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Spanish Pages [35]
Ada
Albrecht «
C a r t a s de mi Maestro » (Hacia
Una
Filosofia
Trascendente)
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ADA ÂLBRECHT
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"CARTAS DE Ml MAESTRO"
EDITORIAL
O i EÜ S
PROLOGO Este libro es un fruto; alimento para quien le necesite realmente, adorno para los que pasen de largo por sus páginas. Este libro es el fruto temprano de una joven a la que el destino puso en contacto con la filosofía oriental, disciplina que no se conforma con denominaciones y clasificaciones pseudo axiológicas que terminan desvalorizándolo todo, incluso al mismo Hombre, víctima de su búsqueda o mas bien, de su desconcierto. Esta escrito de manera directa, para el Alma. Es una explosión de autenticidad, emociona hasta las lágrimas, serena como una mano amiga sobre la frente. Todo el Misterio del Oriente, con sus Maestros Iniciados en el Vivir y toda la ternura de un primer encuentro con el Instructor se ha reflejado a través de estas cartas que firma Siria, pero que podría rubricar cualquier joven idealista y buscador de la Verdad, allí donde se halle. Naivahno es el Maestro, el que llevamos dentro y el que a veces se nos presenta fuera, llamándonos mas allá de las limitaciones propias de la vida común. Si el lector cree en el sentido ascendente de la Vida, en el Bien, en el Espíritu que de alguna manera nos empuja hacia adelante en este difícil Sendero que cruza los vacíos juncales rumorosos del mundo material, cree en Naivahno, le dé el nombre que quiera. Si el lector siente la angustia de no saber la único que importa saber, pero sacando fuerzas de flaquezas se atreve a esperar, Siria escribe sus cartas por él. Este es un libro escrito con mucha esperanza en la fuerza Interior de la juventud, es una obra de Amor. Su espíritu jamás morirá y rondará los siglos venideros en todo adolescente que pregunte "¿Por qué?" y en toda
respuesta, que inexorablemente, llega para el que sabe preguntar con el Corazón y con todas sus fuerzas, para el que sabe preguntar definitivamente. Este libro es un fruto, cuando flor, lo libaron las doradas abejas del alma, que no duermen nunca. Hoy se ofrece maduro al lector, traspasado de dulzura, atesorando mucho sol y mucha luna y luz de estrellas de cielos orientales. Entre el recrujir de la engañosa, fronda de juncos de que están hechas las cosa$ del Mundo, lector, oye la Voz y ni el Dios de la muerte hallará la huella de tus pasos.
I : E N C U E N T R O CON E L M A E S T R O Lector: Y o que he estado atrapada p o r t u mismo hielo, que he llorado tus lágrimas y vestido a l m u n d o con los harapos de m i incomprensión, yo, que a l f i n de cuentas mendigué el pan de m i filosofía a la puerta de los cerebros luminosos y dormí en e l u m b r a l del desconcierto saturada de noche, plena de noche, s i n alegrías, sin esperanzas n i paz, yo, t u más sufrida compañera de cárcel, te alcanzo ahora la l i m a inefable con la cual hice añicos sus barrotes, a f i n de que tú también te liberes de ese m a l . E l h o m b r e más triste, es e l que v i v e preso en su cárcel i n t e r n a . Fiesta de regocijos en e l m u n d o de las formas, cuando se apaga la última carcajada v u e l v e a l regazo de su dolor, y en él l l o r a apretando entre sus manos e l j u g u e t e de una libertad i m p u r a , fabricada nomás p o r su ignorancia. ¡Ay, qué pobre, qué mísera es esa l i b e r t a d , a la que ciegos como somos, todos añoramos! P o r mucho tiempo, como t a n tos otros, yo creí en ella; pero a m e d i d a que crecía m i l i b e r t a d exterior, más pequeña, más débil se tornaba l a i n t e r n a . . . Hasta que u n día desapareció, como l u z en e l h o r i zonte, así ella en m i alma. Y quedé vacía, hueca, m u e r t a . ¡El mundo, el m u n d o m e había encerrado entre sus lianas! T r e n s i n rieles donde correr era. N o teniendo caminos, en todo m e golpeaba, y todo m e hería. ¿Dónde estaba y o ? Me
había perdido. ¿Pero dónde, por Dios, dónde estaba yo? ¿Tras qué telón de los muchos de m i vida? ¿Detrás de las palabras de mis vacíos discursos? No, no, allí n o era. ¿Bajo la mascarilla de la risa, con la cual trataba de congraciarme con u n m u n d o a l cual no comprendía? No, no, allí tampoco. ¿Pero, otra vez, dónde estaba yo? ¿Quién usaba m i s manos y m i cuerpo en ausencia mía? ¿Quién caminaba con mis pies, quien amaba con m i corazón las cosas que jamás podría amar Yo? Y o era buena; estaba llena de Dios, pero " e s o " . . . ¿Quién era "eso" o qué era, y por qué compartía la habitación mía del m u n d o , empañando con su h u m o negro, los diáfanos cristales de m i ventana? Nocivo monstruo era .intrascendente h i j o de la t i e r r a , y peso sin e m bargo de mis alas, y amo mío! ¡An!, ¿pero por qué tú en mí? —gritábale m i alma. ¿Por qué j u s t a m e n t e en mí, obligándome a hacer todas las cosas que no quiero? Desesperadamente, quise encontrarme a f i n de combat i r l o ,y retomé e l camino de la búsqueda. Puse riendas a m i mente, y la hice cabalgar por los callejones de m i l f i l o sofías. E r a j o v e n m i corcel, y cuando lo sentía desmayar, dábale m i v o l u n t a d fuertes latigazos a f i n de que c o n t i nuase buscándome. Pero en el exterior. Siempre en e l exterior, y m i mente no obtuvo resultados. Cada vez, regresaba peor de su v i a j e y sin mí, hasta que u n día quedóse tendida en el cieno de su último callejón. —Duerme, le dije, duerme. No me buscarás ya por ningún lado. ¡Ah! Pero sabía que con su desfallecimiento, se agotaba m i esperanza. Fue entonces cuando quedé más sola, más desorientada que nunca en e l u m b r a l de la G r a n Mansión de la V i d a . Pero no estaba únicamente yo. Millones y millones habían en derredor mío, t a n huérfanos, t a n tristes como m i abatido universo, como m i ser pequeño. ¿ Y adentro? M u y pocos, m u y pocos en la g r a n Mansión. De vez en cuando alguien salía deseoso de ayudarnos. Pero estábamos t¿n h a m b r i e n tos, t a n perdidos, t a n desesperados, que por lo general t r i turábamos sus huesos y llenábamos con su sangre nuestras manos, buscando su esencia sin ningún resultado. Y allí quedábamos solos de nuevo, en e l silencio de nuestro c r i m e n inocente, más a oscuras, más desamparados. ¡Oh,
^uddha, oh, Jesús, q u i e n que se encuentre ahogado en los mares de su propio a c í b a r , no añorará la gota de vuestras mieles, y q u i e n en e l d o l o r , ha de pensar en la manera de tomar en ley el v i s l u m b r a d o remedio! Manotazos de m o r i bundos son nomás las p i e d r a s de la ignorancia con las cuales lapidamos vuestras d o c t r i n a s . Ignorancia. Palabra llena de tempestades, verbo trágico, m a r del odio y el m a l ! Cierta vez, en que e r a n inmensa m i desesperación y m i miedo, me aparté de l a caravana para l l o r a r a solas. Lector, allí comenzó m i r e n a c i m i e n t o , Dios, allí mis pasos en dirección a T i , m i s pasos sabios, llenos de interno convencimiento. Porque c u a n d o me aparté para llorar a solas, una tierna mano morena, v e n i d a de m u y lejos, se posó sobre m i hombro. E r a la mano de m i maestro hindú. —¿Por qué así? preguntó, señalando las lagunas de mis ojos. Y no necesité responderle, porque lo reconocí de inmediato. E r a él, u n ocupante de la G r a n Mansión cuyo p o r t a l cede t a n sólo ante las llaves del amor y la sabiduría... E n sus ojos negros, hallé reflejado m i Camino, y me encontré yo misma. Sí, y o había estado allí, hacía mucho t i e m po, aguardando la corona de oro que depositaría el Dolor de l a gran búsqueda en mis manos, y que se l l a m a condésela. Ser conciente de lo que se busca, es obtenerlo ya en cierta manera. Desde ese día, v i v o liada a su túnica, lo sigo por todos los caminos, voy con él a todas partes. E n su f i l t r o se va l i m p i a n d o e l agua de m i pozo. En su f i l t r o se v a n quedando las alimañas a las que él me obliga con amor a estudiar a f i n de que las reconozca en cualquier circunstancia y no las asile de nuevo. Bendito sea m i Maestro Señor, bendito sea. Y benditas estas páginas que escribo son amor para m i hermano, a l que quiero alcanzar la m i e l de su Palabra, en el j a r r o tosco, pero sincero de m i escritura. II:
SU V I A J E
E l estuvo poco tiempo a m i lado, escasos días, horas apenas. Pues como era agua, debía correr y calmar la sed de todos, y como era pan, compartirse entre los h a m b r i e n t o s
que lo aguardaban por todos los Caminos. E l se dolía de esas almas flacas, sin sustancia d i v i n a , arrojadas a la vida. Quería a veces no ser u n grano sino todo el granero de Dios y vertirse como l l u v i a y hacer que nadie quede sin lo suyo. Pero como no podía satisfacer esa necesidad de bien que todo su yo florecido le imploraba, acudía a consolarse en la Tristeza. Por eso su rostro sabio, no era u n rostro feliz; e l dolor de h o m b r e se contenía en sus cuencas de m i e l , y las acibaraba. U n amanecer t u v o que marcharse. Desesperada, quise seguirlo, y me preparé para e]^o. Yo no concebía quedarme nuevamente sin él. Su ausencia era m i muerte, puesto que él era m i alimento. Cuando le dije, me abrazó llorando, como solamente podía l l o r a r él, en el altar piadoso de su alma. Sus lágrimas eran sus sonrisas. — N o has de seguirme si me Amas, pues ¿ya para qué? ¿Qué más has de lograr de mí, si lo máximo, Siria, está ya logrado? —Saber, repuse, saber. M e asfixia la vida, y tú eres el único que puede g u i a r m e en ella. E l se volvió hacia mí, hundió sus manos en los amplios mangones de su saco, y me llenó con su mirada. — E l h o m b r e cruza tres puentes, antes de llegar a la Sabiduría. E l p r i m e r o es ese: saber. E l gran fuego del deseo de conocimiento llena su i n t e r i o r . Quiere saber por qué esto es así y esto otro de t a l manera. Cuando está harto de conocimientos, fustigada su mente, cansados sus ojos, ahogado todo él en mares de números y letras, se aparta del mismo y vé con amargura que no fué m u y grande su adelanto, n i le entregó éste cuanto buscaba. Esta es la p r i m e r a puerta, y paulatinamente, va acercándose a la segunda. Allí comienza a darse cuenta que lo i m portante no es saber el por qué de las cosas, sino comprender el por qué de las mismas. Muchos son los que saben en e l mundo, pero m u y pocos los que comprenden. Cuando se llega a esta segunda puerta que es la más difícil de a l canzar, sólo n a t u r a l m e n t e llega el espíritu a la tercera, que es la del A m o r . A l trasponerla, muere toda violencia, todo atropello, toda destrucción de lo Real. Como antes de amar, ha sabido comprender, nada hay ya de malo para él. E l
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mundo es t a n fácil c o m o una suma. E n la suprema comprensión, m u e r e n las diferencias. Todo es uno, y lo que aún no llega a la u n i d a d , camina hacia ella, de modo que es también uno en esencia, puesto que al uno marcha y se lo ama i g u a l q u e a los que han llegado, y u n poco más todavía, puesto q u e se lo ama por lo que aún le falta para completar su m e t a , y por el dolor que deberá soportar antes de alcanzarla. Entonces se es sabio, ya no se está en puente alguno, s i n o que se v i v e en la Sabiduría. Calló entonces. Sus ojos se perdieron tras los cristales de la ventana. Yo enrojecí súbitamente. — N o crees en m i A m o r , Maestro, repuse. Puesto que aún quiero saber, no puedo a m a r ; siendo que estoy en e l primer puente, no puedo colocarme de golpe en el t e r c e r o . . . Pero él continuó callado como si ya nada hubiese que agregar, y su silencio me abrió e l corazón como una espada. Así, lloré desconsoladamente y en m i llanto, n i una vez sentí acercarse su presencia, n i u n a vez el canto querido de su palabra. Así, lloré dos veces p o r las heridas que me infligían sus dos silencios. Cuando cesaron m i s lágrimas, volvióse nuevamente hacia mí. —Pequeño discípulo del Maestro, cargo ya también sobre mis espaldas con u n dolor hermano a l suyo. ¿ A qué bajan sus emisarios? A enseñar a los hombres a amarse los unos a los otros. K e r m e s enseñó la superioridad del amor que se prodiga, Jesús repitió sus palabras, y B u d d h a antes que él, y Ramakrisna después de él. ¿Pero, han logrado su objeto, h i j a mía? No. E l hombre sigue d i v i d i d o , cada corazón u n a trinchera, cada casa una fortaleza. Aún los que luchan u n i dos en u n mismo Ideal, están separados y se desconocen entre sí. Esto parece no i m p o r t a r a nadie, pero si es i m p o r tante amar con amor acromegálico u n dios, u n Maestro. Se depositan grandes caudales de amor ante los pies d e l I l u m i n a d o o del Nazareno. Allí se lo encierra, en ellos, con la m i s m a confianza egoísta con que u n tesoro es puesto e n cofre hermético y seguro, n buen recaudo de toda posible pérdida. Siempre se quiere estar segwro de no ser d e f r a u dado. Incluso cuando ama, negocia el hombre. S i n embargo Siria, Dios querría que nos olvidáramos de él, y que p e n -
sáramos u n poco más en los otros hombres, hermanos nuestros. Así, dejando de amar a los que han venido a enseñarnos las Leyes del A m o r , nos concentraríamos u n poco menos en sus figuras, y más, mucho más, en sus mensajes. T a l vez así descubriríamos que el amor que le damos a Jesús, Buddha o Confucio, es pan espiritual que quitamos a nuestros semejantes. Porque embelesados en l a contemplación de los Maestros, olvidamos pensar a qué v i n i e r o n , y apenas si nos gusta la práctica de sus enseñanzas, reacios como somos los hombres a toda recta acción. Recuerda Siria que mientras alguien te sea indiferente, t u amor hacia mí es ilusión ta%sólo. Cuando todos seamos iguales en t u corazón, entonces habrás alcanzado recién la tercera puerta. Perdóname decirte que aún estás en la p r i m e r a si bien es cierto que t u imaginación, peligrosamente te ha m e n t i d o y colocado en la última. E l no quitó los ojos del camino. E n el cielo, alguien m o delaba catedrales con las nubes. M i corazón vacío, apenas si latía. E l silencio, sin embargo, hablaba de cosas m u y bellas en la habitación. A l cabo de u n tiempo, d i j e : —Se hace tarde, y tienes que marcharte. —Sí, tengo que m a r c h a r m e . . . Luego, prendióse con armónica l e n t i t u d los siete botones de su saco hindú, y con e x t r e m a dulzura, alisó sus cabellos blancos. Sus ojos, eran suaves más allá de las redondas vidrieras de sus lentes, y parecían mantener u n continuo diálogo con la boca de labios bien dibujados. Tomó su v a l i j a de mano, y encaminóse hacia la puerta. E r a yo entonces la estatua más acabada del desconsuelo. No quería llorar, pero estaba l l o rando. Tampoco quería sufrir, pero u n dolor inmenso, azotaba despiadadamente m i alma. Antes de salir, se detuvo: — S i r i a , me d i j o . . . ¡Es algo t a n extraño! Vives en m i corazón, y el afecto que te doy tiene p r o f u n d i d a d insospechada. ¿Cómo podría ya olvidarte nunca? — M e quiere Maestro, porque para t i dar amor a cuanto te rodea es t a n imprescindible como para los demás seres respirar. Y a ves, me quieres, dices, pero me dejas aquí, en la m u e r t e . . . U n par de miradas llenas de dolor, f u e r o n su respuesta. — E t i la m u e r t e dejo u n álito de V i d a . Difúndelo, yo te
ayudaré a hacerlo. — B i e n , bien, repuse, a u n q u e no comprendía sus palabras, comprendía sus palabras. — Y o no hubiera salido t a n feliz como tú de esta batalla. —Maestro, usted es p u r o , ¿cómo puede saber lo que yo siento?... — E l que es más p u r o q u e ninguno ,repuso, es el que m a y o r experiencia de pecado ha tenido. Dios lo ha dispuesto así, para que e l q u e h a llegado no se vanaglorie ante el que todavía camina. Haces m a l en creer que la pureza que me das me t o r n a ciego ante el mundo. Recuerda que también es e l mío. —Cuando llegue usted a I n d i a , ¿tendrá tiempo para mí? ¿Me escribirá acaso a l g u n a vez? Sonrió esplendorosamente. —¿Es que aún no entiendes Siria? Voy a escribirte m u cho antes, porque considero de suma importancia hacerlo. —¿Nos veremos alguna vez, Señor? —Hace miles de años, S i r i a , que nos estamos encontrando periódicamente. Quedé como a t u r d i d a . E l abrió entonces l a puerta, y se perdió por el camino que tanto m i r a r a desde la ventana. Y o no comprendía lo que me acababa de decir. No comprendía nada, en absoluto. — H e de seguirlo, me dije. H e de seguirlo por todos los Caminos donde se d i r i j a . Polvo seré de su huella, recuerdo cercano a su corazón. Y lo juré m u y dentro de mí misma, poniendo por testigos a las diminutas cruces de mis lágrimas. A f u e r a , él era ya sólo una sombra, pero en m i corazón era diamante purísimo guiándome con sus destellos hacia la liberación de todos mis fantasmas interiores. I I I : P R I M E R A C A R T A : SOBRE F O R M A Naivahno: T u avión te habrá dejado hace t i e m p o en Pambani, l a ciudad de las nieves. Tendrás frío, estarás sufriendo, pero no será m e l l a eso para que dejen de pasearte por todos los escenarios asediado por reporteros y fotógrafos, y por u n público i n f a n t i l , curioso, que perseguirá t u palabra, como
a una nueva clase de golosinas. ¡Oh las alas de este m i amor, que no quieres, no pueden protegerte más allá de m i cabeza! ¿Quién ha de cuidarte, y si te cuidan, cómo te cuidarán? Por m i parte, he llegado anoche a Milipú, como te p r o metiera, para esperar tus cartas en u n ambiente que me suscite a la reflexión. Ciudad pequeña es esta, que camina y se mueve casi, sobre el m a r , d e l cual oigo sus arrebatadas aleluyas desde m i cuarto de H o t e l . Hace apenas u n rato, he ido a saludarlo en su caverna m i l e n a r i a . Allí estaba, g o l peándose contra las rocas, desmelenándose entre los espigones, dando manotazos a las focas que invadían sus costas, y a los pobres pingüinos. Mucno, mucho he m i r a d o su p i e l de camaleón, erizada siempre y nunca la misma, y siento que no lo quiero, y esto, por el g r a n t e m o r que despierta en mí su ser inmenso, saturado de misterios. U n gran t e m o r en el cual naufrago siempre que la vida me lleva a observarlo. M e he retirado pues, de su lado, pero su voz de trueno va conmigo, y e l aliento fresco de su boca s i n límites, deja también su sal en m i rostro. De modo pues, que aunque no lo veo con los ojos físicos, lo veo i g u a l , de otra manera, o me ve él a mí, y estamos juntos, sea como sea. También he ido a v i s i t a r u n bosque de pinos. H e de confesarte que pocas veces he podido estar en contacto con u n pueblo vegetal como ese. Las hojas caídas, arropaban las espaldas de esa t i e r r a bendita. ¡Y qué bueno e l vaho que emergía de ella! A f i n de no r o m p e r los puntos de ese i n i gualable mantillón, hacía esfuerzos inauditos con m i s pasos; y m i s pobres pies, hechos a l asfalto y a l apuro, f u e r o n dos hojas más, de planta humana, calzados de h u m i l d a d y respeto. No puedes imaginarte la belleza de ese m i amigo bosque. No es necesario aquí el metafisiqueo para h a l l a r a Dios, porque Dios nos sorprende, nos habla y nos observa por todos lados. Por todos lados abre sus ojos y tiende sus brazos deseoso de ser visto, ya sea desde la m a t a de espinillos, donde es perfume, desde aquella rosa silvestre, donde es color, o desde los mismos árboles, donde es canto de ave, savia de hoja, paz. ¡Oh Señor, qué distinto es "este" Dios, al Dios de Heráclito, K a n t o Jasper! N o tiene e l gesto ce-
ñudo, n i se adorna con retóricas palabras. No dicta cátedras en Latín, desconoce e l sánscrito y el griego, y poco le i m porta de la cárcel d o n d e q u i e r e n atraparlo quienes no lo conciben en la l i b e r t a d de su propia naturaleza. ¡Ríe, ríe nuestro Dios aquí! ¡Oh, q u é feliz es E l , qué suave y bueno! Basta que el hombre le q u i t e las manos de encima, para que v u e l v a a su alegría eterna, sin rencor, sin resentimientos. Pienso en T i , A m a d í s i m o , y pienso que contigo, este m i goce pequeño se h u b i e r a llenado de sabiduría. M i goce de estar con Dios y estar contigo en el m a r esmeralda de m i amigo bosque. M i amor por todo esto, necesita el apoyo de t u conocimiento. Porque aunque todo creo amar, nada comprendo. ¿ Q u é objeto tiene m i yo, en medio de los otros " y o " de l a naturaleza? Planta humana, ¿qué bosque me ha gestado? Y a estos otros, ¿quién los idealizó t a n llenos de colores, de perfumes, revistiéndolos de inocente austeridad? ¡Oh. Amadísimo Señor, en qué v i e n t r e cósmico se ha gestado la vida? Allá lejos, las estrellas también se p r e g u n t a n m i pregunta, y aquí cerca, m u y cerca, el mar, los altos pinos, y las desaliñadas rocas. Pensando todas estas cosas, que no tienen ahora respuesta para mí, es como me he v u e l t o triste. Dios ya no me m i r a desde cada flor, no tiende sus brazos en cada rama, n i respira en el viento. Así, he regresado llena de pesar, amada por la ignorancia, que me rodea y acosa, y desde cada objeto visible e invisible acaricia el pobre rostro ciego de m i alma. Y a en el hotel, he querido refugiarme en el sueño, para no pensar. Pero a l desvestirme, he hallado una hoja d i m i n u t a entre mis ropas, del bosque donde estuviera, seguramente. L a he tomado, pues entre m i s manos, dándole m i l vueltas. Espejo era su ser pequeño, donde se reflejaba para mí, el m u n d o entero. Ella arrastró también el sueño de m i noche, perdido en m i l cavilaciones. E l amanecer del nuevo día, me sorprendió aún huyendo de m i misma, no sé dónde, en pos de no sé qué. Espero, espero ansiosamente tus c a r t a s . . . , y a veces me digo que no me escribirás. Si toda yo estoy m u e r t a a la percepción de la Verdad, si nada veo, n i nada sé, ¿cómo podré jamás interpretar sanamente lo que me digas?
