Benedicto T. Medinaceli y el proyecto de Confederación Latinoamericana de 1862: semblanza, contextos y edición crítica de la obra 9786078624232

Bajo el título de “Benedicto T. Medinaceli y su Proyecto de confederación latinoamericana de 1862. Semblanza, contextos

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Table of contents :
[Proyecto de Tratado]
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Agradecimientos
Contenido
Introducción
Un enciclopedista formado en la Independencia
Recepción de sus obras
El Proyecto y sus ideas
Contexto histórico
Iniciativas contemporáneas
Preparaciones del nuevo Congreso americano
Guerra hispano-sudamericana
Puntos de referencia
Latinoamericanistas de la época
Sociedades de Unión Americana
Otras obras latinoamericanistas de Medinaceli
Cronología
Bibliografía de Benedicto T. Medinaceli
Bibliografía general
Proyecto de Confederación latinoamericana (Fragmentos)
Causas por las que es de imperiosa necesidad su reunión
Diversas tentativas que se han hecho. Motivos que han impedido se formalice
Asuntos generales de cuyo arreglo se debe ocupar. Consideraciones históricas
Primer objeto: alianza defensiva entre las repúblicas americanas
Segundo objeto: arreglo del comercio exterior
Tercer objeto: paz interior, garantías recíprocas
Cuarto objeto: comercio y navegación interior, moneda, peso y medida comunes
Las tareas del Congreso americano
El régimen federal
[Sede del Congreso americano]
[Proyecto de Tratado]
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Benedicto T. Medinaceli y el proyecto de Confederación Latinoamericana de 1862: semblanza, contextos y edición crítica de la obra
 9786078624232

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Benedicto T. Medinaceli y el Proyecto de Confederación Latinoamericana de 1862 Semblanza, contextos y edición crítica de la obra

Germán A. de la Reza

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Primera edición: febrero 2019

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© Germán A. de la Reza © Plaza y Valdés S. A. de C. V. Alfonso Herrera 130, int. 11, Colonia San Rafael, Ciudad de México, 06470. Teléfono: 50 .97 20 70 [email protected] www.plazayvaldes.com.mx Plaza y Valdés, S. L. Calle Murcia, 2. Colonia de los Ángeles Pozuelo de Alarcón 28223, Madrid, España Teléfono: 91 812 63 15 [email protected] www.plazayvaldes.es

Formación tipográfica: José Guadalupe Rivera Arroyo ISBN: 978-607-8624-23-2

Impreso en México / Printed in Mexico Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación por cualquier medio, sin contar para ello con la autorización previa, expresa y por escrito de los editores.

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Agradecimientos

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iversas actividades relacionadas con la preparación del presente libro y el documento que se estudia en él, fueron financiadas por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y la Universidad Autónoma Metropolitana ( ) de México. La cooperación y apoyo del del Dr. Adolfo Cáceres Romero de la Universidad de San Simón, del Dr. Arturo Lara Rivero de la y la Dra. Julia Judith Terán Ríos del Archivo de Sucre, fueron muy importantes para la identificación de diversas fuentes documentales, el esclarecimiento de hechos históricos, las correcciones del manuscrito y el continuo batallar con las posibilidades de edición. El intercambio de ideas y comentarios con el Dr. André Figueiredo Rodrigues de la Universidad Estatal Paulista, me permitieron a su vez esclarecer complejos problemas interamericanos de mediados del siglo . La Lic. Yolanda Chilchoa realizó la transcripción del folleto de Benedicto T. Medinaceli y su cotejo, facilitando la calidad de la edición. A todos ellos deseo agradecer por su generosa disponibilidad, así como a la sección de folletería de la biblioteca de la Universidad de Harvard, donde se conserva el Proyecto de Medinaceli.

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Contenido

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Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Un enciclopedista formado en la Independencia . . . . . . . Recepción de sus obras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El Proyecto y sus ideas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Contexto histórico . . . . . . . . . . . . . . . . Iniciativas contemporáneas . . . . . . . . . . Preparaciones del nuevo Congreso americano Guerra hispano-sudamericana . . . . . . . . .

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Puntos de referencia. . . . . . . . . . . . . . . Latinoamericanistas de la época . . . . . . . . Sociedades de Unión Americana . . . . . . . Otras obras latinoamericanistas de Medinaceli

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Cronología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Bibliografía de Benedicto T. Medinaceli . . . . . . . . . . . .

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Bibliografía general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Proyecto de Confederación latinoamericana . . . . . . . . . Causas por las que es de imperiosa necesidad su reunión . . .

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Diversas tentativas que se han hecho. Motivos que han impedido se formalice . . . . . . . . . . . Asuntos generales de cuyo arreglo se debe ocupar: Consideraciones históticas. . . . . . . . . . . . . . Primer objeto: alianza defensiva entre las repúblicas americanas . . . . . . . . . . . . . Segundo objeto: arreglo del comercio exterior . . . Tercer objeto: paz interior, garantías recíprocas . . . Cuarto objeto: comercio y navegación interior, moneda, peso y medida comunes . . . . . . . . . Las tareas del Congreso americano . . . . . . . . . El régimen federal . . . . . . . . . . . . . . . . . . [Sede del congreso americano] . . . . . . . . . . . [Proyecto de Tratado] . . . . . . . . . . . . . . . .

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Introducción

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l propósito de esta obra se remonta al año 2012, cuando me topé con la ficha bibliográfica de una obra desconocida de historiadores y especialistas del pensamiento latinoamericanista: Proyecto de Confederación latinoamericana, escrito por Benedicto Trifón Medinaceli y publicada en la ciudad de Sucre en la navidad de 1862. La referencia figuraba en el Catálogo de la Biblioteca Nacional de Mariano Felipe Paz Soldán, aunque el ejemplar desapareció después de la Guerra del Pacífico sin dejar rastro alguno. Lo busqué en la Biblioteca Nacional de Chile, donde fueron a parar los libros sustraídos a la BNP en 1880, sin éxito. Luego de meses de pesquisas di finalmente de un ejemplar en la sección de folletería de la Universidad de Harvard. Debo decir que, al momento de empezar su estudio, llevaba dos décadas de investigación de las iniciativas unionista del siglo , tiempo suficiente para saber que estaba ante uno de los mejores ensayos políticos de su tiempo. Rápidamente me avine a la tarea de dar a conocer sus contribuciones intelectuales, su lucidez en la ponderación de hechos históricos, sus admirables conocimientos sobre el sistema fluvial sudamericano y, sobre todo, su pionera estrategia de integrar a América Latina apelando a cuatro políticas que tendrán plena vigencia en el siglo : desarrollo compartido de la industria incipiente, fomento al cambio tecnológico, protección comercial a nivel regional y organización de la actividad científica a escala latinoamericana. 11

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El análisis de la obra, de su contexto histórico y de los entresijos de la trayectoria vital del autor, desembocaron en cuatro capítulos introductorios y una sección consagrada a la edición anotada del Proyecto, cada apartado exigiendo tiempos y métodos propios. El primer capítulo examina la biografía de Medinaceli, menos secreta de lo que suponía, así como la recepción histórica de sus obras, desatendidas, cuando no maltratadas, por sus contemporáneos. Este capítulo incluye un análisis de las ideas del Proyecto, necesario por el abundante despliegue de conocimientos de la obra y su dilatada estructura. El siguiente presenta las circunstancias históricas que le tocó vivir a Medinaceli y el componente mayor: la serie de iniciativas confederales heredera del Congreso anfictiónico de Panamá, en particular, el Congreso Americano de Lima de 1847-1848, el Tratado continental de 1856 convocado por Chile y el segundo Congreso de Lima de 1864-1865. La exploración de este periodo allanó la localización de sus actividades de solidaridad con México durante la intervención francesa y su apoyo a los preparativos del Congreso limeño, incluyendo la defensa del Perú y Chile con ocasión de la Guerra hispano-sudamericana. Su participación en estos eventos, como publicista y editor, estuvo alejada de los primeros planos por iniciativa propia, aunque no por eso es menos importante para la comprensión del personaje y su obra. El tercer capítulo reúne tres puntos de referencia. El primero emana, por decirlo de alguna forma, de las obras y los argumentos de los latinoamericanistas de la época, significativos no sólo porque estuvieron bajo la mirada de Medinaceli, sino porque permiten una clara definición de los aportes del potosino. El segundo punto, las actividades de las sociedades de Unión Americana en México, Perú, Chile, Bolivia y otros países de la región, agrega una perspectiva inédita de la actividad intelectual de Medinaceli, promotor y difusor de estas agrupaciones encargadas de enraizar el ideal de la integración latinoamericana. El tercero presenta 12

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la síntesis de los otros trabajos latinoamericanistas de Medinaceli, en particular los artículos publicados entre mayo y septiembre de 1866. El capítulo cuarto empieza con una amplia cronología de los sucesos nacionales e internacionales relevantes para situar la trayectoria vital de Medinaceli. Su propósito es la identificación de aquellos hechos que pudieron influir en su formación, sus afinidades políticas e intelectuales y el temario de sus obras. Le sigue un apartado con su bibliografía, tarea ardua en la medida que varios de sus trabajos han dejado como único rastro su título o se conservan en fondos reservados, y otro más con una bibliografía general sobre el tema. La última sección es la primera en importancia: la edición crítica del Proyecto sobre una confederación latinoamericana. Para facilitar su lectura, he puesto a disposición del lector un cuerpo de notas explicativas y he agregado entre corchetes las palabras que mejoran la comprensión de algunos pasajes del texto. Huelga decir que la lectura del Proyecto puede prescindir de estas ayudas: mueve a admiración que un texto de siglo y medio de antigüedad sea perfectamente legible al lector contemporáneo. Todas las partes reunidas, este libro busca algo más que difundir la propuesta ecuménica de Medinaceli: pretende reconstruir el significado histórico e intelectual de una de las mayores contribuciones al pensamiento latinoamericanista del siglo . Fue la primera reacción regional a la invasión francesa en México y antes que cualquier otro pensador de su época, inventó el regionalismo como estrategia de sustitución de importaciones y de independencia económica. No son los únicos atractivos de la obra, brillante retrato de una época decisiva para la historia latinoamericana, aunque creo que bastan para restituirle un lugar permanente en la memoria de Nuestra América.

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Un enciclopedista formado en la Independencia

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enedicto T. Medinaceli nace en Potosí en 1825,1 el mismo año que un miembro de su familia, Carlos Medinaceli Lizarazu, vencía a los realistas en la batalla de Tumusla y la Guerra de Independencia terminaba con la destrucción del último reducto realista en las tierras del Alto Perú.2 Según una documentación siempre escasa En Voto de Guerra del 16 de julio de 1866, Medinaceli se dice “chuquisaqueño” e “hijo de Sucre”, siendo este uno de los pocos textos en los que reivindica su origen. 2 A su arribo a Potosí en abril de 1825, el general Antonio J. de Sucre escribe a las autoridades de las Provincias Unidas del Río de la Plata informando que el general Pedro Antonio Olañeta de las tropas realistas, “tuvo un encuentro con una partida nuestra el 1º del corriente y siendo completamente derrotado y herido, murió el 2. […] Por consecuencia […] ha quedado libre nuestra comunicación con esas provincias y cumplo con el agradable deber de congratular [a la autoridad] y al ilustre pueblo que preside por el término de la guerra de independencia”. A. J. de Sucre al Exmo. Señor Presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Potosí, 6 de abril de 1825. V. Lecuna, Documentos referentes a la creación de Bolivia con un resumen de las guerras de Bolívar, tomo I, Caracas: Imprenta Nacional, 1975, págs. 154-155. Carlos Medinaceli, el vencedor de esa contienda, tiene al momento de los sucesos 35 años; en 1814 había desposado a Gabina Leaño Baspineiro y en 1823 fue ascendido a coronel, dos años antes del nacimiento de Benedicto Medinaceli. Las fuentes mencionan el nombre de dos de sus cuatro hijos y omiten los restantes, lo cual no excluye que Benedicto fuera uno de ellos. 1

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e indirecta, los Medinaceli eran propietarios de minas de plata en las cordilleras de Frailes y Chichas y varios de ellos estuvieron vinculados a la alta oficialía colonial. Luego de concluir la enseñanza básica, el joven Medinaceli se inscribió en la carrera de leyes de la Universidad San Francisco Xavier, periodo en el que asistió a las tertulias de la llamada “Sociedad Literaria”, donde se discutían proyectos culturales republicanos. Esta fábrica de intelectuales, vigente en la década de 1840, contaba entre sus filas a Tristán Roca, Sebastián F. Dalence, Pedro José Zilveti Estrada y Belisario Loza, con quien publicó una semblanza de la Sociedad.3 Tiempo después, desposó a Joaquina Santibáñez y se adentró en una larga y sinuosa carrera pública con concomitancias intelectuales.4 De manera sucesiva, fue director de un instituto de artes dramáticas, abogado litigante, secretario de la Prefectura, redactor de varios periódicos (La Concordia, Actualidad, El Celaje, La Reforma y Causa Nacional), oficial mayor de Hacienda e Industria, e inagotable escritor.5 Falleció en 1894 o 1895, dato que inferimos de la Resolución B. Medinaceli y B. Loza Santa Cruz, La Sociedad literaria de Sucre a S. S. Iltma. el reverendo Arzobispo metropolitano, Sucre: Imprenta de Pedro España. En 1878, Loza publica tres folletos de la serie Episodios de la historia de Bolivia intitulados “El gran Mariscal de Ayacucho” (Tipografía Colón), “Una sorpresa en Caiguasi” (Imprenta Pedro España) y “San Roque de Ocomito” (Tipografía del Cruzado). Sobre el cruceño T. Roca y su trayectoria política, véase A. Traverso y J. Soto, La Estrella del Oriente. Sesquicentenario 1864-2014, La Paz: Banco Central de Bolivia, 2014, pág. 7. 4 Una partida de matrimonio de 1865 alude a “don Benedicto Medinaceli casado con doña Joaquina Santibáñez” como testigos de boda. Cfr. Archivo de los Mormones, citado por S. F. Gutiérrez Elliot, La familia Gutiérrez en Bolivia, Sucre: Academia de Ciencias Genealógicas y Heráldicas, 2013, pág. 40. 5 Las evidencias de su actividad ministerial figuran en el Decreto Supremo de 15 de noviembre de 1869, el cual suscribe como Oficial Mayor de Hacienda, y en el Informe al ministro de Hacienda e Industria del 8 de junio de 1881. Gaceta Oficial del Estado Plurinacional de Bolivia, http://www.gacetaoficialdebolivia.gob. bo/ index.php/normas/ descargar/37329; P. Ahumada Moreno, Guerra del Pacífico. 3

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legislativa del 26 de noviembre de 1895, que le concedió a “la viuda del doctor Benedicto Trifón Medinaceli” una compensación económica por los servicios prestados a la nación.6 Su generación fue el “primer fruto de las universidades libres”.7 Dotados de un espíritu fundacional todavía sin recortes, sus integrantes hicieron política desde las aulas, usaron la pluma como arma principal y se emplearon a fondo en el género de la folletería, escritos de pocas páginas y rápida impresión que permitían oportunos posicionamientos políticos.8 Estos afanes tuvieron de fondo la breve y agitada vida de la Confederación Perú-boliviana, que corre desde su fundación en 1836 hasta la destrucción en 1839 a manos de tropas chilenas y de sus aliados bolivianos. En el caso concreto de Medinaceli, empero, fue Manuel Isidoro Belzú, presidente de 1848 a 1855, quien marcó su posicionamiento ideológico. Esta afinidad doctrinaria y su concepción Recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencia i demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, tomo V, Valparaíso: Imprenta i Librería Americana, 1888, págs. 457-462. El Informe de Medinaceli analiza con rigor poco común las malversaciones del ex dictador H. Daza: define y clasifica los tipos de malversación, calcula las cantidades, establece los tiempos, las colaboraciones y las formas de entrega de los recursos públicos. 6 Congreso de Bolivia, Anuario de Leyes y Supremas Disposiciones de 1895 (con un apéndice del Anuario de 1894), La Paz: Imprenta de la Unión Americana, 1895, pág. 298. Cabe precisar que esa distinción se anunció en otras ocasiones sin que llegara a cumplirse: en 1882, el congreso aprobó un emolumento de 3 mil pesos para la viuda de J. M. de la Reza, nunca entregado. Cfr. Cámara de Senadores, Redactor de Actas públicas de las sesiones de la Honorable Cámara de Senadores, La Paz: Congreso Nacional, 1889, págs. 42, 196 y 277. Sobre la supresión del emolumento véase: Ministerio de Finanzas, Presupuesto general del sector público, La Paz: Ministerio de Finanzas, 1890, pág. 25. 7 S. Vaca Guzmán, La literatura boliviana. Breve reseña, segunda edición, Sucre: Empastaduría de Pedro Castillo, 1893, págs. 21-22. 8 Ídem.

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liberal pronto le granjearon la antipatía de los conservadores, lo que pudo afectar sus publicaciones entre 1855 y 1858, cuando dejaron de aparecer al mismo tiempo que Belzú abandonaba el poder, aunque su reemplazo por su yerno y fiel seguidor, Jorge Córdova, potencia una explicación diferente al silencio de Medinaceli. Entre los integrantes más destacados de su generación figura Mariano Baptista, escritor, canciller y presidente del país. También: Pedro Zilveti, su antiguo compañero de estudios y canciller en la década de 1880; Manuel María Caballero, novelista, traductor y periodista; Antonio Quijarro, abogado, político y explorador; Félix Reyes Ortiz, dramaturgo, político y poeta; Daniel Calvo, redactor, poeta, presidente de la Convención nacional de 1880; el antes mencionado Tristán Roca, ensayista y poeta, pionero del estudio de la literatura guaraní, y José Manuel de la Reza, catedrático y presidente de la Asamblea constituyente de 1861. La actuación y los escritos de este grupo ocuparon una época de importantes definiciones. En el plano intelectual, se distanciaron gradualmente del “influjo académico” y renovaron sus ideas mediante la “investigación propia”.9 Medinaceli fue el perfil más secreto y complejo de esta generación. El primer escrito que se le conoce es la transcripción de un discurso pronunciado como director de una Compañía Dramática el 6 de agosto de 1852; los dos últimos, ambos publicados en 1878, son detallados estudios sobre las fronteras bolivianas con Perú, Argentina y Paraguay. Durante el cuarto de siglo que los separa, Medinaceli redactó 52 trabajos, entre ensayos, artículos y discursos, un promedio de dos por año. No se trató de una actividad regular en su frecuencia: en el trienio de debut (1852-1854) dio a conocer una veintena de ellos y 14 durante el trienio de su apogeo intelectual (1861-1863). La mayoría los publicó

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en las páginas de El Celaje de Potosí, Causa Nacional de Sucre, La Voz de Bolivia de Cochabamba y La Reforma de La Paz. Los intereses intelectuales de Medinaceli cubrían una amplia gama temática, aunque el alto nivel de documentación deja entrever una inteligencia abierta, un voraz consumo de información y largas horas de estudio. El listado de sus materias incluye la formación de institutores para la educación pública; el diseño de políticas comerciales; el establecimiento de un nuevo sistema financiero para el país; la demarcación de fronteras entre países sudamericanos; la política de inmigración; la instrucción industrial; la solidaridad con México, Perú y Chile durante sus respectivas beligerancias con potencias europeas; la reseña de obras poco atendidas por la crítica literaria; la discusión pública de pleitos en los que oficiaba de litigante; el levantamiento estadístico del país, y la definición de reglas éticas en la política. Este último tema contiene el Catecismo político, obra que redactó a partir de varios artículos publicados en El Celaje y reimprimió en Potosí, Cochabamba y Sucre.10 A ese trabajo deben agregarse los artículos sobre temas políticos, breves e incisivos, reunidos en 1863 en Artículos que contienen algunos datos para nuestra historia contemporánea. Si el periodismo político le permitió a Medinaceli exhibir capacidades dialécticas temibles, según resulta de la exploración de sus duelos periodísticos, sus obras de investigación asientan razonamientos sólidos y originales, pululan en referencias eruditas y se guían por una sólida investigación documental. Prácticamente todas sus obras benefician de un prurito de precisión, hecho remarcable en una época de difícil circulación de los impresos y con obras de referencia plagadas de errores. Véase la lista de trabajos de Medinaceli en este libro. Cfr. H. VázquezMachicado, “Producción intelectual bajo el belcismo”, Cordillera, Revista Boliviana de Cultura, año 1, n° 3, La Paz, 1956, pág. 24. 10

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Recepción de sus obras En 1879, el historiador G. René-Moreno denunciaba sin estados de ánimo que los trabajos de Medinaceli excedían “la demanda de los consumidores”.11 La afirmación debe tomarse con reservas, pues a pesar del número y la calidad de los trabajos de Medinaceli, la falta de lectores hizo que se traspapelaran en una indiferencia casi absoluta. La primera y única referencia boliviana en vida la realiza el historiador M. J. Cortés, quien en su Ensayo de historia de 1861 lo felicita por la solidez y la diversidad de su pensamiento.12 Ese mismo año, Dalence le dedica Misterios de Sucre, una de las primeras novelas nacionales, aunque su reconocimiento no invoca razones intelectuales, sino el favor de editarla.13 En 1872, el argentino J. M. Leguizamón publica una refutación de la posición boliviana sobre los límites con Argentina y para definir esta última apela a un estudio de Medinaceli publicado ese mismo año, Límites de Bolivia con el Paraguay y la Confederación Arjentina.14 Más tarde, René-Moreno anota brevemente varios de G. René-Moreno, Biblioteca Boliviana. Sección de libros i folletos, Santiago: Imprenta de Gutenberg, 1879, pág. 85. 12 M. J. Cortés, Ensayo sobre la Historia de Bolivia, Sucre: Imprenta de Beeche, 1861, págs. 261, 257-268. Ese mismo año Cortés asume la dirección política de Sucre; luego es diputado y presidente del Congreso, lo que lo convierte en un poderoso aliado de Medinaceli. G. René-Moreno, Matanzas de Yáñez, La Paz: Librería Editorial “Juventud, 1976, pág. 217; “Ensayo sobre la historia de Bolivia, por Manuel José Cortés”, Estudios de literatura boliviana, Potosí: Editorial El Progreso, 1956, págs. 177-216. 13 Entre la portada y la obra se insertan tres páginas a doble columna con el “juicio crítico del editor”; firma Medinaceli el primero de abril de 1861. Cfr. S. F. Dalence, Los misterios de Sucre. Ensayo de novela por S. F. D. dedicado a su amigo B. M., Sucre: Imprenta de Beeche, 1861. 14 J. M. Leguizamón, C. J. Goytia y M. Zorreguieta, Límites con Bolivia: artículos publicados en La Democracia de Salta, Salta: Imprenta Argentina, 1872, págs. 14, 15 y 17. La historiografía boliviana olvidó este trabajo hasta su empleo como fuente 11

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sus libros en Estadística bibliográfica, aunque es improbable que Medinaceli llegara a conocer estos comentarios, sin mayor sustancia analítica.15 En 1879, el historiador arequipeño Mariano F. Paz Soldán incluye cinco de sus obras en la relación de obras pertenecientes a la Biblioteca Nacional del Perú.16 Poco antes del fallecimiento de Medinaceli, la comisión boliviano-brasileña de 1884 encargada del diseño de una vía férrea en las cercanías del río Memoré emplea como referencia su Documento importante para el arreglo de límites entre el Imperio del Brasil y las Repúblicas Sud-americanas que confinan con él.17 Las últimas referencias del siglo , breves y circunstanciales, son cuatro: una extensa bibliografía minera publicada en 1892 en España;18 la historia del Departamento de Oruro de A. Mier y León (donde se reconoce a Medinaceli como el pionero del catastro nacional); un estudio sobre las fronteras y el sistema fluvial sudamericano,19 y Matanzas de Yañez: 1861-1862 de René-Moreno. En este último libro, el historiador cruceño vuelve a referirse al potosino, aunque su comentario sugiere que no lo ha leído.20 por parte de W. Mendieta Pacheco en Bermejo, petróleo chapaco: homenaje al CD aniversario de la fundación de Tarija, La Paz: Renovación Ltda., 1972, pág. 59. 15 Un bosquejo de solo 48 páginas circulaba desde hacía un lustro. Cfr. RenéMoreno, Proyecto de una estadística bibliográfica de la tipografía boliviana, Santiago: Imprenta de Gutenberg, 1874. 16 M. F. Paz Soldán incluye el Proyecto en su Biblioteca Peruana, Lima: Imprenta Liberal administrada por M. Fernández, 1879, pág. 326. 17 T. de Alenzar, et al., Boletim da Sociedade de Geographia do Rio de Janeiro, tomo I, 3° Trimestre, Rio de Janeiro: Typographia Perseverança, 1885, pág. 274. 18 J. López de Azcona et al., Bibliografía minera hispanoamericana 1492-1892, Vol. II, Suplemento. Madrid: Instituto GeoMinero de España, 1992, pág. 78. 19 A. Mier, Noticia y proceso de la muy noble y leal Villa real de San Felipe de Austria de Oruro, Oruro: Edición Municipal, 1894, pág. 60. 20 G. René-Moreno, Matanzas de Yáñez, pág. 218. Las frases provocativas de algunos de sus escritos le procuraron la enemistad de intelectuales de la talla de Franz Tamayo, lo cual no rebaja su importancia como historiador y bibliógrafo.

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En el siglo , la monumental Historia de Bolivia de Antonio Arguedas, publicada en los años 1920 en cinco tomos, ignora por completo la contribución intelectual de Medinaceli y en su lugar privilegia el duelo periodístico en el que participa del lado de Belzú, bête noir de la oligarquía del altiplano.21 La siguiente mención a su obra se encuentra en Humberto Vázquez Machicado, quizá el primer historiador boliviano en utilizar sus escritos como fuente.22 La última mención del siglo , empeñado en sepultar su obra, es un estudio y reedición del Catecismo político por una investigadora venezolana.23 Con el nuevo Milenio, empero, se asiste a una inversión de tendencias, sobre todo en lo que toca a los trabajos de economía de Medinaceli. V. Peralta y M. Irurozqui citan su concepción crítica sobre el control de los comuneros en su monografía Cuestión comunidades;24 R. Barragán emplea en un par de ocasiones su trabajo de estadística escrito con Rück

Gracias a sus esfuerzos, en 1874 había acumulado 102 “gruesos volúmenes” y 53 de tamaño folio con folletos bolivianos, además de periódicos, hojas sueltas y manuscritos, documentos que de otra manera se habrían perdido. Mendoza, “Gabriel René-Moreno, bibliógrafo boliviano”, págs. 139 y 161. 21 A. Arguedas, Historia de Bolivia, Vol. IV: La dictadura y la anarquía (18571864), La Paz: Ediciones Puerta del Sol, 1926(?), págs. 293-296 y 303. 22 H. Vázquez-Machicado, “Producción intelectual bajo el belcismo”, Cordillera, Revista Boliviana de Cultura, La Paz, 1956, págs. 22-28; Obras completas, La Paz: Editorial Don Bosco, 1988, tomo I, pág. 306; tomo IV, págs. 237, 286, 287, 707 y 711. 23 N. Ruiz, “El Catecismo político de Benedicto Trifón Medinaceli”, Trienio, n° 23, 1994, págs. 209-222. 24 V. Peralta y M. Irurozqui, Por la concordia, la fusión y el unitarismo. Estado y caudillismo en Bolivia, 1825-1880, Madrid: Colección Tierra Nueva e Cielo Nuevo, 2000, pág. 55. Medinaceli rechaza el sistema de comuneros y propone en su lugar la condición de “indígena colono”, sometido a la exclusiva autoridad del hacendado. Su posición no es única en el país: J. M. Barragán y Eyzaguirre, entre otros, ve en los comuneros una forma de esclavitud del Estado y las prefecturas (Ídem, pág. 55).

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en 1875;25 G. Prado y H. Cottyn, por su parte, lo emplean como fuente su estudio sobre la moneda feble,26 en particular el diagnóstico sobre los efectos de la falsificación del mineral de respaldo monetario.27 En estas reseñas, se clasifica su pensamiento económico como belcismo proteccionista,28 fórmula inexacta, pues sus recomendaciones de política comercial responden a una estrategia industrial que ha elaborado a lo largo de su vida intelectual y que bajo su pluma deviene el núcleo de una estrategia general. En efecto, aunque el pensamiento proteccionista venía dado desde la Colonia y en los años 1840 había sido defendido por Julián Prudencio,29 a Medinaceli le permitió un vínculo sinérgico con los objetivos de la unión confederal latinoamericana: desarrollo industrial, integración comercial y refuerzo identitario. En este nuevo siglo sus trabajos interdisciplinarios son poco atendidos, con excepción de los análisis de A. Schelchcov, quien cita su conclusión de que la instrucción pública representan un medio primordial para erradicar la pobreza y la “amora-

R. Barragán, “The Census and the Making of a Social ‘Order’ in NineteenthCentury Bolivia”, L. Gotkowitz (Ed.), Histories of Race and Racism. The Andes and Mesoamerica from Colonial Times to the Present, Durham y Londres: Duke University Press, 2011, pág. 130. 26 G. Prado, “Efectos económicos de la adulteración monetaria en Bolivia, 18301870”, Revista de Análisis del Banco Central de Bolivia, Vol. 4, n°, 2001, págs. 141-185; “Ideas económicas en los inicios de la República de Bolivia: Notas sobre un manuscrito anónimo de 1830, Revista de Humanidades y Ciencias Sociales, Vol. 1, n° 1-2, 2002, págs. 99-124. 27 H. Cottyn, Renegotiating communal autonomy. Communal land right and liberal lend reform in the Bolivian Altiplano. Carangas, 1860-1930, Tesis de doctorado, Gante: Universiteit Gent, 2014, pág. 263. 28 L. Ortiz Mesa, “Poder y sociedad en los Andes. Manuel Isidoro Belzú, un caudillo popular. Bolivia, 1848-1855”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, n° 22, 1995, pág. 87. 29 T. Wittman, Tibor. Estudios históricos sobre Bolivia. La Paz: El Siglo, 1975. 25

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lidad” de la población,30 y Peralta e Irurozqui, analistas del Catecismo político en el contexto intelectual y político de su época.31 Recién en 2013 se rasga el velo de indiferencia que pesa sobre el Proyecto de Confederación latinoamericana, ignorado hasta entonces incluso por el autoritativo Diccionario histórico de J. Barnadas.32 En esa fecha, el historiador estadounidense M. Gobat observa atinadamente que la principal idea de la obra (desarrollar la economía de América Latina a partir de un proceso de industrialización basado en la sustitución de importaciones y la protección de la industria incipiente), es pionera en su época y anticipa en un siglo las propuestas de la Teoría de la Dependencia.33 La reseña de Gobat y la nuestra de 2014,34 son las únicas referencias a esta obra en siglo y medio de silencio. ¿Este lamentable olvido fue causado por odios políticos, o por una cultura incapaz de aquilatar la valía intelectual de la obra? ¿Expresaba la necesidad de apartarse de los proyectos unionistas, dolorosamente impracticables después de la Guerra del Pacífico, o respondía a la influencia de sus detractores? Aunque la explicación del olvido de la obra pueda deberse a una u otra de estas causas y aún agregar varias más, no deja de sorprender que los picos intelectuales de la integración latinoamericana del siglo XX, hubieran desdeñado una obra que les representaba un auténtico anticipo intelectual. A. Schelchcov, La utopía social conservadora en Bolivia: el gobierno de Manuel Isidoro Belzú (1848-1855), La Paz: Editores, 2011, pág. 192. 31 Peralta e Irurozqui, Por la concordia, la fusión y el unitarismo, págs. 174 y ss. 32 J. Barnadas, “Medinaceli, Benedicto Trifón”, Diccionario Histórico de Bolivia, tomo I, Sucre: Grupo de Estudios Históricos, 2002, pág. 177. 33 M. Gobat, “The Invention of Latin America: A Transnational History of AntiImperialismo, Democracy, and Race”, American Historical Review, Vol. 118, n° 5, 2013, págs. 1368-1369. 34 G. A. de la Reza, En quête de la confédération, París: L’Harmattan, 2014, págs. 162 y 192. 30

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El Proyecto y sus ideas Medinaceli redacta su Proyecto confederal a partir de varios artículos publicados entre marzo y abril de 1857 en El Celaje de la Villa Imperial. Su autor los considera avances del “Gran proyecto de un congreso continental de las repúblicas hispano-americanas” y tienen como referente el Tratado Continental de Santiago de 1856, una alianza hispanoamericana que buscaba contener el expansionismo de Estados Unidos después de la amputación territorial de México y las incursiones de los filibusteros en Centroamérica, en particular en Nicaragua. Luego de fundirlos en una misma obra, Medinaceli publica el Proyecto en un número extraordinario de Causa Nacional la víspera de la Navidad de 1862. Su marco justificativo lo conforma la intervención francesa en México y el centenar de páginas de que se compone plantea una visión general de la economía y de los objetivos desarrollistas latinoamericanos mediante la integración económica. El texto se abre con un llamado al presidente de turno para que invite “a los gobiernos de los Estados vecinos, al señalamiento del lugar y tiempo en que se reúna el Congreso de plenipotenciarios”. Avisa que ha puesto a disposición del Ministerio de Relaciones Exteriores varios ejemplares de su Proyecto para su difusión dentro y fuera del país. Cuando el canciller boliviano recibe en 1863 de su homólogo del Perú la invitación a participar en el Congreso americano, este responde sin hacer mención a las ideas de Medinaceli, sugiriendo con ello que la dedicatoria y la donación de ejemplares había encontrado oídos sordos. Sin sorpresas, en las 56 conferencias del Congreso instalado en Lima en 1864 no se hace referencia alguna a las propuestas de Medinaceli. Se sabe que un ejemplar de la obra figuró en la Biblioteca Nacional de Perú antes de su saqueo por parte de las tropas chilenas en 1880, pero no fue iniciativa del gobierno boliviano, sino de Mariano Paz Soldán y llegó demasiado tarde para ser consultado por los delegados a la asamblea 25

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americana.35 Volveremos más adelante sobre este aspecto de la recepción de la obra; por lo pronto delimitemos las ideas del Proyecto para conectarlas con el contexto diplomático e intelectual de la época. El motivo primero de la obra, como ya se dijo, fue la denuncia de la agresión europea a México, la cual, “de cuestión financiera de indemnización” exigida por España, Gran Bretaña y Francia, pasó a convertirse en un asunto “de vida o muerte” para el país latinoamericano. La amenaza no solo se dirigía a México, pues podía cercenar la independencia de otros países del subcontinente; en consecuencia, para “los americanos del Sud” la situación de México: [Era] de altísima importancia porque pone en problema nada menos que la autonomía política de una república hermana, autonomía cuya pérdida sería el preludio de la invasión europea sobre las demás nacionalidades del continente.

