Cómo mejorar tu vida de pareja : afectividad psicología comunicación 9788427120198, 8427120192


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Cómo mejorar tu vida de pareja : afectividad psicología comunicación
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SVLVIE TENENBRUM

MENSAJERO

Sylvie Tenenbaum

COMO MEJORAR TU VIDA DE PAREJA Afectividad Psicología Comunicación

® EDICIONES MENSAJERO

Quedan prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Coyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos, así como la exportación e importación de esos ejemplares para su distribución en venta fuera del ámbito de la Unión Europea.

Título original: Bien gérer sa vie de couple Traducción del francés: Jesús Mendibelzua Portada y diseño: Alvaro Sánchez

Introducción "Erase una vez... y vivieron felices y tuvieron muchos hijos": así comienzan y acaban los cuentos que colmaron nuestra infancia... de quimeras. Los puntos suspensivos corresponden a las hadas benévolas y perversas, a los Pies de Asno y las Blancanieves, Cenicientas, Bellas Durmientes del Bosque y demás Caperucitas Rojas y Príncipes Encantados que transforman nuestra vida real en una obstinación crónica por intentar descubrir en nuestra pareja el Príncipe maravilloso o la Mujer soñada, queriendo vivir una relación de amor alejada de la realidad; realidad acerca de lo que somos, de lo que es el otro y de nuestro entorno. Nada acontece como en los libros puesto que somos unos seres de todo punto diferentes y únicos. Nada acontece como en los libros puesto que ansiamos en exceso asemejarnos a esos míticos personajes. © Département Retz de la Librairie F. Nathan. 1 rué du Départ, 75014 París © 1996 Ediciones Mensajero, S.A. - c/. Sancho de Azpeitía, 2 - 48014 Bilbao ISBN: 84-271-2019-2 Depósito Legal: BU-388.- 1996. Impreso en: Aldecoa, S.L. - Pol. Ind. Villalonquéjar. c/. Condado de Treviño, s/n - Naves C.A.M., n.° 21 - 09001 Burgos

Nada acontece como en los libros puesto que nos encontramos limitados por nuestra lectura. Nada acontece como en los libros puesto que dichos libros no nos refieren el "cómo" de sus historias. Nada acontece como en los libros puesto que Piel de Asno resulta repelente hasta el final de sus días; Blancanieves, en7

venenada por completo, renace una y otra vez; Cenicienta tiene unos pies enormes y las manos enrojecidas como consecuencia de las tareas domésticas; la Bella Durmiente del Bosque se muere de vieja, absolutamente decrépita; su Príncipe Azul se desmaya de miedo, perdido en la maleza... Es urgente que escribas tú mismo tu propia historia de amor.

PRIMERA PARTE

LA PAREJA: CHOQUE DE DOS VISIONES DEL MUNDO

-1 Cada ser humano supone un sistema programado Antes de que se establezca cualquier relación, una pareja consta de dos seres humanos, únicos y diferentes. Para comprender lo que sucede con ocasión de un encuentro, de una elección de compañero, cuando se instaura una vida entre dos, resulta esencial saber que es lo que encierra en sí cada individuo. En efecto, no existen en el mundo dos personas que sean rigurosamente idénticas: entran en juego demasiados factores en la constitución de nuestra personalidad. Bien se trate de los procesos neurológicos, de la propia manera de pensar o sentir, de las aficiones y cualidades, somos todos seres diferentes unos de otros. NUESTROS PROGRAMAS

patrimonio genético

situación familiar

programa sociocultural

. X

experiencia personal

y ^ YO

Somos todos individuos únicos y, por lo mismo, diferentes. 11

Construcción del edificio

EL PROGRAMA GENÉTICO

Nuestra personalidad reúne una serie de elementos que podemos denominar programas. Y, aunque el término "programado" pueda hacer que rechinen los dientes de no pocos de nosotros, la programación de cada individuo constituye una realidad tan simple que es mejor asumirla como un hecho adquirido, de igual suerte que aceptamos sin la menor duda que hay que comer para vivir. Por otro lado, nada existe que nos impida modificar o acomodar nuestros programas en cuanto algunos de ellos puedan antojársenos inapropiados o limitadores. La posibilidad de intervenir sobre parte de lo adquirido constituye una de nuestras libertades básicas, de la misma manera que podemos modificar sin límites nuestros menús y elegir la comida que deseamos tomar. Aceptemos, pues, el principio de que todo ser vivo es portador de unos "soportes lógicos", de unos programas bien definidos. En el caso del ser humano, los hay de cuatro clases: programas genéticos, familiares, socioculturales y, por fin, los que se derivan de nuestra experiencia personal. Por lo que toca a estos últimos, en la mayoría de las ocasiones nos programamos a nosotros mismos de una manera inconsciente. Por ejemplo, un niño sufre un día el arañazo de un gato y deduce de ello que todos los gatos son malos y peligrosos. Se ha forjado por sí solo semejante opinión acerca de los gatos y esa decisión formará parte de su auto-programación. Por supuesto que si, en un momento u otro, se percata de que tal conclusión es debida a una generalización efectuada a partir de una sola experiencia (cosa que suele ser frecuente), siempre estará en su mano, si lo desea, reconsiderar la idea en cuestión y desprenderse de ella. Por consiguiente, cada ser humano supone un sistema único compuesto de diversos programas.

La suerte está echada El ser humano, desde su concepción hasta el final de la vida, se ve influenciado por la propia constitución neurobiológica: es su parte innata, el resultado del azar genético de nuestro nacimiento. Ese es nuestro programa básico, el más arcaico, aquel sobre el que menos podemos actuar. La personalidad biológica hace que todos seamos únicos como consecuencia de nuestro patrimonio genético. Desde la más remota antigüedad hasta nuestros días, grandes pensadores, "clasificadores de personalidades" -sin duda conmovidos ante semejante diversidad en lo íntimo de la especie humana y con objeto de reconocerse un poco mejor entre todos sus hermanos humanos-, han intentado clasificarlas, etiquetarlas y colocarlas dentro de unas tipologías tan variadas como las modas y las ideas de la época, intentando en ocasiones a la fuerza y a cualquier precio hacer que todos los hombres entraran en las categorías que habían elaborado; una vez conseguido semejante emplazamiento, multiplicaron las descripciones, acompañándolas de interpretaciones psicológicas de las características físicas. Son múltiples los criterios que han dado lugar a estas clasificaciones: desde el tamaño del lóbulo de la oreja hasta la separación de las cejas pasando por la forma de las uñas, no ha sido dejado al azar ni un solo centímetro cuadrado del envoltorio humano. No hay que omitir tampoco las seculares teorías vinculadas al sexo: las interpretaciones de las diferencias biológicas entre el hombre y la mujer (constitución, ritmos, etc.) han dado pie a las mayores aberraciones, lo mismo que los estudios pseudocientíficos que describen las consecuencias del color de los cabellos o los ojos sobre la personalidad psicológica e intelectual... No se detiene ahí la diversidad entre los seres humanos: nuestra fisiobiología interna condiciona de manera directa el influjo que los climas y el medio ambiente ejercen sobre el in-

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dividuo, su resistencia a las enfermedades, su capacidad de adaptación o sus ritmos biológicos. Desde este punto de vista, si bien quedan aún muchas cosas por descubrir, el estado actual de los conocimientos corrobora con nitidez a la par esas diferencias y la unicidad de cada ser, puesto que, si bien resulta de todo punto evidente que los sistemas culturales poseen una considerable fuerza sobre nuestra conducta, estos mismos dependen en no pequeña medida de lo biológico y lo fisiológico.

Un gato no es un gato Aun cuando cada individuo posee los mismos receptores sensoriales del medio ambiente (las orejas, los ojos, la piel, las papilas gustativas y la nariz), el funcionamiento de tales instrumentos difiere en una proporción nada desdeñable entre una persona y otra. Con independencia de eso, ya sabemos que la elaboración de la realidad que captamos se deriva de unos procesos neuro-fisio-biológicos extremadamente complejos. A ello se debe que, por ejemplo, los testimonios oculares de un mismo acontecimiento proporcionen en ocasiones unas versiones muy alejadas unas de otras. Si pides a diez personas que describan el mismo cuadro, acaso te quedes sorprendido ante la variedad de las descripciones y, en no pocos casos, ni siquiera reconozcas la obra original, ¡tal como tú la ves!

do de un modo no consciente tales modos selectivos de percepción (adoctrinados, de manera también inconsciente por sus padres) y por eso las informaciones que retienen son muy variables. La construcción de la realidad supone, en definitiva, algo de todo punto personal e involuntario en la mayoría de las ocasiones (¿quien podría ser capaz de decidir no ver o no oír la mayor parte de las cosas?). Por ejemplo, cuando acudimos por primera vez a casa de alguien, no elegimos dar importancia al color de las paredes, a la cantidad de libros o a la capa de polvo que hay sobre las baldas, etc; reparamos en determinadas cosas, percibimos distintos elementos (visuales, auditivos, olfativos o del ámbito de las sensaciones, como "¡Aquí hace calor!"), en tanto que otro individuo captará otra serie de características. Por lo tanto, la percepción es consecuencia de la selección que efectuamos entre nuestras sensaciones. Viene a ser como una especie de criba llevada a cabo entre los múltiples e incesantes estímulos externos que nos asaltan segundo a segundo; dicha criba es, por lo demás, un proceso de todo punto necesario puesto que, al no saber quehacer con todas esas informaciones, nos sentiríamos muy pronto saturados.

La construcción de la realidad es el resultado de numerosas selecciones entre las sensaciones, selecciones que suponen otros tantos fenómenos humanos universales. La persona aprende a valerse de sus receptores de una manera selectiva (construyendo, en consecuencia, su propia realidad) introduciendo una serie de filtros que hacen que sólo determinados elementos del entorno sean retenidos en tanto que otros quedan rechazados. La construcción de nuestro universo es el producto de lo que captamos, habida cuenta de que eliminamos multitud de informaciones. Los niños van aprendien-

Tal vez pueda antojarse extraño que semejante selección pueda, en parte, proceder del contexto en el que crecemos. Eso no obstante, nuestros programas neurológicos se hallan condicionados en no pequeña medida por nuestras estructuras socio-genéticas. Si nos hemos educado en el campo o al borde del mar, filtraremos las informaciones sensoriales de una manera muy distinta a como lo haríamos si hubiéramos sido unos niños de ciudad. Lo que un ciudadano conoce como "viento", será especificado con otros términos por un agricultor o un marinero. Lo que el ciudadano califica como "hierba", gozará de numerosas y distintas denominaciones en boca de un jardinero. De igual manera, un músico o aficionado a la música emplearán vocablos muy diferentes para describir una obra musical: no la escuchan con el mismo oído, puesto que no somos capaces de percibir más que aquello que acertamos a nombrar: la memoria dirige nuestras sensaciones.

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Realidad innegable y acaso hasta irritante: estamos programados incluso en nuestras mas recónditas profundidades neurológicas. Una vez dicho esto, nos estará permitido hasta cierto punto ampliar el marco de nuestras percepciones: abrir los ojos, prestar oídos, recordar que existen olores sutiles e incrementar las propias posibilidades perceptivas es algo que está al alcance de quien lo desee.

