo es uniforme; cuando no hay más tes5go que Dios, actúa igual. Vayamos al versículo 14, David había hablado de su deleite en la ley; ahora, que meditaría en ella; en ambos no para jactarse, sino para es5mular a otros con su ejemplo: eso debe entenderse todo el 5empo cuando habla de su diligencia en y acerca de la ley de Dios. Pero observen, primero la palabra era su deleite, y luego su meditación, El deleite causa la meditación, y la meditación aumenta el deleite: Sal. 1:2, 'Pero en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche'. Un hombre que se deleita en la ley de Dios ejercitará su mente en ella. Nuestros pensamientos siguen a nuestros afectos. Es tedioso y fas5dioso para la carne meditar, pero el deleite nos llevará a cabo. Las acciones más pequeñas, cuando no nos deleitamos en ellas, nos parecen tediosas y pesadas. No fue gran cosa para Amán conducir el caballo de Mardoqueo, pero sí un servicio ofensivo y gravoso, porque era contra su voluntad. La dificultad que encontramos en los deberes santos no radica en los deberes mismos, sino en la torpeza de nuestros afectos. Muchos piensan que no 5enen partes, y por lo tanto no pueden meditar. Aquel que encuentre un corazón para este trabajo encontrará una cabeza. El deleite pondrá la mente a trabajar, porque somos propensos a reflexionar y detenernos en lo que nos agrada. ¿Por qué los pensamientos santos no nos son tan naturales y amables como los carnales? El defecto está en el corazón: 'Me he regocijado en tus tes5monios', dice David, y por eso 'meditaré en tus estatutos'. En las palabras hay una doble expresión del amor de David a la ley de Dios: 1. Meditaré en tus preceptos. 2. Respetaré tus caminos. Respecto a lo cual observa1. En ambos la noción con que se expresa y diversifica la palabra de Dios, preceptos, caminos. La palabra preceptos implica la autoridad de Dios, por la cual se ra5fican los consejos de la palabra. Caminos implica una dirección determinada para nuestro camino hacia el cielo. Los caminos de Dios hacia nosotros están declarados en sus promesas. Así se dice en Sal. 25:10: 'Todas las sendas de Dios son misericordia y verdad'. Nuestros caminos hacia Dios, ver. 4 de ese salmo: Muéstrame tus caminos, enséñame tus sendas'. Estos son sus preceptos. 2. Observa, lo uno es fruto de lo otro: 'Meditaré'; y luego, 'Tendré respeto'. La meditación está en orden a la prác5ca; y si es correcta, engendrará un respeto a los caminos de Dios. No meditamos para descansar en la contemplación, sino para obedecer: Jos. 1:8: 'Meditarás en el libro de la ley de día y de noche, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito'. También Fil. 4:8, 9, 'Piensa en estas cosas,' 'haz estas cosas'-λογίζεσθε. Cuando
echas cuentas, y consideras lo que Dios ha requerido de 5, es para que te pongas a la obra. La meditación no es un florecimiento del ingenio, para que complazcamos la fantasía jugando con las verdades divinas (el sen5do está enfermo que debe ser alimentado con codornices), sino una seria inculcación de ellas en el corazón, para que lo impulsemos a la prác5ca. Ni tampoco familiarizarnos con la palabra para poder hablar de ella en compañía: la reunión es para los demás, la meditación para nosotros mismos cuando estamos solos. Las palabras no son más que la emisión femenina de nuestros pensamientos, las obras la masculina. No se trata sólo de con nociones curiosas e inves5gaciones su5les; el estudio escudriña una verdad, pero la meditación la mejora para el uso prác5co: es mejor ser sincero que su5l. 3. Observen que esta obediencia prác5ca se expresa en el respeto a los caminos de Dios. Respetar los caminos de Dios es cuidarnos de no desviarnos de ellos, considerarlos y considerarnos a nosotros mismos: 'Observad para hacerlos', Jos. 1:8; y en otros lugares se le llama ponderar nuestro camino: Prov. 4:26, 'Considera la senda de tus pies,' para que no equivoquemos nuestro camino, ni nos desviemos de él. El respeto a la palabra de Dios se abrió ver. 6 y 9. El punto principal es éste: Que un gran deber de los santos es meditar en la Palabra de Dios y en los asuntos contenidos en ella. Preguntémonos qué es la meditación, porque la prác5ca y el conocimiento del deber se nos hacen casi extraños. Antes de definirla, debo dis5nguirla. La meditación es1. Ocasional. 2. Estable y solemne. 1. La meditación ocasional es un acto por el cual el alma espiritualiza todos los objetos con los que se relaciona. Un corazón bondadoso es como un alambique; puede des5lar pensamientos ú5les de todas las cosas que encuentra. Mira, como ve todas las cosas en Dios, así ve a Dios en todas las cosas. Así Cristo, en el pozo de Jacob, habla del pozo de la vida, Juan 4; en el milagro de los panes, habla del maná, Juan 6 y 7; en la fiesta de los tabernáculos, de las aguas vivas; en la cena de los fariseos, habla de comer pan en el reino de Dios, Lucas 14:15. Hay una santa química y arte que un cris5ano 5ene para conver5r el agua en vino, el bronce en oro, para hacer que las ocasiones y objetos terrenales ministren pensamientos espirituales y celes5ales. Dios educó a la an5gua iglesia mediante 5pos y ceremonias, para que las cosas con las que conversaban ordinariamente les recordaran a Dios y a Cristo, sus deberes, peligros y pecados. Y nuestro Señor en el Nuevo Testamento enseñó mediante parábolas y nuestro Señor en el Nuevo Testamento enseñó por medio de parábolas y semejanzas tomadas de las funciones y oficios ordinarios entre los hombres, que en cada oficio y vocación podríamos estar empleados en nuestros negocios mundanos con una mente celes5al; que ya sea en la 5enda, o en el telar, o en
el campo, podríamos seguir pensando en Cristo, y en la gracia, y en el cielo. Hay una parábola del mercader, una parábola del sembrador, una parábola del hombre que pide cuentas a sus siervos, etc., para que en todas estas ocasiones podamos poner en orden nuestras mentes y sacar algún provecho espiritual de nuestros asuntos comunes. Así las criaturas elevamos nuestras mentes al creador. David tenía su meditación nocturna: Sal. 8:3, 'Cuando contemplo los cielos, obra de tus manos, la luna y las estrellas que tú ordenaste,' &c.; el sol no se menciona. En el Salmo 19:5, hay una meditación matu5na, pues parece describir al sol saliendo de sus aposentos en el oriente, y desplegando sus rayos como un paño de oro sobre el mundo. A un corazón santo no puede faltarle un objeto que le lleve a meditar en el poder, la bondad, la gloria y la sabia providencia de Dios, que ha hecho y ordena todas las cosas según el designio de su voluntad. Hay mucha divinidad prác5ca en el seno mismo de la naturaleza, si tuviéramos la habilidad de descubrirla. Job nos dice: 'Pregunta a las bes5as, y ellas te enseñarán; y a las aves del cielo, y ellas te lo dirán; o habla a la 5erra, y ella te enseñará; y los peces del mar te lo declararán'. Hablan por nuestros pensamientos. 2. Hay meditación fija y solemne. Ahora bien, ésta es de varias clases, o, mejor dicho, son varias partes del mismo ejercicio. [1.] Hay una meditación reflexiva, que no es otra cosa que un solemne diálogo entre el hombre y su propio corazón: Sal. 4:4, "Comulga con tu propio corazón y estate quieto"; cuando nos hemos re5rado de la compañía, para que la mente pueda volver sobre sí misma, para considerar lo que somos, lo que hemos sido, las dificultades y tentaciones por las que hemos pasado, cómo las hemos superado, cómo hemos pasado de la muerte a la vida. Esta es una parte necesaria de la meditación, pero muy diycil. ¿Qué puede haber más contra el amor propio y la facilidad carnal que el que un hombre sea su propio acusador y juez? Todos nuestros cambios son para evitar nuestra propia compañía, y para huir de nosotros mismos. El basilisco muere al verse en un espejo, y un hombre culpable no puede soportar ver su propia cara natural en el cristal de la palabra. El hombre mundano ahoga su alma con negocios, no sea que, por falta de trabajo, la mente, como un molino, caiga sobre sí misma. La persona insaciable derrite sus días en el placer, y adormece su alma con la poción de los placeres externos, para que no despierte y hable con él. Pues bien, es necesario que os toméis un 5empo para hablar con vosotros mismos, para que pregunten a vuestras almas lo que habéis sido, lo que sois, qué habéis hecho, qué será de vosotros por toda la eternidad: Jer. 8:6, 'Nadie se pregunta a sí mismo: ¿Qué he hecho? Te parecería extraño de dos hombres que conversaron todos los días durante cuarenta o cincuenta años y sin embargo, todo este 5empo no se conocían entre sí. Así sucede caso entre nosotros y nuestras propias almas; vivimos mucho 5empo en el mundo y sin embargo somos extraños a nosotros mismos. [2.] Hay una meditación que es más directa, cuando ejercitamos nuestras mentes en la palabra de Dios y los asuntos contenidos en ella. Esta meditación es doble (1.) Dogmá5ca, o la búsqueda de una verdad con el fin de conocerla: 'Comprobando cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta', Rom. 12:2. Esto es estudio, y difiere de la meditación en el objeto, y supone que la materia que buscamos es desconocida, ya sea en su
totalidad o en parte; mientras que la meditación prác5ca es la inculcación o el despertar de una verdad conocida en el alma: y difiere en el fin; el fin del estudio es la información, y el fin de la meditación es la prác5ca, o un obrar sobre los afectos. El estudio es como un sol de invierno, que brilla, pero no calienta; pero la meditación es como avivar el fuego, donde no nos preocupa el resplandor sino el calor. El fin del estudio es atesorar la verdad; pero el de la meditación, exponerla en conferencia o santa conversación. En el estudio, somos más bien como los viñadores, que toman vino para almacenarlo para la venta; en la meditación, como los que compran vino para su propio uso y bienestar. La bodega de un viñador puede estar mejor almacenada que la de un noble; el estudiante puede tener más nociones y conocimientos, pero el cris5ano prác5co 5ene más conocimiento, pero el cris5ano prác5co 5ene más de gusto y de refrigerio. (2.) Prác5ca y aplica5va. De esto hablamos ahora; y es ese deber y ejercicio de la religión por el cual la mente se aplica a la seria y solemne consideración y mejora de las verdades que entendemos y creemos, para usos y propósitos prác5cos. No como un hombre que siembra y nunca cosecha; o una mujer que a menudo concibe, pero nunca da a luz hijos vivos. (1ro.) Es un deber; porque se ordena, Jos. 1:8: 'Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito'. Así como la promesa es general, 'No te dejaré ni te desampararé,' Heb. 13:5, así es el mandamiento. Meditar en la ley forma parte de la descripción de un hombre piadoso: Sal. 1:2, 'Su delicia está en la ley del Señor, y en esa ley medita día y noche'. Se nos recomienda por la prác5ca y el ejemplo de los santos en las Escrituras. Isaac, Gén. 24:63, 'salió a meditar al campo al atardecer', a orar, como en el margen; la palabra en el original es indiferente a ambos sen5dos; significa propiamente murmullo, o un sonido imperfecto o suprimido. La Septuaginta la traduce a veces por ἀείδειν, cantar; pero otras por ἀδολεσχῆσαι, que significa ejercitarse. La palabra se usa aquí ἐν ταῖς ἐντολαῖς σοῦ ἀδολεσχήσω. Symmachus, λαλῆσαι, hablar; Aquila, ὁμιλῆσαι, , לשׂוח,hablar con Dios y con su propia alma. La palabra original significa murmurar, o tal hablar entre pensamientos y palabras. Hacía de su deber su descanso y solaz por la noche. Así hacia David a veces en este salmo. La razón lo confirma. Dios, que es un espíritu, merece el culto más puro y espiritual de la mente, así como el que realiza el cuerpo. Los pensamientos son el vástago mayor y más noble del alma, y es conveniente consagrarlos a conversar con Dios. (2d.) Es un deber necesario; no una cosa de preocupación arbitraria, una ayuda moral que puede ser observada y omitida a nuestro antojo; sino de uso absoluto, sin el cual todas las gracias se marchitan. La fe es flaca si no se alimenta con la meditación de las promesas: Sal. 119:92, 'Habría desmayado en mi aflicción, a menos que tu palabra hubiera sido mi delicia'. La esperanza no es viva a menos que contemplemos lo que esperamos y, con Abraham, caminemos por la tierra prometida, Génesis 15, y pensemos a menudo y seriamente en 'la gloria de las riquezas de la herencia de los santos', Efesios 1:18, y subamos al monte de la meditación, a la cima del Pisga, para tener una vista de la tierra. Lo mismo sucede con el amor; cuanto más estudiamos 'la altura, la anchura y la profundidad del amor de Dios en Cristo', Ef. 3:18, 19, tanto más se derrite y atrae el corazón hacia Dios, y más se aviva para la obediencia:
Sal. 26:3, 'Delante de mis ojos está tu misericordia'. Y así como ayuda a nuestras gracias en su ejercicio, así también a todos los demás deberes; como el oír la palabra. Oír y no meditar es infructuoso. El corazón es duro y la memoria escurridiza, los pensamientos sueltos y vanos; y por lo tanto, a menos que cubramos la buena semilla, las aves del cielo la comerán. Es como una cosa metida en una bolsa con agujeros: se pierde mientras se recibe: Santiago 1:23, 24, 'Sed hacedores de la palabra, y no solamente oidores, engañando vuestras almas; porque el que oye la palabra y no la hace, es semejante al que mira su rostro natural en un espejo; porque se mira a sí mismo, y se va, y luego olvida qué clase de persona era'. El mero oír no engendra más que pensamientos pasajeros, y no deja más que una débil impresión en el alma; como un relámpago, que tan pronto se va como viene, o la mirada de un rayo de sol sobre una ola. Un hombre nunca discierne el alcance, la belleza, el orden de las verdades entregadas, hasta que llega a meditar en ellas, y a repasarlas una y otra vez en sus pensamientos: Sal. 62:11, 'Dios ha hablado una vez, dos veces he oído esto', &c., es decir, cuando lo repetimos en nuestros pensamientos, lo inculcamos y meditamos sobre ello, esto produce una impresión más profunda, y lo que se dice resuena una y otra vez; se oye dos veces. David dice, Sal. 119:99, 'Tengo más entendimiento que todos mis maestros, porque tus testimonios son mi meditación'. El predicador sólo puede establecer teoremas generales y deducir inferencias prácticas; pero lo que las fija en el corazón son nuestros propios pensamientos; y así llegamos a ser más sabios, a ver más clara y prácticamente en cuanto a nuestro propio caso que el que predica; vemos un uso mayor del que él era consciente. Lo mismo ocurre con la oración; lo que recibimos de la palabra lo digerimos con la meditación y lo expulsamos con la oración. Estos tres deberes se ayudan mutuamente. ¿Cuál es la razón de que los hombres tengan un espíritu tan estéril, seco e insípido en sus oraciones? Es porque no se ejercitan en pensamientos santos: Sal. 45:1, 'Mi corazón trama un buen asunto'; y luego 'Mi lengua es como la pluma de un escritor presto'. Alude a la mincah, la ofrenda de carne; el aceite y la harina debían amasarse juntos y freírse en una sartén, y así ofrecerse al Señor. Cuando venimos con ofrendas cocidas con masa cruda, antes de haber elaborado y preparado nuestros pensamientos mediante una deliberación madura, somos estériles o tumultuosos en nuestras oraciones a Dios. La oración recibe el nombre de meditación, porque es el producto y el resultado de ella; como Sal. 5:1, 'Escucha, Señor, mis palabras; considera mi meditación'. También el Salmo 19:14: "Sean gratos a tus ojos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón", dando a entender que la oración no es sino el desahogo y la expresión de lo que hemos deliberado y meditado. Así David encuentra que sus deseos son más fervientes en pos de la gracia, cuanto más reflexiona y medita: Sal. 143:5, 6, 'Me acuerdo de los días pasados; medito en todas tus obras; medito en las obras de tus manos; extiendo mis manos hacia ti; mi alma tiene sed de ti como tierra sedienta'. Pues bien, es la vida y la fuerza de otras ordenanzas, sin las cuales ¡qué insignificantes y superficiales somos! Por ejemplo, en la conferencia; la corriente del buen discurso es alimentada por pensamientos serios. La Cena del Señor, un deber que es despachado principalmente por nuestros pensamientos; allí llegamos a poner la razón al más alto uso, a ser el instrumento de la fe y del amor; de la fe en aplicaciones que se creen; del amor, en resoluciones de deber y agradecimiento. En esa única ordenanza hay una unión de misterios, que tomamos en pensamientos santos y serios. Tener un entendimiento infructuoso, entonces, es una gran inmundicia y muerte para el corazón. Ahora bien, nunca nos
