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Spanish Pages [283]
398.364 R64
Teresa Rojas Rabiela Cultura hidráulica y sim bolism o m esoam ericano del agua en el México prehispánico / José Luis M artínez Ruiz y Daniel Murillo Ucea - Jiutepec, Morelos: In stitu to Mexicano de Tecnología del A gua/Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 2009. 305 pp. 22.5 x 15.5 cm ISBN 978-697-7563-06-8 1.
Agua 2. Sim bolismo 3. México (época prehispánica)
Fotografía de p o rtada: C hultún de Chichén liza. Teresa Rojas Rabiela. Im agen de la co n trap o rtad a : Chac, Códice Madrid.
Coordinación editorial: In stitu to Mexicano de Tecnología del Agua. Coordinación de Comunicación, P articipación e Inform ación. Subcoordinación de Vinculación, Comercialización y Servicios Edi toriales. P rim era edición: 2009. D.R. © In stitu to Mexicano de Tecnología del Agua Paseo C uauhnáhuac 8532 62550 Progreso, Jiutepec, Morelos MÉXICO ww w.im ta.gob.m x D.R. © Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en A ntropología Social Calle Ju á rez 87 Col.Tlalpan M000, Del.Tlalpan, México, D.F. MÉXICO ISBN 978-697-7563-06-8 Im preso en México - P rinted in México
Cultura hidráulica y simbolismo mesoamericano del agua en el México prehispánico
IMTACIESAS
México, 2009
íflDICE PRESENTACIÓN
9
Polioptro F. M artínez Austria
PREFACIO
11
Jorge M artínez Ruiz
PRIMERA PARTE EL AGUA EN LAANTIGUA MESOAMÉRICA: USOS YTECNOLOGÍA
13
- Teresa Rojas Rabiela
INTRODUCCIÓN
15
Contenido y organización Las fuentes de agua Los tipos de obras hidráulicas Las fuentes de conocimiento El agua y sus aprovecham ientos en lengua náhuatl. Las estaciones del año y las clases de tierras en M esoamérica La coexistencia de térm in o s en hidráulica
17 18 19 19 20
CAPÍTULO 1 LAS OBRAS HIDRÁULICAS PARA USOS DOMÉSTICOS
23
Agua de lluvia: captación, conducción, almacenamiento y distribución Cisternas en San José Mogote y Tierras Largas, Oaxaca Los chultunes o cisternas mayas de la península de Yucatán Losjagüeyes o depósitos pluviales a cielo abierto Los depósitos pluviales de Tzicoac-Cacahuatengo, Huasteca meridional, Veracruz Los depósitos pluviales domésticos
21
25 25 26 29 31 34
Manantiales: captación, conducción y distribución para uso doméstico
35
Acueducto de Chapultepec Acueducto del Acuecuéxcatl
35 38
Aguas subterráneas: extracción de agua de pozos
40
Pozos verticales Pozos m ayas
40 41
CAPÍTULO 2 OBRAS HIDRÁULICAS PARA LA IRRIGACIÓN AGRÍCOLA
El riego según las fuentes históricas Criterios empleados para clasificar los sistem as de riego prehispánico Obras y sistemas de riego Distribución geográfica del riego en Mesoamérica
Sistemas de riego permanentesy temporales Sistem a hidráulico de Teopantecuanitlan, Copalillo, Guerrero Sistem a hidráulico de Xoxocotlan, M onte Albán, Oaxaca Sistem a hidráulico de Santa Clara Coatitlan, Estado de México Sistem a hidráulico de la presa Purrón o Maquitongo, Tehuacán, Puebla Otros sistem as hidráulicos del Valle de Tehuacán, Puebla Sistem a hidráulico del Tetzcotzinco a p a rtir de m anantiales, Estado de México Sistem a hidráulico de Hierve el Agua y la Cañada de Cuicatlán, Oaxaca Sistem a de riego p erm an en te del río Teotihuacan, Estado de México e Hidalgo Sistem a perm an en te de riego del río Tula en laTeotlalpan, Hidalgo Sistem a p erm an en te de riego del Valle de Cuernavaca, Morelos Sistem a de riego p erm an en te de la cuenca del río Nexapa, Puebla
Sistemas de riego con presas derívadoras efímeras El sistem a hidráulico del río Cuautitlán, Estado de México Los derram aderos en Tepetlaoztoc, Estado de México Los depósitos pluviales en cimas
Sistemas de humedad/riego en lagunas estacionales, arenales y vegas Sistema hidráulicos y formación de lagunas superficiales Laguna de Tula, Hidalgo
52 52 53 53 55 58 59 61 61 67 70 77 78 81 83 87
90 98 100 102 102 106 106
107
Laguna de Ainanalco, México
Sistemas de riego con agua subterránea Riego m anual o "riego a brazo" Riego a p a rtir de galerías filtran tes
CAPÍTULO 3 OBRAS HIDRÁULICAS PARA LA CONDUCCIÓN, CONTROL Y DRENAJE DE AGUAS PLUVIALES
Desagüesy alcantarillas en Zempoala, Veracruz Xicalcoliuhqui de Tajin, Veracruz
CAPÍTULO 4 OBRAS HIDRÁULICAS PARA EL CONTROL DE LOS NIVELES DE AGUA EN ZONAS LACUSTRES, PANTANOSAS E INUNDABLES
Sistema hidráulico de la cuenca de México, Distrito Federaly Estado de México Campos drenados o elevados Campos elevados del Alto Lerma, Valle de Toluca, Estado de México
CAPÍTULO 5 ALGUNAS PROPUESTAS, ALGUNAS IDEAS A MANERA DE CONCLUSIONES...
107 107 113
117 119 123
127
131 141 143
147
SEGUNDA PARTE TRADICIÓN HIDRÁULICA MESOAMERICANA Y SIMBOLISMO PREHISPÁNICO DEL AGUA
155
José Luis M artínez Ruiz y Daniel Murillo Licea
INTRODUCCIÓN
157
¿Qué sucedió en Mesoamérica? Los orígenes: el m aíz Territorio y cosmovisión
158 159 161
CAPÍTULO 6 AGUA YTECNOLOGÍA ENTRE LOS OLMECAS
165
Teopantecuanitlan, Guerrero
167
Los sistemas hidráulicos de San Lorenzoy de La Venta El culto al aguayal monte CAPÍTULO 7 OTRAS OBRAS HIDRÁULICAS DESTACADAS EN EL PRECLÁSICO
Cuicuilco Drenaje pluvial en los centros cívicos-ceremoniales Los temazcales en la antigua Mesoamérica
CAPÍTULO 8 IRRIGACIÓN PREHISPÁNICA EN LA MESETA POBLANAYEL VALLE DETEHUACÁN
Presa Puirón, Tehuacán, Puebla
CAPÍTULO 9 OAXACA: LAS INNOVACIONES HIDRÁULICAS MIXTECAS YZAPOTECAS
Hierve elAgua,500 a. CA350 d. C.
CAPÍTULO 10 ELÁREAMAYA: CIUDADES Y SISTEMAS HIDRÁULICOS
Los chultunes, la lluviayla abundancia La infraestructura hidráulica como elemento simbólico Acrópolisy ritualidad CAPÍTULO 11 PAISAJES HIDRÁULICOS EN LA CUENCA DEL VALLE DE MÉXICO
Teotihuacan Las chinampasylas obras hidráulicas:parte de la estructura del gobierno confederado de la TripleAlianza La función de los rituales en las obras hidráulicas Los sistemas h idráulicos de la cuenca de México, a paitir de las crónicasy documentos del sigloXVI El Señorío Hidráulico oAItépetl de Nezahualcóyotl
173 181
189 191 194 195
199 203
209 213
219 225 231 239
247 249 250 255 259 263
CAPÍTULO 12 MESOAMÉRICA COMO UN PATRÓN CIVILIZATORIO PARTICULAR
271
BIBLIOGRAFÍA
275
ÍNDICE TEMÁTICO
289
Presentación n el México prehispánico, el conocim iento objetivo de la natu raleza y la experiencia práctica en el m anejo y control del agua generó técnicas y obras hidráulicas que sirvieron de cim iento para el desarrollo de la irrigación agrícola, la construcción de sistem as de abastecim iento de agua a la población y la realización de in fraestru ctu ra de desagüe, e n tre otras aplicaciones. La evidencia m aterial arqueológica que pervive y la docum entación recabada en la p resen te investigación, confirm an lo dicho por Ángel Palerm y Eric Wolf: "El riego es u n a característica fundam ental de las culturas m esoam ericanas.” Con base en la lectura de Cultura hidráulica y simbolismo mesoamericano del agua en el México preshispánico, podem os enfatizar y am pliar dicha aseveración: el conocim iento hidráulico es uno de los fu ndam entos para el desarrollo civilizatorio de las culturas precolombinas. Uno de los logros de este trabajo, producto de la colaboración de dos centros de investigación especializados en el tem a de agua, el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social y el In stitu to Mexicano de Tecnología del Agua, es presentar, ante la am plitud del tem a, un m ural que condensa la tradición hidráulica preshispánica del México m esoam ericano. Los autores, Teresa Rojas Rabiela, José Luis M artínez Ruiz y Daniel Murillo Licea, al recuperar la m em oria histórica de las experiencias y trabajos ejecutados de ingeniería en m ateria de agua, nos b rin d an la oportunidad de conocer y ad m irar los alcances y avances de este b astió n de la historia de la tecnología hidráulica mundial. El presen te libro nos m u estra un p anoram a que inicia desde las prim eras obras ejecutadas p o r la cultura olmeca, pasando luego por una diversidad de culturas, tales como la teotihuacana, maya y zapoteca, entre otras destacadas, h a sta concluir con el desarrollo hidráulico de la ciudad de T enochtitlan de los mexicas y el im presionante complejo de Tezcotzinco, construido p o r el rey Nezahualcóyotl, quizás el ingeniero hidráulico m ás talentoso del México
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prehisp án ica Se agradece que este escrito se acom pañe de espléndidas fotografías, im ágenes de códices y figuras, que no solam ente ilustran, sino form an p a rte sustancial de la docum entación y de la propia investigación. Al igual que las civilizaciones hidráulicas del Viejo Mundo, en el México m esoam ericano el factor hidráulico constituyó un soporte para el desarrollo de las altas culturas precolombinas; es de rem arcarse que en la construcción de las obras de ingeniería hidráulica prehispánica no se contó con anim ales de carga ni tam poco se utilizaron h erram ien tas m an u facturadas de hierro y, aunque se conocía el concepto de rueda, ésta no fue aprovechada. En contraparte, los trabajos de edificación de obras hidráulicas se realizaron con un a intensa m ano de obra que exigió planeación, organización, conocim iento sistem atizado y una red de especialistas y artesan o s en los diferentes ramos, que implicó la ingeniería en el llam ado Nuevo Mundo. Invención, adaptación e innovación tecnológica y la transm isión del conocim iento para usar,, m anejar y controlar el agua dieron lugar a un desarrollo original propio de Mesoamérica. Con absoluta independencia cultural del Viejo M undo y propia creatividad, en el México prehispánico se construyeron obras de captación, conducción, alm acenam iento y distribución de agua, ta n to para uso dom éstico como para fines agrícolas y prevención de inundaciones, por lo que se contó con pozos, presas, jagüeyes, drenajes, alcantarillas, albercas, desagües, sistem as de irrigación, com puertas, diques, acueductos, cisternas, fuentes, sistem as de captación de agua de lluvia, técnicas de control de avenidas, contención y retención de aguas. A ello habría que agregar las adaptaciones de los cuerpos de agua y el uso agrícola de hum edales y tierras de hum edad, en los que se hace un aprovecham iento intensivo del recurso hídrico. En suma, el conocim iento de la tecnología hidráulica contribuyó a que los pueblos precolom binos del México m esoam ericano fo rm aran un p a tró n cultural original que le otorga, con todo derecho, u n lugar destacado en el concierto de las civilizaciones surgidas en la historia de la hum anidad.
