Brigadistas : una historia de militancia en la Nicaragua de Sandino
 9789873789601, 987378960X

  • 0 0 0
  • Like this paper and download? You can publish your own PDF file online for free in a few minutes! Sign Up
File loading please wait...
Citation preview

Claudia Cesaroni nació en 1962 en Quilmes, provincia de Buenos Aires. A los 15 años, en 1978, se afilió a la Federación Juvenil Comu­ nista (FJC), siguiendo los pasos de su herma­ no. A los 22 años, en 1985, integró la Brigada del Café organizada por la FJC, y compartió con 119 brigadistas dos meses de trabajo solidario en las ciudades de Matagalpa y Jinotega, Nicaragua. En 2018 se estrenó la pe­ lícula "Los 120. La Brigada del Café", dirigida por Maria Laura Vasquez, en la que intervi­ no junto con otrxs tres brigadistas. Es abogada, magíster en criminología y docente. Ha publicado varios libros: La vida

como castigo. El caso de los adolescentes condenados a prisión perpetua en la Argen­ tina (2010), Masacre en el Pabellón Séptimo (2013) y Un partido sin papá (2014). En 2004 fundó el Centro de Estudios en Política Criminal y Derechos Humanos (CEPOC), junto con otrxs tres criminólogxs. En este mismo sello se han editado los siguien­ tes "Documentos del CEPOC": Reflexiones

en torno a los diez años de las “Leyes Blumberg", La Masacre en el Pabellón Séptimo es un delito de lesa humanidad, y Argumentos contra la baja de edad de punibilidad. Es madre de Ernesto, abuela de M auri­ cio, y gallina de River.

Claudia Cesaroni

BRIGADISTAS UNA HISTORIA DE MILITANCIA EN LA NICARAGUA DE SANDINO

TREMENMWimNTó narrativas

Cesaroni, Claudia Rosana Brigadistas : una historia de m ilitancia en la Nicaragua de Sandino / Claudia Rosana Cesaroni. - 1a ed . - Temperley : Tren en Movim iento, 2019. 352 p. ; 22 x 14 cm. - (_narrativas) ISBN 978-987-3789-60-1 1. Política Latinom ericana. I. Título. CDD 320.097285

Edición al cuidado de Claudia Cesaroni y Alejandro Schmied Fotografía de tapa: Pelotón El Cordobazo. Las fotografías que publicamos en este libro pertenecen en su mayoría a los archivos personales de lxs integrantes de la Brigada del Café. Una gran parte es del archivo gráfico de Rafael Massimo. La mayoría fueron tomadas por los mis­ mos brigadistas, o por compañerxs nicas o de otras brigadas. Algunas han sido tomadas por fotoperiodistas del periódico Qué Pasa y la revista Aquí y Ahora.

© De esta edición, Tren en Movimiento, 2019 www.trenenmovimiento.com.ar [email protected] © Claudia Cesaroni, 2019

Impreso en América Latina Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

D ed ico este libro a

Alfredo, el lado que falta. Carlitos, porque me enseñó que era por abajo, y por una tarde de domingo en la que volvimos juntos. Nati, con quien me encantaba reír y contarnos historias. Cecilia, por los dibujos y los abrazos siempre. Ernesto y Mauricio, porque todo amor los incluye.

¡G R AC IAS !

No sé si tiene sentido pero me digo cada vez: contá la historia de la gente como si cantaras en medio de un camino, despojate de toda pretensión y cantá, simplemente cantá con todo tu corazón: que nadie recuerde tu nombre sino toda esa vieja y sencilla historia.

Haroldo Conti Una parte importante de este libro la escribí durante el mes de ene­ ro de 2019 en la ciudad de Mar de Ajó. Alquilé por tres semanas un pequeñísimo departamento a una cuadra del mar y de la playa, que visité muy ocasionalmente, y me dediqué a escribir. Mi primer agradecimiento es para Aníbal Tesini —integrante del Regional Sur, de la Brigada y del pelotón El Cordobazo, hermano por adopción mutua—que me ayudó con su formidable memoria, y sobre todo con su amor y generosidad, a mejorar lo escrito, a precisar datos y a alimentar —en todos los sentidos, comiendo rico también—el deseo de que Brigadistas sea un relato de parte de nuestras vidas, y un recorrido de lo mejor de nosotros y nosotras, lxs que seguimos reconociéndonos en el abrazo. Una foto me muestra a cococho de Aníbal, treinta y cuatro años y veinte kilos atrás. De igual modo sus hombros sostuvieron este proyecto. Gracias también a Nilda Lugo, su compañera, por la logística, las charlas, las comidas compartidas y el amor con que me hace sentir que su casa es la mía en tierra marajense, uno de mis lugares en el mundo porque ellos están allí. Gracias a la única persona que reconozco como jefe a lo largo del tiempo, Jorge Garra, por la paciencia para responder a mis preguntas en Tandil y en Mar de Ajó, una y otra vez, y a Nora Feliz, su compa­ ñera, por compartir esas conversaciones con calidez y ternura. C L A U D IA CESARONI

5

Brigadistas ha sido construido con recuerdos personales, diarios de viaje propios1y de dos compañeros, y testimonios orales, escri­ tos, fotográficos y visuales brindados por decenas de integrantes de la Brigada del Café. A algunxs2lxs entrevisté, otrxs me enviaron textos o audios sobre alguna cuestión particular, varixs fueron a buscar al fondo de los cajones alguna carta o tarjeta o material que compartie­ ron, con decenas hemos armado un grupo de wasap en el que inter­ cambiamos recuerdos y debates sobre lo que nos sucedió. A todxs y cada unx, gracias por ayudarme a construir una historia que es par­ cial, como toda historia, y al mismo tiempo, lo más plural posible. Gracias en especial a quienes pusieron el hombro, la escucha y el aliento cada vez que los necesité. En particular, a Fernando Martínez Forlon, Momo, y a su bella familia, con quienes pasé unas hermosas vacaciones en Trevelin, Chubut, en enero de 2018. Allí comencé a armar el índice de este libro, mientras sometía a Momo —siempre dis­ puesto y generoso—a mis interrogatorios sobre nuestra historia en la Brigada. Y a Viviana Finkelberg, Vivi, con quien a lo largo de to­ dos estos meses seguimos como en nuestras andanzas en Matagalpa y Jinotega: juntas, riendo, cuchicheando y tomando decisiones. Gracias también a quienes expresamente pidieron no estar, porque me obli­ garon a revisar el texto varias veces, e intentar mejorarlo cada vez. Si escribir un libro siempre es difícil, escribir una historia que reúne tantas historias lo es más, y genera una enorme responsabilidad que intenté cumplir del mejor modo en que pude hacerlo. Párrafo aparte para Lucía Viale, que se tomó el trabajo de comparar las cartas/diario que le había escrito a su compañero Aldo con un listado provisorio de temas que le propuse, y me envió transcripciones que fueron fundamentales para armar el 1 Salvo que indique expresamente otra autoría, las transcripciones de los re­ latos corresponderán a mis anotaciones y diarios personales. 2 Alternativamente usaré la x, la e o el universal masculino. He preferido la diversidad de lenguajes a la uniformidad, entre otros motivos, porque es el modo en que hablo en el presente -mezclando opciones- y porque respeto en las transcripciones el lenguaje que usábamos en 1985 en nuestros diarios y cartas y en el habla cotidiana. 6

B RIG ADISTAS

relato de nuestra vida en Nicaragua. Lucía recuerda muy poco de nuestro viaje, pero el registro minucioso que hizo mientras las cosas sucedían, y su generosidad para compartirlo, han sido un formidable ejercicio de recuperación de la memoria que le agra­ dezco con el mismo amor con que ella lo realizó. Y otro párrafo para Rafael Massimo, Nino, con el que traba­ jamos en varias jornadas eligiendo las más hermosas de sus fotos y recortando pedacitos de su película para que aquí, además de palabras que nos cuenten, haya imágenes que nos muestren como éramos entonces. Los diarios personales de Marcelo Marcolín, el Poeta y Eduardo Rosenzvaig, Eduardo Ron, hasta ahora inéditos, son parte funda­ mental de este libro. Ellos son dos de los doce brigadistas fallecidos. Para todos ellos, nuestro amor siempre, y las palabras y recuerdos que han aportado sus compañerxs más cercanxs. A partir de la infor­ mación que logramos reunir construí este registro, actualizado al 1 de abril de 2019. Pido disculpas si hubiera alguna omisión: Alfredo Jack, Regional Santa Fe Alicia Volodarsky, Capital Federal Armando Manuel Núñez, Regional Norte Carlos Daniel Martínez, Regional Norte Claudia Cacciatore, Regional Santa Fe Eduardo Rosenzvaig, Tucumán Hugo Rodríguez, Regional Oeste Luis Valenga, Regional Sur Marcelo Marcolín, Regional Sur. Ramón Francisco Veloso, Regional Sur Sergio Jorge Sierra, Capital Federal Víctor Daniel Fernández, Regional Oeste Les agradezco a Ernesto Salgado y a Jorge Leiras por las lar­ gas conversaciones sobre el Regional Sur y el contexto en que se formó la Brigada; a Diana Moya, compañera de vida de Marcelo Marcolín, por su generosa colaboración; a José Pepe Segura y C L A U D IA CESARONI

7

Fernando Korstanje, que me contactaron con Luis Bonano, gra­ cias a quien pude llegar a Sandra Pagura, compañera de Eduardo Rosenzvaig, que también generosa y cálidamente me autori­ zó a utilizar sus escritos; a Claudia Jack, hermana de mi entra­ ñable Alfredo Jack, y a los amigos y compañeros de militancia de Alfredo: Silvia Azor, Mario Valencia, Juan Ignacio Vergara y Juan Ricardo Neme. También a Sergio Schilmann, José Luis Gambacurta, Juan José Luques y Maribel Gallardo López por ayudarme a encontrar a Leo, el otro lado del triángulo. Gracias a lxs compañerxs del Partido Comunista que me abrieron las puertas de su Comité Central, y en particular a Tati, responsable del Archivo Documental Enrique Israel, que me brin­ dó su tiempo y ayuda para encontrar la historia de la Brigada en la prensa partidaria. Gracias a lxs compañersx de la Federación Juvenil Comunista con lxs que me encuentro por las redes, en actividades o cuando me invitan a los campamentos de la Fede, por su interés en la ex­ periencia brigadista. Mucho de lo que soy, la gente con la que me formé, los amo­ res y amigos y amigas de mi vida, me remiten a la Fede, el espa­ cio entrañable donde aprendí a amar a mi Patria y a mi pueblo, y -como pedía el Che-, a asumir como propia cada lucha con­ tra la injusticia en cualquier lugar del mundo donde suceda. Con errores, con defectos, con problemas, esa militancia es la mía, y la reivindico amorosamente y sin beneficio de inventario. Gracias a mi hermano Pablo, porque a partir de mi admira­ ción por él fue que decidí comenzar a militar, y esa decisión me llevó después a la Brigada del Café, la experiencia que cambió mi vida y me marcó para siempre. Gracias a Alejandro Schmied, editor compañero, entusiasta siempre con mis proyectos; y a Diego Antico y Laurent Sanchis, que leyeron el texto y le hicieron atinadas observaciones y correcciones. Y gracias eternas al pueblo nicaragüense, a los y las militan­ tes sandinistas, a los y las estudiantes, a las milicias populares, a los y las dirigentes, a las señoras que nos hacían las tortillas, a los 8

B RIG ADISTAS

y las campesinas, a todxs y cada unx, porque el amor que nos llevó a su tierra fue realimentado por el amor de ellxs, y se transformó en la más hermosa historia que hayamos podido vivir. Algunxs ya no están juntxs en la misma trinchera, otrxs no sé dónde anda­ rán. Este libro no pretende juzgar el derrotero de la Revolución Sandinista y de sus protagonistas, sino contar ese momento en que nosotrxs, brigadistas de la Fede, estuvimos allí. Para mí recordar no es promover la nostalgia. Recordar es ilu­ minar nuestro presente con ese pasado que amamos, para no dejar nunca de ser esos y esas que gritábamos bien fuerte y con el corazón en la mano: “Nicaragua vencerá, lo juramos por Sandino, por el Che Guevara y por la Libertad” y que sentimos, en esa tierra que amamos por siempre, que estábamos en el lugar adecuado y en el momento justo. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, junio de 2019.

U

C L A U D IA CESARONI

9

INTRODUCCIÓN

LO Q U E NO ES Y LO Q U E ES ESTE LIB R O

Uno se pregunta cómo se explica eso que está y no está en la ola. Por ahí el misterio se explica en la espera. Ustedes se preguntarán de qué estoy hablando. De escribir hablo.

Guillermo Saccomano, en Cámara Gesell Este libro no es un análisis político de lo que significó el Movimiento de Brigadistas Libertador General San Martín en la historia del Partido Comunista y de la Federación Juvenil Comunista. No ten­ go los elementos suficientes para hacer ese análisis, ni intenté bus­ carlos. Tampoco es “La” historia de las Brigadas del Café. Fuimos ciento veinte jóvenes quienes integramos la primera de esas briga­ das y estuvimos en Nicaragua en enero y febrero de 1985. Teníamos entre dieciocho y treinta y nueve años.3 Éramos dieciocho muje­ res4y ciento dos varones. Yo solo era una más, con veintidós años cumplidos tres meses antes. Hemos podido confirmar a la fecha que doce de lxs ciento veinte han fallecido. Hicimos un formidable es­ fuerzo de búsqueda, y estamos en contacto —con distintos niveles de cercanía—ochenta y cinco brigadistas. Resultaría muy difícil —al 3 La primera vez que mencione a un/a brigadista que haya brindado un tes­ timonio, indicaré su año de nacimiento, para así precisar qué edad tenía al in­ tegrar la Brigada. 4 Número que pude definir al escribir este libro, como se verá más adelante. C L A U D IA CESARONI

11

menos para m í- construir un relato que conformara a todos quienes conversamos con cierta regularidad, y por supuesto imposible que representara lo que la Brigada significó para cada uno y cada una de los ciento veinte. Sin embargo, tampoco es solo mi recuerdo perso­ nal ni un libro de memorias. Es un poco de esas tres cosas -historia partidaria, historia de la Brigada, historia íntima-, un relato cons­ truido con recuerdos propios y de otros y otras brigadistas, diarios personales, cartas y documentos de la época, notas periodísticas y testimonios de compañeros y compañeras nicaragüenses. En agosto de 2009, un brigadista abrió una página en Facebook con el nombre de Brigada Libertador General San Martín, y comen­ zamos a reencontrarnos por esa vía. En abril de 2010 me fui a tra­ bajar a Panamá como Directora Adjunta para América Latina de la Asociación para la Prevención de la Tortura. El paisaje selvático, ciertas lecturas, algún intercambio epistolar, volver a ver La Batalla del Café, el documental de Nino que nos mostraba en Nicaragua, actualizaron el deseo de armar un encuentro. Lo co-organicé desde Panamá y lo concretamos el domingo 27 de noviembre de 2010, di­ fícil noviembre post muerte del ex presidente de la Nación Néstor Kirchner.5 El día amenazaba lluvioso y habíamos previsto un asa­ do al aire libre. Cuchillos clavados en tierra y otros ritos paganos lograron evitar la lluvia y hacer posible ese primer encuentro, que culminó en la casa de uno de los participantes porque se había hecho la noche y no queríamos separarnos. Nos emocionamos, nos reco­ nocimos a veces con dificultad, comimos y bebimos, recordamos, cantamos las canciones de aquellos días y decidimos no hablar de­ masiado del presente, por si acaso nos separaran nuestras opciones políticas, pero en general nos vimos como personas con las que era bueno volver a abrazarse. Mariano Brodsky, Yuyo (1964), fue uno de los que estuvo esa larga jornada. Al día siguiente mandó al resto un texto que contaba lo que sentía, y que reflejaba mucho de lo que nos 5 El 27 de octubre de 2010, luego de una intervención odontológica, se produjo la inesperada muerte de quien había sido presidente de nuestro país en el período 2003-2007 y era esposo y compañero de militancia de la entonces presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner (2007-2011 y 2011-2015). 12

B RIG ADISTAS

había pasado a todxs: “Tengo deseos de contar, de contarles que me pasó después del encuentro. Oleadas de sensaciones atravesaron mi existencia, nostalgia por el tiempo pasado, alegría e incertidumbre y grandes esperanzas por el tiempo que vendrá. Reencontrarnos fue de alguna manera reencontrarme —disculpen el individualismo ¿pe­ queño burgués?—fue volver a pensarme como un sujeto individual en medio de una causa colectiva que lo excede, que nos excede... aunque sea en sentido de pertenencia, de ‘ser’ parte de una causa, un proceso noble, altruista, desinteresado, haber participado sesenta días laburando para un proceso revolucionario, como lo fue el de la Nicaragua de los sandinistas, marcó mi (y permítanme amucharlos), nuestras vidas. Ese viaje fue a mis veinte años un viaje iniciático. Un viaje de aprendizaje con muchas de las características idénticas a las del ‘viaje del héroe’ mitológico, no es que yo me crea un héroe ni mucho menos, digo esto de ser llamado a la aventura, la de ir a un paraje desconocido para traer el conocimiento de la experiencia vivida, no para uno, sino para los suyos, el cruce del umbral, el subir al Lloyd Aéreo Boliviano y saber que no se podía regresar, que ya estábamos embarcados en un viaje sin retorno, ¡íbamos a conocer la revolución!, el luchar contra los demonios externos: el hambre, la lluvia, el sueño, los cafetos, el barro, el cansancio, el farallón!!!???, la contra, Pastora6 y la concha de su hermana!; y contra los internos, el cumplir con el deber, no traicionar, portarse como una persona ética, íntegra, actuar con corrección, no transgredir el mandato en­ comendado, la vuelta, el regreso y la reconciliación con el padre, con el biológico y con el Partido (discutible, en mí duró poquito, pero no reniego). Para mí fue muy importante ese viaje junto a ustedes, me parece que el reconocimiento de la experiencia, el valorizarla aho­ ra a la distancia, después de veinticinco años, es un buen síntoma de madurez. El negarla sería negarse a uno mismo, sería no haber 6 Referencia a Edén Pastora, el Comandante Cero, que había peleado contra el somocismo. A partir de 1981 se enfrentó con la dirección del Frente Sandinista. En 1982 se exilió y combatió durante varios años contra sus antiguos compañeros de lucha. En la actualidad, reconciliado con el presidente Daniel Ortega, cumple tareas en Nicaragua. C L A U D IA CESARO NI

13

aprendido nada, y creo que si algo pudimos aprender de esa expe­ riencia única, irrepetible, por tiempo y lugar, es que no estuvo nada mal pensar que un mundo mejor era y es posible y hasta necesario”. En marzo de 2011 renuncié a mi trabajo en Panamá y volví a la Argentina. En 2012 algunxs de quienes nos habíamos encontrado en Parque Sarmiento vimos en el cine Gaumont una película que hablaba de argentinos en Nicaragua, pero no de nosotros. Se lla­ ma Sueños de una generación, y cuenta la etapa previa al triunfo del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y los primeros años post revolucionarios, y en ese contexto, la participación de mi­ litantes de nuestro país. En 2014, Dimitrof Casanova, Chicho, y un compañero de militancia, Patricio Zárate, se propusieron concretar nuestro propio sueño: juntar a algunxs integrantes de la Brigada del Café y retornar a Nicaragua. Se lo contaron a la directora de cine Maria Laura Vasquez, y ella vio en ese sueño y ese viaje una pelí­ cula. En marzo de 2015 algunxs de nosotrxs fuimos a Tandil, una localidad serrana ubicada a unos 400 kilómetros de su Quilmes na­ tal, a visitar a quien había encabezado nuestra Brigada, Jorge Garra. Volver a verlo y revisar con él parte de nuestra historia fue una de las emociones más grandes de estos años de reencuentros. También en marzo de 2015 comencé a dar clases en la Escuela Secundaria de Educación Técnica dependiente de la Universidad Nacional de Quilmes (ESET-UNQ). Ubicada en Ezpeleta, partido de Quilmes, es parte de un proyecto de inclusión desplegado durante la década 2005-2015.7 Trabajar allí me hizo volver a los barrios donde nací, crecí, cursé la escuela primaria y la secundaria, y donde hice mis pri­ meros pasos como integrante de la Federación Juvenil Comunista, la Fede. El 1 de octubre de 2015, en el año del 30° aniversario de la primera Brigada del Café, se nos hizo un reconocimiento a los bri­ gadistas en el Comité Central del Partido Comunista, como ya se había realizado meses antes en Rosario, provincia de Santa Fe. Dos días después nos encontramos varixs de nosotrxs y otra vez surgió 7 Para conocer un poco más a la ESET-UNQ, se puede ver esta publicación que hicimos con Diego Antico, compañero de la Escuela y de proyectos varios: http://www.vocesenelfenix.com/content/un-barrio-una-escuela 14

B RIG ADISTAS

la idea de contar. Nos planteamos reunir textos y fotos y armé un blog.8Mientras tanto, el proyecto de la película siguió avanzando, y cuatro de nosotrxs volvimos a Nicaragua en julio de 2016. Poco an­ tes nos reunimos con un conjunto de brigadistas para la despedida. Nos comprometimos a llevar a los ciento veinte en nuestro retorno a la tierra de Sandino. En Managua y Matagalpa recorrimos los lu­ gares donde habíamos sido felices y nos abrazamos con compañeros y compañeras nicas. Volver a Nicaragua, releer lo que había escrito antes y después de ser parte de la Brigada del Café, reencontrarme con esa parte de mi historia, todo ese terremoto de emociones ac­ tualizó el deseo de contar. La película de Maria Laura Vasquez -que condujo ese proceso con mano segura y amorosa- fue motor e im­ pulso para decidirme a escribir Brigadistas. En setiembre de 2017 me propuse encontrar a Leonardo Ambrosi, Leo, uno de mis brigadistas entrañables. En diciembre de 2017 me sumé al cumpleaños número setenta de Jorge Garra, que antes de ser nuestro jefe en la Brigada lo había sido en el Regional Sur. Pasamos tres días en Tandil conversando con compañeros que fueron dirigentes y militantes del Regional. Hablamos de los varios sentidos que tuvo la construcción del Movimiento Brigadista. Me en­ teré de cosas que no sabía acerca de las distintas miradas que había en el Partido y la Fede sobre el para qué enviar la Brigada a Nicaragua. Conversé largamente con Aníbal, que participó dos años consecuti­ vos en sendas brigadas del café. Y, poco antes de volver, Garra me entregó una caja de plástico azul, de las de archivo. Tenía una tarjeta blanca pegada, que decía Nicaragua en letra cursiva. La caja explota­ ba y Nora, la compañera de Jorge, le había puesto una tira hecha con una media vieja para mantenerla cerrada. La abrimos en la tarde de Tandil. Garra iba sacando documentos preciosos: su lista de lo que había que llevar; la lista de todxs nosotrxs con nuestros números de pasaporte; cartas personales (esas quedaron en manos de Nora); re­ cortes de diarios y revistas; fotos... y escritos de Eduardo Ron. 8 http://brigadadelcafe.blogspot.com/ CLAUDIA CESARONI

15

Ron era el apellido de fantasía que usaba Eduardo Rosenzvaig, uno de los brigadistas de la delegación de Tucumán, que participó en la Brigada con la tarea de contar lo que pasaba durante nuestro viaje. Leer sus crónicas, cruzarlas con las mías, fue lo primero que hice apenas volví de Tandil a Buenos Aires con la carga pre­ ciosa de la caja azul de Garra. Algunas de esas crónicas fueron publicadas en la revista Aquí y Ahora, órgano oficial de la Fede,9y otras en el periódico del Partido,10 Qué Pasa. Eduardo Rosenzvaig falleció en octubre de 2011, a los sesenta años. Tenía una enorme carrera como historiador y como escritor. Había ganado, entre muchos otros galardones, dos premios otorgados por la Casa de las Américas de Cuba por su obra como ensayista. Ninguna de las reseñas y notas que se publicaron luego de su muerte hacía referencia a su paso por la FJC y por la Brigada del Café, salvo una: la de José Schulman, secretario general de la Liga Argentina por los Derechos Humanos,11 que lo mencionaba expresamente.12 Garra me entregó papeles amarillentos, escritos por Eduardo en alguna vieja máquina manual, aparentemente in­ completos. El título es Un mate dulce para Nicaragua (crónica de la Brigada argentina de Café). ¿Qué hacer con ellos? ¿Puedo uti­ lizarlos? Garra me dice que sí, que fueron escritos para difundir. Schulman, que conocía bien a Eduardo, también. Pero yo necesita­ ba el acuerdo de quien era su compañera cuando Eduardo falleció, Sandra Pagura, así que activé mis contactos en Tucumán, esa tierra 9 Entonces dirigida por el funcionario de Medios Públicos del gobierno de Mauricio Macri entre diciembre de 2015 y noviembre de 2018, Jorge Sigal, vueltas horribles de la historia. 10 Cada vez que escriba Fede o FJC, será Federación Juvenil Comunista. Cada vez que escriba Partido o PC, será Partido Comunista. 11 “La Liga”, como se la conoce en el movimiento de derechos humanos, fue fundada en diciembre de 1937 como “Liga Argentina por los Derechos del Hom­ bre”, y es el primer organismo que se planteó como tarea urgente la defensa de los derechos de los y las perseguidas políticas, tarea que sigue cumpliendo. En diciembre de 2018 actualizó su nombre adecuándolo al lenguaje inclusivo. 12 https://cronicasdelnuevosiglo.com/2011/10/09/rosenzvaig/ 16

B RIG ADISTAS

que quiero y donde quiero y me quieren, y pude escuchar de la propia Sandra no solo su acuerdo, sino su alegría y emoción porque los textos de su compañero fueran parte de este relato. Seguí buscando a Leo, a quien encontramos -el plural inclu­ ye a Lucía, que participó de la búsqueda y el reencuentro- y volví a abrazar en febrero de 2018 después de habernos despedido el 1 de marzo de 1985 en el Obelisco de Buenos Aires. Para festejar, en abril de 2018 organizamos con Aníbal otro encuentro en su casa de Mar de Ajó. Durante un fin de semana corrieron ríos de vino y de mate y kilos de carne, recuerdos y canciones, en proporciones diversas. Y volvió el tema: la historia de la Brigada debería con­ tarse. Con el material que para entonces tenía reunido, compartí mi decisión de poner manos a la obra, y por fin, escribir. “- ¿Sabés lo que fue la Brigada del Café?”, les pregunté a compañerxs, a familiares, a amigxs, a amores. “-N o, ni idea. Algo escuché, pero no mucho”, fue la respuesta que predominó. Esta historia, que es la de una parte de la juventud de nuestro país, y que los brigadistas guardamos orgullosxs, casi no se conoce. Dudé: ¿Será interesante traer esos días al presente? Se lo pregunté otra vez a compañerxs, familiares, amigxs, amores, sumé a mi editor y a mi librero de confianza. -¡Sí, claro!, me respondieron. Uno me hizo un cálculo preciso: “-D e mi barra de amigos, somos unos nueve, lo leeríamos dos, a lo sumo tres... -Bueno -m e reí- ¡no está mal!”. Decido cruzar mi diario con el de Eduardo, escrito: “...en la oficina de administración de la hacienda, con la radio agrícola fun­ cionando y en tanto ininterrumpidamente entraban campesinos, a consultar por la marcha de la cosecha de café. Fue concebido entre planillas de cortadores, y de planilleros que acababan de aprender las primeras letras. Algunas líneas debieron ser dibujadas al tronco de un banano que refresca con sombra a cafetos viejos”.13 13 Eduardo Ron, “Un mate dulce para Nicaragua”, borrador sin editar en­ tregado a la autora por el jefe de la Brigada del Café (1985), Jorge Garra, en diciembre de 2017. C L A U D IA CESARONI

17

Mi diario también fue escrito allí. Once años menor que Eduardo, mujer, militante en un regional del conurbano, nuestros apuntes sin embargo tenían en común parecidos asombros y emo­ ciones frente a lo que estábamos viviendo. En enero de 2018 accedo a otro diario, el de Marcelo Marcolín, compañero del Regional Sur fallecido en setiembre de 2011 a los cincuenta y dos años de edad. Marcelo viajó a dos meses de haber­ se casado con el amor de su vida y madre de sus dos hijos, Diana Moya. Diana me entregó una copia del diario que escribió Marcelo en Nicaragua, precioso texto en el que el amor está presente todo el tiempo, desde las primeras líneas: “5-1-85. ‘El amor también constru­ ye’, es el primer cartel con que mi mirada se choca a algunos metros de la salida del aeropuerto A. C. Sandino, a mi llegada a Nicaragua”. Decido hacer el cruce, entonces, entre mis diarios, los de Eduardo y Marcelo, las cartas enviadas y recibidas, los registros de Lucía, los recuerdos de otrxs brigadistas. Pero volvamos atrás, que hay mucho que contar antes de lle­ gar a Matagalpa ese domingo 6 de enero en el que el diario Barricada titulaba “De Las Malvinas a los cafetales. Solidaridad de comunis­ tas argentinos” y describía lo que sería una de las marcas de nuestra Brigada: la alegría y el modo futbolero de cantar nuestras consignas: “La brigada de cosechadores de café ‘General San Martín’ formada por 120 miembros de la Federación Juvenil Comunista de Argentina, llegó ayer al país procedente de Buenos Aires... Desborde de alegría en su forma tradicional de entonar las consignas esta vez alusivas a su llegada, se escucharon desde las escalinatas del avión de Aeronica que arribó en horas de la mañana de ayer. ‘Olé, olé, olé... es la Brigada del Café’; ‘Por qué será/ los yanquis están calientes / por qué será me quiero preguntar / será porque la Juventud Argentina / a Nicaragua café va a cosechar’”. Era el mismo día en el que yo escribía, anonadada: “6/1/85. Sentada en un techito, a mi derecha, abajo, grupos de jóvenes, algunos milicianos con sus AK-47. Un cartel rojo: ‘Batallón Estudiantil Cgte. Ernesto Cabrera-JS19J—FES—Matagalpa’ inau­ gura el camino, enfrentado a otro de la ‘Brigada Che Guevara, 18

B RIG ADISTAS

La Cumplida’, también rojo.14 Al fondo, cafetales, montañas, el sol. Mucho verde. ¿Se puede describir? Estoy en Nicaragua, Sección VI, Matagalpa. Y entonces, una sensación de irrealidad, de no puede ser”. Me costaba creer que mi sueño fuera una rea­ lidad, ese 6 de enero de 1985. Pero así era, y ahí estaba. Muchos años después, en alguna agenda anoté una frase de Raúl Scalabrini Ortiz: “Creer, he ahí toda la magia de la vida”.

14 Cgte. Estudiantil Ernesto Cabrera: el Contingente de cortadores locales lle­ vaba el nombre de Ernesto Cabrera Cruz, un estudiante y dirigente sandinista de Matagalpa, caído en combate pocos meses antes de nuestra llegada. JS19J: Juventud Sandinista 19 de Julio. FES: Federación de Estudiantes Secundarios. El Batallón Estudiantil de Producción (BEP) matagalpino llevaba el nombre de Ernesto Che Guevara. C L A U D IA CESARO NI

19

PRIMERA PARTE

LOS C O M IE N Z O S . E L O R IG EN DE N U ES TR A S M ILIT A N C IA S

E l Partido lo resume todo. E n él se sintetizan los sueños de todos los revolucionarios a lo largo de nuestra historia. E n él se concretan las ideas, los principios y la fuerza de la revolución. E n él desapare­ cen nuestros individualismos y aprendemos a pensar en términos de colectividad. É l es nuestro educador, nuestro maestro, nuestra guía y nuestra conciencia vigilante. E n él nos sumamos todos y entre todos hacemos de cada uno de nosotros un soldado de la más justa de las causas y de todosjuntos un gigante invencible. E n él las ideas, las experiencias, el legado de los mártires, la continuidad de la obra y los lazos indestructibles con los constructores proletarios del mundo en todos los rincones de la tierra, están garantizados. E l Partido Comunista es el alma de la revolución.

Fidel Castro Nací en Quilmes, provincia de Buenos Aires, el 1 de octubre de 1962. El primer hecho político en que me recuerdo como pro­ tagonista sucedió el 1 o 2 de julio de 1974. El 1 había muerto el presidente Juan Domingo Perón, y mi maestra de 7mo. grado, que lo odiaba, nos había hecho escribir un texto desangelado, una mera noticia: “Murió el presidente...”. Yo agregué a esa fra­ se vacía un texto propio: “Fue el líder de su pueblo, que hoy lo llora desconsolado”, conmovida por el llanto interminable que mostraba la televisión. Recordé esa desazón años después, octu­ bre de 2010, cuando moví literalmente cielo y tierra para volver C L A U D IA CESARONI

21

desde Barcelona —donde estaba pasando unos días previo a viajar a Ginebra por razones laborales—, para asistir a la despedida de Néstor Kirchner. El segundo acto político, y el más trascendente en mi vida, sucedió el 17 de febrero de 1978, a mis quince años, cuando mi hermano Pablo me afilió a la Fede. Fue sencillo y emotivo y suce­ dió en su habitación, una piecita ubicada en el patio-garage de la casa que compartíamos con nuestros padres en Bernal, una de las localidades que integra el partido de Quilmes, veinte kilómetros al sur de la ciudad de Buenos Aires, en la provincia del mismo nombre, y en lo que se conoce como “conurbano”, y más pre­ cisamente “segundo cordón del conurbano”, entendiendo como cordón primero al que limita con la capital de la Argentina. La piecita tenía un pequeño baño, y ya estaba construi­ da cuando la familia accedió a la casa con un crédito del Banco Hipotecario. A mí me parecía el colmo de las maravillas que mi hermano —seis años mayor que yo—tuviera esa independencia, y cuando él no estaba me metía allí y me tiraba a leer en su cama, o simplemente a soñar con que yo también, algún día, viviría sola. Lo otro que me maravillaba de la casa nueva era que saliera agua de todas las canillas: las del baño, la cocina, el patio, el lavadero, y también de la ducha. En la casa que alquilábamos hasta mudar­ nos allí el agua había que cargarla en pesados baldes de lata que subíamos por una escalera de piedra. Para bañarnos, íbamos a casa de mi abuela, a una manzana de distancia, o lo hacíamos con tachos y frío. En el patio-garage de la casa nueva había una planta de Santa Rita color lila y una escalera que conducía a la terraza a la que amaba subir a leer en las tardes frías y soleadas. También tenía un hall de entrada, que pintamos con mi padre un domingo, o varios. Mi padre marcaba la línea que separaba el techo de las paredes con un piolín frotado con tiza que ataba en sendos clavitos ubicados en cada extremo de la pared, bien estirado. Él lo tomaba del me­ dio, luego lo soltaba, y el hilo dejaba una marca leve sobre la pa­ red. De la línea para arriba se pintaba el techo con un color —verde 22

B RIG ADISTAS

agua, por ejemplo—, y de la línea para abajo, con otro. A mí esa operación me parecía un prodigio de precisión. Lo acompañaba y de fondo sonaba el relato futbolero de José María Muñoz en una radio portátil Hitachi. Escuchábamos a Racing, el club de mi pa­ dre y de mi hermano, o a River, el que yo había elegido a los seis años. También en ese hall, sobre una mesa baja, estaba el tocadis­ cos Wincofon en el que mi padre me hacía escuchar el long play Mujeres Argentinas, con canciones de Félix Luna y Ariel Ramírez cantadas por Mercedes Sosa, y la Misa Criolla, de los mismos au­ tores. A mis once o doce años, esa música me aburría sobrema­ nera. Prefería los discos de colores de Alta Tensión o Música en Libertad. Los escuchaba a solas, y bailaba y cantaba mirando mi reflejo en una ventana, micrófono de plástico en mano. Esas mó­ dicas felicidades iban a durar poco: mi madre y mi padre se sepa­ raron a fines de 1978, y el dinero obtenido por la venta de la casa que tanto habíamos soñado habitar se dividió en cuatro partes, con el resultado de que a nadie le alcanzó para comprarse nada. Pero en 1978 todavía estábamos en la casa de Zeballos y Guido Spano. Mi hermano se reunía con sus compañeros de la Fede en su piecita, y yo cumplía mi primera tarea militante: lle­ varles la pava con agua caliente para el mate. Me encantaba estar un poco ahí, entre varones grandes y hermosos que hablaban de cuestiones graves e importantes y al mismo tiempo reían a carca­ jadas. Él se había afiliado en marzo de 1973, y mi recuerdo más intenso de su militancia es su participación en las jornadas de se­ tiembre de ese año, cuando miles de estudiantes salieron de sus colegios a marchar en solidaridad con el pueblo chileno luego del golpe contra Salvador Allende y la Unidad Popular. Cuando sucedió ese golpe, orquestado por los Estados Unidos y ejecuta­ do por el general Augusto Pinochet, yo estaba por cumplir once años. Hay una imagen que llevo grabada a fuego: mi madre llo­ rando, desplomada sobre la mesa del comedor diario frente al te­ levisor blanco y negro que mostraba la Casa de la Moneda, sede del gobierno chileno, arrasada por los bombardeos pinochetistas. De ese lugar Allende saldría muerto, como muertos fueron miles C L A U D IA CESARO NI

23

de chilenos y chilenas desde ese día hasta finales de los años 80.15 Cacho (1956), uno de los médicos de la Brigada, se incorporó en ese momento a la vida política:16 “Cursaba el sexto año de secun­ daria en Avellaneda. Mi colegio, el Comercial 1, no estaba muy politizado. Un amigo, José, me dice: ‘Hubo un golpe en Chile, es­ tán saliendo todos los colegios’. Decidimos pararnos uno en cada puerta de las dos que había, y sacamos a los quinientos estudiantes hasta Plaza Alsina. Ahí nos encontramos con la convocatoria de la JSA (Juventud Socialista Avanzada, trotskistas), y nos fuimos con ellos marchando hasta Congreso. Cantábamos ‘Cañones, fu­ siles, para el pueblo de Chile’. Se quería forzar una actitud de apoyo de Perón17 frente al golpe fascista”. Mi hermano perdió la regularidad en la escuela Japón, la se­ cundaria nocturna a la que asistía, y siguió militando casi a tiempo completo. En 1977, a sus veinte años, aun menor de edad y con permiso paterno,18fue enviado a la URSS19durante seis meses para hacer la Escuela de 5to. Nivel en el Komsomol, la organización juvenil del Partido Comunista de la Unión Soviética. Desde los 15 El 5 de octubre de 1988, un plebiscito sobre la continuidad o no de Pinochet marcaría el fin de esa dictadura feroz: www.bbc.com/mundo/noticias/2013/10/130917_especial_25_anos_plebiscito_chile_pinochet_no_ch 16 Salvo que se especifique otra fecha, todos los testimonios fueron recogi­ dos durante el año 2018 y el primer semestre de 2019. 17 El tercer gobierno de Juan Domingo Perón sería elegido con más del 60% de los votos el 23 de setiembre de 1973; pero ya desde esos días previos a las elecciones ejercía el poder real, luego del gobierno encabezado por Héctor Cámpora, conocido como la “Primavera camporista”, que duró 40 días desde el 25 de mayo de 1973, y el gobierno provisional de Raúl Lastiri. 18 En año 1977 la mayoría de edad se cumplía a los veintiún años, y la patria potestad la ejercía solo el padre. En el presente, la mayoría de edad se alcanza a los dieciocho años, y el ejercicio de los derechos y deberes paternos y maternos es compartido. 19 URSS: Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, organización de es­ tados creados luego de la Revolución Rusa de Octubre de 1917, liderada por Vladimir Illich Lenin. Dejó de existir como tal en 1991, a partir de la política de “reestructuración” (perestroika) encabezada por Mijail Gorbachov. 24

B RIG ADISTAS

Cursos de Primer Nivel, que todos los militantes recibíamos al afi­ liarnos, el recorrido formativo continuaba en territorio nacional hasta la Escuela de 4to. Nivel, que nos reunía con compañerxs de todo el país. Cumplido este paso, algunxs continuaban su forma­ ción como cuadros marxistas leninistas en escuelas internacionales, la mayoría de las veces en la URSS, o en la que entonces se conocía como Alemania Democrática, Alemania del Este u Oriental.20 El viaje de mi hermano a la URSS en plena dictadura estuvo rodeado de mentiras relatadas tanto a la familia como a sus y mis amigos/as y compañeros/as de escuela y del barrio, trastocándolo en un periplo por Italia y Francia, con incomprobables ofertas de empleo. No tenía demasiada lógica para una familia de clase media baja como la nuestra (madre maestra, padre empleado público), pero eso fue lo que dijimos y el resto creyó o aparentó creer. A su vuelta, en febrero de 1978, me afilió a la Fede, la orga­ nización juvenil de los comunistas de la Argentina. En mi dia­ rio de esa época, en medio de deliberaciones amorosas, aparece la expectativa por su regreso y por mi ingreso al Partido, al que también llamaba “el club”, el modo seudo clandestino en que lo nombrábamos a veces. Finalmente, el 17 de febrero se formalizó mi decisión y me entregó el carné, que juré defender con la vida, y que lucía una frase pronunciada por Jorge Calvo, ex secretario de la Fede asesinado en agosto de 1950 en el local partidario de Quilmes, que repetiríamos como lema: Con los ojos radiantes de esperanzas marchemos a desafiar todas las tempestades. Un mes después de esa afiliación sucedió una masacre car­ celaria que pasó a la historia como el “motín de los colchones”, y que décadas después lograríamos —abogadas, abogados, sobre­ vivientes, familiares de víctimas, y ex presas políticas—que se re­ conociera como un delito de lesa humanidad y se llamara como 20 La partición de Alemania comenzó al finalizar la Segunda Guerra Mun­ dial, y su aspecto más simbólico era el Muro de Berlín, que dividía esa ciudad en dos. El Muro fue destruido en octubre de 1989, y poco después se produjo la reunificación de las dos Alemanias en un solo país capitalista, en línea con la caída de la Unión Soviética. C L A U D IA CESARONI

25

lo que fue: la Masacre en el Pabellón Séptimo.21 No tengo un solo recuerdo de ese episodio en el que murieron sesenta y cuatro pre­ sos de los llamados “comunes”, ni sé si lo conversamos en casa, en la escuela o en el ámbito de la Fede en el que comenzaba a incorporarme. Estaba en 4to. año de la escuela secundaria, en el Normal de Quilmes, y comencé a militar allí, en el círculo del Normal,22 dentro del Sector de Secundarios. La compañera con la que militaba —de familia comunista—, no podía conocer mi casa ni yo la suya por razones de seguridad, y por las mismas razones no nos podían ver juntas ni dentro ni fuera de la escuela, lo que se fue tornando difícil porque nos hicimos amigas. Recuerdo largas charlas y disquisiciones acerca de qué era más importante, si ser amigas o camaradas, y el modo en que iba aprendiendo a valorar más lo segundo —vinculado a lo colectivo, sacrificado y solida­ rio—que lo primero —individual o a lo sumo de a dos, egoísta y pequeñoburgués—. Nuestra ofrenda a la decantación por la militancia era simular que no nos conocíamos en la escuela, y cons­ truir nuestra amistad de modo casi clandestino. La llegada a la Fede como consecuencia de ser parte de una familia comunista, o por la influencia de un hermano o hermana mayor, fue el modo de ingreso mayoritario entre lxs integrantes de la Brigada. Dos tercios de lxs compañerxs que testimoniaron para este libro sobre sus comienzos militantes, se afiliaron como 21 El 14 de marzo de 1978 se produjo una represión de presos “comunes”, es decir, no detenidos por razones políticas, en el Pabellón Séptimo de la Unidad 2, la más importante del Servicio Penitenciario Federal, ubicada en el barrio de Devoto de la Ciudad de Buenos Aires. Durante muchos años, se conoció como “Motín de los Colchones”. En 2011 comencé una investigación que culminó en el libro Masacre en el Pabellón Séptimo, publicado en 2013 por Tren en Movimiento Ediciones, en paralelo a la acción jurídica junto con sobrevivientes y familiares para que se declarara delito de lesa humanidad y se reabriera la causa. La declara­ ción de lesa humanidad sucedió en agosto de 2014, y en diciembre de 2018 fueron procesados cuatro de los responsables de aquella masacre. 22 El círculo en la Fede, y la célula en el Partido, son sus estructuras orga­ nizativas básicas, integradas por un mínimo de tres personas, que cumplen las tareas de acción política, organización y prensa. 26

B RIG ADISTAS

consecuencia de haber mamado desde la infancia el mundo de los comunistas. No solo la familia, nuclear o ampliada: el círculo de amigxs, las relaciones amorosas, los sitios donde se iba —el cine Cosmos, los clubes de la colectividad judeo-progresista como el Peretz de Lanús o de Villa Lynch, las colonias de vacaciones, los lugares de veraneo—los libros que se leían, un lenguaje común. El universo de la formación comunista excedía en mucho las cuatro paredes de las casas, y ofrecía una pertenencia que, tanto en los años tumultuosos y felices como en las épocas siniestras, configu­ raba un espacio acogedor y seguro. De ese 78, plena barbarie represiva, lo otro importante que recuerdo es que cuando la Argentina ganó el Mundial de Fútbol fui con mi hermano a festejar al Obelisco, y casi muero en dos oportunidades: la primera, colgada del tren Roca en el recorri­ do entre Bernal y Constitución; y la segunda, aplastada por una multitud contra las rejas que cerraban una boca de subte. Festejar en ese contexto, además de dejarse llevar por la pasión futbolera, fue un modo de ganar la calle y de gritar sin miedo. Pero con límites: al día siguiente, cuando pretendí trasladar la alegría a la Escuela Normal entonando canciones futboleras con algunos de mis compañeros, nos hicieron callar a todxs bajo amenaza de su­ frir amonestaciones. En el verano de 1979 participé por tercera vez en un Campamento educativo organizado por la jefa del Departamento de Educación Física del Normal, una mujer que detestaba pero que me hizo feliz organizando esos campamentos. También par­ ticipó mi amiga y compañera de militancia de la escuela (los con­ troles sobre nuestros vínculos se habían relajado un poco). En los campamentos hablábamos de política, afiliábamos clandestina­ mente, sumábamos simpatizantes para las tareas que nos dábamos y nos encomendaba la Fede. Durante tres veranos viajé a lugares preciosos: Las Juntas, Catamarca (diciembre de 1976); Unquillo, Córdoba (febrero de 1978); y Cataratas del Iguazú, Misiones (enero de 1979). Además de conocer esos sitios inaccesibles para mí, ya que no teníamos C L A U D IA CESARONI

27

dinero para ir de vacaciones, disfruté trabajando en equipo, bebí y fumé a escondidas, aprendí a ponerme tampones, me enamoré y me hice amigos y amigas de la vida. No lo sabía entonces, pero unos años después, cuando me tocara la experiencia de la Brigada del Café, mucho de lo vivido allí me sería útil. También me rebelé: en el segundo campamento —febrero de 1978, un febrero que, como se ve, fue intenso—la profesora nos prohibió llevar radios. Yo se lo había pedido especialmente porque quería saber lo que sucedía con relación al conflicto con Chile por el Canal Beagle23 y ella mantu­ vo su negativa, con el argumento de que debíamos alejarnos de los problemas, de la realidad o de ambas cosas. La llevé igual, y cada noche la escuchaba oculta bajo las frazadas. En ese campamento en Unquillo junto con algunxs compañerxs organizamos una pequeña revuelta por motivos nobles: a la conducción se le había ocurrido hacer una actividad con mayor nivel de exigencia, a la que llama­ ron “campamento volante”. Además de los esfuerzos cotidianos, implicaba otros adicionales: subir unos cerros escarpados, comer poco y feo, andar bajo la lluvia, caminar mucho. Y decidieron elegir a quiénes lo podían hacer y descartar a quiénes no. La mayoría de mis compañerxs más cercanxs y yo estábamos entre lxs elegidxs, a pesar de que éramos desobedientes en cuestiones como por ejemplo dormir la siesta. Pero una de nuestras amigas no, porque era un poco más gordita que el resto y le costaban un poco más las cami­ natas. Quería ir, pero no la dejaban, al considerar que no tenía las condiciones físicas necesarias. Entonces dijimos: “o viene ella o no va nadie”. Y fuimos todxs. En el año 1978 se afiliaron a la Fede Viviana Finkelberg, Vivi (1962), hija de médicos comunistas, la única de cuatro hermanas que tomaría esa decisión; Ricardo Torre (1963), también de fa­ milia comunista, en la escuela industrial a la que iba, y Fernando Martínez Forlon, Momo (1965), a los doce años, en su primer año 23 Una disputa territorial iniciada en 1881, y atizada por las dictaduras de Videla y Pinochet: https://www.mdzol.com/sociedad/Historiadores-argentinos-polemizan-por-el-conflicto-del-Beagle-20181216-0118.html 28