extenderemos en pensamientos pertinentes y provechosos, a menos que meditemos; porque las disposiciones espirituales no nos vienen de repente, y por movimientos extasiados, sino por grados y preparaciones progresivas y ordenadas. (3d.) Es un deber provechoso en cuanto a lo temporal. Salió Isaac a meditar, y de repente vio venir los camellos en que le habían traído a Rebeca, Gén. 24:63, 64. ¿Fue esto un mero accidente, piensas tú, o una providencia digna de observación y comentario? ¿Pensáis que esto fue un mero accidente, o una providencia digna de comentario y observación? Isaac va al encuentro de Dios, y allí ve por primera vez a su amiga íntima y esposa. Esto fue una misericordia en el trato. La piedad tiene las promesas de esta vida y de la venidera. Nada se pierde por el deber y los actos de piedad. Séneca dijo que los judíos eran un pueblo insensato, porque perdían la séptima parte de sus vidas: Septimam ætatis partem perdunt vacando. Este es el sentido de la naturaleza, pensar que se ha perdido todo lo que se ha concedido a Dios. La carne y la sangre gritan: ¿Qué necesidad hay de este desperdicio? no pueden prescindir de su tiempo, tienen familias que mantener. Permítanme decirles que sirviendo a Dios se ocupan de dos cosas a la vez. Los intereses mundanos son arrojados en el camino de la religión, y aunque no fueron diseñados ni pretendidos por nosotros, estas cosas se nos añaden. En cuanto a los consuelos y manifestaciones de Dios, los tenemos muchas veces en nuestro recreo y en la intimidad de nuestros retiros, de una manera más abundante que en otras partes. La esposa invita al esposo, Cant. 7:11, 'Ven, amado mío, salgamos al campo'. Sobre lo cual Bernardo, O sancta anima, fuge publicum, fuge. An nescis te verecundum habere sponsum, qui nequaquam tibi velit indulgere præsentiam suam coram aliis? Tenemos más experiencias de Dios cuando estamos a solas con Él, y aislados de todas las distracciones de la compañía y los negocios, nos consolamos con Dios. Éxodo 3:1, Moisés llevó las ovejas a la parte posterior del desierto, y llegó al monte de Dios: se apartó de los otros pastores, para poder conversar con el gran Pastor y Obispo de nuestras almas, y allí tuvo la visión de la zarza ardiente. Por lo general, Dios viene a nosotros en nuestra profunda meditación; cuando el alma está más elevada y más apta para recibir los consuelos de su presencia, entonces tenemos una experiencia sensible de Dios. Los beneficios espirituales permanentes de la meditación son muchos. Imprime y fija una verdad en la mente y la memoria. Los pensamientos deliberados se quedan con nosotros, ya que una lección que hemos aprendido no se olvida fácilmente. Cuando se guarda un almizcle en una caja durante mucho tiempo, su olor permanece cuando se saca. Los sermones meditados son recordados por nosotros mucho tiempo después de haber sido pronunciados. Los asuntos más grandes no obrarán en aquel que no piense en ellos. Háblales del pecado, de Dios, de Cristo, y del cielo y del infierno, y no los conmueven, porque no llevan estas verdades a sus pensamientos profundos; o si se conmueven un poco, es sólo un momento, mientras la verdad se mantiene a la vista de la conciencia. Debemos inculcar las cosas si queremos que nos afecten. El acero debe golpear una y otra vez sobre el pedernal, si queremos que salten chispas; así debe el entendimiento ejercer una fuerte presión sobre la voluntad, para que surja algún afecto y respeto por los caminos de Dios. Mostrar la belleza de las verdades. Cuando los miramos in transitu, no vemos ni la mitad de lo que hay en ellos; pero con una mirada deliberada aparece más; como hay una gracia secreta en algunos, que no se discierne sino con mucha conversación y estrecha inspección. Ayuda a evitar los pensamientos vanos. La mente
del hombre es inquieta, y no puede permanecer ociosa; por lo tanto, es bueno emplearla con buenos pensamientos, y ponerla a trabajar en cosas santas; porque entonces no habrá tiempo ni corazón para la vanidad, estando ya la mente predispuesta y preparada; pero cuando el corazón se deja libre, la vanidad aumenta en nosotros. Oh cristianos, la meditación lo es todo; es la madre y nodriza del conocimiento y de la piedad, el gran instrumento en todos los oficios de la gracia. En la santidad de nuestros pensamientos nos parecemos más a la pureza y sencillez de Dios. Sin meditación no hacemos más que hablar uno tras otro como papagayos, y tomar las cosas de oídas, y repetirlas de memoria, sin afecto ni vida, ni discernir el valor y la excelencia de lo que decimos. Es la meditación la que hace que las verdades estén siempre listas y presentes con nosotros: Prov. 6:21, 22, 'Átalas siempre en tu corazón; cuando vayas, te guiará; cuando despiertes, hablará contigo'. Pero nos abstenemos. 1. Por el cual se aplica la mente a consideraciones serias y solemnes. Añado esto para distinguirla de la meditación ocasional y de esos buenos pensamientos que accidentalmente se precipitan en nuestra mente, y para señalar el cuidado y la atención del alma que debemos emplear en tal ejercicio. Es la meditación la que hace arder el fuego: las miradas o los pensamientos pasajeros, o el repasar apresuradamente una verdad, no es meditación, sino una seria atención de la mente. No se trata de tomar un bocado y llevárselo, sino de hacer una comida de la verdad, y trabajarla en nuestros corazones. Ay! un pensamiento ligero, que es como un relámpago, que se va tan pronto como viene, no hace nada. Los pensamientos constantes son operativos; y una verdad, cuanto más tiempo se mantiene a la vista de la conciencia, más poderosa es: Deu. 32:46, 'Poned vuestro corazón a todas las palabras que yo testifico hoy entre vosotros'. Un pensamiento repentino puede no ser nuestro; puede ser inoportuno, y no encontrar entretenimiento con nosotros, pero fijad vuestros corazones en él: Lucas 9:44, 'Dejad que estas cosas se hundan en vuestros corazones;' dejad que lleguen al fondo: Prov. 18:1, 'Por el deseo el hombre, habiéndose apartado, se entromete en toda sabiduría.' Entonces un hombre es apto para estos pensamientos puros y santos, para ocuparse de todos los asuntos sabios y divinos, cuando se ha separado de otras preocupaciones, y es capaz de mantener su entendimiento bajo un prudente confinamiento. 2. De las verdades que comprendemos y creemos. En la meditación suponemos que el objeto ha sido comprendido, porque es trabajo del estudio buscarlo, de la meditación reforzarlo y aplicarlo, y suponemos que se cree y se acepta como una verdad. El trabajo ahora es mejorar nuestro entendimiento, para que pueda tener una fuerza y una eficacia que respondan en el alma. 3. Sigue en la descripción, para usos y fines prácticos. La meditación no es para llenar la cabeza de nociones, sino para mejorar el corazón. Meditamos en Dios para amarle y temerle; en el pecado, para aborrecerlo; en el infierno, para evitarlo; en el cielo, para perseguirlo. Pero el fin es práctico: estimularnos a una mayor diligencia y cuidado en la vida celestial. Uso 1. Para reprender a los que rara vez se dedican a esta labor. Las preocupaciones mundanas, la pereza y la facilidad nos desvían; si tuviéramos corazón, tendríamos tiempo y ocio. Las
bestias limpias rumiaban. Deberíamos repasar una y otra vez las verdades de Dios en nuestros pensamientos. Pero, ¡ay! 1. O los hombres reflexionan sobre pequeñeces; todo el día sus mentes están llenas de paja y vanidad. ¿Tienes pensamientos para otras cosas, y no tienes pensamientos para los preceptos de Dios? ¿No tienes un Dios y un Cristo en quien pensar? ¿Y no es la salvación por él, y la gloria eterna, dignas de tus pensamientos más selectos? Tenéis pensamientos suficientes y de sobra para otras cosas, para cosas viles, para simples juguetes, y ¿por qué no para Dios y la palabra de Dios? ¿Por qué no para Cristo y la redención eterna que ha logrado para nosotros? Si un hombre tirara su comida y su bebida a la perrera, en vez de dar al que se lo pide, el mundo clamaría vergüenza contra él. ¿Acaso desecharías tus pensamientos en vanidades ociosas en lugar de que Dios los tenga? ¡Oh, vergüenza! Tus pensamientos deben estar trabajando. ¿Qué, se desperdiciarán, y Dios no tendrá nada que hacer con ellos? 2. O bien los hombres reflexionan sobre lo que es malo. Hay muchos pecados que absorben los pensamientos. [1.] La inmundicia establece un escenario en el corazón, donde una fantasía contaminada personifica y actúa sobre los placeres de ese pecado. Nuestros pensamientos son a menudo complacientes con nuestra lujuria: 2 Pedro 2:14, 'Teniendo ojos llenos de adulterio, y que no pueden dejar de pecar'. El impuro deleite en la belleza de las mujeres está prohibido: Mat. 5:28, 'El que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón'. [2.] Venganza; sus pensamientos, ¡qué dulces son para un corazón carnal! Los hombres reflexionan sobre sus descontentos y agravios hasta que, como los licores que se agrian en la vasija cuando llevan mucho tiempo guardados, agudizan la venganza. Somos propensos a convertir la cólera en malicia: 'La ira está en su corazón; trama continuamente el mal; siembra la discordia,' Prov. 6:14. [3.] La envidia suscita pensamientos de repugnancia; es un pecado que se alimenta de la mente: 1 Sam. 18:9, 'Y Saúl envidió a David desde aquel día'. Los diez mil de David siempre rondaron en la mente de Saúl. La envidia medita sobre el bien de los demás para aborrecerlos. [4.] La soberbia, en altaneras presunciones y susurros de vanidad: Lucas 1:51, 'Esparció a los soberbios en las imaginaciones de sus corazones'. Los hombres orgullosos están llenos de cavilaciones. '¿No es ésta la gran Babilonia que he edificado, para casa del reino, con la fuerza de mi poder, y para honra de mi majestad'? Dan. 4:30. Los hombres orgullosos se complacen con las suposiciones de aplausos y los ecos de alabanzas en sus mentes. [5.] La codicia consiste principalmente en una vana meditación: Ezequiel 33:31, 'Su corazón va tras su codicia'; 2 Pedro 2:14, 'Corazones ejercitados en prácticas codiciosas'. El uso 2 es de exhortación, para presionarnos a meditar en los preceptos de Dios. Muchos piensan que es un ejercicio que no va con su temperamento; es un buen ejercicio, pero para
aquellos que pueden usarlo. Es verdad que hay mucha diferencia entre los cristianos. Algunos son más serios y constantes, y tienen un mayor dominio de sus pensamientos; otros son de espíritu más ligero y débil, y menos aptos para los deberes de retiro y recogimiento; pero nuestra falta de aptitud suele ser moral más que natural, no tanto por el temperamento como por el mal uso. Ahora bien, las indisposiciones pecaminosas no anulan nuestros compromisos con Dios, como la embriaguez de un siervo no lo excusa del trabajo. El agua sucia no puede lavar las manos. Que sea una incapacidad culpable se debe en parte a que el desuso y la negligencia son la causa de ella; los que la usan tienen un mayor dominio sobre los pensamientos. Los hombres lo consideran un gran yugo; la costumbre lo haría fácil. Cada deber es una ayuda para sí mismo; y cuanto más meditamos, más podemos. Los que la usan mucho encuentran en ella más dulzura que dificultad. Si un hombre se acostumbrara a gobernar sus pensamientos, vendrían más a su alcance. En parte, falta de amor. Nos detenemos en los objetos que nos deleitan. El amor apega el alma al objeto o cosa amada: Sal. 119:97, 'Oh, ¡cómo amo tu ley! es mi meditación todo el día'. Los hombres carnales no encuentran carga en sus pensamientos; su corazón está en ellos. Pues bien, aunque no tengas pensamientos tan selectos y sabrosos como otros, ponte a la obra; puedes pensar en cualquier cosa que ames. Pero, como algunos insisten, requiere arte y habilidad, y una disposición lógica de lugares de argumentación. Respuesta. No podemos atarte a un método. Se requieren pensamientos serios, sin duda, y tratar con el corazón al respecto de la mejor manera de razonar que podamos usar. Toma estas directrices: 1. Mira cómo reflexionan otros sobre cómo cometer un pecado; ¿y no reflexionaremos nosotros sobre cómo remediarlo? Los malvados se sientan a cavilar: Isa. 59:5, 'Incuban el huevo de la cucaracha, y tejen la tela de la araña; traman maldades sobre la cama'; Miqueas 2:1, 'Ay de los que traman maldades sobre sus camas'. Así meditáis cómo llevar adelante con éxito el trabajo del día: Prov. 16:30, 'El malvado cierra sus ojos para maquinar cosas perversas'; significa su pensativo murmullo solitario consigo mismo. 2. Como quisieras persuadir a otros al bien. Seguramente no consideras que la amonestación sea una tarea tan ardua. Las palabras que uses para ellos, usa los mismos pensamientos para ti: el corazón responde al corazón. 3. Comprendes una verdad; tienes argumentos evidentes y sólidos por los que deberías creerla; repítelos al alma con la aplicación: Job 5:27, 'Míralo, y sabrás que es para tu bien'. Esta aplicación es en parte a modo de prueba, en parte a modo de acusación. A modo de prueba: ¿Cómo te va, alma mía? Rom. 8:31, "¿Qué diremos a esto? A modo de acusación y mandato: Sal. 73:28, 'Bueno me es acercarme a Dios; en el Señor he puesto mi confianza, para contar todas tus obras'.
Sermón II: Me deleitaré en Tus estatutos: No me Olvidaré de Tu Ley. DAVID había hablado mucho de su respeto a la palabra, tanto en cuanto a su prác5ca anterior como a sus resoluciones futuras. Un hombre piadoso, cuanto más bien hace, más desea, se deleita y resuelve hacer. Los afectos espirituales crecen en nosotros por la prác5ca y mucho ejercicio. Las gracias del Espíritu y los deberes de la religión se for5fican y fortalecen mutuamente; pierde una, y pierde todas; conserva una, y conserva todas. La meditación engendra deleite, y el deleite ayuda a la memoria y a la prác5ca. Había dicho: 'Meditaré en tus preceptos'; y ahora: 'Me deleitaré en tus estatutos'; y esto produce un beneficio adicional: 'No me olvidaré de tu palabra'. La vida espiritual se refresca con el cambio tanto como la natural; pero es con el cambio de ejercicio, no de afecto. Hay que oír, orar, conversar, meditar, y todo con deleite; porque cuando la leche materna se seca, podemos, como hace el cordero, mamar otro pezón que producirá nueva provisión y dulzura. David había hablado de sus diversos ejercicios acerca de la palabra, en el uso de los cuales mantendría un deleite espiritual. En este versículo se observa de nuevo un doble respeto a la palabra de Dios: 1. Me deleitaré en tus estatutos. 2. No me olvidaré tu palabra. Estos son apropiados. El deleite impide el olvido; la mente se concentrará en aquello en lo que el corazón se deleita; y el corazón está donde está el tesoro, Mat. 6:21. Los hombres mundanos, que están concentrados en intereses carnales, olvidan la Palabra; no es su deleite. Si algo nos desagrada, nos alegramos si podemos olvidarlo; es una especie de liberación de un inconveniente apartar nuestros pensamientos de él; pero duplica el contentamiento de una cosa que nos deleita recordarla y traerla a la memoria. En la escuela exterior, si un alumno, por su propia aversión a aprender, o por la severidad e imprudencia de su maestro, por su morosidad o sus exacciones irrazonables, no se deleita en su libro, todo lo que aprende se pierde y se olvida; le entra por un oído y le sale por el otro; pero éste es el verdadero arte de la memoria, hacer que se deleiten en lo que aprenden. Las instrucciones que recibimos con dulzura se nos quedan grabadas, y pasan por nuestra mente día y noche. Así dice David aquí: 'Me deleitaré en tus estatutos: No me olvidaré de tu palabra'. Doctrina 1. Un gran respeto que los santos deben a la palabra de Dios es deleitarse en ella. David resuelve hacerlo así: 'Me deleitaré', o me reconfortaré o recrearé en tus estatutos; éste debe ser su refrigerio después de los trabajos. David tenía muchas cosas en que deleitarse: el esplendor y la magnificencia de su reino; Como Nabucodonosor, Dan. 4:30: "¿No es ésta la gran
Babilonia que he edificado para casa del reino, por la fuerza de mi poder y por el honor de mi majestad? Sus grandes victorias, que Aristóteles dice que son deleitosas a todos. Τὸ νικᾶν ἡδὺ, οὐ μόνον τοῖς φιλονέικοις ἀλλὰ πᾶσι- φαντασία γὰρ ὑπεροχῆς γίγνεται. Es una apariencia de excelencia (Arist. Rhet. i. cap. 11). O en sus instrumentos de música; como aquellos, Amós 6:5, 'que cantan al son de la viola, e inventan para sí instrumentos de música como David.' No; ésta no fue la alegría que él escogió para su porción. Los hombres malvados a5borran sus corazones con deleites como éstos, para que no les sobrevenga una mala conciencia; 'pero yo me deleitaré en tus estatutos'. Podía consolarse de una manera subordinada en estas cosas; pero el consuelo de su vida, y la verdadera recompensa de todos sus trabajos, estaba en la palabra de Dios. Como David, así Jeremías, cap. 15:16. 15:16, 'Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; fueron para mí como el gozo y la alegría de mi corazón'. Ese era el alimento y el banquete de su alma, y sen¢a más calor y cariño en él que cualquiera en su alimento corporal. Así Pablo: Rom. 7:22, 'Me deleito en la ley de Dios en el hombre interior'. No sólo conocerla, sino sen5r el poder de ella prevaleciendo sobre sus concupiscencias; ése era su deleite en cuanto a la mejor parte de su alma. Así se hace un carácter general del hombre bienaventurado: Sal. 1:2, que 'en la ley de Dios se deleita, y en ella se ejercita de día y de noche'. El pueblo de Dios se deleitará en su ley; es uno de los mayores goces que 5ene de este lado del cielo, en el 5empo de su ausencia de Dios. Es el instrumento de todo el bien que reciben: consuelo, fortaleza, vigor. Pero ahora, ¿cómo se deleitan en los estatutos de Dios? 1. En la lectura de la palabra. El eunuco, al regresar del culto público, estaba leyendo una porción de las Escrituras, Hechos 8:28. Bueno es ver con nuestros ojos, y beber nosotros mismos de la fuente; si te parece oscuro sin la explicación de los hombres, Dios, que envió a Felipe al eunuco, te enviará un intérprete. 2. Al oír la palabra. El mandamiento es, San5ago 1:19, 'Por tanto, sed prontos para oír'. Los santos han experimentado el poder de la palabra, y por eso se deleitan en ella. Me alegré cuando dijeron: Venid, subamos a la casa de Jehová' (Sal. 122:1). Deberías alegrarte de estas ocasiones de oír, no como, con el trovador, para complacer el oído, sino para calentar el corazón. El ver está en el cielo, el oír en las iglesias de la 5erra; hasta entonces visión, por ahora oír. 3. En conferirla a menudo. De lo que un hombre se deleita, hablará; así debes hacerlo tú en casa y fuera de ella: Deu. 6:7, 'Hablarás de ellos estando en tu casa, y andando por el camino', sazonando tu viaje. El que quiere que Dios esté en su viaje, mientras viaja y camina por el extranjero, debe estar hablando de cosas divinas. 4. Meditando y ejercitando su mente en ello: Sal. 1:2, 'En la ley de Dios se deleita, y en ella medita de día y de noche'. El deleite causa una pausa o consistencia de la mente: como el glotón pasa el dulce bocado bajo su lengua, y se resiste a soltarlo, así los pensamientos de un hombre piadoso correrán junto con su deleite. Las bes5as limpias rumian; los hijos de Dios estarán rumiando, repasando la palabra una y otra vez.
