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AMADO ALONSÓ

CASTELLANO, ESPAÑOL,, IDIOMA NACIONAL H ISTO RIA E S P I R I T U A L DB TRES NOMBRES

( t e r c e r a e d ic ió n )

E D I T O R I A L LOSADA, S. A. BUENOS AI RE S

Edición expresamente autorizada para la BIBLIO TECA CONTEMPORÁNEA Queda hecho el deposito que marca la ley 11.723 Marcas y características gráficas registradas en la oficina de Patentes y Marcas de la Nación Copyright (^) by Editorial Losada, S. A. Buenos Aires, 1943

Primera edición: 12-1-1943 Segunda edición: 31-VIII-1949 Tercera edición: 23-V-1958

IM PRESO E N ARGENTINA La presentir rrprodaeeUn fotográfica te lerniimS de Imprimir «1 23 de mayo de 1958, en Artes Gráficas Bodoni, Herrera 527» Buenos Aires»

Alguna vez se levanta en los periódicos y en laa salas de profesores una tonnentilla polémica sobre cuál d e b e s e r el nombre de nuestra lengua. En el presente estudio he tratado de indagar cuáles h an s i d o y s on sus nombres y qué contenido espiritual tienen, qué fisonomía cultural reflejan y qué dirección de anhelos ha impulsado a los hispano-háblantes a preferir uno u otro. Necesariamente he tenido que presentar éstos contenidos espirituales valiéndome de citas antiguas y algunas modernas, cuya exégesis he intentado situándolas en la conexión cultural de su momento.

LOS PRIMEROS TIEMPOS Romance y lengua vulgar

Esta lengua que hoy vemos hablada por veinte naciones se engendró en una pequeña comarca de la Cantabria» montañas de Santander y borde septen­ trional de la meseta castellana. Era la región que el reino cristiano de Oviedo tenía fortificada con unos cuantos castillos para contener al sur de los Montes Cantábricos las arremetidas de los árabes. En cierto modo, la línea de castillos era como la línea de for­ tines con que el Estado argentino del siglo xix de­ tenía en el desierto los malones indios. Las gentes de aquella comarca vivían lo heroico como la nor­ malidad de sus vidas y, haciendo de la necesidad virtud, desarrollaron unos rasgos peculiares de ca­ rácter y atrofiaron en sí otros que se cultivaban como flor de cultura en la corte de Oviedo. Aquellos hom­ bres se hicieron eficaces y rectos, acostumbrados a las resoluciones prontas, y perspicaces para lo que se acomodaba a sus condiciones específicas. Ni si­ quiera se fiaban de J a,, legislación escrita que regía

10 en el resto de España con el nombre de Forum Judicum o Fuero Juzgo; ellos se habían de administrar justicia “por albedrío” según el derecho consuetu­ dinario local. ¡Cuánto menos iban a andarse atentos a seguir l o s modos ovetenses de hablarJ Cuando, a comienzos^cfel siglo x, el reino cristiano trasladó su corte a León, al sur de la Cordillera, los castella­ nos se sintieron en seguida incómodos por aquella vecindad influyente. Y desde entonces su energía combativa se ejerció, no sólo contra los moro9, sino también contra sus reyes forasteros y contra el reinó de Navarra. El legendario e histórico conde Fernán González, el fundador del Gran Condado de Castilla, estuvo sucesivamente preso del rey de León y del de Navarra. Con razón decía hacia 1150 el poeta del Cantar Latino de Almería: “Castellae vires per saecula fuere rebelles”, los varones castellanos por si­ glos han sido rebeldes, aludiendo también a que Can­ tabria fue la última y más sangrienta conquista de Roma en España. ¿Qué lengua hablaban esas gentes? Como los démás cristianos, hablaban romance, la continuación del latín coloquial que había sido el instrumento ge­ neral de comunicación en el Imperio Romano. Los leoneses sabían que aquellos sus arriscados súbditos hablaban la misma lengua que ellos, pero con cier­ ta desgarrada rusticidad y extranjería, y sin tantos miramientos conservadores y latinizantes, y con mu* chos sorprendentes -particularismos inauditos enOvie» do o en León. La pequeña corte de este reino cristia*

no se sentía heredera y continuadora de la perdida Toledo, y cultivaba cierta urbanidad y polideza de hablar que no tenía sentido en los desfiladeros de Pancorbo o en la Peña de Atnaya o en los valles del alto Ebro. A los cristianos de otras tierras les re­ sonaba la .lengua de los castellanos como trompeta con tambor: “illorum lingua resonat quasi tympano tuba” \ dice el Cantar de Almería. Ésta era ya la época del Cid y de Alfonso VI, cuando Castilla, constituida en reino con la ambiciosa dinastía de origen vasco, engendra su genial visión de la recon­ quista como una empresa en grande y empieza a vis­ lumbrar la formación de España en entidad nacional unitaria* Durante estos siglos, dos son las lenguas que con­ viven éntre los cristianos: el latín — ya escolástico entre el clero culto, ya gravemente vulgarizado entre notarios y escribas— y el romance, la lengua colo­ quial que el pueblo ha ido cambiando desde los tiem­ pos imperiales del latín vulgar. El latín, como lengua de la cultura escrita; el romance, como lengua de la acción en sociedad. Cuando un cristiano del reino leonés tenia que re­ ferirse a su lengua coloquial la llamaba romance, con el mismo nombre que tenía ya en el imperio romano: romanice o lingua romana. La llamaba ro­ mance porque, al determinar su lengua, la única de que podía diferenciarla era la latina de los escritos 1 Otado por Ramón MhtIkdez Pidal, Origenu dtl «portel, Ma­ drid, 1926, página 514.

12 y de algunos clérigos. Debía de ser rarísimo que se sintiera la necesidad de delimitar el romance que hablaban irnos peninsulares del que hablaban otros; y así como apenas se oiría hablar de “romance leo­ nés” o de “romance ovetense”, así sería también ex­ cepcional el uso de “romance castellano”. Cierto que cuando los leoneses comentaran la extraña fisonomía del romance hablado por los castellanos, tendrían que determinarlo de algún modo; pero, sin duda, “cas­ tellano” no sonaba aún como nombre del idioma, porquería lengua de los castellanos era también ‘‘romance” y no estaba considerada como entidad 4lingüística diferenciada. Aun cuando se dijera “ro­ mance leonés” o “romance castellano”, leonés y cas­ tellano no valían como nombres del idioma, sino como determinaciones especiales del nombre común “romance”, así como hoy se habla del castellano de América o del español americano sin que por ello se sienta “americano” como nombre del idioma. To­ davía corrieron siglos durante los cuales se nombra­ ba a la lengua únicamente en oposición al latín. Y el nombre que expresaba esta oposición era “roman­ ce”, y también “lengua vulgar” o simplemente “vul­ gar”. “Lengua vulgar” es un nombre'más tardío que “romance”, y circula cuando el latín ya no es una rareza de profesionales, sino que funciona como lengüa suplementaria de alta cultura en todas las clases dirigentes de aquella sociedad. “Lengua vulgar” se oponía al latín como lengua doctrinal, así como “romance” se oponía al latín

13 como lengua supletoria. Ambos nombres convivían durante los siglos últimos de la Edad Media, siendo lo más arraigado “romance”. Traducir se decía “ro­ manzar” V Cuando el cultivo literario y el auge de la cultura general dan al romance de los castellanos consisten­ cia y personalidad, mientras palidece el romance en las otras comarcas peninsulares, va extendiéndose-la fórmula de “romance castellano”, y, por fin, “cas­ tellano” ya hecho nombre. Por ejemplo: en la Ge­ neral Estoria de Alfonso el Sabio — siglo xiii— se designa el lenguaje de Castilla, en oposición al grie­ go, al árabe, y al hebreo (a veces medio identificado con el latín, a veces diferenciado de él), con las si­ guientes fórmulas: en el nuestro lenguaje de Castilla en el nuestro romanz de Castilla en el lenguaje de Castilla (frecuente) segund el proprio romanz castellano en el castellano segund el castellano 1 Ejemplos: “ ...e l que ambas lenguas Latina e vulgar supie­ r e ... ”, dice el Marqués de Villena en el proemio de su traducción de la E n e i d a año 1428. Y en una advertencia que precede ' al proemio: . tornar la lengua Latina a la vulgar...”, “ ...y fizo buscar la dicha Eneida si la fallaría en romance, porque él non era bien instruido en la lengua Latina**. El título de Alfonso de Paleecía, Vocabulario universal en laán y en romance, Sevilla, 1490, no tiene nada de excepcional, ni aun durante el siglo siguiente. En 1565, ;Fray Luis de Granada publicó en Salamanca el Libro de San Juan Climaco. agora nuevamente romanzado,

14 en nuestra lengua en el lenguaje (sic, no raro) \ Pero todavía entonces, y aun después cuando el idioma se llamó “español”, perduraron muy arraiga­ dos en el uso los nombres de “romance”, de “lengua vulgar” y de “vulgar”. Por la Bibliografía Ibérica del siglo XV, de Conrad Haebler2, comprobamos que el nombre preferido era, por lo menos en los títulos, “romance”, seguía el de “vulgar”, y menos veces el de “castellano’. Sólo una vez he encontrado “roman­ ce de España”.