EL PROGRAMA FAMILIAR El capullo delicado "La sombra de la familia oscurece la visión del individuo" 1 . La familia constituye un lugar de aprendizaje que tendrá el máximo influjo, sin duda, a lo largo de la vida del individuo; por medio de ella es como más marcado quedará desde la más tierna infancia hasta el remate de la adolescencia, y, en consecuencia, en un época (cosa sobre todo válida para los primeros años) en la que uno es joven y especialmente maleable e influenciable, en tanto que apenas si goza de energía y poder sobre los demás y sobre el propio entorno. Su inmaduro sistema nervioso soporta mal el agotamiento, carece de recursos para cuestionar y controlar y, por lo mismo, es susceptible de recibir cantidad de informaciones erróneas por carencia de posibilidades de verificación. En tales circunstancias, no dispone de alternativas y su marco queda limitado a aquello que le viene dado. La conducta del niño va viéndose modificada poco a poco gracias al contacto con el medio ambiente familiar y esas presiones resultan tanto más fuertes cuanto que su intensa urgencia de seguridad le dicta, de ordinario, una actitud de aceptación proporcional a su miedo a verse rechazado, a no sentirse amado. Para un niño, el conformarse a las órdenes, modelos, 1 R.D. Laing, La politique de lafamille, Stock, 1979, p. 27. 16

exhortaciones y reglas de sus padres pasa a convertirse en una cuestión de supervivencia. Si bien la transgresión suele ser anhelada no pocas veces en la intimidad recóndita de sus sueños de rebelión, dicha transgresión aparece como algo temible y amenazador a lo largo de muchos años, años interminables en cuyo decurso se van instalando aprendizajes y programas, hasta llegar a convertirse en automatismos, inconscientes en su mayoría. El influjo de la familia es casi permanente durante toda la vida, en grados diversos, pero conviene caer en la cuenta del detalle de que realizamos una serie de aprendizajes desde el día de nuestro nacimiento hasta el de la muerte: aprendemos todos los días, y luego nos olvidamos de que hemos aprendido ya que sabemos cómo hacer las cosas. Precisamente a eso se debe el que gocemos de la posibilidad de modificar algunas de esas cosas aprendidas y, sobre todo, de que seamos capaces de poner en práctica nuevos aprendizajes que nos satisfagan más, que se nos antojen más ventajosos. Tan sólo como consecuencia de que, en u n momento determinado y en u n contexto muy peculiar, optamos por lo que nos parecía que era el mejor modo de proceder en función de aquello que podíamos realizar en dicho momento, es por lo que es definitivamente imposible proceder de otra forma y por lo que tenemos que conducirnos siempre igual. Son muchos los caminos que conducen a u n resultado positivo, ¡estudiemos el mapa de cerca antes de comprometernos y recordemos que existen varios más e incluso mejores! Por ejemplo, imaginemos u n muchacho que acaba de obtener un resultado pésimo en clase; siente auténtico pánico ante la reacción de su padre y falsifica las calificaciones en el boletín de notas (cosa que incrementa todavía más su miedo ya que corre el riesgo de ser descubierto). Ese mismo día ha comprendido que mentir puede sustraerle de la cólera paterna y acaso, aunque de forma inconsciente, tome la decisión de mentir siempre que se vea sorprendido en falta por los representantes de la autoridad (patrón, etc.), limi17

tándose con ello en sus opciones de conducta y perpetuando una modalidad de comportamiento que ya no resulta apropiada para las situaciones que se le presenten en la vida como adulto. Eso no obstante, más adelante podrá reflexionar sobre la razón que provocó semejante conducta. Un niño que ha tenido miedo a su padre puede llegar a convertirse en una persona mayor que se permita el error y que, por lo tanto, no sienta miedo cuando se equivoca; se ofrece a sí mismo en tal caso la posibilidad de actuar de otra manera como, por ejemplo, la de decir simplemente la verdad. El niño, mientras vive con sus padres, al observar a éstos va almacenando multitud de informaciones sobre sí mismo, sobre los demás y sobre el mundo. Aprende a percibir a las personas de su entorno, a conferir sentido a cuanto capta (si papá sonríe, es que está contento); a comunicarse merced al modelo paterno. Graba una serie de normas (muy explícitas o implícitas),, rituales y creencias (sobre sí y sobre el mundo); aprende a defenderse, a hacer frente a las amenazas, a desempeñar el papel de hombrecito o mujercita. Va engranando asimismo una cantidad enorme de datos objetivos, de métodos y habilidades que le darán pie a ampliar su marco de autonomía material. De ese modo, año tras año va formándose su personalidad. De ahí que el medio en el que uno crece influya a la vez sobre las propias sensaciones, percepciones y pensamientos. Ya hemos visto cómo colocamos ciertos filtros sobre los receptores sensoriales, filtros que suponen una selección en nuestras percepciones. Ni que decir tiene que no somos capaces de captar todo lo que es perceptible (no disponemos de los pertrechos necesarios). Hay animales, por lo demás, que gozan de una agudeza sensorial muy superior a la nuestra en determinados ámbitos: las aves (sobre todo las de rapiña) tienen una vista extraordinaria; los murciélagos, delfines y ballenas (por no citar más) poseen una agudeza auditiva sorprendente por completo. Nos hallamos, pues, ante unos filtros biológicos con respecto a los cuales nuestros recursos son limitados. Eso no obs18

tante, tenemos la facultad de mejorar el campo de las sensaciones mediante ejercicios apropiados, sin dejar de tener presente que existen ciertos límites infranqueables para el ser humano. ¡Cuidado con los bebés! Supuesto todo lo anterior, vamos a estudiar nuestros filtros biológicos programados, ya que es esencial conocer su existencia y saber, como consecuencia, que cada individuo dispone de una visión personal y única de cuanto le rodea, de la realidad, de su realidad. Por ejemplo, de conformidad con los hábitos alimenticios de tu medio ambiente familiar, una taza de café que contenga cinco terrones de azúcar te puede resultar amarga o, por el contrario, ¡pensarás que estás bebiendo un jarabe! Tus papilas gustativas portan la huella de la familia. Este sencillo ejemplo muestra cómo nuestro contexto de aprendizaje es susceptible de influir sobre la interpretación que hacemos de las sensaciones y, comoquiera que se trata de u n aprendizaje, cabe modificarlo, ya que el aprender está al alcance de cualquiera. De todo esto cabe deducir que no existe ninguna percepción que sea equivocada a priori y que el error más frecuente sobre el que suele descansar lo esencial de nuestros conflictos y dificultades (que nos enfrentan a unos con otros a lo largo de la vida) consiste en la idea ingenua por demás de que nuestra visión personal de la realidad es evidentemente la única posible y la más atinada; en cuanto al otro, ¡por necesidad tiene que ser tonto, malo, loco o perverso para pensar, actuar y reaccionar de otra manera! Ese otro, sea quien fuere, no capta el m u n d o exactamente como tú, puesto que las "relaciones que el hombre mantiene para con su entorno dependen a la par de su aparato sensorial y de la manera en que está condicionado para actuar" 2. Las consecuencias del torpe empeño por convencer al otro de que está equivocado - c u a n d o lo que ocurre es 2 T. Hall, La dimensión cachee, Le Seuil, 1971, p. 86.

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simplemente que su realidad es distinta de la t u y a - suelen resultar las más de las veces inútiles y originadoras de amargura. Dentro de nuestra familia es donde aprendemos a filtrar e interpretar las percepciones. En efecto, el contexto familiar es el que, por ejemplo, provoca el rechazo (o la atracción) respecto a determinado tipo de hombre o mujer. Para conferir cierto sentido a nuestra percepciones, nos apoyamos en las creencias o en los mitos familiares, y la mayoría de tales mitos se remontan a tiempos muy antiguos y van siendo transmitidos y acondicionados de generación en generación.

Cuéntame una historia Manteniendo la cabeza bien fresca y el ánimo tranquilo, resulta interesante cuestionarse uno a sí mismo acerca de los mitos que circulan dentro de la propia familia, no ignorando que gran parte de ellos son producto de generalizaciones acaso perdidas en la noche de los tiempos y que, de ordinario, no descansan sobre ninguna base lógica. Dichos mitos, compartidos por lo general por los miembros de una familia (hasta su puesta en tela de juicio por parte de algunos disidentes refractarios y rebeldes para con la cultura familiar o con determinados aspectos de la misma), ofrecen, sin embargo, la ventaja de evitar los conflictos abiertos pues suponen ciertos puntos de convergencia (con frecuencia implícitos), lo cual resulta muy tranquilizador: las cuestiones susceptibles de ser embarazosas quedarán en la sombra, olvidadas, borradas merced al automático acuerdo que evita en no pocas ocasiones tener que pensar...

¡Jamás una Dupont se casará con un Durand! ¡En nuestra casa, somos siempre tenderos de padres a hijos! Para que un niño ande derecho, ¡sólo valen los golpes! ¡El amor, está bien en los libros! ¡Si se quiere triunfar, es menester sufrir! ¡La felicidad no existe!... ¡O hay que pagarla muy cara! etc.

¿Qué tal si, al filo de tus recuerdos, dentro de tu propia lista, te planteas este par de interrogantes: qué es lo auténticamente verdadero... útil...? ¿Que podría suceder si dejara de creer en eso? ¿Te das cuenta de la cantidad de ideas y juicios que recibimos en el seno de nuestra familia y que constituyen nuestra personalidad sin que reparemos en ello? Desde la infancia, vamos viéndonos influenciados en nuestros pensamientos sobre temas tan importantes como la vida y la muerte, el hombre y la mujer (y sus respectivos papeles), el bien y el mal, las ideologías, los valores (para aceptarlos o rechazarlos, sin matices), todos los códigos de moral (los vicios y la virtud), los apriorismos y los principios, los prejuicios (de todos los órdenes y necesariamente discriminatorios), los derechos y deberes (cuándo, dónde, respecto a quién...), las costumbres (las hay buenas y malas, pero ¡cuidado que no se tornen en coacciones!)... Todas esas ideas se nos han ido transmitiendo por parte de la familia con absoluta buena fe y no somos capaces de enseñar y compartir sino aquello que sabemos y creemos.

¡Sí, creo!

Existe, empero, toda una serie casi ilimitada de ejemplos contrarios respecto al consuelo que se supone que proporcionan semejantes mitos familiares: ¡pregúntales a Romeo y Julieta si el mito de la discordia obligatoria entre sus dos familias era tan tranquilizador! Cuántas almas errantes siguen todavía acudiendo, por la noche, a postrarse a los pies del patriarca quien; hierático, violento y amenazador, les espeta:

¡Y es que no es cuestión de lanzarle al bebé al agua del baño! Por el contrario, acaso no quedaría fuera de lugar el que nos planteáramos una serie de cuestiones acerca de todas las creencias, que las examináramos con nuestros propios filtros, los nuestros, a fin de conservar sólo aquellas que deseamos que perduren. La posibilidad de seleccionar las" propias ideas y pensamientos se asemeja mucho a la libertad. Con objeto

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de ayudarte en semejante tarea, puedes también entretenerte buscando ejemplos en contra de cada uno de los mitos que encuentres: ¡tal vez experimentes un no pequeño alivio y rechinen menos tus dientes cuando te digan que constituyes un sistema programado, ya que entonces lo estarás en menor grado! Cabe asimismo que repliques que sí, que posees una serie de programas y que eso es algo necesario y provechoso, cosa en la que tendrás toda la razón del mundo, una vez que hayas comprobado la utilidad de cada uno de dichos programas. Con independencia de los mitos y creencias, la familia trasmite además una cantidad imponderable de reglas, por lo general formuladas en frases análogas a éstas: "es preciso...; no hay que...; se debe...; no se debe...", con todas las variantes posibles y acompañadas, por lo regular, de un "si no..." amenazador. Esto supuesto, lo mismo que has hecho con los mitos puedes realizar con las reglas que han ido jalonando tu infancia y adolescencia, concernientes, por ejemplo, a:

sión del mundo. No existe regla alguna que sea buena o mala: sí hay algunas que cierran una cantidad enorme de puertas, en tanto que otras las abren con generosidad. Problema nuestro será el elegir. Mitos y normas suponen también un asunto personal: puede que encuentres que una creencia te resulta más o menos útil o coactiva, eso es asunto tuyo, y no implica ningún juicio sobre la persona que la posee, ya que forma parte de su programa, del mismo modo que tu creencia. Más vale no confundir a la persona con aquello que dicha persona cree o hace. Mediante las modalidades de conducta, mitos y reglas, la familia nos ofrece un terreno de aprendizaje privilegiado en todos los ámbitos, y entre ellos no es el de menor importancia el de la comunicación, ya que el lenguaje no nos sirve sólo para suministrar informaciones, sino que refleja, palabra por palabra, nuestra visión de la realidad, quedando ésta configurada (ya volveremos sobre ello más adelante) por el conjunto de nuestros programas.

- La alimentación: "¡hay que tomar ensalada en cada comida, sino...!"

¡Abracadabra!

- La ropa: "¡hay que llevar siempre camisa, si no...!" - Uno mismo: "¡no hay que mostrarse demasiado original en el vestir, si no...!"

Donde el niño aprende a hablar es en el seno de su propia familia: de qué, a quién, en qué contextos, qué es lo que tiene derecho a creer y a decir, lo que nunca debe expresar, sobre todo dentro del campo de los sentimientos e ideas... Y la comunicación no se limita a las palabras, al lenguaje verbal: en su sentido mas amplio, es sinónimo de comportamiento. No cabe duda de que existen las palabras, pero también todo cuanto las acompaña (o que se expresa sin palabras): lo no verbal (gestos, actitudes, mímica, silencio, maneras de proceder, etc.), y que supone una forma de expresión muy significativa.

