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Spanish Pages [99] Year 2015
MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA CIENCIA Y TECNOLOGÍA
HEBE VESSURI
Ministro Héctor Augusto Navarro Díaz Viceministro de Planificación en Ciencia y Tecnología Luis F. Marcano González Viceministra de Desarrollo para Ciencia y Tecnología Gladys Maggi Villarroel Directora General de Despacho Lourdes Baltodano
CONOCIMIENTO, DESARROLLO Y AMBIENTE REFLEXIONES
CONOCIMIENTO, DESARROLLO Y AMBIENTE. REFLEXIONES Autora Hebe Vessuri Coordinación editorial María Riera Asistencia editorial Luis Ernesto Navas Diseño y diagramación Eva Godoy C. Corrección Magdalena Contreras H. Impresión Soluciones Gráficas – Editorial Arte
Depósito Legal: lf74620073004308 ISBN 978-980-6889-20-0
E DICIONES
M INISTERIO DEL P ODER P OPUL AR PARA L A C IENCIA Y T ECNOLOGÍA
en algunas clases de evidencia y rechazan otras, y cultivan ciertos hábitos mentales y métodos de investigación.
INTRODUCCIÓN
En los últimos treinta años las relaciones entre la ciencia y la sociedad pasaron de estar determinadas por la autoridad y la voluntad de los científicos o de los funcionarios encargados de la elaboración y gestión de las políticas, a ser crecientemente reconocidas, al menos en el ámbito de la teoría y del discurso, como involucrando también las necesidades e intereses del público más amplio, noción que a su vez pasó a incluir cada vez más a sectores históricamente excluidos. En el camino, la fachada de la ciencia como epítome de la razón se vio afectada por el hecho de que una cantidad de formas de actividad científica se fueron plegando a objetivos en los que el conocimiento es sólo un medio que conduce a resultados distantes de la búsqueda de la verdad. En la selección de los trabajos que forman este libro se refleja de distintas maneras dicha evolución en la percepción pública, evolución de la cual, como sujeto histórico y como observadora, también he sido parte y testigo. El aparato científico institucionalizado tiene un compromiso con la sociedad que ayuda a financiarlo. Los científicos hace mucho tiempo que dejaron de ser agentes libres y tienen un grado de institucionalización considerable, aunque variado, en carreras profesionales que exhiben un amplio espectro, siempre dentro de un régimen u otro del quehacer científico-técnico. A esto me refiero explícitamente en un trabajo publicado en 2002 y preparado en ocasión de la celebración, en 2000, del Taller Internacional sobre Ciencias Sociales e Innovación organizado por la Universidad de las Naciones Unidas y la OCDE en Tokio. Allí sostenía que pese a todas las afirmaciones de defensa de su neutralidad y ausencia de sentimientos y emociones, la ciencia en todo momento ha sido parte de una red de valores saturados de afectos, que funcionan en relación bien definida entre sí y son parte integral de las maneras científicas de conocer. Ellos responden a viejas cuestiones y plantean otras nuevas acerca de cómo los científicos dignifican, en un momento y lugar dados, algunos objetos de estudio a expensas de muchos otros, confían 3
Los dos elementos básicos de responsabilidad específica de la investigación científica contemporánea (incluyendo la investigación científico-social) derivan de la posesión, por parte del investigador, de una gama especializada de conocimiento efectivo –conocimiento que entra, a través de sus efectos, en la estructura misma de los ambientes naturales y sociales con los que las prácticas presentes y futuras tendrán que lidiar, y de conocimiento experto general desarrollado por los sistemas y organizaciones en el curso de la actividad de investigación científica que permiten sopesar y predecir las probables consecuencias de acciones complejas y comunicarlas a la población en general. En su combinación está lo que parece ser el fundamento de un nuevo proyecto social. El desafío ético del siglo XXI es hacer la síntesis que integre el conocimiento con la moralidad en un nivel más avanzado de justicia y virtud colectivas. Deberían construirse nuevas formas de comunidad dentro de las cuales pueda sostenerse la vida moral de tal manera que tanto la moralidad como la civilidad puedan sobrevivir a amenazas futuras de injusticia y oscuridad. Los científicos de las orientaciones más variadas están ayudando, conciente o inconcientemente, a construir las culturas de investigación futuras. En esa tarea necesitan el concurso de todos, tanto al definir los problemas como al explorar las vías de solución y estudiar críticamente las soluciones propuestas, en vista de que éstas pueden afectar de las maneras más imprevistas a distintos grupos sociales que la mayoría de las veces no han tenido ninguna palabra en el asunto. A pesar de su falta de respuestas autorizadas a los problemas más complejos, las ciencias sociales tienen mucho que ofrecer. Su evidencia y sus teorías proporcionan maneras de dar sentido al mundo, lo que no es un logro menor dada su actual multidimensionalidad y complejidad. En este clima de sentimiento y opinión, los temas del riesgo y del aumento de la incertidumbre han crecido y han sido incorporados como temas de interés en el frente de la investigación social de la ciencia y la tecnología actuales. Las tendencias se asocian a la expansión demográfica y a la urbanización; se perciben como consecuencia de la interconectividad y los rápidos cambios globales, los fuertes vínculos entre los riesgos físicos, económicos y sociales, el aumento de la vulnerabilidad con respecto a los riesgos tecnológicos, sociales y naturales de potencial catastrófico, la incertidumbre con respecto a los patrones y la frecuencia de desastres naturales debidos al cambio global. 4
Ejemplo de estas tendencias son el aumento exponencial en los pagos de seguros para compensar a las víctimas de tales desastres, la emergencia de “nuevos” desastres sociales (terrorismo, sublevaciones, stress, depresión), y la creciente importancia de las connotaciones simbólicas de los riesgos. Relacionado con esta temática, como capítulo 2 incluyo un breve ensayo publicado en 2006 sobre algunas dimensiones sociales del riesgo real o potencial asociado de las llamadas tecnologías convergentes. Desarrollo allí el ejemplo que plantea la constitución social de las nuevas tecnologías, en particular los intereses de quienes poseen y controlan las nuevas tecnologías y las consecuencias inesperadas de su desarrollo. La cantidad de trasnacionales implicadas en el desarrollo de la nanotecnología, por ejemplo, y la historia de otras “nuevas” tecnologías en el pasado hacen pensar que la batalla por los mercados quedará en manos de las más grandes y agresivas. Se puede ya prever a priori que el factor crucial será quién/es controlará/n las patentes sobre aspectos claves para el desarrollo de la nanotecnología y las otras tecnologías convergentes. Los esfuerzos relacionados con el uso de la ciencia y la tecnología para el logro de la sustentabilidad ambiental y económica son relativamente recientes porque el sistema científico y la sociedad, como un todo, durante mucho tiempo no imaginaron que seríamos capaces de amenazar las bases mismas de nuestra existencia. Se vuelve cada vez más difícil generar escenarios robustos para la política del conocimiento y éstos no son de ninguna manera obvios. Con el aumento en la capacidad de la ingeniería y la ciencia aplicada para construir sistemas crecientemente complejos, los ingenieros, científicos y gerentes han abierto la caja de Pandora de la complejidad tecnológica. Como resultado, están teniendo que responder a una crisis de control. La expansión irrestricta del conocimiento científico conduce, en distintos contextos sociales, a la necesidad de ejercer autoridad política, económica y administrativa en la gestión de los asuntos científicos y técnicos de un país en todos los ámbitos. Supone, de esa forma, complejos mecanismos, procesos, relaciones e instituciones científicas a través de los cuales la ciudadanía pueda articular sus intereses, ejercitar sus derechos y obligaciones y mediar sus diferencias. Los científicos deberían, por tanto, preocuparse por la percepción social de los riesgos. Tal como lo demostró el caso de los alimentos genéticamente modificados no sólo en Europa y USA sino también, más cercano a nosotros, los debates llevados de diferentes maneras en Brasil, Argentina y México, el público puede preocuparse mucho y boicotear o apoyar nuevos productos sin tener necesariamente 5
una evidencia cuantificada acerca de los riesgos. La posibilidad de manipulación del público (los públicos en realidad) hace más urgente e ineludible la responsabilidad ética de la ciencia. El cambio en las actitudes hacia la ciencia en la década de 1990, se caracterizó por un abandono de las grandes síntesis del conocimiento natural, y una preferencia por el reconocimiento de la complejidad ontológica subyacente del mundo. Reflejo de ese clima fue el libro de Gibbons y otros (1994) que -compartiendo el sentimiento de cambio en la percepción, comprensión y manejo del conocimiento científico y técnico- vino a expresar, en un idioma gerencial, la manera en que se produce el conocimiento en el presente a través de una amplia gama de actividades de investigación científica y tecnológica. Al hacerlo se tocaron brevemente algunos asuntos que se han vuelto importantes en debates recientes de la sociología, historia y filosofía de la ciencia. Su meta principal fue presentar las implicaciones institucionales de las transformaciones organizacionales actuales en la producción del conocimiento y su distribución en la sociedad. En un trabajo que se incluye en la presente selección como capítulo 3 y que fue publicado en 2000, comento algunos de los aspectos analizados por esta obra en conexión con su relevancia para los debates en los países en desarrollo. Las imágenes nos permiten entender (y malentender) al mundo que nos rodea. Hoy, en alguna medida, en particular debido al crecimiento de los estudios sobre la ciencia, se cuenta con imágenes alternativas de las prácticas científicas y sus amarres institucionales. La particular combinación general-local de la ciencia moderna, con su énfasis en las condiciones controladas, le permitió ser vista por mucho tiempo como la principal y quizás única imagen válida del conocimiento verdadero, en respuesta a los desafíos de producir conocimiento “cosmopolita”, universal, transportable. En ella lo que ha contado es el ascenso desde lo local a lo universal, con todo lo que requiere de interacciones y de infraestructura relevante. En la práctica esto se ha traducido en un desinterés por lo que sucede localmente, que suele descartar como anecdótico o irrelevante. Comparado con el conocimiento científico, la robustez del conocimiento local es precaria, porque no puede crear y sostener las condiciones de su vitalidad. No obstante, es precisamente la manera como el conocimiento local está embebido en la realidad lo que lo hace tan valioso y lo convierte en un sitio crucial para analizar los problemas del desarrollo y establecer diálogos fructíferos. En el marco de un enfoque de Ciencia-Tecnología-Sociedad (CTS), un verdadero desafío está 6
en reconocer la heterogeneidad como un hecho básico de la realidad, incluyendo dentro de su alcance a formas adicionales (más que otras formas) de producción de conocimiento. Este tema fascinante por su potencialidad y sus limitaciones, ha sido una fuente permanente de inquietud al que he vuelto una y otra vez en busca de mejores aproximaciones. Una de esas ocasiones fue la que se me presentó en la Duodécima Conferencia General de la Asociación Mundial de Universidades (IAU) sobre “La riqueza de la diversidad. El papel de las Universidades en la promoción del diálogo y el desarrollo” en São Paulo. La desarrollé un poco más recientemente como respuesta a la invitación de FUNDACITE Falcón para celebrar sus quince años de vida en pro del desarrollo regional de la actividad científica en ese estado venezolano. La exploración de las fuerzas y debilidades de las universidades como actores en las coaliciones de crecimiento regional y local resultan prometedoras. Acá ese trabajo queda incluido como capítulo 4. Los capítulos 5 a 7 son incluidos a pesar de haber sido escritos hace ya algunos años, porque pueden tener interés en las actuales circunstancias en que los desafíos del acoplamiento entre sociedad y ambiente se hacen cada vez más evidentes, en vista de los impactos deletéreos de la intervención antrópica sobre los ecosistemas, obligando a pensar más que nunca en el diseño de formas más armónicas de uso del medio ambiente que hagan posible el desarrollo durable para el grueso de la humanidad. En el primero de estos tres trabajos, se señalan algunas conexiones entre necesidades sociales, patrones cognitivos y estrategias institucionales relevantes a una teoría sociológica del desarrollo de la problemática ambiental en la antropología científica. Revisando los antecedentes de los intentos de la antropología para explicar los lazos entre la cultura y el medio ambiente, traté de identificar las interacciones entre un problema filosófico (en este caso, la noción de mundo natural contrapuesto a un mundo cultural) y un problema real (el reconocimiento de la existencia de enormes variaciones en el mundo natural, a las que corresponden diversidades organizacionales en el ámbito cultural y social). También revisé el surgimiento de escuelas de pensamiento que intentaron, de manera más o menos limitada, comprender los problemas de la dinámica entre cultura y naturaleza, el desarrollo de técnicas de investigación específicas y la institucionalización de una “variante cognitiva” de la antropología: la antropología ambiental. A medida que un mayor número de científicos se interesó por los problemas ambientales, de la colaboración emergieron 7
nuevas direcciones para la investigación, entre las que destaca el interés por el estudio de las relaciones entre la dinámica poblacional, la organización social y la cultura de las poblaciones humanas y el ambiente en el cual viven. Eso incluye investigaciones comparativas al igual que análisis de poblaciones específicas desde el punto de vista sincrónico y diacrónico. Los sistemas de producción constituyen eslabones importantes en la articulación de la dinámica poblacional, la organización social, la cultura y el ambiente. También lo son las técnicas, las estrategias adaptativas, las respuestas a problemas ambientales. La antropología ambiental ha venido generando un cuerpo de datos y teorías sobre las relaciones del ambiente con procesos socioculturales y económicos. Con su carácter especializado y sus objetivos aplicados a finalidades más prácticas que las de la antropología general de la que deriva, la antropología ambiental tiene exigencias de desarrollo teóricoconceptual propias, más ligadas a sus especificidades técnicas y que se resuelven casi siempre en una mayor sofisticación del aparato analítico. La esencia de esta temática es interdisciplinaria, el ambiente es una categoría existencial, algo que requiere ser estudiado en todos los aspectos o dimensiones posibles, independientemente de líneas de demarcación académica o esquemas conceptuales. La agenda de problemas de la antropología ambiental que es parte del interés del capítulo 6 incluye entre otros los de la producción, que aparecen siempre enmarcados en esquemas específicos de organización social; las consecuencias ambientales de los diferentes estilos de desarrollo productivo; las contribuciones que puede hacer la antropología al conocimiento del uso de recursos desaprovechados y su posible redescubrimiento por los modernos sistemas de Investigación y Desarrollo; los mecanismos culturales de la innovación tecnológica; la recuperación de las prácticas tradicionales de uso múltiple, integrado y sostenido de los recursos; el aporte del campo de estudios a la formación de valores, tanto como la asimilación de nuevas tecnologías y otros cambios a los valores culturales y la organización social; las imágenes del mundo natural y el control social. En el capítulo 7 se discuten algunos aspectos vinculados a la problemática del cambio técnico en la agricultura, se caracterizan procesos de cambio técnico en diferentes sistemas de producción agrícola, se resalta su especificidad y complejidad con respecto a los enfoques convencionales del estudio de esos procesos en el sector industrial. Implícita está la idea de la heterogeneidad relativa de la organización productiva de la agricultura. Si bien se observa 8
una dirección general común de cambio hacia la instauración del sistema industrial de producción agrícola, no obstante, la experiencia histórica hace resaltar el rasgo del polimorfismo de ese cambio. Este rasgo se deriva fundamentalmente de las características de la organización social rural que proporciona las bases para las posibles transformaciones. Entre las conclusiones de este capítulo están que como las técnicas agrícolas forman parte de complejos tecno-culturales, los procesos de cambio tecnológico no son neutros respecto de las relaciones sociales sino que llevan la impronta de la economía y sociedad bajo las cuales han sido concebidos. Las relaciones sociales vigentes son el punto de partida para la explicación de la naturaleza, orientación e intensidad de los cambios técnicos. En sociedades complejas, habrá complejos tecno-culturales diferencialmente situados en la sociedad, que tendrán desiguales posibilidades de aprovechar y controlar nuevos conocimientos tecnológicos. El poder de acumulación del capital se basa fundamentalmente en la capacidad de crear nuevas técnicas y de controlar su difusión. Esto ha llevado a la institucionalización del cambio técnico en los sistemas de innovación de los países avanzados. En el proceso de constitución de los sistemas de I y D en los países en desarrollo han cristalizado tradiciones y criterios relativos a la delimitación de áreas problemáticas y a la orientación que deben tener las investigaciones, estrechamente articulados con los contextos económico-sociales de los países avanzados. Los países subdesarrollados, carentes de sistemas nacionales de innovación plenamente desarrollados, no pueden apropiarse de los frutos tempranos del progreso técnico, que son los que determinan la posición competitiva de una economía nacional y casi siempre asumen un rol pasivo en el ámbito comercial, industrial y financiero mundial. Al pretender copiar el esquema de la I y D de países avanzados, los países subdesarrollados encuentran serias dificultades para incorporar y atender las demandas que plantean las especificidades de amplios sectores de sus estructuras productivas. En las bases de la sociedad en los países subdesarrollados hay conocimientos que son intrínsecos a actividades de naturaleza técnica, pero ellos han sido ampliamente ignorados por el sistema de I y D por no coincidir con lo que se ha pautado como ámbito problemático. En vista de sus características, el Estado en los países capitalistas dependientes debería servir de guía y mecanismo adecuador de las nuevas técnicas a las condiciones heterogéneas en que se desenvuelve la producción y también de mediador entre los intereses conflictivos a los que afecta el proceso tecnológico en la sociedad. 9
Si bien en esta obra he tratado de concentrarme en algunos temas diferentes de los que he incluido en el libro O inventamos o erramos. La ciencia como idea-fuerza en américa latina publicado recientemente este año en Buenos Aires, es obvio reconocer que los distintos trabajos tocan una gama temática amplia. Al tratar de explicarme el porqué de esta diversidad, debo admitir, además de mi curiosidad y manía de plantearme desafíos de comprensión de áreas temáticas nuevas (al menos para mí), que algunos pueden calificar como dispersión, el hecho que siempre sentí, por ser una de las escasas iniciadoras del campo de los estudios sociales de la ciencia en el país y la región latinoamericana, la responsabilidad de abrir un abanico cada vez más amplio de posibles temas para la investigación social desde el ámbito científico-técnico, de despertar vocaciones tratando de que las jóvenes generaciones se entusiasmaran y percibieran la potencialidad y riqueza del campo de la ciencia y la tecnología para los estudios sociales, no sólo como ejercicio académico sino también como elemento de importancia crucial para pensar futuros alternativos para nuestras sociedades. La ciencia, la tecnología y la innovación también son sociedad, también son cultura, también son arte. Si como integrantes de una sociedad, no permanecemos indiferentes o desconfiados ante lo que hacen nuestros científicos sino que incorporamos su quehacer a nuestra herencia cultural, a nuestro patrimonio social, y los valoramos y criticamos como lo hacemos con otros integrantes de nuestro contexto identitario, habremos ganado todos como sociedad, y creo que la ciencia, como producto social que es, también habrá ganado. La presencia dominante de la “mirada” metropolitana y su “peso” sobre el analista periférico (alumno, discípulo, que “interioriza” esa mirada), que lleva consigo un contrabando ideológico no fácilmente superable, es el tema del capítulo 8. El estudioso latinoamericanista metropolitano no pocas veces ha estado imbuido de la ideología del “héroe civilizador” que llega a las playas exóticas de mundos extraños, lo cual ha sido particularmente visible en las ciencias sociales. Como es de esperarse, también ha habido “latinoamericanistas nativos”, que adoptan el paradigma metropolitano. La noción de periferia, además de su connotación geográfica-espacial, tiene un papel evidentemente político, ya que denota un diálogo que supone la adopción de temas dominantes en el país dominante por parte del país dominado. Expresa algo que tiene que ver con complicidades entre los intelectuales de ambas realidades. Propongo que pensemos en un continuum de estilos en el cual en un extremo 10
estarían, por ejemplo, el componente “metropolitano” de una disciplina, mientras que en el otro estarían los componentes “periféricos”. La cuestión periférica se subordinaría a la de estilo. A través de la noción de estilo se pueden identificar configuraciones socio-cognitivas que en algún sentido sean comparables entre sí al interior de las configuraciones (disciplinarias) más amplias que las engloban. En este sentido el estudio de las “ciencias en contextos nacionales” apunta a ciertos lineamientos heurísticos. Una disciplina no es una comunidad homogénea, consensual. Consiste en segmentos diversos, a menudo identificados con estilos o programas competitivos, adaptados a diferentes contextos socio-institucionales y, lo que es importante, que prescriben relaciones favorecidas con otras disciplinas. En los estilos disciplinarios nacionales se reponen las condiciones socioculturales en las que se absorbe y enriquece el conocimiento, resultando en un enfoque teórico peculiar. No hay duda que hay ondas de desarrollo cognitivo metropolitano, pero también hay dilemas que enfrentan las sociedades locales y que no pueden ser ignorados, los cuales eventualmente pueden llevar a desarrollos originales. Los dilemas nacionales deberían resultar en una agenda de temas nacionales. El carácter internacional de la ciencia incluiría una compleja, inacabable interacción de diversos estilos nacionales o regionales. Hoy, a diferencia del momento en que escribí el trabajo, diría que la ciencia (universal) se vincula de maneras complejas al conjunto de ciencias nacionales más que ser sumatoria de las mismas, pero sigo creyendo que la inclusión de las variantes nacionales es fundamental en un camino que nos aproxime cada vez más a la integración de una ciencia verdaderamente universal en una sociedad internacional. Como último capítulo del libro he incluido uno de los trabajos que escribí con mucho interés porque intenté, a través de la narrativa de las experiencias de carrera científica de investigadores particulares, plasmar algo del sentimiento del científico que en un medio subdesarrollado cree en su disciplina y su posible desarrollo en su país y entiende la función social de su ciencia de una manera autoconciente. Independientemente de los puntos de vista teóricos, políticos o personales que en la vida cotidiana pueden oscurecer logros y virtudes de un enfoque o también sus errores y limitaciones, me parece que el caso elegido muestra una vía y un compromiso, de los no pocos que se podrían tener con la ciencia y una manera de hacer ciencia en un país periférico, donde hay tantas necesidades y carencias y donde se podrían ensayar tantas posibilidades de introducir 11
novedades cognitivas, institucionales y organizacionales. Aquí describo algunos de los procesos subyacentes en las estrategias de legitimación a las que recurren los científicos del Sur para fortalecer su posición qua localmente. Un estudio de caso de liderazgo local resulta ilustrativo de iniciativas sureñas de dominar la ciencia del Norte. Con una visión y el impulso típicos del constructor de disciplinas, el investigador obtuvo una identidad cognoscitiva para la inmunología en la facultad local de medicina. En la explotación de la libertad disponible a un pionero, jugó una multiplicidad de roles en relación con su disciplina. Su papel como docente que facilitó herramientas analíticas, técnicas, metodologías y orientación intelectual, fue dominante y estuvo en la vanguardia de sus acciones. Su enfoque gerencial, de moda en la retórica de las ciencias sociales y en la política pública y privada en su etapa de actuación en el medio local, le ayudaron en conexión con la construcción organizacional, obteniendo fondos y rindiendo cuenta a sus mecenas en un contexto donde no había rendición social de cuentas de parte de las instituciones del sector público. Sus esfuerzos fueron filtrados a través de una red estrechamente tejida de vínculos de familia, parentesco, compañerismo universitario y amistad, a menudo mezclados con alineamientos de partidos políticos. Estos constituyeron amortiguadores útiles que le ayudaron a asegurarse el necesario refugio político y el “tiempo” político en la universidad, permitiendo que su proyecto sobreviviera y llegara a fructificar. Analizo primero ciertos rasgos de las trayectorias personales y colectivas del investigador y su grupo. Luego examino algunas características de las condiciones de investigación en el contexto local, tales como el “refugio político”, los mecanismos para recaudar fondos, la ideología racionalista y la escasez de personal de investigación. Desarrollo el argumento de que mientras la diferenciación y la demarcación a menudo distinguen a las instituciones y la conducta social en el Norte, un enfoque de múltiples niveles parece posible y quizás sea una ventaja en el Sur. La epistemología de la acción y la legitimidad en el Sur es distinta y puede operar diferentemente de lo que es común en los sistemas sociopolíticos del Norte. La discusión final considera el problema de la legitimación política en conexión con la matriz disciplinaria específica de la inmunología, con énfasis en las fronteras fluidas de la disciplina. Si hubiéramos incluido un postcripto hoy confirmaría que en estos tiempos cambiantes en nuestros países sin suficiente estabilidad y madurez de las instituciones, proyectos valiosos se malogran y a menudo acaban en la frustración. 12
¿Qué habrá de pasar con estos enfoques sociales de la ciencia y la tecnología?, ¿cómo evolucionarán las relaciones entre ciencia y sociedad?, ¿cómo se puede hacer más efectiva la expresión y realización de una ciencia democrática, más efectiva en términos de inclusión y capacidad de solución, de respuesta a los problemas cambiantes de la sociedad? Los trabajos aquí reunidos pretenden cada uno por sí y en conjunto reunir algunos aspectos que nos han ocupado por mucho tiempo y que elegimos ahora por creer que todavía siguen teniendo validez y pueden contribuir a producir comprensiones alternativas de las relaciones de la ciencia con/en la sociedad. Ellos proporcionan una visión general de la investigación y espero que estimulen cuestionamientos que vayan más allá del papel académico de las mismas para considerar el rol de la ciencia y la tecnología en la vida cotidiana y la experiencia social en una fracción de su inmensa diversidad. Los países en desarrollo han sido históricamente seguidores de las tendencias internacionales y la actual tendencia a intentar aumentar la participación social en la ciencia también, paradójicamente, proviene parcialmente del exterior, aunque la exclusión social es rampante en diversas dimensiones de nuestra vida social. Lo cierto es que siempre hubo voces en nuestros países que buscaron por diferentes medios hacer menos desiguales nuestras sociedades y más universalmente válida la ciencia que allí se hacía. Pero es claro, cuando algunos gobiernos tratan de poner en marcha mecanismos de democratización, que es preciso reconocer que con las tecnologías convertidas hoy en componentes de sistemas globales, la mera expansión de la participación pública en la toma nacional de decisiones no puede proporcionar una respuesta completa. No podemos dejar de explorar lo que sucede en el mundo actual con las nuevas tecnologías y lo que debe hacerse para hacer más eficaz la representatividad de nuestros sistemas de gobierno frente a las nuevas tecnologías y sus aplicaciones.
CONTENIDO
3 INTRODUCCIÓN 17 1. DESAFÍOS ÉTICOS DE LAS CIENCIAS SOCIALES EN LOS UMBRALES DEL SIGLO XXI 39 2. GOBERNABILIDAD DEL RIESGO DE LA CONVERGENCIA TECNOLÓGICA 49 3. EL MODO 2 O LA DESINSTITUCIONALIZACIÓN EMBLEMÁTICA DE LA CIENCIA: UNA VISIÓN DESDE LA ORILLA 63 4. REDES SOCIALES E INSTITUCIONALES EN LA CONSTRUCCIÓN DE CONOCIMIENTO LOCAL 75 5. ANTROPOLOGÍA Y AMBIENTE 97 6. LA FORMACIÓN UNIVERSITARIA EN ANTROPOLOGÍA AMBIENTAL 139 7. INTERCAMBIOS INTERNACIONALES Y ESTILOS NACIONALES PERIFÉRICOS. ASPECTOS DE LA MUNDIALIZACIÓN DE LA CIENCIA 153 8. UNIVERSALISMO Y NACIONALISMO EN LA CIENCIA MODERNA. UNA APROXIMACIÓN DESDE EL CASO VENEZOLANO 173 9. CIENCIA PARA EL SUR EN EL SUR. EXPLORANDO EL PAPEL DEL LIDERAZGO LOCAL COMO CATALIZADOR DEL DESARROLLO CIENTÍFICO
Altos de Pipe Noviembre de 2007
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como a la sociedad se observa una revisión similar. Es curioso cómo persiste la brecha entre las ciencias naturales y exactas por un lado, y las sociales por el otro. Esto es claramente visible, entre otros, en dos aspectos muy diferentes: 1) las expectativas de los científicos naturales de que la función de las ciencias sociales es puramente instrumental, reprochando a los científicos sociales por los males aún irresueltos, como si el papel de estos últimos fuera limpiar el desastre y reparar los males de la sociedad, incluyendo los que los científicos y sus ciencias han creado; y 2) el disgusto resultante de la posibilidad de que haya interpretaciones y análisis de la sociedad y de la ciencia producidos independientemente por los científicos sociales.
DESAFÍOS ÉTICOS DE LAS CIENCIAS SOCIALES EN LOS UMBRALES DEL SIGLO XXI
1.1. LA TRANSFORMACIÓN CONTINUA
Contrariamente a creencias culturales firmemente arraigadas que no permiten que las emociones y los valores se entrometan en el núcleo de la ciencia, puede sostenerse que la ciencia en todo momento ha sido parte de una red de valores saturados de afectos que funcionan en relación bien definida entre sí y son parte integral de las maneras científicas de conocer (Daston, 1995:3). Ellos responden a viejas cuestiones y plantean otras nuevas acerca de cómo los científicos dignifican, en un momento y lugar dados, algunos objetos de estudio a expensas de muchos otros, confían en algunas clases de evidencia y rechazan otras, y cultivan ciertos hábitos mentales y métodos de investigación. Las tradiciones y economías morales de la ciencia son históricamente creadas, modificadas y destruidas, resultado de las culturas y por tanto mutables y violables. No obstante, a pesar de ser contingentes, hay una cierta lógica en su composición y operación. Daston elaboró la noción de que las economías morales de la ciencia derivan tanto sus formas como su fuerza emocional de las culturas en las cuales están inmersas –el honor de la caballerosidad, la introspección protestante, la puntillosidad burguesa- y ella también proporcionó evidencia mostrando que una vez que estas formas culturales fueron desarraigadas y combinadas con una economía moral de la ciencia, se naturalizaron en ese medio. El honor entre los científicos no ha sido el que se daba entre los caballeros del siglo XVIII, el ascetismo entre los científicos no ha sido el mismo que se daba entre los devotos protestantes. En las mutaciones actuales observables en la ciencia en el mundo contemporáneo parece estarse desarrollando un conjunto diferente de nociones legitimadoras. En relación con el posicionamiento de las ciencias sociales tanto frente a la ciencia 17
Los científicos “duros” tienen una seria dificultad para discernir entre una intención naturalista y un discurso acerca de la ciencia. Por ejemplo, cuando un sociólogo argumenta que las representaciones científicas son ‘constructos sociales’, los científicos a menudo lo resienten como si se tratara de una restricción implícita a su actividad que supone que la ciencia es puramente una construcción social. Es como si, por medio de esta afirmación, las proposiciones científicas fueran devaluadas y se negara su aplicación al mundo natural. La verdad es que las intenciones disciplinarias de los científicos sociales y los científicos naturales son muy diferentes, tanto en sus posibilidades como en sus propósitos y valores. No obstante, algunos científicos son hoy muy críticos de lo que consideran la superficialidad de los programas reduccionistas, la tiranía embrutecedora de la burocratización de la ciencia, la fuerza de atracción de las modas científicas y el consiguiente empobrecimiento de nuestra visión general y de nuestra capacidad de imaginación, la hegemonía de la “gran ciencia” sobre la “pequeña ciencia”, la inadecuación de los sistemas de revisión de pares, y muchos otros de los males diagnosticados en el cuerpo científico contemporáneo. Algunos críticos desde las ciencias exactas y naturales apelan a las ciencias sociales y a las humanidades en busca de remedio, tratando de explicar cómo es que llegaron a este punto. A decir la verdad, la mayoría se resiste. Sin embargo es bueno mencionar que, en efecto, han sido los científicos sociales e historiadores quienes se dieron cuenta que este tema era relevante. La posibilidad de un diálogo abierto entre los miembros de diferentes comunidades disciplinarias, particularmente en este caso entre las ciencias “duras” y las “blandas”, parece algo positivo.
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1.2. LA CIENCIA SOCIAL Y LA SOCIEDAD
La práctica de la ciencia en el presente expone una situación paradójica. Por contraste con el pasado, cuando el lenguaje críptico de la ciencia producía autoridad, actualmente la brecha creciente entre el lenguaje científico y el de sentido común, entre conceptos profesionales y legos de evidencia y prueba, ha devaluado en los hechos a la ciencia como un recurso cultural para promover, en el contexto social más amplio, el respeto por la superioridad de sus afirmaciones acerca del mundo. Las consideraciones que son relevantes para la confirmación o refutación de las afirmaciones científicas son usualmente inaccesibles al público más amplio por su mera complejidad (Ezrahi, 1990: 263-82). Incluso si los cambios en la estructura del conocimiento de la ciencia no reducen las bases internas de la ciencia y su práctica, el pluralismo teórico y la provisionalidad que han llegado a ser aceptadas como rasgos legítimos de la moderna empresa científica imponen serias restricciones intelectuales a la fuerza retórica con la que los científicos pueden presentar, en el contexto del discurso social o político, un concepto uniforme de la realidad como siendo superior a todos los conceptos competitivos. Cuando las concepciones científicas de la naturaleza, dinámicas y teóricamente condicionadas, son percibidas por los legos como planteando dudas acerca de la capacidad de la ciencia de asegurar la firmeza de los hechos de la experiencia del sentido común, la resonancia social de la mayor complejidad y carácter remoto de la ciencia contemporánea tiene el efecto de debilitar la autoridad de las mismas imágenes y metáforas que mediaron en el pasado la importancia ideológica y política de la ciencia en la sociedad moderna. De esta forma, la imagen pública contemporánea de la ciencia ha dado un giro político muy diferente de la visión tradicional que describía a la ciencia como completamente separada de la política. Las ciencias sociales comparten esta imagen, aunque su significación política y su alcance social son fácilmente malentendidos. Las prácticas de la ciencia social envuelven múltiples lecturas de la realidad social. Diferentes personas definen las cuestiones según sus trasfondos culturales e intereses, identifican las perspectivas desde las cuales deberían encararse e incluso pueden proponer soluciones potenciales de política, y presionar para que se den ciertas respuestas sociales. Los legisladores, 19
ministros, funcionarios públicos, grupos clientelistas, grupos de presión, dirigentes de partidos, beneficiarios potenciales de las nuevas políticas, contribuyentes de impuestos, intelectuales, líderes religiosos, grupos étnicos, todos pueden tomar parte en el apoyo y en la oposición a tales nuevas definiciones, marcos conceptuales y propuestas de políticas. La interpretación de los resultados de investigación adquiere una nueva complejidad cuando tiene que ser “negociada” con los sujetos envueltos en la investigación. Muchos investigadores sociales prestan especial atención a los actores menos poderosos, usualmente no gubernamentales. Los pobres y/o excluidos tienen también intereses, y son usuarios reales o potenciales de las ciencias sociales. ¿Cuáles son los problemas éticos derivados del contexto social o histórico en el cual el problema sociológico involucra a los pobres?, ¿cómo es que el poder se vincula a la privacidad, anonimato y autonomía? Debemos enfrentar la paradoja de investigar a poblaciones estresadas cuando el costo financiero de la investigación pudiera aplicarse a mejorar ese mismo stress. Por ejemplo, sería interesante estudiar cuánto dinero ha sido invertido ya en el estudio de la pobreza en el mundo y en las organizaciones para gestionarla y reducirla, mientras las cifras internacionales de pobreza son más elevadas que nunca. La creciente conciencia de percepción que la ciencia libre de valores fue un sueño utópico y que, por el contrario, hay valores, interpretaciones, opiniones e, inevitablemente la política de por medio enciende reacciones frente a interpretaciones particulares de las culturas, grupos sociales y todo tipo de sujetos/participantes. Las implicaciones para el análisis, interpretación y difusión de resultados son enormes. Después de todo, sus resultados son acerca de personas reales y pueden tener implicaciones reales y dolorosas para aquéllos envueltos. ¿Qué derechos de representación de diferentes personas y grupos tienen los científicos sociales?, ¿quién define los problemas, las agendas de investigación?, ¿quién decide qué investigación debe hacerse? El financiamiento ejerce una influencia importante sobre las ciencias sociales. El financiamiento de la investigación puede ser irrestricto o estar amarrado a cuestiones y proyectos particulares en los cuales los auspiciantes (ya sea el gobierno o clientes privados) tienen un interés inmediato. Algunas disciplinas o áreas temáticas de investigación pueden recibir abundantes fondos mientras que se deja que otras pasen penurias. En la mayoría de 20
los países, la economía ha florecido, mientras que algunos campos, como la sociología o la antropología, luchan para obtener fondos. Incluso se ha argumentado que algunos gobiernos conservadores, desconfiados de la intervención gubernamental en la sociedad, pueden llegar a oponerse a las ciencias sociales que son vistas como encontrando nuevos problemas que el gobierno “debe resolver” (Weiss, 1999: 204). Las decisiones de financiamiento tienen efectos críticos sobre el desarrollo de las ciencias sociales y la naturaleza y alcance de la investigación que producen. Se ha argumentado que los problemas que constituyen la temática de las ciencias sociales tienden a exceder sus capacidades de observación y análisis, que serían incapaces de responder adecuadamente a las expectativas de los tomadores de decisiones. La cuestión se ha planteado en términos de fondos en foros recientes tales como los de la OCDE acerca del Futuro de las Ciencias Sociales, que eventualmente estarían disponibles si los tomadores de decisiones se convencieran de su utilidad.1 La coalición de organizaciones internacionales y nacionales envueltas en la realización de reuniones tales como la serie de la OCDE sobre las ciencias sociales sólo ilustra que en diferentes contextos, se ventilan ampliamente preocupaciones similares. La UNESCO, la UNU, la Comisión Europea, las academias de varios países, la ISA (International Sciological Association), tratan de evaluar la actual naturaleza, foco, status, salud y contribución de las ciencias sociales a la sociedad, de estimar en lo posible sus características a través de indicadores internacionales, y construir una visión del desarrollo futuro de las ciencias sociales al igual que un programa de acción que pueda implementarse. El debate sobre el problema de propiedad del conocimiento que se busca y produce crece a nuevas alturas entre los pueblos indígenas quienes, hoy más que nunca, reconocen sus derechos y exploran tanto en el nivel moral como legal, el status de los derechos de propiedad intelectual indígena. Estos derechos son reconocidos por igual por científicos naturales y sociales. Los ámbitos local, nacional e internacional plantean desafíos éticos que demandan soluciones en cada uno y la resolución de eventuales conflictos que surjan entre ellos. Una percepción de los científicos sociales como cerebros contratados por intereses sociales y haciendo “lobbies” en su propio beneficio (Cozzens y Woodward, 1994:533) reduce la posición moral de sus disciplinas como custodios del bien común y productoras de conocimiento objetivo.
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1.3. COMPLEJIDAD POLÍTICA Y POLÍTICA CIENTÍFICA
En el clima cultural de la sociedad contemporánea, los científicos sociales tienden a ser más concientes del aspecto teatral de las acciones políticas y de los poderes de los actores políticos, incluyéndose a sí mismos como ciudadanos, para dar forma al universo político. En efecto, el hecho de que perciban esto no como una desviación deplorable de la realidad política sino como constitutivo de la realidad misma de la política es parte del darse cuenta que “en una medida perturbadora nuestra moralidad [se] revela como un teatro de ilusiones” (Macyntire, 1981: 74). La política es el sistema para reconciliar intereses divergentes y lograr acomodos que se adecuen a la mayoría de las personas la mayor parte de las veces. Lo que los individuos y pequeños grupos hacen puede cambiar al sistema. De otra forma la política se volvería imposible. La elaboración de políticas es una parte de la política y no es la empresa estrictamente racional que algunas personas quisieran que fuera. Las cuestiones de política son complejas y la política pública hoy es un intento de acomodar las complejidades recientemente apreciadas de los componentes políticos en el mundo contemporáneo. A medida que la toma de decisiones públicas llegó a ser percibida como una forma de “acomodo pluralístico”, la investigación social comenzó a perder buena parte de su aura y autoridad anteriores. En particular, la ciencia social raramente produce soluciones definitivas y consensuales a las grandes preguntas. Los científicos sociales se han vuelto más sofisticados en años recientes acerca de la imposibilidad de encontrar una “única verdad”. El énfasis actual en la conexión entre la ciencia y la aplicación implica un control de la calidad contextual ejercido como un proceso socialmente extendido que acomoda muchos intereses en un proceso de aplicación dado, el cual reduce los poderes retóricos de la ciencia de racionalizar y validar las normas transpersonales y transpolíticas del discurso y la acción públicos (Gibbons y otros, 1994: 9-10). En la elaboración de políticas, la negociación más que la búsqueda de una solución que sea inequívocamente la mejor se ha vuelto la regla. La política es ahora vista como emergiendo de la interacción más que de un análisis racional de alternativas. El modelo de negociación de la toma de decisiones gubernamental y la percepción de las agencias burocráticas como sistemas políticos que manejan conflictos internos al igual que cuestiones de políticas a través de compromisos y concesiones, han ganado 22
amplia aceptación desde los años de 1960 y han alterado la visión del papel de la investigación en la elaboración de políticas. Las ciencias sociales raramente se traducen en políticas por la presencia de fuerzas competitivas en las arenas políticas (ideología, intereses económicos y políticos, información previa y restricciones institucionales). Quienes elaboran las políticas escuchan acerca de la investigación de las ciencias sociales a través de una variedad de canales: asistentes, consultores, cuerpos asesores, think tanks y los medios. El conocimiento resulta ser sólo un insumo en las decisiones de política, y raramente el más importante (Weiss, 1999: 194). Aunque los tomadores de decisiones pueden requerir investigación y pagar sumas de dinero sustanciales por ella, cuando llegan los resultados, muy probablemente los ignoren. Sólo cuando la investigación justifica el curso de acción que ellos ya quieren seguir, sacan a relucir los informes y esgrimen sus hallazgos. De esta forma los diseñadores de políticas usan los resultados de la investigación como una señal de problemas pendientes, como municiones políticas para apoyar sus posturas predeterminadas, como un símbolo de su conocimiento y carácter alerta, como ilustración general y educación continua acerca de la naturaleza de los asuntos y, ocasionalmente, como guía directa para la elaboración de políticas. Hay un círculo vicioso envuelto en esto que debiera transformarse en otro virtuoso: la condición que conduce a usar la investigación incluye, entre otras cosas, una comunidad de ciencia social activa con dedicación al trabajo de elaboración de políticas relevantes, canales establecidos para diseminar los resultados de la investigación, el diálogo en curso entre los investigadores y los diseñadores de políticas, con suficiente base en las ciencias sociales como para valorar y entender sus mensajes. El conocimiento de las ciencias sociales puede ayudar a hacer que la política sea más apropiada a la situación y mejor calculada para lograr los fines deseados pero raramente determina las formas que asume la política (Weiss, 1999: 195). Cuando los científicos sociales pueden aportar al conocimiento disponible, tanto mejor, pero como se ha mencionado más arriba, su conocimiento es sólo un insumo entre muchos, y tiene que competir para ser escuchado con otros conocimientos en circulación. La complejidad de los sistemas de toma de decisiones y la prioridad endémica de la política en toda organización significa que las ciencias sociales no ganan al final del día. Evidencias más recientes, sin embargo, han revelado un uso más variado y en general más positivo de la investigación que lo esperado. 23
1.4. EL PAPEL DE LOS “LEGOS” Y DE LOS “EXPERTOS LEGOS”
Las interrogantes clásicas relacionadas con la investigación científica se ocupaban del ¿quién? hacía la investigación, y el ¿cómo? investigar (conducta, herramientas). Una tercera interrogante ha ganado presencia en tiempos recientes: ¿cui bono, para qué? Hay un reconocimiento creciente de la necesidad de que “aquéllos afectados por las operaciones de un ámbito particular de la sociedad civil debiera presumirse que tienen algo que decir con relación a su gobernabilidad”.2 “Si se debiera empoderar a los ciudadanos para que participen en la determinación de la estructura básica de su sociedad, y las tecnologías se ven como una especie importante de estructura social, se sigue que también el diseño tecnológico y su práctica deberían democratizarse” (Sclove, 1995: 26-27). En décadas recientes, ha tenido lugar una invasión lega sustancial del ámbito de la elaboración de los hechos científicos, particularmente con respecto a aquellos temas científicos y tecnológicos controversiales que tienen dimensiones claramente públicas. Mientras que el análisis de los movimientos sociales ha sido un lugar común en conexión con los fenómenos políticos, está bastante subdesarrollado en conexión con los aspectos sociales de la investigación científica y tecnológica. Ejemplos como el caso del activismo del SIDA estudiado en un libro ya clásico por Epstein, sugieren que los movimientos sociales pueden seguir formas distintivas de participación en la ciencia muy difundidas en muchos países e inversamente, que el compromiso con la ciencia puede dar forma a esos movimientos de maneras poderosas (Epstein, 1996: 337 et passim). Los temas de la investigación (social, biomédica o de diferente tipo) están implicados dentro del aparato o el diseño experimental -son parte del estudio- y de ese modo tienen una comprensión de cómo podría hacerse mejor la investigación. Los expertos legos pueden generar conocimiento situado: conocimiento parcial, localizable, crítico producido por actores sociales sobre la base de su posición o ubicación en la sociedad (Haraway, 1991: cap. 9). Comienza a observarse una serie de cambios en la naturaleza de la relación investigador-sujeto en una cantidad creciente de contextos de investigación, acompañada y a menudo estimulada por una inesperada sofisticación científicosocial de parte de los sujetos. El reconocimiento de la subjetividad plena de los sujetos de la investigación obliga a repensar el poder inherente en el conocimiento experto y los profundos dilemas que 24
enfrentan los movimientos sociales que buscan “democratizar” la ciencia y la tecnología.
confrontan los movimientos sociales que buscan democratizar la ciencia y la tecnología.
De esta forma, aquéllos que tienen un interés, particularmente cuando sufren las consecuencias de la ciencia y la tecnología, necesitan ser incluidos en decisiones tomadas en el lugar de trabajo, en los laboratorios de ciencia y tecnología, en la investigación de ciencias sociales, en la educación, en la atención de salud, en las artes, los medios, en la familia y en la aplicación de la ley. Un cuerpo creciente de literatura sugiere los medios por los cuales la ciencia y la tecnología pueden ser sometidas más al control popular – por ejemplo, los estudios de las “tiendas de ciencia” (science shops) que reúnen a los investigadores para que colaboren con los ciudadanos, “las cortes de ciencia” que invitan a los ciudadanos legos a emitir juicios en controversias políticas con dimensiones científicas, y los consejos ciudadanos que evalúan los riesgos tecnológicos.
También está la tensión entre la participación de personas legas en la construcción del conocimiento científico y los requerimientos de la construcción del movimiento: pues el experto lego, cuando gana credibilidad a los ojos del aparato científico una vez que él o ella comprende y comienza a pensar como un investigador, puede entrar en conflicto con el mantenimiento de su credibilidad en relación con el movimiento social que el experto lego trata de representar. Incluso en lo que respecta a la ciencia, más a menudo que no, la contribución única al conocimiento científico ocurre cuando el experto lego piensa y responde como miembro de su grupo, independientemente de los clichés científicos. Los movimientos ambientales han luchado respecto a las estrategias “desde adentro” o “desde afuera” y a los méritos relativos del activismo profesionalizado cuando interactúan con expertos acreditados.