Castellano; español

l uego

Así, pues, mientras Castilla fué un puñado de con­ dados o un reino entre los reinos peninsulares, su romance, cuando se especificaba, se llamó casi úni­ camente castellano: el romance de los' castellanos, para distinguirlo de los romances de los leoneses, aragoneses, gallegos, catalanes. Pero Castilla, saliendo 1 Citas de A ntonio G. S olaltvob, L a expresión **nuestro latín** en la General Estoria J e Alfonso él Sabio (Homenaje a Antonio RubiÁ i Lluch, Barcelona, 1936, tomo I, págs. 133*140). Lenguaje (como en portugués linguagcm), sin otra especificación, era también frecuente para designar la lengua corriente en el siglo xm. Véase R. M enéndez P idal, La leyenda de los Infantes de Lara, Madrid, 1934, pág. 448, y C Mich aeus , en el Homenaje a Menéndex Pelayo, 1899,1, pág. ¿46. Un ejemplo de la Crónica general escrita en 1344: **E la carta era fecha por lenguaje, ca la fudera on enaeiado que sabía muy bien eacrevir”. • Tomo I, La Haya-Leipzíg, 1903; tomo II, Leipág»La Haya, 1917,

15 de su casa, castellanizo el centro y sur de la Penín­ sula, y luego se unificó con los reinos de León, Na­ varra y Aragón, que adoptaron en común el hablar de Castilla. La unificación española coincidió con el despertar renacentista de las conciencias nacionales en Europa: España, Francia, Inglaterra, Alemania, y, con menos fortuna y coherencia, Italia. Entonces, junto a los que siguieron tradicionalmente llamando castellano al hablar de todos, hubo muchos que em­ pezaron a ver intencionadamente en el idioma una significación extrarregional y un contenido históricocultural más rico que el estrictamente castellano. Y junto al arcaísmo “castellano” empezó a cundir el nombre de “español”, ya usado algunas veces en la Edad Media, pero que ahora tenía la fuerza interior de üñ neologismo oportuno \~Un arcaísmo no nece­ 1 He repasado las Bibliografías antiguas para anotar las veces que se usa “castellano” y “español” en los títulos. A veces, un autor que diga “castellano** en el título muestra preferencia en el texto por “español”, o al revés; pero no he querido prescindir de este repaso porque por lo menos hace posible un recuento, con valor sólo complementario, del uso preferido por muchos autores de diver­ sas regiones y de diferentes décadas. Las numerosas traducciones a nuestra lengua dan ocasión abundante para que en los títulos se manifieste esta preferencia. I.imitándonos ahora a la alternancia cas* t¿llano-español en el siglo xvi, “castellano” es tan dominante, sobre lodo en los primeros cincuenta años, que no hay por qué traer ejem­ plos. Lo que importa es la aparición y extensión de “español”, y por eso aduzco aquí los ejemplos más antiguos que he encontrado. En el Registrum de la Biblioteca Colombina, hechura del propio Fernando Colón, hay multitud de títulos en que se llama español • nuestro idioma desde 1495: Manual de nuestra Santa Fe Católica, en español, Sevilla, 1495. Séneca Proverbia, en español, cum glosa, Toledo, 1500. Flor de Virtudes,. en español, Toledo, 1502. Cárcel de amor, en españoL Editum per Diego de San Pedro, Logroño, 1508.

16 sita más justificación que su propia continuidad y, sin duda, a esta fuerza de inercia debemos más que a nada la conservación secular de c a s t e l l a n o — conviviendo con e s p a ñ o l — aun en las regio­ nes españolas fuera de la antigua Castilla. El neo­ logismo es el que necesita justificarse, ya por enri­ quecimiento del contenido, ya por precisión del pen­ samiento. Y, en efecto, la denominación de “español” para: nuestro idioma suponía en el siglo xvi un contenido de significación más rico y más preciso. Era débil en aquellos tiempos la intención erudita •*>

Pero casi siempre estos-“en español** eran indicaciones intercaladas por el mismo Don Fernando Colón. El Manual de 1495 no figura en la Bibliografía Ibérica del siglo XV de Haebler; el Séneca de 1500 está en el tomo I, n0 619, pero no dice “en español” ni Mcum glosa**, que aparecen aquí como indicaciones de Colón. Este ilustre perso­ naje llama a nuestro idioma en su Registrum multitud de veces “es­ pañol”, pocas “castellano”; y como murió en 1539, el Registrum es un buen testimonio del rápido arraigo que iba adquiriendo el neo* logismo entre algunas gentes. Es difícil comprobar cuándo esos usos de .‘‘español” pertenecen a Colón y cuándo al libro registrado, pues falta la mayor parte de los títulos españoles del Registrum en el moderno Catálogo de la Biblioteca Colombinaf Sevilla, 1888-1894. En algunos casos, muy tempranos, parece casi seguro que el neologismo pertenecía al título del libro mismo registrado, si bien tampoco lo he podido comprobar porque ninguno de esos autores figura en el Ensayo -de una biblioteca de traductores españoles, de Juan Antonio Pellicer y Saforcada (Madrid, 1778); y Nicolás Antonio, Biblioteca Hispana nova, cita a Juan Games y a Antonio de Obregón, pero abrevia los títulos. Éstos son los libros aludidos: Visión deleitable de la casa de la Fortuna, compuesta por Eneos Silvio en latín e traducido en español por Juan Games, Valencia, 1511; Traducción de las cosas de Roma de latín en español, con algunas adiciones hechas por Fernando de S olazar... (comprado por Fernando Colón én Roma, diciembre 1515); Los seis triunfos de Francisco Petrarca, tra­ ducidos de toscano en español, por Antonio' de Obregón, Logroño, 1512; La historia de Palmerín de Oliva, traducida de griego en

17 de llamar castellana a nuestra lengua por haber na­ cido en^ Castilla. El significado más vivo en los nom­ bres de los idiomas era el de ‘el habla usual en la tierra correspondiente’,, obedeciendo a un sentido vivido y prácticcTdeTuso y no ál erudito de la pro­ cedencia : “De la lengua latina han resultado las .ge­ nerales que agora se usan en Italia, España, Fran­ cia y Walachia”, dice el vizcaíno Andrés de Poza en 1587 \ Por ser así, el toscano y el castellano se llamarán luego italiano y éspañol; la lengua de oíl se llamará francés, con el significado de ‘el idio­ ma u s a d o por los franceses’ y no de ‘el idioma p r o c e d e n t e de la isla de Francia*. Sin embarespañol por Francisco Vázquez, Salamanca, 1516. En el Librp de los dichos y hechos del Rey don A lonso... por Alicer Antonio Panormilano en Nápoles, Valencia, 1527, hay una nota que dice: “El ba­ chiller Juan de Molina sobre el presente tratado que de latín en lengua española ha mudado, Beyen Valencia, 11 mayo 1527”. (B ar­ t o l o m é J o s é G a l l a r d o , Ensayo de una biblioteca española de librot raros y curiosos, Madrid, 1863-1869, t, III, pág. 820). 1 El principio está enunciado claramente por el italiano Gian Giorgio Trissino, II castellano (1528): “Si sabemos dónde se emplea y se habla esta lengua naturalmente, sabremos también a quién pertenece y cómo hay que llamarla.” (Edic. Daelli, Milán, 1864, pá­ gina 34). “Las lenguas toman su nombre de los lugares^donde. . . &a habla naturalmente” (pág, 90). Es sabido que Trissino defendió el nombre de italiano para el idioma literario de Italia, en contra de toscano o florentino. Y este mismo principio, “donde se habla la lengua naturalmente”, es también aducido por los florentinos para llamar a la lengua “florentina” o, cuando más, “to&cana”. Hablarla n a t u r a l m e n t e no debe entenderse en el sentido de origen, eino en el de uso corriente y natural. Por ejemplo, el florentino Varchi puntualiza que no dejan de ser naturales en Florencia las palabras de origen griego, provanzal o hebreo que allí son empleadas por el pueblo.