B RIG ADISTAS

de secundaria en Lomas de Zamora. También Rolando Flores, Moro (1956) y Guillermo Colantuono, Memo (1964). Moro venía de la Juventud Peronista (JP): “Me afilié después de un autoexilio en el interior. Estaba jodida la cosa, y a mi res­ ponsable, Juan, que era delegado panadero, lo habían chupado.24 Militábamos en la JP en Barracas, yo tenía dieciocho años. Regresé a Buenos Aires a fines del 76, a los veinte años. Fui a vivir a La Boca. Me incorporo a la Fede a través de dos jóvenes mujeres que me invitan a afiliarme. Una de ellas, Alicia Volodarsky, fue brigadista, y murió de cáncer. Me sumaron y comencé a militar en la Boca y luego, en la zona 4 (Boca/Barracas/San Telmo) en el año 78, a los veintidós años”. Moro recuerda a Alicia, la Flaca, como “una militante a tiem­ po completo. Vivía para la militancia. Además de compañeros, nos hicimos amigos. Cuando hubo que elegir a los compas para viajar a Nicaragua, ello lo tenía muy merecido. Allá sufrió mucho su adicción al cigarrillo, además de que se quebró un brazo durante un simula­ cro de ataque, y le dieron un pisotón en la nariz en la covacha, en Jinotega, al bajarse un compañero de la cucheta. Pobre flaca, parecía tan frágil. Aunque conociéndola, sé que tenía una firmeza de acero”. Memo vivía y vive en una de las ciudades más brutalmente arra­ sadas por el terrorismo de Estado, Bahía Blanca, y en ese contexto se acercó a la Fede: “En septiembre del 78 liberan a tres compañeras (una de ellas era mi hermana) que fueron detenidas en abril de 1976 en un acto de repudio a Remus Tetu25por el asesinato de Watu26en la Universidad Nacional del Sur. En la reunión que hacemos cuando las liberan se habló de lo sucedido en La Plata con estudiantes de secun­ daria, conocido como ‘La noche de los lápices’, porque era unos días antes de que se cumplieran dos años de esa noche”. 24 Secuestrado y desaparecido por acción de las fuerzas estatales o paraestatales. 25 Rector “normalizador” de la Universidad Nacional del Sur durante seis meses, en 1975. 26 David Watu Cilleruelo, militante comunista asesinado durante la gestión de la intervención, previa al golpe de Estado. C L A U D IA CESARO N I

29

En ese mismo año 1978, Jorge Garra (1947) y su compañe­ ra Nora Feliz eran liberados después de sufrir un secuestro que, quizá por diferencia de unas horas no culminó con su desapari­ ción definitiva. Garra se había afiliado a la Fede veinte años antes, en un campamento realizado en Córdoba, con apenas once años. Era 1958, el año en el que nació Pablo Marrero, uno de sus más cercanos compañeros en el Regional Sur y en la Brigada. Garra era el hijo de Pilar, una gallega comunista, combativa y valiente, responsable de la prensa partidaria en La Colonia, un barrio del oeste de Quilmes,27y lo afiliaron —sin carné—por debajo del límite oficial de ingreso, que eran los catorce años, lo que era bastante habitual con los hijos e hijas de familias comunistas. Desde entonces Jorge militó en el ámbito secundario, en el territorial, y en el movimiento obrero. Había viajado a Alemania a formarse en la escuela internacional, y a los veintiséis años se había casado con Nora, una muchacha un poco más joven pero igual de comunista que él, de preciosos ojos azules. El 30 de diciembre de 1977, a partir de informaciones de inte­ ligencia arrancadas bajo la tortura, se producen una serie de alla­ namientos y secuestros de militantes comunistas de la zona sur del conurbano. El PC, como el resto de los partidos políticos que no participaban en la lucha armada, tenía suspendidas sus activi­ dades, pero no estaba ilegalizado. Sin embargo, sus militantes no quedaron al margen de la furia represiva: ciento cincuenta y seis comunistas desaparecidos, cientos de torturados y perseguidos son la muestra evidente. En ese contexto se realizan los allana­ mientos. Jorge no estaba en su casa, pero sí en la de su suegra, de donde se lo llevan junto con Nora: “Por esa época terminó (Ramón) Camps28 su gestión y entró (Ovidio Pablo) Riccheri. 27 Nota para los no quilmeños: el río, y las vías del tren, dividen nuestra lo­ calidad. Quilmes Este queda del lado de la vía que da al río, y Quilmes Oeste, del otro lado. 28 Ramón Camps, Jefe de Policía de la Provincia de Buenos Aires durante el más brutal período represivo de la dictadura. Lo sucedió Ovidio Pablo Riccheri. Los hechos sucedidos en la Brigada de San Justo se ventilan en un juicio 30

B RIG ADISTAS

Eso pudo habernos salvado. Estuvimos en la comisaría 1ra. de San Justo. Nos llevaron tabicados en un Torino, y cuando llega­ mos nos separaron. Detuvieron a diecisiete de la Fede, incluyen­ do a mis hermanos. Nos aplicaron picana y submarino. Me decían: ‘Denunciá para arriba’. Yo tenía claro que si hablás, cobrás y que cuanto más hablás más cobrás. La opción es hablar o no hablar. A mí me sostenía el ejemplo de otros, pero llega un momento en que sos vos y nadie más. En la tortura no hay mediaciones: la brutalidad se instala. Si te dolió la primera vez, y pensás que si hablás se suaviza, cagaste. Al segundo día nos sacan de la celda porque venía una inspección. Como ese día se producía el cambio de Jefatura, me sacan y me llevan a la armería. Venían policías y me decían: ‘Flaco, no te hagás matar, te están cagando a palos’. El segundo día me torturaron junto con Nora, con picana. Nos largaron el 13 de enero del 78”. Aún a riesgo de padecer persecución, sufrir torturas o perder la vida, militar en plena dictadura militar era, justamente, resignificar el sustantivo en verbo. Yo no elegí dónde nacer, obviamen­ te. Pero si hubiera podido hacerlo hubiera elegido el Sur. No el sur patagónico, el frío y el viento, no. El sur conurbano, y dentro del sur conurbano, el sur con río, fútbol y cerveza: Quilmes. Allí nací, crecí, estudié y comencé a militar o sea, a hacer cosas para que todo o algo cambie. Militar es luchar por un presente y un futuro distintos. Es levantarse uno, varios, todos los domingos bien temprano, con calor, lluvia o frío, y salir a tocar timbre en las casas de barrios lejanos al tuyo. Mucho antes de que el macrismo29 lo utilizara como estrategia de campaña, lo hacíamos noso­ tros, lo llamábamos piquetear y esos domingos por la mañana solo oral desde agosto de 2018. El 20 de febrero de 2019 declararon Jorge y Nora. http://juiciobrigadadesanjusto.blogspot.com/ 29 La fuerza política encabezada por el ex presidente del Club Atlético Boca Juniors, ex Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (2007­ 2011 y 2011-2015) y presidente de la República Argentina entre 2015 y 2019, el empresario Mauricio Macri, utiliza como estrategia de campaña el “timbreo” preparado como herramienta de su marketing político. C L A U D IA C ESAR0N I

31

nos cruzábamos con evangelistas igualmente convencidos de sus ideas. Una vez conseguida la atención, ofrecíamos el periódico de la Fede, y si lográbamos conversar con la señora o el señor de la casa, o con los adolescentes o jóvenes que allí vivieran, luego de compartir unos mates, o lo que se nos brindara (Cacho recuerda los piqueteos domingueros en el Dock Sud, y los ofrecimientos irrechazables de vino a las diez de la mañana...), quizá lográra­ mos vender un ejemplar de la revista, o llevarnos una ficha de afiliación como trofeo. Y si era la ficha de un laburante, mejor. Y si era de un obrero, y si era de una gran empresa, y si era de una gran empresa de concentración (Peugeot, Ducilo, Alpargatas), así llamadas por los cientos o miles que allí trabajaban, alegría especial, felicitaciones, muy bien, quizá una orden “Jorge Calvo”, la satisfacción de la tarea cumplida, al menos por ese domingo de patear los barrios. Militar era ir a la villa del Monte, cerca del río de Quilmes, para contactar a un compañero que solo se podía encontrar a las diez u once de la noche, sin registro de los peligros que implicaba circular a esas horas en colectivo o caminando, llevando la prensa de la Fede o con pequeños apuntes que difícilmente pudiéramos masticar y tragarnos si nos paraba la policía. Militar era también organizar de algún modo el colectivo al que pertenecíamos, construir espacios en las escuelas que reempla­ zaran a los prohibidos centros de estudiantes, pensar y armar ac­ tividades -un campeonato de fútbol o de vóley o de ajedrez, una muestra de cine, una charla- o publicar una revista estudiantil. En mi caso, la revista Etcétera, que llegué a dirigir en 1979, el año en que egresé del Normal. Los padres de Gustavo Hurtado Uhalde (1963) se separaron a sus cuatro años. Su madre era “de familia militar y gorila”. Su padre, franquista: “En un juego de magia sería derecha por aquí, derecha por allá. Estuve pupilo en el Instituto Social Militar Dr. Dámaso Centeno entre marzo de 1974 y diciembre de 1975 (once y doce años, respectivamente). Allí aprendí a odiar a los milicos y a la Iglesia”. En paralelo con el golpe más brutal que este país haya 32

B RIG ADISTAS

sufrido, en marzo de 1976 Gustavo ingresó al Colegio Nacional de Buenos Aires (CNBA), dependiente de la Universidad de Buenos Aires (UBA), uno de los establecimientos más politizados y donde la represión se ejecutó con mayor virulencia: “Se fueron sucedien­ do los rumores y las confirmaciones de los alumnos, ex alumnos y profesores desaparecidos. Vivía en un mundo donde las organi­ zaciones estaban absolutamente ocultas. No encontraba dónde ca­ nalizar mi bronca contra la dictadura cívico-militar. Hasta que los de 4to. año del Buenos Aires comenzamos a relacionarnos con una división de chicas del Liceo 9 del barrio de Belgrano, donde la Fede tenía una fuerte organización, y los círculos funcionaban regular­ mente. A través de ellas logro encontrarme con los compañeros de la Fede del CNBA, que por esa época no pasaban de seis o siete. A fines de 1979 me contacto con un compañero del Colegio y empiezo a militar en la Fede, con mucha mayor participación en el 80 y el 81. Organizábamos campamentos y editábamos una revista clandesti­ na, mientras empezamos a dar los primeros pasos para reorgani­ zar el centro de estudiantes junto a compañeros de otras fuerzas e independientes eligiendo delegados por cada una de las divisiones donde podíamos hacer pie. Empezamos a multiplicarnos”. En Rosario, otra de las ciudades más brutalmente atacadas por la furia represiva, Angel Loto, el Negro Lito (1962) también se in­ corporaba a la militancia en su escuela, una técnica en la que un amigo entrañable y comunista lo afilió a la Fede entre el 78 y el 79. Ese mismo año, Cacho, en el ámbito estudiantil universitario —la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires—se concentraba en las comisiones de deportes y de apuntes: organi­ zar partidos de fútbol masivos y abaratar el costo de los materiales eran buenos modos de construir organización desde la Fede, a la que había llegado luego de pasar por el trotskismo y el ERP. Esos pasajes previos le generaron el recelo de un camarada: “—¿Vos venís de familia comunista? No ¿Y sos judío? No. C L A U D IA CESARO NI

33

¿Es cierto que estuviste en el ERP? Sí. Flaco, yo no sé, sinceramente, por qué te aceptaron la afiliación”. Quien sería uno de los médicos de nuestra Brigada en 1985, y luego médico en El Salvador, no se amilanó, y continuó en el Sector Universitario hasta 1985, cuando la baja obligada por en­ fermedad del Rodolfo Finti Carballo, un colega cordobés que es­ taba en la lista para viajar a Nicaragua, le posibilitó viajar a él. La Brigada se integró con varias capas de militantes en cuan­ to a orígenes y generaciones. Hubo quienes se acercaron a la militancia antes del golpe o apenas se produjo. A los doce años, como Carlos López (1963), hijo de comunistas, afiliado apenas ingre­ só a la escuela secundaria en 1975; a los quince, en 1976, como María Esther Parodi, Mary (1961) “y mi viejo casi me mata”; o a los dieciséis, como Rubén Rivero (1957), entusiasmado por las discusiones políticas que se daban en el ámbito secundario, en “la mítica escuela industrial Emilio Mitre en San Martín”, como la define orgulloso, en los años 72 y 73. Estudiar de noche, des­ pués de trabajar, y mantener largos debates donde se cruzaban trotskistas, peronistas y comunistas, lo vinculó con un compa­ ñero que recuerda especialmente: “Ricardo E l Indio Colantonio, militante de la Fede, tremendo compañero ya lamentablemente fallecido”. En mayo de 1973, plena ebullición política -asunción de Héctor Cámpora, libertad de los presos políticos, remoción de estructuras dictatoriales, ilusión de que jamás volverían los militares-, Ricardo -delegado al centro de estudiantes- invita a Rubén a una reunión, que él pensó que sería justamente para dis­ cutir cuestiones estudiantiles: ‘Todo normal hasta que comienza la reunión y presentan a un compañero que, como secretario del círculo, iba a brindar el informe político del Partido. Así es como me encuentro en mi primera reunión de la Fede sin estar afiliado. Escucho el debate de la situación política, social y económica, la planificación de las actividades a realizar, y me entusiasma lo que escucho, por lo organizativo y por el nivel político de los 34

B RIG ADISTAS

compañeros. Llega el momento de la propuesta a la afiliación y ya no me quedaba duda de la aceptación”. La elección de ingresar a la Fede luego de mantener vín­ culos con otras fuerzas políticas también alcanzó a Enzo Vigliocco (1954) en 1974: “Arranqué con la militancia social en la secundaria, año 72, en la lucha contra un proyecto de la dic­ tadura de Lanusse, que pretendía degradar el título que da­ ban en las Escuelas Técnicas. Estudiaba en el Otto Krause, en Capital, y vivía en Morón, me era difícil hacer otra actividad. Al volver al barrio me crucé con los amigos de tantos años, mu­ cho ‘bicho colorado’, se armaban terribles debates en la cervece­ ría de la esquina dónde parábamos. Entre ellos estaba E l Cabezón Luis Steimberg, que militaba en la UBA. Con él empecé a mili­ tar en Abogacía en los inicios del 74. ¡No sé cómo fui a parar allí! El 1 de mayo de 1974 acompañamos a la Juventud Universitaria Peronista (JUP) a la Plaza, cuando el viejo30 nos echó me llevé un ladrillazo y tres puntos de yapa. En esa época dudaba sobre dónde militar, si en la Fede o en la Juventud Peronista. El pésimo desempeño de la retirada tan desordenada y ver tantos compañeros y compañeras indefensos ante el ataque de los fachos desnivelaron la balanza. Y el 2 de mayo busqué a los cumpas de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) donde estudiaba, les pedí que me afi­ liaran y empecé a militar en la Fede de la UTN Haedo”. En 1968, época de dictadura encubierta bajo el nombre de Revolución Argentina, Gerardo Portela (1948) se incorporaba al Frente de Autodefensa de la Fede: “Cuando voy a hacer la colimba31 me encomiendan trabajar con los soldados. Nosotros 30 Referencia al entonces presidente de la Nación, Juan Domingo Perón, fallecido el 1 de julio de 1974. 31 Colimba: palabra que surge de reunir las tres primeras sílabas de las activi­ dades que mayoritarimanente realizaban los jóvenes incorporados al Servicio Militar Obligatorio (SMO): COrrerLIMpiarBArrer. El SMO fue derogado du­ rante la presidencia de Carlos Menem 1989-1994, luego de la muerte del soldado Omar Carrasco en Neuquén, producida por las torturas y el abandono sufridos cuando se encontraba cumpliendo el SMO bajo responsabilidad del Ejército. cLA u D IA cEsA R oN I

35

teníamos un sector que trabajaba con oficiales, suboficiales, con gendarmería, y con soldados. Me incorporo a ese trabajo y con­ tacto con militantes de la Fede que hacían el Servicio Militar. Sacábamos una revistita —E l Colimba—, con stencil, la hacía con guantes para que no quedaran huellas, después la metía en una bolsita de nylon, y se distribuía en los baños de los cuarteles”. Gerardo se había afiliado a la Fede a los catorce, en 1962, de modo clandestino —era presidente José María Guido, luego del gol­ pe contra Frondizi—. Recuerda sus años de infancia, cuando su pa­ dre comunista sufría la persecución política durante el gobierno de Perón: “Mi viejo era obrero de la industria del vestido, fue en cana varias veces, yo me recuerdo a los seis o siete años tirando manda­ rinas a los de la Sección Especial32 que lo venían a buscar. De todos modos, no era una casa ‘gorila’,33y yo era bastante independiente”. El terrorismo de Estado alcanzaría de modo directo a varixs brigadistas. Cuando Pablo Marrero (1958) viajó a Nicaragua como segundo jefe del pelotón El Cordobazo, su hermano —que lo había impulsado a afiliarse a la Fede en 1971 en el barrio de Burzaco, donde vivían—llevaba seis años desaparecido desde su secuestro el 20 de abril de 1979. Nunca apareció. Indagar sobre los orígenes de nuestras militancias permite conocer historias de una riqueza inagotable, en las que el coraje de lxs compañerxs y la contracara de la cobardía estatal o paraestatal se cruzan una y otra vez. Cuenta Daniel Romano (1958): “Nací 32 Sección Especial de Represión al Comunismo, un área de la Policía Fede­ ral creada en la década del 30, con objetivos nada eufemísticos, que siguió fun­ cionando durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón (1946-52). 33 Gorila: el modo en que se llama a los opositores al peronismo, y por ex­ tensión, a quienes se oponen a proyectos populares. Surge del programa radial La Revista Dislocada, en 1955, finales del segundo gobierno de Juan Domingo Perón, poco antes del golpe militar que lo derrocó. En marzo de ese año se había estrenado la película Mogambo, con Clark Gable y Ava Gardner, que transcur­ ría en la selva africana. Aldo Cammarota armó un sketch en el que había un científico que ante cada ruido selvático decía atemorizado: “deben ser los gorilas, deben ser”. La frase comenzó a utilizarse con relación a ruidos y movimientos de índole golpista. 36

B RIG ADISTAS

en Rosario, hijo de Elsa y Ángel, que se conocieron militando en la Fede. El padre de él, Cayetano (anarquista en su juventud) y la madre de ella, Augusta Giménez, separada del marido (¡en esa época!) y afiliada en secreto durante los primeros años al PC, en la década del 40, siendo obrera textil. Una hermana de mi madre murió en el año 54 militando para la Liga. En Rosario un ma­ tón del sindicato de la carne la empujó cuando iba en bicicleta, y cayó bajo las ruedas de un camión. Iba a llevar la carta de Sergio Ambroggi, un joven preso sindical de la época, creo que al cón­ sul italiano. Esa carta nunca llegó, yo la encontré años después. Viví en Rosario hasta los catorce años, hice la secundaria en Villa María (Córdoba) y a los 18, ya viviendo en San Lorenzo, me afilié al PC. Al poco tiempo se reorganizó la Fede, y me pasé”. Ana Bianco, la Tana (1954), llegó al Partido Comunista en 1972, de la mano de un tío que vivía en Mataderos, su barrio. Su hermana militaba en Montoneros, pero cuando Perón los llama imberbes -el mismo día en que Enzo vuelca su decisión militan­ te hacia la Fede-, ella se pasa al Partido Revolucionario de los Trabajadores/Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT/ERP, de orientación trotskista). La secuestran el 30 de abril de 1976. La represión sobre su familia no termina allí: “Mis primos Oscar y Manuel Ponce hicieron el mismo derrotero, de Montoneros al PRT, y fueron fusilados en la vía pública en febrero de 1977. La hija de Manuel, de once meses, fue dejada en una posta sanitaria y luego llevada a la Casa Cuna. Mi madre logra recuperarla el 15 de abril del 77, cuando no estaban todavía constituidas Madres ni Abuelas de Plaza de Mayo. Mary estuvo en el primer encuen­ tro, el 30 de Abril de 1977”. Mary, la mamá de la Tana, es María Ponce de Bianco, secuestrada el 8 de diciembre de 1977 junto a otras once personas en la Iglesia de Santa Cruz, señaladas para su secuestro por quien se hacía pasar por el hermano de un des­ aparecido, Alfredo Astiz. En el grupo estaban también las fun­ dadoras del primer grupo de Madres de Plaza de Mayo, Azucena Villaflor, y Esther Ballestrino de Careaga, y las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet. C L A U D IA CESARO NI

37

Pocos días después todas fueron arrojadas desde un avión al Río de la Plata. Sus cadáveres aparecieron en las costas de Santa Teresita el 20 de diciembre de 1977, cerca de donde ahora leo por enésima vez, siempre estremecida, esa historia tremenda que solo pudo saberse muchos años después de la masacre, en 2003, cuan­ do se encontraron y se exhumaron los cuerpos que estaban ente­ rrados sin nombre en el cementerio de General Lavalle. Mientras compartíamos los días con la Tana en Nicaragua, ella no sabía aun dónde estaba su madre, y la mayoría de quienes éramos sus compañerxs desconocíamos los detalles del modo en que la dictadura había descargado toda su brutalidad sobre su familia. 1979 fue el año del triunfo de la Revolución Sandinista, y muchxs de nosotrxs hacía rato que nos interesábamos por lo que pasaba en ese pequeño país. Amábamos a Cuba, buscábamos recuperar al Che, una figura poco visible en el Partido en esos años; y afano­ samente tratábamos de saber más sobre Nicaragua y El Salvador, que aparecían en las noticias de la sección internacional de los dia­ rios como una luz de esperanza en el centro del continente. Cacho recuerda que trataba de escaparse de la oscuridad de la dictadura escuchando radio en onda corta. La mítica Noblex 7 mares estaba instalada en muchos de nuestros dormitorios y comedores. Yo escu­ chaba Radio Moscú, en particular el programa Escucha Chile. Cacho tenía un repertorio más amplio: Radio Moscú, Radio La Habana, Radio Tirana, desde Albania, y también la BBC. Allí iba siguien­ do el recorrido de los movimientos revolucionarios de América, en particular de El Salvador y de Nicaragua. Por esa época, me veo leyendo en el Clarín, uno de los diarios que por entonces comprá­ bamos en casa, noticias sobre los avances de los jóvenes sandinistas en Nicaragua. Recuerdo, en julio del 79, la foto de una estatua del dictador Anastasio Somoza cayendo al piso en alguna ciudad, quizá Managua. Y me veo también vendiendo bonos solidarios con Nicaragua en los recreos del Normal, durante mi 5to. año. Un poco antes, una amiga de mi madre me había traído de un viaje al exterior el libro de Julio Cortázar Alguien que anda por ahí (1977), prohibido en la Argentina. Incluía Apocalipsis en Solentiname, un 38

B RIG ADISTAS

cuento que hablaba de la belleza y el horror en ese sitio donde vivía Ernesto Cardenal, el poeta y monje trapense que escribía tanto con­ tra Somoza como a un amor de juventud. Ella se llamaba Claudia, y alguna que otra vez me habré sentido la protagonista de ese amor. Epigramas Te doy, Claudia, estos versos, porque tu eres su dueña. Los he escrito sencillos para que tu los entiendas. Son para ti solamente, pero si a ti no te interesan, un día se divulgarán tal vez por toda hispanoamérica y si al amor que los dictó, tu también lo desprecias, otras soñarán con este amor que no fue para ellas. Y tal vez verás, Claudia, que estos poemas, [escritos para conquistarte a ti] despiertan en otras parejas enamoradas que los lean los besos que en ti no despertó el poeta. Cuídate, Claudia, cuando estés conmigo, porque el gesto más leve cualquier palabra, un suspiro de Claudia, el menor descuido, tal vez un día lo examinen eruditos, y este baile de Claudia se recuerde por siglos. Claudia, ya te lo aviso. De estos cines, Claudia, de estas fiestas, de estas carreras de caballos, no quedará nada para la posteridad sino los versos de Ernesto Cardenal para Claudia (si acaso) y el nombre de Claudia que yo puse en esos versos y los de mis rivales, si es que yo decido rescatarlos del olvido, y los incluyo también en mis versos para ridiculizarlos.

C L A U D IA CESARO NI

39

Esta será mi venganza: Que un día llegue a tus manos el libro de un poeta famoso y leas estas líneas que el autor escribió para ti y tú no lo sepas. Me contaron que estabas enamorada de otro y entonces me fui a mi cuarto y escribí ese artículo contra el Gobierno por el que estoy preso. Al perderte yo a ti, tú y yo hemos perdido: yo, porque tú eras lo que yo más amaba y tú porque yo era el que te amaba más. Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo: porque yo podré amar a otras como te amaba a ti, pero a ti no te amarán como te amaba yo. Terminado el 79, y egresada del Normal, hice el curso de in­ greso a la Escuela de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata. Viajaba cada día desde Quilmes en el tren de las seis de la mañana. Volvía corriendo al mediodía y me iba a trabajar a la Biblioteca Moreno de Bernal, reconstruida, modernizada y re­ bautizada como Complejo Cultural y Biblioteca Pública Mariano Moreno. Entre marzo y diciembre de 1980 trabajé allí de 15 a 21, to­ dos los días hábiles menos los miércoles, y también los sábados. El ritmo facultad-trabajo-militancia lo soporté solo seis meses: ingresé a la Carrera de Periodismo, cursé hasta las vacaciones de invierno y ya no volví. Durante un largo año y medio me dediqué a militar, a trabajar y a pensar qué carrera seguir. Había abandonado la idea de ser maestra por pura rebeldía contra mi madre, y dudaba entre ser asistente social o abogada. Por esos meses de indefiniciones hice un test de orientación vocacional en la Universidad de Buenos Aires. Había preguntas como “¿Qué problema le parece más grave?”. Y las opciones eran: “Cáncer o Ateísmo”. Supongo que habré marca­ do la opción cáncer. En cualquier caso, el resultado fue que podía 40

B RIG ADISTAS

seguir alguna carrera orientada hacia las ciencias sociales, lo que no me sirvió de mucho porque eso ya lo sabía. Entre 1979 y comienzos de la década del 80 se afilian a la Fede varixs futurxs brigadistas. A Julio Vezub (1964) lo afiliaron dos ami­ gos en el verano de 1979, uno de ellos, Carlos, con quien compar­ tiría la delegación de los universitarios de la Fede en la Brigada del Café. Julio fue secretario de los secundarios del Regional Norte de la Fede hasta 1984, y luego ingresó a la facultad de Derecho, donde nos cruzamos alguna que otra vez. Con apenas catorce años, y “por portación de apellido”, Adrián Szmukler (1966), en “el Cuba”, la escuela técnica 28, llamada en realidad República Francesa, pero que se conoce con el nombre de nuestra isla amada porque que­ da en esa calle del barrio de Belgrano. En el ámbito universitario —Universidad de Morón, donde llegó a ser secretario político de la organización—, Alfredo Laneri (1956), que vivía en Capital Federal pero estudiaba en el oeste bonaerense. Del mismo Regional Oeste, Julio Penayo (1961): “Tenía un amigo, que tenía otro amigo, un uruguayo que le andaba envenenando la cabeza con ‘cosas raras’”, recuerda riendo. “Me invitó a ir a verlo, nos sentamos en el pasto de la vereda y tras una breve charla, este uru­ guayo sacó un papelito y me invitó a afiliarme a la Fede. Tuve una gran resistencia en mi familia, me la pasaba mintiendo, por mie­ do principalmente...”; y Eduardo Ferretti (1966), uno de los más jóvenes de la Brigada: “Empecé a militar en el 80-81 con quince años. Estudiaba industrial en La Matanza y por supuesto me co­ nectaron a secundarios de la Fede de allí... mi viejo creció en un orfanato de curas y los odió toda la vida, así que se hizo comunista en la secundaria y nos transmitió sus ideas desde chicos. En pocos años llegué a ser responsable de secundarios del Regional... y ahí me propusieron ir a Nicaragua”. También a partir de un familiar comunista —su hermano—, y en el ámbito estudiantil secundario, en 1980 se afilia Alfredo Falivene (1963), del Regional Norte. La rosarina Gabriela Okon, Gaby (1963), de familia comunista, lle­ gó a la Fede en 1979, mientras estaba en la escuela secundaria, pero “realmente empecé a militar cuando entré a Arquitectura. cLA u D IA cEsA R oN I

41

Nosotros construimos la comisión pro-centro, y luego ganamos el centro de estudiantes durante tres años seguidos con un frente con radicales para la liberación y peronistas de izquierda”. En Rosario, y una vez terminado su primer año de profesorado en Educación Física, elegiría a la Fede como espacio de militancia Lucía Viale (1963), hija del Gringo Lisandro Viale, un histórico po­ lítico de izquierda, y dirigente entonces del Partido Intransigente: “Mi hermano mayor, Gustavo Nino Viale era militante de la Fede desde los catorce o quince años, pero quien me afilia es un amigo de toda la vida, él me invita a afiliarme y a hacer el Primer Nivel...”. En el mismo año 1981, se afiliaba otro rosarino con quien Lucía compartiría la delegación de la provincia de Santa Fe en la Brigada, Juan Carlos Ferreyra (1960), también de familia comunista. Después de mucho pensar (“¿Asistencia Social? No, dema­ siado dolor. Mejor Derecho, me da más posibilidades de cambiar las cosas...”, resolví ingenuamente, sin imaginar cómo y cuánto me iba a cruzar con el dolor una vez que me recibiera de abogada y qué difícil es cambiar algo en el ámbito del Derecho), en 1982 me decidí por la carrera de Abogacía y por la Universidad de Buenos Aires. En febrero comencé con el curso de ingreso. El 30 de mar­ zo, después de rendir un examen parcial, intenté llegar a Plaza de Mayo con mi novio de entonces, convocados por la CGT bajo las consignas de “Paz, pan y trabajo”. No lo logramos, como otros miles, y juntos corrimos gaseados y apaleados, hasta tomar un co­ lectivo que nos llevó a la avenida Santa Fe, en la zona norte de la ciudad. Recuerdo como si fuera hoy, treinta y siete años después, la sensación de que el lugar al que llegamos —Recoleta—era otro mundo. Distante apenas unas cuadras del sitio donde se desataba una represión brutal, allí no pasaba literalmente nada. No llegaba el olor de los gases ni se escuchaban los gritos de los reprimidos. Ese día varixs futurxs brigadistas hicieron su bautismo de fuego en la militancia, también corriendo bajo los palazos, tan solo tres días antes —no lo sabíamos entonces—de que Malvinas estuviera en nuestra actividad cotidiana. Fabiana Arencibia, Fabi (1961) lo recuerda así: “A la Fede me afilié en 1982. Había participado de la 42

B RIG ADISTAS

marcha del 30 de marzo convocada por la CGT contra la dictadu­ ra. Fui con una compañera del secundario y ahí por primera vez viví una represión, los gases, aunque desde bastante lejos porque mi amiga se asustó. No estaba en ninguna organización. Pero esa marcha me abrió la necesidad de incorporarme a algo colectivo. De padres comunistas, entonces hice esa elección. Pero fue re­ cién después de lo de Malvinas que fui al local de Morón y pedí afiliarme. Ahí me incorporaron a un círculo de la Universidad de Morón que fue donde empecé a militar”. Fabi intentó llegar a la Plaza el 30 de marzo desde Morón; yo desde Quilmes, previo paso por la Facultad de Derecho; Aníbal Tesini (1954) desde Villa Obrera, Lanús: “Venía acercándome a la Fede desde muchos años antes. Lo primero que recuerdo es un acto por la Alianza Popular Revolucionaria, en 1973. En el barrio o eras peronista o eras co­ munista, y cada vez que había un golpe los venían a buscar a unos y a otros. Pero cuando me decidí definitivamente a afiliarme a la Fede fue en los días de la movilización del 30 de marzo de 1982. Los del Partido pensaban que me habían afiliado los de la Fede, y viceversa... El día anterior, después de una pintada, uno de los compañeros mira la lista de afiliados para hacer el control y me dice ‘-Pero Aníbal, no estás acá... ¿cómo que no estás afiliado?’. Y ahí mismo me afilió”. Para Eduardo Scazzino, Pipí (1960), esa movilización tam­ bién fue un hito: “Mi militancia arrancó en Buenos Aires cuan­ do entré al ferrocarril allá por fines del 81, en el sindicato La Fraternidad, en ese entonces dirigido por comunistas y peronistas que venían de hacerle frente a la dictadura. Un día, en marzo del 82, cayeron los cumpas a las casas donde vivíamos y nos convoca­ ron a la marcha del 30 de marzo. Obviamente nos garrotearon y gasearon como a todos. Ese fue mi bautismo de militancia”. A la casa rosarina de Oscar Pellegrini, Quincy (1960) tam­ bién llegaron militantes con el objetivo de afiliarlo: “En 1982 yo cursaba segundo año de la carrera de Medicina. Tenía un bar con dos amigos, Phoebus, lugar de resistencias culturales de la épo­ ca. Purgaba por dichas circunstancias un arresto domiciliario por C L A U D IA CESARO NI

43

‘ruidos molestos’. Llamábase así en el expediente de la justicia provincial santafecina a la música en vivo. Vienen a melonearme a casa de mi madre, de donde no tenía la libertad de irme, dos com­ pañeras, una de ellas, Diana Polito.34 Tenía mis resistencias a afi­ liarme por las posiciones del Partido frente a Videla y compañía, pero pudo más la insistencia de las compañeras. Yo venía de haber militado en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), no me explico aún como no caí preso en el 76, porque la mayoría de mis compañeros estuvieron seis años detenidos desde entonces. En el 77 y 78 los que quedamos de lo que había sido el cuerpo de dele­ gados del Nacional 1 de Rosario habíamos armado un Grupo de Estudiantes Secundarios Pro Naciones Unidas (GESPUN) con reconocimiento del Centro de Información de Naciones Unidas para Argentina y Uruguay e inscripción legal en el colegio. Eso pudo haber cubierto esos años. En fin, eran los días cercanos a Malvinas. Como yo había militado en la UES, esa era la prueba concreta del giro a la izquierda de las masas peronistas, aunque a mí el Viejo siempre me pareció un facho. Por supuesto que admi­ raba a Cooke,35 Peronismo y Revolución sigue siendo uno de mis libros preferidos a la hora de pensar la Argentina. En épocas de ir a la Brigada era secretario político del sector universitario”. La Guerra de Malvinas estalló cuando todavía nos reponíamos de los golpes y los gases. En ese abril de 1982, mientras escucha­ ba los comunicados del Estado Mayor Conjunto y despedía a mis amigos movilizados a las Islas, estudiaba para el ingreso a Derecho, lloraba por mi amor terminado, y visitaba cuarteles y sindicatos en Quilmes con volantes que decían “Nicaragua y Malvinas, la misma 34 Diana Polito, médica, integró la segunda Brigada a Nicaragua en 1986. Militante siempre, y luchadora por el derecho al aborto legal, seguro y gra­ tuito, falleció en noviembre de 2018. Durante la presentación en Rosario de la película Los 120. La Brigada del Café, en noviembre de 2018, se la homenajeó como brigadista, como médica, como docente, y como militante popular. 35 John William Cooke, dirigente peronista, mentor de los sectores de izqui­ erda del movimiento. Una de sus frases más significativas: “En la Argentina, los comunistas somos nosotros”. 44

B RIG ADISTAS

lucha”. Ese momento de nuestra vida militante puso a prueba nues­ tras convicciones y debimos argumentar mucho hacia afuera y hacia dentro de nuestras propias cabezas para sostener el reclamo de soberanía sin defender a los mismos militares que desaparecían, torturaban y asesinaban en tierra firme, como tiempo después nos enteraríamos que lo habían hecho en las Malvinas con los propios soldados bajo su mando. El mismo gobierno que nos había apalea­ do el 30 de marzo nos convocaba a la Plaza de Mayo el 2 de abril. Ese día no fui, me recuerdo escuchando la canción E l Pueblo Unido por los Quilapayún en el viejo Winco de mi padre, con una tristeza honda. El 10 de abril sí nos movilizamos con la Fede a Plaza de Mayo, y lo que más disfrutamos fue insultar a Alexander Haig, el representante norteamericano que venía a convencer a los generales argentinos de que abandonaran la loca idea de enfrentar a la Alianza del Atlántico Norte (OTAN). También cantamos canciones de uni­ dad al cruzarnos con las columnas peronistas, con suerte variada. Quienes entonces teníamos dieciocho o diecinueve años habíamos empezado a militar en plena dictadura, y algunos de nuestros ami­ gos y compañeros eran enviados a las Islas Malvinas mientras no­ sotros juntábamos chocolates y ropa, asistíamos a recitales donde cantaban músicos prohibidos hasta el día anterior, y estrenábamos una naciente libertad para discutir sobre política en nuestros ám­ bitos de militancia. En la Facultad de Derecho pasamos de tener que mostrar la libreta a soldados antes de entrar, a poner mesas con carteles y volantes que unificaban reivindicaciones y batallas: “Las Malvinas son argentinas, los desaparecidos también” y “Nicaragua y Malvinas, la misma lucha”. Terminada la guerra y ya cursando Abogacía, seguí militan­ do en Quilmes. Hacía trabajo territorial en el frente de masas: lucha por la paz, defensa de los derechos humanos y solidaridad internacional. Reclamábamos por Héctor Pérez, un obrero, estu­ diante y militante comunista desaparecido en noviembre de 1976; y hacíamos acciones por Nicaragua, amenazada por los Estados Unidos y la contrarrevolución alimentada desde Honduras; y por El Salvador, en plena guerra revolucionaria. Recorría sindicatos, C L A U D IA CESARO NI

45

sedes de partidos políticos y ¡cuarteles! (el Área Material Quilmes36 en particular) con la prensa partidaria, volantes y petitorios pi­ diendo firmas a todo tipo de personajes. En 1984, la única materia que me apasionaba era Derecho Penal, Parte Especial. El titular de la cátedra era David Baigún, Tute., y mi adjunto preferido, Alberto Binder. Baigún era un viejo militante del Partido Comunista, y debo de haberle pedido plata para la Campaña Financiera,37 la solidaridad con Nicaragua o para alguna otra causa justa. Me recomendaba que estudiara alemán y así poder leer a los autores de dogmática penal directamente en su lengua. Yo le respondía que mi prioridad era la militancia y muy en segundo plano la carrera. Con parecidas razones decliné su pro­ puesta de ser alumna ayudante. Durante ese año hice la Escuela de 4to. Nivel Alfredo Varela38 en el local nacional de la Fede, ubicado en Agüero al 800, pleno barrio del Abasto, cuando decir Abasto re­ mitía a un mercado de frutas y verduras y no a un shopping. Si bien no militaba a tiempo completo, tampoco me veía desarrollando una carrera académica. A pesar de lo que me gustaba la materia, y lo que admiraba al Tute, nunca me arrepentí de esa elección. Mucho des­ pués encontré una frase de Ricardo Piglia39 que tomé como bande­ ra: “...jamás se arrepintió de nada que hubiera hecho. El que no está a la altura de su deseo, decía la Coca, ese es uno a quien el mundo puede llamar un cobarde”. Cada uno de nosotros y nosotras al incorporarnos a la Fede dejó algo en el camino: otra opción, distintas formas de vida, al­ gún amor, cierta tranquilidad. Todxs, seguramente, encontramos allí algo de lo que cantó uno de nuestros poetas mayores: 36 http://www.3040100.com.ar/area-material-quilmes/ 37 Cada año, durante el mes de julio, la Fede y el Partido organizaban una campaña de recolección de recursos en la que cada militante y espacio organi­ zativo debía realizar un plan de entrevistas y de actividades para cumplir las metas individuales y colectivas comprometidas. 38 Alfredo Varela: educador y escritor comunista. 39 En su maravillosa Respiración artificial. 46

B RIG ADISTAS

A m i Partido M e has dado la fraternidad hacia el que no conozco. M e has dado la fuerza de todos los que viven. M e has vuelto a dar la patria como en un nacimiento. M e has dado la libertad que no tiene el solitario. M e enseñaste a encender la bondad, como el fuego. M e diste la rectitud que necesita el árbol. M e enseñaste a ver la unidad y la diferencia de los hombres. M e mostraste cómo el dolor de un ser ha muerto en la victoria de todos. M e enseñaste a dormir en las camas duras de mis hermanos. M e hiciste construir sobre la realidad como una roca. M e hiciste adversario del malvado y muro del frenético. M e has hecho ver la claridad del mundo y la posibilidad de la alegría. M e has hecho irreductible porque contigo no termino en mí mismo.

Pablo Neruda

cLA u D IA cEsA R oN I

47

SE A R M A L A B R IG A D A

U na sonrisa L a noche no es nunca completa H ay siempre y a que lo digo Ya que lo afirmo A l fin de la desdicha una ventana abierta U na ventana iluminada H ay siempre un sueño que velar Deseo que colmar hambre que calmar Un corazón generoso Una mano tendida una mano abierta Ojos atentos Una vida la vida para compartir

Paul Eluard Escribo este libro mientras el gobierno de los Estados Unidos ame­ naza a Venezuela con una intervención, como Reagan amenazaba a Nicaragua en 1984/85. El 10 de enero de 2019 asumió Nicolás Maduro la presidencia de Venezuela, como el 10 de enero de 1985 había asumido Daniel Ortega la presidencia de Nicaragua. En ambos casos, Estados Unidos presionó a los países latinoamericanos para que desconocieran con diversas excusas los procesos electorales y la legitimidad de uno y otro. El 23 de enero de 2019 un diputado nacio­ nal de Venezuela se autoproclamó “presidente encargado”. Ronald Reagan utilizaba a Honduras, limítrofe con Nicaragua al norte, para enviar desde allí a un ejército de contrarrevolucionarios a los que 48

B RIG ADISTAS

financiaba ilegalmente. Militares y represores argentinos contribuían al oprobio. Hoy son Colombia y Brasil los países que encabezan el asedio contra Venezuela, sin fuerzas irregulares todavía, pero con una brutal campaña de hostigamiento y ataques permanentes. Entre tan­ tas semejanzas, hay una diferencia sustancial. En 1985 la Argentina tenía un gobierno que, desde una posición respetuosa del principio básico de no intervención en los asuntos internos de un estado sobe­ rano, se opuso a la política de los EEUU. Un video muestra a Raúl Alfonsín en Washington, guardando un discurso que llevaba prepa­ rado, para improvisar una respuesta a las bravuconadas que acaba­ ba de escuchar de boca de Ronald Reagan.40 Hoy ese discurso y esa dignidad no existen. El gobierno de Cambiemos encabezado por el presidente Mauricio Macri se arrodilla ante la avanzada norteameri­ cana, y ha reconocido formalmente a Juan Guaidó, el diputado que se ha proclamado presidente como si eso fuera posible por fuera de los procesos electorales democráticos, un títere golpista al servicio de los EEUU. La debacle que el imperialismo produce una y otra vez en los países que le interesan por razones estratégicas o económicas también tiene semejanzas en uno y otro caso. Nosotros, los brigadistas argentinos, fuimos a colaborar en la batalla del café porque el café era una fuente de riqueza fundamental para garantizar estándares mínimos de bienestar en Nicaragua, un pequeño país con un pueblo sometido a la miseria más atroz durante cuarenta años de somocismo, que debía destinar sumas altísimas de su pobre presupuesto a defen­ derse de los ataques de la mayor potencia del mundo. En 1984/85 todavía existía la Unión Soviética, que cumplía cierto rol de contra­ peso, pero Nicaragua estaba demasiado cerca de aquel país que, como dijo hace dos siglos Simón Bolívar, parece destinado a sembrar de miseria a América Latina en nombre de la libertad. Hablar de aquella Nicaragua es hablar de las amenazas sobre esta Venezuela. Contar sobre aquella experiencia, y lo que significó para nosotrxs y para los nicaragüenses con los que interactuamos es un modo de invitar a que, 40 h ttp :// diarioinedito.com/contenidos/23731-se-cumplen-31-anios-delvigente-discurso-con-que-alfonsin-se-le-planto-a-reagan-en-la-casa-blanca C L A U D IA CESARONI

49

del modo que sea, se sigan poniendo el cuerpo y las convicciones para frenar la agresión imperialista. En nombre de la democracia y la libertad se han cometido crímenes horrendos. En 1985 se pudo evitar la invasión, pero el pueblo nicaragüense, quizá cansado de pagar con vidas y dolor su derecho a la independencia, optó en 1990 por brindar la mayoría de los votos a la fuerza política que le prometía “un cambio”. La extorsión era evidente: “si gana el Frente Sandinista seguiremos combatiéndolos, y ustedes continuarán temiendo por la vida de sus hijos y viviendo bajo una economía de guerra. Si gana Violeta Chamorro, habrá paz, tranquilidad, y bienestar”. Pero no sola­ mente ese bienestar jamás llegó, sino que se aplicaron políticas económicas neoliberales, y se desmontó gran parte del sistema de protección que el Frente Sandinista había creado, aún en medio de la guerra de agresión que sufrió desde su acceso al gobierno. De modo similar a los padecimientos que atraviesa el pueblo argen­ tino desde diciembre de 2015 por haber disfrutado, según dicen los dueños de todo, de una fiesta que no nos merecíamos, y las amenazas del Fondo Monetario Internacional sobre el riesgo que significaría el retorno de lo que llaman modelos populistas, mo­ dos brutales de decir que los deseos de felicidad, independencia y soberanía serán severamente castigados, en cualquier país y a cualquier pueblo que ose recorrer esos caminos.41 En el contexto de guerra que se vivía en Nicaragua en 1985 no­ sotros decidimos ir a ejercer la solidaridad en el terreno. En 1984 lle­ gó la noticia: la Fede iba a enviar una brigada solidaria para participar en el corte de café. ¿Por qué se había tomado esa decisión? ¿En qué contexto? La guerra de Malvinas había terminado desastrosamente con la rendición incondicional de los militares argentinos firmada el 14 de junio de 1982. Si bien el reclamo de soberanía fue acompañado por la totalidad de las fuerzas políticas y por el conjunto de los paí­ ses latinoamericanos, era impensable que los mismos generales que 41 https: / / www.clarin.com/economia/economia/fmi-alerta-eleccionesriesgo-confianza-pais_0_nnu3AnCMS.html 50

B RIG ADISTAS

ejecutaban el terrorismo de Estado en el continente, pudieran llevar adelante una guerra contra el imperialismo inglés, respaldado por la OTAN, en las Islas. Más bien condujeron a la derrota a cientos de soldados, a los que además maltrataron, y en muchos casos, tortura­ ron y llevaron a la muerte. La debacle había acelerado los tiempos del retorno al estado democrático de derecho. O, al menos, de votar libremente a las autoridades. El 30 de octubre de 1983 la fórmula en­ cabezada por el radical Raúl Alfonsín se impuso al justicialista Italo Luder. Los comunistas votamos al perdedor, y en el caso de los que lo hacíamos en la provincia de Buenos Aires, doblemente. En el so­ bre debíamos meter, además de la boleta de Luder, la de Herminio Iglesias —un ex intendente de Avellaneda señalado por sus supuestos vínculos con diversas formas de ilegalidad—, y la del PC para diputa­ dos y senadores nacionales y provinciales. Fue mi primera votación, era fiscal de mesa, tenía veintiún años, y creo que solo voté lo que se me indicaba por temor a que si no lo hacía así, al momento del re­ cuento no iba a haber ningún sobre con esa combinación de boletas y se haría evidente mi desobediencia, con el consiguiente papelón. La vuelta a la democracia, las elecciones, y las tareas de fiscal fueron las vías por las que Luis Fiori (1960), uno de los brigadistas que no provenía de familia partidaria, se acercó a la Fede: “Me afilié a la FJC en noviembre de 1983. Había participado en la campaña electoral, donde me acerqué por iniciativa propia a un local del PC, y fui fiscal. Después de las elecciones decidí afiliarme”. Poco antes, en el verano de ese mismo año, se acercó también por propia iniciativa a un local partidario Esteban Ahel (1963): “des­ pués de leer dos veces el libro de Georges Politzer, Principios elemen­ tales defilosofía. Me miraron con cara rara”, dice divertido, “¿quién iba por las suyas a afiliarse al PC?”. El Partido salía lastimado de la dictadura, pese al heroísmo de muchos y muchas, y la convicción con la que miles de militantes hicimos lo mejor que pudimos durante esos años. Las posiciones públicas ante el golpe, y la propuesta de un frente nacional democrá­ tico y de una convergencia cívico-militar, habían dejado huellas en

C L A U D IA CESARONI

51

la militancia y en la relación del Partido Comunista con otras fuerzas políticas, sobre todo de la izquierda, y el peronismo combativo. La creación del Movimiento de Brigadistas General José de San Martín, y muy en particular, de la Brigada del Café, fue parte del reposicionamiento del Partido, a partir del liderazgo que des­ plegaba el entonces secretario general de la Federación Juvenil Comunista, Patricio Echegaray. Recordando ese momento, cru­ zado con su propia historia, Gerardo afirma que “el objetivo que se buscaba con la conformación de la Brigada era deshacernos de lo viejo en el PC y reinsertar al Partido en el marco latino­ americano revolucionario... ¡pero llegamos tarde!”. Cuenta —a modo de ejemplo, y con tono risueño—que fue a Vietnam, y que cuando hacían determinados recorridos, encontraban señales de los Montoneros, como si estuvieran diciendo a los recién llega­ dos: “Nosotros ya estuvimos aquí”. Y continúa: “La Brigada fue parte de la lucha contra el reformismo, y de nuestro intento por asaltar la dirección del PC, encabezados por Patricio. Fanny (Edelman) acompañó ese proceso”. Gerardo integró la primera Brigada (1985) y encabezó uno de sus pelotones, que llevaba el nombre del Negrito Floreal Avellaneda, un adolescente de quin­ ce años, integrante de la Fede, hijo de comunistas, secuestrado junto con su mamá y su papá, atrozmente asesinado y tirado al río de La Plata.42 Como integrante del Frente de Autodefensa, Gerardo participó en todas las instancias previas, sobre todo en la selección de los integrantes de las tres brigadas de la Fede, y la tercera (1987) la dirigió. Ni la brigada del 86 ni la del 87 —que coexistió junto con una integrada por dirigentes de Juventudes Políticas, llamada Malvinas Argentinas—tuvieron la importancia de la primera, no solo por el número de integrantes, sino por su comportamiento, la acción desplegada y el impacto en Nicaragua y hacia el interior de la organización juvenil y partidaria.