Por supuesto, son muchas las dificultades envueltas.3 En particular, las prácticas de la ciencia presuponen, por su naturaleza, la especialización: nadie puede conocer todo: todos deben por tanto reconocer que otros hablen con autoridad –por lo menos algunos otros, algunas veces. En conexión con esto, la democratización de la ciencia es inevitablemente un proceso parcial y disparejo, y que, irónicamente, procede de la mano con la consolidación de nuevas relaciones de confianza, autoridad y representación legal. De esta manera, “el conocimiento experto lego” no es simplemente una cuestión de más democracia. Debe resistirse la tentación de salir de la tecnocracia para caer en el populismo. Incorporar a los “expertos legos” en el proceso de toma de decisiones democrática no debería ser visto simplemente como una necesidad democrática. Más bien, tiene buen sentido usar conocimiento experto disponible cuando se lo encuentre incluso en lugares inesperados (Collins y Pinch, 1998: cap. 7). Sin embargo, el conocimiento experto es demasiado precioso como para que su reconocimiento pase completamente a la esfera de la política. El activismo político lego puede a veces ser necesario para sacudir a la gente sacándola de sus supuestos confortables acerca de la ubicación del conocimiento experto, particularmente en vista del poder inherente en el conocimiento experto. La efectividad a veces es parte de una retórica de control social inmerecidamente atribuida a algunos actores sociales tanto por sí mismos como por otros, más que una realidad. El conocimiento experto genuino no puede ser sustituido por la preocupación sentida, y este núcleo fuerte del conocimiento experto se refleja en los dilemas que 25
Las demandas de una participación y representación legal más directas no se restringen a las fronteras nacionales; se vuelven más restrictivas y presionantes en el mundo público común del siglo XXI. El desafío hoy es descubrir cuál es la moral, qué es lo que está bien y lo que es virtuoso, a través de la interacción con otros, sea que se trate del ámbito individual o intercultural. Los científicos deberían ser libres de participar en pie de igualdad y abiertamente en debates que tienen como sus objetivos no la negociación entre preferencias fijas derivadas de valores culturales individuales o particulares, sino el descubrimiento conjunto de cuáles son nuestros valores humanos comunes. En estas nuevas condiciones, se ha argumentado que “sólo uniendo al mundo, sólo descubriendo lo que está bien y lo que está mal a través del discurso y la acción podemos construir el conocimiento, la sabiduría y una sociedad más justa”. Las ciencias sociales tienen un doble papel, ser parte de la ciudadanía y tener como misión contribuir a informar, interpretar y producir soluciones para la sociedad (Busch, 2000: 148). 1.5. LA MORALIDAD EN DESCOMPOSICIÓN Y LAS CIENCIAS SOCIALES
A lo largo del siglo XX, la idea de que todos los pueblos del mundo son parte de una humanidad única se abrió camino dolorosamente. Ésta es claramente una noción reciente en la historia. Lo que por mucho tiempo distinguió a los hombres y 26
mujeres de otras especies animales fue precisamente el hecho que ellos no se reconocían entre sí como congéneres humanos. La evidencia antropológica revela innumerables ejemplos del registro histórico humano que muestran que un individuo que era externo a una comunidad tenía que satisfacer ciertas condiciones para no ser condenado al ostracismo respecto del mundo de los seres humanos. Uno de los principales desafíos éticos, si no el central, del siglo XXI es probablemente hacer verdadera la noción de una humanidad común, compartida. Se ha sostenido que los sentimientos humanitarios hoy, por lo menos como se viven en Occidente, parecen reflejar menos una preocupación por los demás que una desconfianza invencible de su libertad (Finkielkraut, 1996: 124). La globalización de los mercados es una idea que se promueve con fuerza en el ámbito económico por los agentes dominantes en el escenario internacional. También lo es la internacionalización de las telecomunicaciones y los medios, que se supone que alimentan un nuevo reconocimiento que la humanidad es una única familia que habita el planeta Tierra. Sin embargo, estas nociones parecen cubrir otras realidades. En la postulación abstracta de la universalidad a menudo se ocultan intereses y prácticas más partidarias. Los efectos de la nueva conquista de la ubicuidad a través de la televisión y el Internet son complejos y todavía difíciles de evaluar. Finkielkraut (1996) ha argumentado que la desilusión respecto del altruismo selectivo y abstracto de eras anteriores ha resultado en un sentimiento de piedad por parte del individuo contemporáneo, quien es movido por la exposición que hacen los medios del sufrimiento inmediato sólo cuando el sufrimiento es devastador, invalidante: la gente de los botes en el sudeste de Asia, los excluidos, los refugiados hambrientos y agonizantes que huyen del horror de las guerras étnicas, es decir, sujetos enteramente penetrados por el sufrimiento y la necesidad, pero no individuos activos, no individuos libres, es decir incontrolables. Las actitudes actuales de piedad, en su opinión, excluyen a la humanidad que sufre por amor pues no hay interacción ni reciprocidad envueltas. La distancia moral creada por la realidad virtual de la televisión remueve la preocupación por un destino común, por proyectos comunes, por la verdad innegable de la porción sufriente de la humanidad. El final del siglo XX dejó un registro de grandes ilusiones y aún más grandes desilusiones y frustraciones, de opresión, injusticia y crueldad. La capacidad de crítica, la imaginación de 27
nuevos mundos, la construcción de utopías, todas actividades a las cuales un buen segmento de las ciencias sociales contribuyó significativamente, han sido en buena medida abandonadas. Enfrentados a un futuro incierto, nadie quiere cambiar y todos tratan con fuerza de no sacudir el bote. En diferentes aspectos la experiencia moral del siglo XX ha tenido un carácter paradojal. El individuo que aprendió a verse a sí mismo como un agente moral autónomo se encuentra comprometido por modos de práctica que lo involucran en relaciones manipuladoras con los demás. Al buscar proteger la autonomía que aprendió a valorar, el individuo aspira a no ser manipulado por otros; al buscar encarnar sus principios y puntos de vista en el mundo de la práctica, el individuo no encuentra una puerta abierta para hacerlo, excepto dirigiendo hacia los otros los mismos modos manipuladores de relación que él o ella pretenden resistir en su propio caso. Recientemente Busch (2000:151-152) comentó sobre las complejidades de la participación social y la manipulación de la noción de práctica real. En el mercado, en la educación, la tecnología, la atención de salud y las tiendas minoristas nuestra participación se ve usualmente drásticamente restringida. Por ejemplo, como consumidores nuestra participación está limitada a decisiones respecto a si comprar o no hacerlo. Ciertamente, la gama de bienes a nuestra disposición individual ha crecido en forma logarítmica, pero con pocas excepciones todavía nos quedamos con la sola posibilidad de tomar decisiones simples, binarias al respecto. Como trabajadores, nuestras opciones se encuentran igualmente limitadas. Vivimos en sociedades en las que el empleo no es tanto una elección sino un requisito para obtener los medios de subsistencia. En un mundo de cambio técnico sin precedentes, la mayoría de nosotros tiene poco o ningún control sobre las tecnologías que invaden nuestras vidas ante las cuales respondemos maravillados o con desesperación. Los economistas nos dicen que participamos a través del mercado para obtener estos bienes, pero ignoran la forma como estas tecnologías transforman las vidas inclusive de quienes las rechazan. En la educación, también, tenemos pocas oportunidades de participar en las decisiones que afectan nuestras vidas. En la atención de salud, la arrogancia de los médicos es legendaria. Raramente los pacientes obtienen la información que necesitan para tomar decisiones inteligentes acerca del cuidado de su salud. Incluso las artes y los medios son una dimensión que se ha vuelto muy alejada de nuestra participación. Los derechos humanos –aquéllos que supuestamente pertenecen a los seres humanos en cuanto tales y que son citados 28
como una razón para sostener que las personas no debieran enfrentar interferencias en su búsqueda de la vida, la libertad y la felicidad- son una noción reciente en la historia, inventados como parte de la invención social del agente moral individual autónomo. El concepto de utilidad es otro componente de la moralidad contemporánea que fue diseñado con otro conjunto de propósitos, básicamente ligados a las formas de organización burocráticas, y en gran medida incompatible con el anterior (Macyntire, 1981). La yuxtaposición de estos conceptos y otros fragmentos conceptuales mal combinados del pasado que carecen de los contextos en los cuales se dio su significado original, resultan en inconmensurabilidades, como se evidencia en la arbitrariedad de la voluntad y el poder activados en la resolución de debates y controversias. Dada la aparente arbitrariedad de las partes en conflicto, las controversias adoptan un carácter insoluble y se convierten en un rasgo moral distintivo de la era contemporánea. Podemos ser testigos de expresiones novedosas de protesta a escala global en los umbrales del siglo XXI, tales como las movilizaciones recientes contra la Organización Mundial de Comercio y la globalización. Claramente, no hay novedad en la pretensión de que lo que prevalece es una retórica que sirve para ocultar detrás de las máscaras de la moralidad lo que de hecho son las preferencias de la voluntad y el deseo arbitrarios. Desenmascarar los motivos no reconocidos de la voluntad y el deseo que sostienen las máscaras morales del presente es una de las actividades más característicamente modernas. El psicoanálisis es una de las disciplinas sociales que más contribuyó a esto, aunque Freud creyó que había hecho un descubrimiento acerca de la moralidad como tal y no sólo acerca de la moralidad del siglo XIX y comienzos de la del XX (Macintyre, 1981). La manipulación, la desconfianza, el desenmascaramiento, la desilusión, la ilegitimidad, la corrupción, los derechos, la protesta, el resentimiento son todas nociones que aparecen en el discurso acerca de la posición moral de la sociedad contemporánea. Siendo producto de una conjunción histórica particular, es imposible encontrar una manera racional de decidir qué tipo de pretensión debiera recibir prioridad. La incoherencia de las actitudes y las experiencias individuales surge del esquema conceptual incoherente que es el legado moderno. Las fuerzas de la sociedad actúan para disminuir la confianza en la mayoría de las esferas de la vida, y en particular 29
en los expertos y en los sistemas expertos. Las declaraciones de conocimiento científico objetivo de la sociedad hicieron de las ciencias sociales la expresión más ideológica y políticamente significativa de las normas cognitivas y estrategias culturales de la ciencia en el estado moderno (Ezrahi, 1990: 167). A pesar de sus respectivas orientaciones y objetivos diferentes, tanto la ideología como las ciencias sociales han tratado de dar explicaciones autorizadas de la conducta humana y los fenómenos sociales. Se ha prestado mucha atención a cuestiones tales como si los problemas éticos y políticos pueden reducirse a los científicos y técnicos, si la ciencia puede ser política o ideológicamente neutra, o si existe algo como la ideología científica. A pesar de usos no democráticos de la investigación social, las ciencias sociales han proporcionado algunos de los recursos ideológicos más potentes para la promoción de prácticas y valores políticos liberalesdemocráticos. El crecimiento de la conciencia de la reflexividad de las ciencias sociales ha contribuido a disminuir su autoridad. Los “horrores metodológicos” de la reflexividad plantean una cantidad de desafíos a científicos sociales y naturales por igual. Se ha vuelto una necesidad sobre la que cada vez se pone más presión en las diferentes ciencias sociales, demandando un compromiso personal considerable de los investigadores con la justicia y la equidad, no contaminado por su propio auto-interés. Se ha argumentado que éstos no deberían ser manejados erigiendo una jerarquía de tipos de conocimiento que están invariablemente infectados por problemas de representación, ni tampoco suponiendo que los horrores afectan sólo el trabajo de otros investigadores. No debe suponerse que algunas ciencias sociales escapan del problema de la representación y la reflexividad, ni que el propio trabajo es invulnerable. Cualquier empresa interpretativa enfrentará esta versión del círculo hermenéutico (Schaffer, 1996: 209; Woolgar, 1988: 3037, 91-94). En un giro complejo, la reflexividad social, es decir, el proceso por medio del cual la sociedad es obligada a enfrentar las consecuencias indeseadas no intencionales, casi autónomas de la sociedad industrial moderna,4 también debe tomarse en cuenta, mientras que debe distinguírsela de los procesos reflexivos que uno puede usar para estudiar los problemas una vez que se los ha identificado. El fenómeno de la contaminación industrial y la que genera el transporte proporcionan un buen ejemplo de lo que estamos diciendo. A medida que la contaminación se vuelve más intensa, la confianza de la sociedad en sus propias 30
partes constitutivas comienza a enfrentarse en forma repetitiva con nueva evidencia de daño generado por funciones esenciales como son las productivas, la apertura de nuevas tierras para la agricultura y el transporte. Todo el significado de la sociedad se ve continuamente desafiado por los subproductos del propio desarrollo de la sociedad (cf. Fukuyama, 1995). El poder se desequilibra cuando hay una distancia de la educación, el entrenamiento, las habilidades, capacidades y logros, como sucede en el caso de las ciencias sociales frente al público lego. La integridad de las relaciones de confianza puede ser testada determinando si cada parte está manipulando a la otra atacando las cualidades de la otra de maneras que requieren el ocultamiento, si es que la relación va a continuar (Baier, 1995; 123-124). Será difícil rehabilitar la confianza, pero no intentar hacerlo sería auto-destructivo. Una mejor ciencia por sí sola no puede devolver la confianza. Debería haber una defensa muy pública de la ética y los valores para lograr la restauración. La educación en las ciencias sociales necesitaría acentuar que la ética y los valores merecen por lo menos tanta atención y respeto como el lado científico y positivo de la investigación social. En la formulación de los objetivos de la investigación, el papel del investigador individual se ve crecientemente reducido, integrado en un mecanismo del cual es meramente una pieza más. La ética final de su actividad se impone por criterios en los cuales el individuo no ha tenido a menudo ninguna intervención. En estas condiciones, es importante que la ética de los fines sea complementada con una responsabilidad individual revigorizada para atender los dilemas morales de sociedades plurales. El investigador o la investigadora deben actuar de tal manera que sus acciones sean compatibles con la vida humana y su legado ambiental, genético y cultural. Estos dilemas y tensiones son claramente perceptibles en las ciencias clínicas, y en su experiencia moral pueden servir como un modelo y ejemplo a las otras ciencias. Sin embargo, es importante que en cualquier disciplina la comunidad de investigadores científicos revisen como individuos, grupos y colectividades, su conducta moral y el rigor ético de las reglas internas del juego de la comunidad en sus implicaciones para la ciencia y la sociedad, en términos de una mayor responsabilidad y transparencia social. Este trasfondo ético inconsistente pesa marcadamente sobre la política de las sociedades modernas, su economía, su derecho y todo el tejido social, y afecta obviamente a las ciencias 31
sociales y sus funciones interpretativas y heurísticas. Éstas tienen como una de sus tareas básicas sacar a la luz las implicaciones de la expresión y práctica moral contemporáneas características de los principales actores de la sociedad moderna, la retórica envuelta en sus declaraciones, las pretensiones de control social detrás de ellas. El crecimiento actual sin precedentes de la capacidad de intervención sobre el mundo natural y de la manipulación del otro en el contexto social, es una consecuencia del avance científicotecnológico que tendrá profundas consecuencias. 1.6. COMENTARIOS FINALES
Hoy se encuentra disponible mucho más poder que nunca antes y un mayor margen de maniobra en la toma de decisiones, en vista de la extensión de la gama de acciones humanas. Las elecciones ampliadas que están disponible a los agentes humanos dan nueva importancia a la consideración de los límites (económicos o de otro tipo). No necesitan tener un papel especial teórico o práctico en términos de conocimiento. Podemos preguntarnos acerca de ellos, como podemos hacerlo acerca de cualquier otro rasgo del proceso causal unitario, pero no es necesario hacerlo. En la perspectiva de la acción humana, sin embargo, los límites ocupan claramente una posición mucho más importante y privilegiada. Que un individuo falle en la consideración de los límites, excepto por razones extremadamente fuertes y específicas, es visto como necesariamente perverso, irresponsable o inepto. Los límites respecto a posibles logros definen las posibilidades para los actores humanos (y en nuestro caso las ciencias sociales) de lo que pueden o no producir, les informan acerca de lo que realmente pueden esperar o temer, y ponen el foco, como nada podría hacerlo, sobre la cuestión de qué cosa tienen razón de hacer (Dunn, 1992: 6 et passim). Con la creciente necesidad de imponer límites, el peso de la responsabilidad en las elecciones, tanto individuales como colectivas, ha aumentado significativamente y los cambios de escala y naturaleza llevan a redefiniciones con raíces profundas. Los dos elementos básicos de responsabilidad específica de la investigación científica contemporánea (incluyendo la investigación científico-social) son la posesión, por parte del investigador, de una gama especializada de conocimiento efectivo –conocimiento que entra, a través de sus efectos, en la estructura misma de los ambientes naturales y sociales con los que las prácticas presentes y futuras tendrán que lidiar- y el conocimiento 32
experto general desarrollado por los sistemas y organizaciones en el curso de la actividad de investigación científica de pesar y predecir las probables consecuencias de acciones complejas y comunicarlas a la población en general. En su combinación está lo que en términos éticos parece el fundamento de un nuevo proyecto social. A pesar de su falta de ‘respuestas’ autorizadas a los problemas más complejos, las ciencias sociales tienen mucho que ofrecer a las agencias locales, estadales, nacionales e internacionales. Su evidencia y sus teorías proporcionan maneras de dar sentido al mundo, lo que no es un logro menor en el actual mundo multidimensional y complicado. Grandes porciones de las ciencias sociales han sido instrumentalizadas por los intereses dominantes en el mundo económico y político. Una preocupación desproporcionada, a menudo intensamente parcializada, se dedica a que las ciencias sociales hagan más digeribles, o más manejables los usualmente dolorosos cambios sociales y tecnológicos, ayuda a superar barreras y a disciplinar la fuerza de trabajo, la sociedad civil o el mercado. Es imperativo hacer explícitos los límites del desarrollo impulsado por el mercado, definiendo las barreras sociales y políticas (vinculadas a la justicia) y las naturales (vinculadas a la sostenibilidad) en conexión con la ciencia. Por contraste, el debate más amplio de los pro y contra de valores en la sociedad y en la innovación tecnológica, o del conocimiento científico y la autoridad gubernamental, es algo inusual porque la literatura respectiva está altamente fragmentada. Sin embargo, hay cuestiones que conciernen a la integridad de la sociedad y sus diferentes componentes. Cuando buena parte de nuestra sabiduría convencional acerca de la investigación se ve amenazada, surgen preguntas sobre los estándares éticos que inciden sobre los esfuerzos científicos desde el mismo punto de partida, desde la creación de proyectos y programas pasando por la investigación y los problemas desafiantes de la interpretación y la representación, la diseminación del conocimiento en la docencia y las publicaciones, hasta las aplicaciones. Esos estándares no sólo regulan las ciencias sociales, son producidos por ellas (Whittaker, 1999: 218). Como elocuentemente lo planteó Busch (1999: 6), el cientificismo, el estatismo y el comercialismo son formas dominantes de vigilancia en la sociedad contemporánea. Sus defensores declaran que debemos dejar lugar a la sabiduría moral superior de la ciencia, el estado o el mercado. Esa pretensión 33
de sabiduría, claramente, no flota simplemente suelta en algún lugar del espacio. Se manifiesta en un conjunto de prácticas de científicos, funcionarios de gobierno y quienes organizan y controlan el mercado. Busch no está luchando con la idea de que algunas de esas personas tengan conocimiento técnico superior. Lo que le preocupa –y a nosotros también- son sus pretensiones de un conocimiento moral superior, que en el mejor de los casos parece ingenuo, y en el peor auto-favorecedor y fraudulento. La fe en la ciencia, el estado o el mercado, como una solución al problema de proporcionarnos una sociedad bien ordenada descansaría en creencias no examinadas y erróneas en la existencia de individuos autónomos y una sociedad reificada. Este individualismo, y su contraparte colectivista hacen que evitemos enfrentar conflictos morales. Cada campo ofrece alternativas fáciles a la responsabilidad moral (Busch, 2000: 6). Podemos vivir en una sociedad conformada por especialistas, pero para cada cuestión planteada todos somos legos. Como legos, las cuestiones que planteamos al especialista pueden ser técnicamente ingenuas, pero a menudo, si no siempre, incorporan la situación dentro de la cual se desea el conocimiento técnico (Giddens, 1990). La participación en la política requiere cierto nivel de igualdad económica. Mientras que la plena equidad del ingreso económico no es posible, la situación actual convierte en una burla las declaraciones de igualdad de oportunidades, incluso en países avanzados. Sin una mayor igualdad en la distribución del ingreso, la democracia política tiene una resonancia hueca (Busch, 2000: 155). La democratización política y social requiere que la agenda de la política de investigación incorpore la cuestión irresuelta de las necesidades sociales y el bienestar colectivo. Esto necesita un nuevo enfoque. Lo que aplica dentro de los estados-nación aplica también en el mundo exterior. En las relaciones internacionales, los estados democráticos necesitan estimular y apoyar los movimientos democráticos en otras naciones. El asesoramiento y apoyo financiero occidentales se han enfocado casi por completo en construir mercados y han descuidado la construcción de democracias fuertes. En efecto, el asesoramiento occidental a menudo ha identificado el mercado libre con la libertad, mientras que ha ignorado rápidamente las crecientes desigualdades y la corrupción. Es el desafío ético del siglo XXI hacer la síntesis que integre el conocimiento con la moralidad en un nivel más avanzado de justicia y virtud colectivas. Deberían construirse nuevas formas de comunidad dentro de las cuales pueda sostenerse la vida moral de tal 34
manera que tanto la moralidad como la civilidad puedan sobrevivir a amenazas futuras de injusticia y oscuridad. Los científicos de las orientaciones más variadas están, conciente o inconcientemente, ayudando a construir las culturas de investigación futuras. Comprometidos con la experiencia, compartiendo discursos teóricos y políticos contemporáneos, ellos…escuchan con un oído las cuestiones filosóficas del utilitarismo vs deontología, casuística vs universalismo, normativismo vs relativismo, y se esfuerzan por escuchar con el otro, a medias esperanzados y a medias con temor, cómo la ética está siendo jugada en los campos más recientes de la medicina, los negocios y la industria, y en el ámbito gigantesco de la computadora (Whittaker, 1999:218).
NOTAS
1. En abril de 1988 la OCDE organizó un seminario en París acerca de las ciencias sociales en el presente y el camino a seguir. Se decidió en esa ocasión organizar una serie de talleres internacionales bajo el título “Reinventando las Ciencias Sociales”. El primero tuvo lugar en Ottawa, 1999, sobre “Las Ciencias Sociales en una Tierra Digital”; el segundo se dio en Brujas, 2000, “La Contribución de las Ciencias Sociales al Conocimiento y la toma de Decisiones”, el tercero ocurrió en Tokio, 2000, sobre “Las Ciencias Sociales y la Innovación”, en el cual presentamos este trabajo en su primera versión, y el cuarto fue en Lisboa, 2001, sobre “Las Ciencias Sociales y Políticas Públicas”. 2. Shapiro, citado en Busch, 2000. 3. En relación con estos argumentos, nos apoyamos básicamente en Epstein, 1996. 4. Beck, 1994, citado en Little y Fearnside, 1997.
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2 GOBERNABILIDAD DEL RIESGO DE LA CONVERGENCIA TECNOLÓGICA
2.1. LOS RIESGOS DE LA TECNOLOGÍA
Hoy en día vivimos en un mundo en el que percibimos más y más riesgos y peligros. Las tendencias se asocian a la expansión demográfica y la urbanización, y se perciben como un aumento de la incertidumbre debido a la interconectividad y a los rápidos cambios globales, a los fuertes vínculos entre los riesgos físicos, económicos y sociales, al aumento de la vulnerabilidad con respecto a los riesgos tecnológicos, sociales y naturales de potencial catastrófico, a la incertidumbre con respecto a los patrones y la frecuencia de desastres naturales debidos al cambio climático global, al aumento exponencial en los pagos de seguros para compensar a las víctimas de tales desastres, a la emergencia de “nuevos” desastres sociales (terrorismo, desencanto, sublevaciones, stress, aislamiento, depresión), a la creciente importancia de las connotaciones simbólicas de los riesgos, y al elevado potencial tanto para la amplificación como para la atenuación social de todo lo anterior. En un estudio reciente sobre la gestión de los riesgos publicado por el Consejo Internacional de Gobernabilidad del Riesgo (IRGC), Renn (2005) sostiene que la evaluación de los riesgos enfrenta tres desafíos principales que pueden ser descriptos usando los términos de complejidad, incertidumbre y ambigüedad. Los desafíos no se relacionan tanto con las características intrínsecas de los riesgos mismos sino más bien con el estado y la calidad del conocimiento disponible acerca de riesgos y peligros. Dado que los riesgos son constructos mentales, la calidad de su poder explicativo depende de la exactitud y validez de sus predicciones (reales). A diferencia de otros constructos científicos, validar los resultados de las evaluaciones de riesgos resulta algo particularmente difícil porque, en teoría, se necesitaría esperar indefinidamente para verificar si las probabilidades asignadas a un logro específico fueron correctamente evaluadas. La complejidad se refiere a la dificultad de identificar y calificar vínculos causales entre una multitud de agentes causales 39
potenciales y efectos observados específicos. La naturaleza de esta dificultad puede rastrearse a efectos interactivos entre estos agentes (sinergismo y antagonismo), largos períodos de retardo entre causa y efecto, variación interindividual, variables que intervienen, y otras. La incertidumbre es diferente de la complejidad pero a menudo resulta de una reducción incompleta o inadecuada de la complejidad en la modelación de las cadenas de causa-efecto. En el contexto de la evaluación de riesgos es esencial reconocer que el conocimiento humano es siempre incompleto y selectivo, y de esta forma contingente en cuanto a supuestos, afirmaciones y predicciones inciertas (Funtovicz & Ravetz, 1992). Mientras que la incertidumbre se refiere a la falta de claridad respecto a la base científica o técnica para la toma de decisiones, la ambigüedad (interpretativa y normativa) es un resultado de perspectivas divergentes o competitivas sobre la justificación, severidad y significados más amplios asociados con una cierta amenaza. En la perspectiva de la gobernabilidad del riesgo, la ambigüedad se entiende como “dando lugar a varias interpretaciones significativas y legítimas de resultados de evaluaciones de riesgos aceptados”. Así pues por primera vez en la historia moderna el conocimiento, que ha sido casi universalmente considerado como un bien público que debe ser apoyado, genera riesgos y peligros antes impensados como consecuencia del vertiginoso desarrollo tecnocientífico, y por consiguiente la percepción del desarrollo tecnológico incorpora componentes de incertidumbre, ambigüedad y complejidad al mismo tiempo que surge cada vez con mayor fuerza la necesidad de aplicar el principio de precaución en la evaluación y manejo de riesgos que pudieran resultar del propio desarrollo científico-técnico. Examinemos más de cerca este fenómeno con un ejemplo concreto. 2.2. EL CASO DE LAS NANOTECNOLOGÍAS Y LA CONVERGENCIA TECNOLÓGICA
Las nanotecnologías (NnT) son un conjunto de técnicas que se utilizan para manipular la materia a escala de átomos y moléculas. Nano no es un objeto sino una medida. A diferencia de la biotecnología, donde “bio” indica que se manipula la vida, las NnT nos hablan de una escala. Un nanómetro es la millonésima parte de un milímetro. El verdadero poder de las ciencias de lo nanoscópico reside en la convergencia que se observa como tendencia de la biotecnología, las neurociencias, la informática, la robótica y otras tecnologías (Nordmann, 2004; Ribeiro, 2005). 40
Pese a que la nanotecnología ya está ampliamente en contacto con nuestra vida cotidiana, son pocos los estudios sobre sus potenciales efectos negativos en materia de salud y ambiente, y más escasos aún son los referidos al impacto político, militar y en las economías, sobre todo de los países del sur. La constitución social de las tecnologías convergentes plantea un número de cuestiones, en particular (a) las consecuencias inesperadas y (b) los intereses de quienes poseen y controlan las nuevas tecnologías. El volumen y la historia de las trasnacionales implicadas en el desarrollo de la nanotecnología hacen pensar que la batalla por los mercados quedará en manos de las más grandes y agresivas. El factor crucial a priori será quién controlará las patentes sobre aspectos claves para el desarrollo de la nanotecnología. Entre 2000 y 2003, el número de patentes nanotecnológicas otorgadas por la Oficina de Marcas y Patentes de los Estados Unidos aumentó 50 por ciento y llegó a 8.630 en 2003.1 Los cinco países que lideran la carrera son Estados Unidos (5.228 patentes), Japón (926), Alemania (684), Canadá (244) y Francia (183). Las cinco corporaciones con mayor número de patentes son IBM, Micron Technologies, Advanced Micro Devices, Intel y la Universidad de California. Actualmente, junto a un número de empresas pequeñas que comenzaron con sectores de la industria nanotecnólogica, se encuentran otras como Exxon Mobil, Dow Chemicals, Xerox, 3M, Alcan Aluminium, Johnson & Johnson, Hewlett-Packard, Lucent, Motorola, Sony, Toyota, Hitachi, Mitsubishi, NEC, Toshiba, Phillips, Eli Lilly, DuPont, Procter & Gamble, Kraft Foods, General Mills, Nestlé, PepsiCo, Sara Lee, Unilever, ConAgra, L’Oreal, Bayer, BASF. Hacia el año 2014 se espera que el mercado de la nanotecnología sea del orden de 2.6 billones de dólares americanos, equivalentes a 10 veces el de la biotecnología e igual a la suma combinada de los mercados de la informática y las comunicaciones. El interés demostrado por las trasnacionales en una etapa tan temprana del desarrollo de la nanotecnología obedece a su promesa, ya que responde a propósitos muy variados, con aplicaciones o impactos sobre grandes porciones de la sociedad y la economía, inicialmente con mucho espacio para mejoras, con fuertes complementariedades con otras tecnologías y, debido a los efectos de largo plazo sobre los valores, con repercusión potencial sobre las estructuras de poder y las ideas. Incluso si la nanotecnología se quedara en su primer estadio —la fabricación de nanopartículas de diferentes elementos— se espera que tenga impactos económicos impresionantes. No sólo mediante las 41
patentes, sino también por la sustitución de materias primas. Las nuevas aleaciones de metales con nanotubos 2 y otras nanopartículas están cambiando la aeronáutica, la construcción de automóviles y otras industrias. Ya está avanzada la sustitución del caucho en el área de los neumáticos y del algodón en cuanto a los textiles. En el caso del algodón con la fabricación de tejidos sintéticos más resistentes y, a diferencia del nylon, con la sensación de suavidad y frescura de las fibras naturales. ¿Cuál es el problema? Además de los efectos desconocidos de su interacción con el medio y los organismos (Swiss Re, 2004),3 en la producción y quizá también en el uso, casi con seguridad tendrá un fuerte impacto económico negativo sobre los países productores de algodón (Ribeiro, 2005; Etc Group, 2005; Foladori e Invernizzi, 2005). De hecho, todo lo vivo y lo no vivo está compuesto de átomos y moléculas y es potencialmente susceptible de ser modificado, manipulado o recreado, transformando sus propiedades y encontrando nuevos usos. La nanotecnología se considera una “plataforma tecnológica” sobre la cual se puede transformar drásticamente el actual estado del arte de casi todos los sectores industriales, incluyendo las áreas biomédica, farmacéutica, cosmética, informática, aeronáutica, automotriz, textil, del caucho, agrícola, alimentaria, de la construcción, la industria química y de materiales, etc. En el mercado existen ya unos 500 productos que usan nanotecnología: protectores solares, cosméticos, aditivos alimentarios, plaguicidas, textiles (por ejemplo en camisas y pantalones), barnices, recubrimientos y membranas que se aplican a artículos del hogar, chips electrónicos, sensores y dispositivos para diagnóstico. La Fundación Nacional de la Ciencia (NSF) de los Estados Unidos estima que en 2012 la mitad de la industria farmacéutica se basará en la nanotecnología (Roco, 2005). Si los productos que ya están en el mercado generan alarma porque se soslayan sus posibles impactos negativos en la salud y el ambiente, los impactos económicos y de formación de nuevos monopolios trans-sectoriales deberían suscitar más incertidumbres todavía. Para entender de forma simplificada cómo nos afectarán las patentes nanotecnológicas pensemos que fuera posible patentar la letra ‘a’. En ese caso, todos los que usen esa letra deberían obtener permiso y pagar regalías al dueño de la patente. Patentar elementos, átomos o construcciones moleculares tendría ese efecto. Cuanto más pequeño es el objeto de la patente, mayores pueden ser los campos que afecta. El premio Nóbel de Física Glenn Seaborg sentó un peligroso precedente al patentar 42
en 1964 dos elementos de la tabla periódica: el Americio (95) y el Curio (96). En un informe conjunto de la Royal Society y la Royal Academy of Engineering del Reino Unido de 2004, se concluye que las nanopartículas y los nanotubos se deben considerar como nuevas entidades químicas, y como tales deben ser objeto de evaluación y precaución. Cientos de productos que contienen nanotubos o nanopartículas de diferentes elementos circulan en el mercado sin etiquetado ni advertencia, ya que prácticamente no existen regulaciones sobre este tipo de partículas. Es preocupante porque pueden estar en contacto con nuestra piel, por medio de cosméticos y bloqueadores solares; también en los campos agrícolas, como plaguicidas nanoencapsulados; en nuestros refrigeradores, como aditivos alimentarios, y en nuestro cuerpo, como vehículos para la administración de medicamentos. Además, están presentes en materiales que componen muchos objetos de uso cotidiano, como prendas de vestir (camisas y pantalones “que no se manchan”), artículos de cocina de teflón, filtros de lavarropas, coberturas de hornos, neumáticos de automóviles, pantallas de televisión, teléfonos celulares y muchos más. Aunque en la naturaleza existen nanopartículas, por ejemplo, en cenizas volcánicas o en nanocristales de sal en el aire del océano, nunca antes habíamos estado expuestos a las nanopartículas artificiales que se están produciendo ahora. Uno de los problemas es el tamaño de tales nanopartículas. Con la miniaturización aumenta la superficie de contacto, y por tanto el potencial reactivo o catalítico de los elementos. Mientras más pequeña es una partícula mayor es su reactividad, por lo que una sustancia que es inerte e inocua en la escala macro o micro puede mostrar características dañinas en la escala nano. Por su tamaño, pueden penetrar a través de la piel y llegar al torrente sanguíneo, sin que el sistema inmunológico las reconozca. Al entrar en contacto con los tejidos vivos, las nanopartículas pueden dar origen a la aparición de radicales libres, causando con ello inflamación o daño a los tejidos, y propiciando posteriormente el crecimiento de tumores (Borm, 2004). 2.3. LAS PERSPECTIVAS PARA LA GOBERNABILIDAD DEL RIESGO LA CIENCIA EN LA ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO
Los países más industrializados usan la ciencia para controlar la economía mundial, convirtiéndola en negocio. Muchos países en desarrollo no entienden la importancia de apoyar la 43
ciencia. El problema es particularmente agudo cuando gobiernos débiles no desarrollan su propia ciencia para salvaguardar la soberanía y la capacidad de decisión autónoma en beneficio de la sociedad. Vivimos en sociedades crecientemente fragilizadas. La matriz específica del contexto cambia rápidamente; como resultado, por ejemplo, de la pérdida de poder en general de instituciones sociales modernas y cruciales, como el Estado, la iglesia, las corporaciones y la ciencia, aunque pese a sus crecientes debilidades éstas continúan presentándose a sí mismas como sistemas de control social efectivo. El mayor riesgo en esta materia es el de la ignorancia. Al igual que ha sucedido con el caso de los organismos transgénicos, pero en una escala mucho mayor porque toca prácticamente todos los sectores industriales, las empresas y los gobiernos con frecuencia ignoran el principio de precaución que debería guiar la liberación al consumo y al medio ambiente de compuestos construidos artificialmente y sin evaluación de sus potenciales impactos negativos. Nuestros países latinoamericanos no pueden quedar al margen de esta revolución científico-técnica en ciernes, aunque sea sólo porque se necesita desarrollar instrumentos adecuados de regulación y monitoreo para asegurar la protección de la población y de la naturaleza.4 Basta ver cómo las trasnacionales farmacéuticas se comportan frente las necesidades de salud pública, sobre todo en el tercer mundo. Los riesgos para los países en desarrollo son enormes, cuando se carece aún de regulación a escala mundial y los intereses de las empresas multinacionales dirigen el rumbo de estas nuevas tecnologías en alimentos, cosméticos y medicamentos, entre otros productos, con un uso tan vasto de un instrumento de apropiación monopólica como en el caso de las patentes nanotecnológicas (Etc Group, 2005). Los argumentos apologéticos sobre las promesas benéficas, tales como hipotéticos ahorros de energía y de recursos, o aplicaciones médicas, o de beneficio para los pobres, deberían ser sometidos a escrutinio cuidadoso en vista de las experiencias del pasado. En este sentido, se plantean elecciones de política para los gobiernos con relación a las tecnologías convergentes. ¿Debería el Estado comprar la idea, haciendo así de las tecnologías convergentes un bien público, y en tal caso en qué etapa?, ¿puede o debe el Estado no comprarla?, ¿debería haber un “espacio neutral” más allá del alcance del Estado para la experimentación y el desarrollo antes de que se tomen decisiones de política pública acerca de tecnologías particulares?, ¿es posible determinar los impactos de la tecnología sobre la cultura, y viceversa? 44
2.4.
2.5.
GOBERNABILIDAD DEL RIESGO
LA GESTIÓN DE LA COMPLEJIDAD
Los esfuerzos relacionados con el uso de la ciencia y la tecnología para el logro de la sustentabilidad ambiental y económica son relativamente nuevos porque el sistema científico y la sociedad, como un todo, durante mucho tiempo no podían imaginar que seríamos capaces de amenazar las fundaciones mismas de nuestra existencia. Se vuelve difícil generar escenarios robustos para la política del conocimiento y estos no son de ninguna manera obvios (Stehr, 2005). Con el aumento en la capacidad de la ingeniería y la ciencia aplicada para construir sistemas crecientemente complejos, los ingenieros, científicos y gerentes han abierto cada vez más la caja de Pandora de la complejidad tecnológica. Como resultado, están teniendo que responder a una crisis de control. La expansión irrestricta del conocimiento científico conduce a demandas de que el nuevo conocimiento y su impacto sean regulados, gestionados de alguna manera, o incluso suprimidos. (OECD, 2003) Los riesgos deben ser manejados de manera explícita y sistemática. Entre las preguntas necesarias de formular en este nuevo campo del quehacer científico-técnico están las siguientes: ¿Cuán fuerte es la base de conocimiento?, ¿qué nuevas investigaciones serían las más importantes?, ¿es posible internalizar el riesgo y la vulnerabilidad en evaluaciones más ampliamente integradas?, ¿qué enfoques sintéticos importantes han evolucionado? El riesgo y la vulnerabilidad han sido concebidos erróneamente. Aparecen en lo residual, o en lo que queda del análisis de los impactos. En cambio, debieran estar en el frente y el centro mismo, y ser analizados antes de evaluar los impactos. Con relación a la necesaria evolución de un marco regulatorio, hay un serio déficit de conceptualización adecuada. Falta claridad acerca de los riesgos, y hay dificultades para aprehender su naturaleza, así como ausencia de resultados de estudios de impacto acerca de las implicaciones de la metaconvergencia industrial, e ignorancia de las implicaciones legales y de la contraparte financiera de los seguros. Además, si el exceso de regulación tiene un efecto negativo sobre la innovación, la ausencia de regulación daña directamente al mercado (Dupuy & Roure, 2004).
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La base de conocimiento acerca de estos asuntos es altamente dispareja, constreñida y limitada por el estado subdesarrollado del campo y por la carencia de un marco conceptual general para integrar el conocimiento fragmentario al respecto. Es difícil encontrar marcos conceptuales comunes cuando se tratan diferentes contextos y arenas de riesgos, y cuando hay diferentes áreas y escalas de análisis y distintas fuentes teóricas de los abordajes metodológicos. No obstante, los incipientes marcos conceptuales se están haciendo más amplios en sus bases y más sintéticos e integrados en sus enfoques, permitiéndonos esperar innovaciones gerenciales que surjan de esta actividad de construcción de sistemas. Será necesario movilizar la ciencia y las tecnologías apropiadas, de manera que se eviten las trampas de agendas de investigación y desarrollo particularistas tanto de los propios grupos de científicos, como de las instituciones o grupos industriales, y contar con instituciones que seleccionen la experticia más apropiada disponible. Esto significa que la política de desarrollo científico y tecnológico deberá tener un pie en la definición política del problema, y el otro en el mundo de la ciencia y la tecnología. Los científicos debieran preocuparse por la percepción social de los riesgos. Tal como lo demostró el caso de los alimentos genéticamente modificados, el público puede preocuparse mucho y boicotear nuevos productos sin que necesariamente tenga una evidencia cuantificada acerca de los riesgos. “Lo que el hombre desea no es conocimiento sino certeza”, afirmó en algún momento Bertrand Russell. Los responsables de las políticas nacionales no pueden producir certezas, pero pueden ayudar a la gente a desarrollar mecanismos para manejar con prudencia la incertidumbre inevitable que se requiere para que las sociedades puedan progresar.
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NOTAS
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3. Ver, por ejemplo, el capítulo 3 del documento producido por esta reputada compañía aseguradora que acabamos de citar, referido a “Through the human body: do all routes lead into the blood?”, sobre inhalación de nanopartículas, absorción de partículas a través de la piel, absorción de partículas a través del canal alimenticio, nanopartículas en el cuerpo, e interacción con procesos biológicos.
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4. Un ejemplo de la falta de debate público de estos desarrollos, es la firma de un ʻacuerdo ejecutivoʼ en junio de 2005 por parte del gobierno de México, en el marco de la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN), para que el país participe en experimentos de nanotecnología y biotecnología con Estados Unidos y Canadá en el contexto de seguridad. Se trata de áreas dominadas principalmente por la industria bélica estadounidense, que abarcan desde las patentes médicas a la producción artificial de alimentos. González Amador, R. (2005) Abre el gobierno la puerta a los experimentos con nanotecnología . La Jornada, 31 de julio.
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del conocimiento y la información, y que ha prestado mucha de su atención a la competitividad, cooperación y construcción de redes en la ciencia. Este movimiento descarta cuestiones de racionalismo, método o demarcación y se enfoca en los detalles multifacéticos de la práctica científica, una práctica que consume la vida de muchos y afecta la vida de todos. En este sentido, puede decirse entonces que Gibbons y otros no están innovando en su crítica de la ciencia establecida; aunque esto no disminuye el interés y la validez de su empresa.
EL MODO 2 O LA DESINSTITUCIONALIZACIÓN EMBLEMÁTICA DE LA CIENCIA: UNA VISIÓN DESDE LA ORILLA
En la transición al siglo XXI somos testigos de vaivenes de tal magnitud en la evaluación filosófica, social y política de la ciencia que parece sabio tomar cierta distancia respecto de las afirmaciones de transparencia de significado, unidad y racionalidad en los programas científicos. En lugar de grandes síntesis de todo el conocimiento natural, lo que predomina hoy es una admisión de la complejidad ontológica subyacente del mundo, el desorden de las cosas acerca del cual habla Dupree (1993: 7). El libro de Gibbons y otros (1994) comparte este sentimiento de separación y expresa, en un idioma gerencial, un fuerte cambio en la percepción, comprensión y manejo del conocimiento científico y técnico. Su objetivo es destacar un cambio en la manera en que se produce el conocimiento en el presente a través de una amplia gama de actividades de investigación científica y tecnológica. Al hacerlo toca brevemente algunos asuntos que se han vuelto importantes en debates recientes de la sociología, historia y filosofía de la ciencia. Su meta principal es la organización socio-cognitiva del conocimiento disciplinario, que sus autores llaman Modo 1 de producción de conocimiento, y las implicaciones institucionales de las transformaciones cognitivas actuales, que ellos subsumen bajo la rúbrica de Modo 2. En este artículo comentaré sobre algunos de estos aspectos en conexión con su relevancia para los debates en países en desarrollo. 3.1. DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO A LAS PRÁCTICAS CIENTÍFICAS
El ejercicio de Gibbons y otros (1994) descansa en algunos estudios recientes de la práctica científica que integran el contenido teórico y materiales e instrumentos de la práctica en el laboratorio, con el contexto social y político que da forma a la ciencia. Las referencias bibliográficas de su trabajo reflejan esta familiaridad con la literatura producida en el campo de los estudios de la ciencia. Durante los últimos treinta años los estudios sobre la ciencia han crecido hasta convertirse en un movimiento o enfoque que ha expuesto la naturaleza distribuida 49
3.2. LA ERA DORADA DE LA CIENCIA DISCIPLINARIA
A lo largo del siglo XIX y durante la primera mitad del XX la unidad de la ciencia y su posición privilegiada frente a otras formas de conocimiento pasó en gran medida indiscutida. La dinámica cognitiva de la ciencia y su organización social convergieron en la creación de la ciencia pura, básica, fundamental o académica a través de la constitución de disciplinas científicas y las modalidades de producción, difusión y legitimación del conocimiento científico que se volvieron estándar (Vessuri, 1992: 156-162). La ciencia aplicada, esto es, la investigación teórica y experimental dirigida a resolver problemas técnicos concretos, también evolucionó en el siglo XIX como una forma característica de interacción entre el desarrollo científico y tecnológico. Sin embargo, la creciente significación de la ciencia para la tecnología no se percibía como el resultado de una demanda de parte de la tecnología de la solución científica de problemas, sino más bien como el resultado de la disponibilidad de nuevas técnicas resultantes del desarrollo autónomo de la ciencia teórica. Así fue como los científicos trataron de proteger la autonomía profesional de sus disciplinas contra la demanda, recientemente obtenida, de la expectativa de tener que producir una ciencia orientada a las aplicaciones técnicas. Un elemento crucial en la institucionalización de las disciplinas científicas y su diferenciación con respecto a otros sistemas socio-cognitivos y sus criterios de relevancia competitivos ha sido el desarrollo del papel social de la investigación. El marco institucional que completó la diferenciación de la ciencia a través de su expresión en conocimiento disciplinario ordenado fue la redefinición de la universidad a lo largo de las líneas del modelo Humboldtiano. La consecuencia decisiva de la aplicación de principios idealistas fue la separación de la ciencia respecto de su aplicación a la vida (Vessuri 1992: 161). La ciencia ya no estuvo 50
más directamente ligada a la práctica sino que pasó a servir a la sociedad sólo en forma indirecta. El conocimiento y la práctica que Bacon había concebido como una unidad pasaron a estar mediados por disciplinas científicas que se desarrollaron en un contexto académico socialmente autónomo. 3.3. ¿QUÉ ES LO QUE HAY EN UNA IMAGEN?