La salvaguarda de la soberanía mexicana y la oposición a “la invasión europea sobre las demás nacionalidades del continente” son el ancla inicial del Proyecto, pero sus ideas visan el largo plazo, concretamente la organización de una Confederación latinoamericana. Al momento de su planificación, Medinaceli recomienda atender los preliminares importantes: pide que se concientice la población sobre las ventajas de la Confederación; propone los criterios para decidir sobre la sede del Congreso y sobre la conveniencia de invitar a Estados Unidos y Brasil; Paz Soldán, Biblioteca Peruana, pág. 326. Este catálogo menciona otras cuatro obras de Medinaceli: Documentos importantes para el arreglo de límites entre el Imperio del Brasil y las Repúblicas Sud-Americanas, de 1863; Límites de Bolivia con el Paraguay y la República Argentina, de 1872; Memoria sobre los límites de Bolivia con la República Argentina y el Paraguay, de 1878; Perú y Bolivia, sus verdaderos intereses y sus falsos intérpretes. Artículos publicados en la “Democracia” en contestación á los publicados en Lima por Mariano Felipe Paz Soldán de 1878 (Medinaceli se refiere al autor de Biblioteca Peruana). 35

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asimismo, define la agenda de trabajo del areópago y el contenido de sus principales productos. En el primer punto, Medinaceli sugiere encargar “a las juntas directivas de la Unión Americana”, organizaciones civiles que acababan de fundarse en Sudamérica, la propagación del ideal unionista. La elección de la sede de Congreso, asunto espinoso por sus implicaciones nacionales, la resuelve apelando a un criterio de distención: aunque los asentamientos chilenos en el litoral boliviano generaban fricciones y meses después provocarán el rompimiento de relaciones diplomáticas, Medinaceli se inclina por llevar la sede a Santiago. Valora de esa ciudad la posición geográfica, a media distancia entre los puertos de México y Uruguay (a través del Estrecho de Magallanes) y aunque no lo diga explícitamente, piensa que la elección de esta ciudad allanaría el diálogo con Chile. En el tema de la invitación a los países ajenos a Hispanoamérica, Medinaceli emplea como criterio la compatibilidad de los regímenes. Para él, invitar a la monarquía brasileña equivaldría a introducir “un resorte extraño” en una máquina, obstaculizando así “el movimiento normal de sus ruedas”. Respecto de Estados Unidos, en cambio, cree oportuno ofrecerle incluso “la presidencia del Congreso”, aunque páginas después da a entender que la tradicional política anti aliancista de ese país y la sangrienta guerra civil que enfrenta a sus secciones norte y sur, impedirían su presencia en las negociaciones, algo que ya había ocurrido en 1847 y, por cierto, volverá a suceder en 1864. La agenda del Congreso debería centrarse en la redacción y negociación de cuatro tratados y una política económica general. Los tratados institucionalizan la alianza defensiva, las reglas del comercio externo a la Confederación, la “paz perpetua” de sus miembros y el comercio interno o confederado. La política general, por su parte, pretende el desarrollo económico latinoamericano mediante la industrialización y la “extirpación de la anarquía”. Entrado en detalles, Medinaceli recomienda que el primer tratado tenga por fin contener “la propensión natural 27

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que en las grandes potencias se advierte de avasallar a los pueblos débiles”, poniendo “en riesgo la mal asegurada nacionalidad de los Estados hispanoamericanos.” Da como ejemplos de esa propensión los ataques militares de Francia contra México, Nueva Granada, Chile, Perú y Argentina; el “inaudito [y] sin igual atentado que Gran Bretaña ha cometido contra la [Argentina], mandando a las islas Malvinas la Corbeta de guerra Clío que a viva fuerza se apoderó de ellas”; las afrentas de ese imperio al Perú, y la invasión del Brasil a la Banda Oriental. El Tratado de Paz interior y garantías recíprocas, por su parte, tiene por misión proteger la Confederación latinoamericana de guerras intestinas provocadas “por las miras de engrandecimiento” de unos países en desmedro de otros. A pesar de la juventud del sistema hispanoamericano, advierte Medinaceli, una larga lista de confrontaciones señala la urgencia de prevenirlas apelando a leyes de naciones: los conflictos de Perú y Bolivia, la guerra entre Perú y Colombia, la guerra civil argentina, la contienda bélica entre Argentina y Brasil por el control de la Banda Oriental, las expediciones de José G. Artigas, la imposición de un gobierno imperial en México, y la campaña chilena y argentina contra la Confederación Perú-boliviana. El Congreso, indica Medinaceli, está “llamado a poner término […] a este mal” apelando a una cláusula de garantía territorial recíproca, concebida como una ley que se debe promulgar en cada país incluyendo las sanciones a su violación. Los dos tratados de comercio y navegación son esenciales para la concepción de Medinaceli. Ambos giran en torno al principio de “recíproca utilidad”, donde no se busca similitud de condiciones, sino equivalencia en los beneficios. La necesidad de ese principio es dada por los malos resultados de los tratados comerciales suscritos hasta ese momento, efectos que Medinaceli atribuye a tres carencias fundamentales. La primera es la inexistencia de industrias, hecho que provoca que las potencias foráneas se queden con “todas las ventajas posibles”, 28

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imponiendo a los aislados y discordes pueblos de América el yugo de un sistema oneroso con el comercio, sistema según el cual eran mayores las pérdidas que las ganancias para el americano y viceversa, mayores las ganancias que las pérdidas para el europeo.

La segunda radica en el poco conocimiento que se tiene de “los cálculos mercantiles” de la industria fabril y del intercambio internacional, impericia heredada del prolongado monopolio comercial español, lo que hizo de Hispanoamérica un mero proveedor de “productos naturales” e importador de bienes manufacturados. La tercera y última insuficiencia no es menos actual que las anteriores: denuncia el “servilismo de los gobiernos americanos que, por miras de personal conveniencia, han favorecido la expoliación de los extranjeros”. Con ánimo de hacerse respetables ante las potencias extranjeras, de ganar su apoyo, de adoptar “falsas doctrinas de economía política”, o simplemente por corrupción, estos gobiernos han “vendido la patria al extranjero.” La separación de los códigos interno y externo de una confederación es poco frecuente en la época, aunque en el caso del Proyecto permite sistematizar la doble determinación comercial de las uniones aduaneras: un grupo de reglas corresponde al flujo mercantil entre los Estados y el otro a las relaciones con el mundo. Medinaceli no menciona el Zollverein de 1834, la unión aduanera alemana famosa en su época, porque su propuesta se guía por las necesidades de desarrollo y no por un esquema prestigioso. Las necesidades mayores de la región, las que deben ser guías de acción económica, son tres: ampliar el mercado latinoamericano, fraccionado por numerosas fronteras aduaneras; modernizar su tecnología, y proteger con aranceles más altos las unidades productivas nacientes. Para justificar estas políticas, Medinaceli acuña una máxima que poco ha perdido de su vigencia: “la concurrencia solo reanima y perfecciona la industria cuando la nacional se halla poco más o menos al nivel de la extranjera”. Para que ello ocurra, es necesario 29

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conquistar “las industrias europeas de que la América española carece” adquiriendo sus maquinarias. En conjunto, la concepción integracionista de Medinaceli anticipan en un siglo las recomendaciones de la Comisión Económica para América Latina ( ) en materia de integración regional y sustitución de importaciones, y sus argumentos económicos no difieren de cómo hoy en día se presenta la política de protección (temporal) de la industria incipiente,36 o la adquisición de tecnología avanzada de acuerdo al ejemplo de aquellos países desarrollados de Europa, Estados Unidos y Japón que luego de lograr su objetivo, “patearon la escalera”.37 Resumiendo, el Proyecto puede considerarse como uno de los ensayos de política regional más originales y mejor planteados de su época, sin equivalente en Bolivia, aunque no por ello más apreciado. Medinaceli maneja con soltura y precisión los argumentos económicos, la historia latinoamericana y la universal, la vida política América Latina y rebasa la frontera gnoseológica de los unionistas de su época. Sus intereses intelectuales destacan por su orientación hacia la programación del desarrollo económico dentro de una concepción coherente y sistémica. Su circunstanciado conocimiento de la hidrografía latinoamericana le permite insistir en la necesidad de crear sistemas de comunicación y comercialización, tanto fluvial como caminera en la región. Con la misma actualidad, conecta los objetivos de desarrollo a la formación de una industria común, y ésta, a la creación de infraestructuras interconectadas en las cuencas del Amazonas y del Plata.

P. R. Krugman y M. Obstfeld, Economía Internacional: Teoría y Práctica, 7ª edición, Madrid: Pearson – Addison Wesley, 2006, págs. 260-261. 37 H. J. Chang, Kicking Away the Ladder: Development Strategy in Historical Perspective, Nueva York: Anthem Press, 2002. Premio Gunnar Myrdal 2003, Asociación Europea de Economía Política. 36

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Contexto histórico

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a concepción que subyace al Proyecto de Medinaceli funda en el conjunto de intereses, preocupaciones e iniciativas unionistas del periodo comprendido entre el Congreso de Panamá de 1826, el primer Congreso americano de Lima de 1847-1848 y el Tratado Continental de Santiago de 1856, y los preparativos del segundo Congreso de Lima. Para una mejor compresión de su propuesta conviene examinar el hilo conductor que venía enlazando al conjunto de estas iniciativas. Como se sabe, a principios de los años 1820, Simón Bolívar echó a andar la empresa de unión hispanoamericana apelando a una red de tratados de “unión, liga y confederación perpetua” suscritos por Colombia con las nuevas repúblicas de la región. Los artículos 1º, 2º y 3º del convenio adicional del Tratado con Perú, idénticos a los artículos 12º, 13º y 14º de los Tratados con Chile y con México, y 15º, 16º y 17º del firmado con Centroamérica, comprometían a los signatarios a nombrar y enviar a dos ministros plenipotenciarios a un futuro congreso anfictiónico en el Istmo de Panamá, así como a interponer sus buenos oficios para que “los demás Estados de América antes española” acudan al Istmo. Estos tratados establecen que la Confederación se compone de una asamblea de plenipotenciarios dotada de un sistema de arbitraje, un 31

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código comercial preferencial y un ejército confederado, componentes que se constituirán en la plataforma de areópago de Panamá. Casi un lustro después, el 7 de diciembre de 1824, Bolívar convoca a sus aliados a la instalación de la asamblea en el Istmo y a la fusión de los tratados bilaterales en uno solo. En junio de 1826, los representantes de Colombia, Perú, México y Centroamérica se reúnen en la sala capitular del Convento de San Francisco de Panamá y al cabo de diez conferencias formales y un número indeterminado de encuentros informales suscriben cuatro convenios. Según el Tratado de unión, liga y confederación perpetua, el objetivo de la Confederación es la protección “de manera defensiva y ofensiva, si esto fuera necesario, [de] la soberanía [y la] independencia de todas y de cada una de las potencias confederadas”. Munidos de los cuatro códigos, a mediados de julio las delegaciones se separan según la siguiente norma: uno de los plenipotenciarios debía partir a su país para apoyar el proceso de ratificación de los tratados y el otro se encaminaría a Tacubaya, en México, adonde se había mudado el Congreso como consecuencia de la insalubridad del Istmo. La creciente inestabilidad política de las nuevas repúblicas, empero, así como la injerencia extranjera y los primeros conflictos entre los países hermanos, hacen que sólo Colombia ratifique los tratados poco antes de su disolución en tres países: Nueva Granada, Venezuela y Ecuador. Después de varios intentos encaminados por la cancillería mexicana para revivir la asamblea de Tacubaya, la amenaza de restauración monárquica en el Ecuador vuelve a encender la llama de la Confederación. A finales de 1847, los delegados de Bolivia, Chile, Ecuador, Nueva Granada y el Perú participan en el Congreso americano de Lima. Durante sus 21 sesiones negocian cuatro nuevos códigos. El Tratado de Confederación retoma con pocas diferencias los propósitos de Panamá de articular y coordinar las fuerzas defensivas hispanoamericanas. Cumplido el periodo de las ratificaciones, empero, sólo Nueva Granada 32

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aprueba los tratados; los demás gobiernos dejan caer la iniciativa cuando Inglaterra impide el embarque de la flota invasora y queda claro que las principales potencias europeas no respaldan la exportación del régimen monárquico. En esos años hace su irrupción el expansionismo estadounidense, desbocado desde la conquista de la mitad del territorio mexicano, la anexión de decenas de islas en el Pacífico y las expediciones de filibusteros a México y Centroamérica. Cuando se reactiva el proyecto confederal se elige esta vez a Santiago de Chile como sede del Congreso. Su canciller, incitado por el representante diplomático peruano, Cipriano Zegarra, propone la reunión de un pequeño grupo de países encargado de la pronta conclusión del Tratado Continental y su posterior envío a las demás capitales hispanoamericanas. El principal objetivo del tratado retoma propósitos anteriores y se presenta como un instrumento: [Capaz de] cimentar sobre bases sólidas la unión que entre ellas existe como miembros de la gran familia americana, ligados por intereses comunes, por un común origen, por la analogía de sus instituciones y por otros muchos vínculos de fraternidad y estrechar las relaciones entre los pueblos y los ciudadanos de cada una de ellas.

Sus veintiséis artículos estipulan la ciudadanía común, el tratamiento nacional de los buques de los confederados, el comercio en pie de igualdad para todas las partes, el porte libre de la correspondencia privada y pública, la mutua concesión de las extradiciones, el establecimiento de un sistema uniforme de moneda, pesos y medidas, y la homologación de leyes y derechos aduaneros. Los artículos 13° y 14° obligan a las partes a respetar la independencia e integridad de los países miembros y a no ceder ni enajenar partes de su territorio. En lugar del sistema arbitraje, característico de las asambleas anfictiónicas, el artículo 19° pide a las partes que se agoten los medios pacíficos antes de declarar 33

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la guerra, incluyendo el recurso a la mediación del Congreso, previsto en el art. 20°. Marcado por la inmadurez parlamentaria de la época, el Tratado Continental será ratificado de manera desigual. Estados Unidos, alarmado por el carácter defensivo de la iniciativa, intervendrá para evitar la aprobación peruana y lo propio hará Brasil, contrario a la libre navegación de los ríos internos de Sudamérica.

Iniciativas contemporáneas Empezaba a decaer el entusiasmo por el Tratado Continental, cuando el presidente de Perú, Ramón Castilla, convocó el 24 y 25 de agosto de 1861 a una nueva asamblea de plenipotenciarios. En la ocasión, la Cancillería peruana remitió una circular invitando a los países de la región a crear una “alianza defensiva para rechazar la reconquista” sea cual “sea el nombre con que se la disfrace y la potencia que acometa realizarla”. Los términos del documento aluden a la anexión española de Santo Domingo y al breve intento de protectorado de Ecuador. Más tarde, la intervención francesa en México convierte la defensa de ese país en el principal factor de aglutinamiento hispanoamericano, aunque todavía no estamos en esa circunstancia. El 10 de marzo de 1862, el embajador peruano en Washington, Federico Barreda, propone a sus homólogos la redacción y firma de un protocolo con las bases del nuevo Congreso. Su contenido se inspira en los códigos de Lima y Santiago, con algunas diferencias en el capítulo defensivo. Respecto de Estados Unidos, enfrascado en la Guerra de Secesión, Barreda piensa en la oportunidad de involucrarlo en el establecimiento del principio de soberanía y no intervención en asuntos internos de cada Estado, convirtiendo la Doctrina Monroe en un tratado de garantías hemisféricas. Condena la premura con la que Inglaterra, Francia y España han reconocido a los Estados sudistas como fuerza 34

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beligerante y advierte que el posible “fraccionamiento y destrucción de un país fuerte y enérgico”, podría facilitar la “política de usurpación y de conquista” de las monarquías europeas. La posición de Barreda coincide con las miras de otros cancilleres hispanoamericanos, incluso con Matías Romero, el ministro mexicano en Washington. De quién podría esperarse una actitud menos benevolente hacia el país que había amputado la mitad del territorio de su nación, piensa que las circunstancias por las que atraviesa su vecino septentrional favorecen la implantación de reglas firmes de derecho internacional y el abandono de toda política de conquistas. Romero no sólo atiende las lecciones del pasado, sino que avizora las del futuro. Dicho esto, pese a sus esfuerzos de acercamiento al gobierno de Abraham Lincoln, el Departamento de Estado responde en abril de 1862 declinando participar en el Congreso por cuanto la situación de las relaciones con Europa es “muy delicado” y obliga a su país “a abstenerse de todo lo que pudiera ser mal recibido o mal interpretado” por el Viejo mundo.

Preparaciones del nuevo Congreso americano ¿Medinaceli tuvo conocimiento del tenor y el alcance de estas gestiones? Es poco probable que las conociera en detalle, aunque la búsqueda de aglutinar las fuerzas de los países, así como el sostenido deslizamiento de la identidad hispanoamericana hacia una más comprehensiva latinoamericana, tendencia ya presente en la región, guardan sincronía con su Proyecto. Semanas después de la publicación de su obra, Rafael Bustillo, el influyente Ministro de Relaciones Exteriores, potosino y antiguo belcista como Medinaceli, regresa a la Cancillería boliviana y es el encargado de responder a la convocatoria peruana. Lo hace concediendo al Perú “la alta honra de haber comprendido estas verdades palpitantes” sobre la necesidad de la Confederación y de haber formado 35

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la “noble iniciativa” de su organización. Bustillo sugiere algunos temas, la homologación de pesos y medidas, la resolución de la disputa territorial con Chile y evitar acciones hostiles contra las potencias europeas, pero nunca menciona el potencial de la integración comercial para el desarrollo de las industrias, ni la importancia del desarrollo de la infraestructura, algunas de las ideas distintivas de Medinaceli y que habrían enriquecido el debate preparatorio. Con evidencia, no ha leído el Proyecto a pesar de que Medinaceli figura en la nómina de su ministerio y en algún momento lo ayuda a explicar a la población las políticas económicas de su gobierno. Meses después, luego de sortear varios obstáculos y conjuntar esfuerzos, el segundo Congreso de Lima se instala en el Palacio de Torre Tagle. Las primeras reuniones formales debutan el 14 de octubre de 1864, aunque la inauguración oficial interviene un mes más tarde, con desfile militar y discursos festivos. Como representante de Bolivia acude Juan de la Cruz Benavente Caviedes, embajador en Lima desde 1863 y canciller en los periodos de Belzú y José María de Achá. Manuel Montt lo hace por Chile, Justo Arosemena por Colombia, Vicente Piedrahita por Ecuador, Pedro Alcántara Herrán por El Salvador, José G. Paz Soldán por Perú, y Antonio Leocadio Guzmán por Venezuela. Domingo F. Sarmiento asiste a varias sesiones en representación de la Argentina, aunque la ausencia de credenciales oficiales no le permite quedarse hasta la clausura del Congreso. La razón de tal carencia es que el presidente Bartolomé Mitre no está de acuerdo con la política americanista de los países ribereños del Pacífico y por esos meses prepara la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, la conflagración cuya duración y virulencia provocará el desastre económico y demográfico de ese país. Durante las 56 sesiones del Congreso, de la Cruz Benavente interviene con relativo dinamismo e incluso aporta un borrador del tratado comercial. Pero ninguna de sus iniciativas delata el 36

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conocimiento del Proyecto y en su lugar propone aplicar medidas de retorsión contra la cuadrilla española que ocupa desde el mes de abril las islas Chincha. El resultado más importante del segundo Congreso de Lima, el Tratado de unión y alianza defensiva, tiene a Arosemena y Montt como responsables intelectuales de sus provisiones; el Tratado sobre conservación de la paz se origina en un borrador del colombiano y consiste en un pormenorizado mecanismo de arbitraje para la solución de conflictos; el Tratado de correos se inspira en otro borrador de Arosemena, convertido en alma del Congreso, y tiene por objeto reforzar “las prácticas y reglamentos” de la administración de correos en cada país. El Tratado de Comercio y Navegación, finalmente, también redactado por Arosemena a partir de varias propuestas, incluyendo la de Benavente, busca estrechar las relaciones entre los confederados “por medio de las relaciones comerciales, que son las más a propósito para conseguir dicho fin”. En este último se introducen elementos de integración internacional avanzados para su época, como la moneda común, descrita como una pieza de plata igual en peso, diámetro y ley a la de cinco francos franceses, pero no menciona el papel de la Confederación en el desarrollo económico, ni la necesidad de promover la base industrial latinoamericana.

Guerra hispano-sudamericana El rasgo distintivo del segundo Congreso de Lima es su concomitancia con la guerra hispano-peruana. El 10 de julio de 1863, una expedición española compuesta de cuatro buques desembarca en el Callao; por esos días tiene lugar una reyerta entre un hacendado peruano y varios trabajadores españoles saldada con la muerte de dos inmigrantes. La Corona decide presentar una demanda de reparaciones y envía a la capital peruana a un “Comisario Regio”, título con reminiscencias 37

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coloniales que despierta recelos en el gobierno peruano, que opta por no recibirlo. Como represalia, el 14 de abril de 1864 la cuadrilla ibérica toma posesión de las islas Chincha, base del erario peruano, arría la bandera de la república, destaca para su ocupación a 400 marinos y toma prisioneros a los mandos locales. Por canales oficiosos se informa que tiene la intención de exportar guano hasta la satisfacción de sus demandas. La historiografía española presenta la expedición del almirante Luis Hernández-Pinzón como una gira científica y diplomática, aunque sus recursos bélicos son más afines a la búsqueda española de reingreso en el grupo de las grandes potencias. En efecto, para recomponer su prestigio imperial, por esos años España lleva a cabo varias expediciones fuera de Europa afín de ampliar sus territorios: en 1858 envía una expedición militar a Indochina y la prolonga hasta 1862; entre 1859 y 1860, intenta conquistar Marruecos; en 1862 interviene en México junto a Gran Bretaña y Francia, y en 1861 se anexa la isla de Santo Domingo, acción que protestan Perú y Chile, siendo revertida en 1865. Por un momento, la presión española sobre el gobierno de Juan Antonio Pezet logra sus objetivos: el Tratado Vivanco-Pareja del 27 de enero de 1865, compromete al Perú al pago de “tres millones de pesos fuertes españoles” a España (Art. VIII). Cuando se hace público el contenido del tratado, la indignación pública crece al punto de que la oposición depone al presidente Pezet y anula el acuerdo. El 25 de septiembre, Chile declara la guerra a España, Perú lo hace el 13 de diciembre, Ecuador el 30 de enero del año siguiente y luego de una inicial política de neutralidad, Bolivia el 22 de marzo. La prolongación de la contienda endurece las posiciones de un lado y otro, y conduce a los desastrosos bombardeos de Valparaíso el 31 de marzo de 1866, y El Callao el 2 de mayo de 1866. El 10 de mayo, los españoles suspenden los ataques, reparan sus naves, entierran a sus muertos y se retiran de aguas sudamericanas. Han recibido la instrucción de que una parte de la 38

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cuadrilla se dirija a las Filipinas y la otra al sur para pasar al Atlántico, aunque esta última es perseguida por la alianza sudamericana hasta su destrucción. Las circunstancias de este conflicto tienen una marcada influencia en el Congreso americano. Algunas de las conferencias se extienden en búsqueda de soluciones a la ocupación española, aunque pronto queda claro que no se puede tomar decisiones conjuntas por no existir la Confederación. Al final, los representantes firman una declaración donde se exige la evacuación de las Islas de Chincha y escriben a sus respectivos gobiernos para animarlos a que declaren la guerra a España. Colombia no lo hace, aunque las circunstancias de su actitud van más allá del simple desistimiento. En un inicio, Arosemena adhiere a la causa peruana, luego Colombia decide adoptar un perfil neutro. La situación vuelve a cambiar cuando Tomás Cipriano Mosquera asume la presidencia en 1866 y firma un acuerdo secreto con el Perú mediante el cual se compromete a comprar las naves peruanas paralizadas en puertos de Estados Unidos. La iniciativa no prospera por falta de cooperación estadounidense y porque el congreso colombiano, que desconocía el arreglo, enjuicia a Mosquera por el ocultamiento del tratado y lo condena al destierro. También se declaran neutrales Argentina, Brasil y Uruguay, aunque en realidad se inclinan a favor de España. Uno de los indicios de su actitud lo proporciona el trato dado al enviado chileno, José Victorino Lastarria, comisionado para lograr una alianza o al menos para sacar los navíos chilenos de los puertos de Europa y Estados Unidos. No obtiene el apoyo de Rio de Janeiro ni de Montevideo y en Buenos Aires se estrella contra el rechazo de Mitre, antiguo amigo suyo y a quien había protegido durante su destierro en Santiago. No contento con el rechazo, Mitre busca desanimar a Sarmiento. En su larga misiva del 15 de marzo de 1865, que puede verse como una declaración de la política del más fuerte, dice al prócer sanjuanino: 39

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Entre otras muchas cosas, decía yo a Lastarria, que una de las razones para no entrar en la alianza a que me convidaba, aceptando los fundamentos de ella, era que me repugnaba, en materia de política internacional, tomar por base de las resoluciones de los gobiernos y de los compromisos de los pueblos, las consideraciones pueriles que se harían valor por motivar la liga de una o más repúblicas americanas. Que quería partir de la verdad para llegar a la verdad. Que la verdad era que las repúblicas americanas eran naciones independientes, que vivían de su vida propia, y debían vivir y desenvolverse en las condiciones de sus respectivas nacionalidades, salvándose por sí mismas, o pereciendo si no encontraban en sí propias los medios de salvación. Que era tiempo ya de que abandonásemos esa mentira pueril de que éramos hermanitos, y que como tales debíamos auxiliarnos enajenando recíprocamente hasta en nuestra soberanía. Que debíamos acostumbrarnos a vivir la vida de los pueblos libres e independientes, tratándonos a nosotros mismos, y auxiliándonos según las circunstancias y los intereses de cada país, en vez de jugar a las muñecas de las hermanas, juego pueril que no responde a ninguna verdad, que está en abierta contradicción con las instituciones y la soberanía de cada pueblo independiente ni responde a ningún propósito serio para el porvenir.

Cabe precisar que la reacción civil, no gubernamental, de las repúblicas latinoamericanas tiene otra coloratura y guarda cierta simetría: la prensa de casi todos los países de la región, incluyendo la Argentina, son favorables a la unión contra el agresor español. En Bolivia, nuestro Medinaceli publica su Protesta del pueblo orureño contra el ultraje inferido a la soberanía nacional del Perú, una colección de nueve discursos y un declaración de apoyo al Perú firmada por cuarenta personalidades locales. En octubre de ese año difunde sus apuntes sobre la política a seguir en la “cuestión hispano-peruana” y las da a conocer en otro libro, Sistema político que toca observar a Bolivia en la cuestión hispano-peruana. Ya en las postrimerías del conflicto, en 1866, imprime un volumen de 126 páginas con sus artículos sobre la guerra hispano-peruana bajo el título de Voto de guerra. Aunque 40

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la influencia de su pensamiento en las políticas de la Cancillería boliviana parece nula, Medinaceli no ceja en su esfuerzo por apoyar la causa latinoamericana desde su propia trinchera: el periodismo y las organizaciones civiles. A finales de la década de 1860 y gran parte de la siguiente, la pugna entre países latinoamericanos y el brusco despertar a las ambiciones expansionistas de varios países, llevan a Medinaceli a concentrar su inteligencia en la orientación del desarrollo económico nacional y, más significativo para esa etapa de las relaciones sudamericanas, a estudiar con detenimiento los litigios y las demarcaciones fronterizas con los vecinos. El estallido de la Guerra del Pacífico en 1879 hace enmudecer su pluma, esta vez para siempre.