Polioptro F. M artínez Austria
uando los conquistadores españoles, al m ando de H ernán Cortés, arrib aro n a la ciudad de Tenochtitlan, les pareció que soñaban al ver lo bien trazad o de las avenidas; contem plaron palacios con una arq u itectu ra y símbolos nunca vistos, increíbles jardines flotantes y un paisaje entretejido de canales y ahuejotes. Al contem plar este orden y la belleza de la ciudad, según cu en ta Bernal Díaz del Castillo, pensaron e star en un m undo de encan tam ien to com o en las aventuras de Amadís de Gaula en sus novelas de caballería. Lo que m ás sorprendió a los españoles es que todos los poblados p o r los que cruzaban cam ino al palacio de M octezum a estaban arm ados en el agua". En efecto, sólo que esta arm onía en tre el ento rno y la ciudad, este encuentro con lo maravilloso, no era producto de ningún hechizo, sino de la ingeniería hidráulica prehispánica con una antigüedad de tre s mil años de tradición. Después de u n cerco en el que se co rtaro n las redes de abasto de agua y se utilizaron bergantines para com batir p o r agua contra los mexicas y sus aliados, cae en 1523 la ciudad lacustre de Tenochtitlan, concluyendo en México un ciclo de conocim iento y experiencia en el m anejo y control del agua, cuyas raíces m ás rem o tas se encuentra en la cultura hídrica de los olmecas. Si la invención de la agricultura provocó un cambio social radical, la irrigación y las obras hidráulicas significaron un cambio tecnológico que de nueva cu enta revolucionó a los pueblos prehispánicos. Dos nociones gemelas se asocian en estas transform aciones. Cultura y civilización. En Mesoámerica, com o se recoge en esta investigación del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social y del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua, la form ación de las sociedades agrarias trae consigo, en tre o tras situaciones, tre s hechos significativos: la división social, acum ulación de excedentes alim entarios y la concentración del poder en la figura de los gobernantes. Ello contribuye a que se originen otros procesos como el comercio y la g u erra pero, sobre todo, p erm ite el desarrollo cultural, p a rte esencial de ella fue la cosmovisión indígena del agua.
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Es con base en el a rte del cultivo de las plantas que surge lo que ahora entendem os como cultura de los pueblos. Nos recuerdan los autores de Cultura hidráulicay simbolismo mesoamericano del agua en el México prehispánico, el argum en to de Gordon Childe respecto del papel civilizatorio que h a jugado el riego en tre los pueblos antiguos. La idea principal de este arqueólogo consistía en hacer ver que la revolución neolítica que se produce con la agricultura adquiere una nueva dim ensión cuando las aldeas agrícolas descubren y aplican la irrigación en sus campos. Es aquí, agrego, el origen de lo que los griegos llam aron civitas o sea, la urbe, y lo que p o sterio rm en te hem os llamado civilización. En ese sentido las civilizaciones m esoam ericanas fo rm an p arte de las que surgieron en el Viejo Mundo con base en el dom inio de los cultivos y el desarrollo de la obra hidráulica. La novedad de esta investigación es re sa lta r la constancia, inventiva tecnológica y lo prolífico de las obras hidráulicas y los sistem as de irrigación, que prevalecen en la historia precolom bina de los pueblos indios. Este recuento de una m u e stra representativa tiene u n alto valor, ya que nos p erm ite probar la existencia de un conocim iento hidráulico organizado y sistem atizado que fue conservado, tran sm itid o y renovado constantem ente. Las civilizaciones m esoam ericanas en México disponían de u n a ingeniería hidráulica prehispánica, que constituyó el soporte cognitivo para aprovechar con eficiencia los recursos hídricos. Dos colum nas sostienen a este corpus: invención e innovación del conocimiento hidráulico. C ontar con este panoram a hidráulico nos p erm ite co m p artir con la sociedad civil contem poránea un patrim onio de conocim iento que requiere de ser conocido y de preservarse, pues si tenem os m em oria, sabrem os quiénes som os y qué fu tu ro queremos. No solam ente los recursos naturales deben asegurarse para las generaciones futuras, tam bién el conocim iento del agua es estratégico para consolidar una civilización sustentable.
Jorge M artínez Ruiz San Antón, 2008.
PRIMERA PARTE (22©
EL AGUA EN LA ANTIGUA MESOAMÉRICA: USOS Y TECNOLOGÍA Teresa Rojas Rabiela
Introducción l agua, líquido prim ordial que hace posible la vida en el planeta; está en su origen. Es universal y casi ubicua; está presente desde la gestación h a sta la m u e rte de todo lo vivo. Los seres hum anos som os casi de agua, pues nos constituye en u n 70%. Lo m ism o enfrentam os sed que nos sum ergim os en ella con placer, le rendim os culto y veneración, sufrim os los estragos de la sequía cuando escasea o de las inundaciones cuando abunda; in ten tam o s m anejarla, alm acenarla, dominarla, controlarla y encauzarla en beneficio de la agricultura, la vida colectiva, la navegación, los asentam ientos, los anim ales y las plantas, el esparcimiento, las m áquinas y la industria. El agua dulce o salobre, caliente o fría, sólida, líquida o como vapor nos brinda alim entos, p roductos y servicios no sólo útiles sino deliciosos, placenteros y confortables que hacen posible la vida y m ás agradable la existencia. En ñn, el agua está p resente siem pre y sin ella, sim plem ente no podríam os sobrevivir. Por eso y p o r más, este trabajo se dedica a ella, en p articular a cómo la m anejaron técnicam ente los antiguos mexicanos, los que vivieron en el centro y su r de México y g ran p a rte de Centroamérica; es decir, en la antigua Mesoamérica, una de las cunas de la civilización en el m undo. En estas páginas tiene un lugar de privilegio el tra ta m ie n to de las técnicas y obras hidráulicas, p o r encim a de lo relativo a los conceptos, ideas y conocim ientos en to rn o al agua, su origen, ciclos, características, estados y valores asociados. Su objetivo es modesto, pues se concreta a exponer 110 un a síntesis de todo lo que se sabe sobre el te m a a lo largo de la historia de Mesoamérica, sino una exposición panorám ica m ediante ejemplos que se basan en resultados de investigación propia y de otros especialistas, lo cual tiene sus complicaciones puesto que no son siem pre com parables ni uniformes. El form ato adoptado tam poco da lugar a u n relato cronológico, no o bstante lo cual las fechas se consignan cuando los arqueólogos las han podido establecer; pero no puede soslayarse la dificultad existente p ara fechar los vestigios de las antiguas obras hidráulicas, de los cam pos agrícolas y de o tras estru ctu ras productivas similares, salvo cuando h an quedado cubiertos o sellados por otros restos factibles de d a ta r (Manzanilla, 1990). Una aclaración m ás se refiere a que este texto hace m enos
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Fotografía de la página anterior: Canal Olmeca deT eopantecuanitlan. Foto:Teresa Rojas.
énfasis en lo maya, y m ayor en los altiplanos centrales, lo cual se espera rem ediar en una próxim a publicación. A propósito del interés p o r la tem ática de las obras hidráulicas, cabe recordar que buena p a rte de la inform ación con la que hoy contam os, en especial aquella sobre el riego, resultó de u n in terés científico específico derivado de form ulaciones teóricas como las de V. Gordon Childe y Julián H. Stew ard en to rn o al evolucionismo y de evolucionismo m ultilineal (el segundo autor), y de Karl W. W ittfogel sobre la sociedad hidráulica o Estado hidráulico. Stew ard propuso que las civilizaciones te m p ra n a s de riego existentes en Mesoamérica, Perú, China y el Cercano Oriente se desarrollaron a través de periodos similares, fu n d am en talm en te p o r los m ism os motivos, si bien no coincidieron en el tiem po p o r obvias razones (Steward, 1960). Al reto m ar la form ulaciones de Wittfogel, Stew ard exploró la posibilidad de que en la evolución de las sociedades hidráulicas, la irrigación y el uso de las prim eras p lantas dom esticadas hubieran sido sim ultáneos, así como que el desarrollo de las com unidades locales, la tecnología, los pa tro n e s económicos y políticos, y aun los logros intelectuales, estéticos y religiosos pudieran h ab er seguido vías similares. A p a rtir de esta propuesta teórica, el etnólogo norteam ericano form uló u n a explicación causal sobre la sucesión de tipos culturales en cada una de esas áreas irrigadas del mundo, contenida en el trabajo Cultural Causality andLaw:A Trial Formulation oftheDevelopmentofEarlyCivilizcitions, de 1949. En un simposio acerca de la m ism a problem ática, organizado por este m ism o au tor poco después participó, adem ás de Wittfogel, el etnólogo Ángel Palerm, quien desde entonces se dedicó a analizar la posible aplicación de las teorías de W ittfogel y Stew ard al caso de la civilización u rb a n a de M esoam érica (Palerm 1954 y 1955, en 1972; 1973). Por su parte, el arqueólogo Pedro Armillas había publicado e n 1949 el prim ero de varios artículos seminales dedicados a la agricultura de liego, que tuvieron u na gran influencia sobre las nuevas generaciones de m esoam ericanistas, principalm ente los titulados:“Notas sobre sistem as de cultivo en Mesoamérica. Cultivos de riego y hum edad en la Cuenca del Río de las Balsas”(1949, en 1991a), "Tecnología, form aciones socio-económicas y religión en M esoam érica”(1951, en 1991b), y m ucho m ás ta rd e el dedicado a las chinam pas de la cuenca de México, "Gardens on Swamps" (1971, en 1983), que tuvo com o antecedente el artículo en coautoría con Robert C. W est sobre "Las chinam pas de México" (1950). Además de los anteriores, otros autores h a n contribuido a la com prensión de las obras hidráulicas y su relación con la evolución social de las culturas de Mesoamérica; debe .mencionarse a los arqueólogos William T. Sanders, que hizo aportaciones fundam entales al estudio del desarrollo cultural de M esoamérica, con énfasis en las interacciones cultura-medio am biente (1956,1957,1962,1965,1968); Robert S. MacNeish y colaboradores (1967-1972), René Millón (1954,19571962,1973) y Kent V. Flannery y colaboradores (1986), en tre los principales.