42 El Negrito Avellaneda es uno de nuestros más entrañables héroes, y su mamá, Iris Pereyra, madrina amorosa de la Brigada. 52

B RIG ADISTAS

Sobre los lazos de la Fede y el Partido con Nicaragua, Jorge Garra no tiene dudas: “Cuando triunfó el Frente Sandinista, y en los años inmediatos, nosotros no estábamos en Nicaragua. Gorriarán43 estaba allá. Nosotros lo veíamos por los diarios. Estaba lejos de ser el centro de nuestra política. El nuestro era un Partido encerrado en sí mismo. Estábamos más preocupados por la perestroika”. La dependencia del Partido Comunista de la Argentina (“de la Argentina” y no “Argentino”, ya que en su creación se definió como una sección del Movimiento Comunista Internacional, una parte del todo y no un todo nacional44) de los intereses de la URSS fue una de las cuestiones que se imputaba al Partido, y por extensión a lxs mi­ litantes comunistas con relación a la actuación durante la dictadura 1976-1983: como la Unión Soviética necesitaba trigo, y la dictadura argentina necesitaba vender sus cosechas, los comunistas habríamos desplegado la política del convenio nacional democrático y la con­ vergencia cívico-militar, distinguiendo a un sector de los militares como “moderados”, frente a los “pinochetistas”, porque lo que más nos importaba era sostener con trigo a la “Madre Patria”. Era sin duda una simplificación burda, que ha servido más bien para atacar de modo injusto y parcial al Partido y la Fede y a quienes militamos en sus filas. Al mismo tiempo, es cierto que la línea partidaria fue claramente errada, en un contexto en el que ninguna organización política puede exhibir una posición inta­ chable durante esos años que Garra define como una “zona de oscuridad, turbia”. Analizar la política del PC durante la dictadu­ ra excede los objetivos de este libro, recordarla es parte de enten­ der el contexto en que se decidió crear el Movimiento Brigadista. Los errores continuaron con una estrategia electoral que también 43 Enrique Haroldo Gorriarán Merlo, dirigente del Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP), parti­ cipó activamente en la etapa insurreccional en Nicaragua. Fue uno de los res­ ponsables del ajusticiamiento de Anastasio Somoza, refugiado en Paraguay: https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-73493-2006-09-24.html 44 Ver: Gilbert, Isidoro, La Fede. Alistándose para la Revolución. La Federación Juvenil Comunista 1921-2005, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2009. C L A U D IA CESARONI

53

fue evaluada críticamente. “Después de la derrota —continúa Garra—empezamos a repuntar, hubo un proceso de reflexión, que ya estaba en los regionales, hicimos una autocrítica por el voto a Herminio, y se profundizó la crisis en el PC. En el marco de ese proceso, y en la etapa preparatoria al XVI Congreso del Partido Comunista, hay que insertar a la Brigada. En 1984 se comenzaron a dar procesos de unidad por abajo. Hay dos experiencias en par­ ticular, en La Matanza y en Quilmes, de trabajo con sectores pe­ ronistas de izquierda. La Brigada es parte de eso: se trató de lanzar una actividad de solidaridad con la Revolución Sandinista como elemento de una nueva política, y para desarrollar esa política, construir un nuevo enfoque hacia el movimiento revolucionario en general y al interior de la escena política, de nuevas relaciones con el peronismo y con otros sectores de izquierda”. Esos debates los viviríamos en territorio nicaragüense. Dice Julio V.: “Las discusiones sobre la lucha armada, y las vías de ac­ ceso al poder popular, eran tema recurrente en los ratos libres, y en los fogones. Recuerdo que los nicas se reían de nosotros por nuestra falta de preparación militar, y que alguna vez, cuando a un miliciano de los que nos custodiaban se le escapó un tiro, grita­ ban a modo de burla “¡argentinos, cuerpo a tierra...!”. Además de esos movimientos internos, Garra menciona un elemento externo: “En la conformación del Movimiento Brigadista está la influencia de los cubanos de la Sección América Latina, y su mirada sobre los procesos en Nicaragua y El Salvador”. Por su parte, Cacho revela lo que le contó a él Schafik Hándal, histórico dirigente del movimiento revolucionario salvadoreño.45 Conforme ese relato, y coincidente con lo que plantea Garra, la Brigada del Café se crea como consecuencia de la deci­ sión de Patricio Echegaray de “sentar” al Partido Comunista en la mesa de la izquierda latinoamericana, manejada por la Sección América Latina del Partido Comunista de Cuba. Esa presencia, 45 Nació en 1930 y falleció en 2006. Ver, más adelante, la charla que reci­ bimos los brigadistas sobre la conformación del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional de El Salvador. 54

B RIG ADISTAS

la de los partidos comunistas latinoamericanos, era esencial para Fidel Castro, y en el caso de un partido señalado por su pasado reformista como el de la Argentina, según Hándal, el líder cubano habría planteado que se debían de cumplir algunos objetivos: 1- Entrar a América Central, en especial a Nicaragua y a El Salvador. 2- Garantizar la unidad de la izquierda en la Argentina, lo que requería de un encuentro entre Patricio y Enrique Gorriarán Merlo. 3- Crear un diario de la izquierda en la Argentina. Los puntos 2 y 3 se habrían cumplido a partir de la reunión entre Patricio Echegaray y Gorriarán Merlo, y la posterior crea­ ción del diario Página 12 en 1986. El punto 1, en lo que respecta a Nicaragua, implicó varias reu­ niones entre Patricio y Carlos Carrión, Coordinador de la Juventud Sandinista 19 de Julio (JS 19J). El 11 de julio de 1984, en Managua, se acordó la cantidad de integrantes de la Fede que participarían en el corte de café. Según Cacho cuenta que le relató Schafik, Carrión le preguntó a Patricio cuántos jóvenes podrían enviar: Patricio: —Treinta. Carrión: —¿Sesenta, no? Patricio: —¡Ciento veinte, mejor! Contado así, parece una partida de truco. En la versión pu­ blicada en el libro E l cafetal rojo,4 la escena se recrea de modo levemente distinto, partiendo de una cifra de sesenta integrantes que habría propuesto Carrión. El número final de ciento vein­ te era, en cualquier caso, desmesurado. Garra dice: “Si fuera por solidaridad, se mandaban diez y listo. Probablemente la brigada se excedió en su magnitud”. A la vez,señala un elemento que es fundamental: “Había una enorme avidez en la militancia por par­ ticipar”. Centenares de militantes de la Fede respondimos al lla­ mado, y a noviembre de 1984 unos dos mil nos habíamos inscripto formalmente para ser parte de la Brigada. 46 Mero, Roberto, E l cafetal rojo. Brigada a Nicaragua, Ediciones de la Má­ quina, Buenos Aires, 1985. C L A U D IA CESARONI

55

A partir del acuerdo entre Echegaray-Carrión, todo el traba­ jo se precipitó. Entre los papeles de la caja azul de Garra, una circular inter­ na, sin firma ni fecha, anuncia la decisión de crear el Movimiento Brigadista: “El Comité Ejecutivo de la FJC ha tenido la iniciativa de constituir el Movimiento de Brigadistas, destinado a asumir las diversas tareas nacionales e internacionales, como una forma más de reafirmar nuestra solidaridad, resaltando el profundo carácter internacionalista y revolucionario de nuestra organización juvenil”. Luego, los aspectos organizativos: “Para dar forma a tan im­ portante tarea, que encierra un profundo contenido formativo y educativo, se ha constituido una Dirección Nacional, integrada por un miembro del Secretariado Nacional de la FJC y otros seis compañeros, los que han decidido convocar a un gran Plenario Nacional de Brigadistas para el próximo 6 de octubre, en el lo­ cal de Bahía Blanca 2246, a las 15 horas, donde como homenaje al Cdte. Che Guevara se procederá a constituir formalmente el Movimiento, se dará a conocer el Código del Brigadista47 y se entregará una credencial que certificará la pertenencia al mismo (previa muestra del carné renovado). Será necesario asegurar la presencia de los inscriptos, previendo la asistencia de compañe­ ros del interior. Para continuar en el proceso de formación del Movimiento, se torna necesaria la designación de Responsables y de núcleos de Dirección en cada Regional y Provincia, para que, en vínculo con la Dirección Nacional garanticen y desarrollen los aspectos organizativos, políticos, financieros y propagandís­ ticos que habrá que llevar a cabo para el envío de Brigadas a diversos lugares”. Continúa Garra: “El desarrollo de la Brigada se realizó en el marco de una lucha interna, con muchos obstáculos. Dos años después, cuando se larga Izquierda Unida, tuvimos los mismos conflictos. La Brigada fue más que nada un instrumento de acción 47 Código que lxs brigadistas consultadxs no recuerdan haber recibido. La autora, tampoco. 56

B RIG ADISTAS

política y de lucha interna. Nosotros nos referenciamos en el Movimiento de Juventudes Políticas, pero llevamos solo comu­ nistas porque teníamos necesidad de fortalecer una determina­ da línea en el PC. Los cuadros de la dirección se oponían a la Brigada, la Fede era el motor del viraje. Sacarlo a Patricio de la dirección de la FJC y ponerlo en la dirección del Qué Pasa18 era dar ese mensaje. Sin 16 Congreso la Brigada no existe. La Brigada fue el mascarón de proa del viraje”. Lejos, muy lejos de esas batallas internas y de esas disputas de sentido, estábamos los y las militantes que soñábamos con ejer­ cer la solidaridad con ese país que amábamos a la distancia. Por las tareas que desempeñaba, apenas surgió el Movimiento Brigadista trabajé en la cuestión. Organizaba actividades para jun­ tar dinero, atendía (que es el término que usamos los y las comunis­ tas para englobar acciones diversas como reunirnos, pasar informes pedir rendición de cuentas, dar tareas, acompañar) a futuros brigadistas, vendía rifas y bonos. Era una más de los miles de militan­ tes que, en todo el país, fueron la base sobre la que se construyó el Movimiento Brigadista. Miles que hicieron empanadas y tortas para rifar; lavaron platos y pegaron carteles; repartieron volantes e hicieron pintadas; organizaron actividades pequeñas, grandes y masivas; juntaron peso sobre peso para los brigadistas, soñando con viajar, o no, por pura militancia. La conformación de la Brigada del Café se transformó en la actividad central. En la circular interna ya mencionada se había dispuesto así: “La concreción de la Brigada a Nicaragua requerirá de un esfuerzo en el que todos los afiliados de la FJC deberán participar, vinculando esta tarea entusiasmante y eminentemente política, con la tarea central de vinculación de afiliados. Todas las actividades festivas destinadas a colectar fondos para la Brigada deberán constituirse en una forma más de vincular e incorporar a nuestros afiliados. Habrá que dar luz verde a todas las iniciativas 48 Qué Pasa: periódico oficial del Partido Comunista, luego de Nuestra Pala­ bra, y antes de Nuestra Propuesta. C L A U D IA CESARONI

57

que apunten a reunir el dinero necesario, que en su totalidad será destinado en solidaridad con Nicaragua, ya sea para la constitu­ ción de la Brigada como para la compra de diversos elementos. Todo el dinero integrará un fondo común con ese fin”. Se determinó un plan de recolección de dinero hasta llegar a los seiscientos dólares por brigadista, cifra que luego se elevó a mil; se designó a la revista de la Fede, Aquí y Ahora, como prin­ cipal animadora de la tarea; y se lanzó un concurso para el diseño de afiche y emblema del Movimiento Brigadista. Y, como cierre: “Se trata, entonces, compañeros, de un gran operativo político, que debe transformarse en un hecho de trascendencia si lo vinculamos a la tarea central y lo rodeamos de múltiples iniciativas incorporadoras. La constitución del MOVIMIENTO DE BRIGADISTAS LIBERTADOR GENERAL SAN MARTÍN, será un elemen­ to más que contribuirá a destacar nuestro perfil revolucionario y comunista”. La Brigada saldría los primeros días de 1985. Yo no tenía nin­ guna expectativa en ser parte de los ciento veinte elegidos. Pero, lo recuerdo como parte de lo mejor de mi vida, trabajaba con entu­ siasmo, alegría y compromiso, igual que si me hubieran dicho desde el primer día que iba a viajar. Había que fortalecer a la delegación del Regional Sur, había que elegir a los y las mejores representan­ tes de nuestras barriadas, nuestras escuelas y fábricas, y yo tenía que militar para eso. Y, como si fuera poco, el jefe de los brigadistas era uno de los nuestros, un hombre de nuestro Regional, Jorge Garra. Y, dentro del equipo de dirección de la Brigada estaba otro de los nuestros, uno de mis más cercanos, Pablo Marrero. Así que ahí estaba, militando la Brigada, y ocupando un lugar en la lista de suplentes, por si algunx de lxs designadxs no podía viajar. El 1° de noviembre Pablo me citó en el Regional. Hacía un mes más o menos que veníamos trabajando juntos: él, como responsable de la Brigada del Sur, yo como propagandista, tesorera o cadeta y desde hacía unos días, como miembro “suplente” de la delegación. Eran días nerviosos, de reuniones, de novedades, de hacer y rehacer lis­ tas. “Este no puede por el laburo”, “Esta podría ser pero hay que 58

B RIG ADISTAS

ver el problema familiar”, y así. Yo no tenía problemas, podía ir, pero no me hacía ilusiones. Desde aquel primer cartel en el picnic de Parque Pereyra: “Vamos a Nicaragua. A juntar café a fuerza de solidaridad”, me había metido con todo a laburar, pero sentía la satisfacción de hacerlo más allá de la posibilidad del viaje, aunque sabía la desilusión que sufriría si finalmente no iba. Ese día, ese 1 de noviembre, Pablo me dijo que sí, que finalmente iba a ir. Treinta y cuatro años después, vuelvo a emocionarme. ¿Yo, una militante rasa, iba a ser parte de la delegación de mi regional? ¿Iba a viajar a Nicaragua, un sueño que no me atrevía a imaginar como posible? Sí, iba a ir. Hacía años que amaba a ese pueblo, a esa Revolución y a esos sandinistas. Había con los nicas algo que pasaba por otro lado que el de la militancia partidaria. Los primeros bonos solidarios vendidos en el Normal en el 79. Las visitas a la embajada con notas de saludo de un ignoto Quilmes, que los nicas recibían como todo, sencilla, dulcemente. El primer acto de la Fede desde el golpe, con la nota de la JS19, la bandera de Nicaragua presidiendo. Ese amor que sentía y que sentíamos, en pocos días más iba a materializarse en el viaje de la Brigada. Y yo iba a ser parte de la delegación del Regional Sur, quizá la última49brigadista en ser confirmada. “Te colgaste de la escalerita del avión”, me diría Jorge Garra muchos años después, en­ tre risas y burlas de varios de mis compañeros de regional y de bri­ gada, mientras revisábamos recuerdos y papeles. Si así fue, si llegué la última, pues entonces me tomé de la escalerita y me agarré bien fuerte, con todo mi deseo puesto allí. Y ese viaje iba a transformarse en uno de los hechos más importantes de mi vida. En ese viaje me sentí parte de un colectivo que superaba los límites de mi ciudad, mi país y mi organización. En ese viaje co­ nocí a personas que dejaron huellas profundas de amor en mí, a pesar de haberlas visto por última vez el 1 de marzo de 1985, cuando nos despedimos con un abrazo interminable en el obelisco de Buenos Aires. En ese viaje me enamoré y me desenamoré. En 49 Ser la última brigadista del Regional Sur es una condición que me disputa Aníbal, treinta y cuatro años después... C L A U D IA CESARO N I

59

ese viaje construí afectos que quedaron dando vueltas, hasta que la vida, una escuela, un viaje, una militancia, una red social, los hicieron renacer. En ese viaje tuve miedo y sentí impotencia, pero me rearmé. En ese viaje tuve hambre y alucinaciones olfativas, y nunca dis­ fruté tanto un huevo duro o un pomelo comido a dentelladas. En ese viaje sentí el amor de mi padre y de mi madre, y mi amor por mi sobrina y mis amigas y amigos que me esperaban en Buenos Aires. De ese viaje, cuando volví, me sumergí en la lucha por la libertad de los presos políticos “heredados de la dictadura”, por­ que todos esos sentimientos de entrega y solidaridad tenían que encauzar por algún lado, y ese fue el mejor espacio que encontró la Fede para mí, decisión que agradeceré siempre. Sentimientos de los que nos hablaba el Che, al que habíamos empezado a recuperar orgullosamente. Hablando del hombre en el socialismo, déjenme decirle a ustedes aún a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. E s imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esa cualidad. Quizá sea uno de los grandes dramas del dirigente que este debe de unir a un espíritu apasionado una mente fría, y tomar decisiones dolorosas sin que se contraiga un músculo. Nuestros revolucionarios de vanguardia tienen que idealizar ese amor a los pueblos, a las causas más sagradas, y ha­ cerlo único e indivisible... en esas condiciones hay que tener una gran dosis de humanidad, una gran dosis de sentido de la justicia y de la verdad, para no caer en extremos dogmáticos, en escolasticismos fríos, o en aislamiento de las masas. Y todos los días hay que luchar por ese amor a la humanidad viviente.

Ernesto Che Guevara, carta a Carlos Quijano.

60

B RIG ADISTAS

LOS PR EPAR ATIVO S

Por esta libertad de canción bajo la lluvia habrá que darlo todo. Por esta libertad de estar estrechamente atado a la dulce y firm e entraña del pueblo habrá que darlo todo

Fayad Jamis El viaje que cambiaría nuestras vidas para siempre empezó bas­ tante antes de subir al primer avión. Una vez que cada uno de los y las brigadistas fuimos confirmados, se nos informó que debía­ mos juntar mil dólares.50 No era una condición para viajar, y de hecho en muchos casos era un objetivo de cumplimiento imposi­ ble, por lo que se cubrió solidariamente realizando actividades, rifas, recitales, y pedidos de aportes extraordinarios. En mi caso, por ejemplo, un tío en las antípodas de mi pensamiento político aportó para mi pasaje dejando constancia de sus diferencias, del mismo modo que lo hizo una vieja integrante de la Federación de Educadores Bonaerenses (FEB), en cuya entidad de base, la Unión de Educadores de Quilmes, mi madre era dirigente, y yo 50 En un reportaje realizado al jefe de la Brigada, Jorge Garra, en el periódi­ co Qué Pasa del 7/11/84, este dice: “el costo del viaje por brigadista, de unos 6oo dólares...”; y en la circular interna citada más arriba, y algunos documen­ tos de mi archivo personal, también se menciona esa cifra. Sin embargo, en la memoria del colectivo de brigadistas está la cifra de 1000 dólares, por lo que es posible afirmar que se comenzó con una cifra de seiscientos y luego se debió aumentar a mil. En cualquier caso, como se verá más adelante, ese monto no alcanzaba ni para pagar los pasajes. C L A U D IA CESARONI

61

trabajaba algunas horas semanales. Nos bancaron familiares, ami­ gos y conocidos. Víctor Heredia y la Negra Mercedes Sosa canta­ ron solidariamente para la Brigada, y en los barrios y las ciudades de donde salía algún brigadista se realizaron actividades colecti­ vas para juntar plata. Una vez que me confirmaron hice un plancito de entrevistas para pedir el dinero, como en cada Campaña Financiera, y llegué a la suma necesaria para garantizar mi viaje. Omar Furlan, compañero de estudios de entonces, con quien nos hemos encontrado décadas después, fieles a nuestras convicciones aunque separados por las pasiones futboleras, acompañaba en esos afanes: “todavía te recuerdo fumando Parisiennes y charlando de política mientras preparábamos Penal. Hablábamos bastante de Nicaragua, era un tema presente para nosotros en aquellos días y yo en esa época militaba en la Juventud Peronista con varios compañeros, ex integrantes del batallón montonero que había pe­ leado allá. Concretamente mi referente era Alberto Vulcano y su compañera Juana Amaya, la Negra Yenny. Cuando me contaste que te ibas a la Brigada del Café sentí una sana envidia, y te ayu­ dé a vender unos cuantos bonos que me acuerdo eran celestes y tenían la cara de San Martín. También recuerdo que me causaba mucha gracia leer o escuchar en los medios de comunicación de la derecha que se estaba preparando una brigada de temibles guerri­ lleros que iban a recibir entrenamiento militar con los nicas. Creo que ahí empecé a desconfiar de ellos para siempre. A veces creo también que somos testigos de un mundo que ya no existe, pero a pesar de todo estoy convencido de que teníamos razón”. Omar me conocía y sabía que mi viaje nada tenía que ver con algún tipo de preparación guerrillera. Pero la inmensa mayoría de las personas que leían los diarios Clarín, La Nación, La Prensa, E l Informador Público, y las revistas Libre o Gente, no conocían a ningún brigadista. Las notas no tenían como destinataria solo a la opinión pública, sino que eran una presión dirigida al gobierno de Raúl Alfonsín. Insistían con el riesgo de que uno, dos o decenas de brigadistas, o bien se fueran a formar como guerrillerxs o bien 62

B RIG ADISTAS

fueran asesinadxs en un ataque de los contras.51 Y la otra inter­ pelación, dirigida a la misma Brigada en particular, y al Partido Comunista en general, se resumía en una pregunta repetida una y otra vez: ¿Por qué se van a cortar café a otro país, con todo lo que hay para cosechar aquí? El Movimiento Brigadista Libertador General San Martín fue creado formalmente el 6 de octubre de 1984, en el marco del homenaje a Ernesto Che Guevara a diecisiete años de su asesinato. Al presentarlo públicamente, Patricio Echegaray dijo: “La crea­ ción de la Brigada es una muestra práctica del patriotismo juvenil, desplegando el patriotismo latinoamericano. Patriotismo que es sinónimo de antimperialismo. Estamos hablando de Sandino, de Allende, de nuestro querido Che Guevara, de José Martí”. Desde su propio nombre, la intención era recuperar a los hé­ roes de la independencia latinoamericana, y vincularlos con los héroes de la segunda independencia todavía no alcanzada. Una vez que el proyecto fue dado a conocer públicamente, en los medios de comunicación convivían las notas que describían el agravamiento de la situación en Nicaragua con las críticas di­ rectas o veladas a nuestro viaje y con mentiras deliberadas sobre nuestro destino y propósitos. El 15 de octubre de 1984 E l Cronista Comercial decía que “la FJC estaría planeando enviar unos 120 militantes a recibir en­ trenamiento en Cuba, medida que habría provocado una ríspida situación en el propio PC ya que este no habría sido consultado al respecto”.52 Casi un mes después -13/11/84-, Clarín titulaba: “Nicaragua puso sus fuerzas en pie de guerra”, y resaltaba una frase de Tomás Borge, ministro del Interior del gobierno sandinista: “Si Estados Unidos interviene militarmente en Nicaragua, la guerra 51 Contras o contra: apócope de “contrarrevolucionarios”, así se llamaba a las fuerzas mercenarias financiadas por los EEUU. 52 Citado en la revista Caras y Caretas del mes de noviembre de 1984. Ar­ chivo personal, y de Jorge Garra, y copias obtenidas del Archivo Nacional del PC. Todo el material periodístico que se cita surge de estos tres archivos. C L A U D IA CESARONI

63

se extenderá a todo lo largo del istmo centroamericano. Si la ad­ ministración Reagan invade Nicaragua, se borrarán las fronteras no solo de América Central, sino de América Latina, y hasta del propio Estados Unidos”. Dos días después, el 15/11/84, en la tapa de Clarín se veía una foto de mujeres y niños cavando una trinchera, el título de la nota era “Máximo alerta en Nicaragua”, y el epígrafe de la foto: ‘Mujeres y niños aparecen cavando trincheras en Managua, luego que el gobierno sandinista ordenó poner a Nicaragua en pie de guerra ante el ‘peligro de invasión’...”. En esos días nosotrxs nos preparábamos para partir hacia un país que vivía esa situación. No recuerdo haber sentido temor. A la distancia, entiendo el que sentía la gente que nos amaba. La intervención militar era un peligro cercano: Clarín, 19/11/84, in­ forma que el diputado peronista y titular del gremio de empleados de comercio, Florencio Carranza “reclamó ayer la urgente convo­ catoria de la Cámara Baja para que se pronuncie ‘en nombre de todo el pueblo argentino’ contra una eventual intervención mili­ tar directa de Estados Unidos en Nicaragua, en tanto el Consejo de Iglesias Evangélicas Metodistas de América Latina se dirigió al presidente estadounidense Ronald Reagan, solicitándole el ‘cese de los ataques’ contra el gobierno de Managua”. La Razón, 19/11/84, nota de Julio Nudler: “Argentina ante un ataque a Managua. La deuda y los límites de la política exte­ rior”. El autor analiza las diversas posiciones al interior del go­ bierno alfonsinista, en caso de un ataque concreto a Nicaragua por parte de EEUU. Al finalizar la nota, un párrafo nos alude: “En cuanto al despacho de brigadas de voluntarios argentinos (la Federación Juvenil Comunista ya formó una con 120 miembros, pero para recolectar café) el bloqueo haría muy difícil su llegada”. El mismo día, La Razón reproduce declaraciones de Jorge Garra, en una nota con el título: “Viajará a Nicaragua una brigada comunista. Para contribuir a la recolección de café”: “‘Tenemos conciencia de que el trabajo de la recolección de café es duro. Además, las condiciones climáticas y el peligro de una invasión 64

B RIG ADISTAS

al territorio exigen una gran convicción política y un estado físico adecuado’. Las recientes medidas de defensa adoptadas por el go­ bierno sandinista ante una probable invasión, movilizó (textual) a unos 20 mil estudiantes universitarios que se sumaron a las mi­ licias voluntarias. Esos estudiantes originariamente iban a partici­ par en la recolección del café, por lo que los brigadistas argentinos y de otras naciones los suplantarán en la tarea que durará dos me­ ses. La técnica del corte de granos de café les será impartida por campesinos nicaragüenses”. El 21 de noviembre, en una nota titulada “Indefinición ar­ gentina. Entre la presión externa y la inquietud nacional”, en el diario La Voz se informa que el presidente Alfonsín y el canciller Caputo habrían mantenido una reunión con altos mandos milita­ res: “En la ocasión, los jefes castrenses suministraron información de agregadurías militares en la región del conflicto, y trascendió que el Presidente habría demandado un estricto control sobre la actividad de los oficiales destacados en la zona, a quienes distintas denuncias vincularon con acciones de apoyo a la contrarrevolu­ ción nicaragüense. A cambio, los jefes militares habrían planteado la inconveniencia de que brigadas de jóvenes argentinos se trasladen a Nicaragua a colaborar en la cosecha de café, o como milicianos volun­ tarios” (el resaltado me pertenece). En algún momento dudamos sobre si el gobierno se opondría a nuestra partida. No podía hacerlo formalmente, en verdad, y tampoco le pidió al Partido o a la FJC por canales informales que renunciaran a su proyecto. El 22 de noviembre Raúl Alfonsín habló ante sesenta mil per­ sonas en el estadio del club Vélez Sarsfield, ubicado en el barrio porteño de Liniers. Allí también estuvieron Fernando Nadra por el Partido Comunista y Ernesto Cardenal en representación de la Nicaragua sandinista, además de artistas populares como Isabel Parra, Cantoral, Cecilia Todd, César Isella, Raimundo Fagner, Nacha Guevara y Los Jaivas. El objetivo del acto era apoyar la opción por el SÍ en la consulta sobre la firma de un acuerdo de paz con Chile por el conflicto en el Canal de Beagle, posición C L A U D IA CESARONI

65

impulsada por el radicalismo en el gobierno y acompañada por un sector del peronismo y la izquierda. La nota que describe el acto bajo el título “Tensión y alegría”, firmada por Alfredo Leuco en Clarín el 23 de noviembre, menciona a los brigadistas que estu­ vimos allí: “No faltó casi ningún dirigente radical para apoyar el sí y la consulta. Tampoco desaprovechó la ocasión de mostrar su antiimperialismo la brigada de militantes de la F.J.C. que irá a cortar café a Nicaragua y que se ganaron el saludo de un Ernesto Cardenal enfundado en vaqueros y con una boina negra, pese a que le ofrecieron varias veces que la cambiara por una blanca”. El mismo 23 de noviembre llegaba desde Nicaragua una co­ municación de la Juventud Sandinista 19 de Julio: “El Comité Ejecutivo Nacional de Juventud Sandinista 19 de Julio, considerando: 1- Que desde antes del Triunfo revolucionario del 19 de julio y a lo largo de estos 5 años de Revolución, la Federación Juvenil Comunista de Argentina ha demostrado la Solidaridad con nues­ tro pueblo en acciones concretas, consecuentes con el principio del Internacionalismo Proletario. 2- Que como parte de estas acciones se cuenta el envío de médicos internacionalistas, que han trabajado en los lugares don­ de nuestro pueblo se enfrenta directamente al enemigo imperialis­ ta, exponiendo inclusive sus propias vidas.53 3- Que es necesario destacar la solidaridad militante expresada en la formación de Brigadas de corte de Café, en las Campañas de recolección de fondos económicos y en la destacada labor que la Federación Juvenil Comunista desempeña en el impulso de las acti­ vidades desarrolladas por el Comité de Solidaridad con Nicaragua. Resuelve: Entregar la orden ‘GUERRILLERO DE LA ALFABETIZACIÓN’ a la Federación Juvenil Comunista de Argentina en reconocimiento a su destacada labor por la Defensa 53 Entre ellos, Rodolfo Finti Carballo, médico cordobés que trabajó en var­ ias zonas del territorio nicaragüense antes de que llegara la Brigada del Café, en la que no pudo participar por haberse enfermado durante el cumplimiento de esas tareas. 66

B RIG ADISTAS

de la Revolución Popular Sandinista que ha sido materializada a través de diferentes acciones e iniciativas de Solidaridad con nuestro pueblo”. Firmaba Carlos Carrión Cruz, coordinador general de la JS19J, el dirigente con quien, mano a mano, nuestro secretario general había cerrado la cifra de ciento veinte brigadistas. Mientras tanto proseguían las acusaciones falsas: La Prensa del 29/11/84, bajo el título “Una ‘brigada’ a Nicaragua”, en la que cuestionaba la política alfonsinista como “prosandinista”, decía: “Los partidos comunistas latinoamericanos, reunidos en Buenos Aires entre el 5 y el 7 de julio, decidieron formar una especie de ‘brigadas internacionales’ con destino a Nicaragua, y la federación juvenil de nuestro (textual) PC ya ordenó a sus comités regionales y provinciales que recluten militantes con ese propósito. Por lo que sabemos, a comienzos de enero irían a Nicaragua alrededor de cien jóvenes comunistas argentinos, quie­ nes trabajarán allí durante un tiempo en la recolección de café, para luego trasladarse a la isla cubana de la Juventud, en busca de adoctrinamiento superior”. (El resaltado me pertenece). Los primeros días de diciembre de 1984 se realizó en Buenos Aires un encuentro de la Federación Mundial de Juventudes Democráticas (FMJD), donde la Fede tenía un fuerte protago­ nismo. Al encuentro inaugural asistió el asesor presidencial Aldo Tessio. Su discurso marcó claramente la posición gubernamental —si no homogénea, predominante—de oposición al guerrerismo yanqui: “Brindamos aquí nuestro homenaje a la juventud salva­ doreña y sandinista, que hacen honor a los pueblos latinoameri­ canos, ya que conocemos quiénes son los enemigos de nuestros pueblos... el gobierno de la Unión Cívica Radical se prepara —si no bastan los esfuerzos de Contadora54 para cerrar el paso de las 54 Contadora: Isla panameña donde se reunieron cancilleres de toda Améri­ ca Latina para intentar aportar a un acuerdo de paz para Nicaragua, dando lugar al llamado “Grupo Contadora”. El ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Raúl Alfonsín, Dante Caputo, jugó un importante rol en esa búsqueda, boicoteada por los Estados Unidos. C L A U D IA CESARO NI

67

tropas que quieren invadir Nicaragua. Que esta reunión consulti­ va de la FMJD eleve su voz desde la Argentina: los invasores del Norte no pasarán”.55 En cuanto al reproche sobre nuestra decisión de ir a trabajar a otro país, la delantera la llevó la revista Libre del 11 de diciem­ bre, con una editorial de título inequívoco: “La solidaridad bien entendida empieza por casa”, ilustrada con una foto de una for­ mación de milicianos sandinistas. El texto, sin firma (el director era Daniel Pliner) era de una liviandad llamativa: “Cierto: los argentinos disponemos del encantador berretín de la solidaridad. Solidaridad instintiva, sin rodeos, altruismo de vecinas corriendo hacia cualquier lado con el dinero en mano a fin de mes, pedi­ do expreso de un canal de televisión. Es bueno eso. Es, en cierto modo, la eterna historia de quienes se preocupan más por la casa ajena que por la suya. Contradictorias posturas, servidumbres honestas, bien inspiradas. Terminamos siempre por ser dadores voluntarios de cualquier cosa, inclusive de todo aquello de lo que carecemos. Y no es tan bueno eso (...) 120 jóvenes comunistas, integrantes del denominado Movimiento de Brigadistas General San Martín, viajarán voluntariamente a Nicaragua para participar de la cosecha del café (...) La Argentina -justo es decirlo- tam­ bién es un país con cosechas por levantar, agujeros que llenar, parques que cubrir; la necesidad es lo que más sobra”. Ni una mención a las circunstancias que rodeaban nuestra decisión, nin­ guna alusión a la amenaza del imperialismo norteamericano a la soberanía de Nicaragua, o a las tradiciones internacionalistas del propio José de San Martín, libertador de Argentina, Chile y Perú. Nuestra respuesta era clara: vamos a ejercer una acción de solidaridad política con un proceso revolucionario, somos brigadistas como lo fueron nuestros camaradas en otras épocas y con otros procesos, desde las Brigadas Internacionales que lucharon para la República en la Guerra Civil española; y la participación 55 Tiempo Argentino, 5/12/84, “Jóvenes comunistas argentinos cosecharán café en Nicaragua”. 68

B RIG ADISTAS

en las columnas de Luis Carlos Prestes en Brasil, hasta los cosechadores, educadores y médicos que acompañaron a la Cuba de Fidel, Camilo y el Che. Al mismo tiempo, y en el marco del Movimiento Brigadista, se enviaron contingentes solidarios a Mendoza y Formosa para actuar frente a desastres naturales. Lo claro era que no le íbamos a levantar la cosecha a ningún dueño de la tierra, que parecía ser lo que nos pedían hipócritamente los diarios de la burguesía. Nosotrxs, lxs brigadistas cuyo objetivo era conseguir el di­ nero y el equipamiento que debíamos llevar a Nicaragua, ocu­ pábamos nuestro tiempo en esas tareas, y en organizar nuestra ausencia. Yo tenía veintidós años, vivía con mi madre, trabajaba a tiempo parcial de marzo a diciembre y no debía atender hijos, no­ vio ni mascotas, así que mi principal preocupación en cuanto a los cuidados eran dos o tres plantitas que crecían en mi habitación. Otrxs brigadistas debían despedirse y dejar resueltos asuntos más complejos: hijxs, parejas, licencias en los trabajos, tareas pendien­ tes. Rafael Massimo, Nino (1945) ya estaba casado y tenía dos hijas preadolescentes cuando le propusieron viajar a Nicaragua. Pidió consultarlo con Mariela, su compañera, y con sus dos niñas. La familia entera lo apoyó y recién entonces dijo que sí. Había empezado una reforma en su casa, y poco antes de irse se ente­ ró de que uno de los albañiles tenía un hermano en el Partido. Eso lo tranquilizó como para dejarlo trabajando en su ausencia: la confianza en los camaradas se extendía a sus hermanos. Solo le pidió que hiciera las cosas bien. Al retornar, el arreglo estaba casi terminado, y a la perfección. La necesidad de juntar dinero trajo algunas consecuencias inesperadas. Hasta la privación temporaria de la libertad: “Una actividad muy particular que hicimos y que tuvo un final anecdó­ tico fue realizada un sábado a la mañana en la peatonal Córdoba, el ‘Juego del Cuis’: se hace una ronda con cajas de zapatos, cada caja en su parte superior tiene pintada la bandera de un país de Latinoamérica y en la cara que da al interior de la ronda cada caja tiene un agujero, en el centro de la ronda se pone otra caja boca C L A U D IA CESARO NI

69

abajo, debajo de la cual se encuentra un cuis. Una vez armado el dispositivo se levantan apuestas entre la gente que circula por la peatonal, para ver en qué país se meterá el cuis cuando levantemos la caja que lo contiene. No recuerdo cuántas veces lo pudimos ha­ cer ese día, lo que sí recuerdo es que terminamos todes en cana en la comisaría segunda. ¡Cajas, cuis y todes les compañeres que estábamos participando de la actividad!” cuenta entre carcajadas Lucía en uno de nuestros encuentros en Rosario décadas después. Además de dinero necesitábamos prepararnos físicamente, así que cada regional organizó salidas y campamentos de fin de sema­ na. Los del Regional Sur hicimos caminatas en Villa Domínico, y un campamento en Hudson. Armamos carpas, llovió y comimos arroz con salsa como único menú. Recuerda entre risas Aníbal, co­ cinero ad hoc de nuestra Brigada, y el único que repetiría la expe­ riencia un año después: “Tratamos de hacer una comida parecida a la que suponíamos comeríamos en Nicaragua, entonces prepara­ mos un guiso. ¡Después, allá, hubiéramos pagado lo que fuera por ese guiso!”. Por otro lado, pasados esos dos días volvimos a nuestra dieta habitual, así que, como preparación para las dificultades ali­ menticias que íbamos a pasar en nuestro viaje, el esfuerzo fue de utilidad relativa. Sí sirvió el encuentro de fin de semana para empe­ zar a convivir los integrantes de una delegación, que incluía brigadistas de Avellaneda, Lanús, Lomas de Zamora, Burzaco, Quilmes, Berazategui, Florencio Varela y La Plata. Algunos de nosotros nos veíamos por primera vez en la vida, porque además de militar en distintas localidades, éramos de distintos frentes: obrero, barrial, se­ cundario, universitario, de masas, de autodefensa... Aníbal destaca otro elemento importante: “Mientras hacíamos el campamento y durante la caminata, que fueron varios kilómetros desde la avenida Mitre hasta la costa en Villa Domínico, en los alrededores estaban los compañeros de la Fede y el Partido cuidándonos, como siempre que hacíamos alguna actividad...”. Sentirnos segurxs era una de las cosas que nos brindaba no solo el Frente de Autodefensa, sino toda la estructura partidaria. 70

B RIG ADISTAS

La delegación del Regional Sur era de veinte personas, sin contar al jefe de la Brigada Jorge Garra. De los veinte, cuatro éramos mujeres, un porcentaje —20%—un poco más alto que el del total de la Brigada: 15% (dieciocho de ciento veinte).56 Esa proporción no representaba plenamente la participación de las mujeres en la militancia, que era bastante mayor, pero sí proba­ blemente el lugar alcanzado en los espacios de decisión de la Fede y el Partido. Quizá se pensó que el nivel de exigencia física podría afectar más a las mujeres que a los varones, lo que en la práctica después no se verificó: las bajas por diarreas y malestares varios fueron tanto de uno como de otro género, como veremos en de­ talle. En principio, Jorge Garra insiste en la necesidad de ubicar el contexto: “Para el Partido la Brigada no era necesaria. La discu­ sión era si había Brigada o no, más que el número de mujeres, que realmente no se planteó como un tema”. El número de brigadistas generaba dudas en los sandinistas en cuanto a la posibilidad de organizar tamaña cantidad de gente. Garra viajó en diciembre de 1984, semanas antes de que llegára­ mos todxs, a afinar decisiones con los miembros de la Juventud Sandinista que tenían la responsabilidad de recibirnos, ubicarnos, cuidarnos, hacer que cumpliéramos los objetivos, y sobre todo, devolvernos sanos y salvos: Evelyn Pinto, Silvio Vallecillos y Josefina Vijil. Una opción que se analizó fue dividir a la Brigada en dos grupos de sesenta, pero se descartó de inmediato: llegaríamos juntxs lxs ciento veinte, así estaríamos los dos meses, y ciento veinte volveríamos. En realidad, ciento diecinueve, pero eso solo lo sabían unos pocos, como se verá. Se estableció una organización con una dirección pequeña y centralizada: Garra más lxs cuatro jefes de pelotón. La conducción de la Brigada fue más igualitaria que el número total de mujeres brigadistas: hubo dos jefas, Marta Rosin y Claudia Korol, y dos jefes, Alejandro Mosquera y Gerardo Portela. En cada pelotón 56 Ver el capítulo “Nosotras, las veinte. ¿O las dieciocho?”. C L A U D IA CESARO NI

71

había segundxs jefes, y estaban integrados por tres grupos -es­ cuadras- de diez brigadistas cada uno, con jefes y segundos je­ fes a su vez. Para este libro hemos podido relevar cuatro jefas de escuadra y una segunda jefa. En la conformación de cada pelo­ tón el objetivo fue desarmar las agrupaciones de origen (los re­ gionales, los universitarios, los secundarios), de modo tal que la integración fuera a partir de la pertenencia al pelotón, más que a la que se traía previamente. Treinta y cuatro años después, nos cuesta recordar los nombres de los pelotones, mucho más de las escuadras, y más todavía de las propias funciones o de la certe­ za acerca de quiénes las cumplían. Se confunden las pertenencias a los regionales con las de los pelotones y escuadras. Yo sé que mi pelotón era El Cordobazo, el número 3, porque lo tengo ano­ tado, así como los nombres de sus tres escuadras con sus jefxs. Otro problema fue que, al salir de Buenos Aires se había pensado una conformación de la Brigada, y luego se redefinió poco antes de llegar a Nicaragua. Algunxs subieron al avión en un espacio y con una tarea, y bajaron con otra y en otro lugar. Después de mucho intercambiar, llegamos a la conclusión de que, además de El Cordobazo, los otros pelotones se llamaron Mariano Moreno -que al poco tiempo trastocó su nombre oficial por el de “Los Legionarios”-, Islas Malvinas y Negrito Avellaneda. Recordamos que los nombres fueron consensuados entre los mandos de la Brigada, y para nombrar a las escuadras se discutió con el con­ junto de sus integrantes. Mi escuadra, por ejemplo, se llamó 2 de Mayo, porque la integraba un sobreviviente del Crucero General Belgrano. Las otras dos escuadras de nuestro pelotón eran la Rodolfo Ghioldi -dirigente del Partido, internacionalista con Carlos Prestes en Brasil, que nos recibiría a nuestro regreso a Buenos Aires-; y Puerto Madryn, en homenaje a una reciente mo­ vilización popular en esa localidad chubutense. Otras escuadras de otros pelotones llevaban el nombre de Inés Ollero, joven militante de la Fede secuestrada el 19 de julio de 1977 y vista por última vez en la ESMA; Héctor Agosti, un intelectual orgánico del Partido, fallecido poco tiempo antes de nuestro viaje; 72

B RIG ADISTAS

América Libre y Manuel Belgrano. Gustavo recuerda una escuadra que se llamó Víctor Minsburg, nombre de un compañero que ha­ bía militado en la Fede de Psicología, secuestrado el 21 de marzo de 1977.57 Cuando este libro está por ir a imprenta, encontramos a un nuevo brigadista: Edison Krasovski, Coco (1957), uruguayo de Fray Bentos, que recuerda perfectamente el nombre de su escuadra: Agustín Tosco, elegido a propuesta de Miguel, brigadista cordobés. Pretendíamos, evidentemente, homenajear a nuestros próceres —con el mismo nombre del Movimiento Brigadista, General San Martín, se proponía esa recuperación—, a nuestros héroes, y a los procesos de liberación sucedidos y en curso. Hubo, segura­ mente, nombres que gustaron más y otros menos. El de nuestro pelotón y el de nuestra escuadra nos enorgullecían especialmen­ te, porque, como cantábamos entonces y después, nos sentíamos parte de la generación del Cordobazo y las Malvinas. En cuanto a la composición, reviso la lista: en El Cordobazo éramos cuatro mujeres, incluyendo la jefa del pelotón (Marta) y una jefa de es­ cuadra (la Tana). De mi Regional, éramos seis. Teníamos a uno de los médicos (Cacho), al fotógrafo y documentalista (Nino), al cortador vanguardia (Marcelo G.), a uno de los más ingenio­ sos creadores de consignas (Tony), al cocinero (Aníbal), a un ex combatiente de Malvinas (el Cauca), a un sobreviviente del Crucero General Belgrano (Juan), a uno de los cantores y guita­ rreros (Chicho), y a uno de los tipos más queridos y divertidos de la Brigada (Leo). Pero todavía estábamos en la previa, aún ni siquiera sabía­ mos con quién compartiríamos esos dos meses intensos. Además del dinero y la puesta a punto física, hicimos un examen médico y debimos conseguir una lista de elementos para llevar. Cada uno y cada una de nosotrxs, además, debió prepararse mentalmente y preparar a su familia y afectos más cercanos frente al bombardeo que se hacía en los medios acerca de los peligros con los que nos podríamos enfrentar en Nicaragua. 57 h ttp :// www.robertobaschetti.com/biografia/m /437.html CLAUDIA CESARONI