- Los horarios: "¡es preciso levantarse temprano / comer a una hora fija / ir al baño a una hora fija, si no...!" - Las palabras: "¡no hay que hablar del propio cuerpo, si no...!" - La higiene: "¡lavarse demasiado el ombligo resulta peligroso!" Es preferible detener la enumeración; mejor será que cada uno localicemos tales reglas y las sometamos a nuestro propio interrogatorio, a nuestro juicio como persona adulta, aun a riesgo de que inventemos otras, útiles y provechosas, que posibiliten nuestra expansión, el ensanchamiento de nuestra vi-

Además, el niño comprende muy pronto el impacto de los mensajes que envía: las reacciones verbales y no verbales de sus interlocutores le van indicando con claridad el alcance de lo que acaba de hablar y la manera en que es comprendido e interpretado.

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Así van originándose para él las primeras reglas de la comunicación, reiterativas como toda regla, y van imprimiéndose en él hasta formar su lenguaje. Más adelante veremos cómo los modelos de comunicación adquiridos en los primeros años de la vida inñuyen sobre las interacciones y los contactos y sobre toda la vida relacional de una persona, puesto que, desde que un ser humano accede a esta tierra, la comunicación se convierte para él en el factor más importante: "Determina el estilo de relación que establece para con los demás y con todo cuanto le acontece en el universo que le rodea" 3 . De ahí que, cuando alguien expresa una idea por medio de una palabra (como, por ejemplo, "felicidad"), sea importante preguntarle lo que dicho vocablo significa para él, lo que entiende bajo ese término, ya que no es evidente que tú conozcas su propia concepción de la felicidad, que no tiene por qué ser por fuerza como la tuya. El lenguaje es un elemento fundamental en la elaboración del pensamiento. El espíritu humano va almacenando y organizando de forma estructurada cuanto le rodea, en rigurosa adecuación con sus programas Esto explica que la evolución de nuestro pensamiento - y la misma evolución en su sentido general- quede condicionada por el lenguaje que utilizamos. Todo lo que nos enseña nuestra familia hace referencia por necesidad a la lengua que en ella se emplea, factor esencial en la constitución de nuestros programas. Ni que decir tiene que una estructuración así atañe a las diferentes maneras de expresar los sentimientos propios. Dentro de semejante ámbito de expresión es como vamos aprendiendo a valemos de todos los medios que la comunicación de la familia pone a nuestra disposición: tanto las palabras como lo no verbal que el niño capta muy pronto: distancia entre las personas, contactos físicos regidos por unas reglas muy precisas, ademanes 3 V. Satir, Pour retrouver l'harmonie familiale, Éd. Universitaires, J.-P. Deterge, 1980, p.45. 24

y mímica, ruidos y silencios, posición en el espacio, ritmos y presentación de sí mismo (ropa, etc.). Extrema sutileza de todos esos elementos entrecruzados, las más de las veces de manera inconsciente

Ejercicios de puntuación La comunicación está también compuesta por los ritos familiares: costumbres tales como el ritual de levantarse y acostarse, los ritmos o la organización del ocio, la frecuencia de contactos con los restantes miembros de la familia (desde las grandes fiestas tradicionales a las comidas del sábado con el tío Filiberto...), con los amigos, etc. Este cúmulo de ritos que realza los días del año es reiterativo y está cuidadosamente organizado; forma parte del ambiente del niño que lo integra y que, a su vez, instaurará más tarde (a veces con ciertas modificaciones) en su propia familia. Este rápido bosquejo de los modelos que constituyen un programa familiar puede antojarse muy oneroso y apremiante, pero es necesario. No es posible imaginar que unos padres transmitan algo distinto a aquello que ellos conocen, pero cada generación es portadora de variantes y de evolución. Y es que, ¡tranquilicémonos!, es verdad que todos esos elementos (mitos, reglas y comunicación) son susceptibles de ser modificados y mejorados si así lo decidimos.

EL PROGRAMA CULTURAL El modelado, un juego de sociedad Dentro de una sociedad, los grandes valores, que evolucionan, se nos transmiten mediante eso que se conoce bajo la denominación de la cultura; tales valores y principios constituyen una guía de saber actuar, decir, pensar y comunicar (a través de las palabras y el comportamiento). 25

Las culturas son tan numerosas como los países (por no aludir a las culturas regionales, las subculturas que, en no pocos casos, suelen ser muy específicas); se apoyan sobre tradiciones intensamente estructuradas, que dirigen y codifican todos los tipos de conducta y el conjunto entero de la comunicación.

Están por todas partes

Un programa cultural viene a ser como un programa familiar a escala más amplia: se trata de una constante presión del medio ambiente cuyo objetivo se centra en colocarle al individuo dentro de un molde. Dicha elaboración social se vale de los padres para salir adelante, toda vez que ellos mismos la han sufrido.

- La propia estructura de nuestra sociedad para con las nociones de clases, partidos y modalidades de gobierno.

Nos encontramos, en efecto, sumidos dentro del programa que nuestra cultura nos impone. Portamos una especie de filtros culturales que nos mantienen en nuestros principios y apriorismos, impidiéndonos incluso dirigir una mirada objetiva sobre nuestra propia cultura. Ya en el mismo instante en que nacemos, la cultura tiene un enorme influjo sobre nuestras percepciones y modelos de selección de todos los pensamientos. Al margen de eso, nos resulta por demás difícil cobrar distancia en relación con dicho programa: es él el que ha modelado la capacidad de nuestros receptores sensoriales, el que elabora nuestra conducta. ¿Cómo ver aquello que no hemos aprendido a mirar? ¿Cómo oír aquello que no hemos aprendido a escuchar? ¿Y cómo dar un sentido distinto a las percepciones si no sabemos que es posible otra interpretación, si el medio ambiente familiar no nos ayuda a ello? Con todo, disponemos de la posibilidad de adoptar una postura "meta" frente a nuestra cultura a fin de adoptar cierta distancia. Una buena manera de lograrlo consiste en estudiar a los demás y sobre todo, en comportarse como ellos, sin pretender emitir ningún juicio; en efecto, si decidimos observar una cultura diferente de nuestras propias estructuras de pensamiento, no seremos libres respecto a la comprensión de nuestras observaciones y calificaremos determinadas conductas como absurdas, raras, etc. 26

Nuestro programa cultural se entrecruza con la vida entera puesto que se insinúa en todos sus ámbitos: - Las relaciones (o interacciones) entre los individuos: comunicación verbal y no verbal.

- Las necesidades físicas (como la alimentación). - La vida profesional mediante un código de trabajo y estructuras precisas. - Los comportamientos específicos vinculados con los sexos y las funciones dentro de la sociedad. - El territorio mediante el aprendizaje de las relaciones espaciales: necesidades: individuales, vivienda, frontera. - Los ritmos vitales (la temporalidad), mediante la medida y el sentido del tiempo. - Los conocimientos, mediante el aprendizaje del saber, primero informal (en la primera infancia) y luego profesional, su valor y su empleo dentro de la educación. - Las diversiones y los juegos, mediante lo que está prohibido, sugerido, autorizado... o muy aconsejado. - La defensa del individuo, mediante unos esquemas de creencias representados por las instituciones, los ritos y la medique suponen actitudes individuales peculiares. - La utilización de la materia, mediante la noción de comodidad, la explotación de recursos o la tecnología 4 . Todos esos aspectos integran nuestra escenificación, nuestro programa cultural que nos influye hasta en la más estricta intimidad. Esto es lo que explica los problemas que encuentran las personas que se instalan en un país de cultura diferente: todo allí les resulta desconocido, nuevo, distinto..,.los códigos de 4 Según E.T. Hall, Le langage silencieux, Le Seuil, 1984. 27

comunicación no verbal son diferentes y, al no permitirles sus propios programas interpretar tales mensajes, su adaptación no resulta sencilla, exactamente igual que los programas propios del país de acogida no les comprenden a ellos. Aun cuando dichos emigrantes posean la lengua del país de adopción, ese conocimiento no basta, ya que cada individuo se expresa suponiendo que su interlocutor funciona de acuerdo con un código similar al suyo. Además, si el lenguaje verbal es diferente, no cabe duda de que el del cuerpo lo es mucho más: de igual suerte que las palabras, lo no verbal supone un discurso codificado que encierra sus propias convenciones. Un gesto codificado significa lo mismo tanto para el actor como para el espectador, y de ahí que aquél lo utilice. Por supuesto que cada uno de estos aspectos se halla en evolución constante desde los comienzos de la humanidad, enriqueciéndose dicha evolución con las múltiples confrontaciones entre los diversos modelos culturales. No es nuestro intento analizar aquí todos los elementos de nuestro programa cultural; nos limitaremos a una ojeada superficial de dos temas que nos interesan de un modo más particular: los programas vinculados al sexo y nuestra "cultura amorosa". ¡Y cuando le veas a la reina! Si existe un terreno en el que el ser humano se encuentre rodeado por unas reglas estrictas y, por lo tanto, no sea libre (ni en sus pensamientos ni en sus actos), ése es el de las funciones vinculadas al sexo. Si bien es cierto que determinadas modalidades de conducta van evolucionando, los programas culturales están muy lejos de ser modificados toda vez que sus raíces se hallan hundidas en una historia inmemorial. A pesar de algunas investigaciones consideradas como científicas y profundas que intentan poner de manifiesto ciertas pruebas fisiológicas de la inferioridad constitucional de la mujer, los sabios más eminentes no han sido capaces de probar dicha inferioridad: ni mediante el estudio comparativo 28

del volumen de la cavidad craneal del hombre y la mujer; ni por el estudio del cerebro como tal. "Se descubren nuevas 'deficiencias' neuroanatómicas en la hembra en la región del cuerpo calloso, en la complejidad de las circumvoluciones y escisuras cerebrales, en la conformación de estas últimas y, en fin, en la rapidez del desarrollo del córtex en el feto (Wooley, 1910) 5 ". Ahora bien, nadie ha podido probar nada que esté fundado científicamente. ¡No es preciso ser especialmente sabio para asegurar que se dan ciertas diferencias! La interpretación del estudio de tales diferencias queda en manos de los apriorismos ideológicos de aquéllos que se encargan de llevar adelante las investigaciones en cuestión. Una vez más, no deja de tener su interés el encontrar la prueba que uno no busca en lugar de la que está buscando: la ciencia (si es lícito valerse de este término en el caso presente) se pone así al servicio de una ideología, no consagrándose sino a aquello que la corrobora, refuerza y consolida, amordazando de este modo cualquier interrogante e impidiendo la menor sorpresa. El programa cultural está totalmente impregnado de prejuicios que fortalecen y justifican un modo de proceder restrictivo. No es posible que se perpetúen tales creencias y condicionamientos sexuales sino en el supuesto de que se den en ambos sexos, cuando ambos se oponen recíprocamente; la diferencia entre los sexos constituye la trama y los fundamentos de la relaciones humanas: ya se trate de una chica o de un chico, todos los niños están modelados y vaciados de acuerdo con unas ideas bien definidas. El poder de semejantes creencias se explica por el hecho de que son transmitidas a unos jóvenes que no disponen de los datos necesarios para analizarlas y ponerlas en tela de juicio. Como ocurre con otros muchos elementos de los programas recibidos, suponen otras tantas verdades que controlan casi la totalidad de la vida diaria, tanto de las mujeres como de los hombres, padeciéndolas estos últimos por igual; en 5 M.-C. Hurting y M.-F. Pichevin, Les différences des sexes, Tiercé-Sciences, 1986, p.35.

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efecto: "¡no hay más remedio que ser hombre!... Porque, cuando uno es hombre, ha de ser sin tregua, pues el menor desfallecimiento lo comprometería todo. Ocupado en todo momento en reducir al silencio... los propios temores y lágrimas, las cobardías y anhelos... 6 ". Desde su más tierna infancia, se le inculca al pequeño un código de conducta atiborrado de nociones que consolidan el concepto de virilidad: nociones tales como el valor, el sentido del honor, del deber, de las responsabilidades, la robustez psíquica... útiles todas ellas, sin duda (¡también para las mujeres!), pero que reducen su vida, comprimiéndola dentro de una coraza de la que quedan excluidos los sentimientos.