18 go no hay que entender que el cambio de nombre obedeciera a intenciones determinadas por racioci­ nio: el neologismo español, en el joven siglo xvi, correspondía a un nuevo contenido plasmado con los afectos y con los intereses vitales de los hablantes. Este nuevo sentido era, por un lado, ultracasteUano, pues significaba un idioma hablado “iiatufSffi^te” también fuera de Castilla; por otro, supracastellano, como de rango superior; y aunque el següir muchos usando el nombre viejo no era, de modo alguno, impugnar el nuevo sentido, lo cierto es que éste se sintió más propia y adecuadamente aludido con. el nombre nuevo.

NUEVA CONCIENCIA DE NACIONALIDAD

El nuevo sentido estaba engranado con la visión de la magna entidad nacional, también nueva; 4el idioma de la nación’ era este sentido, y, como ya le venía pequeño el nombré de castellano, se puso en circulación el de español para expresarlo con más justeza. Isabel de Castilla habla siempre de lengua castellana, pero ya ante ella se manifiesta "por pri­ mera vez, que sepamos, y de modo dramático, el naciente sentido que henchía y estiraba el viejo nom­ bre y que pronto se manifestaría con expresión ex­ plícita en el nuevo. Cuando la Reina preguntó a Nebrija, en vísperas de los viajes de Colón, cuál sería la utilidad de publicar una gramática castella­ na — hasta entonces no había gramáticas más que de lenguas llamadas doctrínales, latín, griego y he­ breo—, el obispo de Ávila, Fray Hernando de Ta­ la vera, “me arrebató la respuesta”, dice Nebrija, “y réspondiendo por mí dijo que después que Vuestra Alteza metiese debajo de su yugo muchos pueblos bárbaros y naciones de peregrinas lenguas, y con el vencimiento aquéllos tendrían necesidad de recibir

20 las leyes que el vencedor pone al vencido, y con ellas nuestra lengua, entonces por esta mi Arte podrían venir en el conocimiento de ella, como agora nosotros deprendemos el arte de la gramática latina para de­ prender el latín”. Ese “me arrebató la respuesta” es una imagen vivaz y feliz en la que se expresa de modo casi apasionado la alegría de ver compartida y tan bien propagadapor el obispo la nueva signi­ ficación que Nebrija veía en el idioma. Menéndez Pidal ha señalado el sentido renacentista que Nebrija puso dentro de ese obvio significado imperialista: la historia imperial del latín renacida y reproducida en la inminente historia del castellano y, en conse­ cuencia, el castellano fijado por un código grama­ tical como hasta entonces el latín1. (Nebrija, Gra­ mática, pág. 8 .) El prurito de exaltación de la lengua nacional frente a las de las otras naciones estaba reclamando para ella un nombre alusivo. Y el nieto de la Reina - 1 Desde entonces, y durante cerea de dos siglos, es insistente la tendencia a identificar el español con el latín (como titula Erasmo Buceta su erudito artículo en el Homenaje a Menéndez Pidal, t I ) , tendencia manifestada también profundamente en los juegos poéticos de aquellas composiciones que resultaban a la vez latinas y caste­ llanas. El mismo Erasmo Baceta ba publicado un artículo en la Revista de Filología Española, tomo XIX, 1932: De algunas compo­ siciones hispanolatinas en el siglo XVII, donde so reúne la bibliografía pertinente. El pensamiento de los comparadores ya no se limitaba al análogo destino imperial de las dos lenguas —evidente punto de partida—, sino que llegaba a los caracteres intrínsecos. La identi­ ficación de las cualidades del español con las del latín era un fuerte argumento con que los españoles proclamaban la superioridad cualitativa de su lengua sobre las demás neolatinas, ya que era una especie de dogma renacentista —que resuena todavía en Schopen» hauer— el ver en el latín la suma perfección a que puede llegar

21 Católica ya habla, con orgullo y solemnidad, de “mi lengua española”. En la plenitud de sus treinta y seis años y de su imperio mundial, Carlos V pro­ nuncia en Roma ante el Papa, su corte y los emba­ jadores extranjeros un discurso en su propia lengua; y como el obispo de Macón, embajador francés, se quejara de no entender, el Emperador replica con orgullo apenas frenado por la cortesía: “Señor Obis­ po, entiéndame si quiere, y no espere de mí otras palabras que de mi lengua española, la cual es tan noble que merece ser sabida y entendida de toda gen­ te cristiana”. La lengua castellana, magnificada al sobrarse de la región y al identificarse con el pode­ roso imperio. L o s e s p a ñ o l e s en el extranjero

En el extranjero, en medio de lo no español, se impone más claramente la visión de España como ana lengua humana, 7 , por lo tanto, valía el criterio —] también en Schopenhaucr, que lo utiliza en favor del alemán!— de qué una lengua era tanto mejor cuanto más se asemejaba a las condiciones gramaticales del latín. Uno de los comparadores, el maestro Gonzalo Correas (1626), pone el español por encima del latín, 7 lo mismo hace el rey Felipe IV al felicitar a Alejandro VII por su exaltación al Pontificado. Por otro lado, la opinión de que su lengua era la mejor, era mantenida por entonces con la misma bizarría por los escritores de las otras naciones: los italianos tenían sn lengua por la heredera directa del latín, 7 , en Francia, el gramático Henri Estienne, por ejemplo, en su famosa campaña contra los italianismos, a finales del siglo xvi, partía del postulado de que el francés era superior a todas las otras lenguas vulgares.

22 entidad unitaria y la del idioma como instrumento nacional. En la época de Carlos V, Cristóbal de Cas­ tillejo, que pasó treinta años en el extranjero, con* templa el papel imperial de nuestra lengua, y con ser él tan estrictamente tradicionalista, deja de usar el tradicional nombre de l e n g u a c a s t e l l a n a y le sale como más apropiado a su perspectiva in­ ternacional el nuevo de l e n g u a e s p a ñ o l a : “Pero ya que España reina y tiene conversación en tantas partes no solamente del mundo sabido antes, pero fuera dél, que es en las Indias, y tan ancha­ mente se platica y enseña la l e n g u a e s p a ñ o l a según antes la latina, a propósito es entendella y adomalla por todas vías, como se hace de algunos /* i anos aca . Fernando Colón tenía en su biblioteca un Vocabu­ lario para aprender francés, español y flamini (sic), editado en Amberes, 1520. Un fraile español, viajero por Tierra Santa en 1530 y que escribe su infor­ mación allí mismo, según se ve por la significación de los acá y allá, llama español a nuestro idioma. Por dar noticias valiosas sobre los judíos españoles expulsados treinta y ocho años antes, merece copiarse el pasaje íntegro: “En esté lugar* vi muchas casas a la manera de Castilla la Vieja, de aquellas que de medio arriba son de unos maderos pequeños clavados unos con otros, y en medio adobes de tierra; y creo que las han hecho los judíos quo moraban allí, que k Dedicatoria del Diálogo entre el autor y su pluma, CoatíHejo eteriMa desde. Y2ena« * Safet de Galilea, a doce leguas Ja la eoata.

23 son casi todos españoles; y hay tantos» que me fué dicho que había más de mil moradores dellos; y no lo dudo, porque andando yo por la ciudad, entre cien personas que encontrábamos, los ochenta eran judíos, y todos hablaban e s p a ñ o l . Porque habéis de sa­ ber que la lengua común entre ellos, adondequiera que están o de cualquier nación que sean, e s l a e s p a ñ o l a , así de los nacidos acá como de los que vinieron de allá; entre los cuales hay muchos que fueron allá cristianos, y lo confiesan acá muy sin vergüenza” 1. En 1498 se publicaron en Toledo Los comentarios de Gayo Julio César. . . en romance, traducidos por el toledano don Diego López de Toledo; en 1529 se hizo éh'A lcaláuna- segunda- edición, en-la cual el impresor, Miguel Eguía, dice (aunque sin veracidad, como comprobó Pellicer) que él “lo hizo corregir y trasladar de nuevo lo más conforme que ser pudo al latín, y allegado al b u e n r o m a n c e ; por­ que antes de agora fué otra vez impreso muy corrup­ to y ajeno del i d i o m a c a s t e l l a n o ”. Pero Cuando este libro es reeditado en el extranjero cobra su lenguaje carácter de nacional, y en vez de llamar­ lo romance o castellano se le llama e s p a ñ o l : Libro de los comentarios de Gayo Julio César de las guerras dé la Gallia, África y España, también de la civiL Traduzido en Español. . . en París, 1549 . 1 Fray A ntonio de AiU'NDa, Verdadera información de Tierra San• ta según disposición en que en este año de 1530 el autor la trió y paseó. Toledo, 1545. En Gallardo, Ensayo, I* 253.

