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Spanish Pages 272 Year 2009
2. Juez y parte. La administración de justicia en la Pampa Central, Argentina (1884-1912). Marisa Moroni. 3. El Gran Norte Mexicano. Indios, misioneros y pobladores entre el mito y la historia. Salvador Bernabéu Albert (coord.). 4. Argentina en exposición. Ferias y exhibiciones durante los siglos XIX y XX. María Silvia Di Liscia y Andrea Lluch (eds.).
Ferias y exhibiciones durante los siglos XIX y XX
(eds.)
María Silvia Di Liscia Andrea Lluch 1. Sembrando ideales. Anarquistas españoles en Cuba (1902-1925). Amparo Sánchez Cobos.
Las exposiciones y ferias son eventos que permiten estudiar el claroscuro, el reflejo y/o la mirada sobre las imágenes que cada país o grupo organizador forjó de sí mismo, así como sobre los símbolos y objetos implicados en la construcción de la nacionalidad y la proyección internacional. Los trabajos aquí reunidos analizan la participación de Argentina en las grandes exposiciones internacionales y nacionales desde mediados del siglo XIX hasta principios del siglo XX, explayándose sobre las distintas facetas de una temática escasamente transitada en la historiografía de este país. Las miradas proyectadas y buscadas de y sobre Argentina, fuera y dentro de su territorio, así como las representaciones sobre su compleja demografía, su naturaleza, población, recursos e industrias, su cultura y realidad social, son algunos de los temas abordados en cada uno de los capítulos de este libro, en el cual se reflejan muy bien las múltiples posibilidades que plantea el análisis de la representación nacional, y en el que conviven una gran diversidad de aristas y problemas, de fuentes, enfoques y metodologías para el estudio de las exposiciones universales y nacionales.
Argentina en exposición
Últimos títulos publicados
Argentina en exposición Ferias y exhibiciones durante los siglos XIX y XX
María Silvia Di Liscia y Andrea Lluch (eds.)
ISBN 978-84-00-08845-3
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788400 088453
4 C S IC
COLECCIÓN UNIVERSOS AMERICANOS CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS
María Silvia Di Liscia: doctora en Geografía e Historia por el Instituto Universitario Ortega y Gasset (Madrid) y profesora asociada del Departamento de Historia de la FCH-UNLPam. Ha dictado cursos y seminarios de posgrado en Argentina y en otros países. Es autora de Saberes, terapias y prácticas indígenas, populares y científicas en Argentina (1750-1910), Madrid, CSIC, 2003, y co-editora de Instituciones y formas de control social en América Latina, 1840-1940. Una revisión, Buenos Aires, UNGS-Prometeo Ediciones, 2005, así como de numerosas publicaciones en revistas de circulación nacional e internacional. Participa en proyectos de investigación y convenios con grupos vinculados a historia social de la ciencia en Brasil y España, y ha obtenido becas y subsidios de entidades nacionales y extranjeras para formación doctoral y estancias en el exterior. Andrea Lluch: doctora en Historia (UNCPBA, Argentina). Research Fellow, Harvard Business School (Estados Unidos). Es investigadora adjunta del CONICET (Argentina) y profesora e investigadora de la FCH/UNLPam. Harvard Newcomen PostDoctoral Fellow (2006-2007). Ha sido Fullbright Research Scholar (2005), asociada a la visita al DRCLAS, Harvard University, y becaria de la Latin American Studies Association (LASA), entre otras instituciones. Es autora de varios libros y artículos referidos a temas vinculados con la historia económica, en especial sobre comercio rural y sistemas de crédito en la Argentina de principios del siglo XX, y también de la historia de empresas en Argentina. Coeditora desde el 2004 del Boletín Virtual de la Red de Estudios de Historia de Empresas y associate editor de Enterprise & Society: The International Journal of Business History.
Argentina en exposición Ferias y exhibiciones durante los siglos XIX y XX
COLECCIÓN UNIVERSOS AMERICANOS, 4
Directora Berta Ares Queija (EEHA-CSIC, Sevilla) Secretario Salvador Bernabéu Albert (EEHA-CSIC, Sevilla) Comité Editorial Antonio Garrido Aranda (Univ. de Córdoba, Córdoba) Josep María Fradera (Univ. Pompeu Fabra, Barcelona) Ricardo González Leandri (CCHS-CSIC, Madrid) Consuelo Naranjo Orovio (CCHS-CSIC, Madrid) Núria Sala i Vilas (Univ. de Girona, Girona) Consejo Asesor Pilar Cagiao Vila (Univ. de Santiago, Santiago de Compostela) Juan Carlos Estenssoro (Univ. de Lille, Lille) Pilar Gonzalbo Aizpuru (El Colegio de México, México DF) Libia González (Univ. de Puerto Rico, Puerto Rico) Pilar González Bernaldo (Univ. París VII, París) Jorge Hidalgo Lehuedé (Univ. de Chile, Santiago de Chile) Natalia Majluf (Museo de Arte, Lima) Alfredo Moreno Cebrián (CCHS-CSIC, Madrid) Josef Opatrný (Univ. Carolina de Praga, Praga) José María Portillo (Univ. del País Vasco, País Vasco) Julio Premat (Univ. París VIII, París) Ana María Presta (Univ. de Buenos Aires, Buenos Aires) Gabriela Ramos Cárdenas (Univ. de Cambridge, Cambridge) Juan Suriano (Univ. de Buenos Aires, Buenos Aires) Willian B. Taylor (Univ. of California, Berkeley) David J. Weber (Southern Methodist University, Dallas)
MARÍA SILVIA DI LISCIA ANDREA LLUCH (eds.)
Argentina en exposición Ferias y exhibiciones durante los siglos XIX y XX
CONSEJO SUPERIOR SUPERIOR DE CONSEJO DEINVESTIGACIONES INVESTIGACIONESCIENTÍFICAS CIENTÍFICAS SEVILLA, SEVILLA, 2009 2009
Reservados todos los derechos por la legislación en materia de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en manera alguna por medio ya sea electrónico, químico, óptico, informático, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo por escrito de la editorial. Las noticias, asertos y opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva responsabilidad del autor o autores. La editorial, por su parte, sólo se hace responsable del interés científico de sus publicaciones.
Catálogo general de publicaciones oficiales: http://www.060.es
© CSIC © De cada artículo su autor. Cubierta: Público escuchando los discursos delante de la tribuna oficial. Dedicación oficial del Pabellón Argentino, San Francisco, 1915. Archivo General de la Nación, Buenos Aires.
Edición al cuidado de Berta Ares Queija Diseño y maquetación: Juan Gallardo NIPO: 472-09-113-8 ISBN: 978-84-00-08845-3 Depósito legal: M-39392-2009 Impreso en DiScript Preimpresión, S. L. Impreso en España - Printed in Spain En esta edición se ha utilizado papel ecológico sometido a un proceso de blanqueado ECF, cuya fibra procede de bosques gestionados de forma sostenible.
Índice general Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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PRIMERA PARTE NATURALEZA, CULTURA Y CIENCIA. VISIONES Y REPRESENTACIONES NACIONALES EN MOVIMIENTO IRINA PODGORNY: “La industria y laboriosidad de la República”. Guido Bennati y las muestras de San Luis, Mendoza y La Rioja en la Exposición Nacional de Córdoba . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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MARTA PENHOS: Saint Louis 1904. Argentina en escena . . . . . . . . . . .
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ÁLVARO FERNÁNDEZ BRAVO: Las fronteras de lo humano: fueguinos en las ferias mundiales, 1881-1889 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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MARÍA SILVIA DI LISCIA: Drogas y maderas para la nación argentina. Los recursos naturales en las exposiciones universales . . . . . . . 115 SEGUNDA PARTE HACIA EL PROGRESO: INSTITUCIONES Y PRODUCCIÓN EN EXHIBICIÓN CRISTINA BOIXADÓS: Una ciudad en exposición. Córdoba 1871 . . . . . 147 JULIO DJENDEREDJIAN: En busca de la excelencia. El impacto de la participación en las exposiciones internacionales sobre la producción agropecuaria argentina durante la segunda mitad del siglo XIX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173 7
ÍNDICE GENERAL
MALENA BECERRA: La economía social argentina en las exposiciones internacionales. La Exhibición del Museo Social Argentino en la Exposición Universal e Industrial de Gante (1913) . . . . . . . . 209 ANDREA LLUCH: Ferias y exposiciones: un campo de representación del mundo empresarial argentino de principios del siglo XX. . . 239
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Presentación Este libro reúne los trabajos presentados en el Simposio Visiones argentinas. Ferias y exposiciones nacionales e internacionales en los siglos XIX y XX. Un análisis interdisciplinario, realizado en la ciudad de Buenos Aires el 1 de agosto del 2007. La actividad fue co-organizada por el Instituto de Estudios Socio-Históricos (UNLPam) y el Instituto de Desarrollo Económico-Social (IDES). Enriquecieron este proyecto los aportes de investigadores de otros centros, convocados por la pertinencia de sus trabajos y que gentilmente se ofrecieron a acompañarnos en la aventura. El estudio de las ferias y exposiciones como laboratorios desde donde interpretar las representaciones culturales, sociales, económicas y políticas dominantes es ya un clásico en los estudios culturales latinoamericanos, como puede observarse en la reciente compilación de González Sthepan y Annderman, quienes hacen especial énfasis en el rol de las exposiciones como una experiencia o percepción del mundo y “orden de cosas”, desplegado ante la mirada del sujeto que la contempla “a distancia”. Retoman, cuestión que hacemos nuestra, la noción de la exposición como una miniatura totalizante de la realidad, un modelo cuya apariencia imagina un nuevo orden de las cosas. Las exposiciones por tanto eran, y son, eventos que permiten estudiar el claroscuro, el reflejo y/o la mirada sobre las imágenes que cada país o grupo organizador forjaron de sí mismos, así como sobre los símbolos y objetos implicados en la construcción de su propia nacionalidad y proyección internacional. Ricardo Salvatore ha avanzado sobre las particularidades de ese proceso, para reflexionar sobre las prácticas representacionales del proyecto norteamericano, que no considera “ni epifenoménicas ni superestructurales”, sino formando parte de la sustancia y de la justificación racional del imperio informal. La circulación de esas representaciones, que en el caso anterior giraban sobre América del Sur, se aseguró a través de 9
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los carriles que suponían las “autopistas” del progreso: la sociedad de consumo había creado un público masivo que visitaba ferias, museos y participaba pasivamente de las transformaciones científico-tecnológicas. Existía por lo tanto una “circulación externa”, debida a la circulación horizontal de objetos y representaciones.1 Los trabajos aquí reunidos analizan la participación de la Argentina en las grandes exposiciones internacionales, así como en otros eventos locales, desde mediados del siglo XIX hasta principios del siglo XX, explayándose sobre las distintas facetas de una temática aun escasamente transitada por la historiografía argentina. Las miradas desde dentro y fuera, proyectadas y buscadas sobre y de la Argentina, las representaciones sobre su compleja demografía, su naturaleza, población, recursos, producción, industrias, cultura y realidad social son algunas de las temáticas abordadas en cada uno de los capítulos aquí reunidos. Por tanto, la multiplicidad de posibilidades que plantea el problema de la representación nacional, se ven reflejadas en este espacio textual y en él conviven una diversidad de aristas y problemas, de fuentes y metodologías para el análisis de las exposiciones universales y nacionales durante el siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. La Argentina, con su inmensa geografía, sus cambiantes climas y su enorme potencial económico y social, podía hacer frente a los también gigantescos desafíos del ingreso a esa “modernidad periférica”. Para muchos de los productores, industriales, intelectuales, dirigentes y funcionarios, autoadscriptos como responsables del take off, los bordes de esta periferia eran más fluidos que reales y, por lo tanto, era posible alcanzar el mundo prometido más allá de ultramar. La atracción de las conquistas materiales fue paralela a la de los logros culturales y científicos, idealizados como viables para una Argentina imbuida en la ideología del progreso decimonónico. Era ésta una etapa clave en la conformación del Estado argentino y de su organización burocrática, así como del surgimiento de distintos grupos y sectores políticos, sociales y económicos, además del periodo de conformación de instituciones educativas y científicas y centros de investigación social. Para los actores vinculados al gobierno y a las capacidades productivas de la naciente y pujante nación, las actividades industriales y agropecuarias podían escenificarse en las exhibiciones para superar primero el 1 Greenblatt, en Salvatore, 2006, 32.
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atraso económico y social y reivindicar más tarde los logros alcanzados. En el interregno se desplegaron diagnósticos sociales, donde predominaban los discursos sobre la formación étnica nacional y sobre las recetas para asegurar su mejor calidad, eliminando con el exterminio o la licuación paulatina de sucesivas mezclas el potencial “negativo” de la población. En tal sentido, se abordan múltiples problemas en estas páginas, y distintas miradas y enfoques son utilizados. Ello se explica por la participación de investigadores provenientes de la historia de la ciencia, la historia económica, la historia cultural y los estudios culturales. Desde los trabajos de Sheets-Pyenson, se asume que la muestra de objetos adquiere un peso político y sirve a finalidades que van más allá de la simple y hasta ingenua acumulación de “realidad” para transmitir, en su selección y colocación artificial, una naturalización determinada, en la búsqueda de una respuesta por el espectador. Por ello, la primera parte del libro, titulada “Naturaleza, cultura y ciencia. Visiones y representaciones nacionales en movimiento”, se apoya en las singularidades del proceso de compenetración de los análisis científicos sobre el ambiente y las sociedades, y sobre sus prácticas culturales en el ejercicio de construcción de una nacionalidad argentina, donde inciden también las elecciones estéticas y éticas. En el primer capítulo, el relato de Irina Podgorny hilvana hábilmente el interior de la conformación de las exposiciones, a partir del examen de uno de los sujetos seleccionados para formar la colección de varias provincias argentinas para la Exposición Nacional de Córdoba (1871), eje de un artículo posterior. Así, los objetos etnográficos, históricos y arqueológicos y de los tres reinos naturales, señalados por el supuesto médico y comendador Bennati para ser expuestos ante un público deseoso de capturar el exotismo y la variedad, constituyen también una forma de demostrar las propias creencias del colector. La confusión de la colección decimonónica imprime al análisis de Podgorny un valor agregado, proporcionando una clave en la lectura de la reunión de los objetos “naturalmente” absorbidos por una clasificación y retransmitidos a museos e instituciones científicas por partícipes de otros saberes y tradiciones. Seguidamente, Marta Penhos reproduce, a través de un análisis de la exposición universal de Saint-Louis en Estados Unidos (1904), las diversas y en ocasiones contradictorias formas asumidas para la representación de la Argentina en el exterior, unidas a los debates parlamentarios de la época. 11
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La selección artística, industrial y antropológica implicó no sólo a objetos sino a conjuntos étnicos cuya existencia estaba sustentada en el carácter exótico (base esencial de buena parte de las exposiciones internacionales), pero a su vez venía a suministrar pruebas sobre el supuesto atraso nacional. Las cerámicas del Noroeste podían conmover a los arqueólogos sobre la profundidad histórica del país, pero los mantos de pieles, arcos y flechas de las familias selkna’m, enmarcados en un falso paisaje del extremo sur, proponían al espectador un escenario más salvaje. Incluso, estaban casi en las antípodas de la selección de pinturas y esculturas y de la muestra de los avances tecnológicos en la producción industrial y maquinaria de los pabellones cercanos. Para Penhos, esta serie de oposiciones son parte indisoluble de la complejidad de las representaciones de los sectores dirigentes sobre Argentina, cuya riqueza acentúa este análisis. En el capítulo 3, el trabajo de Alvaro Fernández Bravo se articula dentro de algunas de las vertientes señaladas anteriormente, en particular, los aspectos de la exhibición de conjuntos humanos considerados bajo el estigma de la inferioridad cultural. A partir de la profundización de la producción y circulación de fotografías y postales sobre grupos de onas de Tierra del Fuego, el autor avanza sobre el traslado compulsivo de numerosas personas cuyo destino fue la participación en exposiciones universales, como la de París de 1889. La violencia del secuestro va unida al exterminio in situ, ya que paralelamente a este proceso se produce un avance significativo del Estado y de particulares sobre el territorio indígena del cono Sur. Las relecturas de estas imágenes, originalmente íconos del salvajismo y modelos spencerianos del primitivismo, suministran también una ventana hacia las sociedades que las exhiben como sinónimos de monstruosidad y a sí mismos como sus domesticadores. La sofisticación técnica de la reproducción, en el caso de familias trasplantadas y expuestas a la mirada de otros como objetos extraños y abyectos, naturaliza la dominación imperialista. Así, la lente del fotógrafo retransmite las pulsiones del control occidental, excluyendo la posibilidad de la supervivencia y la transformación sociocultural. La suposición de un lugar expectable en el concierto internacional era la base de la configuración ideológica de las élites locales, por ello, las exposiciones universales fungieron como el portal abierto para la conquista de nuevos mercados, donde ansiosos consumidores se disputasen las mercaderías locales. De acuerdo al artículo de María Silvia Di Liscia, la Argen12
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tina, cornucopia de la abundancia, debía brindar diferentes productos más allá de los trigos y las carnes y también demostrar la rentabilidad de otros para su aprovechamiento interno. La promesa de ganancias extraordinarias iba unida al desarrollo científico; la retroalimentación entre ciencia-técnica incidía en la investigación farmacéutica y en la valoración de los árboles para obtener drogas y/o maderas de múltiples posibilidades económicas. La taxonomía, disciplina científica destinada a otorgar un espacio delimitado frente al supuesto desorden de la naturaleza, fue también un arma de persuasión frente a la calificación científica social, soportando el peso de su relación conflictiva con un uso concreto de la denominación. A partir de catálogos e informes de diversas exposiciones dentro y fuera del país y de los relatos de sus actores principales, botánicos extranjeros y argentinos, es posible seguir el hilo de las propuestas, con sus éxitos y fracasos, para transformar las plantas argentinas en recursos económicos. La segunda parte del libro, titulada “Hacia el progreso. Instituciones y producción en exhibición”, reúne capítulos que suman, a la más clásica mirada cultural y visual de las exposiciones, sus anclajes institucionales. Los cuatro artículos, con diferencias en sus temáticas y enfoques, comparten un explícito interés en rastrear las fisionomías externas de estos eventos, sus contextos y los debates económicos, sociales y políticos gestados a su alrededor. Inicia este derrotero el artículo de Cristina Boixadós sobre el desarrollo, actividades y legados materiales de la Exposición de las Industrias y las Artes realizada en la ciudad de Córdoba en 1871. La propuesta es repasar los objetos expuestos y la representación de los mismos, pero especialmente describir el impacto que tuvo en el espacio urbano. Para ello vincula la Exposición dentro de su contexto social y político. En tal sentido, la autora apela a documentos fotográficos y periodísticos para trazar el antes y el después, las críticas y los comentarios que acompañaron el desarrollo de un evento encarado y alentado desde el poder público nacional durante la presidencia de Sarmiento, como una más de las acciones de transformación proyectadas para la sociedad argentina desde la ciudad de Córdoba. El espacio urbano fue utilizado para mitigar el carácter por naturaleza efímero de las exposiciones, y de allí la intención de insertar su estudio en un contexto más amplio y donde se localicen consecuencias, repercusiones, herencias y manifestaciones tangibles e intangibles que acompañaron, cuestionaron y dieron forma al desarrollo de este ensayo de modernización desde arriba, 13
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enmarcado dentro del proyecto reformador de la sociedad que pretendía Sarmiento para la Argentina de fines del siglo XIX. En esta misma Argentina donde Sarmiento proyectaba la modernización desde arriba, un grupo heterogéneo de productores se embarcaba, tibiamente primero y con gran impulso después, en la participación en eventos internacionales, en tanto oportunidades para construir una “marca-país” capaz de atraer inversores, inmigrantes y clientes. En tal sentido, Julio Djenderedjian en el capítulo 6 reconstruye la participación de productores rurales argentinos en las ferias nacionales, y especialmente en las exposiciones internacionales, desde los tibios ensayos de mediados del siglo XIX y hasta la exitosa participación del mundo productivo argentino en la Gran Exposición de París de 1889. Este itinerario le permite analizar el rol de las exposiciones y la participación de los actores económicos como mecanismos de integración a los mercados internacionales pero, a la par, como ámbitos de socialización, aprendizaje y promoción de la producción exportable argentina. Por un lado, el autor considera que la participación en estos eventos fue una pieza significativa para alentar la innovación tecnológica a fines del siglo XIX. Por el otro, la participación en ferias y exposiciones, además del efecto publicitario, alentó la construcción de redes tecno económicas. En estos eventos los productores e industriales —con sus diferentes perfiles pues se trató de un grupo amplio y heterogéneo— podían testear las tendencias de la demanda internacional, ofrecer a modo experimental productos destinados a satisfacerla, anudar lazos con potenciales clientes, publicitar distintas líneas de productos, probar la efectividad de maquinarias y procesos de avanzada propuestos por fabricantes de todo el mundo, observar las estrategias de la competencia, e incluso, como afirma, conformar ámbitos de sociabilidad donde discutir creativamente las alternativas de la producción en el contexto altamente competitivo provisto por el mercado internacional. De la exposición de productos que permitiera consolidar la inserción de Argentina en los mercados mundiales, el próximo capítulo bucea en otras dimensiones de las exposiciones internacionales, al analizarlas como ámbitos donde proliferaron congresos científicos y asociativos; lugares de sociabilidad, de encuentro y formación de redes, donde se debatían y elaboraban propuestas, ensayos y legitimación de nuevas disciplinas y discursos. Para ilustrar tales facetas, Malena Becerra Solá focaliza su atención alrededor de la participación argentina en la Exposición Universal e Industrial de Gante del año 1913. En este evento, la Argentina participó por primera vez 14
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en la sección de Economía social de una feria mundial y lo hizo por acción de una institución, el Museo Social Argentino, un instituto que ocupó un lugar significativo en el universo intelectual y social de la Argentina de inicios del siglo XX. La autora puntualiza que los pabellones de Economía social en las exposiciones asumieron la tarea de presentar la cara menos amable de la modernización. La Argentina, a diferencia de lo analizado en el capítulo previo, no estuvo aquí representada por muestras de trigo, lana o cuero, sino por estadísticas del Departamento Nacional de Trabajo, datos sobre las sociedades de socorros mutuos, documentos de instituciones de asistencia y beneficencia o fotografías de sus escuelas. Frente al conflicto social del capitalismo, las exhibiciones de Economía social asumían explícitamente un rol pedagógico e integrador. Mediante el análisis de los aspectos organizativos, colecciones expuestas y colecciones que llegarían a Argentina como parte del contexto institucional colaborativo entre las instituciones participantes, estas páginas exponen cómo se fue construyendo el entramado expositivo alrededor del lenguaje y enfoque de la Economía social, entendida como otra “demostración del progreso moral y social”. El rol de las instituciones como protagonistas y organizadoras de exposiciones y ferias vinculadas al progreso material —y sus límites—, y desde donde se discutían y se diseñaban proyectos e imágenes de la Argentina, es también uno de los ejes del capítulo que cierra este volumen. En este caso, el trabajo de Andrea Lluch aleja su atención de los grandes eventos internacionales y se traslada hacia la participación y la organización de ferias y exposiciones dentro del mundo empresarial argentino. Además de trazar los orígenes de las primeras exposiciones industriales argentinas a fines del siglo XIX, el artículo centra su atención en dos eventos desarrollados en la ciudad de Buenos Aires: La Exposición Industrial de 1924, organizada por la Unión Industrial Argentina (UIA), y la Exposición de Artes e Industrias Británicas de 1931. El enfoque adoptado considera que las exposiciones son una útil ventana para analizar el contexto económico y en especial la fisonomía del mundo empresarial. En la Exposición Industrial de 1924, por ejemplo, la UIA pretendió utilizar este evento como una prueba categórica y concreta del grado de “perfeccionamiento alcanzado en la hora presente por la manufactura nacional”. Se buscó, a la par, despertar la atención preferente del gobierno argentino en el estudio de los problemas que dificultaban la expansión industrial en el país de acuerdo a la institución organizadora. Por lo tanto, la misión de 15
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la exposición industrial de 1924 fue educadora. De allí que, a diferencia de otros eventos, no se trató de una feria comercial sino de una auto-celebración, de una campaña publicitaria hacia el público, el gobierno, la prensa, los países extranjeros y la propia comunidad empresarial local. A la par, el artículo propone y puntualiza que este evento refleja los límites y las contradicciones de la industrialización local, su carácter dependiente de insumos y maquinarias extranjeras y una estructura dual. Similar abordaje recibe la Exposición de Artes e Industrias Británicas de 1931. Esta exposición es un medio para penetrar en el análisis de la dinámica del mundo empresarial extranjero y, en especial, de las complejas relaciones anglo-argentinas de inicios de los años 30. El repaso por las actividades, eventos, banquetes, objetos expuestos, organismos oficiales y empresas participantes (alrededor de 800 fabricantes), nuevamente le permiten a la autora analizar el rol de las exposiciones como cajas de resonancia de los conflictos sociales y económicos, en paralelo con su rasgo más clásico de proyecciones auto-celebratorias. Este libro es parte del proyecto PICTO 18-30782 (Directorio ANPCyT n.º 092/06), UNLPam y del proyecto HUM2005-03777 (Plan de Investigaciones I+D, Secretaría de CyT, Ministerio de Educación y Ciencia, España). Queremos agradecer la inestimable colaboración de Mariano Plotkin y Jimena Caravaca (IDES), co-organizadores del Simposio Visiones Argentinas, y de Cristina Mantegari (Universidad Nacional de San Martín), María Inés Barbero (Universidad de San Andrés) y Piroska Csúri (IDES), quienes con agudeza de análisis, rigor académico y calidez plantearon en ese momento los temas de encuentro y los contrapuntos entre los trabajos reunidos posteriormente en el libro. Para todos ellos, el mayor reconocimiento, e igualmente a los autores, quienes desde diferentes puntos del país pusieron en nuestras manos sus manuscritos y nos brindaron la posibilidad de darlos a conocer a un público más amplio. A Ricardo González Leandri, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, le agradecemos habernos abierto las puertas para hacerlo. Por último, esperamos las críticas y comentarios de los futuros lectores, herederos finales de estas páginas que intentan plasmar las posibilidades de otras historias sobre Argentina.
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ARGENTINA EN EXPOSICIÓN. FERIAS Y EXHIBICIONES DURANTE LOS SIGLOS XIX Y XX
BIBLIOGRAFÍA González Stephan, Beatriz y Jens Andermann (eds.), Galerías del progreso. Museos, exposiciones y cultura visual en América Latina. Rosario, Beatriz Viterbo Editora, 2006. Salvatore, Ricardo D., Imágenes de un imperio. Estados Unidos y las formas de representación de América Latina. Buenos Aires, Sudamericana, 2006. Sheets-Pyenson, Susan, “Cathedrals of Science: the Development of Colonial Natural History Museums during the Late Nineteenth Century”. History of Science, XXV, 1986, 279-300.