Las imágenes nos permiten entender (y malentender) al mundo que nos rodea. Hoy, en alguna medida, gracias al crecimiento de los estudios sobre la ciencia, hay imágenes alternativas de las prácticas científicas. “Científico” ha pasado a ser una calificación epistémica bastante independiente de cualquier consenso general acerca de lo que hace que las aseveraciones científicas merezcan más crédito que las creencias de cualquier otra fuente. El derecho a esta calificación usualmente se deriva del status institucional de las personas en quienes se originan las aseveraciones. Hay aspectos formales de los productos de tales instituciones que tienden a amplificar en gran medida su grado de prestigio epistémico (Dupree, 1993: 223). La imagen estándar o clásica de la ciencia es la de la unificación homogénea de sus diferentes partes bajo paraguas disciplinarios. Otras imágenes, sin embargo, tienen mayor circulación en el presente; por ejemplo, se ha propuesto una clasificación más compleja y generalmente más local de ámbitos científicos sin límites marcados entre las partes en una red de relaciones afectadas por teorías inter-campo (Darden y Maull, 1977; 44). También está el cuadro de la fragmentación de la ‘colcha de retazos’ o aquella de un mapa densamente conectado de distintas culturas ligadas por inter-lenguajes. Galison (1997) expresa preocupación por la extraordinaria variedad de lenguajes, prácticas, propósitos y formas de argumentación científicos, y sostiene que las diferentes subculturas de la ciencia de hecho elaboran “zonas de trueque” locales en las cuales pueden coordinar sus prácticas. En su visión, “la difusión del conocimiento que tiene lugar no está centralizada y es parcial. Los ingenieros químicos comparten algunas comprensiones comunes con los físicos de emulsiones; los experimentadores en emulsiones comparten pedazos de estrategias interpretativas con los físicos teóricos” (Galison, 1997; 53-54). En su mapa las zonas límites entre las varias piezas industriales, militares, experimentales, instrumentales y teóricas que constituyen un ámbito del conocimiento tienen condiciones límites complejas y 51
locales, en una analogía con los límites sustantivos, irregulares que Sahlins (1989) describe en su libro, con la presencia de enclaves y comunidades intermedias, sectores administrados conjuntamente, lenguajes de frontera y movimientos de autonomía en las orillas. Ninguna de las imágenes disponibles es perfecta. Pero lo que las metáforas preferidas de la actualidad tienen en común es un foco estrecho en los detalles de los experimentos científicos y otras acciones de los investigadores en lugar de, como sucedía en el pasado, un acento en las teorías que se suponía apoyaban a esos experimentos; esta atención ha revelado la notable particularidad de las prácticas reales de la ciencia en programas de investigación específicos que se apoyaban en una miscelánea heterogénea de conocimiento teórico, culturas disciplinarias y subdisciplinarias, máquinas, estrategias de negocios, prácticas y materiales fotográficos. 3.4. LA TRANSFORMACIÓN CONTINUA
Las culturas en el marco de la ciencia difieren de múltiples formas. La posibilidad de elaborar vínculos específicos parciales, locales parece destacar la experiencia de la continuidad que sienten los diferentes grupos en la práctica científica mientras elaboran sus canales de comunicación entre ellos. En esta visión no hay un conglomerado de práctica –sea de teorización, experimentación o construcción de instrumentos- inmune a la revisión, ruptura o reconfiguración (Galison, 1996: 15). Gibbons y otros (1994) elaboran la idea de la interacción comunicativa en conexión con lo que llaman el crecimiento heterogéneo del conocimiento, es decir, un proceso de diferenciación a través del cual tienen lugar reacomodos de elementos componentes dentro de un proceso dado o conjunto de actividades. La comunicación parece ser, en su visión, el tipo de modelo o marco analítico que mejor describe este proceso de crecimiento heterogéneo, un proceso de difusión en el cual la cantidad de vínculos entre entidades aumenta y se establecen nuevas configuraciones, que disuelven y resurgen en diferentes combinaciones. A medida que la comunicación juega un papel central en este proceso, la densidad de la comunicación parece ser la variable clave (Gibbons y otros, 1994: 34-35). Sin embargo, no todos los practicantes de las varias subculturas se mueven de manera sincrónica. En lugar de basar un cuadro del conocimiento científico en marcos separados pero internamente coherentes, Galison (1996: 15) sugiere 52
que veamos “la ciencia como un muro de piedra o una soga, compuesta de pedazos disparejos y heterogéneos, donde la fuerza resulta precisamente de la circunstancia que las partes componentes no están articuladas con precisión, sino que están interrelacionadas” (1994: 35). Tocando la misma melodía en diferente clave Gibbons y otros (1994: 35) proponen que cada nueva configuración del conocimiento mismo se vuelve una fuente potencial de producción de nuevo conocimiento, que a su vez es convertida en el sitio donde pueden producirse otras configuraciones posibles. La multiplicación de la cantidad y tipos de configuraciones está en el corazón del proceso de difusión resultante de la creciente densidad de la comunicación. 3.5. LAS INTERACCIONES COMUNICATIVAS Y LOS INTER-LENGUAJES
Es interesante ver que mientras que Galison (1997) enfatiza los lenguajes minimalistas –pidgins, en su terminologíaque son eficaces en interconectar grupos heterogéneos, Gibbons y otros (1994) se concentran en la cantidad de interacciones comunicativas de muchos tipos. En ambos casos encontramos el recurso a nociones tales como intersticios, límites, lenguajes e hibridación. Para tratar con el “trabajo de los límites” Galison (1997) propone el establecimiento de “lenguajes-dialectos” (pidgins) y creoles que crecen y a veces mueren en los intersticios entre las subculturas. En esta visión limítrofe de los pidgins, los intercambios entre las subculturas de la disciplina científica y entre cada una de estas subculturas y la cultura más amplia que los subsume son parte del mismo problema. Una actitud emparentada la encontramos en Gibbons y otros (1994), cuando insisten que la mezcla de normas y valores en diferentes segmentos de la sociedad es parte de un proceso de difusión. Semejante proceso estimula más comunicación entre los segmentos creando una cultura y un lenguaje común al mismo tiempo que establece una variedad de agencias inter-sistémicas o cuerpos intermediarios en los intersticios entre instituciones establecidas y sus componentes. De esta manera se da el surgimiento de nuevas comunidades híbridas consistentes en personas que han sido socializadas en diferentes subsistemas, disciplinas o ambientes de trabajo, pero que posteriormente aprenden diferentes estilos de pensamiento, modos de comportamiento, conocimiento y competencia social que no poseían originalmente.
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3.6. LA DESINSTITUCIONALIZACIÓN DE LA CIENCIA EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO
Lo que Gibbons y otros (1994: 4-6) hicieron fue replantear, de manera clara, una oposición entre lo que ellos percibían como la manera tradicional pero todavía dominante de producir conocimiento y la nueva manera en la cual supuestamente éste se produce de manera transdisciplinaria. Otra vez, otros autores antes que ellos han cuestionado los cambios en la ciencia y lo hicieron de manera más sistemática. Una vez que el observador pasivo (objetivo) de la ciencia clásica que descubre, documenta o registra un mundo expuesto a su observación, fue sustituido en la cultura de finales del siglo XX, por el observador activo, creativo y reflexivo, los límites anteriores entre hechos y ficciones, o entre lo que se encuentra y lo que se hace, no pudieron seguir sosteniéndose. Los observadores reflexivos son guiados por nociones de visión interactivas más que analíticas. “Nuestros experimentos no son la naturaleza misma”, notaba Heisenberg (1934: 21, en Ezrahi, 1990: 272), sino la naturaleza cambiada y transformada por nuestra actividad en el curso de la investigación. Estos cambios coinciden con el clima cultural de la sociedad contemporánea, elabora Ezrahi (1990:272). Los observadores reflexivos de la escena social tienden a ser más concientes del aspecto teatral de las acciones políticas y de los poderes de los actores políticos, incluyéndose a sí mismos como ciudadanos, para dar forma al universo político (percibiendo esto no como una desviación deplorable de la realidad política sino como algo constitutivo de la realidad misma de la política). La práctica de la ciencia hoy, la orientación de los científicos y de las concepciones filosóficas o históricas del conocimiento científico, ponen de relieve una situación paradójica. La brecha creciente entre el conocimiento científico y el sentido común, entre los conceptos profesionales y legos de la evidencia y la prueba, de hecho ha devaluado a la ciencia como un recurso cultural para promocionar, en el contexto social más amplio, el respeto por la superioridad de sus afirmaciones acerca del mundo. Las consideraciones, que son relevantes a la confirmación o disconfirmación de las aseveraciones científicas, son usualmente inaccesibles al público más amplio por su mera complejidad. Aun si los cambios en la estructura de conocimiento de la ciencia no disminuyen las bases internas de la ciencia y su práctica, el pluralismo teórico y la provisionalidad intelectual que han llegado a ser aceptadas como rasgos legítimos de la moderna empresa científica imponen serias 54
restricciones intelectuales internas sobre la fuerza retórica con la cual los científicos pueden presentar, en el contexto del discurso social o político, un concepto uniforme de realidad como superior a todos los otros conceptos competitivos. Cuando las concepciones científicas dinámicas y teóricamente condicionadas de lo real son interpretadas por los legos como planteando dudas acerca de la capacidad de la ciencia de asegurar la firmeza de los hechos de la experiencia de sentido común, la resonancia de la mayor complejidad y distancia de la ciencia contemporánea tiene el efecto de debilitar la autoridad de las propias imágenes y metáforas que mediaron la importancia anterior tanto ideológica como política de la ciencia en la sociedad moderna (Ezrahi, 1990). Por otro lado, como ninguna distinción marcada entre la ciencia y (otras) formas menores de producción de conocimiento sobrevive a esta preocupación de mérito epistémico, pudiéramos unirnos a Dupree (1993: 243) para decir, aunque suene paradójico, que con la desunión y desinstitucionalización de la ciencia llega una suerte de unidad del conocimiento. 3.7. SACUDIENDO EL ESCENARIO INSTITUCIONAL
Uno de los argumentos de Gibbons y otros es que el cambio en el modo de producción de la ciencia (Modo 2) cuestiona la adecuación de las instituciones familiares productoras de conocimiento, ya sea que se trate de universidades, establecimientos de investigación gubernamentales o laboratorios corporativos (Modo 1). No es sorprendente si las instituciones se definen como vectores de una comprensión colectiva particular que tiene consecuencias por sí misma, la corporización de los logros formulados y comunicados de pensamiento, tales como las ideologías institucionales, roles y funciones, la fuente de legitimación de los grupos en ellos, y la fuente más importante de medios financieros y políticos que ayudan a lograr los objetivos deseados (Adler, 1987: 14-15). En un sentido weberiano, las instituciones se convierten en archivos de constelaciones de conciencia y comprensiones colectivas que, cuando se integran en diseños institucionales, pasan a ser precondiciones del comportamiento institucional. Con el cambio en el orden institucional, sus lugares estratégicos o cruciales también deben cambiar. Las instituciones estratégicas de conocimiento del siglo XX han sido las universidades, los laboratorios de investigación y los institutos públicos y privados de I y D. En el umbral de 55
un nuevo siglo, la noción y realidad de redes institucionales en permanente expansión y en reconfiguración constante, ha capturado la imaginación colectiva en los lugares más dispares (TEP/OCDE, 1992: 69-87). Es necesario identificar sistemas nacionales de innovación enraizados en el sistema de producción y consumo y parte del amplio conjunto de instituciones sociales y políticas. Las universidades, los laboratorios de investigación, y las instituciones públicas y privadas de I y D continuarán existiendo pero su relación con el conocimiento será diferente. Al mismo tiempo otras instituciones sociales aparecerán con mucho más significación en conexión con la producción y distribución del conocimiento, particularmente en vista del crecimiento fantástico de las industrias de conocimiento (Gibbons, 1998). 3.8. EL AMBIENTE ECONÓMICO Y POLÍTICO TRANSFORMADO
En la fuente del cambio, Gibbons y otros sitúan a las condiciones alteradas del ambiente económico y político. Esas condiciones, sin embargo, se han estado modificando desde el siglo XIX. Una señal de cambio podría ubicarse en la introducción de la docencia e investigación experimental en campos técnicos a través de la innovación del laboratorio técnico experimental en la segunda mitad del siglo XIX (Holmes, 1989). En la medida que la Revolución Industrial profundizó sus efectos, fue con instalaciones industriales en mente que la gente comenzó a reconocer que los institutos de tecnología deberían liderar la investigación en ingeniería (Manegold, 1978). Primero, el reconocimiento de un nuevo status para la Tecknische Hoschschulen (escuelas técnicas) y más tarde, la instalación por parte de firmas industriales de sus propios laboratorios de I y D, definieron el escenario para la necesidad de trascender las disciplinas científicas y de ingeniería usuales del siglo XIX. Ya sea que fueran percibidas como nuevas disciplinas o, crecientemente, como nuevos “campos”, la situación es referida por algunos autores como una de continuum en la búsqueda de conocimiento, guiado por dos conjuntos de fuerzas dominantes –en un extremo, las fuerzas de mercado de bienes y servicios y, en el otro, las fuerzas ligadas a los intereses y propósitos de buscadores profesionales de conocimiento, todavía autonomizados en la academia- como resultado de lo cual comenzó a cerrarse la brecha entre el conocimiento científico y el tecnológico (Clark, 1987). Más cercanas al presente, dos fuerzas fundamentales han sido responsables de la creciente internacionalización de la industria y la investigación industrial: el comercio y la tecnología. 56
Con respecto a la primera, el comercio internacional ha cambiado su naturaleza en las últimas dos décadas, principalmente en vista del fuerte crecimiento de mercados sofisticados en la Cuenca del Pacífico y el resurgimiento de poderosas corporaciones industriales en Europa y Japón abasteciendo el mercado mundial. Con respecto a la otra, ha habido un proceso constante de disminución en la autosuficiencia de las corporaciones basadas en tecnología, que ha llevado a esfuerzos de las corporaciones para desarrollar el acceso a fuentes externas de cambio técnico (Fusfeld, 1994: 118). Después de la Segunda Guerra Mundial la inversión extranjera directa pasó a ser cada vez más importante a medida que las corporaciones multinacionales establecieron su presencia en numerosos países a través de variedad de formas. Los cambios en los ambientes económico y político también han tenido una profunda influencia sobre la percepción social de la ciencia. El desarrollo exitoso de mercados de crecimiento en su país de origen y en otros países requiere avances técnicos incesantes. Esto a su vez crea una demanda por más I y D en los laboratorios del país de origen, en los laboratorios extranjeros en apoyo de los desarrollos de mercado en el exterior o en ambos mercados, tanto el interno como el externo. Las oportunidades de mercado han sido tan grandes, la competición tan intensa y los recursos técnicos requeridos tan complejos y costosos que la industria ha tenido que hacer uso de otros mecanismos, además de vastas inversiones en instalaciones globales para operar con efectividad en una escala mundial. El desarrollo de vínculos con las fuentes externas de tecnología a menudo fue implementado internacionalmente apoyándose en la amplia infraestructura instalada de las corporaciones multinacionales. La participación sustancial en la producción y el comercio mundial que esta inversión representa permitió a las multinacionales familiarizarse con las oportunidades de crecimiento en nuevos mercados y un conocimiento de las fuentes del cambio técnico en todo el mundo que estaban creando o abasteciendo esos mercados. De esta manera la ciencia es considerada cada vez más como un recurso en empresas competitivas y menos como una actividad cultural universalista e intrínsecamente valiosa. El giro económico, sin embargo, no termina allí, y hay una implicación política profunda que sólo ahora comienza a ser digerida por la sociedad. Lo que de hecho está envuelto es el papel declinante de la ciencia en la racionalización y legitimación de las acciones públicas. Los modelos de la Ilustración del discurso político y la acción pública se disuelven rápidamente. La ciencia ya no es uno de los bloques culturales principales en la construcción del 57
ámbito público democrático. El ámbito público mismo está siendo drásticamente redefinido. 3.9. EL CARÁCTER NEGOCIADO DE LA ELABORACIÓN DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS
La redefinición actual de la política pública es un intento de acomodar las complejidades recientemente apreciadas de los componentes políticos inherentes en el mundo contemporáneo. El énfasis en la conexión actual entre la ciencia y el contexto de aplicación, con sus implicaciones para “el control de calidad contextual ejercido como un proceso extendido que acomoda muchos intereses en un proceso de aplicación dado” (Gibbons y otros, 1994: 9-10), reduce los poderes retóricos de la ciencia para racionalizar y validar normas transpersonales y transpolíticas del discurso y la acción pública. En la elaboración de políticas desde la década de 1960, la negociación más que buscar alcanzar una mejor solución pasó inequívocamente a ser reconocida cada vez más como invariablemente involucrada. La política llegó a ser percibida más como una forma de acomodo pluralista que como secuencia de acción racionalmente dirigida y gerenciada. La investigación científica comienza a perder algo de su aura y relevancia política anteriores. El modelo negociado de toma de decisiones y la percepción de las agencias burocráticas como sistemas políticos complejos, que manejan conflictos internos al igual que cuestiones de política a través de compromisos y concesiones, han ganado amplia aceptación desde los años sesenta y han alterado la visión predominante del papel de la investigación en el contexto de la elaboración de políticas. 3.10. CUESTIONES FUTURAS
Algunas de las implicaciones de este nuevo escenario son expresadas por Gibbons y otros (1994: 165) en la forma de asuntos futuros: • El aumento de la diversidad resultará en una diversificación de las fuentes de financiamiento para la investigación científica. Un portafolio de identidades, disciplinarias y transdisciplinarias, tendrán que ser gerenciadas sin que ninguna de ellas sea necesariamente preeminente. • Los límites entre el conocimiento privado y el público se volverán crecientemente porosos. Para seguir siendo
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viables, los sistemas nacionales de investigación deberán aumentar su permeabilidad, ligándose con otros sistemas. • Los sistemas de asesoría en la producción distribuida del conocimiento se volverán más desconcentrados y diversificados. • El nuevo modo de producción de conocimiento probablemente aumente la desigualdad en términos de acceso a/y uso de los resultados de la actividad C y T.
El libro finaliza previendo unas perspectivas oscuras para el mundo en desarrollo, pues pese al hecho que “la producción de conocimiento está más globalmente dispersa, sus beneficios económicos serán desproporcionadamente reapropiados por los países ricos y los que pueden participar” (Gibbons y otros, 1994: 166). Esta previsión para el mundo en desarrollo cambió hacia una visión más positiva, no realmente sobre el desarrollo pero específicamente en relación con las implicaciones para la asistencia vinculada con el desarrollo, en el documento preparado para el Banco Mundial como parte de la contribución de esa agencia a la Conferencia Mundial de la UNESCO sobre Educación Superior en 1998 (puede decirse de paso que esta sección particular del documento fue proporcionada por un especialista de educación del Banco Mundial). El argumento en este documento más reciente es que pensar en el esquema del Modo 2 crea oportunidades para la reflexión constructiva sobre los modelos prevalecientes de asistencia para la educación superior, y puede conducir a una mayor efectividad y capacidad de respuesta en la cooperación para el desarrollo (Gibbons, 1998: 55-57). 3.11. COMENTARIOS FINALES
He tomado para comentarlos algunos aspectos que Gibbons y otros (1994) mencionan en su libro como ingredientes que resultan en un paisaje organizacional diferente para la producción del conocimiento en el nuevo siglo. Estoy de acuerdo en que han tocado una cuerda que resuena fuerte en los oídos de la estructura institucional heredada del aparato científico internacional contemporáneo. Pero como mi principal objetivo aquí tiene que ver con las implicaciones para los países en desarrollo, quisiera concluir insistiendo en los cambios reales que esta obra señala, y los desafíos y riesgos que plantea para el mundo en desarrollo. Así vemos que las universidades y los laboratorios de investigación y otras entidades relacionadas a menudo asociadas con ellas, han sido las instituciones claves de producción de conocimiento en el mundo moderno. Estoy de acuerdo con Gibbons (1998:51) en 59
que ellas han sido percibidas como fábricas en las que se emplea una variedad de capital intelectual, gozando de cierto grado de autonomía y” distancia social” para la búsqueda de su “negocio”, el conocimiento. Este modelo institucional de las naciones más avanzadas ha sido replicado una multitud de veces en todo el mundo. La presencia de instituciones científicas de tipo occidental en el mundo en desarrollo ha sido ampliamente aceptada como una indicación de modernidad. La institucionalización de la ciencia occidental en el mundo en desarrollo procedió tanto como un instrumento de los intereses de los países más avanzados y también como el resultado de intentos activos por parte de las naciones subdesarrolladas de dominar el conocimiento que era la promesa de modernidad. Pero como lo he sugerido en otro trabajo (Vessuri 1994: 168-20), esta noción personificada en infinidad de proyectos de instituciones creadas a lo largo de la historia moderna en los países en desarrollo, ha estado acompañada de un éxito muy desigual y en general por dificultades de consolidación. No es construyendo un escenario modelado según los occidentales, (como se esperaba en el pasado) ni urgiendo a los países en desarrollo (como sucede hoy) a que participen en el sistema emergente de producción de conocimiento distribuido, que se espera que sirva de soporte a las industrias de conocimiento necesarias para sostener la competitividad internacional, que los países pobres podrán lograrlo. La red técnica internacional mayormente de base corporativa o el ‘sistema distribuido’ ya existente en el mundo hoy es básicamente una combinación de comunicaciones corporativas internas, acuerdos técnicos, relaciones de trabajo e intercambios técnicos informales. Es un sistema que proporciona acceso a avances técnicos internacionales en campos, desarrollos o mercados particulares. El acceso no es tan abierto como se publicita. Más bien, tiene lugar por medio de vinculaciones y recursos previos. Aunque ciertamente significa una oportunidad y un desafío para la gestión creativa y dinámica del conocimiento, la competición es tan intensa y los recursos requeridos tan complejos y costosos que los países y las instituciones han tenido que hacer uso de otros mecanismos para operar efectivamente en una escala global. ¿Cuál será el papel para los países en desarrollo en el nuevo sistema de producción distribuida del conocimiento?, ¿sólo el de consumidores pasivos de productos de información predigeridos? A pesar de las pretendidas ventajas del Modo 2 para encarar problemas locales relevantes, lo que está sucediendo es que, 60
como spin-off previsible de la creciente comercialización de las universidades en los países desarrollados, ellas están introduciendo sus productos en el mundo en desarrollo directamente, vendiendo cursos virtuales enlatados, servicios de consultoría de los tipos más variados y “soluciones” de investigación a través de los esquemas redefinidos de la cooperación internacional. En el proceso, muchas instituciones de educación superior en América Latina se vuelven filiales, sucursales o cajas vacías para los nuevos esfuerzos comerciales de las instituciones de conocimiento del Norte, listas a explorar la última frontera del mercado, la del conocimiento.
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desde el comienzo la existencia de un modelo que estructuró los intercambios científicos entre el corazón del imperio y sus puestos coloniales, la metrópolis y la provincia, los centros económicos y las periferias subdesarrolladas, lo global y lo local, en un esquema desigual que llegó a expresarse en múltiples dimensiones (McLeod, 1987).
REDES SOCIALES E INSTITUCIONALES EN LA CONSTRUCCIÓN DE CONOCIMIENTO LOCAL
4.1. EL MODELO NORMATIVO Y ORGANIZACIONAL DE LA CIENCIA CONTEMPORÁNEA
El modelo organizacional para la producción de conocimiento científico-técnico ha sido replicado repetidas veces en la extensa geografía del planeta, como señal de modernidad. La institucionalización de la ciencia occidental en el mundo en desarrollo ocurrió como resultado de un doble impulso: como instrumento de los intereses de los países más avanzados, y también como el resultado de los intentos de las naciones en desarrollo por dominar el conocimiento que constituía la promesa de modernidad. Pero su éxito fue muy desigual y en general enfrentó dificultades de consolidación, lo que llevó a repensar la posibilidad de que los países pobres puedan lograr el desarrollo simplemente erigiendo un decorado institucional modelado según el patrón occidental, sin siquiera participar formalmente como se les pide actualmente que lo hagan, en el nuevo sistema distribuido de producción y consumo del conocimiento. Es obvio que no hay fórmulas claras para lograr el desarrollo (Vessuri, 1995). El sistema normativo de la ciencia jugó un rol hegemónico dando forma y consolidando el modelo. Contribuyó en el proceso a producir la noción de un ‘profesional internacional’, con un patrón común de calificaciones mutuamente reconocidas a través de fronteras nacionales y culturales, en un “universo epistemológicamente compartido” (Merton, 1942). Sólo que el mundo no es ni perfectamente organizado ni homogéneo. La supremacía de los modos de pensamiento y trabajo occidentales llevó a la constitución de un sistema elaboradamente jerárquico en el cual todo el mundo tiene su lugar. Los rasgos de mercado, la desigual distribución de la riqueza, la determinación políticoeconómica del conocimiento y el clima intelectual dominante se combinaron para perpetuar un estado de cosas engendrado hace bastante tiempo. De acuerdo con el desarrollo mismo de la ciencia como institución social internacional, ésta supuso 63
Una revisión de la historia de la ciencia pone en evidencia que la importancia del modelo de producción de conocimiento basado en el control experimental de las circunstancias de investigación, creció y se volvió hegemónico a expensas de su relevancia con respecto a situaciones concretas y complejas. La particular combinación general-local de la ciencia moderna, con su énfasis en las condiciones controladas, es vista a menudo como la principal, quizás la única respuesta a los desafíos de producir conocimiento “cosmopolita”, universal, transportable. En la ciencia lo que cuenta es el ascenso desde lo local a lo universal. Esto requiere de interacciones y de infraestructura (la práctica de hacer visitas a otros laboratorios, la estandarización parcial de las condiciones para mejorar la replicación y la codificación de medidas y protocolos). El uso del conocimiento “cosmopolita” también depende de la existencia o construcción de la infraestructura relevante. Las pretensiones de conocimiento universal y de aplicabilidad generalizada de la ciencia moderna se han traducido en la práctica en un desinterés por lo que sucede localmente, que es descartado por la ciencia como anecdótico o irrelevante (Gooding, Pinch & Schaffer, 1989). Pero esta elección se convierte en un problema para una buena parte de la ciencia, cuando la calidad del conocimiento general llega a depender críticamente de lo que sucede en un sitio específico. La ansiedad epistemológica de nuestros días toca el corazón mismo de la diversidad natural y el desarrollo sustentable. El mundo actual incluye también a quienes fueron parte de la instrumentalización o gobernabilidad de la modernidad, pero, por razones de status económico, raza o género, resultaron excluidos de sus normas de racionalidad o de sus prescripciones de progreso. Los ‘descontentos’ de la modernidad ofrecen un cuadro a veces competitivo del conocimiento, diferentes formas de identidad y agencia, con descripciones no equivalentes del mundo. Se evidencia en ellos un reclamo de mayor inclusión en términos sociales. Por otra parte, se observa la inquietud en segmentos crecientes de las comunidades científicas internacionales y nacionales para construir una ciencia orientada al desarrollo sustentable, en un proyecto que se enraíza profundamente en sus 64
bases cognitivas, retomando asuntos y redefiniendo fronteras de inclusión y exclusión, interacción y apertura, que fueron enterrados por el predominio de la ciencia experimental de los laboratorios desde el siglo XIX (Gallopin y otros, 2001; Cash y otros, 2003). Cuando la ciencia cambia, el aprendizaje se transforma; cuando se modifican los canales de enseñanza, cambia el conocimiento; y también cambian las instituciones. 4.2. LA DIVERSIDAD DE LO LOCAL
La diversidad cultural tiene importancia crítica ya que ella y su interconectividad provee a la humanidad de potencial colectivo; de manera similar, en la naturaleza la trama de interdependencia de ecosistemas y especies crea un ambiente que permite y sostiene la evolución de la biodiversidad. Nadie se propone destruir la diversidad, pero las consecuencias acumulativas del comportamiento humano conciente e inconciente, tan frecuentemente dirigido por el interés de corto plazo del “yo” en lugar del “nosotros”, causa disparidades, asimetrías, la inviabilización de sociedades, la degradación de ecosistemas y la pérdida de la biodiversidad (Shah, 2004). La diversidad está crecientemente amenazada a medida que el mundo se mueve hacia la uniformidad, en el nombre de la eficiencia productiva y de otros tipos, bajo la influencia y poder dominante de unos pocos sobre muchos. Es precisamente en la dimensión de lo local que se aprecia la relevancia de la diversidad y el peso de los riesgos que ésta corre. ¿Qué es lo local? Su imagen última es la que corresponde a un modelo espacio-temporal de diversos mosaicos, de tiempos compuestos y de redes. Podríamos meditar acerca de la globalidad de las localidades. La diversidad de lo local es importante. Lo local se refiere a nuestro hogar y es una medida de nuestros desplazamientos: el modo de habitar, diría Serres (1994). Tiene algunos rasgos fuertes, como el soporte físico donde se desenvuelven las dimensiones básicas de la vida cotidiana y donde se expresan con mayor evidencia muchas de las contradicciones de la ciencia y la tecnología contemporáneas. Nacidos ligados inevitablemente a un suelo y a una localidad, percibimos cómo a los desplazamientos del pasado, se han agregado, entre las transformaciones modernas, no sólo la experiencia de viajar largas distancias sino también el surgimiento del mundo virtual de las comunicaciones, que con frecuencia las substituye.
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No obstante, a pesar de que la novedad puede también surgir de lo local, a menudo se lo identifica con la persistencia de viejas costumbres. ¿De qué modo lo nuevo se mezcla con lo viejo en el contexto local? Las percepciones a menudo son ambiguas. Todo cambia mientras nada cambia, cuando se considera la localidad concreta. Vivimos enterrados en arcaísmos para la mayoría de nuestras acciones; adheridos a los poderes de la jerarquía, impulsados por la pasión de pertenecer, amándonos entre nosotros a condición de excluir a otros. Pero en lo local todavía existe una dosis saludable de diversidad, diferencia, en una palabra, cultura. En efecto, lo local es un sitio crucial para analizar los problemas del desarrollo y establecer diálogos fructíferos, pues pueden surgir prioridades significativas, y sistemas de soporte local pueden permitir su implementación. Este no es un nuevo “descubrimiento”, en efecto luce como un redescubrimiento de lo local en tanto que repositorio infinito de diversidad. El conocimiento local muestra una y otra vez que puede contribuir significativamente a la solución de problemas locales. Su foco en la comprensión de situaciones y ambientes inmediatos, lo conduce a construir sobre la experiencia acumulada y refinada. Sin embargo, cuando cambia el ambiente, el conocimiento existente se vuelve usualmente irrelevante. El ensayo y el error comienzan de nuevo en lo que se ha convertido en un nuevo ámbito local. Este es en efecto un rasgo del conocimiento local, el cual tiene dificultades de hacer el “viaje” en la ruta a la generalización y el cosmopolitismo. La robustez del conocimiento local es precaria, porque no puede crear y sostener las condiciones de su vitalidad. No obstante, es precisamente la manera como el conocimiento local está embebido en la realidad lo que lo hace tan valioso (Vessuri, 2004). ¿Es que hay, entonces, un conflicto irreconciliable entre el conocimiento científico y el conocimiento local?, ¿no pueden ser reconciliados fructíferamente? Se ha propuesto que mientras que hasta cierto punto es razonable y sensato avanzar argumentos acerca de la “unicidad” de lo local para minar el poder intencional y de facto que la ciencia tiene sobre el conocimiento generalizable, esto no es suficiente en términos de realmente producir conocimiento en el nivel local. Lo que se necesita es una caracterización que tenga que ver con la calidad y robustez del conocimiento, más que con su fuente. Y debe ser un criterio que no recree el universalismo, de modo que saque ventaja de los fuertes rasgos positivos de lo local como tal.
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La variedad institucional y la diversidad local constituyen ventajas evolutivas. De esta manera las políticas públicas deben tener enfoques múltiples para atender a un conjunto complejo de problemas. Cuando se considera la construcción de capacidades, no es cuestión de pensar sólo en las capacidades científicas y tecnológicas, como se ha hecho a menudo, sino que se debe incluir todas aquellas que permiten que las poblaciones locales mejoren sus condiciones en conexión con asuntos de conocimiento práctico -tradicional o de otro tipo- y que promuevan en general una mejor apreciación de las necesidades y oportunidades locales. Así, para la ciencia contemporánea, en el marco de un enfoque de CienciaTecnología-Sociedad (CTS), el desafío está en reconocer la heterogeneidad como un hecho básico de la realidad, incluyendo dentro de su alcance a formas adicionales (más que “otras”) de producción de conocimiento. Para el conocimiento local, a su vez, el desafío no está en buscar refugio dentro de reservas culturales o sociales (por más importante que la preservación cultural pueda ser en los actuales momentos) sino en encarar de frente la cuestión de la calidad. 4.3. CONOCIMIENTO TECNOCIENTÍFICO Y SU APROPIACIÓN SOCIAL EN EL ÁMBITO LOCAL
La Universidad, la industria y el gobierno operan en contextos nacionales e internacionales, pero todavía tienen un fuerte basamento en ámbitos locales. Mientras que la globalización es un proceso en marcha, la desnacionalización no oblitera al componente nacional en la organización y financiación de la investigación y la educación superior, y lo local no desaparece. No parece haber disyunción entre lo global y lo local, sino un continuo con incontables mediaciones, incluyendo su anclaje estratégico en el sistema nacional de innovación. Claramente algunos sectores económicos y campos cognitivos están más fuertemente ligados a espacios locales, otros a sistemas nacionales y algunos van más allá de los límites nacionales. ¿Qué sucede con tradiciones, empleos y carreras que se desenvuelven dentro de instituciones y culturas locales?, ¿qué sucede con las demandas y oportunidades que emergen y crecen en los contextos locales?, ¿cómo manejar la diferenciación estimulada por la inagotable variedad de lo local, reconciliándolo con la homogeneización universalizante del presente? Campos alguna vez identificados con la definición clásica de lo universal, con culturas históricas como entidades territoriales, se han convertido en expresiones de lo particular y lo local, y tienen que ver con el estudio de grupos, 67
sus creencias, tradiciones de conocimiento, e instituciones sociales y políticas específicas. A través de la historia, las instituciones de conocimiento se han basado sólidamente en sitios particulares pero han tenido una manera peculiar de asociarse-disociarse con relación a sus fundamentos locales. Hoy, por ejemplo, las universidades se transforman rápidamente en algo más que meros lugares de aprendizaje. En muchos lugares se han convertido en una influencia económica importante en la vida industrial de una nación, el crecimiento poblacional y el carácter de las comunidades. Ellas han sido descriptas tanto como recursos naturales, de la misma forma que las materias primas, el transporte, clima, etc., y como materias construidas. En todo caso, los intentos de reemplazar lo que se consideraba una universidad obsolescente por un modelo diferente, a menudo corporativo, ofrecen algunas lecciones instructivas respecto de las promesas y fallas de la reconfiguración de la educación superior para obtener ventajas (locales). Se ha propuesto una imagen de postal para manejar la cuestión de cómo localidades emergentes pueden competir con los grandes del mundo de las tecnologías avanzadas. Dada la diversidad de situaciones locales en el mundo sólo es sensato saber si éste es el tipo adecuado de pregunta que debe hacerse o expectativa que podemos tener. A riesgo de estar diciendo un truismo, no podemos evitar recordar aquí que el mundo de los “pesos pesados” de la tecnología avanzada no es ni remotamente la única manera posible de desarrollar y crecer para tener una localidad dinámica. Más aún, eso va a ser la excepción más que la regla. Más bien, deberíamos estar pensando en explorar alternativas que tomen en cuenta la diversidad de las situaciones. De esa forma, en lugar de preguntar qué es lo que en un contexto local se puede aprender en su esfuerzo por copiar las experiencias de los grandes complejos industriales que han crecido y caído no sólo en los países industrializados sino también en recién llegados como Corea y Singapur, parece más prometedor explorar la peculiar combinación de las condiciones y dotaciones locales con las oportunidades regionales, nacionales e inclusive globales, sobre la base de la construcción de capacidades y pensamiento estratégico. Algunos ejemplos en los escenarios más variados ilustran la extensa gama de desafíos del conocimiento tecnocientífico y su apropiación social a nivel local.
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de biomasa para asegurar un monitoreo regular comunitario implica un cambio de poder y control general de lo global a lo local y sugiere el potencial de un papel mucho mayor para las instituciones locales que el vigente bajo el discurso gerencial del debate del cambio climático (Tschakert, 2003).
Una arquitectura global en evolución para el comercio y uso seguro de productos de la biotecnología, en particular la interacción entre regímenes ambientales (la Convención de la Diversidad Biológica, el Protocolo de Cartagena sobre Bioseguridad) y componentes del régimen de comercio (el Acuerdo de la Aplicación de Medidas Sanitarias y Fitosanitarias (SPS) y el acuerdo de Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (TRIPS)) tiene enormes implicaciones para la evolución y uso seguro de la biotecnología sostenible en todo el mundo, ya que considera diferentes contextos institucionales globales, gobernados por normas potencialmente contradictorias. Entre otras cuestiones, está la de las escalas, debiendo explorarse las implicaciones de una brecha global de la gobernabilidad de la biotecnología para el uso seguro y sostenible de la biotecnología en las áreas nacional y local (Gupta, A. 2003)
Mientras que la literatura ha explorado extensamente la evaluación de ecosistemas a múltiples escalas se ha dedicado mucho menos atención a los múltiples niveles de toma de decisiones regulatorias y a la necesidad de coordinación y vínculos apropiados entre ellos. Un ejemplo es el de la acuacultura del salmón como industria que está teniendo rápidos cambios en zonas costeras de algunos países en todo el mundo. Entre las brechas existentes está la naturaleza del proceso regulatorio para ubicar nuevas instalaciones y, por otro lado, el problema de tomadores de decisiones sobre zonificación que impiden el cambio de clasificación zonal para permitir nuevas instalaciones, sobre la base de razones relacionadas con impactos regionales o costeros amplios más que locales. Surgen debates cuando la práctica regulatoria en una escala no es vista por otros como adecuada, y de esa forma crea presiones en otras escalas (McDaniels, 2003)
Uno de los mayores desafíos en programas para eliminar el carbono es lograr una organización eficiente, equitativa y competitiva de los pequeños propietarios y pobres rurales para evitar que las ventajas de la innovación sean aprovechadas de antemano por las élites locales, los empresarios urbanos y otros adoptantes tempranos e innovadores en el mercado emergente del carbono. Particularmente en ambientes de tierras secas con sistemas de uso de la tierra predominantemente de pequeña escala, complejos y dinámicos, el entrenamiento de los pequeños campesinos en mediciones de suelo y carbono
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Analistas de proyectos de desarrollo muestran que la participación popular directa en la toma de decisiones puede aumentar el desempeño de los gobiernos locales, aumentar la efectividad de las organizaciones locales y mejorar los logros del desarrollo, destacando la importancia de las iniciativas locales. Cuando se revisa el régimen de manejo del desarrollo sostenible en los tres tratados UNCED sobre Diversidad Biológica, Cambio Climático y Desertificación, se observa que si los tratados no dejan espacio para estructuras de nivel medio y permiten que las iniciativas de la base local se filtren hacia arriba al igual que hacia abajo, el régimen no será efectivo (Wagner & Corell, 2003).
Las instituciones de investigación y formación avanzada pueden desempeñar roles claves en este repensar la dimensión local. Las universidades constituyen ‘sitios’ clásicos de la tecnociencia hegemónica. Dadas las condiciones actuales, es interesante analizar las nuevas formas de trabajo y el tipo de dinamismo observable en estos sitios para la carga y descarga del conocimiento y la información. La tecnociencia viaja a través de rutas e intermediarios pautados. Claramente, éstos no parecen ser los medios más adecuados para lograr un mundo menos desigual y para satisfacer necesidades sociales variadas. De hecho, la tecnociencia ha conducido a menudo, en los países en desarrollo, a la consolidación de sectores sociales que retrasaron, si no detuvieron, la ampliación de la participación social, con la consiguiente frustración de la modernidad democrática. Como consecuencia, aunque la ciencia y la tecnología han acompañado a diferentes proyectos de modernización desde tiempos coloniales, todavía la mayoría de la población mundial vive al margen de la tecnociencia y sus redes. Los esfuerzos continuarán teniendo éxito limitado a menos que estén acompañados por múltiples cambios institucionales dirigidos verdaderamente a fortalecer la capacidad autónoma política, social y tecnológica de toda la sociedad. La educación superior, entre otras instituciones, necesitaría ser revisada drásticamente para que sirva a las necesidades y aspiraciones del 80% de los excluidos del mundo (Kuramoto & Sagasti, 2002). 70
Es una cuestión abierta si las instituciones de conocimiento, típicamente relacionadas a la construcción de valores urbanos y transnacionales, son suficientemente flexibles para ayudar a construir puentes en el ámbito local entre la ciencia y la tecnología formal/institucional, por un lado, y el conocimiento e innovación local / indígena/ empírico, por el otro. Aunque se supone que muchos de esos puentes son para ayudar a los pobres locales, la relevancia puede ser un concepto restrictivo si sólo se relaciona a las necesidades del status quo. En la mayoría de los países en desarrollo las universidades han acabado siendo no necesariamente instrumentos de cambio sino que suelen servir a la defensa del status quo. Las mediaciones entre lo local y lo global han estado históricamente permeadas por la ideología de las clases medias urbanas y sus limitadas interpretaciones de la realidad en el terreno. Los activistas mediadores suelen tener visiones del mundo de clase media urbana usualmente ajenas a las de los protagonistas de dramas locales. Es una cuestión abierta si las instituciones de educación superior, típicamente relacionadas con la construcción de valores de clase media urbana, son lo suficientemente flexibles como para ayudar a construir puentes en el ámbito local entre la ciencia y tecnología formal/institucional, por un lado y el conocimiento empírico autóctono/local y la innovación local, por el otro. Aunque muchos de esos puentes se supone que ayuden a los pobres locales, sus beneficiarios tienden a ser los más privilegiados, quienes aprenden rápidamente a jugar en el sistema en detrimento de los primeros. La relevancia puede ser un concepto restrictivo si sólo se relaciona a las necesidades del status quo. Un desafío que enfrentan las instituciones de conocimiento en contextos locales es servir como zonas de trueque y de síntesis para diferentes tipos de conocimiento que compiten por validez epistémica o que están comprometidos con procesos activos de hibridación. El problema podría ser visto eventualmente no tanto como uno de cuestionamiento de la institución universitaria en tanto que sitio proverbial de la razón instrumental, sino más bien como la exploración de la universidad como el sitio para la coproducción del conocimiento y del orden sociocultural.
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4.4. LAS REDES HETEROGÉNEAS EN LA DINÁMICA DEL CONOCIMIENTO
Las ciencias sociales han comenzado a reconocer que las instituciones y los grupos no funcionan aislados los unos de los otros sino que es preciso considerar y estudiar los complejos en los que funcionan. Se ha dado un cambio de escala en los estudios con una gradación desde la institución aislada hasta los complejos institucionales y sistemas de gobernabilidad con contextos políticos, económicos, sociales y culturales más amplios. Es necesario explorar cómo interaccionan y se influyen recíprocamente esas instituciones, cómo se relacionan entre sí. En este sentido, las redes adquieren importancia en la dinámica contemporánea del conocimiento. El concepto y la realidad de redes en constante expansión y reconfiguración han capturado la imaginación colectiva en una amplia gama de escenarios. Se han creado incontables redes de innovación e investigación, y flujos libres entre la investigación y la producción vinculan a las instituciones del sector público y privado en un continuum que es mucho más complejo que en el pasado. Entre las ventajas de las redes está el hecho de que ellas son un mecanismo de organización social para producir y distribuir el conocimiento más flexible y capaz de enfrentar las muchas y cambiantes necesidades del presente. No obstante, sus implicaciones están lejos de ser comprendidas. Ningún grupo por sí solo (sea gobierno, corporación, organización no gubernamental, asociación disciplinaria, etc.) controla los resultados de las redes, aunque no debe olvidarse que las redes emergen para alcanzar objetivos bastante específicos. Son fuerzas que presuponen la existencia de un reservorio de conocimiento preexistente y una dinámica institucional diferenciada, elementos que entran en la puesta en marcha de redes típicamente transitorias. Es preciso reconocer que las redes científicas de hoy son posibles por la existencia de sistemas que fijan estándares en la ciencia, y que han jugado un rol cultural de liderazgo desde el siglo XIX, han producen un “profesional internacional”, como modelo común de calificaciones mutuamente reconocidas a través de fronteras nacionales y culturales. Cuando los científicos viajan física o virtualmente, el supuesto básico es que se mueven en un universo epistemológicamente compartido y se espera que el profesional “internacionalmente calificado” pueda desenvolverse satisfactoriamente en condiciones “internacionalmente 72
estandarizadas”. De hecho, la facilidad con que las redes aparecen y desaparecen, su misma transitoriedad, plantea el riesgo de que el conocimiento basado en redes, pudiera llevar en última instancia a una restricción en la distribución general del conocimiento producido. También se ha argumentado que, eventualmente, las redes en las cuales se produce cada vez más el conocimiento, podrían verse restringidas por los derechos propietarios de las corporaciones y otros cuerpos que exijan confidencialidad. Asimismo, una vez que las redes desaparecen se corre el riesgo de que no quede una memoria institucional, lo que podría afectar también el flujo general de información. Este problema se agravaría por la creciente virtualización de la información, cuando a menudo la información que antes estaba libremente disponible en Internet es capturada por sistemas privados, y deja de ser visible y accesible.
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Pero además de éstas, las redes que más interesan en la vinculación entre lo local y lo global son heterogéneas, reúnen a actores e instituciones diferentes, con multiplicidad de intereses, percepciones y conocimientos. La capacidad de diálogos, la riqueza y profundización de los intercambios son los que posibilitan una verdadera concertación de tareas para lograr objetivos específicos y prometen una mejor calidad de vida para todos. Esto exige conjugar tiempos diferentes, urgencias, plazos de espera para el logro de resultados, traducciones inter-culturales e inter-institucionales permanentes y la tolerancia de la diferencia y del descubrimiento paulatino del otro. El péndulo internacional está girando otra vez de un énfasis casi unilateral en la creación de riqueza a otro puesto en el bienestar social, mientras se busca afanosamente nuevas maneras de hacer las cosas tanto en la ciencia como en la sociedad en general. Las redes que involucran a poblaciones locales, muchas veces marginalizadas, olvidadas, con la ciencia y la tecnología en otras escalas espaciales y de complejidad serían las encargadas de posibilitar no sólo la relevancia de las acciones que se emprendan sino su utilidad real y su usabilidad concreta para un mejoramiento de la calidad de vida en distintos ámbitos.
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y formación cognitiva de teorías y conceptos centrales y de un cuerpo de conocimiento específico.
ANTROPOLOGÍA Y AMBIENTE
En este trabajo se señalan algunas conexiones entre necesidades sociales, patrones cognitivos y estrategias institucionales que son relevantes a una teoría sociológica del desarrollo de la problemática ambiental en la antropología científica. Al revisar los antecedentes de los intentos de la antropología por explicar los lazos entre la cultura y el medio ambiente, se trata de identificar las interacciones entre un problema filosófico (en este caso, la noción de mundo natural contrapuesto a un mundo cultural), un problema real (el reconocimiento de la existencia de enormes variaciones en el mundo natural, a las que corresponden diversidades organizacionales en el ámbito cultural y social), el surgimiento de escuelas de pensamiento que intentaron, de manera más o menos limitada, de comprender los problemas de la interacción entre cultura y naturaleza, el desarrollo de técnicas de investigación específicas y la institucionalización de lo que llamaremos una “variante cognitiva” de la antropología. La estructura de estas interacciones convierte a la rama de la antropología ligada a la problemática ambiental en un ejemplo del tipo de dinámica en la ciencia que algunos autores han dado en llamar “ciencia finalizada” (Bohme y otros, 1976). Este tipo de empresa científica se encuentra entre el análisis de la “construcción de la realidad” con completa independencia de las demandas sociales, y la preocupación por la aplicación del conocimiento a problemas técnicos específicos. Se trata de un proceso por el cual los objetivos externos a la ciencia se convierten en líneas de fuerza del desarrollo de la teoría científica. Pero si bien con frecuencia se le ha considerado parte de una antropología aplicada, entendiendo por tal la explotación técnica de una idea salida de un cuerpo de saber cuyo proceso de evolución propio es en gran medida autónomo, el acento en la noción de “ciencia finalizada” (tomando el término aristotélico de causa finalis, para señalar propósito) implica la interacción clara del desarrollo epistemológico con el ámbito de las funciones socioeconómicas del saber. En el caso de la antropología ecológica, hasta aproximadamente 1930, la conceptualización se mantuvo en el nivel fenomenológico de descripción y organización superficial de los datos. Después se convirtió en tema de investigación, llevando al surgimiento 75
La influencia externa que supuso en el tiempo la problemática ambiental, definida por necesidades económicas y sociales, fue significativa en la constitución de la temática del campo de investigación de la especialidad. Con la creciente especificidad del campo de investigación, al igual que de las interpretaciones y tecnologías basadas en él, la correlación entre disciplina científica e intereses sociales se volvió más específica también (Bohme y otros, 1976). Cuanto más específicos los objetivos y cuanto más estrechamente vinculados con un interés social concreto, menos factible resulta la “neutralidad” del desarrollo de la teoría, y ésta se subordina a la estrategia política. La antropología ecológica aparece así como una especialización de la antropología que implica una concretización de la disciplina hacia un enfoque fenoménico más circunscrito, el análisis de las interrelaciones entre una red de personas que constituyen un universo sociocultural, y una red de relaciones entre el hombre, otros organismos de su comunidad biótica y los constituyentes de su ambiente físico. En ambos casos la trama se teje con hilos culturales, y las dos redes están por supuesto, interconectadas en múltiples puntos. Su propósito es adquirir conocimiento de las condiciones socioculturales de la reproducción social en ámbitos naturales específicos. Estos estudios se han visto estimulados por la presencia creciente de ambientes seriamente amenazados por las transformaciones económicas, políticas y sociales en todo el mundo, llevando a que la antropología ecológica llegara a jugar un papel significativo en el desarrollo social de la segunda mitad del siglo XX. En este campo podemos reconocer un conjunto de normas sociales que asumen funciones de constructoras de teoría, y que son transformadas en premisas centrales de estos estudios: la necesidad de asegurar la reproducción del sistema social en ambientes cambiantes por efecto de las actividades de ese sistema social, las relaciones de determinación entre diferentes niveles de organización, o la preocupación no sólo de entender los procesos naturales o de eliminar las perturbaciones, sino también de diseñar nuevos ciclos de reproducción. Sin embargo, el surgimiento de la antropología ecológica no se dio sólo ligado a su “prehistoria” en la disciplina madre. El conocimiento previo en la misma antropología sólo podía ofrecer descripciones más o menos útiles y recetas ad hoc. Las disciplinas científicas son receptivas a los problemas sociales sólo hasta 76
cierto punto, dependiendo de su estado cognitivo en la etapa de institucionalización en que se encuentren. En este trabajo se propone una interpretación del desarrollo cognitivo de la problemática ambiental en la antropología, en la que destacan los siguientes elementos: 1. El surgimiento de necesidades externas a la disciplina, que estimularon la aparición de la antropología ecológica influenciando su contenido. 2. La problemática ambiental -parte integral de la vieja antropología física y la geografía del siglo XIX- tenía dificultades para progresar a través de las teorías de los antropogeógrafos (como en las teorías climatológicas de E. Huntington, 1915), herederos del determinismo geográfico dieciochesco (Montesquieu, 1748). El problema se planteaba en términos del estudio del grado y la manera como la cultura humana era conformada por condiciones ambientales. Tampoco era útil el enfoque positivista, en el cual el ambiente no era visto como causante sino como meramente limitante o selectivo. Los factores geográficos no daban forma a la cultura humana, que era un fenómeno totalmente histórico, aunque ponían límites a las formas que podía tomar en un tiempo y lugar. En ambos enfoques las acciones del hombre y los procesos de la naturaleza se visualizaban en esferas diferentes -”la cultura” y el “ambiente”- y luego se intentaba ver cómo, en tanto totalidades independientes, estas esferas externamente relacionadas se afectaban entre sí (Geertz, 1963).