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Puntos de referencia Latinoamericanistas de la época

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l contexto que ubica y define la originalidad del Proyecto de Medinaceli lo compone el movimiento latinoamericanista de mitad de siglo. Durante ese periodo ven la luz o se difunden más ampliamente las obras de Juan Bautista Alberdi, Manuel Carrasco Albano, Francisco de Paula González Vigil, José Casimiro Ulloa, Justo Arosemena Quesada, Francisco Bilbao Barquín, José María Samper Agudelo, Ignacio Escudero y Valdivieso, Benjamín Vicuña Mackenna, Juan Nepomuceno de Pereda y José María Torres Caicedo. Los trabajos de esta intelectualidad defienden la unión confederal apelando al modelo anfictiónico solo o en combinación con la unión aduanera; insisten en el respeto al uti possidetis para la definición de las fronteras;1 definen la El término uti possidetis iuris (“así como poseías, poseerás”), fue empleado como criterio de demarcación durante el proceso independentista hispanoamericano de forma a estabilizar el proceso de independencia. Tomaba en consideración los territorios que las capitales de audiencia administraban antes del año 1810. Esta norma es precursora del principio internacional de integridad territorial y del rechazo a la conquista de territorios por la fuerza. P. R. Hensel et al., “Territorial Integrity Treaties, Uti Possidetis, and Armed Conflict over Territory”, Building Synergies: Institutions and Cooperation in World Politics, University of Iowa, 13 de octubre, 2006, págs 1-42. 1

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identidad latinoamericana con relación al mundo anglosajón y entroncan sus iniciativas en la serie de proyectos confederales que nacen con el Congreso de Panamá. Una de las obras de mayor prestigio del periodo es la Memoria sobre la conveniencia i objetos de un Congreso Jeneral Americano, tesis del tucumano Alberdi publicada originalmente en 1844 y difundida en 1862 por la Sociedad de Unión Americana de Santiago.2 En este trabajo, Alberdi asienta la idea de que las limitaciones en infraestructura, la insuficiente utilización de vías fluviales, la anarquía de las aduanas y la ausencia de crédito, son los principales obstáculos al desarrollo de la región.3 Para resistir sus efectos, propone un “congreso comercial y marítimo” inspirado en la Zollverein suscrita por Prusia y varios Estados centrales y sureños alemanes.4 En concreto, recomienda la “uniformidad aduanera” (arancel externo común), la unión monetaria y la homologación de pesos y medidas. Respecto de la identidad de los integrantes de la Confederación, es de parecer que “solo deben concurrir al Congreso general las repúblicas americanas de origen español”. Por su relativa anterioridad, el enfoque de Alberdi responde a J. B. Alberdi, Memoria sobre la conveniencia i objetos de un Congreso Jeneral Americano, leída ante la Facultad de Leyes de la Universidad de Chile para obtener el grado de licenciado, Santiago: Imprenta del Siglo. La obra fue publicada primeramente en los Anales de la Universidad de Chile, Santiago, 1848. Aquí empleamos la versión de J. V. Lastarria, A. Covarrubias, D. Santa María y B. Vicuña Mackenna, Colección de ensayos i documentos relativos a la Unión i Confederación de los pueblos hispano-americanos, publicada a expensas de la “Sociedad de la Unión Americana de Santiago de Chile”, Santiago: Imprenta chilena, 1862. 3 Ídem, págs. 230 y ss. 4 El tratado general alemán creó y amplió el mercado interno, adoptó un sistema monetario único, armonizó los pesos y medidas, y desarrolló la navegación y las vías de comunicación terrestres. En su conjunto, estas medidas permitieron el despegue económico y la industrialización alemana. W. Carr, A History of Germany: 1815-1985, Londres, Nueva York, Melbourne y Auckland: Edward Arnold, 1991, págs. 22-24. 2

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las concepciones previas al Tratado Continental; sin embargo, los males que denuncia, los remedios que sugiere y su propia concepción, no se diferencian de las propuestas de la siguiente generación, incluyendo la idea de la contradicción cultural entre los mundos latino y anglosajón. González Vigil, clérigo, político e intelectual nacido en Tacna, publica Paz perpetua en América o la federación americana en 1856, cuando frisa los sesenta y cinco años de edad. Su sólida formación humanística se refleja en la erudición y el rigor que caracteriza a la obra. Las primeras secciones las consagra al examen de los regímenes confederales de Grecia antigua, Italia, la Dieta germánica, la Confederación Helvética y los Países Bajos; en las siguientes estudia el proyecto paneuropeo de Enrique IV (a quien González Vigil y su época atribuyen la autoría del plan paneuropeo del duque de Sully),5 la organización multilateral de “Emerico de la Cruz” (Émeric Crucé) y la confederación europea del abate Saint Pierre. Enseguida estudia el conjunto de iniciativas confederales bolivarianas: los tratados bilaterales de 1821 a 1825, el Congreso de Panamá y el Congreso americano de Lima. Para González Vigil, fue un error que la Independencia utilizara el federalismo para reformar el interior de los Estados y no para asociarlos entre sí. No se podrá adelantar en el designio unionista, advierte, mientras se apele a la liga o a la alianza como formas de integración; es necesario instituir el federalismo de manera gradual de la misma forma que Estados Unidos lo hizo mediante reformas constitucionales. Respecto a la presencia de En 1894, el filólogo Christian Pfister realizó una minuciosa comparación entre el manuscrito de 1617 de las Memorias económicas reales del duque de Sully y su reedición en 1638. La conclusión a la que arriba su estudio es categórica: los documentos que señalan el apoyo de Enrique IV a la creación de la República cristiana son falsos. Pfister, “Les ‘Œconomies royales’ de Sully et le Grand Dessein de Henri IV”, Revue historique, Vol. 54, 1894, págs. 300, 306 y 313-314. El extenso artículo de Pfister aparece en tres números de la Revue historique: 54 (págs. 300324), 55 (págs. 67-82), y 56 (págs. 39-48). 5

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ese país y del Brasil en el Congreso, para el primer caso recomienda invitarlo para dar a la federación latinoamericana “una respetabilidad preventiva” y en el segundo esgrime por toda respuesta dos máximas de Montesquieu: las federaciones deben ser republicanas y el espíritu de la monarquía es la guerra, mientras el que la paz es la república. Otro autor emblemático del periodo es el escritor y diplomático colombiano Torres Caicedo, a quien se atribuye la autoría del término “América Latina”, empleado por primera vez en su extenso poema Las dos Américas de 1856.6 Su noción de América, empero, no incluye al Brasil, sino a “las siete grandes naciones a las cuales el gran Bolívar y el ilustre San Martín dieron vida independiente, así como a los hijos de los cinco países de la América central”. Su concepto latinoamericano es cultural y opera como un trasvase de los contrastes de las Europas latina y anglosajona. Sus diferencias, observa Torres Caicedo, llevan a una confrontación que es necesario anticipar mediante la unión: Mas aislados se encuentran, desunidos, / Esos pueblos nacidos para aliarse: / La unión es su deber, su ley amarse: / Igual origen tienen y misión; / La raza de la América latina, / Al frente tiene la sajona raza, / Enemiga mortal que ya amenaza / Su libertad destruir y su pendón.

Como la mayoría de sus contemporáneos, Torres Caicedo no diferencia los objetivos de las iniciativas confederales de la primera mitad de siglo: las repúblicas de igual origen, dice en su obra más famosa, están llamadas “a realizar el fecundo proyecto del Libertador: la Unión de la América Latina”.7

J. M. Torres Caicedo, “Las dos Américas”, El Correo de Ultramar, París, 15 de febrero de 1857. El poema se compone de 36 estrofas y fue redactado en Venecia alrededor del 26 de septiembre de 1856. 7 J. M. Torres Caicedo, Unión Latino-Americana. Pensamiento de Bolívar para la formación de una liga americana, París: Librería de Rosa y Bouret, 1865, págs. 8-9. 6

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Arosemena, el único intelectual de esta generación que participa en un congreso americano, es un estudioso de las variantes constitucionales y las formas de integración. Según una de sus conclusiones, vertida en Estado Federal de Panamá, las relaciones hispanoamericanas operan de diferente forma dependiendo de los niveles de gobernabilidad: Busquemos […] por medio de asociaciones de pueblos, los medios de acercarnos en lo posible al grado de fuerza que admiramos y tememos en las grandes naciones, pero dejando a los asociados su gobierno propio, en toda la extensión compatible con el poder general indispensables para la seguridad común.8

Los pueblos deben gobernarse de manera autónoma cuando los rasgos peculiares de su lugar y población exijan un gobierno más próximo a la gente. Para su defensa externa, en cambio, los Estados deben unirse en federaciones y éstas con otras en el marco de una asamblea confederal capaz de presentar un frente común y resolver asuntos generales sobre la paz y el comercio. Al igual que sus contemporáneos, Arosemena piensa que Estados Unidos representa el principal adversario de la cultura latinoamericana.9 Durante el segundo Congreso americano de Lima, aprovecha su experiencia editorial para publicar el Estudio sobre la Idea de Liga Latinoamericana el mismo día en que se reúnen los plenipotenciarios en su primera sesión formal. El volumen se compone de una veintena de capítulos. Del primero al octavo, se ocupa de estudiar los modelos confederales de las ligas griegas, las ligas italianas, el imperio y la confederación germánica, las uniones más recientes de Italia, Suiza, Holanda y Estados Unidos.

J. Arosemena, Estado Federal de Panamá, Panamá: Universidad de Panamá, 1974. J. Arosemena, “La cuestión americana”, El Neogranadino, Bogotá, 15 de julio de 1856. 8 9

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Del capítulo nueve al decimocuarto explica el proceso independentista hispanoamericano y los ensayos unionistas que nacen del Congreso de Panamá y continúan con el primer Congreso americano de Lima y el Tratado Continental de Santiago. Consiente de las raíces bolivarianas del proyecto, se refiere a estas iniciativas como a la serie única de empresas diplomáticas que responden al ideal anfictiónico y que operan en el tiempo como una sucesión de esfuerzos acumulativos. Del capítulo decimoquinto al decimoctavo perfila las ideas que servirán a las discusiones del segundo Congreso. En la conclusión del libro incluye un proyecto de tratado confederal que estipula, entre otros objetivos, la creación de una asamblea permanente, la protección de la acción libre de los países dentro de la Confederación, el rechazo al cambio de régimen impuesto desde afuera, el compromiso de recurrir al arbitraje para dirimir las controversias y el establecimiento de la ciudadanía común incluso para ejercer funciones diplomáticas. Otro escritor y político de la época, el chileno Francisco Bilbao, publica en París en 1856 una obra señera: Iniciativa de la América. Idea de un Congreso Federal de las Repúblicas.10 Luego de destacar en sus primeras páginas el continuo expansionismo estadounidense, Bilbao inquiere: ¿Habrá tan poca conciencia de nosotros mismos, tan poca fe de los destinos de la raza latinoamericana, que esperemos a la voluntad ajena y a un genio diferente para que organice y disponga de nuestra suerte?

El hecho de haber permitido a Estados Unidos concretar sus ambiciones expansionistas en México ha posibilitado que ese país se descargue “en catarata” destructiva sobre “los Estados Des-Unidos de la América del Sur”. Quien no vea esto y no reflexione sobre sus F. Bilbao, Iniciativa de la América. Idea de un Congreso Federal de las Repúblicas, Lastarria et al., Colección de ensayos i documentos, págs. 275-299. 10

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implicaciones, advierte, “renuncia al porvenir”. Para el conjuro de ese grave peligro es necesario que “a la independencia conquistada, [se] agregue la asociación de nuestros pueblos”. Bilbao rechaza la idea de que ese proyecto vaya a enfrentar obstáculos insuperables; “la patria [pronto] se llamará Confederación”, afirma, una alianza de territorios y comercios cuyo primer acto será la erradicación de los derechos de aduana en las fronteras de los confederados. Más adelante Bilbao enlista dieciocho “leyes” necesarias para la vitalidad de la Confederación: ciudadanía común; alianza federal y comercial; libre comercio entre los Estados hispanoamericanos; homologación de pesos y medidas; creación de un tribunal (o conferir al Congreso tal función); generalización de la educación al conjunto de la población denominada “bárbara”; delimitación de los territorios en disputa; centralización en el Congreso del mando militar hacia terceros países, y otros. La siguiente obra de esta lista es la menos conocida y es probable que Medinaceli no llegara a consultarla: Memoria reservada sobre la necesidad de reunir un Congreso de Representantes de los Estados hispano-americanos, escrita por el diplomático mexicano de origen español Juan Nepomuceno de Pereda y dada a conocer en Guatemala el año 1857 dentro del cerco restringido del cuerpo diplomático hispanoamericano.11 El trabajo se divide en tres secciones, cada una con un resumen como encabezamiento. Según la primera y más importante, Hispanoamérica “se halla amenazada de absorción por la raza anglo-sajona”, la cual está representada en América por Estados Unidos. Para evitar su desintegración, debería crearse una alianza

J. Nepomuceno de Pereda, Memoria reservada, Lastarria et al., Colección de ensayos i documentos, págs. 162-189. El autor nació en Comillas, España; después de la Independencia sirvió a México en tareas delicadas, como la implementación de la estrategia de corzos durante la invasión estadounidense. De 1853 a 1858, ocupó la Legación mexicana de Guatemala. 11

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ofensiva y defensiva entre las nuevas repúblicas y extenderla a países latinos europeos, sobre todo España y Portugal. A diferencia de las otras obras del periodo, el proyecto de Pereda es una iniciativa oficial que busca proteger a México de las embestidas estadounidenses. En ese sentido, la Memoria es menos una reflexión personal que una estrategia gubernamental urgida de contar con una alternativa aliancista. El último pensador de esta lista es el colombiano Samper, autor en 1859 de un proyecto de Confederación Colombiana. Su obra presenta un proyecto unionista relativamente detallado y conciso, donde reemplaza el término de Hispanoamérica por Colombia y ve en su población a una raza distinta de todas las que formaron su sangre, la “raza colombiana democrática”. Enseguida enumera las bases que deben servir a la redacción del tratado confederal: abolición de la esclavitud; liberalización arancelaria; ciudadanía común; libre navegación de ríos lagos, golfos y bahías; supresión de la pena de muerte; “absoluta libertad” de prensa; libertad de religión; prohibición de la guerra entre los países miembros (las diferencias se someterán al fallo de la “Comisión colombiana de arbitrio y gobierno”); establecer la capital de la Confederación en Panamá o en su defecto, en Lima, y otros. En el tema de las invitaciones a las potencias extranjeras, Samper rechaza la participación, tanto de Estados Unidos como de Brasil, en el primer caso porque “es precisamente para defendernos de sus ataques que necesitamos aliarnos íntimamente”, y en el segundo, para evitar que el régimen monárquico intervenga en “los negocios domésticos” de los republicanos.12 Observe el lector que el Proyecto de Medinaceli comparte prácticamente todos los objetivos del movimiento unionista de su época, aunque no siempre sigue sus argumentos y especificidades: el régimen J. M. Samper, “La Confederación Colombiana”, Lastarria et al., Colección de ensayos i documentos, págs. 357-365. 12

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que propone es confederal y anfictiónico; rechaza la invitación al Brasil y apoya la presencia de Estados Unidos por principio republicano; la preferencia comercial consiste en dos políticas distintas: integración hacia adentro y protección hacia afuera; la Zollverein es un referente, pero secundario. Desde sus artículos unionistas de 1856 hasta sus obras de corte solidario de 1864 y 1866, Medinaceli escribe en sincronía con esta corriente y enriquece sus argumentos cuando adopta otro camino. Su visión es sistémica, anclada en la factibilidad del proyecto, y la originalidad de sus planteamientos aduaneros e industriales, amén de sus vastos conocimientos geográficos, hacen del Proyecto uno de los mayores representantes del pensamiento latinoamericanista del siglo.

Sociedades de Unión Americana Otro importante punto de referencia para la valoración del Proyecto de Medinaceli lo proporcionan las llamadas sociedades de Unión Americana, importantes nexos de la sociedad civil y los gobiernos, famosas en su época, aunque hoy prácticamente ignoradas. Una de las primeras, la Sociedad de Santiago de 1862, tiene como presidente al Mariscal Juan Gregorio de Las Heras, militar argentino veterano del Ejército de los Andes de San Martín.13 A poco de su creación, la agrupación envía una circular a diversos puntos del subcontinente con el propósito de estimular la formación de sociedades similares para defender el ideal de la unidad: “Es necesario que cada ciudad, cada Los principales objetivos de la Sociedad se difunden en 1867 mediante el folleto Bases de Unión Americana discutidas i aprobadas por la Sociedad de Unión Americana de Santiago, Santiago: Imprenta de la Libertad. Las bases constan de diez artículos regulares y uno transitorio agrupados en cinco capítulos; en realidad es un proyecto de tratado confederal que estipula la ciudadanía común, define las facultades del Congreso y de los ministros plenipotenciarios elegidos en votación 13

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villa, cada población por pequeña que sea, tenga sociedades análogas”. Su propagación, prosigue la circular, permitirá crear el “sentimiento americano en las masas” y que “la unión llegue a ser una exigencia de ellas”.14 Entre las élites civiles que responden a este llamado figura la Sociedad de Sucre, la cual también se propone crear sociedades solidarias “en cada ciudad, en cada villa, en cada cantón de la República”.15 La Sociedad patriótica del Distrito Federal de México, creada también en el periodo, se propone nombrar juntas auxiliares en las capitales de los Estados mexicanos, una necesidad imperiosa, señala su texto fundador, debido a la ocupación francesa de la capital mexicana.16 En los meses siguientes se fundan ocho sociedades en Chile, cinco en Bolivia, tres en Perú, dos en México, una en Ecuador y otra en la Argentina. Hacia 1866, había alrededor de veinte agrupaciones unionistas en igual número de ciudades de Hispanoamérica (Cuadro 1).

directa, asienta las características generales del “ejército i armada de la Unión” y de su marina, y delimita los derechos de los Estados. 14 Varios, Unión i Confederación de los pueblos Sud-americanos. 15 Ídem, pág. 98. 16 Ídem, pág. 67.

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Cuadro 1. Sociedades de Unión Hispanoamericana (vigentes en 1866)17 País Argentina

Bolivia

Chile

Ecuador México

Perú

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Nombre

Sede

Club Libertad y Progreso

Buenos Aires

Sociedad Unión Americana

Sucre

Sociedad Unión Americana

Cochabamba

Sociedad de Unión Americana

Oruro

Sociedad de Unión Americana

La Paz

Sociedad de Unión Americana

Potosí

Sociedad de la Unión Americana

Santiago

Sociedad de la Unión Americana

Valparaíso

Sociedad Unión Americana

Quillota

Defensores de la Independencia Americana

La Serena

Sociedad Unión Americana

Copiapó

Defensores de la Independencia Americana

Coquimbo

Sociedad Unión Americana

San Felipe

Sociedad Unión Americana

Concepción

Sociedad republicana

Quito

Sociedad Patriótica del Distrito Federal

México

Sociedad de la Unión Americana

San Luís de Potosí

Defensores de la Independencia Americana

Lima

Sociedad de Unión Americana

Arequipa

Club El Porvenir

Piura

Ídem.

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Estas sociedades exhiben un dinamismo sin paralelo en la historia del continente, no solo por el número de sus actividades, sino porque las aglutina un solo objetivo: la solidaridad latinoamericana. La Sociedad de Santiago publica dos importantes compilaciones de obras latinoamericanistas, además de la correspondencia diplomática y las minutas de sus reuniones. Entre sus iniciativas figura la fundación de la villa “Unión Americana” en Purutun, a las faldas del Aconcagua, y la colecta de fondos para la apoyar la defensa de la soberanía mexicana. Su configuración se compone de varias secciones “nacionales”. Otras asociaciones que buscan “socorrer a los que en México pelean por el derecho y la democracia” incluyen a los Defensores de la Independencia Americana de Lima, la Sociedad de Unión Americana de Arequipa y el Club Porvenir de Piura. La Sociedad de La Paz tiene como objetivo de corto plazo la solidaridad con México y de largo el enraizamiento de los valores y objetivos de la Confederación.18 Según la declaración de la Sociedad de Valparaíso, relevante para conocer la influencia que se atribuían, sus integrantes debían tomar la iniciativa incluso por delante de los gobiernos; no es a éstos que corresponde la promoción de la Confederación, afirman, sino a los pueblos a quienes toca la iniciación y realización de la obra que ha de franquear las barreras y cegar los abismos que hoy dividen a las varias nacionalidades que pueblan el suelo de la América, para reunirlas en un solo todo y constituir de ellas una grande y poderosa familia, unida estrechamente por los vínculos de la sangre, los recuerdos históricos, la Ídem, pág. 100. R. J. Bustamante, Himno-Sinfonía de la Unión Americana con que se dio principio a la función de teatro, preparada por la juventud de esta ciudad para celebrar la instalación de la Sociedad paceña de unión americana, festejando a la vez el quincuajésimo cuarto aniversario del 16 de julio de 1809, La Paz: Imprenta de la Opinión, 1863. Un manifiesto similar difunde la Sociedad La Unión Americana de Cochabamba: consta de cuatro poemas firmados por Francisco del Granado, Néstor Galindo, Benjamín Blanco y Donato Vásquez. 18

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armonía de sus instituciones, el interés continental y el santo amor de su independencia.19

En el caso de Bolivia, este dinamismo no es ajeno a la acción de Medinaceli. Las Sociedad de Sucre, creada a principios de 1863 bajo la dirección de Crispín Diez de Medina, encuentra en él a su principal difusor: fue él quien publicó los discursos de su fundación bajo el título de Inauguración de la Sociedad de la Unión Americana en Sucre, capital de Bolivia en 8 de febrero.20 La creación de esa sociedad y también de la orureña, son posteriores al Proyecto, donde Medinaceli se había planteado la necesidad de apoyarse en las sociedades de Unión Americana para difundir los ideales de la Confederación. Esto muestra su capacidad de anticipación, su remarcable lectura geopolítica y, también. su sensibilidad hacia los movimientos emergentes. Al revés de muchos de sus contemporáneos, no pontifica como un funcionario; no invoca argumentos de autoridad, ni esconde ideas ramplonas tras numerosas referencias. Medinaceli busca formar e informar, explicar y proyectarse en un futuro posible y necesario para su país y para la Patria grande. En ese sentido, la nula incidencia de su obra en la política de gobierno no descompone en absoluto su estampa latinoamericanista. Es quizá el intelectual más desoído de su generación, pero también el más completo.

Varios, Unión i Confederación de los pueblos Sud-americanos, pág. 36. No es el único propagandista de la Confederación. Miguel María Aguirre participa en la fundación de la Sociedad de Unión Americana de Cochabamba el 5 de mayo de 1863; luego se aboca a su difusión entre los pobladores de la ciudad. J. E. Pradel, “Miguel María de Aguirre Velasco, el diplomático”, Revista de la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional, Vol. 10, n° 43, 2016, págs. 23-29. 19 20

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Otras obras latinoamericanistas de Medinaceli Un último ángulo de perspectiva sobre la coherencia programática del Proyecto lo proporcionan las otras obras latinoamericanistas de Medinaceli, en particular los nueve folletos que dio a luz durante el año 1866 con ocasión de la guerra hispano-sudamericana. A su reflexión sobre el potencial de la integración económica latinoamericana y la promoción de las sociedades de Unión Americana, él agregó con estos la formación de opinión pública favorable a la creación de una agenda confederal latinoamericana. En razón de la dificultosa consulta de estas obras, conviene extractar sus contenidos:

Sistema político que toca observar a Bolivia en la cuestión hispano-peruana, Cochabamba: Tipografía de Gutiérrez, 1864 Medinaceli publica este folleto el 5 de octubre en Cochabamba. Su estructura es un buen ejemplo de su manera de escribir. El preámbulo lo divide en dos secciones y el grueso del texto lo consagra a dos temas generales “Circunstancias” y “Razones”, uno con tintes legales y otro histórico. La parte final incluye un “Proyecto de ley” que busca prohibir el cambio del régimen republicano y cualquier amputación territorial. La obra consta de 13 páginas a doble columna y puede considerarse como una notable lección de historia regional. Su objetivo principal, promover la solidaridad con el Perú, se enuncia como “una consecuencia rigurosamente lógica”: [L]a causa del Perú es causa continental de América y […] ese compromiso es trascendental a las demás Repúblicas hermanas, las que se hallan en imperiosa obligación de acudir en su auxilio sin pérdida de tiempo para hacer a la monarquía agresora una guerra simultánea, compacta, solidaria, con derecho tanto más perfecto o incontrovertible, cuanto que esa guerra es puramente defensiva.

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Voto de guerra, n° 1, Sucre, 12 de mayo de 1866 Medinaceli publica entre mayo y septiembre de 1866 una serie de folletos o artículos de apoyo a los pueblos del Perú y Chile en la Guerra hispanosudamericana. El primero de los folletos tiene por objeto “influir en favor de la causa que sostiene, inclinando la balanza de la opinión de los demás al lado de la suya”. En este caso, se trata de lograr que Bolivia entre en “guerra contra España” por solidaridad con los peruanos y chilenos envueltos en un conflicto con la antigua Metrópoli. El trabajo se compone de 7 páginas a doble espacio, donde abundan las referencias históricas y los argumentos necesarios para explicar la importancia de que España no reconquiste ninguna porción del territorio peruano.

Voto de guerra, n° 2, Sucre, 16 de mayo de 1866 En este segundo folleto, Medinaceli realiza una “Ligera reseña histórica” de las causas de la guerra hispano-sudamericana, además de señalar los “ultrajes inauditos inferidos por el gobierno español a la soberanía del Perú y Chile”. Su defensa incluye a Chile porque a este país se le “hace la guerra por no haber sido una fría espectadora”, aclarando que los países rivereños del Pacífico comparten la misma suerte y, por ende, están condenados a aliarse frente a la agresión extranjera.

Voto de guerra, n° 3, Sucre, 25 de mayo de 1866 Este folleto lleva por subtítulo: “Contraste asombroso entre los progresos de la diplomacia moderna y el atraso de la diplomacia española”. Su estructura se compone de los catorce “desatinos” cometidos por la antigua Metrópoli en su agresión al Perú y que, a su vez, constituyen una pormenorizada investigación de la toma de las Islas Chincha: calificar de cuestión diplomática una cuestión puramente doméstica; acreditar a 57

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un “comisario especial” como representante diplomático; calificar de injuria el reparo que hace el gobierno peruano a su negativa de acreditar un comisario; presentar su ruptura con el Perú a las representaciones de Francia e Inglaterra apelando a agentes mal preparados; omitir los medios diplomáticos y pasar a medidas de fuerza para solucionar su diferendo con el Perú; hablar de tregua mientras ocupa las Islas de Chincha; acumulación de cargos para retener las Islas; negociar un tratado mediante la presión; atacar a Chile por no haber guardado neutralidad en la disputa; atacar a Chile por “los desahogos de la prensa libre”; haberse inventado la ofensa al pabellón español; tener una comprensión equivocada de los principios de neutralidad; desaprobación de los actos de su representante en Chile; y exigencias desmesuradas y acumulativas.

Voto de guerra (alcance al n° 3), Sucre, 17 de junio de 1866 El trabajo completa el análisis sobre el Tratado Pareja-Vivanco que Medinaceli califica de nulo “por haberse estipulado bajo la presión de la fuerza, contra el torrente de la opinión general del Perú y por un gobernante infiel que carecía de atribución constitucional para aprobar pactos internacionales”. En este folleto, el autor se refiere a un asunto no tomado en cuenta por los negociadores del tratado, a saber, que no se trata de un tratado de paz por no seguir a una guerra en forma. Este hecho obliga a las partes a reformular sus argumentos, hechos entonces como si negociaran un pacto de paz.

Voto de guerra, n° 4, Sucre, 1 de julio de 1866 Este folleto lo consagra a la “imprudencia” que consistió en comprometer a España en una guerra “bajo malos auspicios”, con la consecuente deshonra de sus tropas y la evidente impotencia para vencer a “la cuádrupla 58

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alianza”. El argumento principal lo resume un párrafo redactado de manera impecable: Es preciso que el gobierno de S.M.C. se penetre de una gran verdad que todo el mundo conoce, a saber: que el poder español puede ser bastante fuerte para causar daños en nuestro litoral, semejantes a los que ha causado ya en Valparaíso, pero es del todo impotente para imponernos su voluntad.

Voto de guerra, n° 5, Sucre, 10 de julio de 1866 Este folleto también lleva en el encabezamiento su tesis principal: “Falta de unión entre las repúblicas americanas, o sea, falsa idea de neutralidad entre sus gobiernos considerada como causa eficiente de los conflictos.” Medinaceli pasa en revista las desavenencias, guerras, invasiones e iniciativas unionistas hispanoamericanas desde el fin de la Guerra de Independencia hasta la nueva guerra contra España. Aunque la Guerra de la Triple Alianza había empezado año y medio antes y se prolongará hasta 1870, Medinaceli ya puede denunciar el “fratricidio americano” infligido al pueblo paraguayo: [L]os gobiernos argentino y uruguayo van presentando al mundo el deplorable espectáculo de hacer, unidos con una testa coronada, la guerra más tenaz y sangrienta a su hermana y vecina, la República del Paraguay, que sola y con un heroísmo de mártir, va luchando contra el poder formidable de esa triple alianza.

Voto de guerra, n° 6, Sucre, 25 de julio de 1866 El artículo publicado en la siguiente entrega lleva por subtítulo: “La guerra civil que aflige a las Repúblicas de América, considerada como otra de las causas que atraen la agresión extranjera sobre ellas. Contraste entre la política neutralista y discorde de la América y la política 59

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unionista del equilibrio europeo.” El cuerpo de la obra se consagra sobre todo a los casos en los que la neutralidad se usa para desistir de la obligación de defender y defenderse ante la agresión extranjera, invocando argumentos, tales como, que una invasión no representa un caso bélico mientras afecte la autonomía de la República invadida.

Voto de guerra, n° 7, Sucre, 6 de agosto de 1866. El penúltimo artículo de esta serie se publica el día de la Independencia de Bolivia. Medinaceli agrega al enfoque histórico de sus anteriores colaboraciones, un análisis político-jurídico del “Derecho público americano”, la Doctrina Monroe y las posiciones de La Martine, personaje de quien critica el apoyo a la intervención francesa en México bajo el pretexto de impedir que Estados Unidos conquiste el país. La obra concluye con un Proyecto de ley compuesto de cuatro artículo en los cuales: se “desconoce toda innovación operada o que en adelante se operare bajo la influencia europea (Art. 1); el país protesta contra toda intervención extranjera “y en especial contra la invasión española sobre el Perú (Art. 2); “Reconoce como suya la ofensa inferida” al Perú (Art. 3); y en “consecuencia, autoriza al poder ejecutivo para que preste a dicha República cuantos auxilios se pueda para sostener la guerra defensiva y ofensiva contra España”.

Voto de guerra, n° 8, Sucre, 16 de septiembre de 1866 El último de los folletos intitulados colectivamente Voto de Guerra, publicado con retraso de un mes, según el autor, resume los asuntos tratados en los anteriores trabajos y se concentra en la defensa de la alianza del Pacífico Sur para echar a la escuadra española de sus aguas. Sus apretadas 32 páginas, escritas a doble columna, llevan por 60

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conclusión tres recomendaciones para los aliados: combinar esfuerzos para defender el litoral sobre el Pacífico; llevar la guerra contra España a las Antillas, y romper todo tipo de relaciones con ese país. 21

Esta serie de artículos estimula reacciones similares. Un folleto editado en la Tipografía del Progreso de Potosí lleva en la carátula el título: Gran comicio popular, reunido con motivo del bombardeo de Valparaíso, en la ciudad de Potosí a 12 de abril de 1866. La obra incluye un poema dedicado “Al bombardeo de Valparaíso”, un manifiesto firmado por notables de la Villa Imperial; una “Comunicación dirigida a Valparaíso por el pueblo potosino”; varios discursos de las autoridades departamentales, y un largo poema, “El grito de los pueblos libres”, firmado por Hilarión Padilla Atoche, otro escritor potosino solidario con la causa peruano-chilena. En otro poema latinoamericanista, Canto a las faldas del Potosí, al triunfo del Callao sobre la escuadra española. Composición leída en el Gran comicio popular, el 27 de mayo de 1866, Potosí, Tipografía del Progreso, 1866, Padilla Atoche insiste en que la victoria peruana sobre la escuadra española representa una represalia por los destrozos ocasionados a la ciudad de Valparaíso. 21

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Nace en Potosí en el seno de una familia criolla.

1825

1826

Medinaceli

Año

Creación del Departamento de Chuquisaca.

Simón Bolívar entrega a Bolivia su primera Constitución y delega la presidencia en Sucre.

La Universidad San Francisco Xavier, fundada en 1624, y la Academia Carolina que funciona en su interior, son las únicas referencias académicas del país.

José Santos Vargas concluye el Diario de un comandante de la Independencia americana.

6 de agosto. Antonio José de Sucre proclama la independencia de Bolivia.

Bolivia (Perú)

Bernardino Rivadavia presidente de la Argentina.

José Antonio Páez desconoce en Venezuela el poder central de Bogotá.

Andrés de Santa Cruz asume la presidencia de Perú y Simón Bolívar regresa a Colombia.

22 de julio. Se instala el Congreso anfictiónico de Panamá; sus sesiones se extienden hasta el 15 de julio. En agosto se traslada a Tacubaya (México).

Cecilio del Valle gana las elecciones para presidencia en Centroamérica; la oposición impide su asunción al poder.

Gran Bretaña reconoce a Colombia.

Argentina y Gran Bretaña suscriben un tratado de amistad.

México y Gran Bretaña firman un tratado de amistad y comercio.

América latina Guerra de Brasil y Argentina por el control de la Banda Oriental.

Cronología

Congreso de Panamá: Tratados.

Santangelo O. de: Las cuatro primeras discusiones del Congreso de Panamá.

Del Valle, C.: La Dieta Americana. El Congreso de Panamá.

Egaña, J.: Instrucción en proyecto [de Confederación].

Bolívar, S.: Un pensamiento sobre el Congreso de Panamá.

Monteagudo, B.: Ensayo sobre la necesidad de una federación general

De Pradt, D.: Congreso de Panamá.

Obras unionistas

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1929

1828

1827

Decreto que reduce el contenido fino de las monedas de plata. La medida es temporal, pero se mantendrá durante cuatro décadas creando importantes distorsiones.

Asume la presidencia Andrés de Santa Cruz.

Pedro Blanco presidente hasta 1829.

José Ramón de Loayza presidente por ocho días.

Agustín Gamarra invade Bolivia e impone la salida de gobierno de Sucre.

J. Barclay Pentland elabora su Report on Bolivia que consta de un mapa geográfico y sus estimaciones sobre los recursos mineros del país.

Crisis en las operaciones mineras del Cerro Rico de Potosí.

Sucre vence a las tropas peruanas. Firma del Tratado de Tarqui.

Se firma la paz entre Brasil y Argentina.

Guerra peruano-colombiana.

Bolívar reasume la presidencia de Colombia y Francisco de Paula Santander parte al exilio.

Como reacción a un intento de reconquista, son expulsados de México los súbditos españoles. Sesión de clausura de la asamblea americana de Tacubaya, la cual se declara fallida.

Revolución anti bolivariana en el Perú. Se sublevan tropas colombianas en Lima y La Paz.

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Creación de la Universidad Mayor de San Simón en Cochabamba.

Tratado de amistad, comercio y navegación concluido entre Bolivia y Chile.

1833

Se crea el departamento de Tarija al momento de su integración a Bolivia.

Abolición de la esclavitud.

