Diario de viajes de Francisco José de Caldas [1 ed.] 8400097084, 9788400097080

Francisco José de Caldas (1768-1816) fue un reconocido viajero y científico, geógrafo, astrónomo, botánico, periodista y

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Spanish Pages 356 [359] Year 2013

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Diario de viajes de Francisco José de Caldas
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Índice general
Acerca de la edición facsímile del diario de viajes de Francisco José de Caldas (...)
Francisco José de Caldas: un científi co neogranadino con una vida truncada abruptamente
Francisco José de Caldas: ciencia criolla en la América española
Caldas, su relación con Alexander von Humboldt y las pretensiones literarias de su diario de viajes
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Diario de viajes de Francisco José de Caldas [1 ed.]
 8400097084, 9788400097080

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Diario de viajes de Francisco José de Caldas

COLECCIÓN UNIVERSOS AMERICANOS, 9

Director Salvador Bernabéu Albert (EEHA-CSIC, Sevilla) Secretaria María Luisa Laviana Cuetos (EEHA-CSIC, Sevilla) Comité Editorial Manuel Herrero (Univ. Pablo de Olavide, Sevilla) Pilar García Jordán (Univ. de Barcelona) Alfredo Moreno Cebrián (CCHS-CSIC, Madrid) Consuelo Naranjo Orovio (CCHS-CSIC, Madrid) Inés Roldán de Montaud (CCHS-CSIC, Madrid) Consuelo Varela (EEHA-CSIC, Sevilla) Consejo Asesor Antonio Annino (Univ. de Florencia) Pilar Cagiao Vila (Univ. de Santiago, Santiago de Compostela) Pilar Gonzalbo Aizpuru (Colegio de México, México D.F.) Libia González (Univ. de Puerto Rico) Antonio Gutiérrez Escudero (EEHA-CSIC, Sevilla) Sylvia Hilton (Univ. Complutense de Madrid) Frédérique Langue (CNRS-Mascipo-EHESS, París) Manuel Lucena Giraldo (CCHS-CSIC, Madrid) Carlos Martínez Shaw (UNED) Carmen Mena (Univ. de Sevilla) João Paulo Oliveira e Costa (Centro de História de Além-Mar, Lisboa) Josef Opatrný (Univ. de Carolina de Praga) J. Antonio Piqueras (Univ. de Castellón) José María Portillo (Univ. del País Vasco) Cynthia Radding (University of North Carolina, Chapel Hill) Gabriela Ramos Cárdenas (Univ. de Cambridge) William B. Taylor (Univ. de California, Berkeley) Luis Ángel Sánchez Gómez (Univ. Complutense de Madrid) José Manuel Valenzuela (Colegio de la Frontera Norte, Tijuana)

REINHARD ANDRESS (ed.) Y

MAURICIO NIETO OLARTE

Diario de viajes de Francisco José de Caldas

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS SEVILLA 2013

Reservados todos los derechos por la legislación en materia de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en manera alguna por medio ya sea electrónico, químico, óptico, informático, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo por escrito de la editorial. Las noticias, los asertos y las opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva responsabilidad del autor o autores. La editorial, por su parte, solo se hace responsable del interés científico de sus publicaciones.

Catálogo general de publicaciones oficiales: http://publicacionesoficiales.boe.es EDITORIAL CSIC: http://editorial.csic.es (correo: [email protected])

© CSIC © Reinhard Andress (editor) y Mauricio Nieto Olarte Cubierta:«Perfil del volcán Imbabura». La obra cartográfica de Francisco José de Caldas. Santafé de Bogotá, Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Historia, Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, ICAHN, 2006. Imagen 2.2, p. 124. Diseño y maquetación: Juan Gallardo ISBN: 978-84-00-09708-0 e-ISBN: 978-84-00-09709-7 NIPO: 723-13-092-1 e-NIPO: 723-13-093-7 Depósito Legal: M-19677-2013 Impresión y encuadernación: Solana e Hijos, A.G., S.A.U. Impreso en España - Printed in Spain En esta edición se ha utilizado papel ecológico sometido a un proceso de blanqueado TCF, cuya fibra procede de bosques gestionados de forma sostenible.

Índice general Acerca de la edición facsímile del diario de viajes de Francisco José de Caldas: «Relación de un viaje hecho á Cotacache, la Villa, Imbabura, Cayambe, etc., comenzado el 23 de Julio de [1]802» por REINHARD ANDRESS . . . . . . . . . . . .

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Francisco José de Caldas: un científico neogranadino con una vida truncada abruptamente por REINHARD ANDRESS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Francisco José de Caldas: ciencia criolla en la América española por MAURICIO NIETO OLARTE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Caldas, su relación con Alexander von Humboldt y las pretensiones literarias de su diario de viajes por REINHARD ANDRESS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Acerca de la edición facsímile del diario de viajes de Francisco José de Caldas: «Relación de un viaje hecho á Cotacache, la Villa, Imbabura, Cayambe, etc., comenzado el 23 de Julio de [1]802» REINHARD ANDRESS Este diario de viajes de Francisco José de Caldas ya fue publicado en 1930 y en 1933. En ambos casos se trató de una versión transcripta y edita por P. Augustín Barreiro, que apareció primero en capítulos para la revista española Erudición IberoUltramarina y, más tarde, compendiada en un libro.1 Sin embargo, la transcripción del texto se llevó a cabo siguiendo criterios que no resultan del todo claros y que, en algunos casos, dan lugar a errores. Este solo hecho ya justifica una nueva edición del diario del reconocido científico latinoamericano, edición que en este caso se realiza en forma de facsímile en vista de la caligrafía inusualmente legible de Caldas. Por otro lado, pareciera que ni la edición de Barreiro ni el original han sido tenidos en cuenta por los investigadores de Caldas. Alfredo Bateman menciona el diario pero le adjudica un título erróneo («Relación de viaje a Ibarra, Otavalo y pueblos circunvecinos en 1802») y afirma que se encuentra desaparecido.2 Santiago Diaz Piedrahita cita el mismo título erróneo y también parece desconocer la edición de Barreiro y su original.3 Jorge Arias de Greiff se lamenta de que la «Relación de Viaje» como él la llama, todavía no haya sido publicada en Colombia, pero tampoco menciona la edición de Barreiro y mucho menos el original. De hecho, lo más probable es que no haya sabido 1 Cfr. con 1/1 (1930): 101-114; 1/2 (1930): 267-281; 1/3 (1930): 407-426; 1/4 (1930): 588-601, 2/5 (1931): 172188; 2/6 y 7 (1931): 298-309; 3/11 (1932): 350-360; 3/12 (1932): 646-656; 4/13 (1933): 163-172; 4/14 (1933): 349-363. Esta publicación del diario omitió algunas páginas entre 3/11 (1932) y 3/12 (1932). En relación con las páginas faltantes cfr. con el libro: Madrid: Librería General de Victoriano Suárez, 1933, pp. 101-117. 2 Cfr. con Alfredo Bateman, Francisco José de Caldas. El hombre y el sabio (Cali: Banco Popular, 1978), p. 135. 3 Cfr. con Santiago Diaz Piedrahita, Nueva Aproximación a Francisco José de Caldas. Episodios de su vida y de su actividad científica, Biblioteca de Historia Nacional, vol. CXLIX (Santa Fe de Bogotá, D.D.: Academia Colombiana de Historia, 1997), p. 115.

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de su existencia, puesto que con el título «Relación de Viaje» resume la totalidad de las expediciones realizadas por Caldas desde Quito, es decir, no sólo los viajes descritos en el presente relato.4 Wilton Appel no lo menciona en absoluto.5 El desconocimiento tanto de la edición de Barreiro como del original constituye, entonces, un motivo más para esta nueva edición. El documento original se encuentra en la Biblioteca Lilly de la Universidad de Indiana, en Bloomington (Indiana), donde forma parte de la colección Latin American mss. Ecuador. Hasta allí llegó entre 1967 y 1968 a través de la casa de antigüedades Harper de Nueva York y de su dueño, Bernardo Mendel, un extraordinario coleccionista de libros y manuscritos latinoamericanos.6 La Biblioteca Lilly cuenta con una impresionante colección de manuscritos latinoamericanos.7 «Relación de un viaje hecho á Cotacache, la Villa, Imbabura, Cayambe, etc. comenzado el 23 de Julio de [1]802» se publica con la generosa autorización de la Biblioteca Lilly. Con esta nueva edición, el diario de viajes será más accesible para los investigadores de Caldas. Junto con un texto corto que resume la trágica vida de Caldas, se publican aquí los primeros resultados de las investigaciones sobre el diario, situándolo en un contexto histórico, literario y científico. Me gustaría agradecer sobre todo a Miguel Ángel Puig-Samper del Consejo Superior de Investigaciones Científicas por su gran interés en este proyecto y por hacer posible esta edición. Por sus significativas investigaciones sobre Caldas Mauricio Nieto Olarte ha sido un colaborador ideal. También me gustaría dar las gracias a Lorena Batiston por la traducción de mis textos desde el alemán al español.

4 Cfr. con Jorge Arias de Greiff, «Caldas: Inquietudes, Proyectos y Tragedias», en Rosario Molinos (ed.), Caldas 1768-1816 (Bogotá: Molino Velásquez Editores, 1994), p. 45. 5 Cfr. con John Wilton Appel, Francisco José de Caldas. A Scientist at Work in Nueva Granada (Philadelphia: The American Philosophical Society, 1994). 6 Cfr. con Cecil K. Byrd, «Bernardo Mendel. Bookman Extraordinaire. 1895-1967» (Lilly Library: Indiana University, 1973). 7 Cfr. con Rebecca Campbell Mirza, «A Guide to Selected Latin American Manuscripts in the Lilly Library of Indiana University», Latin American Studies Working Papers (Lilly Library: Indiana University, 1974).

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Francisco José de Caldas: un científico neogranadino con una vida truncada abruptamente REINHARD ANDRESS Francisco José de Caldas nació en octubre de 1768 en Popayán, hoy Colombia, hijo de padre español y madre payanesa.1 Disfrutó de la mejor educación posible en los tiempos de la Latinoamérica colonial y, en cierta medida, se vio influenciado por la Ilustración europea. Así, por ejemplo, en el Seminario Mayor de Popayán el maestro José Félix de Restrepo inició al joven Caldas en las matemáticas, las que se convertirían en su verdadero amor y en la base de trabajo de muchos de sus intereses científicos.2 Sin embargo, sus estudios de derecho en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario en Bogotá a los que su padre lo obligó, lo llevaron primero a trabajar por corto tiempo como profesor de Derecho Civil en Popayán, y, seguramente, a dedicarse también al ejercicio privado de la profesión. Luego de sufrir una confusa enfermedad entre 1794 y 1795 tuvo una nueva ocupación, la de viajante. Durante su recorrido por las diversas zonas climáticas de La Nueva Granada volvió a despertar su interés científico, interés que fue apoyado fuertemente por los payaneses Manuel María Arboleda y Santiago Pérez de Arroyo, quienes a lo largo de los años proveyeron al joven Caldas de los instrumentos y libros científicos que necesitaba.3 En su rol de geógrafo, durante 1797 realizó mediciones que contribuyeron a crear el primer mapa del río Magdalena, la principal vertiente hídrica de la región que luego se convertiría en Colombia. Uno de los logros de Caldas consistió en la construcción de 1 Los datos biográficos de Caldas están basados en las siguientes fuentes: John Wilton Appel, Francisco José de Caldas: A Scientist at Work in Nueva Granada (Darby, PA: Diane Publishing Co., 1994); Alfredo Bateman, Francisco José de Caldas. El hombre y el sabio (Cali: Banco Popular, 1978); Alfredo Bateman, Francisco José de Caldas. Síntesis biográfica (Bogotá: Editorial Kelly, 1969). También se utilizaron las siguientes fuentes de internet: http://es.wikipedia. org/wiki/Francisco_José_de_Caldas; http://www.biografiasyvidas.com/biografia/c/caldas.html; http://cieloroto.webnode. com/news/francisco-jose-de-caldas/; http://www.diccionariobiograficoecuador.com/tomos/tomo3/c1.htm. Especialmente informativo resulta la colección ilustrada de ensayos sobre algunos aspectos de la vida de Caldas: Rosario Molinos (ed.), Caldas 1768-1816 (Bogotá: Molino Velasquez Editores, 1994). En lo que se refiere a los orígenes de Caldas, cfr. en este tomo con el artículo de Jorge Arias de Greiff, «Francisco Josef de Caldas y Thenorio», pp. 11-21. En lo sucesivo se mencionarán los ensayos en forma individual. 2 Cfr. con Daniel Herrera Restrepo, «José Félix de Restrepo, Maestro de Caldas», Molinos (cfr. nota 1), pp. 23-33. 3 Respecto del uso de instrumentos de medición en esta época, cfr. con Jeanne Chenu, «Del buen Uso de Instrumentos imperfectos: Ciencia y Técnica en el Virreinato de la Nueva Granada», Molinos (cfr. nota 1), pp. 55-62.

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un hipsómetro, un instrumento capaz de medir la altitud sobre el nivel del mar a partir del punto de ebullición del agua. Si bien ya se utilizaba algo similar en Europa, Caldas construyó su propia versión de la herramienta desconociendo la existencia de la otra. Esto, a su vez, da cuenta del aislamiento científico en el que trabajaba. Por esto fue tan importante para él el encuentro con Humboldt entre 1801 y 1802. Alrededor de 1800, Caldas comenzó a dedicarse a la botánica y desde 1802 estuvo ligado a la Real Expedición Botánica, dirigida por el más famoso botánico de la época en el Nuevo Reino de Granada, José Celestino Mutis. Se trataba de un gran proyecto exploratorio sobre la flora y fauna del Reino, lo que puso a Caldas en contacto con una comunidad científica más grande. Durante tres expediciones de gran envergadura —el presente diario de viajes es el registro de una de ellas— recolectó un sinnúmero de plantas, insectos y aves, y llevó a cabo todo tipo de mediciones, no sólo astronómicas. También se ocupó de estudiar la geografía botánica, una nueva disciplina científica que había iniciado Humboldt. En el año 1806, Caldas regresó a Bogotá donde Mutis lo nombró director del observatorio astronómico. Allí creó, en 1808, el Semanario del Nuevo Reino de Granada, que se publicó hasta 1811 y con el que no sólo buscaba difundir descubrimientos científicos sino también crear una comunidad científica. Sus propios hallazgos, publicados en parte en el Semanario, fueron realizados con un mínimo de instrumentos, en especial si se toma como referencia el instrumental que los científicos europeos tenían a su disposición. Deben destacarse aquí los estudios «El estado de la geografía del Santa Fe de Bogotá con relación a la economía y al comercio» (1807) y «El influjo del clima sobre los seres organizados» (1808).4 Es posible que este último sea una versión adelantada de la teoría darwinista.5 Estas y otras publicaciones de gran calidad científica y literaria dieron lugar a su fama como geógrafo, astrónomo y botánico, que llevaron a apodarlo «el Sabio». Al morir Mutis en 1808, Caldas pensó que se convertiría en su sucesor como director de la Expedición, pero Mutis había estipulado en su testamento la cesión del proyecto a un triunvirato conformado por Caldas, Salvador Rizo (el pintor de Mutis) y Sinoforoso Mutis (su sobrino). Esto significaba que Caldas seguiría al frente del observatorio y que continuaría cooperando con la Expedición, aunque sin estar al frente de ella. Por estos tiempos, Caldas también inició sus actividades en la escena política, lo que daría a su vida un giro decisivo. Si bien en un primer momento Caldas tuvo una actitud más bien moderada y contraria a la toma de armas, pronto se comprometió de lleno 4 Cfr. la publicación de estos estudios con el Semanario del Nuevo Reino de Granada (Bogotá: Editorial Minerva, 1942) T. 1: pp. 15 ss. y 136 ss., también en Obras Completas de Francisco José de Caldas, ed. Universidad Nacional de Colombia (Bogotá: Imprenta Nacional, 1966), pp. 183 ss. y pp. 79 ss. Existe una edición anterior de las obras de Caldas: Obras de Caldas, ed. Eduardo Posada (Bogotá: Imprenta Nacional, 1912). Esta obra, sin embargo, es difícil de encontrar, por lo que en lo sucesivo se remitirá aquí a la edición de 1966. Respecto del segundo de los estudios mencionados, cfr. también con Luis Alfonso Palau Castaño, «Caldas: Autor de un pequeño tratado pascaliano de Antropo-geografía», Molinos (cfr. nota 1), pp. 125-137. 5 Cfr. con Wilton Appel (cfr. nota 1), p. 84.

