Dialéctica de la conciencia americana

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Dialéctica de la conoenoa americana

Biblioteca I beroamericana

Leopoldo Zea

Dialéctica de la conc1enc1a americana .

.

.

Alianza Editorial Mexicana

Primera edición, enero de 1976

o 0 © 1976

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Alianza Editorial Mexica na, S. A . J osé Morán 9 3 -l A México 18, D . F.

Queda h echo el depósito que marca la ley Im preso en México

� Printed in Mexico

Al P. Angelo Arpa

PROLOGO

No es difícil ver que nuestro tiempo es un tiem po de parto y transición a u na nueva época. Hegel Es la hora de los hornos y no se ha de ver más que la luz. Martí

Este nuevo libro,

Dialéctica de la conolítirn de A mlrira la tin a . S11 rgimiento

1/t los sl'ttores medios. Sola r H achct t e , B u e n o s A i re s , 1 !:16 1 .

22. A l e xi s de Tocq 1 1 e v i l l e , La democrnria en A mérira,

Fon d o de C u l t u ra

Eco nóm ica, .\l éxico , 1 95 7 , p. 24 7.

2 3 . C f. Abelanlo \' i l l egas, R1jim11 i.mw y rn•ol11rió11 en el pema mimto político latinuamerirn n o rnn temporúneo, Siglo X X I , !\ l é x i c o , 1 9 7 2 .

24. A nclres Carrazzo n i , Get11lio \'mgm. Librería A nanrncla, B u e n os A i res,

1 94 1 . 2 5 . !bid . •

2 6 . A l fonso H e n ri q 1 1 e z , A1re11.1ao 1' q11 tda de Get11liu \'a 1:i;rü , \ ' o l . 1 J 1 , Dist ri­ bu idora Record , Río de J a ne i r o , 1 �166. 27. Cf. L11.1 rlwes soriales m A 111/rim la tina; Doruml'ntus, sl'leaión .i' comentario de

Ca rlu.1 Marhado, P a t r ia Grande, l\ l o n t evicleo , 1 �169, p. 4:t 28 . !bid. , p. 4 4 .

2 9 . D orlri n a perunista, " D iscu rso a la del egac ión a l con gre�o ge n e r a l const i -

t u yente d e l pa rti do pero n i st a " , 1 o . d e d i c i e m b re de 1 94 9 . B u e nos A i re s , 1 94 8 . 3 0 . !bid. , p. 1 54 .

3 1 . lbid. , p . 1 54 .

3 2 . /bid. , g . 1 87 . 33 .

.Juan

D o m i n g o Peró n , Dd /Joda al exilio, B u e nos A i res.

:H . R od ol fo !\fa rio Pa n do l t i , " I i d e oct 1 1 hrc, t ra m pa y s a l i d a " , Contorno, N ú m s. 7-8. ju l i o de 1 9 56, B u e n o s A i re�. p. 2 6 . 3 5 . !bid. , p. 2 7 . 3 6 . !bid. , p. 28 . 3 7 . E.mesto " C h e " G u cvara, "'Carta a E r n es t o Sábato", E l Esrnrnbajo de Oro,

a b ril d e l Yi 1 , Bu e n os A i res, p . 3.

3 8 . 0-;car M a so t t a , "Su r , o el a n t i pe ro n i s m o colonial ista", Conto rn o, p. 45. revolución p eron i st a " , Contorno, p . 4 Y .

39 . . J u a n J osé Sebrel i , "'Ave n t u ra y

Capítulo 7 LAT I N OA M ÉRI CA Y LA GU ERRA FRÍA

3 1 . El mundo libre contra el totalitarismo

La segu nda gran guerra , que estalla el 1 o. de septiembre de 1 939, va a ser un extraordi nario estímulo para los afanes sociales y libertarios de la totalidad de los pueblos del mundo. Las grandes potencias coloniales , al enfrentarse al totalitarismo nazifascista y al militarismo japonés, se verán obligadas a pro­ m eter concesiones a los países bajo su hegemonía , al término de la guerra. I nternamente, estas mismas potencias tienen, a su vez, que hacer i guales ofrecimientos a las grandes masas que son, ahora, participantes directas de la nueva guerra. Ya no son sólo los soldados los que interviene n en la lucha, sino también grandes masas de civiles que sufren en las ciudades los horrores de u na guerra sin cuartel . De hecho ya no hay civiles; hombres, mujeres, niños y ancianos partici pan en la guerra. De su resis­ tencia, como l� mostrada por el pueblo de I nglaterra sufriendo los bombardeos de las máquinas i nfernales alemanas, o la resistencia de los habitantes de las ciudades ocu padas, expues­ tos, después de los bombardeos, al fusilamiento , la tortura y las formas más tremendas de terror para doblegar la resistencia de los patriotas, dependerá el triunfo final . 223