5. En la prác5ca. Este deleite no es una mera especulación -así que los hipócritas 5enen sus gustos y sus destellos- sino en creer, prac5car, obedecer: Sal. 119:14, 'Me regocijé en el camino de tus tes5monios'. El deleite engendra obediencia, y es aumentado y duplicado por ella. No es el deleite que un espectador ordinario 5ene en una pieza rara de pintura, simplemente para admirar el arte; sino el deleite que un ar5sta siente al imitarla y copiarla. Aquí en el texto es 'en tus estatutos'. Un corazón bondadoso se siente afectado tanto por la regla como por la promesa; no sólo por los descubrimientos de la gracia, sino también por los descubrimientos del deber. Ahora bien, así debe ser ordinariamente. 1. Los deberes de cada día deben realizarse con deleite. Esta debe ser nuestra diversión y el refrigerio de nuestras otras labores, para que cuando estemos cansados de las inclemencias del mundo, podamos considerar la lectura, la meditación y la audición como nuestra recreación, y como la sal y el consuelo de nuestras vidas, para que otras cosas puedan ir mejor. Los trabajos de la mente alivian los del cuerpo, y los del cuerpo los de la mente. Ainsworth dice que la palabra en el texto significa: 'Me recrearé y me reconfortaré'; y el Salmo 1:2: 'Su delicia está en la ley del Señor, y en esa ley se ejercita día y noche', como se citó antes. 2. Especialmente en el día del Señor: Isa. 58:13, 'Llamarás al día de reposo delicia'; llámalo así, es decir, considéralo así. Cuando todo nuestro 5empo debe ser dedicado a la meditación, la oración, la audición y la conversación, nos conviene permanecer en el seno de Dios durante todo el día. Una campana se man5ene levantada con menos dificultad cuando se levanta una vez; y cuando el corazón se levanta una vez, se man5ene mejor en un santo deleite en Dios. Las razones de ello son dos 1. La palabra de Dios lo merece. 2. Este deleite les será de gran u5lidad. Primero, La palabra de Dios lo merece. 1. En cuanto al autor, se deleitan en ella por amor al autor, porque es la expresión de su mente; como una carta de un amigo querido es muy bienvenida para nosotros. Aristóteles, mencionando las causas del deleite, dice (Rhet. i. cap. 11), 'Οι ἐρῶντες, καὶ διαλεγόμενοι, καὶ γράφοντες, καὶ ποιοῦντες ἀεὶ τὶ περὶ τοῦ ἐρωμένου χαίρουσιν-los amantes se alegran poderosamente cuando oyen algo de la parte amada, o reciben algo de ellos, una carta o una muestra. La palabra es la epístola y la carta de amor de Dios a nosotros mismos; es tanto más bienvenida por su causa. Dios se queja de lo contrario: Oseas 8:12, 'Les escribí las grandezas de mi ley, pero fueron tenidas por cosa extraña'. Dios es el autor, quienquiera que sea el escritor humano; es una escritura de él para nosotros. Ahora bien, ser extraños a ella, o poco versados en ella, demuestra cierto desprecio de Dios; como el menosprecio de la carta de un amigo demuestra poca es5ma del escritor. Pero ahora los santos la 5enen en su seno, la miran con deleite, es la epístola de Dios.
2. En cuanto a su propia excelencia, en tres aspectos: [1.] Su dirección. [2.] Su apoyo. [3.] Su estatuto. [1.] Es su dirección; es 'una luz que alumbra en lugar oscuro', 2 Pedro 1:19. El mundo es un lugar oscuro, plagado de peligros, y a menudo tropezamos en el abismo de la destrucción si no prestamos atención a esta luz. La Palabra les descubre los males, para que los vean, se arrepientan de ellos y los abandonen; y nos muestra nuestro camino al cielo, para que caminemos por él. Descubre los mayores peligros y señala el camino más seguro hacia la seguridad y la paz. Se llaman leyes verdaderas y buenos estatutos, Neh. 9:13, para mostrar la plena proporción que guardan con el alma. Verum y bonum, verdad y bondad, son propios de nuestras facultades más eminentes, el entendimiento y la voluntad. Es bueno para el corazón del hombre estudiar estos estatutos. Un hijo de Dios, que ve a otros tropezar y caer, cómo puede pararse y bendecir a Dios por la dirección de la palabra, que Dios le ha dado consejo en sus riendas, que 5ene una pista para que Dios le ha dado consejo en sus manos, para que tenga una pista que lo guíe fuera de esos laberintos en los que otros han perdido su camino, y no saben cómo escapar. [2] La palabra es κοιν©ονἰατρεῖον, como lo expresa Basilio. Es la 5enda de Dios, de donde sacan todos sus consuelos en 5empo de desmayo, y así se libran de esos temores y descontentos y pensamientos desesperados bajo los cuales languidecen los demás: Sal. 119:50, 'Este es mi consuelo en mi aflicción, tu palabra me ha vivificado'. Cuando un creyente está sofocado por los problemas, e incluso muerto de corazón, una promesa lo reanimará de nuevo: ver. 92: 'Si tu ley no hubiera sido mi delicia, habría perecido en mi aflicción'. Y muchas experiencias semejantes han tenido los santos. El valor de la palabra se conoce mejor en los 5empos malos. Una promesa en la palabra de Dios sos5ene el corazón más que todos los argumentos y discursos de los hombres, aunque nunca tan excelentes. En 5empo de tentación, en la hora de la muerte, ¡oh, ¡qué vivificante es una palabra de la boca de Dios! [3.] Es su estatuto, lo que 5enen que mostrar por sus esperanzas eternas. Allí tenemos promesas de gozo y bienaventuranza eternos bajo la mayor seguridad, y esto da lugar a un fuerte consuelo, Heb. 6:18. A un hombre que 5ene una clara evidencia que mostrar de una herencia justa, no le molesta oírla, leerla o mirarla de vez en cuando, como a un codicioso le agrada mirar sus letras y ¢tulos que 5ene bajo mano y sello. En segundo lugar, este deleite les será de gran u5lidad. 1. Para apartarnos de las vanidades carnales. Tenemos otro deleite, y la fuerza del alma se agota de otra manera; no habrá tal lugar para los afectos mundanos. Así como el temor se cura con el temor, el temor de los hombres con el temor de Dios, así el deleite se cura con el deleite; el
deleite en los estatutos de Dios es la cura del deleite en las cosas mundanas. El amor no puede permanecer ocioso, debe ser ocupado de una manera u otra; ya sea llevado a los contentamientos de la carne, o bien a las cosas santas. Ahora bien, si puedes encontrar un deleite más noble, hay un freno a lo que es carnal: Sal. 119:37, 'Aparta mis ojos de mirar la vanidad, y viviycame en tu camino'. El engrandecimiento del corazón estrecha la carne. 2. Quitará lo tedioso de los ejercicios religiosos. Lo que nos deleita no es fas5dioso. En la caza, la caza de aves y la pesca, aunque hay tanto trabajo como en nuestros empleos ordinarios, sin embargo, no consideramos el trabajo como nada debido al deleite en ellos. Somos muy propensos a cansarnos de hacer el bien, y a fa5garnos en un camino santo; pero ahora, cuando es nuestro deleite, proseguimos más fácilmente. En un sen5do debemos hacer de la religión nuestro trabajo, en otro, nuestra recreación; nuestro trabajo para evitar la pereza, nuestra recreación para evitar el tedio; no es una tarea, sino un placer. Uso 1. Esto nos informa de la mala elección que muchos hombres hacen de sus deleites y recreaciones; deben tener cartas y dados y alegría tonta para pasar el 5empo, o bien historias ociosas y romances vanos. El cris5ano se muestra cris5ano tanto en sus diversiones como en sus negocios. Castæ deliciæ meæ sunt scripturæ tuæ, dice Aus5n: Señor, mis castas delicias son tus Sagradas Escrituras. Si fuéramos como debiéramos ser, nuestro recreo sería comprender nuestro deber, contemplar el camino de la reconciliación con Dios por Cristo, y tener una visión de nuestras esperanzas eternas. Si estuviéramos seriamente persuadidos de los beneficios que los hombres 5enen por la palabra, de que hay una dirección segura para resolver nuestras dudas y nuestros escrúpulos, y de las ofertas de un perdón y un estado glorioso por Cristo, ¿qué otra recreación necesitaría un cris5ano? ¿Acaso el sen5do del amor de Dios y las esperanzas del cielo no nos alegrarán lo suficiente? Ciertamente, a causa del cansancio de la carne, necesitamos refrigerios temporales; pero aquí debería estar nuestro gran deleite: 'Me deleitaré o recrearé en tus estatutos'. Uso 2. Advertencia para que fijemos bien nuestro deleite. 1. Es un afecto considerable. Todos los afectos dependen del placer o del dolor, del deleite o de la pena -el uno es propio del cuerpo, el otro del alma-, que nacen del contento o del disgusto que recibimos de los diversos objetos que encontramos. Si amamos, es porque encontramos una dulzura en el objeto amado; si odiamos, porque presen5mos una moles5a en lo que odiamos; si esperamos, porque nos prometemos una felicidad o sa5sfacción en la posesión de la cosa esperada; si desesperamos, es porque no se puede obtener la cosa de la que surgiría nuestro contento. El deseo es de algún bien que juzgamos agradable. Por el miedo y la huida evitamos las cosas que tememos que nos produzcan disgusto. De modo que, en efecto, el deleite pone en acción todos los demás afectos. 2. Es un afecto selecto, más propio de la ruina que del uso, y por tanto no tanto para los medios cuanto, para el fin, y así reservado para Dios, que es el úl5mo fin. Hay fruenda y utenda, Dios y las cosas celes5ales para ser disfrutadas, pero las cosas terrenales para ser usadas: para los medios, aquellos que están en la proximidad más cercana al fin, como la ley de Dios y la gracia:
las cosas terrenales son para ser usadas con una especie de indiferencia, y por lo tanto deben tener poco de nuestra alegría; pero nuestra complacencia sólida debe estar en Dios, después en las cosas de Dios, su ley y gracia, que son medios en la proximidad más cercana con nuestro fin: Sal. 37:4, "Deléitate también en el Señor, y él te concederá las pe5ciones de tu corazón"; Fil. 4:4: "Alégrate siempre en el Señor, y otra vez digo: Alégrate". 3. El deleite, si no está bien puesto, de todos los afectos, es propenso a degenerarse. Tenemos libertad para deleitarnos en las cosas terrenales; el afecto está permi5do, el exceso está prohibido. Puedes deleitarte en la esposa de tu juventud, en tus hijos, en tu hacienda, en las provisiones que te proporciona la indulgencia de la providencia de Dios. El placer es la sustancia de la vida, para digerir mejor nuestras penas. Nos está permi5do, pero hay que guardarlo bien. Somos muy propensos a abusar de las cosas agradables, y a aborrecer los afectos dulces. La tristeza es aflic5va y dolorosa, y con el 5empo desaparecerá por sí misma. El placer está arraigado en nuestra naturaleza, nace y se cría con nosotros; y por lo tanto, aunque podemos deleitarnos en el uso moderado de los refrigerios de la vida presente, en bienes, honor, reputación, sin embargo, debemos tener cuidado con el exceso, que nuestros corazones no estén demasiado alegres, y demasiado ocupados en estas cosas. La alegría carnal es la embriaguez de la mente; nos asedia, nos hace olvidar a Dios, debilita nuestra es5ma de su favor y bendición; nos encadena a las cosas presentes. El placer es la gran bruja y hechicera que encanta con el amor del mundo, nos hace olvidar el país de dónde venimos, y hacia donde vamos; por lo tanto debemos ser celosos de nuestro deleite, y cómo lo concedemos. Uso 3. Exhortarnos a este deleite en los estatutos de Dios, o a este regocijo espiritual. 1. Aquí no hay peligro de excedernos; los mayores excesos son aquí dignos de alabanza. En otras cosas debemos ejercitarlo con celos, alimentarnos con temor, regocijarnos como si no nos regocijáramos. Un hombre puede fácilmente sobrepasar sus límites cuando se regocija en la criatura; pero aquí ensancha tu corazón tanto como sea posible, y toma tu saciedad de placer: Cant 5:1. Comed, amigos; bebed, y bebed en abundancia, amados. Esto es ebrietas quæ nos castos facit-chaste flagons: Ef. 5:18, 'No os embriaguéis con vino, en lo cual hay exceso, sino sed llenos del Espíritu'. 2. Nunca nos avergonzaremos de estas alegrías: 2 Cor. 1:12, 'Nuestro regocijo es éste, el tes5monio de nuestra conciencia,' &c. Todas las alegrías carnales 5enen una infamia adherida a ellas, y por lo tanto deben permanecer ocultas bajo un velo de secreto. El mundo se avergonzaría de aquel que dijera de sus bolsas o de sus platos: Aquí está mi alegría. Por mucho que a los hombres les gusten estas cosas, desean ocultarlas al conocimiento de los demás. 3. Nunca nos cansaremos de estas alegrías. Los deleites de los sen5dos se vuelven nauseabundos y molestos; nuestras disposiciones naturales se vuelven fa5gosas e importunas; un hombre debe tener alternancia y cambio, placeres refrescados con otros placeres. Pero estos deleites añaden perfección a la naturaleza; por eso, cuando se disfrutan plenamente, son los que más deleitan. Una buena conciencia es un banquete con5nuo, un plato del que nunca nos cansamos. Los espíritus bienaventurados del cielo nunca se cansan de contemplar el rostro de
Dios. Dios es nuevo y fresco a cada momento para ellos. La contemplación de objetos tan excelentes no sobrecarga ni debilita los espíritus, sino que los eleva y for5fica. Es verdad que las facultades corporales, siendo débiles, pueden fa5garse en semejante empleo, como la lectura es un cansancio para la carne; pero el objeto no se vuelve desagradable, como en las cosas carnales. ¿Cómo lo conseguiremos? 1. Consigue una adaptación a la palabra. Los deleites de cada hombre son como sus principios: Rom. 8:5, 'Los que son según la carne, piensan en las cosas de la carne; pero los que son según el espíritu, en las cosas del espíritu'. Se descubre mucho a un hombre por su sabor y gusto de las cosas. Todas las criaturas deben tener un alimento adecuado. Debe haber una adecuación entre la facultad y el objeto; las cosas espirituales se disciernen espiritualmente. 2. Busca estar en condiciones de deleitarte en la palabra. Un alma culpable lee allí su propia perdición; se revela a sí misma, la acusa y la condena. Como Acab dijo de Micaías: 'Profe5za mal contra mí', y por eso no podía soportar escucharlo: Juan 3:20, 'Todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz, y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas'. 3. Purifica el corazón de afecciones carnales, lujuria, envidia, codicia, amor a los placeres; éstas son enfermedades que necesitan otra dieta que no sea la palabra. Tales personas deben tener otros consuelos; a5enden a la carne, para agradar a los sen5dos. Un corazón terrenal no se deleitará en las cosas espirituales. Doctrina. Los hijos de Dios deben procurar no olvidar la palabra. 1. ¿Qué es olvidar la palabra? Un hombre puede recordar u olvidar de dos maneras: mental y afec5vamente. [1.] Conceptualmente, cuando las nociones de las cosas antes conocidas se han desgastado total o parcialmente: San5ago 1:25, 'Es semejante a uno que mira su rostro natural en un espejo, pero se va, y en seguida olvida qué clase de persona era'. [2.] Afec5vamente, cuando, aunque todavía conserva las ideas, no se siente afectado ni actúa de acuerdo con ellas. Así, el mayordomo no se acordó de José; es decir, no se compadeció de él. Así se dice que Dios no se acuerda de los pecados de los que se arrepienten, cuando no los cas5ga, y que se olvida de las aflicciones de su pueblo, cuando no los libra; y se dice que nos olvidamos de Dios, Sal. 106:21, cuando no le obedecemos, y que nos olvidamos de su palabra cuando no 'nos acordamos de sus mandamientos para ponerlos por obra,' Sal. 103:18. En este lugar se alude a ambas cosas. En este lugar se habla de ambas cosas, del recuerdo teórico y prác5co. 2. Las razones por las que no debemos olvidar su palabra.