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Francisco José Caldas. Semanario de la Nueva Granada, 1849.

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con el movimiento independentista y es muy probable que sus colegas revolucionarios —Sínforo Mutis y Rizo, entre otros— hayan utilizado el observatorio como punto de reunión. Es posible verlo como un patriota creóle que conocía su tierra como ningún otro y que quería lo mejor para ella. En su ideal, una reconstitución pacífica de las relaciones con España también hubiera redundado en mayor libertad para las ciencias en la Nueva Granada. Pero las cosas resultaron de otro modo y finalmente, el 20 de julio de 1810, Caldas participó de una revuelta popular, que derivó en la creación del primer periódico revolucionario, El Diario Político, que circuló hasta finales de ese mismo año y en su nombramiento como jefe de redacción. 1810 también fue el año en el que se casó con María Manuela Barona, una boda celebrada en Popayán en la que él estuvo ausente y su amigo Antonio Arboleda lo suplantó. Caldas y su mujer tuvieron cuatro hijos. El compromiso político trajo consigo una carrera como ingeniero militar, primero del lado de los centralistas, bajo el mando de Antonio Nariño, quien quería concentrar en Bogotá el nuevo orden y la actividad del movimiento independentista.6 Sin embargo, como Caldas venía del interior provincial, rápidamente se sintió atraído por los federalistas, que aspiraban a una descentralización del poder. Sus dos años y medio de actividad militar lo llevaron a Antioquia, donde, entre otras cosas, organizó la construcción de fortificaciones en el río Cauca, montó una planta para la fabricación de fusiles y fundó una escuela militar. Tras el triunfo pasajero del ejército restaurador de los realistas, Caldas huyó hacia su ciudad natal Popayán, donde se escondió en la propiedad familiar en Paispamba. Allí fue detenido en 1816 y, poco después, condenado a muerte por traición a la patria. El 28 de octubre de ese mismo año fue fusilado en Bogotá. Cuando trataron de obtener su indulto, cuenta la leyenda popular que el General Pablo Morillo, comandante de los realistas, habría dicho: «España no necesita sabios».7 Fue un trágico revés, no sólo para el desarrollo político de la futura Colombia sino, sobre todo, para la posición de las ciencias en Nueva Granada. Es que Caldas trató con tenacidad de sacarlas de su postergación y de vincularlas a las tradiciones científicas europeas. Su aporte en este sentido es aún más sorprendente si se tiene en cuenta que, en principio, sólo trabajó activamente en este campo hasta alrededor de 1810, antes de verse envuelto en los sucesos revolucionarios.8 A pesar de todo, su nombre no ha sido olvidado en Colombia. La plaza mayor de Popayán lleva su nombre, también un parque en Bogotá, donde hay un monumento dedicado a él. La universidad pública de Bogotá lleva oficialmente el título de Universidad Distrital Francisco José de Caldas. El billete de veinte pesos de las décadas del setenta y del ochenta tenía su cara. Además, con el correr de los años, la ciencia colombiana se ha esforzado por revitalizar su obra 6 Respecto de la actividad de Caldas como militar cfr. con Camilo Riaño, «El Coronel Francisco José de Caldas», Molinos (cfr. nota 1), pp. 147-153. 7 Cfr. con Bateman (cfr. nota 1), p. 409. 8 Cfr. con Santiago Díaz-Piedrahita, «Caldas y la Historia natural», Molinos (cfr. nota 1), p. 121. Cfr. también con Luis Carlos Arboleda, «Ciencia y Nacionalismo en la Nueva Granada en los Albores de la Revolución de la Independencia», Molinos (cfr. nota 1), pp. 139-145.

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FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS: UN CIENTÍFICO NEOGRANADINO

y publicarla.9 La edición de las Obras Completas de Francisco José de Caldas, para la que Alfredo Bateman escribió el prólogo, no sólo resume los alcances sino también los logros científicos del investigador, cuya fortaleza radicaba en su intuición: Caldas fue el verdadero precursor de la ingeniería nacional. Críticamente hablando y desde un punto de vista estrictamente científico, no puede considerarse como un genio analítico; sus matemáticas son poco profundas, y carece en sus escritos de la precisión del análisis lógico necesario para alcanzar verdaderas conquistas en el ramo de las matemáticas puras. Empero, ¡qué intuición la suya! Genio esencialmente intuitivo fue, ante todo, un físico, en el sentido estricto de la palabra; y como tal es un modelo. Así, si se le considera a través de las páginas de su «Memoria» sobre la presión atmosférica y el agua hirviendo, se revela provisto de todas las condiciones necesarias para efectuar grandes descubrimientos en el campo de la experiencia, al seguir guiado por sus intuición maravillosa, un camino lleno de luz, tal como lo hizo Ampère al descubrir los fundamentos del electromagnetismo.10

9 Cfr. con las obras mencionadas en las notas 1 y 4 así como con Eduardo Posada (ed.), Cartas de Caldas, Biblioteca de Historia Nacional, vol. XV (Bogotá: Imprenta Nacional, 1917); Jorge Arias de Greiff (ed.), Cartas de Caldas (Bogotá: Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Imprenta Nacional, 1978); Jorge Arias de Greiff, Aspectos inéditos de la vida y la obra de Caldas (Bogotá: Fundación OFA, 1980); Jeanne Chenu (ed.), Francisco José de Caldas. Un peregrino de las ciencias (Madrid: Información y Revista, S.A., Historia 16, 1992). Cfr. también con J. M. Arboleda Llorente, «La plaza de Caldas en Popayán», Boletín de Historia y Antigüedades 32 (1945), pp. 877-907 y J. Paredes Pardo, «Repaso de sabio Caldas», Boletín Cultural y Bibliográfico, 20 (1983), pp. 98-30. 10 Alfredo D. Bateman, «Francisco José de Caldas», Obras Completas (cfr. nota 4), p. 8.

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Francisco José de Caldas: ciencia criolla en la América española1 MAURICIO NIETO OLARTE La relación de viaje que aquí se publica es un documento de enorme interés histórico y en él se hacen visibles elementos fundamentales para entender el mundo de la ciencia y la política en el contexto colonial español. En esta presentación no se pretende un análisis exhaustivo del diario, pero algunas reflexiones sobre su autor, sobre los intereses y prácticas científicas de los criollos en el periodo de la independencia, pueden ser útiles para una mejor comprensión del texto, del lugar y del momento en que fue escrito. Caldas fue un apasionado hombre de ciencia que, en el contexto colonial español y en el periodo de la independencia americana, lucha por ser parte de la Ilustración europea. Numerosos testimonios de Caldas son contundentes y dramáticos a la hora de señalar su sentimiento de frustración y aislamiento frente al mundo de la ciencia europea. Refiriéndose a una de sus más preciados inventos, un sistema para medir la altura en relación con la temperatura a la que hierve el agua, el escritor americano dice: ¡Que suerte tan triste la de un americano! Después de muchos trabajos, si llega a encontrar alguna cosa nueva, lo más que puede decir es: no está en mis libros.2

En su correspondencia éste fue un lamento frecuente: Las cadenas, la más fuerte de todas, la pobreza, me ata a este suelo desgraciado para las ciencias…;3 Porqué me ha dado la Naturaleza este amor a la sabiduría, si me había de privar 1 Este texto fue elaborado con el apoyo de Lina Rocío Medina, estudiante del doctorado en historia de la Universidad de los Andes y retoma idea desarrolladas con mayor profundidad en trabajos anteriores; Nieto, Mauricio, Orden Natural y Orden Social: ciencia y política en el Semanario del Nuevo Reino de Granada, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC, Madrid, 2007; y Nieto, Mauricio, La obra cartográfica de Francisco José de Caldas, Universidad de los Andes, 2006. 2 Caldas, Francisco José, «Ensayo de una memoria sobre un nuevo método de medir la altura de las montañas por medio del termómetro y el agua hirviendo, seguida de un apéndice», en Jorge Arias de Greiff, Alfredo Bateman, Álvaro Fernández Pérez y Andrés Soriano Lleras (eds.), Obras Completas de Francisco José de Caldas, Imprenta Nacional, Bogotá, 1966, p. 158. 3 Caldas, Francisco José, «Carta dirigida a Antonio Arboleda, Quito, marzo 21 de 1802», en Alfredo Bateman y Jorge Arias de Greiff (eds.), Cartas de Caldas, Bogotá, Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, 1978, p. 161.

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de los medios de conseguirla?;4 Yo, prescindiendo de todo, no tratando sino con los amigos y con mis libros, observando el cielo y calculando… he podido hacer mis observaciones, que pueden resultar útiles para reformar la geografía de estos países abandonados de los sabios y desconocidos de la Europa… Yo me aflijo cuando veo tan poca astronomía en toda la extensión de la Nueva Granada, y que no hay uno a quien se le pueda encargar observe una latitud.5

Son muchos y constantes los esfuerzos de Caldas por poseer libros y por familiarizarse con la literatura que le permita formar parte de los intereses, compartir el lenguaje y los marcos de referencia de quienes son reconocidos autores y miembros de una comunidad letrada. Podríamos citar un centenar de referencias en las que Caldas lamenta su carencia de libros y en las cuales refleja su búsqueda desesperada de publicaciones de naturalistas y viajeros que le sirvan de referente, de vínculo con la comunidad letrada a la que sueña pertenecer. Textos clásicos y paradigmáticos en historia natural, botánica o astronomía como son los de Georges Louis Lecleer Conde de Buffon, Carl von Linneo y Joseph Lalande, entre muchos otros, hacen parte de los referentes de autoridad que requieren los hombres de letras de la Nueva Granada para hablar de estos temas con propiedad. La carencia de este tipo de libros fue una preocupación constante en la correspondencia de Caldas y sería imposible recoger aquí los innumerables lamentos y las muchas solicitudes que Caldas hacía de libros.6 Sin embargo, un par de ejemplos nos permiten apreciar la dimensión del problema: En el pasado escribí a usted con pretensiones de encargos de libros, y sobre todo, sobre aquellos tomos del Conde de Buffon, que sospecho sea la Historia de las Aves, de ese genio original y profundo. ¡Que no pueda conseguir un ejemplar de completo de su Historia Natural! Vivimos, amigo, en un país en que se nos ha cerrado el camino a la sabiduría…y casi desesperamos de poder algún día saber lo que un niño europeo.7

En el caso de la astronomía y la cartografía Caldas se encontró con obstáculos similares, ya que sin adecuadas tablas astronómicas o sin mapas no era posible hacer contribuciones en estos campos. La producción de conocimiento es tanto un problema 4 Caldas, Francisco José, «Carta dirigida a José Celestino Mutis, Quito, abril 6 de 1802», en ibídem, p. 168. 5 Caldas, Francisco José, «Carta dirigida a Santiago Arroyo, Popayán, diciembre 5 de 1798», en ibídem, p. 42. 6 Ver, por ejemplo, Caldas, Francisco José, «Carta dirigida a Santiago Arroyo, Popayán, noviembre 20 de 1800», en Alfredo Bateman y Jorge Arias de Greiff (eds.), op. cit.; «Carta dirigida a Santiago Arroyo, Popayán, enero 20 de 1801», en ibídem, «Carta dirigida a Santiago Arroyo, Popayán, febrero 5 de 1801», en ibídem; «Carta dirigida a Santiago Arroyo, Popayán, marzo 5 de 1801», en ibídem; «Carta dirigida a Santiago Arroyo, Popayán, marzo 20 de 1801», en ibídem; «Carta dirigida a Santiago Arroyo, Popayán, junio 5 de 1801», en ibídem; «Carta dirigida a Santiago Arroyo, Popayán, agosto 5 de 1801», en ibídem; «Carta dirigida a Santiago Arroyo, Popayán, agosto 11 de 1801», en ibídem; «Carta dirigida a José Celestino Mutis, Ibarra, octubre 6 de 1803», en ibídem; «Carta dirigida a José Celestino Mutis, Popayán, mayo 20 de 1805», en ibídem; «Carta dirigida al Virrey Juan Antonio Amar y Borbón, Santafé, julio 1 de 1809», en ibídem; etc. 7 Caldas, Francisco José, «Carta dirigida a Santiago Arroyo, Popayán, marzo 20 de 1810», en ibídem, p. 59.

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FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS: CIENCIA CRIOLLA EN LA AMÉRICA ESPAÑOLA

conceptual como un problema técnico, y los instrumentos científicos son tan necesarios para poder formar parte de la comunidad de las ciencias naturales, como los interlocutores y las referencias bibliográficas. Es a través de los instrumentos que se consolida un lenguaje común y se determinan aquellos aspectos de la realidad que son dignos de atención científica. Como veremos, la actividad científica de Caldas, su importancia como geógrafo, astrónomo e incluso botánico, sería inconcebible sin sus instrumentos; sin su barómetro, termómetros, cuartos de círculo ni telescopio, Caldas enmudecería, quedaría incomunicado y sin una comunidad científica en la cual hacerse visible. No podemos olvidar que su primer escrito firmado, su iniciación como autor y como miembro del mundo de las letras, es su texto sobre la verdadera altura del cerro de Guadalupe, el cual consiste fundamentalmente en la determinación de varias medidas barométricas. Este texto y el uso de instrumentos como el barómetro le abrirán las puertas a Caldas para formar parte de una comunidad letrada y le permitirán contar con un público particular y selecto. La obra de Caldas no sólo está atiborrada de referencias sobre mediciones hechas con artefactos, sino que en cierta medida son estos los que le otorgan su pasaporte al mundo de la ciencia. Sus proyectos dependen en buena parte de la adquisición de instrumentos, el aislamiento tecnológico y la carencia de aparatos es otro lamento frecuente de Caldas. Veamos algunos fragmentos de su correspondencia que ilustran su sentida necesidad de instrumentos adecuados: ¿Pero qué podía hacer en un país en que se ignoran hasta los nombres de cuarto de círculo, telescopio y péndola? Cuatro libros que una feliz casualidad arrojó a esta ciudad, me daban nociones de esta ciencia y de sus instrumentos; mis deseos, mi furor por la astronomía me sugerían recursos.8 …si tuviéramos los instrumentos más necesarios, haríamos mucho; trabajamos en un terreno virgen, en que podemos ser originales….9 ¡Qué seguridad, qué ventajas las que ofrecen estos instrumentos para perfeccionar las refracciones astronómicas en todos los niveles!.10

Y casi un año más tarde dirá en una carta dirigida a Mutis: He meditado mucho sobre los instrumentos que exige mi plan, y hallo que para las refracciones y posiciones de las estrellas australes es necesario un cuarto de círculo de un diámetro considerable, y de un cronómetro… el sabio Mutis posee estos instrumentos… con el mérito de haber aumentado la gloria de su dueño; no tendrá este sabio embarazo de confiarnos estas alhajas por el tiempo de nuestra expedición….11

Para hacer una carta geográfica con cierta precisión, para poder determinar la ubicación geográfica de un lugar, es necesario poder observar el cielo y comparar sus 8 9 10 11

Caldas, Francisco José, «Carta dirigida a José Celestino Mutis, Popayán, agosto 5 de 1801», en ibídem, p. 99. Caldas, Francisco José, «Carta dirigida a Santiago Arroyo, Popayán, julio 5 de 1801», en ibídem, p. 84. Caldas, Francisco José, «Carta dirigida a José Celestino Mutis, Quito, mayo 6 de 1802», en ibídem, p. 176. Caldas, Francisco José, «Carta dirigida a José Celestino Mutis, Quito, abril 21 de 1802», en ibídem, pp. 172-173.