Se publica el Bosquejo del estado en el que se halla la riqueza nacional de Bolivia. El autor (anónimo) advierte sobre las consecuencias negativas que tiene la libre importación sobre la industria textil local.

1832

1831

1830

Se funda en La Paz la Universidad Mayor de San Andrés.

Periodo de estabilidad y desarrollo.

Francisco López de Santa Anna presidente de México. Volverá a ocupar el cargo en varias ocasiones.

Gran Bretaña se apodera de las Islas Malvinas.

Alamán sale de la cancillería mexicana.

Santander es presidente de Nueva Granada.

Ecuador anexa las Islas Galápagos.

Iniciativa alamanista a favor de la anfictionía, la que se prolongará por más de una década sin lograr resultados significativos.

Anastasio Bustamante asume la presidencia de México y Lucas Alamán regresa a la cancillería.

Francisco Morazán es presidente de la Federación Centroamericana.

Simón Bolívar renuncia a la presidencia y se retira a Santa Marta donde fallece en diciembre (nace en 1783).

Sucre es asesinado en Berruecos (nace en 1795).

Disolución de Colombia en tres repúblicas: Nueva Granada, Venezuela y Ecuador.

O’Higgins, B.: Carta inédita al Pte. del Perú [sobre los propósitos del Congreso Americano.

México y Chile firman del Tratado de amistad, comercio y navegación del Pacto de Familia

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1838

1837

1836

1835

1834

Guerra contra la Confederación Perú-boliviana: batallas de Islay entre Chile y la Confederación (sin claro vencedor) y de Montenegro o Cuyambuyo (la Confederación vence a los invasores argentinos).

Victoria de Santa Cruz sobre el ejército chileno en Paucarpata. Chile desconoce el tratado de paz firmado por su ejército.

Nacimiento en Santa Cruz del historiador Gabriel René Moreno (fallece en 1908). Congreso de Tacna elige a Santa Cruz Protector de la Confederación.

Creación de la Confederación Perú-boliviana vigente hasta 1839.

Triunfo de Santa Cruz en la batalla de Socabaya.

Constitución política bajo la presidencia de Santa Cruz. Confiere al congreso la facultad de decidir el lugar de residencia del gobierno. Invitado por el presidente Luis J. de Orbegoso, Santa Cruz interviene en la guerra civil peruana.

Bloqueo francés de las costas argentinas hasta 1840.

Guerra de los pasteles y primera intervención francesa en México.

Anastasio Bustamante ocupa la presidencia de México por segunda vez.

Chile y Argentina declaran la guerra a la Confederación Perú-boliviana.

En Uruguay comienza la Guerra Grande.

En Brasil se autoproclama la efímera República Riograndense.

Independencia de Texas después de la Batalla de El Álamo.

Separación de Texas promovida por colonos estadounidenses.

Concluye la Campaña del Desierto organizada por el argentino Juan Manuel Rosas para someter a la población indígena.

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1841

1840

1839

Fallece Carlos Medinaceli Lizarazu, quien logró la victoria en la Batalla de Tumusla de 1825.

José Ballivián asume la presidencia hasta 1847.

Nacimiento en Potosí del historiador Modesto Omiste (fallece en 1898).

Mejora la extracción de plata del Cerro Rico de Potosí, aunque ya lejos de los niveles de 1581 a 1600, cuando produce poco más de 40 por ciento de la plata mundial.

José Miguel de Velasco presidente hasta 1841.

Derrota de Santa Cruz en Yungay y disolución de la Confederación.

Victoria boliviana contra las fuerzas argentinas comandadas por Alejandro Heredia.

Muerte de Gamarra en la Batalla de Ingavi durante un intento de anexión de Bolivia.

Independencia efímera de Tabasco.

Acta de independencia de Yucatán.

Guerra civil en México.

Se crea el Estado del Istmo de Panamá con Tomás Herrera de presidente. Dura un año.

Congreso peruano se reúne en Huancayo por estar Lima ocupada por tropas chilenas. Agustín Gamarra asume la presidencia del país por segunda ocasión (la primera de 1828 a 1833).

En México se inicia la secesión de Yucatán, revertida en 1848.

Guerra de los Supremos en Colombia; se entiende hasta 1841.

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1844

1843

1842

Primeras elecciones con voto directo, aunque calificado.

La economía del país se apoya cada vez más en la comercialización del guano y la cascarilla.

Nacimiento en Cochabamba del novelista Nataniel Aguirre (fallece en 1888).

Constitución presidencialista acorde a las miras de Ballivián.

Tratado de Puno mediante el cual Bolivia y Perú renuncian a la unión forzosa de ambos países. Santa Cruz intenta regresar a Bolivia, es tomado prisionero y entregado a Chile, donde permanece hasta su exilio en Europa.

Fallece Mariano Enrique Calvo (nace en 1782).

Tropas bolivianas ocupan el poblado de Tarapacá en Perú, dando origen a un combate en enero y su posterior desalojo.

Creación del departamento de Beni.

Revolución Trinitaria en Santo Domingo. Se proclama la primera República Dominicana.

México advierte a Estados Unidos que la anexión de Texas constituye una declaración de guerra.

Empieza la economía del guano.

Ramón Castilla asume la presidencia de Perú.

Guerra civil peruana de 1843 a 1844.

Presencia del ejército argentino en el Uruguay durante casi una década.

Autonomía plena de Yucatán y reintegración a México.

Los Estados Centroamericanos suscriben un efímero pacto de unión que busca recomponer la primigenia Federación centroamericana.

En Venezuela son repatriados los restos del Libertador.

Alberdi, J.: Memoria sobre la conveniencia i objetos de un Congreso Jeneral Americano

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Participa en la agrupación estudiantil “Sociedad literaria”

1845

1846

1847

Estudia la carrera de derecho en la Universidad San Francisco Xavier de Sucre

Manuel Isidoro Belzú levanta el Segundo Batallón contra el Ballivián y luego de su fracaso invade el país por el norte con igual resultado.

España reconoce la independencia de Bolivia.

Mapa de Samuel A. Mitchell donde se detalla la frontera de Bolivia y Chile al sur del paralelo 25 (rio Papos).

Nacimiento en Sucre de Valentín Abecia Ayllón (fallece en 1910).

En el cuarto aniversario de la batalla de Ingavi se escucha por primera vez el Himno nacional compuesto por Leopoldo B. Vincentti y José I. Sanginés.

Censo de la población: Bolivia tiene 1.378.896 habitantes.

Instalación del Congreso americano en Lima con la representación del país anfitrión, Bolivia, Chile, Ecuador y Nueva Granada.

El gobierno neogranadino ratifica el Tratado Mallarino-Bidback.

Guerra de Castas en Yucatán; durará más de medio siglo.

Batalla de Chapultepec. La Ciudad de México cae en manos de las tropas estadounidenses el 14 de septiembre.

Se firma el Tratado Mallarino-Bidback mediante el cual Estados Unidos reconoce la soberanía de Nueva Granada sobre Panamá a cambio del libre tránsito en su territorio.

Yucatán vuelve a independizarse; poco después se reintegra al país con la adopción del federalismo.

España reconoce la independencia de Venezuela. Inicio de la guerra entre Estados Unidos y México.

Estados Unidos incorpora a Texas hasta el Río Bravo.

Tomás Cipriano Mosquera es elegido presidente de Nueva Granada.

Bloqueo franco-británico de las costas argentinas.

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1851

1850

1849

1848

Empieza la presidencia de Manuel Montt en Chile.

Belzú gana las elecciones y es presidente constitucional.

Tratado de límites entre Perú y Brasil.

Abolición de la esclavitud en Nueva Granada y Ecuador.

El nuevo norte de México desarrolla redes de comercio con el nuevo sur de Estados Unidos. Guerra civil en Colombia.

Recesión económica en México, pugna entre conservadores y liberales, pérdida de confianza en la viabilidad del país.

Firma del Tratado Guadalupe Hidalgo mediante el cual México cede a Estados Unidos 2.378.539 kilómetros cuadrados y cien mil residentes.

Se descubren yacimientos de oro en California y se inicia el tránsito masivo por el Istmo de Panamá.

Conclusión de la Guerra norteamericana con la victoria de las tropas estadounidenses.

Clausura del Congreso americano de Lima

Constitución liberal: acorta el periodo presidencial y elimina la esclavitud.

Mapa histórico de Douglas Fernandes donde se detallan los hitos de la frontera de Bolivia y Perú.

Tratado de comercio y amistad con Perú.

Una insurrección y la victoria en la batalla de Yamparáez lleva a Belzú al poder. Se mantendrá en la presidencia hasta 1855. Belzú debe hacer frente a numerosos intentos de asesinato y golpes de Estado.

Continuas insurrecciones en La Paz.

Belzú asciende a general.

José Miguel de Velasco sucede a Ballivián.

Congreso de Lima: Tratados

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1853

1855

1854

“Quiero ser diputado”

1852

Catecismo político (primera versión)

“Discurso pronunciado como Secretario de la Prefectura”

Primer escrito (conocido) a los 27 años: “Dedicatoria la noche del 6 de agosto”.

Periodo de inestabilidad política.

Jorge Córdova presidente hasta 1857.

Belzú renuncia a la presidencia.

Nace en Cochabamba Adela Zamudio (fallece en 1928).

Nuevo censo: el país cuenta con 1.544.300 habitantes.

Nacimiento en Tarija del intelectual Tomás O’Connor (fallece en 1932)

Belzú firma un contrato de explotación de yacimientos guaneros con empresarios chilenos.

Fallece José Ballivián (nace en 1805).

Fallece José Mariano Serrano (nacido en 1788). Prócer de la Independencia y presidente interino en 1825. Nombrado delegado al Congreso de Panamá (no acude).

Código civil chileno redactado por el venezolano Andrés Bello.

Se instala la asamblea constituyente del Estado Federal de Panamá.

William Walker al mando de un grupo de filibusteros intenta la secesión de Baja California.

Estados Unidos propone a España la compra de las islas de Cuba y Puerto Rico.

Venta de la Mesilla mexicana a Estados Unidos (76.845 kilómetros cuadrados).

Caída de Rosas en la Argentina y destierro en Europa.

Carrasco Albano, J.: Memoria sobre la necesidad i objetos de un Congreso sud-americano.

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1859

1858

1857

1856

Catecismo político (segunda edición)

Fallece José Miguel de Velasco (nace en 1784).

Primer mapa de Bolivia mandado publicar por el gobierno, levantado Juan Ondarza, Juan Mariano Mujica y Lucio Camacho.

Tratado de paz, amistad, comercio y navegación con la Confederación Argentina.

Linares se proclama dictador.

Córdova es depuesto y asume José María Linares, conservador y primer presidente civil. Su gobierno se prolonga hasta 1861.

Chile ocupa Mejillones y anexa el territorio al sur de esa localidad.

Fallece Manuel María Urcullu

Apogeo de las principales empresas mineras: Real Socavón, Compañía Guadalupe y Huanchaca.

Guatemala cede Belice a Inglaterra.

Guerra entre la Confederación argentina y el Estados de Buenos Aires.

Empieza la Guerra Federal o de los Cinco Años en Venezuela.

Leyes de Reforma en México.

Benito Juárez, presidente de la Suprema Corte, se declara sucesor de Ignacio Comonfort, quien renuncia a la presidencia de México.

Walker es expulsado de Nicaragua. Segunda presidencia de Ramón Castilla en el Perú.

Nueva Granada funciona como una federación: la Confederación neogranadina.

Guerra de Reforma en México, se extiende hasta 1861.

Nueva constitución en el Perú, liberal y anti presidencialista.

Redacción y negociación del Tratado Continental en Santiago.

Alianza de países centroamericanos contra las agresiones de los filibusteros.

W. Walker se hace con la presidencia de Nicaragua.

Samper, J.: La Confederación Colombiana.

Zenteno, I.: Unión Sud-Americana [artículos].

Matta, G.: Canto a la América.

Nepomuceno de Pereda, J.: Memoria sobre la necesidad de reunir un Congreso de Representantes de los Estados Hispano-Americanos.

Conferencia de Santiago: Tratado Continental.

González Vigil, F.: Paz perpetua en América o la federación americana.

Bilbao, F.: Iniciativa de la América. Idea de un Congreso Federal de las Repúblicas.

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Memorias de un pleito

Mi programa y candidatura para la Convención Nacional

Proyecto de Confederación Latinoamericana poco antes de Navidad.

1860

1861

1862 Linchamiento del responsable de la Matanza, coronel Yáñez.

Sublevaciones belcistas en Sucre.

José María de Achá es elegido presidente constitucional.

Masacre de Loreto de políticos belcistas, incluyendo a Jorge Córdova (nacido en 1822).

Se aprueba la Constitución más liberal de América latina.

Junta de Gobierno formada por José María de Achá, Ruperto Fernández y Manuel Antonio Sánchez.

Fallece José María Linares (nacido en 1808).

Juan de la Cruz Benavente emite en Tacna un manifiesto favorable al regreso de Belzú al gobierno y este último lleva su ejército insurgente Tacna a Puno.

El tributo indígena representa un tercio de los ingresos fiscales.

Bartolomé Mitre asume la presidencia de la Argentina.

Se inicia la segunda intervención francesa en México; durará hasta 1867.

Desembarco de tropas británicas, españolas y francesas en México; luego de alcanzar sus objetivos, las dos primeras se retiran.

República Dominicana se incorpora al Imperio de España.

Juárez es elegido presidente constitucional de México.

Guerra de Secesión entre Estados Unidos y la Confederación sudista. La contienda se extiende hasta 1865 con la victoria de los primeros.

En México concluye la guerra de la Reforma.

Walker es ejecutado cuando intenta regresar a Nicaragua.

Tropas estadounidenses desembarcan en Panamá.

Guerra civil en Nueva Granada.

Rodríguez, S.: Unión Americana: modo de hacerla efectiva.

Unión Americana de Santiago: Bases para la Unión Americana.

Vicuña, P.: Único asilo de las Repúblicas Hispano-Americanas (en un congreso general de todas ellas).

Ulloa, C.: Proyecto de una Confederación.

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Protesta del pueblo orureño contra el ultraje inferido a la soberanía nacional del Perú.

1863

1864

1865

“Inauguración de la Sociedad de la Unión Americana en Sucre”.

Fallece en Francia Andrés de Santa Cruz (nacido en 1792). Sus restos serán repatriados un siglo más tarde y reposan en la Catedral de La Paz.

Melgarejo asesina a Belzú (nacido en 1808) y el país se sume en el caos.

Políticas librecambistas apoyadas por el Partido Rojo.

Inicia el gobierno dictatorial de Mariano Melgarejo, prolongado hasta 1871.

Nacimiento en La Paz de Ricardo Jaimes Freyre (fallece en 1933).

Bolivia rompe relaciones con Chile por la ocupación de parte de su litoral.

Juárez instala su gobierno en la frontera con Estados Unidos.

Tratado de la Triple Alianza (Argentina, Brasil y Uruguay) contra Paraguay.

Concluye el segundo Congreso de Lima.

Independencia definitiva de República Dominicana.

Firma en Lima del Tratado Vivanco-Pareja satisfaciendo las exigencias españolas. Mariano I. Prado lo desconoce y derroca al gobierno de Juan Antonio Pezet. Alianza de Perú, Chile y Bolivia contra España.

Inicios del conflicto que conduce a la Guerra del Paraguay.

Segundo Congreso americano de Lima.

La Ciudad de México cae en manos de los franceses; se impone como jefe de Estado a Maximiliano de Austria. La flota española ocupa las islas de Chincha.

Se crea la Constitución de Río Negro de los Estados Unidos de Colombia.

Empieza el conflicto de Perú con España a raíz de un incidente que involucra a migrantes españoles.

Segundo Congreso de Lima: Tratados.

Torres Caicedo, J.: Unión Latinoamericana. Pensamiento de Bolívar para formar una liga americana.

Arosemena, J.: Estudio sobre la Idea de una Liga Americana

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Instalación del Consejo Universitario…

1867

1869

1868

Voto de guerra.

1866

Nacimiento de los futuros presidentes José Manuel Justiniano Guerra (fallece en 1929) y Daniel Salamanca (muerto en 1935).

Melgarejo hace aprobar una nueva Constitución política. Su principal objetivo es la sustitución de la Carta magna de 1861, aunque será abrogada poco después por la Constitución de 1871. Melgarejo prosigue la venta de las tierras comunales.

Melgarejo dicta el Decreto de tierras eliminando las comunidades indígenas. Cesión al Brasil de 300 mil kilómetros cuadrados en la zona navegable del rio Madeira.

Bolivia declara la guerra a España en solidaridad con Perú y Chile.

Tratado de límites entre Bolivia y Chile: la línea fronteriza se fija en el paralelo 24 y las utilidades guaneras y mineras entre los paralelos 23 y 25 se dividen en partes iguales. Dificultades en su aplicación provocan nuevas disputas.

Las tropas brasileras instalan un gobierno títere en Asunción.

Domingo F. Sarmiento asume la presidencia de la Argentina.

Tropas brasileras ocupan Asunción.

Muere fusilado Maximiliano I Emperador de México. Entrada de Juárez a la Ciudad de México.

La cuadrilla española bombardea los puertos de Valparaíso y El Callao.

La Triple Alianza inflige sucesivas derrotas al Paraguay.

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Análisis de la institución bancaria del Crédito Predial

Cuestión comunidades

Límites de Bolivia con el Paraguay

Catecismo político (tercera edición)

Archivo estadístico

1870

1871

1872

1873

1874

Ley de Ex vinculación, la cual permite avanzar sobre las propiedades comunales (con mayor intensidad después de la Guerra del Pacífico).

Frías regresa a la presidencia y permanece en el cargo hasta 1876.

Muere Ballivián de cáncer del estómago (nacido en 1831).

Adolfo Ballivián, presidente. Tratado de límites con Chile que sustituye al de 1866.

Tratado secreto de Bolivia y Perú para hacer frente a una posible invasión chilena.

Abolición de la moneda feble y liberalización comercial de la plata.

Tomás Frías, presidente por un año.

Melgarejo muere asesinado en Lima (nace en 1820). Asesinato de Morales (nace en 1808).

Creación del Banco Nacional de Bolivia.

Descubrimiento de yacimientos de plata en Mineral de Caracoles ubicado en el desierto de Atacama. Agustín Morales, presidente. Parcial devolución de las tierras comunales.

Melgarejo es forzado a abandonar el poder.

Elegido Nicolás Avellaneda presidente de Argentina. Desarticula un intento de golpe de Estado dirigido por Mitre.

Puerto Rico sanciona la ley de abolición de la esclavitud.

Asume la presidencia del Perú Manuel Pardo, primer presidente civil del país.

Tratado de paz oneroso para el derrotado Paraguay.

Epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires.

Juárez se reelige en México y encuentra oposición de Porfirio Díaz.

Concluye la Guerra de la Triple Alianza con la derrota del Paraguay y su desastre demográfico.

Hostos, E.: Lo que intentó Bolívar.

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1878

1877

1876

1875

Últimos escritos de Medinaceli: Perú y Bolivia, sus verdaderos intereses y sus falsos intérpretes y Memoria sobre los límites de Bolivia con la República Argentina y el Paraguay.

Investigación de las causas de la crisis monetaria de Bolivia

Sequía y hambruna en Bolivia.

Aprobación de una nueva Constitución política. Entre sus disposiciones, completa abolición de la esclavitud.

Terremoto y maremoto en las costas bolivianas y peruanas con epicentro en Iquique (8.5° en la escala de Richter).

Amotinamiento de Andrés Ibáñez en Santa Cruz y declaración de federación, reprimida por el gobierno en 1877.

Golpe de Estado de Hilarión Daza, presidente del país hasta 1879.

Complot contra el gobierno de Frías y destrucción del palacio de gobierno (en lo sucesivo “Palacio quemado”).

Explotación del salitre en Antofagasta.

Inicio de la explotación del petróleo en Táchira, Venezuela.

Asesinato del ex presidente Pardo.

Pedro Chamorro es presidente de Nicaragua.

Crisis financiera en Chile y Perú.

Porfirio Díaz presidente de México. Mantendrá su hegemonía en el país hasta la Revolución mexicana de 1910.

En Perú, Pardo entrega el poder a su sucesor Mariano I. Prado.

Paraguay firma un tratado de paz con Argentina, que retiene el Chaco.

En Ecuador es asesinado el presidente Gabriel García Moreno. Guerra civil colombiana que se extiende hasta 1877.

Terremoto destruye la ciudad de Cúcuta en Colombia.

Crisis política argentina.

Hostos, E.: Programa de la Liga de los Independientes.

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1880

1879

Fundación en Santa Cruz de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno.

Derrota del ejército boliviano en Tacna y salida de la Guerra.

Narciso Campero (nacido en 1813) asume la presidencia hasta 1884.

Nacimiento en la misma ciudad de Franz Tamayo (fallece en 1956).

Nacimiento en La Paz de Alcides Arguedas (fallece en 1946).

G. René Moreno publica Biblioteca boliviana.

Tratado de límites Decoud-Quijano entre Bolivia y Paraguay.

Daza es destituido en diciembre y se exilia en Europa.

Chile ocupa Antofagasta, Mejillones y Caracoles.

Guerra del Pacífico: Chile enfrenta a Bolivia y Perú.

Toma de la capital del Perú por las tropas chilenas.

La ley que hace de Buenos Aires la capital de la Argentina.

Abolición de la esclavitud en Cuba.

Empieza la construcción del Canal de Panamá.

Muerte del capitán Miguel Grau y numerosas pérdidas peruanas.

Levantamiento del ejército colombiano en Bogotá.

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1883

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1884

Chile anexa Tarapacá y ocupa Tacna y Arica por el plazo de diez años. Primera faena industrial chilena en Chuquicamata en el territorio despojado a Bolivia.

El Tratado de Ancón establece la pérdida del Litoral boliviano, aprox. 120 mil kilómetros cuadrados y 15 mil habitantes.

1882

Ley Reglamentaria de la Policía de Seguridad definiendo sus funciones con base en premisas liberales.

Discurso de Eliodoro Camacho que contiene el programa liberal.

N. Aguirre publica Juan de la Rosa.

Fallecimiento de Tomás Frías (nacido en 1804).

Gregorio Pacheco (nacido en 1823) presidente constitucional hasta 1888.

Se inicia la reconstrucción del Perú.

Asesinato del explorador Jules Crevaux durante su búsqueda de una salida para Bolivia por el Océano Atlántico.

1881

Andrés Avelino Cáceres presidente del Perú hasta 1890.

Abolición de la esclavitud en Cuba.

Justo Rufino Barrios proclama la Unión Centroamericana en los antiguos territorios de la Federación del Centro. Se oponen los otros países y el congreso anula el decreto. Se disuelven los Estados Unidos de Colombia; el congreso proclama una constitución centralista.

San José de Costa Rica es la primera ciudad de América Latina en contar con iluminación eléctrica (tercera en el mundo).

Tratado de límites entre Chile y Argentina por la delimitación de la Patagonia.

Diversas medidas para hacer frente a la penuria económica. Ley de impuesto adicional de dos reales para cada cesto de hoja de coca.

Batalla de Chorrillos y Miraflores. Tropas chilenas saquean Lima, incluyendo la Biblioteca Nacional, que pierde varios de sus tesoros.

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1891

1890

1889

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1887

Nacimiento en Santa Cruz de Enrique Finot (fallece en 1952).

Desplome de la producción de la plata, pronto sustituida por la minería de estaño.

Ley general de los bancos de Bolivia, estableciendo las normas a las que deben sujetarse.

Se instala la primera línea telefónica del país.

Concluye la polémica línea de ferrocarril Antofagasta-Uyuni.

La Paz primera ciudad del país con alumbrado eléctrico (arco voltaico).

Aniceto Arce (nacido en 1824) asume la presidencia hasta 1892.

Tratado de límites Aceval-Aramayo entre Bolivia y Paraguay. Decreto uniformizando los elementos y la forma del escudo y la bandera de Bolivia.

Chile autoriza a la empresa Huanchaca la canalización del río Loa para el consumo de Antofagasta.

Estados Unidos adopta el patrón oro, lo cual elimina la plata del sistema monetario internacional.

Primera Conferencia Interamericana en Washington. Nueva crisis financiera en la Argentina.

Primera Conferencia Panamericana organizada en Washington por James Blaines. Crisis económica en Chile.

Tratado provisorio de unión tripartita en Centroamérica (El Salvador, Honduras y Guatemala).

Proclamación de la República Federal del Brasil en sustitución del Imperio.

Despegue industrial del Uruguay.

Es asesinado el líder peruano Pedro Pablo Atusparia en Huaraz.

Instrucción básica obligatoria en México.

Martí, J.: Nuestra América.

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1895

1894

1893

1892

Fallece alrededor de los 70 años en fecha y lugar desconocidos. Tratado de paz y amistad entre Bolivia y Chile.

Cáceres renuncia a la presidencia para detener la guerra civil peruana y asciende Nicolás de Piérola.

Cáceres presidente del Perú. Pacto Amapala para unificar la política exterior centroamericana.

Los territorios de Tacna y Arica anexados a Chile; más tarde, la primera es devuelta al Perú.

Tratado Ichazo-Benítez que define la línea demarcatoria con el Paraguay. A su regreso a Bolivia, Daza es asesinado (nacido en 1840).

Revolución radical argentina dirigida por Hipólito Yrigoyen, Aristóbulo del Valle y Leandro Alem.

Guatemala reconoce la soberanía británica del territorio de Belice.

Fundación del Partido Revolucionario Cubano por José Martí, Antonio Maceo y Máximo Gómez.

Sublevación de la población Tarahumara en México.

Se descubre la cilindrita en el lago Poopó, único mineral que forma cristales cilíndricos.

Fundación de la Universidad Técnica de Oruro. Nacimiento en La Paz del poeta José Eduardo Guerra (fallece en 1943).

Fundación de la Universidad Autónoma Tomás Frías de Potosí.

Batalla contra los indígenas.

Mariano Baptista (nacido en 1832) presidente hasta 1896.

Bibliografía de Benedicto T. Medinaceli1 1852

1853 a

1853 b

1853 c 1853 d

Dedicatoria pronunciada por el Dr. Medinaceli la noche del 6 de agosto de 1852 como Director de una Compañía Dramática en Potosí (Discurso, agosto. F. 1r- 1v). Discurso fúnebre pronunciado por el Dr. Trifón Medinaceli en el salón de la Casa de Gobierno para cerrar el duelo el día 15 de enero de 1853, en que hubieron lugar las exequias funerarias del general José Ballivián (Discurso, enero. F. 2r-3r). Ensayo sobre el abuso del sistema republicano, o sea el examen de esta cuestión: ¿de qué proceden en Bolivia las revoluciones? (Artículo, mayo. F. 3v-12r). El Dogma político de los pueblos (Artículo, junio. F. 12v-13v). Quiero ser Diputado (Artículo, junio. F. 14r-17r).

Para la elaboración de este apartado hemos consultado la Ficha 473 BO ABNB, Rück-473 del Archivo de Sucre compuesta de 114 folios con artículos y discursos del periodo 1852-1854; la lista de obras de Medinaceli consignada por G. René-Moreno, Biblioteca Boliviana. Sección de libros i folletos, Santiago: Imprenta de Gutenberg, 1879; y el catálogo de J. Rosendo Gutiérrez publicado con el título de Datos para la bibliografía boliviana, La Paz: Imprenta de La Libertad de Ezequiel Arzadum, 1875. Incluimos los comentarios de René-Moreno (GRM) y Gutiérrez (JRG). 1

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Pretensiones del Perú y Derechos de Bolivia (Artículo, julio. F. 17v-32r). Un recuerdo a Bolívar. Delirio patriótico (Artículo, agosto. F. 32v-44v). Indulto General del seis de septiembre (Artículo, octubre. F. 45r-47v). Calisto Guaraní o las preocupaciones. Novela literaria dividida en 4 cuadros (Artículo. F. 48r-66r). Revista del Departamento de Potosí (Artículo, noviembre. F. 66v-69v). 18 de noviembre en Potosí (Artículo, noviembre. F. 70r-73r). La revelación del Illimani o sea el club del gabinete peruano. Alegoría política dividida en siete cuadros (Artículo. F. 73v-84r). Catecismo político, Potosí: Imprenta de Castillo. Memorándum fúnebre. Dedicado a las cenizas de don Pedro Dornathleche (Artículo, junio. F. 84v-87v). Regreso del Capitán General Presidente de la República (Artículo. F. 87v-91v). Discurso pronunciado por el ciudadano Medinaceli como Secretario de la Prefectura en la instalación de la Aula de dibujo popular (Discurso. F. 92r-96v). Catecismo Político (Separata de El Celaje. F.96v-103v). Costumbres. El hombre Escalera (Artículo. F. 104r-112r). Discurso fúnebre pronunciado en el panteón a la muerte del Dr. Casimiro Olañeta (Discurso. F. 113r-114v). El catálogo equivoca el año: Olañeta, prócer de la independencia boliviana, falleció en Sucre el 12 de agosto de 1860. Tratado sobre los medios de protejer la industria en Bolivia, Serie de artículos, Potosí: El Celaje de Potosí. 84

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1860 1861 a

1861 b

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Instrucción para la infancia y la adolecencia, ó Manual para institutores é institutrices de Salas de Asilo y escuelas primarias. Y para los padres y madres que quieran dar instrucción por sí mismos á sus hijos, y ensanchar a las que reciban en los establecimientos, Potosí: Imprenta pública de Castillo. GRM: “XXXI de discurso preliminar, once de índice, dos de advertencia, una de erratas, 314 de instrucción para salas de asilo, dos cuadros en folio” (pág. 492). 1858 bCatecismo político arreglado por un Joven boliviano. Obra interesante por las verdades que contiene, 2da edición, Cochabamba: Tipografía de Quevedo. Memorias de un pleito, Sucre: Imprenta de Beeche. Manifestación que a nombre del pueblo y suyo hace el ciudadano Medina-Celi al Supremo Gobierno y al público, de las justas causas que han motivado el acontecimiento del día 31 del pasado mes de octubre, Sucre: Imprenta de Beeche. Mi programa y candidatura para la Convención Nacional de Mayo, Sucre: Imprenta de Beeche arrendada. GRM: “Suscrito el 14 por Benedicto Medinaceli. Al fin un vapor navegando con bandera inglesa remendada, i en el remiendo se lee: «Bolivia». El autor figura en el gremio de las jentes de prensa” (págs. 607-608). Contestación á los escritos presentados por parte del Dr. Ponciano Rodríguez ante S. R. la Corte Superior del Distrito en el pleito pendiente sobre la nulidad de la venta de una plata labrada, Sucre: Imprenta de Beeche arrendada. GRM: “Dos escritos forenses suscritos por Medinaceli i el procurador, el primero de aquéllos en mayo 18” (pág. 227). Memorias de un pleito. A sordera de intrigas bocina de prensa. Años de 1860-1861, Sucre: Imprenta de Beeche arrendada. 85

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1862 a

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1863 a

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GRM: “Folleto impreso por entregas, suscrito por Benedicto Medinaceli, abogado de María Josefa Saavedra de Tudó, en autos sobre derechos en la herencia intestada de José Gabriel Saavedra” (pág. 583). Boletín político, industrial y literario, ó sea Colección de artículos de periódico sobre diversos ramos, tomo I, Sucre: Tipografía de Pedro España. 1862 bLa Sociedad literaria de Sucre a S. S. Iltma. el reverendo arzobispo metropolitano, Sucre: Imprenta de Pedro España. Coautor: Belisario Loza. Proyecto de Confederación de las Repúblicas Latino-americanas ó sea sistema de paz perpetua en el Nuevo-Mundo, Causa Nacional, n° Estraordinario, Sucre: Tipografía de Pedro España. GRM: “Suscrito en diciembre 25. Anexo un artículo intitulado «¡Despierta América!», escrito por el mismo autor en 1858 e inserto antes de ahora en un periódico de Potosí” (pág. 162). Artículos que contienen algunos datos para nuestra historia contemporánea, Causa Nacional, n° Estraordinario, Sucre: Tipografía de Pedro España. GRM: “Compilación de los principales artículos publicados durante nueve meses (noviembre de 1861, julio de 1862) en la gaceta titulada Causa Nacional, de Sucre. Con jeroglífico de poesía por emblema en la portada, si bien las materias ni el estilo del autor tienen ápice de poesía” (pág. 161). Documento importante para el arreglo de límites entre el Imperio del Brasil y las Repúblicas Sud-americanas que confinan con él precedido de una esposición general, Causa Nacional, n° Estraordinario, Sucre: Tipografía Pedro España. GRM: “Jeroglíficos de buque i wagon en la portada, i al fin un enormebuque llenando grotescamente la página. 86