[1.] La meditación fracasará de otro modo. Un alma estéril y flaca no es apta para crecer en pensamientos santos, nunca se enriquecerá en el entendimiento espiritual: Col. 3:16, 'Que la palabra de Dios habite en vosotros en abundancia, en todo conocimiento,' &c. Los hombres de escasos recursos se enriquecen ahorrando con5nuamente y guardando lo que han obtenido; pero si lo gastan tan rápido como lo ob5enen, no pueden ser ricos: Lucas 2:19, "María guardaba todas estas palabras y las meditaba en su corazón". [2.] La admiración se enfriará si no se refresca la memoria de vez en cuando. Cuando desmayaron bajo la aflicción, se indica la causa: Heb. 12:5, '¿Os habéis olvidado de la exhortación que os dirige como a niños? La desconfianza en los apuros proviene de la misma fuente: Marcos 8:17, 'No se acordaron del milagro de los panes, porque se les endureció el corazón. Vosotros veis y oís, y no os acordáis. David estuvo bajo gran incomodidad hasta que 'se acordó de los años de la mano ligera del Al¢simo,' Sal. 77:10; Lam. 3:21, 'Esto recuerdo, por eso tengo esperanza'. [3.] La prác5ca y la conciencia de la obediencia serán cada vez más negligentes. Nada man5ene el corazón en una santa ternura tanto como la presencia de la verdad; y cuando podemos llevar nuestro conocimiento a la acción, y tenerlo para nuestro uso en todas las ocasiones, nos impulsa a la prác5ca: San5ago 1:25, no siendo 'oidor olvidadizo, sino hacedor'. La mayoría de nuestros pecados son pecados de olvido e inconstancia. Pedro nunca habría sido tan audaz y atrevido, ni habría hecho lo que hizo, si hubiera recordado la predicción de Cristo. El texto dice, Lucas 22:61, 'Cuando se acordó, lloró amargamente.' Una mala memoria es ocasión de mucho mal para el alma, cuando no recordamos las verdades a su debido 5empo, y cuando se ofrece la ocasión y oportunidad adecuadas. La memoria es una sierva del entendimiento y de la conciencia, y guarda las verdades, y las trae a la luz cuando se las llama. El uso es presionarnos a la prudencia. No olvidemos la palabra. Ayudas a la memoria son:-. 1. La atención. Los hombres recuerdan lo que a5enden y consideran: Prov. 4:21, 'Presta atención a mis palabras; guárdalas en medio de tu corazón'. Donde hay atención, habrá retención. Guarda las verdades con mucha seriedad y cuidado. La memoria sensible está asentada en la parte posterior de la cabeza, como se diría en una habitación apartada del ruido de la calle. Ahora, ¡oh! guarda la verdad con seguridad, y ex5éndela siempre que la necesites. Pero la memoria racional está cerca del entendimiento y de la conciencia, en medio de tu corazón. La reverencia en la admisión de la palabra nos ayuda en la guarda de ella: Heb. 2:1, 'Estemos atentos a lo que hemos oído, no sea que alguna vez se nos escape'. Si las recibiéramos con más atención, las retendríamos con más constancia; las guardaríamos, las custodiaríamos cuidadosamente. 2. El afecto, que es un gran amigo de la memoria. Lo que más es5mamos es lo que mejor recordamos. Omnia quæ curant senes meminerunt: un anciano no olvidará dónde dejó su bolsa de oro. El deleite y el amor renovarán y revivirán el objeto en nuestros pensamientos. Aquí en el texto tenemos esta verdad afirmada: 'Me deleitaré en tus estatutos: No olvidaré tu palabra'. El
afecto a las verdades proviene de la aplicación. En un edicto público un hombre estará seguro de llevarse lo que es apropiado para su caso. 3. Meditación. Debemos ver y meditar a menudo lo que hemos guardado en la memoria. No ayuda a la salud del cuerpo comer mucho, sino digerir lo que se come. Leer y oír tumultuosamente, sin meditar, es como tragar codiciosamente mucha carne. Cuando se medita poco, no se saca provecho. Así se concibe y digiere lo que se ha oído. Cuanto más gira una cosa en la mente, tanto más profunda es la impresión que causa. 4. Cuídate de distraer la mente con pensamientos vanos, porque esto la distrae y dificulta la impresión de las cosas en ella. No se ve el rostro en las aguas corrientes; ni pueden escribirse las cosas en la memoria, a menos que la mente esté estrecha y fija. El plomo es capaz de grabar, porque es firme y sólido; pero el mercurio, porque es fluido, no lo admite. Una mente inconsistente y errante cosecha poco fruto de lo que lee u oye. 5. El orden ayuda a la memoria. Los principios de la doctrina son como celdas en las que se depositan todas las cosas que se oyen de la palabra. El que está bien instruido en los principios de la religión recordará más fácil y firmemente las verdades divinas. Methodus est catena memoriæ, enlazar las verdades unas con otras, para que las consideremos en su proporción. 6. Ten un sen5do vivo de lo que oyes o lees, y lo recordarás por una buena señal: Sal. 119:93, 'Nunca olvidaré tus preceptos, porque por ellos me vivificaste'. Los que son vivificados por un sermón, nunca olvidarán tal sermón. 7. Santa conversación. El hablar a menudo de cosas buenas las guarda en el corazón; y el guardarlas allí nos hace hablar a los que están cerca. 8. San5fica la memoria, así como las demás facultades, y ruega por el Espíritu; porque esa facultad se corrompe tanto como las demás.
Sermón III: Ten Misericordia de Tu Siervo, para que Viva y Cumpla Tu Palabra En la parte anterior oímos hablar de la virtud y excelencia de la palabra, y por lo tanto de cuánto desean los santos entenderla, meditarla, hablar de ella y ponerla en prác5ca. Ahora bien, quienquiera que se proponga seguir tal curso, necesariamente se verá impulsado a orar; pues observen cómo se entremezclan los propósitos y las oraciones de David: "Quiero, quiero"; y luego ora de nuevo: "Ten misericordia de tu siervo, para que viva y guarde tu palabra". En esta pe5ción se observa 1. Generalmente se expresa, junto con su propia relación con Dios, “haz bien a tu siervo”. 2. Se explica en par5cular dónde quiere que se exprese esta generosidad. [1.] En la prórroga de su vida, “para que yo viva”. [2.] En la permanencia de su gracia, y guardar tu palabra; lo uno en orden a lo otro. David no ora simplemente por la vida, sino para alcanzar tal fin; y la pe5ción general se refiere a ambas partes, sí, más bien a la segunda que a la primera, que mientras viva pueda guardar tu palabra, ya que considera que el mayor beneficio o argumento de la bondad de Dios es tener un corazón dispuesto a obedecer su voluntad. Podría observar muchas cosas, como (1.) Qué gran honor es ser siervo de Dios. David, un gran rey, se da a sí mismo este ¢tulo: "Tu siervo"; y Constan5no consideraba un mayor honor ser cris5ano que ser jefe del imperio. (2.) Que todo lo que tenemos o esperamos proviene de la generosidad de Dios para con nosotros. Así se expresa David: 'Ten piedad de tu siervo', dando a entender no sólo la medida, sino el origen y la fuente de lo que esperaba de Dios. (3.) Que entre todos los beneficios que esperamos de la generosidad de Dios, éste es uno de los mayores: tener un corazón para 'guardar su palabra'. (4.) La palabra de Dios no sólo debe ser entendida, sino obedecida; porque éste es el significado de guardar la palabra: Juan 14:21, 'El que 5ene mis mandamientos, y los guarda,' &c. Tiene implica conocimiento. Debemos tenerlos antes de poder guardarlos; pero cuando los tenemos, debemos guardarlos, y hacer lo que sabemos. Pero omi5endo todos estos puntos, que serán más apropiadamente discu5dos en otra parte, sólo señalaré dos lecciones: 1. La causa de la vida, y es la generosidad de Dios. 2. El fin y el alcance de la vida: el servicio de Dios. Primero: La causa de la vida: Trata generosamente a tu siervo, para que yo viva. Observe-
Doctrina. La prórroga de nuestra vida no es fruto de nuestros méritos, sino de la gracia gratuita de Dios. 1. La larga vida es en sí misma una bendición, y así se promete, aunque más en el An5guo Testamento que en el Nuevo, cuando la eternidad se revela con más moderación. Es evidente que se promete como una bendición: Prov. 28:16, 'El que aborrece la avaricia prolongará sus días'. Y en el quinto mandamiento: Éxodo 20:12, 'Para que tus días se alarguen en la 5erra de los vivientes'. Así también en el Salmo 91:16, 'Con larga vida lo saciaré, y le mostraré mi salvación'; no sólo el cielo en el más allá, sino la larga vida aquí. Es en sí misma un beneficio, una misericordia para los piadosos y los impíos. Para los piadosos, que no sean recogidos hasta que estén maduros; porque Dios ha puesto una marca sobre ellos: Prov. 16:31, 'Corona de gloria es la cabeza cana, si se halla en camino de jus5cia'. Es una especie de semejanza de Dios, que es el Anciano de días. Era un ¢tulo de honor, 'Pablo el anciano'. Ofrece muchas ventajas para glorificar a Dios y hacer el bien a los demás. No es un beneficio pequeño para aquellos que lo emplean bien. Para los que están en estado de pecado, la prolongación de la vida es una misericordia, pues les da 5empo para arrepen5rse y reconciliarse con Dios. Y lo contrario es amenazado como una maldición: Ecles. 8:13, 'No prolongará sus días, porque no teme a Dios'. Para los malvados es una gran miseria que el sol se ponga al mediodía, y que se acaben antes sus prepara5vos o expecta5vas, y así sean arrojados de cabeza al infierno por una muerte rápida y miserable. 2. Es una misericordia que tenemos por don de Dios. Él está interesado en ella por un doble mo5vo. [1.] Hay una influencia providencial y un sostén constantes, por los cuales somos mantenidos en vida, y sin los cuales todas las criaturas se desvanecen en la nada; como los rayos del sol no se man5enen más en el aire de lo que brilla el sol, o como la impresión no se re5ene más sobre las aguas de lo que se man5ene el sello. Cuando Dios suspende su influencia providencial y su apoyo, todo se desvanece y desaparece: Heb. 1:3, 'Él sos5ene todas las cosas con la palabra de su poder'; como una cosa pesada es sostenida en el aire por la mano que la sos5ene, o los utensilios de la casa cuelgan de 'un clavo en un lugar seguro'. Dios, que hizo todas las cosas por su palabra, sos5ene todas las cosas por la misma palabra. Una palabra hizo el mundo y puede deshacer el mundo. Así, Hechos 17:28: "En él vivimos, nos movemos y exis5mos". No podemos respirar sin él ni por un momento; como la pipa no respira más que lo que el músico pone en ella. No podemos ver, ni oír, ni comer, ni beber, sin este ín5mo apoyo e influencia suya. La Escritura lo establece por medio de un hombre que sos5ene una cosa en su mano: Job 12:10, 'En cuya mano está el alma de todo ser viviente, y el aliento de toda la humanidad'. Ahora bien, si Dios afloja su mano, su asidero todopoderoso, todo queda en nada: Job 6:9. Que suelte su mano, y me corte'. La vida, y las comodidades de la vida, dependen de Dios en todo sen5do. [2.] Hay un ojo vigilante y un cuidado de su providencia sobre su pueblo, por el cual su vida es preservada contra todos los peligros con que es asaltada. Dios cuida de todas sus criaturas: Sal. 36:6, 'Él preserva al hombre y a la bes5a'; pero mucho más al hombre: 1 Cor. 9:9, "¿Cuida Dios de los bueyes? Él es generoso con sus enemigos, pero mucho más 'guarda los pies de sus
santos', 1 Sam. 2:9. El cuidado de su providencia 5ene sus grados; se ejerce más intensamente sobre las cosas de valor, y sobre todo sobre la vida de sus santos. Cuando Satanás tuvo el encargo de ejercitar a Job, primero se eximió a su persona: Job 1:12, 'No ex5endas tu mano sobre él'; luego sobre su vida: Job 2:6, 'He aquí que él está en tu mano, pero sálvale la vida'. Un hombre piadoso 5ene una guardia invisible y un cerco a su alrededor. Nosotros no somos conscientes de ello; pero Satanás, que es nuestro enemigo, sí lo es: cuando quiere atacar, no puede encontrar una brecha hasta que Dios se la abre. Ambas nociones son suficientes para que nos demos cuenta de cuánto le interesa a Dios prolongar nuestra vida. 3. Lo siguiente es que la tenemos por la mera generosidad y gracia gratuita de Dios. No proviene de su estricta jus5cia retribu5va, sino de su bondadoso amor y 5erna misericordia. El aire que respiramos no lo tenemos por mérito, sino por gracia: Lam. 3:22, 'Es por las misericordias del Señor que no somos consumidos, porque su compasión no falla'. Las razones son dos: [1.] No merecemos nada de su mano. [2.] Merecemos lo contrario. (1.) No podemos merecer de Dios: Job. 22:2, '¿Puede el hombre ser provechoso a Dios, como el sabio es provechoso a sí mismo?'. Job 35:7, 'Si tú eres justo, ¿qué le das? o ¿qué recibe él de tu mano?'. Todo lo que Dios hace por las criaturas, lo hace libremente, porque no puede ser obligado o pre-comprome5do por nosotros. En la inocencia Adán podía rogar, pero no merecer; obtenerla por pacto, no desafiarla por abandono. Por lo tanto, Dios otorga tan libremente como Él crea. (2.) Si Dios tratara con nosotros en términos de mérito, no podemos darle una compensación valiosa por la vida temporal-Gn. 32:10, 'Soy menos que el más pequeño de todas tus misericordias'. Ninguna de las misericordias de Dios puede simplemente decirse que es pequeña; todo lo que viene del gran Dios debe ser grande en nuestro valor y es5ma; como un pequeño recuerdo de un gran rey. Sin embargo, en comparación entre las bendiciones, puede decirse que una es la menor y la otra la mayor. La vida temporal con sus añadiduras, comparada con la espiritual y eterna, está en el rango de sus menores misericordias. Dios da vida a las plantas, a los árboles, a las bes5as del campo; y, sin embargo, cuando nosotros y nuestros méritos entramos en la balanza, somos hallados faltos: "No soy digno", etc. Toda nuestra jus5cia no merece el aire que respiramos. Es tan defectuosa que, si un hombre tuviera que pagar por su vida, no podría merecer la permanencia de ella. [2.] Hemos merecido lo contrario; nos hemos puesto fuera de la protección de Dios por el pecado. La muerte nos asaltó cuando estábamos en el vientre de nuestra madre; y tan pronto como nacimos, hubo una sentencia en vigencia contra nosotros: La muerte sobrevino a todos, por cuanto todos pecaron", Rom. 5:12; y aún así con5nuamos con la condena, y cada día provocamos a Dios para que nos excluya; de modo que es una especie de misericordia perdonadora la que con5núa con nosotros cada momento. De esto somos más sensibles en caso de peligro y enfermedad, cuando no hay más que un paso entre nosotros y la muerte;
porque entonces el an5guo lazo comienza a ser puesto en juego, y Dios viene a ejecutar la sentencia de la ley; y la liberación en tal caso se llama perdón y remisión, y esto incluso para los impíos e impenitentes. Como en Sal. 78:38, 'Y él, lleno de compasión, perdonó la iniquidad de ellos, y no los destruyó'. Se llama remisión incorrectamente, porque fue un indulto por un 5empo del juicio temporal; no fue una ejecución de la sentencia, o una destrucción del pecador en el presente; y eso, no por nada en el pecador, sino por la piedad de Dios hacia él como su criatura. Pero ahora un hombre piadoso 5ene un verdadero perdón renovado en ese momento, y es 'amado desde la tumba'; porque así está en el hebreo: Isa. 38:17, 'Has amado mi alma desde la fosa de la destrucción'. Ser amado desde el peligro y desde la enfermedad es algo bendito. Uso 1. Reconocer la bondad del Señor en estas misericordias comunes. No nos dimos la vida a nosotros mismos, y no podemos conservarla en nosotros mismos. Dios nos hizo, y Dios nos guarda. No fueron nuestros padres los que nos formaron en el vientre materno; no podían saber lo que sería el niño, varón o mujer, hermoso o deforme. No podían saber el número ni la postura de las venas, ni de los huesos, ni de los músculos; todo era la curiosa obra de un Dios sabio; y es el mismo Dios quien nos ha guardado hasta ahora: Isa. 46:3, 4, 'Por mí habéis nacido desde el vientre, y habéis sido llevados desde el vientre; hasta la vejez yo soy, y hasta las canas os llevaré,' &c. Hemos sido sostenidos y llevados 5ernamente por Dios, como los padres y las enfermeras llevan a sus pequeños en brazos. Muchas veces los niños indolentes están dispuestos a arañar la cara de los que los llevan; así hemos puesto muchas afrentas sobre él, sin embargo, hasta el final nos lleva en los brazos de su providencia. En la infancia no estábamos en condiciones de conocer al Dios de nuestras misericordias y de preocuparnos por Él; sin embargo, Él se preocupó por nosotros. Después supimos contristarle y ofenderle, mucho antes que amarle y servirle. No está lejos de nosotros ya que somos tes5gos del efecto de su cuidado y providencia; pero estamos lejos de Él por la distancia de nuestros pensamientos y afectos, por la inclinación carnal de nuestros corazones. Es un buen ejercicio matu5no para nosotros considerar humilde y agradecidamente sus con5nuas misericordias. Porque 'nuevas son las misericordias de Dios cada mañana', Lam. 3:22. Tan frescas como si nunca se hubieran cansado de anteriores actos de gracia, ni fa5gado de anteriores ofensas. Es alguna recompensa por el 5empo de sueño; la mitad de nuestro 5empo pasa, y no mostramos un solo acto de amor y bondad hacia Dios; por lo tanto, tan pronto como despertamos debemos estar con Dios, Sal. 139:18. ¡Cuántos han descendido a las cámaras de la muerte desde la úl5ma noche! 2. Nos anima a amar y servir a Dios, que es 'la fuerza de nuestra vida y la duración de nuestros días', Deut. 30:20. Tu vida está enteramente en las manos de Dios. El hombre no puede añadir un cen¢metro a su estatura, ni hacer blanco o negro un cabello a su antojo. Es la influencia providencial del Señor la que te man5ene con vida; en señal de gra5tud, debes servirle: 'Ten piedad de tu siervo, para que yo viva'. Pero debo insis5r también en que, desde el punto de vista de la esperanza, los siervos de Dios pueden encomendarse mejor a su cuidado y custodia mediante la oración, y esperar con5nuamente bajo la protección divina. Aquellos que provocan a Dios con5nuamente, pueden ser mantenidos por la generosidad e indulgencia de su providencia; pero aun así no pueden esperar tal cosa, y en el resultado terminará en ser Su ira, porque sus pecados son más y los juicios mayores: no es sino 'atesorar ira para el día de la ira.'
