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Spanish Pages 283 p. [288] Year 1989
CHILE: EL OCASO DEL GENERAL José A.Gurriarán
el mis
AGUILAR
CHILE: EL OCASO DEL GENERAL
José Antonio Gurriarán
CHILE: EL OCASO DEL GENERAL
IEL PAISi AGUILAR
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por focotopia, o cualquier otro tipo, sin el permiso previo por escrito de la editorial.
Fotografías: EFE y del autor Documentación: Belén Cobo Víctor Vaccaro Cubierta: Juan José Vázquez © José A. Gurriarán, 1989 © Ediciones El País, S. A. / Aguilar, S. A. de Ediciones Juan Bravo, 38. 28006 - Madrid. Teléfono 276 38 00 ISBN: 84-03-59015-6 Depósito legal: M. 15.752-1989
PROLOGO La atracción de los escritores españoles por temas americanos y, a la inversa, de escritores de Iberoaméri ca por España es, en realidad, tan antigua como el encuentro de ambas civilizaciones. Las primitivas «re laciones» denotan ya ese interés mutuo en autores na cidos en la Península y en nativos de aquellas tierras que cuentan, en forma de crónica puntual, su interpre tación de lo que ven y sienten. Hay, en mi criterio, al menos tres razones de esa atracción mutua: una, el rápido mestizaje entre dos pueblos que, más allá de los aspectos negativos de aquel encuentro, producen enriquecedores intercambios en el campo de la cultura, la educación, el arte y la ciencia; otro factor esencial sería el hecho de que la imprenta se instala en América poco después que en España y divulga en los diferentes países obras propias y ajenas. Por último, existe el factor de la complementarle dad de ambas culturas, la europea que llega en una primera etapa a América, a través de España, y la de los países americanos que se extiende por el continente europeo en aspectos tan importantes como en el botánico, la alimentación, el artístico, los cultivos, la geografía, etc. El aporte cultural de América a España en el campo concreto de la literatura tiene nombres como la poetisa mexicana Sor Juana Inés de la Cruz, el también mexi cano Padre Abad que traduce las Eglogas de Virgilio, o en el veracrucense Padre Alegre, traductor de «La Ilía7
da» y del «Arte poético» de Boileau. Hijos de america nos y españoles, como el peruano Garcilaso de la Vega «el Inca», muestran cómo ya en el siglo XVI existen personalidades relevantes fruto del mestizaje. En la contribución netamente española de aquella curiosidad e intercambio bastaría con recordar a Fray Bernardina Sahagún, que elabora un diccionario «nahualt» y a cronistas tan diferentes como Bernal Díaz del Castillo y Fray Bartolomé de las Casas. No cabría olvidar a Alonso de Ercilla, considerado por algunos como mode lo de simpatías repartidas entre españoles e indígenas, en su peripecia chilena descrita en «La Araucana», en la que muestra la misma admiración por los españoles que tratan inútilmente de instalarse más allá del río Bio Bio y los bravos mapuches que defienden sus tierras para impedirlo. Esa admiración, no exenta de legítimas interpreta ciones críticas, se complementa en el siglo XVIII con la aparición de gacetas y periódicos y ya en el último siglo con escritores de ambas orillas del Atlántico que, ade más de manejar el lenguaje común con justeza enriquecedora, se adentran en temas muchas veces comunes en su planteamiento u origen. Basta citar, entre los gran des escritores latinoamericanos, a Rubén Darío, Ga briela Mistral, Neruda, Donoso, Borges, García Már quez o Vargas Llosa que tanto ofrecen a la cultura común y tanto interés han demostrado por lo español; o a Juan Ramón Jiménez, De la Serna, Sender y Madariaga entre otros, identificados con la cultura y la historia iberoamericana. La crónica viajera, reproducida en diarios, revistas o libros, el gran reportaje o el libro periodístico metidos en el torbellino de la actualidad, continúan ese largo y fructífero intercambio. Cualquiera que sea aficionado a leer los diarios y a recorrer las librerías de Iberoamé rica se sorprende del interés inusitado por los temas españoles. De forma similar, los artículos y títulos de trabajos de escritores y periodistas españoles con cues tiones palpitantes de cualquiera de aquellos países her 8
manos son cuantiosos y, en muchos casos, de gran inte rés y profundidad. José Antonio Gurriarán es, desde hace bastantes años, un entusiasta de cuanto sucede en la América hispana. Alguna vez ha dicho que comenzó a sentir la quemazón de aquellas tierras desde que, siendo un jovencísimo periodista, fue enviado por un diario madri leño a cubrir en Tejas la noticia y consecuencias del asesinato del Presidente John F. Kennedy. Allí y en el cercano México se encontró de pronto con ese idioma común y a la vez distinto, embellecido en modismos y tonalidades desde la Baja California hasta siete mil kilómetros al Sur, en la Tierra de Fuego. Sus viajes y crónicas de gran parte de las naciones iberoamericanas le acercaron aún más a aquel Continente y de una manera especial a la nación de Chile que, como perio dista de prensa y televisión, recorrió en varias ocasiones. Su «¿Caerá Allende?» escrito en 1972 y publicado por Dopesa meses antes de la ruptura de las institucio nes democráticas en el país andino, era un pormenori zado análisis de la situación política, social, económica y cultural del mismo con una larga entrevista con el Presidente Salvador Allende y destacadas personalida des chilenas de aquel momento. Fue considerado enton ces un libro a la vez apasionado y objetivo. Apasionado porque afloraba simpatías hacia el líder socialista chile no y objetivo por la diversidad de fuentes y porque, desde su óptica (y observaciones), el periodista propor cionaba datos que hacían adivinar las dificultades de aquella experiencia de gobierno de Unidad Popular, que acabó con el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Este nuevo libro chileno de Gurriarán trata de refle jar el día a día de una evidente transición hacia la democracia. Se inicia con el triunfo de la oposición democrática —democristianos, socialistas, radicales, socialdemócratas, hasta un total de 16 partidos concerta dos— en el plebiscito del cinco de octubre. Presta aten ción a los elementos culturales que contribuyen a dina-
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mizar la vida del país en los últimos años, al papel de una Iglesia en la primera línea del compromiso demo crático, a los reconstruidos partidos y sindicatos, y a un pueblo ejemplar que ha vivido la mayor parte de su historia en democracia. Lo político está presente en el libro, pero lo está en el marco histórico, humano y cultural chileno. Así des filan por él imágenes de un país que, desde que en 1818 alcanza su independencia plena, vive la mayor parte de estos ciento setenta años en una democracia sosegada, con un ejército que, salvo en raras excepciones, se siente identificado con el pueblo y garante de las instituciones que éste se ha dado. Las descripciones que hace de Iquique, en el Norte salitrero y desértico, de la capital santiaguina, de Concepción como la primera gran ciu dad del Sur, o de Punta Arenas, en el Estrecho de Magallanes, aportan al libro una base geográfica, cul tural y, en algunos casos, anecdótica, que amenizan y enriquecen su contenido y lectura. Aporte especial son sus referencias a la presencia pasada y actual española contrastada con datos y entrevistas que muestran esa atracción América-España o España-América a que me refería al principio. El libro es esperanzador y optimista. No duda el autor, como no dudan los personajes por él entrevista dos —Patricio Aylwin, Sergio Molina, Andrés Zaldívar, Ricardo Lagos, Liliana Mahn, Mónica Madariaga, Andrés Allamand, Jaime Guzmán—, representantes de las fuerzas políticas que defendieron el No y el Sí en el pasado Referéndum, que la democracia en Chile es imparable. Ni lo dudan, en sus declaraciones, militares, empresarios, eclesiásticos y artistas. Este podría ser el resumen del libro, en el que se aprecia el esfuerzo del autor en constatar y atribuir la autoría de los datos. Esperanza. Una esperanza compartida por el pueblo español que, en su inmensa mayoría, recuerda en la nación andina imágenes de su propio pasado y que desea que la transición chilena finalice como se ha ini ciado, pacíficamente, sin enfrentamientos ni traumas. 10
Una transición que, al culminar en plena democracia, reconcilie a este pueblo ejemplar en tantas cosas; tam bién, en cómo se está desarrollando su proceso demo crático. Felipe González
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CAPÍTULO I
FRACASÓ EL GOLPE BLANDO / Ya están ahí! ¡Nos rodean los tanques!, dicen algu nas personas en voz baja, y en tono de cierta incredu lidad. Tratamos de movernos sin saber en qué direc ción, si hacia el fondo del pequeño local o hacia la calle, que siempre habrá mayores posibilidades de huida. Una voz nos tranquiliza desde el micrófono diciendo que «no pasa nada». Se oyen ruidos, como de vehícu los pesados que se desplazan, pero los rumores han sido tan abundantes y contradictorios a lo largo del día que nada resulta fácilmente creíble para los centenares de periodistas que, desde las primeras horas de la tarde, nos apretujamos en la sede electoral de la oposición chilena para seguir el resultado del plebiscito en el que, hasta hace cuatro horas, siete millones de votantes de cidieron el Sí o el No a la continuidad de Augusto Pinochet Ugarte como Presidente del país. Hay nerviosismo y obedece en parte a los datos diferentes que nos vienen facilitando desde las seis y media de la tarde aquí y en el edificio Diego Portales, sede de los postulantes del Sí. A esa hora el Comando hizo público un sondeo realizado a la salida de las votaciones por la empresa francesa Sofres y la chilena Diagnos, en el que cinco mil encuestados desde Calama, en el Norte, a Chonchi, en el Sur, revelan su voto.
