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Spanish Pages [131] Year 2016
Crítica a la moral conservadora Aborto, eutanasia, drogas, matrimonio igualitario. Manuel Vivanco
Lom palabra de la lengua yámana que significa Sol
Vivanco Arancibia, Manuel Crítica a la moral conservadora: Aborto, eutanasia, drogas, y matrimonio igualitario [texto impreso] / Manuel Vivanco Arancibia.– 1ª ed. – Santiago: Lom Ediciones; 2015. 138 p.: 21,5x14 cm. (Colección Ciencias Humanas). isbn: 978-956-00-0614-1 1. Derechos Civiles y Politicos I. Título. II. Serie Dewey: 323.– cdd 21 Cutter: V855c fuente: Agencia Catalográfica Chilena
© LOM ediciones Primera edición, 2015 Impreso en 1.000 ejemplares isbn: 978-956-00-0614-1 rpi: 255.119 edición, diseño y diagramación LOM ediciones. Concha y Toro 23, Santiago teléfono: (56-2) 2688 52 73 [email protected] | www.lom.cl infografías Juan Carlos Hernández diseño de colección Estudio Navaja Tipografía: Karmina impreso en los talleres de lom Miguel de Atero 2888, Quinta Normal Impreso en Santiago de Chile
Crítica a la moral conservadora Aborto, eutanasia, drogas, matrimonio igualitario. Manuel Vivanco
Política Pública | ciencias sociales y humanas
Índice
Agradecimientos | 9 Prólogo | 11 Aborto. Delito de mujer por mujer | 17 Eutanasia y suicidio. Salida de urgencia | 45 Drogas. El experimento de la prohibición | 71 Matrimonio igualitario. El derecho a un símbolo | 105 Epílogo | 133
Agradecimientos
Finalizada la escritura de un libro y definido su título a veces es necesario mirar hacia atrás y reconocer a quienes hicieron viable el empeño. En primer lugar, mencionar a los correctores que sugirieron mejoras a un texto inicial en desarrollo: Pablo Razeto, Erick Pohlhammer, Miguel Urrutia, Marcela Ferrer, Silvia Lamadrid. En segundo término, reconocer a quienes tuvieron a bien escribir un comentario que ha sido incluido sea en el prólogo o en la contratapa: Gabriel Boric, Manuel Antonio Garretón, Alberto Mayol, Sonia Montecino. Por otra parte, agradecer a LOM ediciones en los nombres de Silvia Aguilera y Braulio Olavarría que han sido eficaces y diligentes para resolver las tareas que supone optimizar la factura de un libro. Quizás lo más importante ha sido el apoyo del Departamento de Sociología de la Universidad de Chile. Durante décadas me ha permitido publicar libros de carácter científico propios de mi especialización disciplinar y en esta oportunidad he tenido la libertad para escribir una obra para público general basada en mis convicciones morales, o sea, políticas.
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Prólogo
Esta obra problematiza el discurso conservador en temas valóricos. Presenta una particularidad destacable. El resultado final es más que la suma de las partes. El hilo conductor que subyace a cada capítulo va acumulando razones que en su conjunto develan las señas de identidad del discurso conservador: falaz, ingenuo y autoritario. Por cierto, se puede presentar el texto desde las ideas matrices que enjuician la moral conservadora. Sin embargo, optaré por examinar cada parte por separado delegando en el lector la comprensión de la obra como una totalidad.
Aborto. Delito de mujer por mujer El aborto es un tema caracterizado por ser áspero y emocional, basado en que las partes no comparten las mismas definiciones ni lenguaje. Existe unanimidad en que un embrión es una entidad de nuestra especie –con su respectivo código genético– y está vivo –aunque no respire–. Unos le asignan el derecho inalienable a la vida como si fuera una persona igual que nosotros y otros consideran que es un conjunto inorgánico de células cuya muerte es moralmente más próxima a la contracepción que al asesinato. ¿La vida de la persona se inicia en el momento de la fecundación? ¿Un embrión compuesto por un conjunto de células tiene el mismo estatus moral que un niño? ¿Resulta éticamente pertinente considerar el aborto temprano aceptable y el aborto tardío inaceptable según distinción realizada por países que han despenalizado el aborto? ¿Corresponde delegar en la mujer la decisión respecto al aborto apelando a su autonomía? ¿La penalización del aborto tiene efecto disuasivo respecto al número de abortos? Son preguntas que parecieran volverse ajenas al ciudadano medio. La ciencia ha sido desplazada en un debate que se basa en creencias y doctrinas de orden filosófico o religioso. De hecho, la discusión se centra en el carácter moral del aborto. – 11 –
En este debate subyacen concepciones distintas respecto al rol de la mujer, la igualdad de género, los derechos reproductivos, la sexualidad y la autonomía. Si el embrión es la vida de una persona, el embarazo implica para la mujer la subordinación de todos sus intereses al buen término del embarazo. El rol reproductivo resulta prioritario a cualquier otro rol y de mayor jerarquía que cualquier otra consideración. Así, la opinión sobre el embrión da lugar a un enfoque que condiciona la función de las mujeres, su trabajo y familia. Lo que resulta central, para efectos del autor, es el carácter político asociado a la discusión del aborto. Pero no se aboca sólo a eso, sino que se propone refutar los argumentos que se esgrimen para postular que el aborto es inmoral y argumentar a favor de un criterio que justifique moralmente la pertinencia del aborto hasta un período definido del embarazo, ambos cometidos realizados en forma elegante y clara. En definitiva, contra la opinión fácil de que el debate del aborto es insoluble, aquí se presenta una solución. Es una solución atendible para los críticos al aborto que no sustenten su posición en creencias sobrenaturales. Los argumentos que apelan a la razón son inconmensurables para las verdades reveladas.
Eutanasia. Salida de urgencia Sin anuencia del paciente no hay eutanasia, sino homicidio. Sea eutanasia pasiva o activa, siempre hay una decisión que conduce a la muerte en complicidad con el enfermo. Ese es un punto de partida para la discusión sobre la eutanasia, sea en sus versiones más activas o pasivas. Distintos puntos de vista se utilizan en la comprensión del suicidio. Por una parte, está el principio de autonomía, que supone respetar las decisiones que las personas toman en ejercicio de su soberanía como agentes morales capacitados para autodeterminarse. Desde esta perspectiva, la voluntad de alguien que en su sano juicio decide poner fin a su vida debe ser respetada. Por otro lado, está el principio de beneficencia, que predica hacer bien al prójimo tanto como sea posible. El juramento hipocrático hace suyo este enfoque que compromete al médico en beneficio de la salud del paciente. En virtud del principio de beneficencia, si alguien ingresa al hospital después de un intento de suicidio, se decide mantener su vida y no se respeta su voluntad como suicida. El ejemplo ilustra la tensión entre respetar la autodeterminación versus la práctica que beneficia a terceros. Pues bien, el autor aboga por acatar la decisión autónoma de un adulto capacitado que con conciencia de juicio decide poner fin a su vida. Para
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estos efectos establece condiciones que otorgan legitimidad a la decisión de terminar con una vida que para el interesado resulta indeseable. También se produce una colisión entre moral y derecho. Si se asume autonomía recíproca entre uno y otro, la presunta inmoralidad del suicidio no sería razón suficiente para que el derecho lo considere un ilícito. En tal caso la reprobación moral del suicidio no es motivo para su penalización legal. Esta perspectiva es del todo pertinente, porque la eutanasia es un suicidio, sea por mano propia o de consuno con un tercero. La autonomía recíproca sustenta la secularización del derecho y es la base de la ética laica que avala la libertad de conciencia. Habiendo libertad de conciencia, se produce necesariamente pluralismo moral. Precisamente en virtud del pluralismo moral el autor reivindica para todos «el ejercicio libre y responsable de sus convicciones morales», incluida la convicción de cada cual respecto al modo conveniente de morir. Estas son ideas que han fluido de un texto que a todo evento tiene una inspiración encomiable. En definitiva, se reivindica la compasión y misericordia para enfermos que sufren, y el respeto a la decisión soberana de un adulto capacitado para decidir si su vida tiene sentido.
Matrimonio igualitario. El derecho a un símbolo El matrimonio igualitario también es un tema que suele discutirse desde los derechos, la moral, religión o cultura. El matrimonio como institución social resulta de particular relevancia, por lo tanto cualquier cambio genera aprehensiones. Así ha sido con las variaciones que ha experimentado en los últimos tiempos. Por ejemplo, cuando dejó de ser un arreglo en que el hombre tenía el mando según mandato expreso de la ley. Cuando pasó de ser un contrato de por vida a un contrato que expira y se renueva. Siempre los cambios que afectan al matrimonio son fuente de debate. En este contexto se inscribe la demanda por matrimonio igualitario. ¿Por qué una severa oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo? En términos del texto, ¿por qué algunos están dispuestos a violar la igualdad ante la ley? La respuesta del libro alude al valor del matrimonio como institución cargada de poder simbólico y la familia como célula base del orden social. En consecuencia, el matrimonio igualitario pondría en cuestión las «representaciones y significados que todos tenemos del matrimonio y la familia». Otra entrada que amerita considerar es la dificultad para asumir la homosexualidad como una condición homologable moralmente a la heterosexualidad. Se puede tolerar la homosexualidad y aceptar sus
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expresiones culturales, prácticas sexuales y modo de vida. Aceptar el matrimonio igualitario implica dar un paso más. Supone que el amor entre personas de distinto o del mismo sexo merece el mismo respeto. Es decir que las relaciones sexuales de unos y otros son moralmente equivalentes. Ese es un paso que muchos aún no están dispuestos a dar. El debate resulta trabado porque tiene un componente religioso que por definición es indiferente al juicio racional. Tener fe no es tener prejuicios y tampoco tener argumentos. ¿Cómo dar el paso que iguala la condición heterosexual y la homosexual en contra de las Sagradas Escrituras? Sin duda este es uno de los nudos que dificultan la legitimidad social del amor entre personas del mismo sexo. El debate trasciende el ámbito del matrimonio y la homosexualidad. En efecto, un grupo de ciudadanos esgrime argumentos acerca de la igualdad y recibe como respuesta que una venerable institución le está vedada. En caso de acogerlos, ésta se degrada irremediablemente. Los demandantes tienen un estigma. Como bien lo señala el autor, lo que está en juego es la igualdad ante la ley. Es decir, los fundamentos de una convivencia civilizada. ¿Qué solución? La política está mandatada para resolver estas contradicciones insolubles. La plaza pública es el lugar en que los ciudadanos dirimen sus controversias.
Drogas. El experimento de la prohibición El autor somete el experimento de la prohibición a severo escrutinio. La penalización y el combate al consumo de drogas ilegales son muy recientes. En 1910 todas las drogas eran legales. El texto examina no sólo los resultados, sino también las bases políticas y científicas que sustentan el discurso oficial. Es un lugar común que las drogas causan adicción, son germen de delitos y que los adictos deben tratarse como enfermos. Todas estas verdades son puestas en discusión. En general, lo que se discute es el razonamiento que subyace a la política de guerra total contra las drogas prohibidas, incluyendo la legitimidad de la distinción entre drogas legales e ilegales. ¿Por qué consumir drogas es un crimen? ¿Por qué el alcohol es legal y la marihuana ilegal atendiendo sus efectos? ¿Por qué se prohíbe consumir plantas silvestres de uso milenario? ¿Cuál es la prueba de que las drogas causan adicción? ¿Qué enfermedad aqueja a los adictos? ¿Por qué una persona competente no puede decidir respecto al uso recreativo de drogas? ¿Corresponde que el Estado decida por los ciudadanos lo que es beneficioso para ellos?
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Tales preguntas permiten ilustrar las inquietudes que se plantean a propósito del discurso y práctica que oficialmente mantienen los Estados signatarios de diversos tratados prohibicionistas, incluido Chile. La sola formulación de preguntas nos permite deducir la posición crítica desarrollada en detalle en el texto, invocando hechos, argumentos y cifras. Sus respuestas permiten una conceptualización alternativa que no tiene efectos sólo en la teoría. De hecho se formula una propuesta para que la sociedad se haga cargo del negocio de las drogas. La apuesta es que un mercado regulado por ley administraría mejor el negocio que el mercado negro desregulado afín a los narcotraficantes. El autor se suma a una sólida corriente minoritaria que, ante el enorme costo y escaso resultado de una guerra incierta, busca nuevas opciones. Los datos presentados para ilustrar el fracaso de la guerra en curso son impactantes. Cabe agregar un nuevo antecedente: si la guerra rindiera frutos, se obtendrían algunos de las siguientes resultados: disminución de las zonas cultivadas que producen marihuana, cocaína y opio; disminución de la oferta de esas drogas en los mercados consumidores; aumento sostenido de precios en el transcurso del tiempo; disminución del número de consumidores. Nada de ello ha ocurrido durante décadas de guerra total. Gabriel Boric Font Punta Arenas, Junio de 2015
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Aborto. Delito de mujer por mujer
El aborto no alude sólo a la interrupción del embarazo. El modo en que se conceptualiza evidencia una concepción de la vida y el orden social, la familia y la sexualidad. El aborto no se reduce a un tema de salud pública porque las concepciones en juego son culturales y políticas, religiosas y morales. La carga emocional asociada es de tal magnitud que resulta sorprendente un católico a favor del aborto o una feminista en contra. Sin duda, el aborto es más que el aborto. Los que participan en el debate tematizan el aborto a partir de un conjunto de convicciones que sustenta la posición. En virtud de lo cual el debate resulta especialmente virulento. Porque, en rigor, no es un debate sólo sobre el aborto. Para no enfrascarse en un ejercicio estéril cada uno debe responder la pregunta siguiente, ¿estoy dispuesto a cambiar de opinión si los argumentos expuestos son convincentes e irrebatibles? Si la respuesta es sí tiene sentido que continúe leyendo. Sostengo que vía argumentación racional el problema moral del aborto puede ser resuelto de modo tal que los críticos al aborto puedan asumir las conclusiones como propias. Para estos efectos discuto el origen de la vida humana y las paradojas que supone considerar un embrión equivalente a un ser humano adulto. Posteriormente me explayo en refutar argumentos que habitualmente se esgrimen para justificar la penalización del aborto. El propósito es evidenciar que el aborto no viola el derecho moral de nadie. A continuación propongo un criterio que permite distinguir entre el aborto temprano admisible y el aborto tardío restringido o inadmisible. Se responde la pregunta, ¿cuándo y por qué el aborto es permitido? Luego se tratan diversos temas contingentes: criminalización del aborto, derechos reproductivos, aborto terapéutico, soberanía de la mujer. Finalizo remarcando que el debate del aborto no es sólo sobre la vida del feto porque afecta la libertad y la autonomía, el pluralismo y la tolerancia.
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Contexto El aborto existirá mientras se produzcan embarazos no deseados. Históricamente el aborto ha sido una cuestión personal que la mujer resolvía según el patrón cultural y legal imperante. La emergencia de las mujeres como grupo de interés reivindicando el aborto como un derecho transformó una decisión personal en un tema de agenda pública. El movimiento feminista desafió el orden imperante al reclamar para las mujeres el derecho a controlar el aborto. Un tema personal se transformó en una reivindicación política cuando se asoció con el derecho a la igualdad y la no discriminación. La demanda original postula que una mujer es libre si puede elegir acaso desea continuar con su embarazo. Problematizar la normativa vigente y otorgar centralidad a la mujer puso en entredicho muchos supuestos culturales que se asumían como evidentes. En particular, respecto al rol de la mujer, su acceso al trabajo y la remuneración a percibir. Quedó de manifiesto que la igualdad laboral es una ilusión sin una maternidad planificada. Que la maternidad planificada es indisoluble al control de la mujer sobre su propio cuerpo. Desde una perspectiva tradicional las reivindicaciones del movimiento feminista resultan disfuncionales. Sea porque los roles familiares se alteran si la mujer es económicamente independiente o porque la maternidad se asume como una opción entre otras prioridades y, por último, porque la sexualidad se trivializa en desmedro de la procreación y en beneficio del sexo casual. Para el estilo de vida tradicional cambios en curso en ciudadanía sexual, derechos reproductivos y formas familiares constituyen una severa amenaza. El movimiento pro vida es la respuesta a la reivindicación por otorgar a la mujer la decisión respecto a embarazos no deseados. El lenguaje crea realidad y atribuirse la reivindicación de la vida es un éxito a nivel simbólico aunque no sea coherente en el orden de lo real. Como corrige Singer (1997) el movimiento por la penalización del aborto no defiende la vida de animales no humanos –no son vegetarianos– ni está contra los asesinatos en las guerras –no son pacifistas– por tanto una definición apropiada es «pro vida humana inocente». Por la elección se proclaman los partidarios de la despenalización del aborto, reivindicando para la mujer el derecho a decidir ante un embarazo inesperado. Una mala definición que enfatiza en la decisión individual. Se invisibilizan aspectos sociales y morales asociados al aborto. En rigor, definir a un grupo pro vida y al contrario pro elección es confuso. Queda en evidencia si los calificamos por sus antónimos: anti vida y anti elección. ¿Qué significa? Son denominaciones equívocas
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que escamotean el tema central del aborto. La centralidad reside en su legitimidad moral. ¿El aborto es moral o inmoral? Nótese que no todo lo inmoral es sujeto de sanción penal. El adulterio es inmoral y no está penalizado. Por otra parte, no todo lo moral está libre de pena. Compartir marihuana es moralmente inocuo y legalmente punible. Independiente del estatus moral queda planteada la potestad del Estado para encarcelar a las mujeres que abortan. ¿El aborto es un crimen? La primera disyuntiva del aborto es respecto al castigo. Los grupos en pugna se distinguen claramente. Teniendo el castigo como referencia un sector es pro penalización («pro vida») y otro es pro despenalización («pro elección»). Planteado así, los nombres corresponden a las propuestas.
Las paradojas de la fecundización En el debate sobre el aborto el origen de la vida humana es un tema en disputa. Para quienes critican el aborto hay una respuesta clara y precisa. La vida humana se inicia en el momento de la fecundación. El término «concepción» usado habitualmente es equívoco. Faúndez et al. (2007) lo evita por confuso: «El término concepción se usa de una manera vaga y sin un significado biológico exacto y en algunos debates religiosos se alude con él al momento de la animación (ensoulement), cuando se cree que el alma entra al cuerpo del individuo». En verdad, la fecundación no es un momento preciso en el tiempo. Se inicia cuando el espermatozoide contacta al óvulo y finaliza cuando el material genético se combina en una nueva célula con ADN único. El cigoto es una célula con genotipo propio que emerge después de veinticuatro horas concluyendo la fase de fecundación. Si la pregunta es cuándo hay una nueva entidad con un código genético propio la respuesta es de consenso. El cigoto es tal entidad. Sin embargo, el cigoto no es un nuevo ser humano. Sostener que la vida humana se inicia con la fecundación da lugar a incoherencias insolubles. Ha sido demostrado que la individualidad genética no coincide con la identidad humana. Todas las células generadas a partir del cigoto tienen el mismo código genético, conformando un embrión. En línea con la bibliografía, usamos el término embrión para el conjunto de células posteriores al cigoto y anteriores al feto. Un cigoto puede dividirse y varios cigotos pueden fusionarse. El cigoto no es un individuo humano en un sentido biológico u ontológico. Cómo serlo si antes de la implantación el cigoto no ha decidido aún cuántos individuos será –más individuos si un cigoto se divide y menos si varios
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cigotos se fusionan. En efecto, hasta la segunda semana, como parte del proceso natural, un cigoto puede dividirse en varios independientes entre sí y cada uno de los cuales da lugar a un individuo distinto. La división del cigoto en dos o más entidades genéticamente iguales instala una incógnita. El enigma del cigoto es, ¿qué sucede con el individuo único que existía antes de la división que dará lugar a dos gemelos? ¿Murió? En tal caso, ¿dónde está el cuerpo? Del mismo modo, en lo que se conoce como quimerismo, dos cigotos independientes, es decir, de código genético propio, pueden fusionarse, desarrollándose un nuevo organismo que dará lugar a un solo individuo. El nuevo individuo tendrá un código genético formado por el ADN de los dos cigotos originales. ¿Qué sucedió con las dos unidades con ADN propio producidas por la fecundación? Si han dejado de existir dónde están. ¿Quién es el individuo nuevo que tiene el código genético de ambos cigotos? ¿Tiene identidad propia o es un híbrido de sus antecesores? Los dos cigotos «desaparecidos», ¿requieren de honras fúnebres en tanto seres humanos? Postular que la vida humana se inicia en el momento de la fecundación nos obliga a especulaciones absurdas. Es una tesis que es refutada por incoherencias empíricas. Si existimos desde la fecundación es porque somos un organismo único e identificable. Como organismo humano empiezo a existir cuando nace el organismo que soy. ¿Cómo existir desde la fecundación si no existe el organismo material que sustenta mi existencia como individuo singular? Por supuesto, puede datarse el inicio de la vida humana en el momento en que la individualidad está asegurada, en la fase embrionaria. Sin embargo, esta solución abre la posibilidad de establecer convencionalmente otros momentos como los del verdadero comienzo de la vida humana. Se presenta un menú de opciones posibles: -Implantación (dos semanas). Cuando el embrión se adhiere al útero materno. Inicio del embarazo. -Corteza cerebral (ocho semanas). Formación inicial del cerebro que será un órgano fundamental para la identidad del ser humano. -Movimiento del feto (diecisiete semanas). Cuando la madre siente movimientos que evidencian un ser vivo. Para algunos teólogos del pasado el momento en que el alma ingresa al cuerpo. -Viabilidad (aproximadamente veintiséis semanas). Momento en que el feto puede sobrevivir fuera del útero materno. -Nacimiento. El inicio de la existencia legal y demográfica.
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¿Cuál de estas opciones representa mejor el inicio de la vida humana? Las ciencias de la vida no tienen respuesta para una pregunta que está condicionada por un supuesto filosófico. ¿Cuándo un ser humano es parte de la comunidad moral? Por último, se puede postular que es imposible establecer un momento mágico en el que la vida humana irrumpe repentinamente. Desde esta perspectiva, avalada por contundente producción científica, el origen de un ser humano es un desarrollo continuo desde el óvulo y espermatozoide hasta que el niño adquiere conciencia de sí y actúa racionalmente.
¿Quién es el embrión? El embrión en su etapa inicial no es un organismo con una unidad intrínseca. El cigoto ingresa al útero cuando tiene entre ocho y dieciséis células. Siendo dieciséis células opera como dieciséis unidades independientes más que como un organismo multicelular. Ford (1988) ilustra este punto: «Podemos concluir que en el estado de mórula (dieciséis células) es difícil establecer la presencia del tipo de unidad que se requeriría para identificar a un individuo ontológico». El embrión es una entidad diminuta que varía de menos de un milímetro hasta pocos centímetros. El embrión no tiene órganos. Puede vivir fuera del cuerpo humano y mantenerse vivo vía criopreservación. El trabajo con células madre ha establecido una relación menos unívoca entre el embrión y el embarazo. Las células madres embrionarias son las de mayor uso en investigación médica. Los embriones congelados son un insumo clave en la fecundación in vitro. La acumulación de embriones ha dado lugar a la eliminación periódica de éstos. A la fecha hay millares de embriones congelados y en un sólo evento pueden ser desechados decenas de miles. La primera eliminación masiva de conocimiento público se realizó en Inglaterra en 1998 con más de 5.000 embriones muertos. ¿Cuál es el estatus moral del embrión? El embrión es una entidad genéticamente humana. No cabe asignarle un estatus moral por ello. Cada célula del organismo tiene inscrito el código genético. No es la posesión del genoma humano la que da una condición moral. Una célula del cerebro o del riñón no nos interpela moralmente. Los embriones son insensibles. No tienen intereses de ningún tipo. Nada que le ocurra a ellos le interesa a ellos mismos. ¿Significa que puedan ser tratados con desidia o irrespeto? Para responder es necesario distinguir entre entidades que tienen estatus moral de aquellas con valor moral.
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Estatus moral poseen quienes tienen intereses propios. Todo juicio moral que se haga debe considerar el respeto a los intereses del enjuiciado. Valor moral tienen entidades que no teniendo intereses nos interpelan moralmente. Le asignamos un trato deferente porque les otorgamos un valor moral que las distingue. Es el caso de los embriones. Steinbock (1992) ilustra el tipo de entidades que tienen valor moral: «Considere la bandera nacional. La bandera es un trozo de tela sin ningún valor en sí. Sin embargo, la bandera tiene un profundo significado para muchas personas. Desde el punto de vista simbólico la bandera no es un trozo de tela. Tiene un valor moral como símbolo de la nación». Sin duda, el cadáver de una persona tiene valor moral y merece un trato apropiado. Su dignidad proviene de haber sido habitado por una persona y de la ausencia de la persona que lo habitó. Para los embriones vale ser germen de una existencia humana. Todos fuimos un embrión. Las entidades dignas de valor moral regularmente tienen normado el proceder conveniente a su dignidad moral. Respecto a los embriones utilizados en fecundación in vitro o en estudio de células madres corresponde tratarlos según los protocolos correspondientes. ¿Tienen los embriones el mismo estatus moral que un recién nacido? Para responder realice el siguiente experimento mental. Usted está en una clínica de fertilización asistida donde hay una caja con cien embriones congelados y en el pasillo un recién nacido. Se produce un terremoto grado nueve y usted puede huir con la caja de embriones o con el recién nacido. Uno u otro. Nadie sensato elegiría la caja de cien embriones: de hacerlo podría ser enjuiciado pese a que era cien a uno. Esta conclusión devela la retórica inconsistente de quienes consideran que la vida de unas células fruto de la fecundación vale tanto como la suya y mía.
¿Quién es persona? En el debate del aborto la noción de persona es polémica. Quienes defienden que la vida humana se inicia con la fecundación discurren que el feto es una persona. Siendo una persona se reclama su derecho a la vida tal como el de una persona adulta. ¿Es el feto parte de la comunidad humana? ¿Qué dice el Código Civil? Distintas aproximaciones respecto a qué constituye la comunidad humana. Un principio básico es que está compuesta de miembros que mantienen una conexión psicológica directa, continua y mutua. En efecto, es condición para la comunidad mantenerse psicológicamente conectada y es necesario que cada miembro esté capacitado para conectarse con sus semejantes. – 24 –
Para estos efectos, es preciso disponer de ciertas características que permitan operar como actor en la red de comunicaciones que sustenta la comunidad humana. En particular, ser una entidad distinta, con existencia continuada en el tiempo y capacitada para intercambiar información. Es decir, ser un sujeto que procesa experiencias. Las personas mantienen conexión psicológica entre sí. Requisito indispensable para poder construirse a sí mismas y construir la comunidad a la que pertenecen. El concepto de persona remite a un ser social. ¿El feto está capacitado para ser miembro de la comunidad moral? La conexión entre el adulto y el feto no es del tipo de las que mantenemos entre nosotros. Por ejemplo, no pueden establecer interacción directa con otra persona. En consecuencia, sería impropio otorgarle el estatus de persona. Por lo mismo no tiene los derechos que la ley asigna a las personas. ¿Un feto humano podría recibir una herencia? El Código Civil en el artículo 74 es categórico: «La existencia legal de toda persona principia al nacer, esto es, al separarse completamente de su madre. La criatura que muere en el vientre materno [...] se reputará no haber nacido jamás».
Los argumentos El aborto no es sólo un tema de salud pública. Es del ámbito de la política y en último término de la moral. Si fuera aceptado moralmente no habría una demanda masiva por criminalizarlo. Si hubiera unanimidad en que es un crimen pocas mujeres estarían dispuestas a cometer un asesinato para no continuar un embarazo. Se argumentará para demostrar que el aborto es un acto que no viola el derecho moral de nadie. Es decir, que es moralmente aceptable. Éste énfasis se explica porque los partidarios de penalizar el aborto postulan básicamente que el aborto es inmoral. En consecuencia, esta es la tesis a refutar. Para que los argumentos sean eficaces es condición que no vulneren supuestos que los críticos al aborto asumen como lógica y racionalmente pertinentes. Por cierto, muchos críticos al aborto sostienen que la vida es un don de Dios asignándole a ésta un carácter metafísico. En tal caso son inmunes al juicio racional y los argumentos resultan improcedentes. Cuando los críticos al aborto apelan al derecho a la vida del feto utilizan variantes del siguiente silogismo. El feto humano tiene derecho a la vida El aborto mata la vida de un feto humano El aborto es moralmente inaceptable – 25 –
Sin embargo, hay argumentos críticos al aborto que no recurren a esta línea de argumentación. No se sustentan en que el feto tenga derecho a la vida. Los razonamientos son heterogéneos y serán considerados oportunamente. No es el propósito ser exhaustivo aunque sí examinar distintas variantes que consideran el aborto inmoral y materia de ley penal. Se examinarán los cinco argumentos a los que se recurre con mayor frecuencia para justificar la penalización del aborto. Amerita distinguir entre las siguientes afirmaciones: El aborto es moralmente inaceptable; el aborto es moralmente criticable. Se argumentará para refutar la primera afirmación. Siempre es posible que una acción sea moralmente criticable. En una sociedad plural hay múltiples perspectivas morales. El que existan variedad de perspectivas no significa que todas sean igualmente verdaderas. Como señala Singer (1984) la cuestión moral respecto al aborto no es –como muchos creen– un tema ajeno al juicio y racionalmente insoluble. En el ámbito de la moral secular existe una respuesta concluyente y quienes no la aceptan están simplemente equivocados. A continuación se discuten los principales argumentos que esgrimen los críticos al aborto. Serán sometidos al discernimiento racional y criticados en sus propios términos sin considerar las premisas que los avalan.
Primer argumento El argumento basado en la capacidad potencial del feto apela a su potencial para desarrollarse como persona adulta. Lo común entre un feto y nosotros es que en el pasado fuimos un feto. Es obvio que el feto es potencialmente un individuo con derecho a la vida. ¿La posesión potencial de un derecho permite ejercitarlo anticipadamente? El derecho del joven a votar, y el derecho del adulto a jubilar, no se pueden ejercer a voluntad. Poseer potencialmente un bien no permite disponer de éste en el acto. Los derechos potenciales no operan como derechos actuales. Es una incoherencia lógica. No es igual matar a una madre potencial que a una madre real. Quemar un saco de semillas de araucaria no equivale a incendiar un bosque. Sólo un truco de la razón permite actualizar lo potencial al tiempo presente. Conceptualmente el argumento potencial es arbitrario. Potencialmente cualquier cosa es posible si se cumplen ciertas condiciones. Cada uno de los doscientos millones de espermatozoides es potencialmente un ser humano. ¿Derecho a la vida para cada espermatozoide?
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Harris (1985) ilustra el punto según escenarios potenciales: «Decir que un óvulo fertilizado es potencialmente un ser humano equivale a decir que si suceden ciertas cosas (como la implantación) y no suceden otras (como un aborto espontáneo) podría gestarse un ser humano. Pero esto también es verdad para cualquier óvulo o espermatozoide. Si le suceden ciertas cosas al óvulo (como encontrarse con un espermatozoide) y le suceden ciertas cosas al espermatozoide (como encontrase con un óvulo) y ciertas cosas no suceden (como encontrarse con un anticonceptivo) entonces también podría gestarse un ser humano». La vida de las personas es protegida porque son agentes morales autónomos. La comunidad resulta inviable sin una férrea protección de sus vidas. ¿Corresponde misma protección a los fetos humanos en su calidad de personas potenciales? La condición potencial no es fuente de derechos. El derecho de las personas a la vida no es extrapolable a personas potenciales. No se adquiere estatus moral en virtud de cualidades potenciales. Nótese que se puede asignar otro significado a la condición de ser potencial. En efecto, se puede señalar que interrumpir la vida de un feto genera un daño en cuanto se elimina la posibilidad de contar con una persona que aportará al bien común. Una inteligencia menos. Esta variante de la condición potencial se rebate reduciéndola al absurdo. Todos los métodos anticonceptivos tienen como propósito impedir que una vida potencial llegue a término. Su uso inhibe una persona potencial. ¿Acaso son condenables? Otra variante de la condición potencial se sustenta en la genética. El desarrollo del ser humano es un proceso que progresa de acuerdo con información genética inscrita desde el origen. La genética enseña que desde el inicio hemos sido lo que llegamos a ser sea a nivel individual como a nivel de especie. Somos el mismo ser vivo desde el embrión al anciano. ¿Acaso por sus potencialidades el embrión tiene derecho a la vida? Si bien es cierto que no somos genéticamente distintos al embrión no es menos cierto que somos mucho más que nuestra identidad cromosómica. El nexo genético entre un adulto y un embrión no supone necesariamente reconocer derechos al embrión. ¿Por qué un dato genético habría de ser moralmente relevante?