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PRIMERA PARTE NATURALEZA, CULTURA Y CIENCIA. VISIONES Y REPRESENTACIONES NACIONALES EN MOVIMIENTO
“La industria y laboriosidad de la República”. Guido Bennati y las muestras de San Luis, Mendoza y La Rioja en la Exposición Nacional de Córdoba Irina Podgorny INTRODUCCIÓN El 9 de diciembre de 1868 el Poder Ejecutivo de la Nación, ejercido desde octubre por Domingo F. Sarmiento, decretaba la realización de una Exposición Nacional en Córdoba para el 1 de marzo de 1871. Aunque habría que esperar hasta julio para que el Congreso Nacional sancionara la ley respectiva, el 12 de enero de 1869 ya se lanzaba desde Buenos Aires una circular a los habitantes de la República Argentina para propender al desarrollo de las fuerzas productoras de la sociedad, multiplicar su riqueza y brindarle, de esta manera, poder y bienestar. Se trataba de una convocatoria a las provincias para organizar comisiones regionales y locales a los efectos de preparar el envío de muestras a la Exposición Nacional. Como destaca García Castellanos, esta invitación se realizaba en los epílogos de la costosa y enconada Guerra con Paraguay.1 Por entonces, las provincias de Córdoba y Buenos Aires concentraban un tercio de la población del país que, según el Censo Nacional de 1869, se distribuía a un promedio de 0,43 habitantes por kilómetro cuadrado, la densidad más baja de los países del cono sur. A Córdoba debían encaminarse los representantes de la industria, la producción y el comercio para intercambiar vistas y experiencias que resultaran en una suerte de usina del progreso. Lejos de una escueta invitación, la convocatoria expresaba una suerte de teoría sobre el papel de las exposiciones, que se presentaban como uno de 1 García Castellanos, 1988, 181.
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IRINA PODGORNY
“los medios más poderosos, empleados hasta ahora, para estimular el espíritu de empresa, atraer el capital hacia las fuentes productoras y llevar las ciencias al campo práctico de la industria, haciendo que sus descubrimientos sirvan al bien de los pueblos. Ellas tienen a más la ventaja de estimular el espíritu de producción, poniendo a nuestra vista, las inmensa riquezas de nuestro suelo, estimulando al capital y a la industria a fructificarlas en beneficio de nuestra sociedad, que hoy, o yace indolente y en la miseria reposando tranquila sobre los inmensos tesoros que nuestro suelo encierra, o se diezma sable en mano para arrebatarse mutuamente lo poco que existe, creyendo mejorar de condición solamente porque no conoce otro medio para hacerlo”.2
No es novedad que la expansión y tendido de los medios de transporte de masas, sumado al crecimiento industrial de la primera mitad del siglo XIX, transformaron la escala de las exposiciones nacionales de la industria y del comercio. La historia de las exposiciones de la modernidad comienza con la Revolución Francesa: se trata de la “Exposición Nacional” de París en 1798, promovida por François de Neufchâteau, ministro del Interior durante el Directorio. La misma logró reunir 113 expositores durante trece días; la última de 1849 convocaría 4.532 expositores. Berlín tuvo su primera exposición industrial durante seis semanas de 1822, con 176 expositores y 9.514 visitantes. La primera de Londres sería en 1843.3 En esta misma ciudad, en 1851, tuvo lugar la primera Exposición Internacional, seguida de la de 1855 en París, ciudad que albergaría este tipo de emprendimientos sucesivas veces, cada una con mayor inversión y repercusión en el comercio mundial.4 El éxito de las exposiciones se medía a través de su impacto financiero expresado en la ganancia neta por venta de entradas, el crecimiento en el comercio exterior y la influencia cultural, el aspecto más difuso de ponderar. La escalada de costos de instalación de las exposiciones, de los préstamos y de la inversión de los gobiernos adquirió tal dimensión que algunas, como la de Viena (1873) y Filadelfia (1876), se convirtieron en un rotundo fracaso económico. Para el fin de siglo ya no se podía concebir obtener un balance equilibrado entre gastos y haberes. Por eso, cuando Jaffé en 1906 publica su informe, reconoce que la era de las grandes exposiciones 2 “Circular a los habitantes de la República Argentina”, Boletín de la Exposición Nacional de Córdoba (en adelante BEN), 1, 29. 3 Cf. Jaffé, 1906, 559-60 y notas 674 y 675. 4 Londres albergó otra en 1862; París fue sede —además de las nombradas— en 1878, 1889 y 1900.
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“LA INDUSTRIA Y LABORIOSIDAD DE LA REPÚBLICA”
universales había quedado atrás. Sin embargo, justificaba las inversiones de millones de dólares en ciudades como Chicago (1893), Saint Louis (1904), Sydney (1879) y Melbourne (1880 y 1888) como medio de propaganda o reclamo para fomentar la inmigración y la inversión en Australia y en la expansión hacia el Oeste de los Estados Unidos.5 La Exposición Nacional de Córdoba se asemejaba a estas últimas en el sentido de propender a atraer la atención de los inversores, confeccionando una muestra del estado real del comercio y de la industria en la Argentina. La Confederación Argentina y la provincia de Buenos Aires habían participado de las exhibiciones internacionales de 1855 y como República Argentina, en la de 1867, ambas realizadas en París.6 La cantidad de premios recibidos en esta última —solo superados por Brasil en la escala sudamericana— actuaba como una de las razones para repetir la experiencia en territorio nacional y fortalecer, de esta manera, los vínculos entre productores, inversionistas y gobernantes. La Exposición Nacional de Córdoba tomaba como modelos de comparación, sin embargo, las Exposiciones de Brasil (1861 y 1866), Chile (1869) y Estados Unidos.7 Pretendía mostrar el camino hacia la constitución completa del país, llevando la sede a la ciudad que se consideraría “la entrada natural a las provincias del Noroeste”, rasgo ratificado por el Ferrocarril Central que unía Córdoba con Rosario y de allí, por el río Paraná, facilitaba la ruta hacia el Paraguay o el Atlántico.8 La Exposición Nacional, como medio, actuaría en tres niveles: por un lado, la constitución de redes jerárquicas de comunicación entre las comisiones nacional, provinciales y locales por donde circularían instrucciones acerca de qué y cómo mandar los productos a Córdoba. En este nivel, el armado de las comisiones y de los productos muestra la posibilidad de constituir una iniciativa a escala nacional. En segundo lugar, la organización de la información a través de publicaciones oficiales y el eco de la prensa. La publicación de las cuatro mil quinientas páginas de los volúmenes y catálogos del Boletín oficial de la exposición, a cargo del periodista balear Bartolomé Victory y Suárez, significó la difusión de cada una de las marchas y contramarchas de los trabajos de las comisiones y las dificultades de diversa índole que una convocatoria de este tipo implicaba. El mismo 5 6 7 8
Cf. Cronon, 1991. Podgorny, 1999, 2000, 2001. BEN, 2, 17. Vera de Flachs, 1982.
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hecho de darlas a la publicidad ratificaba el carácter formativo y corrector que se quería lograr con la exposición. Finalmente, la consecución de un acontecimiento que, como tal, solo permanecería tres meses. Este trabajo, más que analizar la exposición de Córdoba desde las intenciones del gobierno o de las comisiones nacional y provinciales, intenta esbozar otro nivel: aquél de los sujetos involucrados por estas acciones e instrucciones gubernamentales. Para ello tomaré la intervención del Comendador Guido Bennati, comisionado de las provincias de San Luis y Mendoza y de los mineros de La Rioja. En la primera parte, presentaré las prácticas médico-quirúrgicas de Guido Bennati en Europa y su vinculación con determinados círculos parisinos donde, junto con la moral y el bien universal, se difundían las bondades médicas del magnetismo animal. Luego, esbozaré los canales por los que el Comendador adquiere renombre en algunas ciudades argentinas como para ser comisionado para el armado de las colecciones. Por último, discutiré las cosas exhibidas por Bennati, interpretadas como una selección de los tres reinos de la naturaleza, objetos históricos, etnográficos o arqueológicos, pero que, según el universo médico presentado en la primera parte, adquieren un significado diferente.9 Con este caso me interesa discutir la tendencia que lee la eficacia de las acciones directamente en los objetos del pasado, tentación que ha seducido a varios autores, proclives a “leer” los efectos en las cosas a partir de sus propios horizontes o experiencia.10 LOS ITINERARIOS EUROPEOS DE GUIDO BENNATI, COMENDADOR DE LA ORDEN DEL GRAN MOGOL El 10 de Junio de 1870 Guido Bennati, Comendador de la Orden Imperial Asiática y Director de la Sociedad Médico-Quirúrgica Científica 9 Cáceres Freyre, 1984, analizó algunos de estos objetos como las primeras colecciones de antigüedades romanas exhibidas en la Argentina. 10 Bernward Joerges, en el campo de los “estudios sociales de la ciencia”, ha alertado: “One alternative to control approaches —closer to the discourse of contingency— would be to decipher the effect of technical (in particular, building) artefacts primarily via their expressive values. Things induce nothing, but they indicate something. Built spaces are considered as media which tell something to those capable of reading and listening. Like all texts, everyone may read them differently building must and can be read anew all the time. Authorial intentions (that is, designers’ purposes) sometimes play a role in this, but usually a peculiarly indeterminate one. In a highly contingent process, many many others will decide over and over again which meanings and uses are inscribed into built spaces”, cf. Joerges, 1999.
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Italiana, recibía un pedido de parte de Guillermo Olivar, el presidente de la Comisión Provincial de Mendoza ante la Exposición Nacional: enterado de la intención de Bennati de analizar el agua de Puente del Inca y, de paso, reconocer los árboles petrificados del “Sarramillo” de Villavicencio11 y demás curiosidades que encierran esas ramificaciones de la cordillera de los Andes, solicitaba remitiese muestras del agua y de los objetos, para enviarlos a la Exposición con su nómina correspondiente.12 Con este pedido, Olivar celebraba la adicción de Bennati a los grandes pensamientos de la civilización, entre los que se contaba la realización de la Exposición Nacional, y la importancia del viaje científico, a modo de los emprendidos por la Sociedad Médico-Quirúrgica, como medio eficaz para ilustrar a la República y a todo el universo sobre la geología de esta región. Por otro lado, a partir de agosto de 1870 el Gobierno y la comisión provincial de San Luis le encargarían cumplir con la circular del Ejecutivo, informar sobre sus viajes científicos a las minas de la provincia y, finalmente, representarla en los ensayos de máquinas agrícolas a realizarse en Río Segundo. Bennati recurriría a estas misiones para cimentar y probar su identidad profesional, alegando con ellas el reconocimiento que en distintos puntos del mundo se había hecho de sus intereses científicos. En efecto, Bennati debió salir repetidas veces a probar su habilitación como médico y cirujano; en cada oportunidad, a falta de título reconocido, utilizó la red de contactos que con gran habilidad había sabido urdir en los lugares donde se instaló para curar a la humanidad doliente. Esta historia de legitimidades en suspenso no se había iniciado en América: muy por el contrario, Bennati dejó Europa con una serie de episodios que cerca estaban de repetirse a sí mismos. Guido Bennati, hijo de Giuseppe, de profesión declarada médico cirujano, había llegado a la Argentina aproximadamente en 1866. Nacido en Pisa alrededor de 1827, su pasaporte lo describía con estatura y boca justa, mentón oval, cabellos, cejas y ojos castaños. Entre sus rasgos físicos, ostentaba anteojos y una medalla en el pecho. Esta pieza que, según la ocasión, presentó como obsequiada en agradecimiento por sus curas de los pueblos de San Juan, Bolivia o Catamarca se trataba, en realidad, de la orden otorgada el 16 de mayo de 1851 en París por Alina d’Eldir, Princesa 11 Se refiere al Paramillo de Villavicencio. 12 Diplomas i documentos, 58.
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del Imperio del Gran Mogol y Gran Maestre de la Orden Imperial Asiática. Ese día, Monsieur le Docteur Guido Bennati había sido distinguido como “Commandeur de l’Ordre Impérial Asiatique” y autorizado a portar las insignias pertinentes conforme a los estatutos de la Orden y a las leyes y reglamentos de su país. La Orden Imperial Asiática de Moral Universal, sociedad literaria fundada por un círculo de eruditos y hombres de la política francesa liderados por Alina D’Eldir, se había establecido en París en 1832 o, según algunos, en 1828. El Comte de Marsy afirma que se trataba de un culto que abrazaba en su seno y bajo la misma bandera a la estrella de oriente y a los rosacruces, a las ideas religiosas católicas y a los ritos y principios masónicos.13 Los principios de la Orden consistían en propagar el culto universal del bien moral y de la caridad. Según los estatutos autorizados el 6 de julio de 1835, se proponía recompensar a las personas que, sin importar su nacionalidad, se distinguieran por sus buenas acciones, su mérito y sus virtudes. Los miembros de la Orden se dividían en cinco clases: caballeros honorarios (chevaliers honoraires), caballeros (chevaliers), oficiales (officiers), comendadores (commandeurs) y gran cruz (grand-croix). La llamada Princesa Alina Deldir o d’Eldir, conocida también como la Perla del Ganges y como Louise Soldane Alina Mercier, esposa de Charles Mercier, oficial del ejército francés, moriría el 18 de junio de 1851, treinta y dos días después de haber ordenado a Bennati. Madame d’Eldir había sido una célebre hipnotizadora a la que se le atribuían curaciones a través de sus métodos magnéticos.14 Ella misma reconstruyó una biografía donde contaba que, alejada de su rico y elevado linaje musulmán del Hindostán, fue llevada a Europa y educada en Francia en la religión católica.15 Tal fue su compenetración en la fe de sus “captores” que, cuando la verdadera familia hubo de rastrearla a través de los oficios del Sheik indio GoolamMouhi-Oud-Din, enviado de S.A.R. Féi-Iaz Ali-Khan ante su Majestad Louis XVIII, rey de Francia, Alina optó finalmente por permanecer en París, dedicada a promover los valores de la moral católica y a obtener, de por vida, una pensión real en su calidad de princesa en el exilio.16
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Comte de Marsy, 1884; cf. Bigsby, 1870; Lex, 1870; Mussafir, 1871; Woodward, 1870. Mercier, 1829. “Ministère de l’Intérieur”, cote F1d/II/D7. Mercier, 1846.
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La Orden de Moral Universal, la pensión, la publicación de las meditaciones en prosa de la dama india y la recopilación de sus curaciones magnéticas contaron con el impulso de varios miembros de la Académie des Inscriptions et Belles Lettres y del Institut d’Egypte. El marqués de Fortia d’Urban (1756-1843),17 Jean-Baptiste-Modeste Gence (1755-1840),18 el Barón Auguste de Nerciat,19 Théodore Villenave y su padre, Mathieu-Guillaume-Thérèse Villenave (1762-1846),20 desempeñaron distintos papeles a la hora de testimoniar sea el origen noble de la sultana, la verdad del magnetismo o su capacidad literaria. En julio de 1838 J. B. Gence compondría un canto religioso para las sesiones de la Sociedad Noble Porte de l’Élysée; además, cada año, en agosto o septiembre, tomaría el hábito de dedicarle una poesía a la Perla de la India. Las invocaciones religiosas de Gence se combinaban con una gran admiración por los poderes magnéticos de la Sultana y por su defensa de las ideas y prácticas de Mesmer. Tal es así que el artículo biográfico que escribe sobre este último es rechazado por los editores del Diccionario Médico por ser demasiado laudatorio. A raíz de ello, Gence lo adjunta a los hechos que demuestran la verdad del magnetismo animal, revelada a través de las curaciones de la Sultana. Gence y su señora esposa habían sido atendidos sucesivas veces por ella, lo mismo que los Villenave y varios nobles de la capital parisina. Estas curaciones tenían lugar en el llamado Sanctuaire d’Eldir, ubicado en un tercer piso de 17 Agricol Joseph François-Xavier Pierre Esprit Simon Paul Antoine, Marqués de Fortia d’Urban (1756-1843), pertenecía a la Société des Antiquaires de France, Académie étrusque de Cortone, Académie de Vaucluse, Académie celtique, Athénée de Paris, société des Sciences et Belles Lettres de Montpellier y de Toulouse, del Museo de Frankfurt, la Academia de Anticuarios y del Lincei de Roma, la Société de Bibliophiles y la Académie des Inscriptions de France. Cultivaba el estudio de las matemáticas, la historia, la anticuaria, la moral y la geografía. Entre sus obras se cuentan las Mémoires pour servir à l’histoire ancienne du Globe, Tableau historique et géographique du monde jusqu’au siècle d’Alexandre y una nueva edición de L’Art de vérifier les dates. Cf. Anónimo, 1843-4. 18 Escritor, archivista, corrector en jefe de l’Imprimerie du gouvernement (1793-1815), traductor del latín. 19 Andrea-Auguste de Nerciat era miembro de la Société de Géographie y de la Société Asiatique, Caballero de la Orden del “Soleil de Perse”, agregado al Ministerio de Asuntos Extranjeros de Francia. Había actuado como intérprete en la misión francesa en Persia. 20 M.G.T. Villenave, abogado consagrado a la literatura y al periodismo. Los Villenave, padre e hijo, aparecen descriptos en “La vie d’Alexandre Dumas père”, de J. Lucas-Dubreton, 1928. Allí, en una visita de Dumas en 1827, se mencionan las colecciones de Villenave padre y su manía de juntar objetos, autógrafos y libros. Su pequeña mansión de 82, rue Vaugirard, se había transformado en un museo y, según el biógrafo de Dumas, vivía enterrado en la historia y en el polvo de los libros y papeles. La casa de la rue Vaugirard alojó también el salón literario de Mélanie Waldor-Villenave (1796-1871), hermana de Théodore y amante de Alejandro Dumas, padre.
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la rue Ancienne Comédie que, en 1831, mereció una canción de Augustin Chapelle, compositor nacido en 1756, integrante de las orquestas de la Comedia italiana y del Vaudeville.21 Gence recordaba que Mesmer había sido el introductor del magnetismo animal en Francia y defendía la realidad de sus hechos. Para magnetizar la escuela mesmerista recurría a botellas de agua, una vara de hierro y una armónica, sosteniendo que el fluido magnético era propagado por el sonido. Los partisanos de Mesmer fueron dispersados por la Revolución, pero, en los años de la Sultana, el magnetismo gozaba de nueva prensa y visibilidad: en 1813, Joseph Philippe François Deleuze, botánico del Muséum de Historia Natural de París, había publicado una Histoire critique du Magnétisme Animal a la que seguirá años después, ya como bibliotecario del museo, su “Lettre à MM. les membres de l’Académie de médecine, sur la marche qu’il convient de suivre pour fixer l’opinion publique relativement à la réalité du magnétisme animal” (1826). Más tarde, el doctor parisino Foissac también solicitará a la Académie de Médicine analizar este fenómeno, resultando el llamado informe de Husson (1831). Por entonces, en los manuales de magnetismo animal se afirmaba que para magnetizar era necesario poseer las tres virtudes teologales: “la Fe, la Esperanza y la Caridad”,22 virtudes paulinas adoptadas también por la Orden Asiática de Moral Universal. Pero mientras las alegorías clásicas para las mismas consistían en el libro, el ancla y los brazos abiertos, el brevet de la Orden las asociaba a tres animales: la Fe a un leopardo provisto de garras formidables; la Caridad iba unida a un elefante en un jardín; mientras que un tigre, ornado con una cola majestuosa, acompañaba a la Esperanza.23 La Orden, sin duda, reunía a cierto número de partidarios del magnetismo animal, promovido también por Alejandro Dumas y Honoré de Balzac como ciencia que vuelve visible al alma o como la filosofía del avenir.24 Los “Anales del Magnetismo animal”, publicados en París desde la década de 1820, se dedicaron a la historia de este fenómeno en las tradiciones médicas antiguas y en Galeno. La primera mitad del siglo XIX se caracterizó por estudiar las propiedades de la materia y analizar sus
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Comte de Marsy, 1884. Dupotet de Sennevoy, 1834, 352. Comte de Marsy, 1884. Cf. Delaage, 1847, 1856.
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elementos constitutivos; en ese marco, los distintos fluidos, la electricidad, las pilas, el galvanismo, el magnetismo animal y mineral, la resurrección del alma, los objetos volantes y el sonambulismo se presentaron como los caminos que conducían al infinito, es decir, a Dios. Tal como muestra la infinidad de manuales y guías del magnetismo animal, el estudio de los minerales, de las aguas y de los seres vivos como cuerpos conductores de fluidos cobró, por eso mismo, un lugar entre los magnetizadores o aquellos que pretendían experimentar con esta expresión de las fuerzas de la naturaleza. Entre los efectos del magnetismo animal se contaban: la clarividencia, la intuición, la previsión interior, el aumento súbito y considerable de la fuerza y la insensibilidad, este último de gran utilidad para las operaciones quirúrgicas en los años de la cirugía con dolor.25 Abogados, médicos y defensores del magnetismo animal consideraban que este fenómeno debía encontrar su lugar en el marco de los conocimientos médicos, sea como agente de manifestaciones fisiológicas o como medio terapéutico.26 Lo cierto es que cuando Bennati se encontraba en Francia, proliferaban los cursos prácticos y las curas que recurrían a los distintos procedimientos y métodos ensayados hasta entonces. Su brevet de comendador de la Orden de Moral Universal dejaba constancia de su adscripción a las tres virtudes necesarias para activar los fluidos curativos. Por otro lado, aunque Gourdon de Genouillac sostiene que a la muerte de la Sultana los honores dejaron de ser conferidos,27 por varios años la Orden se transformó en un simple comercio de brevet de Caballería, cotizado en el mercado alrededor de 500 francos. Los intentos de Napoleón III por poner cierto orden al comercio de condecoraciones, florecido gracias a la liberalidad del gobierno de Luis Felipe, se relacionan con los distintos mecanismos creados por esa pequeña burguesía deseosa de promoverse a sí misma, a través de dispositivos en los que todos —y nadie— creen, pero que terminan constituyendo objetos, historias, lugares y personas reales. El parecido entre Alina Deldir, Guido Bennati y los personajes y las vidas de Victor Hugo, Honoré de Balzac y Alejandro Dumas, no hace más que
25 Sobre la cirugía con dolor cf. Stanley, 2003. 26 Cf. defensa de los Morel en Anónimo, 1865. En la página 117 el abogado plantea la comparación entre las controversias sobre este fenómeno y las que habían surgido respecto del hombre fósil y la “generación espontánea”. 27 Gourdon de Genouillac, 1860, 17.
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confirmar que esta identidad itinerante del pequeño burgués se construye en los intersticios y grietas de un nuevo orden social. Así, La Presse del 30 de septiembre de 1858 relata un proceso por estafa y tráfico de condecoraciones en el cual varios de los acusados se presentaron como «chevaliers» u “oficiales” de la Orden de la Sultana. En esa misma línea actuaría el Comendador Bennati, quien al publicar en 1865 las piezas justificativas de la apelación presentada ante la Corte Imperial de Douai, lo hacía ostentando su calidad de miembro de la Orden del Gran Mogol según el brevet obtenido, supuestamente, en 1851.28 Para entonces, Guido Bennati contaba con una larga trayectoria de curas y operaciones en los distintos estados italianos, siguiendo al ejército garibaldino y administrando sus remedios en las ferias y los mercados de Italia y Francia. Bennati era reconocido principalmente por dos cosas: operaciones de quistes, tumores, hernias y cataratas y la aplicación de una famosa “manteca” para la extirpación de verrugas y otras malformaciones cutáneas.29 Diversos sonetos escritos en Siena y otras ciudades celebraban la gloria del “sublime, sommo operatore” que, con mano magistral, extirpaba tenias de raíz. “Chirurgi dotti e rari, d’un metodo difforme de seguite del pari”,30 Bennati, como tantos otros, integraba ese conjunto de cirujanos y médicos ambulantes que abundaban en las ciudades europeas de la segunda mitad del siglo XIX. Los espacios públicos de la plaza y el mercado, recordemos, continuaban siendo uno de los escenarios privilegiados de médicos charlatanes, magnetizadores y curanderos.31 En 1865, las asociaciones médicas del Departamento del Norte denunciaron operaciones públicas en Lille y en las ferias y los mercados de Wazemmes, Roubaix y Tourcoing, realizadas en el carro del Dr. Martin Colandre y Guido Bennati.32 Estos se habían personado en Lille en agosto, 28 Anónimo, 1865. 29 Diplomas i documentos; Anónimo, 1865. 30 “Al Sommo Guido Bennati, Carme. Un’ Ammiratore, Siena, 1858”, Diplomas i documentos, 51-3. 31 Gambaccini, 2000; Hasenbach, 1984; Probst, 1992; Schott, 1998. “Charlatán” no solo se usaba para los impostores, designaba también a aquellos pequeños mercaderes que fabricaban y vendían ungüentos, compuestos con hierbas curativas, bálsamos, colirios y aceites, bajo licencia de la autoridad de los protomédicos y de los consejos médicos. Particularmente en Italia, la figura del “charlatán” adquirió tal visibilidad que la palabra se adoptó en casi toda las lenguas europeas para referirse a esta actividad de médicos itinerantes y de feria. Estos personajes, además, traficaban con falsas reliquias; cf. Gambaccini, 2000, 25. 32 Rey, 1865, 307-8; L’union médicale, 1865, 190-1.
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repartiendo entre el público reclamos que anunciaban que el doctor Colandre curaba todas las enfermedades. Los médicos colegiados, en un primer momento, suponiendo que Colandre —un médico diplomado en Montpellier con una tesis sobre la peritonitis33— estaba a cargo del trabajo, habían señalado, sobre todo, la falta de pudor en estas demostraciones que salpicaban sangre y donde el arribo de la medicina se anunciaba con clarinetes y timbales. La intervención de la justicia y los testimonios de los pacientes confirmaron que el “operador” era Bennati y que Colandre actuaba como una simple pantalla frente a los colegios médicos locales: los testigos en el juicio confirmaron que “il sommo operatore” extirpaba dientes, abscesos, astillas, cataratas y tumores, mientras que Colandre preparaba a los pacientes y organizaba la sesión quirúrgica. El 11 de octubre de 1865, el tribunal correccional de Lille condenaba a Bennati por los delitos de ejercer la medicina y la cirugía sin diploma, recetar drogas y medicamentos y expedir remedios secretos.34 Bennati, para justificar la ausencia de su título, adujo desconocimiento de las leyes francesas; resulta curioso que conociera, en cambio, las prácticas instaladas para evitarlas. En efecto, al recurrir a la colaboración de Colandre había apelado a una asociación bastante normal entre magnetizadores y otras especies de curadores: en ese mismo año, la justicia había condenado a la familia de Félix Morel, quien —a raíz de habérseles prohibido practicar la medicina— había contratado a un médico para hacerle firmar recetas y “controlar” las sesiones de curas magnéticas y las experiencias de trance sonámbulo.35 Este tipo de médicos —como Morel y Bennati— combinaba saberes curativos procedentes de diversas tradiciones. Como los Morel, po33 Colandre, 1827. 34 «Vu les articles 35 et 36 de la loi du 19 Ventôse an XI, et l’article 60 du Code Pénal, les articles 32 et 36 de la loi du 25 germinal an XII, et l’article unique du décret du 29 pluviôse an XIII: Les articles 194 du Code d’Instruction criminelle et du Code Pénal, qui tous ont été lus par le Président à l’audience et sont ainsi conçus… Le tribunal déclare Guido Bennati coupable d’avoir, en août et septembre 1865, à Lille, exercé sans diplôme la médecine et la chirurgie en prenant le titre de docteur: En conséquence, le condamne à une amende de mille francs. Coupable d’avoir aux dits lieux et temps débité des drogues et préparations médicamenteuses, sur les places publiques et annoncé par affiches imprimées des remèdes secrets, En conséquence, le condamne à une amende de six cents francs. Coupable d’avoir aux dits lieux et temps vendus des remèdes secrets, En conséquence le condamne à une amende de six cents francs». A Colandre se lo declara cómplice y condenado a pagar las mismas multas. Ambos cargaron, además, con los gastos del proceso. 35 En 1859 los Morel le propusieron a Michel Zaborowski, médico de Saint Maixent, trabajar para ellos por 2.000 francos al año, “supervisando” y firmando las recetas de Morel. Los esposos Morel ganaban unos 15.000 francos al año. Cf. Anónimo, 1865.