5. La antropología ecológica no fue simplemente la aplicación de disciplinas fundamentales a un sistema delimitado de fenómenos, sino también un desarrollo de conceptos y teorías que llevaron a una heurística especial, métodos de investigación y modelos explicativos específicos. 6. La antropología ecológica se institucionalizó estratégicamente. Su establecimiento se basó no sólo en su éxito teórico y experimental sino también en un proceso complejo que involucró a instituciones universitarias, agencias financiadoras, entes gubernamentales y antropólogos con estrategias de autonomización específicas. El medio ambiente natural ha estado presente en la antropología desde sus mismos comienzos. Aun la descripción más simple de una sociedad exótica habría sido obviamente incompleta sin la discusión de su ubicación geográfica y ambiente natural, y aunque sólo sea por esta razón los antropólogos comenzaron siempre con el conocimiento geográfico y topográfico. Pero más profundamente, se reconoció desde muy temprano en el desarrollo de la disciplina que las relaciones sociales interactuaban con el ambiente de maneras más sutiles y directas cuanto menos control tecnológico tenían los pueblos sobre la naturaleza.
3. La antropología ecológica no fue un paso necesario en el desarrollo de la antropología. Constituye un desarrollo disciplinario especial, que comienza alrededor de 1930 en Estados Unidos, mientras que en Inglaterra y Francia la problemática ambiental se desarrolló dentro de otros marcos institucionales en la misma antropología.
En la etapa formativa de la disciplina, antes de comienzos del siglo XX, surgieron al menos tres líneas principales de investigación relevantes al desarrollo de un punto de vista ecológico, enmarcadas dentro de perspectivas evolucionistas. Una de ellas fue el determinismo ambiental, que sostenía la acción mecánica de las fuerzas naturales sobre una humanidad de índole meramente receptiva. Otra línea era la sostenida por evolucionistas como Morgan para quien el avance tecnológico aparecía como un referente importante de las etapas de desarrollo cultural. Una tercera tradición enfatizaba la importancia del hábitat al afectar la diversidad y distribuciones culturales.
4. Por otra parte, la antropología ecológica no era posible sin la existencia de campos relativamente maduros (disciplinas “madres”) como la antropología sociocultural, la biología y la propia ecología, que pudieran ofrecerle una cantidad de enfoques, métodos de investigación y conocimientos específicos. Un conocimiento científico del clima, suelos, plantas y animales del ambiente en que se da una cultura constituye un fundamento esencial de la antropología ecológica, aunque por sí mismo no es conocimiento antropológico.
En la antropología norteamericana, la orientación geográfica continuó con el desarrollo del concepto de “área cultural” (Mason, 1895, 1907; Kroeber, 1931) (unidades geográficas relativamente pequeñas basadas en la distribución contigua de elementos culturales), que tuvo su origen en las exigencias prácticas de la investigación etnográfica, como herramienta para el mapeo y clasificación de los grupos tribales de Norte y Sudamérica. Pero este concepto estuvo preso desde su origen del dilema de que si se enfatizaba demasiado el sustrato
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geográfico, el mapeador era visto como víctima del determinismo geográfico; mientras que si se enfatizaba la simple contigüidad, la causa de cada conjunto resultaba ser totalmente caprichosa y la cuestión de los límites era insuperable (Harris, 1968). En Europa, una tendencia similar dio lugar a la noción de Kulturkreise o círculos culturales, grandes complejos de rasgos que habían perdido su unidad geográfica previa y ahora se encontraban dispersos en todo el mundo (Schmidt, 1939). Un grupo de etnólogos que se concentró en culturas primitivas en ambientes particularmente rudos y limitantes desarrolló un enfoque ecológico pragmático. La calidad de la recolección le datos de Boas no tenía precedentes en su época. En esta línea se intentó fortalecer la fibra de la investigación etnográfica con estándares más altos de prueba y aunque en la práctica tuvieron éxito limitado, los estándares que se propusieron permanecen como legado permanente. Los objetivos de estos investigadores eran particularizadores e históricos. Se rechazaban las síntesis teóricas. Si bien la antropología académica ignoró oficialmente los aportes de Marx y Engels, sus enfoques a la comprensión de la evolución sociocultural los ubican en la corriente principal de la historia de la teoría antropológica. Son los primeros en mostrar cómo el problema de la conciencia y la experiencia subjetiva de la importancia de las ideas en la conducta pudieran reconciliarse con la causación según el modelo fisicalista. Así, proponen un esquema interpretativo según el cual, en la base económica se encontraba la explicación de la organización social y la ideología. ¿Por qué no podía ser a la inversa? Su respuesta estaba dada por la asociación de las “relaciones de producción” con “una etapa definida de desarrollo” de las fuerzas materiales” de producción del hombre. El estado de desarrollo de las fuerzas materiales de producción hace que las “relaciones de producción” sean independientes de la voluntad del hombre. Su esquema se completaba con la formulación de un modelo funcional que proporcionaba efectos interactivos entre todas las partes del sistema y ofrecía un mecanismo para el análisis de las variables participantes en la manutención y/o destrucción del sistema. Para la constitución cognitiva autónoma de la antropología ecológica fue decisivo el creciente interés en las relaciones tecnoambientales y tecnoeconómicas, como consecuencia de la expansión de la economía capitalista hasta los rincones más recónditos del planeta. Eso llevó a un movimiento amplio 79
dirigido a fortalecer las credenciales científicas de la antropología cultural entre las ciencias naturales de mayor prestigio. Se promovió la investigación que involucraba la cooperación con las ciencias médicas generales, la biología, nutrición, demografía y agronomía, así como con la arqueología y especialidades de la geología y la paleontología. Los esquemas de análisis propuestos por Steward y White tuvieron un impacto teórico considerable y fueron empíricamente fructíferos. Esto puede demostrarse por los siguientes puntos: 1. La publicación de La base económica y social de las bandas primitivas de Julian Steward (1936) fue considerada por autores como Harris (1968), uno de los más importantes logros de la moderna antropología norteamericana. Fue una de las primeras afirmaciones coherentes de cómo pudiera estudiarse la interacción entre cultura y ambiente en términos causales sin revertir a un determinismo geográfico ni tampoco caer en el particularismo histórico de cuño boasiano. Steward no sólo argumentaba que una combinación particular de tecnología y ambiente hacía posible que el hombre creara un tipo particular de organización social (la banda primitiva en su estudio); todo el peso de su argumento estaba orientado a probar que una relación tecnoambiental similar causaba regularmente un efecto similar (es decir, lo hacía altamente probable), independientemente de si los actores involucrados estaban creativamente interesados en ello o no. Este proceso es lo que Steward llamó “evolución multilateral”. 2. El método de análisis bautizado por Steward como “ecología cultural” y definido como el intento de explicar el origen de rasgos y patrones culturales particulares que caracterizan a diferentes áreas más que derivar principios generales aplicables a cualquier situación ambiental-cultural (Steward, 1955), facilitó el desarrollo de un programa de investigación etnográfica que buscaba identificar las condiciones materiales de la vida sociocultural en términos de la articulación entre procesos de producción y hábitat, para la solución de problemas concretos referidos a las diferencias y semejanzas culturales. Dicho método supone el estudio de la relación entre rasgos específicos del ambiente en que habitan ciertos pueblos y rasgos concretos de la cultura. Las variables tecnoambientales y socioeconómicas reciben prioridad investigativa. Dentro del ambiente se enfatiza la calidad, cantidad y distribución de los recursos. Los aspectos de la cultura que se examinan más estrechamente son la tecnología, los sistemas económicos, la organización social y la demografía, aunque también se incluyen otros aspectos. Ha sido parte del 80
problema de la “ecología rural” establecer la latitud permitida en los patrones culturales totales habilitados por las formas de organización productiva. 3. El concepto de “núcleo cultural” (cultural core) permite a Steward establecer una jerarquía de los componentes que entran en la interacción cultura-ambiente, guiando así los trabajos empíricos que utilizarían su marco de análisis. A través de este concepto se enfatiza que el medio ambiente influye sólo en ciertos elementos de una cultura (el cultural core), más estrechamente ligados a actividades de subsistencia y formas de organización económica, incluyendo patrones sociales, políticos y religiosos determinados empíricamente y ligados a esas formas. Los restantes elementos culturales se consideran sujetos a los procesos autónomos de la historia cultural, que pueden tener una gran variabilidad potencial -por innovaciones al azar o por difusión-, y dan la apariencia de diferenciación externa a culturas con núcleos similares. 4. A través del concepto de “nivel de integración sociocultural” incorpora la dimensión temporal. Su problema era que como en un ambiente dado -constante- la cultura podía aparecer como desarrollándose a través de una sucesión de períodos muy diferentes, entonces el ambiente no parecía tener relación con el tipo cultural. Proponía así el concepto de nivel de integración sociocultural para obviar esa dificultad, ya que los tipos culturales eran concebidos como constelaciones de rasgos nucleares surgidos de adaptaciones ambientales y que representaban niveles similares de integración. (Eso, dicho sea de paso, tenía más de una coincidencia con la distinción de Marx entre base y superestructura, aunque las diferencias entre su carácter evolucionista y el materialismo dialéctico eran críticas). 5. La “Ley básica de la evolución” de White, reconocida más como estrategia de investigación que como ley o definición, dice lo siguiente: “Manteniendo constantes otros factores, la cultura evoluciona en la medida en que aumenta la cantidad de energía controlada per capita, o en tanto que aumenta la eficiencia de los medios para poner a trabajar esa energía” (1949). El énfasis en los niveles de uso de energía como determinantes de la evolución cultural (Rappaport, 1971) es un punto que ha seguido teniendo importancia para la antropología (Adams, R. N., 1975). Igualmente los modelos de flujo de energía han resultado útiles para comparar ecosistemas e identificar sus funciones a pesar de las diferencias ecosistémicas (Thomas, 1973; Rappaport, 1968). 81
6. Las investigaciones antropológicas que se hicieron inspiradas en versiones revitalizadas del materialismo cultural, fundamentalmente a través del enfoque ecologista de Steward, han sido significativas, tanto en cantidad como en riqueza de perspectivas, en un lento e inconsciente redescubrimiento o reinvención de principios y enfoques desarrollados mucho tiempo atrás por Marx en el Prefacio a la Crítica de la economía política. Los trabajos de Sidney Mintz (1956) y Eric Wolf (1957, 1966), de Elman Service (1935, 1962) y de Andrew Vayda (1956, 1961), para dar sólo unas mínimas referencias, profundizaron distintas vertientes de la problemática ambiental en relación con las tecnologías de subsistencia y patrones de organización social. Se realizó toda una gama de estudios de cazadores/recolectores, campesinos, pastores y sociedades rurales recientes. El énfasis se ponía en la cultura más que en el ambiente o incluso la interfase entre ambas (Morán, 1979). 7. La conformación en Estados Unidos de una antropología orientada hacia lo ecológico con especificidad disciplinaria no se limitó a desarrollos cognitivos. Se vio además favorecida por las condiciones de las instituciones educacionales y la dinámica de financiamiento de las agencias de fomento a la investigación científica después de la segunda guerra. El proceso involucró, además, la presencia del estímulo de agencias gubernamentales e instituciones interesadas en el conocimiento de las formas de manejo de ecosistemas tropicales por parte de grupos indígenas o campesinos, que requirieron crecientemente la participación de antropólogos en proyectos investigación interdisciplinaria ligados de distintas maneras a estrategias únicas de cambio. 5.1. INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA ANTROPOLOGÍA ECOLÓGICA Y VARIACIÓN CONSTRUCTIVA EN LOS NIVELES COGNITIVOS A)
NEOEVOLUCIONISMO
Y NEOFUNCIONALISMO
En Estados Unidos, en los años sesenta los llamados neoevolucionistas y neofuncionalistas fueron los principales grupos que desde la antropología cultural abordaron la temática ambiental. Los neoevolucionistas trataron de reconciliar los puntos de vista de White y Steward, reconociendo dos variedades de evolución: “específica” y “general” (Sahlins y Service, 1960). La evolución específica era vista como sinónimo de divergencia 82
y adaptación a los hábitats naturales y culturales; la evolución general, aparecía como sinónimo de etapas de progreso. Esta orientación guió la realización de estudios sobre los orígenes de la agricultura y el surgimiento del Estado, estimulando una cantidad de debates sobre temas vinculados y contribuyendo sustancialmente a resucitar el interés de la comunidad antropológica en Marx (Fried, 1967; Carneiro, 1970; Service, 1968; Flannery, 1972; Wright, 1977). El neofuncionalismo estuvo asociado con Marvin Harris y la obra temprana de Vayda y Rappaport. Los seguidores del enfoque han visto la organización y la cultura de poblaciones específicas (más que de órdenes sociales) como adaptaciones funcionales que permiten a las poblaciones explotar su ambiente exitosamente sin exceder su capacidad de carga. Examinan la interacción entre ambiente y población, pero el ambiente ya no es tratado como trasfondo pasivo que da forma a la cultura sin ser influido por ella. Su metodología es más explícita, rigurosa y cuantitativa que la de autores anteriores. Al igual que los neoevolucionistas, están preocupados por tomar conceptos de la ecología biológica, aunque como ellos a menudo usan esos conceptos transferidos de manera ingenua y superada, atribuible en gran medida a los débiles vínculos entre la antropología y la biología (Orlove, 1980). Las dos orientaciones tienden a seguir en particular algunas pautas del enfoque de Odum (1953). Así, se pone el acento sobre regularidades en el proceso a nivel del ecosistema. En ese enfoque se cree que las poblaciones humanas funcionan dentro de ecosistemas al igual que otras poblaciones, y la interacción de diferentes poblaciones humanas es como la interacción de diferentes especies dentro de ecosistemas (Vayda y Rappaport, 1968). Se enfatizan los aspectos de la energía y del ciclo de nutrientes. También se adopta una visión de los ecosistemas como relativamente integrados, y se acepta una serie de conceptos asociados a la noción de sucesión o reemplazo ordenado y regular de especies en un ecosistema perturbado en el tiempo, en tanto que pasa de la etapa “pionera” a la de “clímax”. Se supone que los ecosistemas maduros son más complejos, diversos y eficientes. Ambas tendencias antropológicas han examinado los mecanismos que vinculan la estructura social y la cultura con el medio ambiente. Siguieron a los ecólogos al enfatizar la supervivencia y reproducción como objetivos de los organismos (Laughlin y Brady, comps., 1978) y por lo tanto enfatizaron la 83
presión poblacional como uno de los principales mecanismos de cambio (Harner, 1970). Por otra parte, a diferencia de los biólogos, no han tenido un principio como el de la selección natural que genera esos objetivos y, en cambio, tendieron a caer en conceptos de adaptación implícitos y pobremente operacionalizados. Un tratamiento concienzudo del concepto de adaptación se encuentra en Alland (1975) y en Vayda (1976). Otros términos adoptados y que han tenido problemas son el de nicho (Barth, 1956; Hardesty, 1975; Orlove, 1978), aunque hay algunos casos de uso apropiado de este concepto (Love, 1977) y del de capacidad de carga (Zubrow, 1975; Brush, 1975). La escuela neofuncionalista hizo contribuciones interesantes, especialmente a través de la generación de descripciones detalladas de sistemas de producción de alimentos (Anderson, 1973; Ruddle, 1975); hubo una mayor preocupación por el registro de datos ambientales y demográficos (Naroll y Divale, 1976), la sugerencia de la naturaleza sistémica de las interacciones entre, por un lado, el ambiente, y por el otro, la organización social y la cultura y la demostración de algunos puntos débiles en la obra de Steward y White. De esta orientación, sin embargo, surgieron distintos problemas, algunos de los cuales también se aplican a los neoevolucionistas, que llevaron en la década de los setenta a desarrollos más directamente ligados, por una parte, a la dinámica social e histórica dentro de las corrientes marxistas y, por la otra, a la aplicación de principios de la ecología biológica al estudio de la adaptación humana. B)
LA
INVESTIGACIÓN ETNOECOLÓGICA
En el corazón del enfoque etnoecológico ha estado la preocupación por el estudio de las variadas percepciones culturales del mundo natural y las maneras como pueblos diferentes ordenan esas percepciones a través de sus lenguajes. El énfasis ha estado en superar la tendencia a imponer las estructuras primitivas del observador externo sobre la realidad estudiada, tratando de mostrar que ningún espécimen ha sido descrito etnográficamente hasta que se hayan formulado las reglas para su identificación en la cultura estudiada (Goodenough, 1957; Frake, 1962). La recolección de datos en la tradición etnoecológica apunta a identificar los términos nativos de plantas, animales, insectos, tipos de suelos, etc., desarrollándose la etnobotánica la etnozoología y la etnoecología. El acento está en los aspectos cognitivos de la cultura. 84
Un ejemplo clásico del enfoque etnoecológico es el del estudio de Conklin del sistema botánico “folk” de los Hanunoo (Conklin, 1957). La búsqueda de categorías nativas ayuda a mostrar que la percepción social de medio no consiste únicamente en representaciones más o menos objetivas y exactas de las restricciones funcionales de los sistemas tecnoeconómicos, sino que está igualmente compuesta de juicios de valor (positivos, negativos o neutros) y de creencias y rituales. Un medio incluye siempre unas dimensiones imaginarias, ya sea el lugar de existencia de los muertos o la morada de las fuerzas sobrenaturales, etc. Tales representaciones dan sentido a comportamientos e intervenciones sobre la naturaleza que a un observador externo pueden parecerle totalmente irracionales. Un programa de desarrollo económico que no tenga en cuenta el contenido las representaciones tradicionales que una sociedad se formula respecto de su medio, se expone a los más graves desastres. Se trata por lo tanto de una dimensión de análisis útil, particularmente en las etapas tempranas de investigación. C)
EL
CAMBIO PROGRESIVO DE LA PROBLEMÁTICA
En la tradición empirista anglosajona, los años setenta vieron una multiplicación de enfoques metodológicos, técnicas de recolección de datos, herramientas analíticas y una diversificación de los supuestos teóricos con respecto a las décadas anteriores, principalmente por la influencia de la ecología general. Las investigaciones efectuadas en esos años se caracterizaron por: I. El examen de la relación entre variables demográficas y sistemas de producción, estimulado en buena parte por la obra de Boserup. En esta temática, entre otras cosas, se trató de corregir limitaciones en la selección de las unidades de estudio. Generalmente se había tomado a la población local como unidad de análisis, pero ésta resultaba insatisfactoria, pues se enfrentaban dificultades de límites, de redes sociales, económicas y políticas más amplias, de procesos demográficos complejos que requerían unidades de análisis diferentes. Se comenzó a utilizar unidades de estudio de la biología y en algunos casos también unidades de medida típicamente biológicas. Así la población reemplazó a la sociedad y a la cultura como unidad de análisis. Asimismo se desarrollaron estudios sobre dimensiones menores (modelos basados en el actor). También había problemas de escala temporal: en estos años se intentó superar el abismo abierto entre las escalas temporales excesivamente cortas y aquellas excesivamente largas (Bates v Lees, 1977; Ellen, 1975). 85
II. El estudio de las respuestas de las poblaciones a problemas ambientales (Vayda y Mackay, 1975 y 1977) argumentó que estas investigaciones son un movimiento importante que se aparta del fuerte foco en la energética y del supuesto del equilibrio estable que había caracterizado al periodo anterior, en los trabajos en torno al concepto de homeostasis. Esta perspectiva se interesa en el examen de las respuestas individuales y poblacionales a las fuerzas ambientales. Los estudios de campo en profundidad que analizan ajustes comunales durante una o más fases de la génesis de desastres ambientales tardaron en llegar a los países subdesarrollados, y los esfuerzos en el empleo del análisis comparativo para extraer aunque sea principios generales con fines de guiar la investigación futura han sido insuficientes y con frecuencia se encontraron inmersos en nociones preconcebidas con respecto a la vida social del hombre preindustrial. III. El análisis de la formación y consolidación de estrategias adaptativas (Bettinger, 1978; Cancian, 1972; Canfield, 1973). La idea de estrategia adaptativa sugiere que los individuos, al optar repetidamente por ciertas actividades en lugar de otras, construyen alternativas que otros pueden entonces elegir o imitar. Esta noción se refiere ante todo a la lógica interna de la explotación de los recursos y las condiciones de reproducción de ese modo de explotación. La existencia de condiciones estrictas para la reproducción de los sistemas explicaría otros tantos fenómenos de inadaptación (Godelier, 1974). A menudo, sin embargo, el concepto de adaptación resulta más escurridizo de lo que se podría sospechar, como lo sugieren definiciones como la de Bennett (1969): “los patrones formados por muchos ajustes separados que la gente desarrolla para obtener y usar recursos y para resolver los problemas inmediatos que los confrontan”. La cuestión de la conciencia de las estrategias adaptativas y la facilidad con las que pueden ser adoptadas con frecuencia no es enfrentada por la investigación. El mismo trabajo de Bennett en una región de los Grandes Llanos del Canadá reconoce cuatro estrategias (ranchera, agrícola, hutterita e indígena), pero no examina satisfactoriamente las consecuencias del hecho que es más fácil que los agricultores se muevan entre las dos primeras estrategias y no que adopten las estrategias hutterita o indígena.
86
en la articulación real de modos de producción no capitalistas con capitalistas avanzados.
5.2. PERSPECTIVAS MARXISTAS
Mientras tanto, particularmente en Francia pero también en Inglaterra, en los años setenta se desarrolló una línea de análisis teórico y empírico entroncada en el marxismo, que puso el acento en la relación entre producción y reproducción social como parte de la totalidad dinámica compuesta por las relaciones entre la gente y la naturaleza (relaciones sociales de producción y fuerzas técnicas de producción). De esta forma se discutieron diferentes posiciones alternativas sobre la conceptualización de las fuerzas y relaciones de producción: I. Marx insistió en la unidad dialéctica pero conceptualizando la diferencia entre fuerzas y relaciones de producción. Esta relación dialéctica ha sido la clave para concebir su esquema de evolución humana, no teleológica, periodizada, desigual. II. Este punto de vista difiere del de la mayoría de los materialistas culturales y ecólogos culturales quienes insisten que el significado último de la historia yace en procesos tecnológicos. Las maneras como las relaciones sociales de producción afectan al desarrollo de las fuerzas productivas han sido sistemáticamente ignoradas por esos antropólogos. Sahlins (1972), al analizar la evolución de las estructuras políticas, sugiere que éstas se desarrollan para realizar el excedente que está implícito pero no se ha efectivizado en el sistema. La contradicción que él plantea está en las fuerzas de producción, es decir, en el sistema tecnológico mismo. Dada su interpretación, para movernos de esa contradicción al surgimiento de jerarquías políticas, es preciso suponer una racionalización teleológica de la eficiencia económica al margen de cualquier historia real. III. Un tercer grupo hace lo mismo, pero poniendo el orden de determinación en las relaciones de producción. Como lo señala O’Laughlin (1975), Rey (1971, 1973) en sus trabajos sobre transición y articulación de modos de producción abrió interesantes campos de análisis, pero al no lograr especificar la base de la autonomía de las relaciones sociales, su estudio de modos de producción capitalista y no capitalistas se ve distorsionado. Su argumento depende del supuesto que el capitalismo es un sistema de relaciones sociales en gran medida autónomo de sus referentes materiales. Pero tal supuesto no se corresponde ni con la postura teórica de Marx ni con referentes empíricos concretos 87
IV. Autores como Maurice Godelier (1976) y Jonathan Friedman (1974) fracturan la dialéctica conceptualmente y no obstante transitan ambos caminos al mismo tiempo. Ellos sugieren que las fuerzas y las relaciones de producción deberían ser conceptualizadas como dos estructuras separadas en un sistema funcional. Godelier, por ejemplo, argumenta que el principal problema de las sociedades primitivas es controlar el acceso a las mujeres y equilibrar su circulación. La importancia de este problema se desprende del papel central de las estructuras de parentesco en estas sociedades; el parentesco es al mismo tiempo infraestructura y superestructura. El economista puede aquí distinguir fácilmente fuerzas productivas pero no puede aislar relaciones de producción autónomas. Más bien la multifuncionalidad de las estructuras de parentesco actúa como un límite al desarrollo de las fuerzas productivas y explica el ritmo generalmente lento de su desarrollo. Por lo tanto, el método de Godelier pone el acento en el grado en que las relaciones de parentesco constriñen al sistema tecnológico que está para él independientemente determinado. V. Otra contribución sugerente de la tradición antropológica marxista es la de Meillassoux (1977), quien intenta mostrar que las relaciones sociales basadas en la familia continúan teniendo tanta importancia en el sistema capitalista por su doble contribución en la reproducción de la fuerza de trabajo: por una parte el capitalismo obtiene excedente extra de modos de producción precapitalista basados en la comunidad doméstica, que provee al capital con fuerza de trabajo barata; por la otra, en la sociedad burguesa, la familia continúa siendo el lugar de producción y reproducción de la fuerza de trabajo. Su principal mérito consiste en haber logrado integrar con criterios políticos el análisis del trabajo y la organización social de campesinos africanos en el análisis de la dinámica del desarrollo capitalista. Entre los problemas teóricos interesantes que plantea y no logra resolver del todo satisfactoriamente está el de su análisis del proceso unitario de la producción y reproducción en dos aspectos coordinados: producción de los medios de producción y producción de la fuerza de trabajo. Retoma el argumento de Engels que se aproxima a una posición evolucionista en la cual la dirección del cambio social esta determinada por la contribución que una 88
práctica particular hace a la reproducción biológica del grupo. Su concepción es ambigua ya que, por una parte, argumenta que la producción de energía humana es una forma esencial de producción y, por otra, que la reproducción de los productores está subordinada a la producción de los medios de subsistencia. 5.3. INTERESES SOCIALES Y DINÁMICA COGNITIVA DE LA ESPECIALIDAD
Se pueden dar varias descripciones de las actividades involucradas en el tratamiento del problema ambiental en la antropología, que corresponden al mismo tiempo a etapas históricas de su desarrollo: La descripción geográfica ambiental del escenario físico en que se desenvuelven las sociedades o culturas analizadas (antropología tradicional); La descripción de las interacciones de procesos tecnoeconómicos con procesos tecnoambientales (ecología cultural); La recuperación de la historia (por contraste con el evolucionismo) y la economía política, en el análisis de las condiciones de reproducción de los sistemas sociales, a partir de las limitaciones impuestas por sus estructuras internas y su medio ecológico; El ordenamiento del campo cognitivo de acuerdo con la integración de conceptos y puntos de vista generales de tipo biológico, correspon¬dientes a los respectivos procesos específicos de adaptación de las sociedades o poblaciones a medios físicos determinados.
La primera versión todavía puede encontrarse incluso en libros de textos actuales de introducción a la antropología. La ecología cultural también sigue vigente en textos y es activamente desarrollada en la investigación. La tercera y cuarta representaciones han ganado aceptación creciente a partir de los años setenta, estrechando vínculos con la biología y la historia en el nivel conceptual y metodológico.
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Los objetivos de la investigación de avanzada en antropología ecológica son la construcción de una teoría acerca de la racionalidad de las necesidades humanas frente a la naturaleza y al mismo tiempo acerca de las maneras más racionales de organizar la naturaleza para satisfacer las necesidades humanas (cf. Krohn y Schafer, 1976). Una rama del conocimiento con estas características difiere tanto de la antropología general como de la biología general. Pero no se trata simplemente de la aplicación de las teorías generales de esas disciplinas a un campo problemático específico. En ella hay, como hemos visto, todo un proceso autónomo de construcción de teoría. La misma incluye discusiones sustanciales de los principios básicos que subyacen a los procesos de interacción socioambientales, ganando una base científica más amplia, con una dinámica propia, con la generación autocentrada de problemas, una subcomunidad científica y un sistema autónomo de prestigio. No obstante, el trabajo de campo antropológico sigue siendo indispensable y la mayoría de las investigaciones recientes contienen descripciones sofisticadas de aspectos ligados a la subsistencia, a la actividad productiva y en general a la adaptación a ambientes específicos. La primera etapa en la historia de la problemática ambiental en antropología estuvo gobernada por la principal condición de la génesis ideológica de esta última como “ciencia general del hombre”, europocéntrica, ligada al proceso de colonización y a una ideología de civilización. Los debates que acompañaron la formación de esta ciencia del hombre no eran puramente académicos, sino que constituían parte integral de las profundas transformaciones sociales que supusieron la colonización, las interpretaciones europeas del mundo salvaje, la administración colonial y el nacimiento de la ideología colonial. Es probable que las especialidades científicas nuevas orientadas hacia la práctica sean en general externamente inducidas. Pero con relación a su desarrollo cognitivo ulterior, si bien la escuela de Starnberg sostiene que la influencia externa se vuelve decisiva sólo cuando las disciplinas “madres” han alcanzado la etapa de “madurez”, otros análisis (Bucholz, 1979) y el mismo caso de la antropología ecológica que acabamos de reseñar sugieren que la influencia de intereses sociales puede darse en distintos momentos del desarrollo de un campo cognitivo particular. En un momento dado, la conceptualización de los problemas ambientales los revelaba como demasiado complejos para ser abordados de manera directa por los métodos y teorías 90
de la antropología. La investigación relacionada con los problemas ambientales comenzó entonces a un nivel cognitivo reducido: era imposible, con el conocimiento disponible, diseñar vías y proceder con estrategias para la explicación de los fenómenos en términos causales. Fue preciso antes avanzar en el análisis funcional con grados de sofisticación y complejidad crecientes (Godelier, 1974). Un aspecto destacado de los problemas tempranos del enfoque ambiental en la antropología ha sido el de la interdisciplinariedad. Durante años no se pudo lograr establecer un vínculo articulado o integración, en un nivel cognitivo homogéneo, entre las teorías de la biología, la ecología, la economía, la agronomía y la antropología. No se desarrollaban enfoques -a nivel poblacional- que dieran una estructura significativa a los fenómenos interconectados e interactuantes de los distintos campos cognitivos, que hasta entonces habían sido tratados separadamente. La nueva dimensión de complejidad sólo podía alcanzarse por una reducción en el nivel cognitivo, esto es, por reducción a un nivel fenomenológico (cf. Bucholz, 1979). Precisamente en este nivel se están haciendo actualmente avances significativos, con la búsqueda y determinación de reglas aplicables al desarrollo, manejo y optimización de procesos ambientales. Este desarrollo puede ser interpretado a través del concepto de “finalización” en el sentido de que se consideran tales procesos de manera general, y se enfatiza el contexto social, es decir, la necesidad creciente de soluciones basadas en conocimientos científico-técnicos de problemas sociales, económicos y políticos que tienen una interfase con problemas naturales. En la etapa actual parece darse un doble proceso. Por una parte, se observa una concentración en los desarrollos teóricos y conceptuales directamente ligados a la discusión disciplinaria interna, como intento de completar el programa teórico de la misma. En esta dinámica, la fuerza impulsora no es tanto el objetivo de producir resultados prácticos, técnicos, sino un programa de investigación con un enfoque reduccionista, que apunta a reconciliar los conceptos utilitarios de la antropología aplicada con los paradigmas clásicos de las ciencias sociales y naturales, cuya supremacía así se restablece. Pero también es cierto que en esta etapa, en la que se están experimentando notables progresos en el cuerpo teórico básico, existe un fuerte estímulo social que determina la presencia de lineamientos concretos en la investigación en este campo. Parecería 91
entonces, que hay un proceso permanente de interacción de necesidades externas, sociales y económicas con la dinámica interna del desarrollo disciplinario, el cual no depende primordialmente del status real y de la etapa de desarrollo de las disciplinas y comunidades científicas. No obstante, es probablemente cierto que el ímpetu desde afuera se vuelve más prominente con el crecimiento de los intereses externos en resultados utilizables así como con el aumento de la capacidad de proveer soluciones técnicas basadas en el conocimiento científico. Dentro de los intereses externos y las soluciones técnicas que puede proporcionar la antropología ecológica están los relacionados con la explotación de los recursos por poblaciones específicas y la adaptabilidad humana a una variedad de constricciones impuestas por diferentes biomas. En años recientes se ha observado un cambio radical en la naturaleza de la interacción entre la población humana y el ambiente como consecuencia de la incorporación de regiones previamente aisladas a esquemas nacionales de desarrollo. Los actos humanos intencionales tienen motivos complejos y raramente resultan de la evaluación cuidadosa de los efectos de largo plazo. Las decisiones humanas son altamente selectivas simplificando la “realidad” en procesos en los que la cultura desempeña un papel central (Morán, 1979). A través de estudios particulares de múltiples poblaciones y sus variables respuestas a problemas específicos, se aumenta el conocimiento de factores responsables de mantener relaciones estables entre la población y la provisión de alimentos. La investigación antropológica ha hecho aportes variados de tipo metodológico a la comprensión, gestión y planificación de la organización social y productiva de diversas culturas para la explotación de recursos naturales. Pero es preciso integrar mucho más los aspectos fisiológicos, de comportamiento e ideológicos del uso humano de los recursos en diferentes marcos culturales para generar teorías más adecuadas. El abismo entre los enfoques “materialistas” y estudios muy diferentes que han tratado de dilucidar la construcción humana de comprensiones simbólicas ha aumentado en lugar de disminuir en las últimas décadas. La investigación en la problemática de cómo los seres humanos se transforman a sí mismos en el curso de transformar la naturaleza ha tomado una senda totalmente divergente de los estudios que tratan de entender las actividades de la “mente”. Una de las importantes tareas del futuro es hacer converger estos dos tipos de estudios.
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6 LA FORMACIÓN UNIVERSITARIA EN ANTROPOLOGÍA AMBIENTAL
6.1. EL MODELO SOCIAL DE LA ANTROPOLOGÍA AMBIENTAL
Antes de entrar a discutir la antropología ambiental, parece apropiado referirnos a la antropología sociocultural por considerar que abarca a la primera, al mismo tiempo que permite destacar la especificidad del enfoque “antropológico” respecto de las perspectivas de otras disciplinas sociales, como la sociología, geografía, psicología o economía. A)
LA
ANTROPOLOGÍA SOCIOCULTURAL
COMO MODELO DE CIENCIA ACADÉMICA
A través de su práctica básica, la antropología sociocultural tuvo un papel de vanguardia al insistir en una serie de cuestiones que contribuyeron a la auto-conciencia cultural de Occidente. Como bien lo señala Geertz (1984), ella... nos enseñó a ver que el mundo no está dividido entre lo religioso y lo supersticioso, que existen esculturas en las selvas y pinturas en los desiertos; que es posible el orden político sin el poder centralizado, y la justicia normada sin reglas codificadas; que las normas de la razón no fueron definidas en Grecia ni la evolución de la moralidad se consumó en Inglaterra. Y lo que es más importante: la antropología fue la primera en insistir que vemos las vidas de los otros a través de lentes pulidos por nuestra cultura, y que los otros ven nuestras vidas a través de sus propios lentes culturales, cuyo pulimento fue hecho por ellos. El pensamiento, para la antropología, depende en última instancia de las instituciones sociales, es un producto cultural (Douglas, 1987). Concebida fundamentalmente como una “traducción cultural” la antropología asumió como tarea inquietar, hacer perder las certidumbres iniciales. Procuró, con algún éxito, mantener el mundo en desequilibrio, quitando el tapete debajo de los pies, poniendo las mesas patas arriba. Buscó la anomalía, traficó con lo extraño, jugó con la perplejidad. En virtud de su
THOMAS, R. B. -1973 “Human adaptation to a high Andean energy flow system”, Occas. Pap Anthrop. Penn. State Univ. Dept. Anthrop.
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preocupación por lo que no encaja y por lo que no cabe, por la realidad fuera de lugar, la antropología estuvo ligada al tema principal de la historia cultural de los “tiempos modernos”. Pues esa historia ha consistido en que un campo del pensamiento tras otro descubriera cómo continuar sin las certidumbres iniciales, ya fuera que se tratase de la religión, la moral, la economía o inclusive, más recientemente, la ciencia. Desde los primeros tiempos de la disciplina, el mensaje que se desprendió de la antropología sociocultural fue que, en vista de que las personas ven las cosas de diferentes maneras y las hacen de modo distinto en Roma, Nuerlandia o Barquisimeto, nuestra confianza en nuestras maneras de ver y hacer y nuestra determinación de inducir a otros a compartirlas, tienen una base muy endeble. La propensión relativista de la disciplina estuvo imbricada en la naturaleza misma de sus materiales. Cada sociedad, desde la perspectiva de la antropología sociocultural, habita un universo propio, con sus propias leyes y su conjunto específico de interacciones e interpretaciones. Es casi como si no hubiera límites para la cantidad de variaciones que dos culturas pueden incorporar en sus imágenes del mundo, la sociedad y la naturaleza. Es obvio que deben aplicarse algunos límites objetivos. No obstante, si confiásemos enteramente en las evaluaciones particulares de esas culturas, obtendríamos visiones notablemente incongruentes de las posibilidades y restricciones físicas. La comprensión de qué informaciones provenientes de otros lugares -sobre identidades entre humanos y animales, casamiento espiritual (ghost marriage), destrucción ritual de la propiedad, inmolación real, reglas de caza, tabúes alimenticios, exogamia, creencias sobre pureza y polución, etc.- indujeron a una visión de las cosas del tipo “otros animales, otras costumbres”, fue una comprensión que en el curso del desarrollo de la disciplina condujo a argumentos alternativamente desesperados, indignados o exultantes, construidos para persuadirnos a resistir o a adherir, en nombre de la razón, a esas maneras exóticas, ajenas, de ver las cosas. Por ello, lo que a veces aparece como un debate sobre las implicaciones más amplias de la investigación antropológica es en realidad un debate sobre cómo convivir con ellas.1 Las distintas imágenes culturales son parte de la construcción colectiva de hechos. No se puede imponer una visión cultural -que siempre es moral- a alguien que no comparte los mismos supuestos.2 Los sesgos culturales son complicados. 98
Qué hacer al respecto depende, ante todo, de que aprendamos a reconocerlos. El análisis cultural muestra cómo un conjunto dado de valores y creencias adquiere sentido a través de las diversas posiciones que los pueblos adoptan y las prácticas que emplean. Una vez que se acepta la idea de que un pueblo selecciona su percepción de elementos y dimensiones positivas y negativas como parte de su definición de un modo de vida específico, de ello se sigue que quienes adhieren a diferentes formas de organización social y cultural están dispuestos a aceptar (y evitar) diferentes clases de acciones, creencias y valores. La alteración de la selección de factores y su percepción, entonces, dependerían del cambio en la organización sociocultural. Ha sido parte de la evolución histórica de la disciplina antropológica el construir la gran divisoria o ruptura epistemológica entre pensamiento primitivo y moderno, entre sociedades primitivas y sociedades modernas. Así, ella discutió cómo y en qué sentido para culturas “primitivas”, “ágrafas”, “simples”, la idea de la Naturaleza era social y política; todos los acontecimientos mayores estaban repletos de significado, cada pequeña desgracia apuntaba un dedo acusador. La naturaleza estaba claramente politizada, como resulta de los textos de un autor como Lévy-Bruhl (1922), por ejemplo. Pero ya Malinowski (1922, 1926) y Evans-Pritchard (1937) nos mostraron que los Tobriand y los Zande no consideraban la magia como una fuerza de la naturaleza sino como una herencia cultural, no como algo descubierto sino co-existente en el tiempo, con el hombre, no como un poder impersonal vago sino como un arma intangible de la cultura, no activada por los espíritus de los muertos sino que su poder deriva del conocimiento de la tradición y la abstinencia de los vivos. Al mismo tiempo, como producto de su propio desarrollo, ha sido también la antropología la que ha contribuido a disolver el mito del hiato entre mundo primitivo y mundo moderno. Ello ha llevado a matizar la idea estereotipada y falsa de que el hombre moderno, el ciudadano de la sociedad industrial, se vio intelectualmente libre, emancipado de la superstición a través del proceso de modernización. La antropología ha ayudado a mostrar la persistencia de los temores, de la superstición y la capacidad siempre renovada de construir nuevos mitos, a pesar del peso de la idea moderna de la naturaleza, resultante del desarrollo de la ciencia. Aunque es evidente un grado avanzado de desacralización del mundo natural en la cultura moderna, que supuestamente veríamos tal cual es, moralmente neutro, sin 99
dioses ni fuerzas místicas, sin el misterio y el respeto de eras anteriores (Leiss, 1972), también es clara una alta resistencia de sentimientos y creencias profundas que reaparecen en nuevos y sorprendentes ropajes. De este modo, la antropología nos permite entender el valor y carácter extraordinario de la ciencia y la necesidad consiguiente de su explicación cultural. La producción de los “hechos duros” (hard facts) que son característicos de la ciencia constituye una rareza carísima que sólo puede hacerse en contextos muy particulares dentro de lugares especiales, los laboratorios de investigación, que son recintos donde todo es artificial (no natural) (Latour, 1983). B) LA COMPRENSIÓN DE LA DIMENSIÓN AMBIENTAL EN LA ANTROPOLOGÍA SOCIOCULTURAL.
VENTAJAS
Y LIMITACIONES
Tal vez la principal contribución de la antropología sociocultural a la dimensión ambiental ha consistido en su “manera de ver” la realidad, más que en cualquier otra aportación concreta. ¿Qué queremos decir con esto?, ¿en qué consiste esa especificidad de visión? El análisis que hace un antropólogo sociocultural de la dimensión ambiental en una sociedad particular difiere del de un ecólogo.3 El ecólogo hace mediciones objetivas que incorporan variables físicas, químicas y biológicas desde un punto de vista sistémico y describe en esos términos el efecto de una técnica de cultivo sobre el suelo y del suelo sobre la productividad del cultivo, etc. En una palabra, se refiere a sistemas de realidades físicas en interacción. El antropólogo sociocultural, en cambio, si es que tiene la suficiente suerte de tener acceso a un estudio ecológico en su área de investigación, hace un uso más o menos somero de este tipo de evaluación, aunque lo más probable es que tenga que hacer su propio análisis ecológico, más o menos superficial según su capacidad y su interés. No obstante, en cualquier caso lo que le importa es aplicar ese diagnóstico ambiental a una contrastación con la imagen que la sociedad estudiada tiene de su ambiente y hacer un estudio de aquellos elementos ambientales que la sociedad ha elegido como significativos en correspondencia con las restantes manifestaciones de la vida social. Con frecuencia, lo que resulta es un conocimiento de la particular clasificación por categoría que la cultura estudiada hace de su ambiente, organización social y universo cosmológico, como en las sociedades dualistas geparlantes del Mato Grosso o entre los aborígenes australianos.4
100
Una preocupación fundamental de la antropología sociocultural ha sido la clasificación.5 Cuando visita un pueblo extraño, el antropólogo lleva consigo sus conceptos familiares de “dios”, “familia”, “poder”, “don”, “deuda”, etc. A través de su preparación profesional sabe que esos conceptos están ligados a su propia cultura y que deberá desaprenderlos para llegar a categorizar el mundo de la manera como lo hace el grupo social estudiado, asimilando sus categorías distintivas. Típicamente, abandonará su distinción entre natural y sobrenatural, redibujará la línea entre la vida y la muerte, deberá aceptar tal vez una naturaleza común entre hombres y animales de ciertos tipos. Lo que aprenderá, en todo caso, será a clasificar, a identificar un modo particular de clasificación social (Needham, 1963). La atención del antropólogo sociocultural se concentra, más que en el ambiente, en la cultura o, en todo caso, en la interfase de las dos. Aun cuando enfatice la dimensión ambiental en el estudio cultural, lo que le interesa discutir en última instancia son factores culturales. No debe confundirse, por tanto, el énfasis general de la antropología sociocultural con el de la especialidad de ella derivada: la antropología ecológica o ambiental, que ha tomado métodos, técnicas de recolección de datos y herramientas analíticas de la ecología general o biológica y a la que nos referiremos en seguida. En este sentido, el análisis que hace el antropólogo sociocultural de las relaciones cultura-ambiente en sociedades particulares, no es un análisis ecológico sino un ejercicio de fenomenología, es decir, de comprensión de lo que creemos que sabemos acerca del mundo natural y de cómo llegamos a creer en ello, a establecer distancias, cambiar nuestro sentido del sentido y nuestra percepción de la percepción (Douglas, 1975). Pero más allá de estas constataciones, las interacciones reales entre cultura y ambiente tienen efectos profundos en aspectos del modelo de la matriz antropológica. El mismo énfasis en la dimensión cultural que caracterizó inclusive al enfoque de la ecología cultural (Steward, 1955), así como ilumina fenómenos altamente relevantes, también oscurece la aplicación de principios de la ecología biológica al estudio de la adaptación humana (Vayda y Rappaport, 1976). Dado que los humanos son una especie entre otras en la naturaleza, sujeta a las mismas leyes, el uso de los principios, métodos y herramientas analíticas de las ciencias ecológicas permite extender enormemente la comprensión de nuestra propia especie. 101
C) LA ANTROPOLOGÍA AMBIENTAL:
¿ESPECIALIDAD COGNITIVA O ENFOQUE
diversificada en sus objetivos y estilos que lo que realmente encontramos.
A medida que cantidades crecientes de científicos se interesaron por los enfoques multidisciplinarios de los problemas ambientales, reconociendo su papel potencial en el desarrollo de programas e investigaciones referidos a cuestiones ambientales en el mundo moderno, los antropólogos, como otros científicos, empezaron a involucrarse en actividades variadas ligadas a lo ambiental. De esa colaboración, emergieron nuevas direcciones para la investigación. Se destaca el interés por el estudio de las relaciones entre la dinámica poblacional, la organización social y la cultura de las poblaciones humanas y el ambiente en el cual viven. Eso incluye investigaciones comparativas al igual que análisis de poblaciones específicas desde el punto de vista sincrónico y diacrónico. Los sistemas de producción constituyen eslabones importantes en la articulación de la dinámica poblacional, la organización social, la cultura y el ambiente. También lo son las técnicas, las estrategias adaptativas, las respuestas a problemas ambientales. La antropología ambiental está generando un cuerpo de datos y teorías sobre las relaciones del ambiente con procesos socioculturales y económicos.
No se trata de desvalorizar la calidad de la actividad científica. Una práctica científica desprolija y demasiado arbitraria genera actitudes y esquemas mentales que son dañinos para el individuo, la disciplina y la sociedad en su conjunto. La agudeza y objetividad de la antropología académica general hacen de ella una buena disciplina escolar, claramente definida en estándares de desempeño en los distintos niveles. Se pueden elaborar ampliamente los argumentos en este sentido. Están bien fundados en la experiencia educativa y en una filosofía subyacente. La educación antropológica académica está primordialmente preocupada por la ciencia “válida” en cualquier tema, en todos los niveles y para todos los estudiantes.
PROBLEMÁTICO INTERDISCIPLINARIO?
