De papeles, escribanías y archivos : escribanos del Concejo de Madrid (1557-1610) [1 ed.] 8400093704, 9788400093709

Al acercarse al antiguo oficio de escribano del ayuntamiento surgen numerosos interrogantes: ¿Qué obligaciones y funcion

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ÍNDICE
UNAS PALABRAS PRELIMINARES
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA y fuentes
apéndice
APÉNDICE DOCUMENTAL
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De papeles, escribanías y archivos : escribanos del Concejo de Madrid (1557-1610) [1 ed.]
 8400093704, 9788400093709

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leonor zozaya montes

de papeles, escribanías y archivos: escribanos del concejo de madriD (1557-1610)

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de papeles, escribanías y archivos: escribanos del concejo de madrid (1557-1610)

23.  Envejecer en casa: la satisfacción residencial de los mayores en Madrid como indicador de su calidad de vida. Fermina Rojo Pérez y Gloria Fernández Mayoralas (coord.). 24. Necesidadde un marco jurídico para el desarrollo rural en España. José Sancho Comíns, Javier Martínez Vega y María Asunción Martín Lou (eds.). 25. Homenajea D. José María Albareda, en el centenario de su nacimiento. María Rosario de Felipe. 26.  C  aracterísticas demográficas y socioeconómicas del envejecimiento de la población en España y Cuba. Vicente Rodríguez Rodríguez, Raúl Hernández Castellón y Dolores Puga González. 27.  Estudiossobre cultura, guerra y política en la Corona de Castilla. Fernando Castillo Cáceres. 28.  España y Polonia: los encuentros. Elda González Martínez y Malgorzata Nalewajko (coords.). 29.  Ciencia,tecnología y género en Iberoamérica. Eulalia Pérez Sedeño, Paloma Alcalá, Marta I. González, Paloma de Villota, Concha Roldán y M.ª Jesús Santesmases (coords.). 30.  Los Martín de Fuentidueña, jardineros y arbolistas del Buen Retiro. El Tratado de agricultura de jardines y el Tratado de agricultura de hortaliza de Cosme Martín de Fuentidueña. Luis Ramón-Laca y Luciano Labajos. 31.  Unnuevo modelo de mujeres africanas. Inmaculada Díaz Narbona y José Ignacio Rivas Flores. 32.  Circulaciónde personas e intercambios comerciales en el Mediterráneo y en el Atlántico (siglos xvi, xvii, xviii). José Antonio Martínez Torres. 33.  Papelesy opinión. Políticas de publicación en el Siglo de Oro. Fernando Bouza Álvarez. 34.  Comercioy riqueza en el siglo xvii. Estudios sobre cultura, política y pensamiento económico. Ángel Alloza Aparicio y Beatriz Cárceles de Gea. 35.  Las vidas paralelas de Georges Cuvier y Georg Wilhelm Friedrich Hegel. Naturaleza y filosofía. Adrià Casinos Pardos. 36.  Enfermedad y muerte de una reina de España. Bárbara de Braganza (1711-1758). Rosa Basante Pol.

CSIC

Consejo Superior de Investigaciones Científicas

Al acercarse al antiguo oficio de escribano del ayuntamiento surgen numerosos interrogantes: ¿Qué obligaciones y funciones tenía asignadas? ¿Qué cometidos desempeñaba dentro y fuera del cabildo? ¿Era su trabajo diferente al de otros oficiales que colaboraban temporalmente en las mismas escribanías de la corporación? ¿Qué títulos podía compaginar un escribano del cabildo? ¿Era obligatorio que paralelamente fuese escribano público y del número? ¿Era a la par archivero del ayuntamiento? ¿Qué estrategias trazaba para acceder a una escribanía del concejo? ¿Qué peso cobraban la endogamia y las redes sociales en los mecanismos de consecución del oficio? A esas y otras preguntas responde este libro, que analiza detalladamente la figura del escribano del ayuntamiento en la villa y corte del Madrid de la Edad Moderna. Atiende a los deberes y funciones del escribano respecto a la documentación municipal que generaba y manejaba. Examina las trayectorias que recorrían esos documentos y los contextos donde circulaban. Además, realiza una aproximación prosopográfica al oficio en las dos escribanías del concejo (la originaria y la acrecentada en 1557, que no se ocupó hasta 1566). También repasa la teoría e ilustra la práctica de la transmisión de escrituras de escribanos tras su defunción o cese en el oficio, por último estudia la rica relación, llena de matices, entre archivos y escribanos capitulares. Leonor Zozaya Montes (Madrid, 1975) es doctora Europeus en Historia por la Universidad Complutense de Madrid (2008). Ha participado en numerosos congresos internacionales y ha publicado más de treinta estudios científicos, entre los que cabe destacar la monografía Al servicio del ayuntamiento. El archivo de la villa de Madrid en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna. En su trayectoria profesional ha estado vinculada, a través de diferentes becas y contratos, al Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y a la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid. Completó su formación académica en el Saint John’s College (Cambridge, Inglaterra) y en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales (Centre de Recherches Historiques del Centre National de la Recherche Scientifique, París, Francia). Actualmente es profesora de Ciencias y Técnicas Historiográficas en la Universidad Complutense.

de papeles, escribanías y archivos: escribanos del concejo de madrid (1557-1610)

leonor zozaya montes

de papeles, escribanías y archivos: escribanos del concejo de madrid (1557-1610)

Consejo Superior de Investigaciones Científicas Madrid, 2011

Reservados todos los derechos por la legislación en materia de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en manera alguna por ningún medio ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, informático, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo por escrito de la editorial. Las noticias, los asertos y las opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva responsabilidad del autor o autores. La editorial, por su parte, sólo se hace responsable del interés científico de sus publicaciones.

Catálogo general de publicaciones oficiales: http://publicacionesoficiales.boe.es/

© CSIC © Leonor Zozaya Montes NIPO: 472-11-162-6 e-NIPO: 472-11-161-0 ISBN: 978-84-00-09370-9 e-ISBN: 978-84-00-09371-6 Depósito Legal: M. 40.516-2011 Maquetación: Ángel de la Llera (CSIC) Imprime: Closas Orcoyen, S. L. Impreso en España. Printed in Spain En esta edición se ha utilizado papel ecológico sometido a un proceso de blanqueado ECF, cuya fibra procede de bosques gestionados de forma sostenible.

A mi familia

ÍNDICE Unas palabras preliminares, por A. Alvar......................

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1. Introducción......................................................................

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2. Breve bosquejo bibliográfico.................................

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3. Explicaciones preliminares sobre los escribanos y el concejo........................................................... 1. Generalidades sobre el oficio de escribano y tipología........ 2. El ayuntamiento, la institución para la que trabajaba el escribano del concejo................................................................ 3. Derechos, deberes y funciones esenciales del escribano del concejo................................................................................... 4. Explicaciones sobre ciertas particularidades del caso de Madrid.................................................................................... 4.1. Los libros de actas y su duplicidad desde el acrecentamiento de la escribanía............................................. 4.2. Escribanos tenientes, escribanos colaboradores y amanuenses......................................................................... 4. Deberes, funciones y obligaciones del escribano del concejo en relación con la documentación.............................................................................. 1. Los escribanos y la generación de documentación............... 1.1. La letra del escribano................................................... 1.2. La firma del escribano..................................................

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1.3. Labores que desempeñaba el escribano en calidad de fedatario........................................................................ 1.4.  La desconfianza hacia el fedatario............................... 1.5. Labores de sacar traslados........................................... 2. Tareas relacionadas con la hacienda y la contaduría de la villa......................................................................................... 2.1. La colaboración temporal en la toma de cuentas........ 2.2. La consecución del título de contador........................ 2.3. La escribanía de rentas................................................. 3. Creación y movimiento de documentos e información........ 3.1. El conocimiento del escribano del concejo................. 3.2. Labores del escribano del concejo fuera de la institución y circulación de información............................... 3.3. Trasiego de escrituras en esos desplazamientos.......... 3.4. Suplencias y costes de los desplazamientos................. 4. Manejo, consulta de escrituras y guarda en el archivo......... 4.1. Manejo y trasiego documental..................................... 4.2. Consultas documentales: generalidades...................... 4.3. Consultas de los libros de actas................................... 4.4. Participación en la custodia de los archivos del concejo................................................................................ 5. Documentación municipal bajo el poder del escribano........ 5.1. Documentos y papeles................................................. 5.2. Libros manuscritos....................................................... 5. Ejercicio y transmisión. las escribanías del concejo madrileño: una aproximación prosopográfica al oficio.................................................... 1. Los acrecentamientos de oficios dados en el año 1557........ 1.1. El acrecentamiento de dos escribanías del número y otras anotaciones materiales y espaciales.................... 1.2. El acrecentamiento de una escribanía del concejo y la evolución en la escribanía antigua (1557-1560).......... 2. Aumento de colaboradores en la escribanía antigua al llegar la corte a Madrid (1561-1565)............................................... 3. Sucesiones en la escribanía antigua desde 1566 hasta 1589.... 4. Sucesiones en la escribanía acrecentada desde 1566 hasta 1589........................................................................................ 10

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5. La familia Martínez al frente de ambas escribanías (15901598)....................................................................................... 6. Complicaciones en la escribanía antigua al partir la corte (1599-1605)............................................................................ 7. Inestabilidades en las escribanías con el regreso de la corte (1606)..................................................................................... 8. Estabilidad con el transcurso de los años, desde 1607 en adelante..................................................................................

6. Transmisión de escrituras de escribanos y creación de archivos.................................................... 1. Transmisión de escrituras de escribanos, teoría y práctica... 2. Un contexto proclive a las creaciones de archivos en el reino............................................................................................ 3. Reunión de escrituras de escribanos y creación de archivos muebles en el concejo madrileño.......................................... 3.1. Multiplicación de archivos de escribanos en el concejo madrileño.................................................................. 3.2. Redistribución de escrituras y creación de un archivo común de escribanos capitulares en el consistorio.....

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7. Conclusiones.......................................................................

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8. Bibliografía y fuentes.................................................. 1. Fuentes manuscritas.............................................................. 2. Repertorios y fuentes impresas originales o facsimilares...... 3. Bibliografía.............................................................................

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APÉNDICE Figuras Figura 1: Relación de escribanos del ayuntamiento madrileño (15571610)................................................................................................ Figura 2: Sucesión del ejercicio en las escribanías del ayuntamiento madrileño (1557-1601)................................................................... Figura 3: Relaciones de parentesco entre los escribanos de la escribanía antigua (1557-1610)..............................................................

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Figura 4: Relaciones de parentesco entre los escribanos de la escribanía acrecentada (1557-1610)....................................................... Figura 5: Demanda por parte del ayuntamiento de escrituras de escribanos del concejo para su archivo (1568 y 1571)..................... Figura 6: Solicitud de documentación de los escribanos por parte del concejo (1571)................................................................................. Figura 7: Relación de escribanos del concejo (titulares y tenientes) y escribanos colaboradores que acudieron a abrir el archivo del concejo (1553-1581)........................................................................

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Apéndice documental. Transcripción de documentos Documento 1.  Presentación en el ayuntamiento de la cédula real sobre el acrecentamiento dado en 1557 de tres regimientos y dos escribanías, y respuesta del concejo madrileño.............................. Documento 2.  Presentación del título de una escribanía del número de la villa de Madrid del escribano público Cristóbal de Peñaver por renunciación de Gabriel Hernández....................................... Documento 3.  Renunciación del título de escribano del número de Melchor de Peñalosa en favor de Francisco de Henao................. Documento 4.  Francisco Cabrera presenta el título de escribano del concejo, y así queda ocupada la escribanía concejil acrecentada.. Documento 5.  Petición de Francisco de Monzón para renunciar a la escribanía concejil a favor de su hijo menor de edad Francisco de Monzón Testa, y nombramiento..................................................... Documento 6.  Petición de Francisco de Monzón Testa para pasar el oficio de la escribanía antigua a su hijo menor de edad, Pedro de Monzón, y para servir el oficio él mismo o, en su ausencia, Francisco Martínez, el escribano de la escribanía acrecentada............. Documento 7.  Francisco de Monzón Testa pide al concejo que su primo Francisco Testa sirva el oficio en la escribanía antigua mientras su hijo alcanza la edad para servirlo................................ Documento 8.  Propuesta de dos regidores para que se separe la contaduría de la escribanía del ayuntamiento y se consuma la escribanía acrecentada....................................................................... Documento 9.  Pedro Martínez presenta el título de escribano del número y del ayuntamiento de la escribanía acrecentada.............

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Imágenes de los documentos transcritos Imagen del documento 1, AVM, Libros de Acuerdos, 26 de marzo de 1557............................................................................................ Imagen del documento 2, AVM, Libros de Acuerdos, 5 de enero de 1560................................................................................................. Imagen del documento 3, AVM, Libros de Acuerdos, 22 de junio de 1562................................................................................................. Imagen del documento 4, AVM, Libros de Acuerdos, 17 de julio de 1566................................................................................................. Imagen del documento 5, AVM, Libros de Acuerdos, 28 de febrero de 1570............................................................................................ Imagen del documento 6, AVM, Libros de Acuerdos, 18 de marzo de 1599............................................................................................ Imagen del documento 7, AVM, Libros de Acuerdos, 29 de enero de 1601................................................................................................. Imagen del documento 8, AVM, Libros de Acuerdos, 14 de agosto de 1606............................................................................................ Imagen del documento 9, AVM, Libros de Acuerdos, 22 de septiembre de 1606...................................................................................... ÍNDICE ONOMÁSTICO..................................................................

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UNAS PALABRAS PRELIMINARES Me has de permitir, buen lector, que empiece estas palabras preliminares al libro de la doctora Leonor Zozaya Montes recurriendo al genio de las letras, al manco sano. Y la verdad es que no tienes otro remedio, porque si no me lo permites, ¿qué hacemos? El concepto que tiene Cervantes de los escribanos no se puede decir que sea halagador. Es más: incluso es moneda común que Cervantes sentía animadversión contra su mundo, contra todos los dadores de fes públicas, además de los dichos, los notarios, los secretarios de ayuntamiento o de juzgado, modernizando los oficios, para entendernos. En muchas ocasiones Cervantes arremete contra ellos. Así, por ejemplo, en 1605, decía don Quijote a Sancho refiriéndose a un diario en el que registra Cardenio sus asuntos: Tú tendrás cuidado de hacerla trasladar en papel, de buena letra, en el primer lugar que hallares, donde haya maestro de escuela de muchachos, o si no, cualquiera sacristán te la trasladará; y no se la des a trasladar a ningún escribano, que hacen letra procesada,[47] que no la entenderá Satanás (Quijote, I, xxv).

Igualmente, en 1615, ridiculizando las prácticas notariales: —Así es verdad —respondió don Quijote—: cierra, amigo, la puerta, y dame por testimonio, en la mejor forma que pudieres, lo que 15

aquí me has visto hacer; conviene a saber: cómo tú abriste al león, yo le esperé, él no salió; volvíle a esperar, volvió a no salir y volvióse acostar (Quijote, II, 17).

Dominio de las técnicas escriturarias que, me encanta desde luego, ante la agonía de Alonso Quijano, una vez muerto don Quijote porque ha recobrado el juicio («—Dadme albricias, buenos señores, de que ya yo no soy don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano, a quien mis costumbres me dieron renombre de Bueno»): Entró el escribano con los demás, y, después de haber hecho la cabeza del testamento y ordenado su alma don Quijote, con todas aquellas circunstancias cristianas que se requieren, llegando a las mandas, dijo: —Ítem, es mi voluntad que de ciertos dineros que Sancho Panza, a quien en mi locura hice mi escudero, tiene, que, porque ha habido entre él y mí ciertas cuentas, y dares y tomares, quiero que no se le haga cargo dellos, ni se le pida cuenta alguna, sino que si sobrare alguno, después de haberse pagado de lo que le debo, el restante sea suyo, que será bien poco, y buen provecho le haga; y, si como estando yo loco fui parte para darle el gobierno de la ínsula, pudiera agora, estando cuerdo, darle el de un reino, se le diera, porque la sencillez de su condición y fidelidad de su trato lo merece (Quijote, II, 74).

En fin, cuando en Quijote I, XXVIII está comparando las dificultades entre las armas y las letras, siempre se muestra más próximo a las armas, aunque afirme que: Alcanzar alguno a ser eminente en letras le cuesta tiempo, vigilias, hambre, desnudez, váguidos de cabeza, indigestiones de estómago, y otras cosas a éstas adherentes, que, en parte, ya las tengo referidas.

Abierta boca así, vayamos al texto que nos ofrece Zozaya Montes. Para empezar podría decir que era obra historiográficamente por tres veces necesaria. Necesaria porque había que poner un poco de orden en el marasmo del funcionamiento de las escribanías municipales e incluso llegar a describirlas con claridad. Necesaria porque era bueno que alguien mostrara metodológicamente cómo había que acercarse a esta investigación y necesaria, finalmente, porque había que definir cuestiones sistemáticamente y no a salto de vuelapluma. 16

Para seguir, una vez que hemos empezado, has de tener claro que el libro habla sólo de escribanos de concejo, no de los otros, aluvión de fedatarios para los que hasta había manuales de buenos usos, como el de Barrio de Pérez Angulo y su Dirección de Secretarios de señores, Madrid, 1613. A Leonor Zozaya le ha gustado ir poniendo puntos sobre las íes de los lugares comunes que existían hasta ahora. Así ha ido desgranando cada problema, ofreciéndonos su estado de la cuestión y sus propuestas de investigación. Para ello, ha manejado apabullante bibliografía, las actas del Ayuntamiento de Madrid (que las transcribimos casi en su totalidad para el reinado de Felipe II en el CSIC) y otros archivos, de suerte y manera que no se puede decir que sus afirmaciones sean producto de su intuición. Los orígenes de este libro están en el intento frustrado que tuve de consolidar un equipo de investigación en el CSIC. Cronos hace y deshace las cosas, como Fortuna las pone o las quita. Así que, fruto del trabajo en equipo, en 2005 publicamos en Buenos Aires un larguísimo estudio sobre el mundo de las escribanías madrileñas. Ni que decir tiene que Zozaya colaboró con fuerza en aquel texto. Hasta 1557 en Madrid sólo había una escribanía municipal. En ese año se acrecentó en otra y se intentó vender, pero una parte del ayuntamiento y el escribano titular anduvieron de protestas y pleitos hasta 1566, en que se ocupó. Por tanto, salvo algún que otro paréntesis, desde entonces en adelante asistían a las sesiones municipales dos escribanos, que más o menos deberían levantar acta simultáneamente. El procedimiento no se puso en marcha instantáneamente y, por el contrario, a finales del siglo xvii lo que registraba uno y otro era tan igual que bien podría ser que trabajara de verdad uno y el otro copiara (o sus amanuenses). En el estudio de Leonor Zozaya se ve cómo el escribano municipal, al igual que los secretarios de los Consejos (y no creo que nadie hoy en día actúe así), era el gran poder informal, en tanto en cuanto filtraba la información que había que tramitar «de parte». Él prepa17

raba los expedientes; él inducía —por lo tanto— las respuestas. Además, como era el que guardaba los papeles y era el más estable, o el más viejo en el oficio, o el que había estado en todas las comisiones, al final era el que canalizaba todo, porque también sería el que resolvería todo. Por tratarse de oficios tradicionales (en una plaza) o venales (en la otra), resulta que la transmisión patrimonial del oficio era la norma. En ocasiones por la destreza adquirida «en casa»; por otro lado, por los derechos habidos por la compra. Era lógico que así fuera. Eran tiempos de patrimonialización del poder y no se podía entender (casi) de ninguna otra manera: se heredaba el pecado; se heredaban las virtudes familiares… Por cierto: es genial cómo «le levantan» la escribanía al hijo de Francisco Testa. Por otro lado, el esfuerzo dedicado a la creación, funcionamiento y organización del primer archivo municipal es muy destacable. Tanto cuanto la frustración que siente el historiador al ver cómo andaban los papeles. Sin duda, como intuíamos, el archivo de escribanos se puso en orden cuando la presión demográfica por el traslado de la Corte de 1561 provocó tal desorden administrativo que se empezaron a perder tierras, derechos o rentas. A veces la complejidad de los fenómenos que aclara es de tal porte, que parece sembrada de confusión: en realidad hay que leerla despacio, captar el diálogo entre estado de la cuestión y autora y volver sobre esos pasos para darse cuenta de que el lector ha formado juicio. En otras ocasiones, debería haber soslayado el uso de adjetivos (o las alocuciones que en mis tiempos se llamaban así y que ahora ya no lo sé), porque el «de Madrid» es siempre más claro, institucional y contundente que el «madrileño» (o en vez de reino castellano, Corona de Castilla). El cierre de esta brillante investigación con un cuidado apartado documental, así como la abundante y mesurada bibliografía hacen de esta obra un estudio de vanguardia en el mundo de la generación, cuidado y uso de los papeles en la Edad Moderna. Se necesitan más 18

investigaciones sobre estos fenómenos sociales, porque a fin de cuentas el poder escrito ha pasado por las manos de quien ha manejado la pluma. Se acabó, buen lector: gracias por permitirme decir lo que he dicho. Alfredo Alvar-Ezquerra Profesor de investigación del CSIC Académico correspondiente de la Real Academia de la Historia

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1 INTRODUCCIÓN Junta letra, aparta parte, y escribirás con arte; usa la mano, y serás escribano. 1

Entre una escribanía y un archivo transitaban cuantiosos papeles en manos del escribano del ayuntamiento. Escribanía y archivo son dos referentes interesantes para imaginar el recorrido que seguían las escrituras, desde su creación —cuando se redactaban— hasta que se archivaban, e igualmente a la inversa, cuando se consultaba documentación archivada, aunque en numerosas ocasiones ya nunca volvía al archivo. En tales trayectos, era frecuente que el material escrito transitase por diversos espacios, acarreado por el escribano, que además acostumbraba a expedir o a copiar otros documentos. Todo ese rico trajín documental se acompañaba de una nutrida información oral y visual. La presente investigación histórica, además de analizar esas trayectorias documentales, estudia al escribano del concejo desde varios puntos de vista. La mayoría tienen que ver con la producción manuscrita, su relación con la información —principalmente escrita— y los   Refrán popular recogido por G. Correas: Vocabulario de refranes y frases proverbiales (1627), L. Combet (ed.), R. James y M. Mir-Andreu (revisores), Madrid, Castalia, 2000, p. 408.

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contextos donde se desenvolvía. El escribano interesa en este estudio en tanto en cuanto redactaba, otorgaba fe, manejaba y custodiaba documentación en calidad de escribano del concejo. Pese a que ninguna de esas acciones fuera realizada en exclusiva por él en la institución capitular, sí participaba constantemente en ellas. El edificio del ayuntamiento, donde se vinculaba la escribanía del concejo, era uno de los principales espacios donde el escribano desem­peñaba su trabajo. Por ello, esta investigación tiene siempre presente a la institución municipal, para entender las funciones del escribano en sus justos términos y no desdibujar ni exagerar los trabajos que allí ejercía. Sin embargo, en la Edad Moderna existían muchos más espacios de creación documental donde el escribano del cabildo desenvolvía su labor. Esas labores han sido igualmente objeto de atención: también hacía de fedatario o desempeñaba otros trabajos en la calle o en el monte, tanto en áreas ciudadanas como rurales, al servicio del gobierno municipal. Los lugares que recorría se encontraban, en su mayor parte, en la villa y tierra de Madrid, aunque también salía de ella para atender a determinadas gestiones. Esta investigación, aunque abarca el amplio espacio temporal de la Edad Moderna, se centra en estudiar sistemáticamente la época de las llegadas y partidas oficiales de la corte regia a la villa de Madrid, atendiendo a los cuatro años previos y posteriores. Madrid comenzó a ser sede estable de la corte desde el año 1561 hasta 1601 —cuando partió a Valladolid— y, de nuevo, desde 1606 en adelante, con el regreso cortesano definitivo. Entonces, villa y corte tuvieron que aprender a convivir. Esta investigación analiza a fondo los años comprendidos entre 1557 y 1610, para apreciar los comportamientos dados en la escribanía capitular de una villa cualquiera —como era Madrid en origen— y los cambios que acaecían cuando empezaba a albergar al séquito regio, cuando este partía o regresaba. Su presencia y su ausencia influyeron tanto en la transmisión de las escribanías como en la contratación de escribanos ayudantes, entre otras cuestiones. Además, en el año 1557 se acrecentó una segunda escribanía capitular, que añade otra razón para usarlo como punto de partida. La presente investigación se estructura en siete capítulos. Tras esta introducción, el capítulo segundo ofrece una breve panorámica 22

bibliográfica que retrata diferentes monografías existentes de la geografía hispana sobre notarios y escribanos. Tanto esa bibliografía como otra de enfoque histórico han sido utilizadas cuando ha sido posible para comparar el caso madrileño con otros, dados por lo común en el reino castellano, y así entender lo sucedido en sus justos términos. El tercer capítulo asienta conceptos sobre el oficio de escribano en general, sobre el escribano del concejo en particular, y también sobre dicha institución, centrándose en el caso de Madrid. En dicha villa, al igual que en numerosos lugares de España, el rey acrecentó una escribanía del ayuntamiento en el año 1557, creando así un segundo oficio, que no se ocupó hasta varios años después. Esa duplicidad tuvo sus particularidades, que también se dieron con la multiplicación de los libros de actas del cabildo, cuya redacción era una labor fundamental del escribano del ayuntamiento o de los oficiales que le sustituyeran en esas u otras tareas. Este estudio tiene siempre en cuenta a tenientes, escribanos colaboradores y amanuenses. Entre ellos, destacaron los escribanos del número, quienes asistían de forma habitual en los trabajos del concejo. El cuarto capítulo estudia las funciones del escribano del concejo madrileño en relación con ciertos deberes inherentes a su oficio. Estaba obligado a escribir con buena letra, firmar, escriturar documentación y manejarla constantemente por la villa, así como custodiarla o archivarla. Además, en otros casos, como los relativos a pregones y notificaciones, tenía que difundir la información oralmente fuera del consistorio, cuando la institución le mandaba notificar o pregonar. En ese sentido, el escribano era un sujeto activo en relación con el municipio y su territorio, originando y moviendo a su paso documentación e información escrita y verbal que vinculaba al concejo con la sociedad, mediando así entre ambos entes. Las labores de contador que desempeñó también conllevaban tareas escriturarias; en principio participaba sólo colaborando, hasta que después consiguió la titularidad del oficio. También se analiza la tutela y control documental desempeñados por el escribano, su relación con el archivo, ya fuese el suyo (personal o de su oficina) o el municipal (de la villa), pues las fuentes son poco nítidas al respecto. Además, siempre que es posible se muestran las circunstancias que rodeaban a todo aquel trajín do23

cumental dado en torno al escribano, a las circunstancias y trayectorias documentales, por así denominarlas. El capítulo quinto analiza la transmisión de las dos escribanías del concejo mediante una aproximación prosopográfica al oficio. Atiende a las vías de llegada de los escribanos, donde cobraban gran peso las relaciones familiares y las redes relacionales y clientelares. De ese modo, salen a colación las peculiaridades de ambos oficios, ofreciendo elementos de comparación. El enfoque microhistórico desde el que se observa la evolución testimonia hechos acaso un tanto sorprendentes, por ejemplo, que diversos escribanos del concejo ejercieron sin ser escribanos del número. Al estudiar en profundidad el uso del oficio, se acredita el importante papel desempeñado por tenientes y colaboradores temporales, quienes sí eran normalmente escribanos del número a la par. De hecho, formaban parte de los linajes de ese tipo de escribanos. Su asistencia en el concejo les servía en ocasiones de plataforma para adentrarse en la escribanía del cabildo y acceder a una plaza de titular, e incluso, de regidor. El capítulo sexto estudia las leyes bajo las cuales se regía la sucesión de escrituras, que detallaban cómo se debía proceder con las escrituras de los escribanos que cesaban en el oficio. Analiza los casos prácticos que se daban en Madrid y los contextos donde tenían lugar. Esa normativa también resulta fundamental para entender la política de reunión de documentos que el cabildo adoptó en determinado momento. El ayuntamiento fue creando archivos para guardar documentos de sus escribanos en el consistorio, acción que culminó con el intento de recuperación y reorganización de las escrituras de todos los escribanos del concejo, coevos y finados. Tenía el objeto de reunirlas en un arca que se situaría en la sala consistorial, bajo el control de los dos escribanos capitulares, de forma que las escrituras se vincularían de forma permanente a las escribanías del cabildo. Tras las conclusiones, la investigación se cierra con un apéndice documental, más unos cuadros esquemáticos y diagramas ilustrativos sobre las sucesiones en el oficio, que incluyen las relaciones de parentela entre titulares y tenientes. También constan representaciones gráficas sobre los escribanos que acudieron a las aperturas del archivo del concejo, así como sobre la transmisión de las escrituras de los archivos que el ayuntamiento creó para custodiar la documentación de sus escribanías capitulares en aquella sede. 24

Para realizar este estudio he seguido un principio básico, consistente en respetar en la medida de lo posible las expresiones coevas, con el fin de preservar los matices de cada palabra y hablar en sus justos términos, simplificando por supuesto las frecuentes expresiones enrevesadas. En esa línea, he transcrito los textos coetáneos con un criterio paleográfico basado en respetarlos al máximo pero desarrollando las abreviaturas y actualizando la puntuación, la acentuación, la separación de palabras así como el uso de mayúsculas y minúsculas. Además, actualizo la transcripción de algunas letras, asimilándolas a los valores fonológicos actuales vocálicos o consonánticos, como la u y la uve, la i y la jota. Cuando una palabra abreviada consta desarrollada en otro lugar de la fuente, imito los caracteres que estilaba el amanuense. También respeto las contracciones que han caído en desuso que elidían una vocal (escribiendo ques o desta en vez de que es o de esta), excepto cuando la omisión del artículo afecta a la mayúscula de un nombre propio, que respeto (si dice del Escorial transcribo de El Escorial). También respeto las grafías de los numerales, pero convierto el calderón numérico (con forma transliterada de U) en eme mayúscula (M), pues tiene valor de mil. Utilizo los paréntesis para señalar cualquier elemento que hiciera el amanuense intencionadamente en el texto, generalmente cargado de valor diplomático (cruz, firma, rúbrica…). Asimismo, los uso para indicar la foliación. Las palabras interlineadas constan entre dos líneas oblicuas convergentes hacia abajo \ /. Los corchetes añaden cualquier comentario o aclaración (en cursiva) que no existe en el texto original pero que se refiere a él, por ejemplo, ante las enmiendas [roto, mancha…] o cuando se incluye el adverbio sic para indicar que la grafía consta textualmente. También se usan para indicar que el escribano se equivocó [tachadura] o cualesquier anotaciones marginales [al margen]. Corchetes con puntos suspensivos indican la supresión de un fragmento […]. 2 Los corchetes también se han usado para incluir una palabra o letra aclaratoria del sentido del texto.  Criterio basado en una combinación de las normas propuestas en la Comisión Internacional de Diplomática que constan en la obra Folia Cesaraugustana. 1, Zaragoza, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (en adelante CSIC), 1984, con las pautas dadas en la I Reunión Iberoamericana sobre Archivos celebrada en Washington en 1961 recogidas por V. Cortés Alonso: La escritura y lo escrito. Paleografía y diplomática de España y América en los siglos xvi y xvii, Madrid, Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1986, pp. 97-99. 

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Antes de dar paso a la obra, deseo agradecer a varias personas su inestimable ayuda, que de una forma u otra han repercutido en la elaboración de este trabajo. En primer lugar, agradezco el apoyo incondicional de mi familia, principalmente a quienes más han sufrido la realización de este libro: mi madre, mi padre y mi gemela. También quiero mencionar a mi primo Manuel, quien siempre me socorre raudo ante mis problemas informáticos; en este sentido, Daniel Chornet también me ayudó con mis prisas de última hora. Además, este trabajo hubiese sido imposible de realizar sin los ánimos que me ha regalado mi legión de amigos, dense todos por aludidos al leer esta frase. Desde el punto de vista científico, me han resultado muy útiles las transcripciones —inéditas aún— de los libros de acuerdos del concejo de Madrid de 1561 a 1598 que realizamos cuando formábamos parte del Equipo de investigación 4707 vinculado al Instituto de Historia del CSIC. Aprovecho para agradecer encarecidamente a su director, Alfredo Alvar, quien tan amablemente fue el tutor de todas las becas que allí disfruté. También tengo mucho que agradecer a sus componentes; entre los de siempre, de­ sempeñaron una labor fundamental Elena García Guerra, Juan Carlos Zofío y Teresa Prieto Palomo, pero fueron importantes todos los colegas que participaron en aquel proyecto de modo más o menos fugaz. Igualmente, deseo agradecer a quienes con su compañía me amenizaron tantos ratos de investigación en el CSIC. Vienen a mi mente con su sonrisa Pablo Pereda, Trini López, Beatriz Valverde, Manuel Herrero, Paco Villacorta, José Manuel Prieto, José Luis Gonzalo y Paco Fernández Izquierdo. También recordaré siempre a Bernard Vincent, quien tan generosamente me acogió en l’Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales aquel año cuando viví en París, donde tanto leí de escribanos. Ahora, que trabajo en la Universidad Complutense, agradezco también a todos los buenos compañeros, profesores y alumnos que tanto me animan en mi andadura docente e investigadora. Son muchos, pero quiero citar al menos a Cristina Segura Graíño, así como a mis colegas de la Orquesta de la Facultad de Geografía e Historia de la UCM. Además, y sobre todas las cosas, agradezco sincera y encarecidamente a quienes me han dedicado su preciado tiempo revisando este libro cuando aún era un borrador, que citaré por orden de entrega. Paloma Cuenca Muñoz, Juan Carlos Galende Díaz y María Zozaya 26

Montes me brindaron interesantes sugerencias y matizaciones tanto estilísticas como en infinidad de sentidos. Antonio Castillo me regaló numerosas propuestas muy acertadas de cambios formales y estructurales. Laura Sampedro, con su gran conocimiento sobre el tema notarial, me ayudó a fijar conceptos sobre el oficio, debatiendo con paciencia mis numerosas consultas. La labor de todos ellos ha sido fundamental. Sus correcciones han mejorado notablemente la presente investigación, gracias a sus sabias sugerencias. Los errores o carencias son sólo culpa mía. Por último, agradezco al lector su atención y espero que este estudio le resulte de interés.

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2 BREVE BOSQUEJO BIBLIOGRÁFICO

Este capítulo recorre una somera visión sobre los múltiples lugares de la geografía española donde se ha estudiado del oficio del escribano en la Edad Moderna. Será somera porque básicamente me ceñiré a mencionar monografías, y sólo citaré estudios breves para el caso castellano madrileño. No ofreceré una bibliografía exhaustiva ni un estudio historiográfico. 1 La causa de este constreñimiento responde a que la producción bibliográfica en forma de artículos, comunicaciones y capítulos de libros es tan copiosa que ampliaría de forma sustancial este breve bosquejo. Pese a ello, en ese panorama tan amplio escasean las monografías sobre escribanos del concejo; sólo ha llegado a mi noticia la de Esteban Corral. 2 Bien es cierto que la obra de escribanos en América de María de los Ángeles Guajardo aborda con tanto detalle a los oficiales del concejo que bien vale como una monografía sobre el colectivo. 3    Una visión historiográfica comparada con el caso francés, donde han proliferado aún muchos más estudios, consta en M. A. Extremera Extremera: El notariado en la España Moderna. Los escribanos públicos de Córdoba (siglos xvixix), Madrid, Calambur, 2009, pp. 39-62.   E. Corral García: El escribano de concejo en la corona de Castilla (siglos xi al xvii), Burgos, Ayuntamiento de Burgos, 1987.   M. A. Guajardo-Fajardo Carmona: Escribanos en Indias durante la primera mitad del siglo xvi, 2 vols. Madrid, Consejo General del Notariado, 1995.

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El interés actual por los estudios de escribanos acaso parta del año 1964, con la celebración del Centenario de la Ley del Notariado y su importante publicación que reunió notables aportaciones. A inicios de la década de los noventa, la curiosidad se multiplicó con la conmemoración del bicentenario del fallecimiento del afamado notario José Febrero. 4 Desde entonces hasta ahora, el tema suscita tanto interés científico que logra reunir a numerosos especialistas en simposios convocados por entidades como Litterae, que cuenta con un grupo de investigación dedicado a los escribanos, o la Sociedad Española de Ciencias y Técnicas Historiográficas, que publican sus resultados en compilaciones periódicas sobre la materia. Son escasos los estudios de conjunto sobre escribanos, donde destacan los conocidos análisis de José Bono Huerta. Éstos han sentado unas bases de obligada referencia desde el punto de vista del derecho, la historia y la diplomática, que además son los principales campos desde los que la comunidad científica ha estudiado al colectivo notarial. 5 Desde esos dos primeros puntos de vista también ha enfocado Vicente Simó su monografía sobre notarios en la Edad Media. 6 Los estudios regionales son considerablemente más abundantes. Iniciados en gran parte durante los años ochenta, han continuado e incluso han proliferado de modo trascendental. Andalucía es especialmente fructífera en el estudio de escribanos y notarios, donde las investigaciones regionales van multiplicándose y abriéndose paso en el horizonte historiográfico. Allí están las cuantiosas contribuciones  VV. AA.: Centenario de la Ley del Notariado, Madrid, Junta de Decanos de los Colegios Notariales, 1964 y Bicentenario de la muerte de D. José Febrero. Acto de homenaje y catálogo de la exposición bibliográfica, Madrid, Consejo General del Notariado, 1991. Sobre esas conmemoraciones véase M. A. Extremera Extremera: El notariado en la España Moderna…, p. 39.   J. Bono Huerta: Historia del Derecho Notarial Español, vol. 2, Madrid, Junta de Decanos de los Colegios Notariales de España, 1982; del mismo autor: Los archivos notariales, Sevilla, Junta de Andalucía-Dirección General del Libro, Bibliotecas y Archivos, 1985; Breve introducción a la diplomática notarial española, Sevilla, Junta de Andalucía-Consejería de Cultura y Medio Ambiente, 1990.   V. L. Simó Santonja: El notariado español en los siglos xii y xiv, Madrid, Consejo General del Notariado, 2007. 

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sobre la Edad Media y la Moderna referidas al notariado andaluz brindadas por Pilar Ostos y María Luisa Pardo, que iniciaron hace varias décadas y han continuado prácticamente hasta hoy día. 7 También existen estudios más puntuales, como la tesis sobre Baza de Francisco Crespo, 8 o como el análisis de David González Cruz referido a la Huelva dieciochesca, sobre los comportamientos sociales, en la vida y ante la muerte, o sobre la historia de las mentalidades en general. 9 También brinda nuevas aportaciones la obra de Miguel Ángel Extremera referente a los escribanos públicos de Córdoba, que presta un interés especial a la faceta social y cultural del escribano. 10 Málaga cuenta con varios estudios que perfilan un desarrollo de la figura del escribano a lo largo de la Edad Moderna. En los años noventa, Pedro Arroyal, Teresa Martín Palma y Esther Cruces publicaron un monográfico sobre la institución notarial en tiempos de los Reyes Católicos. 11 Esa línea tuvo continuidad, con los estudios aparecidos en los últimos años de Alicia Marchant sobre la formación, estructura y funcionamiento de los escribanos públicos en el reinado de Carlos I. 12 Eva Mendoza ha ilustrado lo acaecido respecto al siglo xvii sobre los escribanos malagueños, quien además de ofrecer sóli   Entre sus numerosas aportaciones, cabe citar por ejemplo: P. Ostos Salcedo y M. L. Pardo Rodríguez (eds.): El notariado andaluz en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna, Sevilla, Ilustre Colegio Notarial de Sevilla, 1996. También, como autoras, destaca: Documentos y notarios de Sevilla en el siglo xiv (13011350), Sevilla, Universidad de Sevilla, 2003. Además, de forma individual cabe citar: M. L. Pardo Rodríguez: Señores y escribanos. El notariado andaluz entre los siglos xiv y xvi, Sevilla, Universidad, 2002. P. Ostos Salcedo: Notariado, documentos notariales y Pedro González de Hoces, Veinticuatro de Córdoba, Sevilla, Universidad de Córdoba, 2005.     F. J. Crespo Muñoz, Francisco J.: El notariado en Baza (Granada) a comienzos de la Edad Moderna. Estudio y catálogo de los protocolos notariales (15101519), Granada, Editorial de la Universidad de Granada, 2007.    D. González Cruz: Escribanos y notarios en Huelva durante el Antiguo Régimen (1701-1800). La historia onubense en sus protocolos notariales, Huelva, Universidad-Universidad de Sevilla, 1991. 10  M. A. Extremera Extremera: El notariado en la España Moderna… 11  P. Arroyal Espigares, M. T. Martín Palma y E. Cruces: Las escribanías públicas de Málaga (1487-1516), Málaga, Universidad, 1991. 12  A. Marchant Rivera: Los escribanos públicos en Málaga bajo el reinado de Carlos I, Málaga, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Málaga, 2002.

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das bases teóricas sobre el oficio de escribano, brinda análisis socioeconómicos. 13 El norte español también cuenta con estudios monográficos sobre escribanos. Rosa María Blasco ofreció en los años noventa una aproximación a la institución en Cantabria. 14 Ya en nuestro siglo, Laura Sampedro Redondo se centró en la ciudad de Gijón para investigar desde el punto de vista histórico a los oficiales y a sus protocolos en el siglo xvi, con análisis diplomáticos que suponen una referencia en el estudio de la documentación notarial. 15 La ciudad de Santiago y su tierra ha sido atendida por Mercedes Vázquez Bertomeu para la temprana Edad Moderna, donde abarca desde el oficio notarial hasta sus despachos o sus escritos. 16 La Corona de Aragón ha sido objeto de estudio por varios autores. Ángel Canellas y José Trenchs atendieron a la cultura humanista que recibieron y difundieron notarios y escribanos de la cancillería regia en los siglos xiv y xv. 17 Manuel Gómez de Valenzuela continuó, en parte, dedicándose al estudio de las siguientes centurias. 18 Barcelona cuenta con dos monografías. Una engloba los siglos xiii a xvi, donde Jorge Günzgber sumerge al lector en la formación de los notarios, su organización y desarrollo. 19 Otra comprende el siglo xviii, gracias al estudio de Raimon Noguera. 20 Vicente Graullera ha dedi13  E. M. Mendoza García: Pluma, tintero y papel: los escribanos de Málaga…, y asimismo Los escribanos de Málaga en el reinado de Felipe IV (1621-1665), Málaga, Diputación de Málaga, 2007. 14  R. M. Blasco Martínez: Una aproximación a la institución notarial en Cantabria, Santander, Universidad de Cantabria, 1990. 15  L. Sampedro Redondo: Escribanos y protocolos notariales de Gijón en el siglo xvi, Gijón, Trea, 2009. 16  M. Vázquez Bertomeu: Notarios, notarías y documentos en Santiago y su tierra en el siglo xv, La Coruña, Ediciós do Castro, 2001. 17  A. Canellas y J. Trenchs: Cancillería y cultura. La cultura de los escribanos y notarios de la Corona de Aragón (1344-1479), Folia Stuttgartensia, Zaragoza, CSIC, 1998. 18  M. Gómez de Valenzuela: Notarios, artistas, artesanos y otros trabajadores aragoneses (1410-1693), Zaragoza, El Justicia de Aragón, 2005. 19  J. Günzberg i Moll: Los notarios y su organización en Barcelona: siglos xiiixvi, Madrid, Consejos Notariales de España, 2004. 20  R. Noguera de Guzmán: Los notarios de Barcelona en el siglo xviii, Barcelona, Colegio Notarial, 1978.

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cado una monografía a los notarios valencianos en relación con la Guerra de Sucesión, donde analiza cómo repercutió el cambio de poder en el colectivo de escribanos. 21 Volviendo a la Corona de Castilla, las Palmas de Gran Canaria también han sido objeto de atención, aunque de una forma puntual, de la mano de Enrique Pérez Herrero. Éste realizó un estudio diplomático de la documentación de un escribano público de Las Palmas. 22 Las Indias Occidentales también cuentan con análisis de carácter general sobre la materia. Ya en los años sesenta, Jorge Luján Muñoz publicó una investigación sobre los escribanos en Indias, centrándose en el Reino de Guatemala, que revisó y amplió con posterioridad. 23 Los años noventa tuvieron mayor producción bibliográfica, gracias a autores como María de los Ángeles Guajardo-Fajardo, antes mencionada, quien dedicó una extensa obra sobre el siglo xvi. En ella estudia la instauración en Indias de las escribanías ya existentes en la península —especialmente del número y del cabildo—, y su adaptación a esa nueva sociedad, junto con la creación de nuevos oficios escribaniles peculiares del continente americano. 24 También cabe citar estudios más puntuales, como el de Nieves Avellán sobre escribanos en Venezuela. 25 Asimismo, destaca la aportación conjunta de Jesús Bravo Lozano y Patricio Higuera, que testimonia la presencia en América de una sociedad procedente de Madrid en el siglo xvii. 26 La obra de Tamar Herzog sobre el ejercicio de los escribanos de Quito y su papel de mediadores muestra, entre otras interesantes aportaciones, una visión realista de la suerte que corrían los archivos 21  Como la obligatoriedad de convalidar sus títulos. V. Graullera Sanz: Los Notarios de Valencia y la Guerra de Sucesión, Valencia, Colegio Notarial y Servicio de Publicaciones de la Universidad, 1987. 22  E. Pérez Herrero: Alonso Hernández, escribano público de Las Palmas (1557-1560). Estudio diplomático, extractos e índices, Las Palmas, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1992. 23  J. Luján Muñoz: Los escribanos en las Indias Occidentales, México, Instituto de Estudios y Documentos Históricos, 1982. Detalla los cambios de las revisiones en las pp. 19 y 20. 24  M. A. Guajardo-Fajardo Carmona: Escribanos en Indias…, 1995. 25  N. Avellán de Tamayo: Los escribanos de Venezuela, Caracas, Armitano, 1994. 26  J. Bravo Lozano y P. Hidalgo Nuchera: De indianos y notarios, Madrid, Consejo General del Notariado, 1995.

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en el siglo xvii, menos atendidos por los escribanos de lo que suele pensarse hoy día. 27 En este estudio son citas ineludibles determinadas investigaciones sobre el escribano en Castilla. De los años sesenta, los trabajos pioneros de Filemón Arribas respecto a los escribanos públicos en el siglo xv 28 y de Martínez Gijón sobre el oficio de escribano en la Edad Moderna supusieron unos cimientos esenciales sobre la materia. 29 Posteriormente, la monografía de Esteban Corral sobre los escribanos de concejo madrileño en los siglos xi al xviii aportó unas bases teóricas también fundamentales. 30 En nuestros días, José María Vallejo ha estudiado a fondo los escribanos del Consejo de Castilla en el siglo xviii. Aunque fuesen oficiales de otro tipo, uno de ellos, antes de trabajar en la citada institución, había empezado como escribano del número de Madrid, lo cual ilustra la movilidad en el oficio. 31 Respecto al caso puntual de los escribanos en Madrid, existe una monografía para la época anterior a la aquí tratada. María del Pilar Rábade Obradó estudió los orígenes de los notarios en el siglo xv, desvelando los antecesores de los linajes de los escribanos que aparecen en este libro, los Dávila, y su vinculación con el grupo judeoconverso. 32 También cabe mencionar las transcripciones de los registros notariales de Madrid editados por Rogelio Pérez Bustamante, Antonio Rodríguez Adrados y Tomás Puñal, cuyos estudios preliminares resultan de interés sobre el tema. 33 27  T. Herzog: Mediación, archivos y ejercicio. Los escribanos de Quito en el siglo xvii, Francoforte del Meno, Klostermann, 1996. 28   F. Arribas Arranz: «Los escribanos públicos en Castilla durante el siglo xv», Centenario de la Ley del Notariado, Madrid, Junta de Decanos de los Colegios Notariales, 1964, vol. I, pp. 169-260. 29  J. Martínez Gijón: «Estudios sobre el oficio de escribano en Castilla durante la Edad Moderna», Centenario de la Ley del Notariado, Madrid, Junta de Decanos de los Colegios Notariales, 1964, vol. II, pp. 264-340. 30  E. Corral García: El escribano de concejo… 31  Como fue el caso de Antonio Martínez Salazar que consta en J. M. Vallejo Gacía-Hevia: El Consejo Real de Castilla y sus escribanos en el siglo xviii, Valladolid, Consejería de Cultura y Turismo, 2007, pp. 184-215. 32  P. Rábade Obradó: Orígenes del notariado madrileño: los escribanos públicos en el siglo xv, Madrid, Colegios Notariales de España, 2001 33  R. Pérez Bustamante y A. Rodríguez Adrados: Los registros notariales de Madrid, 1441-1445, Madrid, Fundación Matritense del Notariado, 1995. T. Puñal

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Además, existen breves pero sólidos análisis históricos sobre escribanos en Madrid. El estudio de cita ineludible en esta monografía es una investigación conjunta donde participé, dirigida por Alfredo Alvar, centrada en los escribanos del concejo en el Madrid de la segunda mitad del siglo xvi. 34 Además, cabe citar otras obras interesantes sobre los escribanos del concejo madrileño. Hace ya medio siglo, Rafael Gibert sentó las bases acerca de sus orígenes, funciones y competencias en los siglos xii al xv. 35 Investigaciones posteriores han continuado perfilando ese oficio. Carmen Losa ofreció una breve panorámica en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna. 36 Ana Guerrero realizó un análisis escueto y generalista, aunque útil como compendio, pues abarcaba varios tipos de escribanos en el siglo xvi. 37 Carmen Cayetano abordó a los escribanos del cabildo madrileño en el siglo xvii. 38 También, aunque de carácter muy diferente a los estudios mencionados, las noticias ofrecidas por Matilla Tascón sobre notarios de la villa son siempre de referencia obligada. 39 La información ofrecida por las obras y autores citados se enriquece con artículos sobre temáticas notariales variadas referentes al Fernández: El registro de la documentación notarial del concejo de la villa y tierra de Madrid (1449-1462), Madrid, Comunidad de Madrid, 2005. 34  A. Alvar Ezquerra; E. García Guerra; J. C. Zofío Llorente; T. Prieto Palomo y L. Zozaya Montes: «Los escribanos del concejo de Madrid (1561-1598)», en Cuadernos de Historia de España, LXXIX (2005), pp. 167-201. El estudio es fundamental, pese a las notables diferencias estructurales que aquí defiendo sobre la sucesión de escribanías. 35  R. Guibert y Sánchez de la Vega: El concejo de Madrid. Su organización en los siglos xii al xv, Madrid, Instituto de Estudios de Administración Local, 1949, pp. 232-239. 36  C. Losa Contreras: El concejo de Madrid en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna, Madrid, Dykinson, 1999, pp. 357-359. 37  A. Guerrero Mayllo: El gobierno municipal de Madrid (1560-1606), Madrid, Instituto de Estudios de Administración Local, 1993, pp. 37-40. 38  M. C. Cayetano Martín: «Los escribanos del concejo de Madrid (s. xvii): oficios, beneficios, política y documentos», en J. C. Galende Díaz (dir.): V Jornadas científicas sobre documentación de Castilla e Indias en el siglo xvii, Madrid, UCM, 2006, pp. 65-91. 39  A. Matilla Tascón: Noticias de escribanos y notarios de Madrid, Madrid, FMN, 1989; A. Matilla Tascón: «Historia de dos oficios de escribano, propietarios y ejercientes», Revista de Derecho Notarial, 113-114 (1981), pp. 229-235.

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Madrid de la Época Moderna —y de la corte en especial— que también son de consulta obligada. Existen estudios como los de Pilar Rábade sobre los orígenes del notariado madrileño, 40 o de María Teresa Carrasco sobre la misma temática; 41 de Enrique Villalba sobre las justificadas sospechas de que podía ser víctima este colectivo; 42 de María Pilar Esteves sobre la transmisión de escribanías en Madrid desde la Edad Moderna hasta la Contemporánea; 43 de Manuel Andrino sobre la presencia notarial en el Madrid de los Austrias y de Alfredo Alvar sobre el aumento de escribanos en la villa cuando llegaban siguiendo al séquito cortesano. 44 También ha sido fundamental la bibliografía general sobre el Madrid de la época, para entender los hechos políticos y el contexto donde se enmarca el fenómeno aquí estudiado. Además de las obras que se irán citando según proceda, remito siempre a los trabajos de Alfredo Alvar sobre los cambios acaecidos desde el inicio de la capitalidad de Madrid con la estabilización de la corte. 45 Respecto a su impacto en la villa de acogida, también ha resultado de interés la obra 40  P. Rábade Obradó: «El acceso al oficio notarial en el siglo xv: el escribano Alfonso González de Madrid», Anales del Instituto de Estudios Madrileños, XXXV (1995), pp. 361-387. 41  M. T. Carrasco Lazareno: «Del “scriptor” al “publicus notarius”: los escribanos de Madrid en el siglo xiii», Espacio, tiempo y forma. Serie III, Historia Medieval, 16 (2003), pp. 287-344. 42  E. Villalba Pérez: «Sospechosos de la verdad que pasa ante ellos. Los escribanos de la Corte en el Siglo de Oro: sus impericias, errores y vicios», Litterae. Cuadernos sobre Cultura Escrita, 2 (2002), pp. 121-149. 43  M. P. Esteves Santamaría: «Transmisiones de escribanías en Madrid (siglos xvi-xix)», Cuadernos de Historia del Derecho, 7 (2000), pp. 97-109. Recomiendo la lectura del apartado en el que examina la legislación sobre la materia y comprueba que la teoría no se avenía con la práctica. 44  M. Andrino: «La presencia notarial en el Madrid de los Austrias», en A. Eiras Roel (coord.): Historia y documentación notarial en el Madrid del Siglo de Oro, Madrid, Consejo General del Notariado-Colegio Notarial de Madrid, 1992, pp. 185-252. En el mismo volumen, A. Alvar Ezquerra: «Los orígenes de la capitalidad y el archivo de protocolos», en A. Eiras Roel (coord.): Historia y documentación notarial..., pp. 73-78. 45  Son tan numerosos que he de ceñirme a citar dos: A. Alvar Ezquerra: El nacimiento de una capital europea. Madrid entre 1561 y 1606, Madrid, Turner, 1989; El cartapacio del cortesano errante. Los traslados de la corte de 1601-1606, Madrid, Ayuntamiento, 2006.

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coordinada por José Miguel López. 46 En lo referente a la la evolución de ese proceso más otros asuntos anteriores y posteriores ha sido de gran ayuda la obra de Cristina Segura, David Ringrose y Santos Juliá. 47 Respecto al concejo madrileño en concreto cabe citar la clásica obra de Rafael Gibert sobre el concejo madrileño publicada a mediados del siglo pasado. 48 También han sido indispensables otras monografías más recientes, como la ya citada de Carmen Losa centrada en los inicios de la Edad Moderna, así como la de Ana Guerrero que aborda el periodo abarcado entre 1561 a 1606. 49 Del mismo modo, ha sido de gran utilidad la obra de Mauro Hernández sobre el cabildo en fechas posteriores. 50

46  J. M. López García (dir.): El impacto de la Corte en Castilla: Madrid y su territorio en la Época Moderna, Madrid, Siglo XXI, 1998. 47  C. Segura Graiño, D. Ringrose y S. Juliá, Santos: Madrid. Historia de una capital, Madrid, Alianza Editorial, 1995. 48  R. Gibert y Sánchez de la Vega: El concejo de Madrid. Su organización en los siglos xii al xv, Madrid, Instituto de Estudios de Administración Local, 1949. 49  C. Losa Contreras: El concejo de Madrid…; A. Guerrero Mayllo: El gobierno municipal de Madrid… 50  M. Hernández: A la sombra de la corona. Poder local y oligarquía urbana (Madrid, 1606-1808), Madrid, Siglo XXI, 1995.

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3 EXPLICACIONES PRELIMINARES SOBRE ESCRIBANOS Y CONCEJOS El presente capítulo trata de forma sencilla sobre el oficio del escribano en general, y sobre el del escribano del concejo en particular. 1 También ofrece unas anotaciones básicas respecto al ayuntamiento en la época y algunos de los oficiales que trabajaban para dicha institución. En ella desempeñaba una labor fundamental el escribano capitular; por ejemplo, haciéndose cargo de los libros de acuerdos. Ello obliga a explicar algunas peculiaridades dadas en Madrid sobre esos volúmenes y su duplicidad. Asimismo, he considerado oportuno incluir unas explicaciones sobre los escribanos tenientes y otros colaboradores en el concejo. Todo ello facilitará la comprensión de términos y hechos que saldrán a colación en este libro.

1.  Generalidades sobre el oficio de escribano y tipología El escribano era un depositario de la fe pública. Con su presencia podía dar fe, y con su firma y signo autorizaba documentos, otorgán Se fundamentan en los conocimientos adquiridos en las fuentes primarias y en la bibliografía, en especial E. Corral García: El escribano de concejo… , también en J. Bono Huerta: Breve introducción a la diplomática notarial…, pp. 15-30, J. Bono Huerta: Historia del Derecho Notarial Español…, y L. Sampedro Redondo: Escribanos y protocolos notariales de Gijón… 

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doles validez jurídica. Esas funciones lo diferenciaban del amanuense o del escribiente, cuya labor consistía tan sólo en redactar. Escribano era el hombre pero no la mujer, al igual que sucedía en tantos oficios masculinos en la Época Moderna. Ella estaba excluida de su ejercicio, aunque pudiera ser su titular y su transmisora, por ejemplo, si lo tenía en la dote o si era la viuda de un escribano con oficio. Los requisitos para ser escribano eran básicamente de dos tipos: personales y de aptitud. Consistían en escribir bien, ser libre, vecino, cristiano —pero no clérigo, para evitar conflictos con la justicia eclesiástica—, de buena fama y guardar el secreto. Quedaban excluidos del oficio los varones con ciertos problemas físicos, mentales o de sordera. Su formación era eminentemente práctica, ya que acostumbraba a instruirse como aprendiz en la oficina de un escribano. Numerosos aprendices, durante ese proceso de formación —y después también— hacían uso de los denominados manuales de escribanos, que respondían dudas u ofrecían modelos de trabajo. 2 Para poder presentarse al examen de escribano había que contar con una edad mínima que oscilaba según el lugar del reino, hasta el año 1566 cuando Felipe II la fijó en veinticinco años, aunque siempre existiesen dispensas. 3 Además, el aspirante debía ofrecer información sobre su aptitud, pericia, honradez y fidelidad. Algunas virtudes como la habilidad, la suficiencia, la lealtad o la buena fama solían aparecer en los títulos de nombramiento y en ciertas peticiones de escribanos del concejo que solicitaban para que la institución aprobase al candidato que ellos propusieran para sustituirles, como se puede comprobar en el apéndice (documentos 2, 3, 4, 5, 7 y 9). Tras  E. Torné y V. de Cruz: «Los manuales de escribanos en el Siglo de Oro: aproximación a su catalogación, su tipología y su uso», en J. J. Bravo Caro y S. Villas Tinoco: Tradición versus innovación en la España Moderna. Actas de la IX Reunión Científica de la Fundación Española de Historia Moderna, volumen II. Málaga, Universidad de Málaga, 2009, p. 1187.    Novísima recopilación, lib. VII, tit. XV, ley II, pero los aspirantes al oficio podían pedir al monarca que supliese dicho requisito, como por ejemplo en Málaga se dio el caso de Luis de León, según recoge E. M. Mendoza García: Pluma, tintero y papel: los escribanos de Málaga…, p. 26. 

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la superación del examen al oficio y la verificación de las aptitudes, el monarca concedía el título de notario, que podía ser de expedición real, comunal, señorial u obispal. 4 Según José Bono, en los siglos xiv y xv se afianzó en España la institución notarial, pero siempre estuvo presente la tensión entre el poder real, que acaparaba el derecho a la creación de notarios, y el poder comunal de las ciudades y villas, que defendían su derecho a nombrar a quien desempeñase en ellas el oficio notarial. Contra ese poder comunal también colisionaron las prerrogativas señoriales de los obispos en algunas ciudades. Pero se siguieron creando notarios, que acabaron siendo excesivos en las ciudades. Por ello surgió el principio del numerus clausus para fijar el número de notarías de cada ciudad (de donde nació el apelativo de escribanos del número), que se establecía por un privilegio real. Además, explica José Bono que: junto a los notarios del número en Castilla y Aragón, y los de creación (o aprobación) municipal de Navarra, Cataluña, Valencia y Mallorca, se desenvuelven en amplia medida los notarios de creación real, distribuidos en dos clases, a saber, los incardinados en un determinado oficio notarial (y por tanto, formando parte de los del número local, en Castilla y Aragón, de los notarios de la ciudad, a través de una approbatio municipal, en Barcelona, Valencia y muchas otras ciudades) y los notarios «generales», sin adscripción a un concreto oficio y con competencia general en todo el reino. 5

Esos notarios «generales» de competencia en todo el reino eran en Castilla los antiguos «escribanos reales o del rey», que ya utilizaban la titulación de «nuestro escrivano público por el rey e su notario público en la su corte o en todos los sus regnos (sin tener carácter palatino)». 6 Aquellos antiguos escribanos reales serían los citados por la tercera Partida (título XIX, ley I) como escribanos del rey, que redactaban privilegios, cartas y actos del monarca, mientras que los   J. Bono Huerta: Breve introducción a la diplomática notarial…, pp. 27 y 28. Para el caso de Madrid no he hallado información sobre los exámenes de escribano del concejo, como tampoco halló rastro de los requisitos necesarios P. Rábade Obradó: Orígenes del notariado madrileño...   J. Bono Huerta: Breve introducción a la diplomática notarial…, p. 23.   J. Bono Huerta: Breve introducción a la diplomática notarial…, p. 24.

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escribanos públicos redactaban las cartas de compras, ventas, pleitos dados en villas y ciudades. Así, se vislumbra compleja la división de escribanos y notarios en el reino castellano de la época tratada, cuando además ya había sido objeto de una destacable evolución. Sumando esos y otros datos (más nítidos pero quizás demasiado simples para aquella compleja realidad 7), acaso sea posible discernir que bajo la denominación de «escribano y notario público» se hallaban los notarios, los escribanos reales o del reino, de los reinos o de «su magestad, de todos sus reinos y señoríos». A ello cabe sumar que en ocasiones los apelativos también podían depender de las zonas. No hay unanimidad en cuanto a qué funciones asumían los escribanos públicos, pero parece que tenían competencias en todo el reino castellano. Podían ejercer en cualquier lugar salvo en los actos o funciones que estuvieran ya cubiertos por los escribanos del número. La titulación de escribano público implicaba que se había aprobado el examen, por tanto, que se tenía el título de escribano, tras haber superado las exigencias legales, y que se podía ejercer. Pero no aseguraba que se tuviese una plaza, por ejemplo, ni del número ni del concejo. En diversas ocasiones, aunque no tuvieran plaza propia trabajaban en oficinas de otros escribanos que sí la tenían, a modo de escribanos residentes o asistentes en su despacho o escribanía. 8   Otros autores plantean divisiones más claras pero acaso demasiado simplificadas, como Esteban del Corral, quien afirma lo siguiente. En inicio, según las partidas, existían dos tipos de escribanos: los que trabajaban en la casa del rey redactando los documentos de la cancillería real y los escribanos públicos que actuaban en lugares, ciudades y villas. Afirma que esa distinción se mantuvo en la Edad Media, pero se concretó el tipo de título mediante una palabra (de cámara, de concejo). En el siglo xv el título general era de «escribano y notario público», y en él existían dos tipos. Por un lado, los escribanos reales, entre quienes se hallaban los escribanos de rentas y los de cámara; por otro, los escribanos públicos, donde estaban los escribanos del número y los del concejo. E. Corral García: El escribano de concejo en la corona de Castilla…, pp. 7 y 8.   Por ejemplo, el escribano del concejo Francisco Martínez el Viejo tenía algún escribano ayudando en su escribanía del número, según confirma el siguiente testimonio: «Yo, Pedro Téllez, scrivano de su magestad, rresidente en el offiçio de Françisco Martínez, escrivano del número de ayuntamiento desta villa de

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Los escribanos del número, por su parte, eran escribanos públicos pero además tenían una plaza (número) en una villa o una ciudad. Esos lugares contaban en inicio con una cantidad concreta y cerrada de escribanías, según se mencionó. Pero ese número fue aumentando, pues la corona acrecentaba los oficios paulatinamente —en contra del deseo de los pueblos—, para así venderlos y conseguir nuevos ingresos económicos. Esa situación también originó considerables conflictos, 9 pues cuanta mayor fuese la cantidad de escribanos del número en una localidad, habría mayor competitividad entre ellos y menor sería el trabajo que podrían atender y, por tanto, los ingresos resultarían inferiores. Mientras esa tendencia se daba en la Castilla peninsular, en América en cambio escaseaban los escribanos, que veían desbordada la capacidad de los existentes. Por ello, cuantiosas villas indianas solicitaban la creación de escribanías del número. 10 El oficio de escribano del concejo era otro cargo que los escribanos públicos podían ejercer, en este caso, cuando conseguían plaza en la escribanía de dicha institución. También se denominaban escribanos del cabildo, del secreto o del ayuntamiento 11 y, excepcionalmente, secretarios. Pero además, los apelativos podían variar dependiendo de la época, del lugar o de quién los denominase y así se redactase, pues una persona también podía estar introduciendo neologismos o extranjerismos. 12 Los tratadistas acostumbran a afirmar Madrid, doy fee», Madrid, 9 de noviembre de 1591. Archivo de la Villa de Madrid (en adelante AVM), Contaduría, 1-252-2, s/f.   Esos y otros conflictos también se dieron en América, como por ejemplo se resumen en J. Bravo Lozano y P. Hidalgo Nuchera: De indianos y notarios…, pp. 24-25. 10   Una característica que definía a los escribanos del número en América era su escasez, frente a la proliferación dada en España, según ha estudiado M. A. Guajardo-Fajardo Carmona: Escribanos en Indias durante la primera mitad del siglo xvi, 2 vols., Madrid, Consejo General del Notariado, 1995, pp. 48-50. 11  También se denominaban escribano mayor del concejo y escribano del secreto o de la poridad en casos como el de Gijón, según L. Sampedro Redondo: Escribanos y protocolos notariales de Gijón… 12  Opino que las citas innovadoras en apelativos que no se usaban comúnmente dependían, en parte, de si quien los denominaba estaba introduciendo neologismos porque venía de fuera de la institución o porque había viajado y oído el uso novedoso del vocablo. En el caso de la villa de Madrid, los escribanos del

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que para que un fedatario adquiriese la titulación de escribano del concejo y pudiese trabajar en un consistorio debía designarse entre los escribanos del número, 13 en parte porque éstos acaparaban más competencias, lo cual facilitaba el despacho de los negocios en un ayuntamiento. Sin embargo, en Madrid se sucedieron varios escribanos del concejo sin esa titulación, lo cual ralentizaba las gestiones del consistorio; pese a ello, se siguió con ese tipo de nombramientos. Aunque para obtener el título de escribano era suficiente el examen y la aptitud, cabe advertir que para acceder al oficio —tanto del número como del concejo— estaban latentes los comportamientos típicos en la época, también dados en otros cargos públicos, con la venta y la patrimonialización de los oficios. Así, las escribanías se aprovechaban de forma similar a una propiedad cualquiera; se compraban, se vendían y se heredaban, con el telón de fondo de la endogamia omnipresente. El título de escribano se conseguía «por merced real», ya fuese por el acrecentamiento de una plaza, por vacante tras el fallecimiento del titular, por una compra encubierta o por cualquier otro medio de transmisión, como una dote o una herencia. La fórmula de concesión del título era siempre la misma. El monarca lo concedía «por merced»; en caso de acrecentamiento la fórmula era «es mi merced y voluntad»; en caso de vacante por fallecimiento, el título hacía referencia a ese hecho y a la previa petición del aspirante; en caso de venta o transmisión del oficio, hacía referencia concejo también eran denominados escribanos de la villa, nombre que esquivaré para evitar confusiones con los escribanos del número de la villa. Además, de forma excepcional se les llamó secretarios. Por ejemplo, se citó a Francisco Martínez «secretario de ayuntamiento» en el año 1585. AVM, Contaduría, 4-292-6, fol. 118rº; se mencionó a los «secretarios Pedro Martínez y Françisco Testa», en AVM, Libros de Acuerdos, 19 de diciembre de 1608. Los escribanos del concejo también se denominaban secretarios ocasionalmente en otros lugares del Reino, como en Santander, R. M. Blasco Martínez (ed.), V. M. Cuñat Ciscar, J. Maiso González: Los libros de acuerdos municipales de Santander. Siglo xvii, vol. I, Santander, Ayuntamiento, 2002, p. 17. 13  En cambio, para épocas anteriores en Madrid bastaba con designarse entre los escribanos públicos, según P. Rábade Obradó: Orígenes del notariado madrileño…, pp. 159-160.

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a la previa petición del titular saliente para que se le otorgase al aspirante. Pero siempre se hacía por «merced» y «acatando la suficiencia» del candidato, lo que supuestamente implicaba que reunía los requisitos necesarios. Algunos ayuntamientos y señoríos tenían el privilegio de nombrar a sus escribanos, y la dinámica era la misma. La toma de posesión del oficio de escribano del número o del concejo requería como último trámite presentar el título en el ayuntamiento correspondiente, al igual que sucedía con otros oficios públicos. Si el título se había recibido mediante una renuncia o renunciación —cuando alguien renunciaba al oficio en favor de alguien—, con el fin de evitar fraudes, el antiguo escribano tenía que haber vivido veinte días después de la renuncia, 14 y el nuevo escribano debía entregar el título en el ayuntamiento antes de sesenta días; si no lo hacía, perdía el oficio. 15 Al presentarlo, el cabildo tenía que recibirle mediante el protocolo correspondiente —más o menos pomposo según la época y la circunstancia—, de donde adoptaba el nombre de recibimiento (acto que también suponía una fuente de ingresos para el propio escribano del concejo). 16 En ese proceso era fundamental que el escribano jurase solemnemente el oficio ante el poder o los poderes para los que iba a trabajar, como el rey o el concejo. Ello conllevaba jurar el orden normativo, los deberes del cargo notarial y la fidelidad política al constituyente en el oficio (el rey, la ciudad, etcétera). Todos esos pasos estaban reglados en la normativa legal castellana sobre escribanos, que también atendía al tratamiento, conservación y transmisión de sus escrituras. El Fuero Real y Las Partidas co  Nueva recopilación, ley IV, tit. IV, lib. VII.   Nueva recopilación, ley VI, tit. IV, lib. VII. Sobre las renunciaciones de oficios públicos, incluidas las de escribano, es interesante el texto tardío de José Febrero, consultado en El Febrero adicionado, o librería de escribanos, abogados y jueces, aumentado últimamente, reformado y arreglado en su testo y notas a las leyes y decretos vigentes por el licenciado don Miguel Aznar, parte I, tomo III, Madrid, Imprenta de don José Collado, 1825, 8.ª impresión, pp. 273-285. 16  Los Reyes Católicos estipularon que cuando un escribano del concejo estuviese ante el recibimiento de otro escribano de su misma categoría o de cualesquier otro oficial, como por ejemplo un regidor, un alcalde ordinario o un oficio anual de la villa, recibiría un pago (oscilante según la categoría) estipulado en ese arancel. Libro de las bulas y pragmáticas de los Reyes Católicos, 1503 [ed. facsímil], Madrid, Instituto de España, 1973, vol. 2, fol. 365vº. 14 15

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menzaron a sentar las bases generales tocantes al cargo, y las compilaciones legales continuaron tallando su perfil. Entre ellas, fundamentalmente, las acopiadas en el Libro de las bulas y pragmáticas de los Reyes Católicos, la Nueva recopilación y la Novísima recopilación de leyes, que se enriquecían en algunos lugares con los preceptos de la normativa local. Las Indias Occidentales heredaron esas pautas y las amoldaron a su realidad, compilándolas en la Recopilación de leyes de Indias. En el año 1862, la nueva Ley del Notariado acabó con el oficio de escribano y lo sustituyó, en parte, por la figura del notario.