Las nuevas p reg u n tas que las diversas teorías generaron en el cam po de la investigación arqueológica y etnohistórica sobre el desarrollo de las civilizaciones antiguas de Mesoamérica, dieron lugar a una renovación del pensam iento antropológico entonces prevaleciente, colocándolas en un co n tex to com parativo (homotaxial). En el cam po arqueológico se em p ren d iero n búsquedas novedosas, ta n to como una relectura, con nuevas “miradas", de las fu en tes históricas ta n ta s veces utilizadas, así como una revisión crítica del conocim iento acum ulado p o r las anteriores generaciones de estudiosos. Surgieron así nuevos tem as y problem as antes no planteados y en ocasiones ni siquiera percibidos como significativos, dado el tipo de investigación excesivamente concentrada en el estudio de la religión y el ceremonialismo, y ten d ien te a un cierto enciclopedismo" desprovisto de interpretaciones teóricas. Se dio paso al interés por el origen de la civilización m esoam ericana, la agricultura, el riego, el Estado y el urbanism o, principalm ente. Mención especial m erecen dos proyectos, uno dirigido p o r el arqueólogo Robert S. MacNeish sobre la p rehistoria del Valle de Tehuacán (cuyos resultados se publicaron a p a rtir de 1967), encam inado a la búsqueda del origen de la dom esticación de plan tas en Mesoamérica, de los sistem as agrícolas y del riego. En el volum en IV, dedicado a la cronología e irrigación, el propio W ittfogel se interroga: ¿Puede el estudio de las grandes obras hidráulicas ser una clave de la h isto ria de la hum anidad? (1972, p. 59). Richard B. W oodbury y Jam es A. Nelly se ocupan de los sistem as de control de agua (1972, pp. 81-153), y MacNeish y colaboradores del origen de la dom esticación de plantas en la región (1976, pp. 290-309). El segundo proyecto fue encabezado por Kent V. Flannery sobre "La preh isto ria y la ecología h u m an a del valle de Oaxaca" a p a rtir de 1962, cuyos resultados h a n sido publicados, destacadam ente en el volum en titulado Guilá Naquitz.Archaic Foraging and EarlyAgricultura in Oaxaca, México (1986). No es este el lugar p ara continuar con esta historia intelectual, pero sí de m encionar que el tex to que ahora ofrezco sobre las obras hidráulicas prehispánicas se beneficia de esos y otros m uchos resultados de las investigaciones realizadas desde los años cuarenta, así como de las siguientes obras de síntesis (por orden cronológico): Teresa Rojas Rabiela (1988,1990,2001), Jam es Doolittle (1990), Jorge Angulo (l993),Thomas M. W hithm orey B. L.Turner II (2001), y Lisa J. Lucero y B arbara W. Fash (eds.) (2006).
Contenido tj organización La intención de este tex to es p re se n ta r u n a panorám ica de todos los tipos de obras hidráulicas prehispánicas utilitarias conocidas, a través del recurso de exponerlos ejem plos m ás docum entados o bien con características únicas, sin pretender, ya se dijo antes, exhaustividad. No se tra ta, por ende, de u n relato
cronológico ni de una síntesis de todo el conocim iento acumulado. Las obras hidráulicas que se abordan son aquellas destinadas a proveer de agua a las antiguas poblaciones para bebery p ara o tros usos dom ésticos (asear, preparar alimentos), asi como p ara la agricultura, el control hidráulico y el drenaje (aguas pluviales y de desecho) y sólo secundariam ente la recreación. No se abordan así las instalaciones cuya finalidad fue religiosa y ritual, excepto cuando ésta se combinó con las utilitarias, o bien, porque su uso e stá en discusión (Hierve el Agua, Oaxaca, como el m ejor ejemplo). Tampoco se ahonda en la organización social y política im plicada en las obras, sin que el te m a esté ausente. Antes de exponerlos tipos de obras hidráulicas, presento algunos aspectos introductorios, incluidas dos tipologías: u n a sobre las clases de fuentes de agua y hu m ed ad que alim entaban las instalaciones hidráulicas prehispánicas, y o tra sobre las fuentes de conocim iento con las que contam os para conocerlas. Además expongo algunos ejemplos de las palabras referidas al agua y a sus aprovecham ientos en lengua náhuatl, la diversidad de orígenes de los térm inos en español referidos a las obras hidráulicas, las estaciones del año y las clases de tie rra en náhuatl. Enseguida el lector en contrará la exposición de los tipos de obras hidráulicas prehispánicas que resultan de la com binación de dos criterios básicos: su finalidad y el origen del agua em pleada. Cada uno de los tipos resultantes se ilustran m ediante ejemplos y, cuando es posible, se refieren a regiones con distintas condiciones am bientales, con el propósito de abarcar la gam a m ás com pleta posible de las soluciones que los antiguos m esoam ericanos encontraron p ara satisfacer sus necesidades de agua y en fre n ta r cotidianam ente los pequeños y grandes problem as y retos en relación con ella, ya fuera escasa, suficiente, abundante, excesiva, errática, superficial, subterránea, freática, salobre, dulce, contam inada, serena, agitada, lejana, cercana, concentrada, dispersa, perenne, estacional o estancada. El texto contiene una gam a diversa de im ágenes cuya pretensión es d ocum entar visualm ente los ejemplos; provienen de búsquedas en m anuscritos de la época virreinal te m p ra n a (siglo XVI), en especial en los libros pintados o códices indígenas, pero tam b ién hay esquemas, m apas y planos virreinales que se sum an a algunos bocetos y dibujos arqueológicos derivados de levantam ientos de campo. Las fotografías, registros existentes desde m ediados del siglo XIX, p resen tan visualm ente algunos vestigios de obras hidráulicas prehispánicas o bien, ejemplos conocidos etnográficam ente, similares a los descritos en las fuentes históricas.
Las fuentes de apira Elaguá'aqui referida es la com únm ente llam ada agua dulce", ala que se agregan tre s criterios: origen, movilidad y ubicación (subterránea o superficial), de cuya com binación resu ltan los siguientes tipos de fu en tes de agua:
M eteórica o atm osférica en movimiento: agua de lluvia. Superficial en m ovim iento: m anantiales, ríos y arroyos perennes y tem porales. Superficial en calma: humedales, lagunas, pantanos, lechos lacustres. Subterránea y freática: ríos y depósitos subterráneos.
Los tipos de obras hidráulicas La tipología de obras hidráulicas que presento se basa en dos criterios básicos: la finalidad de las obras hidráulicas y el tipo de fuente de agua utilizado. En realidad y como se apreciará, se tr a ta de una tipología ideal dado que con frecuencia las instalaciones hidráulicas tuvieron m ás de una función y se alim entaron con m ás de un tipo de agua, pluvial o de m anantial, po r ejemplo: Abasto de agua p ara uso dom éstico y otros servicios cotidianos a la población, de aguas pluviales, perennes superficiales y subterráneas. Conducción, control y drenaje de aguas pluviales para evitar inundaciones. Conducción y drenaje de aguas de desecho, "negras”, de las poblaciones rurales y urbanas. Provisión de agua p ara la irrigación agrícola. Control, aprovecham iento y desagüe de zonas lacustres y pantanosas. Recreación y ritualidad.
Los fuentes de conocimiento Así com o hay fu en tes de agua tam b ién las hay de conocimiento, en el sentido de docum entos que contienen información, convertida por los científicos en dato. Para el propósito de esta obra he recurrido a una variedad relativa de fuentes que pueden agruparse en los siguientes cinco conjuntos: Vestigios m ateriales de obras hidráulicas prehispánicas, estudiados principalm ente po r los arqueólogos, que incluyen: canales, zanjas, presas, bordos, estanques, pozos, jagüeyes, cisternas y hoyas, entre otros. Registros históricos en fuentes de prim era m ano (primarias), elaboradas du ran te los siglos XVI y XVII, ta n to en escritura pictográfica m esoam ericana como en latina o abecedaria; esta últim a introducida por los europeos a América y m uy pro n to apropiada por los m esoam ericanos para producir nuevos docum entos. Por fortuna, algunos de los antiguos "libros pintados” o códices prehispánicos sobrevivieron a la implacable destrucción em prendida
por los eclesiásticos españoles dado su supuesto o real contenido religioso, y contienen inform ación de particu lar relevancia para conocer la cultura de los m esoam ericanos; sin embargo, la m ayoría de los códices conservados se elaboraron en la época virreinal tem p ran a en escritura latina o en combinación con la pictográfica. A los códices se sum an num erosísim os m anuscritos e im presos de la época novohispana, lo m ism o obras de autores indígenas o europeos en form a de crónicas históricas o anales, que docum entos de índole adm inistrativa producto de la actividad de gobierno en sus ám bitos civil y eclesiástico (tasaciones, relaciones geográficas, testam entos, reconocim ientos de tierras, padrones, cartas anuas, etcétera). Registros etnográficos de obras y técnicas “tradicionales" en uso en las áreas rurales h a sta ahora, cuyo probable origen es prehispánico o bien son similares a las descritas en estudios arqueológicos y fuentes históricas. Estas instalaciones son identificadas y estudiadas p o r antropólogos, etnólogos, agrónom os, historiadores, arquitectos y u rb an istas en el curso de sus recorridos y trabajos de campo, y en m uchos casos h a n perm itido interpretar, p o r analogía, su posible funcionam iento en época m esoam ericana. Docum entos visuales, que abarcan u n a am plia gam a de tipos y contenidos, desde códices h a sta m apas y planos, grabados, litografías, óleos y fotografías elaborados con fines m uy variados en el curso de los últim os cinco siglos. Terminología referida al agua y sus aprovecham ientos en diversos libros y m anuscritos en las lenguas indo-m exicanas-centroam ericanas, elaborados por evangelizadores y lingüistas. De variada índole, sobresalen aquellos cuyo objeto fue sistem atizarlas lenguas vernáculas con fines de conversión y de gobierno (vocabularios, confesionarios, artes o gram áticas, exempla, sermonarios), así como reg istrar hechos históricos en fo rm a de anales, historias genealógicas, altepeámati ("papeles de las tierras”, en náhuatl), testam entos, huehue tíahtolli ("palabra de los antiguos”, en náhuatl), tra ta d o s sobre la historia y costum bres de las antiguas sociedades tales como los códices Florentino y Badiano, en tre otros muchos.
El apira ij sus aprovechamientos en ienpua náhuatl. Las estaciones del año y las clases de tierras en íllesoamérica El potencial de las fu en tes lingüísticas p a ra conocer las obras hidráulicas y te m a s relacionados con el uso del agua es m u y g ran d e y queda de m anifiesto, p o r ejemplo, en los registros en la lengua n á h u a tl o m exicana que nos ofrece el célebre Vocabulario en lengua mexicana y castellana, y castellana y mexicana, de
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fray Alonso de Molina, publicado en la ciudad de México en 1576, Dicha fuente, en particular, fue analizada con este fin p o r Brigitte Boehm de Lam eiras y A rm ando Pereyra (1974), con lo que quedó m anifiesta la potencialidad de esta clase de d o cu m en to s lingüísticos. Por ejemplo, el sufijo a que significa agua (de atl), se an tep o n e a su stan tiv o s com o milli,"heredad"("milpa", parcela cultivada), y tlalli, "tierra", de ta l fo rm a que amilli es la palabra p ara "milpa de riego" y atlalli, p a ra "tierra de regadío"./ltI antecede igualm ente a verbos com o "sem brar algo a mano": toca nitla, de lo que resu lta atoca, "sembrar de riego”. O tra m a n era de expresar la presencia de riego es al indicar que un d eterm in ad o cultivo es de "tiempo del estío” (es decir, de secas): tonalcentli, tonalchilli y tonalelotl, es decir: maíz, chile y elote del tiem p o de secas, respectivam ente. Una labor sem ejan te h ab ría que e m p ren d er con fuentes de esta clase en o tras lenguas autóctonas. En cuanto a la clasificación de las estaciones del año y las clases de tierras en Mesoamérica, te m a m uy interesan te y casi desconocido por los m exicanos actuales, se tiene que en la lengua náhuatl de los altiplanos centrales el año se dividía en dos estaciones, denom inadas: tonalla o tonalco, la estación de "estío, p a rte del año", y xopan, el "verano", la p arte del año en que llueve, tiem po de aguas (Molina, 1970). Las tierras de cultivo se diferenciaban por su acceso a la hum edad en tres: atlalli, tie rra de riego; clvyautla, tie rra de hum edad, y xinmilli, tie rra de tem poral.
Lo coexistencia de términos en hidráulica Al abord ar el estudio de las obras hidráulicas y su manejo, ta n to del pasado como del presente, se en fren ta un problem a sem ántico m uy interesante que consiste en el uso de palabras de orígenes ta n diversos como el árabe, griego, latín, inglés, francés, náhuatl, maya y otras lenguas indoam ericanas. Esto sin duda nos rem ite a las diversas historicidades de la tecnología hidráulica en México. En el p resente texto se dan los significados y orígenes de las palabras, a p a rtir de las fuentes m ism as de donde proceden, o bien, de diccionarios antiguos y m odernos como: el de Sebastián de Cobarruvias (1611); de Autoridades (1732); de Mejicanismos, de Francisco J. Santam aría (1992); de uso del español, de María Moliner (1981), y de la lengua española actual.