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Segundo argumento El argumento de la regla de oro no apela al derecho a la vida del feto. Se sustenta en un clásico de la moral desde tiempos ancestrales. La regla de oro postula que debes tratar al otro como quieres que te traten a ti. La regla de oro invoca que como todos fuimos embrión debemos tratar a los embriones tal como fuimos tratados nosotros en nuestra época de embrión. En suma, el aborto es moralmente inaceptable porque impide que un embrión tenga el trato que yo tuve cuando embrión. El aborto viola la regla de oro. ¿Cómo aplicar la regla de oro al embrión de un embarazo no deseado? Acaso el hijo debería sentirse apenado porque significó un problema para su madre y a su vez contento de haber nacido fruto de ese embarazo no deseado. ¿Cómo aplica al embrión fruto de una violación? Si la regla de oro vale para el aborto por extensión también vale para los métodos anticonceptivos. Un aborto me hubiera eliminado como embrión por lo que el aborto es repudiable y me alegro que mi madre no haya usado un método anticonceptivo porque no hubiera llegado a ser embrión. Que un nacimiento se impida vía aborto o pastilla del día después produce igual resultado. ¿El aborto y los procedimientos anticonceptivos son igualmente repudiables? Todos impiden el natural desarrollo del embrión. Una conclusión que los críticos al aborto no aceptarían.
Tercer argumento El argumento de la ignorancia profunda se sustenta en la dificultad de establecer el estatus del embrión. La discusión respecto a quién es un embrión y quién un feto da lugar a rechazar el aborto aduciendo una incertidumbre ontológica en relación con estas entidades. La Iglesia Católica ha recurrido a este argumento en palabras de Juan Pablo II (1995): «Lo que está en juego es tan importante que, desde el punto de vista de la obligación moral, la sola probabilidad que una persona esté implicada es suficiente para justificar la prohibición absoluta de matar un embrión». Grisez (1970) en virtud de la incertidumbre estima que matar un embrión es un crimen: «La voluntad de matar a quien por lo que sabemos podría ser una persona equivale a matar a una persona. Dado que no podemos determinar si es una persona excepto por postulados metafísicos, para todos los efecto prácticos la voluntad de matar un embrión equivale a matar una persona». El argumento se construye a partir de dos premisas. En primer lugar, la incertidumbre respecto al estatus moral del embrión y, por otra parte, un principio de elección moral en condiciones de incertidumbre. – 28 –
La lógica es sencilla pero contundente. Implementar una política de aborto legal sobre supuestos falsos es más grave que implementar una de aborto prohibido sobre supuestos falsos. En efecto, supóngase que se actúa según el criterio de aborto legal y el supuesto es falso, el resultado es el asesinato masivo de personas inocentes. Por el contrario, si se actúa sobre el supuesto que el aborto es prohibido y el supuesto es falso, el resultado es el nacimiento masivo de niños fruto de embarazos no deseados. Habiendo en pugna dos opciones morales inciertas es obvio que se debe elegir aquella que produce el menor daño relativo. Dado que no sabemos cuál de las opciones es verdadera, lo racional es evitar el asesinato de inocentes y prohibir el aborto. La conclusión aparentemente es incuestionable, sin embargo, es falaz. Asume la premisa de que mientras no estamos totalmente seguros que un acto es moralmente aceptable debemos actuar como si fuera inaceptable. No es ése el razonamiento que utilizamos en decisiones cotidianas. Se ha argumentado con sólidas bases que es moralmente incorrecto matar a animales no humanos más sensibles que un niño de un año – serían seres con intereses propios y derecho a la vida. La bibliografía al respecto es extensa. Sin embargo, los críticos al aborto no se convertirían en vegetarianos sólo por la incertidumbre moral asociada a la muerte de animales que no son de nuestra especie. Por supuesto, se podrá argumentar contra los defensores del derecho a la vida de animales utilizados como alimento y demostrar que sus argumentos son débiles. Sin embargo, por débiles que éstos sean no tendremos la certeza total de que tales animales no tienen derecho a la vida. En consecuencia, dada la relativa incertidumbre deberíamos aceptar el derecho a la vida de animales que son nuestro alimento. La incertidumbre obliga porque no respetar el derecho a la vida de animales no humanos podría ser un error y, en tal caso, motivo del asesinato masivo de seres inocentes. Conclusión inaceptable para los críticos al aborto.
Cuarto argumento Morowitz et al. (1992) discurren que los seres humanos son particularmente distintos a otras especies del reino animal. Su pregunta es cuándo el feto adquiere propiedades que lo distinguen como ser humano. Para responder establecen los atributos propios del ser humano y, posteriormente, examinan en qué momento del desarrollo el feto adquiere tales atributos. La respuesta se funda en las ciencias que estudian el desarrollo fetal.
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No hay supuestos religiosos o morales sino la convergencia entre atributos reconocidamente humanos y el desarrollo natural del feto. ¿Cuáles son los atributos que distinguen al ser humano de otros primates? En términos de los autores el desarrollo de la corteza cerebral, posible por el andar erguido, es el rasgo distintivo del ser humano. En definitiva, el tamaño del cerebro nos separa sustantivamente de nuestros parientes más cercanos. Distintas áreas del cerebro se asocian con capacidades típicamente humanas como el habla, la aptitud numérica y otras. A continuación, corresponde establecer en qué punto del desarrollo fetal se verifica esta característica propiamente humana. La neurofisiología permite una respuesta acotada a un período de tiempo conocido. Morowitz y Trefil considerando la génesis de la corteza cerebral concluyen: «Sólo cuando el desarrollo de las células cerebrales y de las conexiones inter células se ha completado estamos en condiciones de decir que el feto ha adquirido aquellas propiedades que distinguen al ser humano de cualquiera otro ser vivo» El electroencefalograma es un procedimiento clásico para evaluar la actividad cerebral. Interpretar la actividad eléctrica del cerebro de un feto es particularmente difícil. Sin embargo, por analogía se puede concluir comparando las señales eléctricas del feto con las de un recién nacido. Esta coincidencia ocurre en la semana veinticinco del embarazo. Momento en que el feto adquiere estructural y funcionalmente los rasgos que distinguen al ser humano de los animales no humanos. En consecuencia, se puede dar una respuesta científica en relación con la humanidad del feto humano. Planteado como silogismo el argumento es el siguiente: -Los seres humanos tenemos derecho a la vida en virtud de atributos que nos distinguen del reino animal. -Las características distintivas se adquieren fruto de la actividad eléctrica organizada en nuestra corteza cerebral -Los fetos humanos desarrollan una corteza cerebral que les permite actividad eléctrica organizada similar a la de un recién nacido. -Los fetos son seres humanos con derecho a la vida cuando adquieren los atributos humanos.
Se trata de un argumento científico basado en lo que nos dice el desarrollo actual de la neurociencia avalado por la medición de la actividad cerebral.
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Más allá de los datos científicos quedan instaladas preguntas decisivas para aprobar el argumento. ¿Por qué la presencia en el feto de atributos que nos distinguen de otras especies le asigna a éste un estatus significativo? ¿Por qué la actividad eléctrica organizada del cerebro es una propiedad moralmente relevante? Establecer el momento en que el feto adquiere atributos de ser humano no nos dice nada respecto del derecho a la vida si estos atributos son moralmente inocuos. Establecer una diferencia distintiva de los seres humanos es intrascendente si esa diferencia no implica consecuencias morales. Si se trata de diferencias entre los seres humanos y otros seres vivos el listado puede ser interminable. Por ejemplo, el modo de aparearse, el tiempo de gestación y la forma de dar a luz en gran medida es distinto a la de otros mamíferos. ¿Acaso podemos concluir que éstos son atributos que nos distinguen otorgándonos un estatus especial? El desarrollo de la corteza cerebral no nos permite emitir un juicio moral respecto al derecho a la vida de un feto. Las señales eléctricas en sí son un dato éticamente imponderable.
Quinto argumento El argumento de la especie humana apela a que el feto es un ser de nuestra especie. Si hubiera que establecer un rasgo común entre nosotros y los fetos el más obvio es que somos seres humanos. Un feto es un ser humano y como tal pertenece a la especie Homo sapiens. Quienes critican el aborto lo hacen apelando a que los seres humanos tienen derecho a la vida desde la fecundación. Sin embargo, que un individuo sea un ser humano no implica que tenga derecho a la vida. Es una afirmación que hay que probar. ¿Por qué los seres humanos tienen la ventaja del derecho a la vida? Un procedimiento sencillo es preguntar mediante encuesta quiénes tienen derecho a la vida. La respuesta mayoritaria es los seres humanos. Si se pregunta cuál es el atributo que le otorga tal privilegio la respuesta más frecuente es «somos de la misma especie». Esta es la respuesta del sentido común y evidente en sí misma. Así el ser miembro de la especie humana es la mejor razón para tener derecho a la vida. Este razonamiento aplicado a la vida del feto se explicita en tres sentencias: -El feto es un ser humano -Es incorrecto matar seres humanos -Es incorrecto matar un feto humano – 31 –
Este argumento puede ser refutado desde dos perspectivas. La primera se sustenta en la relatividad del derecho a la vida de los seres humanos. Es el caso de una persona que tiene daño cerebral irreversible y sólo puede vivir conectado a máquinas auxiliares. Se trata de un ser humano en una situación vital controversial. Que un individuo en tales condiciones tenga derecho a la vida es discutible. En la práctica suele ser desconectado. El hecho que algunos seres humanos tengan derecho a la vida no permite concluir que todos los seres humanos per se tengan el mismo derecho. Hay casos controversiales donde tal derecho queda entre paréntesis. En consecuencia, defender que el feto humano tiene derecho a la vida porque es un ser humano es inconsistente con la no aplicación de ese derecho a seres humanos cuya vida es controversial. La segunda refutación discute la importancia de ser miembro de una especie determinada. Desde Darwin sabemos que en el proceso de hominización no hay una ruptura respecto a nuestros antecesores. El Homo sapiens es resultado de una evolución continua desde el Homo habilis, Homo erectus y los predecesores de éstos. Nuestra especie evolucionó por adaptación gradual –incluido el cerebro– tal como los demás miembros del reino animal. Desde una perspectiva especista corresponden tratos desiguales en virtud de la especie de pertenencia. El trato desigual no se sustenta en una justificación –tratar distinto a peces que a pájaros– sino en la mera pertenencia a la especie. Se establece un criterio de discriminación moral según especie. En el mismo sentido que el sexismo y el racismo son discriminaciones fundadas en la pertenencia a un sexo y una raza. Se acepta que tener prejuicios y discriminar según raza o sexo es impropio. Sin embargo, respecto a especie la discriminación es de sentido común. La lógica siempre es la misma. Se identifican rasgos biológicos y se discrimina en consecuencia. ¿Por qué raza, sexo y especie son moralmente imponderables? La raza y el sexo son condiciones fortuitas. Atributos fortuitos son irrelevantes desde el punto de vista moral. Las características biológicas en sí no generan distinciones a este respecto. No son datos moralmente pertinentes. La lotería natural en la que todos participamos nos asigna ciertos atributos. Éstos no son de interés para la ética. Todo lo que sea moralmente atingente respecto a raza y sexo es extrapolable a la especie. Ningún dato biológico tiene pertinencia moral. Pertenecer a una especie animal es del orden de la zoología.
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En consecuencia, es un prejuicio atribuirle derecho a la vida al Homo sapiens por el sólo hecho de serlo.
El punto de vista del interés El derecho a la vida del feto se reclama aduciendo razones fundadas en la ciencia, la teología y la filosofía. Para conceptualizar el derecho a la vida del feto asumimos el principio del interés. Desde esta perspectiva se puede verificar empíricamente quiénes tienen derechos. Feinberg (1974) ante la pregunta de los derechos responde que la función de éstos es defender intereses. En consecuencia, quienes gozan de derechos son entidades que tienen intereses y legítimo derecho a que éstos sean protegidos. ¿Quiénes tienen derechos? Quien tiene intereses propios cumple con la condición para tener derechos. Sus intereses son protegidos por derechos que se fundamentan en los intereses existentes. La comunión de intereses y derechos permite establecer la condición moral de cualquier entidad. Las entidades con intereses son sujetos morales. ¿Quiénes tienen estatus moral? Todos los seres que al ser examinados moralmente tienen intereses propios que exigen ser respetados. ¿Por qué la distinción entre seres sensibles e insensibles es moralmente relevante? Porque para los seres sensibles no experimentar dolor es un interés vital. El dolor es un mal para todo el que lo padezca. En virtud de lo cual los seres sensibles tienen intereses propios y son sujetos de consideración moral. Los seres insensibles no tienen intereses en sí mismos. Las cosas inanimadas no tienen motivos propios. Su continuidad como entidad no les compete. Un ser que no tiene intereses es moralmente imponderable. No se puede ser cruel con un árbol. Feinberg (1984) en relación a un feto insensible establece su condición moral: «Si el feto no tiene intereses es imposible una acción en contra de su propio bien. El estatus moral está limitado a seres a los que su bienestar le concierne. Dado que un feto insensible no tiene intereses propios, ni bienestar personal, tampoco tiene estatus moral. Sin embargo, tiene valor moral lo que condiciona el modo en que debe ser tratado».
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El interés del feto ¿Las personas que nos reemplazarán en la sociedad del futuro inmediato tienen intereses? Si los tuvieran, ¿tenemos obligaciones morales para con ellos? Acaso tienen estatus moral. ¿Por qué habrían de tenerlo? Nos hacemos cargo desde la perspectiva de los intereses. No caben elucubraciones abstractas o supuestos metafísicos. Los intereses son contingentes y posibles de ser ponderados en su mérito. Cuestionar que los fetos en camino tengan intereses y que éstos sean conocidos es atendible. Revisamos estas objeciones. ¿Cómo asignarle interés propio a una generación que todavía no existe? Respecto al futuro no somos ignorantes o indiferentes. Diariamente actuamos en función de cómo prevemos el porvenir. En virtud de lo cual podemos actuar considerando los intereses previsibles de los ciudadanos del futuro. Que no existan aún no implica que estén desprovistos de intereses. Por ejemplo, un hábitat degradado atentaría contra su bienestar. La segunda objeción invoca la dificultad de saber cómo se verán afectados sus intereses futuros según nuestras decisiones actuales. ¿Qué certeza tenemos respecto a beneficios o daños para la población futura dado el vértigo del desarrollo científico actual? La imprevisibilidad del futuro no nos releva de nuestro compromiso. Nuestros descendientes vienen en camino. Su existencia nos compromete moralmente. Su estatus moral emana de sus intereses. Tienen el derecho a que sus intereses sean considerados como sucede con todos quienes tienen intereses propios. Nuestro compromiso moral es con los fetos sensibles actuales. No con entidades inciertas de un momento futuro cualquiera. Nos interpelan moralmente nuestros descendientes. Lo hacen porque tienen intereses en juego. La aplicación del principio según el cual sólo los seres con intereses tienen derechos permite realizar varias distinciones pertinentes al caso. Un recién nacido disfruta de una vida que es buena para él. Continuar vivo es de su máximo interés. Tiene motivos para que su interés sea protegido. Tiene derecho a la vida. Un feto próximo a nacer es un ser sensible. Puede padecer dolor y probablemente placer. Es de suyo que tiene interés en continuar viviendo y ampliar sus experiencias. Su vida tiene valor para sí, razón suficiente para que sea considerada. Un feto sin sistema nervioso o con desarrollo cerebral inicial no tiene una vida valiosa para sí mismo. A un ser insensible no es posible producirle daño. Lo que le suceda es indiferente para él. No teniendo
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intereses tampoco tiene derechos. Su vida no es distinta a la de un embrión o un cigoto. La vida de un cigoto no nos interpela moralmente. Lo que importa a un feto insensible es teleológico basado en que es un organismo vivo. Puede estar sano o enfermo, ser normal o anormal, ser fuerte o débil sin que ninguno de estos estados le signifique algo. Lo que sucede con él no es asunto de él. Aplicado el principio de interés queda en evidencia que los fetos sensibles tienen intereses que deben ser reguardados. Tienen intereses, tienen derechos.
El criterio de demarcación Los conocimientos neurológicos a la fecha enseñan que las conexiones sinápticas se inician en el cerebro en torno a la vigésima semana de gestación. Las conexiones en el tálamo se producen en la semana veintiséis a partir de la cual el feto está en condiciones de percibir dolor. La capacidad de sentir dolor es un dato respecto a la aptitud para tener experiencias. Un ser que tiene experiencias tiene interés propio por expandir su ámbito de sensaciones. Esto no significa que su derecho a la vida sea homologable al de un adulto. En efecto, el feto habita en un lugar habitado. Warren (1985) establece una distinción decisiva: «Normalmente el lugar en que se está no es relevante en relación con el estatus moral; pero este caso es único. Mientras el feto permanezca en el cuerpo de la mujer es imposible considerarlo una persona plena de derechos, sin al mismo tiempo, disminuir a la mujer en los suyos». El interés del feto en seguir vivo impone una condición a la mujer que lo engendra. Condición que desaparece después del nacimiento. En virtud de esta particularidad no cabe asignar al feto el derecho a la vida de los recién nacidos. La calidad de criatura con intereses propios no le concede a un feto sensible un estatus moral comparable al estatus de un agente moral autónomo consciente de sí mismo y de sus intereses como persona. ¿Cuándo adquiere el feto estatus moral que lo distingue respecto a un embrión o cigoto? ¿Cuándo un aborto es una acción que nos interpela moralmente? Según la evolución neurológica del feto cabe distinguir el aborto temprano del tardío. La distinción refiere al nivel de desarrollo de la corteza cerebral y de la actividad del cerebro. Un aborto temprano está asociado a desarrollo nulo o básico de la corteza tal que el organismo no tiene sensaciones y no hay un afectado. No muere nadie, ni muere
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alguien. El aborto tardío sucede cuando la acción del cerebro es verificable vía electroencefalograma tal que el organismo es capaz de sentir y tener experiencias. La legalización del aborto en Estados Unidos se fundamentó en que el Estado tenía la obligación de proteger la vida del feto desde el momento en que éste es viable. En consecuencia, la viabilidad de existir fuera del útero materno fue el criterio demarcador. El criterio de la viabilidad se sustenta en que si el feto puede vivir fuera del útero amerita que el Estado proteja sus intereses. En Europa se han utilizados diversos criterios demarcadores. La legislación regula el derecho al aborto considerando el aborto temprano permisible sin condiciones y el tardío sujeto a restricciones o prohibido. La diversidad de criterios demarcadores es inevitable porque el dato empírico es impreciso y sujeto a interpretaciones. La dificultad de establecer un principio normativo universal no implica que el aborto resulte moralmente problemático. La legislación vigente utiliza diversos criterios de demarcación revelando que se interpreta desde distintas perspectivas cuándo el feto nos interpela. Desde el enfoque de los intereses el punto de inflexión es la sensibilidad del feto. Es decir, a partir del momento en que el feto tiene intereses propios. Estos por sí mismos le otorgan el derecho a que sean protegidos. Según la neurofisiología corresponde a la semana veintiséis asociada al funcionamiento del tálamo. En términos prácticos el efecto del criterio de demarcación es marginal. En los países en que el aborto es legal la mitad de los abortos se realizan en las primeras nueve semanas, el noventa por ciento durante el primer semestre y prácticamente todos antes de la vigésima semana de gestación. Sin embargo, el criterio de demarcación conceptualmente es relevante porque la defensa del derecho al aborto no puede fundarse sólo en la autonomía de la mujer respecto a su propio cuerpo. El feto en tanto ser sensible tiene una condición moral que es preciso resguardar.
La situación actual La criminalización del aborto no reduce el número de abortos. La evidencia empírica enseña que aumenta la mortalidad y morbilidad materna. Barcelato (1996) señala que para los servicios de salud el gasto asociado al aborto clandestino es considerable: «Un estudio reciente calcula para Chile un costo de 15 millones de dólares por año. En contraste, la mortalidad materna por aborto practicado en condiciones óptimas es sólo de 1 por 100.000».
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En países de aborto legal la estadística comparada indica que posterior a la despenalización la tasa de aborto aumenta, luego se produce un descenso y finalmente se estabiliza. La tasa de abortos en países en que es legal es heterogénea. Por ejemplo, Rumania 36%, EEUU 22%, Alemania 14%, Suiza 12%. Las diferencias se explican en buena medida por la calidad de las políticas implementadas para prevenir el embarazo no deseado. En particular, fácil acceso a métodos anticonceptivos y educación sexual de calidad en la enseñanza media. El Gráfico 1 enseña la evolución de la tasa de aborto legal por 1.000 mujeres de 15-44 años. Las fechas de legalización son las siguientes: Inglaterra 1971, Francia 1976, Italia 1982. Gráfico 1. Dinámica tasa de aborto posterior a legalización
fuente: faúndes et al., (2007)
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2004) cada año se producen 210 millones de embarazos, 46 millones terminan en aborto, 20 millones en aborto inseguro por prohibición legal. Faúndez et al. (2007) calculan que una de cada 28 mujeres en edad fértil se realiza un aborto al año en el mundo. El aborto no es una conducta desviada. Abouzahr et al. (2003), estima que todos los años mueren entre 70.000 y 80.000 mujeres como consecuencia de un aborto inducido. En consecuencia, cada siete minutos muere una mujer por abortos en condiciones inadecuadas. El aborto es una de las prácticas médicas más seguras. Según Maine (1994) es menos riesgoso que una operación de amígdalas. Datos de la OMS (1997) indican que el riesgo de muerte aumenta sustancialmente
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cuando es practicado en condiciones inseguras. En particular, el riesgo de muerte por interrupción del embarazo en una mujer de Nigeria o Bolivia es cientos de veces mayor al riesgo de una mujer escandinava. ¿Por qué se decide abortar? El aborto está asociado a la pobreza y la ignorancia. Es transversal a todas las mujeres pero es en las más desamparadas donde se da con más frecuencia y en forma más insegura. Las mujeres abortan por motivos atendibles. Por ejemplo, concentrar tiempo y recursos en los hijos; evitar interrumpir actividades como estudio o trabajo; ruptura con el padre de la criatura; inviabilidad económica para criar un hijo responsablemente; incapacidad para ser una buena madre; razones de salud; dificultad para acceder a anticonceptivos. El aborto frívolo es minoritario. En Chile la mayoría está de acuerdo con la interrupción del embarazo por los motivos invocados en el aborto terapéutico. Menos de un tercio apoya el aborto basado únicamente en la libertad de la mujer para elegir La tabla 1 ilustra al respecto. Tabla 1. Porcentaje acuerdo con aborto según circunstancias Situación
% de acuerdo
Si una mujer no desea tener un hijo
28,9
Si una pareja en conjunto decide no tener un hijo
29,3
Si la salud de la madre corre serio peligro por embarazo
66,5
Si el bebé tiene un serio defecto
46,3
Si la mujer quedó embarazada producto de violación
66,9
Si la mujer o la pareja no tiene medios económico para criar
17,5
fuente: herrera et al. www.eticayreproduccionhumana.udp.cl (2014)
El gráfico 2 ilustra que a menor nivel socioeconómico mayor rechazo a la interrupción del embarazo. En los sectores de mayores ingresos siempre de acuerdo es más frecuente que nunca está de acuerdo. En consecuencia, si la despenalización del aborto dependiera de los sectores más acomodados estaría despenalizado.
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Gráfico 2. Opinión del aborto según grupo socioeconómico
fuente: herrera et al. www.eticayreproduccionhumana.udp.cl (2014)
Lagos (2001) concluye que la mayoría de los abortos se realiza a madres de más de un hijo. Los abortos inseguros se practican a mujeres pobres. Las mujeres económicamente solventes tienen acceso a abortos seguros aún en condiciones de ilegalidad. En aborto el bolsillo establece la diferencia respecto a riesgo en salud y riesgo de cárcel. La mujer no aborta con el código penal en el bolsillo. El número de abortos es independiente de la legislación. Suponer que la penalización disminuye el número de abortos es desconocer las condiciones en que los seres humanos ejercemos nuestra sexualidad. La penalización como tantas prohibiciones sólo provoca mercado negro. El aborto inseguro es fuente de muerte y sufrimiento siendo un acto médico simple y seguro. Como señalan Faúndez et al. (2007): «Muchos dirigentes políticos y religiosos, así como las personas que se identifican con el movimiento pro vida, parecen creer que la prohibición legal y moral es el medio más eficaz para reducir la cantidad de abortos. De ese modo, ignoran de manera sistemática las pruebas recogidas en todo el mundo, que muestran la ineficacia de esa prohibición en reducir la incidencia del aborto». El aborto terapéutico es una discusión ociosa. En Europa es un tema zanjado hace más de cuarenta años. En Estados Unidos el aborto es legal desde 1973. Tematizar el aborto en estos términos invisibiliza el aborto como una demanda por los derechos reproductivos y sexuales. Pone una agenda trivial acotada a un grupo ínfimo estableciendo un velo respecto al tema real. Es una batalla tramposa. Todos saben que el aborto es de otro orden. El terapéutico enmascara el aborto clandestino y precario
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a que se someten decenas de miles de mujeres todos los años. Por lo demás, ¿cuál es la diferencia entre un feto producto de una violación y otro deseado por sus padres? Lo artificioso del aborto terapéutico queda en evidencia a propósito de la causal más evidente. Se justificaría el aborto para salvar la vida de la madre con lo que se exime al médico moral y penalmente. Pero acaso es legítimo que alguien –en su rol de médico– mate a una persona inocente para salvar a otra persona inocente ¿En que se funda la legitimidad moral del acto médico? Dworkin (1993) pone el punto en el desliz lógico: Cuántas más excepciones se permitan, más claro queda que la oposición de los conservadores al aborto no parte de la premisa que el feto es una persona con derecho a la vida. Sería contradictorio insistir que el derecho a la vida del feto es tan importante que se debe prohibir el aborto [...] pero deja de serlo cuando el embarazo es consecuencia de un delito sexual, del que el feto, naturalmente, es completamente inocente.
La causal de violación permite un contrapunto ilustrativo. Sería intolerable que una mujer embarazada por violación tuviera la obligación legal de abortar. En sentido inverso también funciona el argumento. Sería intolerable que una mujer embarazada por violación tuviera la obligación legal de dar a luz. En ambos casos se ofende la dignidad de la mujer al obligarla contra su voluntad. La penalización del aborto vulnera derechos consagrados en múltiples organismos y conferencias internacionales. Es una discriminación contra las mujeres por su naturaleza. Se atenta contra su integridad personal al someterla a la penuria que supone engendrar un hijo contra su propia voluntad. Nadie está obligado por ley a una imposición contra sí mismo como la del embarazo no deseado. Las mujeres son víctimas de la tiranía de expertos que no son mujeres. La autodeterminación reproductiva es condición para desarrollarse libremente como agente moral autónomo. La maternidad voluntaria es un ejercicio de soberanía inherente a cada mujer. ¿Por qué prohibirle la facultad de decidir sobre su integridad personal, ejercer el control sobre sí misma, su cuerpo y su vida? ¿Por qué la ley la considera imbécil moral? El derecho al uso soberano del cuerpo emerge de la evidencia que la persona y su cuerpo son una unidad indisoluble. Los derechos de la persona son también los de su cuerpo que constituye la misma identidad. En consecuencia, violar la integridad corporal es violar a la persona misma. Criminalizar el aborto implica negar a la mujer la soberanía
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sobre su cuerpo. Es decir, restringir su libertad como persona soberana de sí misma. Tratar al feto como una persona independiente limita el ejercicio de autonomía de la madre. Tratarlo como una persona implica negarle a la madre su integridad corporal y, en consecuencia, su calidad de persona con intereses propios. La madre en tal caso existe como un medio para el feto. Despojada del control de su cuerpo es forzada a dedicarse a un tercero por imposición legal. Se ha construido un imaginario respecto al aborto que se sustenta en posiciones metafísicas sobre la vida humana. Desnaturalizado el aborto se utiliza la ciencia como un arma al servicio de una agenda política. En este contexto se han inventado patologías asociadas al aborto el margen de toda evidencia empírica. El aborto no causa cáncer. El aborto no genera un imaginario síndrome pos aborto. Forzando la realidad se ha sostenido que el aborto provoca una enfermedad mental. Ninguna sociedad científica ha reconocido la existencia de este trastorno. La American Psychiatric Asociation produce el DSM (Diagnostical and Statistical Manual of Mental Disorders) texto que establece el canon en enfermedades mentales. El DSM no incluye esta patología asociada al aborto. Los movimientos conservadores norteamericanos inventores del síndrome pos aborto enseñan que éste se produce por la responsabilidad de la madre en la muerte del feto y puede prolongarse por años. Se ha tratado de equiparar el síndrome pos aborto con la depresión pos parto. El primero es un invento parte de una agenda política y la segunda es una enfermedad real que requiere tratamiento médico. Si para las mujeres que abortan el feto es una entidad inanimada sin ninguna condición moral, ¿por qué habrían de padecer una enfermedad mental al abortar? Más bien es una acción liberadora ante todas las implicancias que supone un embarazo no deseado. Si la mujer que aborta piensa que está cometiendo un asesinato va a tener sentimientos de culpa, remordimiento, etc. porque en tal caso el aborto es una verdadera acción criminal. Siendo una acción criminal no debe llevarse a cabo y de realizarse el síndrome pos aborto será una profecía auto cumplida. ¿Acaso los médicos que en Norteamérica y Europa practican abortos diariamente sufren algún trauma mental? El aborto es un delito sin víctimas. Para prevenir embarazos no deseados la evidencia de décadas enseña que el camino es políticas públicas que promuevan la educación sexual escolar y el acceso a métodos anticonceptivos. En consecuencia, quienes
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consideran el aborto un crimen deberían ser los más entusiastas impulsores de políticas que aseguran la disminución de abortos. Sin embargo, los activistas contra el aborto también están contra la educación sexual escolar y la distribución de dispositivos anticonceptivos. Paradojalmente quienes consideran que el aborto es un asesinato se oponen decididamente a las medidas que internacionalmente se reconocen como las más eficaces para evitar el aborto. Quienes defienden la criminalización del aborto desde estrictas posiciones religiosas no se proponen convencer o establecer su punto moral. Las políticas antiaborto que promueven son inútiles –abstinencia, etc. Su oposición dogmática a políticas públicas de prevención necesariamente aumentan los embarazos no deseados. La libertad para elegir tan reclamada en asuntos económicos en este caso es anulada. ¿Por qué si el aborto es un asesinato contribuyen objetivamente a aumentar embarazos no deseados que originan nuevos abortos? Porque el debate del aborto no es sólo sobre el aborto. No es sobre el derecho a la vida del feto. Es sobre el rol de la mujer y la familia; las libertades individuales y la ciudadanía sexual. Pluralismo moral versus doctrinas dogmáticas. Es un debate político e ideológico. Se enfrentan dos racionalidades que apelan a distintas tradiciones. Para la tradición conservadora si un comportamiento es inmoral debe ser penalizado; si un comportamiento es pecado también es delito. El aborto se inscribe en una historia de prohibiciones que ayer tuvo como protagonistas la homosexualidad (penalizada hasta 1998) y el divorcio (ilegal hasta 2004). El debate genera más diatribas que argumentos. No refiere únicamente al asunto concreto en discusión. En todo caso por enconado que sea el futuro es previsible. Nos homologaremos a los países de la zona euro apartándonos de Somalia, Uganda, Pakistán e Irán.