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observaciones con las ya establecidas en otros lugares de la tierra como Cádiz. Como nos recuerda Caldas, «Es preciso observar, es necesario levantar al cielo los ojos para poder ver la tierra»;12 pero para poder ver la tierra en el cielo es necesario bajar la vista a tablas y medidas y, más importante aún, hacer una observación del cielo a través de instrumentos que hagan de la ya disciplinada mirada de Caldas, una mirada de la mayor precisión posible: ¡Qué dolor para mí ver salir a Júpiter rodeado de sus lunas rodar sobre mi cabeza, tener todo lo necesario, y no poder observar un solo eclipse por falta de unas tablas astronómicas!… ya tengo a usted para que sacrifique cualquiera cosa por conseguirme las tablas astronómicas porque suspiro y de que tánto necesito13… están en el segundo tomo de la Astronomía de M. de Lalande, que posee Fernando Vergara….14

Los hombres de ciencia y sus instrumentos están imbricados en un sentido profundo, se constituyen mutuamente; se trata de híbridos en los que el geógrafo con su barómetro se transforma en un sofisticado instrumento y sus instrumentos en poderosos actores.15 Los méritos y logros de los viajeros quedan registrados por sus instrumentos, lo importante no es tanto ser el primero en visitar un lugar o escalar una montaña, sino ser el primero en hacerlo con el barómetro y el termómetro adecuados, y casi que, como nos lo sugiere Caldas en esta carta a Antonio Arboleda, sus méritos son medidos instrumentalmente: Condamine se gloriaba de haber estado en una altura a que ningún mortal había llegado; su barómetro en ella se sostuvo en 15 pulgadas, 10 líneas, y el de Humboldt en 14 pulgadas, 11 líneas más bajo que el de aquél; por consiguiente, este sabio y valeroso viajero excedió al astrónomo de París [M. de la Condamine] en cerca de 200 toesas o 470 varas; hoy es el mortal que se ha elevado más sobre el nivel del mar, ¿será acaso el que se haya también elevado más en las especulaciones científicas? ¿Será el genio primero de nuestro siglo?16

Los instrumentos son compañeros esenciales para el viajero científico y elementos definitivos para dirimir controversias científicas. En las relaciones de viaje aquí publi12 Ídem. 13 «La diferencia entre la hora de observación del eclipse de un satélite de Júpiter y la que aparece en el Amanaque Naútico calculada para Cádiz, es la diferencia de longitud entre el lugar de observación y Cádiz. Si, además dispusiera Caldas con una ‘tablas’ para predecir directamente el tiempo de ocurrencia de los eclipses en Popayán, no estaría sujeto a las contingencias de los correos ni limitarse a aquellos eclipses visibles simultáneamente en Cádiz y en Popayán; de ahí su empeño en conseguir las ‘tablas’». Caldas, Francisco José, «Carta dirigida a Santiago Arroyo, Popayán, enero 5 de 1799», en ibídem, p. 44. Nota al pie de los editores. 14 Ídem. 15 Capil, Raj, «When Human travelers become instruments. The Indo-British exploration of central Asia in the ninetenth century», en Bourguet, Licoppe y Sibum (eds.) Instruments, Travel and Science. Itineraries of precision from the seventeenth to the twentieth century, Londres, Routledge Studies in the History of Science, Technology and Medicine, 2002, pp. 156-188. 16 Caldas, Francisco José, «Carta dirigida a Antonio Arboleda, Quito, marzo 21 de 1802», en Alfredo Bateman y Jorge Arias de Greiff (eds.), Cartas de Caldas, op. cit., p. 162.

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cadas en este volumen, Caldas insiste, por ejemplo, en la necesidad de hacer uso de los instrumentos para dirimir la controversia americana en torno a la clasificación de las distintas especies de quinas. De que pueden servir las indicaciones generales de havita en lugares elevados, en lugares fríos, montañosos, secos, templados y cálidos? Yo veo con dolor estas expresiones en la quilología de Ruis. Ah, si este botánico en vez de explicarse del modo que hemos referido nos hubiera señalado en pulgadas del barómetro las elevaciones en que comienza y acaba la vegetación de cada una de las especies del precioso género de la Chinchona habría hecho un servicio señalado a la humanidad, hoy tendríamos grandes luces para brujulear, por decirlo así, la posibilidad de la existencia de las más bellas de las plantas. El botánico aislado no salió de la nomenclatura y despreció miserablemente todas las demás relaciones bajo las cuales debía considerar las plantas según las miras profundas, y bastas de Linneo. Qué diremos del descuido universal de la flora? De que luces nos han privado? Yo insisto en este punto porque deseo con ansia que el botánico reúna en sí los conocimientos físicos y matemáticos para poder ensanchar los límites de la ciencia que hasta hoy ha estado reducida a la simple nomenclatura.17

Caldas pensaba que el uso de los instrumentos favorecería también el paso de la taxonomía botánica a la botánica económica, un área de conocimiento que él consideraba ventajosa para el progreso material de la nación: Ruis cree hallar en la península temperaturas análogas para connaturalizar en España muchas especies de Chinchonas, pero sabe el la presión atmosférica que exige cada una de estas especies, presión fuera de la cual no puede prosperar? Ha averiguado la presión a que están expuestos lo vegetales en esos lugares a los quiere transportar la Quina. Un simple barómetro le habría indicado y le habría asegurado sus conjeturas con provecho tal vez de la nación.18

En la última parte de su vida la Caldas estará a cargo del Observatorio Astronómico de Santafé de Bogotá. La existencia de un observatorio cerca del Ecuador (cuya construcción se finalizó en agosto de 1803) ofrecía ventajas enormes, hecho que Caldas destacará en repetidas ocasiones exaltando las ventajas geográficas de la Nueva Granada. Para entonces, Caldas había logrado tener en su posesión un equipo completo de astronomía moderna —no precisamente de su invención o fabricación—: un telescopio Dolland, un cuadrante de John Bird, un péndulo Graham, un octante de Hadly, un termómetro y un barómetro. Cuando llegó a Santafé para asumir su cargo como geógrafo y astrónomo del Virreinato, Caldas tenía suficientes instrumentos y un completo dominio de las técnicas de la astronomía europea.19 17 Caldas, Francisco José, Diario de Viajes, comenzando el 23 de Julio de 1082. PDF - Manuscrito inédito, p. 269. 18 Ídem. 19 Arias de Greiff, Jorge, Historia de la astronomía en Colombia, Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Bogotá, 1993.

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GEOGRAFÍA Y CARTOGRAFÍA El gran proyecto de Caldas, sobre el cual insistirá a lo largo de su vida es la construcción de una carta del Nuevo Reino de Granada y su mayor preocupación fue la geografía, lo cual es justificado por la importancia que ésta reviste para la política, pero además porque en su opinión, el conocimiento geográfico de la Nueva Granada se encuentra en un estado lamentable. En una carta a Santiago Arroyo de 1801, el autor comenta: … con preferencia a todas mis obritas, voy a remitir a usted una sobre el estado de nuestra geografía, lo poco que tenemos y lo mucho que nos falta, con un proyecto de una carta soberbia y muestra de una pequeña parte de los alrededores de Popayán. Aquí hago ver la importancia de este proyecto; su influjo sobre el comercio, caminos, gobierno, agricultura, y en una palabra, su importancia en la política….20

Los mapas de Caldas, como los de cualquier cartógrafo, tampoco podían ser el resultado exclusivo de sus propias observaciones y mediciones; le era necesario trabajar sobre cartas, tablas astronómicas y mediciones anteriores. Son varios los testimonios de Caldas en que nos habla de mapas, textos y tablas que ha logrado tener en sus manos. Los trabajos de Jean-Baptiste D´Anville, Pierre Bouguer, Juan de la Cruz Cano y Olmedillo, Vicente Talledo, Carlos María de La Condamine, Jorge Juan, Antonio Arévalo, entre otros, pudieron ser modelos claves para su propia obra. Quito sería el lugar en donde Caldas tendría acceso a una tradición cartográfica importante como pueden ser los trabajos de Pedro Maldonado. Para su trabajo cartográfico también fue necesario que tuviera Almanaques Náuticos de la Real Armada Real elaborados en Cádiz y otras tablas astronómicas como las de Michel François Lalande. Con un acceso limitado a la información existente y con la necesidad de un conocimiento mejor del territorio de la Nueva Granada, es claro que la geografía y la cartografía se convirtieron en una necesidad para los proyectos políticos de los criollos y ocuparon un lugar central dentro de las preocupaciones de las elites americanas. Para Caldas la geografía reúne un conjunto amplio de preocupaciones que tienen en común su carácter utilitario e incluso indispensable para «obrar sobre la naturaleza», para el «buen gobierno», y la «prosperidad» de los pueblos, en este caso, del Nuevo Reino de Granada. El punto de partida de la memoria de Caldas sobre el Estado de la Geografía del Virreynato de Santafé de Bogotá es la localización de la Nueva Granada en el globo. Por medio del lenguaje, de códigos y convenciones astronómicas y geográficas, y con el uso de coordenadas ya estandarizadas para ordenar el globo terráqueo como son la latitud y la longitud, Caldas le otorga un lugar en el mundo al territorio del Nuevo Reino, pone el Virreinato sobre el globo con un firme referente en el Real Observatorio de Cádiz: 20 Caldas, Francisco José, «Carta dirigida a Santiago Arroyo, Popayán, junio 20 de 1801», en Alfredo Bateman y Jorge Arias de Greiff (eds.), Cartas de Caldas, op. cit., p. 79.

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… llamo Nueva Granada á todos los países sujetos al Vireynato de Santafé, y baxo de esta denominación comprendo el Nuevo Reyno, La Tierra Firme, y la Provincia de Quito. Este bello y rico país está situado en el corazón de la Zona Tórrida en la América Meridional. Se extiende de Norte á Sur desde los 12 grad. de latitud boreal, hasta 5 grad. 30 minut. de latitud austral, y de Oriente á Poniente desde los 60 grad. hasta los 76 grad. 50 minut. al Occidente del Observatorio Real de Cadiz.21

Una vez se ha presentado un cuadro geográfico del Nuevo Reino, donde se incluye todo el potencial productivo y comercial del territorio, el autor exalta la privilegiada posición de la Nueva Granada. No sólo se refiere a su importancia en sí misma y como parte de América, «en esta América, ¡cuántos objetos nuevos, grandes e importantes!»,22 sino que le da un lugar propio y privilegiado en el mundo: La posición geográfica de la Nueva Granada parece que la destina al comercio del Universo. Situada baxo de la Linea á iguales distancias del México y California por el Norte, como del Chile, y Patagonia por el Sur, ocupa el centro del nuevo Continente. A la derecha tiene todas las riquezas Septentrionales, á la izquierda todas las producciones del Mediodía de la América. Con puertos sobre el Pacífico, y puertos sobre el Atlántico… Mejor situada que Tiro y que Alexandría puede acumular en su seno los perfumes del Asia, el marfil Africano, la industria Europea, las pieles del Norte, la Ballena del Mediodía, y quanto produce la superficie de nuestro globo… Convengamos, nada hay mejor situado en el viejo ni el nuevo Mundo que la Nueva Granada.23

En su memoria sobre la geografía del Virreinato, Caldas reconoce que para la construcción de una carta completa del territorio de la Nueva Granada es necesario contar con las observaciones y experiencias de otros. En el Archivo del Servicio Geográfico del Ejército (SGE) encontramos un mapa, la Carta esférica del Vireynato de Santafé de Bogotá por Mr. D´Anville, corregida en algunas partes según las últimas observaciones por D. FJC. Jean Baptiste Bourguignon D´Anville (1697-1782) se desempeñó como primer geógrafo del rey de Francia y es autor de una amplia obra cartográfica del mundo entero. La obra de D´Anville es un buen ejemplo de cómo los mapas se elaboran en centros de acopio de información geográfica y no en el campo. D´ Anville no visitó la Nueva Granada, pero contó con la información de muchos otros y con los recursos para elaborar y publicar una detallada carta de la región. El geógrafo americano, de manera similar, está en capacidad de construir un mapa de la Nueva Granada, no porque conozca la totalidad del territorio, sino porque cuenta con otros mapas, pero también porque cuenta con los instrumentos y la capacidad de ha21 Caldas, Francisco José, «Estado de la Geografía del Vireynato de Santafé de Bogotá con relación á la economía y ál comercio, por Don Francisco Joseph de Caldas, individuo meritorio de la Expedición Botánica del Reyno, y encargado del Observatorio Astronómico de esta Capital», en SNRG, Santafé, núms. 1-6, enero 3 a febrero 7 de 1808, pp. 2-3. 22 Caldas, Francisco José, «Memoria sobre el origen del sistema de medir las montañas y sobre el proyecto de una expedición científica», en Jorge Arias de Greiff, Alfredo Bateman, Álvaro Fernández Pérez y Andrés Soriano Lleras (eds.), Obras completas…, op. cit., p. 56. 23 Caldas, Francisco José, «Estado de la Geografia del Vireynato de Santafé de Bogotá…», op. cit., pp. 11-12.

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Mapa 1. Topografía de la confluencia del Nare y Magdalena, de la de Samaná y Río Negro, y la angostura de Carare con el plano de los fuertes que deben formarse, para cubrir el alto Magdalena; por F. J. de Caldas, Coronel de Ingenieros, Santafé, noviembre de 1815, Servicio Geográfico del Ejército, Colombia, mapa n.º 148, Sig X SG-J-7-3-148. Colección del autor.

cer observaciones y mediciones sobre el terreno y así corregir un mapa elaborado desde París. La obra cartográfica de caldas es amplia y compleja24 pero los mapas más representativos y más impresionantes de Caldas son sus perfiles de los Andes y sus nivelaciones botánicas. En este tipo de mapas, en los que se combinan el geógrafo y el botánico, podemos apreciar mejor la originalidad del astrónomo payanés; estas cartas son las que con mayor contundencia plasman la diversidad de climas y la riqueza natural de los Andes americanos. En este caso el interés no está en la representación del territorio sobre un plano sino en los relieves geográficos, las montañas y la distribución de los recursos naturales, de las plantas útiles en relación con la altura. En las cercanías del Ecuador donde no hay estaciones, la variación del clima no depende de la época del año ni de la longitud, sino de la altura. De allí la importancia de estos mapas para entender la geografía de la región andina. La riqueza y la inmensidad de las montañas se exhiben sobre una vista panorámica de la cordillera y con la ayuda de sus instrumentos y mediciones, su grandeza se transforma en un cuadro, en datos y mediciones: en conocimiento cien-

24 Ver: Nieto, Mauricio, La obra cartográfica de Francisco José de Caldas, Universidad de los Andes, 2006.

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Mapa 2. Revellin á la dra del fuerte de Bufú, Medellín, noviembre de 1813, Servicio Geográfico del Ejército, Colombia, mapa n.º 129, Signatura X SG –J-7-3-129. Colección del autor.

tífico. En su memoria sobre el influjo del clima sobre los seres organizados, Caldas se refiere a las montañas como: … estas eminencias de nuestro globo, que variando nuestra morada nos llenan de presentes preciosos y de todas las comodidades de la vida, varían nuestra temperatura y nuestro clima. Ellas son la causa y dan origen á las fuentes y á los ríos: ellas acumulan las nieblas, dan dirección à los vientos y aumentan ó disminuyen las lluvias.25

En el Archivo del Servicio Geográfico del Ejército de Madrid se encuentran algunos ejemplos de nivelaciones de plantas que cubren buena parte de los Andes ecuatorianos. Por una parte tenemos 10 láminas de 30 x 30 cm que unidas formarían un mapa de 25 Caldas, Francisco José, «El influxo del clima sobre los seres organizados, por Don Francisco Joseph de Caldas, individuo meritorio de la Expedición Botánica de Santafé de Bogotá, y encargado del Observatorio Astronómico de esta capital», en SNRG, n.º 22, Santafé de Bogotá, Mayo 29 de 1808, p. 258.