El m aíz en dos situaciones c o n tra st________ ,aia y b u en as lluvias. Códice Fe¡én/aiyMciyer(m\xteco).
El b uen y el m al labrador en el Códice Florentino, Uh 10, f.29r. Desataca el uso de uno de los tipos de nictli: el gran d e a m an era de pala.
Capítulo 1
LAS OBRAS HIDRÁULICAS PARA OSOS DOMÉSTICOS
P arte exterior de un chultún en Cliacim iltún, Yucatán. Foto: B ernardo García M artínez, 2008.
P arte exterior de un chultL'm en Yakal Xib, Yucatán. Foto:Teobert Maler, diciem bre de 1888 (en Maler, 1997 foto: 268).
fipuQ de lluvia: captación, conducción, almacenamiento tj distribución La recolección y alm acenam iento de agua de lluvia se practicaron en M esoam érica desde tiem pos m uy antiguos y se lian docum entado arqueológicam ente en m uchos sitios, sea en form a de depósitos subterráneos, o a cielo abierto, así como en recipientes. El agua se captaba m ediante canales y zanjas, aprovechando el agua rodada (impluvio en patios y casas, o en el campo, en jagüeyes, con bordos, etcétera), o bien, conduciendo a depósitos la que se precipitaba en los techos de las viviendas y edificios por medio de canoas o canjilones de m adera o pencas, canalitos u otros pequeños conductos.
Cisternas en San José iJlopote if Tierras Larpas, Oanaca Algunos de los depósitos subterráneos o cisternas m ás antiguos de M esoam érica son los de San José Mogote (1000 a. C„ fase San José; Área B, elem ento 58 y Área C, elem ento 48) y Tierras Largas, Oaxaca. Los arqueólogos consideran que lo m ás com ún en aquellos tiem pos para proveerse de agua seria u sar estas cisternas dom ésticas. Los antiguos h abitantes de San José, adem ás de nivelar la roca m adre para hacer terrazas con objeto de fincar sus viviendas, excavaron grandes cisternas en ésta, así como zanjas y canales para conducir allí el agua de lluvia (Flannery y Marcus, 2005:302; Marcus, 2006:233; foto y esquema: 234-235). En Tierras Largas se encontró una zanja de drenaje sim ilar en la roca m adre ju sto arriba de una casa construida alrededor de 1000-900 a.C." (Flannery 1983:326; Marcus 2006:233j.
Los chultunes o de Yucatán
cisternas maídos de lo península
Otros depósitos subterráneos (cisternas o aljibes), chultunes en lengua maya, fueron excavados por la población prehispánica con objeto de captar y alm acenar agua de lluvia p ara usos domésticos. Se cu en tan p o r miles en la península de Yucatán, básicam ente en el n o rte y sin lugar a dudas "fueron vitales en casi todos los asentam ientos prehispánicos" (Zapata, 1982:13), lo m ism o en los terren o s kársticos del oriente que en los terren o s secos de la sierra de Ticul o el Puuc. Los depósitos se excavaron en la roca madre, que en la península está relativam ente cerca de la superficie y por lo general constan de cinco secciones, si bien existieron diferencias debidas a las condiciones topográficas y geológicas locales: 1) Zona de captación de la lluvia inm ediata, área pavim entada con cierta inclinación, de unos 5 m etro s de diám etro; 2) Zona de captación de lluvia m ediata, área aledaña al chultún, que recoge el agua de los techos de las casas y edificios m ediante canalitos o canjilones; 3) Boca; 4) Cuello, y 5) Cámara o depósito propiam ente dicho, que puede ser en form a de cam pana, botellón, bóveda o am orfa (Thom pson en Marcus, 2006:240). Para Z apata (1982:27,29): ... un ch u ltú n es u n a construcción asociada a ediftciosya sean m o n u m en tales o no, que se en cu en tra a nivel del suelo o bien sobre p latafo rm as o en nivelaciones creadas ex pro feso ... Tienen sus paredes recubiertas po r aplanados de estuco y, cuando menos, un perím etro m ínim o, con una inclinación para la captación del agua de lluvia.
Algunos antiguos chultunes siguen en uso hoy en día. Los arqueológicos se encu en tran en: Chichén Itzá, Uxmal, Labná, Xcanalcruz, Azulá, Labná, Yakaxiú, Ichpich, Umán, Chacmultún, Kom.Xcanalheleb.Xkichmook, Chuncanab y Sayil; la mayoría localizados en la región de Chichén Itzá y otros en el Puuc. El estudio de Zapata analiza con g ran detalle una m u estra de los chultunes existentes en varios de estos sitios, en tre ellos cinco de Chichén Itzá (Grupo Sur), ciudad cuyo auge tuvo lugar d urante el Clásico y los inicios del Posclásico (900-1200 d. C.), todos con form a de botellón. Allí, los chultunes se encuentran siempre: ... asociados a co nstrucciones m onum entales, situ ad o s d e n tro de g ran d es complejos arquitectónicos, sobre p latafo rm as o en nivelaciones o ad o sam ien to s practicados a éstas. En la m ayoría de los casos se tra ta b a de un chultún p o r com plejo y, en ocasiones, dos chultunes d e n tro de una g ran plaza, pero siem pre asociados a construcciones tech ad as con bóveda. (Zapata, 1982:110).
— unz?.,/7in_
Tierra p resu n tam en te irrigada. Códice Santa Ma. Asunción, f. 17r. Cuahtepuztitla, milcocoli, detalle.
Los tre s glifos de com puertas localizados h asta ahora en códices m esoam ericanos:
Matricula de Tributos, Códice Mendocinoy Códice Cozcatzin.
que p erm itieron irrigar d u ran te las secas. Estas presas, hoy lo sabemos, constituyen 1111 recurso técnico m uy extendido, antiguo y con gran pervivencia h a sta el presente. Las instalaciones básicas p ara el riego consistieron en presas, de las cuales hubo básicam ente dos tipos distintos: alm acenadoras perm an en tes y derivadoras efím eras o tem porales; canales (de tierra, de piedra, de piedra con estuco y de argam asa-calicanto, y quizá tam bién de barro y madera), acueductos sobre taludes de tie rra p ara conectar vanos en tre barrancas, lomas, m o ntañas y otros accidentes topográficos y, posiblemente, depósitos secundarios de m enor escala que las presas', con la finalidad de regular el flujo enviado por los canales y elevar el nivel p a ra irrigar m ayor cantidad de tierra. En lo que respecta a la conducción, diversos autores han afirm ado que el riego se hacía llegar a los parcelas de cultivo en form a directa desde las fuentes de agua a través de to m as y redes de canales sangrados en los cursos de los ríos perm anentes. Sin em bargo las evidencias que he reunido indican que por lo general si no es que siempre, el sistem a de riego consistía de una serie de represas derivadoras que represaban, elevaban y conducían por bocatom as y canales de tie rra el agua por gravedad a las parcelas. Las form as de los canales desarrollados en M esoamérica fueron, en orden cronológico y según la reconstrucción de Doolittle, las siguientes: en corte y en form a rectan g u lar (Teopantecuanitlan), trapezoidal (Santa Clara Coatitlan), en U (Tlaxcala) y escalonado (Xoxocotlan). Más tard e apareció la form a de V (Otum ba y Tula) (Doolittle, 1990:8, cuadro con la cronología). La existencia de com puertas es m ateria de controversia. Por lo general, se adm ite el uso de form as incipientes de algún tipo de m ecanism o para ab rir y cerrar el flujo de canales y presas, consistente en m eras obstrucciones con tierra y piedras ("echar presa, le llam an hoy en algunas zonas), o bien de co m puertas principales y deslizantes (sluice gates y head gates en inglés, Doolittle, 1990:33). Mis propias búsquedas en códices y docum entos, algunos en náhuatl, así como observaciones en campo, m e perm iten proponer que al m enos uno de los tipos de com puertas antiguas habría sido de tablones a m an era de entarim ado de m adera que se abriría con m ovim iento giratorio sobre su eje superior. Quizá son las "puentes” que se abrían y cerraban en las calzadas que confluían en T enochtitlan y otras ciudades lacustres y que fueron descritas por los conquistadores, en especial d u ran te la to m a de capital im perial tenochca. En fuentes pictográficas he localizado tre s registros, uno en la Matrícula de tributos, o tro idéntico en el Códice Mendocino y el tercero algo diferente en el Códice Cozcatzin, todos procedentes de la cuenca de México. Por otro lado se tiene u n hallazgo en un sitio chinam pero abandonado en el tiem po del contacto indo-español, situado en el antiguo vaso de Xochimilco, hecho por el
arqueólogo Raúl Ávila López, que tuve o portunidad de conocer hace unos años. Los testim onios lingüísticos sobre la acción de ab rir y cerrar el agua abundan, como es el caso de la palabra n áhutl atzaqua, "atapar o cerrar el agua, para que no se salga", o atzacqui, "el que cierra o atap a el agua que corre" (Molina 1977; véase Boehm y Pereyra, 1974). Ahora, procede abordar los ejemplos que ilustren los sistem as hidráulicos seleccionados p ara esta obra.
Sistema hidráulico de Teopaniecuamiian, Copaiillo, Querrero Teopantecuanitlan es u n sitio m onum ental olmeca situado en el n o rte del estado de Guerrero, poblado desde el año 1400 h a sta el 600 a. C. Es notable desde m uchos p untos de vista, en tre ellos, su an tigüedad y pertenencia a la célebre cultura arqueológica olmeca, p o r lo general identificada con la planicie costera del Golfo de México, pero en concreto p ara nuestros intereses porque contiene dos obras hidráulicas, una de ellas fran cam ente espectacular: un canal monolítico de piedra que pudo haberse em pleado para riego, que adem ás h a podido fecharse gracias a que un tra m o quedó sellado por un nivel olmeca posterior. La segunda obra es una cortina de una presa alm acenadora que corresponde a la segunda etapa constructiva del sitio (1200-100 a. C.). La relación en tre las dos obras está aún sujeta a investigación y esperam os que pron to se pueda resolver. El conjunto m onum ental, estudiado por Guadalupe M artínez Donjuán, se ubica en un valle árido cercano a la confluencia de los ríos Amacuzac y Mezcala, afluentes del Balsas, que abarca 45 mil m etros cuadrados; con altas tem p eratu ras y vegetación sem idesértica, se ubica a un lado de u n canal n atu ral que recoge u n a corriente tem poral proveniente de una elevación vecina (Doolittle, 1990:41). El sitio cuenta con tre s conjuntos de construcciones, uno de los cuales (el A) contiene el recinto cerem onial que d ata de 1400 a. C„ el canal y la cortina de la presa. El canal, situado a unos trescientos m etro s al noreste del recinto, está construido con grandes bloques de rocas calizas y estuvo cubierto de lozas (que en algunos tram o s se en cuentran in situ), tiene unos trescientos m etros de largo y term in a en el valle, abajo del sitio. Mide en su in terior de 70 a 90 centím etros de ancho y de 90 a 150 m etros de alto, y era: ... capaz de conducir o alm acenar casi un m etro cúbico de agua p o r m e tro lin eal m ien tras que su ligera inclinación evitaba el estan cam ien to o la erosión p o r la rapidez del flujo de
agua. Se ha especulado que esta obra se en co n trab a relacionada con u n a presa, la cual estab a d estin a d a al regadío p ara im pulsar la agricultura intensiva (M artínez Donjuán, 1986:215; 1995:59; 2001:200-201; 1982 y 1986).