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Eutanasia y suicidio. Salida de urgencia
La eutanasia es un término polisémico que se ha usado para denotar muerte digna, derecho al suicidio, dejar morir, buena muerte o suicidio asistido. Sin embargo, es difícil prescindir de él porque las distinciones eutanasia activa y pasiva resultan claves. Los países que legislan utilizan el término eutanasia para regular el fin de la vida. En consecuencia, la reivindicación sobre el control de nuestra muerte apela al derecho a la eutanasia. Hay dos posturas en relación con la muerte y cómo morir. Por una parte el principio fundado en la santidad de la vida, que asume que la vida, siendo parte del plan divino, no es de libre disposición y, por otra parte, el principio del sujeto moral autónomo que apela a la soberanía del individuo para decidir en relación con su vida o su muerte. Las religiones monoteístas creen que, siendo una gracia de Dios, la vida está santificada. San Agustín marca la línea: la vida es sagrada y el suicidio un pecado. Somos responsables de nuestra vida pero no tenemos dominio sobre ella. Debemos cuidarla aunque no podemos disponer de ella a voluntad. La vida no es sagrada porque tenga un valor intrínseco o sea inviolable. Es sagrada porque es una obra de Dios. Todos estamos santificados porque Él nos creó. La santidad de la vida queda entre paréntesis a propósito de la pena de muerte o la guerra. Así, la vida es un valor absoluto relativo. La alternativa secular se funda en el principio de la soberanía personal. Se invoca la capacidad de autodeterminación respecto a uno mismo y se concede libertad para decidir cuándo la calidad de vida se degrada más allá de una vida humana plena. ¿Qué criterio de decisión? La calidad de vida y la capacidad para realizarla son los criterios a considerar. La vida no es un fin en sí mismo sino un medio para desarrollarse como ser humano. En lo sucesivo se presentan nociones y distinciones necesarias para conceptualizar el debate sobre la eutanasia. Posteriormente se discuten
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casos típicos y casos límites para ilustrar el dilema propio del debate. Subyace a la casuística una inquietud moral, ¿el derecho del paciente a tener el control en el proceso de su muerte es moralmente legítimo? Sostengo que una sociedad laica y plural está habilitada para acceder a la voluntad de un paciente que en ejercicio de su autonomía decide poner fin a una agonía insoportable. Para ilustrar la polémica se discuten argumentos esgrimidos a favor y en contra de la eutanasia. Por último, se reivindica el derecho a una buena muerte en el contexto tecnológico en que se desarrolla el proceso de morir en el siglo XXI. La eutanasia remite al suicidio sea por mano propia o en pacto con un tercero. En una segunda parte se reflexiona respecto al suicidio como decisión soberana de un adulto competente. ¿Cabe reivindicar el derecho al suicidio considerando que el derecho a la vida es inalienable?
1. Calidad de vida Es un lugar común que la calidad de vida es un parámetro a propósito de vivir y morir. No es fácil conceptualizar calidad de vida y establecer criterios normativos. Para producir mediciones objetivas se utilizan indicadores. La bioética utilitarista jerarquiza la vida utilizando indicadores de humanidad. El principal refiere a la conciencia porque permite hacer distinciones en términos morales y jurídicos. Desde esta perspectiva Kuhse et al. [citada en Cohen–Almagor (2001)] formulan una propuesta basada en indicadores de humanidad: «La vida humana tiene especial valor porque los individuos son criaturas racionales y conscientes, con sentido del tiempo y control de su existencia, sujetos morales que tienen deseos, metas, y muchas otras cualidades que hacen de ellos personas. Cada una de estas cualidades (o combinación de ellas) sirve como base para hacer una distinción moral entre las personas y otras criaturas». Los indicadores de humanidad implican conclusiones que han sido objeto de intenso debate. La utilización de indicadores permitiría establecer grados de humanidad entre individuos de nuestra especie. Por ejemplo, la vida de un individuo en estado de inconsciencia permanente es de peor calidad y menor valor que la de un individuo sano y vital. Su condición como persona sería controversial. Una alternativa menos polémica son los indicadores de calidad de vida. La definición de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) concita amplio respaldo aunque no unanimidad por una limitación propia de los indicadores objetivos. Para los indicadores resulta imposible evaluar la subjetividad del individuo sometido a medición.
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¿Cuál es para mí el umbral biológico y psicológico que transforma mi vida en una experiencia indeseable? La calidad de vida depende de las expectativas, valor y sentido que cada cual asigna a su existencia. El valor de la vida personal sólo puede medirse en referencia a lo que he decidido hacer con ella como agente moral autónomo. El cuerpo es sólo el envase de la persona. Cada cual reconoce en sí mismo cuándo la calidad de vida se ha deteriorado al nivel de no ser tolerable. Ese umbral de tolerancia no es un valor objetivo. Pese a la dificultad de su medición la calidad de vida es el criterio a usar en los momentos decisivos. El punto no es si un paciente puede continuar vivo. La tecnología médica puede mantener vivos artificialmente a la mayoría de los pacientes. ¿Qué tipo de vida es la que se prolonga? La respuesta es en términos de calidad de vida. La antinomia calidad de vida versus cantidad de vida se funda en la distinción entre respeto por la persona (entidad mortal susceptible de degradación) versus respeto por la vida (para algunos bien sagrado venerable). El respeto por la vida en sí misma es problemático. La eutanasia precisamente discute el valor de la vida biológica y social en la persona humana.
2. Generalidades en eutanasia El control sobre nuestra vida es uno de los bienes más valiosos que podemos disfrutar. Como pacientes podemos asimismo querer tener el control sobre nuestra muerte. En particular, si nos aqueja una enfermedad incurable o padecemos una enfermedad degenerativa que sin ser mortal en lo inmediato significa un deterioro severo de la calidad de vida. Éste es el contexto general en que se genera la demanda por una muerte digna. Dos datos tornan la demanda más acuciante. En primer lugar, máquinas auxiliares que pueden prolongar la vida independiente de la salud y, por otra parte, enfermedades degenerativas crónicas principal causa de muerte en la vejez. Se apela también a la muerte por compasión. Cuando una persona sufre dolores intolerables que lo llevarán a la muerte en el futuro mediato adelantar el fin puede ser un alivio deseado intensamente. ¿Es cruel no acceder a tales peticiones? La eutanasia es un procedimiento en que un tercero a petición mía me produce la muerte. Etimológicamente es la buena muerte. La muerte que pone fin a la vida de alguien que sufre una enfermedad incurable que le provoca sufrimientos insoportables. La buena muerte es un acto de compasión ante la petición de un moribundo doliente.
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A modo de referencia algunas definiciones de eutanasia. Kuhse (1995): «la procura de una buena muerte en el que una persona A pone fin a la vida de una persona B por el bien de ésta». Teichman (1998): «muerte de una persona por el bien o, por el supuesto bien, de la persona que muere». Martín Mateo (1987): «anticipación intencional de la muerte de una persona en su propio interés, o al menos, sin perjuicio para ella». El acento está en el enfermo y en la protección de su interés. La reivindicación por legalizar la eutanasia se sustenta en que los pacientes deben tener derecho a matarse y el derecho a ser matados. Uso expresiones crudas para evidenciar lo que está en juego. Se reivindica que el Estado faculte a un enfermo doliente a morir por mano propia o ser muerto por mano ajena. En definitiva, la eutanasia como derecho a la buena muerte refiere a la siguiente pregunta: ¿para mí es moralmente correcto que se ayude a morir –que se mate– a un enfermo terminal que lo solicita invocando misericordia y compasión? Cabe distinguir tres posiciones en relación con la muerte digna. –Derecho a la eutanasia. Se aceptan el suicidio asistido y la eutanasia activa dado que una persona está cumpliendo su voluntad sea por acción propia o en connivencia con un tercero. Holanda. –Derecho al suicidio asistido. Se acepta que una persona se quite la vida pero no que una persona mate a otra. Suiza. –Penalización. La vida como obligación. Chile. La distinción entre eutanasia y suicidio asistido refiere a quién realiza la acción final. Una distinción que se ha obviado utilizando el término genérico «asistencia en la agonía» que incluye ambas alternativas. Desde la perspectiva de la muerte digna es una distinción irrelevante. ¿Por qué? La eutanasia es esencialmente un suicidio pactado con un médico en que la última acción se ejecuta de consuno con el paciente.
3. Discusión de la legitimidad El modo tecnológico de morir –el 70% de las muertes ocurren en el hospital– supone la interacción de diversos actores que se ven impelidos a tomar múltiples decisiones respecto a tratamientos, hospitalización, costos, etc. Resulta evidente que el rol principal debiera corresponder al paciente que participa en su propia muerte con más legitimidad que nadie. Las decisiones del paciente respecto a su dignidad como persona sólo pueden garantizarse si está habilitado para decidir respecto a su muerte y esas decisiones son respetadas por quienes le acompañan en el proceso. Esto supone un derecho que faculte al paciente a morir con
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dignidad. No es un artificio conjugar el derecho con la dignidad. Es un derecho que emerge de la necesidad de salvaguardar los intereses del paciente en un contexto amenazador para su integridad. A saber, el modo tecnológico de morir ofrece opciones que pueden violentar su dignidad como persona. Planteado en términos tan amplios resulta difícil que alguien se oponga al derecho a morir con dignidad. Se puede diferir en relación con las atribuciones asociadas a tal derecho. Sin embargo, es evidente que un derecho instituido para asegurar la intimidad y el respeto a decisiones que competen a la integridad personal está alineado con los principios que rigen la vida política en las sociedades modernas. Resulta ilustrativo listar las facultades que se asocian al derecho de morir con dignidad en orden creciente de disenso para resaltar el punto en que el consenso se quiebra. a) Derecho a morir con serenidad y en paz b) Derecho a rechazar el encarnizamiento terapéutico c) Derecho a rechazar cualquier tratamiento médico que se estime indeseado d) Derecho a establecer la voluntad anticipada respecto a cómo morir de carácter vinculante ante terceros e) Derecho a decidir el momento del fin de la vida.
Por cierto, el último punto es motivo del debate sobre la eutanasia. Asumimos como evidente que el derecho a rechazar un tratamiento indeseado no es homologable al derecho a disponer a voluntad de la propia vida. En consecuencia, la justificación del último punto como otro igual de legítimo a propósito del derecho a morir con dignidad requerirá de un argumento ad hoc considerando su particularidad. Una justificación inmediata es apelar a la autonomía de personas soberanas y capacitadas que en el libre ejercicio de su voluntad deciden poner fin a su vida. Considerando que la eutanasia activa supone la intervención de un tercero la mera apelación a la autonomía individual resulta insuficiente. El Estado para conceder el derecho a morir por mano ajena puede imponer ciertas condiciones a fin de limitar tal derecho. Podría exigir que se justifique por qué la persona necesita de ayuda para cumplir con esa voluntad suya o que se argumente el motivo para alegar el derecho a disponer de la propia vida. La condición de enfermo aquejado de una enfermedad terminal o víctima de padecimientos insufribles resultan antecedentes verificables que se pueden argüir para demandar el derecho a una muerte digna. En
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rigor, el deterioro de la calidad de vida producto de males incurables es el requisito para acceder a la eutanasia en los países con legislación vigente. Por tanto, no se trata de un derecho a morir en abstracto sino referido a la demanda de un moribundo doliente. ¿En virtud de qué el Estado habría de ser sordo a una demanda de ciudadanos en agonía? ¿Por qué el Estado no asume la responsabilidad de proteger el bienestar de pacientes que transitan hacia la muerte en medio de dolor y sufrimiento? En el fondo se trata de dilucidar si la sociedad está moralmente habilitada para que un paciente terminal adelante su muerte, por medios propios o vía tercera persona, aduciendo su autonomía y la compasión como razones habilitantes. ¿Por qué no?
4. Distinciones a la hora de la muerte Realizamos cuatro distinciones que revelan la forma desprolija con que se conceptualiza el acceso a la muerte. Sin duda, influencia de un tratamiento de la muerte mediado por nociones metafísicas y sobrenaturales que inhiben un tratamiento estrictamente humano de la muerte.
4.1.– Eutanasia activa y pasiva La conceptualización arbitraria del fin de la vida queda en evidencia en la distinción entre eutanasia activa y pasiva. Se trata de una diferencia fundamental que condiciona el accionar médico. La activa siempre es prohibida y la pasiva comúnmente permitida. La doctrina en uso distingue entre realizar una acción que conduce a la muerte (dosis letal de analgésicos) y la omisión de un acto que deja morir (suspender los antibióticos). Si un médico le produce la muerte a un paciente terminal sometido a sufrimientos intolerables actúa mal y si le interrumpe los tratamientos no actúa mal. Supóngase un paciente aquejado de cáncer con metástasis generalizada y pocas semanas de vida. Su único destino es una lenta agonía. En esta disyuntiva es incorrecta una dosis que lo libere del sufrimiento y es correcto dejarlo morir por suspensión de tratamiento. Se argumenta que hay una diferencia moral entre matar a alguien y dejarlo morir. El punto es que en el cese de tratamiento no habría una intención de matar. ¿En la interrupción del tratamiento no hay una intención de matar? El cese de tratamiento es una decisión que tiene como fin propiciar la muerte del enfermo. No es cierto que el médico no hizo nada para que el paciente muera. Ha tomado una decisión fundamental, precisamente: no hacer nada. Tal que el paciente morirá fruto de esa decisión. Para evidenciar la falacia amerita un ejemplo. Supóngase que un paciente – 50 –
incapaz de realizar sus funciones biológicas por sí mismo es desconectado de las máquinas que satisfacían tales funciones. ¿Al paciente lo mataron o se le permitió morir? Una y otra son verdaderas. ¿Qué es peor, el acto de matar o la omisión para dejar morir? Ambos persiguen el mismo fin. Son dos modos de precipitar la muerte del paciente. En el primer caso se evita una agonía dolorosa y en el segundo deciden los tiempos de la naturaleza. No es cierto que matar es malo y dejar morir es bueno. A menudo es menos cruel matar. ¿Cuál alternativa es moralmente superior? La eutanasia activa evita sufrimiento inútil. La tragedia es que el médico que se compadece y administra la dosis letal es un asesino y el médico que deja al paciente en manos del destino es irreprochable. ¿Acaso somos imbéciles morales? Lo que importa son los actos y las razones para ejecutarlos. Buenas razones justifican un acto, no las intenciones. En la disyuntiva matar y dejar morir se invoca la misma razón: abreviar el sufrimiento de un paciente agónico. Que un médico tenga una actitud activa (mate) y otro pasiva (deje morir) es irrelevante respecto a la moralidad del acto en sí mismo. A todo evento el paciente muere. La oposición del Colegio Médico a la eutanasia pone a sus afiliados en una posición moralmente insostenible. Propone elegir la crueldad de la agonía natural en contra de la compasión de la muerte inducida. Una opción injustificable para una ética práctica de inspiración laica.
4.2.– Suicidio voluntario y suicidio médicamente asistido Cabe distinguir entre suicidios de distinto tipo según el compromiso del médico en la muerte del paciente. El suicidio medicamente asistido se caracteriza porque un médico pone en manos del paciente los medios (píldoras) para que éste por mano propia se suicide. No hay una acción directa del médico. Sin embargo, en nuestro país es ilegal. La ley promulgada en 2012 a propósito del encarnizamiento terapéutico otorga al paciente el derecho a rechazar tratamientos que prolonguen artificialmente su vida. En la práctica significa que se tolera el suicidio. ¿Por qué es aceptable suicidarse vía rechazar tratamientos (desconectarse de un ventilador mecánico) y no es aceptable suicidarse utilizando píldoras provistas por un médico? Resulta incoherente que el suicidio por desconexión de tubos sea legítimo y el suicidio por dosis letal autoadministrada sea ilegítimo. ¿Cuál es la diferencia moral entre ambos procedimientos aplicados por médicos a pacientes terminales? – 51 –
Se establece una distinción completamente arbitraria entre dos tipos de suicidio. Se acepta que un paciente conectado tenga control sobre el fin de su vida y se rechaza que un paciente agónico acceda a los medios para terminar su agonía. A propósito de la variedad de suicidios, Weir (1992) formula una pregunta sugerente, «¿cómo debe responder la ley cuando un médico u otra persona ayuda a alguien a hacer algo que es legal, si esa actividad legal es el suicidio?». El suicidio no es un delito. La pregunta, entonces, es ¿por qué sancionar a quienes proporcionan los medios para que un paciente cumpla con su voluntad?
5. Eutanasia en pacientes inhabilitados La eutanasia es solicitada expresamente por el paciente. En los países en que ha sido legalizada la eutanasia o el suicidio asistido se ha hecho en el entendido que hay solicitud expresa del interesado. ¿Cómo actuar cuando el paciente está inhabilitado para formular deseos o solicitar ayuda?
5.1.– Tres situaciones límite La eutanasia no voluntaria realizada sin el consentimiento del paciente se considera homicidio. Se presentan tres casos límite en que el paciente no puede tomar decisiones en forma autónoma. Es el caso de recién nacidos con graves enfermedades congénitas y de individuos que han perdido conciencia de sí, sea por demencia senil o por estado vegetativo permanente. Los recién nacidos con severos daños fluctúan entre el 4% y 6%. En la mayoría de los casos significa la muerte o vivir con serias limitaciones. Un porcentaje de los que viven sólo puede hacerlo con tratamientos permanentes y severas deficiencias crónicas. En el caso de infantes aquejados de espina bífida abierta los daños neuronales son graves, y suponen discapacidades intelectuales y motrices permanentes, incluidos parálisis total o parcial de piernas con pérdida de control de intestinos y vejiga. En los casos más graves la médula espinal y los nervios quedan al descubierto. En esta eventualidad el niño con espina bífida debe someterse a decenas de operaciones en los primeros años de su vida. Necesitan cirugías continuas para evitar la curvatura de la espina dorsal. La gravedad de la enfermedad los obliga a una vida de padecimientos sin fin según un reporte referido a la vida de estos niños citado en Singer (2003).
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¿Todo niño debe mantenerse vivo por haber nacido independientemente de los males que lo aquejen y de la vida tortuosa que lo espera? Distinto es el caso de pacientes con demencia senil. La enfermedad produce un deterioro mental paulatino e irreversible. La esperanza de vida es de más de una década. En estado avanzado genera pérdida total de la memoria con incapacidad para reconocer incluso a parientes cercanos. Se anula la posibilidad de tener deseos o formular planes aún elementales. A medida que los sentidos del paciente declinan aumenta el aislamiento para terminar en incomunicación total. Las personas tenemos derecho a que se respete nuestra dignidad. Quienes padecen de demencia senil han perdido todas las competencias para hacerse respetar. El sentido de identidad y la noción de autorrespeto han sido eliminados por la enfermedad. Un individuo demente no distingue el trato que recibe de terceros. No es capaz de reconocer un trato indigno y de sufrir por haberlo recibido. La indefensión de quienes padecen demencia senil avanzada es total. Su dignidad está fuera de su control. Cuando la memoria acumulada en años de vida se desvanece, ¿quién es el individuo en ese cuerpo? Su identidad se esfumó al perder conexión con otros. Como señala Dworkin (1994) un período de demencia antes de la muerte contamina el juicio respecto al valor de esa vida en su conjunto: «La vida se juzga no sólo en función de los placeres y logros, sino de modo más estructural, como se juzga una obra literaria, por ejemplo; un mal final influye en la evaluación de la trama en su conjunto». Diferente es la situación de pacientes en estado vegetativo permanente. Como consecuencia de un severo daño cerebral permanecen en inconsciencia parcial crónica. La mayoría de los pacientes no responde a estímulos externos y su estado implica distintos niveles de inconsciencia. Suelen presentar comportamientos como sonreír, llorar, gruñir o abrir los ojos, sin razón aparente. En general, mantienen las funciones de respiración, digestivas y cardíacas en forma intacta. Se llama coma en vigilia para distinguirlo de la inconsciencia post coma en la cual no hay manifestación de ningún tipo. El caso documentado de estado vegetativo más prolongado es de más de treinta y siete años –Elaine Esposito estuvo en tal condición entre 1941 y 1978. Para quienes permanecen en estado vegetativo el viaje de su vida llegó a término. Subsiste el envase pero no el sujeto. Respecto a tiempo vivido, ¿importa la cantidad o la calidad? Singer (1984) ilustra la disyuntiva: «Preguntémonos si hay verdaderamente dónde elegir entre las siguientes opciones: a) muerte instantánea o b) estado vegetativo seguido de muerte al cabo de diez años. No veo la ventaja de sobrevivir en estado vegetativo».
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La eutanasia delegada en terceros aplica en los tres casos reseñados: recién nacidos severamente discapacitados, demencia senil avanzada y estado vegetativo permanente. Los involucrados no están en condición de decidir por sí mismos. ¿Quién toma la decisión?
5.2.– La decisión imputada Matar no es prohibido siempre porque no siempre provoca daño. Los pacientes que mueren vía eutanasia en Holanda o Luxemburgo son una prueba de ello. Es inmoral atentar contra la vida de una persona que tiene una biografía y actúa como un agente autónomo. Resulta controversial el estatus moral que tiene un ser humano que está vivo como entidad biológica. La vida humana tiene valor porque refiere a un sujeto que viviendo realiza su biografía. Para un individuo estar vivo es fundamental porque es condición para realizarse como persona. Al margen de la experiencia vital del sujeto el hecho biológico de vivir es irrelevante. La fisiología del cuerpo humano sólo interesa a los especialistas. Para quien no tiene conciencia de sí es totalmente indiferente estar vivo o muerto. No hay sujeto y no hay sucesos. En los tres casos señalados la muerte de un ser humano no está asociado a poner fin a una biografía vital. Un infante con daños neurológicos irreversibles, un anciano con Alzheimer avanzado y un individuo en estado vegetal no son sujetos de un proyecto de vida. La muerte imputada por terceros no es inmoral porque se trata de la excepción de una regla. Más bien, la regla del valor de la vida humana no aplica en estos casos. El valor de la vida no es una abstracción vaga. La vida es valiosa porque refiere a un sujeto. Tiene valor porque si alguien la pierde sufre un daño. En consecuencia, atentar contra una vida es inmoral porque impide que alguien cumpla sus intereses. En ese contexto complementa Rachels (1990): «La regla contra matar debe entenderse como una regla que busca proteger a los individuos contra una pérdida». La muerte es una desgracia porque pone fin a una vida existencial (biográfica) y no porque afecte a un ser que está vivo (biológico). Si nadie pierde matar no es reprochable. ¿Cómo se implementa la eutanasia en pacientes inhabilitados? Se imputa una decisión en función de lo que el paciente habría decido en ejercicio de su autonomía. Esta voluntad podría estar explicitada en un documento legal de carácter vinculante para terceros. En caso de niños sólo cabe delegar la imputación a quien ejerce su representación.
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6. Argumentos clásicos pro y contra la eutanasia Para debatir respecto a la eutanasia se suelen utilizar dos argumentos que ameritan breve referencia. Quienes propician la eutanasia lo hacen ponderando la calidad de vida de los pacientes. Los opositores invocan la pendiente deslizante que augura tras la eutanasia un deslizamiento hacia la muerte masiva de ancianos desvalidos. Se revisarán ambos argumentos para evaluarlos en su mérito. Posteriormente se volverá a la distinción eutanasia activa y pasiva
6.1.– La calidad de vida La calidad de vida no es el único criterio utilizado para justificar la eutanasia, aunque sí el más aludido. El énfasis está puesto en vivir la vida y no en estar vivo. Tres requisitos para una vida humana: tener intereses propios, no padecer sufrimiento inútil y mantener la dignidad. Cuando alguna de estas condiciones se ven amenazadas la muerte emerge como una opción liberadora. Los críticos a la eutanasia también deciden considerando la calidad de vida. En la práctica pocas personas mantienen la tesis de la sacralidad de la vida a todo evento. De hecho cuando rechazan el encarnizamiento terapéutico lo hacen, sin explicitarlo, en razón de la calidad de vida. Cuando se desconecta a un paciente en estado vegetativo permanente, no se hace porque esté sufriendo, más bien porque su calidad de vida se ha degradado hasta la inconsciencia permanente. La desconexión se realiza en virtud de la calidad de vida. La aplicación acrítica de la sacralidad de la vida da lugar al absurdo que la vida se prolonga en desmedro de la salud del paciente. Por esto la Iglesia Católica distingue entre medios proporcionados y desproporcionados. ¿Qué está en la base de esta distinción? Naturalmente la calidad de vida del afectado en el contexto de procedimientos invasivos. La calidad de vida subyace a toda decisión referida a la salud de un paciente. También debe ser el criterio rector a la hora de la muerte.
6.2.– La pendiente deslizante El argumento de la pendiente deslizante es multipropósito. Se ha utilizado para cuestionar asuntos tan distintos como legalización del aborto, legalización de la marihuana o legalización del matrimonio homosexual. La predicción es que si aumentan las libertades individuales el colapso social es inminente. El argumento es que si se acepta A por añadidura se aceptará B y C, etc.
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No se establece una relación causal entre A y B; sólo se postula que es verosímil el deslizamiento. Tampoco hay una deducción lógica según algún formalismo. Solamente una intuición. La legalización es el primer paso hacia el abuso. La aplicación de la pendiente deslizante en la versión eutanasia prevé que se relajarán los protocolos y se producirá la muerte masiva de ancianos desamparados incluso contra su voluntad. ¿Qué tan certero fue el argumento pendiente deslizante cuando se aplicó al aborto? ¿Se incrementó la tasa de aborto de manera exponencial según lo pronosticado? Décadas de aborto legal –Estados Unidos, Europa– refutan radicalmente las profecías del descalabro. Los que pronostican que en eutanasia se producirá la pendiente deslizante tienen la carga de la prueba. Prohibir la eutanasia en virtud de este argumento corresponde si se dispone de datos empíricos que permitan fundamentar la prohibición. La sola posibilidad que la eutanasia derive en matar a individuos contra su voluntad no constituye evidencia. La práctica del suicidio asistido de modo regular en lugares tan distintos como Alemania y Japón refuta las especulaciones de la pendiente deslizante. La profecía catastrofista falla según los datos actuales. Bélgica extendió en 2014 la práctica de la eutanasia sin límite de edad en función de los beneficios que produce.
6.3.– En busca de la coherencia Quienes rechazan el derecho a la eutanasia se ven interpelados por una pregunta que emana de una distinción imprecisa. ¿Qué diferencia moralmente pertinente cabe establecer entre suministrar una dosis letal –acción que objetan– y detener un respirador artificial –acción que aceptan? Resulta incoherente que la primera acción sea inmoral y la segunda no lo sea, considerando que ambas se realizan por la misma razón y conducen al mismo resultado. En un paciente agónico ambas decisiones producen la muerte. ¿Cuál es el motivo de la diferencia moral? Pareciera que la única manera de ser coherentes es rechazar o aceptar ambos procedimientos dado que serían moralmente homologables. Sin embargo, es una conclusión que no aceptan quienes condenan la eutanasia activa y practican la eutanasia pasiva. ¿A cuento de qué tal incoherencia?
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7. El movimiento pro eutanasia La reivindicación del derecho a una muerte digna ha estado presente en sectores ilustrados desde los inicios de los tiempos modernos. Bacon, a principios del siglo XVII, retoma de la tradición clásica el término eutanasia. En el siglo XX se han multiplicado las asociaciones que reclaman el derecho a morir con dignidad. Los países anglosajones han sido los primeros en desarrollar organizaciones formales. En 1935 la Voluntary Euthanasia Association en Inglaterra y en 1938 la Society for Right to Die en Estados Unidos. La Federación Mundial de Asociaciones pro Derecho a Morir, fundada en 1980, agrupa secciones nacionales presentes en todos los continentes. En América Latina existen secciones en Colombia y Venezuela. La organización nacional Derecho a Morir con Dignidad no pertenece a la federación internacional. Los miembros federados son 600.000 básicamente de Europa y Norteamérica. Existen múltiples declaraciones y manifiestos que abogan por el derecho a la muerte digna. A modo de referencia un párrafo del Manifiesto por el Derecho a la Eutanasia publicado en Francia en 1974: Nosotros los abajo firmantes, declaramos por razones éticas a favor de la eutanasia. Creemos que la conciencia moral reflexiva está bastante desarrollada en nuestras sociedades para permitir elaborar una regla de conducta humanitaria en lo que concierne a la muerte y los moribundos. Deploramos la moral insensible y las restricciones morales que obstaculizan el análisis del caso ético que constituye la eutanasia.
Firman cuarenta personalidades incluidos tres premios Nobel: George Thompson, Linus Pauling y Jacques Monod. Los firmantes convocan a la opinión pública a superar prejuicios morales que imponen sufrimientos gratuitos a pacientes agónicos. Reivindican la dignidad de las personas, el derecho a ser tratados con respeto y la libertad para suicidarse si se padece de un mal incurable.
8. La política de la eutanasia La eutanasia no es un tema de salud pública. En rigor no es una materia que necesariamente involucre a los médicos. Se trata de aplicar un saber que podría ser ejercido al margen de la medicina. Sin embargo, cuando se ha legislado al respecto se ha involucrado al médico tratante y asumimos que esta será la política en nuestro país. La eutanasia es del ámbito de las creencias morales. En virtud de lo cual interpela a las personas en términos ideológicos, religiosos y culturales.
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El debate puede resultar confuso porque no es sobre lo que aparenta ser. No es sólo sobre la vida y la muerte. Lo que está en juego es la potestad de un estado paternalista para imponer una doctrina moral particular o, por el contrario, la autonomía de los ciudadanos para hacerse responsables de decisiones que son de su más intima incumbencia. Es un debate sobre las libertades y los derechos individuales. Un caso de ética práctica que apela a la compasión y la piedad. Reducirlo a una decisión del ámbito de la medicina escamotea las opciones políticas y culturales que están en juego. La eutanasia empalma hacia el pasado con duras contiendas para acceder a derechos como los métodos anticonceptivos o el divorcio, y converge hacia el futuro con el aborto y el matrimonio igualitario.
9. Libertad para elegir La prohibición de la eutanasia obliga a pacientes terminales a vivir contra su voluntad en una agonía de dolores intolerables. Sin duda, buenos cristianos pueden valorar el sufrimiento a título de expiación para redimirse de los pecados en pro de la salvación del alma. Según la Declaración sobre la Eutanasia (1980) la Iglesia Católica asigna un valor positivo al sufrimiento: «tiene un lugar especial en el plan salvador de Dios; permite compartir la pasión de Cristo y unirse al sacrificio salvador que Él realizó obedeciendo la voluntad de su Padre». La fe cristiana es del ámbito privado. ¿Pero por qué imponer la expiación de la culpa a los no cristianos? Para un no creyente (en Dios) el dolor es un problema de solución urgente. No existe la esperanza de la salvación, por tanto, el dolor es un mal inútil. Se puede invocar contra el dolor la existencia de cuidados paliativos. La experiencia enseña que en el siglo XXI la muerte de cáncer suele estar asociada a tratamientos muy invasivos y padecimientos insoportables. En la práctica los cuidados paliativos sólo son parcialmente eficaces. Entre otras cosas porque el sufrimiento suele ser producido por el efecto del tratamiento utilizado para combatir la enfermedad. Una enfermedad terminal es un proceso en una sola dirección. Resistir el poder letal de la enfermedad hasta el último día es un ejercicio sin destino. Desde una perspectiva secular nada impide que la resistencia termine cuando el paciente lo decida. Sea porque su calidad de vida se ha degradado hasta niveles inaceptables o por el costo emocional que significa para su familia. En definitiva, si la muerte es inevitable, ¿por qué dar una batalla perdida antes de su inicio? Como señala Fletcher (1998): «Lo que está en juego al final no es el resultado. Todo el interés
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está en la dignidad con que se enfrenta la muerte y el modo en que se accede al final». El derecho a la eutanasia no inhabilita a quienes optan por dar la batalla hasta el último aliento. No implica obligación para nadie y amplía la libertad para todos. La ética de la salvación aplica a los creyentes en otra vida. Válido si se limita a las normas que los creyentes se dan a sí mismos para salvarse. Sin embargo, es incorrecto que se generalice y sea de aplicación universal. ¿Por qué someter a una persona contra su voluntad a un calvario de padecimientos en virtud de un código moral que honra a una divinidad en la cual no cree? ¿Cuál es la alternativa a la eutanasia en el modo tecnológico de morir propio del siglo XXI? A la fecha el control público sobre el proceso de muerte es nulo. En la práctica el destino de los casos problemáticos podría ser decidido en los hospitales sin necesidad de dar explicaciones. Se podría decidir no dar tratamiento, dejar morir a un paciente, producir artificialmente muertes naturales, inducir la muerte de un paciente. Todo esto podría suceder sin necesidad de consulta al paciente o su familia. Los hospitales podrían establecer criterios en relación con pacientes terminales y tomar decisiones en función de tales criterios con la seguridad que no serían controlados. El modo tecnológico de morir potencia la demanda porque ésta enfatiza que el control del proceso de muerte debe estar en poder del paciente. La demanda por el derecho a la eutanasia reclama la potestad de cada paciente para decidir si resulta urgente tomar una vía expedita hacia la puerta de salida. ¿Por qué en una sociedad laica y plural con ciudadanos libres e iguales el Estado no es imparcial en un asunto controversial? Habiendo divisiones doctrinales y morales razonables aunque incompatibles es abusivo que el Estado ejerza coerción contra unos en beneficio de otros.