3. Si la vida temporal es fruto de la generosidad de Dios, mucho más lo es la vida eterna: Rom. 6:23, 'La paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna'. Lo uno es salario, lo otro regalo. 4. Nos informa que podemos orar legí5mamente por la vida, con sumisión a la voluntad de Dios, y que la muerte no puede sobrevenirnos repen5namente, en contra del curso ordinario de la naturaleza. Me resis¢a a hacer de ello una doctrina dis5nta, pero no podía negarme a exponer esta verdad. ¿Cómo se relacionará esto con nuestros deseos de desaparecer y con la voluntad de par5r y estar con Cristo, que ciertamente todos los cris5anos que creen en la eternidad deberían abrigar en sus corazones? A esto respondo-1. Por concesión; que hemos de entrenarnos en la expecta5va de nuestra muerte, para que estemos dispuestos cuando llegue el 5empo, y Dios no tenga más obra que hacer para nosotros en el mundo; hemos de despertar nuestros deseos tras la presencia de Cristo en el cielo, para mostrar tanto nuestra fe en él como nuestro amor hacia él. Puesto que Cristo estuvo dispuesto a descender hasta nosotros, aunque fuera para encontrarse con la vergüenza y el dolor, ¿por qué habríamos de resis5rnos a volver a él? El espíritu de Jacob revivió cuando vio los carros que José envió para llevarlo. La muerte es el carro para llevarte a Cristo, y por eso no debe sernos desagradable. 2. Puede haber pecado en desear la muerte, como cuando nos cansamos de la vida por la desesperación y el cansancio de la cruz; y puede haber gracia en desear la vida, para que podamos guardar su palabra, expresarle por más 5empo nuestra gra5tud aquí en el mundo, llorar por el pecado y promover su gloria. Para que esto te resulte más evidente, te mostraré cómo podemos desear la muerte y cómo no. Para responder en varias proposiciones: [1.] Hay mucha diferencia entre los deseos serios y las expresiones apasionadas. Los deseos de los hijos de Dios son deliberados y resueltos, concebidos sobre buenas bases, después de mucho luchar con la carne y la sangre para llevar sus corazones a ello. Los hombres carnales se resisten a que Dios acepte su palabra; como aquel de la fábula que llamó a la muerte, y cuando vino, deseó que le ayudara a levantar su carga. Ay de ellos! no consideran lo que es estar en el estado de los muertos, y llegar desprovistos y sin provisión a la presencia de Dios. A menudo deseamos estar en nuestras tumbas; pero si Dios nos creyera, haríamos muchas pausas y excepciones. Los hombres que en sus miserias piden la muerte, cuando viene la enfermedad corren al médico, y prometen muchas cosas si pueden recobrarse. No hay más reacios a morir que los que en una emoción desean la muerte. [2.] Debemos examinar cuidadosamente los mo5vos de estos deseos y anhelos. En primer lugar, los deseos carnales de muerte surgen: (1.) De una ira violenta y de un disgusto contra la providencia; como Jonás 4:8, 'El sol golpeó la cabeza de Jonás, que se desmayó, y deseó en sí mismo morir, y dijo: Mejor me es morir que vivir'. Los hijos de Israel murmuraron cuando
sin5eron el hambre del desierto: Éxo. 16:3, 'Y los hijos de Israel les dijeron: ¡Ojalá hubiéramos muerto por la mano del Señor en la 5erra de Egipto! Cuando los hombres están disgustados con el mundo, consideran la muerte como un alivio, para vengarse de Dios, para privarle de un siervo. (2.) En profundo dolor; como Job 3:3; Elías, 1 Reyes 19:4: 'Pidió para sí la muerte, y dijo: Basta; ahora, Señor, quítame la vida, porque no soy mejor que mis padres'. (3.) Por la tristeza del amor afectuoso y cariñoso: 2 Sam. 18:33. 18:33, 'Y el rey se conmovió mucho, y subió a la cámara sobre la puerta y lloró; y mientras iba, dijo así: ¡Oh Absalón, hijo mío, ojalá hubiera muerto por 5! Absalón, hijo mío, hijo mío", como las mujeres de los indios orientales, que se queman para seguir a sus maridos muertos. (4.) Por desconfianza y desesperación, cuando el mal es demasiado duro para resis5rlo o soportarlo: Job 7:15, 'Mi alma escoge el estrangulamiento y la muerte antes que mi vida'. En todos estos casos no es más que una re5rada vergonzosa del conflicto y la carga de la vida presente, del fas5dio carnal ante la calamidad, o una desconfianza en la ayuda de Dios. Puede haber asesinato en un deseo precipitado, si procede de un corazón irritado. Estos no son más que pensamientos viles, no una resolución san5ficada. En segundo lugar, los deseos de muerte y desaparición que son lícitos y deben ser abrigados, proceden de una buena base, de un corazón crucificado y muerto al mundo, y puesto en las cosas de arriba: Col. 3:1, 'Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios'. De una seguridad competente de la gracia: Rom. 8:23, 'Aun nosotros mismos gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, es decir, la redención de nuestro cuerpo'. Por alguna bendita experiencia de las consolaciones celes5ales, habiendo probado los frutos, racimos de Canaán, desean estar allí. Así Simeón: Lucas 2:29, 'Señor, permite ahora que tu siervo se vaya en paz, conforme a tu palabra, porque mis ojos han visto tu salvación'; los ojos de su fe, así como los ojos de su cuerpo. Ahora, Señor, no hago más que esperar, como un mercader ricamente cargado desea llegar a su puerto. Un gran amor a Cristo suscita deseos de estar con él: Fil. 1:23, 'Estoy en un aprieto entre dos, deseando par5r y estar con Cristo, lo cual es mucho mejor'; Fil. 3:19, 20: "Porque nuestra conversación está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, el Señor Jesucristo". Anhelan ver y estar donde él está; el corazón y la cabeza deben estar juntos. El cansancio del pecado y un gran celo por la gloria de Dios son poderosos incen5vos en los santos: Rom. 7:23, '¡Oh miserable de mí! ¿quién me librará del cuerpo de esta muerte? Quieren estar en el cielo para no pecar más. [3.] Debes mirar hacia el fin; no tener una noción ciega del cielo, y buscar un paraíso Turco (musulmán) lleno de facilidad y abundancia; un cielo carnal, como los judíos buscaban un Mesías carnal; sino un estado de perfecta unión y comunión con el bendito y santo Dios. [4.] Debe tenerse en cuenta el modo; debe hacerse con sumisión, Fil. 1:24; de lo contrario, invadiríamos el derecho de Dios y le privaríamos de un siervo sin su permiso. Un cris5ano morirá y vivirá como el Señor quiera; si es la voluntad del Señor, un creyente está sa5sfecho con una larga vida: Sal. 91:16, 'Con larga vida lo saciaré, y le mostraré mi salvación'; él 'esperará hasta que llegue el cambio', cuando Dios le dará una liberación por su propia mano inmediata, o por enemigos. Dios sabe elegir el momento más oportuno, de lo contrario no sabemos lo que pedimos.
En segundo lugar, ahora permítanme hablar del alcance de nuestras vidas. David simplemente no desea la vida, sino con el fin de servir. El punto esQue, si deseamos larga vida, debemos desearla para glorificar a Dios por la obediencia a su palabra. Permítanme darles algunos ejemplos y, a con5nuación, las razones. 1. Ejemplos: Sal. 118:17, 'No moriré, sino que viviré y contaré las obras del Señor'. Esta era la esperanza de David en la prolongación de la vida, para tener más oportunidades de honrar a Dios; y este argumento lo exhorta a Dios cuando ruega por la vida: Sal. 6:5, 'Porque en la muerte no hay memoria de 5; en el sepulcro, ¿quién te dará gracias? Sería mejor para él estar con Dios; pero entonces vale la pena tener la vida, cuando la exaltación de Cristo es el obje5vo principal al que aspiramos. Así Pablo: Fil. 1:20: "Conforme a mi ferviente expecta5va y esperanza, de que en nada seré avergonzado, sino que, con todo denuedo, como siempre, así también ahora, Cristo será magnificado en mi cuerpo, ya sea por la vida o por la muerte", &c. Pablo dudaba entre la vida o la muerte, y decidió que Dios sería magnificado por cualquiera de ellas, por lo que se encontraba en un punto de indecisión. Si Dios le daba su elección o deseo, devolvía el caso a Dios, para que lo determinara como más le conviniera para su servicio y gloria. No se dejaba llevar por ningún mo5vo mezquino y bajo de sa5sfacción en el mundo, ni por ningún goce inferior y de las criaturas; éstas son cosas despreciables que entran en la balanza con la gloria eterna. Sólo su servicio en el evangelio y el bien público de la iglesia hacían que el caso fuera dudoso. Razón. 1. Esta es la perfección de nuestra vida, y lo que hace que sea verdaderamente vida. La comunión con Dios es su vitalidad, sin la cual estamos más muertos que vivos. La vida natural la tenemos en común con las bes5as y las plantas; pero al guardar la Palabra, vivimos la vida de Dios: Ef. 4:18, 'Teniendo el entendimiento entenebrecido, estando ajenos de la vida de Dios'. Para los hombres naturales es algo sombrío; pero para los creyentes ésta es la vida de la vida, y lo que es el gozo de sus corazones. Crecer en estatura y hacerse voluminosas, ésa es la vida de las plantas; las más grandes y corpulentas son las más perfectas. Vivir y gozar de los placeres sin remordimiento, esa es la perfección y la vida de las bes5as, que no 5enen conciencia, que no serán llamadas a rendir cuentas. Sa5sfacer los intereses presentes, y poder girar y dar cuerda a los asuntos mundanos, ésa es la vida de los hombres carnales, que no 5enen sen5do de la eternidad. Pero la perfección de la vida del hombre como criatura razonable es medir nuestras acciones por la palabra de Dios, y dirigirlas a su gloria. Razón. 2. El fin de nuestra vida es servir a Dios: Todas las cosas son por Él, y por Él, y para Él', Rom. 11:36; ángeles, hombres, bes5as, criaturas inanimadas. Él espera más de los hombres que de las bes5as, y de los santos más que de los hombres; y por eso la vida por ellos no debe ser deseada y amada sino con este fin: Rom. 14:6-8, 'El que considera el día, para el Señor lo considera; y el que no considera el día, para el Señor no lo considera. El que come, come para el Señor, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios; porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí; pues si vivimos, para el Señor
vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, tanto si vivimos como si morimos, del Señor somos". Uso 1. Para reprender. Todo hombre desea la vida. Todo el mundo querría elevar esta pe5ción a Dios: 'Ten piedad de tu siervo, para que yo viva'; pero no hay un solo hombre entre cien que considere por qué debe vivir. Algunos quisieran vivir para complacer a la carne, y revolcarse en los deleites del mundo presente; ¡un deseo brutal! Un pagano podría decir: no merece el nombre de hombre el que un día gastara su 5empo en placeres. Estos no dejarían sus desperdicios y su pocilga de cerdos. Este no era el deseo de David, sino guardar la ley y adorar fielmente a Dios. Algunos, además, desean ver a sus con buena herencia, o liberar su patrimonio de gravámenes; esto es desconfianza, como si no dejáramos a un Dios detrás de nosotros, que ha prome5do ser padre de los huérfanos, y cuidar de nuestros pequeños. ¿Podemos arriesgarnos en las manos de Dios, y no podemos arriesgar nuestras familias con Él, cuya bondad se ex5ende a todas sus criaturas? Algunos se resisten a dejar a sus seres queridos, esposa, hijos y amigos; pero ¿no es Dios mejor, y Cristo mejor? A éstos hay que amarlos en Dios y después de Dios. Ponemos a los amigos en lugar de Dios y de Cristo, cuando podemos contentarnos con ausentarnos más 5empo de Dios simplemente por este mo5vo, porque nos repugna separarnos de nuestros amigos. El que ama a padre y madre, y marido y mujer, más que a mí, no es digno de mí, dice Cristo. Oh, ¡cuán lejos están éstos de cualquier afecto cris5ano! Ciertamente, para un creyente es una abnegación el que se le mantenga fuera del cielo por más 5empo; por lo tanto, debe ser endulzado por alguna compensación valiosa; algo debe haber que calme la mente alegremente para evitarle el goce por un 5empo. Ahora bien, junto al beneplácito de Dios, que es la razón de las razones, hay algún beneficio sobre el que nos apoyamos. Nada es digno de ser comparado sino nuestro servicio, si Dios puede tener gloria, si nuestras vidas pueden hacer el bien. Un corazón bondadoso debe sa5sfacerse con razones bondadosas. Algunos pueden desear la vida, porque están consternados por los terrores de la muerte; pero esto es incredulidad. ¿No nos ha librado Cristo no sólo del daño de la muerte, sino del temor de la muerte? Heb. 2:14, 'Y libra a los que por el temor de la muerte estuvieron toda la vida sujetos a servidumbre'. ¿Dónde está tu fe? La muerte es vuestra', 1 Co. 3:22. Es un pecado simplemente desear la vida; pero mira las causas y los fines de ella. Uso 2. Nos indica cómo disponer de nuestras vidas. Para este fin toma algunas consideraciones. [1.] Esta vida no debe valorarse sino por las oportunidades de servicio a Dios. No se trata de quién vive más abundantemente, sino más ú5lmente para la gloria de Dios: Hechos 13:36, 'David, después de haber servido a su generación, por voluntad de Dios durmió'. Cada uno fue hecho para servir a Dios en su generación, y 5ene su oficio y uso como instrumento de la providencia divina, desde el rey hasta el campesino. Si las criaturas, hechas para servirnos, fallasen a su 5empo, no tendríamos nada que hacer. Fuimos hechos para servir a Dios en nuestro 5empo.