2.  E  l ayuntamiento, la institución para la que trabajaba   el escribano del concejo El escribano del concejo, también denominado del cabildo o del ayuntamiento, desempeñaba diversas labores trabajando para dicha institución, donde acostumbraba a dar fe de la documentación generada por el concejo. Pero acaso su cometido más conocido consistía en estar allí, sin voz ni voto, levantando acta de los acuerdos convenidos por el cabildo. El ayuntamiento alude a las reuniones donde se juntaban —ayuntaban— varias veces por semana los regidores, oligarquía urbana que representaba los intereses de la comunidad, junto con la máxima autoridad personificada en el corregidor, intermediario de los intereses del rey, que tenía competencias judiciales. Esas celebraciones tenían la finalidad de regular las normas y solucionar los problemas de los habitantes del lugar. Para resolverlos, se encargaban cometidos a los regidores, en general denominados comisiones. Una comisión era el encargo oral o escrito que el concejo daba a un oficial para que entendieran sobre un asunto. 17  La comisión se distingue del mandato en que este «significa dar una imposición por parte de la autoridad y una obligación en el subordinado, y esto supone una jerarquía entre ambas esferas. Mas “cometer” o “dar una comisión” no indica más que un encargo o delegación por parte de una persona en otra, sin que presuponga “orden” de la autoridad ni “obligación estricta” en el que se delega, ni distinción entre ambas personas en cuanto a jerarquía». F. Pino Rebolledo: Tipología de los documentos municipales, siglos xii-xvii, Valladolid, Asociación para la Defensa y Conservación de los Archivos, 1991, cita de la p. 290; véanse también las pp. 288-295. 17

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Esas celebraciones del cabildo municipal acaecían en varios espacios. En origen se daban en torno a iglesias, cementerios o incluso en la casa del corregidor. Pero, con el tiempo, se acababan reuniendo con regularidad en un lugar determinado, normalmente una parroquia céntrica, como en Madrid empezaron a celebrarse alrededor de la iglesia de San Salvador. En el año 1500, los Reyes Católicos publicaron una normativa que obligaba a construir casas de ayuntamiento en los concejos del reino, pero tardó en generalizarse su cumplimiento. 18 También disponía la citada normativa que en esas casas de ayuntamiento se depositasen las arcas para guardar sus documentos. 19 Así eran en inicio los archivos del concejo. Los fondos municipales se preservaban en muebles tales como arcas, pero después el aumento del volumen de escrituras obligaba a dedicar desde un armario hasta una sala al archivo del ayuntamiento. En origen, era normal que gran parte de esa documentación estuviera custodiada en la propia sala de reuniones consistoriales, e igualmente era común que otra parte importante se custodiase en un lugar religioso; 20 como en Madrid el arca de los privilegios municipales se preservó durante más de cuarenta años en el monasterio de Santo Domingo el Real. 21 18  Analizo la magnitud de esa norma en L. Zozaya Montes: «Una revisión sobre las periodizaciones archivísticas en la Edad Moderna española», Documenta et Instrumenta, 6 (2008), pp. 133-145, . 19  Sobre sus particularidades, L. Zozaya Montes: «Una revisión sobre las periodizaciones archivísticas...». 20  Incluso se advierte una diferencia en esa custodia: los concejos confiaban más sus fondos a las instituciones seculares que a las regulares, J. L. Rodríguez de Diego: Instrucción para el gobierno del Archivo de Simancas (año 1588), Madrid, Ministerio de Educación y Cultura, 1989, p. 23. En numerosos lugares de Castilla se mantuvo esa costumbre hasta la Edad Contemporánea, J. Cerdá Díaz: Los archivos municipales en la España contemporánea, Gijón, Trea, 1997, pp. 175-178. 21  Sobre los orígenes de esos archivos, véase L. Zozaya Montes: «Historiografía, fuentes e historia del archivo de la villa de Madrid en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna», en Ignacio Sánchez Ayuso (ed.): Una reflexión historiográfica sobre la historia de Madrid en la Edad Media, Madrid, Asociación Cultural Almudayna, 2011, 141-165. Sobre su reunión en el cabildo y la evolución material de los archivos municipales de la villa, véase L. Zozaya Montes: El archivo de la villa de Madrid en la alta Edad Moderna (1556-1606), Madrid, UCM,

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Han sido mencionados algunos oficiales que trabajaban para el concejo, como los consabidos escribanos, los regidores o los corregidores. Pero había muchos más. Es necesario ofrecer una escueta explicación sobre los letrados, el mayordomo del pósito, el mayordomo de propios, los porteros del ayuntamiento y el procurador general de Madrid. Éste tenía el cometido principal de representar a la villa en sus contenciosos ante el Consejo y la sala de alcaldes de casa y corte. Los alcaldes de dicho Consejo eran oficiales que residían donde el rey y tenían jurisdicción en casos cortesanos civiles y criminales. El citado procurador general también se encargaba de los pleitos que se originaban a raíz de las cuentas que se tomaban a los mayordomos del pósito. Dichos mayordomos desempeñaban la labor tanto de fiscalizar como de almacenar el trigo y la cebada que se compraba para abastecer a la villa, y eran responsables del dinero utilizado para ello. Era un cargo de competencia económica y recaudatoria. En esas características guardaba similitud la figura del mayordomo de propios. Éste, entre otros cometidos, recibía y cobraba todo el dinero que la villa recibía por sus bienes propios, que eran los bienes que generaban una renta para el concejo, 22 y de los que se financiaban numerosos gastos del ayuntamiento. Por su parte, los letrados eran especialistas en leyes que representaban al concejo ante los tribunales o que le asesoraban en materia legal, según la categoría que ostentasen. 23 Esas competencias suponían otra fuente potencial de conflicto contra los escribanos. Los porteros del ayuntamiento acostumbraban a convocar las reuniones consistoriales avisando personalmente a los regidores, y debían controlar la concurrencia al consistorio. 24 Colaboraban de diferentes modos con el cabildo, así como con el escribano del concejo. 25 2008, tesis doctoral editada en , pp. 85-113. 22  Libraba tales costes el mayordomo de propios, oficial responsable de la administración de la hacienda municipal. Esos bienes se diferenciaban de los bienes comunales en que éstos los usaban los vecinos sin pagar al concejo por su explotación. 23  A. Alvar Ezquerra et alii: «Los escribanos del concejo de Madrid...», p. 184. 24  A. Guerrero Mayllo: El gobierno municipal de Madrid…, 1993, pp. 51-56. 25  Así muestra el acuerdo del concejo que convino «que los porteros del ayuntamiento, por su turno, acudan en el oficio del escrivano del ayuntamiento cada día y no dos días por la mañana y dos por la tarde para el despacho de [ilegible] dellas». AVM, Libros de Acuerdos, 17 de agosto de 1594.

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3.  D  erechos, deberes y funciones esenciales   del escribano del concejo Entre los derechos de los escribanos capitulares en la época destacaban los derechos al salario, al arancel y a los estipendios por desplazamientos de su residencia. 26 Madrid, al igual que otros lugares, contaba con una retribución mixta; además de beneficiar con el cobro de los derechos por desplazamiento, basaba sus pagos en el salario y el arancel. Los precios del arancel, por cierto, se sobrepasaban en ciertos lugares como Málaga o Antequera. 27 También tenían el derecho a agruparse, constituyendo colegios, hermandades o cofradías. 28 A la par, existían otros derechos que acaso podrían denominarse simbólicos: los referentes al tratamiento honorífico o a ciertas exenciones, honras, gracias, inmunidades, prerrogativas y otros elementos que siempre constaban en el título del oficio. Los deberes del escribano del concejo eran varios. Consistían en demostrar fidelidad y lealtad a la institución. También debía guardar el secreto sobre todo lo que ocurriera en el ayuntamiento. Además, otro deber fundamental era ejercer el cargo usándolo bien y fielmente. Pero si por cualquier causa legítima un titular se veía impedido a ejercer, podía delegar temporalmente en otros oficiales. El problema llegaba cuando se abusaba de esa prerrogativa, abuso que los concejos intentaban evitar limitando arrendamientos y sustituciones. 29 En relación con las sustituciones, era frecuente que escribanos ajenos a  E. Corral García: El escribano de concejo en la corona de Castilla…, pp. 39

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y ss.

 A. Marchant Rivera: Los escribanos públicos en Málaga…, p. 125. E. M. Mendoza García: «Mecanismos de control de los oficiales públicos: visita a los escribanos de Antequera en 1654», en J. J. Bravo Caro y S. Villas Tinoco (eds.): Tradición versus innovación…, vol. II, pp. 917 y 926-928. 28  Lo cual, al parecer, no siempre implicaba la existencia de una identidad de grupo, al menos en el caso cordobés, M. A. Extremera Extremera: El notariado en la España Moderna…, pp. 361-362. 29  Ese problema afectaba a escribanos del concejo y del número. Por ejemplo, en Valladolid, el ayuntamiento intentó mediante una carta real que los escribanos públicos del número de la villa sirviesen los oficios durante ocho meses cada año, salvo legítimo impedimento. F. Pino Rebolledo: El primer Libro de Actas del Ayuntamiento de Valladolid. Año 1497, Valladolid, Ayuntamiento de Valladolid, 1990, p. 121. 27

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las escribanías asistiesen en ellas cuando el titular no podía ejercer, que se denominaban tenientes o lugartenientes. 30 Dado que las colaboraciones en las escribanías madrileñas fueron complejas, después realizaré algunas aclaraciones al respecto. El escribano del concejo desempeñaba numerosas funciones en calidad de fedatario, entre las que cabe diferenciar las siguientes. En primer lugar, destacaba la función escrituraria o notarial, en el desempeño de la fe pública: otorgando testamentos, autorizando cualesquier escrituras y contratos celebrados entre particulares, etcétera. En segundo lugar, desempeñaba una función actuaria de dos formas. Por un lado, en su función jurídica administrando justicia: autorizando actos y determinaciones de los jueces, o en causas criminales y pleitos civiles. Por otro lado, en su función administrativa: interviniendo en la vida concejil con actividades de gestión, como agentes del concejo. 31 Además, eran numerosas las funciones generales de los escribanos del ayuntamiento en Castilla. 32 Aquí recogeré sólo las principales, pues las particularidades establecidas en las ordenanzas locales no tenían porqué cumplirse en las demás partes del reino castellano. En origen era fedatario y asesor, pero esas funciones fueron ampliándose a más parcelas de manera sucesiva. En calidad de fedatario del concejo era portador de la fe judicial, de la fe notarial y de la fe pública administrativa. De modo paralelo a esas funciones judiciales, notariales y administrativas, también desempeñaba otras. Principalmente, certificaba 30  Era la misma designación utilizada en la época en otros cargos capitulares que también contaban con sustitutos, como el corregidor o el alcalde. 31  J. Martínez Gijón: «Estudios sobre el oficio de escribano en Castilla durante la Edad Moderna», Centenario de la Ley del Notariado, Madrid, Junta de Decanos de los Colegios Notariales, 1964, vol. II, pp. 302-302. J. M. Vallejo García-Hevia: El Consejo Real de Castilla y sus escribanos en el siglo xviii, Valladolid, Consejería de Cultura y Turismo, 2007, pp. 31-32. En Indias, cualquier escribano desempeñaba funciones judiciales y notariales, J. Luján Muñoz: Los escribanos en las Indias Occidentales, Méjico, Instituto de Estudios y Documentos Históricos, 1982, pp. 70-72. 32  Como expuso con detalle E. Corral García: El escribano de concejo en la corona de Castilla…, pp. 55 y siguientes. Ofrece un cuadro resumido de las competencias de los escribanos reales y los del número de Madrid: A. Guerrero May­ llo: El gobierno municipal de Madrid..., p. 39.

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y autentificaba escrituras. Al igual que hacía de fiscalizador y asesor, informando a la institución en cada momento de la legalidad. Asimismo, testificaba y acreditaba el cumplimiento de ciertas formalidades, como pregones, juramentos o fianzas. De la misma manera, podía asumir funciones económicas y fiscales en el municipio. Por ejemplo, ayudando en la formación de padrones, presenciando el arrendamiento de las rentas municipales o testimoniando los acuerdos de libramientos de pagos. El escribano del concejo desempeñaba funciones dentro y fuera del consistorio, ante los deslindes de términos y los amojonamientos, así como en cualesquier situaciones donde el ayuntamiento requería sus servicios para dar fe y levantar acta. El escribano del concejo debía «llevar» o estar al cargo de varios volúmenes. Las compilaciones legales generales mandaban los siguientes: libro de ordenanzas, cartas, cédulas y provisiones; libro de privilegios, escrituras y sentencias; libro de depósitos; libro registro de entrada; libro de regimiento; libro de infracciones; libro de inventario del archivo; libro de bienes del concejo. Castillo de Bobadilla, por su parte, mandaba que debían ser de obligada responsabilidad del escribano los siguientes ejemplares: libro de escrituras y privilegios; libro de hacienda de los propios; libro de acuerdos; libro de ordenanzas y libro de cuentas. 33 Tales volúmenes, según el lugar geográfico, variaban de nombre en ocasiones, como los libros de regimiento también se denominaban libros de actas o libros de acuerdos. 34 Abriendo un breve paréntesis, cabe hacer dos comentarios sobre la citada lista. Por un lado, una cosa era el mandato y otra su práctica. Por ejemplo, una famosa pragmática dada por los Reyes Católicos en el año 1500 mandaba que el escribano del concejo hiciera hacer unos libros (ya mencionados) para trasladar en uno privilegios y senten Esos volúmenes sistematizaba Esteban Corral y recogía también los de Bovadilla, E. Corral García: El escribano de concejo en la corona de Castilla…, pp. 68 y 69. 34  En Madrid, eran asimismo denominados libros de los altos de la noble villa de Madrid o libros de fechas del concejo, en años anteriores a 1515, C. Rubio Pardos: «Madrid y su concejo en los libros de acuerdos», en Villa de Madrid, xvii (1979), IV, 65, p. 26. 33

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cias, y en otro, las provisiones y cédulas reales presentadas en el cabildo. 35 Posiblemente se incumplió de forma sistemática, pues trans­ curridos cinco años estaban reiterando parte del mandato. 36 Por otro lado, hay que tener en cuenta que las particularidades de cada lugar enriquecían notablemente la teoría con múltiples variantes. Por ejemplo, en Madrid no he hallado constancia expresa sobre quién cus­ todiaba el libro de inventarios del archivo del ayuntamiento, que en la época acostumbraban a redactar el corregidor con otros oficiales, sin escribanos. 37 Además, los concejos podían encargar a los escribanos que llevaran otros libros, según sus conveniencias administrativas. Sin ir más lejos, en Madrid estaban al cargo de libros que ni aparecen mencionados en la enumeración citada, como se comprobará en el capítulo correspondiente. Una función que los historiadores acostumbran a atribuir al escribano del cabildo es la de archivero del ayuntamiento. 38 Pero no se confirma en el Madrid de la época, pues aunque realizaba numerosas funciones importantes en el archivo municipal, el concejo designaba al archivero entre los regidores, que desempeñaban otras tantas labores archivísticas fundamentales. En cambio, el escribano del ayuntamiento madrileño sí fue archivero de un archivo particular creado por el cabildo para guardar las escrituras de los escribanos (estudiado en un capítulo posterior). Ese archivo formaba parte del 35  Mandan que el escribano de concejo «[...] faga fazer un libro en que se trasladen todos los privilegios e sentencias del concejo autorizados, e otro libro en que se trasladen todas las provisiones e cédulas que nos mandaremos dar que fueren presentadas en el cabildo, así las que son dadas fasta aquí como las que se darán de aquí adelante para que de todo se dé cuenta e razón quando fuere menester […]», Libro de las bulas y pragmáticas…, fols. 110vº-111rº. 36  Titulado «para que los escrivanos de concejo de las ciudades e villas fagan libros enquadernados en que se escrivan los previlegios e sentencias e otras cosas tocantes al concejo». Libro de las bulas y pragmáticas..., fol. 127rº. Granada, 11 de septiembre de 1505. 37  Como el inventario del año 1588 que estudié en L. Zozaya Montes: «Pesquisas documentales para narrar la historia de San Isidro. Gestiones para una canonización iniciada en 1562», Prisma Social, Revista de Ciencias Sociales, 4 (2010); , pp. 1-35. 38  E. Corral García: El escribano de concejo en la corona de Castilla…, pp. 58, 66 y 67.

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conjunto documental municipal que conformaba el archivo del concejo. 39 El escribano del concejo, como fedatario, se supone que también debía asistir a las celebraciones consistoriales, autorizar actas, certificar actos, expedir testimonios, escribir y custodiar los libros de actas. En Madrid no realizaba sistemáticamente todas esas labores. Tampoco queda claro que él custodiase siempre los libros de actas. Pero sí acostumbraba a escribir los acuerdos adoptados en las sesiones capitulares. Esa labor requiere ofrecer varias explicaciones relacionadas con su realización y su duplicidad, una vez que se acrecentó la segunda escribanía del concejo en la villa.

4.  Explicaciones sobre ciertas particularidades del caso de Madrid En Madrid se dieron algunas particularidades en relación con las escribanías del concejo que es necesario explicar. Una concierne a la duplicidad de los libros de actas del ayuntamiento, que en inicio no se tradujo en que las actas fuesen iguales, y otra —vinculada en parte a quiénes redactaban esos ejemplares— concierne a la variedad de oficiales que sustituían a los escribanos titulares.

4.1. Los libros de actas y su duplicidad desde el acrecentamiento de la escribanía En el año 1557 el rey Felipe II acrecentó un oficio de escribanía del concejo en Madrid, que no se ocupó hasta julio de 1566. Desde entonces, comenzó a tener ocupadas dos escribanías del concejo: la escribanía antigua, cuyo teniente era el veterano Francisco de Monzón, y la escribanía acrecentada, cuyo titular empezó a ser Francisco de Cabrera. 39  L. Zozaya Montes: Al servicio del ayuntamiento. El archivo de la villa de Madrid en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna, Madrid, Almudayna, en prensa.

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Que existiesen dos escribanos del concejo no implicaba que estuviesen siempre juntos en las reuniones capitulares. De hecho, en inicio sólo parecía acudir uno. La presencia de un solo escribano del ayuntamiento en la sala capitular se describía en un pleito datado en el último cuarto del siglo xvi, con motivo de una disputa entre dos regidores. El corregidor, en su comparecencia, describió el cuadro en el consistorio. Detalló que «estava en el lugar y mesa que se acostumbra, sentado, Françisco de Monzón, scrivano del ayuntamiento, que él como tal scrivía». 40 Las descripciones de los demás testigos coincidían en afirmar que sólo había un escribano, y nadie se sorprendía por ello. Lo mismo sucedía en Cádiz, caso similar al de Madrid pues también tenía acrecentada una escribanía capitular desde el año 1557. En aquella ciudad sólo de manera excepcional coincidían ambos escribanos en el cabildo. 41 A partir del acrecentamiento de la segunda escribanía del concejo, era conveniente que el concejo tuviera dos libros de actas del ayuntamiento. 42 Al menos, esa duplicidad recomendaba Castillo de Bobadilla, quien señalaba que el corregidor debía ordenar que, si hubiera dos escribanos, hubiera dos libros de acuerdos donde escribieran ambos a un tenor, para lograr más legalidad y perpetuidad en lo escrito, y para facilitar y abaratar los costes a los negociantes. 43 La propuesta dada por Castillo de Bobadilla sobre duplicar y asemejar libros de actas tras la multiplicación de escribanías se dio en numerosos lugares del reino, según afirman cuantiosos autores, pero en otros no sucedió así. En Málaga no hubo duplicidad de libros de  Los regidores eran Pedro de Herrera y Diego de Usátegui, y el corregidor Luis Gaitán de Ayala. Archivo General de Simancas (en adelante AGS), Cámara de Castilla, 551, s/f. Acudo a fuentes externas —por así denominarlas—, pues en otras fuentes de régimen interno como los libros de actas no he hallado descripciones de los escribanos presentes. 41  M. R. Rojas Vaca: «Los escribanos de concejo en Cádiz (1557-1607)», Historia, instituciones, documentos, 24 (1997), pp. 431-434. 42  Dentro de la clasificación diplomática de los documentos municipales pertenecen al grupo de régimen interior. F. Pino Rebolledo: Tipología de los documentos municipales…, pp. 37 y 38; F. Pino Rebolledo: El primer libro de actas…, p. 14. 43  J. Castillo de Bobadilla, Política para corregidores, Madrid, 1597, t. II, lib. III, cap. VII, n.º 71. 40

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acuerdos pese a la duplicidad de escribanías, al menos en inicio. 44 En Madrid la situación también era en principio diferente. Cuando en el año 1566 llegó un segundo escribano a ocupar la escribanía del concejo acrecentada comenzó a haber dos libros de actas, donde inicialmente se escrituraban acuerdos de temáticas diferentes, aunque con los años alcanzaron una notable similitud. Esa evolución de los libros de acuerdos en la villa madrileña fue la siguiente. Primero había una serie de Libros de actas que se dedicaban a todos los asuntos de la villa en general. Cuando se acrecentó la segunda escribanía, se creó una segunda serie de libros de actas vinculados a ella, que en inicio trataba temas de carácter marcadamente económico y administrativo, como el control del alholí o de los aranceles. 45 De ese modo, cuando comenzó a haber dos series de libros de actas en el concejo madrileño, no se escribía a un mismo tenor ni los acuerdos de las mismas fechas trataban temas iguales. Tenían contenidos diferentes. Además, se turnaban, al menos desde 1572, cuando el cabildo decidió que el libro de actas anduviese por meses entre ambos escribanos, y que quien tuviera el libro en ese momento despachase el negocio o la petición pertinente: En ste ayuntamiento se acordó que este libro de ayuntamiento ande por meses entre anbos scrivanos, y si alguna petiçión se diere de que oviere de aver acuerdo en el libro, este negoçio pase antel scrivano que tuviere el dicho libro y no ante el [tachón] otro, siendo negoçio 44  E. M. Mendoza García: Pluma, tintero y papel: los escribanos de Málaga…, pp. 248-249. 45  También llama la atención que cada volumen de la serie de libros de actas vinculados a la escribanía antigua iba abarcando una media de uno a cuatro años. Frente a esa serie, en octubre de 1566 se inició otra, vinculada a la escribanía acrecentada, cuyo primer volumen encuadernado abarcaba doce años, nada menos. Por ejemplo, el volumen n.º 14 abarcaba desde el 4 de enero de 1557 hasta 30 de diciembre de 1560; el libro n.º 15, desde el 3 de enero de 1561 hasta 30 de diciembre de 1563; el volumen n.º 16, desde el 30 de junio de 1564 hasta 19 de septiembre de 1567. El n.º 18 abarcaba del 22 de septiembre de 1567 al 25 de octubre de 1570. Y el nuevo volumen creado, el n.º 17, abarca desde el 25 de octubre de 1566 al 7 de septiembre de 1582. Así consta en AVM, «Índice de los libros de actas que hay en el archivo de villa según el tomo V de los índices», parte titulada «Acuerdos del excelentísimo ayuntamiento y junta municipal, 1400-1896» [sin signatura].

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quel tal scrivano le pueda despachar; y esta horden se guarde de aquí adelante entre anbos scrivanos. Y en lo del despidiente despache cada un lo que le viniere. 46

Esa situación se reguló de nuevo en 1583, cuando el concejo madrileño dictó que, desde el principio del año, cada escribano del ayuntamiento tuviese un libro de acuerdos, «para que entrambos diessen fe de todo lo acordado y tratado en los ayuntamientos». 47 Desde entonces, las dos series de libros de actas comenzaron a asemejarse, lo cual invita a pensar que ambos escribanos comenzaron a concurrir a la sala capitular con regularidad. Ya antes del inicio del siglo xvii, el contenido de uno y otro libro de actas empezó a ser idéntico. 48 Probablemente fue hacia el año 1597 cuando comenzaron a asemejarse, por mandato del ayuntamiento, que acaso estuviera siguiendo las recomendaciones del jurista Castillo de Bobadilla, porque fue entonces cuando publicó su afamada obra. La increíble similitud de los libros de actas de cada escribanía había de ser fruto de la copia o del dictado de un relator, ante la presencia simultánea de dos escribanos en la sala del concejo. Empero, que hubiera dos escribanos en el concejo no implicaba que sólo ellos tomaban nota de los acuerdos. También colaboraban con el cabildo, en esos y otros menesteres, una amplia gama de oficiales, sobre los que es necesario ofrecer una explicación. 4.2. Escribanos tenientes, escribanos colaboradores y amanuenses En el consistorio de Madrid trabajaba el escribano del concejo titular de la escribanía —redactando por ejemplo los citados libros de actas—, pero también desempeñaban labores importantes otros oficiales. Principalmente el teniente, el escribano colaborador —según 46  AVM, Libros de Acuerdos, 17 de octubre de 1572. «Despidiente» parece significar expediente. Se trata del último acuerdo del día y ninguna firma ni rúbrica cierran el acta. 47  El mayordomo de propios pagaría los libros. AVM, Libros Manuscritos, 8, fol. 340vº. 48  Por ejemplo, los libros de actas correspondientes al año 1599, el número 24 (de Francisco de Monzón) y el número 25 (de Francisco Martínez), son textos parafraseados.

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lo he denominado— y el escribiente. Aunque de forma ocasional se perfilan difusas dichas figuras, considero necesario definirlas en la medida de lo posible, ofreciendo una delimitación teórica para ayudar a entender mejor el caso madrileño, que posiblemente guarde concomitancias con otros lugares del reino. El teniente era el escribano designado oficialmente por el concejo, aplicando algún tipo de protocolo de recibimiento en el oficio, para suplir al escribano titular de forma estable (al menos en teoría) cuando éste no podía ejercer en la escribanía del concejo. Ese impedimento solía deberse a que el titular tenía que ausentarse del lugar largas temporadas, o a que dejaba el oficio, por cese o por defunción, y lo renunciaba a favor de un hijo menor de edad, aún incapaz de ejercer. El titular proponía a un candidato para que le sustituyera, aunque también podía proponerlo el concejo, que siempre tenía la última palabra, como se comprobará en el capítulo oportuno. Esto era diferente a lo ocurrido en otros lugares del reino donde, al parecer, el teniente nombraba directamente al sustituto y podía moverlo del cargo cuando quisiera. 49 Caso diferente era el que he denominado escribano colaborador, 50 que se distinguía del anterior por asistir en la escribanía del concejo de forma inestable, y por trabajar para el ayuntamiento sin que se hubiera dado previamente el protocolo del recibimiento en el oficio (o, al menos, no constaba en los libros de actas). Me he permitido la licencia de denominarlo así para marcar una diferencia con el teniente, aunque todo oficial que trabajaba en el concejo, amanuense incluido, estaba colaborando con la institución. En Madrid, el escribano colaborador era normalmente escribano del número y ayudaba en una escribanía del concejo; 51 de forma paralela podía haber un teniente o un titular, ambos o ninguno de ellos. El consistorio usó los servicios  Sobre los casos de otros lugares, véase E. Corral García: El escribano de concejo en la corona de Castilla…, p. 45. 50  Posiblemente sea una figura concomitante con la del escribano «de ausencias y enfermedades» ovetense. Además, el cabildo podía cubrir las suplencias con el fiel de fechos, aunque éste no podía autorizar escrituras. D. González Cruz: Escribanos y notarios en Huelva…, pp. 63-64. 51  Sin embargo, en épocas anteriores colaboraban en las escribanías del concejo sencillamente escribanos públicos, P. Rábade Obradó: Orígenes del notariado madrileño…, p. 161. 49

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de escribanos colaboradores siempre: cuando sólo había una escribanía del concejo, o cuando el monarca acrecentó la segunda y cuando ésta se ocupó. La normativa general dada en la Nueva recopilación ofrecía ambigüedad respecto a las sustituciones en las escribanías: no estaban permitidas salvo en algunas ocasiones, las cuales aparentemente parecían depender de la confianza que se tuviera sobre el fedatario en cuestión. El mandato titulado «que los escrivanos no sirvan por substitutos sus oficios» afirmaba que estaban obligados a servirlos personalmente, que no debían poner a otros en su lugar ni aunque tuvieran un permiso regio, «salvo en algunos escrivanos que andan en la nuestra casa, que avemos menester para nuestro servicio, que puedan poner por sí personas idóneas que sirvan en el oficio». 52 Esa excepción, tan subjetiva, respaldaba cuantiosas suplencias en nombre de la confianza que unos escribanos depositaban en sus colegas. Así, la normativa legal promocionaba las redes amistosas y clientelares en el oficio. En otro rango se situaban los amanuenses, también denominados escribientes, 53 pues sólo escribían a mano pero no daban fe. Pese a ello, desempeñaban una labor fundamental. 54 Su presencia asistiendo en la redacción de los negocios de la villa venía desde antiguo y siguió prestándose durante cuantiosos años. 55 Incluso en el archivo   Nueva recopilación, lib. VII, tít. II, ley VI.  Véase un resumen sobre la ambigüedad de la definición del término escribano y el de escribiente en E. M. Mendoza García: Pluma, tintero y papel: los escribanos de Málaga…, pp. 22-23. 54  En algunos oficios escribaniles eran imprescindibles, como en la Secretaría de Estado y del Despacho de Indias. M. Gómez Gómez: Actores del documento. Oficiales, archiveros y escribientes de la Secretaría de Estado y del Despacho Universal de Indias durante el siglo xviii, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2003, pp. 164 y siguientes. 55  Entre 1512 y 1520, el ayuntamiento pagó a Gonzalo de Cazorla mil maravedís al año «para que scriviese todas las cosas de la villa». Después, cobró tres ducados por cada tercio de año. Y luego, alegando que estaba ocupado en cosas que le impedían servir a la villa, se dio de baja y el concejo recibió a otro escribiente, con las mismas condiciones económicas. Antes de Cazorla, la villa había tenido a otro escribiente «que escrivía los negocios de la villa». AVM, Libros Manuscritos, 8, fols. 94rº y 94vº. El concejo siguió usando ese tipo de servicios, como 52 53

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del concejo se guardaba inventariado un «libro de los escrivientes de Gaspar Dávila», quien fue un antiguo escribano del concejo. 56 En el cabildo desempeñaban labores de copistas, redactores o asistentes en la toma de cuentas. Ayudaban tanto de forma temporal como estable, caso que se dio en el año 1562 por decisión expresa del concejo. 57 Además, cabe elucubrar que su presencia se puede atisbar en los libros de acuerdos cada vez que ninguna firma del escribano cerraba el acta del día. Esa omisión respondería a que, como sencillos amanuenses, carecían de capacidad legal para dar fe de las escrituras. Dicha omisión también puede responder a que el escribano se olvidase de signar, aunque estaba penado, pero también se daban casos en Madrid y en otras partes del reino. Todo lo afirmado se respalda detalladamente en otros capítulos de este estudio.

a inicios del siglo xvii, cuando libró veinte reales por «las escripturas y demás recados que an sacado los escribientes para dar al señor Christóbal de Medina, regidor desta villa, en lugar de las que se canzelaron de zenssos de que abía otorgado redenzión que no tubo efeto […]», AVM, Secretaría, 4-17-2, s/f. 56  AVM, Libros Manuscritos, 19, fol. 33rº. Así se testimonia además en el capítulo de la sucesión de escribanías, donde también salen a colación colaboraciones temporales. 57  Según se analiza en el capítulo 5.2.

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4 DEBERES, FUNCIONES Y OBLIGACIONES DEL ESCRIBANO DEL CONCEJO EN RELACIÓN CON LA DOCUMENTACIÓN De ordinario son hombres de mucha sustancia y peso, y llevan en peso la máquina de infinitos negocios que se puede dudar quándo tienen tiempo de comer y dormir, quanto más de recrearse. 1

Con esas palabras definía Sebastián de Covarrubias a los fedatarios. Exagerase o no, es cierto que el escribano del concejo tenía cuantiosos deberes y numerosas obligaciones. Constantemente tenía que dar fe o generar, manejar y custodiar documentación. Al estudiar esas tres funciones básicas en los escribanos del concejo del Madrid de la época, tanto titulares como tenientes (más colaboradores, cuando las fuentes lo permiten), salen a la luz otras cuestiones de gran trascendencia. Por ejemplo, las irregularidades dadas en torno a la escrituración de documentos, que derivaban en cuestiones morales y actitudes de desconfianza hacia el escribano. También se analizan las labores que desempeñaba fuera del concejo, por la villa y tierra de Madrid, que muestran una faceta en general menos atendida por la   S. de Covarrubias Orozco: Tesoro de la lengua castellana o española, según la impresión de 1611 (reed. Barcelona, Horta, 1943), voz escribano.

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historiografía. Desempeñar todas aquellas funciones le hacía detentar cuantiosa información, escrita, oral y visual. En cualquier caso, todas esas labores escriturarias se relacionan entre sí, en ocasiones hasta tal punto que para presentarlas en este capítulo han tenido que ser disociadas siguiendo un criterio totalmente subjetivo.

1.  Los escribanos y la generación de documentación Los escribanos del ayuntamiento madrileño eran los principales oficiales que redactaban en el cabildo. Pero no eran los únicos, pues, además de los escribanos tenientes, colaboradores y amanuenses, otros oficiales como el corregidor y los regidores redactaban cuantiosos documentos. 2 De cualquier modo, sobre el escribano del concejo recaía el peso más significativo respecto a la generación de documentos en el consistorio. Su propio título compendiaba algunas labores escriturarias que se comprometía a realizar cuando acudía al cabildo a tomar posesión del oficio: que todas las cartas y escrituras, ventas, poderes, obligaçiones, testamentos, cobdiçilos y otras cualesquier escrituras, autos judiçiales y estrajudiçiales que ante bos pasaren y se otorgaren a que fuéredes presente y en que fuere puesto el día, mes y año y lugar donde se otorgaren y los testigos que a ello fueren presentes y buestro signo a tal como éste que vos vos [sic] damos de que mandamos que uséys que balga e hagan fee, en juicio y fuera dél como cartas y escrituras firmadas y signadas de mano de escrivano del ayuntamiento de la dicha villa. 3

 Especialmente los regidores, L. Zozaya Montes: Al servicio del ayuntamiento. El archivo de la villa de Madrid…   Sobre esa firma, puntualizaba algo a la par relacionado con la desconfianza hacia el fedatario: «y por ebitar los perjuros, fraudes costas y daños que de los contratos fechos conjuntamente y de las submisiones que se hacen cautelosamente se siguen, mandamos que no signéys contrato alguno fecho con juramento ni en que se obliguen a buena fee sin mal engaño ni por donde lego alguno se someta a la jurisdiçión eclesiástica, so pena que si lo signáredes por el mismo fecho hayáis perdido y perdáys el dicho offiçio y quede baco para que nos hagamos merçed dél a quien nuestra boluntad fuere». AVM, Libros de Acuerdos, 17 de julio de 1566. 

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Según consta, los escribanos del concejo gozaban de amplias competencias escriturarias, pero los escribanos reales y del número de Madrid también podían escriturar algunas de las cartas citadas. Se había establecido una división de competencias para evitar conflictos. En concreto, los escribanos del número hacían contratos entre partes; transacciones y compromisos; ventas de bienes raíces; inventarios y particiones de bienes judiciales y extrajudiciales; dotes, arras y promesas de cumplirlas; repudiaciones de herencias y poderes en causa propia de cosas; testamentos, codicilos y facultad para abrirlos; recepciones en conventos de frailes y monjas; imposiciones, reconocimientos y redenciones de censos perpetuos, al quitar y de por vida, juros, oficios públicos y trueques, traspasos y renuncias. 4 Los escribanos reales también podían hacer testamentos y codicilos, además de otras escrituras como tasaciones y almonedas extrajudiciales; cartas de pago; poderes para cobros y pleitos; arrendamientos de casas; obligaciones de alquileres; encomiendas de dehesas y sotos; aceptación de poderes, libranzas, testimonios y requerimientos; asientos de soldados; ventas de esclavos, bestias, ganados y otros bienes muebles; obligaciones y contratos de mercaderías, plata, oro y dineros prestados. 5 1.1.  La letra del escribano El buen escribano, primero el borrón que la pluma en la mano. 6

En el Madrid de la época estudiada, como sucedía en tantas partes del reino, la letra manuscrita procesal era la más abundante en las fuentes primarias notariales. Se trataba de una letra de difícil lectura, por su acostumbrada cursividad y sus múltiples nexos, que desdibu A. Guerrero Mayllo: El gobierno municipal de Madrid…, p. 39.  A. Guerrero Mayllo: El gobierno municipal de Madrid…, p. 39.    Frase del refranero, sobre la que explica el compilador: «ironía y aviso, aunque algunos sin ella lo quieren entender, como tan contingente el borrar», G. Correas: Vocabulario de refranes..., p. 258.  

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jaban las formas nítidas que cada letra tenía de manera independiente. La procesal predominaba, aunque en numerosas ocasiones también se uniese con otra letra más regular, equilibrada y sin nexos, la humanística cursiva o itálica, más conocida porque la imprenta la difundió de forma masiva. Asimismo se fusionó con la humanística corriente o con la denominada bastarda, una letra humanística que evolucionaba hacia el manierismo propio de la época, cuyos híbridos cursivos también se reflejaron en los documentos que sustentan este estudio. 7 Aunque la letra humanística era más fácil de leer, por tanto era más rápida y barata su enseñanza, un escribano debía aprender a leer y escribir varias letras a la vez; principalmente, la procesal y la cortesana, pues en caso de no dominarlas, se complicaba de forma notable el ejercicio del oficio. Téngase en cuenta que en cortesana se redactaron los documentos públicos y privados desde el primer cuarto del siglo xv hasta más de un siglo después, y en procesal se escribieron la mayor parte de los documentos notariales desde la mitad del siglo xvi hasta mediados del siguiente. 8 Los Reyes Católicos, en una provisión dada en marzo de 1503, aludieron a cómo debía ser la letra de los escribanos del concejo, al tratar sobre los derechos que habían de llevar por sus trabajos. En el apartado sobre pregones y remates de las rentas de los ayuntamientos, mencionaban que debían llevar veinte maravedís «por cada pligo [sic] de letra apretada e cortesana en que aya en cada plana al menos treynta e cinco renglones, e en cada renglón quinze partes». 9 La  Pueden observarse ejemplos en el apéndice documental: la letra procesal en los documentos 1 a 7, letra híbrida entre procesal y bastarda en los documentos 8 y 9. Las anotaciones marginales de éstos dos son ejemplos de letra humanística cursiva. Sobre la evolución de esas letras remito a E. Ruiz García: «La escritura humanística y los tipos gráficos derivados», en Á. Riesco Terrero (ed.): Introducción a la paleografía y la diplomática general, Madrid, Síntesis, 2004, pp. 149-176. Asimismo, véase J. C. Galende Díaz: «La escritura humanística en la Europa del Renacimiento», Espacio, Tiempo, Forma. Historia Medieval, 11 (1998), pp. 187-230.   M. Herrero Jiménez y G. Diéguez Orihuela: Primeras Letras. Aprender a leer y escribir en Valladolid en el siglo xvi, Valladolid, Universidad, 2008, pp. 91, 92 y 120-121.    Libro de las bulas y pragmáticas…, vol. 2, fol. 365vº. La Nueva recopilación siguió manteniendo el arancel durante la Edad Moderna. A. Alvar Ezquerra et 

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mención a la letra intentaba promocionar el uso de la cortesana, para evitar la mala costumbre de redactar las letras cursivas endiabladamente ilegibles típicas del estilo procesal. La alusión al número de renglones pretendía luchar contra la costumbre practicada en la letra procesal, que tendía a alargarlos de forma innecesaria para así cobrar más por folio escrito. Esas buenas normas que acompañaban a esos malos usos, lejos de ser nuevas, llegaban desde tiempo atrás. Ya la tercera Partida contemplaba que era necesario que la letra del escribano fuese clara. Una carta no valía cuando no se podía leer o tomar entendimiento verdadero de ella. De ahí la insistencia en que el escribano redactara con grafía nítida. De lo contrario, el testimonio se podría desestimar. Asimismo, aquel corpus especificaba que si se desemejaba una letra de otra procedente del mismo escribano no debía ser creída. 10 Ese tipo de normas provocaban en Madrid casos como el siguiente. En el año 1499 se buscaba un antiguo documento que había pasado ante Alonso González, escribano del concejo. Otro escribano dijo que lo había hallado entre sus registros. 11 Empero, se dictaminó que un requisito indispensable para acabar el trámite era que el oficial señalado recibiera información de personas que conocieran la letra del citado escribano y, una vez que se averiguara que la letra era suya, se mandase dar el documento en pública forma, e asý presentada la dicha carta de sus altezas, luego el dicho Diego Porçil pidió al dicho corregidor que por quanto él ha rrequerido con alii: «Los escribanos del concejo de Madrid...», p. 180. Al respecto, véase también: A. Riesco Terrero: «Real provisión de ordenanzas de Isabel I de Castilla (Alcalá, 7-VI-1503) con normas precisas para la elaboración del registro público notarial y la expedición de copias autenticadas», Documenta et Instrumenta I, 2004, pp. 47-79. 10  Partida III, ley CXI, tit. XVIII. 11  Los registros eran los documentos expedidos por el escribano que contaban con otro documento como minuta, sacada del libro registro del escribano. Los escribanos anotaban en los registros los documentos que ante ellos pasaban. En ocasiones podían servir para redactar documentos, tanto porque tomaban de ellos los datos precisos como porque en algunos casos hacían copias literales. F. Pino Rebolledo: Tipología de los documentos municipales…, p. 242. Sobre las minutas véanse las pp. 281-287.

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la dicha carta a mí el dicho escrivano para que buscase el poder de que en la dicha carta se haze minçión en los rregistros de Alonso Gonsález, escrivano público en que fue desta villa, en cuio offiçio yo el di­ cho escrivano avia suçedido, en los quales dichos rregistros yo el di­cho es­crivano avía hallado el dicho poder que pidía el dicho señor corregidor que, en presençia de Pedro de Vega, procurador general de la dicha villa, por ante mí, el dicho escrivano, rresçiba informaçión de personas que conoscan la letra del dicho Alonso Gonsález, e averiguado ser su letra que lo mande dar en pública forma. 12

El problema de la ininteligibilidad de los documentos redactados por escribanos era un mal común en el reino, que por supuesto también se daba entre los del concejo madrileño. El cabildo recalcaba con frecuencia que los escribanos debían escribir bien para que sus escritos fuesen legibles. Incluso la institución tuvo que especificar que no escribieran letra que luego no se pudiera leer. 13 En ocasiones, parece que la buena grafía era un requisito más para que el documento compuesto por ellos diera fe, junto con signar y firmar. Así, era común encontrar expresiones como: «dixo que yo, el dicho scrivano, haga sacar un traslado, dos o más, y escritos en limpio, sygnados y firmados y en manera que haga fee». 14 En el concejo de Madrid, la necesidad de escribir con claridad no se refería solo a los escribanos. Era extensible a cualquier persona que debiese redactar algo por orden del cabildo. Por ello, en abril de 1563, la institución convino recibir el dinero que se pagó a un escribiente que había redactado de buena letra los capítulos de Cortes. 15 Años después, el ayuntamiento mandó al regidor Diego de Vargas que hiciera sacar traslado de los capítulos generales y particulares de buena letra. 16 A finales del mismo año, ordenó que el procurador general Nicolás Suá­rez hiciera trasladar de buena letra los ejecutoriales que la villa tenía sobre los rediezmos «para que   Fechada el 16 de noviembre de 1499, AVM, Secretaría, 1-482-1, s/f.  AVM, Libros de Acuerdos, 7 de septiembre de 1575. 14  AVM, Libros de Acuerdos, 13 de agosto de 1593. 15  Por esa labor Francisco Solano, el procurador general de la villa, pagó diez reales a un escribiente. AVM, Libros de Acuerdos, 30 de abril de 1563. 16  AVM, Libros de Acuerdos, 27 de enero de 1567. 12 13

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se puedan leer». 17 Días después, el concejo siguió con aquel asunto, reiterando esa orden a la misma persona, constatando que no los copiaba necesariamente el escribano capitular: lo que costase se abonaría mediante carta de pago «a la persona que sacase el traslado». 18

1.2.  La firma del escribano La firma del escribano del concejo era fundamental para cerrar escritos y conferirles vigor legal, para certificar y autenticar documentación del ayuntamiento, la firmase él únicamente o junto con otros miembros del consistorio. Su firma era necesaria tanto en certificaciones, que eran escritos en su nombre, como en fedataciones, que eran escritos donde sólo constaba su suscripción, como en copias, en las que con su firma garantizaba la veracidad de un documento anterior. 19 Esa necesidad teórica de que constase la firma del escribano se confirmaba en numerosos testimonios del Madrid coevo de forma explícita y constante. Valga un botón de muestra. En 1561, el ayuntamiento determinó que el mayordomo del pan del depósito de la villa debía dar unas fanegas de cebada a un precio establecido «a las personas citadas contenidas en un memorial que va señalado de la firma de mí el presente scrivano». 20 El mismo año, el cabildo mandó que se hiciera efectiva la entrega de unas carretadas de leña, entre otros requisitos, «estando con firma de escrivano». 21  AVM, Libros de Acuerdos, 24 de noviembre de 1567.  AVM, Libros de Acuerdos, 3 de diciembre de 1567. La carta de pago era la «escritura en que el acreedor confiesa haber recibido parte de lo que se le debía», el documento donde el concejo manifestaba haber recibido una cantidad. De entre los diplomas del ayuntamiento, son documentos de régimen interior. F. Pino Rebolledo: Tipología de los documentos municipales…, p. 104. Sobre los traslados remito al apartado correspondiente. 19   F. Pino Rebolledo: Tipología de los documentos municipales…, pp. 26-29. 20  AVM, Libros de Acuerdos, 30 de abril de 1561. 21  Los otros requisitos eran «demás de las firmas y asyento del libro», «estando en ayuntamiento y no de otra manera». AVM, Libros de Acuerdos, 6 de octubre de 1561. 17 18

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Aunque en teoría el escribano capitular tenía que firmar cierta documentación municipal, en la práctica no lo hacía siempre aunque debiera, como se denunció en alguna ocasión. En enero de 1569, el concejo advirtió la intromisión de ciertos oficiales que signaban indebidamente determinados documentos en el cabildo. Por tanto, la institución obligó a que, de entonces en adelante, las cartas que escribiese la villa fuesen firmadas «solamente» por el escribano del ayuntamiento —según especificó— como se acostumbraba a hacer antiguamente. 22 Al año siguiente, el concejo amplió la exigencia. Notificó al receptor de la villa, Marcos de la Vega, que no pagase libranza alguna sin que fuera firmada de uno de los escribanos del ayuntamiento. 23 Téngase en cuenta que en otros lugares, como Burgos, una de las funciones de este tipo de escribanos era testimoniar los acuerdos de libramientos, extendiendo la orden de pago y de cobro para ponerlo en conocimiento del mayordomo y que así lo cumpliera. 24 Pese a lo importante que era la firma del escribano del concejo en teoría, las prácticas que regían sobre los libros de actas del ayuntamiento parecían ser un tanto flexibles. Según se detalla en el capítulo dedicado a la sucesión en las escribanías, dicho escribano no firmaba y rubricaba de modo sistemático cada acta diaria, hecho que sucedía igual en otras partes del reino. 25 En Madrid, algunos meses él signaba siempre pero otros no, limitándose a hacerlo sólo algunos días. En unas ocasiones firmaba únicamente al margen de algunos acuerdos y, en otras, añadía la clásica fórmula «pasó ante mí». 26  AVM, Libros de Acuerdos, 24 de enero de 1569.  AVM, Libros de Acuerdos, 8 de mayo de 1570. 24  Así lo dictaban sus ordenanzas, E. Corral García: El escribano de concejo en la corona de Castilla..., p. 67. Un libramiento era sinónimo de libranza y de mandamiento de pago, y era el mandato dado por el concejo, o por una autoridad en su nombre, al encargado que procediera (mayordomo de propios, tesorero…) para pagar a ciertas personas. F. Pino Rebolledo: Tipología de los documentos municipales…, p. 82. 25  Como Valladolid o Antequera. F. Pino Rebolledo: Tipología de los documentos municipales…, pp. 44-45; E. M. Mendoza García: «Mecanismos de control de los oficiales públicos…», pp. 920-922. 26  Entre incontables, valga un ejemplo cualquiera de la fórmula completa: «Pasó ante mí, Francisco de Monçón (firma y rúbrica)», AVM, Libros de Acuerdos, 24 de julio de 1562. 22 23

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No obstante, de iure, los libros de actas sí necesitaban la firma del escribano de turno. De no tenerla, la legitimidad del documento podría ponerse en tela de juicio. La ausencia de la firma de dicho oficial provocó que el cabildo dudase de la validez de un acta de diez años de antigüedad. En septiembre de 1563 se leyó en el consistorio una provisión real promulgada por el rey Carlos I sobre la obligación de que los regidores residieran en el consistorio la mitad del año. En caso de no residir, no podrían votar en la elección de oficios. La provisión regia estaba escrita en el libro del ayuntamiento del 29 de septiembre de 1553. No obstante, tras leerla en viva voz, el corregidor y los regidores dijeron: quellos no an visto leer ninguna provisyón rreal en este ayuntamiento, que lo que se a leýdo es un papel synple y syn autoridad ninguna escrita en papel y que no es auténtica ni haze fee. Que piden e suplican al señor corregidor, y sy necesario es le rrequieren, no mande asentar cómo se a leýdo ninguna provisyón rreal, pues en efecto no se les ha leýdo 27 y que yo, el presente escrivano, dé fe dello, y lo piden por testimonio. 28

El escribano capitular Francisco de Monzón insistió en afirmar que sí había leído públicamente la provisión regia, más en concreto, un traslado de ella que estaba escrito en un libro del ayuntamiento de la villa, y confirmó los datos del acta del día de San Miguel —cuando se celebraban las elecciones de oficios— de 1553. Entonces, todos los regidores excepto Pedro de Herrera pidieron al corregidor que mandase declarar al escribano si la provisión escrita en dicho libro estaba «signada y autorizada con testigos y con escribano, en pública forma, en manera que haga fee». 29 Así lo hizo el corregidor, quien mandó comprobarlo al escribano del concejo. Éste no tuvo más remedio que declarar que, entre todas las firmas que cerraban el traslado de la provisión, no se hallaba ninguna firma de los de su gremio. En sus palabras: digo que la dicha provisyón está trasladada en el dicho libro en el dicho día, mes y año que dicho tengo y no está sygnada de escribano,   [Tachado:] y que en caso que alguna provisyón aya sobre lo susodicho.  AVM, Libros de Acuerdos, 29 de septiembre de 1563. Cursivas de la au-

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tora.

 AVM, Libros de Acuerdos, 29 de septiembre de 1563.

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más, al fin de todos los autos que pasaron aquel día en el dicho ayuntamiento, está señalado de çiertas firmas y señales de la justicia e rregidores que en él se hallaron y esto es la verdad para el juramento quel señor corregidor me tomó. Francisco de Monzón (firma y rú­ brica). 30

Los acuerdos de aquel día fueron harto complicados. Merece atender a la intervención del corregidor, Ordón Ruiz de Villaquirán, quien consultó todos los libros de actas desde 1553 hasta 1563 correspondientes al día de San Miguel, para averiguar si en esa década había sido leída la provisión real. 31 Aseveró que parecía que en 1554 se había presentado dicha provisión, que estaba escrita y trasladada en dicho libro con la «autoridad que tiene, poca o mucha», y que el corregidor de aquel entonces, Sotomayor, la había cumplido y ejecutado. El corregidor Ordón Ruiz también recordó que, aunque él consultando los libros de acuerdos no había vuelto a ver que dicha provisión se hubiera usado, el problema tenía un origen puntual: que el traslado «no está autorizado ni tiene la fee que conviene para se executar». 32 Tuviera o no fe, años después el corregidor mandó al escribano del ayuntamiento que directamente lo notificase. 33 Para que las firmas de los escribanos pervivieran con validez en la posteridad era fundamental que se pudieran reconocer. El problema de identificar las firmas de los escribanos difuntos se abordó en la Nueva recopilación de leyes, que mandaba que los fedatarios signasen los registros de las escrituras que pasasen ante ellos «por excusar la  AVM, Libros de Acuerdos, 29 de septiembre de 1563. Cursivas de la au-

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tora.

  «El señor corregidor dixo quél a visto todas las eleçiones de los días de San Miguel de cada un año hasta este presente día en questamos desdel año de mill e quinientos e çincuenta y tres acá, seyendo [sic] corregidor en esta villa Francisco de Sotomayor», AVM, Libros de Acuerdos, 29 de septiembre de 1563. 32  Y el corregidor acabó diciendo: «que mostrándole el señor Pedro de Herrera el oreginal o haziéndole pareçer está presto de le mandar luego guardar y cunplir», AVM, Libros de Acuerdos, 29 de septiembre de 1563. Pese a ello, el problema continuó. 33  Ese mismo día la leyó y notificó a los regidores que estaban presentes para que la guardasen, so las penas en ella contenidas, AVM, Libros de Acuerdos, 1 de septiembre de 1563. 31

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dificultad que hay en averiguar la letra de los registros después de fallecidos los escribanos». 34 Identificar las firmas de los escribanos fallecidos era una complicación relativamente común en el reino. Por ello, en 1568, cuando el concejo madrileño convino hacer inventario de escrituras municipales, tuvo en consideración el enorme trabajo que suponía tomar las abundantes cuentas viejas, rezagadas y perdidas que habían pasado ante diversos escribanos, cuando la mayoría había muerto. Por tanto, iba a remunerar con generosidad esa labor, que finalmente se encomendó a un regidor, a un escribano y al contador. 35 Meses después, también intentó recuperar escrituras de censos que habían pasado ante diversos escribanos del ayuntamiento que ni se habían sacado de sus registros. Existía una prioridad urgente porque, de forma coeva, aún había testigos vivos que podían reconocer las firmas de los escribanos muertos, mientras que «podría ser que se muriesen éstos y faltasen para después». 36

1.3. Labores que desempeñaba el escribano en calidad de fedatario La Nueva recopilación de leyes insistía en que los escribanos del concejo debían limitarse a ser fedatarios. Afirmaba que no tenían voz ni voto en los ayuntamientos. Así debía ser en teoría y en circunstancias normales, pero aquella realidad era compleja, por lo que ha sido objeto de debate historiográfico. 37 De hecho, en la práctica se transgredió de forma extraordinaria al menos dos veces en Madrid. 38   Nueva recopilación, lib. IV, tit. XXV, ley XII.  AVM, Libros de Acuerdos, 12 de enero de 1568. 36  AVM, Libros de Acuerdos, 5 de noviembre de 1568. Ese tipo de censos eran obligaciones de pago por parte de la sociedad que usaba fincas de propiedad municipal. 37  Resume esa polémica P. Rábade Obradó: Orígenes del notariado madrileño…, p. 169. 38  Ante ciertas circunstancias el escribano del concejo habló. Francisco de Monzón preguntó por una documentación traspapelada en AVM, Libros de Acuerdos, 1 de septiembre de 1572. Años después «entraron a informar» en la institución los dos escribanos del cabildo, Francisco de Monzón Testa y Francis34 35

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La Nueva recopilación también reiteraba que los escribanos sólo debían usar sus oficios «para dar fee de lo que ante ellos pasare». 39 El escribano era el oficial que daba fe por excelencia. Por ello se explica que existieran numerosos adjetivos relacionados con la confianza que se depositaba en él. Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana, hablaba de la excelente valía y reputación de los hombres de pluma, así como del aprecio, estima y confianza que les rendía la sociedad y la realeza: que siempre han sido estimados y tenidos en mucho, aviéndose valido por la pluma y por la habilidad [...]. No penséys que es cosa nueva el ser los hombres de pluma estimados, algunas vezes han sido tenidos de los que no los conocen no sólo por grandes señores mas aun por reyes, [...] y assí con muy justa razón los reyes y los príncipes les hazen mercedes y los honran, y de todos son respetados y servidos. Especialmente que para semejantes oficios echan mano de personas aprovadas y conocidas, y de ordinario de hombres bien nacidos y nobles, por la gran confiança que dellos se haze. 40

El escribano del concejo era un oficio de confianza; en relación con ello, la duración del cargo dependía de las zonas. Mientras en unos lugares de Castilla tenía carácter anual, como Cuenca o Béjar, 41 en Madrid esa práctica se desaconsejaba para poder elegir a alguien fiable en quien poder confiar siempre, en quien recaería el peso de la confidencia del ayuntamiento. Dicho con palabras de la época: por quantto la scrivanía del dicho conçejo es ofiçio fiable y secreto en que para ello deve ser elijida la diligençia e yndustria de la persona, y este dicho ofiçio no puede ser así añal que se pueda mudar de una persona en otra, porque podría recreçer de la tal dicha mudanza daño a la dicha villa, que sea encargo de los dichos rexidores para que nombren scrivano del secreto del dicho conçejo uno de los dichos cavalleros escuderos de la dicha villa persona fiable, diligente y secreta según co Martínez. Su participación verbal se encabezó por «dijeron», y expusieron varias quejas. AVM, Libros de Acuerdos, 21 de noviembre de 1580. 39   Nueva recopilación, ley IV, tit. I, lib. VII. 40  S. de Covarrubias: Tesoro de la lengua castellana..., voz escribano. 41  E. Corral García: El escribano de concejo en la corona de Castilla..., p. 12.

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sus conçiençias que según lo ante mi privado deven fazer este nombramiento los dichos rexidores. 42

El escribano era fedatario, y tenía numerosas formas de dar fe. Acaso las más conocidas consistían en que signase documentos creados o copiados por él mismo, para autenticarlos. 43 Asimismo, podía dar fe de cualquier hecho, certificándolo, acreditando cualquier realidad, 44 atravesando así ricos procesos escriturarios ante diversos contextos. Daba fe de lo acontecido, por ejemplo, autorizando un documento en pública forma y con testigos. De entre los innumerables casos existentes, valga cuando en septiembre de 1563 varios regidores pidieron al corregidor que mandase cumplir una norma que afirmaba que los regidores podían estar presentes ante el nombramiento de hacedores de rentas para ser candidatos al cargo. El corregidor respondió que sí se había respetado la norma, tras lo cual, ellos le requirieron que mandase «dar traslado todo lo que sobre lo susodicho a pasado; y el dicho señor corregidor mandó a mí, el escrivano, se lo dé sygnado y en pública forma». 45 También, el concejo podía pedir al escribano hacer una información de lo que viera en una comisión. Conocida la verdad, el escribano sólo tenía que escribirla en limpio y signarla, para dar fe de su certeza. En la documentación son frecuentes frases de esta guisa: «y de todo lo otro que viéredes ser necesario aber la dicha ynformaçión, la qual avida y la berdad sabida, escrita en limpio, sinagda [sic] de 42   [Al margen:] la escrivanía del conçejo. AVM, Libros Manuscritos, 112, p. 23. Cursivas de la autora. 43   F. Pino Rebolledo: Tipología de los documentos municipales…, pp. 26-29 y 231-257. 44  Así daba fe o testimonio de algo, como en AVM, Libros de Acuerdos, 2 de octubre de 1564, o en AVM, Libros de Acuerdos, 9 de octubre de 1564. También se ha hablado de un monopolio funcional del notario, por ser el responsable de la verificación del contenido del documento y de su autenticación. E. N. Suleiman: Les notaires, les pouvoirs d’une corporation, Paris, Eds. du Seuil, 1987, p. 21. 45  Lo firmaron los testigos Diego Méndez, escribano que saldrá a colación más adelante, y Lorenzo Cruzado, vecinos de Madrid, AVM, Libros de Acuerdos, 10 de noviembre de 1563. Muchos ejemplos apuntan en ese mismo sentido, como el que se expone repetidas veces mediante fórmulas diversas, en AVM, Libros de Acuerdos, 29 de septiembre de 1563.

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escrivano, en manera que haga fee». 46 Algo similar sucedió cuando en el año 1564 se iban a hacer varias obras en la villa para edificar, entre otras construcciones, la Puerta de Guadalajara, tal como el Consejo Real había ordenado, «según pareçía por una provisyón de que hizo demostraçión, de la qual yo el presente escrivano doy fee que vi que da licencia para que se haga la puerta de Guadalajara». 47 También acostumbraban a hacer informaciones para el concejo otros fedatarios, como los escribanos de su majestad. Como Bernabé Martínez, quien fue a hacer información —y las correspondientes escrituras— contra las personas que habían hecho talas y cortas en las dehesas de la villa en abril de 1562. 48 En ocasiones, dar fe de un hecho era cuestión de que numerosas personas dieran su testimonio, lo cual sería probatorio de un acto que, a partir de su declaración ante un escribano, se consideraría verídico. Esos testimonios resultaban muy útiles en las comisiones de las visitas de la tierra, que consistían básicamente en que el corregidor, junto con otros oficiales, supervisasen de forma periódica los lugares de la tierra bajo jurisdicción del concejo madrileño, para informarse sobre las prácticas que los justicias llevaban a cabo. También consistían en vigilar los términos de la jurisdicción de la villa para comprobar si los vecinos habían usurpado territorios con el fin, en caso afirmativo, de volver a trazar las lindes o hacer los amojonamientos, entregando informes al cabildo. 49 En una de esas visitas de la tierra, los concejales madrileños acordaron pedir y suplicar al corregidor que diera su mandamiento para que los alcaldes de Las Rozas (de la jurisdicción de Madrid) nombrasen a dos «buenas personas  Consta en la presentación de una provisión de su majestad, en AVM, Libros de Acuerdos, 20 de noviembre de 1562. Más ejemplos aluden a que la información, verdaderamente sabida, había de estar escrita en limpio, firmada y signada del escribano ante quien pasare y sellada en pública forma en manera que hiciera fe, AVM, Libros de Acuerdos, 14 de diciembre de 1562. 47  Y también, para que se hiciera la Puerta Cerrada, la picota de la plaza y el adobo del camino de El Pardo junto al molino de don Francisco de Coalla. AVM, Libros de Acuerdos, 6 de septiembre de 1564. 48   Fue con otro oficial, Juan Prieto. El escribano recibiría de salario doscientos cincuenta maravedís por cada día, más los dineros de la escritura que hiciere, AVM, Libros de Acuerdos, 6 de abril de 1562. 49  Sobre la comisión de las visitas de la tierra, A. Guerrero Mayllo: El gobierno municipal de Madrid…, p. 163. 46

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de aquel lugar» para que fueran a visitar la Dehesa Nueva de El Quejigar, a ver qué problema había y de dónde procedía el daño que se estaba causando. El concejo mandó que después volvieran a declararlo ante el escribano del ayuntamiento Francisco Martínez el Viejo, para que conforme a ello se proveyese justicia. 50 Asimismo, dependiendo de la coyuntura, el escribano del cabildo redactaba órdenes del concejiles de las que daban fe otros oficiales. Así sucedió cuando el ayuntamiento necesitó que se cumpliera lo convenido en una sesión capitular sobre un negocio municipal. Con ese fin ordenó que los porteros del consistorio llamasen a todos los regidores que se hallasen en la villa para que pudieran deliberar y, luego, «mandó que ante todas cosas los dichos porteros den fee del dicho llamamiento e yo, el presente escrivano, lo ponga en este libro». 51 El escribano, además, daba fe en calidad de testigo en el cabildo. 52 Otros hombres también podían realizar esa labor dependiendo de la circunstancia, como un vecino de la villa, un portero del ayuntamiento e incluso la servidumbre. Ésta estuvo presente tras un largo acuerdo sobre la venta de madera en la villa, que finalizaba así: «mandó a mí, el dicho escribano, se lo notifique. Testigos: Alonso Francos, criado del señor corregidor, y Martín de Bitoria, criado de mí, el dicho escrivano». 53 La mención al servicio remite a un estilo de vida acomodado, del que en otras partes del reino sólo disfrutaban los más pudientes. 54 Además, los escribanos del concejo madrileño gozaban de privilegios 50  AVM, Libros de Acuerdos, 2 de septiembre de 1575. Un mandamiento era, en resumen, un escrito municipal proveniente del concejo donde constaba una orden de obligado cumplimiento (que no fuese de carácter económico). F. Pino Rebolledo: Tipología de los documentos municipales…, p. 72. 51  AVM, Libros de Acuerdos, 23 de junio de 1581. 52  Póngase por caso: «otorgóse poder a Hernando Méndez de Ocampo, procurador general, cobre el prinzipal del juro de la dotaçión de Limpias y lo corrido y lo empela conforme al acuerdo questa billa tiene probeydo sobresto. Testigos: Francisco de Monçón [escribano] y Francisco [tachado: Rramos] de Poza y Domingo Rramos, vecinos desta villa. [Al margen:] poder para la memoria de Linpias»; AVM, Libros de Acuerdos, 24 de noviembre de 1581. 53  AVM, Libros de Acuerdos, 6 de julio de 1561. 54  Como en Huelva disfrutaba un tercio de los escribanos públicos, algunos de ellos escribanos capitulares. D. González Cruz: Escribanos y notarios en Huelva…, p. 71.

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de diversa naturaleza que les concedía la villa, que denominaré simbólicos. Entre ellos, tener una ventana en un lugar con vistas a la plaza cuando se celebrasen ciertas fiestas municipales. Como cuando se reservaron a Francisco de Monzón «dos ventanas del corredorçillo alto de la casa de la villa, donde bive Pedro de Madrid, boticario, para las dos fiestas de San Juan y San Pedro primeras venideras». 55 Esas prebendas se concedían igualmente a otros escribanos, pues Diego Méndez aún no trabajaba para el ayuntamiento cuando se le concedió un privilegio bien similar. 56 Asimismo, de todas esas labores que desempeñaba como fedatario, cabe barajar la hipótesis de que el nombramiento de contador de la villa que recayó en 1572 sobre un escribano se relacionase con esa calidad de fedatario, además de que pudiera ser fruto directo de la compra del título, o de que el concejo pensase que iba a llevar mejor los libros de contaduría. Cabe afirmarlo así porque en parte se designaba a alguien depositario de credibilidad social y política. Pese a la viabilidad de tal hipótesis, el ayuntamiento sabía que también podían darse fraudes mediando esos y otros escribanos. 57

1.4.  La desconfianza hacia el fedatario Es necesario contemplar la otra cara de la moneda sobre lo afirmado respecto a que los escribanos eran los fedatarios por excelencia, pues esta aseveración les atribuye directamente una carga de confianza. Así, la teoría no siempre se avenía con la práctica. Que una de las obligaciones del escribano fuese dar fe no significaba que siempre la  AVM, Libros de Acuerdos, 17 de junio de 1563. En esa misma línea, en ciertas ocasiones se le concedía igual privilegio que a otros oficiales, como al procurador general y al mayordomo de la villa, AVM, Libros de Acuerdos, 25 de junio de 1561. 56  Se le concedió «una ventana de las altas del corredorçillo de la casa de la villa, en que mora Criales, para las dos fiestas de San Juan y San Pedro que se han de hazer en este mes de junio», AVM, Libros de Acuerdos, 19 de junio de 1563. 57   Una de las condiciones del encabezamiento del año 1534 consistió en que, para evitar fraudes, el precio no se concertase con escribanos sino con hacedores de rentas. D. Alonso García: Una corte en construcción. Madrid en la Hacienda Real de Castilla (1517-1556), Buenos Aires, Miño y Dávila, 2005, p. 158. 55

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diera de forma correcta ni que automáticamente tuviera crédito social, pese a que intentase proteger su imagen a toda costa. 58 Cuando ésta se veía a través de la lente de la desconfianza, se desdibujaban las formas puras y positivas recién descritas de los fedatarios. La desconfianza de la sociedad hacia el gremio de escribanos se daba tanto en España como, por ejemplo, en Francia. Los abusos, excesos y delitos que cometían explican las actitudes de desconfianza hacia ellos y el deterioro de su imagen. 59 En el país galo se ha advertido que el hecho de que los notarios no pudiesen hacer conocer sus secretos manifestaba una reticencia natural a contribuir con la transparencia de los métodos de la profesión y de sus relaciones con el estado. 60 En el reino castellano, los escribanos eran unos de los personajes más impopulares de la administración. Acaso sea una afirmación un tanto exagerada y generalizadora sobre los peores escribanos, pues también los había buenos. 61 Además, algunos se vieron obligados a obrar indebidamente impulsados por la pobreza. 62 En cualquier caso, existen numerosas evidencias sobre la suspicacia que la sociedad proyectaba en dichos oficiales. Se debía, en parte, a su actitud delictiva ante los excesos en las cantidades que cobraban o al carácter corrupto que mostraban siendo arbitrarios en los pleitos. Asimismo, es posible que despertasen desconfianza por su obligada presencia 58  Sobre la búsqueda de esa imagen limpia, véase T. Herzog: Mediación, archivos y ejercicio…, pp. 105-118. 59  Salvando las distancias espaciales y temporales, se ilustran los abusos de ese grupo social en B. Garnot (coord.): Juges, notaires et policiers délinquants, xive-xxe siècle, Bourgogne, Publications de l’Université, 1997; véase especialmente N. Gonthier: «Délits des officiers de justice à la fin du Moyen Âge», pp. 53-66. H. Piant: «La confiance perdue: hommes de loi, délinquants et opinion publique à Vaucouleurs au xviiie siècle», pp. 67-87. M. Petitjean : «Remarques sur la délinquance profesionnelle des notaires dans l’ancien droit français», pp. 113-128. C. Clément : «Les juristes délinquants: quelques exemples dans le bailliage de Châtillon-sur-Seine (1750-1755) », pp. 129-139. 60  E. N. Suleiman: Les notaires, les pouvoirs d’une corporation..., pp. 12-13. 61  M. A. Extremera Extremera: «El delito en el archivo. De escribanos, falseadores y otras gentes de mal vivir en la Castilla del Antíguo Régimen», Hispania, LXV/2, 220 (2005), pp. 159-184. 62  D. González Cruz: Escribanos y notarios en Huelva…, p. 124, también pp. 123-127.

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como intermediarios en los actos jurídicos, sobre todo ante una sociedad que era mayoritariamente analfabeta. 63 En efecto, la mayoría del vulgo no sabía escribir, por ende, podría dudar que los garabatos redactados sobre un papel valiesen el precio que los fedatarios cobraban. Al respecto, es sintomático que el comienzo de la voz escribano de Sebastián de Covarrubias definiera como conceptos diametralmente opuestos al escribano y al villano analfabeto. 64 Las críticas hacia los escribanos se recogían en infinitas fuentes escritas. La literatura clásica del Siglo de Oro criticaba a los administradores de justicia en general, entre quienes destacaban los escribanos como grandes inspiradores de críticas, tanto que han llegado a tildarlos de inmisericordes. 65 Se les atacaba hasta tal punto que Fernando Alamillo, al compilar textos sobre ellos, sólo recogió las ofensas literarias porque no halló prácticamente ningún discurso que los enalteciese. 66 Sin embargo, al parecer, esas críticas no eran siempre fidedignas ni generalizables. Según Tamar Herzog, eran injustificadas para los escribanos de Quito, y se debían sencillamente a la importancia y la centralidad acaparadas por esos oficiales. 67 Pese a loables excepciones, cabe sospechar que, en el reino castellano peninsular de la época, esas abundantes críticas literarias portaban un trasfondo psicológico que lograba el éxito intelectual mediante la complicidad y empatía que el ataque despertaba en el receptor, el lector, quien de algún modo deseaba desahogar la irrita63  E. Villalba Pérez: «Sospechosos de la verdad que pasa ante ellos…», p. 133. 64   «Este nombre se dixo de escrivir, y en general compete a diferentes personas, primero a todo hombre de cuenta y razón, fuera del villano que no sabe leer ni escrivir; después a los que tienen oficio que ganan de comer por la pluma, dichos escribientes y copistas, oficiales de escritorios». S. de Cobarruvias: Tesoro de la lengua castellana..., voz escribano. 65  J. M. Vallejo García-Hevia: El Consejo Real de Castilla…, pp. 19-21 y 43-47. 66   F. J. Alamillo Sanz: La administración de justicia en los clásicos españoles. De los jueces, escribanos, alguaciles, cuadrilleros, corchetes, procuradores, abogados, ladrones, pícaros, presidiarios y otras gentes de mal vivir, Madrid, Cívitas, 1996, pp. 18. 67  T. Herzog: Mediación, archivos y ejercicio…, pp. 111, 114, y, en general, pp. 107-112.

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ción contra el fedatario ante sus injusticias. De otro modo, tendría poco sentido que un sarcasmo caprichoso e injusto se reiterase en tantas obras, que buscaban la aceptación positiva del receptor y, con ello, el éxito para lograr más ventas. En esa misma línea apunta el hecho de que no sólo las esferas cultas fuesen creadoras de ese tipo de sátiras. La sociedad en general también acusaba a los escribanos con su lenguaje coloquial. Mediado el siglo xvii, Gonzalo Correas compiló un refranero popular donde abundaban las sentencias suspicaces hacia esos amanuenses. Eran reflejos directos de las expresiones orales que verbalizaba el pueblo llano cuando no simpatizaba con ellos. Había varios dichos impregnados de desconfianza, como «quien tiene de su parte al escribano tiene el pleito ganado». 68 Otros proverbios aludían a su parcialidad, como «la justicia y el escribano, cogen en el teso y no en el llano», donde el recopilador aclaraba: «quiere decir que ganan con los tiesos y porfiados, y no con los llanos y llegados en razón», y apuntaba: «graciosa ambigüedad del sembrar y el coger». 69 Predominaban los refranes que directamente tildaban de baja estofa al gremio: «escribanos y alguaciles y procuradores, todos son ladrones», 70 o, en esa misma línea, «mi pluma y mi tintero me valen lo que quiero», apostillando, «de escribanos». 71 Además, otros escritos dirigidos a diferentes esferas sociales reflejaban trampas relativamente comunes de los escribanos. En ese 68  Otra era «la llave del pleito, en el escribano; la del médico, en el boticario», G. Correas: Vocabulario de refranes..., pp. 697 y 425 respectivamente. Otro proverbio decía «etcétera del escribano, y quid pro quo de boticario, et reliquia por esos poyos; quiere decir que es dañoso» explicaba Correas, p. 247. Uno más dice «Dios te libre de alcalde nuevo y de escribano viejo», y aclara «porque el alcalde nuevo, por mostrarse, tiene rigor», G. Correas: Vocabulario de refranes..., p. 234. 69   G. Correas: Vocabulario de refranes..., p. 423. 70  A lo que explicita: «ojeriza que se les tiene», G. Correas: Vocabulario de refranes..., p. 344. 71   G. Correas: Vocabulario de refranes..., p. 522. Otra similar es «tintero y escribanías, lanza y dardo», y aclara el recopilador «que tintero y escribanías de escribano son lanza y dardo para la hacienda y vida». Sigue remitiendo a otra frase proverbial, «también parece a la razón disparatada, como “lechugas y falsarriendas...”», G. Correas: Vocabulario de refranes..., p. 774.