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El resultado es de un sesenta por ciento para el No y el 40 por ciento para el Sí. Hay nerviosismo también porque algunos periodis tas han sufrido agresiones pero, sobre todo, por la seria advertencia del Departamento de Estado norteameri cano de que el régimen chileno intenta cancelar el ple biscito o anular sus resultados, en el supuesto del triun fo del No a Pinochet. Pienso en la declaración oficial de los Estados Unidos del lunes, 3 —hace dos días—, cuando se oye el inconfundible arrastrar de vehículos pesados no lejos de este edificio. Salgo al exterior y mi sorpresa y la de los compañe ros de profesión que hacen lo mismo no tiene límites. Tres vehículos de carabineros, que protegían o vigila ban el local, se van pausadamente en las dos direccio nes de la Alameda O’Higgins. Miro en frente, hacia el edificio Diego Portales, en el que el Ministerio del Interior ha instalado su centro de datos: no están los lagartos, los zorrillos, ni las cucas (denominación po pular de los vehículos policiales chilenos) ocupados por uniformados. Continúan, sin embargo, una vein tena de carabineros, firmes y en hilera que, de espaldas al Portales y con el arma en ristre nos observan im pertérritos. La situación no puede ser más extraña. Hace apenas dos horas comprobamos cómo los carabineros toma ban posiciones de cerco en torno a la Alameda Bernar do O’Higgins y las calles que desembocan en ella. El responsable de una unidad de carros de combate me explicó que tienen órdenes tajantes de evitar el paso de vehículos y grupos numerosos de personas: Ha habido una conversación, creo que un acuerdo, entre el general de Carabineros Rodolfo Stange, y los líderes del Co mando del No. Se trata de evitar enfrentamientos entre extremistas partidarios de la oposición y del Gobier no...; ya sabe que la oposición ha pedido a sus seguido res que queden en sus casas a la espera de instruccio nes... Efectivamente así ha sido. El Comando del No,
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para evitar las provocaciones de grupos de ultraderecha vinculados a Patria y Libertad, de policías camuflados de civiles o violentos de la extrema izquierda próximos al Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), antes de la votación hizo público un instructivo en el que pide al pueblo chileno que viva el triunfo del No en sus casas. Más adelante será convocado a un acto de masas en el que toda la oposición democrática celebrará la derrota de Pinochet. Las palabras del responsable de la unidad de carros de combate, así como el operativo de vigilancia que por la tarde constaté en el Palacio de la Moneda, Ministerio de Defensa y en las sedes de los partidos, nada tienen que ver con este vacío de fuerzas de seguridad iniciado en los aledaños del Comando del No, que reúne a los representantes de 16 partidos contrarios al régimen militar. A la pregunta de «¿qué sucede?» nadie da res puestas coherentes. El ambiente en la calle, entre el medio millar de personas —periodistas, políticos, ar tistas, jóvenes con escarapelas de los partidos—, que se agolpan ante las puertas del Comando, no parece in quietante. Alguno pregunta el porqué de la ida de los carabineros; muy pocos pronuncian casi entre dientes la palabra golpe. Veo a Lucho Maira, el dirigente de Izquierda Cristiana y del comando, en conversación apacible con un grupo de seguidores, a responsables de la Democracia Cristiana y del socialismo: la apariencia es de tensa tranquilidad. La gente se mueve, entra y sale, se hace preguntas. Nadie o muy pocos parecen adivinar que estamos vi viendo el momento clave de la jornada electoral, que nos encontramos justo en el centro de una operación maquiavélica, perfectamente estudiada en el bunker de la Moneda para justificar la intervención salvadora de las Fuerzas Armadas. Quiso la casualidad que yo fuera, posiblemente, uno de los pocos que allí se encontraban con cierta idea de la estrategia de autogolpe o golpe blando urdido por Pinochet, su ministro del Interior, Sergio Fernández, y un escaso número de civiles y
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militares comprometidos en guardar el más absoluto silencio para garantizar el éxito de la operación. Sé que algunos líderes políticos, democristianos y socialistas, están al corriente de la trama, confío que desactivada después de la declaración del Departamento de Estado. Patricio Aylwin, portavoz o vocero del Comando del No, Gabriel Valdés y Genaro de Amagada, poseen la más amplia documentación del tema. Amagada acaba de facilitar el segundo cómputo del Comando del No, con los siguientes resultados: Total votos escrutados ......... 531.381 Votantes No.......................... 318.381 Votantes Sí ............................ 189.813 Votantes nulos....................... 13.680 Votantes en blanco ............... 9.172 Tanto por ciento sobre total de inscritos .................... 7,45
El Presidente del Partido Para la Democracia (PPD), Ricardo Lagos, y los socialistas Ricardo Núñez y Erick Schnake, tienen también información cabal de lo que sería—¿será?— el segundo golpe pinochetista si los hilos nacionales e internacionales no se mueven con el tacto y firmeza necesarios. Y lo están algunos emba jadores de la Comunidad Económica Europea en Chi le, observadores de la Internacional Socialista y posi blemente de otras. La alerta se dio el viernes, 30 de septiembre, hace hoy cinco días. La información llegó por diferentes conductos a responsables democristianos y socialistas. Aylwin y Lagos se reunieron para comprobar los datos con destacados dirigentes de ambas formaciones. Ha bía algo raro: los apagones nocturnos, con toda la seguridad provocados por el Gobierno, y la desapari ción de unos autobuses similares a los que utilizan los carabineros. Un exparlamentario y dirigente político en la etapa de Salvador Allende, me da su versión del tema. El fue uno de los contactados por personajes del régimen contrarios a la operación ya que recibió la 16
inesperada visita de un militar, con el que compartió prisión y celda hace ahora diez años... Era el interme diario de un mayor de carabineros, del que también me hice muy amigo en la cárcel. Un hombre del régimen, si bien honesto y con profundo respeto a las normas democráticas. No puedo desvelar cuál es en la actuali dad el cargo del exmayor, no sea que lo descubran y tenga problemas. Puedo decir tan sólo que es uno de los responsables del Servicio de Inteligencia de Carabine ros... Tomamos todo tipo de precauciones, nos reunimos y me espetó: «Por las instrucciones que estamos reci biendo tengo la certeza de que, si los resultados son negativos para Pinochet, se prepara la intervención del Ejército. El plan es el siguiente: el gobierno, que teme perder el referéndum, dará muy pronto un cómputo de votos favorables al Sí que propicien la salida jubilosa a las calles de los seguidores del Presidente. Como es de suponer que el Comando del No también facilitará resultados que le son favorables, igualmente sus parti darios saldrán a celebrar la victoria. Lo más fácil es que haya enfrentamientos; bueno, lo que se intenta es pre cisamente eso, que se produzcan enfrentamientos entre partidarios del Sí y del No convencidos todos de que son ganadores. Se pretende que, en principio, nosotros no intervengamos. Nos han ordenado que tengamos mi crobuses y armas preparados para trasladarnos al Cen tro de Santiago en cualquier momento. Al mismo tiem po en el servicio de carabineros hemos captado unas instrucciones del Gobierno, llevadas muy sigilosamen te, por las que se pretende que fuerzas de la Central Nacional de Investigaciones (CNI) intenten asaltar cuarteles de carabineros y unidades del Ejército. Lo harían hombres vestidos de paisano, con pañuelos y símbolos del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, que gritarían consignas de este grupo armado y de las for maciones comunistas y socialistas. Se espera que nume rosos partidarios del No, molestos porque se les escamo tea el triunfo, acompañen a estos grupos en el asalto a
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los cuarteles. Esto justificaría el toque de queda y el estado de sitio...» La noche primaveral es cálida y tranquila. Noche oscura, sin embargo, que las circunstancias convierten en tenebrosa, cuando un grupo de periodistas cruza mos la ancha avenida y enfilamos las escaleras del Die go Portales convertido en centro de datos del pinochetismo. La situación recuerda la irrealidad de una pelí cula de misterio, de complot y muerte. O el juramento de seres poderosos capaces de matar y hacer matar para conservar ese Poder. Lo que sucede es que cuando te aproximas a los bajos fondos de la realidad, a los per sonajes siniestros de la Historia, el crimen se dicta desde un despacho y te toca codearte, aunque sea tan sólo por unos días, con esos ambientes de opresión y desesperanza, silencios y miedo, lo literario es una mueca al lado de un rostro que sufre por una amenaza o de un pueblo que inicia un esbozo de sonrisa porque cree que ha llegado el momento de la recuperación de su dignidad. Gentes alegres en el Comando del No, confiadas en que nada podrá arrebatarles el triunfo cantado. Som brías en el Diego Portales porque a estas horas saben ya que han perdido, aunque el subsecretario del Inte rior, Alberto Cardemil, a las seis y media de la tarde haya tenido la desfachatez de aventurar como ganador el sí, con el cómputo de tan sólo setenta y nueve mesas «hábilmente» seleccionadas. El contraste entre la sede del Comando del No y el gran salón del Diego Portales no puede ser mayor. Los del No nos han citado en una planta baja, con pocas sillas, sin espacio para las televisiones de todo el mun do, a excepción de las tres chilenas que no se presen taron. Un local que no tendrá más allá de doscientos o trescientos metros cuadrados. En el área de los del Sí, por el contrario, periodistas y políticos disponen de un salón inmenso y cómodo. Las cámaras de la Televisión Nacional Chilena, del Canal Once y del Trece, han montado estudios y hacen entrevistas en directo aun
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que hasta el momento ni una sola vez han cruzado la avenida para contar al país los datos y opiniones de la oposición. Sin embargo allí la gente grita su alegría desde hace tres horas, y aquí parece un funeral pese a que dicen y se repiten a sí mismos que el Sí es ganador por amplio margen. No cabe la menor duda de que estamos viviendo momentos decisivos, acaso definitivos. La retirada de los carabineros que custodiaban el «Comando del No» es uno de los puntos claves en el golpe blando. ¿No tratarán de entregar indefensos a los representantes de la oposición chilena, ante la avalancha de pinochetistas acérrimos y agentes camuflados? ¿Serán capaces de dejar a los enviados de los medios de comunicación de todo el mundo en manos de esa turba? Las dudas se despejan, aunque en sentido negativo. Asisto a la se gunda comparecencia del subsecretario del Interior, Cardemil, el hombre que da la cara por el golpista Sergio Fernández. Dispuesto a facilitar con casi dos horas de retraso el segundo cómputo anunciado para las ocho y media de la noche, por una puerta posterior accede al escenario del salón de plenarios del Edificio Diego Portales. Como la vez anterior con un gesto despacha a los periodistas nacionales y extranjeros y se niega a hacer un solo comentario, ¿por qué tardan ustedes tanto en facilitar los datos, si la oposición con menos medios ha escrutado el triple que el gobierno?, ¿ Cómo ha podido asegurar usted, esta tarde, con tan sólo setenta y nueve mesas escrutadas, es decir, el 0,36 por ciento del universo total de votantes, que el Sí gana? Cardemil, majestuoso, serio y parece que triste, se aleja de los periodistas, se encarama a un estrado y lee: las cifras corresponden a 677 mesas a nivel de todo el país, 133 de mujeres y 524 de varones, de acuerdo con datos recibidos hasta las 21:35. Las mesas escrutadas suponen el 3,04 por ciento del total nacional. El Sí contabiliza 95.668 votos, es decir, el 51,30 por ciento y el No 86.746 votos, es decir, el 46,51 por ciento. Dare mos el tercer cómputo a las once y cuarto de la noche. 19
El subsecretario del Interior está facilitando datos falsos o incompletos, dentro de esa estrategia que ig noro si él conoce, de sacar a la calle a partidarios de las dos opciones que juegan en el referéndum, para que se produzcan enfrentamientos sangrientos que justifi quen la intervención militar. Hay hechos significativos que apuntan a que el autogolpe se ha planificado con todo detalle, desde hace bastante tiempo, con una lista de acontecimientos que pretenden crear una escalada de tensión:
— El domingo 2, y ayer, martes, día 4, se han producido apagones en Santiago, provocados por explosivos en postes eléctricos. — Día 3: La Junta Militar firma un decreto por el que faculta al general Pinochet para impo ner el estado de sitio. — Día 3: La Jefatura de Zona Metropolitana de Carabineros, anuncia que en los últimos me ses han sido robados seis microbuses de simi lares características a los usados por la policía, vehículos que podrían ser utilizados en comi sión de delitos, pretendiéndose atribuir su ac tuación a servicios policiales. — Día 4: Alberto Cardemil declara que hay una intención coincidente de varios dirigentes opo sitores de desconocer las atribuciones de la au toridad, con lo que buscan alentar las posibili dades de violencia y desórdenes con llamados a tomar la calle, bajo el pretexto de defender posibles resultados electorales. — Día 5: Esta misma mañana, poco antes de acudir a votar, el general Pinochet se reunió con los periodistas en el Patio de los Cañones del Palacio de la Moneda. Cuando le pregun taron sobre los apagones, respondió ante las cámaras de la televisión con esos bombazos y cortes llegó la alegría. (El slogan de la oposi
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ción ha sido durante toda la campaña, la ale gría ya viene.)