24 En la dedicatoria, el editor vuelve a llamar e s p a ñ o l a nuestro idioma \ Francisco de Ulloa, que cuidó las dos ediciones venecianas de La Celestina de 1553 y de 1556 (Giolito Ferraris), anuncia en el prólogo una “gramática y un Vocabulario en H e s p a ñ o 1 y en Italiano, para más introducción de los que estudian la lengua”. En Venecia también, 1551, se publicó La Zucca dei Doni en español, tra­ ducción española de un libro de anécdotas y chis­ tes, en cuyo texto alternan los nombres'de español :y castellano así como los de toscano e italiano. Y el mismo hombre de español se lee en la Historia lastimera d*el Principe Erasto, hijo del Emperador Diocletiano, traduzida de Italiano en Español por Pe­ dro Hurtado de la Vera, Anvers 1573. Cuando la Contrarreforma agravó en España el rigor de la Inquisición contra los heterodoxos, mu­ chos españoles tuvieron que expatriarse y vivir por Francia, Suiza, Inglaterra y Flandes. Entre ellos el famoso Cipriano de Valera y Casiodoro de Reina, ambos sevillanos, huidos hacia 1557. A la Biblia traducida por Valera se le llamaba la Biblia Espa­ ñola, y, como la traducción de Casiodoro de Reina es bastante anterior, Valera llama a éste “primer intérprete de la Biblia Española” 2. El mismo Ca* siodoro de Reina llama “española” a nuestra lengua (Hispanica lingua) en dos notas que recoge Pellicer, una de ellas al regalar un ejemplar de su Biblia 1 Ver P e l l ic e r , Ensayo, p ág in a 5 3 . * Recogido por Psluceb, Ensayo, página 43.

25 al Senado de Francfort, que le había dado ciuda­ danía. Juan de Miranda publica en Venecia, 1569, para los italianos de la Señoría, unas Osservationi delta lingua castigliana, y en ellas habla con evidente sa­ tisfacción de uil nostro spagnuolo idioma”, y hasta el título mismo se continúa así: “divisi en quatri líbri: ne quali s'insegna con gran facilitá la perfetta lingua spagnuola*\ Arias Montano, en carta al duque de Alba, fechada en Amberes a 18 de mayo de 1570, al referirse a la fortuna de nuestra lengua por aquellas tierras, la llama también, con perspec­ tiva internacional, l e n g u a e s p a ñ o l a \ Y en el extranjero se publica2 la primera justificación ra* zonada, que sepamos, del nuevo nombre: la Útil y breve institución para aprender los principios y fun­ damentos de la lengua Hespañola9 Lovaina, 1555, explica: “Esta lengua, de la cual damos aquí pre­ ceptos, se llama Española: llámase así, no porque en toda España se hable una sola lengua que sea universal, porque hay otras muchas lenguas, sino por­ que la mayor parte de España la habla” *. 1 “En lo que toca a instituir cátedra o lección de lengna espa­ ñola, allende que toda comodidad de aprender y saber es digna de favor, particularmente lo es en estas tierras donde los naturales son sujetos al Rey de España.** 1 Pero no doy por seguro que se escribiera en el extranjero, pues muchos españolea mandaban desde España sus librea a las prensas de Flandes. 8 Parece reflejarse aquí la argumentación de la polémica italiana coetánea sobre si la lengua debía llamarse italiana, toscana o fio* rentina.

26 He ahí, pues, un puñado de citas del siglo xvi, en las que otros tantos españoles, situados en el extran­ jero, y casi todos significativos, dejan el habitual y heredado nombre de castellano para emplear el nue­ vo de español, porque éste hacía referencia explícita a la perspectiva nacional e internacional que del idio­ ma tenían \ La misma nueva perspectiva se manifiesta en aquel “romance de España” del siglo xv, citado arriba. El traductor escribe en el extranjero, como Jos otros aquí aducidos, y además, puesto que acaba de nombrar a la lengua francesa, cede al gusto por las sime­ trías y llama a nuestro romance “de España” y no “de Castilla”. La idea de nacionalidades opuestas se refleja en el nombre elegido para el idioma: Valerio Máximo, traduzidopor^Ugode-Urriesy Zaragoza, Pa* blo Hurus, 1495. Comiengan las rubricas del libro que Valerio Máximo Romano compuso: que fue trans­ ferido del latin en. lengua francesa por maestre Si­ món de hedin, maestro en sancta tkeologia . E des* 1 Por supúesto, era una tendencia muy fuerte, pero no un uso sistemático. Ya hemos visto alternar castellano con español en escri» tos*.dé españole» en el extranjero. El alcalareño Francisco de Figderoa, 1536-1617, que vivió muchos años en el extranjero,- dirigió una carta a Ambrosio de Morales Sobre el hablar y pronunciar el cas­ tellano, escrita desde Chartres, el 20 de agosto de 1560. (Según Cañete, que la publicó en La Ilustración Española y Americana, 1871, páginas 418-419, con notas de Ambrosio de Morales; publicada luego por LA V inaza, B ib l Hist. de Filología Castellana, 1893, columna 874, quien la fecha, con razones, en 1570.) Bien es verdad que este ejem­ plo no entra enteramente en nuestro tipo del momento, porque al dirigir Figueroa la carta a Morales que vivía en Sevilla, se mete en el ambiente peninsular; escribe en el extranjero, pero no para los extranjeros.

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pues del lenguaje francés lo traslado en el romance de nuestra hyspaña mossen Ugo de Urries. . . la qual translación fizo en la ciudad de Bruges del Contado de flanders: en el año de mil cccc. l x v i j , stando embaxador en Ánglatierra e Borgoña de su majestad \ Loa es pa ño l e a en E s p a ñ a

Podríamos añadir otras muchas citas del neolo­ gismo hechas desde España con análoga perspectiva internacional: el idioma cómo instrumento de la na­ ción y, en cierto modo como sú símbolo, y visto en parangón con los otros idiomas nacionales. En un manuscrito- de"15502, que”contiene un Tratado~ (so­ bre los mudos) nuevamente compuesto por el Licen­ ciado Laso, hay un Vltílogo al lector, donde el autor da las razones que le han movido a escribir en es­ pañol y no en latín: “E pues para declarar y dar a entender la materia e intento presente, no es tan coja ni manca la nuestra presente práctica y a p a ­ ñ ó l a l e n g u a , en ella, porque el bien de la presente novedad y materia a todos los españoles comunicado fuese, quise tomar el tra b a jo ...; por­ que, aunque el trabajo ha sido muy mayor que si en la l e n g u a l a t i n a , de que yo me precio, 1 La fecha de 1467t según muestra P e l l ic e r , Ensayo, página 88, es errata por 1477, que es cuando don Hugo de Urrié* actuó de embajador. * En Gallardo, Ensayo, III, 303-4,

28 escrebir lo quisiera, por razón que los términos del derecho común son muy trabajosos de sacar de sus límites y cuajo, yo me siento por bien remunerado y pagado de haberlo puesto en estilo que a todos notorio fuese, porque los deseosos de saber en nues­ tra l e n g u a E s p a ñ o l a participen de los secre­ tos altivos y delicadezas que en el profundo Derecho Canónigo y Cevil están esculpidas y encerradas” \ Un fraile andaluz, Fray Domingo de Valianas, autor de un Compendio de sentencias moralesySevilla, 1555, titula- un capítulo: “Quién fundó a España y del e s p a ñ o l l e n g u a j e ”. Y luego dice con sen­ timiento seguro del idioma como instrumento nacio­ nal: “Mucha razón tienen los españoles de preciarse de su lenguaje; porque después del Griego, el Latín es el más principal, y a la lengua Latina la Española es la más propincua; y por los Españoles está tan dilatado su l e n g u a j e que el Nuevo Mundo de Indias con éste tractan y se entienden; en Italia, en Alemania y Francia mucho se precian de saber el castellano y hablarlo” 2. El mismo sentido nacional se advierte en un libro famoso, Examen de ingenios, del doctor Huarte de San Juan, 15758: “Y así nin­ guno de los graves autores fué a buscar lengua ex­ 1 Tiene especial importancia esta cita por proceder del monaste­ rio castellano de Oña, y haber sido los castellanos más reacios que los demás a la adopción del nuevo nombre. * En G allardo , Ensayo, IV, 887. Un ejemplo más de cómo en las mismas bocas y plumas alternaban los dos nombres sin inco­ modidad, salvo las excepciones que luego veremos, * Ed. Rivadeneyra, página 447 b.