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seían herbarios y libros de medicina, de antropología y de fisiología y recetaban tisanas de raíces, pomadas, baños, fricciones de aceite, cataplasmas de hojas, leche de cabra, dátiles, almendras y régimen de comidas procedentes de las materias médicas animales y vegetales circulantes en Europa, originadas en las más diversas tradiciones médicas. Por otro lado, el fin de siglo recuperó antiguas prácticas, de supuesta raíz paracelsiana, para la confección de procedimientos y medios curativos a través del poder de las piedras, los metales, los amuletos y objetos originados en las “momias”.36 Esta medicina “simpatética” se superpuso al estudio de la materia de los tres reinos de la naturaleza, promovida por los partidarios del magnetismo animal y por las ciencias naturales en desarrollo. De esta manera, las piedras y los metales podían ser estudiadas como conductores de fluidos con intenciones curativas y físicas, sin poder distinguirse siempre qué tipo de objeto constituían. Bennati, como veremos en el apartado siguiente, viajó a América con antigüedades y objetos adquiridos en Europa y, a través de sus itinerarios americanos, se proveyó de otros que favorecieron que, con acertada gracia literaria, se ganara el mote de “Cagliostro americano”. GUIDO BENNATI Y LA HUMANIDAD DOLIENTE DE LAS PROVINCIAS DE CUYO Luego del juicio en Lille y la apelación en Douai, Bennati partiría hacia América del Sur donde, por más de treinta años, haría uso del título de Comendador, curando a los pobres, estableciendo hospitales y obteniendo distintas posiciones en los gobiernos de las provincias argentinas, bolivianas y paraguayas. Como en Francia, Bennati volvió a crear una sociedad de dos personas; con Vicente Logatto, su futuro yerno,37 estableció la “Comisión o Sociedad Científica Médico-Quirúrgica Italiana”. No se trataba de una comisión oficial: no había sido designada “por ningún Rey, ningún Emperador y por ningún Presidente de la República en su calidad de mandatario de ningún Pueblo”. Sus integrantes la definían como “una Comisión de hombres eminente humanitarios que tiene por objeto no solo defender los derechos del hombre, sino también la obligación contraída 36 Cf. Schott, 1998; Clarence, 1927. 37 Debo este dato a la historiadora Paula Peña del Archivo Histórico de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.
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de ilustrar la especie humana, no con teorías sofistas vulgares, sino con hechos prácticos de verdadera caridad de beneficencia”.38
La Comisión inició sus actividades en América del Sur en 1868; dedicada a curar enfermos, para 1876 registraba en sus libros veintiún mil setecientos noventa y cinco curados gratuitamente. Las tareas de la Comisión o Sociedad Médico-Quirúrgica se repetían en cada ciudad que se instalaba respondiendo, más o menos, al mismo patrón: contactos con las damas de la sociedades de beneficencia para ofrecer la atención gratuita de los enfermos a su cuidado, con los caballeros del Gobierno para certificar diplomas habilitantes de la práctica de la medicina, asesoramiento a los gobiernos locales en materia de salubridad y obras públicas, ofrecimiento de provisión de datos y muestras de recursos en intercambio de credenciales y permisos para circular libremente por los territorios de dichos gobiernos, atención de los heridos de guerra, organización de exposiciones para promover y evaluar la riqueza de los territorios explorados. También forman parte del patrón los conflictos con los pacientes, las denuncias por falsificación y práctica ilegal de la medicina y una llamativa superposición con situaciones sociales e históricas particularmente teñidas de revolución o levantamiento local. Lejos de causarlas, Bennati y Logatto se aprovecharían de ellas para actuar en todos los intersticios de un Estado que no logra imponerse y entre una audiencia que celebra la propaganda y los títulos europeos. Garzón Maceda refiere que un doctor “J. Benati” ejerció la medicina en la ciudad de Córdoba entre 1866 y 1871, cuando pasó a Rosario de Santa Fe, dejando fama de excelente cirujano y una copiosa clientela civil a los Dres. Modesto Leiva y Mateo Molina.39 Su pericia de cirujano se demostraba en la operación gratuita de pobres. En abril de 1869, recibía el encargo del Gobierno de Córdoba de operar a Dolores Acosta, soldado pobre e inválido, en el hospital de esta ciudad. Aparentemente, Bennati hacía uso frecuente de dicho hospital para operar enfermos pobres autorizado por Mateo J. Molina, el protomédico de la provincia40 y apañado por la Sociedad de Beneficencia de San Vicente de Paul del Barrio San Francisco. Así en 1867, esta sociedad reconocía sus obras de caridad, curando y operando gratis, y pedía, en nombre de la humanidad, el auxilio de su ciencia para 38 Diplomas i documentos, III. 39 Garzón Maceda, 1916, 272. Leiva ejerció el cargo de protomédico en 1874. 40 Diplomas i documentos, 88.
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tratar al pobre de solemnidad Pedro Nolasco Torres. Para este paciente la Sociedad había preparado una pieza cómoda en el hospital, donde organizar la visita de Bennati, ser operado o recibir el método de tratamiento que este quisiera prescribirle. Bennati, en Córdoba, urdió sus contactos a través de los caballeros del protomedicato y la sociedad de beneficencia provincial que, en este caso, estaba dirigida también por los doctores de la institución reguladora de la práctica médica. Bennati —sagaz observador de las costumbres— recurriría a la capacidad de los médicos para combinar sus vinculaciones sociales con la influencia doméstica. Esta habilidad, presentada como virtud por Garzón Maceda y denostada por Eduardo Wilde en “Tiempo perdido”, consistía en desarrollar el ascendiente del médico como consejero “en la ordenación de los actos que conducen al bienestar individual y colectivo” que “ponen en sus manos resortes diversos que empleados con discreción, habilidad y honradez, pueden convertirse y se han convertido siempre, según lo atestigua la historia, en medios que le conducen sin dificultades ni violencias a las altas posiciones desde las cuales han influido y ha contribuido a las grandes evoluciones políticas y sociológicas del país”.41 Así, el Comendador Bennati se vinculó con la sociedad mendocina en febrero de 1869, cuando se inscribió —probablemente desde Córdoba— en la convocatoria abierta por la Societé Française de Secours Mutuels a los fines de establecer una asociación de beneficencia para favorecer a los franceses residentes en la ciudad. Bennati confiaba en la incomunicabilidad entre los franceses del Nuevo y Viejo Mundo; aunque por entonces no se habían cumplido cinco años del “escándalo médico”, Lille quedaba muy lejos de Mendoza. En marzo de 1870, Bennati se hacía conocer en San Juan. Con cierta irritación, el Presidente de la Nación desde Buenos Aires le escribiría a su hija Faustina: “He visto en los diarios de por allá que Benatti y Ca. ha curado dos mil pacientes. Como en todo San Juan, sin Jachal, no hai cuarenta mil habitantes, resulta que hubo un enfermo para cada veinte habitantes!!! La regla en el mundo es uno por 200. Cómo se burlan los charlatanes de la credulidad del vulgo!”.42 41 Garzón Maceda, 1916, “Los médicos en la vida pública”, 292. 42 Carta de D. F. Sarmiento a Ana Faustina Sarmiento, Buenos Aires, 30 de marzo de 1870, Archivo Museo Histórico Sarmiento, Carpeta 12, n.º 1654.
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Ya en julio de 1870 fue nombrado socio honorario de la Societé Française de Secours Mutuels de Mendoza.43 En abril de 1871, las damas de la Sociedad de Beneficencia mendocina agradecerían sus ofrecimientos para ayudar a la humanidad doliente, expresados a través de donaciones en dinero y la asistencia a la clase proletaria por su “acreditada ciencia y renombrados estudios”.44 Todas estas acciones alimentaban el nombre de filántropo que rodeaba y acompañaba el itinerario del “inteligente y sabio cirujano Bennati”. En este marco de construcción de su propio nombre, Bennati no sólo llevó adelante el pedido de la Comisión Provincial de la Exposición Nacional, sino que demostró su arrojo por las causas de la civilización universal; a raíz de lo avanzado del invierno, la expedición fue atrapada en los Andes por un gran temporal que se sintió hasta en la misma ciudad de Mendoza. Los sacrificios y peligros afrontados por Bennati fueron parte del informe de la comisión provincial que, el 27 de junio de 1870, reportaba el recibo de tres cajones con minerales, petrificaciones y otros objetos, provistos de su catálogo alfabético. Estos se despacharon prontamente a Córdoba por la tropa de carros del Sr. Carlos Villanueva. Una condición puesta por Bennati determinaba que no se abrieran hasta su llegada a Córdoba, es decir hasta unos quince días antes de la inauguración del Palacio de la Exposición. La provincia de Mendoza enviaría 32 cajones de productos: 19 con vinos y licores de varias clases, cuatro con los objetos remitidos por el Comendador “Guido Bernatti”, una piedra de mármol verde, una de laja, una silla de montar mexicana, una cubierta de mesa de mármol alabastrino, un cajón con 25 clases de minerales, tejas y ladrillos, un grueso trozo de piedra mineral retobado en cuero, un cajoncito de tabaco de los Barriales, un cajón con cajoncitos de fideos, sémola, muestras de harina, afrechillo, cuatro clases de trigo, afrecho, avena, cebada, alpiste, almidón de trigo y harinilla; un cajón con 32 clases de hierbas medicinales, tres clases de lana indígena de guanaco, una de angora, un pellón de chio, otro de lino blanco, un poncho de lana de guanaco, un par de botas largas hechas con materiales del país, una planta de quillai y cáscara, algodón en rama y capullos, semillas de eucaliptos, de fresnos, una caña de sorgos sacarinos, semilla
43 Diplomas i documentos, 60. 44 Íd., 61-2.
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y tabaco.45 Los objetos se mandaron finalmente en consignación a Pedro Ramayo por la vía del Rosario, usando la tropa de Carlos González que partió de Mendoza el 26 de septiembre. Mientras tanto, Bennati había pasado a San Luis, donde en agosto volvía a ofrecer sus servicios profesionales a las damas de la Sociedad de Beneficencia local para curar gratuitamente a los enfermos que protegía la sociedad, conforme a los filantrópicos principios que profesaba el Comendador. Las damas aceptaban encantadas, pero con la tristeza de: “hacer presente a U. que, careciendo actualmente la sociedad de un hospital por haberse desprendido del que tenía, obedeciendo a intereses de gran importancia social, hasta hoy no le ha sido posible, sin embargo de sus repetidos esfuerzos, proporcionarse un local adecuado que sustituyera provisionalmente siquiera a aquel establecimiento, con cuyo motivo ha acordado la Corporación reservarse la oportunidad de utilizar su generosa oferta hasta tanto se realice el lijero trabajo que hoy se ha impuesto de reunir en un punto dado los enfermos que tiene a su cargo, consultando en ella el hacer menos onerosa o molesta la atención que estos le demanden”.46
La Sociedad de Beneficencia de San Luis, lejos de solucionar el problema de buscar y disponer de una casa particular adecuada donde pudieran reunirse los enfermos, se declaraba incapaz de hacerlo y consultaba con el Comendador dónde atender gratuitamente a los pobres.47 Paralelamente, Bennati solicitaba permiso al Gobierno de San Luis para realizar una excursión científica a las minas de la “Carolina”. El 17 de agosto el Gobierno agradecía, brindando todo su apoyo y su influencia moral dado que “además de cumplir un deber, llena una necesidad que el Gobierno la reputa de inmenso interés”.48 En tal sentido y en aras de utilizar en pro de la Provincia “los conocimientos que prácticamente va a obtener de esta expedición”, se decretaba nombrar en comisión al ciudadano Rafael Jiménez para que, asociado a Bennati, informara al Gobierno de lo ocurrido durante el viaje científico. En el mismo decreto, el Ministerio de Gobierno impartía órdenes para que la excursión contara con la protec45 46 47 48
BEN, 2, 51. Diplomas i documentos, 63. Íd., 66-7 Íd., 64.
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ción y cooperación decidida de todas las autoridades del tránsito.49 El 16 de septiembre Bennati estaba de regreso e informaba, según lo convenido, del resultado de su visita a las regiones de la Carolina y Cañada Honda que, según el Gobierno puntano, acreditaba el interés que ambas zonas tenían para el desarrollo de los elementos llamados a producir la riqueza y el bienestar de la provincia. Tres días más tarde, recibida la nómina de objetos, se conformaba la muestra que San Luis enviaría a la Exposición Nacional.50 En ese mismo mes de septiembre la alerta de peste de viruela, cuyos estragos ya se hacían sentir en algunos puntos de la provincia, lleva a la municipalidad de la Capital de San Luis a nombrar una comisión médica presidida por Bennati y compuesta por los doctores E. Lesage y Amando Causinet para vacunar a la población del municipio. Bennati, para entonces, había pedido que se pusieran a su disposición las piezas obtenidas en arriendo en casa de doña Beatriz Osorio. Allí se izaría la bandera de “Vacuna” los días que la comisión médica considerara oportunos. La Municipalidad de San Luis impartiría circulares a los jueces de paz de todos los cuarteles y partidos para hacer concurrir al local indicado a todo el vecindario de su jurisdicción a los efectos de vacunar a la población. El municipio, por otra parte, aceptaba la idea de arbitrar los medios para establecer un hospital aunque sea improvisado pero no la de cerrar las escuelas para evitar el contagio. En cambio, ordenaba a los profesores de los establecimientos no permitir la asistencia a clases de los alumnos inoculados hasta que se restablecieran de los posibles accidentes resultantes de la vacunación.51 Juan Pablo Saravia, de la Comisión Provincial de San Luis, se comunicaría en octubre con Eduardo Olivera, el responsable general de la Exposición de Córdoba, para presentar el desolador panorama de la ganadería, la agricultura y la producción de artefactos de la provincia.52 A Córdoba 49 Íd., 65. 50 Íd., 67-9. 51 Íd., 70-1. 52 “Siendo esta Provincia esencialmente ganadera, era de esperar que sus hijos quisieran mostrar en la Exposición los elementos de sus riquezas; pero combatido este producto desde muchos años ha, ya por los salvages del desierto, como por los distintos bandos que á pretesto de política, se han disputado la primacía, se encuentra hoy en un estado de postración tal, que casi ha desaparecido, encontrándose sus inmensos campos con los riquísimos pastos que contienen, sin que haya otros vivientes para aprovecharlos que las gamas y guanacos. En tal estado no hay uno solo ganadero que piense conducir una bestia a la Exposición, y si muchos que marchan a la Provincia del Litoral, para comprar ganados y
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sólo se podrían mandar unos cuatro bultos de objetos minerales y yerbas medicinales o tintóreas, algunas pieles y lanas, “todo recolectado por la Comisión para lo que hemos tenido que invertir ciento de los doscientos pesos bolivianos que el Gobierno le designó para sus gastos de escritorio, etc.”.53 Los otros cien se invertirían en el pago de fletes. Este cuadro de atraso, indolencia y egoísmo, de desaliento y tristeza frente a la falta de cooperación de parte tanto de las comisiones de campaña como del vecindario, contrastaba grandemente con la buena disposición del: “Hábil y laborioso viajero italiano Dr. Guido Benati quien actualmente se encuentra entre nosotros y que en una excursión que ha practicado al Departamento Mineralense de la Carolina ha recolectado infinitos objetos, algunos de ellos que siendo de gran utilidad eran desconocidos para nosotros, con los que ha llenado tres cajones y perfectamente acondicionados los ha puesto a nuestra disposición y serán remitidos en esta vez”.54
Mientras tanto, las intervenciones de Benatti en las medidas de salubridad y gobierno de San Luis continuaron: enviaba cuadros estadísticos de los enfermos atendidos por él desde su establecimiento en San Luis a fines de julio;55 propuso la prohibición y control del expendio público de carne de animales enfermos;56 integró una comisión junto a Germán AvéLallemant57 y Juan Pablo Saravia para examinar los materiales que se empleaban en la construcción del dique en el Potrero de los Funes —represa
repoblar sus campos, esperanzados en que según las medidas adoptadas por el Exmo. Gobierno Nacional, ellos serán protejidos contra las devastadoras invasiones de los indios. No es mas feliz la Provincia en su agricultura, (…); la constante ocupación de sus hombres en el servicio de las fronteras, ha encarecido y dificultado el servicio de peones al grado de haberse abandonado en una gran parte de la Provincia esta industria, prefiriendo proveerse en los artículos de primera necesidad de los mercados de Mendoza y San Juan (…) No carece de Artefactos la Provincia y podría presentarse en la Exposición, formando justa competencia muy especialmente en tejidos de lanas, mas como los que fabrican algo son generalmente gestes pobres que con frecuencia tienen vendidas sus obras antes de concluidas, no se puede esperar que hay uno siquiera, que se resuelva a pasar unos cuantos meses sin percibir el fruto de su trabajo, esperando el resultado de la Exposición”. J. Pablo Saravia a E. Olivera, San Luis Octubre 15 de 1871, BEN, 2, 52-3. 53 BEN, 2, 53. 54 BEN, 2, 53. 55 Diplomas i documentos, 74. 56 Íd., 72-3. 57 El documento dice “Jerman Ave Sallemanet”. Sobre Avé-Lallemant cf. Paso, 1974 y las publicaciones de Roberto Ferrari.
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que abastecería de agua a la capital— con facultad de prohibir el uso de los que no fuesen de buena calidad.58 Para noviembre de 1870, a raíz de la postergación de la fecha de la exposición por la epidemia de fiebre amarilla desatada en Buenos Aires, el Ministro de Instrucción Pública, Nicolás Avellaneda invitaba a los gobernadores de las provincias a concurrir personalmente o a enviar un delegado competente a los ensayos de máquinas agrícolas a realizarse el 15 de diciembre de ese año en los campos de experimentación preparados en Río Segundo, “a fin de que pueda a su regreso informar a V. E. y a los habitantes de esa Provincia sobre los resultados que presenten las máquinas, y las conveniencias que habría en que fuesen aplicadas al servicio de nuestra naciente agricultura”.59
Los comisionados tendrían, a su vez, la capacidad de inspeccionar los campos de culturas comparativas dispuestos en los alrededores de la ciudad de Córdoba, a fin de dar a conocer numerosas plantas que podrían —con distinto grado de dificultad— ser aclimatadas en la Argentina. El 3 de diciembre de 1870 se nombraba a Bennati como parte de la comisión que representaría al gobierno provincial de San Luis en los ensayos de máquinas agrícolas. La Comisión puntana estaría compuesta por dos miembros, D. Cristóbal Pereira y el Comendador, asignándole viáticos por doscientos pesos bolivianos a cada uno de ellos, con el compromiso de redactar una memoria detallada de sus observaciones para “contribuir a despertar el espíritu agrícola dormido entre los hijos de este suelo”.60 La gran fiesta de las máquinas en acción contó con la presencia de delegados de distintos grupos y niveles gubernamentales. El ministro Avellaneda representaba al Gobierno Nacional; los Dres. Costa y Uriburu al Gobierno de Buenos Aires, los Sres. Drysale, Oldendorff, Roldán, Videla, Villafañe, Richardson, Beaty y Hunt, los intereses comerciales de esta ciudad; Córdoba estaba representada por los Dres. Villada, Zorrilla, Roca, Augusto López, Alcalde, Olmeda, Lucas González, Delgado, Mayor Hall, M. Todd (del Banco de Londres), Loyd, Profesor Gould, Shaw y Carmona; 58 Diplomas i documentos, 71. 59 BEN, 2, 13. 60 Diplomas i documentos, 74-5.
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Rosario por Cecilio Echavarría (capitán del puerto), Sres. Bollaer, Blythe, Collingswood, Ledesma, Thomas, Laurence y Hall; Fraile Muerto por los Sres. Store, Puadle, Paul, Fenn, Dawson (quien también representaba a las minas de oro de las Sierras), Griffiths y Somerset; Cañada de Gómez por M. Hope y Mr. Perkins; colonia de Roldán, Montevideo por M. Jones, agente de máquinas de los señores Ruston y Proctor; Inglaterra por los Sres. Grigor y Fielding; las repúblicas del Pacífico por el Sr. Pizarro, inspector de alpacas; Paraguay por el Sr. José Machaine, comerciante; y la prensa de Buenos Aires por T. H. Mulhall, del Standard. El Comendador Dr. Guido Bennati se sentaba entre ellos como salvador providencial del buen nombre de San Luis en el concierto de la Exposición. Los ensayos de máquinas agrícolas, la salida al campo de unas pocas señoritas y unos dos mil hombres se presentaron como una sufrida causa patriótica, a cargo de los “voluntarios del progreso y vanguardia de la civilización”. Esta retórica apuntaba, principalmente, contra los “comerciantes, criadores de ovejas, corredores y Gobernadores de Buenos Aires que vivís en vuestras casas con lujo y comodidad conversando sobre el árido pasado, triste presente y glorioso futuro del país”.61 El 15 de diciembre por la mañana comenzaron las pruebas: cortar 3000 x10 metros en el menor tiempo y en la mejor manera. Las máquinas y el sol de esa mañana despertaron entusiasmo y lágrimas ante este triunfo de la civilización frente a la ignorancia. Avellaneda, luego de un almuerzo para más de cien personas, brindaría un discurso, seguido de las alocuciones de Olivera —“mariscal del progreso”—, Villada, Costa, Bouquet, Perkins, Arenales, Gould, Bennati, Larguía y Walcalde, cada uno de los cuales arrancaba vítores y emociones que “herían las fibras del corazón”. El único discurso escuchado con moderación parece haber sido el del profesor estadounidense Benjamin Gould, del observatorio astronómico, que al hablar en español sobre la agricultura y su íntima relación con la climatología, “fue escuchado con todo respeto”. Mayor fervor causó, en cambio, Bennati. No se conoce la reacción de Sarmiento ante la lectura de la crónica de la Nazione Italiana, que celebraba el bien ligado al elemento extranjero y mencionaba que “un cierto Bennati que se llama Comendador, Doctor e italiano, recitó un discurso en nuestro idioma, que precisamente por no entenderse fue
61 BEN, 2, 76.
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recibido con gritos de bravo, bravo”.62 Bennati compartiría así los honores oficiales con el astrónomo contratado para el observatorio de Córdoba y el ministro de un Presidente que lo tenía individualizado como un charlatán, aprovechador de la credibilidad del vulgo de su provincia natal. El sarcástico cronista de la Nazione Italiana mostraba que el predicamento del Comendador también obtenía aplausos entre los paladines del progreso que se habían dado cita en Río Segundo. El ensayo de máquinas agrícolas se extendió hasta el día 20. El 16 se realizó la visita a la quinta de Santa Ana, transformada en verdadera “quinta normal, con sus trabajos de agricultura, floricultura y la presentación de una variedad de legumbres”. El 31 de diciembre de 1871, los delegados Guido Bennati y Cristóbal Pereyra informan al Gobierno de la Provincia de San Luis sobre la exposición de máquinas agrícolas y la visita a Santa Ana. Mencionaban 120 máquinas diferentes para “labrar la tierra, pulir sus productos, abrir los surcos y experimentar las grandes ventajas que ofrece al trabajador el invento del genio”. En el informe se compara a las máquinas con armas y a su formación como un ejército vivificador, recomendándose qué trilladora, segadora, moledora de trigo o arado se podría adaptar mejor a los suelos de la provincia para el desarrollo de la agricultura en las llanuras de San Luis. Se sopesaban rendimientos y costes, recurriendo a todas las monedas en uso en la Argentina: bolivianos y patacones, según la región donde habitara el oferente de las máquinas. Se sugería, asimismo, la realización de una pequeña exhibición provincial para que el pueblo pudiera ensayarlas y observarlas directamente.63 Bennati, que se presentaba como un interesado en el desenvolvimiento de los diversos ramos de riqueza que encierra el Pueblo Argentino en toda su extensión,64 tendría oportunidad de exhibir una muestra de sus afanes en el gran palacio que se inauguraría un año después. EL PALACIO DE LA MEDICINA SIMPATÉTICA En Noviembre de 1870, el “alfalfar abandonado” donde se montaría la exposición se había transformado en el “más bello paseo de la República”, 62 “En el ensayo de máquinas agrícolas”, BEN, 2, 98. 63 Bennati y Pereyra, 187, BEN, 2, 281-7. 64 Bennati a Eduardo Olivera, 12 de febrero de 1871, BEN, 2, 258.
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con su jardín, la entrada principal en estilo gótico, restaurante y establos suizos, kiosco chinesco, las fuentes, el completo servicio de agua que satisfacía cada palmo del terreno, la pajarera morisca y el palacio; el comisario general alababa “el gusto y la prolijidad” de este agradable conjunto.65 Los surtidores de agua, el cuerpo de guardianes, las dos bombas de incendio y seis de riego recibidas de Inglaterra, que aseguraban superabundancia de agua, se volvían fundamentales para la seguridad del emprendimiento. Para entonces ya estaba decidida la postergación de la fecha de inauguración y los organizadores notaban un hecho curioso: las provincias más lejanas de Jujuy, Salta, Mendoza, Catamarca y Corrientes, con condiciones más desventajosas para el transporte, habían respondido con más entusiasmo, mientras que Córdoba, Santa Fe y Santiago del Estero no estaban representadas por un solo bulto. Esta indiferencia pública, las guerras de Entre Ríos desatadas por el alzamiento de López Jordán y otros obstáculos, tales como las seis invasiones de langostas, las hormigas, las vizcachas, las ratas, la seca y los hielos, no parecían disminuir las expectativas; los promotores de la Exposición, al igual que las cuatrocientas mil plantas, césped y flores importados de París, se adaptaban a los tiempos locales y resistían, gracias a los empeños de los pocos dispuestos a batallar por la imposición de la política sobre la naturaleza y la rebelión. El envío de muestras desde Buenos Aires o las otras provincias litorales debía recurrir a vapores fluviales hasta Rosario de Santa Fe y, desde allí, por el Ferrocarril Central Argentino hasta la ciudad de Córdoba y las caravanas de distintos propietarios que, con fecha fija, unían las distintas ciudades. Los pasajeros y la correspondencia podían circular, a su vez, por diligencias o mensajerías de empresas competidoras, que admitían equipaje y sobrepeso a precios bastante elevados. Buenos Aires se comunicaría con Córdoba por el ferrocarril solo en 1872. Como diría Sarmiento, el ferrocarril que llevaba a los expositores y a sus muestras ponía “en contacto industrial las sierras con las costas del Plata, señalando la vía por donde se desprenderán rocas de mármol de lo alto de la montaña, para acumularse en monumentos en las grandes ciudades del Litoral que, como la Mesopotamia, carecen de piedras de construcción”.66 65 BEN, 2, 16. 66 “Discurso de Sarmiento inaugurando las Obras del Ferrocarril de Córdoba a La Calera, 26 de octubre de 1871”, OC, 21.