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Reimpresión de la Historia de la demarcación por Jurado i por Requena” (pág. 161). Exposición de las ventajas de la Reforma Monetaria de la República según el sistema Bustillo, 15 de noviembre, La Voz de Bolivia, n° Estraordinario, Cochabamba: Tipografía de Gutiérrez. Inauguración de la Sociedad de la Unión Americana en Sucre, capital de Bolivia en 8 de febrero de 1863, Causa Nacional, n° Estraordinario, Sucre: Tipografía de Pedro España. GRM: “Contiene por Benedicto Medinaceli la historia de la fundación después de recibida por el patricio Crispín Diez de Medina, en Sucre, la célebre circular de diciembre 2 de 1862 dirigida por la Unión Americana de Santiago a diversos sujetos de las repúblicas del continente, pidiéndoles que promuevan asociaciones análogas, en vista de la cruzada monarquizadora de algunos gobiernos europeos en América, denotada inequívocamente por la invasión de Méjico i anexión de Santo Domingo. De Sucre contestaron con el acta de fundación i el presente opúsculo, el cual contiene todos los documentos del caso, como discursos, brindis de un banquete celebratorio, etc. Con el escudo de Estado Unidos en la portada i el de Nueva Granada en la tapa posterior” (pág. 161). Mi candidatura y mi programa para la convención nacional. Principios generales sobre reforma constitucional, Sucre: Imprenta de Beeche Arrendada. Plan de reforma constitucional para Bolivia precedido de una esposición de los principios jenerales aplicados á la actualidad de la República, Causa Nacional, n° Estraordinario, Sucre: Tipografía de Pedro España. GRM: “Suscrita la esposicion de los principios jenerales o teoría a 18 de enero. La segunda parte de este opúsculo es una reimpresión del publicado el año 1861 87

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en Sucre bajo el título de Mi programa y candidatura para la Convención Nacional. La tercera contiene las observaciones que hizo Melchor Urquidi a la constitución de 1861, i que no se atendieron al tiempo de dictar dicha lei; suscritas en Cochabamba a 30 de junio de 1861” (pág. 162). Coautor; Melchor Urquidi. Prontuario Cosmográfico para formar calendarios i calcular eclipses, Causa Nacional, n° Estraordinario, Sucre: Tipografía de Pedro España. Protesta del pueblo orureño contra el ultraje inferido a la soberanía nacional del Perú́ , a nombre de la reina de España, por su escuadra, al mando del almirante Pinzón, Oruro: Imprenta de Oruro, administrada por Domingo Vargas. GRM: “Precedida de una relación, suscrita por Medinaceli, de las circunstancias i particulares que antecedieron i de las formalidades con que se efectuó el acto. Contiene nueve alocuciones i el acta de protesta que está suscrita en mayo 5 por unos 40 nombres. También hai versos por Jenoveva R. Jiménez. Anexa por agregación a este ejemplar una hoja suelta, intitulada “Documentos relativos a la cuestión hispano-peruana” en Sucre a 27 de mayo por la imprenta Boliviana” (pág. 696). Sistema político que toca observar a Bolivia en la cuestión hispano-peruana, 5 de octubre, Cochabamba: Tipografía de Gutiérrez. Voto de guerra. Colección de artículos publicados durante la campaña de los españoles en el Pacífico, Sucre: Imprenta del Siglo XIX. JRG: Lleva una pomposa dedicatoria al general Melgarejo (pág. 107). Instalación del Consejo Universitario que tuvo lugar en la Capital de la República el día 22 de mayo último en el Salón del Cuerpo Lejislativo, con la concurrencia de las autoridades, 88

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corporaciones, ciudadanos distinguidos y padres de familia, que con su asistencia contribuyeron á dar mayor solemnidad al acto, Sucre: Imprenta Boliviana. GRM: “Contiene en la primera página el breve discurso del cancelario; las demás contienen otro enorme por Benedicto Medinaceli (pág. 487). Análisis de la institución bancaria del Crédito Predial, La Paz: Imprenta Paceña, Administrada por Francisco Arzadum. “Documento Importante” (prólogo a la Carta de Mariano Baptista fechada el 12 de septiembre de 1869), La Paz: Imprenta de la Unión Americana. GRM: “Designaciones comunicadas. La foliación arábiga comienza por 3. Suscrito el prólogo por Medinaceli a 10 de abril de 1871. La carta es fechada en Londres a 12 de setiembre de 1869. «Documento importante» es lo que únicamente dice el encabezamiento” (pág. 332). Cuestión comunidades: Artículos tomados de “La Reforma”, La Paz: Imprenta de la Unión Americana. Límites de Bolivia con el Paraguay y la Confederación Arjentina, La Paz: Imprenta de la Unión Americana. Reimpresión en 1878. Proyecto de reforma financial, o sea, exposición de los principios fundamentales para la redacción de un Código moderno de hacienda para la República. Entrega 1era, La Paz: Imprenta de la Unión Americana. Catecismo político, moral, boliviano par la instrucción de la juventud y el uso de las Escuelas de la República de Berípolis, por el abate de las nueve *********, 3ra edición, Sucre: Imprenta de Pedro España. Archivo estadístico, Sucre: Comisión de Estadística, Tipografía del Cruzado. Coautor: Ernesto O. Rück. Investigacion de las causas de la crisis monetaria de Bolivia y de los medios de salvarla. Trabajo dedicado al ilustre Presidente 89

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de la República Dr. Tomas Frías. Por el ciudadano Benedicto Medinaceli, 6 de agosto. Sucre: Imprenta de Pedro España administrada por Agustín Bustinza. Presidente de la República de Bolivia Tomás Frías por el ciudadano Benedicto Medinaceli, Sucre: Imprenta de Pedro España. Perú y Bolivia, sus verdaderos intereses y sus falsos intérpretes, La Paz: Imprenta “El Progreso”. Memoria sobre los límites de Bolivia con la República Argentina y el Paraguay. Presentada al Supremo Gobierno por el Ciudadano Benedicto Medinaceli, La Paz: Imprenta “El Progreso”.

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Proyecto de Confederación latinoamericana (Fragmentos) […] Causas por las que es de imperiosa necesidad su reunión

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n los vastos cálculos de la ciencia social, la emancipación de la América del caduco señorío de España no ha sido, ni debido ser, más que un medio para alcanzar el fin a que las sociedades humanas aspiran y para el cual han sido creadas por el mismo Dios. Ese fin deseado es, por supuesto, la felicidad, idea genérica que comprende en sí mil otras ideas especiales que son otros tantos elementos constitutivos de ese gran todo que llamamos felicidad; tales como, la paz interior y exterior, las buenas instituciones, la industria, la navegación, las ciencias, etcétera. Así es que, esa libertad e independencia que con arma en mano y en más de 15 años de heroica lucha conquistaron nuestros mayores, solo importan la adquisición del principal instrumento del progreso que se busca y este progreso acabamos de decir en lo que esencialmente consiste. La revolución americana, verdadero exordio de la revolución social e industrial de que se trata, apenas hizo otra cosa que echar abajo un viejo edificio gótico. Resta pues ahora levantar en su lugar el nuevo 101

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que debe reemplazarlo. No es lo mismo destruir que crear. Hablemos más claro: las repúblicas americanas después de haber vencido a la antigua Metrópoli española, para ser independientes tienen también que vencer el egoísmo, la ambición e intrigas de todo el Viejo Mundo para ser felices. A la libertad adquirida con la victoria debe seguirse la prosperidad adquirida con la industria y el trabajo, con la moral y la paz. Y mientras no se toque este anhelado término, bien poco nos importa haber reconquistado el nacionalismo, que la conquista del siglo nos quitó o permanecer esclavos, puesto que no se trata de las apariencias de soberanía, sino de la realidad, ni de los medios de ser feliz, sino del mismo fin de la dicha. Ahora bien, esta dicha no puede ser sino la obra de la unión. De un polo a otro del mundo está reconocido el gran axioma de que “en la unidad se encuentran el poder y el progreso, y en la discordia la debilidad y el atraso”. Este axioma domina en la moral, como en la política y en la política, como en la economía. Algo más: ella está demostrada no sólo por las teorías de la filosofía abstracta, sino también por la evidencia irresistible de los hechos, por la evidencia histórica. ¿Pruebas queréis de ello? Helas aquí: las Provincias Unidas de Holanda y Bélgica, uncidas un tiempo lo mismo que las Américas al trono español, sacudieron de igual manera que estas su ominosa coyunda en el reinado de Felipe II, tirano célebre entre los más célebres tiranos de España. En vano el Duque de Alba, digno secuaz de aquel, se propuso convertir este hermoso país en un teatro de horror y devastación. Los belgas y holandeses quedaron independientes. Mas no se contentaron con esto, sino que, tendiendo una mirada previsora al porvenir, se unieron entre sí por medio de una alianza indisoluble; rechazaron con denuedo las ulteriores asechanzas, tanto de su antigua metrópoli, cuanto de Austria y [de] otras potencias que intentaron subyugarlas. Y de pobres pueblos de pescadores han llegado hoy a ser una potencia formidable de Europa con la fraternidad, la industria y el comercio. 102

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Los cantones suizos, antes colonias de Austria con el nombre de bailiages, hicieron otro tanto.1 Bajo la dominación del Emperador Alberto, enarbolaron el estandarte de la revolución, destronaron –encabezados por Guillermo Tell– la insoportable tiranía de los bailios y quedaron independientes del señorío de Alemania. Pero no fue este glorioso hecho de armas otra cosa que el preludio de su futura grandeza, porque sabiendo formar entre ellos una alianza feliz, supieron también conservar ilesa la libertad por las armas conquistadas y adquirir la industria y la riqueza, consecuencias lógicas de esa libertad. Hoy la Confederación suiza ofrece al mundo civilizado una lección viva de orden y progreso interiores, y de paz y respetabilidad externas. Por los mismos medios de la fraternidad, de la paz y la alianza hemos visto a la Haussa teutónica dictar la ley al Báltico en la estabilidad de las instituciones, en la prepotencia mercantil, en las artes y la riqueza, en las ciencias y la política, y, en fin, en todo lo que constituye la categoría de una nación poderosa. ¿Y qué diremos de los Estados de la Federación angloamericana? De unas miserables colonias de la Gran Bretaña, como eran a fines del pasado siglo, han llegado a ser la primera potencia del Nuevo Mundo en armas y letras y sobre todo en industria. ¿Y por qué? Porque no contentos con emanciparse del poder británico, han formado entre ellos una liga cuyo objeto no ha sido únicamente garantir su independencia contra la ambición extranjera, sino también abrir a expensas de un esfuerzo común las fuentes de la riqueza y la civilización, altos fines

El término bailiage o bailiaje es definido por la venerable Encyclopédie du dix-neuvième siècle (París: Au Bureau de l’Encyclopédie du XIXe siècle, tomo IV, 1850, págs. 450 y ss.) como la jurisdicción de un bailío o agente de la administración del rey en la Europa medieval, con lo cual se buscaba institucionalizar las complejas relaciones entre el monarca y los principados o territorios feudales. 1

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a cuyo alcance no hicieron más que señalar el camino la espada de Washington y los cálculos de Franklin. He ahí ejemplos patéticos que enseñan a las repúblicas de la América española a celebrar entre ellas esa alianza político industrial que consolidará definitivamente sus vacilantes nacionalidades, conquistándoles esa respetabilidad exterior de que carecen, a la vez que promoverá los elementos de su engrandecimiento hasta hoy dormidos por la falta de industria y de un activo comercio, requisitos indispensables para ocupar un lugar distinguido en el rol de las naciones cultas. Ninguna parte del mundo está más llamada que la América a una alianza general. Mil poderosos motivos la reclaman, mil circunstancias propicias la favorecen. Son motivos que reclaman su unión: 1º la instabilidad de su independencia, apenas adquirida ayer a costa de inmensos sacrificios, y expuesta hoy a perderse nuevamente al pujante influjo de la ambición europea; 2º su inexperiencia política que las pone a merced de las potencias extranjeras que siempre procuran sacar partido de la división de los Estados pequeños, sino para subyugarlos del todo, al menos para enriquecerse a costa de ellos, imponiéndoles un yugo mercantil que no les conviene y ejerciendo constantemente sobre ellos la inevitable superioridad del fuerte sobre el débil; 3º ese estado permanente de anarquía que por efecto de su naciente libertad ha llegado a ser tan habitual entre ellos y que no podrá desaparecer del todo, sino mediante el esfuerzo general y simultaneo de todos; 4º la falta de industrias que les impide aprovechar de las exuberantes riquezas naturales en que abunda su suelo. Asimismo son circunstancias que favorecen esa unión: 1º la identidad de origen, pues juntos lucharon por su emancipación corriendo los mismo azares de la guerra y recogiendo unos mismos laureles; 2º la uniformidad del idioma; 3º la unidad de religión que todos ellos profesan; 4º la similitud de costumbres, que con muy poca diferencia son las mismas casi en todos ellos; 5º la clase de gobierno que han adoptado, 104

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abrazando todos ellos el sistema republicano popular representativo, y 6º y último, la analogía de sus mismas legislaciones particulares. Ved ahí en general las causas que hacen tan necesaria la institución de un centro de unidad entre todas las acciones hispanoamericanas, centro de donde deben partir todas las medidas relativas a su seguridad exterior y progresos interiores a la manera que parten del punto céntrico de un círculo los radios que forman su circunferencia.

Diversas tentativas que se han hecho. Motivos que han impedido se formalice Convencido de las verdades que acabamos de indicar y a fin de que no queden burladas las lisonjeras esperanzas que se vincularon en la gloriosa revolución americana, el Libertador Simón Bolívar, tan luego como quedó consumada la obra de la emancipación política de las colonias ibéricas, el primer pensamiento de que se ocupó fue la convocatoria de ese gran Congreso en el cual veía el núcleo que debía unir la suerte de la gran familia hispano-americana. Con la aparición de las nuevas repúblicas en el mapa geográfico de las naciones, cambió la faz del Viejo Mundo. El comercio mudó de dirección hallando nuevas y abundantes riquezas en estas regiones vírgenes, que siglos hacía excitaban en vano la codicia de los pueblos europeos. El genio industrial halló también un vasto campo donde desplegarse. Nuevos países, nuevos productos, nuevas relaciones industriales y sociales se presentaron al mundo antiguo. Pero este nuevo orden de cosas tan favorable al antiguo Continente daba mucho que temer por la suerte del mundo de Colón. Los Estados que le componían, todos nacientes y en la infancia de su civilización, expuestos estaban a caer en mil errores que, contrariando las tendencias de la democracia, los precipite de contraste en contraste hasta el abismo de su ruina. 105

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El genio previsor de Bolívar buscó en el Congreso de que hablamos el antídoto contra ese veneno destructor. Con fin tan noble se dirigió a que señalen de común acuerdo el punto en que deba reunirse aquél (indicando por su parte el Istmo de Panamá) y que nombren sus respectivos delegados, para representarlos allí.2 Al principio encontró alguna resistencia el proyecto, pues algunos políticos mal aconsejados que atribuían al Libertador miras ambiciosas creyeron que ese plan del Congreso general era un medio de que se valía para fundar en su favor un Imperio compuesto de todas las ex-colonias españolas. Otros gabinetes, sin hacer tal injuria al ilustre Campeón de la Independencia, buscaron diferentes medios para evadir su proyecto, ora alegando la inoportunidad del tiempo, ora la lejanía e insalubridad de las ciudades de Panamá. Pero la mayor parte de los gobiernos de América acogieron la idea con todo el entusiasmo y gratitud que ella merecía. Con la aquiescencia de la mayoría y desvanecidas las aprensiones a esfuerzos del Héroe americano, llegó por fin a instalarse el Congreso en Panamá el año 1826. Apenas tuvieron lugar allí algunas sesiones, cuando se disolvió con pretexto de la insalubridad del clima y otros motivos igualmente frívolos. Ignoramos qué influencias siniestras hayan intervenido para eludir los efectos de un plan ya realizado. Ello que él quedó ahogado en su cuna, sin que haya habido una causa justa, y la prueba más convincente de haber sido esta disolución la obra de algunas intrigas secretas, es que habiéndose resuelto en las primeras sesiones de aquel Congreso su traslación al punto de Tacubaya para funcionar en sucesivo, jamás ha vuelto a tener lugar su reinstalación en dicho pueblo.

Simón Bolívar y José Faustino Sánchez Carrión, Invitación a los Gobiernos de Colombia, México, Río de la Plata, Chile y Guatemala a formar el Congreso de Panamá, Lima, 7 de diciembre de 1824. Bolívar, Cartas del Libertador, págs. 211-214. 2

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Es el caso mencionar aquí una circunstancia que no sin fundamento se ha señalado como la causa de la inesperada desaparición del Congreso. Esa circunstancia he aquí: por dar mayor respetabilidad a la inauguración del Congreso de Panamá, Bolívar convocó a él los delegados de la Gran Bretaña y de los Estados Unidos que en efecto concurrieron. Estadistas de primer voto en diplomacia han calificado por imprudente este paso del Libertador, por que tratándose como se trataba única y exclusivamente de estrechar y robustecer los vínculos que debían unir a las nuevas repúblicas hispano-americanas, nada político era mezclar en el asunto a la América inglesa, cuyo origen es distinto, cuyos intereses son igualmente distintos y quizá opuestos a los nuestros, y cuyo poder colosal sobre todo es temible. ¿A qué meter al fuerte, cuando se trata de asociar a los débiles para que dejen de serlos? En fin, sea que este error de Bolívar haya o no tenido parte en la desasociación del Congreso, el hecho es que este paró en nada el año [18]26. Posteriormente, las guerras escandalosas en que se envolvieron unas repúblicas con otras y también las frecuentes convulsiones interiores, que han experimentado, son otros tantos obstáculos que impidieron se lleve a cabo ese gran pensamiento. Sin embargo, Bolívar infatigable por coronar con el sistema de la unión la grande obra de la Independencia, no cesó de hacer heroicos esfuerzos para formalizar el Congreso americano hasta su muerte en la hacienda de Santa Marta. No pasemos en silencio la tentativa que el año de 18[31]3 hizo con el mismo objeto el gobierno mexicano, quien autorizó al hábil diplomático señor Juan de Dios Cañedo con plenos poderes, para que abriera la negociación con los gabinetes de todos los Estados de Sudamérica, a fin de que elijan sus diputados al gran Congreso poniéndose de acuerdo sobre el lugar de las sesiones. Principió el señor Cañedo el desempeño

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de su importante misión por Lima, cuyo gabinete la acogió con el más vivo interés, lo mismo que el gabinete de Santiago de Chile a donde pasó aquel ministro. Fue entonces que el gobierno chileno observando los inconvenientes que ofrecía la convocatoria a Tacubaya, hizo presente que este punto se hallaba muy distante para las repúblicas de la parte austral del continente, cuyos delegados no podrían ponerse de acuerdo con sus gobiernos con [la] prontitud que demanden las circunstancias, lo cual embarazaría mucho las deliberaciones del Congreso. En consecuencia ofreció el gabinete chileno para residencia de los delegados americanos la capital de Santiago, agregando a sus anteriores objeciones la de que para apresurar la reinstalación del Congreso en aquella capital, era preciso limitarse de pronto a la convocatoria de los gobiernos que entre sí tienen un contacto más inmediato, como los de Buenos Aires, Chile, Bolivia, Perú, el Ecuador y la Nueva Granada, pueblos respecto de los cuales Santiago de Chile es un punto intermediario, no tanto por su posición geográfica, cuanto por la facilidad de comunicaciones que proporciona entre aquellos. Opinaba pues el gabinete de Santiago, porque reunidos fuesen los delegados de esos gobiernos se procediese sin inconveniente a las deliberaciones más urgentes sin perjuicio de convocar a los de otros Estados como México, Centro América, Haití, Venezuela, Paraguay y Uruguay, cuya inasistencia no podría en manera alguna interrumpir las sesiones. Omitiendo por ahora dar nuestro parecer a cerca de la importancia o no importancia de esta opinión y reservándolo para el párrafo en que hemos de tratar sobre la elección del lugar de la convocatoria, nos limitamos a decir que los hechos históricos que acabamos de referir en el presente, manifiestan que hasta hoy no se ha podido realizar el Congreso americano y solo ha quedado en meras tentativas. No porque sea difícil su realización, ni menos porque sea dudosa su importancia, sino por la apatía de los gobiernos y legislaturas de la América, que han 108

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visto con reprensible descuido un negocio tan grave, en vez de haber hecho cuanto antes un vigoroso esfuerzo para vencer los pequeños y por cierto muy débiles obstáculos que se presentaron.

Asuntos generales de cuyo arreglo se debe ocupar. Consideraciones históricas Que los negocios sometidos a las deliberaciones del Congreso proyectado deben ser de grande magnitud, es una consecuencia que se deduce de la misma naturaleza de esta asamblea, que siendo continental debe ocuparse también de arreglos continentales. A golpe de vista se deja conocer que la primera necesidad de las repúblicas americanas es afianzar para siempre sus vacilantes nacionalidades, garantizándolas mediante una alianza defensiva contra toda pretensión de vasallaje por parte de las potencias extranjeras. Ved aquí el primer objeto del Congreso: alianza defensiva. Luego viene inmediatamente la idea de los tratados de comercio y navegación con las mismas potencias, porque en la vida de los pueblos, al arreglo político debe seguirse el arreglo industrial, así como en la vida de los individuos sigue a la juventud la virilidad. Estos tratados deben basarse sobre la reciprocidad de ventajas entre Europa y América, y estar sujetos a los eternos principios de la ciencia económica que rechaza esos escandalosos abusos que los americanos toleramos, o por mejor decir, establecemos contra nuestros propios intereses, haciendo con cualquiera potencia europea un tráfico mercantil tan desigual que todas las utilidades son para aquella y todas las pérdidas para nosotros. Ved aquí el segundo objeto del Congreso: comercio ventajoso con Europa. Arreglados de este modo nuestros intereses políticos y comerciales respecto del Mundo antiguo, se echa de ver naturalmente la necesidad de iguales arreglos entre nosotros mismos, así como sucede en una 109

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sociedad particular de industria cuyos miembros habiendo estipulado sus compromisos con los extraños tienen que entenderse entre sí, dividiendo con exactitud matemática sus ganancias y pérdidas. Pues bien, como la política ocupa siempre el primer lugar en una nación, porque es la base de todas sus necesidades y la palanca de todos sus progresos, también los Estados americanos deben principiar necesariamente por asegurar sus nacionalidades contra la ambición interior, lo mismo que se trata de asegurarlas contra la exterior. Más claro, deben unos a otros prestarse reciprocas garantías por su independencia y por la integridad de sus respectivos territorios cuyos límites deben esclarecerse inmediatamente después para evitar en lo sucesivo cuestiones desagradables. Ved aquí el tercer objeto del Congreso: garantía recíproca de la nacionalidad de las repúblicas. Sigamos, [pues no] basta evitar las tendencias de conquistas entre los pueblos americanos para alcanzar los altos fines de la Asamblea general. Asegurado este primordial objeto, conviene fijarse inmediatamente en estrechar y robustecer los vínculos que los unen, vínculos hoy relajables por la discordia e indisolubles mañana por la fraternidad y la concordia. ¿Y cómo se realizará idea tan grandiosa? Por medio de un activo comercio entre los Estados del Nuevo Mundo, cuyas atrasadas industrias levantando alto vuelo, servirían de móvil a ese comercio. Las bases en que este repose, a más de esos principios económicos de utilidad recíproca (que hemos dicho deberse adoptar para el comercio exterior europeo), también debieran adoptar la de la protección mutua que necesitan prestar países que tienen un mismo origen, un mismo idioma, una misma religión, unas mismas costumbres y, sobre todo, una alianza tan estrecha. Si los Estados americanos en sus transacciones con Europa solo atienden al principio de utilidad en las que tengan entre sí, deben a más del principio de utilidad atender al de fraternidad, conciliando la conveniencia parcial con la protección general, y el egoísmo mercantil con la filantropía de una política cuyo espíritu dominante es 110

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la prosperidad general de todos. Ved aquí el cuarto objeto del Congreso: tratados de comercio, y navegación entre los aliados, no solo con ventajas recíprocas, sino también con mutua protección, Tales son los cuatro puntos cardinales de la vasta esfera que abrazan las tareas del Congreso continental. Dos de ellos son relativos a la política, y los otros dos a la industria y el comercio, y tanto aquellos como estos son paralelos entre sí: Nacionalidad garantida contra la dominación extranjera y Nacionalidad garantida contra la dominación interior; Arreglo mercantil con el extranjero y arreglo mercantil entre americanos. En el desarrollo de cada uno de estos objetos primordiales, tocaremos varios otros objetos secundarios, que no son más que emergencias de los primeros. Entre tanto, es del caso recordar a nuestros lectores algunos ejemplos históricos que confirmen la gran máxima política que sirve de base al proyecto del Congreso, a saber: que, para alcanzar el término de su prosperidad, necesita la América de unión. ¡Sí!, unión de intereses, unión de ideas, unión de miras hacia su porvenir, unión de planes, unión de esfuerzos, para realizar los fines de la revolución, para extirpar los abusos de la libertad, para consolidar la paz interior y exterior, para entronizar las virtudes republicanas, para exaltar la industria, para acelerar su civilización, para rivalizar un día con el Viejo Mundo; en fin, para alcanzar el poder y la gloria. ¿Cuál es la nación, cuál la clase social, cuál el individuo, que habiendo recurrido al sistema de asociación no haya obtenido tarde o temprano el objeto que se propone? Donde quiera que se ha abrazado el gran principio de la unidad, allí se ha reconocido la grandeza, allí se ha formado una época de que ha apoderado la Historia para inmortalizarla. Si pues el espíritu de asociación acredita su omnipotencia en las empresas particulares, v.g. en las sociedades mercantiles, en las científicas y en las de industria, ¿cuánta mayor no será su potencia omnímoda cuando él se establece entre las mismas naciones? La razón natural basta para 111

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calcular ese poderío; sin embargo, veamos los hechos más prominentes que la Historia del Género humano ofrece de ejemplos. La sublime idea de ligarse muchos pueblos para su común seguridad y engrandecimiento no es por cierto una idea reciente. La han puesto en práctica las naciones más antiguas, con el éxito más feliz. Recordad la Liga de Acaya, formada por las principales ciudades del Peloponeso, para contrarrestar el poder de los macedonios, cuyo rey Antígono jamás pudo subyugar a los pueblos aliados, la Liga Aquea dictó la ley por muchos años hasta sucumbir más tarde al poder de los romanos, con la toma que el cónsul [Lucio] Mumnio hizo de Corinto, ciudad que quedó incendiada por haber sido el centro de la resistencia constante de los aliados.4 Y no se diga que solo la guerra obligaba a los griegos a esta clase de alianzas, ¡no! Después de la defensa, los progresos de la civilización eran su principal objeto. En prueba de ello, recordad el Consejo de los anfictiones, primer modelo histórico del Congreso continental de plenipotenciarios en que hoy pensamos. Doce repúblicas de la Grecia, a saber: la Fócida, la Jonia, la Doria, la Tesalia, Atenas, la Beocia, etc., formaron esa especie de federalismo [donde los] diputados constituían el Congreso anfictiónico [y] cuyas deliberaciones no solo tenían por objeto asegurar la independencia griega, sino igualmente arreglar los principales asuntos de su común prosperidad. ¿Quién ignora la influencia de esta asamblea en el engrandecimiento de las repúblicas griegas? Mas, cuando Filipo rey de Macedonia consiguió a fuerza de astucia y oro ganar a los miembros de esa gran Asamblea, comenzó la ruina de la Grecia.

Roma interviene en los asuntos de Grecia y logra desorganizar la liga Aquea, también conocida como la confederación anfictiónica de las ciudades de Acaya de la región costera al norte del Peloponeso. Mumnio se apodera de Corinto el año 146 y empezando con ese año Grecia es anexada a Roma. 4

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Dejando la antigüedad, veamos en los siglos modernos un ejemplo igual. Le hallamos en el gran Congreso de Westfalia, que arregló de una manera definitiva los asuntos de Europa a mediados del siglo XVII. Francia, España, Austria, la Confederación Germánica, Suecia, etc. nombraron sus representantes, cansadas todas estas potencias de tantas guerras políticas y religiosas, guerras que habían hecho retroceder en gran parte el progreso industrial y social de aquellas. Nunca se había visto en Europa una asamblea más imponente que aquella; nunca se presentaron negocios más complicados que en aquella ocasión, ni diplomáticos más hábiles, para arreglarlos. Allí figuran por parte del Imperio germánico, los condes Luis de Nassau y de Lamberg, los jurisconsultos Isaac Volmar y Juan Crané. Por Francia, los condes de Avaux y Abel Servien y el duque de Longueville. Por España, el conde Peñaranda y sus colegas Brien y Saavedra Fajardo. Por la Santa Sede, el nuncio Fabio Chigi, y por Venecia y demás potencias mediadoras, Aloysio Contarini, etc. Los grandiosos resultados del Tratado de Westfalia, fueron: 1º la independencia de las Provincias Unidas de Holanda y de los Cantones Suizos, cuyas nacionalidades soberanas tuvo que reconocer la Alemania; 2º la proclamación de la libertad y tolerancia de cultos, que hizo desaparecer totalmente las guerras de religión; 3º la declaratoria y garantías de los derechos de cada uno de los príncipes y Estados de Alemania; 4º el arreglo de límites y posesiones de todas las potencias representadas en el Congreso; 5º el equilibrio político en Europa; y 6º y último, la adopción de los principios fundamentales que por tan largo tiempo han servido de base al Derecho público de ella. Aquí debiéramos terminar las citaciones de ejemplos, pero es tal la importancia del Congreso americano que deseamos y tan grandes son los bienes que de él se esperan, que no contentos con citar las alianzas políticas que dejamos mencionadas, queremos todavía llevar más lejos nuestras demostraciones históricas con los hermosos ejemplos que la 113

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Iglesia nos presenta. ¿A qué debe en gran parte su triunfo y sus progresos el cristianismo? Ante todo, los debe a la divinidad de su origen, pues es la única religión verdadera, pero independientemente de la verdad innegable de su revelación, también los debe en mucha parte a ese sistema de unidad que constituye el espíritu dominante de su legislación y que sabe conservar el sacerdocio en una alianza armónica. La Cristiandad forma una sola y exclusiva república, cuyo jefe visible es el Pontífice romano, representante de Cristo en la tierra, y todos los arzobispos y obispos son sus lugartenientes en las distintas naciones y en sus respectivas diócesis. Un mismo dogma y un mismo culto, unos mismos misterios y unos mismos ritos, un mismo principio y unos mismos intereses: he ahí la base formidable del espíritu cristiano. Ninguna discordia, ningún sisma que deje de ser pasajero, nada de encontradas conveniencias, nada de desunión: he ahí como ha triunfado y triunfará hasta la consumación de los siglos contra todos sus enemigos, contra los esfuerzos de la herejía y contra los ataques de los falsos filósofos. Ahora bien, donde quiera que haya una causa común, debe haber también determinaciones o arreglos comunes. En efecto, la Iglesia de Cristo ha consolidado sus instituciones en asambleas universales. Estas asambleas han sido los concilios. Abrid la historia eclesiástica, recorredla desde el siglo IV hasta el XVI, y [hallaréis] diez y ocho concilios universales, principiando desde el primer Concilio de Nicea, que tuvo lugar en el año 326, hasta el memorable Concilio de Trento, que instalado en 1515 acabó de ventilar las graves cuestiones de la Iglesia en 1563.5 Es de este modo, es por el sistema unitario de las grandes

El Concilio de Trento fue convocado en 1545 por el papa Paulo III. La última de sus veinticinco sesiones concluye en 1563, teniendo como objeto la reunificación de la cristiandad mediante el refuerzo de la jerarquía eclesiástica. 5