29 tranjera para dar a entender sus conceptos; ante9 los griegos escribieron en griego, los romanos en latín, los hebreos en hebreo, y los moros en arábigo y así hago yo en m i e s p a ñ o l , por saber mejor esta lengua que otra ninguna”. El sevillano Francisco de Medina, en el prólogo de las Anotaciones de Fer­ nando de Herrera a las Obras de Garcilaso (Sevi­ lla, 1580), aunque a veces llama castellano a nuéstro idioma, no^ lo llama sino español en un pasaje en qiie identifica la fortuna de la lengua con la de la nación toda: “ . . . y veremos extenderse la majestad del lenguaje Español, adornado de nueva y admi­ rable pompa, hasta las últimas provincias donde vic­ toriosamente penetraron las banderas de nuestros ejércitos”. Y en una de las más exáltalas apologías de nuestra lengua, su autor, el navarro Fray Pedro Malón de Chaide \ hace suya esta idea, casi en sus mismas palabras, reforzándola con una lúcida visión de la nueva perspectiva mundial y con un volunta­ rioso sentido imperialista: “habernos de ver muy presto todas las cosas curiosas y graves escritas en nuestro vulgar, y la lengua española subida a su perfección, sin que tenga envidia alguna de las del mundo, y tan extendida cuanto lo están las banderas de España, que llegan del uno al otro polo” 2. Por En el Prólogo del libro de la conversión de la Magdalena (1588). * Luego, esta idea se hizo ornamento retórico y casi lugar común. El pensamiento del siglo xvm la desarrolla así: “Mirad cómo des* plegadas al aire las banderas españolas para correr en triunfo la Europa, se despliega también con ellas la hermosa habla Castella1

30 aquellos mismos años escribía el caballero extreme­ ño Luis de Zapata su Miscelánea, donde la lengua y la nación se emparejan también patrióticamente a propósito del Amadís: “Del autor del famoso libro poético Amadís no se sabe hasta hoy el nombre, hon­ ra de la nación y lengua española, que en ninguna lengua hay tal poesía ni tan loable” 1. No es necesario reproducir aquí todas las citas equivalentes que he recogido del siglo xvi; queden todas resumidas en ésta, que es la más ilustrativa: El humanista Cristóbal de Villalón, un catedrático coetáneo de Carlos V, tenía bien arraigado el tradi­ cional nombre de castellano, como nacido y criado que era en la vieja zona castellana2. En su Gramá­ tica Castellana impresa en Amberes, 1558, casteUano es el nombre más frecuente, sin que sea para ello estorbo el que el autor sienta su lengua en compa­ ración con las otras y aun en lucha con ellas: sin aspirar las haches; en el reino de Toledo aspirándolas. Pues bien, cuando el Bembo escribe sus versos españoles a Lucrecia Bor1 Esta diferente validez del dialecto regional y de la lengua nacio­ nal se reconoce también en el francés; y no disponiendo loa lin­ güistas de dos nombres distintos para ambas realidades, pues el nombre de la región fué el adoptado para la nación, llaman francien al romance de la Isla de Francia, donde se originó el francés, y fran^ais al de la nación y de la literatura nacional. * Ver Menéndez y P ela yo , Orígenes de la novela* II, pág. LXVI, nota; M enéndez P tdal, El lenguaje en el siglo x yi , en el tomo Los romances en América, Buenos Aires, 1940; R omera N avarro, edición de El Criticón* de Gracián, Philadelphia, 1938, 1, 296.

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ja, aspira la h al uso toledano y contra la supresión castellana: “I puesto que tu herida”, “sin saber tris­ te que Aaga”, son octosílabos. No hay en los versos de Bembo casos de h no aspirada. La historia del castellano en América es en esto bien elocuente. Du­ rante el siglo xvi, en América se aspiraba la h como en Toledo, y contra los castellanos viejos, que ifó la aspiraban. Que esto era toledanismo y no anda­ lucismo (el andalucismo del español americano es históricamente una patraña), lo creo ver en que la h se dejó de aspirar en América ai mismo tiempo que en Toledo (primer tercio del siglo xvn), según documentaré en otro estudio1. ¿De dónde le viene al reino de Toledo este pres­ tigio normador? Un toledano de 1574 lo dice así: “ ...Y o , aunque hombre de ningunas letras, por la naturaleza que desta antigua y noble ciudad de To­ ledo tengo, donde todo el primor iy elegancia del buen decir florece, me he atrevido a tomar esta em­ presa . . . En lo que toca al estilo y propiedad con que se debe escribir, una cosa no me puede dejar de favorecer; y es el lugar donde lo escribo; cuya autoridad en las cosas que tocan al común hablar es tanta, que las leyes del Reino disponen que cuan­ do en alguna parte se dudase de algún vocablo cas­ tellano, lo determine el hombre Toledano que allí se hallare. Lo cual por justas causas se mandó jus­ tamente: la primera porque esta ciudad está en el 1 Después de esa fecha, la h aspirada se ha conservado hasta hoy como arcaísmo rural en algunas zonas americanas y toledanas, alter­ nando con la supresión. Castellano, español; Idioma nacional

i

66 centro ,de toda España, donde es necesario que como en el corazón se producen más subtiles espíritus, por la sangre más delicada qué allí se envía, 4así tam­ bién en el pueblo que es el corazón de alguna re­ gión está la habla y la conversación más aprobada que en otras partes de aquel reino. La segunda, por estar lejos del mar no hay ocasión, por causa del puerto, a que gentes extranjeras hayan de hacer mucha morada en él; de donde se sigue corrupción de la lengua, y aun también de las costumbres. La ter­ cera, por la habilidad y buen ingenio de los mo­ radores que en ella hay; los cuales, o porque el aire que respiran es delgado, o porque el clima o costelación les ayuda, o porque ha sido lugar donde los Reyes han residido, están tan despiertos para notar cualquier impropiedad que se hable, que no es menester se descuide el que con ellos quiere tratar desto” \ En el siglo xm, Fernando III el Santo oficializó el castellano para la Cancillería, en vez del latín; y su hijo Alfonso X el Sabio, que promulgó en cas­ tellano las leyes del reino y que tan poderoso impul­ so de dignidad literaria dió a nuestra lengua, sentó como norma el uso de la corte toledana para las in­ terpretaciones legales. Esto, de valor tradicional casi histórico, es lo que el localismo toledano de un Melchior de Santa Cruz convierte en privilegio de cual1 Floresta Española de apotegmas y sentencias, sabia y graciosa• mente dichas, de algunos Españoles: colegiadas por Melr.hior de Santa Cruz de Dueñas, vecino de Toledo. Toledo, 1574. (En Gallardo, Ensayo, IV, 484.)

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quier toledano, erigido en - árbitro de discusiones filológicas. El cronista de Felipe IV, don Thomás Tamayo de Vargas, lo dice así en carta de 1629 “a los aficionados a la Lengua Española” : Alfonso X “ordenó (en un Capítulo de .Cortes— no ley de Par­ tidas, como vulgarmente se piensa— que refieren Alcocer I, cap. 26, Pisa, 4, cap. 19 de la Historia de Toledo, y yo más particularmente en el cap. 6 de mi Toledo) que si dende en adelante en alguna parte del Reino hubiese diferencia en el entendimien­ to de algún vocablo Castellano antiguo, recurriesen con él a la Ciudad de Toledo, como a metro de la Lengua Castellana, y por tener en ella más perfec­ ción que en otra, parte” \ E l Ideal cort esano de l a l e n g u a

Las excelencias del habla toledana casaban, pues, en la opinión de las gentes con el ideal renacentista del cortesano como ejemplar social. El doctor Fran­ cisco López de Villalobos, en su Diálogo de las fie­ bres interpoladas, 1515, al defender a Castilla la Vieja contra el pretendido monopolio toledano del buen decir, concede: “Aunque allí presumen (en To­ ledo) que su habla es el dechado de Castilla, y tienen 1 En La Vinaza, Biblioteca, columna 2.036. Cortes de 1253. Pisa escribió su Descripción d e ... Toledo en 1605. Aluden a esta ley Gonzalo Fernández de Oviedo (hacia 1550), Lope de Vega en Amar sin saber a quién, y otros. Era creencia general; pero el documento no ha sido encontrado.