Nadie, o muy pocos creen en Chile, que los últimos apagones procedan de la mano de los extremistas del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Entre otras razo nes porque el FPMR siempre reconoce sus acciones, se trate de secuestros, homicidios o atentados contra ins talaciones eléctricas y de otro tipo. También porque el grupo guerrillero se dio a sí mismo una tregua en la campaña electoral, posiblemente presionado por el Partido Comunista que, en cierto modo y hasta ahora, parecía controlarle. Los desestabilizadores apagones, así como las declaraciones de Pinochet y de personajes que le son cercanos, anunciando el caos si se produce el triunfo del No o la toma de la calle por el Partido Comunista, forman parte de esa estrategia de tensión y miedo capaz de crear las condiciones favorables para el golpe militar. Como la guerra de cifras, ridicula guerra de cifras, abierta por el Ministerio del Interior contra el Comando del No en base a retrasar los datos o decir que están ganando después de «seleccionar» unas me sas de votación. La situación es tan irreal que el perso naje más importante del apoyo al Sí, el viejo político y Presidente de Renovación Nacional, Sergio Onofre Jarpa, según algunas emisoras de radio, ha llamado al Palacio de la Moneda a las nueve de la noche, con la petición de que se reconozca el triunfo del No y se acelere la entrega de datos por el Ministerio del In terior. Si la petición de Jarpa se confirma la situación de Pinochet resulta en estos momentos crítica, ya que pierde o comienza a perder base política. Pero ¿qué pueden hacer los militares? ¿Apoyarán al dictador y a su ministro del Interior en ese enloquecedor proyecto de autogolpe? ¿Habrá alguno capaz de enemistarse con él animado por la advertencia estadounidense, o por la presencia de observadores políticos que representan a las poderosas internacionales socialista, liberal, demo-
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cristiana y conservadora...? La esperanza y desesperan za se entrecruzan. Al salir del salón de plenarios del Edificio Portales oímos a un veterano político de la derecha chilena que, sin preocuparse de nuestra pre sencia, comenta en un corro de incondicionales, si per demos por trescientos mil votos, no vamos a reconocer la derrota. Pregunto quién es y me dicen que Julio Durán, en tiempos líder destacado del sector más con servador del Partido Radical chileno y, en la actualidad —no hay más que fiarse de sus palabras—, un pinochetista irrespetuoso con el veredicto del pueblo. De nuevo en la calle compruebo que las cucas, zorri llos y lagartos, están en donde estaban, frente y a am bos lados del comando del No, rodeando a un grupo cada vez mayor de personas que, dentro y fuera del edificio, comienzan a desbordar su alegría a medida que avanzan los cómputos. El portavoz, Patricio Aylwin habla en ganador, al tiempo que desde las emisoras de radio, que tantos oyentes e impacto tienen en el país, ruega a la población cumpla rigurosamente la instrucción del Comando del No de no salir de sus casas. Eduardo Frei, invitado a una entrevista en el Canal 13 de la Televisión, es llamado con urgencia desde la sede del comando, con la petición de que facilite al país las cifras favorables al No. Ricardo La gos, Presidente del Partido Para la Democracia (PPD) habla de victoria: ya se perfila el triunfo del No y el nuevo Chile se va a construir con aquellos que vota ron Sí y con los que votaron No. En el Hotel Galerías están reunidos los dirigentes y seguidores de esta pla taforma política que juntos cantan La alegría ya viene iniciada por el grupo Los Quilapayún. A las once y cuarto el Comando del No facilita nuevos resultados: 3.263.934 57,83 % 39,87 %
Votantes Votos No Votos Sí
Aylwin impone tranquilidad, desde la certeza de que el referéndum está ganado. Insiste en que no pasa
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nada, que son momentos en los que es preciso guardar la calma. Asegura que el derrotado es Pinochet y no las Fuerzas Armadas de Chile. La tensión se adivina, sin embargo, en sus rápidas carreras por entre la marea humana que se arremolina dentro del local. Su rostro nos dice a los que tenemos datos de que algo se está moviendo en los sótanos de La Moneda, que el peligro de golpe no ha pasado, que Aylwin comparte la alegría del triunfo con la preocupación por lo que pueda su ceder en cualquier momento. El exparlamentario allendista me comenta la reu nión que mantuvieron con el embajador norteamerica no, Harry Barnes, después de comprobar datos fide dignos del complot ideado para esta noche: Después de la conversación con mi compañero de prisión, el que fuera mayor de carabineros, me visitó en mi casa un general, cuyo nombre ni arma puedo decir. Me dio la misma versión que el exmayor sobre los preparativos del autogolpe. Me preguntó, «¿qué reacciones se pueden producir dentro y fuera de Chile?» Le di mi opinión y juntos estudiamos la mejor forma de actuar. Yo le dije que había que denunciar ante la opinión pública todo lo que sabíamos... El me respondió: «Sí, pero si el que hace la denuncia es Lagos no le van a creer. Esto hay que lanzarlo desde fuera. ¿Me comprende?» Ya lo creo que comprendí. Al día siguiente fuimos a ver al emba jador de Estados Unidos, Harry Barnes, un hombre que se ha jugado mucho por la democratización de Chile. Le dijimos «esto es lo que sabemos y éstas son las fuentes». Barnes redactó, en nuestra presencia, un men saje al Departamento de Estado que, más o menos, decía así: «He podido constatar personalmente la exis tencia de un complot, movido desde La Moneda, con sistente en provocar el toque de queda y estado de sitio en el país, como consecuencia de los ataques que fuerzas de la Central Nacional de Investigaciones (CNI) harán contra cuarteles militares y de carabineros. Estos hechos se pueden producir en el caso de que el resultado sea adverso al Gobierno. Espero instrucciones.» ¿Qué les 23
parece?, nos preguntó: «Perfecto». El Embajador llamó al Primer Secretario y le dio instrucciones de que cifrara de inmediato el mensaje, para enviarlo al Departamen to de Estado. El lunes, día 3, se hizo pública la denuncia de los Estados Unidos, cuyo Gobierno llamó al emba jador de Chile en aquel país para mostrarle su preocu pación por los hechos. En esta noche de órdenes y contraórdenes, de lla madas telefónicas entre personajes bien dispares, de reuniones secretas, en esta noche de orejas largas, Pinochet que, por vez primera en su vida, juega a la democracia, y acaso porque desconoce el juego se sien te perdedor, intenta desesperadamente llegar hasta el final en su proyecto. No entiende la «traición del pue blo», no entiende la política exterior norteamericana que, ya lo dijo muchas veces, quieren convertir a Chile en un nuevo Haití, en una nueva Nicaragua. Com prende menos que los suyos, civiles y militares con los que ha trabajado codo a codo en los últimos meses para barrer en las urnas a tanto cristiano y liberal manejados por el comunismo internacional, le dejen ahora solo en su despacho o en el bunker subterráneo que se hizo construir en La Moneda. Y es que las noticias que recibe, procedan del ordenador conectado con el cen tro electoral informático, de la radio o de llamadas, le dejan anonadado. Su amigo Jarpa, que compartiera con él Gobierno como ministro del Interior, el líder indis cutible del Sí y de la derecha que le había permanecido fiel, no sólo se ha atrevido a telefonear a La Moneda en petición del reconocimiento de que el No está ganan do. Lo peor acaban de comunicárselo: es que, des pués del especial «Cara al país» en el que dialogó ante las cámaras del Canal 13 con Patricio Aylwin, ha dicho que el Sí está siendo vencido... Pinochet no tiene las mejores posibilidades en un plebiscito, sino en elecciones abiertas... Y Andrés Allamand, el joven cachorro de Jarpa que, como vicepresidente de Renovación Nacio nal se empeña en confirmar que los resultados muestran
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una, clara tendencia a la opción No...; y Evelyn Matthei, la hija de su compañero de Junta... Monta en cólera y, por segunda vez a lo largo de la noche, se dirige con paso cansino, pero marcial —yo soy un militar y cuando me amenazan, en vez de preo cuparme, consiguen todo lo contrario, ya lo dijo esta misma mañana a los periodistas en el Patio de los Cañones— hacia el despacho del ministro Sergio Fer nández. Lo hizo también tres horas antes, a las ocho y media, y el ministro del Interior le tranquilizó de tanto bulo e infundio. Tan convencido quedó, que, a la salida de la reunión manifestó: me informaron que la vota ción es favorable al Sí y está principiando, así que no puedo decir más. Ahora el rostro de Fernández es una máscara de lividez y miedo. Pinochet entiende que los resultados son inamovibles, que su tinglado institucio nal, esa nueva democracia que él ha creado para Chile se desmorona, que el trabajo de quince años puede venirse abajo en pocas horas... Lo de Evelyn le encres pa especialmente y no se cuida de ocultarlo, ante algu no de sus más leales —¿leales?— asesores...: esta mu chacha no sabe lo que se trae entre manos, debió con versar con su padre o conmigo, antes de hacer declara ciones en nombre de un partido político. Evelyn Matthei es militante y dirigente de Renovación Nacional. Y son ya tres, Jarpa, Allamand y ella misma, los que se atreven a romper una estrategia tan hábilmente dise ñada... —Usted me ha engañado, Fernández, me ha enga ñado y sabe que yo no tolero estas cosas... —Presidente..., mi general..., todavía no ha finali zado el escrutinio, balbucea el ministro del Interior. Quiso decir alguna otra cosa, según cuentan los que a distancia presenciaron el encuentro, pero ya Augusto Pinochet había dado un sonoro taconazo y se perdía por los largos pasillos hacia su despacho. Encorvado, con las manos a la espalda y la mirada fija en el suelo, por vez primera en quince años la imagen de Pinochet es la de un general derrotado. ¡Qué diferencia con el