Yo Tarzán, tú Jane Los estereotipos sexuales se van perpetuando a través de una imaginería tan variada como ancestral, tanto en la literatura como en los textos religiosos, corriendo parejas con las canciones, las películas o la publicidad. Los papeles sexuales del hombre y de la mujer condicionan no sólo su vida social y profesional, sino también la vida privada e íntima: el derecho al orgasmo en la mujer ha preocupado durante mucho tiempo a los teólogos cristianos (a la inversa, por ejemplo, de lo que acontecía con los mesopotamios, cuyas tablillas muestran con nitidez que, a pesar de que se trataba de una sociedad machista, las mujeres y los hombres poseían idénticos derechos en la búsqueda del placer; dentro de este campo, la mujer, no considerada como objeto ni como instrumento, era respetada como una compañera igualmente activa). Por lo que hace referencia a la Iglesia, durante mucho tiempo ha asociado el acto carnal (fuera del matrimonio) con un pecado grave y ha rechazado, aun en el hombre, el placer sexual ("Es vergonzoso amar demasiado a la propia esposa; ...aquél que ama a su mujer con demasiado ardor es un hombre adúltero" -afirmaba San Jerónimo), no autorizando la sexualidad sino en orden a la procreación y poniendo en guardia al género mascu6 A. Leclerc, Paroles defemme, Grasset, 1974, p. 90. 30

lino contra "la mujer que inició el pecado" y que es la causa de nuestra decadencia y muerte (Eclesiastés, 25-24). M Í programa sexual - ¿Quiénes eran las personas importantes para mí en mi infancia? - ¿Qué decía cada una de ellas sobre: • la vida de la pareja • el amor • la sexualidad • los hombres • las mujeres • la confianza • el cuerpo • la homosexualidad • la proximidad con los otros • el placer - ¿Qué imagen de pareja te proporcionaron tus padres? - ¿Qué decían acerca de los medios para ser felices como pareja? - ¿Qué piensas hoy en día sobre este tema? En cuanto a la sociedad laica, ha exaltado atrevidamente -no obstante la austera apariencia de los buenos modales- la "fornicación" adúltera y los éxitos sexuales masculinos, dando pábulo a las hazañas necesarias para demostrar la propia virilidad, y colocando a la sexualidad, pese a ser algo tan natural, en el centro de las preocupaciones viriles, como si se tratara de algo excepcional. Y este mito sigue propagándose alegremente. De igual suerte, durante mucho tiempo se consideraba de buen tono en las mujeres el rechazar a su marido después de haber tenido sus hijos (o, incluso, el "soportar" el sacrosanto "deber conyugal"). Las esposas debían seguir siendo castas y los maridos buscaban así su placer junto a mujeres "de mala vida", las únicas autorizadas para procurárselo. Un amplio movimiento de hombres y mujeres viene llevando adelante una cruzada incesante en contra de los mitos 31

vinculados al sexo. Ahora bien, no basta una generación para modificar unos programas impresos en nuestras memorias desde hace muchos milenios. Las modificaciones que se han ido introduciendo en tales condicionamientos se deben más a concienciaciones individuales que colectivas y, desde un punto de vista sociológico, no se traducen en cambios culturales radicales. La evolución avanza, jalonada acá y allá por el éxito, pero refrenada ante la fuerza y pujanza de unas creencias que, aunque se vean legalmente contestadas o puestas en cuestión, siguen todavía gravitando con todo su peso sobre las actitudes y conductas.

Eros que hace daño Prueba de ello la tenemos en el mito "amoroso", gigantesco embuste que se va transmitiendo de generación en generación, embuste del amor romántico que -como dice Stendhal- consiste en esa "maravillosa capacidad para descubrir en el objeto amado una serie de virtudes que no posee" (De l'amour). Ese amor romántico ante el cual todos o casi todos -pocas son las excepciones- las hemos pasado muy mal algún día (¡al menos uno!) y ante el que nos hemos hecho los tontos aguardando su dentellada a la par dulce y atroz, dolorosa y adorable. ¡El que nunca haya pecado que nos arroje la primera piedra! Y todos los artistas ponderando sin cesar los deliciosos ardores que las flechas de Eros nos proporcionan cuando sucumbimos al amor. ¿Y en qué consiste el verdadero amor sino en el hecho de decirle al ser amado: "Cada vez que te veo, aun cuando no sea más que por un instante, mi voz se paraliza y la lengua se me pega al paladar. Un fuego sutil recorre mi carne entera, mis ojos quedan ciegos, los oídos me zumban y el sudor baña mi cuerpo. Tiemblo con todo mi ser y me siento a punto de morir"? (Safo). ¡Horror!, si no fuese porque estamos hablando del amor, no vendrían mal unos cuantos comprimidos de quinina. Tópicos del amor-fusión para toda la vida: "Nada ni nadie podrá separarnos; yo soy tú y tú eres yo; te quiero hasta la 32

muerte; no te sobreviviré ni un segundo; moriremos juntos". Él: "Yo te defenderé", y ella: "Te adoraré". Mujeres convertidas en "semiángeles, semicretinas 7 " y hombres obligados a transformarse en padres-guerreroshéroes-dioses si quieren mantenerse sobre ese incómodo pedestal en que el individuo no cuenta para nada: su único cometido consiste en responder a un sueño. Tópico de un amor que no puede darse en lo conyugal, demasiado oneroso: amor glorificado en el adulterio, en la muerte, la locura, el exilio, el dolor y la destrucción. Tópico de un amor de cuento de hadas que no repara más que en el contacto y los primeros momentos, quedando el resto como un "feliz conjunto", sin que se sepa demasiado en qué consiste. Tópico de un amor del que uno sabe de sobra que no es posible que dure por mucho tiempo bajo esa forma y que la evolución de cada una de las circunstancias de la vida contribuye a modificar y transformar sin que ello tenga nada de triste o negativo: simplemente es otra cosa. Tópico, en consecuencia, de un amor contradictorio, destruido por la vida común, que anima al matrimonio... ¿Qué pensar? ¿Qué hacer? ¿En qué consiste el amor?... En lo que tú quieras que sea, de acuerdo con tus propios criterios, en el supuesto de que te convenga. Ni el deseo de conformidad y aprobación, ni el temor ante un castigo o la exclusión deben prevalecer sobre tu propia opción vital.

LA EXPERIENCIA PERSONAL Yo autorrealizado Las diferencias interindividuales más importantes proceden de nuestra experiencia personal. 7 R. Brain, Amis et amants, Stock, Le Monde ouvert, 1980, p. 293. 33

Muchos individuos se extrañan a veces de que hermanos y hermanas educados de la misma manera tengan personalidades muy distintas. Por supuesto que han recibido los mismos modelos y programas (cultural y familiar), pero eso no quita para que adopten caminos divergentes en cuanto a de sus propias vivencias y a la interpretación de las experiencias personales. La forma en que cada individuo vive una experiencia viene determinada no sólo por su programa familiar, sino también por el influjo de gran número de personas que han ido mareando su vida: profesores, compañeros, escritores, etc. Al margen de eso, cada experiencia fracasada o feliz, habrá contribuido asimismo a construir con su matiz individual y único, hasta tal extremo que incluso las palabras que utilizamos tienen como referencia ciertas experiencias, ciertas vivencias particularísimas de cada individuo: es el lenguaje de la experiencia. Por ejemplo, varios padres de alumnos que discutan entre sí acerca de la severidad de determinado profesor no cuentan forzosamente con los mismos criterios de definición de la severidad. Cada uno de ellos aportará su propia experiencia en este campo, refiriéndose a distintas personas severas a su juicio, bien sea de su infancia o de su adolescencia. ¿Dónde comienza la severidad? ¿Dónde acaba? Hay casi tantas respuestas como interlocutores. Esta disparidad de vivencias de las experiencias personales es ilimitada; constituye el programa individual de todo ser humano e influye sobre todos sus pensamientos y formas de comportarse.

I

Lo que yo veo Con objeto de hacer más concreta la idea de la diferencia en la percepción de la realidad, no vendría mal que acudieses a la siguiente experiencia con tu pareja. Piensa en un trayecto que os resulte familiar a ambos. Pídele a la otra parte que haga un mapa topográfico de dicho trayecto, un esquema, anotando en él el mayor numero posible de detalles. 34

Por tu parte, pon por escrito ese mismo trayecto, procurando, por supuesto, incluir la mayor cantidad de precisiones posibles. También cabe que inviertas los papeles: tu compañero escribe y tú dibujas. Procede con independencia el uno del otro, sin intercambiar informaciones. Asignaos treinta minutos y luego comparad vuestras descripciones. Es muy posible que guarden ciertos puntos comunes (Si ambos sois golosos, ¡los dos habréis tomado buena cuenta de la pastelería!), pero tal vez adviertas que tus puntos de referencia no son exactamente los mismos. Tu percepción de la realidad no es la de la otra parte. Tu visión del mundo es única. A lo largo de toda nuestra vida, disponemos de tres medios para autoprogramarnos: la generalización, la selección y la distorsión. Generalización La generalización da pie a sacar una conclusión general a partir de una experiencia; una vez que somos capaces de ponernos unos calcetines (o, incluso, uno de ellos) sabemos hacerlo ya para toda la vida: la generalización supone, en efecto, la base de todos nuestros aprendizajes. Es, asimismo, el fundamento de nuestros apriorismos y juicios: cuando Francisca, a los siete años, comprendió que Papá Noel era un invento, concluyó de ahí que no era posible confiar en los adultos, que éstos eran unos mentirosos, y mantuvo una solida desconfianza respecto al género humano adulto. Miguel y Alicia Miguel, divorciado desde hace quince años, vive ya hace seis meses con Alicia. Esta no conocía la menor nube hasta que un día, en el transcurso de una disputa, se entera de que, en su primer matrimonio (que duró ocho años), Miguel mantuvo relación amorosa continua con otra mujer. A partir de ese instante, Alicia vive sumida en el temor de estar siendo engañada puesto que piensa: Si le engañó a su 35

primera mujer, quiere decirse que no es fiel y, en consecuencia, por fuerza me tiene que estar engañando. A partir de una experiencia, Alicia ha construido una generalización y formula un juicio general acerca de Miguel.

que antes nunca había hecho). Eso no obstante, si Alexis no hubiese efectuado semejante selección, se daría cuenta de que Clara le llama todos los días y de que con gran frecuencia suele confesarle su gozo por estar junto a él, el amor que le profesa y su deseo de tener un hijo suyo. Alexis no percibe más que aquello que no responde a sus esperanzas, dando de lado a la mayoría de las muestras de amor de Clara.

Selección La selección nos hace posible el concentrar la atención sobre determinadas cosas, mientras ignoramos otras. Como consecuencia cuando conducimos un coche, no captamos esencialmente más que las informaciones útiles para nuestro cometido; si empezamos a interesarnos por el paisaje y detenemos la mirada sobre una maravillosa puesta de sol, allá lejos, a la izquierda, olvidando la observación de la carretera, corremos enormes peligros: estamos obligados a proceder a una selección. Eso no obstante, dicha selección nos impele en ocasiones a desdeñar determinados aspectos positivos o muy importantes dentro de nuestra experiencia. Recuerdo al pequeño Pablo que sufría terriblemente del vientre desde hacía una serie de días; su padre le aseguró que no era mas que un "pedo atravesado" y no llamó al médico a pesar de que Pablo se retorcía de dolor. El padre se desesperaba tratándole al niño de blandengue a lo largo de todo el santo día. Poco más tarde, Pablo era operado con urgencia de peritonitis. Jacqueline, por su parte, se queja sin cesar de su trabajo y de sus compañeros; curiosamente no cae en la cuenta de que acaba de conseguir ese puesto que venía ansiando desde hacía tres años y de que ¡precisamente su mejor amiga está en su misma oficina!

I

Alexis Alexis se encuentra un poco triste: se ha ido persuadiendo poco a poco de que Clara le ama menos puesto que ya no le escribe tanto como en los primeros tiempos de su amistad y no tiene para con él las mismas atenciones (prefiere el restaurante a las pequeñas cenas íntimas y, el último mes, pasó un fin de semana entero con su familia en el pueblo, cosa 36

Distorsión La distorsión nos permite "introducir ciertos cambios en nuestra experiencia sensorial 8 "; de este modo disponemos todos de la facultad de imaginar lo que no existe o, por lo menos, no existe todavía de ser creativos. Un buen día, Carolina me dejó estupefacto: su máquina de escribir se había estropeado y producía un ruido anormal y continuo...; ella, entusiasmada, ¡escuchaba el canto de unas cigarras! Un proceso análogo puede muy bien inducirnos a imaginar lo peor: Fulano no toma en un par de ocasiones un postre preparado amorosamente por su mujer y ésta, sin más, ¡concluye de eso simplemente que la detesta! Franck Franck se plantea una serie de interrogantes de lo más desagradables acerca del amor que le profesa su mujer. No sólo opina que no le ama, o lo hace poco, sino que le provoca y se burla de él. ¿En qué se fundamenta para distorsionar de ese modo la realidad? Hace algún tiempo, él le regaló un pañuelo de seda. ¿Y qué es lo que ha hecho con él?: se lo pone en la cabeza para protegerse cuando cocina (sobre todo cuando prepara pescado, a fin de que su cabellera no sufra la "marea"). Por lo tanto, es el pañuelo que soporta los tufos de la cocina lo que Franck considera como una afrenta que viene a corroborar su desamor hacia él. Tiene otra "prueba": dado que considera que ella tiene los cabellos muy deteriorados como consecuencia de los cepillados, 8 Grinder y Badler, The Structure ofMagic, vol. 1, citado por J. de SaintPaul y A. Cayrol, Derriére la magie, Inter-éditions, 1984. 37

le ha aconsejado con insistencia a Verónica que se los deje secar por sí solos, lo cual ella no hace jamás, simplemente porque, de proceder de semejante modo, ya no podría peinarse. Para Franck, existe una gran cantidad de "pruebas" de ese tipo, toda vez que distorsiona de manera regular la realidad en beneficio de sus propias creencias.