La presa; ... se localiza en una g a rg a n ta form ada po r cerras que lim itan la Unidad A p o r el oeste. El vaso de la presa está lim itado p o n in a cadena de elevaciones, dejando un espacio en el que se co n stru y ó u n a co rtin a de piedras y tierra. Además del escurrim iento de agua de lluvia de los cerro s circundantes, la presa alm acenaba agua de m anantial. (M artínez, 1986:232).
Las dim ensiones de la co rtin a eran tre in ta m etros de largo y tre s m etros de alto en el centro, con u n vaso de veinte p o r veinte metros, aproxim adam ente. Doolittle considera que posiblem ente fue una presa de "gravedad", dado que "depende de su propio peso p ara so p o rtar el peso del agua que almacena" (Doolittle, 1990:41). En la presa no se re p o rta vertedor (de demasías), pero la cortina pudo te n e r un hueco o lugar m ás bajo en la p a rte superior, cerca del pu n to opuesto a donde em pezaba el canal m onum ental. Éste, en caso de haber servido en efecto p ara irrigar, h abría conducido agua "pasiva”, es decir, alm acenada.
Sistema hidráulico de Hoaocoilan, íTlonie Hlbán, Oaxaca La evidencia arqueológica m ás tem p ran a de un canal para conducir agua desde el vaso de u n a presa para alm acenar procede del piedem onte del pueblo de Xoxocotlan, abajo de M onte Albán, Oaxaca. Se tra ta de u n a presita de diez m etro s de alto en el centro y de ochenta m etros de largo, con una cortina en form a de V, en cuyo centro parece haber existido una com puerta. El m aterial utilizado es u n a mezcla de cal y piedra, recubierta con una capa de cal, es decir, se tr a ta de una presa tecnológicam ente m ás compleja que las previas (Doolittle, 1990:52-56; m ap a en p. 52). El canal principal que sale de la presa m ide unos dos kilóm etros y sigue los contornos del cerro p o r unos trescientos m etros, excavado en la roca madre, p ara luego co n tin u ar e irrigar unas cincuenta hectáreas en esas laderas, h a sta desem bocar en u n arroyo. El canal m ism o es de form a escalonada, con un "canal superior" de tre in ta centím etros de ancho por doce centím etros de profundidad, y un "canal inferior" de ochenta por veinticinco centím etros, rasgo que indica u n a buen a dosis de planeación y habilidades de ingeniería (Doolittle, 1990:53).
En el caso de e sta presa no se hallaron ram ales o canales secundarios, por lo que se presum e que la com puerta de la presa se abriría cada vez que el agua se necesitaba en los canales, pero no se sabe con certeza cómo en trab a el líquido desde éstos a los campos, aunque es probable que se ta p a ra n con m ateriales que sim plem ente im pidieran el paso del agua, al m ism o tiem po que la elevaran para que los sobrepasaran e inundara los terren o s adyacentes, que contendrían bordos bajos de piedra para re te n e r el líquido (Doolittle, 1990:54). Según Doolittle, las terrazas, u n a tecnología ta n to o m ás antigua que la irrigación p o r canales, "parece h ab er surgido por prim era vez ju n to con la irrigación con canales, en Xoxocotlan". En este caso perm itió la inundación controlada (en contraposición a la inundación libre) (Doolittle, 1990:55).
Sistema hidráulico de Santa Clara Coaiitlan, Estado de illéHico Un ejemplo m uy antiguo de un canal de riego es el de Santa Clara Coatitlan, situado en el n o rte de la cuenca de México, cuyos vestigios h a n sido fechados hacia el año 900 a. C. Fueron localizados por el equipo de William T. Sanders en 1974 (en Doolittle, 1990:43). Se tr a ta de la canalización artificial de una corriente tem p o ral proveniente de las faldas de la sierra de Guadalupe, con u n poco m ás de dos kilóm etros de longitud, un m etro de ancho p o r un m etro de profundidad (Nichols, 1982, en Doolittle, 1990:22), al final del cual existen veinticinco canalitos de sesenta centím etros de ancho p o r cincuenta centím etros de profundidad, que irían directam ente a las parcelas. No se han encontrado rastro s de ninguna presa y está en discusión si ésta existiría o si la irrigación se h aría con to m as directas aprovechando la gravedad. Los usuarios tuvieron que darles constante m antenim iento a los canales debido a la sedim entación que producían las avenidas e, inclusive, hay evidencias de un reexcavación. Es posible que antes de que existiera este sistem a por canales, los cam pos agrícolas se hayan irrigado m ediante la conducción de las avenidas de tiem po de lluvia provenientes de la sierra de Guadalupe.
Sistema hidráulico de la presa Purrón o ífk&Quiionpo, Tehuacán, Puebla El valle de Tehuacán, Puebla, no sólo es la región en donde se h a n encontrado algunos de los restos m ás tem p ran o s de plantas dom esticadas en la región
Vista parcial de la p resa alm acenadora de T eopantecuanitlan, Guerrero. Foto: Teresa Rojas Rabiela.
M exicana-Centroam ericana (MacNeish, 1962), sino tam bién de las estru c tu ra s hidráulicas m onum entales m ás antiguas. Entre los prim eros están unos pozos de agua (ya antes m encionados aquí) y unos sistem as de canales de la era precerám ica localizados en Necoxtla, fechados como de 7900 a. C. (Nelly, en Marcus, 2006:235). Pero en Tehuacán se encuentran los restos de una de las presas alm acenadoras m ás grandes y célebres de Mesoamérica, conocida como Purrón, en realidad un complejo de obras situado en la p a rte su r del Valle de Tehuacán, en la zona conocida como Maquitongo, en la boca de la cañada del arroyo Lencho Diego (de régim en interm itente, originado en el cerro Chichiltepec, a 2 000 msnm). Debe m encionarse que el uso de la presa p ara la irrigación está en discusión y aú n no se h a resuelto del todo, en especial porque no se h an localizado canales de riego (véase discusión en Doolittle, 1990:28-29). En su análisis de la presa, Doolittle propone, an te la falta de evidencia de canales agrícolas antiguos asociados con la presa, que condujeran el agua a las parcelas, que el embalse haya servido m ás bien p ara controlar las avenidas, reducir la fuerza erosiva del agua y los sedim entos, y proteger de inundaciones a los cam pos aguas abajo, adem ás de p e rm itir que el antiguo cauce recibiera agua. Esta hipótesis me parece discutible dada la escasa precipitación pluvial en el valle, insuficiente p ara p racticar la agricultura de tem poral, por lo que propongo que quizá el tipo de riego utilizado pudo h ab er sido por inundación, conducido a través de la especie de v ertedera de la presa (Byers, 1967:48-64), usado ta n to du ran te la tem p o rad a de secas como de lluvias. Este m étodo de riego no fue desconocido en Mesoamérica. El Valle de Tehuacán se localiza en el sureste de Puebla y se prolonga h a sta el n o rte de Oaxaca; su extensión es de ciento veinte por cuarenta kilómetros. Desciende suavem ente en dirección general nor-noroeste a sur-sureste, desde Tecamachalco, a 2 045 m snm .hastaT eotitlán del Camino, a l 000 m snm .Pese a su gran extensión, ta n sólo cuenta con unos cuatrocientos kilóm etros cuadrados de tie rra llana, con la ventaja agrícola de que el problem a de las heladas no se p resen ta m ás que ra ra vez, pero con el inconveniente de que la precipitación pluvial prom edio es inferior a los 500 m ilím etros anuales, dism inuyendo a m edida que se va al sur, h a sta que en Chilac, Altepexi y Zinacantepec alcanza sólo 367 m ilím etros. Como ya apunté, este fue el factor m ás lim itante de la agricultura en la región, y que lo vincula directam ente conlas obras hidráulicas. El río Salado o Tehuacán (Atoyac en los docum entos coloniales), de régim en perm anente, recorre el valle y en su curso se le unen num erosos arroyos y barrancas, la m ayoría tem porales. Los grandes m anantiales que nacen al sur del actual Tehuacán, al igual que ciertos arroyos, son salobres.
Gracias a las investigaciones dirigidas por el arqueólogo Richard S. MacNeish en el Valle de Tehuacán, contam os con reconstrucciones de la evolución de la dom esticación de plantas, la agricultura y la irrigación desde los tiem pos m ás antiguos. No cabe hablar aquí con detalle acerca de los inicios de la domesticación, por lo que com enzarem os p o r el periodo Formativo (1500300 años a. C.), cuando la población dependía ya del cultivo y vivía en aldeas. La agricultura de entonces era de tem poral, quizá com binada con el cultivo . en los lechos húm edos de los arroyos (a la m an era de los arenales), y durante la época de lluvias, en las terrazas bajas de los ríos, arroyos y b arran cas (Mac Neish, 1967:306). En este periodo los aldeanos no practicaban aún la irrigación perm anente, posiblem ente po r falta de m ano de obra suficiente para realizar las obras, o bien porque no existía la necesidad, en térm inos demográficos y sociales. Pero es posible que usaran el riego con presitas tem porales em balsando el agua de los arroyos tem porales, secos casi todo el año, durante sus breves crecientes, dirigiéndolos hacia las parcelas adyacentes. Lo an terio r co n trasta con otras regiones cercanas como el Valle de Oaxaca, p o r ejemplo, en donde se em pezaron a utilizar varias técnicas simples de irrigación (pozos y canales para riego p o r anegación), que perm itieron la intensificación agrícola y, en el terren o sociopolítico, el desarrollo de una sociedad m enos igualitaria. En la fase del Formativo, conocida como "Ajalpan" (1500-900 años a. C.), la m ayoría de los habitan tes de Tehuacán vivían en com unidades situadas a lo largo del río Salado y agregaron nuevas plantas dom esticadas: la calabaza de la especie Cucurbita pepo y el algodón, probablem ente procedente de Perú. En esta fase au m entó la producción de m aíz y su consum o ascendió hasta alcanzar el 35% del to ta l de la dieta. En la siguiente fase, "Santa María" (900-200 años a. C.), aparecen m uchas nuevas especies como el frijol ayecote (Phaseolus coccineus), el guaje (Crescentia cujete), el m iltom ate o to m a te verde (Plysalis sp.), el coyol {Acromia mexicana), el cozahuico (Sideroxylon sp.) y la ciruela nativa (Spondias mombin), así como nuevas variedades de maíz. En esta m ism afase fue cuando em pezó a construirse la presa alm acenadora, fechada como clel Formativo medio (ca. 750-600 años a. C.) y, en total, el embalse fue utilizado d u ran te novecientos años, h a s ta alrededor de 200 d. C. Los arqueólogos que m ás la han estudiado, W oodbury y Neely, consideran que esta p rim era fase constructiva la pudieron llevar a cabo los m iem bros de una sola comunidad, unos diez hom bres en no m ás de cien días de trabajo. La cortina tuvo ta n sólo 2.80 m etro s de altu ra y unos 6 m etros de ancho, con una superficie de em balse de 2.38 hectáreas (140 p o r 170 metros), con unos 37
mil m etro s cúbicos almacenados. "Este m u ro ..., se hizo con pequeñas piedras y tie rra colocada sobre grandes bloques de roca." (Woodbury y Neely, 1972:84). Quizá tuvo un vertedero o salida de agua p ara conducirla a los cam pos de cultivo, pero no se h a n encontrado los restos (García Cook, 1985:30). La segunda etapa constructiva es de unas décadas después, hacia 600 a. C.,y: ... cubre la p rim e ra y es m ás am plia y m ás alta que ella, adem ás de cru z a r to d o el estrecho valle, es decir cubrió to d o el ancho de la b arranca. La cortina tien e así 400 m. de longitud, con u n a an ch u ra de unos 100 m y u n a a ltu ra de unos 5 sobre la prim era, que se colocó sobre la prim era, p o r encim a del m aterial de aluvión depositado d u ra n te su utilización inicial, m ism o que ya h abía cubierto to d o el em balse de la m ism a. La fo rm a de construcción fue d iferen te pues se construyó con base en retículas de m uros de piedra- can to s rodados y lajas de origen m etam ó rfico o sedim entario-rellenos con tierra, aren a y grava, que al p arecer era co m p actad a (García Cook, 1985:30).