A n t e mis sombras, que son tantas, estoy llena de i n dignación y rebeldía. Hasta mañana, Amadísimo. SIRIA
IV: CONTINUACION DE L A ANTERIOR Amadísimo: Esta mañana, a l despertar de m i breve sueño, e l oro de la h o j a d o r m i d a sobre la mesa de luz, caminó por mis ojos, buscándome el alma. —Mírame, parecía g r i t a r s u ^ e r d u r o y seco. Mírame, y dime luego si reconoces en mí aquella melodía de colores que yo encarnara u n día. Por captarla, a través de largas edades, ciegos se quedaron los pintores, por describ i r m e , sacrificaron su p l u m a escritores y poetas, y por desentrañar el misterio de m i medalla verde, vidas enteras se p e r d i e r o n en e l arduo camino del conocimiento. A h o r a , polvo soy t a n solo, polvo de v i d a que se deshace en e l tiempo, y t a n desgarradoramente sufro, ante l a v i sión de m i caída, como gozara ha poco en el frenesí de m i apogeo. Sí, así gritaría cada cosa del universo si pudiera. Así se quejarían las galaxias, los gusanos, el pasto y la piedra. ¡Oh, Amadísimo! No entiendo esta vida m u l t i f o r m e . ¿Quién viste a los cuerpos de colores? ¿Quién después los despoja de ello? ¿Por qué estamos limitados en el tiempo? ¡No sé, no sé, no sé! ¿Sabrá alguien algo de todo esto? ¿ L o sabrás tú? áEn e l cántaro inefable de qué f i l o sofía podrá esta f e b r i l búsqueda h a l l a r el agua del conocimiento? Hoy me he vestido despaciosamente y marchado luego al m a r . H a y aquí varias cosas que se dedican a a l q u i l a r veleros a los turistas. Así, elegí y o e l mío, a l que dos viejos marinos se ofrecieron a conducirlo. E n la casa vacía de m i mente, ha penetrado la visión de una foca d o r m i d a entre las piedras, y l a de u n d i m i n u t o pingüino que jugaba moviendo sus alas inútiles en la costa. Dos cosas t a n s i m ples, fueron, sin embargo, alegres candiles en m i cerebro. Toda yo m e he reído. T i r a d a así, bajo e l cielo, he sentido
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la necesidad de respirar p r o f u n d a m e n t e como si Dios me esperara en el aire. Regresé mucho después, a l atardecer, con mis viejos amigos marinos. Venía feliz, más, a l tocar la t i e r r a nuevamente, descubrí m i cárcel aguardándome j u n t o a la arena, con sus fuertes b a r r o t e s m u y unidos, y su pesado llavero tintineando en m i cabeza. M e he metido en ella mansamente, y a que toda p r o t e s t a hubiera sido inútil. Maestro Amadísimo, s u f r o m u c h o , entre tantas preguntas y dudas. Sufro, pero t e a m o . Sé que aprender a amar, es dar el p r i m e r paso hacia l a verdadera Liberación. SIRIA
V:
DIFERENCIA ENTRE F O R M A Y ESPRITU
Siria querida: Es imprescindible que aprendas a diferenciar la V i d a de la f o r m a . Porque f o r m a y v i d a se confunden en e l corazón humano, e l m u n d o se ahoga en su elaborada t r i s teza y permanece deshorientado. A p r e n d e a despertar tus ojos eternos, y sorprendida descubrirás, que a medida que te tornas ciega para lo perecedero se abre en t u corazós una extraña conciencia que captará lo que de i n m o r t a l late en el universo. Permanece por el contrario, incólume, frente a lo que es capaz de conmover tus pupilas físicas, porque todo ello, no te pertenece. No golpees t u corazón, no lo maltrates n i lo inquietes arrojando sobre su d i v i n o cuerpo, la a l i maña de una emoción gestada en la ignorancia. Si te p e r t u r b a n y desasosiegan las cosas que pasan, si la visión de la m u e r t e lacera t u alma, es porque tú p e r m i tes que l a inteligencia de la forma, no la del espíritu, se asome a tus ojos y llene de dudas t u cabeza. ¿Quién se queja en tí, h i j a mía querida, cuando prestas t u voz y tus labios para ello? ¿Crees por v e n t u r a ser tú misma? Yo te digo: tú eres eterna, y lo eterno jamás puede vacilar frente a la visión de lo que no lo es. Si prohibieses a t u cerebro enlodarse como u n niño, jugando en el cenagal de las falsas disquisiciones, si f u e ses severa con t u pensamiento, f i r m e con t u razón enér-
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gica y fría con aquello que trata de emocionarte para m a l , verías diluirse con inesperada p r o n t i t u d en t u Camino, ese fantasma de h u m o que entre su r e d neblinosa aprieta las almas de los hombres y las ahoga. Recuerda que sólo es fuerte entre los débiles, pero que n i bien se levanta frente a él u n a v o l u n t a d cultivada, huye despavorido ante su presencia y no r e t o r n a jamás. Cuida t u fortaleza interna. Siria, cuídala mucho. Refuerza sus paredes s i n descanso, y sin que la misma visión de su ya creciente poderío detenga mañana tus manos. Vigílate a tí mismo, si quieres conocerte, y entiende que para e n t r a r en contacto con el reino del espíritu, menester es que te desligues de todo aquello que no entra bajo su d o m i n i o . Escucha ahora lo que he de decirte sobre V i d a y F o r m a . La apariencia nos muestra a ambas t a n fuertemente unidas, que la caída de la segunda parece arrastrar ante nuestros ojos a la p r i m e r a . Porque casi todo lo poco que el hombre conoce de la vida, es a través de la forma. Como en u n sueño, permanece nuestra concienca abrazada a los moldes de los cuerpos, lejos del artesano que los fabrica. No tenemos visión más que para lo perecedero, de modo que cuando ello cumple su ciclo, y muere, nos quedamos estupefactos frente a esa realidad que nos parece monstruosa. ¿Qué obtura nuestra visión de lo Real? N u e s t r o temor de desaparecer con la f o r m a , porque conectados estamos con nuestro ser perecedero, y carecemos casi de consciente unión, con nuestra naturaleza i n m o r t a l . Ese t e m o r del que te hablo, es el que gime r i d i c u l a m e n t e , y hace que el alma se ignore a sí mismo. Su negro aliento vence la llama de nuestra conciencia, destruye en el corazón, su paz n a t u r a l , y nos aleja del Camino, volviéndonos ceñudos y taciturnos, como pobres espectros. Mas él es m e n t i r a . Siria, alimaña crecida en el campo de la mente que no se i n s t r u y e en el recto discernimiento, alimaña que l a ciega y golpea al t r a t a r de conducirla, puesto que ella, menos que nadie, puede orientar su paso hacia el Sendero. Yo te digo: vé a t u bosque de pinos, y corta luego una r a m a del árbol más esplendente. Quítale su p r i m e r a corteza, destruye sus hojas, desnúdala de su belleza p r i m i t i -
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va, y comienza a t a l l a r e n ella uní estatua cualquiera. Mientras la hiera t u c u c h i l l o , y vea: caer a tus pies los fragmentos de su cuerpo, piensa coi entusiasmo en los colores que esmaltarán t u o b r a , una /ez terminada. Piénsala perfecta y a d m i r a d a p o r cuantos la contemplen, i m a gínala t a n alta, t a n a l a b a d a , tan doriosa como te sea posible. D e t e n entonces t u m e n t e , lleta ya de esa m a r a v i llosa visión del f u t u r o , y oblígala a I h r a r frente a l pedazo de rama recién t r o n c h a d a . Con sorp.-esa descubrirás que se resiste a ello. Y es p o r q u e , avispando comprensivamente el porvenir, i n t e r p r e t a el presente en su medida real. ¿No es ello p o r v e n t u r a lo que pasa continuamente en el cuerpo del m u n d o ? L a forma, es u n accidente de la Vida. L a V i d a no se detiene, puesto que la misma m u e r t e al ser, es, bajo su d o m i n i o . Mientras el juego de los opuestos altere la inocente mansedumbre de t u corazón, mientras e l más d i m i n u t o de los cambios a r r i t m e tu mente, imposibilitada estarás Siria, para penetrar en el reino de la Sabiduría. E l hombre ha de i r envuelto con el manto de la serenidad para buscarla. Quien carezca de paz, de silencio i n t e r i o r , blasfema al pretender u n nacimiento d i v i n o . Si t u e s p i r i t u a l deseo de v e r es más fuerte en t i , que cualquiera otra cosa, destruirás con él, la barrera del mundo objetivo, y lograrás por f i n i n t e r n a r t e en el camino que conduce a lo Verdadero. NAIVAIÍNO
V I : SOBRE L A D I F I C U L T A D D E VIVENCIAR LAS GRANDES VERDADES Amadísimo: Amanece en m i mente, amanece. ¡Mas qué luz enferma es, Señor, la que ella me fabrica! Su brazo aún débil no puede m a n e j a r con holgura el fuelle del discernimiento, que es el que despierta el fuego de la V e r d a d en nosotros. H e querido m e d i t a r sobre lo que rae dices en t u carta; en cambio, sólo he quedado ensimismada ante ella. Tiene lógica t u verdad, pero no la siento e n m i corazón. Toda yo estoy cerrada a t u palabra, y el saberme así, me m o r tifica no sabes cuanto. Quiero escuchar el paso de la S a b i duría, y sólo capto el temblar inseguro de los pobres
gateos de m i razón. —Es cierto, me digo, que v i d a y f o r m a son espíritu y materia, es v e r d a d que la f l o r de hoy será el despojo de mañana y viceversa. Mas yo también soy forma y pienso que mientras v i v a prisionera en este ataúd de carne y huesos, lo r e a l huirá de mí siempre. Si u n átomo de la d i v i n a conciencia estuviese actualizado en mí, si existiese la posibilidad de una hendí j a por donde liberarme de la caja fuerte de m i personalidad, t u palabra t a n amada, hubiera eclosionado en m i corazón. Mas nada pasó. Quiero sentirte, y no te siento, escucharte y no te escucho, v e r lo que me señalas y no lo veo. Es sólo la sombra de m i misma q u i e n está atenta, pero no yo. ¿Puedes comprender lo que dignifica ver, y no " s e n t i r " lo que se ve? Todo cuanto me dices, queda en m i mente. Nada parece h a l l a r el camino de m i corazón. A l g u i e n lo sabe en mí, pero es impotente en la lucha, nada puede hacer. ¡Oh, Amadísimo! Cuántos habrá en el m u n d o como yo, lleno solos de palabras frías y estancadas es su cerebro, que, a la manera de m a n j a r maravilloso, sin nadie que lo guste, t e r m i n a n por descomponerse. Y o sé, t u voz es buena pero no puede escucharla. Estoy ciega, estoy s o r d a . . . est o y aún m u e r t a . . . SIRIA
V I I : DOS N U M E R O S Y E L U N I V E R S O En ningún momento creí posible que así, de pronto, te llenaras el corazón de Sabiduría. No ceses, sin embargo, de buscarla. Cuando al igual que tú, hace tiempo, quisa leer los M i s terios de la V i d a , e imposibilitado para ello ncudí a m i Maest r o , él me d i j o : —Recurre a la meditación, porque la meditación es al espíritu lo que el análisis a la mente. Esta última, analiza, para saber. E l p r i m e r o medita, luego comprende. N a t u r a l m e n t e Siria, m e d i t a r es arte que se logra al cabo de mucha práctica. Para comenzar con el ensayo de esa v i r t u d , es menester conocerse a sí mismo. Mas no hablo del
elevado conocimiento q u e s o b r e el Ser poseen los Divinos Embajadores de V i s n u , sino d e l otro, que se halla más próx i m o a l a comprensión de u n chela. Lee también lo que te escribo. ¿Sabes que el universo es u n postulado matemático, una muestra arquitectónica de lo que puede la ciencia de lo absoluto, y sobre todo, u n e j e m p l o acabado de la más perfecta expresión de la Numerología celeste? Cada sistema solar, de los millones y m i l l o n e s que pueblan nuestra Galaxia, se r i g e n por u n d e t e r m i n a d o número, que viene a ser algo así como su patrón aritmético. Y esto es absolutamente lógico, llevado aún a nuestro campo humano. Cuando nos disponemos a hacer una obra cualquiera, ¿no nos muñimos acaso de u n modelo, que, a modo de guía, nos indica con su presencia el camino a seguir? Los arquitectos a c o s t u m b r a n a tener maquetas de los edificios que luego h a n de construirse, los escritores, el tema central de sus libros, los músicos la melodía capital, centro de futuros desarrollos sinfónicos. De i g u a l manera, alguien diseñó el Cosmos de modo perfectísimo, para p r o y e c t a r l o luego en el m u n d o de la Forma. A diferencia del H o m b r e , es simple su modelo y acabado. ¿Quieres algo más inocente, más abstracto y a la vez más perfecto que u n número? Suprema esencia es incorpóreo y s i n embargo, se proyecta i l i m i t a d a m e n t e en lo m a n i festado. Así pues, Siria, u n número fue elegido — t e m a central de una maravillosa sinfonía cósmica— como basamento de nuestro actual sistema Solar. He oído decir, y he leído en milenarios textos sagrados, que ese número es el sépt i m o de los dígitos. Mas, como el camino de la Sabiduría no es u n camino de imposición, mucho me placería saber que tú m i s m a , buscas en el reino del mundo, su d i v i n a proyección. P o r que proyectado está, a l ojo del discernimiento. V I I I : E L N U M E R O SIETE Amadísimo:
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¡Perdona la euforia, la alegría que, sin control desborda de m i corazón y se derrama en esta carta! He llegado a comprender por f i n , algo de lo que me dices, como tú quieres que sea comprendido, es decir, no sólo con la mente, sino con aquello para quien ella trabaja, y en relación a lo cual no es sino mero instrumento. Sí, el número siete continuamente se da a los ojos del hombre. P r i m e r o , me pareció que lo más exacto sería t r a tar de h a l l a r su proyección en aquello que es para nosotros trascendente. — L a s artes, m e dije, y las religiones, ciencias y f i l o sofías, que es donde palpita nuestra alma. Así, comencé con la música, descubriendo que» además de ser siete los sonidos fundamentales, siete son sus silencios, claves, etc. Es como si e-I "esqueleto", la "armazón" de esta protegida de Euterpe, se basamentara en ese dígito. Por otra parte, en p i n t u r a , siete son también los colores básicos, y estoy segura que, si analizáramos detenidamente las demás artes, también hallaríamos este número relacionado con ellas estrechamente. Creo, sin embargo, que donde más está dado, es en el campo de las religiones. Tomemos el l i b r o que sea, ya sea el de L a Oculta M o r a d a de los hijos del N i l o , o Los Vedas, o L a B i b l i a , siempre este número se halla en los pasajes más significativos. Por ejemplo, en e l Génesis se dice que "Dios hizo el m u n d o en seis días, y a l séptimo descansó". A p a r t i r de ello, siempre estará dado en los otros libros que componen este t e x t o hebreo-cristiano, llegando a l máx i m o , según m e parece en el Apocalipsis, donde se lo cita en demasía. H a y u n v i e j o m i t o egipcio sobre Osiris y su hermano Seth. También aquí se dice que siete fueron los pedazos d e l cuerpo del p r i m e r o , asesinado por e l segundo. He visto también que otros números, como e l seis, tienen gran preeminencia, y me sobrecojo al pensar l a e x t r a o r dinaria importancia que deben tener todos ellos en nuest r a casa cósmica. ¿Sería algo de esto, lo que estudiaban con tanto sigilo los pitagóricos? Señor, v o l v i e n d o a Egipto, te diré, antes de t e r m i n a r esta carta que escribo para t i con agradecimiento y amor, algo que me ha asombrado muchísimo, aunque triste me sea poder t a n sólo m i r a r l o
con los ojos de m i i g n o r a n c i a . Se trata de la división que hacía esta raza, con respecto a l hombre. Para ellos, el ser humano es u n compuesto de siete "vibraciones". ¿Cómo se explica esto? H a b l a n e n sus libros del " k a " del "bah", etc., pero nada entiendo. Y o creo que somos espíritu y materia, y me extraña estas subdivisiones que no logro i n t e l i g i r . Como siempre, t u y a es la respuesta Amadísimo. A h o r a más que antes, necesito tus cartas. SIRIA
I X Y X: CARTAS D E PASO Siria: Los que estamos lejos de ser embajadores directos del país de la Sabiduría, los que carecemos de innato conocimiento, pero sentimos, s i n embargo, intensa necesidad de comprender, hemos de ser m u y observadores, Siria, m u y observadores. E n la observación, radica el p r i n c i p i o de la sabiduría, siendo a la vez amable y silenciosa manera de preguntar en e l más lógico de todos los lenguajes. Si es septenaria la constitución de nuestro sistema solar, según dijimos, y s i . . . "así es a r r i b a como abajo", según Kermes nos enseñara, ¿por qué el h o m b r e no podría ser internamente una proyección de ese dígito, t a l cual te lo señalan los libros egipcios que has leído? NAIVAHNO
Amadísimo: ¿"Podría s e r . . . " , o simplemente "es"? Por m i parte, pienso que así debe ser, mas no me explico m a y o r m e n t e cómo. L o que más me duele, es tener que esperar quince días p o r t u respuesta. ¡Quince días sin T i , amadísimo, son quince cántaros vacíos de t u agua pura, puestos f r e n t e a la sed del alma mía! SIRIA
X I : LAS SIETE INTELIGENCIAS HUMANAS Siria: Piensas que "así debe ser", mas no hallas explicación para t u razonamiento. Como si fueras en v e r d a d u n paso,