Fielmente tuyo Estas tres clases de construcción de nuestro modelo de experimentación de la realidad nos dan también pie a hacer que esa visión nuestra de lo real sea a la par estable y tranquilizadora , consolidándola y perpetuándola. ¡Las experiencias vividas en esa línea la confirman y constituyen otras tantas "pruebas" en su favor! Volvamos sobre el ejemplo de Francoise: a los siete años, una experiencia que vivió de forma harto negativa le indujo a concluir que no es posible tener confianza en los adultos (generalización), ya que el mejor ejemplo de que puede disponer es, por supuesto, el de sus padres; en consecuencia, despreciará los signos evidentes de confianza que reciba de los amigos y de las personas con que empalme (selección) y, en caso de que los perciba, estimará que son interesados (distorsión). De este modo, cualquier individuo puede conservar una visión del mundo dentro de unos límites elaborados por el mismo. Ésta es también la razón por la que, mediante la transformación del significado de la experiencia, somos capaces de modificar nuestra visión de la realidad.

LA VISION DEL MUNDO Mirada de lince Las diferencias que median entre dos personas pueden explicarse mediante el siguiente proceso: aun cuando tú percibas exactamente lo mismo que tu marido (cosa que puede suceder...), a través del significado que le otorgas a dicha percepción eres una persona única ya que creas una relación personal por entero entre aquello que percibes y lo que piensas de la información captada, lo cual incidirá de manera directa sobre tu conducta. Por ejemplo, un tiempo muy cálido les incitará a determinadas personas a salir para aprovecharse del sol, en tanto que otros se enclaustrarán en sus hogares, con los postigos bien cerrados, a fin de lograr un poco de frescura.

En la actualidad, Francoise piensa que sus padres no hicieron más que seguir una tradición que juzgaban encantadora para los niños; ¡después de todo, Papá Noel trae sus regalos! Y, al mismo tiempo, supone un enorme sacrificio por parte de los padres que ni siquiera se ven reconocidos por los presentes que les hacen a sus hijos, conformándose estos con la generosidad de ese Papá Noel a quien se dirigen todos los agradecimientos. ¡Qué enorme abnegación de parte de los padres! Semejante reconsideración de la experiencia le hace posible una vida de relaciones más gratificante y feliz.

Acudamos a otro ejemplo: con ocasión de una velada, un hombre observa a una mujer con una atención sostenida. La mira (percepción visual) y al punto le asigna un sentido a dicha percepción; puede pensar: "Esa mujer es muy distinguida, pues su aspecto físico corresponde a sus criterios de distinción: alta, hermosa, delgada, lejana, casi distante, elegante..." Al proceder así, interpreta cuanto percibe de ella, poniendo de ese modo en práctica sus programas, conocimientos y experiencia. Semejante interpretación dará lugar a una serie de reacciones a nivel de su cuerpo: experimentará ciertas sensaciones (deseo, atracción etc.) ante las que reaccionará, siempre en función de las propias creencias al respecto. Una vez alcanzada esta fase, se preguntara que actitud deberá adoptar ante dicha mujer, de acuerdo con su interpretación y con lo que experimenta. Semejante evaluación, consciente o no, determinará su modo de proceder. Otro hombre, ante la misma mujer, podrá pensar con igual derecho (según su visión del mundo): "Tiene cierto aire "snob"'. Su interpretación será diferente y su comportamiento lo será también, lo mismo que sus sensaciones. Cabe igualmente que piense: "Debe de ser un auténtico témpano", o bien: "Parece cualquier cosa", etc. Sensaciones y conducta variarán de acuerdo con lo individuos y con el modelo de mundo de tales individuos.

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Las cinco etapas de la comunicación

dad, nuestra visión del mundo no es universal: es peculiar en cada uno y en eso reside precisamente nuestra riqueza. "Nuestra visión del mundo no es el m u n d o 9 " . Nos hallamos ante una noción fundamental y que afecta a todos los aspectos de la vida.

TENGO UNA SENSACIÓN (veo - oigo) ATRIBUYO UN SIGNIFICADO A LA SENSACIÓN (¿Qué quiere decir eso que percibo? Nuestra experiencia y nuestros conocimientos nos informan) SIENTO (Conforme he experimentado, siento una emoción o un sentimiento) ADOPTO UNA ACTITUD INTERNA (En función de mi interpretación y de lo que siento, decido qué pensar y qué hacer)

Esto supuesto, no existen en el mundo dos personas que posean exactamente las mismas ideas en todos los terrenos, que sientan de una forma idéntica ante una determinada situación, que tengan deseos idénticos en el mismo momento, etc., toda vez que cada ser humano es único. "Debemos considerar una imagen del mundo como la síntesis más amplia y más compleja que es capaz de realizar el individuo a partir de miradas de experiencias, convicciones, influjos e interpretaciones, con sus consecuencias sobre el valor y el significado que atribuye a los objetos percibidos (...) Es el producto de la comunicación 9 ".

OPTO POR UNA CONDUCTA YO, TÚ, NOSOTROS (Según V. Satir) Ese proceso se reproduce de forma automática ante cada situación que viva el ser humano, lo cual explica la infinita variedad de actitudes ante unos mismos acontecimientos. Eso es lo que sucede antes de pasar a la acción (percepciones-interpretaciones-sensaciones y sentimientos-conducta) y la razón por la que los otros no siempre actúan como nosotros sin que, a pesar de ello, sean unos monstruos o unos locos. El país de ninguna parte En consecuencia, la visión del mundo de un individuo está compuesta por la suma de sus programas y por su experiencia personal, cosa que la convierte en personal y única por completo. A eso se debe, sin duda, el que con frecuencia resulte tan difícil aceptar y reconocer que nuestra propia reali40

Por lo tanto, toda pareja supone el contacto de dos sistemas programados, de dos visiones del m u n d o únicas: yo poseo mi visión del mundo, tú posees la tuya y tú y yo procedemos ambos de un sistema de aprendizaje (familiar, cultural e individual) que nos da pie a establecer nuestra propia realidad, que nos impele a ver el m u n d o de conformidad con nuestra propia mirada, única y original. Disponemos de nuestro propio sistema de percepción, sentimos de distinta manera aquello que percibimos, contamos con nuestras soluciones y modos de proceder, poseemos nuestras ideas acerca de lo que creemos verdadero, justo, bueno, falso y malo, acerca de lo que hay que pensar, hacer o decir en función de los contextos en que nos encontremos. Ni tú te equivocas ni yo tengo razón al pensar de este modo: simplemente, ésa es la manera de pensar que tenemos unos y otros. Tú me darás a conocer tus pensamientos y tu visión del m u n d o , y yo te daré los míos. 9 P. Watzlawick, Le langage du changement, Le Seuil, 1980, p. 49. 41

Descubriremos en qué nos asemejamos y aprenderemos aquello en lo que somos diferentes. Aunaremos nuestras concordancias y nuestras divergencias. Estos dos sistemas (todo sistema está integrado por partes distintas pero unidas entre sí; mediante un objetivo común), estos elementos ("yo" y "tú") estructurarán un nuevo sistema compuesto por tres partes, con lo que introducirán un nuevo programa condicionado por la respectiva aportación de cada parte. Este tercer lugar, el "nosotros", supone un terreno para nuevos aprendizajes que vendrán a incorporarse a los antiguos.

Una pareja

"En una pareja existen tres partes: tú, yo y nosotros. Se trata de dos personas, de tres partes, siendo cada una de ellas importante y poseyendo una su propio jefe y facilitando cada una la existencia del otro 1 0 ".

Este sistema, "nosotros", no borra nunca a los otros dos, al "yo" y al "tú", aun cuando determinadas creencias opinen lo contrario. Cuando aparecen los verdaderos problemas dentro de la pareja es cuando el "nosotros" suplanta o hace que desaparezcan el "yo" y el "tú", si bien semejante eventualidad tiene pocas oportunidades de producirse cuando "yo" y "tú" son dos personas autónomas, seguras de sí mismas y conscientes de que antes existen el uno sin el otro. Si la relación nace de la alegría de estar juntos y no del sueño o la ilusión de una necesidad, el placer será su cimiento. Como consecuencia precisamente de que la pareja pone en juego dos programas, dos modelos del mundo diferentes, ¡la relación no resulta tan sencilla como lo hacen creer los cuentos de hadas! Y es que a veces a muchos nos resulta difícil admitir que existe otro modo de proceder, porque dicho comportamiento es la prueba en el día a día de que "tú" no es yo y de que "tú" puede tener razón en ocasiones. Esa nueva célula específica en absoluto que supone toda pareja es el lugar de cohabitación de las dos visiones del mundo de cada uno de sus miembros y el del nacimiento de un nuevo sistema. De ahí que 1 + 1 no sea igual a 2, y menos aún a 1... sino a 3. 10 V. Satir, Pour retrouver l'harmonie familiale, Éd. Universitaires, J.-P. Delarge, 1980, p. 141. 42

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La elección del otro "Los 'actores dramáticos' particulares con los que cada uno de nosotros escenifica su propia vida son tan raramente elegidos al azar como la distribución de las papeles en una producción de Broadway l ".

¡Y la luz fue hecha! Desde la atracción irresistible hasta una elección fríamente calculada, pasando por el "azar" y el "destino" a las voluntades implacables, las razones que le inducen a uno a elegir esto o lo otro en lugar de lo de más allá son tan numerosas como vagas, por no decir nebulosas o inexplicables ("y, sin embargo, me gustaba cómo era él", o, "ella es la que esperaba, lo supe al instante") y, en la mayoría de las ocasiones, irracionales. Ahora bien, como suele decirse "el corazón tiene unas razones que la mente ignora", y, si es posible enunciar una verdad en este campo, es sin duda la que asegura que no elegimos una cosa de este calibre a capricho del destino. En realidad, el amor no es ciego; sólo nos induce a mirar con unos ojos 1 G. Bateson y otros, La nouvelle communication, Le Seuil, 1981, p. 226. 45

distintos. ¿En qué consiste esa mirada que preside la elección del propio compañero o compañera? ¿En qué se fija? Desde los albores de la escritura, las literaturas de todos los países son ricas en textos -todos ellos de un lirismo desenfrenado- acerca de los flechazos que es susceptible de desencadenar una mirada, una simple y, con frecuencia, breve mirada. Los ojos son los instrumentos que más utilizamos: en cuanto percibimos a otra persona ponemos en funcionamiento el proceso ya descrito, proceso de una enorme complejidad y de vertiginosa rapidez hasta llegar a convertir se en un automatismo que entra en funcionamiento una cantidad incalculable de veces desde la más tierna infancia. En efecto, nuestro comportamiento para con los demás funciona de acuerdo con la impresión inmediata que tenemos de ellos. De manera inconsciente, comenzamos por "apreciar" globalmente las cualidades del otro y, si dicha estimación resulta satisfactoria según nuestros criterios, se lo hacemos saber. El otro se entera así de que no nos desagrada. Al mismo tiempo, mantenemos un discurso interno que se apoya las más de las veces sobre sensaciones nuevas o desacostumbradas, por lo menos eso es lo que solemos creer.

mos de ellas". Y acabamos de ver cómo la opinión procede directamente de la interpretación de nuestras percepciones y de los sentimientos que dicha interpretación provoca. Porque nuestro cuerpo reacciona entonces ante esa interpretación: experimenta emociones, sentimientos; algunas personas sienten deseo sexual o ganas de estar más cerca, o bien, en otro registro, de conocer, hablar con o hablar de sí (¿no hay gente que "inspira" al punto confianza?). Esta interpretación y sentimiento serán el origen de los cambios ulteriores, con independencia de sus niveles, puesto que es primordial que intentemos verificar si nuestras informaciones sensoriales son justas, si su interpretación es correcta y si somos capaces de integrarlas en un todo coherente. La atracción física es, sin lugar a dudas, el primer criterio que interviene en la elección del otro, ahora que ya sabemos lo que hay detrás, lo que acontece en nosotros (aunque no nos formulemos de manera expresa que lo que se está incubando sea el germen de una relación amorosa): la atracción es un hecho y experimentamos el deseo de saber más acerca de esa persona elegida entre tantas otras. Si bien el "azar" puede ser la causa de las circunstancias que han influido en el contacto, dicho azar no tiene nada que ver en la atracción que sienten recíprocamente dos personas cuando se ven por primera vez.