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La guerra es ahora total . En ese l o. de septiembre de 1 93 9 los ejércitos alemanes invaden Polonia . I nglaterra y Franci::i. se ven obligadas a declarar la guerra a Alemania. Esta invade el occidente europeo en una guerra relámpago que, en pocos meses, en 1 940, le da el dominio absoluto sobre H olanda, Bélgica, Noruega y, posteriormente, Francia . El 7 de diciembre de 1 94 1 , los Estados U nidos reciben el sorpresivo ataqu e sobre Pearl Harbor que los lanza abiertamente a la hoguera de la guerra contra el agresor japonés y las potencias europeas que formaban el Eje . La guerra es ya mundial, en toda la expresión de la palabra. Y, en esta guerra, el triunfo parecen tenerl o los agresores en Europa y Asia. La URSS, en 1 94 1 , ha entrado también en el conflicto, agredida por las tropas hitleristas. Comuni stas y capitalistas _son ahora aliados en u na guerra sin cuartel contra el totalitarismo. Los aliados se repliegan en todos los frentes, lo mismo en la Europa occidental como en la oriental y en toda Asia. En esta ocasión, la violencia de la guerra la sufren también los civiles; pueblos enteros que tratan de escapar a su horror, o lo resi sten estoicamente. Ciudades destruidas, o sometidas bajo un régimen que trata de cubrir su frente interno estableciendo el terror organizado, mecánico e inhumano. Se trata de romper toda resistencia y esperanza . Entre los instrumentos de sometimiento está el de la propa­ ganda. Había que desanimar tanto a los combatientes como a los no combatientes, haciéndoles creer en que era inevitable la derrota final . Los aliados, para cubrir los diversos frentes en que tan desventajosamente luchan, deben recurrir a la ayuda de los hombres que forman sus colonias. Africanos y asiáticos nativos forman ej�rcitos que han de luchar, tanto en los frentes de Africa y A sia, como en la misma Europa, para . detener al cruel invasor La prepotencia de los invasores impide que estos pueblos se unan a sus filas, al sufrir también la violenoa de los mismos. Los asiáticos, por ejemplo, ven cómo soldados de color seme­ jante al de ellos, derrotan y expulsan a las tropas blancas de los aliados. Es un triunfo de su raza, salvo que el japonés trata, a su vez, de i mponer un nuevo imperio qu e no parece mejorar, sino empeorar, la situación que les habían impuesto los dominado-

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res occidentales. La doctrina hitlerista da a su vez preponde­ rancia a una raza , la aria, dejando bajo su dominio a otras razas, considerándolas inferiores. Los aliados necesita n de una propaganda que frene l os efectos de la propaganda de terror d�I Eje ; propaganda que dé esperanzas a los combatientes. Esperanza para los combatientes que resisten en hogares y fábricas, para los que sufren el terror de la ocupación, y para los soldados llegados de todo el mundo para enfre ntarse a los mecanizados ejércitos totalitarios. H abría que darles esperanzas para afrontar la muerte ;. esperanzas para triunfar en ttn futuro, que hacían depender de su capacidad de resistencia y de su acometividad para detener al invasor. H abría que explicar, entre otras cosas, a hombres movilizados en todos l os frentes, a hombres de otras razas, , de un color distinto de piel, con otros hábitos y costu mbres, qué sentido tenía su acción en esa guerra. ¡ Por qué y para qué deberían tri u nfar! Por qué tenían que morir en las arenas de l os desiertos de Africa, en las selvas y pantanos asiáticos y ante las legendarias ciudades europeas ocupadas por los nazis. Fue necesario formular metas e ideales para la postguerra . A todos estos hombres h abría que ofrecerles u n fu turo mejor. No bastaban ya promesas que podrían ser relegadas. H abría que hablarles del hombre, y de cómo todos ellos forman este hombre qu e tenía que ser salvado de la violencia, del terror y de nuevas sumisi ones. Los viejos imperialistas europeos, y los nuevos, tendrían que convencer a estos hombres y a sus propios nacionales que era necesario triunfar para crear otro mundo. Un mundo en el que todos los hombres, sin excepción, actua­ sen unidos para hacerlo posible . ¿Podría creerse en tal mil agro? ¿Los imperialistas recortarían sus garras y la satisfacción del dominio? Se habla abiertamente de nacionalismo. Los pueblos tienen derecho a seguir sus propios caminos, sin i mposici ones. Para ello se lucha en todos los frentes . También, y como correlato consecuente , se habla de independencia y de autonomía ; los pueblos deben ser independientes, las naciones autónomas. Pero esto no es suficiente, no sólo son l os pueblos en abstracto, las naciones por ellos formadas, los que necesi tan de estímulos ; lo necesitan, también, los hom bres concretos que forman estos