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asambleas, que los Ministros de la Religión han consolidado la paz de la Iglesia, dirimido las controversias acerca del dogma y uniformado las reglas de la disciplina ¿Y por qué no se hace en el orden político lo que se ha hecho en el religioso? Se puede hacer, se debe hacer, se ha hecho otras veces en la antigüedad y en los siglos posteriores en el Viejo Mundo y se quiere hacer hoy en la América. ¿Queréis todavía más ejemplos de poderío a que conduce la unión? Concluiremos este párrafo mostrando la preponderancia del orden de los jesuitas. Leed la admirable historia de estos frailes. Desde el año de 1518, en que Ignacio de Loyola obtuvo del Papa Inocencio III el permiso de fundar [esta] Orden cuya creación [realizó] el Santo Padre con su célebre bula de Regimini militantis ecclecioe, nombrando al fundador Loyola de su generalismo, hasta el año de 1773, en que el Papa Clemente XIV (Ganganeli) resolvió la disolución general de ella, por su afamado Dominus ac Redemptor noster, ¡cuánto poder e influencia no adquirió el Orden jesuítico! Los jesuitas se hicieron dueños de numerosos conventos, adquirían un prestigio asombroso en los pueblos, hasta que los monarcas, viendo de cerca el inminente peligro de ser destronados por tan poderosa asociación, la disolvieron con el apoyo del Papa Ganganeli. ¿Y a qué debieron los jesuitas ese formidable poder, sino al sistema de unión que entre ellos reinaba? ¡Sí! la alianza, la fraternidad, el proselitismo más sistemado: he ahí lo que los hizo árbitros de la fortuna, dominadores de la tierra sin ser soberanos. Concluyamos pues este punto diciendo que estos y mil otros ejemplos que omitimos por no cansar, demuestran hasta la última evidencia lo mucho que se puede esperar del espíritu de alianza a que aspiramos los verdaderos americanos, y que es el espíritu dominante de la civilización y la palanca omnipotente de todos los progresos del mundo. Ahora pasemos a ocuparnos separadamente de cada uno de los asuntos principales, de que debe conocer el Congreso americano. 115

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Primer objeto: alianza defensiva entre las repúblicas americanas Ya hemos dicho en otra parte que la propensión natural que en las grandes potencias se advierte de avasallar a los pueblos débiles, pone en riesgo la mal asegurada nacionalidad de los Estados hispanoamericanos. De consiguiente, excusado es repetir aquí más observaciones a este respecto. Vamos más bien a confirmar este aserto con el testimonio de los hechos positivos que han ocurrido. Diferentes repúblicas de América han experimentado más o menos en sus relaciones con las potencias extranjeras esta amarga verdad. En 1837, Francia declaró la guerra con la mayor injusticia a la república de México.6 A consecuencia de la discordia civil que por entonces agitó a aquella república, tuvo lugar un saqueo en Oaxaca donde fueron perjudicados algunos súbditos franceses. La legación de Francia cerca de México, exigió la indemnización de perjuicios por aquellos súbditos, pero sin la moderación que para tales casos exige el Derecho diplomático, sino al contrario, con un tono amenazador. Algo más: no se limitó como debía ser a pedir únicamente la indemnización de los perjuicios directos, sino también la de los indirectos que hubiesen derivádose de los directos. Así es que, en la cuenta pasada por la legación francesa al Ministerio de Relaciones Exteriores de México, figuraba una suma exorbitante por las exageradas ganancias que se dice haber dejado de tener súbditos franceses a consecuencia de aquel saqueo. El gobierno mexicano rechazó con la energía correspondiente

Se refiere a la Primera intervención francesa en México, también conocida como la Guerra de los pasteles (16 de abril de 1838 - 9 de marzo de 1839). Los historiadores citan dos antecedentes: el asalto a un restaurante francés en 1832 y el fusilamiento de un pirata francés en 1837. 6

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a la justicia que estaba de su parte, semejantes pretensiones. Tal fue el origen de esa guerra. Si los motivos de ella fueron indignos, no lo fueron menos los medios que se emplearon para hacerla, pues los franceses después del bloqueo y destrucción del fuerte de San Juan de Ulúa, hicieron un armisticio con designio de descuidar al ejército mexicano, y lo infringieron alevosamente, astucia rechazada por el Derecho [de gentes], y que infama aún al pueblo más débil, y con mayor razón a una potencia poderosa como Francia. Otro caso ocurrió en Nueva Granada. Un juez de paz en Cartagena había arrestado al cónsul francés M. [Adolphe] Barrot, allí residente, a consecuencia de una conmoción popular que se creyó ocasionada por este agente. El gobierno granadino tan luego que supo este hecho dio órdenes severas para el juzgamiento y castigo del juez de paz sin embargo de ser este un subalterno que por ignorancia cometió la falta. Mas, ¡quién creyera!, el jefe de la estación naval francesa de las Antillas, inmediatamente que supo el suceso se lanzó con su escuadra a amagar con bloqueo las costas de la república granadina, como si se hubiese negado justicia al cónsul, cuando más bien se le hacía tan cumplida. Gracias a la sensatez de M. [Claude-Henri] Buchet de Martigny y del Almirante Makou, enviados por el gabinete de París, para arreglar este negocio tuvo él un prudente desenlace.7

Buchet Martigny es conocido en Hispanoamérica por sus residencias diplomáticas en Nueva Granada, Ecuador, la Confederación Perú-boliviana y Uruguay. A consecuencia del incidente Barrot, Nueva Granada busca reglamentar las funciones, inmunidades y prerrogativas de los cónsules mediante convenciones especiales. En 1837 invita a los gobiernos de Francia y Gran Bretaña a concluir un acuerdo consular y se abstiene de ofrecerlo a Estados Unidos por estar incluido en un inminente tratado de comercio y navegación. Cfr. “Convenciones consulares”, Gaceta de la Nueva Granada n° 279, Bogotá, domingo 15 de enero de 1837, págs. 1-2. 7

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En 1830, en Santiago de Chile el cónsul M. [de] Laforest, faltando a las leyes de neutralidad cometió la imprudencia de tomar parte a favor de uno de los bandos políticos que entonces afligían a Chile.8 El populacho acalorado saqueó la casa del cónsul. Cesada la guerra civil, el gabinete chileno ofreció inmediatamente la plena indemnización del perjuicio sufrido por aquel y para mayor prueba de su buena fe, puso de árbitro al mismo gobierno francés, para que con vista de los datos que le pasó, valore las pérdidas de su cónsul, quien las exageraba de un modo inaudito, aprovechando la ocasión, o más claro, abusando de ella para enriquecerse. ¿Cuál fue el resultado de una política tan fina? Fue, que el gobierno francés, despreciando toda razón falló que se pague a M. [de] Laforest cuanto él dijere, y así fue, y el gobierno de Chile tuvo que enriquecer a este cónsul. M. Ducamper, comandante de la fragata francesa, La Westale, fue encargado para bloquear las costas de Chile si en un breve término, que el gobierno francés señaló como perentorio, no se entregaba al cónsul la suma que exigía. Es por esta razón que el gabinete de Buenos Aires no quiso posteriormente recibir a Mr. [de] Laforest de cónsul general y encargado de Negocios, con cuyo carácter fue enviado allí por su gobierno. ¡Desaire bien merecido y que, a pesar suyo, tuvo que sufrir el gobierno francés! Más, las injusticias de este gobierno en Chile, no pararon en favorecer la avaricia de Laforest. Con el buen éxito de este primer paso, Laforest o La Forest, antiguo cónsul francés en Filadelfia, llega a Chile en 1826 como “inspector general de comercio” y desde 1827 actúa como cónsul general de Francia, a pesar de que Francia no ha reconocido la independencia chilena. Luego del saqueo de su casa en una reyerta ocasionada por su intervención a favor de uno de los candidatos a la presidencia, el gobierno chile le paga 15 mil pesos en concepto de reparaciones, aunque el laudo arbitral, a cargo del rey de Francia, eleva la indemnización a 40 mil, pagados en 1833. Cfr. R. Sotomayor Valdés, Historia de Chile durante los cuarenta años transcurridos desde 1831 hasta 1871, tomo I, Santiago: Imprenta de “La Estrella de Chile”, 1875, págs. 120-121 y 391-392. 8

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avanzó adelante. Los agentes franceses que sucedieron a aquel cónsul exigieron del gobierno chileno que se exima a los funcionarios de Francia de toda pensión y servicio público no obstante de que como naturalizado ya en el país se hallaban sujetos a sus leyes y participaban de sus ventajas como cualquier chileno de nacimiento. Intentaron otra vez la extradición de un francés particular, que cometió un delito en Chile, queriendo que sea juzgado en Francia, cuando el conocimiento de la causa tocaba de pleno derecho a los tribunales de Chile. Mas después se avanzaron a pretender que todos los pleitos mercantiles en que tengan parte individuos franceses fuesen sentenciados en Francia, cuando tanto por la residencia en Chile de los comerciantes franceses, cuanto por que intervenían intereses de súbditos chilenos, tocaba su decisión a la república. Por supuesto, el gobierno de esta, no pudo sufrir pretensiones tan osadas- Las rechazó con denuedo y a consecuencia de esto el capitán del buque francés La Joven Nelly, intentó hacer otra especulación semejante a la que hizo M. [de] Laforest, pero no salió con su gusto. A pesar de estar apoyada su pretensión por el vice-cónsul M. Vernincie tuvo un desenlace favorable a la república merced de la prudencia de M. Raguenau de la Chainage, entonces Encargado de negocios de Francia en Chile.9 Otro caso. En 1829 agitaba la guerra civil a la provincia de Buenos Aires. El gobierno hizo tomar las armas a los extranjeros allí avecindados, ¿no es verdad que tenía legítimo derecho para ello? Pues el vizconde [François Marie Cornette] de Venancourt que mandaba algunos buques de la estación naval francesa del Río de la Plata atacó de sorpresa a Según la edición de 1835 del Almanaque real, el cónsul general y encargado de negocios de Francia en Chile era Ragueneau de la Chainaye. Almanach royal et national pour l’An MDCCCXXXV, présenté a sa Majesté et aux princes et princesses de la Famille royale, París: A. Guyot et Scribe, pág. 110. 9

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los buques argentinos en la misma rada de Buenos Aires y los tomó prisioneros, sin duda a influjo del cónsul de su nación, M. [Jean Baptiste Washington] de Mendeville.10 El gabinete argentino tuvo que capitular sobre este atentado por no envolverse en guerras. Pero esta transacción dictada por la prudencia y quizá por las circunstancias de la anarquía que oprimía el país, se tradujo por debilidad y prevalido de ello el ministro francés sostuvo fuertes debates con el gobierno sobre la exoneración de sus compatriotas de todo gravamen en la República, sin considerar que siendo domiciliados allí mal podían exceptuarse de la observancia de sus leyes. No pudiendo aquel agente fundar su pretensión en los principios del Derecho de gentes, cometió la extravagancia de fundarla en la legislación francesa, como si ella pudiese nunca regir en un país extraño. Posteriormente, en el mismo Buenos Aires, estando de vice cónsul Mr. Aymé Roger, se suscitaron otras desavenencias igualmente injustas y caprichosas que la primera, ya por que se apresó a un extranjero metido en intrigas políticas, ya porque se castigó a otro por un robo, etc. ¿Y qué diremos del inaudito, del sin igual atentado que la Gran Bretaña cometió contra la misma República de que hablamos mandando a las islas Malvinas la Corbeta de guerra Clio que a viva fuerza se apoderó de ellas? El gabinete argentino no había infligido la menor injuria al inglés, se hallaba en plena paz con él, de suerte que no hizo este último otra cosa que aprovechar de la polémica que el primero sostenía entonces con el gabinete de Norte América sobre la propiedad de las islas que esta le quería arrebatar. Hizo pues el gobierno inglés lo que hace el león,

El episodio se conoce también como el “Ataque del almirante Venancourt”. Esta segunda denominación es equivocada pues Venancourt nunca fue de almirante. Que Medinaceli no fuera parte de la equivocación refleja la calidad de sus fuentes incluso cuando trataba aspectos relativamente menores. 10

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que quita a dos lobos la presa que se disputan. En vano el gabinete de Buenos Aires envió su ministro a la Corte de Londres; en vano hizo este mil reclamaciones o protestas, pues a pesar de todo la Gran Bretaña se ha quedado con las islas Malvinas que como dice un político americano, “le han servido para completar esa cintura de fortalezas con que rodea al globo, para extender su influencia de los mares a los continentes.” ¿No se ha visto también en el Perú al comandante de un bergantín de guerra francés M. du Petit Touars alzar de hecho y por la fuerza en la misma bahía del Callao el embargo que el gobierno de Lima había mandado a la fragata mercante Petite Luisse, por la infracción de sus leyes fiscales? ¿Y no quedó de igual modo impune este ultraje a la nación peruana? Algo más, ¿no se supo que ese comandante había sido premiado en Burdeos con una espada? No es éste el solo ultraje que ha sufrido el Perú. El año 1839, después de la derrota de Yungay, el general [Andrés de] Santa Cruz vino huyendo de Arequipa. Se hallaba a la sazón en el Puerto de Islay el vicecónsul [Thomas] Crompton. Encontrando la noticia de la revolución de Bolivia, no le quedaba otro recurso a Santa Cruz que renunciar al Protectorado de la Confederación Perú Boliviana y ponerse a salvo, embarcándose en aquel puerto. Así fue, pero el vice-cónsul inglés, en cuya casa se asiló aquel general, en vez de haber apresurado su embarque y sabiendo que venía fuerza armada en su persecución, lo detuvo en su casa y en un acto de peligro mandó saltar a tierra la tripulación armada de la corveta inglesa Samarang, para trabar combate con la fuerza peruana, protegiendo el embarque de Santa Cruz. He ahí cómo se violó también entonces el territorio americano a sabiendas y por imprudencia, cuando muy bien se podía salvar al ilustre vencido sin ese ultraje al país. Son también notorias las pretensiones de Mr. Belford Hinton Wilson, Encargado de negocios de la Gran Bretaña cerca del gabinete del Perú, en las desavenencias que han tenido lugar, que, en vez de cortarlas pronto, procuró empeorarlas Wilson. 121

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Y bien ¿cuál es la consecuencia que se deduce de los hechos que acabamos de relatar? Su consecuencia es, que todo nos demuestra que los americanos carecemos de la respetabilidad suficiente para estar a cubierto de las injurias, del desprecio y de las asechanzas extranjeras por falta de unión entre nosotros mismos. ¡Qué espectáculo tan lastimoso ha sido ver, que los sucesos referidos han pasado en medio de la indiferencia general, sin que, excepto la nación injuriada, se haya alarmado ninguna otra de las del continente! Pero, aun es nada esa indiferencia. ¡Lo más admirable es, que al tiempo mismo en que un Estado americano va sufriendo la injusticia más atroz de una potencia extranjera, los demás vecinos van halagando más a esa potencia depresora! El Castillo de Ulúa en México se desploma en medio de estruendos de la artillería francesa, los demás Estados hermanos van estrechando mejor sus relaciones de amistad y comercio con Francia. La misma potencia se prepara al bloqueo general de las costas de Chile y los demás Estados envían sus representantes a Francia y reciben los de esta en sus capitales y puertos francos. Inglaterra va humillando al Perú con graves ultrajes y los Estados vecinos solicitando con adulaciones la benevolencia del Reino británico. El Emperador del Brasil va haciendo una guerra furiosa a la República Argentina para quitarle la Banda Oriental y las demás repúblicas sus hermanas van enviando a porfía sus plenipotenciarios a la Corte de [Rio de] Janeiro, para celebrar tratados de amistad con el opresor de su hermana. Tal ha sido la suerte de los pueblos hispanoamericanos y tal será siempre mientras vivan desunidos. Hoy se presentará un ejército ruso a invadir los Estados de Colombia y las demás repúblicas enviaremos plenipotenciarios al autócrata Alejandro para felicitarlo. Mañana un segundo Tamerlán vendrá a la cabeza de 100 mil tártaros a conquistar a la república del Plata, y las demás enviaremos embajadores en su alcance para que le besen los pies. ¡Fatal condición la nuestra! ¡No sé cómo en semejante estado de cosas pueda ninguno de los Estados de América contar segura su libertad! ¿Y por qué medio se 122

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evitará tamaña desgracia? ¡Con la alianza general! ¿Y esa alianza general, cómo se obtendrá? ¡Con el Congreso continental americano!

Segundo objeto: arreglo del comercio exterior El comercio basado en principios de recíproca utilidad es el principal elemento de la prosperidad de las naciones, a semejanza del gas oxígeno en la economía animal, que favoreciendo la respiración es el principal elemento de la vida. Al contrario, un comercio bastardo y abusivo en que se infringen esos principios de utilidad recíproca, es un elemento destructor para las naciones, a semejanza del gas azoe que en la economía animal extingue la respiración y la vida. Una vez realizada la alianza de los Estados de la América española, una vez puesta esta base formidable de su futura grandeza, debería el Congreso de sus delegados ocuparse inmediatamente en acordar y adoptar un sistema fijo y bien calculado, para el comercio que todos y cada uno de aquellos Estados sostienen con el Viejo Mundo. No se diga que este asunto es peculiar al privativo conocimiento de cada nación americana. No se crea que cada cual pueda por sí sola arreglar del modo que mejor le convenga a su comercio exterior, sin la intervención del Congreso que representa la generalidad de ellas. ¡No Señor! Una larga ¡funesta! experiencia ha hecho conocer a los hijos del Mundo Nuevo, que las potencias extranjeras en orden a comercio, han de siempre imponerles la ley, a cuál más, o a cuál menos, sin que puedan ellos evitarlo en el estado de aislamiento en que se encuentran. Inútil fuera detenerse mucho en la demostración de una verdad, acreditada con millares de hechos que la historia mercantil de cada república registra. Veamos cuáles son las causas esenciales que han intervenido para que estas repúblicas no hayan sacado toda la ventaja que debían y se pusieron a sacar de su interesante tráfico con las altas potencias de 123

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Europa en más de treinta años, que negocian con ellas- No pueden esas causas ser otras que las siguientes: 1ª Causa. La falta de industria en que estos países se encontraron a tiempo de su emancipación del Señorío de España, por la indolencia y egoísmo con que esta los trató, pues todo el mundo sabe que el gobierno colonial, lejos de crear y proteger los diversos ramos de industria fabril que reclamaba el suelo americano para el desarrollo de sus naturales riquezas, solo pensó en explotar sus metales preciosos hasta agotarlos. A consecuencia de esa falta, la América española más que ninguno otro país del globo necesitaba de la industria extranjera para la satisfacción de sus necesidades. Las potencias marítimas de Europa supieron sacar de esa necesidad todas las ventajas posibles, imponiendo a los aislados y discordes pueblos de América el yugo de un sistema oneroso con el comercio, sistema según el cual eran mayores las pérdidas que las ganancias para el americano y viceversa, mayores las ganancias que las pérdidas para el europeo. El oro y la plata han sido y son todavía hasta hoy el principal artículo de retorno que nuestros países dan en cambio de las manufacturas traídas de Europa para el consumo. Principal retorno decimos, porque los demás productos naturales de los reinos animal y vegetal que se reciben por aquella, saldan una parte bien poco considerable del valor de nuestros consumos. Este modo de comerciar es por sí solo bastante desventajoso. Pero no es esto todo. Lo peor es que en vez de reducirse los países de América a comprar únicamente aquellas manufacturas de que carece con exclusión de las que tiene, han comprado y compran al extranjero todas cuantas este quiere venderles, tengan o dejen de tener necesidad de ellas. Si este abuso funesto se debe en parte a la chambonada de los americanos, también es debida por 124

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otra a la misma necesidad de que como acabamos de decir, han aprovechado muy bien los extranjeros. 2ª Causa. La ignorancia de los países de América en los cálculos mercantiles, pues, así como el gobierno español no pensó en propagar las artes y ciencias útiles en sus colonias, tampoco pensó instruirlas en el arte del comercio, que solo puede ser el resultado de los progresos de la industria fabril. Semejante el Nuevo Mundo en los primeros días de su independencia a un atolondrado joven que acaba de salir de la tutela de un albacea déspota y que se deja en el manejo de sus intereses engañar con cualquiera, empezó en sus relaciones comerciales con el Viejo Mundo a cometer errores que le han hecho retroceder muy mucho en el camino de la civilización. Todo el mundo sabe que en la época del coloniaje no se conocía otro sistema de comercio que el absurdo monopolio de la Metrópoli española con sus colonias, las cuales estaban reatadas a dar únicamente a aquella todos sus productos naturales de retorno, incluso lo principal que son los metales preciosos y recibir también de sola ella cuantas manufacturas se necesitan para el consumo interior. La España que jamás ha figurado en [el] mundo como país industrioso, la España que siempre ha formado la retaguardia de la civilización, no pudiendo surtir la América de sus propias manufacturas compraba por su cuenta las de otros países de Europa, para revenderlas a caro precio. Dos escuadras estaban encargadas cada año de verificar el comercio de la Península con sus colonias. La primera, llamada “La escuadra de los galeones”, venía a los puertos de Cartagena y Puerto Cabello donde acudían los comerciantes del interior a hacer las comprar y permutas de las mercaderías de la Metrópoli con los productos del país. La segunda escuadra, llamada La Flota, venía de la Península con dirección a Veracruz, donde recogía los tesoros 125

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de la Nueva España, para regresar reunidas ambas en la Habana. Esta operación se repetía anualmente, sin que ningún año puedan pasar las manufacturas ultramarinas internadas al consumo de las américas de 27,000 toneladas. Comerciar directamente con cualquier extranjero era un crimen. El contrabando se castigaba con la pena capital y aún se sometió su juzgamiento a los tribunales de la Inquisición. Semejante monopolio daba a España un 200 y aun 300 por ciento de ganancia. Sevilla era el único puerto donde se daban y recibían los cargamentos de este célebre comercio y allí se hallaba establecido el Tribunal mercantil llamado Casa de Contratación, destinado al arreglo del tráfico entre la Metrópoli y sus colonias. Pues bien, ¿qué pericia podían tener los americanos en orden a comercio, puesto que se hallaban sujetos a una tutela tan odiosa? Nada extraño es pues, que, consumada la obra de su emancipación, hubiesen estipulado con otras potencias de la misma Europa esos tratados de comercio libre que forman la sátira de su civilización y que no tienen ejemplo en los países verdaderamente comerciales. 3ª Causa. Es el servilismo de los gobiernos americanos que por miras de personal conveniencia han favorecido la expoliación de los extranjeros ejercida sobre estos pueblos inexpertos. Ora por adquirir un prestigio inmerecido ante las cortes europeas, ora por contar con el apoyo de ellas para sostenerse en el mando, otra por error en la adopción de falsas doctrinas de economía política, ora por malicia en aplicarlas con fines siniestros a unos países cuyos intereses son incompatibles con aquellas, ello que los mandatarios de la América han vendido la patria al extranjero. Los congresos que podían y debían evitar este mal en su curso, tampoco lo han hecho y más bien han seguido la misma huella que los ejecutivos. 126

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Y viendo patentemente que el resultado inmediato de tal conducta era la decadencia de las industrias nacionales, han querido hallar el remedio en leyes aduaneras no menos absurdas que sus tratados de libre comercio. Con tal fin, se han repetidas veces recargado de impuesto a todos aquellos artefactos de Ultramar que [no] se podían obtener en el país, ¿y han conseguido con esto su objeto? ¡No y mil veces no! Porque el extranjero, subiendo proporcionalmente el valor de sus mercaderías, ha hecho recaer en los consumidores, es decir, en los mismos pueblos esos fuertes impuestos que se creía recayesen sobre él. Así pues, las leyes de aduana solo han servido para aumentar ingresos fiscales, imponiendo una nueva especie de contribución indirecta al pueblo y por consiguiente para aniquilar con más rapidez la naciente industria americana. La historia mercantil del mundo hispanoamericano no es en su mayor parte otra cosa que una larga serie de lamentables decepciones. Ved ahí en resumen las tres causas principales que han concurrido, para que el comercio exterior haya hecho más mal que bien, a saber: falta de industria, funesto legado del egoísmo peninsular, que nos puso a merced de Europa; inexperiencia de los americanos para comerciar bien con aquella, y falta de patriotismo en nuestros gobiernos y legislaturas. De esta manera la América, de la dependencia política ha pasado a la dependencia mercantil, del vasallaje de una sola monarquía (España) al vasallaje de muchas potencias, de una esclavitud llamada de derecho a esa esclavitud establecida de hecho. Preciso es, pues, también sacudir este nuevo yugo como se sacudió el yugo de la Conquista. Preciso es que a la emancipación política se siga la emancipación mercantil, a la victoria sobre un amo, la victoria sobre ciento, y a la libertad nominal, la libertad real y efectiva. Más claro: es necesario que, así como supimos hacernos libres por las armas, sepamos también hacernos ricos y grandes por la industria. Tal es, tal puede y tal debe ser la mira del Congreso 127

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americano al arreglar el comercio de los Estados del continente con el Viejo Mundo. Según esto, las dos grandes bases en que debe reposar ese arreglo mercantil, pueden ser los siguientes: 1ª Protección decidida a las industrias nacientes de la América. Se conseguiría esto prohibiendo la internación de todas aquellas mercaderías que bien o mal se fabrican en los países americanos y recibiendo únicamente las que no se hacen aquí. Nadie ignora, que la concurrencia solo reanima y perfecciona la industria, cuando la nacional se halla poco más o menos al nivel de la extranjera. Mas, cuando (como sucede al presente) la industria europea está en el apogeo de su perfección y la americana en su infancia, ¿cómo se pretende que esta rivalice con aquella? ¡Imposible! Con la admisión del comercio libre no se hace pues otra cosa que arruinar a los industriales del país, privándoles de la ganancia que se les hace arrebatar con el extranjero, quitándoles el capital, requisito indispensable para la mejora de sus productos y en fin disminuyendo más y más el trabajo, fuente de la producción de las riquezas. De aquí esa pobreza creciente que se advierte en nuestros pueblos y de aquí también la desmoralización, la ignorancia, la abyección y demás consecuencias necesarias de esa pobreza.11 2ª Base general, que debe adoptar el Congreso, la conquista de las industrias europeas de que la América española carece hasta hoy. El objeto del comercio no es solo adquirir los productos de que se carece en cambio de los que se tiene de sobra, sino también el cambio, la circulación, digamos así, de los conocimientos humanos, Se dice que el comercio es el civilizador del mundo, porque En este y en los siguientes párrafos, Medinaceli enuncia por primera vez en América Latina el argumento de la protección a la industria incipiente en conexión con las políticas de integración del mercado regional y el aprendizaje tecnológico. 11

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mediante él se ponen en contacto los pueblos más lejanos, se comunican sus ideas y descubrimientos, y de este modo camina el linaje humano con pasos acelerados a la perfección, para que fue creado. Luego, un pueblo culto, un gobierno ilustrado, al celebrar sus tratados de comercio con otros pueblos y gobiernos, no debe perder de vista la adquisición de nuevos descubrimientos, de nuevas industrias que todavía no posee. Muy poco o nada hemos pensado en este punto los americanos. Parece que nos contentamos con proporcionarnos los artículos de consumo en cambio de nuestro oro y plata, sin cuidar de saberlos hacer por nosotros mismos. La mayor ventaja que se pudo sacar del comercio exterior, consiste pues en adquirir con nuestros metales preciosos, no tanto los productos de la industria europea, cuanto esa industria misma. Se llegaría a este feliz resultado comprando por caras que fuesen toda clase de máquinas y aparatos de fábrica, y sobre todo contratando a cualquiera costa profesores que vengan a la América a enseñar su industria, a plantear esas fábricas. Se ha alegado muchas veces que el egoísmo extranjero no daría su propia industria a ningún precio por no privarse de las perpetuas ganancias que tiene aseguradas con solo sus productos. Este argumento está solemnemente desmentido por el testimonio de los hechos: pues mil adquisiciones que varios Estados americanos han hecho y el mismo progreso de cada país del mundo que de atrasado se hace industrioso, demuestran victoriosamente lo contrario. Por otra parte, si la América necesita de Europa por sus artefactos, Europa necesita mucho más todavía de la América por sus metales preciosos y mil otras producciones naturales, que ella no tiene. Esto no quiere decir, que cuando el Mundo americano dijera al Mundo europeo: “Arreglemos mejor nuestros contratos mercantiles. No puedo darte mi oro y plata únicamente por los productos de tu industria, sino por tu industria misma, que quiero y 129

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necesito aprender siquiera en parte, sin perjuicio de comprarte cuantos productos necesite”. Cuando tal le dijese (repetimos), tendría aquél que aceptar la propuesta mal de su grado, porque de otro modo, por privar a la América de una ventaja, tendría él que privarse de diez o veinte, capricho que por cierto no está ni en la naturaleza de los individuos, ni en la conveniencia de los pueblos. Últimamente, ¿no es verdad que la declaratoria solemne del Congreso continental, acogiendo esas bases para el comercio americano con las altas potencias de Europa, daría mayor fuerza todavía a esas razones de mutua conveniencia que acabamos de aducir? ¿Cómo figurarse que resista el extranjero admitir ese equilibrio mercantil en la balanza de sus negociaciones? ¿Y dado caso que lo quisiera resistir, lo podría? ¿Lo podría contra el Coloso de la América aliada, como lo puede contra una aislada república en la actualidad? ¡No sin duda! Ved ahí pues la grande, la inapreciable ventaja que se trata de obtener del Congreso general de los Estados de la América relativamente a comercio.