Versión a la carta Lo que menos conocido nos resulta es cuanto acontece en los profundos meandros de nuestra memoria: sin ser conscientes de ello, vamos confiriendo sentido a todo lo que captamos (conforme hemos visto más arriba). Por lo tanto, interpretamos nuestras percepciones en función de los conocimientos que hemos ido almacenando al correr de los años y de las experiencias que han jalonado nuestra vida. Este fenómeno se explica por obra de esa atribución de significado inconsciente a todo cuanto percibimos, seguida de sensaciones. Como ya afirmaba Epicteto: "No son las cosas en sí mismas las que nos perturban, sino la opinión que nos hace-

Nos encontramos, pues, en el punto en que se contemplan y cuando la "afinidad electiva" que han sentido les va a hacer posible franquear, con mayor o menor nitidez, las etapas siguientes. Dentro de un contexto tan definido (ya que resultaría muy diferente si se tratara de contratar a un empleado en una empresa o de buscar un socio financiero o para una partida de bolos), es donde van a actuar nuestros protagonistas. Conviene insistir sobre esta noción del contexto ya que, se-

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Sabor alternativo

gún sea éste, los mensajes sensoriales implicarán unas interpretaciones susceptibles de resultar contradictorias por completo: el contexto es ¡o que le confiere su significado al mensaje; asimismo, será de conformidad con el contexto como llevaremos a cabo ciertas selecciones dentro de nuestras percepciones. Por lo tanto, nuestros dos postulantes del amor, ante la seguridad de que tienen algo que compartir, tal vez intenten conocerse un poco más. En otro capítulo hablaremos de los inevitables juegos de la seducción, juegos que se dan en el proceso de todo encuentro amoroso; aquí estudiamos los factores que presiden la elección del otro. Volvamos a nuestra pareja de amigos: ¿qué es lo que, uno y otro, buscan para confirmar su atractivo recíproco? Y el término "confirmar" no está colocado al acaso, puesto que aquello que el ser humano decide percibir, sea consciente la elección o no lo sea, es lo que le confiere sentido de entrada a su universo y lo estructura. Podrás escucharles cómo, en las terrazas de los cafés, hablan de lo que les gusta, de lo que detestan, de sus aficiones y desagrados, de sus alegrías y penas, de sus pasiones e indiferencias, de sus ideas, de sus maneras de ser, de su familia, de su profesión y ocupaciones, de sus esperanzas y desilusiones. Y cada apartado viene subrayado con un: "¡Vaya!, ¡exactamente igual que yo!", o: "Sí, yo también..." O, incluso, y en esto reside la alegría del misterio: "No conozco eso en absoluto; ¡pero tiene que ser apasionante!", o: "¡Me hubiera gustado tanto a mí; también llegar tan lejos...! Tienes que contarme..." Las correspondencias entre lo que uno es, lo que ha sido y lo que desearía ser suelen presidir, de ordinario, el encuentro entre dos personas que se atraen físicamente y resulta por demás natural el que deseen encontrarse sobre un terreno común, bien sea a nivel de los gustos, las ideas o las conductas. El opinar que se trata de dos que van a ver el m u n d o con una misma mirada, que lo valoran al unísono, suponen otros tantos aspectos fundamentales para sentirse uno reconocido. 48

Y el reconocimiento no nace sino de las semejanzas: las diferencias, cuando son percibidas positivamente, abren universos de enriquecimiento, de recíprocos hallazgos y de asombros que harán de la vida común, cotidiana, un copioso manantial de intercambios y participaciones . Se parecen; pueden aportarse mucho; caminan a gusto juntos; resulta tranquilizador sentir lo mismo; aprenderán mucho uno del otro; están de acuerdo sobre tantas cosas... poseen un poco la misma historia; tienen la impresión de que se conocen desde siempre; uno está hecho para el otro; hasta es mejor no estar siempre de acuerdo: resulta más vivo; tienen los mismos gustos... Descubiertos sus universos mediante sucesivas pinceladas, comienza a emerger un cuadro más preciso en ese puzzle en el que cada pieza corresponde a una información suplementaria acerca de la personalidad de los dos postulantes a la relación: las expectativas y esperanzas crecen mientras se confirma su carácter. Ha nacido un nuevo vínculo, fortalecido por obra de las actitudes que cada uno adopta respecto al otro: se descubren y se encuentran a la vez. Parece que ambos satisfacen sus criterios de selección basados en su propia visión del mundo. Orden de pedido ¿Cómo te representas a tu compañero ideal? - Físicamente: reconozcamos que todo el mundo tiene sus alergias, y, si existe un terreno en el que es preferible no forzarse, ¡es, por supuesto, en éste! - En su comportamiento: ¿hay actitudes, comportamientos que no soportarías en absoluto (desde la manera de sostener el tenedor, pasando por las uñas mordisqueadas, ciertos ademanes de cara a tus allegados o a los suyos, y los viajes de negocios, hasta su modo de vestir, por ejemplo)? - En su carácter: ¿cuál sería el retrato-robot en lo referente a los defectos tolerables y en cuanto a las cualidades? 49

- En sus ideas: ¿hay opiniones, pensamientos o convicciones que te resultan de todo punto incompatibles con los tuyos? ¿Cuáles, en concreto? Clasifica tus respuestas en cada categoría de acuerdo con su orden de importancia, estableciendo así tus prioridades y el catalogo de los matices.

SEGUNDA PARTE

PARIDAD, ESTANCAMIENTO Y CARENCIA O LAS FUENTES DE ERROR

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Los sistemas Be creencia El mal de amor, secular y tan investigado, viene provocando desde la noche de los tiempos los mismos síntomas. Y, como acontece con la diabetes o la gripe, conviene conocer sus causas con miras a remediarlo. Si el azúcar es el responsable de la diabetes (en un sentido general) y si determinados virus suponen el origen de la gripe, lo que provoca la mayor parte del mal de amor, lo que mina las parejas y deja con frecuencia a las personas lesionadas y hasta deshechas, son precisamente los sistemas de creencia acerca del amor y la relación amorosa. Siguiendo con la analogía médica, bueno será desconfiar de los tratamientos esparadrapo que no hacen otra cosa que disimular el síntoma: las sucesivas recaídas tan sólo logran debilitar al organismo hasta convertir el mal en crónico. Por lo tanto, lo que hay que hacer es modificar el terreno - y no los síntomas-; y el terreno en cuestión es el sistema de creencias que tiene la persona, aquél del que se deriva su visión del mundo, porque entre lo que creemos que es la realidad y la propia realidad existe una gran cantidad de imágenes e ideas en las que creemos, que estimamos como verdaderas y que nos impiden pensar y reflexionar con lucidez.

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CREENCIAS ACERCA DE UNO MISMO ¡Mi vida no es una existencia! La creencia limitadora más grave de cara a uno mismo puede resumirse, sin duda, en esta frase lacónica y banal: "Tengo algo que no anda bien". El "algo que no anda bien" que todo ser humano posee (nadie es perfecto) condiciona en algunos un comportamiento autodesvalorizador que engendrará actitudes mas bien sumisas, pasivas, con objeto de excusarse, de "lograr que pase" el defecto. Dicha autoevaluación conduce siempre (admito que es una generalización) a una desvalorización susceptible de inscribirse en dos columnas: "No soy bastante..." y: "Soy demasiado..." En este juego cruel que uno lleva a cabo en su intimidad, siempre sale perdiendo. Es posible evaluarse, pero más vale hacerlo en términos de comportamientos: por ejemplo, "Si no he conseguido esto o lo otro, ¿qué hacer para lograrlo mejor?" Lo que hacemos puede verse sujeto a revisiones, mejoras, etc. Un juicio definitivo sobre uno mismo puede tener las consecuencias más nefastas sobre el sentimiento de la propia valía personal. ¿Y no tiene también el otro "algo que anda mal"? ¿Le amas menos por eso? ¿Es que ese "algo" es realmente dramático? Ese "otro" ha hecho la opción de conectar contigo, de seducirte, ¿es que acaso tiene mal gusto? ¿No será más bien porque resultas amable? Esto supuesto, ¿sería difícil dejarte querer y centrarte sobre lo que no anda mal (por supuesto, en ti)? Tanto más cuanto que, de ahí a decir que no eres "normal" ¡apenas si median unos kilómetros! ¿Y qué quiere decir ser "normal"? ¿Ser como los demás? Vuelve sobre la primera parte de este libro y verás que esto no quiere decir gran cosa. Entonces tus tres kilos de exceso en las caderas, tu aversión a la música "pop" y la preferencia por las zapatillas de paño sobre el auto-stop con mochila al Nepal no resultan válidas para sentirte algo espantoso, que tan sólo a ti te ha ocurrido y cuya cruz has de soportar toda la vida: un padre alcohólico, una madre que hace "streap-tease", un hermano perteneciente a una secta, un tío abuelo en un sanatorio psi54

quiátrico... Todo depende de aquél o aquélla sobre el que hayas puesto tu mirada. Además, "falta confesada, la mitad queda perdonada",... en especial cuando tú no eres responsable de nada de eso. Nada hay que "vaya mal": tú eres diferente; eso es todo. Resultaría asimismo inútil por completo, bajo pretexto de no sentirse a la altura, desvalorizarle al otro que te contempla con ternura pensando que también él tiene "algo que no anda bien", ¡puesto que pierde el tiempo interesándose por tu insignificante persona! Si te es factible modificar eso que te molesta y la cosa merece la pena, puedes llevar a cabo las transformaciones que estimes necesarias; en caso contrario, saborea tu incipiente amor. De esta creencia básica se desprenden otras, tan poco pertinentes, y que con frecuencia suelen condicionarlo todo, como: "Me siento culpable de ser...(tan pobre, tan poco culto, tan superficial, tan original, etc.)", y como consecuencia lógica: "¿Qué otra cosa querrá de mí?" Es cierto que si estás de verdad convencido de tu nulidad, nadie querrá nada de ti y el presente libro no va contigo, ya que se trata de una relación entre dos. Por contra, si hay alguien que se interesa por ti lo suficiente como para intentar recorrer un trozo de camino a tu lado, fíate de él siquiera lo mínimo... Entonces, si ese otro tiene el mérito de encontrarte un poco a su gusto y si tal gusto es recíproco, vive esa común y recíproca estima... A no ser que seas un verdugo de niños, un asesino reiterativo, un torturador inveterado u otro monstruo de semejante calaña, ¿por qué ibas a tener vergüenza de lo que eres? Tanto más cuanto que somos perfectibles... ¡Mi existencia no es una vida! Entre la multitud de tópicos que arruinan nuestros instantes más hermosos, hay uno, muy famoso, que logra casi la unanimidad, a saber, el célebre: "Tengo necesidad de él". Fuera de los niños que tienen necesidad de sus padres o de sustitutos paternos que se ocupen de ellos, nadie tiene necesidad de 55

otra persona para sobrevivir. Tener ganas de vivir con alguien es una cosa, un sentimiento de todo punto justo, tener necesidad de él es un mito que uno se forja para sufrir más. El ser humano tiene necesidad , para nutrirse de energía, de signos de reconocimiento, de muestras de atención, pero no le resulta vital recibirlos con regularidad de una sola persona, de ese otro que no existe sobre la tierra para ser utilizado como una pila eléctrica que deba, por fuerza y a petición, insuflarnos el aprecio por la vida y la capacidad de hacerlo. Cuentas en ti mismo con todas las facultades, con toda la capacidad y con todos los recursos precisos para vivir bien y no tienes necesidad de nadie. Las verdaderas necesidades de un individuo se resumen en el alimento, la defensa respecto a las inclemencias del tiempo, la medicina en caso de enfermedad y los contactos con otras personas (cuya frecuencia es variable de un individuo a otro). Todo el resto no pasa de ser deseo, ganas, cosa que en modo alguno quiere decir que tales apetencias sean desdeñables. Además, seguramente cuentas en tu derredor con ejemplos de personas que creían con firmeza que tenían necesidad de otro para vivir y que no fallecieron al instante con ocasión de una ruptura. Sufrieron, pero no llegaron a morir. Autorretrato Descríbete para ti mismo, aplicando sólo adjetivos calificativos, las cualidades o aptitudes que encuentres en ti. Una vez que tengas cumplimentada la relación (reparando en los aspectos físico, intelectual, moral, artístico, etc.), colócate delante de un espejo y díte en voz alta todo eso que has apreciado. Procede de este modo con regularidad (ampliando la lista en cuanto descubras algo grato o apreciable en ti) y, sobre todo, en los momentos en que la moral no se encuentre en su mejor forma. Saber con qué cuentas en ti mismo, en qué recursos puedes apoyarte y qué cualidades son susceptibles de servirte como trampolín no supone ninguna inmodestia (y, aunque lo fuera, si está justificada ¡no tendría nada de censurable!). Es importante que cuentes con lo positivo que hay en ti y, a tal efecto, conviene que tengas conciencia de ello. 56