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una vía, húndete dentro de tus íntimos caminos, analízate, obsérvate constantemente, y t e n clara inteligencia sobre cada uno de tus actos. E v i t a la vida de perisíeria. Cuando u n atleta del espíritu busca lanzarse en inefable salto h a cia el reino de la sabiduría, debe retroceder, a f i n de tomar impulso, dentro de sí mismo. Así, resúmete, como semilla. el árbol, que antes de ser f r u t o , yace p r i m e r o en la Siete inteligencias diferentes, v i v e n dentro tuyo, y son las mismas siete inteligencias que h a b i t a n el sistema solar. Ellos son vehículos creados para canalizar diferentes tipos de energías; energías que recibe a su vez nuestro sistema, de ignotas "usinas cósmicas" y que luego redistribuye. Estos vehículos, cuerpos, planos, q»como se les llame, están sometidos a trabajos disímiles en el reino de lo manifestado, mas como los cambiantes pétalos de la y u n i a , se resumen ellos en u n tallo central, sin otra f i n a l i d a d que la de unirlos armónicamente a f i n de que sin traba alguna desempeñen el trabajo señalado. E n manera alguna son ellas, en ninguna de sus m a n i festaciones, barreras para la evolución d e l hombre. H a y aquí en I n d i a , ciertas sectas que a f i n de parecer más espirituales, reniegan constantemente de sus cuerpos físicos — l o que a f i n de cuentas, es una manera de atarse más aún al m u n d o sensible, del que se t r a t a de s a l i r — y hablan de "elementales del deseo", etc. Niños son, que no pudiendo comprender los instrumentos de su Padre Cósmico, los lanzan por el suelo, como si el desprecio fuese t i e r r a propicia para el engendro de la Sabiduría. N o contamines t u mente co^ esta clase de enfermedad, nacida en la f a l t a de Viveka. Para que ello no pueda ser, sigamos hablando Siria del tema que nos ocupa. Habíamos dicho que estas siete inteligencias, tienen que c u m p l i r tareas disímiles en el reino de la manifestación. Recuerda: antes de buscar la verdad en mis palabras, deja que ellas te sean s^lo lazarillo para encontrar la V e r d a d en t i misma. Estudia Siria la naturaleza que te rodea. ; N o es cierto que i m o e r a en ella e l individualismo? D e n t r o de una planta, ñor ejemplo, la más d i m i n u t a de sus hojas, o de sus semillas, etc., posee su ''personalidad", y —esto
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es i m p o r t a n t e — , su propio o f i c i o . Cada parte de esta i n f i n i t a p l u r a l i d a d trabaja como si de su labor dependiera el kosmos. Esta gran inteligencia q u e las rige, canaliza dent r o de la materia, e l p r i m e r t i p o de energía. Construir los distintos cuerpos con precisión, como si se tratara de una gigantesca fábrica de m a q u i n a r i a s , es su misión. Mas su tarea queda concluida, c u a n d o ellas nacen a la forma. Y en v e r a a d que nacen con u n a perfección t a l , que con sobrada eficacia c u m p l e n la v a r i e d a d de su oficios. M a n tenerlos dentro de la vida y hacer que no carezcan de la energía necesaria, para el b u e n c u m p l i m i e n t o de sus menesteres, es el trabajo asignado a esta segunda i n t e l i gencia, guardiana de la V i d a en el m u n d o de la forma. Prana, es llamado este segundo motor. Prana a todas partes va, y está en t i , en l a h o r m i g a y en los mares, circulando como si se tratara de u n torrente cósmico de sangre, por las invisibles redes arteriales del mundo, m a n tenendo vivos los heterogéneos tejidos del cuerpo que custodia. Porque, entiende bien S i r i a . U n a cosa es la materia, y otra su V i d a , como una cosa es el cántaro y otra el agua que se contiene en él. Así, ya tenemos andando la parte mecánica del plan. A h o r a , nos f a l t a saber por qué causa trabaja, cómo la hace, y por último para quién. ¿Dirías tú, que la naturaleza, y tú mismo incluyéndote como parte integrante de ella, es fría, matemática? ¿Cumple su trabajo como si se t r a tara de u n álgebra difícil, o se p e r m i t e cierta expansión? Observemos tú y y o : mas recuerda que observar r e quiere l a q u i e t u d de u n alma silenciosa. U n alma que habla mucho, se aturde con el r u i d o que ella m i s m a f a b r i ca y se v u e l v e ciega y sorda a toda captación de lo Real. Este " s e n t i m i e n t o " , ¿no es cierto que posee diferentes g r a dos de manifestación? Claramente se lo ve en los hombres y animales, no careciendo tampoco de ella los otros dos reinos inferiores, los que, por manifestarlo de modo m u y diferente, y a f i n de no tocar lo que costaría comprender, nos guardaremos de estudiar ahora. Así Siria, bien vemos que nos sentimos dichosos o t r i s tes, que lloramos y reímos, amamos y odiamos, y bien claramente vemos también, que l a labor de esta i n t e l i -
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gencia, es diferente a la de los otros dos ya estudiados. Astral, es llamada esta Inteligencia de la que te hablo, especie de '"batería" que carga todas nuestras experiencias en e l plano de la emoción, y causa inmediata de la labor de los otros dos. Tenemos ya, V i d a y sentimiento, mas, ¿quién ordena todo ello? Porque detrás del v i v i r y e l sentir, ¿no se encuentra por fuerza el pensar? Tú sientes, pero es por medio de t u cerebro que te percatas de t a l cosa. Es él quien lleva a t u conciencia el conocimiento de tus reacciones emocionales. Mas ello no es su única m i sión, y bien por el contrario, su m o t i v o de e x i s t i r es m u y otro. A t i e n d e S i r i a nuevamente, a la voz de nuestra m a d r e común, la naturaleza. Su Sabicfuría, como ser inteligente no tiene límites. Cuando más hondamente te miras en sus ojos, más luces descubres que te eran hasta ayer desconocidas. Tanta capacidad de amar posee, que n i el más d i m i n u t o de sus hijos se ve huérfano de su afecto. Enseña a los suyos a valerse por sus propios medios dotándolos de m i l modos, de lo necesario para v i v i r . S u amor, tiene a veces f o r m a de aletas, de dientes, de t i b i o nido, de pesada t r o m pa, porque en la casi inconcebible eclosión de su t e r n u r a , t r i u n f a sobre la rigidez de l a forma, haciendo posible que su corazón se objetive donde ella lo cree necesario. Su inteligencia es e l t r i u n f o de su amor. L i m p i o de todo m a l comprendido egoísmo, no puede jamás verse sujeta a l molde rígido de u n solo objeto: su dación generosa la lleva a ser Maestra en el arte, de Dar, por A m o r . Conocemos ya su sabiduría. A h o r a nos f a l t a analizar el tipo de inteligencia que posee, y aunque ello no es tarea fácil, no es tampoco imposible que lo comprendamos. Fíjate, S i r i a ; h a y algo que p r i m a en iodos sus actos, y es la repetición. Miles de años hace que viene repitiendo idénticas cosas. N o h a y o t r o cambio en ella que e l i n f l i g i d o por el tiempo, que, en este caso, lo tenemos que considerar como factor externo a su v o l u n t a d , v o l u n t a d ésta que obedece a cierto preestablecido mecanismo. Perfecta en el desempeño de su papel, es incapaz — y no te asombres falsamente de lo que te digo— de crear. Ella, a semejanza
de u n g r a n nido, empolla los huevos dados a la manifestación, por u n a hipotética ave cósmica. Ella es e l medio en el cual todo se desarrolla, pero e l arte de crear, no le pertenece. Su mente es la d e l científico, que con su conocimiento discursivo, ordena lo que le es dado. Pero nada crea. Con su generosidad característica, te hizo partícipe t a m bién a t i de ésta su m e n t a l i d a d concreta, f o r m a l , con la diferencia de que, mientras ella es la encargada de a p l i carla a los demás reinos, quienes no poseen conciencia de esa aplicación, tú si posees y la escuchas moverse dentro de t i misma. A esta cuarta Inligencia, llamamos en sánscrito k a m a manas, que significa mente concreta, mente egoísta, inst i n t i v a , mas, ¿es la. única inteligencia que sientes en t i , como canal de tus ideas? No, por el contrario, está la mente creadora, la más suprema arquítecta, la que es capaz de idealizar y concebir lo inefable. Su trabajo, es diferente al de kama-manas, pues mientras ésta custodia la vida de la f o r m a , empecinada parece la otra en dest r u i r l a . U n a , ama " l o suyo"; la o t r a quiere dar, saliéndose de sí misma. Diríamos que e l amor en el cual ambas se apoya, es de naturaleza dual. E n una se concreta, en la otra se expande. A esta mente la llamamos superior, porque es así, con respecto a la otra. Vehículo es, d i v i n o , del que se v a l i e r a n los más grandes espíritus para dejarnos la base de su sabiduría p u r a e inegoísta. E l sexto y séptimo vehículo, Siria, son. de m u y difícil comprensión. Hasta kama-manas, tienes compañía en la naturaleza, siendo éste el vehículo sumo de la misma. Mas llegando a l q u i n t o , comienzan a florecer en el h o m bre los principios divinos que desde m u y lejos llegan a anidar en sus almas. Digamos t a n sólo por ahora que e l sexto es el vehículo de la intuición y e l séptimo —o p r i m e r o , si seguimos e l orden d i v i n o — es el espíritu puro, n o m b r e t a n solo para nosotros, d e l que hablamos sin tener en realidad n i el mínimo v i s l u m b r e de lo que Es. He tratado de hablarte de todo esto, dejando m a r g e n
a tus propias especulaciones. Que te diga sobre ello en demasía, sólo podrá llenar t u mente. Que tú descubras en t i m i s m a aquello sobre lo cual versan estas cartas que escribo con amor para t i , te harán l i b r e y eterna. Espero que te observes mucho. No confundas los pasos de estas inteligencias que en t i moran. Varias son, y lógico es que, no bien descubiertas, difícil te sea hacerlas v i v i r en Armonía. Mas tú eres ese séptimo p r i n c i p i o , del cual poco te he hablado, y yo te digo que él, no' es q u i e n siente, lucha, opina, sino quien V i v e . Así, espero puedas con amor y paciencia —puesto que en el amor bien comprendido r a dica la más gigantesca de las fuerzas— establecer el orden dentro de t i misma, dando así el p r i m e r paso hacia t u futura Unidad. Creo que ahora estarás en condiciones de comprender por qué los sabios Iniciados del N i l o , hablaban del h o m bre, como de una unidad septenariamente constituida, de acuerdo con las leyes de la Naturaleza de nuestro Sistema, y bajo la aprobación de las divinas Jerarquías. NAIVAHNO
XII:
D U D A S SOBRE E L O F I C I O D E L A MENTE
Amadísimo: E l mensaje de t u carta embelleció m i corazón. Es cierto que ahora se algo como para orientarme, mas como los grandes vientos destinados a desprender con fuerza las hojas más débiles del árbol al cual se abrazan, así tus palabras dieron por t i e r r a con muchas de las inocentes f i losofías a quienes albergaba inconscientemente en m i i g norancia, dentro del alma. Quiero decirte que, náufraga como soy, avizoro en el vuelo p r e m o n i t o r i o del ave de m i fe, t u costa fértil. Eso, simplemente: ln presiento, pero rotundamente, la ignoro. Tú me dices; Siria, no eres t u cuerpo físico n i la emoción que en él percute, proveniente de la acción de otras i n t e ligencias, y agregas luego: tampoco eres t u m e n t e . . . Pero yo no t e comprendo, porque la mente es el centro de la poca conciencia que tenemos. E l l a es el eje de todo cuanto existe, m i r e s a los dioses en sus obras, o mires a los h o m -
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bres. ;,Quién idealizó sus estructuras? Ye no podría decirte su nombre en palí o sánscrito, pero sí te digo que fué una mente cósmica, m e n t e en l a que se resumen las fórmulas del químico, la exactitud d e l matemático, la equidad del juez, y el misticismo de u n bonzo. Todo se contiene es ella. Ella estructuró las galaxias y las amebas, el polvo y el oro. Pensamiento es creación. Así, pues si quitamos la mente del mundo, todo sería n a d a . . . Y , sin embargo, eres tú quien Sabe, Señor, y yo quien te presento mis dudas a f i n de que las transmutes con t u Sabiduría. SIRIA
X I I I : ACLARACION
DE ESA
DUDA
Siria: E l hombre sabio, es torpe a la m e n t e del insensato, porque busca la solución de los temas trascendentes, donde el resto del m u n d o nada ve, n i nada encuentra de valor para j u s t i f i c a r su interés. Así, ¿quién se detendría a buscar una lección de metafísica a la puerta de Sakhuna? Sakhuna es u n joven como tú, de una aldea cercana a nuestra ciudad. Sakhuna teje día y noche en su telar de cañas. Sakhuna es feliz tejiendo. Cuando llegan los p r i m e r o s fríos, sus dedos se m u l t i p l i c a n sobre los hilos, es m a y o r su concentración en el trabajo, más f i r m e su v o l u n t a d . Ella es quien debe p r o veer a los habitantes de la aldea, de mantas y ropas antes de la llegada del m a l tiempo, de modo que nadie sufra sus rigores. Frente a cada trabajo terminado, canta, sonríe y es plenamente feliz. Pero su felicidad llega a ser indescriptible, cuando remata el punto d e l último tejido que le fuera encargado. V e r a todos los suyos convenientemente protegidos, i l u m i n a sus ojos con r a r a luz. E n t o n ces desarma el telar, guarda las piezas y se recoge ella también, en su obra. He comparado a Sakhuna con la mente que está más allí de todas las cosas porque Sakhuna es a su aldea, lo que M a h a t al mundo. L a diferencia entre ambas, para lo; ojos de nuestra l i m i t a d a percepción, estriba en que sabe^
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mos para qué trabaja Sakhuna, pero ignoramos para qué lo hace M a h a t . Reflexionemos, S i r i a : si Mahat, es la mente cósmica, ¿no será su encomendada y verdadera tarea l a de l l e v a r nos hacia la perfección m o r a l , así como el trabajo de Sakhuna conduce a su d i m i n u t a aldea hacia el bienestar físico? M a h a t idealiza los universos, los soles y los m u n dos, M a h a t construye, " t e j e " en su d i v i n o telar cósmico, los cuerpos que pueblan el espacio, M a h a t está en tí, en la rosa y en el insecto, pues todo lo creado es h i j o de Mahat, a quien ella conduce a través de la f o r m a a l Ser que se l o g r a una vez llegados al pináculo de l a conciencia. Estudia su inteligencia. E l Bien, es su L e y , a ella se sujeta, y es lo único que persigue, proveyendo con matemática exactitud a cada cosa de aquello que l e conviene. A h o r a bien: cuando tú piensas, lo haces t a n intensamente, que t e identificas con el trabajo que pretendes hacer en t u telar mental. E n consecuencia, terminas por a f i r m a r que tú eres el telar mismo donde construyes tus obras, cada uno de sus dientes, cada f i b r a de h i l o . Mas yo t e digo que no es así, h i j a mía, porque más allá de t u m e n t e que piensa, v i b r a , se metamorfosea, varía, busca, más allá de todo eso, te hallas Tú misma. L a mente es siempre división, y su peor castigo es, aun siendo como por naturaleza es, amar lo Uno. perseguir muchas veces desesperadamente, el e c u i l i b r i o del que carece, el ser eterno que apenas si i n t u y e . Mariposa es, Siria, enamorada de la misma llama que ha de devorarla. Esclava del espírit u , a él se supedita, sirviéndolo y tratando de l o g r a r l o en cada acto que realiza. Te i n v i t o , pues a que mires al m u n d o como si se t r a t a ra de u n t a l l e r inmenso. Pero t e n cuidado, y a l hacerlo, separa siempre materia y espíritu, pues nada comprenderás si no lo haces. Recuerda que M a h a t viste a alguien, pues es fácil que deslumbrada por los colores de sus ropas, te veas impulsada a o l v i d a r para quién están hechas. Y es ese " q u i e n " el que nos interesa, ese d i v i d i d o " q u i e n " que tiene a veces ropas en f o r m a de oruga y otras en forma de dorados peces u hombres. A l g o se oculta tras la apariencia de las cosas, y es destino del hombre, el
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descubrirlo. Conviene también, en que toda forma es perecedera. Puede d u r a r u n segundo, o m i l l o n e s de años, pero caerá u n día, caerá i n e x o r a b l e m e n t e . Trajes te he dicho, trajes son, soles y galaxias, vestidos lujosos a nuestra percepción de ío Uno que a todos y en todos anima, siendo este otro misterio que deberás estudiar, siempre y cuando los p r i meros pasos que das en este Camino, resulten exitosos. Cuando el Bien sea alcanzado, M a h a t se aquietará en su choza cósmica, como S a k h u n a e n la suya. E l organismo cósmico es sólo eterno a la mirada nuestra, pero perecedero es S i r i a , como todo aquello que se objet i v a . Así, no te m a r a v i l l e s de su esplendor. Busca más b i e n la causa que lo ha m o v i l i z a d o y hallarás seguramente la Naturaleza I n m o r t a l . NAIVAHNO