Los del Sur fuimos revisados por Rafael Gamarnik, un histó­ rico médico comunista que nos atendió en el Hospital de Lanús. También nos realizó una extracción de sangre Graciela R., inte­ grante de la delegación y enfermera. Todos debimos tomar una serie de medicamentos para prevenir pestes. Las mujeres, además, protegernos especialmente de las bacterias vinculadas a las difi­ cultades que se preveían para la higiene personal. La indicación era tener todo listo el 26 de diciembre de 1984. Hubo una lista colectiva y centralizada de material para lle­ var, y a cada uno de los brigadistas se nos entregó una indivi­ dual. Toda la parte logística previa la coordinó Daniel, el Rata. ‘Llevábamos de todo —dice Gerardo—: sierra trozadora, alambre, pinzas de todo tipo... pensábamos que tendríamos que armar los lugares para dormir, los nicas se asombraban de la logística, y de la cantidad de oficios que tenían los compañeros”. Comparo mi lista con la de Garra, y salvo mis anotaciones y agregados (tampones, champú, jabón tocador, jabonera, des­ odorante, past. —presumo que serían anticonceptivas, porque las tomaba regularmente—, soga, tul, linterna, juguetes, lápices de colores, cartas, 2 papeles higiénicos, repelente Off, 1 libro, infor­ me de Fava/Patricio, 1 kg yerba), el resto es exactamente igual. Hay cosas que no subrayé, lo que significa que no las llevé: lentes para sol (no tenía), cortauñas (no uso), peine (llevaba el pelo corto) y cortaplumas (no tenía tampoco, me lo iba a prestar mi amigo Alberto, que nunca llegó al aeropuerto a despedirme). Recuerdo la dificultad para definir el color arena de la camisa de mangas largas, finalmente una de la marca Grafa, de trabajo. ¿Arena es lo mismo que kaki? ¿O igual que beige? No, arena es arena. Varios de nosotros usábamos por primera vez en la vida una camisa de trabajo, y los compañeros que venían del movimiento obrero nos lo hacían notar más o menos jocosamente. La pica se daba en varios planos: laburantes con estudiantes, universitarios con secundarios, unas provincias con las otras, unas ciudades con otras dentro de la misma provincia (Santa Fe/Rosario), un re­ gional del conurbano con los otros dos (Sur, Norte, Oeste), y los 74

B RIG ADISTAS

tres contra los porteños. Luego la grieta que dividiría a la Brigada sería otra, absolutamente casual, impensada y transversal. También habría nuevas divisiones, al organizarse los pe­ lotones. Todas esas particiones eran motivos de risas, gastadas, bromas y competencias, pero nunca -o casi- pasaban a mayores. Algún reto, alguna conversación en privado o entre los jefes y jefas para reordenar las cosas, y no más. Conseguido todo lo que había que llevar, venía la preparación para las despedidas. Vivi tenía una sobrina de dos años, que adora­ ba, y un sobrinito de un mes: “Dije: ‘con este no me voy a encariñar, porque no sé si lo voy a volver a ver’. Viajé con esa idea: me podía morir, pero me sentía cuidada, por los otros, y por los nuestros”. Lucía integraba una familia en la que la militancia y la solidari­ dad internacional las había recibido como enseñanza y herencia, y no tuvo oposición ni reparos en su decisión de viajar a Nicaragua, pero la campaña de temor de todos modos llegaba: “Por supuesto que este no fue un tema menor: los Estados Unidos, y la derecha de nuestro país nos acusaban de ir a hacer preparación militar a Nicaragua y de que por supuesto no era cierto lo de la cosecha de café. En mi familia estaban de acuerdo con mi participación en la brigada. La solidari­ dad internacional con Cuba fue practicada por mi viejo desde los ini­ cios de la Revolución en congresos, actos, reuniones, y acompañado por el sostén de mi vieja haciéndose cargo de les hijes, por lo que se entendía plenamente el significado de la brigada para Nicaragua en plena revolución. Por supuesto que esto también generó temores, pero en ningún momento esto fue una traba ni dejaron de apoyar mi decisión de ir. Yo ya tenía veintiún años, es decir ya era mayor de edad, entonces no tuve que pedir permiso a mis viejos, sólo les informé la decisión y ya. Mi mamá recuerda que la última noche en casa, en la despedida familiar, mi hermano mayor, Gustavo, tocaba el piano y mi hermano menor, Ernesto, cantaba. Esto era una cos­ tumbre, cantar en cada reunión familiar, y esa fue una muy buena ocasión para celebrar cantando. Recuerda también que estaban todes orgulloses, con miedo pero orgulloses. Palabras de mi vieja: ‘¡Ese re­ cuerdo lo tengo grabado en la retina y el corazón!’”. Las parejas que C L A U D IA CESARO NI

75

se quedaron en Buenos Aires, compañeros y compañeras, novios y novias, fueron soporte fundamental para lxs brigadistas: “Aldo, mi compañero desde aquel momento, militante de la Fede como nosotres, recuerda también su orgullo”. Marcelo Marcolín se había casado dos meses antes de viajar. En su diario escribía lo que vivía en Nicaragua, y dialogaba per­ manentemente con su compañera, con la que había acordado ri­ tuales amorosos: “Diana, todas las noches a las 7 PM, de acuerdo a lo que habíamos quedado te mando un beso, pero te traiciono, pienso en vos a cada instante, no puedo estar tan lejos de vos, aho­ ra te reconfirmo que no voy a viajar más sino es con vos. Hasta luego. Venceremos!”. A medida que se acercaba la fecha del viaje, crecían las presiones. En un recuadro de tapa, Ambito Financiero publica el 13/12/84, bajo el título “Algo que preocupa mucho”: “Pudo co­ nocerse que en las próximas horas el gobierno expresaría su pre­ ocupación a las autoridades del Partido Comunista por la suerte futura de los 150 (textual) integrantes de la ‘Brigada Libertador General San Martín’, que viajarán en enero a Nicaragua a co­ laborar en la cosecha de café. Los brigadistas, miembros de la Federación Juvenil Comunista, trabajarán en la zona norte ni­ caragüense donde precisamente se desarrollan los más duros en­ frentamientos entre fuerzas sandinistas y del Frente Democrático Nicaragüense.58 Durante la primera quincena del corriente mes, una incursión de los antisandinistas causó la muerte de 22 recolectores de café” (el resaltado me pertenece). El mismo día y en el mismo diario, la nota central se titulaba “Temor en el gobierno por los jóvenes que van a Nicaragua”, y la firmaba Juan Bautista Jofré, el inefable Tata, que luego sería secretario de Inteligencia y em­ bajador durante el gobierno de Carlos Menem.59 Toda la nota es 58 Denominación eufemística para los contrarrevolucionarios financiados por los EEUU. 59 Y agente de inteligencia del Ejército, según Juan José Salinas: h ttp :// pajarorojo.com.ar/?p=33369 76

B RIG ADISTAS

una lista de las alternativas horrendas que nos acechaban: podían matarnos, podían secuestrarnos, podía amenazarse a los “dueños de los cafetales” (a pesar de que nosotros iríamos a haciendas es­ tatales) para que no se levantara la cosecha, etcétera. Más que pre­ venciones, conociendo al personaje, parecen deseos. La nota se publicó, no casualmente, el mismo día en que el PC realizó un acto oficial en Plaza Once, despidiéndonos a lxs brigadistas. Subimos al escenario lxs de Gran Buenos Aires y la Capital Federal, y hablaron Athos Fava, secretario general del Partido —convocando a la formación de un Frente de Liberación Nacional y Social—, y el jefe del Movimiento Brigadista, Jorge Garra. Tengo ante mí su discurso, corregido de puño y letra. Nos define y me emociona casi tanto como cuando lo escuché desde el escenario con mis compañerxs, y ante miles de militantes y familiares: “Estos 120 jóvenes brigadistas, elegidos por sus compañeros entre varios cien­ tos de postulantes, representarán con su abnegación y trabajo a la juventud argentina. Van en la Brigada del Café jóvenes delegados obreros, dirigentes de centros de estudiantes, ex-combatientes de Malvinas, jóvenes profesionales, muchachos y chicas de todo nues­ tro país. Son jóvenes comunistas que sufrieron y lucharon durante los años de la dictadura, que fueron cesanteados y represaliados, que pagaron en muchos casos con la cárcel, la tortura y el secuestro su actitud de lucha por esta democracia que vivimos y que supie­ ron mantener en alto el espíritu revolucionario que hoy los lleva a enfrentar las dificultades para estar juntos a sus hermanos nicara­ güenses, conscientes de que la defensa de la libertad y la democracia en Nicaragua es la misma lucha por la defensa de la libertad y la democracia en la Argentina”. A lo largo del discurso se recorre la historia de las luchas la­ tinoamericanas y mundiales contra el imperialismo, y se nos co­ loca a nosotros como patriotas e internacionalistas: “El brigadista encierra en su decisión el profundo amor por la tierra en que ha nacido, y el respeto y la admiración hacia otros pueblos que, aun­ que lejanos, luchan por su tierra y por su futuro”.

C L A U D IA CESARO NI

77

En la despedida, luego de agradecer el acompañamiento y el trabajo de todos los que colaboraron con la Brigada, el compro­ miso: “Gracias, camaradas: honraremos con nuestra actitud en los cafetales nicaragüenses el título de brigadistas que hoy ostentamos con orgullo. Llevaremos con nosotros vuestros corazones, y con nosotros también irán nuestros héroes y mártires, los que si hoy estuvieran aquí lucirían estas camisas de trabajo. Con abnegación y patriotismo lucharemos por estar a la altura de las tradiciones in­ ternacionalistas de nuestro Partido, y del compromiso que signifi­ ca para los militantes de la Juventud Comunista haber recibido de parte de nuestra hermana Juventud Sandinista 19 de Julio, la orden Guerrillero de la Alfabetización. Camaradas de la Brigada del Café: por la Patria Liberada, Venceremos!”. Como en muchas casas en esa época, en la mía se compraba el diario Clarín. El 28 de diciembre, pocos días antes de nuestra partida, Alfredo Leuco firmaba una nota con el título “Un via­ je muy polémico. Jóvenes comunistas a Nicaragua”, en la que vuelve a plantearse la presunta “preocupación” de los Estados Unidos, transmitida al gobierno de Alfonsín, sobre nuestra segu­ ridad: “Se argumenta por parte de los representantes de la admi­ nistración de Ronald Reagan en nuestro país que los brigadistas efectuarán la recolección del café en sectores fronterizos de la zona norte, precisamente, en donde las fuerzas contrarrevolucio­ narias llevan adelante sus acciones. ¿Qué pasaría si en alguna de esas incursiones muere un argentino?, se preguntan y preguntan a funcionarios gubernamentales, los miembros más altos de la ad­ ministración americana”. En la nota se da cuenta de un detalle que confirmamos en nuestros intercambios actuales: en la última etapa de definición del contingente, fueron “bajados” algunos compañeros y compañeras menores de edad, aunque tuvieran autorización de sus padres. Así, quedaron sin viajar algunxs estudiantes secundarios. Se tomó como edad de corte los dieciocho años cumplidos, aunque para entonces la mayoría de edad plena se adquiría a los veintiuno. 78

B RIG ADISTAS

Finalmente partimos. Unos días antes le pedí a algunas perso­ nas que me escribieran cartas. Repetía una costumbre iniciada unos años antes con motivo de otro viaje, el primero que había hecho sola y fuera del país. Aquella vez, en el verano 77-78, había ido a Panamá a pasar dos meses con la familia que vivía allí: mi tío pa­ nameño, el mismo que había contribuido con algunos dólares para mi viaje a Nicaragua a pesar de nuestras diferencias políticas, su esposa argentina —hermana de mi madre—, y un primo y dos primas más chicxs que yo. El viaje fue el regalo que elegí para mis quince años, y le pedí a mis más queridos amigos y amigas que me escribie­ ran cartas para llevarme y leer cuando extrañara demasiado. Para Nicaragua, a las cartas de mis amigxs se sumó una de mi padre. Releyéndolas tantos años después, la suya sigue conmoviéndome, quizá incluso más que entonces. Yo tenía veintidós años, él sesen­ ta y cinco, y la que se iba a un país en guerra era su hija menor. Quedaba en Buenos Aires mi hermano de veintiocho, ambos hijos de la misma madre. Silvia, de su primer matrimonio, iba a volver unos meses después luego de un largo exilio en México. La carta de mi padre decía así: Querida hijita: Soy un ser extraño y raro, pero creo no haberme equivocado mucho en mis acciones de siempre. Generalmente cuando uno escribe dice cosas, que hablando se achican o se pier­ den. Esta cartita no tendría ningún sentido para los no extraños y raros, para mí sí lo tiene. Te vas alegremente con tus compañeros como a un pic-nic. Yo procedería de la misma forma. Cuando te critiqué, fue una reacción comprensible. Te veía en peligro. Este peligro existe de EU y los contras. Por favor no me consideres un viejo llorón, simplemente mírame como un padre que sufre por tu ausencia, espero breve. Un último pedido para no cansarte: cuídate mucho querida, para mí eres lo que más quiero en la vida. Papá. No recuerdo cuál fue la crítica a la que mi padre hacía refe­ rencia. Supongo que le habré contado con toda felicidad y cierta C L A U D IA CESARO NI

79

inconsciencia de los peligros que me iba a Nicaragua, quizá él reaccionó con susto y algún cuestionamiento, y eso me habría enojado a mí. Mi padre me amaba y yo a él, pese a que me había desilusionado a mis dieciséis años, porque luego de separarse de mi madre no me había llevado a vivir con él. Recuerdo la amar­ gura de una escena de despedida, en mi habitación de la casa que dejaba de ser de todos, la de Zeballos y Guido Spano. Mi padre me abrazaba. Yo no estaba en el abrazo. Enojo y decepción me alejaban de su dolor y del mío. Mi hermano, de entonces vein­ tidós años, se había casado y mudado a su propio departamen­ to, y yo sentía que la convivencia con mi madre sería horrenda. Avizoraba, con desmesura adolescente, un futuro mucho peor de lo que luego fue realmente. Pero en ese diciembre previo a la partida, ya restañada aque­ lla herida, la carta de mi padre reflejaba su amor incondicional. En febrero de 2019, hablando de él, mi primo Fabio, dos años mayor que yo, recuerda a su tío —con el que compartía largas charlasorgulloso y angustiado esperando mi regreso desde el mismo mo­ mento en que subí al avión en Ezeiza. Además de cartas, me llevé los dibujos del ser humano que yo más amaba en el mundo, mi sobrina Cecilia, de tres años, la persona que más extrañé, a quién más deseé abrazar, el sur al que volver. Y, luego, las cartas de amigos y compañeros. Elijo tres. La carta de mi amiga Graciela, que a mi vuelta se iría a vivir a Barcelona junto con el novio que había conocido a la vuelta de nuestro viaje al sur, en 1982, para quedarse a vivir definitivamente allí aún después de rota esa pareja. La de mi amigo Ernesto, Ruly, el que me conocía desde los doce años, cuando compartíamos plaza, bici y club, y luego escue­ la secundaria. Y la de mi amigo Alberto, uno de los entrañables que había conocido en el primer campamento a Catamarca, uno de los que afilié a la Fede (con Gustavo y Javier, también primero amigos y después afiliados). 80

B RIG ADISTAS

La carta de Graciela está fechada en diciembre de 1984, y dice:

Querida imprescindible. El calendario me habla de grandes despedidas. Hace rato que te escribo y para qué repetir mi/nuestra obsesión de carta perfecta. Para qué repetir que nada me conforma. Sin embargo, por efecto de la evolución o involución (nunca se sabe) ya acepto que la carta perfecta no existe. Además, creo también que no todo está dicho y que cada palabra tiene razón de ser y debe ser dicha. También: acepto la imposibilidad de traducir los afectos con palabras. Pero, sin embargo me es difícil continuar. Seguro que por aquello de la buena redacción y el orgullo nos cuesta tanto decir. No puedo continuar. Inmóvil, me pregunto: ¿Cómo le digo el orgullo que siento por mi amiga? ¿Cómo le digo que comparto la alegría del viaje, que siento tam­ bién el honor de ser brigadista? ¿Cómo le digo que seguramente la voy a extrañar? ¿Cómo le digo que ya me imagino el retorno, las horas de charla, la euforia del reencuentro? ¿Cómo le digo que a veces tengo tanto miedo? ¿Entenderá lo de las lágrimas? ¿Cómo le puedo pedir que se cuide? ¿Entenderá lo de imprescindible? Mi padre, mi mejor amiga, el miedo. Los amigos varones lo dirán de otro modo, jugando con la ironía y el humor. Ruly co­ mienza su carta fechada en Bernal el 24 de diciembre de 1984, llamándome “Complicada Claudia”. Y va y viene del amor y la amistad profunda a nuestros históricos alejamientos: Evidentemente, estamos condenados al reencuentro. En los mo­ mentos más insólitos, cuando me escurro por caminos que no tie­ nen, aparentemente, nada que ver con vos. En esos ratos de mi vida en que se podría decir, usando un lenguaje teleteátrico, que me encuentro apartado de vos, de pronto se funden en uno solo tres o cuatro momentos, o un momento y dos recuerdos, o dos C L A U D IA CESARO NI

81

recuerdos y un abrazo, o quizás sea simplemente un abrazo. Un abrazo en el que se unen pedacitos que, hasta ese momento, anda­ ban sueltos dentro mío, y a los golpes (con perdón de la palabra). Es en esos fugaces momentos, si es que alguna vez consigo hacerlo, que te entiendo. O quizás no seas vos lo que entiendo, sino esa cara de vos-polígono que me mira y puede coincidir con esa otra cara de yo-polígono (... ) Entonces, la idea de estas líneas es tratar de transmitirte (sa­ biendo de antemano que el esfuerzo es inútil, lo que de alguna ma­ nera le da un sentido) como es que se construyen esos momentos. Recuerdo una frase leída “al azar” en algún libro, esta se junta con una charla en la que, junto con un poco de filosofía, el precio de la lechuga y algunas confidencias sobre antiguas fobias y manías, vas vos. Todo esto se junta con el recuerdo de nuestro último desencuentro, y resulta que te quiero. En ese mágico y fu­ gaz momento te quiero. Entonces, me pregunto, de dónde surge el desencuentro, y me respondo: no sé. Pero sé que me jode, aunque puedo soportarlo, que esa cosa informe, tan lejana, que nos espera agazapada en el incierto futuro, esa pavada (la Revolución, bah!) te robe y te lleve lejos. Me jode que por estar con todas tus fuerzas puestas en el futuro, no tengas un ratito para acercarte y compartir un poco de este presente en que te reclamo y no te encuentro. Resumiendo, me jode un poco y lo entiendo. Entonces, por favor, jodete y entendeme un poco. Ruly. Amábamos a Cortázar, releyendo la carta de Ruly tanto tiempo después creo ver algo del tono cortazariano que nos atra­ vesaba, ese momento de la vida en que ellos se veían un poco como Oliveiras y nosotras queríamos ser la Maga o Talita o una mezcla de ambas. Mi amigo Alberto hizo un viaje interminable desde Quilmes y no llegó a Ezeiza para despedirme. Tengo una carta larguísima, seguramente me la dio antes. Y allí desplegó el estilo que le era propio, y que me hacía reír y enojarme alternativamente con él: Querida Claudia. La cosa es más o menos así: cada tanto uno (yo) tengo posibilidad de escribir algunas palabras que pienso o que me 82

B RIG ADISTAS

suenan bien. Por un sentido nato de la ocasión (que la pintan calva y fotografían con sombrero) hago coincidir este fenómeno con algún evento de subjetiva magnitud: circuncisiones, asunción de poder, fin de curso, viajes de placer, recuperación parcial de la vista, una sorpresa inesperada, el calendario lo favorece, no lo contraríe). Y como estas circunstancias (sobre todo la circuncisión) tie­ nen algo de “fin”, y yo mucho de melodramático, aprovecho para hacer reflexiones, balances, inventarios y otras lacrimogenadas. Trato, juro, de sincerarme un poco y de largar algo de lo que queda entre las rejas. Le esquivo absolutamente a la artificiosidad suntuosa de las anodinas frases rebuscadas que persiguen el mez­ quino propósito de traducir un tergiversado estado del espíritu. Y el chiste, y el tedigonotedigo, y ¡qué historia! Bueno, negra, esto es como lo de siempre pero en tinta. ¿¡Qué más se puede pedir!? Si con la lengua me cuesta, imaginate mano, birome, papel de por medio (y si es por cantidad). Pero las ganas están. De que salga todo bien. De que puedas dar la vuelta de carnero sin que sea indispensable tirarte al piso, de que, aunque sea un cachito así, seas más feliz; de lo que nunca digo por­ que nunca se me ocurrió y esas cosas. LLEGADA* *Este renglón anuncia el final del juego. Los participantes de­ ben despedirse. Para despedirme aprovecho las posibilidades que me da el es­ cribirte para darte un cariñoso beso de lengua. Alberto (que aunque lo disimula te quiere mucho) Mis amigos, mis amigas, mi padre, los dibujos de mi sobrina, me acompañaron durante el vuelo y los primeros días en Nicaragua, releídas sus cartas y mirados sus dibujos una y otra vez. El miedo del que hablaba mi padre y reflejaba mi amiga Graciela había sido fogoneado con intensidad los días previos a la partida por los medios de comunicación: insistían con que íbamos a recibir instrucción militar, y con que podíamos morir bajo las balas de la contra. Las presiones al gobierno de Raúl Alfonsín, que había asumido el 10 de diciembre de 1983, apenas un año atrás, y tenía innumerables frentes que abordar, eran notorias y descaradas. Y, C L A U D IA CESARONI

83

además de los riesgos que se anunciaba a los brigadistas, también se insistía con el reclamo, lanzado desde los diarios de la oligarquía: ¿Por qué, en vez de ir a Nicaragua, no van a cosechar a la zafra tucumana (o a la vid en Mendoza, o a los algodonales en Chaco...)? Años después, Cacho responde a ese reclamo hipócri­ ta: “Fuimos a Nicaragua, porque la trinchera política estaba en América Central”. Y, por supuesto, porque con esa decisión el Partido y la Fede continuaban con una tradición internaciona­ lista y solidaria representada firmemente Fanny Edelman, brigadista en España durante la Guerra Civil del 36-39, y madrina del Movimiento de Brigadistas General San Martín. Como nuestra gente, y aunque no nos asustaba, quienes viajábamos éramos conscientes de los peligros: íbamos a un país que estaba en guerra, una guerra que el imperialismo norteame­ ricano le había declarado a la Revolución apenas los jóvenes del Frente Sandinista terminaron de derrotar al somocismo, y cuan­ do fue evidente que el camino a seguir no sería el propuesto por los liberales encabezados por Violeta Chamorro —viuda de Pedro Joaquín, periodista opositor asesinado por la dictadura, futura ga­ nadora de las elecciones presidenciales en 1990—, sino el trazado por el Frente Sandinista de Liberación Nacional. Estados Unidos no aceptaría “una nueva Cuba” en Centroamérica, y ponía todo su potencial en destruir a la Revolución, aunque para eso tuviera que destruir al país entero. Nosotrxs, militantes de la Fede, seguíamos lo que pasaba en Nicaragua desde que en 1979 nos iluminó y nos conmovió en me­ dio de la oscuridad dictatorial. Y el alerta ante la posible invasión yanqui estaba presente desde antes de siquiera soñar la posibilidad de estar ahí, en medio de la guerra. Tengo escrito, el 27 de marzo de 1983, en un diario personal, sobre ese temor: “Finalmente entraron a Nicaragua. Y tengo miedo de que caiga, o que se transforme en una bola de nieve donde tenga que intervenir Cuba, e indirecta­ mente, la URSS. No hay duda: los yanquis —los imperialistas yan­ quis, ‘la banda de Reagan’—son lo peor, lo más cínico y criminal... Ya tienen en su haber —en el debe de los pueblos—El Salvador, El 84

B RIG ADISTAS

Líbano, Malvinas, ahora Nicaragua. Pero quiero pensar que esta vez no pasarán. Todos los corazones están con ustedes, compañeros del FSLN, estamos con ustedes. Tienen que vencer. (Me da mucho te­ mor decir esto: hace un año eran las mismas palabras por Malvinas, y así terminó. Pero hay un consuelo: Ortega, Borge, Hassan, no son lo mismo que Galtieri, Lami Dozo o Menéndez, y el pueblo sandinista tiene una conciencia antiimperialista que a nosotros nos faltaba... ¿alcanzará? Si le sumamos la solidaridad de la mayoría de los pueblos y gobiernos del mundo, creo que sí)”. No soñaba, cuando escribía eso, que esa solidaridad podría ejer­ cerla en persona, una más de lxs ciento veinte comunistas que allí, al centro de la trinchera, marchamos el 4 de enero de 1985. Pero an­ tes, todavía, teníamos que reunirnos en la sede nacional de la Fede. Quienes venían desde la provincia de Buenos Aires (Necochea y Bahía Blanca), Tucumán, Córdoba, Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos y Mendoza, llegaron el día anterior y durmieron allí. El res­ to, quienes éramos del conurbano y la Capital Federal, llegamos el 4 de enero con nuestras mochilas. Aníbal recuerda que fuimos a comprar algo juntos, pero no qué. Yo no recuerdo nada de esas horas previas a la partida, de tan nerviosa que estaría. De pronto, se ilumina: “¡Ya sé lo que fuimos a comprar: cinta argentina y elástico para los emblemas, a las mercerías del Once!”. Es perfectamente posible: la calle Agüero está a pocas cuadras del barrio de Once, allí hay mercerías por doquier, nosotros éramos más o menos locales, y allí habremos ido, a cumplir con la tarea, que sería una de las últimas antes de partir, al fin, a nuestro destino soñado. H ay que soñar, pero a condición de creer seriamente en nuestro sueño, de examinar con atención la vida real, de confrontar nuestras observaciones con nuestro sueño, de realizar escrupulosamente nuestra fantasía.

Lenin

C L A U D IA CESARONI

85

PARÉNTESIS UNO

DIEC ES DE EN ER O S

Escribo Brigadistas, es jueves 10 enero de 2019. En la televisión se habla de los presidentes latinoamericanos que asistieron a la asunción de Nicolás Maduro en Venezuela. Se remarca que fue­ ron pocos: los de Bolivia, El Salvador, Cuba y Nicaragua. Me doy cuenta de que, por mágica coincidencia, los días de la semana de este 2019 coinciden con los de aquel 1985 sobre los que estoy escribiendo. Leo en los diarios de Eduardo y de Marcelo y en el mío propio, lo que contamos sobre el jueves 10 de enero de 1985. Estábamos en Nicaragua, y asumía como presidente Daniel Ortega. Josefina, la compañera nica responsable de nuestro con­ tingente, una muchacha más chica que yo y cien veces más va­ liente, nos contaba con preocupación que, por la campaña contra el FSLN por parte del imperialismo yanqui, ningún mandata­ rio latinoamericano estaba asistiendo a la toma de posesión de Daniel, como todos lo llamaban. Mucho menos, europeos. Garra y Nino fueron a la Plaza de la Revolución a acompañar el acon­ tecimiento. El resto nos quedamos, fuimos al corte, y a la noche participamos en un fogón. “Cantan a Silvio”, cuento yo, “estoy en Nicaragua, con 120 bolches, hoy asume el Presi ‘del pueblo’, ‘Daniel’, y hay cuatro o cinco cantando a Silvio. Y es todo me­ dio alucinante, y entonces tengo que encender un pucho, pensar en mi gente, ponerme entre tristona y alegre, como hoy, cuando nos habló Ricardo, dirigente máximo de la ATC60 de Matagalpa, y 60 Asociación de Trabajadores del Campo. 86

B RIG ADISTAS

daban ganas de llorar, nos hablaba del día histórico que será hoy, cuando pase el tiempo, y del poder popular, y era dulce —cantan ‘vivo en un país libre’—y eso es lo fundamental, son dulces, son tiernos, están haciendo la revolución y la hacen con una sencillez que más quisiera yo para nuestro trabajo, para las reuniones de todos los días”. Y Marcelo define ese 10 de enero: “Fue un día distinto, todo fiesta, pero la fiesta se hizo cosechando café con el alto honor re­ volucionario de estar aquí”. Y yo pienso en los lugares en los que hay que estar, en quié­ nes están, en quiénes no están, y esas cosas.

C L A U D IA CESARONI

87

DE B U E N O S A IR E S A M A N A G U A

Desde el local de la Fede en el Abasto fuimos hasta el aeropuerto de Ezeiza. Nos acompañó una caravana de militantes. Nuestrxs familiares —lxs que eran del conurbano o de la Capital Federal, el resto ya se había despedido en sus ciudades o provincias—nos esperaban allí para el último saludo. Mi madre aporta un detalle que yo había olvidado: no pudo acercarse a mí en Ezeiza porque estaba afiliada al PC como una especie de topo, ya que cumplía tareas en el ámbito sindical y se prefería que esa afiliación no se conociera. Así que me despidió, pero desde lejos. Junto con la dirección de la Fede encabezada por Patricio Echegaray participó en la despedida Fanny Edelman, uno de nuestros ejemplos de internacionalista y de mujer. Días des­ pués, ya en Nicaragua, lo recordaba así: “La salida, y los cientos despidiéndonos en Ezeiza. La emoción y el llanto con los com­ pañeros, con las chicas, con la Chichi y sus tan necesarios ‘abra­ zos de amor’; con los viejos, separados, distantes pero unidos en y por mí. Subir la escalera mecánica en el aeropuerto, saludando a todos, puño en alto, a los conocidos y a los no, pero que eran lo mismo cercanos, solidarios, compañeros. Sergio, gritando un ¡¡¡Claudia!!!, que sonaba a tanto más que a mi nombre”. Sergio había sido novio de mi amiga Gaby, nos conocíamos desde los catorce o quince años. Recuerdo perfectamente ese momento, subiendo la escalera en medio de una fila de brigadistas igual­ mente nerviosos y felices, y el grito de Sergio, lo último per­ sonal que escuché antes de perder de vista a familia y amigxs y compañeros. 88

B RIG ADISTAS

A las 18.30 de ese viernes 4 de enero subimos a un avión de la compañía Lloyd Aéreo Boliviano. El pasaje que conservo permite constatar que los mil dólares recolectados por cada brigadista no alcanzaban ni para pagar el vuelo hasta Panamá ida y vuelta: cada boleto costaba 1426,12 dólares. Hicimos escala en la ciudad boliviana de Santa Cruz de la Sierra, y de allí partimos a las 22.30. Pasamos largas horas en Tocumen, el aeropuerto de Panamá, donde llegamos de madru­ gada. Tocamos la guitarra, jugamos al truco, y nos cuidamos de llamar demasiado la atención por el temor de ser devueltos (¡pero éramos ciento veinte comunistas argentinos camino a Nicaragua!). Desde Buenos Aires a Bolivia, desde Bolivia a Panamá y desde Panamá a Nicaragua, nos sentíamos vigilados por unos —la CIA, los servicios de inteligencia y las fuerzas de seguridad—y también protegidos por otros —las fuerzas de izquierda, los partidos co­ munistas de cada uno de esos países, el Frente Sandinista—, que seguían nuestros pasos para garantizar que llegáramos sin dificul­ tades. A las 7.30 de la mañana del 5 de enero finalmente partimos de Panamá en un vuelo de Aeronica. Antes, algunos recuerdan un ligero movimiento sísmico en Tocumen, que pasa de terremoto a temblor leve según las versiones. Aníbal cuenta que algunos por­ teños le dijeron que les había parecido similar a lo que se siente cuando se camina por las calles de Buenos Aires y pasa un subte por debajo. Yo no lo recuerdo. Y, si fue tan leve, podría haberlo confundido con el movimiento normal de un aeropuerto. Pasadas las horas tensas en Panamá, al fin llegó el momento. Nos pusimos nuestras camisas color arena y nuestros emblemas brigadistas, y completamos felices los documentos migratorios: por prime­ ra vez, después de subir y bajar de tres vuelos distintos, ponía­ mos la verdad en el casillero que preguntaba sobre el motivo del viaje: “Brigada del Café”. Eduardo relata que las azafatas anun­ ciaron nuestra llegada a Managua diciendo “Compañeros pasa­ jeros, llegamos a Nicaragua Libre”. Yo lo registré así: “Aviones y aviones impersonales hasta que por fin llegamos a Aeronica, y entonces sí, la cosa cambia: en lugar de ‘señores pasajeros’, somos C L A U D IA CESARONI

89

compañeros, el aeropuerto se llama Augusto César Sandino, las azafatas lucen nuestros distintivos alegres y orgullosas. Y em­ pezamos a volar cielo nica, y el apretón de manos que se sintió abrazo con Aníbal, y las ganas de abrazar a todos, y repetir una y otra vez ¡Estamos en Nicaragua! ¡Llegamos! Y es verdad. El aeropuerto, pobrecito, humilde, nada que ver con Ezeiza o con el de Panamá, donde estuvimos varias horas varados truqueando, tocando la guitarra, esperando llegar... Saliendo del ‘A. C. Sandino’, después de las fotos, los papeles (podridos ya de llenar papeles, pero es distinto, acá somos compañeros, les damos esos documentos a compas, en ‘motivo de viaje’ dejamos de mentir, ponemos bien grande ‘BRIGADA DE CAFÉ’), bueno, después de eso, nos entregan a cada uno una vincha rojinegra que dice ‘En Nicaragua No Pasarán’”. Estábamos viviendo en persona el hermoso poema de Julio Cortázar, “Noticias para viajeros”: Si todo es corazón y rienda suelta y en las caras hay luz de mediodía. Si en una selva de armas juegan niños y cada calle la ganó la vida. No estás en Asunción n i en Buenos Aires, no te has equivocado de aeropuerto, no se llama Santiago el fin de etapa, su nombre es otro que Montevideo.

(...)

L a viste desde el aire, esta es Managua de pie entre ruinas, bella en sus baldíos, pobre como las armas combatientes, rica como la sangre de sus hijos. Ya ves, viajero, está su puerta abierta, todo el país es una inmensa casa. No, no te equivocaste de aeropuerto: entrá nomás, estás en Nicaragua.

90

B RIG ADISTAS

Era 5 de enero y estábamos en Nicaragua. Recuerdo repetír­ melo una y otra vez, sin poder creerlo del todo. Bajamos del avión y no dejamos de emocionarnos: “Un homenaje en el lugar —frente al Palacio Nacional donde trabaja ‘Daniel’—al Comandante Carlos, Carlos Fonseca Amador.61 Una ofrenda floral en nombre de la FJC. Los discursos y al final Patria Libre... ¡O morir!, Patria o Muerte... Venceremos!, Y ahora ¿qué?... ¡A cortar café! Y nosotros con nues­ tra forma de cantar las consignas, que a ellos les encanta. Creen que son canciones, les divierten. (Por qué será que los yanquis están calientes, por qué será te quiero preguntar, será porque la juventud argentina a Nicaragua se vino a cosechar, y Olé olé, y Reagan viejo boludo...) Y el Himno Sandinista, y antes, ¡Carlos Fonseca es de los muertos que nunca mueren! Carlos Fonseca ¡Presente! ¡Presente! ¡Presente! Otra vez la emoción, las fotos, estamos en Nicaragua. Después, al recinto universitario Juan Santiago Paguaga, muertos de sueño, pero hay “La Maza”62en el pasillo, mucho baile y joda, y alegría, y la charla de Carlos Carrión, buenísima, jodona, profun­ da, y se nota que está pegado a las masas, que más allá de consignas y frases, anduvieron y andan pegados a la gente. (La vergüenza de dormirme, pero se me cerraban los ojos, no daba más)”. De esa charla de Carlos Carrión tengo pocos apuntes, escri­ tos con una letra que se va haciendo inentendible. Tal como me pasaba en mis clases de las 7.30 en la Facultad de Derecho, li­ teralmente seguí escribiendo dormida... De lo que se puede leer surge que me conmovieron los nenes y nenas corriendo por de­ lante y por detrás del dirigente (eran de la Asociación de Niños Sandinistas, quienes nos habían entregado las vinchas al llegar), y algunas de sus palabras: el reconocimiento al modo de ejercer la solidaridad de la Fede: “nos mal acostumbraron”; el análisis de 61 Fundador en 1962 del Frente Sandinista de Liberación Nacional, muerto en combate el 7 de noviembre de 1976 en las montañas de Zinica, litoral atlán­ tico de Nicaragua. Una semblanza desde la Argentina puede leerse en h ttp s:// www.nodal.am/2016/11/a-40-anos-de-la-caida-del-tacayan-vencendor-dela-muerte-el-sandinista-carlos-alberto-fonseca-amador/ 62 La hermosa canción de Silvio Rodríguez. C L A U D IA CESARONI

91

las diferencias entre lo que es ser radical (ultra) y revolucionario: “el que trata de llegar hasta el lugar que en ese momento se pue­ de llegar”; y que la contradicción objetiva en Nicaragua, con el imperialismo, se daba al mismo tiempo que la contradicción entre las masas populares y la burguesía: “en Nicaragua, liberación na­ cional y liberación social son conceptos unidos”. Eduardo anotó esas y otras frases: “Ustedes deben sentirse aquí como en sus casas, y mejor aún, como ustedes quisieran que fueran sus casas”. Y la valoración de nuestra presencia, la enor­ me importancia que la Juventud Sandinista le daba a la Brigada del Café: “Ustedes llegan a la ‘tercera batalla de café’. El enemigo pre­ tende que fracase. Hoy mismo enterramos a dos compañeras de las brigadas educativas. Atendían a niños de zonas de cafetales. Fueron emboscadas... Es la historia de todos los días... ¡Es que cada dólar que se obtenga de la cosecha ya está distribuido, comprometido y gastado de antemano! ¡No podemos fallar! ¡No vamos a hacerlo!”. Y una frase que escribí con letra clara, porque seguramente me gustó especialmente y quizá porque con ella terminó la charla: “En ningún momento dejamos de joder, la alegría es antiimperialista”. Esas primeras horas en Nicaragua, las últimas antes de partir hacia el corte de café, fueron una sucesión de emociones: las que nos provocaban los nicas, y las que empezábamos a construir entre nosotrxs: ya íbamos abandonando los lazos primarios de nuestros regionales, y nos empezábamos a relacionar con lxs compañerxs de nuestras escuadras y pelotones. Todo eso junto. Finalmente, nos fuimos dormir: al día si­ guiente por fin empezaríamos a ser parte de la Batalla del Café. Yanqui ijueputa escucha Nicaragua es libre, amante de la paz. Pero fiera como un tigre si no la respetás. A cualquier costo cumpliremos con la Patria. 92

B RIG ADISTAS

(Dos de las quince consignas nicas copiadas en mi cuaderno, con esta dedicatoria: “Estas son las pocas consignas que puedo ponerte en este cuadernito tan lindo que posees tú. Creo que me da un poco de vergüenza por mi mala letra. Hasta la victoria siem­ pre de un amigo nicaragüense. Luis Manuel Miranda. Procedente de Boaco, V Región”).

C L A U D IA CESARONI

93

SEGUNDA PARTE

¡A M A TA G A LP A !

La disposición de morirpor la patria y por la revolución nos obliga a vi­ vir con alegría cada minuto, a vivir a la luz de todos los amaneceres, las pulgadas de fe, las pulgadas de felicidad y de alegría de todos los días.

Tomás Borge Chauchas y limones, la grieta

Nuestro primer destino no era Matagalpa sino Estelí, pero se decidió el cambio porque allí se estaban dando combates muy cruentos. Al menos eso surge de dos fuentes: una carta de Lucía y el diario de Marcelo. En la carta a Aldo, su novio, Lucía escribe: “Nos mandaron a Matagalpa porque la cosa en Estelí estaba muy peligrosa, todos los días matan a 10 cortadores por lo menos y eso significaba mucho riesgo para el FSLN y para la Brigada”. Marcelo, en su detallado diario —que tiene al menos una entrada por día—confirma el 6 de enero: “Ya pasó la noche, con ella un avión espía. La CÍA presente. Una larga espera y unos camiones nos llevan hasta Matagalpa, no a Estelí como estaba previsto, ya que en esa zona se está combatiendo y no podemos llegar”. Escribo esto en enero de 2019 en Mar de Ajó, la ciudad donde vive Aníbal con su familia desde 1990. Converso a diario con él sobre lo que voy escribiendo, y aporta otra mirada: “Nos man­ daron a Matagalpa porque no podían arriesgarse, sin conocernos bien, a llevarnos a plena zona de guerra. Por eso nos ponen a prue­ ba en Matagalpa, donde el riesgo no era tan alto, para ver cómo C L A U D IA CESARO NI

95

nos desempeñamos y qué respuesta tenemos ante las dificultades. El Frente Sandinista tenía la experiencia de otras brigadas, por ejemplo, la de los alemanes, que tuvieron que volverse para su casa porque no soportaban el ritmo, el hambre, las condiciones de vida...”. Luego se suma a las conversaciones Jorge Garra, nuestro jefe. No recuerda que en algún momento se haya pensado que fuéramos a Estelí, dice que siempre se planificó ir a Matagalpa. Tampoco cree que haya sido una prueba, o un modo de conocer­ nos mejor, llevarnos a Matagalpa antes de partir a Jinotega. En este, como en otros temas, los recuerdos se van armando a partir de retazos, y los retazos no siempre coinciden... Estelí es una ciudad que se encuentra a 148 kilómetros de Managua, en línea recta hacia el norte, a mitad del camino que lleva a Honduras, donde se pertrechaban los mercenarios contras finan­ ciados por los Estados Unidos. Junto con Matagalpa (129 kilóme­ tros de Managua) y Jinotega (143) forman una especie de triángulo en la zona central del país. Las tres ciudades son cafetaleras, y las tres se encontraban en zona de guerra. Si la información que surge de los escritos de Lucía y de Marcelo es la correcta, quiere decir que la evaluación que hizo la dirección de la Juventud Sandinista sobre el peligro de llegar a Estelí nos condujo a Matagalpa. Debimos es­ perar, como anotó Marcelo, un largo rato, quizá para acondicionar todo. Estábamos expectantes. Ya queríamos instalarnos, acomodar­ nos, saber dónde y cómo viviríamos las próximas semanas. En esas horas primeras, definidas las pertenencias en escuadras y pelotones, comenzaban también a definirse los afectos y las cercanías que se consolidarían a partir del hecho de dormir, comer, bañarnos, cose­ char y pasar los pocos momentos de ocio juntxs. Aburridos y ansiosos como estábamos, a algunxs se nos ocu­ rrió levantar unas chauchas que encontramos en el piso para usar cual maracas o sonajeros y acompañar las canciones y consignas. Y cuando nos subimos a los dos camiones que nos condujeron a Matagalpa, no nos organizamos por pelotones ni por escuadras, sino que en un camión subimos todos y todas quienes portábamos chau­ chas, y en el otro quienes no. En uno y otro viajábamos igual de 96

B RIG ADISTAS

apretados, pero en el nuestro, el de los chaucheros, nos divertimos más. Cuando salimos de Managua —una ciudad que había sido arra­ sada por un terremoto en 1972, y todavía no se recuperaba, y que nos llamó la atención porque no tenía un centro urbano, sino pequeñas concentraciones de viviendas separadas por largas carreteras—y nos internamos en la ruta que conduce a Matagalpa, temimos estrellar­ nos varias veces. Había que viajar a toda velocidad, porque ciento veinte internacionalistas en plena ruta eran un blanco ideal para po­ sibles francotiradores, y así lo hicimos: rápida y furiosamente. “A la mañana, levantarse y después de un plantón al pedo (nos falla lo organizativo, es el primer día) como vacas, peor que vacas, en dos camiones, a Matagalpa. Ese viaje, inolvidable por varios motivos: primero porque varias veces pensamos que quedábamos allí, en al­ guna curva o en algún precipicio (camino de montaña, en ascenso y decenas de personas subidas a un camión en el que las partes late­ rales se doblaban así [acá hay un dibujo de una línea curva] ante la presión), segundo porque allí surgieron las ‘dos brigadas dentro de la brigada’: la de los chauchas (nosotros, los piolas, que tomamos el nombre de unas vainas grandes, que cuelgan de los árboles, y que al moverlas hacen un ruido tipo sonajero), y la de los limone(ro)s (los aburridos, los tiernos porque son amargos, plomos, etc.) A partir de allí, todas las jodas posibles, los cantos, las consignas más inverosí­ miles, el arsenal de ingenio que tienen algunos compañeros y que subyuga a los nicas (son comiquísimos cantándolas con nosotros, tomando partido por los chauchas o los limones alternativamente)”. Las chauchas, y la división entre quienes las portábamos y usábamos y quiénes no, duraría varias semanas, sería transversal a regionales, pelotones y escuadras, y marcaría una identidad que aún perdura. Nos encontramos, hombres y mujeres que ronda­ mos los 55/60, y nos preguntamos, después de hacer enormes es­ fuerzos por reconocernos: “¿De dónde eras? ¿De qué Regional? ¿En qué pelotón estabas? ¿En qué escuadra? ¿Chauchero/a o limonero/a?”. Mi identificación eterna, a la pregunta de quién y de dónde soy, será: Claudia, quilmeña, del Regional Sur, pelotón El Cordobazo, escuadra 2 de mayo, chauchera. C L A U D IA CESARONI

97

PARÉNTESIS DOS

LA S C O IN C ID EN C IA S CON C L A U D IA

Mi amigo Matías organizó el domingo 10 de junio de 2018 una reu­ nión que primero era con asado, pero por el mal tiempo trocó en un guiso de lentejas delicioso. Juntó en la casa que comparte con Paula, Vera y Simón a amigos y amigas de la vida de variado origen. Cuando llegué, budín de mandarina en una mano y botella de vino en la otra, entre las personas que me encontré estaba Claudia Conteris. Le dije a Vera, la hija de Matías y Paula, que tiene seis años y es una mezcla adorable de belleza, inteligencia y dulzura: —¿Sabés en qué nos parecemos con ella? -No. —¿Cómo me llamo yo? —Claudia Cesaroni. —Bueno, ella se llama Claudia Conteris, las dos tenemos el mismo nombre y nuestros apellidos empiezan con C. —Somos las dos cecé, acotó Claudia. Claudia Conteris es fotoperiodista. La conozco desde hace unos catorce años, porque ambas formamos un colectivo que pasó a la historia (nuestra) como “las madres del Acosta”. O sea: un grupo de madres de estudiantes del colegio Mariano Acosta, participativas, aguerridas, zurdoperonchas, defensoras de los pibes y las pibas, reclamonas, hincha pelotas según la ocasión. Cuando nuestros hijos e hijas terminaron la escuela, nos seguimos viendo en actos y marchas. Ella, siempre con su cámara en mano. 98

B RIG ADISTAS

En algún momento de la tarde le mostré a Paula, cuya her­ mana Graciela también integró la Brigada del Café, el boceto de la foto de la película Los 120..., que estaba próxima a estrenarse. Entonces, Claudia me preguntó: —¿Vos fuiste a Nicaragua? —Sí, en una brigada de la Fede, la Federación Juvenil Comunista. —¿En qué año? —En 1985. —Mi hermano murió en Nicaragua en 1985. Integraba un BLI. Frío en la espalda, conmoción interior. Los BLI, le explicamos al resto, eran los Batallones de Lucha Irregular, los que recorrían las montañas cercanas a dónde estábamos los brigadistas argentinos y otros internacionalistas y cortadores, verificaban que no hubie­ ra peligro —o sea, que no hubiera contras, las fuerzas irregulares financiadas por los Estados Unidos, que pudieran dispararnos y, eventualmente, matarnos—, y una vez garantizada nuestra seguri­ dad, volvían a sus lugares de combate o de resistencia. “Mi herma­ no —contó Claudia—, tenía 24 años. Estaba en Bluefield, y después lo mandaron a Cuapa, y hubo una acción un poco mal organizada, salieron a recorrer, iban en un camión, quedaron en una zona baja rodeada de montañas, se transformaron en un blanco fácil, les dis­ pararon, eran treinta y cinco, murieron treinta y cuatro, hubo solo un sobreviviente al que dieron por muerto”. El horror de la cifra. Un sobreviviente. “Un fusilado que vive”, como en los basurales de José León Suárez que contó Rodolfo Walsh. Algunas preguntas más: —¿Era argentino tu hermano? —No, uruguayo. Nosotros nos exiliamos en Venezuela cuando llegó la dictadura a Uruguay. Luego seguimos hablando. De aquella Nicaragua, de la que Claudia visitó en 2005, de la que vimos los cuatro brigadistas que volvimos en 2016, de la que estaba en llamas en ese junio de 2018 en que conversamos. Hablamos con cierta pesadumbre. Por Marcos Conteris, por las luchas perdidas, y por la muerte. Y tam­ bién, creo yo, con cierta emoción por las coincidencias inespera­ das. En una tarde gris, entre niños y niñas, risas y música, guiso de lentejas, vino y budines, y siempre, sueños por conquistar. C L A U D IA CESARONI

99

Marcos Conteris en Nicaragua.