10. Suicidio El suicidio es el acto humano más enigmático. Todos los años más de un millón de individuos toman esta asombrosa decisión. Cada cuarenta segundos se produce un suicidio en algún lugar del mundo. A nivel global es la segunda causa de muerte en jóvenes entre 15–29 años de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2014). En Chile es la segunda causa de muerte no natural sólo superada por accidentes de tránsito, según López et al. (2010).
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Sostengo que el suicidio debe ser un derecho del que gocen las personas para ejercerlo si es su decisión soberana. No sólo legítimo en condiciones de salud precaria; también válido para todo adulto competente que como sujeto moral autónomo está habilitado para decidir respecto de su vida –y su muerte. Se trata de un derecho anterior a todos los consagrados por acuerdos y convenciones realizados por los Estados. Es un derecho elemental básico para ejercitar la libertad, independencia y autodeterminación. La opción existencial por antonomasia y la máxima expresión de autonomía. Reclamar el suicidio como un derecho no implica otorgarle una carga moral positiva. Suicidarse no es una acción encomiable o deseable en sí misma. Es una acción privada que debe ser respetada como la persona que decide utilizar esta vía para adelantar un hecho biológico ineluctable. No corresponde inmiscuirse en un acto voluntario que compete al suicida y eventualmente a sus cercanos. Tradicionalmente diversas razones se han esgrimido para justificar la muerte de un tercero. Por ejemplo, pena de muerte, asesinato en guerra, autodefensa y eutanasia. El suicidio es una razón atendible como las anteriores. ¿Acaso no es moralmente homologable? Históricamente el suicidio ha transitado de ser legítimo entre los romanos, un crimen en la Edad Media, un pecado para los religiosos y resultado de una enfermedad mental para los psiquiatras. La actual medicalización del suicidio es un despropósito basado en la premisa paternalista que es posible proteger a una persona de sí misma. Por cierto, muchos suicidios se explican por patologías mentales y quienes las padecen ameritan auxilio médico. Sin embargo, no puede ser ésta una excusa para arrebatar a las personas una decisión racional respecto a su destino. Szasz (2002) pone el énfasis en una falacia: La prevención del suicidio es una idea moderna que une la idea del suicidio como enfermedad con su prevención, presentando ésta como la prevención de un trastorno mental. Es una política ineficaz que se sostiene en una analogía falaz: el suicidio se homologa a una enfermedad no siendo una enfermedad.
Presentar el suicidio asociado a una enfermedad mental estigmatiza una conducta que no por radical es insana. Amerita que sea juzgado como otras acciones sujetas a escrutinio moral: bueno, malo; apropiado, inapropiado; deseable, indeseable, en función del contexto y la circunstancia. Resulta arbitrario asociarlo a delito, pecado, patología, irracionalidad o incompetencia. El suicidio puede ser un acto de reafirmación individual que dignifique a quien lo comete. Depende.
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El suicidio en sí mismo no es una tragedia. Su pertinencia puede explicarse en función de múltiples razones que lo justifiquen. Es una opción siempre disponible y de la cual se puede hacer uso responsablemente. Si estuvimos no vivos miles de millones de años antes de nacer y lo estaremos miles de millones después de muerto la decisión racional de acortar este instante fugaz no es una catástrofe. En verdad, el control de nuestra propia vida es sólo aparente si no disponemos del derecho a decidir cuándo ha llegado su fin. El derecho al suicidio amplia los horizontes de libertad. Nadie está obligado y cualquiera puede hacer uso. Para quienes lo estimen conveniente permite planificar cuándo, dónde, cómo y con quien morir.
10.1 Los argumentos en contra del suicidio Se ha cuestionado la moralidad del suicidio desde una perspectiva religiosa y secular. San Agustín y Kant son eximios representantes de cada uno de los enfoques. No es del caso enfrascarse en disputas teológicas y filosóficas en las que se enjuicia el suicidio en abstracto. Nos remitimos a presentar un par de argumentos en boga para ilustrar cada una de las perspectivas. El máximo esfuerzo se destinará a argumentar que el suicidio es un derecho de toda persona capacitada para ejercer soberanía sobre sí misma. Sostengo que el suicidio no viola el derecho moral de nadie y no viola el derecho a la vida. Se defenderá que es un acto de autodeterminación racional y un derecho inmanente a la condición humana. 10.1.1. Perspectiva religiosa Desde la religión los argumentos más comunes refieren a que somos propiedad de Dios o que la vida es un regalo de Dios. Se trata de metáforas que analizaremos en su mérito. –El argumento de la propiedad Los seres humanos somos criaturas de Dios. En tanto propiedad de Dios no corresponde que atentemos contra la obra del Creador. Resulta intuitivamente convincente. En efecto, cuando alguien es propietario no es moralmente aceptable atentar contra esa propiedad. La metáfora es que somos obra de Dios como un artista es propietario de las esculturas que él crea. Dos modos de rebatir. A saber, los seres humanos somos un tipo de propiedad muy especial si somos propiedad de alguien. Los niños no son propiedad de sus padres porque no es posible poseerlos como un objeto. El libre albedrío impide que los seres humanos seamos posesión – 61 –
de un tercero. En virtud de lo cual es problemático postular que somos propiedad de Otro. Por otra parte, no se deduce que por ser propiedad de Dios no podamos destruir esa propiedad vía suicidio. Diariamente mueren asesinadas en distintas guerras miles de personas. El siglo pasado los muertos sumaron millones. Si esa destrucción es legítima, ¿por qué destruir mi cuerpo no lo es? –El argumento del regalo La vida es un regalo otorgado por Dios. Subyace la idea que la vida es preciosa y debemos cuidarla apropiadamente. Dos objeciones, la primera metafísica y la otra moral. ¿Quién es el que recibe el regalo de la vida? Un regalo se da a alguien que existe para recibirlo y beneficiarse del regalo. En este argumento el regalo es la existencia y no hay un «yo» que lo reciba. En consecuencia, soy ambas cosas el receptor del regalo y el regalo mismo. ¿Coherente? Por otra parte, recibir la vida como regalo por qué implica mantenerme vivo como un deber de gratitud. Concedido el punto del regalo, ¿pero acaso como receptor no puedo disponer de él según cuanto lo valore? ¿Por qué soy ingrato al acabar con mi vida? 10.1.2 Los argumentos laicos Las objeciones al suicidio ajenas a lo sobrenatural se fundan en problematizar la racionalidad del suicidio. En particular, cabe destacar el argumento de la elección racional y el de los deberes morales. Serán debidamente presentados y sometidos al juicio del discernimiento lógico. –El argumento de la elección racional Para tomar una decisión racional es preciso conocer las alternativas posibles sea por experiencia personal o información de terceros. Esta es una condición básica para toda decisión racional informada. Como es obvio no tenemos información respecto a la vida después de la muerte, en consecuencia, el futuro post mortem es informativamente opaco. En virtud de lo cual el suicidio no es viable como elección racional porque no disponemos de dos opciones debidamente conocidas –vida terrenal versus vida ultraterrenal. Según el argumento es irracional elegir morir porque no conocemos –maravillas o calamidades– después de la muerte. Por simple analogía resulta también irracional elegir vivir en virtud de la misma razón. En consecuencia, por falta de información resulta irracional la opción de vivir y la opción de morir.
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–El argumento de los deberes morales Desde esta perspectiva se reclama nuestro carácter de seres sociales producidos por la sociedad y en deuda con ella. El argumento presenta distintas facetas todas referidas a nuestra responsabilidad con los otros. La primera variante alude a la responsabilidad social y enfatiza que asumimos roles respecto a los cuales somos responsables y no debemos restarnos. Sea como padre, vecino o ciudadano. Por reciprocidad debemos responder en nuestros roles como los demás responden en los suyos. Es inmoral abandonar nuestro puesto. La segunda variante apela a los bienes sociales y enfatiza nuestro deber con la sociedad que nos permitió desarrollarnos como personas. Los individuos se deben a la sociedad y la sociedad es un producto de los individuos. Es inmoral recibir y luego restarse del esfuerzo colectivo. En ambos argumentos subyace la misma lógica que en la perspectiva religiosa. Si antes se reclamaban obligaciones respecto a Dios ahora son exigencias impuestas por la comunidad. Siempre se consideran deberes por cumplir. La pregunta es la misma, ¿cuánto sufrimiento debe tolerar una persona para ser leal con Dios o con la comunidad? ¿Cuándo quedamos relevados de nuestros deberes respecto a terceros? ¿Nunca jamás?
10.2 Los argumentos a favor del suicidio La reivindicación del suicidio tiene una larga tradición que se remonta a Séneca y Cicerón e incluye a Schopenhauer (lejos de ser una negación de la voluntad el suicidio es una acto de la más fuerte afirmación de la voluntad) y Nietzsche (el suicidio es un derecho y un privilegio humano). Nótese que la fuerza de la prueba corresponde a quienes se oponen al suicidio como derecho. En la argumentación corresponde que quienes se oponen den los argumentos que justifican la oposición y no que quienes están a favor de una tesis la justifiquen en sí misma. Corresponde probar por qué determinada tesis es mala y no al revés: probar por qué ésta es no mala. Los actos son moralmente correctos por defecto. Parafraseando una frase clásica, los actos son inocentes mientras no se pruebe lo contrario. En fin, asumimos la tarea de justificar ya no la inocencia del suicidio sino su ejercicio como derecho. El derecho al suicidio se puede argumentar desde dos perspectivas. En primer término, apelar a que un adulto competente es soberano y capacitado para autodeterminarse. En segundo lugar, basar el derecho al suicidio en que es un acto intrínseco a la existencia humana. El suicidio como derecho inmanente a la condición de seres mortales. – 63 –
–El argumento de autodeterminación Desde esta perspectiva como sujetos morales autónomos somos libres de disponer de nosotros mismos y decidir respecto a nuestro plan de vida –y de muerte. El suicidio emerge como derecho porque somos libres. Nozick et al. (1997) ilustran a propósito de nuestra atribución para actuar según elecciones decididas libremente: «Cada individuo tiene derecho a realizar las elecciones íntimas y personales que atañen a su autonomía y dignidad. Este derecho incluye control del tiempo y modo de la propia muerte». Un adulto en plenitud de sus capacidades sabe cabalmente de sus intereses y necesidades. Nadie se conoce a sí mismo mejor que uno mismo. ¿Desde dónde cuestionar el derecho a elegir según el leal saber y entender de cada cual? Friedman (1972) también apela a la autodeterminación: «Pienso que no se puede utilizar la fuerza, directa o indirectamente, para impedir que un ciudadano cometa suicidio, elija beber alcohol o decida consumir drogas». Cabe argumentar que la autonomía se puede usar de modo trivial y egoísta, y que la libertad se puede ejercer irresponsablemente. En tal caso amerita sumar un nuevo componente que mejora la toma de decisión. Una autonomía racionalmente fundada minimiza la posibilidad de una decisión inadecuada e irreversible. ¿Qué significa una autonomía racionalmente fundada? Ejercicio de autonomía con dominio sobre sí mismo. Control de todas las pasiones que pudieran afectar el ejercicio racional de la autonomía. En definitiva, autonomía basada en un juicio justo. ¿Por qué aceptar que una persona tome la insólita decisión de terminar con su vida? Simplemente porque es una decisión sobre su vida realizada en virtud de la soberanía de él sobre sí mismo. Por cierto, se pueden establecer restricciones a fin de asegurar la racionalidad del acto. Por ejemplo, un suicidio a los veinticinco años exige particular fundamento porque la pérdida de sentido tiene décadas para recomponerse. El suicidio de una persona religiosa amerita una fuerte justificación porque contradice sus convicciones respecto al más allá. ¿Se puede ejercer el suicidio fundado racionalmente y justificado moralmente? Sirva de referencia una selección de personajes del siglo pasado. Virginia Woolf, Violeta Parra, Arthur Koestler y esposa, Stefan Zweig y esposa, Ernest Hemingway, Vladimir Maiakovsky, Gilles Deleuze, Luis Emilio Recabarren, Emilio Salgari, Pablo de Rokha, Walter Benjamin, Alan Turing, ¿Salvador Allende? – 64 –
–El argumento del derecho intrínseco a la persona humana El derecho al suicidio es anterior a los derechos civiles. Estos últimos son históricos y contingentes correspondiendo al ámbito de la política. El suicidio es del orden de lo natural homologable al derecho a alimentarse o reproducirse. El derecho al suicidio remite a la soberanía personal. La decisión de no seguir viviendo es la decisión soberana de mayores consecuencias. El suicida se enfrenta a su última experiencia con la certeza que es sin retorno. ¿Por qué realizarla en forma solapada y secreta? La demanda del derecho es para ejercer nuestra autonomía al interior de la comunidad moral. ¿Por qué condenar al suicida a un fin lúgubre, solitario y escondido? El derecho al suicidio regula una acción común y elimina el estigma asociado a una práctica ancestral y persistente. La viabilidad de este derecho supone legitimidad social y voluntad política. Diversas dificultades a este respecto. No hay país que haya legislado al respecto. La eutanasia y sus variantes contemplan matarse a sí mismo en condiciones de enfermedad terminal. Nunca se ha normado el derecho de un adulto sano a quitarse la vida. Todos los suicidios realizados en estas condiciones se efectúan subrepticiamente. López et al. (2010), considerando información del Servicio Médico Legal, establecen que el promedio mensual de suicidios en 2008 es 171 correspondiente a 5,6 suicidios por día y un suicidio cada cuatro horas. ¿Cómo exigir derecho al suicidio siendo inviolable el derecho a la vida? ¿Cómo compatibilizar ambos derechos? Resulta aparentemente retórico pero morir biológicamente es parte de vivir. Así los antagónicos se transforman en complementarios. ¿Cómo se operacionaliza esta dialéctica en la práctica? El derecho inalienable a la vida como todos los derechos puede no ser ejercido. El derecho de culto no obliga a nadie y el derecho de propiedad en la práctica no es ejercido por los pobres. El ejercicio pleno del derecho de propiedad no obliga a ser dueño de algo. Los derechos no son una imposición o una carga. El derecho al trabajo es una opción. Los derechos se ejercitan cuando se opta por su aplicación. Son derechos, no deberes. No ejercitar el derecho de voto, de libre expresión o de asociación es una opción que no implica renuncia o abdicación del ejercicio de esos derechos. Algunos derechos son mandatos. Por ejemplo, el derecho a la educación mandata al apoderado para que su pupilo se eduque. Sin duda, no es el caso del derecho a la vida. La vida no es una obligación. El suicida no pierde su derecho a la vida. Su acción no atenta contra su derecho que se mantiene incólume; atenta contra su vida. En consecuencia,
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el suicidio es compatible con el derecho inalienable a la vida. Su acción no invalida un derecho intrínseco, pone fin a una vida no deseada. El derecho al suicidio se sustenta en que al igual que otros derechos otorga dignidad a las personas. Resulta intuitivo que ejercer el derecho a libertad de expresión o asociación enaltecen la dignidad de los ciudadanos. El tabú asociado a la muerte dificulta esta comprensión del suicidio. Sin embargo, en situaciones existenciales límites paradojalmente puede ser la única opción de respeto a uno mismo y protección de nuestros más profundos intereses.
11.– Los suicidios La implementación del derecho al suicidio supone múltiples resguardos. En particular, respecto a quienes mentalmente perturbados utilizan esta opción sin fundamento racional. La medicalización del suicidio ha dado lugar a expertos en prevención. Se supone que prevenir un suicidio es un acto médico porque el suicidio es consecuencia de una enfermedad. Si el suicidio es una patología el derecho al suicidio es un desvarío. Nótese que el razonamiento de la medicalización simplifica en exceso la vida. Los suicidas son víctimas de un trastorno mental. ¿Qué evidencia? En su sano juicio nadie se suicida. Seguro que la mayoría de los suicidios están asociados a la depresión, pero no todos los suicidas son depresivos y no todos los depresivos son suicidas. En un estudio clásico publicado en 1897 Durkheim (1982) establece una tipología en la que distingue tres suicidios: anómico, altruista y egoísta. Sin duda no hay una explicación simple y universal. Se trata de una conducta gatillada por múltiples factores procesados de diversas maneras por cada persona que toma la decisión. Su dificultad como objeto de estudio no ha permitido formular una teoría del suicidio. Un dilema del suicidio es el problema de establecer si es o no es un problema. El suicidio para quien lo experimente es una solución final. ¿Cómo podría ser un problema? Cuando una situación es definida como real es real en sus consecuencias. Por lo tanto, si el suicidio se plantea como un problema de desviación patológica se convertirá realmente en una enfermedad aberrante digna de ser prevenida. Es lo que sucede con las estrategias de prevención impulsadas por la Organización Mundial de la Salud en las que participa Chile. Estrategias que se fundan en una ilusión y que en la práctica son inútiles. Es una ilusión suponer que las personas pueden ser protegidas de conflictos vitales insolubles para los que la muerte se presenta como
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el único recurso. Por otra parte, si un adulto capacitado decide suicidarse es prácticamente imposible evitar su suicidio. El contrapunto a la política paternalista del Ministerio de Salud de Chile, que destina ingentes fondos para prevenir el suicidio es el argumento del suicidio como un acto en defensa propia. Matar a otro en defensa propia es un derecho reconocido. La muerte de uno mismo en defensa propia es una variante de ese derecho. ¿Matarse uno mismo para defenderse a sí mismo? Matar a otro o matarse uno en defensa propia en ambos casos es un homicidio. ¿Por qué no moralmente equivalentes? En los dos eventos se responde a una amenaza eliminando una vida. A propósito del suicidio en defensa propia Raabe (2002) es ilustrativo: En otras palabras, como auto defensa es un acto que responde a amenazas [...] responde al riesgo de aniquilación de la persona, previene la pérdida de la imagen propia [...] y preserva lo que queda de dignidad personal y respeto a sí mismo. Es el último acto desesperado en la lucha por mantener aún en la auto destrucción algún rasgo de poder y control sobre uno mismo.
Resulta sorprendente que se pueda matar a otro por el bien de uno, pero no a uno por su propio bien. Inaudito que se pueda poner fin a la vida de uno en bien de otros (en un acto de heroísmo), pero no se puede poner fin a la vida de uno en bien de uno mismo.
12.– El suicidio como decisión proactiva El suicidio es una respuesta proactiva a un problema existencial sin solución. Suicidarse es un ejercicio de autodeterminación que adelanta el avance hacia la gran región desconocida más allá de la muerte. No necesariamente un acto oprobioso o reprochable. En opinión de Szasz (2002) debe ser considerado en toda su complejidad: «El suicidio es moralmente problemático y debe serlo porque supone la muerte deliberada de una persona humana. Debe ser considerado como ocurre con otras muertes, es decir, examinando el contexto del acto, los motivos del sujeto y las consecuencias del acto». El derecho de las personas para controlar su destino está en las bases de un pacto de convivencia civilizado. El derecho al suicidio es la prueba esencial para dos conceptos claves en el orden jurídico: autonomía y libertad. La principal prueba de control libre y autónomo sobre nosotros mismos es la capacidad de elegir si queremos continuar con nuestra vida. Los escépticos dirán que el suicidio como cuestión social es invisible y que regularlo como un derecho es extemporáneo. Para resaltar su
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importancia valga la sentencia de Camus (1996): «No hay más que un problema filosófico realmente serio; el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía».
13.– El principio de responsabilidad personal La idea de que la vida tiene un valor en sí misma independiente de la condición del sujeto es una abstracción vaga. La vida adquiere sentido porque le sucede a alguien. El Estado debe velar por salvaguardar el valor intrínseco de la vida biográfica de toda persona humana. Sin embargo, no le compete inmiscuirse en las decisiones que un adulto competente realiza en relación con el fin de su vida. ¿Qué legitimidad tiene al respecto? La demanda por el derecho al suicidio reivindica un derecho positivo en beneficio de la soberanía personal. En particular, se demanda que respecto a nuestra muerte estemos facultados para ejecutarla en el seno de la comunidad y, por otra parte, que dispongamos de los medios para una ejecución conveniente. ¿Por qué vivir es un deber? Porque el Estado hace suya una lectura confesional de la muerte. No es concebida únicamente como hecho biológico sino también espiritual. Por cierto, las personas pueden creer en la transmigración de las almas o el Juicio Final. Sin embargo, en un Estado laico no corresponde que las leyes que nos obligan a todos sean tributarias de una doctrina moral particular. En una sociedad plural y tolerante todos los ciudadanos deberían gozar del privilegio de cultivar sus convicciones sin subordinación de unos a otros. ¿Por qué usurpar a los ciudadanos el ejercicio libre y responsable de sus juicios morales? En definitiva, la responsabilidad moral de cada individuo sobre su vida es la misma que yo tengo sobre la mía.
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Bibliografía Camus, M. 1996. El Mito de Sísifo. Madrid: Alianza Editorial. Cohen-Almagor, R. 2001. The Right to Die with Dignity. Nueva Jersey: Rutgers University Press. Durkheim, E. 1982. El Suicidio. Madrid: Akal. Dworkin, R. 1994. Life’s Dominion. Nueva York: Vintage. Fletcher, J. 1998. «Attitudes toward Suicide», en Donnelly, John, Suicide. Nueva York: Prometheus Book. Friedman, M. 1972. «Prohibition and Drugs», Newsweek, Mayo. Iglesia Católica. 1980. Declaración lura et bona sobre la Eutanasia, www.vatican.va. Kuhse, H. 1995. «La Eutanasia», en P. Singer (ed.), Compendio de Ética. Madrid: Alianza. López, E. et al. 2010. «El Suicidio en Chile», www.sml.cl. Martín Mateo, R. 1987. Bioética y Derecho. Barcelona: Ariel. Nozick, R. et al. 1997. «Assisted suicide: the philosophers brief: Conclusion», www.nybooks.com. Raabe P. 2002. «Suicide as self-defense» en Issues of Philosophical Conseling, Praeger, Westport. Rachels, J. 1990. The End of Life. Oxford: Oxford University Press. Singer, P. 1984. Ética Práctica. Cambridge: Cambridge University Press. . 2003. Desacralizar la Vida Humana. Madrid: Cátedra. Szasz, T. 2002. Fatal Freedom. Nueva York: Syracuse University Press. Teichman, J. 1998. Ética Social. Madrid: Cátedra. Weir R. 1992. «The Morality of Physician Assisted Suicide», Law, Med. & Health Care 125. Organización Mundial de la Salud. 2014. Preventing Suicide. Ginebra: OMS.
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Drogas. El experimento de la prohibición
Hasta inicios del siglo XX la producción, tráfico, porte y consumo de drogas era legal en todo el planeta. Las drogas en 1914 eran mercancías de libre acceso y comercializadas con abundante propaganda por las mismas multinacionales farmacéuticas que hoy dominan la producción de medicamentos. En el siglo XIX se conocen los principios activos de la morfina (1806), la cafeína (1841), la cocaína (1860), la heroína (1883) y la mescalina (1896), entre otros. El aporte de la química orgánica permitía disponer de modo económico y seguro de un conjunto de sustancias que eran parte de la farmacopea de la época. Presentes muchas de ellas en los botiquines de una familia media sea como analgésicos, sedantes o estimulantes. A fines del siglo XIX en un maletín podían transportarse lo que había correspondido por milenios a toneladas de hojas o semillas. Se asume por la comunidad que los problemas planteados son de carácter científico y nunca jurídico o moral. Los laboratorios Bayer y Merck comercializan heroína y cocaína, respectivamente. Ambos publicitan sus propiedades en los principales medios de la época. Para la medicina del siglo XIX no existen las nociones de adicto o enfermo a propósito del consumo de sustancias psicoactivas. Para las policías la asociación entre delincuente y cocaína es inverosímil –tal como la asociación entre delincuente y alcohol. Los que hacían uso abusivo de drogas hoy ilegales recibían el trato que se da actualmente a los alcohólicos crónicos. No había presupuestos estatales para su tratamiento y tampoco derivaban en lumpen o delincuentes. Eventualmente en marginados sociales. En 1900 ningún Estado disponía de un dispositivo jurídico o policial en la lógica de la guerra total. Sólo en Estados Unidos había un movimiento prohibicionista. En el resto del planeta el consumo de drogas no era un problema de interés público. En 1950 el conflicto sigue localizado únicamente en Estados Unidos.
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Hoy la cruzada contra las drogas absorbe miles de millones de dólares y las personas sometidas a tratamiento o reclusión suman millones. Los delitos asociados a tráfico y consumo de drogas son la principal causa de arrestos y condenas en el mundo. Más de treinta estados o territorios aplican pena de muerte por consumo o tráfico de drogas ilegales. Se utilizan procedimientos policíacos similares a los utilizados a propósito de la disidencia ideológica. La cruzada hace uso de técnicas propias de la policía política y la guerra contra el terrorismo. Resulta increíble que en Estados Unidos se haya promovido la denuncia de los hijos a sus padres. Los resultados fueron positivos y en la década de los 90 hijos delataron a sus padres por consumo de drogas. La escalada represiva ha ido aumentando la potestad de la autoridad y recortando derechos civiles de larga data. A la fecha se avala la violación de domicilio, correspondencia y teléfono. Se ha instaurado la extradición automática y la delación compensada. Se homologó judicialmente narcotraficante con terrorista.
1. El experimento de la prohibición ¿Cuál es el origen del problema con las drogas? Se trata de un falso problema en tanto es irresoluble. El punto de partida no es el consumo. Conceptualmente es un error concebir las drogas como una amenaza que debe ser erradicada porque erosiona el orden social. Históricamente se ha convivido con las drogas sin mayores costos. La prohibición crea el conflicto y no al revés. El adalid del enfoque prohibicionista ha sido Estados Unidos. Los orígenes están en el Prohibition Party, una organización minúscula que impuso su agenda al planeta. En 1906 la Pure Food and Drug Act exigía los mismos requisitos a la heroína, el café, los caramelos y la leche. Buena calidad del producto. La cocaína, componente de la fórmula inicial de la Coca Cola fue suprimida en 1900 anticipando las leyes restrictivas. En 1910 el opio y la morfina ocupan el cuarto y quinto lugar entre los medicamentos más recetados. Para la sociedad de la época defender a alguien de una droga que nadie lo obligaba a consumir era tan inconcebible como defenderlo de cualquier artículo que nadie lo obligaba a comprar. Se asume que el ejercicio de la libertad personal incluye el derecho al consumo de sedantes o estimulantes de origen natural. Esta concepción liberal fue derrotada sin dar batalla. En reemplazo se impuso una cruzada impulsada por sectores políticamente conservadores, culturalmente puritanos y éticamente intolerantes. Fue una reacción
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clerical en que la dicotomía droga y pecado reemplazó al clásico magia y demonio. El éxito ha sido extraordinario. Impensado para los impulsores originales. La cruzada no ha sido motivada por nuevos antecedentes respecto a las drogas o una fundada perspectiva ética, médica o jurídica. En el origen hay una sencilla mezcla de religión y política que por elemental ha sido fácil de transmitir. Parte del éxito se explica porque su principal –al inicio único– impulsor ha sido la potencia principal. Para el prohibicionista, el «habituado» –adicto aún no se usa– es un degenerado –todavía no un enfermo– que brinda mal ejemplo y puede socavar el orden social. La cruzada prohibicionista emerge en Estados Unidos como movimiento moral vinculado al puritanismo y como movimiento social enfrentado con ciertos grupos minoritarios de emigrantes. Cada una de las drogas a prohibir se asocia con un grupo que es estigmatizado y que pertenece a los sectores más desvalidos. Los irlandeses y judíos son asociados al alcohol, los chinos con el opio, los negros con la cocaína y los mejicanos con la marihuana. En breve secuencia temporal las drogas estigmatizadas son declaradas sustancia ilícita. Destacar que los barbitúricos, drogas sintéticas de efecto devastador –hoy de poco uso– , al no ser asociados a ninguna minoría discriminada permanecieron en venta libre durante cincuenta años. En 1914 se aprueba la Ley Harrison que introduce como principio que cualquier uso no médico de drogas es inmoral. El mismo mes se presenta al Congreso un pliego con seis millones de firmas pidiendo la Ley Seca. La Ley Harrison es resultado de una operación política y cultural que incluye una redefinición de la relación del Estado y el ciudadano con secuelas insospechadas en la época. La ley da inicio al divorcio permanente entre la cruzada y la ciencia. Por ejemplo, el opio y la morfina son ilegalizados manteniéndose de libre acceso el éter y el cloral de mayor toxicidad. Para evaluar el experimento de la prohibición disponemos de antecedentes que permiten establecer un juicio. La historia nos regala un ejemplo totalmente pertinente para contrastar empíricamente el resultado de la prohibición. Innecesario conjeturar el efecto de la prohibición si podemos conocer el proceso en todas sus etapas. Primero la ilegalización de una sustancia legal y posteriormente la legalización de la sustancia ilegalizada. El caso se llama Ley Seca y el experimento se llevó a cabo en Estados Unidos entre 1920 y 1933.
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2. La Ley Seca El espíritu puritano que permea a la sociedad norteamericana se enfrenta a mediados del siglo XIX con millones de inmigrantes que tienen una cultura tolerante respecto al uso y abuso del alcohol. Décadas de activismo consiguen que en 1919 se prohíba la venta y fabricación de alcoholes. En 1932 después de doce años en régimen los datos revelan una catástrofe. En relación con la corrupción los números son desalentadores. El dispositivo represivo dispone de 17.972 agentes y sólo 11.982 no registran faltas o delitos. El 34% presenta anotaciones por irregularidades de distinto tipo. El 10% (exactamente 1604) ha sido dado de baja acusado de «extorsión, robo, falsificación de datos, hurto, tráfico y perjurio» (Fort 1981). Los detenidos en relación con delitos que violan la Ley Seca durante el período de vigencia son más de 100.000. En los doce años el consumo de alcohol metílico causó miles de víctimas fatales. Los lesionados con ceguera y otras enfermedades sumaron decenas de miles. La ilusión de desterrar el consumo del alcohol había generado dos fenómenos sociales desconocidos: el crimen organizado y la corrupción masiva. El ministro del interior A. Fall y el de justicia H. Daugerty son condenados por nexos con la mafia. Se calcula que el consumo per capita disminuyó entre 10% y 30%. La mayoría siguió consumiendo cambiando el proveedor habitual por el mercado negro controlado por gangsters. A la luz de los resultados trece años después de promulgada la ley es derogada. El Estado no se hace responsable y miles de condenados son liberados de la cárcel pasando de delincuentes a probos ciudadanos en un día. No se indemniza a nadie. A partir del 7 de Abril de 1933 se volvió a la situación inicial que es la que rige actualmente. El experimento fracasó. La moraleja es que la criminalización de ciudadanos competentes y autónomos por actos que competen a su vida privada resulta inútil. En la práctica el mercado legal fue reemplazado por el mercado negro que ofrece productos más caros y de peor calidad. La Ley de la oferta y la demanda fue más eficaz que la Ley Seca.