X I V : D U D A SOBRE Y ESPIRITU
LA
LEGITIMIDAD
Amadísimo: Así, pues Señor, que todo cuanto antes deslumhraba mis ojos y estremecía de emoción el alma, es nomás efímera construcción, si bien, paradójícameste, apoteótica f o r t a leza, destinada a proteger entre sus paredes a l D i v i n o Niño I n v i s i b l e para el cual todo fué hecho. Y yo, ¿confundía en m i ignorancia la morada con el Morador? ¿Cómo pudo la belleza de su f o r m a cegar la luz de m i discernimiento? Extasiados ante su oropel fastuoso detenémosnos los hombres, y ya no pensamos que pueda e x i s t i r nada más allá de lo que se presencia. S u m i dos en la emoción, paralizamos con ella las alas del entendimiento. Y allí quedamos, por siglos, por edades, r e m o viendo en el baúl de la naturaleza sus coloreadas ropas, y poco es lo que nos detenemos a pensar sobre el p o r qué de su hechura. Desde que me ha llegado t u última carta, epílogo m a ravilloso de la anterior he nacido, Amadísimo, al reino de la F r a t e r n i d a d U n i v e r s a l ; porque te confieso que es m u y difícil llegar a establecer al alma en sus sagradas tierras, ya que para ello es menester u n a comprensión
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como la que t u sabiduría ha tratado de hacer prender en mí. P o r eso es que te digo "he nacido", t a n solo, es decir, he despertado del horroroso sueño de la separatividad y el divisionismo, comprendiendo m u y bien que mucho me falta aún para lograr conciencia t o t a l de lo que ello es. S i n embargo, me siento desde ya feliz con la escasa comprensión que hoy poseo. Y a no vago atemorizada, m i diendo el tamaño y la duración física de las cosas. Se ahora que ello es ignorancia, y falta de fe y certeza en la L e y . ¿Te das cuenta Amadísimo? Aliio de Dios, surgido en u n planeta, puedo estrechar toda su obra y sentirme en ella, puesto que m i deseo es comprenderla. Situando el amor que les entrega m i corazón, más allá de sus decorados engañosos, de lo efímero, de lo que día a día es devorado por el tiempo, nada se halla exento de V i r t u d para mí. Y es que el amor traspasa el velo en que se envuelven, para querer con inocencia, su oculto fuego eterno. No obstante, pienso: ¿de dónde nace este sentimiento? Tú m e hablaste de una Inteligencia en nosotros donde se dan nuestros estados emocionales y perecederos. L o que v i v e ahora en mí, ¿acabará también por m o r i r ? Créeme que jamás he amado t a n inegoístamente nada y mucho me dolería que ello estuviera también atado a lo efímero, a lo que no tiene ser real. Habíame, por favor, sobre ello en su próxima. H o y no quiero escribirte más. Tengo u n m u n d o recién nacido en m i s manos y sé que por más cosas que te diga sobre él, se me escapa de la p l u m a lo más bello. Tú, una vez anduviste este camino. Tú me comprendes. SIRIA
X V : A C L A R A C I O N DE ESA D U D A Siria: Recuerda siempre establecer diferencia entre " a m a r " y " s e n t i r " . E l m u n d o confunde a ambos, pero no debes hacerlo tú. E l sentir, es p o t r i m o n i o de t u corazón físico. E l amar, proyectada v i r t u d de t u ser espiritual. Y y a que hablamos de v i r t u d , bueno es que meditemos sobre ellas.
Fácil es comprender que las mismas, hijas son de las diferentes Inteligencias que se dan en el hombre. Y si sabemos que ellas son disímiles, concluiremos por razonar que disímiles serán también las v i r t u d e s por ellas concebida. Así, ¿ c ó m o puede nada perecedero y circunstancial, dar nacimiento a algo i n m o r t a l , i l i m i t a d o ? Esto es, ¿cómo tu inteligencia astral, puede concebir u n amor, como es el amor del c u a l me hablas? Si como dices, caben en t u corazón todas las cosas, claramente se comprende que la v i r t u d que de t i se ha posesionado no se circunscribe en límites estrechos, puesto que su entrega es total. ¿Cómo puede —volvemos, ya ves a u n círculo vicioso— nacer de l a limitación a la que temporalmente se sujeta ese tercer vehículo tuyo? " A m o " , dice e l hombre común, y lo que realmente hace, es sentir t a n sólo el impacto de determinados aspectos d e l m u n d o sensible que lo atraen. N o creo que tú, por el contrario, debas temer que se disipe, lo que ahora llena t u alma de soberano recogimiento. Nadie retrocede en el camino de la Realización. Pueden las c i r cunstancias de la vida, empañar el c r i s t a l de u n alma pura, pero no b i e n vuelto a lavar, resurgirá esplendente, más allá de sus sombras. Recuerda que las palabras con que se n o m b r a n las cosas, son sagradas, pues t r i b u t o es ello dado a los hombres por piedad de los dioses, y abominable delito es confunuirlas. Nadie confunde el alma de u n roble, con la de una piedra. Así también, " a m o r " es cosa distinta a " s e n t i miento". Cada palabra posee su propia y v i b r a n t e personalidad, como cada h o m b r e la suya. Y malo es por inercia del discernimiento, confundir las de santas vestiduras, con aquéllas que todavía yacen conectadas con e l e r r o r humano, y los designan ante los ojos de la Inteligencia. Palabra es matemática. Si te dedicas a l arte de hacer filosofía, aprende desde y a . la m a r a v i l l a del verbo, y usa de sus números con precisión, si t u deseo es, en el mañana, apartándote de las sombras del m u n d o sensible, llegar ñor propio sacrificio, a la U n i d a d donde todo se halla contenido. NAIVAHNO
X V I : SOBRE L A D I V I S I O N D E L SEPTENARIO — 26 —
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presento. M e dices en t u última, que es r e a l y no perecedero lo que siento. E l l o m e t o r n a feliz, no sabes cuanto. Por espacio de largas horas, permanezco a orillas del mar. Creo que todo e l universo exterior, se refleja en e l hombre, a t a l punto que las voces d e l p r i m e r o son t a m bién las del segundo. D e l mismo modo que oímos a las del exterior, podemos escuchar nuestra voz i n t e r n a , mas he observado que para ello, como tú dices, es menester g r a n calma. He aprendido a diferenciar, estando en paz, las diversas inteligencias de las que me hablas. Se ahora, que toda emoción pronta a alterar el n o r m a l r i t m o de m i vida, sea buena o mala, nace de astral, como sé también que el " s e n t i r " — s i así se lo pu«de l l a m a r — de las tres inteligencias superiores, que f o r m a n una tríada, se diferencia de las otras, por su inegoísmo y su manera de objetivarse. N o es algo que repercute en m i cuerpo físico, desequilibrando su marcha n o r m a l , sino algo que me "saca" de é l . . . (¿Cómo e x p l i c a r t e ? ) . . . algo que para v i v i r l o , menester es que Yo suba hasta él, no que él baje hasta donde yo me hallo. He diferenciado dentro del cuerpo emocional, distintas gradaciones, o aspectos del mismo. Porque no es i g u a l , pienso yo, la emoción que hace presa de u n ladrón en el momento de efectuar su delito, que la que siente una beata, al orar en el templo. E n todos ellos, la inteligencia astral, está en acción, pero de modo diferente en cada uno. Así, Señor, yo m e p r e g u n t o : sí siete, dices tú son las i n teligencias de las que te hablo, manifiestas en el hombre, y vemos asimismo que todo responde a este número en el Plan de n u e s t r o sistema solar. . . ¿ N o se subdivírán estas Inteligencias a su vez, en siete aspectos, o planos? Esto explicaría muchas cosas como las que te acabo de decir, ya que a la vista se halla de aquél que se estudia a sí mismo, que estas inteligencias, no son estáticas, sino que, por lo contrario, llenas se ven de vida propia y variada. L o mismo sucede en lo pránico o energético y n i que decir, en ambas mentes. Tú dices, sin embargo, Amadísimo, que ellas deben v i v i r en armonía dentro de nosotros m i s mos, mas ¿cómo lograr esto? Y a sabes, que espero tus cartas. Libérame una vez más de estas dudas que te
SIRIA
X V I I : UNIFICACION DE LOS VEHICULOS EN EL MAS ELEVADO Siria, querida: Sí, cada vehículo vuelve a s u b d i v i d i r s e en siete subplanos, y hemos de agregar, no para profundizarlo en estas lecciones preliminares, sino s i m p l e m e n t e para no desconocerlo, que esta subdivisión es i n f i n i t a a la percepción humana. E l siete se recogerá luego en el tres y todo sumirse más tarde en la unidad. Si sabes leer tus libros de religiones, entenderás e l por qué de esto. L a ciencia del número y su comprensión, no es, sin embargo, para las almas que aún toman su experiencia en el m u n d o de las formas múltiples, pues m u y claramente expresa u n filósofo occidental, que "para comprender a lo uno, es menester despojarse de t o d o " . Recuerda S i r i a que es de espíritus despiertos, el perseguir la porción del conocimiento y no más, de lo que pueden sus fuerzas. Inútil es, que el pequeño pájaro saichani, de doradas plumas, pretenda cargar como su hermano el elefante, los pesados árboles del bosque. No dejes que el deseo de saber, te haga ignorar t u propia realidad; no a t i , que buscas lo Real. Ansia t a n sólo aquello que puedes alcanzar A h o r a , que si victoriosa te consideras e n las primeras batallas, armas son esos t r i u n f o s que te capacitarán para futuras conquistas. Recuerda Siria, que las cifras empleadas por Dios para efect u a r su gran suma cósmica, m u y delicada ciencia es, que no se puede abordar sin una gran preparación previa. E n cuanto a v i v i r en armonía en t i misma, si lograras hacerlo, realizarás el destino de t u alma. Busca el aspecto más elevado de cada una de las inteligencias que e n t i son, y súmete sin temor en ellos. Esto es, desarrolla en cada una lo que tengan de común con lo inefable. De nada vale t r a t a r de abandonar despectivamente aquello que se desconoce. Si e l principio astral del h o m b r e i n c l i nado se ve a l ejercicio de las bajas pasiones, es p o r q u e i Plotino. l
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(¡áie m lo l i a guiado y en nada se ha preocupado de ei, limitándose a d a r l e fuertes latigazos con su provocada acción m e n t a l , a f i n de recoger, a sus expensas, la sensación presentida. T a n t o lo hemos obligado y adiestrado para que permanezca en los subplanos más bajos, que casi hemos anulado en él, su conciencia trascendente. E n ves: ae f o r m a r u n ángel, con su m a t e r i a l hemos hecho u n monst r u o . A h o r a bien, Siria, tampoco se trasciende lo i n f e r i o r sin detenerse ante ello, en e l m o m e n t o de la experiencia. Todo combate del espíritu ha de ser librado f r e n t e a l enemigo, y no a espaldas de éste, pues imperfecto se lo vera entonces, s i n conocer jamás la verdadera fuerza con que nos ataca. Verás entonces, con cuanta inocencia nacen a la vida los defectos a quienes e l h o m b r e juzga titanes invencibles. Ellos se robustecen a expensas de nuestra ignorancia; ella es q u i e n los alimenta, mas, cuando son descubiertos en su v a l o r real, caen como pájaros a quienes se les cortan las alas. Es menester, cuando se analiza todo esto, hacerlo con d i v i n a curiosidad, n a t u r a l m e n t e . De nada vale i m p r i m i r n o s en el rostro, gestos graves, n i adoptar poses de doctos, cuando a la única conciencia a que hemos llegado, con tanto especular, es a la de nuestra ignorancia. Caminamos hacia el Ser, que es concreción de Todo. Cada paso, debe ser dado con alegría. Recuerda siempre que los rostros serios, escondiendo están almas infantiles, porque nadie que comprende la L e y , puede ya asomarse al m u n d o por la ventana de la pose, esgrimiendo absurdos modismos de academia, propios t a n sólo de almas en incubación. No vayas por la fantasía, si quieres la Verdad. U n verdadero buscador del Camino, es n a t u r a l y es s i m ple, porque ha comenzado a ser sabio. T e he dicho a l comienzo de esta breve carta, que t u trabajo será h a l l a r dentro de t i misma, lo excelso que puedan tener cada una de tus inteligencias. Créeme, ello no puede enseñarte mis palabras. Tú sola, en la i n t i m i d a d de t u ser, eres q u i e n debe descubrirlo. E l h o m b r e logra a Dios p o r su propio t r a b a j o ; en ello radica la i m p o r t a n cia de su búsqueda. Piensa que si todas esas inteligencias —o vehículos t u y o s — p u d i e r a n v i v i r sumidos en el mismo subplano, por ejemplo manas-atma, pránico-atma, astral-
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atma, etc., en cierta manera, se están identificando. Sus trabajos serán disímiles, pero todos igualmente elevados. L a separatividad entre ellos ha de quebrarse y al conseguir, guiados p o r t u discernimiento y v o l u n t a d , asistirse f r a t e r n a l m e n t e , nacerá en ellos, la Armonía de la cual tú serás heredera. Tú serás q u i e n la disfrute, porque tuyo habrá sido el t r a b a j o con que se logró establecer a tus vehículos en el reino de la U n i d a d . NAIVAHNO
XVIII: VIVIR
SOBRE E L ESCASO T I E M P O D E L
Amadísimo, Señor: Comprendo tus palabras, pero hay algo inquietante en todo esto. ¡El tiempo, el tiempo para l o g r a r l o ! ¿Puede u n hombre, en unos cuantos años de vida consciente, conseguir lo que tú señalas? Y si lo que i n t u y o es cierto, es decir que ese logro apoteótico no es, sino base necesaria para otros logros mayores, ¿cómo conseguirlo en t a n pocos años? M i l ideas c r u j e n en m i cabeza. Como tú me enseñas, las educo, o trato de hacerlo, a f i n de que no discutan entre ellas. Mas, el problema no se resuelve por eso. ¿Se continúa la labor después de la muerte? ¿Se continúa nuestra conciencia en los hombres futuros, como las herencias físicas de padres a hijos? ¿Qué pasa con nuestras esperanzas de llegar a Ser plenamente u n día? ¿Son i l u siones de la mente, con las que se nos entretienen en el gran patio de la vida, como si fuéramos niños, y no h o m bres? Muchas son las generaciones que nacen y mueren sumidas en sus cuerpos o inteligencias menos divinas, pues, Señor Amadísimo, no todos tienen la suerte de encontrar almas como la tuya en sus caminos y remodelar sus vidas. B i e n sabes tú, aue imperios enteros se gestan y acaban entre guerras y discordias, y caravanas de almas hay, que v i v i e n d o en u n m u n d o de paz, llevan p o r dentro el c r i m e n y la miseria. Así, ¿abandona la L e y a estas humanidades? M e es indecoroso hasta pensarlo. ¿Se los castiga luego con infiernos a los que no h a n querido salvarse, L o dudo, pues los considero ciegos, no malos, ya
que la maldad es una de las tantas caras con que se presenta al m u n d o la ignorancia. Dios es el s u m u n de la paciencia, de modo que no creo que u n h o m b r e comportado indebidamente sea suficiente causa para hacerlo t a m balear en su trono. U n Dios así sería frágil, y sólo demostraría ser el producto de la fantasía de almas incapaces de concebir nada m e j o r como d i v i n i d a d . ¿Seremos entonces, como opina el materialismo, seres sin trascendencia, cuyas " a l m a s " son sólo creaciones de la fantasía ante el t e m o r de desaparecer con la forma? N o me satisface esta opinión. Creo más bien que poseemos alma i n m o r t a l , mas para tener conciencia de ello, necesitamos g r a n trabajo, y por ende, mucho tiempo. Así, me hallo frente a u n problema sin solución aparente. Mas sé m u y bien que tuya es la respuesta. Maestro m i l veces A m a d o . SIRIA
X I X : C U A N D O ES M E N E S T E R L A AUSENCIA DEL MAESTRO Siria: A l alcance de t u discernimiento se halla la solución. Desnuda t u Yo, quítale sus pesadas ropas, esas vestiduras innecesarias puestas por el determinismo de una educación m e r a m e n t e i n f o r m a n t e , y déjalo, ya liberado, i r en pos de lo que él ya sabe para traértelo. Cuidado Siria, que tus pensamientos no lo detengan. No obstaculices su Camino, con los barrotes de ideas mecánicas, temerosas. Necesario es que olvides todo lo leído, para poder leer recién en los ojos de la L e y . _ H e de confesarte que hacía mucho tiempo esperaba r e c i b i r una carta tuya que me dijera lo que me expresa t u última. Porque menester es Siria, que te deje absolutamente sola ahora. M i s cartas son ya innecesarias para t i , en este tramo del Camino. Cosas hay, a las que el alma llega a comprenderlas tres ardua tarea, pero leyes existen puestas con t a l claridad en la naturaleza, que lo menos a e x i g i r de alguien que aspira lo que tú, es que descubra por sí, cosa t a n captable a la visión del discernimiento. Y porque te creo capaz es que m e silenciaré, hasta que