68 mucha ocasión de pensallo así, por la gran noblezq de caballeros y damas que allí viven”. Aquí se hace evidente la idea nacional del idioma que se esconde en la raíz de la idea cortesana. Toledo debe su buen decir a la gran nobleza de caballeros y damas que allí viven. Cervantes, reiterado apologista del roman­ ce de Toledo, también cimienta su ideal cortesano de la lengua en la idea de la corte como espuma nacional: “El lenguaje puro, el elegante y claro está en los discretos cortesanos, aunque hayan nacido en Majalahonda” 1. Y este otro ejemplo, cincuenta años posterior2: Lat.: ¿Quién eres tú que vas tan enramada, tan llena de laurel cabeza y manos? Esp.: Soy la lengua común de cortesanos, que vengo con historia acompañada. Este último ejemplo, precisamente por proceder de gente popular y un poco chocarrera, es particular­ mente bueno, porque declara hasta qué punto se había generalizado la valoración nacional (“común”) de la lengua cortesana y, de consiguiente, la equivalen­ cia de lengua cortesana y lengua española. El mayor prestigio del romance toledano es va­ Quijote, II, 19. En la Olla podrida a la Española, compuesta y sazonada en la Descripción de Munster, en Vestfalia, con salsa sarracena y Africana, por Marcos Fernández, Maestro de Lenguas, Amberes, 1665. Los versos pertenecen a un Soneto en diálogo entre las lenguas Española y Latinat en alabanza del author, por Pedro Altamirano, Bolteador o entretenedor de vestidos. 1 3

69 liosísimo para la historia de los nombres del idio­ ma, pues implica que, aun sin salimos de la gran Castilla ensanchada por la Reconquista, la idea del idioma se había libertado de la estricta condición geográfica solariega y atendía a calidades de orden social y artístico (en seguida lo veremos) proceden­ tes de todas partes y armonizadas en la corte. ^La frecuente oposición de las hablas de Castilla y de Toledo no oponía una región a otra, sino más bien la instancia supra-regional al particularismo regio­ nal. Por eso no hubo nunca el peligro de que el mejor hablar de Toledo acarreara la suplantación de “castellano” por “toledano” 1. Cierto que Cervantes pudo decir en el Viaje del Parnaso: En propio toledano y buen romance le dió los buenos días cortésxnente. Pero como los del Reino de Toledo se llamaban a sí mismos castellanos (como, por lo demás, tam1 Rodríguez Marín, en nota a este pasaje del Quijote, II, 19 (pá­ gina 388 de la edición grande, Madrid, 1916), interpreta mal lo de toledano (“En propio Toledano y buen Romance”, en lugar de “En — propio toledano y buen — romance” = “en romance bueno y del propio Toledo”) y deduce que toledano llegó a usarse por castellano. Otros dos pasajes aducidos, ambos en B. Croce (La lingua spagnuola en Italia, Roma, 1895), también están mal entendidos. Uno del italiauo Scipione de'Monti, en un soneto castellano a Ercilla:

Pues que con verso heroyco soberano cruel pelea contastes en Castilla, y de Araucán, valiente y docto Erzilla, en dulce, altibo ydioma toledano...

70 bien los leoneses y muchas veces I09 andaluces), el “buen romance toledano” equivalía aquí al “mejor castellano”. La lengua orientada, conducida y recrea­ da desde Toledo es una lengua nacional.

El otro es del cordobés Juan Rufo, en «n soneto dirigido al mismo Seipione de’ Monti: Que on Castellano al Toledán vencibles... Evidentemente en este último verso, lo que Juan Rufo dice con hiper­ bólico encomio es que de* Monti venció en el nso del castellano al hombre de Toledo, que supera a los mismos toledanos. El verso de Scipione de* Monti dice que el idioma de Ercilla es dulce» altivo y toledano, esto es, ‘cortesano*, exhibiendo en esto el italiano su conocimiento de que el hablar de Toledo pasaba por ser el mejor. idioma toledano es, pues, sintácticamente igual a idioma dulce, idion*a altivot y no equiparable a idioma español, ni menos a español; en vez de ydioma podría haber dicho " castellano toledano”, de no ha­ berlo rechazado la consonancia. En suma, toledano no ha funcionado nunca como nombre de idioma; en todos los testimonios que tenemos es un adjetivo,encomiástico, que se refiero 8 ia manera ni¿a acre­ ditada de hablar el castellano.

HERRERA Y EL IDEAL ARTÍSTICO DE LA LENGUA

El médico leonés Francisco López de Villalobos (1515) es el primero en enunciar el más alto y ge­ neral ideal de lengua: “mas deben de considerar los toledanos que en todas las naciones del mundo la habla del arte es la mejor de todas”. Este ideal ar* tístico^deMdioma se siente en todas " partes ~a" vxieltas con el cortesano; pero es en el gran poeta sevi­ llano Femando de Herrera donde lo vemos, no a vueltas con el ideal cortesano, sino en resuelta di­ ferenciación, y engranado en una conexión de prin­ cipios lingüísticos de extraordinario valor, que de­ terminan la postura de Herrera ante el idioma con tanta firmeza como si fueran un sistema de concep­ tos elaborados. El pulido lenguaje de la corte estaba formado, es verdad, por la aportación de las damas y caba­ lleros de toda España allí reunidos, y desde la corte refluía como dechado a toda la nación. Pero, de to­ dos modos, había una determinación geográfica que ponía el marchamo de calidad a cualquier modismo español: Toledo, o la corte, lugar de confluencia fí­

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sica de los españoles. Herrera sacude esta última su­ jeción y en vez de reconocer el mejor lenguaje “en los discretos cortesanos, aunque hayan nacido en Majalahonda”, como luego hará Cervantes, él proclama con entera conciencia el privilegio de los poetas y escritores, aunque no se hayan asomado jamás a la corte: “ . . .porque ni el verso es blando, ni de tan extremado sonido como queréis que os parezca, ni porque esté compuesto solamente de dicciones corte­ sanas sera bueno. Pero decidme por vuestra vida: ¿qué son dicciones cortesanas? ¿Son de otra natu­ raleza que las que se usan en todo el reino? ¿Tie­ nen mayor privilegio, o son las que todos sabemos y nos sirven para el uso de hablar y escribir? Mas si el hombre os rogase que le hiciésedes un placer ¿negarádeslo vos que sois toda la cortesanía, toda la gracia y toda la galantería del mundo? Creo que no, y así me atrevo a pediros que saquéis a esta vuestra corte de Madrid y la paséis, no os turbéis dello, no digo a Andalucía, que tan aborrecidamen­ te despreciáis como si fuera otra Guinea o tierra de la Florida, sino a Bilbao o Bermeo, entre aquella gente bien hablada , y me digáis si será aquella que se hablare entre todos lengua cortesana; y si no es, como diréis, habéis de confesar que lo que se ha­ bla entre nosotros y vosotros será la lengua que ala­ báis” \ Subrayamos nosotros. Contestación al Prete Jacopín en el tomo de H er rera , Controversia sobre sus Anotaciones a las obras de Garcilaso de la Vega, Sevilla (Bibliófilos andaluces), 1870, página 103. En e! ardor polémico llega a posponer la lengua de la 1

F ernando

Además de formular con claridad y tino el crite­ rio de lengua nacional, se .barajan aquí dos impor­ tantes conceptos lingüísticos, el de lengua literaria y el de lengua oral, como cón mayor o menoi^con­ ciencia se hace en otros lugares de la Controversia y en las Anotaciones; y se pone en la literaria la verdadera dignidad idiomática, muy en conformidad con el ideal estético de Herrera, y se considera a la oral, en sus formas más calificadas, como ali­ mentada y sostenida por la literaria. En la página 573 de las Anotaciones, distinguiendo entré las condicio­ nes de innovar en las lenguas muertas y en las vivas, dice: “Pero en la nuestra, que vive, y se escribe, y se habla. . . osó Garci Lasso entremeter en la len­ gua y plática Española muchas voces Latinas, Ita­ lianas y nuevas, y sucedióle bien esta osadía; ¿y temeremos nosotros traer al uso y ministerio ¿ella otras voces extrañas y nuevas, siendo limpias, pro­ pias, significantes, convinientes, magníficas, numecorte: “pero bien debéis saber que la menos buena lengua es la más mezclada, y per esto la cortesana es menos propia, más adulterada, como aquella que sufre más alteración por la diversidad de gentes extrañas que concurren en la Cortes...” En esto y en otras acti­ tudes de Herrera ante la lengua, se advierten lecturas italianas: Calmcta, Bembo, Castiglione, Trissino, etc. En Italia, en efecto, las lenguas cortesanas, y en especial la de Roma, eran muy mezcladas. Según Bembo, Calmeta llamaba lengua cortesana a la que empleaban entre bí los cardenales y señores, tanto italianos como extranjeros, reunidos en la corte de Roma. Herrera hace ana travesura polémica al aplicar a España esta situación.