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La falta de conexión de las provincias y la necesidad de concretarla a través de caminos, navegación fluvial y del ferrocarril con los puertos y los destinos del comercio serían dos de los tópicos que caracterizarían el diagnóstico que surgía de la visita a la exposición. Este problema no surgía de intereses del Gobierno Nacional sino de las mismas provincias: Salta, una de las provincias que movilizó más recursos para exponerse, hacía años que venía buscando una salida económica al eje del Paraná. Los productos exhibidos mostraban la obligación de concretarla. Los itinerarios posteriores de Bennati van a mostrar que esta dificultad por imponer una red nacional de comunicaciones y transporte facilitaba, entre otras cosas, la repetición y la recreación permanente de la identidad del Comendador. Las instalaciones de la Exposición Nacional de 1871 se hicieron sobre una superficie aproximada de diecisiete hectáreas, ubicadas sobre el Paseo Sobremonte. Se destacaba el llamado “Gran Palacio”. En esta construcción de tres naves, de 118 metros de largo por 32 de ancho, se exhibirían los productos nacionales y extranjeros. Parte del pabellón era de mampostería, sobre la que se alzaba el Palacio al que se accedía por amplias escalinatas.67 La construcción del mismo estuvo a cargo de “Marshall & Ricker”, la firma estadounidense que ganó la licitación para entregar las partes prefabricadas de hierro y madera con las que se montarían el Palacio, el Pabellón de Máquinas y dos quioscos. La exposición abrió sus puertas el 15 de octubre de 1871 con discursos de Olivera, Avellaneda y el presidente Sarmiento y cerró el 21 de enero de 1872, con sendos discursos y entrega de premios: 83 medallas de oro, 133 de plata y 103 de bronce. En esos tres meses visitaron la exposición miles de personas, que pudieron apreciar los 11.704 objetos —entre los que se contaban trece mil muestras minerales—, expuestos por 2.270 nacionales y 401 extranjeros. El Central Argentino, como era costumbre en todas las exposiciones, puso trenes especiales con rebajas de pasajes.68 En el pabellón central, las provincias exhibieron sus productos. La colocación de los objetos enviados para exponer en el Palacio de la Exposición Nacional se hizo en el siguiente orden: a la derecha de la entrada principal, Buenos Aires, Santa Fe, Corrientes, Jujuy, Salta, Tucumán y, al extremo derecho, América. A la izquierda, Córdoba, Catamarca, La Rioja, San Juan, Mendoza, San Luis y, 67 García Castellanos, 1988, 200. 68 Íd., 207 y 210.
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al extremo, Europa. Bennati intervino en el armado de las muestras de San Luis, La Rioja y parte de Mendoza. Los productos, en casi todas las provincias, se acomodaron en pirámides de dimensión considerable. Las aguas y los porotos mendocinos de Bennati (cf. Apéndice) se colocaron en “un estante en forma de pirámide de seis costados”, cuya última fila estaba ocupada por la colección de botellas de aguas termales.69 En la sección de Mendoza, las pirámides se repetían para exhibir unas 200 botellas de vino y aguardiente y frutas en aguardiente, dulces, confites, pastillas y muestras de frutos descarozados. Las muestras del Famatina de La Rioja, encargadas a Bennati por los mineros de ese cerro, también adoptaban esa forma: “Dentro de una regilla de madera, se encuentra la caprichosa construcción que imita el Cerro de Famatina, con una selecta y riquísima colección de minerales de dos mil muestras, pertenecientes al Comendador Bennati, entre los que sobresalen el oro y la plata, el bronce y el plomo. Es muy sensible que ni estén clasificados ni guarden una colocación científica. En seguida se da con una pirámide truncada de 3 varas y media de alto, que contiene la colección de metales mas rica de toda la Exposición”.70
Mientras el Presidente de la Exposición Eduardo Olivera arregló las provincias de Buenos Aires, la mayoría de las provincias estuvo a cargo del Dr. Lucas González:71 San Juan, Santa Fe, Catamarca, Salta, Jujuy, Santiago del Estero, Mendoza, Tucumán y Corrientes. Córdoba había quedado a cargo de Teodomiro Páez y Félix Olmedo. Queda por averiguar en qué modelo de exhibición se inspiraron para adoptar la pirámide (que también podría haber sido descripta como conos truncados) como forma que permitía apilar y exhibir los productos uno encima de otro y que no respondía a las cajoneras clásicas de los muebles mineralógicos instalados en los gabinetes desde el siglo XVII. La exposición de San Luis ocupaba 38,71 metros cuadrados.72 En primer lugar, presentaba una mesa con una colección de plantas medicinales 69 BEN, 2, 458-9. 70 “Rioja”, BEN, 2, 440. 71 Mendocino, nacido en 1829. Había estudiado en Europa. Posteriormente fue el director de la empresa que construyó el Ferrocarril Central Entrerriano. Cf. Bragoni, 1999. 72 “San Luis”, BEN, 2, 456-7. Según el cuadro de la distribución del área superficial del Interior, los metros habrían sido 38,11 (BEN, 3, 212). Siguiendo este cuadro, el área total del Palacio era de
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y tintóreas, así como algunos productos de agricultura. Más arriba, sobre la misma mesa, se exhibía una colección de minerales, algunos fósiles destrozados, muestras de sal, arenas auríferas del lavadero de Cañada Honda, así como muestras de oro y cobre de la mina de la Carolina, muestras de turba y de tinta, otras de alabastro y tres grandes trozos de esteatitas. La crónica señalaba: “Esta mesa, que es un verdadero mosaico, contiene un ídolo indio, una cabeza de pescado, unos estribos, baúles, dos bellísimos pichiciegos, algunos trozos de madera con excrecencias caprichosas, cuernos de ciervo, mates y porrones de barro, polvos para los dientes, pomada para las operaciones quirúrgicas, muestras pulidas de madera, semillas de piquillín, mates y porotos. Enseguida está una vidriera con el retrato del comendador Bennati, un álbum, muchas curiosidades, algunos instrumentos quirúrgicos, un monetario, una trenza de indio, anillos y cadenas, coronas de un notable tamaño y espesor”.73
Los pichiciegos perfectamente conservados —exhibidos también en la sección mendocina— constituyeron uno de los grandes logros de estas provincias; el cronista señalaba la rareza de estos animales en los museos europeos. Salvo los tres ejemplares de armadillo truncado que se conservaban en el Museo Público de Buenos Aires, debido a los cuidados del profesor Burmeister,74 no había más que siete ejemplares en todo el mundo. El valor zoológico se conjugaba con la atracción que estos animales tenían como icono de América del Sur. El resto de los objetos reunidos por Bennati (cf. Apéndice) muestran la variedad de sus intereses y cierta afinidad con las cosas utilizadas en los estudios sobre magnetismo animal, curaciones simpatéticas y elementos de las materias médicas animales y vegetales. Los recipientes, las bandas y tafiletes, los anillos y los cabellos podrían haber formado parte de la parafernalia médica de los Morel. Las aguas, los minerales y los fósiles, cuyo estado y orden se cuestionó, no tenían intención —Bennati tampoco tenía formación de geólogo— de mostrar clasificacio2.544,45 metros cuadrados, de los cuales 2.369,65 estaban dedicados a los países, 68,04 a sala de refresco y exhibición de estatuas (34,02 cada una) y 106,80 a las galerías para fotógrafos y para pinturas (53,40 cada una). La mayor superficie estuvo destinada a Inglaterra (322,45), seguida de la Pcia. de Buenos Aires (263,62), la de Córdoba (248,19) y Estados Unidos de América (207,89). Mientras que San Juan obtenía 171,97 metros cuadrados, Mendoza y La Rioja ocuparían 76,22 cada una. 73 BEN, 2, 457. 74 Cf. Podgorny y Lopes, 2008.
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nes científicas, sino de exhibir las sustancias que el Comendador empezaba a detectar en estos territorios para su tarea médico-quirúrgica. Sus instrumentos, medallas, pomadas y retrato coronando la exhibición puntana terminan de dar sentido a una colección que no hacía más que exhibir los recursos que conformaban el gabinete médico del Comendador de la Sultana. Con un criterio totalmente diferente, el catálogo de minerales y rocas preparado por Miles Rock clasificaba los artículos exhibidos como: minerales (sustancias inorgánicas que son elementos simples o compuestos químicos definidos que se encuentran en la naturaleza, se llaman especies minerales); rocas (los objetos inorgánicos que encontrándose en masas en la superficie del globo terrestre, sean duros, blandos, en granos, en polvo o líquidos. Las rocas son compuestos de una, dos o varias especies minerales, mezcladas mecánicamente), y productos metalúrgicos (todos los objetos inorgánicos que no se encuentran naturalmente, pero son producidos por las artes del hombre, por procederes mecánicos, metalúrgicos o químicos).75 En ese esquema, San Luis presentó 53 minerales (23 especies) y 23 rocas (16 especies), siendo superada en cantidad de especies por Córdoba (31 y 16), Mendoza (18 y 4), Jujuy (20 y 5), San Juan (44 y 13), Catamarca (59 y 25), La Rioja (31 y 7) y Salta (33 y 12).76 Miles Rock organizaba el desorden señalado en la disposición de Bennati, agrupando las sustancias como objeto de la mineralogía y arrancándolas de ese otro universo en el que, paralelamente, vivían Bennati y sus pacientes. Sería en el marco de la materia médica vegetal que Guido Bennati obtendría en la Categoría 31, octava sub-división, la mención honorable n.º 188 por varias muestras de plantas medicinales (n.º 66 y 67 del catálogo). Además, recibiría la mención n.º 217 por tres cueros curtidos, un cuero de Ampalagua y tafiletes de color (n.º 71 a 73 del catálogo),77 contenidos estos últimos en una enorme pirámide de cinco metros y medio de alto.78 Asimismo, lograría la mención especial número 462 “por su laboriosidad en los trabajos de la Esposicion”.79 Bennati, con las dos menciones para 75 Rock, 1871, 73. Miles Rock tenía un título de ingeniero civil de la Universidad de Lehigh en los Estados Unidos, donde había actuado como profesor de mineralogía y geología. Cf. Hodge, 1971. Debo este dato a Marina Rieznik. 76 Íd., Cuadro p. 93. 77 BEN, 3, 328 y 412-3. 78 BEN, 2, 457. 79 Íd., 425.
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San Luis y el premio a su esfuerzo personal, no lograría evitar que esta provincia fuera la que obtuviera la menor cantidad de premios y menciones.80 La crónica adjudicaría este estado de decaimiento de la provincia a la montonera, a las luchas recientes y a la falta de seguridad de sus fronteras frente a las “depredaciones de los salvajes”. San Luis, destinada por la naturaleza a la cría de ovejas, vacunos y caballares, a la producción de frutos, a la agricultura y a la producción minera, mostraba en cambio que “la pobreza tenía nombre entre nosotros”. Similares causas habrían actuado en La Rioja: teatro de caudillos bárbaros como el Chacho Peñaloza y Santos Guayama, la provincia debía atraer al labrador que volviera a sembrar allí, donde habían azotado huracanes y terremotos humanos. La exposición, a pesar de los pedidos para aplazar la fecha de clausura por parte de algunos vecinos de la ciudad, cerró el 15 de enero de 1872, debiendo retirarse los objetos entre esa fecha y el 31 del mismo mes. La Comisión Directiva, hasta el 10 de enero, escuchó ofertas para la compra de existencias, incluyendo en esa venta desde el Palacio hasta las plantas y las macetas.81 Gran parte de las muestras de maderas y minerales, entre ellas las de las provincias de San Luis y Mendoza, fueron obsequiadas por la Comisión Directiva a la Universidad de Buenos Aires en abril de 1872.82 Bennati, para entonces, estaba en camino hacia Entre Ríos, donde repetiría sus hazañas médicas y recibiría —una vez más— medallas y condecoraciones en agradecimiento a su devoción por la causa de la humanidad doliente. Esta no sería la última oportunidad en que los objetos recolectados por el Comendador terminaran incorporados a las instituciones universitarias y académicas argentinas. Los itinerarios de sus colecciones nos recuerdan que, tras cualquier roca exhibida en un museo argentino, se pudo haber escondido la mano del “summo operatore” y que los objetos científicos pueden resultar del cruce de las más diversas tradiciones. COMENTARIOS FINALES La Exposición Nacional de Córdoba cobijaría las colecciones reunidas por un personaje que, sin duda, representa los saberes del siglo 80 Seis en total, frente a las noventa y dos obtenidas por Buenos Aires. 81 BEN, 3, 158. 82 Íd., 452-6.
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XIX en toda su complejidad. El Palacio de la exposición cordobesa se transformaría en tribuna de exhibición de unos objetos que bien podrían ser vistos como muestra de las riquezas naturales de las provincias cuyanas, pero también como elementos de una terapéutica bastante lejana a las intenciones del decreto del Poder Ejecutivo. El discurso y el lugar de Bennati en los ensayos de las máquinas agrícolas recuerdan que, en el nivel de las prácticas, el espíritu de la empresa para nada estaba reñido con la promoción de la medicina de corte simpatético, el magnetismo animal y la simulación social. El análisis de las exposiciones, estos espacios pensados para enormes masas de público paseando por lugares de existencia efímera, no nos conduce directamente a los modos de ver y de interpretar de ese público o a saber si dicho plan de exhibición fue decodificado o no por los visitantes. En este trabajo intentamos demostrar que los objetos exhibidos por Bennati exponen y representan una suma de tradiciones que combinan sus itinerarios culturales y los del público que las mira. Para 1884, cuando Bennati ya está en Buenos Aires, la Orden Asiática de Moral Universal había caído casi definitivamente en el olvido, tal es así que cuando el estudioso Brichaut publica una colección de medallas masónicas, en el primer número de ese año de la Revista Belga de Numismática, no sabe cómo explicar la procedencia de un extraño distintivo que lleva el nombre de DELDIR y el de Dios en caracteres hebraicos.83 Para ese entonces, la falsificación de títulos y honores en la Argentina también había surgido como problema, inherente a la expansión de las mercancías y los bienes simbólicos del mundo burgués decimonónico. Casi en la misma fecha, “El Mosquito” de Buenos Aires satirizaba sobre las medallas obtenidas en las ferias, exposiciones provinciales y nacionales, como objeto de sospecha, denunciadas como parte de un vulgar comercio. El Comendador de la Orden de la Sultana Mogol representa, como ella misma, un magnífico ejemplo de las tecnologías creadas en el mundo burgués para sostener la realidad de los objetos y los hechos más disímiles, incluyendo la identidad civil de ellos mismos. Guido Benatti y Alina d’Eldir supieron colarse por todos los rincones de la modernidad, convenciendo por igual a pobres y ricos, eruditos y analfabetos, que, a su vez, recurrieron a la ambigüedad de estos personajes para impulsar sus propias ideas y, en el caso argentino, la obra de la civilización y el progreso. Sus 83 Comte de Marsy, 1884.
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propias identidades y las curaciones que realizan, pasando por los objetos coleccionados y las medicinas que redescubren en el pasado milenario de Asia o de América, tratan de un delicado montaje que funciona en una sociedad dispuesta a creer en los testimonios colectivos a través de la prensa y los medios visuales del siglo XIX. Hace bastantes años, el historiador E. Carr afirmó que el siglo XIX fue una época amante de los hechos. Deldir y su comendador Bennati muestran que, en efecto, se trató de un siglo donde el amor a los hechos fue tal que, por obra y gracia de la burguesía, éstos proliferaron de manera extraordinaria.84 BIBLIOGRAFÍA Anónimo, «Nécrologie. M. le Marquis de Fortia d’Urban». Bulletin de la Société de l’Histoire de France, 8, 1843-4, 141-145. Anónimo, Prévention d’exercice illégal de la médicine et de vente de remèdes secrets. Mémoire pour M. Bennati chirurgien —opérateur, commandeur de l’ordre asiatique du Grand-Mogol et M. Colandre, Docteur en médecine. Paris, Impr. Renou et Maulde, 1865. Anónimo, Procès Morel. Exercice illégal de la médecine, magnétisme, escroqueries, blessures par imprudentes. Niort, Tribunal Correctionnel de Niort, 1865. Anónimo, Diplomas i documentos de Europa y América que adornan el nombre del Ilustre Comendador Dr. Guido Bennati, publicación hecha para satisfacer victoriosamente a los que quieren negar la existencia de ellos. Cochabamba, Gutiérrez, 1876. Bigsby, Robert, “Ordre Impérial Asiatique”. Notes and Queries, 4/5, 1870, 512-6. Bragoni, Beatriz, Los hijos de la revolución: Familia, negocios y poder en Mendoz en el siglo XIX. Buenos Aires, Taurus, 1999. 84 Este trabajo forma parte de un proyecto sobre los itinerarios de Guido Bennati que reconoce el apoyo de los siguientes subsidios y becas de investigación: Beca Félix de Azara (Biblioteca NacionalArgentina) y PIP 5675 (CONICET). Los materiales de la BNF pudieron ser consultados gracias al PICT ET 2005 32111 BID 1728/AR (FONCYT) y al Programme d’Accueil des Professeurs Invités à l’Université Paris 7 Denis Diderot (PAPI). Asimismo quiero reconocer la ayuda de Charito Baldomar, Marie-Noëlle Bourguet, María Caldelari, Máximo Farro, Roberto Ferrari, Susana García, Cristina Iglesia, Tatiana Kelly, Julia Kursell, Philip Kitzberger, Maribel Martínez Navarrete, Adriana de Muro, Paula Peña, Apolo Nolasco Prémoli, Marina Rieznik, Carlos María Romero Sosa, Raymond Josué Seckel, bibliotecarios y archiveros de las bibliotecas del Museo de La Plata, BNF, Biblioteca Nacional, Museo y Archivo Histórico Sarmiento, CARAN y Staatsbibliothek zu Berlin.
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APÉNDICE Exposición Nacional en Córdoba. Catálogos de los Productos Nacionales y estranjeros presentados a la Exposición Nacional, Volumen cuarto, Catálogo General-Suplemento Catálogo de Mineralogía, Buenos Aires, Imprenta, Litografía y Fundición de Tipos a Vapor, 1872. Provincia de San Luis, 113-120. Primer Grupo Séptima Clase Categoría 7 Números: 1. Un album incrustado en oro y montado en piedras preciosas, dado al expositor en Catamarca por servicios prestados a la humanidad doliente… D. Guido Bennati. Categoría 10 2. Varios instrumentos quirúrgicos, siendo algunos inventados por el expositor… D. Guido Bennati. 3. Un par de llaves para sacar muelas… íd.
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4. Una cantidad de frascos conteniendo objetos extraidos por el expositor, por medio de dificultosas operaciones quirúrgicas… íd. Quinta Clase Categoría 19 5. 6. 7. 8. 9.
Un pañolón de lana de vicuña, para señora… D. N. Avellaneda. Un sombrero de lana de vicuña… íd. Una frazada de lana trabajada por los indios del Chaco. D. Guido Bennati. Dos ponchos, uno de lana de vicuña y el otro de lana… íd. Dos bufandas de lana de vicuña, trabajadas por la Srta. Dolores Gutiérrez… íd. 10. Un corte de vestido de íd.… íd. Categoría 21 11. Varias franjas del siglo XIII, trabajadas a mano… G. Bennati. 12. Varios pañuelos, delantales y fundas de almohadas del siglo XV, de variada labor, hecha a mano… íd. 13. Varios encajes de los siglos XIII, XIV, XV y XVI, colección de piezas de distinta labor hechas con hilos de cáñamo… íd. 14. Dos fundas de almohada; dos cintas y un delantal, todo bordado con cáñamo y seda, … íd. Categoría 25 15. Un cortaplumas de ocho hojas, trabajadas por un aficionado… D. Guido Bennati. Categoría 26 16. Un anillo de oro del siglo XIII, de la orden de los caballeros de Malta… íd. 17. Un collar de plata de la mina “Santo Domingo”… íd. 18. Un prendedor de plata, trabajado por los indios, para su uso… íd. 19. Un anillo antiguo… íd. 20. Dos botones antiguos de plata, para puños de camisa… íd. 21. Dos collares de plata de la mina “Santo Domingo”… íd. 22. Dos prendedores de plata trabajados por los indios para su uso… íd. 23. Una cruz de id… íd. 24. Dos anillos de plata… íd. 25. Ocho pares de carabanas trabajadas por los indios del Chaco… íd.
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26. Once monedas de las que circulan entre los indios, seis de dos reales y cinco de a real… íd. 27. Dos monedas de oro, treinta y una de plata, ocho de cobre y una de plomo… íd. 28. Un collar de monedas de plata romanas, encontrado en las excavaciones de Pompeya, en el cuello de una Vestal… íd. 29. Otro collar con pendientes de lo mismo y de la misma procedencia. 30. Un ídolo de bronce, representando un gladiador, de la misma procedencia. 31. Una hebilla de bronce de los antiguos esclavos romanos… íd. 32. Una medalla de seis onzas de oro, donada al expositor en San Juan, por servicios prestados a la clase menesterosa y a la Sociedad de Beneficencia. 33. Una cadena de oro de 225 gramos y un sello de oro del siglo XV, con pesos de una onza… íd. Segundo grupo Sexta clase Categoría 28 34. Dos onzas de oro de un lavadero de la Provincia, D. N. Avellaneda. 35. Piedra de oro y plata de “La Carolina”… G. Bennati. 36. Ocho onzas de oro variado del mismo lugar… íd. 37. Pepitas gruesas de oro del lavadero de la Cañada Honda… íd. 38. Una piedra con una inscripción en relieve, hallada en la Estancia “Santa Rita”… íd. 39. Punta de hierro de un látigo, usado para castigar a los esclavos romanos… íd. 40. Alabastro de la cordillera de los Andes… íd. 41. Una colección de piedras y minerales cuyo detalle figura en el Catálogo especial de Mineralogía… íd. 42. Varios minerales… íd. D. F. D. Rickard. 43. Arenilla de “La Carolina”… la Comisión Provincial. 44. Colección de piedras, tierras y sales (detalladas)… Comisión Provincial. 45. Colección de varios objetos, como sigue: A. Crisol refractario de piedra de sapo, B. Piedra blanda del cerro “La Carolina”, C. Arena del lavadero de oro de la Cañada Honda, D. Mineral de Oro y cobre de “La Carolina”, E. Turba
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combustible, F. Ídolo indiano, de barro cocido, G. Petrificación conteniendo antimonio, H. Dos cántaros de barro… D. Guido Bennati. Categoría 29 46. Un monetario de madera de caldén, de San Luis, en forma de libro… íd. 47. Dos pares de estribo de madera, al uso de Chile… íd. 48. Colección de maderas de construcción, etc. (detalle)… Comisión provincial. Categoría 30 49. Una colección de fósiles, huesos de mastodonte y de tartarugo, encontrados por el expositor… G. Bennati. 50. Concreción petrosa, hallada en el estómago de un huanaco… íd. 51. Una muela de mastodonte petrificada… íd. 52. Dos pichiciegos embalsamados… íd. 53. Dos cueros de tigre… Comisión Provincial. 54. Dos cueros de león… íd. 55. Un íd. de vicuña… íd. 56. Dos íd. de zorra… íd. 57. Un íd. de jabalí… íd. 58. Dos íd. pequeños de hurón… íd. 59. Un íd. grande de id… íd. 60. Un íd. de gato montés… íd. 61. Un íd. de zorrino… íd. 62. Achote, materia tintórea, valiosa… íd. 62 A. Dos cueros de león… Guido Bennati. 62 B. Cabeza de un pescado desconocido… íd. 62 C. Asta fenomenal de un ciervo… íd. 62 D. Goma de algarrobo… íd. 62 E. Íd. de brea… íd. 62 F. Huano vacuno, utilizable para edificios… íd. 62 G. Nidos de pájaros. Categoría 31 63. Dos vellones de lana… Comisión Provincial. 64. Una colección de plantas y cáscaras tintóreas, como sigue: A. Clavellillo (tinte verde), B. Grana o cochinilla (punzó), C. Algarrobillo (negro), D. Mistolillo
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(café, úsase también esta cáscara para curtir suelas), E. Romerillo (amarillo), F. Quebrachillo (amarillo), G. Quillo (para lavado de ropa de lana), H Socondo (colorado)… íd. 65. Una colección de yerbas medicinales como sigue: A. Romerito, B. Vira-Vira, C. Topasaire, D. Salvia, E. Pinado, F. Doradilla, G. Calaguate, H. Tramontana, I. Perlilla, J. Escorzonera, K. Mechoacan, L. Telalú. 66. Una colección compuesta de veinticuatro variedades de plantas y de cáscaras medicinales, recolectadas por el expositor, entre las cuales figuran gran parte de las anotadas bajo los números 64 y 65, y otras, de otras especies, todo ello como sigue… Guido Bennati. A. Yerba llamada “Quirquincho”, de la familia de los teches, B. Capel-vena ordinario de la Carolina, C. Capel-vena lungi folli, D. Sen, medicinal, E. Cardo del Cerro, F. Telchia, G. Malva, H. Luma, I. Tramontana, J. Solanos Jabonaria, K. Argentífera, L. Carqueja, M. Tomillo, N. Escorzonera, O Troxinus Ormus (té pilotífugo), P. Quilloquillo, Q. Fruta de Quebracho, R. Tusca, S. Altamisque, T. Tinticaco, U. Chañar, V. Pichana de Perro, X. Brea, Y. Algarrobillo. 67. Una colección de raíces tintóreas, útiles también para la curtimbre… íd. Categoría 34 68. Dos cueros de cabra… Comisión Provincial. 69. Cuatro cueros de cabrito… íd. 70. Un cuero curtido de cerdo… íd. 71. Tres cueros curtidos… G. Bennati. 72. Uno íd. de ampalagua… íd. 73. Una colección de tafiletes de colores… íd. Categoría 40 74. Una balancita para pesar monedas… Guido Bennati. Tercer Grupo Octava Clase Categoría 80 75. Un huevo de gallina, conservado durante año y medio… D. Guido Bennati. Categoría 50 76. Fréjoles (porotos) de tres clases… Comisión Provincial. Categoría 52 77. Seis botellas de vino, elaborado por Mariano Varela… Comisión Provincial.
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Provincia de Mendoza, p. 98, 101, 103, 106. Segundo Grupo Sexta clase Categoría 28 14. Un vaso deforme, encontrado en las ruinas de la ciudad de Mendoza después del terremoto… G. Benati. Categoría 30 46. Huano de huanaco… D. Guido Bennati. Categoría 32 63. Una colección de aguas minerales y termales como sigue… D. G. Bennati A. Dos botellas, agua termal de la boca del Río, B. Siete, del Puente del Inca, C: Tres, del baño de Borranueva, llamado del Obispo y conocida después del terremoto de 1861, D. Cuatro de Borbullon, E. Una de Villavicencio. Tercer grupo Octava clase Categoría 46 76. Maíz cultivado por el sr. Lallame… D. G. Bennati. Categoría 50 83. Un tarro conteniendo fréjoles, cultivados por el Sr. Lalanne… G. Bennati. Provincia de La Rioja, pp. 165-6. Segundo grupo Categoría 28 26. Una colección de minerales de las provincias Rioja, San Juan, Catamarca, San Luis y Mendoza, y cuyo detalle figura en el Catálogo especial de Mineralogía, dispuestos todos ellos por el expositor mismo en un gran grupo, con la configuración del Cerro de Famatina (Plata Nativa, blenda en dolomita, pirita y cristales de dolomita, galena, barita, proustita, Argentita, Pirargirita, Limonita, cuarzo)… Guido Bennati. 38. Varias piezas de plata piña, rosicler, cobre trabajado en forma de plantitas, etc. etc., que se encuentran entre los minerales del modelo del Cerro Famatina… Guido Bennati.
