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Spanish Pages [194] Year 2020
Table of Contents INTRODUCCIÓN 1. LA CIENCIA DE M ATERIALES: UNA ALTERNATIVA PARA EL ESTUDIO Y PRESERVACIÓN DE LOS BIEN ES ARQUEOLÓGICOS 2. DELIBERACIÓN DE LA NOCIÓN DE PASTA EN LOS ESTUDIOS PETROGRÁFICOS DE LAS TECNOLOGÍAS ALFARERAS DEL PASADO 3. ESTUDIO PETROGRÁFICO DE LA CERÁMICA DEL PRECLÁSICO DE CERRO DE LOS M UERTOS Y EL TIGRE, CAMPECHE 4. DE LAS UNIDADES HABITACIONALES HISTÓRICAS A LAS ESTRUCTURAS PREHISPÁNICAS: CONSIDERACIONES SO BR E LA APLICACIÓN DE ANÁLISIS QUÍMICOS EN DOS CONTEXTOS YUCATECOS 5. ENFOQUE INTERDISCIPLINARIO EN EL ESTUDIO DE LA ARQUITECTURA DE TIE R R A PREHISPÁNICA EN EL TRÓPICO HÚMEDO MEXICANO 6. ESPACIOS Y T ER IT O R IO S EN LOS PAISAJES DE BAJOS Y ZONAS INUNDABLES DEL CURSO MEDIO DEL RÍO USUMACINTA, TABASCO 7. PRO PU ESTA DE ANÁLISIS ARQUEOACÚSTICO DE INSTRUMENTOS MUSICALES PREHISPÁNICOS MAYAS BIBLIOGRAFÍA AVISO LEGAL
Diálogos entre saberes. Estudios interdisciplinarios en Arqueología
Francisca Zalaquett, Keiko Teranishi y Socorro Jiménez (editoras)
INTRODUCCIÓN Ke i k o Te r a n i s h i
y
Fr a n c i s c a Za l a q u e t t
En este libro se presentan investigaciones interdisciplinarias efectuadas en el área maya y en el sur de Veracruz; regiones cercanas que permiten una visión amplia de conocimientos y experiencias, las cuales plantean una apertura de horizontes socio-culturales que son de gran utilidad para la aplicación de estrategias de investigación y trabajo en equipo en el área maya. A finales de la década de los ochenta, se generó una búsqueda de nuevos conceptos de conocimiento para superar el modelo lógico-formal y su razonamiento deductivo como vía de acceso al conocimiento. Bajo esta premisa se relacionaron disciplinas que convergían en el estudio de temáticas comunes, las cuales podían ser abordadas desde plataformas disciplinarias diversas, y así evitar la especialización fragmentada que tanto había estancado al conocimiento en los años setenta. En este escenario, las lógicas dialécticas con su movimiento (Hegel, 1984) junto con el diálogo interdisciplinario fueron claves en la configuración de este nuevo actuar; en el que los saberes de un proceso social de cualquier temporalidad histórica permitían explorar un sinfín de recursos de otras disciplinas, que integrarían estas temáticas complejas y cambiantes. Los conceptos de creación e innovación fueron claves para refrescar las miradas de la exploración e investigación, siendo reemplazadas las lógicas formales, objetivismo,
determinismos
y contrastación
por
los
conceptos
de
complejidad en los estudios sociales, culturales, biológicos, históricos, etcétera. Las ciencias humanas han desarrollado paradigmas con vacíos explicativos relacionados con las realidades actuales, lo que ha permitido
cuestionar el rol de las comunidades académicas respecto a esta complejidad presente, y, como bien lo señalan Martínez, Hernández y González (2007), asumir los cambios en las esferas de la ciencia y tecnología con una visión integral, e implementar una educación interdisciplinaria que tenga un enfoque integral local e internacional. Se entiende como “interdisciplina" una instancia donde los modelos, leyes, categorías y técnicas que provienen de disciplinas diferentes se mezclan para promover un conocimiento nuevo, un producto que resulta distinto a los existentes en las disciplinas que contribuyeron a configurarlo (Follari, 2013: 123). Lo interdisciplinar es una construcción, implica un proceso de constitución y configuración que exige a las disciplinas que se han mantenido históricamente diferenciadas ser capaces de sintetizar aspectos determinados de sus teorías, métodos y desarrollos en general, consiguiendo así una integración mutua en relación a propósitos prefijados. Es imposible mezclar lo que no existe; sin disciplinas no hay interdisciplina, donde se priorice lo colectivo sobre lo individual, una propuesta de trabajo con grupos enfocados en un problema específico
de analizar.
La
interdisciplina permite responder cuestionamientos complejos, problemas que van más allá de la mira de una sola disciplina, así como lograr unidad en el conocimiento en una escala limitada o grande. Este es un elemento con el que muchas veces se encuentran los arqueólogos cuando analizan los contextos
y materiales
asociados
a una
actividad
en
común.
La
interdisciplina se plantea como una herramienta esencial en la práctica arqueológica, ya que permite enriquecer y abrir las fronteras entre especialidades, con el objetivo de dar una respuesta fundamentada sobre diferentes elementos que coinciden en una determinada práctica social, la cual es imprescindible de analizar con una unidad de conocimiento. Por todo lo anterior, se presentan al lector algunas herramientas metodológicas y analíticas provenientes de disciplinas como las ciencias de los materiales, física, química, biología y modelación tridimensional que son
claves en el análisis de materiales arqueológicos. Es indicado comenzar con el trabajo de Domínguez, Espinosa, Folan y Villegas, quienes plantean la necesidad y gran oportunidad de contar con estudios interdisciplinarios que incluyan análisis procedentes de las ciencias de los materiales para el trabajo con bienes culturales, tanto para su restauración como para su preservación. Además proveen de información básica fisicoquímica de composición de los materiales, lo cual permite analizar las fuentes de obtención, especialización, consumo e intercambio de materias primas en la manufactura de cerámica y pinturas que aplicaron como estudio de caso en el sitio arqueológico de Calakmul. Esto les permitió reconstruir algunos patrones de movilidad de los materiales y proponer modelos prehispánicos de producción de bienes a nivel local y regional. Posteriormente, Jiménez hace una revisión exhaustiva de los conceptos que se han utilizado en los análisis cerámicos arqueológicos, donde sostiene que la petrografía es una técnica que se utiliza mecánicamente para establecer una clasificación e interpretación de las pastas, en la cual se aplican términos geológicos, por ello propone no efectuar una extrapolación conceptual directa del significado de los parámetros geológicos a la arqueología; ya que esto limita mucho la interpretación social relacionada con la composición mineral de las pastas. La acción deliberada o no de las materias primas agregadas tiene implicaciones en el estilo, tecnología y función de los artefactos cerámicos durante el proceso de manufactura y uso social. Concluye que la petrografía cerámica debe diseñar sus propios parámetros de acuerdo con la investigación a efectuar. Luego de esta revisión conceptual y práctica, se presenta el estudio petrográfico de las secciones delgadas de Cerro de los Muertos y la periferia de El Tigre efectuado por Ancona, donde analiza estos datos en conjunto con los atributos de la forma de las vasijas; los engobes y las decoraciones ayudan a comprender una parte de la tecnología cerámica del Preclásico. Explica que las cerámicas más tempranas identificadas en estos sitios están
fechadas para el Preclásico Medio, pero su actividad aumentó durante el Preclásico Tardío y Protoclásico. Sin embargo, las características de la pasta cerámica no muestran grandes cambios entre el Preclásico Medio y el Preclásico Tardío, aunque detecta modificaciones sustanciales en los acabados de superficie, en algunas de las decoraciones y formas de las vasijas. Daneels y Piña presentan su estudio de la arquitectura de tierra cruda en el trópico mexicano, este caso es innovador, ya que cuenta con una metodología de control no sólo de materiales constructivos sino de las condiciones ambientales que afectaron la preservación de esta arquitectura. Conocer las técnicas constructivas del período Clásico en el Centro de Veracruz es un modelo metodológico a seguir para otras tradiciones constructivas del trópico húmedo mexicano, y que en este caso revelaron una arquitectura preventiva. Siguiendo con la línea de análisis geoarqueológicos, pero en este caso a nivel
regional,
Teranishi
analiza
los
paisajes
habitados
por
los
asentamientos del Preclásico Medio-Tardío en las planicies de la cuenca media del río Usumacinta. Esta organización espacial en un paisaje de bajos y zonas inundables permite detectar parcialidades territoriales con fronteras frágilmente delimitadas por rasgos geográficos, con elementos tempranos
de
expansión,
crecimiento
y
complejización
de
los
asentamientos. Este proceso dio paso a una jerarquización local estable y de larga duración. En arquitectura también se trabaja interdisciplinariamente, y el trabajo de residuos en los pisos de Zimmerman y Fernández es un buen ejemplo, ya que cuestionan cómo la variabilidad cronológica y de ocupación de los contextos, el estrato socioeconómico de los ocupantes, las características constructivas y los procesos de formación, ocupación y posible reocupación de los espacios, pueden incidir en la interpretación de los resultados químicos la cronología y duración de la ocupación de los contextos. Analizan
la Estructura 2D6 de Chichén Itzá, en la que obtienen altas concentraciones de fosfatos en las banquetas, lo que los hace pensar en las imágenes del período Clásico de los dignatarios consumiendo, junto con su corte, abundante comida y bebida en reuniones semipúblicas. Proponen realizar un estudio sistemático en solares actuales mayas de diferentes regiones, que documente patrones y diferencias de actividades y uso del espacio, ya sea en espacios domésticos o en otros tipos de contexto, para así contar con ejemplos comparativos de patrones generales de química cuando se cuenta con
presencia
de
letrinas,
tratamiento
a
los
árboles,
áreas
de
nixtamalización y desecho, áreas de lavado y limpieza personal, cría de animales y cultivo de plantas, y áreas de ritual. Otras disciplinas han incursionado y abierto las discusiones en arqueología, como es el caso del trabajo de Zalaquett y Bautista, quienes proponen una perspectiva arqueoacústica para el análisis de aspectos sonoros y sensitivos que se pueden obtener por medio del estudio organológico,
acústico
y contextual
de prácticas
simbólico-rituales,
sonoridad, una hermenéutica que adentra en la experiencia sonora vívida. Las autoras tratan al sonido con una merecida complejidad y arraigo en la vida cotidiana privada y pública de los grupos mayas. Las muchas realidades expuestas en el libro platican con actores, contextos y entornos al interior de las complejidades. La construcción social e histórica de cada uno de los estudios nos lleva a lugares, eventos, materiales, paisajes transformados, y productos culturales, que son nuevas puertas para abrir caminos de conocimiento. Se expone la creatividad de cada una de las especialidades al plantear “formas de conocer”, y la manera en que cada uno de los autores transmite su entusiasmo al haber ingresado en nuevos portales de conocimiento.
1. LA CIENCIA DE MATERIALES: UNA ALTERNATIVA PARA EL ESTUDIO Y PRESERVACIÓN DE LOS BIENES ARQUEOLÓGICOS Ma r í a
del
Ro s a r i o Do m í n g u e z Ca r r a s c o , Ma n u e l Ed u a r d o Es p i n o s a Pe s q u e i r a ,
W i l l i a m J. Fo l a n Hi g g i n s
y
Pa s c a l e Vi l l e g a s
La importancia en el rescate y salvaguarda de nuestro patrimonio cultural ha generado un interés especial por parte de estudiosos de culturas prehispánicas de encaminar las investigaciones arqueológicas hacia la aplicación de técnicas analíticas aportadas por la ciencia de materiales, mismas que han permitido realizar la caracterización de materiales culturales, con la finalidad de conocer las propiedades y usos de los bienes arqueológicos, y promover de esta manera la reproducción y conservación de los mismos. La ciencia de materiales, por lo consiguiente, representa un campo interdisciplinario
útil
para
determinar
las
propiedades
físicas
macroscópicas de diversos tipos de materiales y, en este sentido, los bienes arqueológicos resultan ser elementos idóneos para ser estudiados bajo tales técnicas, ya que nos proporcionan información respecto a la estructura, composición y propiedades de cada uno de estos, permitiendo así ser un elemento
incuestionable
para
complementar
las
interpretaciones
arqueológicas y culturales. La aplicación de técnicas analíticas fisicoquímicas al estudio de los materiales arqueológicos ha resultado ser una herramienta útil para profundizar en aspectos de tipo tecnológico, como los relacionados con el proceso y las técnicas de manufactura de los bienes, así como para complementar las inferencias de tipo social en cuanto a la presencia de intercambios
comerciales
o culturales
de los mismos. Además,
el
conocimiento de las características microestructurales de dichos bienes a
través del uso de técnicas modernas de caracterización ha ayudado en gran medida a tomar decisiones en cuanto a la conservación, restauración y preservación de bienes culturales. Sabemos que los bienes se caracterizaron por plasmar diversas manifestaciones artísticas tangibles producidas por un conjunto de factores complejos que abarcan, en cada pueblo, lo histórico, lo social, lo cultural y lo geográfico, y, por lo tanto, la aportación individual en la creación artística de los mismos está condicionada por las circunstancias que cada asentamiento tuvo que vivir. En este tipo de manifestaciones materiales, como cerámica, pintura, escultura, arquitectura, lapidaria, plumaria y orfebrería, donde la caracterización de materiales es aplicable para su estudio y preservación. Nuestros trabajos se enfocaron en el estudio de dos de estas expresiones materiales: la cerámica y la pintura. En el caso de la cerámica, haremos referencia a un estudio de producción cerámica prehispánica llevado a cabo en el sitio de Calakmul, Campeche, México, y en cuanto a la pintura, nos enfocaremos en un análisis de pigmentos realizado en diversos sitios mayas del período Clásico, en ambos casos se aplicaron técnicas analíticas derivadas de la ciencia de materiales. Caracterización de cerámica maya Tenemos conocimiento, por las fuentes históricas (Landa, 1982:36-37), de que la manufactura de vasijas cerámicas fue una actividad que formó parte de la vida cotidiana de los mayas prehispánicos y que se llevó a cabo dentro de un contexto social, político y económico en el cual fueron originados los patrones de distribución y consumo. La gran cantidad de tiestos cerámicos y la amplia variedad de formas en las vasijas cerámicas del área maya nos hablan de la importancia que adquirió la producción de estos bienes en la sociedad maya, en donde el alfarero aparece como el actor principal de una serie de relaciones sociales y políticas en su entorno.
Los estudios de cerámica, en general, nos han aportado diversa información respecto al origen y desarrollo cultural de los mayas, así como sus redes comerciales y relaciones de tipo social y político, además de profundizar en aspectos particulares tanto de la vida de los miembros de la élite como de la gente del pueblo. Por otro lado, los investigadores que se han dedicado a estudios sobre producción cerámica usando técnicas fisicoquímicas han empezado a definir algunos centros de producción en las tierras bajas del área maya y a esclarecer las pautas de la distribución de estas mismas. Ejemplo de lo anterior fueron los estudios pioneros realizados en los años setenta y ochenta en tres sitios que manifestaron su máximo desarrollo en el período Clásico, como Palenque (Rands, 1988: 173 181), Tikal (Fry, 1979: 495-496; 1981: 151-155) y Lubaantun (Hammond y Harbottle, Gazard, 1976:
149-150), cuyos estudios se concentraron
principalmente en la distribución de vasijas utilitarias y estuvieron basados en atributos de forma/función mediante la aplicación de técnicas analíticas a las arcillas locales y regionales. Estos trabajos mostraron una amplia variedad de pastas que reflejan la importación de algunos bienes por diferentes centros de producción regionales. A finales de los años noventa, se caracterizaron, bajo 4 diferentes técnicas analíticas (petrografía, difracción de rayos X [DRX], microscopía electrónica de barrido de bajo vacío [MEB-BV] y activación de neutrones [AAN]), muestras de tiestos cerámicos diagnósticos pertenecientes a 60 sitios que formaron parte del territorio que ocupó el Estado Regional de Calakmul, con la finalidad de determinar patrones de producción, distribución y consumo de los bienes cerámicos y compararlos con los establecidos para otros sitios mayas; sin embargo, y contrario a lo observado en los sitios antes mencionados, la escasa variabilidad observada en las pastas de las vasijas nos indicó en un primer momento, la poca movilidad de bienes hacia otras regiones aledañas y, por lo consiguiente, la explotación constante de las mismas fuentes durante el período Clásico. Se
registró una distribución uniforme de las formas de las vasijas en los sitios localizados en los alrededores de esta capital regional, como fueron cajetes, ollas, platos y cuencos de diversos tamaños, lo que indica una producción en mayor escala, con una compleja organización productiva y el desarrollo de un alto grado de especialización. Lo anterior nos sugiere además que la producción cerámica en esta entidad política se caracterizó por la presencia de centros de producción locales y regionales dispersos, formados por grupos de alfareros que residían en la periferia de Calakmul y a corta distancia de los centros de menor jerarquía. Tales centros alfareros debieron estar localizados cerca de las fuentes de arcilla proporcionadas por el bajo el Laberinto, considerado como la fuente más importante para la obtención no sólo de la materia prima sino también del combustible necesario para lograr la manufactura cerámica, como sucedió en Tikal en el bajo La Justa (Becker, 2003: 103-104). Reconociendo el estatus político alcanzado por Calakmul, y con base en el estudio químico de los materiales, se propuso que, por lo menos durante el Clásico Tardío, la intensidad de la producción de los bienes utilitarios fue lograda en su mayoría por grupos de alfareros de tiempo completo que trabajaron en talleres nucleados, produciendo bienes a una escala mayor empleando asimismo moldes para lograr la estandarización de sus productos. Respecto a la producción de bienes de prestigio, estos fueron manufacturados por alfareros que se mantenían en centros de producción locales, para después ser circulados a los artesanos especialistas que trabajaron en los edificios públicos del área ceremonial de Calakmul, bajo la supervisión del grupo elitista, como sucedió en los grandes sitios del Clásico maya, pues la escasa uniformidad en la mayoría de la cerámica polícroma muestra la evidencia de los cambios sufridos desde el punto de vista político y social por parte de la clase gobernante. Sin duda alguna, la producción de este tipo de bienes contaba con artistas especializados en pintar vasijas de la más alta calidad técnica y estética, como fue el caso de las tradiciones
artísticas de cerámica fina de sitios como Tikal, Uaxactún, Naranjo, Caracol, Río Azul y Nakbé, por mencionar algunos, además de implicar un alto grado de intensificación del trabajo, pues tales artesanos debieron estar sin duda alguna familiarizados con los diversos aspectos de la ideología de la clase noble y formaban parte de la corte real (Folan, Gunn y Domínguez, 2001: 234-244). En cuanto a la distribución de los bienes cerámicos, la información obtenida a través de la epigrafía (Marcus y Folan, 1994: 22-23; Martin y Grube, 2000: 101-115) evidencia de que el intercambio de bienes cerámicos de prestigio fue el principal modo de distribución en Calakmul como capital de un estado regional, pues no solamente la impresión de su glifo emblema en vasijas policromas de otras entidades políticas ha sido un indicador clave, sino que la presencia de este mismo, en diversos monumentos esculpidos, muestra la escala de los contactos que la élite de Calakmul tenía con otros lugares, así como de las posibles frecuencias de intercambio (figura 1).
R e l a c io n e s
de
C alakm ul — —
R m B r v r iK
i w n
x p i n n v i - i ; t>f
« n u h K ir 'iA ^
Figura 1. Relaciones político-sociales de Calakmul con otros sitios mayas del período Clásico a través de la identificación de su glifo emblema (Martin y Grube, 2000).
Caracterización de pigmentos mayas Otra de las sorprendentes manifestaciones tangibles de los mayas es el diseño de imágenes en vasijas cerámicas, pintura mural, escultura en piedra y estuco modelado (figura 2). Lo anterior muestra el amplio conocimiento que tenían respecto al origen de la materia prima para obtener los colorantes, sea de fuentes animales, vegetales o minerales, los cuales, al combinarlos, producían colores muy llamativos y resistentes a los diferentes factores ambientales y al avance del tiempo.
Figura 2. Aplicación de pigmentos mayas en a) estuco modelado (Edzná, Campeche, México), b) pintura mural (Bonampak, Chiapas, México), c) vasijas cerámicas (Calakmul, Campeche, México) y d) monumentos esculpidos de piedra (Oxpemul, Campeche, México).
Como en el caso de la cerámica, la caracterización de pigmentos se realiza por diversas técnicas analíticas. En nuestro estudio, fueron empleadas la difracción de rayos X (DRX), microscopía electrónica de barrido de bajo vacío (MEB-BV) y la microscopía electrónica de transmisión (TEM), con la finalidad de determinar el origen de las materias primas empleadas en la elaboración de los pigmentos usados en la decoración de vasijas cerámicas, murales, estuco modelado y escultura en piedra; así como determinar la continuidad y/o discontinuidad de las tradiciones pictóricas en diferentes regiones del área maya. De esta manera, fueron recolectadas 80 muestras de pigmentos mayas procedentes de los sitios de Oxpemul, Chicanna, Edzná, Uxul, Xcupilkacab,
Calakmul, Dzehkabtún y Champotón, todos localizados en el Estado de Campeche (Domínguez, 2008b: 8-9) (figura 3).
Figura 3. Sitios arqueológicos muestreados para el estudio de pigmentos mayas (modificado de Valverde, Liendo y Gutiérrez 2010: s/p).
De estas muestras, 12 corresponden a pigmentos extraídos de estucos, ya sea en recubrimientos de muros interiores y/o exteriores o estucos modelados que formaron parte de la decoración exterior de los edificios; 21 muestras corresponden a pigmentos extraídos del material pétreo, como en el caso de las estelas y los altares, y 47 corresponden a tiestos cerámicos diagnósticos con decoración monocroma y polícroma, pertenecientes a diferentes períodos cronológicos. Fueron seleccionadas para un primer análisis por medio de técnicas
analíticas, 25 del total de las muestras, de las cuales 12 pertenecen al sitio de Oxpemul, 3 al sitio de Xcupilkacab, una al sitio de Chicanna, 6 al sitio de Edzná, una al sitio de Uxul y 2 al sitio de Calakmul. Las muestras analizadas incluyeron pigmentos rojo, azul y anaranjado. Los resultados obtenidos permitieron identificar que existieron diferentes recetas en cuanto a la preparación de los pigmentos en los sitios estudiados. Durante la preparación de los pigmentos para su respectivo análisis, fue observado a simple vista, en los materiales de estuco, la presencia de una delgada capa de pasta blanca que funcionó como base para la aplicación de la pigmentación monocroma o polícroma. Para el caso de los materiales pétreos como las estelas y altares, se observó la presencia de esta delgada base blanca directamente sobre la piedra (Domínguez y Espinosa, 2008: 7), indicándonos un patrón en cuanto a las técnicas de aplicación de los pigmentos. Asimismo, se observó en algunas muestras de pigmentos sobre estuco la presencia de dos capas de pintura sobrepuestas, generalmente rojo sobre anaranjado o azul sobre anaranjado, lo que nos indica la importancia del color anaranjado en la aplicación de los pigmentos rojo y azul. Este pigmento fue posiblemente elaborado a base de material orgánico, que podría ser un tinte anaranjado mezclado con una arcilla, similar a la tecnología aplicada para el azul maya. Es debido a este conocimiento adquirido que hemos sugerido nombrar a este pigmento como “anaranjado maya”, en analogía con la amplia percepción que también tenían respecto al color azul (Espinosa, Domínguez et al., 2008: 4-5; Espinosa, Zetina et al., 2008: 7; Domínguez, Espinosa y Folan, 2010: 256-257). Es interesante enfatizar que, de los sitios estudiados, Oxpemul fue el único que incluyó, como pigmento inorgánico, la paligorskita, asociada con hematita en muestras de color rojo del período Clásico Tardío (figura 4). Análisis químicos que fueron realizados con anterioridad en muestras de tiestos cerámicos procedentes del estado regional de Calakmul y de sus
alrededores proporcionaron datos sobre la presencia de paligorskita en sitios localizados al norte de Calakmul durante el período Clásico Temprano. En los períodos del Clásico Tardío y Terminal, el uso de paligorskita disminuyó en la cerámica de los sitios del norte e incrementó en muestras cerámicas procedentes del sur (Domínguez, 2004: 219; 2008a: 235).
Figura 4. Fibras de paligorskita en muestras de pigmento rojo procedente del sitio de Oxpemul, Campeche, México (Domínguez y Espinosa, 2008).
La única fuente de paligorskita identificada hasta el momento en la región de estudio se ubica en el bajo de Nadzcaan, localizado hacia el norte de Calakmul y el noroeste de Oxpemul. Lo anterior significa que durante el período Clásico esta fuente fue explotada para satisfacer las necesidades de consumo de los asentamientos que se encontraban ubicados hacia el norte, en tanto que Calakmul se abasteció de fuentes cercanas como el bajo El
Laberinto, donde la arcilla predominante es la montmorillonita. Desde el punto de vista químico, los datos anteriores sugieren que la arcilla paligorskita es un marcador cultural que define al sitio de Oxpemul como una zona de amortiguamiento durante el período Clásico Temprano entre el Estado Regional de Calakmul y el Estado Regional de Río Bec (Folan et al., 2005: 477; Folan et al., 2009: 31-33; Folan et al., 2008: 111). No obstante, la evidencia de la paligorskita en pigmentos rojo de estelas, altares y estucos provenientes del sitio de Oxpemul nos indica su importante uso durante el período Clásico Tardío, que es la etapa de mayor extensión cultural del Estado Regional de Calakmul, donde Oxpemul aparece como una de sus ciudades tributarias (Domínguez, Espinosa y Folan, 2010: 257 259). Los datos anteriores sugieren que el uso y control de este material en el período Clásico Tardío no sólo estuvo en manos de los alfareros como lo muestran las vasijas cerámicas, sino que también fue controlado por los artistas que tuvieron a su cargo el plasmar una amplia variedad de motivos en sus edificios, esculturas, pinturas y objetos cerámicos, para transmitir aspectos relacionados con su simbolismo religioso y escenas vinculadas con aspectos sociales y políticos de la sociedad maya que vivía en ese momento. Un detalle de interés fue la ausencia de paligorskita en la estela 23 de Oxpemul, la única fechada del período Clásico Temprano. Al respecto, Hubert Robichaux (Robichaux y Pruett, 2008: 91; Robichaux, 2009: 86), ha sugerido que posiblemente haya sido llevada a Oxpemul desde Calakmul. Si esto fuera el caso, podríamos entender de esta manera la ausencia de tal elemento químico. Hasta el momento, los análisis realizados nos han proporcionado importantes datos respecto a la composición química de los pigmentos utilizados por los mayas prehispánicos, infiriendo la complejidad de los mismos por la naturaleza de la materia prima, ya que la combinación de componentes orgánicos e inorgánicos en la elaboración de los mismos
dificulta su análisis bajo determinadas técnicas analíticas, como en el caso de la difracción de rayos X, cuyo análisis impidió la detección de la arcilla paligroskita por la pequeña cantidad de ésta que contenía la muestra de pigmento. Por esta razón, se tiene que recurrir al uso de otras técnicas para complementar la información, como en el caso del microscopio óptico, que permitió observar la presencia de pigmentos orgánicos en los colores anaranjado y azul en muestras de pigmentos aplicados sobre estuco (Espinosa, Domínguez etal., 2008: 7-8) (figura 5).
Organic pigments: maya blue and orange Maya blue
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Figura 5. Presencia de pigmentos orgánicos en azul maya y anaranjado maya en muestras del sitio de Oxpemul, Campeche, México (Espinosa etal., 2008).