por t i m i s m a la veas. No es bueno que te acostumbres a depender de mis palabras. Nadie ha de ser u n a p a r e d para t i , porque el espíritu es l i b r e y no necesita a m p a r o n i refugio. H e sido m u y feliz escribiéndote, y he de seguir siéndolo, cuando reanudemos nuevamente nuestras amables pláticas i n sonoras. Sacude t u corazón d e l p o l v o d e l mundo, llénalo de l i bertad real, y camina confiada y en paz. En busca de u n tesoro vas, Siria, el único del que puede enamorarse u n ser inteligente, pues oculto se h a l l a en el reino de la sabiduría. Que ello te sea m o t i v o de regocijo e interna f e l i c i dad, pues doloroso sería para mí, comprobar un día lo contrario. NAIVAHNO
AL
LECTOR
Así fué, amigo mío, como quedé nuevamente sola. De nada v a l i e r o n m i s cartas, saturadas de súplicas y m a l d i s i muladas lágrimas. Sola. A h o r a , peor que antes, porque antes no sabía lo que significaba tenerlo a m i lado en su esplendorosa sabiduría. A n t e s había sido una idea. A h o r a , lo conocía como r e a l i d a d . . . y se me iba. Días y noches enteras derramé m i angustia en el papel. Todas las cartas que escribía, empezaban de la misma manera: "Amadísimo Señor, me ha dejado atónita su resolución". . . " A m a d í s i m o ; es inútil, no puedo caminar aún sola". .. "Señor, le ruego que medite sobre su p r o ceder" ( ¡ Y o le decía que meditara a él, c u m b r e humana del d i s c e r n i m i e n t o ! ) Y era que el lenguaje del dolor es m u y rudo, m u y torpe su expresión, puesto que nacida es ella de una herida. También solía l l o r a r desesperadamente frente a] mar. Redactaba largas cartas para él, cartas que nunca salían de m i corazón. Y en todas le decía yo las mismas cosas. Por las noches, cuando las voces de la naturaleza dialogaban bajo la luna, buscaba su rostro moreno asomada a l mundo de todas las estrellas. Pero en ninguna l o veía,
porque nada poseía para mí la sabia belleza de ese ser. — ¿ P o r qué no m e escribe, por qué? — m e repetía. Y luego: ¿Cómo puede saber que no me t o r t u r a su silencio? Hacía largas excursiones por la playa, de las que r e gresaba exhausta, llagada por e l sol, dolorida. Pero b i e n sabía y o , pese a ello, que ese proceder sería ingrato ante sus ojos. Porque, ¿qué culpa tenía m i pobre m a t e r i a del pesar mío? Dábame perfecta cuenta de que era malo e l camino tomado. Mas yo debía d e c u b r i r una l e y y para ello, no se me permitía buscar siquiera u n señuelo en las diversas filosofías, sino en la contemplación n a t u r a l de las cosas. ¿Por dónde comenzar, siendo ese camino tan amplio? M i l veces repudié haber escrito esa carta, y m i l veces más releí la suya. ¡Ah, y o ya no iba en busca de nada, no tenía paz, no creía en m i l i b e r t a d ! M e sentía perfectamente acorralada en una prisión de l a que desesperadamente intentaba salir: su silencio. Pero todo, todo inútil. Incluso había concebido la idea de v i a j a r a su país. Mas. ¿cómo presentarme ante el t r i b u n a l casi d i v i n o que h a bitaba en el a l m a de su ser perfectísimo? ¿No me acusaría por m i desobediencia? ¿Y, si así fuera, podría perdonarme? No, no lo concebía yo perdonando, porque él enseñaba con amor, y con amor y obediencia auería ser pasado. Tarde m e d i cuenta del m a l que le estaba infligiendo con mis cartas. Sufriría ante esa m e t r a l l a de insensateces. E l quería a r r a n c a r m e del mundo, conseguir m i f l o r e c i miento i n t e r i o r , y tenía para ello u n p l a n fijado. Yo, en cambio, no l o comprendía. ¡Oh. Dios, cuánta crueldad puede esconderse, aun baio la sombra d e l sentimiento más p u r o ! ; Y vo. decía amarlo? Ese era m i amor, mascarada apenas de lo oue pretendía ser. Su inmensidad estaba sólo en la prepotencia de m i mente. Su inmensidad era nomás inconsciencia de m i oeciueñez. N o podría decir cuándo me d i cuenta de ello. Pero retorné avergonzada, sacudiéndome el polvo de ese dolor innoble y dispuesta a la búscmeda. Todo esto l e he escrito a él con otras palabras Pero su rílencio continúa. Sé que continuará hasta tanto no le demuestre yo haber realizado lo que me dijera. H e r e -
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tornado, pues serena de m i batalla. Traigo las armas intactas, y muertos muchos de mis enemigos interiores, que son, amigo lector, los únicos que cuentan. M e resta sólo obedecerlo. Estoy frente a l camino, s i n saber adonde dejar el p r i m e r paso, pero presiento que mientras ande, él estará feliz, sabiendo que algo hallaré en ésta m i búsqueda de los pedestales del Cielo. X X : P E R P L E J I D A D D E SU D I S C I P U L A Amadísimo: Retornada a la paz y a l a temperancia, dolorida por l a sin razón de m i innoble disputa, v u e l v o a ser para t i , h u mildísima discípula dispuesta a seguirte en lo que me señalas. Si alguna vez doy con aquello que tú crees, puede ser avizorado por mí y regresan las aves de tus cartas a cantar en m i corazón sus t a n extrañados salmos de paz, has de d i r i g i r l a s a lugar distinto de éste, que será abandonado por mí esta noche. L e n t a m e n t e se ha ido poblando la ciudad d i m i n u t a , de turistas llegados de todas partes en busca de u n poco de sol. Así, de pronto, me he encontrado cercada por hombres y mujeres, pedazos míos, con quienes aún no estoy en condiciones de alternar, siendo que éste, por el que se me mandara velar en el presente se halla t a n desordenado, y al que nada, o m u y poco, puedo comprender. M e marcho por todo esto Señor, más a l sur, a la cabana de unos viejos pescadores que la alquilan en época de primavera. Tengo y a mis cosas listas. H e sido feliz aauí, v ñor ello, agradezco a todos m i s amigos, olas, bosques y piedras, con quienes conviví dentro de la m a y o r f r a t e r n i d a d posible de lograr por m i corazón. También t e agradezco a tí, Señor, por haber descendido con t u v e r d a d en m i alma. Aquí he comenzado a despertar de m i letargo. Aquí he n a c i d o . . .
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XXII, Amadísimo: U n amigo f i e l duerme a mis puertas por la noche. L a cabana está sola y él la custodia, alejando de ella a las gaviotas y los lebreles que bajan de vez en cuando. Es E m u r , u n gigantesco San Bernardo de ojos celestes, cuya bondad para con todo es digna de elogio. Camina a m i lado en mis largos paseos por la costa. Estoy orgullosa de su h u m i l d a d , y avergonzada ante su espontánea obediencia de la cual tiene la mía tanto que aprender. Nada he pensado sobre nosotros y el tiempo, porque juzgo que para sacar una conclusión valedera, es preciso serenidad y atención, mucha atención a todo lo que despierta. E l parloteo intrascendente del cerebro dispuesto a ser pregunta y respuesta a la vez, de nada me serviría. Que duerma, pues y se aquiete, mientras quienes están por sobre él, salen en busca de aquello que para comprenderse, no necesita de la razón, sino como mero instrumento. Tampoco prestaré oídos a m i emoción, n i me dejaré seducir por sus pareceres, inclinados siempre hacia uno de los extremos, entre los que se balancea el mundo, incapaz de h a l l a r el punto medio, imposibilitada de i r en pos de la V e r d a d inefable. Quiero oír en m i la Palabra Sagrada, y necesito preparar, como tú dices, en mí, al Oidor. Sé que m i e n t r a s u n solo átomo de m i ser, permanezca atento a su propia voz, no sucederá el M i l a g r o . Una vez que él sea dado, y no antes, trabajará el taller de m i mente para canalizarlo hasta m i entendimiento. Su tarea no es descubrir nada, sino elabor a r t a n sólo aquello que ya está dado, y que en nuestra falta de sabiduría creemos que lo idealiza ella. A h o r a sé, qué gran error es Amadísimo, confundir los patrimonios obtenidos, con los emisarios que fueron en su búsqueda. L a antena de la mente m u y débil y corta es, para poder captar nada sobre lo Absoluto, y lo que yo busco es una L e y , no una teoría más sobre ella, pronta a ser derrocada al aparecer otra más ingeniosa. SIRIA
Amadísimo: Donde quiera que el a l m a se suma en contemplación siempre hallará una L e y dentro del tiempo, basamentándolo todo: la L e y de los ciclos. Días, noches, vidas, m u e r t e s , trabajo, descanso..., ¿por qué? ¿Qué necesidad i n f i n i t a ros lleva a caminar siempre por este juego de opuestos? Ciclos, Señor, ciclos m u y diseminados en el P l a n siempre, dclos de soles, y ciclos de microbios, pero ellos eternamente presentes, entre lo que es, y lo que no es. L e y que peisonifica m i imaginación en u n gran gigante cósmico; cada paso suyo, actividad, luz, v i d a ; luego nada, hasta escuchar el paso siguiente. ¿Qué espera obtener en ese milenario andar? ¿Qué caminos r e corren sus pies, a cuya m a r c h a todo se sujeta? E l gran desierto de Sahara, mar orgulloso fué ayer nomás, y ahora, su esqueleto amarillo sólo sirve para llenar de t e r r o r y de m u e r t e a los pocos osados que se a n i m a n a cruzarlo! Así, pues es sólo temible fantasma, sombra de u n i m p e r i o fastuoso que las idas y venidas de m i gigante misterioso relegó a la nada. Señor, y cuando m i r a m o s hacia arriba, ¿qué grandes oquedales sacudirán la tela de los cielos en el mismo lugar donde ayer anidaban luminosas galaxias. Tú me dices que todo lo que se manifiesta tiene por fuerza que desaparecer u n día, y he visto que esta L e y por tí señalada, se aplica hasta a los mismos dioses. A y e r , Zeuz en Grecia, Osiris en Egipto, O r m u z en Persia, reverenciados eran por miles de almas, y gozaban j u n t o a ellas de inenarrables privilegios. H o y h a n descendido hasta el v a l l e de la muerte, abandonado sus altares, o l v i dados de sus posesiones celestes. Labios iguales a los que ayer i m p l o r a b a n perdón ante sus imágenes, sonríen hoy en otros hombres, frente a sus figuras, viendo en ellas sólo cosas sin trascendencia, productos de la fantasía del h o m bre. Los niños hacen muecas de h o r r o r ante los fuegos de Baal. y los mayores se sienten en todo superior a M a u , 3 A n u b i s o a Sekmeth, la deidad con cabeza de l e o n a . . . Y ellos, todos ellos, a quienes bastaba una m i r a d a i m p u r a de cualquiera de sus subditos p a r a arrojarlos a la nada, t o l e r a n hoy las mayores ignominiias de pueblos y naciones que veneran en el " h o y " otros dioses. .. ¿Quiénes serán
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XXIV, los dioses de mañana? ¿Qué g r a n cementerio cósmico aquieta el sueño de esas deidades olvidadas? E l velo del silencio, cubre su m u n d o sumergido en los abismos d e l tiempo. Todo ha pasado, todo. E l hombre de hoy compadece al que habitó la t i e r r a cuando aún no se conocían las cosas que ahora se conocen. Mas veo que todos somos iguales, ciclos, v i viendo dentro de ciclos que a su vez se gestan en ciclos mayores. Znf¿?iita cantidad de anillos concéntricos es todo, mas nadie sabe cuál es e l m a y o r y cuál el m e n o r de todos ellos, y nadie tampoco como evadirse de su sujeción porque evadirse de e l l o s . . ., ¿es n ^ r i r ? Mas, ¿morir para qué? M i l veces he leído en distintos filósofos la misma p r e g u n ta que ahora yo me hago, insatisfecha como estoy de sus contestaciones, pero veo que por mucho que pienso, lápida es m i cerebro y ciego m i discernimiento para d a r m e u n resultado positivo, una h u m i l d e justificación a m i búsqueda. ¿Qué es el tiempo? Una exigencia de la limitación h u mana, para algunos, la medida del m o v i m i e n t o , para el de más allá. Visto está que todos poseemos cadenas d i s t i n tas para sujetar su ser incomprensible. ¡Oh, Señor, todos tenemos conceptos distintos sobre él, porque todos lo desconocemos! Como tú dices, no es con el arma de la mente que se pueden v i s l u m b r a r las grandes verdades, sino con la antorcha de la intuición, mas. ¿quién llega hasta ella? Porque de intuición podemos también llenar tratados, como o c u r r e siempre, pero de ahí, a vivenciarla en lo más íntimo de nuestro ser.. . Cansada estoy de razonar entre absurdos, lógicos sólo para entretener mis sombras, y sin esperanzas de real percepción; así, he de relegarme en la cabana y aguardar paciénteme:-le el día de mañana. M u c h o es lo que pienso en T i , porque sin t u palabra nada soy Amadísimo. Este afecto mío, en edad de crecimiento, más sólido en su pequenez, e inegoísta y supremo en su esperanza, te bendice por m i corazón, y te sigue Señor, en el recuerdo. SIRIA
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Amadísimo: S i n embargo, posee e l tiempo la genialidad del artista y la e x a c t i t u d d e l matemático, porque, ¿no es bien cierto que su tarea p r i n c i p a l es hermosear la gran criatura del universo puesta a su cuidado? ¿ Y no es también verdad que c u m p l e su t r a b a j o más allá de toda interferencia? E n su g r a n pizarra cósmica, él resta continuamente el M a l , de la suma de Bienes a f i n de dejar a estos últimos cada vez más libres de los primeros. B i e n y Belleza son una misma cosa para la m e n t e del sabio. Y es e l tiempo quien los une. Así, e l eterno metabolismo de la forma, ¿es intrascendente? E l t i e m p o todo lo transmuta como gran a l q u i mista y se v i s l u m b r a Señor, que más allá de lo formal, alguien recoge e l h i l o de oro de esas aisladas experiencias, para hacer con él, l a t r a m a d e l verdadero por qué, del mundo manifestado. ¿Tan grande es ese " p o r q u e " que necesita para sí e l sacrificio constante del m u n d o objetivo? Para que el h o m b r e de H o y , goce de mayores bienes que el de ayer. ¿Cuántos m i l l o n e s de vidas fueron sacrificadas? A su vez, ¿ n o seremos nosotros, los de ahora, inmoladas criaturas en b i e n de aquellos que vendrán? O t r o problema Amadísimo, que me consterna, es el s i guiente: si cada ser que nace es nuevo en el mundo, ¿cómo c r i a t u r a s arrojadas a! fango, el azote y la miseria, sueñan con servir a la h u m a n i d a d ? ¿Cómo sabe el h o m b r e —o a l g u nos hombres p o r lo menos— ser generosos y nobles, siendo que lo enseñado por la vida en estos casos, es todo lo contrario? ¿Qué titanes espirituales son, que así pueden levantarse, y de dónde y adonde aprendieron tan m a r a v i llosa lección? S i entre u n montón de gemas falsas, alguien reconoce la que es verdadera, ¿no significa ello, sin lugar a dudas, que de u n modo u otro, ha aprendido con anterioridad a establecer las diferencias? Sí, sí, pero ¿dónde y cómo, y con quién? ¡Preguntas, preguntas que no puedo contestar, Amadísimo! Veo i n f i n i t a cantidad de v i d a - u n i d a d dislocadas, separadas entre sí. . . ¡Ay, pero si vieras como todo m i ser, más allá de su ignorancia, se resiste a aceptar lo que ve con sus ojos físicos! Así, ¿qué los une? ¿ D ó n d e está el ensamble lógico de todas esas turbadoras p l u r a l i dades? . . . — 39 —
Y a ves; o t r o día más, en que la verdad huye de la mísera red de m i entendimiento, con la que espero hacerla mía alguna v e z . . . más, ¿cuándo será, Amadísimo Señor, cuándo?... XXV, Amadísimo: T a l vez sonreirás, al leer esta carta, pues en realidad no es sino una continuación de la anterior. Pensarás que tengo obsesión con ciertas ideas, y créeme, que no estarás equivocado. D i m e , pues, ¿no es el espíritu^ del hombre quien recoge lo experimentado en el m u n d o formal? E n eso habíamos quedado en una de tus cartas. A h o r a , si sabido es que cada ser humano posee el suyo propio, cada uno de ellos recoge a su vez diferentes experiencias. Mas, ¿de qué pueden serv i r éstas, disociadas entre sí? L a m u e r t e de cada uno, vendría a ser u n corte total, u n corte radical entre lo experimentado por el que se fué, y lo que experimentarán los seres por venir. De ese modo, tendríamos una sucesión pavorosa de experiencias inconexas. Nos queda, sin embargo, pensar que a l f i n a l de los tiempos, cada uno de eiios tomará su lugar como las piezas de u n rompecabezas para m o s t r a r la figura perfecta a los ojos de la L e y . Mas esta idea es h u m i l l a n t e , porque niega la posibilidad de superación de las vivencias particulares. E l que hizo m a l , ¿jamás podrá entonces, transmutar su acción en Bien? Es decir, que estaríamos todos, sometidos a evoluciones topes. E x i s t e n t a l vez, mundos más alias de la m u e r t e donde las almas p u l e n las aristas que quedaron sin t r a b a j a r d u r a n t e su contención en la materia? Entonces, si en el irás allá pueden realizar esa tarea, ¿por qué su descenso aquí? Habíamos dicho que el hombre participa de siete i n t e l i gencias, categorías de la Inteligencia P u r a , que en él se ubican para desarrollarlo en diferentes planos, y quiero suponer, que no es lo mismo, la labor que éstas realizan mientras que el hombre se halla en su cuerpo físico, que cuando ya no cuenta con él.