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hombre enérgico que salió a las 10:35 de la mañana del Palacio Presidencial para cumplir con sus deberes ciu dadanos! O con el abuelo sonriente que descendía, minutos después, de su Mercedes Benz color beige y superblindado, en la calle Arturo Prats y saludaba a unos y otros cuando se encaminaba hacia las urnas. En la noche conserva el mismo aspecto exterior de la ma ñana, la misma vestimenta civil, un terno color café y su característica perla en la corbata, pero anda ensimis mado, silencioso. Sus ojos son fríos... Se detiene apenas unos segundos delante de la capilla, parece a punto de pasar al interior y no lo hace. Posiblemente no se apercibe de que dentro rezan y lloran media docena de funcionarios y Elena Fornés, líder de Avanzada Nacio nal, un partido nacido en 1976 para difundir y defender la gesta libertadora del 11 de septiembre de 1973, ins pirado en el pensamiento de José Antonio Primo de Rivera. A partir de este momento los hechos se precipitan aceleradamente: 12.10: La Casa Regional del Sí da el cuarto y último cómputo, con un 50,3 votos favorables al Sí y un 49,6 al No. Las caras, a pesar de que el pequeño margen beneficia al oficialismo, son de derrota, no de triunfo. Los políticos desaparecen velozmente y sin advertencia el edificio es cerrado. 12.13: El ministro de Hacienda, Hernán Büchi, y el subsecretario del Interior, Alberto Cardemil, que lleva un papel en la mano entran en el despacho de Pinochet. 12.18: Los ministros, reunidos en el Ministerio del Interior, suben también al despacho oficial del Pre sidente. 12.30: Las radios dan la noticia de que cuatro indi viduos armados han sido detenidos por miembros de carabineros en la Plaza Baquedano. Hay, sin embargo, calma absoluta en toda la ciudad y las calles aparecen ocupadas tan sólo por uniformados. No se sabe de concentraciones en el centro urbano y en las poblacio nes. Sólo grupos aislados de jóvenes comienzan a cele
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brar el No con bebida refrescante de «mote con hue sillos», ya que la venta de alcohol está rigurosamente prohibida en la jornada electoral. 12.57: Los comandantes en jefe de la Junta Militar llegan a la Moneda para reunirse en el Salón Joaquín Prieto del bunker con Pinochet, los ministros de Inte rior y de Exteriores y algunos asesores del Presidente. El comandante en jefe de la Fuerza Aérea, general Fernando Matthei, dice a los periodistas: Me parece que ganó el No. Yo lo tengo bastante claro. 1.05: Andrés Allamand, vicepresidente de Renova ción Nacional, lee un comunicado de la comisión po lítica del Partido: De acuerdo con las informaciones de que disponemos hasta la 1 de la madrugada de hoy, día 6, el resultado del plebiscito arroja una tendencia favo rable a la opción No. Renovación Nacional espera que el Ministerio del Interior entregue brevemente los cóm putos correspondientes. 1.35: Con casi cinco millones de votos escrutados el Comando del No entrega los últimos datos, que dan el resultado del 57,82 % favorable al No y el 42,18 % de síes. El portavoz, Patricio Aylwin lee un mensaje final al pueblo de Chile en nombre de 16 partidos políticos de oposición: Compatriotas: los cómputos realizados hasta ahora, expresan la voluntad, claramente mayoritaria de los chilenos en favor de la democracia. Llama mos a los millones de chilenos que han hecho posible esta histórica victoria a que permanezcan vigilantes frente a cualquier intento de provocación y atentos a los llamados de este comando, lo que deberá ser asumido con la misma conciencia, organización y disciplina que tan decisivamente han contribuido a forjar este triunfo. Pese a las condiciones evidentemente adversas y desi guales en que se ha realizado este proceso plebiscitario, el pueblo chileno ha logrado expresar su mayoritario rechazo al candidato Augusto Pinochet. En esta hora trascendental reiteramos al país que no deseábamos este plebiscito. Por meses insistimos que queríamos eleccio nes libres como el mecanismo de mayor legitimidad 27
democrática para permitir la plena recuperación de su soberanía por parte del pueblo chileno. No fuimos es cuchados y se nos impuso este plebiscito. Convocado a votar No para derrotar a Pinochet y producir los cam bios que el país urgentemente requiere, para terminar con la confrontación y abrir paso al reencuentro y re conciliación nacional, el país ha entregado su mandato para que las fuerzas democráticas concuerden con las Fuerzas Armadas y de Orden un camino de transición a una auténtica democracia que nos incluya a todos... Estamos convencidos de que las FFAA y de Orden respetarán la soberana expresión de la voluntad del pueblo de Chile y permitirán abrir paso al reencuentro de todos los chilenos. Estamos abiertos a buscar los caminos más efectivos para ello. Evitemos todos prolon gar los sufrimientos de nuestro pueblo y abramos paso a la alegría y a la reconciliación por la que los chilenos han optado. 1.50: Aunque la reunión del búnker de la Moneda transcurre a puerta cerrada, se sabe que la decisión de Matthei de reconocer el triunfo del No, antes de en trar, ha condicionado las decisiones. También que la Junta se negó a firmar un documento exhibido por el ministro Fernández, por el que los comandantes en jefe facultaban a Pinochet de poderes excepcionales para actuar esa noche y los días siguientes. Matthei y otro miembro de la Junta—parece ser que fue el comandan te en jefe de Carabineros, general Stange— discutieron subidos de tono con el propio Pinochet. No hay más remedio que aceptar la derrota, le dijeron. Pinochet no responde, pero autoriza al subsecretario Cardemil a dirigirse al Diego Portales con el tercer cómputo oficial del Ministerio del Interior. 2.10: Escrutadas 15.960 mesas —lee Cardemil— lo que corresponde al 71,7 % de las mismas, con un total de 5.167.177 votos el No ha obtenido el 53,31 % de los votos y el Sí el 44,34 %. 2.30: El ministro del Interior, finalizada la reunión del Palacio de la Moneda, habla ante las televisiones y
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radios en nombre del Presidente de la República, de los miembros de la Junta y del Gobierno. Es una declara ción escrita a mano consensuada en el búnker, final mente admitida por el Presidente Pinochet: El Gobier no, así como ha demostrado su vocación democrática y ha conducido un proceso que permite el fiel reflejo de la voluntad soberana, reitera su decisión inquebranta ble de cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes... El desarrollo del país no puede detenerse por motivo alguno. La democracia que construiremos tiene un lugar para todos los que creen verdaderamente en ella. Esta es la hora de demostrar que por sobre la contingencia están Chile y sus valores permanentes. En consecuencia, acatamos los resultados que el país ya conoce. Un vocerío unánime y alegre llega del exterior. Des de el pasillo del hall del Portales se divisa a un millar de personas con banderas chilenas, del No, y algunas partidarias, que han seguido por la radio las declaracio nes del portavoz gubernamental. Son en su mayoría jóvenes que han trabajado en la campaña. Cantan y bailan, ondean sus banderas frenéticamente o se abra zan alborozados. El santo y seña del Comando del No, La alegría ya viene, se torna en segundos en La alegría ha venido. Y así sucede con todos los slóganes y parea dos, coreados en los actos públicos y calles durante el mes que ha durado la campaña electoral. De pronto el ayer es hoy, la esperanza realidad, lo imposible posi ble. Todos esperaban derrotar al general, pero todos los rostros entre los que me adentro al descender la escalinata del Portales, denotan sorpresa, como si no se lo creyeran. El ¡Hemos ganado! estentóreo y jubiloso suena en los primeros momentos más a admiración o interrogación que a afirmación. Algunos se aproximan a los carabineros que custodian el Portales y les dan la mano o tratan de darles la mano. Unas jovencitas, con una cinta del No en la frente, llegan más lejos y les ofrecen sonrisas y flores. Es, quiere ser, como el sím bolo del nuevo Chile que trata de zanjar en esta noche
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los horrores del pasado, la búsqueda de ese país recon ciliado al que se ha referido en su alocución el portavoz de los ganadores, Patricio Aylwin. Se forma una pequeña caravana de automóviles a los que se encaraman racimos de muchachos y muchachas, los «cabros» y «lolas» chilenos. Algunos gritan ¡Que se vaya!, ¡Que se vaya! y dirigen sus miradas y bande ras hacia el Diego Portales, como si en el mastodóntico edificio identificaran a Pinochet. El Portales, de una de las realizaciones de la época democrática de Salvador Allende, pasó a convertirse en un hito del pinochetismo. Después de aquel 11 de septiembre de 1973, en que los escuadrones aéreos del general Leigh bombar dearon al Palacio de la Moneda, la Junta Militar enca bezada por Pinochet se reunió y deliberó en el recién construido Portales, cuadrado y feo, con una elevada torre desde la que se divisan la nevada cordillera andi na, la de la costa y el largo valle de Santiago. Del Portales salieron las primeras medidas de deportación y sitio, de exilio y muerte. No es extraño, por tanto, que, ante la opinión pública del país, pasara rápida mente de ser la obra del Presidente democrático a la guarida de la Dictadura. También en este edificio se aprobaron por decreto leyes encorsetadoras a las que hábilmente el régimen ha ido dando apariencia de una nueva institucionalidad, una nueva democracia. La res tauración de la Moneda fue lenta, porque en sus sóta nos y aún más allá, bajo la Plaza de la Constitución, se construyeron inmensos subterráneos a prueba de toda bomba, con galerías que permiten salir en diversas di recciones, infinidad de compartimentos de seguridad y guardia y diversos salones, uno de ellos capaz de reunir a más de mil personas. Resulta curioso comprobar cómo el hombre que lidera el golpe de estado contra un gobierno democrático, es el primero en alertarse de las «debilidades» de aquel régimen que permitía que las entradas de la plaza a la Alameda dieran paso a una calle abierta a quien quisiera y que Salvador Allende descendiera con una escolta mínima de su Seat 125 para 30
acceder por una puerta de la calle Morande al Palacio Presidencial. Pinochet convirtió La Moneda en un búnker, acorazado y blindado, en cuyos sótanos hoy apenas harían mella los aviones de Gustavo Leigh... Son las tres de la mañana. Se comenta que hace escasos minutos los miembros de la Junta Militar y el todavía Presidente, Augusto Pinochet, han salido con sus motoristas suicidas y la tradicional escolta de auto móviles blindados hacia sus domicilios. Durante media hora se prolonga en las cercanías del Comando del No el acto de alegría desatada por los triunfadores. La frase, apresuradamente escrita sobre una pancarta, re sume mejor que todas el ingenio de este pueblo chile no: ¡Le ganamos con un lápiz! La frase va a ser grito y cartel en actos y manifestaciones, a partir de ahora. Una marcha de gentes ebrias de victoria camina qui nientos metros hacia una casita blanca de dos plantas, en la que se han venido reuniendo los dirigentes del Comando del No. Se abre una ventana por la que asoman media docena de políticos. Los asistentes, que no llegan en este momento de máxima presencia a dos millares, les felicitan a coro. El público salta enfervori zado, un bote, dos botes, fascista el que no bote o repi te, una vez más, las estrofas de La alegría ya viene. Es una manifestación espontánea, mínima para el hecho histórico que acaba de producirse. Y dura justo hasta el momento en que logra hacerse oír con un altavoz de mano el representante del Comando: Gracias al pueblo de Chile, simbolizado en todos ustedes, que nos ha dado la victoria... Ahora les rogamos que cumplan el instructivo, se vayan ordenadamente a sus casas y no admitan provocaciones. En breve este comando comu nicará dónde y cuándo tendrá lugar un acto de masas en el que celebraremos el triunfo. Buenas noches. En segundos se desaloja la Alameda, el silencio se hace sepulcral, las calles desiertas de Santiago con es caso tránsito, y, aquí y allá una patrulla de carabineros y un edificio iluminado, son ejemplo de la disciplina ciudadana del pueblo chileno. Recorro, con unos ami-