Es claro que sólo una pequeña proporción de quienes estudian antropología en las universidades se orientarán a carreras de investigación científica. El grueso va a parar a instituciones de gestión, acción o investigación aplicada, cuando no a la docencia. ¿Cómo es, entonces, que las necesidades tan especiales de la investigación, dominan el campo de la educación académica?, ¿por qué los programas y métodos pedagógicos de la docencia antropológica en general y en todos los niveles, son juzgados casi enteramente por su “validez” como pasos en la ruta hacia las fronteras del conocimiento? No es obvio que esto resulte de una necesidad vocacional. La antropología que se necesita en muchas formas de empleo técnico y tecnológico puede ser mucho más arbitraria y pragmática que lo que sería “válido” como base de un adiestramiento más avanzado para la investigación. Por una variedad de buenas razones, que se extienden desde las necesidades gruesas de entrenar técnicos especializados para trabajar interdisciplinariamente con otros especialistas en las áreas más diversas, hasta los elevados ideales de difundir la sabiduría y comprensión científicas a lo largo de la sociedad, deberíamos esperar que la educación ambiental sea mucho más 102
Pero esta primacía no puede ser excluyente de otros objetivos y principios de la educación. En particular, cuando se espera preparar a un joven para las realidades de la vida adulta y del trabajo interdisciplinario. Al permitir que el principio academicista domine todos los aspectos de la educación antropológica, se descuidan responsabilidades educacionales más amplias. En el caso de la gestión ambiental, los estudiantes de antropología se ven inadecuadamente preparados y erróneamente orientados hacia actividades futuras. La enseñanza de la antropología exclusivamente en términos de su status académico supremo de investigación transmite actitudes filosóficas, políticas y éticas, que no son las más pertinentes frente a las trampas y dificultades del mundo real. La antropología ambiental, con su carácter especializado y sus objetivos aplicados a finalidades más prácticas que las de la antropología general de la que deriva, tiene exigencias de desarrollo teórico-conceptual propias, pero ellas están más ligadas a sus especificidades técnicas y se resuelven casi siempre en una mayor sofisticación del aparato analítico (Vessuri, 1986). En esta etapa interesa fundamentalmente dar herramientas teóricometodológicas e instrumentales para que los antropólogos puedan entender la complejidad de la dimensión ambiental y trabajar en equipos interdisciplinarios sobre problemas ambientales. D)
TEORÍAS,
MÉTODOS Y TÉCNICAS DE INVESTIGACIÓN
Como vimos, el estudiante de antropología aprende a ver el mundo en términos del mapa teórico favorecido por su 103
disciplina y a interpretar lo que observa dentro de ese marco de referencia exclusivo. Como las diferentes disciplinas tienen marcos teóricos parcialmente diferentes, este proceso a menudo se lleva a cabo en una atmósfera de aislamiento respecto de otros puntos de vista, agudizada, como en las otras ciencias sociales, por la existencia de diferentes paradigmas dentro de la misma disciplina: estructuralista, funcionalista, marxista, procesualista, etc. La especialización del enfoque, que es una necesidad de la división del trabajo en la investigación, pasa a ser considerada una virtud, y los límites administrativos entre las diversas disciplinas científicas e inclusive especialidades dentro de una misma disciplina corren el riesgo de convertirse en abismos intelectuales. Por supuesto, la antropología raramente se enseña de manera tan dogmática como puede sugerir el párrafo precedente. Las instituciones educativas son grupos humanos, con mucha transferencia de saber fuera de la sala de clases. La tendencia hacia esquemas teóricos muy simplificados es reconocida y moderada por los docentes en el proceso de enseñanza. Por otra parte, las barreras disciplinarias se rompen a medida que las fronteras de la investigación se conectan en temas interdisciplinarios. La antropología ambiental o ecológica, resultó de la búsqueda de metodologías, técnicas de recolección de datos y herramientas analíticas más satisfactorias que las que ofrecía el enfoque ambiental de la antropología sociocultural (la así llamada ecología cultural de Steward, 1955). La principal influencia sobre este nuevo enfoque llegó de la ecología general o biológica. El estudio ecológico, en su sentido más amplio, se aplica a la relación dinámica entre las partes vivas y no vivas de un sistema ecológico. El concepto de ecosistema proporcionó un marco conceptual más satisfactorio para algunos científicos que la ecuación estructural behaviorista de Steward. Al estudiar las poblaciones humanas como parte de ecosistemas, se podía prestar atención a la adaptabilidad humana-fisiológica, cultural y comportamental. La estrategia de investigación de la antropología ecológica o ambiental es estudiar un amplio rango de respuestas humanas, culturales y biológicas a problemas ambientales, factores, procesos y ciclos que afectan o están directamente conectados con la sobrevivencia, reproducción, desarrollo, longevidad o posiciones espaciales de las personas. Hoy en día, los métodos de la antropología ambiental reflejan metodologías antropológicas, incluyendo algunos de los rasgos tradicionales básicos de la disciplina, tales como 104
los estudios comunitarios y la observación participante, pero también incluyen procedimientos de investigación que han sido desarrollados o adaptados de otras disciplinas, particularmente biológicas e históricas, para abordar nuevas interrogantes de investigación. En este contexto, la etnografía puede ser considerada como la recolección de datos de campo realizada con la finalidad de proporcionar información cuantitativa y cualitativa descriptiva en una comunidad, región u otro sitio de investigación. La observación participante, al igual que las entrevistas abiertas y estructuradas, son típicamente parte del proceso etnográfico. Las tradiciones antropológicas enfatizan la importancia de la residencia prolongada en una comunidad, con muchos meses de investigación descriptiva como prerequisito esencial para la recolección de datos cuantitativos con propósitos de testeo de hipótesis. Sin embargo, el trabajo de campo intensivo a menudo es visto por otros investigadores en un equipo multidisciplinario como demasiado costoso en términos de tiempo y dinero. La resolución del conflicto entre el ideal, tal como se desarrolló a través de décadas de tradición de investigación antropológica, y los requisitos y expectativas de proyectos multidisciplinarios, puede ser facilitada de diversas maneras. Conviene definir con tanta precisión como sea posible, las necesidades etnográficas específicas de un proyecto. En la medida en que se pueda, los materiales descriptivos de base, recogidos a través de la observación participante y las entrevistas debieran focalizarse en aquellos aspectos del ambiente, cultura, organización social y sistema económico que sean directamente relevantes a las cuestiones teóricas y prácticas específicas. Al mismo tiempo, la investigación etnográfica debería ser oportunista y abierta, preparada para explorar nuevas áreas que parezcan pertinentes a las interrogantes particulares de la investigación. Un tema básico de la antropología ambiental es el estudio de la adaptabilidad humana a diferentes ecosistemas. Los antropólogos ambientales contribuyen a desarrollar nuestra comprensión de los problemas que son especialmente limitantes en tipos particulares de ambientes. Las condiciones como frío extremo, baja productividad biológica y escasez de agua requieren alguna forma de ajuste de los organismos que ocupan áreas que tienen esas restricciones. En esos procesos de ajuste, las poblaciones deben enfrentar el conflicto que surge de tener que elegir soluciones óptimas mientras se mantiene la flexibilidad 105
necesaria para enfrentar condiciones futuras. Debe observarse que hay una gran variabilidad entre y dentro de las poblaciones. Esta variabilidad aumenta la estabilidad y resiliencia, pues ambas son factores cruciales en el mantenimiento de la adaptabilidad en respuestas humanas al ambiente. Las investigaciones de la antropología ambiental incluyen, por lo tanto, consideraciones de las relaciones ecosistémicas, las respuestas fisiológicas humanas a las tensiones ambientales y los ajustes socioculturales. Entre las baterías de técnicas de recolección de datos que la antropología debió adoptar de las disciplinas biológicas están los flujos de información sobre materia-energía entre los componentes del sistema o variables de estado, la producción primaria diferencial, la importancia de los suelos en la productividad de las plantas y el flujo de energía en las comunidades, formas de medir la autorregulación humana, la capacidad de trabajo, los ritmos biológicos. Un desafío fundamental para la investigación en la interfase entre los datos sociales y biológicos es desarrollar medidas socioculturales que enfoquen las mismas unidades de análisis que los datos ambientales o biológicos. Al mismo tiempo, es imperativo reconocer que los acontecimientos y condiciones en el nivel micro de los individuos y grupos domésticos y en el nivel intermedio de las comunidades, son fuertemente afectados por fuerzas económicas y políticas en el nivel macro de procesos políticos y económicos regionales, nacionales e internacionales. Se necesitan nuevas estrategias metodológicas y teóricas para desarrollar vínculos operacionales de los niveles macro y micro (Pelto, 1989). 6.2. ELEMENTOS DE LA AGENDA PROBLEMÁTICA EN LA ANTROPOLOGÍA AMBIENTAL
La organización social, la calidad de vida, el manejo sostenido de los recursos son cuestiones fundamentales que se han enriquecido a partir del desarrollo de la perspectiva antropológica. Las sociedades y las culturas poseen un determinismo propio que por un lado pone freno al poder taumatúrgico del ingeniero social, pero que también constituye la base indispensable de cualquier acción racional. Reconocerlo ha implicado romper las barreras del etnocentrismo y esa ha sido una tarea central de la antropología, revelando una y otra vez que aquello que aparece como irracional para nuestro peculiar concepto de razón forma parte de una lógica 106
de las cosas. La creatividad de las formas organizacionales de las sociedades humanas, las complejas maneras de alcanzar y definir la calidad de vida, los muy variados esquemas para lograr un manejo sostenido de los recursos en la manipulación de la realidad natural, social y cultural, son todos testimonios de una concepción pluralista de la razón que la antropología ha ayudado a construir. La agenda de problemas de la antropología ambiental incluye, entre otros, los de la producción, que aparecen siempre enmarcados en esquemas específicos de organización social; las consecuencias ambientales de los diferentes estilos de desarrollo productivo; las contribuciones que puede hacer la antropología al conocimiento del uso de recursos desaprovechados y su posible redescubrimiento por los modernos sistemas de Investigación y Desarrollo; los mecanismos culturales de la innovación tecnológica; la recuperación de las prácticas tradicionales de uso múltiple, integrado y sostenido de los recursos; el aporte de la disciplina a la formación de valores, tanto como la asimilación de nuevas tecnologías y otros cambios a los valores culturales y la organización social; las imágenes del mundo natural y el control social. A)
LA
ORGANIZACIÓN SOCIAL DE LA PRODUCCIÓN
Dijimos más arriba que los sistemas de producción constituyen vínculos importantes entre la dinámica poblacional, la organización social, la cultura y el ambiente. Como tales, proporcionan una base rica para el examen de una extensa gama de actividades humanas. Pero el interés por los mismos, especialmente en lo que se refiere a la agricultura, se desarrolló tardíamente. Durante mucho tiempo la supuesta simplicidad, concreción y falta de sistematicidad de la mayor parte de las técnicas agrícolas no occidentales, no atrajo la atención de investigadores estimulados por el orden complejo, abstracto de la terminología de parentesco, los grupos de descendencia o los patrones rituales. Los antropólogos estaban a menudo convencidos que “la producción de alimentos básicos [era] una tarea aburrida, rutinaria, sucia y en gran medida de último término” (McLoughlin, 1970, en Mc C. Netting, 1974). El tema se dejaba a los archivistas de los museos ocupados en guardar los restos de la cultura material o a los otros especialistas contemporáneos como los geógrafos, agrónomos o sociólogos rurales. Obviamente, el problema de las interacciones entre los hombres no podía ser plenamente analizado sin la dimensión hombre/naturaleza y el modelo ecológico de 107
los biólogos, organizaba una red más abarcante de vínculos funcionales que la que los antropólogos habían investigado tradicionalmente. Paulatinamente, la visión de la cultura como un mecanismo básico para la sobrevivencia de una población humana en un ambiente particular, orientó la atención hacia las técnicas de subsistencia y los sistemas de producción construidos en el tiempo como estrategias de interacción adaptativa a diferentes niveles de complejidad. Particularmente desde la segunda guerra mundial hasta los años de la década de 1960, las interpretaciones del cambio técnico en los sistemas de producción que aparecen en la literatura antropológica estuvieron dominadas por el tema de la modernización, el desarrollo, la cooperación norteamericana y el crecimiento de la antropología aplicada, especialmente en los Estados Unidos. El cambio técnico vino a ocupar un lugar conspicuo en los trabajos sobre cambio social y desarrollo a nivel comunitario. Hubo toda una secuela de trabajos ocupados con aspectos utilitarios - ya se tratase de plantar o trasplantar, de cómo construir, qué spray usar para combatir la malaria- referidos en su mayor parte a proyectos locales. En este campo se encuentran algunas de las principales contribuciones de la antropología al análisis de la intensificación de la expansión capitalista en escala mundial. Estas contribuciones se hacían fundamentalmente a través del reconocimiento de la existencia de grupos y subgrupos socioculturales que sufrían los efectos del capitalismo, pero no se prestaba suficiente atención a los niveles explicativos más amplios de la dinámica social, como por ejemplo las teorías de las clases sociales o los escenarios de desarrollos alternativos provistos por los estados nacionales resultantes de experiencias coloniales diferentes. Estas limitaciones de alguna manera se vinculan al aparato conceptual de la antropología. Los conceptos antropológicos tradicionales no necesariamente han sido adecuados para el estudio de sociedades complejas, estratificadas, y existen problemas metodológicos para la exploración de diferentes escalas y de la diferenciación interna de las unidades sociales. El interés tendió a concentrarse en el estudio del cambio técnico inducido desde arriba, enfatizando la adopción o rechazo de técnicas a nivel local, micro, según el peso de los valores, creencias, rasgos de personalidad y disposiciones sociales del grupo analizado. En el camino se descuidaban los aspectos 108
productivos y técnicos de los fenómenos, aunque casi siempre uno o dos capítulos del informe incluyeran datos técnicos descriptivos. Las complejas interacciones que los aspectos técnicos de la producción y los medios materiales de subsistencia establecen con las relaciones sociales de producción y con el sistema de dominación eran con demasiada frecuencia descuidados por la investigación antropológica. El estudio de la tecnología moderna y sus relaciones con la organización económica y social se dejó por mucho tiempo a otras disciplinas, mientras que la antropología se concentraba en la aceptación o rechazo de la tecnología moderna por parte de grupos sociales subordinados cuya articulación social con la sociedad nacional en gran medida descuidaba. La distribución histórica de tareas entre las varias disciplinas científicas hizo que amplias áreas de interés social fueran ignoradas, porque tampoco la economía ni la ingeniería conseguían reconocer la importancia económica de muchas formas de conocimiento inherentes a actividades de naturaleza técnica, simplemente porque no se adecuaban a los parámetros de las teorías económicas prevalentes.6 En las últimas décadas, sin embargo, fue creciendo el interés y la reflexión sobre estos temas que cabalgan entre varias disciplinas, probablemente porque el peso de la tecnología y los efectos de su impacto son mayores en la sociedad y el ambiente, y la conciencia de ello está creciendo también. El especialista en economía o historia de la tecnología suele analizar el proceso tecnológico como endógeno al funcionamiento del proceso productivo en el cual se desarrolla; pero el antropólogo puede mostrar que dentro de una sociedad particular considerada como un todo, una tecnología puede ser exógena a sistemas productivos particulares, en tanto que los últimos pueden resultar de diferentes procesos históricos. Como las técnicas agrícolas forman parte de complejos tecnoculturales, los procesos de cambio técnico en la agricultura no son neutrales con respecto a las relaciones sociales, sino que llevan consigo la impronta de la economía y sociedad en la cual fueron concebidos. En contextos sociales complejos, con diferenciación social interna, la organización de la producción en general y de la producción agrícola en particular es normalmente heterogénea. Esta es precisamente la situación que se encuentra en sociedades capitalistas subdesarrolladas en el presente. En ellas pueden distinguirse varios complejos culturales relacionados con la producción agrícola coexistiendo en la misma sociedad, 109
caracterizados en parte por el uso de diferentes conjuntos de técnicas productivas. Estos complejos tecnoculturales, diferencialmente situados en la sociedad, tienen poder desigual y por lo tanto posibilidades desiguales de manejar y controlar el nuevo conocimiento tecnológico (Vessuri, 1980). Los efectos de la llamada Revolución Verde sobre diferentes grupos socioeconómicos de productores revelaron elocuentemente el vínculo estrecho de la tecnología con grupos sociales e intereses económicos específicos y, por lo tanto, la naturaleza sesgada del cambio técnico. El poder económico y político se concentró en pequeños grupos, y en consecuencia muchos miembros de la comunidad rural quedaron con acceso restringido a los medios de producción, resultaron afectados los métodos de cultivo empleados y la eficiencia del sistema. En los estudios del impacto de la nueva tecnología de los cereales en los países en desarrollo, se aprecia cómo se combinaron el cambio tecnológico sesgado y las imperfecciones del mercado de manera que los beneficios de la Revolución Verde se concentrasen en las regiones más prósperas y en los productores más ricos. Las exigencias de la acumulación de capital y de la reproducción de las relaciones de producción actúan sobre el proceso concreto de producción para favorecer la invención de nuevas técnicas o la persistencia de las viejas que son adecuadas a la reproducción del particular sistema de posiciones y funciones asignadas a los varios agentes que participan en la producción capitalista. Como el sistema de posiciones es específico al contexto socio-histórico en que se desarrolla, las técnicas que sirven como su fundamento y apoyo no son neutrales. Dependen, sobre todo, de las relaciones sociales de producción (economía política) y los modelos decisorios basados en el actor social. Entre las cuestiones que han despertado interés y que han llevado a un mayor énfasis en la organización social y la cultura están las características específicas de las actividades productivas, los patrones de asentamiento, los mecanismos que vinculan el ambiente con la conducta social, los tipos de tecnologías utilizadas, sus propósitos, sus usuarios y modalidades de uso, los problemas ambientales que resuelven y que crean, las estrategias adaptativas, la incorporación de modelos de decisión como mecanismos de cambio. Los sistemas sociales y culturales influyen sobre los propósitos de los actores sociales, la distribución de los recursos que éstos usan y las restricciones bajo las cuales operan.
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B)
CONSECUENCIAS AMBIENTALES AMÉRICA LATINA
DEL TIPO DE DESARROLLO
AGRÍCOLA DE
Si bien los sectores agrícolas de las economías latinoamericanas se han modernizado, tal como lo reflejan los índices de consumo de semillas mejoradas, fertilizantes y mecanización, también es cierto que la región como un todo sigue siendo muy dependiente de la exportación de productos primarios y que la producción de alimentos per capita casi no ha crecido. La producción de cereales aumentó rápidamente pero buena parte fue usada para ración animal más que para la creciente población humana. Si bien el sistema de alimentos en la región está relativamente muy desarrollado, los bienes primarios predominan en el mercado de exportación y el deterioro de los términos de intercambio en el mercado mundial ha significado que los países latinoamericanos aumentaran sus exportaciones para mantener los niveles de ingreso, situación exacerbada desde 1982 por la crisis de la deuda externa. La modernización de la tecnología y de la estructura productiva ha desviado la atención de las desigualdades de la distribución y tenencia de la tierra que mantienen la inseguridad alimentaria en áreas de asentamientos establecidos y la extienden a zonas de frontera tropical, expresada en empleo casual, migraciones estacionales, endeudamiento rural y las consecuencias funestas que resultan de la imposición de un sistema alimentario tecnológicamente sofisticado a los pobres del campo. No es difícil documentar niveles de degradación ambiental rural en América Latina y establecer paralelos entre estos datos y la evidencia de la rápida modernización agrícola de la región (Redclift, 1989). Aunque la modernización agrícola por sí sola no explica el nivel actual de degradación ambiental, ha sido un factor fundamental en el proceso. Tres conjuntos de relaciones son reveladores al respecto: I) el daño atribuible a la intensificación agrícola (CEPAL, 1982). En los establecimientos pequeños los suelos son adversamente afectados por el cultivo intensivo y los patrones de cultivo; en los grandes, por residuos de nitrato y lavado de la capa fértil. Más de tres cuartos de la tierra de cultivo bajo régimen de lluvias en la región latinoamericana está afectada por la desertificación. El uso a veces indiscriminado de pesticidas es una verdadera amenaza a los recursos bióticos, la vida salvaje 111
y la población humana. La agricultura de gran escala excluye o desplaza a los pequeños productores de tierra agrícola rica que podría ser usada para producir alimentos. II) La desigual distribución de la tierra y la colonización consiguiente de áreas forestales tropicales (Gutman, 1988). Esta situación ha traído aparejada una secuela de problemas ambientales gravísimos. La deforestación es un factor central en la erosión de suelos en las áreas tropicales y semitropicales. Enormes pérdidas de bosque son particularmente grandes en la cuenca amazónica, aunque otras áreas forestales como la de Lacandona en el sur de México también experimentan pérdidas críticas e irreversibles. Casi tres cuartos de todas las tierras productivas de secano en México y Sudamérica están actualmente bajo amenaza de desertificación, y hay más tierra bajo severa amenaza de desertificación que en la África sub-sahariana (Mabbutt, 1984; citado en Redclift, 1989). Entre los problemas de sobrevivencia que confrontarán las poblaciones de estas regiones y las necesidades de controlar las nuevas actividades de extracción lucrativas que se están desarrollando como minería, ganadería, aserraderos comerciales y monoculturas de plantación, las perspectivas son desastrosas (Davis y Mathews, 1976). III) Producción de energía de biomasa y cultivos forrajeros. La producción de proteína a través de los cultivos forrajeros y la conversión de energía con el desarrollo de etanol a partir de la caña de azúcar, son dos ejemplos típicos del desarrollo agrícola latinoamericano y su impacto ambiental. Los dos casos se combinan para desplazar los cultivos alimenticios y la provisión doméstica de alimentos, empeorando las desigualdades regionales. ¿Cómo reconciliar, en estas condiciones, los objetivos ambientales con, por ejemplo, la seguridad alimentaria? La mayoría de quienes se beneficiaron del crédito gubernamental y de los programas de tecnología en América Latina fueron los grandes productores (Piñeiro y Trigo, 1983). Se necesita prestar mucha más atención a los pequeños productores, sus verdaderos problemas y las soluciones que han conseguido dar a algunos de sus problemas. El riego en pequeña escala ha sido descuidado en favor de grandes proyectos. Los sueños de los ingenieros de aguas que querían hacer florecer los desiertos se han evaporado ante la cantidad de proyectos que se convirtieron en desastres ambientales y sociales. Laderas que se erosionan, represas que se llenan de sedimentos, canales obstruidos por malezas y vectores 112
de enfermedades mortíferas y agricultores que no pueden o no van a usar el agua que de manera tan cara les es provista, lleva por fin a los técnicos a asumir la necesidad de hacer mucha más investigación. Pueden descubrir, como en un estudio en la India, que los agricultores que sacaban agua de pozos, obtenían rendimientos de cosecha dos veces superiores a los de sus vecinos que confiaban en agua de riego, entregada tal y cuando los administradores del sistema de riego decidían (Pearce, 1987). En el mismo sentido, se observa que la agricultura biológica, que tiene una historia y prehistoria distinguidas en América Latina, ha conseguido durante mucho tiempo muy poco apoyo científico y gubernamental. Aunque uno de los núcleos de variedad genética más ricos está en la Amazonia, donde se domesticó desde la prehistoria una increíble variedad de productos alimenticios en el marco de sistemas de agricultura itinerante, la región es considerada hoy como no apta, según los patrones de la agricultura “moderna”. Los diversos sistemas que históricamente se han empleado en los trópicos para recuperar tierras para al agricultura, entre ellos los campos elevados como los que han sido identificados en Surinam, Honduras Británica, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Venezuela (Zucchi, 1975) o para el cultivo en terrazas en las tierras altas de los Andes abren nuevas perspectivas para desarrollos prácticos futuros, mientras la reforma agraria sigue pendiente entre los reclamos por mayor equidad social en la región. C)
MANEJO
DE RECURSOS: APORTES A LA INVESTIGACIÓN
Y EL DESARROLLO
En la agricultura de los países subdesarrollados, además de la naturaleza específica de la actividad -caracterizada por la gran diversidad biológica y ecológica- la heterogeneidad misma de la organización social de la producción crea dificultades para las actividades convencionales de Investigación y Desarrollo y lleva a la necesidad de incorporar la perspectiva antropológica para entender mejor la diversidad de situaciones de producción y consumo. La consideración de los problemas que presentan diferentes grupos de productores y de las líneas de solución empíricamente encontradas por las contribuciones creativas de diferentes personas y grupos es indispensable para la selección, adaptación, creación y difusión de nuevas técnicas productivas o la adaptación o remozamiento de viejas técnicas artesanales, apropiadas a condiciones particulares.
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A lo largo y a lo ancho de todo el mundo, cientos de plantas descuidadas por nuestra cultura moderna podrían revelarse como proveedoras ideales de alimento, combustible y forraje, si la investigación agrícola ampliase su foco. Sólo basta pensar que hace unas pocas décadas la soya era desconocida en Europa y el sorgo estaba confinado a África. Europa se demoró un par de siglos en aceptar la papa. La ignorancia del mundo moderno de la miríada de especies promisorias que son conocidas localmente por los pueblos más diversos, es sorprendente. Su valor no es sólo como curiosidad sino que ayudaría a alimentar a los hambrientos del mundo, aumentaría la base genética para la provisión mundial de alimentos y proporcionaría medicinas y alimento animal. La provisión mundial de alimentos se basa precariamente en unos poquísimos cultivos principales: trigo, maíz, papa, cebada, mandioca y sorgo. Ahora se cultivan menos especies que en tiempos de los agricultores pioneros del Neolítico. La especialidad y uniformidad de los cultivos es el precio que se paga por los notables incrementos en la productividad en los últimos 50 años. Pero los “milagros” producidos por los científicos de plantas y los tecnólogos agrícolas se confinan mayoritariamente a los alimentos de los países más ricos, particularmente los cereales. Los alimentos básicos de los pobres rurales en los países subdesarrollados siguen en gran medida sin cambios. Es evidente que los agrónomos deberían prestar más atención a los cultivos de subsistencia de los pobres rurales del Tercer Mundo, y para un conocimiento cabal de usos y técnicas de manejo, la participación de los antropólogos es fundamental. También es necesario desarrollar alimentos novedosos o alimento animal industrializado para esos países. Como lo que se cultiva en términos de rubros alimenticios económicos es menos del 1 por ciento de la flora mundial, el potencial de nuevos cultivos es teóricamente enorme. Es claro, por otra parte, que el ímpetu para la mejora de los cultivos de subsistencia de los pobres no vendrá de la industria internacional de alimentos ya establecida. En palabras de un comentarista “muchos de los argumentos biológicos fallan a la fría luz del mercado, el comercio y la competencia”. Los agricultores de subsistencia no pueden asumir riesgos explorando el potencial biológico de nuevos cultivos. Por tanto corresponde a las agencias independientes realizar la investigación especulativa de nuevos cultivos prometedores, para encontrar maneras de aumentar la producción de alimentos del pequeño agricultor en el Tercer Mundo. Debe apoyarse en iniciativas independientes de la comunidad de investigación -agrícola, entre otras- internacional.
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Aparte del interés reciente en extraer productos bioquímicos, el proceso es en gran medida de redescubrimiento y adaptación de plantas antiguamente conocidas a las necesidades actuales. Se reconoce hoy que “hemos aprendido mucho más de los bosques tropicales a través de los pigmeos que de la ciencia” (De Groot, 1988). Cuando se destruye el modo de vida de un pueblo, también se pierde el conocimiento cultural y la experiencia acumulados en el cultivo y explotación de plantas alimenticias. Los cultivos también se descartan a veces porque la gente considera su substitución como un símbolo de progreso. Es así de lamentar el rechazo en China de muchas variedades subvaloradas de sorgo en favor del maíz, cuando precisamente el sorgo, cultivado desde tiempos remotos, aparece como uno de los cultivos más promisorios. Otro cultivo antiguo altamente nutritivo, el amaranto (amaranthus spp) cuya difusión fue impedida por los conquistadores españoles que lo conocieron de los aztecas y los mayas, ha sido redescubierto sólo en los últimos años, después de haber pasado a ser por siglos un oscuro cultivo de América Central y de algunas partes altas de Asia y África. La producción comercial de este grano requiere mucha investigación básica. Se necesita saber mucho más acerca de usos alternativos por agricultores tradicionales, de sus requisitos de nutrientes y de su susceptibilidad a insectos y enfermedades. Se necesita investigar los mejores métodos para conservar, secar y separar el salvado del grano y desarrollar la maquinaria para su cultivo. Así como en el caso de productos naturales utilizados por algunos grupos humanos de los cuales hay registro antropológico y/o arqueológico y cuya recuperación, optimización y difusión a través de la investigación científica y tecnológica podrían ser ampliamente extendidas, son innumerables las áreas donde la antropología puede contribuir activamente a hacer más eficaces los sistemas nacionales e internacionales de Investigación y Desarrollo. Esto es especialmente cierto cuando se sabe que para maximizar la elección y libertad humanas, deberá mantenerse la mayor variedad posible de hábitats (naturales y artificiales) de especies y de soluciones sociales y culturales. Se necesita, entonces, una revisión del conjunto de supuestos que constituyen el fundamento de los sistemas de Investigación y Desarrollo y un cambio en sus objetivos. La falta de una metodología apropiada es uno de los obstáculos básicos para la generación de las tecnologías requeridas. Su desarrollo requiere investigación interdisciplinaria. En esa tarea, la antropología puede contribuir eficazmente con su perspectiva holística, su énfasis en 115
las interacciones, su capacidad de organizar y hacer explícitas las demandas aún no formuladas por grupos sociales tradicionales, y las técnicas de campo que se han mostrado tan útiles en el estudio de situaciones concretas de cambio tecnológico. A través de su definición y análisis de variables y parámetros sociales, culturales y económicos, ella puede ayudar a determinar qué problemas socio-técnicos habrán de constituirse en el objeto de la investigación científica y tecnológica futura. D)
MECANISMOS
CULTURALES
DE LA INNOVACIÓN TECNOLÓGICA
La tradición focalizada en el estudio empírico de desarrollos técnicos por parte de la antropología, ha contribuido a una visión de las técnicas y objetos de la cultura “material” como artefactos sociotécnicos, esto es, fabricados por el hombre junto con otros hechos en el seno de una cultura, con fines particulares, para usos particulares, como solución culturalmente seleccionada entre otras posibles (Foster, 1964; Erasmus, 1963). El estudio de la dimensión tecnológica dentro de un complejo que abarca también el ambiente natural y la organización social, que fue tradicional de la antropología ha sido adoptado más recientemente por la historiografía de la tecnología (Hughes, 1983) y la sociología de la tecnología (Constant, 1980). No sólo se reconoce el carácter inventado de los artefactos materiales sino que también se reconoce la naturaleza inventada de las organizaciones en las que esos artefactos sociotécnicos son utilizados. La descripción cuidadosa de la vasta cantidad de interrogantes que levantan las innovaciones tecnológicas en escenarios culturales diferentes es de interés no sólo para la antropología sino para todos quienes se interesan en el futuro de regiones particulares con ecosistemas similares. Para usar esas organizaciones o artefactos, ellos deben ser adecuadamente “traducidos” (Callon, 1986; Bijker y Pinch, 1987). Un ejemplo magistral de la capacidad innovadora de una cultura es el de las sociedades andinas. Una de las fuerzas distintivas de la investigación antropológica en Los Andes ha sido su compromiso con el estudio integrado del pasado y el presente, en particular atendiendo a las interacciones entre la ecología y las estructuras organizacionales y estrategias de la civilización andina. En una revisión de la investigación antropológica sobre el tema, Murra (1984) observa que su calidad aislada, sui generis, puede ser mejor documentada en el sistema productivo, los cultígenos y los animales domesticados que los andinos 116
precolombinos desarrollaron. Los logros andinos en agricultura, pastoreo y derechos sobre los pisos verticales son tales que en nuestro tiempo la antropología puede tratar a todo el complejo como autóctono y único. Por un lado, está la elevada productividad de un ambiente que al observador europeo le parece desierto e improbable que haya abrigado una civilización sofisticada. Cultivar a 3.200 metros de altura, a 3.500 e inclusive a 4.000 metros implica un conocimiento extremadamente ajustado de los calendarios (Haveni, 1982; Zuidema, 1982), familiaridad con los suelos y literalmente cantidades de cultígenos, cuidadosamente adaptados a más de 250 noches de heladas por año, y eventualmente la experimentación deliberada para crear variedades resistentes adicionales. Gran parte de este conocimiento agronómico se ha perdido o fue destruido durante los cuatro siglos y medio de dominio foráneo. Esto afecta particularmente las habilidades complementarias macrogerenciales usadas antes de 1532, pero todavía lo suficiente es observable y está siendo utilizado. En 1982, un grupo de agrónomos reunidos cerca de Cuzco con antropólogos evaluaron las oportunidades y riesgos envueltos en una campaña para defender y mejorar los cultígenos andinos: tarwi, lupines ricos en grasas; varios granos chaenopodios al igual que una cantidad de tubérculos de altura (Fries, 1983). Un rasgo importante de la agricultura de gran altura es el cuidado que se hace de la tierra: hasta los fertilizantes pueden ser perjudiciales, de modo que su aplicación debe regularse por indicadores que los cultivadores deben observar y reconocer. Los pasos racionales no son suficientes; las libaciones y prácticas propiciatorias tienen una misión protectora del suelo. Los fertilizantes químicos, un ciclo de barbecho demasiado corto, el descuido de las ofrendas rituales, tienen consecuencias nefastas, como observa el etnólogo aymara Mauricio Mammani (Albo, 1985). Las terrazas masivas, que no sólo extendieron el área cultivada sino que permitieron crear microclimas protegidos donde una variedad particular podía florecer, el riego de altura, el control de las heladas, el desarrollo de complejos sistemas de fechas de siembra, el aprovechamiento de los distintos patrones de maduración de los mismos y diferentes cultígenos aprovechados en la técnica de intercalación de cultivos, el uso de muchas parcelas pequeñas en lugares dispersos para contrarrestar la amenaza del hambre, son todos aspectos que nos hacen reconocer que se trataba de una población altamente familiarizada con las potencialidades de la agricultura y pastoreo de gran altura 117
y respetuosa de las mismas. Pero este conocimiento sólo ha empezado a ser reconocido y enfatizado por los especialistas hace unos diez años. La domesticación del frío poniéndolo a un uso productivo se refleja en las técnicas de preservación de alimentos características de la producción del ch uñu y el ch arki a través de la exposición cada 24 horas a la helada y al sol ecuatorial en rápida alternancia. Esta capacidad de preservar alimentos en tiempos precolombinos tuvo importancia crucial. El almacenamiento de largo plazo alivió los efectos de la sequía y otras calamidades naturales y humanas. A lo largo de las carreteras reales, el estado construyó enormes complejos de almacenamiento (2.400 en una colina cerca de Cochabamba y más de 1.000 cerca de Xauxa) que todavía pueden ser estudiados. Su arquitectura estaba especializada de acuerdo con el producto almacenado, y los edificios estaban diseñados para captar pequeñas diferencias en la exposición al viento, al sol, a la altura y a la humedad. Dependiendo del tamaño y de las circunstancias de poder los dominios de las tierras altas trataron de mantener puestos permanentes de su propia gente en el máximo posible de pisos verticales diferentes para controlar directamente los territorios que proporcionaban los bienes que sus núcleos no podían producir (Masuda, Shimada y Morris, 1985). En otras partes del mundo, las necesidades faltantes son objeto de comercio, pero la cultura de Los Andes optó por un enfoque diferente del intercambio. La “racionalidad” de la complementariedad ecológica ha sido enfatizada por diferentes autores y se la acepta como una de las explicaciones fundamentales del éxito andino precolombino. E)
CONTRIBUCIÓN
DE LA ANTROPOLOGÍA AMBIENTAL
A LA FORMACIÓN DE VALORES
Una de las críticas que se han hecho al informe de la Comisión Brundtland ha sido que si bien reconoce que el chauvinismo y su doble (la xenofobia) son los principales impedimentos a la civilidad ecológica, la mayor parte de sus recomendaciones se refieren al ambiente pero no a las costumbres de quienes viven en él. Para quienes luchan hace tanto tiempo en este campo, esa sería una extraña omisión (Nature, 1987). Se argumenta que el diagnóstico global que hace la Comisión es adecuado e inclusive elocuente. Pero después de reconocer que mucho de lo que debería suceder sólo será alcanzable si se dispone de una cantidad sustancialmente mayor de fondos por parte de las 118
agencias internacionales, no profundiza las propuestas concretas que ya se encontraban en el libro de la Comisión Brundlandt para levantar fondos y simplemente espera que las “actitudes” de los gobiernos y de sus ciudadanos “cambien”. Pero es claro que países industrializados que no son súper-ricos están intensamente preocupados por su futuro status económico comparado con el de los muy ricos. Y la verdad es que ninguno de esos estados soberanos cree que tiene más que un deber nominal de compartir su riqueza insatisfecha con las naciones que están cerca de la base de la pirámide. No hay gobierno en el mundo (Suecia probablemente es el que tiene un mejor desempeño) que gaste tanto en ayuda externa que, si su ejemplo fuera seguido por otros situados en un nivel similar, los países pobres podrían recuperarse. De modo que parece inevitable que los pobres se vuelvan relativamente más pobres, lo que significa que sus condiciones de vida (o ambiente) se deteriorarán. El único consuelo es que algunos (India en las últimas dos décadas, por ejemplo) ocasionalmente consiguen romper este esquema depresivo y encuentran una manera de manejar sus asuntos constructivamente. Si en el proceso de pasar a ser semi-ricos, consideran necesario cortar unas hectáreas de selva húmeda primaria, se descubrirá que los pobladores locales lo lamentan mucho menos que la Comisión Brundtland. En el mundo real, la dificultad estriba en que se debe evitar la catástrofe mientras los gobiernos, en lo que consideran los mejores intereses de su pueblo, actúan de forma egoísta, ineficaz. Los problemas son muchísimos, de magnitud gigantesca y de urgencias relativas variadas. La lista que los distintos grupos y países confeccionan son diferentes y por tanto llegar a un consenso al respecto es muy difícil. El evitar la guerra nuclear está en el tope de la mayoría de las listas. Pero también debería estarlo el evitar un colapso del sistema monetario internacional, en tanto que constituye una amenaza tanto para el ambiente como para el desarrollo; la persistente acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera; la sobrevivencia de las poblaciones más pobres (que cada día preocupa menos a los países ricos, pero que dado su crecimiento reciente puede llegar a amenazar la estabilidad internacional); la preservación de especies. La antropología ambiental tiene un papel invalorable en la definición de mecanismos para determinar las tareas que deberían tener prioridad en nuestro mundo imperfecto, mostrando experiencias 119
históricas donde las cosas se han hecho a partir de otras alternativas, con buenos resultados, o inclusive experiencias posibles a partir de la elaboración de conocimientos existentes. Ante el imperativo moral que se plantea en términos de que una sociedad sostenible satisface sus necesidades sin disminuir las posibilidades de las generaciones futuras, la antropología ambiental aparece como uno de los ámbitos de conocimiento y reflexión de la cultura científico-técnica que nos permite una creciente capacidad de auto-conciencia. La antropología misma es un producto de la historia del saber occidental y, de una manera especial, de la cultura científica instaurada en la Ilustración. A diferencia de otras sociedades sin la ciencia moderna, tenemos la posibilidad de un grado mayor de conciencia porque podemos colocar nuestra propia visión cultural en una perspectiva fenomenológica más amplia, porque podemos comparar nuestras creencias con otras. Mas el autoconocimiento es una carga pesada. Se ha argumentado que parte de la ansiedad actual de nuestra cultura se deriva de la pérdida de los mecanismos de filtro, de las anteojeras culturales que restringen la percepción de las fuentes de conocimiento, que están presentes en otras culturas y que han sido puestas de manifiesto por los antropólogos (Douglas y Wildavsky, 1983). No obstante, el autoconocimiento muchas veces se queda en el nivel de la posibilidad, pues en la práctica se ha erigido una barrera entre nuestra cultura y las demás que impide una verdadera visión ecuménica. La civilización industrial hegemónica se ha autoconsiderado inmensamente superior, negando durante mucho tiempo que hubiera nada que aprender de nuestros propios orígenes y de otras culturas humanas de nuestro tiempo Pero las implicaciones de la auto-conciencia superior potencialmente disponible a nuestra cultura son inequívocas y conllevan una dimensión extra de responsabilidad. La formación de nuevos valores o la recuperación de otros no tan nuevos pero que se perdieron con el avance y hegemonía de nuestra cultura de la modernidad es posible hoy, cuando se asume la conciencia de ser miembros de una misma especie biológica, y se reconoce la presencia del fenómeno cultural en todas partes, en sus múltiples manifestaciones específicas, una percepción dolorosamente ganada a partir del surgimiento y desarrollo de la antropología. La disciplina parecería estar en los umbrales de una concepción científicamente informada de la carrera humana como proceso 120
universal. La concepción actual difiere de las formulaciones previas en que entiende que el proceso humano universal no es unitario, sino una articulación de partes y fuerzas muy diversas, las cuales no obstante están conectadas y son direccionales y en las que el conocimiento se da contextualizado (Wolf, 1964; Kroeber, 1952; Linton, 1955). Este proceso es material y materialmente demostrable; debe sus rasgos diagnósticos a las características del diseño humano, que puede lograr un patrón y una forma sólo a través de determinadas culturas. La unidad del hombre se da finalmente como envolvimiento del hombre con el hombre, a través del medio de la cultura humana. Por primera vez en la historia humana hemos trascendido las divisiones heredadas del fenómeno humano en segmentos de tiempo y de espacio (Wolf, 1964). Nuestra conciencia ahora abarca no sólo a Londres y Milán, París y Nueva York, Moscú y Tokio, México y Buenos Aires, sino también a Benin, Teotihuacán, Machu Pichu y Pul Eliya; no sólo a los italianos, los suecos y canadienses, mas también los bororo, tikopianos, diaguitas y guaraníes. Hemos entrado en una nueva era de “mundialización”, y finalmente estamos en posición de circunnavegar al hombre, de hacer nuestras lecturas desde cualquier punto tanto en el tiempo como en el espacio (Vessuri, 1986). F)
LA
IMAGEN DEL MUNDO NATURAL Y EL CONTROL SOCIAL
Otra pregunta que llama la atención, cuando es planteada en forma general, es cómo y por qué en algunas culturas la naturaleza aparece nítidamente como un principio coherente de control social, como un universo moral, y su respuesta ante las rupturas de códigos de interacción social resulta en una forma altamente moral de agresión. ¿Es tan distinto lo que sucede en nuestras sociedades industriales? La credibilidad es fundamental para que el sistema de control social funcione. El desafío del movimiento ecologista en nuestra sociedad está en superar su debilidad para concitar el consenso social. Para lograr cambiar la idea de la naturaleza y de la interacción con ella, parecería que las advertencias, denuncias y llamados de atención del mensaje del movimiento ecologista en la sociedad industrial no serán suficientes. La experiencia histórica sugiere que para ser eficaces esos mensajes deberán coincidir con condiciones de deterioro del modelo de crecimiento económico, que lo vuelvan desventajoso a los ojos de los principales actores sociales responsables de la destrucción ambiental (Douglas y Wildavsky, 1983).7 121
¿De qué maneras la investigación antropológica aporta evidencias y esquemas culturales para los valores conservacionistas? No es sólo ni tanto porque la visión del hombre contra el telón de fondo bien delineado de su hábitat es un tema antiguo, inherente a la antropología, una premisa fundamental de la que nos muestra innúmeros ejemplos de formas de interacción menos agresivas que las nuestras con el medio natural. Los valores implícitos en las prácticas tradicionales de diferentes culturas no sólo permiten la conservación de la naturaleza sino que se revelan como formas eficaces de control social a través de la utilización simbólica de elementos de la dimensión ambiental.
ecologistas como la interpretación que la sociedad hace de los desastres. Como en cualquier otra sociedad, la polución es atribuida a algunas clases de personas o actores institucionales. La gran empresa es acusada de polucionar lagos y ríos y de envenenar el alimento de los niños y el aire para su beneficio comercial, en un sentimiento egoísta desorbitado. Pero también hay muchos otros riesgos, de los cuales el SIDA es sólo uno de los más espectaculares en tiempos recientes, que llegan a ocupar el lugar de los castigos sobrenaturales ante los desvaríos de una sociedad dominada por la irracionalidad, la inmoralidad, la violación de normas de conducta sexual y las reglas de solidaridad.
La relación entre imagen del mundo natural y control social puede apreciarse de manera privilegiada en las creencias sobre polución y riesgo. Mary Douglas ha mostrado cómo no somos la primera cultura en estar angustiada por nuestro ambiente natural. Siempre y en todas partes la locura humana, la ambición desmedida, el odio y la envidia han sido entendidos como sentimientos que generan amenazas para la sociedad, y los peligros ambientales han servido como vehículos inmejorables para expresar los mecanismos de control social pertinentes. La noción cultural de polución (la polución no técnica, moralmente cargada), envuelve la idea de defecto moral (Douglas, 1966; Douglas y Wildavsky, 1983). Los desastres no son completamente imprevistos. Inclusive las formas nuevas de amenazas, aquéllas no anticipadas, pueden ser etiquetadas y clasificadas en categorías existentes de responsabilidad. Alguna percepción anterior de la probabilidad de peligro habrá sido incorporada en las estructuras institucionales. La gente ya está alerta frente a los primeros síntomas de peligro, pero su atención se concentra en debilidades morales o políticas que se supone aumentarán el daño. Los peligros son culturalmente seleccionados para su reconocimiento, no todos los peligros, sólo algunos. La respuesta se encuentra precodificada en términos de investigación pública, castigo o retiro del apoyo (Douglas, 1987). Usualmente la impureza peligrosa se atribuye a alguna trasgresión moral; se presenta como un castigo: plagas o hambrunas que descienden para castigar el perjurio, el incesto, el adulterio, la avaricia o la ruptura del ritual. Algunas veces, el castigo cae directamente sobre el trasgresor original, otras recae sobre su mujer e hijos, o puede ser que el daño golpee a su comunidad.