3. La globalización de la prohibición La ideología de la prohibición se constituye a fines del siglo XIX estableciendo los principios que orientarán las instituciones creadas durante el siglo XX. La doctrina fue elaborada cuando el conocimiento científico era incipiente (la farmacología moderna se funda en el
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siglo XX) y la realidad económica y social muy distinta a la actual. Sin embargo, la estrategia prohibicionista no ha variado desde que se inició su implementación. La estrategia busca fortalecer el Estado en desmedro de los derechos individuales. Se opta por restringir libertades en beneficio del bien común. La idea es regular el comportamiento mediante prohibiciones. La soberanía individual es supeditada a las decisiones de un Estado paternalista. ¿Cuál es el discurso que Estados Unidos promovió para convencer a Europa de las bondades de la cruzada? Es simple pero eficaz: se asocia sustancias peligrosas con amenazas de grupos sospechosos y crimen organizado. La nación debe defender su integridad ante el embate de fuerzas que buscan envenenar, esclavizar, corromper y someter a los ciudadanos –particularmente a la juventud. Los grupos sospechosos han variado según período y país. Esta lógica fue útil para los Estados en momentos conflictivos como el período entre guerras y la guerra fría. El control de drogas y la propaganda anti drogas permitía estigmatizar ciertos grupos conflictivos. El costo fue mitificar el impacto real que produce el consumo de drogas. Se desnaturaliza la sustancia en beneficio de la cohesión social. La comprensión que tienen los prohibicionistas de las drogas es simplista y desconoce una práctica cultural presente en la sociedad desde tiempos inmemoriales. La guerra se fundamenta en mitos y prejuicios heredados del siglo XIX. Los convenios internacionales sobre control de sustancias ilícitas instalaron una ideología que parte de dos supuestos inconmovibles: prohibir sustancias y criminalizar personas. ¿Por qué consumir una droga es un crimen? Nunca hubo un estigma moral asociado al consumo de drogas. Se asumía que la dependencia era un problema del usuario, no de la sustancia. La evidencia mostraba un consumo mayoritariamente responsable. La prohibición creó el oficio de traficante de drogas y el traficante creó por obligación al cliente. El consumo quedaría inevitablemente asociado al crimen organizado. La asociación droga y delito es una construcción social. Cuando la prohibición inventó la asociación droga=delito empezó a operar para todos los fines prácticos como si fuera un asociación auténticamente real. La prohibición produjo una profecía autocumplida. Si se define una relación como real, ésta es real en sus consecuencias. En rigor, droga y delito históricamente han transitado por carriles independientes. El consumo de drogas en sí mismo nada tiene que ver con un crimen.
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Establecido el vínculo, el primer efecto fue cambiar la tipología del consumidor. El caso de la heroína es ilustrativo. Antes de su ilegalización el consumidor de heroína en Estados Unidos era una persona con buenos ingresos, laboralmente activo, de edad madura y ajena al mundo criminal. Diez años más tarde el perfil del consumidor había mutado hacia un grupo etáreo más joven, laboralmente inestable, desarraigado socialmente y asociado al delito. Para los prohibicionistas el consumo de drogas recreativas que alteran la conciencia es inmoral. ¿Por qué criminal? La sociedad tolera conductas que considera inmoral como el adulterio o la usura y no las criminaliza. La droga es una excusa para imponer coercitivamente un código moral heredero del puritanismo, promotor del autoritarismo y receloso de la autonomía individual. Para internacionalizar la prohibición, Estados Unidos impulsó varias iniciativas con resultado disímil. En el Convenio de Ginebra de 1936 se imponen los criterios impulsados por la representación norteamericana y la cruzada iniciada por el pequeño Prohibition Party a fines del siglo XIX es extendida al planeta entero. Todos los países de la Sociedad de Naciones adhieren con la excepción de Persia y Bolivia. Se obligan los Estados a crear policías especiales para la lucha contra las drogas. Se inicia la guerra contra un enemigo creado artificialmente. ¿El mundo es consciente de la dinámica que se generará? Cabe dudar que si los impulsores hubieran conocido la magnitud de las consecuencias habrían insistido en el empeño. La guerra se decide entre cuatro paredes por unas pocas decenas de expertos. Las sociedades europeas y su comunidad científica eran ignorantes de los acuerdos internacionales y del gigantesco problema que se estaba incubando. Lewin (1924) en el tratado que sienta las bases de la psicofarmología moderna ironiza respecto a la Ley Seca sin sospechar que el futuro inmediato iba a incluir la prohibición masiva de sustancias psicoactivas. ¿Y por qué este lujo de esfuerzo contra el alcohol tan sólo? ¿Por qué no hay una cruzada general contra la morfina, la heroína, la cocaína, la nicotina, el amor y el juego? La lucha contra el alcohol no se funda en un juicio claro, sino en prejuicios. Cuando no hay acto delictivo sino sólo exceso de bebida, mi consejo es considerar ese exceso como asunto de orden meramente privado. Hace tan poco daño a terceros como el estado morfínico o cocaínico voluntario, como embriagarse de cafeína bebiendo demasiado café.
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En 1950 los funcionarios encargados de implementar la prohibición son unos pocos centenares. Se enfrentan a una organización criminal internacional. La guerra es contra el hampa dueña de un negocio multimillonario –antes inexistente– que le cae regalado del cielo. Globalizada la prohibición se internacionaliza la criminalización, desencadenando una espiral endemoniada de gastos ilimitados y delitos inenarrables. En Chile en 1950 no existe el problema de las drogas. Su consumo estaba restringido a sectores de la bohemia. No era un problema social, policial o judicial. El Estado no destinaba recursos a combatir un crimen sin víctimas y las cárceles no estaban atestadas con dueñas de casa acusadas de narcotráfico. La Convención Única sobre Estupefacientes de 1961 manifiesta «una preocupación por la salud mental y moral de la humanidad» y este es el tenor que animará la cruzada que se mantiene hasta la fecha. ¿Qué argumentos científicos avalan las decisiones represivas de la Convención? Brillan por su ausencia. Por ejemplo, se establece la distinción entre use (consumo) y abuse (uso indebido) según la autorización legal respecto a la sustancia. De modo que la utilización moderada es abuse (uso indebido) si la droga es ilegal y la utilización compulsiva dañina es use (consumo) si la droga está autorizada. Por otra parte, las anfetaminas a todo evento más tóxicas que la marihuana no se incluyen entre las sustancias prohibidas. La falta de estigma las mantuvo al margen de la cruzada. No hay hasta la fecha un criterio farmacológico en la definición de droga. Sabemos que la guerra no se puede ganar pero no sabemos definir con precisión cuál es el enemigo. Se consideran estupefacientes o narcóticos las drogas prohibidas y no estupefacientes ni narcóticas las drogas autorizadas. Esta distinción no considera los efectos psicofísicos que las sustancias producen. Las múltiples clasificaciones de drogas son incorrectas porque parten de un supuesto falaz. La mistificación consiste en suponer que las personas son ineptas e incapaces para tomar decisiones apropiadas respecto a su consumo de drogas. La falacia consiste en otorgar a sustancias de muy distinta naturaleza –farmacológicamente inclasificables– propiedades criminógenas. Las listas ignoran que las drogas y el uso de drogas son dos cosas distintas. Todas las sustancias psicoactivas son potencialmente beneficiosas o perjudiciales. La sustancia en sí es neutral y siempre será su uso el que determina el resultado. El consumo controlado y no controlado de alcohol es un buen ejemplo. Se ha enraizado un prejuicio sin ningún fundamento. En la sociedad de consumo caracterizada por necesidades artificiales y propaganda
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subliminal se asume que el consumidor es capaz de discernir y tomar decisiones correctas a propósito de la compra de autos deportivos o cuerdas de escalada, sin embargo, no dispondría de la misma capacidad para una decisión razonada respecto a la compra de marihuana o ácido lisérgico (LSD). La pregunta recurrente formulada por los farmacólogos: ¿Qué significa droga y cuándo es adictiva? La prohibición responde con una clasificación: drogas lícitas y drogas ilícitas. Las drogas malas son las ilícitas. Responder la pregunta desde la farmacología pone a los prohibicionistas ante una incoherencia ineludible. Cómo explicar que son lícitas el alcohol y los barbitúricos e ilícitos la marihuana y el LSD. Los antecedentes biológicos, neurológicos y químicos evidencian el despropósito en que se incurre. ¿Qué drogas son peligrosas? Las que están prohibidas. Son peligrosas porque están prohibidas y no al revés. Es la prohibición la que define la calidad de la sustancia y no es su calidad la que define si es permitida o prohibida. En este contexto concluye Escohotado (2008): «Una materia sometida al tabú no puede ser tratada como cosa entre otras, y una cuestión estigmatizada abstractamente no puede abordarse como algo que se investiga concretamente». ¿Cuándo un consumidor es adicto? Debería haber una respuesta precisa después de varias décadas de experimento prohibicionista. No es el caso. Un oficial de alto rango en la guerra «por la salud mental y moral de la humanidad» señala con encomiable sinceridad: «por extraño que parezca, el fenómeno del abuso de drogas nunca ha recibido una explicación científica satisfactoria. Ni siquiera se han formulado hipótesis. No es posible definir con claridad lo que no se concibe bien» (Varenne 1973). El décimo tercer informe del Comité de Expertos en Drogas reunido en Ginebra en 1963 señala dificultades para conceptualizar el abuso de drogas y recomienda zanjar la discusión introduciendo el término dependencia. Concepto suficientemente impreciso para incluir como droga generadora de dependencia a todas o ninguna. La legislación mundial prohibicionista no ha sido promovida por toxicólogos, químicos o médicos sino por políticos y policías. En 1963 la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala explícitamente que las medidas legales que se estaban promulgando –antecedente de la legislación actual– no eran justificables en términos biológicos. Resulta sorprendente que las máximas autoridades internacionales encargadas de impulsar la cruzada prohibicionista no se sustenten en información científica. A menos que la cruzada sea la lucha contra una herejía (cultural, espiritual, social) y no contra el consumo de sustancias
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psicoactivas. Una cruzada contra una idea más que contra un delito sin víctimas. El Convenio de Viena en 1971 profundiza la capacidad de la autoridad para controlar la vida de los ciudadanos. Se asigna a los Estados la defensa «del juicio o el comportamiento o la percepción o el estado de ánimo» de los ciudadanos. A confesión de parte, relevo de pruebas. La guerra no es sólo contra sustancias estupefacientes también es un dispositivo de coacción para que un Estado protector nos salve de nosotros mismos aún en contra de nuestra propia voluntad.
4. Las drogas como chivo expiatorio ¿Cuál es el verdadero (verdadero) fin de la cruzada prohibicionista? Considerando que, durante milenios el hombre tuvo la libertad de usar, sin causarse daño, y sí beneficios, plantas silvestres, como la coca, el opio, la marihuana y el peyote, ¿por qué la guerra mundial? El estigma que se ha creado a propósito de las drogas dificulta el recto razonamiento. La confusión es total. Es reconocido que el principio activo del tabaco (nicotina) es más dañino y adictivo que el de la marihuana (tetrahidrocannabinol). La lógica de la prohibición es ajena a la farmacología. La prohibición es arbitraria porque es una doctrina y no una política fundada en datos científicos. Una ideología basada en la represión social que enaltece al hombre adaptado dictaminando lo permitido y no permitido, el bien y el mal, lo sano y lo enfermo. La prohibición es del ámbito del orden y no de la salud, de la moral y no de la ciencia. La prohibición es una operación política que se presenta como cruzada moral y se legitima como dispositivo de salud pública. Es una cruzada redentora para salvar al mundo del uso de drogas y de paso fortalecer los dispositivos de control social. Las drogas son el último bastión del prohibicionismo. Los moralistas perdieron la batalla contra la libertad sexual, contra la homosexualidad, contra el divorcio, contra el condón, contra la censura, contra el aborto (Chile como excepción). Las drogas nunca fueron relevantes en su agenda sólo que después de severas derrotas emergen como arquetipo de lo inmoral y encarnación del mal. ¿Por qué se cuestiona el derecho ancestral que otorga a las personas la potestad de proveerse de medicinas y alimentos según le dicte su razón y experiencia? Las drogas clásicas –no de diseño– son plantas silvestres. ¿Una guerra contra los productos de la naturaleza? Sostengo que la prohibición ha construido un falso problema con el propósito de fortalecer el Estado y mantener lubricados los aparatos
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represivos en beneficio del orden social. El abordaje del tema promovido por Estados Unidos y oficializado en Naciones Unidas se sustenta en falacias y mitos. Para sus mentores resulta irrelevante porque la guerra no es contra las drogas es contra las personas. Según el lugar común la guerra es la salud del Estado. No es conspiración de burócratas malintencionados. Se nutre de una ideología paternalista que en el paroxismo busca proteger a las personas de sí mismas. La Ley Seca es la referencia precisa para caracterizar la doctrina y práctica de la prohibición. Para Reinarman (1994) la guerra permite explicaciones fáciles de problemas difíciles: Las drogas son un excelente cabeza de turco. Entregan a las elites una cortina de humo para ocultar males sociales endémicos del sistema social que dirigen. Entregan al ciudadano una comprensión que atribuye a sustancias químicas o a los perturbados que las consumen la causa de los profundos y complejos problemas sociales que les aquejan.
La criminalización de la experiencia narcótica arrasa con derechos y libertades. La primera víctima es la libertad a decidir qué se consume y el derecho a disponer del cuerpo según los intereses propios. Si el Estado no debe inmiscuirse en los placeres que se procuran dos adultos en un dormitorio menos razón para regular el goce que obtiene una persona al experimentar consigo misma. La ideología del prohibicionismo ha instalado confusiones, medias verdades, chismes y exageraciones varias. La consigna «La Droga Mata» es falsa. Ninguna droga es asesina y nadie puede ser asesinado por una droga usada apropiadamente. Si alguien muere por consumo de una droga ilegal es porque ha asumido un riesgo elevado. Sea por dosis incorrecta o calidad inadecuada. No es la sustancia, es el uso. ¿Muy arriesgado consumir coca, opio o marihuana? Cierta dosis de riesgo es inherente a las actividades que realizamos diariamente. No es función del Estado cautelar si los riesgos que asumimos son adecuados. Nosotros somos los encargados de protegernos a nosotros mismos. El Estado no puede ni debe reemplazarnos en esa responsabilidad. Las escaleras, taladros, manjares, sierras eléctricas y setas son potencialmente peligrosos. No es atendible que el Estado nos proteja del riesgo inherente reglamentando su uso. ¿Somos peleles? El Estado paternalista de la prohibición es un despropósito como devela claramente Spooner (1977): «Todos desean ser protegidos en sus personas y propiedades, contra la agresión de otros hombres. Pero
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nadie desea ser protegido, ni en su persona ni en sus propiedades, contra sí mismo; porque es contrario a la naturaleza humana que un hombre desee hacerse daño a sí mismo».
5. La propaganda de la guerra Como en todas las guerras la verdad ha sido sacrificada al fragor de la batalla. El enemigo es demonizado para justificar las inversiones y restricciones propias de una guerra. La propaganda se ha encargado de desinformar respecto al efecto real de las drogas. Se ha exagerado y falseado en relación con los males asociados al consumo de drogas. A la fecha hay una brecha de credibilidad entre los expertos que avalan la prohibición y los consumidores habituales. La práctica del consumidor promedio no se condice con las predicciones de los expertos. La campaña de distorsión resulta nefasta en dos asuntos severamente tergiversados. A saber, las drogas son adictivas y los drogadictos son enfermos. Develaremos en detalle que se trata de falacias sin sustento lógico, ni empírico.
5.1.– ¿Las drogas causan adicción? El término adicción es polisémico. En general una adicción puede ser positiva o negativa, con o sin síndrome de abstinencia, con o sin umbral de tolerancia. Entre las adicciones positivas cabe considerar el trabajo, el fisicoculturismo, la lectura. Como adicciones negativas cabe destacar el trabajo, el fisicoculturismo, la lectura. Depende. Sin duda, la adicción más potente la hemos padecido la mayoría. Incluye síndrome de abstinencia y tolerancia. Para ambos fenómenos el impacto supera con mucho a la experiencia de la nicotina y heroína. De hecho la dependencia fisiológica y emocional a veces da lugar a muerte por suicidio. Esta adicción es un derivado natural del amor y es conocida como enamoramiento. ¿Qué se entiende por adicción a las drogas? El término adicción no refiere al efecto de la droga. No cabe duda que las drogas producen alteraciones fisiológicas de distinto orden. La adicción no dice relación con las consecuencias de las drogas en el cuerpo sino con el ingreso de éstas al organismo. La adicción refiere a la decisión de consumo cuyo resultado es la entrada de droga al cuerpo. La tesis de la adicción como un acto involuntario se funda en el supuesto que las personas quedan inhabilitadas físicamente para detener el consumo. En ese sentido se dice que una persona es adicta al alcohol o la heroína.
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La adicción como acto involuntario es un mito. No existe una imposición inevitable que haga de las personas esclavas de las drogas. El consumo es una elección deliberada, consciente y repetitiva. Siempre el consumidor compulsivo de nicotina o cocaína puede cambiar de hábito por decisión propia. Las decisiones humanas no están determinadas al margen de la persona que decide. Probablemente todos conocemos a alguien que dejo de fumar sin ayuda externa ni tratamiento médico. Simplemente un día tomó la decisión de no fumar. El mito de la adicción involuntaria queda refutado por millones de ex fumadores que eligieron disminuir la dosis o definitivamente no fumar. Los adalides de la adicción involuntaria contradicen con un argumento capcioso. Los fumadores que han eliminado el consumo no habrían superado un supuesto umbral de no retorno. Según este raciocinio quienes no pueden elegir son justamente aquellos que eligen la opción de seguir fumando. Quienes han dejado de fumar de un día para otro lo han hecho aún cuando su cuerpo se había adaptado al consumo de nicotina. ¿Cómo pudieron hacerlo? Simplemente en ejercicio soberano de su voluntad. Las personas que continúan fumando no lo hacen por debilidad de carácter o dependencia ineluctable. Simplemente eligen continuar cigarro a cigarro. Lo hacen a menudo contra una indicación médica tal como quienes con peligro cardiovascular continúan una dieta alta en grasas. Fumar con diagnóstico de cáncer al pulmón es una opción autodestructiva pero no una imposición externa al paciente de la cual éste es irresponsable. Que la detención del consumo sea posible no quiere decir que sea fácil. Más bien difícil porque se trata de hábitos con efectos placenteros y muy deseados. Siempre es duro cambiar viejas costumbres y reemplazarlas por nuevos hábitos beneficiosos. En fin, todos sabemos que hacer ejercicio es una práctica saludable y sólo una minoría se ejercita regularmente. Se dirá que la nicotina no es un buen ejemplo porque es una droga legal y más suave que las ilegales. Craso error que supone racionalidad en la ilegalización de las drogas. Presentamos una clásica tabla de clasificación realizada por Jack Henningfield quien se desempeñó como jefe farmacológico en el Centro de Investigación del Instituto Nacional de Abuso de Drogas de Estados Unidos (acrónimo NIDA en inglés). Se utilizan cuatro criterios de clasificación asignando valores de 1 a 6. Siendo 1 indicador de efecto serio y 6 de efecto menos serio. En consecuencia, valores bajos indican que la sustancia produce efectos serios. Los criterios son los siguientes.
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Abstinencia. Presencia y severidad de síntomas de abstinencia. Tolerancia. Cantidad de sustancia necesaria para satisfacer el aumento de deseo. Dependencia. Dificultad del usuario de eliminar o disminuir la dosis. Intoxicación. Mide el daño que causa la sustancia al usuario. No es una medida de adicción. Reforzamiento. Criterio que no consideramos por poco informativo. La tabla 1 evidencia que sumando los cuatro criterios la nicotina ocupa el tercer lugar superada en efecto serio por heroína y alcohol. Nótese que en dependencia es la más seria Destacar que en la sumatoria cafeína (21) es de efecto más serio que marihuana (22). Tabla 1. Ranking de drogas según cuatro criterios y sumatoria final Substancia
Dependencia
Abstinencia
Tolerancia
Intoxicación
Sumatoria
Nicotina
1
3
2
5
11
Heroína
2
2
1
2
7
Cocaína
3
4
4
3
14
Alcohol
4
1
3
1
9
Cafeína
5
5
5
6
21
Marihuana
6
6
6
4
22
fuente: hills (1994)
La tabla 2 informa del porcentaje de usuarios que habiendo reportado uso de drogas se consideran dependientes. Ratificando la tabla 1 la droga que presenta mayor porcentaje de usuarios que se declaran dependientes es la nicotina (31,9%). El menor porcentaje de dependencia por diferencia corresponde a marihuana (9%). Tabla 2. Porcentaje de usuarios dependientes Droga
Promedio usuario
Nicotina
31,9%
Heroína
23,1%
Cocaína
16,7%
Alcohol
15,4%
Marihuana
9%
fuente: national institute on drug abuse (2014)
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Los resultados validan la nicotina como una sustancia apropiada para ilustrar la falacia del consumo involuntario. La nicotina es la droga que genera mayor dependencia por tanto la interrupción del consumo es comparativamente más difícil. Sin embargo, es sabido que muchas personas han decidido dejar de fumar o disminuido la dosis por un acto de voluntad. Las drogas no son adictivas. Ningún producto inanimado puede transformar a una persona en un robot que pierde el control sobre sí misma. No disponen de un poder absoluto que anule la libertad de las personas. ¿Cómo se explica el carácter autodestructivo asociado al consumo compulsivo de drogas? ¿Cómo explicar que ciertas personas por elección desarrollan una vida de marginalidad y penurias? La información sobre drogas ilegales que es de dominio público está distorsionada por el empeño guerrero de los prohibicionistas. Las políticas penales y médicas se basan en premisas falsas. La discusión pública se desarrolla en medio de una campaña de desinformación. El problema con las drogas no son las drogas, son los usuarios. El meollo es por qué ciertos usuarios se vuelven compulsivos. El principio activo no es el problema. El caso del alcohol es ilustrativo. El consumo compulsivo dice relación con condiciones psicológicas, sociales, económicas, culturales que caracterizan al usuario. La dependencia no la explica la sustancia sino la persona y las circunstancias de su vida. Los mejores antídotos contra el consumo compulsivo son conocidos de larga data. A saber, autoestima, relación con los otros, afán de logro, compromiso con la comunidad, moderación, capital cultural, control sobre sí mismo. Lamentablemente no se pueden inocular en una acción preventiva. La adicción es una elección en ciertas personas que por decisión voluntaria no moderan su consumo. Nunca una ley de hierro que gobierna a las personas desde fuera de sí mismas. La adicción involuntaria es una ficción. ¿Puede el cuerpo de la persona imponer una acción al margen de la voluntad de la persona?
5.2.– ¿Los drogadictos son enfermos? El sentido común imperante asume que el consumidor compulsivo es un enfermo. Develaremos que como la supuesta adicción involuntaria se trata de un mito. El primer mandamiento de esta doctrina es convencer al consumidor que está enfermo. Mandamiento fatal porque libera al consumidor de la responsabilidad de sus actos y lo induce a creer que está determinado por la química de su cuerpo. Queda facultado para – 86 –
no tomar decisiones, ni ejercer su voluntad. Está inerme ante la droga y el tratamiento. ¿Un consumidor compulsivo es un enfermo? Existe abundante bibliografía que apoya la tesis de la enfermedad invocando hipótesis genéticas y otras. Sin embargo, también existe cuantiosa literatura en sentido contrario. En esta se considera la tesis de la enfermedad incorrecta o incluso dañina para los mismos consumidores. La tendencia emergente es cuestionar la enfermedad adicción como ayer fue discutida la enfermedad homosexualidad. Nótese que si se demostrara que una alteración genética genera disposición al consumo compulsivo no se demostraría que el afectado no tiene elección. Tampoco se demostraría que la elección de consumo es una enfermedad. Para la discusión respecto al carácter patológico del consumo resulta irrelevante el efecto de la droga. Sin duda, que el consumo de drogas produce severas enfermedades. Considerando las drogas legales enfermedades letales como cáncer al pulmón y cirrosis hepática. Por tanto, no se trata del resultado de la acción sino de evaluar si la acción es una enfermedad. Jugar fútbol produce daño en los meniscos lo que no implica que jugar fútbol sea una enfermedad. Si el consumo compulsivo es una enfermedad será un trastorno que afecta al cuerpo o a la mente. ¿El consumo compulsivo es una enfermedad que aqueja al cuerpo del paciente? La nosología es el saber que describe, diferencia y clasifica las enfermedades. Para describir una enfermedad es suficiente que se manifieste como tal. La adicción no produce ninguna señal tangible físicamente. Los efectos del consumo pueden ser evidentes como lo prueba el alcohol. En forma metafórica se puede decir que alguien sufre de adicción en virtud de ciertos síntomas. Es una licencia gramatical porque nunca hay signos perceptibles o evidencia física de la enfermedad adicción en el cuerpo del paciente. Una autopsia no podría detectar la enfermedad adicción. Puede detectar consumo mortal de alcohol pero no se sabrá si el consumo excesivo fue una acción voluntaria del occiso o una imposición como castigo por un verdugo. En consecuencia, es incoherente imaginar una señal física en el cuerpo del fallecido que permita detectar la enfermedad adicción. Por lo anterior, la adicción no figura en ningún manual que describa o clasifique enfermedades del cuerpo. ¿El consumo compulsivo es una enfermedad mental? Las enfermedades mentales son diagnosticadas en función de los síntomas que presentan. Será que la adicción es homologable a una neurosis. En general se distinguen tres tipos de alteraciones mentales: – 87 –
desórdenes orgánicos, desórdenes funcionales y conductas antisociales. En ninguno de los grupos corresponde clasificar la adicción a las drogas. En fin, sirva como antecedente que el manual canónico de la Asociación Americana de Psiquiatría (acrónimo en inglés APA) conocido como Diagnostical and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM) no incluye la enfermedad consumo compulsivo. Resulta del todo coherente porque las enfermedades son involuntarias. No son una actividad. La tesis del consumo como enfermedad descansa en el supuesto que los adictos han perdido el control sobre sí mismos. Se trata de un supuesto clave porque la elección es involuntaria sólo si la persona no tiene control de sus actos. Por el contrario, si hay control el adicto está eligiendo a conciencia cada vez que decide consumir. Sorprendentemente aunque se ha buscado evidencia para probar la pérdida de control no hay antecedentes que permitan verificarla. Al revés la evidencia enseña que cada consumidor por voluntad propia implementa un patrón de conducta complejo que le permite acceder a una sustancia prohibida. Sin duda, un comportamiento propio de personas que tienen total control de sus acciones. Este patrón de conducta no es una patología. Es la decisión consciente de una persona que en pleno dominio de sus facultades actúa acorde a sus predilecciones. No hay evidencia que el consumo compulsivo sea una enfermedad del cuerpo o de la mente. El origen del mito se remonta a fines del siglo XVIII cuando Benjamin Rush popularizó la idea que el alcoholismo es una enfermedad de la voluntad. No se trata de una enfermedad descubierta por un investigador. Nadie descubrió la enfermedad adicción: es sólo un invento. En consecuencia, es impropio tratar a un consumidor compulsivo como enfermo. ¿Qué mal le aqueja?
6. Los argumentos de la cruzada Una guerra a nivel planeta enormemente difícil de implementar, muy cara de mantener, con múltiples víctimas colaterales y pocas posibilidades de vencer debe sustentarse en argumentos extraordinariamente poderosos. Ya no son un centenar de militantes del Prohibition Party quienes satanizan las drogas. Se trata de Estados que gastan sumas inconmensurables en pro de la cruzada. ¿Cuáles son los fundamentos que justifican el experimento prohibicionista? En verdad no son distintos a los que se enarbolaron para imponer la Ley Seca. El primer argumento apunta a que ciertas sustancias generan conductas degradantes o inmorales. Se suma que producen acostumbramiento y
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finalmente dependencia. Todo lo cual altera el orden social debilitando a la comunidad nacional. Desde el punto de vista farmacológico es un argumento inconmensurable. La farmacología no asigna propiedades criminógenas o morales a ninguna sustancia ni a los efectos que éstas produzcan en algunos usuarios. Para la ciencia mezclar ética práctica, derecho penal y química orgánica como hacen los prohibicionistas es un cóctel letal. La farmacología usa la palabra griega phármakon para definir una droga. Sustancias que son remedio y veneno según sea su uso. En términos de Paracelso «sólo la dosis hace de algo un veneno». Las drogas –legales o ilegales– serán de beneficio o perjuicio dependiendo de su dosis, ocasión, propósito y pureza. Las conductas degradantes o inmorales no son –no pueden ser– consecuencia de una droga. Son individuos específicos que se comportan de tal o cual manera. Desde el Renacimiento la medicina asumía que el consumo de drogas era responsabilidad del usuario y depositaba en él la capacidad de autocontrol. Cuando el autocontrol fallaba no se deducía que la culpable era la sustancia sino el usuario. El segundo argumento prohibicionista se basa en una conjetura. La hipótesis es que sin prohibición se produciría un consumo descontrolado de buena parte de la población. Se trata de una especulación sin datos a su favor y propia de personas sin experiencia en consumo. Derogada la Ley Seca no se evidenció una escalada de bebedores compulsivos. A la inversa, ¿cuál es la experiencia de drogas legales que fueron ilegalizadas? Como sabemos, Al Capone es una criatura de la ilegalización del alcohol y Pablo Escobar es una secuela de la ilegalización de la cocaína. Según la evidencia el estigma asociado a la ilegalidad potencia el consumo irracional propio de grupos marginales (Buxton 2006). Los consumidores con capacidad de autocontrol constituyen siempre una mayoría independiente de la sustancia de que se trate. La evidencia histórica indica que el acceso libre a una droga previamente ilegalizada no produce una explosión de consumidores compulsivos. En fin, no todos somos alcohólicos aunque la venta es libre. Otro argumento prohibicionista alude a los convenios internacionales para concluir que un país en forma unilateral no puede abandonar la cruzada por convenios suscritos que lo obligan. De hacerlo sería polo de atracción para consumidores (enfermos y delincuentes) de todo el mundo. El experimento de la prohibición fue promovido por Estados Unidos en una época de auge de su poder político. Los gobiernos se sumaron antes que hubiera un problema social real debido al consumo de drogas. – 89 –
Instalado el problema vía prohibición cada cual supo rentabilizar los dispositivos de restricción y control asociados a la cruzada. Sin embargo, algunos ya han tomado vías alternativas. Por ejemplo, Holanda y Uruguay y, paradojalmente, algunos Estados de Norteamérica.
7. Las alternativas en producción y consumo El debate sobre consumo y comercialización de drogas aún no es parte de la agenda pública. Las encuestas indican que la mayoría avala la prohibición. Tres opciones se argumentan al respecto –habiendo zonas grises intermedias.
7.1.– prohibición y criminalización. Es la política oficial de drogas que impulsa Naciones Unidas y de la cual se hacen solidarios los firmantes de los sucesivos convenios internacionales incluido Chile. Es la guerra que se lleva a cabo en el planeta y cuyos resultados revisaremos en páginas siguientes. El foco de la criminalización es eliminar la oferta a fin de acabar con el consumo. Desde esta perspectiva oficialmente Naciones Unidas se propuso 1998 como meta para 2008 erradicar del planeta el cultivo de coca y opio. Sólo la fantasía de funcionarios que no saben contra qué han declarado la guerra pudo imaginar un objetivo tan insólito. El enfoque prohibicionista genera un dilema insoluble ratificado múltiples veces. El éxito en disminuir la oferta genera escasez. La escasez produce aumento en los precios. El aumento promueve incentivos a la producción. Mayor producción incide en disminución del precio retornando el ciclo al inicio. El éxito de la prohibición genera un proceso que se retroalimenta. Su éxito es su fracaso.
7.2.– Despenalización con control estatal. Prima el principio de realidad y se asume que es imposible ganar la guerra. Se asigna al Estado el monopolio en la producción y/o comercialización según el caso. El consumo abusivo es materia de terapia. La prohibición no es cuestionada por los principios en que se funda. Se problematiza –con razón– el resultado. Se acepta que el Estado tiene la atribución de proteger a los ciudadanos de sí mismos. En particular, respecto al consumo de sustancia que pudieran perjudicarlos. Se establece una política de control de daños en drogas blandas.
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No se despenaliza porque se considere que el problema de las drogas es una construcción social fundada en falacias y arbitrariedades. Tampoco se hace por devolver a las personas libertades inculcadas. Política y éticamente la despenalización no aborda la prohibición en toda su dimensión. Es un pragmatismo sin principios que aplica soluciones remediales respecto a ciertas drogas.