[2.] Este servicio está determinado por el curso de la providencia de Dios. Él es el gran maestro de las escenas, que nos asigna el papel que debemos desempeñar, y establece para cada hombre su vocación y estado de vida. Juan 17:4, nuestro Salvador dice: 'He terminado la obra que me diste que hiciese'. No debemos ser nuestros propios labradores, prescribir a Dios a qué tasa seremos mantenidos, ni qué clase de trabajo realizaremos. Aquellos que son libres pueden pactar con5go, y hacer su trato, qué clase de servicio emprenderán; pero nosotros estamos a la absoluta disposición de Dios, para ser usados como vasos de honra o deshonra, según nos convenga y se nos disponga. [3.] En la administración de esta obra debemos medir nuestras acciones por la palabra de Dios, y remi5rlas a su gloria. Por la palabra de Dios: Sal. 119:105, 'Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mis sendas'. Por su gloria: Col. 3:17, 'Y todo lo que hagáis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios y al Padre por medio de él.' [4.] La muerte no nos detendrá hasta que hayamos terminado el servicio que se nos ha encomendado. Mientras Dios tenga una obra para nosotros, nos mantendrá con vida y fuerza: Gal. 1:15, 'Quien me separó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia'. El decreto toma fecha desde el vientre materno. Dios enmarca las partes y el carácter; Dios nos mece en nuestras cunas, cuida de nosotros en nuestra infancia, y en todos los giros de nuestra vida. [5.] Si Dios nos usa hasta una edad avanzada, debemos estar contentos. Puedes adornar tu profesión y dar fruto en la vejez. La vida más larga es demasiado corta para honrar a Dios: Sal. 92:13, 'Los plantados en la casa del Señor florecerán en los atrios de nuestro Dios'. Deberíamos considerar como nuestra felicidad el ser todavía usados y que se nos recompense plenamente por esto en un servicio posterior. [6.] La vida debe entregarse voluntariamente cuando no podemos conservarla sino abandonando la palabra: Lucas 14:26, 'Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo'. [7.] La vida de la eternidad debe estar subordinada a este gran fin, la gloria de Dios; nuestro deseo de ella debe ser que seamos para alabanza de Dios.
Sermón IV: Abre mis Ojos para que Vea las Maravillas de tu Ley. Los paganos pensaban que el hombre no tenía un poder sobre su vida, sino un poder sobre sus acciones: Quod vivamus, Deorum munus est; quod bene vivamus, nostrum. Pero el Salmista reconoció a Dios en ambos: 'Ten piedad de tu siervo, para que viva y guarde tu ley'; que no podía vivir ni guardar la palabra sin la gracia de Dios. Esto úl5mo lo amplía en este versículo, que estaba tan lejos de guardarla, que no podía ni siquiera conocerla salvífica y prác5camente sin la gracia divina: 'Señor, abre mis ojos, para que vea las maravillas de tu ley'. He aquí: 1. Una pe5ción: "Abre mis ojos". 2. La razón, desde el fin, beneficio y fruto de ello, 'para que yo pueda', o entonces yo pueda, 'contemplar cosas maravillosas de tu ley'. En esta razón se insinúa la necesidad de la iluminación divina, y luego su provecho. 1. La necesidad de que pueda contemplar, etc., es decir, que de otro modo no podría. 2. El provecho: entonces veré las maravillas de tu ley. Doctrina. 1. Que necesitamos que Dios nos abra los ojos, si queremos entender bien su palabra. 1. Qué significa abrir los ojos. 3. La necesidad de tal obra para una recta comprensión de la palabra de Dios. En primer lugar, qué significa abrir los ojos. Antes de pasar a la explicación par5cular de los términos, permítanme hacer dos observaciones. 1. Los santos no se quejan de la oscuridad de la ley, sino de su propia ceguera. El salmista no dice: 'Señor, haz una ley más clara', sino: 'Señor, abre mis ojos'. Los ciegos bien podrían quejarse a Dios de que no hace un sol que les permita ver. La palabra es 'Una luz que brilla en un lugar oscuro,' 2 Pedro 1:19. No hay falta de luz en la Escritura, pero hay un velo de oscuridad sobre nuestros corazones; de modo que, si en esta luz clara no podemos ver, el defecto no está en la palabra, sino en nosotros mismos. 2. La luz que piden no es otra cosa que la palabra. Cuando se dice que Dios nos ilumina, no es para que esperemos nuevas revelaciones, sino para que veamos las maravillas de su palabra, o para que obtengamos una visión clara de lo que ya está revelado. Los que ven5lan sus propios sueños bajo el nombre del Espíritu y de la luz divina, no te dan mysteria, sino monstra,
opiniones portentosas; no te muestran las cosas maravillosas de la ley de Dios, sino los prodigios de su propio cerebro; abor5vos infelices, que mueren tan pronto como salen a la luz: Isa. 8:20, 'A la ley y al tes5monio; si no hablan conforme a esta palabra, es porque no hay luz en ellos'. La luz que tenemos no es sin la palabra, sino por la palabra. Ahora a la frase. El hebreo significa 'descubre mis ojos'. Hay una doble obra, nega5va y posi5va: se quita el velo y se infunde luz. La curación de la ceguera natural de Pablo es un emblema adecuado de nuestra curación de la ceguera espiritual: Hechos 9:18, 'Al instante le cayeron de los ojos como escamas, y al instante recobró la vista'. Primero caen las escamas de nuestros ojos, y luego recibimos la vista. 1. Hay que quitar el velo antes de que podamos tener un verdadero discernimiento de los misterios que se revelan en la palabra de Dios: 2 Cor. 3:14, 15, el apóstol, hablando de los judíos, dice: 'Pero sus mentes estaban cegadas; porque hasta el día de hoy permanece el mismo velo sin quitar, en la lectura del An5guo Testamento; el cual velo es quitado en Cristo; pero aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está sobre sus corazones'. Ahora bien, este velo es diverso. [1.] El velo de la ignorancia. Aunque el hombre 5ene razón, y es capaz de entender el sen5do y la importancia de las palabras que se usan acerca de los misterios de la piedad, sí, y la cues5ón también, sin embargo, no ob5ene el conocimiento salvador de ellos por sus habilidades naturales. Hay un conocimiento grama5cal y un conocimiento espiritual; un hombre puede conocer las cosas grama5cales y literalmente, pero las ignora espiritualmente; como un niño puede leer las letras y las palabras, pero no concibe el sen5do. Así un hombre puede saber lo que se dice acerca de Dios y Cristo, y el pecado y la gracia, la vanidad de la criatura, la excelencia del cielo, y sin embargo no tener un conocimiento salvador de estas cosas; y por lo tanto la Escritura usa la expresión que ellos observan al ver; como Hechos 28:26, 'Oyendo, oiréis, y no entenderéis; viendo, veréis, y no percibiréis'. Aunque las verdades jamás se exponen tan claramente, ni se insiste en ellas con tanta fuerza, y aunque son capaces de entender las palabras, no llevan la verdad a sus corazones para aprovecharla. Así Deu. 29:2-4, 'Vosotros habéis visto', pero 'no tenéis corazón para ver'. La mayoría denunciará la vanidad de la criatura y la maldad del pecado; pero no ven con una luz afec5va que penetre el corazón; 5enen sobre sí el velo de la ignorancia espiritual. [2.] El velo del conocimiento y la sabiduría carnales, que nos envanece, 1 Co. 8:1, 2, por el cual, no viendo, pensamos que vemos. Este es un gran obstáculo para el entendimiento de la Palabra. Así les dice Cristo a los fariseos, que estaban engreídos de su propio conocimiento, Juan 9:39: 'Para juicio he venido a este mundo, para que los que no ven vean, y los que ven sean cegados'. Los fariseos eran los rabinos de la época, los hombres más sabios y entendidos de aquel 5empo. Los hombres carnales se envanecen de sus propias habilidades, y por eso no pueden beneficiarse del evangelio. [3.] El velo de los prejuicios y los afectos corruptos. Las pasiones de la mente, el amor y el temor, el deseo y la ira, nos impiden juzgar correctamente en las cosas de Dios. Nuestros
corazones están nublados por fuertes afectos al mundo, y así no pueden juzgar claramente ni de las verdades prác5cas ni de las controversias de la época. Ni de verdades prác5cas: Cuando Cristo había enseñado que 'no podían servir a Dios y a las riquezas', se dice en Lucas 16:14: 'Y los fariseos, que eran avaros, se burlaban de él'. Las santas verdades mor5ficantes son desagradables a un oído carnal, aunque jamás se presenten con tanta evidencia. ¡Cómo se apartarán los hombres de su deber! Cambian, y ex5enden, y dan vuelta y viento de aquí para allá, y prueban que la verdad no es verdad, antes que desprenderse de sus concupiscencias. Así que las verdades presentes, como las llama el apóstol, 2 Pedro 1:12, cuando se levanta el polvo del interés, no se disciernen. La ortodoxia del mundo suele ser una edad demasiado corta: 2 Cor. 4:4, 'El dios de este mundo les cegó los ojos'. [4.] El velo del sen5do carnal: 2 Pedro 1:9, 'El que carece de estas cosas es ciego, y no puede ver de lejos'. Hay tantas nieblas y nubes en el mundo inferior, que los hombres no pueden ver más allá del 5empo, y sin la perspec5va de la fe tener una visión de la eternidad. La naturaleza es corta de vista, tan acostumbrada a las cosas presentes que no recibimos luz sobre las cosas futuras. Estas son las escamas que están sobre nuestros ojos. 2. Hay una infusión de luz, sin la cual los hombres de excelente ingenio y agudo entendimiento en otras cosas están completamente ciegos en las cosas de Dios. Lo que es esta luz aparecerá por los grados de conocimiento y los usos de esta luz. [1.] Los grados de conocimiento. (1.) En algunos hay una simple ignorancia, tanto de los términos o nociones, como de las cosas, como en aquellos que no 5enen una revelación, o no la han considerado cuando se hace la revelación. Como los gen5les, que no 5enen revelación: Ef. 4:18, 'Teniendo su entendimiento entenebrecido, estando alejados de la vida de Dios por la ignorancia que hay en ellos, a causa de la ceguera de su corazón'. O cris5anos toscos e ignorantes, que no 5enen la ventaja de la educación, como para entender las nociones en que se propone la doctrina de Dios: Isa. 28:9, 10, '¿A quién enseñará ciencia, y a quién hará entender doctrina? A los destetados de la leche, y a los sacados de los pechos; porque es necesario que precepto sobre precepto, precepto sobre precepto, renglón sobre renglón, renglón sobre renglón, aquí un poco y allá otro poco'. Tan cobardes y toscos son algunos, que es necesario enseñarles cómo se enseña a los niños, letra tras letra y renglón tras renglón, y de poco sirve. (2.) En otros hay un conocimiento grama5cal pero no espiritual, una repe5ción de las cosas de memoria, un hablar de todo lo que disfruta un cris5ano. (3.) Además del conocimiento grama5cal, hay un conocimiento dogmá5co, cuando las verdades de la palabra no sólo se en5enden, sino que comienzan a asentarse en una opinión por la que nos desvivimos en el mundo. Una recepción basada en la opinión de la verdad es diferente de una recepción salvadora de la verdad. Muchos son ortodoxos, o 5enen tanto juicio y conocimiento como para sostener estrictamente la verdad, pero el corazón no está lleno de la vida y el poder de ella. A esos se refiere Rom. 2:20, 'Instructor de necios, maestro de niños, que
5enen en la ley forma de ciencia y de verdad'. Y tales son descritos en 2 Tim. 3:8: "Teniendo apariencia de piedad, pero negando la eficacia de ella". No debe imaginarse que esto es siempre un propósito, aunque muchas veces los hombres carnales nadan con la corriente, y siguen las opiniones que son comunes en su época; pero también por convicción de juicio; hay algo de conciencia en ello. Un juicio sano es una cosa diferente de un corazón sano. Las verdades de Dios 5enen gran evidencia con ellos; y por lo tanto un hombre racional, siendo ayudado con alguna obra común del Espíritu, puede acercarse a ellas, aunque no tengan experiencia del poder e influencia predominante de ellas. (4.) Además de este conocimiento dogmá5co, por el cual vemos alrededor del compás de las verdades reveladas en la Palabra, hay una iluminación de gracia cuando los hombres son enseñados de tal manera que son atraídos a Dios, Juan 6:44, 45, y en5enden de tal manera la doctrina de Cristo que la aplican y hacen un uso correcto de ella; un conocimiento tal que se denomina no sólo vista, sino gusto: 1 Pedro 2:3, 'Si es que habéis gustado que el Señor es clemente'; y un sen5miento de lo que entendemos: Fil. 1:9, 'Y esto ruego, que vuestro amor abunde más y más en conocimiento y en todo juicio'. Este sen5do y conocimiento experimental es lo que buscan los santos. [2.] Los usos de esta iluminación espiritual. (1.) Para darnos una visión clara de las verdades de Dios. (2.) Una visión aplica5va. (3.) Una visión afec5va. (4.) Una visión transformadora. (5.) Un sen5do de la verdad que prevalece sobre las concupiscencias y los intereses. (1.) Una visión clara de las verdades de Dios. Otros sólo 5enen un conocimiento de oídas, obtenido de libros y sermones, y del relato común que se hace de Cristo; pero el que está divinamente iluminado bebe de la fuente, y así su trago es más fresco y dulce. No hablan de las cosas de memoria según otros, sino que está escrito en sus corazones: Heb. 8:10, 'Pondré mis leyes en su mente, y las escribiré en sus corazones'; y así se hace más ín5mo y sa5sfactorio, y se mueve en ellos. (2.) Una vista aplica5va; no sólo conocimiento, sino prudencia: Prov. 8:12, 'Yo, la Sabiduría, habito con la Prudencia'. La sabiduría es el conocimiento de los principios; la prudencia es la capacidad de aplicarlos a nuestra u5lidad y provecho, para que sepamos que es para nuestro bien, Job 5:27. Muchos 5enen razón en general; pero el Espíritu no sólo revela las verdades del evangelio, sino que aplica esas verdades para despertar la conciencia que estaba dormida en el pecado. Muchos hombres que no han sido renovados pueden estar llenos de verdades generales acerca de la miseria del hombre, la redención por Cristo, los privilegios de un
cris5ano; pero no reflejan la luz de estas verdades sobre sí mismos, de modo que examinen su propio corazón; y así este conocimiento sirve más para la opinión y el discurso que para la vida y la prác5ca; no es algo que les sirva para dirigir sus vidas. (3.) Una visión afec5va: Prov. 2:10, 'Cuando la sabiduría penetra en tu corazón', que es la cuna de los afectos, suscita en el alma movimientos que responden a cada verdad; mientras que cuando las verdades descansan en nociones vacías y estériles, sin sen5miento y un deseo que responda en el corazón, el conocimiento de ellas es como un sol de invierno, que brilla, pero no calienta; la miseria del hombre no es afec5va, y las doctrinas de la redención por Cristo son captadas sin ningún gozo y gusto. (4.) Una visión transformadora: 2 Cor. 3:18, 'Todos nosotros, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor'. Es una luz que es a la vez direc5va y persuasiva. Un hombre puede oír el Evangelio νομικῶς, cuando sólo se conoce como norma, no como medio para transmi5r el Espíritu; mientras que un creyente oye la ley εὐαγγελικῶς. El apóstol prefiere el evangelio a la ley en el lugar antes mencionado, por comodidad, perspicuidad, eficacia, etc. (5.) Es una luz que prevalece sobre nuestras concupiscencias e intereses, una luz tal que con5ene fuego para destruir las concupiscencias: 1 Juan 2:3, 4, 'El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es men5roso'. Un verdadero conocimiento y visión de Dios es capaz de refrenar las concupiscencias y purificar la conciencia. Por eso se dice: "El que hace el mal no ha visto a Dios" (3 Jn 11); no 5ene verdadera vista, cualesquiera que sean las especulaciones que pueda tener acerca de la naturaleza de Dios. Otra luz no frena y controla los deseos viciosos; la razón no es restaurada a su dominio: Rom. 1:18, los supuestos sabios del mundo 'detuvieron la verdad con injus5cia'. La verdad puede hablar hasta el hartazgo, pero no puede hacer nada; como un hombre que está atado de pies y manos puede delirar y desahogar sus pasiones, pero no puede liberarse del opresor o de la fuerza a la que está some5do. En segundo lugar, Razones que demuestran la necesidad de esta obra. 1. La ceguera espiritual nos es natural, como a aquel hombre que era ciego de nacimiento, Juan 9:1. No todos nacemos ciegos de cuerpo, pero sí de mente. Al probar el árbol del conocimiento, todos los hijos de Adán perdieron su conocimiento. Satanás ha hecho caer sobre nosotros una vergüenza mayor que la que Nahas el amonita hubiera hecho caer sobre los hombres de Jabes de Galaad al sacarles el ojo derecho. El ojo del alma está apagado, de modo que no podemos ver la luz que brilla en la palabra. Por la caída perdimos la verdadera y perfecta luz de la razón, pero conservamos el orgullo de la razón. No es poca parte de nuestra ceguera el que no podamos soportar oír hablar de ella: Apoc. 3:17, 'Dices: Soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que eres desventurado, y miserable, y pobre, y ciego, y desnudo'. El hombre desea que se le tenga por pecador antes que por débil, y antes reconocerá una maldad moral que una debilidad intelectual. Los hombres son deshonestos por elección, y por lo tanto piensan que hay más libertad y valen¢a en ello; pero ser simple argumenta imperfección; Job 11:12, 'El hombre vano sería tenido por sabio, aunque naciera