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sentido, el Libro de confesiones de Martín Pérez, tras enumerar un elenco de pecados que podía cometer el escribano, exponía: Demandarás mas a los otros escrivanos de libros si fizieron alguna falta en medio libro, dexando en medio o en cabo alguna cosa de las leçiones por acabar mas ayna, o si escrivió muchas mentiras por rebato de escribir más apriesa, o si prometieron de escrivir letra buena continuada e non la fizieron, o si pusieron mala tinta e non fizieron mucho ayna los libros. E mándales a estos tales que fagan enmienda de todas estas faltas e demanden perdón e gánenlo, si non non fincarán seguro de Dios. 72

En Madrid también se puede apreciar la suspicacia hacia los escribanos en fuentes administrativas jalonadas a lo largo de varias épocas. En la reunión consistorial del 15 de marzo de 1497, se mencionó que los escribanos públicos estaban cometiendo cuantiosos abusos, cobrando a los vecinos de la villa y tierra más derechos de los que debieran. Por ello, en una acusación a los del ramo, las autoridades señalaron la principal cualidad negativa existente entre los gobernados, que era «la cobdiçia, la qual a los onbres haze salir de regla y benir fuera de razón, y a estos que de la tal cobdiçia están ciegos». Era difícil llevarles por el recto camino, porque la pena de la ley no les daba temor, pues se decía que «aunque contra ella se yerre y el delito se cometa», si faltaban pruebas, era tan difícil hacer la probanza que podría quedar el delito sin punición. Para remediarlo, se dictó que los labradores y la gente del pueblo supiesen lo que debían pagar por las escrituras que hicieren ante los escribanos públicos del número, que sólo podrían pedir «los derechos justos que ovieren de aver, e no más». 73 Para hacer frente a conflictos como los recién citados, los Reyes Católicos compilaron en el Libro de las bulas y pragmáticas el arancel que diferentes escribanos debían llevar en el reino. Con ello intentaban regular, en parte, los abusos cometidos, pues «en unas partes se llevavan de una manera y en otras de otra; y que por la mayor parte 72  M. Pérez: Libro de las confesiones. Una radiografía de la sociedad medieval española (ed. crítica, introducción y notas por A. García y García, B. Alonso Rodríguez y F. Cantelar Rodríguez), Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2002, p. 436. Téngase en cuenta que era un manual del siglo xiv. 73  AVM, Libros de acuerdos del concejo madrileño, t. III, Madrid, Raycar, 1979, p. 293.

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cada uno llevava lo que quería, de lo cual se han seguido y siguen muchos daños y costas y fatiga a mis súbditos y naturales». Para facilitar su cumplimiento y correcta difusión ente los clientes, el arancel que debía llevar el escribano del ayuntamiento se tenía que copiar, mediante un traslado que él mismo debía colocar en una tabla en las casas del consistorio del lugar, y el original se debía guardar en las arcas de archivo, junto con los privilegios del concejo correspondiente. 74 Empero, ni esos abusos económicos ni tantos otros se solucionaron con aquella normativa, como demuestran ciertas visitas y residencias de escribanos públicos realizadas con el objeto de controlar el recto desempeño del oficio. En ocasiones acabaron con sanciones e incluso con la suspensión de determinados escribanos. 75 Otro ejemplo acaecido en el Madrid de la segunda mitad del siglo demostró que si se desconocía el paradero de una escritura, se podía acusar de ello al escribano igual que a cualquier otro oficial del concejo. Así sucedió cuando no se sabía quién tenía una provisión real dada por el rey Carlos I sobre la obligación de residir los regidores en el ayuntamiento anteriormente citada. El regidor Pedro de Herrera requirió al corregidor que mandase al escribano del ayuntamiento que declarase, bajo juramento, si había visto la provisión original y si sabía dónde se hallaba. Francisco de Monzón, defendiéndose, respondió que sí la había tenido en su poder, pero que después el corregidor se la había pedido y no se la había devuelto, aduciendo en reiteradas ocasiones —ante sus insistentes solicitudes— que no la hallaba. 76 xvi

En esa misma línea, el escribano del concejo no estaba libre de sospecha si cualquiera presente en el consistorio daba un chivatazo. 74   Libro de las bulas y pragmáticas…, vol. 2, fols. 358rº-373vº; sobre la tabla: fol. 366rº; respecto al daño: fols. 366vº-367rº. 75  E. M. Mendoza García: «Mecanismos de control de los oficiales públicos…», pp. 911-928. 76  Monzón confirmó «que, so cargo del juramento que tengo hecho, que es verdad que yo e tenido en mi poder la dicha provisyón original, cuyo traslado es el questá escrito en el dicho libro, y don Francisco de Argote, corregidor que fue desta villa, me la pidió e hizo que se la truxese a su posada, la qual yo le truxe y se la dý y entregué, y después muchas vezes se la pedí y me a dicho que no la halla, que a su costa sacase otra del rregistro». Finaliza «y esto es la verdad y firmo de mi nombre. Francisco de Monzón (firma y rúbrica)». AVM, Libros de Acuerdos, 29 de septiembre de 1563.

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Recuérdese que cuando el escribano aceptaba su oficio juraba guardar el secreto del ayuntamiento —al igual que los demás oficiales del cabildo—, lo que significaba que fuera de la institución no podía contar nada de lo sucedido dentro. 77 En junio de 1563, llegó al consistorio el regidor Juan Zapata de Villafuerte y requirió al corregidor, Ordón Ruiz de Villaquirán, que tomase información y recibiese juramento de todos los regidores y también del escribano del ayuntamiento, así como de las demás personas del concejo, para que confesasen quién había contado a un tercero —el licenciado Ortega— lo sucedido en el consistorio, y así poder castigar a quien había descubierto el secreto. 78 En el siglo xvii se oyeron igualmente acusaciones a varios tipos de escribanos en Madrid. Pedro Meléndez, quien estaba envuelto en un pleito, manifestó tener por odioso y sospechoso al escribano del rey Pedro de Escobar, quien había escrito en su causa, y como tal, le recusaba. 79 En la Edad Moderna, esas alegaciones bastaban para descalificar a los del gremio en general, sin necesidad de argumentar ni de alegar pruebas. 80 También hubo críticas contra el escribano del concejo Francisco Testa, cuando en un pleito fue acusado de ser partidario de la facción de un colega del cabildo; Domingo Lozano representaba a Ana de Perales en el pleito con Gabriel López, regidor de Madrid. El escribano nombrado para llevar el caso era el citado Francisco Testa, quien había sido escogido por aquel regidor al haber rechazando a otro escribano anterior, Manuel de Robles. Lozano manifestó que: mi parte tiene al dicho Francisco Testa por odioso y sospechoso y favorable a la parte contraria, y como tal le requso y juro en ánima de mi parte no es de malicia, a vuestra merced pido y supplico mande nombrar otro sin sospecha, pues es justiçia que pido. 81  Esa cláusula aparecía en la aceptación de cada título de escribano del concejo, como el de Francisco Martínez el Mozo, comprometiéndose con el cabildo a guardar bajo juramento «el aranzel destos rreynos y el secreto deste ayuntamiento». AVM, Libros de Acuerdos, 18 de enero de 1589. 78  AVM, Libros de Acuerdos, 30 de junio de 1563. 79  AVM, Secretaría, 4-17-2, s/f. 80  Según T. Herzog: Mediación, archivos y ejercicio…, p. 107. 81  En Madrid, a 20 de mayo de 1626. AVM, Secretaría, 4-17-2, s/f. Su sucesor Méndez Testa también fue foco de críticas. Un anónimo de 1643 lo acusaba 77

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1.5.  Labores de sacar traslados Una de las múltiples actividades inherentes al oficio de escribano del concejo consistía en sacar traslados de documentación. El traslado era un tipo de copia autorizada que expedía el escribano dando fe de su autenticidad. Aunque la forma que el escrito pudiera ofrecer fuese distinta al original, el contenido era en esencia mismo. 82 De ese modo, un traslado desempeñaba las funciones de un documento original que por cualquier causa no se pudiera tener presente. Con frecuencia algún oficial del ayuntamiento madrileño mandaba al escribano sacar un traslado, para que lo tuviera el propio cabildo o para llevarlo a quien procediera. 83 También era común que el concejo exigiera al escribano hacer traslados de documentación en los mismos libros de actas, tales como cédulas reales, por lo que resulta frecuente que en esos volúmenes constasen frases como «trasladé en este libro la dicha çédula». 84 Era habitual que el escribano del concejo sacase traslados por mandato del ayuntamiento, cuando los necesitaba para las gestiones políticas de la villa. Incluso, sacaba traslados de traslados. Así sucedió en un caso sobre el fiel ejecutor, cargo anejo al de regidor, que velaba por las mercancías y los abastos municipales. El cargo de fiel ejecutor había sido creado en el año 1569 por Felipe II, y era muy codiciado a raíz de los altos beneficios que rendía. 85 Por ello, resultaban frede irregularidades amparadas en su «maña con amigos y parientes en el ayuntamiento»; citado en M. Hernández: A la sombra de la corona…, p. 24, nota 45. 82  Los traslados forman parte de los escritos municipales que redactaba el escribano del concejo. En ellos intervenía como certificante y autentificante. Sobre éstos y otras copias en general véase F. Pino Rebolledo: Tipología de los documentos municipales…, pp. 231, 232, 240 y 241. 83  Como cuanto el corregidor mandó que, para hacer constar a su majestad lo acaecido, se le entregase un traslado que debía sacar el escribano concejil. AVM, Libros de Acuerdos, 28 de julio de 1563. 84   Un oficial presentó de la cédula en el concejo, y pidió que el cabildo la cumpliese y obedeciese. Para ello, el escribano la leyó en alto y trasladó la cédula en el libro de actas la cédula, pues así lo mandaba el monarca, AVM, Libros de Acuerdos, 14 de abril de 1565. 85  A. Guerrero Mayllo: El gobierno municipal de Madrid…, pp. 179-182. F. Tomás y Valiente: Gobierno e instituciones en la España del Antiguo Régimen, Madrid, 1982, p. 161.

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cuentes las disputas en el concejo para desempeñarlo. Con la intención de dirimir los problemas suscitados ante la práctica del oficio, se requería profusamente el documento que dictaba las normas para la elección de fieles ejecutores. Por tanto, era normal que se multiplicasen los traslados de ese documento y que de forma paralela se usasen copias autenticadas sobre el mismo tema en diversos lugares. Así sucedió a inicios de 1596, cuando se denunció en el consistorio que varios regidores se habían entrometido en el oficio de fiel ejecutor. El documento sobre el fielazgo que se usó para solventar el problema comenzaba así: Este es un traslado bien e fielmente sacado de un traslado de un traslado de una sobrecarta de título y sobrecarta de ofiçio de fieles executores desta villa de Madrid, escrita en papel. 86

Le seguía la copia autenticada del documento, que era el traslado de un traslado de otro traslado. No se tenía el original porque estaba usándose en otro asunto: se había presentado en un proceso que la villa trataba con los alguaciles de corte, sobre ciertas posturas relacionadas con los abastos de Madrid. Para que el traslado pudiera dar fe, requería la presencia de varios testigos, presentes para verlo «sacar, corregir y conçertar» (la concertación era otro modo de presentar un traslado 87). Y, finalmente, el escribano adoptaba una importancia crucial para incorporar cláusulas que añadían validez al escrito. Ante la realización de aquel traslado, testimonió que estuvo presente: al ver sacar, corregir y concertar este treslado con el dicho título oreginal, segund que en el dicho proçeso está signado. Y lo corregí y conçerté con él y ba çierto y berdadero. Y en fee dello lo signé e firmé en testimonio de berdad: Francisco Martínez, escrivano […] el qual ba cierto y berdadero, y corregido con el questá en el dicho proçeso, el qual fue sacado en esta villa de Madrid a veinte e un días del mes de agosto de mill e quinientos e noventa años. Siendo testigos a lo ver sacar, corregir y conçertar: Juan Rrodríguez e Pedro Calderón e Gaspar Balentín, escrivano de su magestad, estantes en esta dicha villa de Madrid. Testado: de oy. Enmendado y no enpezca. 88  AVM, Libros de Acuerdos, 22 de enero de 1596.   F. Pino Rebolledo: Tipología de los documentos municipales…, p. 241. 88  AVM, Libros de Acuerdos, 22 de enero de 1596. 86 87

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En ocasiones, el ayuntamiento encomendaba al escribano trasladar, por ejemplo, algunas ordenanzas. La finalidad podía ser variada, como utilizar la nueva copia autenticada para defender los derechos de la villa. Así ocurrió en el año 1560 con las ordenanzas de la legua. Éstas tenían la intención de conseguir que se respetase una legua alrededor de la villa de Madrid, para que los ganados no entrasen en ella. Esas ordenanzas habían quedado en poder de un oficial, el licenciado Céspedes de Oviedo. Él, siguiendo órdenes del ayuntamiento, debía dárselas a otro oficial, Tristán Calvete, quien las haría confirmar. Para ello, era necesario que el escribano del concejo sacase un traslado de esas ordenanzas de la legua para que se llevaran a confirmar al Consejo Real. 89 Era normal que el ayuntamiento mandase sacar un traslado cuando no podía tener presente el documento original, pero también se mandaba sacar por diferentes motivos, por ejemplo, de conservación. Aunque el concejo dispusiese del original, si su mal estado de preservación hacía peligrar su integridad, tenía que sacar un traslado con el propósito de que la información que contenía el original no se perdiera. Un día de agosto de 1555, los capitulares fueron a abrir el arca de archivo municipal que se hallaba en el Monasterio de Santo Domingo el Real. Dentro había una provisión sobre el origen del debate sobre El Real de Manzanares, de hacía varios siglos. La citada provisión estaba tan vieja y comida por la polilla que se deshacía sola. Entonces, con la intención de «que no se acabe de perder del todo, de manera que no se sepa della», el escribano se la llevó para sacar un traslado. 90 Ese pleito de El Real de Manzanares saldrá de nuevo a colación, pues fue el proceso más complejo que pugnó Madrid en lo tocante a  AVM, Libros de Acuerdos, 16 de agosto de 1560.  AVM, Libros Manuscritos, 68, fol. 13rº. La escasa descripción sobre la provisión impide saber si se trataba de una provisión real o municipal. Suponiendo que se tratase del segundo caso, provisión «significa que el escrito es fiel reflejo de una decisión o provisión dictada en una sesión del concejo y siempre, en nombre de éste, pasada al papel; el vocablo «municipal» indica que no es un escrito intitulado por el propio concejo. En este caso concreto, sin excepción, se trata de uno de sus miembros, el regidor». F. Pino Rebolledo: Tipología de los documentos municipales…, pp. 212 y 213. 89 90

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la delimitación de su tierra. Ese territorio del Norte de la demarcación, de cuyo usufructo se beneficiaban segovianos y madrileños, perteneció a diversas jurisdicciones durante la Edad Media, hasta que la corona se lo concedió al señorío de los Mendoza a finales del siglo xiv. Pese a ello, Madrid pretendió seguir con el usufructo de aquellos términos, que los Mendoza quisieron explotar de forma particular. Esa convivencia obligada motivó durante las siguientes centurias constantes litigios, en los que también participaron los vecinos de El Real, quienes se entrometían en el término para obtener los beneficios que rendía. Fue un pleito más de los que Madrid litigó en la época contra otras jurisdicciones para preservar su patrimonio, su integridad y aprovechar sus bienes propios y comunales, frente a otras entidades que intentaban usurpárselos. 91

2.  Tareas relacionadas con hacienda y la contaduría de la villa En el Madrid de la Edad Moderna existía una estructura hacendística posiblemente similar a los demás lugares del reino, que en teoría podría dividirse en la hacienda real ordinaria, la hacienda del servicio de Cortes y la hacienda municipal. En la práctica la división era menos nítida y se entremezclaba, pero sirve de parámetro para entender este apartado que analiza principalmente las labores que desempeñaba el escribano del concejo como contador en la hacienda municipal. Ésta se integraba por propiedades e ingresos controlados e impuestos por el ayuntamiento, y esas tareas se relacionaban sobre todo con censos y toma de cuentas de bienes de propios. También se pincelarán las labores que realizaron varios escribanos del ayuntamiento cuando acapararon además el título de escribano de rentas, que concernía a la hacienda real ordinaria. 92 Según Rafael Gibert, una de las funciones del escribano del concejo en el reino consistía en llevar las cuentas de la ciudad. 93 La  C. Losa Contreras: El concejo de Madrid..., pp. 124-125, 129, 131-132.  Sobre estas cuestiones, y en especial sobre la hacienda real ordinaria, véase D. Alonso García: Una corte en construcción… Aprovecho para agradecer las utiles explicaciones brindadas por el autor. 93  R. Gibert y Sánchez de la Vega: El concejo de Madrid..., p. 233. 91

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vinculación de dicho escribano con la toma de cuentas de diversas procedencias también se daba en otros lugares como en Málaga donde, a imitación de Sevilla, estaba encargado de la escribanía de censos y tributos que se implantó en 1540. 94 En lugares como Huelva, escribanos de varios tipos compaginaban el ejercicio en otras escribanías, por ejemplo de rentas, millones o alcabalas, para aumentar sus ingresos. 95 En el caso de Madrid, inicialmente el escribano capitular desempeñó tareas de contador para la hacienda municipal con carácter ocasional. Avanzando el tiempo, el escribano del concejo fue acaparando más atribuciones contables, hasta que en el último tercio del siglo xvi el escribano de la escribanía acrecentada consiguió el título de contador. Su hijo también participó en el puesto como teniente, debido a que su padre necesitaba un suplente, al principio por sus ausencias de Madrid y después porque se dedicó en exclusiva a realizar el libro de la hacienda de la villa. Acaso fuese debido a aquel vínculo entre el escribano y la contaduría, pero, de cualquier forma, desde los años setenta del siglo xvi el concejo comenzó a prestar mayor atención a la documentación contable, hasta el punto de que a inicios de la siguiente centuria desgajó la sección de la contaduría del resto de fondos del archivo municipal.

2.1.  La colaboración temporal en la toma de cuentas La relación entre los escribanos y la contaduría en la época tratada tuvo una evolución paulatina. En el Madrid del Edad Moderna, el escribano del concejo comenzó a desempeñar la tarea de contable ocasionalmente, como un trabajo extraordinario a su oficio. 96 Asistía a los regidores en la toma de cuentas, al igual que hacía el portero del  A. Marchant Rivera: Los escribanos públicos en Málaga…, p. 82.  D. González Cruz: Escribanos y notarios en Huelva…, p. 72. 96  D. Alonso García: Una corte en construcción…, pp. 157-158. Esa vinculación bebía de una larga tradición. Ya en la antigüedad hispana el escriba tenía competencias financieras, relacionadas con los fondos y cuentas públicas de la colonia. J. F. Rodríguez Neila: «Tabulae Publicae». Archivos municipales y documentación financiera en las ciudades de la Bética, Madrid, Dykinson, 2005, p. 69. 94 95

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ayuntamiento, pues los regidores eran entonces los principales oficiales en la labor contable. 97 Con ese mismo carácter temporal continuaba colaborando en los años sesenta del siglo xvi, cuando el escribano del concejo Francisco de Monzón logró que se le pagasen veinte mil maravedís por el tiempo que había gastado en colaborar tomando las cuentas de los bienes propios y rentas de la villa. Así lo confirmaba una provisión real presentada en el concejo, que decía: Bien sabéys que por nuestro mandado a tomado las cuentas de los bienes propios y rrentas desa dicha villa el licenciado Villagómez, del nuestro Consejo, a los mayordomos y personas a cuyo cargo eran, las quales tomó por ante Francisco de Monçón, escrivano del conçejo desa dicha villa, e agora el dicho Francisco de Monçón nos pidió e suplicó le mandásemos pagar el tiempo que se avía ocupado en tomar las dichas quentas o como la nuestra merçed fuese. Lo qual, visto por los del nuestro Consejo, mandaron que al dicho Francisco de Monçón se le diesen y pagasen veynte mill maravedís por el trabajo que a tenido e tuvo en el tomar de las dichas cuentas, y para ello fue acordado que devíamos mandar dar esta nuestra carta para vos en la dicha razón. 98

La participación del escribano del concejo en las cuentas no dependía de la antigüedad laboral, a diferencia de algunas otras comisiones de la villa. Francisco de Cabrera también colaboró en dicha empresa cuando llevaba más de un lustro ejerciendo en el oficio acrecentado. 99 Además, los escribientes también ayudaban con las cuentas del concejo, asistiendo fundamentalmente a los regidores, 100 quie97  Se definen las atribuciones de los porteros, entre las que se hallan «asistir a las cuentas que por la justiçia y regidores se toman a los ofiçiales desta villa», en AVM, Libros de Acuerdos, 3 de junio de 1562. Entre las comisiones ordinarias de los regidores se hallaba la de rentas y hacienda municipal, además de otras en las que debían tomar cuentas, como los cargos de competencia económica y recaudatoria, A. Guerrero Mayllo: El gobierno municipal de Madrid... Además, consta un estudio sobre las tareas de contadores desempeñadas por los regidores Pedro de Herrera y Juan Ramírez de Vargas en L. Zozaya Montes: Al servicio del ayuntamiento. El archivo de la villa de Madrid…. 98  AVM, Libros de Acuerdos, 6 de diciembre de 1563. 99  AVM, Libros de Acuerdos, 23 de febrero de 1571; AVM, Libros de Acuerdos, 22 de marzo de 1571. 100  Como cuando se pagó al escribiente que había escrito unas cuentas en AVM, Libros de Acuerdos, 3 de abril de 1565. También, se mandó que Nicolás Suárez eligiese a un escribiente cuyo salario financiaría la villa para poner en or-

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nes —según se ha mencionado— desempeñaban una tarea fundamental en la toma de cuentas. Pese a tantas colaboraciones, la toma de cuentas municipales era compleja. Según las fuentes primarias coevas, el registro de la hacienda de la villa se caracterizaba más por el caos que por el orden. Sobre todo respecto al cobro y control de censos municipales. 101 Éstos eran obligaciones de pago, gravámenes con carga censal por el uso de fincas de propiedad municipal. 102 Esa situación caótica se daba igualmente en otros campos, como en el Consejo de Hacienda o en diversos archivos del régimen polisinodial. 103 Al respecto, es ilustrativa la labor que un escribano del concejo madrileño desempeñó en junio de 1570. El consistorio le encargó que hiciera, junto con un regidor, los reconocimientos de los censos perpetuos de la villa, en vista de que había numerosos censos perdidos. Las complicaciones eran incontables, según el testimonio, pues los censos que faltaban por hacer eran cuantiosos, dificultosos, y la mayoría se había perdido. Todo ello perjudicaba sobremanera a la villa, que recibía un daño considerable por no poder cobrarlos, así como por los nutridos pleitos que había al respecto. Otro problema que se planteaba a la hora de hacer reconocimientos de censos antiguos era que se hacía necesario ir casa por casa a hacer los reconocimientos y muchas personas se tenían que juntar para entender las escrituras, porque eran muy antiguas. 104

den y hacer memoria de las cédulas de la corta de la leña de cuando aquel fue comisario, AVM, Libros de Acuerdos, 4 de marzo de 1581. 101  L. Zozaya Montes: «Mermas de poder económico debido a la pérdida documental en los archivos de la villa de Madrid en tiempos de Felipe II», en: F. J. Aranda Pérez (coord.): El mundo rural en la España Moderna, Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla — La Mancha, 2004, pp. 1295-1306. 102  Sobre los tipos de censos en la época, véase J. Bono Huerta: Los archivos notariales…, pp. 37-38. 103  D. Navarro Bonilla: «Del manejo del Imperio a la gestión doméstica: archivos y depósitos documentales en Madrid en torno a 1600», Cultura escrita y Sociedad, 3 (2006), p. 144. 104  L. Zozaya Montes: «Mermas de poder económico debido a la pérdida documental…».

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2.2.  La consecución del título de contador Las colaboraciones esporádicas de los escribanos capitulares en la contaduría municipal cambiaron sustancialmente en julio de 1572, cuando un escribano del concejo fue nombrado contador de forma oficial. Pero en el camino de consecución del título hubo complicaciones, pues motivó serios debates en el cabildo, que transmitían el ambiente en que se tomaban esas decisiones o se resolvían aquellos cambios. Su seguimiento muestra hasta qué punto los regidores influían en la evolución de las escribanías, y cómo las funciones contables obligaban al escribano a responsabilizarse de nueva documentación. Siempre cabe además recordar que, pese a que un escribano pudiese ser contador, varios regidores trabajaban paralelamente como contadores en la villa. 105 En mayo de 1572, la villa de Madrid necesitaba un contador, pues el oficial contable, Diego Gómez, era demasiado mayor para seguir sirviendo en el oficio. Superaba los setenta años y tenía impedimentos relacionados con su vejez. Sin embargo, su hijo era aún demasiado joven para ejercer. El concejo planteó nombrar para el puesto a Francisco Martínez el Viejo, el teniente de escribano del ayuntamiento en la escribanía antigua, pues ambos oficios eran compatibles. Entonces, ciertos regidores iniciaron un debate sobre si hacerle contador y nombrar a otro como escribano capitular, o sobre si hacerle contador y suprimir una escribanía capitular, dado que había otra, la acrecentada. 106 Los regidores, con sus deliberaciones e inquietudes, podían influir notablemente sobre el futuro del oficio de escribano. Aquel día de mayo, el regidor Bartolomé Velázquez de la Canal dijo que Francisco Martínez era muy bueno para ambos oficios, que eran compatibles. Opinó que era mejor que, antes de suprimir una de las dos escribanías concejiles, convenía que uno de los 105  Por ejemplo, cuando Francisco Martínez padre e hijo trabajaron en los años noventa como contadores, se mencionaron varios regidores contadores de la villa, en AVM, Libros de Acuerdos, 12 de enero de 1590. Eran contadores los regidores Sardaneta y Navarrete: AVM, Libros de Acuerdos, 15 de enero de 1590. También estaba el contador Peralta: AVM, Libros de Acuerdos, 20 de marzo de 1590. 106  Había servido durante cuarenta y seis años. AVM, Libros de Acuerdos, 16 de mayo de 1572.

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escribanos del cabildo sirviera también el oficio de contador, porque de esa manera todas las cuentas se hallarían entre ambos. Otro regidor, Miguel de Cereceda, dijo que Martínez además de escribano del concejo era escribano del número de la villa, y que con ello estaba muy ocupado, que además de ordinario estaba malo, y propuso que se proveyese otro escribano de ayuntamiento para usar el oficio. 107 Pese a aquellas discusiones, el 2 de julio de 1572, el escribano Francisco Martínez el Viejo fue nombrado contador de la villa, tras presentar una provisión real que avalaba la designación. Dada la conveniencia de elegir a un nuevo contador, se suplicaba que se confirmase el nombramiento de Francisco Martínez, quien iba a servir el cargo por cuarenta mil maravedís anuales —en vez de los veinticuatro mil que cobraba el anterior—, que recibiría en tres pagas anuales, procedentes de propios y otras rentas de la villa. Entonces, también se decidió que los autos y acuerdos relacionados con la distribución de la hacienda, los propios y las rentas de la villa que se hiciesen en el ayuntamiento, en vez de pasar ante Francisco Martínez, pasasen ante el otro escribano del concejo. 108 El hecho de que el ayuntamiento tuviese ya un escribano del cabildo como contador no implicaba que él pudiera abarcar todas las labores que requería la contaduría, pues las funciones que ésta requería eran cuantiosas y de gran responsabilidad. En marzo de 1576, el escribano y contador Francisco Martínez el Viejo explicó en el consistorio que se sentía sobrepasado debido a ambas ocupaciones. Además, afirmó que tenía bastante más trabajo, «por averse de tomar al presente muchas quentas y rresultas de otras donde se an de cobrar alcanzes». Tras algunas resoluciones colaterales que le obligaban a asistir a otros oficiales en la toma de cuentas, el cabildo afirmó que comprendía que esos negocios municipales eran tantos que el escribano no podía resolverlos solo. 109  AVM, Libros de Acuerdos, 16 de mayo de 1572.  AVM, Libros de Acuerdos, 2 de julio de 1572; AVM, Libros de Acuerdos, 19 de marzo de 1576. AVM, Libros de Acuerdos, 21 de octubre de 1573. 109  Sobre la asistencia en la toma de cuentas, afirmó por ejemplo: «para esto a de asistir con el señor dotor Villafaña del Consejo de su magestad al tomar de algunas de las quentas desta villa y otros negoçios cometidos por el Consejo a él, y tanbién a de asistir con el señor corregidor e rregidores al tomar otras quentas 107 108

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Aquel día de marzo de 1576 el cabildo explicó, en resumidas cuentas, las funciones que pretendía que desempeñase el escribano del concejo como contador. Necesitaba lograr el buen despacho y expedición de los negocios, puntualidad en la toma de cuentas para que no anduviesen atrasadas, que se cobrase la hacienda de la villa y se concluyesen negocios y cuentas. Por ello, y conociendo la mencionada saturación laboral del escribano, dictaminó la necesidad de que éste tuviera «una persona que le ayude». Con ese fin concluyó que el mismo Francisco Martínez el Viejo buscase a alguien hábil y suficiente para evitar que hubiera «falta en estos negoçios». El salario del ayudante iba a ser sustancioso, veinticuatro mil maravedís durante el tiempo que fuese voluntad de la villa. Era el mismo salario que había recibido el ya difunto contador Diego Gómez. También se estipuló que, en ausencia de Martínez, el ayudante pudiera tomar la razón de las libranzas que diese la villa. 110 En esa época, el ayuntamiento empezó a cuidar más la documentación de la contaduría. Si a finales de los años sesenta e inicios de los setenta se ocupó de recuperar los fondos de sus escribanos, según se estudia en el capítulo dedicado a los archivos, en los años setenta se preocupó de buscar y recuperar documentación contable que en teoría guardaba el escribano del concejo que a la par era contador, el mencionado Francisco Martínez el Viejo. El 4 de febrero de 1577, el cabildo le pidió que, en seis días, llevase al consistorio las resultas y alcances que había hecho a cualesquier personas de las cuentas que se habían tomado ante él durante el tiempo que había sido contador de la villa. También le pidió las cuentas que había tomado su predecesor, el contador Diego Gómez. 111 El concejo le solicitaba la documentación de su predecesor en el cargo porque la documentación de los contadores, como la de los escribanos, se heredaba entre los sucesores. Su transmisión se regía por las leyes comunes de transferencia documental que se analizan en el capítulo sexto. Aquel mismo 4 de febrero de 1577, el cabildo mandó a Francisco Martínez el Viejo que hiciera relación de los papeles o de la hazienda e propios desta villa», AVM, Libros de Acuerdos, 17 de marzo de 1576. 110  AVM, Libros de Acuerdos, 17 de marzo de 1576. 111  AVM, Libros de Acuerdos, 4 de febrero de 1577.

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libros que tuviere en su poder, que hubieran pertenecido al contador Gómez, para que se metieran en el archivo de la villa. Una vez que se notificó el plan a Francisco Martínez, respondió que ya había dado memoria y relación al ayuntamiento de las escrituras que habían pasado ante él, y que el corregidor ya había hecho cobrar los alcances que se debían. Francisco Martínez insistió en que él no tenía papeles de Diego Gómez. 112 El cabildo siguió buscando la documentación contable del predecesor, intentando que alguien fuese «donde tiene los papeles el dicho Diego Gómez» para meterlos inventariados en el archivo del concejo, y para que se revisasen, con la intención de que si se debiese algún dinero a la villa se cobrase. 113 Ese interés por compilar e inventariar documentación tenía en el ayuntamiento madrileño una larga tradición. 114 Por cierto, al atender a aquellas tareas de contable, el escribano tenía que expedir recetas; 115 es decir, debía dar cuenta de la relación de partidas que entraban y salían de la contaduría de la villa, a modo de recibos. 116 El concejo continuó años después con aquel proyecto de controlar su documentación fiscal, máxime la de censos, que eran fundamentales en la contaduría de la villa madrileña. Labor difícil, pues la realidad era caótica, según describía el cabildo. Su hacienda estaba perdida y carecía de recaudos. Además, como acostumbraba a traspapelar información sobre censos, estaba inutilizando ingresos potenciales que de otro modo podrían conllevar notables beneficios económicos. 117 Por ello, y ante el desorden que había al cobrar los censos perpetuos de la villa, en el año 1581 el cabildo encargó al escribano Francis AVM, Libros de Acuerdos, 4 de febrero de 1577.  AVM, Libros de Acuerdos, 4 de febrero de 1577. «Almonaçil» era el regidor Marcos de Almonacid. 114  L. Zozaya Montes: Al servicio del ayuntamiento. El archivo de la villa de Madrid…. 115  La existencia de esas recetas dadas por el escribano Francisco Martínez se testimonian por ejemplo en varios folios (s/f) de AVM, Contaduría, 1-434-1; AVM, Contaduría, 4-425-1; AVM, Contaduría, 1-422-1. 116  Los recibos servían como resguardo que daba quien tomaba algo del concejo, generalmente un documento. F. Pino Rebolledo: Tipología de los documentos municipales…, p. 296. 117  L. Zozaya Montes: «Mermas de poder económico debido a la pérdida documental...». 112 113

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co Martínez el Viejo una obligación que se convertiría en una ardua empresa. Debería, con tanta diligencia como cuidado, recoger todos los papeles, libros y demás recaudos tocantes a los censos municipales. Con ellos debía componer un libro con la relación alfabética de los censos de la villa y de los reconocimientos de censos que se hubiesen hecho, glosando al margen los que estuviesen por hacer y otorgar, o por cobrar y pagar. Lo denominaban Libro de censos y también Libro nuevo de los censos de la villa, que en delante apelarían, por lo general, Libro de la hacienda de la villa, 118 sobre el que se tratará después con más detalle. Era normal que un escribano tuviese que dedicarse a ese tipo de obras, habida cuenta de que Castillo de Bobadilla afirmaba que era de su obligada responsabilidad llevar el Libro de hacienda de los propios. Seguramente se tratase del mismo volumen, pero con otro nombre, pues las denominaciones variaban dependiendo el lugar, como en Valladolid o Santander. 119 Tanta pulcritud teórica para controlar documentación censal contrastaba con la realidad madrileña, siempre más desastrosa de lo deseada por el cabildo y sus oficiales. Pese a ello, el ayuntamiento seguía intentando que, para el desempeño de la labor de contador, fuera un requisito indispensable llevar los Libros de cuentas fiel y escrupulosamente. Su incumplimiento costó el puesto al contable Sebastián López en el año 1589, cuando los capitulares, en lugar de elegirle a él, votaron por Francisco Martínez el Mozo para que ejerciera el cargo durante tres años. 120 Paralelamente era teniente en la escribanía del concejo y del número, como se detalla en el capítulo sobre la sucesión de escribanías. La causa explícita de la inclinación del cabildo por Francisco Martínez el Mozo se basó en que el anterior contador, Sebastián Ló AVM, Libros de Acuerdos, 27 de octubre de 1581.  Esteban Corral sistematiza esos volúmenes más los de Bobadilla, E. Corral García: El escribano de concejo en la Corona de Castilla…, pp. 68 y 69. En Valladolid, por ejemplo, era el «gran libro de la hacienda municipal». F. Pino Rebolledo: El primer libro de actas…, p. 8. En Santander se denominaba Libro de hacienda de la villa, R. M. Blasco Martínez (ed.), V. M. Cuñat Ciscar, J. Maiso González: Los libros de acuerdos municipales de Santander…, p. 157. 120  AVM, Libros de Acuerdos, 12 de julio de 1589. 118 119

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pez, había descuidado lo principal que tenía a su cargo, que consistía en «firmar y tener libro, quenta y rrazón de la hacienda desta villa, y del cargo que se avía de haçer a sus mayordomos». Con el fin de evitar que volviera a suceder, el cabildo decidió que Martínez el Mozo no ganase su salario hasta que tuviera hecho el libro de cargos. Además, el concejo tenía aún que suplicar al Consejo que diera licencia a la villa para poder pagarle el salario. 121 Sebastián López estaba disconforme con esa designación que le excluía y apeló el nombramiento días después. 122 Sin embargo, la demanda resultó infructuosa. 123 La votación de los capitulares a favor de Monzón acaso guardase relación con que confiaban en su destreza ocupándose de llevar bien los libros en general. Tiempo después, Francisco Martínez el Mozo pidió una prórroga por seis meses en la contaduría, aduciendo que su padre, Francisco Martínez el Viejo, había comenzado el libro de la hacienda de la villa pero que aún no lo había acabado, que quería finalizarlo y que le resultaba imposible si debía compatibilizarlo con los oficios de la villa que ostentaba, de escribano del concejo y contador. Por su parte, el padre reclamó amenazante que si él volviese con esas ocupaciones «no podría acavar el dicho libro ni esta villa consiguiría [sic] lo que a tanto tiempo que desea». Entonces, propuso que el concejo suplicase al Consejo de Cámara que diese licencia a su hijo para que, por esos seis meses, pudiera seguir sirviendo en ambos oficios como teniente, que era el tiempo que calculaba que tardaría en acabar ese libro «a satisfaçión desta villa». El asunto de aquel volumen era de suma importancia para la hacienda municipal, según se recalcó. Por ello, el cabildo daría un memorial en el Consejo de Cámara suplicando al rey que concediera la prórroga a Martínez. 124 En efecto, al concejo le urgía la composición del libro de la razón de la hacienda de la villa, atendiendo a la mala recaudación y el de­ sorden existente en el cobro de los censos perpetuos que se le debían,  AVM, Libros de Acuerdos, 12 de julio de 1589.  Lo trataron en el ayuntamiento de AVM, Libros de Acuerdos, 2 de agosto de 1589. 123  Además de que Monzón continuó como contador, se le iba a pagar como tal 40.000 maravedís de salario, AVM, Libros de Acuerdos, 3 de abril de 1590. 124  Todo en AVM, Libros de Acuerdos, 13 de noviembre de 1589. 121 122

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según insistía el cabildo. La institución requería que la situación se remediase; pero era difícil, igual que era ardua la realización de aquel volumen. Conllevaba recoger y juntar todos los libros, escrituras y cualesquier recaudos tocantes a los censos de la villa, lo cual debía ejecutarse con gran diligencia y cuidado. Las labores encomendadas a Francisco Martínez el Viejo describían la estructura del libro que debía componer: por muy buen orden y forma con su aveçedario, con rraçón y rrelaçión de la fundaçión de todos los zensos de pósito y propios y todos los demás que esa villa posee, y ansí mesmo todos los rreconoçimientos que se an ffecho, apuntando y señalando en la marxen los que estubieren por haçer y otorgar y de las veintenas que estubiesen por cobrar y pagar, y como fuese armando el dicho libro de rraçón hiçiesse cargo a los mayordomos a quien tocasse la cobrança de lo que se debiese, y al procurador general, dando memorial de las diligençias que conviniese que hiçiesse. 125

No obstante, aunque tamaña labor tenía una buena remuneración, cien mil maravedís, Francisco Martínez el Viejo no cobró ninguno en vida, según sus legítimos herederos. Por eso acudieron al consistorio en el año 1606 a reclamarlo, llevando la cédula real que avalaba la deuda, que ya contaba más de veinte años de antigüedad. 126 Ese mismo día, el concejo acordó pagarles esos maravedís, procedentes de rentas y de bienes propios de la villa. 127 No obstante, días después volvió a salir ese mismo tema a colación en el consistorio. El regidor Francisco Enríquez alegó que, siendo tan antigua la cédula real, era muy raro que no se hubiese saldado el pago, y que era indebido amortizarlo sin comprobarlo de forma previa. 128 Esa suspicacia era comprensible, dado que varios lustros  AVM, Libros de Acuerdos, 6 de diciembre de 1606.  La cédula se copió en AVM, Libros de Acuerdos, 6 de diciembre de 1606. Los escribanos usaban esos volúmenes para copiar documentación real y particular, pese a que la normativa mandase que debían tener un libro especial para los traslados, F. Pino Rebolledo: El primer libro de actas…, p. 19. 127  AVM, Libros de Acuerdos, 6 de diciembre de 1606. 128  Ese regidor, sospechando, dijo: «no es rrazón que aviendo tanto tienpo se le libre la dicha cantidad sin entender se a pagado o no», con lo que decidieron no librarla hasta que la villa conviniera otra cosa, mirando en los libros de la razón 125 126

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antes otro oficial que trabajaba para la villa reclamó el salario de dos años y, según el cabildo, no se le debía más que uno. 129 Ante aquella situación, los herederos de Francisco Martínez el Viejo se vieron obligados a esperar más tiempo para recibir lo que afirmaban que les pertenecía. Tras el fallecimiento de aquél, otros contadores y oficiales continuaron la labor de realizar los subsiguientes volúmenes de los libros de la hacienda de la villa. 130 Además del pago por ese libro de la hacienda, los herederos de Francisco Martínez el Viejo reclamaron otros salarios retrasados por el trabajo en la escribanía del concejo. 131 Ese tipo de oficiales, en general, cobraba por tercias al año y generalmente con retraso. Francisco de Monzón Testa, por ejemplo, antes de dejar su escribanía de forma temporal en 1589, recibió el pago del salario de escribano capitular de los años 1587 y 1588, más otros maravedís de ciertas labores asistenciales. 132 Era normal que el cabildo se demorase en pagarle, al igual que se retrasaban —o ni pagaban— a los escribanos capitulares en otros lugares del reino, 133 del mismo modo que el cade la hacienda de la villa si estaba saldada esa partida. AVM, Libros de Acuerdos, 11 de diciembre de 1606. 129  El oficial era Alonso Gómez. AVM, Libros de Acuerdos, 13 de noviembre de 1562. Alonso Gómez era solicitador de la villa, según consta en AVM, Libros de Acuerdos, 2 de septiembre de 1562 130  El 16 de septiembre de 1599, el Consejo había nombrado a los contadores Alonso de Varcárcel y Martín Ruiz de Arexola para tomar cuenta de la hacienda de la villa. Ellos dijeron que, para lograr la buena cuenta y razón que convenía en los libros de la hacienda de la villa, se notificase al licenciado Alonso de Valdés, regidor y depositario general de la villa, que pusiera en todas las cartas de pago que diese del dinero que recibiere por cuenta de la villa, que se tomase la razón por cualquiera de los dos contadores. Si no se tomase, debía anular su valor y efecto la carta de pago, bajo pena de veinte ducados que se entregarían para los pobres del Hospital General, AVM, Contaduría, 1-317-1, s/f. 131  AVM, Libros de Acuerdos, 10 de noviembre de 1606. 132  Seis mil maravedís que se le dieron por asistir a las cartas de pago de las obras que se hacían en la villa, que se pagaron de sobras de rentas y de propios. AVM, Libros de Acuerdos, 16 de marzo de 1589. 133  Como en Huelva, D. González Cruz: Escribanos y notarios en Huelva…, p. 72. Trabajar sin cobrar —indebidamente— no era tan raro, pues lo mismo sucedía en otros oficios y épocas. A inicios del siglo xix, se dieron casos como el de Inés Blake, quien insistentemente reclamó a la reina retrasos en calidad de teniente haya de Isabel II y Luisa Fernanda. M. Bolufer Peruga: La vida y la escri-

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bildo madrileño también se retrasaba al pagar a los demás oficiales de la institución. 134 Aunque el concejo no pagase puntualmente esas tareas, valoraba de forma especial su documentación contable. A juzgar por cómo la reclamaba, parecía muy preciada, pero las irregularidades que se cometían con ella eran muchas, y los daños siempre revertían en el fisco de la villa. Dado que la situación —lejos de mejorar— empeoraba, a inicios del siglo xvii el concejo intentó recuperar la documentación de sus anteriores contables. Finalmente, optó por desgajar, del archivo municipal (que siguió emplazado en la sala del ayuntamiento), los fondos de contaduría. Este material se llevó en el año 1607 —si no antes— al Estudio de Gramática de la villa, donde permaneció durante algunos años conservado en pésimas condiciones. Continuó allí un tiempo, aunque en 1608 el cabildo hubiese acondicionado dos aposentos de la Casa Panadería de Madrid —donde años después se ubicó el consistorio— para colocar la documentación contable. 135 Pese a los esfuerzos del concejo, las infames condiciones de conservación de la documentación municipal acabaron, andando el tiempo, «en las mayores tinieblas». 136 Al respecto, cabe reflexionar sobre si las vinculaciones laborales de esos oficiales acabaron recayendo en el oficio. Es decir, acaso la citada ligazón personal entre los escribanos del concejo y la contaduría incentivó al cabildo para custodiar mejor la documentación contable, y acaso aquella vinculación influyó en que la escribanía acrecentada acabase siendo la denominada escribanía de las cartas pago, de las receptorías de millones, alcabalas, sisas y rentas de la villa (competencias de la hacienda real ordinaria), mientras que la escribanía antigua siguió siendo la escribanía del ayuntamiento. 137 tura en el siglo xviii. Inés Joyes: apología de las mujeres, Valencia, Universidad, 2008, p. 98. 134  Era habitual la demora en liquidar la nómina de esos empleados. A. Guerrero Mayllo: El gobierno municipal de Madrid..., pp. 56-58. 135  L. Zozaya Montes: Al servicio del ayuntamiento. El archivo… 136  Expresión de F. de Porras Huidobro: Disertación sobre Archivos, Madrid, Imprenta de D. León Amarita, 1830, p. 54. 137  AVM, Libros Manuscritos, 112, fol. 485. Remito al capítulo de las sucesiones en las escribanías.

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2.3.  La escribanía de rentas Dado que algunos escribanos del concejo de Madrid ejercieron como tenientes de escribanos de rentas, resulta oportuno analizar quiénes desempeñaron qué labores. El escribano de rentas era una figura clave en la gestión del encabezamiento; era uno de los cargos administrativos para recaudarlo, trabajando junto con el receptor y los hacedores de rentas de la villa. Según se ha apuntado para épocas inmediatamente anteriores, su labor consistía en dar validez a los procedimientos hacendísticos, firmando documentos y conservándolos. También debía enviar a los contadores mayores los repartimientos originales acordados en el consistorio. 138 En la época estudiada, la principal labor que desempeñaba el escribano de rentas en Madrid se relacionaba con el encabezamiento. Éste era uno de los sistemas usados por los monarcas para percibir más fácilmente derechos regios sobre las alcabalas y tercias. Se basaba en un pacto entre la monarquía, que recibiría la cantidad estipulada (negociada previamente en Cortes), y las ciudades, que pagarían esos tributos durante un periodo acordado. Convenida la cantidad que debía pagar el reino, se procedía a su repartimiento entre las ciudades de la monarquía. Cada municipio decidía los diferentes métodos de recaudación en función de la categoría de vecino. Los gremios, compuestos por vecinos, solían recibir en encabezamiento la renta de su producto y, por tanto, adquirían responsabilidad fiscal frente a la villa. Ésta, por otro lado, decidía dar en arriendo las rentas que debían pagar los no vecinos, en general, mercaderes que llegaban a Madrid para vender sus productos. 139 En el caso práctico de Madrid, todo ello se traducía en que el escribano debía estar físicamente en el concejo encabezando a los vecinos —mediante los gremios— en las rentas que quisiesen encabezarse. De forma previa, debían demostrar que habían conseguido 138  D. Alonso García: Una corte en construcción…, p. 157 y, en general, pp. 145-169. 139  Estas últimas eran las denominadas alcabalas del viento. Al respecto remito a la obra de D. Alonso García: Una corte en construcción…

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la vecindad en Madrid, 140 porque parecía que esa vecindad era a veces falsa, dada la insistencia del concejo en que el escribano de rentas no encabezase a nadie hasta que le llevase la fe de que previamente se había desavecindado de su anterior naturaleza. 141 Esa gente estaría intentando, aparte, obtener doble provecho fiscal de falsos avecindamientos. El escribano de rentas también debía, en ocasiones, pregonar las condiciones en que iban a arrendarse las rentas reales de la villa. 142 Esos encabezamientos causaron problemas al escribano de rentas en el ejercicio de sus funciones, por ejemplo, a Diego Méndez Testa. Cuando en febrero de 1571 aún era teniente en la escribanía del concejo, el ayuntamiento le notificó que, bajo pena de cincuenta mil maravedís, no encabezase en adelante a ninguna persona sin licencia de la villa. Además, desde ese momento, se daba por no encabezado a quien encabezase sin dicha licencia. 143 Al año siguiente, cuando ya no era escribano del concejo (pero sí de rentas), volvió a tener problemas con la villa. Ésta insistió en que no debía recibir a ningún vecino por vecino de Madrid sin que primero constase por fe del escribano del concejo que había sido recibido en el ayuntamiento y que había hecho las diligencias necesarias para gozar de la vecindad. 144 Acaso ese tipo de problemas expliquen que durante varios años posteriores los escribanos de rentas fuesen a la par escribanos del concejo, para conseguir que cuando los vecinos presentasen su vecindad y se fuesen a encabezar, lo hiciesen todo a la par, ante el escribano del ayuntamiento. En cualquier caso, varios escribanos del concejo compaginaron este título con el de tenientes de escribanos de rentas de la villa. En la época estudiada lo usaron en calidad de tenientes, pues el propietario titular de la escribanía mayor de rentas fue durante muchos 140  Como se mandó hacer a Diego Méndez en AVM, Libros de Acuerdos, 28 de febrero de 1577. 141  AVM, Libros de Acuerdos, 3 de noviembre de 1589 142  Así debió hacerlo el escribano de rentas Diego Martín, en presencia del señor corregidor y los hacedores y diputados de rentas, AVM, Libros de Acuerdos, 7 de diciembre de 1580. 143  AVM, Libros de Acuerdos, 5 de febrero de 1571. 144  AVM, Libros de Acuerdos, 27 de agosto de 1572.

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lustros el varias veces regidor Pedro de Ludeña. 145 Como se detalla en el capítulo sobre la evolución de las escribanías —que complementa éste—, Diego Méndez fue teniente en la escribanía de rentas, al menos en el año 1571, mientras fue a la par teniente en la antigua escribanía del concejo, y también lo fue cuando dejó de trabajar en el concejo pero continuó en la escribanía de rentas y en la del número. Méndez falleció en el año 1581. Entonces lo sucedió en el arrendamiento de la escribanía de rentas Francisco de Monzón Testa, titular en la antigua escribanía del concejo. En enero de 1590, Francisco Martínez el Mozo fue nombrado teniente en la escribanía de rentas. Él era además teniente en la escribanía acrecentada, pero en marzo de ese año cesó y comenzó a ser teniente en la escribanía antigua. La citada sucesión sólo ha prestado atención a los escribanos del concejo que a la vez desempeñaron el cargo de escribano de rentas, aunque hubo otros escribanos trabajando antes, después o de forma paralela, como Diego Martín en 1580 o Pedro López en 1586. 146 Otro fue Pedro Calderón, escribano de su majestad, quien el 13 de septiembre de 1595 presentó en el concejo el título de teniente de la escribanía de rentas, porque Francisco Martínez el Mozo no podía seguir sirviendo en ella, dadas sus cuantiosas ocupaciones, según afirmó. Por desempeñar ese oficio, Calderón iba a cobrar todos los derechos y salarios anejos al oficio, salvo una parte («eçepto con los diez el millar») que era para el citado Pedro de Ludeña, quien entonces seguía siendo el titular del oficio. 147 3.  Creación y movimiento de documentos e información El escribano redactaba y certificaba escrituras en el concejo, pero además desempeñaba numerosas labores fuera de él, realizando ta145  El regidor Pedro de Ludeña, señor de Romanillos, era escribano mayor de rentas, y arrendó durante muchos años esa escribanía, como se constata por ejemplo en AVM, Libros de Acuerdos, 8 de enero de 1590 y AVM, Libros de Acuerdos, 13 de septiembre de 1595. Sobre sus intermitentes titularidades de regidor, véase A. Guerrero Mayllo: El gobierno municipal de Madrid..., pp. 262-263. 146  Diego Martín se cita en AVM, Libros de Acuerdos, 7 de diciembre de 1580; Pedro López en AVM, Libros de Acuerdos, 24 de septiembre de 1586. 147  AVM, Libros de Acuerdos, 13 de septiembre de 1595.

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reas que requerían su desplazamiento a lo largo de la villa y tierra de Madrid. Ello le convertía en un detentador de información indispensable para gestionar los negocios del concejo. Él acostumbraba a estar mediando entre la institución y los habitantes de la villa, siempre entre la realidad y su escrituración. 148 El escribano del concejo, o en su defecto otro escribano que desempeñase sus funciones, debía acudir junto con otros oficiales del cabildo a donde procediera, dependiendo de las coyunturas, para notificar, hacer memoriales, ayudar en las visitas y los amojonamientos de términos, etcétera. Para ello traía, llevaba y generaba documentación, y a su paso hacía circular información, recibiéndola, enriqueciéndola, proyectándola. La información escrita se acompañaba de la narrada oralmente, la publicada de forma verbal, la obtenida de forma visual y la memorizada por el escribano. Merece subrayar el protagonismo de aquella información inmaterial, aunque la constancia de su existencia venga dada hoy día por un testimonio escrito. Por aquel entonces, un dato oral podía fácilmente transformarse en escrito, y el intermediario encargado de componerlo era en general el escribano. A partir de cualquier circunstancia política o social que atravesase la villa, el escribano crearía una u otra documentación, en el consistorio o fuera de él, y usaría los mecanismos correspondientes de transmisión de la información. Cabe atender a todo ello detenidamente, ante la rica gama de los casos prácticos localizados.

3.1.  El conocimiento del escribano del concejo La información que acumulaban algunos escribanos del concejo debía de ser tan vasta que no sería descabellado compararlos con los mnemon griegos. Parece coherente en la realidad pasada que vivie148  En otros lugares se ha destacado su papel de mediador, gracias a los estudios referidos a Quito de la obra de T. Herzog: Mediación, archivos y ejercicio… Salvando las distancias cronológicas, también cabe citar a J. Serna, y A. Pons: «La escritura y la vida. El notariado y el estudio de las redes personales burguesas en la época isabelina», Ayer. La política en el reinado de Isabel II, 29 (1998), pp. 109-139.

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ron, cuando reconocidos literatos de la época establecían símiles de la sabiduría de ciertos personajes como archivos de la memoria. 149 En esa línea, se ha propuesto hacer extensible entre el colectivo de escribanos la categoría dada por Petrucci de «instituciones memorizadoras», aplicada a archivos y bibliotecas. 150 El ingente conocimiento que absorbían y registraban les dotaba de cierto poder, 151 aparte del poder simbólico que emanaba de su capacidad de escribir y leer, tantas veces señalado por la historiografía. 152 El ayuntamiento madrileño reconoció públicamente en diversas ocasiones la sabiduría de Francisco Martínez el Viejo. En octubre de 1581, la institución le encomendó ocuparse de los censos de la villa, incluidos los censos perdidos porque, según se afirmó, era la persona que más noticias tenía de la hacienda municipal. 153 Asimismo, en mayo de 1605, cuando contaba con una avanzada edad, ya enfermo de gota, el concejo pidió licencia regia para que pudiese acudir a la institución en silla de manos. 154 Ésta servía para desplazarse, era un vehículo que requería portadores para acarrearla manualmente y transportar a quien fuese en la cabina. En la época, además de ser un símbolo novedoso de refinamiento y distinción social reservado para la nobleza, suponía un elemento de ostentación y derroche, cuyo uso 149  Miguel de Cervantes, por ejemplo. Al respecto véase L. Zozaya Montes: voz archivo, en Carlos Alvar (dir.), Alfredo Alvar Ezquerra y Florencio Sevilla Arroyo (coords.): Gran Enciclopedia Cervantina, 1, Madrid, Castalia, 2005, p. 693. 150  En la obra de A. Petrucci: Alfabetismo, memoria y sociedad, Barcelona, 1999, p. 292, cita e idea propuesta por M. A. Extremera Extremera: «El delito en el archivo. De escribanos, falseadores y otras gentes de mal vivir en la Castilla del Antiguo Régimen», Hispania, LXV/2, 220 (2005), p. 477. 151  M. Bardet: «Activité notariale en milieu rural à l’époque moderne: essai de réflexion méthodologique», en J. L. Laffont (dir.): Problèmes et méthodes d´analyse historique de l´activité notariale: xve-xixe siècles: actes du colloque de Toulouse, Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 1991, p. 30. 152  Entre numerosas obras, procede citar la referida Alcalá de Henares de A. Castillo: Escrituras y escribientes. Prácticas de la cultura escrita en una ciudad del Renacimiento, Las Palmas de Gran Canaria, Gobierno de Canarias-Fundación de Enseñanza Superior a Distancia, 1997. 153  AVM, Libros de Acuerdos, 27 de octubre de 1581. 154  AVM, Libros de Acuerdos, 9 de mayo de 1605. Una pragmática real publicada en Valladolid en 1604 se titulaba: «prohíbe a los hombres andar en silla de manos», que incluía la excepción: «teniendo licencia nuestra por escrito»; Nueva recopilación, lib. VII, tit. XII, ley VII.

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se intentó limitar a los círculos cortesanos. 155 Sin embargo, a Martínez le suponía el único medio de transporte para acudir al consistorio, dada la gravedad de sus achaques. La ayuda de Martínez era imprescindible para la buena marcha de los negocios municipales por el saber que poseía. Así, la corporación declaró que: haviendo visto quán yndispuesto está de su gota el señor Françisco Martínez que no puede venir a asistir al ayuntamiento si no es viniendo en silla, y conforme a la pregmática nueba no puede andar en ella, y por ynportar como ynporta tanto a esta villa la asistençia del dicho señor Françisco Martínez, por tener tanta memoria y notizia de las cosas desta villa, se acordó que se escriva en nonbre desta villa al Consejo de Cámara suplicando dé liçençia al dicho Françisco Martínez para que pueda andar en silla, atento su enfermedad de gota y lo mucho que a esta villa ynporta su presençia. 156

Ante el escribano del concejo transitaban cuantiosas noticias sobre la villa. Acaso desfilaba más información que ante ningún otro asistente a las reuniones consistoriales. Así podría deducirse de un cálculo de probabilidades. Recuérdese que su presencia era frecuente en las reuniones capitulares, mientras que ni todos los regidores acudían siempre —la mayoría destacaba por su absentismo— ni el corregidor madrileño solía durar, en la práctica, más de tres años y medio en el mismo concejo. 157 Además, el escribano del ayuntamiento tenía que informar a los regidores de los negocios que debían tratar, e incumplir ese deber podía llevar aparejadas penas económicas. 158 Asimismo, adquiría parte de sus conocimientos cuando se veía obligado a leer documentos de viva voz para informar al cabildo. En  A. López Álvarez: Poder, lujo y conflicto en la Corte de los Austrias. Coches, Carrozas y Sillas de Mano, 1550-1700, Madrid, Eds. Polifemo, 2007. 156   «[Al margen:] silla de manos, se solicite su uso para Francisco Martínez, escrivano de ayuntamiento». AVM, Libros de Acuerdos, 9 de mayo de 1605. Cursivas de la autora. 157  A. Guerrero Mayllo: El gobierno municipal de Madrid..., pp. 27-29, 147-157. 158  Como cuando el corregidor mandó al escribano que, «so pena de diez mill maravedís para la cámara de su magestad, avise quando algún negoçio se tratare a qué rregidor toca. [Al margen:] rregidores a quien tocan los negoçios que el escrivano avise», AVM, Libros de Acuerdos, 6 de marzo de 1563. 155

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dicha institución, era común que el escribano leyera en voz alta cartas, 159 que por ejemplo podían ser de poder, de privilegio, de comisión o de compromiso. 160 Igualmente, leía en el cabildo otros escritos como los títulos de regidor que se presentaban en el consistorio. 161 De forma más particular, también leía las ordenanzas que había otorgado el concejo, como sucedió con las del vino en 1562. 162 Pero sus conocimientos le llegaban de muy diversos contextos, y para rastrearlos hay que mirar fuera del consistorio.

3.2. Labores del escribano del concejo fuera de la institución y circulación de información La información sobre la villa que detentaba el escribano del concejo de Madrid bebía de diferentes fuentes, no sólo de su presencia en el ayuntamiento. Lejos de ser un oficio de carácter estático que le hacía permanecer únicamente en aquella sede, debía estar tanto en el consistorio como ir a otros lugares. Tales recorridos le convertían en un conocedor de primera mano de lo acontecido en el municipio. Esos desplazamientos hacen imaginar un escribano del cabildo activo y acaso ágil, distante del sedentarismo en ocasiones atribuido a otros del ramo. 163 Modelos torpes, lentos, pesados como el protonotario Juan de Lucena, un hombre de letras con:  AVM, Libros de Acuerdos, 26 de enero de 1568.  B. Casado Quintanilla: «Autenticidad documental y escribanos de Ávila en la Baja Edad Media», Revista de la Facultad de Geografía e Historia, 4 (1989), p. 176. 161   «E asymismo, presentó la rrenunçiaçión para que se viese cómo el dicho Juan de Bitoria vivió los veinte días que la ley dispone. E asý presentado, syendo leydo por mí, el presente escrivano, los dichos señores corregidor e rregidores e personas susodichas dixeron que obedeçían e obedeçieron la dicha provisyón rreal de su magestad […]», AVM, Libros de Acuerdos, 26 de mayo de 1563. Otros ejemplos en AVM, Libros de Acuerdos, 1 de julio de 1566. Cursivas de la autora. 162  AVM, Libros de Acuerdos, 17 de julio de 1562. 163  Sedentarismo que también parece ser exagerado para otros países como Francia, donde sus desplazamientos les hacían llevar una vida muy activa, J.-P. Poisson: «L’etude du Notaire», en P. Nora (dir.): Les lieux de memoire, t. III, Les France 3, de l’archive à l’emblème, Paris, Gallimard, 1992, p. 55. 159 160

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masgreçidas las carnes por las grandes vigilias tras el libro, mas no duresçidas ni callosas de dormir en el campo; el vulto pálido, gastado del estudio, mas no roto ni recosido por encuentros de lança. 164

El escribano del concejo tenía que ir a notificar fuera del ayuntamiento. La notificación era el acto de comunicar, generalmente por escrito, una decisión adoptada por el concejo en una sesión capitular, que por lo común obligaba a algo a quien se comunicaba; en general, el escribano se encargaba de que llegase tal conocimiento. 165 En concreto, el escribano del concejo madrileño notificaba información en persona constantemente. Para ello, acudía a donde le mandase la institución. 166 También notificaban otros escribanos públicos al trabajar colaborando con el cabildo, como cuando la institución concertó que el regidor Alonso de Paz fuese con un escribano de su majestad a «El Real de Mançanares a notificar una provisyón que ay para que no tomen la leña ni bestias». 167 Para realizar esas notificaciones, en ocasiones el escribano tenía limitado el tiempo bajo amenaza de sanción. Por ello en agosto de 1563 el corregidor mandó al escribano que durante ese mismo día notificase lo acordado al sobrestante de una obra, bajo pena de dos ducados. 168 Otras situaciones, lejos de conllevar amenaza económica, le exigían rapidez. En noviembre de 1581, el corregidor ordenó al escribano del ayuntamiento que, al salir de la institución, «sin dilazión ninguna», fuese a notificar al regidor Gabriel de Galarza que no saliera de la villa a ningún negocio, suyo ni ajeno, sin licencia suya ni del Consejo Real, bajo pena de quinientos ducados. También debía  Citado en J. A. Maravall: Estado Moderno y mentalidad social, siglos xv a t. II, Madrid, Revista de Occidente, 1972, p. 476, sobre el tema véase también la página siguiente. 165  La notificación, como documento, era un escrito menor que si intitulaba el concejo era concejil, pero si lo encabezaba una persona —generalmente el escribano—, se trataría de un escrito municipal. F. Pino Rebolledo: Tipología de los documentos municipales…, p. 304; en general, véanse las pp. 304-309. 166  Estos desplazamientos se dieron en la villa: AVM, Libros de Acuerdos, 19 de julio de 1564; AVM, Libros de Acuerdos, 4 de septiembre de 1564; AVM, Libros de Acuerdos, 22 de septiembre de 1564. 167  AVM, Libros de Acuerdos, 20 de agosto de 1561. El escribano de su majestad que acudió fue Ayala, AVM, Libros de Acuerdos, 25 de agosto de 1561. 168  AVM, Libros de Acuerdos, 11 de agosto de 1563. 164

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notificar a Luis Calderón, mayordomo de propios, que no le diera ni entregase ningún maravedí. 169 Las distancias múltiples que recorría eran tantas como negocios tuviera que resolver. Una de las funciones del escribano del concejo era dar fe y levantar acta de hechos singulares. Así, era comprensible que el cabildo le mandase supervisar las obras de los alarifes para dar testimonio en la institución de que marchaban conforme a las condiciones pactadas. En octubre de 1564, el escribano del concejo Francisco de Monzón visitó junto con otros oficiales la obra que realizaba el alarife Luis Sillero en el Puente de Viveros, donde hicieron una relación que después llevaron al concejo. 170 Al mes siguiente, Monzón recibió veinticuatro reales «de tres días que fue con los susodichos a dar por testimonio cómo yva la dicha obra buena y cómo estaba acabada conforme a las condiçiones con que rremató la dicha obra». 171 El ayuntamiento precisaba al escribano del concejo en numerosos contextos para que se desplazase y escribiera, notificase o diese fe. Su presencia también se requería en visitas municipales, a modo de inspección, como las que hacían a las tiendas de especias, confitería, cerería y herraje junto con el corregidor y dos regidores. 172 Cuando el concejo necesitaba que ciertos capitulares acudiesen a ver o averiguar algo a un lugar determinado, era común que la institución reiterase que acudiera uno de los escribanos del ayuntamiento. De ese modo convocó al procurador general, al licenciado Diego de la Vega, al regidor Marcos de Almonacid y a un escribano del concejo para que fueran a la Ermita de Nuestra Señora de la Paz, que estaba junto a la villa de Alcobendas, con el fin de que ni los alcaldes ni la justicia de allí entrasen a impedir la jurisdicción que Madrid tenía en Alcobendas. 173 Para elaborar ciertos documentos, el escribano debía reunir información desplazándose cuando procediera. La temática que abar AVM, Libros de Acuerdos, 24 de noviembre de 1581.  AVM, Libros de Acuerdos, 30 de octubre de 1564. 171  AVM, Libros de Acuerdos, 20 de noviembre de 1564. 172  AVM, Libros de Acuerdos, 20 de octubre de 1563. Sobre esas inspecciones, véase J. C. Zofio Llorente: Gremios y artesanos en Madrid, 1500-1650. La sociedad del trabajo en una ciudad cortesana preindustrial, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2005, pp. 348-353. 173  AVM, Libros de Acuerdos, 18 de enero de 1574. 169 170

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caban alcanzaba el amplio elenco de las preocupaciones municipales. Numerosas cuestiones que suscitaban el interés del concejo se intentaban controlar mediante diversas vías, como los denominados memoriales, que en unas ocasiones componía un regidor y en otras el escribano. Por ejemplo, un tema controvertido en la villa procedía de los problemas del crecimiento urbano que experimentó con la estancia permanente de la corte. De ello surgió un cometido para el escribano capitular Francisco Martínez el Viejo en el año 1595. El concejo le mandó hacer un memorial de «las cosas de graçia» que Madrid tenía dadas desde hacía diez años hasta entonces, tanto de casas de aposento como de casas que lindaban con muros públicos. 174 Numerosos actos que requerían el desplazamiento del escribano capitular para dar fe y levantar acta se relacionaban con los deslindes de términos. Su presencia era habitual en el proceso de deslinde, apeo, recolocación de mojones y amojonamiento de términos, 175 pero al parecer no era imprescindible. 176 En Madrid, era común que fuese con otros oficiales a hacer la comisión de visitas de tierras, consistente en informarse de la labor que desempeñaban los justicias de los ayuntamientos que estaban bajo la jurisdicción de la villa. Además, debían vigilar los términos para controlar las posibles intromisiones de los vecinos. 177 De ese modo, el escribano visitaba con frecuencia los mojones divisorios de los términos del concejo para ver si alguien había usurpado tierras a la villa. En una de esas comisiones, el ayuntamiento convino que se librase un ducado al regidor Pedro de Vozmediano y ocho reales al escribano del concejo Francisco de Monzón, por un día «que se ocuparon en yr a la güerta de Trancos a amojonar los quarenta pasos alrrededor de la alverca, conforme a la sentencia de Rrodrigo de Mercado». 178 Él había sido un antiguo corregidor y juez de térmi AVM, Libros de Acuerdos, 25 de septiembre de 1595.  E. Corral García, El escribano de concejo en la corona de Castilla..., p. 63. 176  Ana Guerrero, basándose en la Nueva recopilación, ni los menciona; sólo incluye al corregidor y sus tenientes y a dos caballeros regidores. A. Guerrero Mayllo: El gobierno municipal de Madrid..., p. 163. 177  Sobre dicha comisión, A. Guerrero Mayllo: El gobierno municipal de Madrid..., p. 163. 178  AVM, Libros de Acuerdos, 7 de agosto de 1566. 174 175

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nos de la villa, oficial que se ocupaba de dirimir los problemas de términos entre el concejo y otras entidades. Si el escribano del ayuntamiento era natural del lugar cuyo término debía visitar para realizar el amojonamiento, la institución lo relevaba del cargo, poniendo a alguien que no fuese de allí. Por ese motivo, en noviembre de 1572 se mandó notificar al escribano Francisco Martínez que la visita de la mojonera y términos de la villa de Madrid en los lugares de Barajas y Alameda no pasase ante él, pues era natural de la villa de Barajas. Así, se encomendó la labor al nuevo escribano del concejo en el oficio acrecentado, Jerónimo de Riaño. 179 Es posible que así se intentase lograr objetividad y evitar favori­ tismos. Cuando el escribano del concejo intervenía en calidad de testigo, también transitaba por variados escenarios. Debido a razones laborales, recorría cualesquier espacios intramuros y extramuros de la villa. Era habitual que estuviera presente en comisiones en la calle. Como en 1565, cuando fueron el corregidor, un regidor y los alarifes a ver unas casas que se estaban construyendo en la carrera de San Francisco, para acordelar y señalar por dónde se debían labrar las calles con el fin de que quedasen derechas, conforme convenía al ornato público. Todo ello tenía que hacerse «por ante escrivano del ayuntamiento». 180 Asimismo, el escribano del concejo solía hacer de testigo alrededor de la villa y tierra de Madrid cuando tenía que anunciar un pregón. En tales ocasiones, desempeñaba las bazas de pregonero, en calidad de representante del concejo encargado de publicarlo. 181 De ese modo lo declaraba antes de firmar y rubricar en los márgenes de  AVM, Libros de Acuerdos, 7 de noviembre de 1572.  AVM, Libros de Acuerdos, 7 de abril de 1565. 181  Además de existir pregoneros, una persona podía ser elegida circunstancialmente para desempeñar el cometido de pregonero, que era el representante del concejo que se encargaba de publicar algo. Un pregón era la información que dimanaba de la autoridad concejil y, por su mandato, uno de sus representantes —el pregonero— lo daba en voz alta en un lugar público. El pregón era un documento de relación, porque lo expedía el municipio y se dirigía a entidades extrañas al mismo, y se integraba entre los diplomas del concejo, porque los intitu179 180

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ciertas fuentes. En un ejercicio de recreación mental, resulta sugestivo imaginar la rica circulación de información de diferente naturaleza que tenía lugar ante un pregón. El escribano leía el escrito en voz alta para que llegase al conocimiento de todas las personas. Con ese fin lo divulgaba, y si alguien no hubiera podido escuchar la publicación in situ, llegaría a sus oídos por cauces informales, a través del rumor tan propio de la corte. 182 Uno de los numerosos testimonios al respecto dice así: Y para que lo contenido en la dicha nuestra çédula, que de suso va yncorporada, venga e pueda venir a notiçia de las partes y personas a quien toca y puedan presentar los dichos sus previllegios en el tiempo en ella señalado, vos mandamos que lo hagáys publicar, haziendo pregonar en las plaças y lugares acostumbrados desa dicha villa por pregonero y ante escrivano público para que venga a notiçia de las dichas partes y personas, y ninguna de ellas pretenda ynorançia, y, hecho el dicho pregón, enbiaréys testimonio dello ante los del nuestro Consejo de la Cámara. 183

La mención al pregón obliga a recordar que los desplazamientos del escribano movían a la par multitud de información de variados tipos, no sólo redactada. En la época, como se sabe, coexistían la comunicación oral, la visual y la escrita, retroalimentándose con sus diversas formas de divulgación. 184 La información procedente del ayuntamiento tenía amplios cauces de difusión regulados de forma previa. Estaba viva, fluía generosamente y llegaba tanto al vulgo como a las más altas instancias. 185 Entre el emisor del mensaje y su receptor, el escribano del concejo jugaba un papel clave, que dependía de diversas circunstancias laba el ayuntamiento. F. Pino Rebolledo: Tipología de los documentos municipales…, pp. 22 y 171-187. 182  D. Navarro Bonilla: «Del manejo del Imperio a la gestión doméstica…», p. 141. 183  AVM, Libros de Acuerdos, 7 de mayo de 1561. 184  Sobre los espacios y formas de difusión de un escrito, véase A. Castillo Gómez: Entre la pluma y la pared: una historia social de la cultura escrita en los Siglos de Oro, Madrid, Akal, 2006. 185  Era común que el corregidor mandase al escribano sacar unos autos para enviarlos al Consejo Real. Entre otros ejemplos, consta uno en AVM, Libros de Acuerdos, 15 de diciembre de 1564.