74 rosas y de buen sonido, y que sin ellas no se de­ clara el pensamiento con una sola palabra?” 1. La dirección de la lengua está en n u e s t r a s manos, con un n o s o t r o s que no se opone como anda­ luces a v o s o t r o s castellanos: es un “nosotros los poetas”, no importa de dónde, los poetas que poetizamos en la lengua común. No son los poetas los que tienen que mirar si son cortesanas las voces para admitirlas en sus escritos, sino, en todo caso, al revés: los poetas arrinconan vejeces y traen no­ vedades al uso y ministerio de la lengua común, de la buena lengua de los bien hablados de Burgos y de Sevilla, de Zaragoza y de Bermeo. Esta lengua literaria siempre en formación y renovación, hechu"ra“de“todos“los" escritores- de' gusto,- no- mana-de’ unlugar determinado, sino de donde quiera aliente y es1 También aquí Herrera se muestra lector de Bembo (Prose delta volgar lingua, ed. Milán, 1880, pág. 167), quien hace la misma dis­ tinción entre la lengua latina, muerta, y la suya, viva, en defensa de necesarias innovaciones. Las condiciones que han de tener laa voces e x t r a ñ a s y n u e v a s , según Herrera, coinciden en mucho con las que han de tener Begún el Bembo las voces e l e g i d a s , ' sólo que Herrera simplifica la cuestión prescindiendo de las dife* refttes clases de materia: “Se han de escoger, pues, las voces, si de materia grave se razona, graves, altisonantes, vistosas, luminosas; si dé baja y vulgar, leves, llanas, humildes, populares, sencillas; si do mediana entre ambas, igualmente con voces medianas y templadas... Regla generalísima y universal es siempre escoger y llevar a nuestra composición en cualquiera de eBtas maneras o estilos, las mis puras, las más limpias, las más claras siempre, las más bellas y gratas voces que se pueda ( P ietr o B em b o , Della volgar lingua, libro 11, p ági­ nas 283-4, de la edic. de las Opere, Milán, 1 8 1 0 ) . El Bembo parece reflejar la clasificación que hace la Retórica a Herennio* IV, 8 , de los géneros de la elocución según la diversidad de vocabulario: “Es grava la que está formada por el enlace pulido

75 criba un poeta de poder expresivo1 ; es lengua es­ pañola y no castellana, y como lengua española del arte se ofrece por modelo de la lengua hablada de toda España, que, por la común tendencia del ideal, resul­ ta también lengua española. En esta lengua común, ni Castilla ni la Corte tienen privilegio como tales. En todo el famoso libro de las Anotaciones, y más claramente aún en la Controversia, Herrera se ma­ nifiesta firme en su concepción nacional del idioma. Si Juan de Valdés, como otros muchos, se lamen­ taba, medio siglo antes, de que no había en España suficientes libros de autores de mérito para guiarse por ellos en las cuestiones de la lengua, y acudía con frecuencia a los refranes como a las acuñacioy Adornado de palabras graves. Mediana, la que consta de un tenor de palabras bastante humilde, aunque no muy bajo ni muy vulgar. Simple, la que desciende hasta el uso más corriente de una conver* sación correcta". Por lo demás, varios de los adjetivos que emplea el Bembo, y sobre todo la expresión “voces elegidas”, aparecen Tepe* tidamente en los preceptos ciceronianos sobre el estilo. Por ejemplo, De oratoré, III* 10: “¿Qué mejor estilo hay... que hablar castiza, clara, adornada, adecuada y apropiadamente al tema?” / cast. II 61 s. Colin, J. de 44. Colón, Fernando 15 n., 16 n., 22 a. comunicación, acción 7 estética en el lenguaje 80 8., 90. Connink 112. convención en el lenguaje 61 n. Cordero, J. M. 55, 118. Correas 21 n., 38, 92 ss. Corro, A. del 44. cortesano (lenguaje) 67 ss., 91 ss. Costa Álvarez 134 ss., 137 n., 138. Covarrubias 118. creación idiomática. 86. Croce 41, 69 a. Cuervo 131 a. Charpentier, N. 43. Dante 75 n. Darío, Rubén 129. Delicado, F. 43 n. Diccionario de Autoridades 101 107» 117\ doctrinas italianas en España 17 n., 25 n., 52 n., 56 n.f 73 n.t 74 n., 75 n., 85, 90 sa. Doergangk 44. Domenicbi 42. dórico 115 n. Echeverría 139.

Encamación, Fr. Diego de la 44. eólico 115 n. Ercilla, A. 69 n. escisión idiomática 137 n. “español” y “patria” 32. Estados Unidos: su lengua 122, 141 es. Estienne 21 nM109 n. evolución española del castellano 60 ss. — y descomposición 59«.f 87, 106 s., 109 s. — y el vulgo 6Q. expansión del español 39 ss. extranjerismos 108 s. / inicial latina en cast. 61 9. Fajardo, J. I. 112. Feijóo 108, 110 n. Felipe IV 21 n., 67. Fernán González 10, 59. Fernández, Marcos 44, 68 n. Fernández de Oviedo 67 n. Fernando III 66 . Figueroa, Francisco de 26 n. Fióretti 56 n. florentino 17 n. Folengo 56 n. fonética castellana 61 s. forma interior de lenguaje 33 163 sa. — y su expresión 36 s., 139. Fomer 109. fragmentación del romance 59. /rancien 64 n., 124 n. Franciosini 44. Fran^ois, Alexis 106 n. Fraiuoni 56 n. Fuero Juzgo 10. galicismos 108 s. Gallardo, B. J. 17 n., 23 iu, 27 n., 28 n., 38 n., 66 n., 125 n. Games, J. 16 n. García, Carlos 45.

169 Garcilaso 73, 75 n. Garcilaso, El Inca 129. Gerathewohl F,, 154 a. Góngora 95. Granada, Fr. Luis de 13n.t 56 jl Greet 147. Griego 115.ja. Grouls .142. Groussac 135. Guayacas: au lengua 122. Guevara, A. de 32 n. Gutiérrez, Juan María 139. Gutiérrez, M. 81 n. k inicial aspirada 64 s., 111 n. hablar la castilla 130. Haebler 14, 16 n. Haití: sti lengua 122 , 137, 141. Herrera, F. de 53, 56, 71 es., 76 ss., 93 ss., 98, 103, 110, 118. Hervás 109. hispanismos en francés, inglés, etc., 42, Hornkins 44. Huarte de San Juan 28. humanismo .52. Humboldt, W. 33, 86. Hurtado de la Vera, P. 24. ideal de lengua,.60 s., 67 sa., 74. ideas académicas en Francia y España 105 ss. imitación idiomática 107. inercia en el lenguaje 37, 122 &, 130. inrobable 57 n. intereses vitales en loa nombres. V. afectos, invención en el lenguaje 73 a., 83, 94 s. Iriarte, Juan de 98 n. Iriarte, Tomás de 109. . Isabel de Castilla 19. jónico 115 n.