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Caen en este m o m e n t o sobre m i mesa, los primeros reflejos del sol. ¡Ah, s i despertara en mí la Verdad, como la v i d a despierta es cada amanecer! E l corazón de la n a t u raleza, acelera su r i t m o ahora, su r i t m o alegre. Así, cerraré esta carta para l l e v a r l a a l a ciudad, previo largo caminar por la p l a y a a f i n de escuchar mejor, y asimilarme en lo posible a todas esas voces. .. SIRIA
XXVI Amadísimo: Sé perfectamente que todos los seres humanos cargan en el alma con m i m i s m a pregunta. " N o tenemos tiempo para llegar a ser lo que deseamos"... Vamos incompletos a la m u e r t e , vamos despedazados por dentro. A u n los que sobresalen por sus obras en ciencias, artes, etc., como pueden ser u n F l e m i n g o u n Beethoven aun ellos, Señor, no concluyeron sus obras. P a r a el mundo, fueron almas gigantescas porque se los observaba desde el valle de la mediocridad, pero para sí mismos no habían logrado la perfección soñada. Ellos a pesar de todo, d e j a r o n sus frutos, más, ¿y los que son tronchados, antes que n i n g u n a v i r t u d dore sus almas? Si todos procedemos de la D i v i n i d a d , ¿cómo se comprende esta especie de casual p r i v i l e g i o para algunos, y el injustificado i n f o r t u n i o de otros? H a y ricos, cuyas almas ostentan espesas lacras irreducibles. Son avaros —-¿qué poderoso no lo es?— Tuertos espirituales, sólo conservan el ojo que ha de cuidarles su f o r t u n a y su suerte, mas ciego es el otro que contempla la miseria ajena. Así, ¿por qué sinrazón, hombres santos cargan a sus espaldas el fardo macabro de una vida de hambre, enfermedad y miseria? H e allí por qué el h o m b r e lleva la tendencia a f o r m a r en base a su razonamiento, u n dios o potestad suprema caprichosa y egoísta. Señor, leemos m a l nosotros este l i b r o inmenso del mundo objetivo. Su falsa i n t e r p r e tación, nos torna tristes, pues nada hay menos tolerable para u n ser racional que la contemplación de u n problema irresoluble. Esa es la fuente donde beben ateos, escépticos y m a t e r i a -
listas, pues la f a l t a de comprensión, lapida las almas. Estos problemas que te planteo, Señor, son como ves, m u y simples, pero en Filosofía, sucede lo que en M e d i c i n a ; grandes doctores que realizan las más delicadas i n t e r v e n ciones quirúrgicas son, sin embargo, impotentes para curar u n resfrío. Así en filosofía, se habla de las más elevadas abstracciones, pero si u n agricultor que nada sabe sobre las teorías metafísicas que ocupan a esta ciencia, p r e g u n t a r a a sus acólitos las cosas más simples de la vida, éstos no sabrían contestarle, pareciendo que todo cuanto se aprende filosofando, es sólo e l arte de r e b a t i r aquello que no se entiende, o de conformar con bellas palabras, sin decir nunca V e r d a d . Así estoy yo, Amadísimo, enferma ya de palabras que nada me dicen. H e dado vueltas y vueltas —tú lo sabes— contemplando el problema desde varias ángulos, pero nada he hallado. N o puedes, seguramente saber de m i dolor. Siento piedad, lástima de mí misma, pues yo sólo sé de los esfuerzos h c h o s , y el nulo resultado de m i búsqueda. c
SIRIA
XXVII: Amadísimo, Señor: ¡Tu silencio me aterra, y tengo que decirte! N o sé pensar, no sé y a razonar s i n t i . Todas las cosas tienen nieve, todas vestidas están de sombras. H e tratado de dar u n nuevo paso hoy, pero me fué imposible. E l Tiempo, el H o m b r e , la eterna e i n c o m p r e n sible ley de los ciclos. Sé que no pueden estar separados, que debe haber una causa que los u n a . . . , ¡pero no puedo hallarla!! Tú no quieres que lea en m i s libros. Tratas de hacerme pensar, y eso, me parece, es como querer que u n ciego vea, o camine sin tropiezos sin su bastón. Por días, rae he esforzado en h a l l a r la respuesta; hoy se me m u e r e n las esperanzas. Así, ¿jamás me escribirás, jamás? ¿Puede la enfermedad de m i ignorancia, cerrarme para siempre las puertas de la Sabiduría por el solo m o t i v o de su ser imperfecto?
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Soy como una obra a la que comenzaron a construir, y ahora yace abandonada. Es de esperar entonces, que lo poco edificado que h a y e n mí, se d e r r u m b e con el t i e m p o ; ese será m i aporte de experiencias, para el rompecabezas aquel de que te h e h a b l a d o . SIRIA
X X V I I I : C O N F E S I O N F I N A L D E L FRACASO Amadísimo: P o r nada del m u n d o quisiera que esta carta te llevara m i estado de ánimo. T ú me enseñaste en demasía, que la angustia no es p r o p i e d a d del h o m b r e celeste, sino de sus cuerpos bajos que a semejanza de bestiezuelas, v o m i tan sus enconos en el inocente corazón que por su bondad los tolera. . ., ¡pero estoy angustiada!, y me enseñaste a no hacer caso a las voces estridentes de la mente i n f e r i o r . .. ¡pero las escucho! B i e n ves qué m a l discípula soy, puesto que lo que me enseñas, sólo m u y de vez en cuando logro v i v i r . ¿Cómo hacerlo ahora, que sólo t e envío m i fracaso? De todos m o dos, quiero decirte ciertas cosas, como ésta de que no cejare en l a búsqueda de lo que me encargaras; y es más, estoy segura de que lo hallaré no sé cuándo, pero lo hallaré seguramente, porque el estancamiento jamás se cierne sobre el alma ágil para sortear los valladares de su propia ignorancia. Sé que la ansiada respuesta se halla en algún lado, a l que tendré que llegar p o r ella Mas t a l vez sea m u y tarde, y tú nunca lo sepas. L a otra, Maestro de los largos y misteriosos viajes por el mundo, es que si bien no he sido buena devota de t u Sabiduría, he sido f i e l devota de t u A m o r . Mañana hallarás sin duda, en algún l u g a r de la t i e r r a , u n discípulo o discípula que te compense generosamente todas m h faltas, el trabajo que t e he costado, y esta desilusión que te acarrea m i ceguera. M u c h o me falta aún para llegar a t u tercer puente, mas, parada sobre el cadáv e r de m i egoísmo veo su sombra prometedora extendiéndose sobre u n camino a l que a u n no he alcanzado, pero a l que llegaré cuando Dios descienda a mí, por los reconquis-
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tados senderos de m i v o l u n t a d . M i dolor y esta angustia, nacen, y a ves, porque a p a r t i r de ahora, he de quedarme inmensamente sola. O t r a causa no tienen Señor, que m i pequenez, que las incuba y lanza a la vida. Dios potencie por una eternidad m i m e m o r i a , a f i n de que siempre te pueda sentir fresco en el recuerdo. SIRIA *
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B i e n . ¡Había escrito, pues la última carta! M i corazón andaba por el m u n d o con los pasos de u n viejo que sólo espera la limosna de up¡a esperanza para continuar v i viendo. A h o r a m i r a b a m i s bibliotecas, y una tristeza i n f i n i t a apoderábase de m i corazón ante la presencia de los libros a quienes tanto había amado. Yo preguntaba a gritos, m u y dentro del alma, no sé a quién: ¿para qué se escribieron? Siendo agua de V e r d a d , ¿cómo estaban t a n lejanos a m i sed, t a n inalcanzables? Si son ellos realmente, vasos contenedores de Sabiduría, ¿qué ambrosía débil en ellos se ha vertido, que no pueden neutralizar en el corazón h u mano el veneno t e r r i b l e de la ignorancia? Los rostros de los hombres, eran para mí rostros tristes como sepulcros, los rostros de los hombres eran rostros de fantasmas d i v i nos, heridos de mundo, desnutridos de L u z . ; A y , pero si yo quería anclarme por las calles, y llorar abrazada a cada uno de ellos, llorar la desgracia de nuestra ceguera U n i versal. Porque ver la luz, el color, y la f o r m a , es visión sólo para el hombre que vive en el tiempo, sin i n t u i r su propia eternidad. Todos los días pensaba en Naivahno. ¡Naivahno! E l no era versado en K a n t , no conocía siquiera l a Metafísica de Aristóteles. S i se le preguntaba por los libros de Müller o Spinoza. hubiera quedado en silencio. Pero él era sabio en Serenidad, en A m o r , en V i r t u d , i l i m i t a d a m e n t e . ¿Y no es ese por v e n t u r a , el f i n que se persigue escribiendo tanto? ¿No es el de construir al h o m b r e interno? ¿No es e l de hacerlo Bello ante l a Ley? E l era corolario inefable de las esperanzas de toda Filosofía. E l era. E l no estaba siendo. E l se había alcanzado a sí mismo. ¡Y Yo, mísera de mí, —
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había perdido l a m a r a v i l l a de su palabra! ¿Pero por qué, p o r qué tenía q u e p a s a r m e justamente eso a mí? E n m i noche, todo m e r e s u l t a b a aún más oscuro; cubierta con mis propias sombras, incapacitada me sentía de avizorar ninguna luz. . . . Y cuando ya creía sumarme a la corriente mecánica de los que v i v e n p o r v i v i r , enredados en sus telas de f a n tasía, en la ilusión de una existencia intrascendente, cuando nada era en mí sino tiniebla y desconcierto, E l regresó a m i lado con sus cartas, recibí de nuevo de su fuente el A g u a de V i d a y comencé a Despertar una vez más a la Sabiduría. X X I X : E L M A E S T R O R E I N I C I A SUS CARTAS Siria, querida: L a V e r d a d ronda a t u corazón dispuesta a llegar a t i , no bien la llames, pero, aunque distingues su imagen, no sabes su nombre, y te quedas allí, mirándola, sin poder atraerla d e f i n i t i v a m e n t e . U n a espesa niebla de ideas falsas, de conceptos nacidos a t u alrededor, y que otra cuna no tienen que la d e l miedo y el desconocimiento, se aprieta a t i , se lía a t u razón, y la ahoga. Así, aunque cuando analizas las diferentes partes de esa verdad, ves, a cada una de ellas, en e l m o m e n t o de u n i r l a s y extraer de su dibujo, una conclusión veraz, flaqueas, obstaculizas el paso a t u discernimiento, y t e r m i n a r creyendo que pese a tus esfuerzos, f u e r o n inútiles t u ambición y t u empeño. Erguido el g r a n fantasma d e l m u n d o de l a f o r m a , que es, escucha nuevamente esto, h i j a mía, que es sólo e l m a nojo de herramientas con el cual la G r a n V o l u n t a d labra paso a paso el mundo del espíritu, tiende sus pretensiosos miembros haciendo muecas f r e n t e a t u razón, hasta hacerla h u i r temerosa, hasta hacerla desviar del camino del discernimiento. Así, se atrinchera en t i , y espía por las pocas hendijas que le quedaran fuera de la v i g i l a n c i a astuta del miedo. Por ellas no ve como debe ver, n o ve lo que debe ver ¿Cómo puede entonces e x t r a e r conclusión alguna? Es l i b e r t d a la sabiduría f i n a l . ¿Cómo puede ser alcanzada por quien es arquitecto de su propia cárcel interna?
A u n q u e sobradamente hemos hablado del m u n d o de la f o r m a , tratando de restar en él toda esa desmedida i m portancia del cual el desconocimiento del h o m b r e lo ha I m b u i d o , veo Siria que aún permanece f i r m e su imagen en t u corazón. B i e n sabes que antes de tomar una nueva senda, es menester liberarse de la sujeción de los viejos caminos. Nada verás de real, si cargas t u mente con la imagen de los mismos fantasmas de quienes pretendes liberarte. Así, Siria, sé del m u n d o , pero no te limites a él. Vas por u n río caudaloso, pero nada te prohibirá avizorar lo que h a y en la lejana o r i l l a , si sabes navegar en paz, l i b r e de todo temor. Si es inquieto y peligroso el m o v i m i e n t o de sus olas, no es a t i a q u i e n pertenece su i n q u i e t u d n i su peligro, de modo que m a l o te será conectarte con él. Desarrolla más bien inteligencia para vadearlo, y el gran paso estará dado. Con justeza has estudiado el m u n d o del hombre, viendo que pasaba e l mismo por una serie de etapas. Así, cuando u n pueblo, una c u l t u r a , una religión, eran corroídas o desgastadas en e l tiempo, aparecían otras con presteza a f i n de reemplazar a las primeras. Las formas caducas, se r e t i r a n del presente a l pasado, hacia el cual el h o m b r e siempre d i r i g e sus ojos con respeto. Otras más jóvenes, encendían en la raza renovados bríos e ilusiones. E l poeta aprendió a cantar este t r u e q u e de las formas con pena, pues confundía él la V i d a Real, con los medios de que se vale q u i e n todo lo sabe para que ella sea captada por la conciencia. Analicemos juntos, S i r i a ; si tú fueras artista en u n gran taller, y estuvieras construyendo una obra, una estatua, supongamos, ¿qué necesitarías para ello? Sin duda, muchos elementos de que valerte para su realización. Así, poseerías pinzas, m a r t i l l o s , cinceles, formones y m i l otros artefactos para t u uso. Suponte ahora, que, como es lógico, con el continuo t r a b a j o se t e fueran gastando algunas herramientas. Los formones carecerían ya de f i l o , t u s cepillos tendrían muchos de sus dientes rotos, etc. ¿Qué actitud tomarías? Reemplazarías los instrumentos viejos, por otros nuevos, y seguirías con t u obra adelante, pues
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torpe sería suponer que j u n t o con las herramientas rotas, cambiarías la estatua, ya q u e de ese modo jamás saldrías adelante, quedándote, por e l c o n t r a r i o , siempre en e l mismo punto de t u obra. Si viéramos a h o r a en la maestría de ese hipotético artesano, a la I n t e l i g e n c i a D i v i n a , en la estatua que se labra la parte e s p i r i t u a l de las cosas, y en las h e r r a mientas que la t r a b a j a n los d i s t i n t o s elementos d e l m u n d o m a t e r i a l , tendríamos en éste n u e s t r o simplísimo ejemplo, una noble respuesta para muchos hombres que buscan con sinceridad, e l gran Por Qué, tras el cual vamos Siria, también nosotros. Esto parecen haber comprendido, estudiado y meditado en grado sumo, muchos filósofos altamente amados por Occidente, y esto también, lo que se enseñaba en sus Escuelas. Cierto es que para l l e g a r a poseer una clara visión al respecto, hemos de vadear satisfactoriamente e l río del mundo objetivo, no encerrarnos en él, como ya te dije, no impresionarnos porque sus distintos elementos sean cambiables, puesto que es n a t u r a l que así sea. Si escrutamos la L e y con h u m i l d a d , b i e n pagados seremos por la Sabiduría. De nada valen o r g u l l o n i soberbia, ciegos como somos, y de nada tampoco, t r a t a r de imponer a los ojos de los demás lo que sólo es avizorado de modo p a r t i c u l a r por nuestra falsa percepción de lo Real Todo cuanto el h o m b r e debe aprender, es a Leer con los ojos d e l alma, pues no ha venido a crear él nuevas teorías sobre Dios, sino a i n t e r p r e t a r la que y a está escrita. M e gustaría que sacaras tus propias conclusiones de lo antedicho, de modo que espero t u próximo carta, h i j a cmadísima. NAIVAHNO
P. D. ¿Siria, cómo debo i n t e r p r e t a r t e cuando tas "quedaré sola", etc., etc.? Te figuras orne y o soy t u Maestro, y donara estarías lejos del Camino, sólo puedes ver la b r i l l a n t e Realidad que t e digo, h i j a querida, que todas las cosas Instructores de t u espíritu. N o creas n i
dices en tus carque si te abanp o r q u e aún no circunda. Y o te d e l m u n d o , son u n solo instante
que la Sabiduría ha de ser dictada por boca h u m a n a , porque esa creencia es falsa e insensata. Muchos son los que se l a m e n t a n por no tener contacto con u n Maestro de Sabiduría, muchos los que piensan que si no son mejores, es porque se les ha dejado solos. A l m a s pequeñas son, no cabe duda, porque las almas grandes no necesitan para acercarse a la D i v i n i d a d ninguna presencia h u m a n a , puesto que ellas lo V i s l u m b r a n y se i n c l i n a n a reverenciarlo en el corazón de todas las cosas. Q u i e n no ve n i su enseñanza n i su amor, protegiendo misericordiosamente los seres que pueblan el mundo, quien con e l pretexto de "buscar la D i v i n i d a d " pretende evadirse del P l a n que lo rodea, ese, Siria, es e l más i n c u r a b l e de*Los ciegos, porque l i m i t a a Dios en la cueva mezquina de su corta razón y lo d i v i d e , cuando E l es la esencia suprema de la U n i d a d . Recuerda siempre que E l permanece en sombras, para quien en sombras anda, y es luz, para e l que, por efecto de su propio discernim i e n t o i l u m i n a al m u n d o con el postulado de su recta Sabiduría. L a Obra de Dios es el G r a n Maestro. Ignora el h o m b r e común, cuánta metafísica duerme en e l cuerpo a m a r i l l o de la brizna. No des tus espaldas, no tú, y escucha atentamente, por el contrario, el lenguaje en e l cual a t i se d i r i g e n todas las cosas, y llegarás a poseer t a n grande Sabiduría, qué opaco y sin v a l o r quedará a su lado, todo cuanto pueda decirte el verbo humano. Las Escuelas de Filosofía, si dirigidas son por almas santas, sólo h a n de alcanzarte la técnica de interpretación de las cosas, pero jamás, el espíritu de las mismas, que debe ser sólo por t i , en el fondo de t i misma descubierto. Busca la G r a n Palabra, lejos de la palabra del hombre, ve a t u Maestro dirigiéndose a T i a través de todas las voces que poseen las cosas que te circundan, y y a nunca te sentirás sola, pues fraternalmente, sentirás como si fuera una parte tuya, el cuerpo de todo lo Creado. NAIVAHNO
XXX:
COMPRENSION DE U N A V E R D A D
Amadísimo: Lees en mí como el botánico en la corola de una flor.