Tercer objeto: paz interior, garantías recíprocas Nada importaría ponerse a cubierto de la ambición extranjera por medio de la alianza defensiva, y libertarse de sus espoliaciones por medio de un sabio arreglo de comercio, si acaso hubiera todavía que temer asechanzas interiores. No solo hay que evitar la guerra de potencias europeas, sino igualmente y quizá más la guerra entre los mismos Estados americanos, cuyos gobiernos por miras de engrandecimiento no se paran en suscitar disensiones intestinas que escandalizan al mundo civilizado, concitan para nuestras repúblicas el odio y desprecio extranjeros. En efecto, a funesto beneficio de nuestras guerras fratricidas, los extranjeros [han] formado de nuestros países el mismo concepto que de las regiones berberiscas del África septentrional. 130

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Una ojeada ligera a nuestra historia política y militar bastaría para persuadirse de tan evidente verdad. Nacidas las repúblicas americanas del fuego de la guerra, adquiridas sus soberanías en los campos de Marte con los laureles de la victoria, y en medio del estruendo de las metrallas, muy natural era que hubiesen conservado en su propio seno ese espíritu belicoso tan favorable al principio para emanciparse, como perjudicial después para constituirse. A este legado que dejó la guerra de la independencia, se añadió también el seductor ejemplo que en el Antiguo Continente ostentaba Napoleón Bonaparte con el ruido de sus conquistas. Este guerrero extraordinario guiado por su brillante estrella, proponiéndose realizar la idea quimérica de una monarquía universal, levanta el alcázar de su omnipotencia sobre las ruinas de la Revolución francesa y convierte toda Europa y parte del Oriente en el teatro de las hazañas que dejan atónito al Orbe. Mientras esto pasa allí, se agitaban recién aquí en América las ideas liberales que introdujo a fines del pasado siglo la Revolución de Francia como resultado de los progresos de la filosofía (cuya aurora señaló la época de Luis XIV) y del ejemplo de Norte América, primer pueblo libre del Nuevo Mundo. Triunfantes esas ideas liberales con la Revolución francesa y encarnadas con la aparición de las nuevas repúblicas que reemplazaron a los antiguos virreinatos, era de esperar que comienza para la América una edad de oro; era de esperar una paz octaviana y con ella la marcha normal de la industria e instituciones sociales. Pero desgraciadamente no fue así. A la ambición castellana reemplazó la ambición de los mismos caudillos americanos. Sin más títulos que la inmoralidad y la osadía se levantaron unos cuantos soldados queriendo parodiar en el Nuevo Continente el personaje de Bonaparte. Ya un mandatario interviene en los asuntos domésticos de un país vecino, ya otro busca pretextos para apropiarse un territorio ajeno, ya este gabinete quiere mezclarse en los negocios de otros gabinetes, ya aquel pretende influir sobre la suerte de tal o cual Estado débil. Aquí se suscita una querella, allí 131

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se provoca un odio, acullá se prepara una expedición vandálica. En fin, la Santa Causa de la Independencia comienza a desacreditarse con semejantes abusos y a estas disensiones entre repúblicas vecinas se sigue la anarquía interior que prepara a cada una de ellas días más aciagos todavía. Se acude por remedio de la discordia civil a esas dictaduras militares, que si bien sostienen por un tiempo el orden interior acarrean en despique otros inconvenientes de igual o mayor trascendencia, pues domina el militarismo y con el militarismo el espíritu de conquistas. Veamos algunos de los muchos sucesos que confirman esta amarga verdad. Su evidencia histórica nos conducirá mejor que los fríos cálculos a realizar cuanto antes la grandiosa idea del Congreso americano, remedio único para contener ese cáncer que cunde por el cuerpo del Mundo Nuevo aniquilando los gérmenes de su vida. ¡Sí! Veamos; el primer ejemplo de intervención armada con que se escandalizó a la América española fue la del general don Agustín Gamarra el año [18]28 sobre Bolivia con pretexto de la revolución estallada en abril de aquel año contra el vencedor de Ayacucho, Antonio José de Sucre, entonces Presidente de la república. Sea que los revolucionarios de Chuquisaca hayan o no tenido razón para descontentarse con la Constitución política de aquella época, sea que haya convenido o dejado de convenir al país la Presidencia del Gran Mariscal y su prerrogativa de elegir sucesor para el caso de muerte, nada tenía que ver [en estos asuntos] el gabinete de Lima.12

El autor se refiere a la Constitución boliviana o “vitalicia”, aprobada por Bolivia y Perú en 1826. Simón Bolívar buscaba con ella sentar las bases de una Federación andina compuesta de seis Estados: tres correspondientes a Colombia, dos a Perú y uno a Bolivia. Casi de inmediato, sin embargo, la Carta empezó a ser rechazada por los opositores al Libertador y condujo a la expulsión del Ejército auxiliar colombiano de ambos países. 12

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Sin embargo, esa maldita inclinación de mezclarse en ajenos negocios y las instigaciones de Gamarra indujeron al Presidente de Perú, [José de] La Mar, a la intervención. A la cabeza de 6.000 hombres pasó el Desaguadero don Agustín Gamarra, se apoderó de las plazas de la Paz (cuyo departamento quería conquistar) de Oruro y Potosí; arrancó por la fuerza los Tratados de Piquiza y en una palabra se enseñoreó como un verdadero conquistador, violando el territorio boliviano y haciendo flamear en nuestras plazas sus banderas so pretexto de mediar la revolución a favor del general Sucre. En el propio año y el mismo gabinete de Lima provocó otra guerra contra la república de Colombia. Con tal motivo volvió a ver el continente sudamericano otra expedición, la del general Juan [José] Flores, que fue nombrado por el gobierno de Colombia General en Jefe del ejército organizado contra el Perú, cuyas fronteras septentrionales asomó esa fuerza colombiana. Fue a consecuencia de este suceso que Gamarra llamado por La Mar desocupó recién el territorio boliviano. Echando la vista hacia las repúblicas del Río de la Plata [encontramos] igual espectáculo. Representábase allí el sangriento drama de la guerra exterior acompañada de las discordias civiles, drama en cuyas prolongadas escenas se desarrollaban todos los errores, todos los crímenes y las heroicas acciones que engendra el furor de las pasiones. Un caudillo aventurero [José Gervasio] Artigas, quería reproducir en el Uruguay las incursiones tártaras de la Edad media imitando los hechos de los [Gengis Kan] y los Tamerlán. Pregonando ambición y tiranía respirando, atrae sobre su patria el odio de los vecinos pueblos. Ya abre la guerra a Buenos Aires, ya sorprende al Paraguay, ya revoluciona la provincia de Santa Fe, ya se lanza a Entre Ríos, ya busca apoyo en las hordas salvajes del Chaco. También Buenos Aires, dirigido al principio por hombres de ideas retrógradas e inmerecidas aspiraciones, se opone a la independencia de la Banda Oriental, pretendiendo sujetarla para siempre a su dominación 133

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porque en tiempo del Coloniaje pertenecía al Virreinato del Río de la Plata. Es así como un país tan bello como es la República de Uruguay, fluctuando entre la ambición del Imperio del Brasil y la del gabinete argentino y la tiranía de Artigas, deja de entregarse a los progresos materiales y morales a que está llamada por su importante situación geográfica y los dones de la naturaleza. Entre tanto por la República mexicana un militar educado en los campamentos de los Callejas y Venegas, que sosteniendo la causa del Rey hicieron correr a torrentes la sangre mexicana, aprovechó el estado inseguro de la democracia para proclamarse Emperador: éste fue [Agustín de Iturbide]. Más tarde y a la muerte de este, sus imitadores de ambición, sino aspiraron a la corona, aspiraron también a la conquista de Centro-América, por su vecindad y porque antes había corrido la suerte de México. Volvamos al Perú y Bolivia: amagos de guerra y nueva querella entrambos países por los años [18]30 y [18]31. Casi al mismo tiempo, guerra entre la Nueva Granada y el Ecuador. Poco después, el año [18]35, intervención del general Santa Cruz al Perú con pretexto de la revolución de [Felipe Santiago] Salaverry contra el Presidente Luis [José de Orbegoso]. Batallas de conquistador en los campos de Yanacocha, Ninamba, Uchumayo y Socabaya, división de la República peruana en dos, federación de ellas con la de Bolivia, ruptura de equilibrio político en el Sud de América. Luego y en consecuencia de esa simulada conquista, se forma la liga de las repúblicas chilena y argentina contra el Protector de aquella Federación: batallas de Iruya y Montenegro por parte del Sud con los argentinos, campañas con los chilenos por la parte del Norte, expediciones de los generales de Chile [Manuel] Blanco Encalada y [Manuel] Bulnes, batalla de Yungay o derrota de Santa Cruz y caída de la Confederación. 134

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No es esto todo. En los posteriores años, nuevas cuestiones entre Bolivia y el Perú, provocadas por aquél, pretensiones de indemnización por daños causados por Santa Cruz en su intervención (intervención llamada, solicitada, exigida por el mismo gabinete peruano), otras pretensiones sobre comercio, queriendo mil regalías y privilegios. Finalmente, otra invasión vandálica del Generalísimo de las armas peruanas, Agustín Gamarra contra Bolivia el año [18]41 por noviembre, con pretexto de haber estallado en esta república la revolución titulada regeneradora por junio de dicho año, deponiendo al presidente [José Miguel de] Velasco y llamando nuevamente a don Andrés de Santa Cruz, revolución que ya cayó por la reacción de los mismos pueblos, que sostuvieron la restauración de febrero del año [18]39. Sin embargo de cesar el motivo en que el Generalísimo peruano apoyaba su tártara invasión, no quería desocupar el territorio boliviano; se apodera de La Paz, blanco de su conquistadora codicia, y repitiendo su tentativa del año [18]28, declara ese departamento territorio del Perú. Batalla de Ingavi ganada por el general Ballivián, derrota de los invasores peruanos y muerte de su Generalísimo y Presidente Gamarra. Bien, hemos citado ligeramente los hechos que más se nos han venido a la memoria. Por esta ligera reseña histórica se deja conocer que el espíritu militar y las tendencias de dominación prevalecen en nuestras nacientes repúblicas sobre el espíritu de paz y de industria, que la civilización moderna proclama como principio fundamental de la riqueza y del poder de un Estado. El Congreso continental americano está pues llamado a poner término entre otros a este mal. ¿Y cómo lo contendrá?, se nos preguntará sin duda. Respondemos, que de un modo bien sencillo: haciendo que cada república preste a todas y todos a cada una la garantía más solemne de no atentar en manera alguna a su nacionalidad e independencia. Nos argüirán tal vez, que los terminantes preceptos del Derecho Internacional, que es el Código de las naciones, garantiza suficientemente la soberanía 135

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de cada Estado, pero semejante argumento sería muy ajeno [a] la sensatez, porque los principios del Derecho de gentes, destituidos de una autoridad general, destinada a hacerlos cumplir, apenas son otra cosa que unos simples consejos. Un Estado débil los acata por necesidad y otro fuerte los infringe porque puede. Ejemplos mil así lo demuestran.13 Una ley para merecer el nombre de tal no basta que tenga promulgación, es preciso que además tenga sanción, y mal puede haber sanción donde no hay una pena inherente a la infracción de la ley, ni esa pena donde no hay un poder autorizado para infligirla. Ahora bien, el código de las naciones que llamamos Derecho de gentes cuenta con la promulgación, puesto que se haya reconocido por todos los pueblos cultos, pero carece de sanción [por] el mero hecho de no tener las naciones juez alguno sobre la tierra, ni reconocer otra autoridad que la de Dios. Así, la reivindicación de los derechos por la fuerza, es decir, la guerra, es el último recurso de un Estado para alcanzar justicia. ¡Fatalidad tremenda! ¡Funesta contradicción! ¿La debilidad ofendida por la fuerza [tiene] que buscar la justicia en esa misma fuerza de que carece? Esto importa lo mismo que decir a un hombre que se ahoga, que permanezca más tiempo dentro del agua para no ahogarse. Aparte de más razonamientos, es indudable que una estipulación general entre las repúblicas hispanoamericanas por medio de sus plenipotenciarios en el Congreso acerca de las reciprocas garantías de que hablamos, acompañada de un arreglo formal de límites (debiendo por punto general respetarse los actuales) y sobre todo de la institución de medios coercitivos por parte de las demás repúblicas contra la que infrinja esa estipulación, es indudable (repetimos) que esta sabia y poderosa medida diera al Derecho de gentes toda la efectividad de que El autor define con precisión las limitaciones del derecho internacional y, por ese medio, recuerda la función primordial de los proyectos confederativos bolivarianos: establecer una ley de naciones con una jerarquía legal equivalente a una constitución. 13

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carece. De un mero consejo lo convirtiera en una ley positiva. Ved ahí un grano de arena convertido en una montaña estupenda, una gota de agua transformada en un Océano inmenso. Por supuesto, es consiguiente a esta medida (y aun parece excusado decirlo) que las diferencias o querellas suscitadas entre las repúblicas aliadas se dirimirían por el gran Congreso, a cuyo arbitramiento debieran estar sujetas todas. El Congreso, para fallar en estos casos […] observaría todas las formalidades que para el arbitraje establece el Derecho de gentes. ¿Puede darse un mejor estado de cosas? Si tal institución ofrece algunos inconvenientes, ¿pueden nunca estos ser mayores que los que con tanta enormidad y frecuencia se presentan en el estado actual de división? ¡Ah! ¡Meditad bien, hombres de Estado! ¡Conductores de las naciones, árbitros de la humanidad! ¡Meditad bien sobre este punto! ¡Reconoced los altos fines de ese nuevo Consejo anfictiónico, que cuanto antes deseamos ver en el Nuevo Mundo!

Cuarto objeto: comercio y navegación interior, moneda, peso y medida comunes Hemos llegado al punto más importante. América debe ser comerciante por mil motivos, más comerciante que Europa. Para convencerse de esto, basta echar la vista al plano geográfico. Su situación: los mares que en todas direcciones bañan este basto Continente, la multitud de caudalosos ríos que por todas partes cruzan sus territorios, las bahías, golfos, lagos, estrechos y zunds, que se ven diseminados; todo, todo contribuye a llamar la atención de los pueblos americanos hacia las tareas marítimas y comerciales. Sobre todo, la variedad infinita de producciones naturales que encierra su suelo, así en el reino animal, como en el vegetal y mineral, variedad que se halla tan sabiamente distribuida por la mano omnipotente del Creador, hace aún más activo el comercio entre estos países. 137

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Si por su común origen y por la identidad de su idioma culto, de su religión, costumbres y forma de gobierno, están los Estados de la América española precisados a estrechar sus vínculos en fraternal armonía, lo están aún más todavía por la permuta de sus variados productos y por la facilidad y abundancia de comunicaciones entre ellos, tanto por mar cuanto por ríos navegables. Según esto, el porvenir de las repúblicas hispanoamericanas, su futura grandeza, el colmo de su civilización consisten, pues, en fomentar a todo trance ese comercio activo a que están llamados por la misma naturaleza y remover cuántos obstáculos se opongan a su desarrollo. Tal será la obra del Congreso continental, cuyas deliberaciones, las más serias y de preferencia, deben recaer sobre este asunto inmediatamente después de los arreglos puramente políticos. Ya dijimos en otra parte y volvemos a repetir aquí, que los Estados americanos en el arreglo de su comercio, a más de aquellos principios de utilidad recíproca que hemos dejado sentados por sus relaciones mercantes respecto a Europa, deben tomar por base la mutua protección que naturalmente se deben como pueblos hermanos y aliados. Partiendo de este principio, el Congreso continental debe declarar por punto general que cualquiera de las repúblicas aliadas en la alternativa de recibir para su consumo interior una mercadería de una potencia europea, o bien de una americana, debe preferir precisamente la de esta última aun cuando sea de calidad inferior a la de la mercadería europea y de precio más subido. Pues que el objeto principal es y debe ser dar la protección más amplia y decidida a las industrias del país. Y pues que, por otra parte, cualquiera pérdida que al principio parezca experimentar la república contratante, prefiriendo la mercadería americana a la extranjera, será muy en breve una positiva ganancia, tanto porque se hace otro tanto con ella por parte de las otras repúblicas aliadas, cuanto porque esos capitales, que hubiesen ido a poder de las naciones trasatlánticas, quedan en el continente para reanimar más con su circulación la industria americana. 138

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Tan palmaria es esta verdad en economía política, que sería demás el detenerse en mayores reflexiones para esclarecerla. Últimamente es una máxima Primun mihí secundum tibi, máxima generalmente reconocida por todos los pueblos civilizados de uno a otro polo del mundo. Sabido es que las dos industrias, la fabril y la mercantil, se dan la mano mutuamente una a otra en tales términos que aquella no puede prosperar sin esta, ni esta sin aquella. Ensanchando la esfera de su comercio recíproco, los Estados americanos desarrollarán también mejor sus industrias agrícola y fabril, puesto que la agricultura suministra a las artes las materias primarias que explota en bruto de la tierra, y las artes modificando y combinando esos productos brutos suministran al comercio los numerosos y variados artículos de cuyo transporte se ocupa. Ahora bien, el complemento de las medidas que el Congreso americano debe dictar para el arreglo y la preponderancia del comercio continental, debe ser infaliblemente la formación de un código marítimo que defina de una manera clara y terminante los derechos y obligaciones recíprocas de cada república con las demás, y de las demás con cada una relativamente a navegación y comercio. Para la redacción de este código deben tomarse por bases aquellos axiomas del Derecho de gentes proclamados por la moderna civilización y universalmente adoptados en todo el mundo culto, como las mejores garantías de la libertad del comercio, del respeto sagrado de propiedad, del uso inocente de los mares y de los derechos de países neutrales en tiempos de guerra. No es al presente nuestro objeto engolfarnos en los minuciosos detalles de la legislación marítima que abraza tantas y tan diversas partes, tarea ajena de estos reducidos artículos o aún más ajena todavía [a] la naturaleza del asunto que nos ocupa. Así únicamente sentaremos las bases que hemos dicho ser indispensables, para que el Congreso americano formule el código marítimo. Esas bases son las siguientes: 1ª la completa abolición del corso marítimo, que para vergüenza de la civilización del siglo ha estado en 139

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uso en casos de guerra hasta ahora poco, y ¡contradicción extraña!, lo está aún hoy mismo en muchos países, siendo, como es una traba funesta para la libertad y seguridad del comercio, que todas la naciones tienen interés en proteger; 2ª la adopción del principio incuestionable de que excepto el contrabando de guerra, el pabellón neutral cubre las mercancías del país enemigo, las cuales y sus buques transportadores no pueden por lo mismo ser confiscables; 3ª el reconocimiento de este principio, no menos inconcuso que el anterior, a saber: que el pabellón enemigo sin embargo de ser tal, cubre las mercancías neutrales, así como el neutral cubre las enemigas, pues las razones que en ambos casos inversos militan son las mismas y se reducen todas al respeto de la propiedad inofensiva; 4ª y última, la adopción de la sabia máxima de que los bloqueos, para ser efectivos (esto es, para producir los efectos que el Derecho de gentes reconoce) deben ser sostenidos por una fuerza marítima capaz de impedir realmente el acceso de los buques mercantes neutrales al litoral y puertos de la potencia bloqueada. Estas cuatro bases son correlativas e inseparables porque la falta de cualquiera de ellas dejaría incompleta la preciosa garantía que en favor de las propiedades se quiere establecer para que el comercio florezca. Pero desgraciadamente, estos principios tan vitales para el comercio de todas las naciones han sido torpemente hollados en tiempo de guerra. El mar, las costas y los ríos navegables se han [convertido] en el teatro de depredaciones que escandalizan al mundo. Y lo peor es que las potencias europeas, que hacen más alarde de profesar las leyes de la justicia universal y que tienen mayor interés en ampliar las garantías del comercio, son las primeras en abjurar aquellos principios tutelares, como lo haremos ver con el ejemplo de Inglaterra, que siendo nación tan comerciante y tan decidida por el reinado de la razón, ha atropellado cuantas veces ha querido esas reglas de justicia universal que tanto blasona y que hacen resonar tan alto a la faz del Orbe su gabinete y sus parlamentos. 140

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En 1756 atacaron sus almirantes en plena paz a una flota francesa. En 1802 hicieron otro tanto con las fragatas de España que regresaban a sus puertos cargadas de los tesoros de México. Al siguiente año 1803 en que se suscitaron querellas entre los gabinetes francés y británico, la armada de este se preparó al rompimiento de las hostilidades, o por mejor decir las comenzó por la toma de los buques mercantes de Francia. En sus diferencias con Dinamarca, más de una vez ha atacado el puerto de Copenhague y confiscado sus navíos mercantes, infringiendo las formalidades prescritas por el Derecho para los casos de guerra. En la lucha continental suscitada por la ambición de Bonaparte, se ha visto a las escuadras navales inglesas bloquear indistintamente y sin observar garantías de comercio los puertos de cualquier potencia marítima ligada de grado o por fuerza a la causa de Napoleón y opuesta a la Santa Alianza. No […] sólo el gabinete de Londres, cuantas veces ha convenido a sus intereses, ha promovido y ventilado con ardor cuestiones sobre el valor de la garantía que a los pabellones se atribuye. Tales son los abusos de las potencias fuertes. Los Estados débiles, por su parte, han sostenido también por error o por capricho la conveniencia del corso marítimo como medio necesario para debilitar a un enemigo poderoso que les declara la guerra. Alegan para ello la impotencia de formar una escuadra capaz de hacer frente a la contraria, ¡qué error! Por lo mismo que son débiles tienen mayor interés en la abolición del corso, puesto que los enemigos poderosos podrán abusar mejor de este género de hostilidad tan innoble como pernicioso para los ciudadanos pacíficos. Dígasenos, ¿en qué contribuyen a la victoria los corsos?, ¿qué influencia pueden tener contra grandes flotas de guerra esos pocos aventureros nacionales o extranjeros que del gobierno de un Estado beligerante obtienen el patente de corso, no tanto por contribuir a la victoria sobre el enemigo, cuanto por improvisar fortuna, robando a súbditos desarmados e inofensivos? Visto es pues que la hostilidad del 141

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corso perjudica demasiado al comercio atacando la propiedad particular inofensiva y hace poco o nada contra el enemigo armado, cuya fuerza se trata de debilitar. Convencidos de estas verdades los principales gabinetes de Europa […] han […] promulgado solemnemente las cuatro bases que dejamos sentadas para la redacción del código marítimo americano, como se ve en el Tratado de París celebrado en 16 de abril del año 1856 entre Francia, Austria, el Reino Unido […] e Irlanda, Prusia, Rusia, Cerdeña y Turquía.14 Este famoso Tratado, que ha restablecido la paz en Europa después de tan larga y desastrosa guerra, que hemos presenciado entre el Imperio ruso y la Sublime Puerta Otomana, a cuyo favor se formó la Liga Europea, este Tratado presidido de tanto incendio y devastación y de la toma y demolición de la formidable Sebastopol, es hoy día el modelo clásico que se presenta a la diplomacia del mundo entero para el arreglo de los negocios continentales. Los gabinetes de Francia e Inglaterra han tomado a su cargo negociar ante todos los gobiernos del Antiguo y Nuevo Mundo la adopción de los cuatro principios que señalamos como bases para nuestro Derecho público marítimo. Con tan noble objeto han dirigido sus comunicaciones oficiales por todas partes. El Ministerio boliviano los ha recibido y acogido la proposición de los cuatro puntos con el vivo interés que se merecen. La Nueva Granada ha hecho lo mismo, como lo aseguró a nuestro gabinete el señor Lino de Pombo, Ministro de Relaciones Exteriores de aquella república en su honorable invitación del 20 de septiembre de ese año, datada en la

El Tratado de París de 1856, concluido luego de la Guerra de Crimea, restringe la influencia de Rusia sobre Valaquia, Moldavia y Serbia; deja al país sin acceso soberano al Danubio, y el Mar Negro se convierte en territorio neutral. Los intelectuales de mediados del siglo XIX citan el Tratado por otro motivo importante: prohíbe las patentes de corso; es decir, el empleo de mercenarios a las órdenes de ejércitos nacionales. 14

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capital de Bogotá. De Chile, Buenos Aires y Paraguay sabemos otro tanto, de manera que cada día se generalizan más y más aquellos sabios principios proclamados por el Congreso de plenipotenciarios reunido en París para poner término a la guerra continental. Y no se diga que son nuevos estos principios, pues se les ha concedido y presentádoles como proyecto a muchos gobiernos desde ahora cuarenta años por el gabinete norteamericano, quien (justo es recordarlo en honor suyo) tanto por la extensión de sus intereses mercantiles, cuanto por la sabia política que profesa, no ha cesado desde esa época de negociar ante todos los gobiernos su adopción. En los tratados de comercio y navegación que en 1833 tuvieron lugar entre las repúblicas boliviana y chilena fueron ya acogidos en términos (si mal no recordamos) poco más o menos análogos a los […] que nos presenta el Congreso de París. En [1]842, Venezuela y Nueva Granada estipularon iguales bases para que no sufra daños el comercio de ambas repúblicas en caso de empeñarse en alguna contienda. Algo más hizo el gabinete Granadino, tanto en el tratado que mencionamos, como en los que ha concluido el pasado año [18]56 con las repúblicas de Ecuador y Costa Rica: se ha acordado “que no se interrumpirán (se entiende en caso de guerra) las relaciones mercantiles entre los pueblos y habitantes de los Estados contratantes ni por mar ni por tierra, pudiendo ellos por lo tanto traficar con plena libertad con toda clase de mercaderías generales de permitida importación, o que no sean contrabando de guerra en sus propios buques, carruajes o caballerías, sin que puedan ser apresados, embargados o secuestrados por vía de hostilidad sino en los casos y conforme a las leyes reconocidas del comercio; excluyéndose de esta libertad de tráfico únicamente los territorios que fueren actual teatro de operaciones militares y las plazas que se hallen situadas o bloqueadas por una fuerza capaz de impedir la entrada en ellas.” Esta regla [además de] las que dejamos expuestas forman una completa doctrina sobre la cual el Congreso continental americano 143

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pudiera basar sus cálculos con el mejor éxito para formular el derecho marítimo americano, que indudablemente llegaría a ser el código universal de ambos mundos, antiguo y nuevo, según se deja presagiar por la uniformidad de ideas que por todas partes se desarrollan. Podemos asegurar a punto fijo, que no han hecho las altas potencias de Europa y Oriente en el referido Tratado de París del año [18]56 otra cosa que canonizar o hacer triunfar, digamos así, esos principios ya desde tiempos atrás reconocidos. Y promulgados, aunque no sancionados. Ni podía ser de otro modo, pues ¿cómo no dar una plena garantía a las propiedades neutrales, y a las personas y propiedades inofensivas de súbditos pacíficos de los Estados beligerantes en una época, cuál la nuestra, a mediados del siglo décimo nono, en que la guerra se halla tan regularizada que se respeta aun la propiedad y persona de los mismos enemigos combatientes, cuando ya están desarmados y rendidos? Así lo prescribe el Derecho y esta consideración por sí sola basta para dar mayor fuerza a la doctrina por cuya universal acogida abogamos. Concluiremos nuestras indicaciones para el Derecho público mercantil, recomendando siquiera ligeramente un punto de urgente y vital exigencia para los progresos del comercio continental de la América. Es la uniformidad que en orden a monedas, pesos y medidas debe reinar entre todas las repúblicas aliadas. A golpe de vista se conocen los inconvenientes que para el comercio resultan de la diversidad de sistemas de medida, de peso y de moneda que se acostumbra entre los diferentes países que tienen necesidad de comerciar entre ellos. Los trabajos de los escritorios de comercio, de los almacenes y bolsas se complican […]; se introduce el desorden en las transacciones mercantiles; las operaciones de comercio son menos activas; domina el agiotaje; entra la desconfianza. A favor de la confusión se ejercen engaños en el tráfico, los consumidores pagan un precio más subido sobre el corriente de plaza de los artículos del consumo, y en fin para decirlo de una vez, la industria mercantil, sujeta a mayores trabas, carece 144

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de aquel método, sencillez y desembarazo, condiciones esencialísimas para que levante un alto vuelo. Así, debería el Congreso dictar sobre tan delicado asunto un reglamento especial, que lo mismo que los reglamentos de policía marina y de cuarentena, forme uno de los accesorios del código general. Esto para la fiel y exacta aplicación del principio, o llámese regla genérica que debe hallarse consignada en aquel. Uniformidad de la ley, dimensión y peso de la moneda; uniformidad en las medidas para las mercaderías que se compran y venden, midiendo; uniformidad en el sistema de los pesos para las mercaderías que se compran y se venden, pesando. He ahí un precepto de alta importancia para el comercio del mundo americano, precepto cuya aplicación no es tan difícil de reglamentar, como vulgarmente se cree. Aquí se presenta una cuestión: adoptada una vez la idea de uniformar monedas, medidas y pesos, ¿cuál deberá ser el sistema que se prefiera entre los diversos que se conocen? Sin trepidar un minuto decimos que se debe abrazar a ojo cerrado el sistema métrico decimal, que se halla en boga en el Imperio francés y que con el curso del tiempo vendrá a ser el sistema universal del mundo mercantil, pues no se puede tocar un grado mayor de sencillez, de simplificación, de claridad y facilidad, como el que ofrece este hermoso sistema, cuya divisibilidad es infinita y en el cual las multiplicaciones y divisiones se hacen sin más que aumentar o disminuir ceros. ¿Cuál otro sistema presenta tan grande ventaja? ¡Ninguno hasta aquí!, ¡¡y tal vez la inteligencia humana no podrá hasta la consumación de los siglos inventar cosa mejor!! Su adopción la reclamamos, por supuesto, para las transacciones mercantiles de potencia a potencia; esto es, puramente para el comercio exterior, que, respecto del interior, que se verifica entre los departamentos y distritos de un mismo Estado, no ha remedio que seguirá rigiendo en nuestras repúblicas el defectuoso y complicado sistema español con el cual están ya tan familiarizadas las masas de nuestras poblaciones. Empresa ardua, empresa gigantesca que [será] la generalización del 145

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sistema decimal en el vulgo de nuestros países, donde varían las medidas y pesos, no digo de república a república, sino aun de departamento a departamento, de provincia a provincia, y hasta de población a población. Intentad la abolición de esa infinita variedad de tipos de peso y mensura. ¡Intentad la sustitución de ellos con el sistema que la civilización canoniza! ¡Imposible! Se introducirá inmediatamente la confusión, el desorden, la alarma general. Habréis con la tentativa de vuestra reforma convertido el país en una verdadera Babel. Obra de siglos es tan grave revolución. De consiguiente, queden las transacciones interiores en su actual estado, que ni se sabe si es del sistema antiguo español o del tártaro, o del Imperio de los Incas, o del Infierno. Los bufetes de comercio sean los mejores legisladores en esta materia de cálculos de reducción, que el mercado universal y su representante, el Congreso americano, sólo deben dar la ley al comercio externo, al comercio de la civilización. Cuando tratemos de la navegación fluvial, que es otro de los objetos del Gran Congreso, como un corolario del comercio general, así entre los Estados aliados, como entre ellos y las potencias de Europa y Oriente, tocaremos otros puntos que ahora omitimos por no prolongar más este párrafo. Entre tanto, es del caso indicar que, para la formación de los reglamentos de sanidad, de cuarentena, de policía, etc., etc., que son los accesorios del código marítimo, el Congreso puede expedirse por medio de comisiones especiales, como han hecho los plenipotenciarios del Tratado de París. Véase el número 57, Año 3 de El Eco Hispano-Americano.15 Allí se registra el texto de ese gran Tratado en que todo se prevé, todo se arregla, todo se sujeta al común acuerdo de las potencias signatarias.

Revista publicada en París por residentes españoles. Su redactora, Emilia Serrano, adquiere notoriedad como escritora y como redactora de múltiples publicaciones: La nueva caprichosa (La Habana), El Semanario del Pacífico (Lima), El Continente Americano (México) y La Crónica Ilustrada (Barcelona). 15

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Por el artículo 15 acogen los contratantes Estados los reglamentos acordados por el Congreso de Viena respecto a la navegación de los ríos que atraviesan diferentes reinos. Por el 16 crean una comisión compuesta de los diputados de Francia, Austria, Inglaterra, Rusia, Turquía, Prusia y Cerdeña, para designar y hacer ejecutar las obras necesarias a la navegabilidad del Danubio. Por el 17, se pone otra comisión permanente de los delegados de Austria, Baviera, Turquía, Wurtemberg, y de los Principados Danubianos, para que elabore los reglamentos de navegación y policía fluviátil, y vigile después de disuelta la gran Comisión europea sobre la navegabilidad de las desembocaduras del Danubio y de las aguas más cercanas a él. Pues bien, la Liga hispanoamericana necesitará arreglar, de igual manera, es decir, por común acuerdo, por medio de comisiones legisladoras compuestas de los delegados de varias repúblicas, todos y cada uno de los asuntos que tengan relación con el comercio marítimo o terrestre y con las comunicaciones fluviales. ¡Qué perspectiva tan halagüeña la que presente el porvenir con la realización del gran Congreso hispanoamericano! ¡Qué magnitud de negocios continentales sometidos a sus deliberaciones! No lo dudemos: los grandes Congresos de Westfalia (que ya citamos) y de París (que acabamos de citar), esos fenómenos de los siglos y , quedarán deslumbrados al esplendor refulgente del insigne, sin par Congreso Continental americano. ¿Dónde, ni en que época se han presentado, ni se presentarán arreglos más grandiosos, más sublimes, ni con más solemnidad? ¿Podrá la Historia del mundo registrar jamás en sus páginas inmortales un acontecimiento más ruidoso, más colosal, más pujante? ¡¡Un Mundo nuevo, destinado por una ley inevitable de la naturaleza a arrebatar al viejo Mundo el cetro de la civilización!! […] Pasemos a ocuparnos de los demás objetos que deben llamar la atención del Congreso continental, pues no es posible soltar la pluma sin dejar siquiera delineados los contornos de tan vasto cuadro. 147

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Las tareas del Congreso americano Necesidad de un gobierno general. Constitución federativa Hasta aquí hemos hablado de los objetos principales y secundarios que deben formar la materia de las deliberaciones del Congreso de plenipotenciarios. Pero, todo ese arreglo no importaría otra cosa que un tratado de alianza acompañado de estipulaciones accesorias que fijen el Derecho internacional americano, abrazando navegación, comercio y demás objetos de común interés. Más no basta esto para alcanzar el grandioso fin que se busca en la Liga latinoamericana. No es una mera alianza defensiva de lo que se trata, sino de la unión indisoluble de estas repúblicas mediante el sistema de confederación. Veamos ante todo la diferencia que hay entre alianza y federación. En la primera cada una de las potencias contratantes conserva íntegra su independencia nacional, gobernándose por sí misma tanto en negocios interiores, como exteriores, independencia que en nada se menoscaba con la obligación contraída de concurrir en auxilio de las otras potencias cuando llegue el caso, debiendo hacer aquellas otro tanto por su parte. En la segunda, al contrario, esa independencia queda restringida puramente al gobierno interior, dejando al gobierno general de la Federación el manejo de los negocios exteriores de todas y cada una de las potencias signatarias. En el primer caso no hay necesidad de un gobierno general y en el segundo la hay. En el 1º solo existe un tratado que define los derechos y obligaciones recíprocas de las partes contratantes, y en el 2º hay una Constitución política común para todas ellas sin perjuicio de las constituciones particulares que cada una de ellas tenga para su administración interna y por lo mismo estas constituciones deben estar en perfecta armonía con la general, evitando cualquiera disposición que pudiera contrariarla y subordinándose a ella en lo posible. Por fin, en 148

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el primer caso hay una sola vida en cada potencia y en el segundo hay dos vidas (digamos así), la que tiene en sí misma como Estado soberano reconocido por tal en el seno mismo de la Confederación y la que tiene como parte integrante de este gran todo para sus relaciones con el resto del Mundo.16 Corroboremos la distinción con algunos ejemplos históricos. El tratado de Westfalia en el siglo [XVII], la Liga llamada de la Santa Alianza en época de Bonaparte, y los tratados de Laivac y Verona después de la caída de aquel y con motivo de las revoluciones de España, Portugal y Nápoles, reclamando el régimen constitucional, son otros tantos tratados de alianza defensiva y ofensiva. A excepción del de Westfalia los restantes no han tenido otro objeto que garantizar los intereses de los tronos o digamos mejor de las dinastías regias en contraposición a los intereses de los pueblos, y por lo mismo han sido precarios y de poca duración, como lo acredita el triunfo de las ideas constitucionales y del gran dogma de la soberanía popular generalizado hoy en toda Europa bajo la misma forma monárquica. De federaciones propiamente dichas, citaremos: la de los Estados de Alemania sujetos en sus negocios exteriores a las resoluciones de la Dieta y teniendo al Emperador de Austria por gobierno general; la Liga helvética o federación de los Cantones suizos que subsiste desde la Edad Media hasta el presente; la de los Países Bajos, fundada en el siglo por los Estados de Holanda y Bélgica bajo el nombre de Unión de Utrecht después de haber sacudido el yugo de Felipe II, rey de