Kukenheim 34 n. Larramendí 98 n. Laso, licenciado 27, 31 n. latín 10, 11, 20 s., 59, 68 n., 81, 91, 97, 115 il, 139; La Vinaza 26 il, 32 n,, 38 n^ 50 n-, 62 n,, 97 n., 117. lengua en perpetua formación 86, 90 ss.. 161. — instrumento concluso 104. — instrumento nacional 20 , 27 ss., 34. ‘ — instrumento interregional 96, 114 8., 119. — y religión 142. — y sus variedades 91 ss. — literaria 58, 60 as., 73 88, 1 1 1 , 118. — nacional 95 ss., 114. — oral y escrita 58, 73 76, 87, 91, 110». — vulgar y lengua doctrina] 12 s., 52 ss., Lenzoni 56 n. León 10 , 15, 59 s,, 95 n., 111, 124. León, Fr. Luis de 76 ss., 80, 82 s., 92, 98. León Hebreo, 129. lingua romana 1 1 . lingüística espiritualista 85 ss» lo cual 93. Lope 56, 67 n. López de Toledo 23. López de Villalobos 67, 71, 82, 87, 92, 93 s. Luján y Sylva 107. Lnna, J. de 44. Me. Cormick 149 s. Me. Dufíie 148. Malón de Chaide 29, 53. Maquiavelo 75 n., 81 n. Marcy 148. Margarita de Navarra 40.

170 Mathews, M. M. 150 n. Maximiliano II 40. Mayáoa y Sisear 96, 113 ss., 118 M. Medina, F. de 29, 32, 89. Medrano, J. dé 40. Meillet 115 a.

Mellon 148. Mendonga 152 s. Menéndez Pidal 11 n., 14 n., 20, 60 n., 64 n., 123, 124. Menéndez y Pelayo 32 n., 64 n. Mencken 146 8., 148, 149 n. Meurier 43. Mexfa Pedro 37 n. México: su lengua 136, 137. Michaelis, C. 14 n. Minsheu 43. Miranda, J, de 24. Monti 108. Morales, A_. de 26 n., 76 se., 89. Moratfn, LV F. de 109. Morel*Fatio 39, 44 n, Mulerío 44.

Falencia, A. de 13 n. Pallet 44. Panormitano 17 a. parangones de lenguas 27$,, 81, 91, 97. Parini 108. París, Gastón 115 o, . Pasquier 109 n. Pastor, J. F. 37 n. Pellegrini, Carlos 134, Pellicer 16 n., 23 s,, 27 n. Percival 43. Pérez de Oliva 78 n., 80. Perles y Campos 45. perspectiva internacional del idio; zna 21 sa., 36, 39. — peninsular 14 33 s. 3’isa 67.

pl — > cast. U 6la. poetas y ía lengua 71. 73#$., 94 Porte, A- de la 44. "Poza 17.' Prete Jacopfn 72 ss,, 84 s. propiedad idioia¿iica 94, 131 s.

Muzio 56 n.

Napione 108. Nascentes 152 n.,. 153. naturalismo en lingüística 60 xl, 84 3. Navarra 10, 15, 33 n. Nebrijá 19 a., 58, 103. neologismos 15 a., 36*., 86, ítt 3., 168. nivelación idiomática 61 n. nombres de la9 lenguas nacinnrt* les 14 ss., 33, 35, 121a., 125». nominación: lo subjetivo 163a. Obregón, A. de 16 n. bil (lengua de) 37. ortografía 103>. Oudin 43 a, Oviedo 9, 10.

Puitlanch 131. purismo 94, 108 ss., 112. Qumtiliano 81, 103. racionalismo lingüístico 144. Read 144, 150 n. Reconquista castellana 11, 15, 60. refranes 58, 75 s. regionalismo 61 S4 ss., 90, 102 s., 123 Reina, Casiodoro de 24. Renaciíoienio I5t 20, 52. Ribeiro 152 n, Robertfion 148. Robles, J, de 89 ss., 118, Rodrigues, Carlos 44. Rodríguez Marín, F. 69 o. Rojas, R. 139. roimnza (lcngu*0 10 ss., 59.

ITT romaneo y latín 11, 59. romance castellana 12» 13, 66. Tom aftíw r 13. Romera Navarro 64 n. Rufo, .Tuao 69 o. Solazar, Ambrosio de 44. Salazar, Femando de 16 n. Salviaii 56 n. Sau Jo?¿, Francisco de 125 a. San redro, Diego de 15 n. Santa Cruz, Melchior de 66. Sarmiento 139. Saulcíor 44.

Schopenhauíi 20 n. selección en el lenguaje 83. «enalativo y connotativo 37 «. Sepúlveda 118. seaeo sevillano 62 n. significación 163, 164. si sabría 62 n. ámith 44. Solalinde, A. G. 14 n, sotefiambre 57 n. Speroni 56 n. Siepney 43, Talaverá, Fr. Hernando de 19. Tamayo de Vargas 67. tendencia conservadora en la evo­ lución 63. Tliortou 144. Toledo j el idioma 64 ss., 67 71 5. Torqueronda, A. de 57.

toscano 17, 34, 75 n. tradición idiomática 86 a. Trissino 17 n., 34 s., 40 n., 73 n. Uiloa, F. de 24. Ürriés, H. de 26 a. Valbuena, B. de 129. Valdés, J. de 41, 57 ^ 75, 103, 105. Valera, Cipriano de 24, Vaitanas, Fr. Domingo de 23, Varchi 17 n.t 52 n., S6 a. Vargas Ponce 29 s. vascuence 125 n, Vaugelas 105 a. Vázquez, Francisco 17 o. Vedia, Mariano de 137 a. venusto 76 n, verdal 62 a. Viana, "doctor 37 íl, 33, Vico ¿6 . ViUalón 30 sa., 62 a. Villar, Juan 53. VíHena. 13 o. Vittorí 44. vos digo 62 n. Voscler 36. vulgar (lesbia) 12 3., 50 52. ’njigarisaio, 75 sa., S I «.

“Webster, Ncab UA±u 150. Zapata, L. de SO, Zuanarán 44.

S UMAR I O

tic. LOS PRIMEROS TIEMPOS ................................................................................. Romance y lengua v u lg a r ............. - ................................................... Castellano; luego español .................................................................

9 9 14

N ueva conciencia de nacionalidad ....................................................... Los españoles en el extranjero ...................... ................................ Los españoles en E s p a ñ a ............................. ... .................................... Nueva forma interior de lenguaje .... ............................................... Loa extranjeros ante nuestro id io m a ............. i ..............................

19 21 27 33 39

Tknsión n acio n al e n tre c a s te lla n o t español .......................... Lengua vulgar de España, lenguaesp añ o la................................... Celos regionales anticastellanos......................................................... Perduración de “castellano*’ ...............................................................

47 52 54 56 -

F ormación regional y nacional del idioma ................................. La dirección de la lengua, desplazada de Castilla ................ El ideal cortesano de la lengua ...................... ...............................

59 64 67

H errera y el ideal artístico de la lengua ...................................... Lengua poética y lengua oral ......................................................... Ambrosio de Morales, Herrera y Fray Luis de L e ó n ................ Lo nacional y lo re g io n a l........................................................... Las ideas lingüísticas de H e r r e r a ................................................ ....

71 73 76

El

siclo xvn . . .............................................................................................. Sevilla y Salamanca contra el idealco rtesan o...............................

89 89

El

siglo xvhi y el nuevo valor db “ castellano* ........................ 101 La actitud académica .................... ....................... ..............................101 Razones eruditas ..................................................................................102 Impulsos vitales .................... ............................................................... 104 Teorías del buen uso ...................... ................................................... 105 Purismo y patriotism o........... ................................................. ............ 108

84 85

PAQ. Fijar la lengua .................................................. ............... . ................. 109 Castellano, el español de Castilla .......................................... . . . . . 112 Mayáns y Sisear: el español usado por to d o s ............................. 113 Él español, obra común de cultura ....................... ................... , . . . 117 E n la actualidad ........................ , ................................................ . 121 Ciudades y campos de España ............................. ............... 121 Celo regionalista .......................................... ......................... ............... 123 E n A mérica ........................................................................................T............. 129 Preferencia por “castellano” ......... .............................. .......................... 129 Gramáticos y maestro» ................................................... 151 “Idioma nacional” ..................y.......................... ............................ .. 133 “Castellano”, por recelo de “ español” ............................... ...........137 P aralelo norteamericano ............................................................ 141 La excepción canadiense .............................................................. , . . . “American Tongue” y “National Language” . * . ........................ Los técnicos ................................... ............................ ..................... .. Les políticos ......... ................................................................... ................

14-1 143 145 148

P aralelo brasileño ........................... ..... .................................................. - , 151 “Lingua nacional” . . . . , . . ...................................... ........, 154, L a lengua propia .......................................................................................... , 1 5 5 R esumen americano ........................................................................... ..

161

F inal ............................ ..................................................................... ..

163

I ndice de temas y de nombres propios ................................................ 167