100

BRIG ADISTAS

V ID A C O T ID IA N A I

Finalmente, llegamos. Las imágenes que filmó Nino nos mues­ tran felices, arribando a la hacienda La Cumplida, expropiada pocos meses atrás. El antiguo dueño estaba en Miami, y su her­ mano lideraba un grupo contra. Bajamos, armamos una larga fila desde los camiones hasta el camino que conducía al lugar donde nos alojaríamos, nos fuimos pasando las mochilas, las ordena­ mos por pelotón, nos formamos, nos recibió el compañero res­ ponsable por parte de la Asociación de Trabajadores del Campo, Ricardo Rugama, y nos asignaron el lugar donde viviríamos los próximos treinta días: nuestras covachas. A mi pelotón le tocó una especie de establo rectangular, donde acomodamos nuestras mochilas y bolsas de dormir enrolladas hasta la noche: “...la co­ vacha, una especie de edificio sin ningún mueble ni armario, ni

Covachas en La Cumplida.

C L A U D IA CESARONI

101

nada más que más de 30 mochilas y bolsos y bolsas de dormir y canastos (para ir recogiendo los granos de café, a medida que se van llenando se pasa a la bolsa), y borceguíes y etc. (en el etc. entra el olor asqueroso que produce todo eso, obvio)”. Quizá, en esa primera disposición, ya me ubiqué cerca de Leo y de Alfredo. Uno de Rosario, el otro de Santa Fe. Uno, militante territorial de Empalme Granero, reo, cantor de voz bella. El otro, estudiante de la Universidad Tecnológica Nacional, reconcentrado, hermoso cuando sonreía burlón. Con Leo estábamos en la misma escua­ dra, la 2 de mayo, Alfredo estaba en la Rodolfo Ghioldi, los tres en el mismo pelotón El Cordobazo. Construiríamos un triángulo con relaciones bi y trilaterales: Leo y yo. Alfredo y yo. Los tres juntos. Ellos dos, hablando de lo que sentían por mí, conversación de la que me enteraría mucho después, a la vuelta, a través de una carta de Alfredo. Discutíamos. Quizá había demasiada energía y deseo no con­ sumado. Cada vez que hablamos de la Brigada, el comentario con afanes de picaresca es que nos la pasaríamos revolcándonos entre los cafetales. Pues no. El tema no se planteó expresamente, pero estaba implícito: íbamos a cumplir una tarea, y debíamos concen­ trarnos en eso. Yo tomaba pastillas y las seguí tomando, pero no fue una indicación general que lleváramos o tomáramos anticon­ ceptivos, lo que hoy seguramente sería obvio. Nos quedaba claro a todos y a todas que a Nicaragua íbamos a trabajar duramente, a cosechar, a hacer trabajo voluntario, a divertirnos colectiva­ mente el rato que nos quedara libre y tuviéramos energías. Y ya. Además, había verdaderas dificultades objetivas como para tener algún tipo de intimidad que fuera más allá de los abrazos, algunos besos tímidos y dormir pegados: puros contactos inofensivos. En ese contexto se fueron construyendo las relaciones afectivas, los acercamientos y las distancias. En la covacha se duerme, y a la vuelta de la montaña se juega al truco, se toma mate y se canta. Nos sorprendemos en los primeros intercambios con los nicas: a diferencia de lo que sucede en casi la to­ talidad de los países del continente, usan el voseo como nosotros en 102

B RIG ADISTAS

el habla cotidiana. Conversamos, preguntamos, respondemos, nos reímos con los equívocos a partir de algunas palabras. A Daniel una tarde le ofrecen dulce de cajeta en el surco, y pega un respingo hasta que se da cuenta de que cajeta en Nicaragua es una especie de dulce de leche sólido. Abrir la paja, es abrir una canilla. “¿Estoy pijudo?”, le preguntó un día Francisco, el capataz, a Enzo y a otros brigadistas, mostrando un buzo nuevo, y rieron hasta entender que pregunta­ ba si se veía elegante. Uno de nuestros médicos lleva el sobrenom­ bre de Pato, lo que divierte a los nicas cada vez que lo nombramos, porque para ellos pato es puto. Juan Carlos explica pacientemente a algunos nicas qué significa el boludo con el que nos llamamos de uno a otro surco lxs argentinxs. Algunas expresiones nos sorpren­ den especialmente. Aníbal le pregunta a un nica cómo está, y la res­ puesta es “como en Malvinas, brother”, sinónimo de bajoneado o desilusionado, en referencia a la desazón que les había provocado la rendición argentina ante los ingleses. A Aníbal también le piden una herramienta o un utensilio de cocina, siempre con la misma palabra: chunche, que significa cualquier cosa y nada en particular. A veces, como el mismo día que llegamos, hay ron y baile y fogones en los que el hit es nuestro “a ver, a ver, cómo mueve la colita, si no la mueve, la tiene paspadita”, con el que hacíamos menear a quien se nos pusiera delante; y guerras de canciones en­ tre chaucheros y limoneros, infaltables. Se construían pequeñas ceremonias: Claudio Barrera, el Cauca (1962), recuerda una, nocturna: “Había un porteño63 que dormía al lado mío en Matagalpa, había llevado un grabador y cada noche lo ponía y decía ‘buenas noches, Carlitos’, con esa for­ ma que tienen los porteños de poner la boca de costado, y me ha­ cía escuchar...: ‘Escuchá, Cauquita’, me decía, y nos dormíamos escuchando a Gardel. Con el tiempo las pilas se fueron agotando, se escuchaba cada vez más lento, hasta que no se escuchó más. Pero cada noche decía: ‘Buenas noches, Carlitos’”. 63 El Cauca cuenta esto con su delicioso acento cordobés, por lo que es de presumir que su definición de “porteño” puede aplicarse tanto a un brigadista de la Capital Federal como al de alguna localidad del conurbano bonaerense. C L A U D IA CESARONI

103

Llegar y acomodarnos significó también saber dónde y bajo qué condiciones iríamos a cosechar. Lo describía Marcelo: “Estamos a 5 km. del corredor de los contras, todo está bien cus­ todiado por las milicias, pero pese a todo la primera noche hubo tiros, algunos nomás, pero no nos asusta. Todo aquí ronda en un clima muy especial, hay fusiles y flores, hay consignas de fuerza y amor, un país en guerra, un país, un pueblo luchando por lo suyo, Nicaragua es como dijo Cortázar, violentamente dulce”. Nuestro primer día de cosecha fue el 7 de enero. Difícilmente se pueda contar mejor que como lo hizo Eduardo en su diario. El relato cruza nuestra rutina con el horror, tan cercano: “De qué color es el cielo de un país libre 4.15 horas de la mañana. Recogemos del suelo las mantas y bolsas de dormir. Aseo. 5.00 hs. Almuerzo64 en la hacienda. Una tortilla de maíz ca­ lentada sobre una chapa caliente. Porotos negros hervidos sobre ella. Se acabó el café, tomamos agua. 6.15 hs. Formación. Saludamos a los vanguardistas en el corte de café. Una brigada de recolectores nicaragüenses in­ venta un aplauso con sones para las brigadas internacionalistas. Recomendaciones del jefe de la Brigada argentina. 7.00 hs. Subimos a dos camiones abiertos.65 Un camino si­ nuoso entre la selva, bananos guineos66 y enormes árboles de pomelos a un costado de dos barracas campesinas. En un lejano camino como este, y en tanto arribábamos a este país, los ‘contras’ mataban a dos muchachas de las brigadas educativas. Emboscadas cuando volvían a pasar las fiestas con sus familias, el cielo se les quedó sin color. Se les volvió todo blanco, o todo negro, vaya a 64 Obviamente, se trataba del desayuno. 65 Como se verá más adelante, el tema de los camiones y quiénes subieron en ellos a la montaña, es uno de los que más hemos debatido. El texto no tiene fecha, pero por el orden en que está es de los primeros días, así que confirma que había dos camiones para todos los brigadistas, y que no se hacía distinción entre varones y mujeres, al menos durante esos primeros días. 66 Guineo: Plátano maduro, parecido a nuestras bananas. 104

B RIG ADISTAS

saber. Una de ellas fue traspasada luego en la cabeza, de lado a lado con una bayoneta. Los médicos lloraron sobre su carita, y la arreglaron como pudieron para entregarla a sus padres. 7.55 hs. Bajamos por una ladera de la selva. Abajo el estruen­ do de un río de montaña. Entre árboles gigantes caídos y otros hacia lo alto, se sumerge el cafetal. En canastas atadas a las cintu­ ras, cargamos granos rojos arrancados a racimos, donde todavía esperan a otro corte los granos verdes. 12.10 hs. Llueve. Más granos rojos, solo se piensa en granos rojos. De alguna parte del cafetal alguno de los nuestros grita una tontera. Reímos. Después las cachadas siguen. Llegan solo las vo­ ces, apenas se ve al compañero que trabaja en la planta contigua. 14.00 hs. El cansancio. Esperamos la comida. 14.50 hs. Fin del corte. Hay que subir el saco cargado de café por una cuesta empinada y resbalosa. 15.30 hs. Fila ante una camioneta para comer, campesinos re­ colectores, milicianos recolectores y jóvenes argentinos. Tortilla de maíz y porotos negros. 17.00 hs. Regreso. Bajamos de la montaña. Cuatro kilóme­ tros a pie hasta la hacienda. Atardece temprano. Las montañas de color violeta. Camino de tierra bordeado de hileras de antiguas palmeras. Viene un niño recolector nicaragüense a mi lado: ‘Mire el color del cielo’ me dice. ‘Sí... rojo’ —contesto. ‘Ya sé escribir la palabra rojo’ —festeja. ‘Mire —señaló otra vez a lo alto—, si hubiera una nube negra sería la bandera del Frente’. Pero el negro estaba en los ojos de las educadoras que velaban en Managua. El niño, entretanto, se había adueñado del rojo, para siempre”. En su diario, Marcelo comienza a hablar de lo que, al pasar de los días, se convertiría en uno de nuestros temas centrales: la comida. Su sabor, su calidad, su falta. Las comidas extrañadas, las comidas soñadas, las comidas esperadas para la vuelta. Las sor­ presas inesperadas, las desilusiones, el llanto, la desesperación. No imaginábamos que la comida sería tan importante, qui­ zá porque muy pocos de nosotros había pasado hambre alguna vez en la vida. No lo previmos ni lo pensó la conducción de la C L A U D IA CESARO NI

105

Brigada. Aníbal dice: “Yo imaginaba que iba a tener problemas para dormir, jamás me planteé el tema de la comida. Estuve 16 días alimentándome con café, arroz cuando había, el frijol no podía comerlo, y la tortilla tampoco. Regulaba con las pastillas Mentolyptus que me había regalado mi hermana. Me planteaba ¿cuánto tiempo vas a estar sin comer? Bajé 16 kilos”. Le pregunto si tenía alucinaciones olfativas, como las que recuerdo haber teni­ do yo. Me responde: “¡Claro! Un día en el cafetal grité: ¡¿Quién es el hijo de puta que está friendo milanesas?!”. Conversamos sobre el tema con Aníbal y Garra. Pregunto por qué no se previeron algunos refuerzos, sencillos de llevar; al­ gún preparado vitamínico, algunas golosinas para saciar el deseo de dulces. Garra dice que el tema de la alimentación no se evaluó como un problema antes de viajar: se resolvió que debíamos comer lo mismo que los nicas, y se supuso que si era suficiente para ellos, lo sería para nosotros. Y agrega: “Cuando vimos los problemas que surgieron por este tema, insistí para que a la segunda Brigada fuera Aníbal, para mejorar un poco la cuestión de la alimentación”. La obsesión por la comida, el frío y la lluvia, los peligros cer­ canos y el cansancio avanzaban a medida que pasaban los días. La primera jornada de cosecha, Marcelo la describe así: “Hoy 7/1 cosechamos por primera vez. Fue una jornada muy dura, nos levantamos a las 4 AM y luego el desayuno que es igual a todas las comidas, consta de una tortilla de maíz, frijoles y a veces arroz”. Y el 8/1: “Fue un día demasiado nostálgico, los re­ cuerdos de Argentina no cesaban en mi cabeza, hay que hacerse fuerte, aún faltan 52 días para salir de aquí y marchar a Managua. Alrededor del mediodía hubo un tableteo de metralla muy cerca. No tenemos información exacta pero se cree que rechazaron a un grupo de contras quizá perdidos en la selva, si alguien se pierde es muy peligroso, más aún en la noche, el que se pierde es persona muerta, de un lado o del otro”. Cada mañana nos levantábamos, nos lavábamos apenas los dientes y la cara, y con la misma ropa con la que habíamos dormi­ do, o casi (Vivi usaba un llamativo pijama turquesa que Cacho P., 106

B RIG ADISTAS

compañero de pelotón, le sugirió que abandonara después de ti­ rarse encima de ella para protegerla en medio de un ataque, por­ que el color la transformaba en un objetivo ideal para el enemigo), nos alistábamos para subir a la montaña. Antes, tomábamos un desayuno al que nos costó acostumbrarnos. No porque fuéramos melindrosos, sino porque la tortilla de maíz y los frijoles no son parte de nuestra dieta, y no solo no nos gustaban, sino que im­ pactaban de modo violento —sobre todo los frijoles—en nuestros estómagos e intestinos. Cuando las conversaciones recordatorias rondan esta temática, son infaltables las menciones a los gases, los pedos, y la consistencia de las defecaciones. Hablamos de esta cuestión con Aníbal, que participó en la se­ gunda Brigada, propuesto por Jorge Garra justamente para mejo­ rar ese aspecto de la vida de lxs brigadistas. Coincidimos en que si ciento veinte nicaragüenses hubieran sido traídos a la Argentina y se los hubiera alimentado sin preparación previa con nuestra dieta de entonces —carne de vaca al menos tres veces por semana, pollo y algo de cerdo, harina de trigo en panes, pizzas y pastas a diario, casi nada de legumbres y algo de verdura y fruta, sumado al mate a toda hora—hubieran terminado todos internados. Me cuenta el caso de un combatiente salvadoreño que conoció en Matagalpa, al que invitó a un asado en su casa en ocasión de una visita que hizo a Buenos Aires. Volvió a verlo en el 86, y el compañero comentaba riendo que se había salvado de la represión y de las privaciones y sufrimientos vividos como guerrillero en su país, pero lo que sí lo tenía jodido eran los dolores en la rodilla (lo que vulgarmente llamamos gota) por el aumento del ácido úrico después de pasar tres meses comiendo carne en la Argentina. Juan Carlos es uno de los que más sufrió el cambio de dieta: “...no pude terminar el segundo bocado de frijoles junto a la tor­ tilla. La tortilla era muy seca, parecía que estaba comiendo tiza. Solo tomaba el pinolillo. Creo que me alimenté de pomelo por una semana o más. Eso, comer solo pomelo, hizo que no cagara al menos por varios días...”.

C L A U D IA CESARO NI

107

Nino tampoco toleró la tortilla: “...me parecía cartón corru­ gado, la canjeaba por arroz. Con las especias, le mejoraba un poco el gusto...”. Francisco Sangiuliano, Pancho (1956), se recuerda uno de los primeros días, plato en mano, comiendo uno a uno los pocos fri­ joles asignados, y diciéndose a sí mismo con resignación: “Esto es lo que hay y lo que vas a tener que comer los dos próximos meses...”. Luis F. comía lo que le sirvieran, no tuvo problemas de adap­ tación, pero extrañaba un clásico de las comidas argentinas: el pan. Todos y todas recordamos que la comida se transformó en el tema recurrente, incluso para cometer irreverencias: los nicas entonaban algunas de sus consignas sobre la base de tomar las iniciales de las siglas partidarias: Dame la F, te doy la F, dame la S, te doy la S, dame la L, te doy la L, dame la N, te doy la N. ¿Qué quedó? ¡FSLN! Julio P. recuerda una versión argentina que refle­ jaba el hartazgo por la dieta de tortilla, frijoles y a veces arroz: “F de fideos con manteca, S de sanguche de jamón, L de leche con facturas, N de no me banco más!!!”. Pipí, en cuya casa de Rufino hemos disfrutado lechones, choris y empanadas deliciosas, dice no haber sentido hambre, a pesar de que bajó 22 kilos. Nino bajó 15. Carlos, 14, y recuerda: “Uno de los juegos que hacíamos en el corte era armar comidas, describirlas, hacer menús, y así pasábamos las horas, que se ha­ cían tediosas. Claro que pasamos hambre. Por supuesto que si lo comparás con personas que tienen desnutrición crónica, no, pero para nosotros, con el desgaste físico que hacíamos, y el tipo de alimentación al que estábamos acostumbrados, lo que nos daban era muy distinto y muy poco, y nos desesperábamos cada vez que era la hora de la comida...”. Como en tantos otros temas, los recuerdos varían. Alguien comenta con enojo el hecho de que algunos brigadistas tomaran dos o tres raciones, alegando que le llevaban a otro compañero, o simplemente volviendo a pedir en el desorden de brazos, so­ bre todo en el almuerzo que se hacía en el mismo lugar donde 108

B RIG ADISTAS

cosechábamos. Otrxs, más curtidos por sus condiciones de vida previas a viajar, exhiben un mayor resistencia, tanto al tipo de ali­ mento como a la cantidad asignada, y sostienen que jamás pasa­ ron hambre. Eduardo F. dice: “El hambre fue una obsesión permanente en la Brigada, yo recuerdo eso. Inventábamos canciones en los surcos hechas en base a comidas. Incluso me jodían porque yo no sabía lo que era un Michel Torino, decían, vamos a tomar un Michel Torino, yo preguntaba qué era, y se burlaban... Recuerdo una vez que descubrí unas papas en el suelo, y me les tiré encima y les pedí a las cocineras si me las podían cocinar, por el hambre que tenía. Todos teníamos hambre, y cada vez que nos daban algo extra, era como una bendición”. Esas papas, recuerda Aníbal, “no se podían comer: estaban fumigadas, y eran para plantar. Parecían abandonadas pero los compañeros nicas del sindicato nos avisa­ ron que no las comiéramos...”. Esperábamos con ansias cualquier alimento conocido: un poco de arroz con aceite, algo de condimento, el jugo de un po­ melo, la cuajada, una especie de ricota que lejanamente nos recor­ daba el sabor del queso. El descubrimiento de los pomelos —que los nicas llamaban con su nombre gringo, greyfruit, herencia del poder de la multinacional United Fruit en el país—remite a una de los momentos más unánime y felizmente recordados de nuestra estadía en Matagalpa. En alguna subida a la montaña, a alguien o a varios se les ocurrió que podríamos disfrutar esos pomelos que veíamos cada día, así que empezamos a bajarlos y a comerlos. A dentelladas, o en la forma de jugo rociado sobre las tortillas de maíz tibias —idea de Momo—“¡sublimes, calentitas y almibara­ das!”, acota Pipí. Si conseguíamos además un poco de azúcar, eso era la gloria. La idea le costó a Momo un llamado de atención de parte de Alejandro y Claudia, jefes de pelotones, que le pidieron que no se modificaran más las tortillas para no ofender a las coci­ neras y a los nicas en general. Había una preocupación razonable por parte de la conducción de la Brigada en cuanto a no despreciar la comida con la que se alimentaba a diario la población campesina C L A U D IA CESARO NI

109

con la que interactuábamos, pero creo que en este caso la indica­ ción no fue atendida, sobre todo cuando a los nicas les empezó a gustar la idea. Así lo contaba en mi diario: “Y los pomelos (esta­ mos depredando la zona), otra historia: a la mañana, después de la subida; al mediodía, para cambiar el gusto del pinolillo (un jugo color caca67 hecho con cacao, maíz y canela), o a modo de limón, en los frijoles (algún delirante llegó a decir que parecía mayone­ sa); hecho dulce, sobre la tortilla, o con la cáscara, futura fruta abrillantada, etc., etc., etc.”. Graciela Fernández Sarti (1963) ríe: “Les preguntamos a los nicas: ¿Ustedes no comen los pomelos? Sí, nos dijeron, ¡pero los dejamos madurar!” Moro agrega: ‘Yo me cargaba de pomelos por las noches. Cuando bajábamos venía­ mos hechos mierda, y después de comer todos querían descansar, y yo dale que dale, vamos a juntar pomelos por si no sube la co­ mida... Nadie quería acompañarme, y al otro día, cuando picaba el hambre, tenía que repartir pomelos por tajadas...”. Yo no recuerdo si estaban o no maduros, ni el modo de repar­ to. Lo que tengo grabado es el momento de placer compartido que suponía ir o venir del corte mordiendo un pomelo fresco y jugoso. En esos días de Matagalpa, las nociones de felicidad y de infe­ licidad estaban muy asociadas a la comida. Releyendo nuestro libro icónico de entonces, La montaña es algo más que una inmensa estepa verde., del comandante Omar Cabezas, nuestras angustias, deses­ peraciones y ocasionales alegrías quizá se comprendan mejor. La descripción que hace de sus meses de entrenamiento se parecen a las que hacíamos nosotros en nuestros registros: “El entrenamiento duró como mes y medio en pleno corazón de la montaña. Duraba desde las cuatro de la mañana hasta que ya no había luz. Vos sabés lo que es estar acostado y que de repente oigás aquel grito horrible, llegabas a odiar ese grito... ‘¡Levantarse, compañeros...!’ no era ‘a levantarse, compañeros’, sino ‘levantarse, compañeros’. Eso fue 67 ¿Debería sacar esa definición irrespetuosa para un alimento fundamental de la dieta nicaragüense? No, porque eso escribí en ese momento, y esa libertad de lo íntimo es un presupuesto que espero que cualquiera que lea estas páginas tendrá presente cuando se trate de considerar nuestras impresiones personales. 110

B RIG ADISTAS

durante la guerrilla, el oficial del día da la voz de levantarse a las tres y media de la mañana. Y nosotros que estábamos acostumbrados a levantarnos tarde, porque nos acostábamos tarde... eso era horri­ ble... empezar a acostumbrarse a acostarse a las 7 de la noche por fuerza y levantarse a las 4. Nos acostábamos molidos y con hambre. Con frecuencia soñás que estás comiendo helado, soñás con un ban­ quete, la comida empieza a ser a veces el centro principal del pen­ samiento, uno mucho piensa en la comida en esas circunstancias... y a las 4 de la mañana el grito de levantada... bajo la lluvia... estás sequito y están cayendo aquellos rielazos de agua en la montaña, pero helada, hacé el favor, helada y a salirte...”.68 Momo valora el café de la mañana: “Me devolvía a la con­ dición humana”. Eduardo relata un día de corte, el 17 de enero. Lo de siempre, lo de cada día: lluvia, borceguíes embarrados, una culebra rondando, hambre. Hasta que algo rompe la rutina: un compañero cumple años, y se festeja en medio del surco: “Las muchachas nos sorprenden, se sientan en la tierra y sacan de una bolsa tortillas de maíz medio quemadas, sobrantes del desayuno de la mañana. Otro aparece tras de un cafeto, con la canasta cu­ bierta de pomelos cuidadosamente pelados y cortados. Se pone todo sobre el manto de helechos y hierbas mojadas y se festeja entonces el cumpleaños de un compañero... El homenajeado se emocionó y no fue para menos. Se habló de las familias, y por supuesto de comida. Se habló de los sueños”. Consultadx lxs brigadistas con quienes tenemos contacto, descubrimos que fue Ladislao Roth, Ladi (1963), compañero del Regional Sur, el que festejó en el cafetal sus veintidós años. Otros festejos fueron menos amables: Gustavo, que lucía lar­ ga barba y melena, fue “amenazado” por un grupo de brigadistas con rasurar ambas el día de su cumpleaños, el 28 de enero. La cosa se puso áspera ante su oposición (“el que me toca muere”) así que

68 Cabezas, Omar, La montana es algo más que una inmensa estepa verde, Edi­ torial Nueva Nicaragua, Managua, 1983, pág. 109 y ss. C L A U D IA CESARO NI

111

tuvo que intervenir Garra para calmar los ánimos. El enojo duró varios días, pero pelo y barba quedaron indemnes. A las 14 se almuerza, sigue Eduardo: “Almorzamos sobre un terreno pantanoso. Se comen los porotos con la mano. Se toma ‘pinolillo’, algo así como gofio con agua. Con los dedos limpia­ mos el gofio mojado que quedó en el fondo del tarro. Es el postre (...) 17 horas. Regresamos. Llueve. El que no está mojado, está embarrado. Y el que no se da cuenta, es porque tiene hambre”. Teníamos hambre y deseo desesperado de comer algo dulce. Enzo era uno de los que ansiaba aunque fuera un caramelo. Una tarde caminaba con Ladi, y pasaron cerca de un estudiante al que su familia le había llevado una Coca Cola mediana: “...nos ofreció el último poquito que le quedaba. Lo dividimos entre los dos lo más equitativamente posible, un manjar de los dioses, una vuelta a nuestras raíces...”. Momo recuerda cómo ese deseo de dulzor al­ gunos intentaban saciarlo comiendo granos de café: “Nos habían dicho que no se podía chupar el rojito, pero por la necesidad de comer algo dulce algunxs chupamos y vimos que era dulce y nos dijeron que no, porque tiene un ácido que se usa para cargar bate­ rías de auto, nos decían ‘ojo con eso porque hace mal’!”. Gerardo relata el caso de un brigadista de su pelotón al que tuvieron que sacar de su bolsa de dormir, tapado literalmente de mierda, des­ pués de probar ese alegado postre. En el surco, la obsesión por la comida estaba presente. Aníbal había sido designado cocinero de la Brigada para colaborar con la organización de nuestros desayunos, almuerzos y cenas. Hubo mo­ mentos en los que escaseó hasta la ración prevista de tortilla, arroz y frijoles con un poco de café que considerábamos una rutina in­ sufrible, pero que extrañábamos con desesperación cuando faltaba alguno de esos ingredientes de nuestra dieta. Por fallas de organiza­ ción o de previsión, hubo días en los que, luego de hacer disciplina­ damente la fila para llegar a tomar nuestra ración, nos encontramos con la nada misma. A mí me pasó en Jinotega, pero el relato podría haber sido también de Matagalpa: “La comida sigue siendo vedette, pero a veces, para amargarte el día: hoy nos habían anunciado una 112

B RIG ADISTAS

comida de primera. Llegamos algo tarde —pero dentro del horario— y nos quedamos sin salsa, que era lo ‘de primera’ de la comida de todos los santos días: arroz y frijoles. Puteamos y reputeamos y nos quedamos recalientes, pero la salsa se había acabado. Moraleja: no hacerse película con las comidas, cualquier contratiempo de última hora te caga la vida sin más ni más”. En el surco, en un ejercicio de auto flagelación, éramos muchxs lxs que preguntábamos a los gritos “¿Qué comemos hoy?”, y empezábamos a recitar menús (¡Vermicelli tuco y pesto de Pippo!69) y recetas que, entre otros, Aníbal describía con lujo de detalles, apelando a las tradiciones maternas. Un día, respondió: “Che, hoy no tengo ganas de cocinar, así que tiro un churrasco a la plancha con unas berenjenas al escabeche, y listo...”. Desde otro surco, como un fantasma, apareció un brigadista, estudian­ te secundario de la Capital Federal: esa, precisamente esa, era su comida preferida, la que le hacía su madre, la que seguramente en ese momento podía oler: el perfume imaginado pero real, alu­ cinado, de un churrasco hecho por la vieja, con unas berenjenas fragantes, era algo insoportable de tolerar con el estómago perfo­ rado por un hambre hasta entonces desconocida. Laura Scipioni (1955) cosechaba a veces con Luis Valenga —fallecido en octubre de 2016—, y recuerda que le decía que era un masoquista, porque se la pasaba hablando del pollito asado, y de otras delicias que extrañaba y soñaba volver a comer. Luis —com­ pañero del Regional Sur—era dueño de un sentido del humor y de una ironía que desplegaba en todo tiempo y lugar, me lo puedo imaginar delirando sin parar en medio del cafetal, riéndose de sí mismo y de nuestros desvelos y alucinaciones olfativas. Primo Levi, sobreviviente de la barbarie nazi, describe lo mismo, en circunstancias por supuesto absolutamente distintas, incomparables por lo tanto, las de la subsistencia en un campo de concentración. Sin embargo, la escena que describe es simi­ lar a las tantas que recordamos: “Sigi tiene diecisiete años y es el 69 El menú más popular de ese restaurante clásico porteño. CLAUDIA CESARONI

113

más hambriento aunque recibe cada tarde un poco de potaje que le da un protector suyo, verosímilmente no desinteresado. Había empezado a hablar de su casa de Viena y de su madre, pero luego ha pasado al tema de la cocina y ahora nos habla sin parar de no sé qué banquete de bodas y recuerda, con verdadero desconsue­ lo, que no terminó el tercer plato de potaje de habas. Todos lo mandan callar, y no han pasado diez minutos cuando Bela nos describe su campiña húngara, y los campos de maíz, y una receta para hacer polenta dulce con maíz tostado, y manteca, y especias, y... y lo insultan, lo maldicen, y hay otro que empieza a contar... ¡Qué débil es la carne! Yo me doy perfecta cuenta de cuán vanas son estas imaginaciones del hambre, pero no puedo sustraerme a la ley común, y ante los ojos me baila la pasta asciutta que aca­ bábamos de hacer Vanda, Luciana, Franco y yo, en Italia, en el campo de espera, cuando nos dieron la noticia repentina de que al día siguiente teníamos que salir para venir aquí; y estábamos co­ miéndola (estaba tan buena, amarilla, sólida) y la dejamos, necios de nosotros, insensatos: ¡si hubiésemos sabido! Y si ocurriese otra vez... Absurdo; si hay una cosa segura en el mundo es esta: que no nos sucederá otra vez”.70 Se hablaba de comida, se soñaba con comida. El 23 de enero anoto en mi diario: “Las comidas son un tema aparte: la imagi­ nación y el hambre pueden más que la tortilla y los frijoles: con azúcar derretida, con jugo de pomelo transformamos a la primera en algo más tragable; con un poco de jugo en que se cuecen, nos alucinamos que son sopa de lentejas los segundos. Y el placer in­ descriptible de saborear el pan a la mañana, o un huevo una vez por semana. El súmmum de un pedazo de carne con ensalada el domingo, producto de la caída fortuita (¿deseada?) de una vaca. Y un trocito de banano hecho madurar a la fuerza, y bollitos de harina de maíz que deliramos son bizcochitos de grasa. Y charlas, interminables, sobre banquetes pantagruélicos que nos daremos a la vuelta, o en Managua. Olores que te pasan en una décima de 70 Levi, Primo, Si esto es un hombre, Barcelona, Muchnik Editores, 1989. 114

B RIG ADISTAS

segundo por el cerebro o por la nariz, no sabés bien. A milanesas y papas fritas, o a una tallarinada, o a lo que más te guste imagi­ nar y que más deseás. Y nos cagamos de hambre, y más todavía soñando con toda esa cosa por ahora inalcanzable y que era tan habitual, tan seguro llegar a casa y encontrar el salame y queso y jamón crudo en la heladera y las galletitas y putear a tu vieja por­ que compra demasiada comida... ¿para qué? Otra historia son los sueños: con cosas de acá (hormigas, cafetales, compañeros, co­ midas) o con la gente de allá (la Chichi, los amigos) ¿Qué pasará por esta cabeza, por este inconsciente o subconsciente (¡Grachu,71 perdoname la ignorancia!), cómo se irán gestando esos sueños nuevos, que son de acá, tan de acá, tan particulares?” “La vaca” fueron en realidad varias vacas, y el modo en que se las mató da lugar a numerosos relatos que más bien parecen mi­ tos y /o leyendas. La primera vez que comimos un poco de carne fue en Matagalpa, un domingo que por eso se transformó en fies­ ta. “La cortamos a nuestro estilo, decidimos hacer un gran guiso. La hervimos mucho y la carne se deshilachó, y después hicimos caldo con los huesos”, cuenta Aníbal. Los recuerdos se cruzan y mezclan, porque Lucía habla de “asado”, yo de “carne con ensalada”, y Aníbal de “guiso”. Lo que fuera, nos hizo felices ese domingo 20. El domingo siguiente, 27 de enero, la felicidad vendría de la mano de uno de los chanchitos que nos rodeaban a diario: “...el recontraglorioso guiso de chancho: Leo y Alfredo en shorcitos, yo en malla, comiendo terribles platos bajo un sol que partía, feli­ ces, picante, con gusto a comida, por fin...”. Marcelo también relata esos momentos de felicidad vincula­ dos a la comida: “25/1: Hoy cenamos algo extraordinario: Puré de papas, frijoles y arroz con café, y para finalizar la comida, un compañero me obsequió un Particulares 30. Fabuloso”. Cuando una comida extraordinaria o fabulosa llega después de la escasez, vale doble. El 29 de enero fue un día difícil: “Son las 5.45 PM, 71 Graciela, mi amiga psicóloga. CLAUDIA CESARONI

115

regresamos de un arduo día, alrededor de las 10 AM se largó una lluvia feroz, pese a todo continuamos nuestras labores, fue terrible trabajar con lluvia, nos caíamos, pero pese a todo dejamos alrede­ dor de las 2 PM, estábamos a unos 2 km. Internados por la selva del camino, la bajada fue tremenda, entre el barro y el peso de la bolsa, alrededor de 40 kilos, patinábamos como locos, se nos caían las bolsas, tuve suerte de no caerme, pero casi todos los compañeros cayeron, nos embarramos totalmente. Cuando llegamos al camino estaban sirviendo la comida, solo frijoles, tenía un hambre que me comía una casa, pero solo hubo un puñado de frijoles, luego de la medida emprendemos los 6 kms de bajada, se largó a llover otra vez y la bajada se tornó pesada. Arribamos a la hacienda destrozados, había pasado la lluvia pero refrescado mucho, nos fuimos a lavar a una canilla y pensando que ya estaba la comida nos mandamos a la cocina, solo café caliente ya que nos avisaron que hoy hay comida especial y aquí estoy esperando con un hambre que me como todo, recordando las ricas comidas que me preparabas...”. Barro, lluvia, hambre, y temor: “...esto es una lucha y se lu­ cha cada día con la angustia de estar en un territorio en guerra, con estruendos de morteros todas las noches, con el temor de que en cualquier momento ataquen. Esas son las cosas que nos hacen más duros los días”. Antes de despedirse de Diana para cenar, un poema: Él Él se recuesta sobre el peñasco lo cubre la lluvia en la montaña estará cuatro horas luego vendrá otro por él él espera disparar otros esperarán dispararle primero pero seguro, no lo harán. El miliciano cumple con su guardia, mientras la patria se sigue construyendo. 116

B RIG ADISTAS

Al día siguiente, lo primero que cuenta Marcelo es su felici­ dad: “La cena fue espectacular: frijoles, pan, papas fritas revueltas con huevos y chicharrones, de postre un guineo y café”. Algo glo­ rioso, para mejorar un día difícil. Marcelo, como muchxs otrxs brigadistas, padecía problemas de salud, y además extrañaba a su compañera, con la que se había casado apenas dos meses antes del viaje. Su estado de ánimo va y viene, como el de la mayoría. El 13 de enero, domingo rojo y negro, domingo sandinista de trabajo voluntario, mientras hace un pozo para la basura, comienza a sentirse mal, sufre un mareo y dolor en los riñones. Los médicos le ordenan reposo, y luego tiene vómitos y más mareos. El hambre seguramente contribuía al malestar, además del esfuerzo físico y la alimentación inusual, y se suma una colitis. Ese mismo día, la realidad de la guerra se nos hizo presente. Contaba Lucía: “Por razón de pesar tarde el café volvimos del plantío cuando ya estaba oscuro, y la verdad que son minutos de mucha tensión, porque no se ve nada y además nosotros no conocemos el lugar y estamos muy intranquilos, no porque no confiemos en la guardia de las milicias, sino porque no sabemos cuál es la decisión de la contra: si atacar ahora que estamos nosotros aquí y arriesgarse a que se arme un lío tremen­ do en lo político y militar, o si esperar a que nos vayamos para atacar”. Quizá sea el mismo día que relata Mary: “Recuerdo una vez que veníamos bajando de regreso y nos dan un alerta, como si anduviera alguien por el lugar. Me hacen sacar un pullover rojo. Teníamos que caminar dejando más espacio entre uno y otro. Y ahí me di cuenta de que lo único que tenía para defenderme era un cuchillo que llevaba en mi cintura, que tenía una vaina con un botón. La idea de enterrar el cuchillo en alguien me daba mucha impresión, así que prendía y desprendía el botón hasta que lo dejé desprendido y me sentí mucho mejor, diciéndome a mí misma ¡¡¡vengan, vengan!!!”. El 16 de enero, hablando de la Brigada, Marcelo cuenta sobre sí: “El ánimo de la Brigada ha bajado, todos extrañamos, las condi­ ciones de vida son duras, es lógico, enero nos va a costar a todos, C L A U D IA CESARO NI

117

quizá si Patricio nos trae cartas o noticias, y si nosotros podemos escribir, nos pondrá bien. Se va a hacer dura la estadía, uno se pone mal, tuvimos un cambio de vida total, desde los horarios hasta la co­ mida, es una experiencia que implica mucho sacrificio, pero llegará el día en que nos encontremos”. El 19 de enero está feliz: “anoche leí un poema en el acto por Leonel Rugama y El Salvador, realmen­ te muy emotivo, luego hubo toda una fiesta y una serie de consignas muy buenas”. Pancho, como Marcelo integrante de la delegación del Regional Sur, compartió con él uno de esos días, mientras se es­ taba recuperando de sus problemas en los riñones. Recuerda el en­ tusiasmo con que Marcelo, que tenía como sobrenombre el Poeta, le hablaba de uno de sus preferidos, justamente Leonel Rugama. Leer un poema del joven poeta sandinista asesinado a los veinte años le habrá provocado una enorme emoción. De esa noche, tengo anotado: “...los 3 compañeros salvado­ reños, de visita aquí, reconociendo el pasado reformista del PC salvadoreño, enfervorizándose con nuestras consignas, ofrecien­ do el triunfo de su pueblo. Y un fogón con ellos, los ticos72 y los colombianos en homenaje a Ernesto Cabrera, mártir de la revolu­ ción, caído hace 2 meses (16/11) a manos de los contras, y a Leonel Rugama, poeta, revolucionario. El fuego, la emoción, el baile, el ‘a ver, a ver, como mueve la colita’, la entrega de nuestros distintivos y un póster del Che a los combatientes salvadoreños, el grito de ‘Si Vietnam no se rindió, si Cuba no retrocedió, si Nicaragua venció, el Salvador vencerá’, junto a ‘De quién es hijo Reagan? De una chancha! ¡Protesto, dijo la chancha... Yo he parido chanchitos, ja­ más esa chanchada...’”, y a la consigna elegida por los colombianos: “Combinando todas las formas de lucha ¡venceremos!”. La alegría irrumpía sin aviso previo. Y nosotros siempre estába­ mos dispuestos al disfrute. Una tarde llegó una brigada cultural nor­ teamericana: un grupo de teatro que interpretó una obra en homenaje al obispo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero, unos zancudos que 72 Ticos: costarricenses, también brigadistas que cosechaban con nosotros en La Cumplida. 118

B RIG ADISTAS

fascinaron a los niños y niñas que siempre nos rodeaban, una banda de jazz. De pronto se largó una lluvia intensa. Salimos todos a gua­ recernos menos los artistas, firmes con sus zancos, sus instrumentos musicales, su obra. Entonces, uno de los nuestros sacó a bailar a una de ellas, y estuvieron allí, bajo la lluvia, bailando rock, charleston, y lo que sonara. Terminó la fiesta, se fueron, Eduardo lo cuenta así: “La banda alzó los instrumentos y los muñecos, y la troupe desapa­ reció. Como en el ‘Macondo’ de García Márquez donde los gitanos entraron para después esfumarse. Quedó la hacienda como vacía, en medido del aguacero. Ahora a tomar mate y chupar pomelos. 21 horas. A dormir. Afuera sigue lloviendo”. Días luminosos, sigue Marcelo: “Amaneció con un hermoso día y a la cosecha fuimos, a la gran batalla del café. Fue un día de muchas horas de trabajo, terminamos a las 4.30 PM, luego nos ba­ ñamos en el río y cenamos una rica comida y de postre nos dieron piña con almíbar”. El día siguiente, ese domingo 20 en que al fin comimos un poco de carne, su ánimo era otro: “...ya casi no tenemos cigarri­ llos, uno extraña cada vez más, y estamos cansados, el trabajo es agotador, muchas horas, mucha tensión por la invasión...”. El estado de ánimo, los bajones, las dificultades y el hambre eran materia de debate al interior de los pelotones, y de su estruc­ tura más pequeña: las escuadras. Lxs jefes de escuadra respondían por lxs nueve brigadistas a su cargo. Debían estar atentxs a nuestro estado de ánimo, a nuestra salud, a nuestra disposición al trabajo, e intervenir apenas vieran que algo no andaba bien. Eso funcionó de modo diverso según las características de cada jefe o jefa. Laura tenía en su escuadra a dos de los más jovencitos: Yuri Dambitsch (1966), un secundario de la Capital, y Claudia Cacciatore, la Negra, compañera rosarina fallecida. En uno de los simulacros o ataques, Yuri se le tiró encima para protegerla, gesto que Laura sigue recordando con emoción, aunque ese día lo retó: era ella la que de­ bía proteger a los suyos. Con Claudia tuvo una conversación “como mujer, como compañera y como jefa de escuadra”, luego de que Gerardo, a cargo del pelotón, le pidió que interviniera porque notó C L A U D IA CESARONI

119

que crecía una relación afectiva con un nica. Laura le dijo a Claudia que entendía perfectamente lo que pasaba, que todos éramos jóve­ nes, que esos vínculos no se cuestionaban y se comprendían... pero que se cuidara, y que recordara que la Fede había asumido un com­ promiso con su familia de llevarla de vuelta y que ella no se podía quedar. A la distancia, Laura reflexiona: “Creo que lo manejé bien, y ella también lo resolvió bien”. Claudia Cacciatore es recordada por Gerardo, su jefe de pe­ lotón, como una compañera callada, con una hermosa sonrisa. Daniel, rosarino como ella, cuenta entre carcajadas que cuando hicieron la preparación previa a partir a Nicaragua, se juntaron en una quinta, y no le avisaron a él y a otro compañero que tenían que llevar ropa que pudieran ensuciar y hasta arruinar, arrastrán­ dose por el barro como se presumía que iba a suceder en caso de algún ataque en los cafetales. Claudia les dijo que no se preocu­ paran, que ella les conseguía. Fue a lo de una amiga, y al rato se apareció con dos preciosas camisas de mujer llenas de volados y colores alegres, con las que se vistieron los dos compañeros y con los que se revolcaron a gusto por el barro... El ámbito de la escuadra también era el espacio más cercano para consolidar el trabajo político. Lucía era segunda jefa: “...hubo reunión de balance del Pelotón ‘Mariano Moreno’, allí se dijo que las escuadras debíamos funcionar como círculos, donde se discutie­ ra más política, es decir anteponer la política ante cualquier cosa, así se van a soportar y a entender más las cosas. Y realmente es necesa­ rio que así sea, porque hay mucho individualismo y es indispensa­ ble pulir las podredumbres que traemos de la sociedad capitalista”. Dos días después de esa reunión, comienzan las tareas de cons­ trucción de defensas. René Ñurinda, responsable de los Batallones Estudiantiles de Producción, le propuso a algunos argentinos cavar refugios antiaéreos. Daniel recuerda que les dieron unas palitas pe­ queñas, por lo que la tarea fue ardua. Estos refugios eran en forma de letra ele, bastante grandes, y con una escalera. Luego pensaban ponerle un techo de cemento. La guerra acechaba. En sus cartas Lucía relata ese proceso: Domingo 20/1, “...tuvimos una charla 120

B RIG ADISTAS

con Josefina sobre la situación político militar de Nicaragua. La necesitábamos porque estábamos muy descolgados con respecto a la ruptura del diálogo entre EEUU y Nicaragua en Manzanillo.73 La charla nos aclaró que la situación está muy jodida, que esperan un ataque en cualquier momento y que no desechan la posibilidad de un ataque a la hacienda nuestra, pues de aquí sale el 60% de la producción y además a 25 km hay un paso natural de la contra. Nos dijeron cuáles son las medidas de seguridad tomadas por las milicias de la hacienda y qué es lo que tenemos que hacer en caso que se den las señales de ataque”. Martes 22/1: “Hoy se empezaron a hacer los refugios para todos los internacionalistas. Nuestra tarea en un ataque será: 10 argentinos al puesto sanitario para atender heridos, 10 argentinos a la Brigada contra incendios y el resto a los refugios, sin titubear un segundo, pero tampoco atropellando a los cumpas, imagína­ te que tenemos que salir 120 personas por una puerta. Hablando con Pitu decíamos que la Brigada toma la cuestión de la inva­ sión como algo que no se va a concretar y por el contrario la JS, el FSLN y las milicias lo toman como un hecho. Yo pienso que la diferencia es lógica: ellos son los que deben defender al país entero y entonces necesitan estar preparados realmente para un ataque, en cambio nosotros estamos de paso, aunque creo que es necesario que nosotros también lo tomemos como un hecho, sin psicotizarnos, tratar de ser más realistas”. Sábado 26/1: “Acaban de informarnos que las Milicias de nuestra UPE recibieron la orden de movilizarse a otra UPE. La cosa está más difícil de lo que pensábamos. Hoy teníamos reunión de Pelotón pero el mando de la Brigada tuvo que asistir a la asam­ blea de la Milicia donde les informaron que están movilizados. Ahora vamos a hacer un fogón para despedirlos, aunque sea un rato porque mañana domingo trabajamos y a las 21 hs hay silencio”.