Generalmente, las ideas de polución son productos de un debate político en curso acerca de la sociedad ideal. Todas las poluciones misteriosas son peligrosas, pero no debemos descuidar el razonamiento que las vincula a un tipo particular de trasgresión. Los niños se mueren, debe haber habido adulterio; las vacas mueren, deben haberse violado tabúes alimenticios. Las creencias relacionadas con la polución establecen cadenas causales de acciones a desastres. Estas ideas funcionan en la práctica para mantener excluidas a algunas personas de manera que otros puedan estar juntos. La tarea analítica de la antropología es desmenuzar las teorías causales hasta revelar quién queda fuera y quién dentro. Situados en el interior de nuestra cultura, sólo podemos mirar nuestro universo a través de nuestros lentes culturales. El aparato de investigación científica es tan exclusivo de nuestra civilización como lo son sus productos. Entre ellos, está la experiencia especial que tenemos de otras culturas y la que hemos adquirido en la evaluación del sesgo cultural. Hemos aprendido lo suficiente sobre el sesgo cultural como para reconocer cuestiones morales y políticas subyacentes a los debates sobre riesgos físicos. Una manera de terminar con el impasse del relativismo ético es que nuestros juicios morales y políticos enfrenten abiertamente los supuestos básicos. 6.3. ENFOQUES PARA LA FORMACIÓN EN ANTROPOLOGÍA AMBIENTAL A)
Estas ideas y creencias aparecen en formas equivalentes en nuestras sociedades industriales modernas. Basta revisar tanto los argumentos frecuentes en el discurso de los movimientos 122
UNA
DIVERSIDAD DE MANERAS
La problemática ambiental dentro de la antropología comprende aspectos sociales y dimensiones diferentes. Hay 123
en ella una riqueza de oportunidades, tanto temáticas como de estilos educativos. La dimensión ambiental tiene algo para todos, desde la pedantería hasta la fantasía, desde la abstracción austera a la realidad opulenta, desde el exotismo remoto hasta el interés comprometido. Tiene bases filosóficas, históricas, psicológicas y sociológicas, al igual que científicas y tecnológicas. Puede concentrarse en cuestiones cognitivas, asuntos políticos o capacidades técnicas, o en juicios morales. No pareciera muy conveniente, a esta altura, domarla y domesticarla en un programa académico convencional. Gran parte de su valor para los estudiantes -y los docentes- consiste en la apertura, divergencias, incertidumbres y espontaneísmo que puede llevar al salón de clase y al laboratorio. Los temas y modos de enseñanza posibles cubren un rango tan amplio que debería dejarse un amplio margen de responsabilidad al docente para elegir el material y los métodos adecuados a la madurez intelectual, social y psicológica de sus estudiantes y los requisitos de sus futuras carreras. Pero al menos debe tenerse una idea general más o menos coherente de lo que se piensa cuando se habla de antropología ambiental y cómo su enfoque particular se relaciona con otros aspectos de la disciplina madre. Sin una visión global, la antropología ambiental se fragmentaría en un conjunto inconexo de temas académicos, ejercicios pedagógicos y doctrinas ideológicas especializados. Podemos aceptar que hay una única entidad -el medio ambiente- como objeto de estudio central. Pero ¿cómo empezar, con qué estrategia pedagógica atacar y penetrar el interior de esa “caja negra”? Habiendo elegido una estrategia, ¿estaremos en peligro de exagerar uno u otro aspecto de la temática ambiental y fracasar una vez más en el abordaje de su unidad esencial? Quizás la mejor manera de evitar esta trampa sea simplemente estar conscientes de ese peligro a lo largo del camino que elijamos seguir. La diversidad de temas y estilos puede ser vista como una señal de la vitalidad de una temática nueva y en crecimiento. En este capítulo, por tanto, se consideran algunas de las muchas maneras como el estudio de la antropología ambiental puede ser enfocado. No se ofrece ningún programa particular ni un catálogo de los cursos existentes, sino que se dan unos lineamientos gruesos a la luz de los cuales se puedan desarrollar propuestas particulares. Hay necesidad de iluminar los objetivos 124
y capacidades, las ventajas y desventajas de los varios enfoques posibles del tema. Nuestro análisis sólo puede ser esquemático. B)
LA
ANTROPOLOGÍA AMBIENTAL COMO FORMA
DE APLICACIÓN DE LA ANTROPOLOGÍA ACADÉMICA
La forma más natural de atender la problemática ambiental desde la antropología académica es a través de sus aplicaciones. Es decir, el programa convencional puede ser extendido desde la docencia de la antropología académica hacia la explicación de su pertinencia social. De esta forma, las clases sobre campesinado pasan a prestar atención a las formas de organización de la producción y distribución del producto; el estudio de las sociedades pastoriles llevará a la discusión de las condiciones de adaptación biológica del ganado criollo a las condiciones de secano; casi todos los temas en antropología tienen relevancia para problemas médicos, agrícolas y ambientales; hasta de la antropología de los mitos pueden mostrarse sus aplicaciones sociales en economía y ecología. Este enfoque resulta fácilmente realizable para el docente. También atrae los intereses e inclinaciones de la mayoría de los estudiantes. Está la inmensa satisfacción de ver que el conocimiento teórico puede ser puesto al servicio de usos sorprendentes. El desafío intrínseco de resolver un problema práctico, se descubre que puede ser igual a cualquier problema de investigación académico. Sólo es necesario empujar un poco más, más allá de las interrogantes exclusivamente académicas para procurar sus correlatos económicos, biológicos o sociales y la temática de la antropología ambiental está en plena realización. Esta ruta es bien conocida. Las barreras de la concepción “liberal” entre la antropología académica y la antropología aplicada, así como entre ciencia básica y aplicada o tecnología en general, han ido siendo desmanteladas en todas partes. El purismo académico que una vez estuvo en boga, aparece hoy en día demodé. Pero el enfoque no consiste simplemente en un cambio de énfasis en la disciplina. Ya no existe una línea de demarcación clara entre investigación básica y aplicada. Pero mientras tanto, resulta difícil escapar de la actitud instrumental que define la función social de la investigación como la solución de problemas prácticos que surgen en la tecnología avanzada, o como en el terreno fértil para conceptos nuevos que de algún modo conseguirán ser aplicados de maneras ventajosas. La ortodoxia fundamental de la educación científica y tecnológica, de la cual la antropología forma parte, converge en el 125
censo establecido, y no tiene lugar para la especulación salvaje en territorios inexplorados de pensamiento o acción. C)
EL ENFOQUE ESPECIALIZADO
La educación universitaria, especialmente a nivel de la formación profesional, es en gran medida parte del adiestramiento para carreras tecnológicas particulares. La antropología ambiental podría ser vista como una de esas especializaciones profesionales. La revelación de un mundo real de prácticas tecnológicas diferentes de las que nos resultan familiares en nuestra sociedad, recetas alimenticias, dietas, prácticas conservacionistas y conceptos teóricos exóticos, podría ser altamente iluminadora para el estudiante que desea tener una profesión aplicada, trabajando codo a codo con especialistas de otras disciplinas, fuera de las torres de marfil académicas. Muchas cuestiones sociales que surgen de la práctica profesional del experto o el consultor pueden ser introducidas y analizadas en la clase. El escenario administrativo y económico de la tecnología de punta o de las tecnologías tradicionales, según sea el caso, también pueden ser introducidas con provecho. En otras palabras, el tema de la especialización nos lleva de la dimensión técnica de la “pertinencia” de la disciplina a las dimensiones sociales y personales del sistema de investigación, y puede culminar en algunos problemas éticos básicos, como cuando se debe elegir entre la lealtad institucional y la preocupación humanitaria. Pero al reforzar la especialización disciplinaria y la exclusividad profesional, este enfoque puede producir el tipo de experticia estrecha que mucha gente lamenta y rechaza. En lugar de expandir la visión del estudiante, se corre el riesgo de restringirla. Este es un problema abierto que debe ser tenido en cuenta. D) INTERDISCIPLINARIDAD
El proceso de especialización cognitiva es paralelo y puede llegar a coincidir con los reclamos de nuevas aproximaciones interdisciplinarias a viejos problemas. El desarrollo de la antropología ambiental tiene más de un punto de contacto con los movimientos en pro de abordajes interdisciplinarios. La asociación es muy natural. Para lograr un punto de vista interdisciplinario, es necesario romper las barreras que encierran las disciplinas tradicionales en sus paradigmas intelectuales, sus metodologías técnicas o sus áreas problemáticas. Pero la existencia de puntos de coincidencia no significa identidad. La aparición de un nuevo tema académico que se sitúa en los bordes de dos antiguos campos 126
puede llegar a ser rápidamente tan especializado y esotérico como sus matrices disciplinarias, inclusive con pretensiones de pureza intelectual y virtuosidad técnica. La separación del conocimiento científico en especies distintas, la diferenciación de la comunidad científica en colegios invisibles que luego se hibridizan, se mezclan y se dividen nuevamente en nuevas agrupaciones, es el modo evolutivo característico de la ciencia. El ataque a las restricciones disciplinarias en favor de un nuevo programa de investigación interdisciplinario, a menudo no es más que un movimiento táctico, cuyo objetivo estratégico es definir otra región autónoma en el mapa académico. Ese objetivo es, desde luego, opuesto a lo que se pretende con la incorporación de la dimensión ambiental en los programas universitarios, ya que se la destina a ampliar y humanizar la educación científica. E)
EL ENFOQUE HISTÓRICO
El desarrollo temprano de la problemática ambiental en antropología estuvo dominado por la principal condición de la génesis ideológica de esta última como “ciencia general del hombre”, europocéntrica, ligada al proceso de colonización y a una imagen de civilización. Los debates que acompañaron la formación de esta ciencia del hombre no eran puramente académicos, sino que constituían parte integral de las profundas transformaciones sociales que involucraron la colonización, las interpretaciones europeas del mundo salvaje, la administración colonial y el nacimiento de la ideología colonial (Vessuri, 1980). Entre las falsas dicotomías que se erigieron entre la cultura occidental y el resto del mundo surgió la que negaba la historicidad a los pueblos dominados. Estos pasaron a ser “los pueblos sin historia” (Wolf, 1982). De esa forma, la antropología desarrolló durante su período de profesionalización un fuerte sesgo anti-histórico y funcionalista, que llevó a la constitución de varios mitos que significaron un pesado lastre sobre la disciplina, como el de la continuidad y el equilibrio de las sociedades preindustriales. La superación de ese prejuicio anti-histórico después de décadas de dominio de un anti-historicismo sectario, permitió enriquecer la antropología y la historia por igual. Ambas disciplinas pueden ahora ser vistas como las veía Evans-Pritchard ya en los años de 1940, como ramas de la ciencia social, o de los estudios sociales, con cabalgamiento de pertinencia compartida entre ellas y la posibilidad de aprendizaje mutuo (Evans-Pritchard, 1962).
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Los mitos de la continuidad y el equilibrio que, entre otros aspectos, habían sido recogidos por el enfoque del estudio de comunidades influyeron para que la idea del cambio quedase identificada, a menudo implícitamente, con la modernización reciente o la intromisión del capitalismo urbano. No obstante, por la misma naturaleza de sus materiales, los historiadores no estaban bajo restricciones de ese tipo y tan pronto como decidieron que las crónicas de la gente común, de lo cotidiano, los registros de la economía, la demografía y las políticas de la ciudad eran tan valiosas como las sagas de los reyes y conquistadores, pasaron a ser los etnógrafos del pasado. Los libros de registro bautismal de las parroquias, los registros de contabilidad de las haciendas, los testamentos e inventarios de propiedades, las listas de contribuyentes de impuestos, todas esas fuentes ofrecían perfiles cuantificables, confiables, de la actividad social a través del tiempo. El cambio y el proceso no precisaban ya ser hipotetizados -estaban allí para ser medidos y anatomizados. Investigadores como R.H.Tawney, M.G.George, M.Granet y M.Bloch sentaron las bases de los estudios sociohistóricos. Más recientemente otros historiadores expandieron los alcances de esa investigación histórica, guiados por el deseo de descubrir y analizar las fuerzas -económicas, demográficas, luego sociales y por fin culturales-, que se pensaba eran las principales causas del cambio histórico. Con su trabajo anunciaban una antropología de la historia. La inversión de la máxima de Maitland “La antropología debe elegir entre su historia o no ser nada” que Evans-Pritchard había hecho en su famoso trabajo de 1961 en la forma de “la historia debe elegir entre ser antropología social y no ser nada”, resultó profética (Evans-Pritchard, 1961). Los antropólogos parecen haber superado los mitos de la estabilidad comunal y el igualitarismo campesino que dominó un período anterior de la disciplina. Ciertamente muchos han reconocido junto con Mintz que “los campesinos en ninguna parte forman una masa homogénea o aglomerada, sino que siempre y en todas partes están tipificados... por la diferenciación interna a lo largo de muchas líneas” (Mintz, 1973). Pero todavía tenemos que ir a la escuela con los historiadores si vamos a documentar y por ese medio captar tanto el hecho de la estratificación y las diversas circunstancias bajo las cuales ésta puede surgir. Un re-estudio veinte años después o una colección de historia oral puede dar una justificación mínima para ese subtítulo gastado “Continuidad y cambio entre los...”. No obstante, donde una variedad de fuentes documentales confiables permiten una perspectiva de algunas centurias sobre una pequeña región, una verdadera etnografía de 128
los procesos por fin se vuelve posible. Una apreciación ecológica del cambio aumenta aún más el rango de variables consideradas desde las leyes y valores culturales hasta las enfermedades, la tecnología agrícola, el precio del trigo, el impacto de las migraciones y las transformaciones del paisaje. F)
LINEAMIENTOS
PARA CURSOS UNIVERSITARIOS
Quizás el problema más difícil enfrentado por la antropología ambiental en el futuro próximo es desarrollar patrones estables de enseñanza avanzada, esquemas de las carreras académicas y/o profesionales, organización departamental, nuclear o por cátedras, etc. para los docentes en el sistema educativo. El problema es por tanto de institucionalización de la misma, no sólo asegurándole un lugar estable en el pensum educativo, sino también por medio de la creación de un grupo social, un “colegio invisible” en el que quienes enseñan esta disciplina puedan sentirse cómodos. Pero no se trata sólo de oportunidades prácticas y de la disponibilidad de recursos. Como se ha reflejado a lo largo del trabajo, la esencia de esta temática es interdisciplinaria. El estudio del ambiente envuelve a todos los departamentos de las ciencias sociales. En las humanidades tradicionales está estrechamente ligada a la historia y la filosofía. No puede desarrollarse satisfactoriamente sin referencia intelectual a las ciencias naturales y las tecnologías científicas. No se trata solamente de una sub-especialidad de una disciplina existente ni se define como un territorio de frontera interdisciplinaria entre varios departamentos diferentes. El ambiente es una categoría existencial, algo que es, y que requiere ser estudiado en todos los aspectos o dimensiones posibles, independientemente de líneas de demarcación académicas o esquemas conceptuales. El núcleo de esta temática cuyos aspectos no podrían, en principio, ser abordados por alguna de las disciplinas existentes, es bastante pequeño. Pero la estrechez del rango de intereses de las ciencias académicas es conocida. Sólo una definición amplia del campo ambiental, que penetre significativamente en otras áreas disciplinarias, puede hacer justicia a la complejidad del tema. En otras palabras, el estudio interdisciplinario del ambiente no puede asumir una identidad académica muy distante de los abordajes disciplinarios existentes. Así es como la antropología ambiental, la economía ambiental, la sociología ambiental, la psicología ambiental, etc. seguirán perteneciendo a la antropología, la economía, la sociología, la psicología etc. La investigación y docencia en estos temas no pueden estar dominadas por un único 129
método o paradigma, sino que deben reconocer las contribuciones y perspectivas privilegiadas de las distintas disciplinas, incluyendo las ciencias naturales. Este pluralismo intelectual no es fácil de manejar, particularmente dados los imperativos territoriales de la organización departamental y de facultades. Por eso es importante que la unidad del estudio del ambiente se dé por fuera de la estructura universitaria formal, a través de los mecanismos de las redes de comunicación, las revistas, las sociedades científicas, los congresos, que atraviesen las categorías académicas convencionales.
permitiría responder esta interrogante. Además, todavía el campo de estudio está en un estado de flujo con relativamente pocos acuerdos respecto a los objetivos de esta innovación educativa, sin hablar de su metodología. Pero puede afirmarse que lo que la experiencia ha enseñado es que no existe un enfoque ideal al estudio del ambiente. Por su propia naturaleza, el estudio ambiental es ecléctico y ecuménico; no puede ser estudiado adecuadamente desde una sola dimensión. El docente que no consiga asumir la complejidad multifacética de su temática, no podrá interactuar adecuadamente con sus estudiantes.
En estas circunstancias, no es cuestión de dar recetas respecto al contenido o conducción de los cursos. No puede pretenderse que un grado de Magister Scientiarum, un diploma o un Doctorado en una rama de los estudios ambientales certifique una habilidad técnica o un cuerpo de conocimiento doctrinario particular. No es como una calificación en ingeniería, medicina o un campo muy aplicado de la ciencia aplicada, donde la temática incide directamente sobre el empleo profesional. Los temas que se estudiarán, las técnicas de instrucción, las formas de examen, los pesos relativos por asignarse al trabajo en el salón de clase, las monografías y los proyectos de investigación deben ser decididos por el grupo docente. A la larga, la calidad de ese curso sólo puede medirse en términos muy subjetivos, contra los estándares muy subjetivos de valor educacional e intelectual.
ANEXO
Existen diferentes enfoques intelectuales de la problemática ambiental, inclusive dentro de la misma antropología. Ninguno necesariamente excluye a los otros. En la práctica, los temas teóricos se combinan inextricablemente con los prácticos. Lo interesante es que el estudio del ambiente no está constreñido por necesidades intelectuales o tradiciones pedagógicas. No es necesario disputar sobre las fronteras disciplinarias de la ciencia política o la sociología, por ejemplo. El tema ambiental tiene aspectos descriptivos y analíticos, es abierto, puede suscitar interés y emociones, puede estimular la reflexión y la acción. Justamente esta ausencia de restricciones formales y de tradiciones académicas ha mostrado ser demasiado seductora. Docentes entusiastas se zambullen en nuevos cursos, con una temática no familiar y métodos no probados, con frecuencia inconscientes de las dificultades que pueden encontrar. Algunos de estos cursos han mostrado ser exitosos y otros un fracaso completo. ¿Qué se sabe a esta altura de la experiencia? Aún falta hacer la tarea de recolectar y analizar la experiencia empírica que 130
A simple título ilustrativo incluimos un posible esquema de curso, entre otros muchos posibles, para explorar las complejas interacciones entre antropología, cultura y ambiente. El formato incluye clases, seminarios de discusión y actividades de investigación concebidas para estimular en los estudiantes una conciencia creciente del impacto de diferentes facetas de la vida contemporánea. El curso está pensado con un máximo de flexibilidad; parte del contenido es fijo mientras que varias áreas de contenido temático están pensadas para permitir al docente ajustarlas de acuerdo con los perfiles de los estudiantes y los objetivos finales del curso. De esta forma, una porción mayor del programa es similar, independientemente del docente, mientras que una porción más pequeña permite la libertad de enseñar aspectos relacionados con las áreas de experticia e interés particulares del docente. El estudiante tiene oportunidad de experimentar una variedad de situaciones pedagógicas: clases, seminarios, visitas de campo y procedimientos de proyectos de investigación.
MÓDULO I: Introducción a la naturaleza de la antropología ambiental. Contenido: 1. ¿Qué es la antropología? Contribución de la antropología socio-cultural a la comprensión de la dimensión ambiental. La manera de ver de la antropología. La clasificación antropológica. Antropología y modernidad. La” traducción” cultural. 2. La constitución de la antropología ambiental. La “prehistoria” de la problemática ambiental en la antropología. La dimensión ambiental, antropología e historia. La evolución multilineal de Steward. El “método de la ecología cultural”. El concepto del “culture core”. La ley básica de la evolución de White.
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3. El materialismo cultural. La problemática ambiental, las tecnologías de subsistencia y patrones de organización social. Categorización empírica de cazadores, recolectores, campesinos, pastores, horticultores. El estado actual de la problemática en cada una de estas categorías. 4. Institucionalización de la antropología ecológica. Neoevolucionismo y neofuncionalismo. La investigación etnoecológica: etnobotánica, etnozoología, etnoecología. Variación constructiva en los niveles cognitivos. El cambio progresivo de la problemática. 5. Perspectivas marxistas. Relación entre la producción y la reproducción social. Fuerzas y relaciones de producción. Las contradicciones del sistema tecnológico. El papel de la familia y el parentesco en la producción de los medios de producción de la fuerza de trabajo.
MÓDULO II: De los modelos filosóficos a los estudios descriptivos del medio ambiente.
11. Las culturas amazónicas y la domesticación de plantas. 12. El “imperativo geológico” y la sobrevivencia de las poblaciones aborígenes de la cuenca amazónica.
MÓDULO IV: Intereses sociales y dinámica cognitiva de la antropología ambiental. 13. Objetivos de la investigación avanzada en antropología ambiental. Hacia la construcción de una teoría específica. El problema de la interdisciplinaridad. 14. El estímulo externo sobre el avance temático. Una ciencia orientada a las aplicaciones. La presión por soluciones técnicas a las nuevas y viejas interacciones entre población humana y ambiente. Búsqueda de equilibrios entre presión social y dinámica teórica. 15. Entrega y discusión de los proyectos individuales y grupales.
6. La naturaleza como problema filosófico e histórico. Conceptos premodernos (arcaicos). La revolución científica y el origen del concepto moderno de naturaleza. El orden capitalista y la imagen de la naturaleza. Crítica del concepto moderno de naturaleza. 7. El redescubrimiento de la naturaleza como medio ambiente en el mundo contemporáneo. La noción de complejidad en la base de la ecología como disciplina característica del siglo XX. Influencias recíprocas entre ecología y antropología. Totalidad, globalidad, carácter relacional. Los movimientos ecologistas y las visiones utópicas del ambiente. Cultura postindustrial y ecologismo. 8. Sociedades y ambientes. La explotación de los recursos naturales por poblaciones específicas. Puntos de vista sobre energía. Degradación de ecosistemas. Estrategias de adaptación humana a diferentes biomas. 9. Cambios radicales recientes en la interacción entre población humana y ambiente. ¿Cómo estos cambios se reflejan en la antropología ambiental? La percepción cultural del riesgo. ¿Cómo interpretar el cambio sociocultural en la conciencia ambiental en la sociedad contemporánea?
MÓDULO III: Temas seleccionados de manejo o impacto ambiental como ejemplos de las relaciones entre antropología, cultura y ambiente. (Los temas son elegidos para reflejar la experiencia e/o intereses del docente y estudiantes). 10. El manejo ambiental de las sociedades andinas.
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NOTAS
1. Especialmente dado que en la tradición antropológica persisten simultáneamente ideas y representaciones muy diferentes y a veces contrapuestas producidas en distintos momentos del desarrollo disciplinario, que van desde los trabajos de Sir James Frazer y Lucien Lévy-Bruhl hasta los más recientes de los etnometodólogos y analistas del discurso cultural. 2. El origen de las diversas concepciones está en los presupuestos teóricos y morales que les dan fundamento. Las percepciones y los juicios que se derivan de una concepción particular, cuando entran en conflicto con otras diferentes, tienden a caer en oídos sordos o a ser descartadas como carentes de credibilidad. Lammers, 1974. 3. Por ejemplo, cuando se comparan las clasificaciones folk de taxonomía vegetal y animal, tal como las recogen con frecuencia los antropólogos, con las de las ciencias biológicas, se observa su relativa “superficialidad” y la relativa falta de interés de los miembros de la cultura particular por los aspectos menos pragmáticos del ambiente natural. Por esta razón, los animales invertebrados y las formas más primitivas de vida vegetal raramente reciben taxonómica en culturas primitivas y campesinas (Morris, 1976). Algo muy diferente son las clasificaciones simbólicas, zoológicas y botánicas, que en muchas sociedades forman parte integral de una taxonomía dinámica amplia, constituyendo un todo conceptual (LéviStrauss, 1962). 4. Este tipo de análisis tiene una larga tradición que se remonta a la escuela de LʼAnnée Sociologique, especialmente la obra de Durkheim (1915), que procura mostrar el origen social del pensamiento individual.
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5. Evans-Pritchard (1951) lo expresó claramente: “como todo antropólogo sabe, la tarea más difícil en el trabajo de campo antropológico es determinar los significados de unas pocas palabras claves, de cuya comprensión depende el éxito de toda la investigación”. 6. Entre los principales impulsos para recuperar creativamente el conocimiento de las culturas primitivas y campesinas, las agencias internacionales ligadas al desarrollo han tenido un papel importante, desde trabajos como los de Conklin (1957) para la FAO, hasta los esfuerzos recientes del Centro de Naciones Unidas para la Ciencia y la Tecnología para el Desarrollo. 7. Comentando sobre el State of the World 1988 del Worldwatch Institute, B.McKibben (1988) observa que la comunidad científica analiza los acontecimientos calamitosos de manera racional y constructiva y llega a ofrecer soluciones lógicas. Pero es improbable que sus recomendaciones sean seguidas, ya que sería ir a contramano de la tendencia histórica. Así, en el caso de los clorofluorocarbonos responsables de la erosión de la capa de ozono, fue necesaria la unanimidad de la comunidad científica para conseguir la mitad de las medidas restrictivas solicitadas. Pero como los CFC están lejos de ocupar un lugar central en nuestras vidas, y hay mucho dinero disponible para encontrar sustitutos, la oposición de la industria, aunque escandalosamente rígida por mucho tiempo, eventualmente acabó. Pero lidiar con el dióxido de carbono, debido en gran medida al excesivo consumo de combustible fósil, será mucho más difícil porque los encadenamientos de intereses son enormemente complejos.
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Por el contrario, quisiera comentar sobre el valor de múltiples miradas, de una modulación del “mirar” en la construcción de la teoría científica. Ello supone por lo menos dos aspectos interligados: a) la posibilidad de tomar lo familiar como lo otro (distanciamiento); b) familiarizar al otro aproximándolo a nosotros, pero conservándolo como tal (Vessuri, 1991). Argumentaré mi propuesta con referencia a la antropología, que en todo caso es paradigmática de las relaciones con el otro, y que ha tenido una larga tradición de distanciamientos, extrañamientos y aproximaciones entre el otro y el nosotros.
INTERCAMBIOS INTERNACIONALES Y ESTILOS NACIONALES PERIFÉRICOS. ASPECTOS DE LA MUNDIALIZACIÓN DE LA CIENCIA
7.1. LA MODULACIÓN DE LAS MIRADAS
Cuando Leopoldo Zea publicó su libro Discurso desde la marginación y la barbarie (1988), su trabajo resultó muy pertinente para esos años de revisión agónica de las relaciones entre dos mundos al acercarse los 500 años del “descubrimiento” de América. Zea nos recuerda que el “logos” griego, que en otras expresiones a lo largo de la historia continuaría en Roma, Europa y el mundo occidental, ha sido un “logos” dominante, que ha supuesto el modo de ver y “racionalizar” a otros hombres y culturas ajenos a quienes ve y racionaliza. La definición, como función del “logos”, que da razón de las cosas, parte de lo que los griegos llamaron la “teoría”, relacionada “con la acción de ver”. La Historia de Herodoto es una historia de lo visto a partir de una visión ya conformada por el mundo al que pertenece el autor. De allí lo extraño, maravilloso y fabuloso de un mundo (el bárbaro) que escapa a su propia comprensión del mundo. Desde entonces, la razón occidental ha primado como la razón tout court en el proceso gradual de occidentalización del mundo. Lo que hemos venido experimentando en el estudio social de la ciencia en su expansión mundial es en gran medida la presencia dominante de la “mirada” metropolitana, que “pesa” sobre el analista periférico (alumno, discípulo, que “interioriza” esa mirada), llevando consigo un contrabando ideológico no fácilmente superable. En la visión metropolitana, el estudioso latinoamericanista aparece no pocas veces como imbuido de la ideología occidental del “héroe civilizador” que llega a las playas exóticas de mundos extraños, lo cual es particularmente visible en las ciencias sociales. Como es de esperarse, también existen “latinoamericanistas nativos”, que adoptan el paradigma metropolitano, el arquetipo, con la connotación de que en América Latina está el salvaje (Ianni, 1990).
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Cuando la brasileña Mariza Peirano (1981) estudió los problemas de la identidad antropológica nacional brasileña para su doctorado en Harvard, entre los problemas que la motivaban estaban: a) ¿Por qué ciertos problemas se pusieron de moda localmente y otros no?; b) la existencia de diferentes tradiciones en la disciplina, características de los países centrales, que habían tenido consecuencias particulares para el desarrollo de la antropología en el Brasil (en particular alemana y francesa). Para la reconstrucción de la identidad nacional desde la disciplina antropológica, Peirano partió de los valores universalistas, holistas de la disciplina, del reconocimiento de la existencia de una sola antropología y no de muchas. Eligió a sus autores en función de los temas que habían planteado y encontró interrogantes bastante interesantes: 1. ¿Por qué la investigación sobre los Tupinamba, magistralmente trabajados por Alfred Métraux (1950), (sin menoscabar el valioso aporte de Florestán Fernándes (1963)) no tuvo impacto en Brasil como modelo de investigación de la misma forma como lo tuvieron la teoría de la dependencia, el problema de negros y blancos, etc.? 2. Las formas diferentes como las culturas indígenas fueron trabajadas en Brasil por antropólogos brasileños (Darcy Ribeiro (1962, 1968, 1970), Roberto Cardoso de Oliveira (1960, 1964, 1968, 1976), Otávio Velho (1972, 1976), Florestán Fernándes (1972, 1975) en claro contraste con los enfoques adoptados por los antropólogos extranjeros. Frente a la visión metropolitana “clásica” de la sociedad tribal, del trabajo etnográfico sobre la cultura aislada, la antropología brasileña se interesó por la fricción inter-étnica, por los frentes de expansión de la sociedad nacional.
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3. La forma específica como fue utilizada la literatura por los investigadores sociales nacionales. Antonio Cándido (1975, 1976) y Roberto Da Matta (1976, 1979) son extraordinarios ejemplos de síntesis enriquecedora del reconocimiento y explicitación “científica” de la identidad nacional utilizando esos recursos en su investigación social. Tenemos aquí una definición nativa que contribuye a la problematización de la noción de construcción de un intelectual en una sociedad x, que aporta al problema del “nation-building” de Norbert Elias. Los interrogantes de Peirano sobre lo que observaba en la comunidad disciplinaria de su país “periférico” la llevaron a tratar de ver cómo serían las cosas en un país muy diferente, aunque también “periférico”, y decidió hacer trabajo de campo antropológico en la India, que tenía una ciencia social dinámica, para ver (ella, con su “mirada periférica”, desde otro rincón de “la marginación y la barbarie”) cómo percibían los antropólogos indios la cuestión de la construcción nacional. Entre lo que encontró estaba el hecho de que los científicos sociales indios no se veían como parte de una nación, sino de una civilización. La idea de nación en el contexto de la India es importada, occidental. La suya es una civilización milenaria, de sociedades viejas. Los valores “religiosos” están infiltrados en las ciencias sociales indias. Lo que en Occidente se categoriza como antropología de la religión o simbólica, para ellos es una afirmación de la indianidad, con sus diferentes especificidades. Es decir, sesgos metafísicos contribuyen claramente a definir intereses científicos y la orientación y organización del conocimiento. El diálogo con Occidente ha sido inevitable, como cuadro de referencia inicial, que predefine lo que es importante. Por tanto, entre la construcción intelectual de los indios y la de los antropólogos metropolitanos hay una congruencia relativa, pues estos son interlocutores necesarios. Una consecuencia de ello es que el debate entre Occidente y la India es aceptado por los indios. Y el antropólogo francés Louis Dumont quien, dicho sea de paso, también fue un interlocutor metropolitano fundamental para los antropólogos brasileños, se constituyó en uno de los interlocutores importantes en ese debate. Para los científicos sociales indios, Occidente sería “el enemigo íntimo que ya incorporaron”. Se dio un acomodo sin fusión, lo cual habría incidido en que la antropología en la India haya encontrado un rumbo propio. Estas constataciones invitan a la pregunta de si le cabe, entonces, a la antropología india el calificativo de periférica. Especialmente cuando se observa que la noción de periferia, además 141
de su connotación geográfica, tiene un papel evidentemente político. Denota un diálogo que supone la adopción de temas dominantes en el país dominante por parte del país dominado. Expresa algo que tiene que ver con complicidades entre el intelectual del país dependiente y el intelectual del país dominante. ¿Podría acaso pensarse en un continuum de estilos en el cual en un extremo tuviéramos, por ejemplo, las antropologías “metropolitanas”, mientras que en el otro extremo “antropologías periféricas”? La cuestión periférica se subordinaría así a la de estilo, que pareciera más fecunda que la de periferia (por lo del contrabando geográfico, etc.). ¿Cómo hacer pasar el término periferia del nivel existencial al nivel teórico? La noción de estilo aparece como un concepto que vale la pena explorar. Por estilo antropológico de una escuela de investigación o en un país dado entiendo los rasgos peculiares de una práctica científica realizada en contextos socio-institucionales particulares, que comparte con otros contextos la creencia, como apropiada y natural, en la estabilidad y universalidad de las formas fundamentales de pensamiento y práctica disciplinarias. A través de la noción de estilo se pueden identificar configuraciones socio-cognitivas que en algún sentido sean comparables entre sí al interior de configuraciones (disciplinarias) más amplias que las engloban. En este sentido el estudio de las “ciencias en contextos nacionales” apunta a ciertos lineamientos heurísticos. Una disciplina no es una comunidad homogénea, consensual. Consiste en segmentos diversos, a menudo identificados con estilos o programas competitivos, adaptados a diferentes contextos socio-institucionales y, lo que es importante, que prescriben relaciones favorecidas con otras disciplinas. Si, como en la analogía de Kohler (1982), las disciplinas son a la economía política de la ciencia, lo que las naciones son a la economía política de la producción y el comercio, entonces no debe sorprendernos que sus asuntos domésticos estén profundamente influenciados por un variado tráfico de ideas y problemas con disciplinas vecinas. Esto es especialmente cierto para la antropología, que debe adaptarse a vecinos con frecuencia más poderosos, a veces dominantes, como lo son la economía, la sociología o la historia. Se trata, por tanto, de una propuesta de explorar los manantiales y pequeños arroyos que fluyen al río mayor y aportan su pequeño caudal de aguas a la corriente más amplia de la disciplina. Un conjunto de áreas-problema recurrentes aparecen en diferentes contextos nacionales: la existencia o no de tradiciones científicas específicas, la relación históricamente fluida aunque identificable entre ciencia y tecnología, ciencia y religión, ciencia 142
y cultura; el ordenamiento jerárquico de las diversas ciencias; las alianzas políticas de grupos de científicos; los canales de reclutamiento; los roles de servicio. Crucial a todas ellas es la forma institucional o, más ampliamente, organizacional, en la cual se realiza la actividad científica. Cada una de estas áreas-problema, y sin duda otras más, son claramente caracterizables en términos de sus contextos nacionales. Los problemas históricos “generales” han sido resueltos de diferentes maneras en diferentes países y pareciera que un marco más explícitamente comparativo podría llevar a generalizaciones que resulten de utilidad para el futuro desarrollo de la ciencia. El argumento es que las concepciones programáticas o de estilo de los antropólogos en contextos particulares recibieron forma de los contextos y relaciones institucionales cuando se dio suficiente tiempo para que cristalizara una tradición particular. Orientaciones y oportunidades diferentes dieron forma a las carreras de los antropólogos que trabajaron en departamentos de ciencias sociales, de historia o de arqueología. La conexión entre contextos institucionales y estilos disciplinarios puede verse mejor analizando los departamentos universitarios. La misión de éstos es corporizar y perpetuar las disciplinas. El perfil disciplinario de una institución o de un país se refleja en gran medida en la forma como se definen las cátedras, los departamentos y los pensa universitarios. 7.2. DE ESTILOS
La noción de estilo no es nueva en la antropología. No es mi intención hacer aquí una investigación historiográfica sobre la evolución del concepto; sin embargo, vale la pena mencionar a un autor como Kroeber, quien enfatizó extensamente el surgimiento local repetido, dentro de la masa cultural burbujeante, de conjuntos de elementos caracterizados -tal como él los visualizópor tendencias sorprendentes hacia la selectividad, la consistencia interna, el estilo (1962). Kroeber nos invitaba a pensar en términos grandes, imaginativos, integradores. Lo que él llama estilo tiene que ver con búsquedas de consistencia, selectividad, integración en las combinaciones de diferentes elementos que en lugares y momentos particulares se dan dentro de la corriente cultural principal. De manera similar, los arqueólogos también se han servido de la noción de estilo como código de comunicación en su intento de asignar significado a objetos recuperados de grandes zonas contiguas que, aunque mudos en sí mismos, llevan la marca de similares concepciones de ritual y prácticas corporizadas en una forma artística común. Al situar la comunicación más firmemente 143
en su matriz social y cultural, se vuelve posible aproximarse con más significado al problema del estilo y a los conceptos envueltos de selección y canalización de hábitos (Wolf, 1964). En la historiografía del arte se encuentran también otros elementos para la conceptualización del estilo. Aunque muchas de las nociones filosóficas de Heinrich Wolfflin han sido superadas, no deja de ser sugerente su argumento de que en el siglo XVII la técnica de la pintura al óleo había sido desarrollada hasta tal punto que volvía prácticamente impensable emplear las formas surgidas naturalmente en generaciones anteriores. De hecho lo que Wolfflin trataba de hacer era identificar un denominador visual común que, argumentaba, era compartido por todas las obras producidas en la misma época. Wolfflin esboza ejemplos de estilo en la historia del arte como expresión del temperamento de una época y de una nación, al igual que del temperamento individual. El “temperamento” no hace a la obra de arte, pero es lo que se podría llamar el elemento material del estilo, tomado en el sentido amplio que hace que el ideal particular de belleza (tanto del individuo como de la comunidad) esté incluido en él. Por analogía, pudiera argumentarse que la creatividad científica no está garantizada por el “temperamento” o “estilo”, pero es el sustrato sobre el cual se construye la producción intelectual. Naturalmente el artista/científico coloca el canon general del arte/ ciencia en primer plano, pero no se puede negar al observador social su interés en la variedad de formas en las que el arte/ciencia aparecen, y no es un problema menor el descubrir las condiciones -llámese temperamento, zeigeist o carácter histórico-social- que determinan el estilo de individuos, períodos y naciones (Wolfflin, 1964). Siguiendo con la analogía, cada científico encuentra ciertas posibilidades teórico-experimentales-institucionales frente a él, a las que está ligado. No todo es posible en todo momento. El perfil de la ciencia tiene su historia y la revelación de estos estratos cognitivos-institucionales es una tarea básica de la sociología de la ciencia o de la meta-teoría de la antropología. 7.3. UN MODELO DE ANÁLISIS DE LOS ESTILOS NACIONALES
Pasemos ahora a construir un modelo de análisis para el estudio de estilos nacionales en antropología. Me baso en la elaboración que hizo Jamison (1982) para la ciencia en los países escandinavos, quien a su vez se apoyó en un trabajo previo de Brookman (1979) sobre la ciencia en Holanda. Brookman señala 144
cuatro aspectos principales de la nacionalidad en la ciencia: (1) “estilos” verbales, intelectuales y socio-culturales; parte de distinciones hechas por Pierre Duhem (1914) a principios del siglo XX entre “estilos” de la investigación física en Alemania, Inglaterra y Francia, en los que están involucradas diferencias de lenguaje, sesgos psico-sociales y varias tradiciones culturales nacionales. (2) Especialidades; se refiere al hecho de que ciertos países se especializan en algunos campos. (3) Estructuras institucionales; tiene que ver con las diferencias en los escenarios organizacionales. (4) liderazgo científico; considera los cambios en la influencia que la ciencia de diferentes países tengan en el desarrollo científico internacional. En su trabajo sobre política científica, Brookman no parece interesado en argumentar sobre la significación de estas características, más allá de caracterizar las diferencias entre lo que llama “nacionalidad” e “internacionalidad” de la ciencia en Holanda. Jamison, por su parte, trata de reformular estos cuatro aspectos de manera de construir un modelo de análisis que le permita explorar la dimensión nacional en la institución científica, que le parece ideológicamente obliterada por la homogeneización occidentalizante que visualice como el motor dominante del desarrollo socioeconómico del siglo XX. En su reelaboración del modelo de Brookman, distingue un primer nivel, que llama de sesgo metafísico: las diferencias identificadas por Duhem serían reflejo de ciertas corrientes metafísicas de pensamiento dominantes en los distintos países. Propone considerar las tradiciones filosóficas nacionales que condicionan las maneras como los científicos piensan sus resultados de investigación, las “figuras de pensamiento” fundamentales, esperando descubrir un patrón en las formas de teorización características de los científicos en países particulares. En esto se alinea con los hallazgos de Needham (1979) para la China y de Nasr (1976) para el mundo islámico; también nos daba una manera de utilizar las perspectivas de Whitehead (1985) y Burtt (1967) de un modo más sistemáticamente diferenciado. Asimismo, nos permite explicar el tipo de fenómenos caracterizados por Peirano (1990) con referencia a los antropólogos de la India. El segundo nivel de Jamison retoma el segundo aspecto de Brookman, las especialidades predominantes en países particulares. Envuelve la identificación de intereses científicos nacionales, en el supuesto que esas especialidades son más pertinentes a las necesidades de desarrollo nacional y/o que el sesgo metafísico estimula ciertas áreas de estudio más que otras. 145
De hecho, Jamison, quien parece estar pensando más que nada en las ciencias naturales, adopta una especie de causación geográfica, con jerarquización de disciplinas y especialidades en términos de recursos naturales, diferencias climáticas y de otro tipo, etc. El tercer aspecto de Brookman de las estructuras institucionales resulta para Jamison el nivel en el medio, el nivel en el cual el sesgo metafísico de la nación y sus intereses científicos nacionales se conjugan en el conocimiento científico. En este nivel, por supuesto, se ha hecho mucho; el estudio de las instituciones científicas fue una de las áreas de interés recurrente de los sociólogos e historiadores de la ciencia. Lo que ha faltado, sin embargo, son intentos explícitos de combinar los estudios y comparaciones institucionales con preocupaciones más filosóficas o económicas. El estudio de las instituciones científicas ha sido en gran medida descriptivo; la teoría predominante fue el funcionalismo sociológico, según el cual las instituciones científicas se mostraban satisfaciendo ciertas funciones sociales y los científicos ciertos tipos de “roles” sociales. Esas funciones y roles fueron vistos, en su mayor parte, como algo universal, intrínseco al crecimiento de la ciencia según las líneas de las normas institucionales de Merton (1977). Para una comparación de estilos nacionales parece necesario diferenciar en el estudio de los procesos de institucionalización entre roles científicos, la ubicación social de los investigadores, la manera como se define su ciencia contextualmente, la forma como ella se organiza. La cuarta característica de Brookman, el liderazgo científico, adquiere un significado un poco diferente en Jamison cuando intenta hacer funcionar el modelo. No le interesa el liderazgo en tanto que prominencia relativa. Lo que se vuelve interesante en su modelo es el grado en que dos o más países pueden decirse exitosos en la escena internacional, el grado en el cual sus estilos nacionales convergen con un estilo internacionalmente dominante. La cuestión es diferente a determinar qué país es líder en una competición internacional que, de muchas maneras, sirve pare distorsionar los componentes nacionales de esa competición. Las rivalidades nacionales son, por supuesto, una parte central de la empresa científica; esto es, los intereses científicos nacionales pueden a veces oponerse a un objetivo económico y estar dirigidos a la búsqueda de “prestigio” o estar condicionados ideológicamente. Y eso, por supuesto, entra en el modelo, pero no como variable independiente. Más bien, la cuestión del liderazgo o congruencia con una frontera de investigación internacional se vuelve algo que el modelo trata de explicar; el crecimiento 146
científico es visto, en consonancia con perspectivas de la reciente historia social de la ciencia, de manera cualitativa, no lineal. Lo que el modelo espera ayudar a aclarar son las maneras en las que los componentes nacionales “co-condicionan” ese crecimiento disparejo. 7.4. MATRIZ DISCIPLINARIA Y ESTILOS NACIONALES
En mi posición desde la “marginación y la barbarie”, me interesa el problema de la matriz disciplinaria, que mantiene su identidad a pesar de los cambios sufridos en su transculturación de país a país, de comunidad a comunidad de profesionales dispersos en las instituciones de investigación y docencia existentes. Otro “bárbaro”, el antropólogo brasileño Roberto Cardoso de Oliveira (1990) se pregunta cómo aprehender ese proceso transculturativo sin una noción como la de estilo, en lo que esa noción sugiere de redundancia observable en algo que cambia pero que, no obstante, sigue siendo lo mismo. ¿Cómo enfrentar esa paradoja? Precisamente lo que caracteriza eI estilo es la redundancia del mensaje vehiculado. Lo que ordinariamente se conoce como redundancia es la pérdida de información con relación a la información máxima autorizada por una lengua, pérdida debida a las coerciones que rigen la aparición aislada o la combinación de sus elementos. Pero la coerción que disminuye la información media, haciendo que las informaciones de los signos sucesivos se superpongan de alguna manera, tiene como efecto prolongar el mensaje y obligar a utilizar demasiados signos. Un efecto de la redundancia sería prolongar el mensaje con una acumulación de signos, sin traer informaciones nuevas en la estructuración de la lengua. Si tomamos la lengua como paradigma de una determinada disciplina -en este caso la antropología-, se podría decir que la estructura de esa disciplina, manifiesta en su matriz disciplinaria, no sufriría mayores perjuicios en su actualización práctica en las diferentes latitudes del planeta. Los eventuales cambios podrían observarse en la estructura de la disciplina (a saber, en su matriz disciplinaria), pero no se observaría cambio de la estructura. Si tomamos como ejemplo a las llamadas antropologías “periféricas”, se podría decir que ellas no serían más que un efecto de estilo de una disciplina consolidada. La noción de estilo sugiere también la idea de singularidad: individuación o especificación de un trabajo colectivo. Otra vez con el ejemplo de las antropologías “periféricas”, no es difícil imaginarlas con marcas nacionales o institucionales, consecuencia de la organización local de 147
sus antropólogos. Se podría decir que el estilo estaría en la manifestación de una cierta tipicidad de tal o cual antropología en el proceso de individuación de la matriz disciplinaria. Pero para un examen más profundo de esas antropologías “periféricas”, la explicación proporcionada por el modelo disciplinario no es suficiente, si bien siempre se puede partir de él. La comprensión de la disciplina en los países que la importaron y adoptaron parece inevitable. En ese caso, nada mejor que recurrir a un tratamiento semántico del problema, viendo a la experiencia de la antropología fuera de sus centros metropolitanos en términos de un excedente de significación de la propia matriz disciplinaria (Cardoso, 1990). Cardoso se apoya en Ricoeur (1987), mostrando cómo ese autor, al analizar el exceso de sentido de las metáforas, muestra que en ese excedente de información es posible identificar valor cognitivo y no simplemente emocional: es decir, tendríamos la posibilidad de dos interpretaciones, una literal, que es un primer significado, y otra, su segundo significado, excedente de sentido de la primera. El significado primario sería el único medio de acceso al excedente de sentido. La relación de excedente de sentido con la de estilo parece útil. Si el estilo es una segunda consecuencia de la individuación, el excedente de significado es secundario a una significación literal El estilo es siempre una dimensión secundaria, algo que se agrega, pero nunca es igual a cero. Cuando al diálogo intercultural en el marco de un discurso disciplinario se le reponen las condiciones socioculturales en las que se absorbe el conocimiento, pueden entonces surgir estilos disciplinarios nacionales capaces de rebatir sobre las teorías, suponiendo en el límite enriquecimientos de la base de conocimientos, es decir, resultando en un enfoque teórico peculiar. Así, podremos hablar de antropologías coloniales, periféricas, nacionales, cosmopolitas, según los temas y los elementos incidentales, descriptivos, que ilustren el estilo (el modo de producir conocimiento, el método interpretativo, que llevan o no a cierto aporte cognitivo: por ejemplo, el indigenismo en México, la identidad nacional en Brasil, la etnohistoria peruana, etc.). No hay duda de que hay ondas de desarrollo cognitivo metropolitano, pero hay dilemas que enfrentan las sociedades locales y que no pueden ser ignorados, y que eventualmente pueden llevar a desarrollos originales. Tal es el caso de la fusión fructífera de la arqueología y la antropología social que borra las fronteras disciplinarias entre ambas en los estudios de la evolución de los sistemas de producción agrícola venezolanos, en particular los complejos del 148
maíz y la yuca, adelantados por Mario Sanoja a Iraida Vargas (1981). Los temas, sin embargo, pueden ser muy específicos y muchas veces pueden ser adoptados irreflexivamente. Inclusive un mismo tema puede ser abordado según enfoques diferentes más o menos esclarecedores u ocultadores de la realidad. Por ejemplo, Charles Wagley y Marvin Harris dieron inicio al desarrollo de la temática negro/blanco en América Latina, y en particular en Brasil, según el modelo de relaciones que existían en los Estados Unidos, lo cual llevó a una visión distorsionada de la realidad brasileña. También hay ausencias temáticas significativas, por la fuerza de la imposición de temas e interpretaciones extranjeros combinados con complicados procesos de negación de problemas nacionales. Un trabajo reciente sobre Venezuela (Castro 1988) observa la escasez de investigaciones socioculturales sobre la muerte a pesar de lo rico que es ese tema en la cultura venezolana. Otras áreas problemáticas que formarían parte del sesgo metafísico nacional y que están ausentes en la agenda disciplinaria local son el estudio del racismo o segregación racial y el de la sexualidad (Vessuri, 1990).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Los dilemas nacionales deberían resultar en una agenda de temas nacionales. ¿Dónde estaría situada la creatividad de una antropología “periférica” (no metropolitana)? En su originalidad, por lo cual es fundamental la rigurosidad en la elección de los temas, aunque siempre habrá una cierta subordinación respecto a la matriz disciplinaria-metropolitana. No en vano, el proceso de occidentalización sigue siendo lo que está en causa. La antropología es una forma de pensamiento por la cual avanza el proceso de occidentalización. ¿Acaso en conjunto esas antropologías periféricas o estilos nacionales de antropología no estarían definiendo el abanico de la racionalidad ampliada?
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El carácter internacional de la ciencia estaría producido por una compleja, inacabable interacción de diversos estilos nacionales o regionales. La ciencia (universal) no sería más que el conjunto de ciencias nacionales, en un camino que nos aproxime cada vez más a la integración de una ciencia verdaderamente universal en una sociedad internacional.
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8 UNIVERSALISMO Y NACIONALISMO EN LA CIENCIA MODERNA. UNA APROXIMACIÓN DESDE EL CASO VENEZOLANO
INTRODUCCIÓN
Hay un amplio consenso en cuanto a que la ciencia es una actividad con rasgos universalistas que se desarrolla en un sistema institucional de alcance internacional. El carácter objetivo del conocimiento que ella produce y las normas que rigen las dimensiones socio-organizativas de su actividad le aseguran esa doble calificación. Pero si la ciencia es una institución social internacional que produce conocimiento de valor universal, no es menos cierto que los científicos tienen “patria”, son individuos que nacen y desarrollan su actividad en lugares particulares, como integrantes de tradiciones culturales e intelectuales que usualmente reconocen componentes múltiples. El desarrollo de la ciencia, especialmente en el siglo XX, fue testigo de encendidas polémicas en torno al carácter Internacional y/o a las determinaciones nacionales de la actividad científica, que envolvieron desde las elaboraciones extremas de la ciencia “proletaria” en la Unión Soviética y el movimiento comunista internacional y la ciencia “nacional aria” de los nazis, hasta la afirmación del carácter socialmente neutro de la ciencia, pasando por las hipótesis de la investigación historiográfica que incluyen el componente nacional en la búsqueda de claves para la comprensión de desarrollos científicos particulares. El presente trabajo reúne algunas reflexiones sobre el proceso de construcción de una comunidad científica en Venezuela, tomando en cuenta la falta de tradición científica en la cultura nacional y la ecuación demográfica y social que contribuyó a darle un perfil específico a los desarrollos en este campo. La tensión entre la búsqueda de la universalidad y el deseo de atender las necesidades nacionales acuciantes llevó a la incipiente comunidad científica venezolana a transitar por el filo de la navaja, en un difícil camino que fue confundido no pocas veces por el público lego con una supuesta contradicción entre cosmopolitismo y provincianismo.