Comentarios finales Los estudios anteriormente expuestos han tratado de mostrar los dos diferentes propósitos que persigue la ciencia de materiales cuando se aplica a investigaciones de tipo social. En el primero caso, el uso de técnicas analíticas al estudio de la producción cerámica prehispánica en el Estado Regional de Calakmul nos
proporcionó
información
complementaria
de
tipo
tecnológico
que
difícilmente obtenemos a través de la aplicación de técnicas y métodos arqueológicos. De esta manera, se logró la propuesta de modelos prehispánicos de producción, distribución y consumo de bienes cerámicos a nivel regional. En el segundo caso de estudio, el conocimiento de las propiedades de los pigmentos analizados nos permitió la identificación de técnicas de manufactura empleadas por los artesanos mayas durante el período Clásico, mismas que han sido difundidas a los artesanos y la sociedad en general para su conocimiento, reproducción, conservación y preservación de los mismos como parte del patrimonio cultural de Campeche y de nuestra nación. No quiero concluir, sin destacar la relevancia de aplicar este tipo de técnicas analíticas a estudios sobre aspectos relacionados con la cultura con el propósito de fomentar el estudio y preservación del patrimonio cultural tangible de nuestro país. En este estudio, el empleo de tales técnicas cumplió con los objetivos programados, ya que, para profundizar en los estudios de producción cerámica y de pigmentos mayas, fue necesario efectuar estudios sobre caracterización de materiales, con la finalidad de conocer la composición química elemental de las pastas cerámicas, las arcillas naturales y los pigmentos; así como ampliar el entendimiento sobre el comportamiento de dichos materiales como integrantes de un proceso llevado a cabo por una sociedad determinada para cumplir con una función específica.
2. DELIBERACIÓN DE LA NOCIÓN DE PASTA EN LOS ESTUDIOS PETROGRÁFICOS DE LAS TECNOLOGÍAS ALFARERAS DEL PASADO So c o r r o
del
Pi l a r Ji m é n e z Al v a r e z
y
Ju l i o R. Ch i Ke b
El desarrollo de las sociedades ha estado íntimamente vinculado con la capacidad de sus miembros para producir y conformar los materiales necesarios para satisfacer sus necesidades. Por esta razón se han propuesto muchas hipótesis para explicar cómo la gente confrontó su ambiente natural y social a través del proceso de conocimiento de los recursos naturales. Estos recursos ya transformados en objetos forman parte de lo que se conoce como socio-tecnología de la cultura material. Las sociedades antiguas, por medio de su experiencia cotidiana, sabían cómo extraer y explotar las propiedades de los “barros”, minerales, resinas, colorantes y de toda aquella materia prima o sustancia orgánica e inorgánica que fuese útil para elaborar y/o embellecer sus receptáculos y objetos cerámicos. Cuando el investigador se introduce concretamente en el tema de la pasta de las cerámicas antiguas, muchas veces no reflexiona acerca de los métodos de análisis que se usan para abordar el tema de la tecnología sociocultural del pasado. A pesar de los avances en la aplicación de las técnicas científicas de laboratorio en el estudio de las tecnologías artesanales del pasado, hoy en día se puede observar que la balanza se inclina por la discusión en el aspecto de la precisión de la técnica y su uso repetido, más que por la certeza de los métodos en el desarrollo de las investigaciones cerámicas de acuerdo a las preguntas concebidas. Esta tendencia en el estudio de la pasta cerámica conlleva a una etapa de poca comprensión analítica que afecta de manera trascendental los estudios cerámicos tanto en su labor científica como en su enseñanza académica.
La deliberación de dicho concepto es sumamente importante, pero al mismo tiempo complicada. El análisis reflexivo de su definición guarda varios significados debido a que deben tomarse en cuenta diversos aspectos como diferencias de las propiedades físicas de los objetos culturales (durezas, texturas, meteorización), limitaciones de las técnicas analíticas usadas, orientaciones académicas del investigador y, sobre todo, cuáles son las preguntas planteadas en el diseño de la investigación. Es vasta la literatura mundial relacionada con el tema del estudio analítico de las pastas cerámicas aunado a la infinidad de técnicas que actualmente existen. El presente trabajo, con las limitaciones esperadas, desde la perspectiva arqueológica y de la petrografía cerámica, esta enfocado en la revisión de algunos conceptos y definiciones que se usan para puntualizar la pasta cerámica de los objetos culturales antiguos que han sido sometidos a un proceso de cocimiento, en este caso, refiriéndose a la cerámica arqueológica de la zona maya. Cerámica, alfarería, arcilla, desgrasante, partículas, textura y fábrica son términos que se abordaran en este capítulo. Haciendo un poco de historia: las raíces científicas del concepto de
pasta en los estudios cerámicos mesoamericanos En la actualidad existe un abanico amplio de posibilidades de estudiar la cerámica y la alfarería del pasado, pero siempre se le confina de manera limitada en su tarea científica. Esta limitante en su estudio influye de manera importante en la falta de preocupación respecto al concepto de la pasta cerámica. El estudio de la cerámica antigua se realiza de manera determinada en problemas de cronología cultural. Para comprender las raíces científicas de esta tendencia, es preciso hacer una revisión de algunos hechos importantes que forman parte de este desarrollo histórico.
Coincidimos con Vázquez de León (1996: 27) cuando “sin preámbulos” dice que la escuela Mexicana de Arqueología es una concepción global de un programa de investigación de filiación evolucionista y difusionista que se reproduce idealmente a través de la conservación de un núcleo duro de principios históricos-culturales de los que el concepto de Mesoamérica es el más obvio. No se puede dejar a un lado que la tradición de la arqueología mexicana está tan aferrada a los problemas de cronología cultural mesoamericana que desde los años cincuenta dejaron de ser los principales enfoques de investigación en otras escuelas y tradiciones del mundo. De tal modo que ahora muchos colegas se cuestionan si este enfoque seguirá siendo tan atractivo para nuestros arqueólogos mexicanos que se ocupan de explicar “las alfarerías” del pasado. La especialidad cerámica en México tiene sus raíces en la escuela norteamericana. La práctica inicia con las descripciones históricas de un grupo de etnólogos y antropólogos boasianos que por medio del enfoque del particularismo histórico median el progreso de las culturas a través de las técnicas de manufactura y descripciones detalladas de la cultura material. De este modo se distinguían los grupos étnicos unos de otros, y así se definían sus trayectorias históricas particulares por medio de la tipología de los artefactos cerámicos antiguos. Antes de proseguir con este proceso histórico, hay que recordar que el periodo clasificatorio taxonómico se iluminó de la escuela darwinista de las ciencias naturales cuando los artefactos debían clasificarse como si fueran especies naturales (Willey y Sabloff, 1993). Este enfoque cronológico se afilió decisivamente en los estudios cerámicos y de manera sorprendente se puede observar que
en muchas investigaciones tanto
del ámbito
norteamericano como latinoamericano se le sigue usando como la metodología de análisis privilegiada en la práctica usual de los estudios cerámicos.
Por otra parte, para adentrarnos un poco más al conocimiento de los trabajos relacionados con estudios de las pastas cerámicas en el Centro de México, hay que hacer una mención explícita del trabajo de Oscar Ortega (1990), quien se dio a la tarea importante de hacer un sumario de los trabajos de petrografía cerámica. En este mismo escrito, Ortega (1990: 9) propuso que la “ceramografía” es la práctica analítica en la que el investigador, además de ocuparse de la composición mineral de la pasta, pretende
establecer
lugares
de procedencia
e integra información
geológica.1 Entre los trabajos de petrografía que Ortega (1990: 9) cita, están los análisis mineralógicos de Breskow, del Instituto Geológico de Suecia y quien en 1934, por encargo de Linné, efectuó análisis mineralógicos de la cerámica “anaranjada delgada” procedente de las excavaciones del área de Teotihuacan, llegando a la conclusión de que dicha cerámica es diferente a la del tipo teotihuacano. Años más tarde, en 1962, Alfredo Sotomayor y Noemí Castillo intentaron correlacionar la composición mineral de cuarenta y seis muestras regionales del tipo “anaranjado delgado”. Con base en los resultados y tomando como referencia la Carta Geológica de la República Mexicana, acuñaron el concepto de provincias petrográficas. Probablemente sea éste el primer trabajo que intenta correlacionar grupos minerales con provincias petrográficas (Ortega, 1990: 9) En 1967, Laura Álvarez de la Cadena, Francisca Franco y Samuel Escobar presentan un resumen de las diversas marcas químicas aplicadas a los análisis de cerámica por vía húmeda así como el uso del triángulo de Niggli, utilizado anteriormente en la diferenciación de rocas con base en su composición
química.
Wayne
Lambert,
en
1972,
en
su
informe
“ceramográfico”, analiza además de la mineralogía la forma de los granos, e intenta ubicar un cierto tipo de cerámica en una región determinada considerando aspectos sedimentológicos y mineralógicos (Ortega, 1990: 9).
En 1974, se crea el Laboratorio de Geología del Departamento de Prehistoria, dirigido por Alfredo Sotomayor; allí Manuel Reyes C. y José Luis Lorenzo proporcionan una tabla descriptiva en la cual se contemplan los diferentes atributos cerámicos (Ortega, 1990: 9). Con el Departamento en función, Manuel Reyes Cortés, en 1977, presenta un estudio de las cerámicas del Preclásico procedentes de Tlapacoya, Estado de México, cuya finalidad fue la de establecer similitudes o diferencias entre sus características petrográficas y mineralógicas respecto al tipo de roca y suelo del área en que fueron encontradas. Se realizó por primera vez un reconocimiento geológico del área, así como muestreos y análisis petrográficos de rocas y sedimentos; con base en los anteriores procedimientos, las piezas se clasificaron según su origen en tres grupos principales: Tlapacoya, Cuenca de México y un grupo foráneo. Este trabajo es el primero que logra conjuntar aspectos geológicos de campo con análisis petrográficos mineralógicos (Ortega, 1990: 9-10). Por su parte, a mediados de la década de los treinta, en la escuela norteamericana, los estudios cerámicos se enfocaron en la reconstrucción y descripción de las técnicas de manufactura. Estas descripciones fueron relevantes debido al uso de la petrografía cerámica como técnica geológica auxiliar en el estudio de la procedencia de las pastas cerámicas. Los estudios geológicos pioneros de la especialista en tecnología antigua Shepard (1936 a 1956) acerca de la manufactura y procedencia de los materiales comienzan en la misma época en que el dominio de la investigación arqueológica era situar a los artefactos por medio de la búsqueda estratigráfica de los materiales culturales. Hay que recordar que, entre 1940-1960, el dominio de las tipologías taxonómicas fue el método usual en el estudio de las cerámicas antiguas en el continente americano, sobre todo para investigadores dedicados a investigar la zona maya (De Atley, 1991: 210). El campo intelectual incuestionable de la época ayudó a que los estudios clasificatorios, descriptivos y cronológicos surgieran como
el paradigma dominante en el estudio de las cerámicas del pasado (Bishop y Lange, 1991: 3). Es en esta época cuando los arqueólogos norteamericanos inician de manera trascendental en la zona maya sus programas de investigación en los asentamientos con arquitectura monumental, con un receso en las investigaciones durante los periodos de la primera y la segunda Guerra Mundial. Tiempo después, entre 1955 y 1960, surge un amplio debate en cuanto a las definiciones del periodo histórico- clasificatorio, y no es hasta el final de esta década cuando aparece la tendencia interdisciplinaria. Los estudios de láminas delgadas en el área maya se iniciaron con Shepard (1939) en San José, Guatemala. Esta analista realizó el estudio petrográfico de 104 láminas delgadas. Años mas tarde, en 1958, Shepard, Brainerd y Robert Smith (Shepard, 1939; Brainerd, 1958; Smith, 1971) realizaron la primera selección de muestras petrográficas en Yucatán, México. En los últimos tiempos, la petrografía cerámica en los estudios cerámicos en México es una práctica mucho más usual, aunque se le considera como una herramienta geológica analítica que no necesita mayor discusión en cuanto a la certeza de los métodos usados (Sayre et al., 1957; Sayre et al., 1958; Beaudry, 1991: 225; Bishop, 2003). El concepto de pasta cerámica desde el punto de vista de la arqueología Como constituyente importante de la cerámica y de la alfarería, los estudios cerámicos del pasado se enfocan hacia el análisis de la pasta cerámica. Cerámica y alfarería son expresiones lingüísticas que se usan como sinónimos para referirse a un objeto cultural hecho con arcilla. Desde el punto de vista arqueológico, se puede decir que la pasta cerámica de los objetos o recipientes se compone de la arcilla y sus
constituyentes ya cocidos. Cuando a la pasta cerámica se le visualiza de manera descriptiva en conjunto con otros atributos (acabados de superficie, recubrimientos, decorados, formas, aditamentos, etc.) se le llama cerámica (ceramic), vocablo derivado del griego keram ikós [K£pap.iKÓ$] (Rice, 1987; Ortega, 1990: 24).2 Por otro lado, la palabra alfarería, del árabe alfar (pottery), se relaciona con el trabajo u oficio que se realiza con la arcilla que ha pasado por ciertos procesos tecnológicos y sociales en su transformación. En esta definición hay que considerar que en el trabajo de la alfarería intervienen agentes naturales que fueron manipulados por acciones socialmente complejas en el pasado. Actualmente se sabe que, para interpretar la tecnología cerámica, primero hay que comenzar por entender la reconstrucción básica de las técnicas de manufactura y producción desde los restos arqueológicos, para después estudiar el complejo comportamiento tecnológico como un proceso de la actividad social del pasado (Stark, 1998). Entonces, la tecnología es la dimensión que articula las técnicas de producción y requerimientos de uso para los productos en los aspectos sociales, económicos, políticos, ideológicos de la vida socio-cultural de los pueblos antiguos (De Atley, 1991). En este último punto, el estudio de la pasta cerámica se visualiza en términos descriptivos de las propiedades físico-químicas que permitan determinar evidencias de los hábitos artesanales en sus distintos contextos socio-culturales. No hay duda de que la tecnología en conjunto con las materias primas sirvió para mediar entre el hombre y su ambiente físico y social. Ambos, como formas de producción, constituyen elementos importantes de los esquemas productivos.3 En el sentido arqueológico, el término textura se usa con frecuencia para describir el aspecto superficial externo (textura superficial) o interno de las cerámicas (Jiménez, 2005: 37). Por lo general, en las tipologías cerámicas se delimitan las “clases de pastas cerámicas” que, de acuerdo a la definición de su textura cerámica, pueden ser apreciables bajo dos enfoques
visuales importantes: El macroscópico (textura aparente) y el microscópico (textura microscópica). En el último enfoque se referirá únicamente a las propiedades petrofísicas que pueden ser identificadas en los estudios petrográficos. Cuando a los parámetros texturales se les describe por medio de la observación simple se les llama “textura aparente” (Shepard, 1956: 117). En términos descriptivos y clasificatorios, la pasta cerámica se define por la composición de sus constituyentes: textura, forma y distribución de las partículas, dureza (en términos del grado de su fractura) y color de la arcilla ya alterada por el cocimiento. Entonces, esta textura aparente puede ser descrita en términos divisados para su referencia como una pasta fina, mediana o burda. No se plantea que las características de los materiales y los atributos de la “cerámica” pueden ser sustancialmente diferentes o aproximadamente iguales antes y después de la elaboración del objeto cerámico o como producto de la actividad humana, más bien su reconocimiento descriptivo se basa en las propiedades o atributos físicos que han sido distinguidos de manera tentativa entre el universo infinito de características que auxilian para delimitar una mejor tipología cerámica (Shepard, 1956: 117; Noguera, 1975: 50-53; Jiménez, 2005: 35). El tener claro los diferentes enfoques del concepto de pasta en el sentido de la tecnología productiva permite al investigador entender el modo de estudiar la cerámica antigua. Su definición se basa en el cuestionamiento
que
se
quiera
responder
y
en
la
orientación
interdisciplinaria y las técnicas analíticas utilizadas. El concepto de pasta cerámica desde el punto de vista de la petrografía cerámica Es importante mencionar que la petrografía cerámica puede proporcionar información
apreciable.
Esta técnica,
inmersa
en una metodología
apropiada, ayuda a describir con mayor precisión la composición y alteración mineral, la textura y, con ciertas limitaciones en comparación con el estudio de los sedimentos regionales, inferir las probables zonas de abastecimiento de las materias primas que fueron empleadas por los centros o los alfareros del pasado. Así también con mayor cuidado se pueden estudiar algunos aspectos de la fábrica en términos de las prácticas de la alfarería del pasado: llámese selección de la materia prima, procesado de las arcillas y aspectos relacionados con la transformación de ciertas partículas minerales que han sido alteradas por factores culturales (Stoltman, 2001; Riederer, 2004; Rapp, 2009). Resulta indiscutible que los constituyentes minerales, así como otros elementos, llámense inorgánicos, inciden en la determinación de las propiedades químicas de las cerámicas. Ahora se puede decir que los estudios mineralógicos son precisamente los que brindan las pautas para el análisis posterior de los componentes químicos en las pastas cerámicas. Se ha sugerido que los estudios mineralógicos, químicos y arqueológicos deben ser
realizados
de
manera
complementaria
para
poder
ofrecer
interpretaciones de mayor comprensión y relevancia en la arqueología (Williams, 1983: 302; Rice, 1987: 419, Rands y Bargielski, 1992: 34, Stoltman, 2001: 298). La petrografía cerámica en el esclarecimiento de las pastas cerámicas usa conceptos de la geología sedimentaria. La caracterización de la matriz, partículas o fracción gruesa, textura y fábrica son de uso familiar tanto en la petrografía de las rocas sedimentarias como en la petrografía cerámica. El problema crucial del uso de estos términos comienza desde el momento en que el investigador trata de determinar la arcilla y sus agregados culturales. Oscar Jiménez (2005: 34) explica que es importante diferenciar de forma clara el fenómeno estrictamente geológico del hecho o fenómeno cultural con el fin de no confundir la interpretación de los datos arqueológicos. Como se verá, el alcance de las propiedades identificadas depende de la
pregunta de investigación. Siendo así trascendental que el analista tenga en cuenta que la exploración de las láminas delgadas se realiza en dos etapas: la de caracterización y la de interpretación. En ocasiones suele cuestionarse el proceso a seguir: ¿Por qué es importante visualizar una fase previa descriptiva y otra subsiguiente inferida? Su relevancia se debe a que el estudio de los patrones identificados (incluyendo arcillas y minerales) implica un conjunto de propiedades tangibles inmerso en la caracterización de los materiales; en tanto que el estudio del comportamiento cultural corresponde al nivel explicativo, inferido a partir del estudio de los materiales cerámicos investigados. Asimismo, esta segunda etapa es la más importante debido a que permite ampliar el conocimiento respecto a las conductas humanas, el uso de la tecnología y el aprovisionamiento de los recursos ambientales (Arnold, 1971: 22; 1974: 45). No cabe duda de que desde el punto de vista de aportación científica, la falta de integración de los datos técnicos con respecto a la interpretación de los hallazgos arqueológicos substanciales ocasiona que los resultados sean científicamente “improductivos” (Beaudry, 1991: 251). Desde hace varias décadas atrás, la academia británica consideró la determinación analítica como un área de estudio específico para la identificación física de las características cerámicas. Peacock, desde 1970, formuló de manera explícita el enunciado “determinación analítica” (caracterization), término que, a partir de ese momento, se usó para delimitar el estudio de las propiedades físicas y químicas de las cerámicas con el fin único de aislar de manera metódica y diferenciada los materiales en estudio, convirtiéndose así en un suceso trascendental para la interpretación socio-cultural de las cerámicas arcaicas. Actualmente no se discute que las propiedades identificadas en las láminas delgadas son la evidencia directa de los constituyentes y al mismo tiempo evidencia indirecta cuando se refiere a la fase interpretativa de las “pastas arcillosas” que se usaron en el pasado (Rapp, 2009: 189).
Una vez aclarados ciertos términos comunes en el estudio de las pastas cerámicas arqueológicas, también es importante que se expliquen algunos de los conceptos elementales de la petrografía desde el punto de vista de su desarrollo
analítico
en la descripción
de las rocas sedimentarias.
Definiciones básicas como textura, matriz, fábrica y patrón textural tienen diferentes definiciones en la petrografía básica geológica (Castro, 1989: 20). Antes de comenzar a describir los parámetros empleados en la inspección de las texturas cerámicas, se debe reflexionar un poco sobre los parámetros petrográficos que se usan en la descripción de las texturas y “fabricas” cerámicas arqueológicas. De tal modo, hasta para simplemente explicar la separación entre partícula y matriz es importante conocer cuáles son los principios básicos que se han establecido desde el principio de la petrografía, sobre todo en la descripción de las rocas sedimentarias detríticas. Tomando en consideración ciertas definiciones geológicas (Heinrich, 1965: 21, Sloss, 1969; Corrales, et al., 1977; Castro, 1989: 20) textura se define como la naturaleza y relaciones mutuas entre los componentes individuales de las rocas, granos, matriz y cemento. Tomando como base esta
definición, entonces la textura,
en petrografía cerámica,
está
principalmente determinada por la composición de los granos o rocas minerales o partículas no minerales, el tamaño, la forma y las relaciones mutuas que tienen las partículas gruesas y finas así como las porosidades. Por otra parte, fá b rica , en petrografía cerámica es un concepto diferente al de textura, y debe ser entendido como la orientación preferida de los granos en el agregado respecto a su anchura y longitud (esto se observa bien en las micas, fósiles o partículas alargadas). Es un parámetro específico que sirve para estudiar la orientación de los componentes. La orientación de las porosidades también son indicadores de la fábrica. Fábrica es uno de los conceptos menos definidos y usados, y son pocos los autores que hacen explicita su definición (Hardy, 2006; Sunahara, 2009).
Actualmente se han manifestado otros parámetros como diferencias de la misma textura en las láminas delgadas, rasgo que ha sido interpretado como la mezcla de dos recetas arcillosas o de una mezcla poco cuidadosa de la arcilla y sus componentes, bandas de partículas alineadas cerca de las paredes exteriores e interiores de las vasijas. Las pastas cerámicas se constituyen en dos agregados: masa de partículas o fracción gruesa en la que se estudian los minerales o rocas (y otras partículas inorgánicas) y la fracción fina o matriz cerámica, la cual se refiere a las partículas minerales u orgánicas extremadamente finas (menores a 2 micrones o 0,002 mm) que no pueden ser analizadas con el microscopio polarizante o petrográfico (Jiménez, 2005: 35). Debido al tamaño de sus partículas, al término arcilla se le asocia con el componente principal, masa o volumen de partículas de la fracción fina de las pastas cerámicas (Jiménez, 2005: 35). Es importante mencionar que el término arcilla tiene varias acepciones, según el ámbito en el cual se estudia, por lo tanto es difícil dar una sola explicación. Saber que hay muchas clasificaciones de la arcilla es trascendente,
sobre todo
cuando se requiere
efectuar un estudio
petrográfico o físico-químico. Cinco tipos de clasificaciones básicas se pueden realizar en las arcillas: 1) de acuerdo a su origen, 2) granulométrico, 3) composición química, 4) arcillas minerales, 5) en el sentido pedológico. Por supuesto, el uso de estas clasificaciones dependerá de la cuestión a investigar (Rice, 1987; Jiménez, 2005). Cuando se toma en cuenta esencialmente su composición mineralógica, se denominan arcillas minerales o minerales arcillosos. Los minerales arcillosos son partículas por definición inferiores a dos micras (o su equivalente a 0.002 milímetros) con un componente coloidal (partículas invisibles y flotantes en otra sustancia). También es sustancial decir que esta fracción fina muestra rasgos físicos que se relacionan con la clase de arcilla, sus impurezas, la misma
meteorización de los minerales arcillosos y, sobre todo, con las técnicas culturales relacionadas con los tratamientos térmicos o la cocción. A dichos rasgos muchas veces se les vincula con alteraciones o bien con impurezas. No está a discusión si los alfareros del pasado también usaron arcillas que tenían ciertas impurezas; sin embargo, afirmar que si estos rasgos son alteraciones culturales o ambientales de la matriz es una cuestión que aún necesita ser investigada con mucho mas detalle por medio de métodos científicos (Shepard, 1956: 19). Por otra parte, el color de la matriz depende de la temperatura de cocción, de la composición mineral y de las condiciones de oxidaciónreducción de la atmósfera en que ésta se lleva a cabo, así como de los elementos presentes en la cerámica que produzcan óxidos coloreados (Ortega, 1990: 109). Entonces el color de las arcillas cocidas dependerá del contenido de hierro, manganeso y materia orgánica, así como de la temperatura y la atmósfera durante su cocimiento. El color de la pasta puede verse afectado por la clase, tamaño, cantidad y distribución de los óxidos de hierro presentes, por las características de la arcilla y por la atmósfera de cocción. Otros elementos como manganeso, calcio, magnesio y cantidades
apreciables
de
material
carbonoso
producirán
también
modificaciones en el color (Ortega, 1990). Los minerales comunes con alto contenido ferroso en las arcillas son hematita, pirita, goethita, limonita, magnetita, marcasita y siderita. Los óxidos, hidróxidos y sulfuros reaccionan al calor dependiendo del tamaño de la partícula, de la combinación química y de su relación con los otros constituyentes de la arcilla (Rapp, 2009: 109). También esta fracción fina, cuando es observada con nicoles cruzados, muestra un color fulgurante y alineación de los minerales arcillosos. Petrográficamente, a este rasgo de la matriz se le ha llamado matriz filomórfica, debido al alto contenido de minerales tipo filosilicatos (por ejemplo micas o illitas) que hacen que la matriz adquiera este color fulgurante en las muestras cerámicas. Es probable que los minerales del
soporte o la matriz puedan sufrir transformaciones o re-cristalizaciones durante el proceso de cocimiento prolongado de la cerámica. Estos mismos autores mencionados (Obando et al., 2011), de acuerdo al grado de intensidad de este reflejo en la matriz, propusieron tres términos cualitativos: filom orfism o nulo, bajo y alto. Por su parte, Kussmaul (comunicación personal, 2010) piensa que esta propiedad fulgurante en las matrices está más relacionada con efectos de la meteorización de los minerales arcillosos más que a la acción de la transformación de los mismos por efectos del cocimiento de las cerámicas. Asimismo, siguiendo con este punto, la micro-morfología aborda esta alteración de la coloración de la matriz, relacionándola con rasgos edáficos de las arcillas (Cabadas et al., 2011). Desde el punto de vista de este enfoque se propone que los rasgos edáficos que se formaron en los suelos de donde procedía la arcilla no perdieron sus propiedades micro-morfológicas aun durante su proceso de manipulación cultural (fricción y cocimiento). Estos rasgos edáficos son los minerales arcillosos que formaron patrones de fábricas estriadas, grano-estriadas, reticulares, etc. (Cabadas et al., 2011). Ahora bien, no se puede omitir que, de manera incorrecta, a la fracción gruesa o volumen de partículas mayores a dos micras se le refiere de manera axiomática como desgrasante (temper) (partículas que fueron agregadas). La problemática al estudiar la textura cerámica comienza cuando se quiere conocer si los granos más prominentes de manera intencional fueron añadidos a la arcilla por la gente del pasado o si se trata de partículas naturales a los depósitos arcillosos. Esta posición es habitual en muchos autores que aplican la petrografía en sus análisis cerámicos (Stoltman, 1989; Rice, 1996: 169; Riederer, 2004). Por definición, el desgrasante es lo que el alfarero añade para modificar las propiedades de la arcilla (reducir la contracción de la pieza final, mejorar la maleabilidad de la arcilla y la cohesión de la arcilla, etcétera.) (Rapp,
2009: 189). De acuerdo a la definición clásica (Shepard, 1956: 24-25), desgrasante se refiere a “los minerales u otras materiales no plásticos que fueron añadidos por manipulación humana”. Desde el punto de vista de una interpretación cultural se le puede cuestionar que no tiene una definición precisa. Esta definición origina confusión entre la etapa analítica del nivel descriptivo y la del razonamiento de la interpretación cultural debido a que es difícil precisar qué es lo que fue añadido (Arnold, 1974: 35; Rye, 1976: 109; Rice, 1987: 406 a). Autores como George Rapp (2009:
190)
sugieren que ciertas
propiedades como la identificación mineral, forma de los granos, tamaño y cantidad del material burdo ayudan a diferenciar si los constituyentes son naturales o añadidos. El problema de la definición del desgrasante de acuerdo a su tamaño se hace mucho más evidente cuando algunos minerales y rocas pudieron haber sido constituyentes naturales o haberse agregado en el trabajo de preparación de las arcillas. De manera precisa, si una arcilla, durante su preparación, no fue alterada o manipulada de acuerdo a sus constituyentes, y si aceptamos la definición tradicional del tamaño de los granos, entonces éstas no son partículas constituyentes que podrían ser consideradas como “desgrasantes” o “agregados”. La documentación etnográfica expresa que las arcillas usadas por los alfareros contienen ciertas partículas mayores a los 0,002 mm, que no fueron añadidas por el hombre y que no requieren ser eliminadas durante el proceso de preparación de las arcillas (Arnold, 1974: 40). Es significativo saber que en el dato etnográfico esta terminología no ha causado problema debido a que el proceso de preparación de las arcillas se puede apreciar en vivo, pero en el caso específico de las pastas antiguas que se estudian sólo bajo la perspectiva de laboratorio no sólo es muy difícil, sino casi imposible, tratar de diferenciar lo que es o no un agregado cultural.