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más de tres metros de largo, pero que fue pensado para ver en láminas independientes. El mapa se construye de sur a norte y cubre una vasta extensión de la cordillera de los Andes desde Loxa, 4° de latitud sur, hasta el Cayambur al norte de Quito, 0° 30´. Una panorámica desde el Océano Pacífico en que se presentan las líneas isotérmicas medidas en toesas y que sirven para identificar las alturas en las que se cultivan plantas útiles como las quinas, la canela o el maíz, entre otras. En el mapa también se representan las poblaciones, sus respectivas alturas y los accidentes geográficos en la costa del Pacífico vistas desde el mar. Las diversas nivelaciones de plantas elaboradas por Caldas guardan similitudes con el propósito y los métodos de la «Geografía de las Plantas» de Humboldt y es muy probable que los dos vieran similitudes en sus métodos de trabajo, motivo de orgullo para Caldas y posiblemente de inquietud para el naturalista prusiano, pero la obra de estos dos hombres presenta también diferencias importantes.26 Una diferencia evidente es que mientras que Humboldt está trabajando sobre el orden del mundo vegetal y natural del globo, Caldas está más preocupado por la utilidad de algunas plantas del Nuevo Reino de Granada. Si comparamos, por ejemplo, los cortes y nivelaciones de Caldas hechos sólo algunos meses después de la partida de Humboldt en los Andes ecuatorianos27 y las ya inmortalizadas imágenes de los Andes y del Chimborazo publicadas por Humboldt, vemos elementos comunes en la forma de representación geográfica, pero también una clara diferencia en sus objetivos finales. Caldas busca aportar conocimientos que encuentra útiles para el desarrollo económico del Nuevo Reino de Granada, mientras Humboldt quiere comprender el mundo entero y recrear el orden natural teniendo como muestra los Andes americanos. Para Caldas el estudio de la geografía debe ser entendido en el marco de un interés político mayor de apropiación y control del espacio y de la naturaleza. No se trata de una mera descripción de la tierra, sino de la comprensión de ésta como morada del hombre y del aprovechamiento de los recursos naturales para su beneficio. La expresión «geografía económica» es utilizada por Caldas para justificar la amplitud y pertinencia de esta ciencia: … ella da la extensión del país sobre que se quiere obrar, enseña las relaciones que tiene con los demás pueblos de la tierra, la bondad de sus costas, los ríos navegables, las monta26 Para un análisis del papel importante que Humboldt desempeñó en la vida de Caldas y de los aspectos problemáticos de sus relaciones, véase el artículo anterior del dr. Reinhard Andress, titulado «Caldas, su relación con Alexander von Humboldt y las pretensiones literarias de su diario de viaje». 27 Nivelación de 30 especies de plantas puestas sobre la vista occidental de Imbabura, montaña de las cercanías de Ibarra (RJB, Div. III, M00529); su «Nivelación de las quinas en general y en particular de la de Loxa ó de la Cinchona officinalis por Francisco Joseph de Caldas» (RJB, Div. III, M00514 y M00525); «Nivelación de algunas plantas que cultivamos en las cercanías del Equador, conforme a las observaciones hechas desde 1796 hasta 1802 por F. J. de C. quien la dedica, con todos los sentimientos del más vivo reconocimiento, a sus ilustres protectores Don Joseph Celestino Mutis y Don Joseph Ignacio Pombo. Quito y Abril 6 de 1803» (RJB, Div. III, M00515-16-17-18-19); «Nivelación de plantas de Caldas», AGI, MP-PANAMA, 229, Sig De procedencia, Santa Fe, 925.

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ñas que le atraviesan, los valles que forman, las distancias recíprocas de las poblaciones, los caminos establecidos, los que se pueden establecer, el clima, la temperatura, la elevación sobre el mar de todos los puntos, el genio, las costumbres de sus habitantes, sus producciones espontaneas, y las que puede domiciliar con el arte. Este es el grande objeto de la Geografía económica.28

Esta diferencia se aprecia a primera vista en los textos que presentan sus obras: por un lado tenemos la idea de «Geografía de la plantas» de Humboldt y, por otro, lo que Caldas entiende por «Geografía económica». El primero insiste en el propósito holístico de la geografía de las plantas que «pinta con rasgos majestuosos la inmensa extensión que ocupan los vegetales desde la región de la nieves perpetuas hasta el fondo del océano y el interior del globo»29; mientras que el segundo enfatiza el carácter instrumental de la ‘geografía económica’, «que da la extensión del país sobre el que se quiere obrar».30 Sin embargo, las diferencias de estos dos autores no las podemos reducir a la esfera de lo conceptual. El carácter global y aglutinador de la obra de Humboldt no es el simple resultado de sus influencias filosóficas o de su romanticismo, está más bien en su capacidad de movilizar recursos, datos e información en una escala a la que un criollo en América tenía dificultades para acceder. La más obvia y significativa diferencia entre los trabajos de estos dos hombres de ciencia está en el hecho de que Caldas no publicó su trabajo y Humboldt, por el contrario, invirtió buena parte de su fortuna y de su vida en París y Berlín en la edición, publicación y distribución de su obra. Esto se explica en parte porque Caldas fue fusilado en plena madurez y producción científica, pero más porque Alexander von Humboldt, además de vivir hasta los 90 años, contó con todos los recursos y vínculos que un hombre de ciencia del siglo XIX podría tener; mientras que Caldas, tal como él lo manifiesta una y otra vez, se siente marginado y sin los recursos necesarios para sus proyectos. La mirada del viajero El viaje es un elemento central para entender la obra de Caldas; como ya se mencionó, sus actividades comerciales le obligaron a viajar de manera constante por diversos lugares de los Andes americanos. Ya en 1795, en una de sus primeras comunicaciones con Santiago Arroyo, Caldas deja ver sus intereses por los temas científicos, los cuales son inseparables de la exploración y el viaje: Para llenar estos días vacíos de negocios, y separado de las conversaciones de los ciudadanos, me ha llamado la naturaleza: ella me encanta, me arrebata, y ya estoy hecho un observador común: todo me llama la atención y mueve mi curiosidad… La multitud de 28 Caldas, Francisco José, «Estado de la Geografía del Vireynato de Santafé de Bogotá…», op. cit., pp. 1-2. 29 Humboldt, Alexander von, «Prospecto Geografía de las Plantas…», Archivo del Real Jardín Botánico, Div. III, 4, 11, 44, folio. 1. 30 Caldas, Francisco José, «Estado de la Geografía del Vireynato de Santafé de Bogotá…», op. cit., pp. 1-2.

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plantas nuevas para mí y verdaderamente raras me han llenado muchas horas; los peces, animales, ríos, colinas, genios, usos, costumbres, comercio, población, vicios y virtudes de sus habitantes llenan todos mis momentos. Una cadena de observaciones y discursos me divierten mis flatos, de que estoy bien mejor. Ojalá hubiera hallado este medio diez años antes. De esto ha renacido en mi corazón el deseo de ver los autores que hayan escrito de nuestras Provincias. Aunque hay algunos de poca crítica y de estilo poco agradable, me divierten porque esparcen muchas luces en el asunto. Tengo al P. Gumilla, al P. Julián y a M. La Condamine en su viaje hecho de Quito por el Marañon. Deseo tener el que hizo este académico desde Europa hasta Quito.31

El viaje de Popayán a Santafé supone el paso por una amplia gama de climas desde las altas regiones de frailejones de la cordillera, los cálidos valles del Magdalena hasta volver a escalar los Andes. Al parecer estimulado por la lectura de viajeros, Caldas se convierte en un observador de la naturaleza y sus viajes de negocios tienen un sentido que va mucho más allá de vender mercancías. Entre las reiteradas pesquisas y solicitudes de libros y lecturas de Caldas, no son pocas las que se refieren a la literatura de viajes. «Si usted sabe de algunos autores que traten de este Nuevo Reino, de América o de las cosas que nos pertenecen, no deje usted de avisarme. De esto me nació una idea que le comunico, y que estoy haciendo mis apuntamientos, y quisiera tener guía por lo perteneciente a la parte botánica».32 Para hacer parte del mundo del conocimiento e ingresar a la «República de las Letras», Caldas debe incorporarse a una tradición científica y literaria propia de los hombres de ciencia, viajeros y naturalistas europeos. Si bien reaccionó frente autores que presentaron a América en términos peyorativos y a su juicio sin fundamento, Caldas también asumió como propios los marcos de referencia y autoridad de las tradiciones europeas, hizo uso de las mismas estrategias e instrumentos de dominación y nunca abandonó la «mirada del viajero». Los criollos encuentran ventajosa su posición, tanto frente a la mirada superficial del explorador pasajero, como sobre la falta de rigor y método del nativo sin educación. En ocasiones enaltecen la autoridad de una perspectiva local y al mismo tiempo parecen hacer propias las formas de observar y narrar, los instrumentos y, en general, la mirada del explorador y la distancia que éste toma frente a un mundo desconocido. Es común que los autores criollos asuman como propia la perspectiva del viajero que proclama una experiencia de primera mano de la naturaleza, una visión directa, circunstanciada y confiable; pero que al mismo tiempo toma distancia y se diferencia de su objeto de estudio.33 Es en este sentido que el criollo se identifica con los naturalistas que han vi31 Caldas, Francisco José, «Carta dirigida a Santiago Arroyo, Jagua, diciembre 9 de 1795», en Alfredo Bateman y Jorge Arias de Greiff (eds.), Cartas de Caldas, op. cit., p. 25. Según los editores, Caldas se refiere al Padre José Gumilla, autor de El Orinoco Ilustrado y al Padre Julián, autor de La Perla de la América, descripción de la provincia de Santa Marta. Ídem, notas al pie núms. 6 y 7. 32 Ídem. 33 Veáse Nieto, Mauricio, Orden Natural y Orden Social: ciencia y política en el Semanario del Nuevo Reino de Granada, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC, Madrid, 2007, p. 308.

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sitado el Nuevo Mundo haciendo uso de los mismos marcos de referencia propios de la conquista europea. El género de la literatura de viajes, si bien no es exclusivo de la Ilustración, tuvo un notorio crecimiento en el siglo XVIII y adquirió un espectro geográfico cada vez más amplio que pretendía cubrir la totalidad del globo terrestre, desde los polos norte y sur, cubriendo todos los continentes, todos los océanos, ríos, montañas y volcanes, todos y cada uno de los objetos y criaturas de la tierra. Se trata de un movimiento europeo por abrazar, comprender y rodear la totalidad de la tierra. Los grandes viajes de exploración, son una práctica de gran interés público, político y científico en el siglo XVIII. Además de Humboldt, entre los viajeros más destacados debemos mencionar los viajes de John Byron (1723-1786); Jean Francoise de Galaup Lapérouse (1741-1788); Samuel Wallis (1728-1795); Louis Antoine de Bougainville (1729-1811); y James Cook (1728-1779). España no es la excepción y cuenta con una tradición importante en la exploración del continente americano. Los viajes de exploración científica al continente americano desde el «descubrimiento», pero particularmente durante la Ilustración, constituyen episodios de central importancia en la historia de las ciencias y de la cultura, tanto en España como en América, y tuvieron un visible impacto sobre los proyectos culturales y políticos de las elites de las nuevas naciones americanas. En este sentido vale la pena recordar los proyectos franco-españoles y la expedición geodésica para medir un arco de meridiano en latitudes boreales y ecuatoriales auspiciadas por la Académie Royale des Sciences para resolver la polémica sobre la forma de la tierra. Además del equipo francés en este proyecto tomaron parte los españoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa. Las políticas de la corona bajo el reinado de Carlos III tenían como uno de sus ejes centrales grandes proyectos de exploración del territorio y los recursos naturales americanos.34 En este periodo se destacan: la expedición a Perú y Chile de Hipólito Ruiz y José Pavón, quienes viajaron en compañía del francés Joseph Dombey entre 1777 y 1788; los viajes a la parte norte de la América española hechos por Martín de Sesse y Alessandro Malaspina (1789-1794) y la ya comentada Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada (1783-1815) al mando de José Celestino Mutis. El viaje es una legítima actividad científica y el medio para un gran cambio en la visión del mundo y de la naturaleza, así como en una transformación de la visión del hombre, en particular del hombre Europeo, que en su encuentro con otras culturas reafirma y construye su identidad como paradigma de cultura y civilización. El viaje es entonces un elemento central en la nueva visión de la naturaleza, ya que permite nuevas asociaciones y relaciones entre la diversidad y variedad geográfica del planeta. El libro de viaje narra la lucha del hombre con la naturaleza y las más de las veces es una celebración del triunfo del hombre europeo sobre lo «salvaje», de la «civilización» sobre la «barbarie», del «orden» sobre el «caos». La historia de la exploración europea del Nue34 Veáse Puig-Samper, Miguel Ángel. Las expediciones científicas durante el siglo XVIII, Akal, Madrid, 1991; o Nieto, Mauricio, Remedios para el Imperi: Historia Natural y apropiación del Nuevo Mundo, Instituto Colombiano de Antropología e Historia, Bogotá, 2000.

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vo Mundo constituye una prolongada y penosa configuración del orden de la naturaleza, un orden que para el europeo de la Ilustración obedece a la disposición divina del mundo y que está a su vez al servicio del hombre que esté en capacidad de comprenderlo. El impacto cultural y el interés público en la literatura de viajes tienen que ver también con que éstos combinan el conocimiento, la precisión de las observaciones, con la aventura y el entretenimiento; se trata, en muchos casos, de narraciones épicas y heroicas. En un aparte del libro de viajes que tenemos por objeto presentar en esta publicación, Caldas describe con detalle las muchas jornadas épicas a que se vio abocado durante sus actividades de explorador: Bien de mañana estábamos ya en movimiento y embarcando nuestro equipaje y nuestros instrumentos. La barca era nueva, tenía 11 varas de largo y cerca de una vara de ancho. El uso del país es cubrir hacia el medio un espacio de 3 o 4 varas de largo, con hojas de bijao. Lo hacen con orden, inteligencia y destreza que les da el uso cotidiano de esta práctica en que se emplean toda la vida. A proa y popa va la carga que también cubren con su hoja favorita de bijao. Es imponderable la carga que soporta una de estas embarcaciones. Apenas quedaba fuera del agua un xeme. Yo entré y me acomodé dentro de la cubierta, que es una verdadera prisión. Yo no veía sino las orillas del rio y no me era permitido moverme. Creí que me iba a consagrar ese día a la geografía levantando la carta del Bogotá.35

Caldas y otros autores del Semanario se vieron a sí mismos y escribieron como viajeros que no sólo se sorprenden y gozan la belleza de lo exótico y la exuberancia de una naturaleza, sino que asumen el papel de descubridores. El viaje, como la geografía o la historia natural, tiene un sentido particular para los criollos. Por un lado, está el viaje de exploración del territorio americano, sus excursiones, travesías y viajes en un territorio vasto y en gran parte desconocido, pero que reclaman como propio. Por otra parte, e igualmente importante para los criollos, es el viaje desde América a Europa. Las grandes travesías a Europa, los viajes trasatlánticos al Viejo Continente no tienen el sentido tradicional de la literatura europea de viajes a lo «salvaje», a lo «exótico» o a lo «primitivo»; no es un viaje al pasado sino, por el contrario, a la cuna de la cultura, a la «civilización», a la «madre patria» para algunos y, en cierto sentido, al futuro. Se trata de un viaje en el cual se adquieren conocimientos pero no del examen directo de la naturaleza, sino del mundo de las artes y las letras. Al reseñar la llegada a la Nueva Granada de José María Cabal, Caldas comenta: D. José Maria Cabal acaba de llegar de Europa. Este joven lleno del fuego sagrado de las Ciencias, y de aquella sed inextinguible de saber, se consagró con todas sus fuerzas al estudio de la Chîmica y de sus ramos auxiliares en Cadiz, en Madrid, y últimamente en Paris. Al lado de los hombres más grandes, oyendo las lecciones de Vauquelin, Proust, Berthollet 35 Caldas, Francisco José, Diario de Viajes, comenzando el 23 de Julio de 1082. PDF - Manuscrito inédito, p. 335. Xeme es una unidad de medida. Según el Diccionario de la Real Academia Española de Lengua es la distancia que hay desde la extremidad del dedo pulgar a la del índice, separado el uno del otro todo lo posible. Diccionario de la Real Academia de la Lengua.