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8.1. LA IDENTIDAD CULTURAL
Antes de ser ignorante o educado, burgués o campesino, antes de comprometerse en una carrera científica, de empresario o de poeta, el individuo está embarcado, le guste o no, en un destino colectivo, está sumergido en cuerpo y alma en la inmanencia de su cultura. Viviendo en diferentes lugares en condiciones distintas, con historias particulares y más o menos aislados de otros tiempos, los individuos que conforman una nación han heredado concepciones particulares de la naturaleza y de los hombres, metas por alcanzar y órdenes de prioridad entre las mismas, así como comprensiones dadas de las maneras como las personas deben comportarse. El individuo recibe la impronta indeleble de la cultura de su país de origen. En la década del cincuenta creció la teoría de la aculturación frente a las expectativas de explicar el cambio, la transformación (obliteración) cultural bajo el peso de la modernización occidentalizante, que parecía imparable. No obstante, la evidencia de la realidad misma hizo que desde la década del sesenta surgiera con vigor creciente una preocupación por la permanencia, la persistencia de pequeñas sociedades, a veces casi totalmente aisladas, otras plenamente en contacto o integradas en condiciones de desigualdad en sociedades mayores que, aunque parecían condenadas a desaparecer, en lugar de disgregarse afirmaron con fuerza cada vez mayor su identidad.1 En este sentido, el individuo puede pertenecer a varias culturas, la científica es una de ellas, y no elimina su identidad cultural nacional. El científico venezolano ha querido vivir en Venezuela, ha buscado hacer ciencia en su país y sólo en condiciones adversas optó por el alejamiento al extranjero. Aunque ahora que se ha universalizado la jerga del “mercado” se suele decir que el científico es atraído por las fuerzas del mercado que rigen su destino según su fuerza relativa en el juego de la oferta y la demanda, lo cierto es que el homo economicus puro o el homo rational puro no existen, ni siquiera con relación a los científicos. El científico venezolano, como cualquier otro conciudadano, si consigue condiciones mínimamente adecuadas, en general prefiere hacer su vida profesional, familiar y personal en el contexto de su país. Hasta la década del ochenta Venezuela fue un neto receptor de inmigrantes científicos. Ha sido recién en esta última década cuando se hizo más visible el alejamiento de sus científicos por razones laborales.
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8.2. LA CULTURA CIENTÍFICA
El científico no nace, se hace. Su decisión particular de convertirse en científico aleja al individuo de algunos de los componentes de una manifestación específica de cultura, aquella mencionada en el apartado anterior. Pero no de “toda cultura”, pues la ciencia también es una forma cultural. Los diferentes campos científicos pueden ser entendidos como subculturas con su propio aparato específico para la socialización y el control social. La ciencia es la suma de un conjunto acumulativo de descripciones del mundo natural que procuran ser exactas, precisas y tener la mayor economía de medios posible. La educación del científico constituye un fenómeno complejo y prolongado que va configurando paulatinamente los rasgos de una subcultura específica sostenida por la actividad comunal de grupos de practicantes (Kuhn, 1971). La persistencia de esta forma cultural implica mecanismos de socialización y transmisión del conocimiento, procedimientos para desplegar el rango de significados y representaciones aceptados, métodos pare verificar las innovaciones y darles el sello de legitimidad. Dado que la cultura de la ciencia justamente se caracteriza por sostener descripciones o inferencias válidas independientemente de los contextos nacionales no es raro que se concluya que la posición que ocupa un sabio en el espacio (si no en el tiempo) no incide sobre su posibilidad de contribuir a ese progreso, en el supuesto que cuente con el debido acceso a las informaciones relativas al estado actual de los conocimientos en su ámbito de especialización y que disponga del materia necesario para encarar las investigaciones apropiadas. Desde este punto de vista, la existencia de fronteras nacionales no debería afectar el interés o valor de los trabajos de científicos ubicados en distintos países. Este supuesto subyace a la idea de que los científicos básicos constituyen una comunidad internacional. No obstante, en la práctica se observa que esa comunidad internacional es altamente estratificada, y no sólo en función del criterio del mérito sino también de una combinación compleja de mérito y situación socio-institucional espacial, que permite hablar de una socioeconomía política de la ciencia.
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8.3. EL CIENTÍFICO DE LA PERIFERIA
Precisamente la estratificación es una de las razones que explica la relación centro-periferia sobre la que tanto se ha escrito. La periferia supone la existencia de un “centro” que es percibido tanto en términos espaciales como mentales.2 La ubicación de este centro podrá cambiar en el tiempo, pero siempre tendrá regiones periféricas las cuales también cambian en el curso histórico. Independientemente de la coherencia o solidez del centro, más que su propia realidad lo que interesa es la percepción y expectativa que genera. Al analizar la relación centro/periferia en el campo científico, Shils (1976) enfatiza la tensión y ambivalencia en la posición de los intelectuales que son espacialmente parte de la periferia, pero cuyos mapas mentales giran en torno a las metrópolis. Pero mucho antes que Shils, los propios científicos e intelectuales de las periferias en general han expresado su sentimiento no como parte del análisis sino de la vivencia personal dolorosa. Veamos un solo ejemplo, el de Ramón y Cajal. En su libro Recuerdos de mi vida: Historia de mi labor científica (1984) cuenta cómo, cuando comenzó a publicar los resultados de su trabajo durante la segunda mitad de 1888 y la primera de 1889, estaba angustiado por el silencio de los científicos extranjeros a quienes desde España había enviado sus trabajos solitarios. Las publicaciones recibidas ese último año acerca de la estructura del sistema nervioso o no lo citaban o lo hacían desdeñosamente, como de pasada, y “sin conceder (...) beligerancia a (sus) opiniones”, lo cual le hacía concluir que la mayoría de los histólogos no lo habían leído. Y comentaba: “verdad es que el español es una lengua desconocida de los sabios”. Entonces apeló a dos recursos para ganar visibilidad: traducir sus principales monografías neurológicas al francés, publicándolas en las revistas alemanas más autorizadas y mostrar personalmente a los sabios sus mejores preparaciones y con ellas asentar la legitimidad de sus juicios. El segundo recurso fue más efectivo que el primero. Se incorporó a la Sociedad Anatómica Alemana y participó en uno de sus congresos. Allí, entre las pocas personas que se dignaron a escucharlo estaba el venerable patriarca de la histología alemana A. Kolliker, quien por fin le dijo: “Los resultados obtenidos por usted son tan bellos que pienso emprender inmediatamente, ajustándome a la técnica de usted, una serie de trabajos de confirmación. Lo he descubierto a usted, y deseo divulgar en Alemania mi descubrimiento”. (p.93)
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Kolliker no cabía en sí de júbilo y de sorpresa porque el “primer histólogo que España producía fuera un hombre tan distinguido como Ramón y Cajal y perfectamente a la altura de la ciencia” (op.cit.) El adiestramiento del científico en la periferia se hace sobre la base de los mismos supuestos y criterios del ámbito académico internacional. El carácter “transnacional” o cosmopolita del investigador en un contexto periférico suscita tanto comentarios apologéticos como críticos (Varsavsky, 1969; Godfrey, 1978; Fuenzalida, 1982; Vessuri, 1983). Algunos alaban la endogeneización de la educación universitaria de acuerdo con los cánones de Estados Unidos o Europa occidental como una muestra de modernidad. Otros denuestan lo que visualizan como “lavado de cerebro”, extranjerismo, dependencia intelectual. Pero lo cierto es que aunque no toda la ciencia en la periferia sea periférica o marginal respecto de la ciencia internacional, la implantación y consolidación de la actividad científica en la periferia no ha sido tarea sencilla y ha abundado más en frustraciones que en logros. Aunque en principio el adiestramiento se haga con los mismos textos y problemas, las cosas no suelen funcionar tan bien como parecieran funcionan en el centro. Un aspecto central en esto es la percepción de carencias de todo tipo, materiales y fundamentalmente psicosociales, que sufre el científico en ciernes. No es raro encontrar situaciones en las que la actividad científica se desarrolla de manera sui géneris en contextos socioculturales específicos, donde el sistema local de control social entra en acción tan pronto como alguien se comporta de un modo que se desvía de las normas usuales en la sociedad local (y el científico en contextos donde no exista una tradición científica es sin lugar a dudas una rara avis). Cuando no existe una verdadera presión para producir conocimiento fundamental, cuando no hay urgencia de publicar los resultados de la investigación porque la única rendición social de cuentas que se espera del científico es la que tiene que ver con la función docente, en ausencia de estímulos concretos para la investigación, quien pretende hacer ciencia como en los centros mundiales resulta anómalo y puede llegar a ser castigado de diferentes maneras, pues son otros los objetivos y los valores que predominan. En lugar de la actividad misma de la investigación en su laboratorio, es la función pública o la administración universitaria la que le ofrece recompensas al investigador, quien por esa vía deja de serlo rápidamente. En este sentido no es raro encontrar que las carreras de los científicos de las periferias están llenas de frustraciones, cinismo y amargura profundos, y que más de un científico valioso se haya perdido para la ciencia por la práctica política convencional o el lucro privado. 157
8.4. LA MODERNIDAD Y LA CIENCIA
La modernidad es la condición cultural que resulta del predominio de estructuras de creencia profundamente adaptadas a la lógica de la producción capitalista y acentuadamente marcadas por el avance revolucionario de las ciencias de la naturaleza, el impacto enormemente disparejo pero extremadamente riguroso sobre las creencias de las poblaciones contemporáneas de esos modos de percibir y de investigar tan peculiares y desarrollados en contextos institucionales tan particulares como son los de la ciencia. En términos culturales, los motores de la modernidad son el avance de la ciencia y la dinámica competitiva -dentro de la tolerancia variable de diferentes sociedades- de culturas académicas institucionalizadas. El dilema clave de la modernidad -para quienes no pertenecen por nacimiento, socialización primaria o formación intelectual a alguna versión particular de la cultura hegemónica del mundo moderno, para aquellos cuya identidad social inicial no está constituida por esta misma cultura- es cómo distinguir los aspectos de la cultura que ejemplifican genuinamente la capacidad de conocer mejor de los que en cambio representan sólo su pretensión engañosa e insolente de hacerlo (Dunn, 1982). Pues de lo que se trata es de la habilidad para diferenciar una extensión de la capacidad cognitiva que ningún agente humano o sociedad humana pudiera razonablemente rechazar en sí misma de una erosión cognitivamente arbitraria de la identidad personal o social por la acción de una fuerza ajena. Por supuesto el problema consiste en que usualmente la cultura tal como la encontramos contiene elementos de ambas. Un ejemplo representativo de modernización tecnológica pasiva con manipulación de la opinión pública, es el de la odontología en Venezuela a principios del siglo XX. El entusiasmo deslumbrado por los adelantos técnicos estadounidenses, trasmitidos a través de una vigorosa propaganda que hacía gala de un spanglish de marcas en retahílas o de títulos exóticos que sustituían torpemente el verdadero prestigio profesional basado en el conocimiento científico, facilitó la penetración de aquella influencia a los medios profesionales y docentes locales (Canelón,1981, 1982) . Es obvio que los problemas que las relaciones entre conocimiento científico, técnica y poder militar y/o económico plantearon a las diferentes sociedades fuera de Europa fueron culturales desde el inicio. La relación con las 158
culturas de los países desarrollados que dominan el proceso de invención técnica y con los prerrequisitos más prácticos de su persistente dominación continuará siendo experimentada por las intelligentsias de los países receptores con desazón y aturdimiento. Cuando consideramos la historia intelectual de la Venezuela moderna, vemos que un tema dominante fue la cuestión de la identidad nacional y asociada a ella, de manera contradictoria, la cuestión de la modernización. La recepción de la modernidad tecnológica ha estado íntimamente entretejida con la experiencia de la penetración y subordinación cultural, no necesariamente de mal grado. En estas condiciones, el científico se incorpora a una subcultura (científica) que le es doblemente ajena: en tanto que desarrollo esotérico y especial de la modernidad y como producto histórico de una tradición cultural particular, la europea, no fácilmente transferible de un lugar a otro. En su doble adscripción heterónoma, el científico puede ser un agente importante de cambio cultural en su país, pues la ciencia sigue siendo un puente simbólico efectivo entre universos ideológicos y políticos competitivos y es todavía un terreno de encuentro probable para miembros de diferentes grupos políticos y culturales, apoyando el optimismo y reconstruccionismo radical de una multiplicidad de proyectos sociales. 8.5. LA CIENCIA Y EL COSMOPOLITISMO
Usualmente se ha asociado la ciencia con el cosmopolitismo, probablemente de acuerdo a la tradición ilustrada de los filósofos franceses del siglo XVIII, que entendería al cosmopolitismo como humanismo universal que trasciende todo lo regional o nacional. La ciencia, actividad de valor universal por antonomasia, al producir conocimiento se concibe como tarea cultural, como construcción permanente, como acción de “cultivarse” (y salir así del pequeño mundo de la cultura local en que el individuo tuvo origen). Contrasta esta concepción con la de la cultura como conjunto de normas y valores que no son objeto de una enseñanza específica y que por lo tanto todo miembro de una comunidad conoce. La tradición ideológica cosmopolita con signo positivo en América Latina fue importante,3 En Venezuela, desde finales del siglo XIX, el anhelo de grupos educados por una cultura ecuménica, abierta, de enfoque amplio frente al mundo cerrado, 159
provinciano, sectario e inquisitorial en que vivían, en varios momentos se manifestó por diversos medios en contra de las formas más retrógradas de la sociedad. Durante el último lustro siglo XIX la revista Cosmópolis difundió los conceptos artísticos del movimiento modernista en literatura. En ella se encuentran firmas de escritores como Pedro César Dominici, Pedro Emilio Coll y Luis Manuel Urbaneja Achelpohl (Salomón, 1986, p.175). El doble objetivo de la revista fue ofrecer un campo de expresión a los jóvenes intelectuales venezolanos y establecer conexiones con intelectuales de otras latitudes. En realidad, “cosmopolita” e “internacional” encerraban entonces significados bastante cercanos y casi siempre positivos. Pero otra acepción del vocablo, un sentido negativo del mismo, hace que “cosmopolita” también pueda ser usado con intención crítica, como en las expresiones “existencia cosmopolita” o “urbanización cosmopolita”, surgidas especialmente en relación con la lucha de la dominación colonial4. Es decir, tanto como la apertura al mundo entero, el vocablo conlleva también la noción de desarraigo apátrida o la idea de una población humana de composición heterogénea5). EI concepto negativo de cosmopolitismo, considerado como postura intelectual destructora de lo nacional (por la asimilación pasiva de influencias exóticas y extranjeras) nació en América Latina bastante temprano. Estuvo ligado a la revolución en el orden del pensamiento que acompañó a la descolonización. En el proceso, el hombre, “concepto unitario de valor universal”, muchas veces cedió lugar a la “diversidad de personalidades cultural”. El intelectual, el burgués, el científico, no pocas veces fueron acusados de adoptar acríticamente valores cosmopolitas que hacían el juego al imperialismo. José Martí, por ejemplo, manifestó su categórico desprecio por las fáciles importaciones de formas políticas, jurídicas y hasta intelectuales copiadas pasivamente de modelos europeos o de Estados Unidos, con una actitud de servilismo que traía una especie de degradación humana y artística, y reclamaba la originalidad de los pueblos latinoamericanos. Insistía en que “en el periódico, en la cátedra y en la academia debe llevarse adelante el estudio de los factores reales del país”.6 Y esto no es de extrañar. Existe una gradación compleja y sutil entre la aspiración universalista y cosmopolita de la mentalidad de muchos científicos y otros intelectuales y la mentalidad o ethos “colonizado” de otros, y las distinciones no siempre son fáciles de establecer. Con frecuencia, en un ansia de desarrollar un sentimiento de pertenencia que se les escapaba en su propio país, en el que se sentían aislados a incomprendidos (Inkster, 1985) los científicos establecieron fuertes vínculos profesionales, 160
ideológicos y psicológicos con los centros científicos del mundo desarrollado. A esto se ha asociado también el fenómeno conocido como “fuga de talentos”. La fuerza que mueve a la comunidad científica internacional es centrípeta y ejerce una fuerte atracción hacia el/los centro/s, donde se concentran los mayores recursos, independientemente de los orígenes nacionales de los científicos individuales. La dinámica central que mueve al sistema se explica por lo que constituye una motivación de base de los científicos: la búsqueda del reconocimiento profesional más amplio posible, la estimación de los pares, desde la cita en una nota de pie de página hasta el premio Nóbel (Merton, 1957). La visión negativa del cosmopolitismo lo pintó como una actitud de sumisión a modelos exóticos, una asimilación de ideas extranjeras inadecuadas a la realidad nacional. En algunos casos, la denuncia se hizo desde un nacionalismo ultra reaccionario (lo que encubría el anticosmopolitismo en tales casos era casi siempre la defensa de una tradición criolla de formas sociales retrógradas). En el campo científico en Venezuela se vio el surgimiento de una actividad científica que podemos llamar “gomecista” para situarla en lo político-ideológico. Dicha actividad se definió como instrumental y práctica: el estudio y/o resolución de ciertos problemas técnicos del país, generalmente ligados al control político, y la creación de organismos estatales encargados de obtener el conocimiento y/o la solución de problemas identificados por el grupo gobernante como prioritarios para afianzar el régimen. En un primer momento tuvo una función complementaria a las actividades políticas y militares, para reforzar la hegemonía del grupo andino sobre las demás regiones del país. En un segundo momento, el Estado trató de usar el conocimiento científico y técnico para enfrentar los problemas de la crisis agrícola y preservar los ingresos petroleros (Freites, 1991, p. 17-45). Otras veces, el anticosmopolitismo fue auténtica defensa de los valores progresistas de la nación en formación, o ya consolidada, frente a las amenazas del imperialismo. El retorno intelectual al país y a la cultura propia fueron característicos de pensadores como Rufino Blanco Fombona y Rómulo Gallegos. El primero apuntaba en 1920: Criollismo no significa incomunicación. Es liberación, revelación. Una manera para los americanos de llegar a nosotros mismos... El criollismo no es una simple manera de escribir: es un estado de espíritu. Un hombre de alma colonial no puede ser un buen criollo (En: Castellanos, R.R., 1982). 161
La cuestión nacional y la cuestión social se enredaron en una compleja ecuación con que la historia desafió a los políticos e intelectuales venezolanos, en los más variados contextos, desde las páginas literarias, pasando por la tribuna política hasta, de manera menos conspicua, los recintos del laboratorio científico. 8.6. EL AISLAMIENTO PSICOSOCIAL DEL CIENTÍFICO EN LA PERIFERIA
Por mucho tiempo el medio local apenas si contó con una comunidad intelectual. El sentimiento psicológico predominante fue por años el del aislamiento. Y es evidente que la percepción y expectativa tiene tanta importancia como la realidad del talento o el logro. Desde luego que existen individuos capaces de cumplir la tarea cualesquiera sean las condiciones del ambiente inmediato. Pero el hecho de formar parte de un segmento social tan deprimido puede resultar en la muerte intelectual de hombres y mujeres especialmente dotados, como lo fueron muchos de los jóvenes que pasaron por los claustros de la universidad y otros centros de estudios venezolanos. Para realizar una labor competente, un científico debería ser miembro de alguna comunidad intelectual local y paralelamente de alguna comunidad internacional, comunidad de pares que participen todos de una misma devoción por los niveles elevados y cuenten con una tradición común. El profesor secundario o universitario de Venezuela con frecuencia no fue miembro pleno de ninguna comunidad intelectual, sea del país o internacional. En su biografía de Rangel, Roche recalca este fenómeno del aislamiento. Nos dice: Rangel estaba aislado como investigador (listado como único investigador por Archila (1966) en su lista de personal médico eminente para la época). El sentimiento de soledad ha sido común, y aún lo es, al menos en ciertos campos, entre científicos latinoamericanos. El colombiano Caldas ya expresaba con nostalgia (Obras completas, 18 19-1966): “¡Qué dudas, qué suerte tan triste la del americano! Después de muchos trabajos, si llega a encontrar alguna cosa nueva, lo más que puede decir es: no está en mis libros. ¿Podrá algún pueblo de la tierra llegar a ser sabio sin una acelerada comunicación con la culta Europa? ¡Qué tinieblas las que nos rodean!” (1978, p. 156). Roche encuentra el mismo sentimiento en Rangel, cuando éste afirma que “los que vivimos alejados de los centros científicos y sin informaciones de lo que en ellos sucede 162
diariamente, no tenemos derecho a asegurar cuando tratamos un asunto que estamos al corriente de los últimos acontecimientos” (Rangel 1905a, p.102, citado por Roche. 1978, p. 157). Parte del aislamiento intelectual de Rangel provenía de la ausencia de buenas bibliotecas, que ha sido un defecto crónico en Latinoamérica, pero también de colegas investigadores con quienes dialogar, de una comunidad científica, de un contexto. La soledad del científico queda dramáticamente reflejada en la frase de José Maria Vargas escogida por Roche como encabezamiento del capitulo II de su libro sobre Rangel: ... “¡cuán desgraciado fui en haber nacido en mi país! Sin maestros, sin métodos, sin recursos”. Justamente se podría esperar que debido a las fallas de comunicación y de información, los “descubrimientos múltiples” mertonianos tendiesen a estar situados completamente en la periferia si no fuera por la propia velocidad del progreso y por la mera cantidad de iniciativas en los propios centros (Merton, 1961, 1963; Kuhn, 1959). Venezuela, como tantas otras naciones periféricas, ha tenido sus descubrimientos “múltiples” y precursores en diversos campos. El hallazgo del Necator por parte de Rangel, ya había sido realizado, poco tiempo antes, sin que él lo supiera, y el Trypanosoma venezuelense, que él descubrió, ha Ilegado a ser considerado sólo como una variedad local del Evansi. Queda el recuerdo de Rangel en dos especies, nombradas por venezolanos: el Trypanosoma rangeli, descubierto y bautizado por Tejera en 1919, y el Anopheles rangeli, identificado y apodado por Gabaldón, Cova García y López en 1940 (Roche, 1978, p.158). Entre los precursores más conocidos está Beauperthuy, a quien recién cincuenta años después de su hallazgo le fue reconocida la prioridad en la formulación de la idea de la transmisión insectil de la fiebre amarilla (Lemoine y Suárez, 1984, pp.108-112) pues inicialmente su voz, proveniente de un país lejano y poco conocido, había sido “un grito en el desierto” (The British Medical Journal, 1969, p.85). 8.7. EL CIENTÍFICO APLICADO
Entre las formas que adoptó el anticosmopolitismo ha estado el deseo de ser socialmente útil, la identificación con el medio local y la resolución de sus problemas. Esta presión no existe del mismo modo en el mundo industrializado, pues la 163
demanda social se canaliza ahí por vías institucionalizadas diferentes y además difícilmente exige su satisfacción inmediata por parte de los científicos. Entre nosotros, en la búsqueda de culpables del subdesarrollo económico y social, se acusa indistintamente al servicio de mercadeo, a los industriales, los burócratas del gobierno, la cultura latinoamericana, el jefe de servicio, los clientes, a todo el mundo, de resistir el cambio “que les favorecería”, y en última instancia se reprocha al científico por ser lo que es -científico- en lugar de ser tecnólogo. El énfasis en la ciencia aplicada, destinada a resolver directa o indirectamente “problemas reales”, desvía en mayor o menor medida al científico “nacional, de los intereses de la comunidad científica internacional interesada en resolver los problemas de la agenda científica “fundamental”, haciéndolo menos “cosmopolita”. Los referentes inmediatos del científico aplicado no son precisamente sus colegas internacionales sino otros públicos clientes, generalmente ajenos al sector científico. 8.8. LOS CIENTÍFICOS EXTRANJEROS EN EL PAÍS
La circulación de científicos y técnicos entre países ha sido un componente importante en la transferencia de conocimiento científico y patrones de actividad internacional. Desde mediados del siglo XX Venezuela surgió como una región de demanda de profesionales y mano de obra calificada, como consecuencia de la expansión económica producida por el boom petrolero y la estabilidad política de su régimen democrático. Siempre hubo inmigrantes en Venezuela y entre ellos intelectuales educados en otros ambientes socioculturales. Pero la llegada de inmigrantes calificados y no calificados alcanzó un tamaño significativo sólo después de la guerra, hasta el punto de transformar a Venezuela en un claro receptor de inmigrantes. La llegada relativamente masiva de extranjeros a una sociedad pequeña y, paralelamente, el proceso también significativo de desarrollo de la actividad científica y cultural en el país, suscitaron comprensiblemente una controversia expresada en términos de identidad nacional, etnicidad o “desnacionalización”. Un componente central de esta controversia fue la noción de que si un país atrasado entra en el camino de la modernización, de hecho tendrá que controlar la influencia internacional o “desnacionalizante’” del proceso de desarrollo científico-técnico. Esto vale no sólo para las ideas y métodos 164
de investigación sino también para los instrumentos, patrones organizacionales e inclusive los recursos humanos científicamente formados. Frente a la “ciencia transnacional” inclusive llegó a plantearse en algunos contextos una cierta tendencia a identificar la “ciencia nacional” con la ciencia realizada por los locales por contraste con la actividad realizada por los científicos extranjeros residentes. Evidentemente, lo que estaba en juego en estos casos era la defensa de un mercado local de trabajo más que los problemas políticos de hacer una ciencia nacionalmente relevante, que solucionara los problemas del país. Por inmigrante científico entiendo aquellos hombres y mujeres que vinieron al país “ya hechos, por así decirlo, con sus título doctorales o sus diplomas en sus bolsillos y que continuaron ocupándose de asuntos científicos” en Venezuela (Fermi, 1971, p.4). En los tiempos modernos hubo varios momentos significativos en el flujo de científicos extranjeros en el país. Entre los años cuarenta y sesenta llegó una cantidad de científicos y técnicos europeos, que luego incluyó a grupos de variadas nacionalidades, expulsados por los horrores de la guerra y las consecuencias de la posguerra. También la cooperación norteamericana estuvo activa en mandar científicos para desarrollar actividades de formación docente y de investigación en el medio local. Llegados en una etapa en que ni muchas de las profesiones técnicas ni la investigación científica estaban institucionalizadas, usualmente estos profesionales no encontraron mayores dificultades para abrir un espacio para su actividad, aunque no pocas veces enfrentaron la indiferencia o la hostilidad con respecto a los cambios que propiciaron en el ámbito académico. Por ejemplo, los estudiantes de química de la Universidad Central durante los años cincuenta estudiaron química inorgánica con el español el Díaz Cadavieco y el italiano Augusto Bonazzi, química orgánica con el checo Johann Baumrucker y el alemán Joachim Sievers, síntesis orgánica con la alemana Ilse de Beotegui, química analítica con el argentino Marcos Giglione, bioquímica con el alemán Werner Jaffé. Algo similar podría decirse de las restantes disciplinas científicas. En el lapso que va de 1960 a 1970 aproximadamente, la investigación científica pasó a ser una actividad en buena medida practicada por científicos extranjeros residentes y unos pocos venezolanos, así como por jóvenes del país que estaban culminando su trabajo de tesis pare optar a títulos en el extranjero. Así, la investigación adquirió un perfil muy peculiar, especialmente en el IVIC, como veremos más adelante. El papel de los científicos extranjeros no se reducía a la enseñanza y la investigación. También 165
tuvieron funciones de tipo organizativogerencial, en comisiones, laboratorios, coordinación de programas de investigación, departamentos docentes, etc. Esa integración a la vida institucional del período sugiere que no había suficiente personal adiestrado localmente. Durante los sesenta, la proporción de investigadores extranjeros en varias unidades del IVIC era muy pronunciada. En el Centro de Química, por ejemplo, el venezolano Chuchani (venezolano de origen israelí) encargado de organizar al Centro, contrató en 1961 al irlandés Kevin Crowley. Poco después se incorporaron el canadiense R.H.Burnell y el norteamericano Murray Tammers. Más tarde, J. Zabicky llegó de México. Recién en 1965 otro venezolano, Carlos Rivas, se incorporó al Centro, apenas obtenido su título doctoral en el exterior, mientras que siguió contratándose a investigadores extranjeros con el criterio de que era deseable desarrollar laboratorios y proyectos con niveles “internacionales” de excelencia. Desde los años sesenta la inmigración fue más latinoamericana, mientras que con el tiempo, en vista de la recuperación de Europa, se dio un flujo de retomo de muchos europeos a ese continente. Desde el año 1966 la presencia de científicos argentinos se hizo más notoria por la migración organizada de integrantes de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires que habían sufrido el embate del régimen militar argentino. En seguida a ellos se agregaron chilenos y uruguayos y en la segunda mitad de los setenta una nueva oleada de inmigrantes argentinos. En al ínterin la comunidad científica nacional había ido creciendo, con experiencia cosmopolita dada la disponibilidad de becas para estudiar en al extranjero a lo largo de todo el período, lo cual fue dando un perfil especial a la institución científica venezolana. 8.9. EL SURGIMIENTO DE LA COMUNIDAD CIENTÍFICA NACIONAL
Fue sólo a mediados de siglo que la actividad científica moderna arrancó con pie firme en Venezuela, ya en un proceso de institucionalización definitivo. La infraestructura culturalinstitucional había comenzado a establecerse en las décadas del treinta y cuarenta, cuando se creó una cantidad sustancial de instituciones donde la actividad científica empezó a tener algún desarrollo. La influencia de esas instituciones y de los actores sociales que las motorizaron fue decisiva ya que fueron los esfuerzos deliberados de los propios científicos los que a través de 166
sus actividades de ciencia pública promovieron el crecimiento de una estructura de apoyo que habría de hacerse efectiva más tarde. En 1950 surgió un foro fundamental para que las pocas personas activas en investigación o con vocación de investigadores se reconocieran como tales y adquieran una voz colectiva audible en la sociedad local: la ASOVAC (Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia). Uno de sus propósitos principales fue el estímulo de la investigación experimental, y su organización se inspiró en la American Association for the Advancement of Science. En la sesión de instalación en 1950 participaron 50 personas. Desde el inicio, a pesar de que le tocó crecer en una década políticamente difícil, o quizás precisamente por ello, sus estatutos defendieron el sentido universal de la asociación: “...la necesidad de asegurar e! esfuerzo colectivo con tal propósito es incompatible con toda actividad sectaria en el campo político, religioso, social. La libertad de investigación no tendría más restricciones que las de orden ético y de decoro de la Asociación“. (ASOVAC. Estatutos)
En 1990, con alrededor de cuatro mil asociados, la ASOVAC siguía siendo el principal vocero de la comunidad científica nacional. La Fundación Luis Roche, en su breve existencia, tuvo un papel decisivo como semillero de los futuros investigadores y líderes de la nueva comunidad científica nacional. Fundada en 1954, buscó reproducir los ambientes liberales, abiertos e informales que [De Venanzi y Roche] habían conocido en los Estados Unidos (Roche, 1987). “La impresión que uno tenía de la Fundación era así como de respirar oxígeno en contraste con la atmósfera asfixiante del país... Recuerdo con agrado las conversaciones, las reuniones y el gran intercambio de ideas que reinaba”, opina Cecilia Coronil, investigadora (Roche, 1987, p.222). Pero no era sólo cuestión de lograr un ambiente cosmopolita en ese instituto. El grupo de científicos que allí trabajaba estaba convencido de que estaban haciendo tarea útil, que su actividad llevaría de alguna forma a la elevación del nivel y calidad de la vida de todos los venezolanos. Cuando a finales de los cincuenta, el gobierno cobró interés en la ciencia, ya contaba con algunos interlocutores. Apoyándose en los científicos más cosmopolitas y dinámicos, el gobierno procedió a establecer nuevas instituciones y mecanismos 167
para al sostén local de la actividad científica. Conectada con la ideología dominante entre estos últimos, estuvo la creencia difundida que los científicos -al comprender mejor que nadie las potencialidades de sus campos respectivos-, debían tener un papel central en la determinación de los problemas por investigar. Los científicos líderes argumentaron que muchos problemas científicos importantes no eran de interés social inmediato y debían ser tratados con autonomía. En un desarrollo paralelo, lograron la creación de la Facultad de Ciencias de la UCV (1958) (Vessuri, 1987) y del IVIC (1959) (Freites, 1984). Con las dos instituciones se esperaba garantizar la educación científica de categoría internacional e institucionalizar la actividad de investigación en el país. En ambos casos los científicos tendrían libertad plena para establecer las políticas que guiasen la conducción de la investigación y la formación de recursos humanos de alto nivel. El postulado común a estas decisiones era que los políticos y funcionarios públicos debían dejar a los científicos lo que concernía a los asuntos científicos y el otorgamiento de fondos para el fomento de la ciencia. Este principio permaneció intacto hasta tiempos recientes, aun con la creación de una infraestructura de fomento y control por parte del Estado. 8.10. TENSIONES DEL ACCESO A LA SOCIEDAD GLOBAL
Venezuela cuenta en el presente con una actividad científica institucionalizada. Pero el debate en torno al papel de la ciencia en la sociedad venezolana y las ventajas y desventajas del acceso a la modernidad y la universalidad o la profundización de las raíces regionales y locales continúa. Hoy más que de cosmopolitismo se prefiere hablar en términos de globalización. No obstante, el dilema es prácticamente el mismo. Para tratar de salir de la situación de atraso y de pobreza, ha sido necesario asimilar algunos de los instrumentos de dominación, identificarse con los poderosos y desear su poderío. Venezuela participa de diversas maneras de la sociedad científico-técnica internacional. Sólo que la ciencia no necesariamente as sinónimo de “imperativo tecnológico”. Bajo el nombre de ciencia, o con diversos calificativos, en distintos momentos y contextos se han englobado actividades muy diferentes, cada una con sus objetivos e ideologías específicos. Dejar que el término “ciencia” cubra toda esa variedad, invocando sólo a la capacidad técnica de resolución del rompecabezas común a todas, deja afuera algunos de los elementos más importantes de la ciencia del pasado y del 168
presente. Las ambigüedades de la auto-conciencia y la compleja multiplicidad de estilos y contextos para la actividad constituyen actualmente rasgos estructurales de la ciencia y no es posible evitarlas. Una característica de la ciencia actual, que agrava sus tensiones y contradicciones es la de los “roles del científico”. La autonomía de la investigación científica se considera como un indicador del grado de modernidad, libertad y civilización de la sociedad, pero esa imagen coexiste con la que valoriza a la ciencia (tecnología) como indicador de riqueza, bienestar y seguridad (nacional, corporativa o individual). Estas dos imágenes y los roles científicos correspondientes son en buena medida contradictorias. Atrapada en la camisa de fuerza de la instrumentalidad, la ciencia está colonizada por las fuerzas dominantes. El mundo finalmente es uno solo, global, pero aunque la ciencia es el lenguaje y el instrumento más idóneo para participar de ese mundo, todavía no es un mundo racional, libre, fraterno y equitativo. No hay garantía de que la ciencia, como componente privilegiado de la vida cultural de la nación, pueda establecer un diálogo fecundo con otras dimensiones de la cultura, ya que el encuentro entre ellas está lejos de ser libre y abierto, distorsionado como está ese diálogo por el poder. Pero con el tiempo los méritos de los diferentes segmentos de la cultura pueden convertir a cada uno de ellos en fuentes al igual que en víctimas del poder. No podemos negarnos a la pretensión de conocer más y mejor aunque ello amenace identidades tanto personales, como culturales y políticas. Por otro lado, ser modernos no significa precisamente adoptar las modalidades culturales o inclinaciones ideológicas de una u otra sociedad dominante. En la medida en que desarrollemos nuestras propias capacidades intelectuales tendremos la autoridad “cultural” suficiente como para ser dueños plenos de nuestro destino colectivo.
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NOTAS
1. De hecho, se fueron dando los elementos de une teoría general de la identidad social, que enfatiza las permanencias de ciertas dimensiones de una sociedad como condición para su reproducción (Ruben, 1991). Ejemplos recientes son los movimientos nacionalistas y regionalistas en el contexto europeo. 2. En este sentido nos basamos en Vessuri (1987), particularmente entre las págs. 307-310. 3 Entre los anuncios de prensa que analiza Canelón (1981) está el de Sebastián Lacavalerie, por ejemplo, quien era “un anunciante de finales de siglo que decía proceder de las Facultades de Filadelfia, Habana y Caracas, ofreciendo sus servicios en el establecimiento sugestivamente denominado American Dental Parlor en el cual se hablaba francés, inglés y español”. 4. El pensador argentino Manuel Ugarte describía así el propósito de América Latina: “…su juventud viril, su cosmopolitismo generoso y su noble audacia la transforman en campo abierto a las promesas del sol” (el porvenir de América Latina, Bs. As., Indoamérica, 1923, p. 116.) Para Ugarte, el cosmopolitismo significaba la capacidad de los latinoamericanos para realizar la primera etapa en el esfuerzo por alcanzar la unidad humana, o sea la creación de una “conciencia continental” o de “una nación continental”. Cuando hablaba de “cosmopolitismo” lo hacía con un espíritu de internacionalismo latino, altruista y utópico.
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5. La influencia cultural en esa lucha es claramente visible en autores como Frantz Fanon (1961), quienes acusan al “cosmopolitismo” y el “individualismoʼ”de ser las dos bestias negras que amenazan la identidad de las naciones dominadas (p. 109) 6 En la definición del Websterʼs Dictionary cosmopolita es “la persona que se siente en su casa en cualquier país; ciudadano del mundo; persona sin vínculos o prejuicios nacionales (Salomón, 1986, p. 174). En todo caso, esta definición pareciera caberle a un científico más que a cualquier otra persona, casi que por razones de la definición de su cultura profesional. Martí, Publicado en El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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9 CIENCIA PARA EL SUR EN EL SUR. EXPLORANDO EL PAPEL DEL LIDERAZGO LOCAL COMO CATALIZADOR DEL DESARROLLO CIENTÍFICO
El proceso de la expansión mundial de la ciencia occidental ha sido impulsado tanto por Occidente para transferir conocimiento y productos al resto del mundo como por las naciones no occidentales en su intento de capturar lo que parecían ser los símbolos obvios del éxito occidental. Un enfoque común en la literatura especializada sobre este tema enfatiza la contribución de científicos europeos y norteamericanos, o de agencias en el mundo colonial y post-colonial, que caracterizaron el proceso como un flujo unidireccional de conocimiento desde el Norte al Sur. Más recientemente, los investigadores han tratado de obtener un cuadro más equilibrado de los complejos fenómenos de la transferencia de conocimiento científico y construcción de capacidades en los países en desarrollo. En consecuencia, ha crecido el interés por entender las acciones de los científicos locales y otros actores sociales en el Sur, cuyo objetivo es introducir y/o desarrollar localmente la ciencia moderna. En este estudio, describo algunos de los procesos subyacentes en las estrategias de legitimación a las que recurren los científicos del Sur para fortalecer su posición qua científicos en el Sur. No intento proporcionar una explicación completa de esos procesos. Mi propósito es, más bien, seleccionar de la compleja red de elementos culturales envueltos, un estudio de caso de liderazgo local que tomo como ilustrativo de iniciativas sureñas de dominar la ciencia del Norte, para examinarlo más estrechamente. Argumento que Nicolás Bianco, un inmunólogo venezolano, fue exitoso en buena medida debido a su habilidad de impulsar su especialidad casi simultáneamente en un amplio espectro de funciones e instituciones, incluyendo la investigación médica, la investigación básica, la atención local de salud, la atención de salud hospitalaria, la escuela de medicina, la universidad, el gobierno y vinculaciones internacionales. Con una visión y el impulso típicos del constructor de disciplinas, Bianco emprendió una gran variedad de iniciativas
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para hacer posible la institucionalización local de su campo de conocimiento. Obtener una identidad cognoscitiva para la inmunología en la facultad local de medicina fue su objetivo principal. En la explotación de la libertad disponible a un pionero, sin embargo, jugó una multiplicidad de roles en relación con su campo. Su proselitismo en favor de su tema elegido es lo que tal vez ha tenido un impacto más duradero. Con una disciplina por institucionalizar en el contexto local, el papel de Bianco como docente que facilitó herramientas analíticas, técnicas, metodologías y orientación intelectual, fue dominante y estuvo en la vanguardia de las acciones. Su enfoque gerencial, de moda en la retórica de las ciencias sociales y en la política pública y privada en Caracas, le ayudaron en conexión con la construcción organizacional, obteniendo fondos y rindiendo cuenta a sus mecenas en un contexto donde no había rendición social de cuentas de parte de las instituciones del sector público. Sus esfuerzos fueron filtrados a través de una red estrechamente tejida de vínculos de familia, parentesco, compañerismo universitario y amistad, a menudo mezclados con alineamientos de partidos políticos. Estos constituyeron amortiguadores útiles que le ayudaron a asegurarse el necesario refugio político y el “tiempo” político en la universidad, y permitió que su proyecto sobreviviera y llegara a fructificar. Analizo primero ciertos rasgos de las trayectorias personales y colectivas de Bianco y su grupo. Luego examino algunas características de las condiciones de investigación en el contexto local, tales como el “refugio político”, los mecanismos para recaudar fondos, la ideología racionalista y la escasez de personal de investigación. Desarrollo el argumento de que mientras la diferenciación y la demarcación a menudo distinguen a las instituciones y la conducta social en el Norte, un enfoque de múltiples niveles parece posible y quizás sea una ventaja en el Sur. La epistemología de la acción y la legitimidad en el Sur es diferente y puede operar de manera distinta a la común en los sistemas sociopolíticos del Norte.1 La discusión final considera el problema de la legitimación política en conexión con la matriz disciplinaria específica de la inmunología, con énfasis en las fronteras fluidas de la disciplina, El logro de Bianco probablemente le deba mucho al hecho de que se dedicó a la inmunología y no a una disciplina más madura con una tradición más larga en el contexto local.
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9.1. LA TRAYECTORIA PROFESIONAL
Las maneras en las que un científico funciona dentro de las expectativas y oportunidades profesionales que le brindan su institución y medio cultural y sancionadas por su cultura científica pueden analizarse mejor por medio de un enfoque biográfico. En esta sección se hace una breve descripción del trasfondo familiar de Bianco, de su educación, su experiencia profesional, responsabilidades institucionales y actividades profesionales al igual que de los factores que intervinieron e impulsaron importantes decisiones o cambios de curso. 9.2. INFLUENCIAS DECISIVAS: LA FAMILIA, LA ESCUELA, EL NACIONALISMO Y LA INVESTIGACIÓN
Bianco nació en Caracas en 1943, en una familia de clase media muy unida, con cinco hijos y reminiscencias de las costumbres de la región del sur de Italia entre Palermo y Calabria de donde provenía su familia paterna. Hijo de un rector de la Universidad Central quien fuera una figura central en los años de turbulencia política de la Renovación universitaria en la década de 1960, Bianco estaba profundamente influenciado tanto por la personalidad de su padre como por la ideología política nacionalista prevaleciente en sus años de estudiante.2 Entre los principios nucleares del movimiento de Renovación en el cual participó estaba el de enganchar la ciencia para el logro del desarrollo nacional. El movimiento resultó ser políticamente molesto para el gobierno y después de algunos meses de tensiones crecientes el rector fue sumariamente despedido por el presidente de la República y la universidad fue cerrada. Por muchos años Bianco creyó que tenía el deber moral de convertirse en rector de la universidad, como su padre, como una forma de reivindicarlo por su difícil experiencia. Esto se reflejó en su empeño por construir el Instituto de Inmunología en los terrenos de la Universidad Central aunque, cuando surgió la oportunidad de establecerlo, la universidad ya no era el ambiente más favorable para la investigación científica. Sus pasos iniciales hacia una carrera profesional en la década de 1960 fueron de muchas maneras los pasos típicos de un joven venezolano de clase media graduado en medicina e interesado en desarrollar su capacidad de investigación.3 Después de recibir su título de médico en la Universidad Central en 1966, fue a los 175
Estados Unidos con una beca del gobierno de Venezuela e hizo dos años de formación básica en medicina interna en la Universidad de Harvard. Dado el hecho de que Venezuela es un país rico en petróleo, no sorprende que su siguiente beca de tres años para formarse en inmunología (julio 1969-junio 1972) fuera otra vez de su país, una situación no muy frecuente en las naciones del Sur. Completó un grado de Maestría en los Hospitales Robert B. Brigham y Peter B. Brigham de la Escuela Médica de Harvard, pero no se quedó para obtener un título de doctor porque sus compromisos familiares lo obligaron a regresar a Caracas.4 Su decisión de orientarse en la inmunología estuvo influida por su hermano mayor quien, en ese momento, estaba haciendo investigación en cardiología en los Estados Unidos y que le señaló la falta de dicha disciplina en Venezuela. Siendo un clínico, Bianco captó las ventajas de integrar el conocimiento inmunológico recientemente adquirido en la práctica médica local. Gracias a una alianza entre biólogos moleculares e inmunólogos celulares la teoría inmunológica y, en efecto, toda la disciplina estaban comenzando a ejercer una influencia de largo alcance sobre otras disciplinas biológicas y médicas en el ámbito internacional.5 Las investigaciones inmunológicas estaban penetrando los ámbitos de los transplantes, alergias, estados de deficiencia auto-inmune e inmune, al igual que el status inmune de varias enfermedades, áreas que más tarde Bianco y su grupo explorarían en Caracas. Su propia experiencia como estudiante en Harvard a finales de la década de 1960, cuando la disciplina sufría un cambio conceptual rápido y existían muy pocos departamentos inmunológicos o revistas claramente definidas como inmunológicas, lo ayudaron a definir su ambición.6 La visión integral de las respuestas inmunológicas mediadas por anticuerpos y células que entonces prevalecía entre los inmunólogos de Harvard le proporcionó a Bianco un modelo de investigación apropiado. Su visión de la temática encaja estrechamente con el argumento de Ilana Lowy que la existencia de conceptos de frontera en la inmunología definidos de manera poco precisa ha facilitado la interacción entre médicos y biólogos haciendo posible la articulación entre ciertas tareas médicas y científicas.7 A través de la nueva inmunología, los profesionales de diferentes tradiciones podían adaptarse a un ambiente cognoscitivo y social cambiante mientras que protegían su inversión en un conjunto dado de prácticas experimentales y su autoridad sobre un campo de competencias específicas.