como pollino de asno montés'; no sólo por la indomabilidad y la afectación de la libertad, sino por la rudeza y la grosería del engreimiento; sin embargo, el hombre sería tenido por sabio. Los fariseos tomaron a mal que Cristo los acusara de ceguera: Juan 9:40, '¿También nosotros somos ciegos? A todos nos gusta más la reputación de sabiduría que la realidad; esa es la razón por la cual somos tan suscep5bles en cuanto al error; podemos soportar más fácilmente que se nos reprenda un pecado a que se nos cas5gue un error. Hasta que no tengamos colirio espiritual, no lo sabremos, y no oiremos hablar de esta ceguera, Apo. 3:17. Es un grado de conocimiento espiritual saber que no sabemos nada. 2. Observa cuánto es peor la ceguera espiritual que la corporal. Los que están bajo la ceguera corporal se alegran de un remedio, se alegran de un guía. [1.] Contentos de un remedio. Con cuánto sen5miento habla aquel hombre, Marcos 10:51, '¿Qué quieres que yo haga? Señor, que sean abiertos mis ojos'. Los que están ciegos espiritualmente no necesitan remedio; no sólo son ignorantes, sino indoctos; y así su ceguera crece sobre ellos; a su ceguera natural se añade una ceguera adquirida. Si no podemos impedir la luz, nos enfurecemos contra ella. [2.] Contento de un guía; como Elimas el hechicero, cuando fue golpeado por la ceguera, buscó a alguien que lo guiara de la mano, Hechos 13:11. Pero el mundo ciego no puede soportar ser dirigido, o "el ciego guía al ciego y ambos caen en la zanja". El que profe5za vino fuerte es el maestro de este pueblo, dice el profeta. Los hombres aman a los que gra5fican sus lujurias y humores: que venga uno sano, y les declare el consejo y la voluntad de Dios, es desagradable. 3. No podemos salir de esta miseria sin la ayuda de Dios. Nuestra incapacidad se comprende mejor abriendo ese lugar señalado, 1 Cor 2:14, 'El hombre natural no percibe las cosas que son de Dios, porque le son locura; ni las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente'. Abramos un poco ese lugar: ἄυθρωπος ψύχικος, 'el hombre anímico,' es decir, un hombre considerado en sus naturalezas puras. Judas 19; ψύχικοι, πνεῦμα μή ἔχοντες, 'sensual, que no 5ene el Espíritu'. Sin embargo, usa la mejor palabra con que se puede describir al hombre natural; no dice σάρκικοι, no sólo a los que son salvajes y depravados por hábitos viciosos, sino que toma la naturaleza en su excelencia, la luz del alma en su mayor esplendor y perfección, aunque el hombre no esté absolutamente entregado a viles afectos. Pues de él se dice que ni recibe ni puede recibir las cosas de Dios, οὐδέχεται, y οὐ δύναται γνῶναι. Las τὰ τοῦ πνεύματος, 'las cosas del Espíritu', son verdades tales que dependen de la mera revelación, y están por encima del alcance y conocimiento de la naturaleza. Hay τὰ τοῦ Θεοῦ, 'cosas de Dios,' que pueden ser conocidas por una luz natural: Rom. 1:19, 'Lo que puede ser conocido de Dios, es manifiesto en ellos, porque Dios se lo ha mostrado;' pero τὰ τοῦ πνεύματος, cosas reveladas en la palabra, aunque un hombre natural sea capaz de entender las frases y oraciones, y sea capaz de hablar de ellas, sin embargo, carece de fe, y de un sen5do y gusto espiritual de ellas; son locura para él. Señala el total desprecio de las cosas espirituales por un corazón carnal, que considera la redención por Cristo crucificado, con los beneficios consiguientes, como cosas frívolas y vanas. Pablo en Atenas fue considerado 'un charlatán,' Hechos 17:18. La misma disposición existe
todavía en los hombres naturales; porque, aunque estas verdades, por la prescripción y el consen5miento de muchas edades, han obtenido ahora veneración y crédito, sin embargo, observarlas cuidadosamente, vivir de acuerdo con su contenido, cualesquiera que sean los peligros e inconvenientes a que estemos expuestos en el mundo, todavía se considera una necedad. Obsérvese, para mayor énfasis, que es μωρία, locura, como la sabiduría carnal es ἔχθρα, 'enemistad contra Dios', Rom. 8:7. 'Ni los puede conocer'. 'Ni puede conocerlos'. Es por pereza y oposición e impotencia moral; como se dice, Rom. 8:7, 'La mente carnal es enemistad contra Dios, porque no está sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede estarlo.' La razón es una luz corta y defectuosa, no sólo ignorante en realidad, sino incapaz de concebirlas. No es sólo por negligencia que no lo hace, sino por debilidad que no puede. Tómese la naturaleza en sí misma, y, como las plantas descuidadas, pronto se vuelve salvaje; como las naciones bárbaras y no perfeccionadas con las artes y la urbanidad 5enen más de la bes5a que del hombre en ellas: Judas 10, 'Pero en lo que conocen naturalmente, como bes5as brutas, en esas cosas se corrompen'. Supongamos que usen los espejuelos del arte, y que la luz natural de la razón sea ayudada por la laboriosidad y la erudición; sin embargo, cuán equivocados están en las cosas de la religión: Rom. 1:21, 'Cuando conocieron a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y sus necios corazones fueron entenebrecidos', &c. Las naciones más civiles eran 'las más insensatas en materia de culto; y muchas ponían entre los dioses las fiebres, las pasiones humanas y toda cosa insignificante. Los escitas adoraban el trueno, los persas el sol; las naciones más estúpidas y necias parecían las más sabias en la elección de sus dioses; otras se entregaban a supers5ciones más groseras. Todas las artes del mundo no pudieron reparar completamente las ruinas de la caída. Los paganos inventaron la lógica para perfeccionar la razón; la gramá5ca y la retórica para el lenguaje; para el gobierno, y como ayuda a la sociedad humana, las leyes; para las necesidades corporales, la ysica; para calmar y cau5var las pasiones, en lo concerniente a la conversación humana, la é5ca; para las familias y las sociedades privadas, la economía; pero para el alma y los asuntos religiosos, ¡qué ciegos y necios eran! Más aún. Supongamos que, además de los espectáculos del arte, la naturaleza esté provista del cristal de la palabra; sin embargo, Juan 1:5: 'La luz brilló en las 5nieblas, y las 5nieblas no la comprendieron'. Vemos cómo los grandes eruditos son deficientes en los puntos más ú5les y prác5cos. Nicodemo, maestro en Israel, ignoraba la regeneración, Juan 3:10. Siempre yerran en uno u otro punto. Y en estas cosas de importancia, si 5enen una opinión y una fe dogmá5ca, y 5enen un modelo exacto y un marco de verdad, sin embargo, mientras sean carnales y no regenerados, ¡cuánto los supera un cris5ano piadoso común en afecto vivo y prác5ca seria! Y mientras discuten sobre las naturalezas y los oficios de Cristo, y la naturaleza de la jus5ficación y la san5ficación, otros disfrutan de lo que hablan, y 5enen un mayor gusto, sabor y poder de estas verdades en sus corazones. Porque siempre fue una verdad, y siempre lo será, Rom. 8:5: 'Los que son según la carne, piensan en las cosas de la carne; y los que son según el Espíritu, en las cosas del Espíritu'. La naturaleza no puede ir más allá de sí misma, de lo que la mueve una inclinación carnal. No 5enen esta luz transformadora, ni ese sen5do de la religión que prevalece sobre las concupiscencias y los intereses mundanos. La siguiente razón es, porque deben ser "discernidas espiritualmente", es decir, conocerlas
interiormente, a fondo y con cierto gusto y sabor; debe haber una luz superior, debe haber una cognición y proporción entre el objeto y la facultad. Las cosas divinas deben ser vistas por una luz divina, y las espirituales por una luz espiritual. El sen5do, que es la luz de las bes5as, no puede seguir los trabajos o vuelos de la razón en sus contemplaciones. No podemos ver un alma o un ángel a la luz de una vela; así la sabiduría carnal no puede juzgar de las cosas divinas. El objeto no sólo debe ser revelado, sino que debemos tener una luz que responda; de modo que cuando lo hayas hecho todo, debes decir: '¿Cómo puedo entender sin un intérprete?'. Hechos 8:31. Y este intérprete debe ser el Espíritu de Dios: Ejus est interpretari, cujus est condere. Discernir, para juzgar y es5mar correctamente las cosas, depende de la ayuda de Dios. 4. Cuando esta ceguera está en parte curada, todavía necesitamos que Dios abra nuestros ojos hasta lo úl5mo. No sabemos nada de lo que deberíamos saber. David, un hombre regenerado y bien instruido, ruega que se le abran los ojos; porque cada día necesitamos más luz: Lucas 24:45, 'Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras'. Cristo primero abrió las Escrituras, luego abrió su entendimiento. Uso 1. Para mostrarnos la razón por la cual la palabra avanza tan poco cuando se predica con poder y evidencia; no se les abren los ojos: Isa. 53:1, '¿Quién ha creído a nuestro anuncio, y a quién se ha manifestado el brazo del Señor? Ninguna enseñanza prevalecerá hasta que seamos enseñados por Dios. Uso 2. Qué necesidad tenemos de consultar con Dios, siempre que hacemos uso de la palabra, en la lectura, en la escucha, en el estudio. En la lectura, cuando abras la Biblia para leer, di: "Señor, abre mis ojos". Cuando oigas, pide ver la verdad y cómo aplicarla para tu consuelo. Hæc audiunt quasi somniantes, dice Lutero de los más: en viendo no ven, escuchando no oyen. Había una fuente junto a Agar, pero ella no podía verla: Gén. 21:19, 'Dios le abrió los ojos, y vio una fuente de agua, y fue y llenó el odre de agua, y dio de beber al muchacho'. Lo mismo sucede con el estudio; es peligroso emprender el estudio de las cosas divinas con la fuerza del ingenio y las ayudas humanas. Los hombres van adelante en la fuerza de sus propias capacidades, o se apoyan en el juicio de los escritores, y así quedan en la oscuridad y la confusión. Llegaríamos más pronto a la decisión de una verdad si acudiéramos a Dios y le pidiéramos que rasgara el velo de los prejuicios y los intereses. Uso 3. Es presionarnos a buscar esta bendición, la iluminación de los ojos. Magnificar el poder creador de Dios: 2 Cor. 4:6, 'Dios, que mandó que de las 5nieblas resplandeciese la luz, resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de Dios en la faz de Jesucristo'. Haz uso de Cristo: Col. 2:3, 'En quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia'; pídele encarecidamente. El apóstol ruega, Ef. 1:17, 18, 'Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él; que sean iluminados los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza de su vocación', etc. Sí, llorad por ello en casos de dudosa ansiedad. Juan lloró cuando no se abrió el libro de los siete sellos, Apoc. 5:4. Llora por tu ignorancia; lleva todo a la prác5ca: Juan 7:17, 'Si alguno quiere hacer su voluntad, conocerá la doctrina, si es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta'. Espera la luz en el uso de los medios, con una mente
sencilla, dócil, sincera y humilde: Sal. 25:9, 'A los mansos guiará en el juicio, y a los humildes enseñará su camino.' Doctrina 2. Aquellos cuyos ojos son abiertos por Dios, ven cosas maravillosas en su palabra, más de lo que jamás pensaron. Abre mis ojos para que vea las maravillas de tu ley". Por ley no se en5ende estrictamente el pacto de las obras, ni el decálogo como regla de vida, sino más generalmente toda la palabra de Dios, que está llena de maravillas o de altos y celes5ales misterios. En el decálogo o ley moral hay una pureza maravillosa, cuando tenemos un sen5do espiritual de ella: Sal. 119:96, 'He visto el fin de toda perfección; pero tus mandamientos son muy amplios'; y Sal. 19:7, 8, 'La ley del Señor es perfecta, que convierte el alma; el tes5monio del Señor es seguro, que hace sabio al sencillo; los estatutos del Señor son rectos, que alegran el corazón; el mandamiento del Señor es puro, que ilumina los ojos'. Una equidad maravillosa: Rom. 7:12, 'La ley es santa, y el mandamiento es santo, justo y bueno'. Una maravillosa sabiduría: Deu. 4:6, 'Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque ésta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de las naciones, las cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente esta gran nación es un pueblo sabio y entendido'. En toda la palabra de Dios, la armonía y correspondencia entre todas las partes, cómo el misterio creció de una revelación oscura a una más clara, es admirable. En el Evangelio, cada ar¢culo de la fe es un misterio para asombrarse. La persona de Cristo: 1 Tim. 3:16, 'Grande es el misterio de la piedad, Dios manifestado en carne, jus5ficado en el Espíritu,' &c. Una virgen concibe, el Verbo se hace carne, la redención y reconciliación de la humanidad, son las maravillosas obras de la gracia del Señor. Es 'la sabiduría oculta de Dios en misterio,' 1 Cor. 2:7. Hablamos de la sabiduría de Dios en misterio, de la sabiduría oculta que Dios predes5nó antes del mundo para nuestra gloria", y se la llama "el misterio oculto desde los siglos", Ef. 3:9. La gloria del cielo es admirable: Ef. 1:18, 'Las riquezas de la gloria de la herencia de los santos en luz'. Que un terrón de 5erra sea hecho heredero del cielo, merece el mayor asombro. Todo esto son misterios. Así como los maravillosos efectos de la palabra para convencer a los pecadores: 1 Cor. 14:25: 'Así se manifiestan los secretos de su corazón; y así, postrándose sobre su rostro, adorará a Dios, y dirá que Dios está en vosotros de cierto'. Heb. 4:12: 'La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que espada de dos filos; y penetra hasta par5r el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón'. Es una palabra que escudriña y descubre: Juan 4:29, 'He aquí un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho'. Para cambiar a los pecadores: 1 Pedro 2:9, 'Para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las 5nieblas a su luz admirable'. La salida de Pedro de la cárcel no fue nada. En el consuelo, toda gracia es un misterio, depender de lo que no vemos, ser como una roca en medio de la tempestad. Muriendo, vivimos; como pobres, enriquecemos a muchos" (2 Co. 6:9, 10). Todas las operaciones del Espíritu son maravillosas: 1 Pedro 1:8, 'Gozo inefable y glorioso'; Fil. 4:7, 'Paz que sobrepasa todo entendimiento'; Rom. 8:26, 'Gemidos indecibles'.