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por el espacio de siete años, familiarizado con Laplace,… ha recogido un cúmulo de conocimientos que le honran. Buen ciudadano, abandonó la Europa y toda su pompa por traer al seno de su patria las luces de que tanto necesita… El desea entregarse enteramente a este trabajo interesante à su patria y à sus conciudadanos…36

Es en este sentido que el mismo José María Cabal insiste sobre la importancia de viajar como forma de educación: … Todo hombre debería viajar aunque la necesidad no lo obligara, solo por abrir los ojos a tantas cosas nuevas que hay en el mundo. Es increíble lo que instruye el trato con distintas gentes, se ven sus usos, sus costumbres… Del modo en que me es posible yo no dejo de aprovecharme de estas costumbres.37

Juan Eloy Valenzuela, refiriéndose a la importancia de visitar Europa para la educación de los jóvenes y proponiendo un sistema de ayudas para este fin comenta: Sabido es el espíritu de viajar que se ha difundido por la Europa, sabido es que éste es el medio por el que se adquieren más fácilmente los conocimientos políticos, económicos y literarios, con que se crían las ciencias y las artes y los grandes establecimientos en los países incultos.38

La figura de Caldas nos permite profundizar en este rasgo del hombre de letras americano. Su relación con los viajes tiene dos aspectos que son importantes en su vida. En primer lugar, en su oficio de comerciante se vio obligado a viajar y recorrer buena parte de los Andes al sur del Nuevo Reino de Granada. Caldas como buhonero se vio en la obligación de cargar sus mulas con mercancía para vender, pero su equipaje pronto debe incluir otras piezas esenciales: sus instrumentos científicos que como hemos visto, se convirtieron en una pasión y en una necesidad casi vital para Caldas. Por otra parte, y no menos importante y determinante para el astrónomo de Popayán, fue su fascinación por los escritos de los hombres de ciencia que visitaron América y que publicaron sus diarios y crónicas en Europa. Caldas escribirá diarios de viaje como los de los exploradores que ha leído, en los cuales consigna datos de temperatura, altura, latitud, entre otros datos de interés sobre el territorio, la naturaleza e, incluso, las personas. Es oportuno recordar que el primer escrito que Caldas piensa publicar es un diario de viajes, según le escribe a Arroyo años después. «Para no ocultar nada a un amigo que merece mi confianza, estoy dando a mis trabajos la forma de viaje, con este título: Viajes de Caldas hechos en diferentes tiempos…».39 Caldas insiste en su objetivo de recoger sus 36 Francisco José de Caldas, «Aviso al Publico», Semanario del Nuevo Reyno de Granada, núm. 35, septiembre 3 de 1809, pp. 254-256. 37 Cabal, José María, citado por Silva, Renán, Los ilustrados de Nueva Granada 1760-1808. genealogía de una comunidad de interpretación, Eafit, Banco de la República, Medellín, 2002, p. 124. 38 Valenzuela, Juan Eloy, citado por ibídem, p. 133. 39 Caldas, Francisco José, «Carta dirigida a Santiago Arroyo, Popayán, marzo 20 de 1801», en Alfredo Bateman y Jorge Arias de Greiff (eds.), Cartas de Caldas, op. cit., p. 61.

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observaciones en forma de «narración de viaje»: «Yo sigo con tesón en digerir mis observaciones y darles forma de viaje…».40 Pero para esto necesita «mil cosas» que, como bien sabemos por sus constantes solicitudes, consisten básicamente en instrumentos y libros. Entre las lecturas que son importantes para Caldas encontramos los escritos de viajeros europeos en América como Gumilla, La Condamine, Jussieu, Humboldt, Ruiz, Pavón, Juan y Ulloa, a quienes tendrá como referentes frecuentes en su trabajo y a quienes quiso emular en sus escritos. Un referente importante para Caldas será la expedición comandada por Charles Marie de La Condamine a quien acompañaron importantes naturalistas franceses como Louis Godin, Pierre Bouger, Joseph de Jussieu y los españoles como Jorge Juan y Antonio de Ulloa.41 Esta expedición tomará para Caldas un significado especial, en parte, por el sentido que reviste el proyecto para los grandes debates científicos en Europa sobre las predicciones newtonianas sobre la forma de la tierra y su carácter astronómico y geodésico, pasiones que acompañarán a Caldas toda su vida; y, en parte, por los escritos de Jorge Juan, quien siendo español y habiéndose ocupado del territorio americano, Caldas lo siente cercano y, de alguna manera, lo ve como modelo de orgullo patriótico (español) y ejemplo a seguir. Los trabajos de los expedicionarios que acompañaron a La Condamine serán un referente importante para Caldas, quien quiso con avidez seguir sus pasos y conocer sus escritos.42 La divulgación del texto que aquí se publica ayudará sin duda a enriquecer nuestras ideas acerca del tipo de viajero y observador que era Caldas. A lo largo de más de trescientas páginas, Caldas narra minuciosamente sus experiencias de viaje sobre un extenso territorio de Provincia de Quito. El diario reúne sus memorias del viaje a Cotacache, La Villa, Imbabura y Cayambe, comenzando el 23 de Julio de 180; el viaje a la montaña de Mofanda, comenzando el 23 de Noviembre de 1802; el viaje a Cuicocha (Lagos de Cisnes), comenzando el 2 de Diciembre de 1802; la descripción del Monumento de los Antiguos Peruanos a orillas de la Laguna de San Pablo; el ascenso a Pichincha y la descripción de la ciudad de Quito, comenzando el 2 de Enero de 1803; el viaje de Quito a Malbucho, comenzando el 14 en junio de 1803; el viaje de Ibarra hasta la Costa del Pacífico por el camino de Malbucho, comenzando el 11 de Agosto de 1803; un apéndice del viaje de Malbucho a Ynta y, finalmente, el viaje de Ibarra a Malbucho, en Octubre de 1803. Las crónicas de estos viajes, además de mediciones y observaciones metódicas, son, como lo es en cualquier diario de viajes, la narración de aventuras, peligros y de 40 Caldas, Francisco José, «Carta dirigida a Santiago Arroyo, Popayán, abril 5 de 1801», en ibídem, p. 64. 41 Sobre esta expedición ver Lafuente, Antonio y Mazuecos, Antonio, Los caballeros del punto fi jo: ciencia, política y aventura en la expedición geodésica hispanofrancesa al virreinato del Perú en el siglo XVIII, Serbal, CSIC, Barcelona, 1987. 42 Caldas leyó La Figure de la Terre, de De Bouger; Introducción Historique y Mens de trois degres, de La Condamine; y Observaciones Astronómicas, de Jorge Juan. Sobre la influencia de esta expedición sobre Caldas ver Díaz Piedrahita, Nueva aproximación a Francisco José de Caldas: Episodios de su vida y actividad científica. Bogotá: Academia Colombiana de Historia, 1997, pp. 53-54.

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esfuerzos heroicos que exigen fortaleza y valentía. Un claro ejemplo de ellos es su narración sobre la aventura y las observaciones hechas en el volcán de Imbabura, montaña que según Caldas no fue explorada antes, ni por La Condamine ni por Humboldt.43 Veamos algunos apartes de esta narración: El 14 de septiembre de 1802 fue el destinado para un viaje que me tocaba tanto y me llenaba de entusiasmo. Armado de mi barómetro, termómetro, octante y brújula, partimos D. Los Valentin y yo con mis indios y mis mozos prácticos de montaña. Gastamos cinco horas en montar hasta nuestras cabañas que estaban a 17 grados 11 líneas. Era ya medio día, y no pudimos emprender la subida, y dejándola para el siguiente. Envueltos en nubes y penetrados de frío pasamos la tarde, pasé la tarde diseñado y describiendo plantas. Mi termómetro no subió de 4½ grados sobre la congelación. Las cabañas hachas por los indios no tenían toda la capacidad necesaria para mantenerse un hombre en pie. La forma es de las más incomodas que pueden imaginase para cualquiera ejercicio: estaban cubiertas de paja que tocaba con el pabimento que era de la misma materia. […] Las incomodidades, y sobre todo el deseo de ver el cráter del Imbabura me hacían desear la venida de Luz. En el instante que la percibí estuve en pie, tomé un calzado que el país llaman alpargates, de que había tenido cuidado de proveerme. […] Un báculo en la mano, y precedido de tres indios cargados de mis instrumentos, partí de nuestras cabañas con una alegría y entusiasmo extraordinario.44

El romanticismo de la prosa de Caldas adquiere su más depurada expresión en la narración de sus experiencias como explorador. En este mismo texto describe en detalle el penoso camino hacia la cumbre que le permite apreciar un conmovedor espectáculo: Yo deseaba con ardor ver este cráter desconocido, y desprecié todos los peligros. De precipicio en precipicio llegamos a las nueve de la mañana a la orilla del cráter, agotado de sudor y cansancio. ¡Qué espectáculo! El horror, y un secreto placer se apoderaron de mi alma. No me cansaba de ver y de admirar de cerca a esta naturaleza espantosa. Rocas quemadas y destrozadas, puntas, pómez, arena, azufre, nieve, greda, precipicios y confusión eran los objetos que se presentaban a mis ojos.45

Las dificultades y peligros no vencen la pasión del explorador, aún arriesgando su vida, Caldas lleva sus instrumentos hasta lugares que nadie lo ha hecho antes: Nosotros íbamos al punto más peligroso y en que iban a parar todas las materias desprendidas de la circunferencia; yo lo veía, pero el deseo de medir su profundidad, y de tocar de más cerca este lugar de horror, me resolvió a arriesgarlo todo, y comenzamos a bajar por el lugar que nos pareció menos rápido y peligroso. Me precedía un indio práctico de la monta43 Algunos apartes de este relato se pueden leer una carta que Caldas le dirigió a Mutis en 1802. Véase Alfredo Bateman y Jorge Arias de Greiff (eds.), Cartas de Caldas, op. cit., p. 196. 44 Diario de Viajes: Relación de un viaje hecho a Cotacache, La Villa, Imbabura y Cayambe, varios comenzando el 23 de Julio de 1082 [Manuscrito inédito], pp. 20-22. 45 Ibídem, pp. 23-24.

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ña cargado con mi barómetro, y yo le seguía a tres o cuatro pasos de distancia […] Yo temí, pero la facilidad del paso de mi guía me animó y entré en el peligro. Apenas había dado tres pasos sobre la pómez cuando veo que todo se remueve, y no pudiendo sostenerme en pie me siento, y aun en esta situación comienzo a precipitarme hacia el fondo de este espantoso cráter; creo llegado el fin de mi vida, y doy una voz a mi guía. Este indio generoso vuelve la vista, me ve perdido, se abanza hacia mí con una intrepidez inaudita, se arroja sobre el peligro en que me veía, me hace del brazo derecho, me saca del precipicio, y me da la vida. Mi alma pasó en un momento de todos los horrores de la muerte, a los sentimientos del más vivo reconocimiento. ¡Ah! transportado, beso la mano de mi libertador y le testifico de todos modos mi agradecimiento. Este indio generoso se llama, porque es justo nombrarle, Salvador Chuquín.46

Esta historia hace evidente esa combinación de amor por el conocimiento, observación meticulosa y aventura que en muchos casos caracteriza la exploración científica; pero también es interesante por la no muy frecuente referencia a los acompañantes y colaboradores de un viajero letrado. Aunque no son muy comunes y quedan generalmente relegadas a un segundo plano, las referencias a guías, cargueros, ayudantes o informantes locales que hacen parte del apoyo con que cuentan los viajeros son claves para reconocer la presencia de estos colaboradores muchas veces ignorada o silenciada en la misma literatura de viajes y por sus historiadores. En este caso aparece su «Salvador» a quien sólo por el dramatismo de aquel episodio es «justo nombrarle».47 La exploración geográfica y la literatura de viajes alimenta la idea romántica de empresas solitarias y, por lo tanto, sus logros científicos y humanos son narrados como hazañas individuales y heroicas. Viajar por el continente americano a finales del siglo XVIII requiere de una infraestructura amplia, de personas (guías, cargueros, asistentes, etc.), animales de carga, instrumentos y alimentación. Un claro ejemplo de tales necesidades se constata en la descripción que realiza Caldas acerca de los números recursos que se emplearon en la expedición que lo llevaría desde Malbucho hasta Nariz de Peña. Esta es la situación que describe Caldas antes de iniciar el viaje: La víspera de la partida se encargaron nuestros cargueros de las cargas, de mis instrumentos, varios y con placer les vi forrarlos del modo más aseado y curioso de estas hojas impenetrables a la lluvia que atan con venas de plátanos. Sobre todo ponen unas fajas anchas sacadas de la corteza de un árbol que llaman Atambo. Cada indio carga 4 ½ libras a la espalda y su precio son 4 ½ p de plata para transportarlos de Malbucho a Nariz de Peña, que es el embarcadero del Rio Bogotá. Yo tuve mucho placer la víspera de la partida. ¡Que Alegría! Todo en movimiento y todos contentos. La comitiva era numerosa. El corregidor, RPF Juan Dueñas, capitán de la expedición y cura provisto para Nariz de Peña, D. Joseph

46 Ibídem, pp. 26-27. 47 Para un análisis de los aspectos literarios del diario de Caldas en comparación con los del diario de Humboldt, véase en esta publicación el artículo del dr. Reinhard Andress titulado «Caldas, su relación con Alexander von Humboldt y las pretensiones literarias de su diario de viaje».

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Herrera, agrimensor de Quito, yo y mi escribiente, con todos los criados, cargueros, ascendíamos al número de 48.48

Los exploradores requerían, para cada trayecto de una expedición, el apoyo de sus guías y de cargueros. Después de una jornada de exploración botánica que estaba destinada a catalogar las quinas de los bosques de Malbucho, Caldas describe casi con aflicción la necesidad opresiva que tenía de guías: Los demás (cargueros) nacidos, y envejecidos en los bosques, ocupados en la caza y endurecidos al trabajo, andaban con desembarazo y velocidad, y no los volvimos a ver hasta que ellos consideran nuestra debilidad, poco diestros, encendieron una gruesa hacha de jebe, caucho del que se alumbran en sus bosques y se devolvieron a sacarnos del laberinto del bosque. Por lo que mira a mí me sentía muy debilitado con la fatiga de la jornada el pequeño sendero ya no se podía reconocer, los arboles se habían caído después de nuestra entrada y cerrado del modo más áspero el camino me ponían en condición de no poder dar ya un paso. El temor de las serpientes y de los tigres aumentaba mis trabajos. El capital de la expedición cayó en la misma debilidad y cansancio que Portocarrero. Yo solo me adelante a buscar socorro para ambos. Por más que daba gritos nadie me contestaba, hasta que por fin nos encontramos con nuestros buenos guanamas que venían en nuestro socorro.49

Si bien es obvio que ni Caldas, ni Humboldt o cualquier naturalista pueden pasearse en solitario por las selvas o por las montañas americanas y que sus observaciones están en gran parte mediadas por estos otros actores e informantes, éstos no han sido objeto de mayor interés por parte de los historiadores de la ciencia. Varios fragmentos del diario hacen referencia a los conocimientos indígenas, aunque, por supuesto, de manera muy esporádica. Caldas escribe: Llegue Guanabi sin más fuerzas que para tenderme a sufrir los rigores de una fiebre. Mientras yo estaba en esta miserable situación los indios, nuestros compañeros, hiban a los bosques a traerme ramas, flores y cortezas de los diferentes arboles de quina de que tenían conocimiento, Yo las allé ser de la misma especie, sin las más pequeñas diferencias de las que hemos descrito y diseñado en Inta. No obstante, los indios aseguran que las hai con flores blancas.50

Los esclavos, nativos y campesinos poseen un conocimiento sobre el territorio, sobre el clima, sobre los habitantes de estas regiones que queda silenciado por el discurso ilustrado. El libro de viaje al que venimos haciendo referencia documenta abundante información sobre el trabajo de los nativos en los obrajes, sobre las prácticas y dificultades que la exploración ofrecía a los cargueros y sobre la responsabilidad que tenían los guías 48 Diario de Viajes: Relación de un viaje hecho a Cotacache, La Villa, Imbabura y Cayambe, varios comenzando el 23 de Julio de 1082 [Manuscrito inédito], pp. 216-217. 49 Ibídem, pp. 291-292 50 Ibídem, p. 277.