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coyunturales e incluso, en ocasiones, excepcionales. Póngase por caso cuando en el año 1571 la villa colaboró enviando quinientos infantes a la guerra del Reino de Granada, para luchar contra el levantamiento de las Alpujarras. 186 El escribano, entre otras gestiones, hizo las notificaciones a los hidalgos y caballeros, realizó los mandamientos, nominó a los soldados y pregonó cédulas. 187 De forma similar ayudó al cabildo cuando en 1580 falleció Ana de Austria, la cuarta mujer de Felipe II. 188 Días después de su defunción, llegaron los preparativos de los lutos y las honras fúnebres en la villa, y el concejo encargó al escribano Francisco de Monzón ir a la casa del ilustre señor licenciado Fuenmayor: a quien está cometido por los señores del Consejo la destribuçión de todo lo tocante a las onrras que se an de hazer por la rreyna nuestra señora questá en el çielo, y le hize rrelaçión a la letra de lo probeýdo por los dichos señores del dicho ayuntamiento. E por su merçed visto, dixo que le pareçía muy bien lo que la dicha villa tiene proveýdo y a acordado, la qual prosiga con ello para que con brevedad se haga. 189

De ese modo dejaba registro de su acción el propio escribano del cabildo en los libros de actas. Él mismo acostumbraba a consultar esos volúmenes y a transferir su información a las cotas de poder correspondientes, desde el propio ayuntamiento hasta las altas esferas. No era raro que se mandase al escribano hacer relación en el Consejo Real de los acuerdos de la villa, para que proveyera lo que más conviniera para el bien de Madrid y del reino. 190 3.3.  Trasiego de escrituras en esos desplazamientos Aquellos desplazamientos en los que se veía involucrado el escribano capitular motivados por comisiones municipales iban acompa Los mandó pagados por dos meses, AVM, Libros de Acuerdos, 15 de enero de 1571. 187  Recibió doce ducados por ser labor extraordinaria a su oficio. AVM, Libros de Acuerdos, 22 de marzo de 1571. 188  Se informó en el concejo del fallecimiento para guardar luto en AVM, Libros de Acuerdos, 31 de octubre de 1580. 189   «[Al margen:] auto». AVM, Libros de Acuerdos, 8 de noviembre de 1580. 190  AVM, Libros de Acuerdos, 2 de mayo de 1590. 186

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ñados de numerosas escrituras. En primer lugar, las escrituras que el escribano tenía que llevar a donde procediera; después, las que generaba haciendo la comisión; finalmente, las que con posterioridad redactaba en el concejo sobre el negocio en cuestión. Aunque la generación y circulación de documentos se retroalimentaba y mezclaba constantemente, es oportuno hacer este breve ensayo de sistematización teórica. En primer lugar, cuando era necesario, el escribano emprendía el viaje con escrituras preexistentes, con el fin de documentar una comisión. Para ello, antes de salir de Madrid acudía a donde estuvieran los escritos, por ejemplo, al archivo municipal. Eso sucedió cuando se notificó una requisitoria del gobernador de la villa de Paracuellos, solicitando que fuesen personas de Madrid para que decidiesen cómo querían renovar la mojonera entre ambos partidos, Madrid y Paracuellos. Dado que el tiempo que daba la requisitoria era demasiado breve, se prolongó. Al final, se señaló para ir a ver hacer esa mojonera al regidor Alonso de Zárate, al procurador general Nicolás Suárez, a un alguacil del corregidor y a cualquiera de los dos escribanos del ayuntamiento. De forma previa, se debían sacar las escrituras necesarias del archivo de la villa para llevarlas allá. 191 En segundo lugar, el escribano también redactaba documentos sobre la marcha, en determinadas comisiones que requerían producirlos durante el viaje. 192 Así sucedió cuando el cabildo mandó ir al procurador general con el escribano del ayuntamiento a inventariar los álamos que tenía la dehesa de Arganzuela «para la buena cuenta y guarda dellos». 193 También acaecieron casos relativos a las mediciones de tierras, como las de Bramudo y Cabeza Negra en julio de 1568. Allí deberían ir varios oficiales, entre ellos el regidor Álvaro de Mena y el procurador general Nicolás Suárez, para medir las tierras y otor AVM, Libros de Acuerdos, 16 de diciembre de 1566.  Vicente Simó habla así dicha fase de escrituración, el videntibus et audientibus: «Esta fase podía reflejarse en “papeles sueltos” (cuando el notario salía al campo, al monte o al establo) que luego “pasaba” a su modesto libro de notas; o en ese mismo libro de notas, si es que podía llevarlo con él; modesto libro que no pasaba de ser un cuaderno de ocho o diez pliegos, tamaño mayor o menor, que se conoció con diversos nombres (libros manuales de notas, libros de notas, rebedores, etc.)», V. L. Simó Santonja: El notariado español…, p. 264. 193  AVM, Libros de Acuerdos, 15 de diciembre de 1572. 191 192

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gar escrituras ante el escribano Francisco de Monzón. 194 Algo similar sucedió cuando el ayuntamiento convino que el contador y el escribano capitular llevasen al consistorio una memoria de las tierras comunes que habían vencido, para que se arrendasen. Una vez cumplido el mandato, se debía pregonar la información pertinente para buscar personas que las arrendaran. 195 Así, la cadena de información llegaba al concejo pero, enriquecida, volvía a traspasar sus paredes, al ser difundida por el municipio. Existían casos aún más explícitos de la información que había tomado en un viaje mediante anotaciones, que narraban cómo en el concejo «se bieron unos apuntamientos que truxeron los señores comisarios para rresponder a la carta de su magestad que trata de las ferias», 196 pues la villa quería que el monarca concediera celebrarlas en Madrid. Esa información era de ida y vuelta, no iba a quedar anclada en el punto de llegada. Después que los capitulares platicaron sobre esa cuestión, concertaron que el corregidor y los comisarios ordenasen hacer una carta respondiendo a la del monarca, donde se insertase la instancia de los apuntes que habían rubricado el corregidor y el escribano capitular Francisco Martínez. Bajo su custodia deberían quedar las anotaciones originales, por una parte, y por otra, se enviaría el nuevo documento. 197 En tercer lugar, como producto de aquellos viajes, el escribano generaba otras escrituras una vez que llegaba al concejo, cuando reunía y redactaba las informaciones que traía anotadas, que eran susceptibles además de aumentar con otros datos que llevase en la memoria. De hecho, ese era el objeto de aquellos viajes: informarse de forma visual y verbal con el fin de fundamentar algo, para crear documentación oficial que justificase decisiones políticas o defendiese los derechos del concejo y, así, legalizar o denunciar determinadas circunstancias.  AVM, Libros de Acuerdos, 28 de julio de 1568.  AVM, Libros de Acuerdos, 27 de septiembre de 1566. 196  AVM, Libros de Acuerdos, 16 de diciembre de 1582. Voz apuntamiento: acción y efecto de apuntar. Resumen o extracto que de los autos forma el secretario de sala o el relator de un tribunal colegiado. Diccionario de la Lengua Española, XXII ed. 197  AVM, Libros de Acuerdos, 16 de diciembre de 1582. 194 195

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En ese sentido, eran comunes los mandatos que pedían al escribano llevar datos de medidas y amojonamientos al consistorio para, con esas notas, poder otorgar después las escrituras necesarias. Es ilustrativo lo sucedido respecto al heredamiento que tenía el secretario Vargas en el término de La Torrecilla de Iván Crispín, un lugar de la jurisdicción de Madrid donde acostumbraban a sucederse intromisiones indebidas de particulares. 198 Un sábado de marzo de 1566 se reunieron el procurador general Gregorio Méndez, el escribano del ayuntamiento Francisco de Monzón y el sesmero del sesmo de Villaverde Antonio de la Mancha (el sesmero era un cargo de representación de la tierra ante el concejo madrileño). Fueron al lugar a medir qué había plantado Vargas entre la casa y el río, pues había tomado demasiado terreno, más del que le correspondía. También debían medir y amojonar otras tierras de Vargas que lindaban con el arenal del río. Debían llevar aquellas medidas y amojonamientos al consistorio para otorgar las escrituras necesarias. Con el fin de hacer las medidas de las cincuenta yuntas de tierra de Vargas, se encomendó a un regidor tomar a dos medidores, se les mandó que la medida se hiciera ante el escribano del ayuntamiento, y que estuvieran presentes el procurador más el sesmero citados. 199 3.4. Suplencias y costes de los desplazamientos Las labores que un escribano del concejo debía desempeñar fuera y dentro del concejo eran tan numerosas que resultaba comprensible que el concejo hiciese uso de los servicios de otros escribanos, de su majestad o del número. En cualquier caso, fuesen unos u otros oficiales, el coste al salir de la villa era elevado, o así lo recalcó la institución capitular cuando en determinado momento reguló esos precios con un nuevo arancel. 198  Sobre esas intromisiones, véase J. I. Ortega Cervigón, «Aprovechamiento del espacio y conflictos de términos en el lugar de Getafe a finales de la Edad Media», en C. Segura Graíño y S. Muriel Hernández (coords.), Organización social del espacio, III. Madrid en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna. XI Jornadas de Historia Medieval de la Asociación Cultural Almudayna, Madrid, 2008, Universidad Complutense de Madrid, pp. 167-170. 199  El regidor era Alonso de Zárate. AVM, Libros de Acuerdos, 16 de marzo de 1566.

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En efecto, era frecuente que colaborasen escribanos de fuera del concejo en aquellas tareas municipales que requerían desplazamiento. Por ejemplo, escribanos de su majestad como Lucas García, quien a finales de agosto de 1605 tuvo que ayudar a hacer una relación sobre el registro del trigo referida a lugares de Getafe, Fuenlabrada, Leganés, Villaverde, Vallecas y Vicálvaro. Entregó en el concejo los papeles que procedían, y por todo ello cobró seiscientos mara­ vedís. 200 Algunos escribanos colaboradores que ayudaron en ese tipo de tareas fuera del concejo llegaron, andando el tiempo, a ser titulares del oficio. Eso le sucedió al escribano del número Francisco Martínez. Él había colaborado con la villa cuando sólo existía un escribano del ayuntamiento —antes de julio de 1566—, por ejemplo, cuando fue a Algete para hacer la mojonera junto con dos regidores y el mayordomo de propios. 201 También colaboró después, cuando el cabildo ya había empezado a contar con dos escribanos del concejo, Francisco de Monzón y Francisco de Cabrera. Así, fue a Arganda en agosto de 1566 para tomar información de testigos, acompañado del procurador general. 202 Igual sucedió al año siguiente, con aquellos mismos titulares. El cabildo mandó al escribano Francisco Martínez, junto con el procurador Diego de Salazar, que volvieran a Arganda a hacer la informa­ción de un molino que tenía en censo Miguel Rangel, vecino de Algete, junto al río Jarama. La labor estaba bien remunerada: en teoría, Martínez iba a recibir ocho reales diarios; 203 pero los libros de contaduría municipales confirman que al final cobró doce por cada uno de los ocho días. 204 Todos los desplazamientos que debía realizar el escribano del concejo para informar, desempeñar cualesquier labores o hacer averiguaciones contaban con una remuneración extraoficial aparte de su salario. De ello dan fe en abundantes ocasiones las cuentas de la mayordomía de bienes propios de la villa. Por ejemplo, en 1567, el regidor Nicolás Suárez y el escribano Francisco de Monzón fueron  AVM, Libros de Acuerdos, 26 de agosto de 1605.  AVM, Libros de Acuerdos, 12 de mayo de 1563. 202  AVM, Libros de Acuerdos, 16 de agosto de 1566. 203  AVM, Libros de Acuerdos, 3 de enero de 1567. 204  AVM, Contaduría, 4-292-6, fol. 5vº. 200 201

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dos días a Las Rozas a averiguar lo relativo a unas tierras que María de Vozmediano quería trocar con unas tierras municipales de Vallecas. Por aquella labor percibieron mil ochenta y ocho maravedís. 205 Aquellos trabajos que requerían el desplazamiento de los escribanos —así como de otros oficiales del concejo— absorbían notables beneficios económicos, hasta que las autoridades solicitaron regular su remuneración con un arancel. En septiembre de 1566, los capitulares expusieron en el ayuntamiento que la variación de los tiempos causaba mudanzas en todas las cosas salvo en los salarios, que desde antaño no habían aumentado, ni tampoco, las compensaciones por viajes, cuando el concejo enviaba a los oficiales a resolver negocios que tenía fuera de los límites de la villa. Al parecer, se habían estancado los salarios de regidores, procuradores, escribanos y otros oficiales como alarifes, peones, mayordomos, medidores y escribanos del número. Los gastos eran tan grandes que nadie quería ir a cumplir aquellos negocios, salvo «por precios muy eçesivos». Debido a ello, se encomendó a dos regidores ordenar hacer un arancel de los salarios que debían llevar, para aumentarlos y también para calcular la cantidad que se debía dar por hacer las visitas de los términos. 206 Esos desplazamientos también suponían un coste extraordinario para el escribano, que tenía que alimentarse y dormir fuera de su hogar. Se ha conservado una lista de los gastos de un escribano en una posada de El Real de Manzanares durante dos días, aunque para las fechas aquí estudiadas sea un tanto temprana, pues data del año 1501. En la lista apuntó qué consumía y cuánto costaba cada porción. Su dieta alimenticia consistió principalmente en pan, vino y pescado, más algunos productos de la huerta, como uvas, lentejas o berzas. En dos días de viaje gastó una cantidad considerable, sesenta y siete maravedís, casi dos reales. 207  AVM, Contaduría, 4-292-6, fol. 3vº.  AVM, Libros de Acuerdos, 27 de septiembre de 1566. 207  A. Carrasco Tezanos: «La alimentación campesina a finales de la Edad Media. La situación en la Sierra de Madrid», Madrid. Revista de arte, geografía e historia, 7 (2005), pp. 259-261. 205 206

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4.  Manejo, consulta de escrituras y guarda en el archivo El concejo madrileño solicitaba con asiduidad al escribano del ayuntamiento que condujese documentación municipal a la propia institución o a cualquier lugar donde estuvieran tratándose negocios concernientes a la villa. De ello podría deducirse que una función principal de ese oficial consistía en manejar y consultar escrituras. Otra de sus funciones, explícita en la normativa legal, consistía en guardar documentación en el archivo del cabildo, aunque en la práctica no fuese el único encargado de esa labor. 208 Él era uno más de los tres llaveros del archivo del concejo, junto con el corregidor y un regidor. Los regidores tenían una importancia fundamental en las tareas archivísticas municipales madrileñas —aunque en ese plano acostumbren a pasar desapercibidos ante los historiadores—, pues el archivero capitular se designaba entre dichos oficiales (y no entre los escribanos). El escribano del concejo no era archivero del ayuntamiento, aunque pudiese desempeñar funciones archivísticas en el cabildo, por la obligación de guardar y custodiar documentación. Con el fin de saber cuáles eran los cometidos del escribano del concejo respecto a las escrituras municipales, qué labores le mandaba hacer la institución y bajo qué circunstancias, cabe acercarse con lupa a dicho oficial para estudiar su relación con algunos documentos del concejo que consultaba y manejaba, ya fuera para llevar a algún lugar, para sacar o introducir en el archivo capitular. Es obvio que cuando el escribano consultaba algún documento debía sacarlo previamente de donde estuviera guardado. Sin embargo, las fuentes primarias no suelen especificar dónde se custodiaba aquél, si en el archivo municipal, que interesa ahora, o en otros archivos, como el de su despacho o el archivo de escribanos que hizo el concejo, que se trata en otro apartado. Aquí me centraré primero en los documentos que los oficiales del ayuntamiento solicitaban al escribano y en las consultas que él mismo realizaba. Después, analizaré la custodia de documentos en los archivos del cabildo, ya que el escribano del concejo debía conducir allí los papeles según la normativa vigente en el reino. 208  Pues los regidores o los procuradores generales se solían ocupar de ello, como demuestro en L. Zozaya Montes: Al servicio del ayuntamiento. El archivo…

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Respecto a la citada división he de hacer unas aclaraciones. En vista de la dificultad de limitar los campos de estudio, este apartado y el siguiente se ligan y complementan —igual que éste se vincula a los anteriores—. Estos epígrafes son sólo divisiones artificiales dadas por motivos de claridad expositiva. Pero, por lo común, resulta problemático distinguir en qué punto exacto la documentación estaba siendo manejada o consultada, o cuándo pasaba a ser archivada y ahí se consultaba. Su frecuencia de uso guardaría relación con la importancia del documento y con su vigencia. En cualquier caso, interesa destacar los contextos documentales donde se desenvolvía el escribano, por así denominar a las circunstancias en que realizaba esos trajines, manejos y consultas que ayudan a recrear aquel ambiente. Además, prestaré escasa importancia a un problema que se presentó al realizar este estudio, que radica en la sobreabundancia de documentos mencionados con el simple apelativo de papeles en las fuentes. En parte, ello dificulta que pueda especificar la tipología documental. 209 Antes de entrar en materia, es oportuno ofrecer otra advertencia. Como es sabido, el uso del documento escrito era fundamental para el aparato administrativo del cabildo en la época. Y en los menesteres escriturarios, el escribano del concejo desempeñaba una labor fundamental. Aunque aquí me centraré en estudiar dicha figura, he de señalar que también desempeñaban importantes labores documentales otros oficiales, como los regidores o los procuradores generales. Conviene recordar este hecho para evitar situar al escribano en una categoría aislada o sobredimensionada, como si por manejar documentación de forma constante fuera un especimen excepcional en el concejo, idea que permiten entrever numerosos estudios. Las necesidades administrativas municipales hacían que prácticamente todos los oficiales operasen con documentación en el ayuntamiento madrileño. 210 Es posible que sucediese de forma similar en otros lugares y concejos del reino. 209  Mencionaba la dificultad de analizar las tipologías documentales P. Delsalle: «Activité et clientèle des notaires de Tourcoing aux xviie-xviiie siècles», J. L. Laffont (dir.): Problèmes et méthodes d´analyse historique..., p. 60. En España existen conocidos estudios notariales al respecto, como el de L. Sampedro Redondo: Escribanos y protocolos notariales de Gijón…; o el de E. Pérez Herrero: Alonso Hernández, escribano público de Las Palmas (1557-1560)… 210  Así lo muestro en L. Zozaya Montes: Al servicio del ayuntamiento. El archivo…

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4.1.  Manejo y trasiego documental El escribano manejaba diariamente documentos —ya fuesen originales o copias—, consultaba escrituras del archivo capitular o ayudaba en la custodia de sus fondos con el fin de atender a los negocios municipales. Era casi rutinario que el cabildo le mandase llevar documentación al consistorio para mostrarla en las sesiones concejiles. 211 Igualmente, le exigía que la restituyera. En ese sentido, al dar por libre y quito el censo de Andrés de Ribera, un vecino de la villa, el concejo solicitó al escribano que devolviera «el previllejo que entregó sobre que se cargó el dicho çenso». 212 El cabildo también le pedía de forma cotidiana que enviase cierta documentación, como cuando el corregidor le ordenaba sacar autos para enviarlos al Consejo Real. 213 Eran continuas las negociaciones tratadas en el ayuntamiento que generaban documentación, la cual, con frecuencia, manejaba el escribano del concejo. También la retenía temporalmente, pues era frecuente que después los oficiales del cabildo le solicitasen que la llevase de un lugar a otro, ya se tratase de originales, copias o traslados. 214 Gran parte de ese material escrito sale a colación en otros capítulos, como los títulos de oficio, 215 pero además cabría mencionar un rico trajín de obligaciones, que eran documentos de negocios de crédito y garantía. 216 211  Por ejemplo, el regidor San Juan de Sardaneta otorgó carta de arrendamiento, según la fuente, del pedazo de sitio detrás de sus casas, de un real de renta cada año; carta sobre la que informa que: «la cual yo traje y mostré en este ayuntamiento». AVM, Libros de Acuerdos, 15 de enero de 1571. 212  El acuerdo versa sobre una cédula que informaba de un censo de Andrés de Ribera que se dio por libre y quito. AVM, Libros de Acuerdos, 11 de agosto de 1561. 213  AVM, Libros de Acuerdos, 15 de diciembre de 1564. 214  Póngase por caso las ordenanzas de montes. Habría de quedarse una copia y su correspondiente traslado en cada concejo. AVM, Libros de Acuerdos, 3 de mayo de 1574. 215  Como cuando el concejo convino que Francisco Martínez entregase ciertos títulos de fieles ejecutores para que se despachasen. AVM, Libros de Acuerdos, 12 de febrero de 1574. 216  Por ejemplo cuando el concejo pidió al escribano que llevase la obligación «de la barca de Arganda», AVM, Libros de Acuerdos, 30 de octubre de

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El uso de esos papeles dependía de las circunstancias coyunturales madrileñas. En una ocasión, el concejo tenía unas escrituras sobre el dinero que se debía de los empréstitos al pósito del pan. Entre otras gestiones, la institución convino que cuando se hubiera concluido el negocio con los letrados y se hubiesen entregado los papeles al escribano capitular, se convocase en ayuntamiento a todos los regidores para acabar con aquel asunto. 217 En otra ocasión, llegó a oídos del regidor Nicolás Suárez que un empedrado que el ayuntamiento había pavimentado en la calle de Santo Domingo no se había cobrado. Para solucionar el problema, el concejo convino que el escribano Francisco Martínez cogiese los papeles y recaudos que había al respecto, los llevase a la siguiente celebración capitular y, viéndolos, se proveyese lo que conviniera. 218

4.2.  Consultas documentales: generalidades El escribano del concejo usaba, acarreaba y mantenía bajo su tutela numerosos manuscritos, tanto para examinarlos él como para entregárselos a otros oficiales que trabajaban para el cabildo. Esas labores, tan necesarias como rutinarias, no estaban exentas de problemas. Ello se debía en parte a la costumbre de enviar directamente escrituras originales que después se perdían. Para encontrarlas, el ayuntamiento solicitaba la devolución de documentación pública con cierta periodicidad. En el Madrid de los siglos xvi y xvii, al igual que sucedía en numerosos lugares del reino y de fuera de él, 219 era corriente que se 1564. La denominación genérica de obligación respondía desde el siglo xv en Castilla a la «obligación por préstamo cambiario […]. Este esquema consiste en un préstamo cambiario, es decir, pagadero sobre la plaza foránea por el deudor, y viene a ser el documento notarial equivalente a la letra de cambio», aunque «bajo la denominada obligación genérica de obligación se contenían en Castilla muchos otros tipos negociales de crédito y garantía». J. Bono Huerta: Los archivos notariales…, p. 38. 217  AVM, Libros de Acuerdos, 14 de junio de 1581. 218  AVM, Libros de Acuerdos, 1 de septiembre de 1581. 219  Como también sucedía en Francia. A. Chamson: Manuel d´archivistique: théorie et pratique des archives publiques en France, Paris, SEPVEN, 1970, p. 245.

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manejasen y enviaran escrituras originales —en vez de copias— con la intención de probar cualquier asunto, negocio o pleito, pese a que las autoridades intentasen luchar contra esa mala costumbre para evitar perderlas. Incluso, en ocasiones, los escribanos prestaban registros originales que en teoría tenían que permanecer bajo su cuita. Un caso así se dio en mayo de 1581, cuando los regidores Pedro de Vozmediano y Nicolás Suárez fueron al concejo y, entre otros asuntos, solicitaron que se devolvieran los registros originales de las obligaciones a los escribanos del cabildo. 220 De ese modo, no extraña que, entre ese tipo de usos y el movimiento documental diario en el cabildo, cuantiosos escritos y registros acabaran en paradero desconocido. Así lo prueban ejemplos como uno de diciembre de 1567: el concejo tuvo que sacar un traslado de una cédula real del pleito de las plantas porque se había extraviado la original. 221 Ante la pérdida de escrituras, el ayuntamiento madrileño contaba con sistemas para localizarlas similares a los utilizados en otros lugares del reino. 222 Para recuperarlas, usaba de forma cotidiana métodos que hoy día pueden parecer ingenuos desde el punto de vista archivístico, pero eran los mismos que se aplicaban en la época para hacer cualquier llamamiento social con cualquier fin gubernativo. Consistían en demandar la documentación «pública» a lo largo de la villa y tierra, pregonando y divulgando esa petición en templos y plazas concurridas, amenazando primero con penas pecuniarias y espirituales, que después agravó el cabildo amenazando con la excomunión. 223 Incluso, la institución intentó que toda la sociedad incomunicase a quienes acaparaban escrituras indebidamente, llegando hasta tal punto que no podía dárseles nada ni pagando, incluso man AVM, Libros de Acuerdos, 5 de mayo de 1581.  AVM, Libros de Acuerdos, 10 de diciembre de 1567. 222  Se han documentado casos similares en Burgos en la primera mitad del siglo xvi y en Jerez de la Frontera en el xviii. J. Cerdá Díaz: Los archivos municipales…, nota 15 de la p. 27. 223  Sobre las búsquedas de documentos en la villa, véase L. Zozaya: «The Dispersion and the Recovery of Municipal Documentation in Madrid in the Early Modern Period», Journal of History, Literature, Science and Tecnology, 1 (2010). Sobre búsquedas documentales en el resto del reino, M. García Ruipérez y M. C. Fernández Hidalgo: Los archivos municipales en España durante el Antiguo Régimen. Regulación, conservación, organización, difusión, Cuenca, Eds. de la Universidad de Castilla-La Mancha, 1999, p. 280-283. 220 221

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daban que «ni los jueces los ayan en juiçios ni los escrivanos les agan sus escrituras». 224 También había maneras más sencillas de hallar ciertos manuscritos. En ocasiones dependían de que un emisor preguntase por ellos y un receptor confesase su tenencia. Indagar en el ayuntamiento por un documento traspapelado era una fórmula frecuente para buscarlo. Así se hizo en septiembre de 1572. El escribano capitular Francisco de Cabrera dijo en el consistorio que había enviado al antiguo regidor Diego de Zorita la ejecutoria original de El Real de Manzanares y que no se le había devuelto. El regidor Diego de Vargas apuntó que él la tenía. Resuelto el emplazamiento, acordaron que se metiese en el archivo del concejo que permanecía en el Monasterio de Santo Domingo el Real. 225 El escribano del concejo también llevaba la documentación municipal a unos y a otros oficiales, haciendo de intermediario entre quienes la manejaban. Eso hizo cuando en mayo de 1566 le mandaron que pidiera a Jorge de Beteta, antiguo corregidor de la villa, las ordenanzas que el ayuntamiento estaba recopilando para lograr su confirmación. 226 Son variados los ejemplos ilustrativos, como el dado en la reunión consistorial de mayo de 1589. Allí se vio un decreto que el Consejo había proveído sobre una petición municipal. Tras varias vicisitudes ante el proceso jerárquico de las instancias que recorrió la solicitud, el escribano Francisco Martínez entregó la súplica al corregidor para que la pusiese con los demás papeles que había sobre ese mismo tema. 227 También era normal que el escribano hiciera de mediador entre partes. Cuando un oficial llevaba al ayuntamiento algunas escrituras antiguas para comprobar algo, en caso de poder demostrarlo era frecuente que el escribano confirmase que así era, tras cotejar el dato con la documentación original. 228 En diversas ocasiones, ese original  Archivo de la Chancillería de Valladolid (en adelante ACHV), Sala de Hijosdalgo, caja 515, exp. 1, s/f. 225  AVM, Libros de Acuerdos, 1 de septiembre de 1572. 226  AVM, Libros de Acuerdos, 14 de mayo de 1566. 227  AVM, Libros de Acuerdos, 10 de mayo de 1589. 228  El siguiente caso se refiere a cuando el concejo decidió que bajasen a Luis Calderón, mayordomo de propios, 23.190 maravedís «por los quales a cargado 224

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con que se comparaba estaba delante del escribano en el propio cabildo. Para realizar numerosas consultas documentales el escribano se valía del registro. Su creación era obligatoria entre las del ramo, según dictaba la normativa. Ese instrumento le permitía acudir con relativa facilidad al documento adecuado para hallar la información pertinente. Cabría citar diversos ejemplos de uso del registro en el concejo, 229 como el siguiente, que se empleó para sacar un traslado: Este dicho día, por los dichos señores, justicia e rregidores que en este ayuntamiento se hallaron contenidos en la escriptura de poder que de yuso será contenida, otorgaron la carta y escriptura de poder, según y de la manera que aquí ba escripto y está escripto en el rregistro de mí, el presente escrivano, donde los dichos señores otorgantes lo firmaron de sus nonbres, cuyo tenor y treslado dél es el siguiente: [...] El qual dicho treslado, yo, el dicho escrivano, saqué del dicho rregistro según que fue otorgado este dicho día por los dichos señores corregidor y rregidores, y le corregí y conçerté con el oreginal y ba çierto y verdadero, y doy fee que se otorgó según y de la manera que va declarado ante mí, presentes los testigos en él contenidos, y en fee dello lo firmé, Francisco Martínez (firma y rúbrica). 230

Actualmente, los registros de los escribanos públicos están preservados en los fondos del Archivo Histórico de Protocolos de la ciudad correspondiente. Allí se encuentran los registros donde en teoría el fedatario escribía un título con su nombre, cargo notarial, y año de inicio. Acostumbraba a escribir epígrafes como «rregistro de scrituras públicas que pasaron ante Francisco de Cabrera, scrivano del ayuntamiento desta villa de Madrid por su magestad, el año de çenso a esta villa Juan de Triana, de lo que devía de rresta del peso de la dicha villa del año de setenta e uno, como pareçe por la escriptura que passó ante Francisco Martínez, scrivano deste ayuntamiento»; AVM, Libros de Acuerdos, 5 de diciembre de 1572. 229  Otro de los numerosos ejemplos se dio cuando hubo un problema entre Monzón, escribano concejil, y el corregidor, porque no se hallaba una provisión original, y mutuamente se acusaron de haberla perdido; entonces el delegado real le pidió «que a su costa sacase otra del rregistro»; AVM, Libros de Acuerdos, 29 de septiembre de 1563. 230  AVM, Libros de Acuerdos, 16 de marzo de 1589. Cursivas de la autora.

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IMDLXIX». 231 También era corriente describir más los contenidos, como hizo el mismo escribano en 1579, detallando el registro: en el qual hay treynta y ocho escrituras públicas, al pie de todas las quales está puesto pasó ante mí y firmado de mi nombre, sin otros autos y papeles que en este rregistro están cosidos tocantes a los negoçios por cuya causa se hiçieron las escrituras questán junto a ellos, y en fe que las dichas escrituras pasaron y se otorgaron ante mí, según y de la forma que en ello se contiene, lo firmé aquí, en fin deste rregistro de mi nombre y signo. Sig-(signo)no, Francisco de Cabrera (firma y rúbrica). 232

4.3.  Consultas de los libros de actas Los libros de actas eran fundamentales para la gestión del gobierno municipal. El escribano del concejo —o quien procediese— los redactaba y también los revisaba por motivos administrativos. Cabe prestar atención a las peculiaridades de aquellas consultas. Eran vitales para comprobar cualquier asunto del que se hubiera levantado acta en las reuniones consistoriales. Además, leían esos volúmenes otros oficiales del concejo, por mandato de la propia institución. El corregidor los consultaba igualmente, hecho normal, dado que en su posada se celebraban algunos ayuntamientos.  233 También los regidores acostumbraban a manejar esos volúmenes para cotejar información que concernía a las gestiones y a la política de la villa madrileña. 234 231  Archivo Histórico de Protocolos de Madrid (en adelante AHPM), prot. 744, fol. 362rº, escribano Francisco de Cabrera. Otro ejemplo, más adelante, dice «rregistro de scrituras públicas que pasó se otorgaron ante Francisco Cabrera, scrivano del ayuntamiento desta villa de Madrid por su magestad los años de IMDLXVI, IMDLXVII, IMDLXVIIIº». AHPM, prot. 744, fol. 449rº, escribano Francisco de Cabrera. 232  AHPM, prot. 744, fol. 449rº. Escribano Francisco de Cabrera. 233  El arca del archivo estaba directamente en la casa del corregidor el 21 de agosto de 1504, Libros de Acuerdos del concejo Madrileño, t. V, Madrid, Artes Gráficas Municipales, 1987, p. 171. Existen ejemplos más tardíos en que mandaba que le llevasen los libros de actas a su posada para proveer justicia, en AVM, Libros de Acuerdos, 28 de julio de 1561 o en AVM, Libros de Acuerdos, 6 de julio de 1562. 234  Los casos abundan, como cuando los consultó Gaspar Ramírez de Vargas en AVM, Libros de Acuerdos, 18 de marzo de 1557.

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Es posible que, de todos los miembros del cabildo, quien más examinase los libros de actas fuese el escribano del concejo. En este sentido, certificaba que los había consultado para dar fe de determinada información, y añadía la fecha del día del acuerdo que lo corroboraba. 235 Sin embargo, no siempre encontraba los datos que buscaba en las actas, como acaeció en septiembre de 1581, cuando el corregidor hizo dos peticiones a los escribanos capitulares. Una iba dirigida a Francisco de Monzón, para que declarase, dando fe, si había hecho la diligencia que en el ayuntamiento pasado le había mandado. La otra petición atañía a Francisco Martínez, para que declarase las noticias que tuviese respecto a ese negocio. Monzón había cumplido el mandato, que consistió en buscar información sobre ese negocio en el libro del ayuntamiento, pero no había hallado nada. 236 Era común que el escribano del concejo tuviera que proveer de fuentes de información a los miembros del consistorio, entre las que se hallaban los libros de acuerdos. En esa gestión, a veces debía transportarlos para que el corregidor los consultase en su propia casa. Una mañana de agosto de 1562, el justicia y licenciado Francisco de Argote mandó al escribano que a las dos de la tarde llevase a su posada el libro del ayuntamiento, para decidir qué iba a mandarle hacer sobre la harina del pósito municipal. 237 El cabildo también ordenaba al escribano llevar ciertos autos pasados al consistorio. Allí le mandó llevar las actas que se habían hecho en el cabildo sobre la distribución de las sobras del encabezamiento. 238 La solicitud de acuerdos no significa obligatoriamente que 235  Por ejemplo: «Certifico yo, Pedro Martínez, escrivano del número e ayuntamiento de esta villa, que Graviel [sic] Rromo es apreciador desta villa, nombrado por el ayuntamiento della asta el día de San Miguel de setienvre del año que viene de seiscientos y ocho según más largo consta por el libro de ayuntamiento que queda en mi poder a que me rrefiero, e para que dello conste dí la pressente en la dicha villa a veinte e nuebe de otubre de seiscientos y siete. Pedro Martínez (firma y rúbrica)». Legajo titulado «Papeles de secretaría de ayuntamiento correspondientes a distintos ramos de la administración municipal (años 15681607)»; AVM, Secretaría, 1-480-2, s/f. Cursivas de la autora. 236  AVM, Libros de Acuerdos, 13 de septiembre de 1581. 237  AVM, Libros de Acuerdos, 26 de agosto de 1562. 238  AVM, Libros de Acuerdos, 10 de mayo de 1563.

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el escribano tuviese que llevar los libros de actas a donde se los reclamasen. En ocasiones, los capitulares requerían tan sólo que el escribano llevase apuntados los acuerdos existentes sobre un tema en cuestión. 239 Así, él podía copiar acuerdos procedentes de un libro de actas antiguo, cuando el negocio que se fuese a tratar no se hubiere solucionado. 240 De algunas expresiones coevas se podría deducir que el escribano del ayuntamiento guardaba los libros del concejo en su casa. Sin embargo, no siempre era así, puesto que testimonios citados confirman que los libros también podían estar en casa del corregidor. En ciertas ocasiones, el escribano debía consultar determinada documentación antes de redactar los libros de actas. En febrero de 1563, el corregidor mandó al escribano, bajo pena de cien ducados, que antes de asentar nada en el libro de ayuntamiento leyese las peticiones que se diesen y se llevasen al consistorio. 241 También existían consultas simultáneas. Ambos escribanos afirmaron haber revisado las actas antiguas del 17 de julio de 1579, cuando en noviembre de 1580 entraron en plena reunión consistorial donde se debatía el orden y protocolo que debía seguir la villa en las honras fúnebres de la reina, la tercera esposa de Felipe II. Ambos advirtieron al cabildo que debía respetar el antiguo acuerdo, para que los letrados no fuesen antes que ellos. También, directamente, apuntillaron que los letrados no eran necesarios en el ayuntamiento, que la villa podía despedirles siempre que quisiera. Además, alegaron que aquellos nunca antes habían ido en actos públicos representando a la villa. 242  El ejemplo procede de cuando acordaron «que para el lunes primero que viene se llamen a todos los cavalleros rregidores de esta villa para tratar lo del pan de las terçias, dónde se deve aplicar. E que para ello el scribano del ayuntamiento trayga apuntados los acuerdos que se an fecho sobrello». AVM, Libros de Acuerdos, 10 de mayo de 1570. 240  Así, consta un traslado de un acuerdo de ayuntamiento del 29 de julio de 1596 que está por separado, que había pasado ante Francisco Martínez, que luego firmó y rubricó Pedro Martínez y puso: «saquélo del libro de ayuntamiento questá en mi poder. Pedro Martínez (firma y rúbrica)». La copia va certificada con fecha de 14 de mayo de 1608. AVM, Contaduría, 1-252-2. 241  AVM, Libros de Acuerdos, 5 de febrero de 1563. 242  AVM, Libros de Acuerdos, 21 de noviembre de 1580. Texto citado en A. Alvar Ezquerra et alii: «Los escribanos del concejo de Madrid...», p. 184. 239

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Esos conflictos reflejaban los problemas de convivencia entre letrados y escribanos. Sus opiniones, expresadas de viva voz en el cabildo, posiblemente respondían a que habían pedido un permiso especial para manifestar su problema ante el ayuntamiento, pues la norma dictaba que el escribano no tenía ni voz ni voto en el concejo. Aunque, en caso de que se transgrediera con más frecuencia, acaso no constase en acta, dada la picaresca española. En otros casos, el escribano debía examinar numerosos libros de actas. En mayo de 1569, Francisco de Monzón tuvo que acudir a los tomos correspondientes a los años 1560 y 1569, ambos inclusive, para corroborar las fechas de uso de la regiduría de Pedro de Luzón. Francisco de Monzón dio fe y testimonio de que en ellas constaba que Luzón fue recibido como regidor el 15 de julio de 1560, y que ejerció el oficio hasta el 31 de marzo de 1569. 243 Para realizar esas consultas, el escribano podía hacer uso de la memoria, con el fin de limitar los años de búsqueda en los libros de actas. Además, cuando se tratase de fechas lejanas, podía usar otro recurso: las notas marginales que en profusas ocasiones acompañan a los acuerdos. Sin tales anotaciones, determinados requerimientos serían sumamente difíciles de hallar, por lo que cabe intuir que acaso las peticiones coevas fuesen acompañadas de ciertas aclaraciones verbales hacia el escribano de las que no hay constancia escrita. De lo contrario, sería difícil imaginar con qué criterio podría buscar el escribano ciertos acuerdos. Piénsese en lo sucedido en septiembre de 1566, cuando en el concejo se leyó una petición dada por el contador Nicolás Suárez sobre un salario que se le debía del cargo de las posturas de las velas que había desempeñado el año anterior. Tras las pertinentes votaciones de los regidores, el corregidor mandó que la resolución se llevase al doctor Suárez. Esa debería ir, además, junto con lo que vagamente se solicitó al escribano capitular, que era: que busque la comisyón que la villa dio a él y a el contador Peralta para ello. Y asymesmo el acuerdo que dice el señor don Pedro de  AVM, Libros de Acuerdos, 9 de mayo de 1569.

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Rribera que huvo sobre que la villa mandó que no se ganase ni se perdiese. 244

Cuando el escribano se veía obligado a hallar, en los libros de actas, datos solicitados de esa forma tan imprecisa referentes al contenido de un acuerdo, podría buscar alguna palabra orientativa en las notas de los márgenes. Sin embargo, no todas las actas se acompañaban de tales referentes. En otras, estaban hechos con posterioridad a la creación del cuerpo del texto, en numerosos casos por la mano del propio escribano. La vaguedad de las peticiones sólo entorpecería las pesquisas, cuya tardanza en servirlas dependería de la pericia del escribano y de su memoria para recordar las sesiones concejiles. Algunos casos se presentaban especialmente complicados para consultar documentos, dada la inexactitud de la referencia de las escrituras solicitadas. Abundan las peticiones poco explícitas, como cuando en 1567 se encomendó a uno de los dos escribanos del concejo y al contador Diego Gómez que: en el archivo desta villa se busque la licençia que se dio a los de Coveña en tienpo de la duquesa de Arjona para entrar a labrar en los hereda­ mientos que los dichos vecinos de Coveña tenían en tierra de Madrid, que á que pasó çiento e treynta e çinco años, poco más o menos. 245

La gran cantidad de legajos que el sujeto debía revisar contribuía a obstaculizar la pesquisa. Ello se deduce ante casos como el dado en octubre de 1579, cuando se debatió sobre el nombramiento de los porteros del ayuntamiento. Los regidores recordaron al corregidor que se debían designar siempre en el consistorio y no fuera de él, y que los nombrados de otra manera no debían usar los oficios hasta  El testimonio finaliza así: «Y que asymesmo pide y suplica al señor doctor Suárez se ynforme del señor licenciado Xarava como, por comisyón de los señores del Consejo, tratava deste negoçio de las velas y por su mandado se hazían las posturas de la venta de las dichas velas. Y manda que todo junto se lleve al dicho señor \dotor/ Suárez, poniendo el voto del señor Diego de Vargas a la postre, pues se leyó el postrero, para que, visto por su merçed, provea sobrello lo que fuere servido», AVM, Libros de Acuerdos, 11 de septiembre de 1566. 245  No explicita cual de los dos amanuenses sería, pues dice «y a mí, el presente escribano». AVM, Libros de Acuerdos, 16 de junio de 1567. 244

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que el concejo los designase. Con ello pretendían —según afirmaban— evitar daños e inconvenientes. Además, apelaban a la respetada usanza consuetudinaria que desde hacía más de cien años se seguía en la villa. Entonces, se les ocurrió documentar aquella tradición. Para ello, mandaron al escribano capitular que diera fe y testimonio viendo los libros «que se an hecho de diez, veinte, treynta y cinquenta y más años a esta [parte], y se traygan aquí para el primero ayuntamiento para que, por el señor corregidor bisto, probea lo que por esta villa se le a suplicado». Frente a tanta imprecisión escrita, se coronó el párrafo con una frase que indicaba que los datos de las solicitudes documentales se completaban verbalmente de forma rutinaria: «Y si otra qualquier información fuere neçesario, se le dé, como esta villa está en uso de hazello sienpre». 246 Parte de la documentación que consultaba el escribano, o que traía y llevaba para que la revisasen otros oficiales, iría a parar al archivo municipal en caso de que el concejo lo considerase oportuno. Para consultar documentación del archivo del ayuntamiento, el protocolo estaba estipulado en la normativa general del reino. Incumbía al escribano en lo referente a la solicitud del material escrito y a su guarda, según se detalla a continuación.

4.4.  Participación en la custodia de los archivos del concejo La idea de que el escribano era el guardián por excelencia de la documentación está sólidamente asentada en el imaginario colectivo. Sin embargo, pese a su obligada vinculación laboral con las escrituras, no siempre era buen custodio. 247 Es oportuno analizar cómo participaba en las labores relacionadas con el archivo del concejo desde el punto de vista teórico, aludiendo a la normativa legal del reino, y desde el punto de vista práctico, recogiendo los usos que acaecían en una villa que albergaba la corte como Madrid.  AVM, Libros de Acuerdos, 26 de octubre de 1579.  En ocasiones, incluso era mal custodio de documentación propia importante, L. Zozaya Montes: «Los escribanos y la pérdida de sus títulos de oficio», en prensa; Litterae, vol. 9. Basado en el análisis de: AGS, Exp. Buscas, Archivo Secretaría, 60 y 61. 246 247

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En numerosas ocasiones el escribano del concejo no podía controlar el estado final de la documentación municipal, cuyo último responsable era el cabildo, que dictaba las normas de cómo y dónde conservarla. Aunque se eligiera un lugar inadecuado, allí se llevaban los documentos, pese a la denuncia y oposición verbal de algunos regidores —que no escribanos, sin voz ni voto— en los ayuntamientos. 248 Los regidores planteaban esas comisiones y también acostumbraban a encargarse de ejecutarlas. Acaso el escribano velase activamente por las escrituras municipales asesorando a los regidores en otros espacios de reunión ajenos al consistorio, pero no manifestaban allí sus quejas oficialmente, como sí las manifestaron en otras ocasiones, por ejemplo, para preguntar por una documentación traspapelada en 1572 o para criticar a los letrados en 1580, 249 como se ha mencionado con anterioridad. En cualquier caso, una de las atribuciones inherentes al oficio del escribano del concejo consistía en colaborar en la custodia de la documentación municipal. Así se había estipulado cuando los Reyes Católicos publicaron la pragmática dada en Sevilla el 9 de junio de 1500, en la «Provisión de ordenanzas y capítulos de los corregidores, jueces de residencia y gobernadores del reino». La disposición mandaba hacer, en todos los reinos hispanos, un arca con función de archivo para guardar las escrituras y privilegios municipales. El mueble debía estar cerrado con —al menos— tres llaves, que deberían quedar en las manos del justicia, de un regidor y del escribano del concejo. Esa misma norma también mandaba que el corregidor y un regidor debían sacar la documentación cuando se necesitase, y que el escribano tenía que encargarse de solicitar que se tornase al arca de archivo: Otrosí que se faga arca en que estén los privillegios e escrituras del concejo a buen recabdo, que a lo menos tengan [sic] tres llaves, e la una tenga la justicia e la otra uno de los regidores e otra el escribano de concejo, e que no se pueda sacar de allí, e que quando oviere necessidad de sacar alguna escritura la saque la justicia e regidores, e que 248  Algunos eran feroces defensores de la documentación, y denunciaban su mal uso, L. Zozaya Montes: Al servicio del ayuntamiento. El archivo… 249  AVM, Libros de Acuerdos, 1 de septiembre de 1572. AVM, Libros de Acuerdos, 21 de noviembre de 1580.

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aquel a quien la entregaren se obligue de tornarla dentro de cierto término, e dé conocimiento dello, e quede en el arca del concejo, e que el escribano de concejo tenga cargo de solicitar que se torne. 250

Tomando como referente esa normativa general teórica, cabe comparar qué ocurría en la práctica sobre la petición de documentación municipal para introducirla en el archivo del concejo de Madrid y sobre la custodia de sus llaves. Respecto a esa tenencia, parece que los escribanos acostumbraban a seguir la norma de forma más estricta que los regidores. 251 Además, los escribanos acudieron de manera regular a abrir el archivo municipal, acción de la cual se deduce que seguían custodiando una llave del archivo de forma correcta con normalidad. 252 Esa regularidad que cumplía el escribano también se daba en otras regiones hispanas. 253 Es posible ofrecer un breve panorama sobre la tenencia de llaves del archivo del concejo madrileño por parte de los escribanos con los escasos datos que brindan las fuentes al respecto. Un día de diciembre de 1481, antes de la edición de la normativa de los Reyes Católicos, las tres llaves del archivo estaban en manos del bachiller y letrado de la villa Diego Díaz. El concejo mandó que, en adelante, las tuvieran tres llaveros: el corregidor, un regidor y el escribano del ayuntamiento. 254 Así siguió repartiéndose en el año 1523, cuando se añadió 250   Libro de las bulas y pragmáticas…, vol. 1, fol. 110vº. Todo en fols. 108rº118rº. Cursivas de la autora. Sobre la magnitud de ese mandato, L. Zozaya Montes: «Una revisión sobre las periodizaciones archivísticas…», pp. 133-145. 251  Labor fácil, dados los descuidos de los regidores llaveros. L. Zozaya Montes: Al servicio del ayuntamiento. El archivo…. 252  Esa información se condensa en la figura 7: Relación de escribanos del concejo (titulares y tenientes) y escribanos colaboradores que acudieron a abrir el archivo del concejo (1553-1581). 253  M. García Ruipérez y M. C. Fernández Hidalgo: Los archivos municipales en España…, pp. 81-89. 254   «Mandaron los dichos señores al bachiller Diego Díaz, su letrado, que las tres llaves del arca del concejo \que tiene/ que las dé: las dos dellas a dos rregidores, que son el señor Joan Çapata e Françisco de Luzón, alcaldes de las alçadas que son este año, e la una a Joan González de Madrid, escrivano del conçejo, e que de aquí adelante, acordaron los dichos señores que las tengan los dichos dos rregidores que fueren alcaldes e el dicho Joan González, escrivano», 10 de diciembre de 1481, Libros de acuerdos..., t. I, pp. 145 y 146. El fedatario seguía teniendo una de las tres llaves, al igual que sus dos compañeros oficiales, el 27 de agosto de 1515, Libros de acuerdos..., t. V, 1502-1515, p. 363.

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una cuarta llave al arca de archivo. 255 En 1576, se corroboró de forma explícita que el escribano tenía una de esas llaves: En Madrid, a quatro de mayo de mill e quinientos e setenta e seis años, con acuerdo del señor liçençiado Martín de Espinosa, corregidor desta villa y su tierra por su magestad, y con sus llaves, y el señor Pedro de Herrera, rregidor desta villa, que tiene por horden del ayuntamiento della otras llaves de los archivos, en presençia de mí el scrivano yuso scripto [Francisco Martínez], en cuio poder están las otras llaves de los dichos archivos, se abrió uno de los archivos de la dicha villa y se sacaron tres provisiones que son las siguientes: […]. 256

Esa misma repartición se mantenía en los años veinte del siglo En los demás años, cuando se omite información, cabe suponer que un escribano, o los dos, seguirían teniendo al menos una llave del archivo capitular. Aunque el escribano acostumbraba a custodiar una llave del archivo, tal y como le correspondía, en alguna ocasión custodió tres. Posiblemente seguía normas puntales del ayuntamiento, pues la información procede de un registro oficial. En abril de 1591, cuando el archivo ya estaba ubicado en una dependencia —aparte de la sala de reuniones consistoriales—, guardaba la llave de esa habitación el portero y semanero del ayuntamiento, quien la abrió. Sin embargo, el escribano del concejo Francisco Martínez tenía las tres llaves de una de las arcas del archivo de la villa que estaban en ese aposento. Para acceder a la documentación archivada, el escribano entregó las llaves al portero, quien lo abrió: xvii. 257

Yo, el dicho scrivano, juntamente con el dicho señor don Íñigo [de Mendoza, regidor,] fuimos a las casas del dicho ayuntamiento, y en los corredores dél, al cavo dellos, a la mano izquierda hazia la cárçel desta villa, estava un aposento, y Alonso Rruiz, portero del dicho ayuntamiento y semanero que a la saçón era dél, con las llaves que tenía en su poder, abrió el dicho aposento, y dentro dél estava una arca çerrada con tres llaves, y yo el dicho scrivano en presençia del dicho señor don Íñigo entregué al dicho portero las dichas tres llaves que llevaba del di Sobre lo acaecido con las llaves entonces y la cuarta llave, véase L. Zozaya Montes: «Historiografía, fuentes e historia del archivo de la villa de Madrid…». 256  AVM, Libros Manuscritos, 68, fol. 20rº. Cursivas de la autora. 257  AVM, Libros Manuscritos, 9, fols. 489rº y 496rº. 255

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cho archivo que estavan en mi poder, y con ellas abrió la dicha arca que llaman archivo, y en una parte della estavan çinco libros de quartilla a lo largo enquadernados en pargamino de cuero. 258

El hecho de constatar que el escribano del concejo tenía una de las llaves del archivo es muy diferente a afirmar que fuese el archivero del ayuntamiento. Aunque algunas investigaciones prácticamente equiparen ambos cargos, 259 ha de tenerse presente que la atribución del archivero en los concejos de la España Moderna dependía de las costumbres de la zona y de la época concreta. 260 Desde luego, en el Madrid de las fechas estudiadas, el archivero era uno de los regidores, no el escribano. Cuestión diferente era que el oficio de escribano tuviese numerosas obligaciones relacionadas con la documentación. Como también las tenía el regidor archivero, y el regidor llavero del archivo, que desempeñaba diversas labores documentales y archivísticas en el ejercicio de sus funciones. 261 La mencionada pragmática dada por los Reyes Católicos en el año 1500 también regulaba que el escribano debía solicitar la documentación para introducirla en el archivo del concejo. Sin embargo, el mandato no se seguía a rajatabla en el Madrid de la época aquí tratada. Porque ni siempre el escribano solicitaba la documentación para archivar —aunque generalmente él la llevase al archivo—, ni siempre el justicia o el regidor sacaban el material. Además, una vez 258  Archivo Histórico Nacional (en adelante AHN), Consejos, Órdenes Militares, Caballeros de Santiago, Expediente 8721, s/f. Cursivas de la autora. 259   «Esta dualidad de funciones del escribano como gestor de los documentos y como archivero es fácilmente constatable en el ámbito concejil, donde el escribano del cabildo es responsable del archivo del ayuntamiento y, en definitiva, guardián de los derechos de los vecinos», E. Cruces Blanco y P. Arroyal Espigares: «Los archiveros en la edad moderna», Baetica. Estudios de Arte, Geografía e Historia, 21 (1999), pp. 309-310. 260  Esto se muestra con ejemplos en M. García Ruipérez y M. C. Fernández Hidalgo: Los archivos municipales en España..., pp. 90-93. Además, creo que siempre cabe destacar el protagonismo de los regidores. L. Zozaya Montes: Al servicio del ayuntamiento. El archivo de la villa de Madrid…. 261  Así lo demuestra el seguimiento archivístico y documental de un regidor llavero del archivo, de un regidor archivero, y de un regidor que ostentó ambos cargos, en L. Zozaya Montes: Al servicio del ayuntamiento. El archivo de la villa…

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que cualquiera de esos oficiales u otros —como el procurador general— extraían un documento del archivo municipal, no le prestaban tantas atenciones como hoy día se tiende a pensar. La realidad era muy rica y el proceso de consulta documental estaba lleno de matices, y entre ellos, también se daban negligencias. 262 El escribano del concejo madrileño no era el único que solicitaba documentación municipal para guardarla en el archivo, pero lo hacía con frecuencia. Como hizo en septiembre de 1563, cuando un regidor, el licenciado Barrionuevo, llevó a la reunión concejil un privilegio de un juro —de ciento dos mil maravedís— que estaba obligado a entregar a la villa para su depósito. A la par, entregó un traslado firmado por él. Acto seguido, los capitulares mandaron que el privilegio original se metiera en el archivo de la villa y que el traslado se entregase a Diego de Paz, mayordomo del depósito municipal. También determinaron que Francisco de Monzón, escribano concejil, recibiera el privilegio original para meterlo en el archivo y el traslado para dárselo al oficial mencionado. 263 El escribano del concejo acostumbraba a estar presente ante las aperturas del archivo para introducir y tomar documentación. 264 Cuando comenzó a ocuparse la segunda escribanía en el consistorio, ambos escribanos acudían indistintamente al archivo de la villa. Si el 17 de julio de 1566 fue allí el recién estrenado escribano Francisco de Cabrera, dos días después fue el veterano Francisco de Monzón. 265 En caso de que cualquier teniente o escribano colaborador estuviera en la escribanía, él acudía asimismo al archivo, como hicieron los colaboradores Juan de Uría en julio de 1564, 266 Gaspar Testa en octubre de 1575, 267 o Francisco Martínez en 1575 y 1576 cuando aún era tenien L. Zozaya Montes: Al servicio del ayuntamiento. El archivo de la villa…  Ese traslado costó tres reales. Francisco Solano se las pagó al licenciado Barrionuevo. AVM. Libros de Acuerdos, 3 de septiembre de 1563. El juro era un tipo de deuda que la hacienda fue adquiriendo a medida que particulares o instituciones le iban concediendo préstamos. 264  Se muestra el caso con nombres y apellidos en la figura 7, que se basa como fuente en el libro de conocimientos del archivo de Madrid, cuya referencia es AVM, Libros Manuscritos, 68. 265  AVM, Libros Manuscritos, 68, fols. 17vº-18rº respectivamente. 266  AVM, Libros Manuscritos, 68, fols. 15vº-16vº. 267  AVM, Libros Manuscritos, 68, fols. 19rº-20rº. 262 263

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te. 268 Años después, en 1627, el cabildo entregó una llave del archivo al escribano mayor del concejo, una vez creada esa titulación. 269 Cuando el escribano recibía documentación para introducirla en el archivo del concejo, generalmente expedía un recibo a modo de comprobante de aquel acto, tal y como se estilaba en numerosos lugares del reino. 270 La noticia de uno de esos recibos se sacó a colación cuando se mencionó el lento trayecto que seguía el proceso de recuperación de ciertos documentos. El 14 de marzo de 1570, el cabildo convino que el bachiller Arias tenía que recobrar, del licenciado Barrionuevo de Peralta, las ordenanzas y papeles que poseía de la villa, que debía llevar a la siguiente reunión capitular. 271 A los cuatro días, el bachiller Arias estaba entregando trece provisiones y ordenanzas que había tomado del licenciado Barrionuevo. Según informó, el conjunto le fue entregado al escribano del concejo. 272 Sin embargo, Barrionuevo seguía guardando otra documentación que interesaba a la villa. Dos meses después, la institución adoptó un carácter más generalizador y convino que Barrionuevo devolviera todos los papeles y escrituras que tuviera del consistorio, que se le pagase lo correspondiente y que el escribano expidiera un recibo confirmando que los había recogido. 273 Era habitual que tanto las autoridades como otros oficiales requirieran determinada documentación al escribano. La cuestión que se plantea es por qué se la demandaban a él, si debido a que custodiaba esa documentación en su archivo personal —de su casa o su ofici268  AVM, Libros Manuscritos, 68, fol. 19rº y AVM, Libros Manuscritos, 68, fol. 20rº. 269   «Francisco Testa, escrivano maior del ayuntamiento, que diesse un recaudo al señor Lorenzo del Castillo para que entregase las llabes del archivo al señor corregidor y al señor Félix de Vallejo como regidor más antiguo y al dicho Francisco Testa como tal escrivano maior». AVM, Libros Manuscritos, 9, fols. 489rº496rº. 270  M. García Ruipérez y M. C. Fernández Hidalgo: Los archivos municipales en España..., pp. 264-268. Un recibo es un escrito menor, de escasa importancia en la diplomática municipal, según F. Pino Rebolledo: Tipología de los documentos municipales…, p. 296. 271  AVM, Libros de Acuerdos, 14 de marzo de 1570. 272  AVM, Libros de Acuerdos, 18 de marzo de 1570. 273  AVM, Libros de Acuerdos, 10 de mayo de 1570.

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na— o porque pretendían que él la buscase en el archivo del concejo, que estaba bajo su control y el de otros oficiales como el regidor archivero o los llaveros. Cabría la duda en casos como el siguiente, donde de forma vaga se mencionaba que «se comete […] a mí, el presente escribano, trayga la provisyón que ay sobrello para el primer ayuntamiento». 274 Algo similar se plantea cuando el cabildo le encomendaba guardarla, ¿en su archivo personal o en el del concejo? Este tipo de ejemplos y otros tantos de interpretación ambigua se han sumado en el apartado que sigue a continuación.

5.  Documentación municipal bajo el poder del escribano El escribano del concejo controlaba numerosas escrituras, que al menos en ciertos momentos custodió «bajo su poder» —según citaban las fuentes—, en lugares que según se intuye oscilaban entre alguno de los bufetes situados en el consistorio, en la escribanía del ayuntamiento, en su propia escribanía particular o en su casa. 275 Ante ese amplio espectro, es oportuno estudiar qué circunstancias y peculiaridades contextualizaban ese manejo documental. Asimismo, se atiende a la colaboración de otros escribanos que desempeñaron iguales labores que los del concejo en esos menesteres, y a los traspasos documentales dados entre escribanos por diferentes motivos. Antes de dar paso a este análisis, cabe mencionar que el oficial que controlaba un libro o ciertos documentos manejaba información a la que en ocasiones sólo él tenía acceso, por lo que acababa conociendo el asunto en profundidad. En numerosas situaciones, cuando se mandaba a un oficial del cabildo custodiar un libro o unos papeles  AVM, Libros de Acuerdos, 13 de septiembre de 1563.  Según Poisson, las dificultades materiales en las que antaño se hallaban los escribanos no facilitaban la conservación de la documentación. La conservación de los archivos más antiguos en casa del notario devenía progresivamente aleatoria, costosa y escasa de posibilidades de uso, lo cual no respondía generalmente más que a ciertas necesidades, en vista de una utilización futura. Ese y otros argumentos, en definitiva, conducen al autor a justificar que los conservadores que sustituyeron a los notarios fueron los archivos nacionales, en su caso, franceses. J. P. Poisson: Notaires et société: travaux d´histoire et de sociologie notariales, Paris, Economía, 1985, pp. 18 y 19. 274 275

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relativos a algún negocio, tendía a irse introduciendo en él de una u otra forma. Caso sintomático fue el del escribano del concejo Francisco Martínez quien, tras varias colaboraciones llevando las cuentas, acabó logrando compaginar su oficio con el de contador, como se ha estudiado en un apartado anterior. 5.1.  Documentos y papeles El escribano del concejo tenía bajo su poder infinidad de documentos. En ocasiones se ocupaba de guardarlos personalmente. 276 Incluso custodiaba resmas de papel en el consistorio. 277 El cabildo acostumbraba a convenir que numerosa documentación municipal quedase «en poder» o «bajo el poder» del escribano del concejo, lo que significaba que debía tutelarla, y posiblemente custodiarla en algún archivo cuyo acceso controlase él. Esa cotidianeidad invita a ofrecer las circunstancias en que el concejo daba ese tipo de mandatos al escribano. También incita a analizar en qué contextos le solicitaba que preservase documentación. En efecto, era habitual que el ayuntamiento mandase que los originales quedasen en poder del escribano del concejo. 278 Por ello no extraña que, si hacía falta algún documento, de manera automática se pidiese a dicho oficial. Tal solicitud es susceptible de conducir a una interpretación que se puede prestar a equívoco. Que él debiera llevar el manuscrito a algún lugar no siempre implica que él lo custodiase cotidianamente. Significa que él lo portaría, posiblemente por ser el oficial que debería acceder a donde estaba guardado el escrito, ya fuese en el archivo —de donde según se explicó tomaba documentación—, o en cualquier otro lugar. Así, deben evitarse las relaciones 276  Es curioso el refrán que recoge Chamson: «el buen notario no se separa de sus minutas» (traducción personal de la autora), en A. Chamson: Manuel d´archivistique..., p. 386. 277  En 1582 se acordó que Luis Calderón, mayordomo de los propios de la villa, comprase «dos manos de papel» para que estuvieran «en el cajón deste ayuntamiento» y se las entregase al escribano Francisco de Monzón «para que las guarde en él». AVM, Libros de Acuerdos, 17 de enero de 1582. 278  Como cuando mandó que guardase los autos relativos a un negocio Francisco de Monzón, escribano del ayuntamiento, en AVM, Libros de Acuerdos, 30 de octubre de 1589.

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directas entre solicitud y tenencia ante casos como el siguiente, cuando: se trató si por no tener esta villa dineros de los propios ni de sobras de encabeçamiento para gastar los XXXM maravedís de que ay provisyón para gastar el día de Corpus Christi, y para entender de qué manera se entiende la dicha provisyón, se acordó que yo, el escrivano, trayga la provisyón para el primer ayuntamiento. 279

Tuviera o no en su poder la provisión que el cabildo solicitaba, el escribano era un referente indiscutible para solicitar escrituras, por la relación inherente de ese material con su oficio. Dada esa circunstancia, la sociedad tendía a acudir directamente a él. Por ello se daban casos como el acaecido a inicios de diciembre de 1579. El regidor Marcos de la Vega había apelado a la existencia de un acuerdo del Consejo Real sobre la elección y nombramiento de receptor (que era el encargado de la cobranza de las rentas y del servicio ordinario y extraordinario). El corregidor y los regidores mandaron que Marcos de Vega fuese junto con los escribanos del concejo, u «otra qualquier persona en cuyo poder esté el dicho auto», y lo llevasen al consistorio. 280 Téngase en cuenta que Marcos de la Vega no era llavero del archivo ese año. 281 El hecho de que el escribano tuviera un documento no significaba que siempre fuese a prestarlo. De hecho, el escribano del número y del ayuntamiento Pedro Martínez se negó a presentarlos a un particular, ni siquiera durante dos días, a no ser que las autoridades competentes así se lo mandasen: Muy poderoso señor: Francisco Álbarez de Villarroel, en nombre del Ospital de Santa Catalina de los Donados y Jaime de Besnasqui en el pleyto con esta villa de Madrid, digo que para que el letrado de mis partes se alle a la bista y defensa deste pleyto por se aver echo sin letrado para alegar de su justiçia, a V. A. pido y supplico mande a Pedro  AVM, Libros de Acuerdos, 18 de abril de 1561.  AVM, Libros de Acuerdos, 2 de diciembre de 1579. Conste que Marcos de Vega no era regidor llavero del archivo aquel año. 281  La llave había pasado del regidor Pedro de Herrera a Juan Ramírez de Vargas, L. Zozaya Montes: Al servicio del ayuntamiento. El archivo… 279 280

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Martínez, escrivano del número y ayuntamiento desta villa, dé el pleyto a mis partes por dos días para que le pueda ber, porque no le quiere dar si no es por mandado de V. A., sobre que pido justizia para ello, etcétera. 282

Bajo la tutela del escribano del ayuntamiento quedaban desde libros hasta documentos varios, que en la época mencionaban sencillamente como cédulas, traslados, provisiones, cartas, registros —suyos propios o de otros escribanos—, más un largo etcétera. Dan cuenta de ello numerosas expresiones en las fuentes, que testimoniaban por ejemplo que una cédula real había quedado bajo su poder; 283 que tenía las cartas necesarias para presentar en un pleito; 284 que guardó un original entre sus papeles; 285 que la provisión real había quedado bajo su custodia. 286 La mención de cartas, para imaginarse la variedad a la que era capaz de aludir, podía referirse por ejemplo a cartas de poder, de privilegio, de comisión o de compromiso. 287 En ocasiones, el concejo mandaba que un documento original se entregase al escribano bajo amenaza de penalización. Así pasó cuando en abril de 1520 el licenciado y teniente de corregidor, Alonso Bernardo de Gros, se dirigió a Miguel de Sacedo, vecino de Madrid, y le mandó: que luego queste mi mandamiento os fuere notificado, déys e entreguéys a Antón Dávila [escribano del concejo], que por mandado des Madrid, 12 de diciembre de 1607. AVM, Secretaría, 1-480-2, s/f.   «En este ayuntamiento se truxo una çédula de su magestad en que manda a los señores de la Chançillería de Valladolid hagan rrelación dentro de quinze días de lo que la villa pide tocante a El Rreal de Mançanares para que, visto en Consejo Rreal, se provea justicia. La qual çédula quedó ante mí, el presente escrivano»; AVM, Libros de Acuerdos, 8 de marzo de 1561. 284   Uno de los asuntos tratados en el ayuntamiento en relación con un pleito que este tuvo con Leonor de Mascareñas, se sabía «por dos cartas quel dicho señor corregidor les mostró del pryor don Antonio», que eran las que tenía el escribano; AVM, Libros de Acuerdos, 28 de julio de 1563. 285  Como sucedió en AVM, Libros de Acuerdos, 28 de junio de 1581. 286  AVM, Libros de Acuerdos, 29 de septiembre de 1563. 287  B. Casado Quintanilla: «Autenticidad documental y escribanos…», p. 176. 282 283

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ta villa va a Valladolid al pleiyo de El Real, el original deste traslado que en vuestro poder está e las cartas de descomunión que sobre çiertas escripturas se sacaron, que asymismo están en vuestro poder, lo qual vos mando so pena de diez mill maravedís para la cámara de su alteza. 288

Con la vaga denominación de papeles el escribano del concejo despachaba numerosas gestiones documentales. Algunos escritos estaban bajo su tutela, como cuando se concertó que el escribano entregase al licenciado Sebastián de la Vega, letrado de la villa, los papeles que tenía «sobre lo de Arganda» para que los viese, según el testimonio. 289 En orden a la inversa, escritos que estaban en otro lugar podían llegar al escribano de forma repentina, por orden expresa del ayuntamiento. Eso sucedió en mayo de 1571, cuando la institución proveyó que se tomasen las cuentas a los herederos de Francisco Solano ante el escribano del concejo Francisco de Cabrera, y se le entregasen todos los papeles que había al respecto. 290 Cualquier negocio del ayuntamiento madrileño producía considerable documentación, por lo que era habitual que se requirieran escribanos en él, fueran o no concejiles, quienes al colaborar con el cabildo también se ocuparían de la custodia del material documental. Así sucedió en septiembre de 1582, cuando se convino que se fuera al monte de los Bimberos, donde, según tenía noticia el cabildo, alguien había roturado las tierras de noche, a mano armada. Para esa empresa, requirieron que fueran los dos letrados de la villa y Juan de la Torre, escribano del número, ante quien pasaba ese negocio, y en cuyo poder estaban todos los papeles. 291 En ese contexto, el concejo también podía mandar guardar documentación a un escribano que había sido titular en el cabildo, aunque en esos momentos ya no lo fuese. En tales casos, el conocimiento personal facilitaría las relaciones laborales. Esa situación se dio con 288  Datado en Madrid, a 12 de abril de 1520, AVM, Libros Manuscritos, 68, fol. 2vº. 289  AVM, Libros de Acuerdos, 9 de mayo de 1571. 290  AVM, Libros de Acuerdos, 18 de mayo de 1571. 291  También iría Luis Calderón a pagar los salarios, AVM, Libros de Acuerdos, 3 de septiembre de 1582.