73 Ciudad del estado de Colima, México, donde se desarrollaban negociacio­ nes bilaterales entre Estados Unidos y Nicaragua, a instancias del país anfitrión. C L A U D IA CESARO NI

121

Miércoles 30/1: “A las 22.30 hs más o menos hubo un simu­ lacro de ataque en el que tuvimos que evacuar toda la Brigada. Lo hicimos muy bien, con algunos errores pero, en general, bien según nos dijo el compa responsable de las Milicias. Nos volvimos a dormir y a las 0.30 hs hubo un pequeño encuentro armado con un grupo de 8 elementos que se encontraban en la UPE, esto ya sin sanata. No hubo necesidad de evacuar. De todas maneras no volví a dormirme, tuvimos que acostarnos vestidos y calzados, en realidad allí aprendimos que tenemos que dormir enteramente vestidos de pie a cabeza, y así lo hacemos ahora”. Jueves 31/1: “Fuimos a cortar como todos los días pero ya for­ mando de manera militar: 2 hileras con una separación de 5 mts en­ tre sí, es decir cada hilera a cada lado del camino. Cuando volvíamos del plantío hubo un simulacro de emboscada en el camino, previa información de cómo debíamos actuar en tal caso. Nuestro Pelotón fue el que mejor lo hizo, a pesar de los errores”. A 34 años, cuando me envía estos textos, Lucía agrega un (“jajaja... qué modesta!”). Yo extrañaba a mi familia, a mis amigos y amigas, y escri­ bía cartas que esperaba poder hacerles llegar en algún momen­ to. Nuestra gente no recibía noticias de La Cumplida, y nosotrxs tampoco de la Argentina, lo que alimentaba los momentos de pre­ ocupación y añoranza: “24/1/85: Extraño. Tengo ganas de verte, Negrita, Alberto, Gusi, mamá, chicas. Miedos y alegrías y ganas de charlar y no tener con quién. Pero estoy en Nicaragua, en la ‘III Batalla Antiimperialista del Café’ (y hago la letra parecida a la de papá...), y tengo que superar los 2 medios, tengo que superarlos también por ustedes, y en honor a esta ‘asunción colectiva de la dignidad’. Carta a ustedes, a los que quiero y están lejos: Hace 20 días que nos despedimos, que, llorando y riendo y esperando volver a vernos, nos despedimos. 20 días que estoy en Nicaragua, sumándome a la revolución, a lo que siempre soñé. Y es igual y distinto a lo espe­ rado, mejor y peor. Y también los extraño más y menos de lo que 122

B RIG ADISTAS

pensaba. Son momentos, sensaciones, miedos. Mañana es domin­ go, y no puedo dejar de pensar en los domingos en casa, la comida, la Chichi, llevarla a la plaza, querernos, el mate y el truco con mi hermano, con vos, Horacio.74 Y las charlas por teléfono con vos, Grachu, con vos Gaby, diarias, necesarias. Las mateadas y escuchar a Silvio, y los amores, y tus proyectos, Alberto, y tu casa tan cálida, Gustavo y Sandra; y los desencuentros pero el afecto, Ruly, y la perrita Dindy y el póker, papá, y tus comidas, y tu preocupación, mamá. Quiero volver a verlos, pronto, pero estoy feliz. Solo le pediría a Dios, si pudiera, si creyera, si fuera más fácil, que no les pase nada, que estén bien y que piensen en mí, y que si pasa algo, sepan sin duda cuánto los amo, cuánto hicieron para que yo esté hoy aquí, para que esta Claudia que soy hoy esté en esta Nicaragua, en la UPE La Cumplida, feliz, y triste y extrañándolos. Claudia, 26/1/85”. En esos días, en esas semanas en Matagalpa en las que la cer­ canía de la guerra se nos hizo ineludible, un poema de Marcelo: L a noche, por momentos, se nos cierra

detrás de los cerros. Exactamente 6.40 PM suenan morteros Habrá combate en la extensión de la oscuridad. Habrá silencio y metrallas A esta hora siento el ardor del misterio del otro minuto que necesito que llegue. Dije te amo, mordí palabras, apreté los puños. Ahora espero. La batalla tendrá final. La guerra también. La espera sabrá de no esperar. Matagalpa, 27/1/85 74 Nombre que entonces usaba mi hermano Pablo en el ámbito de la militancia. CLAUDIA CESARONI

123

En nuestra vida cotidiana, en el día a día, en medio del ham­ bre, las tensiones, lo que funcionaba y lo que no, había algo que jamás olvidábamos, por qué estábamos ahí: “La JS19, con un ca­ nasto para producir, un fusil para combatir, la juventud del tra­ bajo, el estudio y la defensa (y siguen con Silvio, Por quien merece amor...). Y las charlas con los cumpas, con los milicianos, los que tienen un fusil en la mano (un ‘A K’, y lo decimos y lo nombramos casi con cariño) y es como si fuera cualquier otro instrumento de trabajo, tan natural, tan necesario. Y bancarse la comida, que pudre de igual (fiesta la otra noche: café y un poco de leche cua­ jada y era el manjar más rico del mundo). Bueno, todo esto, y las guitarreadas, el afecto que va creciendo grande, y entonces las pulgas y los frijoles (te acordás del tema de Leo Masliah ‘todo igual siempre igual siempre igual’) se bancan bien, alegremente”. Porque para nosotros, también, la alegría era revolucionaria. Una de esas noches de enero el fogón estuvo dedicado a Leonel Rugama, que había muerto el 15 de enero de 1970 enfren­ tando a la guardia somocista que le exigía que se rindiera. ¡Qué se rinda tu madre!, respondió Leonel, acribillado a balazos a sus veinte años. Busco un poema suyo, encuentro este, que tanto re­ cuerda al Poema de amor de Roque Dalton. Hay lugar aquí para ellos, para los dos poetas, nica y salvadoreño, hermosos, jóvenes y asesinados poetas de sus pueblos. Como los santos Ahora quiero hablar con ustedes o mejor dicho ahora estoy hablando con ustedes. Con vos con vos tunco carretonero con vos estoy hablando. Con vos carbonero carbonero encontilado vos vos que llevás ese cipote 124

B RIG ADISTAS

enganchado sobre el carretón y lo llevás sosteniendo la lata y todo encontilado. Vos amarraste una vez hace tiempo un trapo un trapo acabado de lavar todo ajado ajado y niste y que lo amarraste en uno de los brazos del carretón para secarte el sudor y la tierra y el tilde y todo revuelto y el trapo está mugroso y hasta echa un olor agrio que vos lo sentís de viaje cuando te secás la cara o el pescuezo. A vos te hablo a vos que te suben el rango de la miseria cada vez que te sale otra tira guindando del pantalón vos que sos marca mundial en el récord de los ayunos ¡qué cuarenta días! ¡y qué cuarenta noches! A vos que se te asoma curioso el calzoncillo nacido por todo lo roto del pantalón y hay gente que sale a la puerta y que se pone a reír hasta que doblás la esquina chapaleando tufo y seguís empujando y con las rodillas peladas C L A U D IA CESARONI

125

y con el pecho consumido y desnudo. Con vos estoy hablando con vos mismo sí, sí a vos te digo. Con vos también aseado chofer particular engrasado taxista camionero polvoso busero gordo soldador borracho Zapatero remendón judío errante afilador de cuchillos de hachas machetes y tijeras con todos los vende sorbetes y raspados y con todos los vendedores ambulantes. Con vos también cipote vende chicles y con el otro el que vende bolis congelados y el que vende gelatinas y también con el de la bolsa de confites de coco y con el de la bolsa de leche burras y con todos los lustradores vulgares (aunque digan que más vulgar es m i madre) y también háblenle a los ciegos a los ciegos que piden limosna en las paradas y a los otros ciegos de guitarras o sin guitarras (y a los proletarios de la música) y a los tullidos de toda clase y a los tísicos del estadio y a los mudos y sordos de nacimiento. Pásenle la voz a los basucas y díganles que vengan llamen a los chivos sifilíticos 126

B RIG ADISTAS

y a los rateros y a los busca pleito en las cantinas en los estancos y en los putales tráiganse también a toda la mancha de vagos a todos los vagos de todos los barrios que ahorita están jugando janbol y si no desmoche aunque se quede el que tenga mico doble que se vengan todos los demás y aunque estén esperando con dos embolones. Que se vengan todos los que están bateando y los que están sirviendo que se deshagan las apuestas y que vengan y que bajen las pandillas de todos lados. Saquen a todos los esqueletos a todos los esqueletos que se mueran en Los Cauces en Miralagos en el Valle M aldito en Acahualinca en La Fortaleza en E l Fanguito en las Calles del Pecado en La Zona en La Perla en la colonia López Mateos en La Salinera en Cabo Haitiano en La Fosette y que traigan a sus cipotes a sus cipotes que "no nacen por hambre y que tienen hambre de nacer para morirse de hambre”. Que vengan todas las mujeres la verdulera nalgona C L A U D IA CESARONI

127

y la vieja asmática del canasto la negra vende vigorón y la sombreruda vende baho la vende chicha helada y la vende cebada la vende naranjada y la lavandera con las manos blanquiscas de jabón las poncheras de la fiesta y las vende gallo pinto y carne asada las monongueras y las nacatamaleras mantecosas las sirvientas las picheles las rufianas con todo y sus zorras y aquella muchacha hermosa que vende pan con mantequilla y la chavalita que está empezando a echar tetitas y que vende pasteles y todas las cipotas que venden guineos naranjas y mandarinas y que por un peso dan una bolsa. Que vengan también las carteristas las cantineras y las putas y las putas viejas y tetonas y las putas iniciadas háblenle a los espiritistas y a las medium y a las endemoniadas a las perseguidas por los duendes y por los malos espíritus a las hechiceras y a las hechizadas a las vende filtros y a las compra filtros. 128

B RIG ADISTAS

Ahora que están todos aquí que están todos aquí reunidos reunidos y oyéndome. Ahora quiero hablar con ustedes o mejor dicho ahora estoy hablando con ustedes quiero empezar a hacerles una plática y quiero que todos ustedes la platiquen a todos los que no vinieron y que les platiquen en voz alta cuando estén solos, y que les platiquen en las calles en las casas en los buses en los cines en los parques en las iglesias en los billares en los patios montosos en los barrios sin luz y a orilla de los cercos que se están cayendo sentados en las aceras y sentados en las cunetas arrimados en las mochetas de las puertas y asomados por las ventanas y en fin en todas partes que platiquen en voz baja cuando no estén solos o mejor dicho cuando está un rico cerca o cuando está un guardia de un rico cerca. Yo les quería platicar que ahora vivo en las catacumbas y que estoy decidido a matar el hambre que nos matar cuando platiquen esto platiquenlo duro cuando no esté uno de los que siembra el hambre C L A U D IA CESARONI

129

o un oreja de los que siembra el hambre o un guardia de los que siembra el hambre. Cállense todos y síganme oyendo en las catacumbas ya en la tarde cuando hay poco trabajo pinto en las paredes en las paredes de las catacumbas las imágenes de los santos de los santos que han muerto matando el hambre y en la mañana imito a los santos. Ahora quiero hablarles de los santos

Leonel Rugama

130

B RIG ADISTAS

LOS C O M P A Ñ ER O S DE A L L Á

y si este fuera m i último poema, insumiso y triste, raído pero entero, tan solo una palabra escribiría: compañero.

Mauricio Rosencof Los días en Matagalpa, por encima de la rutina, el hambre, las di­ ficultades para higienizarnos, y la creciente certeza de que estába­ mos en peligro, estaban llenos de alegría, de música en el aire, de emociones, de descubrimientos y fascinaciones mutuas. Nos enca­ riñamos con Ricardo, el compañero dirigente campesino a cargo del trabajo en la hacienda. El 10 de enero, cuando asumió Daniel Ortega, solo Garra y Nino fueron al acto. El resto nos quedamos cosechando. Pero, nos informó Ricardo a la mañana, trabajaríamos media jornada. Y antes de subir a la montaña (esas primeras subidas que tanto nos costaban todavía) nos arengó, y Eduardo tomó nota: “Hoy asume la presidencia el comandante Daniel. La Revolución está de fiesta. Vamos a trabajar medio día. Pero, compañeros, re­ cojamos en su honor el mejor rojito. Calidad, compañeros, calidad en este día de la Revolución”. Después, le decía a Eduardo: “Vea usted, yo estaba unido a la Asociación de Trabajadores del Campo desde cuando era clandestina. Ahora me enviaron a esta hacienda a formar el sindicato. Soy pobre en educación, pero ¡qué va! soy muy rico en conciencia... Estoy dispuesto a dar la vida por esto ¿me entiende?... a la vuelta de cada esquina”. Eduardo F., que tenía dificultades para dormir, se acuerda de una mañana en la que se levantó muy temprano, y llegó antes que nadie a la formación. Hacía frío, como siempre en las madruga­ das de Matagalpa. Entonces vio a Ricardo, que llevaba una remera C L A U D IA CESARONI

131

empapada. Le preguntó qué le había pasado, si se le había caído agua. Ricardo le dijo que no, que simplemente había lavado su re­ mera, y que no tenía tiempo de ponerla a secar, ni otra para cam­ biarse. A veces nos abrumaba, a nosotrxs que nos quejábamos del frío con nuestras remeras, buzos, borceguíes y camperas, esa falta casi absoluta de condiciones que exhibían los compañeros con los que trabajábamos, y la templanza con que soportaban los rigores del frío y la lluvia. Eduardo F. fue corriendo a su covacha, volvió con dos de sus remeras, y le pidió por favor a Ricardo que las aceptara. Entre los papeles que lxs brigadistas vamos encontrando —por la película, por los intercambios que surgen vía wasap, por puro deseo, o a partir de un pedido para confirmar algún dato—, a Enzo le emocionó especialmente una esquela, escrita con letra dificultosa. Está fechada el 2-2-85, cuando nos estábamos yendo de Matagalpa, y dice: “Nicaragua. Para los jobenes comunistas de Morón.75Resiban saludos rebolucionarios i sandinistas para esos jobenes que son el futuro para la nueba sociedad. Adelante hermanos arjentinos. Nicaragua está con ustedes. Fraternalmente, Ricardo Rugama R. UPE La Cumplida. Matagalpa. Nic.”. Bajo la dirección de Ricardo cosechábamos café junto con adolescentes de los Batallones Estudiantiles de Producción (BEP), estudiantes secundarios más chicos que nosotros, con quienes dia­ logábamos antes de salir y al volver del corte, y compartíamos los momentos de disfrute —fogones, canciones, lecturas, trabajos vo­ luntarios, algo rico para comer—. Su jefe, René Ñurinda, había ele­ gido el nombre “Ernesto Che Guevara” para nombrar a los BEP. Con apenas dieciocho años, mostraba una convicción y una ter­ nura que nos conmovían: “19/1/85. René, hablándonos con los ojos brillantes, suavecito, de los problemas de la Revolución, de que todavía no han podido resolver todo. Y de los ‘chigüines’, que todos los sacrificios son por ellos, para que tengan leche, y jugue­ tes en Navidad, y crezcan sanos. Y la modestia para decirte —con sus 18 años, y después de explicarte cómo funcionan las AK M—, 75 Localidad del oeste del conurbano bonaerense de donde era oriundo Enzo. 132

B RIG ADISTAS

que sí, que tenés razón, que el aspecto sanitario y la alimentación todavía son deficientes, pero que no se puede, que sufren por eso, pero que todavía no se puede. Y por eso la piñata de mañana, y el titiritero ‘para que todos estos chigüines sientan aunque sea una vez por semana que alguien piensa en ellos, que gocen y se llenen de confites’. Y nos cuenta de la relación de amor de los milicianos, de los soldados y comandantes con los chicos: ‘cuando llega Tomás a algún lado, no bien se enteran lo rodean todos los niños’. Y de una conmemoración, el año pasado, en Matagalpa, de la toma de la ciudad, y Carrión corriendo para que los chicos no lo alcanzaran y lo tiraran a una laguna que se había formado por la lluvia”. Cuando cuatro de nosotros volvimos a Nicaragua para filmar Los 120..., pu­ dimos abrazar a René, lo escuchamos hablar sobre el impacto que la Brigada había tenido entre los jóvenes estudiantes matagalpinos, y se nos ensanchó el corazón: “¿Te acordás de los argentinos, te acordás de los argentinos?”, cuenta René que se preguntaban cuando se cruzaban los viejos compañeros de lucha por alguna callecita de Matagalpa. Y después de la pregunta, las anécdotas con Mario, con Franklin, con Evert, con los muchachos y las muchachas que sí, se acordaban de la brigada argentina. Cada hora, cada minuto, sabíamos que corríamos riesgos, y al mismo tiempo nos sentíamos seguros: “Y los días van pasando así, jodiendo mucho (tenemos una alegría más distendida, más clara, a pesar de las dificultades, y el esfuerzo, una alegría que nos surge como más de adentro, como si, ante todo esto, fuéramos algo mejores), sabiendo que del otro lado de las montañas —en Jinotega—, se lucha duro y fuerte. Con mucho miedo, un día que volvimos de noche desde la plantación, dos milicianos delante, dos detrás protegiéndonos, y la noche asustaba mucho, cada rui­ do, en medio de cada montaña, podía ser un contra, y no había que hablar muy alto, pero el ruido de veinte borceguíes era muy fuerte, retumbaba, y sentíamos eso: miedo”. Nos cuidaban milicianos, su jefe era Mario, y le encantaba conversar con nosotros, siempre sonriente. Tenía veintiséis años: “Mario, de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), jefe C L A U D IA CESARO NI

133

de milicianos, preocupado, hablando sobre las posibilidades ciertas de una invasión directa de los yanquis, asegurando que tendrán que morir tres millones de nicas para que se termine esta revolución”. Al irnos de Nicaragua, el 28 de febrero, esa convicción nos la transmitiría también Fernando Cardenal, entonces ministro de Educación: “‘La Revolución Popular Sandinista es irreversible. Reconoce sus errores, se apoya orgullosa en sus aciertos, avanza superándose, y vence’. Nos corre un escalofrío cuando nos dice se­ guro, firme, que los yanquis podrán destruir Managua, Nicaragua toda, pero que después tendrían que vivir allí, ‘y entonces, cada joven sandinista tendría una sola consigna, una sola meta: matar todos los yanquis que pueda, con el fusil, con una piedra, con las manos, con los dientes, con lo que sea’. Ese escalofrío —porque lo decía con una seguridad que parecía un consejo, más que una amenaza, había una dulzura al hablar de ‘los muchachos’, de los ‘cachorros’—debe ser el que sienten los yanquis cuando también escuchan esas firmezas, esos ¡Patria Libre o Morir! que son más que una consigna”. Una de las primeras noches Mario vino de madrugada a buscar a Cacho a nuestra covacha. Un miliciano se sentía mal y requería atención. El equipo médico de la Brigada estaba bien provisto, y seguramente lo podría aliviar. Una vez resuelto el caso, Mario y Cacho se quedaron conversando, ron mediante. Y las noches de conversación se repitieron. Necesitaba y le gustaba la charla. Mario contó que participó del 19 de julio, día del triunfo sandinista, seis años atrás. Tenía apenas veinte años cuando Tomás Borge, desig­ nado ministro de Interior, lo llamó aparte y le dijo: “Vos, gordito (y Mario se reía: ‘¡Ni sabía mi nombre!’) te vas al aeropuerto y te hacés cargo de todo lo que allí pase, te designo jefe de Migraciones”. Sobre todo, debía ocuparse de que los somocistas que huían con bolsas llenas de dinero las dejaran antes de subirse a los avio­ nes. Eso hizo. Uno de esos días llegaron unos cubanos, y se asom­ braron de que no les sellaran los pasaportes en Migraciones. Se lo hicieron saber a Mario, que mandó a buscar un sello urgentemen­ te. Le trajeron el primero y único que encontraron, y a partir de 134

B RIG ADISTAS

entonces los pasaportes comenzaron a lucir un gran letrero que decía PAGADO. Mario logró recuperar cincuenta y dos sacos76 con dinero. Los tenía prolijamente asentados en un cuaderno. Cuando llega­ ron los jefes a buscarlos, había cincuenta y uno. Mario se deses­ peró, no podía tolerar que algún sandinista se hubiera robado el saco que faltaba. Revisó por todos lados, hasta que encontró a un compañero, agotado de hacer guardia, usando la bolsa repleta de dinero como almohada. Eduardo conversó largamente con Mario. Contaba así aque­ llos días de julio del 79: “Mario es ingeniero industrial. Se vinculó desde temprano al Frente, participó como combatiente en la en­ trada a Managua, y allí batallaron días, con las órdenes expresas de resistir o morir. La retirada histórica hacia Masaya lo encontró entre la vanguardia sandinista. Veinticinco kilómetros en la noche llevando a miles de personas. Mario volvió a entrar en Managua para la victoria definitiva del 19 de julio. Tenía 20 años. ‘La gente estuvo todo ese día en la Plaza de la Revolución. La alegría era inmensa. Pero la desorganización también. El hombre que había tomado un pueblo en lucha se autodesignaba comandante de he­ cho. Nadie parecía tener grados. La gente aceptaba órdenes de los que respetaba por su valor, por su moral... Recién entonces me acordé de mi familia, voy corriendo, encuentro a mis hermanos y a mi madre, llorando. Me tenían por muerto...’”. Mario no era militar de carrera, sino reservista. Trabajaba en el Ministerio del Interior, y cuatro meses al año partía a la defensa de su patria. No recuerdo haberlo visto una sola vez de malhumor o con el ceño fruncido. Nos despertaba cada mañana alegremente, acicateándonos para que ni pensáramos en remolonear. Sus hom­ bres garantizaban nuestra seguridad y lo hacían barriendo cada madrugada los lugares por los que pasaríamos un rato después. Todo debía estar coordinado, y Mario lo hacía de modo sencillo y placentero. Pero su vida, como la vida de cualquier miliciano, no 76Sacos: Bolsas de arpillera. C L A U D IA CESARONI

135

era fácil, sino llena de sufrimientos, y con la muerte siempre cerca: “Aquí uno sufre mucho de los pies. Hace días que no me saco las botas. Verás tú, es tan lindo llegar cansado y sacarse el calzado... Pero los milicianos sabemos que en los segundos que se tarda en colocárselos cuando hay un ataque, muere un compañero o mue­ re uno mismo”. Mientras Eduardo escuchaba a Mario, y tomaba sus notas, probablemente no imaginaba que semanas después, en Jinotega, los brigadistas argentinxs también dormiríamos con los borceguíes puestos. Uno también piensa en la muerte. Se sabe que de cada batallón de seiscientos hombres, veinte por lo menos nunca vuelven ¿Seré uno de ellos? Uno se pregunta, y se hace todo lo posible porque no sea así. Por eso nos cuidamos, estamos siempre atentos. Pero cuando nos matan un compañero ¡entonces pobres de ellos! Nadie se fija en su vida y persigue al enemigo hasta el fin o hasta que llegan las tropas y nos detienen. Ellos saben eso y tienen miedo. A veces en un ataque de los contras, hablamos de trinchera a trinchera. Ellos nos putean y gritan que nos rindamos (cuando ata­ can siempre lo hacen con fuerzas muy superiores). Pero nosotros los puteamos a su vez y les gritamos lo de Leonel Rugama: ‘¡Que se rinda tu madre!’”. El hambre que empezábamos a experimentar no era novedad para Mario, y su actitud era la misma que exhibía Garra, nuestro jefe: ser el último en comer: “A veces ya no soporto vivir con las botas y la comida de frijoles y maíz, sin probar nunca la carne. Además los que somos el mando, debemos comer al final, cuando ya lo hicieron todos. La comida se acaba rápido y los mandos fre­ cuentemente no comemos. La vez pasada, en una campaña, estuve tres días casi con agua. Pero el último día llegó arroz, con un poco de carne y algo más. Uno cuando está en campaña no siente el ham­ bre, pero en ese momento reapareció con intensidad. Pareció que me desmayaba. Pero la comida no iba a alcanzar, así que decidimos no comer hasta que lo hicieran todos nuestros hombres. Entonces la tropa se amotinó: ‘Que si no comen antes nuestros mandos, no­ sotros no comemos. ¿Quién nos va a dirigir si ellos no están?... Al final, alcanzó para todos”. 136

B RIG ADISTAS

Nuestros días de cortadores de café en Matagalpa tenían otros personajes inolvidables. Uno era Francisco, nuestro guía en los surcos. A Francisco también lo encontramos cuando volvimos en 2016, y fue otro de los abrazos entrañables que pudimos dar. “¡Estás igual!”, le dijimos cuando se acercó al camión alquilado por Nicolás Carnavale, nuestro productor, para filmar las escenas de la vuelta a La Cumplida lo más fielmente posible. “¿Cómo hiciste para mante­ nerte así?”, “¡Es que nunca me casé!”, nos contestó con su enorme sonrisa, más ancha y relajada que cuando, a los dieciocho, tenía la tarea de conducirnos por los cafetales. Lo seguíamos a duras penas, porque esos surcos que él conocía como la palma de sus manos, para nosotros eran laberintos tapados por un follaje cerrado, y nos per­ díamos una y otra vez. Verlo en las imágenes que filmó Nino en 1985 es entender a la distancia el enorme esfuerzo que hacía ese muchacho para organizar a ciento veinte argentinxs, más los ticos y los mu­ chachos y chicas del BEP. La arenga con que se dirigía a nosotros nos resulta inolvidable: —¡Por acá, argentinos! Y ante nuestro retra­ so, caídas o protestas porque lo perdíamos de vista, nos respondía: —¡Argentinos, esto no es París! Francisco nos indicaba una y otra vez que lo siguiéramos y que anduviéramos juntos. Ricardo también: “Ustedes tienen que hacer lo mismo que nos dijo Carlos Fonseca: ‘vayan unidos si no quieren perder el rumbo’”. Poco después de la vuelta a la Argentina, mis diarios siguen contando historias de cafetal y de nostalgias. Y apa­ rece Francisco: “El día que estábamos en el cafetal, cortando juntos, Leo y yo. Voy a llevar el canasto, a tirar el café a la bolsa, o a traer los bolsos, no sé. La voz de Leo: ‘Quedate quieta, no te des vuel­ ta (o no te muevas)’. Pienso: me está jodiendo, siempre el mismo. Pero me doy vuelta despacio, lo miro, y tiene una cara rara, como queriéndome hacer entender que, a centímetros de mí, esbelta, erguidísima, entre las ramas del cafeto, hay una ¿serpiente, víbora, culebra? Y me quedo paralizada, mirándola, y en un segundo pien­ so que muerte tonta hubiera sido, pero estoy tranquila. Después, matarla, y quién se anima, llamar a Francisco, que se asusta más que nosotros, se va y vuelve con el AK, pero no hace falta, Oscar C L A U D IA CESARONI

137

le mete un cuchillazo y chau, ahora lo sabemos, chau culebrita.77 Entonces, sí, abrazar a Leo y cagarme toda y sentir que me prote­ gía. Y seguir cosechando juntos”. Eduardo entrevistó a Renato, el militar que dirigía la segu­ ridad de la hacienda. Un hombre de veintisiete años, que dormía muy poco, pendiente todo el día y toda la noche de nuestra segu­ ridad, incorporado a la lucha desde los diecisiete. Renato contaba sobre su vida personal, su primera esposa, su segunda esposa, sus dos familias, sus siete hijos, sus once hermanos. Y en medio del relato, el horror: “En la insurrección de setiembre los guardias me mataron una hermanita de quince. La violaron, le cortaron los pechos (se apoyó la mano en el corazón)... La degollaron... Me cargaron de odio... Los asesinos están allá afuera esperándonos... Ahora hace dos meses que no veo a los míos. Tengo un hijo de once. Él quiere entrar a la Juventud Sandinista... El otro día llegó de la escuela y me cantó una canción sobre la paz... Hablaba de la paz... Renato se puso la mano abierta en el pecho y dijo: ‘Me dieron ganas de llorar’”. Cada uno de nosotros y nosotras guarda recuerdos, relatos, escritos, fotos. De algunos recordamos los nombres, de otros, no. Al volver en 2016 nos encontramos con Franklin, con Evert, con Mario,78 que fue fundamental para ayudarnos a encontrar a otros compañeros y compañeras que habían cortado con nosotrxs. Con cada uno y cada una palpamos lo importante que había sido nuestra presencia, la marca de afecto que habíamos dejado allí. En ellos el recuerdo amoroso a todos los compañeros cortadores, estudiantes, campesinos, trabajadores, milicianos, dirigentes sandinistas que nos cuidaron y acompañaron durante nuestros días en Matagalpa, nuestro primer destino en Nicaragua.

77 Cuando leyó este texto, en diciembre de 2018, Aníbal me aseguró que no era una culebrita sino una serpiente coral. Nunca lo sabré. 78 No el teniente Mario, sino otro compañero que había cortado con no­ sotros como integrante de los BEP. 138

B RIG ADISTAS

No solamente hay que combatir por la libertad del pueblo. También hay que volver a enseñar a ese pueblo y a uno mismo, durante todo el tiempo de la lucha, la dimensión del hombre. H ay que remontar los caminos de la historia, de la historia del hombre condenado por los hombres y provocar, hacer posible el reencuentro con su pueblo y con los demás hombres.

Frantz Fanon

C L A U D IA CESARO NI

139

LA S C O M P AÑ ER AS

Hombre que no se organiza, mujer que lo cachimbea.79

Consigna feminista nica Algunos ya la conocían, porque como responsable de relacio­ nes internacionales de la Juventud Sandinista, había estado va­ rias veces en Buenos Aires. El resto de nosotrxs la conoció en Nicaragua, y a la mayoría, varones y mujeres, nos fascinó esa muchacha delgada, de rasgos tan delicados como firmes, siempre con un fusil cruzado en la espalda y una sonrisa leve: Josefina. Era el vínculo directo de la Brigada con la dirección nacional de la Juventud Sandinista, y estuvo con nosotros durante todo el tiem­ po que permanecimos en Matagalpa. Eduardo la describe así: “Durante la insurrección Josefina levantó barricadas de adoquines en Managua. Durante la alfabe­ tización levantó a campesinos por sobre la oscuridad. Ahora le­ vanta un arma sobre las espaldas. Tiene veintiún años, pero nadie sabe cuántos si la responsabilidad se midiera en décadas. Duerme en cualquier parte, sobre cualquier suelo, transita por los campa­ mentos de brigadistas recolectores. La vida debió empecinarse en no dejarle tiempo para su vida ni para sus veintiún años. Los soltó mucho antes. Y si sumásemos los años de muchos de nosotros no podríamos alcanzarle. Dirige masas de jóvenes. Educa. Una pa­ sionaria de cuerpo pequeño y mirada que nunca se baja”. En mi diario anoto lo que cambiaría nuestra vida en las próximas semanas: “23/1/85: Una charla de Josefina (vínculo con la dirección 79 Cachimbear: en sentido figurado, golpear. 140

B RIG ADISTAS

nacional de la JS19) en la que nos informa del agravamiento de la situación, se habla de simulacros, de medidas de emergencia, de ata­ ques aéreos y terrestres. Soy sanitaria y entonces soy la última en te­ ner que correr, voy al lugar menos protegido. Ahora, los milicianos que nos protegen a la vuelta de los cafetales, miran constantemente hacia arriba, hacia las montañas, y son más que antes”. Eduardo pone precisiones en boca de la muchacha: “El impe­ rialismo ha roto las conversaciones de Manzanillo; la actividad de Contadora está bloqueada; Honduras coloca tanques sobre la fron­ tera; Costa Rica decidió enfriar las relaciones con Nicaragua a un punto aproximado a la ruptura. Estados Unidos acumula fuerzas navales sobre nuestras costas, prepara más y más contrarrevolu­ cionarios, los traslada a la frontera de Costa Rica. Está decidido a escarmentar la independencia de Nicaragua. Decididos a invadir”. Escuchamos todos y todas en silencio. Josefina nos había ha­ blado sin medias tintas, con palabras que, al transcribirlas desde las crónicas de Eduardo, me erizan los pelos como quizá no sucedió esa noche en que la escuchamos. Paradójicamente, nos sentíamos más seguros allí mismo que cuando leemos esas palabras treinta y cuatro años después: “Detrás de esta montaña (Josefina señaló un lugar hacia la noche), a pocos kilómetros de aquí, hay un corredor por donde se mueve el enemigo. En una hacienda vecina, un francoti­ rador asesinó a un miliciano. Puede sobrevenir un ataque aéreo o una emboscada entre los surcos. Queremos prevenirles. Sin embar­ go, no permitiremos que nada les suceda. Llegaron sanos a trabajar como internacionalistas, y sanos van a regresar a sus patrias. De ellos respondemos nosotros...”. Una semana después de esa conversación, el 30 de enero, Josefina vuelve a hablar con nosotrxs. Nuestro jefe nos había anunciado que lo que nos iba a informar cambiaría mucho nues­ tra vida a partir de ese momento. Teníamos ansiedad, hacíamos miles de suposiciones. Al fin, nos juntamos. Josefina nos habla de la importancia de nuestra Brigada, del rol que podremos jugar en la Argentina y en toda Latinoamérica cuando retornemos a nuestras casas. Después, nos dice que se han producido algunos C L A U D IA CESARONI

141

problemas en la hacienda, de ciertas características de los BEP (inexperiencia, inmadurez), el choque con nuestras expectativas, nuestro nivel cultural y el de ellos, la posibilidad de aprovechar al máximo esta experiencia. Escribo, mientras sucede: “Una opción sería traer 60 aquí, pero no se los puede mover de donde están (Se intuye: cambiamos de UPE) (Se intuye bien) Nos vamos a La ‘Trampa’, en Jinotega, con 200-250 universitarios; hijos de obre­ ros-campesinos y ex combatientes en su mayoría”. El teniente Mario le dice entre carcajadas a Eduardo: “En La Trampa sí que vas a tener para escribir! El poblado que está antes se llama Salsipuedes!”. Ya sabemos que nos vamos, son los últimos días en La Cumplida, andamos todo el tiempo de despedidas. Empezó febre­ ro, y con él, la cuenta regresiva. Había que estar preparados: “Es de noche. De pronto suenan tiros, se escuchan gritos. Leo: —‘Quedate tranquila Negra’. Yo: —‘Estoy tranquila (y todavía era verdad), estoy agarrando las zapatillas’. Más gritos. Voces ordenando levantarse, vestirse... ‘¡A los re­ fugios!’ Bajamos como podemos. Necesito que Leo me dé la mano, un poco para que me guíe, otro poco porque siento que, si algo terrible va a pasar, antes de eso tiene que haber un contacto con alguien querido, alguien cercano. Y es Leo. Josefina gritando des­ esperada ‘¡Al farallón! ¡Al farallón!’ (y no sabemos qué mierda es, pero instintivamente corremos en cuclillas hacía el murallón que cierra el corral). Nos tiramos. Estoy —ahí sí—asustadísima, respiro agitada. Alguien —Chicho—me dice, tranquilizándome: —‘Respirá hondo, despacio, bajá la cabeza’. Los disparos dejaron de sonar. La voz de Josefina: ‘Compañeros, era un simulacro’. Las puteadas, las risas nerviosas. Los abrazos necesarios. Lo pasamos, y bastante bien. Pasada un poco la excitación, vuelta a dormir (eran eso de las 23). En medio del sueño, golpes histéricos en la puerta donde está la radio, no abren, un akazo,80 una patada. Es Mario. Lo vienen a 80 Akazo: Golpe dado con un fusil ruso AK47, los más habituales de los que 142

B RIG ADISTAS

buscar al doc. Pregunto qué pasa (¿otro simulacro?), no me con­ testan. Nos ordenan vestirnos, estar preparados. ‘¡Apaguen esa luz, carajo!’ (Garra) Escuchamos otra vez la voz de Josefina llamando desesperada por radio, sin poder comunicarse (después supimos por qué: estaba desconectada la antena...), para informar que des­ de una posta se habían visto 5 o 6 enemigos, en posición extraña, posiblemente armados, y esta vez era en serio. Finalmente, no pasa nada. Vamos a cosechar como todos los días”. Eduardo cuenta así esa u otra noche similar: “Nos despertaron los disparos alrededor de la hacienda. ¿Un ataque? Los milicianos que duermen vestidos y con sus botas—han ocupado sus puestos en cincuenta segundos. Nosotros tardamos seis minutos en llegar a los refugios que hay construidos para cada hacienda. Allí esperamos agachados. La secretaria política de la milicia, que hace noches que no duerme, vio sombras, disparó... Los empleados públicos unifor­ mados ya no durmieron, revisaron palmo a palmo los alrededores. Mario, el miliciano, nos habló: ‘...El máximo tiempo que disponen para salir es de dos minutos. Los ataques mercenarios se inician con morteros. A partir de ese tiempo la gente empieza a caer...’”. Mi relato de una charla después del corte: “A la vuelta, nos hablan de las emboscadas, de los nuevos peligros que nos esperan en Jinotega, nos dicen que somos el objetivo de los contras, que si matan a uno de nosotros después dirán que fue en combate, que al día siguiente vamos a practicar cómo tirarnos, etc., etc., etc.”. Y, al día siguiente: “Vamos marchando. Voy pensando en qué cagada, el viernes —el último día en La Cumplida—no voy a poder sacar fotos por el simulacro, se me va a hacer mierda la máquina... un disparo, zambullirse en la zanja, proteger la cabeza, arrastrarse a la voz de Marta, lastimarse los codos pero arrastrarse sin levantar la cabeza, hasta que ‘¡arriba, levantarse!’... otro simu­ lacro. Después, los balances: nosotros estuvimos bastante bien, hubieran matado solo al primero; a los del pelotón 1 los mataron a todos; los del 4 tuvieron que hacerlo dos veces porque uno se avivó y avisó, algunos se tiraron como desde un trampolín y no usaban los y las sandinistas. CLAUDIA CESARONI

143

había pileta sino un montón de piedras y así, medio paranoicos con las medidas de seguridad, con algo de miedo por lo que pueda venir, tristes porque nos vamos de ‘La Cumplida’, y el chau a Don Ricardo, y a Francisco, a René y Mario, a los ticos y los BEP”. Todos recordamos a Alicia Volodarsky, una de nuestras com­ pañeras fallecidas: ella se tiró para el lado opuesto a la ladera de la montaña, y se quebró la muñeca al caer sobre un montículo de piedras. Tuvo que ser enyesada, y en Jinotega, la primera noche que llegamos, sufrió otro accidente al ser pisada en la cara por un compañero que bajó de la cucheta de arriba de la de ella, con los borceguíes puestos, y urgido por correr a las trincheras. Los del pelotón 2 anduvieron bien. Lucía le contaba orgullosa a su compañero: “Cuando volvíamos del plantío hubo un si­ mulacro de emboscada en el camino, previa información de cómo debíamos actuar en tal caso. Nuestro Pelotón fue el que mejor lo hizo, a pesar de los errores”. Josefina nos estaba preparando para lo que se venía: en Jinotega no estaríamos cerca de un corredor contra, en Jinotega estaríamos directamente en zona de combate, y hacia allí marchá­ bamos. Ella se quedaba en Matagalpa, atendiendo a otros interna­ cionalistas, y a nosotrxs nos esperaba Carla, que también se nos haría entrañable. Las muchachas del BEP cortaban con nosotrxs, compartían el día a día y se enamoraban de nuestros compañeros. Años después, cuando cuatro de nosotros volvimos para grabar escenas de Los 120... en 2016, Clementina pegó un grito de alegría y se abrazó con Nubia al reconocerse sonriente en una foto. Ivania recordaba las canciones que entonaba uno de los nuestros en el cafetal. En ese viaje, y a través de la película, también pudimos devolverles parte de su historia: en medio de la guerra y de la absoluta escasez de todo, no había tiempo ni dinero para sacarse fotos, mucho me­ nos para imprimirlas. En La Cumplida quedaban otras mujeres con las que habíamos convivido: las cocineras, que cada mañana nos preparaban las torti­ llas, un alimento que comenzamos odiando, y que luego se nos hizo 144

B RIG ADISTAS

a varios de nosotros tan apetecibles —tibias, recién hechas—como el pan caliente. A ellas las atendió varias veces nuestro equipo médico, porque desarrollaban conjuntivitis por efecto del humo recibido en los ojos durante horas, días, meses y años sin ninguna protección. Ser parte del equipo sanitario me permitió conocer a las mu­ jeres campesinas. Recorrimos sus casas, vimos las condiciones en que vivían y atendían a sus hijos e hijas. Esas recorridas me car­ gaban de tristeza y me provocaban una enorme ternura: “Hoy, visitando tres casas de campesinos con Ñure, una compañera del BEP, viendo su miseria, constatando la tos, la ‘calentura’ (fiebre), la ‘obradera’ (diarrea) de todos los chiquitos. Y la leche que no llega, y apenas los frijoles. Y sentir que los querés, que la alegría y la emoción se van transformando en cariño, en algo más que eso. (Y vino una familia que fuimos a ver hoy a la tarde: los chiquitos envueltos en toallas a modo de abrigo, las caritas tristonas, medio asustadas, las ganas de lagrimear no alcanzan)”. En 2016, recorrimos el barrio que rodeaba la hacienda La Cumplida, que ya no era de propiedad estatal, sino francesa. Pegamos carteles hechos a mano y golpeamos palmas invitan­ do a las familias a asistir a la proyección de la película de Nino, en el patio de la hermosa escuela de la comunidad. Ni las casitas, humildes pero de material, ni la escuela, existían en 1985. Entre las personas que nos atendieron, y a las que invitamos, una señora de unos setenta años, cuando le contamos quiénes éramos (“los brigadistas argentinos, no sabemos si nos recordará”), dijo sonriendo hermosamente: “¡Sí, claro que me acuerdo! Ustedes hacían fogo­ nes, bailaban y cantaban. Eran muy alegres”. Y, frente a nuestra emoción, agregó: “Cuando se fueron nos pusimos tristes, acá...”. En 1985 la realidad atroz nos cacheteaba de modos diversos. Eduardo entrevistó a varias personas. Una muchacha: “En León asaltamos el Fortín de Acosasco y la cárcel de ‘la Chiquita’, donde a los prisioneros los rociaban de día con miel, para que de noche se los comieran las hormigas... Los guardias mataban a sus prostitutas para que no quedasen pruebas. Otros no se rendían. Uno se había parapetado con su familia; ‘papacito, rendite, rendite’, le decía un C L A U D IA CESARO NI

145

hijito. Los mató a todos y después se suicidó... Una hermana mía estaba enterrada viva en una plazoleta de Managua. La comida se las tiraban por un tubo. La gente descubrió el lugar, empezó a cavar. Sobre los prisioneros caía tierra. ‘No nos maten, no nos maten’, gritaban los de abajo. ‘¡Pero compas, si somos nosotros, si hace dos días triunfó la revolución!’, gritaban los de arriba”. La joven, de apenas veintiún años, continuaba: “A veces me digo, ‘si yo he vi­ vido todo esto, entonces es que estoy vieja’... Ahora soy miembro del Partido, e instructor político de la Compañía de Milicias en esta movilización. Mi tarea es la de mantener la moral alta. En el comba­ te debo ser el primero en avanzar, y el primero en morir también... Aunque tenemos que cuidarnos porque somos cuadros... y la revo­ lución nos necesita. Cuando enfrentamos a los mercenarios grito: ‘¡A ver preparen granadas! ¡No, no, mejor no gastemos granadas en estos pendejos!...’, pero no tenemos granadas y se mueren de mie­ do (se ríe)... ‘¡A ver bazoquero!’, y no tenemos bazoca: ‘¡Dejenme aquel que está allá, ese de gorrito, a ese le doy yo!’. Les agarra el pá­ nico, piensan ‘me descubrieron’, comienzan a salir y ahí les damos”. En la Argentina, solo luego de muchos años y juicios a los responsables del genocidio se pudo reconstruir el padecimiento específico de las mujeres utilizadas como instrumento para el goce de los torturadores. En Nicaragua relatos sobre situaciones seme­ jantes eran habituales. Eduardo conversa con un miliciano, que le cuenta un caso: “Entre nosotros hay una compañera que forma parte de los tribunales populares que juzgan los crímenes somocistas. Hermosa mujer, campesina. Entraron a su casa, mataron a su esposo, y catorce guardias la violaron delante de sus hijos”. Esa mujer, le cuenta el miliciano, aplica justicia con un límite concreto: treinta años de cárcel es la pena máxima de prisión en Nicaragua. La pena de muerte no existe. Y agrega: “Eso demuestra la gene­ rosidad revolucionaria. La generosidad es fundamental”. El rol de las mujeres en la Revolución Sandinista, las tareas que les eran asignadas y que asumían en igualdad de condicio­ nes que sus compañeros varones, no significaban de ningún modo que el machismo y los prejuicios hubieran acabado el 19 de julio 146

B RIG ADISTAS

de 1979. Eduardo le pregunta a la muchacha si está casada: “No... pero estuve a punto. Hubiera sido un error. Tengo mucho por hacer, y todavía son pocos los hombres que ayudan a la mujer en la revolución. Son desconfiados. Llega una tarde81 y... ¡no permi­ tiría que me tomen por una cualquiera!... Por eso el comandante Borge les llamó la atención a los hombres... Yo busco uno que me comprenda, y comprenda mis tareas (se sonríe). Voy a poner un anuncio en Barricada... ‘Requisitos’... (se ríe)”. Muchas de nosotras leímos, en esos años, un poema que explicitaba los requisitos que debían cumplir los varones para amar a mujeres militantes. Probablemente la muchacha que conversaba con Eduardo aludía a ese poema, que yo tenía pegado en uno de mis cuadernos: I E l hombre que me ame deberá saber descorrer las cortinas de la piel, encontrar la profundidad de mis ojos y conocer la que anida en mí, la golondrina transparente de la ternura. II E l hombre que me ame no querrá poseerme como una mercancía, ni exhibirme como un trofeo de caza, sabrá estar a m i lado con el mismo amor con que yo estaré al lado suyo. (...)

Gioconda Belli82 81 La frase debe entenderse del siguiente modo: “Llega una (la que está hablando) tarde (como adjetivo y no como sustantivo): “Llego un día yo más tarde de lo esperado y...”, presuponiendo que esa llegada tarde de la mujer genera que el varón la tome como “una cualquiera”. 82 Fragmento del poema “Reglas del juego para los hombres que quieren amar a mujeres mujeres”, del libro La costilla de Eva. C L A U D IA CESARO NI

147

N O S O TR A S , LA S V E IN T E . ¿O LA S D IEC IO C H O ?

Claudia: Hermana, la revolución nicaragüense no fu e posible si no es con la participación de la mujer. Conocerte nos dimos cuenta que esta experiencia es similar para todos los pueblos. H oy no quiero decirte adiós, porque los sandinistas no lo acostumbramos, solo te digo nos vemos. La Revolución es de los pueblos. M ujer que no se organiza, mujer que no se libera. Cuando una mujer avanza, no hay hombre que retroceda. E n lo oscuro. Tu hermano.