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en el cuidado y transporte de los instrumentos del explorador. Caldas presta atención, además, a la capacidad técnica de los obrajes o fábricas de telas ubicadas en la región de Otavalo y se extiende en la descripción de las prácticas de teñido. Dado que el proceso de teñir los paños implicaba el uso de algunos agentes químicos y de diferentes especies de plantas, Caldas aprovecha para insistir en la necesidad de desarrollar conocimientos útiles como una precondición para el crecimiento material de la nación. Un diario tan extenso como éste nos permitirá identificar una de las características esenciales de los más celebres relatos de viaje, el carácter comprensivo de la narración. El lector no sólo verá al viajero que describe con asombroso detalle sus observaciones geográficas o que traduce al lenguaje científico la toponimia natural de la localidad, sino que también podrá conocer sus juicios estéticos o sus hábitos alimenticios, sus interpretaciones de la historia o su postura religiosa, en fin, rasgos claves de su cultura, mecanismos que le permiten distinguir entre «nosotros» y «ellos». Ahora bien, con independencia de los valiosos contenidos de este libro de viajes, es necesario resaltar una última dimensión en la que este diario es un material importante. A lo largo del texto el autor explicita obsesivamente tanto la primacía de sus observaciones como las revisiones que realiza a información divulgada por los exploradores extranjeros. El relato está saturado de notas que corrigen las observaciones y mediciones realizadas por M. de la Condamine, Antonio de Ulloa, Hipólito Ruiz y José Pavón. Muchas veces necesita fijar las rutas que siguieron los exploradores europeos, para señalar los aspectos en los que sus propias descripciones serán novedosas. En la medida en que Caldas no sólo hace un esfuerzo por describir con rigor científico sus observaciones, sino además por distinguir sus ideas de las de aquellos observadores que le precedieron, el diario de viaje es un género literario con un punto de vista con privilegios epistemológicos y resulta clave para entender la autoridad científica del hombre de letras en el periodo de la Ilustración.

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Caldas, su relación con Alexander von Humboldt y las pretensiones literarias de su diario de viajes REINHARD ANDRESS El diario de viajes, como tal, tiene una larga tradición que encuentra su primer apogeo en el siglo XIII con las aventuras de Marco Polo en el lejano Oriente, recopiladas en Il Milione. El libro A Voyage round the World (1777) de Georg Forster, resultado de su viaje alrededor del mundo con James Cook, se convirtió en el modelo a seguir durante el siglo XIX. Es que su relato no sólo apuntaba a lograr un estatus científico, a la vez tenía un estilo literario y entretenido, por lo que terminó convirtiéndose en lo que hoy conocemos como literatura de viaje.1 En este sentido, Forster ejerció una fuerte influencia sobre Alexander von Humboldt y su Relation historique, basada en su viaje científico por Sudamérica.2 Se trata de un recorrido casi legendario que, entre 1799 y 1804, introdujo a Humboldt y al botánico francés Aimé Bonpland en un territorio comprendido hoy por Venezuela, Cuba, Colombia, Ecuador, Perú y México y que culminó con una visita a los Estados Unidos de América. A diferencia de muchas expediciones de los siglos anteriores, Humboldt no quería conquistar sino comprender el polifacético mundo orgánico e inorgánico de América. Al retornar de su viaje, apenas contaba con treinta y cinco años y, en cierta medida, pasó el resto de su vida publicando las aventuras vividas y los resultados científicos a los que había arribado en los treinta tomos de su obra Voyage aux régions équinoxiales du Nouveau Continent (desde 1807), que comprende

1 Cfr. con Ottmar Ette, «Est-ce que l’on sait où l’on va? Dimensionen, Orte und Bewegungsmuster des Reiseberichts», en Walther L. Bernecker y Gertrut Krömer (eds.), Die Wiederentdeckung Lateinamerikas. Die Erfahrung des Subkontinents in Reiseberichten des 19. Jahrhunderts, Frankfurt a.M.: Vervuert, 1997, p. 31. 2 En Kosmos, Humboldt introduce un recordatorio para su «Lehrer und Freund Georg Forster» («maestro y amigo Georg Forster»), al ligar a éste «eine neue Aera wissenschaftlicher Reisen […], deren Zweck vergleichende Völker- und Länderkunde ist» («una nueva era de viajes científicos […] cuya finalidad es la de comprar pueblos y tierras»). Afirma que en sus obras aparece de modo literario todo «was der Ansicht einer exotischen Natur Wahrheit, Individualität und Anschaulichkeit gewähren kann […]» («lo que la percepción de una naturaleza exótica puede alcanzar en relación con la verdad, la individualidad y la evidencia […]», traducción propia). Alexander von Humboldt, Kosmos. Entwurf einer physischen Weltbeschreibung, ed. Hans Magnus Enzensberger, Frankfurt a.M.: Eichborn, 2004, t. 2, p. 223.

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también la Relation historique. Influenciado por el romanticismo y rindiendo honores a la Ilustración, Humboldt, al igual que Forster, aunó el empirismo científico con sus propias impresiones literarias de la belleza de la naturaleza. En general, se dedicó a difundir en Europa el sinnúmero de maravillas naturales que había hallado en el Nuevo Mundo: Humboldt fue el medio a través del cual los hombres del siglo XIX vieron Sudamérica. Es la «breadth and freshness of his wide-ranging mind»3, especialmente de su Relation historique, lo que todavía hoy despierta fascinación. Eso sin contar con los «retratos naturales» —tal como los describió, por ejemplo, en Kosmos (1845-1862)— omniscientes, globales e interdisciplinarios y sobre los que volveremos más adelante. La actualidad y relevancia de Humboldt ha quedado demostrada durante los últimos años a través de innumerables reediciones y nuevas publicaciones sobre su vida y obra, en especial en 2009, al cumplirse los 150 años de su fallecimiento.4 Pero sería errado suponer que Humboldt fue el único viajero científico que recorrió el continente sudamericano a comienzos del siglo XIX y retuvo por escrito sus múltiples impresiones y consideraciones científicas. Otro ejemplo notable de este tipo de viajeros es Francisco José de Caldas y Tenorio, cuyas anotaciones, como veremos, tienen un valor literario similar a las de Humboldt. El hecho de que Caldas y Humboldt se encontraran a finales de 1801 en Ibarra, actual territorio ecuatoriano, y compartieran varios meses productivos durante 1802 antes de separarse dramáticamente, agrega cierta sazón al estudio de ambas figuras. Aquí centraremos nuestro análisis en la relación de Caldas con Humboldt y en el aspecto literario de los diarios de viaje de los dos. LA RELACIÓN DE CALDAS Y HUMBOLDT: ADMIRACIÓN, DECEPCIÓN, RESPETO Humboldt y Bonpland se enteraron del trabajo científico de Caldas durante su estadía en Bogotá entre junio y septiembre de 1801, al entablar contacto con el círculo de Mutis.5 En mayo de ese mismo año Caldas había publicado en el Correo Curioso 3 Jason Wilson, «Introduction», Alexander von Humboldt, Personal Narrative of a Journey to the Equinoctial Regions of the New Continent, Londres: Penguin, 1995, p. lxiii. 4 Aquí una selección de las reediciones de la obra de Humboldt, publicadas poco antes de 2009 y sobre todo durante el año de su aniversario: Ansichten der Kordilleren und Monumente der eingeborenen Völker Amerikas, en Oliver Lubrich y Ottmar Ette (eds.), Frankfurt a.M., Eichborn, 2004; Kosmos (cfr. nota 2); Über einen Versuch den Gipfel des Chimborazo zu ersteigen, en Oliver Lubrich y Ottmar Ette (eds.), Frankfurt a.M., Eichborn, 2006; Zentral-Asien. Untersuchungen zu den Gebirgsketten und zur vergleichenden Klimatologie, en Oliver Lubrich (ed.), Frankfurt a.M., S. Fischer, 2009. En relación con la vida y obra de Humboldt cfr. Werner Biermann, «Der Traum meines ganzen Lebens.» Humboldts amerikanische Reise, Berlín, Rowohlt, 2008; Alexander von Humboldt, Mein vielbewegtes Leben. Der Forscher über sich und seine Werke, Frank Holl (ed.), Frankfurt a.M., Eichborn, 2009; Sandra Rebok, Una Doble Mirada. Alexander von Humboldt y España en el Siglo XIX, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2009; Laura Dassow Walls, The Passage to Cosmos. Alexander von Humboldt and the Shaping of America, Chicago, The University of Chicago Press, 2009; Ottmar Ette, Alexander von Humboldt und die Globalisierung, Frankfurt a.M., Insel, 2009; Manfred Geiger, Die Brüder Humboldt. Eine Biographie, Berlin, Rowohlt, 2009; Thomas Richter, Alexander von Humboldt, Reinbek b. Hamburg, Rowohl Taschenbuch Verlag 50712, 2009. 5 La siguiente síntesis de la relación entre Humboldt y Caldas está basada en las siguientes fuentes: John Wilton Appel, Francisco José de Caldas: A Scientist at Work in Nueva Granada, Darby, PA, Diane Publishing Co., 1994, pp. 20-33; Alfredo Bateman, Francisco José de Caldas. El hombre y el sabio, Cali, Banco Popular, 1978, pp. 57-87;

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una larga nota sobre la medición incorrecta del cerro de Guadalupe ubicado al este de Bogotá y la corrección por él realizada: «Observacionces sobre la verdadera altura del cerro de Guadalupe». Se trataba de su primera publicación y Humboldt, sin duda alguna, la leyó.6 Con más razón se informó sobre su colega científico al continuar su viaje hacia el sur y detenerse en noviembre en Popayán, donde Caldas no estaba —un asunto jurídico familiar lo obligó a viajar a Quito—, su padre, sin embargo, le permitió ver las anotaciones de su hijo. Tan impresionado quedó que el 10 de noviembre de 1801 le escribó a Mutis: Evidentemente, Caldas es una maravilla en astronomía; desde hace años trabaja aquí, en la oscuridad de una ciudad remota. Él mismo ha arreglado sus instrumentos para las medidas y observaciones: ora traza meridianos, ora mide latitudes. ¡Cuánto podría realizar semejante hombre en un país donde se le proprocionara más apoyo!7

Precisamente esta deficitaria situación de la ciencia fue la que despertó en Caldas el deseo de conocer al ya para entonces renombrado Humboldt e intercambiar con él información para «salir de la barbarie» de su aislamiento, tal como lo expresó en una carta del 21 de septiembre de 1801 a Pérez de Arroyo.8 Así es que Caldas no esperó a que Humboldt llegara a Quito sino que salió a su encuentro en Ibarra, donde, finalmente, se conocieron el último día del año 1801. El encuentro quedó registrado de la siguiente manera en una carta a Arboleda del 21 de enero de 1802: Me transporté a Ibarra, como anuncié a usted, por antelar el momento de conocerlo; salí algún trecho de aquí, y le hallé el 31 de diciembre de 1801, a las once del día. ¡Qué momento tan feliz para un amante entusiasta de las ciencias! Yo fui el primero que me le presenté, y sin detenerse un instante me preguntó: ¿usted es el señor Caldas? A lo que contesté lo que correspondía. Desde este instante me comenzó a tratar con una franqueza y liberalidad sin igual.9

Así comenzó un fructífero intercambio científico que comenzó camino a Quito y que continuó durante la estadía de ambos en esa ciudad. A todas luces se trató de un intercambio que funcionaba en ambas direcciones: es que Humboldt también consideraba útiles para su trabajo las determinaciones astronómicas de Caldas y sus mediciones Santiago Diaz Piedrahita, Nueva Aproximación a Francisco José de Caldas. Episodios de su vida y de su actividad científica, Biblioteca de Historia Nacional, vol. CXLIX, Santafe de Bogotá, D.D.: Academia Colombiana de Historia, 1997, pp. 89-125; Jorge Arias de Greif, «Caldas: Inquietudes, Projectos y Tragedias», Rosario Molinos (ed.), Caldas 1768-1816, Bogotá, Molino Velasquez Editores, 1994, pp. 37-53. 6 Cfr. la publicación de este estudio en Obras Completas, ed. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá: Imprenta Nacional, 1966, pp. 365-374. 7 Cit. de Enrique Pérez Arbelaez, Alejandro de Humboldt en Colombia, Bogotá: Edición de la Empresa Colombiana de Petróleos, 1959, p. 214. 8 Jorge Arias de Greiff (ed.), Cartas de Caldas, Bogotá: Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Imprenta Nacional, 1978, p. 106. 9 Ibídem 130.

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de altitud. Caldas también le dio el mapa que había hecho de Timaná y del tramo entre Tocaima y Neiva; junto con las mediciones de Humboldt resultó un mapa de todo el río Magdalena. Pero fue Caldas quien más se benefició con el contacto con Humbolt y Bonpland. Humboldt lo inició de inmediato en la noción de electricidad negativa, en los últimos hallazgos de la astronomía, le enseñó los más modernos métodos para calcular las alturas y le mostró cómo utilizar instrumentos que Caldas no había visto antes. Admirado escribió en la carta citada más arriba: ¡Cuánto he aprendido en diez y ocho días de un trato interrumpido con mil visitas importunas! En astronomía ya no me conozco; un velo espeso de dificultad se ha disipado delante de mis ojos, y como yo tenía muchos objetos trabajados y cuasi concluidos, solo faltaba una mano maestra que les diese la última perfección. Con un poco más de tiempo y de trato con el Barón puedo gloriarme de haber entrado en los más profundos misterios de esta ciencia preciosa; y ya puede contar con su amigo astrónomo. En la geografía, no hay voces para explicarle cuánto he aprovechado; nuevos métodos, nuevas agujas, nuevos cálculos, nuevos… qué sé yo que diga a usted. Me ha ofrecido sus libros, sus instrumentos y el famoso cronómetro ha estado a mi disposición.10

En Quito fueron recibidos y albergados generosamente por el Marqués de Selva Alegre y se movieron en su círculo de eruditos.11 También se quedaron por un tiempo en la hacienda del Marqués ubicada en el valle de Chillo, donde Bonpland completó de manera significativa el conocimiento botánico de Caldas. Cada vez con más fuerza crecía en Caldas la idea iniciada por Arboleda de convertirse en parte de la expedición de Humboldt, una idea que se volvió su obsesión. Mutis y Arboleda estuvieron de acuerdo en hablar por él con Humboldt, Mutis hasta ofreció apoyar financieramente su viaje. Luego de haber recibido la noticia del apoyo con mucha alegría y de que Mutis pusiera al tanto de todo a Humboldt, Caldas fue a visitar al científico alemán. Y aquí llegó la gran decepción. El 6 de abril Caldas escribe a Mutis: Vuelvo a la casa del Barón; le hallo; pregunto por el sabio Mutis, por sus cartas. Me contesta este viajero con frialdad; me suprime el asunto principal; me lo niega directamente. En los primeros momentos de mi sorpresa creo al prusiano. ¡Qué asombro el mío! […] Oigo de boca de este sabio joven: no me dice nada el señor Mutis, no me ha escrito sobre el viaje de usted. […] No puede ser: vuelvo a reconvenir y a preguntar, reconvengo con mi carta, con el libramiento. La fuerza de la verdad le oprime y me dice: Mi amigo, yo he mentido a usted: el señor Mutis me habla a la larga del asunto, pero yo, que he resuelto viajar solo, no quería dar a usted esta presadumbre (sic). ¡Qué rayo, qué golpe tan terrible sufre mi corazón! Del colmo de mi Gloria en un momento paso a la melancolía más profunda y a la desesperación.12 10 Ibídem 133. 11 Al respecto cfr. con Segundo E. Moreno Yánez, «Itinerarios de Humboldt en la Audiencia de Quito», Alexander von Humboldt. Diarios de viaje en la Audiencia de Quito, Quito, Occidental Exploration and Production Co., 2005, pp. 17-50. 12 De Greiff, Cartas de Caldas (cfr. nota 8), pp. 165-166.