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Francisco de Cabrera quien, después de trabajar varios años en la escribanía del concejo acrecentada, se hizo escribano de su majestad en agosto de 1572, y en septiembre del mismo año dejó la titularidad en el concejo, que recayó sobre Jerónimo de Riaño. 292 Transcurrido más de un lustro, el cabildo convino que Francisco de Peralta (antiguo procurador general, agente de la villa en los juicios que Madrid litigaba en la Real Chancillería de Valladolid y futuro regidor), entregase al mencionado Francisco de Cabrera todos los papeles y escrituras que tenía de la villa inventariados, dando conocimiento de ello. 293 Al año siguiente, se reiteró el mismo mandato —posiblemente porque aún no se hubiese cumplido el anterior—, con la puntualización de que Cabrera debería expedir una carta de pago por recibirlos. 294 El hecho de que determinado oficial pudiese consultar la documentación que guardaba un escribano del concejo era una cosa, y otra diferente era que pudiesen consultarla varios oficiales. Ésto sucedió con el recién mencionado Francisco de Cabrera cuando ya no era escribano del ayuntamiento. En 1581 trabajaba como agente de la villa, y estaba entendiendo en los negocios que Madrid tenía en Valladolid. El concejo mandó al regidor Nicolás Suárez ir a esa ciudad a avisar a Cabrera y encomendarle una gestión («que tenga el proçeso en poder del rrelator»). En ese momento, Suárez informó de que Cabrera había escrito tres o cuatro cartas a la villa dando aviso de que, mientras tanto, los capitulares tendrían que llevar a cabo algunas gestiones difíciles de conseguir, como era solicitar una vista de ojos y una pintura. Ello aludía a la necesidad de acudir a un lugar para ver qué había y así documentar de forma textual —mediante la denomi AVM, Libros de Acuerdos, 20 de agosto de 1572; AVM, Libros de Acuerdos, 17 de septiembre de 1572. 293   «En este ayuntamiento se acordó que Francisco de Cabrera rreçiba de Francisco de Peralta, que fue agente desta [mancha: villa] en los negocios de Valladolid, todos los papeles tocantes a [mancha: los] negoçios de los pleitos que allí hay, los cuales entregue el dicho Francisco de Peralta por inbentario y cuenta y rrazón y conoscimiento dellos. [Al margen:] 2: papeles de Valladolid». AVM, Libros de Acuerdos, 24 de julio de 1577. 294   «Acordóse que Francisco de Peralta, que estuvo en Valladolid por agente desta villa, entregue a Francisco de Cabrera todos los papeles y scripturas que tiene desta villa por inbentario, y con este acuerdo y carta de pago del Cabrera se le rreçiban. [Al margen:] 8: papeles se entreguen a Cabrera». AVM, Libros de Acuerdos, 16 de abril de 1578. 292

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nada vista de ojos— y pintada —mediante el dibujo— qué había, para así demostrar algo, como una intromisión territorial. Sin embargo, era casi imposible que se concediese permiso para hacer vista de ojos y pintura en las circunstancias en que se hallaba aquel proceso, según afirmó el regidor Pedro de Vozmediano. En el hipotético caso de que se consiguiera, se convino que vista de ojos y dibujo se tutelasen por el escribano del concejo, y que esos documentos pudieran ser consultados por otros oficiales. 295 En ocasiones, cuando era necesario que los dos escribanos del concejo contasen con un ejemplar de un mismo documento, los traslados se formalizaban por duplicado, e incluso por triplicado para dejar alguna copia también para otros oficiales. De ese modo se procedió en marzo de 1584, cuando el procurador general, Hernando Méndez de Ocampo, entregó en el ayuntamiento una documentación crucial sobre el pleito que la villa litigaba con la Mesta. Se conformaba por dos privilegios, una carta ejecutoria, más la sentencia y concordia de los jueces. El cabildo mandó sacar tres traslados de esa ejecutoria para que el procurador general y los escribanos del concejo, Francisco de Monzón y Francisco Martínez, tuvieran un traslado cada uno. 296 Bajo potestad del escribano se hallaban numerosos memoriales. Sin embargo, al igual que hacía con otra documentación, a veces se desprendía de los originales y se quedaba únicamente con un traslado. El concejo acostumbraba a mandar hacer ese tipo de copia autenticada por ejemplo cuando reclamaba escritos originales para usar en pleitos. Como se utilizaron con motivo del litigio de Cubas y Griñón. Esas dos aldeas, en inicio, pertenecían a la jurisdicción de Madrid, pero desde la época Trastámara, con su política de enajenaciones territoriales, se sucedieron constantes problemas relacionados con su jurisdicción, que se arrastraron durante numerosos años. 297 En septiembre de 1572, el concejo convino que se sacase un traslado de los memoriales del pleito de Cubas y Griñón que estaban en poder del escribano Francisco Martínez, para enviar los originales a Alonso  AVM, Libros de Acuerdos, 26 de junio de 1581.  AVM, Libros de Acuerdos, 8 de marzo de 1584. Consta el nombre del procurador por ejemplo en AVM, Libros de Acuerdos, 29 de marzo de 1583. 297  C. Losa Contreras: El concejo de Madrid..., pp. 124-133. 295 296

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Gómez o a Juan de las Navas, su sustituto, que estaba en Valladolid trabajando en la solicitud de los pleitos de la villa. 298 Era normal que después de las consultas o del trasiego de es­ crituras como el recién mencionado aflorase el descontrol documental, por lo que eran frecuentes las vacilaciones acerca de quién guardaba los papeles. Así, en septiembre de 1563 se dudó en el consistorio sobre el paradero de la provisión que versaba sobre la obligatoriedad de que los regidores residieran en el ayuntamiento por turnos. El regidor Pedro de Herrera dijo que, según había visto el corregidor cotejando los libros de actas del concejo, se había leído la provisión original en el cabildo, se había copiado un traslado en aquellos volúmenes, y se había procedido a operar sobre los regidores que habían morado en la institución. El escribano del ayuntamiento Francisco de Monzón afirmó que esa provisión original había quedado en su poder, donde seguía, y para que al corregidor le constase: ser esto asý, fuera de lo escrito en los libros como bien visto lo tiene, pide e suplica a su merçed tome juramento a mí, el dicho escrivano, y a Diego Gómez, que presente está, si el dicho Francisco de Monçón tuvo la dicha provisyón en su poder, y syendo ansý pide e rrequiere a su merçed la guarde y cunpla como en ella se contiene, y no haziéndolo ansý protesta que la dicha eleçión que se hiciere sea en sí ninguna y de ningún efeto, y pídelo por testimonio. 299

El escribano custodiaba títulos de oficios, y, en ese sentido, jugaba un papel fundamental en Madrid como intermediario cuando una persona dejaba de ejercer y comenzaba otra que portaba el nuevo título. Al respecto, es ilustrativo el caso acaecido en febrero de 1574 con los títulos de las renuncias de los fieles ejecutores. Entonces, el concejo ya había entregado el dinero de los fieles ejecutores y sus correspondientes renunciaciones del título. Los documentos habían quedado, por mandato concejil, en poder del escribano del concejo Francisco Martínez. Finalmente, para que pudiese despachar los nue298  Lo que costase el traslado se lo pagaría Francisco de Peralta, y se le recibiría en cuenta con el acuerdo municipal y con carta de pago de lo que pagase. AVM, Libros de Acuerdos, 1 de septiembre de 1572. 299  AVM, Libros de Acuerdos, 29 de septiembre de 1563.

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vos títulos sobre los regidores recién nombrados, el cabildo convino que Martínez los entregase a quien correspondiese. 300 El escribano del concejo guardaba cuantiosos traslados 301 y, entre ellos, también custodiaba traslados de títulos de oficio. Por el tema que aquí concierne, resulta especialmente sintomática la tenencia de traslados de títulos de escribano. Cuando una persona adquiría un título de escribano de los reinos por compra o por renuncia, se iba al ayuntamiento del lugar donde quisiera ejercer el título y presentaba el documento original y un traslado; éste quedaba en poder del escribano capitular. Así se hizo con el «título de su magestad de escribano de Juan Gómez, vecino de la çibdad de Soria, el cual se ovo por presentado [en el consistorio], dexando un traslado en poder de mí», según confirmó el escribano del ayuntamiento. 302 Ese tipo de testimonios eran harto frecuentes en el concejo. Principalmente en determinados años, como en noviembre de 1563, cuando se presentaron en el cabildo madrileño numerosos títulos que llevaron sus correspondientes escribanos. Incluso, llegaban tantos que en algunas celebraciones capitulares esas presentaciones eran las únicas cuestiones que se trataban, como un día cuando se recibieron dieciséis títulos de escribanos reales. Entre ellos se encontraban algunos escribanos que salen a colación a lo largo de este estudio, como José de Uclés, vecino de Madrid. También, San Juan de Uría, procedente de la villa de Regoitia, 303 quien colaboró como suplente en el concejo al año siguiente de su llegada a Madrid.  AVM, Libros de Acuerdos, 12 de febrero de 1574. Recuérdese que el fiel era un cargo más que ostentaban los regidores y que les obligaba a velar por las mercancías y los abastos municipales. 301  Se manda que cada escribano guarde un traslado en AVM, Libros de Acuerdos, 8 de marzo de 1584. 302  AVM, Libros de Acuerdos, 20 de diciembre de 1563. 303  Damián de Rojas, Bartolomé de Astudillo, Luis Román, Francisco Gutiérrez, San Juan de Uría, Diego Gómez, Pedro Cerezo, Francisco de Vargas, Luis Núñez y Francisco Garrido, Alonso de Jos, Pedro Navarro, Juan Ortiz, Hernando de Astudillo, José (o Juseph o Jusephe) de Uclés, Diego Román y Juan López del Castillo. Todos eran vecinos de Madrid excepto San Juan de Uría, vecino de la villa de Regoita, y Luis Núñez y Francisco Garrido, vecinos de Talavera. AVM, Libros de Acuerdos, 29 de noviembre de 1563. 300

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Antes de la llegada de la corte a Madrid se redactaba con más formalidad la recepción de títulos de escribanos en el concejo; 304 pero al empezar 1561 el formulismo se fue reduciendo y simplificando, a medida que se masificaba la acogida. Al final del año era normal encontrar someras presentaciones, como una iniciada con la frase «en este ayuntamiento se presentaron los títulos de su magestad syguientes», que continuaba por la enumeración de cinco nombres con sus apellidos indicando su vecindad. 305 Presentación del título en el concejo y mención a la vecindad eran los datos básicos realmente importantes que debían ofrecer los escribanos reales, según la normativa del reino. 306 El escrito se cerraba con «los dichos señores los ovieron por presentados, dexando un traslado sygnado en poder de mí, el presente escribano, de los dichos títulos». 307 Seguramente tanta afluencia de escribanos llegase siguiendo a la corte al comprobar que continuaba establecida en Madrid transcurridos casi dos años. Antes se mencionó que los límites para exponer estos temas a veces se presentan difusos. Para ilustrarlo cabe traer a colación el caso de documentos sueltos que, cuando el concejo consideraba conveniente encuadernar, pasaban a convertirse en un volumen que adquiría forma de libro, y de ese modo lo denominaban en el cabildo. Así sucedió en mayo de 1565, cuando el concejo quiso sacar documentación del poder de un escribano con el fin de componer un nuevo libro. Para ello convocó a tres regidores en el ayuntamiento, Diego de Vargas, Nicolás Suárez y el licenciado Saavedra. Les informó de los documentos que debían sacar del poder del escribano que había es304  Incluso el acuerdo recién citado dedica a cada escribano un párrafo, y a continuación dice «los dichos señores dixeron que dexando un traslado de cada uno en poder de mí, el presente escribano, sean por presentados y no de otra manera»; hecho ante tres testigos: Diego Gómez, Diego de Paz y Benito Cruzado, vecinos de Madrid. AVM, Libros de Acuerdos, 29 de noviembre de 1563. Además, consta la protocolaria recepción de Cristóbal de Peñaver, escribano del número, en el documento 2 del apéndice. 305  Acompañados del avecindamiento: Francisco González era de Manzanedo, vecino del lugar de Sellán; Alonso de Olivares, vecino de Madrid; Gregorio de Olmedo, vecino de Valladolid; Francisco Pérez y de Miguel Saltillo, vecinos de Fuenlabrada. 306   «So pena que por el mismo hecho pierda el oficio», Nueva recopilación, lib. IV, tit. XXV, ley xiv). 307  AVM, Libros de Acuerdos, 13 de diciembre de 1563.

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tado en El Real de Manzanares. El conjunto estaba formado por comisiones dadas a los jueces, poderes de las partes, demandas, excepciones, sentencias y ejecuciones a favor de la villa, más una fe de los pleitos pendientes para ver en qué estado estaban. El concejo encomendó la labor principal al regidor Nicolás Suárez y le obligó a hacer un libro encuadernado de toda aquella documentación suelta. 308 Nicolás Suárez se vio envuelto en otro caso relacionado con recopilación de documentos de escribanos, en este caso de visitas, pero la fuente primaria no especificaba qué pretendían controlar en particular dichas inspecciones. En septiembre de 1568, el concejo mandó a Francisco Martínez el Viejo, escribano del número (aún no ejercía en el cabildo), que diese un traslado de todas las visitas que estaban en su poder. Una vez signadas, debía mandarlas encuadernar para que se pusieran en el archivo de la villa. 309 De ese modo, los papeles sueltos quedarían reunidos. Sin embargo, meses más tarde aún no se había cumplido el mandato. Por ello, la institución volvió a convenir que el citado Francisco Martínez sacase de su poder un traslado autorizado de todas las visitas que guardaba y que se comprase un libro donde se escribieran. Posteriormente, volvería el turno a Nicolás Suárez, a quien se mandó comprar el nuevo volumen y dárselo. 310 Esos ejemplos son diferentes a los que se desarrollan a continuación, referidos a libros blancos, papeles encuadernados ya confeccionados, concebidos desde un inicio como volúmenes unitarios para dedicarlos a un negocio municipal concreto.  Contaban con asesoramiento: «entendiendo en la execuçión que los señores licenciado Villafañe y don Miguel Marañón hizieron de la carta executoria questa villa tiene contra El Rreal de Mançanares». Sobre la financiación del negocio: «Y lo que asý costare e pagare se lo pague Francisco Sánchez, mayordomo de los propios desta villa, por çédula de los señores corregidor y Diego de Vargas, y con este acuerdo y la dicha çédula se le reçiban y pasen en quenta. [Al margen:] scrituras de El Rreal, que se saquen de poder del scribano». AVM, Libros de Acuerdos, 9 de mayo de 1565. 309  AVM, Libros de Acuerdos, 3 septiembre de 1568. En esas fechas Martínez era escribano del número, pero en el futuro lo sería del concejo. El trabajo se le pagó a parte. Esa labor le fue encomendada por trabajar a sueldo para el concejo, como escribano colaborador. Igual sucede con el siguiente acuerdo. 310  AVM, Libros de Acuerdos, 29 de marzo 1569. 308

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5.2.  Libros manuscritos Los escribanos del concejo del reino tenían a su cargo numerosos libros manuscritos. Así lo mandaba la normativa dada por los Reyes Católicos y lo recomendaba el jurista Castillo de Bobadilla. Por ello, resulta práctico analizar, sobre la base del caso de Madrid, qué volúmenes redactaba uno de estos oficiales en un concejo, cómo los llevaba, qué le mandaba la institución hacer al respecto y en qué contextos municipales se daban aquellas acciones documentales. Huelga comentar que con este apartado se complementan los estudiados anteriormente referentes a los libros de actas y al libro de la hacienda de la villa relacionado con la contaduría. El escribano del concejo madrileño estaba al cargo de numerosos libros municipales y eso conllevaba, además de que los redactase y en ocasiones los tutelase, que en muchos casos debía velar por el negocio sobre el que versaba el libro, al igual que hacían los regidores en diversas comisiones. 311 Entre otros volúmenes, el escribano llevaba —y en ciertas épocas también guardaba—, los denominados libros de las carnicerías, libros de huérfanos, libros de dotaciones, libros de suertes, libros de visitas, libros de talas de montes, libros de tazmía, libros del pósito del pan y libros de condenaciones de penas de cámara. Esos volúmenes servían para llevar el control económico de materias de responsabilidad concejil, y tenían la finalidad de gestionar correctamente los recursos e ingresos municipales. Es posible que hubiese tantos libros como negocios tuviese la villa. Cuestión diferente es que todos los libros estuvieran en poder del escribano, o que él los redactara, pues los regidores también aportaban un peso sustancial en esas labores. En los casos en que el escribano tenía en su poder algunos de esos libros, acaecían particularidades que conviene explicar. Cuando empezó a haber dos escribanías en el concejo, al cabildo normalmente le resultaba indiferente quién de sus dos oficiales llevaba cierto libro, dejándolo con frecuencia a su libre elección. En enero de 1568, el cabildo designó a los escribanos Francisco de Monzón y 311  Como Pedro de Herrera, incluso antes y después de ostentar los cargos de archivero y de regidor llavero; L. Zozaya Montes: Al servicio del ayuntamiento. El archivo…

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Francisco de Cabrera para que tuvieran el libro de las suertes, con el fin de que llevasen las cuentas correspondientes en él, y puntualizó que también podría tenerlo cualquiera de ellos, 312 en vez de turnárselo. Cabe mencionar que los regidores también llevaron dicho libro meses después. 313 Otros volúmenes funcionaban con ese mismo tipo de organización, basada en que, en principio, daba igual que llevase el ejemplar uno u otro escribano. Digo en principio porque la decisión sobre quién lo tuviera podía variar. Así sucedió en noviembre de 1567 con el libro de las carnicerías de la villa, que versaba sobre el control por parte del concejo de los abastos de carne en el municipio. Recién estrenada la escribanía acrecentada, el cabildo convino comprar un libro para las carnicerías. Especificó un fin y un destinatario común: que lo tuvieran los escribanos para asentar todo lo tocante a las carnicerías de corte que debía proveer la villa. 314 Dos días después, se informó de que sólo lo tendría uno de los escribanos: Monzón. Esa responsabilidad conllevaba la remuneración de doce mil maravedís al año. 315 Según se fuese acabando cada volumen se iría archivando; al menos, en una ocasión se testimonió su custodia en el archivo del concejo, 316 y en otra, unos volúmenes de la misma temática se preservaban en un bufete. 317 Una vez que el cabildo decidía que un escribano llevase un libro lo vinculaba a la escribanía, y el oficial tendría que cumplir labores relacionadas con la gestión económica de ese negocio en cuestión. Un ejemplo de ese proceso se dio en mayo 1563. El ayuntamiento convino comprar un libro blanco para que lo tuviera su escribano Francisco de Monzón, con el fin de que en él asentase el cargo, el descargo y  AVM, Libros de Acuerdos, 7 de enero de 1568.  Se convino que «porque el señor don Pedro de Cárdenas se ba fuera, que mientras biniere firme el libro de las suertes el señor Alonso de Çárate». AVM, Libros de Acuerdos, 18 de junio de 1568. 314  AVM, Libros de Acuerdos, 24 de noviembre de 1567. 315  AVM, Libros de Acuerdos, 26 de noviembre de 1567. 316  AVM, Libros de Acuerdos, 24 de marzo de 1565. 317  Se entregó al regidor decano del cabildo la llave del cajón del bufete que custodiaba el libro de las posturas y pregones de las carnicerías. AVM, Libros de Acuerdos, 11 de septiembre de 1579. 312 313

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las libranzas que se hiciesen de las carnicerías. 318 En otra ocasión, el concejo determinó que, además de que el escribano llevase la cuenta de las carnicerías, debía tomar las cuentas de las compras con el corregidor y los comisarios. 319 Así, en numerosos casos, el hecho de que el escribano del ayuntamiento tuviera un libro implicaba que debía redactarlo, tutelarlo y velar por el negocio, que se desestabilizaría si él llevaba mal la gestión. Valga por caso cuando en 1594 se entregó el libro de la tala de los montes al escribano. Le fueron dadas varias normas, por ejemplo, sobre la edad de los árboles para talarlos. 320 El escribano debía asentar esas normas en un libro encuadernado específicamente para ello, con la intención de que anualmente se hiciera una sola corta, la pertinente, la señalada en el libro. Antes de hacer la tala, el escribano debía asentar una vez al año la fecha individualizada de cuándo se había mandado cortar y, además, debía visitar la tala, con el fin de que no hubiera fraude. 321 Ese volumen se relacionaba de forma directa con la comisión de sotos y montes, que velaba por ellos y controlaba su estado, informando de las talas y de su aprovechamiento. 322 Tales preocupaciones del concejo por las talas estaban motivadas por intereses económicos, pues si se talaba de forma correcta la villa obtendría el máximo beneficio, que de otro modo se vería mermado. Además, el escribano del concejo también creaba, manejaba y custodiaba el libro del depósito del pan. Es previsible que con ese volumen controlase el movimiento del grano así como el dinero relacionado con él, de los ingresos y, principalmente, del débito, pues con crédito funcionaba la fiscalidad de la villa. Para el gobierno mu318  El libro iba a ser autofinanciado, pues lo que costase se debía pagar de las carnicerías. AVM, Libros de Acuerdos, 12 de mayo de 1563. 319  Le tocó a Francisco Martínez el Mozo. AVM, Libros de Acuerdos, 23 de junio de 1593. 320   «Que si el monte fuere de rroble, se señala doce cortas y, si de ençina, diez y siete por lo menos, si más no pudieren ser, segúnd la grandeça de los montes, de manera quel rroble pueda tener onçe años y la ençina diez y seis después de cortados para tornarse a criar, nombrando las dichas cortas cada una de por sí», AVM, Libros de Acuerdos, 12 de diciembre de 1594. 321  AVM, Libros de Acuerdos, 12 de diciembre de 1594. 322  Sobre esa comisión, A. Guerrero Mayllo: El gobierno municipal de Madrid..., p. 163.

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nicipal era primordial aprovisionar de grano a la población, máxime en épocas de carestía. En el año 1566, el cabildo convino que el mayordomo del depósito del pan, Alonso de Paz, comprase un libro blanco cuyo precio luego le devolvería el cabildo. Tenía que dárselo al escribano del ayuntamiento, para que asentase en él todo lo que el concejo acordase sobre el pan, como dictaba la ordenanza municipal. 323 Otros libros también relacionados con el abasto de pan de la villa tenían intención y valor retroactivos, por así decirlo. En diciembre de 1575, el ayuntamiento mandó hacer unos libros en los cuales se debía ir anotando la información que interesaba al propio consistorio para controlar la tazmía del pan de los niares (tierras de aprovechamiento comunitario) desde el año 1573 hasta 1575 inclusive. 324 La institución encomendó al regidor Nicolás Suárez hacer cinco libros para que, en cada uno de los lugares donde se pagaban esos niares, se entregase cada libro al escribano del concejo para que fuese asentando a todos quienes hubiesen de labrar las tierras. Luis Calderón, mayordomo de propios, debía costear el precio de esos volúmenes de los fondos de bienes de propios de la villa. 325 En caso de que la escribanía del concejo cambiase de titular, el escribano que cesaba no acababa el libro que hubiera empezado, sino que debía pasárselo al nuevo sucesor. De ese modo, el trabajo y el libro se vinculaban a la oficina escribanil, no al oficial que ejerciera. Así, a la par, seguía las normas generales del reino dictadas para la transmisión de documentación notarial, que se trata en el capítulo sexto. Volviendo al caso citado, ilustra lo sucedido con el libro de visitas de las casas de la villa de Madrid en relación con la escribanía acrecentada. En octubre de 1572, el cabildo mandó que el escribano que había cesado el mes anterior, Francisco de Cabrera, diera los libros que estuviesen acabados de henchir sobre la visita de las casas que se habían labrado en la villa, según la pragmática, para que se  AVM, Libros de Acuerdos, 14 de octubre de 1566.  Voz tazmía: «lo que cabe a las partes de un montón, el qual término le platica en el dividir los diezmos a las partes que los han de aver; es nombre arábigo», S. de Covarrubias Orozco: Tesoro de la lengua castellana... 325  Librarían el pago de los libros el corregidor y Nicolás Suárez. AVM, Libros de Acuerdos, 19 de diciembre de 1575. 323 324

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metieran en el archivo del concejo. Acto seguido, dispuso que se comprase un libro blanco encuadernado para hacer la visita de las casas, y que lo concertase e hiciera Jerónimo de Riaño, el titular recién incorporado. 326 El cabildo quería así archivar la documentación del antiguo escribano, y que su sucesor comenzase a redactar el nuevo libro. Dicho ejemplo es una muestra más de que cuando había movimientos en las escribanías se daban reajustes y cambios en la documentación. La tenencia de ese libro de visitas de las casas no estuvo siempre en manos de escribanos del concejo. Con anterioridad lo había tenido Francisco Martínez cuando aún no era oficial del ayuntamiento, cuando era un escribano del número que colaboraba frecuentemente con la institución capitular. En septiembre de 1568, Martínez tuvo que sacar un traslado de todas las visitas que estuviesen en su poder para que, encuadernadas, se guardasen en el archivo del concejo. 327 Al año siguiente, la institución concertó que Alonso de la Vega, mayordomo de propios, comprase un libro de doce manos de papel blanco, muy bien encuadernado, para dárselo al escribano Martínez, con el fin de que asentase en él todas las visitas que se hicieran ante él. 328 Los pasos consistentes en que el escribano comenzase a redactar un libro desde el origen, cuando aún era un volumen encuadernado nuevo —un libro blanco—, hasta que se completaba y se custodiaba archivado conferían fiabilidad al documento. Primero, que un ejemplar compuesto de un solo cuerpo, vacío, se comenzase a escribir hasta que se henchía; segundo, que quedase bajo tutela del escribano del concejo; tercero, que acabase custodiado en el archivo del ayuntamiento. Asimismo, en ocasiones se daba el sistema a la inversa: el  Ambos en AVM, Libros de Acuerdos, 13 de octubre de 1572.  El cabildo convino «que Nicolás Suárez haga que Francisco Martínez dé un traslado de todas las visytas que están en su poder y se le paguen y, sygnadas, las haga enquadernar para que se pongan en el archivo de la villa», AVM, Libros de Acuerdos, 3 de septiembre de 1568. 328  Sobre la financiación del libro, se le pagaría al mayordomo de propios Alonso de la Vega, por virtud de ese acuerdo, entregando la carta de pago del librero, tomando la razón el contador de la villa. AVM, Libros de Acuerdos, 9 de mayo de 1569. 326 327

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cabildo ordenaba unir papeles sueltos y convertirlos en un libro, dando el escribano fe de su validez, lo cual también concedía fiabilidad al nuevo volumen. A la par, según se va comprobando, el control de un libro conllevaba estar al tanto del negocio sobre el que trataba. Eran numerosos los libros que controlaban los negocios del municipio, y los oficiales del ayuntamiento tenían que ocuparse de ellos con escrupuloso rigor. Como los relacionados con la receptoría de la villa, que se encargaba del cobro de diferentes rentas e impuestos, cuyos cargos acostumbraban a copar los regidores. 329 Al respecto, Jerónimo de Riaño (que en octubre de 1572 estrenó su oficio de escribano capitular), fue nombrado receptor «de las condenaçiones de penas de cámara e scripturas de justizia y obras públicas». Después, el corregidor Lázaro de Quiñones le mandó que, además del libro de las condenaciones, tuviera su libro aparte para asentar el cargo y descargo, especificando que no recibiera ninguna partida sin citarla en su libro, ni la librase ni la pagase sin asentarla en él. Le ordenó que tuviera mando, buena cuenta y razón, bajo pena de cuatro ducados cada vez que dejase de hacerlo. Además, también dispuso que los escribanos del número de la villa no firmasen ningún mandamiento al respecto sin que primero les constase que estaba pagado al receptor de la pena de la condenación, bajo pena de que, si no lo comprobasen, lo pagarían con el doble de sus bienes. Ese auto se les notificaría para que no pretendieran ignorancia. 330 En ocasiones, la tenencia de un libro podía depender del cambio de residencia del escribano que lo controlase, de la categoría que fuera. Este fue el caso de un libro de dotaciones del Colegio de las Niñas Huérfanas de Madrid. Una de las varias formas de caridad existentes en la época favorecía a las niñas expósitas. Cuando éstas eran depositarias de ciertas donaciones que controlaba el ayuntamiento, el registro se llevaba a cabo mediante un libro. En enero de 1571, el escribano público de la villa Diego de Alfaro tenía el libro de las huérfanas de Esteban Centurión. Sin embargo, Alfaro vendió su 329  Aunque no menciona los citados libros, recoge las funciones de los escribanos como receptores A. Guerrero Mayllo: El gobierno municipal de Madrid…, pp. 48-50. 330  AVM, Libros de Acuerdos, 15 de octubre de 1572.

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oficio de escribano para ir a vivir a Torrejón de Velasco. Por tanto, afirmaba que no podía tener ni servir el dicho libro. El concejo determinó que desde entonces en adelante lo tuviera Francisco de Cabrera, titular de la escribanía del ayuntamiento acrecentada. Se mandó notificar a quien tenía el libro que se lo entregase a Cabrera; 331 éste, por cierto, guardó en más ocasiones libros de huérfanas. 332 Posiblemente el cabildo estaba dándoselo a él, y no al otro escribano capitular, porque en esos años hubo varios suplentes y considerables inestabilidades en la otra escribanía, la antigua. El hecho de tener escrita la información en uno de esos libros no implicaba que fuese sencillo controlarla, aún menos cuando era el primer volumen que se hacía sobre el tema. Al respecto, es ilustrativo señalar que el escribano del concejo Francisco Martínez el Viejo recibió, en noviembre de 1593, un cahíz de cebada —doce fanegas de entonces—, por el trabajo que le había llevado «poner en un libro todas las dotaçiones que tiene a su cargo esta villa, porque no tenía él la memoria dellas ni en qué forma se abían de proçeder en ellas, y con el dicho libro abrá claridad». 333 Ese cobro en especie se sumaba al salario en maravedís, que conformaban la remuneración mixta del escribano.

 También le entregarían «los rrecabdos que çerca dello ay. Que si algunas delijenzias se ofresçieren hazer çerca de lo susodicho hasta que al dicho Cabrera se entreguen el dicho libro y rrecabdos las haga el procurador general de esta villa a costa desta villa y en nonbre della. Passó ante mí, Diego Gómez (firma y rúbrica)»; AVM, Libros de Acuerdos, 5 de abril de 1571. 332  Existen numerosos testimonio de que Cabrera guardaba libros de huérfanas, como cuando se le nombró para que tuviera uno de esos volúmenes, aunque le dieron el libro porque Alfaro no estaba en la villa, que fue escribano en los negocios de El Real; AVM, Libros de Acuerdos, 3 de enero de 1571. 333  La citada equivalencia consta en la fuente. AVM, Libros de Acuerdos, 8 de noviembre de 1593. 331

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5 EJERCICIO Y TRANSMISIÓN. LAS ESCRIBANÍAS DEL CONCEJO MADRILEÑO: UNA APROXIMACIÓN PROSOPOGRÁFICA AL OFICIO Existían diversas formas de conseguir un puesto en una escribanía del concejo. Acaso a algún lector le resulte sencillo imaginar cómo se accedía al oficio en la época mediante la compra de un título, la obtención de una herencia o la renuncia de un titular en favor de un aspirante. Si tan simple fuese, podrían resumirse las sucesiones del oficio en unas breves líneas, ofreciendo básicamente los nombres de quienes ocuparon las escribanías, la parentela, la fecha y el mecanismo de acceso al oficio. Si se explicase de esa forma tan simple la evolución de las escribanías del concejo madrileño, se desvirtuarían realidades pasadas y sería imposible entender qué mecanismos se daban realmente. Por ello, las siguientes páginas estudian de manera pormenorizada la evolución y las sucesiones dadas en las escribanías capitulares mediante una aproximación prosopográfica al oficio, 1 desde los años cincuenta del   Ofrece un escueto pero conciso resumen sobre los métodos prosopográficos: F. J. Aranda Pérez: Poder y poderes en la ciudad de Toledo. Gobierno, sociedad y oligarquías en la Edad Moderna, Cuenca, Eds. Univ. de Castilla-La Mancha, 1999, pp. 139-143. Sobre prosopografía y genealogía de escribanos cabe citar a

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siglo xvi hasta la primera década de la siguiente centuria. Para diferenciarlas, denominaré escribanía antigua a la preexistente y escribanía acrecentada a la que se creó en el año 1557. 2 Además, se atiende a otros acrecentamientos acaecidos en el concejo en la misma época, como los de las escribanías del número, para mostrar su dinámica y los mecanismos de oposición ante esas situaciones. En la transmisión de las escribanías madrileñas destacaron las redes familiares, personales y sociales que utilizaban los individuos para acceder al oficio. Para estudiarlo, se ha tenido en cuenta a los titulares, a los tenientes y, cuando ha sido posible, a los escribanos colaboradores. Acaso este seguimiento resulte arduo para el lector, por lo que remito a las representaciones gráficas que facilitan la comprensión de la narración. Así podrá apreciar a primera vista las relaciones de parentesco y la endogamia existentes en el colectivo de escribanos (figuras 1 a 4). La endogamia se daba igualmente en los demás lugares del reino, y ha sido un elemento de peso para afirmar la existencia de una conciencia de grupo entre los del ramo. 3 Las redes de parentela también estaban presentes en las escribanías capitulares, donde se creaban linajes dinásticos, 4 al igual que en tantos otros oficios en la época. S. Jahan: Profession, parenté, identité sociale: les notaires de Poitiers aux temps modernes, Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 1999.   En esta investigación ha sido fundamental para estructurar las sucesiones en las escribanías el artículo de A. Alvar Ezquerra et alii: «Los escribanos del concejo de Madrid...», p. 168. Empero, el presente estudio difiere del citado; principalmente porque aquí defiendo que el escribano Diego Méndez hizo unas sustanciosas suplencias en el año 1570. Asimismo, Francisco Martínez el Mozo también suplió en la escribanía acrecentada hasta marzo de 1590 (cuando se fue a la escribanía antigua). Además, Francisco de Monzón no estuvo en la escri­ banía antigua de 1593 hasta 1598. Aunque aquél fuera el titular, desde 1590 ejerció de teniente Francisco Martínez el Mozo hasta 1596, y desde 1596 a 1598 no ejerció ningún otro escribano hasta que regresó Francisco de Monzón en 1598.   Como en Sevilla, donde existía «un marcado comportamiento del grupo notarial hispalense», P. Ostos Salcedo y M. L. Pardo Rodríguez: Documentos y notarios de Sevilla en el siglo xiv…, pp. 19-21.   En el Madrid de una época anterior ya existían dinastías del escribanos en el colectivo en general, P. Rábade Obradó: Orígenes del notariado madrileño…, p. 160.

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El presente análisis comprueba cómo en la práctica, al igual que sucedía en otros lugares del reino, 5 la transmisión del oficio en las escribanías del cabildo podía presentar numerosas complicaciones. Sobre todo cuando el sucesor era un hijo menor de edad. Quien apostaba por controlar esa titularidad —el padre, la viuda, etcétera— debía ingeniárselas para que ningún otro escribano quitase el puesto al chico. Esa labor podía presentarse dificultosa, como demostró en Madrid un lugarteniente que fue capaz de arrebatar el puesto al sustituto y al titular menor de edad. Y eso que eran de la misma familia. Varios tenientes accedieron al oficio de escribanos titulares del cabildo, al igual que sucedió en otras ciudades. 6 La entrada al puesto fijo era más fácil con sustituciones previas, introduciéndose en los mecanismos internos del oficio, con el conocimiento laboral y personal que conllevaba su presencia física en la institución. Esos tenientes eran en numerosos casos parientes de los titulares. Además, generalmente en Madrid eran escribanos del número (excepto Pedro Sancho de Castilla), al igual que sucedía en otros lugares en fechas coetáneas. 7 El concejo también se sirvió de escribanos colaboradores temporales, que en muchas ocasiones eran escribanos del número, aunque también los había sólo de su majestad. Los colaboradores se emparentaban asimismo con familias importantes de escribanos, varios de los cuales llegaron a ser tenientes, como Francisco Martínez el Viejo. A esas colaboraciones se sumaban otras ayudas, cuando el concejo se servía de amanuenses para asistir en el oficio de escribano, cuya labor se ha atendido cuando las fuentes lo han permitido.  Al igual que por ejemplo en Gijón, L. Sampedro Redondo: Escribanos y protocolos notariales de Gijón…, pp. 43-46.   Como en Huelva, D. González Cruz: Escribanos y notarios en Huelva…, p. 62.    Frente a ello se oponen excepciones anteriores en el tiempo documentadas en Madrid, donde eran escribanos públicos, P. Rábade Obradó: Orígenes del notariado madrileño…, p. 161. También se han documentado en Sevilla, donde el escribano público Gonzalo Pérez parecía ser el mismo que quien ejercía como lugarteniente de escribano mayor del concejo de esa ciudad desde finales del siglo xiii hasta parte del siguiente, P. Ostos Salcedo y M. L. Pardo Rodríguez: Documentos y notarios de Sevilla en el siglo xiv…, p. 23. 

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Pese a que en Madrid los tenientes en la escribanía del concejo solían ser además escribanos del número, según se ha mencionado, resulta significativo que hubo varios escribanos del cabildo titulares que no eran a la par escribanos del número (cuestión que el concejo intentó atajar en el año 1582, pero no lo consiguió). Ante esa circunstancia, cabe apuntar por un lado que acaso Madrid se diferenciaba notablemente de lo sucedido en otras partes del reino donde, según refleja la mayoría de la bibliografía, era imprescindible ser escribano del número para lograr un puesto en el cabildo, como también sucedía en Nueva España. 8 Al respecto cabe apuntar una hipótesis: acaso en la época fuese más normal de lo que se piensa que un escribano del concejo no fuese a la par escribano del número. Así se deduce atendiendo a otros lugares del reino, entresacando información de algún dato dispar y acaso menos anecdótico de lo que pudiera parecer a simple vista. Téngase en cuenta que en el siglo xv bastaba con que los escribanos del concejo en Madrid fuesen escribanos públicos. 9 En Ávila, Fernando de Guillamas consiguió, a finales del siglo xv, el título de escribano del número, dos décadas después de haber ingresado como escribano del concejo. 10 En América, aunque casi todos los escribanos del número eran a la par escribanos del concejo, no se ha logrado constatar que el escribano del concejo Francisco Morales fuese también escribano del número de Santo Domingo. 11 En cualquier caso, quizás haya que relacionar la citada falta de escribanos del número entre algunos escribanos titulares del concejo madrileño con el hecho de que el cabildo designaba a sus escribanos del ayuntamiento, y acaso los examinase él; porque el concejo de Madrid contaba con el privilegio de nombrar a su escribano. Esa merced motivó periódicas pugnas entre el cabildo y el rey, hecho   En América es tal la concomitancia que incluso ha dado pie a estudiar juntos escribanos del número y del concejo, M. A. Guajardo-Fajardo Carmona: Escribanos en Indias…, pp. 31 y 286.   P. Rábade Obradó: Orígenes del notariado madrileño…, p. 159. 10  Consiguió la escribanía del número en el año 1490, R. Quirós Rosado: «Linaje, oficio, negocio: la promoción socioeconómica de Fernando Guillamas», Lope de Barrientos. Seminario de Cultura, 2 (2009), pp. 287-290. 11  M. A. Guajardo-Fajardo Carmona: Escribanos en Indias…, p. 286.

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asimismo común en otras partes del reino castellano. 12 Esas pugnas se vieron agudizadas en Madrid con la polémica sobre la designación real de la escribanía acrecentada y por el intento del monarca de consumir la escribanía antigua del concejo. A la par, cabe barajar la posibilidad de que hubiese escribanos del concejo que no tuvieran número debido a los altos precios del oficio. En Madrid era más barata una escribanía del concejo, que se pagaba a 750.000 maravedís, que una del número, que podía valer 1.500.000; incluso, en el año 1588, se llegó a pagar por ella 1.875.000 maravedís. 13

1.  Los acrecentamientos de oficios dados en el año 1557 Felipe II comenzó a gobernar en el año 1556. Al año siguiente continuó con la política de sus antecesores, basada en acrecentar oficios y venderlos al mejor postor, para conseguir nuevos recursos financieros. 14 Aumentó las escribanías del concejo madrileño, 15 al igual que otros oficios, 16 como tres regidurías y dos escribanías del número. 17 Los Austrias acrecentaron, antes y después, oficios de escribanías públicas en el reino, como en Gijón en el año 1543 o en Málaga dos años después y, de forma exagerada, en época de Fe12  E. Corral García: El escribano de concejo en la corona de Castilla…, pp. 10-17. También había motivado pugnas en el Madrid de época anterior, P. Rábade Obradó: Orígenes del notariado madrileño…, pp. 158-159. 13  Reúne esos precios A. Guerrero Mayllo: El gobierno municipal de Madrid..., p. 40. 14  Al respecto, entre otros estudios, cabe citar a F. Tomás y Valiente: Gobierno e instituciones en la España del Antiguo Régimen, Madrid, Alianza, 1999; M. Cuartas Rivero: «La venta de oficios públicos en el siglo xvi», en Actas del IV Symposium de Historia de la Administración, Madrid, Instituto Nacional de Administración Pública, 1983, pp. 225-260; A. Domínguez Ortiz: «La venta de cargos y oficios públicos en Castilla y sus consecuencias económicas y sociales», Anuario de Historia Económica y Social, 3 (1970), pp. 105137. 15  AVM, Libros de Acuerdos, 3 de mayo de 1557. 16  Sobre esos acrecentamientos en general en Madrid, véase: AVM, Libros Manuscritos, 112. 17  AVM, Libros de Acuerdos, 26 de marzo de 1557. La transcripción consta en el documento 1 del apéndice.

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lipe IV. 18 Frente a esos aumentos, se hacía latente el descontento de las comunidades, que pretendían que el rey consumiera los nuevos oficios para que sólo quedasen los antiguos. Antes de estudiar el acrecentamiento dado en la escribanía del concejo madrileño, cabe explicar qué sucedió ante los acrecentamientos de regidurías y escribanías del número, cómo se vivió esa política de acrecentamientos en el ayuntamiento y la oposición a la voluntad regia. Las escribanías del número eran siempre un referente, pues varios escribanos titulares y diversos escribanos tenientes y colaboradores ejercieron en una escribanía del número de la villa. Además, cabe ofrecer información espacial y material sobre las mismas.

1.1. El acrecentamiento de dos escribanías del número y otras anotaciones materiales y espaciales El acrecentamiento de las escribanías del número obliga a explicar cómo se dio y la oposición de los regidores, inútil pese a todos sus esfuerzos. Este apartado también estudia dónde arrendaban los escribanos del número los despachos. Asimismo, atiende a las escribanías en su acepción material más básica, la referida al mobiliario, al escritorio donde se redactaban y guardaban los papeles. 19 En marzo de 1557, llegó al concejo una cédula real que se leyó en voz alta. Contaba los pretextos y explicaciones que acostumbraban a alegar los monarcas en esos casos, sobre el alto coste las guerras de religión, para justificar el acrecentamiento y la venta de dos oficios de escribanos del número, además de tres oficios de regidor. Cuando el  L. Sampedro Redondo: Escribanos y protocolos notariales de Gijón…, p. 34. También en Málaga se dieron dos acrecentamientos en el año 1545, A. Marchant Rivera: Los escribanos públicos en Málaga…, pp. 12 y 13. Pero en Málaga se dieron sobre todo en la época de Felipe IV, cuando ascendieron a doce, aunque sólo se consolidaron tres, E. M. Mendoza García: Pluma, tintero y papel: los escribanos de Málaga… pp. 65 a 71. 19  Sobre el vocablo escribanía y su estudio, completo aunque escueto por la parquedad de las fuentes, véase E. M. Mendoza García: Pluma, tintero y papel: los escribanos de Málaga…, pp. 159-166. 18

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teniente de corregidor, el licenciado Ortega, pidió al cabildo que acatase y cumpliera esa carta, el regidor Pero Herrez dijo que no iba a dar su opinión hasta que no llegasen los demás regidores. Ese día el absentismo había sido notable en el consistorio; acaso fuese intencionado porque hubieran tenido noticia por vía informal de lo que preferían evitar oír. En cualquier caso, el portero tuvo que ir llamando a los demás regidores, que fueron entrando en el cabildo y votando. Todos mostraron su descontento ante el acrecentamiento, e insistieron en que el monarca debía informarse de la cédula y provisión real en que afirmaba que no iba a acrecentar más oficios. Finalmente, la mayoría obedeció el documento, menos los regidores Pedro de Herrera, Juan Zapata Osorio, el doctor Gerónimo de Pisa y el licenciado Saavedra de Herrera, quienes lo acataron pero no quisieron cumplirlo. 20 Los regidores querían que se mantuviese la cantidad de regidurías sin aumentos, y lo mismo pretendían los escribanos del número. Así lo manifestó uno de ellos, Juan Ramón, en representación del colectivo de numerarios de la villa, cuando se presentó en el concejo. El 30 de marzo acudió a la reunión consistorial y dijo que el rey había prometido, mediante provisiones, no acrecentar más escribanos del número. Decía que ya «no se podían sustentar los dichos escrivanos del número syendo tantos». Por ello rogaba que se le concediera poder para suplicar a su majestad que atendiera las cédulas anteriormente dadas contra los acrecentamientos. Dos regidores, el licenciado Saavedra y el doctor Gerónimo de Pisa, opinaron afirmativamente, cosa que era predecible, pues ya antes habían mostrado su descontento hacia la política regia. 21 Acaso estuvieran plenamente convencidos de que esos escribanos pasaban penurias, o acaso imaginasen que su lucha ganaría más fuerza entre otras luchas. Sin embargo, no todos pensaban lo mismo sobre los escribanos del número. El regidor don Pedro de Cárdenas aportó un punto de vista y una información favorable a ese acrecentamiento, porque afirmaba que estaban excedidos de trabajo, lo que les impedía acabarlo 20  AVM, Libros de Acuerdos, 26 de marzo de 1557. Vid. documento 1 del apéndice. 21  AVM, Libros de Acuerdos, 30 de marzo de 1557.

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a tiempo y les obligaba a tener escribientes en los despachos. Además, aseveraba conocer a quien quería comprar las escribanías acrecentadas. En sus palabras, explicó: que sí, que ay muchos escrivanos en sta dicha villa, y que algunos dellos tienen tanto que hazer que tienen quatro y çinco escrivientes en sus escrivanías, y no pueden dar rrecabdo a los negoçios prinçipalmente en ste año en que estamos, y que algunos dellos llevan dineros eçesivos, más de lo que manda el arancel que llevan, y an conprado y compran dellos, ganan censsos y bienes en mucha cantidad, y que [ha] avido escrivano, segund es informado, que vendió su escrivanía y que quiere agora comprar otra, por quanto entiende que es la ganançia grande, y que su pareçer es, porque para que los negoçios sean despachados con más brebedad, que le pareçe que la çédula de su magestad sea guardada y obedesçida. Y en cuanto a los rregidores, que le paresçe que los que ay bastan, y que se arrima al pareçer de los señores licenciado Saavedra de Herrera y dotor Pisa. 22

La cita de esos alquileres invita a ofrecer información sobre los arrendamientos de los despachos y su situación en la villa. En Castilla se disponían en el corazón de las ciudades, normalmente en la plaza mayor. 23 Durante la época estudiada, el ayuntamiento madrileño arrendaba escritorios de escribanías del número en la plaza de San Salvador. 24 Ese lugar desempeñaba las funciones de plaza principal de la villa, y allí mismo se situaba el ayuntamiento. También constan testimonios de escritorios «arrimados» a la cárcel de la villa, que alquilaban los escribanos del número. 25 Esas ubicaciones, según se intuye, facilitarían que se les localizase para contratarlos en colaboraciones temporales en la escribanía del crimen, al estar cerca de la cárcel, o en la escribanía del concejo, al  AVM, Libros de Acuerdos, 30 de marzo de 1557.  E. M. Mendoza García: Pluma, tintero y papel: los escribanos de Málaga… pp. 159-162. 24  Así consta sobre los años ochenta por ejemplo en AVM, Contaduría, 1434-1, foliaciones diversas. 25  Como cuando el concejo adjudicó a Cristóbal de Cuevas, escribano del número, el arrendamiento del escritorio que había dejado vacante Miguel Sánchez por haber vendido su oficio de escribano del número. El contrato de arrendamiento se haría ante uno de los escribanos del concejo; AVM, Libros de Acuerdos, 23 de julio de 1582. 22 23

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hallarse en la propia plaza de San Salvador. En ésta, además, vivían numerosos regidores y nobles. 26 Dicha situación de cercanía física brindaría una clientela selecta a los escribanos del número que allí ejercían. Además, facilitaría el conocimiento personal entre ellos y sería un lugar más para establecer relaciones laborales que podrían consolidar lazos más adelante. Esto se deduce dado que cuantiosos escribanos del número, como se verá, colaboraron en el concejo. Además, era normal que los escribanos se relacionasen con las oligarquías en otras partes del reino. 27 Los libros de contaduría del mayordomo de propios de la villa madrileña registraban los precios del arrendamiento de los escritorios de la plaza de San Salvador. Por ejemplo, entre los años 1588 y 1591, escribanos como José de Uclés o Alonso de San Martín pagaban tres mil maravedís al año por usarlos, 28 e igual sucedía en 1592. 29 Sin embargo, en el año 1602 se estaban pagando cinco mil maravedís. 30 Los arrendamientos eran caros, al igual que en otros lugares, como en Huelva. 31 La escribanía, además de aludir al aposento donde se expedían los papeles, era el espacio de trabajo que también hacía referencia al mobiliario para escribir. Los elementos que componían una escribanía seguían las modas de la época, 32 así como el refinamiento, reflejado en el uso de materiales nobles y adornos llamativos. Es fácil su J. M. López García (dir.): El impacto de la Corte en Castilla…, p. 89.  Como en Baza. En la ciudad granadina los escribanos estaban bien relacionados con las oligarquías municipales. M. C. Calero Palacios y F. J. Crespo Muñoz: «Clientelismo social, estrategias familiares y relaciones de poder en la institución notarial del reino de Granada. El caso de Baza en el siglo xvi», en J. J. Bravo Caro y J. Sanz Sampelayo (eds.): Población y grupos sociales en el Antiguo Régimen, IX Reunión Científica de la Fundación Española de Historia Moderna, vol. I, Málaga, Universidad de Málaga, 2009, pp. 337-344. 28  También, por ejemplo, Pedro Duarte, Gonzalo Hernández, Sebastián Gallardo, Francisco de Cuéllar, Miguel Guerrero; AVM, Contaduría, 4-425-1. 29  AVM, Contaduría, 1-160-5. 30  AVM, Libros Manuscritos, 9, fol. 50rº. 31  D. González Cruz: Escribanos y notarios en Huelva…, p. 74. 32  Aludo a las modas porque, aunque haya materiales relativamente comunes como el nogal, que acaso no sirven tanto de referencia, también se ha documentado en ciudades como Málaga la existencia de taburetes de baqueta de Rusia que 26 27

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poner que una escribanía representaba un elemento de poder simbólico para quien la visitase, por ejemplo, un cliente, o para el oficial que trabajase en ella. Pese a que sólo he localizado descripciones detalladas de mediados del siglo xvii de varios escribanos que no especificaron ser del número, a juzgar por los altos precios de los arrendamientos de dichas escribanías, es posible que anduviesen cercanas al mobiliario típico, así que sirven perfectamente para reflejar el estilo de una escribanía ostentosa en la época. Sirva de muestra la tasación de los bienes que hizo Isabel de Castro, viuda de Andrés Martínez Bejarano, quien había tenido una escribanía más varios bufetes y escritorios que combinaban ébano, marfil y concha, con otras decoraciones (bolas, perfiles de bronce, hierros pavonados). Además, tenía arcas de madera (pino, caoba) así como sillas y taburetes de nogal, vaqueta y cañamazo. 33 Una escribanía similar se describió en el inventario que hizo doña Isabel Rodríguez Mogrobexo de los bienes de su difunto marido, el escribano de cámara y del crimen de la corte madrileña Francisco Martínez. Registró, entre varios enseres que remitían a un estilo de vida lujoso —como tapices, alfombras, metales preciosos o cuadros religiosos y paisajísticos—, elementos que seguramente formaron parte de las escribanías del finado. Incluían, además de materiales como los anteriormente citados, palo de santo y ébano negro; contaba incluso con material importado de Alemania y Rusia: dos taburetes bordados y dos escripttorios de ébano negro; otro escripttorio de ébano y marfil más pequeño; […] más un escriptorio de ébano con su pie de nogal con bronce dorado y perfiles dorados, y en medio ttiene una segura de la ffee de bronçe y un rrematte con sus borlas […] y de palo santto; más ottro escriptorio de ébano y marfil y lo de enzima de palo santto […]; más dos escriptorios pequeños, el uno de ébano negro, el otro de ébano y marfil que sirven para remate de los demás escripptorios, y el uno dellos sirbe de escribanía […]; más un escriptorio de Alemania maltrattado con sus pies, y más un armario verde de pino grande […]; más seis sillas de baquetta de Mossaldrán a relucir unas líneas más adelante, E. M. Mendoza García: Pluma, tintero y papel: los escribanos de Málaga… p. 160. 33  AHPM, protocolo 6772, fol. 457 rº y ss., escribano Andrés de Vega.

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cobia […]; más seis ttaburettes; más un buffetillo de nogal y otro de baquetta […]; más dos cofres de baquetta biejos […]; más otros ttres cofres de baquetta […]; más seis sillas de baquetta […]; más otros dos bufettes y otros dos medianos […]; un escriptorio de baquetta colorado viejo que sirve de papeles con su bufetillo que ttiene de pies […]. 34

1.2. El acrecentamiento de una escribanía del concejo y la evolución en la escribanía antigua (1557-1560) Madrid tenía en origen sólo una escribanía del concejo, al igual que sucedía en la mayoría del resto de cabildos del reino castellano. El privilegio de nombrar escribanos para que pudiesen ejercer en la escribanía del cabildo correspondía al ayuntamiento desde la Edad Media. 35 De ese modo se diferenciaba de otros lugares, donde únicamente podía designarlos el monarca. 36 También, existía en ciertas localidades el nombramiento mixto, bien porque la propuesta correspondiese al concejo y la confirmación al rey, bien porque hubiera dos escribanías y cada nombramiento correspondiese a un poder. 37 El oficio de la escribanía antigua del concejo de Madrid estaba patrimonializado desde el siglo xv. Al menos desde el último tercio de la centuria empezó a estar controlado por una familia de escribanos que había comenzado colaborando en el cabildo: Alonso González y sus hijos Pero González y Juan González de Madrid. Éste consiguió el oficio —por renuncia de su padre—, y él logró a su vez, en el año 1484, renunciar al título de escribano del concejo a favor de su sobrino Antón de Ávila. Éste también renunció al título en favor de  AHPM, protocolo 7345, fols. 498rº-498vº, escribano Gerónimo Martínez, 7 de septiembre de 1653. 35  E. Corral García: El escribano de concejo en la corona de Castilla…, p. 32 y p. 16. 36  Como en Gijón, donde el monarca designaba la escribanía del concejo, de rentas y del número, L. Sampedro Redondo: Escribanos y protocolos notariales de Gijón…, p. 35. 37  E. Corral García: El escribano de concejo en la corona de Castilla…, p. 13. 34

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su hijo Gaspar de Ávila en 1519, quien a su vez renunció al oficio a favor de su primo Francisco de Monzón. 38 El citado Francisco de Monzón era el escribano del concejo madrileño en la época aquí estudiada. Al igual que los demás, había colaborado con la institución tiempo antes de empezar a servir en calidad de titular. 39 Monzón había estado casado con María Testa, hija del escribano Diego Méndez, 40 hecho que obliga a señalar que los matrimonios entre familias de diferentes tipos de escribanos eran muy habituales, como se comprobará a lo largo de este capítulo, al igual que sucedía en otros lugares del país. 41 A su vez, los apellidos Méndez, Testa y Monzón iban a ser habituales en el trabajo de las escribanías del concejo de épocas postreras. Francisco de Monzón era el único escribano del ayuntamiento en 1557, cuando llegó la noticia al cabildo de que el monarca quería acrecentar una escribanía del concejo. Que de forma legal se crease una nueva escribanía no significaba que alguien fuese a ocuparla de inmediato. Para adjudicarla, alguien tendría que conseguirla, previsiblemente comprándola, y desembolsar el dinero al rey, bajo la fórmula encubierta de un donativo. Sin embargo, aquel segundo oficio no se ocupó hasta nueve años después. Aquella tardanza pudo estar motivada por las diligencias contra aquel acrecentamiento que desde mayo de 1557 había comenzado a gestionar Francisco de Monzón, el titular de la única escribanía concejil existente hasta entonces, apoyado por el cabildo. Éste le otorgó poder con el fin de que, en nombre de la institución, fuese a Toledo (donde estaba la corte 42), para:  Toda esa evolución consta desarrollada en P. Rábade Obradó: Orígenes del notariado madrileño…, pp. 157-170. Recoge la información condensada T. Puñal Fernández: El registro de la documentación notarial…, pp. 46-48. 39  Como por ejemplo confirmaban las cuentas tomadas por Juan Trugeque, mayordomo de propios de los años 1536 y 1537: «Que di a Françisco de Monçón diez y syete rreales por que escryvió çiertas escripturas, por libramiento fecho a V de henero de [M]DXXXVII años», AVM, Secretaría, 3-81-1, s/f. 40  A. Matilla Tascón: Noticias de escribanos y notarios…, p. 266. 41  Constan algunas muestras en D. González Cruz: Escribanos y notarios en Huelva…, pp. 88-94. 42  AVM, Libros Manuscritos, 7, fol. 374vº. 38

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contradecir el nombramiento que dicen que su majestad quiere hacer de otro escribano deste ayuntamiento, diziendo que le quiere añadir y acreçentar nuevamente, porquel dicho ofiçio de escribano de ayuntamiento es a proveer al dicho concejo y ayuntamiento y justicia e regimiento de la dicha villa por previllegios de su majestad que esta villa tiene, y alegar sobre ello todas las cosas que convengan y sean neçesarias para que esta dicha villa alcançe justicia, y sobrello haga todas las diligençias neçesarias, y otorgaron el dicho poder en forma. 43

Para gestionar la solicitud en contra del acrecentamiento y hacérsela saber al rey, los regidores reunidos aquel día y el procurador general Gregorio Méndez otorgaron poderes al escribano del concejo, Francisco de Monzón. Obraron de ese modo pese a la oposición del protector de los intereses del rey, el licenciado Ortega, teniente de corregidor. 44 Monzón siguió durante un tiempo con los trámites, que conllevaban obligatoriamente tener que ausentarse del cabildo. El concejo financió esos viajes con una puntualidad poco común en sus libranzas de pagos en la época. 45 Aquel mismo día de mayo, cuando los capitulares habían comenzado las diligencias para impedir ese acrecentamiento, levantó acta de la reunión capitular Diego Méndez Testa, un escribano ajeno a la institución pero cercano al escribano capitular Francisco de Monzón: su cuñado. Era un escribano público que en aquella misma jornada se hizo escribano del número, presentando en el ayuntamiento el título correspondiente. Cumplía así uno de los últimos trámites necesarios para ser aceptado en el oficio. Esa escribanía del número que había comprado Diego Méndez era uno de los oficios acrecentados en Madrid en el año 1557, pese a la infructuosa oposición (anteriormente explicada) de los capitulares y de los escribanos del número. 46  AVM, Libros de Acuerdos, 3 de mayo de 1557.  AVM, Libros de Acuerdos, 3 de mayo de 1557. Ortega era teniente del corregidor Ruy Barba de Coronado, quien tomó posesión del corregimiento el mismo día que nombraron teniente de corregidor al licenciado Ortega: AVM, Libros de Acuerdos, 18 de enero de 1557. 45  El 21 de junio de aquel año ya había regresado Francisco de Monzón y acordaron librarle 170 reales, de 34 ducados, por «que se ocupó en Valladolid por mandado desta villa y con su poder para contradezir el escribano que se creçe deste ayuntamiento». AVM, Libros de Acuerdos, 21 de junio de 1557. 46  AVM, Libros de Acuerdos, 3 de mayo de 1557. 43 44

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En adelante, Francisco de Monzón siguió ausentándose del concejo temporalmente, por lo que cabe conjeturar que estaría continuando con las gestiones enfocadas en impedir el acrecentamiento de la escribanía. Entre el 15 y el 30 de julio de 1558 le suplió otro escribano que había conseguido el título del número hacía un año, Francisco López, ante quien pasaron algunos acuerdos capitulares; 47 del mismo modo, lo hizo al año siguiente. 48 Y en 1560, Monzón también se ausentó, y volvió a sustituirle algunos días su cuñado, el escribano del número Diego Méndez. 49 De ese modo, el ayuntamiento madrileño rechazaba la posibilidad de que el rey pudiera nombrar al escribano del concejo en la escribanía acrecentada. Madrid quería conservar el privilegio de designar ese oficio, como tenía concedido en la antigua escribanía, y hacerlo extensible a la acrecentada. Quería proveer el oficio sin que lo hiciera el monarca, así recibiría directamente dinero de su compra y podría decidir sobre los titulares de ambas escribanías. Con esa actitud, el concejo se respaldaba en la Nueva recopilación, en una ley dada por Juan II que mandaba conservar el privilegio que algunas ciudades, villas y lugares tenían para elegir y nombrar oficios del ayuntamiento, como el de su escribanía. También afirmaba que debían invalidarse las cartas con carácter derogatorio, 50 tan acostumbradas en esos casos. En otros lugares del reino los concejos habían procedido de un modo similar, quejándose ante los acrecentamientos, lo cual ralentizaba la ocupación de las escribanías. Protestas de ese estilo se han interpretado en el caso malagueño como la existencia de una notable conciencia de grupo en ese colectivo municipal. 51

  Francisco López presentó el título de escribano del número en el consistorio en AVM, Libros de Acuerdos, 30 de julio de 1557. Ante él pasaron los libros de acuerdos comprendidos entre: AVM, Libro de Acuerdos, 15 de julio de 1558 y AVM, Libros de Acuerdos, 30 de julio de 1558. 48  Como en AVM, Libros de Acuerdos, 22 de mayo de 1559. 49  Por ejemplo, el día citado en la fuente: AVM, Libros de Acuerdos, 20 de septiembre de 1560. 50   Nueva recopilación, Libro VII, título II, ley V. 51  A. Marchant Rivera: Los escribanos públicos en Málaga…, pp. 70-71. 47

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2.  A  umento de colaboradores en la escribanía antigua   al llegar la corte a Madrid (1561-1565) A partir de julio de 1561, con la llegada de la corte a la villa madrileña, la situación comenzó a complicarse en el concejo y, por ende, también en su escribanía. En ella se hizo latente desde entonces el aumento de colaboradores, amanuenses y escribanos. Con el establecimiento cortesano se multiplicaron los negocios y las gestiones administrativas que se tenían que despachar. Esto se traducía en más trabajo para el oficio escribanil, que —según se explicó— se desenvolvía tanto dentro del concejo como fuera de él. 52 En julio de 1561, el único escribano del concejo de Madrid seguía siendo Francisco de Monzón y, como de costumbre, otros escribanos —del número en su mayoría— siguieron colaborando en el consistorio. Ese fue el caso de Francisco Martínez, Gaspar Testa o Cristóbal de Peñaver, entre otros. 53 Tales colaboraciones se atisban, por un lado, mediante el análisis sistemático de la documentación a partir del seguimiento de las firmas y las rúbricas de cada fedatario en los libros de actas. 54 Por otro lado, el propio concejo corroboró la participación de varios colaboradores diferenciando (desde Francisco Solano) a los escribanos que desempeñaban un servicio colaborando en el ayuntamiento (que era muy distinto al escribano de la institución, que era Francisco de Monzón): En este ayuntamiento se tañó la canpana y vinieron a él los señores Luis Núñez de Toledo y Juan Çapata de Villafuerte y Francisco de Henao y el licenciado Ximénez y el licenciado Páez; y Francisco Solano y Gregorio Méndez y Christóbal de Peñaver y Diego Méndez y 52  Como en enero de 1561, cuando Monzón fue durante ocho días a Toledo. AVM, Libros de Acuerdos, 13 de enero de 1561. 53  Aunque luego saldrán a colación más nombres, aparece Gaspar Testa por ejemplo en AVM, Libros de Acuerdos, 15 de octubre de 1561; Peñaver, en AVM, Libros de Acuerdos, 17 de diciembre de 1561 (cuya presentación del título de escribano del número está transcrita en el documento 2 del apéndice); Diego Méndez, en AVM, Libros de Acuerdos, 26 de febrero de 1562. También estaban presentes otros escribanos públicos del número de la villa como Eraso, AVM, Libros de Acuerdos, 11 de febrero de 1562. 54  L. Zozaya Montes: Al servicio del ayuntamiento. El archivo…

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Melchor de Casares y Luys del Castillo y Francisco Ortiz y Francisco Martínez, escrivanos en este ayuntamiento . 55

Al poco tiempo, el trabajo en la escribanía del concejo empezó a ser ingente; posiblemente, debido a la llegada de la corte. Pero, en cualquier caso, en septiembre de 1562 el ayuntamiento otorgó una petición para aumentar el salario de su escribano Francisco de Monzón de los cinco mil maravedís que cobraba a doce mil, más el cahíz de trigo que le correspondía. 56 A modo orientativo, valga recordar que treinta y cuatro maravedís equivalían a un real. 57 Esa retribución mixta en salario y en especie era normal en Castilla en la época, como se comentó anteriormente. 58 Se le concedía ese aumento de salario: para que pueda hazer bien su ofiçio y tener escriviente para todas las cosas tocantes a la villa, ansý de escrituras como de obligaçiones y traslados, conforme a cómo con él se asentare […], y que se tenga sienpre el dicho escriviente. 59

La llegada del amanuense no se hizo esperar, pero sí el aumento de salario del escribano, que los regidores tuvieron que solicitar de forma insistente. Tanto tardaba en llegar que en enero del año siguiente volvieron a reclamarlo. 60 Parece que en febrero se le iba a pagar, cuando el concejo convino dar también el trigo que se le debía, retrasado de los años pasados. 61 Además de ese amanuense, el ayuntamiento siguió haciendo uso de otros escribientes, como aquel a 55  AVM, Libros de Acuerdos, 22 de junio de 1562. Cursivas de la autora. Sobre Henao y Peñaver remito a los documentos 2 y 3 del apéndice documental. 56  AVM, Libros de Acuerdos, 4 de septiembre de 1562. 57  El maravedí era la unidad de cuenta del sistema monetario castellano. Un real equivalía a treinta y cuatro maravedís; un ducado equivalía a trescientos setenta y cinco maravedís, y un escudo, a cuatrocientos maravedís. E. M. García Guerra, Elena María: Las alteraciones monetarias en Europa durante la Edad Moderna, Madrid, Arco, 2000. 58  También, A. Alvar Ezquerra et alii: «Los escribanos del concejo de Madrid...», p. 179. 59  AVM, Libros de Acuerdos, 4 de septiembre de 1562. Cursivas de la autora. 60  Volvieron a convenir que se diera petición en Consejo Real para que se le pudiera dar a Monzón aquel mismo salario estipulado, AVM, Libros de Acuerdos, 28 de enero de 1563. 61  Conforme al libro del contador y a la fe que diere, AVM, Libros de Acuerdos, 12 de febrero de 1563.

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quien el concejo pagó diez reales por copiar los capítulos de Cortes en septiembre de 1563. 62 Desde entonces, iba a ser normal que numerosos escribanos sustituyeran al escribano del concejo haciéndose cargo de los libros de acuerdos. Así lo testimonian sus firmas acompañadas de la fórmula «pasó ante mí». Véase lo sucedido, por ejemplo, en la segunda mitad el año 1564. Hubo días cuando las actas pasaron ante Alonso San Martín, 63 así como ante el escribano público Melchor de Casares. 64 También, por supuesto, pasaron ante el escribano del concejo Francisco de Monzón. Empero, pese a tantas colaboraciones de escribanos, en las actas de otros días constaba el signo y seña de Monzón sólo intermitentemente, es decir, alternándose la presencia con la ausencia de su firma y rúbrica, sin leerse mientras la de ningún otro escribano. 65 Así, parece que los libros de actas pasaban unos días ante él, otros días pasaban ante diversos escribanos (como los antes citados), y otros días, cuando no había signo en las actas, parece que o el escribano se olvidaba de haerlo, o estaban redactándolas amanuenses que no firmaban porque carecían de autoridad legal para dar fe de lo acordado. En esa línea, en el año 1565, destaca en los libros de actas, además de una encuadernación desordenada, 66 el hecho de que unos  AVM, Libros de Acuerdos, 30 de abril de 1563.  AVM, Libros de Acuerdos, 31 de julio de 1564. AVM, Libros de Acuerdos, 2 de agosto de 1564 y AVM, Libros de Acuerdos, 4 de agosto de 1564. AVM, Libros de Acuerdos, 4 de noviembre de 1564 64  AVM, Libros de Acuerdos, 16 de octubre de 1564. 65  Alternaba de forma intermitente su presencia (detectable por su firma) con la ausencia de firmas. Por ejemplo, el 30 de junio firmó Monzón, pero no lo hizo el 3 de julio ni tampoco el 5 ni el 7 ni el 10 de julio, pero sí firmó el día 12, aunque no lo hizo el 19 ni el 29 de julio. En agosto de nuevo pasaron las actas ante Francisco de Monzón el día 14, el 16, el 21 o el día de la siguiente reunión, ya 4 de septiembre. El 6 de septiembre las rúbricas de los regidores no se acompañan de las de ningún escribano ni tampoco el 11 ni el 13, pero el 15 de septiembre nuevamente se lee a Monzón, quien siguió firmando intermitentemente hasta el 11 de octubre (fechas correspondientes a la fuente: AVM, Libros de Acuerdos del año 1564). 66  El desorden en la encuadernación corresponde a la primera mitad del volumen que, en resumen, se debe a una reencuadernación incorrecta, que hace 62 63

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días constaba la firma y la rúbrica de Monzón y otros días no constaba la firma ni la rúbrica de ningún otro escribano cerrando el último acuerdo del día. Además, las actas pasaron ante otros escribanos que habían ya colaborado en el cabildo, como Diego Méndez y Alonso de San Martín. 67 3.  Sucesiones en la escribanía antigua desde 1566 hasta 1589 Entre los años 1566 y 1569, el comportamiento en la escribanía antigua del concejo continuó siendo similar al que se había dado con anterioridad, hasta inicios de los años setenta, cuando presentó serias inestabilidades. En febrero de 1570, su titular, Francisco de Monzón, se encontraba gravemente enfermo. 68 Debido a su precario estado de salud, presentó una petición para renunciar a la escribanía en favor de uno de sus hijos, Francisco de Monzón Testa, de tan sólo quince años. 69 Empero, casi un lustro antes, Felipe II había fijado en veinticinco años la edad mínima para examinarse. Sin embargo, un escribano siempre hallaba formas de soslayar la ley si le convenía, atendiendo a que una cosa era poseer el título de titular de una escribanía siendo menor de edad, y otra diferente era ejercerlo. Francisco de Monzón suplicó al cabildo que, mientras su joven hijo alcanzaba la edad requerida, podrían servir en el oficio sus cuñados Diego Méndez Testa y Gaspar Testa, ambos escribanos del núsuceder después de mayo, a marzo, abril y de nuevo a mayo. De ahí en adelante continúa correctamente la encuadernación. 67   Firma y rubrica Diego Méndez, AVM, Libros de Acuerdos, 5 de febrero de 1565; AVM, Libros de Acuerdos, 6 de junio de 1565. Alonso de San Martín lo hizo en: AVM, Libros de Acuerdos, 26 de marzo de 1565. 68  Mencionó, al encomendarse a Dios, que «me perdone algunos descuidos yo e tenido en servir a esta villa, pues boluntad nunca me faltó para trabaxar por el bien della»; AVM, Libros de Acuerdos, 28 de febrero de 1570. En los testamentos era habitual esa fórmula de disculpa entre los escribanos de Madrid y de otros lugares, así como en otros oficios. Ya era mencionado como difunto en AVM, Libros de Acuerdos, 14 de marzo de 1570. Respecto a los temas testamentarios F. Martínez Gil: Muerte y sociedad en la España de los Austrias, Cuenca, Ed. Univ. de Castilla-La Mancha, 2000. 69  Tenía dos hijos y seis hijas. Toda la carta está en AVM, Libros de Acuerdos, 28 de febrero de 1570.