Y ahora, ¿qué iluminación divina contribuye a la visión de estas maravillas? 1. Revela la verdad de ellos, que de otro modo es incomprensible para la carne: Mat. 16:17, 'No te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos'. Sin esto, no hay conocimiento cierto de la persona y oficio de Cristo. 2. Nos familiariza más ín5mamente con ellos: Mat. 13:11, 'A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios; a otros no os es dado'. Todas las obras de Dios están llenas de maravillas, pero los ciegos no pueden verlas, aunque el sol nunca brilla tan claramente. Una hermosa habitación en la que no hay más que una grieta, cuando ponemos el ojo cerca de ella, la vemos. Uso 1. De aquí podemos aprender, que es un grado de provecho ver tanto en la palabra de Dios como para admirarla; ya sea por los misterios de la piedad o de la impiedad, que la palabra descubre, ὦ βάθος. Los más iluminados son los que 5enen más mo5vos para asombrarse; porque entonces encuentran verdades que exceden a toda razón común, tales que no se les ocurren a los demás, o, si se les ocurren, parecen increíbles. Uso 2. Es para animarnos a estudiar la palabra; las maravillas de las obras de Dios son muchas, pero las maravillas de su palabra son mayores. Quot arGculi, tot miracula, dicen los papistas de las Sumas de Aquino; pero más verdaderamente puede decirse de la palabra de Dios; todas las doctrinas de la palabra son un misterio con5nuo. Después de la caída del hombre, a ninguna criatura se le ocurrió cómo sa5sfacer a la jus5cia, cómo reparar la brecha. ¡Oh, qué insensatez la de aquellos que desprecian la palabra, como lo hacen los ingenios curiosos y los mundanos, como si fuera un conocimiento insignificante en comparación con lo que se puede adquirir de Aristóteles y Platón o de los polí5cos del mundo! Si hay en ella algunos rudimentos, algo común con otros escritos, sin embargo, hay cosas más grandes que éstas: Las cosas profundas de Dios', 1 Cor. 2:11; nunca se hizo tal revelación al mundo. Y los hombres mundanos, que desprecian este estudio de la Palabra, desprecian lo que los ángeles se maravillan, Ef. 3:10, y 'desean curiosear', 1 Pedro 1:12, y hacen grandes asuntos de pequeñeces. El Sol de jus5cia, ¿no es digno de ser contemplado? Uso 3. Dejemos de maravillarnos de las cosas del mundo, de los grandes lugares, de los honores, de los montones de riquezas, de los edificios hermosos, como los discípulos, Marcos 13:1: "Maestro, mira qué piedras y qué edificios hay aquí". De Cristo se dice en Col. 2:9: "En él habita corporalmente toda la plenitud de la Divinidad". ¡La plenitud de la Divinidad! ¡Oh, qué maravilla! El pueblo se maravillaba de la can5dad de dinero que David había puesto para construir una casa a Dios (1 Cr. 29:7, 8). ¡Oh! pero las inescrutables riquezas de la gracia, la extraña trama de la redención del hombre, μέγα μυστήριον, ¡qué maravilla! Todo en y sobre Cristo es raro. Su nombre es Maravilloso. Todas las promesas de Dios son τὰ μέγιστα καὶ τίμια ἐπαγγέλματα, 'grandísimas y preciosísimas promesas', 2 Pedro 1:4; trascienden la capacidad del hombre. Condena la estupidez de los que nada se conmueven ni se toman con cosas tan grandes y maravillosas; grandes en sí mismas, y que deberían ser preciosas para nosotros.
Sermón V: Isaac salió a Meditar al Campo al Atardecer Y salió Isaac a meditar en el campo al atardecer; y alzó sus ojos, y vio, y he aquí que los camellos venían. - Génesis 24:63 I. QUÉ ES LA MEDITACIÓN. Antes de definirla debo diferenciarla. 1. Hay lo que llamamos meditación ocasional, que es un acto por el cual el alma espiritualiza todos los objetos con los que se relaciona. Un corazón bondadoso es como un alambique, puede des5lar meditaciones ú5les de todas las cosas que encuentra. Mira, como ve todas las cosas en Dios, así ve a Dios en todas las cosas. Un asunto tan pequeño como un grano de mostaza puede producir muchas aplicaciones espirituales. 2. Hay una meditación fija y solemne. Ahora bien, ésta es de varias clases, o más bien, no son sino varias partes del mismo ejercicio. (1) Hay una meditación reflexiva, por la cual nos concentramos totalmente en nosotros mismos. No es otra cosa que una solemne conversación entre el hombre y su propio corazón (Salmo 4:4). (2) Hay una meditación, que es más directa, y que es de dos clases – (a) Dogmá5ca, cuyo objeto es la Palabra. (b) Prác5ca, cuyo objeto es nuestra propia vida. Estos son los 5pos de meditación. La definición puede formularse así: La meditación es aquel deber o ejercicio de la religión por el cual la mente se aplica a la contemplación seria y solemne de las cosas espirituales, para usos y fines prác5cos. Abriré la descripción por sus partes. 1. Es un deber y un ejercicio de la religión. (1) Que es un deber y un ejercicio de la religión surge de la evidencia de las Escrituras, donde se ordena (Josué 1:8): "Este libro de la ley no se apartará de tu boca, sino que meditarás en él día y noche". Se hace un carácter de un hombre piadoso (Salmo 1:2), "En la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche". Se elogia en la prác5ca y el ejemplo de los santos más famosos en las Escrituras; Isaac en el texto, Moisés y David. Y así como es evidente por la evidencia de las Escrituras, también lo es por la luz de la naturaleza y la razón. Dios, que es Espíritu, merece la adoración más pura y espiritual, así como la que se realiza con el cuerpo. Los pensamientos son el vástago más an5guo y noble del alma, y la consagración solemne de ellos es digna de Dios.
(2) No es un deber de preocupación arbitraria. No es sólo una ayuda moral que puede observarse u omi5rse, sino un deber necesario, sin el cual todas las gracias se marchitarían y desfallecerían. La fe es flaca y está a punto de morir de hambre si no se la alimenta con la meditación con5nua de las promesas; como dice David (Salmo 119:92): "Si tu ley no hubiera sido mi delicia, habría perecido en mi aflicción". Los pensamientos son los abastecedores del alma, que proveen a la fe, y la alimentan y refrescan con el consuelo de las promesas. La esperanza es baja, y no se eleva a tal plenitud de expecta5va hasta que por la meditación tenemos una visión deliberada de nuestras esperanzas y privilegios (Génesis 13:17). II. LA NECESIDAD Y EL PROVECHO DE LA MEDITACIÓN, O MOTIVOS PARA INSISTIR EN ESTE DEBER. Exhortaré a los que sirvan también para las marcas; porque cuando se realiza bien, encontrarán que estos resultados se producen en ustedes. La meditación es la madre y nodriza del conocimiento y la piedad, el gran instrumento en todos los oficios de la gracia; ayuda en la obra de la gracia sobre el entendimiento, los afectos y la vida, para la comprensión de la doctrina de la piedad, para la provocación de afectos piadosos y para la vida celes5al. 1. En el punto del entendimiento nos es de gran ventaja en el entretenimiento de las doctrinas de la religión. (1) Para darnos una visión más clara y dis5nta de ellas. (2) Para retenerlas mejor. (3) Para que las tengamos siempre más presentes. 2. Es una gran ventaja para la acción de la gracia sobre los afectos. 3. Es una ventaja para los frutos de la gracia en la vida; hace que la vida celes5al sea más fácil, más dulce, más ordenada y prudente. III. REGLAS PARA GUIARTE EN ESTE IMPORTANTE ASUNTO DE LA VIDA CRISTIANA. 1. Todo lo que medites debe ser llevado a la aplicación. 2. No indagues más allá de lo que Dios te ha revelado; tus pensamientos deben seguir limitados por la Palabra. 3. Cuando medites en Dios debes hacerlo con gran cuidado y reverencia; sus perfecciones son más bien materia de admiración que de inves5gación. 4. Al meditar sobre cosas comunes, ten presente un propósito espiritual. Dios ha dotado al hombre de la facultad de discurrir y emplear su mente en objetos terrenales con fines espirituales (Eclesiastés 3:11). 5. Guardaos de tender lazos a vuestras almas. Algunos pecados son contagiosos, como el fuego en la paja, y no podemos pensar en ellos sin infección y tentación; los mismos pensamientos
pueden engendrar un súbito deleite y cosquilleo, que puede pasar a través de nosotros como un relámpago, y prendernos fuego (Ezequiel 23:19). 6. Medita especialmente en aquellas cosas de las que 5enes más necesidad. Es la mayor obligación para el corazón. El asunto no es arbitrario; allí encontrarás más ayuda, y allí el beneficio será más sensible. 7. En lo que medites, ten cuidado con la ligereza. Los pensamientos pasajeros no dejan huella. Procura meditar en una sola cosa a la vez. 8. No te apartes de los pensamientos santos hasta que encuentres provecho en ellos, ya sean dulces sabores y delicias del amor de Dios, o altos afectos encendidos hacia Dios, o fuertes resoluciones nacidas en 5 mismo. 9. Agradece a Dios cuando te bendiga en la meditación, pues de lo contrario encontrarás dificultades en la siguiente. 10. No pongas freno al espíritu libre con las reglas del método. Lo que Dios pide es religión, no lógica. 11. Tu éxito en el deber no ha de medirse por la mul5tud y su5leza de los pensamientos, sino por la sinceridad de ellos. 12. Todo debe comenzar y terminar con la oración. Los deberes se subordinan unos a otros. Al principio debes orar para que el deber sea bendecido, y al final encomendar a Dios tu alma y tus resoluciones. No hay esperanza en tus propias promesas, sino en las de Dios. IV. LOS OBSTÁCULOS O IMPEDIMENTOS DE LA MEDITACIÓN, JUNTO CON LAS AYUDAS Y MEDIOS QUE PUEDEN AYUDARTE A REALIZARLA. Los impedimentos pueden descubrirse antes que remediarse. Las pérdidas y los obstáculos son de varios 5pos, algunos comunes a esto con otros deberes, y otros más peculiares al deber de la meditación. 1. Comienzo con la primera clase, los impedimentos que son comunes a otros deberes, y son cuatro: la pereza, el amor al placer, una conciencia culpable y una mente diycil de manejar. ¿Cómo podemos librarnos de esta pereza espiritual? Respondo. (1) Debéis considerar que un espíritu perezoso es el más inadecuado para el cris5anismo. Toda la vida cris5ana se lleva a cabo con mucho trabajo y diligencia. (2) Es mejor esforzarse que sufrir dolores, y ser encontrado con las sogas del deber que con las cadenas de las 5nieblas.
(3) No hay nada tan duro en el servicio de Dios sin que Él haya manifestado amor suficiente para endulzarlo. (4) No hay dificultad en la religión totalmente insuperable y demasiado dura para un espíritu ac5vo y laborioso. Los que siguen a Dios, al fin lo encuentran para su consuelo. (5) Un corazón perezoso y retraído debe ser impulsado hacia adelante con la mayor oportunidad. 2. Otro obstáculo es el amor a los placeres. Los hombres que quisieran pasar su 5empo en la alegría no están dispuestos a ser tan solemnes y serios. Cuando las mentes de los niños están dispuestas a jugar, es molesto oír hablar de la escuela o de sus libros; así cuando el corazón está dispuesto para el placer, es un asunto diycil llevar el alma a las ac5vidades religiosas. ¿Cómo haremos para apartar el alma de los placeres? (1) Considera que amar el placer es gra5ficar a la bes5a que hay en nosotros más que al ángel. (2) Considera que la dulzura de los ejercicios religiosos es mucho mejor que la de los placeres carnales, como es más varonil el calor que se ob5ene haciendo ejercicio que estando suspendido sobre el fuego. 3. El siguiente obstáculo general es la mala conciencia. ¿Qué debemos hacer para remediarlo? (1) Purificar la conciencia mediante la aplicación sincera de la sangre de Cristo. (2) Hay asuntos confortables que pueden ser de excelente alivio para el espíritu (Hebreos 6:18; Salmo 94:19). 4. Otro obstáculo es la inep5tud del espíritu para los deberes espirituales y celes5ales. Nuestro Salvador pide a sus discípulos que se cuiden de esto (Lucas 21:34). (Lucas 21:34). ¿Qué debemos hacer para evitarlo? (1) Aprender una santa moderación y sobriedad en los asuntos y placeres exteriores. Como dice el apóstol de la oración (Efesios 6:18): "Velando en ella"; la misma regla vale para la meditación. (2) Mantener el cuerpo en buen estado, para que no sea un estorbo para el alma, sino un instrumento hábil. Hay una san5ficación del cuerpo (1 Tesalonicenses 5:23). Hay obstáculos que son peculiares al deber de la meditación. Nombraré sólo dos: la esterilidad de pensamientos y la inconstancia. 1. Lejanía y esterilidad de pensamientos. Para remediarlo,
(1) No hay que ceder a ello, sino procurar ejercitarse constantemente. Cuanto más trabajamos, más vigorosa y libre está el alma para la obra de Dios. (2) Consigue una buena reserva de conocimiento san5ficado. Que haya un tesoro en vuestros corazones (Mateo 13:52). (3) Cuando el corazón esté estéril, piensa en tus propios pecados y corrupciones, y en las experiencias de Dios para tu propia alma. (4) Puedes aderezar y afectar tu mente antes de la meditación con alguna parte de la Palabra de Dios. La lectura es un buen prepara5vo, y cuando hemos ingerido alimentos, podemos ejercitar nuestra mas5cación y diges5ón sobre ellos. 2. Un espíritu ligero y vago, propenso a saltar y vagar de un pensamiento a otro. Hay una locura en el hombre; sus pensamientos son ligeros y livianos, van de un lado a otro, y son como los cerrojos sueltos de una cerradura, que sólo se man5enen mientras giramos la llave. Esto desanima mucho a los cris5anos, que no pueden mantener sus afectos y dominar sus pensamientos. ¿Cómo podemos ayudar y remediar esto? (1) Cuando vayan a meditar, deben ejercer una orden y restricción sobre sí mismos. Esto se expresa en la Escritura atando los lomos de vuestras mentes (Lucas 12:30). (2) Oren e invoquen la ayuda del Espíritu Santo de Dios (Salmo 86:11): "Une mi corazón para que tema tu nombre". Señor, haz que mi corazón sea uno. El que pudo detener el sol puede detener la fugacidad de tus pensamientos. (3) Seca estos juguetes infan5les y fantasías con la llama del amor celes5al. El amor une el corazón, y donde tenemos un placer, allí podemos permanecer (Salmo 119:97). (4) Que el curso de sus vidas sea grave y serio. La mente es según el curso de la vida. (5) Guardaos de la primera diversión; por plausible que sea, miradla como una intrusión que rompe el orden. (6) Cuando vengas a meditar en la presencia de Dios, no traigas el mundo con5go; puriycate de todo afecto carnal (Ezequiel 33:31), "Su corazón va tras su codicia". Considera siempre esto: la lujuria prevaleciente absorberá los pensamientos.
Acerca del Autor Thomas Manton (1620-1677):
Nacido en Laurence Lydiard, Somerset, Manton fue educado localmente y luego en Hart Hall, Oxford, donde se graduó como BA en 1639. Joseph Hall, obispo de Norwich, le ordenó diácono al año siguiente. Nunca tomó las órdenes sacerdotales, ya que sostenía que había sido ordenado correctamente para el oficio ministerial. A con5nuación, fue nombrado profesor municipal de Collumpton, en Devon. Tras unos años provechosos, fue llamado a la parroquia de Stoke Newington, en Middlesex, en el invierno de 1644-1645, y comenzó a labrarse una reputación como defensor franco y popular de los principios reformados. Esto le llevó a par5cipar en varios acontecimientos clave, como la Asamblea de Westminster y la publicación de la confesión, y a que se le pidiera que predicara ante el Parlamento en varias ocasiones. Tras diez años en Middlesex, fue nombrado para vivir en St. Paul's, en Covent Garden. De nuevo se hizo muy popular y siguió ejerciendo una amplia influencia en los asuntos públicos, pidiendo la restauración de Carlos II en 1660. El nuevo monarca le ofreció el decanato de Rochester, pero lo rechazó por mo5vos de conciencia. Había desaprobado la ejecución de Carlos I. En 1658 ayudó a Richard Baxter a redactar los Fundamentos de la religión. Fue uno de los capellanes de Oliver Cromwell y juez. En 1660, Manton, como la mayoría de los presbiterianos, trabajó duro para ver la restauración de la monarquía. Fue enviado a Breda para atender al príncipe Carlos, fue nombrado capellán del rey y, más tarde, doctor en Divinidad. También se le ofreció el decanato de Rochester, pero lo rechazó. El agradecimiento de los poderosos queda patente en que Manton fue expulsado de su iglesia en 1662, junto con la mayoría de los demás ministros puritanos, y se quedó sin
sustento. Comenzó a celebrar reuniones privadas en su casa, pero en 1670 fue encarcelado por ello. El Acta de Uniformidad de 1662 hizo que Manton renunciara a su sustento, junto con muchos otros puritanos, en protesta por este ataque a sus principios reformados. A pesar de su falta de patrocinio, con5nuó predicando y escribiendo incluso cuando fue encarcelado por negarse a cooperar. Pronto se le encontró predicando a los presos y a los guardianes de la prisión, y pronto se le confiaron las llaves de las celdas cuando el carcelero estaba fuera. Tras su liberación, Manton compareció de nuevo ante el rey y defendió la libertad religiosa. En 1672, Manton estableció una conferencia en Pinner's Hall, y en ocasiones ejerció allí su ministerio. Enfermo, este hábil predicador puritano murió en su cama en Londres, a la edad de 57 años. Manton fue enterrado en el presbiterio de Stokes Newington, y el sermón fúnebre fue pronunciado por el Dr. William Bates. Las obras de Manton son algunos de los mejores ejemplos de piedad y teología puritana, y se imprimieron en 22 volúmenes.