Así, cómo esconderte m i crepúsculo, cómj no confesarte m i caída? He dudado Señor, y ya dentro del remanso t e m i ble de la mente, i m p o s i b l e me es apartarme de él. Todo cuanto ayer me parecía hermoso, hoy ya ao lo es, porque sin estar preparada para analizar cosa a l g m a , he querido leer el misterioso evangelio de la L e y que no se muestra plenamente, sino ante los ojos del Sabio. Lleno de dudas m i cerebro, no hace o t r a cosa que h e r i r con sus espinas, el cuerpo a u n débil de m i l o t o i n t e r i o r . Y o te pregunto j u s t a m e n t e aquello qua tú esperabas. Así, te digo; si es cierto que la Sabiduría de Dios nos envía a l m u n d o de las formas a través de sucesivas manifestaciones físicas, ¿por qué, siendo el mismo v i a j e r o quien retorna, ciego y olvidado se encuentra sobre los ya recorridos senderos? Nada sabemos los hombres, de nuestras experiencias anteriores, pues de t a l manera despertamos al m u n d o , que v i v i m o s como si fuera la primera vez que en él nos encontramos. ¿Puede la mente o e l a l m a o aquel que recibe el f r u t o de las diferentes vivencias en nosotros, andar por el mismo camino centenares de veces, sin que cosa alguna le suscite al recuerdo? Tú me has enseñado a h u i r del dogma, y me has dicho con B u d h a , que nada he de aceptar, sino lo que a los ojos de m i discernimiento resulte valedero. Te he mostrado Amadísimo la espina más punzante de mis dudas. Acaso nunca se haya quemado t u corazón en la llama de su aguda punta, o acaso ese momento se halla m u y lejos en el tiempo y hayas aprendido a o l v i d a r su escozor, t a n f i e l al alma débil, como infatigable en h e r i r l a . Espero que t u mano pueda con ella, pero nada te pido por t e m o r a quedar nuevamente sola, meditando cosas m u y tristes y sin t i , en la g r u t a sin alma de t u s i l e n c i o . . . SIRIA
X X X I : SOBRE L A R E A L I D A D D E E S A COMPRENSION T r a t a de p r o d u c i r en t i , una pequeña pausa de Recuerda entonces lo que ya sabes, sobre el cuerpo de la mente. Piensa con atención sobre l a m e m o r i a tiene cada una de ellas, compáralas, y resuelve luego
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paz. dual que cuál
es en la actualidad la que se halla en acción, y cuál la que d o r m i t a esperando ser puesta en actividad por el hombre consciente. Es a la memoria de kama-manas, a quien toca almacenar ios recuerdos de todo lo que concierne a la personalidad. Centinela en el m u n d o objetivo, permanece alerta en cada ser humano, hilvanando y tejiendo la malla donde se guardan las resultantes de la h u m i l d e acción del h o m b r e físico en la Casa del Mundo. Todo lo que produce u n impacto en t u cuerpo emocional, ella lo retiene, y permite, pasado el tiempo, v i v i r l o cuantas veces cabalgues su corcel, sumiso a t u deseo. Memoria mecánica, es llamada a veces, pues actúa por reflejo, obedeciendo las órdenes dadas por tus vehículos inferiores. Mientras el hombre no se desembarace de la sujeción caprichosa de este mimado ser inteligente, jamás podrá ser dueño de sí mismo, n i podrá participar de los dones en Sabiduría que guarda su Mente D i v i n a , la que posee una clase de memoria i n f i n i t a m e n t e elevada y trascendente, donde sólo son factibles de alojar aquellos recuerdos que dimanan de la consciente v o l u n t a d y de la V i d a Inteligente de los cultivados hombres internos. Siria q u e r i da, t a n alto ha puesto la L e y el recuerdo de las vidas pasadas, como se halla la V i r t u d que se ha de alcanzar para lograr que con ella despierte el recuerdo dentro de una mismo. Salvo que tengamos actualizada la mente superior —cosa casi imposible, por ahora— y l i m p i o , por ende el paso de los vehículos inferiores a f i n de que n i la más minúscula sombra de lo inferior, detenga el resplandor sabio de aquello que ncs otorga la gracia de ser seres conscientes, salvo eso, h i j a mía, no podremos recordar nada sobre nuestras pasadas existencias, de manera f i r m e y Real. Seres en preparación como somos, ¿podríamos enfrentarnos, acaso con la verdad tremenda de nuestros pasados yerros, sin enloquecer ante su drama pavoroso? Si no se está preparado para ello, m a l sólo ha de t r a e r su conocimiento, y no el bien que creemos. Es oreferible dudar sobre esta ley, antes que cargar con ella teniendo el alma débil. Porque como pobre tronco partido por la fuerza de
un rayo se ha de volver el hombre que pretenda tomarla, si desea poseerla con seriedad y no como algunos que creyendo estar capacitados para albergarla en sí, sólo recuerdan falsamente sus reencarnaciones b u e n a s . . . , pero jamás las otras. Así, afirman que fueron reyes o monjes o personas honestas, más lejos están de afirmar con l a misma seriedad que también tuvieron experiencias como asesinos, ladrones y traidores. Bien se ve Siria, que la robustez de sus mentiras se muestra por debajo de sus graciosas afirmaciones. De acuerdo estamos en creer que todo real conocimiento de la L e y exige en aquel que la busca, extrema pureza. Seres de cristal hemos de ser a fin de que ella pueda contemplarse en su pulida superficie. Matar el yo mínimo, que es quien se hiere y mortifica constantemente, abrazado por espinas de juguete, a las que en su ignorancia j demasiado amor por sí mismo, juzga fatídicas espadas, matar ese yo menor, tan cobarde como servil, tan engreído como pequeño, es el deber que todo hombre ha de juramentarse a cumplir en bien del predominio de la Unidad. Cuando lo logres, recién entonces habrás conquistado el derecho de preguntar sobre ti. Antes de ello, calla y observa, porque si desobedeciendo a esto que te digo, levantaras la voz de tu deseo ante el enigma, ninguna Verdad te será dada, puesto que aun no has logrado el oído que la Oye, sino tan sólo la estridencia de las voces de la obscuridad que agitada y atropelladamente, unas luchando por imponerse a las otras, susurrarán mentiras en tu mente, dejando luego en tu alma el recuerdo triste de sus torpes crujidos. Estudiosos he visto rodar hacia la oquedad del escepticismo abierto a impulsos de sus propias manos. E s mucho lo que preguntamos a Dios, y poco lo crae vivimos de sus respuestas. Mas yo te digo lo que a ellos; acalla tu mente y abre los ojos de la inocencia. Evita las poses de tu yo, y mira humilde y contemplativamente la Naturaleza. Estudia sobre su viejo libro lleno de ciencia para el hambre del iusto y pospónete de modo inegoísta si de verdad quieres hallarte. Antes que la búsqueda de ti misma, le es necesario a la L e y que comprendas su sagrado Plan.
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G r a n M i s t e r i o es ese de la reencamación, a l cual para desentrañarlo es imprescin dible conocer los ocultos m a nejos de esa otra gran L e y llamada k a r m a . Así, no te e x t r a ñes ver que te mueves en la duda. Raro fuera que no lo hicieras, pues sospechoso resulta ver a aquél que camina por p r i m e r a vez en una senda nueva, andar sin tropiezos y t a n g a l l a r d a m e n t e como si palmo a palmo conociese las sinuosidades del Sendero. M u c h o ruego porque ya seas despierta a f i n de que puedas comenzar cuanto antes t u ascensión a la Sabiduría. NAIVAHNO
X X X I I : PREGUNTAS
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Siento en el corazón que todo lo que me dices es cierto. Mas, ¿dónde está ese h o m b r e t a n valiente y t a n grande, que tenga la capacidad de reconocerse pequeño? ¿Dónde, el que ya en la certeza de su dimensión espiritual, acalle en sí la voz que pregunta y el oído que exige respuestas? Y o incluso, que te tengo a t i , ¿no paso las horas escudriñando el i n f i n i t o por los lentes de m i l filosofías secas, secas y desencajadas, muertas para la verdad como y o misma? ¿No lío m i corazón con sus harapos? ¿No dejo andar a m i alma por el lodo verbal de sus metafisiqueos sin sentido? A u n sabiéndolo, ¿no lo asilo en m i mente dejando que su niebla me confunda y ahogue? ¡Oh, Señor! ¡Cuántas veces te he desobedecido! Teniéndote, aun oso equivocarme en las cosas que ya debieran estar trascendidas. Así, si y e r r a el camino la oveja que tiene pastor, ¿cómo no comprender a aquellos que lo buscan solitarios, merodeando aquí y allá tratando de orientarse por sí mismos? Para v i v i r t u V e r d a d , es necesario ser humildes. Mas no lo somos. Por eso tropezamos y caemos, por eso p r e g u n tamos creyendo a nuestro corazón taza de porcelana para recibir el agua de la sabiduría, cuando la verdad es, que todo lo p u r o en él vertido, contaminado queda con las manchas de su fosa. M i mente inferior. Señor, siempre está hambrienta. Estómago es. que se alimenta i n g i r i e n d o los bocados de sus propias dudas, las que t e r m i n a n luego por
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descomponerlo. Por eso mí última carta, la que me pareció luego t a n i n f a n t i l , fué escritura de ella, que fabrica en su taller los mismos látigos q u e h a n de gastigarla luego. Sé que oficia de tapón entre m i conciencia y la V e r d a d , sé que como un dique, detiene e l i m p u l s o de sus olas. No la quiero, pero allí está, como objeto inservible, al que. sin embargo, no me animo a a r r o j a r l o , t a l vez porque su peso sea en mucho, superior a m i s fuerzas. De todos modos, quiero que sepas de m i ansiedad, por hacer mío todo cuanto me dices, mío de verdad, es decir, mío a conciencia, y no como ahora que el aleteo de la Sabiduría, apenas si llega a rozar el cuerpo de m i comprensión aún d o r m i d o . A l g o he sentido decir sobre esa L e y de la que tan poco me hablas en t u carta. T a l vez Amadísimo, tu palabra sobre su verdad haga menos pesada la carga de m i ignorancia, que es ciertamente agobiadora, y más aún hoy, que t u Sabiduría me ha obligado a reconocerla tan claramente. SIRIA
X X X I I I : EXPLICACION DEL MAESTRO KARMA-DHARMA Siria: E l insensato pierde las energías de su razonamiento en verdaderos juegof malabares con las Ideas. E l sabio, cont r a r i a m e n t e a la creencia general, poco es lo que se p e r m i t e pensar, mas, cuando lo hace buen sembrador es, pues p r e para p r i m e r a m e n t e el surco y luego deposita en él la semilla, seguro ya, de que no será vana su labor. Todo esto lo digo Siria, teniendo en cuenta que hablaremos de una L e y a la que, y como sucede en todos los órdenes de la V i d a , más es lo que se ha tratado de d e f i n i r que de comprender: la L e y de K a r m a . Pasando por alto todos los oscuros razonamientos que brotan en la humedad de las mentes, a manera de plantas sin sustancias n i energías, hemos de olvidarnos de sus d e f i niciones para decir respetuosamente, que Karma es aquella fuerza ordenadora en el universo que se halla enamorada de un imposible en el reino de la manifestación: el equilibrio. Como el f i e l de una balanza, trata de poner ambos
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platos — e l de acción y reacción— al mismo nivel, porque al hacerlo, persigue su propio Y o , su esencia ultérrima, que se halla justamente en la cesación del juego entablado por los pares opuestos. Acción y reacción son productos de dos movimientos falsos, tan necesarios, sin embargo, en el mundo de la manifestación, que la anulación de ambos, sumiría a todo lo que para nosotros E s , en aquello que N o E s , para nuestra nebulosa percepción de lo Real. Observa a K a r m a , una de las grandes nodrizas de la Forma, moverse en cada célula, en cada átomo, en cada partícula. A fin de estar en todo, sufre un virtuoso desdoblamiento que lo torna omnipenetrante. Afanosamente trabaja en el embrión de u n cuerpo que se prepara para la lucha, como G r a n Causa, y afanosamente lo hace también como Supremo Efecto, en el cuerpo de una estrella que se desintegra. E l juez de los m i l ojos que palpita en su esencia, jamás pierde u n pleito con la Justicia, porque ridículo sería, siendo él, la esencia de lo Justo. Divino E s criba, Memoria Omniabarcante. no deja que pase por alto la menor de las acciones, sin f i j a r para ella matemático pago. Muchos son Siria los mundos en que debe actuar, y no solamente el que perciben nuestros ojos físicos. ¡Infeliz de aquél que, tratando de escapar de su lazo, deja de pecar en l a materia, para hacerlo en la cueva de su mente i n cubando maldades! Porque nuestro gran Mago, nuestro sabio Sublime entrará en ella, y pesará y contará sus ideas con la misma facilidad con que nosotros pesaríamos una caja de monedas, y del mismo modo en que ellas son separadas según su valor, así la L e y lo hace con los pensamientos de cada cabeza. Con precisión matemática esta sublime registradora devuelve bien por bien y mal por mal. ¡Dichoso del hombre que comprendiendo su Sabiduría, busca su amistad y marcha al ritmo de sus sagrados pies! ¡He allí Siria, a l único capaz de vencerla y anularla, he allí. Mía mía a l hombre liberado! Muchas son las divisiones de K a r m a , que se hacen en India Así, K a r m a Sanchita es llamado aquél en que se alinean los productos de las acciones pasadas, en busca de una futura retribución, Prarabda. las joyas, buenas o
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malas que adornan nuestra particular naturaleza, K r i y a mana, el que es exhalado por las bocas de nuestros sentidos cotidianamente. Cada una de las escuelas de nuestro Señor el Budha, lo descompone en cuantas partes lo hayan descubierto los ojos de los sabios. S i dejando Oriente, buscamos sus Pasos en las enseñanzas de los Hombres Sublimes de Occidente, vemos que l a misma se halla con matemática precisión en todos ellos. " C o n la vara que midiereis seréis medidos", dice el Maestro de Nazareth y Pablo, su discípulo exclama: "lo que sembrares, eso recogerás". S i n embargo, todas las divisiones que de K a r m a se hacen, y todas las palabras con que se lo nombra son, lo que las joyas y ricas vestiduras, a l cuerpo de un rey. Se ven en él, pero no son él, se mueven y caminan con su persona, pero no son l a persona en sí. D e tal manera, todo lo que decimos de la L e y , no son l a L e y en sí, no son su verdadero ser, porque nadie puede conocerlo, sino aquello que lo ha creado, o aquel que se ha liberado de su sujeción. A nosotros Siria, sólo nos es dado e l estudiarlo a través de los vislumbres que tenemos de sus movimientos por el Mundo... S u G r a n Madre, Dharma, lo mismo que K a r m a , se vio definida de u n modo distinto por cada hombre que la estudiaba, cuando en realidad, el que comprende que es la Ley, y a no tendría nada más que analizar en ella. Haz u n punto central en medio de un círculo. E s o es Dharma. Tiende ahora, partiendo desde su centro todas las rectas que quieras: esas serán las leyes que condicionan a todo lo creado. Así, Dharma puede ser Amor, Justicia, Rectitud, Derecho, etc., cuando se l a pretende ver en sus sagrados vastagos, pero E l l a , será solamente l a L e y Pura, engedradora de todos ellos, contenida en los mismos, mas ninguno en particular. Corazón es en el gran cuerpo del mundo, mas no la sangre que visita cada una de sus partes con determinado trabajo. Y ahora Siria, antes que esta verdad se rancie en tu cabeza sin haber sido comprendida como tristemente ocurre con los estudiosos de l a Tierra, vive y respírala en el mundo. Ten para ello, l a misma prolija disciplina que posee
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el científico. N o te canses jamás de perseguir sus pasos, y no l a abandones, simplemente porque te sea dificultosa su comprensión. A n a l i z a sus idas y venidas en la H i s t o r i a , la filosofía — a h o r a puedes y a hacerlo— y a u n dentro de t i misma. Busca siempre el pecado, donde halles el castigo, y ve por l a v i r t u d , cuando encuentres el p r e m i o . Se paciente intérprete de las matemáticas divinas, y aprende, h i j a mía amadísima a ser sabia, todo lo sabia que tus fuerzas t e d e j e n en las sumas y restas de sus sagradas cabalas. P o r q u e aprendiendo como se m u e v e n sus números bajo la obediencia de l a L e y , sabrás mucho más sobre la V i d a Real, que todo cuanto los hombres puedan jamás decirte. NAIVAHNO