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mero. Para que el concejo accediera, solicitó el favor en calidad de remu­neración a los servicios que tanto él como sus antepasados habían dedicado al cabildo. Esa mención atávica aludía a Antón de Ávila y Gaspar de Ávila, tío y primo de Francisco de Monzón (padre) respectivamente, quienes habían sido sus antecesores. 70 Francisco de Monzón convenció al cabildo para que nombrase por escribano del concejo a su hijo menor de edad. En el ínterin mientras cumplía la edad para servir el oficio, nombró por escribano a su cuñado Diego Méndez, vecino y escribano del número de la villa, con los mismos salarios que un titular. En ese momento Méndez estaba presente en la sala, quien aceptó el oficio y, como de costumbre, juró a Dios y a la cruz usarlo bien y fielmente, así como guardar el secreto de lo que sucediese en el ayuntamiento. 71 Diego Méndez, como se mencionó antes, llevaba colaborado de forma intermitente en el ayuntamiento desde hacía más de diez años. Ahora, además de servir como teniente estable en la escribanía del concejo, también iba a empezar a ejercer como teniente en la escribanía de rentas 72 (sobre la que trata el apartado 2.3 de este libro). Sin embargo, transcurrido aproximadamente un año, Diego Méndez dejó de ejercer en el concejo; pero siguió trabajando en la escribanía de rentas, aún con algunos problemas, 73 hasta su fallecimiento en 1581. Tras su defunción, el escribano capitular Francisco de Monzón Testa empezó a arrendar la escribanía de rentas, porque se la adjudicó el concejo. 74 El cese de Diego Méndez en la escribanía del concejo fue uno más de los que se sucedieron esos años. Por alguna razón, acaso eco AVM, Libros de Acuerdos, 28 de febrero de 1570.  AVM, Libros de Acuerdos, 28 de febrero de 1570. 72  Se le citó como escribano de rentas en AVM, Libros de Acuerdos, 5 de febrero de 1571. 73  Citados en el capítulo dedicado a dichos escribanos, en las labores hacendísticas y de contaduría. 74  Cuando Méndez murió, su escritorio de escribano de rentas quedó vaco y el concejo le adjudicó su arrendamiento a Francisco de Monzón Testa, escribano del concejo. AVM, Libros de Acuerdos, 4 de agosto de 1581. El escritorio se mandó aderezar en AVM, Libros de Acuerdos, 1 de septiembre de 1581. 70 71

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nómica, no compensaba trabajar como teniente en una escribanía del concejo madrileño en aquellos momentos. De cualquier modo, el 18 de abril de 1571, el ayuntamiento convino que la viuda de Francisco de Monzón pusiera, como límite en un mes, a un escribano hábil que sirviera el oficio mientras su hijo alcanzaba la edad para servirlo; o lograba sustituirlo en un mes o el concejo nombraba a un escribano. 75 Por cierto, en adelante las fuentes no aclararon quién designaría a los siguientes escribanos, si la madre o la institución. En cualquier caso, aquel proceso es buen ejemplo de que en Madrid la preeminencia para designar al escribano recaía en el titular de la escribanía o, en su defecto, en el transmisor de la titularidad, como en este caso la viuda, pero cuando el transmisor no designaba aspirantes podía nombrarlos el concejo. Durante el periodo comprendido desde el 18 de abril hasta el 22 de junio de 1571 es difícil saber quién estuvo al frente de la escribanía antigua de forma fija. Es posible que sencillamente tuviera un escribano provisional realizando las labores que no pudiera abarcar Francisco Cabrera, el escribano de la otra escribanía, la acrecentada. Así colaboraron provisionalmente en la escribanía antigua otros oficiales como José de Uclés, escribano del número. 76 El 22 de junio de 1571, el concejo nombró por escribano del ayuntamiento a Pedro Sancho de Castilla, escribano de su majestad, para que sirviera en el oficio hasta que Francisco de Monzón tuviera 75  El ayuntamiento convino que el regidor Bartolomé Velázquez de la Canal hablase con la viuda de Francisco de Monzón, para «que por último término dentro de un mes ponga un scrivano que sea ábil y sufiçiente para que sirva el ofiçio, en el entretanto que Francisco de Monçón [Testa], su hijo, tenga hedad para le servir; y que pasado el dicho mes no le pusyere e veniere servir, questa villa nombrará scrivano que sirva». AVM, Libros de Acuerdos, 18 de abril de 1571. 76  La presencia de José (o Joseph) Uclés se aprecia rastreando ante quién pasaron los documentos día a día en el concejo. AVM, Libros de Acuerdos, 28 de mayo de 1571; AVM, Libros de Acuerdos, 13 de junio de 1571; AVM, Libros de Acuerdos, 19 de junio de 1571. Uclés renunció a su título de escribano del número el 22 de diciembre de 1595, en favor de Juan de Obregón, escribano de su majestad, quien presentó la renuncia en el ayuntamiento en enero del año siguiente, en AVM, Libros de Acuerdos, 8 de enero de 1596. Dado que no fue nombrado oficialmente, no consta en los cuadros esquemáticos.

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edad para servirlo. 77 Empero, apenas transcurrido un mes, el recién iniciado suplicó al cabildo que nombrase a otra persona que sirviera el oficio. Pedro Sancho alegó que, como tenía que atender a otros negocios, no podía servir al gusto del ayuntamiento. Ante lo cual, sin más remedio, los capitulares lo despidieron del oficio. 78 Su rechazo podría relacionarse con que, al carecer del título de escribano del número, no podía despachar ciertos negocios, lo cual entorpecería las gestiones en el cabildo. 79 En la siguiente reunión capitular, el concejo nombró como sustituto de escribano del cabildo a Francisco Martínez, pero insistió en que su servicio se limitaba al tiempo que Francisco de Monzón Testa alcanzase la edad para servirlo, pues él era a quien la villa había hecho la merced del oficio. Martínez, que había concurrido a la reunión concejil, de inmediato aceptó el puesto, haciéndose así lugarteniente. 80 Martínez era escribano del número en Madrid desde noviembre de 1560, título que había conseguido por renunciación de Hernando de Medina. 81 Dos días después que Martínez aceptase servir el oficio en la escribanía del ayuntamiento, el cabildo mandó recoger los papeles de los antiguos escribanos del concejo para hacer un archivo con sus escrituras, como se explica en el capítulo correspondiente. Ese acto de compilación de fondos obliga a señalar que las inestabilidades en las escribanías —como las acaecidas en aquella época— provocaban que el ayuntamiento intentase controlar la documentación de sus escribanos.  Y por el tiempo que fuere la voluntad de la villa. AVM, Libros de Acuerdos, 22 de junio de 1571. Pero las fuentes no especifican si lo había elegido la propia villa o la viuda del escribano. 78  La explicación que dio para retirarse fue que «él se derrama de otras cosas y él no puede serbir a gusto del dicho ayuntamiento, y porque no tiene papeles para despachar a los negoziantes y está ocupado en otras cosas», AVM, Libros de Acuerdos, 16 de julio de 1571. 79  Al año siguiente, el cabildo convino la obligatoriedad de que los escribanos del concejo se eligiesen entre los del número para agilizar el despacho de los negocios, como luego se detalla, AVM, Libros de Acuerdos, 17 de noviembre de 1572. 80  AVM, Libros de Acuerdos, 18 de julio de 1571. 81  AVM, Libros de Acuerdos, 13 de noviembre de 1560. 77

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En noviembre de aquel año 1572, el concejo acordó que el escribano del cabildo tenía que ser también escribano del número, ya que el ayuntamiento tenía cuantiosos negocios importantes, y, para despacharlos, los escribanos del número tenían que acudir al concejo, así las gestiones no se gestionaban con la brevedad requerida. 82 Al tenor de los comportamientos dados en el resto del reino, donde los escribanos del concejo parece que se elegían entre los del número, sorprende en Madrid la tardanza de publicar el acuerdo, y la escasa rigidez con que se llevó a cabo en ambas escribanías, como se podrá comprobar. En mayo de 1572, el concejo de Madrid necesitaba un contador, y surgió el planteamiento de nombrar al teniente de escribano del ayuntamiento Francisco Martínez, pues ambos oficios eran compatibles. Entonces, ciertos regidores iniciaron un debate sobre si hacerle contador y nombrar a otro escribano capitular, o sobre si hacerle contador y suprimir una escribanía capitular. 83 Al final no prescindieron de ninguna escribanía y, en junio, el escribano Francisco Martínez fue nombrado, además, contador de la villa de forma temporal. 84 No obstante, Martínez tuvo que dejar de servir en la escribanía antigua del concejo en julio de 1579, pues tuvo la oportunidad de hacerse titular en la escribanía acrecentada. 85 Sin embargo, el concejo ya no designó a ningún otro sustituto. De esa forma, la escribanía antigua quedó vacía, sin escribano al frente, durante más de un mes, del 6 de julio al 12 de agosto de 1579. Tal día de agosto llegó a la escribanía antigua un anhelado titular, el joven Francisco de Monzón Testa. Se presentó en el ayuntamiento con una carta en que el Consejo Real aprobaba su nombramiento del escribano del concejo. El cabildo le recibió en el oficio. 86 En esos días consiguió también el títu AVM, Libros de Acuerdos, 17 de noviembre de 1572.  AVM, Libros de Acuerdos, 16 de mayo de 1572. 84  La provisión real que le nombraba contador de la villa databa del 28 de junio de 1572 en Madrid, y se presentó en el concejo el 2 de julio de 1572. AVM, Libros de Acuerdos, 2 de julio de 1572. 85  AVM, Libros de Acuerdos, 6 de julio de 1579. 86  La carta estaba fechada el 11 de agosto. AVM, Libros de Acuerdos, 12 de agosto de 1579. 82 83

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lo de notario de los reinos, aunque no lo presentó en el concejo hasta una semana después. 87 En mayo de 1582, el nuevo escribano capitular Francisco de Monzón Testa solicitó al rey que le proveyera un oficio de escribanía del número de la villa. Para pedirlo se basaba en los grandes inconvenientes que le daba no poseer tal título siendo escribano del concejo, que le impedían despachar los cuantiosos negocios que diariamente se daban en el consistorio y fuera de él. 88 Sorprende que hubiese tardado varios años en solicitarlo, como sorprende que el ayuntamiento le hubiese aceptado en el oficio de escribano capitular sin ser a la vez del número, y que le hubiese permitido seguir en esa situación durante tres años. Hacía ya dos lustros que el concejo había convenido que los escribanos del ayuntamiento también debían tener el título del número para agilizar los trámites en el despacho de los negocios. 89 Sin embargo, según se comprueba, el acuerdo se había incumplido, por conveniencia, interés o cualquier otra causa que no consta en las fuentes. Cinco meses después, Francisco de Monzón Testa recibió el título acrecentado de escribano del número, que se le concedió vinculado al oficio del ayuntamiento de forma inseparable e indivisible. Con dicho sistema, la villa solucionaba en esa escribanía el problema de que se nombrasen escribanos que no tenían número. De esa forma, el escribano nunca podría renunciar al título en favor de nadie, pues el oficio era de la villa y no de su titular. 90 Es importante subrayarlo, ya que tiempo después él intentó hacer caso omiso de aquella vinculación y pretendió vender la escribanía del número. Ante aquella situación, la villa le recordó que ella era la propietaria del oficio. 91  El documento estaba fechado el 12 de agosto, y lo presentó en el concejo el día 19, AVM, Libros de Acuerdos, 19 de agosto de 1579. Cotejando esta nota con la anterior, se comprueba que había adquirido el título de escribano del concejo un día antes que el de escribano de los reinos. Aunque, por haber tan poca distancia entre los días, no le concederé la misma importancia que al llamativo caso de Cabrera. 88  El problema abarcaba desde la expedición y despacho de ciertos documentos en el propio concejo hasta las visitas de la tierra y términos de Madrid, AVM, Libros de Acuerdos, 25 de mayo de 1582. 89  AVM, Libros de Acuerdos, 17 de noviembre de 1572. 90  AVM, Libros de Acuerdos, 22 de octubre de 1582. 91  A. Alvar Ezquerra et alii: «Los escribanos del concejo de Madrid...», p. 174 y su apéndice. 87

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Otros lugares del reino en la época también tenían la escribanía del concejo anexa a otros oficios, como la de Huelva lo estaba a la primera escribanía pública de la villa, según se mencionó anteriormente. Sin embargo, al parecer, esa vinculación respondía a cuestiones económicas, para que el escribano pudiera escriturar mayor número de documentos y ganar más dinero. 92 Se alejaba así del citado problema de escrituración de la villa de Madrid, acaso porque esa escribanía tuviese más escrituras que despachar que la onubense, en calidad de corte. Francisco de Monzón Testa siguió ejerciendo en aquella antigua escribanía del concejo hasta el 13 de marzo de 1590. Entonces, recibía por desempeñar ese cargo lo mismo que su compañero, ocho mil maravedís y doce fanegas de trigo al año. 93 Esos pagos se libraban el día de San Miguel. 94 4.  Sucesiones en la escribanía acrecentada desde 1566 hasta 1589 En julio de 1566, Madrid comenzó a tener ocupadas sus dos escribanías del concejo. Además de la escribanía antigua, cuya evolución se acaba de seguir, entró a ocupar la escribanía acrecentada su nuevo titular, Francisco de Cabrera. En la reunión capitular celebrada el día 17 de aquel mes, Cabrera presentó el título de escribano del ayuntamiento, que es buen ejemplo de los formularios que esos títulos acostumbraban a contener. El monarca se lo otorgó de modo vitalicio, acatando su suficiencia y habilidad. Equiparó en derechos, salarios, honras y en todas las demás consideraciones de que gozaba la antigua escribanía a la nueva. También ofreció las acostumbradas normas sobre el sistema de signar y registrar datos, que iban a reiterarse cuando otros escribanos fuesen accediendo de manera posterior a la misma escribanía. 95  D. González Cruz: Escribanos y notarios en Huelva…, p. 61.  Como informan los libros de contaduría, por ejemplo en AVM, Contaduría, 1-434-1, fols. 137rº, 283vº, 379rº y 379vº. 94  AVM, Contaduría, 1-422-1, fol. 29vº y otras páginas sin foliar. 95  Consta la presentación del título en el documento 4 del apéndice. Remito también a multitud de ejemplos de L. Sampedro Redondo: Escribanos y protocolos notariales de Gijón…CD. 92 93

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Esa escribanía acrecentada siguió ocupada sin alteraciones por quien la inauguró en 1566, Francisco de Cabrera, hasta que la realidad cambió a mediados del año 1572, cuando se hizo escribano de su majestad. 96 El historiador puede sorprenderse pensando que a esas alturas aún no tuviera aquel título tan básico, teóricamente tan necesario para ejercer en una escribanía. Sin embargo, acaso en la época fuese más normal de lo que se piensa el hecho de que un escribano del concejo no fuese a la par escribano público. Así podría deducirse ante casos como el citado de la escribanía del cabildo de Huelva, que estaba anexa a la primera escribanía pública de la villa. Cuando en el año 1769 el Duque de Medinasidonia decidió dividirlas, los munícipes se opusieron —infructuosamente—, alegando que la escribanía del concejo rendía tan poco que iba a ser difícil que su titular pudiera subsistir si a la par no podía usar la escribanía pública. 97 De ese modo, se constatan indicios que parecen confirmar que un escribano del concejo no siempre se elegía entre los públicos obligatoriamente, según se constata en Huelva y en Madrid, ni tampoco entre los del número, según se constató en Ávila y Madrid, y acaso también en Sevilla y Santo Domingo, como se citó anteriormente. Sería conveniente hacer más estudios monográficos sobre los escribanos del cabildo en el reino, analizando cuáles eran los ritmos de consecución de unos y otros títulos. En cualquier caso, Cabrera posiblemente necesitase el título de escribano de su majestad para irse a trabajar a otro lugar, ya que al mes siguiente renunció al oficio de escribano del concejo en favor de Jerónimo de Riaño. Éste presentó el título en el ayuntamiento el 17 de septiembre y fue recibido en el oficio. 98 Riaño presentó también  El 20 de agosto presentó la carta del título en el ayuntamiento Francisco de Cabrera, fechada en Madrid el 16 de agosto. AVM, Libros de Acuerdos, 20 de agosto de 1572. 97  D. González Cruz: Escribanos y notarios en Huelva…, p. 61. 98  La carta se dio el 16 de septiembre de 1572 en Madrid y se leyó en el ayuntamiento al día siguiente, AVM, Libros de Acuerdos, 17 de septiembre de 1572. Por cierto, Cabrera cobró a posteriori su labor de escribano concejil: el 22 de septiembre de 1572 los capitulares decidieron que se le librase la parte proporcional que se le debía de su salario hasta el 17 de septiembre, que eran 5.711 maravedís y ocho fanegas de trigo. AVM, Libros de Acuerdos, 22 de septiembre de 1572. 96

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el título de notario de los reinos. 99 Sin embargo, no presentó un título de escribano del número porque no lo tenía, ni lo tuvo nunca mientras ejerció en el concejo. Lo consiguió varios lustros más tarde, pero lo renunció y luego volvió a adquirirlo, como se explicará a continuación. De nuevo puede sorprender a los tratadistas que no fuese escribano del número. Dos meses después que él entró a trabajar en el concejo, el ayuntamiento mandó que todos los escribanos del cabildo lo fuesen también del número. 100 Es posible que adoptase tal medida por los problemas escriturarios que le traía aparejado carecer del título. Sin embargo, de forma posterior siguieron ejerciendo escribanos del concejo que tampoco eran del número. Abriendo un paréntesis, cabe detallar cómo se dio la transmisión de aquella escribanía del número donde Jerónimo de Riaño sólo ejerció años más tarde. Sirve para ilustrar, por un lado, cómo Riaño quedó de intermediario en la transmisión del oficio entre dos escribanos del número que eran padre e hijo (Gaspar Testa y Francisco Méndez, también parientes de los Monzón). Por otro lado, muestra cómo las redes sociales y amistosas estaban presentes en ese oficio, el cual iba quedando en un reducido grupo familiar y amistoso, que permite hablar de la existencia de dinastías notariales en Madrid. Jerónimo de Riaño fue escribano del número durante unos meses en el año 1590 en el oficio de su hermano, Alonso de Riaño, quien lo había renunciado en su favor; pero, meses después, renunció al título en favor de otro oficial. 101 Trascurridos cinco años, Jerónimo de Riaño volvió a hacerse escribano del número, cuando entregó en el concejo el título que el difunto Gaspar Testa había renunciado a favor de él; 102 pero sólo de forma temporal. Era en realidad un traspaso de título, para  Presentó en el ayuntamiento la «notaría destos reinos» el día 22 de septiembre pero estaba hecha el 16 de ese mes; AVM, Libros de Acuerdos, 22 de septiembre de 1572. 100  Como se comentó anteriormente, AVM, Libros de Acuerdos, 17 de noviembre de 1572. 101  La transacción con su hermano se hizo mediante el poder concedido por el abogado Diego Méndez, AVM, Libros de Acuerdos, 28 de febrero de 1590. Después, renunció a ese oficio del número en favor de Juan Lorenzo de la Torre. Su hacienda valía la tercia parte del precio del oficio, según consta en la renuncia, AVM, Libros de Acuerdos, 3 de abril de 1590. 102  AVM, Libros de Acuerdos, 9 de enero de 1595. 99

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usarlo hasta que un hijo de Gaspar Testa cumpliese la edad requerida para poder examinarse de escribano. Un mes más tarde, Riaño renunció al título en favor del escribano Diego de Robles, curador de los bienes de un hijo del difunto Gaspar Testa, para que usase el oficio durante dos años. 103 Después de dos años, en febrero de 1597, Riaño volvió a ser nombrado escribano del número de esa escribanía de Gaspar Testa. 104 Cuatro meses después, Riaño renunció el título del oficio en favor de un hijo del finado Gaspar Testa, llamado Francisco Méndez. 105 El título había llegado así, por fin, a un descendiente del titular fallecido, que posiblemente era el propósito de esas combinaciones tan complejas en las que medió Riaño, y de las que seguro que obtuvo de manera informal algún tipo de ganancia económica. Además, cabe mencionar que Gaspar Testa fue hijo de María Testa y del escribano Diego Méndez. Con su mujer, Polonia Ruiz de Riaño, había tenido otro hijo, Gaspar Méndez Testa. 106 Todos esos apellidos remiten, una vez más, a la endogamia existente entre las escribanías del número y del concejo de Madrid. Cabe ahora volver a la escribanía acrecentada del concejo, cuyo titular empezó a ser Jerónimo de Riaño en 1572. Después de varios 103  Diego de Robles presentó en el concejo una cédula real que le nombraba para usar y servir en la escribanía, como curador de los bienes de Francisco Méndez (uno de los hijos de Gaspar Testa, aunque al final el título recayó en su hermano Francisco Testa); por ello, Jerónimo de Riaño tuvo que renunciar en Diego de Robles el oficio, AVM, Libros de Acuerdos, 14 de febrero de 1595. Diego de Robles, años después, hizo de sustituto en la escribanía del ayuntamiento de Pedro Martínez por dos años, AVM, Libros Manuscritos, 9, fol. 369vº. En relación con ellos, Manuel de Robles quedó nombrado para servir en el oficio de Pedro Martínez hasta que llegase de América su hijo José Martínez, según recoge A. Matilla Tascón: Noticias de escribanos y notarios…, pp. 245-246. De nuevo se constata que un escribano amigo ejercía temporalmente para guardar el oficio al hijo del titular, como sucedió con Jerónimo de Riaño. 104  Ese nombramiento explica que debía usarlo sólo hasta que cumpliera la edad Francisco Testa, otro hijo de Gaspar Testa (la fuente «cambia de hijo» sin explicaciones, dejando de lado a Francisco Méndez, como se aprecia en la nota anterior y en la siguiente), AVM, Libros de Acuerdos, 17 de febrero de 1597. 105   Francisco Méndez presentó el título en AVM, Libros de Acuerdos, 21 de julio de 1597. Dejaré así de lado la evolución postrera del título del número de Riaño, quien volvió a conseguirlo, después, y en 1607 lo renunció en favor de Juan Lorenzo. AHN, Consejos, Cámara de Castilla, Libro 792, fol. 81rº. 106  A. Matilla Tascón: Noticias de escribanos y notarios…, pp. 381-382.

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años, en enero de 1578, estaba enfermo, tanto que había temido por su vida y había hecho testamento. En una de las mandas renunciaba al oficio de escribano en favor del bachiller Blas Arias, vecino de la villa, para que con la ganancia que se obtuviese se pagasen sus deudas y los gastos del funeral. Redactó aquel testamento el entonces escribano del número Cristóbal de Riaño, su propio padre, quien iba a ser el heredero universal (y no la mujer, Luisa López). 107 Sin embargo, Jerónimo de Riaño no falleció por aquel entonces, y ese testamento quedó invalidado, o al menos la citada manda sobre el oficio, según dictó el curso de los acontecimientos. Año y medio después, Riaño renunció su título en favor de Francisco Martínez, escribano del número de la villa. 108 Su nombre es conocido, pues había estado ejerciendo de teniente en la escribanía antigua, que posiblemente le sirvió de plataforma para trabar las redes relacionales y laborales que facilitaron su establecimiento fijo en el concejo. Así, en 1579 comenzaba a ser el titular de la escribanía acrecentada, donde ejerció hasta 1589 sin servirse de lugartenientes. Además, empezó a desempeñar labores de contador de la villa. 109 Esa multiplicidad de cargos ya resultaba familiar entre los escribanos del concejo. Al inicio de 1589, Francisco Martínez, quien desde entonces llevaría el sobrenombre de el Viejo —para distinguirlo de su vástago 110—, entró al cabildo diciendo que había de partir a Sevilla a servir de escribano de residencia, y que el rey le había concedido una merced a su hijo, Francisco Martínez el Mozo para que entretanto sirviera esos oficios como teniente. Por ello, pidió y suplicó a la villa que le diera licencia para irse y que le hiciera la merced al joven. El 107  AHPM, protocolo 1017, fols. 132rº-132vº, dado el 1 de enero de 1578, escribano Cristóbal de Riaño. 108  AVM, Libros de Acuerdos, 6 de julio de 1579. 109  Los libros de contaduría de la villa registran el pago de salarios en calidad de escribano y contador. Por ejemplo, en los años ochenta cobraba cuarenta mil maravedís anuales del salario de contador, más doce fanegas de trigo anuales. Como escribano del ayuntamiento cobraba al año ocho mil maravedís, AVM, Contaduría, 1-434-1, fols. 283vº, 379rº y 379vº, 382rº y 382vº; muchos otros folios ofrecen esa y otra información al respecto, como AVM, Contaduría, 1-422-1, fol. 31rº y otros sin foliar. 110  Alguna vez también lo llaman el Mayor, como en AVM, Libros de Acuerdos, 21 de julio de 1593.

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concejo le concedió lo primero, mas lo segundo estaba condicionalmente sujeto a que presentase el recaudo regio. 111 Días después, Francisco Martínez el Mozo entró al concejo y presentó la licencia real que permitía a su padre designarle para usar los dos oficios de escribano del número y ayuntamiento de la villa durante tres meses, en calidad de teniente. 112 El cabildo, según acostumbraba, le recibió en los oficios. Después, el padre hizo otra solicitud para que su hijo también le supliera en la contaduría de la villa, aduciendo que le sería fácil llevar el libro de los bienes propios de la villa. El concejo también aceptó esa petición. Además, el Mozo presentó un título de escribano de los reinos. 113 Acabado el tiempo previsto, el joven fue consiguiendo sucesivas prórrogas regias para continuar de lugarteniente de su padre como escribano del número y ayuntamiento. 114 Así, se daba un caso peculiar de un escribano que iba a ser teniente tanto en la escribanía acrecentada como en la del número (en lugar de su padre), y que, cuando dejó de servir en ese oficio para pasar a ejercer en la escribanía antigua, no le hacía falta conseguir un nuevo título de escribano del número, al menos en principio, porque la villa había vinculado un oficio del número a la escribanía del cabildo. Meses después, el concejo votó la elección de otro contador de la villa para trabajar en compañía del teniente de escribano capitular Francisco Martínez el Mozo. La alternativa se dirimía entre el anterior contador Sebastián López y el escribano del cabildo Francisco de Monzón Testa. Éste salió elegido, mediante votación secreta, por tres años —desde el día de San Miguel, como se acostumbraba en el Madrid de la época—, con el mismo salario y obligaciones de que había  AVM, Libros de Acuerdos, 9 de enero de 1589. Iba a Sevilla a servir de escribano de residencia con el licenciado Juan Sarmiento de Valladares, alcalde de casa y corte, que como asistente de Sevilla debía tomar al Conde de Orgaz, quien había sido asistente en la ciudad, y a sus oficiales, según confirmaba en AVM, Libros de Acuerdos, 18 de enero de 1589. 112  La carta real estaba fechada el 9 de enero de ese año. AVM, Libros de Acuerdos, 18 de enero de 1589. 113  Título fechado el 12 de enero de 1589. AVM, Libros de Acuerdos, 18 de enero de 1589. 114  AVM, Libros de Acuerdos, 21 de abril de 1589. AVM, Libros de Acuerdos, 16 de octubre de 1589. 111

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gozado Sebastián López. 115 Él había sido movido de su cargo por no registrar de forma correcta la información contable en el libro de la cuenta y razón de la hacienda de la villa. 116 Sebastián López apeló la resolución, pero nada consiguió. 117 En noviembre de aquel año, Martínez el Viejo consideró que necesitaba continuar con una afanosa labor: acabar el libro de la contaduría de la hacienda de la villa, por lo que pidió seis meses más de prórroga para dedicarse íntegramente a esa tarea, y solicitó que en ese ínterin siguiera supliéndole su hijo el Mozo en la escribanía acrecentada, como había hecho en su ausencia. El cabildo convino que se diese un memorial en el Consejo de Cámara junto con dicha petición, suplicando al rey que concediera la merced. Para la villa era de suma importancia que se acabase aquel libro, por los beneficios que podía acarrear a la hacienda municipal. 118 En efecto, era sustancial para Madrid, que necesitaba controlar por escrito su fiscalidad para impedir que mermase su capacidad económica. 119 Los cambios acaecidos en las escribanías del ayuntamiento se iban viendo acompasados, antes o después, de problemas documentales relacionados con la preservación de escrituras. De hecho, hacía meses se había mencionado en el concejo el pleito entre los dos escribanos, Francisco de Monzón Testa contra Francisco Martínez el Viejo, sobre el uso y ejercicio de sus oficios en relación con determinadas escrituras. Era un juicio interpuesto por Francisco de Monzón Testa, quien quería «reformar y ordenar» ciertos papeles que el concejo tenía fuera de su archivo y que debían estar dentro, pues le importaba su buen recaudo. La villa quiso zanjar el litigio inmediatamente porque, como testimonió, ella estaba siendo la más perjudicada con aquel asunto. 120  AVM, Libros de Acuerdos, 12 de julio de 1589.  AVM, Libros de Acuerdos, 12 de julio de 1589. 117  AVM, Libros de Acuerdos, 2 de agosto de 1589 y AVM, Libros de Acuerdos, 3 de abril de 1590. 118  AVM, Libros de Acuerdos, 13 de noviembre de 1589. 119  L. Zozaya Montes: «Mermas de poder económico debido a la pérdida documental…». 120  AVM, Libros de Acuerdos, 1 de febrero de 1589 y AVM, Libros de Acuerdos, 10 de junio de 1592. 115 116

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5.  La familia Martínez al frente de ambas escribanías (1590-1598) Según se ha explicado, Francisco Martínez el Mozo llevaba desde inicios de 1589 en la escribanía acrecentada supliendo a su padre como escribano del número y ayuntamiento, gracias a la concesión de varias prórrogas consecutivas. La última de ellas se dio en diciembre de 1589, en teoría por seis meses más. 121 Asimismo, en enero de 1590, el Mozo fue nombrado teniente de escribano de rentas de la villa, pues le había designado Pedro de Ludeña, antiguo regidor que ostentaba el título de escribano mayor de rentas. 122 Esa circunstancia se enmarca en un contexto donde numerosos regidores consiguieron, antes o después, el título de escribano de rentas. 123 Sin embargo, el joven Martínez no agotó aquellos seis meses en la escribanía acrecentada, pues el 13 de marzo de 1590 pasó a ser teniente en la antigua, ocupando temporalmente el lugar del titular, Francisco de Monzón Testa. Así lo decidieron los capitulares, quienes dejaron claro que el tiempo de disfrute de Martínez el Mozo en la escribanía antigua estaba sujeto a la tardanza de Monzón en regresar y, si tardaba demasiado, la decisión futura dependería de la voluntad de la villa. 124 La institución capitular insistía en que el oficio era suyo, aunque lo ejerciera uno u otro escribano, un titular o su teniente. 121  Aunque no consta que fueran esos títulos de escribano y número, no podía ser el de contador, que ya en noviembre habían prorrogado. Francisco Martínez hijo, escribano del ayuntamiento, presentó una cédula real, «por la qual prorroga el tiempo que se le avía dado para usar y exerçer sus offiçios en lugar de su padre por seis meses que corran desde el día que se cumplió la última prorrogaçión que es del thenor siguiente: [en blanco]». AVM, Libros de Acuerdos, 11 de diciembre de 1589. 122  Por nombramiento de Pedro de Ludeña, escribano mayor de rentas, gracias al poder que había dejado a su madre, Leonor de Ribera, quien nombró a Martínez el Mozo. AVM, Libros de Acuerdos, 8 de enero de 1590. La tenencia pasó de él a Pedro Calderón; AVM, Libros de Acuerdos, 13 de septiembre de 1595. 123  A. Guerrero Mayllo: El gobierno municipal de Madrid..., pp. 201-202. 124  El ayuntamiento afirmó que «si el ausençia del dicho Francisco de Monçón durare más tiempo del que falta por correr deste presente año de nobenta, espire este nonbramiento para que la villa provea en esto lo que le paresçiere durante el dicha ausençia del dicho Francisco de Monçón». AVM, Libros de Acuerdos, 13 de marzo de 1590.

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Los capitulares también deliberaron sobre la elección de la contaduría, que estaba siendo compartida por Francisco de Monzón y por Francisco de Martínez el Viejo. La solución fue nombrar asimismo a Francisco Martínez el Mozo para que, durante la ausencia de Monzón, sirviera el oficio. 125 Padre e hijo colaboraban así realizando las labores de contadores, expidiendo recibos cuando procedía, como informa el siguiente testimonio: Pagado por rreçeta firmada de Françisco Martínez, escrivano del ayuntamiento de Madrid y contador della, y de Françisco Martínez su hijo que sirve otro oficio de contador de la dicha villa, y por quentas pasadas. 126

Padre e hijo, además de ser contadores, ocuparon ambas escribanías desde el año 1590 hasta prácticamente 1596. Por un lado, Martínez el Viejo seguía como escribano del número y del concejo en la escribanía acrecentada. Por otro lado, Martínez el Mozo estaba como teniente de escribano de rentas (donde cesó en septiembre de 1595) y de escribano del cabildo en la escribanía antigua. Recuérdese que ésta tenía vinculada la escribanía del número, de modo que no le hacía falta conseguir previamente un oficio numerario. En mayo de 1592, Francisco de Monzón pidió licencia para irse a servir el oficio de procurador en Cortes, celebradas en la misma villa de Madrid. Entonces, Martínez el Mozo volvió a ser nombrado teniente de escribano del concejo, además de contador. 127 En esa época, a pesar de que padre e hijo estuviesen al frente de las escribanías del concejo, si tenían que ausentarse se valían de la ayuda de escribanos colaboradores. Como cuando en 1594 uno de  AVM, Libros de Acuerdos, 13 de marzo de 1590.  AVM, Contaduría, 4-425-1, s/f. 127   Francisco de Monzón, escribano del ayuntamiento de la villa, estaba ocupado en servir el oficio de procurador de Cortes, y mientras éstas durasen pedía licencia para nombrar en su lugar quién sirviese los oficios de escribano y contador de la villa. Si rechazaban su propuesta dejaría la labor de procurador y volvería al concejo, pero no fue el caso. Monzón fue a las Cortes y, mientras —quedando supeditada la prolongación a la voluntad de la villa—, nombraron para servir de escribano y contador a Francisco Martínez el Mozo, que «al presente sirbe los dichos ofiçios por nonbramiento desta villa», villa que recordó que era la propietaria del oficio. AVM, Libros de Acuerdos, 20 de mayo de 1592. 125 126

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los Martínez necesitó acudir a Alcalá por tres días a la posesión de la canonjía de un hermano. Martínez dijo en el concejo que necesitaba licencia para irse, y que mientras podía servir por él Diego de Henao el Mozo, escribano del número. 128 Éste hizo el servicio, pero meses después dejó de ser escribano del número para ascender a regidor. El recién citado mecanismo basado en utilizar una escribanía del concejo o del número como plataforma de ascenso al oficio de regidor fue comúnmente utilizado en el Madrid de la época, 129 igual que había sido usado anteriormente por escribanos públicos para acceder a una regiduría. 130 Es interesante analizar con más detenimiento el caso del citado Diego de Henao el Mozo, que fue similar al de su padre, para observar cómo también salió del oficio de escribano del número y llegó a ser regidor. La situación ofrece por sí misma una instantánea ilustrativa de la endogamia y la movilidad dada entre las escribanías y las regidurías en Madrid, gracias a las redes amistosas y familiares. Diego de Henao el Mozo procedía de una familia de escribanos: su madre era Inés de Riaño, 131 hija de un escribano del número, 132 y su padre era Diego de Henao, escribano del número. Éste había renunciado a ese título en favor de su hijo Diego de Henao el Mozo en julio de 1590. 133 Esa renuncia se debía a que el padre iba a hacerse regidor en el concejo al mes siguiente (gracias a la renuncia 128  La villa le concedió la licencia; AVM, Libros de Acuerdos, 11 de febrero de 1594. En vista de la brevedad de la suplencia, no he reflejado casos como este en la relación ni en los cuadros esquemáticos. 129  A. Guerrero Mayllo: El gobierno municipal de Madrid..., p. 40 130  Hacía tiempo que habían dejado de ejercer como notarios, entre ellos, Diego y Gonzalo de Monzón, Francisco Ramírez de Madrid o Antón de la Barrera. P. Rábade Obradó: Orígenes del notariado madrileño…, p. 173. 131  Se mencionó a su madre en AVM, Libros de Acuerdos, 14 de noviembre de 1594. 132  Inés Riaño de Peralta era hija de Juan de Riaño, escribano del número de Madrid. A. Guerrero Mayllo: El gobierno municipal de Madrid..., pp. 256 y 257. Recuérdese además que Jerónimo de Riaño había sido escribano del concejo en los años setenta. 133  Diego de Henao padre renunció al título de escribano del número a favor de su hijo, Diego de Henao el Mozo, cuyo nombre completo era Diego González de Henao; presentó el título en el concejo en: AVM, Libros de Acuerdos, 23 de julio de 1590.

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de un regidor con quien habría entablado algún tipo de relación). 134 Ese padre murió en octubre de 1594, 135 y su regiduría recayó en el escribano Diego de Henao el Mozo, por medio de la sencilla renuncia en favor del hijo, quien al mes siguiente presentó el título en el concejo. 136 Para poder acceder a esa regiduría, Henao el Mozo había dejado de ser escribano del número tan sólo dos días antes. A la par, había hecho dejación del oficio de escribano del número en su madre, Inés de Riaño; ella, a su vez, se lo dio a Pedro de Riaño, quien por los apellidos parecía hijo suyo; era «secretario de su majestad», y fue recibido en el concejo como escribano del número ese mismo día. 137 El ascenso de Henao el Mozo no fue el único en aquella década. También el citado Francisco Martínez el Mozo logró medrar en septiembre de 1596, para ocupar un oficio socialmente más prestigioso, una regiduría. 138 Por ello, dejó de ser teniente en la escribanía del número y en la del concejo, oficio éste incompatible con el de regidor. 139 Además, había cesado hacía tiempo como teniente en la escribanía de rentas. 140 Francisco Martínez el Mozo había conseguido una regiduría gracias a un matrimonio con Mariana de Ribera, una mujer 134  Diego de Henao padre se hizo regidor por renuncia del título de Juan Ruiz de Velasco, entregando el título en AVM, Libros de Acuerdos, 20 de agosto de 1590. Al parecer, el padre había vendido el oficio de la escribanía del número a su hijo, según se cita en AVM, Libros de Acuerdos, 14 de noviembre de 1594. 135  Diego de Henao padre murió y se dio la noticia en AVM, Libros de Acuerdos, 12 de octubre de 1594. 136  Renunció el oficio de regidor en Diego de Henao el Mozo, también llamado Diego González de Henao, AVM, Libros de Acuerdos, 16 de noviembre de 1594. 137  Todo ello se dio en AVM, Libros de Acuerdos, 14 de noviembre de 1594. 138   Que en su favor renunció Hernando de Medina. AVM, Libros de Acuerdos, 28 de septiembre de 1596. 139   Nueva recopilación, ley IV, tít. III, lib. VII, que se titula «Que ningún regidor ni oficial de concejo tenga dos oficios en un concejo […]». 140  En agosto de 1595 dejó de ser teniente en la escribanía de rentas, alegando que no podía servir en el oficio, y empezaba a servirlo Pedro Calderón, escribano de su majestad; el titular era Pedro de Ludeña; AVM, Libros de Acuerdos, 13 de septiembre de 1595. Para más información remito al apartado 2.3 dedicado a la escribanía de rentas.

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que tenía en la dote, entre otros bienes, el título de regidor. La transmisión del título, un tanto compleja, se dio por la vía masculina: del regidor (Hernando de Medina) pasó al padre del escribano (Francisco Martínez el Viejo), quien renunció al título en su hijo (Francisco de Martínez el Mozo), quien se había de casar con la viuda (Mariana de Ribera), que llevaba el oficio en la dote. 141 El título alcanzado muestra el papel que representaba la mujer como transmisora del oficio, un oficio visiblemente masculino que sólo permitía la participación femenina entre bastidores. En otro orden de cuestiones, cabe mencionar que los hijos de algunos regidores, si se daban las circunstancias propicias, también trabajaban como escribanos, aunque fuese un cargo de menor prestigio. 142 Quedó entonces vacante la escribanía antigua, y vacía continuó por decisión expresa del concejo; al menos, mientras estuviera ausente su titular, Francisco de Monzón Testa. El cabildo determinó que, durante el tiempo que fuese la voluntad de la villa, no se nombrase ningún otro escribano del ayuntamiento como teniente, sino que sirviese «solo Francisco Martínez, como agora lo haze». 143 141  El regidor Hernando de Medina había conseguido el título el 3 de marzo de 1594 mediante la renuncia de su hermano, Gaspar de Medina, fallecido unos días antes (el 24 de febrero), quien era marido de ya la viuda Mariana de Ribera (AVM, Libros de Acuerdos, 3 de marzo de 1594). Ya en 1596, Hernando de Medina: «Dio poder cumplido ynrrebocable a Francisco Martínez, escribano del número y ayuntamiento desta dicha villa de Madrid, espeçial y espresamente para que pueda rrenunçiar e rrenunçie el dicho ofiçio de rregidor en Francisco Martínez el Moço, su hijo, scrivano del ayuntamiento en rentas desta dicha villa, esto por quanto el dicho Françisco Martínez el Moço se a de casar con doña Mariana de Rribera, mujer que fue del dicho Gaspar de Medina su hermano [de Hernando], […] pidiendo a su magestad haga merçed del dicho oficio al dicho Françisco Martínez, y él por la presente se lo suplica […]». AVM, Libros de Acuerdos, 28 de septiembre de 1596. 142  Ese fue el caso del hijo del regidor Francisco Martínez más Catalina Martínez, naturales de la villa de Villarrubia (obispado de Cuenca), cuyo hijo Francisco Martínez se había casado con doña María de Robles, quien fue escribano del rey y escribano de provincia. AHPM, protocolo 6772, escribano Andrés de Vega, fols. 419rº-421rº. Resulta sintomática la coincidencia de apellidos entre estos escribanos y los del cabildo y número aquí tratados (Martínez, Robles). Acaso fuesen parientes. 143  AVM, Libros de Acuerdos, 28 de septiembre de 1596.

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Desde aquel día de septiembre de 1596, ¿hasta cuándo se gestionó todo mediante una única escribanía capitular, la escribanía acrecentada, en cuya cabeza se hallaba Martínez el Viejo? Hasta octubre de 1598, según indica el seguimiento de ante quién pasaron cada día los libros de actas. Es decir, aproximadamente dos años aguantó el concejo despachando con una sola escribanía. Desde octubre, Monzón y Martínez firmaron y rubricaron con frecuencia, testimoniando que el documento había pasado ante ellos. 144 Así, hasta inicios de 1599, cuando volvieron a cambiar las tornas en la escribanía antigua donde servía Monzón.

6.  C  omplicaciones en la escribanía antigua   al partir la corte (1599-1605) Durante los primeros meses de 1599, Francisco de Monzón Testa y Francisco Martínez el Viejo continuaron siendo los escribanos del ayuntamiento, firmando ambos las actas concejiles que pasaban ante ellos. Francisco Martínez siguió de titular en la escribanía acrecentada durante varios años. Incluso pidió al concejo que ampliase su escritorio, porque como era muy estrecho no le cabían los papeles, lo cual entorpecía las labores de guarda y expedición de escrituras municipales. 145 Además, con el tiempo consiguió ser escribano de millones. 146

144  Se le presenta como simple testigo presencial en AVM, Libros de Acuerdos, 20 de julio de 1598. Pero ya el 11 de octubre se lee «passó ante nos como scrivano de ayuntamiento, Francisco de Monçón», AVM, Libros de Acuerdos, 11 de octubre de 1598. Desde entonces, constan varios identificadores de Monzón como «scrivano del dicho ayuntamiento», AVM, Libros de Acuerdos, 16 de octubre de 1598; AVM, Libros de Acuerdos, 21 de octubre de 1598; AVM, Libros de Acuerdos, 16 de diciembre de 1598. 145   «Acordóse que a Francisco Martínez, escrivano del ayuntamiento, se le dé el escritorio de Pedro Duarte para que le junte con el suyo, atento que el que tiene es muy pequeño y estrecho y para los papeles y despachos desta villa y buena espediçión dellos y guarda conviene questén con más comodidad y guarda de la quél tiene». AVM, Libros de Acuerdos, 13 de octubre de 1599. 146  En 1603 ya llevaba años trabajando en el servicio de millones. AVM, Libros de Acuerdos, 22 de octubre de 1603. Después, cuando había fallecido en

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Sin embargo, algo sustancial fue cambiando de forma paulatina en la escribanía antigua, a causa de que la corte había partido a Valladolid. En marzo de 1599, Francisco de Monzón Testa convocó una reunión capitular para atender a su petición. 147 Tres días después, tuvo la oportunidad de explicar que deseaba solicitar a la villa la merced de pasar el oficio de la escribanía antigua a su hijo. Para convencer al cabildo adujo dos razones típicas en esos casos, que sacaban a relucir algunos requisitos necesarios para ejercer en las escribanías capitulares de Madrid. Señaló que había servido al ayuntamiento desde hacía veinte años —afirmación que era matizable 148—, y aludió a la centenaria antigüedad de su familia al frente de la escribanía. Dado que el concejo había concedido esa merced a sus antepasados, consideraba justo recibirla él también. Los capitulares, por decisión unánime, concedieron la merced al solicitante, recordándole al mismo tiempo que el oficio era de la villa, aunque lo sirviera cualquier escribano. 149 De ese modo, la titularidad del oficio de la escribanía antigua quedaba en manos de su hijo Pedro de Monzón. Sin embargo, el aspirante para ejercer el cargo era demasiado joven, no tenía los veinticinco años requeridos. Le faltaban varios lustros para ejercer de forma legal. Entonces, en el interludio hasta que cumpliera la edad necesaria para desempeñar el cargo, serviría en el oficio su propio padre, Francisco de Monzón Testa, el mismo que estaba renunciando al título. En caso de que él estuviera ocupado, supliría ambos oficios Francisco Martínez el Viejo, titular de la escribanía acrecentada, tal como había hecho hasta hacía poco. 150 1606, su hijo fue nombrado escribano de millones con las mismas condiciones que el padre, AVM, Libros de Acuerdos, 11 de octubre de 1606. 147  AVM, Libros de Acuerdos, 15 de marzo de 1599. 148  Llevaba como titular de la escribanía unos veintiséis años. Pero nueve de ellos habían ejercido tenientes, porque él era menor de edad; después ejerció durante doce años, pero durante los ocho años siguientes se ausentó de la escribanía. 149  AVM, Libros de Acuerdos, 18 de marzo de 1599. Pedro de Monzón no ejerció, por ello no consta en la figura 2, que recoge a quienes ejercieron en las escribanías. Remito al texto transcrito el texto en el documento 6 del apéndice. 150  AVM, Libros de Acuerdos, 18 de marzo de 1599. Realmente era poco ortodoxo que padre e hijo sirvieran el mismo oficio. En el siglo xviii parece que era incompatible, como recogía L. de Santayana Bustillo: Gobierno político de los

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Aunque Francisco de Monzón Testa no justificó las causas de aquel cambio de titularidad, tiempo después informó de que debía atender a otros negocios relacionados con la mudanza de la corte a Valladolid. Detentaba ciertos cargos cortesanos que comenzaron a impedirle compaginar de manera holgada unas obligaciones con otras, que le forzaban a seguir a la corte y ausentarse de Madrid más de lo que debiera. 151 Incluso comenzó a irse en medio de las reuniones concejiles a partir del último tercio de 1599. Así lo demostraba redactando los libros de actas: empezaba a escribir la fecha y paraba súbitamente, dejando el resto en blanco; después, remitía al libro de su compañero y rubricaba el acta del día. 152 Francisco de Monzón Testa sustituyó a su hijo en la escribanía antigua durante más de un año, pero cometiendo repentinas ausencias en mitad de la celebración del ayuntamiento, probablemente relacionadas con la cantidad de cargos que acumuló. Entre otros, detentaba el de contador del sueldo, tenencia y acostamientos del rey, secretario de la visita del Consejo de Hacienda y contaduría mayor. 153 pueblos de España y el corregidor, alcalde y juez en ellos, Zaragoza, Impr. de F. Moreno, 1742 (ed.: Madrid, Instituto de Estudios de Administración Local, 1979, p. 11). 151  Por ejemplo, se habla de su salario como «contador de resultas», se pide que se le pague por la ocupación pasada relacionada con el recibimiento y entrada de la reina, en: AVM, Libros de Acuerdos, 12 de enero de 1600. Se volvió a sacar el tema en AVM, Libros de Acuerdos, 7 de marzo de 1600. 152  Tras la fecha del 10 de septiembre se lee «en Madrid», y cesa tras un «no me allé en éste, al otro libro», rubrica Monzón y sigue el folio en blanco, AVM, Libros de Acuerdos, 10 de septiembre de 1599. En esa línea sucede después; como cuando tras decir «al otro libro, que no passa ante mí» no escribe más y lo rubrica Monzón. AVM, Libros de Acuerdos, 22 de septiembre de 1599. Otro día, tras varios autos, pone: «ojo, desde esta rraya en adelante [tr]asladé del libro de Francisco Martínez», AVM, Libros de Acuerdos, 1 de octubre de 1599. Días después, escribe «no me allé en estos ayuntamientos, a se de sacar del otro libro», rubrica de Monzón y sigue en blanco. AVM, Libros de Acuerdos, 8 de octubre de 1599. También, anota «salíme del ayuntamiento, ha se de sacar del otro libro lo que falta», y desaparece la escritura, AVM, Libros de Acuerdos, 10 de noviembre de 1599. Igual indica al margen: «pasa ante Martínez, a se de sacar de su libro lo que falta», en AVM, Libros de Acuerdos, 15 de diciembre de 1599. 153  AVM, Libros de Acuerdos, 29 de enero de 1601. Consta el texto en el documento 7 del apéndice.

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Para cumplir con esos puestos cortesanos tenía que estar en la corte; si ésta partía a Valladolid, él debía seguirla siempre. 154 Eso le impedía seguir compaginando sus labores en la escribanía capitular madrileña, oficio villano que posiblemente sólo le interesaba como forma de asegurar la continuidad laboral de su vástago. En efecto, con su estrategia pretendía colocar al hijo como titular en la escribanía del concejo. Por un lado, cabe suponer que había renunciado el oficio en favor de su hijo para que así el ayuntamiento no buscase un titular cuando el padre no pudiera servirlo, como había sucedido hacía pocos años cuando ante su ausencia sólo sirvió Francisco Martínez. Por otro lado, estaba copiando la misma estrategia familiar que su padre había utilizado en el año 1570 al transmitirle el título a él, cuando sólo contaba con quince años. Aquella larga espera había permitido comprobar a la familia Monzón el sólido peso que jugaban las redes familiares directas en la institución concejil, al igual que sucedía en tantas otras corporaciones. Acaso su propia experiencia y las costumbres de la época le infundieran la confianza y la seguridad necesarias para pensar que esa mecánica no iba a fallar. Tiempo después, Francisco de Monzón Testa encontró una solución para poder compaginar sus cargos y oficios cortesanos y villanos. En enero de 1601, convocó un ayuntamiento para proponer que sirviera en la escribanía otra persona, su primo hermano, el escribano del número Francisco Testa. Él también formaba parte de una familia de escribanos de notoria antigüedad en la villa que era, según Monzón, todo un compendio de nobleza. Francisco Testa cubriría temporalmente la plaza del joven Pedro de Monzón, hasta que cumpliera la edad que le permitiera ejercer. El cabildo aceptó la petición. Durante el tiempo que la institución considerase, Francisco Testa iba a servir como escribano del ayuntamiento. Ese mismo día entró al consistorio, juró el título y se incorporó al oficio. 155 En adelante, haría de teniente.

 AVM, Libros de Acuerdos, 29 de enero de 1601.  AVM, Libros de Acuerdos, 29 de enero de 1601.

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Francisco de Monzón Testa estaba así intentando consolidar la sucesión del oficio en su vástago, introduciendo temporalmente en el puesto a un familiar de total confianza. De nuevo la familia Monzón llamaba a la parentela para hacer sustituciones, colaboraciones y lugartenencias con el objeto de asentar a un descendiente en el oficio. Durante el siguiente lustro, la situación permaneció estable, con el primo desempeñando las funciones de escribano teniente. Empero, acaso sea importe mencionar que en junio de 1602 el duque de Lerma se hizo regidor en el ayuntamiento. 156 Alrededor de él fue tejiéndose una red de sólidas alianzas, mediante las cuales tanto él como sus amigos fueron ganando cotas de poder político en el cabildo. 157 Entre ellos pudo estar Francisco Testa, quien acaso también se arrimó al duque. 158 Lerma contaba con redes de poder en ciertas escribanías, por ello, algunos acudían a él para solicitar su favor, como recogía una carta de recomendación que pedía: que se escriviese al señor duque de Lerma de parte de esta villa suplicándole hiciese merced de interceder con su magestad hiciesse merced al señor Cipriano de Salazar de el oficio de escrivano de obras que tenía su padre. 159

Pocas novedades se dieron hasta que finalizó el año 1602, salvo que algunos días Testa volvió a ausentarse de la escribanía antigua. 160 Igual hizo al año siguiente. 161 En 1604 ocurrió más de lo mismo: 156  AVM, Libros de Acuerdos, 3 de junio de 1602. El rey había acrecentado el oficio para el duque, pero legalmente no lo tenía permitido. 157  A. Alvar Ezquerra: El duque de Lerma, Madrid, La Esfera de los Libros, 2010. 158  L. Zozaya Montes: «Prácticas familiares en el traspaso de las escribanías del ayuntamiento madrileño en torno a los albores del siglo xvii», Nuevo Mundo Mundos Nuevos, 2008, . 159  Carta dada en el año 1609, AVM, Libros manuscritos, 9, fol. 180vº. Cursivas de la autora. 160  Tras los acuerdos del 13 de diciembre consta: «saquélo del libro de ayuntamiento de mi compañero, Francisco Testa (firma y rúbrica)», AVM, Libros de Acuerdos, 13 de diciembre de 1602. 161  El 28 de mayo de 1603 dice Testa, tras no haber escrito nada desde el día 23 de mayo de 1603: «los ayuntamientos que faltan están en el libro de Françisco Martínez por estar yo ausente en Toledo. Ante mí, Françisco Testa (firma y rúbrica)», AVM, Libros de Acuerdos, 28 de mayo de 1603.

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faltó algún día, 162 otro estuvo indispuesto, 163 otro partió de viaje a Alcalá 164 y otro, directamente, comunicó que se había ido. 165 En 1605 afirmó que no acudía al ayuntamiento por encontrarse mal. 166 Se tratase o no de pretextos ante sus ausencias, quien sí estaba enfermo era Martínez, de gota, lo cual le impedía asistir con normalidad al ayuntamiento. 167

7.  I nestabilidades en las escribanías con el regreso   de la corte (1606) El regreso de la corte a Madrid en el año 1606 fue festejado en toda la villa madrileña. Incluso antes que volviese el séquito regio, en cuanto se supo esa decisión, hubo grandes celebraciones. 168 Su llegada traía elementos positivos, pues dinamizaba la economía y aumentaba la población, pero también conllevaba elementos negativos, porque había cuantiosos intereses creados en torno al lugar donde estaba asentada la corte e infinitas camarillas que podían influir en el devenir de los acontecimientos, así como en el futuro de los oficios de escribano. En julio de 1606, llegó la información al concejo madrileño de que el rey quería vender, entre otros oficios, la escribanía antigua. Esa 162  Testa copió la información pertinente y añadió, «saquélo del libro de ayuntamiento de mi compañero. Ante mí, Francisco Testa (firma y rúbrica)», AVM, Libros de Acuerdos, 26 de abril de 1604. 163  Al finalizar, Testa escribe que ese ayuntamiento «pasó ante el scrivano Françisco Martínez porque stava yo yndispuesto. Francisco Testa (firma y rúbrica)», AVM, Libros de Acuerdos, 23 de junio de 1604. 164  Testa confirmó que los acuerdos de ese día pasaron ante Francisco Martínez, «de cuyo libro se sacó por estar yo ausente desta villa en Alcalá. Françisco Testa (firma y rúbrica)», AVM, Libros de Acuerdos, 25 de octubre de 1604. 165  Afirmó Testa que faltó a un ayuntamiento que se hizo, según informa, «por averme ido». El ayuntamiento no puso a un sustituto. AVM, Libros de Acuerdos, 13 de diciembre de 1604. 166  Al final: «aquí falta un ayuntamiento que estube yo [tachado: malo] enfermo. Ante mí, Françisco Testa (firma y rúbrica)», AVM, Libros de Acuerdos, 3 de octubre de 1605. 167  AVM, Libros de Acuerdos, 9 de mayo de 1605; el tema se trata en otro apartado. 168  A. Alvar Ezquerra: El nacimiento de una capital europea…, pp. 292-297.

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mala nueva vino de la boca el regidor Gregorio de Usátegui, quien se había enterado de la noticia por un pregón del alcalde. La corporación se oponía a aquella venta, entre otras razones, porque el monarca no tenía derecho a vender esos oficios, pues con ello contradecía las condiciones establecidas en la concesión del servicio de millones. Al final, se propuso elevar la protesta al soberano. 169 El cabildo, para realizar las gestiones en esa contradicción de oficios, incluyó entre los comisionados al regidor Francisco Martínez, antiguo escribano del ayuntamiento (el Mozo). 170 Es natural que estuviera especialmente interesado en que esa escribanía antigua siguiese bajo el control del concejo. Le convenía que se mantuviese si pensaba en su familia, pues además de que su padre ocupaba el oficio, tenía un hermano escribano que también podría hallar en él su sustento (como tiempo después sucedió). Además, en esos momentos, Martínez era regidor, por tanto tenía capacidad decisoria sobre la escribanía y podía intervenir en su futuro, al igual que influían los potentados de la ciudad de Madrid o de otra ciudad del país respecto a otras escribanías de modo informal. 171 El 9 de agosto de 1606 regresó la corte a Madrid y, con ella, su séquito de cortesanos. Entre ellos llegó el escribano Francisco de Monzón Testa, quien volvía para sustituir al teniente en la escribanía antigua, su primo Francisco Testa. 172 Entonces, sucedió un hecho trascendente para sus planes futuros. El cabildo, parco en explicaciones, respondió a Monzón negativamente, diciendo que no había lugar para su petición, y reeligió a Francisco Testa para continuar sirviendo  También quería vender el oficio de receptor, AVM, Libros de Acuerdos, 28 de julio de 1606. 170   «Acordóse que demás de los señores rregidores que están nonbrados para contradezir la venta de los oficios que se pregonan desta villa se nonbraron a los señores Juan Fernández y Françisco Martínez y para que hagan la dicha contradizión y demás diligençias que fueren neçesarias». AVM, Libros de Acuerdos, 9 de agosto de 1606. 171  Así se ha reflexionado respecto para las del número de Baza, del Reino de Granada con sobornos, mercadeos e intercmbios de favores. M. C. Calero Palacios y F. J. Crespo Muñoz: «Clientelismo social, estrategias familiares…», pp. 339-342. 172  Igualmente dan noticia del hecho en AVM, Libros Manuscritos, 9, fol. 117rº. 169

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el oficio durante el tiempo que considerase oportuno, con estas palabras: En este ayuntamiento se trató si Françisco de Monçón a de entrar a serbir en el ofiçio descrivano del ayuntamiento desta villa como lo solía usar antes que se fuese la corte y como lo pretende, o si se le han de confirmar y rreelegir a Françisco Testa conforme al acuerdo de la villa de [en blanco]; y de conformidad, abiendo sido llamada la villa para esto, dixeron que no a lugar lo que pide el dicho Françisco de Monçón, y acuerdan que Françisco Testa use el dicho ofiçio descrivano del ayuntamiento desta villa como le usa por el tienpo que fuere la voluntad desta villa, y ansí lo dixeron y acordaron de conformidad de todo el dicho ayuntamiento. 173

Esa contestación del concejo injustificada, pues no manifestó siquiera descontento con los servicios del antiguo escribano, acaso sorprendiese al interesado, pero desde luego sorprende al historiador actual. Parece algo fuera de lo común, cuando el cabildo había dado su palabra de guardarle el puesto, máxime teniendo en cuenta la importancia simbólica de romper la palabra en los códigos de honor coevos. Eso, además de las expectativas que le había brindado, ante las cuales la normativa legal del reino coetánea respaldaba la sucesión de padre a hijo. 174 Por tanto, la contestación del cabildo parecía fruto de unas redes oficiosas que no podían alegarse como respuesta oficial; era propia de la traza de redes amistosas y de alianzas partidarias. Es posible que el contacto que Francisco Testa había ido teniendo esos años con el ayuntamiento le hubiese resultado crucial para conseguir posteriormente la plaza en la escribanía. También es probable que hubiese trazado redes, y realmente aquí da igual con quién —si con el duque Lerma o con cualquier otro potentado—, la cuestión es que supo  AVM, Libros de Acuerdos, 9 de agosto de 1606.  Se trata de una ley de época de Juan II (siglo xv), titulada «que no se puedan dar oficios de alcaldías, regimientos ni escrivanías ni otros algunos por expectativas, estando por vacar, salvo de padre a hijo», que manda que no se pueda hacer merced ni dar para ello expectativas de oficios tales como las escribanías «que estén por vacar, fasta que sean finadas las personas que los tienen, por evitar los grandes peligros que dello podrían nascer», e invalida cualquier dispensa. Nueva recopilación, ley III, tit. III, lib. VII. 173 174

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cómo tejerlas. Mediante las suplencias había ido introduciéndose en el seno de la institución. Había asentado su puesto, del que había desbancado a su primo hermano, y a su sobrino, por extensión. Así, las redes amistosas habían vencido sobre las de parentesco paterno. 175 De forma paralela, la coyuntura en la escribanía acrecentada tampoco se presentaba estable. Ya aquel mismo día de mediados de agosto cuando habían sucedido tantas situaciones inesperadas, Juan de la Cotera, un escribano del número ajeno al concejo, redactó el libro de actas de Francisco Martínez porque él estaba indispuesto. 176 Estaba fuertemente aquejado de gota, por ello aquel año había tenido que pedir un permiso especial para entrar al ayuntamiento en silla de manos, como ya se explicó. Cinco días después se dio la noticia en el concejo de que había fallecido. 177 La defunción de Francisco Martínez el Viejo dio lugar a dos proposiciones enjundiosas en el cabildo, que retomaban un antiguo debate. 178 La propuesta ideada por el regidor Juan Fernández pedía que se separasen los oficios de contador y de escribano del ayuntamiento que esa escribanía acrecentada había tenido aparejados, por usarlos juntos Francisco Martínez. La contaduría conllevaba el salario de cuarenta mil maravedís, 179 y ante tal considerable suma, el regidor Juan Fernández consideraba que el Consejo debía elegir a un contador. 180 175  L. Zozaya Montes: «Prácticas familiares en el traspaso de las escribanías…». 176  AVM, Libros de Acuerdos, 9 de agosto de 1606. Se había hecho escribano del número de Madrid por renunciación de Alonso Pérez de Durango, AVM, Libros de Acuerdos, 13 de marzo de 1590. 177  AVM, Libros de Acuerdos, 14 de agosto de 1606. Un estudio detallado del testamento de Francisco Martínez, de donde se entresacan las redes amistosas y las alianzas que había trazado en vida, consta en A. Alvar Ezquerra et alii: «Los escribanos del concejo de Madrid...», pp. 185-192. 178   Que pretendía separar ambos oficios, al nombrar contador al escribano Martínez y designar a otro escribano del concejo, o suprimir una escribanía concejil. AVM, Libros de Acuerdos, 16 de mayo de 1572. 179   Gran parte de las libranzas de esos pagos, que se saldaban con mayor o menor premura, constan en los libros de contaduría del ayuntamiento, por ejemplo en AVM, Contaduría, 1-422-1 o en AVM, Contaduría, 1-434-1, varios folios, muchos de ellos sin foliación. 180  AVM, Libros de Acuerdos, 14 de agosto de 1606.

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La otra propuesta, enarbolada por el regidor Lorenzo del Prado, consistía en que se consumiese el oficio de aquella escribanía, para así eliminarla: En este ayuntamiento, el señor don Lorenzo del Prado dixo que conforme al asiento y serviçio que el reyno hizo a su magestad de los millones, entre otras cosas que su magestad conçedió a los ayuntamientos fue que pudiesen consumir y consumiesen los scrivanos del ayuntamiento, pagando a las perssonas cuyos [sic] fueren lo que les costara, y agora a muerto 181 Françisco Martínez, scrivano deste ayuntamiento, y que pide y supplica a la villa mande que se consuma el dicho ofiçio de scrivano de ayuntamiento en conformidad de las çédulas y pragmáticas de su magestad y conçesión de los millones. 182

Pese a esa petición, y pese a que la normativa legal de los reinos abogaba por que los oficios acrecentados se consumiesen en cuanto quedasen vacos, 183 la escribanía acrecentada no se consumió. Era comprensible, dado el trabajo que habría en la escribanía del concejo con el regreso de la corte, dadas también las necesidades económicas siempre acuciantes de los Austrias, que podrían sacar mayor beneficio si existían más oficios. Al mes siguiente, el 22 de septiembre, llegó al concejo un nuevo escribano, Pedro Martínez, otro hijo del difunto Francisco Martínez el Viejo. Presentó los títulos que tenía, a los que su padre había renunciado en favor de él: de escribano de los reinos, del número y del ayuntamiento. Así, se le recibió en el oficio, que juró usar como correspondía. 184 Además, ni habían transcurrido dos meses cuando se   [Tachado:] el señor.   «[Al margen:] escrivanía de ayuntamiento que tubo Françisco Martínez se consuma». AVM, Libros de Acuerdos, 14 de agosto de 1606. Consta la transcripción en el documento 8 del apéndice. También remito a AVM, Libros Manuscritos, 9, fols. 121vº-122vº. 183  Afirmaba que las ciudades y villas donde hubiese cierto número de oficios acrecentados, como escribanías, cuando vacasen (sin ser por renunciación) se consumiesen «fasta ser reducidos al número antiguo». Nueva recopilación, ley XI, tit. III, lib. VII. 184  AVM, Libros de Acuerdos, 22 de septiembre de 1606. Consta el texto en el documento 9 del apéndice documental. También se registra brevemente el acto en AVM, Libros Manuscritos, 9, fol. 117rº. 181 182

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hizo escribano de millones, como había sido su progenitor, cuando se nombró: a Pedro Martínez, scrivano del ayuntamiento desta villa, por scrivano ante quien pasen los autos y demás diligençias tocantes al servicio de los millones, según y de la misma forma y manera y con el salario que lo tenía Françisco Martínez su padre. 185

La observación a cierta distancia de cómo se transmitía el oficio en la escribanía acrecentada, regentada por la familia Martínez, permite realizar diversas reflexiones. Por un lado, cabe pensar en las estrategias para lograr el ascenso al oficio de escribano del concejo. Éstas confirman por partida doble la reproducción social de los patrones familiares en estos oficios, pues Francisco Martínez el Viejo renunció al oficio en favor de sus hijos, primero de Francisco y después de Pedro. 186 Por otro lado, cabe recapacitar sobre el ascenso de un escribano a regidor, como fue el caso de Francisco Martínez el Mozo. La escribanía capitular le había servido de cauce para introducirse en el ayuntamiento. Allí, sobre la base de una relación laboral, tejió un trato de confianza con Hernando de Medina, que desembocó en el establecimiento de una red familiar, con la alianza matrimonial —de la exmujer de su hermano— cuya dote le propinó la regiduría. 187 Ese ascenso de escribano a regidor no era el primero dado en el concejo. Ya antes, dos escribanos del número miembros de la familia Henao se habían hecho regidores. Un hijo heredó el título del padre, quien a su vez lo había conseguido por la renuncia de un regidor, cuya vida   «[Al margen:] nombramiento de escrivano de millones». AVM, Libros de Acuerdos, 11 de octubre de 1606. 186  También se ha atribuido a Francisco Martínez el Viejo parte del mérito de conseguir introducir a dos hijos en la carrera escribanil del ayuntamiento, Francisco y Pedro, según A. Alvar Ezquerra et alii: «Los escribanos del concejo de Madrid...», pp. 191 y 192. 187  Sobre las redes sociales, véase F. Requena Santos: Amigos y redes sociales. Elementos para una sociología de la amistad, Madrid, Siglo XXI-Centro de Investigaciones sociológicas, 1995. F. Requena Santos (coord.): Análisis de redes sociales. Orígenes, teorías y aplicaciones, Madrid, Siglo XXI-Centro de Investigaciones Sociológicas, 2003. 185

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laboral también había guardado relación con las escribanías. 188 Asimismo, en la familia Méndez Testa hubo tiempo después concejales importantes en el cabildo. 189 Ante la existencia de ese tipo de ascensos, parece que un ayuntamiento, donde regían las oligarquías del lugar, podía ser una institución más permeable de lo que en ocasiones se supone hoy día. Así, se confirma un caso más, similar al de Gijón, donde los escribanos eran una parte asentada en las oligarquías del concejo, que tenían copados los cargos públicos de escribanías y regidurías. 190

8.  E  stabilidad con el transcurso de los años,   desde 1607 en adelante Los mismos escribanos, Francisco Testa y Pedro Martínez, sirvieron durante mucho tiempo al ayuntamiento. Continuaron con normalidad en las escribanías del concejo respectivas durante los años 1607, 1608, 1609 y 1610. Cada oficial llevaba su serie de libros de acuerdos, de los que comenzaron volúmenes nuevos: en 1608 el concejo compró un libro blanco para Francisco Testa, 191 en 1610 adquirió otro para él y uno para Pedro Martínez. 192 Los escribanos seguían 188  Consta el curriculum vitae escribanil de Juan Ruiz de Velasco, quien renunció al título en él, en A. Guerrero Mayllo: El gobierno municipal de Madrid…, p. 279. 189  M. Hernández: A la sombra de la Corona… 190  Los escribanos públicos de Gijón se hallaban entre las oligarquías del concejo y estaban estrechamente emparentados con los regidores. Esa oligarquía estaba inmersa en la política de compra de cargos públicos y, aunque estaba camino de formar parte de la aristocracia nobiliaria, aún seguía muy vinculada a los oficios mercantiles propios de un puerto como el de Gijón, L. Sampedro Redondo: Escribanos y protocolos notariales de Gijón…, pp. 45 y 57. 191  En el propio libro de Francisco Testa de 1608 (libro nº 28), consta: «Acordóse que Juan Madera pague en virtud deste acuerdo que sirba de libranza a Verillo, librero, çien rreales por este libro que a hecho para el ayuntamiento para Françisco Testa, scrivano del ayuntamiento dél, tomando la rrazón el contador de propios». Pagaron por él, como informa la nota marginal, «100 rreales por este libro al librero», AVM, Libros de Acuerdos, 26 de febrero de 1608. 192   «Acordóse que Christóbal de Medina, alcayde de la cárcel real desta villa y receptor de las alcabalas della de los maravedís de sobras de rentas que deve y

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colaborando con el ayuntamiento, incluso desempeñando labores que no tenían por qué realizar. Eso motivó que, a finales de 1608, el concejo les pagase un sobresueldo de quinientos reales, a modo de aguinaldo, al considerar que cobraban muy poco: En este ayuntamiento, aviendo visto lo mucho que los secretarios Pedro Martínez y Françisco Testa trabajan y se ocupan en las cosas desta villa asistiendo en el conçejo y otros tribunales en cosas neçesarias a esta villa que conforme a su ofiçio no tienen obligaçión a hazer y no enbargante esto acuden a ellos porque [no] se pierdan los negozios desta villa, y que el salario que tienen es muy poco, se acordó que por esta Pasqua se les de a cada uno dellos quinientos reales de ayuda de costa \por aguinaldo/. 193

La dinámica continuó siendo la misma con ambos escribanos al frente de los oficios, con sus redes amistosas y familiares. Siguieron ejerciendo durante un tiempo dilatado, usando además las colaboraciones de tenientes de manera temporal. Valga a título de ejemplo lo sucedido en 1618, cuando tanto Francisco Testa como Pedro Martínez eran aún los escribanos del ayuntamiento en ambas escribanías. 194 Entonces, Pedro Martínez consiguió una cédula real que le permitía poder nombrar al sustituto que quisiese por dos años, y eligió a Diego de Robles. 195 Éste era el mismo que hacía tiempo (en 1606) certificó que había visto a Francisco Martínez el Viejo vivo cuando había renunciado el oficio en favor de su hijo Pedro, para que fuese legal la renuncia del título. 196 Recuérdese deviere, pague a Juan de Verillo, librero, dozientos reales de \un/ libro que hizo como éste para el señor Pedro Martínez y déste que hizo para el señor Françisco Testa, y los pague en vertud deste acuerdo que sirba de libranza, tomando la rrazón el contador Juan de Sola. [Al margen:] pagar al librero». AVM, Libros de Acuerdos, 30 de abril de 1610. 193  AVM, Libros de Acuerdos, 19 de diciembre de 1608. 194  AVM, Libros Manuscritos, 9, fol. 368vº. AVM, Libros Manuscritos, 9, fol. 496rº. 195   «Pedro Martínez, escrivano de el ayuntamiento de esta villa presentó una cédula de su magestad por la qual le hace merced que por tiempo de dos años pudiesse nombrar persona que sirviese dicho oficio, y nombró a Diego de Robles», AVM, Libros Manuscritos, 9, fol. 369vº. 196  AVM, Libros de Acuerdos, 22 de septiembre de 1606. Diego de Robles también había servido en la escribanía del número de Gaspar Testa, donde sirvió Jerónimo de Riaño, como expliqué anteriormente en su historial.