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Catálogo de los minerales y las rocas representadas en la Exposición Nacional de la República Argentina en Córdoba, 1871, por Miles Rock, C. E., astrónomo ayudante en el Observatorio Nacional Argentino. San Luis (p. 23-5) 41 Número de muestras y nombre de las especies y localidades. I. Minerales 215 Pirita (Cristal, cubo) y Chalcopirita en Eschista talcosa, Carolina. 216 Chalcopirita y Melaconita, íd. 217 Crisócola y Cuarzo Verde. 218 Pirita, cristales, el cubo, sobre eschista talcosa, Mina Angelita, 5.º Departamento. 219 Cuprita, incrustada por malaquita, con pipidolita, íd. 220 Oro nativo y Crisócola sobre piedra arenisca roja, Portezuelo de los Andes, 7.º departamento. 221 Oro nativo y crisócola sobre haspe moreno, íd. 222 Crisócola y Crupita en cuarzo-Sierra de la Comita. 223 Crisócola en cuarzo, íd. 224 Malaquita, Cuprita y cuarzo verde. 225 Cuprita, Crisócola y cuarzo. 226 Íd. 236 Galena. 237 Plata nativa, blenda cristalina y cristales de argentita de las formas de cubo y octaedros combinados (0.1). Panconta. 238 Chalcocita y Calcopirita, San Francisco, 7.º departamento. 239 Chalcocita, Calcopirita, Cuarzo, 7.º departamento. 900 Galena, Limonita, Malaquita-Carolina. 901 Cristal de Roca, Arenal. II. Rocas 292 Cuarzito, Cerro Blanco. 293 Basalto-Cerrillo de la Carolina. 294 Granito, cerros de la Carolina. 295 Pórfido, íd. 296 Granito, íd.
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Saint Louis 1904. Argentina en escena1 Marta Penhos Las grandes exposiciones de la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX pueden pensarse como un conjunto de escenarios en los que los países tenían la oportunidad de jugar un papel, de proyectar una imagen, de acuerdo con una selección de elementos relacionados con los proyectos de nación que cada uno llevaba adelante. Parece sugerente entonces abordar el análisis de los envíos nacionales como representaciones, buscando desentrañar su doble dimensión, “la dimensión ‘transitiva’ o transparente del enunciado, toda representación representa algo; la dimensión ‘reflexiva’ u opacidad enunciativa, toda representación se presenta representando algo”, en palabras de Louis Marin.2 Como toda representación, los envíos a las exposiciones estaban en lugar de lo representado —un país, en la forma de estado-nación— a la vez que se presentaban ellos mismos con ciertas características y a través de ciertos dispositivos que las hacían más o menos eficaces y persuasivas en función de aquellos proyectos. La serie de exposiciones universales o internacionales que se suceden a partir de la de Londres (1851) plantea la existencia de una cadena progresiva en la que cada eslabón se imbrica en el anterior, pero con la exigencia ineludible de superarlo. Cada feria compitió con su antecesora en tamaño, grandiosidad y opulencia. Cada una desplegó en diferentes escenarios el drama de la cultura de Occidente entre dos siglos clave. La idea de la competencia daba sentido a la cadena, mientras que reforzaba la 1 Este texto es una versión corregida y actualizada de “Saint Louis 1904. Argentina on scene”, en Volker Barth, Identity and Universality. A Commemoration of 150 years of Universal Exhibitions. Paris-Wien, Bureau International des Expositions, 2001. 2 Cit. por Chartier, 1996, 80.
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necesidad de las naciones de presentarse y representarse ante sus pares en las exposiciones. Uno de los escenarios en los que se midieron los éxitos de las naciones que se consideraban civilizadas fue, sin duda, la sección de bellas artes, inexistente en la exposición del Crystal Palace, pero con creciente importancia desde la de París en 1855. El desarrollo de “escuelas nacionales” de arte, el prestigio internacional que adquirían los países que las poseían y la expansión del mercado para los artistas que lograban reconocimiento en las ferias fueron algunos de los motores de ese crecimiento. Sin duda, tanto los países organizadores de las exposiciones, como aquellos que acudían a ellas pensaron sus logros artísticos como uno de los índices del lugar que ocupaban en el orden mundial, y pusieron especial cuidado en su exhibición. El catálogo de la sección de bellas artes de la Exposición Colombina de Chicago (1893), por ejemplo, muestra algunos aspectos de la construcción de una imagen de nación en términos artísticos, en relación con una geografía jerárquica del mundo: “presentaba en primer término las obras de los Estados Unidos y enseguida las de Francia. Luego seguía una larga lista de todos los países que habían tenido representación en el palacio de Bellas Artes”.3 Junto con los pabellones de bellas artes, otros escenarios captaron la atención de los organizadores y el público, sobre todo aquel que mostraba el progreso tecnológico, con grandes y sofisticadas máquinas que los visitantes pudieron observar en acción. La producción artística y las maquinarias industriales terminaron siendo los dos espejos privilegiados en los que quedaban reflejados los alcances del lema “orden y progreso”.4 Además, se realizaban congresos científicos en los que se discutían descubrimientos y avances del conocimiento, mientras que la competencia y la rivalidad se potenciaban en certámenes deportivos, como fue el caso de los Juegos Olímpicos de 1904. Y el gusto occidental por el exotismo se expresaba en pabellones orientales, africanos y americanos, arquitecturas extravagantes en los que los tipos humanos, las vestimentas y las costumbres daban vida a las estampas de los álbumes de “usos y costumbres”, que los europeos consumían ávidamente desde el siglo XVIII. 3 Malosetti Costa, 2001, cap. VII. En su estudio del campo artístico del Buenos Aires finisecular, la autora incluye un análisis del arte argentino dentro de la exposición de Chicago 1893. 4 Rydell, 1984.
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Este artículo explora los diferentes escenarios en los que apareció representada la República Argentina en la Exposición Universal que se celebró en la ciudad norteamericana de Saint Louis (Missouri) en 1904, con motivo de cumplirse el centenario de la compra del territorio de la Louisiana a los franceses. En esa oportunidad, los diferentes envíos mostraron presente y pasado de una de las naciones más pujantes de América Latina. Se trató de una mezcla significativa de obras de arte, productos industriales, materias primas, objetos arqueológicos y seres humanos, desplegada en las distintas secciones en que se dividía la muestra. Es tentador identificar, sobre todo en el caso de los países organizadores de las grandes exposiciones, claras intencionalidades vinculadas a imágenes de nación que gobiernos y grupos económicos deseaban mostrar allí. Sin embargo, debajo de la superficie aparentemente lisa de estas representaciones surgen contradicciones, tensiones y conflictos. Como ha demostrado Auerbach respecto del evento inaugural de 1851, las exposiciones universales se desarrollaron más bien como campos de lucha entre diferentes proyectos de nación, de modernidad, de progreso.5 En este sentido, las fuentes relacionadas con los envíos argentinos a Saint Louis son evidencia de un panorama fragmentado en el que los distintos actores parecen haber sido impulsados por intereses sectoriales o individuales, más que por una idea rectora. Veremos que las representaciones del país en la gran exposición norteamericana pueden ser comprendidas a la luz de las discusiones que por aquellos años se daban en el seno de las elites argentinas acerca de la identidad cultural de la nación, en la medida en que la apuesta decidida por la modernidad había abierto una serie de interrogantes acerca de los alcances y modalidades que un proyecto moderno podía adquirir en un país latinoamericano como la Argentina. A principios del siglo XX, y luego de la crisis financiera de 1890, el crecimiento argentino tomaba nuevo impulso con la definitiva expansión de las exportaciones de cereales y carnes a Gran Bretaña y otros países europeos, y de las inversiones en una incipiente industria vinculada con el procesamiento de materias primas, con la red ferroviaria y la prestación de servicios (electricidad, gas, etc). Si la confianza en el modelo agroexportador no conocería quiebres hasta la década de 1930, por el contrario los cambios sociales y culturales derivados de la inmigración masiva obligaron 5 Auerbach, 1999.
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a políticos e intelectuales a elaborar distintas respuestas al problema del perfil de nación que se estaba construyendo y del lugar que debía ocupar en el mundo. Moderna y civilizada, pero ¿cómo? ¿Aceptando la dependencia, no sólo económica, sino eminentemente cultural de Europa? ¿Buscando raíces en una antigua herencia latinoamericana común? ¿Rivalizando con el creciente liderazgo que Estados Unidos había adquirido ya en la región?6 EL ESCENARIO PRINCIPAL: SAINT LOUIS 1904 La Louisiana Purchase Exposition contaba con instalaciones que ocupaban 496 hectáreas, mientras que algunas de sus antecesoras, Chicago 1893 y París 1889, se desplegaban en 255 y 134 hectáreas respectivamente. A los ciento diez palacios que albergaban los productos de las cincuenta naciones expositoras, se sumaban restaurantes, teatros y kioskos. Pabellones de educación, economía, bellas artes, educación física, agricultura, horticultura, producción forestal, minas, manufacturas, industrias diversas, maquinaria, electricidad, artes liberales, transporte y refrigeración se combinaban con los destinados a cada país. Dominando el conjunto se alzaba el Festival Hall, en el centro de la feria y sobre una colina. Las edificaciones impresionaban al público y a los cronistas: en una nota sobre la inauguración, un diario argentino describía en detalle los “inmensos ámbitos de sus colosales salones”.7 La competencia que se establecía, sobre todo con su antecedente norteamericana, era evidente: tanto el espacio que ocupaba como la inversión para su realización doblaban los de Chicago. “A pesar de la mala voluntad del público de Chicago y de Nueva York hacia la exposición universal (el primero porque no quiere rivales y el segundo porque desconfía de la cultura sanluisiana), ésta ha triunfado de prevenciones y obstáculos, y se impone a la admiración de los extranjeros, los únicos susceptibles de un juicio imparcial”, decía Eduardo Schiaffino, delegado argentino de la sección artística, a poco de cerrarse la feria”.8 Uno de los aspectos en los que se destacó Saint Louis fue la cantidad y calidad de 6 Un buen panorama político y económico del período se halla en Cortés Conde, 1984. Sobre distintos aspectos culturales Prieto, 1999; Altamirano y Sarlo, 1983; Penhos, 1999. 7 Nelson, 1904a, 4. Sobre la arquitectura de la feria y diferentes aspectos de su desarrollo Fox, 1997, y Breitbart, 1997. 8 Schiaffino, 1905, 5.
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los entretenimientos y espectáculos que se ofrecían a diario a un público multiplicado por millones. Las demostraciones de avances tecnológicos, como la transmisión de mensajes por medio del telégrafo sin hilos, eran también parte de las atracciones. Finalmente, la realización de los Juegos Olímpicos le agregaba mayor brillo a la feria, a pesar de la poca presencia de delegaciones internacionales.9 “El resultado es indudablemente elegante y fastuoso, hasta lo fantástico”, concluía Schiaffino.10 En este impresionante marco, la República Argentina se insertó con una imagen algo desarticulada y confusa, que se destacó discretamente del conjunto abigarrado de países expositores. La primera cuestión a considerar es el tibio apoyo que el gobierno argentino brindó a los diferentes envíos realizados a Saint Louis. La tensión entre el poder ejecutivo —que aceptó la invitación a participar cursada por el gobierno de los Estados Unidos en 1902— y la cámara de senadores —en la que se produjo un cuestionamiento de esa aceptación y un encendido debate sobre la conveniencia de acudir a esa clase de eventos— entorpecieron la organización al punto de que nunca se nombró un comisionado general, y el cónsul argentino en Estados Unidos terminó cumpliendo trabajosamente con esa función. El magro presupuesto destinado a cubrir los gastos de la concurrencia a Saint Louis y, derivado de ello, las dificultades económicas que sufrieron los delegados de las diferentes secciones para hacer frente a su tarea, apoyan la idea de que el compromiso oficial con la exposición fue limitado.11 QUÉ Y CÓMO MOSTRAR En Buenos Aires, diversas voces se hicieron oír desde 1902 sobre la feria. En los debates parlamentarios de la época aparecen dos posiciones
9 Diferentes aspectos de Saint Louis 1904 en la página web de la University of Delaware Library, www.lib.udel.edu/ud/spec/exhibits/fairs/louis.html, y en Zwick (ed.), www.boondocksnet.com/ expos/wfe-bontoc.html. 10 Schiaffino, 1905, 5. 11 Aspectos de esta cuestión en Penhos, 1997. En una carta al pintor Ernesto de la Cárcova, el delegado de la sección de bellas artes Eduardo Schiaffino, aseguraba que “si no fuera por la acción personal y privada de cada uno de los comisionados, que adelanta dinero de su sueldo o de su peculio propio para sufragar los gastos de su sección [...] se le habría hecho a la República Argentina la reputación del país más pobre de la tierra”, agosto 7 de 1904, Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires (en adelante MNBA).
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encontradas sobre la presencia argentina en Saint Louis. Para algunos senadores, como José Figueroa Alcorta, la exposición era una excelente oportunidad para hacer conocer a nuestro país: “Si alguna nación necesita concurrir a torneos de esta especie, donde se somete al examen y apreciación del mundo entero los productos de la capacidad moral y material de cada pueblo, [...] ese país es el nuestro, todavía ignorado y desconocido de la mayor parte de las naciones, especialmente en sus aptitudes de país productor y progresista. Y ninguna ocasión más propicia, como ninguna propaganda más eficaz y más fecunda que la que ofrece el escenario de una exposición universal…”12
Este decidido apoyo se enmarcaba en consideraciones que, sin duda, eran coincidentes con el pensamiento que regía la organización de las exposiciones: Saint Louis se presentaba como “una colosal exhibición de los progresos y adelantos realizados en las múltiples esferas de la actividad humana, por todas las naciones civilizadas de la tierra”.13 Quienes defendían esta posición apostaban por los progresos argentinos y la apertura al mundo que, en la confrontación con los de otras naciones, demostrarían el status civilizado de nuestro país. Como consecuencia, la presencia argentina en Saint Louis traería la ampliación de los mercados internacionales para nuestros productos. La vidriera de las exposiciones universales era el espacio privilegiado para que la Argentina representase un papel digno. Pero no todos opinaban igual, aunque los argumentos contra la participación argentina exhiben interesantes matices. En un extremo, la negativa absoluta se basaba en el hecho de que “estas exposiciones son completamente inútiles”, como expresaba Miguel Cané en 1903.14 Para el senador competir con Estados Unidos resultaba altamente inconveniente, ya que en el rubro de las materias primas era un productor mucho más importante, que en ese momento estaba amenazando el lugar que ocupaba la Argentina como proveedor de varios países europeos. En el rubro de los productos industriales, “no creo que quepa en ningún cerebro equilibrado la idea
12 Así se expresaba el senador José Figueroa Alcorta en la sesión de la Cámara de Senadores del 24 de octubre 1903, en la que se trató la aprobación del proyecto de ley enviado por el Poder Ejecutivo en relación al presupuesto para concurrir a Saint Louis. 13 Íd. 14 Senador Miguel Cané, sesión de la Cámara de Senadores, 12 de septiembre 1903.
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de sugerir a los americanos [...] que vengan a comprar nuestros artículos manufacturados, nuestras sillas de montar, nuestros sombreros, nuestros tejidos de lana”. Respecto del arte, “no creo que por el momento podemos estar en estado de llevar nuestros productos artísticos a una exposición extranjera”. Finalmente, “se concurre a un certamen para sobresalir, para mostrar nuestra supremacía [...] pero nadie se presenta a un concurso por el placer de verse humillado o demostrar su inferioridad...”.15 Pero detrás de esta desconfianza hacia los avances locales se esconde un gesto de desaire hacia Estados Unidos y una clara alineación de la Argentina con los consumidores europeos de cereales y carnes: “...recordaré que los Estados Unidos son la nación con la que celebramos el intercambio comercial más desfavorable para nuestro país [...]. ¿Qué razón podemos tener para ir a los Estados Unidos cuando no hemos querido ir ni a Francia ni a Bélgica [...], que no sólo consumen nuestros productos y mandan sus hijos a poblar nuestra tierra, sino que también envían sus capitales a fomentar nuestras riquezas?”.16
Esta posición contraria aparece moderada en las palabras de Carlos Pellegrini, que apoyaba la participación argentina en Saint Louis, aunque limitada a algunos rubros: “la República sólo debe concurrir con las materias primas que produce, porque cualquier otra cosa que lleve es para ponerse en ridículo”. Ni la producción industrial ni mucho menos el arte estaban en condiciones de mostrarse en la feria: “Cuando en la Exposición de París llegué al Pabellón Argentino [...] entré a la parte industrial, cuando vi expuestos lazos, cabezadas, recados y artículos de manufacturas de quichuas y demás indios, entonces tuve que darme vuelta avergonzado. [...] Nuestros artistas, que no tienen ni maestros, ni escuelas, ni ambiente en qué formarse, porque el arte es la última expresión de una civilización a que no hemos alcanzado ni alcanzaremos en mucho tiempo, pretenden ir a las grandes exposiciones mundiales a 15 Palabras del mismo senador en la sesión de la Cámara de Senadores del 24 de octubre de 1903. 16 Íd. Cané se refiere a la negativa argentina de participar en las exposiciones de Bruselas y París efectuadas en 1897 y 1900. Por otra parte, hay que tener en cuenta los esfuerzos que Estados Unidos realizaba desde los últimos años del siglo XIX por establecer una unión aduanera interamericana, estableciendo un sistema proteccionista que era lesivo para el comercio argentino con Europa. En 1889, durante el Primer Congreso Interamericano, los delegados argentinos habían logrado frenar el proyecto.
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luchar con los más grandes artistas del mundo, con la pretensión no sólo de luchar, sino de triunfar. Eso es colosal como audacia, pero es exagerado como pretensión”.17 Resultaba vergonzoso o audaz mostrar la Argentina a través de productos industriales que más se asemejaban a torpes artesanías realizadas por indios y de pinturas y esculturas que aún eran ensayos propios de etapas iniciales de evolución artística. El acatamiento a una división internacional del trabajo, que colocaba a nuestro país en situación de proveedor de materias primas, se expresaba en la idea de exponer en Saint Louis únicamente la producción agrícola. El resultado de la votación de la ley es significativo del equilibrio en que se hallaban las fuerzas en pugna: empate en un primer recuento, finalmente a favor por diferencia de un voto. La convocatoria a la exposición tampoco parece haber tenido un eco decididamente favorable en la prensa de Buenos Aires. Ya en 1902, La Nación, uno de los diarios más influyentes de la época, se pronunciaba en contra de participar, y esgrimía motivos estrictamente políticos: “... nos llegan noticias de preparativos navales para futuras expediciones encargadas de encarrilar a los extraviados países de Sud América y las tropas de la Unión huellan el suelo de una república sudamericana con una misión todavía no bien definida. [...] En ningún día como hoy la abstención nos parece más oportuna ni más significativa”.18
A pesar de tantos reparos y oposiciones, y también de la desorganización general, el 30 de abril de 1904, día de la inauguración de la feria, Argentina iba a contar con un pabellón de dos plantas, cuyo frente reproducía el del palacio de gobierno, la “Casa Rosada”. Esta elección puede vincularse con el deseo de escapar al peligro de la representación exótica, utilizando la imagen de uno de los poderes republicanos. Sin embargo, a la fecha de la apertura el pabellón aún estaba inconcluso y su reducido tama17 Senador Carlos Pellegrini, sesión de la Cámara de Senadores del 24 de octubre de 1903. Agrega que “si la Argentina quiere sacar provecho de la Exposición de Saint Louis lo sacará enviando artesanos, industriales, artistas, maestros, todos los que tengan que aprender, para que nos den informes sobre todo, pero no llevando nuestros artefactos y mucho menos nuestros productos artísticos”. 18 El autor de la nota se refiere a los preparativos para el envío de tropas al istmo de Panamá —que se realizaría a comienzos de 1903—, con el objeto de proclamar su independencia, luego de la negativa de Colombia de vender una parte de ese territorio para construir un canal. La Nación, 1902, 4.
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ño lo hacía poco llamativo dentro del conjunto de palacios de pórticos y columnatas.19 Una inauguración tan deslucida podía atribuirse, como lo hizo la prensa, al escaso interés del gobierno en apoyar la muestra. El cronista de La Nación deploró la falta de apoyo de “nuestros poderes públicos”, comparada “con el celo que ponen las naciones adelantadas de la tierra en mostrar al mundo su producción y sus recursos [...]. La escasa figuración que se ha dado a la república en Saint Louis es de todo punto impropia de un país que debe mantener una incesante propaganda en el exterior...”.20 ENTRAN LOS PERSONAJES Las imágenes El envío de arte —muy cuestionado en el parlamento— estaba a cargo del pintor y crítico Eduardo Schiaffino, director del Museo Nacional de Bellas Artes. Con actitud vehemente, Schiaffino realizó una larga e intrincada gestión para concretar lo que consideraba “la primera Exposición Argentina de Bellas Artes en el exterior”: seleccionó las obras, solicitó el espacio para su exposición y defendió la calidad de la “novel escuela argentina” durante las deliberaciones del jurado internacional. Uno de los mayores logros obtenidos por Schiaffino fue el ingreso de las obras argentinas al Pabellón de Bellas Artes, formado por tres grandes edificios sin comunicación entre sí, que se hallaban alrededor de un jardín. Las alas este y oeste albergaban las salas de pintura extranjera, mientras que en el fondo se exponía la escultura. Elocuentemente, el espacio central estaba ocupado por un cuarto edificio destinado a la exposición de arte norteamericano. En ocasiones anteriores, las pinturas y esculturas de los artistas argentinos se habían expuesto mezcladas con otros productos o bien en una “Sección Internacional” que agrupaba artistas de aquellos países que no tenían representación oficial en el Jurado Internacional de Premios.21 En Saint Louis, el 19 La Nación, 1904, 5. 20 Íd. 21 Dentro de esta última modalidad participaron artistas argentinos en la Exposición de París de 1889. Ver Schiaffino, 1933, 293. En Chicago 1893, a pesar de contar con espacio reservado en el pabellón de bellas artes, por problemas de organización, “los cuadros del envío argentino fueron expuestos en un estrecho lugar, entre bolsas de cereal y productos de todo tipo, que había sido asignado al país en el inmenso Pabellón de Manufacturas”. Ver Malosetti Costa, 2001, 283.
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Jurado otorgó un Gran Premio al óleo “Sin pan y sin trabajo” de Ernesto de la Cárcova, y otro a la escultura “Las Pecadoras” de Rogelio Irurtia, además de cuatro medallas de oro, seis de plata y cuatro de bronce. El mismo Schiaffino obtuvo una medalla de oro por su labor como encargado de la sección. Este “triunfo” o “victoria”, tal como lo percibieron el delegado y los artistas que participaban en el envío, fue recibido con relativa indiferencia por parte de la prensa de Buenos Aires, y con franca ironía de parte de algunos artistas no seleccionados, que llegaron a calificar de “cortesías internacionales” los premios ganados en la exposición.22 Schiaffino coincidía con los legisladores en que el arte era el logro máximo de una nación civilizada —cuestión que por otra parte había alcanzado un considerable grado de consenso en los círculos intelectuales y dirigentes de Europa y América. Su intervención en el debate de los senadores, a través de una carta en la que brinda datos sobre el estado del arte argentino para que fuesen utilizados por los legisladores que estaban a favor de participar, muestra su alto grado de compromiso con la empresa. Sus esfuerzos se dirigieron en todo momento a mostrar una Argentina que había alcanzado el rango de nación civilizada. Varios elementos hablan de la intención, por parte de Schiaffino, de alcanzar una representación clara y elocuente. La rigurosa selección estaba “limitada a aquellos de nuestros artistas en estado de figurar dignamente en una Exposición como ésta”.23 La organización cuidadosa de la exposición presentaba una superposición de pinturas que cubrían gran parte de los muros, a la manera de los salones europeos, mientras que las esculturas de yeso patinadas de bronce se colocaron sobre importantes pedestales. Finalmente, Schiaffino puso especial atención en la imagen general de la sección, al punto de ocuparse personalmente del mobiliario y otros elementos que componían las salas.24 El delegado era consciente del contraste que se producía en las grandes exposiciones entre “la cultura secular o reciente de naciones representativas, que son la gloria de la humanidad, frente al atraso de otros pueblos 22 Penhos, 1997, 15. 23 Carta de Schiaffino a un artista en Roma, Buenos Aires, 2 de enero de 1902, Archivo Schiaffino, MNBA, Buenos Aires. 24 “...he pagado privadamente las alfombras de la Sección de Pintura, los asientos de la Sección de Escultura, y las mesas y sillas de mis dos Secretarios, a fin de presentarnos dignamente a la faz de las naciones que nos observan y estudian”, Carta de Schiaffino al pintor Ernesto de la Cárcova, Saint Louis, 7 de agosto de 1904, Archivo Schiaffino, MNBA, Buenos Aires.
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cristalizados en la barbarie, o en una semicivilización...”,25 pero confiaba en la calidad de nuestro arte y en su propia capacidad para representarlo. Es muy probable que haya buscado, al solicitar el espacio, la proximidad de las salas argentinas con las exposiciones de algunos de los más importantes países europeos, lo que debió implicar un verdadero desafío. La pintura argentina ocupaba dos salas junto a las exposiciones de Francia, México y Cuba,26 mientras que la escultura se presentaba en una sala lindera a las secciones de Francia, Italia y Bélgica. Sólo Estados Unidos, Francia, Italia, Bélgica, Alemania, Japón e Inglaterra, además de Argentina, contaban con una sección separada de escultura, lo que según Schiaffino “llamó poderosamente la atención de los artistas, pues es el síntoma revelador de una escuela de arte ya formada”.27 Como la mayor parte de quienes actuaban en el campo cultural de Buenos Aires entre finales del siglo XIX y principios del XX, Schiaffino se sumaba al proyecto de una modernidad propia, específica, pero inserta en el mundo civilizado, y la representación artística en Saint Louis se orientaba en este sentido. Podemos decir que, en el fragmentado panorama de los envíos argentinos, el arte resultó el más orgánico y coherente, por la claridad de objetivos de su organizador. En el escenario artístico, Argentina representó su papel de nación pujante, culturalmente europea y con vocación de liderazgo en Latinoamérica: “ha triunfado brillantemente, no sólo se ha puesto a la cabeza de los pueblos de la América Latina, sino que ha conseguido colocarse de golpe al lado de las naciones más adelantadas de Europa y América”, afirmaba Schiaffino al evaluar los resultados de su gestión,28 y como si respondiera a los legisladores contrarios a la participación argentina, alentaba a tratar “de no despojarnos, en favor de los otros, de la palanca más poderosa que podemos tener en las manos...: la confianza en nosotros mismos”.29
25 Schiaffino, 1905, 5. 26 La proximidad con Francia, en especial, era especialmente valorada para proyectar una imagen de nación moderna desde un punto de vista artístico. Esto podía trasladarse al orden del catálogo, como sucedió en el de 1893, que presentaba en primer término las obras norteamericanas y a continuación las de Francia, ver Malosetti, 2001, 281. 27 Schiaffino, 1905, 5. Las gestiones por el espacio de exposición parecen haber sido difíciles, a juzgar por una carta de Mr. Skiff, Director of Exhibits, a Schiaffino, Saint Louis, 26 de agosto de 1902, Archivo Schiaffino, MNBA, Buenos Aires. 28 Schiaffino, 1905, 5. 29 Íd.