7.3.– Legalización con mercado regulado. Se elimina la distinción infundada entre drogas legales e ilegales. Todas las drogas legales como en 1910. La producción y comercialización es privada. Se implementa una estricta regulación. Por ejemplo, venta en locales especializados, cero publicidad, alta tasa impositiva, etc. Sin duda, la sociedad sabrá administrar la industria de la droga mejor que los narcotraficantes. La ilegalización es un acto coercitivo que atenta contra derechos que son anteriores a los derechos civiles. Los enuncio en relación al consumo de drogas renunciando a una discusión pormenorizada. –El derecho que, como responsables de nosotros mismos, tenemos a disponer de nuestro propio cuerpo según nos dicte nuestro leal saber y entender. –El derecho que nos asiste como sujetos morales a decidir libremente respecto a la conveniencia del consumo de determinadas sustancias que han sido parte de la farmacopea de la humanidad por milenios Como es obvio el derecho a gobernarnos y ejercer soberanía sobre nuestra vida no es ilimitado. Nadie en uso de su libertad puede venderse como esclavo. Sostengo que el paternalismo opresivo del Estado cuando nos coarta libertades invocando nuestro propio beneficio es ilegítimo e ineficaz. El Estado no es un juez moral que dictamine lo que es bueno o malo, conveniente o inconveniente. No tiene legitimidad para imponer una moral privada o establecer un estilo de vida como el éticamente correcto. La coerción del Estado es ineficaz porque vulnera la autonomía personal –fundamento de la libertad– y bien irrenunciable para individuos íntegros, dignos y soberanos. El Estado paternalista nos infantiliza y subvalora, al tratarnos como persona sensata al pagar contribuciones, y cretinos inmorales al consumir sustancias que ha ilegalizado. El mercado regulado nos devuelve la posibilidad ancestral de elegir y recuperamos nuestra autonomía como agentes morales con capacidad para decidir por nosotros mismos respecto de aquello que nos beneficia o perjudica. – 91 –
8.– La bancarrota de la prohibición Los documentos y estadísticas producidos por Naciones Unidas dejan en evidencia que la guerra se está perdiendo y que un mundo libre de drogas es una utopía de funcionarios ilusos. Los números indican que la producción, consumo y tráfico de drogas ilegales se mantiene incólume. ¿Por qué después de décadas de guerra con ingentes recursos financieros y humanos la victoria es tan inalcanzable como el día del inicio? UNODC (Sigla en inglés de Oficina de Naciones Unidas para las Drogas y el Crimen) evacua anualmente informes respecto al consumo de drogas en el mundo. La tabla 1 presenta los resultados de informes recientes. Tabla 1. Comparación consumo según años Año
Consumidores en millones
2010
155 a 250
Porcentaje 3,5 a 5,7
2014
162 a 324
3,5 a 7%
fuente: unodc 2010, unodc 2014
La secuencia revela aumento del consumo. El balance general después de 50 años de guerra permite concluir que el número de consumidores ha aumentado sustantivamente en términos relativos y absolutos. (Count the Costs, 2013). Una evidencia de mayor interés es el reconocimiento de los últimos tres presidentes de EEUU –Clinton, Bush, Obama– de haber consumido drogas ilegales y el reconocimiento de dos primer ministro de Gran Bretaña –Blair y Cameron– de misma conducta. Las autoridades que gobiernan la principal potencia no acataron la ley que criminaliza el consumo. ¿Acaso no queda a fortiori validado el acto y deslegitimada de la ley? Porque el consumo devela el descalabro de la ley, no la inmoralidad de Clinton, Bush y Obama. La guerra está destinada al fracaso porque está dirigida contra un derecho inalienable. Busca expropiar al individuo de una propiedad que es de su más íntima naturaleza. El derecho a decidir respecto a sí mismo es intrínsicamente inexpropiable. La guerra se impone un objetivo imposible per se. Como son metas imposibles terminar con la impuntualidad, eliminar la timidez o aumentar la honestidad de los asmáticos. ¿Cómo ha evolucionado el consumo, producción y tráfico en los últimos años a nivel mundial?
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8.1.– La tendencia del consumo La crisis del modelo represivo, pensado y diseñado antes de la primera guerra mundial, es manifiesta. Ha fracasado en disminuir el consumo y los resultados de su aplicación son más graves que el escenario más catastrófico imaginable en un mundo de mercado regulado. En el escenario de mercado regulado la sociedad administra el negocio de las drogas anulando el beneficio del narcotráfico. La evidencia de la crisis es entregada por UNODC mandatada a implementar la prohibición. La información es relativamente fiable porque siendo productos ilegales los datos de producción y consumo son imprecisos. La droga ilegal que más se consume es cannabis en sus diversos modos –marihuana, haschisch– superando en siete veces al número de consumidores de STA, sigla de sustancias tipo anfetamina que incluye éxtasis, LSD y drogas de diseño. Véase tabla 2. Tabla 2. Uso global de drogas: prevalencia anual Drogas medidas
Número de usuarios en millones. Tramo 15 a 64 años
Porcentaje de usuarios en población total Tramo 15 a 64 años
Cannabis
160.9
4.0
Anfetaminas
26.2
0.6
Éxtasis
7.9
0.2
Opiáceos
15.9
0.4
de los cuales heroína
10.6
0.2
Cocaína
13.7
0.3
STA
fuente: unodc 2005
Examinaremos la prevalencia del cannabis dado su mayor importancia relativa. En tabla 3 se consideran dos períodos de tiempo que comparan consumo a nivel planeta. Se verifica aumento en Europa, América del Norte y global. En Sudamérica: brusca disminución.
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Tabla 3. Prevalencia anual uso de cannabis Región
Porcentaje usuarios en población total. Fines 1990
Porcentaje usuarios en población total. Inicios 2000
Europa
4.9
5.6
Oeste
6.4
7.3
América
5.7
6.6
Norte
6.6
10.2
Sur
4.7
2.9
Asia
1.6
2.2
Oceanía
18.8
15.8
Africa
8.1
8
Global
3.5
4.0
fuente: unodc 2003, 2005
Los datos ponen en evidencia que la guerra ha sido ineficaz para reducir el consumo. En datos globales se verifica un aumento de medio punto porcentual. En tabla 4 revisando otro período temporal que informa del número y porcentaje de consumidor se constata un aumento continuo en la serie medida. Se mide consumo de drogas ilegales a nivel planeta. Tabla 4. Tendencia global uso drogas ilícitas Año
Número usuarios en millones. Tramo 15–64 años
Porcentaje prevalencia. Tramo 15–64 años
2006
208
4.9
2007
250
5.8
2008
250
5.7
2009
272
6.2
2010
300
6.7
2011
315
6.9
fuente: unodc 2013
La tendencia de prevalencia se ilustra en gráfico 1. Para este período de tiempo se verifica aumento notorio en el consumo de cannabis y disminución en cocaína. En general, en tres sustancias se constata incremento y en tres decremento. Nótese que opiáceo es la morfina (se extrae de la planta del opio) y opioide es la heroína (derivado semisintético). Destacar que en esta medición se distingue entre anfetaminas y éxtasis. En mediciones previas se incluían en el amplio grupo STA.
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Gráfico 1.Tendencia prevalencia diferentes drogas. 2009–2011
fuente: unodc 2013
El gráfico 2 evidencia un alza constante del consumo global. La información es devastadora para quienes insisten en la guerra mundial. Se estima que el año 2012 el número de usuarios es aproximadamente 243 millones. Las cifras más altas hasta esa medición. Datos dados a conocer en 2014. Gráfico 2. Consumo global en millones de personas, 2006–2012
fuente: unodc 2014
– 95 –
Resulta paradojal que pese a un esfuerzo represivo inconmensurable el consumo de drogas prohibidas presenta constante tendencia al alza en el transcurso de este siglo. Los vínculos entre productores y consumidores se han mantenido fluidos durante décadas. El intento estatal de disciplinamiento ha sido parcialmente infructuoso. Los recursos financieros e institucionales han sido despilfarrados.
8.2.– La tendencia de la producción El control internacional de drogas ha estado focalizado en eliminar la oferta. La guerra es de mayor intensidad en los países productores. En los gráficos siguientes se presenta en forma independiente la producción de cannabis y opio. Respecto a cannabis el gráfico 3 enseña aumento relativo hasta 2007 y tendencia decreciente posterior. La medición de cannabis considera a Perú, Colombia y Bolivia. Colombia ha experimentado el mayor descenso en la producción. El papel de principal productor ha cambiado de Colombia a Perú. Gráfico 3. Cultivo cannabis en miles de hectáreas. 2003–2012
fuente: unodc 2014
El gráfico 4 muestra una larga serie que considera la producción de opio. Se centra básicamente en Afganistán, Laos y Birmania. La producción en otros países es marginal. El gráfico presenta importantes variaciones desde 1.800 a 8.000 toneladas según sea 2001 o 2008. No hay un patrón que permita realizar predicciones. En cualquier año la producción corresponde a miles de toneladas.
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Gráfico 4. Producción global de opio en toneladas
fuente: unodc 2014
8.3.– La tendencia del tráfico El énfasis impuesto por Estados Unidos es disminuir la oferta. La demanda en que los norteamericanos son, por lejos, los principales actores nunca ha sido el foco de la guerra. Aunque el sentido común indica que mientras exista demanda habrá oferta. Naciones Unidas estima que el negocio de las drogas ilegales es superior a 300 mil millones de dólares cada año (UNODC, 2014). En moneda nacional es una cifra abultada considerando que mil millones de dólares son seiscientos cincuenta mil millones de pesos. Multiplique 650 por 300.000 y tendrá una referencia en miles de millones de pesos chilenos del dinero que la prohibición ha puesto en juego. La prohibición es ejemplo paradigmático de un negocio en que se socializan los costos y se privatiza la ganancia. ¿Cómo se explican cifras de tal magnitud a propósito de productos cuyo comercio hace cien años era económicamente irrelevante? A diferencia de productos legales el precio de las drogas ilegales no refleja el costo de su producción El precio está condicionado por el riesgo asociado al cultivo, producción y comercialización. El riesgo incrementa el precio y hace de las drogas ilegales el negocio más lucrativo del planeta. Permite ganancias superiores al negocio de acero, automóviles o farmacéutico. Constituye el 8% de todo el comercio internacional. La heroína es un derivado de la adormidera que crece en forma silvestre en todos los continentes –originaria de Asia– ilustra la situación desquiciada que produce la prohibición. La diferencia entre el kilo que vende el productor que cultiva y el kilo que compra el consumidor en Nueva York es más de 3.000 veces superior. No el cien por ciento (que ya es bueno) sino el 300.000 por ciento. Márgenes de ganancia que sólo se explican porque se está negociando un producto ilegal de alto riesgo. – 97 –
Tabla 5. Precios en el comercio de heroína y cocaína Heroína
Dólares por kg.
Campesino que cultiva
90
Mayorista local
2.870
Mayorista EEUU
80.000
Minorista EEUU
290.000
Cocaína Campesino que cultiva
610
Base de cocaína
860
Hidrocloridarto para exportar
1.500
Hidrocloridrato mayorista EEUU
25.520
Crack minorista EEUU
50.000
Polvo de cocaína minorista EEUU
110.000
fuente: unodc 1997; the economist 2001
Resulta ilustrativo comparar el decomiso anual de drogas al inicio de la prohibición con el mayor decomiso anual del período prohibición. Compararemos en Estados Unidos el decomiso del año 1938 con el mayor realizado a la fecha. La evidencia resulta insólita y devela la descomunal irracionalidad que es la prohibición. El aumento en decomiso de cocaína sube en 28.371.942% –superior a 28 millones por ciento– en el transcurso de 67 años. Un resultado verdaderamente tóxico. Tabla 6. Decomiso anual EEUU. 1938 versus año record
Cocaína
Año record
1938
2005
417 gr. (< de 1 kg.)
118.311 kg. (118 toneladas) Marihuana
2009
558 kg. (> de ½ tonelada)
666.120 kg (666 toneladas) Heroína
1991 1.174 kg. (> de 1 tonelada)
fuente: dhywood 2011.
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12 kg.
En Chile un ejercicio similar resulta igualmente desquiciado. La Brigada contra Estupefacientes y Juegos de Azar (BEJA) informa que en diciembre de 1964 se realiza el primer narcotráfico del que hay registro correspondiendo a diez kilos de cocaína. La Policía de Investigaciones (PDI) en 2014 decomisó cinco mil cuatrocientos kilos sólo en los dos operativos más relevantes (3 y 2,4 toneladas, respectivamente). En cincuenta años el decomiso aumentó al menos en 50.400 %. ¿Las cifras revelan extraordinaria eficacia de la represión o incremento exponencial del negocio? Resulta ilustrativo el ejercicio del gráfico 5. Se considera año base 2003=1 y se mide oferta de opio y cocaína. Se verifica una tendencia al incremento de oferta en opio y decremento en cocaína. El último año el opio aumenta 80% y la cocaína disminuye 20% respecto al año base. Como ha sido habitual los datos indican que los objetivos de la prohibición siguen pendientes. Gráfico 5. Oferta opio y cocaína. Año base 2003
fuente: unodc 2014
8.4.– Consumo de drogas en Chile Para ilustrar la situación en nacional consideraremos marihuana y cocaína. 8.4.1.– Marihuana. Consumo y oferta Los datos disponibles respecto al porcentaje de quienes declaran haber consumido evidencia una tendencia creciente con un aumento sustantivo en la última medición. La tendencia al aumento del consumo es ratificada – 99 –
por resultados del informe Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (SENDA 2014). No presentamos resultados del informe 2014 para no saturar el texto de tablas. El resultado más relevante es el aumento del consumo en jóvenes. El titular de un diario lo ilustra mejor que muchos números: «Drogas en Chile: aumenta consumo en mujeres y disminuye la edad de inicio». (El Mercurio, 2014). La serie de prevalencia enseña un comportamiento irregular con tendencia al aumento. La última medición es superior a la primera en casi 80%. Tabla 7. Evolución prevalencia consumo de marihuana. Porcentaje nacional 1994
1996
1998
2000
2002
2004
2006
2008
2010
2012
4.0
4.0
4.8
5.7
5.0
5.4
7.2
6.4
4.6
7.1
fuente: senda 2012
La información del porcentaje que declara le han ofrecido marihuana en el último año es un buen indicador de la presencia del producto en el mercado. La oferta presenta un leve aumento en la serie con períodos de alzas y bajas. La guerra continúa. Tabla 8. Exposición a oferta de marihuana. Porcentaje nacional 2002
2004
2006
2008
2010
2012
13.9
15.1
16.0
15.8
10.3
15.7
fuente: senda 2012
8.4.2.– Intensidad del uso de drogas La información respecto a la proporción de individuos que ha consumido una droga permite conocer la magnitud del fenómeno medido mas no el patrón de consumo. Para conocer la intensidad de consumo se pregunta por el número de días que ha consumido droga en el último mes. Los resultados de la serie para marihuana y cocaína evidencian que en promedio los usuarios de ambas drogas las usan más a menudo. Se deduce que para ambas drogas la oferta ha aumentado entre la primera y última medición.
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Tabla 9. Promedio de días en que ha usado droga en el último mes Año
2002
2004
2006
2008
2010
2112
Marihuana
8.8
9.3
10.1
11.3
9.9
10.9
Cocaína
3.8
3.9
3.4
4.7
5.1
6.3
fuente: senda 2012
Las cifras revelan la impotencia de una guerra inútil. El esfuerzo de décadas de guerra a nivel nacional e internacional ha sido en vano. El control de las drogas está fuera de control. La estrategia de la prohibición ha sido destruir cultivos, encarcelar productores, interceptar cargamentos, confiscar propiedades para generar una disminución de la oferta, aumento del precio y, finalmente, disminución de los consumidores. Estrategia fallida porque ningún objetivo se ha cumplido a cabalidad. En rigor, un negocio que es bueno por ser prohibido no se va a terminar porque se mantenga como negocio prohibido.
9.– Mercado regulado Se ha argumentado desde distintos enfoques contra la prohibición. El argumento más recurrente es su manifiesta ineficacia y enorme costo. Para muchos analistas las consecuencias de la guerra son infinitamente más graves que sus causas. Se señala que a la luz de los resultados que la política prohibicionista es contraproducente. (Buxton, 2006; Count the Costs, 2013; Drogas y Democracia, 2011). ¿La sociedad puede organizar la administración de sustancias psicoactivas prohibidas de mejor modo que los carteles de la droga? Sostengo que sí: mediante venta libre en un mercado regulado. La legalización de la producción, venta y consumo de drogas tiene un efecto sinérgico que produce triple ganancia. El Estado se beneficia al ahorrar cifras inconmensurables destinadas a una guerra interminable; la sociedad gana al disminuir el rol opresivo de un Estado que cautela nuestros intereses en contra de nosotros mismos; los consumidores se ven libres de relacionarse con la mafia accediendo a productos de mejor calidad y precio. Desaparece la mafia asociada al narcotráfico desarrollada al alero del experimento de la prohibición. También se termina la burocracia encargada de implementar la prohibición inconsciente que ha declarado la guerra a un rasgo cultural inmemorial. Nuestros argumentos contra la prohibición son políticos y defendemos principios. La venta regulada es una propuesta que apela a principios
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antagónicos a los que fundamentan la prohibición. No se argumenta que consumir drogas sea inocuo para la salud. Las drogas en exceso producen daños de distinto orden. El caso del tabaco y alcohol lo ilustran con claridad. Apelamos al derecho irrenunciable a ser soberanos sobre nosotros mismos. La propuesta es relegalizar la producción, comercialización y consumo de todas las sustancias psicoactivas. Volver a 1910. ¿Por qué una persona competente mentalmente no puede ejercer el derecho a decidir respecto a su cuerpo? ¿Por qué si una persona no afecta derechos de terceros no tiene la libertad legal y social para disponer sobre sí mismo? ¿Por qué se nos priva la opción de fumar, mascar, comer o beber ciertas hojas, frutos, savia, hongos o semillas que crecen en forma natural? En definitiva, ¿por qué la autoridad prohíbe que personas adultas y capacitadas en ejercicio de su autonomía consuman lo que estimen conveniente? ¿Acaso el Estado tiene autoridad legítima para impedir el consumo de drogas recreativas? Nuestra autonomía como personas que nos autodeterminamos se verifica si podemos ejercer autoridad sobre nuestro propio cuerpo. En el ejercicio de esa autoridad se juega el principio de autodeterminación. Si somos incapaces respecto a nosotros mismos se anula nuestra autonomía y se esfuma nuestra humanidad como personas. En virtud de qué el Estado podría imponernos beneficios que él ve por nosotros como si fuéramos ciegos respecto a lo que nos beneficia. El paternalismo opresivo del Estado nos degrada como sujeto moral al determinar cuáles son nuestros intereses. Nos rebaja a nivel de seres inconscientes o idiotas irremediables. La cruzada asoció el consumo de drogas a un conjunto de conceptos nuevos como toxicómano, dependencia, enfermo y adicto. Todos en la lógica de satanizar el consumo. Así se naturalizó el derecho del Estado a intervenir en nuestro propio beneficio para protegernos de ciertas sustancias que nos pueden enfermar o transformar en criminales. En verdad el consumidor medio de drogas no es un paciente potencial o un futuro delincuente. ¿Por qué habría de ser moralmente censurable drogarse según decisión racional, conocimiento de causa y responsabilidad propia? El primer punto es disputarle al Estado el derecho al ejercicio de la libertad y la autonomía. Después de 50 años de guerra se ha creado un problema mayúsculo con el consumo de drogas. Las drogas son un problema porque son ilegales y no son ilegales porque son un problema. La ilegalización produjo un problema donde no lo había.
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Suponiendo que la prohibición es un período acotado en que se ha perdido el rumbo, como los 13 años de Ley Seca, ¿cuál es el escenario posterior a la criminalización? Pues nada muy distinto al escenario previo a la prohibición. A saber, tres tipos de usuarios: esporádicos recreativos, habitual controlado y abusador compulsivo. Tal como sucede con tabaco y alcohol. El problema de las drogas es el uso de las drogas. Un porcentaje de los consumidores se transforma en usuario compulsivo. ¿Porque algunos usuarios abusan corresponde restringir la libertad a todos indiscriminadamente? En bien de la libertad es de costo menor tolerar grupos minoritarios de consumidores compulsivos que eliminar la libertad a todos. Si la libertad no convoca simple pragmatismo aconseja aceptar el consumo abusivo de grupos minoritarios para evitar males sociales mayores como los de la guerra interminable. Razonar con la cruzada es inútil porque la cruzada es una ideología y la droga el mal. La cruzada es materia de fe antes que de razón. La libertad para elegir, que es un principio reivindicado por los prohibicionistas, es sacrificado en pro de la cruzada. No es que no conozcan la evidencia, es que no les importa. La opción no es un mundo con o sin drogas. El mundo desde siempre ha sido con drogas –incluidos animales no humanos que se drogan habitualmente como caracoles, insectos y mamíferos varios. Las alternativas son mantener los dispositivos de la prohibición o recuperar la autonomía para libremente lograr nuestro propio bien según nuestra conveniencia. La solución es política porque la prohibición es una doctrina que coarta la libertad. Su derrota es una victoria de los derechos individuales. Victoria que hacia el pasado empalma con la abolición de la censura (2003) y la legalización del divorcio (2004), y hacia el futuro con la despenalización del aborto y el matrimonio igualitario.
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Bibliografía Buxton, J. 2006. The Political Economy of Narcotics. Nueva York: Zed Books. Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia. 2011. www. drogasydemocracia.org. Count the Costs. 2013. www.countthecosts.org. Dhywood, J. 2011. World War D. Columbia Communications Inc. Escohotado, A. 2008. Historia General de las Drogas. Madrid: Espasa. Economist, The. 2001. «Big business: The risks are high-bur so are the rewards», Julio. Fort, J. 1981. La Sociedad Adicta. Barcelona: Laia. Hills P. 1994. «Relative Addictiveness of Drugs», New York Times, Agosto. Lewin L. 1924. Phantastica. París: Payot. National Institute on Drug Abuse. 2014. www.drugabuse.gov. Reinarman C. 2006. «The social construction of drug scares» en Construction of Deviance: Social Power, Context and Interaction. Belmont: Thomson Wadsworth. SENDA. 2013. Décimo Estudio Nacional de Drogas en Población General de Chile. Santiago: Gobierno de Chile. Spooner L. 1977. Vices are Not Crimes. Cupertino: CupertinoTanstaafl. UNODC. 1997. World Drug Report. Vienna. UNODC. 2003. Global Illict Drugs Trends. Viena. UNODC. 2004. Global Illict Drugs Trends. Viena. UNODC. 2005. World Drug Report. Viena. UNODC. 2010. World Drug Report. Nueva York. UNODC. 2013. World Drug Report. Nueva York. UNODC. 2014. World Drug Report. Nueva York. Varenne G. 1973. El Abuso de las Drogas. Madrid: Guadarrama.
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Matrimonio igualitario. El derecho a un símbolo
Realizamos tres distinciones a fin de evitar confusiones. La identidad sexual establecida por atributos biológicos indica si alguien es hombre o mujer. La identidad de género se define según la afinidad con lo masculino o femenino. La orientación sexual está determinada por la atracción hacia una pareja sexual. Pese a que estas distinciones han sido problematizadas, como definición de trabajo asumimos que identidad sexual, identidad de género y orientación sexual aluden a aspectos distintos. El concepto matriz será orientación sexual entendida como el interés amoroso hacia otra persona. La atracción erótica es la clave que determina la orientación sexual. Cualquier aproximación al matrimonio igualitario requiere hacerse cargo de la homosexualidad como condición estigmatizada. En consecuencia, se discuten las tesis en boga respecto a la condición homosexual y se consulta la opinión de la ciencia. ¿La homosexualidad es innata o adquirida? Posteriormente se problematizan las instituciones matrimonio y familia teniendo en la mira la reivindicación por un matrimonio igualitario. ¿Qué está en juego? Son develadas las razones de la reivindicación y se explica la férrea oposición. Se alude a los argumentos esgrimidos en el debate. El propósito es ilustrar por qué en un tema personal como es el matrimonio se ejerce un veto inclemente a una minoría. ¿Por qué se está dispuesto a violar la igualdad ante la ley? Por cierto, la homofobia es considerada aunque la respuesta trasciende a una simple manía odiosa. Desde que se iniciaron los estudios sobre el comportamiento sexual humano el desacuerdo ha sido la tónica. Ulrichs en los estudios seminales a fines del siglo XIX concluía que la atracción sexual por compañeros de un mismo sexo era inherente a un grupo minoritario. Apelaba a la descriminalización de la homosexualidad invocando el derecho de esta minoría a ejercer su sexualidad libremente. Kinsey en un estudio clásico a mediados del siglo pasado sostiene, a partir de datos empíricos, que heterosexualidad y homosexualidad son dos polos en una escala continua.
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Esta perspectiva apela a la despenalización de la homosexualidad por una razón exactamente contraria a la sustentada por Ulrichs. La descriminalización se justifica porque la atracción sexual por personas de igual o distinto sexo son dos opciones con alternativas intermedias en una escala continua. Sea identidad en un continuo o grupo con rasgos propios la homosexualidad ha sido estigmatizada como conducta desviada y tipificada como delito en el Código Penal hasta 1998. Las conductas desviadas son convencionales. Son desviadas porque así han sido definidas. Dejan de serlo cuando la etiqueta no aplica. En el pasado fueron conductas desviadas perder la virginidad antes del matrimonio y los juegos de azar. La desviación se construye cuando una autoridad establece prohibiciones que dan lugar a conductas impropias. Antes que un acto sea calificado de desviado y antes que alguien sea considerado un desviado, es preciso que una autoridad establezca que ese acto es una desviación. Un sujeto es desviado porque infringe el canon. La desviación no es un atributo de las personas sino la consecuencia de violar una prohibición. La desviación está en la mente del individuo que evalúa las conductas desde la prohibición. Si la homosexualidad es prohibida porque es una enfermedad o porque lo dice la Biblia califica per se como una desviación. Es indiferente si es caracterizada como patología o pecado. Será conducta desviada independiente de la pertinencia de los criterios y la veracidad de la conclusión. ¿Por qué la homosexualidad es una conducta desviada? Respecto al origen y las razones de la prohibición no hay certezas. Considerando que está presente en todas las clases sociales, sexos, razas, religiones y nacionalidades es inverosímil imaginar que fue implementado por un grupo social para obtener ventajas respecto a otro. Tampoco hay sustento para suponer que fue una imposición de los heterosexuales para obtener prebendas o beneficios. La transmisión cultural es una explicación problemática. La religión es el dispositivo que podría operar como replicador de la intolerancia. No es el caso indagar por qué las religiones monoteístas presentan la homosexualidad como un anatema. Lo cierto es que la pérdida de influencia de la iglesia durante los últimos siglos, vía proceso de secularización, debería haber incidido en una nueva valoración de la homosexualidad. Sin embargo, el estigma sólo se ha debilitado en las últimas décadas. El magisterio de la iglesia ha perdurado más allá de la secularización de la sociedad.
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La construcción de categorías desviadas es un área de estudio con más preguntas que respuestas. Las transgresiones a las normas establecidas son una producción social. ¿Cuál es el mecanismo que produce la desviación y el estigma? La homosexualidad está instalada en el sentido común como una transgresión aunque no sabemos quién dicto la norma. ¿La religión, el Estado, el ejército, la sociedad?
Tesis de la elección Se pueden argüir distintas razones para sostener que la orientación sexual es una condición anterior a la voluntad. Quizás el argumento más inmediato es la propia introspección. Todos sabemos cuáles son las personas que consideramos sexualmente atractivas. La introspección evidencia que la mayoría de las personas no han elegido su objeto de deseo. Ratifica lo anterior la certeza ineludible que los sentimientos no son inventados, son descubiertos. Por otra parte, hay evidencia científica concluyente respecto al carácter involuntario de la orientación sexual. La evidencia enseña que una persona no puede cambiar su orientación sexual a voluntad. Se han utilizado diversas teorías y procedimientos para producir un cambio de orientación. Innumerables homosexuales han sido objeto de distintos experimentos. Se ha recurrido a la inyección de hormonas, sesiones de psicoanálisis, electroshock, ruegos y plegarias, neurocirugía, entre otros. Todos han sido ineficaces a costo de traumas y dolores inútiles. Un sencillo ejercicio de introspección valida los resultados de la evidencia empírica. Imagínese que le ofrecen un premio millonario por cambiar de orientación sexual. ¿Podría producir el cambio? No se trata que tenga relaciones sexuales con una persona de un sexo que no le atrae o que adscriba a un grupo con orientación sexual distinta a la original. Se trata que cambie sus deseos tal que sea atraído sexualmente por individuos de un sexo opuesto al de la atracción original. Si estima que por muy alto que sea el premio le resulta imposible producir tal cambio está validando los resultados de la evidencia científica. Cabe destacar que teorías que no concuerdan respecto al origen de la orientación sexual comparten que no es un rasgo personal que pueda ser cambiado a voluntad. Independiente de la preeminencia que se asigne a lo innato versus lo adquirido o lo biológico versus lo psicológico es de consenso que la orientación sexual no es materia de elección. Respecto al origen de la homosexualidad es conveniente despejar una confusión presente en quienes sostienen que se trata de una conducta desviada. ¿Acaso lo que gatilla la homosexualidad es distinto a lo que
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detona la heterosexualidad? Suponer que en el origen hay distintas causas es un prejuicio. Aquello que hace a los homosexuales distintos de los heterosexuales es lo mismo que hace a los heterosexuales distintos de los homosexuales. Cualquiera sea la explicación respecto al origen de la orientación sexual será válida para todos. Resulta inconcebible que una orientación sea explicada por combinaciones genéticas, otra en virtud del entorno social y una tercera por influencias hormonales. Si en el origen hay influencias hormonales vale para heterosexuales, homosexuales y bisexuales. La tesis de la elección incluye como mensaje encubierto el rechazo a una conducta desviada. Por supuesto que hay elección en la práctica homosexual. Se elige tener pareja y mantener relaciones sexuales. Se pudo elegir la abstinencia perpetua. Lo que no se elige y no se puede cambiar es la atracción sexual por ciertas personas y no otras. La tesis de la elección es inverosímil porque no supera la prueba de la racionalidad. Resulta insensato elegir un estilo de vida que presenta múltiples dificultades y ninguna ventaja. Hace veinte años la homosexualidad era un delito según ley de 1954 que afectaba a vagabundos, mendigos, locos y homosexuales. Sólo una persona demente podría optar por una condición paria. ¿Qué razón podría tener un ciudadano saudí para elegir una orientación sexual castigada con pena de muerte en Arabia Saudita?