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gos periodistas, las avenidas Apoquindo, Providencia, Vitacura, Conquistadoras, Los Condes y Bellavista. Nos alejamos hacia las poblaciones humildes que cer can el aeropuerto de Pudahuel, Lo Prado y Cerro Navia, bajamos a las combativas comunas de La Vic toria, San Joaquín y San Miguel y el panorama es similar. Solamente grupos aislados saltan de alegría delante de sus casas, y se retiran ordenadamente por que son conscientes de que eso es lo que hay que hacer, que tiempo habrá de celebrar el triunfo. De regreso hacia el Hotel Carrera, en el que se ha instalado el Centro Oficial de Prensa, comprobamos cómo una a una se van apagando las mil luces del Palacio de la Moneda. Resulta esclarecedor que a lo largo de toda la noche ni un solo miembro de la oposición haya hecho mani festaciones públicas sobre el proyecto e intento de gol pe blando, que se estuvo cociendo durante largas ho ras. Pregunto del tema a algunos de los políticos que directamente intervinieron para evitarlo y a los que se reunieron para estudiar la estrategia de hacerlo invia ble. Me esquivan con una sonrisa o una frase anodina. No insisto: está claro que una de sus conclusiones es que, para evitar el cuartelazo, lo mejor es no hablar de él, no inquietar al pueblo chileno, como si las posibili dades de golpe no existieran. Días después hablando con gentes informadas, atando cabos, o leyendo revis tas chilenas que se refieren ya con claridad al tema, se evidencia que hubo dos tramas paralelas, la del «Sí» y la del «No» a la estrategia desestabilizadora de Pinochet y un pequeño puñado de seguidores, las cuales actuaron sigilosamente, como esos servicios de espio naje y contraespionaje más preocupados de marcar y vigilar los pasos del contrario que de su propia ac tuación. Entre los inspiradores del golpe figuran además de Pinochet su ministro del Interior, Sergio Fernández, y pienso también que el subsecretario del Interior, Al berto Cardemil. La complicidad de este último perso
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naje es difícil de demostrar, al igual que la de otros civiles y militares que hicieron declaraciones pre-golpistas antes del plebiscito, o que actuaron antes, duran te o después de él de forma extraña. Quizás algún día se desenrede toda la madeja de un asunto que meses después del referéndum hace callar a la mayor parte de los políticos, tanto a los que proceden del «No», como a los que defendieron la candidatura de Pinochet para un nuevo período presidencial. El tema es todavía comprensiblemente tabú, porque puede irritar, crear desasosiego dentro de las Fuerzas Armadas y de Cara bineros. También porque Pinochet, tres meses después de la derrota conserva gran parte de su fuerza, especial mente entre la tropa. Si Cardemil ignoraba los dos intentos de fraude, el de anular el plebiscito, que dio paso a la segunda fase de autogolpe al producirse la denuncia del Departa mento de Estado norteamericano, si Cardemil no par ticipa conscientemente y es un mero y obediente su bordinado de su superior Fernández y del propio Pi nochet, demuestra una dosis de ingenuidad preocupan tes. O de acatamiento ciego, sin detenerse a reflexionar por un solo momento. De lo que no cabe duda es que el subsecretario del Interior, al menos instrumental mente, fue uno de los personajes más activos del com plot. Y lo fue ya el día anterior al plebiscito, el 4 de octubre, al contribuir a crear un clima de miedo y caos favorable al golpe con declaraciones como éstas: hay una intención coincidente de varios dirigentes oposito res de desconocer las atribuciones de la autoridad, con lo que buscan alentar las posibilidades de violencia y desorden con llamados a tomar la calle, bajo el pretexto de defender posibles resultados electorales. Se refiere a las discutibles e inoportunas declaraciones del líder comunista, Volodia Teitelboim. Pero éstas se habían producido tiempo atrás, cuando regresó del exilio y nada tenían que ver con la posición última de los comu nistas que, como veremos, no solamente se vieron for zados a entrar en el redil de los que pidieron el voto
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del No, sino que contribuyeron eficazmente a pacificar la calle. Las palabras de Cardemil eran una provoca ción y, desde esa perspectiva, contribuyeron a crear el clima de tensión que actuaría como base y justificación de la calculada intervención militar. Pero Cardemil hizo más, ya que fue el personaje o la marioneta que, ahí sí que conscientemente, pretendió engañar al país con los datos electorales de esas 79 mesas, insuficientes y amañados, porque en ese cómputo y en el posterior, también fraudulentamente a favor del Sí, residía preci samente uno de los puntos clave de la estrategia golpista, la de propiciar que se mataran en las calles chilenos de uno y otro bando para hacer «inevitable» una inter vención militar cuyas consecuencias en saldo de vidas, detenidos, proscripciones políticas, y un largo etc, son fáciles adivinar. La polémica del papel que representa el subsecreta rio del Interior en la noche del 5 de octubre, no finaliza con el reconocimiento oficial del triunfo del No. Casi mes y medio después, en el fin de semana del 12-13 de noviembre de 1988, la División de Comunicación So cial (DINACOS), es decir la oficina de información del propio régimen, en su comunicado número 005 que recoge la intervención de Cardemil, en un foro de la Radio Nacional dice así: el subsecretario del Interior, Alberto Cardemil, dijo que si él aparecía dando el re sultado del plebiscito como estaba, que era favorable al No, podría producir una situación de desorden público. El despacho de DINACOS, reproducido textualmente por las agencias UPI y ORBE, fue publicado en la prensa del domingo, día 13. De inmediato se comunica Cardemil con UPI solicitando aclarar que nunca hubo manejo de cifras en el Ministerio del Interior y que, efectivamente, los dos primeros boletines que entregó el 3 de octubre —a las 19.30 horas y poco después de las 22— daban ventaja al Sí y que sólo a las 23:30 horas, cuando Interior advirtió la ventaja del No optó por postergar la entrega de cómputos, esperando una alte ración de la tendencia, debido a que faltaban muchas 34
mesas de mujeres. Añade que al acentuarse la ventaja del No optó por dar el resultado casi final a las 2 de la madrugada. Estos datos han sido recogidos literalmen te del diario La Epoca, del 14 de noviembre, que pu blica la respuesta de la agencia UPI a Cardemil: Nues tra transcripción es exacta a la original. No se le ha puesto ni una sola coma, aparte de las dos únicas que tiene el despacho de DINACOS. Se advierte que el señor Cardemil desmiente que la situación descrita se produjo en la tarde de ese día 5 —una cuestión de tiempo— pero no aclara el fondo de la materia, que es su temor de dar el resultado como estaba, que era favo rable al No, según la versión de DINACOS. El citado diario, próximo a sectores democristianos, incluye nuevas declaraciones del subsecretario en el diálogo de Radio Nacional: A las 7:30 di estos resultados con un número muy chico de mesas; alas 10 de la noche di otro resultado con un número mayor, pero todavía muy chico... Después de las 10 de la noche, alrededor de las 11:30, di un tercer resultado, y una incuestionable nota aclaratoria: Cardemil no intervino públicamente a esa hora; la afirmación es confusa. Nuevas declaraciones del contradictorio personaje en la noche del 13 a la agencia Orbe, pueden prestarse a la reflexión: los ru mores de intento de fraude o suspensión del plebiscito, que advirtió el Departamento de Estado de EE.UU., nos provocaron bastantes problemas dos días antes, pero han quedado completamente desvirtuados. La base militar de apoyo al «auto golpe» residía fundamentalmente en el Regimiento Buin, una pobla ción situada a treinta kilómetros de Santiago, famosa porque en los cerros próximos a un cuartel, en el año 1985 aparecieron restos de cadáveres de socialistas y comunistas fusilados en los días que siguieron al golpe de septiembre de 1973. Por aquel entonces visité la zona, con el objeto de realizar un «Informe Semanal» para Televisión Española: jamás olvidaré el terror de humildes campesinos, al recordar a unos milicos con las caras tiznadas de betún que les arrebataron a sus hijos
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y maridos y cómo, horas después, oyeron las ráfagas de fusilería que segaron sus vidas en la curva del cerro cercano. Las tensiones que se produjeron a lo largo de la jornada electoral en la Escuela Militar de Buin, son reflejo de la situación en el Ejército de Tierra, más reacio a la democratización que la Fuerza Aérea, la Marina o los Carabineros. La Escuela está mandada por el brigadier general Jorge Ballerino, que estuvo en contacto frecuente con Pinochet en la noche del 5 de octubre, no se sabe si para expresarle su solidaridad o para darle cuenta del comportamiento de un personaje torvo y con madera de goIpista, el coronel José Zarza Holguer, director de la Escuela de Fuerzas Especiales y Paracaidistas del Ejército, los boinas negras, conoci do y despreciado por los demócratas chilenos por sus declaraciones o intervenciones en contra del restable cimiento de las libertades en el país. En plena campaña electoral se dirigió al Presidente Pinochet para asegu rarle que los corvos de los comandos están prestos a su llamado. Al decir los «corvos» se refería a los cuchillos de los boinas negras, prestos a liquidar a quien le orde naran. En otra ocasión personalmente mandó un co mando de militares con las caras pintadas y vastimenta civil que agredieron a unos manifestantes estudiantiles. Zara esta noche quiere más. Acuartelado en la Es cuela Militar denuncia que se está abandonando al co mandante en jefe y que es de traidores dejarle solo. Ha dicho —según publica la revista HOY, del 14 de no viembre— que sólo acatará las órdenes personales del general Augusto Pinochet e invita a coroneles y oficia les del regimiento a que secunden su posición. La lla mada del coronel Zara tiene éxito entre numerosos mandos del Regimiento y la situación se prolonga has ta el 11 de octubre, día en el que los oficiales hacen pública una nueva protesta porque el general Pinochet, después de la derrota en las urnas está siendo abando nado por las fuerzas políticas de la derecha. La revista APSI del 24 de octubre, que dedica cuatro páginas a
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LA HISTORIA DE UN GOLPE FRUSTRADO La revista APSI publica un amplio informe sobre La historia de un golpe frustrado.