Mario83 Desde que comenzamos a reencontrarnos, a hablar de la Brigada, a contar y a explicar qué fue, quiénes éramos, por qué fuimos, men­ cionamos dos cifras redondas: ciento veinte y veinte. Ciento veinte brigadistas, y veinte de ese total, mujeres.84Pero al momento de con­ firmar para este libro una por una quiénes integrábamos esa lista de veinte, resulta que la suma da dieciocho. Reviso el listado de Garra, la confronto con el de Gerardo, que participó en toda la etapa de 83 Hermoso texto que el teniente Mario escribió en mi ejemplar de La montaña es algo más que una inmensa estepa verde, el único libro que llevé a Nicaragua. 84 También habla de “20 muchachas y 100 jóvenes” Paula Daniela Fernán­ dez Hellmund en su documentada investigación Nicaragua debe sobrevivir. La solidaridad de la militancia comunista argentina con la Revolución Sandinista (1979-1990), Buenos Aires, Imago Mundi, 2015, pág. 142. 148

B RIG ADISTAS

selección. Pipí me sugiere mirar el final de la película de Nino, don­ de están los nombres de cada brigadista organizados por Regional, y copiarlos uno por uno. Enzo me da una mano y lo hace. Hay dos problemas: no constan los apellidos, y falta una compañera del Regional Sur, que sabemos que fue. Resuelto eso, cruzados los lista­ dos con los datos que tenemos y la lista de la película de Nino, queda consolidada una lista de dieciocho. Vivi recuerda que, en la foto “de las mujeres” que nos tomó Nino, somos dieciséis, y que de las que recordábamos, faltaban dos. Finalmente, ya sin dudas, confirma­ mos: fuimos dieciocho, no veinte. Dieciocho de ciento veinte es el 15%. Parece poco considerando la proporción de militantes mujeres que había en la Fede en ese momento. ¿Es probable que los riesgos que suponía el viaje hubieran desalentado a algunas compañeras? ¿Quizá, como sostiene Marta Rosin (1958) en Los 120... el lugar tra­ dicionalmente asignado a las mujeres, en particular el cuidado de los hijos e hijas pequeños, alejó a algunas compañeras de la posibilidad de viajar? ¿O tal vez, lo que hoy vemos como una cuestión a analizar —dieciocho sobre ciento veinte—en el momento no se vio como un problema? Garra sostiene algo así, al considerar que lo que estaba en duda era la misma existencia de la Brigada más que su composición, si bien se intentó que esta fuera diversa. Si consideramos que la edad de quienes viajamos iba de los dieciocho a los treinta y nueve años, y que predominábamos quienes teníamos entre veinte y veinticinco, es muy posible que algunas mujeres que hubieran deseado ir y que tenían suficien­ te mérito para ser parte de la Brigada, tuvieran al mismo tiempo niñxs pequeñxs de los que —por decisión personal o presión fami­ liar—no hayan querido alejarse durante dos meses. También es cierto que en el Partido y en la Fede, al igual que en otras organizaciones políticas y sociales, existía el llamado te­ cho de cristal que frena el crecimiento y desarrollo de las mujeres por encima de determinado tope. Nos afiliábamos más o menos a la misma edad, militábamos, avanzábamos en nuestras activi­ dades, pero ese crecimiento no se reflejaba en la composición de los órganos de dirección, donde las mujeres encontrábamos ese C L A U D IA CESARO NI

149

límite tan invisible como difícil de franquear. Esa situación no ha cambiado en la mayoría de los partidos políticos, sindicatos, poderes del Estado y órganos de gobierno. El acceso a espacios de poder de algunas pocas mujeres —en nuestro país, durante el lustro 2011/2015 coincidieron en el tiempo una presidenta de la Nación, una Defensora General, una Procuradora General y dos integrantes de la Corte Suprema de Justicia85—más que re­ presentar una situación igualitaria supuso una excepcionalidad. Basta ver las conducciones de los partidos políticos, de los ór­ ganos superiores del Poder Judicial, o de las organizaciones del movimiento obrero. La conformación de la Brigada seguramente hoy sería más equilibrada, en términos de género, como se intentó hacerla equilibrada en términos de representación geográfica y social. Silvia Leiva (1962), una de las tres integrantes de la dele­ gación del Regional Norte, está convencida de que hoy la Brigada tendría más mujeres, y recuerda que varias de su Regional, que estaban anotadas y no tenían problemas en viajar, fueron baja­ das a último momento. Revisando papeles y notas periodísticas encontramos el nombre de una joven estudiante secundaria de diecisiete años del Regional Oeste, que luego no viajó. También la vemos en una foto. Reconstruimos entonces que, poco antes de partir, y frente a los ataques de los medios y la presión norteame­ ricana que reflejaban esos medios, se decidió excluir de la Brigada a lxs menores de dieciocho años, por lo que hubo varios casos de secundarixs, varones y mujeres, que quedaron fuera de las listas. También es probable que se haya decidido, por ejemplo, que no viajara una mujer que sí quería hacerlo, porque se evaluaba que si tenía hijos pequeños, dos meses en medio de la montaña podrían tornarse difíciles de soportar para ella o para sus niñxs. Esas deci­ siones pueden haberse basado en criterios morales, paternalistas 85 Cristina Fernández de Kirchner, Stella Maris Martínez, Alejandra Gils Carbó, Elena Highton de Nolasco, Carmen Argibay. Al compartirle este capí­ tulo, Fabi —comunicadora en medios populares—sugiere agregar a esta lista a Cynthia Ottaviano, quien desde 2012 hasta 2016 cumplió un importante rol como Defensora del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual. 150

B RIG ADISTAS

o patriarcales, según se prefiera, vistos con la lupa del presente. La realidad es que, por mandato cultural o por decisión personal, viajaron padres de niñxs pequeñxs, pero no madres. El modo en que se seleccionó a quienes finalmente integramos el grupo de ciento veinte supuso un cruce entre la política de cuadros —es de­ cir, la formación de militantes con la perspectiva de que cumplan funciones en determinada estructura partidaria, del movimiento de masas o de los espacios menos visibles de la organización—; las características personales —edad, estado de salud, personalidad, fortaleza mental, capacidad de afrontar situaciones difíciles—; y posibilidades objetivas —dejar trabajos o conseguir licencias, en­ contrar reemplazo y sostén familiar y cubrir otras obligaciones durante dos meses—. En ese cruce de perspectivas y necesidades, la balanza de género se decantó hacia una abrumadora mayoría de varones. Graciela es tajante: “El Partido era machista, como lo es la sociedad, y como son, incluso, las revoluciones: machistas y patriarcales. El número de mujeres que viajamos no hace más que reflejar esa situación”. ¿Cómo analizar, treinta y cuatro años después, la experiencia que nos reunió en Nicaragua desde una perspectiva de género? Como aclaré al principio, cuando pensé este libro sabía que era imposible hablar de lo que la Brigada significó para cada uno/a de nosotros y nosotras, no solo porque la memoria se construye de recortes, olvidos y selecciones personales, sino porque para cada quien y cada cual esos dos meses impactaron de modo abso­ lutamente dispar. Me pareció, sí, que podía trabajar con las com­ pañeras algunos aspectos comunes, y para eso pensé preguntas específicas que apuntaban a describir lo que significó para nosotras participar en la Brigada. ¿Influyó en nuestra designación nuestro género? ¿Por qué fuimos tan pocas? ¿O no éramos tan pocas, para la época? ¿Hubo diferencias en el trato? ¿Vivimos situaciones dis­ tintas a las de nuestros compañeros varones en algún plano? En mi recuerdo, compartido con algunas de las compañeras con las que he interactuado desde que comenzamos a reencontrarnos, no hubo situaciones discriminatorias ni que reflejaran un trato diferente por C L A U D IA CESARO NI

151

nuestra condición de mujeres. Sin embargo, además de las cues­ tiones más o menos semejantes que aparecen en nuestros relatos (higiene, comida, trabajo, dificultades físicas, relaciones afectivas), hubo compañeras que describieron situaciones puntuales de abuso de poder y comportamientos inaceptables de varones. Gaby relata así una de esas situaciones, protagonizadas por un compañero brigadista y un nica: “Cuando estuvimos en Jinotega, había un nica que gustaba de mí, era bastante menor que yo, andaba con su rifle y me seguía por todos lados. Se hizo amigo de un compañero de la brigada (no me acuerdo quién era). La noche que hubo una fiesta en el campamento, nos invitó a su barraca a tomar ron y comer dulces y frutas. Y yo fui con la condición de que mi compañero argentino esté conmigo. La cosa es que empezaron a tomar y el forro me dejó sola con el nica. Empezó a querer besarme y tocar­ me, me decía que me deseaba, que al día siguiente tenía que ir a la montaña donde estaban los contras, que no sabía si iba a vivir, que si yo me iba se pegaba un tiro. Traté de explicarle que no me hiciera eso, pero no entendía. Así que le di la espalda y me fui. Apenas cerré la puerta solo esperaba escuchar el tiro. Por suerte no fue así. Me fui corriendo a nuestra barraca, y lloré como nunca lo hice, hasta la madrugada. Y creo que no se lo conté a nadie”. Ni esta ni otras situaciones semejantes fueron comentadas en ese momento. Ninguna de las compañeras pudo o quiso hacerlo. El por qué es parte de la reflexión y las conversaciones que tenemos ahora, a treinta y cuatro años, en el mismo momento en que mu­ chas otras mujeres relatan situaciones que también sucedieron en sus infancias, sus adolescencias, en el marco de sus relaciones estables u ocasionales de pareja, en sus trabajos o en sus ámbitos de militancia. Creo que una situación como la que vivió Gaby, y otras similares, si sucedieran hoy serían señaladas y consideradas inaceptables de inmediato. Ese es, entiendo, uno de los balances que es preciso hacer. Naturalizar, negar, borrar, no contar, pensar que la culpable es una, o contar y no ser escuchada son experien­ cias dolorosas que la mayoría de las mujeres hemos sufrido, aun en espacios que amamos y donde nos sentimos felices como el de 152

B RIG ADISTAS

la militancia, y aun de parte de personas que respetamos y quere­ mos. Y la Brigada, ese microcosmos en el que vivimos dos meses dieciocho mujeres y ciento dos varones más decenas de mujeres y varones nicas y de otras brigadas, no ha sido ajena. Ciertas con­ ductas machistas enquistadas en la organización de la que fuimos parte y ciertas actitudes violentas y abusivas, también estuvieron allí. No las padecimos todas nosotras, pero sí algunas. Y son parte de un conjunto de prácticas, más sutiles pero no menos violentas, que nos han afectado a varones y mujeres, porque son una cons­ trucción político cultural acerca del deber ser del/la militante. La insistente pregunta a la que no se casaba de cuándo finalmente lo haría, como si fuera un destino ineludible; el requerimiento a la ca­ sada de por qué no se decidía a tener hijxs; la discriminación brutal a la que se definía como lesbiana; la censura a la que era demasiado libre en sus elecciones; la utilización del poder para promover o para frenar el desarrollo de una u otra según se sometiera al deseo del varón son y han sido prácticas sociales que también sucedieron y suceden en los movimientos revolucionarios, obviamente inclui­ das las organizaciones comunistas. Parecidas pautas morales afec­ taron a varones que se corrían del estereotipo del militante viril, corajudo y valiente, felizmente casado para que su energía no se perdiera por ahí, y si fuera posible con hijos que luego se afiliaran a la Fede para mantener el legado. Hay abusos de poder que hemos padecido o podemos padecer cualquiera de nosotrxs. Y hay abu­ sos de poder que solo padecemos las mujeres. Nosotras, entonces jóvenes militantes de la Fede y hoy mujeres adultas que seguimos activas en diversos espacios de lucha, nos reconocemos —más allá de las diferencias que tenemos—como militantes en contra de to­ das las formas de abuso de poder, y hablar de eso es una forma de pelear para que no se repitan, no se toleren, no se nieguen y no se consientan con el silencio.86 86 Mientras reviso una y otra vez este texto, febrero de 2019, me invitan a un Campamento Regional de la Fede, a hablar de la Brigada y de derechos frente a los abusos del poder estatal. Uno de los carteles dice “Campamento libre de violencia sexista”. C L A U D IA CESARONI

153

Fuimos dieciocho sobre ciento veinte. Cinco de la Capital Federal; cuatro del Regional Sur; tres del Regional Norte; una del Regional Oeste; tres de Santa Fe (todas de Rosario); una del interior de la provincia de Buenos Aires (Necochea), y una de la conducción nacional de la Fede. Al menos doce éramos estudian­ tes, ninguna tenía hijxs. Dos fueron jefas de pelotón; cuatro, jefas de escuadra; una, segunda jefa.87 Gaby, una de tres las integrantes de la delegación de la provincia de Santa Fe, siente que su partici­ pación en la Brigada fue el resultado de un esfuerzo reconocido: “Me gané el lugar en la brigada. Fue una decisión muy pero muy importante postularme para ir. Con veintiún años, muchas inse­ guridades y una etapa de pocos cambios importantes, fue un antes y un después de Nicaragua. En esa época estaba en pareja con un novio muy formal, que desvirtuaba mi esencia hippie y aventu­ rera. Así que largué al novio y me inscribí para ir. Me asombró que me elijan, pero yo era una gran militante, muy comprometida también en el movimiento social, en la facultad de Arquitectura. Y calculo que se esforzaron para que vayan mujeres, no sé si había alguna indicación desde el Comité Central para que hubiera un porcentaje de mujeres”. Graciela, una de las cuatro mujeres que viajamos por el Regional Sur, al tiempo que remarca el carácter machista del Partido y la Fede, se asombra hoy de que su madre —militante comunista—la haya dejado ir sin ninguna objeción. Un poco en broma, un poco en serio, cuenta: “A veces le pregunto, ¡¿Pero cómo me dejaste ir?!”. José Kolkowski, el Polaco (1961), su com­ pañero entonces y ahora, brigadista también, acota: “Yo no sé si a mi hija de veintiuno la dejaría ir...”. Los comentarios parecen olvidar que a los veintiún años se hace lo que se quiere, en 1985 y mucho más en 2019, cuando la mayoría de edad se alcanza a los dieciocho. Pero más allá de formalidades legales, dejan entrever los miedos que tienen aún las personas más conscientes de la im­ portancia de la solidaridad, cuando de los hijos y sobre todo de las 87 Conforme datos relevados al 1 de abril de 2019. 154

B RIG ADISTAS

hijas propias se trata. La respuesta de la madre de Graciela quizá refleje lo que había entonces y en el presente no hay, es decir, la confianza absoluta en la organización: “Yo estaba tranquila, sabía que el Partido te iba a cuidar”, le responde a su hija cada vez que surge el tema. Graciela fue designada para viajar antes que José. Cuenta que recién cuando lo designaron a él se puso un poco ner­ viosa, al sentir temor por lo que pudiera pasarle a su compañero, temor que no sentía por ella misma. José, al revés, se sintió tran­ quilo cuando lo designaron, mucho más que si su compañera hu­ biera viajado sola. Graciela y José fueron la única pareja que viajó como tal. Fueron ubicados en distintos pelotones, y solo algunas pocas veces pudieron estar juntos con cierta intimidad. Un poco porque esa intimidad se desalentaba, un poco por las condiciones generales que no la propiciaban. Fabi es la única mujer que integró la delegación del Regional Oeste, y considera que fue elegida por su militancia en el ámbito universitario: “No creo que haya influido mi condición de mujer. En la universidad había un buen laburo de la Fede con círculos en distintas facultades. Así que entiendo que cuando se selecciona­ ron los lugares que debían tener representación en la Brigada, los estudiantes universitarios fueron considerados uno de ellos. A mi me seleccionó la dirección de la Fede de la universidad, entiendo que porque militaba regularmente y siempre estaba dispuesta a tomar responsabilidades”. Lucía siempre se sintió orgullosa por haber sido elegida, y a ese orgullo no le hace mella algo que entrevió con el pasar de los años: que esa elección estaba vinculada con el hecho de que fuera la hija del Gringo Viale, un histórico político rosarino, dirigente del Partido Intransigente, con quien los comunistas tenían exce­ lentes relaciones. Todas nosotras, que llegamos a ser parte de la Brigada por mérito propio, por necesidad o conveniencia, nos encontramos, una vez elegidas, con problemas comunes y desafíos que toma­ mos de modo diverso.

C L A U D IA CESARO NI

155

La higiene, o más bien la imposibilidad de cumplir los ritos cotidianos de la higiene femenina, fue uno de los problemas que nos provocó más preocupación. Silvia lo recuerda claramente: “Mis primeros días fueron muy difíciles, la falta de higiene se me hacía imbancable. Recuerdo que las pocas veces que me bañaba era con un chorro de agua fría, bastante incómodo...”. Gaby resume: “El primer mes no fui al baño ni una vez. El segundo mes tenía diarrea todo el tiempo. Me acuerdo una noche, eran las 3 de la mañana, me agarraron ganas de ir al baño, y no llegaba, entonces me senté en una letrina, no se veía nada, y me siento arriba de un sorete. Me fui directamente a bañar bajo un chorro de agua helada, no sé ni cómo volví a la covacha, no se lo conté a nadie de la vergüenza que me daba”. Sobre esas vergüenzas —otro hándicap de las mujeres: las ver­ güenzas que muy probablemente nuestros compañeros varones no padecían—cuenta Silvia: “Yo tenía la necesidad de lavarme ‘las partes íntimas’ y me llevé un jarrito con agua a la letrina y hacien­ do la parabólica humana traté de lavarme... ¡con tanta mala suerte que se me cayó el jarrito en el pozo! Con un asco terrible lo pude sacar, porque pensé que se iba a tapar y se iban a dar cuenta que era mi jarrito... ¡Una boludez total!”. Fabi aporta más datos, en una conversación vía wasap que se torna escatológica y a carcajada limpia: “Recuerdo, en Jinotega, la diarrea colectiva. Cuando salías a la noche de las covachas a cagar con urgencia, pisabas la mierda que ibas encontrando en el pasto de quienes no tenían la suerte de llegar a una letrina...”. Y, otra vez sobre el pudor de nosotras, cuenta Silvia: “Me acuerdo de mi amigo Toni, de mi mismo regional. Yo le decía que se quedara haciendo guardia en la puerta de la letrina para que nadie abriera la puerta. Él se me cagaba de risa y me mandaba literalmente a cagar. ‘¡Quién carajo te va a abrir la puerta!’, me decía”. (Risas y más risas). Pulgas, ratas y dificultades para higienizarnos eran parte de nuestra vida cotidiana. Cacho, médico y compañero de pelotón, recuerda algo que evidentemente preferí olvidar: “Yo estaba a dos 156

B RIG ADISTAS

bolsas de dormir de distancia de la tuya, vi cuando te cayó en la cara la rata que llamábamos Lali”. A la ratita, que veíamos pasar sobre nuestras cabezas cada noche, le habíamos puesto ese nom­ bre cariñoso por la canción de León Gieco.88 El 13 de enero, a una semana de llegar a Matagalpa, esos temas, más la comida, son recurrentes en mis anotaciones: “Pulgas por todos lados y todo el cuerpo. Frijoles (ayer y hoy: gloria, arroz con aceite!!!, manjar es poco, y más con el agregado de un polvito de orégano y ají molido que apareció clandestino por ahí89) y esa tortilla asquerosa, de un gusto que es la antítesis exacta del gusto, su negación. Los bolonquis para bañarnos: pelotones 1 y 3 un día; 2 y 4 el otro, con una sola ducha, bueno, todo lo jodido que es adaptarse a estas condi­ ciones de vida, de incomodidad. Pero en las formaciones, algo emotivo; a la noche, el día de asunción de Daniel, un sociodrama que más querrían algunos grupitos de teatro de Buenos Aires; el homenaje a Carlos Fonseca, serios, reconcentrados, cantando ‘Comandante Carlos, Carlos Fonseca, tayacán90 vencedor de la muerte...’; las jodas constantes con los cumpas, los nuestros y los nuestros-nicas; Mario, jefe de milicanos, 26 años (ya viejito para los del BEP), recitando un poema de amor en ese mismo fogón; despertándonos hoy con un ‘Los che son dormilones, oh oh oh oh oh!’, preguntándonos si nos animábamos a despertarnos como lo hacen los militantes sandinistas: ‘¿Quién se anima?’. Risas, jodas, gritos. ‘A sí nos despertamos, felices y riendo.’ Aplausos. Pienso: otra leccioncita. Otra de las tantas”. Mi recuerdo es que las dificultades existían, pero mayor era el desafío de superarlas, la emoción por estar ahí donde había que estar, sabiendo que tantos y tantas en nuestro país hubieran que­ rido ser parte de los ciento veinte y que teníamos la obligación de demostrar y demostrarnos que éramos dignxs del honor de haber sido elegidxs. 88 La rata Lali: https://www.youtube.com/watch?v=Joq9bmEPh_o 89 Muy posiblemente, de Nino, como se verá más adelante. 90 Tayacán: guía o director de un grupo de hombres, en lengua náhuatl. C L A U D IA CESARONI

157

En mi diario las cuestiones cotidianas no perdían espacio. El 13 de febrero, ya en Jinotega, los modos de resolución habían cambiado: “Otro de los ingredientes de la Brigada: el baño. En La Cumplida lo resolvíamos más o menos bien en un baño ce­ rrado, con una ‘ducha’ raquítica, peleando con los varones, cada dos días. Aquí tenemos varias opciones: el río (en La Cumplida también, pero la diferencia es que aquí hace un frío de cagarse...), el chorro del beneficio,91 al aire libre (ídem primera opción), una especie de baño cerca de las covachas de los BEP, con una gran tina de donde sacás agua con un jarro y te vas tirando; y finalmen­ te, en la cocina, entre los kilos de maíz que se están lavando; el piso lleno de café; Aníbal, Alfredo y las cocineras dando vueltas, hay dos paredes cerradas con una cortina —no muy hermética que digamos—donde cada 3 o 4 días nos congelamos bajo un hermoso y potente chorro de agua”. Uno de los modos en que construí mi lazo afectivo con Vivi fue descubriendo sitios donde bañarnos, y cuando se podía, don­ de lavar nuestra ropa. Una de las fotos que más amo es la que nos muestra a las dos, una tarde de Matagalpa, riendo a carcajadas vaya a saber de qué, limpias, y lavando algo de ropa con Claudio y Leo. Ahí andábamos Vivi y yo —dos de las cuatro mujeres del pelotón El Cordobazo—buscando arroyitos, chorros, duchas raquíticas en las que nos metíamos muertas de frío y de risa, mientras nos con­ tábamos nuestros amores de brigada, con el/los compañeros que andaban por ahí, en alguna bolsa de dormir cercana, en los surcos, en las mateadas y en las rondas de puchos compartidos. El 23 de febrero, a una semana de volver a Buenos Aires, re­ torna el tema: “Ahora, lo único que necesitamos es un buen baño: hace exactamente 4 días y dos viajes (a Matagalpa, a Managua) que no me baño, mi pelo es paja y ya no me banco más. Parece que 91 Beneficio: lugar donde se pone a secar el grano de café. “Lo tiraban en unos playones todo el día al sol, con una especie de secadores anchos, a la noche se juntaba y de día se volvía a extender hasta el punto justo, ese era el café oro, sin torrar”, describe Aníbal. 158

B RIG ADISTAS

mañana vuelve el agua y hay hasta el miércoles. Esperemos. Así me despido. Sucia y esperanzada”. Al día siguiente, la escena es idílica: “Describo la situación: algunos jugando al truco, otros charlando y tomando mate, varios lavando ropa. Todos, limpios, bañaditos y en shorcitos. El lugar, un patio techado, árboles alrededor, un lindo fresco, 9.30 de la ma­ ñana. Falta la picada, el vino y los chicos dando vueltas alrededor y esto es una familia tana reunida un domingo en cualquier casa de cualquier barrio de Buenos Aires o de donde sea”. Probablemente, las dificultades para garantizar nuestra hi­ giene, los cambios en la alimentación, o el stress vivido hayan producido que a la mayoría de nosotras se nos retirara la mens­ truación durante uno o los dos meses. La relación con la comida nos afectó de modo diverso, de igual modo que a los varones, y en algunos casos fueron los mé­ dicos los que tuvieron que ponerse firmes: Alicia llegó a pesar 49 kilos. Consumía apenas café y los pomelos que arrancábamos del camino cuando íbamos al corte, y solo empezó a alimentarse cuando un médico se lo ordenó. Era delgada, casi no comía y ade­ más, sufrió dos accidentes, lo que hizo que fuera una de las que peor lo pasaron. Laura tuvo pérdidas durante los dos meses, y por más que lo intentaba no toleraba las tortillas, que le causaban náuseas. No recuerda sensación de hambre, pero sí haber padeci­ do mucha debilidad. Lucía sobrellevó la cuestión, y fiel a su estilo siempre ani­ moso prefería destacar las variaciones a la rutina con entusiasmo: “Con la comida no tuve problemas, el gallo pinto,92 las tortillas de maíz, el café negro, la cuajada93y el pan (estos últimos, cuando hay), todo bien. Las pequeñas delicias que nos repartían a veces 92 Gallo pinto: comida típica nicaragüense, que consiste en una combinación de arroz salteado con cebolla y ajo, y frijoles, todo bien condimentado. En re­ alidad, en La Cumplida comíamos —a veces—arroz y frijoles mezclados, sin el sofrito de cebolla y ajo ni condimento alguno. 93 Cuajada: una especie de queso tipo ricota, que amábamos recibir de cuán­ do en cuándo. C L A U D IA CESARONI

159

eran muy estimulantes y muy valoradas: un pedacito de pan y un poco de queso rallado para el arroz, por ejemplo. Amé el pedacito de carne del asado del domingo 20 de enero que, aunque muy dura, fue una maravilla. Hubo un par de días en los que nos dieron unas rodajas de banana... ¡tocar el cielo con las manos! También fueron una delicia las tortas fritas y el hallazgo de los pomelos... maravilloso!!!” Graciela se planteó la comida como un desafío más de su práctica brigadista: “Yo como de todo, salvo banana, y me encan­ ta comer. Me dije, tengo que aceptar lo que me den. Así que comí plátano, como una especie de compromiso en ese sentido. Con lo demás, no tenía problemas”. Le pregunto si pasó hambre: “¡Sí! Sentía olor a comidas: a pollo, a pizza. A mi mamá le pedí pollo al horno con papas para la vuelta. Un día estaba en el cafetal, nos habían dado un huevo duro a la mañana, me lo guardé para el almuerzo, y desapareció. Lo busqué desesperada, y no estaba. Grité: ‘¡Dónde está mi huevooo!’. Lloré, creo”. Al llegar a Managua desde Jinotega fuimos a donar sangre. Graciela estaba tan baja de peso que la rechazaron —llegó a Buenos Aires con 48 kilos, después de dos días de engorde en Managua, así que para entonces estaría por los 46—. Lamenta, tanto como la pérdida del huevo en el cafetal, no haber recibido la botella de cerveza helada —en lugar del típico café con leche que dan en la Argentina después de una extracción—con la que se rehidrataba a quienes pudimos dar sangre. Silvia andaba por los 49 kilos —con borcegos incluidos, aclara—pero sí fue aceptada, y recuerda lo delicioso de esa cerveza. Un huevo, un poco de azúcar, un condimento —a sugerencia de su compañera, Nino había llevado varios sobres de modo un tan­ to clandestino, ya que los condimentos no estaban en lista que nos habían dado, y lo que no estaba en la lista estaba prohibido: “no se permite llevar otro material”, decía en el impreso que se entregó a cada brigadista—, un guiso de chancho o de vaca que en la Argentina hubiéramos despreciado, en Matagalpa o Jinotega transformaban 160

B RIG ADISTAS

nuestros desayunos, almuerzos y cenas en una fiesta, y rompían la monotonía de la tortilla y los frijoles por la mañana, la tarde y la no­ che. Gaby fue la gestora de uno de esos momentos: “Lo de las tortas fritas que hicimos en La Cumplida fue idea mía. Con grasa de chan­ cho y harina de maíz. Era un manjar para nosotros, me acuerdo es­ tar al lado de la olla gigante oliendo a chancho y haciendo miles de tortas, eran gruesas y chiquitas, las bañábamos con azúcar, creo que eran dos o tres por persona, nos volvíamos locos por comerlas. Y como solo había harina de maíz, nos arreglamos con eso. ¡Un arte!”. Recuerdo exactamente esa tarde: el resto de nosotrxs hacien­ do fila, disciplinados y ansiosos, hasta llegar a las tortas fritas calentitas, que nos daban luego de ponerlas en unas cajas de cartón y espolvorearlas con azúcar. Luego, sentarnos ahí, cerca de la co­ cina y los chanchos, a disfrutar de esa delicia, Alfredo conmigo diciendo simplemente: “Soy feliz, Negrita”. Gaby también recuerda, entre risas: “Creo que desde ese día mi piel quedó grasa para siempre...”. Esa decisión amorosa, ese largo rato engrasándose para que todos nosotros fuéramos felices, forma parte de las acciones que conmueven al relatarlas, porque implican el plus de esfuerzo que no todxs éramos capaces de brindar. Gaby lo vincula a lo que para ella significaba ser una compañera brigadista: “En Nicaragua ofrecí palabras suaves, per­ severancia en el trabajo, una oreja para los compañeros, adapta­ ción a los imprevistos, manos cocineras, y ojos maravillados para esa vida y esa revolución. Le puse el alma, por eso algo se me apagó cuando perdieron las elecciones. Guardé Nicaragua y su revolución en lo profundo de la memoria, porque estaba triste”. Hace mención a uno de los días que también para mí fue doloroso, uno de los más dolorosos de mi vida, al menos de mi vida como militante política: el último domingo de febrero de 1990, el Frente Sandinista perdió las elecciones presidenciales frente a Violeta Chamorro. Todo aquello por lo que habíamos luchado, toda la gente que amábamos y con la que habíamos compartido esos dos meses entrañables en Nicaragua; los compañeros y compañeras que nos habían contado en largas charlas sobre su sacrificio, sobre C L A U D IA CESARONI

161

sus esfuerzos, sobre las vidas perdidas en la lucha contra los yan­ quis y los contras, todo eso parecía perdido. Pero entonces, en enero de 1985, no imaginábamos ese momento desolador, y ade­ más de cosechar construíamos letrinas, hacíamos tortas fritas y arroz con leche, dábamos funciones de títeres, enseñábamos cómo evitar infecciones, cortábamos el pelo, cantábamos y escribíamos pensando en que esa Revolución sería victoriosa por siempre. Aníbal se acuerda de que, para hacer enojar a Josefina, or­ ganizaba junto con varios varones, y como respuesta a una de las consignas preferidas de nosotras las mujeres (“Hombre que no se organiza, mujer que lo cachimbea”), un coro burlón que gritaba: “La mujer, como el sartén, en la cocina están bien”. Sin embargo, no fuimos las mujeres de la Brigada las que ocupamos ese rol, sal­ vo en alguna ocasión como la que cuenta Gaby. En lo cotidiano, de la cocina se adueñó Aníbal con la ayuda de compañeros que rotaban. Allí se preparaba alguna salsa, o una noche cualquiera, de la mano de José, un maravilloso arroz con leche para sorpren­ dernos en el desayuno. Más allá de los refranes machistas —que hoy tampoco tendrían lugar—era evidente el rol igualitario que la Juventud Sandinista demostraba en sus decisiones: quien se ocupaba de los argentinos era una mujer, Josefina, responsable de las relaciones internacio­ nales de la Juventud Sandinista. En Jinotega, las milicias estaban dirigidas por una mujer, Carla. No se hizo ninguna distinción en­ tre varones y mujeres al momento de cumplir nuestras tareas. En el documental de Nino se ve a Lucía cargar ladrillos para contri­ buir a la construcción de una canaleta junto con Enzo; a Ramón, el Moncho, cortar el pelo, y a Vivi acompañar en las funciones a Cacho P., de profesión titiritero. A mí me pusieron junto con otros compañeros y compañeras en el equipo sanitario. Ramón Veloso, el Moncho, compañero del Regional Sur, ins­ talaba su sillón de peluquero cada domingo, y ahí atendía a va­ rones y mujeres, argentinxs y nicas. Cacho, que poseía y posee pocos pelos, se los cortaba con el Moncho, tanto en Nicaragua como cuando volvió a la Argentina, en la peluquería de Rivadavia 162

B RIG ADISTAS

y Río de Janeiro, Caballito, que el Moncho compartía con su her­ mano hasta su fallecimiento. No había, entonces, tareas para mujeres y tareas para varo­ nes. Sí, obviamente, capacitación específica: electricistas, alba­ ñiles, constructores, trabajadores de frigoríficos, pintores, eran oficios casi exclusivamente desempeñados por varones, en nues­ tra brigada los había, y cumplían esas tareas. En lo que nos era común, es decir, en el corte, nuestro desafío empezaba con la ida a la montaña. Esta es una cuestión que conversamos en varias ocasiones, y no hemos podido consolidar una respuesta única. Las variables son: —Los primeros días mujeres y varones subíamos en camiones. —Los primeros días solo las mujeres subíamos en camiones. —Los primeros días subíamos en camiones algunas mujeres y algunos varones. —Nunca subimos en camiones. Cada quien recuerda distinto. Marta relata en la película Los 120... que al principio subíamos en camiones las mujeres, y que eso se discutió a nivel de la conducción, a partir de una preocu­ pación de nosotras, y se pidió que se dejara sin efecto, lo que es corroborado por los compañeros sandinistas que aparecen en la película: ellos querían tener una deferencia, pero nosotras no que­ ríamos privilegios. En el libro que escribió Roberto Mero a nuestro regreso, se relata lo que habría pasado el primer día, cuando estábamos por partir: “Casi en la puerta de La Cumplida un jefe sandinista detu­ vo a las columnas antes de salir. —Si las compañeras lo desean —dijo—podemos llevarlas en camión. Las mujeres de la San Martín se miraron y se hicieron señas entre las formaciones. Dijeron que no”.94 Gaby se sobreexigía, por mujer y por responsable: “Me ha­ bían elegido líder de mi grupo. Y sentía que tenía que demostrar 94 Mero, Roberto, op. citada, págs. 162 y 163. CLAUDIA CESARONI

163

que era igual que cualquier hombre, así que caminé los 5 kilóme­ tros en Matagalpa (aunque las chicas subieron al camión, aunque me dolían los pies por culpa de los borcegos todavía no amansa­ dos). También me colgaba sola la mochila. Hasta que vi que a los chicos los ayudaban a colgarse la mochila y me sentí una estúpida estructurada. Eso fue una auto discriminación”. Le pregunto a Gaby si era jefa de escuadra, no lo recuerda con precisión, pero coincidimos en que si lideraba a su grupo, se­ guramente lo sería. Por su parte, el 9 de enero, Marcelo cuenta: “Desayunamos con café. Estaba nublado. Luego de la formación hubo una solici­ tud de voluntarios para ir hasta los cafetales a pie. Yo me ofrecí y a las 6 AM partimos los 6 km de subida por la montaña. Las nubes chocaban entre nosotros. 1 hora más tarde estábamos (agotados) en el cafetal”. Yo no recuerdo haber subido nunca en un camión. Muy pro­ bablemente haya sido solo uno o dos días, y quedó borrado en el recuerdo. Lo que sí está muy presente es el esfuerzo para subir. Haya sido el primero, el segundo o el tercer día, finalmente todos y to­ das lo hicimos caminando. Las mujeres otra vez nos poníamos a prueba. Graciela no quería pedir ayuda: “Yo no recuerdo haber viajado en camión al corte, ni una vez. Sí recuerdo perfectamente que había zonas muy complejas de subir, en cuarenta y cinco grados, y yo regulaba la respiración, me preparaba mentalmente, recuerdo muy bien la concentración para subir a la montaña. Todo el camino iba con­ centrada en que tenía que subir. No le iba a pedir nada a nadie, mucho menos a un hombre. Yo puedo sola, me repetía”. Vivi y yo recordamos, casi con igual intensidad, las manos que nos ayudaron a seguir y a llegar cuando parecía un objeti­ vo imposible. A Vivi la subida fue lo que más le costó superar, más incluso que los problemas de higiene y el hambre: “Me cos­ tó mucho. No recordaba lo de los camiones hasta que Marta lo mencionó, ahí lo recuperé. Me costaba el ritmo, me atrasaba... 164

B RIG ADISTAS

Tengo fotos con Cacho P., que me agarraba de la mano y me de­ cía: ‘Seguí mi ritmo’, y me llevaba. Yo era consciente del peligro de quedarme atrasada. Sola no hubiera podido”. Mi primera subida también requirió una mano: “...Y hay sen­ saciones que no puedo contar, porque no es lo mismo: no se puede contar la primera caminata y pensar que no das más, que te volvés a Buenos Aires, que no servís para subir todos los días cinco o seis km super escarpados (por lo menos para vos), que sos mala brigadista, etc. etc. etc. Pero llegás, a los empujones, gracias a la solidaridad (sin rimbombancias, el tipo que te empuja para que subas, que te alienta, que te espera y se cansa más por tu culpa, y todo eso no te lo hace notar: Leo). Subidas y bajadas alucinantes en el barro con la bolsa al hombro, pensando que no llegás pero que tenés que llegar y cuando llegás es mezcla de orgullo y can­ sancio y sudor y llegaste”. Las dificultades no eran solo de nosotras, y cada unx se agarra­ ba de lo que podía para llegar. Resonaba el nombre de Tello, uno de los protagonistas del libro de Omar Cabezas, el que pedía siempre un poco más, el que invitaba al plusesfuerzo. Él estaba allí, en la cima de la montaña, y hasta allí había que llegar. Y llegábamos. Una vez en el corte, recuperado el aliento y ubicadas en nues­ tros surcos, había que cumplir las metas. Y, en el caso de nosotras, otra vez aparece la autoexigencia, la necesidad de demostrar que no éramos menos que los varones. Lucía se lo contaba en una car­ ta del 12 de enero a su compañero: “Tengo que confesarte que soy un desastre cortando el rojito. En cuanto a la cantidad: no llego al medio (es una medida que usan aquí, y es lo mínimo que se corta), pero en calidad ando muy bien, corto solo el rojito, ni el pinto95 ni el verde. Pero estoy luchando por aumentar la producción y así contribuir de una manera más revolucionaria a la Nicaragua Libre. El primer día corté % del medio; el segundo, un medio; el cuarto, que se trabajó medio día por la asunción del mando, es decir que trabajamos 3 horas, corté solo !4; el quinto día (ayer) 95 Mitad rojito, mitad verde. La orden era: ¡El rojito, solo el rojito! CLAUDIA CESARONI

un cuartillo. Después voy a explicarte cómo son las medidas, pero lo que yo hago es vergonzoso. Ya lo voy a superar”. Pocos días después, la cosa mejoraba: “ 17/1: Aumenté la producción: ayer hice 1 medio y !4, y hoy 1 medio y % y pienso seguir aumentando. Han mejorado las condiciones de trabajo: ahora cortamos hasta las 15, medimos, comemos y bajamos a la hacienda. 23/1: Ayer cuando subíamos al monte me enteré que cada lata que cortamos significan U$S 26 para Nicaragua, entendí entonces que era una tarea revolucionaria aumentar mi producción que se había esta­ cionado en 1 medio, y así lo hice: ¡ayer corté 2 medios! Nos ayudó mucho que nos tocaron buenos surcos, pero lo bueno es que toda la Brigada aumentó la producción!”. En mi diario también registraba la preocupación por la canti­ dad de rojito que llegaba a juntar, mezclado con los sentimientos y las autoexigencias, y los temas repetidos: “Tenemos que salir mejores de esto. Tenemos que absorber cada cosa y salir mejores. Empiezan a aparecer más claramente las agresiones y los afec­ tos, las ganas de que alguien te conteste mejor y que se dé todo lo contrario, las elecciones personales. Y falta mucho tiempo de convivencia, entonces hay que tener cuidado, tratar de sacar lo mejor de vos, que a veces cuesta demasiado. (Paré: Silvio canta “el Unicornio”, hoy pensé en la Chichi, por ella intenté llegar a los 2 medios, ayer soñé con Grachu, con Gaby, con los chicos, a veces extraño, a veces pienso en la llegada, en Ezeiza, en las comi­ das, en los mates contando una y otra vez, mostrando las fotos, las exclamaciones, los llantos y las risas). Amo este lugar, su gente, quiero grabar cada momento, cada joda, cada comida compartida, pero a la vez las ganas de volver y contar todo, poder contarlo... Y que a mi gente le pase algo, eso que me tortura, que cualquier cosa les pase y yo no me entere, eso me pasa”. No estábamos de vacaciones revolucionarias, estábamos tra­ bajando para la Revolución y el pueblo nicaragüense, éramos parte de una batalla económica, y teníamos que hacer bien nuestra ta­ rea. Eso lo escuchábamos todo el tiempo: a la mañana, cuando se hacía un balance de lo realizado el día anterior, a la tarde, cuando 166

B RIG ADISTAS

medíamos lo cosechado, al regreso, cuando nos enterábamos quién en lo personal había cosechado más, y qué escuadra y pelotón lo ha­ bía hecho en lo colectivo. A veces, aparecían actitudes que, a la dis­ tancia, nos cuestionamos. Marcelo G., un compañero del Regional Sur, fue el cosechador vanguardia. Fabi, del Regional Oeste, fue la cosechadora vanguardia, la mujer que más cosechó: “En Nicaragua yo me medí a mí misma en cuanto a vivir en situaciones límite de todo tipo (comida, higiene) y ahí me di cuenta de las cosas bue­ nas que me habían dado los viejos en mi crianza. También algu­ nas mezquindades propias que te mete este sistema individualista. Lo de ser vanguardia no lo viví como algo destacado por sobre el resto. Al principio yo cortaba y la verdad es que no pensaba en eso. Quizá por mi forma de ser (algo perfeccionista) presté mu­ cha atención a la técnica que nos explicaron. Quizás como había estudiado guitarra muchos años en los dedos tenían alguna habi­ lidad para hacerlo. Sinceramente dimensioné su significado cuan­ do otres explicaban el significado de producir mucho y bien para la revolución. Ahí me cayó la ficha. Y empecé a autoexigirme. No sé si estuvo bueno eso porque recuerdo que un día discutí (en buenos términos) con un compañero de mi escuadra por un surco. Nos habían puesto en un cafetal que no era muy bueno, casi no había rojitos. Y yo sentí que no iba a poder sostener mi nivel de cosecha. Y me cambié de surco. Después me sentí muy egoísta y me dije a misma ¡qué estoy haciendo!, si eso no era una competen­ cia. Nunca me disculpé con él. Pero a partir de ese día jamás volví a pensar en producir para mantenerme como vanguardia sino para ayudar con el corte a la revolución. Claramente eso es parte de las mezquindades que mencioné”. Vivi tiene un recuerdo más relajado del corte: “En Matagalpa cortaba con Tony. Como es mucho más alto que yo, nos combi­ nábamos y no hacía falta garabato”. Nos reímos: efectivamente, no haría falta: el garabato es un palo largo con forma de Y, que se usaba para elevar y sostener las ramas altas de los cafetos. En esa pareja, Tony sacaba los granos que estaban allí arriba, y Vivi, que es muy bajita, los que estaban a su altura. Y sobre todo, se C L A U D IA CESARONI

167

divertían. Tony era nuestro mejor creador de consignas, ambos integraban la escuadra Puerto Madryn, una de las tres del pelotón El Cordobazo, y divertirse y divertirnos en el corte es un recuerdo compartido. “A veces —confiesa Vivi—nos cagaban a pedos por­ que nos la pasábamos jodiendo, ¡pero cosechábamos! Cuando vi las planillas,96 me di cuenta de que había cosechado. Mi recuer­ do es muy alegre: gritarnos cosas surco a surco, cantar, hablar de comida (algunos se enojaban cuando empezábamos con eso), inventar consignas...”. En mi diario, esas experiencias del corte, de la alegría com­ partida y de la necesidad de rendir están presentes todo el tiempo. Los primeros días, aprendiendo la técnica: “... Y el primer día de trabajo: recoger solo el rojito. Buscarlo se transforma poco a poco en un pequeño arte, no sacar el cabito, que es matar la posibilidad de otra cosecha, evitar arrancar los ‘pintos’, rojos de una lado pero todavía verdes de otro: ‘Solo los rojitos’, se vuelve la consigna, el objetivo. Y cantar, largar consig­ nas, desarrollar afectos, y juntar más y más rojito”. ...siempre con las consignas y la joda, hasta ponernos pesados: “ 17/1: La guerra de consignas es un capítulo aparte, hace a la carta de presentación de los argentinos, y forma parte de la ‘mística’ de la brigada. Se supone que mi pelotón es el más jodón, el que mejores consignas saca. Tenemos un ‘creador’ de primera, y cualquier motivo viene bien para la joda. Ser vanguardia o no serlo; la guerra chaucho-limonera, nuestros jefes, etc. A veces pa­ rece que se caldean los ánimos, sobre todo con nuestro pelotón, 96 Vivi se refiere a un listado que tengo del pelotón El Cordobazo, con los datos de lo que cosechamos cada uno de sus integrantes. Efectivamente, su promedio (2,72 latas) está dentro del promedio general del pelotón, y cosechó casi todos los días (34 sobre 35) En el listado aparece el cosechador vanguar­ dia, Marcelo G., con un promedio de 5,77 latas, en 28 días de participación. El promedio del pelotón es de 2,79 latas, 910 días trabajados, 2542,75 latas acu­ muladas, y 16.782,15 dólares reunidos. No puedo recordar por qué tengo pro­ lijamente anotada toda esa información, si fue por iniciativa propia o alguien me pidió que la copiara, lo cierto es que no hay registros similares de otros pelotones o regionales, al menos no los obtuve yo. 168

B RIG ADISTAS

que es muy gastador y bastante hincha pelotas para los otros tres, pero el buen humor puede más”. ...la alegría de ser vanguardia: “ 14/1/85: hoy, con diarrea, y entonces, soy ‘covachera’, la misión es quedarse dos personas de guardia, limpiando y cuidan­ do todo. El sol se está yendo detrás de las montañas (aunque re­ cién son las 16.45) y hay un juego de luces y sombras y verdes y barrancas muy piola, muy romanticón. A mi lado, en un mástil, la bandera sandinista, y debajo, la argentina (me imagino La Prensa, Ambito, mi abuelo: ¡el sucio trapo rojinegro sobre -manchandola azul y blanca) Y dentro de los pelotones, ya sabemos, gente que se amontona, que se codea, que ronca, que juega al truco y se (nos) caga (cagamos) de risa. (Los cumpas van llegando ¡fuimos el pelotón vanguardia! Los extrañé, un día sin verlos y los extra­ ñé mucho. Este tipo de convivencia acelera todo: los afectos, las broncas, pero sobre todo los afectos). Tendría que describir mejor esto: la casa principal, del que era el dueño hasta hace unos meses en que fue confiscado jun­ to con sus propiedades, pasó a ser una UPE (Unidad Productiva Estatal), una casa de primera, nada que ver con las chozas donde viven los campesinos (sigue la radio: ¡levantando la producción fortalecemos la defensa!) (por la radio, también, informan sobre el asesinato de 13 levantadores de café en Jinotega). Sigo entonces: esta gente no conoce casi la Revolución, sabe que nace, vive y tiene hijos y cada tanto se muere, y que sus hijos también mueren, por diarrea estival, o por deshidratación, o por­ que sí, porque se tienen que morir y punto. Y llegamos nosotros, 120 bolches argentinos, con herramientas, ropa nueva, y empeza­ mos a construir letrinas, semihabitaciones con caña y plástico (y es admirable la habilidad de los compañeros para construir chi­ queros, baños y armarios con lo que encuentran a mano, y volun­ tad y ganas de hacer). Bueno, siguen llegando los cumpas, se hace de noche (17.35 recién), hasta las 21 soy covachera. Siento algo parecido a la feli­ cidad, a la tranquilidad. Si sigue así, me conformo...”. C L A U D IA CESARONI

169

... Y el dolor de ya no ser: “ 16/1 Hoy, bajoneados, éramos el pelotón vanguardia, y hoy nos pasaron (parte de responsabilidad, mía, fui la más baja en la producción), los compañeros están cansados, con bronca, y parece demasiada preocupación por la competencia más que por la emulación, que suena a algo más bolche, con menos bronca si perdés y más de solidaridad. ...Una noche difícil: “Ayer, caminata bajo llovizna, de noche, con miedo, pensando en el libro del Comandante Cabezas, en el hombre nuevo, en mi gente. Fue una marcha difícil, con mucha tensión. Íbamos muy se­ parados, y la noche muy cerrada, en columnas de a tres, y cada uno de nosotros, nos ordenó el jefe de milicianos, teníamos que vigilar y no dejar de ver al de adelante. Entonces, mi único objetivo era ese: que mi compañero de adelante, Juan, a unos metros, no se me perdiera en la noche, no dejar de verlo. Y la noche muy cerrada, y una sombra, algo oscuro que se mueve delante tuyo, y no ver dónde pisás, y hacer el menor ruido posible, y no dejar de verlo. Cerrás los ojos para, al abrirlos, por contraste, ver algo. Y los ruidos y las ganas de abrazar a uno o dos compañeros cuando por fin llegás”. Todos, o casi todos. Todas, o casi todas, habíamos leído a Omar Cabezas, y como él queríamos llegar a nuestras propias montañas. A la real, para cumplir la tarea. A las personales, su­ perando cada desafío. En ese espacio de tiempo y lugar en el que, aún con dificultades y dolores, fuimos felices. Sabés, Valka, me parece que todo ser humano tiene un sonido muy bajito, su nota. E s el sonido de su singularidad, de su ser, de su esen­ cia. Y si la sonoridad de los actos del ser humano no coincide con su sonido, con esa nota, esa persona no puede serfeli^.