El Estado federal o modelo de organización pluriestatal, hace su aparición en Filadelfia en 1787. Se presenta como alternativa a la inestabilidad de la Confederación, régimen vigente en Estados Unidos de 1781-1788. La principal característica de la federación es, como menciona Medinaceli, la noción de una doble comunidad: Estado y Unión general, instancias que deciden sobre el mismo territorio y la misma población, cada una con facultades propias sobre distintos aspectos. 16

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España; y por fin la federación Angloamericana, que es el modelo que se presenta a nuestra imitación. ¿A cuál de estas dos clases, alianza o federación, pertenecen los planes de unión formulados por los plenipotenciarios de nuestras repúblicas en las diversas tentativas que sobre este gran negocio se han podido hacer antes de ahora? Veamos. La 1ª Asamblea de este género, inaugurada en Panamá a esfuerzos del Libertador Simón Bolívar por junio de 1826 y compuesta de los delegados de Colombia, el Perú, México y Centroamérica, se sabe por documentos oficiales de aquella época que el día 15 del siguiente mes de julio firmó el Pacto de las 4 potencias en ellas representadas. Pero, como no viese la luz pública el texto de aquel pacto o tratado, y como se disolviese la Asamblea antes de traslación a Tacubaya, sin llevar adelante su obra, resulta que hasta hoy se ignora el tenor verdadero de ese documento diplomático sobre el cual han divagado mucho las opiniones, o mejor dicho las conjeturas de los escritores públicos. Generalmente se cree que solo haya sido un pacto de alianza defensiva y no de una confederación verdadera, bien que el objeto del Libertador era siempre lo segundo. La razón para considerarlo solo como alianza es que los nuevos Estados contratantes, recién libres del yugo peninsular y todavía temerosos de un nuevo esfuerzo de parte de su Metrópoli ya desembarazada de conflictos con la caída de Bonaparte y con el apoyo de la Santa Alianza, solo pensaban en afianzar esa independencia que armas en mano había conquistado cada uno. La liga defensiva era por entonces la única idea que se desarrollaba en la mente de los publicistas americanos para alcanzar aquel fin; y tanto adoraban la autonomía política de sus respectivas repúblicas, que hubieran creído perderla con formar un gran todo. Lejos de pensar en unir los fragmentos republicanos, que formaron de los antiguos Virreinatos y Capitanías generales, más bien llevaron la división hasta el extremo de formar en cada Estado federaciones parciales compuestas de sus departamentos, o provincias. En comprobante de este aserto 150

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citamos también la división de la antigua Colombia en las tres repúblicas actuales. Ello tuvo lugar el año [18]30 como resultado necesario de esa tendencia separatista que dominaba en la política americana, tendencia que ha llegado a ser tan funesta en los sucesivo. La segunda y sin disputa la más seria tentativa ha sido la del año [18]48.17 Con motivo de la expedición que el general Juan José Flores, expresidente de Ecuador organizaba poco antes en Europa auxiliado por la Reina Cristina de España para volver al mando de aquella república, se acordaron otra vez los sudamericanos de la necesidad de la liga;18 y reunidos por febrero de aquel año en Lima los plenipotenciarios de Nueva Granada, Ecuador, Perú, Chile y Bolivia firmaron un tratado que llamaban “Federación”, pero que no era en realidad más que una alianza, puesto que no se trató absolutamente de la creación de un gobierno general y por consiguiente constitución federal, requisitos indispensables, para que haya verdadera confederación. Por otra parte, aquel tratado (de que se apoderó la prensa) adolece de notables defectos que hacen casi ilusorio el fin que las potencias contratantes se proponen. Se disponía, vgr., que sufriendo cualquiera 17

Medinaceli se refiere aquí al primer Congreso americano de Lima, cuya temática analizamos en el capítulo II del presente libro. 18 El general Juan José Flores fue derrocado de la presidencia del Ecuador en 1845. Poco después, solicitó el apoyo de la reina María Cristina de España para regresar al poder, lo que hizo suponer a los gobiernos sudamericanos que la viuda de Fernando VII aprovecharía la ocasión para buscar dominar el Pacífico hispanoamericano. Cipriano C. Zegarra, encargado de la Legación peruana en Quito y futuro signatario del Tratado Continental de 1856, pensaba que Flores había propuesto la injerencia de “los gabinetes de Europa en la política americana con tal que alguno de ellos se comprometiese a sostener[lo] en el mando de esta República”. El diplomático brasileño Antonio de Souza, de su lado, informó desde Lima a su gobierno que el intento de restaurar el régimen monárquico englobaba a tres países, Ecuador, Perú y Bolivia. El representante argentino en Londres, por su parte, ampliaba la lista a cuatro: Ecuador, Nueva Granada, Bolivia y el Perú. Cfr. De la Reza, En quête de la confédération. págs. 150-151.

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de las repúblicas signatarias un agravio de parte de alguna potencia extranjera debía hacerlo presente al Congreso de plenipotenciarios en forma de manifiesto, para que habiéndolo fundado lo declare así y se dirija a los gobiernos de los Estados a efecto de que interpongan primero su mediación ante la potencia ofensora. Si esta no cediese a la razón, debían manifestarlo nuevamente al Congreso, para que recién declare ser llegado el casus foederis y se principien las hostilidades con el común enemigo salvo, si el caso de un ataque súbito en que bien podía el Estado ofendido proceder a su defensa propia sin esperar la declaratoria del casus foederis.19 También se habla de casos excepcionales en los que deban guardar neutralidad los Estados contratantes no obstante hallarse en lucha uno de ellos con otra potencia extranjera ofendida. Basta lo dicho para conocer la debilidad de los vínculos formados en aquel tratado, que ni en su clase de alianza es de lo mejor. Mas, en orden al arreglo de contingentes para la defensa, indemnización de los gastos terminada la campaña, etc., contiene disposiciones importantes que merecen tomarse por modelos. De lo expuesto resulta que aún no se ha ensayado seriamente una verdadera Federación para la América y que las pocas tentativas hechas solo se han limitado a una liga meramente defensiva. Para exhibir un modelo de unidad federativa, indiquemos los puntos cardinales de la constitución de los Estados Unidos de la América del Norte. En julio de 1778, esto es, habiendo sacudido el yugo de la Gran Bretaña, celebraron aquellos Estados nacientes su pacto en la Asamblea de Filadelfia, bajo el nombre de Confederación y perpetua Unión, según el cual cada Estado despojándose de una parte de su soberanía, la depositaba ya desde entonces en el Congreso general, representación La expresión casus foederis indica la situación bélica que obliga a activar los acuerdos de alianza. L. Oppenheim, International Law: A Treatise, Vol. I, Nueva York: Longmans, Green & Co., 1955, págs. 963-964. 19

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viva de los Estados juntos. Así es que se previene en sus artículos: “que ninguno de los Estados podrá enviar, ni recibir legaciones, ni celebrar tratados de clase alguna con potencias extrañas, sino los Estados Unidos juntos en Congreso”; “que ninguno de ellos podrá (salvo invasiones imprevistas) declarar la guerra y hacer la paz, sino los Estados Unidos juntos en Congreso”; “que ninguno de ellos sostendrá para su servicio particular más fuerza armada de mar y tierra, que la que le asignen los Estados Unidos juntos en Congreso”; “Que una tesorería común costeará los gastos de guerra y diplomacia, conforme a los presupuestos anuales que voten los Estados Unidos juntos en Congreso”, etc., etc. En estas disposiciones se ve más que una simple alianza; se ve un sistema federal que para ser completo solo la necesita la institución de un Poder ejecutivo general. En efecto, a los 9 años siguientes se creó este Poder, que la experiencia había exigido como indispensable. Así se dio en 1787 la última mano de perfección, siendo el Libertador George Washington, diputado por [el Estado de] Virginia, el Presidente electo. Desde entonces data para aquella nación la Era de paz octaviana y prosperidad creciente, que son los distintivos característicos por los que ha llegado a ser el asombro del mundo. Ahora bien, la liga de las repúblicas hispanoamericanas no debe limitarse a una mera alianza, sino a la formación de un Gran Estado federal como Norteamérica, cuya constitución debemos adoptar con las modificaciones que nuestras peculiares circunstancias exijan. Solo así podemos encontrar el poder, respetabilidad, paz y progreso, altos fines, que buscamos en la Liga de que se trata. No será demás apuntar siquiera ligeramente las ventajas de la federación sobre la simple alianza. He aquí las principales: 1º Bajo el régimen federal, cada Estado progresa más en su administración interior por la sencilla razón de contraer a ella sola toda su atención, descargada del peso de los negocios exteriores, cuya gestión corre a cargo del gobierno general. 2º Los vínculos de fraternidad entre 153

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las potencias federadas se estrechan más por el mero hecho de hallarse refundidos sus intereses generales en términos tales, que cualquiera ventaja obtenida por la administración general redunda en beneficio de todas ellas, así como cualquiera desgracia que sobreviene las afecta igualmente. Esta mancomunidad de bienes y males no puede menos que disipar las tendencias antisociales de egoísmo y provincialismo tan contrarios al principio república. 3° Finalmente, bajo este sistema se ahorra cada Estado el gasto enorme de sostener un numeroso ejército para su defensa, bastándole dar su ligero contingente al Ejecutivo general, a cuyo cuidado está librada esa defensa. Nada más funesto para las repúblicas que por una parte se absuelve improductivamente casi todos sus ingresos fiscales sin que haya fondos para impulsar las mejoras industriales y científicas, y por otra parte fomenta la tiranía que para oprimir a los pueblos no tiene más que favorecer la carrera de las armas con detrimento de las demás clases e instituciones sociales. Y no para aquí el mal, sino que, multiplicándose indefinidamente la plana mayor con el curso mismo del tiempo y la frecuencia de las revoluciones, llega a formarse otro ejército de jefes y oficiales en servicio o fuera de servicio, con sueldos o letras de cuartel o pensiones que se apropian de la mayor suma de las cifras del presupuesto nacional, so pena de ser en caso contrario un elemento permanente de anarquía para el país. Tales las ventajas inestimables que se reportan bajo el régimen federal, fuera de otras muchas que por laconismo omitimos enumerar, y todo sin menoscabo de la autonomía política de cada uno de los Estados federados, puesto que conservan ilesas su soberanía e independencia y poseen sus legislaciones propias, sus banderas y blasones nacionales, y en fin, todos sus derechos de majestad. La filosofía y la historia, las doctrinas teóricas y los hechos prácticos están acordes en calificar el sistema federal como el mejor de todos los sistemas de gobierno que la inteligencia humana ha podido combinar hasta el día, aun en su aplicación a la forma monárquica y con más 154

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razón a la forma republicana popular representativa. Por lo mismo, reclamamos su adopción, para la liga continental de que se trata. Pasemos a otra cosa.

El régimen federal Considerado como medio de preservar de la anarquía interior a los Estados americanos. Tuición y arbitraje del gobierno general sobre los pueblos y sus mandatarios Voy a considerar un punto demasiado grave y que pocos, o cuasi ningún partidario de la unión americana se ha propuesto aun esclarecer. Todo el mundo está acorde en conferir a la Asamblea general de plenipotenciarios la alta prerrogativa de juzgar y decidir las controversias que se susciten entre las repúblicas confederadas. Tal es en efecto una de sus principales atribuciones y la condición sine qua non de obtener la paz entre ellas. Mas, ¿debería tener esa gran Asamblea igual atribución para fallar diplomáticamente sobre las discordias domésticas, que con tanta frecuencia se suscitan entre los partidos políticos de un mismo Estado y muchas veces entre el gobernante y los gobernados? Ved ahí el problema que nadie ha querido resolver todavía. No hay duda que él es muy difícil, muy trascendental, pero ello mismo es una razón para no pasarlo en silencio. Expondremos pues a este respecto nuestra humilde opinión; si ella fuese errónea servirá al menos de iniciativa para que otros alcancen el acierto. Desde luego principiamos por sentar un hecho innegable que va a servir de punto de apoyo a nuestras reflexiones, a saber, que la causa principal y casi única del atraso, de la retrogradación, de la ruina de los Estados hispanoamericanos es la discordia civil. Rara vez tiene lugar una cuestión internacional; en 37 años que estas repúblicas cuentan de 155

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existencia política, no han tenido lugar, por ejemplo, entre el Perú y Bolivia más que tres campañas exteriores, a saber, la intervención de Santa Cruz al Perú el año [18]35, y las dos intervenciones de Gamarra sobre Bolivia en los años [18]28 y [18]41, mientras que las revoluciones que durante el mismo trascurso de tiempo se han sucedido en cada uno de estos dos países, son tan numerosas que escandalizan al mundo. Otro tanto decimos de las demás repúblicas, a excepción de Chile que es la única donde son menos frecuentes los trastornos. Sentado este hecho de histórica evidencia, preguntamos: ¿qué ganarán los Estados de la América española con federarse para su común defensa contra el Viejo Mundo y para evitar la guerra exterior entre ellas, si al mismo tiempo no buscasen en la federación un remedio igualmente eficaz contra la anarquía interior que los devora? Preservarse de las invasiones europeas y americanas, que son a cuál más raras, y dejar en pie de guerra civil, que es la única frecuente y por lo tanto más destructora; proponerse con la Federación establecer la paz perpetua en el continente y segar sólo uno de los dos manantiales de la guerra y precisamente el menos fecundo, dejando abierto el otro que es inagotable: [todo esto] sería obrar a medias […] incurrir en la más injustificable contradicción […] querer un fin sin poder los medios. Hay pues una necesidad imperiosa, imprescindible de que la misma constitución federativa, que prescribe las reglas de resolver por las vías de la razón toda querella exterior de potencia a potencia, prescriba también los que deban decidir por iguales medios pacíficos las querellas domésticas de cada una de esas potencias. En una palabra: hay necesidad de hacer al gran Congreso juez árbitro de las controversias interiores de cada Estado como se le hace de las controversias exteriores que entre estos Estados ocurran. De otro modo, no se puede ni aun concebir la existencia de paz en América. Mas ya prevemos el argumento que se puede oponer a nuestra idea. Se nos dirá que semejante arbitraje es incompatible con la nacionalidad 156

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de cada Estado. Se nos dirá que dejaría de ser Estado soberano en el mero hecho de quedar sometido al fallo de la Asamblea general en sus negocios interiores que se reserva al federarse, puesto que los exteriores ya se depositan en manos del gobierno de la Unión. Ved ahí toda la objeción posible, ni puede haber otra, Contestamos que esa incompatibilidad que se cree ver entre la autonomía política y el arbitraje de que se trata es una incompatibilidad aparente y de ningún modo real y positiva. En efecto, ¿qué se entiende por autonomía o nacionalidad de un Estado, y en qué consiste ella? Esas dos palabras sinónimas expresan la idea de la personalidad moral de cualquier Estado que existe con vida propia e independiente en la gran Sociedad universal de las naciones que pueblan el globo y consiste en que tenga una legislación suya propia, un gobierno sacado de su propio seno, un nombre, un blasón y un estandarte nacional que le sirvan de distintivos y en todas las prerrogativas y derechos que en el lenguaje técnico de la diplomacia se llaman majestad. Pues bien, ninguna de estas condiciones deja de cumplirse en los miembros de la gran Federación por el sólo hecho de someter al arbitraje del Congreso o gobierno general sus querellas internas para librarse del azote de la guerra civil ¿Acaso esta medida saludable importa recibir leyes de otra mano que la de sus propios legisladores? No. ¿Importa desnudarse de la gestión de sus negocios políticos y abjurar su nombre, sus límites geográficos y sus símbolos de nacionalidad? Mucho menos. Luego permanece pues ilesa en cada Estado federado su carácter de tal. Sucede con las naciones lo que con los individuos que por su propia conveniencia necesitan restringir más o menos su libertad por conquistar ventajas que de otro modo no alcanzarían. Pero esa misma restricción que se imponen mediante un pacto emanado de su libre y espontánea voluntad, lejos de ser una renuncia de soberanía es un nuevo comprobante de la plenitud de esa soberanía misma, puesto que es un acto de su libre ejercicio. ¿Un ciudadano particular pierde su calidad de tal porque a la restricción que las leyes generales del Estado ponen a su 157

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libertad individual, añade otra nueva restricción, celebrando con otros ciudadanos una sociedad de comercio o industria, que hace pesar sobre él nuevas obligaciones, pero con un objeto lucrativo? Por cierto que no. Pues bien, otro tanto acontece con las federaciones, que son en grande lo que en pequeño son las compañías industriales. A nuestro humilde juicio, no es el detrimento de nacionalidad el obstáculo con que se tropieza en el punto en cuestión, sino la dificultad de reglamentar bien el ejercicio del arbitraje puesto en manos de los Estados federados juntos en Congreso. ¿A qué abusos pudiera dar lugar ese arbitraje? ¿Y qué clase de precauciones convendría tomar para evitarlos? He ahí los dos puntos que debemos examinar; ensayemos. Que conviene librarse la plaga de la guerra civil, hemos dicho, pero una guerra civil puede ser justa o injusta. Será justa cuando la mayoría de la nación se levanta a derrocar un gobierno arbitrario que pisa la constitución y oprime a los pueblos. Sera injusta cuando a la inversa se alza una minoría rebelde queriendo por miserables intereses de partido derrocar un gobierno justo y fiel observador de la Ley. En el primer caso el poder federal debería inclinar la balanza de su justicia en favor del pueblo, obligando al gobierno tiránico a mudar de conducta o dejar el puesto. En el segundo caso debería al contrario inclinarla en apoyo del gobierno afianzándolo en su puesto, auxiliándolo con una parte del ejército unido para desbaratar la insurrección. Mas, ¿cómo podrá distinguir la Autoridad Suprema de la Federación la justicia o injusticia de las insurrecciones que pueden tener lugar en cualquier de los Estados Unidos? ¿Cuáles podrían ser los datos fijos que desde la distancia de la Metrópoli donde reside pueda apreciar con infalible criterio por qué parte se halle la razón para hacer justicia, cuando en el mismo país, teatro de la discordia, se hallan tan divididas las opiniones, que es muy difícil, poco menos que imposible hacer esta apreciación? Aparte de esto y aun en la hipótesis de que se pudiera conocer y distinguir con facilidad una injusta rebelión de una revolución 158

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santa, ¿qué garantía puede ofrecer el gobierno de la unión a los Estados federados de la estricta justicia, de la imparcialidad severa de sus decisiones? Ved ahí como se precipitan unas tras otras las cuestiones en este delicado punto. Sentémonos pues los principios de la doctrina política que contesta a todas ellas 1º Siendo el objeto de la Federación prevenir el mal en su origen, más bien que remediarlo, la base del arbitraje en materia de guerras civiles debe consistir en que entre el catálogo de las atribuciones que la Carta Magna de la unión confiera al ejecutivo federal se consigne la atribución de sostener por regla invariable el principio de autoridad en todos y cada uno de los Estados Unidos; es decir, que proteja con su poder a los gobiernos contra toda insurrección de los súbditos, sea justa o injusta, siempre que el gobierno inquietado reclame su auxilio por no serle sufi cientes sus propias fuerzas para contener el desorden. 2º Mas, como el abuso del principio de autoridad trae consigo la tiranía y tiende a destruir el dogma de la soberanía de los pueblos, es claro que el precepto anterior que se da al ejecutivo debe ser de carácter interino para cortar el progreso de la revolución estallada, mientras el gran Congreso o Asamblea de plenipotenciarios examine las causales de la resistencia que ese gobierno sufre de parte de sus súbditos y decida sobre su conservación o su deposición. Ni puede ser de otro modo, pues una vez prohibida toda revolución de hecho bajo el sistema de la paz perpetua, a nadie sino a la Asamblea de los plenipotenciarios de los Estados federados toca el juicio arbitral, mientras que el ejecutivo que no es deliberante, que no tiene más funciones que de conservador del orden y ejecutor de las decisiones de aquella, está en el deber de evitar y reprimir el reinado del hecho para que tenga lugar el reinado del derecho. Respecto a la parcialidad en las decisiones de la Asamblea, es un temor infundado. ¿Qué motivos, qué interés puede tener para ser 159

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injusto aquel Senado de soberanos? Esa corporación compuesta de los prohombres más eminentes de América por sus virtudes y ciencia representa la unión toda entera puesto que cada uno de los Estados está representado en ella en la persona de su delegado, munido de plenos poderes. El soborno es tan difícil allí que raya en imposible; el interés de cada uno está identificado con el interés de todos. ¿Quién intentaría una injusticia sin que se le abrume con un mundo de oposición? Allí, el todo es quien juzga a la parte. Allí, la calma de la sabiduría es el antemural donde se va a estrellar la tempestad de las pasiones. Allí está el Sancta Sanctorum de la justicia universal, en cuyo recinto no es dado penetrar al espíritu réprobo de los partidos políticos. Allí se alza ufano el sublime pabellón de la fraternidad americana, de la paz continental, para humillar, para confundir de vergüenza las banderas mezquinas de los bandos. Por último, en este sistema cesa lo que llamamos el Estado de naturaleza entre las naciones, Estado monstruo, negación absoluta del distintivo de la razón en la especie humana, puesto que reduce a los pueblos a la condición de las bestias de la selva, que no cuentan en sus querellas con otra protección que su propia fuerza. Cuando uno lee en los tratados de derecho de gentes y de la pluma de los sabios, Vattel, Bello, etc., esta fatal máxima: “las naciones como iguales entre sí, no reconocen después de Dios juez alguno sobre la tierra; por consiguiente, es lícito que sean jueces de su propia causa y revindiquen por la fuerza sus derechos ofendidos por otra potencia”. Cuando tal leemos en libros de civilización y en pleno siglo una desesperación por la suerte de la Humanidad se apodera de nuestros corazones. Nos creemos colocados en la cuna de nuestra raza, en esa edad primitiva en que la [primera] horda salvaje que pobló un punto cualquiera del Globo ofreció con su

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ley del más fuerte el primer ejemplo de los fratricidios. ¡Extraña anomalía!, el Estado de naturaleza.20

[Sede del Congreso americano] [Sobre las diferentes opciones que se tienen para el asiento del Congreso, nos] permitimos emitir nuestro juicio de preferencia por Santiago por dos sencillas razones. 1ª por ser la capital de una república que goza de más paz en Sudamérica, mientras que en el Perú son frecuentes las convulsiones políticas y por tanto ofrece menos seguridad y quietud a las deliberaciones del Congreso general, y 2º porque sería menos larga la navegación para los delegados de las tres repúblicas del Plata, que situada a la parte oriental del Continente, tienen que embarcarse en Asunción, Montevideo y Buenos Aires, entrar por el Plata al Atlántico y dirigirse hacia el Sur para doblar el Cabo de Hornos y entrar en el Pacífico, donde a pocos días de navegación con rumbo al Norte desembocarían en Valparaíso para entrarse por tierra a Santiago. Respecto de las repúblicas mexicana, centroamericana y los Estados amazónicos, sus diputados vendrían por la línea de vapores de Panamá en el comodísimo rumbo N. S., el diputado peruano por el Callao, y el boliviano por Arica o Cobija cuentan con la misma línea. Calculando la navegación por los dos Estados más distantes de Santiago que son México y el Paraguay por rumbos opuestos, los delegados a los dos meses y días estarían en la capital de reunión. Veamos ahora si sería conveniente la concurrencia de los plenipotenciarios norteamericano y brasilero. Ocupémonos ante todo del primero. 20

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A este respecto hay dos razones contrarias en lucha. Por una parte, se trata aquí únicamente de la suerte de las repúblicas de la América Latina, que ya unidas por los vínculos naturales de comunidad, de origen, de raza, de educación y costumbres, de idioma y religión, están llamadas a estrechar del todo esos vínculos por medio de una federación que haga de ellas una Potencia colosal y respetable, poniendo término a la debilidad, aislamiento e impotencia en que actualmente se encuentra. Norteamérica que ya ha tocado el culminar de su grandeza, que ya es por sí solo el coloso del Nuevo Mundo, no necesita entrar en esta liga de los enanos, ni tiene con ellos esa mancomunidad de intereses que traen consigo los naturales vínculos que se acaba de enumerar, pues su raza es distinta de la nuestra, su idioma, costumbres, origen político, etc., etc., distintas también y por consiguiente pocas o cuasi ningunas afinidades que puedan garantizar la buena armonía que debe reinar perpetuamente entre los miembros de una misma asociación. Por otra parte, al frente de esta razón hay otra inversa que nos prohíbe prescindir de la América inglesa en la empresa de federarnos, y es que sólo con el auxilio de esa gran nación podríamos realizarla con acierto y buen éxito: 1º porque habiéndonos precedido muchos años ha en el camino que recién nos proponemos emprender, precisamente nos serviría de Mentor y guía; ¿qué elemento más necesario en el Asamblea federal que la experiencia y luces de esos maestros de federación?, y 2º porque nunca más, que al principio de la empresa, necesitamos los hispanoamericanos contar por base de todo con fuertes elementos de poder físico, para hacer frente a cualesquiera resistencias que pudieran levantarse contra esa empresa, bien sea suscitadas por el egoísmo de Europa que vería caer sus esperanzas de predominio, o bien sea por el espíritu desorganizador, la ignorancia, o mala fe de algunos de los mismos americanos. ¿Y quién sino la América del Norte podrá en esos conflictos poner a disposición de la Liga una gran escuadra, un 162

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fuerte y bien disciplinado ejército, un contingente pronto de caudales y armas? Sin duda que estas consideraciones pesaron en el juicio de los ministros diplomáticos y gabinetes que celebraron los congresos de [1]826 en Panamá y de [1]848 en Lima, pues que a entrambos fue invitado el gobierno de los Estados Unidos, que al [primero] envió a su agente, pero no al [segundo]. Toca pues a los estadistas salvar esta duda. Lo más acertado sería, según nuestro humilde juicio, solicitar con ahínco la concurrencia del delegado de Washington y darle la presidencia misma del Congreso, no precisamente para que esa Potencia formidable se una a la federación latina, sino para que la sirva de protectora y maestra hasta que se consolide bajo su respetable influencia, y una vez fundada y consolidada, ambas federaciones sean íntimos y fieles aliados contra el Viejo Mundo, con cuyo poder rivalizaría el poder de ese par de gigantes del Mundo Nuevo. Réstanos ahora decir algo del Imperio brasilero. No siendo por mera etiqueta diplomática, escusado nos parece invitar siquiera la asistencia del plenipotenciario de S. M. I. En primer lugar, porque siendo una condición necesaria de la federación latina que la soberanía de cada uno de los Estados que la formen quede restringida, pasando a manos del gobierno general la gestión de los negocios exteriores es moralmente imposible que se conforme el Imperio con sufrir semejante restricción en principios de majestad regia que profesa, pues dejaría entonces de ser Imperio. En segundo lugar, aun cuando fuese posible desnaturalizando la Unidad federativa, dejar al emperador sus prerrogativas de hacer por sí la paz o la guerra, tratar con otras potencias y enviar y recibir embajadas, siempre una monarquía incrustada (si es posible decir así) entre una asociación de Estados democráticos sería un elemento heterogéneo y por consiguiente nada adecuado a los fines que se busca en la Liga. 163

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El gran Montesquieu en su afamada obra Espíritu de las Leyes, ha demostrado hasta la evidencia esta verdad al tratar sobre el sistema federal de gobierno. Hay pues un antagonismo perenne entre los principios en que estriban las monarquías y en los que se fundan las repúblicas. Servirse mutuamente de mal ejemplo y causarse recíprocos celos: ved ahí para lo que sirven un reino y una república unidos a despecho de la divergencia de sus principios constitutivos. Tal sucedió en la antigüedad en el Consejo de los anfictiones, cuando los reyes de Macedonia consiguieron tomar asiento en esa asamblea de repúblicas griegas. No cabe duda que el Brasil metido en la federación latina, sería lo que fuera en una máquina la inserción de un resorte extraño que solo sirve para embarazar el movimiento normal de sus ruedas.

[Proyecto de Tratado] La transformación de once repúblicas en un solo Estado colosal sería el acontecimiento más ruidoso del Mundo después de la revelación del cristianismo y de los descubrimientos de la prensa y de la América. ¡Qué gloria tan espléndida aguarda a sus fundadores! Sería un título suficiente a los homenajes de la posteridad el haber pertenecido al gran Congreso, o siquiera cooperado a su realización. ¡Sí!, cada gobernante, cada estadista americano que trabaje en este sentido será una celebridad histórica del porvenir, un nombre inmortal que se encargarán de guardar con acatamiento los siglos y las generaciones. Permítase pues a nuestro entusiasmo de americano, presentar por conclusión un proyecto de Acta para la solemne inauguración de esa NUEVA SOBERANÍA COLOSAL que aguardamos. Firmado el pacto, formulada la Carta Magna federal y organizado el personal del gobierno que ella asigne: la aparición de esta gran Potencia en el Orbe debería señalarse por un ACTA concebida poco o más, o menos en los términos siguientes: 164

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En el nombre de Dios todo poderoso Autor y Legislador Supremo del Universo e invocando el auxilio de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, amen. La América latina representada por los delegados plenipotenciarios de sus once repúblicas, a la faz del Orbe declara: Artículo 1º desde la fecha de hoy (día tantos, de tal mes y año) queda fundada para siempre la nueva Potencia federal compuesta por once repúblicas: mexicana, centroamericana, venezolana, neogranadina, ecuatoriana, peruana, chilena, boliviana, argentina, oriental y paraguaya, todo bajo el nombre de “La Unión Latino Americana”. 2º Su forma de gobierno, su religión, la división de sus altos poderes políticos, etc. etc. son los que se ven designados en la Carta Magna de su erección, solemnemente promulgada. 3º La capital de esta Confederación es la ciudad antes llamada Santiago de Chile, la que de hoy en adelante se llamará “La Ciudad de la Unión” y será la metrópoli donde resida el Poder ejecutivo central y el gran Consejo de los delegados de las once repúblicas federadas. 4º El Blasón Nacional de “La Unión” consistirá en una plancha esférica donde se vean grabados o pintados los siguientes emblemas: un Hemisferio dividido por el diámetro de la línea equinoccial, que represente las dos Américas unidas por el Istmo. Sobre dicho Hemisferio un cóndor en actitud de vuelo en medio de resplandores, teniendo asida con el pico y garras una banda en que se lea este mote: Pluribus unum.21 En un semicírculo que abrace la parte inferior del Hemisferio, habrá once estrellas equidistantes que representen las once repúblicas federadas. A los dos costados de la esfera se verán las banderas de dichas repúblicas, terminando en moharras, y a la parte inferior cureñas de cañones. Sobre el punto medio, o zenit estará representado el Ojo de la Providencia radiando haces de luz divergentes. 5º El Pabellón Nacional constará de una serie de zonas paralelas entre sí, alternando armónicamente los distintos colores de que constan los once estandartes actuales de los Estados federados. A un lado, bordado de oro el blasón de que habla el artículo anterior, y al otro una constelación de las

Pluribus unum, lema independentista de Estados Unidos, significa “de muchos, uno” y hace referencia a la primitiva unión de las trece colonias en una sola nación. 21

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once estrellas. Sobre la asta bandera, en lugar de moharra irá el cóndor, sin banda ni resplandores. [6°] La banda presidencial del Jefe del Poder ejecutivo constará de la misma serie de zonas paralelas de iguales colores, colocadas en el ancho de ella teniendo a la parte del pecho, bordadas de oro las once estrellas. El nombre adoptado para dicho Jefe será [de] “Protector Supremo de la Unión”. [7º] En perpetua memoria de tan gran acontecimiento histórico, queda abierta desde hoy una Era nueva, que se llamará “La Era de la Unión”. Al computar los tiempos y al usar la data en documentos oficiales y toda clase de instrumentos públicos en todos y cada uno de los Estados federados, se expresará, [a)] la fecha de la Era cristiana, [b)] la de la Independencia (á contra del año [18]25) y [c)] la Era nueva, en la forma siguiente: “Día 4º de enero del año de J. C. 1863-38 de la Independencia y primero (o dos, o tres, etc.) de La Unión.” Tal el ligero proyecto con que cerramos estas pocas páginas. Si en ellas no hemos podido abrazar todos los puntos de tan basta materia ni alcanzado el acierto, al menos servirán de iniciativa para que plumas más felices que la nuestra se ocupen con mejor éxito de un proyecto de resultados tan prósperos para el Nuevo Mundo. Sucre, diciembre 23 de 1862

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L 1862 , se terminó de imprimir en febrero de 2019. El tiraje consta de 1 000 ejemplares

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