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Las máquinas y los productos Si en la Cámara de Senadores el arte local era fuertemente cuestionado, el otro pilar de las exposiciones universales, la producción industrial, no aparecía mejor valorado. Podemos preguntarnos si los legisladores conocían el nivel alcanzado por la industria argentina, ya que llama la atención la identificación de nuestras manufacturas con artesanías rurales, aunque es probable que no fuese más que un simple recurso de la retórica política para impugnar la asistencia a Saint Louis. Por aquellos años, el crecimiento de las exportaciones y, dentro de éstas, de algunos rubros en particular, como el trigo y el ganado en pie, tuvo por consecuencia la diversificación de las inversiones —mayoritariamente británicas— en industrias de procesamiento de materias primas (molinos de harina, frigoríficos), en la red ferroviaria y en servicios públicos. Por otra parte, la industria alimenticia, de capitales locales, conoció un incipiente desarrollo alentado por la expansión del mercado interno, que crecía al ritmo de una población concentrada sobre todo en Buenos Aires.30 Veremos que la presencia argentina en la feria estuvo vinculada con este último rubro. A principios de 1902, antes de que el gobierno recibiera la invitación oficial a participar en Saint Louis, la Unión Industrial Argentina respondió favorablemente a la nota del comisionado general de la exposición en la que pedía “su concurso para incitar a los industriales argentinos a tomar parte en ella con sus productos”. La UIA estaba “dispuesta a prestar todo su apoyo a los trabajos de propaganda que inicie el comisionado para conseguir la participación de los industriales argentinos...”. La enorme publicidad que suponía exponer los productos y el “concepto favorable que la República Argentina ha merecido” al estar entre los países invitados eran los motivos que llevaban a la UIA a fomentar la concurrencia a la exposición.31 La convocatoria a los empresarios debió tener bastante repercusión, a juzgar por la variedad de productos que hicieron su presentación en la feria. En el pabellón argentino la producción industrial alternó con semillas forrajeras, muestras de minerales, maderas y cueros, en una distribución algo caótica que hay que atribuir a la ausencia de un comisionado general 30 El proceso de urbanización del período 1895-1914 no equivale a una franca industrialización, por la orientación de los capitales extranjeros que buscaban desarrollar preferentemente las áreas vinculadas con las exportaciones, cf. Cortés Conde, 1984, 175. 31 La Prensa, 1902, 3.
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y al hecho de que los comisionados de cada sección pugnaron por colocar sus productos en los espacios más visibles, a medida que las mercaderías arribaban a Saint Louis.32 La actuación del ingeniero Luis A. Huergo, una conocida figura ligada a obras públicas de gran envergadura y a la enseñanza técnica en Buenos Aires, que había viajado en representación de varias instituciones públicas y privadas, parece haber evitado una mayor confusión.33 El pabellón también albergaba una cantidad de libros y publicaciones de mayor circulación, resúmenes de trabajos científicos, planos y fotografías de lugares significativos y maquetas de los parques y jardines públicos que habían formado parte de las reformas urbanísticas llevadas a cabo por el francés Carlos Thays en Buenos Aires. Un enorme plano de la ciudad mostraba su crecimiento y progreso desde 1810. Varios de los productos exhibidos tuvieron el reconocimiento del jurado. Dos de ellos resultan significativos, unas galletitas llamadas “bizcochitos” Canale y el licor Hesperidina, que recibieron sendas medallas de oro. En el caso de los primeros, se mostró el producto terminado y fotografías y gráficos con el moderno proceso de fabricación, el crecimiento de la producción en los últimos años y un detalle de los ingredientes. La familia Canale, de origen italiano, se había instalado en Buenos Aires hacia 1880 con un negocio de panadería, y a principios del siglo XX ya constituía una de las más importantes firmas dedicadas a la producción de alimentos derivados de las harinas.34 Por su parte, el licor Hesperidina, realizado a base de naranjas amargas, se exhibió junto a paneles que explicaban sus virtudes terapéuticas. La firma M. S. Bagley, fundada por un inglés en 1864,35 había adquirido 32 Si bien la mayor parte de los envíos viajaron a Saint Louis en febrero de 1904 en el carguero “Tropic”, de bandera norteamericana, algunos productos llegaron con posterioridad a la inauguración de la feria. Cfr. El Diario, 1904, 3; La Nación, 1904, 5. Las tensiones entre los comisionados por conseguir los mejores espacios en el pabellón se desprenden de la correspondencia de Schiaffino en el MNBA. 33 Otro ingeniero, Francisco Seguí, había sido propuesto a principios de 1904 para ocupar el cargo de comisionado general pero, como ya indicamos, esto no se concretó. Cf. Carta del Cónsul José V. Fernández a Schiaffino, sin datos sobre el lugar, 20 de enero de 1904, Archivo Schiaffino, MNBA, Buenos Aires. 34 La firma, denominada Viuda de Canale e hijos, permaneció en la familia hasta la década de 1980, en que fue adquirida por un grupo económico argentino. En 1994 pasó a manos de la norteamericana Nabisco. 35 También en 1994 Bagley fue comprada por el grupo francés Danone. Tanto Canale como Bagley siguen siendo marcas líderes del rubro alimenticio en la Argentina.
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la fórmula a una farmacia que la comercializaba como tratamiento de la gota y la hipertensión. Bagley recibió además un gran premio por sus galletitas y otra medalla de oro por el dulce de naranjas. Las plantas de Canale y Bagley ocupaban, y aún ocupan, dos grandes predios de un barrio fabril de Buenos Aires y eran conocidas por la incorporación de tecnología moderna a sus sistemas de producción. A principios del siglo XX eran representativas de un sector especialmente dinámico de la economía argentina. Algunos medios porteños se comprometieron especialmente con los logros argentinos en el rubro alimenticio, llegando a publicar notas diariamente informando sobre la repercusión de estos productos en Saint Louis.36 En otros pabellones, tejidos finos, sistemas de cerraduras y herramientas se desplegaban ante los ojos del público y completaban el panorama de una Argentina moderna. Claro que las máquinas con las que se elaboraban los productos eran de origen europeo y no podían exponerse como parte de los avances de nuestro país. Si en el esquema tradicional la Argentina dependía de las manufacturas europeas, había comenzado a producir algunas de ellas, aunque trasladaba esa dependencia a la tecnología necesaria para su fabricación. Sin embargo, las máquinas no estuvieron ausentes de la representación argentina. En el pabellón de maquinarias se mostraron las desnatadoras Alfa-Laval, fabricadas en Suecia pero perfeccionadas y comercializadas en Buenos Aires, que ganaron un gran premio, y en el de electricidad e industrias varias fue premiado con medalla de oro un generador de acetileno creado por un argentino. El envío de arte, por una parte, y las maquinarias y las manufacturas por otra mostraban, aunque con ciertas limitaciones, una Argentina que por aquellos años ocupaba uno de los lugares más importantes en el ranking de naciones. ¿Pero dónde estaba lo propio? ¿Cómo mostrar aquello que diferenciaba al país de Canadá o de Australia? Los objetos Si el gobierno argentino poco tuvo que ver con el envío de arte y con el de productos industriales, cuyos éxitos pueden atribuirse al celo de Schia36 En particular El Diario, cuyas notas tituladas “La República Argentina en Saint Louis. Los Premiados” salieron entre los meses de octubre y noviembre de 1904.
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ffino y de los industriales argentinos,37 otras dos exhibiciones fueron claras iniciativas privadas en las que el Estado no tuvo ninguna intervención. Por lo menos una de ellas logró ocupar toda la segunda planta del pabellón argentino, adquiriendo visibilidad como la contraparte de los productos expuestos en la planta baja. La colección de piezas arqueológicas prehispánicas fue llevada a Saint Louis por Manuel Zavaleta, su propietario, quien había formado un conjunto de miles de ellas provenientes de la región del noroeste. Zavaleta corrió con los gastos de traslado, seguro y exposición y, aunque él mismo no era más que un aficionado,38 concitó alrededor de su colección el interés de los arqueólogos y antropólogos que acudieron a Saint Louis. Los ceramios, herramientas y ornamentos se completaban con restos humanos. Los cráneos trepanados llamaron especialmente la atención y se elaboraron al respecto interpretaciones que ligaban prácticas funerarias de diversas culturas.39 Vale la pena detenerse brevemente en esta muestra, ya que tiene lugar en un momento en el que se produce en nuestro país un notable desarrollo de los estudios vinculados con las antiguas culturas del territorio argentino. Dentro del marco de los debates sobre la identidad nacional, la mirada de algunos intelectuales se volvió hacia el interior del territorio a la búsqueda de raíces que contribuyesen a definir un perfil propio. Un (latino)americanismo no del todo preciso alentó las investigaciones sobre literatura y música populares, arqueología y etnografía.40 La confluencia del trabajo de arqueólogos europeos como Eric Boman y Max Uhle en territorio argentino, y del interés de intelectuales, artistas y arquitectos locales dinamizó el incipiente campo arqueológico y antropológico. En el último tercio del XIX hay que reconocer la tarea de pioneros como Francisco P. Moreno y 37 El nombramiento de Schiaffino como delegado oficial fue realizado en octubre de 1903, pero él había comenzado a trabajar en el envío desde enero de 1902. Un compromiso semejante tuvo la Unión Industrial Argentina y los empresarios que participaron del envío de productos manufacturados. El gobierno parece haber tenido mayor interés en la delegación del Consejo Nacional de Educación, tal vez porque entre sus integrantes se hallaban influyentes legisladores. El Diario tituló así una nota sobre el tema: “La exposición escolar argentina ha obtenido un gran premio de honor en Saint Louis”, 1904c; ver también sesión de la Cámara de Senadores del 20 de agosto de 1904. 38 Gracias a un puesto en la policía, Zavaleta tuvo fácil acceso a los sitios arqueológicos, disponiendo de mano de obra gratuita para las excavaciones, ver Sosa, 2007, 8. 39 La sección fue inaugurada el 16 de agosto y mereció una nota elogiosa del periódico local St. Louis Republic. Ver La Nación, 1904a, 4. 40 Se trata de una tendencia que puede ser identificada, con variantes, en toda América Latina durante las primeras décadas del siglo XX, con repercusiones en distintos ámbitos de la cultura. Ver Penhos, 1999.
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Florentino Ameghino. Se va definiendo un nuevo perfil de investigador profesional que se visualiza también en la creación de carreras universitarias y museos. La obra de Samuel Lafone Quevedo, Adán Quiroga, Juan Bautista Ambrosetti pertenece a esta etapa. Entre 1890 y 1930 fueron autores de las más importantes contribuciones en el campo de la arqueología, la antropología y la lingüística argentinas. Actuaron en instituciones como el Museo de Ciencias Naturales de La Plata y la Universidad de Buenos Aires y dieron a conocer sus trabajos en ámbitos internacionales.41 Por diversas razones, la región del noroeste fue la que concitaba la mayor atención. Allí se concentraba el trabajo de los especialistas extranjeros a causa de la riqueza de los yacimientos arqueológicos. Sin embargo, hay que considerar otro elemento que pesó en la elección. La búsqueda de una historia propia que fuera más atrás de 1492 llevó a varios países de América Latina a la puesta en valor del patrimonio cultural ligado con los pueblos prehispánicos. El movimiento indigenista, notable en México y Perú, no podía prosperar con igual fuerza en países que, como la Argentina, no poseían tan ilustres antecedentes. Pero el prestigio de la antigua cultura peruana era capaz de irradiar su brillo hasta regiones periféricas del imperio incaico, como de hecho lo habían sido las provincias de nuestro noroeste. Aunque pálido reflejo de los deslumbrantes incas, los pueblos de esa región se constituyeron en los deseados antepasados vernáculos. Si por una parte algunos intelectuales realizaban el rescate estético de los “calchaquíes” —nombre con el que se denominaron estos pueblos42— los arqueólogos daban sustento a su valoración, demostrando el alto nivel material y espiritual que habían alcanzado. La plasmación en imágenes de los paisajes del Noroeste, en especial los de Catamarca, estaría a cargo de Adolf Methfessel, colaborador de Burmeister en el Museo Público de Buenos Aires, quien produjo una obra singular en la que los espacios geográficos cargados de significado científico eran a la vez objeto de elaboración artística.43
41 Una revisión crítica de la obra de estos autores y de las relaciones entre arqueología, etnología e historia del arte, en Bovisio, 2007. 42 En la obra de Ricardo Rojas aparece claramente la diferenciación entre el indio de la llanura, salvaje e inculto, y el de la montaña, cuya producción material revela una cultura superior. Rojas, claro representante del nacionalismo cultural de principios de siglo XX, recomendaba a escritores y artistas buscar inspiración en los motivos indígenas del noroeste. Fue una influyente figura del campo cultural a través de su tarea de escritor y su gestión como docente y rector de la Universidad de Buenos Aires. Ver Penhos, 1999; también Muñoz, 1992, y Bovisio, 1999. 43 Penhos, 2007.
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Claramente enmarcada en esta situación, la exhibición de la colección Zavaleta en la feria de Saint Louis ponía ante los ojos del mundo una imagen de Argentina que agregaba una genealogía antigua a los avances tecnológicos y a los logros artísticos. El montaje, sin embargo, le daba un carácter indefinido, en la medida en que los textos breves que acompañaban las piezas apenas informaban sobre la antigüedad y origen de éstas. Al parecer, no intervino en el envío ninguno de los arqueólogos que por esos años estaban realizando excavaciones y publicando trabajos. De todos modos, el impacto de la colección fue tal que Zavaleta logró vender gran parte de la misma al Field Museum of Natural History, creado en Chicago después de la Exposición de 1893.44 Los cuerpos Fuera del pabellón argentino, en la parte de la exposición que más público concentraba, se hallaba otra cara de la Argentina salvaje: un grupo de “onas”, indígenas de Tierra del Fuego, en el extremo austral del país. De casi una milla de largo, Pike Street resultaba un compendio de todo aquello que no formaba parte del mundo civilizado. Bajo el paraguas del exotismo, la exposición contaba con un espacio que definía y limitaba los alcances del progreso. Los logros científicos, los avances tecnológicos, las muestras artísticas y todo aquello que ponía en escena las imágenes de occidente tenían sus otros imprescindibles, como en una obra teatral en la que los caracteres se perfilan por oposición. Una fuente de la época describe con agudeza el universo polimorfo de Pike Street: “Minaretes de colores crudamente contrastados, arcos, techos japoneses, columnatas romanas, torrezuelas moriscas, [...], se enfilan en una línea de edificación variada y caprichosa, viendose detrás de ella la gradería de los circos, el minucioso dibujo de los jardines japoneses, las terrazas sevillanas, bazares turcos, [...]”. Este pintoresco panorama resultaba, sin embargo, una representación poco convincente para el cronista latinoamericano: “es un mosaico de exotismo, donde se advierte, sin embargo, un propósito único: presentar las costumbres de los diferentes pueblos en su faz más llamativa y rara, aunque para hacerlo haya que sacrificar la verdad geográfica y social”.45 Y así, de 44 En 1899 Miguel Cané había abogado por la compra de la colección por parte del Estado. 45 Nelson, 1904b, 4.
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una manera sencilla y clara ponía en evidencia la distancia establecida entre la representación y lo representado y los mecanismos metonímicos a que acudía en este caso la primera para transparentar algo, opacando el resto. Si una cúpula bulbosa era sinónimo de Oriente, si un quimono quería decir Japón, ¿qué realidades quedaban ocultas detrás de tanto cartón pintado?46 A este respecto, el caso de los fueguinos instala la cuestión del aspecto pretendidamente etnográfico de las exposiciones de Pike Street, que ha abordado Breitbart a partir de las fotografías que registraron las mismas.47 Tal vez la más significativa fue la Igorot Village, pequeñas chozas en las que vivía un grupo de filipinos a la vista de los curiosos visitantes. Con su exhibición se mostraba el poder colonial alcanzado por Estados Unidos, en la medida en que estos hombres y mujeres habían sido trasladados por el propio gobierno norteamericano, después del triunfo contra España en 1899.48 Los bontoc igorot, habitantes de las montañas, con sus tatuajes, danzas desenfrenadas y hábitos alimenticios —se conocían como comedores de perros— se transformaron en los favoritos del público, desplazando la atención sobre otros seres humanos que se mostraban en Pike Street. El tema de su desnudez, largamente debatido en la prensa de Saint Louis y entre los funcionarios del gobierno y los organizadores, era sin duda uno de los atractivos del grupo, que desafiaba los códigos sociales occidentales, a la vez que los confirmaba.49 La exposición de “salvajes” resultaba una operación colonial sumamente eficaz: pueblos enteros quedaban congelados en imágenes estereotipadas, que si por un lado acortaban la distancia espacial que los separaba de Occidente, por otra acentuaban la distancia temporal colocándolos en un pasado impreciso pero definitivo. La antropología no era ajena a este tipo de construcciones. Precisamente, el modo en que se visualizaba una cultura a través de gráficos, dibujos, fotografías y, agreguemos, exposiciones, garantizaba un conocimiento basado en juegos de oposiciones y en la relación estática entre sujeto que conoce y objeto a conocer.50 También la 46 Tanto el trabajo clásico de Said (1995) como ciertas aproximaciones de la antropología crítica (Clifford, 1997) han llamado la atención sobre la construcción occidental de espacios otros y la configuración de una geografía jerárquica del mundo. 47 Breitbart, 1997. 48 University of Delaware Library, página web. 49 Un análisis del papel de la Igorot Village en la feria, en Vaughn, 2001. 50 Ver Fabian, 1983.
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oposición cuerpo (del otro)-mirada (propia) afirmaba la unidireccionalidad del conocimiento. Pike Street no fue un invento de los organizadores de Saint Louis 1904, ya que la Rue des Nations en París y el Midway en Chicago cumplían idéntica función. Ligados a los entretenimientos y espectáculos, completaban la tarea de museos y academias de hacer visible la otra cara del mundo. Uno y otro aspecto, el entretenimiento y la educación de las masas y la investigación científica, se complementaban en el establecimiento y difusión de una espacialización y temporalización de la otredad humana que no hacía más que confirmar la superioridad europea. Los Igorot no eran los primeros ni los únicos grupos que en las exposiciones realizaban un simulacro de sí mismos.51 En Saint Louis compartían escenario con ainus japoneses, pigmeos africanos e indígenas norteamericanos, como el temible Jerónimo, reducido a atracción de feria.52 Pero es posible que los habitantes de Tierra del Fuego hayan sido aquellos que más tempranamente hicieron su aparición en esta clase de eventos, presentándose en forma continuada en varias exhibiciones europeas. La fotografía dejaría un incontrastable testimonio de ello. En el siglo XIX, el avance blanco sobre el territorio fueguino fue una empresa de particulares, aunque fuertemente vinculados con los intereses de la elite dirigente argentina. Los hacendados británicos, involucrados en la explotación del ganado ovino, acorralaron a los habitantes, que vieron modificado bruscamente su habitat. El ejemplo paradigmático es el del aventurero rumano Julius Popper quien, autorizado por el gobierno argentino, partió a Tierra del Fuego en 1886 a la búsqueda de yacimientos auríferos. La práctica habitual de la cacería de indios quedó registrada en una foto en la que puede verse a Popper y sus hombres armados rodeados de cadáveres. Pero no siempre los exploradores tenían por objetivo matar a los indios, y algunos de ellos capturaban “ejemplares” vivos para ser trasladados a Europa y exhibidos en ferias de entretenimientos, junto a animales exóticos y personas deformes.53 El grupo de nueve selk’nam ex51 Andermann interpreta que la exhibición de botocudos y xerentes en la Exposición Antropológica de São Paulo en 1882 convertía sus cuerpos en “imitaciones de sí mismos (…), reducidos a poses eternas y a una propia homogeneidad racial”, 2007, 74 (la traducción es mía). 52 Vaughan, 2001, 69. 53 La exposición de animales, seres anómalos y salvajes en espectáculos callejeros data en realidad de principios del siglo XVIII. En Londres, sitios como Charing Cross y la feria de Southwark concentraban estos atractivos. Ver Bartra, 1997, cap. 7.
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puestos en la feria de París en 1889, y antes de ellos los once fueguinos y las dos familias mapuches que fueron llevados a Europa en 1881 y 1883, son algunos de los casos que protagonizaron periplos dignos de una compañía circense.54 El maltrato, las enfermedades y la tristeza mermaban los contingentes, pero las cacerías garantizaban la reposición. Sin duda, en 1889 y en 1892 los fueguinos adquirieron una visibilidad especial, al ser exhibidos en París y en la Exposición Colombina de Génova. En una y otra ocasión, el francés Maurice Maitre y la congregación de los Salesianos fueron los responsables de llevarlos y exponerlos. Las obvias diferencias de objetivos respecto de los indígenas y de intenciones en relación con la exhibición de los mismos entre el empresario de entretenimientos y la orden religiosa quedan en un segundo plano ante el mismo dispositivo elegido por uno y otros. Maitre y los religiosos posaron varias veces junto a los grupos de indígenas. Es especialmente significativo que los salesianos mostraran los supuestos avances de la misión fueguina en cuanto a la evangelización y educación de los fueguinos en el marco de una exposición que celebraba el comienzo de la presencia blanca en América. Tanto los selk’nam de Maitre como los de los salesianos fueron expuestos en un escenario de rocas artificiales que remedaban el ambiente natural de donde provenían. Las fotografías que nos han llegado repiten una tipología de hombres, mujeres y niños en una disposición casual, luciendo pieles como única vestimenta.55 El caso de los fueguinos de Saint Louis —seis adultos y un niño— repiten varias de estas características. También ellos fueron llevados a la exposición por un particular, Vicente Cané, quien se ufanaba de haberlos traído directamente desde su lugar de origen. También se exponían en un espacio preparado especialmente, en el que no faltaban ninguno de los elementos que contribuyeran a crear una ilusión de realidad: rocas, vegetación árida, rústicas herramientas, todo ello contra un fondo de montañas pintadas..., un conjunto falso pero verosímil.56 Una foto muestra a los selk’nam 54 Mason y Báez, 2006. Ver también en este mismo volumen el trabajo de Fernández Bravo. 55 La disposición aparentemente espontánea se repite en las fotografías tomadas a los indios prisioneros de las campañas militares a fines del siglo XIX. Como se ha estudiado en el caso de la fotografía europea en áreas de interés colonial, este esquema desordenado y caótico opera habilitando la necesidad de “civilizar” a esos pueblos. Ver Penhos, 1995. 56 Una intención similar parece haber animado a los organizadores de la exposición zoológica, ya que los animales se hallaban sueltos en una gran escenografía de rocas y vegetación agreste. Ver La Nación, 1904b, 4.
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posando pacíficamente en nutrido grupo, envueltos en sus pieles, como elocuentes retazos de un pasado que el progreso dejaba atrás. Hay varios indicios de que estos individuos, como otros antes, ya habían sido destinados en ocasiones anteriores a ser piezas de colección vivientes, ya que pocos años antes habían sido expuestos en Buenos Aires. El cronista de La Nación interpreta la exhibición del propio cuerpo como un trabajo al que estaban habituados: “Como se ve, ya no tienen miedo a los viajes, pues se han dejado llevar a San Luis, donde ganan su vida permitiendo que los demás los miren, lo que es el esfuerzo más pequeño que se pueda exigir al que quiere ganarse el pan con el sudor de su frente”.57 Los selk’nam de Saint Louis, igual que sus compañeros provenientes de otras regiones del planeta, se paseaban por Pike Street, brindando el espectáculo curioso de la mezcla de fenotipos y vestimentas. Uno de ellos se hizo especialmente popular, y alimentó historias que acrecentaban el interés del público y la prensa, como era el caso de “un viejo tehuelche, conocido del público que frecuenta el Pike como el rey de la Patagonia. Inútil ha sido la rectificación formal de nuestro cónsul general y las informaciones dadas por él a la prensa neoyorkina y sanluiseña sobre las condiciones reales de la Patagonia...”.58 Al parecer, los fueguinos compitieron con los demás grupos indígenas que se presentaron en la exposición y ganaron una medalla, aunque es difícil establecer cuáles eran los parámetros del certamen.59 Si, en el fárrago de atracciones y entretenimientos de Pike St., el público era capaz de identificar a los selk’nam con la República Argentina es algo muy difícil de comprobar. Se sabe que para la población de los países centrales América del Sur constituía un conjunto indiferenciado de países atrasados pero pintorescos. El imaginario de lo tropical no respetaba fronteras y la Patagonia, espacio en el que se habían ubicado antiguas fábulas y mitos europeos, raramente podía ser adscripta a un país en particular. De cualquier manera, el grupo de “indios salvajes” no contradecía la imagen de nación pujante y moderna que otras representaciones intentaban mostrar. Eran restos del pasado, aunque con menos linaje que los productores de las piezas arqueológicas del noroeste. Y, a diferencia de éstos, dejarían 57 La Nación, 1904c, 5. En la prensa los indígenas son llamados indistintamente “tehuelches” u “onas”. 58 Nelson, 1904b, 4. 59 La Nación, 1905, 4.
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pocas huellas de valor después de su inminente extinción, como no fueran los huesos y cráneos destinados al estudio científico. IMÁGENES, MÁQUINAS, PRODUCTOS, OBJETOS, CUERPOS… ARGENTINOS? Queda preguntarnos por la visibilidad que adquirió la Argentina en Saint Louis. Algunos testimonios de la prensa de la ciudad norteamericana parecen indicar que la sección artística y la colección arqueológica llamaron especialmente la atención del público y los especialistas.60 El relativo “éxito” de estas secciones no alcanza, sin embargo, a contrapesar el carácter desarticulado de la representación argentina. Si en los diferentes escenarios, las imágenes, las maquinarias, los productos, los objetos y los seres expuestos hacían presente una Argentina ausente, al mismo tiempo exhibían su propia presencia. Representaciones seguras y confiadas, como las de la sección artística, algo audaces, como las de los productos industriales, un poco imprecisas, como la de la colección de piezas arqueológicas, pintoresca y elocuente, como la de los indígenas vivientes, todas ellas mostraban las luces y las sombras de una nación que pretendía ocupar un lugar en el mundo a la vez que buscaba su propia definición. BIBLIOGRAFÍA Altamirano, Carlos y Beatriz Sarlo, “La Argentina del Centenario. Campo intelectual, vida literaria y temas ideológicos”, en Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, Ensayos argentinos. De Sarmiento a la vanguardia. Buenos Aires, CEAL, 1983. Andermann, Jens, The Optic of the State. Visuality and Power in Argentina and Brasil. Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 2007. Auerbach, Jeffrey A., The Great Exhibition of 1851. A Nation on Display. New Haven and London, Yale University Press, 1999. 60 Uno de los artículos sobre la sección de bellas artes destaca “the beautiful arrangement of the statuary in the International Sculpture Court”, The Saint Louis Republic, 1904, 2. El otro se centra en el óleo premiado “Sin pan y sin trabajo” como ejemplo de la calidad alcanzada por el arte argentino, y trata también del impacto de su tema en el público, Sunday Magazine, Saint Louis Post Dispatch, 1904, 1-2. The Saint Louis Republic sacó una nota sobre la colección arqueológica que incluía un reportaje al profesor W. J. Mc Gee, jefe del departamento de antropología de la exposición, 1904, 4.