Con u n a altu ra de cinco m etro s hacia las caras de la cortina, este y oeste "se construyeron gruesos m uros elaborados de lajas rectangulares -30 a 40 cm de longitud p o r 10 a 20 de espesor- y pegadas con m ortero de lodo, lo que daba a la cortina una b u en a apariencia." (García Cook 1985:31). El em balse se calcula en veinte hectáreas con u n volum en máxim o de 1430 000 m etro s cúbicos. El vertedero pudo e sta r hacia el n o rte de la estructura. Al m ism o tiem po que se construía esta segunda etapa de la cortina, se hizo otro g ran m uro de contención o p latafo rm a hacia el este, cuyo extrem o oeste se une casi con el extrem o n o rte de la cortina mayor", em pleando el m ism o sistem a constructivo de la segunda etapa. Encima se construyeron "al m enos tres conjuntos de m ontículos y sobre ellos se colocaron cim ientos para casas de 2 p o r 3 m.”Es en e sta e stru c tu ra donde pudieron observarse dos vertederos o salidas de agua, m ien tras que esta p lataform a pudo ser una cortina o bien una especie de calzada dique sobre la que se construyeron templos. La p a rte oeste de la cortina se cubrió con u n a capa de cincuenta centím etros de sedim entos a causa de una fu e rte avenida, o bien p o r haberse llenado todo el em balse con sedim entos (García Cook, 1985:31). El complejo de obras hidráulicas siguió creciendo y en la fase “Santa María" tard ía o en los inicios de la "Palo Blanco" (antes del año 200 a. C.), se inició u n a tercera fase constructiva que perm itió alojar agua suficiente para irrigar de 250 a 300 hectáreas en los llanos aluviales aguas abajo. Esta etap a de construcción, fechada hacia el 150 d. C„ fue m ás bien una reparación de la fachada oeste, m ediante un m uro de u n poco m ás de dos m etros de altura, con el cual la cortina "ofreció u n a superficie p ara captación de agua de 24 h a (600 p o r 400 m)”, cuyo em balse h a sido calculado en 970 mil m etros cúbicos. En la fase "Palo Blanco" (200 años a. C.-200 años d. C., en pleno Clásico), aparecieron en el Valle deTehuacán tre s nuevas especies de plantas procedentes
Cortes longitudinal y tran sv ersal de la presa Purrón-M aquitongo, Puebla, en W oodbury y Neely, 1972. PURRON DAM COMPLEX w w
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de Sudamérica: cacahuate (Arachis hypogaea), guayaba (Psidium guajaba) y quizá piña (Ananas spp.); nuevas variedades de maíz, frijol com ún y ayecote; la sieva (Phaseolus lunatiis),y los prim eros guajolotes (Woodbury y Neely, 1972, en García Cook, 1985:31), Con la construcción de la c u a rta y últim a etapa de la cortina de la presa, alrededor de 200 d. C„ ésta alcanzó su altu ra máxima: dieciocho m etro s desde el exterior y ocho m etro s desde el interior, con u n espesor m áxim o de ocho m etros. El áre a de cap tación fue entonces de 400 x 700 m, es decir 28 ha., contando entonces con un volum en m áxim o de 2 240 000 m 3; los vertederos se localizaron ta m b ién hacia el n o rte de la c o rtin a y sólo se m odificó el canal am plio que colectaba el agua de los m ism os. Se excavó u n nuevo canal paralelo a la cara o este de la co rtin a y en dirección al extrem o su r del cañón, cru zan d o los depósitos del canal m ás te m p ra n o en form a de T, desde el cual quizá dio vuelta al o este hacia los cam pos a se r irrigados (García Cook, 1985:43).
Las nuevas obras respondieron a la necesidad de in c re m en ta rla actividad agrícola en Tehuacán, d irectam ente relacionada con la am pliación de la irrigación. Los arqueólogos calculan que esta cu arta etapa de trabajos requirió de 4 300 hom bres que trab ajaro n 220 días d urante la época de secas y que su m ag n itu d sugiere que fue dirigida p o r el Estado (que ya existiría desde la fase tem p ra n a de “Palo Blanco"). La p resa alm acenadora Purrón term in ó su vida como u n embalse con unos 2 940 m etro s cúbicos de capacidad, que form aba un depósito de 2.4 hectáreas de superficie (37 000 m ilím etros cúbicos de capacidad potencial). W oodburyy Neely consideran que probablem ente nunca se llenó por com pleto debido a que el arroyo sólo lleva agua du ran te el tem poral veraniego. Después del año 200 d. C. la p resa se abandonó y los asentam ientos en su contorno se desocuparon.
Otros sistemas hidráulicos del Valle de Tehuacán, Puebla Respecto délas o tras obras hidráulicas en el Valle de Tehuacán que perm itieron in corporar al cultivo m uchas de las tierras m arginales y áridas de la región d u ran te el Posclásico, d estacan las del complejo de canales que condujeron el agua de los grandes m anantiales situados en las cercanías de Tehuacán (llamados hoy San Lorenzo, Axocupa y Atlhuelic) hacia los terren o s m ás bajos, ubicados hacia el sureste del valle, p o r Ajalpan y M iahuatlán; es decir, de los 1680 m sn m h a s ta la zona m ás cálida del sur, a 1100 m snm . Esta red de canales se conserva h a s ta hoy gracias a haberse petrificado o fosilizado debido al alto
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contenido de carbonato de calcio (travertino) contenida en el agua de los veneros, que fue depositándose en capas en los canales, llam ados localm ente tecoatl (serpiente de piedra en náhuatl). Su construcción implicó con seguridad la cooperación de num erosas comunidades, probablem ente las usuarias que se asen tab an a lo largo de sus cursos, lo cual sugiere tam bién la coordinación p o r p a rte del Estado o al menos, de u n a organización supracom unal (García Cook, 1985:54-56; Caran y Neely, 2006). Este sistem a o red de canales p resen ta tre s grandes subsistem as. El prim ero se inicia al oeste de Tehuacán y se extiende p o r el oeste del poblado; el segundo y m ayor com ienza cerca de Necoxtla y se dirige al sureste hacia el área situada en tre Zinacantepec y M iahuatlán, y el tercero, el peor conservado, se sitúa al n o rte de Venta Salada. Los dos prim eros probablem ente form aron un solo sistem a que m ediría veinticinco kilóm etros de largo, lo m ism o que el sistem a actual de riego del valle. Su canal prim ario m edía en tre 1.5 y 3 m etros de ancho y, los secundarios, de 0.3 a u n metro.
Tecoatl, Valle de Tehuacán, Puebla. Foto: José Luis M artínez, 2007.
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Este pueblo está en la Provincia de Coatlalpanecas... es tierra caliente y estéril y la m ayor p a rte son cerros ásperos; tiene un buen pedazo de llano en el cual hay u n a laguna donde tien en pesquería, y riegan con un arroyo de poco agua; danse todas las fru ta s de Castilla y de la tierra, y trig o y m aíz y algodón, del cual hacen ropa (Suma, 548:107).
De Tepapayeca se m enciona lo siguiente: Este pueblo de Tepapayeca está en un llano, es tie rra tem pladas y está asen tad o ju n to a un rio del cual salen m uchas acequias p ara regar, tien en m uchos árboles de fru ta s de Castilla y de la tie rra y cogen algodón aunque poco..., y hay en el Valle m uchas fuentes e ríos que se aprovechan p ara riego (Suma, 553:223).
De Tlilapan; Este pueblo está en la provincia de los Coatlalpanecas. Pasan p o r este pueblo dos arroyos que el u n o se llam a Achuechueyo y el o tro Tilatl. Es tie rra caliente y estéril y no m uy fragosa... dáse m aíz y o tra s leg u m bres con acequias que sacan de los arroyos con lo que riegan,y a esta causa se podrá d a r trig o y árboles de fru ta ansí de Castilla com o de la tie rra ... (Suma, 542, pp: 113-114).
En Huaquechula y Tochimilco se practicó por igual la agricultura de riego por canales, ta n to en tierras llanas como en terrazas, que aún existen en la zona hoy en día y que bien podrían ser una continuidad. Según Paredes (1990), en Izúcar los cultivos prehispánicos eran, en p rim er lugar: maíz, algodón y chile, adem ás de to m ate (verde), jitom ate, jicam a, fru ta s diversas, chían, alegría, calabaza, tabaco y nopal para grana. Algunos de ellos, quizá, se sem braban ta n to en las tierras de riego como en las de tem poral, inclusive el algodón p o r el que Izúcar y los otros pueblos de la Coatlalpan eran fam osos en aquella época (Paredes, 1990). A lo largo de la subcuenca del río Amatzinac, que recorre por el oriente el estado de Morelos, existia un rosario de pueblos que aprovechaban sus aguas para cultivar. Los de m ás arriba, situados cerca de los prim eros nacim ientos "del agua que sale del volcán”, eran Tetela y Hueyapan, que probablem ente sem braban de h u m ed ad en las riberas de los arroyos m ás que m ediante canalizaciones, que en estos casos no se m encionan (Relación geográfica de Tetelay Hueyapan, 1581): ... tienen... g ran d es y m uchos arroyos de agua clara y m uy buena y delicada p ara beber, los cuales nacen de las peñas y concavidades deste volcán, m uy provechosas p ara los naturales, ansí p ara las legum bres que en sus riveras se crían com o po r los cañaverales y carrizales que en sus desag u ad eros se crían, de que hacen esteras p ara aprovecham iento (Acuña, 1986, t. 7:268).
Más abajo, Zacualpan, Temoac, Tlacotepec, Goauzulco (Huazulco) y Amilcingo irrigaban, probablem ente m ediante canales com binados con
te rraz as en las laderas. Sobre los cultivos únicam ente se sabe que con el agua de un m anantial que nacía en Zacualpan se regaban "muchos m aizales”, y que el nom bre de Huazulco casi seguro indica que se sem braba el am aran to o uciuhtli, como h a sta ahora sucede en este poblado. Más abajo y al sur, en plena tie rra caliente del oriente de Morelos, el río irrigaba tierras desde Amayuca h a sta Chalcatzingo, en la Tlalnahuac ya m encionada páginas atrás. Docum entos excepcionalm ente valiosos elaborados en 1564 nos dan a conocer con b a sta n te detalle qué se sem braba, cóm o se asociaban y ro tab an los cultivos de u n ciclo a otro y, en general, la intensidad de la práctica agrícola p or efecto del riego y la ausencia de heladas, principalm ente. De m aiz se obtenían dos cosechas al año, una d u ran te el tem p o ral y o tra de riego, en el otoño-invierno; se cultivaba asociado con frijoles en intercalación, o bien con chía, camotes, chiles, tom ates, chilacayotes, calabazas y algodón, en variadas combinaciones. El algodón se asociaba con el chile en intercalación, o bien, con las o tras plantas m encionadas y tam b ién se podía cultivar dos veces al año: "en las tierras de riego los pueden coger dos veces en el año si lo quieren sembrar, ayudándoles el tiempo..." Las rotaciones de cultivos eran igualm ente variadas. Dice u n docum ento de 1564: "Siembran dos veces en el año m aíz en una tierra, y en la m ism a tie rra a vueltas de ello, y después de cogido, ají e m elones e cam otes e frijoles e chía e otras semillas que ellos tien en porque como es tie rra de regadío la dejan holgar" (Nuevos... Cortés, 1949:230).