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que, para evitar fraudes, las normas legales obligaban a que quien renunciase un oficio público debía vivir veinte días después de la renuncia. 197 Casi dos lustros después, en 1627, el concejo redefinió las competencias de una escribanía. La antigua, donde estaba sirviendo Francisco Testa, siguió siendo la escribanía del ayuntamiento. Sin embargo, la escribanía acrecentada, donde estaba sirviendo Pedro Martínez, quedó como escribanía «de las cartas pago de las rreceptorías de millones, alcavalas, sissas y rentas de la dicha villa». 198 Esa división era comprensible, dado que desde hacía años la contaduría se había vinculado a la escribanía acrecentada, 199 y además Martínez servía en la escribanía de millones al igual que había hecho antes su padre. Acaso así se solucionaron los problemas anteriores sobre el nombramiento de escribano y contador de la villa. 200 Transcurrido el tiempo, el concejo pasó a denominar «escribanía mayor» a la escribanía antigua, la del ayuntamiento. 201 En los años setenta del siglo xvii, el rey intentó vender ambas escribanías. El ayuntamiento se empecinó en argüir razones a su favor, en contra de las intenciones del monarca, defendiendo sobre todo que no podía venderlas porque había concedido el privilegio a la villa. 202 Por último, cabe dar un salto en el tiempo para men  Nueva recopilación, ley IV, tit. IV, lib. VII.  AVM, Libros Manuscritos, 112, fol. 485. 199  Bien es cierto que la escribanía de rentas se había vinculado por los escribanos, personalmente, a la escribanía antigua, pero es igual de cierto de hacía de eso ya varios lustros, desde el siglo anterior. 200  Además de algunos problemas ya planteados, sobre los debates en el concejo para que los escribanos capitulares fuesen o no contadores, en 1606 se dieron contradicciones de acrecentamientos de contadores de la villa, porque el rey quería sumar su número y el concejo pretendía evitarlo. Por ejemplo, en AVM, Libros de Acuerdos, 23 de octubre de 1606 y AVM, Libros de Acuerdos, 8 de noviembre de 1606. 201  AVM, Libros Manuscritos, 112. 202   «Libro segundo, en el que se encontrará toda luz de los privilegios que la coronada villa de Madrid tiene en poder governarse por sí sola […]. Pribilegio y escritura hecha con su magestad en que ofreze no acrecentar el número de rexidores y alguaciles y de no enagenar a Madrid las escrivanías de ayuntamiento y cartas de pago ni bender lugar ni vasallo de su provincia, título de fieles executo197 198

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cionar que las escribanías capitulares siguieron siendo dos hasta el 23 de julio de 1835, cuando se suprimió una de ellas por real decreto. 203

res y la forma como han de obrar, y también los fieles de vara y escrivanos que los acompañan; ynstancia y información que se hizo en derecho a su magestad sobre el que tiene en las escribanías dichas y decreto en que lo rebalidó desde los años 1454 hasta el presente de 1720». AVM, Libros Manuscritos, 112, fols. 331 a 539. 203  C. Cambronero: «Cosas de antaño...», pp. 404-408.

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6 TRANSMISIÓN DE ESCRITURAS DE ESCRIBANOS Y CREACIÓN DE ARCHIVOS El presente capítulo estudia, por un lado, las normas legales de transmisión de escrituras de escribanos en la época, establecidas para facilitar su conservación y localización, sobre todo cuando un escribano cesaba en el oficio. Eran cuantiosas las leyes que regulaban su transmisión, como si se tratase de un bien material en una herencia, aunque con sus particularidades. 1 Esa teoría legal se coteja aquí con la práctica administrativa que se daba principalmente en Madrid, donde las realidades y los problemas respecto a la documentación de escribanos eran similares a los de otros lugares. Por otro lado, este capítulo analiza cómo en aquella misma época empezaban a multiplicarse los archivos en el reino —de todas clases—, cuya existencia resultaba a todas luces necesaria. En ese contexto, se estudia cómo el concejo comenzó a crear archivos de escribanos, controlando y distribuyendo cierta documentación de las escribanías del ayuntamiento siguiendo el dictado de las citadas normas legales de sucesión de las escrituras.

  Al menos las tenían en Barcelona, «los protocolos eran bienes muebles muy diferenciados del resto de propiedades», J. Günzberg i Moll: Los notarios y su organización en Barcelona…, p. 111.

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1.  Transmisión de escrituras de escribanos, teoría y práctica Una de las preocupaciones que más inquietaba a las autoridades del reino castellano en la Edad Moderna giraba en torno a la transmisión de las escrituras de los escribanos. Prestaban atención especial a intentar controlar la documentación de los escribanos fallecidos o que hubieran cesado en el oficio. Esas preocupaciones eran coherentes y bien fundadas, según se comprueba al estudiar la práctica administrativa, donde los problemas ante la pérdida de documentación eran demasiado frecuentes, lo cual causaba notables perjuicios a la sociedad en general. La cuestión de cómo controlar de forma correcta las escrituras de los escribanos, y en especial las de los fallecidos, se había afrontado desde la Edad Media en todo el reino. 2 En la época estudiada, el tema se abordó reiteradamente en las Cortes de los años 1551, 1566 y 1576. 3 También se trató en las compilaciones legales, que bebían de una rica tradición medieval, cuyas raíces se asentaban en Las partidas. 4 La Nueva recopilación puntualizaba que la documentación ya fenecida (concluida, cerrada) de cualquier escribano fallecido o privado de su oficio se concertara, atase e intitulara y se llevase al Archivo de la Chancillería de Valladolid. Sin embargo, la documentación no fenecida (la corriente, en uso) se debía entregar al escribano que le sucediere en el oficio. 5   L. Pagarolas Sabaté: Los archivos notariales: qué son y cómo se tratan, Gijón, Trea, 2007, pp. 49-51.   De hecho, en éstas últimas el sistema cambió para ganar eficacia. Si en un principio se basaba en la guarda de documentos por inventario tras la muerte del escribano, desde entonces el escribano debería presentar sus procesos y escrituras al principio de su oficio. No obstante, fue un tema de reiterado incumplimiento, J. L. Rodríguez de Diego: Instrucción para el gobierno del Archivo..., especialmente pp. 47 a 50.   Las leyes que saldrán a colación no eran nuevas. Recopilaban lo dictado por una larga tradición. Prácticamente lo mismo disponía la pragmática dada en Toledo en 1502, que además se pregonó en Madrid en noviembre de dicho año. Libro de las bulas y pragmáticas…, vol. 1, fols. XLIVvº-XLVIrº. Ésta se basaba en una ley de la III Partida, titulada «Qué deven facer quando el escribano público que fizo la nota de la carta enfermare o muriere», Ley 55, tit. XVIII, Partida III.    Nueva recopilación, ley XXXI, tit. XX, lib. II.

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En el caso de que un escribano cualquiera muriese sin tener sucesor localizado, la ley mandaba que sus escrituras debían llegar a la propiedad del escribano del concejo correspondiente. 6 Si una familia quedaba sin sucesor en el oficio —por ejemplo, por no tener varón entre la descendencia—, debía proveer de los documentos a otro escribano. Esa entrega se debía remunerar en función de lo que valiesen esas escrituras, tal como recoge la Nueva recopilación. Así lo estipulaba la ley, conocedora de que la principal hacienda que los escribanos dejaban a sus herederos eran los documentos, y «que si aquellos los quitasen, sin pagar el valor de ellos, diz que quedarían a pedir por Dios». 7 Castillo de Bobadilla recalcaba la misma norma al tratar sobre su tasación, 8 al igual que su émulo Lorenzo de Santayana y Bustillo. 9 En la práctica, los precios de la documentación variaban en función de las condiciones de cesión impuestas a los legatarios, que podían ser innumerables y dependían, por ejemplo, de que las escrituras estuviesen concluidas (fenecidas) o de que no estuviesen aún cerradas. 10 Comprar escrituras implicaba potencialmente invertir en clientela, porque los aludidos en la documentación tendrían que acudir a los escribanos que fuesen los nuevos propietarios. 11 En el Madrid de la época, donde se perdían cuantiosas escrituras públicas, resulta práctico pensar que el principal objetivo del ayuntamiento apuntase a recabar las de sus propios escribanos, porque ellos tendían numerosos documentos que el concejo podía desear. Téngase en cuenta que habitualmente quedaba al menos un traslado de cual  Nueva recopilación, lib. IV, tit. XXV, ley XXIV.  Procede de la ley titulada «que los processos de los escribanos de las audiencias que fallescieren, sus herederos los puedan dar a otro escribano, no le dando sucessor del oficio el valor dellos». Nueva recopilación, ley XXXI, tit. XX, lib. II.   J. Castillo de Bobadilla: Política para corregidores..., tomo I, lib. II, cap. XVI, pp. 580 y 581.   L. Santayana Bustillo: Gobierno político de los pueblos de España…, pp. 243-244. 10  J. Günzberg i Moll: Los notarios y su organización en Barcelona…, pp. 109115. 11  De hecho, los escribanos remontaban sus líneas familiares al pasado, generalmente exagerándolo, porque su familia era el referente a quien acudir para recuperar documentación otorgada ante un escribano fallecido, M. A. Extremera Extremera: «Los escribanos de Castilla en la Edad Moderna...», p. 174.  

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quier documento municipal en manos del escribano capitular, mientras que el original se mandaba a algún lugar para avalar la cuestión que hiciere falta. Ese original en ocasiones no era devuelto, pero en otras sí, y en este caso, podía además correr la suerte de ir a parar al archivo del concejo. Así sucedió cuando el cabildo convino que, después de quedar un traslado autorizado en poder del escribano capitular Francisco Martínez sobre una mojonera recién hecha en la dehesa del Porcal y Arganda por varios oficiales del concejo, se pusiera el original en el archivo. 12 Sin embargo, la documentación no siempre corría tanta suerte. Cualquier concejo también podía desear controlar los documentos de sus escribanos capitulares, a juzgar por lo que dictaba la teoría legislativa. En la época, la reorientación de escrituras de cualquier tipo de escribanos a los escribanos municipales era obligada en casos de fallecimiento o cese en el oficio. 13 Entre esas escrituras se hallarían también memoriales o inventarios de toda aquella documentación recibida. Las compilaciones legales del reino mandaban que los escribanos capitulares se quedasen con un traslado del memorial donde pusieron en recaudo las escrituras de cualquier escribano, de su majestad o del número, fallecido o privado de su oficio. 14 Además, cuando un escribano que no fuese del número ni del concejo muriese 12  Corregidor, procurador general y dos regidores (Pedro de Vozmediano y Gregorio de Usátegui) fueron a hacer la mojonera, AVM, Libros de Acuerdos, 27 de mayo de 1588. 13  En las Cortes de 1542 aceptaron la petición 17, donde se solicitaba que los registros de los escribanos que no fueran ni del concejo ni del número, y que cesasen en el oficio o muriesen, se entregasen al escribano del municipio. Con ello pretendían evitar que las escrituras se perdiesen cuando los herederos no les sucediesen en el oficio de escribano. J. L. Rodríguez de Diego: Instrucción para el gobierno del Archivo..., p. 48. Condensan la misma idea los últimos párrafos de la ley XXIV (lib. IV, tit. XXV) de la Nueva recopilación: «i mandamos que los escrivanos que no son del número ni concejo, ante quien passan las escrituras, que muriendo sin dexar sucessor en el oficio, que los escrivanos del concejo tomen todos sus registros por inventario, para que las partes los hallen i este sin prejuicio de los herederos del defunto». 14  Igualmente, quedaría copia certificada del memorial en ambas manos, «quedando al dicho escrivano de concejo un traslado del memorial donde se pusieron en recaudo i se dieron las dichas escrituras, i otro en poder del escrivano que las rescibe». Nueva recopilación, lib. IV, tit. XXV, ley XXIV.

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sin dejar sucesor, los escribanos de concejo debían tomar todos sus registros por inventario, para que las partes interesadas hallasen los documentos. 15 El traspaso se debía remunerar para que ambas partes quedasen contentas, como ya se ha mencionado. Si esas normas se cumplían, entre los fondos de los documentos del escribano del ayuntamiento debían hallarse traslados de procedencias diversas. Sin embargo, los registros e inventarios acaso despertasen mayor interés que las sencillas escrituras, pues eran susceptibles de servir de indicador, a modo de guía, para localizar otra documentación. Para conocer qué papeles tenía cada escribano resultaban útiles los instrumentos de descripción, que permitían acceder con mayor facilidad a los documentos deseados. Cuando el concejo madrileño requería cierta documentación también hacía uso de otros registros, no sólo de sus escribanos capitulares. Cabe aludir por ejemplo a los registros de los escribanos del número. Así, los utilizó en el año 1565, cuando Francisco Martínez era escribano del número (aún no ejercía en el concejo). En esa escribanía del número había sucedido a Hernando de Medina, y por ello tenía sus registros. El consistorio convino que el procurador general, Gregorio Méndez, hiciese sacar con la solemnidad necesaria una escritura que había pasado ante Francisco Martínez, y que seguía bajo su poder, que tenía en los registros de Hernando de Medina, sobre un censo de la villa contra un vecino de Getafe, a quien se aludió como Fulano de la Calle. 16 El ayuntamiento apreciaba especialmente los registros, cualquiera que fuese su procedencia y, si tenía la oportunidad, los archivaba. Eso era relevante, pues el cabildo no guardaba cualquier papel entre sus fondos; era muy selectivo en la época, acaso se pueda tildar de elitista o clasista con la documentación. 17 Un caso de esa atención hacia los registros se dio el 16 de septiembre de 1579, cuando llegó al concejo Diego Bautista de Durango a presentar una   Nueva recopilación, lib. IV, tit. XXV, ley XXIV.  AVM, Libros de Acuerdos, 28 de febrero de 1565. 17  Así podría deducirse en función del tipo de documentación que custo­ diaba, la cual se estudia en L. Zozaya Montes: Al servicio del ayuntamiento. El archivo… 15 16

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notaría de los reinos y un título de escribano del número, que había conseguido gracias a la renuncia de Arias Hurtado. Llevó asimismo un inventario de los registros y procesos que había recibido de Pero González, escrito en nueve folios de papel de pliego entero. El cabildo mandó que el inventario de los registros se metiera en el archivo —conforme a la pragmática— y que se le diera por testimonio a Diego Bautista. 18 Ese tipo de situaciones invita a afirmar que si los papeles, inventarios y registros de los escribanos se perdiesen, quedarían ilocalizables muchos más. Ese problema se acusaba indirectamente en las compilaciones legales de la Edad Moderna, donde se advertía de los inconvenientes que podían derivar de no tener las escrituras de aquel colectivo bajo control. 19 El Libro de las bulas y pragmáticas informaba de que cuando un escribano moría o era privado de su oficio, si sus herederos vendían sus registros o disponían de ellos a su antojo, cuando después las partes a quien tocan las escrituras que en ellos hay las han menester, andan de unos escribanos en otros buscando a quien se dieron o vendieron, o en cuyo poder quedaron o están los tales registros, y no los hallan. Y que a esta causa algunos de ellos han perdido sus derechos. 20

Imagínese el problema de la pérdida documental aplicado con un escribano del concejo. El caos municipal estaría asegurado, porque a su archivo habría ido a parar mayor cantidad de documentos de otros escribanos que a cualquier oficial del ramo. Al dar la vuelta al problema y enfocarlo desde una perspectiva positiva, se deduce que si los registros de los escribanos estuvieran localizados, se limitaría de ma El título de escribano del número que presentó Diego Bautista de Durango lo había renunciado a su favor el bachiller Arias Hurtado. AVM, Libros de Acuerdos, 16 de septiembre de 1579. 19  En la Nueva recopilación no he hallado que se citen inconvenientes derivados de la pérdida de escrituras de escribanos, sino que se centra en ofrecer normas para evitar que eso ocurra, de ahí su ausencia en las notas al pie de este capítulo. 20   Libro de las bulas y pragmáticas…, vol. 1, fols. XLIVvº-XLVIrº. La cita procede del fol. XLVrº. Esta pragmática incorpora parte de la ley 55 del título 18 de la III partida. Sin embargo, en las Partidas aún no se advierten los inconvenientes que pueden nacer de no cumplir la ley. 18

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nera considerable el radio de acción de búsqueda de cuantiosa documentación. Esa afirmación es mera teoría, pues en la práctica también abundaban los descuidos entre los escribanos. 21 De hecho, a finales del siglo xvi, Castillo de Bobadilla mandaba seguir determinadas prácticas sobre la documentación para evitar un percance que acaecía de ordinario en los lugares donde se arrendaban escribanías, del número y del ayuntamiento. Mandaba que, en circunstancias laborales de alquiler, cuando los escribanos acababan en el oficio, debían entregar al sucesor por inventario los procesos y registros que ante ellos hubieren pasado porque, de otro modo, las partes interesadas no podían cobrar las deudas, y los delitos procesados quedaban sin castigar. 22 Ante ese tipo de contextos, era normal que cundiese el temor de que los documentos se pudiesen traspapelar al fallecer el escribano ante quien habían pasado. Al respecto, es significativo lo sucedido con una escritura que estaba en el registro del escribano del número José de Uclés, quien además había colaborado con el concejo madrileño. La circunstancia fue como sigue. El regidor Juan Hurtado de Mendoza había sido designado heredero universal de un tío suyo. Sin embargo, no se hallaba el testamento del tío, porque el escribano ante quien había pasado estaba muerto, y «no se save de sus rregistros». Llegado el momento, la parte interesada necesitaba cobrar su fracción de la herencia, y temía que: la dicha scriptura se podría perder por fuego u agua o por otro casso fortuito, y no le quedaría rrecado del dicho testamento. Por tanto, pido y supplico a vuesa merçed mande ber la dicha scriptura, y visto questá sana, no rrota ni cançelada, y questá signada de escrivano público, mande que della se den a mi parte uno o dos traslados autoriçados, y se le vuelva el dicho oreginal, quedando otro traslado en poder del scrivano, los quales se den a mi parte y a mí en su nombre para 21  L. Zozaya Montes: «Los escribanos y la pérdida de sus títulos de oficio…» 22  Dice: «porque acaece de ordinario irse los tales escribanos, y llevarlos [los procesos y registros], y padecer las partes interesadas en dejar de cobrar sus deudas, y seguir su justicia, y quedar los delitos procesados sin castigo […]», J. Castillo de Bobadilla: Política para corregidores..., tomo I, p. 580.

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ussar dellos como viere que le combiene. El licenciado Tovar (firma y rúbrica). 23

Según la Nueva recopilación, cualquier tipo de escribano, al igual que el del concejo, tenía la obligación de dar las escrituras no fenecidas (que eran normalmente las de mayor utilidad) de la escribanía a quien le sucediera en el oficio. 24 Así se cumplía en numerosos casos, fuesen escribanos del tipo que fuesen, como sucedió con el escribano de cámara y del crimen Francisco Martínez. En el inventario de sus bienes, fechado en septiembre de 1653, vinculó las escrituras de la escribanía al sucesor en el oficio: Más se puso por ynventtario un escripttorio viejo de pino que se ttrajo de ofiçio que toca a la esquina de la cárcel de corte en el qual pareçe aver diferentes papeles que, aviéndose rreconoçido, consta son diferenttes carttas de pago de los censos que dicho Françisco Martínez ttiene, y otros papeles tocanttes a la testamenttaría del secrettario Juan Gabriel Rodríguez y hazienda que dexó y otros de poca ynportançia. Y los demás papeles que dejó el dicho don Françisco Martínez stán en el ofiçio para entregarlos a la persona que \le/ exerçiere. Iden aviendo reconocido el escriptorio de baquetta que va puesto anttes desto parece se alló en él unas ynformaçiones de la nobleca [sic] del dicho señor don Françisco Martínez y otros muchos papeles con un le\ga/xo de fiancas [sic] echas por diferenttes personas que se an de en­ ttregar a la persona que sirbiere en el oficio de scrivano de cámara. 25

Por ello, cuando alguien requería sacar traslado de alguna escritura pero el escribano del número ante quien había pasado estaba muerto, debía acudir a su sucesor en la escribanía. Así ocurrió cuan23  AHPM, protocolo 470, escribano Josepe de Uclés, s/f. (pero está colocado donde corresponde el fol. 2rº). 24  Tal como resumía la Nueva recopilación (lib. IV, tit. XXV, ley XXIV) en la intitulación de la norma, «que los registros de qualesquier escrivanos muertos, así de los escrivanos del Consejo i audiencias, como de todos los otros escrivanos del reino, por muerte o privación, sean entregados al sucessor en el oficio, i lo mismo renunciando los oficios». Igualmente resumía Bovadilla: «que el escribano que fuere privado del officio en qualquiera manera entregue los processos y registros al sucesor», J. Castillo de Bobadilla: Política para corregidores..., tomo I, lib. II, cap. XVI, p. 580. 25  AHPM, protocolo 7345, fol. 502vº, escribano Gerónimo Martínez. Cursivas de la autora.

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do en 1608 el arzobispo de Toledo necesitaba el traslado del testamento de Ventura Falconi sobre la fundación de una capilla. Tuvo que dirigirse al escribano del número (y del concejo) Pedro Martínez, pues su padre había otorgado aquella carta de última voluntad en calidad de escribano del número. El prelado pidió: a vos, Pedro Martínez, scrivano del número de la villa de Madrid, subçesor en los papeles y ofiçio de Françisco Martínez, ante quien Bentura Falconi hiço y otorgó su testamento en que fundó una cappilla y patronazgo en la Yglesia parroquial de San Miguel de la dicha villa, que siendo rrequerido con esta nuestra carta deis y entreguéis a la parte de Bentura Falconi, vezino de la dicha villa, traslado signado y en manera que haga fe de la cláusula de la dicha fundaçión con pie y cabeza del dicho testamento para en guarda de su derecho, lo qual ansí haçed y cumplid so pena de excomunión y de çinco mill maravedís para la nuestra cámara pagar [roto] vuestros derechos, dada en Toledo a treçe de agosto de mill y seisçientos y ocho. 26

Gente más humilde también se dirigió al mismo escribano, Pedro Martínez, con igual intención de que consultase entre los papeles de su padre y antecesor en el oficio en la escribanía del número. Así hizo aquel mismo año una particular, Jerónima María. Su marido estaba cargándole con todas sus deudas, a lo que ella pretendía oponerse, alegando una prebenda que constaba en el documento que solicitaba: una carta de pago y dote. 27 Pocos años después, en 1611, de nuevo el escribano Pedro Martínez tuvo que buscar, en calidad de escribano del número, un testamento cerrado que había pasado ante su padre para dar un traslado.  Petición redactada por el escribano Francisco Salgado, AVM, Secretaría, 4-17-2 s/f. 27   «Gerónima María, muger de Hernán Pérez, digo que el dicho mi marido está ausente por deudas que debe, y me an sacado toda mi haçienda, y quando yo me casé con él no tenía haçienda ninguna, y a mi derecho conviene oponerme a mi docte que Pedro [tachado: Juan] Martínez, escrivano, por los papeles de Françisco Martínez, su padre, me dé un traslado de çierta carta de pago y docte quel dicho mi marido presentó de çierta prevenda que a mí se me dio. A vuestra merçed pido y supplico mande al dicho Pedro [tachado: Juan] Martínez dé un traslado de la dicha carta de pago y dote para el dicho efecto, y para ello etcétera. Gerónima María (firma)». AVM, Secretaría 4-17-2, s/f. Cursivas de la autora. 26

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Lo usó con una vecina de Madrid, quien solicitó al cabildo que se trajeran los papeles de Pedro Martínez para defenderse con ellos del siguiente modo: Doña Catalina Pasalagua, veçina de esta villa, digo que el Consejo Real remitió a vuestra merçed la visita y exequciónn de un repartimiento que está echado a los veçinos de un pedaço de suelo que, pidiéndolo ellos, se me a tomado para adorno de la calle; a vuestra merçed supplico mande traer los papeles que esto contienen que están en poder de Pedro Martínez, escrivano del número desta villa, para que, vista mi justiçia, vuestra merçed mande se cobre el dicho repartimiento porque soi muy pobre y sustento çinco hermanitos huérfanos, y para ello ettcétera. Doña Catalina Pasalagua (firma). 28

Cuando un escribano recibía las escrituras del predecesor en la escribanía debía dar un conocimiento; es decir, expedía un recibo a modo de comprobante de la entrega. Así se hizo cuando en enero de 1523 el escribano del concejo Antón de Ávila entregó a Pedro de Oviedo varios procesos y papeles relacionados con los pleitos que la villa litigaba contra El Real de Manzanares. Tras la entrega, se constató el recibo de esta forma: Otro quaderno de quarto de pliego de Micael, escrivano, de quinze hojas, las quales dichas provanças llevó para dallas y entregallas a Valençiano, escrivano que suçedió en el ofiçio de Pallares, o a Samaniego, su ofiçial, que las avía dado a Gonçalo de Salas, rreçebtor y este las dexó en poder del dicho Antón Dávila y tengo de traer conosçimiento del dicho escrivano o del dicho su ofiçial de cómo las rreçibe del dicho Antón Dávila, de lo qual os doy este conosçimiento, firmado de mi nonbre de cómo me entregastes este dicho libro e escrituras. 29

En definitiva, la teoría no siempre se avenía con la práctica. Al conocer las normas, hoy día puede sorprender que la villa de Madrid no tuviese siempre como oro en paño las escrituras de sus escribanos. Empero, esa actitud descuidada era normal en la época. El mismo problema atañía a todo el reino y sucedía generalmente con cuantiosos documentos de cualquier procedencia.  AVM, Secretaría, 4-17-2, s/f. Cursivas de la autora.   Fechado el 8 de enero de 1523. AVM, Libros Manuscritos, 68, fols. 3rº-3vº. 28

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2.  Un contexto proclive a las creaciones de archivos en el reino Es interesante advertir que el nacimiento de los archivos de escribanos capitulares madrileños que se estudian en el siguiente apartado se diesen, precisamente, después del establecimiento de la corte en el año 1561 y los dos lustros siguientes. No se puede afirmar que la presencia cortesana fuese la única causa directa de esas creaciones, aunque influyese en todos los aspectos de la vida de la villa, y aunque multiplicase los asuntos que ésta debía tratar, y, con ello, la documentación. Para ponderar la influencia cortesana, por un lado, hay que mencionar también las creaciones coetáneas de archivos en el reino, prestando especial atención a los archivos de escribanos. Por otro lado, se ha de atender a la evolución archivística dada en los archivos del concejo de Madrid. En otros lugares del reino fueron multiplicándose archivos de diversos tipos de forma general; algunos de ellos habían iniciado su andadura en la edad Media. En Castilla, Simancas resultaba modélico, pero además las ordenanzas de la Chancillería de Valladolid dictaron, en el último cuarto del siglo xv, normas para el cuidado archivístico de su documentación. Navarra también contaba con archivos desde la Edad Media, y la Corona de Aragón era ejemplar en ese aspecto. 30 Se estaba gestando una elemental y embrionaria red de archivos. 31 Esas creaciones eran una respuesta administrativa a la creciente complicación burocrática que cada vez dependía más de la escritura. Con el transcurso del tiempo se hacía más latente la necesidad del archivo en todos los campos gubernativos. 32 La coyuntura iba imponiendo que instituciones dispares de todo el reino tuvieran archivos. Ya se mencionó en otro capítulo que los Reyes Católicos habían mandado, en el año 1500, que todos los con30  Consta un conciso compendio en R. Conde y Delgado de Molina: «Archivos y archiveros en la Edad Media peninsular», en J. J. Generelo y A. Moreno López (coords.): Historia de los archivos y de la archivística en España, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1998, pp. 13-28. 31  Según J. L. Rodríguez de Diego: Instrucción para el gobierno del archivo..., p. 53. 32  D. Navarro Bonilla: La imagen del archivo: representación y funciones en España (siglos xvi y xvii), Gijón, Trea, 2003.

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cejos y lugares del reino tuvieran arca con llaves para guardar los documentos. 33 Además, en ella deberían custodiar volúmenes legales como las Siete partidas, las Leyes del fuero y los Ordenamientos y pragmáticas, 34 necesarios para el buen gobierno de una ciudad. 35 Anteriormente ya la Inquisición, que también estaba presente en todo el reino, había hecho obligatoria la tenencia del archivo, y en su normativa concedía gran importancia a los notarios como custodios de la documentación. Tomás de Torquemada recogió, en la Compilación de las instrucciones del oficio de la santa Inquisición, diferentes reglas promulgadas entre los años 1488 y 1500 que contemplaban el control de todas las escrituras inquisitoriales, de la condición que fuesen. 36 Deberían estar a buen recaudo en arcas que se debían situar en la misma sala donde estuviesen los inquisidores, por la comodidad que suponía tenerlas a mano y por evitar que saliera de allí ningún papel, debido al daño que ello podría conllevar. Las arcas tenían que cerrarse con llaves que debían controlar los inquisidores y los notarios de la institución. El incumplimiento de alguna de aquellas reglas se penalizaba con la privación del oficio. 37 Además, el organismo contaba con un archivo secreto que podía custodiarse tanto en un   Libro de las bulas y pragmáticas…, fols. 108rº-118rº.   «[…] E asimismo faga que en la dicha arca estén las Siete partidas e las Leyes del fuero e de los Ordenamientos e pragmáticas, porque aviéndolas mejor se pueda guardar lo contenido en ellas». Libro de las Bulas y Pragmáticas…, fol. 111rº. 35  Sobre la utilidad política de esa normativa, L. Zozaya Montes: «Una revisión sobre las periodizaciones archivísticas…», pp. 133-145. 36  Como recogen las instrucciones de Valladolid de 1488, instrucción vii, y lo mismo repiten las instrucciones que tocan al fiscal, instrucción i; T. de Torquemada: Compilación de las instrucciones del oficio de la santa inquisición, Granada, 1537 (ed. facsímil: Madrid, Raycar, 1982). 37  La escrituras tendrían que estar «a buen recaudo en sus arcas en lugar público donde los inquisidores acostumbran hazer los actos de la Inquisición, porque cada que fuere menester las tengan a la mano y no se dé lugar que las lleve fuera por escusar el daño que se podría seguir; y las llaves de las dichas arcas estén por mano de los dichos inquisidores en poder de los notarios del dicho officio por ante quien passan las tales escripturas y actos; y esto manda que assí se cumpla so pena de privación del officio al que lo contrario hiziere». T. de Torquemada: Compilación de las instrucciones del oficio..., instrucciones generales dadas en Valladolid en el año 1488, instrucción vii; instrucciones que tocan al fiscal, instrucción i. 33 34

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arca como en una dependencia, para lo que las normas cambiaban un tanto, en parte porque se hacían más rígidas: Otrosí que en cada Inquisición aya un arca o cámara de los libros, registros y escripturas del secreto con tres cerraduras y tres llaves, y que de las dichas llaves las dos tengan los dos notarios del secreto, y la otra el fiscal, porque ninguno pueda sacar escriptura alguna sin que todos estén presentes, y si algún notario hiziere algo que no deve en su officio, sea condenado por perjuro y falsario y privado de su oficio para siempre jamás, y le sea dada más pena de dinero o de destierro según que los inquisidores generales vieren que cumple siendo convencido dello, y que en la dicha cámara no entren sino sólo los inquisidores y notarios del secreto y el fiscal. 38

En ese ambiente de interés general hacia los archivos en la época, también se fueron incrementando de forma paulatina los archivos para escribanos en Europa, como en Francia en la Edad Media o de forma posterior en Italia. Atendiendo a los casos hispanos, a finales del siglo xvi hubo en Barcelona un proyecto que, aunque en último término no se realizó, fue conceptualmente de notable importancia. 39 Además de casos teóricos proclives al cuidado de los archivos, también se dieron casos prácticos en otros lugares del reino. En Trujillo se edificó una casa como archivo notarial, en una de las bocacalles que salían de la plaza mayor, y en su puerta decía una inscripción: «esta ciudad mandó hazer esta obra de archivo de escrivanos, siendo corregidor en ella por su majestad don Rodrigo de Baçán, año de 1596». 40 Es cierto que trata de una fecha tardía, y que se podía sugerir que acaso siguiera modas que se estilaban en la corte. Pero los archivos de los escribanos del concejo madrileño, aunque se iniciaron en la década de los sesenta, fueron infinitamente más modestos que el de Trujillo, y es probable que allá no se hubiesen enterado de su existencia.   «[Al margen:] de la cámara del secreto y de las llabes y quienes las han de tener»; T. de Torquemada: Compilación de las instrucciones del oficio..., instrucción x dada en Ávila en el año 1498. 39  L. Pagarolas Sabaté: Los archivos notariales…, p. 52. 40  Citado en J. Bono Huerta: Los archivos notariales…, p. 13. 38

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Otro archivo de escribanos de carácter bien sencillo existió en Santander tiempo después, en el año 1621. Era un arca con una llave para el escribano del concejo, donde guardaba algunos documentos como el libro de actas o el padrón de las bulas del año en curso, más ciertos elementos materiales, como un tintero y una salvadera. 41 El archivo de la Hermandad de escribanos del número de Madrid, auspiciada por san Juan apóstol, también ordenaba una normativa al uso en la época. Ya desde la Edad Media existían en el reino cofradías, colegios o hermandades de escribanos, como las de Toledo o Córdoba, 42 y para instituirse necesitaban unos reglamentos. Entre las ordenanzas y constituciones de la Hermandad de escribanos del número de Madrid, una versaba sobre la futura fundación de un archivo. Mandaba que se comprase, con el primer dinero que hubiese, un arca de nogal fuerte con barras de hierro y tres cerraduras, con llaves diferentes que deberían estar en manos de dos diputados y del escribano del número más antiguo. Se pretendía que, si hiciese falta introducir o sacar algún papel o dinero del arca, tuvieran que concurrir los tres. Esa medida de seguridad era típica en la época. El arca debía estar en poder del escribano del número más antiguo o de los dos que se nombrase por diputados. El arca tenía que servir de archivo donde se guardasen todos los papeles tocantes a dicho número y congregación. Además, se debía comprar un libro grande donde se escribieran tanto aquella concordia como los acuerdos que se hiciesen, o la lista del turno de los escribanos del número que se habían sucedido. Ésta se tenía que copiar de un libro viejo que tenía aquella fundación. 43 Madrid también estaba impregnándose de aquel interés por los archivos existente en la época, donde asimismo se hicieron latentes 41  R. M. Blasco Martínez (ed.), V. M. Cuñat Ciscar, J. Maiso González: Los libros de acuerdos municipales de Santander…, p. 25. 42   F. J. Aranda Pérez: Poder y poderes en la ciudad de Toledo…, pp. 136-138; M. A. Extremera Extremera: El notariado en la España Moderna…, pp. 122-151. 43   «Concordia executada por el cabildo de escribanos de el número de esta villa de Madrid, para fundamento de la hermandad de su glorioso patrón san Juan Apóstol y Evangelista», fecha: 9 de octubre de 1643. Biblioteca Nacional de España, Varios Especiales, 48-59, s/f. Agradezco la referencia a la doctora Elena García Guerra.

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los avances en sus archivos generales del concejo, al menos desde el punto de vista teórico. En la celebración capitular del 6 de junio de 1565, el regidor Diego de Vargas propuso edificar un archivo junto al ayuntamiento, sobre el peso de la harina de la plaza, bajo la supervisión de los alarifes. La idea se aceptó, pero se truncó por problemas económicos. 44 Sin embargo, esa renovadora propuesta había llegado planteada a raíz de las quejas del corregidor, Francisco Enríquez de Sotomayor. Éste había protestado ante la inapropiada situación de maltrato, suciedad, descuido, desorden y mal recaudo del archivo del ayuntamiento depositado en el Monasterio de Santo Domingo el Real. Ante ese panorama, solicitó que el archivo de la villa estuviese más acorde con lo que debía corresponder a un lugar de su talla: por lo qual, pide y suplica a los señores del ayuntamiento y les rrequiere que se dé orden que las dichas escrituras se instalen y pongan por orden e inbentario, según y como es costunbre azerse en todos los demás lugares prinçipales de la calidad desta villa de Madrid. 45

Sin duda, esa expresión estaba influida por la presencia de la corte, pues Madrid era en origen una modesta villa que no tenía la importancia de otras ciudades como Toledo, de donde había llegado la corte, o como Valladolid, adonde años después partió. Resulta oportuno reparar en que el corregidor no era natural de la villa y había comenzado a ejercer en Madrid tan sólo unos días antes. 46 Acaso venía informado, acaso sabía la importancia que la monarquía otorgaba al Archivo de Simancas, o conocía la creación (por razones hacendísticas) de un archivo de Cortes en el año 1563. 47  Tracé un esbozo de esa evolución del archivo en tiempos de Felipe II en mi tesina o trabajo de investigación, defendido durante el curso académico 20002001, y completé el estudio en mi tesis doctoral, L. Zozaya Montes: El archivo de la villa de Madrid en la alta Edad Media (1556-1606), Madrid, Universidad Complutense de Madrid (UCM), 2008, , pp. 92-113. 45  AVM, Libros de Acuerdos, 6 de junio de 1565. Cursivas de la autora. 46  Entregó el título de corregidor y tomó posesión de él en AVM, Libros de Acuerdos, 25 de mayo de 1565. 47  Documenta el nacimiento de ese archivo J. L. Rodríguez de Diego: Instrucción para el gobierno del archivo..., pp. 51-52. 44

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3.  R  eunión de escrituras de escribanos y creación de archivos muebles en el concejo madrileño El cabildo madrileño, al igual que se preocupó en la época por la documentación contable o por la del ayuntamiento en general, 48 comenzó a prestar cada vez mayor interés a las escrituras de sus escribanos. Para guardarlas y controlarlas de forma más apropiada, fue creando pequeños archivos muebles concebidos para ese uso, ubicados en su misma sede. Su fabricación se solía financiar de bienes propios de la villa, como otros muebles del cabildo. Aunque la propuesta de hacer esos archivos se manifestó en el concejo por boca de los regidores, también cabe barajar la posibilidad de que, de forma previa, los escribanos se hubiesen expresado en foros informales, ajenos al ayuntamiento, y hubiesen explicado que necesitaban otro archivo a los regidores, quienes podían después solicitarlo en el concejo. Dado que el ayuntamiento madrileño disponía de diversos fondos documentales, para evitar confusiones conceptuales conviene distinguir de qué archivos se va a tratar aquí. En una categoría general se hallaban los archivos del concejo, que abarcaban todos los fondos generales del cabildo. En una categoría particular (englobada dentro de la anterior) se hallaban los archivos de escribanos. En éstos se centra el presente apartado, que también ofrece a continuación datos básicos de los archivos generales del concejo. En los inicios de la Edad Moderna, al igual que sucedía en tantos ayuntamientos del reino, 49 el archivo del concejo madrileño se componía de varias arcas con documentos, que eran los archivos de la época. Por ello puede hablarse de los archivos del concejo en plural o en singular, tanto si se atiende al nombre genérico como si se atiende a una de las arcas de archivo en particular. El arca de escrituras del concejo ya existía en los años ochenta del siglo xv y el arca de los privilegios, en el año 1495. Ambas se guardaban en origen donde se celebraban las reuniones concejiles, en una sala de la Iglesia de San Salvador. Empero, en el año 1512 —si no antes—, el arca de los pri L. Zozaya Montes: Al servicio del ayuntamiento. El archivo…  J. Cerdá Díaz: Los archivos municipales..., pp. 23-28; M. García Ruipérez y M. C. Fernández Hidalgo: Los archivos municipales… 48 49

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vilegios se llevó al Monasterio de Santo Domingo el Real. 50 En esos dos lugares siguieron custodiándose los archivos concejiles desde entonces, hasta que en octubre de 1572 el archivo situado en el convento fue transportado al consistorio —que ya contaba con un lugar laico para reunirse— donde quedaron ambos juntos. Su archivero se designaba entre los regidores en la época. El concejo usaba esos archivos del concejo principalmente con fines políticos y fiscales, para defender sus posesiones y privilegios ante cualquier intromisión, incluida la regia. 51 Además de esos archivos del ayuntamiento por excelencia (el arca de escrituras y el de privilegios), el concejo fue creando de forma paralela otros archivos muebles, más o menos complejos, que iban enriqueciendo la infraestructura archivística del cabildo. 52 Por una u otra causa, relacionada posiblemente con la presencia de la corte en la villa, el concejo madrileño creó varios archivos para guardar las escrituras de sus escribanos en la propia sala del consistorio. Entre ellos, destacó un archivo con dos llaves, sobre el cual el ayuntamiento reguló sus normas de control y conservación. Ese proceso de evolución es digno de análisis.

3.1. Multiplicación de archivos de escribanos en el concejo madrileño Desde los años sesenta del siglo xvi, el cabildo madrileño fue aumentando el número de archivos para guardar las escrituras de sus escribanos, en forma de bufetes, arcas, arquetas o escritorios. 53 Aunque algunos de esos muebles, como los bufetes o escritorios, tenían la doble utilidad de servir como escribanías para despachar docu50  L. Zozaya Montes: «Historiografía, fuentes e historia del archivo…», en prensa. 51  L. Zozaya Montes: «Archivos municipales al servicio del poder, archivos municipales al servicio del concejo», en Actas de la XI Reunión Científica de la Fundación Española de Historia Moderna. Homenaje a D. Antonio Domínguez Ortiz en el centenario de su nacimiento, en prensa. 52  En esencia, desarrollo las ideas que esbocé brevemente en A. Alvar Ezquerra et alii: «Los escribanos del concejo de Madrid...», pp. 174-179. 53  Como los existentes en el Museo Nacional de Artes Decorativas (Madrid, calle Montalbán, 12).

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mentos, en este estudio los trataré como archivos cuando desempeñaban esas mismas funciones de albergar papeles o conjuntos documentales. 54 Por archivos se tenían en la época. Así los definía Sebastián de Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana o española, quien en la voz arquilla incluía a los archivos, y aclaraba que eran los cajones donde estaban las escrituras públicas y de la comunidad. 55 En la reunión capitular del 7 de abril de 1565 se solicitó la creación de un archivo con documentación de escribanos. Se encomendó al regidor Diego de Vargas que encargase hacer un bufete de nogal con cajones y que se cerrase con llaves, para guardar los papeles los escribanos del ayuntamiento. El bufete se pretendía colocar en la misma sala donde se reunía la corporación. 56 Sin embargo, no se especificó cómo organizarían su contenido ni quién custodiaría sus llaves. Aquel mueble siguió utilizándose en adelante, además de como contenedor de papel, con otros usos que acaso se puedan denominar simbólicos, como los relacionados con la legalidad en las votaciones. 57 Acaso aquel bufete fuese el mismo que se mencionó años después en una reunión capitular del 29 de agosto de 1576. Entonces, se pretendió ampliar la capacidad del mueble añadiendo un anejo. Para 54  Desempeñarían la función de archivo, respondiendo incluso al sentido actual más básico del término, ya que pretendía ser un depósito ordenado y estable de documentos. La documentación, como se verá, se rigió bajo un estricto control, al menos en teoría. 55  Y continúa, «los archivos de Simancas contienen en sí todos los recaudos, assí de reyes como de los señores y particulares». S. de Covarrubias Orozco: Tesoro de la lengua castellana…, voz arquilla. 56  AVM, Libros de Acuerdos, 7 de abril de 1565. No tengo noticia de que por aquel entonces Vargas fuera llavero, como sí lo fue más adelante. Parece que ese año era llavero Pedro de Herrera. L. Zozaya Montes: Al servicio del ayuntamiento. El archivo… 57  El bufete tendría usos varios, relacionados con la legalidad de lo decidido. Como cuando votaron entre tres regidores para elegir llavero del alholí: «Y puestos los tres nombres en un pliego de papel en el bufete del scrivano, se lebantase cada uno y con una rraya que diese votase por quien le pareçiere»; AVM, Libros de Acuerdos, 2 de mayo de 1590. Esos usos son tema de un trabajo en curso de la autora.

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ello, se encomendó al escribano del concejo Jerónimo de Riaño que, debajo del bufete que estaba en el ayuntamiento, mandase hacer un cajón «para tener y guardar los papeles», con una sobremesa de paño colorado. 58 Días después, se incidió en la misma idea de aumentar muebles y archivos, pero con mayores pretensiones, mediante detallados encargos que ayudan a recrear de forma imaginada el mobiliario escribanil de la sala del concejo. El cabildo mandó que se elaborase una sobremesa de terciopelo carmesí para el bufete del ayuntamiento donde estaba el escribano, y otra para un bufete que asimismo se mandó hacer para cuando fuera menester escribir, que se colocaría delante de donde se situaba el corregidor. Además, se solicitó comprar material litúrgico: una salvadera, una campanilla y dos candeleros de plata para el altar del consistorio, necesarios cuando se decía misa. Eso era normal en un estado confesional. También se determinó que se comprase una salvadera y un tintero de plata, probablemente para el escribano. Por último, se mandó que se construyeran dos cajones con llaves para poner debajo del bufete de los escribanos, «para guardar los papeles y otras cosas». 59 Sobre los materiales nobles de las escribanías, las modas y su significado hablé anteriormente, por lo que a ello remito. 60 3.2. Redistribución de escrituras y creación de un archivo común de escribanos capitulares en el consistorio Las medidas que adoptó el ayuntamiento madrileño para reunir los documentos de sus escribanos evidencian una evolución archi Sobre la financiación: «e lo que costare se pague por libranza del señor corregidor y don Pedro de Vozmediano en quien se comete de propios». AVM, Libros de Acuerdos, 29 de agosto de 1576. 59  Respecto a la financiación, resuelven que «todo lo cual se pague por libranza de los señores corregidor y Pedro Rrodríguez de Alcántara a quien se comete que lo haga conprar e fazer e vender las dichas sedas luego, e sea como conbiene porque todo se le comete». Esas sedas eran las que tenía en su poder Gregorio Sánchez y que debía vender. AVM, Libros de Acuerdos, 7 de septiembre de 1576. 60  Véase el apartado sobre el acrecentamiento de la escribanía del número en el año 1557. 58

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vística desde el punto de vista conceptual. En el año 1565, la institución quiso juntar sus escrituras notariales en un bufete en el consistorio. Al año siguiente, pretendió que determinadas escrituras pasasen ante los escribanos de dicha corporación, en lugar de ante los escribanos del número. En 1568, proyectó registrar la documentación de algunos escribanos del ayuntamiento, labor que se redefinió y continuó en el año 1571, culminando en enero de 1572, cuando el cabildo fabricó un arca con función de archivo para guardar sus escrituras antiguas y modernas, que repartió vinculándolas a las escribanías. 61 El cabildo comenzó a hacer archivos con el fin de reunir la documentación de sus escribanos por diversas causas. Aunque debieron de existir varias de diferente naturaleza, siempre cabe atender a los motivos económicos, que normalmente eran el motor del control documental en la villa. Téngase en cuenta que el consistorio madrileño sufría notables pérdidas financieras debido a que sus escrituras se traspapelaban con frecuencia. 62 Situaciones similares a las de Madrid se daban en el resto del reino castellano en la época. En las Cortes se reflejó el problema de que el extravío y pérdida de escrituras provocaba, a municipios y a particulares, numerosos pleitos, pérdida de títulos, justicias, haciendas y otros inconvenientes varios. 63 Por ello, la villa procuró recuperarlas, reconocerlas y custodiarlas mediante varios sistemas. En agosto de 1566, el concejo intentó controlar ciertos documentos porque los recaudos que teóricamente debía ingresar de las escrituras no se estaban cobrando. El cabildo concertó que el procurador general diera petición en el Consejo para que los escribanos del ayuntamiento se encargaran de hacer «las escripturas de los maravedís de çensos y pan de rrenta que la villa tuviere y 61  Para facilitar el seguimiento del trajín documental, remito a la figura 5: Demanda por parte del ayuntamiento de escrituras de escribanos del concejo para su archivo (1568 y 1571), y a la figura 6: Solicitud de documentación de los escribanos por parte del concejo (1571). 62  L. Zozaya Montes: «Mermas de poder económico debido a la pérdida documental...», pp. 1295-1306. 63  J. L. Rodríguez de Diego: Instrucción para el gobierno del Archivo de Simancas…, pp. 48 y 49.

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otras cosas», y que pasasen ante ellos. De no hacerse, las escrituras del concejo se perdían, porque andaban en manos de los escribanos del número, que atendían de forma paralela a cuantiosos negocios y no las cobraban como debían, según se testimonió. Por ello se decidió que, en adelante, dichas escrituras pasasen ante los escribanos del ayuntamiento. 64 Es posible que ese traspaso no se aceptase bien entre los escribanos del número, que estaban acostumbrados a los conflictos de competencias con los escribanos del concejo, tan comunes en Castilla en la época. 65 Dos años después, la pérdida de ciertas escrituras que habían pasado ante varios escribanos difuntos estaba causando problemas al cabildo, pues le suponía una considerable reducción en sus ingresos. La institución, para poder cobrar numerosas deudas, propuso pedir, en el Consejo de Castilla, los salarios que se debían pagar a las personas que se ocupasen de hacer el inventario de las escrituras municipales y de sacarlas del poder de los escribanos ante quienes hubiesen pasado. Además, debían encargarse de tomar cuentas y de averiguar qué se debía a la villa para que se cobrase. Esas labores eran complicadas, según se decía, ya que había numerosas cuentas antiguas, viejas, rezagadas y perdidas de años pasados. Agravaba esas dificultades el hecho de que las escrituras y cuentas habían pasado ante numerosos escribanos que, en su mayoría, habían fallecido. El concejo prometió remunerar ese trabajo de forma generosa. El regidor que se encargase de ver las cuentas rezagadas debía cobrar doscientos ducados, y el escribano y el contador que colaborasen iban a recibir diez mil maravedís per cápita. 66 Esos problemas económicos acaso despertaron, poco tiempo después, la preocupación del cabildo por juntar la documentación de sus escribanos en algún archivo que reuniese más garantías que las observadas hasta el momento. En noviembre de 1568, el cabildo especificó los nombres y apellidos de los escribanos cuya documentación reque AVM, Libros de Acuerdos, 30 de agosto de 1566.  Incluso anteriormente se había dado en Madrid la injerencia de los escribanos públicos en competencias de los escribanos del concejo, como en la notificación de cartas de emplazamiento, lo cual iba en detrimento de la villa. P. Rábade Obradó: Orígenes del notariado madrileño…, p. 171. 66  AVM, Libros de Acuerdos, 12 de enero de 1568. 64 65

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ría. 67 Eso ocurrió cuando el concejo quiso sistematizar los censos que habían pasado ante Antón de Ávila, Gaspar de Ávila, Francisco de Monzón y Francisco Cabrera. Eran los escribanos del concejo pasados y presentes. Los dos primeros ya habían fallecido, pero aún tiempo después salieron a colación en el ayuntamiento de forma ocasional, en relación con pagos o con escrituras que habían pasado ante ellos. 68 En ese año 1568, los escribanos capitulares eran Francisco de Cabrera y Francisco de Monzón. Recuérdese que la evolución de los titulares hasta entonces había sido la siguiente. En la escribanía acrecentada era tan simple que basta con mencionar al estrenado Francisco de Cabrera, quien había tomado posesión del título concejil el 17 de julio de 1566, hacía apenas dos años del nuevo ajuste documental. Con diferencia, la escribanía antigua contaba con una trayectoria más compleja. Antón de Ávila había comenzado a ejercer como escribano del concejo en 1484 y cesó en 1519, cuando renunció al oficio en favor de Gaspar de Ávila, su hijo. 69 Gaspar figuraba como escribano en los años cuarenta, pero ya en 1557 estaba Monzón en la escribanía. Antón era tío y Gaspar era primo de Francisco de Monzón, quien fue su sucesor en la escribanía. 70 El concejo buscaba la documentación de esos cuatro escribanos porque se había denunciado que cuantiosas escrituras de censos de la villa que habían pasado ante ellos faltaban por sacar de sus registros, y otras que sí se habían sacado estaban perdidas. Por tanto, la hacienda municipal perdía cada día recaudos de censos, y podría perder aún muchos más. La cuestión era urgente, pues por aquel entonces había testigos capaces de reconocer las firmas de los escri AVM, Libros de Acuerdos, 5 de noviembre de 1568.  Se mencionan, como cuando en relación con la evolución de los pleitos de El Real y de Cubas y Griñón se leyeron en el cabildo dos cartas, «y en ellas dize ques neçesario se enbíe una provança que se hizo ante Antón de Ávila, escrivano que fue deste ayuntamiento, hecha año [sic] de quinientos o de noventa e nueve, o visytas que oviere». AVM, Libros de Acuerdos, 3 de abril de 1562. También se mencionaron los herederos de Gaspar de Ávila en AVM, Libros de Acuerdos, 25 de septiembre de 1566. Sobre los escribanos pasados, véase P. Rábade Obradó: Orígenes del notariado madrileño…, pp. 157-163. 69  C. Cambronero: «Cosas de antaño»..., p. 406. 70  AVM, Libros de Acuerdos, 28 de febrero de 1570. 67 68

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banos fallecidos, pero si los testigos muriesen, se extinguiría ese recurso. 71 Ante tal panorama, el concejo encargó al regidor Juan Ramírez de Vargas (quien una época fue archivero 72) la comisión consistente en hacer comprar dos o tres libros encuadernados, o los que fuesen menester, para controlar las escrituras de censos y de reconocimientos de la villa. También deberían constar allí otras escrituras que convinieran, las que hubieren pasado ante los escribanos del concejo coetáneos, Francisco de Monzón y Francisco de Cabrera, que ellos mismos deberían signar. Asimismo, por petición del procurador general, se mandó sacar y signar las escrituras de los difuntos Antón de Ávila y Gaspar de Ávila, «con testigos y autoridad de justicia por ser muertos». 73 La pretensión del ayuntamiento era comprensible: deseaba controlar por escrito censos, reconocimientos municipales y otros contratos de interés financiero para el gobierno de Madrid. De ese modo, pretendía que rindiesen beneficios económicos. La municipalidad iba a financiar la compra de esos libros y el coste que suponía tomar las escrituras de forma mixta: lo que correspondiese a bienes propios lo financiaría de fondos de propios, y lo que correspondiese al depósito, del depósito municipal. Mandó librar el pago a los mayordomos de propios y del depósito por cédulas del corregidor y del regidor Juan Ramírez de Vargas. 74 Pese a la concisión de las indicaciones dadas por el concejo, no se llevaron a cabo, o al menos en su totalidad. Así se deduce porque tres años después, en julio de 1571, el cabildo retomó la pretensión de reunir la documentación de los escribanos capitulares. Corrían otros  AVM, Libros de Acuerdos, 5 de noviembre de 1568. En el apartado sobre la firma del escribano he comentado la magnitud de la cuestión del reconocimiento de las firmas de los escribanos muertos. 72  Al menos en 1576 dejó el cargo de archivero y comenzaba a serlo Pedro de Herrera, L. Zozaya Montes: Al servicio del ayuntamiento. El archivo… 73  AVM, Libros de Acuerdos, 5 de noviembre de 1568. 74   «Y lo paguen los mayordomos de los propios y depósyto por çédulas de los señores corregidor y don Juan Ramírez de Vargas», AVM, Libros de Acuerdos, 5 de noviembre de 1568. 71

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tiempos y la situación había cambiado de modo notable, por ello tuvo que adaptarse a la nueva realidad solicitando la documentación de otros escribanos. Téngase en cuenta que si en el año 1568 el concejo buscaba las escrituras de los finados Antón de Ávila y Gaspar de Ávila, en 1571 ya ni citó las de Antón; si en 1568 los escribanos vivos eran Francisco de Monzón y Francisco Cabrera, en 1571 Monzón había fallecido. 75 Para entender la diferencia en la solicitud de escrituras o cabe ofrecer un breve resumen de los abundantes cambios dados en la escribanía antigua en momentos previos. El 28 de febrero de 1570, Francisco de Monzón tenía graves problemas de salud y renunció a su oficio en favor de su hijo Francisco de Monzón Testa, quien era menor de edad. Durante casi una década ejercieron el oficio otros escribanos. En ocasiones eran tenientes transitorios, como Diego Méndez, quien perduró más de un año; en ocasiones eran escribanos no designados oficialmente, que colaboraban de forma temporal, como José de Uclés; en ocasiones fueron tenientes efímeros, como Pedro Sancho de Castilla, escribano de su majestad, quien ocupó menos de un mes la escribanía. El siguiente escribano fue Francisco Martínez, quien hizo la sustitución durante ocho años. 76 Cabe ahora regresar al mandato del ayuntamiento que en julio de 1571 solicitaba la documentación de los escribanos del concejo. En parte, porque permite apreciar cómo se creaba un archivo y cómo se regulaba en el Madrid de los Austrias. El concejo ordenó, textualmente: que todos los papeles del ayuntamiento desta villa que pasaron ante Gaspar de Ávila y Francisco de Monçón, scrivanos que fueron del ayuntamiento desta villa, que todos están en poder de Francisco de Cabrera, y los del dicho Francisco de Cabrera se traigan al ayuntamiento desta villa y se inbentaríen todos ellos; y los que son de Cabrera que an pasado ante él que no sean comunes se le entreguen, y los que fueren comunes se pongan en un arca que se compre no haviendo, 75  Sobre ese movimiento documental véase la figura 5: Demanda por parte del ayuntamiento de escrituras de escribanos concejiles para su archivo (1568 y 1571). 76  Todo ello se ha estudiado por extenso en el capítulo 5 sobre ejercicio y transmisión de escribanías.

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y ésta tenga dos llaves para que anbos scrivanos se aprobechen dellos; y los que son comunes que fueron de Gaspar de Ávila y Monçón se entreguen a Francisco Martínez, scrivano del este ayuntamiento nombrado por esta villa, por inbentario, como los reçibe. 77

En síntesis, la documentación de los finados Gaspar de Ávila y Francisco de Monzón se hallaba en manos de Francisco Cabrera en el año 1571. Entonces, el cabildo solicitó que toda la documentación, incluida la del propio Cabrera, se llevara al ayuntamiento y se inventariase, como mandaban las normas de la época. Los documentos comunes a la villa se depositarían en un arca —a modo de archivo— ubicada en el cabildo, y los documentos particulares se devolverían de la siguiente manera: a Cabrera los suyos, y a Francisco Martínez, le darían los de Ávila y Monzón. 78 Aquella permuta documental puede explicarse desde un punto de vista legal relacionado con las normas de sucesión en el oficio, pues un escribano debía recibir las escrituras de su antecesor en la escribanía. Sobre esa base, las escrituras de los difuntos Gaspar de Ávila y Francisco de Monzón (de la escribanía antigua) habían sido transferidas a Francisco Cabrera (titular de la escribanía acrecentada), y de éste a Francisco Martínez (teniente de la escribanía antigua), porque Cabrera había tenido esas escrituras sólo de forma provisional, cuando en la escribanía antigua se estaban dando serias inestabilidades porque el titular era un menor de edad que no podía ejercer y la madre no encontraba un teniente estable. Cabrera tuvo que transferir las escrituras a Martínez cuando éste llegó como teniente estable de la escribanía antigua, a la que se debían vincular los papeles según las normas de transmisión de escrituras en el oficio del sucesor. Precisamente, Francisco Martínez había accedido al puesto de escribano del concejo el 18 de julio de 1571, 79 y dos días después el cabildo estaba organizando aquel complejo sistema para solicitar es  «[Al margen:] papeles de ayuntamiento». AVM, Libros de Acuerdos, 20 de julio de 1571. 78  Véase la figura 6: Solicitud de documentación de los escribanos por parte del concejo (1571). 79  AVM, Libros de Acuerdos, 18 de julio de 1571. 77

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crituras de escribanos. La intención del concejo era, por un lado, devolver a cada quien sus escrituras, y por otro, con la documentación común, hacer un archivo. Este caso vuelve a avalar la teoría de que el cambio y la inestabilidad de escribanos en las escribanías del concejo se acompañaban del intento, por parte del cabildo, de controlar y reorganizar la documentación municipal con el fin de que fuese útil para la villa. Es probable que Francisco Cabrera, el titular de la escribanía acrecentada, tuviera bajo su tutela las escrituras de Francisco de Monzón y de Gaspar de Ávila (de la escribanía antigua) sólo durante un plazo concreto: entre el 28 de febrero de 1570 y el 20 de julio de 1571. La primera fecha respondería al momento en que la escribanía antigua comenzó a ser ocupada por tenientes efímeros y por ello se entregó de forma transitoria la documentación a Francisco Cabrera, aunque fuese titular de la escribanía acrecentada (y no de la antigua, a la que se vinculaba la documentación). En julio de 1571, la segunda fecha significativa, el ayuntamiento reclamó las escrituras a Cabrera posiblemente porque acababa de llegar un teniente estable al oficio, Francisco Martínez, a donde debía vincularse el material escrito. El concejo mandó que aquel archivo tuviera dos llaves, una para Francisco Martínez y otra para Francisco Cabrera. Con esa medida, la institución pretendía que quienes eran escribanos del ayuntamiento en esos momentos se aprovechasen de los papeles comunes vinculados a las escribanías, así como de los pertenecientes a los antiguos escribanos Gaspar de Ávila y Francisco de Monzón. Todo lo cual implica que, en ese archivo, Martínez y Cabrera tenían que de­ sempeñar la función, por un lado, de llaveros, y por otro, de archiveros de ese archivo en concreto, porque eran ellos quienes deberían controlar la documentación y conocer sus mecanismos de manejo. El concejo encomendó al regidor Nicolás Suárez (quien entonces no era llavero del archivo) que hiciera llevar, entregar e inventariar esos papeles para que se pusieran, según la fuente, como debían estar, es decir, apropiadamente. 80 Tal acción se traducía en que ese asunto  AVM, Libros de Acuerdos, 20 de julio de 1571.

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no iba a llevarse a cabo exclusivamente por los escribanos. El ayuntamiento estaba interviniendo en el proyecto de recuperación documental y creación de archivos de sus escribanos, regulando el plan de forma estructural. Por ello mandó a Suárez reunir, describir y registrar aquella masa documental y, por último, distribuir todos aquellos papeles de escribanos. Seis meses después ya estaba construida el arca con función de archivo. El concejo libró quince ducados a un carpintero por los gastos invertidos en los materiales: madera, clavazón, herramientas, cerraduras y llaves. Lo encargó hacer, tal como se pactó, el regidor Nicolás Suárez. Y ponderó la valoración de la tasación el alarife Luis Sillero. La libranza del pago no mencionaba ningún archivo, aunque tuviera su función, sino que el arca se había construido para «hechar los papeles que an de ser comunes de los dos scribanos deste ayuntamiento». 81 Toda esa evolución ha mostrado uno de los numerosos sistemas existentes en la época encaminados a recobrar, a reorientar y a recolocar la documentación, en este caso, de los escribanos del cabildo madrileño. El hecho de que el concejo prestase atención a esos archivos no era excepcional en la época. Precisamente, transcurridos unos meses, en octubre, el ayuntamiento llevó el arca de los privilegios municipales que estaba en el Monasterio de Santo Domingo el Real de Madrid a la sala del consistorio, donde se juntó con la otra arca de escrituras del concejo. De ese modo, entre otras cuestiones, se acabó con la fragmentación archivística y con la tutela religiosa de un archivo del ayuntamiento. 82 Así, se puede deducir que en el concejo estaba teniendo lugar una notable evolución archivística, que acaso respondiera a un cambio conceptual sobre la documentación existente en la 81  El carpintero era Arellano, alarife de la villa. Debía librar el dinero Luis Calderón, mayordomo de propios. AVM, Libros de Acuerdos, 25 de enero de 1572. 82  Al respecto, véase L. Zozaya Montes: «El Monasterio de Santo Domingo el Real de Madrid como custodio de un arca del archivo de la villa durante la época de Felipe II», Iglesia y religiosidad en España. Historia y archivos. V Jornadas de Castilla-La Mancha sobre investigación en archivos, Guadalajara, ANABAD – Castilla-La Mancha, 2002, t. III, pp. 1513-1526.

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época. Esa evolución se dio de forma natural, porque el uso de los archivos iba implantándose paulatinamente, comenzaban a ser cada vez más necesarios para el gobierno del reino. 83 Además, cabe suponer que la presencia de la corte supuso un impulso para la evolución archivística de la villa.

 D. Navarro Bonilla: La imagen del archivo…

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7 CONCLUSIONES Al igual que sucedió en otras ciudades del reino, Madrid tenía en origen sólo una escribanía del concejo, hasta que, en marzo de 1557, Felipe II acrecentó el oficio para ingresar el dinero de su venta. Sin embargo, ningún escribano ocupó esa segunda escribanía capitular madrileña hasta nueve años después. Esa tardía ocupación parecía responder a las gestiones que el titular de la escribanía antigua, Francisco de Monzón, había comenzado a tramitar, apoyado por los regidores, contra aquel aumento de escribanías. Empero, perdieron la batalla cuando en julio de 1566 Francisco de Cabrera consiguió la titularidad del nuevo oficio. Así, la escribanía había estado vacía nueve años. También volvió a estarlo en 1579, durante más de un mes, mientras llegaba un nuevo escribano. De nuevo estuvo vaco el oficio durante más de un año en 1596, cuando el concejo determinó que, por un tiempo, sólo sirviese un escribano en la escribanía acrecentada. De ese modo, aunque hubiese dos escribanías del concejo, no siempre funcionaban ambas. Cuando había dos escribanías en un lugar, el jurista Castillo de Bobadilla recomendaba que hubiese dos libros de actas del concejo, para que ambos escribanos redactasen a un tenor. De ese mismo modo sucedía en numerosos lugares del reino; pero el caso de Madrid fue fruto de una evolución. Cuando se ocupó la escribanía acrecentada, en 1566, los escribanos no escribían los libros de actas a la vez, éstos se dedicaban a asuntos diferentes. Seis años después, el 233

concejo decidió que esos libros se turnasen por meses entre ambos escribanos, hasta que en el año 1583 mandó que cada uno se hiciese cargo de un libro. Desde entonces comenzaron a asemejarse, hasta que a finales del siglo xvii eran idénticos. Es posible que esa similitud llegase motivada por la difusión de la sugerencia publicada por el citado jurista en 1597, y desde entonces se unificaron los libros de actas en Madrid. En la redacción de esos libros intervenían en inicio, además del escribano del concejo y sus tenientes, los escribanos colaboradores (asistentes de carácter transitorio en la escribanía sin recibimiento en el oficio). Sus rastros se pueden seguir en los libros de actas gracias a sus firmas y rúbricas. Sin embargo, en otras ocasiones están ausentes esos signos de fe. Tal circunstancia ilícita invita a deducir una de estas dos cosas: o que el escribano estaba cometiendo una ilegalidad por no firmar las actas del día, o que redactaron esos volúmenes sencillos amanuenses, y su incapacidad de dar fe justificaría esa omisión. La participación del escribano en las reuniones consistoriales le convertía en detentador de valiosa información, que incluso fue reconocida por el cabildo en determinadas situaciones. Parte de esa información se convertía en noticia verbal o escrita, que el escribano debía difundir en contextos particulares o generales —según correspondiera— mediante los procedimientos y cauces que el cabildo regulaba, como el pregón o la notificación. A su vez, gran parte de esa información adquiría materialidad escrita, pues el escribano generaba abundante documentación incluso tan sólo en una comisión municipal. El escribano del concejo madrileño era un sujeto activo en el municipio. Gestionaba, filtraba y detentaba información privilegiada. Su conocimiento agilizaba la marcha de los negocios de la villa, que a la par se nutría del amplio abanico que abarcaban sus labores escriturarias como dar fe, validar o trasladar documentos relacionados con la vida municipal en general. Era uno de los oficiales clave que vinculaba al ayuntamiento y a la realidad social madrileña por medio de la documentación. A su vez, la participación del escribano en comisiones que le obligaban a desplazarse para testificar, testimoniar, recabar datos visua234

les, verbales y escritos, o desempeñar cualesquier tareas, hacían de él un profundo conocedor de las realidades y los problemas de la villa y su territorio. En esos recorridos, además de transitar él mismo, a su paso circulaba información en diferentes formas y soportes. Asimismo, el escribano creaba y movía numerosa documentación: la que llevaba consigo sobre el negocio en cuestión y la que iba a crear registrando la información visual y oral que testificase o escriturase. Además de la considerable cantidad de documentos que el escribano acarreaba o introducía en el archivo del ayuntamiento, había un grueso que estaba bajo su poder, tutelado por él, que llevaba y que escrituraba. Custodiaba documentos —copias, traslados y originales— así como libros de negocios y comisiones municipales que resultaban fundamentales para la gestión económica de la villa. La tenencia de esos libros implicaba que debía asumir gran responsabilidad sobre el negocio que tratasen (de forma similar al regidor en una comisión). Acercarse a cómo llevaba esos libros y en qué circunstancias los guardaba revela la siguiente tendencia. Esos libros de gestión municipal no se vinculaban a los oficiales que ejercían en la escribanía, pero sí a las escribanías. Así se explica, por ejemplo, que al concejo no le importase cuál de los dos escribanos capitulares debía guardar cierto volumen, pero cuando uno lo empezaba, él mismo debía acabarlo, y si cesaba en el oficio lo continuaría su sucesor en la escribanía. El escribano del ayuntamiento manejaba y consultaba documentación municipal constantemente. En unas ocasiones hacía de correo, transportándola para dársela a otros oficiales, y en otras ocasiones la analizaba él mismo. Debía ser un profundo conocedor de los fondos documentales del concejo o, al menos, debía tener la pericia suficiente para hallar con prontitud los manuscritos que le hubiesen solicitado. De forma habitual se veía obligado a consultar documentos del concejo. En parte, porque guardaba una de las varias llaves de los archivos municipales madrileños. Así lo mandaba la Nueva recopilación, y así se cumplía regularmente en el Madrid de la Edad Moderna, como igualmente acostumbraba a suceder en el reino. Sobre la base de las citadas normas, también el escribano se encargaba de solicitar documentación que había sido prestada y de introducirla en el archivo del concejo. Que fuese llavero y archivase documen235

tación es muy diferente a afirmar que él fuese archivero del concejo de la época, pues una cosa eran las labores inherentes al oficio de escribano en el cabildo (entre las que debía hacer de llavero), y otra diferente era quién consideraba el cabildo que era el guardián de su documentación. Desde luego, el concejo madrileño designaba al archivero entre los regidores. Así, la villa parece ser una excepción comparada con otros ayuntamientos del reino donde el escribano asumía labores de archivero capitular. Según revela el estudio prosopográfico de las escribanías capitulares, en ambas se dieron unos procesos de transmisión del oficio similares a los acaecidos en el resto del reino. En ellos destacan la proximidad familiar y la endogamia entre sus titulares, de modo que se puede hablar, una vez más, de linajes y dinastías de escribanos. En el concejo fue común el traspaso del título de padre a hijo, de tío a sobrino y de primo a primo. Esas características también se observan en los tenientes y en los colaboradores temporales, así como entre todos ellos y en los escribanos del número. También se ha evidenciado un caso donde las redes amistosas y clientelares desbancaron a las familiares, dado en la escribanía antigua entre los años 1601 y 1606. Dicha cronología es sintomática y posiblemente guarde relación con las camarillas creadas en el ayuntamiento tras la partida y el regreso de la corte a Madrid. Recapitulando, en 1599, un padre (Francisco de Monzón Testa) renunció al oficio de escribano del concejo en favor de su hijo (Pedro de Monzón), menor de edad, y hasta que pudiera ejercer le supliría el mismo padre en calidad de teniente. Pero como éste había acaparado varios títulos cortesanos tenía que irse siguiendo a la corte, por eso en 1601 pidió al concejo que fuese teniente su primo (Francisco Testa). Cuando en 1606 el padre regresó a Madrid y quiso reincorporarse en la escribanía, el ayuntamiento lo rechazó. Así, el nuevo teniente Francisco Testa había logrado que el ayuntamiento rompiese su palabra y quebrase las expectativas dadas al padre (a la par antiguo titular y posterior teniente), e hiciese caso omiso de la preeminencia que la legislación otorgaba al binomio padre e hijo. En el sistema de transmisión del oficio de ambas escribanías destacaron dos comportamientos en inicio diferentes, aunque des236

pués se equipararon y tendieron ambas a la endogamia. Es decir, por un lado, en la escribanía antigua reinaba la endogamia familiar. Por otro lado, la escribanía acrecentada inició su andadura cuando comenzó a ejercer un oficial novel. Dicha escribanía se transmitió por el mecanismo de compraventa —renuncia y aceptación del oficio— entre quienes no eran familiares; de Francisco Cabrera pasó a Jerónimo de Riaño y de éste a Francisco Martínez el Viejo. Desde que entró Martínez como titular en ese oficio comenzó a transmitirlo entre sus familiares igual que se estilaba en la escribanía antigua. En ésta había ejercido Martínez de teniente, por tanto, conocía el sistema de redes endogámicas, que introdujo y afianzó en la escribanía acrecentada, pues desde entonces hasta después de las fechas abarcadas en este estudio siguieron ocupándola sus descendientes directos. El caso de Francisco Martínez el Viejo es un ejemplo ilustrativo de cuán útil resultaba introducirse en la escribanía del concejo, primero mediante colaboraciones temporales y después con sustituciones en calidad de teniente. Las lugartenencias, en casos como el suyo, favorecían el acceso a una plaza de titular. Aparte, las escribanías del ayuntamiento madrileño, así como las del número, sirvieron a algunos oficiales de plataforma para lograr después una regiduría, hecho que también se ha constatado en otros lugares del reino. El 17 de noviembre de 1572, el cabildo convino que los escribanos del concejo de Madrid debían ser a la vez escribanos del número, para ser capaces de escriturar mayor cantidad de negocios y así agilizar las gestiones burocráticas. La orden parecía coherente, cuando además parece que en el reino castellano se acostumbraba a elegir a los escribanos del concejo entre los del número. No obstante, varios escribanos del concejo madrileño ejercieron en ambas escribanías sin ser escribanos del número antes ni después de esa fecha. Por ejemplo, antes, en 1571, había estado el teniente de la escribanía antigua Pedro Sancho de Castilla, tan sólo escribano de su majestad. En la escribanía acrecentada estuvo el titular Francisco de Cabrera entre 1566 y 1572, quien nunca fue escribano del número. Le sucedió Jerónimo de Riaño, quien no fue escribano del número mientras ejerció en el cabildo entre 1572 y 1579, aunque transcurrido el tiempo sí consiguió ese título. 237

Después de aquel acuerdo de noviembre de 1572, siguieron dándose escribanos capitulares que no tenían plaza de escribanos del número, como el citado Riaño o Francisco de Monzón Testa. Éste, aunque empezó siendo escribano del concejo en 1579, no tuvo escribanía del número hasta 1582 cuando, tras una petición, el ayuntamiento consiguió vincular de forma indivisible una escribanía del número a la escribanía antigua del cabildo. De ese modo, atajó el problema de que se sucedieran escribanos del concejo sin número, pues podían usar el de la propia escribanía vinculada. Pero en la escribanía acrecentada no sucedía así, y siguió dependiendo de que el oficial tuviese el título del número. Acaso la existencia de escribanos del concejo que no eran a la vez escribanos del número fuese en el reino una situación menos excepcional de lo que se cree. Así se puede intuir de la reunión de datos dispersos. Por ejemplo, los dados en el Madrid Bajo Medieval, donde los escribanos capitulares se elegían entre los escribanos públicos. Por esa misma época, en Ávila un escribano del concejo consiguió el título numerario veinte años después, en 1490. Además, se han localizado casos donde parece que dos escribanos del concejo tampoco lo eran del número, en Sevilla y Santo Domingo. 1 En cualquier caso, el hecho de que tantos escribanos del concejo madrileño no poseyesen el título del número sorprende si se contrasta con la capacidad de acaparar otros títulos de escribanos relacionados con la hacienda (contaduría, escribanía de rentas, escribanía de millones) por parte de diversos escribanos del cabildo. Acaso esos títulos fuesen más rentables desde el punto de vista económico que los del número o del concejo, y de ahí su interés en acumular unos y no otros.   Sobre Madrid, P. Rábade Obradó: Orígenes del notariado madrileño…, p. 159. Sobre Ávila, R. Quirós Rosado: «Linaje, oficio, negocio…», p. 287. En Sevilla un escribano público era posiblemente teniente en el concejo; P. Ostos Salcedo y M. L. Pardo Rodríguez: Documentos y notarios de Sevilla en el siglo xiv…, p. 23. En la isla americana de Santo Domingo se ha constatado que todos los escribanos del concejo eran a la vez del número menos uno, excepción que acaso sea la confirmación de la norma; M. A. Guajardo-Fajardo Carmona: Escribanos en Indias…, p. 286.