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9.3. ESTABLECIENDO LAS BASES PARA EL CRECIMIENTO
Los años de 1972 a 1979 fueron un intenso período de pruebas, logros, ajustes y renovación interna para Bianco. La primera prueba ocurrió cuando se dio cuenta, a su regreso a Caracas en 1972 de sus estudios de postgrado en Harvard, que no conseguiría un puesto de trabajo en el Departamento de Medicina Interna de la Facultad. Bianco recurrió a su red de contactos locales. Un amigo que era director del Instituto de Patología, el Dr. Pedro Grases, lo invitó a reorganizar la sección de inmunopatología, donde todo debía hacerse desde la nada. En agosto de 1972 Bianco sometió su primera propuesta de proyecto de investigación a una fundación privada local para estudiar los anticuerpos anti-ADN y el complemento del serum en el lupus eritomatoso.8 Esta fue su primera apelación a varios mecenas potenciales locales a quienes se acercaría en años subsiguientes. Con el subsidio (unos US$ 17.000) compró un microscopio y una centrífuga que, junto con unas pocas piezas de instrumental que encontró abandonadas en el Instituto de Patología, constituyó su primer equipo básico. Al comienzo, lo que Bianco hizo fue una observación meticulosa de los resultados del inmunodiagnóstico de pacientes de lupus lo que gradualmente le permitió darse cuenta del gran potencial de investigación que tenía a su disposición.9 Una vez que obtuvo su puesto universitario y un mínimo de espacio de laboratorio, Bianco se dedicó a organizar un grupo de investigación. Había algunos practicantes dispersos en laboratorios de diferentes instituciones, pero en ninguna parte del país existía un enfoque común para enseñar y hacer investigación en inmunología. Sentía que el campo nunca estaría seguro sin éste, menos aún que fuera aceptado como crucial en la profesión médica. De esta forma, a menudo insistió en la necesidad de obtener cargos de carrera y unidades de investigación para la inmunología. Gloria Echeverría de Pérez, una inmunogenetista clínica e inmunóloga celular (también formada en el Hospital Peter B. Bringham de Harvard en 1972-1974) se unió a Bianco en julio de 1974. Eran vecinos y amigos desde la niñez y trabajaron juntos en el esfuerzo por la inmunología desde el mismo comienzo. De esta forma, co-organizaron la visión integradora de la inmunopatología mediada por anticuerpos y mediada por células. Establecieron la base local de la inmunología clínica, desarrollando el primer programa de evaluación y pronóstico para 177
transplantes clínicos. Raúl Suárez, otro inmunólogo clínico muy amigo de Bianco, y padrino de sus hijos, también fue invitado a unirse al nuevo grupo en esta etapa temprana.10 El tercer miembro fue el nefrólogo clínico Dieter W. Zschaek, quien también había estudiado en Harvard. Con ellos, así como con E. Feo-Figarella (bióloga), C.E. Contreras (bioanalista) y unos pocos técnicos, Bianco formó su primer equipo de investigación. Bianco era conciente de la importancia de tener una identidad institucional formal, y del atractivo de desarrollos y contactos internacionales como forma de afirmar la seriedad y legitimidad de sus proyectos. En consecuencia, siguió estrechamente las recomendaciones del Informe Técnico Nro. 496 de la Organización Mundial de la Salud (1972), que aconsejaba lanzar programas de salud y académicos para el desarrollo de la inmunología clínica en todo el mundo.11 Este plan cuidadoso le sirvió como salvaguarda contra interferencias de poderosos grupos médicos locales. Bianco sembró las semillas de un instituto de investigación en 1974 cuando creó la Unidad Piloto de Inmunología Clínica (UPIC), transformada un año más tarde en el Centro Nacional de Referencia en Inmunología Clínica (CNRIC), con respaldo oficial del gobierno de Venezuela.12 Su idea era instalar una estructura descentralizada que difundiera la inmunología clínica en toda la nación. El CNRIC tuvo desde el inicio una doble afiliación –a la universidad y a la División de Enfermedades Crónicas del Ministerio de Sanidad- y actualmente (año 1992) incluye diez unidades regionales de inmunología clínica. Cada UIC está coordinada por un inmunólogo clínico, formado para ser un clínico activo y competente en usar y supervisar las facilidades de laboratorio de inmunodiagnóstico.13 La investigación propiamente dicha en la UPIC comenzó en 19761977, concentrada en enfermedades autoinmunes (especialmente lupus sistémico y el sistema HLA). La pequeña comunidad de investigación biomédica venezolana, muchos de cuyos miembros habían realizado su formación de postgrado en renombrados centros de investigación mundiales, y particularmente los científicos pertenecientes al altamente considerado Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), había adoptado patrones internacionales tanto en relación con su trabajo académico como con su evaluación.14 En la competencia nacional por los fondos de investigación y el poder académico habían conseguido imponer como reglas predominantes del juego académico los de la publicación de corriente principal (mainstream).15 Bianco percibió que para 178
ganar credibilidad en casa, él y su grupo deberían publicar internacionalmente. En este período produjeron cuatro papers. Bianco los llevó consigo a un curso avanzado sobre enfermedades reumáticas en Londres en 1977, esperando conseguir publicarlos en los Proceedings del curso. Sin embargo, ninguno fue publicado en esa ocasión. Esta fue la primera confrontación frustrante del grupo con las reglas del juego de la publicación científica desde su ubicación en la periferia de América Latina. La experiencia previa de Bianco en publicaciones había dependido de sus tutores en Harvard. En realidad, no tenía experiencia en los procedimientos y carecía del conocimiento tácito y de las conexiones requeridas para la publicación internacional. Fue sólo en 1980 que uno de los papers sobre lupus y dos sobre HLA, que pudieron ser salvados de la primera cosecha de la producción de 1976-1977, salieron impresos. Fueron las primeras tres publicaciones del grupo. No obstante, la visita a Londres de 1977 resultó fructífera en otro sentido. Bianco contactó al funcionario a cargo de la Unidad de Inmunología de la Organización Mundial de la Salud y firmó el primer contrato de servicio técnico entre su centro y la OMS; estos contratos se renovaron automáticamente desde entonces. También hizo un seguimiento de desarrollos en la Asociación Norteamericana de Inmunólogos y en la Unión Internacional de Inmunólogos. En 1977 este último cuerpo internacional estructuró el Comité de Inmunología Clínica. La determinación de Bianco le ayudó a integrar este Comité en 1980, durante el IV Congreso Internacional de Inmunología, que tuvo lugar en París, y ese año el CNRIC fue incluido como el único representante iberoamericano de la Unión Internacional de Sociedades de Inmunología (IUIS).16 En 1981, la Oficina Panamericana de la Salud (OPS), integrante de la OMS, comisionó al CNRIC para organizar el Primer Simposio Latinoamericano de Inmunología Clínica, que tuvo lugar en Caracas en noviembre de ese año. Como consecuencia de estos desarrollos, de negociaciones locales intensas y de movidas de su red social, se alcanzaron otros dos objetivos importantes. Primero, la Federación Venezolana de Colegios Médicos aceptó la Inmunología Clínica como una disciplina médica autónoma (el primero de tales programas en América Latina) en 1978 y el Ministerio de Sanidad donó los fondos para construir una nueva área física para el CPIC en el Instituto de Patología. La construcción comprendió 240 m2 y reflejó el enfoque integrador de los laboratorios de respuesta inmune mediada por anticuerpos y por células. Tenía un área para la inmunogenética y espacios administrativos. La biblioteca 179
y salón de conferencias fueron agregados más tarde mientras que los pacientes eran vistos en el hospital universitario. El segundo objetivo fue alcanzado en 1982, cuando Bianco fue nombrado en el Comité de Expertos de la OMS y la organización propuso establecer su Centro de Colaboración sobre Inmunología Clínica (CECOIC) en el CNRIC en Venezuela. El CECOIC era el primer centro internacional establecido por la OMS desde que comenzó a promover la especialidad en 1972, con el propósito de estimular el desarrollo de la inmunología clínica en América Latina a través de la docencia y la investigación.17 Los investigadores del CECOIC participan en el Comité de la OPS sobre Hepatitis Viral, SIDA, estandarización de extractos alergénicos de la Academia Norteamericana de Alergia y en el Comité de Expertos de la OMS sobre Envejecimiento. Desde 1980, el CNR/CECOIC ha participado en los eventos del Comité de Inmunología Clínica de la Unión Internacional de Sociedades de Inmunología (París, 1980; Ginebra, 1981; Estanbul, 1982; Kyoto, 1983 y Toronto en 1986). 9.4. LA DIFÍCIL CONSOLIDACIÓN INSTITUCIONAL
Hasta allí, Bianco había luchado por abrirse un nicho para sí y su disciplina en la facultad de medicina local. Lo había hecho por medio del ensayo y el error, tratando de sacar ventaja de las grietas de la organización universitaria, donde la dramática expansión de la matrícula estudiantil tenía el efecto paradójico de fortalecer y al mismo tiempo debilitar la comunidad científica de la institución. En 1979, probablemente como consecuencia de la creciente visibilidad del grupo y por tanto de la posible competencia por el poder y la influencia, hubo una crisis interna que se resolvió con algunos cambios de personal. Dos de los miembros del grupo inicial, el inmunólogo Suárez y el nefrólogo Zschaek, dejaron el grupo. Uno se pregunta si la ausencia, en la agenda de investigación temprana del grupo, de investigaciones sobre alergias que ocupan un espacio tan grande en la inmunología, no estuvo ligada al hecho que Suárez era un alergólogo y mantuvo su práctica privada mientras era miembro del grupo de inmunología. Por otro lado, es probable que como la investigación en alergia todavía era considerada una disciplina clínica distintiva, el grupo no había tenido conciencia inicialmente de la importancia de la alergología en la inmunología de corriente principal y esta separación continuó hasta el fin de la década de 1970. A pesar de la crisis, a finales de 1979 el grupo de la UPIC 180
tenía seis inmunólogos.18 Excepto por este episodio temprano, el liderazgo de Bianco en el grupo no fue cuestionado. Ese liderazgo a menudo ha implicado una relación paternalista entre él y sus colegas más jóvenes. El grupo era gestionado como una pequeña familia. En vista de la competencia con otras carreras que vaciaban los programas de la ciencia universitaria de los estudiantes más capaces se nombró a miembros del personal, jóvenes con calificaciones de maestría o menos, que se matricularon en los programas de maestría y doctorado del centro lo que resultó en una estrategia de endogamia por mera necesidad. La urgencia de un liderazgo fuerte enfatizaba de alguna manera la fragilidad de la vida científica en la universidad. Bianco decidió comenzar la década de 1980 introduciendo un estilo de gerencia basado en planes trienales institucionales y de investigación. Definió el primero para el lapso 1980-1982. La comprensión de la necesidad de renovar el conocimiento y las técnicas asociadas con su producción en la arena internacional fue central en el primer ejercicio de planificación. Dado el rápido progreso de la disciplina en las décadas de 1960 y 1970, se abría un formidable desafío en términos de supervivencia científica para los científicos en los países en desarrollo. Si esto era difícil de captar a comienzos de los años de 1980, resultaba todavía más difícil de manejar con una pequeña comunidad científica nacional como la venezolana. Pero el grupo de Bianco tenía interés en asumir el riesgo, impulsado por los miembros más maduros que habían sido formados en algunas de las mejores universidades del mundo y que eran concientes de la creciente brecha del conocimiento. Los integrantes del grupo tendrían que ir al extranjero a aprender las nuevas técnicas en centros de investigación establecidos en inmunología. La estadía de año sabático de Gloria Pérez en Stanford en 1981 para trabajar sobre anticuerpos monoclonales, hibridomas y subpoblaciones de linfocitos le permitió hacer el primer diagnóstico de sida en Venezuela (marzo de 1983), y también reforzó la idea del grupo de que los miembros de la UPIC tenían que reciclar su conocimiento de acuerdo con la nueva era inmunológica.19 Normalmente Bianco obtenía los fondos necesarios de fuentes locales como la universidad, el Consejo de Ciencias y el Ministerio de Sanidad. Las Actas del Primer Simposio Latinoamericano sobre Inmunología Clínica, organizado por el grupo en Caracas en 1981, ya enfatizaba algunas nuevas áreas de la inmunobiología y la inmunopatología.
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La estrategia del grupo fue explorar gradualmente las diferentes áreas de la inmunología clínica para alcanzar un impacto rápido en la comunidad científica nacional y ganar reconocimiento internacional.20 Bianco y sus colegas hicieron el esfuerzo de llevar los resultados locales a reuniones internacionales, particularmente los de la Unión Internacional de Sociedades Inmunológicas, que se realizaba cada tres años (París 1980, Kyoto 1983, Toronto 1986). Dieron gran importancia a publicar en el extranjero, tanto como una manera de medirse a sí mismos contra el conocimiento y proyectos de otros como para fortalecer los vínculos de camaradería internacional. Como en otros laboratorios locales, sin embargo, los aparatos de laboratorio eran en gran medida todavía tradicionales. El grupo estaba empezando a sentir que pronto alcanzarían el límite de lo que podía hacerse con los aparatos localmente disponibles. Hacia 1986 Bianco decidió que tenían que expandir su base tecnológica para asimilar la revolución celular que estaba cambiando visiblemente el paisaje de la investigación biomédica internacional. Enfrentaban cada vez más dificultades para conseguir que sus papers fueran aceptados en las prestigiosas revistas de corriente principal. Después de todas sus luchas por establecer un nicho en la facultad de medicina, sentían con fuerza la necesidad de hacer algo de importancia decisiva para realmente alcanzar legitimidad científica. 9.5. UN GRAN SALTO ADELANTE
En 1987, exhausto por el esfuerzo de los quince años previos, pero ansioso de volverse alfabeto en el “nuevo lenguaje” de la inmunología, Bianco decidió enfrentar el desafío frontalmente. Tomó un año sabático y, para combinar sus intereses con los de su esposa que estaba estudiando para su grado doctoral en humanidades, se dirigió al Instituto Pasteur de París. Un colega y amigo uruguayo que se había exiliado en Caracas durante algún tiempo lo ayudó a hacer contacto con otro investigador uruguayo que podría recibirlo en el instituto francés. De esta manera es que llegó al Service d’Immunopathologie de Guillermo Dighiero en el Instituto Pasteur, con la idea de trabajar sobre aspectos moleculares de la inmunopatología viral de la inmunodeficiencia humana. Ésta resultó ser una oportunidad excelente. Tal como lo esperaba, Dighiero reveló ser un interlocutor más abierto y comprensivo de lo que probablemente habría sido cualquier otro científico del primer mundo. Él pudo ayudar mejor a Bianco a captar no sólo los aspectos intelectuales 182
del nuevo conocimiento sino también, y fundamentalmente, las dimensiones políticas y organizacionales de la investigación en ese prestigioso centro. En un período de dieciséis meses, Bianco integró en su mente una visión general de las nuevas ciencias que subyacían a la biología celular (clonación de ácido nucleico y linfocitos, citometría de flujos, genética molecular y biología molecular). Además, experimentó un esfuerzo de investigación gratificante, al publicar un paper con Dighiero y Luc Montaigner sobre células asesinas naturales (NK en su sigla en inglés) en la infección de VIH, en un proceso que sólo llevó cuatro meses de su estadía en el Pasteur.21 Cuando Bianco estaba en París ocurrieron dos cosas que eventualmente catapultaron a su grupo en la década de 1990. Primero, en junio de 1988 la Escuela de Medicina de la Universidad Central aprobó planes para otorgar a la Unidad Piloto el status de Instituto de Inmunología, el primero en Venezuela, y le asignó más espacio (más de 800 m2). Este nuevo status llegó como el reconocimiento largamente buscado del papel de Bianco en la faculta. El Instituto ratificó la legitimidad del grupo dentro del mismo y, más importante, se convirtió en la fuente de medios financieros y políticos para ayudarlo a conseguir los objetivos deseados. Segundo, en enero de ese año Bianco hizo contacto con Carlos Andrés Pérez, quien era candidato a la Presidencia (fue elegido en diciembre de 1988) y contribuyó a los programas de ciencia y salud. Este contacto directo con el liderazgo político cimero en el país produciría resultados cruciales un tiempo más tarde. Bianco regresó a Caracas en julio de 1988, determinado a producir los cambios que sentía que eran necesarios en el nuevo Instituto de Inmunología. Logró un acuerdo con sus colegas en septiembre para emprender un ataque frontal sobre dos cuestiones relacionadas. La primera era la revisión de la organización existente y el diseño de un nuevo enfoque gerencial para la investigación y la atención de pacientes. La segunda era obtener los fondos necesarios para garantizar la viabilidad del nuevo programa en sus varios componentes de edificios, personal, plataforma tecnológica y actualización de la red regional. Para conseguir fondos para el nuevo programa, Bianco decidió arriesgarse yendo hasta la cabeza del gobierno. Presentó el Programa GENIC (Gerencia de Nuevas Iniciativas en Inmunología Clínica) a C.A. Pérez, quien había comenzado su gobierno como presidente de Venezuela en febrero de 1989. Los fondos fueron concedidos en julio de ese año a través del 183
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICIT) y estuvieron disponibles en septiembre para un primer período de tres años. En noviembre de 1992, el CONICIT aprobó una segunda etapa del Programa GENIC. El Instituto cubría actualmente la investigación científica y tecnológica en inmunología básica, inmunopatología e inmunología clínica. Sus principales líneas de investigación eran enfoques moleculares e inmunopatológicos de la hepatitis viral; visiones moleculares, inmunopatológicas y epidemiológicas de las infecciones retrovirales humanas; la inmunopatología de la alergia sistémica; la fisiología de las células asesinas naturales; la inmunopatología del metabolismo de lípidos, y la inmunogenética de las poblaciones venezolanas. A comienzos de la década de 1990 el IDI emergió como un grupo de investigación líder en el país.22 Es esencialmente un emprendimiento de pequeña escala, constituido primordialmente por dos grupos de personas, los inmunólogos básicos (seis) y los inmunólogos clínicos (nueve), con una buena dosis de competencia saludable entre ellos y una base cognitiva y cultural común que se desarrolla lentamente. Está organizado en una cantidad de líneas integradas y estrechamente supervisadas. Sin embargo, la concentración en un tema principal y la actuación como un equipo para volverse más consistentes y tener un mayor impacto, es algo que todavía está en la agenda.23 9.6. EL MANEJO DE LAS CONDICIONES LOCALES PARA LA INVESTIGACIÓN
Usualmente las condiciones para hacer investigación universitaria en un país en desarrollo son bastante diferentes de las que encuentra un graduado de esa misma institución cuando va con una beca de postgrado a un centro de renombre mundial. Esto puede captarse considerando una cantidad de temas que, de diferentes maneras, reflejan el escenario idiosincrásico y los factores condicionantes. Patronazgo político: en ausencia de un mecenazgo privado fuerte, el respaldo de instituciones estatales y la presencia de tecnócratas del estado, burócratas y/o políticos deseosos y capaces de jugar un rol de soporte resultan cruciales en el éxito de proyectos institucionales de algún tamaño. El poder tiene un papel crucial en permitir a un científico líder o a un actor institucional lograr su objetivo. Pero el poder crea meramente la oportunidad 184
e inclinación para el éxito. El verdadero éxito requiere que el científico emprendedor perciba tales oportunidades y tendencias. En los términos de Adler, Bianco encontró abrigo político en la universidad pública por dos razones.24 La naturaleza burocrática de la administración universitaria le permitió una buena dosis de libertad de acción que protegió su proyecto del clientelismo y las presiones económicas y políticas de visión estrecha. En segundo lugar, el nombre de su padre le ayudó a reunir apoyo en diferentes niveles de la jerarquía académica. Bianco también engendró confianza política: es decir, despertó una actitud positiva hacia su proyecto entre los diseñadores de políticas del CONICIT, el Ministerio de Sanidad y la opinión pública, a través de su presencia activa en la prensa cotidiana, que le dio una oportunidad de producir resultados. El hecho de que las ideas de política provenientes de su grupo fueran “vendidas” a los tomadores de decisiones a través de la persuasión y el habilidoso uso sociopolítico de la competencia técnica contribuyó a hacer que su influencia se sintiera más allá del ámbito académico inmediato. Finalmente, Bianco logró obtener tiempo político, un período suficientemente prolongado como para desarrollar una infraestructura científica y tecnológica en el contexto local. Lo que está por verse es si el tiempo ha sido lo suficientemente largo como para producir resultados irreversibles antes de que la oposición política o restricciones estructurales al proyecto tengan una posición de dominio y lo maten. En vista de la actual coyuntura de gran turbulencia política y económica, la tendencia de Bianco de pensar positivamente puede ser un ingrediente importante para éxitos subsiguientes. La obtención de los fondos: el financiamiento internacional ha sido a menudo el factor determinante en la constitución y mantenimiento de programas institucionales de ciencia en los países del Sur. Sin embargo, también hay proyectos que han conseguido capturar la imaginación de líderes políticos y tomadores de decisión locales, quienes los ven como teniendo relevancia nacional. La Presidenta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas, al otorgar los fondos para el Programa GENIC estaba “orgullosa de apoyar al Instituto de Inmunología Clínica que sirve prácticamente como un servicio único en el país, con recursos humanos de valor estratégico para Venezuela.”25 Esto significa que la fuente básica de apoyo del Instituto proveniente de patronazgo público deriva de la apreciación de su servicio y funciones de entrenamiento más que de su calidad científica intrínseca en términos de contribución a la ciencia mundial. De esta forma el grupo ganó legitimidad en 185
el ámbito nacional no tanto por su mérito científico sino porque era percibido como inmediatamente útil. Hasta ahora, el apoyo financiero del IDI ha provenido enteramente de fuentes públicas nacionales. Por varias décadas la riqueza petrolera venezolana permitió que el gobierno nacional pagara la mayor parte de los gastos de la educación superior y la ciencia.26 La nómina de pagos del instituto ha sido cubierta por el presupuesto de la facultad de medicina y el Ministerio de Sanidad. Como hemos mostrado, más recientemente, se obtuvieron nuevos fondos para el Programa GENIC (del CONICIT y del Ministerio de Desarrollo Urbano) no a través del proceso usual de introducir un formulario de solicitud ante el Consejo de Ciencias, sino por la voluntad de Bianco de ir hasta la cima, arriesgándose con un candidato probable a la presidencia –C.A. Pérez- y más tarde insistiendo en la importancia y la urgencia de su proyecto ante el ya presidente de la República. Recurrió al poder estatal para lograr avanzar en el desarrollo de las competencias en ciencia y tecnología de su campo. De esta forma los políticos aparecen como instrumentos para lograr ciertos propósitos ulteriores. Dadas la inestabilidad política y económica reinantes, sin embargo, el apoyo público a menudo ha sido el resultado de negociaciones individuales más que un componente de un conjunto mayor de políticas públicas articuladas. Aunque cada éxito generó a su vez apoyo político para el proyecto, no se asegura una continuidad institucional y su supervivencia debe ser constantemente renegociada. Esto, de paso, es un destino frecuente de los esfuerzos científicos en países en desarrollo, donde la cuota de incertidumbre derivada de la efímera y vaga red de alianzas políticas es desproporcionadamente elevada. Nacionalismo pragmático: el nacionalismo ha sido una fuente frecuente de institucionalización científica en los países en desarrollo. La ideología es importante pues tiene el potencial obvio de desarrollarse en una fuerza política orientadora del comportamiento individual. Bianco ganó creciente fuerza organizacional dentro y a través de las organizaciones públicas médicas y académicas, creando espacio de maniobra con su traducción idiosincrásica del rol de la ciencia y la tecnología en condiciones de subdesarrollo. Una buena parte de su mérito es su habilidad de organizar, de combinar cosas dispares, de hacer suposiciones razonables, simples, y cortocircuitos contrarios a las reglas actuales, de improvisar y tener éxito. Un enfoque pragmático a problemas solubles que conduce a retornos razonablemente rápidos, le permitió obtener muchas de las cosas que buscaba. Su enfoque gerencial del desarrollo institucional está 186
más emparentado con aquel en boga entre la nueva generación de tecnócratas y gerentes asociados con la ola de privatización de las empresas públicas en Venezuela. Pero su ideología médica ha sido de servicio público. De esta forma, como ya se mencionó, siempre confió en el financiamiento público y muy poco en fuentes privadas o extranjeras. Aunque se puede decir que Bianco es un hombre de su tiempo y su país, incluso con estas restricciones él podría haber elegido algo diferente. Explotó sus contactos con el aparato científico internacional menos con la ambición de hacer una carrera internacional personalmente exitosa o de convertirse en apéndice de un laboratorio o profesor extranjero, que con la de construir una base científica en su propia universidad, una que fuera definida en términos locales, de acuerdo con necesidades y enfoques locales, dentro de un marco nacionalista. La falta de un contexto social favorable para la investigación: es de conocimiento común que la mayoría de los países en desarrollo carecen de una tradición científica y que pocos lugares proporcionan un contexto favorable para hacer investigación científica. Aunque las universidades han sido sitios frecuentes de investigación en los países latinoamericanos, esto no significa que ellas fueran aptas para el crecimiento de la investigación como actividad institucional. Las universidades más grandes tienen otros roles sociopolíticos importantes. …como medio de acceso a la burocracia estatal para las clases medias, y en los campos profesionales;…como campos de batalla para dirimir ciertas diferencias políticas o como un refugio para los disidentes; y normalmente han proporcionado entrenamiento para los futuros líderes políticos del sistema nacional. 27
Este ambiente institucional, donde los científicos son expuestos a tantas presiones extracurriculares, se traduce en dificultades para el desarrollo de la investigación. La ausencia de una estructura administrativa y una falta de comprensión pública del rol de la ciencia en el desarrollo desestimulan a los científicos con respecto a hacer su trabajo. El desafío para Bianco de construir un contexto académico y científico para su instituto dentro de la facultad médica, ha sido en efecto grande, pues la función de investigación es incipiente en esta institución. Sólo el 6% de los 1.200 miembros del personal docente e investigador de la facultad está formalmente afiliado a sus seis institutos de investigación, mientras que el 94% pertenece a las Cátedras docentes, que tienen un vínculo 187
más precario con la investigación.28 Aproximadamente el 10% de la facultad médica está acreditada en el Sistema Nacional de Promoción del Investigador (PPI), de los cuales sólo el 5% son médicos. La porción del IDI de los investigadores de la facultad acreditados en el PPI es del 53%. Conciente de esta realidad lúgubre, Bianco dirigió su atención política y apoyo al desarrollo de recursos humanos y a la infraestructura tecnológica para la investigación en la facultad, y no sólo con respecto a su instituto, pues se dio cuenta de que en última instancia las posibilidades de desarrollar su propio instituto deberían apoyarse en el sólido progreso de las capacidades científicas en el ámbito nacional. Bianco trabajó desde 1980 para promover la gerencia científica en la universidad y particularmente en la escuela médica. En 1981 propuso organizar una oficina de gestión de la investigación en la facultad de medicina que elaborara políticas y catálogos de investigación, y que sirviera como vínculo entre las agencias nacionales de investigación y el pequeño grupo de investigadores en la facultad. En 1984-1986, mientras participaba en el Comité de Investigación de la Asociación de Profesores Universitarios (APIU), organización universitaria dirigida a promover el desarrollo de la investigación, continuó promoviendo la creación de oficinas de gestión de la investigación en las once facultades de la universidad, defendiendo la necesidad de tener “líneas horizontales” de comunicación entre las autoridades universitarias, las oficinas de gestión de la investigación y los investigadores individuales. Desde su posición como Presidente de la APIU también presentó al gobierno (CONICIT, enero 1987) el primer borrador para el establecimiento de un Sistema Nacional para la Promoción de la Investigación, que finalmente sería puesto en marcha en 1990. Después de su regreso de París, a comienzos de la década de 1990, consiguió convencer a las autoridades universitarias de la necesidad de un esfuerzo más organizado para la promoción de la investigación en la facultad de medicina. Como resultado, ocurrieron dos cambios importantes en la facultad: la instalación y plena operación de la primera oficina de gestión de la investigación de la facultad, y un nuevo conjunto de lineamientos para operar los siete institutos de la facultad de medicina basados en un esquema gerencial. Bianco se convirtió en el coordinador de investigaciones de la facultad de medicina, un nuevo cargo en la jerarquía académica con una fuerte voz y poder de voto en el Consejo de Facultad, al cual había sido reelegido varias veces. Por supuesto, su rol como catalizador del desarrollo científico es una condición necesaria, pero no suficiente para el éxito y el fracaso. 188
El dilema de la publicación científica: una corriente reciente de opinión entre los comentaristas del desarrollo en el Norte al igual que en el Sur sostiene que las comunidades científicas en los países en desarrollo están demasiado unilateralmente orientadas a mejorar su visibilidad internacional a través de la publicación en medios de la corriente principal. Incluso cuando es exitosa, dice el argumento, la publicación no resuelve los problemas del subdesarrollo. Los científicos de los países en desarrollo deberían por tanto atender a problemas menos glamorosos pero más relevantes emergentes de necesidades sociales locales. Esta es una cuestión engañosa con connotaciones Hamletianas, ya que tiene que ver con ser o no ser científico. La socialización normal de los científicos en todas partes envuelve el aprender cómo publicar papers. El crédito científico y todo el sistema estratificado de producción de conocimiento descansa en la evaluación de los papers por pares y en otras inscripciones características de la comunicación científica. Pedirles a los científicos de los países en desarrollo que no se dediquen a estas cosas, es como decirles que debieran comprometerse en alguna suerte de asuntos no científicos. Además del hecho que así, “la ciencia apropiada a los países en desarrollo” pudiera aparecer, en el mejor de los casos, como de segunda clase y no competitiva, también está la cuestión de cómo producir mecanismos para fijar estándares que garanticen la producción de conocimiento certificado, diferentes de las que se asocian con papers publicados en el muy estratificado sistema de las revistas científicas.29 Así, en un momento en que se expresan fuertes críticas contra la carrera del “publicar o perecer” en los países del Norte, una actitud común entre científicos del Sur que quieren hacer ciencia y no trabajo social, es tratar de hacer ciencia útil que sea aceptada por la comunidad científica internacional. Esta actitud es compartida por Bianco y sus colegas en el Sistema Nacional de Investigadores (PPI) en Venezuela, aunque la conciencia social de la importancia de la calidad científica y los estándares de desempeño son todavía bajos, incluso en los segmentos de la comunidad académica nacional. El grupo de investigadores más “profesionales” supone que en el contexto universitario, donde la investigación no ha sido internalizada como una función de conocimiento clave 30 y donde los docentes predominan como un grupo de interés masivo y ejercen una acción corporativa de tipo sindicalista, es necesario crear una “cultura” de la investigación induciendo la disciplina, el rigor, y la actitud crítica de la redacción científica.31 Esto puede hacerse mejor sometiéndose individual y colectivamente al arbitraje internacional de los pares.32 189
En 1992, Bianco publicó una nota editorial sobre “alergia sistémica y enfermedades infecciosas” en Clinical Immunology and Immunopathology (la revista oficial de la Sociedad Norteamericana de Inmunología Clínica). Fue la primera propuesta teórica desde el Instituto que llegaba a un público internacional y que se basaba en once publicaciones previas del grupo sobre la materia. Entre 1991 y 1993, el acceso a una cantidad de nuevas tecnologías que el apoyo gubernamental hizo posible, permitió al grupo aproximarse a la investigación sobre bases moleculares. Desde 1980, la producción científica del IDI comenzó en una senda continua, habiendo publicado sesenta papers en revistas arbitradas, y/o en Actas de reuniones científicas. Aunque los papers están publicados en su mayoría en revistas bien conocidas que reflejan el nivel de “alfabetismo” científico del grupo, no aparecían en las mejores de ellas.33 9.7. DISCUSIÓN: LA CADENA DE LEGITIMACIÓN
¿Qué nos dice este caso acerca del proceso de construcción disciplinaria en un país en desarrollo?, ¿cómo crece y se legitima el liderazgo académico en la periferia de la ciencia mundial? En una era de erosión tanto de las fronteras disciplinarias como nacionales, la mayor parte de la actividad en el Sur todavía consiste en reproducir dentro de un contexto nacional tradiciones disciplinarias ya existentes en el ámbito internacional. El desarrollo de la inmunología en Venezuela fue básicamente una cuestión de integrar la disciplina en el orden académico local, etiquetando a este “nuevo lenguaje de la medicina” como la punta de lanza para transformar la docencia y la investigación en la facultad de medicina.34 El orden local todavía estaba poco predispuesto a la clase de valores, estrategias y productos intelectuales que eran tan importantes para Bianco. No obstante consiguió establecer un nicho y cada éxito generó más apoyo político. Además, el mensaje subyacente de la prédica de Bianco era el carácter inherentemente internacional de la ciencia, una idea que descansaba en el supuesto básico de la validez universal de la ciencia. Esto es, en principio, cualquiera, en cualquier lugar, puede aprenderla, aplicarla y, a través de la investigación, llegar a proposiciones comúnmente aceptadas como válidas en todas partes. Los conceptos de internacionalidad y universalidad repetidamente se ha mostrado que servían bien a los propósitos de los científicos en busca de legitimación de sus prácticas, probablemente por su ambigüedad y elusividad. En las palabras de Abir-Am, “el internacionalismo de la ciencia ha sido siempre 190
una derivación de realidades político-económicas globales, tanto como un rasgo innato de la acción comunicativa y la innovación dentro de la empresa científica.”35 Independientemente de que estuvieran ubicados en el Norte o en el Sur, los científicos han hecho uso de esta dimensión evasiva para transformar restricciones políticas en desiderata científicos. Referidas a un episodio de construcción científica en el Sur, las cuestiones críticas consideradas en este paper son políticas y sociales. Se vinculan al esfuerzo de apropiarse de la ciencia del Norte y de adaptar la práctica científica a las condiciones locales en una era de globalización, cuando la docencia y la investigación científicas se están desarrollando en muchos más lugares del mundo y en ubicaciones geográficas más ampliamente dispersas que en el pasado. Bianco y su grupo crecieron como una entidad social, intelectual y política autodefinida dentro del medio cultural y científico local. En el espacio nacional en el que sus logros se inscribieron continuamente, desde sus comienzos contingentes hasta la consolidación de su instituto de investigación en la facultad de medicina, Bianco encontró la legitimidad tanto en términos científicos como nacionales/ internacionales. La preeminencia nacional de la que llegó a gozar su instituto resultó de una secuencia de oportunidades, a veces creadas por él, más frecuentemente vinculadas a las políticas públicas las cuales estaban disponibles a cualquiera deseoso de asumir el desafío. La apreciación crítica de Bianco de la educación médica en Venezuela y su esfuerzo denodado por introducir en el contexto local un enfoque “moderno” en medicina a través de la reforma de la docencia y la investigación médicas, estuvieron acompañados por la actividad política en el contexto académico. Luchó por abrir más espacios para la investigación moderna además de su propio proyecto disciplinario, de manera de crear el contexto y la base de poder necesarios para evitar la insularidad total. En el proceso, ayudó a producir un mundo social nacional de practicantes para fortalecer la dimensión nacional de la comunidad científica médica. Esto lo hizo dentro del alcance de la legitimación médica, aunque la base para ello difería del enfoque clínico tradicional todavía predominante en la estructura de poder y cultura de la facultad de medicina. Para reforzar dicha forma de legitimidad, sin embargo, Bianco requería interactuar con la comunidad local de científicos biológicos básicos, para competir con y legitimarse él y su proyecto frente a ellos. Esto significó que tuvo que adquirir un perfil más “científico” -es decir, “biológico”- internacional, para 191
ser utilizado en sus negociaciones locales para lograr la validez científica. De esta manera recurrió al ámbito internacional básicamente en relación con dos aspectos principales. Le permitió el proceso de validación científica en un contexto local que tenía una comunidad científica demasiado pequeña, cuando su disciplina era casi inexistente localmente. Y aumentó la gama de recursos conceptuales, materiales y humanos que él podría intermediar con las subculturas médica y biológica de práctica e investigación locales. El equilibrio que trató de alcanzar entre los dos polos del continuum biológico-médico en su propio instituto, no es un logro sencillo. En última instancia, Bianco permanece como un médico que se alinea ideológicamente con la corriente internacional que clama por una biologización de la investigación médica.36 Son la promesa, y eventualmente la realidad de la solución de problemas médicos prácticos, las que contribuyen en buena medida al status profesional de los científicos biomédicos.37 La existencia real de contactos con el ámbito científico internacional le proporcionó a Bianco un margen de libertad respecto del control social y resistencia institucional del aparato médico nacional. Más importante, le proporcionó una fuente de objetividad internacional en el nivel cognoscitivo y un escape de las restricciones impuestas por la presencia poderosa, inmediata de “sesgos culturales” sostenidos localmente y prejuicios institucionalmente inducidos contra los enfoques más “modernos” que él representaba. Dada la lógica de los eventos en la cultura venezolana, la senda de estas dos formas de legitimación científica estuvo filtrada por la presencia de recursos en el complejo familiaamistades y la dinámica del proceso político y ejercicio del poder en Venezuela. A veces le fueron favorables. En otras ocasiones plantearon serios obstáculos al éxito. La política partidista en Venezuela durante los últimos cincuenta años, coincidente con la vida de Bianco, ha permeado todas las capas de la sociedad civil. Un rasgo central del proceso político es la fragmentación temporal de los proyectos como función de cambios electorales. Esto resulta en pensar las cosas con cuentagotas, con un horizonte de tiempo no mayor a tres o cinco años, que es lo que un gobierno usualmente tiene a su disposición. La adopción de medidas orientadas a producir frutos en el mediano y largo plazo, como sería la programación apropiada para programas de desarrollo científico y tecnológico, es usualmente ignorada. Incluso si se adoptan tales medidas en un período de gobierno, raramente son continuadas en el siguiente.
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Otro rasgo notable de la política interna es el propio rol activo de los alineamientos partidistas, incluso dentro del contexto universitario. Estos alineamientos son cruciales en conexión con el control del poder como resultado de ganar una elección, y concomitantemente en conexión con el destino de esos partidos y su control durante un período presidencial, que puede significar el abandono de programas buenos y necesarios. Bianco ha operado dentro de esta matriz local de poder, tomando todas las oportunidades que vio disponibles para realizar sus ideas. Como científico ejerció su libre albedrío con respecto a los patrones con los que decidió vincularse. Como esos patrones o mecenas no intervinieron ni planificaron su trabajo científico, tuvo discrecionalidad en el aspecto técnico. La legitimación internacional fue útil para ello. La cooptación de la OPS/OMS implicó la posibilidad de tener un rol mucho más allá de la ciencia, en alguna parte del mundo más amplio.38 Además, la intersección entre el alineamiento político de miembros de su familia y la solidaridad familiar en más de una oportunidad vinieron al rescate, asegurando así la extensión de su proyecto. Podemos preguntarnos si las asociaciones internacionales de Bianco fueron absolutamente necesarias para su éxito como organizador y constructor de una disciplina en el frente local. Mi hipótesis es que intereses personales, nacionalistas y científicos formaron una combinación sinérgica que definió su idiosincrásica agenda de trabajo. Su intento de evitar algunas de las dificultades imprevistas, tanto internas como externas, que impedían el desarrollo de la capacidad científica en Venezuela estuvo formado tanto por la política como por la ciencia.
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NOTAS
5. J. P. Gaudilliėre, “Molecular Biology in the French Tradition: Redefining Local Traditions and Disciplinary Patterns”, Journal of the History of Biology 26 (1993) 473-498, véase p. 492; A.M. Silverstein, A History of Immunology (San Diego: Academic Press Inc., 1988). 6. A.M. Silverstein y T. Söderqvist, “Participation in Scientific Meetings: A New Prosopographical Approach to the Disciplinary History of Science-The case of Immunology, 1951-1972”, Social Studies of Science 24 (1994): 513-548.
1. Agradezco a Terry Shinn por ayudarme a ver más claramente el punto que estaba tratando de hacer aquí. 2. Brevemente, el rector Bianco fue tres veces Decano de la Facultad de Farmacia (19431951), en cuyo lapso lanzó la estructura y funcionamiento inicial de la farmacia en Venezuela. Sirvió dos veces como vicerrector, la segunda vez como parte del equipo que recibió a la institución universitaria a la caída del régimen militar en 1958 y estableció la estructura básica del crecimiento académico y científico bajo la bandera de la “autonomía universitaria”. En 1963, fue elegido rector y fue reelegido (el único caso hasta el presente) para un segundo término en 1967. Fue capaz de fusionar la autonomía universitaria con el desarrollo científico y económico y la presencia de la universidad como voz crítica tanto nacional como regionalmente. 3. Con esto quiero decir que tuvo la oportunidad de ir al extranjero con una beca de postgrado del gobierno venezolano, aún si su educación médica y su experiencia de investigación no eran excelentes. Algunos individuos de su misma generación, como Reinaldo Di Polo, consiguieron superar las limitaciones locales de la educación médica en base a mero talento. Bianco se define a sí mismo como alguien que en ese momento tenía un trasfondo insuficiente de conocimiento básico lo que significó un mayor esfuerzo en Harvard para alcanzar los estándares de allá. 4. Durante su período de formación en Harvard, Bianco estuvo bajo la tutoría de Peter H. Schur y K. Frank Austen. Publicó seis papers y una tesis sobre la inmunopatología de la artritis reumatoidea juvenil, que han sido moderadamente citados en los últimos veinte años.
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7. Ilana Lowy, “The Strength of Loose ConceptsBoundary Concepts, Federative Experimental Strategies and Disciplinary Growth: The Case of Immunology”, History of Science XXX (1992): 371-396, p. 375. 8. Fundación Vargas, una organización privada apoyada por la Cámara Farmacéutica local. 9. De acuerdo con esto, empezó a enviar resúmenes a la Federación Norteamericana de Investigación Clínica, a la que se había asociado antes de dejar los Estados Unidos. 10. El vínculo significativo aquí es el de ser compadre de Bianco más que padrino de su hijo. El compadrazgo es una institución social clásica en la cultura tradicional latinoamericana que ayuda a cementar la interacción social. Complejas relaciones económicas y políticas son mediadas a través del lazo social del compadrazgo. Algunos autores clásicos son Mintz, S.W., Pitt-Rivers, J. y Peristiany, J.; Wolf, E.R., 1950. 11. S. Whittingham & J.R. Mackay, “Design and Functions of a Department of Clinical Immunology”, Clin. Exp.Immunology, 8 (1971): 857-861. Ver también N. E. Bianco, “Clinical Immunology in Venezuela”, Immunology Today, 7 (1986): 289. 12. Un programa de postgrado completo como este era bastante novedoso fuera de los centros mundiales. En Francia fue sólo en la década de 1960 que se desarrolló la enseñanza de la inmunología en las facultades de medicina. El certificat de spécialité fue creado en 1966 y se enseñaba fundamenntalmente en el Institut Fournier, mientras que la enseñanza de la inmunología en la facultad de ciencias se organizó en 1971. A.M. Moulin, “LʼImmunologie au CNRS”, Cahiers pour lʼHistoire du CNRS 1939-1989 (Paris: Editions du CNRS, 1990). 13. Con respecto al desarrollo en la red nacional de unidades regionales asociadas al CNRC, puede notarse que su institucionalización ha sido menos rápida de lo esperado.
14. Las comunidades científicas en los países en desarrollo enfrentan con frecuencia los dilemas de adoptar estándares internacionales o locales para la evaluación de la investigación. Por temor de los bajos estándares y de la pseudo-ciencia los líderes científicos usualmente se orientan a adoptar criterios internacionales. El problema es que los patrones internacionales están entretejidos con ciertos tipos de temas, técnicas de investigación y otros factores que no son necesariamente los más convenientes para pequeños países subdesarrollados. Para un argumento a favor del doble estándar, véase C. Freeman, “Recent Developments in Science and Technology Indicators: a Review”, Science Policy Research Unit (Brighton: Sussex University, mimeo, 1982). 15. Para un análisis de la ideología de los investigadores del IVIC véase H. Vessuri, “The Search for a Scientific Community in Venezuela”, Minerva, 22 (1984): 196235; Vessuri, H. “El Instituto de Medicina Experimental y el impulso a la ciencia moderna en Venezuela” (inédito); Vessuri, H. A “House for Solomon” in the Caribbean. The Venezuelan Institute for Scientific Research (IVIC. Science, Technology & Society, vol. 2, N. 1 (1997),pp.41-72. 16. El caso de Bianco ilustra indirectamente el punto de Silverstein y Soderdqvist (1994, p. 534) con respecto a la ventaja de examinar la participación en reuniones científicas como un nuevo enfoque prosopográfico para identificar a los constructores e institucionalizadotes de disciplinas-esas personas que son fundadores de disciplinas más que de programas cognoscitivos de investigación. 17. Como parte de su misión, el CE apoyó la creación del Central Regional Centroamericano para el Entrenamiento y la Investigación en Inmunología Clínica en Costa Rica (1985), y asesoró a Cuba en la creación de la Unidad Nacional de Inmunología Clínica en el Hospital Hermanos Ameijeiras (1986). 18. En 1977, el inmunólogo básico Isaac Blanca se incorporó al personal (Blanca obtuvo su Maestría en inmunología en el IVIC). Contreras y Ramírez (ambas bioanalistas) terminaron su entrenamiento en inmunología básica en la UPIC (19761977) y fueron enviadas al programa de entrenamiento en inmunología de la
Universidad de Ginebra, Suiza, de la OMS, mientras que la bióloga Feo-Figarella era enviada al laboratorio del Dr. Oslas Stutman enn el Instituto Sloan Kettering en Nueva York (1977-1979). En 1980 y 1981 hubo dos nuevas adiciones: Ponce, un inmunólogo clínico entrenado en la Universidad de NuevaYork, con un interés particular en enfermedades alérgicas (el principal grupo de enfermedades dentro del alcance de la inmunología clínica) y Machado, una gastroenteróloga con entrenamiento en inmunología de las enfermedades gastrointestinales en el Hospital Peter B. Brigham de la Escuela Médica de Harvard. 19. De esta manera, otro miembro del grupo, Isaac Blanca, no sólo participó en varios cursos avanzados sobre hibridoma auspiciados por la OMS sino que pasó un período de 18 meses con Ronald Heberman y John Drialdo en el Instituto Nacional del Cáncer de los Estados Unidos, trabajando en células asesinas naturales (1982-1984). 20. Las áreas de inmunología clínica consideradas fueron enfermedades alérgicas, inmunodeficiencias, inmunología tumoral, inmunología genética clínica, inmunología gastrointestinal, inmunología de la vejez, inmunopatología de las enfermedades vasculares y del colágeno, inmunopatología de enfermedades tropicales, inmunopatología y complejos inmunológicos circundantes, y el sistema del complemento. CNRIC/CECOIC X Aniversario. Informe Anual. (Caracas, Facultad de Medicina, UCV, 1985), pág. 11. 21. Este era un resultado que estaba muy lejos de la experiencia común de frustración al tratar de publicar en revistas de la corriente principal desde ubicaciones institucionales en la periferia de la ciencia mundial. Esta anécdota refuerza el argumento que se escucha con frecuencia que para asegurar la publicación rápida, un científico de un país en desarrollo tiene que trabajar duro para ser aceptado por algún tiempo en algún laboratorio científico prestigioso en un país central. 22. Representa el equipo más completo de investigadores en Venezuela en Inmunología. Entre los inmunólogos básicos hay cuatro PhDs, dos MSc y dos especialistas. Entre los inmunólogos clínicos hay un PhD señor (Bianco) y ocho MSc. También hay un epidemiólogo clínico. Veintitrés personas de apoyo completan el personal del instituto. 23. Ejemplos de intentos exitosos a tgravés de un esfuerzo más concentrado en América
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Latina son los de Elkin Patarroyo en malaria en Colombia y Donato Alarcón Segovia en México. Véase Patarroyo y otros, 1988. Para pruebas recientes de su vacuna véase P.L. Alonso y otros, “Randomized trial of efficacy of SPf66 vaccine against Plasmodium falciparum malaria in children in southern Tanzania,” The Lancet, 344 (octubre 24, 1994): 1175-1181; DʼAlessandro y otros, “Efficacy trial of malaria vaccine SPf66in Gambian infants,” The Lancet, 346 (agosto 19, 1995): 462-467. 24. E. Adler, The Power of Ideology. The Quest for Technological Autonomy in Argentina and Brazil (Berkeley: University of California Press, 1987). 25. D. Arnao de Uzcátegui, Presidenta del CONICIT, en carta oficial de notificación de la aprobación del subsidio a N. Bianco, diciembre 4, 1992. 26. El IDI tiene una pequeña fundación privada (IBAC –Inmunobiología Asociación Civil), a través de la cual se canalizan las tarifas por servicios y pequeñas contribuciones del Congreso Nacional y otras donaciones. También ha recibido fondos del Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de la Uni versidad (CDCH-UCV), de la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho (FUNDAYACUCHO) y de la Fundación Polar. 27. J. Fortes & Lomnitz, Becoming a Scientist in Mexico. The Challenge of Creating a Scientific Community in an Underdeveloped Country (University Park, Penn: Pennsylvania State University Press, 1994), pág. 22. 28. Y. Texera, “Los institutos de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela”. Manuscrito inédito. 29. H. Vessuri, “Strategies for Adding Value to Scientific Journals in Latin America,” Scientometrics, 34 (1995): 139-161. 30. De acuerdo con los estatutos universitarios todo profesor universitario es “docente e investigador”, pero no hay rendición de cuenta de la actividad de investigación y por lo tanto no hay una medición real de la productividad de la investigación. Esto se refleja en M. Roche y Y. Freites, “Producción y flujo de información científica en un país periférico americano (Venezuela),” Interciencia, 7 (1982): 279-290, donde los autores
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mencionan las afirmaciones de personas que se definían a sí mismas como investigadores pero no habían publicado un solo paper en cinco años o más (de hecho, la mayor parte de los profesores de la Universidad no publican en absoluto).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Se terminó de imprimir en Caracas, en los talleres de Soluciones Gráficas – Editorial Arte, en el mes de abril de 2008. Consta de un tiraje de 1.000 ejemplares.