Sistemas de riepo con presas derivadoras efímeras En el curso de elaboración de esta obra, pude establecer que en la época prehispánica el uso de presas derivadoras efím eras o tem porales estuvo m ucho m ás generalizado de lo que h a sta ahora se h a planteado. Como ya lo he descrito antes, este tipo de presa es una e stru c tu ra flexible y tran sito ria construida p ara rep resar arroyos y rios con objeto de irrigar las parcelas adyacentes d u ran te el estiaje. Su empleo estuvo generalizado en las regiones agrícolas del centro, su r y Pacífico de M esoam érica y continúan parcialm ente en uso h a sta ahora, m ás o m enos transform adas, lo m ism o en arroyos y rios perennes que en estacionales. La estru ctu ra consiste en un bordo de pequeña altura, un "presón”, "empalizada" o azud" (térm ino árabe p ara estru c tu ras similares del Viejo Mundo), hechos en el cauce de alguna corriente p ara obligar “a las aguas a desviarse a u n canal artificial previam ente construido." (Obras hidráulicas en la
América colonial, 1990:240), y poder así regar las parcelas situadas en las riberas, aguas abajo, aprovechando el desnivel natural y la fuerza de gravedad. La siguiente descripción da m uy bien cuenta del aspecto y funcionam iento de estas presas efímeras: ... n o se co n stru ían en p lan ta perpendiculares al cauce del agua -pese a re q u e rir un m en o r volum en de o b ra- sino que se tra z a b a n con un notable sesgo o esviaje, que p e rm itía em balsar m ayor can tid ad de agua, ofrecer un a m en o r resistencia y encauzar m ejor las aguas del río al caz o canal. Los azudes te n ia n generalm ente m uy poca altu ra y un perfil tran sv ersa l suave y red o n d ead o con la finalidad de que, cuando las aguas del rio viniesen crecidas, el azud pudiera q u e d a r sum ergido sin opo n er una g ran resistencia al paso de las aguas ni su frir graves d añ o s... En m uchas ocasiones, las avenidas de los rios eran ta n im p o rta n te s que lo m ás práctico era construirlos de m an era rústica, con barro, hierba y piedras, rehaciéndolos a n u a lm e n te d u ra n te los estiajes (Obras, 1993:240-241).
Los m ateriales m ás frecuentem ente m encionados en las fu en tes para c o n stru ir los bordos de estas presas son m ateriales fáciles de conseguir en el en to rn o inm ediato com o troncos, estacas, varas y cañuela entretejidas, piedras, tie rra y, a veces, céspedes. Es posible que su nom bre n áh u atl haya sido tequichiquihuitl como hoy se no m b ra a unas estru ctu ras sim ilares en el río Tlapaneco, G uerrero (tequichiquihuite:"chiquihuite de piedra", "cesta de piedra”o "tlaquichiquihuite") (Gutiérrez, 2002). El agua así represada se utilizaba en la tem porada de secas p ara cultivar las tierras aledañas a los cursos, aguas abajo, p ara ser a rrastrad as y destruidas d u ran te el tem poral, cuando los ríos au m en tab an su caudal, y cuando el riego era ya innecesario. Al finalizar la tem porada de aguas, los usuarios procedían a lim piar los canales azolvados, a recoger el limo allí acum ulado (atoctle, en náhuatl) p ara usarlo como fertilizante en las parcelas y a reco n stru ir las presas y, de esa form a, reiniciar el siguiente ciclo de riego du ran te la siguiente tem p o rad a de secas. En las zonas con heladas, el riego se h a usado para ad e la n ta r el ciclo de tem p o ral y con ello in te n ta r am inorar los efectos de ese fenóm eno destructivo, m ism o que puede presentarse casi al final del ciclo agrícola, pero an tes de la m aduración com pleta de las plantas, m alogrando así las cosechas. Estos sistem as hidráulicos están reportados para M esoamérica, lo m ism o en m o n tañ a y som ontano que en llanura. Lo dicho p o r un hacendado que en la época colonial utilizaba este tipo de sistem as de riego con presas tem porales en el curso alto del río Los Remedios, en la cuenca de México, ilustra con claridad la aplicación del riego en la tem p o rad a de secas para cultivar m aíz o trigo:
Trabajos en una presa derivadora. Río Atilac, 1962, AHA, 234.
Cortina o bordo de una presa efím era hecha con tierra, reforzada con varas entretejidas y piedras Acatlán, Guerrero. Foto:Teresa Rojas Rabiela.
Vega irrigada, posib lem ente con presas derivadoras efím eras.Tlalcosautitlan, Chilapa (Guerrero). AGN, Tierras, 2719, exp. 14, f. 8. Cat. 1803.
Pero debo ex p o ner a la integ rid ad de vu estra excelencia que com o el tiem p o de los riegos de las se m e n te ra s de trig o y m aiz se hace en el tiem po de secas, no hay el m en o r riesgo [de que a causa de las p resas se in u n d e en tiem p o de lluvias u n cam ino vecino], que luego que [las presas] ya no se necesiten (que es cuando em pieza a llover) se quiten, com o sucede con las que se pon en en la h acien d a de Careaga y o tra s que to m a n sus aguas del m ism o rio (AGN, Desagüe, Vol. 22, exp. 13, f. 10r; en Pérez Rocha, 1982:113-124).
E ntre los ejemplos arqueológicos existentes de estas presas efímeras, p ueden citarse los del río (perm anente) Xiquila y el arroyo del Cañón Tecorral (temporal), en Oaxaca. Se dice que la prim era presa era sólo derivadora y la segunda, además, alm acenadora. Los ejemplos procedentes de fuentes del siglo XVI las sitúan, en la cuenca de México, en el río Tacuba (Los Remedios) (Pérez Rocha, 1982) y C uautitlán (Rojas Rabiela, 1974; Strauss, 1974); asi como en el valle de Cholula, Puebla (C. Reyes, 1976:117-118).
Presa derivadora efím era en el rio Balsas, Ajuchitlán, Guerrero, AHA, 1337.
Presa derivadora efím era en el río Súchil. AHA, 3271.
Hoy en día h a n sido observadas en algunos ríos trib u tario s del Balsas, por Tlapa y Chilapa, en Guerrero, así como en Coatlán del Río, Morelos (Angulo, 1993:167) y en la zona de Cuicatlán, Oaxaca. Se utilizan para lograr cosechas de verduras, flores y m aíz en el tiem po de secas (Rojas Rabiela, 1988:138-141). Un caso bien docum entado es el de Acatlán, Guerrero, donde tres presas de este tipo irrigan sesen ta h ectáreas de tie rra (Matías, 1997:105-109; 226-229), de las cuales poseo un registro fotográfico, an terio r a su estabilización actual. En el curso de la investigación iconográfica hecha para este texto he podido identificar p o r p rim era vez estas presas derivadoras en docum entos pictográficos, específicam ente en uno de tradición mixteca, en el contexto del relato cartográfico que contiene el'Lienzo de Zacatepec 2",y asociadas con ríos, arroyos y canales. El lienzo se localiza en la Biblioteca Nacional de Antropología y procede del pueblo de Santa M aría Zacatepec, en la Mixteca de la Costa (ex distrito de Putla), Oaxaca (estudiado parcialm ente por Smith 1973:89-92; Boone
Presa clerivadora efím era, Acatlán, Guerrero. Fotos: Teresa Rojas Rabiela.
Ríos, canales y posibles presas derivadoras en el Lienzo de Zacatepec nú m ero 2, Oaxaca, siglo XVI, INAH, 35-63.
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Sistem a hidráulico del rio Cuautitlan. AGN, Tierras, v. 2028, e5, fll8. Cat 1330.
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Teoponlecuoíiitlon, Querrero eo pantecuanitlan es u n sitio con m arcados rasgos culturales olmecas. Se localiza al n o rte del estado de Guerrero, en el valle de Copalillo, a ocho kilóm etros de donde corren y convergen los ríos Amacuzac y Mezcala, pertenecientes a la cuenca m edia del Balsas. Este sitio es equiparable con los construidos en San Lorenzo, Veracruz, y La Venta, Tabasco. Esta villa fo rm a p a rte del esplendor de la civilización olmeca, no solam ente desde u n p u n to de vista estético y cultural, sino por su elaborada cosmovisión plasm ada en su arq u itectu ra y p o r las evidencias m ateriales de tecnología hidráulica. De acuerdo con los descubrim ientos aquí realizados p o r la arqueóloga Guadalupe M artínez Donjuán, el área de este asentam iento abarcaba m ás de 160 hectáreas, en la que se h a n identificado edificaciones para uso ceremonial, religioso, ritual, habitacional, funerario y obras hidráulicas. En esta región hay antecedentes de asentam ientos hum anos desde el año 1400 a. C. Los olm ecas ocuparon el área en tre el 1200 al 600 a. C. Dicho poblado prehispánico tuvo tre s fases de construcción reflejadas en el recinto tem plario principal de la zona, donde se ubica el patio hundido. Precisamente, la prim era etap a se inicia con la form ación de este recinto cuya dim ensión era de 32 x 26 m etros, construido de b arro amarillo arcilloso y lim itado p o r u n m uro del m ism o m aterial; contaba con escaleras dobles. En cada una de las escalinatas se colocó un a escultura en form a de cubo que las separaba, la cual se encontraba decorada con iconografía olmeca y sobresalientes símbolos alusivos al jag u a r (Martínez, 1995; Rojas y M urra, 1999). La segunda etapa coincide con el inicio del apogeo y esplendor de Teopantecuanitlan, entre los 1000 y 800 a. C., y se caracterizó p o r la presencia de u n a arq u itectura m onum ental, de la que Guadalupe M artínez considera que el patio hundido, ya modificado, y un im presionante canal fueron sus m ejores exponentes (Martínez, 1995). El patio hundido fue cercado p o r m uros construidos con bloques pétreos m eticulosam ente ensam blados. Se construyeron dos tuberías para desagüe en sus lados su r y norte, consistentes en ductos hechos de roca basáltica en form a de U, cubiertos con ta p a s de piedra y que, al conectarse en tre sí, form aban un canal de desagüe.
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Busto alusivo a u n a deidad agropluvial olmeca. Patio hundido, T eopantecuanitlan, Guerrero. Fotos: José Luis M artínez, 2007.