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Las fronteras de lo humano: fueguinos en las ferias mundiales, 1881-18891 Álvaro Fernández Bravo La historia de las imágenes es una historia de objetos temporalmente impuros, complejos, sobredeterminados. Es una historia de objetos policrónicos, de objetos heterocrónicos o anacrónicos.2
Georges Didi-Huberman LA CAPTURA Quisiera comenzar este trabajo citando un relato de Fanz Kafka bastante conocido, el “Report to an Academy” publicado en 1917. En él el narrador es un simio devenido en humano que cuenta la experiencia de su metamorfosis. Me interesa este texto porque presenta una reflexión sobre la humanidad en relación con lo animal, tema sobre el que voy a tratar a partir de las imágenes de indígenas fueguinos en las ferias y exhibiciones del siglo XIX. Pero también me interesa porque sitúa ese problema en el contexto teatral característico de las ferias: las representaciones de la barbarie imaginadas como actuaciones, instalaciones y montajes en los que seres humanos fueron exhibidos para confirmar ciertas ideas sobre las razas primitivas y los pueblos salvajes. Al comienzo del cuento de Kafka, el narrador rememora el momento de su captura. Dice: “I belong to the Gold Coast. For the story of my cap1 Quiero agradecer la ayuda que generosamente me prestaron Luis Massa y María Sonia Cristoff para elaborar esta presentación. 2 Didi-Huberman, 2006, 26.
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ture I must depend on evidence of others. A hunting expedition sent out by the firm of Hagenbeck (...) had taken its position in the bushes by the shore when I came down for a drink at evening among a troop of apes. They shot at us; I was the only one that was hit”.3 La referencia a Hagenbeck es doblemente significativa: primero, porque se trata del creador de los zoológicos humanos, que fueron un componente destacado en ferias y exposiciones durante el siglo XIX. En su autobiografía, Beasts and Men, publicada en inglés en 1909 y en 1910 en español, Hagenbeck cuenta cómo desarrolló a partir de 1874 distintos emprendimientos en los que se exhibían grupos humanos junto con animales. Su empresa comenzó como una importación de animales salvajes para ferias, circos y zoológicos de Europa y los Estados Unidos.4 La marca cultural de los zoológicos, con su arquitectura orientalista que evocaba el lugar de origen de los animales, fue acompañada por la presencia de individuos de las mismas regiones de donde provenían los animales.5 Así, Hagenbeck importó primero lapones para cuidar un rebaño de alces exhibido en Alemania, y el negocio pronto prosperó. Más tarde, y ya sin animales que justificaran la presencia de seres humanos, la empresa se encargó de la captura y el traslado desde Punta Arenas (Chile) de indígenas fueguinos a Europa. Existe un registro fotográfico de ese pasaje sobre el que me propongo tratar. Además de la caza de seres humanos propiamente dicha, un segundo nivel de apropiación se hace presente en la cita, que será el centro de mi trabajo: la captura y reproducción fotográfica de los fueguinos en las ferias. El acto fotográfico ya presupone un distanciamiento, una tecnología aplicada sobre un sujeto “natural” y una asimetría entre observador y observado que se manifiesta en las imágenes que leeré. Comenzaré por un primer grupo de fotografías incluidas en el álbum del Príncipe Roland Bonaparte, sobrino nieto de Napoleón, tomadas por el fotógrafo Pierre Petit.6 Bonaparte era un etnógrafo aficionado que reunió 3 Kafka, 1971 [1917], 250-259. Las traducciones son mías. 4 Hagenbeck, 1909. 5 Aún hoy el zoológico de Buenos Aires conserva una marca orientalista en la arquitectura del pabellón de los elefantes. 6 Las fotografías se encuentran en la Société de Geographie, localizada en el Archivo de la Bibliotèque Nationale Française, en París, incluidas bajo la siguiente denominación: Jardin Zoologique d’Acclimatation. 2 albums et 298 photographies de représentants du peuples des cinq continents. Collection de Roland Bonaparte (BN, W133). Las imágenes fueron incluidas en el excelente libro de Christian Báez y Peter Mason, 2006. Hay una bibliografía abundante sobre el tema. El trabajo precur-
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en su álbum numerosas imágenes de “salvajes” expuestos en zoológicos humanos. Algunas fueron tomadas por el fotógrafo Pierre Petit, autor de cartes-de-visite y retratista de, entre otros, Charles Baudelaire.7 El cuento de Kafka también alude al zoológico como teatro. Si pensamos el teatro con la fotografía, a los rasgos “compuestos” en la imagen fotográfica se añaden elementos que refuerzan y complementan la idea de barbarie. Lo salvaje no sería así un mero dato, sino parte de una representación dramática. En la primera imagen vemos a un grupo de indígenas en el Jardin Zoologique d’Acclimatation. Esta misma fotografía, probablemente de Pierre Petit, aparece reproducida en el libro de Hagenbeck.8 Aquí podemos observar el recinto donde fueron alojados y algunos de los indígenas exhibidos, en posiciones características. Se los ve despojados de las pieles que eran su vestimenta tradicional, aunque por tratarse de indios “canoeros” empleaban pieles pequeñas, a veces de foca, para cubrirse.9 Las pieles han sido reemplazadas por “pantalones” que cubren los genitales habitualmente más expuestos, tanto de hombres como mujeres. La posición agachada en cuclillas, próxima al nivel del suelo, permite especular sobre la proximidad de los indígenas con lo animal, con la tierra o el agua (de hecho, se trata de canoeros, indios Yaganes o Alacaluf, cuyos hábitos de pescadores los hacían permanecer en esa posición). Existe un extenso repertorio de imágenes de los indígenas asociados con lo bajo, la tierra y lo inferior en oposición a lo alto, lo elevado, lo divino y lo superior. No puedo detenerme en esta larga tradición iconográfica, pero las imágenes que intento analizar se insertan en una extensa genealogía donde los indios están ligados con la tierra, pero también con lo inferior en términos morales y metafísicos. Por otra parte, también puede pensarse en el lugar sumiso, dominado y domesticado de los indios, ubicados a la distancia (y por debajo) de la mirada del observador en el zoológico. Hay aquí una doble representación: animalización por un lado, enfatizada por la disposición física que supone sor de Corbey, 1993, así como el libro compilado por Nicolás Bancel et al., 2002, proveen un extenso estado de la cuestión sobre el tema. 7 Pierre Petit vivió entre los años 1832 y 1909, fue fotógrafo del Episcopado francés y ocupó diversos cargos públicos; hay alguna información sobre él en la web, incluida la foto de Baudelaire, subastada hace pocos años. 8 Cf. la edición en inglés, 1909, 35. 9 Bridges, 1988.
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la sumisión y la ubicación más próxima al suelo por el otro, que confirma la percepción de inferioridad y sometimiento.10 Imagen 1
Los dos espacios posibles para alojar al hombre-mono representado en las imágenes de los fueguinos fueron el zoológico, que aproxima al hombre con lo animal e inserta a esos sujetos en la órbita de la Historia Natural, y el teatro. Las exposiciones a menudo requerían una representación “activa” de los salvajes, donde estos debían “actuar” su identidad. Tanto el zoológico como el teatro comparten rasgos artificiales. El primero se ajusta a la noción de clasificación, taxonomía y comparte con el teatro una voluntad ficcional: simular el mundo de la naturaleza, representar a través de dioramas y escenarios los entornos de donde fueron sustraídos los animales o, en este caso, los seres humanos. Ambos espacios están representados en las ferias y exposiciones, donde la barbarie estaba asociada con el espectáculo. 10 En la imagen el fotógrafo se encuentra agachado al nivel del suelo para poder retratar a los indios; de algún modo se iguala a ellos, debiendo reproducir su posición para poder fotografiarlos.
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UNA TEMPORALIDAD ANACRÓNICA La exhibición de personas vivas en ferias y zoológicos humanos tuvo a los fueguinos como representantes privilegiados de las razas sudamericanas en los escenarios globales desplegados a fines del siglo XIX. Ubicados en el imaginario colectivo como exponentes extremos de lo primitivo, los fueguinos encontraron en el contexto de las exposiciones un escenario propicio y receptivo, en el que fueron mostrados y fotografiados. Antes que ellos los zoológicos humanos exhibieron distintos pueblos no occidentales como lapones, nubios, indios sioux e incluso gauchos argentinos.11 Del mismo modo que otros grupos expuestos, los fueguinos fueron integrados a un régimen exhibitivo12 y espectacular, en el que se los mostraba por sus prácticas y hábitos salvajes, rodeados de signos alusivos a la naturaleza, así como de armas, plantas, animales y objetos referentes a su cultura y separados del público por una reja, según podemos observar en algunas de las fotografías. Está demostrado que la exhibición de seres humanos fue una práctica lucrativa que incrementó significativamente el número de visitantes a las ferias. 400.000 personas visitaron entre agosto y septiembre de 1881 la exposición consagrada a Tierra del Fuego, 54.000 en un solo domingo.13 Según observan los especialistas en zoológicos humanos, su funcionamiento alcanzó su mayor desarrollo entre 1880 y 1930, y decayó con los comienzos de la cinematografía. En el cine primitivo la exhibición de monstruos —la película Freaks, de Tod Browning es de 1932— ocupó un lugar importante y reemplazó a los humanos vivos enjaulados por imágenes en celuloide.14 En este sentido, las fotografías de los zoológicos humanos reproducidas en Cartes de visite preanuncian la circulación y reproducción masiva de imágenes y el apetito por lo exótico y lo radicalmente diferente de la cultura
11 Báez y Mason, 2006, 18. Benoît Coutancier et Christine Barthe, “‘Exhibition’ et mediatisation de l’Autre: le Jardin Zoologique d’Acclimatation (1877-1890)”, en Nicolas Bancel, 2002, 306-322. 12 “Régimen exhibitivo” lo tomo de Benjamin, 1973. Cf. las ideas de Willy Thayer al respecto. 13 Báez y Manson, 2006, 18. William Schneider (2002, 75) dice lo siguiente: “En dépit de ces préoccupations croissantes de la part des anthropologues, le grand public continua d’affluer aux expositions ethnographiques. L’exposition consacrée à la Terre de Feu attira plus de quatre cent mille visiteurs aux mois d’août et setembre 1881, avec une affluence de cinquante quatre mille spectateurs pour un seul dimanche”. 14 Cf. Báez y Manson, 2006, 22; Coco Fusco, 2002, 62.
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europea.15 La fotografía puede ser leída, en este sentido, como un punto intermedio —una zona de transición entre las ferias y el cine— y opera como un dispositivo aliado de los zoológicos, por su contribución a la ampliación del público y a la difusión (y preservación) de estas imágenes. Al mismo tiempo, como el cine, las fotografías se distancian de los rasgos documentales y veristas: la instalación de un escenario poblado de alusiones al medio de dónde venían los sujetos exhibidos —las dioramas— habla de una actuación y una composición estructurada. La barbarie siempre posee rasgos impostados y teatrales que también se verifican en este caso. Imagen 2
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La presencia de los “nativos” también fue impulsada por el interés científico. Los jardines zoológicos fueron (y continúan siéndolo) espacios de investigación y producción científica, además de dispositivos de exhibición y entretenimiento. De hecho, muchas de las imágenes que conservamos de los zoológicos humanos fueron publicadas en revistas científicas. Así, el Bulletin de la Société d’Anthropologie de París publica dos fotogra15 Cf. “A Brief History of the carte-de-visite” en el site del American museum of Photography’s. Disponible en http://www.photography-museum.com/histsw.htm. Como aparece en la exhibición del museo, los apaches fueron representados muy tempranamente, en 1862.
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fías de la primera serie que estudiaré, tomadas por el fotógrafo Pierre Petit. Asimismo, se realizaron mediciones y estudios en los que intervinieron sociedades antropológicas. Un ejemplo interesante es la imagen tomada por el sociólogo Gustave Le Bon, donde se reconoce una cinta de medición en el brazo de un joven fueguino, con el fondo de un establo donde se alojaba a los indios (Imagen 2). Las sociedades científicas abrieron el camino para la exposición de los fueguinos. Según consignan Báez y Mason, “el 14 de noviembre de 1881 Rudolf Virchow, fundador de la Berliner Gesellchaft für Anthropologie, Ethnologie und Urgeschichte, lamentó no poder presentar toda la “pequeña comunidad” fueguina durante un curso de antropología física dado en el jardín zoológico de Berlín, donde estuvieron alojados en el recinto de los avestruces”.16 Esta misma sociedad había intervenido dos años antes frente al gobierno de Chile para apoyar el proyecto de Hagenbeck de trasladar indígenas patagónicos a Europa, luego de que el empresario hubiera fracasado en un primer intento de llevar alacalufes a Alemania, debido a la oposición del gobernador de Punta Arenas. La gestión de la sociedad científica finalmente tuvo éxito y un pequeño grupo de indígenas tehuelches fue transportado y regresado con vida en 1879, sin llegar a ser exhibido públicamente (Imagen 3). No obstante, este fracaso circunstancial no desalentó a Hagenbeck. En 1881 un grupo de 11 indígenas llegó finalmente a París. En la imagen 4 podemos observar el nombre de Pierre Petit al pie de la tarjeta. Se trata de una carte-de-visite que funcionaba como souvenir e ingresaba en el naciente circuito postal como una imagen-mercancía, característica del régimen económico y simbólico de las exposiciones estudiado por Walter Benjamin.17 A través de la carte-de-visite se multiplicó aún más la ya numerosa audiencia que observaba a los indígenas en las ferias. En la foto tenemos a diez personas (uno menos del grupo original), en su mayoría agachadas, observando a la cámara. No tienen las pieles con que se cubrían los indígenas, uno de ellos porta una vincha —aunque no es una prenda usual entre los fueguinos— y los hombres tienen lanzas y arcos. Los escasos objetos que los acompañan corresponden a una imagen codi-
16 Báez y Mason, 2006, 37. 17 Hay muchos textos de Benjamin referidos a las exposiciones, aunque la mayoría de ellos fragmentarios, parte de su libro inconcluso, el Passagenwerk. Véase, entre otros, el apartado “G” en Benjamin, 1999, 171 y siguientes.
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ficada del indio, más que a los retratos conocidos de esa etnia específica.18 En el marco exterior de la foto se pueden observar las referencias al Bois de Boulogne y al Jardin zoologique d’acclimatation donde fueron exhibidos. El grupo se recorta sobre un fondo de ramas que parece querer reproducir la habitación típica de los fueguinos. Imagen 4
¿Qué preguntas convocan estas imágenes? En primer lugar, hablan de la humanidad, “lo humano” emerge como pregunta y captan nuestra atención a partir del problema de la mirada que cada uno de esos sujetos dirige sobre nosotros. Según veremos más adelante, hay muchas imágenes donde este encuentro no se produce, y el sujeto fotografiado no devuelve la mirada. La intersección entre nuestra mirada y la de los indígenas produce un malestar que reaviva el sentimiento de vergüenza o angustia ante la condición humana. Como observa Didi-Huberman citando a Benjamin, “quien es mirado o se cree mirado levanta los ojos”19. Este sentimiento de 18 Imágenes de indígenas fueguinos en José María Beauvoir, Belza y Bridges. 19 Didi-Huberman, 2006, 331.
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algún modo reaviva el que la audiencia de París probablemente experimentó, pero sobre todo suscita la pregunta sobre el grado de humanidad de esos sujetos. Aunque fueron exhibidos como representantes extremos de la alteridad cultural, la posición del espectador indica una proximidad simbólica, un parentesco, si bien remoto, innegable con esos individuos alojados detrás de las rejas. Los fueguinos están a la vez próximos y distantes de sus observadores. Sin embargo, el sentido pleno de estas imágenes resulta imposible de analizar si no se las sitúa en el contexto donde fueron realizadas. Las ferias y todo lo que convivía con los zoológicos humanos provee un suplemento que las imágenes por sí solas no logran expresar.20 Tomadas como objetos etnográficos, estas imágenes se ajustan al proceso de descontextualización y extirpación donde la idea de barbarie adquiere un significado enfatizado por el mismo contexto donde se encuentran relocalizadas.21 Los indios en París radicalizan la idea de barbarie, aún cuando se encuentren situados en un escenario aparentemente afín —la naturaleza que los contiene. La diorama construida para exhibirlos evoca ciertas representaciones de Tierra del Fuego y de sus habitantes que ya circulaban en Europa. Las imágenes 5 y 6 son distantes en el tiempo, pero sin embargo convergen en una representación semejante. Una pertenece al viaje del Capitán Cook, publicado en 1769, y está actualmente conservada en el British Museum. La otra es una ilustración contemporánea del zoológico humano, realizada por Nielsen y publicada en Le Journal Illustrée en 1881.22 En ambas reconocemos la presencia de animales junto a los indígenas localizados en una habitación primitiva. En la segunda ilustración, se reconocen las rejas (la jaula) donde estaban alojados los indios y la presencia de otros animales y plantas ausentes en su lugar de origen.
20 John Berger sobre el retrato: “Al mismo tiempo que registra lo que se ha visto, una foto, por su propia naturaleza, se refiere siempre a lo que no se ve” (2006, 13). “No se trata de saber lo que tal signo significa, sino a qué otros signos remite, qué otros signos se suman a él para formar una red” (Deleuze y Guattari, 1988, 118). 21 Kirshenblatt-Gimblett, 1991, 235-256. Gimblett distingue entre imágenes in situ e imágenes in context. Las segundas corresponden a las que vemos en las ferias y se definen por la descontextualización y recontextualización. 22 Ambas imágenes están tomadas de Báez y Mason, 2006 .
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Imagen 5
Imagen 6
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El marco del zoológico agudiza entonces la noción de barbarie a ambos lados de la reja: los fueguinos reafirman su condición abyecta pero el dispositivo exhibitivo también reenvía la pregunta por la barbarie hacia el zoológico y hacia el público no exento de perversión y voyeurismo en su curiosidad por lo abyecto (que también significa obsceno). LAS CRIATURAS MÁS ABYECTAS The abject confront us with those fragile states where man strays on the territories of animal. Julia Kristeva23
La percepción de los indígenas como seres abyectos puede vincularse a su proximidad con lo animal. Al aumentar su propio interés en función de su condición abyecta, los rasgos primitivos adquirían propiedades atractivas. Vale recordar que el mismo Darwin emplea en varias ocasiones el término abyecto para referirse a los indígenas fueguinos que conoció en su viaje. Además de haberlos visto y escrito sobre ellos a partir de su experiencia en Tierra del Fuego, Darwin observó nuevamente a los fueguinos en sus jaulas del Jardin d’acclimatation en París.24 Julia Kristeva ha estudiado el concepto de lo abyecto en el imaginario cultural y lo ha relacionado con el cuerpo y las sociedades primitivas. Los cuerpos son depositarios de propiedades de abyección en términos de suciedad, inmundicia y obscenidad. También aquí el foco de atención, como puede observarse en las imágenes de los indígenas, se dirige a los cuerpos y a los rostros, que funcionan como depositarios ambiguos de lo humano, como sitios opuestos al yo observador, capaces de provocarlo y desafiar su identidad. La provocación de lo abyecto, que puede reconocerse en Darwin pero también en las fotografías del Jardin zoologique d’acclimatation, pone en crisis la autopercepción del yo: si estos sujetos pertenecen al mismo grupo que el yo, entonces ¿quién soy yo? Se pone en funcionamiento un conjunto de mecanismos de defensa frente a la amenaza perturbadora de los fueguinos, característica de la experiencia inquietante de lo abyecto. Uno de ellos, reconocible en estas imágenes, opera buscando mitigar la anima23 Kristeva, 1982, 12. 24 Según señala Schneider, 2002, 74, Darwin visitó el zoológico humano del Jardin d’acclimatation y vio a los indígenas en su jaula.
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lidad (por ejemplo, cubriendo los genitales, destacando comportamientos más humanos). Otro procedimiento simultáneo funciona de modo inverso: incrementa los rasgos abyectos para distanciar aún más a esos sujetos perturbadores y alejar la amenaza de toda semejanza con el yo. Por último, puede pensarse que la exhibición de los cuerpos semidesnudos vuelve aún más humanos a los indios y por lo tanto semejantes a quienes los observaban. Despojados de los adornos de la civilización, todos los humanos se parecen entre sí. La abyección no sería entonces un rasgo privativo de los salvajes, sino un atributo común al género humano. Esta proximidad apoyada en el cuerpo funciona, sin embargo, como un rasgo que incrementa la incertidumbre en lugar de disiparla. Lo abyecto está relacionado precisamente con lo indecidible y lo fronterizo, aquello que está ubicado en un punto vacilante, pero que busca ser expulsado y separado no tanto por sucio como por ambiguo y “compuesto”.25 Es eso lo que las imágenes sugerían al público de las ferias: una pregunta sobre la inclusión o exclusión de estos sujetos en el dominio de lo humano. El zoológico sugería la exclusión, pero por ser también una forma de reclusión (la cárcel, la jaula, el reformatorio, el campo de concentración se inscriben en la genealogía del zoológico, del mismo modo que el museo26) se trataba de una separación interior, inserta dentro de la subjetividad, tan próxima que podía ser tocada y contemplada mientras el observador se sumergía en el colapso del sentido (Kristeva) que lo volvía también a él (o a ella) perturbado por lo que veía: un espejo que reflejaba una imagen distorsionada del yo. Rostros Algunos de los rasgos resaltados en las fotos parecen enfatizar la humanidad, particularmente en las imágenes individuales: la maternidad, la protección a los bebés, cierta forma de agrupación familiar, bastante forzada frente a la presencia grupal o tribal de las fotos de Pierre Petit. Otros elementos, por el contrario, indican más bien la animalidad: el miedo reflejado en los rostros, los gestos de desconcierto, incomprensión y terror, 25 “It is thus not lack of cleanliness or health that causes abjection but what disturbs identity, system, order. What does not respect borders, positions, rules. The in-between, the ambiguous, the composite”. Kristeva, 1982, 4. 26 Cf. Bennet, 1995.
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el rictus de la boca, la mirada aviesa y amenazante, acaso azuzada por los mismos cuidadores.27 La imagen de la izquierda parece aludir a ese componente animal o fronterizo, que sirve para definir lo humano en contraste con lo inhumano. De algún modo, la captura de los rostros en fotografías sirve, del mismo modo que la exhibición de los indígenas en jaulas, para mostrarlos como distintos y alejados de lo humano. Imagen 7
Imagen 8
Al incluir a los fueguinos en el régimen de la exhibición, se los coloca en una posición paradójica y contradictoria: representan lo inhumano, por sus atributos abyectos, sus costumbres salvajes y su cultura rudimentaria. Su estado resulta muy próximo al del homo naturalis. Al mismo tiempo, algunas de sus emociones primitivas aluden a una humanidad elemental, 27 Báez y Mason señalan que algunas indias murieron de sífilis en Suiza, enfermedad que podrían haber contraído por contacto sexual con los guardianes. Coco Fusco observa que en su performance de salvajes en jaulas (contemporánea pero, aún así, parte de un régimen exhibitivo comparable) lo obsceno impulsó al público a tocarla, interesarse por su sexualidad, hurgar en lo obsceno. Cf. Fusco, 2002, 39-83.
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infantil y arcaica, pero no por ello menos humana, sino más bien como un testimonio de un antecesor remoto del hombre moderno. En síntesis, los rostros evocan una representación del desconcierto y, en mi opinión, la idea del contraste entre estos sujetos y el medio a donde habían sido transportados y ahora eran exhibidos suma sentido y potencia la pregunta por la humanidad que las imágenes disparan. Estas dos imágenes pueden pensarse como representativas de los mecanismos exhibitivos que intento descomponer. En la imagen de la derecha, la captura e inserción de los indígenas dentro del régimen simbólico de la exposición implica una exclusión de lo humano. La exhibición opera siempre como una fantasía totalizadora y enciclopédica, del mismo modo que el zoológico: una clasificación por especies, una taxonomía poblada de jerarquías y categorías donde los fueguinos ocupan una posición infrahumana. Aunque la madre y su hijo se encuentran adentro —están en la jaula, están en París— y han sido atrapados a su vez en la foto —que funciona como dispositivo de captura adicional—, no pertenecen al mismo régimen de quien tomó la fotografía. Hay una distancia infranqueable entre el observador-espectador y lo observado-espectáculo. Se trata de una distancia que sirve para confirmar la sospecha de un abismo temporal insalvable. La presencia del abismo como peligro también puede compararse al sentimiento de abyección. Si observamos la expresión del niño en esta fotografía, vemos que manifiesta un sentimiento de terror y rechazo semejante al de la madre. Ambos miran con inquietud lo que se está haciendo con ellos e imponen una distancia entre quienes los observan y ellos mismos. Ambos están desnudos y desprotegidos (no tienen ropa: como los animales) y son examinados con reparos por el fotógrafo y el espectador. La complicidad de la foto con el zoológico se reconoce en cómo somos reenviados a la posición de público cuando observamos la imagen. La desnudez no genera vergüenza en ellos mismos, aunque sí en quienes los exponen, que los visten para mitigar la obscenidad de lo abyecto. La diferencia irreductible resulta confirmada en esa relación asimétrica. Queda expuesto así un puente infranqueable y una exclusión del dominio humano, que tiene lugar simultáneamente a su captura, la cual garantiza la exclusión y confirma la diferencia entre lo animal y lo humano. Así, el ingreso de los indígenas en la feria habilita su pertenencia a un régimen de excepción, donde la humanidad está en suspenso, limitada por las rejas que separan al zoológico del exterior y regulado por 98
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el control de los empresarios y cuidadores que convierten en mercancía todo lo que ingresa en la feria. Al ser inscriptos en la economía de la tarjeta postal y también convertidos en un espectáculo que genera dinero, los indígenas devienen mercancías y son deshumanizados.28 Por otra parte, la segunda fotografía parece mostrar algo distinto. Protección, cuidado, la piel que cubre el cuerpo de la madre, refieren un grado mayor de evolución, gestos más pacíficos que los de su compañera. El niño está tranquilo entre los brazos de su madre. Ninguno de los dos mira a la cámara, evitan la confrontación y eso parece reforzar la idea de docilidad y sometimiento. Sin embargo, sería difícil decir que en este caso los seres fotografiados pertenecen al mismo orden-mundo que quienes los observan (tanto el público del zoológico entonces como nosotros desde nuestro presente). Hay una distancia irreductible entre la imagen y el observador, un hiato que sin embargo no es absoluto: subsiste un vínculo, frágil pero indeleble, entre los indígenas y nosotros mismos. La indecibilidad de ese vínculo puede asociarse con el concepto de lo abyecto. Se trata de sujetos apresados en un orden excepcional, expuestos en el corazón de Europa, en un espacio como el Bois de Boulogne (y el zoológico), que representa a la vez lo natural y la naturaleza controlada y administrada, logro por otra parte celebrado en las ferias y exposiciones. La naturaleza reducida por el hombre resulta corroborada en los indígenas enjaulados. Pero las imágenes aluden también a algo inasimilable (lo abyecto se asocia con una condición extrema), incapaz de ser rescatado de esa condición infrahumana. Vale recordar, como también lo señala Darwin en su Diario, que los tres fueguinos capturados en 1830 por Fitz Roy, y devueltos dos años más tarde, se reintegraron rápidamente a su cultura, abandonando modales y costumbres adquiridas durante sus años en Inglaterra. Es decir que las imágenes refieren algo remoto (circunstancialmente próximo), ligado a una temporalidad irreductible y ajena, y cuya “ajenidad” es el valor que habilita la exhibición: los fueguinos cumplen una función operativa para definir lo humano como su antípoda, un extremo temporal que guarda también un vínculo con el ahora. Esa posición exterior y sepa28 Ver Báez y Mason (2006) sobre rendimiento económico de los zoológicos humanos. Es obvio, pero la representación aquí es literal: los indígenas son actores que no cobran por su performance, parte de un show donde son explotados como esclavos-prostitutas (trabajan con su cuerpo; alguien obtiene dinero por exhibir sus cuerpos públicamente; las indígenas son “mujeres públicas”). El empresario es un rufián de prostíbulo, que caza cuerpos, los priva de su libertad y gana dinero explotándolos.