Para Arnold (1974: 39) y Rice (1987: 412), la definición de desgrasante cerámico es una inferencia razonada acerca de las prácticas culturales que se hace a partir de la observación analítica de los materiales en el laboratorio. Entonces estaremos de acuerdo en que se requiere del uso de un término descriptivo y “neutro” para calificar a los granos mayores de 0,002 milímetros que en su conjunto constituyen la masa de partículas de las pastas cerámicas. En este estudio, y siguiendo las ideas de Rice (1987: 412), se piensa que partículas es el término más apropiado durante la fase de “caracterización de las pastas cerámicas”, siendo que este vocablo incluye a los constituyentes visibles ya sean minerales, fragmentos de rocas, orgánicos, de tamaño no diferenciado, plásticos o no plásticos, no interesando si son constituyentes artificiales o naturales a la arcilla. Partículas, en petrografía cerámica, es un término neutro que se usa únicamente para referirse a los fragmentos o granos individuales independientemente de su tamaño. Su sinónimo descriptivo (no su significado) en la petrografía de las rocas sería clastos (Jiménez, 2015). La fracción o masa fina de partículas diminutas formarían la “matriz cerámica”, que por su tamaño es mas idónea de haber sido un constituyente natural de la arcilla. Este último argumento define a los constituyentes de la arcilla en la esfera de las propiedades físicas y de su rendimiento (caracterización en un sentido funcional), en tanto que no hay que dejar de lado que la elección de los materiales y las técnicas dependen de valores culturales y de conceptos ideológicos que van más allá de la simple tecnología. En este sentido, las materias primas usadas en el pasado (arcillas y sus partículas) tienen una función cultural y un significado mucho más complicado
que
pudiesen
estar
expresando
al
mismo
tiempo
comportamientos sociales, económicos, ideológicos o políticos (Sillar y Tite, 2000: 7). Entonces, para recapitular sobre estos conceptos, desde el punto de vista de la caracterización de las pastas cerámicas, cerámica y alfarería no
son vocablos que puedan se empleados como sinónimos en la praxis arqueológica, debido a que su análisis conlleva la identificación de parámetros
diferenciados. Arcilla
es un término
que tiene
varias
connotaciones según el enfoque y el uso de la técnica analítica con que se le describe. Definirla desde el punto de vista de un fragmento cerámico implica problemas de definición, así como de los enfoques y las técnicas analíticas empleadas. Por otra parte, matriz cerám ica (masa o fracción fina de partículas) y partículas (masa o fracción gruesa de partículas) se refieren a la diferencia que el analista puede hacer en la fase de caracterización respecto al volumen de partículas, aun cuando después la matriz cerámica pudiese interpretarse como la arcilla y la fracción gruesa (partículas mayores a los 0,002 mm) con la posibilidad de haber sido agregadas. Textura cerám ica y fábrica son conceptos de uso familiar en geología petrográfica. Ambos se visualizan en el nivel de la fase de caracterización analítica descriptiva, y en su conjunto son las herramientas analíticas que conllevan a la búsqueda tangible relacionada con los comportamientos de la manufactura en las tecnologías el pasado. Llámese comportamientos desde el aprovisionamiento de la materia prima hasta el consumo social de los objetos. Estas definiciones podrían mejorarse conforme avancen las investigaciones y, por supuesto, a medida que la tecnología sea más avanzada. En primer orden, hay que señalar que la textura y el reconocimiento de los minerales debido a sus propiedades ópticas es, sin lugar a dudas, la técnica más usada y el más amplio campo de aplicación conocido en la caracterización petrográfica de las cerámicas. En la descripción de las láminas delgadas se emplean casi las mismas características descriptivas que se usan en la de las texturas de las rocas sedimentarias detríticas. Sin embargo, debido al origen cultural de las muestras analizadas, tanto el uso de la técnica como la interpretación de estas medidas ha generado una serie
de inconvenientes al momento de interpretar los datos. Hay que tomar en cuenta que, comúnmente la petrografía de las secciones delgadas ha sido relegada a una técnica mecánica, más que a usarse como un método que debe ser cuidadosamente diseñado de acuerdo a las preguntas que giran en torno a la indagación de la tecnología cerámica. Es trascendente hacer alusión a un aspecto que lleva con frecuencia a confusiones en la clasificación e interpretación petrográfica de las pastas cerámicas, y que se relaciona con la falta de conocimiento y mal uso de los términos de la geología en la arqueología. No se debe hacer una extrapolación conceptual directa del significado de los parámetros geológicos a la arqueología. Otro asunto a señalar es que por lo general no se explica de manera clara por qué se seleccionaron ciertos parámetros geológicos en la caracterización petrográfica de las pastas cerámicas. Esta terminología ha sido adoptada para su interpretación en los estudios analíticos de manera incuestionable. Así los varios términos utilizados en geología sedimentaria, como matriz, inclusiones, textura, y fábrica, tienen significados diferentes en ambas disciplinas (Peacock, 1970: 376; Jiménez, 2005: 34). Desgrasante es un término usado de manera común en la literatura arqueológica, y desde 1930 se ha discutido de manera puntualizada. De acuerdo a la definición clásica de Anna Shepard (1956: 24-25), se refiere a “los minerales u otras materiales no plásticas que fueron añadidos por manipulación humana”. Esta posición es habitual en los estudios de la petrográfia cerámica (Stoltman, 1989; Rice, 1996: 169; Riederer, 2004). Con base en esta diferencia, al material que compone la matriz burda y que puede ser identificado de manera microscópica se le considera desgrasante (temper), y a los granos que, debido a su tamaño imperceptible, no pueden ser identificados de manera microscópica se les considera como inclusiones plásticas; entonces se tiene el supuesto de que, por su tamaño invisible,
forman parte de la matriz arcillosa. La definición de desgrasante cerám ico es una inferencia razonada de las prácticas culturales y no es una observación analítica que se pueda resolver en el laboratorio y desde la perspectiva de una disciplina (Arnold, 1974: 39; Rice 1987: 412). Posiblemente con el dato etnoarqueológico en el que se aprecian las actividades humanas en vivo y con arqueología experimental se pueda explorar el asunto de añadir, quitar y mezclar las partículas o las arcillas, que son prácticas acostumbradas durante el proceso de elaboración de éstas. Por otro lado, el término anti-plástico es inadecuado, porque muchos de los materiales adicionados al barro por el hombre no siempre tienen propiedades plásticas, en tanto que algunos minerales, al ser únicamente constituyentes naturales del barro, no siempre cumplen la función de anti plásticos. Entonces las partículas no pueden ser nombradas respecto a sus propiedades anti-plásticas en las cerámicas (Arnold, 1974: 39). Para tratar de solucionar este problema con la terminología de la materia añadida o como anti-plástico en la cerámica arqueológica, se ha propuesto nombrar como partículas a los constituyentes visibles durante la fase analítica del laboratorio. Es un término neutral y más apropiado durante la fase de “caracterización de las pastas cerámicas” en el que no se considera si los materiales son minerales, orgánicos, de tamaño no diferenciado, plásticos o no plásticos o si estas inclusiones llegan a ser constituyentes artificiales o naturales (Rice, 1987: 412). En estos momentos, más que continuar con el debate semántico, hay que acentuar que “las partículas” modifican muchas de las propiedades de los barros (Rice, 1987: 406-407). Entonces, desde el punto de vista cultural, es importante su definición porque la acción deliberada o no de las materias primas agregadas tiene implicaciones en el estilo, la tecnología y la función de los artefactos cerámicos durante el proceso de manufactura y uso social (Rice, 1987: 409; Stoltman, 2001: 301).
Para resumir, hay que tomar en cuenta que en geología las relaciones texturales en un espécimen geológico son genéticas, ya que aportan pistas de cuándo y cómo se formaron los minerales en la roca. Sirven para interpretar los procesos geológicos y ambientales. En las pastas cerámicas la condición de la textura se ve alterada por factores culturales y ambientales desde el momento en que la arcilla se deposita en cierto ambiente, y al ser usada como un artefacto es manipulada por la conducta cultural. Aunque a la arcilla se le haya agregado únicamente agua, desde su manipulación por el agregado, tamizado, amase y efectos del calor, se alteran ciertas propiedades tanto en la composición mineral como en la textura cerámica. En la etapa descriptiva, la petrografía cerámica debe diseñar sus propios parámetros de acuerdo con la investigación realizada. En las cerámicas, existen ejemplos en los que en una misma lámina delgada se pueden observar zonas de diferencias marcadas en la textura, que parecen indicar la mezcla de distintos momentos de preparaciones de la arcilla o bien de la mezcla poco uniforme de la misma (figura 6).
Figura 6. Diferencias texturales. Lámina delgada Chinikihá, Chiapas. Luz polarizada (fotomicrografía, Luis Obando).
La fricción manual podría orientar ciertas partículas durante el formado de las piezas. Estudiar la flexión de las micas en petrografía cerámica es relevante porque podría informar acerca del proceso de mixtura de las arcillas. La orientación de las micas y de ciertas partículas oblongas que se puede observar en las láminas delgadas, quizá se relacione con el proceso de formado de las piezas (figura 7).
Figura 7. Micas flexionadas. Lámina delgada Chinikihá, Chiapas. Luz polarizada (fotomicrografía, Luis Obando).
La gradación del color en las muestras, el filomorfismo, que es el efecto fulgurante que se determina en las secciones, podría indicarnos factores relacionados con la composición y alteración pirotécnica de las arcillas por la cocción durante su manufactura y/o su uso culinario (Obando et al., 2011). Esta alteración de la arcilla es lo que se conoce en micromorfología de suelos como microfábricas (Courty et al., 1989) (Figura 8).
Figura 8. Fábricas (filomorfismo). Lámina delgada Chinikihá, Chiapas. Luz polarizada (fotomicrografía, Luis Obando).
La meteorización (descomposición) de ciertas partículas como los cuarzos o las plagioclasas indica el ambiente o lugar de acumulación de los sedimentos; es decir, lagunas o aguas estancadas (Obando et al., 2011). La presencia de diatomeas radiolarias muestra ambientes sedimentarios de agua dulce (Hardy, 2006; Obando et al., 2011). En el caso de los fragmentos de vidrio volcánico, la cuestión se complica aún más: ¿Acaso la presencia de vidrio se debe a que fueron partículas agregadas o bien forman parte de la arcilla que se formó en un contexto geológico sedimentario de origen volcánico? La angulosidad de las partículas, la presencia de pómez, en las cerámicas antiguas de la zona maya están constituídas de cenizas volcánicas frescas que tienen poca desvitrificación4 (figura 9).
Figura 9. Esquirlas de vidrio (shards). Lámina delgada Uaymil, Campeche. Luz plana (fotomicrografía, Héctor Cabádas).
Aún existe la discusión de si esta materia prima de origen volcánico se obtenía de lugares de las Tierras Altas de Guatemala (misma red de la obsidiana) o si se encontraba localmente, como resultado de eventos volcánicos que dejaron mantos de cenizas accesibles en el pasado. Los indicadores arqueológicos muestran que esta materia prima fue empleada de manera regular -pero no generalizada- en la producción cerámica de enseres consumidos en la esfera de los bienes domésticos y de la élite del período Clásico Tardío en las Tierras Bajas mayas (Jones, 1984; Simmons y Brem, 1979; Ford and Glicken, 1987; West, 2002). Los beneficios tecnológicos que se obtenían del uso del vidrio en las cerámicas fueron ventajosos respecto al uso de la calcita. Se dice que los fragmentos de vidrio
son aditivos estables tanto en condiciones de temperaturas bajas como en las que llegan a alcanzar derretir o fusionar ciertos minerales (arriba de los 1000 grados celcius) (Shepard, 1964; West, 2002) (figura 10). También, la forma angular de las partículas confiere estabilidad a la arcilla durante el formado de las piezas (Ford y Glicken, 1987: 484).
Figura 10. Matriz cristalítica. Lámina delgada Isla Piedras, Campeche (fotomicrografía Hector Cabádas).
La variación de la textura cerámica también podría interpretarse como el reflejo de las diferencias en las “recetas de arcillas” que proceden de lugares alfareros particulares con experiencia en la práctica de seleccionar bien las arcillas y sus constituyentes, o en otros casos las texturas cerámicas homogéneas en las cerámicas tipológicamente distintas podrían sugerir que los centros alfareros, para hacer artesanías que tenían funciones diversas,
explotaron de manera extendida materias primas regionales (Domínguez, 2004). Para recapitular, 1) es preciso que los estudios cerámicos de las tecnologías alfareras del pasado, aun en la misma descripción de los objetos, visualicen sus investigaciones en un marco socio-cultural (objetos-personas, sociedades, etcétera.); 2) el aprendizaje de las técnicas geológicas y el conocimiento básico desde la misma disciplina geológica es importante, porque permite al estudioso desde su propio campo diseñar una metodología apropiada, además de que la geología facilita deliberar y elegir cuáles son los parámetros geológicos que determinarán el curso de la investigación, así como seleccionar los laboratorios adecuados que prestan este servicio; 4) la etnoarqueología es un espacio viable que ayuda a generar ideas acerca de las prácticas culturales relacionadas con el uso de estos objetos; 5) no hay que omitir la reflexión de los conceptos más usados en la literatura de los estudios de la tecnología cerámica, así la historia de sus raíces científicas debe ser lectura obligatoria en las aulas de enseñanza, independientemente del paradigma con el que uno se familiarice. 1 Desde el punto de vista de su expresión lingüística y de acuerdo con el diccionario Enciclopédico Vol 1, 2 0 0 9 Larousse Editorial, S.L. C eram ografía significa el tratado sobre la historia de la cerámica. El vocablo no necesariamente se refiere a una práctica o método analítico concreto. 2 Entonces ahora ya se puede definir que la pasta como cualidad descriptiva es el material que en su conjunto forma la cerámica, aunque con frecuencia la definición se refiera a la arcilla como el componente principal de la cerámica. En estos términos se le puede nombrar como pasta arcillosa cruda o pasta arcillosa cocida (Jiménez, 200 5 : 35-37). 3 Sin embargo, a la tecnológica cerámica se le define de manera acostumbrada como una ciencia aplicada. Es habitual que a la tecnología más bien se le delimite en términos de métodos y técnicas que se utilizan (campo de la arqueometría). Este discurso que se acaba de comentar es arriesgado, debido a que oscurece la importancia de los estudios de la tecnología cerámica en el marco de la antropología cultural (De Atley, 1991). 4 Desvitrificación es un término que se usa para indicar que un vidrio dejo de serlo. Sin embargo, hay que tener claro lo siguiente respecto al significado y terminología: una cosa es “dejar de ser vidrio” y otra, que es totalmente diferente, “perder la forma original en la que el mineral sigue siendo vidrio”. El vidrio puede perder su forma por meteorización, por antiguo se desvitrifica y también por calentamiento (comunicación personal, Luis Obando, 2 0 1 0 ). Al ser transportados los depósitos de materiales piroclásticos, por efectos del agua, la erosión, el viento y la actividad biológica, pierden sus características sedimentarias originales; es decir, se erosionan o pierden sus características constituyentes originales (Williams y McBrirney, 1979).
3. ESTUDIO PETROGRAFICO DE LA CERAMICA DEL PRECLASICO DE CERRO DE LOS MUERTOS Y EL TIGRE, CAMPECHE Il i a n a Is a b e l An c o n a Ar a g ó n , So c o r r o
del
Pi l a r Ji m é n e z Al v a r e z
y
Vi c e n t e Su A r e z
Ag u i l a r El área de estudio se localiza actualmente en lo que se define como parte suroeste del estado de Campeche, en la cual se encuentran abundantes ríos y lagunas (figura 11). El desarrollo de las comunidades ubicadas en esta porción geográfica estuvo estrechamente relacionado con los sistemas fluviales. Uno de los ríos más destacados en la región es el río Candelaria, y consta de dos afluentes: San Pedro y Caribe, que nacen en el perímetro del área del Petén. A esta zona de ríos se le denomina cuenca del río Candelaria, y es considerada esencial para la comunicación y el comercio entre los sitios de la costa y los de tierra adentro (Ochoa y Vargas, 1986: 346, Suárez y Rocha, 2001: 68). Indudablemente todos aquellos sitios jugaron un papel significativo durante la época prehispánica, por lo que autores como Suárez y Rocha (2001: 68) argumentan que las poblaciones de esa zona pudieron tener contactos importantes con sitios cercanos y distantes debido a la presencia de los abundantes ríos y lagunas.
Figura 11. Mapa con la ubicación de los sitios Cerro de los Muertos y El Tigre en la cuenca del río Candelaria. El sitio arqueológico El Tigre se localiza en la parte izquierda del río Candelaria sobre un lomerío natural que no excede los 100 metros sobre el nivel del mar, dentro del territorio del municipio de Candelaria (Vargas, 2001: 57; Vargas y Delgado, 2003: 982). Por su parte, el sitio arqueológico Cerro de los Muertos se ubica en la margen izquierda del río Caribe, sobre unas elevaciones naturales del terreno, y goza de varios ojos de agua en su ribera, además de una ubicación privilegiada por estar cerca de la confluencia de los ríos Caribe y San Pedro (Pincemin, 1993: 207-208; Suárez y Rocha, 2001: 67; Suárez, 2008: 93). La cerámica analizada en este trabajo proviene de las estructuras del centro del sitio Cerro de los Muertos y de estructuras periféricas al centro del asentamiento de El Tigre. Ambas colecciones cerámicas se obtuvieron
durante las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, Centro INAH-Campeche, dirigidas por el arqueólogo Vicente Suárez Aguilar. Posteriormente a los trabajos de campo, la cerámica fue analizada en el laboratorio de cerámica de la Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán. El primer estudio que se aplicó a estas colecciones cerámicas fue el sistema taxonómico tipo-variedad para conocer la cronología de los asentamientos. Como resultado de este primer análisis se demostró que Cerro de los Muertos y las estructuras periféricas de El Tigre tuvieron una ocupación importante durante el período Preclásico. Con la premisa del período Preclásico se iniciaron estudios adicionales tanto de carácter macroscópico como microscópico. En lo que se refiere a los atributos observables macroscópicamente se consideraron aspectos como la forma de las vasijas, las medidas, los acabados de superficie y las decoraciones. Por otra parte, en lo referente a los estudios microscópicos se empleó la petrografía para el análisis de la pasta. En este escrito se expondrán los resultados que se obtuvieron de las secciones delgadas de Cerro de los Muertos y El Tigre, Campeche. La cerámica de Cerro de los Muertos y de la periferia de El Tigre Con el análisis de tipo-variedad se obtuvo la secuencia cerámica de los asentamientos estudiados. Ambos sitios fueron ocupados desde
el
Preclásico medio, continuando hasta el Clásico Terminal, y en el caso específico de El Tigre se muestra una ocupación importante durante el Posclásico. Las muestras cerámicas del Preclásico fueron significativas en las colecciones de estos dos sitios de la cuenca del río Candelaria, además de que se encontraron fragmentos en los que se pueden identificar la forma de las vasijas, los acabados de superficie y las decoraciones. Debido a las características de la cerámica del Preclásico se desarrollaron estudios
complementarios que pueden ayudar a comprender parte de la tecnología cerámica de ese período cronológico. La cerámica más temprana encontrada en Cerro de los Muertos y en el Tigre corresponde al período Preclásico Medio, y se caracteriza por mostrar engobes cerosos de color rojo, negro o crema, así como también presentar vasijas que solamente fueron alisadas de manera burda, sin la aplicación del engobe. Las características físicas del acabado de superficie y la forma de las vasijas incluyen a la cerámica de estos dos sitios dentro de la gran esfera Mamom, que predomino en el sur de Campeche, norte de Guatemala, Belice y otras regiones del área maya. De igual manera, con base a los atributos visibles y de acuerdo a la tipología del sistema tipo-variedad, la cerámica fechada para el Preclásico Tardío queda dentro de los cánones de la esfera cerámica Chicanel. Predominó la cerámica con engobes cerosos de color rojo, crema y negro que en términos del sistema tipo-variedad quedan dentro de los grupos Sierra, Flor y Polvero. De manera general, la cerámica de Cerro de los Muertos y de El Tigre comparte una gran variedad de características con la cerámica de otros sitios del área maya, como Mamom y Chicanel (Smith y Gifford, 1966; Forsyth, 1999). Sin embargo, al realizar estudios más detallados acerca de la forma de las vasijas, los acabados de la superficie, entre otros atributos, se pueden diferenciar algunas particularidades de la alfarería de estos asentamientos. Con estos nuevos datos empezaron a surgir otras preguntas de investigación, por lo que se planteó la propuesta de un análisis petrográfico que pudiera aclarar algunas de estas interrogantes. Una de las primeras preguntas que surgió fue respecto a la presencia de unas cerámicas que muestran en la superficie exterior una bicromía con engobes cerosos fechados para el Preclásico Tardío. La bicromía es de color rojo y bayo, y es recurrente que se combine con una decoración acanalada y/o muestre huellas de dedos
(figura
12).
El conjunto
de estas
características no es recurrente en otros sitios de tradición Chicanel, aunque en algunos lugares se reportan algunos ejemplares. La pregunta principal respecto a estos ejemplares cerámicos es ¿existe alguna diferencia entre la pasta de estas cerámicas con bicromía rojo y bayo y el resto de las cerámicas con engobe ceroso de color rojo, crema o negro que son comunes en otros sitios del área maya? 2 6 cm,
0
1
2
3
4 cm.
Figura 12. Cerámica del Preclásico Tardío de Cerro de los Muertos que muestra una bicromía de color rojo y bayo, y es recurrente que se combine con una decoración acanalada y /o muestre huellas de dedos. Dibujos de Aurea Teresa Hernández Quintero.
Otra de las preguntas para responder con los estudios petrográficos es ¿se dió un cambio entre las pastas de la cerámica del Preclásico Medio y las del Preclásico Tardío, o bien los cambios únicamente fueron en las formas de las vasijas y algunas decoraciones? La tercera pregunta es ¿desde el punto de vista petrográfico existe
semejanza entre la cerámica de Cerro de los Muertos y la de El Tigre? Para responder estas preguntas se seleccionaron 20 fragmentos de cerámica, a los cuales se realizaron láminas de las secciones delgadas. Del total de las muestras únicamente una de ellas corresponde al período Clásico, en tanto que las 19 restantes son del Preclásico. Las láminas delgadas fueron estudiadas en el laboratorio de cerámica de la FCA de la UADY. Dichas láminas petrográficas fueron financiadas por el Taller de Cerámica de la FCAUDY con el apoyo institucional del Proyecto de Investigación
PRIORI-UADY 2010-201
“Estudios tecnológicos de las
cerámicas depositadas en el taller de la Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán”. Estudio petrográfico de las secciones delgadas de Cerro de los Muertos y de El Tigre, Campeche La sección delgada petrográfica puede ser una metodología útil para el estudio y la clasificación de matriz (arcilla) y para examinar una amplia variedad de materiales, incluyendo rocas, minerales, escorias, concretos, adobe y arcillas cocidas. Es importante mencionar que la sección delgada de una roca es diferente a la de una cerámica debido a que en esta última los materiales naturales han sido afectados por las acciones humanas, en tanto que en una roca se encuentran en su estado original. Los componentes de la cerámica han sido seleccionados por agentes humanos desde el momento de la recolección de la arcilla, en la manipulación durante el formado y por su puesto por la cocción (Rapp, 2009: 183). Una de las ventajas de los análisis petrográficos y mineralógicos es que definen a los materiales cerámicos y pueden estudiarse muestras relativamente grandes, las cuales pueden
arrojar
datos
que
posteriormente
son
manipulados
estadísticamente (Shepard, 1965, citado en Neff, 1992: 1) Al analizar una sección delgada bajo un microscopio óptico se pueden
observar varios aspectos como la arcilla o matriz (material dominante), poros y las partículas que pueden ser agregados intencionales de los alfareros, o bien pueden estar de manera natural en las arcillas. Los granos o partículas que se observan en la sección delgada son nombrados por los geólogos como desgrasante, que, en términos geológicos, es cualquier partícula que puede ser identificada y separada de la matriz (arcilla). Pueden ser partículas de cuarzo, arena, concha, calcita, mica, roca molida (caliza, arenisca, basalto), ceniza volcánica, tiestos molidos, etc. (Rapp, 2009: 189-190). En los análisis geológicos de las secciones delgadas no es de gran relevancia considerar las partículas que son agregadas de manera intencional, las cuales se encuentran de manera natural en los depósitos de arcilla. Lo que es importante es la identificación de estas partículas y su descripción tanto cualitativa como cuantitativa. El problema surge con los arqueólogos, porque además de estudiar a los objetos arqueológicos también se interesan en los procesos sociales y las acciones humanas. Para los arqueólogos es importante entender que partículas fueron agregadas de manera intencional en la arcilla con la intención de lograr un mejor manejo de la arcilla y así obtener la forma de la vasija deseada (Rapp, 2009: 190). Bishop (1980: 49) define al desgrasante como inclusiones no plásticas agregadas a la matriz para producir una pasta con la consistencia necesaria para formar vasijas. Por su, parte Noguera (1975: 20-21) emplea el termino francés dégraissant, que se traduce al castellano como “desengrasante”, que significa “quitarle grasa o hacerlo plástico”. En este sentido, el desgrasante o desengrasante no sólo tiene un significado de identificación física, sino que también contiene un significado cultural. Es decir, para los arqueólogos el desgrasante se refiere a los agregados de manera intencional que se encuentran en la matriz de las cerámicas prehispánicas. Shepard (1968: 25, citado en Bishop, 1980: 3) y Riederer (2004:
145)
discuten la dificultad de reconocer en las cerámicas
arqueológicas qué partículas fueron agregadas por los alfareros como
desgrasante para obtener un barro fácilmente manipulable y qué partículas se encontraban de manera natural en la arcilla. Evidentemente
el
término
desgrasante
tiene
dos
diferentes
connotaciones entre la arqueología y la geología, y debido a tal problemática, en este trabajo se prefirió emplear el término de partículas para nombrar a los granos de cuarzo, calcita, arena, etc. que pueden ser separados de la matriz arcillosa. El término partículas o granos fue retomado del estudio petrográfico de las cerámicas del sitio Chinikihá, Chiapas, realizado por Jiménez (2011: 117), y en esta investigación se discute la problemática del uso de dicho vocablo. No se emplea el término de desgrasante debido a que puede causar confusión en la investigación. También se acepta que existe una gran dificultad para identificar qué partículas son agregadas durante la elaboración de las vasijas y cuáles se encuentran de manera natural en la arcilla. En un estudio petrográfico son de gran importancia las descripciones de los atributos cualitativos y cuantitativos de la matriz, de los poros y de los agregados de la cerámica que pueden ser identificados en las láminas de sección delgada. Estas descripciones pueden ser resumidas en fichas petrográficas en las que menciona la matriz, los poros, los minerales, otras partículas y sus porcentajes (Stoltman, 1989: 148-149). Con base en estas descripciones, en los estudios petrográficos se pueden discutir aspectos como la textura y la fábrica. Estos conceptos se pueden estudiar desde diferentes perspectivas multidisciplinarias (Jiménez, Obando y Kussmaul, 2010: 14) y aún se encuentran en debate acerca de su definición. En este escrito se presentarán los resultados preliminares que se tienen acerca de las láminas delgadas petrográficas de Cerro de los Muertos y de la periferia de El Tigre, por lo que no se abordarán temáticas específicas como la textura y la fabrica. Sin embargo, no se descarta continuar en un futuro con esta investigación petrográfica y abordar esta temática. En este primer
acercamiento petrográfico únicamente se presenta la identificación de los principales minerales y otras partículas, y los porcentajes respecto a la matriz arcillosa. De manera breve se describen algunas cualidades de los poros y de la matriz. El objetivo principal del estudio petrográfico es responder las preguntas de investigación mencionadas en los párrafos anteriores, con la intención de complementar los estudios tipológicos que parten de atributos físicos y tangibles. Entre los resultados del análisis petrográfico de las secciones delgadas se demostró que en las muestras estudiadas predominó una pasta que se compone básicamente del la matriz arcillosa y de partículas de calcita, cuarzo, tiestos molidos, y escasos ejemplares presentaron granos de calcedonia (figuras 13 y 14).