En la película Sin testigos, de Nikita Mijalkov

170

B RIG ADISTAS

L A S A L U D DE L A B R IG A D A

Al frente del equipo sanitario de la Brigada estaban dos médicos: Pato y Cacho. Pato era cirujano, con una vasta experiencia en el Hospital Español. También integraba el equipo Quincy, estu­ diante de 6to. año de Medicina, y en ocasiones colaboraba Carlos, estudiante de 4to. año. La responsable del puesto sanitario en Matagalpa era Maribel, una estudiante nicaragüense de 4to. año, y la acompañaba otra estudiante de 3er. año. Junto con otrxs compañerxs, y aunque no tenía ninguna formación vinculada a la medicina, fui designada para acompa­ ñarlos. Casi todxs lxs brigadistas teníamos tareas asignadas ade­ más de cosechar, y a mí me integraron al equipo sanitario y al de propaganda: “Domingo 20-1-85. Hoy a la tarde, me toca visitar campesinos: me nombraron junto con otros compañeros parte del equipo sanitario. Hay que ir a las casas y tratar de conocer cómo viven, en qué situación están, hacerte querer por ellos, dar algu­ nas normas básicas de higiene. Tengo miedo ¿me recibirán, me aceptarán? ¿serviré para la tarea? Tengo miedo, pero me gusta el desafío. Es otro más. Y esto se parece a una larga cadena de desafíos”. A continuación tengo escritas unas nociones básicas que nos brindó uno de los médicos del Equipo Sanitario: Primeros auxilios Heridos de guerra:

C L A U D IA CESARO NI

171

-arm as de fuego: extremidades, cabeza o cuello, tórax o abdomen. Características: hemorragia ---> traslado rápido!!! atención en el lugar puesto sanitario, atención primaria hospital, atención definitiva Shock: ver cómo cohibir la hemorragia: en las extremidades, compresión sobre las arterias; si no cede, torniquete, solo por 20­ 25 minutos, se afloja por 5 minutos y se vuelve a apretar. Tórax o abdomen: tapar el orificio de entrada. Cuello: ídem. Derivación: angarillas, camillas (2 palos y camperas) o sobre los hombros. Traumatismos: por explosión, por caídas, etc. Ver si tiene pulso, si respira. Si no respira, colocarlo exten­ dido, con cabeza en extensión, y con una gasa, sacarle la lengua para afuera. Mantener las funciones vitales (respiración) y ver la movili­ zación. Ante supuesta fractura: inmovilización: tablillas (2) y se atan sobre el hueso. Ver si no hay lesión en columna cervical: dejarlo como está (ver si tiene intenso dolor en nuca, si mueve manos y pies). Inmovilizando cuello y tórax, pasarlo a una tabla. Picaduras: Coral: en general es huidiza, no agresiva. Solo puede picar en los dedos (cuidado al levantar piedras, hacerlo con un palo) Si hay picadura, mantener inmóvil, presionar o chupar para sacar veneno. Torniquete suave que apriete las venas pero no las arterias. Traslado en 15-20 minutos. Cacho recuerda que llevábamos una buena provisión de me­ dicamentos, equipo para sutura y para cloración del agua, y que los problemas más habituales entre la población que visitábamos eran las infecciones respiratorias y las bronquitis a repetición. 172

B RIG ADISTAS

En cuanto a los brigadistas, hubo constipación, diarreas, vó­ mitos y malestares estomacales por la intolerancia a los alimentos. Después de alguna panzada, como cuando pudimos comer carne de vaca, hubo diarreas por el “exceso”, luego de semanas de falta de carne y proteínas en general. En Jinotega afectó a un gran gru­ po de brigadistas una diarrea infecciosa. Lucía, por ejemplo, padeció las dolencias que casi todos y to­ das, con mayor o menor intensidad, vivimos durante esos dos me­ ses: “25/1: Anoche comí sólo una tortilla de maíz quemada y un café, me fui a dormir muy bien. A eso de las 12 me desperté con una acidez bárbara y de un momento a otro me puse a vomitar lo que había comido al medio día y me quedó un dolor de estómago y de intestinos tremendo, me pusieron una inyección de Reliverán y me dormí de nuevo hasta esta mañana. Hoy no subí al corte”. El estado general de agotamiento y de mala alimentación hizo que en Jinotega algunos días dejaran de subir a cosechar entre veinte a veinticinco brigadistas. El equipo médico se hizo cargo de todas esas dolencias —sobre todo diarreas y malestar estoma­ cal—que alcanzaron incluso al propio Garra; y de otras situacio­ nes como quebraduras, picaduras de insectos, infecciones... Hubo casos que requirieron derivación hospitalaria, lo que se resolvió sin dificultades tanto en Matagalpa como en Jinotega. En La Trampa —donde el clima frío y la lluvia constante em­ peoraban todo— algunxs brigadistas lo pasaron realmente mal. Lucía, por ejemplo: “La Brigada se nos va por el agujero: la diarrea avanza a pasos agigantados sobre el aparato digestivo de los brigadistas, no sólo los argentinos, también los nicas. Esto es tremendo, la UPE se tapa de mierda y nosotros nos ahogamos en ella”. Esos días en La Trampa, el equipo médico debió trabajar a tiempo completo. Aparentemente, el agua estaba contaminada, y una vez resuelto eso, la situación se normalizó. Fabi recuerda que “la diarrea colectiva fue porque se contaminó el agua que tomá­ bamos, porque hicimos letrinas cerca de donde salía la alimenta­ ción del agua de las piletas que había al aire libre...”.

C L A U D IA CESARONI

173

Nuestros médicos y estudiantes de medicina atendieron las situaciones que podían resolver sin dejar de trabajar en la cosecha, como lo relata Cacho: “Subíamos un médico y una enfermera, y el resto se quedaba abajo. Atendíamos a las cocineras, que tenían conjuntivitis por el humo permanente y tratábamos de promover hábitos saludables. Con compañeros de la Brigada abrimos letri­ nas, y cerramos con cal las que ya no se podían usar. Arreglamos bombas de agua, hicimos cloración. Encontramos paludismo, in­ fecciones y parásitos”. Un día, Mario le pidió al equipo médico una visita especial: “Allá arriba están los ‘paperos’, nos dijo, viven de la cosecha de papa. En diciembre desmantelamos un campamento contra. Hay niños enfermos”. El equipo médico partió allí con Nino, que iba para filmar su trabajo: la visita fue el primer vínculo del gobierno sandinista con ese grupo de campesinos. Carlos recuerda que una tarde acompañó al Pato, junto con Luis Valenga (que no tenía formación en cuestiones médicas, era abogado) al norte de Matagalpa a pedido de los nicas, para ver a una mujer enferma, con varios hijos muertos por distintos moti­ vos, todos evitables en otro contexto y con otra cobertura sani­ taria. Tenía una herida en la pierna que se le había infectado. El Pato se la limpió, le enseñó cómo hacerse curaciones, y la derivó al Hospital. De esa visita hay una foto que los muestra subidos a un camión, acompañados por los sandinistas. El fotógrafo la tomó de modo tal de evitar que se viera que los tres iban armados, algo que exigió el Pato, un modo de sentirse un poco más seguros en esos caminos matagalpinos donde los contras podían atacar en cualquier momento. La indicación de no manipular armas, ni de estar en lo posible cerca de ellas, era constante y tenía que ver tanto con el objetivo de evitar accidentes como con el de desmen­ tir las versiones previas a nuestro viaje en cuanto que iríamos a recibir algún tipo de entrenamiento militar, pero en un caso como ese se hizo una excepción. Uno de los momentos más emotivos de la intervención de los médicos argentinos fue la participación de Cacho en un parto 174

B RIG ADISTAS

de mellizos, a pocos días de haber llegado a La Cumplida. Uno de ellos iba a ser bautizado como Ricardo Argentino. Iba a ser, porque, cuenta Eduardo: “los nombres se colocan en Nicaragua a los cinco meses de edad, por la cantidad de niños que se mueren durante ese lapso. Es como si los niños naciesen a los cinco meses. Cuando nos habremos ido de Nicaragua pues, dentro de 50 días, los mellizos todavía no habrán nacido”. Esa realidad brutal era solo una parte de los padecimientos que provocaban en los chigüines los cuarenta años de dictadura somocista y los cinco de agresión imperialista: generaciones en­ teras de niños y niñas impedidos de disfrutar de su infancia, que para eso es que deberían llegar al mundo. Los niños nacen para ser felices.

José Martí

C L A U D IA CESARO NI

175

LOS N IÑ O S , LA S N IÑ A S , LXS A D O LE S C E N T E S

Leo las historias de estudiantes secundarios que cortaban café con nosotrxs, y que ya habían vivido la guerra en forma directa o en sus consecuencias de miseria y dolor. También, las historias de quienes habían participado en una de las más maravillosas victorias de la Revolución Sandinista: la Cruzada de Alfabetización (1980). Una muchacha le cuenta a Eduardo cómo fue esa hazaña, de la que ella participó: “Yo tenía dieciséis años y era responsable de una colum­ na de 120 educadores. Se enfocó como una segunda insurrección, como una insurrección cultural... Pero teníamos la carga del 79 y una exasperada mentalidad militar. Yo era flaquita como un fideo, pero les hacía hacer a los brigadistas ejercicios físicos de 12 a 2 de la tarde sin comer; llamaba a una reunión sorpresa a las 12 de la noche; cien saltos de rana al que no cantara bien el Himno... Se tra­ bajaba junto al campesino y de seis a nueve de la noche se educa­ ba. Uno tenía que estar tan cansado como ellos para saber lo que podían aprender... Al principio los campesinos tenían miedo, des­ pués vergüenza... unos chiquillos enseñándoles... Mi hermano tenía once años cuando se fue solo a alfabetizar a un pueblo. Pero a los quince días todo el mundo quería tener un brigadista en su casa. Aprendimos más de lo que enseñamos... La vida del pueblo, su an­ tigua sabiduría, su atávica ignorancia... La gente nos daba lo mejor que tenía (...) Declarábamos a la comarca ‘territorio libre del analfa­ betismo’ y nos despedíamos casa por casa. Había que comer y tomar en todas. El campesino podía ofenderse. Fue hermoso y fatal para el hígado... De allí a Managua a la Plaza de la Revolución. Miles y 176

B RIG ADISTAS

miles de jóvenes. Preguntamos entonces a coro: ‘Dirección Nacional ¿cuál es la próxima tarea?’... Bueno, en eso estamos... Aprendimos también que para dirigir a los jóvenes hay que ser como ellos... Abandonamos entonces los métodos militares por la nueva vida...”. Esa muchacha a sus dieciséis años había sido jefa, docente, organizadora. Había enseñado, dado instrucción militar, cons­ truido liderazgo, enfrentado riesgos, resuelto conflictos, maneja­ do armas, realizado balances. Su hermano, un niño de once años, había dado clases a personas que lo doblaban, triplicaban y cua­ driplicaban en edad. Los chicos y chicas de los Batallones Estudiantiles de Producción que convivieron con nosotros en La Cumplida, ar­ mados con sus fusiles, sonrientes, alegres, fascinados con nuestras canciones, enamoradizos, tenían de trece a diecisiete años, aunque cargaban muchos más si pudieran medirse por experiencias lími­ tes en sus vidas. Eduardo realizaba semblanzas de algunxs de ellxs: “Evelyn anda descalza como cualquier hijo de campesino. Tiene trece años pero aparenta siete. Delgaducha, espera con un balde frente a la canilla. Deja que los más chicos llenen primero. Los llama por el diminutivo aquí usado: ‘tiernitos’. Pero ella dice ‘mis tiernitos’. Mientras espera en la fila, me cuenta. Junta el agua para el día si­ guiente. Se levanta a las tres de la mañana, limpia la barraca donde viven su madre sola y otros hermanitos. Lava los cacharros y em­ pieza a hacer la masa de la tortilla de maíz. A las cinco parte al surco. Recoge cuatro latas y media de café (tanto como el vanguardia de nuestra brigada, un deportista). Vuelve a las cinco y media de la tarde. Come una tortilla con café, y viene a buscar el agua para el día siguiente”. Esas vidas, a cinco años del triunfo de la revolución, casi no habían cambiado. Evelyn había hecho, el año anterior, el primer año de la escuela, pero no pudo seguir porque su mamá la mandó al surco: “Aprendí la a, la o, la u... (Y la e y la i, pregunto) ‘¡Ah, sí, también la e y la i... Una vez fui a Matagalpa, conocí una hamaca y un sube y baja...’”. C L A U D IA CESARO NI

177

El primer día, cuando llegamos a Managua, habíamos conoci­ do a otros niños y niñas que nos habían impactado. Eduardo relata el encuentro con “las abejitas”: “Unos niños de siete a doce años se bañan en la Casa Universitaria. Esta brigada de polinizadores está aquí en Managua como premio a su trabajo. Tan pobremente vestidos, como cuidadosamente aseados, se acercan precedidos de una simpática enfermera española, dos madres, y el secretario de un sindicato campesino... ¿Qué hacen estos niños? En las planta­ ciones de cacao hay una operación delicada, se diría que solo para manos muy pequeñas: arrancar las flores padres de las plantas, y con ellas ir a los surcos de las flores para polinizarlas. Eso hacen: el oficio de las abejas. Laboran duro, y después a la escuela. Ahora nos siguen con caras tiernas, pero hablan con firmeza, como ver­ daderos obreros del campo”. “...la enfermera española habla a los niños: ‘Chavalitos, cuen­ ten a los compañeros cómo se llama la Brigada’... ‘Lázaro Felipe Miranda’, contestan. ‘Es un pequeño polinizador del mismo cen­ tro agrícola. Verá usted, cumplió catorce años —cuenta la enferme­ ra—, entró en combate con los mercenarios, perdió una pierna y sus compañeros contaron que siguió disparando... Ahora vamos al hospital a verlo...’”. La vida, la muerte, los riesgos, las expectativas. Los relatos se suceden. Los muchachos y las chicas que inte­ gran los Batallones Estudiantiles de Producción son dirigidos por René, que apenas tiene dieciocho años, y que a los doce había par­ ticipado en la insurrección en Matagalpa. Niños y niñas de todas las edades nos rodean cuando volvemos del corte. A mí me ven escribir, me piden que les escriba sus nombres, y dibujan en mi cuaderno. Cacho P. y Vivi los fascinan con las funciones de títe­ res, Alfredo y otros compañeros construyen una plaza de juegos. Oscar Martínez, un niño de doce años, le dicta un poema a Marcelo: El día de las madres Cuando yo sea grande grande voy a buscar una escalera 178

B RIG ADISTAS

y bajar la luna y las estrellas y la luna traérsela a mi mamá para que viva siempre iluminada El amor a las madres, las propias y la madre universal, era muy fuerte. Eduardo entrevista en Jinotega a un adolescente que, a sus diecisiete años, ya había participado en muchos combates. Soldado de varias batallas desde los doce, cuando se incorpora al Frente Sandinista: la del café, la de la alfabetización, la guerra misma. Tiene heridas de bala, ha apresado a varios somocistas. El argentino le pregunta hasta cuándo se queda en La Trampa, el muchacho responde: “hasta que la dirección disponga”. “¿Y des­ pués?”, “Voy a estar quince días en Managua para ver a mi mamá. Ella nos crió sola. Me anoté en el Servicio Militar Patriótico. Dura dos años. Lo suficiente como para derrotarlos”. “¿No extrañás tu casa? La respuesta es de un veterano de guerra que no ha dejado de ser un niño: “Extraño a mi mamá”. Al volver de Nicaragua, Silvia comenzó a cartearse con Sara, una estudiante de preparatoria que conoció en Jinotega. A me­ diados de 1985, la muchacha le mandó una tarjeta con dibujos a la mamá de Silvia, con un texto que decía: “Felicidades madrecita, en este día 30 de mayo, día de la Madre nicaragüense, benditas todas las madres heroicas del mundo, que apoyan a sus hijos mo­ ralmente en la transformación del mundo. Que este día especial nuestro corazón esté lleno de amor y alegría y tus dulces ojos mirando el porvenir brillante”. La tarjeta tiene un dibujo de una joven vestida de verde olivo y una mujer abrazándose, y dice: “Mamá, juntas luchamos por la paz. Nuestro amor es fuerte, ja­ más nos rendiremos!”. La última carta que Silvia le mandó a Sara no tuvo respuesta. Tiempo después, cuenta con la voz quebrada, una de las herma­ nas de Sara le dio la noticia: a la adolescente la había asesinado la contra en una emboscada. En las mañanas, en las formaciones, participamos del modo en que se educa a los adolescentes. Lo cuento en mi diario: C L A U D IA CESARO NI

179

“Estímulo para los que se destacaron, caño (y hasta expulsión del BEP) para los que violen las normas. Pero las medidas disciplina­ rias -que pesan, que duelen-, no son de primera, sin posibilidad de rectificarse: hay una, dos, tres o más oportunidades para de­ mostrar que se quiere cambiar, que hay un esfuerzo, que se quiere seguir teniendo el honor de pertenecer al BEP”. Las cuestiones relativas al cumplimiento de los objetivos es­ taban presentes a toda hora. Lucía lo describía sin eufemismos: “A la noche concurrimos a la Asamblea evaluativa del contingente, allí se dice si cumplimos o no con la meta planteada para la ca­ torcena pasada, datos concretos por compañía, por pelotón, por escuadra y por compañero. Se nombra a los compañeros vanguar­ dia y a los tortugas. Se estimula a los compañeros vanguardia con regalos y se incentiva a todo el contingente a ser vanguardia. Los tortugas hacen una autocrítica y se los critica por vagos”. Lucía, a la distancia, comenta sobre cierta dureza en los métodos, la misma sensación me surge al leer su crónica. Ninguna de las dos recuer­ da, sin embargo, que en las asambleas hubiera un clima represivo, ni siquiera duro o agresivo con los “tortugas”, sino más bien de suave reproche, de llamado de atención y de invitación a superar­ se. Es lo que conocemos como emulación socialista, distinta de la mera competencia, y con una gran carga de contenido político e ideológico: no se busca ganar para hacer méritos, o para ser los primeros, sino como parte de un colectivo en el que el triunfo individual contribuye al mejoramiento de la vida o de la produc­ ción de y para todos. Carlos Carrión había hecho referencia a los “vagos” en su charla de bienvenida. Yo, ese día, no alcancé a tomar nota de casi nada, tal el cansancio que tenía. Eduardo, sí: “Organizamos a todos los jóvenes. Incluso a los vagos: elegimos a los que de allí son patriotas, para entonces apoyarnos y orientar al resto. En ciertos barrios hay pandillas que se enfrentan entre sí. Es una herencia del pasado. Nos fijamos cuál puede ser la más maleable positivamente, o tenga algún caudillo con sentimiento patriótico. Pues creamos entonces ‘pandillas patrióticas’ que in­ fluirán favorablemente sobre las otras”. 180

B RIG ADISTAS

En Jinotega, Lucía escribe a su novio: “¿Sabés de qué tengo ganas? De conocer un grupo de BLI: ‘Batallón de Lucha Irregular’. Lo mejor del Ejército Popular Sandinista, la Vanguardia de la Vanguardia. Es hermoso escuchar a los Milicianos, a los BEP, al pueblo, hablar de ellos, son los héroes. Realmente parece que son los mejores. ‘A demás son chavalitos bien pequeños, de catorce o quince años.’ ‘Están donde están y están conscientes de su papel y de que van a morir en una línea de fuego.’ Así te dicen, es emo­ cionante escuchar hablar de ellos”. Pienso ahora que muy probablemente esa certeza de la po­ sibilidad de la muerte adolescente —que entonces nos impactaba más por su dimensión heroica que por lo trágico de morir a esas edades—haya sido uno de los factores que llevó a la derrota del FSLN en las elecciones de febrero de 1990. El hartazgo de vivir en guerra permanente, el dolor por ver a los hijos e hijas partir para posiblemente no volver, la extorsión norteamericana (“si gana el FSLN la guerra sigue, si gana Violeta Chamorro habrá paz”), la necesidad de acceder a condiciones de vida menos crueles, en­ tiendo, habrán sido parte de esa derrota. Luego, ya sabemos: el neoliberalismo y la destrucción de todo o gran parte de lo conse­ guido con la sangre de toda esa gente bella, joven y pequeña, que la regaba generosamente. En esa Nicaragua, que se defendía del traidor y del invasor, las niñas no podían aprender todas las vocales, porque tenían que ir a cortar café y a cargar agua. Los adolescentes no podían jugar al beisbol ni enamorarse tranquilos, porque tenían que cargar un fusil. Las muchachas no podían pensar en terminar sus estudios y disfrutar su libertad porque sabían que podían ser las primeras en morir. A los siete, a los doce, a los trece, a los diecisiete. Las nocio­ nes de infancia y adolescencia, de protección de derechos, también quedaban arrasadas por la guerra. Releer la charla de Carrión ahora permite entender que todos los derechos que no podían ejercer cada uno y cada una de esas niñas y de esos niños, cada minuto y hora de adolescencia no disfrutada, tenían una explicación: un país en gue­ rra contra el enemigo de la humanidad, como define al imperialismo C L A U D IA CESARO NI

181

yanqui el himno del FSLN, no podía hacer más que intentar defen­ derse, todos los recursos debían utilizarse para esa defensa, porque estaba en juego la existencia misma de la Patria: “...la economía de Nicaragua es extremadamente débil. Las fábricas no existían toda­ vía a mediados de la década del sesenta. Hoy hay algunas pocas industrias, pero que dependen en su totalidad de insumos impor­ tados. Peor aún, lo que se produce debe ser destinado a la guerra. Toda la producción textil, la de zapatos, tres fábricas de conservas, los transportes, todo en función de la guerra a que nos somete el imperialismo. Su idea es desgastarnos económicamente, para luego darnos el golpe. Hay 180.000 hombres movilizados, quizá tantos como los que tenga el ejército argentino, pero con diez veces menos población. Hay haciendas que debimos reconstruirlas diez veces. Escuelas, cooperativas destruidas por el enemigo. Miles de muertos, heridos y desaparecidos. Existe un pueblito, Yalí, que perdió el 30% de su población. La situación económica no permite ni pensar en el desarrollo... La moral de los ‘contras’ la CIA la alimenta con vaca­ ciones cada tres meses de actividad, ropa nueva, repelentes, ración americana... Nuestro ejército a veces carece de lo más elemental. Pareciera que ellos fuesen el ejército y nosotros la guerrilla, tan mal vestidos estamos, con bolsas en vez de mochila... Ellos tienen ya operando fuerzas de 1000 y 1500 hombres. Pero con dos o tres se emboscan en una carretera y a nosotros nos cuesta un dirigente, un maestro, muchos muertos... Primero se garantizaba a la población 60 productos básicos, luego ante nuestras propias dificultades dis­ minuyó a 25, luego a 18, a 10, a 8, y hoy a 6 (arroz, maíz, frijoles, aceite, azúcar, café). No hay zapatos porque se hacen botas. Se hace cola para todo, y en esa situación la especulación aparece como lo más rentable. Un vendedor de agua helada gana más que un chofer. Si en algún restaurante alguien roba un tenedor para venderlo en el mercado negro, se recupera el valor de la cena”. En ese contexto, la infancia y la adolescencia se postergan por fuerza, o se viven de a retazos, pienso, mientras escribo en un país que tiene a la mitad de sus niños, niñas y adolescentes por debajo de la línea de pobreza, sin haber pasado por ninguna guerra y con 182

B RIG ADISTAS

recursos de todo tipo. Por puro efecto de las políticas neolibera­ les, las mismas que, a pesar de todo el sacrificio que nos contaban y que veíamos, triunfaron en febrero de 1990 en Nicaragua y en noviembre de 2015 en la Argentina. Carlos Carrión, en aquella primera charla que se resignificaba y se comprendía mejor durante cada uno de nuestros días en La Cumplida, después de describir la dureza de la vida real y cotidiana en su país, sonreía con su hermosa sonrisa y decía: “...Pero en ningún momento hemos perdido la alegría... Nosotros decimos que ser alegres es ser antiimperialistas... El imperialis­ mo quiere vernos deprimidos, entonces bailamos, cualquier cosa, desde el break al rock o de allí a la salsa. Tomamos las formas y les cambiamos los contenidos”. No sé si el dirigente sandinista lo había leído, pero en sus pa­ labras resuenan las que mencionamos de Arturo Jauretche cuan­ do el malestar de un gobierno contrario a los intereses del pueblo se nos impone: “El arte de nuestros enemigos es desmoralizar, entristecer a los pueblos. Los pueblos deprimidos no vencen. Por eso venimos a combatir por el país alegremente. Nada grande se puede hacer con la tristeza”. Y hay pocas cosas más grandes que hacer todo lo necesario para que el paso por la infancia y la adolescencia sea feliz, como lo afirmaba Martí y lo sentenciaba Evita, por aquello de que los únicos privilegiados son los niños.

C L A U D IA CESARO NI

183

Ú LTIM O S D ÍAS EN L A C U M P L ID A

Ya sabíamos que nuestro nuevo destino era La Trampa en Jinotega, un lugar más difícil y peligroso que Matagalpa. Los últimos días en La Cumplida estuvieron teñidos por un dejo de tristeza. Nos despe­ díamos de lxs nicas con quienes habíamos compartido casi un mes de nuestras vidas, de los que nos habían enseñado a cortar el rojito y de los que nos habían cuidado; de las familias campesinas, de los niños y niñas que nos rodeaban. Sabíamos que difícilmente volveríamos a verlos. Al mismo tiempo, teníamos ganas de irnos, de cambiar de aire, de conocer otro lugar y otra realidad. Fabi busca una foto que describe el momento: “Algo muy emotivo para mí fue el día que nos fuimos de La Cumplida. Hay una foto en la que estamos el Momo, otro compañero y yo tocando una canción en la guitarra, que era de despedida. Pero no es que estaba toda la Brigada, solo nosotros y algunos más que se acercaron. Fue un sentir de ese momento, dejar ahí la música que nos había acompañado durante un mes y que ha­ bíamos compartido con las y los campesinos, y con los otros brigadistas. Esa foto impacta por la tristeza de nuestros rostros”.

184

B RIG ADISTAS

Los riesgos que suponía cortar café en La Trampa, la hacienda a la que iríamos, no nos asustaban, al menos no recordamos esa sensa­ ción. Sí, algunxs recuerdan que hubo reuniones y conversaciones para que entendiéramos claramente lo que implicaba el traslado. Tendríamos, por un lado, una experiencia más rica en cuanto al in­ tercambio con lxs nicas con lxs que compartiríamos cada jornada: en el surco ya no íbamos a buscar el rojito entre argentinxs, sino que haríamos pareja con un o una nica. Además, ya no se trataría de adolescentes de secundaria, sino de jóvenes universitarixs o pre universitarixs, de una edad más cercana a la nuestra. Se iniciaba febrero, y con febrero, la cuenta regresiva. Nos informaban fechas ciertas: íbamos a cortar café hasta el 19; el 21 volvíamos a la ciudad de Matagalpa, a un acto con todos los in­ ternacionalistas; el 22 a Managua y el 27 a Buenos Aires. Marcelo llevaba la cuenta en su libretita, yo también. Estábamos ansiosos, y el viaje a Jinotega hacía que los días corrieran más rápido, o eso pensábamos. También, como ilusión -de cartas, sobre todo- espe­ rábamos que Patricio, nuestro secretario general, llegara a vernos cuando estuviéramos allá. Yo lo esperaba, pero prefería ser caute­ losa: “29/1/85. Suponemos que en Managua vamos a tener varios encuentros, pero es tanto lo que vamos a hacer -lo que deliramos que vamos a hacer—en Managua, que no sé si nos van a alcanzar los 7 días: visita al Pacífico, contactos con todas las organizaciones de masas del FSLN, compras, relaciones con las demás brigadas inter­ nacionales, y etc etc etc. Esperemos llegar —bien—al 20/2, poder festejar el triunfo de la cosecha, y volver. Nuevos. Algo mejores. (Ah!: la semana que viene tendría que llegar Patricio: lo esperamos con demasiada ansiedad, diciendo que no pero con la secretísima esperanza de que, con él, vengan cartas, noticias, algo de nuestra gente. Me parece que va a costar bancarse la desilusión...)”. Los milicianos que nos cuidaban también se iban de La Cumplida. Describe Eduardo: “Los envían a cosechar al frente. Me dicen: ‘Estamos en el pico de la cosecha, hay bandas de contras a unos kilómetros de aquí. Pueden llegar a convertirse en un gru­ po de tareas. Eso sería peligroso, muy peligroso para la cosecha. C L A U D IA CESARO NI

185

Los soldados que ahora permanecen allí están cansados, hace me­ ses que combaten. Hay que relevarlos y atacar...”. La guerra se jugaba en lo militar y en lo económico, y en este plano garantizar la levantada del café era cuestión de vida o muerte, porque del café dependía mucho la débil economía nicaragüense. El traslado de los milicianos atendía a ambos frentes. Sigue Eduardo: “Ahora habla Danilo, jefe de la Compañía: ‘El imperialismo nos somete al intercambio desigual. En 1970, por un saco de café se obtenían 60 barriles de petróleo, el año pasado de 3 a 4 barriles... Ahora tratan de evitar que levantemos el café. De la cosecha 1984/85 exportaremos el 85%, obtendremos 143 millones de dólares, ello equivale al 35% de todas nuestras exportaciones... Han trabajado para ello durante los meses de corte, 95 mil personas, y unos 30 mil durante todo el año... Hoy nuestro objetivo es, primero, ele­ var la disciplina laboral; segundo, elevar la producción; tercero, elevar la educación ideológica... Tengo que comunicarles, ahora, compañeros, que mañana partiremos hacia otra hacienda estatal en la zona donde se desarrollan combates”. Después de esa comunicación, el último sábado de enero par­ ticipamos en una ceremonia habitual. Terminada la catorcena, es decir, dos semanas de trabajo, se realizaba la entrega de premios a quienes habían superado los objetivos en el corte. Los premios para los milicianos vanguardia, los que más habían cosechado, fueron un paquete con dos atados de cigarrillos, un frasco de mer­ melada, una lata de fiambre húngaro, y un libro de edición rusa: A sí se templó el acero, novela icónica para la militancia. Antes de irnos recibimos charlas sobre la epopeya de la Campaña de Alfabetización (Cacho me cuenta que en plena dic­ tadura, además de escuchar radios onda corta, se había suscripto al Correo de la Unesco —¡yo también!—y que recuerda que uno de los números estaba íntegramente dedicado a elogiar los esfuerzos y logros de la Revolución Sandinista en la lucha contra la igno­ rancia), y sobre historia de Nicaragua, de la que poco sabíamos. Las tengo registradas el mismo día, jueves 31 de enero: 186

B RIG ADISTAS

Campaña Nacional de Alfabetización Viceministro de Educación de Adultos para la VI Región. *Ejército Popular de Alfabetización: integrado por estudiantes se­ cundarios y maestros. Estructura semi-militar (pelotones, brigadas, etc). Técnicamente: Responsable técnico, comandante comarcal, con técnicos que asesoraban al brigadista. MOAs: obreros que alfabetizaban. Después de la Cruzada: analfabetismo, menos del 13%. Región VI: 86000 alfabetizadores ¿cómo atenderlos?, cambiar al brigadista, que regresaba a la ciudad, por el maestro popular, que debía salir del pueblo. Cruzada: finaliza en agosto 80. Ahora: educación para adultos. “Etapa de sostenimiento”: de los compañeros alfabetizados, hasta lograr una estructura que les permitiera avanzar. En esta etapa de tran­ sición, se mantuvieron la mayoría de los grupos alfabetizados, dirigidos por un compañero de la comunidad. Se comienzan a elaborar textos. Nivel introductorio: compañeros que no se han alfabetizado. Actualmente; 6 niveles en educación de adultos. 1984: primera promoción de compañeros que aprobaron la primera fase de la edu­ cación de adultos (hasta 6to. Nivel, que les permite incorporarse a la producción, a las escuelas del MIDINRA, obrero calificado). Objetivo final: 9no. nivel y secundaria. Actualmente, en algunos lugares de la VI Región (Waslala, Cuá), la educación para adultos se da casi en forma clandestina, por los ata­ ques contras. Región VI: antes del 19/7/79: 280 escuelas primarias. 1984: 750 escuelas primarias y 20 centros de Educación Secundaria. 1 Escuela Normal: cursos intensivos para erradicar el empirismo en los maestros. Para 1985: matrícula 115.000 estudiantes sobre 400.000, y 27.000 adultos. *Importante ayuda de Cuba y de otros países, técnica y humana.

C L A U D IA CESARONI

187

*Fundamental elevar el nivel de los trabajadores, para que puedan consolidar su poder. *Educación preescolar: actualmente, más impulso a través de la educación preescolar no-escolarizada: en manos de educadoras comunales. *Método: formación de equipo técnico-pedagógico que analizó ex­ periencias de otros países. Influencia de Paulo Freire. Experiencia ori­ ginal (lámina, observación, discusión, traslado a la realidad personal y social) y su transformación. *Educación técnica: costura, albañilería y carpintería. Agraria: obrero hábil en ganado vacuno y obrero técnico en agronomía y zootecnia. *Radio: “Puño en alto” (2 emisiones diarias) Orientación metodo­ lógica para maestros populares. Propaganda para que el pueblo se incorpore a los CEP (Colectivos de Educación Popular). *Prensa: Barricada “Página del libro abierto”. *Brigada 50 Aniversario (Brigada Educadores de la JS19): 85: 12 bajas en la VI Región. *Contenidos: Educación para Adultos: 2 textos, Matemática y Lenguaje, inclusive Ciencias Sociales y Naturales. Conocimiento de la historia nicaragüense, los héroes y mártires, la vanguardia. *Miskitos: textos especiales, que respeten sus costumbres, su len­ gua miskita. *Educación Privada: antes del 79, en general, en manos de las re­ ligiones. La Revolución ha respetado la Educación Privada e incluso la ha ayudado, subvencionando el pago de los maestros. Para el control: convenios con la congregación y el Ministerio de Educación, con regla­ mentos. Si no son respetados, se produce el cierre (hasta ahora no suce­ dió). Cuotas, controladas. Contenidos, son los mismos, controlados por técnicos del Ministerio y sobre el personal que imparte clases. *Educación Física: obligatoria en primaria y secundaria. *120 estudiantes de la Región VI en el exterior, 45 en países socia­ listas y resto en Cuba. 188

B RIG ADISTAS

Historia de Nicaragua/del FSLN Nicaragua fue descubierta en 1502, en el cuarto viaje de Cristobal Colón. Granada, León y Nueva Segovia fueron las tres primeras ciudades fundadas por Hernández de Córdova. Intereses españoles: oro y paso Pacífico-Atlántico. De cuatro millones de indígenas, en 1560 quedaban solo algunos cientos de miles, el resto fueron enviados como esclavos a las minas de plata en Perú-Bolivia. En el sector Atlántico se refugiaron los indígenas con menos ni­ vel cultural y de organización, en constantes rebeliones, y fueron casi aniquilados. Nicaragua fue luego incorporada a la Capitanía General de Guatemala, como una provincia más. No conformaba un Estado, eran ciudades independientes. 1800: primeros enfrentamientos con España (Poder colonial y res­ to de de capas sociales). 1821: grupo de oligarcas deciden declarar la independencia “para que no sea el pueblo quien tome esa decisión”. - Movimiento por la unificación centroamericana (Morazán) que no triunfan por contradicciones internas y se desarrollan los distin­ tos países en forma separada. Período de anarquía; 1854 (gobierno de Chamorro), “guerra nacional”. - Los liberales contratan mercenarios en EEUU, encabezados por William Walker. - Problema del Estrecho dudoso (paso por Rivas) con los nor­ teamericanos. Morgan apoya al gobierno conservador y Bauderville al gobierno liberal, y a Walker —> se declara presidente de Nicaragua, reconocido por el presidente de EEUU, Jackson. Declara la esclavitud y el inglés idioma oficial. Intenta dominar toda Centroamérica (“5 son 1”). Es derrotado por Morgan. Los conservadores toman el poder por 30 años en los que gobiernan el país “como una hacienda”. - Nicaragua exporta añil y cacao. Cuando se descubren los colores sintéticos, decae totalmente la exportación de añil. - 1860: introducción del café en Nicaragua. Leyes que permiten su explotación intensiva (gobierno de Pedro Joaquín Zavala). Aumenta el C L A U D IA CESARO NI

189

mercado de trabajo y migraciones internas de campesinos en el corte. Sector burgués que va desarrollándose alrededor de la producción y comercialización del café. —1893: Revolución Liberal, encabezada por J. S. Zelaya. Primer proyecto de desarrollo nacional, en función de los intereses de la burgue­ sía nacional: capitalismo en desarrollo. Código Civil, divorcio, igualdad entre hijos, separación Estado e Iglesia, educación laica, medidas jurídicas que revolucionan la sociedad nicaragüense. Infraestructura alrededor del café: telégrafos, teléfono, transporte, desarrollo de puertos, etc. Cultivo extensivo del café. —Zelaya se propone cortar concesiones a compañías bananeras y otras que durante años no pagaban impuestos. Proyecto de canal que no debe ser financiado ni puesto bajo el dominio de EEUU---> perspecti­ va de hacerlo en Panamá (1909), se oponen. Se inicia rebelión con mer­ cenarios yanquis (2 son capturados y fusilados): “Nota Knox” de queja, de EEUU, no reconociendo a Zelaya, que renuncia a favor de Madriz. —1912: desembarco de marines, que lo obligan a renunciar a favor de Adolfo Díaz. Comienza la apropiación de Nicaragua por banqueros yanquis. —Tratado Chamorro-Bryan: por un préstamo, cesión de islas, y promesa de no construir el canal. —A partir de este momento la burguesía nacional queda acabada. La pugna entre oligarquía liberal y conservadora es por ver cuál será intermediaria de EEUU. —Levantamiento de Mena: se rinde, salvo el General Zeledón, que muere en octubre de 1912. Zeledón es el primer nicaragüense que hace resistencia armada a marines, que se quedan hasta 1925. —1922: primer y único presidente conservador que no era miem­ bro de la oligarquía que saca del dominio yanqui a las principales fuen­ tes de riqueza. — 1925: Solorzano-Sacasa. E. Chamorro, amigo de los yanquis; golpe, pero el gobierno de EEUU no lo reconoce. Los liberales se rebe­ lan exigiendo que se reintegre a Sacasa a la presidencia. Los yanquis en­ vían “pacificador”, mayo de 1926, que se reúne con J. M. Moncada, jefe 190

B RIG ADISTAS

de la rebelión militar, y le plantea la necesidad de la paz. Los yanquis ya habían desembarcado, protegiendo al gobierno conservador. — Moncada acepta y aceptan sus generales, menos Augusto César Sandino (4/5/26), que en Jinotega inicia operaciones contra los ma­ rines. El 2/9/26 Sandino crea el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional, se inicia la etapa de lucha por la liberación nacional. La Brigada che, la Brigada de los argentinos, iba a llegar pronto a la tierra desde la que el héroe nacional había iniciado la lucha contra el imperialismo. Pero antes había que cumplir objetivos. El mismo día 30 de enero Lucía le cuenta a Aldo: “Ayer fuimos a laburar y tuvimos una sorpresa: el Pelotón N° 2 Mariano Moreno, desde el sábado 27/1, es vanguardia en la producción. Pasamos de ser la retaguar­ dia a la vanguardia directamente, y en la reunión de pelotón de anoche nos pusimos como meta mantenerla hasta el final, lo que va a ser muy difícil, todavía quedan dos catorcenas. A la escuadra vanguardia del pelotón vanguardia de la catorcena le corresponde portar la bandera de los BEP todos los días al monte y nos pusimos esa meta. Veremos si lo logramos, estamos haciendo esfuerzos”. La cuestión del cumplimiento de los objetivos, cuando se es parte de un colectivo, a veces provoca tensiones: Eduardo F. era de los que menos cosechaba, y tiene presente lo mal que lo ha­ cía sentir eso, porque se sentía responsable de bajar el promedio de su escuadra y de su pelotón. Pese a todo, el Mariano Moreno mantuvo el primer lugar: “31/1: Seguimos siendo vanguardia! El día de hoy fue tremendo, los surcos eran de plantas muy altas y sin garabato se hace más difícil, además a eso de las 11 se largó a llover, fue muy difícil la salida del plantío, muchos se cayeron con las bolsas en el lomo resbalando por el barro. Lo peor fue el frío, pero se nos pasó cuando llegamos a la UPE con un café caliente y cambiándome la ropa mojada”. El último día del mes de enero le escribí una carta a los míos. Veinte líneas urgentes, y un pedido: la comida más soñada.

C L A U D IA CESARONI

191

Matagalpa, 31/1/85 Queridos todos: escribo esto a las corridas, antes de que apa­ guen la luz de la covacha en la que nos amontonamos brigadistas (30), bolsas de dormir, borceguíes, y demás menudencias, apro­ vechando que vinieron algunos compañeros de Aquí y Ahora y vuelven antes que nosotros. Poco para decirles en pocas líneas: que los quiero tanto, que a veces me agarra el extrañe (cómo estás Chichi, mi negrita?), que esto es más de lo esperado, que corto 2,5 kilos de “rojito” (así lla­ man al grano de café) por día, que hay gente maravillosa compar­ tiendo esto conmigo, y que espero la vuelta para poder revivir esto con ustedes. Sé que están conmigo, y estoy con ustedes. Pulgas, barro, comida imbancable mediante, soy feliz. Besos y un abrazo colectivo. Claudia. PD: para la vuelta, por favor, milanesa con ensalada y papas fritas. Después, la despedida, los abrazos, nos subimos a los camio­ nes, vamos hacia La Trampa.

192

B RIG ADISTAS

i A N ICA RA G U A ! ■A la^aMor el caFt fuerzo

a

1



S o liJa r.Jo J I

Ja p orque somos patriotas y revolucionarios, y n o se puede ser revolu cionario sin ser i n t e m a c i o n a l i s t a y antiimperialista. •. #íPorque tenemos el deber y el honor de defender la gloriosa revducion sandinista, aunque les duela a yanquis y "contras"... J(fPorque la Fede sigue las tradiciones de su Partido, y como ayer con la España de la Pasionaria, y con la URSS frente a la bestia nazi, como siempre con la Cuba Socialista; hoy estamos con la heroica Nicaragua de Sandino. COMPAÑERO: si querés ser parte de esta historia de solidaridad y com­ promiso fraternal, acordáte que: flIrLa Brigada de jóvenes comunistas sale el 3/1/85 y vuelve el 5/3/85. ,* P o d é s anotarte en el Local de tu ¿ona o Barrio hasta el 23/9/84. ^ T e n e m o s tiempo para juntar la plata hasta el 21/12/84; ¡a realizar cientos de actividades para bancarrios el viaje! * H a y que ponerle nombre, emblema y afiche a la Brigada. Y recordemos siempre que: "NICARAGUA VENCERA AUNQUE SUS DULCES — ^ TRAS LAGRIMAS Y SE TIÑAN CON NUESTRA ■ S A N GRE.. .PATRIA LIBRE 0 MORIR!!

Sor

LAGOS SE LLENEN CO

T” “ Eore*

Arriba: una compañera nica en el corte. Abajo: un volante casero con el que convocábam os a form ar parte de la Brigada del Café. Aún no im aginaba que iba a ser parte.

, l r r«T*WTO PE 'BRIGADA ~D51 C A P S v.QTiTPO I R P T V I P U A l D S L B R I G A D I5 T

U n i f o r m a \>riKadÍ3ta_: ( Para C e r e m o n i a l )

Pantalón v a q . u e r o _ a z u l J ,,r e n U (Tip° 0nbu 7 0 Gl'al -f~Cá5íia" mangffg^grffia— tfortin

_ W i5 ^ lT B ? íiíd a - 1 Em b lema da la Brigada del

.Pantalón vaquero(cómodo).

f

(tlp0 G r a ^ c ó m o ^ 3 )

•fe sS ^ ^ á i á p É ^ - ^ t ^ 7 =—■ — ■ ' ^ s ^sawa ei gus i---sé siT gs^----^ lág Si^ s g j ^s paF^é^SpatiliS? ,tln Uü pVa r de 3-a n' d , ' ^ 3 i g i a £r>r\ s . »««“ " « "Jl“”._ qtc

*

ü Vi

:;fá ¡s « s ¡5 5 g 'T,m Tg Q u ete d e ^ o l g a a - d ^ ^ ^ 5mT>lc

. t ía

-

.V n

iio35ñ$o:ÍÍI@ 5-0V-------u-;-p a ra

p¿-

.Un t e n e d o r _ .6 n iF E 3 S S C B • ’. ü n l e n t e s

U S T v _ ^ jl_ 5 —

e de n y lo n ^ . p a ra

sol

^ T i_ntJ¿»oj ^mp?dianas - 5 ¡ S ^ “ g g £ - ( p . , . ro p a ) •Uíl ^ —^T^ríteS .p a rg e T ^ H 0 a . lriJ. - h j v i a n o ) :-0n eqxdP O ^Ü g ;un eguj-y* ^iüíSaúélHsi-.E g g S - ^ ---------rfa a h o r t

oc

similar) - r A

r ^

- - s -

le n t e s

.TJn p e i n e

'?- ¿í ^^ aS o£ Sde r crSiuIt -,Unrel£l^ffi3££í2- _ cobres .L a p i c e r a 'siroine_. S S S & S w w r r s s ^ í rforrtiilP^^Síl Piense_¿£3?íí-í; . í2*j» 2J¿™ ^ vaina ¿ ^ c h il l o d e m o n t e c o n v - U n p a n u e io

'_ ~ Y 2 _ ^ - ? - ,v íA a t iv o

• -U C ^T±±----- —T^Tñ -M n 1 es

JOortapSúsíás £ £ $ e¿ cos 5

de q.4ina df (¡^individual! cx> / ¿. tarjen ;£wo j Pa kv £*0 , 4 IjíL^a / -J^var No^’TS^— He jBa r o; t r on tem a tae rpiroa lcio de oo atp S ^ *permi/te — * • lleV se resuelven — Wntg -—

S u veeanfi r ee as3 d^e % o ft r , n d i v id u a :

r e s id u o ,

La lista de lo que debíam os llevar.

---___

iu t£

^

fOQjlo f

GtítM) cn&O MO W U w AAMv«¿>iu? & ^ 'S M¿L r\jaQ MJJb&ÍL ^ uu^ xcLad A M ^ ¿ W w . dU' «L ^SV O JS , W * & v w .d o Í«L ir—J - ' ----- O S * w '^ n d 2 ^ v . i* * , & ¿& L C ^ T ttt c . -s^tA^ibicijo v-m sm l . A V l L ^tT L Mtf

;

M'a

& L)- j| $ 8-0 Q\^j? a^xxA M v