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pueblos y naciones. Los hombres que las hacen posibles. Ya que son hombres concretos los que están muriendo, los que están luchando hasta el agotamiento, los que soportan tormentos, violencias y terrores. Es a estos hombres a los que hay que prometer u n mundo mejor, u n mu ndo tan concreto como lo son la lucha y la resistencia. A los ideales sobre u n mundo libre, un mundo como cortjunto de naciones libres e independientes, habrá que agregar los ideales que muevan a este hombre, al gran hombre que habita las ciudades y los campos. A las grandes masas, y a los individuos concretos, deberán ofr ecérse­ les ideales sociales, de bienestar y seguridad social . La primera expresión de la n ueva orientación de los aliados para estimular a los hombres y pueblos que luchaban en esta guerra, se ofrece en la Carta del Atlántico, redactada por Wi nston Churchill y Franklin D. Roosevelt, dada a conocer el 14 de agosto de 1 94 1 . Pocos meses después entrarían los Estados U nidos en la con­ tienda. E n dicho documento, las dos potencias dan a conocer al mundo libre los ideales y principios que les mueven en la lucha, que u na de ellas ha emprendido y a la qu e pronto se sumará la otra . Principios que se consideran comu nes a la política de esos países y en los cuales fu ndan su "esperanza en un futuro mejor para el mu ndo". Se trata de ocho pu ntos, parte de los cu ales se refieren a la conservación de la soberanía nacional de los pueblos y a la i ndependencia de los mismos combinándola, sin lesionar esta i ndependencia, con el establecimiento de una amplia cooperación internacional que- haga posible la prosperi­ dad económica , el desarme y la paz. Pero, además, en otros de los puntos, se habló de asegu rar, "para todos, los patrones avanzados de trabajo, el i ncremento económico y la seguridad social", así como garantizar la "libertad contra el temor y la pobreza " 1 • Principios qu e serían refr endados poco después en I nglaterra por los gobiernos en exilio de la Europa ya bajo el dominio hitlerista. A esta declaración se irán sumando otras en que se insistiría sobre el nacionalismo y sobre reformas sociales. I gualmente se habló sobre el derecho de todos los pueblos a la autodeterminación, así como del d erecho de los individuos a u n mínimo de seguridad social y la promesa de u n futuro más próspero y feliz.

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Pero habría que hacer algo más que declaraciones: por ello, en plena guerra, se fueron creando organismos qu e tenían como función a('tuar, en el momento que las circunstanci� s lo permitiesen, en el sentido de esas declaraciones. Por lo pronto, habría que ayudar a los pueblos que estaban siendo más casti­ gados por la guerra y tenían menores recursos. Así surge, en 1 94 3 , la U NRRA , para socorrer de inmediato a estos pueblos. En 1 945 la Organización para la Alimentación y la Agricultura, para incrementar los cultivos y la ganadería, y mejorar el patrón de nutrición y la distribución de productos alimenticios. En 1 944 se fundan el Fondo Monetario I nterna­ cional y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, a través de los cuales se estabilizan las monedas y se ofrece el crédito necesario para la reconstrucción del mundo destruído por la guerra y para el desarrollo de los países atrasados. Se fu nda, igualmente, la U N ESCO, que tratará de que no se repita la experiencia de la guerra, educando al hombre del futuro para la paz. Su meta es alfabetizar y culturizar a las grandes masas de las naciones y pueblos que forman el mu ndo. Y se fue preparando como corolario la creación de las N aciones U ni das, en donde los ideales por los cuales luchaban las naciones libres pudiesen crear el ámbito de posibilidad del mundo por el cual estaban luchando tantos pueblos. Las naciones libres u nidas, grandes y pequeñas, impedi­ rían que se repitiesen los sucesos que h abían permitido la cruel y prolongada guerra. TQ