C ER R O DE LOS MUERTOS, CAM PECHE Matriz arcillosa Clave
A gregados y partículas
Foto Bloquecitos
Materia
de suelo re- orgánica
% de
% de
% de
% de
% de
% de
matriz
partículas
Calcita
Cuarzo
Fragm entos
Calcedonia
de
(Geoda)
trabajado
UY0307
□
cerám ica Sí
Sí
60%
40%
25%
10%
5%
0
Sí
Sí
60%
40%
38%
5%
5%
0
UY0309
Sí
Sí
30%
70%
60%
10%
0
0
UY0317
Sí
Sí
60%
40%
25%
7%
7%
>1%
Sí
Sí
60%
40%
30%
7%
3%
0
UY0308
UY0353
e IP
¡1
UY0356
Sí
Sí
62%
38%
23%
10%
5%
0
UY0363
UY0370
9
Sí
Sí
65%
35%
22%
12%
5%
>1%
Sí
Sí
65%
35%
20%
9%
5%
>1%
No
80%
20%
10%
9%
>1%
0
Sí
Sí
60%
40%
25%
8%
7%
0
Sí
Sí
55%
45%
30%
8%
7%
0
Sí
55%
45%
30%
8%
7%
0
Sí y UY0374
abundantes nódulos de hierro
UY0378
UY0380
UY0382
B! a
Sí y manchones de óxido de hierro
T
*
4
Figura 13. Tabla de Cerro de los Muertos con los porcentajes de la matriz arcillosa, los minerales y otras partículas.
El mineral que predomina en las muestras de Cerro de los Muertos y El Tigre es la calcita, y se caracteriza por mostrar una variedad en el tamaño de los granos, que van desde limo fino hasta arena gruesa. En varias de las muestras se observó que los granos de calcita se encuentran machados con arcilla de un tono distinto al de la matriz de la pasta. Algunos autores mencionan que el uso de la calcita para la elaboración de la pasta cerámica favorece la aparición de microestructuras estables en vasijas cocidas a temperaturas bajas, a la vez que incrementa la porosidad en la pieza. No obstante, la porosidad disminuye con el uso de calcita molida en granos
finos, en tanto que el empleo de calcita en granos grandes puede ocasionar fracturas en las vasijas. Hasta el momento es poco lo que se puede mencionar de la calcita debido a que es un material que se distribuye ampliamente por la península de Yucatán y en otras regiones del área maya.
EL TIGRE, CAM PECHE Matriz arcillosa Clave
A gregados y partículas
Foto Bloquecitos
Materia
% de
% de
de suelo re-
orgánica
matriz
partículas
% de
% de
Calcita Cuarzo
trabajado
UY0310
El
Sí
Sí
% de
% de
Fragm entos
Corteza
de
de
cerám ica
Carbonato
55%
45%
25%
12%
8%
0
Ca
(abundante)
UY0323
Sí
Sí
60%
40%
25%
9%
5%
>1%
UY0325
Sí
Sí
60%
40%
25%
9%
5%
>1%
Sí
Sí
60%
40%
25%
10%
5%
0
Sí
Sí
30%
70%
60%
10%
0
0
Sí
Sí
65%
35%
25%
7%
3%
0
Sí
55%
45%
25%
12%
8%
0
Sí
60%
40%
25%
15%
5%
0
U70330
U70332
d i3 i
UY0337
UY0340
Sí y manchones de óxido de hierro
UY0346
a
Sí
(abundante)
Figura 14. Tabla de la periferia de El Tigre con los porcentajes de la matriz arcillosa, los minerales y
otras partículas.
El mineral que le sigue a la calcita en porcentaje es el cuarzo (figura 15 a), y al igual que la calcita se caracteriza por mostrar una diversidad en el tamaño de los granos desde limo fino hasta arena gruesa. Tanto las partículas o granos de calcita y cuarzo muestran los bordes redondeados o subredondeados. De acuerdo al porcentaje de la frecuencia, después de estos dos minerales le siguen los tiestos molidos que se agregaron a la pasta de la cerámica. Esta característica fue relevante en la muestra estudiada, debido a que se observaron partículas bien definidas en forma rectangular en las que aún se conserva el engobe. Inclusive en algunos tiestos fue posible observar una semejanza entre la partícula de tiesto molido que se encuentra dentro de la pasta y el engobe que posee el tiesto muestreado en la lamina delgada (figura 15 b, c). Con esta evidencia quedo claro que esas pequeñas partículas que se observaban en el microscopio dentro de la pasta se trataban de tiestos molidos y reutilizados para la creación de nuevas vasijas.
Figuras 15 a, b y c. Fotos de las secciones delgadas de Cerro de los Muertos y El Tigre en las que se observan los granos de calcita.
N íc o le s p a r a le lo s
Figura 16 a, b y c. Fotos de las secciones delgadas de Cerro de los Muertos y El Tigre en las que se observan los granos de cuarzo y los tiestos molidos.
Es importante mencionar que el uso de tiestos molidos para la elaboración de otras piezas cerámicas se ha reportado en otros sitios del área maya. Haciendo una breve revisión de algunas publicaciones de estudios petrográficos en los que se reportan tiestos molidos se puede mencionar a los sitios de Calakmul (Domínguez, 2008), K'axob (Lee, 2004), Edzná (Chung, 2009), entre otros. En el caso de Calakmul (Domínguez, 2008: 178, tabla 4; 234), los fragmentos de cerámica molidos se encontraron principalmente en las cerámicas identificadas dentro del grupo cerámico Sierra del período Preclásico, aunque también se hallaron en algunos tiestos del período
Clásico de los tipos Tinaja rojo y Dos Arroyos naranja polícromo. Además del estudio petrográfico de Domínguez (2008), está el trabajo de Chung (2009), quien realizó varias muestras petrográficas de Calakmul. Al igual que el estudio de Domínguez (2008), el de Heajoo Chung (2009: 263-267) identificó en Calakmul fragmentos de cerámica molidos que fueron agregados a la arcilla y formaron parte de la pasta de una nueva vasija. Los tiestos molidos se encontraron principalmente en el grupo Sierra, pero también se reportaron en los grupos cerámicos Tinaja y Dzitas, Águila y Balanza. El
estudio
petrográfico
de
Heajoo
Chung incorpora
muestras
petrográficas de varios sitios, aunque el trabajo se centró principalmente en Chichén Itzá. En este apartado nos interesa señalar el uso de los tiestos molidos como agregados en la pasta. En el trabajo de Chung (2009: 173, 189-190) se describen cuatro tipos de pasta, y especialmente el grupo denominado “Gr” incorpora a las cerámicas que contienen fragmentos cerámicos molidos. El grupo de pasta “Gr” aparece en Chichén Itzá en los grupos Sierra, Tancah, Ticul y Dzitas. En Edzná, Campeche, la pasta “Gr” predominó la cerámica del Preclásico, como en los grupos Joventud, Sierra, Zapatista y Polvero, y se encontraron algunos ejemplares en el grupo Águila y en la vajilla pizarra. En Dzibilchaltún, en las planicies norteñas del estado de Yucatán, se identificaron fragmentos molidos en la cerámica del grupo Ucu fechada para el Preclásico (Chung, 2009: 216, 243-272). Otros sitios en los que se ha evidenciado el uso de fragmentos de cerámica molidos y agregados a la arcilla para formar una nueva vasija son K'axob en Belice (Lee, 2004) y San Jóse, en aquel entonces Honduras británicas (Shepard, 1939). En K'axob se les nombro como “grog” y se les define como “cerámicas molidas que aparecen como partículas angulares que tienen una forma bien delimitada y se distinguen fácilmente entre la matriz”. Fue común que los tiestos molidos [grog] muestren restos de
engobe, y de manera general aparecen en cerámicas en la que abunda el cuarzo y en algunas que contienen calcita. Un dato importante es que en K 'axob se identificaron vasijas del grupo Sierra con decoración mediacaña y un engobe ceroso y moteado, que es semejante al del tipo “Society Hall Red”. Además de la peculiaridad física, estas vasijas se caracterizaron por mostrar una pasta compuesta de cuarzo, calcita y tiestos molidos “grog” (Lee, 2004: 153-154, 163). Estas partículas son las que han predominado en las cerámicas muestreadas de Cerro de los Muertos y de El Tigre Campeche, la diferencia principal es que en nuestro estudio impera la calcita, en tanto que en K'axob el cuarzo. En K'axob se destacó la calcita en las vasijas sin engobe, situación que tambien se ha documentado en otros asentamientos como, por ejemplo, Cerro de los Muertos y El Tigre. Por su parte, Mary Lee (2004: 166) menciona que en K'axob el uso de tiestos molidos “grog” se incremento durante el período Preclásico. Probablemente su uso se debió a que es más fácil de aplastar o moler, así como de adquirir, en comparación con la calcita, que debía ser importada. Otra de las explicaciones acerca del uso de los tiestos molidos hace referencia en que estas partículas que se agregaban a las nuevas vasijas tenían una función simbólica y servían para mantener relación con los ancestros. Respecto a los tiestos molidos encontrados en las láminas delgadas de Cerro de los Muertos y de El Tigre se puede hablar con seguridad del térm inodesgrasante desde el punto de vista de la arqueología.Como lo menciona Riederer (2004: 151), los tiestos molidos tuvieron que ser agregados de manera intencional por parte de los alfareros, en tanto que no se puede saber con seguridad si las partículas de calcita y de cuarzo, que son los materiales dominantes en las muestras estudiadas, fueron agregadas por los alfareros, o bien, se encontraban de manera natural en la materia prima. Sin embargo, en algunas secciones delgadas se pueden observar algunas partículas con ciertas características morfológicas que permiten a los
geólogos identificarlas como agregados naturales en la arcilla. Pero esto sólo sucede en escasas láminas delgadas de Cerro de los Muertos y de El Tigre (Cabadas, 2011, comunicación personal). Por otra parte, en algunas muestras se encontraron granos identificados como calcedonia, que son cuarzos cristalinos del tamaño de arena gruesa.
N íc o le s p a r a le lo s
Figuras 17 a, b y c. Fotos de las secciones delgadas de Cerro de los Muertos y de El Tigre en las que se puede distinguir la calcedonia, los bloques de suelo retrabajado y los nódulos de hierro.
En los párrafos anteriores se ha escrito sobre los granos o partículas, pero en una sección delgada también se pueden observar las cualidades de la matriz arcillosa que sostiene a los granos. La matriz arcillosa de las secciones delgadas de los sitios estudiados se caracteriza por mostrar abundantes bloquecitos de suelo re-trabajado probablemente de materia
orgánica y algunas veces con impregnaciones de hierro, los cuales presentan formas bien delimitadas o como simples manchones distribuidos de forma aleatoria (figura 17b). De igual manera se identifican nódulos de hierro que pueden estar completos o fragmentados (figura 17c). La matriz presenta filomorfismo o una orientación en estrías (minerales de arcilla), que se concentran en las áreas cercanas a los granos del tamaño de arena gruesa. El término filomorfismo fue definido en el estudio petrográfico de Chinikiha, Chiapas (Obando, Jiménez y Kussmaul, 2011: 108). El grado de filomorfismo es el contenido de minerales filosilicatos que ocasionan que la matriz adquiera birrefringencia bajo la luz polarizada. Por lo que el filomorfismo, de acuerdo a Obando Jiménez y Kussmaul (2011), puede ser clasificado como bajo o alto. En el caso de las muestras de Cerro de los Muertos y de El Tigre, el filomorfismo es bajo. Estas características que se observaron en la matriz no son únicas para las muestras analizadas en esta investigación, están presentes en secciones delgadas tanto de cerámicas arqueológicas (Chung, 2009; Obando, Jiménez y Kussmaul, 2011) como de suelos (Cabadas, 2011). Respecto a las preguntas de investigación planteadas para este estudio, se responde a la primera de ellas que no existe diferencia entre la cerámica con bicromía rojo y bayo y las cerámicas con engobes cerosos de color rojo, crema o negro que se reportan en otros sitios del área maya. Las particularidades de esta cerámica son principalmente por acabado de superficie, por la forma de las vasijas y por algunas decoraciones, debido a que la pasta que se empleó para elaborarlas fue la misma que se uso para el resto de las vasijas del Preclásico Tardío. La segunda pregunta se relaciona con aspectos cronológicos, ¿se dio un cambio entre las pastas de la cerámica del Preclásico Medio y las del Preclásico Tardío, o bien los cambios únicamente fueron en las formas de las vasijas y algunas decoraciones? La respuesta es que no existe un cambio importante o evidente desde el punto de vista petrográfico entre las
cerámicas
del
Preclásico
Medio y las
del
Preclásico
Tardío.
Las
características observadas en el microscopio entre la pasta de las cerámicas del Preclásico Medio no muestran diferencias significativas con las del Preclásico Tardío. La tercera pregunta es ¿desde el punto de vista petrográfico existe semejanza entre la cerámica de Cerro de los Muertos y El Tigre? Sí existe una semejanza tanto en la matriz como en los granos o partículas. Ambos sitios comparten similitudes en las cerámicas tanto en la terminología del tipo-variedad, como en los estudios relacionados con la forma de las vasijas, las decoraciones y los acabados de superficie; y ahora también en las características que puedan ser observadas en las pastas. Consideraciones finales El estudio petrográfico de las secciones delgadas de Cerro de los Muertos y la periferia de El Tigre arrojó datos que en conjunto con los atributos de la forma de las vasijas, los engobes y las decoraciones nos pueden ayudar a comprender una parte de la tecnología de cerámica del Preclásico. Las cerámicas más tempranas identificadas en los sitios de este estudio son fechadas para el Preclásico Medio y la actividad aumentó durante el Preclásico Tardío y Protoclásico. Esta información se obtuvo con el sistema clasificatorio tipo-variedad y con el análisis modal. Sin embargo, las características de la pasta cerámica no muestran grandes cambios entre el Preclásico Medio y el Preclásico Tardío. Un panorama diferente se observa en los acabados de superficie, en algunas de las decoraciones y formas de las vasijas. Aquí los cambios fueron sumamente substanciales. Con respecto a las partículas identificadas en las secciones delgadas se puede mencionar que se han reportado en otros sitios del área Maya y para los mismos periodos cronológicos. Evidentemente el uso de la calcita molida fue una característica importante desde el punto de vista de que se trata de un agregado intencional por parte de los antiguos alfareros. El uso de tiestos
molidos en la pasta cerámica de nuevas vasijas tiene una larga tradición de uso, sin embargo, fue más intenso y generalizado su uso en el periodo Preclásico. Otra característica notoria en las 19 láminas delgadas del Preclásico fue que los granos de calcita y cuarzo se presentan con una diversidad de tamaños desde limo fino hasta arena grueso, lo que señala una mala selección de los granos. La única lámina delgada del Clásico TardíoTerminal perteneciente al grupo Tinaja muestra una mejor selección de los granos debido a que se muestra una mayor uniformidad en el tamaño de las partículas de calcita y cuarzo. En lo que respecta a la matriz arcillosa es breve lo que se puede resumir hasta este momento. Una de las cualidades más notorias fue la abundancia de bloquecitos de suelo retrabajado, nódulos de hierro y manchas de materia orgánica. Todas estas características pueden aparecen en las cerámicas arqueológicas y también en las muestras de suelo. Este sería un punto para estudios futuros que incorporen conocimientos edafológicos. Como ya se ha mencionado, en este estudio se trató de responder a las preguntas de investigación que surgieron durante la clasificación de las cerámicas del Preclásico. Sin embargo, un estudio petrográfico puede arrojar mayor información de la que se trató en este artículo, por lo que se pretende ahondar a futuro en los análisis petrográficos de las cerámicas de Cerro de los Muertos y de la periferia de El Tigre. Agradecimientos Al Dr. en geología Héctor Cabadas Báez, de la UNAM, por todo su apoyo recibido respecto a la ayuda para la lectura de las láminas delgadas.
4. DE LAS UNIDADES HABITACIONALES HISTÓRICAS A LAS ESTRUCTURAS PREHISPÁNICAS: CONSIDERACIONES SOBRE LA APLICACIÓN DE ANÁLISIS QUÍMICOS EN DOS CONTEXTOS YUCATECOS Ma r i o Zi m m e r m a n n
y
Li l i a Fe r n á n d e z So u z a
El análisis químico de suelos en contextos arqueológicos, cuyo origen se sitúa en la agronomía y el uso de la geoquímica en los estudios de la evolución geológica y la búsqueda de minerales con fines comerciales, se considera una herramienta propia de la arqueometría. De acuerdo con Barba (2000: 7), ésta es, en su sentido más amplio, “la interfase entre la arqueología y las ciencias físicas y naturales”, y ha sido aplicada, a través de distintos métodos, en trabajos de prospección, en la datación de objetos diversos y en el estudio de materiales. Asimismo, es coadyuvante en la identificación de la procedencia, las técnicas de manufactura y el uso y función de los artefactos (Barba, 2000). Particularmente, los análisis químicos aplicados a pisos y suelos arqueológicos han proveído valiosa información en la identificación de áreas de actividad y en el uso y función de objetos tales como los contenedores cerámicos. En términos generales, el principio es que algunas actividades humanas dan como resultado la acumulación de sustancias, en superficies porosas, que usualmente no son percibidas a simple vista y que tampoco suelen estorbar o ser requeridas para su reutilización, de manera que permanecen en su sitio de depósito. A través de pruebas sencillas, puede detectarse la presencia de fosfatos, indicadores de materiales orgánicos; de carbonatos, que pueden mostrar presencia de cal, por procesos constructivos o nixtamalización; de proteínas; de ácidos grasos, que pueden indicar resinas o aceites; los niveles elevados de pH, por otro lado, permiten identificar lugares en los que hubo fuego (Barba, 2007).
En este trabajo abordamos la aplicación del análisis químico de suelos en dos contextos arqueológicos del norte de la península de Yucatán, uno histórico y otro prehispánico. Más que discutir los resultados, nos interesa tratar algunos problemas y consideraciones respecto a la metodología en estos casos específicos, en lo concerniente a la toma de las muestras y las posibles implicaciones que las condiciones particulares de las áreas puedan tener en los resultados finales y en su interpretación. El primer caso es una unidad habitacional de la ex hacienda henequenera San Pedro Cholul (figura 18), localizada al norte de la ciudad de Mérida, cuya ocupación ocurrió entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX, intervenida por el Proyecto Arqueología Histórica en la Hacienda San Pedro, Cholul (Hernández, Fernández y Zimmermann, 2012) en el marco del Proyecto Región de Mérida, dirigido por el arqueólogo Luis Pantoja (Pantoja, 2006); el segundo caso es la galería columnada de una estructura del período Clásico Terminal en el sitio arqueológico de Chichén Itzá, excavada en el año 2009 bajo la dirección del Dr. Rafael Cobos (figura 19).
Figura 18. Chimenea de la Hacienda San Pedro, Cholul (fotografía de Geiser Martín).
Figura 19. Galería de la Estructura 2D6 de Chichén Itzá (fotografía de Lilia Fernández).
La pregunta central gira en torno a cómo la variabilidad de ciertos factores puede incidir en la interpretación de los resultados químicos en los casos mencionados y cuáles son las ventajas y limitaciones en cada caso. Estos factores son: 1) la cronología y duración de la ocupación de los contextos; 2) el estrato socioeconómico de los ocupantes y su repercusión en el propio contexto; 3) las características tecnológicas de la construcción 4) los procesos de formación de contexto, y 5) la ocupación y posible re ocupación de los espacios. Antecedentes En el sureste mesoamericano, los análisis químicos se aplicaron la primera vez en los proyectos etnoarqueológicos como el encabezado por Barba y
Denis (1984) en Osumacinta Viejo, Chiapas, y el dirigido por Fernández en Las Pozas, Guatemala (Fernández et al., 2002). Estos estudios pioneros permitieron observar una serie de hechos que servirían de base a investigaciones posteriores: • Los análisis de fosfatos resultaron en la discriminación de áreas de preparación y consumo de alimentos, criaderos de animales, cultivos fertilizados, sanitarios y zonas de desecho así como posibles áreas de descanso. • Los análisis de carbonatos arrojan pistas acerca de áreas de preparación de nixtamal. • El tiempo de ocupación de una unidad habitacional puede repercutir negativamente en la nitidez de las áreas impregnadas por indicadores químicos. • El registro del color de la tierra y el análisis de los valores pH propician la ubicación de áreas de quemado. El estudio realizado por Meyers y sus colaboradores (2008) en solares de la hacienda azucarera San Antonio Tabi, ubicada en la porción suroeste del Estado de Yucatán, sirve como ejemplo para la aplicación de análisis químicos en el contexto de los asentamientos históricos de la península de Yucatán. Los resultados demostraron que los fosfatos se mantienen en el suelo aun después de más de un siglo de abandono, permitiendo de nueva cuenta el reconocimiento de posibles criaderos de animales o bien de jardines, así como áreas que se mantuvieron limpias. Por otro lado, desde los años ochenta del siglo pasado la aplicación de los análisis químicos en el estudio de áreas de actividad en sitios prehispánicos ha sido también promovida por el Dr. Luis Barba, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, y por otros investigadores en distintos asentamientos. Para nuestro caso, sirven de ejemplo los trabajos efectuados en Cobá, Quintana Roo (Barba y Manzanilla,
1987), Piedras Negras, Guatemala (Parnell et al., 2001), Chunchucmil, Yucatán (Hutson y Terry, 2006), y en a La Casa de las Águilas, en el Distrito Federal (Barba et al., 1996). Entre los resultados destacan los siguientes aspectos: • El análisis de fosfatos reafirmó su potencial para la identificación de áreas de desecho. • Concentraciones altas de carbonatos parecen estar ligadas a la presencia de metates (reforzándose la propuesta del uso del nixtamal). • El análisis de metales pesados y compuestos orgánicos puede complementar la información proporcionada por los indicadores tradicionales. • Los datos arqueométricos deben contrastarse y complementarse con información arqueológica, iconográfica y etnohistórica disponible. Problemáticas en dos contextos de estudio Los casos que discutiremos están separados entre sí por alrededor de mil años; la aplicación de los análisis químicos ha proporcionado interesante información en ambos contextos, misma que, en conjunto con datos arquitectónicos y artefactuales, permite enriquecer las propuestas sobre las posibles actividades llevadas a cabo en ellos y los usos de los espacios. Sin embargo, no menos importante ha sido identificar algunas problemáticas que, por un lado, difieren en cada contexto y, por otro, permiten una reflexión precautoria a la hora de interpretar los resultados. Desde tiempos antiguos, el tipo de unidad habitacional característico de la Península de Yucatán es el llamado “solar”. Pierrebourg (2003) resalta que los solares se suelen describir como terrenos espaciosos delimitados por un murete de piedras secas o “albarrada”. La misma autora comenta que estas unidades suelen contar con “una o varias casas acompañadas de una
cocina y a veces de un almacén o de un granero” (Pierrebourg, 2003: 235). Los edificios principales se construyen tradicionalmente empleando materiales locales, en gran parte perecederos, y cuentan con pisos de tierra aplanada o cubiertos de una argamasa producida en base a sascab o cal. Con frecuencia, cada casa alberga una familia nuclear, apareciendo casas adicionales generalmente cuando los hijos mayores se casan. El solar, en cuanto terreno intramuros, se puede dividir en tres zonas diagnósticas: el espacio limpio, en cuyo centro están construidos los edificios; un área intermedia que, generalmente, también se encuentra desbrozada y en cuyo interior se hallan espacios de desagüe, lavaderos, corrales y porquerizas, y, por último, el área restante que forma la parte baldía del solar y que se suele emplear como sanitario. El contexto histórico que ejemplifica nuestra discusión corresponde a la ex
hacienda
San
Pedro,
Cholul.
Este
asentamiento
henequenero,
abandonado desde la década de los años ochenta del siglo XX, se ubica aledaño al noreste de la capital yucateca, Mérida. Como la mayoría de las haciendas yucatecas (Quezada, 2001), San Pedro cuenta con una casa principal, un cuarto de máquinas, chimenea, una bodega y una capilla, ubicados en torno a una plaza. A lo largo de dos calles paralelas y cinco calles menores perpendiculares se distribuían las casas de los peones de la hacienda (figura 20).
Figura 20. Plano de la Hacienda San Pedro, modificado de Bolio y Ley (en Hernández, Fernández y Zimmermann, 2012) El total de los solares asciende a 28. Aparte de una estructura absidal que fungía como residencia y dormitorio, los solares de San Pedro cuentan en muchos casos con estructuras secundarias entre las que destacan posibles cocinas, gallineros, corrales o chiqueros, así como subdivisiones del terreno trazadas por medio de albarradas (Hernández, Fernández y Zimmermann, 2012). El muestreo de suelos se realizó, entre otros, en el Solar 15, en el cual se identificaron hipotéticamente las siguientes áreas de actividad: el dormitorio, el área de elaboración de alimentos, un huerto o espacio trasero abierto, probablemente para árboles, y un corral para la cría
de animales (figura 21).
Figura 21. Plano del solar 15 (gráfico de Héctor Hernández). Por otra parte, el ejemplo prehispánico, la Estructura 2D6 (figura 22), se localiza en la Gran Nivelación del sitio prehispánico de Chichén Itzá. Se trata de un edificio de los comúnmente llamados “patio-galería”, compuesto por un amplio espacio frontal columnado, la galería propiamente dicha, que se comunica con el “patio”, un recinto cuadrangular con un espacio abierto al centro, igualmente rodeado por columnas. A lo largo de los muros de la galería, al norte, este y sur, corren banquetas que estuvieron cubiertas de
estuco. Hacia el extremo norte de la galería se localiza un cuarto cuadrangular abovedado. Al norte del acceso que comunica con el patio se identificó una pequeña banqueta que podría haber sido un altar o trono, y cuya característica más notoria es que se encuentra alineada, de este a oeste, con una piedra trapezoidal, semejante a piedras sacrificiales localizadas en otros edificios de Chichén Itzá. Es notorio que el edificio sufrió una serie de modificaciones arquitectónicas a lo largo del tiempo; por ejemplo, el cuarto abovedado del norte fue posiblemente agregado a la construcción original; las banquetas que corrían en los tres lados de la galería taparon accesos que fueron clausurados o modificados; en algún momento se tapió el acceso de la galería al patio, y, finalmente, se construyeron muros interiores que subdividieron la galería. No obstante lo anterior, a nivel de piso no se observa una modificación de niveles, es decir que los cambios arquitectónicos, o la mayoría de ellos, parecieran haberse dado sobre una misma superficie, muy posiblemente remozando o reparando el estuco.