Como es natural, puedes combinar el "qué querría de mí" con "tengo necesidad de él", cosa por lo demás lógica. Si, a pesar de tus defectos, él te ama, es fácil que sientas necesidad de él para valorarte un poquito, ¡siquiera sea sólo a tus propios ojos! Querer, poder Supone una utopía imaginar que somos capaces de pasar revista a todas las carencias que eventualmente puedan darse en nosotros mismos; no solemos reparar más que en las corrientes, y se da un tercer grupo que puede acarrear consecuencias onerosas y que atañe a la soledad y que con frecuencia se formulará en los siguientes términos: "No soy capaz de vivir solo", y: "Es humillante estar solo". Si bien todo individuo normalmente constituido goza de la capacidad de vivir solo, puede acontecer que no lo desee, en cuyo caso sería más justo afirmar: "No quiero vivir solo". Por lo que respecta a conocer los motivos por que él o ella no quiere vivir solo, se trata de un asunto personal y puede que las razones varíen hasta el infinito, sin que ello implique falta de capacidad. Por otro lado, el estar solo no es algo mortal. Los momentos solitarios son patrimonio de la independencia, de la autonomía, lo cual significa que una persona adulta puede y debe contar ante todo consigo misma. Respecto al aserto que asimila la humillación con la soledad, no es difícil constatar su veracidad abriendo con amplitud los ojos al mundo, a los demás. Conozco personas (de todo punto "normales") que aprecian en gran manera el vivir solos, tanto más cuanto que vivir solo no significa de ningún modo vivir sin amor. Hay individuos famosos -por acudir a pruebas conocidas por todos- que se han sabido amados durante decenios sin que, a pesar de ello, vivieran bajo un mismo techo. Pienso, por ejemplo, en J. P. Sartre y Simone de Beauvoir, pero hay otros muchos. Cada uno organiza la propia vida a su manera y elegir vivir solo no tiene nada de humillante. ¿Acaso quiere eso decir que nadie les ha querido? Sí, tal vez, y sería cosa de verificarlo, 57

pero eso puede animarles a algunos y algunas a pensarlo así, aunque no sea más que para confirmar la posibilidad de dar un giro en redondo. ¿Será también posible que tales monstruos (o santos), tales eremitas, que se han consagrado por espacio de largos años (¿toda su vida?) a una causa que les parecía más válida que cualquier relación amorosa, no hayan querido a nadie...?

amarle más que a él; mi felicidad depende sólo de ella; sin él la vida no merece la pena ser vivida; él es mi razón de vivir; no soy capaz de vivir sin él", y todas las variantes que puedan sumarse a éstas... Como si no hubiera más que un único ser en el mundo que posea todas las cualidades buscadas, y en especial, como si una persona no fuera completa sino injertada en otra, siendo así que lo que sucede la mayoría de las veces es que precisamente porque uno no cree poder vivir sin una determinada persona es por lo que, en general, solemos ser incapaces de vivir con ella.

¿C.O.D. o C.O.I?

¿Qué es lo que está sin completar? ¿De verdad no eres capaz de vivir sin él? ¿Qué hacías antes de conocerle? ¿Te hallabas en una incubadora o en un congelador? ¿Es la primera persona que has apreciado? ¿Quién se ha interesado por ti? ¿Nunca nadie antes? Y, si no es ella, ¿te vas a ir al convento? Eso es lo que Jacques Salomé denomina "la dependencia imaginaria x".

Historia de una manzana Érase una vez una preciosa muchacha y un hermoso joven que no se conocían y que, un buen día, vivieron la misma experiencia. Paseaba, cada uno por su país, ella soñando con su Príncipe Azul y él con su Gentil Princesa; caminaban distraídamente, recogiendo frutas acá y allá. A media tarde, un poco cansados, deciden detenerse para reposar y saborear una espléndida manzana. Como una y otro sabían que no es demasiado adecuado mordisquear con energía una manzana, suelen cortarla en dos trozos. En el mismo momento, cada uno de ellos con su mitad de manzana en la mano, piensa: "He aquí que he descubierto el secreto de la felicidad: comoquiera que estas dos mitades constituyen entre las dos una manzana perfecta y basta con ellas dos, ahora sé cuál es mi objetivo: encontrar mi otra mitad, que me completará tan exacta, tan perfectamente, que ya no seremos más que uno; y, por fuerza, no existe más que una sola persona en la tierra que sea capaz de hacer posible dicha realización acabada y única, de igual suerte que sólo estas dos mitades de manzana están hechas la una para la otra". De esta historia hace ya mucho, mucho tiempo y el joven y la joven todavía siguen buscando. ¿No hay "algo que no anda bien" en la idea de no ser durante toda la vida más que una mitad? "Sin él no me siento completa, si no es él no será nadie, nadie más que él me puede amar; sin ella no soy nada; sin él me moriré; no puedo 58

CREENCIAS ACERCA DEL OTRO Quimeras Todas esas ideas, asumidas como certezas y añadidas a las creencias acerca de uno mismo, resultan más bien limitadoras. Sin olvidar a los desengañados: "Por lo menos sé con quién estoy"; los utópicos: "Formamos un solo ser; es otro yo; es mi alter ego"; los optimistas: "¡Soy capaz de morir por él!" (¡a verlo!); los distraídos:"Le amo más que a nada en el mundo"; los inconscientes: "Con él me siento segura"; los ingeniosos: "Ella me tiene que amar por fuerza puesto que yo la amo"; los megalómanos: "Ella tiene necesidad de mí;"; los no difíciles: "Es que lo amo todo en él"; los locos: "Le amo tanto que lograré cambiarle", etc. Sin dar de lado tampoco a los imperativos exclusivos al estilo de: "No amo más que a ese tipo de hombre", emitido por las reductoras más incondicionales.

1 J. Salomé, Parle-moi, j'ai des dioses a te diré, Éd. de l'Homme, 1985, p. 2 59

Las creencias acerca del otro miembro de la pareja, de las que cabe afirmar que carecen de lucidez, contribuyen a consolidar aquellas que uno tiene acerca de sí mismo, y recíprocamente. De ahí que no suela ser raro el oír: "No existo más que yo en el m u n d o " , o bien: "Soy todo para ella", lo cual supone una presunción pasmosa y presagia negros nubarrones que ensombrecerán sin duda la relación, nubarrones susceptibles de merecer el nombre de "poder sobre ti", ya que él tendrá un enorme miedo a perderla, al estar solo en el mundo.

I

¡Ilusión! Si Papá Noel y May West hicieran una carrera para saber quién llegaría el primero al Polo Norte la que ganaría sería May West ya que Papá Noel no existe. (Según Milton Erickson)

No deja de ser algo triste y conviene aceptar esta idea. ¿Quién puede esforzarse en amar a alguien? ¿Qué es lo que demuestra que uno le amará a la misma persona toda la vida? Ya pueden las religiones y las leyes cansarse en imponerlo, no lograrán nada. ¿Cómo reaccionar ante una conminación como la de: "Ámame"? En este ámbito no cabe la exigencia. Esta creencia viene impulsada por otra: el amor no es cosa que brote así como así, que no es sino una variante de la anterior. Tal vez no sea algo que surja "así como así", pero sí es "cosa" que puede marcharse como ha venido. Recuerda que lo que provoca los sentimientos es la interpretación de las percepciones. Por lo tanto, si la interpretación sufre ciertas modificaciones, el sentimiento también es modificado. Sus grandes ojos rasgados pueden convertirse en grandes ojos de ternera, su pasión por el bridge en una verdadera tabarra, su energía aseguradora adquirir un aspecto un tanto simiesco y su prisa por hacer el amor pasar a ser una obsesión sexual, ¡y hasta su gentileza acaba por resultar insoportable!

El borrador universal CREENCIAS ACERCA DEL AMOR Se dan también creencias acerca de los beneficios del amor: Futuro del verbo "amar" La principal creencia acerca del amor es particularmente temible: El amor es algo que dura para siempre, "amor" (en francés "amour") rima con "siempre" (en francés, "toujours"), ya que es posible que uno ame durante toda su vida; la otra parte de la pareja es la que tal vez no sea siempre la misma y aquéllos que tienen la suerte de conocer semejante dicha son los primeros en calificarla como algo más bien raro. Esta "ley" tiene por resultado el falsear la relación desde su comienzo. Desde luego que podemos hacer mucho en orden a alimentar el amor y, a pesar de ello, que éste disminuya hasta dejar de existir o, simplemente, transformarse. Y, a priori, nadie es responsable del desamor.

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Cuando uno ama, ya no existen problemas. ¿En qué terreno(s) exactamente? En efecto, "la sociedad pretende que la relación conyugal discurre casi por entero sobre el amor y (...) después exige unas respuestas que el amor por sí solo es incapaz de proporcionar jamás... 2 " ¿Es que, como cuentan las historias, basta con el amor para ser feliz? Por supuesto que "da alas", que hace factible una iluminación muy positiva sobre la vida y sobre las personas que nos rodean, lo cual tiene mucha importancia. Pero, a pesar de todo, no es suficiente para borrar de manera definitiva las dificultades. Afirmar que, gracias al amor, no queda ya ningún problema supone en realidad confundir Roma con 2 V. Satir, Pour retrouver Vharmonie familiale, Éd. Universitaires, J.-P. Delarge, 1980, p. 148.

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Santiago o, en todo caso, será así cuando reúna a dos personas que no posean absolutamente ninguna creencia. Otra fórmula, también errónea, enuncia que: Sólo cuando se está enamorado o enamorada se vive de verdad; ¿qué son, entonces, aquéllos que, por el momento, no viven ninguna relación amorosa? ¿Sombras? A pesar de todo, ¿no aman a nadie? ¿No tienen ninguna razón para vivir?

Creo que estoy seguro Otras creencias hacen referencia a las pruebas del amor: ¿cómo saber si me ama? Hay cierto indicios que parecen determinantes: Cuando uno ama de verdad, tiene que ser capaz de adivinar todo lo que el otro quiere. Tan hermoso asunto, ¡qué molesto resulta y qué enorme carga de responsabilidad genera! "Si no lo adivino, creerá que no le amo". Es posible que, veinte años después, él confiese que no le gusta el bacalao a la provenzal o que le regales un jersey de Cachemira puesto que le raspa horriblemente. ¿Qué significará tal cosa: que ya no le amas? ¿Que deberías haber sido más eficaz preguntándole por sus gustos y sus potenciales alergias? Dos personas que se aman creyendo firmemente en este principio pueden pasar su vida intentando adivinarse, engañándose una vez sí; y otra no (o más) y aburriéndose con sus errores, con sus preocupaciones por ser tan malos adivinos, ¡tan mal amados y tan malos amantes! Esta creencia puede, por otro lado, cobrar aires de chantaje: "Si todavía no has comprendido que no quiero... (que tengo ganas de...), ¿qué hago contigo? Ni siquiera eres capaz de comprenderme, ¡será necesario que lo diga todo! Si de verdad me amaras, ¡me adivinarías!"