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El 21 de abril volvió a escribirle a Mutis, esta vez con más amargura: ¡Qué diferente es la conducta que el señor Barón ha llevado en Santafé y Popayán de la que lleva en Quito! En las dos primeras ciudades fue digna de un sabio; en la última es indigna de un hombre ordinario. El aire de Quito está envenenado: no se respiran sino placeres; los precipicios, los escollos de la virtud se multiplican, y se puede creer que el templo de Venus se ha trasladado de Chipre a esta ciudad. Entra el señor Barón en esta Babilonia, contrae por su desgracia amistad con unos jóvenes obscenos, disolutos; le arrastran a las casas en que reina el amor impuro; se apodera esta pasión vergonzosa de su corazón, y ciega a este sabio joven hasta un punto que no se puede creer.13

Entre estos jóvenes seguramente también se encontraba Carlos Montúfar de Larrea, hijo del anfitrión en Quito, a quien Humboldt, a diferencia de lo que pasó con Caldas, invitó a compartir el viaje hasta su regreso a Europa. Para Caldas, Montúfar era «currutaco, ignorante y disipado»,14 tal como le escribió a Arboleda el 6 de mayo. La decepción por la decisión de Humboldt no cedió, puesto que el 21 de junio volvió al tocar el tema, esta vez en una carta a Mutis: «El señor Barón de Humboldt partió de aquí el 8 del corriente con Mr. Bonpland y su Adonis, que no le estorba para viajar como Caldas».15 No es posible determinar en qué medida las expresiones de Caldas sobre la vida privada de Humboldt son ciertas, si éste realmente tenía inclinaciones homosexuales o si sus palabras sólo estaban teñidas por su gran decepción. Educado en la atmósfera católica de las colonias, es perfectamente comprensible, que chocara con el estilo de vida liberal y protestante de Humboldt.16 Un error de Caldas radica, por cierto, en no haber expresado directamente su deseo de acompañar a Humboldt en el viaje, y, a cambio, dejó que otros lo hicieran por él. Así, la apertura científica de Humboldt despertó en él expectativas que el alemán no estaba dispuesto a corresponder, lo que, claro, estaba destinado a terminar como terminó.

13 Ibídem 169-170. 14 Ibídem 179. 15 Ibídem 182. 16 En lo que respecta a las cuestiones personales, en los apuntes de Humboldt hay muy pocos datos, sin embargo, en el relato de los días 15 y 16 de marzo de 1802 correspondientes a la ascensión del Antisana, es posible leer las siguientes oraciones sobre una noche pasada en las alturas: «J’étais couché dans le même lit avec Charles Montúfar, second fils du M[ar]quis de Selvalegre, avec lequel nous avons vécu depuis notre arrivée à Quito dans la plus grande intimité, jeune officier plein d’amabilité et avec cette facilité de tout apprendre qui distingue le vrai talent … Le pauvre garçon eut des maux de ventre, de poitrine, de la colique … Nous nous couchâmes manque de lumière à 7h du soir. Que cete nit nous parut longue… et cruelle. Je m’offris plusieurs fois de me lever pour faire chauffer de l’eau pour mon ami pour y mettre les pieds. Il résistait sans cesse, car le ven soufflait et hurlait comme en pleine mer». Alexander von Humboldt, Reise auf dem Río Magdalena, durch die Anden und Mexico. Aus seinen Reisetagebüchern, en Margot Faak (ed.), Berlin, Akademie, 1986, parte I: pp. 179-180. Interpretar estas frases de modo inequívoco como prueba de una relación homosexual sería ir demasiado lejos a la luz de las amistades masculinas típicas del romanticismo del siglo XIX. Lo único que está claro es que Humboldt sentía una gran simpatía por Montúfar. Diaz Piedrahita sospecha, a su vez, una homosexualidad latente en Caldas. Cfr. Diaz Piedrahita, Nueva Aproximación (cfr. nota 5), pp. 99, 103-104.

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Es posible imaginar por qué Humboldt no se decidió por Caldas. Una de las causas radicaba en sus personalidades completamente opuestas, algo a lo que ya Caldas había hecho referencia en la ya citada carta a Mutis del 21 de abril: El señor Barón me juzga severo, inflexible, triste. […] Este es el origen de la aversion, si así se puede llamar el disgusto que tiene el señor Barón de mi compañía; este es el origen de su negativa, diga lo que quiera, este es el origen de la idea que se ha formado sin motivo de mi debilidad y de mis aprehensiones.17

En la medida en que Humboldt veía a Caldas (correctamente) de este modo, habrá llegado a la conclusión de que Caldas hubiera sido un compañero de ruta complicado, sobre todo a la luz de su propio estilo de vida y de la flexibilidad que se necesita para encarar un viaje de esta naturaleza. Más allá de la supuesta homosexualidad de Humboldt, es posible que se haya sentido en deuda con el padre de Carlos Montúfar, el marqués que con tanta hospitalidad los recibió en su hacienda de Quito. Es posible, además, que haya sido deseo del padre el que su hijo conociera Europa, como de hecho sucedió. También es posible que haya existido una cierta rivalidad entre los dos científicos, que después de todo tenían intereses similares, si bien Caldas parece haber sido más metódico y profundo en sus investigaciones en tanto que Humboldt tenía un abordaje mucho más universalista. Wilton Appel llega a la siguiente conclusión: Rather, I think that Humboldt saw in Caldas’s meticulousness, in his insistence to ask about everything that came to mind and his single-mindedness with regard to science —to the exclusion of social events— an element that conflicted with the style of Humboldt’s excursion. Humboldt had his way of doing things. Caldas’s manner, and here I mean scientific manner, was different enough to complicate what was already a difficult and expensive I think that Humboldt saw in Caldas’s meticulousness, in his insistence to ask about everything that came to mind and his single-mindedness with regard to science —to the exclusion of social events— an element that conflicted with the style of Humboldt’s excursion. Humboldt had his way of doing things. Caldas’s manner, and here I mean scientific manner, was different enough to complicate what was already a difficult and expensive project.18

La ruptura, sin embargo, no duró demasiado, puesto que evidentemente Humboldt logró reconciliarse con Caldas. El 14 de abril, poco después del conflicto, lo invitó a escalar con él el cerro Pichincha y, aunque Caldas rechazó la invitación, formó parte de la segunda ascensión, el 26 de mayo. Antes de que Humboldt continuara con su viaje, le vendió a Caldas un compás Byrd, importante instrumento de medición de la época. Después de que la expedición de Humboldt llegara a su fin en Lima en octubre de 1802, los científicos cruzaron varias cartas de tono respetuoso en las que intercambiaron datos geográficos, barométricos y astronómicos. Años más tarde, entre 1809 y 1810, cuando 17 de Greiff, Cartas de Caldas (nota 8), p. 170. 18 Wilton Appel (cfr. nota 5), p. 32.

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Humboldt ya hacía tiempo que estaba de regreso en Europa, Caldas publicó una traducción al castellano de su Essai sur la géographie des plantes (1805) en el Semanario.19 De este modo, no sólo dio cuenta de su respeto por los estudios científicos de Humboldt sino que, al mismo tiempo, aumentó la calidad de su publicación periódica. Caldas le escribió a Mutis el 6 de mayo de 1802, mientras Humboldt todavía estaba en Quito: «Más he trabajado en cuatro meses en Quito que en muchos años en Popayán» (178). Por más grande que haya sido su decepción, esta frase es una prueba indirecta de la importancia que tuvo para él el contacto con Humboldt (y Bonpland): con ellos aprendió mucho de botánica, astronomía y geografía, algo que contribuiría en gran medida a su desarrollo como científico. En un artículo publicado en 1853, Humboldt se refirió a la ascensión del cerro Pichincha y las tristes circunstancias que llevaron a la muerte de Caldas, primero, y de Montúfar, después: und am 28ten Morgens um halb fünf Uhr waren wir schon wieder auf dem Wege nach Rucu-Pichincha: Bonpland, Carlos Montufar und der gelehrte José Caldas, Schüler des großen Botanikers Mutis. Zwei dieser Gefährten, Caldas und unser jüngerer, liebenswürdiger Freund Carlos Montufar, wurden wenige Jahre nachher als Gefangene des Generals Morillo erschossen.20 [y a las cuatro treinta de la madrugada del 28 ya estábamos otra vez en camino hacia RucuPichincha: Bonpland, Carlos Montufar y el sabio José Caldas, discípulo del gran botánico Mutis. Dos de estos compañeros de ruta, Caldas y nuestro joven y amable amigo Carlos Montúfar fueron fusilados pocos años después tras ser tomados como prisioneros por el general Morillo (traducción propia).]

Caldas aplicó todo lo que había aprendido inmediatamente tras la partida de Humboldt, Bonpland y Montúfar. A pesar de su decepción, no permaneció inactivo y en la carta ya citada del 21 de abril, presentó a Mutis sus propios planes expedicionarios, que, como los de Humboldt, partían de Quito hacia el sur, en dirección a Riobamba y Loja pero que luego seguían hacia el actual territorio mexicano, a la Havana, Jamaica y Puerto Rico.21 En Junio, Mutis lo convirtió en miembro honorífico de la Real Expedición Botánica como muestra de su apoyo y le prometió ayuda financiera. El plan de viaje terminó dividiéndose en dos tramos más humildes, que, durante la segunda mitad de 1802 y durante 1803, lo llevaron, entre otros lados, a Ibarra, al norte de Quito. La relación

19 Cfr. con Alexander von Humboldt, «Geografía de las plantas…» (traducido por D. Jorge Tadeo Lozano), Francisco José de Caldas, Seminario del Nuevo Reino de Granada, Bogotá, Editorial Kelly, 1942, t. II: pp. 21 ss. 20 Alexander von Humboldt, «Geognostische und physikalische Beobachtungen über die Vulkane des Hochlandes von Quito», Kleinere Schriften (Stuttgart y Tubinga: J.G. Cotta’scher Verlag, 1853), pp. 66-67. Luego de llegar con Humbolt y Bonpland a París, Montúfar (1780-1816) siguió viaje hacia Madrid, donde se puso al servicio del ejército español. Más tarde volvió a Quito donde quiso reducir a los rebeldes, pero terminó uniéndoseles y, en diciembre de 1814 ingresó victorioso a Bogotá acompañando a Simón Bolívar. Otras batallas llevaron a su detención y posterior fusilamiento el 31 de julio de 1816 en Buga (actual territorio colombiano). 21 Cfr. con Francisco José de Caldas, «Memoria sobre el plan de un viaje proyectado de Quito a la América septentrional», Obras Completas (cfr. nota 6), pp. 303-321.

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entre Caldas y el presidente de la Audiencia de Quito, el Barón de Carondelet, redundó en una nueva expedición entre julio y octubre de 1803 y en un mapa que establecía el camino de Ibarra hasta la costa pasando por Malbucho para permitir el comercio. El informe de estos dos viajes puede leerse ahora en esta edición facsímile. A finales de 1804 finalmente logró llevar adelante la expedición al sur de Quito hasta Loja en la que lo que más le preocupaba era el estudio de la cascarilla de loja (cinchona pubescens), utilizada como medicina contra la malaria, algo por lo que Mutis se interesaba desde el punto de vista económico. Se estima que durante los viajes realizados entre 1802 y 1805 Caldas recolectó más de 6000 especies de plantas, de los que en muchos casos hizo dibujos.22 PRETENSIONES LITERARIAS: ASCENSIONES En esta segunda parte se intentará determinar si los escritos de Caldas son comparables en términos de calidad literaria a los de Humboldt, para lo que se analizarán las descripciones de dos ascensiones: la de Humboldt al cerro Chimborazo y la de Caldas al cerro Imbabura, contenida en el relato de viajes publicado en esta edición. Pero comenzaremos con la descripción de Humboldt de su ascensión al Chimborazo. «Le 23 juin 1802 (il y a 3 ans que le même jour nos montâmes au pic de Teide) nous montâmes au Chimborazo»23, así introduce Humboldt la descripción del Chimborazo, con sus 6310 metros de altura, un cerro que, antes de la medición de la Expedición Indian Survey al Himalaya en 1830 era considerado el pico más alto del mundo. El punto de partida fue en Calpi, un pequeño pueblo situado en la ladera sud-sudeste de la montaña, a unos 3100 metros de altura. Con la ayuda de burros atravesaron el páramo situado entre los 3600 y 4800 metros, el grupo escaló poco a poco hasta llegar al límite de la nieve eterna. La descripción de Humboldt contiene reiterados comentarios sobre la economía local, la geografía, la geología, la vulcanología y la botánica, que interrumpen una y otra vez el relato de la ascensión. Para dar sólo un ejemplo, Humboldt sospecha que el Chimborazo tiene un origen volcánico. Las rocas por las que escalaban se parecen a las de las montañas volcánicas que ya había recorrido: «Cette ressemblance avec des effets d’éruptions incontestables et les matières brûlées que nos trouvâmes à chaque pas ne nous laissent pas de doute que nous montions sur une reventación même».24 La interrupción de la descripción por medio de anotaciones científicas se hace especialmente patente en el punto en el que el grupo de escaladores ve una quebrada imposible de cruzar: «Nous montâmes encore une demi heure. Il faisait si nébouleux que nous ne vîmes pas la cime. La traînée de pierres continuait toujours. Il nous vint une lueur d’espérance de parvenir à la cime. Mais une grande cre- […]».25 Concretamente 22 Santiago Diaz-Piedrahita, «Caldas y la Historia natural», Molinos (cfr. nota 5) 114. Cfr. las reproducciones de algunos dibujos en ibídem, 79 ss. 23 Humboldt, Reise auf dem Río Magdalena (cfr. nota 16), parte I: p. 219. 24 Ibídem, parte I: p. 220. 25 Ibídem, parte I: p. 220.