Figura 22. Estructura 2D6. Columnata y banqueta alineada con piedra trapezoidal (fotografía de Lilia Fernández). Estrategias de recuperación de muestras En el Solar 15 de la Hacienda San Pedro, la estrategia de recuperación de muestras se rigió por la ubicación diferencial en exteriores e interiores de la casa y la posible cocina. En el solar y las hipotéticas áreas de actividad al aire libre (corrales, huertos, etc.) se obtuvieron muestras con base en una cuadrícula de 2 x 2 m. Por el otro lado, a las áreas techadas, la casa y la probable cocina, se sobrepusieron cuadrículas con unidades de un metro cuadrado. En el caso prehispánico, respetando la colocación de las columnas, la cuadrícula aplicada al interior de la Estructura 2D6 constó de unidades, de
norte a sur, de 1.10 m, y de este a oeste, de 1.20 m. En los alrededores inmediatos de la presunta piedra de sacrificio se tomaron muestras adicionales formando unidades de 30 cm. En las banquetas se recuperaron las muestras por medio de dos transectos paralelos con puntos de extracción que alternaron cada 50 cm. Cabe señalar que en varios sectores de este rasgo el estuco se hallaba ya muy dañado imposibilitando de esta forma la toma de muestras. Los análisis realizados hasta la fecha incluyen la determinación de color por medio de la tabla Munsell, análisis de fosfatos, carbonatos y potencial de hidrógeno o pH. Los solares de la hacienda ofrecieron diferencias sustanciales respecto a la Estructura 2D6: en primer lugar, los exteriores constan de tierra, con pocas evidencias de apisonado, por lo que recurrimos a la sugerencia de Meyer etal. (2008) de recuperar las muestras alrededor de 5 cm por debajo de la superficie actual. Coincidentemente, a esta profundidad se notaba también un leve cambio de consistencia en la tierra. El interior de la construcción absidal principal, en cambio, sí tenía niveles de apisonado sucesivos de cal. En contraste, la Estructura 2D6, aún con los daños sufridos por el piso de estuco, ofrecía un claro nivel acerca del cual trabajar. La otra diferencia importante es que, al tratarse de una intervención de salvamento, los interiores de las casas de la hacienda pudieron excavarse hasta la roca madre, permitiendo acceder a los diferentes niveles de apisonado de estuco y tomando, de este modo, muestras de dos momentos ocupacionales diferentes. Discusión Regresaremos a la pregunta inicial sobre cómo los procesos de formación de contexto, la duración de ocupación, el estrato socioeconómico y las características tecnológicas inciden en el procedimiento de análisis y posiblemente en el resultado.
Uno de los temas fundamentales a discutir en las intervenciones arqueológicas es el de los procesos de formación de contexto (Schiffer 1996 [1987]; ver también LaMotta y Schiffer, 1999), culturales y no culturales, entre los que pueden distinguirse aquellos que ocurren durante la ocupación de los sitios, los que suceden al momento del abandono y los que ocurren después del abandono (Schiffer 1996 [1987]). En el caso de Chichén Itzá, son los eventos culturales que acontecieron durante la ocupación los más relevantes, ya que, después del derrumbe del techo de la estructura, no debió haber disturbios postocupacionales de gran impacto, porque el piso quedó sellado y protegido por el propio desplome. Sin embargo, hay dos consideraciones pertinentes: por un lado, la duración de esta ocupación permitió, como ya hemos señalado, la modificación formal de la estructura y sus espacios; la posibilidad de que el piso de estuco hubiera sufrido reparaciones parciales (como sugiere, por ejemplo, el hecho de que el mismo aplanado pase por debajo de un muro pero cubra parte de otro, aparentemente de un mismo momento constructivo) nos obliga a preguntarnos si los resultados de los análisis son todos contemporáneos. Y, por otro lado, es menester considerar en qué momento pudo derrumbarse el techo, es decir, si cabe la posibilidad de una reutilización de la estructura una vez abandonadas sus funciones originales. Ambos casos podrían sugerir usos distintos sobre un —aparentemente— mismo nivel de piso. En el caso de la ex hacienda San Pedro, la cercanía temporal nos permite discutir las limitantes arqueológicas en contextos de larga ocupación. Aunque San Pedro pudo haber estado habitada alrededor de cien años o menos -de mediados del siglo XIX a principios de los años sesenta del siglo XX-, un lapso no demasiado largo arqueológicamente, los cambios económicos y políticos a nivel regional fueron muchos e importantes (García Quintanilla, 1986), lo cual debió haber incidido en la vida de los habitantes del asentamiento. Con base en documentos (Medina, en Hernández, Fernández y Zimmermann, 2012), análisis preliminar de
materiales y entrevistas a informantes que vivieron en San Pedro hasta los años sesenta del siglo XX, sabemos que hubo una ocupación, en general, continua de la hacienda, aunque con cambios de habitantes en los distintos solares. En ese sentido tenemos procesos de abandono y reocupación por parte de familias diferentes, incluso de fuera del propio asentamiento (Hernández, Fernández y Zimmermann, 2012). Importa destacar que, en general, las funciones de los solares se mantuvieron constantes, es decir, fueron espacios de habitación en los que se llevaron a cabo actividades de preparación y consumo de alimentos, cría de animales y cultivo de algunas plantas, lo cual es constatado por la evidencia artefactual y documentación histórica en combinación con las estructuras y rasgos como albarradas, pozos y arriates (Hernández, Fernández y Zimmermann, 2012). Sin embargo, lo anterior no elimina la posibilidad de modificación en las áreas de actividad a lo largo del tiempo. La diferencia de estatus entre el contexto prehispánico y el histórico también genera variaciones evidentes, que probablemente afecten las condiciones de depósito y recuperación de los compuestos químicos. Hay, desde luego, una mucho mayor inversión de trabajo y recursos en el edificio de Chichén Itzá, lo cual incide en tres circunstancias: la existencia de un piso de estuco muy sólido; las constantes modificaciones arquitectónicas y la conservación del piso por la protección del techo y su posterior derrumbe. Las modificaciones arquitectónicas permiten proponer una secuencia de cambios que pueden no observarse en casos de estructuras construidas parcialmente de materiales perecederos, como se observa en San Pedro. Y, en los casos tratados, la diferencia en la tecnología constructiva es resultado directo de las condiciones socioeconómicas y, probablemente, de las funciones de los edificios. Las variaciones en las condiciones que hemos mencionado nos permiten identificar ventajas de cada contexto, así como desventajas que deben considerarse cuidadosamente a la hora de interpretar los resultados.
Las ventajas de la Estructura 2D6 son: cuenta con un piso de estuco bastante bien conservado, y existen trabajos previos en estructuras similares con los que pueden contrastarse, como es el caso del análisis químico de la Casa de las Águilas (Barba, 2000, 2007). Por otro lado, después del derrumbe del techo, los pisos se mantuvieron sin alteraciones hasta su excavación. En cuanto a las limitaciones, es necesario mencionar que sólo se puede tomar la muestra total horizontal de piso del último momento constructivo, si bien la evidencia de posible reparación puede hacer dudar de que todo el piso sea contemporáneo. La estructura, además, tuvo un período de ocupación relativamente largo, aunque aún falta concluir con el análisis cerámico. Adicionalmente, es necesario mencionar que se liberó únicamente el espacio “público”, es decir, el más abierto, de manera que aún no podemos contrastar la información con el patio y el cuarto abovedado, ambos más cerrados y, consecuentemente, tal vez de naturaleza más privada. Respecto a los solares de la hacienda, tenemos, en cuanto a ventajas: el que se trata de un período relativamente corto —alrededor de 100 años o un poco menos—, con posibilidad de contrastación con fuentes históricas, además de recuperación de información con antiguos habitantes. Existe la oportunidad de tomar muestras en varios niveles de las casas, dado que se trató de un salvamento. Algunas limitaciones serían que, a pesar de todo, los 100 años son de todas maneras muy largos y encierran una serie de cambios políticos y económicos que debieron afectar la vida de los ocupantes. Además, la falta de piso de estuco o apisonados claros hacen menos evidente el nivel correcto de toma de muestras; aunque los resultados de las concentraciones han sido consistentes con las propuestas (por ejemplo, el área sugerida como corral mostró alta concentración de fosfatos). Finalmente, es necesario anotar que la última ocupación es muy reciente y la cercanía con la ciudad de Mérida ha mantenido el contexto sujeto a posibles alteraciones postabandono; aunque éstas pudieron no
haber afectado las concentraciones químicas, sí es necesario considerarlas en los conjuntos artefactuales. Algunas consideraciones Aunque la intención de este trabajo es de discusión metodológica y no de resultados, comentamos que, en el caso de los solares de la Hacienda San Pedro, los análisis realizados hasta el momento indican mayor acumulación de materia orgánica cerca y alrededor de los espacios cerrados; aunque esperábamos concentraciones altas en el fondo del patio —donde en ocasiones se hallaban, y aún se hallan en solares yucatecos, las letrinas—, los resultados de fosfatos no nos han llevado por esa vía (figura 23).
Figura 23. Distribución de fosfatos en el solar 15 (Gráfico de Héctor Hernández y Joaquín Venegas).
Igualmente, concentraciones dispersas de carbonatos, lejanas a los espacios constructivos, nos hacen plantearnos muchas interrogantes sobre los patrones de ocupación. En el caso de la Estructura 2D6 de Chichén Itzá, altas concentraciones de fosfatos en las banquetas nos hacen pensar en las imágenes del período Clásico de los dignatarios consumiendo, junto con su corte, abundante comida y bebida en reuniones semipúblicas. Sin embargo, como el Dr. Barba (comunicación personal 2008) ha comentado, es necesaria mayor contrastación no sólo con casos arqueológicos sino sobre todo, con evidencia etnoarqueológica. A pesar de algunos valiosos trabajos ya realizados en espacios habitacionales contemporáneos del centro de México y del área maya, un estudio sistemático en solares actuales de diferentes regiones, que documente patrones y diferencias de actividades y uso del espacio, ya sea en espacios domésticos o en otros tipos de contexto, nos parece de importancia fundamental; letrinas, tratamiento a los árboles, áreas de nixtamalización y desecho, áreas de lavado y limpieza personal, cría de animales y cultivo de plantas, áreas de ritual, ofrecen patrones generales, pero la gran diversidad del comportamiento humano requiere de más detalle y más casos registrados. Asimismo, un mayor número de proyectos
de
arqueología
experimental,
en
combinación
con
la
etnoarqueología, los análisis químicos y los paleobotánicos inclusive — aunados a la información arquitectónica, espacial, artefactual y documental — nos llevarán cada vez más cerca de entender quiénes hicieron qué, dónde lo hicieron, en qué lo hicieron y, con un poco más de oportunidad, por qué.
5. ENFOQUE INTERDISCIPLINARIO EN EL ESTUDIO DE LA ARQUITECTURA DE TIERRA PREHISPÁNICA EN EL TRÓPICO HÚMEDO MEXICANO An n i c k Da n e e l s
y
Aa r ó n Da v i d Pi ñ a Ma r t í n e z
Presentaremos aquí la colaboración interdisciplinaria que requirió el estudio de los edificios monumentales construidos de tierra del sitio arqueológico de La Joya, Veracruz, México, en la costa del Golfo. Las estructuras, levantadas en el transcurso del primer milenio de nuestra era, fueron excavadas entre 2004 y 2011, y han sido el objeto de experimentos de preservación desde 2009. El proyecto tiene un aspecto pionero, puesto que en México no existen antecedentes para la metodología de excavación y preservación de arquitectura de tierra en ambiente de trópico húmedo, ya que los trabajos anteriores se han centrado en sitios de áreas áridas o semiáridas. Ofreceremos un resumen del trabajo realizado desde 2008, resaltando la importancia de la colaboración en conjunto. La utilización de tierra cruda como materia prima para la arquitectura ocurre en la mayoría de las culturas del mundo desde tiempos inmemoriales. Se estima que un tercio, o quizá la mitad, de la población mundial vive en construcciones de tierra cruda. Aunque generalmente asociada a condiciones de pobreza, la arquitectura de tierra es apta para producir edificios mayores de alto nivel de refinamiento, como lo atestiguan los sitios de tierra que conforman el 17% de la lista del patrimonio de la humanidad, como Chan Chan (Perú), Paquimé (México), Shibam (Yemen), la Gran Muralla (China) y Djenné y Tombuctú (Malí). Como técnica de construcción tiene un bajo impacto ambiental, una alta eficiencia bioclimática y un bajo costo, características que la han convertido en un sujeto de renovada atención a nivel internacional como alternativa
económica y sustentable de habitación de bajo costo. En esta perspectiva, el estudio de casos arqueológicos de arquitectura de tierra monumental tiene interés en la medida que ofrece la posibilidad de analizar técnicas de construcción y mantenimiento de eficacia secular comprobada, aún en los casos en que la tradición haya desparecido en la actualidad. En
las
tierras
bajas
tropicales
de
México,
los
constructores
desaparecieron hace 1.000 años, después de dos eventos de conquista y despoblamiento, llevándose consigo el secreto para hacer sus edificios resistentes a las lluvias de verano y los fuertes vientos invernales que caracterizan a su entorno. La arquitectura que produjeron fue monumental, acorde a la más exigente norma mesoamericana, y duró 3.000 años, a partir de 2000 a.C. y hasta 1000 d.C. Poco se conocía sobre las técnicas específicas de construcción, por lo que las excavaciones extensivas en el sitio arqueológico de La Joya, situado en la costa central del Golfo de México, son un recurso de información que será esencial para entender la tecnología prehispánica. Este conocimiento será de importancia tanto para los constructores modernos del trópico húmedo, donde la arquitectura de tierra está actualmente poco aprovechada, como para la preservación de un patrimonio cultural e histórico subestimado. El proyecto se realizó con la autorización del Consejo de Arqueología del Instituto Nacional de Antropología e Historia, y con el apoyo de la Universidad Nacional Autónoma de México, por parte del Instituto de Investigaciones Antropológicas y del Departamento de Asuntos del Personal Académico en su Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológicas IN305503 e IN405009, y una beca de estancia sabática del PASPA; por parte del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Beca Conacyt 90636), y de la Foundation for the Advancement of Mesoamerican Studies, Inc. (beca FAMSI 07021) y Dumbarton Oaks (beca de investigación 2007-2008). El proyecto ha requerido el esfuerzo
concertado de una serie de especialistas: arqueólogos (para la secuencia constructiva, el registro de la técnica de edificación y la interpretación de la evidencia para sustentar la reconstrucción hipotética), arquitectos y restauradores, bajo la dirección de L. F. Guerrero Baca (para los dibujos de reconstrucción y trabajos de restauración, cálculo de capacidad de carga, presión interna de rellenos, tensión sobre claros). Cabe mencionar que los análisis
estructurales
de materiales
constructivos
prehispánicos
se
realizaron por los siguientes miembros del proyecto: M.C. M. Reyes: absorción, densidad, análisis microscópico (Laboratorio de Restauración, UNAM) y M. C. C. Adriano: análisis microscópico de restos botánicos para identificar maderas de techado y desgrasante de aplanados (Laboratorio de Paleoetnobotánica, Instituto Investigaciones Antropológicas, UNAM); Dr. A. Maciel: resistencia a la compresión de los aplanados, y Dr. M. A. Canseco, FTIR (Instituto de Investigaciones Materiales, UNAM); Dr. L. Silva: petrografía e láminas delgadas, y Dr. P. Girón: fluorescencia y difracción de rayos X (Instituto de Geología, UNAM); Dr. H. Gómez y técnico I. Puente: Microscopio electrónico de barrido (Facultad de Química, UNAM); Dr. A. Romo del Vivar: extracción en metanol, y análisis mediante Espectrometría de Infrarojo (FTIR), Espectrometría de Masas y Resonancia Magnética Nuclear
(Protónica)
(Instituto
de
Química,
UNAM);
Dr.
R.
Roux:
sedimentación, límites de Atterberg (límite liquido, límite plástico, índice de plasticidad), resistencia a la compresión de rellenos, adobes, y aplanados (Laboratorio de Análisis Materiales de la Facultad de Arquitectura, Universidad de Tamaulipas); las reconstrucciones 3D son de la Dra. G. Liberotti (egresada de la Universitá de la Sapienza en Roma, y del doctorado de la Universitá dell'Aquila) y del Lic. A. D. Piña (egresado del Centro Universitario Tenancingo, Universidad Autónoma del Estado de México), ambos becarios del proyecto arqueológico. Arquitectura de tierra en la Costa del Golfo de México
Por largo tiempo, se han conocido los montículos de tierra en los Estados Unidos y México. Desde el siglo XIX, las excavaciones arqueológicas en el Valle de Mississippi revelaron que estuvieron construyendo montículos de tierra como túmulos funerarios y plataformas para templos de madera, pero la evidencia revela poca elaboración estructural dentro o en el acabado del montículo (Lewis y Stout, 1998). Estas excavaciones dejaron la idea de montículos como simples montones de tierra. Los montículos en el centro y sur de las tierras bajas del Golfo de México han sufrido bajo este prejuicio, con estructuras supuestamente simples desapareciendo regularmente como relleno de carreteras en los proyectos de infraestructura de esta próspera región. Desde finales de la década de 1980, las excavaciones de pocos sitios en la costa sur del Golfo de México están cambiando lentamente las ideas acerca de la construcción de los llamados montículos. Desde el segundo y primer milenio a. C., los sitios de la cultura olmeca de San Lorenzo Tenochtitlán en Veracruz y La Venta en Tabasco han revelado los primeros conjuntos de patio hundido, pisos y muros con aplanados de barro, palacios con techos soportados por columnas y complejos de pirámide y plaza, siempre asociados con escultura de piedra mayor (González, 1997, Cyphers et al., 2006; Gillespie, 2008). Un juego de pelota de tiempo pre-olmeca (la mitad del segundo milenio a. C.) fue también identificado en la climáticamente similar costa pacífica de Chiapas (Hill et al., 1998). Por lo tanto, las categorías que se convertirían en las características principales de la arquitectura clásica mesoamericana tuvieron prototipos de tierra. Pero los aspectos estructurales de la mayoría de estos edificios han quedado poco claros, debido a que los edificios expuestos han sido vueltos a enterrar con fines de conservación sin que se investigara de forma sistemática los sistemas y técnicas constructivos. Las excavaciones llevadas a cabo desde 2004 en el sitio arqueológico de La Joya ahora revelan complejas técnicas de construcción con tierra. La Joya
está localizada cerca de la ciudad de Veracruz, en la confluencia de los ríos Jamapa y Cotaxtla (figura 24). Ambos ríos tienen su origen en las faldas del ahora inactivo volcán Pico de Orizaba; cruzan una estrecha franja de piedra caliza en su camino a la costa, depositando en la planicie costera gruesas capas de arcillas de tipo expansivo a lo largo de las terrazas aluviales. El área de las tierras bajas del centro de Veracruz tiene una precipitación media anual de alrededor 1500 a 2000 mm, principalmente entre mayo y noviembre, mientras que más al sur, donde se localizan los sitios olmecas, la lluvia es más del doble de esa cantidad (García, 1970). Durante el invierno, vientos huracanados del norte azotan las planicies. Estas condiciones geológicas y climáticas parecen en principio extremadamente adversas para la arquitectura de tierra, pero la evidencia arqueológica comprueba que esto no fue un impedimento para los constructores prehispánicos.
Figura 24. Plano del sitio arqueológico de La Joya, y en recuadro localización del sitio en el Estado de Veracruz (Crédito: Annick Daneels, con datos retomados de Escalona Ramos, 1937)
La Joya, un sitio con arquitectura monumental del primer milenio d.C. La Joya se conoce desde mediados del siglo XIX y fue registrado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia con el primer estudio topográfico en 1937 (Escalona, 1937). Desde entonces, la extracción ilícita de tierra para la fabricación de ladrillos ha destruido el 95% de los edificios, dejando sólo pequeñas partes de tres de las estructuras principales. El diseño del sitio es típico para el período Clásico en el centro de Veracruz (primer milenio d.C.). Tiene una plaza central rodeada por tres plataformas monumentales, una plaza secundaria dominada por la pirámide principal hacia el norte y el juego de pelota en el sur, que suman un volumen estimado construido de más de 250,000 m3 para todas las estructuras mayores. Este conjunto principal está rodeado de aljibes artificiales, que sirvieron primero como bancos de material, después como barreras arquitectónicas y espejos de agua donde se reflejaban los edificios. Toda la arquitectura está hecha de tierra, con revestimientos de tierra: no se han encontrado estucos de cal. Debido al avanzado grado de destrucción, se autorizaron excavaciones extensivas en lo que quedaba de los tres edificios existentes, en el marco del rescate de la información, antes de que desapareciera el sitio por completo. Los resultados preliminares de las excavaciones arqueológicas ya están disponibles (Daneels, 2008a y b, 2011). Las Plataformas Monumentales Norte y Este han demostrado ser conjuntos palaciegos, combinando funciones administrativas, rituales y residenciales de élite. Como su contraparte, la acrópolis Maya, fue reconstruida y ampliada extensivamente en un lapso de siete a diez siglos, mostrando de cinco a seis etapas de construcción. La pirámide fue un basamento escalonado cuadrado con cuatro escalinatas, una en cada
fachada, con dos etapas constructivas: una más pequeña, de doce cuerpos, del tercer siglo d.C., fue cubierta por una más grande, de 23 m, en el siglo séptimo d.C. Las reconstrucciones 3D mediante los programas Autodesk Autocad y Autodesk 3ds Max, basadas en los planos y levantamientos obtenidos en campo, han sido importantes para entender los aspectos de ingeniería y arquitectónicos de las construcciones (volumen de relleno, estimación de presión interna, cálculo de cargas, etc.) (figura 25).
Figura 25. Reconstrucciones 3D: a. sala de audiencia, segunda etapa constructiva de Plataforma Norte (hacia 330 a.D.); b. Pirámide principal, primera etapa constructiva (hacia 300 a.D.), c. Plataforma Norte, primera etapa constructiva (hacia 100 a.D.), d. Plataforma Este, última modificación de la tercera etapa constructiva (hacia 700 a.D.) (créditos: datos arqueológicos: Annick Daneels, de excavaciones con permiso del Consejo de Arqueología del INAH, reconstrucción 3D: a, c: David Piña, b, d: Giovanna Liberotti).
Las técnicas de construcción parecen ser bastante consistentes en los tres edificios, lo que sugiere una tradición ya bien establecida y exitosa, lo cual no es sorprendente a la luz de los ejemplos tempranos citados. Desafortunadamente, no hay evidencia histórica disponible acerca de esta tradición, como los constructores del período Clásico fueron desplazados después del 1000 d.C. por grupos de habla nahua de las tierras altas, que impusieron su tradición de construcción en piedra, y quienes a su vez fueron diezmados por las epidemias introducidas por los españoles. Esta doble ruptura cultural, primero por los nahuas, y luego por los españoles, ocasionó la pérdida de los conocimientos de arquitectura de tierra en las tierras bajas tropicales del centro y sur de Veracruz. Un censo económico del siglo pasado demuestra que ya no se practica la construcción de tierra en las áreas tropicales de Veracruz (Peña, 1946). En este trabajo se presentarán los sistemas constructivos arquitectónicos revelados por las excavaciones arqueológicas, junto con las características de los materiales de construcción derivadas de una serie de análisis aplicados a muestras de los rellenos, los bloques de adobe y los revestimientos, que incluye petrografía de láminas delgadas, fluorescencia y difracción de rayos X, la sedimentación, límite líquido, límite plástico, índice de plasticidad, resistencia a la compresión y (sólo en el caso de recubrimientos) espectroscopia de FTIR, microscopía electrónica de barrido, resonancia magnética nuclear y análisis botánico microscópico, para la determinación del aglutinante orgánico. La creación de volúmenes por medio de basamentos monumentales El procedimiento para alcanzar la monumentalidad se basa en primera instancia en levantar grandes plataformas basales de tierra directamente en la superficie del suelo, sobre las que las viviendas fueron construidas después. Las pendientes de estas plataformas pueden llegar a ser muy
empinadas, hasta casi verticales (inclinaciones de 79 a 87 grados), lo que requiere un control de la presión interna en el relleno. Esto se logró mediante un sistema ingenioso de alternar bloques de relleno arenosos y arcillosos. Los bloques son de más de 6 m de largo por 1 a 1,5 m de alto: los de arcilla son sólidos pero inestables debido a que se expanden y se contraen de acuerdo a los cambios estacionales de humedad, mientras los bloques arenosos tienen poca consistencia independiente, pero al llenar los espacios intermedios controlan la expansión de la arcilla. Además, los rellenos de arena permiten un drenaje rápido del agua de lluvia que llegase a penetrar, llevándola hacia el subsuelo sin afectar a la solidez estructural del conjunto (figura 26).
Figura 26. Estratigrafía del perfil de excavación que revela el sistema constructivo de la Pirámide, en su primera y segunda etapa constructiva (crédito: dibujo por Annick Daneels, basado en excavaciones con permiso del Consejo de Arqueología del INAH).
La cara exterior de los edificios se compone de una gruesa capa de limo, que también fue utilizado para construir las escaleras y sus rampas de apoyo (figura 27).
Figura 27. Fachada de la subestructura (crédito: foto Annick Daneels, mayo 2008, basado en excavaciones con permiso del Consejo de Arqueología del INAH).
El material de relleno se obtuvo a nivel local, aprovechando sin modificarlos los depósitos geológicos disponibles a poca distancia: limos de las terrazas aluviales, arcillas de las planicies inundables o de los aljibes artificiales, y arena de las playas del río o de la paleoduna sobre la cual se desarrolló el sitio. Los tipos de arcilla han sido identificados a través de difracción de rayos X: hay esmectitas (montmorillonita), cloritas y caolinitas. Aunque no hay una cuantificación exacta de los distintos tipos, parecen dominar las esmectitas, lo que concuerda con el tipo de sedimento geológico que caracteriza la región, de origen volcánico. Así, el principal material de construcción es una arcilla muy expansiva que los constructores modernos evitarían. El material de relleno se utilizó sin modificar, aunque a veces una
capa de fragmentos cerámicos se colocó en la superficie de las capas de relleno para facilitar el compactado. La petrografía es muy regular desde el punto de vista mineralógico, con variaciones sólo en las proporciones de los componentes de arena, limo y arcilla, una situación consistente con los depósitos aluviales. El relleno se recubre por una capa de limo con la que se le da la forma final al edificio. Esta a su vez está cubierta por un firme, una capa estructural ya preparada, de 5-7 cm de espesor, que se compone de una mezcla de sedimentos finamente tamizada con una gran proporción de arcilla (60 a 70% de fracción fina de limo/arcilla) y pequeños fragmentos de tiestos añadidos para dar consistencia (Tabla 1). Este firme nivela la superficie
superior
con
la
inclinación
necesaria
para
permitir
el
escurrimiento, y consolida los taludes en un ángulo casi vertical. Tabla 1. Análisis por Difracción de rayos X de la fracción fina de muestras estructurales (créditos: Dr. P. Girón, Instituto de Geología, UNAM, enero 2010) Clave
Minerales Identificados en
Minerales identificados
de la
Muestra total
en fracción arcilla (orientada)
Especie Mineral #JCPDS
Especie Mineral
Muestra
Muestra Feldespatos
Clorita
1
Smectita (Montmorillonita)
Plagioclasas
Muestra Cuarzo 33-1161 Cristobalita 11-691 3 Muestra 6
Minerales tipo arcilla? Las especies minerales están ordenadas, de acuerdo a su
Muestra predominio.