- Querido, ¿qué deseas para tu santo? - Lo que tú desees, mi amor... Puede ser que "mi amor" se haya sentido decepcionada varias veces intentando adivinar y que la compra de un regalo se convierta no ya en un placer sino en uña carga cuyo intento pasa a hacerse aterrador. Una creencia más viene a envenenar a no pocas parejas. Cuando se ama de verdad, se está siempre de acuerdo. ¿Quién decía tal cosa? ¿Cuál es el origen remoto o desaparecido de semejante certidumbre que no deja margen más que a una única solución posible: la adaptación al otro, un deseo recíproco de conformarse? ¿ Se consigue el amor al precio de perder la propia identidad? Sabes perfectamente que toda pareja reúne dos sistemas programados y que dos personas, si bien con frecuencia suelen contar con sus puntos comunes, jamás pueden ser idénticas. Si es posible que se dé conformidad acerca de determinados puntos, ¿por qué iba a ser necesaria la coincidencia en todo, siempre? No somos unos robots.

CREENCIAS ACERCA DE LA RELACIÓN No formamos más que uno solo Cualquier cosa que suceda, tanto en lo referente al placer como a la adversidad, "no formamos más que uno solo" (¡cuando menos hay dos personas a las que alimentar!). Semejante creencia enmascara una gran ignorancia respecto al detalle de que cada parte de la pareja posee necesariamente (en cuanto individuo único) su propio concepto de la naturaleza de la relación, que no será jamas un calco del otro. De ahí que la culpa no sea de nadie: simplemente, los pensamientos son diferentes.

De la precedente creencia se desprende directamente otra, a saber: Cuando uno ama de verdad, si pide algo, siente menos placer en recibirlo ya que eso tiene menos valor por haberlo solicitado y menos agrado en ofrecerlo por no ser espontáneo. Esto supuesto, ahí va un consejo: no pidas nunca nada: tu placer y el de tu compañero permanecerán intactos. También cabe que procedas de la siguiente manera:

Nunca le creeré a un hombre que me diga: "Cuando a ti te duele el estómago, yo siento idéntico dolor a la vez que tú"; es

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inútil y ni siquiera le pregunto eso. Una creencia de este tipo no resulta demasiado práctica para la vida en caso de que se entienda tal como suena. Además, es tan incómoda y hasta tan auténticamente peligrosa para la relación que ésta no constituiría ya un ámbito de expansión sino de angostura. Tal vez "haga buen efecto" presentarse como si se fuera una sola persona ante algunas amistades o ante la familia; no deja de suponer cierta tranquilidad para todo el mundo el pensar así o dar la impresión de creerlo... pero es falso. Constituye una ilusión que puede costar cara a ambos miembros de la pareja, que se culpabilizarán por atreverse a tener una idea personal o un sentimiento diferente. Con independencia de eso, nos hallamos ante el mismo tipo de chantaje: "Si me amaras de verdad, sentirías igual que yo al instante, votarías como yo, etc." No suele ser difícil tampoco escuchar alegatos de este tipo. "Nos amamos, puesto que vivimos juntos". ¿No estaría mejor formularlo a la inversa? Sería más lógico afirmar: "Vivimos juntos porque nos amamos y porque elegimos cada día elegirnos, vivir juntos." Me parece que la prueba de amor que se sitúa en la vida en común encierra cierto deje de amargura, despecho o algo por el estilo: "Es menester que nos amemos ya que vivimos juntos..." ¿No te da la impresión de que existe ahí cierta connotación más bien de tristeza y fatalismo? Como si el individuo pretendiera aferrarse a una esperanza, a una certidumbre de la que sabe, o presiente en el fondo de su alma, que no es verdadera del todo...

Jaque mate Hay ocasiones en que esta creencia alude a la siguiente: "Es nuestro destino". ¿Qué es vuestro destino? ¿El estar juntos? ¿Has encontrado al fin tu otra mitad de la manzana? ¿Es Dios quien os ha aunado? ¿Cómo lo sabes? Una vez más, me da la impresión de que estoy escuchando a alguien que sufre, que no está tratando de su destino, de su vida. Como si no sé qué fatalidad, no sé qué fuerza procedente de otra parte le 64

mantuviera prisionero, con las alas cortadas por miedo a transgredir. No deja de ser una enorme lástima vivir por mandato y "lo que Dios ha hecho, puede deshacerlo". Hablando de deshacer, hay muchas parejas que se estancan en cierto desamor que se va transformando a veces en odio o indiferencia, y en la mayoría de los casos en descontento, cuando se fundamenta en la siguiente creencia: separarse es vivir un fracaso, es mostrar que uno no es capaz de amar y ser amado. En efecto, no suele ser raro constatar que, en el momento en que una pareja se deshilacha o rompe, haya individuos que descubran el rechazo respecto a sí mismos persuadiéndose de que no están "a la altura"; en tales ocasiones la ruptura es vivida como un fracaso. Eso no obstante, que el que nunca se haya equivocado sea quien (de nuevo) arroje la primera piedra. Además, si se da fracaso, no es ahí donde reside; lo haría más bien en la negligencia perpetrada de cara a uno mismo cuando decidimos incrustarnos a cualquier precio dentro de una relación frustrante ya que habíamos puesto en práctica todo lo que estaba a nuestro alcance (o al menos lo pensábamos) para volver a enderezarla. Abandonar (y ser abandonado) no equivale a fallar, sino que con no poca frecuencia supone ser más lúcido sobre el precio que uno paga para no estar ni siquiera bien, por hacer "como si...", como unos niños que juegan a un juego que ya no les divierte pero que intentan, cueste lo que cueste, recuperar la pasión de los primeros momentos. Cuando se han llevado a cabo los esfuerzos necesarios y posibles, cuando ya no tiene uno energía para invertir en el buen funcionamiento de la relación, ¿a qué viene mantenerla? ¿Por no perder prestigio? Ahora bien, tus amigos, tu familia verán con claridad en tu rostro que ya la cosa no funciona en absoluto. El prestigio se pierde en vuestras miradas tristes o acerbas, en esa mueca amarga que dibujan tus labios, en las palabras envenenadas o los suspiros profundos que nadie puede dejar de escuchar. ¿Es ése tu concepto de la seguridad? ¿La vida de pareja a cualquier precio, cueste lo que cueste? ¿Prestas de verdad tu 65

adhesión a la creencia que pretende que siempre cabe la posibilidad de arreglarse? En tal caso, conviene que sigas mostrándote muy educado, muy deshonesto, ¡hasta sus últimas consecuencias!: hasta la depresión, la cura de sueño, la úlcera de estómago, la colitis crónica, etc. El cuadro clínico estará acorde con las "avenencias".

CREENCIAS ACERCA DE LAS REGLAS DE BUENA CONDUCTA

verdaderamente mucho miedo a una cosa muy concreta, nos las solemos arreglar, las más de las veces de manera inconsciente, para provocarla. Consciente I inconsciente Se han elaborado multitud de teorías y cada una de ellas pretende ser la buena definición del inconsciente, pero no pasan de ser otras tantas teorías, aunque algunas de ellas sean más comúnmente admitidas que otras. Por principio, cualquier definición del inconsciente no puede suponer más que una especulación intelectual. Resultaría vano censurar con detenimiento la mayor o menor veracidad de una u otra: no existe prueba alguna y tan sólo se trata de hipótesis.

Seguros a todo riesgo La normas suponen otras tantas fórmulas generales que se enuncian -recordémoslo- en términos como "es preciso...", "no hay que...", "se debe...", "no se debe...", todas ellas seguidas de un "si no..." amenazador porque, si el "cómo" de la vida entre dos no acierta a satisfacer la esperanzas y los sueños, el amor corre el peligro de deshacerse. Aunque dichas reglas sean tan diversas como múltiples, algunas de ellas se repiten con mayor frecuencia, como acontece, por ejemplo con: "no hay que decepcionar jamás a la otra parte, si no..."; "no hay que molestarle nunca, si no..."; "no se debe discutir nunca, si no..."; "hay que mostrarse siempre afable, si no ..."; "disponible, si no..."; "no deben expresarse los propios sentimientos negativos, si no..."; "es menester preservar siempre la paz, si no..."; "no se debe hablar de los problemas, si no..."; "hay que reconciliarse siempre antes de dormir, si no..."; "no se deben introducir cambios, si no..."; "hay que evitar siempre el conflicto abierto, si no...", etc. Si quieres rellenar los puntos suspensivos que siguen a los "si no", tus respuestas girarán en la mayoría de las ocasiones en torno al deseo de preservar la relación o la idea que uno tiene de dicha relación. Sin embargo, aun cuando la intención es buena (hacer cuanto sea preciso para mantener la pareja en equilibrio), el clima que se suscita por parte de estas reglas revela un miedo intenso a la ruptura. Por desgracia, cuando tenemos 66

Esto supuesto, hipótesis por hipótesis, lo más eficaz me parece elegir la más útil (y la más sencilla, por añadidura), la de Milton Erickson. Está compuesta por tres teoremas: - el inconsciente existe; - el inconsciente es aquello que no es consciente, lo que no accede a la clara conciencia; - el inconsciente es nuestro aliado: concebido como un poder positivo, está considerado como el depósito de todos nuestros conocimientos, de todas nuestras experiencias pasadas, de todos nuestros aprendizajes, habilidades, automatismos (de acción, reacción y pensamiento), de nuestros recursos y competencias. Es aquello que interviene en el tratamiento de la información cuando recibimos determinados mensajes del entorno; lo que dirige la interpretación de nuestras percepciones y nos preserva, en ocasiones, de revelaciones brutales o traumáticas: no permitiendo que accedan a nuestra conciencia, nos protege. Es también lo que nos proporciona las informaciones útiles y necesarias para nuestra vida de cada día (sea que les prestemos oídos o que no). Por el contrario, nuestra parte consciente es aquella que piensa, reflexiona, actúa, decide de una manera controlada (aun cuando las motivaciones sean patrimonio del inconsciente). 67

Con independencia de estas reglas, están también las creencias sobre los derechos y deberes de cada uno de los miembros de la pareja en el ámbito de la relación, formuladas por lo común en estos términos: "Una buena esposa se debe a..."; "un buen marido es un hombre que... y que no..." El modo de cubrir esos puntos suspensivos es el mismo que hacía referencia a los "si no": han de ser rellenados luego de haber reflexionado sobre los propios tópicos, apriorísticos, referentes a una "buena esposa" o un "buen marido". Si no se cumplimentan todos los deberes, los "si no" quedarán a juicio de la otra parte, en función de los derechos que le otorga el sistema. Estas series de normas sobreentienden que una, la otra o ambas partes de la pareja, en la mayoría de las ocasiones, tienen que ignorar u ocultar sus propios sentimientos, adormeciéndolos bajo la ilusión de que de ese modo no habrá problemas. Eso no obstante, es rigurosamente imposible mantener a largo plazo tal opción: de uno u otro modo, directa o indirectamente, aquello que ha permanecido en la sombra surgirá.

CREENCIAS ACERCA DE LOS HOMBRES Y LAS MUJERES

que se hace cargo de todo, que debe satisfacer a su señora y conferirle seguridad, pasando por: "Todas las mujeres son unas..., menos mi madre (y acaso mi hermana)"; "los hombres no piensan más que en "eso"; "si quieres conseguirlo todo de ellos, haz huelga de cama (o compórtate como una Mesalina)"; "si quieres conservarlos, hazles el amor todos los días (¡el reino de los éxitos!)", etc. Las creencias vinculadas con el sexo suelen generar, de ordinario, otras creencias acerca de la intimidad (peligrosa) y la confianza (difícil de prestar y / o de obtener) que, a su vez, condicionan la vida de la pareja y no sólo en el ámbito de la sexualidad. Tras esta visión rápida de las creencias que suelen darse con mayor frecuencia (en lo tocante al tema que nos ocupa), conviene que estudiemos nuestro comportamiento a la luz de tales informaciones que no son desdeñables. Y es que siempre cabe poner en tela de juicio semejantes mitos, si tenemos en cuenta que algunos de ellos resultan limitadores en exceso y se oponen a la expansión de las personas y las relaciones, con lo que dan pie a determinadas actitudes muy específicas, que se fundan en unas reglas estrictas e inadecuadas. Lo que nos hace actuar A

Él es fuerte, ella es dulce De entre las creencias que juegan un papel importante dentro de la vida de relación, son primordiales aquéllas que atañen a lo femenino y lo masculino. Condicionarán la instauración de numerosas reglas que ayudarán en mayor o menor grado en todo lo referente al mantenimiento de una relación buena. Han sido ya evocadas en la primera parte, desde la "mujer-niña (...) con un lenguaje infantil, su ligero enfurruñamiento, una debilidad enternecedora, (...), pueril, impotente, emotiva, débil, sumisa y dependiente 3 ", hasta el hombre fuerte, protector, envolvente, asegurador, que no teme nada, 3 R. Brain, Amis et amants, Stock, Le Monde ouvert, 1980, p. 293. 68

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