En el piso del in terio r de este recinto ceremonial se levantaron dos rectángulos que rep resen tan sim bólicam ente la cancha de un juego de pelota. En las paredes este y oeste fueron colocados cuatro m onolitos en fo rm a de T invertida, observables en la actualidad, los cuales tienen tallado un busto antroporm ofizado que figura, a nuestro parecer, el ro stro de un jaguarserpiente estilizado, en cuya fre n te se esculpieron dos pares de m azorcas separadas p o r u n a equis o cruz de San Andrés. Sobre ésta hay u n óvalo que puede asociarse con la representación de una nube. En la p a rte inferior, p o rta n en sus m a n o s —pareciera que lleva m anoplas como las usadas p a ra el juego de pelota— dos cetros que asem ejan palos de antorcha y nuevam ente en una cinta aparece la cruz de San Andrés, vinculada con los cuatro pu n to s cardinales. Estos cetros podrían ser alusivos a los rayos. Las cuatro esculturas fuero n dispuestas p a ra quedar sim étricam ente ubicadas una fren te a otra. Guadalupe M artínez h a señalado que este espacio era utilizado con fines astronóm icos y p ara ejecución de rituales. No resulta, entonces, difícil in te rp re ta r que este conjunto de jaguares antropom orfos sean deidades agropluviales, y que en este recinto se escenificaran rituales referidos a la creación de la Tierra, form ada al separarse las aguas por obra de los dioses tutelares, a la m a n e ra como lo n a rra el Popol Vuh, o como un espacio ritual p ara la petición de lluvias. Una de las novedades extraordinarias del sitio es, quizá, la evidencia m ás antig u a de u n sistem a hidráulico com puesto p o ru ñ a presa de alm acenam iento transversal a la corriente que represa, hecha de piedra y m anipostería, de la que —se deduce— se conectaba u n canal revestido de piedra para irrigación agrícola. Se calcula que estos trabajos de ingeniería son posteriores al año 1000 a. C. (Martínez, 1995). De acuerdo con los d atos que rep o rta el geógrafo Doolittle, la presa ten ía u n a longitud de tre in ta m etro s y elevación, a p a rtir de su centro, de tre s m etros. La capacidad de em balse era posiblem ente de veinte por tí"einta m etro s (Doolittle, 2004). El canal tenía una longitud de m ás de trescientos m etro s —h a sta este m o m en to sólo se h a explorado un tram o m enor a cien m e tro s—, y estuvo com puesto p o r pesados bloques de piedra em potrados ta n to en sus lados como en la base del suelo. M artínez refiere que el ancho del canal ten ía de se te n ta a noventa centím etros y su altu ra variaba en tre noventa y ciento cincuenta centím etros, por lo que podia so p o rtar como carga un poco m enos de un m etro s cúbico de agua (Martínez, 1995). Si bien se en cu en tra a debate el uso de este sistem a de conducción de agua con fines de irrigación, es una obra hidráulica que implica una novedad tecnológica indiscutible. En la tercera fase de construcción, en tre el 800 y
600 a. C. -s e ñ a la Guadalupe M a rtín e z - Teopantecuanitlan "tiene sus últim os destellos de esplendor"; su cosmovisión tiene modificaciones o adecuaciones y ello se refleja en las nuevas construcciones: Por u n lado, el p atio hundido desapareció p ara ser sustituido p o r una sim ple pla ta fo rm a con u n a ex planada al frente, y el canal quedó parcialm ente oculto bajo nuevas construcciones; p o r o tro lado, los elem entos introducidos reflejan u n a relación arq u itectó n ica ta n to en la co sta del Pacifico com o con la del Golfo. De esta etap a adem ás de la P lataform a Norte, se conocen dos estru ctu ras, 2 y 3, un juego de pelota y varios ho rn o s (M artínez, D. G„ 1995).
Si bien desconocem os el papel que el sistem a hidráulico hayajugado en esta etap a en la villa de Teopantecuanitlan, en los trabajos de exploración y rescate arqueológico h a n quedado al descubierto una serie de representaciones esculpidas en piedra que m anifiestan asociaciones directas con elem entos em blem áticos ligados con cuestiones hldricas y agrarias. A p a rtir del propio estudio de Guadalupe M artínez y a un reconocim iento de cam po que hicimos en el sitio, con statam o s estas asociaciones. Por ejemplo, se registra en la p latafo rm a n o rte u n a escultura en form a de sapo, anim al que h a sido asociado con el agua y con la lluvia; u n a cabeza pequeña olmeca incrustada en uno de sus muros, y en el edificio de la E structura 2 están simbolizadas unas figuras conocidas com o "dobles V", alusivas a la serpiente de cascabel y que, según la investigación de M artínez (1995): C orresponden a la p a rte inferior de un rom bo, elem ento que sim boliza las m an ch as de la piel de la víbora de cascabel; adem ás la inclinación de la estela que se e n c u e n tra al fondo de los nichos es u n detalle arquitectónico intencional, el cual da profu n d id ad al c o n ju n to y recuerda la rep re sen tació n de las fauces abiertas.
La serpiente es un referente asociado con el agua, p o r lo que es posible inferir que dichas representaciones ten g an ligas simbólicas con la lluvia y su deificación. Desde el p u n to de vista del control y manejo agua, concluimos que la construcción de ductos de piedra, los vestigios de una presa o dique de alm acenam iento y el sorp ren d en te canal, dan cuenta de un conocim iento en ingeniería hidráulica que revela una experiencia previa y una capacidad de invención en esta m ateria, p o r lo que es altam ente probable que dicho sistem a hidráulico haya tenido una orientación agrícola que perm itiera contribuir a fo rm a r un cen tro de poder, y en el que la producción simbólica fue estratégica p ara el control económico y político de la región.
E scultura alusiva al sapo, anim al asociado con la lluvia.T eopantecuanitlan, Guerrero. Foto: José Luis M artínez, 2007.
Patio hundido. Fotografía: José Luis M artínez, 2007.
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Los sistemas hidráulicos de San Lorenzo y de Lo Vento San Lorenzo, Veracruz (1150-850 a.C.)yla ciudad de La Venta, Tabasco (900-400 a. C.) son considerados como los principales centros de civilización de los olmecas del Golfo. Sus asen tam ien to s se establecieron cerca de los ríos, próxim os a la costa y no lejos de las sierras. Los estudios geomorfológicos h an aclarado que en am bas ciudades antig u am en te cruzaban ríos (Ortiz Pérez y Cyphers, 1997; Lowe, 2002). Ubicados d en tro de un a red dendrítica, los olmecas supieron aprovechar productivam ente este ecosistema. En esta región del trópico húm edo, el sistem a n a tu ra l de crecidas que anualm ente ocurre en zonas bajas de las planicies fue utilizado p a ra realizar cultivos en tierras de hum edal. Asimismo, no se d escarta que hayan construido chinam pas readaptando islotes o construyendo cam ellones elevados. En San Lorenzo se tiene evidencia de construcción de terraplenes que, al m ism o tiem po que servían como diques contra inundaciones, eran usados como vía de com unicación y enlace fluvial (Cyphers, 1997). Es tam b ién posible que los bancos de aren a que quedaban al descubierto a causa de los cambios natu rales de los cursos de los ríos fu eran utilizados para cultivos, como en la actualidad lo hacen los cam pesinos de esta regióny en zonas fluviales, como la del río Balsas, llam adas "bajiales”(Armillas, 1991,1949; Ortiz Pérez y Cyphers, 1997; Lowe, 2002; Jim énez, 1990; Stirling, 1955; Coe y Diehl 1980). La p latafo rm a n a tu ra l de San Lorenzo fue tran sfo rm ad a por la m ano del hom bre, lo que implicó la m anipulación de miles de m etros cúbicos de tierra: se calculó que el b asam en to de la pirám ide-cerro tuvo una elevación de cu arenta o cincuenta m etro s p o r encim a del nivel del río Coatzacoalcos y contó con un a superficie extendida, de n o rte a sur, de aproxim adam ente un kilóm etro (De la Fuente, 1975; Grove, 2007). La m eseta tam bién fue modificada m ediante terraceos y nivelaciones que im plicaron el acarreo y m anejo de toneladas de tie rra y la realización de rellenos en arroyos y barrancos (Lowe, 2002). Esta llanura n atu ral no sólo fue tran sfo rm ada en su morfología, sino que tam bién se le convirtió en un paisaje ritual de expresión simbólica, acorde con la cosmovisión olmeca. Los arqueólogos M aría del Carmen Rodríguez y Ponciano Ortiz Cevallos, al excavar al pie del cerro Manatí, cercano a San Lorenzo, en lo que fue un antiguo lecho de u n arroyo, encontraron objetos en ofrendas en terrad as en
las que figuraban hachas talladas enjad eíta verde, bastones de mando, figuras antropom órficas trab ajad as en m adera y pelotas de hule (Grove, 2007). En las hachas de jadeíta, espléndidam ente talladas y pulidas, se grabaron im ágenes y símbolos que hacen referencia al culto a la lluvia, a la tierra y al maíz, este últim o represen tad o p o r u n a figura h u m a n a que p o rta sobre su cabeza u n a m azorca y su ro stro sem eja u n ja g u a r o u n a serpiente con orejeras alusivas a la lluvia, y lleva en sus brazos un anim al m arino (que puede simbolizar la fertilidad). Esta im agen se halló cercada p o r o tras cuatro figuras de hachas con dibujos de gotas de lluvia de las que b ro ta n mazorcas o plantas de maíz. Cosm ogram a que en su conjunto, como observa Karl Taube (2007), representa el cosmos estru ctu rad o como u n a m ilpa in se rta en los cuatro puntos cardinales, o que pudiera ser la síntesis de la concepción m esoam ericana acerca del origen del m undo como un a isla de tie rra rodeada de agua. La liga en tre lluvia, cerro, m aíz y concepción cosmológica de los olmecas ha quedado plasm ada en sus expresiones simbólicas y construcciones hidráulicas: su articulación sirvió de basam ento para construir m etáforas de su cosmovisión del agua. Esta articulación simbólica de situaciones m ateriales, prácticas agrícolas, arq u itectu ra y obras hidráulicas es posible observarla gracias a los trabajos arqueológicos.U ncasonotableesreveladoporeltrabajodeFranciscoEstrada.en Cival, Guatemala, al excavar un pozo prehispánico cruciform e donde encontró una ofrenda com puesta de cuatro hachas labradas e n jad e íta dispuestas en cruz, y u n a q u in ta h ach a azul verdoso rodeada de guijarros, de jad e aluvial, en terrad a m ás hondo hacia el centro. Como p arte de este enterram ien to del Preclásico Medio figuran cinco jarro n es de barro (Taube, 2007). Dicha ofrenda de agua expresa que no b astaba co n tar con la obra hidráulica; para disponer del agua se requiería de una petición ritual en donde la ofrenda hecha por los hom bres es el m edio de com unicación con los dioses del agua y del m aíz para rogar que no les faltase su sten to y contasen con la lluvia. En la m eseta de San Lorenzo existe un sistem a hidráulico complejo. De acuerdo con Beatriz de la Fuente (1975) se h a n identificado una veintena de cuerpos de agua con form as geom étricas irregulares modificadas artificialm ente. Estam os hablando de cuerpos de agua “dom esticados” o incorporados al sistem a hidráulico. Parte de este sistem a lagunar era conectado por una red su b terrán ea de ductos rectangulares, hechos de piedra basáltica con form a de U. Al ensam blarse form aban una red de canales (De la Fuente, 1975), sem ejantes a los ductos hallados en Teopantecuanitlan y en La Venta.
Acorde con evidencias arqueológicas, G areth W. Lowe considera que en San Lorenzo los olmecas co n taro n con fuentes y albercas (Lowe, 2002). Las uniones de estos canales en fo rm a de U tam b ién aquí fueron pegadas con chapopote para evitar al m áxim o la filtración, y encim a de las piezas fueron colocadas ta p a s planas de piedra. En su investigación, Ann Cyphers (2004), rem itiéndose a un ducto en particular, describe: Este acu ed u cto (com puesto p o r d u c to sy tapas) corre en sentido este-oeste al s u r de la laguna 8. Tiene u n a p en d ien te que baja hacia el oeste y seis desagües hacia el s u r que sin /en p ara aju s ta r u n alto flujo del'agua.
La longitud del canal principal era de 171 m etros y algunos de sus ram ales se dirigían hacia las tie rra s bajas de la meseta, donde actualm ente se pueden ver cultivos de m aíz y calabaza. Colegimos que estos canales, así dispuestos, podrían te n e r u n uso de desalojo de aguas y, a la vez, proporcionar agua p ara riego de cultivos. Se h a n encontrado algunas figuras, ta l como la de un ave, que se in te rp re ta sirvió de fu en te y p resen ta u n a hendidura que concuerda con la fo rm a de canales en U. Para Cyphers (2004) pudo tra ta rs e de u n a fu en te ®s0Kau