En la gráfica de la muestra 8, se han señalado las bandas típicas de la clorita.
-
7 Muestra 8 Muestra 10 Muestra 14 Muestra 15 Muestra 16 Muestra 17 Muestra 18
T
La creación de espacios por medio de aposentos Los muros constan de bloques de adobe: su tamaño es grande, 80 cm de largo, 40, 35 o 30 cm de ancho y 10 cm de espesor. Fueron utilizados para las paredes y para las columnas y pilastras encastradas, que pueden ser rectangulares o redondeadas (esta última forma se obtiene agregando mortero de arcilla alrededor de los adobes rectangulares hasta conseguir la forma deseada). Su composición varía: algunos son en su mayoría de limo, otras son de arena, todas tienen un componente del pasto picado y fibras (Tabla 2). Su resistencia a la compresión es alta (6.257 a 7.954 Mp) en comparación con otras muestras arqueológicas y modernas. En las paredes de vivienda típica, la textura de los bloques de adobe es muy similar en
todos las hiladas y apenas se distingue de la de la mezcla de arcilla utilizada como cementante y aplanado. La altura de las paredes excede los 1.75 m. En un muro perimetral, hecho de una doble hilera de bloques de adobe, se observa que los bloques de las hileras inferiores son más arenosos que de las superiores. De acuerdo con Carlos Cano, especialista en Chan Chan, Perú (comunicación personal, septiembre 2009), puede ser un sistema para favorecer la evaporación por capilaridad de la humedad interna. Tabla 2: Análisis de sedimento: granulometría con cribas del no. 4, 40 y 200, límites de Atterberg, y descripción de acuerdo a las categorías del Unified Soil Classification System (crédito: Dr. Rubén Roux, Laboratorio de Análisis Materiales de la Facultad de Arquitectura, Universidad de Tamaulipas). # Elemento
Granulometría (% )
Lmite
Límite
Índice de
SUCS Descripción Resis
liquido plástico plasticidad
a comp
Graval Arena Finos 1
Adobe 12
2
51
47
kg/ 28.9
19.2
9.7
SC
Arena arcillosa
2
Adobe 11
3
49
48
28.1
19.3
8.8
SC
Arena arcillosa
3
Adobe 12
3
50
47
28.6
19.2
9.4
SC
Arena arcillosa
4
Adobe 14
3
49
48
31.2
20.6
10.6
SC
Arena arcillosa
5
Adobe 16
2
49
49
27.5
19.6
7.9
SC
& 17 6
Piso
Arena arcillosa
3
57
40
25.2
18.4
6.8
SM
exterior
Arena limosa con arcilla de baja plasticidad
7
Piso exterior
2
50
48
22.0
NP
NP
SM
Arena limosa con
6.:
arcilla de baja plasticidad 8
Aplanado
2
34
64
28.4
19.6
8.8
CL
de muro
Arcilla inorgánica de plasticidad media a baja
9
Firme de
3
26
71
28.8
19.7
9.1
CL
plaza
Arcilla
4.
inorgánica de plasticidad media a baja
10
Piso
5
33
62
25.7
17.8
7.9
CL
exterior
Arcilla inorgánica de plasticidad media a baja
11
Piso
4
48
48
24.4
18.3
6.1
SM
exterior
Arena
4.
limosa con arcilla de baja plasticidad
12
Piso de
4
43
patio
53
23.9
NP
NP
ML
Limo inorgánico
exterior
T
►
El desmantelamiento parcial de este muro permitido comprobar que los bloques de adobe fueron colocados de forma cuatrapeada, es decir, a lo largo, con los bloques de una hilada puestos de tal manera que cada adobe quede montado sobre dos adobes de la hilada inferior. No ha sido posible verificar si algunos adobes están colocados a tizón (es decir, ubicado transversalmente sobre las dos hileras de adobe del muro doble) para aumentar la resistencia estructural de la pared, aunque la proporción de los bloques lo permitiría.
En vista de la alta precipitación pluvial que impera en la región, es sorprendente que la evidencia apunte a techos planos: no hay evidencia de los horcones de madera necesarios para soportar un techo de dos aguas de palma, típico de la arquitectura vernácula tropical. Las esquinas de las habitaciones son formadas por muros sólidos de adobes cuatrapeados, sin evidencia de agujeros de poste. Huellas de morillos paralelos delgados son visibles en el barro endurecido del techo colapsado de una vivienda quemada de la Plataforma Este. Se trata de varas de 1 cm de diámetro, de sección circular u ovalada, atadas con cuerdas, que probablemente reposaban sobre una cubierta de cañas extendidas sobre viguetas apoyadas en los muros (figura 28). La identificación de las especies de madera está todavía en curso. En comparación con los aplanados de muros y pisos, la mezcla utilizada como cubierta del techo tiene un componente mucho mayor de manojos de hierbas sin picar. Esta característica puede haber reducido el peso total de la cubierta. La ausencia de líneas de goteo en el suelo que rodea la vivienda sugiere que una especie de parapeto controlaba el escurrimiento del techo. El análisis de los fragmentos de barro quemado del techo, de los cuales algunos muestran una forma angular, deberá permitir el cálculo de la altura de la moldura que corría a lo largo del borde de la azotea y controlaba la evacuación de la lluvia.
Figura 28. Fragmento de techo quemado por incendio, mostrando impronta de cañas que se apoyaban en los morillos de la techumbre (crédito: foto Annick Daneels, octubre 2009).
La boca de una tubería de agua en el borde superior de la plataforma basal de la misma vivienda puede indicar el punto donde la lluvia se escurría del techo hacia un sistema de drenaje mediante una tubería de módulos embonados de conos de cerámica, de 80 cm de largo, 18 cm de ancho en la boca, y 15 cm en la base, con 10 a 15 cm de traslape cuando se instala. Tales tuberías se han encontrado colocadas con una inclinación de hasta 16% para drenar los aposentos de las plataformas, pero también en una pendiente de 5% y 6.25% para drenar plazas (figura 29).
Figura 29. Canalización de desagüe de plaza, formada por tubos de barro cónicos que embonan uno en otro (crédito: foto Annick Daneels, mayo 2008, basado en excavaciones con permiso del Consejo de Arqueología del INAH).
Algunas tuberías fueron colocadas durante la construcción como parte del diseño, mientras que otras fueron insertadas en las construcciones preexistentes, de acuerdo a las necesidades de remodelación. La protección de las superficies mediante aplanados de barro El secreto del éxito de la arquitectura de tierra parece estar en sus acabados. Cuando recién excavadas, las superficies son impecables: sin grietas,
ni desfasamientos,
ni daños por agua
(figura
30).
Estos
revestimientos se aplican directamente sobre los bloques de adobe de las paredes y las capas de nivelación (o firmes) de las plataformas. Los perfiles estratigráficos demuestran que la misma capa cubría las paredes, pisos, pasillos exteriores y taludes: no hay evidencia de empates entre distintos tipos de revestimientos interiores o exteriores. En edificios utilizados
durante unos 200 años (fechados por radiocarbono y tipología cerámica), estas capas de aplanado se han renovado hasta cuatro veces, lo que sugiere una vida media de aproximadamente 50 años. Pero hoy, cuando están expuestas mediante las excavaciones, estas mismas superficies sufren desde las primeras lluvias. Este cambio apunta a la presencia de un componente orgánico en los recubrimientos originales que puede haber perdido su eficacia a través del tiempo (por lo menos 1.000 años desde el abandono del sitio).
Figura 30. Escalinata de acceso a la Plataforma Norte (segunda etapa constructiva), recién excavada, mostrando superficies intactas; comparar con la renovación de la misma escalinata en un momento posterior (en segundo plano) que quedó expuesta en temporada de lluvias (crédito: foto Annick Daneels, mayo 2007, basado en excavaciones con permiso del Consejo de Arqueología del INAH).
Los revestimientos consisten de una mezcla estructural con una alta
proporción de arcilla (60 a 70% de fracción fina, como en los firmes) y de hierba picada finamente, identificada hasta ahora sólo como del género Panicum, en una proporción estimada del 30 al 40%. La capa de aplanado mide entre 1.5 y 2 cm de espesor, y está muy compactada por pulimiento, lo que orientó muchos de los componentes horizontalmente (Figura 31 y Tabla 2, las muestras de 6 a 12). La resistencia media a la compresión, basado en 18 muestras de capas de piso y pared, es de 2.35 MPa, pero con un amplio rango de variación, 0.78 a 3.08 MPa en las paredes (n = 5) y 0.26 a 7.58 MPa en pisos (n = 13). La menor resistencia en algunos pisos puede ser una consecuencia posible de intemperización.
Figura 31. Fragmento de repello de muro de adobe, fractura vista de perfil, mostrando la cantidad de paja picada integrada a la mezcla (recuadro: acercamiento - escala en milímetros) (crédito fotos: Annick Daneels, octubre 2009, acercamiento: Cristina Adriano, diciembre 2009).
La mezcla de los aplanados de los revestimientos, en cuanto a las proporciones de los distintos tipos de minerales y de paja agregada, parece ser de calidad normal a inferior, de acuerdo a la base de datos CRATerre, por lo que un aglutinante orgánico podría explicar el éxito de los aplanados ante la intemperie en condiciones climáticas extremas. Una observación cercana de los perfiles estratigráficos revela que encima del recubrimiento hay una fina capa de arcilla de color claro, de 1 a 1.5 mm, lo que puede representar una capa coloidal dejada por la aplicación repetida de una solución en la parte superior del revestimiento. Este tratamiento de la superficie puede haber sido aplicada anualmente para obtener el deseado efecto repelente al agua. La primera hipótesis fue que el componente era mucílago de nopal (Opuntia, sp.), que se ha utilizado en el altiplano de México desde tiempos
prehispánicos hasta la actualidad y que se comporta como un polímero (Torres et al., 2005; Guerrero, 2007). El análisis inicial FTIR de 11 muestras de revestimiento (y un bloque de adobe) muestra la presencia de un mismo componente en cada uno de ellos, pero este componente no parece ser mucílago de nopal (figura 32).
Figura 32.Espectro de FTIR comparando un residuo de aglutinante puro obtenido en muestra de repello (arriba) con un extracto de mucílago de nopal moderno (abajo) (crédito: Miguel Ángel Canseco, Instituto de Investigaciones Materiales, UNAM, octubre 2009).
Teniendo
en cuenta que las planicies costeras del Golfo son
ecológicamente mucho más diversas que las tierras altas semiáridas de México, la diferencia en aglutinante no es sorprendente, pero la identificación de los componentes, sobre todo si se trata de una fórmula compuesta, presenta un gran desafío. Se realizó un estudio con microscopía electrónica de barrido en una muestra, con particular atención a las capas coloidales. Si bien las imágenes mostraron formas de apariencia orgánica, el
análisis de composición marcó sólo la presencia de minerales terrosos, son presencia significativa de carbono que hubiera reflejado vestigios orgánicos (figura 33).
20 kU
XI, 0 0 0
10Mm
FQ-USAI
Figura 33. Microscopía Electrónica de Barrido aplicado a muestra de aplanado de la segunda etapa constructiva de la Plataforma Norte, con elemento de apariencia orgánica pero con resultados de composición inorgánica (crédito: Iván Puente, para Humberto Gómez, Unidad de Apoyo a la Investigación de la Facultad de Química, UNAM, junio 2011).
Un análisis más detallado está en marcha para determinar qué componentes están presentes por la extracción de los residuos de aglutinante de las muestras de recubrimiento. Se llevó a cabo una extracción
mediante metanol de un fragmento de 105 g de repello de fachada (de 200 a.D.), obteniendo un residuo de 16 mg de materia orgánica (0.015%). El espectro bidimensional homonuclear obtenido por Resonancia Magnética Nuclear reveló una cadena de hidrocarburo lineal que posiblemente tiene en un extremo un grupo tipo flavonoide formado por varios anillos bencénicos , y en el otro extremo una cadena de tres carbones con un grupo (- O - R), donde R puede ser (R = H) como en los azúcares (figura 34). U.N.A.M. I n stituto de Q u í m i c a D r . A . Romo Clave: A RQ-R
ICH
|
9
8
7
6
5
4
3
j
2
1
ppm
Figura 34. Espectro bidimensional homonuclear obtenido por Resonancia Magnética Nuclear de un extracto obtenido de un repello de la fachada sur del edificio de acceso a la plaza principal (hacia 200 A.D.) (crédito: Dr. Alfonso Romo del Villar, Instituto de Química, UNAM, octubre 2011).
Será necesario extraer y procesar cantidades mayores de muestra mediante este procedimiento, para lograr obtener una cadena más completa, y empezar a compararla con espectros de extractos vegetales de
Sida Acuta y Guazuma Ulmifolia, ambos usados en la arquitectura vernácula de tierra en el trópico húmedo de Centroamérica (Ohi y Girón, 2000; Iniciativa Maya, 2000). Esta vertiente de investigación se justifica, por una parte, porque tales plantas son tan comunes en los ecosistemas del centro de Veracruz como en los de Centroamérica, y, por otra, porque la zona tropical húmeda del centro y costa pacífica de Guatemala y San Salvador ha estado en interacción con el Golfo desde milenios (Daneels, 2001), por lo que una tradición vernácula que sobreviva allá puede tener relevancia para la evidencia arqueológica en Veracruz, aunque en el Golfo se haya perdido este conocimiento tecnológico por coyunturas históricas. Conclusiones Los datos de las muestras de La Joya revelan las características de la arquitectura de tierra prehispánica en el trópico húmedo de México que no han sido documentadas previamente. Estos no son simples montículos de tierra apisonada y chozas de palma en la parte superior. La arquitectura es totalmente elaborada, conforme a los estándares de la arquitectura mesoamericana de piedra (Marquina, 1951). Para lograr esta calidad en la construcción usando sólo tierra, particularmente arcillas expansivas, los constructores desarrollaron soluciones originales, como el sistema de alternancia de bloques de relleno para controlar la presión interna de los basamentos, y el drenaje eficiente usando la inclinación apropiada en la superficie y las tuberías de arcilla. El logro más fascinante es el acabado de superficie, que fue resistente a las fuertes lluvias y a los vientos, e incluso permitió el uso de techos planos. La evidencia arqueológica sugiere la utilización
de un aglutinante
orgánico,
que
al parecer
se
aplicó
regularmente sobre los revestimientos y parece haber sido el secreto del éxito. La identificación de este producto representa un gran reto del trabajo en curso y será crucial para la preservación de estos edificios prehispánicos, así como para la construcción moderna de tierra.
6. ESPACIOS Y TERITORIOS EN LOS PAISAJES DE BAJOS Y ZONAS INUNDABLES DEL CURSO MEDIO DEL RÍO USUMACINTA, TABASCO Ke i k o Te r a n i s h i El curso medio del Río Usumacinta es un paisaje fluvial que se distingue por una larga historia de ocupación humana que ha modificado tanto el paisaje como el clima (Beach et al., 2008); los antecedentes de esta región apuntan desde las primeras exploraciones de Désiré Charnay navegando hacia Montecristo (hoy Emiliano Zapata) hasta Tenosique en 1881 a un corredor de gran dinamismo territorial y de extensas redes de relaciones. Franz Blom, Maler y Seler en sus recorridos describen con algunas referencias el curso medio y superior del río Usumacinta; además, los trabajos de Wyllys Andrews (1943) en el sureste de Tabasco, y Stirling (1942) en el sitio monumental de La Venta son los primeros aportes a los datos de la región. A raíz de estas referencias surgen en 1939 trabajos científicos dentro de las academias de aquel tiempo, y en los años cincuenta Heinrich Berlin y el estudiante Carlos Navarrete recorren 6 sitios con el objetivo de cronologizar relativamente el horizonte tardío del área. Esta investigación logra a través del seguimiento del complejo cerámico de Naranja Fino establecer un orden en los horizontes tardíos del área. En sus reportes de la Carnegie Maya (1913-1957) registra el sitio de Arenitas conocido posteriormente como el Arenal, y visita Tierra Blanca y Corral Nuevo reportando figurillas de una temporalidad muy temprana (arcaica), realiza además algunas excavaciones cerca de los montículos de Tecolpan, en la ribera izquierda, y recolecta material cerámico del tipo Naranja Fino y cabezas de figurillas; junto a el Rancho El Tren evidencia material preclásico y clásico Temprano (Berlin, 2006: 562) Pavón Abreu en 1945 refiere una completa monografía al sitio de
Morales ubicando su ocupación en el Preclásico Medio. Más tardíamente, el primer trabajo regional que recorre esta zona lo desarrolla Lorenzo Ochoa (1978) con la participación de Carlos Álvarez, Ernesto Vargas, Luis Casasola y Martha Hernández. En esta investigación se realizaron recorridos sistemáticos con el consecuente registro, levantamiento de los sitios y análisis de materiales de superficie, además de algunas excavaciones que permitieron cronologizar comparativamente a la región con el material recolectado anteriormente en superficie. Otro proyecto que aportó datos regionales fue el del sitio Santa Elena en Balancán, realizado por Mugarte y Perales desde 1987 hasta 1988. Además del Atlas Arqueológico de 1987, el cual contribuyó a completar este acervo de sitios reportados, registrando algunos no explorados, y las condiciones de deterioro en cada caso (figura 35). 580000
600000
620000
640000
660000
680000
700000
720000
740000
760000
580000
600000
620000
640000
660000
680000
700000
720000
740000
760000
D
10
20
40 Kilometers
F ig u r a 3 5 . S itio s r e g i o n a l e s d e d if e r e n te o r d e n . L o c a liz a c ió n d e T i e r r a B la n c a .
Los resultados de estos proyectos pusieron a discusión la configuración y cronología de los sitios. En las exploraciones de Ochoa (1978) se plantea una ocupación temprana en las riberas del Río San Pedro, y ocupaciones tardías en el sector de San José del Río. Las riberas son el lugar de emplazamiento de estos sitios tempranos, y en especial en la zona de la ribera este del río San Pedro, cuando su cauce superior tiene una orientación eje sur-norte. En este sector se registró una serie de sitios de gran tamaño y volumen constructivo como Tiradero, Mirador y Revancha, presentando momentos de ocupación continua desde el Preclásico Temprano-Medio. La configuración de estos sitios cambia en ciertos momentos respecto a la función de algunas áreas, llevándose a cabo diversas obras constructivas, mostrando así que sus relaciones se intensifican en el Clásico Tardío (fase Caoba) con otras regiones como el Petén. Respecto a las hipótesis de Ochoa a que en esta región se asentaron enclaves de colonización olmeca, y más puntualmente que los desarrollos se originaron por un proceso migratorio (Ochoa, 1982: 110), él sostenía que una serie de oleadas migratorias después de ciertos procesos de ruptura habían llegado a la región desde La Venta durante el Preclásico Tardío, y se habrían movilizado en dirección de Tierras Bajas Centrales. Esta premisa fue sostenida con una serie de correlaciones morfológico-estilísticas en materiales como hachas, figurillas, además de la estela de Balancán (Hernández, 1976) o el monumento de Tenosique (García Moll, 1979), aunque los mismos materiales ya manifestaban una calidad diferente en sus manufacturas en comparación a la zona nuclear olmeca. Basándonos en algunas de las excavaciones de este proyecto en donde las estratigrafías expusieron un horizonte Preclásico (Cala VI, Capa IX), y utilizando sus registros del recorrido de superficie podemos señalar que la
estratigrafía expuesta en las capas estratigráficas II responde a una serie de asentamientos del Clásico Tardío, aunque las exploraciones en las capas iniciales no se efectuaron fechamientos ni tampoco se localizó un piso u otro indicador de asentamientos permanentes. En la región abordada se localizaron diferentes tipos de asentamientos que fueron caracterizados y fechados relativamente a través del método tipo-variedad en su material cerámico de superficie y el de algunas excavaciones. Se definieron áreas habitacionales y cívico-ceremoniales dentro de las unidades registradas, y en particular dentro del área que circunda al sitio Tierra Blanca se ubicaron sitios en diversos sectores: Montebello (ZA 2) es uno de ellos a 3 km al este de La Carmelita (el sitio de primer orden del área) es un gran conjunto conurbado a este lugar, diez montículos, un juego de pelota, y dos plazas centrales. Sus materiales son de temporalidad Clásica, y al parecer convive con la Carmelita en su última etapa ocupacional; un sitio habitacional pequeño aledaño a Montebello a unos 3 km al sureste, La Campana, con unos 15 montículos y un juego de pelota. Por otro lado, hacia el este, a unos 4 km de Tierra Blanca, se encuentra la aldea de Pomoca en la ribera norte, y otra gran aldea llamada Pocvicuc, ya registrada por Rands (1967), con un antecedente en la ribera sur registrado por Berlín en 1952, el sitio de La Concepción, cuyo asentamiento pertenece al igual que Pomoca al periodo Preclásico. Este sitio se encuentra en una planicie rodeada por cuerpos de agua (Laguna Corozal, Joval, Cenote, y Encantada). Los materiales regionales reportados por Ochoa (1976) registran una ocupación desde el Preclásico Medio-Tardío hasta el Posclásico en todos estos sitios, aunque los únicos sitios que son contemporáneos para esta área desde el Preclásico Medio-Tardío son Trinidad, Tierra Blanca, Pomoca, Carmelita, Pocvicuc y La Concepción (figura 36). Las equidistancias de 1 a 1.5 km entre estas unidades en un área menor
a 30 km2 , y con indicadores de rango hacia el Clásico Tardío refleja una segmentación o reacomodo de grupos dentro de estas unidades. Los componentes de primer rango como el juego de pelota y por lo menos dos espacios públicos cerrados están presentes en el caso de Montebello y La Campana; y de centros cívicos con por lo menos 2 plazas mayores cerradas en el caso de los sitios de San Carlos y San Marcos. 631100
500
632900
250
0
634700
500
636500
638300
640100
641900
643700
645500
647300
1 000
Meters
Figura 36. Sitios aledaños al área de estudio registrados en 1976 que en la actualidad están destruidos.
Este panorama arqueológico planteó las primeras propuestas cronológicas basadas en una recolección sistemática de material en el área. Rands (1992) en sus recorridos dentro de la coyuntura constructiva del Plan Chontalpa recolecta en el área de Tierra Blanca gran cantidad de material temprano, la relación de estos con materiales olmecas ya habían sido referidos por Sisson
(1976) y los materiales de Trinidad cerca de Tierra Blanca adscritos al complejo Chiuaan, evidenciando que las formas olmecoides y la cerámica Xe (ca. 900 a.C.) reconocida en esta área estaba asociada a las primeras comunidades sedentarias en tierras bajas del Petén y Yucatán. Rands además detecta cambios desde el Preclásico Medio al Tardío, al parecer los sitios muestreados a pesar de sus particularidades comunes locales desarrollan relaciones más fuertes fuera de estas comunidades aledañas durante este período de transición. La filiación de los rasgos a nivel de grupos que él identifica en un sentido tipológico y estilístico presenta materiales tempranos olmecas, del Istmo y Chalchuapas (Lowe, 1981). Por su parte, los materiales arqueológicos recuperados en la zona confirman que dicha área estuvo ocupada inicialmente desde el Complejo Chun (1100-800 a.C.), y tuvo relaciones con el área nuclear olmeca (Sisson, 1976). Otros como Lowe (1981) ven a esta región en un complejo proceso de restructuración interna de olmequización. Estas últimas posiciones prefieren darle un lugar a estos grupos locales como agentes estructuradores de sus propios trayectos y no sólo explorar las relaciones de colonización u/o de otro tipo por parte de grupos más complejos. Dentro de esta posición encontramos a algunos investigadores que a pesar de encontrar un sustrato compartido en estos desarrollos tempranos del sureste discuten y atienden a las configuraciones propias de estos grupos intentando abordar las concepciones de paisaje, territorio u otras formas de expresión en sus propias comunidades, y de cómo estas establecen patrones en la organización espacial trazando así las primeras evidencias de la diferenciación local. Respecto a la organización de espacios o como otros autores han llamado “paisajes” (Fedick, 1988; Ashmore, 1991), se pone de manifiesto la importancia de la adecuada definición de formas y acondicionamientos culturales (arquitectura u otros rasgos), además de la organización de estos elementos en conjunción al medio. La organización del espacio traducida en
acondicionamientos, aprovechamientos, espacios vacíos y complejos de acceso a los diversos recursos del entorno han sido definitorias en términos de la relación geografía y grupos humanos. Por todos estos antecedentes el estudio de la historia ocupacional de esta área de una alta vulnerabilidad ecológica era clave para la comprensión de los desarrollos tempranos en tierras bajas mayas en términos de sus asentamientos y organización espacial de los mismos.
PRAUS
(Proyecto
Arqueológico
Usumacinta) y
su
metodología
multidisciplinaria El Proyecto PRAUS (Proyecto Arqueológico Usumacinta) exploró desde el año 2010 un área de 25 km2 de la cuenca media del río Usumacinta sorteando las primeras dificultades en la detección de sitios de una mínima visibilidad arqueológica debido a su cronología, nivel de desarrollo y arquitectura de tierra. El plantear un estudio sinóptico de una microrregión para poder entender el uso del espacio y sus primeras definiciones territoriales en un período temporal -Preclásico Medio-, que por lo menos por la alta sedimentación del área estaría ubicado bajo 3 o 4 metros, originó establecer una estrategia de recorrido que pudiera darnos un panorama ocupacional de gran cobertura cronológica, ya que la arquitectura en superficie de los sitios era casi imperceptible velando su historia. Abordar una historia ocupacional refiriendo al paisaje geográfico, geomorfológico y su relación paleopedológica manifestaba nuestro interés por explorar los paisajes arqueológicos a través de la memoria del suelo reconstruyendo la historia paleoambiental de esta área temporalizando sus transformaciones, revelando así las condiciones por las que atravesaron estas estructuras del paisaje y cómo impactaron a sus comunidades.
Recorrido geomorfológico de superficie. Propuesta de exploración al
paisaje modificado La metodología implementada para el recorrido tuvo el objetivo de reconocer y categorizar a traves de la geomorfología del actual paisaje utilizando el modelo de macrounidades regionales desarrollado por M. Ortíz-Pérez et al. (2005), geográfo que sistematiza y define variables ecogeográficas a nivel regional por medio de las definiciones fisiográficas y geológicas preliminares del paisaje estableciendo diferencias a nivel estructural de ciertas porciones de territorio dentro de estas unidades mayores. Con base en éstas se elaboró un cuadro sistemático de diferenciación geográfica, que asocia ciertas fisiografías y los actores de formación de paisaje en expresiones espaciales específicas, definidas como unidades ecogeográficas
(Ortíz-Pérez,
Siebe
y
Cram,
2005).