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Entre los escribanos del concejo que no tuvieron título de escribanos del número ha salido a colación Francisco de Cabrera, quien tampoco fue escribano público durante los años que ejerció, entre 1566 y 1572. Sólo adquirió el título de escribano público un mes antes de dejar la escribanía del concejo de Madrid. Aunque su caso pueda parecer excepcional en el reino, porque la historiografía acostumbra a afirmar que los escribanos del concejo eran previamente escribanos públicos, es posible que fuese más normal de lo que se cree hoy día. Así se puede intuir ante situaciones como las dadas en Huelva, donde la escribanía del concejo estaba anexa a la escribanía pública hasta que se desvinculó en el siglo xviii, y los regidores sólo se preocuparon por la escasez de ingresos que iba a obtener el oficial de esa sola escribanía capitular. 2 El concejo madrileño creó varios archivos muebles para guardar la documentación de los escribanos del ayuntamiento en la propia sala consistorial. Entre ellos destacaba el arca ideada entre los años 1568 a 1571, acabada en 1572, sobre el cual sí puede afirmarse que los escribanos eran archiveros. El concejo estipuló cómo y quién custodiaría las escrituras y accedería a ellas. Dictó las normas de uso y organización de unos fondos que antes le resultaban de difícil acceso. Para componer aquel archivo, los escribanos tuvieron que entregar cuantiosa documentación al ayuntamiento, tanto la coeva como la de sus antecesores en el oficio. El cabildo reorganizó la documentación vinculándola a la escribanía correspondiente. Acaso con esa medida el concejo estuviera intentando luchar contra el carácter patrimonial que los escribanos acostumbraban a tener sobre los documentos. De ese modo, si un escribano finase o cesase en el oficio, el cabildo tendría directamente su documentación. Esa podía ser una solución útil frente al temor de perder las escrituras de los escribanos, problema dado en todo el reino que la sociedad en general padecía y que las compilaciones legales intentaban evitar. El concejo llevó a cabo esas recopilaciones documentales precisamente cuando estaban dándose más cambios de titulares y de te  D. González Cruz: Escribanos y notarios en Huelva…, p. 61. Con ello se intuye que si llegase al cargo un escribano del concejo que no fuese escribano público, el problema sólo sería que ingresaría reducidos emolumentos.

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nientes en las escribanías del cabildo. Mandó hacer aquel archivo cuando había mayor cantidad de sustituciones en la escribanía antigua, para controlar la documentación cuando más fácil hubiera sido traspapelarla. Además, es probable que el impulso para crear ese archivo estuviera motivado por razones económicas, habida cuenta de los problemas financieros que afloraban ante la pérdida de documentos municipales que imposibilitaban el cobro de rentas, censos y cualesquier otros ingresos de la hacienda municipal. La creación de ese archivo se dio en Madrid en un contexto de avances archivísticos teóricos y prácticos. En el año 1565 se planeó construir un archivo del ayuntamiento, aunque el plan se truncó por falta de dinero, y en 1572 se trasladó al concejo el archivo capitular que estaba en el Monasterio de Santo Domingo el Real. En todo el reino también estaban dándose paralelamente avances archivísticos, que reflejaban la necesidad imperante del archivo en la época, ante la acelerada e imparable generalización de la escritura. En definitiva, este estudio ha mostrado que el uso del oficio de escribano del ayuntamiento madrileño fue similar al de otros lugares del reino castellano, salvo en ciertas características que acaso perfilen los rasgos distintivos del oficio en la villa de Madrid. Entre esas peculiaridades destaca el hecho de que diversos escribanos del concejo no fuesen a la par escribanos del número; que las redes amistosas venciesen sobre las familiares directas en un contexto laboral normativo favorable para las segundas; que hubiese dos escribanías del concejo pero que durante temporadas sólo se usase una; que el escribano capitular no fuese archivero del archivo del ayuntamiento. En cualquier caso, para comprobar hasta qué punto fueron singularidades de Madrid o eran propias de una villa cortesana, sería necesario estudiar en profundidad lo ocurrido en ciudades donde la corte estuvo durante épocas cercanas a las aquí tratadas, como Toledo, de donde partió en el año 1561, o Valladolid, donde se asentó entre 1601 y 1606, para así establecer comparaciones más ajustadas a esa realidad peculiar.

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8 BIBLIOGRAFÍA y fuentes

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256

apéndice

Figuras Figura 1: Relación de escribanos del ayuntamiento madrileño (1557-1610). Año

Titular escribanía antigua

Teniente escribanía antigua

Titular escribanía acrecentada

1557

F. de Monzón

[Ninguno]

1558

F. de Monzón

[Ninguno]

1559

F. de Monzón

[Ninguno]

1560

F. de Monzón

[Ninguno]

1561

F. de Monzón

[Ninguno]

1562

F. de Monzón

[Ninguno]

Teniente escribanía acrecentada

Texto en color negro: escribano en activo (ya fuese titular o teniente). Texto gris entre corchetes y cursivas: escribano ausente.

259

Año

Titular escribanía antigua

Teniente escribanía antigua

Titular escribanía acrecentada

1563

F. de Monzón

[Ninguno]

1564

F. de Monzón

[Ninguno]

1565

F. de Monzón

[Ninguno]

1566

F. de Monzón

F. de Cabrera

1567

F. de Monzón

F. de Cabrera

1568

F. de Monzón

F. de Cabrera

1569

F. de Monzón

F. de Cabrera

F. de Monzón 1570

1571

[F. de Monzón Testa]

[F. de Monzón Testa]

Diego Méndez Testa

F. de Cabrera

P. Sancho de Castilla F. de Cabrera F. Martínez el Viejo F. de Cabrera

1572

[F. de Monzón Testa]

F. Martínez el Viejo

Jerónimo de Riaño

Texto en color negro: escribano en activo (ya fuese titular o teniente). Texto gris entre corchetes y cursivas: escribano ausente.

260

Teniente escribanía acrecentada

Titular escribanía antigua

Teniente escribanía antigua

Titular escribanía acrecentada

1573

[F. de Monzón Testa]

F. Martínez el Viejo

Jerónimo de Riaño

1574

[F. de Monzón Testa]

F. Martínez el Viejo

Jerónimo de Riaño

1575

[F. de Monzón Testa]

F. Martínez el Viejo

Jerónimo de Riaño

1576

[F. de Monzón Testa]

F. Martínez el Viejo

Jerónimo de Riaño

1577

[F. de Monzón Testa]

F. Martínez el Viejo

Jerónimo de Riaño

1578

[F. de Monzón Testa]

F. Martínez el Viejo

Jerónimo de Riaño

[F. de Monzón Testa]

F. Martínez el Viejo

Jerónimo de Riaño

Año

Teniente escribanía acrecentada

1579 F. de Monzón Testa

F. Martínez el Viejo

1580

F. de Monzón Testa

F. Martínez el Viejo

1581

F. de Monzón Testa

F. Martínez el Viejo

1582

F. de Monzón Testa

F. Martínez el Viejo

1583

F. de Monzón Testa

F. Martínez el Viejo

Texto en color negro: escribano en activo (ya fuese titular o teniente). Texto gris entre corchetes y cursivas: escribano ausente.

261

Año

Titular escribanía antigua

Teniente escribanía antigua

Titular escribanía acrecentada

Teniente escribanía acrecentada

1584

F. de Monzón Testa

F. Martínez el Viejo

1585

F. de Monzón Testa

F. Martínez el Viejo

1586

F. de Monzón Testa

F. Martínez el Viejo

1587

F. de Monzón Testa

F. Martínez el Viejo

1588

F. de Monzón Testa

F. Martínez el Viejo

1589

F. de Monzón Testa

[F. Martínez el Viejo]

F. Martínez el Mozo

F. de Monzón Testa

[F. Martínez el Viejo]

F. Martínez el Mozo

1590 [F. de Monzón Testa]

F. Martínez el Mozo

F. Martínez el Viejo

1591

[F. de Monzón Testa]

F. Martínez el Mozo

F. Martínez el Viejo

1592

[F. de Monzón Testa]

F. Martínez el Mozo

F. Martínez el Viejo

1593

[F. de Monzón Testa]

F. Martínez el Mozo

F. Martínez el Viejo

1594

[F. de Monzón Testa]

F. Martínez el Mozo

F. Martínez el Viejo

Texto en color negro: escribano en activo (ya fuese titular o teniente). Texto gris entre corchetes y cursivas: escribano ausente.

262

Titular escribanía antigua

Teniente escribanía antigua

Titular escribanía acrecentada

1595

[F. de Monzón Testa]

F. Martínez el Mozo

F. Martínez el Viejo

1596

[F. de Monzón Testa]

Año

F. Martínez el Mozo [Ninguno]

1597

[F. de Monzón Testa]

1598

[F. de Monzón Testa] F. de Monzón Testa

[Ninguno]

Teniente escribanía acrecentada

F. Martínez el Viejo F. Martínez el Viejo

[Ninguno] F. Martínez el Viejo

F. de Monzón Testa 1599

F. Martínez el Viejo

[Pedro de Monzón]

F. de Monzón Testa

1600

[Pedro de Monzón]

F. de Monzón Testa

F. Martínez el Viejo

1601

[Pedro de Monzón]

F. de Monzón Testa

F. Martínez el Viejo

1602

[Pedro de Monzón]

Francisco Testa

F. Martínez el Viejo

1603

[Pedro de Monzón]

Francisco Testa

F. Martínez el Viejo

1604

[Pedro de Monzón]

Francisco Testa

F. Martínez el Viejo

Texto en color negro: escribano en activo (ya fuese titular o teniente). Texto gris entre corchetes y cursivas: escribano ausente.

263

Año

1605

1606

Titular escribanía antigua

Teniente escribanía antigua

Titular escribanía acrecentada

[Pedro de Monzón]

Francisco Testa

F. Martínez el Viejo

[Pedro de Monzón]

Francisco Testa

F. Martínez el Viejo

Francisco Testa

Pedro Martínez

1607

Francisco Testa

Pedro Martínez

1608

Francisco Testa

Pedro Martínez

1609

Francisco Testa

Pedro Martínez

1610

Francisco Testa

Pedro Martínez

Texto en color negro: escribano en activo (ya fuese titular o teniente). Texto gris entre corchetes y cursivas: escribano ausente.

264

Teniente escribanía acrecentada

Figura 2: Sucesión del ejercicio en las escribanías del ayuntamiento madrileño (1557-1601). ESCRIBANÍA ANTIGUA

ESCRIBANÍA ACRECENTADA

FRANCISCO DE MONZÓN Antes de 1557 - 28 de febrero de 1570

Marzo de 1557 (acrecentamiento) - 17 de julio de 1566

DIÉGO MÉNDEZ TESTA 28 de febrero de 1570 - mayo de 1571 PEDRO SANCHO DE CASTILLA 22 de junio de 1571 - 16 de julio de 1571 FCO. MARTÍNEZ EL VIEJO 18 de julio de 1571 - 6 de julio de 1579 6 de julio de 1579 - 12 de agosto de 1579 FCO. DE MONZÓN TESTA 12 de agosto de 1579-13 de marzo de 1590 FCO. MARTÍNEZ EL MOZO 13 de marzo de 1590 - 28 de sept. de 1596 28 de septiembre de 1596 - mediados de 1598 FCO. DE MONZÓN TESTA Aprox. julio de 1598-18 de marzo de 1599 FCO. DE MONZÓN TESTA 18 de marzo de 1599 - 29 de enero de 1601

FCO. DE CABRERA 17 de julio de 1566 17 de septiembre de 1572

JERÓNIMO DE RIAÑO 17 de septiembre de 1572 6 de julio de 1579

FCO. MARTÍNEZ EL VIEJO 6 de julio de 1579 18 de enero de 1589 FCO. MARTÍNEZ EL MOZO 18 de enero de 1589 13 de marzo de 1590

FCO. MARTÍNEZ EL VIEJO 13 de marzo de 1590 14 de agosto de 1606

FRANCISCO TESTA 29 de enero de 1601 - 9 de agosto de 1606 FRANCISCO TESTA 9 de agosto de 1606 - continúa tras 1610

PEDRO MARTÍNEZ 22 de septiembre de 1606 - continúa tras 1610

SUCESIÓN DE ESCRIBANOS QUE EJERCEN EN LA ESCRIBANÍA

TITULAR DE LA ESCRIBANÍA

ADVIÉRTASE QUE ES EL MISMO ESCRIBANO

SIN ESCRIBANO

TENIENTE

265

Figura 3: Relaciones de parentesco entre los escribanos de la escribanía antigua (1557-1610). FRANCISCO DE MONZÓN

DIEGO MÉNDEZ TESTA

GASPAR TESTA

PEDRO SANCHO DE CASTILLA

FRANCISCO MARTÍNEZ EL VIEJO

FRANCISCO DE MONZÓN TESTA

FRANCISCO MARTÍNEZ EL MOZO

NINGUNO

PEDRO DE MONZÓN

FRANCISCO DE MONZÓN TESTA

FRANCISCO TESTA

FRANCISCO TESTA PADRE E HIJO

LE SUCEDE EN LA ESRIBANÍA [EL SIGUIENTE]

CUÑADOS

ADVIÉRTASE QUE ES EL MISMO ESCRIBANO

PARIENTES

ESCRIBANO TITULAR

PRIMOS

ESCRIBANO TENIENTE

TÍO DE

266

Figura 4: Relaciones de parentesco entre los escribanos de la escribanía acrecentada (1557-1610).

SIN OCUPANTE desde el acrecentamiento en marzo de 1557 hasta el 17 de julio de 1566

FRANCISCO DE CABRERA

JERÓNIMO DE RIAÑO

FRANCISCO MARTÍNEZ EL VIEJO

FRANCISCO MARTÍNEZ EL MOZO

FRANCISCO MARTÍNEZ EL VIEJO

PEDRO MARTÍNEZ

PADRE E HIJO

LE SUCEDE EN LA ESRIBANÍA [EL SIGUIENTE]

HERMANOS

ESCRIBANO TITULAR

ADVIÉRTASE QUE ES EL MISMO ESCRIBANO

ESCRIBANO TENIENTE



SIN ESCRIBANO EN LA ESCRIBANÍA

267

Figura 5: Demanda por parte del ayuntamiento de escrituras de escribanos del concejo para su archivo (1568 y 1571).

ESCRIBANOS DE LA ESCRIBANÍA ANTIGUA

ESCRIBANOS DE LA ESCRIBANÍA ACRECENTADA

ANTÓN DE ÁVILA (ejerce de escribano del concejo desde 1484 hasta 1519)

GASPAR DE ÁVILA (ejerce desde 1519 hasta que llega Francisco de Monzón)

FRANCISCO DE MONZÓN (ejerce antes de 1557 hasta el 29 de febrero de 1570)

FRANCISCO CABRERA escribano del concejo desde el 17 de julio de 1566 hasta el 17 de septiembre de 1572

FRANCISCO MARTÍNEZ EL VIEJO sustituye a Francisco Monzón Testa desde el 18 de julio de 1571 en adelante (hasta 1579)

LE SUCEDE EN LA ESRIBANÍA (COMO TITULAR O COMO TENIENTE) EL CONCEJO SOLICITA TENER SUS ESCRITURAS EN EL AÑO 1568 EL CONCEJO SOLICITA TENER SUS ESCRITURAS EN EL AÑO 1571

268

Figura 6: Solicitud de documentación de los escribanos por parte del concejo (1571).

ESCRIBANOS DE LA ESCRIBANÍA ANTIGUA

ESCRIBANOS DE LA ESCRIBANÍA ACRECENTADA

GASPAR DE ÁVILA

FRANCISCO DE CABRERA

FRANCISCO DE MONZÓN

[OTROS TENIENTES]

FRANCISCO MARTÍNEZ

LE SUCEDE EN LA ESRIBANÍA (FUESE TITULAR O TENIENTE) SUS ESCRITURAS ESTÁN PROVISIONALMENTE EN PODER DE... [1570-1571] SUS ESCRITURAS SE MANDAN, YA INVENTARIADAS, AL PODER DE... [1571]

269

Figura 7: Relación de escribanos del concejo (titulares y tenientes) y escribanos colaboradores que acudieron a abrir el archivo del concejo (1553-1581) Fecha de apertura del archivo

Escribano del concejo titular o teniente

10 de mayo de 1553

Francisco de Monzón

2 de octubre de 1553

Francisco de Monzón

19 de octubre de 1553

Francisco de Monzón

3 de nov. de 1553

Francisco de Monzón

22 de agosto de 1554

Francisco de Monzón

23 de octubre de 1554

Francisco de Monzón

21 de agosto de 1555

Francisco de Monzón

4 de mayo de 1557

Francisco de Monzón

13 de nov. de 1557

Francisco de Monzón

18 de enero de 1558

Francisco de Monzón

3 de enero de 1559

Francisco de Monzón

22 de abril de 1560

Francisco de Monzón

30 de enero de 1561

Francisco de Monzón

15 de octubre de 1561

Francisco de Monzón

18 de enero de 1563

Francisco de Monzón

2 de septiembre de 1563

Francisco de Monzón

6 de junio de 1564

[No se alude al escribano]

Escribano colaborador en sustitución

3 de julio de 1564

San Juan de Uría, escribano del número de Madrid

7 de julio de 1564

San Juan de Uría, escribano del número de Madrid

4 de junio de 1565

Francisco de Monzón

17 de julio de 1566

Francisco de Cabrera

19 de julio de 1566

Francisco de Monzón

6 de marzo de 1570

Francisco de Cabrera

270

Fecha de apertura del archivo

Escribano del concejo titular o teniente

1 de septiembre de 1570

Francisco de Cabrera

18 de julio de 1572

[No se alude al escribano]

8 de marzo de 1575

Francisco Martínez el Viejo

Escribano colaborador en sustitución

Gaspar Testa, escribano del número de Madrid

26 de octubre de 1575 4 de mayo de 1576

Francisco Martínez el Viejo

3 de septiembre de 1576

Jerónimo de Riaño

1 de septiembre de 1581

Francisco Martínez el Viejo

271

APÉNDICE DOCUMENTAL Documento 1. Presentación en el ayuntamiento de la cédula real sobre el acrecentamiento dado en 1557 de tres regimientos y dos escribanías, y respuesta del concejo madrileño 1557, marzo, 26; Madrid. (Fol. 29rº) En este ayuntamiento se leyó 1 una çédula rreal por la qual su magestad haze saber que para las grandes neçesydades que tiene, tene [sic] neçesydad de vender tres rregimientos y dos escrivanías, segund que por la dicha çédula consta e pareçe, la qual pareçe estar firmada de la serenísyma prinçesa de Portugal e rrefrendada de Juan Vazques, secretario de su magestad. Y ansý leyda, el señor theniente dixo que por la çédula de su magestad tendrán entendido las grandes neçesydades que tiene, las quales no tan solamente viene [sic] de las guerras que de presente se le ofreçen, que son tan ynportantes para averlas de rresystir como es notorio, pero tanbién las neçesydades en que está por rrazón de las guerras pasadas y gastos eçesyvos en defensa de la christiandad, para rremedio de lo qual sus súbditos e naturales son obligados a le servir y ayudar, non tan solamente con las cosas que conçedidas no viene daño particular a nadie 2 como es en que se acreçienten los ofiçios que su magestad manda, pero aún con sus personas e haziendas en casos tan señalados    [Al margen, en letra posterior:] venta de 3 rregimientos. Sobre la venta de tres oficios de regidores y dos escrivanías.    [Tachado:] p.

273

atento la lealtad y serviçio que an hecho a los rreyes sus anteçesores con sus personas e haziendas le devían de servir y ayudar por ende que les pide y encarga que no rresystan lo que su magestad manda ni supliquen de la dicha çédula, antes manden se guarde y cumpla y para que se entienda la voluntad que de servir a su magestad tienen, les hagan más ofreçimiento en su serviçio en lo qual harán lo que syenpre an hecho y son obligados. E luego los dichos señores theniente y rregidores obedesçieron la dicha (fol. 29vº) çédula rreal, y el dicho señor theniente y liçençiado Saavedra de Herrera, rregidores, la tomaron en sus manos y la besaron y la pusyeron sobre sus cabeças y dixeron \que la obedeçen con el acatamiento devido e/ los dichos señores rregidores; en cuanto al cumplimiento de la dicha çédula rreal, que suplicavan e suplicaron de la dicha çédula para que su majestad se\a/ ynformado de las çédulas y provisyones que su magestad tiene dadas a esta villa sobre lo qontenido en la dicha çédula y por otras cabsas e rrazones que protestan desir y alegar ante su magestad, lo qual dixeron los señores liçençiados Saavedra e Pedro de Herrera. El dicho señor Pero Herrez dixo que él obedesçe la dicha çédula rreal commo los dichos señores la tienen obedesçida, y que la dicha çédula de su magestad habla con el conçejo, justizias e rregidores desta villa que [son] venidos, porque faltan muchos, que no ay sino tres, que quando llamen a todos él rresponderá. E luego en este ayuntamiento paresçió Blas Montoro, portero, dio fee que por mandado del señor theniente a llamado a los señores rregidores para que viniesen a este ayuntamiento. E luego entraron en ste ayuntamiento los señores Luis de Herrera e Juan de Bitoria, rregidores. E luego los dichos señores Luis de Herrera e Juan de Bitoria, rregidores, se les hizo saber lo contenido en la dicha çédula rreal e lo demás que les a sydo proveído por ésta [cédula] por el dicho señor theniente, quél les dixo que ya ven como an sido llamados para este ayuntamiento y que, pues están presentes, les piden que hagan lo que les tiene pedido y encargado. 274

E el dicho señor Juan de Bitoria, rregidor, dixo que él tiene entendido que su magestad no avía de mandar acreçentar los dichos ofiçios, más en sta villa, y que çiertamente le pareçe que para la dicha gobernazión no avía neçesydad de más rregidores y tanbién para los ofiçios de scrivano le pareçe que sobran, la terçia parte dellos hay [de] más 3, pues que su magestad es servido 4 de los dichos acreçentamientos que commo rrey y señor natural lo puede mandar y él obedeçer commo es obligado, pero que le pareçe que conforme la lei ques obligado conviene rreferir todas estas cabsas, y dixo que él obedesçe y obedesçió la dicha çédula rreal con el acatamiento devido y en cuanto al cumplimiento de lo qual, lo que tiene dicho. E luego entró en ste ayuntamiento el señor Juan Çapata Osorio, rregidor, al qual se le dixo y hizo saber lo contenido en la dicha provisión rreal. E luego el dicho señor Pero Herrez de Ludeña dixo que él tiene obedesçida la dicha çédula rreal de su magestad y que de nuevo la obedesçe con el acatamiento devido, y que él es informado que su magestad, por hazer bien y merçed a esta villa, tiene dado çédula y provisión y prometido que no acreçentará ninguna escrivanía del número desta villa por el mucho perjuizio que para la la [sic] rrepública de que aya tantos escrivanos, y que en cuanto a esto se arrima (fol. 30rº) con la suplicaçión que los dichos señores an hecho de la dicha çédula y que en lo que toca a lo de los rregimientos su magestad haga lo que sea servido, porque le pareçe que en sto no ay perjuizio a la rrepública. E el dicho señor Juan Çapata Osorio dixo que obedesçía y obedesçió la dicha çédula rreal con el acatamiento devido, y en cuanto al cumplimiento della dixo que suplicava e suplicó de la dicha çédula rreal para que su magestad sea ynformado de las çédulas y provysiones que su magestad tiene dadas a esta villa sobre lo contenido en la dicha çédula y por otras cabsas e rrazones que protesta desir y alegar ante su magestad.

  [Tachado:] que su.   [Consta una tachadura].

 

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E el dicho señor Luis de Herrera, rregidor, dixo que obedesçía y obedesçió la dicha çédula rreal con el acatamiento devido y guarde cumplimento della, dezía y dixo lo mismo que tene [sic] dicho el señor Juan de Bitoria, regidor, y se conformava y conformó con lo que él tiene dicho. E luego entró el señor doctor Xerónimo de Pisa, rregidor en ste ayuntamiento, al qual fue dicho lo contenido en la dicha çédula rreal y por él fue leýda, e aviéndola leýda [sic] dixo que dezía y dixo lo mismo que los dichos señores liçençiado Saavedra de Herrera e Pedro de Herrera y Juan Çapata Osorio tiene dicho y la obedesçe. E el dicho señor theniente dixo que pues pide oy botos y paresçeres de los señores Luis de Herrera e Pero Herrez de Ludeña e Juan de Bitoria, está declarado que la \dicha/ çédula de su magestad se debe cumplir y él, por las justas cabsas que tiene rreferidas y por otras muchas, es y manda que se guarde e cumpla la dicha çédula de su magestad, e haze saber a los dichos señores que están presentes y a los demás veçinos desta villa y su tierra cómo él, en 5 nombre de su magestad, tratará de vender los dichos ofiçios syendo las personas que los quisieren, en quien concierten las calidades que se rrequieran, él lo tratará con ellos y hará que se cumpla e efectúe lo que con él trataren y conçertaren, y ansymismo les haze saber que su magestad venderá jurisdisçiones perpetuas y acudan a los señores contadores mayores y a los señores que entraron de la hazienda de su magestad y traten con ellos. E luego los dichos señores liçençiado Saavedra e Pedro de Herrera e Juan Çapata Osorio e dotor Gerónimo de Pisa dixeron que se escriva a su magestad y 6 y deputados del rreyno sobrello, y que el señor bachiller Santo Domingo lo haga y escriva 7. El dicho señor theniente dixo que ya está defindido [sic], lo que en ste caso se devía hazer y aquello manda que se haga 8.

  [Consta una tachadura].   [Tachado:] a los señores [¿?abreviatura ilegible] y contadores mayores.    [Consta una tachadura].    [Tachado en la línea siguiente:] e el dicho señor Pero Herrez.  

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E luego pareçieron presentes Gregorio Méndez, procurador general desta villa y Diego Galán, procurador de los pecheros, y Bartolomé Montoro, seismero, dixeron que piden traslado de la dicha çédula y de los otros pareçeres de los dichos señores rregidores. (Rúbricas.) AVM, Libros de Acuerdos, 26 de marzo de 1557.

Documento 2. Presentación del título de una escribanía del número de la villa de Madrid del escribano público Cristóbal de Peñaver, por renunciación de Gabriel Hernández 1560, enero, 5; Madrid. (Fol. 364vº) En este ayuntamiento se mandó 9 tañer la canpana, y tanida [sic] vinieron a él Andrés Hurtado y Melchor de Casares y Françisco Solano y Diego Gómez y Christóval de Peñaver, vecinos desta villa de Madrid, y el dicho Christóval de Peñaver presentó una provisyón e título de su magestad de escrivanía pública desta dicha villa en lugar y por rrenunçiaçión que en él 10 hizo Graviel Hernández, escrivano que fue del número desta dicha villa, e pidió a mí el presente escrivano la lea e notifique a los dichos señores corregidor e rregidores e personas susodichas questán presentes para que la obedezcan e cunplan según e commo en ella se qontiene y su magestad lo manda, y cunpliéndola le manden rreçebir e rreçiban al dicho ofiçio de escrivano público del número desta dicha villa, quél está presto de hazer el juramento e solenydad en tal caso neçesario, y por mí, Françisco de Monçón, escrivano del dicho ayuntamiento, fue leyda e notificada a los dichos señores corregidor e rregidores que presentes están, los quales la tomaron e besaron e pusieron sobre sus cabeças, y dixeron que la obedeçían e obedeçieron como a carta e   [Al margen:] Christóbal de Peñaver escrivano.   [Tachado:] del Cristóval de Peñaver.



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provisyón de su rrey e señor natural, y la mandaron cunplir, y cunpliéndola rreçebieron al dicho Christóval de Peñaver al dicho ofiçio de escrivano público \del número/ desta dicha villa, y fue rreçebido dél el juramento e solenidad que se suele rreçebir de los semejantes escrivanos para que usara bien e fielmente del dicho ofiçio conforme a la dicha provisión de su magestad, y el dicho Christoval de Peñaver lo pidió por testimonio, a lo qual fueron testigos Diego Gómez, y Esidre Mellado y Françisco Díaz, vecinos de Madrid. […] (Fol. 365rº) (rúbrica.) AVM, Libros de Acuerdos, 5 de enero de 1560.

Documento 3. Renunciación del título de escribano del número de Melchor de Peñalosa en favor de Francisco de Henao 1562, junio, 22; Madrid. (Fol. 173vº) En este ayuntamiento se tañó 11 la canpana y vinieron a él los señores Luis Nuñez de Toledo y Juan Çapata de Villafuerte y Francisco de Henao y el licenciado Ximénez y el licenciado Páez y Francisco Solano y Gregorio Méndez y Christóbal de Naver y Diego Méndez y Melchor de Casares y Luys del Castillo y Francisco Ortiz y Francisco Martínez, escrivanos en este ayuntamiento. El dicho Francisco de Henao 12 presentó una provisyón y título de escrivanía pública del número desta dicha villa, de merçed que su magestad le hizo por rrenunçiaçión que en él hizo Melchor de Peñalosa, vecino desta dicha villa, escrivano del número que fue della, y un testimonio de cómmo el dicho Melchor de Peñalosa bivió los veynte días. Y pidió a los dichos señores corregidor e rregidores e personas susodichas obedezcan e cunplan la dicha provisyón, e cumpliéndola le rreçiban e   [Al margen:] Henao escribano.   [Tachón].

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tengan por tal scrivano público del número desta dicha villa de Madrid, commo su magestad lo manda, quél está presto de hazer el juramento y solenidad en tal caso neçesario. Y syendo leyda (fol. 174rº) (cruz) la dicha provisyón original de su magestad por mí, el presente escrivano, y el testimonio de cómo el dicho Ginés [sic] de Peñalosa bivió los veynte días después que rrenunçió el dicho ofiçio en el dicho Francisco de Henao, los dichos señores la obedeçieron con el acatamiento devido. En quanto al cumplimiento della, tomaron e rreçibieron juramento en forma de derecho sobre la señal de la cruz, en que puso su mano derecha el dicho Francisco de Henao, que bien e fielmente usará del dicho ofiçio de escrivano público del número desta dicha villa y guardará el serviçio de Dios nuestro señor y el de su magestad, guardará el aranzel rreal sobrel llevar de los derechos y, en todo hará lo que bueno e fiel e legal escrivano es obligado a hazer, según se suele e acostunbra tomar e rreçebir de los semejantes escrivanos. E a la confesyón del dicho juramento dixo sý, juro, e amén. E dixeron que le rreçebirán e rreçibieron e avían por rreçibido al dicho ofiçio de escrivano público del número desta dicha villa de Madrid y el dicho Francisco de Henao pidió a mí, Francisco de Monçón, escrivano del dicho ayuntamiento, se lo diese por testimonio. Testigos que fueron presentes a lo que dicho es: Nicolás Suárez y Juan de los Rríos, carpintero, y Juan de Medina, portero, vecinos de Madrid. [Ninguna rúbrica cierra el acta del día, fol. 174vº.] AVM, Libros de Acuerdos, 22 de junio de 1562.

Documento 4. Francisco de Cabrera presenta el título de escribano del concejo, y así queda ocupada la escribanía concejil acrecentada 1566, julio, 17; Madrid. (Fol. 155vº 13) En este ayuntamiento entró 14 Francisco de Cabrera, vecino de la dicha villa, y presentó una provisyón e título de su   [En la parte superior central del folio consta una cruz].   [Al margen:] Francisco de Cabrera escrivano de ayuntamiento.

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magestad de scrivano del ayuntamiento de esta dicha villa de Madrid, firmada de su rreal nombre y sellada con su sello de çera colorada, librada por los señores de su muy alto Consejo, su thenor de la qual es éste que se sigue: Don Phelipe, por la gracia de Dios, rrey de Castilla, 15 de León, de Aragón, de las Dos Seçilias, de Jherusalén, de Nabarra, de Granada, de Toledo, de Balençia, de Galiçia, de Mallorcas, de Sebilla, de Çerdeña, de Córdova, de Córçega, de Murçia, de Jaén, de los Algarbes, de Algeçira, de Gibraltar, de las Yslas de Canaria, de las Indias, yslas y tierra firme del mar Oçéano, conde de Barçelona, señor de Vizcaya y de Molina, duque de Athenas y de Neopatria, conde de Rruysellón y de Çerdania, marqués de Oristán y de Goçiano, archiduque de Austria, duque de Borgoña y Brabante y Milán, conde de Flandes y de Tirol, etcétera. Por quanto los años passados de mill y quinientos y quarenta y seys y mill y quinientos y quarenta y nueve la católica 16 rreyna doña Juana y el emperador don Carlos, nuestros señores padre y agüela que sancta gloria ayan, por algunas causas que a ello les movió, acreçentaron en algunos pueblos destos nuestros rreinos de la corona rreal de Castilla algunos ofiçios de scrivanos del número y de ayuntamientos. Y uno de los dichos pueblos donde se acreçentaron fue en la villa de Madrid, y después en el año de mill y quinientos y çinquenta y siete, por algunas causas que a ello nos an mobido, abemos acreçentado en algunos de los dichos pueblos más offiçios, y entre ellos se acreçentó en la dicha villa de Madrid una escrivanía del ayuntamiento dello, por ende, por fazer bien y merçed a vos, Françisco de Cabrera, vezino de la dicha villa, acatando vuestra sufiçiençia y abilidad en algunos serbiçios que nos abéys hecho y esperamos que nos faréys, nuestra merçed y boluntad es que agora y de aquí adelante para en toda vuestra bida seáys uno de los dichos escrivanos del ayuntamiento de la dicha villa de Madrid acreçentados. Y por esta nuestra carta mandamos al qoncejo, justiçia y rregidores, caballeros y escuderos della, que luego como con ella fueren rrequeridos, estando juntos en su cabildo e ayuntamiento como lo an de uso e costumbre, tomen de vos el dicho Francisco de Cabrera el juramen  [Al margen:] Francisco de Cabrera escrivano del ayuntamiento.   [Al margen, tachado:] título de escrivano del ayuntamiento desta villa [mancha de tinta] de Madrid a Françisco de Cabrera, vezino de la villa. [Al margen, más abajo:] escribano de ayuntamiento Francisco de Cabrera. 15

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to e solenidad que en tal casso se rrequiere e devéis hacer. El qual ansí fecho, vos rresçivan y tengan por scrivano del ayuntamiento de la dicha villa y usen con vos el dicho offiçio en todos los casos y cosas a él anexas e conçernientes, y vos guarden y hagan guardar todas las honrras, graçias, merçedes, franquezas, lybertades, exsençiones, prerrogativas e inmunidades e todas las otras cossas y cada una dellas que por rrazón del dicho offiçio debéys aver e goçar e bos deven ser guardadas e vos rrecudan e hagan rrecudir con todos los derechos, salarios y otras cosas dél anexas y perteneçientes, según que mejor e más cumplidamente se usó e guardó e rrecudió e devió e deve usar, guardar e rrecudir a cada uno de los otros scrivanos del ayuntamiento que an sido y son de la dicha villa de todo bien e cumplidamente de manera que vos non falte cosa alguna (fol. 156rº) y que en ello ni en parte dello enbargo ni contradiçión os no pongan ni consientan poner, que nos por la presente os rresçivimos e abemos por rreçivido al dicho offiçio y al uso y exerçicio dél, y bos damos poder y facultad para lo usar y exerçer caso que, por los susodichos o por alguno dellos a él no seáys rrescibido. Todo lo qual queremos e mandamos que ansí se haga no enbargantes qualesquier prebilegios e cartas de los rreyes, nuestros progenitores, nuestras leyes y pregmáticas de los dichos nuestros rreynos, usos e costumbres que aya para que no se puedan acreçentar los dichos offiçios, que para en quanto a esto por esta bez nos dispensamos con todo ello, quedando en su fuerça e bigor para en todo lo demás, y es nuestra merçed y mandamos que todas las cartas y escrituras, ventas, poderes, obligaçiones, testamentos, cobdiçilos y otras cualesquier escrituras, autos judiçiales y estrajudiçiales que ante bos pasaren y se otorgaren a que fuéredes presente y en que fuere puesto el día, mes y año y lugar donde se otorgaren y los testigos que a ello fueren presentes y buestro signo a tal como éste [en blanco] que vos vos [sic] damos, de que mandamos que uséys que balgan e ha-[en blanco 17]gan fee, en juiçio y fuera dél, como cartas y escrituras firmadas y signadas de mano de escrivano del ayuntamiento de la dicha villa, y por ebitar los perjuros, fraudes costas y daños que de los contratos fechos conjuntamente y de las submisiones que se hacen cautelosamente se siguen, mandamos que no signéys contrato alguno ffecho con juramento ni en que se obliguen a buena fee sin mal engaño ni por donde lego alguno se someta a la jurisdiçión   [Quedó en blanco desde el renglón anterior para incluir el signo.]

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eclesiástica, so pena que si lo signáredes por el mismo ffecho ayáis perdido y perdáys el dicho offiçio y quede baco para que nos hagamos merçed dél a quien nuestra boluntad fuere, e mandamos que ayáys de presentar e presentéys esta nuestra carta en el conçejo de la dicha villa dentro de sesenta días primeros siguientes que corren y se quentan desde el día de la dacta della en adelante, y si dentro del dicho término no la presentáredes por el mismo casso quede vaco como dicho es, y mandamos que tome la rrazón desta nuestra carta Antonio de Arriola nuestro criado. De lo qual mandamos dar e dimos esta nuestra carta sellada con nuestro sello y librada de los del nuestro Qonsejo. Dada en El Bosque a nueve días del mes de jullio, año del señor de myl y quinientos y sesenta y seys. Yo, el rrey. Yo, Pedro de Hoyo, secretario de su católica magestad (cruz), la fize escrivir por su mandado. El liçenciado Diego de Spinosa. El licenciado Bibriesca. El licenciado Pedro Gasco. El dotor Suárez de Toledo. El licenciado Juan Tomás. El doctor Francisco Hernández de Liévano [sic]. Registrada, Martín de Vergara. Tomó la rrazón Antonio de Arriola. Martín de Vergara, por chançiller. E luego, visto por los dichos señores, dixeron que la obedeçían y le rrecibieron por tal escrivano. Testigos: Diego Gómez y Alonso Maldonado y Gregorio Méndez, vecinos y estantes desta villa de Madrid y corte de su magestad. […] (Fol. 156vº) Don Lorenzo de Vargas (firma y rúbrica). (Rúbricas.) Francisco de Sotomayor (firma y rúbrica). Don Pedro de Lodeña (firma). Pasó ante mí, Francisco de Cabrera (firma y rúbrica). AVM, Libros de Acuerdos, 17 de julio de 1566 18.

18  Consta una transcripción de la misma pero con todos los caracteres ac­ tualizados en A. Alvar et alii: «Los escribanos del concejo de Madrid...», pp. 195-196.

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Documento 5. Petición de Francisco de Monzón para renunciar a la escribanía concejil a favor de su hijo menor de edad Francisco de Monzón Testa, y nombramiento 1570, febrero, 28; Madrid. (Fol. 357rº) En este ayuntamiento se presentó 19 una petiçión por parte de Francisco de Monçón, escribano deste ayuntamiento, el tenor de la qual es éste que se sigue: Illustres señores: Françisco de Monçón, scrivano deste yllustre ayuntamiento, digo que yo estoy enfermo de enfermedad grave puesto en las manos de Dios, en quien me encomiendo, pido y suplico a vuestra señoría, por amor de él, me perdone algunos descuydos [que] yo e tenido en servir a esta villa, pues boluntad nunca me faltó para trabaxar por el bien della. Y porque yo dexo seys hijas y dos hijos, y el uno de edad de quinze años que podrá servir a vuestra señoría, a quien suplico, en rremuneraçión de los serviçios que yo e deseado hazer y mis pasados an hecho, se me haga merçed de nonbrar por escrivano a Diego Méndez o Gaspar Testa, mis hermanos, para que sirvan a vuestra señoría en ste officio, entretanto que mi hijo es de edad para poderlo hazer, en lo qual vuestra señoría servirá a Dios y a mí y a mis hijos hará gran merçed. Y porque yo no estoy para poder fyrmar, rruego a Marcos de Vega firme por mí. A su rruego, Marcos de la Vega. Y por los dichos señores vista, unánymos [sic] y conformes, dixeron que, atento que Antón de Ávila y Gaspar de Ávila, tío y primo del dicho Françisco de Monçón, sus anteçesores, y él an servido a esta villa en el dicho officio de más de sesenta y setenta años a esta parte, se nombra por escrivano deste ayuntamiento a Françisco de Monçón Testa, su hijo del dicho Françisco de Monçón, para que los sirba, según quel dicho su padre y sus predeçesores le an servido con los salarios y aprovechamientos y otras cosas que a tenido. Y en el ýnterin quel dicho Françisco de Monçón Testa es de edad para serbir el dicho officio, nombraron a Diego Méndez, cuñado del dicho Françisco de Monçón, vecino desta villa y escrivano del (fol. 357vº) número della, con los salarios y aprovechamientos con que se le da al dicho Françisco de Monçón Testa el dicho oficio. Testigos que fueron presentes al dicho nombramiento que dicho es: el bachiller Arias, letrado   [Al margen:] Francisco de Monçón escrivano de ayuntamiento.

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y procurador general desta villa, y Juan Carrero, procurador del común desta villa, y Diego Gómez, qontador de la villa, y Pedro de Carrera, vezinos todos desta villa. Los quales dichos nombramientos se hazen para después de los días de el dicho Françisco de Monçón. Y el dicho Diego Méndez, que estava presente, dixo que azeptava y azetó el dicho offiçio como dicho es. Y juró a Dios y a la cruz en forma de derecho, de usar bien y fielmente del dicho offiçio, y guardar el secreto de lo que en el ayuntamiento pasare. Testigos los dichos. Los quales señores rregidores fueron llamados para el dicho efecto por los porteros, a quien yo, el presente scrivano, doy fee mandé llamase para ello [a] los rregidores que obiese en el lugar. […] (Fol. 358rº) don Pedro de Bosmediano (firma y rúbrica). Marcos de Almonaçil (firma y rúbrica). Nicolás Suárez (firma y rúbrica). Diego de Vargas (firma y rúbrica). Don Pedro de Cárdenas (firma y rúbrica). Don Francisco de Herrera y Saavedra (firma y rúbrica). Alonso Martínez de Cos (firma y rúbrica). Pedro Rodríguez de Alcántara (firma y rúbrica). Miguel de Cerezeda y Salmerón (firma y rúbrica). Pasó ante mí 20, Francisco de Cabrera (firma y rúbrica). AVM, Libros de Acuerdos, 28 de febrero de 1570.

Documento 6. Petición de Francisco de Monzón Testa para traspasar el oficio de la escribanía antigua a su hijo menor de edad, Pedro de Monzón, y para servir el oficio él mismo o, en su ausencia, Francisco Martínez, el escribano de la escribanía acrecentada 1599, marzo, 18; Madrid. (Fol. 21rº) En este ayuntamiento, aviendo 21 dado fee los porteros que an llamado a todos los señores rregidores desta villa para ver lo   [Encima de «pasó ante mí» consta tachado «el señor corregidor»].   [Al margen:] nonbramiento de scrivano de ayuntamiento en Pedro de Monçón. 20

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que pide Françisco de Monçón por una petiçión del thenor siguiente: (Fol. 21vº) Françisco de Monçón, scrivano del ayuntamiento desta villa por nonbramiento de vuestra señoría, digo que yo 22 a veynte años que sirvo a vuestra señoría con la boluntad y asistençia que es notorio, atento a lo qual y a que mi padre y passados sirvieron a vuestra señoría más de çien años, por cuyos serviçios se me hizo a mí merçed del dicho ofiçio, y por ellos y por los míos que no tienen desmereçido rresçevir la misma merçed, pido y suplico a vuestra señoría umilldemente me la haga de pasar el dicho ofiçio en Pedro de Monçón, mi hijo, que en ello rresçiviremos él y yo muy gran merçed de vuestra señoría. Y para ello, testigo Françisco de Monçón; y en las espaldas de dicha petiçión dize Françisco de Monçón, secretario Martínez, en quinze de março de mill y quinientos y nobenta y nueve años; llámese para el juebes primero diez y ocho deste mes el acuerdo para que se llame, queda citaçión. Y aviéndose tratado y conferido unánimes y conformes de una voluntad, acordaron de hazer e hizieron merçed a Pedro de Monçón, hijo del dicho Françisco de Monçón, del ofiçio de scrivano del ayuntamiento desta villa, que es desta dicha villa, al qual desde agora nonbran en el dicho ofiçio para que teniendo hedad le use y exerça, y en el ýnterin le sirva el dicho Françisco de Monçón, su padre, y si alguna ocupaçión tubiere, sirva como sirve anbos ofiçios Françisco Martínez, scrivano del dicho ayuntamiento, esto atento lo rreferido en la dicha petiçión, y lo quel dicho Françisco de Monçón a servido y sirve a esta dicha villa, y lo que él y sus pasados an hecho en el serviçio della durante el tiempo que lo an servido, y lleve los salarios quel dicho ofiçio tiene, y mandaron se le dé este nonbramiento signado y en manera que haga fee para en guarda de su derecho. […] (fol 24rº) Gregorio de Usátegui (firma y rúbrica). Luis de Gibaja (firma y rúbrica). Alonso de Valdés (firma y rúbrica). Sebastián Hurtado (firma y rúbrica). Juan Ffernández [sic] (firma y rúbrica).   [Tachado:] a que s.

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Don Diego de Barrionuevo Peralta (firma y rúbrica). Don Iñigo López de Mendoça (firma y rúbrica). Don Juan de la Barrera (firma y rúbrica). Don Hierónimo de Barrionuevo (firma y rúbrica). Ante mí, Françisco de Monçón (firma y rúbrica). AVM, Libros de Acuerdos, 18 de marzo de 1599.

Documento 7. Francisco de Monzón Testa pide al concejo que su primo Francisco Testa sirva el oficio en la escribanía antigua mientras su hijo alcanza la edad para servirlo 1601, enero, 29; Madrid. 23 (Fol. 332rº) En este ayuntamiento, haviéndose leýdo la petiçión que en este ayuntamiento pasado presentó Françisco de Monçón, scrivano de este ayuntamiento, ques del tenor siguiente: Françisco de Monçón, contador del sueldo, tenençia y acostamientos de su magestad y scrivano de la visita del qonsejo de hacienda y contaduría mayor della y quentas y scrivano deste ayuntamiento por nonbramiento de vuestra señoría, digo 24 que haviendo presentado por el año pasado de noventa y nueve los serviçios de mi parte y pasados y los que yo he hecho en veynte y dos años que sirvo a vuestra señoría que, en consideraçión dellos, fuese servido pasar el dicho ofiçio descrivano de ayuntamiento ques de vuestra señoría en Pedro de Monçón, mi hijo, y vuestra señoría lo tubo a vien, haçiendo merçed a mi hijo del dicho ofiçio de scrivano de ayuntamiento con que yo lo sirviese en el ínterin que mi hijo hera de hedad, y que si alguna ocupaçión oviese sirviese Françisco Martínez, mi compañero, entranbos ofiçios, y sin enbargo desto yo e acudido al serviçio de vuestra señoría 23  En el documento pone hebrero, en vez de enero, pero es una errata, según se deduce de las demás fechas. 24   [Al margen:] scrivano Françisco de Monçón pide se nombre por scrivano deste ayuntamiento al señor Françisco Testa.

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sin faltar, junto con la asistençia y buen despacho que he podido, y si a avido en mí alguna falta, supplico a vuestra señoría me la perdone. Y a caussa de mudarse la Corte desta villa a la çiudad de Valladolid y aberla de seguir ansí para el ofiçio de contador del sueldo como para el de secretario de la visita, al tienpo que parta el consejo rreal y acudiendo al serviçio de vuestra señoría e puesto los ojos en Françisco Testa, hijo de Gaspar Testa, scrivano público desta villa, de quien y de su nobleza y partes, por ser tan notorias y antiguas en esta villa vuestra señoría será servido ansí por (fol. 332vº) ser hijo de quien es y mi primo hermano como su tío de mi hijo, para que vuestra señoría se sirva dél en el dicho ofiçio en el ínter[in] que Pedro de Monçón, mi hijo, es de hedad para le poder servir, atento lo qual universalmente supplico a vuestra señoría se sirba de nonbrar al dicho Françisco Testa, mi primo hermano, para scrivano del ayuntamiento para que sirba el dicho ofiçio asta tanto quel dicho Pedro de Monçón mi hixo tenga hedad para poderlo servir, que en ello rreçeviré vien y merçed. Françisco de Monçón; y en la dicha petiçión está decretado lo siguiente: Llámese la villa para el primer ayuntamiento, en veynte y seis [sic] de henero de mill y seiscientos y un años. Y haviéndose llamado 25 por fee que dieron los porteros deste ayuntamiento desta villa los señores rregidores della, y tratado y considerado sobre lo qontenido en la dicha petiçión, acordaron que por haverse de haçer esta aussençia el dicho Françisco de Monçón, que sirve el ofiçio por Pedro de Monçón su hijo que en esta villa tiene nonbrado, acordaron de conformidad de nonbrar para que sirba el dicho ofiçio Françisco Testa, scrivano del número desta villa, por el tienpo que fuere la voluntad desta villa, y en el entretanto questa villa otra cosa no probe[a] [en blanco]. […] En este ayuntamiento entró Françisco Testa y juró de usar el ofiçio vien y fielmente, y guardará el secreto. 26 AVM, Libros de Acuerdos, 29 de enero de 1601. 27   [Al margen:] nombramiento del señor Francisco Testa.   [Ninguna firma ni rúbrica cierran el acta del día.] 27   [En el documento pone febrero, en vez de enero, pero es una errata, según delatan las demás fechas.] 25 26

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Documento 8. Propuesta de dos regidores para que se separe la contaduría de la escribanía del ayuntamiento y se consuma la escribanía acrecentada 1606, agosto, 14; Madrid. (Fol. 317vº) En este ayuntamiento el señor Juan Fernándes dixo 28 que Françisco Martínez, scrivano que hera del ayuntamiento, es fallesçido y 29 hera contador y tomava la rrazón de los propios con quarenta mill maravedís de salario y que desto pareze que resultan algunos ynconvinientes, que suplica a esta villa acuerde que no aya el dicho contador ni tenga este cargo el scrivano que fuere 30 de ayuntamiento si no fuere la persona que por el Consejo estubiere nonbrado por contador, y de lo contrario hablando como deve apela por ante su magestad y señores del su Consejo 31, y vista por la villa (fol. 318rº) la dicha proposiçión mandó que se llame para tratar dello a la villa. En este ayuntamiento, el señor don Lorenzo del Prado dixo 32 que, conforme al asiento y serviçio que el rreyno hizo a su magestad de los millones, entre otras cosas que su magestad conçedió a los ayuntamientos fue que pudiesen consumir y consumiesen los scrivanos del ayuntamiento, pagando a las personas cuyos fueren lo que les costaron, y agora a muerto 33 Françisco Martínez, scrivano deste ayuntamiento, y que pide y supplica a la villa mande que se consuma el dicho ofiçio de scrivano de ayuntamiento en conformidad de las çédulas y pragmáticas de su magestad y conçesión de los millones. Y visto por la villa se acordó que se llame a la villa para el primero ayuntamiento. Entraron los señores Pedro Álbarez de Henao y Alonso Ramos Faxardo y Andrés de Morales. Ante mí, Françisco Testa (firma y rúbrica). AVM, Libros de Acuerdos, 14 de agosto de 1606. 28   [Al margen, en letra posterior:] contador de propios, no lo sea el escrivano de ayuntamiento. 29   [Tachado:] tenía. 30   [Tachado:] sc. 31   [Tachado:] en este ayuntamiento. 32   [Al margen, en letra posterior:] escrivanía de ayuntamiento que tubo Françisco Martínez, se consuma. 33   [Tachado:] el señor.

288

Documento 9. Pedro Martínez presenta el título de escribano del número y del ayuntamiento de la escribanía acrecentada 1606, septiembre, 22; Madrid. (Fol. 344vº) En este ayuntamiento Pedro Martínez se presentó 34 con dos \tres/ [sic] títulos de su magestad firmados de su nonbre y refrendados de Tomás de Angulo, su secretario, su fecha en San Lorenzo a veynte deste mes de septiembre y año de seisçientos y seis, por los quales su magestad le haze merçed de scrivano de los reynos y del número y ayuntamiento desta villa, en lugar y por rrenunciación que de los dichos ofiçios en él hizo Françisco Martínez, su padre, y juntamente con ellos presentó fe devida del dicho Françisco Martínez, signada de Diego de Rrobles, scrivano de su magestad, el qual da fe averle visto vivo en ocho de agosto deste año, y la rrenunçiaçión que el dicho Françisco Martínez hizo en quinze de jullio pasado deste año. Y visto por la villa obede-(fol. 345rº)zieron los dichos títulos con el acatamiento devido, y en su cumplimiento y por su mandado se reçibió del dicho Pedro Martínez juramento en forma devida de derecho de que vien y fielmente usará los dichos ofiçios de scrivano del número y ayuntamiento desta villa, guardando el serviçio de Dios nuestro señor, y sus leyes y premáticas y el aranzel destos reynos en el llebar de los derechos y el secreto deste ayuntamiento en lo que se le encargare lo que más deve y es obligado, y después de aver jurado y dicho al fin del juramento sí, juro, y amén se reçibió por los dichos señores al uso y exerciçio de los dichos ofiçios, y se le mandó dar por testimonio, siendo testigos Lorenzo y Andrés Hernández, porteros. […] (Fol. 346rº) Ante mí, Françisco Testa (firma y rúbrica) AVM, Libros de Acuerdos, 22 de septiembre de 1606.

34   [Al margen, en letra posterior:] juramentto de scrivano del número y ayuntamiento de Madrid, Pedro Martínez.

289

IMÁGENES DE LOS DOCUMENTOS TRANSCRITOS

Imagen del documento 1, AVM, Libros de Acuerdos, 26 de marzo de 1557

293

Imagen del documento 1, continuación

294

Imagen del documento 1, continuación

295

Imagen del documento 2, AVM, Libros de Acuerdos, 5 de enero de 1560

296

Imagen del documento 3, AVM, Libros de Acuerdos, 22 de junio de 1562

297

Imagen del documento 3, continuación

298

Imagen del documento 4, AVM, Libros de Acuerdos, 17 de julio de 1566

299

Imagen del documento 4, continuación

300

Imagen del documento 5, AVM, Libros de Acuerdos, 28 de febrero de 1570

301

Imagen del documento 5, continuación

302

Imagen del documento 6, AVM, Libros de Acuerdos, 18 de marzo de 1599

303

Imagen del documento 6, continuación

304

Imagen del documento 7, AVM, Libros de Acuerdos, 29 de enero de 1601

305

Imagen del documento 7, continuación

306

Imagen del documento 8, AVM, Libros de Acuerdos, 14 de agosto de 1606

307

Imagen del documento 8, continuación

308

Imagen del documento 9, AVM, Libros de Acuerdos, 22 de septiembre de 1606

309

Imagen del documento 9, continuación

310

ÍNDICE ONOMÁSTICO Alfaro, Diego de: 152,153 Almonacid, Marcos de: 93, 107, 284 Álvarez de Henao, Pedro: 288 Álvarez de Villarroel, Francisco: 138 Argote, Francisco de: 81, 125 Arias (bachiller): 135, 283 Arias, Blas: 182 Arjona, Duquesa de: 128 Arriola, Antonio de: 282 Astudillo, Bartolomé de: 144 Astudillo, Hernando de: 144 Austria, Ana de (monarca): 111 Austrias (monarcas): 36, 159, 199, 228 Ávila (o Dávila), Antón de: 34, 139, 165, 173, 214, 226-229, 283 Ávila (o Dávila), Gaspar de: 34, 59, 166, 173, 226-230, 283 Ayala (escribano): 106 Barba de Coronado, Ruy: 167 Barrera, Antón de la: 187 Barrera, Juan de la: 286 Barrionuevo (licenciado): 134-135 Barrionuevo de Peralta, Diego de: 286 Barrionuevo, Jerónimo de: 286 Bautista de Durango, Diego: 209-210 Bazán, Rodrigo de: 217 Bernardo de Gros, Alonso: 139

Besnasqui, Jaime de: 138 Beteta, Jorge de: 122 Bibriesca (licenciado): 282 Blake, Inés: 97 Cabrera, Francisco de: 53, 88, 115, 122-124, 134, 140-141, 148, 150, 153, 174, 177-179, 226-230, 233, 237, 239, 279-280, 282, 284 Calderón, Luis: 107, 122, 137, 140, 150, 231 Calderón, Pedro: 84, 101, 185, 188 Calvete, Tristán: 85 Calle, Fulano de la: 209 Cárdenas, Pedro de: 148, 161, 284 Carlos I (monarca): 31, 69, 81, 280 Carrera, Pedro de: 284 Carrero, Juan: 284 Casares, Melchor de: 170-171, 277278 Castillo de Bobadilla, Jerónimo: 51, 54, 56, 94, 147, 207, 211-212, 233 Castillo, Lorenzo del: 137 Castillo, Luis del: 170, 278 Castro, Isabel de: 164 Cazorla, Gonzalo de: 58 Centurión, Esteban: 152 Cereceda, Miguel de: 91, 284

311

Cerezo, Pedro: 144 Coalla, Francisco de: 74 Correas, Gonzalo: 79 Cotera, Juan de la: 198 Covarrubias Orozco, Sebastián de: 61, 72, 78, 222 Criales: 76 Crispín, Iván: 114 Cruzado, Benito: 145 Cruzado, Lorenzo: 73 Cuéllar, Francisco de: 163 Cuevas, Cristóbal de: 162 Dávila, Antón y Gaspar de: véase Ávila. Díaz, Diego: 131 Duarte, Pedro: 163, 190 Enríquez, Francisco: 219 Eraso (escribano): 169 Escobar, Pedro de: 82 Espinosa, Diego de: 282 Espinosa, Martín de: 132 Falconi, Ventura: 213 Febrero, José: 30, 45 Felipe II (monarca): 40, 53, 83, 111, 126, 159, 172, 219, 233, 280 Felipe IV (monarca): 160 Fernández, Juan: 196, 198, 285, 288 Francos, Alonso: 75 Fuenmayor (licenciado): 111 Gabriel Rodríguez, Juan: 212 Gaitán de Ayala, Luis: 54 Galán, Diego: 277 Galarza, Gabriel de: 106 Gallardo, Sebastián: 163 García, Lucas: 115 Garrido, Francisco: 144 Gasco, Pedro: 282 Gómez, Alonso: 97, 142-143

312

Gómez, Diego: 90, 92-93, 128, 143145, 153, 277-278, 282, 284 Gómez, Juan: 144 Gómez de Sandoval, Francisco: 194, 197 González, Alonso: 65, 66 González, Francisco: 145 González, Pero: 165, 210 González de Henao, Diego: véase Henao, Diego de González de Madrid, Juan: 131, 165 Guerrero, Miguel: 163 Guillamas, Fernando: 158 Gutiérrez, Francisco: 144 Henao, Diego de [hijo], el Mozo (también denominado González de Henao, Diego): 187-188, 200 Henao, Diego de [padre]: 187-188, 200 Henao, Francisco de: 169, 170, 278, 279 Hernández, Andrés: 289 Hernández, Gonzalo: 163 Hernández, Graviel: 277 Hernández de Liévana, Francisco: 282 Herrera, Luis de: 274, 276 Herrera, Pedro de: 54, 69, 70, 81, 88, 132, 138, 143, 147, 161, 222, 227, 274, 276 Herrez de Ludeña, Pero: 161, 274-275, 276 Hoyo, Pedro de: 282 Hurtado, Andrés: 277 Hurtado, Arias: 210 Hurtado de Mendoza, Juan: 211 Hurtado, Sebastián: 285 Jarava (licenciado): 128 Jiménez (licenciado): 169, 278 Jibaja (o Gibaja), Luis de: 285 Jos, Alonso de: 144

Juan II (monarca): 168, 197 Juana I de Castilla (monarca): 280 Lerma, Duque: véase Gómez de Sandoval, Francisco Limpias, Pedro de: 75 López del Castillo, Juan: 144 López, Francisco: 168 López, Gabriel: 82 López, Luisa: 182 López, Pedro: 101 López, Sebastián: 94-95, 183, 184 López de Mendoza, Iñigo: 286 Lorenzo (portero): 289 Lorenzo de la Torre, Juan: 180-181 Lozano, Domingo: 82 Lucena, Juan de: 105 Ludeña, Pedro de: 101, 185, 188, 282 Luzón, Francisco de: 131 Luzón, Pedro de: 127 Madera, Juan de la: 201 Madrid, Pedro de: 76 Maldonado, Alonso: 282 Mancha, Antonio de la: 144 Marañón, Miguel: 146 María, Jerónima: 213 Martín, Diego: 100-101 Martínez Bejarano, Andrés: 164 Martínez, Bernabé: 74 Martínez, Catalina: 189 Martínez, Francisco, el Mozo: 82, 90, 94, 95, 101, 149, 156, 182-186, 188189, 196, 200 Martínez, Francisco, el Viejo: 42, 44, 71, 72, 75, 90-97, 103-104, 108-109, 113, 115, 119-120, 123, 125, 134, 137, 142-144, 146, 151, 153, 157, 169-170, 175-176, 182, 184, 186, 189-191, 193-196, 198-199, 200, 202, 208-209, 213, 228-230, 237, 278, 284-286, 288-289

Martínez, Francisco (sin especificar si es uno de los anteriores u otro diferente): 84, 90, 122, 123, 126, 132, 164, 187, 189, 199, 212 Martínez, Jerónimo: 165 Martínez, José: 181 Martínez, Pedro: 44, 125, 126, 138-139, 181, 199, 200-203, 213-214, 289 Martínez de Cos, Alonso, 284 Mascareñas, Leonor de: 139 Medina, Cristóbal de: 201 Medina, Gaspar de: 189 Medina, Hernando de: 175, 188-189, 200, 209 Medina, Juan de: 279 Meléndez, Pedro: 82 Mellado, Isidro: 278 Mena, Álvaro de: 112 Méndez de Ocampo, Hernando: 75, 142 Méndez, Diego: 73, 76, 100-101, 156, 166, 168-169, 172-173, 180-181, 228, 278, 283-284 Méndez, Francisco: 180-181 Méndez, Gregorio: 114, 167, 169, 209, 277, 278, 282 Méndez Testa, Diego: 100, 167, 172, 201 Méndez Testa, Gaspar: 82, 181, 201 Mendoza, Iñigo de: 132 Mendoza (señorío): 86 Mercado, Rodrigo de: 108 Micael (escribano): 214 Montoro, Bartolomé: 277 Montoro, Blas: 274 Monzón, Gonzalo de: 187 Monzón, Francisco de: 53, 54, 56, 69, 70-71, 75-76, 81, 88, 107, 108, 111, 113-115, 123, 125, 127, 134, 137, 142, 143, 147, 148, 156, 166-174, 226-230, 233, 277, 279, 283-284, 286-287 Monzón, Pedro de: 191, 193, 236, 284287

313

Monzón Testa, Francisco de: 71, 97, 101, 172-178, 183-186, 189-194, 196-197, 228, 236, 238, 283-284, 286 Morales, Andrés: 288 Morales, Francisco: 158

Prado, Lorenzo del: 199, 288 Prieto, Juan: 74

Navarrete: 90 Navarro, Pedro: 144 Navas, Juan de las: 143 Naver, Cristóbal de: 278 Núñez de Toledo, Luis: 169, 278 Núñez, Luis: 144

Ramírez de Madrid, Francisco: 187 Ramírez de Vargas, Gaspar: 124 Ramírez de Vargas, Juan: 88, 138, 227 Ramos, Domingo: 75 Ramos Fajardo, Alonso: 288 Rangel, Miguel: 115 Reyes Católicos (monarcas): 31, 45-47, 51, 64, 80, 130,131, 133, 147, 215 Riaño de Peralta, Inés de: 187 Riaño, Alonso de: 180 Riaño, Cristóbal de: 182 Riaño, Inés de: 187-188 Riaño, Jerónimo de: 109, 141, 151-152, 179-181, 187, 202, 223, 237-238 Riaño, Juan de: 187 Riaño, Pedro de: 188 Ribera, Andrés de: 119 Ribera, Mariana de: 188-189 Ribera, Leonor de: 185 Ribera, Pedro de: 128 Ríos, Juan de los: 279 Robles, Diego de: 181, 202, 289 Robles, Manuel de: 82, 181 Robles, María de: 189 Rodríguez de Alcántara, Pedro: 223, 284 Rodríguez Mogrobexo, Isabel: 164 Rodríguez, Juan: 84 Rojas, Damián de: 144 Román, Diego: 144 Román, Luis: 144 Ruiz, Alonso: 132 Romo, Gabriel: 125 Ruiz de Arexola, Martín: 97 Ruiz de Riaño, Polonia: 181 Ruiz de Velasco, Juan: 188, 201 Ruiz de Villaquirán, Ordón: 70, 82

Obregón, Juan de: 174 Olivares, Alonso de: 145 Olmedo, Gregorio de: 145 Orgaz, Conde de: 183 Ortega (licenciado): 82, 161, 167 Ortiz, Francisco: 278 Ortiz, Juan: 144 Oviedo, Céspedes de: 85 Oviedo, Pedro de: 214 Páez (licenciado): 169, 278 Pallares (escribano): 214 Pasalagua, Catalina: 214 Paz, Alonso de: 106, 150 Paz, Diego de: 134, 145 Peñalosa, Melchor de: 278, 279 Peñaver, Cristóbal de: 145, 169, 170, 270, 277-278 Perales, Ana de: 82 Peralta (contador): 90, 127 Peralta, Francisco: 141, 143 Pérez Angulo, Barrio de: 17 Pérez de Durango, Alonso: 198 Pérez, Francisco: 145 Pérez, Gonzalo: 157 Pérez, Hernán: 213 Pérez, Martín: 80 Pisa, Jerónimo de: 161-162, 276 Porcil, Diego: 65 Poza, Francisco de: 75

314

Quiñones, Lázaro de: 152

Saavedra de Herrera: 161-162, 274, 276 Saavedra de Vargas (licenciado): 145 Sacedo, Miguel de: 139 Salas, Gonzalo de: 214 Salazar, Cipriano de: 194 Salazar, Diego de: 115 Samaniego (escribano): 214 San Martín, Alonso de: 163, 171-172 Sánchez, Francisco: 146 Sánchez, Gregorio: 223 Sánchez, Miguel: 162 Sancho de Castilla, Pedro: 157, 174175, 228, 237 Santo Domingo (bachiller): 276 Sardaneta, San Juan de: 90, 119 Sarmiento de Valladares, Juan: 183 Sillero, Luis: 107, 231 Sola, Juan de: 202 Solano, Francisco: 66, 134, 140, 169, 277, 278 Sotomayor, Francisco de: 70, 282 Suárez (doctor): 127, 128 Suá­rez, Nicolás: 66, 88, 112, 115, 120121, 127, 141, 145-146, 150-151, 230-231, 279, 284 Testa, Francisco: 82, 135, 181, 193197, 201-203, 236, 286-288 Testa, Gaspar: 134, 169, 172, 180, 181, 202, 283, 287 Testa, María: 166, 181 Toledo, Suárez de: 282 Tomás, Juan: 282 Torquemada, Tomás de: 216 Torre, Juan de la: 140 Tovar (licenciado): 212 Triana, Juan de: 123 Tugeque, Juan: 166

Uría, Juan de (o Uría, San Juan de): 134, 144 Usátegui, Gregorio de: 196, 208, 285 Valdés, Alonso de: 97, 285 Valenciano (escribano): 214 Valentín, Gaspar: 84 Vallejo, Félix de: 135 Varcárcel, Alonso de: 97 Vargas, Diego de: 66, 122, 128, 145, 146, 219, 222, 284 Vargas, Francisco de: 144 Vargas, Lorenzo de: 282 Vargas (secretario): 114 Vázquez, Juan: 273 Vega, Alonso de la: 151 Vega, Andrés de: 164, 189 Vega, Diego de la: 107 Vega, Marcos de la: 68, 138, 283 Vega, Pedro de: 66 Vega, Sebastián de la: 140 Velázquez de la Canal, Bartolomé: 90, 174 Verillo, Juan de: 201, 202 Vergara, Martín de: 282 Villafaña (doctor): 91 Villafañe (licenciado): 146 Villagómez (licenciado): 88 Vitoria, Juan de: 105, 274-276 Vitoria, Martín de: 75 Vozmediano, María de: 116 Vozmediano, Pedro de: 108, 121, 142, 208, 223, 284 Zapata de Villafuerte, Juan: 82, 278 Zapata Osorio, Juan: 161, 275, 276 Zárate, Alonso de: 112, 114, 148 Zorita, Diego de: 122

Uclés, José de (o Joseph o Jusephe de): 144, 163, 174, 211-212, 228

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Al acercarse al antiguo oficio de escribano del ayuntamiento surgen numerosos interrogantes: ¿Qué obligaciones y funciones tenía asignadas? ¿Qué cometidos desempeñaba dentro y fuera del cabildo? ¿Era su trabajo diferente al de otros oficiales que colaboraban temporalmente en las mismas escribanías de la corporación? ¿Qué títulos podía compaginar un escribano del cabildo? ¿Era obligatorio que paralelamente fuese escribano público y del número? ¿Era a la par archivero del ayuntamiento? ¿Qué estrategias trazaba para acceder a una escribanía del concejo? ¿Qué peso cobraban la endogamia y las redes sociales en los mecanismos de consecución del oficio? A esas y otras preguntas responde este libro, que analiza detalladamente la figura del escribano del ayuntamiento en la villa y corte del Madrid de la Edad Moderna. Atiende a los deberes y funciones del escribano respecto a la documentación municipal que generaba y manejaba. Examina las trayectorias que recorrían esos documentos y los contextos donde circulaban. Además, realiza una aproximación prosopográfica al oficio en las dos escribanías del concejo (la originaria y la acrecentada en 1557, que no se ocupó hasta 1566). También repasa la teoría e ilustra la práctica de la transmisión de escrituras de escribanos tras su defunción o cese en el oficio, por último estudia la rica relación, llena de matices, entre archivos y escribanos capitulares. Leonor Zozaya Montes (Madrid, 1975) es doctora Europeus en Historia por la Universidad Complutense de Madrid (2008). Ha participado en numerosos congresos internacionales y ha publicado más de treinta estudios científicos, entre los que cabe destacar la monografía Al servicio del ayuntamiento. El archivo de la villa de Madrid en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna. En su trayectoria profesional ha estado vinculada, a través de diferentes becas y contratos, al Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y a la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid. Completó su formación académica en el Saint John’s College (Cambridge, Inglaterra) y en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales (Centre de Recherches Historiques del Centre National de la Recherche Scientifique, París, Francia). Actualmente es profesora de Ciencias y Técnicas Historiográficas en la Universidad Complutense.