P. D. Estaré nuevamente en t u país dentro de quince días. V o y a buscarte, a f i n de que regreses conmigo a I n d i a . Todo lo he dispuesto aquí, Siria, para que puedas i n i c i a r t e en el *largo camino d e l Conocimiento I n m o r t a l . Pertenecerás a la " f a m i l i a " de K a b u r , u n sabio versado en las doctrinas del Satyasya Satyan, que cuenta con otros quince discípulos. L a aldea en que vivirás se h a l l a m u y a l norte de I n d i a . S u n o m b r e es Prabudha. Permanecerás sin embargo casi todo t u t i e m p o en " L a Casa de l a P i e d r a " , el e d i ficio m i l e n a r i o donde K a b u r i m p a r t e sus enseñanzas, e d i f i cio que no se h a l l a p r o p i a m e n t e en la aldea. K a b u r te dirá cuándo podrás b a j a r hasta ella. S u palabra, cuando l l e gues a I n d i a , será t u única brújula y guía. Estarás en I n d i a por largos años. N o irás a interesarte por una filosofía, puesto que t u afán no es e l del curioso, sino a elaborarte, espiritualmente. Y yo te digo, S i r i a , que tiempos sin cuentos se necesitan para h i l a r en su t a l l e r las vestituras l u minosas del alma, a la vez que para despojar a la misma de los harapos tenebrosos. N o te extrañes, entonces, de lo que te digo. T u vida desde ahora, estará totalmente destinada a t u liberación. Y a el t i e m p o debe comenzar a m o r i r para t i . ¡Te saludo con felicidad, h i j a mía querida, agitando en
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el corazón la antorcha de l a esperanza! Naivahno XXXIV:
REGRESO D E L M A E S T R O
Y
L A SUPREMA ELECCION Cuando recibí su carta, creía alcanzar el Cielo. ¡India! Yo no pensaba en ella como si fuera u n país: era l a V i d a , era el Dolor Supremo que s i e m p r e pare u n único h i j o : la Liberación. I n d i a era el T a l l e r a l que iría a parar la estat u a mía. ¡Qué podían i m p o r t a r m e los golpes infligidos por b u r i l y cincel! Y o sabía de ejercicios y trabajos agotadores de sacrificios sin cuentos, a v e n t u r a del alma persiguiéndose a sí misma. Y todo ello era música a m i corazón, bajo cuyo poder me adormecía en la esperanza. ¡Oh, cómo aspiraba a crecer! ¡Dios mío, qué no hubiera dado por u n poco más de estatura e s p i r i t u a l ! M e fastidiaba el ser enano, lloroso e ignorante, temeroso de su propia sombra, danzando siempre sobre m i corazón y m i cabeza. ¡La e t e r n i dad hubiera dado p o r abortarlo, por abismarlo no sabía dónde, pero lejos de donde estaba yo! Porque yo quería crecer para los demás, ser sombra protectora, brazo ofrecido inegoístamente a la H u m a n i d a d , para que sin t e m o r ya, n i peligro, cruzara las calles de l a V i d a , apoyado en él, agradecido de S e r v i r l a . Mientras lo esperaba, dejé de v i v i r , para dedicarme a existir plenamente. L a pequeña conciencia del "mí m i s m o " había h u i d o no sé dónde, pero no estaba en mí. Y o había aprendido de p r o n t o a conversar con todas las cosas, pero sin palabras, y a sentirme todas las cosas, estrella, flor, pájaro, r e p t i l , niebla y luz. Estaba llena de brazos y de alas, poseía millones de manos para acariciar millones de cosas que m e rodeaban, conocía todas las lenguas en las que los hombres se hablan entre sí, y m i l l o n e s de ojos para contemplar todos los paisajes y bendecirlos agradecida de su belleza, con ese brote de alma que me estaba naciendo. N a i v a n h o llegó por f i n . Si alguien, sabio o mago, ha recibido alguna vez a Dios dentro suyo, ese alguien es quien puede comprender lo que yo sentía a l v e r c a m i m i n a r hacia mí, a Naivanho. Como d u e r m e n los frutos del
milenario nogal, y duermen sus ramas poderosas y sus flores, en l a diminuta semilla de apariencia intrascendente que e l viento lleva y trae, así dormía la sabiduría más esplendente en ese ser pequeño, minúsculo, moreno que se aproximaba. E r a yo l a encarnación de la felicidad al verlo. No hablamos casi a l encontrarnos. ¡Todo nos estábamos diciendo sin palabras! Sonreíamos. ¡Cuánto puede transmitir una sonrisa, cuánto una boca que enmudece! A l llegar a l hotel, donde permanecería el tiempo necesario para el arreglo de pasaportes, documentos, etc., me dijo: » —Estarás más cerca mío ahora que en mi primer viaje. - Y agregó—: Tengo u n regalo para ti. E l sabía de m i manía por los libros de Oriente. Yo trataba de coleccionarlos con u n interés casi infantil por ellos. Verlos en m i biblioteca, era para mi corazón como trasplantar u n sol en medio de las sombras. E l me había traído en esta oportunidad un libro pequeño, escrito en devanagari. Ante m i asombro por un idioma al que jamas soñara con alcanzar me dijo: — K a b u r se encargará de que leas en él, y en muchos otros, como lo haces en tu propia lengua. Hablamos luego de m i l detalles sobre mi viaje y estadía en India. V i d a en India, puesto que y a no volvería a Occidente. E r a y a tarde, cuando finalizamos nuestra conversación y yo me dirigía a m i casa. A l día siguiente, a l verlo de nuevo, llevaba a flor de labios una pregunta que me había torturado durante toda la noche, y que me dejara sin dormir. —¿Qué será de Occidente? Sabemos nosotros, que donde éste prende su palabra, India puede prender algo más: su sabiduría. Hablamos de nuestros filósofos, como de niños que juegan a pensar, en tanto India es el abuelo que lo mira y comprende. L a verdad no es dato; Occidente se halla intoxicados por éstos. No es teoría: es lo único que Occidente posee, cuando filosofa. Occidente juega a ser con tanta majestad, que termina engañándose a sí mismo y creyendo que y a E s . L a s bocas de sus pensadores dicen grandes verdades, pero todos habitan con el vacío y duer-
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men con la angustia, el dolor. la desesperanza. E l que más ha alcanzado, sólo llegó a la c o n f o r m i d a d filosófica. E s un nuevo estoicismo donde se r e f u g i a n los pocos que logran huir de la tormenta. ¿Entonces? ¿Qué será de Occidente? E r a inútil. No podía yo d e j a r s i n contestar esta pregunta. Naivanho me miraba con asombro. —Irás a India —repuso—. ¿ Q u é t e preocupa ya? Irás a aquel lugar intacto, atemporal, donde no existe la v a r i a ción, porque nada hay ya que corregir n i agregar. E l hablaba de l a I n d i a mística. E l entendía al misticismo como una aristocracia espiritual. —Sí, p e r o . . . ¿Y ésto, señor? — S i r i a , estás interrogando por ei f u t u r o , y yo no te dije que sepa predecirlo. Su rostro serio — u n rostro que yo n» le había conocido—, me hizo enmudecer. —Sí —repuse—, iré a I n d i a . Nada más cuenta. Pero mentía. U n raro sentimiento, t a n raro como indeseable por todo mi ser, estaba naciendo en mí, abortando mi felicidad, instalándose como un intruso en m i corazón, requiriéndome, ordenándome que lo considere. ¡Pero yo no quería hacerlo, porque bien sabía que ello sería el fin del sueño de m i alma! ¡Inocente de mí! ¿Quién pudo jamás luchar contra el amor? ¡Y yo quería realizarme tanto, como realizar en los demás lo poco que podía lograr hacerlo en m i corazón . Pero, I n d i a . .. ¿No era acaso ella y todo cuanto encerraba el más grande de todos mis amores? Razones sin cuentos esgrimí ante mí misma para convencerme, pero todo inútilmente. Yo deseaba i r con toda el alma. A l g u i e n dentro de mí, deseaba quedarse con igual intensidad. Como el tiempo pasaba y yo nada resolvía, ahogada entre tantas dudas, opté por confesar a Naivanho lo qué ocurría. No hubo necesidad, sin embargo. E l sabía siempre, antes que yo misma, todo cuanto pasaba dentro mío. —Es t u lucha —me d i j o — . Debes decidir por t i misma. Inútilmente rogué, imploré que me aconsejara qué debía
hacer. — S i n luz, ¿puedo enseñar a Ver? Con luz, pero apartada de los demás, ¿para qué ha de servirme tanta claridad? ¿ H e de sentarme a l a mesa de Dios, he de v i v i r ahita de su sagrado alimento, mientras la miseria ronda en la puerta de cada hombre? Naivanho, evidentemente, no me contestaría. Yo, sin embargo, guardaba aún esperanza de que lo hiciera, de modo que continué: — A n o c h e he pensado que si tú me ayudaras, podría yo desde aquí, conducir a muchos por su sagrado Camino. Tú puedes enseñar a Ser, puesto que Eres. Y o sería t a n sólo l a m a n o anónima que conduciría cada alma hasta sí misma. .. Naivanho me m i r a b a ahora como esperando que yo cont i n u a r a con mis p a l a b r a s . . . E r a lo que me faltaba para dar riendas sueltas a todo cuanto me consumía i n t e r i o r m e n t e : — O h , S e ñ o r — l e d i j e — , ¿por qué hemos de querer la perfección siempre para nosotros y no para quien se halla a l lado nuestro? Y o , ¿no soy e l "otro"? ¿El anónimo " o t r o " no está en l a dirección de m i Liberación? Anoche al dejarte, caminando r u m b o a m i hotel, he despertado a l secreto de los demás, he habitado en sus ojos y en su corazón, he llorado con sus desgracias y reído con sus alegrías. Anoche m e he descubierto. Tú m e miras y ves una m e n t i r a , porque nada de cuanto muestro es r e a l : m i realidad es la o m n i presencia y e l no-límite. Comprender la L e y , es m o r i r como fragmento, dejar de ser astilla, que es miseria de luz. ¿Comprendes, Amadísimo? S i v o y a I n d i a . . . —¡oh, Dios, cuánto deseo i r ! — es porque me arrastra m i ceguera, que se f i n g e sol estallándome en e l pecho ¡qué disfraz de m a r a v i l l a s prende en su corazón, el hombre que, apartándose del h o m b r e dice, " m e realizaré para realizar": m e n t i r a , es sólo una m e n t i r a lo que lo impulsa, pues la V e r d a d está en la inversión de su pensamiento, y entra a su reino recién cuando confiesa, "realizando, me r e a l i z a r é " . . . Dejé de hablar, esperando siempre la palabra de N a i vanho. Por f i n , y como ésta no llegaba, le d i j e : —Creo que y a no iré a I n d i a , M a e s t r o . . . —¿Es t u última palabra? —preguntó. —Sí —repuse, vacilando t o d a v í a . . . Luego volví a r e a f i r -
mar m i decisión, mas, a l h a c e r l o d e f i n i t i v a m e n t e , esa última vez, toda la esperanza de u n sueño, larga, m u y largamente alimentado, cayó hecho añicos sobre m i corazón. M e puse a l l o r a r desconsoladamente. — L l o r o porque tengo m i e d o —expliqué —, miedo de lo que dejo, miedo de lo que t o m o , y por último, miedo de haberme equivocado. . . — S i r i a , no todos los temores son de la misma naturaleza. E l tuyo, es u n temor heroico de modo que ya no pienses en él, y prepárate a f o r j a r a q u e l l o que te propones. No tenía que asombrarme ya nada de Naivahno, pero cuando éste e x t r a j o de su p o r t a f o l i o una carpeta para mí, con instrucciones precisas sobre lo que debía hacer, m i asombro superó una vez más, el conocimiento que yo tenía sobre él. —¡He estado hablando de algo que ya sabías! — l e dije entre confusa y disgustada. Era como si hubiera violado el más íntimo de mis secretos. —Te asombrarías si supieras el tiempo que hace que conozco cuanto m e acabas de decir —repuso—. Pero ésto no es lo más i m p o r t a n t e : lo más i m p o r t a n t e es t u trabajo ahora, aquí. Yo te ayudaré, pero recuerda: sólo te a y u daré, lo que quiere decir, S i r i a , que sacrificio y dolor serán tuyos, pues nada fácil te será realizar lo que deseas. U n a paz intensa, p r o f u n d a , iba envolviéndome. — ¿ M e escribirás, aconsejándome sobre todo cuanto debo hacer? Sonrió, como ante la pregunta de u n niño. —Esta vez te escribiré m u y poco, pero cuando lo haga será para darte indicaciones precisas sobre la Escuela. .. la Escuela que deberás levantar en América para todos aquellos que como tú, deseen asomarse al corazón d e l M i s terio, que es Claridad suprema y leer con otros ojos, la aventura del ser, que no cabe en el mero pensamiento l ó gico, puesto que a l trascenderlo, vuelve inútiles sus alas para asirlo dándole alcance. 1
—¡Una Escuela! — l e dije asombrada—. Eso necesita m i l
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cosas de las cuales carezco. —Sonreí, luego, pensando que en realidad no tenía nada. ¿Cómo lanzarse al m a r sobre u n trozo de madera, con pretensiones de cruzarlo? — S i dejas que t u mente piense la idea que no le pertenece sino a t u espíritu, malos consejos te dará, pues su naturaleza forjada está en el cálculo y la medida. A p r e n d e Siria a u t i l i z a r , en cada caso, el vehículo conveniente a aquello que realizas. Por ahora, alimenta el impulso de t u corazón, impulso al servicio inegoísta y verás cómo el t i e m po disipará tus dudas, pues construirás aquello para l o cual yo te he pensado. — N a i v a n h o — l e d i j e — , todo cuanto imagino soñar por p r i m e r a vez, ya es cosa v i e j a y conocida para t i . Si no ignorabas cómo terminaría todo esto, ¿a qué t u carta sobre K a b u r y todas las demás cosas? — L a elección única, es sólo a t r i b u t o de los Dioses. Todo ser humano puede escoger el sendero inesperado. M i deber era, Siria, a b r i r t e las dos puertas. A h o r a , descansemos pues los días que permanezcamos juntos serán pocos y mucho lo que tengo que decirte. Cuando lo dejé esa noche a Naivahno, salí a enfrentarme con m i m u e r t e . M i m u e r t e , p r i m e r o , después m i nacimiento. E r a t a n e x t r a n j e r a de mí misma, que casi no existía diálogo posible con m i corazón. M i corazón seguía amando u n sueño que yo acababa de abandonar, y todavía él no me lo perdonaba. E l seguiría por mucho tiempo prisionero de una q u i m e r a ; él me gritaría: ¡India, Liberación, apoteosis del ser realizado, cada vez que yo sólo le dijera A m o r ! A m o r , palabra mancillada, envilecida, asceta del idioma al cual el carnaval de nuestra ignorancia vistiera con ropas de meretriz. A m o r , resumen de toda sabiduría, llave de la puerta de Dios, el propio corazón humano, que fuera signado como t u hogar, es quien te abandona porque no te comprende. L a noche caminó a m i lado y fuimos juntas hasta el mar. E l mar, l a noche y yo, llorábamos a u n sueño. L e d i j e adiós a K a b u r y a " L a Casa de la Piedra", adiós a la aldea que nunca había conocido y en la cual, sin e m bargo, por días y noches habitara mucho más realmente que en ciudad alguna de cuantas había yo vivido. A todos
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les dije adiós, y por último me d i j e adiós a mí misma. ¿Es ese el Camino? ¿Es la renuncia, la locura, lo i n e x plicable? ¿Es dejarlo todo, para peregrinar por la Nada? ¿Es el abandono lo que genera el encuentro? Pensarlo, era reír a carcajadas, pero ya N a i v a h n o había dicho que la mente no puede comprender la Idea del espíritu. E l dolor me ahogaba. M i estrechez, apenas si tenía lugar para el sacrificio: la alegría era una m a r a v i l l a demasiado poderosa para caber en la precariedad. ¡Sólo los Dioses pueden sufrir y sonreír a la vez! Era casi seguro que nunca más vería a Naivahno, que cuando se fuera, se iría para siempre, que sus cartas m e n guarían, que ya no escribiría con la asiduidad de todos esos meses. Por años sin cuentos me vestiría sólo el dolor y el asombro ante m i propio ser, que se atrevió a negarse el cielo a sí mismo. Sin embargo, en, lo que yo había escogido. En la noche, alguien caminaba, hombre o m u j e r , no i m portaba. Yo sabía que era m i esperanza, m i trabajo, m i puerta de paso a lo I n f i n i t o . Y ya no me dolieron tanto mis heridas, porque A m a b a . .. ¡Entonces, comprendí recién por qué los dioses son los únicos que pueden sufrir, y sonreír a la vez!
FIN
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