Estas
unidades
evidenciarían geomorfologías (formas de la superficie terrestre) que, al ser exploradas junto a sus calidades de suelo y ventajas estructurales (altura, pendiente, etcétera), podrían ser espacios más o menos diferenciables en una microrregión. Un acercamiento a escala micro de una pequeña comunidad dentro de esta gran región de Tierras Bajas noroccidentales nos permitiría reconocer en estos paisajes geomorfológicos su ordenamientos en el espacio, y las primeras delimitaciones de los grupos dentro
de una comunidad
arqueológica. Por último, esta propuesta se ha enmarcado en una línea de investigación geoarqueológica debido principalmente a las temporalidades abordadas en el área, ya que la activa dinámica fluvial y sus constantes sepultamientos
hacen
indetectables
en
superficie
las
ocupaciones
preclásicas. La exploración del origen y morfologías de las geoformas en este paisaje sepultado, así como su modificación a través del tiempo, se exploraron con métodos geomorfológicos y edafológicos para acercarnos a los impactos naturales y antropogénicos que lo afectaron como uno de los
factores de reestructuración ocupacional. Este trabajo usa como guía la memoria de los suelos, su correlación con la estratigrafía arqueológica y la utilización del principio de uniformitarismo (Bates, 1980) en el sentido reconstructivo del paisaje y la proyección de las causalidades de los procesos de formación del paisaje actual a las dinámicas del pasado.
Geografía. Geomorfología, Suelos y SIG Uno de los trabajos de gabinete utilizó fotografía aérea vertical tomada por SEDEÑA en 1960 en este tramo de la cuenca. La perspectiva 3D (modelado digital)
a
través
de
la
estereoscopía
en
paisajes
impactados
antropogénicamente, y de grandes dinámicas de cambio, permite una clara identificación de formas, desgastes, rasgos vegetacionales, etc. Un área en donde la cartografía presentó mapeos topográficos muy reducidos (escala 1: 20.000) y homogéneos que no reconocían las pequeñas sinuosidades en el paisaje, y una carencia de materiales cartográficos a escala 1: 2000 o 1: 5000 casi inexistentes para el área, detonó la búsqueda de otras formas de examinar el paisaje de forma selectiva y distintiva, conjuntando el análisis de la fotografía aérea con la identificación y establecimiento de unidades geomorfológicas en donde se registrarían los rasgos ocupacionales u/o de otro tipo observados, ya que estas zonificaciones permitirían establecer la relación medio/asentamiento y la degradación del paisaje actual (West y Psuty 1969; Rice et al., 1985; Métailié et al., 2003). Es por esto que recurrimos a las fotos aéreas verticales y a la cartografía del área utilizando SIG (Sistemas de Información Geográfica) con modelos de elevación que proyectaron las mínimas altitudes del paisaje para poder expresar así las geoformas del área. Las unidades geomórficas identificadas fueron rectificadas en campo en el área de recorrido, y los límites resultantes del trabajo de recorrido definiendo para esta área de 25 km2 los siguientes estratos geomorfológicos a recorrer (figura 37):
• sibales (terrenos inundables /0.74 km2) • riberas de ríos (áreas aledañas a los cursos fluviales con rango de amplitud de 500 a 1 km (4.1 km2) • piedemonte (0- 20 msnm) con un área de 2.2 km2 • monte (de 20 a 40 m.s.n.m) con una extensión de 2.5 km2 • los bajos inundables (áreas temporalmente inundadas) con 1.7 km2 y • la planicie, cuya área es la mayor, con 18.79 km2
1962000mN
1960000inN
1958###raN
1956000m N
1954000m N
1952000mN
1950000mN 632000in E
634000mE
636000m E
638000mE
640000mE
642000mE
Figura 37. Estratos geomorfológicos. Elaboró Keiko Teranishi (2013).
Con esto pretendimos completar así un transecto altitudinal que después se usó como toposecuencia para las excavaciones posteriores con dos fines: 1. Registrar las expresiones en los diferentes altitudes del paisaje y 2. tener
representados las diferentes calidades de suelo en estas altitudes en un área de 25 km2 de forma geométrica irregular que abarcaba diferencias altitudinales que incidían en el muestreo de suelos, y que con los sondeos explorarían la temporalidad preclásica de sectores diferenciados (figura 38). Resultados Comunidad y ordenamientos espaciales El recorrido cronologizó relativamente a la región desde el Preclásico Medio-Tardío (900 a.C-150 d.C) hasta el Posclásico Temprano (1250 d.C). Esta comunidad registró 11 sitios que en el patrón de asentamiento regional arrojaba sitios de orden mayor como Pomoná, Arenal, y de segundo rango como Lindavista y San Joaquín, con relaciones más cercanas al Petén que al propio Usumacinta. En general, los paisajes ocupacionales de bajos y de menor jerarquía habían sido poco abordados y la exploración de su paisaje físico (suelos y calidades) casi inexplorado. El conocer donde se emplazaron este rango de sitios menores, y su patrón ocupacional detallado creo las condiciones para optar por este cuadro sinóptico.
Figura 38. Cuadro sinóptico. Área de recorrido. Elaboró Keiko Teranishi (2013].
La arquitectura en superficie de los sitios los hacía casi imperceptibles con un sistema constructivo de tierra bastante diferenciado en sus componentes y número de los mismos para comenzar a categorizar los rangos dentro de esta pequeña muestra, los asentamientos (sitios] se correlacionaron con suelos y geoformas del paisaje evidenciando un manejo y segmentación del espacio ocupacional que incidía directamente en la distribución de los sitios en sectores que reiteradamente evidenciaban una estrecha relación entre los sitios de rango mayor y las terrazas de mayor estabilidad dentro de este sector. Los sitios presentaron en su material de superficie variaciones temporales que van desde el Preclásico Tardío con una interrupción hasta el período Clásico Medio-Tardío (figura 39]. En general se mostraron contemporáneos a sus vecinos inmediatos, en al menos una de sus
estructuras principales. Los criterios de jerarquización en los rangos de los sitios fueron retomados de los análisis regionales de otras áreas (Vargas, 1979; Liendo, 2006), resultando dos categorías que ordenamos según sus elementos y composiciones
(elementos integrantes
de la arquitectura),
espacios
ocupacionales (m2) y su posicionamiento en las diversas geoformas: 1. Agrupaciones de estructuras arquitectónicas con un área de ocupación mayor a 5000 m2 con la presencia de elementos categorizados como cívicos ceremoniales para la región (presencia de estructuras piramidales y un espacio de plaza), además de una localización en la geoforma de estabilidad media planicie estructural en su subunidad cuenca de decantación. 2. Agrupaciones de estructuras en espacios ocupacionales menores desde 100 a 4000 m2 sin elementos de rango o presencia de componentes
cívico ceremoniales.
Estas estructuras
(unidades
habitacionales) están en la geoforma orilla del río cuya estabilidad es media. En general, el área presenta escasos elementos constructivos de mayor jerarquía. Sólo en el sitio de Pomoca encontramos evidencia de material constructivo de ladrillos. La mayor parte de las estructuras registradas son plataformas de tierra que, en algunos casos, presentaron firmes de cantos de río o sedimentos de otro tipo (ceniza) para lograr la estabilidad en las mismas. Al parecer la selección de materiales constructivos y su combinación es lo que califica el mayor o menor rango en los conjuntos. Otra variable que al parecer determinó la jerarquización de los sitios registrados en esta área es su posicionamiento en las diferentes geoformas evidenciándose que los sitios de mayor rango y con mayor complejidad arquitectónica se emplazaron en márgenes convexas (orillas de deposición)
de las zonas meándricas, lugares de mayor aluvionamiento fluvial y aporte sedimentario, por tanto de mayor altura y cantidad de suelo. Por último es determinante la posición de los sitios respecto a los accesos directos al río. La tipología de conjuntos encontrados dentro de las categorías antes expuestas correspondió a gop (Grupo orientado a patio): grupo en donde las estructuras están orientadas a un sector central común, estos espacios alcanzan dimensiones menores a 60 m2, y el número mínimo de estructuras asociadas en este tipo de conjunto son tres; g i (Grupo informal): grupo con estructuras sin ningún ordenamiento formal que los aglutine a un sector común o patio; goP (Grupo orientado a una Plaza) o lo que en otras zonas se ha llamado Plazuelas (400 a 1200 m2). Los componentes individuales que configuran estos grupos son plataformas habitacionales que no se presentan en forma aislada, ni en forma de estructuras anexas.
Figura 39. Registro de sitios. PRAUS (20 1 0 ] (elaboró Keiko Teranishi, 2013].
Reconstrucción del paisaje geomorfológico, pedológico y arqueológico En general los emplazamientos de mayor volumen y tamaño ocupacional se ubican en la geoforma de orilla de río (levée] y en la planicie estructural en específico los sectores de cuenca de decantación, siendo estos dos sectores los de mayor aporte sedimentario y de una estabilidad media a alta en el nivel pedológico, es decir, zonas en donde los suelos muestran un desarrollo moderado. Las exploraciones de perfiles estratigráficos alrededor del área para localizar, temporalizar y caracterizar las diferentes ocupaciones se establecieron con las características de los suelos sepultados, y los fechamientos de 14C en la materia orgánica nos permitieron interpretar la
evolución de sistema fluvial del Usumacinta, el cual ha sufrido procesos de sedimentación, erosión y pedogénesis (figura 40).
Figura 40. Perfiles pedoestratigráficos. Fechamientos y correlación pedológica (elaboró Berenice Solís, 2013).
El proceso de pedogénesis en el Pleistoceno-Holoceno y hasta el Holoceno Medio, a los 5450 años cal AP (parte inferior de la secuencia Tierra Blanca I), se desarrolló en un ambiente de planicie de inundación, fuera del canal principal del río Usumacinta (avulsión) debido posiblemente a episodios de inundación prolongados, siendo el ambiente de baja energía. El fechamiento de 5450 años cal AP de carbonatos pedogénicos, hallados en suelos pleistocénicos, nos permite establecer un cambio importante en el ambiente, ya que la precipitación de los carbonatos requiere un clima con períodos importantes de evapotranspiración, quizá relacionados con condiciones secas. Este nivel se asocia con la TH2.
A diferencia, en los últimos 3000 años cal AP, se tienen suelos ya no saturados por agua. Sus características están relacionadas con climas estacionales con fuertes rasgos vérticos, iluviación de arcilla, acumulación de materia orgánica. Es interesante que es precisamente en este lapso que ocurre el poblamiento intensivo de la región, posiblemente porque las áreas no están inundadas y es posible la agricultura y el asentamiento por periodos más prologados. El paleosuelo fechado en 2780 años Cal AP posee cerámica del Formativo y es el que muestra un mayor grado de desarrollo (encontrado en Tierra Blanca II]. Haciendo un análisis del tipo de suelos y su correspondencia con las terrazas holocénicas (figura 41], podemos establecer que la terraza más antigua -TH2- posee suelos con propiedades gléycas, muy arcillosos, que marcan fases de inundación y períodos largos de estabilidad del paisaje. En la terraza TH1, los suelos muestran rasgos vérticos, están bien drenados y con propiedades adecuadas para la agricultura. En estos suelos el registro arqueológico es abundante, siendo TH2 el sector en donde se asentó la mayor parte de la población de esta comunidad.
Carta G eom orfológica del Sistem a Fluvial Usum acinta
636000
638000
640000
642000
644000
e 3eooo
eseooo
e-toooo
eisooo
etiooo
Figura 41. Reconstrucción geomorfológica del área de estudio (elaboró: Solís, Berenice, 2013].
El último evento documentado en la secuencia es una serie de sedimentos aluviales sin estratificación y suelos poco desarrollados, que corresponden con la terraza TH0. Estas características muestran que la estabilidad del paisaje fue menor, permitiendo
una baja tasa de
pedogénesis. La coincidente ubicación de los sitios arqueológicos en la TH2 o unidad geomorfológica orilla de río con sus cualidades de estabilidad deja entrever una clara relación entre la elección espacial de ubicación de sitios y los requerimientos de estos asentamientos, finalmente son suelos con un drenaje medio que los protegen de las inundaciones y que difícilmente se saturan con facilidad. El acceso a estos suelos vertisoles con características gleycas les permiten disponer de un sustrato de arcillas impermeabilizantes que tal vez
puedan ser utilizadas en el material constructivo de estos asentamientos como también en la cerámica manufacturada localmente. Excavaciones y material Los pozos de sondeos confirmaron un continuum del horizonte preclásico, además de evidenciar un reordenamiento espacial que interrumpió en algunos casos, como Tierra Blanca y Pomoca, la secuencia ocupacional detectada hasta el Posclásico. Los fechamientos arrojaron claramente 2 ocupaciones desde el Preclásico Medio y otro horizonte de ocupación del Clásico Terminal al Posclásico. La unidad doméstica explorada 2 arrojó una serie de tipos cerámicos reconocidos para esta área: Grupo Arenoso (Cajete Inciso, Cajetes con decoración excavada, Aguatepec grueso (Comlejo Chun], Rojo sin engobe (Complejo Xot], Calzadas (San Lorenzo], Calzadas esculpido; Grupo Ceroso (Sierra rojo, Café rojizo]; Grupo Pasta Fina (Gris fino, Naranja fino]; Grupo Arenoso Gruesos (Plato trípodes tipo Pizarra, cerámica con pintura naranja]. Las formas cerámicas de estos grupos refieren en esta unidad a un 68% de ollas domésticas, un 12% de cajetes y ollas de menor tamaño y un 19% de cajetes de mayor tamaño, además de un 1% de fragmentos de incensarios y misceláneas. Los materiales de las unidades abordadas evidenciaron claras concentraciones de material tardío desde el Clásico Tardío hasta el Posclásico con tipos característicos de esta área en concentraciones altas y con una variabilidad media. La unidad doméstica 2 además registró en los niveles más bajos una ocupación del Preclásico Medio con evidencias de cajetes y fragmentos de paredes de ollas arenosas y de superficie cerosa, aun cuando no es una concentración alta (6%], los tipos Carved, cerámica relacionadas al Complejo Nacaste y a la Fase San Lorenzo pusieron de manifiesto una replicación estilística de otras esferas cerámicas de la zona nuclear olmeca. Por lo mismo se llevaron a cabo análisis de sonda arqueomagnética (figura 42] para identificar los
componentes de estas cerámicas, ya que la presencia de vidrio volcánico como un material no plástico para la producción de la cerámica durante el Clásico Tardío maya ha sido una temática de múltiples investigaciones, particularmente su origen y distribución, y propusimos que los sedimentos de vidrio volcánico encontrado en las secuencias aluviales de las terrazas del Usumacinta pueden ser los materiales utilizados para la producción cerámica. Las observaciones microscópicas realizadas en el vidrio volcánico de la cerámica y en el encontrado en los sedimentos aluviales muestran las mismas características mineralógicas e iguales rasgos de intemperismo, sugiriendo que son el equivalente tipo de vidrio volcánico. En ambos casos, la composición geoquímica del vidrio volcánico es la misma y muy similar a una pómez del volcán Tacaná, erupción que ocurrió hace 23,000 años. Sin embargo, este sedimento no se ha encontrado in situ, es retrabajado y redepositado (“concentrado”] por la actividad fluvial del río Usumacinta, por lo que este depósito al cual accedieron estas comunidades en diferentes temporalidades fue utilizado en la manufactura local de estas cerámicas formativas utilizando como desgrasante por un largo período desde el Preclásico hasta el Clásico, ya que los componentes de las muestras de esas dos temporalidades arrojaron la misma procedencia.
Figura 42. Tierra Blanca. Unidad 2. Ocupación Clásico Tardío. Elaboró Keiko Teranishi y Esteban Mirón (2010]
Sainple
Contexto estatig raleo
Cronología
Tierra B la n ca . Unidad 1. C em enterio,
Preclásico medio - tardío fo m a tiv o inedia -
(O choa ü C asasola 1991); C oinp lejtX ol, Rojo sin
Estruct. 1 3 . P rof 132 c m Horizonte 3A
tem prano (650 -400 a. C)
engobe (Rands 1969); Arenoso Fina i anulado
Descripción tipo cerámico
Imagen
Complejo C ln n (1100-800 a.C ), Aguatepec grueso
i
(Teranishi 2012)
Fase San Lorenzo (1150-9011 a.C) Tipo Calzadas C a r a d 2
T ierra Blanca. Unidad 1.C em enterio,
Preclásico medio - tardío T onnativo medio -
(Coe & Dhiel 1980);C oraplejo Clinn (1100-800 a.C)
Estruct. 1 3 . Prof. 132 cm. Horizonte 3A
temprano (650 -400 a. C )
Calzadas Esculpido (O choa & Casasula 1991); Arenoso Fino e s c a ld o - inciso (Teranishi 2012)
3
4
Tierra Blanca In ic ia d !. Prof. {20-50 era). Horizonte 3A
Complejo Balunté- Huipalé (Rands 1967); Tepeu 2 y 3 Clásico tardío- term inal (700-830 d C)
U aiactún (Sm ith l955);A ren osa Fina con baño café (Teranishi 2012)
T ierra Blanca Unidad 2. Prof. (100 -
Preclásico medio - tardío/Fonnativo medio - temprano
Complejo N acaste; tipo M ojonera N egro.(Coe & Dhiel
130 cm). H orizonte 5 BC.
(6 5 0 -400 a. C)
1980); Arenosa M edia (Teranishi 2012)
lid H
Figura 43. Tipos cerámicos muestreados.
Conclusiones El paisaje ocupacional de esta región interactuó directamente con un mosaico de espacios geomorfológicos diferenciados por estas comunidades (figura 44). Cada parcialidad se ordenó espacialmente con una temprana jerarquización intra e intercomunidades aldeanas durante el Preclásico. Este período poco abordado en unidades habitacionales de rango menor en bajos y zonas inundables ha dejado entrever que las comunidades
establecidas a lo largo del paisaje fluvial tuvieron delimitaciones claras en su organización interna evidenciando desarrollos jerarquicamente más complejos en la confluencia del río Usumacinta y Chacamax en dirección sur; y hacia el río San Pedro en dirección este. Además se delinearon incipientes fronteras naturales a través de los rasgos geográficos, que sectorizaron a estos desarrollos como una unidad política muy amplia y diversa en términos territoriales.
Om
5000m
10000m
Figura 44. Diferencias en los rangos y posiciones en el espacio de la comunidad de Tierra Blanca/Pomoca. Elaboró Keiko Teranishi y Esteban Mirón (2011]
Figura 45. Densidad ocupacional y manejo del espacio. Primeras delimitaciones. Elaboró Keiko Teranishi y Esteban Mirón (2011].
Asimismo, estas unidades conforman un sustrato Formativo que va desde Nueva Esperanza hasta Balancán edafológica y estatigráficamente fechado para el 2780-2740 cal yr. B.P / 830 a.C . Por otra parte, los materiales cerámicos demuestran patrones de localidad en los bancos de materiales, y en la variabilidad morfológica de los estilos olmecoides adoptados. La trayectoria de estas comunidades aldeanas formativas mayas de paisajes inundables han podido ser esbozadas en un manejo complejo del espacio ocupacional con toma de decisiones muy concretas, que sortearon la contingencia de estas zonas inundables, y que establecieron las fronteras políticas en formación con un alcance territorial amplio (figura 45]. Los formatos arquitectónicos, por otra parte, demuestran una clara filiación
maya, fincada en prácticas tecnológicas y estilísticas locales que nos hablan de
comunidades
consolidadas,
con
una
historia
política
bastante
independiente. La
exploración
de
un
paisaje
arqueológico
desde
diferentes
perspectivas disciplinarias, pero con un enfoque conjuntivo, nos permite visualizar más allá de los registros arqueológicos las decisiones y manejo espacial que estas propias comunidades fungieron sobre su territorios, así como adentrarnos en sus sectorizaciones comunitarias internas.
Agradecimien tos Al Dr. Rodrigo Liendo Stuardo y su equipo (Proyecto Chinikihá], Equipo PRAUS, Instituto de Geología y el Posgrado de Ciencias de la Tierra de la UNAM, a la Dra. Berenice Solís por la reconstrucción paleoambiental de este tramo de la cuenca media del río Usumacinta, además de las asesorías de la Dra. Carolina Jasso, Dra. Elizabeth Solleiro, el Dr. Sergei Sedov y Dr. Jorge Gama. Al Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM y al CONACYT.
7. PROPUESTA DE ANÁLISIS ARQUEOACÚSTICO DE INSTRUMENTOS MUSICALES PREHISPÁNICOS MAYAS Fr a n c i s c a Za l a q u e t t
y
Jo s e f i n a Ba u t i s t a Ma r t í n e z
Los instrumentos musicales prehispánicos son indicadores de la presencia de elementos sensoriales asociados a actividades domésticas, rituales y festivas (danzas, cantos, música, sacrificio, etc.], lo que permite interpretar ciertas acciones específicas en las que era indispensable su presencia. Además, según su tipo cerámico y contexto estratigráfico se pueden establecer diferencias diacrónicas y regionales y locales en sus usos e intercambio, así como detectar fuentes de obtención de materia prima, sus talleres de manufactura y los probables lugares donde se pudieron ejecutar (cenotes, plazas, escalinatas, estructuras cívico-ceremoniales, unidades habitacionales, selva, milpas, etc.]. El sonido es otro aspecto esencial que se conserva en estos materiales y que permite incorporar a estudiosos de otras disciplinas, como los físicos especialistas en acústica y músicos que puedan sacar la mayor capacidad y variedad de cada instrumento. Aunado a estas investigaciones se han incorporado a la investigación biólogos que ayudan a determinar las especies y sonidos de animales que aparecen en la iconografía de estos instrumentos. Por último, pero no menos importante es el trabajo de historiadores, etnólogos y especialistas en iconografía y religión, que aportan nuevas interpretaciones sobre su función y simbolismo. Por todo lo anterior, resulta indispensable formar grupos de trabajo que sean capaces de comprender estos instrumentos como elementos indivisibles de la práctica cotidiana y ritual de los grupos mayas. Estos
instrumentos
eran
ejecutados
en muchas
ocasiones
por
especialistas, los cuales están presentes en una gran variedad de lugares y
momentos sagrados (como son los mitos cosmogónicos, ceremonias de inicios de ciclos calendáricos, visitas reales, entronizaciones, sacrificios humanos, Juego de Pelota, guerras, capturas, danzas, etc.], muchas veces ayudaban a convocar a las personas para las ceremonias, ejecutaban la música que era parte sustancial en el rito y complementaban una comunicación sonora que iba de la mano con los elementos iconográficos que permitían transmitir mensajes por medio
de las sensaciones
transmitidas y vividas tanto por los ejecutantes como por los espectadores. Pero habían otras personas que manejaban distintos aspectos sonoros en contextos cotidianos, por ejemplo está la presencia de cierto tipo de instrumentos como los silbatos y tambores que eran claves en actividades de caza de aves y venados, en la comunicación entre cazadores, en la medición de distancias, en las ceremonias de esparcimiento de semillas, cuando se extraían materiales de las cuevas para la fabricación de algunas pastas, etc. Por lo tanto, es esencial considerar a los músicos y danzantes como ejes de comunicación entre grupos sociales, con la naturaleza y otros seres sobrenaturales, los cuales dejan algunos rastros identificables en el registro arqueológico. También pueden operar en sentido contrario, es decir, constituir una expresión de lo sobrenatural, formando diálogos. Los mayas prehispánicos fabricaron variados instrumentos musicales. Éstos han sido clasificados por los etnomusicólogos como idiófonos, aerófonos y membranófonos (Von Hornbostel y Sachs, 1961; Flores, 1981; Méndez y Pimentel, 2010]. Dentro de los primeros se incluyen los cascabeles de cerámica, metal y concha; los raspadores o ludidores (de hueso y piedra], las sonajas de múltiples tipos, que albergaban semillas o piedras, las conchas de tortuga que se percutían con astas de venado, los bastones sonajas y los idiófonos de doble lengüeta (teponaxtli en náhuatl y t 'unkul en maya yucateco). Los aerófonos están conformados por silbatos, ocarinas (o flautas globulares], caracoles marinos con el vértice cortado a manera de boquilla, flautas y trompetas o cornos de madera (sacabuches]
(Ruz, 1995: 51). Como representantes de los instrumentos con membranas estarían los tambores de distintas formas manufacturados de cerámica (figura 46] y madera con piel. Los contextos arqueológicos de estos instrumentos son variados, se encuentran en basureros, rellenos asociados con residencias de elite, construcciones monumentales, como ofrendas de entierros, en los patios y cuartos de las casas, aunque no se han ubicado hasta la actualidad cordófonos en contextos arqueológicos, probablemente debido a la naturaleza perecedera de los materiales con los que fueron manufacturados.
Figura 46. Tambor excavado durante 1 964 en el sitio arqueológico de Jaina, Campeche. Fotografía Proyecto de Digitalización de las colecciones del Museo Nacional de Antropología.
En la actualidad se cuenta con algunos importantes trabajos de musicólogos que hicieron las primeras tipologías y publicaciones sobre el tema, entre los que se encuentran Stevenson (1952), Mendoza y Castañeda (1933), Martí (1968) y Castellanos (1970). Otro gran aporte a estos estudios fue realizado
por Felipe Flores y Lorenza Flores (1981], quienes específicamente analizaron la organología de 355 silbatos mayas. En su estudio incluyeron un análisis de tono-volumen interno de los silbatos, y las propuestas de Flores (1997] de cómo establecer bases de datos que permitan comparar los distintos instrumentos. Arrivillaga realizó su tesis de licenciatura sobre la organología de los silbatos mayas precolombinos y contemporáneos, así como algunos acercamientos a su iconografía, un estudio sobre los sistemas de clasificación en aerófonos (2006] y varias aproximaciones desde la perspectiva etnográfica así como propuestas en el orden estético-creativo. Otro estudio es el de Velázquez (2002], quien examinó en su tesis de licenciatura, tres silbatos de barro dobles que se encontraron enterrados en templos de la Pequeña Acrópolis (650- 800 d.C.] de Yaxchilán. Estos silbatos fueron elaborados con forma de ranas en posición de canto (C-381 y C-466]. Este estudio planteó la posibilidad de utilizar programas de computación para el análisis de las características acústicas de los silbatos. Sobre las figurillas e instrumentos de Calakmul, Ruíz Guzmán (1998] elaboró una tipología y realizó junto a un grupo interdisciplinario de investigadores los análisis arqueométricos (microscopía óptica, difracción de rayos X, espectroscopía infrarroja, etc.] de una muestra de 13 figurillas, 3 ocarinas y una flauta procedentes de la fachada principal de la Estructura II (Ruíz Guzmán et. al., 2006], pertenecientes al período Clásico Tardío (600 900 d.C.]; este análisis tuvo la finalidad de estudiar la tecnología de producción y estimar si se trataba de producciones locales o foráneas, logrando determinar que las muestras fueron manufacturadas con dos tipos distintos de materia primas diferentes (una rica en calcita y otra en dolomita], sugiriendo un origen local en el caso de las que contienen calcita (una ocarina y una flauta], y foránea o procedente de otra zona de la región de Calakmul, en el caso de la dolomita (dos ocarinas]. Rodens (2006] ha efectuado análisis de tambores mayas en Guatemala, detallando una posible clasificación de un amplio registro de los
instrumentos prehispánicos identificados en el país; Stockli ha iniciado del mismo modo un acercamiento a la temática. Arrivillaga y Carpio han colaborado intensamente en una perspectiva arqueoacústica que aun desarrollan como propuesta. Hideo Bourg (2005] realizó como tesis doctoral un estudio sobre la importancia de la música maya prehispánica y su difusión en materiales actuales como los multimedia. Un gran aporte al estudio de la música prehispánica y en específico la mexica de Templo Mayor es la tesis doctoral de Both (2005], quien profundiza en las cualidades organológicas, acústicas e iconográficas de los instrumentos musicales encontrados. En cuanto a la arqueoacústica, tenemos los estudios realizados en Chichén Itzá por Lubman (2002] sobre el eco que se produce en las escalinatas del Templo de Kukulkan, y posteriormente corroborado y profundizado por Garza, Medina, Morales y Padilla (2008] con una nueva propuesta de análisis matemático y físico. Como tesis doctoral, Zalaquett (2006] realizó estudios de instrumentos musicales y de acústica en Palenque, encontrando patrones importantes que permiten establecer posiciones de ejecutantes y espectadores en la plaza del Grupo Norte de este sitio; en la actualidad realiza estudios de los instrumentos musicales prehispánicos resguardados en varios museos y bodegas arqueológicas de México. Todos estos estudios han integrado perspectivas etnomusicológicas y arqueométricas, pero faltan bases de datos que permitan relacionar ambos aspectos, en las que se incluya el estudio de los contextos y de la relación de estos instrumentos con los otros materiales en donde se han localizado, así como también definir si existe un patrón acústico, con lo que podremos establecer distintas funciones en momentos y espacios para las acciones que se relacionaban con estos materiales y expresiones sonoras.