Tesis de lo natural Las relaciones sexuales con personas del mismo sexo han sido calificadas como naturales para justificarlas. También han sido consideradas como antinaturales para condenarlas. El término natural ha sido utilizado con distintas acepciones. El primer baremo de referencia es la naturaleza en el entendido que los animales no humanos se comportan en forma natural. La comparación da lugar a conclusiones problemáticas. En el ámbito zoológico cabe destacar que los primates tienen prácticas del todo inaceptables como el canibalismo y, por otra parte, son incapaces de comunicarse mediante lenguaje verbal lo que resulta perfectamente natural en nosotros. En el plano ético apelar a la naturaleza para cuestionar la homosexualidad es paradojal. No sólo porque en más de treinta especies de primates se han observado relaciones homosexuales sino porque Vasey (1995) ha documentado que no existen antecedentes de discriminación u homofobia entre los simios. En este contexto queda invalidada la tesis de la homosexualidad como práctica contra natura. Por cierto, la presencia
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de homosexualidad en el reino animal es irrelevante para establecer las causas y el estatus moral de la homosexualidad entre los seres humanos. En segundo término, cabe considerar la acepción cristiana de sexo no natural. En principio, todo acto sexual que no tiene como fin la procreación es antinatural. Así se ha considerado pecado la masturbación y el sexo oral. A la fecha la distinción natural y antinatural se ha difuminado. Los feligreses han ido más allá de la doctrina al usar métodos anticonceptivos. En fin, la Iglesia Católica ha entendido que la relación sexual es más que una cópula destinada a engendrar. Sin embargo, respecto a la homosexualidad se mantiene la condena distinguiendo la condición de la actividad. Se tolera la primera y se reprueba la segunda. La inequidad es evidente si se lee en clave heterosexual. Se acepta que usted sea heterosexual pero no que realice actividad sexual. El cuestionamiento respecto al orden no natural de la homosexualidad permite diversas consideraciones. Nos abocaremos a tres asuntos de carácter normativo. En primer lugar, ¿si la homosexualidad es natural significa que es correcta? Invocar que siendo la homosexualidad natural es correcta es tan erróneo como apelar a que siendo no natural es incorrecta. En ambas sentencias la misma confusión. El origen de la homosexualidad y el juicio respecto a ella son dos asuntos distintos. Su origen natural o no natural es independiente de la valoración que merezca. El origen nada nos dice respecto a si es socialmente válida o respetable moralmente. Así, entonces, la discusión respecto al carácter natural o no natural de la homosexualidad es improductiva En segundo término, ¿los deseos si son innatos son justos y legítimos? No necesariamente. Que el deseo sea innato no supone su necesario cumplimiento. De hecho la agresividad extrema es una condición innata que es tratada con procedimientos muy invasivos. En el pasado reciente lobotomía. El carácter innato o adquirido del deseo homosexual es irrelevante respecto a la cuestión central. No avala su legitimidad social o pertinencia moral. Por último, ¿si la homosexualidad es innata es un derecho? No. Se puede nacer con tendencia genética a la depresión lo cual no la convierte en un derecho. El acceso a derechos es independiente del origen del asunto a proteger. ¡Nací zurdo reclamo mi derecho! Respecto al test de lo natural que se aplica a la homosexualidad tres puntos pendientes. ¿Por qué la homosexualidad es sometida a la prueba y no otras prácticas sociales como la monogamia o el celibato? ¿Por qué
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el carácter natural es un dato de interés? ¿Qué significa que el deseo sexual sea natural? Cuando se afirma que la homosexualidad es antinatural la agenda oculta es que se trata de una condición moralmente reprobable. ¿Por qué?
La orientación sexual a debate En relación con la orientación sexual hay un debate abierto que ha dado lugar a una farragosa discusión e ingente bibliografía. Nótese que consultado un niño respecto a su orientación sexual no entendería la pregunta. ¿La orientación sexual es una condición inscrita en la identidad de cada persona o es una construcción social definida por la cultura? Los esencialistas sostienen que es un rasgo objetivo e independiente del entorno, por otra parte, los constructivistas consideran que se trata de un atributo social siempre determinado por el contexto histórico. El esencialismo entiende la orientación sexual como característica indeleble de la condición humana. Desde esta perspectiva todas las personas, independiente de su matriz cultural, clasifican en las mismas categorías. La orientación sexual es transcultural. Esto no significa que tales categorías capten una verdad sobre la naturaleza humana. Sólo significa que heterosexualidad y homosexualidad como categorías de orientación sexual son ahistóricas. El constructivismo concibe la orientación sexual como una condición social dependiente de los modelos culturales. En este contexto no corresponde generalizar nuestra concepción de homosexualidad a otras culturas. En particular, porque cada sociedad asigna a las identidades de género o las orientaciones sexuales valoraciones coherentes con sus creencias y prácticas. ¿Todas las culturas han comprendido los actos homosexuales en los mismos términos? ¿Las personas homosexuales siempre han sido valoradas del modo que lo son actualmente? Se trata de una polémica trabada porque los esencialistas enfatizan en el deseo que es intemporal y los constructivistas en la identidad que es histórica. El deseo refiere a la biología y psicología; la identidad concierne a la cultura y la sociedad. ¿Cuál es el criterio de verdad? El esencialismo se verificaría empíricamente si en todas las culturas las orientaciones sexuales fueran siempre las mismas. Probar su universalidad es necesario y suficiente para validar la tesis de la orientación sexual como un dato transcultural. El constructivismo se contrastaría si demostrara que en orientación sexual existe un rango de variación cultural que permite concluir que nuestras categorías de clasificación
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son una construcción social. Es decir, que nuestras concepciones de heterosexualidad y homosexualidad no son inmanentes al ser humano. Una simplificación del debate es reducirlo a la dicotomía innato versus adquirido. Resulta de consenso que la orientación sexual tiene una impronta genética y ambiental. En consecuencia, es incorrecto concluir que si el esencialismo es verdadero la homosexualidad tiene origen genético o, por el contrario, si el constructivismo es correcto ésta se explica por efectos ambientales. Cabe señalar que la perspectiva esencialista suele asociarse con un enfoque conservador y el enfoque constructivista con una mirada radical posmoderna. En rigor, para intervenir políticamente contra la homofobia es más eficaz apelar al esencialismo. ¿Si la orientación sexual no se elige y no se puede abandonar por qué discriminar?
¿Qué dice la ciencia? Se ha desarrollado un programa científico de investigación destinado al estudio de la orientación sexual. Tres han sido las áreas dominantes. A saber, neuroanatomía (Levay, 1993), genética (Hamer et al., 1994) y herencia (Pillard et al., 1991). Desde estos estudios se han generado diversas líneas de investigación fundadas en la hipótesis biológica de la orientación sexual. La hipótesis biológica está avalada por el sentido común que supone una explicación natural para la atracción sexual. Se sustenta en investigaciones experimentales en animales que ratifican el origen biológico de la orientación sexual. Por último, esta línea de investigación converge con los intereses de activistas homofílicos –antónimo de homofóbicos– que valoran al carácter innato de la homosexualidad. En los seres vivos todo puede ser reducido a biología. La pregunta no trivial es, ¿cómo factores biológicos determinan la atracción sexual hacia una persona del mismo sexo? La respuesta general es que la orientación sexual se desarrolla durante la etapa fetal debido a determinantes biológicos. Por ejemplo, la explicación fundada en las hormonas sexuales sostiene que si los niveles de testosterona son altos en el período prenatal crítico el cerebro se organizará de modo que la predisposición de la persona será masculina en varios atributos de género como agresividad, competitividad y otros rasgos incluido la atracción sexual por las mujeres. Por el contrario, si los niveles de testosterona son bajos la evolución será típicamente femenina en todos los rasgos, incluido la atracción sexual por los hombres. Esta tesis es conocida como el modelo prenatal hormonal de la orientación sexual. Es la explicación biológica más simple y con evidencia empírica de respaldo. – 111 –
El programa de investigación fundado en ciencias duras ha reemplazado las explicaciones basadas en factores psicológicos y sociales. Hace treinta años la opinión dominante suponía que la experiencia de vida era decisiva para la orientación sexual. Según ese enfoque nuestra orientación sexual potencial se definía en función del entorno familiar y el contexto social. Esta percepción que asociaba homosexualidad con influencia del medio ha perdido influencia. Resulta, sin embargo, prematuro descartar los factores psicosociales en la explicación de la orientación sexual. Sea porque no hay una explicación biológica definitiva o en consideración a la teoría de los múltiples orígenes. Teoría de explicación combinada que atribuye a la biología un carácter determinante en el desarrollo de las disposiciones mentales que llamamos orientación sexual. En simultáneo, enfatiza el rol de los factores psicosociales para una comprensión multidimensional de una experiencia compleja como el deseo sexual. El origen múltiple apela a la noción intuitiva que en la sexualidad la interacción entre lo biológico y psicológico adquiere especial relevancia. Para ilustrar la comprensión respecto a la naturaleza y origen de la orientación sexual resulta pertinente la referencia a una encuesta aplicada a expertos en temas sexuales mencionada en LeVay (2011): Muchas personas piensan que la orientación sexual está determinada por uno o más de los siguientes factores: genético, hormonal, psicológico o social. ¿Cuál es su opinión de acuerdo a la información científica actual? Las respuestas de los expertos son variadas e incluyen las siguientes alternativas: «todas en conjunto», «factores prenatales», «una combinación de los factores nombrados» «factores genéticos y hormonales, y quizás alguna experiencia de la niñez». June Reinsch directora del Instituto Kinsey contestó «nadie lo sabe».
La homosexualidad como anormalidad ha generado un abundante programa de investigación destinado a explicar su origen y desarrollo. Resulta sugestivo que nadie ha estudiado nunca cómo y por qué se es heterosexual. La condición de normalidad invisibiliza la pregunta.
El determinismo biológico El argumento de la orientación sexual como un dato determinado biológicamente es recurrente en el discurso por la tolerancia y no discriminación. Resulta evidente que las personas no deben ser discriminadas por una condición de la que no tienen control. En general, quienes consideran que la homosexualidad es una condición
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innata son más proclives a la tolerancia que aquellos que la asocian a un modo de vida. Parece contra intuitivo pero el determinismo biológico es un argumento totalmente insuficiente. Una persona puede aceptar la versión determinista tolerando que alguien sea atraído por un compañero del mismo sexo, sin embargo, no aceptar que se involucre en relaciones sexuales que le resultan abominables. El determinismo biológico protege los deseos sin amparar la práctica. Posición de muchas iglesias cristianas que no consideran inmoral la homosexualidad aunque una inmoralidad el acto. Una perspectiva discriminadora incompatible con una política igualitaria, sin embargo, compatible con el argumento de la determinación biológica. Los argumentos biológicos sólo competen a los aspectos innatos de la homosexualidad. Si la orientación sexual fuera determinada biológicamente quedarían pendientes los temas más relevantes. La conciencia moral y los juicios de valor no se fundan en la biología. Por definición los argumentos biológicos son moralmente imponderables ¿Por qué asignarle estatus moral a una característica ganada por azar en la lotería de la vida? Por supuesto, desde una perspectiva propagandística se pueden utilizar argumentos biológicos con fines persuasivos. No sería primera vez que se hace uso político de la ciencia. Una simple comparación permite evidenciar la ineficacia del procedimiento. El origen genético de la pigmentación en la piel nunca ha sido razón para atenuar el racismo. ¿Por qué la homosexualidad debe recurrir al auxilio de la ciencia? Se trata de la única minoría discriminada a la que se le demanda una explicación respecto a su origen y causas. Desde luego a minorías religiosas o culturales no se les exige que expliquen acaso son naturales, inmutables, innatas, congénitas, etc. La intromisión de la ciencia devela que no es una discriminación cualquiera. La homosexualidad es un tabú. Paradojalmente un tabú es inmune a los argumentos científicos. Los resultados científicos permiten comprender la orientación sexual pero son insuficientes para desactivar el estigma de lo impuro. Sólo apelando a la conciencia moral es posible revertir un juicio moral que asocia la homosexualidad con el mal. ¿Cómo se nutre la conciencia de razones para el juicio moral? La conciencia moral se forma influida por la experiencia colectiva en la que está inmersa. En consecuencia, la desactivación del estigma dice relación con argumentos morales que discutan en la plaza pública qué prácticas sexuales son inmorales en y por sí mismas.
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Homosexualidad como enfermedad La homosexualidad ha sido concebida como crimen, enfermedad y pecado. Han resultado más insidiosas las condiciones de enfermedad y pecado con adeptos activos actualmente. A fines del siglo XIX dominaba la teoría de la degeneración que explicaba fenómenos tan disímiles como el alcoholismo, la locura y la homosexualidad. En todos los casos males hereditarios que se transmitían genéticamente provocando una degeneración insana. La homosexualidad sería una condición propia de individuos tarados desde el punto de vista psicológico o biológico. La teoría era un dispositivo de seguridad que permitía internar a los degenerados. Lombroso citado en Greenberg (1988) propone lo siguiente: «Los homosexuales nacidos como tales y que manifiestan su perversa propensión desde la niñez, sin ser determinados por una causa especial, deben ser confinados desde jóvenes» presumiblemente de por vida. La medicalización de la homosexualidad es la versión actual de la teoría de la degeneración. Entendida como enfermedad el paso siguiente es el tratamiento y la cura. No es evidente cuándo se padece de una patología mental. Tampoco es obvio si se está sano. Se puede entender sano o normal si se está cerca del promedio del grupo de pertenencia. Es una definición operativa que se usa en medicina para múltiples diagnósticos. Sin embargo, la definición estadística de salud resulta deficiente. Por ejemplo, algunas dolencias como la gripe son muy comunes (normales) y estados como la paz interior son menos frecuentes (anormales). El grupo de pertenencia puede generar conclusiones absurdas. La mayoría de las personas de cien años está muerta de lo que se deduciría que ese es el estado de salud normal para esa edad. Otra opción es valorar una enfermedad en su condición intrínseca. Un rasgo propio de la enfermedad es que es indeseable. Sin embargo, depende quién evalúe la enfermedad para que acceda a tal condición –el paciente, la enfermera, la familia, la sociedad. Un criterio normativo que depende del punto de vista no es objetivo. Esta dificultad se ve agravada en relación con las enfermedades mentales. El Comité Wolfenden que propuso en 1957 la despenalización de la homosexualidad en el Reino Unido estableció tres condiciones para reconocer una enfermedad: debe haber una causa, ser una patología demostrable y presentar síntomas. A juicio del Comité la homosexualidad no cumplía con las condiciones y fue despenalizada. Más allá de la pertinencia de las tres condiciones lo sorprendente es que se despenalice porque no es una enfermedad. En estricta lógica debería despenalizarse si se demuestra que sí es una enfermedad.
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La Asociación Americana de Psiquiatría en 1973 decidió eliminar la homosexualidad del texto que establece el canon en trastornos mentales. Se argumenta que no puede estar en el manual canónico (DSM II, 1973) porque no cumple con los requisitos: «Para que una condición mental se considere una alteración psiquiátrica debe producir inestabilidad emocional o debe asociarse regularmente con una incapacidad generalizada; la homosexualidad no satisface estos requisitos». El titular de un diario de la época citado en LeVay (1996) desnuda la inconsistencia: «20 Millones de Homosexuales Obtienen Cura Instantánea». En fin, el Comité y la Asociación conceptualizan el mismo tema que los induce a conclusiones similares como si fueran dos materias distintas que requieren razones diferentes. La homosexualidad como alteración de la conducta ha dado lugar a dos movimientos orientados a cambiar la orientación sexual. Uno de carácter secular promueve la cura de la enfermedad y el otro de origen religioso promete la redención basada en la fe. Se trata de dos movimientos que a menudo se solapan en su visión y misión. Están de acuerdo en lo fundamental. Sólo desde la homofobia tiene sentido una terapia de reorientación sexual o redimirse de un pecado. Ambos movimientos están vigentes y disponibles para quien quiera recurrir a sus servicios. El movimiento que promueve la terapia reparadora es fundado en Estado Unidos en 1992 como Asociación Nacional para la Investigación y la Terapia de la Homosexualidad (el acrónimo inglés es NARTH). Existe consenso en que no hay evidencia científica a favor de las terapias de reconversión y múltiple evidencia de efectos dañinos. Se ha documentado daño emocional, psicológico, económico, entre otros. La inmensa mayoría de las organizaciones sanitarias han manifestado su preocupación respecto a la ética y motivaciones que animan esta práctica. La Asociación Americana de Psicología en 2009 (sigla en inglés APS) condenó las terapias reparativas e instó a sus miembros no ofrecer cambios en la orientación sexual. Se tuvo en consideración la falta de evidencia y la posibilidad cierta de generar cuadros depresivos o tendencias suicidas. La ilusión de que es posible mejorarse de la homosexualidad es en sí misma un rasgo de homofobia. El movimiento cristiano que busca redimir del pecado incluye múltiples agrupaciones vinculadas a distintos credos. La organización internacional de mayor presencia es Exodus International. Fundada en 1976 ha tenido presencia en 17 países. En 2013 anunció el fin de sus actividades y pidió perdón por el daño causado durante los 37 años de existencia. Actualmente opera Exodus Global Alliance como una escisión del original asumiendo
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la misma tarea de salvar a los pecadores mediante el arrepentimiento y la fe en Jesucristo. En los textos de divulgación asocian la homosexualidad con un estilo de vida promiscuo, lujurioso, solitario y culpable. Se crea un estereotipo repulsivo del que se puede salir de la mano de Cristo Redentor. Literalmente se sataniza la homosexualidad para promover una cambio metafísico: «El cambio se produce mediante la relación con Jesús lo que permite la creación por Dios de una nueva persona. Este logro es fruto del trabajo de Jesús. Jesús elimina nuestros pecados y nos deja libres del poder del pecado». (Exodus Global Alliance, 2014). La homosexualidad caricaturizada queda a merced de prodigios sobrenaturales. Para la comunidad científica concebir la homosexualidad como enfermedad o pecado es producto de un enjuiciamiento moral ajeno a la evidencia empírica. Lo cierto es que a los heterosexuales no les atrae la experiencia sexual que interesa a los homosexuales y viceversa. Ahora bien, esto no significa que unos u otros estén enfermos.
Demografía La demografía de la orientación sexual es particularmente incierta. La cuantificación de la población homosexual es imprecisa porque al problema del estigma se suma la dificultad para operacionalizar el concepto. Por ejemplo, quienes se sienten atraídos sexualmente por personas de su mismo sexo no coincide con aquellos que actúan acorde a sus deseos. Por otra parte, los que actúan acorde a sus deseos no coincide con aquellos que se definen lesbianas o gays. Más aún no resulta evidente que se entiende por un acto sexual. ¿Lo es la masturbación mutua? En consecuencia, la medición de la población homosexual otorga resultados sólo de referencia. Resulta difícil establecer un valor a la cantidad de subdeclaración. ¿Cuántos se inhiben a responder ante el riesgo de la hostilidad? No es sorprendente que la población homosexual medida en reputadas investigaciones asume valores en un rango de 1% a 10%. Un dato que ha sido verificado refiere a la concentración de población homosexual en las ciudades. El entorno rural no permite el anonimato y disminuye la posibilidad de encontrar pareja. Según documenta Wellings et al. (1994) en Gran Bretaña el 43% de los homosexuales vive en Londres y sólo el 0.5% en Gales y Escocia. Por lo anterior, la población homosexual de Londres es del 5%. Withman (1983) en un estudio comparativo ratifica que en las grandes ciudades de los países desarrollados el 5% de la población es homosexual.
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En Chile no hay datos oficiales. El censo 2012 preguntó por la convivencia con pareja del mismo sexo. El dato no es fiable por la deficiente aplicación del cuestionario. Muchos entrevistadores omitieron la pregunta. El Movimiento de Liberación Homosexual (MOVILH) realiza cálculos al alza basados en el supuesto que entre siete y diez por ciento de la población es homosexual. La referencia es el Informe Kinsey que reporta diez por ciento a mediados del siglo pasado en Norteamérica. Sin embargo, es un informe que ha sido objeto de severas críticas metodológicas. Basados en resultados de múltiples investigaciones realizadas en países desarrollados con resultados disímiles concluiremos que la población homosexual es 3,5% incluidos hombres y mujeres. Es una cifra de referencia que promedia resultados reportados en estudios posteriores a 1990. Considerando los resultados del censo del 2012 presentado oficialmente por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2014 calculamos el tamaño de la población homosexual en Chile. Para estos efectos consideramos a la población mayor de 15 años en el entendido que antes de esa edad la condición homosexual es latente. Asumidos los supuestos señalados la población homosexual es 486.299. Se presume que el número de hombres es superior aunque hay condicionantes culturales que pueden ocultar la proporción real de mujeres. Estudios longitudinales realizados en la última mitad del siglo veinte y comparativos con la información de fines del siglo XIX permite concluir que la prevalencia de la homosexualidad se ha mantenido constante el último siglo en Occidente. No hay cifras en relación con la homosexualidad en distintas culturas y menos en distintos períodos históricos. No sabemos si la realidad de la modernidad es extrapolable. No hay evidencia a favor o en contra.
El matrimonio El enfoque tradicional nos instruye que el matrimonio es la unión indisoluble entre un hombre y una mujer. No es una convención social o un acuerdo legal porque nos es dado por la naturaleza, las escrituras o la tradición. Es un pilar para la familia y la sociedad. Para los católicos un sacramento. Los críticos apelan a que es una institución social que está en constante cambio y que ha adquirido distintas características según grupos y culturas. Como prueba invocan cambios en los últimos siglos que evidencian su condición cultural. En particular, las restricciones legales y sociales para elegir pareja han sido levantadas incluyendo el veto por clase social, religión y raza.
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La reivindicación del matrimonio igual para todos se esfuma si el matrimonio es abolido. Existen múltiples propuestas al respecto. Por ejemplo, la planteada por Fineman (1995) que suplanta el matrimonio civil por un contrato individual entre las partes interesadas. Se elimina el carácter público asociado al matrimonio y los implicados definen los términos de la relación contractual que estiman conveniente. El contractualismo se sustenta en la libertad de asociación de adultos soberanos e iguales. El matrimonio como institución pública se caracteriza porque el Estado realiza un reconocimiento oficial y da su venia para legitimar una relación de pareja informal. El reconocimiento estatal le otorga al matrimonio un valor singular. Sus implicancias no son sólo pragmáticas sino también simbólicas. La ley legitima a los contrayentes ante la sociedad y los provee de respeto. El matrimonio igualitario permite enfrentar formas ancestrales de injusticia cultural. El no reconocimiento y la no consideración son formas de rechazo invisible inoculadas en el inconsciente colectivo. La aceptación del Estado tiene un valor anti discriminación inmediato en virtud del poder cultural de la ley. La ley transmuta lo inmoral en moral, lo ilegítimo en legítimo, lo antinatural en natural. El poder cultural de la ley permite que decretada la igualdad legal resulte más fácil la evolución hacia la igualdad cultural. La vida enseña que no son procesos simultáneos. Sin embargo, establecida la igualdad legal es posible representar en la sociedad civil la pertinencia de la igualdad cultural. ¿Por qué importa el carácter legal, cultural y religioso implícito en el matrimonio? Para los opositores al matrimonio igualitario es inconcebible separar los tres dominios. Siendo un acto definido por la tradición el Estado sólo da conformidad a un evento anterior a él. Los partidarios de un matrimonio igualitario disocian las diversas dimensiones del matrimonio. Descomponen lo legal de lo religioso. Ambas partes asumen que el reconocimiento legal implica un reforzamiento cultural. El mensaje del Estado es legal y simbólico. La disputa se remite a que unos quieren impedir el mensaje y otros desean que se emita. La oposición al matrimonio igualitario no se basa en negar los beneficios instrumentales que otorga el matrimonio. El AUC (Acuerdo de Unión Civil) recoge las cuestiones domésticas y administrativas de la vida en pareja. ¿Por qué no al matrimonio? Porque el matrimonio igualitario pone en cuestión la institución matrimonio. Le quita sustento a una institución que es la base natural del orden social. ¿Cómo así? – 118 –
El matrimonio está investido del poder que ostenta porque conjuga la fuerza legal, la potencia cultural y el peso de lo sagrado. En virtud de lo cual emerge como una institución del orden de lo natural. No una construcción social sino una entidad universal por encima de la sociedad. La naturalización del matrimonio supone que éste es entre un hombre y una mujer. Sería artificial incluir a parejas del mismo sexo. El matrimonio igualitario obliga a renunciar a la concepción clásica que articula lo legal, lo cultural y lo religioso. Eliminada la restricción que alude al sexo de los contrayentes resulta insostenible una concepción que apela al carácter natural y al mandato de Dios. Legalizado el matrimonio igualitario se abren varias alternativas. A nivel de religiones algunas celebrarán el vínculo y otras se negarán; algunos ciudadanos aceptarán el nuevo reconocimiento y otros no. En este escenario se derrumba la visión del matrimonio como institución trascendente. Por cierto, esta es una tarea que han avanzado las parejas que viven al margen del matrimonio o que se casan después del divorcio. Sin embargo, el matrimonio entre homosexuales es un golpe cualitativamente distinto para quienes conciben el matrimonio desde una mirada esencialista inspirada en Dios. El matrimonio igualitario pone en cuestión el canon. Aceptado el matrimonio homosexual el orden heterosexual queda en entredicho como la norma canónica. En el largo plazo la restricción a parejas del mismo sexo sería un anacronismo como lo es hoy la restricción al matrimonio de parejas de distinta religión o diferente raza.
Matrimonio igualitario El debate del matrimonio igualitario y el estatus moral de la homosexualidad son dos temas relacionados. Si se aprueba el matrimonio entre homosexuales como efecto colateral mejorará el juicio moral sobre la homosexualidad. La normalización del matrimonio también normalizará la homosexualidad. Sin embargo, el matrimonio igualitario tiene un fin propio. En lo tangible permitiría crear una familia y en lo intangible implica un reconocimiento a la igualdad. La primera objeción al matrimonio igualitario apela a la definición de matrimonio. No se niega el derecho al matrimonio porque per se es la unión entre un hombre y una mujer. El matrimonio entre dos personas del mismo sexo se presume tan absurdo como el matrimonio entre un guante y una mano. Llamar matrimonio a lo que es inconcebible es totalmente arbitrario.
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La objeción semántica no argumenta sino que concluye. Se trata de discernir respecto al matrimonio del mismo sexo y esta objeción concluye que éste es imposible porque precisamente es un matrimonio entre personas del mismo sexo. Un razonamiento circular en el que se confunde algo indeseable con algo imposible. El matrimonio como institución social está en continua evolución. Además el lenguaje está sujeto a revisión y cambio permanentemente. En consecuencia, si la ley reconoce el matrimonio entre personas de un mismo sexo será un matrimonio para todos los efectos y la palabra incluirá una nueva variante. ¿Por qué no incluir otra alternativa al matrimonio? ¿Acaso los homosexuales no son iguales ante la ley? Otra objeción invoca el derecho natural y la voluntad de Dios. Dado que no vivimos en un Estado teocrático no amerita discusión. Sin embargo, la objeción de la nueva ley natural que remite a rasgos naturales propios del matrimonio requiere atención. A diferencia del razonamiento clásico de Santo Tomás se comprende que los órganos sexuales pueden tener un uso distinto a la procreación. Reducir el uso de los órganos a su fin natural implica conclusiones absurdas como castigar andar en las manos y otras acrobacias. La nueva ley natural concibe el matrimonio como una instancia de unión trascendental en el que la pareja establece una nueva unidad espiritual que se une biológicamente en actos reproductivos. El matrimonio resulta ser una unión comprehensiva a todos los niveles incluido el biológico. El único modo en que la pareja puede unirse biológicamente es en el acto sexual. Las parejas que no se unen en una unidad reproductiva no constituyen un matrimonio. En consideración de lo anterior los homosexuales no pueden ser una unión comprehensiva por lo que un matrimonio de parejas del mismo sexo es antitético a la noción de matrimonio. La objeción obvia a esta noción prepolítica del matrimonio refiere al estatus matrimonial de parejas estériles. Por ejemplo, un hombre al que se le ha extirpado la próstata o a una mujer el útero. ¿Cómo podrían constituirse físicamente en una unidad reproductiva? Se responde que la relación sexual sigue siendo de tipo reproductivo porque está alineada con el acto de procreación. En consecuencia, esa pareja constituye un matrimonio. La pareja se unifica en la cópula estableciendo la unión trascendental que caracteriza al matrimonio. La idea que en el acto sexual una pareja deviene «literalmente, no metafóricamente, un organismo» (George 1999) constituyendo la unión trascendental propia del matrimonio conduce a conclusiones
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inaceptables, incluso para los promotores de la nueva ley natural. Si el matrimonio requiere de actos sexuales que unifican a la pareja en una unidad reproductiva en qué condición queda una persona aquejada de tetraplejia. ¿El matrimonio le está vedado? Acaso los teóricos de la nueva ley natural (Girguis, et al. 2010) propugnan que el Estado debe excluirlos del matrimonio civil. En verdad el nexo entre sexo, matrimonio y reproducción se ha difuminado como resultado de cambios culturales como la igualdad de género y los avances tecnológicos en inseminación artificial. El contexto más amplio incluye cambios de distinto orden: la estructura de la familia, las prácticas sexuales, la concepción del matrimonio y los roles dentro de él. La objeción al matrimonio igualitario se realiza en un contexto de rechazo a transformaciones culturales en curso que amenaza el modo de vida tradicional. El matrimonio igualitario se plantea como una amenaza a los niños, la familia, la sociedad y la civilización. Un escenario apocalíptico que se ha planteado cada vez que ha habido un cambio sustantivo en el régimen familiar. Así sucedió cuando se legisló para que la mujer pudiera heredar accediendo a patrimonio propio; cuando se legalizaron los métodos anticonceptivos; cuando se estableció igualdad de derechos en la sociedad conyugal; cuando se aprobó el divorcio. La misma profecía catastrofista ante el avance de valores racionales, laicos y plurales propios de la modernidad. Como lo señala Gallagher (2003), voz autorizada en el debate norteamericano y fundadora de la Organización Nacional para el Matrimonio (sigla en inglés NOM): «Perder la batalla del matrimonio igualitario significa perder la idea que los hijos necesitan padres y madres. Significa perder el debate sobre la naturaleza del matrimonio. Significa perder el debate sobre los límites del gobierno. Significa perder la civilización Americana. Significa perder, punto» A diferencia de lo que suponen los apocalípticos el matrimonio igualitario es una consecuencia, no la causa, de los cambios culturales en curso.
El debate La discusión respecto al matrimonio igualitario no aborda el carácter ideológico y político que supone la institución matrimonio. Sea para impugnarlo como institución autoritaria y jerárquica que reproduce un sistema injusto o, por el contrario, para reivindicarlo como una institución fundadora del orden social vigente. El debate sobre la institución queda postergado por la polarización en torno a una dicotomía que produce dos
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bandos antagónicos. Los partidarios del matrimonio igualitario apelan a la igualdad de derechos y la autonomía individual, por el contrario, los opositores arguyen invocando la tradición y la moral. Un conjunto de estudios empíricos da cuenta de los argumentos que en el sentido común colectivo avalan cada una de las posiciones en pugna. En particular, amerita destacar los resultados recopilados por Hull (2011), Badgett (2009), Eskridge et al. (2006) en Norteamérica, Holanda y Dinamarca, respectivamente. Sin duda, una extrapolación mecánica a nuestra realidad resulta inadecuada. Sirven como referente para revelar un conjunto de tópicos que en cierta medida forman parte del debate en curso. Para ilustrar los términos del debate se considerarán los argumentos más recurrentes utilizados tanto por los que aprueban como por los que desaprueban el matrimonio igual para todos. También se establecerá la importancia relativa de los argumentos en comento. Tabla 1. Argumentos a favor del matrimonio igualitario Argumentos
Porcentaje
Derechos, igualdad, no discriminación
33
Tolerancia, anti prejuicios
21
Desacuerdo con tácticas de los opositores
14
Comparación con otras opresiones
13
Protección de la minorías
11
Separación de la iglesia y el Estado
8
fuente: hull (2011) y elaboración propia.
En la tabla 1 el argumento de los derechos y la igualdad ante la ley prevalece notoriamente. Resulta mayoritaria una posición que articula lo legal –derechos– con lo ético –no discriminación. El término derechos puede referir a derechos civiles, derechos legales, igualdad de derechos o simplemente a las nociones de justicia e igualdad. La tolerancia supone un reconocimiento a la diversidad y una condena a la discriminación. Sin duda, se trata de una postura que reconoce el derecho a decidir soberana y libremente respecto a lo que conviene a cada cual.
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Tabla 2. Argumentos en contra del matrimonio igualitario Argumentos
Porcentaje
Voluntad mayoritaria debe respetarse
23
Desacuerdo con tácticas de los opositores
23
Rechazo a que se reconozca como derecho
19
Homosexualidad es un opción, estilo de vida
13
Moralidad y voluntad de Dios
12
Respeto a definición tradicional de matrimonio
10
fuente: hull (2011) y elaboración propia.