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contar la «Historia de un golpe frustrado», analiza así lo sucedido en Buin: El problema es que para el Ejér cito, la derrota en el plebiscito también tiene algo de derrota institucional. Fue su comandante en jefe, su estratega, el derrotado. Hay allí sentimientos militares que han sido tocados. Por ahora, las aguas están quie tas, tal vez porque esas aguas están demasiado densas. El martes, 11, en el Regimiento Buin, es sabido que un grupo de oficiales protestó provocando un movimiento interno insólito. Se habló de coroneles. Lo cierto es que ese movimiento parece ser que fue la expresión de esos sentimientos heridos... El Ejército, o al menos parte de él, hizo propia la derrota en el plebiscito. Y todo por el candidato, por su uniforme, y por esa soledad que en tomo suyo se acrecienta. Del comportamiento de otros militares hay, sin em bargo, razonables dudas de qué apoyaron realmente en la noche del cinco y en la madrugada del seis de octu bre. Así del general Óscar Torres, subdirector del cuerpo de Carabineros, cesado o alejado sin la menor explicación una semana después del plebiscito. Un po lítico de oposición asegura que Torres fue expulsado por el comandante en jefe de Carabineros, general Ro dolfo Stange, por estar cercano al golpe. Otros opinan, entre ellos, Nibaldo F. Mosciatti, de la revista APSI, que el cese obedece a la negativa del general cuando le pidieron, desde el Gobierno, que pusiera en libertad a los cuatro hombres armados detenidos en la Plaza Baquedano. Los detenidos en la noche del 5 eran policías camuflados de paisano, dispuestos a provocar alterca dos. La detención fue tan cierta que el diario La Ter cera del día siguiente, publicó una fotografía de las armas incautadas. Nadie ha visto, sin embargo, fotos de los detenidos, nadie conoce sus nombres, nadie sabe en qué fiscalía militar están siendo procesados... Se sospecha, aunque tampoco existen datos acusa torios concretos que, además de Sergio Fernández, el más identificado con el complot ideado por Pinochet es el segundo hombre en el escalafón militar de la 38
nación chilena, el vice-comandante en jefe de las Fuer zas Armadas, teniente general Santiago Sinclair. Minis tro también del Gobierno de Pinochet ha sido uno de los uniformados más directamente implicados en la campaña electoral del Presidente. Sinclair con su gorra militar de estilo alemán, sus gafas y gesto inamovible en el que jamás aflora la sonrisa, es, desde hace años, el hombre fuerte de La Moneda, el indispensable, el influyente para cualquier favor o servicio. Forma con Fernández el trío de los grandes derrotados en el ple biscito y bien pudiera cerrar el triángulo del golpe que estuvo a punto de ser y que por diversas circunstancias no ha sido. Sorpresivamente fue cesado como vice-co mandante en jefe el 3 de noviembre pero por lógica aplastante y ya sin sorpresas, cuatro días después Pino chet le «recupera» y nombra su representante personal ante la Junta de Gobierno. Pieza fundamental en la desarticulación del autogolpe ha sido el general brigadier de Artillería Jorge Zincke Quiroz, comandante de la guarnición de Santiago. Zincke, a sus 53 años, lleva una carrera meteórica, cierto que de la mano de Pinochet, de quien fue secre tario particular en 1976. Ascendido a coronel dirigió la Escuela de Suboficiales y desempeñó los cargos de secretario general de la Junta y del Ejército desde co mienzos de 1979 a finales de 1981. Posteriormente y durante tres años estuvo como jefe de la misión militar chilena en España. A su regreso es elegido comandante de Institutos Militares —es el que controla y supervisa todas las escuelas del Ejército—, hasta la designación de jefe de la Guarnición de Santiago. Zincke desempeñó un doble papel, claves ambos para desinflar el globo de la «asonada» militar: por una parte se puso repetidamente en contacto con miembros de la oposición para recomendarles que insistieran en que nadie saliera de sus casas. Era la advertencia de quien sabía lo que se estaba tramando. Por otra, se opuso enérgicamente a retirar los efectivos de las calles de la capital, cuando una autoridad del Gobierno se lo
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pidió. Y todavía un tercer detalle resulta favorable al comportamiento de Zincke: él facilita a la prensa la información de los cuatro detenidos en la plaza Baquedaño con pasamontañas, armas y explosivos. Sin em bargo, aun con estos antecedentes y otros que, en mi criterio, muestran como inequívoco su comportamien to en contra de la confrontación callejera, en ciertos sectores de la oposición no acaban de fiarse de él. Dudan, por su proximidad a Pinochet, y no compren den cómo el dictador si no le ha sido obediente lo cesa para después ascenderlo a mayor y nombrarlo vice-comandante en jefe, es decir, el número dos en el escala fón militar, como su segundo o sucesor. Nativel Preciado, que vivió los días del No en Chi le, en un reportaje publicado en la revista Tiempo, al referirse a las tensiones de las Fuerzas Armadas escribe que el general "¿incite comandante de la guarnición de Santiago, frenó las ansias de las tropas que tenía a su mando. En iguales términos se manifiesta el ya citado Mosciatti cuando dice: Lo de ¿incke fue clave. Se opu so a retirar sus efectivos de la calle, para que la gente saliera a celebrar el Sí. Para El Mercurio, del 6 de noviembre, el nuevo nombramiento de Zincke ha dado lugar a diversas interpretaciones: Para algunos no es fácil explicárselo, si fuera verdad aquella versión de que la noche del plebiscito no habría obedecido órdenes superiores, en el sentido de retirar a los soldados de la calle. El diario chileno publica que el hoy vice-comandante supremo ha desmentido que recibiera la llamada del Gobierno y asegura que se habla de él como del delfín de Pinochet. Los datos que poseo resultan en un cien por cien favorables a la actuación del general Jorge Zincke. Bien por la seria advertencia del Departamento de Estado estadounidense, bien por el reflejo condicionado de un militar chileno en un país que salvo en este paréntesis de quince años, vivió en libertad y convivió sin proble mas importantes con sus Fuerzas Armadas, o bien por íntimas convicciones democráticas del general. Recor-
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«El No es ganador», del miembro de la Junta Fernando Matthei, fue definitivo para abortar la intentona.