Fuentes necesarias para el estudio de los instrumentos musicales Cuando se estudian los instrumentos musicales mayas, lo primero a considerar es que éstos pueblan una región muy extensa y variada, por lo tanto siempre se debe tener presente las particularidades que se manifiestan en cada grupo y subgrupo cultural, así como en las variantes diacrónicas. Muchas veces la música se encuentra unida con las danzas, las procesiones simbólicas y distintas acciones escénicas. En estos casos no se intenta copiar a la naturaleza, sino revelar simbólicamente su esencia mágica y sobrenatural, donde se forma una identidad de grupo al ser ejecutadas y transmitidas en público, produciéndose una interacción social que forma una unidad coherente y participativa para los asistentes y los ejecutantes. Se canta, danza y se tocan instrumentos en estas acciones para establecer unión con los ancestros, para comunicarse con las deidades y que éstas se manifiesten, etcétera; por esta razón participan tanto los ejecutantes como los observadores entregando ofrendas, demarcando un momento en el que todos participan en un lugar, tiempo y objetivo común, lo que permite que la comunicación entre grupos sociales sea más fluida cuando se efectúan estas actividades; en estos momentos es cuando existe una identidad de grupo nueva, con la que todos se sienten cercanos y participantes. Estas acciones y sus materiales asociados se detectan en una gran variedad de fuentes históricas, comenzando por los diccionarios, thesaurus y relaciones escritas por frailes españoles como instrumentos para comunicar y evangelizar a los indígenas durante la Colonia, donde detallan las danzas (algunos nombres y en dónde se realizaban), los instrumentos musicales, las personas encargadas de estas actividades y algunas fechas en las que se efectuaban, así como la impresión de los frailes cuando las presenciaron o se las relataron. Es importante considerar a los textos coloniales como ejemplos, pero no establecerlos como analogías directas del caso prehispánico, ya que las culturas van cambiando y existe una brecha de
900 años entre un momento y el otro. Estas fuentes son de gran utilidad para comprender actividades que han desaparecido en algunas comunidades actuales, ya que proveen de información para analizar estas representaciones a nivel arqueológico (por el lugar en dónde se realizaban, las fechas, y quién las realizaba), y también etnológico, por la comprensión de los cambios históricos que han tenido estas representaciones en la actualidad y la interpretación de su significado e importancia en las comunidades. Sólo por ejemplificar, era de tal importancia la adecuada ejecución de un instrumento musical que, en una breve nota de fray Alonso de Ciudad Real acerca de los chol-lacandones hacia 1585, se ilustran los problemas que podía conllevar una ejecución desafortunada. Cuando hablan sobre una ceremonia sacrificial apunta: Llegando el día en que había de morir (el indio prisionero) le sacaron de la cárcel, y llevado al baile o mitote, comenzaron su fiesta, quiso su ventura u ordénolo así Dios, que el que estaba tañendo el teponastle, que es un instrumento de madera que se poye meda legua y más, erró al golpear y el compás de la música, y teniendo esto por agüero y mala señal, el sacerdote de los indios mandó que no pasase la fiesta delante ni se hiciese por entonces el sacrificio y que muriese el tañedor que había hecho aquella falta, tan grande a su parecer... (1979, 1: 37) (Ruz, 1995: 53).
Se cuenta también con fuentes arqueológicas, donde se plasman escenas de danzas y músicos. Además con los objetos encontrados en las excavaciones, junto a estructuras donde se pudieron efectuar; que es de gran utilidad para comprender las variedades de ritos y su ejecución espacial, así como establecer la presencia de los músicos y danzantes en algunas actividades en específico, estos materiales son: a. Traducciones epigráficas de tableros, estelas, vasijas y pintura mural pertenecientes a una variedad de sitios. b. Instrumentos musicales recuperados durante las excavaciones,
donde se precisa su ubicación espacial y cronológica. c. Vasijas con imágenes de ritos y acciones con imágenes de músicos, algunas veces acompañados por danzantes. d. Posibles localidades donde estas representaciones se pudieron haber realizado. e. Posibles talleres de manufactura, comercio, lugares de reunión y educación musical. Houston y Taube (2000] realizaron algunas propuestas epigráficas sobre la importancia del sonido y las canciones en el arte del Clásico maya y en su escritura. La vírgula de la palabra es un signo distintivo, que consiste de una cabeza joven, con la boca abierta, que emana una vírgula que termina en una flor. Contextualmente, como en Bonampak, estas funciones del signo de la palabra son un título que acompaña a los músicos, generalmente los que tocan las sonajas. Una clave para su significado puede estar en su sufijo, ma, y en una forma completamente fonética del periodo Clásico Temprano que parece describir al dueño de una trompeta de concha: ambas palabras indican que su lectura es k ’ayom:m-ma o k'a-yo-ma, “cantante” (Houston y Taube, 2000: 276]. Muchas danzas en el período Clásico maya y en las fuentes etnohistóricas y etnográficas guardan relación con los rituales asociados con la guerra, tanto en los preparativos, como para celebrar la victoria de una batalla y durante el sacrificio de cautivos. Existen algunos paralelos en la utilización de estandartes, banderas, escudos y ofrendas que incluían papeles con sangre de autosacrificio, entre las imágenes de los guerreros y sus hazañas, así como su unión con el Juego de Pelota y la música. Encontramos algunos de estos elementos en los materiales excavados en el Grupo Norte y el Juego de Pelota de Palenque, comenzando por la presencia de una plaza con grandes accesos, asociada a un Juego de Pelota. En cuanto a los elementos, tenemos la presencia de instrumentos musicales, como los
carapachos de tortuga y silbatos, algunos con tocados de deidades solares, con forma de guerreros y monos. Propuesta metodológica La música maya ha sido transmitida durante milenios por tradición oral, por ello es indispensable realizar un registro sonoro con toda la información actualmente
disponible
en
estudios
etnográficos,
etnomusicológicos,
históricos, simbólicos, iconográficos, epigráficos y arqueoacústicos, como una vía para salvaguardar y difundir su patrimonio sonoro. Para analizar las características sonoras de los instrumentos excavados se efectúa la medición acústica de esta pieza en un laboratorio móvil o cámara sonoamortiguada5, esto para tener un medio controlado que nos permita
realizar
comparaciones
acústicas
con
otros
instrumentos
musicales. Se interpretan a una distancia de 20 cm del micrófono, para el caso de los instrumentos de viento, se emiten soplidos suaves, medios y fuertes, con la finalidad de definir la capacidad máxima y mínima de presión sonora que se puede aplicar en cada caso.6 En los instrumentos que tienen más de un orificio, se realizan combinaciones desde tapado total a destapado total de los agujeros de digitación. Se graban 10 segundos continuos por cada posición y soplido. Finalmente se realizan escalas corridas, en staccato, legatos, glissandos, trém olos y otros ataques (leitmotiv) posibles. Los instrumentos fracturados se analizan según sus rasgos organológicos. Se detectan varias frecuencias7 fundamentales con cada sonido y su presión sonora (decibeles), los cuales se marcan en la gráfica a continuación (figura 47):
Figura 47. Soplido suave sin tapar agujero. Se marca la frecuencia fundamental y los posteriores armónicos que se observan en los picos a una distancia proporcional de 1:2 de la frecuencia fundamental. Estas frecuencias se pueden corresponder con los tonos occidentales, utilizando la convención musical donde LA4 o A4 tiene una frecuencia de 440 Hz. Pero como los instrumentos musicales mayas son microtonales, con frecuencias un poco más altas o más bajas que en la escala occidental temperada de 440 Hz, para medir los intervalos entre los tonos y semitonos producidos por los instrumentos mayas se aplica el sistema de Ellis (Olazábal, 2007: 81), que divide el semitono en 100 cents. El empleo de un análisis estadístico de los datos recopilados de investigaciones previas junto a los nuevos estudios acústicos (para detectar las frecuencias y características sonoras de los instrumentos musicales) que se efectúan, están siendo tabulados en una base de datos relacional donde se puedan establecer patrones de uso y significado de los instrumentos
musicales en distintos contextos y momentos, según sus atributos (contextos, cronología, iconografía, técnicas de elaboración, cronología, acústica y materiales asociados, etc.]. Actualmente el proyecto se encuentra en esta etapa. ¿Por qué grabar y considerar los aspectos inmateriales en los análisis arqueológicos?
En
este
caso,
proponemos
que
los
sonidos
están
relacionados con las formas en que se emplean en la sociedad, ya sea como una cosa en sí misma o en conjunción con otras actividades. Son un medio de expresión
emocional,
de entretenimiento,
de comunicación,
de
representación simbólica de ideas y conductas, de respuesta física hacia ciertos estímulos y posibles trances, también ayudan a establecer normas sociales y reglas de conducta, por lo que validan las instituciones sociales y los rituales, además de contribuir a la continuidad y estabilidad de la cultura así como a la integración de la sociedad (Zalaquett, Nájera y Sotelo, 2014: 8]. Algunos ejemplos de instrumentos analizados Para cada pieza se comienza por la descripción de un silbato excavado en Jaina en 1973, que formaba parte de la ofrenda que acompañaba el entierro 8 (figura 48]. Este entierro era el esqueleto de un infante de 18 meses a 2 años al momento de su muerte; edad estimada por brote dental. Al analizar sus restos se detectó que tenía problemas nutricionales, ya que son evidentes las huellas de espongio hiperostosis sobre la superficie externa de uno de los parietales y la presencia de cribra orbitalia (evidencias que están relacionadas con la deficiencia de hierro] (figuras 49, 50 y 51].
Figura 48. Silbato como ofrenda en entierro 8, excavaciones 1973 en Jaina (fotografía Hugo Brizuela). Fotografía Proyecto de Digitalización de las colecciones del Museo Nacional de Antropología.
,
Figuras 49 y 50. Fragmentos de techo orbitalio con cribra (Entierro 8, temporada 1973. Bodega de la Dirección de Antropología Física, Museo Nacional de Antropología, fotografía Josefina Bautista].
Figura 51. Fragmento de occipital con huellas de espongio hiperostosis (Entierro 8, temporada 1973. Bodega de la Dirección de Antropología Física, Museo Nacional de Antropología, fotografía Josefina Bautista).
Por exploraciones previas y posteriores, sabemos que estas esculturas de barro proceden de contextos funerarios cuya riqueza ha permitido recobrar información no sólo de la población misma, no sólo a través del análisis de los restos óseos, sino de múltiples aspectos de la vida social y religiosa. Se han reportado tres tipos de entierros en Jaina: a) los primarios directos, colocados en el sascab o “tierra blanca”,8 b) los primarios enterrados dentro de ollas grandes y c) los secundarios, en dos posiciones de enterramiento (flexionada o extendida) y en variedades como decúbito dorsal, lateral derecho o izquierdo, ventral y sedente (Serrano y López, 2007: 79). El primer y tercer tipo estaban destinados generalmente para adultos y jóvenes, y en contadas ocasiones para infantes. Los adultos, tanto femeninos como masculinos, se ataban en bultos y se depositaban directamente en fosas en el suelo; el cráneo era cubierto con un plato
trípode, denominado vasija capital. En los brazos flexionados del muerto, a la altura del pecho, se colocaban figurillas de cerámica modelada, moldeadas o mixtas.9 El segundo tipo de entierro es exclusivamente para infantes depositados dentro de una vasija globular.10 En este caso las figurillas pueden estar asociadas al esqueleto o colocadas por fuera de la vasija. El tercer tipo de enterramiento (secundario) se debe a la remoción de restos óseos para reutilizar el espacio. Una vez dispuesto el cadáver en la sepultura se realizaba junto a ella una hoguera, donde se quemaban algunos materiales. En este caso no se han analizado (Serrano y López, 2007: 95), pero podríamos suponer que se trata de varias resinas como el copal o pom (Protium schippií), el copal blanco (Protium copal), el “incienso del país” o puk ak' (Notoptera leptocephala) o bien el chakah (Bursera simaruba), así como cera de abejas nativas y algunas plantas aromáticas (Cfr. Tozzer, 1978: 75, nota 338; Arellano et al., 2003). Otro elemento a destacar son los patrones mortuorios detectados por Serrano y López (2007) en el estudio de los 90 entierros excavados durante la temporada de 1973 y 1974 que son similares a los obtenidos en el mismo sitio durante las temporadas de 1948 y 1964 (Piña Chan, 1948, 1968). En general, los entierros femeninos se orientaban al sur, los masculinos al norte y los infantiles al oeste. Los ornamentos y figurillas son más frecuentes en hombres y niños que en mujeres. Los collares se asocian particularmente a niños; las conchas a sujetos femeninos, y los bezotes, abanicos y placas de concha a los masculinos (Serrano y López, 2007: 82). Los antropólogos físicos asumen que el grupo al que pertenecían los individuos era socialmente heterogéneo, no formaban parte de la élite del lugar, entre quienes podría esperarse cierta homogeneidad en cuanto a la calidad del ajuar funerario. Consideran que las agrupaciones de entierros identificados parecen indicar que se trata de grupos domésticos o quizá familias que ocuparon el espacio por un largo período y enterraban a sus muertos en sitios aledaños a sus habitaciones (Serrano y López, 2007: 86).
También hay que mencionar las modificaciones culturales en las piezas dentarias (mutilaciones, incrustaciones o ambas). Todos estos antecedentes físicos y de contextos arqueológicos nos permiten tener una visión más amplia de la complejidad de interpretación de la importancia de la música y sonidos en el área maya. En este caso, el silbato lleva su embocadora en la parte posterior e inferior de la figura, y cuando se ejecuta queda en una posición frontal como si fuese una máscara de quien lo interpreta, esto es un elemento que permite plantear la posibilidad de ejecución antes de ser enterrado, tal vez en procesiones o danzas, pero en este caso, según su tamaño y detalles de manufactura, propondríamos que sería más bien en ceremonias con poco movimiento. Analizar los sonidos asociados y que se muestran en las gráficas que se ilustran (figuras 52 y 53), y compararlos con otras frecuencias de intrumentos que también provienen de estos contextos funerarios, permite dilucidar si hay un patrón sonoro en los distintos momentos, tanto cotidianos como rituales mayas. En este caso el silbato de mujer emite frecuencias bajas (figuras 52 y 53), esto debido a la amplitud de su caja de resonancia y a altura de 20.5 cm. También podemos detectar técnicas de manufactura y talleres donde se pudieron elaborar, determinando los elementos organológicos, que junto con los estudios de las arcillas, acústicos e iconográficos permiten delimitar lugares de producción e intercambio.
DE L A F R E C U E N C I A "
In te n s id a d
[d B ]
' DOMINIO
Frecuencia [Hz]
Figura 52. Soplido suave con una frecuencia de 329.5 Hz.
Figura 53. Soplido medio, con frecuencia de 338.5 Hz.
¿Por qué los encontramos en contextos funerarios en Jaina? Los difuntos conservaban su identidad a lo largo del tiempo, y muchas veces era posible reconocerlos y comunicarse con ellos, pues son seres poderosos portadores de una fuerza cósmica que prevalece aun cuando su cuerpo desaparezca o se transforme. En otros términos, quien era enterrado se consideraba con una existencia distinta a la terrenal, en la que su cadáver era, en cierta medida, continuación del cuerpo que tuvo en vida, con modificaciones constantes y sustanciales. Los restos óseos poseían una fuerza espiritual muchas veces mayor a la que el individuo tuvo durante su existencia en el mundo (Sotelo, Zalaquett, Benavides y Jiménez, 2015). Así, el aerófono antropomorfo es un instrumento que ratifica el poder del difunto, es indispensable en su nueva existencia. El sonido que emite el silbato podría relacionarse con un grito (ahuat za), pues, según el Diccionario de Pío Pérez, el término para “tañer un instrumento” comparte la misma raíz que el vocablo utilizado para “llamar a gritos” e “invocar”, ahuat pay (Álvarez, VA O^A.). Entonces, como gritar y silbar son formas primarias de comunicación humana, este instrumento daba la posibilidad al difunto de establecer relaciones con otras entidades en el más allá. La combinación de imagen e instrumento en un objeto, puede ser atribuido a una forma de animación en la cual el objeto al ser soplado se activa, haciendo que su forma representacional cobre vida (Halpering, 2014: 203), es a través de esta interacción material-humana en que los objetos se permean de agencia (Sotelo, Zalaquett, Benavides y Jiménez, 2015). En el caso de las sonajas, que son instrumentos que se encuentran en la misma proporción que los silbatos, éstas son piezas que representan personajes, en la gran mayoría mujeres o animales que llevan en su interior cuentas de barro, que suenan cuando se agita el instrumento. Algunos cuerpos tienen pequeñas ranuras estilizadas o agujeros en la cavidad de resonancia, lo que modifica sus posibilidades sonoras. Todos estos instrumentos en su mayoría pueden permanecer erguidos, lo que permite
apreciar la figura de los que representan (Arrivillaga, 2006: 22].
Figura 54. Entierro 16, temporada 1 9 6 4 de un adulto acompañado por dos figurillas: una masculina que posiblemente era un silbato, pero que no lo hemos ubicado en las bodegas, junto con una sonaja.
Figura 55. Una de las figuril las-sonaja del Entierro 16, temporada 19 6 4 de un adulto. Fotografía Proyecto de Digitalización de las colecciones del Museo Nacional de Antropología.
Piña Chan clasifica esta sonaja como figurillas de Tipo II, moldeadas, huecas en barro rojizo, posturas hieráticas, masculinas o femeninas, con tendencia a relacionarse con los aspectos religiosos (Piña, 1968: 66). Este mismo autor dice que las figurillas revelan cierta función, pues algunas son silbatos, otras sonajas y otras silbatos-sonajas, lo cual perecería estar asociado a la música y festividades de aquellos tiempos, pero fueron hechas para fines funerarios, pues por regla general todos los entierros de Jaina poseen figurillas depositadas en calidad de ofrendas, y por ello ligadas a las creencias religiosas (Piña, 1968: 65). Como vestuario lleva solamente una falda sostenida por un ancho cinturón adornado con motivos acuáticos y pintado de azul, del que penden caracoles, símbolo de fecundidad. La diosa tiene detrás un portal formado por serpientes Crotalus durissus durissus entrelazadas, cuyas cabezas salen a
los lados, y las colas con sus cascabeles se tienden a los pies de la deidad. Las cabezas de las serpientes llevan las fauces abiertas, un manojo de plumas sobre la escama supraocular y sobre la fauce superior, así como barba. A los lados de los cuerpos de las serpientes salen manojos de plumas sobre los cuales hay flores. Las plumas indican el carácter celeste de estas serpientes, así como el aspecto guerrero del Sol, identificado con el dios Itzamná, al que los mayas yucatecos denominaban Itzamná K'inich Ahau. La diosa, por tanto, puede representar a Ixchel, deidad lunar. La serpiente entre los mayas representó el espacio celeste, la tierra y el inframundo. La serpiente de cascabel, por su excepcional vitalidad simbolizó la vida, la sexualidad y la fertilidad de la tierra; pero también personificó la muerte por su capacidad de producirla con su mordida letal (De la Garza, s/f). Los sonidos de esta sonaja se pueden detectar en espectrogramas, pero como no son instrumentos tonales exactos, es importante considerar todo el rango sonoro y su relación con aspectos sonoros del medio, ya que por ejemplo en el diccionario etnolingüístico se registra el término yucateco u cum chac, traducido literalemnte como “su ruido lluvia”, y hace alusión a las borbotijas a manera de cascabeles que hace el agua cuando llueve (Álvarez, 1980: 114). En entrevistas con los alfareros de Ticul, explicaron que el sonido de las sonajas era el mismo de la lluvia y que servía para llamarla (Zalaquett, Sierra y Jiménez, 2013: 31). La gran mayoría de las sonajas en la zona maya están manufacturadas en molde, lo que supone un uso más extendido y posible intercambio de dichos bienes. Estos son algunos ejemplos de los análisis que se efectúan en la actualidad y que serán publicados en un futuro cercano, así como también sus sonidos serán subidos a una página web para que la gente tenga acceso a ellos. Consideraciones finales A partir
de la evidencia arqueológica,
pictográfica y textual,
las
representaciones escénicas para muchos de los grupos mesoamericanos estaban imbuidas de un significado social muy profundo. Al reunirse para estos eventos se configuraba la identidad de grupo, con lo que se lograba una cohesión social al participar en un evento significativo en común. Es importante destacar la importancia de realizar los bailes cada año, y el culto a los ancestros que está unido a los deberes de los bailarines. También, a partir del análisis de esta evidencia desprendemos la importancia de las plazas públicas como contexto para estas actividades. Los textos nos dan cuenta de esta importancia, ya que describen estas actividades. Muchas manifestaciones escénicas mesoamericanas perdieron su forma representacional y se transformaron en simples canciones que el cantante o los cantantes interpretan realizando ciertos ademanes y algo de mímica (Muñoz Castillo, 2000: 19). Esto fue por la censura impuesta por los religiosos, ya que ellos incentivaron una sistemática destrucción de los instrumentos musicales y de los cantos indígenas, como consta en algunos documentos, y se dieron también disposiciones eclesiásticas contra la música indígena. Sin embargo, los evangelizadores usarían la misma arma y cambiarían la dedicación de cantos y danzas, como forma intermedia de penetración espiritual. Las manifestaciones musicales no son estáticas, están condicionadas por las experiencias y situaciones sociales vividas en distintos momentos. Entendiéndolas como elementos coercitivos que se basan en las ideologías compartidas en una cultura y que están sujetos, por lo tanto, a modificaciones; por lo tanto, es muy importante estudiar estas expresiones sonoras tomando en cuenta datos arqueológicos, históricos, etnográficos y acústicos logrando así una visión más global de la importancia de estas actividades en los mayas y de los cambios que han sufrido en su historia. Debieran considerarse como componentes indisolubles de elementos materiales en los registros de patrimonio inmaterial. Influye en esta riqueza el medio geográfico, circundado por ríos, mares, vientos, lluvias y fauna, que
produce una gran variedad de sonidos, todo unido a la decisión humana por utilizar ciertos materiales para fabricar instrumentos. Este patrimonio debe ser estudiado con perspectivas interdisciplinarias, que se complementen en una investigación tanto social, lingüística, musical, física y biológica de los sonidos que se traducen en memoria local, regional y en algunas ocasiones nacional e internacional. Es esencial la labor del investigador de implicarse en la salvaguarda, investigación y educación de este patrimonio, o sea un compromiso ético y social en su investigación y con las personas. Todo este estudio con grupos de trabajo puede fomentar intercambios de experiencias a nivel nacional como internacional, lo que aumenta el conocimiento de la diversidad y creatividad humana como testimonios de un momento y expresión cultural que deben estar protegidos, ya que forman parte del significado y sentimientos sociales. Agradecimientos A la Dra. Diana Magaloni (Directora Museo Nacional de Antropología), Dra. Thelma Sierra (Centro INAH Yucatán), Dra. Socorro Jiménez (Universidad Autónoma de Yucatán), Dra. Martha Carmona (Subdirectora de Arquelogía, Museo Nacional de Antropología) y al Mtro. Daniel Juárez (curador Sala Maya, Museo Nacional de Antropología). 5 E s ta c á m a r a e s t á c o m p u e s ta e n su c a p a e x t e r io r p o r u n a h o ja d e tr ip la y d e lg a d o , la cu al t ie n e u n a s u p e r fic ie r e fle ja n te q u e p e r m ite m a n te n e r fu e ra el ru id o y la s e ñ a l e m itid a en el i n t e r io r d e la c á m a r a . Un e s p a c io in te r m e d io , c o n a ire , im p id e la sa lid a y e n tr a d a d e ru id o (e n té r m in o s d e n o s e r p a r t e d e la se ñ a l d e lo s in s tr u m e n to s ). La t e r c e r a c a p a ta m b ié n e s d e trip la y , c o n la m is m a fu n c ió n q u e la a n te r io r . La e s p u m a d e a b s o r c ió n a c ú s t ic a q u e t ie n e a d o s a d a sirv e c o m o a is la n te y p e r m ite u n re g is tr o m á s p r e c is o d e la s fr e c u e n c ia s . 6 Las g r a b a c io n e s s e e f e c tu a r o n c o n in s tr u m e n ta l y s o ftw a r e e s p e c ia liz a d o en a c ú s t ic a (m ic r ó fo n o ECM 1 .0 0 0 , S p e c tr a la b y P ro to o ls , in t e r fa c e T a s c a m U S -1 2 2 , c a b le s d e c o n e x ió n in s tr u m e n ta l). 7 Q ue c o r r e s p o n d e n a la a ltu r a d e u n so n id o , la c u a lid a d q u e s e e x p r e s a cu a n d o d e c im o s q u e u n s o n id o e s m á s g r a v e o a g u d o q u e o tro , c o r r e s p o n d ie n d o lo s a g u d o s a la s fr e c u e n c ia s e le v a d a s y lo s g r a v e s a la s fr e c u e n c ia s b a ja s ). 8 C aliza q u e, m o lid a , se u tiliz a p a r a p r e p a r a r m e z c la s p a r a la c o n s tru c c ió n . 9 O tro s e le m e n to s d e lo s a ju a r e s fu n e r a r io s in c lu y e n o r e je r a s d e o b s id ia n a y d e c a ra c o l, a n illo s, a g u ja s d e h u e so , c o lla r e s de c o n c h a y d e ja d e íta , p u n z o n e s, c u c h illo s, c a r a c o le s , p e c t o r a le s d e c o n c h a , fla u ta s, a r t e fa c to s d e sílex , n a v a ja s d e o b sid ia n a , m a la c a te s , p e s a s d e red , m e ta te s , m a n o s y m a c h a c a d o r e s d e c a liz a y d e b a s a lto , e n tr e o tr o s. 10 Con e llo s se h a n r e c u p e r a d o v a s ija s m in ia tu ra , s ilb a to s z o o m o rfo s , p u n ta s de p r o y e c til p e q u e ñ a s , n a v a ja s d e o b sid ia n a , c a r a c o le s m a rin o s , c u e n ta s d e ja d e íta , c o lla r e s d e c u e n ta s d e p ie d r a v e rd e , s e llo s d e b a r r o , m a la c a te s , c u e n ta s de c a ra c o l m a rin o , ro n d a n a s d e h u e s o y fla u ta s d e b a r r o (D elg ad o , 1 9 8 9 : 2 1 ).
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AVISO LEGAL Diálogos entre saberes. Estudios interdisciplinarios en Arqueología, Francisca Zalaquett, Keiko Teranishi y Socorro Jiménez (editoras) Esta edición en formato electrónico de un ejemplar (81.8 MB) fue coordinada y preparada por el Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México. La transformación a formato ePub fue realizada por la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM. Primera edición en formato ePub: 25 de enero de 2017. ISBN (electrónico): 978-607-02-9010-7 © D. R. 2016 Universidad Nacional Autónoma de México Ciudad Universitaria, delegación Coyoacán, 04510, Ciudad de México Instituto de Investigaciones Filológicas Circuito Mario de la Cueva, s.n., Ciudad Universitaria, C.P. 04510 Ciudad de México www.iifilológicas.unam.mx Esta edición y sus características son propiedad de la Universidad Nacional Autónoma de México. Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titula de los derechos patrimoniales. Hecho en México