En la tabla 2 el argumento principal no apela a los derechos sino al respeto de las mayorías. Se problematiza que se legisle en contra de la voluntad ciudadana. También se cuestiona que el matrimonio igualitario sea un asunto de derechos civiles. El énfasis no se pone en el acceso a derechos sino en el futuro del matrimonio. En fin, el argumento de las libertades es reemplazado por clásicos como la condena moral y la definición tradicional de matrimonio. Una postura que congenia la exigencia democrática del respeto a la voluntad mayoritaria con el enjuiciamiento moral a la homosexualidad. Quedan instalados diversos debates parciales a partir de las opciones que alimentan la discusión general. Por ejemplo, la pertinencia de argumentos religiosos en una sociedad laica; la cuestión si el matrimonio igualitario es del ámbito de los derechos o de la moral; el reconocimiento a las minorías en el juego democrático. La diferencia respecto a estos temas desagrega la dicotomía matrimonio versus no matrimonio en múltiples variantes. Sin embargo, hay un patrón que subyace a toda la discusión. Los partidarios del matrimonio igualitario se atienen a que es una cuestión de igualdad y libertad. Los opositores rechazan que la discusión competa a derechos y la circunscriben a juicios morales. La oposición al matrimonio igualitario se ve forzada a un giro conceptual. ¿Cómo justificar que a una minoría se le niegue la igualdad legal? ¿Cómo justificar que le esté vedado un derecho básico del que gozan los miembros de la mayoría? Injustificable en un estado moderno. El giro supone trasladar el matrimonio igualitario del ámbito de los derechos civiles a una materia que compete a la moral o la religión. En nombre de la palabra de Dios o de la inmoralidad se puede defender todo. Son argumentos inexpugnables que se contienen a sí mismos. ¿Cómo razonar con un pasaje de la Biblia? Sólo es posible un argumento de procedimiento que recuerde que el Estado y la Iglesia son instituciones independientes.
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Dos ausencias en los argumentos esgrimidos por los partidarios del matrimonio igualitario. En primer término, sorprende que no se arguya a favor del matrimonio como un bien para la vida en pareja. Los argumentos para sostener la tesis son públicos. Ball (2003) interpela al Estado en términos morales: Nuestra sociedad, al negar a lesbianas y hombres gay la oportunidad de acceder al matrimonio, una institución fundamental para proteger o promover la intimidad física y biológica propia de relaciones prolongadas, incumple en su deber porque inhibe un desarrollo humano pleno en lesbianas y hombres gay. Este incumplimiento es inmoral.
En segundo lugar, extraña que no se mencione la legitimidad que otorga el matrimonio. El reconocimiento institucional del Estado es un sello de igualdad de rango oficial con efectos culturales evidentes. Es un intangible que permite iniciar la acumulación de capital simbólico. La legitimidad es la clave para abolir la discriminación. Para la legalización del matrimonio igualitario no tiene sentido argumentar en términos de derechos y libertades. La contraparte es sorda ante esas razones. En el mismo sentido que las invocaciones a la Biblia son inútiles para los partidarios de un matrimonio igual para todos. Un diálogo de sordos es infructuoso. Se trata de establecer una discusión que interpele a la contraparte. No vale con impugnar los argumentos del contrario es preciso responder a ellos. Esto significa que la defensa del matrimonio igualitario debe apelar a argumentos morales. En particular, respecto a la condición moral de la homosexualidad. Sin embargo, la resolución del debate no será producto de una contienda ética. En última instancia el desenlace dependerá de una decisión política atendiendo la legitimidad social de la reivindicación.
Legislación internacional El matrimonio entre personas del mismo sexo ha sido legalizado en un creciente número de países, mayoritariamente de Europa y América. Cronológicamente la lista la encabeza Holanda y termina en Luxemburgo cuya ley entra en vigencia en 2015. En seis países hay propuestas pendientes de ratificación por parte del legislativo. La adopción homoparental es legal en veinticuatro países y en tres más la legislación incluye sólo parte del territorio nacional. Es el caso de Estados Unidos, Méjico y Reino Unido. Las relaciones sexuales consentidas entre adultos del mismo sexo están penalizadas en más de setenta estados. El castigo con pena de muerte está vigente en seis países musulmanes que aplican la sharia.
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Francia presentó en 2008 en el foro de Naciones Unidas una moción para que la homosexualidad fuera despenalizada en todos los países miembros. El Vaticano y la Organización de la Conferencia Islámica se opusieron. La moción obtuvo el voto de sesenta y seis países incluido Chile. Estados Unidos y Rusia no firmaron el acuerdo. A la fecha sigue pendiente de aprobación. En la tabla 3 se presenta el listado de los países en que el matrimonio igualitario es legal y el año de vigencia de la ley. Tabla 3.– Matrimonio homosexual y año Holanda 2001
Sud Africa 2006
Argentina 2010
Francia 2013
Bélgica 2003
Noruega 2009
Dinamarca 2012
Nueva Zelandia 2013
España 2005
Suecia 2009
Brasil 2013
Luxemburgo 2015
Canada 2005
Islandia 2010
Uruguay 2013
Eslovenia 2015
EEUU 2015
Finlandia 2017
méxico y reino unido según territorio
El Acuerdo de Unión en Civil es la variante nacional a la regulación de uniones entre personas del mismo sexo. En los países en que se ha legislado ha asumido distintos nombres con variantes respecto a las características que lo distinguen. En general, ofrece las ventajas para la convivencia que otorga el matrimonio sea a parejas homosexuales o heterosexuales que renuncian al matrimonio. La tabla 4 presenta el listado de países en que se ha legislado al respecto. Normalmente los países que aprueban el matrimonio igualitario también disponen de la opción unión civil. Tabla 4.– Uniones homosexuales y año Dinamarca 1988
Holanda 1998
Andorra 2005
Austria 2010
Noruega 1993
Portugal 2001
Nueva Zelandia 2005
Liechtenstein 2011
Suecia 1995
Alemania 2001
Eslovenia 2006
Brasil 2011
Groenlandia 1996
Finlandia 2002
Suiza 2007
Estonia 2014
Hungría 1996
Croacia 2003
Colombia 2007
Chile 2014
Francia 1998
Luxemburgo 2004
Uruguay 2007
Bélgica 1998
Reino Unido 2004
Ecuador 2008
israel y australia convivencia no registrada
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La familia El matrimonio como institución social tiene como fin que la pareja sancionada con el vínculo constituya una familia. Han existido múltiples modos de ordenamiento doméstico y sistemas de parentesco que califican como familias. Según la Declaración Universal de los Derechos Humanos es el elemento natural, universal y fundamental de la sociedad. En Occidente la familia de referencia es patriarcal y monogámica. Reconocida por el Estado y bendecida por la Iglesia. La familia es un producto cultural que no tiene una identidad universal o una esencia ideal. Como institución social es el producto de procesos históricos centenarios. En consecuencia, resulta arbitrario que un sector se apropie del concepto familia para incluirlo en su agenda política. Evidenciando su carácter dinámico tres botones de muestra: a) la abolición en 1989 de la potestad marital que sometía la vida privada y jurídica de la mujer a la aprobación del cónyuge; b) la modificación en 1998 de la Ley de filiación que hacía la odiosa diferencia entre hijos legítimos, naturales e ilegítimos; c) la promulgación en 2004 de la Ley de matrimonio civil que permite el divorcio. La familia nuclear se ha visto disminuida por cambios culturales que han dado lugar a diversas variantes. A la fecha la noción de familia no da cuenta cabal de los nuevos modos de construir lazos de parentesco. El concepto formas familiares alude con más propiedad a las múltiples alternativas en uso. Sirva como referencia el siguiente listado. -Familia nuclear, integrada por la madre, el padre y su descendencia. -Familia extensa, formada por parientes que pueden incluir abuelos y nietos. -Familia monoparental, integrada por uno de los padres y uno o más hijos. -Familia agregada, compuesta por dos familias que comparten una vivienda. -Familia ensamblada, formada por padres divorciados con hijos propios y del matrimonio anterior.
Pues bien, un matrimonio igual para todos con derecho a formar familia supone sumar una nueva categoría al listado anterior. -Familia homoparental, constituida por una pareja de hombres o mujeres y uno o más hijos.
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El efecto en los niños La oposición al matrimonio igualitario invocando el efecto negativo en los niños presenta distintas variantes. En general, se sostiene que un modo probado de criar hijos supone un padre y una madre. En particular, padres biológicos sin graves conflictos de pareja. A propósito de la adopción se aduce que si los padres son homosexuales aumenta el riesgo de hijos homosexuales. Se presume cierta disposición de los padres a reclutar a sus hijos. Se trata de una conjetura sin sustento. La orientación sexual tiene un origen complejo imposible de reducir al efecto padres. En rigor, los homosexuales provienen de hogares formados por padres heterosexuales. Contra la adopción se apela a un argumento que tiene sustento empírico. A saber, los hijos de padres homosexuales serán objeto de burla por parte de sus compañeros de estudio. En muchos casos será verdad aunque asimilable a la burla que sufrirán si sus padres son enanos o muy pobres o pinochetistas o mormones o muy ricos, etc. Los niños pueden ser objeto de burla por múltiples razones sobre las que no tienen ningún control. La tarea de los padres es prepararlos para enfrentar las posibles amenazas y no inhibirse de ser padres. ¿Cuál es la opinión de los profesionales y científicos en relación con la paternidad de parejas homosexuales? Valga la cita de un organismo cuya misión es el cuidado de los niños: La Academia Americana de Pediatría reconoce que un cuerpo considerable de literatura profesional provee de evidencia para concluir que los niños cuyos padres son homosexuales pueden tener las mismas cualidades y las mismas expectativas de salud, adaptación y desarrollo, que los niños cuyos padres son heterosexuales (American Academy of Pediatrics, 2002).
Esta opinión es de consenso en una larga lista de instituciones que en función de la evidencia empírica establecen que la orientación sexual de los padres no condiciona el bienestar de los hijos. Resulta notable que quienes se oponen al matrimonio igualitario intenten establecer un nexo entre matrimonio y adopción para deslegitimar la aspiración igualitaria. Presentaremos dos argumentos esgrimidos a este respecto. El primer razonamiento supone que la legalización del matrimonio igualitario fomentaría el deseo de paternidad en parejas homosexuales. Dado (contra la evidencia) que los hijos crecen con desventajas sería funesto legalizar el matrimonio igualitario. La tesis en abstracto resulta convincente, sin embargo, deja de serlo cuando la contrastamos con la realidad. – 127 –
Una pareja homosexual puede acceder a un hijo por dos vías principales. La primera alternativa es recurrir a un orfanato. ¿Qué es mejor para el niño? No tener hogar o acceder a uno compuesto por una pareja homosexual. La segunda opción es la inseminación artificial. Una pareja de lesbianas procrea sin conocer al padre del hijo que es engendrado. ¿Qué es mejor para el niño? Las opciones son existir o no existir. El segundo argumento para rechazar el matrimonio igualitario invocando el perjuicio en los hijos apela a la familia nuclear. Se argumenta que la familia es una institución de eficacia probada para la crianza responsable de los hijos. ¿Cuál es el inconveniente del matrimonio igualitario? Es el germen de familias sin padres o sin madres. En verdad, la naturaleza biológica o jurídica de los padres es uno de los múltiples factores que inciden en la crianza de los hijos. La evidencia enseña que la clase social de origen es relevante para explicar diferencias en desarrollo cognitivo, desempeño académico, criminalidad juvenil, embarazo adolescente y clase social en la adultez. Sin embargo, nadie imagina que la clase social más desfavorecida deba renunciar a la paternidad para evitar que sus hijos sean criados con desventajas. La reivindicación de la familia nuclear en abstracto no permite concluir que una pareja de lesbianas per se ofrezca condiciones de crianza inferiores a las de una pareja heterosexual. Depende.
Homofobia El término homofobia acuñado por Weinberg (1972) etimológicamente significa miedo a alguien similar. Una fobia como la claustrofobia o la aracnofobia. La diferencia es que en el temor irracional a la arañas la culpa no es de la araña sino de quien reacciona con pavor. En la homofobia el culpable es el homosexual. La homofobia es una manía contra los homosexuales. Dos definiciones de contexto. Mohr (1992) enfatiza la acción: «homosexual es una persona que desea tener relaciones sexuales con miembros de su mismos sexo biológico». Ruse (1988) considera al deseo: «homosexual es una persona cuyos anhelos y fantasías eróticas son dirigidos hacia su propio sexo y cuyas acciones son influidas por tales anhelos». La definición de homofobia de Morin et al. (1978) facilita la comprensión de la fobia: Desde una perspectiva cultural la homofobia es definida como un sistema de creencias que se basa en mitos y estereotipos acerca de las personas homosexuales. En particular, puede describirse como: a) un conjunto de
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ideas que justifican la discriminación por orientación sexual b) uso de una jerga ofensiva hacia la minoría gay c) desprecio a la forma de vida de los homosexuales en comparación con los heterosexuales.
Homofobia ha dejado de designar una perturbación que aflige a ciertos individuos que ven en los homosexuales una amenaza. El término ha ampliado su cobertura para incluir la intolerancia y la discriminación. Se trata de actitudes que no son competencia sólo de la psicología individual. Las raíces psicológicas son de interés secundario respecto a los campos discursivos de los cuales emergen las prácticas de segregación. Prácticas que establecen una distribución no equitativa del estatus en la sociedad. La homofobia es de la misma categoría que el clasismo y el racismo. Se trata de construcciones sociales que se presentan como inferioridades naturales. En los tres casos un velo ideológico naturaliza condiciones subalternas explicadas por la distribución desigual del poder. Velo ideológico que racionaliza y legitima la inferioridad del otro en virtud de su condición. Naturalizada la desigualdad se construye un espacio social con un grupo privilegiado y otro subalterno. La comunidad de iguales se esfuma. Los subalternos no son reconocidos como otro semejante. Definidos como inferiores pueden ser discriminados impunemente. La construcción social de la desigualdad opera con la misma lógica para el clasismo, el racismo y la homofobia. Sin embargo, la actitud hacia la discriminación es disímil. El clasismo y el racismo resultan incómodos y la homofobia permite la mofa en televisión. Ninguna nación, cultura o individuo es natural y esencialmente homofóbico. Sin embargo, ciertos individuos son más proclives. A modo de referencia un listado de atributos compartidos por individuos homofóbicos: religiosos; edad avanzada; baja educación; poco permisivos o culposos respecto a la sexualidad; conservadores; personalidad autoritaria; tradicionalistas respecto a los roles de los géneros. En el origen del prejuicio confluyen rasgos biográficos de distinta índole. La homofobia no es un dato inmanente a ninguna formación social o persona.
El derecho a veto El matrimonio igualitario genera una dura contienda porque está en juego el orden tradicional. No sólo el orden real sino también el simbólico. Supone un revisión para las representaciones y significados que todos tenemos del matrimonio y la familia. En virtud de lo cual se ejerce un veto político a un matrimonio igual para todos.
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En principio, la igualdad ante la ley impide el veto a comportamientos que cierta doctrina considere inmorales, desviados o inferiores. Por cierto, se puede creer que el matrimonio entre personas de distinta religión es inmoral o que el divorcio para después contraer matrimonio es inmoral. Sin embargo, tales convicciones no otorgan el derecho a vetar el casamiento de esas personas. ¿Por qué respecto a la homosexualidad se ejerce el veto? Porque la condición homosexual desnaturaliza al matrimonio. ¿En qué sentido? El matrimonio es un recurso cultural importante. Requisito de la familia nuclear. La familia es la célula básica de la sociedad. La sociedad como sistema se reproduce a sí misma reproduciendo el orden vigente. En consecuencia, problematizar el matrimonio es cuestionar las bases de la organización social. La familia cumple la delicada tarea de transmitir la posición social de generación en generación. El matrimonio en su versión tradicional es entre un hombre y una mujer. La inclusión de parejas del mismo sexo altera el orden natural y contraviene un precepto religioso. Una tensión a la que no puede ser sometida una institución básica de la estructura social. Por tanto, defender el matrimonio contra su desnaturalización es defender a la sociedad de amenazas disolventes. En un país laico y plural todos estamos habilitados para diseñar, y cumplir las metas, fines, logros y sueños que atañen a nuestra vida privada. El veto impide a los homosexuales convertir sus proyectos en realidades. Una prohibición que impone un canon moral sectario en códigos y valores que nos obligan a todos. Imposición insostenible en una sociedad en la que los valores que nos obligan deberían emanar de todos y no pertenecer a nadie. La reivindicación de un matrimonio igualitario no supone que cada persona levante el veto. El Estado no puede imponer por ley reconocimiento mutuo y tolerancia obligada. Siempre será una decisión personal en coherencia con otras convicciones. Sin embargo, es obligación del Estado otorgar igualdad ante la ley. Todos los ciudadanos son iguales en dignidad y derechos. Pese a todo el Estado se mantiene contumaz en la discriminación. ¿Indefinidamente?
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Bibliografía American Academy of Pediatrics. 2002. Committee on Psychosocial Aspects of Child and Family Health. Illinois: American Academy of Pediatrics. Badgett M. 2009. When Gay People Get Married. Nueva York: University Press. Ball C. 2003. The Morality of Gay Rights. Nueva York: Routledge. Blankenhorn D. 2007. «Defending Marriage Down is No Way to Save It», Weekly Standard. DSM II. 1973. Diagnostical and Statistical Manual of Mental Disorders II. Arlington: American Psychiatric Association. Eskridge W., et al. 2006. Gay Marriage for Better or Worse. Nueva York: Oxford University Press. Exodus Global Alliance. www.exodusglobalalliance.org. Fineman M. 2005. «Marriage and Meanings» en A. Bernstein, ed. ¿Why Marriage. Nueva York: New York University Press. Gallagher M. 2003. «The stakes: Why we need marriage», National Review Online. Georges R. 1999. In Defense of Natural Law. Oxford: Oxford University Press. Girgis S. et al. 2010. «What is Marriage?», Harvard Journal of Law and Public Policy. Greenberg D. 1988. The Construction of Homosexuality. Chicago: The University of Chicago Press. Hamer D. et al. 1994. The Science of Desire. Nueva York: Simon and Schuster. Hull K. 2011. Same–Sex Marriage. Nueva York: Cambridge University Press. LeVay S. 1993. The Sexual Brain. Cambridge: MIT Press. . 1996. Queer Science. Massachusetts: MIT Press. . 2011. Gay, Straight and the Reason Why. Nueva York: Oxford University Press. Mohr R. 1992. «The Thing of It Is», Gay Ideas. Boston: Beacon. Morin S. et al. 1978. «Male Homofobia», Journal of Social Issues. Pillard R. et al. 1981. «Is Homosexuality Familial?», Archive of Sexual Behavior Vol 10/5. Ruse M. 1988. Homosexuality: A Philosophical Inquiry. Nueva York: Blackwell. Vasey P. 1995. «Homosexual Behavior in Primates», International Journal of Primatology. Wellings K. et al. 1994. Sexual Behavior in Britain. Londres: Penguin Books. Weinberg G. 1972. Society and Healthy Homosexual. Nueva York: Anchor Books. Whitman F. 1983. «Culturally invariants properties of male homosexuality», Archives of Sexual Behavior.
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Epílogo
A modo de epílogo un último alegato en contra de la penalización, prohibición o criminalización. Sostengo que el enfoque paternalista dominante vulnera libertades individuales básicas. Por ejemplo, la libertad para elegir. Resulta intuitivo que las personas son libres para decidir su proyecto de vida acorde con los valores que profesen. Desde la perspectiva paternalista que anima a quienes nos impiden elegir es preferible delegar en el Estado la responsabilidad de establecer cuál es la elección correcta. Desconfían de la capacidad de las personas para gobernarse a sí mismas. De hecho, están dispuestos a imponer una pauta moral externa aunque contradiga las convicciones más profundas de los afectados. Sin duda, los paternalistas –conservadores y autoritarios– racionalizan su afán de control. Para estos efectos apelan a la tradición, el bien común, riesgos tremendos o debacles sociales. Siempre ha sido así. Los casos divorcio y píldora del día después son recientes e ilustrativos. En ambos asuntos el mismo patrón. Se invoca la moral, la ciencia, la familia, etc. para prohibir a terceros prácticas que estiman nocivas aunque los afectados las valoren positivas para ellos mismos. Ejemplos paradigmáticos del afán por control de vidas ajenas para evitar cataclismos imaginarios. Los casos actuales se llaman aborto, eutanasia, matrimonio igualitario, drogas. Como es habitual, los involucrados ven restringida la libertad de conciencia y se les prohíbe que actúen según sus convicciones. Se ignora que los afectados reclaman por una demanda aplicable a ellos en bien de ellos mismos. Se justifica la prohibición invocando la moral, la ciencia, la familia, etc. Para disentir del enfoque oficial se han presentado hechos y datos, argumentos y propuestas. Sólo dejar establecido que la libertad supone riesgos. Asumir esos riesgos es inherente al ejercicio de la autonomía. La libertad supone el riesgo de elegir mal y la opción de enmendar. No hay libertad sin una gama de opciones en temas relevantes o sin el
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derecho a elegir entre esas opciones. La libertad se practica a través de las elecciones que en forma independiente cada uno efectúa. El Estado limita nuestra libertad al coartar nuestras opciones en materias que son del ámbito de la soberanía personal. Utilizaré los últimos cartuchos en defensa de la diversidad, la imparcialidad y la autonomía. Para estos efectos apelaré al pluralismo valórico, la neutralidad del Estado y el progreso moral. Soy optimista, aunque no iluso.
Pluralismo valórico Las sociedades modernas son plurales. El pluralismo valórico como teoría ética supone que los ciudadanos pueden determinar por ellos mismos qué doctrina metafísica, filosófica o religiosa los interpreta. Se asume que no una hay doctrina particular que funcione como credo universal. Habiendo un conjunto de doctrinas morales la imposición de una particular resulta lesiva para quienes no la comparten. ¿Por qué una moral habría de ser oficial e institucionalizada como la legítima verdadera? El pluralismo valórico no plantea una filosofía primera para derivar de ella los principios que fundan la convivencia social. Por el contrario, formula una solución que permite un modus vivendi entre distintas concepciones que pueden ser antagónicas entre sí. Cosmovisiones con distintas miradas respecto a qué es una vida digna de ser vivida. El propósito es que el legítimo desacuerdo entre ciudadanos respecto a las doctrinas morales sea arbitrado a plena satisfacción de todos. Una necesidad considerando que ninguna doctrina en particular es aceptada por todos como única e indiscutible. En un contexto de múltiples cosmovisiones la teoría del pluralismo es una concepción que resuelve un asunto de convivencia práctica. La pregunta del pluralismo refiere a un problema acuciante, ¿cómo conviven en el mismo espacio público numerosas cosmovisiones disímiles o incompatibles?. La solución debe ser aceptable para todas las alternativas sin renegar de sus respectivos puntos de vista. El pluralismo es pertinente porque resuelve el problema al no adscribir a ninguna de las concepciones planteadas. ¿Cómo organizar una convivencia ecuánime entre perspectivas distintas respecto a qué es una buena vida? Las sociedades modernas tienen un piso moral. Existe un programa moral mínimo al que una sociedad pluralista no tiene por qué renunciar. A modo de referencia el siguiente mínimo ético. La sociedad no puede promulgar una norma que obligue a todos sin un diálogo simétrico entre las partes. Una norma impuesta vía
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paternalismo es arbitraria e injusta. ¿Qué normas son justas en temas de disputa doctrinaria? Aquellas que respetan la conciencia de cada cual. Es injusto obligar a unos en beneficio de las creencias de otros. ¿Cómo discernir respecto a la legitimidad atendiendo las múltiples filosofías disímiles? Todos los adoctrinados señalarán que la norma que defienden no apela a un interés grupal y que emana del interés universal. ¿Qué solución? La carga de la prueba la tienen quienes quieren convencer que es justo un argumento que coarta la libertad de terceros. No es universal una causa que perjudica la autonomía de quienes se oponen a esa causa El pluralismo no implica ser escéptico o relativista respecto a la existencia de la verdad, el bien o lo justo. Para el pluralismo valórico, que una cosmovisión sea verdadera no supone asignarle preeminencia cultural. Todas las doctrinas que profesan los ciudadanos tienen la misma oportunidad. Su oportunidad no se funda en su valor intrínseco. Es suficiente ser una convicción profesada por ciudadanos sensatos y competentes. ¿Cómo renunciar a nuestras ideas del bien y lo justo en beneficio de alternativas que nos parecen erradas, inferiores y perjudiciales? En verdad, aceptar como legítimos valores inmorales resulta políticamente una renuncia y psicológicamente una incoherencia. La única manera de aceptarlo es concibiendo el pluralismo moral como una opción necesaria para arbitrar la convivencia en una sociedad multicultural. El pluralismo es un ideal político que defiende las libertades de todos y los derechos individuales de cada uno. Es una teoría práctica que justifica la comparecencia de todas las doctrinas en la plaza pública. ¿Qué alternativa?
Neutralidad del Estado El Estado debe fomentar la libertad avalando los modos de vida que cada cual soberanamente estima conveniente. No puede ser capturado por una moral particular. No puede imponer a los ciudadanos creencias con las que están en desacuerdo. Más bien, corresponde que sea neutral respecto a los proyectos de vida personal y los valores asociados a éstos. ¿Por qué el Estado debe ser neutral? Porque no hay unanimidad en la deliberación moral. La imparcialidad ante distintas cosmovisiones permite que todos los ciudadanos puedan implementar su propia concepción de lo que es bueno y justo. Por cierto, la neutralidad del Estado ante las doctrinas morales es la expresión política del pluralismo valórico planteado en el párrafo anterior.
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El Estado no sólo debe ser neutral entre individuos sino entre las convicciones a las que apelan los individuos. Neutral para que cada ciudadano tenga la oportunidad de implementar sus convicciones y neutral respecto a las convicciones de cada uno. La neutralidad del Estado es condición para que los ciudadanos acepten como propios los principios de organización política. De este modo todos los ciudadanos puedan identificarse con su Estado siendo éste el Estado de todos. La imparcialidad no es una conveniencia contingente. Las distintas cosmovisiones adhieren a la neutralidad porque es condición para el libre desarrollo de todas y cada una. Se puede problematizar la neutralidad del Estado aduciendo su carácter de clase. Sin duda una ventana abierta a una discusión con consecuencias teóricas y prácticas de gran relevancia. Sin embargo, dejo entre paréntesis el punto, reconociendo su pertinencia, porque me desvía del fin propuesto. En este contexto de neutralidad toda apelación estatal a un modo de vida superior resulta incoherente. ¿Acaso corresponde al Estado promover ciertos valores y fomentar cierta vida virtuosa? ¿Corresponde que el Estado imponga una doctrina oficial del bien? A este respecto cabe la reivindicación de un estado mínimo. Es suficiente con establecer un marco institucional de derechos y que los ciudadanos busquen sus metas personales. La imparcialidad es beneficiosa porque resulta contraproducente imponer a las personas una concepción de vida buena que no comparten. La vida personal o colectiva no es más virtuosa cuando los ciudadanos son obligados a adherir a valores en los que no creen. Creer que los ciudadanos son tontos no es una buena idea, ni una idea inteligente.
El progreso moral La conciencia moral de las sociedades evoluciona. Una evolución en la línea del progreso. Las sociedades acumulan conocimiento en el ámbito de las ciencias y también respecto a los valores morales, y las nociones del bien y lo justo. Las sociedades modernas occidentales asumen como propios principios universales que emanan de siglos de experiencia y que fijan un canon ético. La conciencia moral social entiende que hay ciertos valores comunes que a la fecha resultan insoslayables. Precisamente el progreso moral permite fundar una conciencia basada en el respeto de valores que no son arbitrarios, ni relativos. Es decir, en valores morales universales.
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El progreso moral según se ha concebido no es aplicable a personas. No se evalúa el progreso moral en función del número de robos o adulterios. Más bien, en relación con leyes y prácticas sociales verificables en el quehacer cotidiano de una comunidad. La noción de autonomía permite ilustrar a este respecto. A destacar que se trata de una invención reciente. Durante miles de años lo moral se asociaba con obediencia a una iglesia o un soberano. Sólo en los últimos siglos la moral refiere a autonomía de individuos responsables de sí mismos. El tránsito de súbditos heterónomos gobernados desde afuera a ciudadanos autónomos habilitados para determinarse es un progreso moral. Sostengo que el Estado debe fomentar el ejercicio de la autonomía. Para esto debe ampliar el número de opciones moralmente legítimas. Una persona es autónoma si dispone de alternativas válidas y puede elegir libremente entre ellas. Es condición para un sujeto moral autónomo disponer de libertad para elegir. Sin embargo, en beneficio del paternalismo se coarta la libertad y se inhibe la autonomía. Se impone una verdad oficial en materias privativas de las personas y que involucran sus intereses más íntimos. ¿Hasta cuándo?
Colofón La breve pincelada a propósito de pluralismo valórico, neutralidad del Estado y progreso moral no ha sido casual. La intención es poner en evidencia una idea que subyace al texto. Todos los ciudadanos tienen derecho a igual reconocimiento y al mismo respeto. Todos tienen la misma responsabilidad en el desarrollo de su propia vida. Nadie tiene la potestad de imponer sus valores a otro contra su expresa voluntad. Cada cual sabe cómo ejercer soberanía sobre su propia vida. A modo de colofón una afirmación que evita confusiones: ser pluralista no implica ser agnóstico respecto a la verdad o el bien. En nombre de la legítima diferencia y del respeto mutuo no cabe concluir que todos los argumentos son igualmente correctos. Los antecedentes que informan el texto permiten concluir que para cada uno de los temas planteados hay una respuesta verdadera. ¡Que florezcan mil flores, pero sólo una es la más bella! Resulta atractiva la opción de dejar la solución en suspenso. Se podría argüir que ninguna de las partes tiene el monopolio de la verdad y que no es tarea del poder político establecer la verdad porque nadie sabe cuál es la respuesta correcta. También cabe pensar que en casos tan polémicos no es posible que una parte esté totalmente equivocada y la otra totalmente en lo cierto. Pero, ¿por qué no?
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Toda creencia puede ser caracterizada como verdadera o falsa; justificada o injustificada. A modo de ejemplo un caso de la mal llamada agenda valórica. La ley del divorcio fue sometida en 2004 a votación en el parlamento. ¿Se equivocaron los que votaron a favor o los que votaron en contra? Sostengo que hay una respuesta correcta. Por cierto, los 52 parlamentarios que votaron en contra justificaron su voto en coherencia con sus creencias. Sin embargo, estaban equivocados. En verdad, para que una creencia dé cuenta de un hecho no importa que sea justificada, si no es verdadera. Los contradictores de Colón creían que la tierra era plana, pero se equivocaban. Aunque su creencia estaba justificada, era falsa. Las creencias oficiales respecto a los cuatro temas analizados pueden justificarse desde el púlpito y la academia. Sin embargo, la penalización, prohibición o criminalización es un error. Un error que se funda en una concepción equivocada. La misma concepción que inspiró a aquellos que el 2004 se equivocaron votando contra la ley del divorcio.
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este libro ha sido posible por el trabajo de comité editorial Silvia Aguilera, Mario Garcés, Luis Alberto Mansilla, Tomás Moulian, Naín Nómez, Jorge Guzmán, Julio Pinto, Paulo Slachevsky, Hernán Soto, José Leandro Urbina, Verónica Zondek, Ximena Valdés, Santiago Santa Cruz secretaria editorial Marcela Vergara edición Braulio Olavarría producción editorial Guillermo Bustamante prensa Patricia Moscoso proyectos Ignacio Aguilera área educación Mauricio Ahumada diseño y diagramación editorial Leonardo Flores, Max Salinas, Gabriela Ávalos corrección de pruebas Raúl Cáceres comunidad de lectores Francisco Miranda ventas Luis Opazo, Elba Blamey, Olga Herrera, Daniela Nuñez bodega Francisco Cerda, Pedro Morales, Hugo Jiménez, Maikot Calderón, Lionel Diaz librerías Nora Carreño, Ernesto Córdova, Luis Cifuentes comercial gráfica lom Juan Aguilera, Danilo Ramírez, Eduardo Yáñez servicio al cliente José Lizana, Ingrid Rivas diseño y diagramación computacional Luis Ugalde, Marjorie Dotte, Pablo Barraza, Francisco Orellana secretaria comercial María Paz Hernández producción imprenta Elizardo Aguilera, Carlos Aguilera, Gabriel Muñoz, Rómulo Saavedra secretaria imprenta Jasmín Alfaro preprensa Daniel Alfaro impresión digital William Tobar, Carolay Saldías, Daniela Farias, Karina Mardones impresión offset Rodrigo Véliz encuadernación Ana Escudero, Andrés Rivera, Edith Zapata, Pedro Villagra, Héctor Carrasco, Juan Molina, Rodrigo Flores, Romina Salamanca, Carlos Mendoza, Fernanda Acuña despacho Cristóbal Ferrada, Julio Guerra mantención Jaime Arel administración Mirtha Ávila, Alejandra Bustos, Andrea Veas, César Delgado, Boris Ibarra.
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