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siguen las explicaciones científicas luego del «cre-» de «crevasse». Se trata de comentarios sobre las piedras recolectadas en los cerros Chimborazo, Yanaurcu y Tungurahua, sobre las mediciones geométricas realizadas en el Tungurahua y sobre la erupción del Moya de Pelileo. Humboldt introduce también una nota sobre la historia de los jesuitas antes de continuar con su informe, siete páginas después, con «vasse»: «vasse mit fin à nos tentatives. Elle avait au moins près de 90 t[oises] de profondeur et peut-être 10 t[oises] de large».26 Tal como lo expresan Lubrich y Ette en su análisis publicado con motivo de una nueva edición, Humboldt crea un momento de suspenso («cliffhanger») al dejar a sus lectores pendiendo casi literalmente de sus palabras.27 Es posible ver estos detalles científicos y literarios como un momento de retardo que aumenta aún más la tensión dramática del ascenso. De cualquier modo, en el informe de Humboldt no faltan las descripciones dramático-literarias. El avance sobre un espinazo muy angosto, con una pendiente escarpada y cubierta de hielo a un lado y un precipicio rocoso al otro, se describe drásticamente: On avait à choisir s’il valait mieux se briser les membres en tombant contre ces rochers où l’on aurait été bien reçu à 160-200 t[oises] de profondeur, ou si à gouche on voulait rouler sur la neige à un abîme beaucoup plus profond. La dernière chute nous parut la plus affreuse. La croûte gelée était mince et on se serait enterré dans la neige sans espérance de revenir au jour.28

Incluso los síntomas ligados al apunamiento son descritos no sin cierto drama: Aussi la respiration était furieusement gênée et ce que était plus incommode encore, tout le monde se sentit un malaise, une envie de vomir. Un campagnard (Chagra de S[an] Juan) que nous suivait avec beaucoup de bonne volonté, homme très robuste, assurait que de sa vie il n’avait senti l’estomac si gâté qu’en ce moment. Avec cela nous saignions des gencives de lèvres. Le blanc de nos yeux était injecté de sang. Chez Montúfar le corps [étant] le plus rempli de sang tous ces phénomènes étaient les plus frappants. Nous avions tous la tête très faible, un vertige constant, très dangereux dans la situation dans laquelle nous nous trouvâmes.29

En un giro mitológico-literario, la quebrada imposible de cruzar se convierte pronto en «nos Colonnes d’Hercule»,30 con lo que Humboldt hace referencia a las montañas Kalpe y Abyla, que Hércules supuestamente puso entre Europa y África, en el estrecho de Gibraltar, para marcar el fin del mundo. Pero la metáfora no se agota en lo mítico. Así 26 Ibídem, parte I: p. 220. Sin embargo, la interrupción del texto no puede verse en la edición de Faak aquí citada (cfr. nota 26), pues Faak editó el pasaje para no interrumpir el flujo de la descripción. Sí se ve la interrupción al acceder al original o bien, al leer la traducción de Marcel Vejmelka en la re-edición de la ascensión del Chimborazo: Alexander von Humboldt, Über einen Versuch den Gipfel des Chimborazo zu ersteigen (cfr. nota 4), pp. 87 y 96. 27 Cfr. con Oliver Lubrich y Ottmar Ette, «Versuch über Humboldt», en ibídem, pp. 17-18. 28 Humboldt, Reise auf dem Río Magdalena (cfr. nota 16), parte I: p. 219. 29 Ibídem, parte I: p. 220. 30 Ibídem.

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Alexander von Humboldt 1800. Grabado de A. H. Payne, publicado por Brain & Payen (© Georgios Dreamstine.com).

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como los marineros se arriesgaron por fin a cruzar el estrecho de Gibraltar, Humboldt señalaba que algún día alguien vencería a la montaña, lo que sucedió el 4 de enero de 1880 con el inglés Edward Whymper.31 La descripción de la breve estadía a 3036 toesas (5881 m) de altura, que Humboldt mide con el barómetro, no queda despojada de sus elementos literarios por su monumentalidad: «Notre séjour à cette immense hauteur était des plus tristes et lugubres. Nous étions enveloppés dans une brume que ne nous laissait voir que par intervalle les abîmes qui nous entouraient. Aucun être vivant, aucun insecte, pas même le Condor que à Antisana planait au-dessous de nos têtes, vivifiait les airs».32 Durante el descenso, el relato recupera una vez más su teatralidad, a la luz del peligro inminente: A peine nous trouvions nous à 2900 t[oises] de hauteur qu’il commençait d’abord à grêler (une grêle fine opaque-blanche de neige) et 300 t[oises] plus bas à neiger, mais d’une force qu’en moins de 20 minutes il tomba plus de 10-20 pouces de neige. Nous étions en petites bottes, en simple habit, sans gants (on les connaît à peine ici); que l’on juge comment nous nous trouvions. Les mains ensanglantées, heurtant à chaque instant un pied malade ulcéré contre des roches aiguies, forcé de calculer chaque pas ne voyant plus le chemin déjà couvert de neige […].33

Pero, para que su descripción no se vuelva demasiado dramática, Humboldt deconstruye la escena con un toque de ironía. Durante el recorrido del espinazo citado más arriba, tenían la opción «au mieux»34 de rodar a un lado de la ladera o caer al precipicio por el otro lado, un precipicio en cuya profundidad uno «aurait été bien reçu».35 Durante este descenso, el estado de Humboldt parece haber sido un «peu plaisante»36 . El informe sobre el ascenso al Chimborazo termina con objetividad: «Nous revînmes à la région de la neige perpétuelle à 2h 7’ et reprîmes la route de Calpi par le Páramo de Pungupala, situé au nord des llanos de Sisgun et des Llanos de Luisa A 5h nous étions à Calpi».37 Lo que Humboldt nos ofrece aquí es, en cierta medida, un preludio de ese «cuadro de la naturaleza» mencionado al principio y que en el prólogo a su obra tardía Kosmos menciona de la siguiente manera: Indem das allgemeine Naturgemälde von den fernsten Nebelflecken und kreisenden Doppelsternen des Weltraums zu den tellurischen Erscheinungen der Geographie der Organismen (Pflanzen, Thiere und Menschen-Racen) herabsteigt, enthält es schon das, was ich als das Wichtigste und Wesentlichste meines ganzen Unternehmens betrachte: die innere Verket31 32 33 34 35 36 37

Cfr. con Lubrich y Ette, «Versuch über Humboldt» (cfr. nota 27), pp. 56-57. Humboldt, Reise auf dem Río Magdalena (cfr. nota 16), parte I: p. 221. Ibídem, parte I: pp. 221-222. Ibídem, parte I: p. 219. Ibídem, parte I: p. 219. Ibídem, parte I: p. 222. Ibídem, parte I: p. 222.

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tung des Allgemeinen mit dem Besonderen, den Geist der Behandlung in Auswahl der Erfahrungssätze, in Form und Styl der Composition.38 [Al descender el cuadro general de la naturaleza desde sus lejanas manchas nebulosas y desde las estrellas binarias que giran en el espacio a las manifestaciones telúricas de la geografía de los organismos (plantas, animales, y razas humanas) recibe eso que considero lo más importante y esencial de toda mi empresa: el concatenamiento de lo general con lo particular, el espíritu del tratamiento a través de la selección de las frases de la experiencia, con la forma y el estilo de la composición (traducción propia)].

En otro punto Humboldt agrega que este cuadro de la naturaleza es «científicamente exacto», pero sin que por ello carezca de «la fuerza revitalizadora de la imaginación»; es decir, de lo «poético».39 Si bien la descripción del descenso del Chimborazo no logra el vuelvo intelectual del cuadro de la naturaleza, sus elementos científicos y literarios son un componente esencial de éste. Y, después de todo, la altura alcanzada a través de la ascensión a una montaña es el lugar más apropiado para lograr una perspectiva panorámica de las cosas (en el pleno sentido de la expresión), que también brinde inspiración poética. Cabe preguntarse si Caldas puede ofrecer algo similar. Tal como ya se ha dicho, mientras compartían una estadía en Quito, y, aunque Caldas no tenía particular interés por las ascensiones, Humboldt le invitó a acompañarlo durante su subida al cerro Pichincha. El 14 de septiembre de 1802 realizó la ascensión del volcán Imbabura, de 4609 metros de altura, ubicado en Ibarra, al norte de Quito. Pasaron una noche fría, empapados por la lluvia y la nieve en una primitiva «cabaña» de la montaña: «Llenos de incomodidad cubiertos de nieve pasé la noche mas helada de mi vida».40 La subida no carece de cierto dramatismo y también menciona un recorrido a lo largo de un espinazo que Caldas, al igual que Humboldt, sabe narrar creando suspenso: Comensamos á escalar esta terrible montaña. El crater es inacesible p.r todas partes excepto p.r la del Este, q.e seguram.te fue p.r donde arrojo todo el material al tiempo de su erupcion. Este lado no se compone de otra cosa q.e grandes trozos de roca despedazas [sic] y amontonad.s confusam.te unas sobre otras. No se puede dar un paso sin horror y en la orilla de espantosos presipicios. El sendero apenas tiene ½ vara de ancho, y no son otra cosa q-escalones cavados en la roca p.r los Indios q.e tienen el trizte y terrible empleo de baxar nieve. En algunas partes es preciso acirse de las pajas con las manos p.a no presipitarse en 200, ó 300 v.s de profundidad. Yo he visto el [sic] con espanto el lugar en q- se presipitó uno de estos infelicesquando volvia cargado de nieve.41

Pero, «con ardor» quiere ver Caldas el cráter y desestima «todos los peligros».42 Finalmente llegan a destino: 38 39 40 41 42

Humboldt, Kosmos (cfr. nota 2), p. 6. Ibídem, t. 2: pp. 223-224. Cfr. esta edición facsímile. Ibídem. Ibídem.

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De presipicio en presipicio, llegamos á las 9 de la mañana a la orilla del cráter agotados de sudor y de cansancio. ¡Que espectaculo! El horror, y un secreto placer se apoderaron de mi alma. No me canzaba de veer y de admirar de cerca á esta naturaleza espantosa. Rocas quemadas, y destrosadas, puntas, pomez, arena, azufre, nieve, greda presipios [sic] confucion eran los objetos q.e se presentaban á mis ojos. Yo me mantuve largo tiempo en considerarlos, y en en compararlos con los que habia visto en Pitchincha. Si la inmensa boca de éste presenta á Mr de la Condamine una viva imagen del Chaos de los Poetas, ¿q.e habria parecido la de Imbabura que aunque menor en su diametro es sin comparacion mas horrorosa que la de Pichincha?43

Para expresar con mayor plasticidad esta impresión, Caldas agrega un pequeño dibujo de la montaña.44 Aunque quiere descender a toda costa por el cráter para medir su profundidad y tomar muestras de las piedras, todo termina en un nuevo momento dramático al atravesar una ladera escarpada de piedra pómez que se desprende a su paso. A diferencia del uso de las formas pretéritas de las citas anteriores, nótese aquí la utilización del presente para darle mayor dramatismo al momento de peligro: Apenas había dado 3 pasos sobre la pomez, quando veo que todo se remueve, y q.e no puediendo [sic] sostenerme en pie, me siento, y aun en esta situacion comienzo á presipitarme hacia el fondo de este espantoso cráter; creo llegado el fin de mi vida, y doy una voz á mi guia. Este Indio generoso, vuelve, la vista, me vé perdido, se abanza hacia mi, con una intrepidez inaudita, se arroja sobre el peligro, me hace del brazo derecho, me saca del presipicio y me dá la vida. Mi alma pasó en un momento de todos los horrores de la muerte, á los sentimientos del mas vivo reconocim.to. [sic] Ah! transportado, beso la mano de mi libertador y le testifico de todos modos mi agradesimiento. Este indio generoso se llama, p.rqe es justo nombrarle, Salvador Chuquin.45

La gratitud de Caldas sirve, al menos, para dar identidad a uno de los muchos aborígenes que brindaban ayuda y consejos imprescindibles para los viajeros como Caldas y Humboldt, pero que, en su gran mayoría, desaparecieron en el anonimato. Pero Caldas y Chuquín todavía no han sorteado todos los peligros, pues a fin de cuentas parecen verse obligados a regresar por el mismo camino, aunque Caldas tiene miedo de hacerlo. Chuquín encuentra una ruta alternativa que también encierra peligros: El gasto algun tiempo en registrar el terreno, y volvió diciendome q.e no quedaba otro recurso para salir de este lugar q.e tomar el mismo camino ú otro aún más peligroso q.e el primero, pero de piedra solidisima. Yo medité, ví mi nuevo sendero y temblé; yo estaba entre Silá y Caribdis; pero era preciso resolverse con prontitud antes de perecer con alguna roca desprendida de lo alto p.r el viento. Elegí á todo riesgo el camino de piedra y comensamos a subir. Una profundidad espantosa á la derecha; otra aunque menor á la izquierda 43 Ibídem. 44 Cfr. ibídem. 45 Ibídem.

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me esperaban al menor desliz en mis masos [sic - pasos]. Con manos y con piez, nos afirmábamos p.a subir esta temible roca, llenos de sudor y cansancio ganamos con felicidad el labio de la boca por donde habíamos entrado.46

Este camino entre los precipicios recuerda nuevamente a la descripción que Humboldt hace de su ascensión al Chimborazo en circunstancias similares. Al igual que Humboldt, a Caldas lo acompañan la nieve y un fuerte granizo: Par [sic] el colmo de n–ros trabajos comenzo á nevar y á caer unas pequeñas telas de yelo de 2-3 lineas en quadro q.e en el paiz llaman Papa-cara. Este granizo nos mojó el sendero y lo puso en estado de no poder dar un paso sin riesgo de la vida. Yo conocí esto temprano y p.r consejo de mi Chuquin amado dexé el calzado, y apie desnudo empesamos á baxar los terribles presipios [sic] q.e habiamos subido p.r la mañana. En algunas partes era necesario caminar sentado p.a no perecer. En fin afuerza de constanica y de maña volvimos bien tarde án–ras chozas, q.e no distaban del Crater ½ legua p.r el ayre.47

La subida de Caldas al cerro Imbabura se cita aquí con gran extensión para dejar que el talento literario del científico hable por sí sólo, con todas las particularidades e inconsistencias de su ortografía, pues logra darle al dramatismo del ascenso y descenso de la montaña y del cráter una expresión cargada de suspenso. La referencia a Charles Marie de la Condamine, que, junto con Jorge Juan y Antonio de Ulloa, emprendió un viaje a científico a Sudamérica en 1735 para dar fin a la discusión acerca de la forma elíptica de la tierra da cuenta de la erudición de Caldas.48 En ocasión de ese recorrido, los viajeros también ascendieron el Pichincha, algo que nuestro autor menciona. Tampoco falta la referencia mitológica, en este caso a los monstruos Sila y Caribde, como metáfora para el peligro. Es probable que la ironía no haya sido uno de los rasgos de su personalidad, pues no aparece en su descripción de la subida al Imbabura y tampoco en sus otros escritos, al menos no de ese modo tan propio del mundano Humboldt. Caldas tampoco logra dejarnos «pendiendo» literariamente de sus palabras, mucho menos nos arrolla con un sinnúmero de fuentes y conocimientos para llenar los vacíos, eso que en Humboldt es un intento por brindar una mirada global. Si bien es cierto que Caldas describe el Imbabura desde el punto de vista geológico y que registra sus mediciones de temperatura y presión, sus datos científicos no salen del contexto inmediato como sí lo hacen los de Humboldt. El hecho de que haya escalado menos montañas que Humboldt para inspirarse con la inmensidad del panorama, puede ser un motivo por el cual que su prosa no llega a estar a la altura de la de Humboldt. La erudición y el concepto de «cuadro de la naturaleza» es lo que le permiten al científico alemán dar a la ascensión

46 Ibídem. 47 Ibídem. 48 Cfr. con Charles Marie de la Condamine, Relation abregée d’un Voyage fait dans l’Interieur de l’Amérique méridionale […], Paris, Veuve Pissot, 1745.

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CALDAS, SU RELACIÓN CON ALEXANDER VON HUMBOLDT

del Chimborazo un vuelo estético, en tanto que la descripción de la subida de Caldas al Imbabura resulta más parca en este sentido. Mauricio Olarte sintetiza de la siguiente manera las ventajas materiales, informativas, sociales y científicas con las que contaba Humboldt en comparación con Caldas: Su importancia y su éxito deben explicarse en relación con su capacidad de movilizar recursos, datos e información en una escala mayor. […] El éxito de un autor no se reduce a su genialidad ni a la originalidad de sus ideas, es más bien un problema de comunicación, de cómo circula el conocimiento y cómo se construye credibilidad dentro de la cultura de la Ilustración europea.49

Si las circunstancias históricas hubiesen sido otras, quizá el aporte de Caldas habría ocupado un lugar diferente en la corriente de saber propia de su época. Visto de este modo, los méritos científicos, culturales y estéticos del relato de viaje escrito por Francisco José de Caldas no deben permanecer ocultos, dado que este documento es parte de la tradición de la literatura de viajes del siglo XIX y es una contribución significativa al acervo del pensamiento criollo ilustrado.

49 Mauricio Nieto Olarte, «Alexander von Humboldt y Francisco José de Caldas: americanismo y eurocentrismo en el Nuevo Reino de Granada», en Mariano Cuesta Domingo y Sandra Rebok (eds.), Alexander von Humboldt. Estancia en España y viaje americano, Madrid: Real Sociedad Geográfica. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2008, pp. 136-137.

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