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demos la dictadura franquista en España, o las nume rosas tiranías de Centro y Sudamérica: en todas ellas hubo militares, en algunos casos relevantes figuras de la milicia, agazapados en el corazón mismo de la Dic tadura que, de un modo u otro, contribuyeron a abrir caminos hacia la Democracia. Quiero imaginar que Zincke es uno de ellos. El tiempo y la Historia, que al final desvelan todo, lo dirán. Pero el hombre fundamental, el número uno en el desmoronamiento del «putch», es el comandante en jefe de la Fuerza Aérea de Chile y miembro de la Junta, Fernando Matthei. Su escueta declaración ante las cá maras de televisión admitiendo el triunfo del No, antes de acceder a la reunión del búnker de la Moneda, así como su exigencia ante Pinochet y Fernández, de acep tar el mandato de las urnas, son el «golpe al golpe», lo que resta apoyo militar al complot. La trayectoria de Matthei es la de un hombre contradictorio. Pero en esta ocasión, su contradicción resulta definitiva y quie bra el curso de lo que a punto estuvo de ser una mala historia. Matthei nada tuvo que ver con el golpe de septiem bre de 1973 contra el Gobierno de Unidad Popular que presidía Salvador Allende. Por aquel entonces era hombre de escasa relevancia en el mundo militar des tinado como agregado aéreo en la embajada chilena de Estados Unidos. Cuando regresa al país el golpe es algo lejano y Matthei no adquiere especial renombre hasta 1978, cuando Pinochet cesa al jefe de la FACH Gustavo Leigh y a dieciocho de los veintiún generales de las Fuerzas Aéreas que se solidarizan con su jefe. Sólo dos se negaron a secundar a un Leigh que critica ba a Pinochet por no devolver el poder al pueblo: uno de los dos era Fernando Matthei que ocupa el lugar de Leigh en la Junta. Las contradicciones de Matthei han sido continuas y sus declaraciones a favor de la democracia o de man tener las cosas como están, bastante frecuentes. En una ocasión dijo en Alemania que había que acelerar en su 42
país la llegada de la democracia; incluso se atrevió a criticar a Pinochet; a su regreso a Chile desmintió categóricamente haberlo dicho. También ha sucedido alguna vez que él representa el papel de blando, mien tras que a su esposa le corresponde hablar con dureza de la oposición, a toda la cual engloba y unifica como comunistas. Matthei ha sido la esperanza, nunca ago tada del todo, de los chilenos que han confiado en fisuras o enfrentamientos dentro de la Junta Militar. Nunca, hasta la madrugada del día 6, Matthei había jugado tan claro, tan inequívocamente sus cartas a fa vor de la democracia. Cuando rodeado del silencio de los otros integrantes de la Junta, llegó a La Moneda y dio como hecho el triunfo del No; cuando minutos después en el búnker, Fernández pidió la firma que otorgaba facultades especiales a Pinochet y Matthei fue el primero en negarse; cuando, por último, exigió al Gobierno el reconocimiento inmediato de la derrota, la suerte estaba echada y el autogolpe se quedaba en un sueño imposible. Si los factores humanos que vaciaron de apoyo mi litar al golpe, se iniciaron en la entrevista de Ricardo Lagos, Núñez y Aylwin con el embajador de Estados Unidos en Chile, y concluyeron con las intervenciones de los generales Zincke y Matthei, el apoyo político es eliminado por el Presidente y vice-presidente de Reno vación Nacional, Sergio Onofre Jarpa y Andrés Allamand. Pertenecen ambos —menos comprometido con el régimen el último— al sector más democrático de esta formación, nacida en 1987 de gentes procedentes, en su mayor parte, del Partido Nacional de Alessandri. Este sector pretendió defender la proyección del régi men, pero no la candidatura de Pinochet. Se vieron presionados y en cierto modo forzados a prestar su fuerza personal y política a un candidato único que, desde la Moneda distribuía prebendas y castigos para romper partidos que no «pasaban» por el aro o crear nuevos grupos dispuestos a defender el Sí. Jarpa y Allamand al reconocer la derrota e instar al
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ministro del Interior a que «soltara» sin demora los resultados, contribuyeron fundamentalmente a la de sactivación del golpe. El prestigio de Jarpa en la dere cha empresarial y política chilena es grande. Su reco nocimiento claro del triunfo del No, así como la crítica del partido que preside a la lentitud en la entrega de votos, por parte del ministro del Interior, dan idea de que también él estaba informado de lo que se cocía en La Moneda. Allamand me reconoció personalmente que efectivamente hubo dos horas de tensión, de tira y afloja en las que nuestra intervención contribuyó a im poner la cordura. Además honestamente destacó la res ponsabilidad del Comando del No al llamar a la po blación a mantenerse en sus casas y guardar la calma. Resulta curioso y en algunas latitudes puede que sorprendente que gentes comprometidas en una op ción concreta —Renovación Nacional era uno de los baluartes del «sí»— se comporten de esta manera. La sorpresa podría aumentar al comprobar que la revista vinculada a Renovación Nacional, Qué pasa, es el pri mer medio de comunicación chileno en publicar los intentos de impedir por la fuerza el triunfo del No y la maniobra de desestabilización comunista por la que las Fuerzas Armadas habrían tenido que intervenir. Al analizar los otros factores que contribuyeron a evitar que, como se dice en Chile, el pinochetismo pateara el tablero, destaca el papel de los representan tes españoles de la Internacional Socialista —Elena Flores, Txiqui Benegas, Alejandro Cercas y Miguel Angel Martínez— que, por otra vía, llegaron también hasta el Departamento de Estado USA. Miguel Ángel Martínez me cuenta así los hechos: Ricardo Lagos y Patricio Aylwin, por fuentes diferentes próximas al es tamento militar, poseían informaciones de lo que se tramaba. El primero nos invitó a cenar a Ricardo Núñez, secretario general del Partido Socialista chileno, a Txiqui Benegas, a Elena Flores y a mí. La cena se celebró en la propia casa de Lagos y allí nos explicó claramente la situación. Nosotros con el asentimiento
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del Gobierno español hablamos con el embajador de España y éste a su vez lo hizo con algunos embajadores de los países de la Comunidad Económica Europea en Chile. Estos embajadores hicieron lo mismo con sus respectivos gobiernos y el paso definitivo fue el contacto de ciertos gobiernos europeos con el de los Estados Uni dos. Pienso que esta intervención coincide en el tiempo con la del embajador Barnes y que ambas contribuyen a la escueta pero clara nota del Departamento de Esta do. En el resumen de intervenciones que revientan el complot, sobresale la actitud personal del embajador de los EE.UU. en Chile, Harry Barnes, persona non grata al régimen de Pinochet desde hace tiempo, por su apoyo a la democratización del país andino. El cable del Departamento de Estado, alertado por esta doble vía, advierte al Gobierno militar que puede quedarse solo en su intentona y al pueblo chileno exactamente de lo contrario, de que no estaba solo. Otros factores importantes son:
— La triple estrategia del comando del No o de los responsables del mismo (conocedores de los planes nacidos al calor de La Moneda), consistente en: 1) No decir una sola palabra que asustara al pueblo, le desanimara de votar o sirviera de acicate a sectores radicales del No que po drían intentar tomarse la justicia por su mano. 2) Adelantar los votos favorables al Sí y llegar a todos los medios de comunicación que les fuera posible para hacer evidente la realidad del triunfo. 3) Evitar la salida de la población a las calles, a lo que contribuyó a última hora el acuer do con el Partido Comunista que aceptó la no celebración callejera. Los comunistas ac tuaron ese día con mucha responsabilidad, reconocieron portavoces del Comando,
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que mantuvieron durante la jornada plebis citaria tres reuniones con dirigentes de este partido. — El pueblo de Chile con sabiduría que adivina de dónde procede el peligro. Su actitud serena y responsable, su ejemplaridad que le convier te en protagonista indiscutible del referén dum, fue, con toda seguridad, el elemento nú mero uno en la desactivación del golpe. No hubo caos si ganaba el No, como preconiza ban amenazadoramente el Gobierno y los par tidarios del Sí.
Me decía Andrés Allamand: Al final se aceptó el triunfo del No y tampoco acertaron los que, desde esa posición, aseguraban que los de Sí no lo haríamos. La verdad es que unos y otros nos equivocamos y el que acertó es el pueblo chileno. Treinta y cuatro días después del plebiscito, el 8 de noviembre, un debate entre el democristiano Aylwin, el socialista Lagos, y el miembro de la comisión polí tica de Renovación Nacional, Renato Gazmuri, saca nuevamente a la palestra que la intervención militar para detener el plebiscito no era una invención del Departamento de Estado de los EE.UU. El acto, cele brado en los estudios de Radio Bio Bio, en la ciudad sureña de Concepción, desvela nuevos datos. Confir mó Gazmuri los intentos de proclamar un falso triunfo del sí, que conduciría a choques sangrientos con los partidarios del No, que habrían culminado con una intervención militar y la prolongación del actual régi men. Los que aspiran a una democracia en Chile nos deben a Renovación Nacional y a mí mucho por lo que pasó el 5 de octubre... Si no hubiéramos tenido esa actitud es posible que los «cabezas calientes» hubieran logrado su propósito y, quién sabe, cuántos muertos estaríamos lamentando por la noche del 5 de octubre. Gazmuri añadió que el diario del gobierno La Nación llegó a imprimir seis mil ejemplares con un cómputo 46
de dos millones de votos, que daban como ganador al Sí por el 51 por ciento, y que para celebrar el triunfo había camiones preparados al lado de La Moneda. La que pudo ser llamada noche de los cuchillos largos —los corvos del coronel Zara—, afortunada mente se convirtió en noche de alegría contenida, sere na, pero de indescriptible alegría para los vencedores. Y para los perdedores pienso que en un motivo para reflexionar. Fuentes castrenses confirmaron el 16 de noviembre que el coronel José Zara Helguer ha sido destinado a ocupar un cargo no concretado en Sudáfrica. Al día siguiente del triunfo el Fortín Mapocho, un diario vinculado a la izquierda chilena, olvidaba golpes y contragolpes y resumía la jornada con este titular a toda página: Corrió solo y llegó segundo. Augusto Pi nochet, el llamado candidato único, también recibió una lección.
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CAPÍTULO II
PINOCHET, ENTRE DIOS Y LAS BRUJAS Chile huele bien en este seis de octubre. Tiene fra gancias de la primavera estrenada hace escasas semanas y de la democracia que al fin llega. Desde la terraza del Carrera, en la misma Plaza del Palacio de La Moneda, los Andes parecen agrandados, cercanos, aplastantes. Dicen que durante el año apenas ha nevado pero los que no estamos habituados a este paisaje nos solaza mos ante el espectáculo de cumbres siempre blancas, cubiertas tan sólo por el sombrero de las nubes. Es un día especialmente luminoso, lo que resulta raro en este valle opaco por el polvillo espeso de la contaminación. Santiago es una de las ciudades con mayor polución del mundo, al parecer porque se encuentra encajonada en tre dos cordilleras, la andina, que la separa de Argen tina, y la de la costa muy cerca del Pacífico. Cuentan por aquí que los japoneses han estudiado medidas para limpiar el aire y hacerlo transparente. Sólo encuentran ésta: abrir una zanja inmensa en las montañas de la costa, para que haga a modo de tiro por el que se iría la porquería. En el hall del Carrera conversan periodistas y ob servadores de todo el mundo. Es curioso el interés que despierta la situación chilena en cualquier país de Eu ropa o de América, sólo comparable al que concitó la
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España sometida a Dictadura. Pero si el golpe contra Salvador Allende y la actuación del gobierno militar chileno, durante estos últimos quince años, vertieron ríos de solidaridad y de tinta en Francia, Italia o Ale mania, por citar tan sólo algunos países, la atracción española hacia lo que aquí está sucediendo es infinita mente mayor. Las razones deben de ser varias —histo ria y lengua común, o las clásicas relaciones amor-odio entre conquistador y conquistado— aunque ninguna tan fuerte como la de haber vivido ambos bajo la bota de parecidos dictadores y parecidas dictaduras. Por el hall del Carrera se mueven muchos de los setenta informadores españoles acreditados para cubrir el plebiscito —la delegación más numerosa de todo el mundo— y caras conocidas de la política hispana, como Adolfo Suárez, Txiqui Benegas, Elena Flores, García Tizón, Javier Rupérez y Nicolás Sartorius, en tre otros. Cuentan sus experiencias de ayer, en los distritos electorales, en los que les ha correspondido «observar» el desarrollo de la votación. En general opinan que el proceso de recuento fue limpio, entre otras razones, porque el Comando del No logró cubrir todas las mesas desde Arica a la Antártida. Al Carrera se acercan también periodistas, políticos y artistas hos pedados en otros hoteles. Esto sucede porque en él se ha instalado el centro de prensa; también porque, de siempre —ya en la época de Salvador Allende— su hall y escalinatas se han convertido en punto de encuentro internacional. Karry Kennedy, hija del asesinado Robert Kennedy, ha recorrido las mesas electorales de Renca: asegura que la libertad está a la vuelta de la esquina. El ex presidente Suárez, acaso la figura más conocida entre los observadores extranjeros, no se can sa de destacar el comportamiento del pueblo chileno, que acudió en más del noventa por ciento ordenada y pacíficamente a las urnas. Este país sabe de democracia —dice— a pesar de los quince años de dictadura. La calle es igualmente un hervidero de comentarios sobre la jornada de ayer, como si de pronto el país
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hubiera perdido el miedo y brotara la sonrisa congela da durante tantos años. Coches con banderas, jóvenes con largas trompetas de plástico, corros espontáneos en la zona céntrica de la Plaza de Armas, Huérfanos o TeatinOs y todos a una con la misma cantinela del Ya se acabó, coreado por el pitido incesante de miles y miles de automóviles. El ya se acabó es nuevo; hasta hace tan sólo dos días la melopea era Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar, que tenía su corres pondencia en el Pi-pi-Pinochet de los partidarios del Sí. Pero el lenguaje de los claxons y trompetas como fon do musical al grito emocionado de miles y miles de gargantas, incorpora una frase que surge como conse cuencia del resultado electoral: ¡Que-se-va-ya, Pi-nochet! ¡Que-se-va-ya, Pi-no-chet! Es una riada humana la que baja por el Parque Forestal y la Alameda camino de la Plaza de La Mone da. A media tarde son más de treinta mil los manifes tantes, jóvenes en su mayoría, los que tras las vallas metálicas y las barreras humanas de carabineros, diri gen sus manos y voces en dirección al Palacio Presi dencial pidiendo que Pinochet deje el poder. Sobre ellos infinidad de pancartas con la misma solicitud del ¡Que se vaya! y otras recién escritas: Un general derro tado debe retirarse, Ya cayó, Pinocho al Mapocho,... Adiós, general. Es una concentración espontánea y pacífica. Sólo un pequeño grupo de jóvenes con las caras cubiertas por pañuelos tiran piedras a los vehículos policiales, lo que «justifica» la represión en la que los peor parados son una veintena de periodistas, en su mayor parte fotógra fos de prensa y cámaras de televisión, algunos de los cuales resultan con lesiones importantes de manos de los carabineros. De Pinochet nadie sabe nada. Para unos está en su residencia de Viña del Mar; para otros, en su casa del Barrio Alto, en Las Condes; y para algunos en... Para guay. Como un reguero de pólvora corre el rumor de su renuncia. A lo largo y ancho de la concentración
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preguntan a los periodistas, a los que nos identifican por nuestras escarapelas de Prensa. ¿Verdad que re nunció^ ¿Cierto que se ha ido a Paraguay? y en sus preguntas hay más deseos de que así sea que seguridad. Durante más de dos horas la especie ronda por calles, plazas y mentideros de Santiago, hasta que Radio Coo perativa y la Radio Chilena desmienten el rumor. Na die puede asegurar dónde se encuentra el general. Sólo se sabe que no está en el Palacio de La Moneda. La esperanza se torna en curiosidad cuando la Tele visión Nacional anuncia un mensaje del Presidente Pi nochet al país, para las nueve de la noche. El mensaje será dado en cadena por los otros dos canales de tele visión como viene siendo obligatorio cuando el Presi dente habla. Minutos antes de su intervención un apa gón provocado con explosivos, deja sin luz Santiago. Y todos nos preguntamos si la autoría del acto se deberá al Frente Manuel Rodríguez, que finaliza su tregua electoral o al propio Gobierno. Ante las pantallas un Pinochet viejo, cansado, caria contecido, diferente al que todavía ayer por la mañana sonreía y bromeaba sobre la oposición, al depositar su voto. Más encorvado, también, de lo que en él es ha bitual. Viste de militar y luce alguna de las condecora ciones que él mismo se ha inventado. Con voz monó tona y las equivocaciones y traspiés habituales en sus discursos, lee un mensaje que dura doce minutos. La fundamental en sus palabras es que reconoce personal mente por vez primera, la derrota y que no está dis puesto a abandonar ninguno de los dos cargos que ostenta, el de jefe del Estado y el de comandante en jefe del Ejército. Del mensaje merece la pena reproducir estos párrafos: Reconozco y acepto el veredicto mayoritario expre sado en el día de ayer por la ciudadanía. Respetaré y haré respetar ese resultado, en consonancia con mi nor ma de conducta invariable como jefe de Estado. Quiero hacer presente a todos mis compatriotas que las Fuerzas Armadas y las Fuerzas de Orden mantienen
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incólume sus compromisos con los principios inspirado res de la gloriosa gesta del 11 de septiembre de 1973. Ellos han alumbrado estos años de su servicio a la República y ellos serán también la guía de la construc ción del Chile del futuro. ¡Que nadie se mueva a engaño! Chile seguirá su marcha hacia la nueva democracia, sin que nadie ni nada pueda detenerle. En el reciente plebiscito no esta ba en juego el ideario ni itinerario constitucional traza do, sino tan sólo la elección de la persona que debería conducir al país hacia la aplicación plena de la Carta Fundamental durante el siguiente período presidencial. No cabe alterar el orden institucional de la Repúbli ca y nadie puede sentirse con mandato del pueblo para torcer lo que ese mismo pueblo decidió. El Presidente de la República que les habla y su Gobierno seguirán trabajando con todo empeño en la gran causa de servir a Chile. Continuaremos adelante con los programas que nos hemos trazado. Hoy, en este momento supremo, renuevo mi com promiso de cumplir el mandato recibido sin vacilacio nes, ni egoísmos, con sentido patriótico y venciendo el sacrificio que ello significa. La institucionalidad que con tanto esfuerzo hemos construido entre todos debe preservarse... La Patria merece aún mayores esfuerzos que los desplegados has ta ahora. ¡Nuestros hijos esperan el ejemplo que debe mos brindarles en este histórico momento! ¡No los de fraudemos! ¡Pongo a Dios por testigo! El frío mensaje enfría a su vez las expectativas de quienes desde la oposición, pudieran confiar que Pino chet cese al menos en uno de los dos cargos. El viejo general se aferra a su Constitución de 1980 que le permite continuar gobernando el país hasta las eleccio nes de diciembre de 1989 y aun más, hasta la toma de posesión del nuevo Presidente en marzo de 1990. La insistencia de los representantes del No en que lo que se votaba no era sólo que Pinochet pudiera ser o no candidato para un nuevo mandato —lo que literalmen
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te se decidía en el plebiscito—, sino la propia Consti tución aprobada en un referéndum sin libertad, no parece haber hecho mella en quien pretende seguir «dictando» la política y el futuro de Chile más allá de su propia presencia y existencia. El mensaje, pronun ciado en tono aburrido pero enérgico, deja constancia de las intenciones de Pinochet. Y es un jarro de agua fría sobre un país que comienza a reanimarse. Después del mensaje del 6 de octubre nada se supo de Pinochet. Tampoco de los otros comandantes en jefe de la Junta Militar —Matthei, Stange, Gordon y Toribio—, que guardan silencio ante la multitudinaria manifestación que celebró el triunfo del No el 8 de octubre; ante el asesinato de dos jóvenes, muertos a tiros cuando festejan la victoria; ante la protesta de los periodistas chilenos por la agresión sufrida por los corresponsales extranjeros. Ni siquiera el comandante en jefe de la Marina, almirante Toribio Merino, habi tualmente locuaz y dicharachero dice una sola palabra. Toribio es un personaje dado a chistes y chascarrillos ininteligibles, especialmente cuando bebe, lo cual ase guran sucede con frecuencia. Y si Toribio calla —dice la voz popular— es que Pinochet lo está pasando muy mal. Es como su alma gemela. Toribio es el último superviviente de la Junta Militar que dio el golpe de Estado en 1973 bajo el mando de Augusto Pinochet, lo que hace más creíble la amistad-complicidad de ambos. ¿Qué sucede con Pinochet? ¿Dónde medita su derrota? La voz del rumor le sitúa nuevamente en Las Condes, en los blindados de los sótanos de La Mone da, en el búnker que se hizo construir en el cerro de La Prado, en Viña del Mar, en Bucalemu... Algunos, con más emoción que razones, comentan que se ha ido a descansar a un palacete que edificó en el Paraguay de su amigo Stroessner. El único que da la cara, en las primeras horas y días de incertidumbre es el inefable ministro Fernández, superexperto en plebiscitos tras su participación decisiva en los del 78, 80 y ahora en el de 1988. Fernández, para salir del rincón en el que le 54
acusan todas las fuerzas políticas, desde la oposición a los que pidieron el Sí, no tiene mejor ocurrencia que intentar demostrar que el ganador moral y real del referéndum es Pinochet. Y se hace el olvidadizo de que el Candidato único concurrió con un buen número de partidos establecidos o fabricados sobre la marcha; que manejó a su antojo la televisión y sólo durante un mes permitió la presencia de sus opositores; que la «empre sa» que más dinero gastó en publicidad entre enero y septiembre fue la precampaña «Somos millones» para irle preparando el terreno, la «Fundación Nacional de Cultura». «Sí, somos millones» y «Democracia, sí», que invirtieron un total de cinco millones de dólares de las arcas del Estado. En ese tiempo a la oposición le estaba vetado el acceso personal o publicitario a cual quiera de los tres canales en los que el que decide es siempre un coronel. Fernández olvida estos y otros datos y habla de un Chile idílico pleno de libertades desde los gobiernos militares de 1973. Como si los partidos no hubieran estado proscritos, ni los políticos en la cárcel o en el exilio. Fernández construye una tesis tan peregrina que le convierte en el hazmerreír del país e incita a que los que combatieron en el plebiscito en distinto bando se junten al unísono para pedir su dimisión: El Presidente, a mi juicio —