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rada por la reja, que limita el lugar donde fueron exhibidos, evoca también la inmovilidad, el rehén, aquello que, como en la foto, no puede escapar ni moverse: ha sido detenido y fijado en una posición (abyecta) que lo define y de la cual es prisionero.29 De hecho es eso lo que las fotos testimonian doblemente: una captura por dos dispositivos complementarios, zoológico y fotografía. Hay otras imágenes donde lo abyecto y salvaje tiene una importancia aún mayor, particularmente en los retratos de sujetos masculinos. En las dos imágenes que siguen a continuación me detendré sobre la posición en cuclillas. Imagen 9
Las imágenes de los indios concentran, pues, un amplio repertorio de recursos retóricos que evocan rasgos codificados de lo salvaje, donde se refleja aquello que el espectador ya pensaba o sabía de la barbarie. En primer lugar, su condición de grupo: los indígenas (y los pueblos no occidentales en general) eran exhibidos en grupos donde la suma de personas sobresalía sobre la individualidad. En los grupos parece percibirse un desequilibrio 29 Barthes (1989, 65) dice que la foto es puro presente, que no tiene futuro y que su aura nostálgica/melancólica deriva de su firme clivaje temporal que impide una visión de futuro.
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entre géneros que sugiere la poligamia, aunque también hay imágenes de familias. En rigor, había tantos hombres como mujeres, pero las imágenes grupales pueden sugerir otra cosa, como ocurre en este caso: lo que Barthes llamaría el punctum de la imagen se ubica en el sujeto agachado ubicado en el centro, rodeado de por lo menos cuatro mujeres.30 El indígena situado en el centro del grupo confronta al espectador y lo interpela desde una posición que es subalterna, pero también no lo es: invita a quien lo observa a situarse a un nivel semejante. Este efecto puede comprobarse también en la “edición” de imágenes; la que se publica en la revista L’Illustration, por ejemplo, recorta y compone superponiendo diversas fuentes icónicas, sometidas a un proceso de edición. Se reconoce allí una voluntad por construir una imagen preconcebida de lo salvaje. La aptitud para percibir el sentido político o moral de un rostro implica un desvío: las cualidades sugeridas en la fotografía de un rostro —en nuestro caso desconcierto, sorpresa, terror, abyección— no pueden ser percibidas por el sujeto fotografiado; la distancia que se interpone entre la imagen y el observador no es sólo una distancia física, sino un hiato perceptivo que coloca necesariamente a uno y otro en dimensiones disyuntivas, en temporalidades que no pueden coincidir, que están necesariamente desajustadas entre sí. Quien observa reconoce algo que no puede ver quien es observado. La fotografía opera así como un mecanismo jerarquizador que sirve para comprobar la coexistencia simultánea de temporalidades desplazadas, divergentes, anacrónicas. 1889 Quiero detenerme brevemente en un segundo grupo de imágenes que corresponde a la Exposición Universal de 1889 y donde también podemos reconocer un mecanismo de composición y animalización, así como un juego con la temporalidad.
30 Barthes, 1989, 65.
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Imagen 10
La imagen 10 ha sido reproducida muchas veces. Se ve en ella al empresario belga Maurice Maître con un grupo de indígenas selk’nam exhibidos en la Exposición Universal de París de 1889.31 Aquí el contraste entre el individuo europeo y los indígenas reproduce el de otras imágenes semejantes de ferias y exposiciones, en las que los “nativos” aparecían retratados junto a un europeo vestido y en actitud dominante.32 Se trata de un solo hombre frente a un grupo desordenado de indígenas que se encuentra a su merced. La vestimenta de Maître refuerza el contraste con los indígenas 31 La fotografía está en el libro de Martín Gusinde, el fotógrafo es desconocido. Los indígenas habrían sido capturados y traídos engañados desde Punta Arenas, aunque su origen es incierto. Algunas versiones dicen que venían de la Bahía Felipe (Chile), otras que su origen era la Bahía de San Sebastián, próxima a Río Grande (Argentina). Cf. Báez y Mason, 2006, 47 y 54. La intervención de empresarios en la exhibición de indígenas y su mercantilización es propia de la feria, donde todo se vende, se compra o se explota. Vale recordar que también Kurtz, el personaje de Heart of Darkness (1902), trabajaba para una empresa belga. 32 Por ejemplo, nativos de Surinam junto a un cuidador. Cf. Báez y Mason, 2006, 32.
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(incluso los dos sombreros: el bombín europeo y el gorro de piel del niño a su lado), así como la vara (o bastón) que tiene en sus manos, semejante al de un domador, sugiere la animalidad de quienes lo acompañan. La presencia de las pieles y el perro enfatizan el componente animal, así como la disposición de los cuerpos y el bebé cargado en las espaldas de la india aluden a la barbarie. Maître, los fueguinos y el perro forman una cadena evolutiva donde éstos ocupan la posición intermedia entre el animal y el europeo. El perro está plenamente sometido (dormido y a los pies de sus amos), pero es el europeo quien domina la situación. Los indios no parecen amenazantes, pero la vara quizás contribuye a contenerlos, ya que de hecho el grupo conforma una pequeña multitud desordenada de salvajes primitivos. Hay algo de grotesco e impostado en toda la foto, en la que el cuidador se muestra como un personaje de circo junto a las fieras. Pero lo que sobresale nuevamente aquí es la coexistencia de tiempos desiguales, en donde quien simboliza lo moderno domina y los salvajes, representantes de lo arcaico, están sometidos debido a su temporalidad anacrónica. La convivencia de tiempos heterogéneos —tiempos policrónicos como los llama Didi-Huberman— se manifiesta a partir de lo que esta imagen sugiere, más que de lo que muestra en forma explícita. Los indígenas están privados de su libertad, en un régimen animal de cautiverio y de algún modo han quedado encerrados afuera.33 Por su acronía no pueden ingresar en la modernidad europea, son restos externos e inasimilables de un tiempo prehistórico. Pero tampoco pueden inscribirse en una legalidad jurídica, porque no tienen nación. Han sido incluidos en un orden donde no tienen lugar (y por esto están encerrados afuera), porque su temporalidad no es compatible con ninguna de las que están disponibles: nacional-estatal, colonial, subalterna, periférica o imperial. Ninguno de esos regímenes de afiliación simbólica identitaria admite a los fueguinos, que no caben bajo esas categorías. Por esa razón, finalmente mueren o son expulsados de Europa, del mismo modo que serán eventualmente exterminados en Tierra del Fuego. Sólo entre seis y cuatro de los once que formaban el grupo original de selk’nam regresaron a su lugar de origen.34 El recorrido de los protagonistas de la imagen ha sido reconstruido. Luego de París, fueron llevados a Londres, donde se los exhibió en el West33 Tomo este concepto de Agamben, 1998. 34 Gusinde dice que regresan cuatro; según Báez y Mason son seis.
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minster Aquarium, esta vez entre peces. Ante las protestas de la South American Missionary Society, Maître escapó a Bélgica, donde exhibió a los selk’nam en dos museos de Bruselas. La protesta iniciada en Londres continuó hasta el continente y el debate por la ciudadanía emergió en ese momento. ¿Se trataba de indígenas chilenos o argentinos? Un diario belga señaló que “fueron capturados en territorio inglés en Tierra del Fuego y embarcados a la fuerza en un barco francés”.35 El problema de la nacionalidad o, más bien, la carencia de ella indica la posición exterior a cualquier nación de los fueguinos. Se trata de sujetos extraterritoriales a la economía política nacional-estatal, provenientes de un territorio de soberanía imprecisa. Sin embargo, la trayectoria de esta fotografía demuestra que fue utilizada en una construcción en la que se insertaron fragmentos en otros contextos regulados por propósitos nacionalizadores. Otra imagen que ha sido reproducida (está disponible en la web) es la de José Luis M. Calafate y José Fueguino. Esta fotografía, hoy en el Archivo General de la Nación, Argentina, recorta dos de los niños exhibidos en París en 1889 y los repone en un marco natural, donde Maître ha sido reemplazado por un árbol. La exposición queda borrada y sustituida por un contexto todavía vago, pero que parece intentar reintegrar a los indígenas a su ámbito natural. Todo parece indicar que este individuo es quien acompañó a uno de los cuidadores por Europa, fue exhibido en la Exposición Italo-Americana de Génova de 1892 —que conmemoró los 400 años del descubrimiento de América— y regresó algunos años más tarde acompañando al Padre Beauvoir, un misionero salesiano que trabajó en Tierra del Fuego. Este periplo, que lo restituye a su lugar de origen y que está documentado en imágenes, parece buscar resolver, al menos en el nivel imaginario, la desterritorialización de las exposiciones. La presencia de estas imágenes en el archivo argentino también permite especular sobre un desplazamiento adicional: su ingreso, igualmente problemático según veremos, en la memoria colectiva argentina.
35 Journal de Bruxelles, 6 de enero de 1890, citado en Báez y Mason, 2006, 62.
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Imagen 11
CONCLUSIÓN: CIUDADANOS SIN NACIÓN Gracias a la colección de Roland Bonaparte, a las fotografías de Pierre Petit y algunos otros retratos, conservamos hoy estas imágenes del paso de los fueguinos por las ferias y exposiciones. Además del problema de la pertenencia al género humano o al mundo animal y de la condición abyecta presente en las fotos, la cuestión de la nacionalidad de los indígenas adquiere importancia y resulta necesario detenerse en él. Las ferias y exposiciones fueron espacios donde la representación en términos nacionales tuvo un protagonismo central y creciente a lo largo del siglo XIX. Como lo demuestra Susan Buck-Morss, desde la inauguración del Palacio de Cristal en 1851 hasta las postrimerías de la Primera Guerra Mundial, las exposiciones sufrieron una mutación que las llevó de celebraciones universalistas del progreso humano y del libre comercio a competencias 105
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nacionalistas y exaltaciones del proteccionismo, donde los pabellones e inventos participaban en una competencia tapizada de banderas.36 Los pabellones y tecnologías exhibidas, los recursos naturales, las mercancías, monumentos y máquinas resultaban asociados con las naciones que los mostraban para afirmar su reputación y como pruebas de su poder político, militar y simbólico. En el caso de los pueblos atrasados exhibidos en las ferias, en la mayoría de los casos eran mostrados como pueblos coloniales y servían a la propaganda imperial.37 Pero la posición de los fueguinos no encajaba en esa distribución. ¿A qué metrópolis pertenecían? ¿Cuál era su afiliación colonial? ¿Qué nación ejercía la soberanía sobre ellos? ¿Cuál era su ciudadanía o el imperio que los dominaba? Las memorias de Lucas Bridges son interesantes al respecto.38 Este autor narra cómo Tierra del Fuego, particularmente la zona occidental de la isla donde su padre, el Rev. Thomas Bridges, se estableció y fundó los primeros asentamientos blancos, era un territorio vacío de soberanía, quizás uno de los últimos espacios privados de control político efectivo por parte de algún Estado. Recién en 1884, en parte debido a un distanciamiento con la South American Missionary Society de Londres, Bridges visita Buenos Aires y poco después ingresa el Estado argentino en Usuahia. Eso permite comprender por qué entre 1881 y 1889 muchas cosas han cambiado. Durante la exposición universal de 1889, a partir de la exhibición de los fueguinos cuyas fotografías vimos, se iniciaron procesos legales para proteger a los indígenas e intentar restituirlos a su lugar de origen. La South American Missionary Society estableció contacto con el consulado chileno en Londres, donde se encontraban los indios a principios de 1890. Pero, ¿cómo protegerlos? ¿A qué marco legal pertenecían? ¿Podían asociarse con alguna nación? ¿Qué legislación invocar para alegar su derecho a regresar a su lugar de origen? ¿Cuál era su lugar de origen? ¿Argentina, Chile, un territorio colonial británico en América del Sur (las islas Malvinas habían servido para la tarea evangelizadora y algunos indígenas habían sido llevados a las islas durante breves períodos)? ¿Cuál era la ciudadanía de los indígenas exhibidos? 36 Buck Morss, 1991. Benjamin observa el avance del proteccionismo como una política paralela a la destrucción del libre comercio. 37 El trabajo precursor sobre este tema es el libro de Mitchell, 1988. La bibliografía sobre este punto es enorme. 38 Bridges, 1998.
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Aunque algunos de los estudios recientes parecen atribuirles una nacionalidad, en mi opinión el problema resulta menos fácil de resolver de lo que parece. La condición nómade de los fueguinos también complicaba las cosas. Aunque hubieran sido embarcados en Punta Arenas, podían provenir de un territorio alejado y ser, por ejemplo, originarios de una región bajo una imprecisa pero cada vez más tangible soberanía argentina. Esta situación incluso variaba en un lapso temporal limitado: un territorio que en 1881 todavía tenía una soberanía ambigua y que a partir de 1884, según lo señala Bridges, había sido incorporado a la soberanía argentina, podía en 1889 ser alegado como espacio soberano. Ese argumento apareció en las discusiones sobre la restitución de los indígenas, que finalmente regresaron a Tierra del Fuego por la intervención del cónsul chileno en Londres. Pero esta cuestión nos lleva a un problema más amplio, que es la pregunta sobre el lugar de los indios en el imaginario nacional argentino. A diferencia de otros países latinoamericanos, Argentina es quizás el país con rastros más débiles de los indios en su literatura, en su pintura, en su iconografía y particularmente en las autoimágenes de la identidad colectiva. Es bien conocida la tradición eurocéntrica, que se refleja por ejemplo en la absoluta ausencia de arte indígena en los principales museos del país hasta hace muy poco tiempo.39 La presencia escasamente visible de los indígenas en representaciones públicas de la identidad colectiva obedece a varias razones. Puede encontrarse una explicación en una tradición de fuertes marcas seculares y eurocéntricas formulada en la emancipación, y en una elite que miraba a Europa como modelo e instrumento de modernización (Alberdi). En esa ecuación, el indio ocupó un lugar marginal y secundario, simplemente se lo excluyó del discurso; no tuvo ni siquiera un rol destacado como antagonista, en contraste con el gaucho.40 No resulta extraño, por lo tanto, que los indígenas tampoco hayan estado presentes de manera oficial en las delegaciones argentinas en exposiciones y ferias internacionales, ni siquiera bajo imágenes codificadas como las de otros países de la región: el indianismo brasileño o el indigenismo mexicano. 39 El caso de la Urna Quiroga es elocuente en este sentido: aunque fue donada por el antropólogo Adan Quiroga al MNBA, éste rechazó la donación y la envió al Museo Etnográfico, a principios de siglo una institución dedicada a investigar desde una perspectiva cientificista las razas y los cuerpos. La misma ubicación del Museo Etnográfico en el sótano de la UBA es elocuente sobre su débil voluntad exhibitiva; se trataba de una institución de investigación y archivo. 40 Algo semejante ocurre con Uruguay.
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Sin embargo, aunque las representaciones oficiales en las exposiciones universales o los museos prestaron escasa atención al mundo indígena, algunos estudios recientes han demostrado que hacia fin de siglo algo cambia.41 Con el evolucionismo positivista, interesado en las mediciones de cráneos y en comprobar teorías de la frenología y la fisiognomía, primero los cráneos (como en Zeballos) y luego las lenguas y el patrimonio cultural indígena capturaron durante un tiempo el interés del mundo académico.42 Pero incluso este interés, sin duda renovador, que permitió un crecimiento de lo indígena en el repertorio científico, en colecciones, libros y revistas académicas, guarda una relación débil y ambivalente con la cuestión nacional.43 Aún cuando los primeros etnógrafos se interesaron por las lenguas y las leyendas, y los museos alojaron cráneos, objetos y esqueletos, el espíritu de la colección guardaba un vínculo difuso y contradictorio con la identidad colectiva. Hasta entonces y desde la emancipación, “lo indígena” tuvo escasa repercusión en la agenda nacionalista. El interés evolucionista, más que en los indígenas como representantes o miembros de una identidad colectiva, perseguía reunir datos duros para comprobar teorías de matrices universales: los fueguinos no serían, según estas investigaciones, antepasados de la nacionalidad argentina, sino los últimos representantes vivos de la prehistoria humana. De ahí el extraordinario interés que despertaban tanto en el público lego como en científicos establecidos: suponían que los fueguinos podían proveer algunas claves para entender la historia de la evolución humana.44 El caso de los fueguinos se aparta de un modo extremo del relato nacionalista, incluso más que otros grupos indígenas. Sin embargo, durante la década de 1880 Francisco P. Moreno y el Museo de La Plata comenzaron a procurar información e insumos de Tierra del Fuego para abastecer sus fondos.45 El Museo de La Plata será anfitrión de los estudios sobre indígenas —y también huésped para algunos indígenas vivos, que fueron exhibidos 41 Penhos, 2005; también Podgorny y Politis, 1992. 42 Habría que pensar en una transición que se da a partir de los años 20, a través de la cual el interés en mitos y folklore da lugar a una línea que, si bien parte de los archivos positivistas, en rigor se aparta del racionalismo y se dirige a lecturas más culturalistas, el kulturgesichte del cual derivan hasta cierto punto Reyes, Mário o el mismo Henríquez Ureña. 43 Piénsese en las gramáticas y vocabularios como la de la lengua cacana, establecida por Lafone Quevedo en Tesoro de Catamarqueñismos o en Mitología Sudamericana, de Lehmann-Nitsche. 44 Cf. Stocking, 1987. 45 Cf. Bridges, 1998.
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en un proto zoológico humano—, y esto ocurre en un momento de expansión del archivo y la producción científica sobre indios.46 Estos estudios, que cobraron cierta importancia hacia fines del siglo XIX alrededor de los museos y se mantuvieron como una práctica de laboratorio, alejada de la difusión masiva pública como la que se verificaba en las ferias y exposiciones universales, indican la emergencia de los indígenas como sujetos-objeto de estudio y también señalan un cambio de perspectiva que habilita un interés coyuntural por las culturas originarias. Además de las mediciones de cuerpos y cráneos, comienzan entonces a elaborarse diccionarios, gramáticas y estudios filológicos de las lenguas habladas en Tierra del Fuego, que también contribuyeron a reafirmar la condición humana de los aborígenes. El péndulo se desplazó hacia una atención culturalista del mundo indígena, aunque este interés mantuvo los presupuestos racistas y una distancia estratégica del problema de la posición de los indígenas como sujetos jurídicos. Desde Sarmiento sabemos que la alteridad cultural, la barbarie en su expresión más frecuente en el imaginario argentino, fue una materia indispensable para elaborar fábulas de identidad y se alojó primordialmente en el gaucho. Así, los trabajos de Oscar Terán, Alejandro Eujanián y Alejandro Cataruzza, por ejemplo, asignan un lugar marginal o inexistente al mundo indígena en el imaginario de la elite.47 Citando a Alberdi, Terán recuerda que “el indígena no compone mundo” para los intelectuales argentinos.48 Esta expresión evoca a Heiddegger, que en su Sein und Zeit elaboró una clasificación tripartita donde los animales eran justamente eso, “pobres en mundo”, incapaces de formar mundo y sólo pasibles de relacionarse con su entorno inmediato.49 Ese entorno inmediato es también el que rodea a los fueguinos en las fotos de París: naturaleza, animales, plantas, pieles, sus rústicos instrumentos de caza. No parecen tener conciencia de dónde están ni poseen atributos propios de lo humano (lenguaje, razón, cultura). Los indígenas quedan, así, próximos a la categoría de animales y, por ese motivo, 46 Sabemos que varios indígenas fueguinos estuvieron viviendo en el Museo hacia fines del siglo XIX y, cuando murieron, fueron materia de estudio. El trabajo de Ten Kate así lo señala. Es posible que en el museo se haya montado una exposición de indígenas vivos (un modesto zoológico humano local); de hecho el Museo y el zoológico de La Plata se encuentran próximos físicamente y colaboraban entre sí. Cf. Andermann, 2007. 47 Eujanián y Cattaruzza, 2003. 48 Terán, 2000, 226. 49 Agamben, 2004, 49.
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se afirma la idea de que su contribución al patrimonio de la cultura nacional es necesariamente pobre. Un precipicio (hiato) los separa de la identidad colectiva y los envía a la posición aporética que he intentado describir: la inclusión excluyente, el “encierro afuera” del cual las ferias dan cuenta.50 El zoológico humano operó entonces como teatro de explotación —donde los indígenas ingresaban en un régimen de espectáculo y se convertían en mercancía— y como campo de inclusión excluyente: su condición anacrónica los disparó fuera de la nación, no sólo argentina sino de cualquier otra, porque la nación demanda una temporalidad histórica, útil en la formación de una autopercepción moderna a la cual los indios no contribuían. En rigor, los indios no fueron reclamados por ninguna nación, más bien lo contrario. Se trata de sujetos a los que muchas naciones buscaron alejar de las representaciones de la identidad colectiva, en particular las naciones latinoamericanas embarcadas en proyectos de modernización a marcha forzada.51 Estas fotos son la evidencia de su paradójica exclusión inclusiva: la posición liminar de lo indígena en el imaginario colectivo argentino y su lugar vacilante entre lo animal y lo humano. BIBLIOGRAFÍA Agamben, Giorgio, Homo sacer: el poder soberano y la nula vida. Valencia, Pretextos, 1998. — The Open: Man and Animal. Traducción de Kevin Attell. Stanford, Meridian: Crossing Aesthetics Series. Stanford University Press, 2004. Andermann, Jens, The Optic of the State: Visuality and Power in Argentina and Brazil. Pittsburg, University of Pittsburgh Press, 2007. 50 En el Facundo los indígenas tampoco ocupan un lugar significativo, ni siquiera como antagonistas activos de la dicotomía civilización-barbarie, a diferencia del gaucho, verdadera fuerza movilizadora del pensamiento y la teoría sarmientina. Según lo estudié en Literatura y frontera, durante sus años en Chile Sarmiento reaccionó indignado por el lugar atribuido a los indios en el imaginario colectivo chileno, donde el mundo indígena ocupa todavía hoy una posición visible, es materia de debates públicos (la discusión sobre los pueblos originarios por ejemplo, emerge en las campañas presidenciales). En Argentina durante la última reforma constitucional, en el gobierno de Carlos Menem, hubo una alusión tangencial al problema, que sin embargo se mantiene lejos del foco del interés público. 51 Cf. Fernández Bravo 2000.
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Drogas y maderas para la nación argentina. Los recursos naturales en las exposiciones universales María Silvia Di Liscia INTRODUCCIÓN En 1868, Martín de Mossy, encargado de la organización de la colección en las provincias argentinas para la Exposición Universal de París de 1867, expresaba enfáticamente: “el fin de la exposición es enteramente práctico: hacer conocer el grado de adelanto de los procederes industriales de todo el mundo, por decirlo así, el inventario de los recursos naturales y cultivados de la tierra y de la manera actual de beneficiarlos.1 Para los científicos, funcionarios y otros intelectuales de la entonces Confederación Argentina, la participación en una de las mayores exposiciones universales de la década, y la primera cuya organización implicó directamente al Estado, tenía un significado netamente utilitario y de exaltación del progreso científico occidental. En relación con el reino vegetal, la decidida presencia de consideraciones sobre la identidad territorial y sus posibilidades futuras —aunadas a la explotación de commodities—, se unía a una intervención científica más efectiva para definir y poner en marcha ambos fenómenos. En la continuación del proyecto, que puede observarse en la exposición de París de 1889, participó toda una generación de científicos, quienes hicieron posible la conquista científica de los espacios usurpados a las sociedades indígenas autónomas, con la intención de poner bajo otra órbita el conocimiento y la utilidad de sus tierras y riqueza vegetal. Años después, en la exposición organizada en Buenos Aires como celebración del Centenario de la Revolu1 “Memoria”, en La República Argentina, 1868, 38.
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ción de Mayo, se superpusieron sobre el positivismo triunfante los esbozos y las dudas de otras visiones sobre la nación argentina, que incluían un interrogante sobre la integración de las sociedades indígenas. Las colecciones originadas en esas exposiciones, junto con otras reunidas en viajes y expediciones a los “confines” de la nación, se transformaron en instrumentos científicos para la determinación taxonómica y también en obsequios a delegaciones y funcionarios extranjeros para favorecer el intercambio y las relaciones económicas entre naciones “amigas”. El objetivo central de este trabajo es llevar cabo un análisis sobre las formas y métodos de estudio de las plantas nativas en relación con su exhibición en el período abarcado entre finales del siglo XIX y mediados del XX. En este amplio espectro temporal, no se trata de intentar una síntesis sobre la historia de la botánica en Argentina —sobre la cual, y a pesar de algunos antecedentes interesantes, aún falta mucho camino por recorrer—,2 sino puntualizar en aquellos aspectos centrales al conocimiento y divulgación disciplinar: las determinaciones taxonómicas y su utilidad científica y productiva, así como en las redes de circulación de los “productos científicos” más allá de los sitios de recolección original. La sistematización de las plantas era sólo el primer peldaño de una larga escalera en vistas a modificar un “objeto natural” y hacerlo rentable para el uso comercial o industrial. Los taxónomos iniciaban un proceso al descubrir y describir, es decir, nominalizaban la naturaleza. En la clasificación, dotaban de un orden artificial al caos salvaje; le otorgaban un sentido y también una teleología.3 En el inicio de estos procesos, se encuentran las decisiones políticas por formar las muestras y otorgarles un lugar específico en las exhibiciones universales. En la actualidad, hay numerosos antecedentes sobre el papel de las ferias y museos en América Latina y Argentina;4 también son importantes los aportes sobre el conocimiento científico y su función ideológica, sobre todo en el siglo XIX.5 Pero requieren cierta profundización las nociones de poder como posesión y apropiación de la naturaleza que implica la necesidad de la denominación y el descubrimiento del mundo natural6 y cuya 2 Ver al respecto Hicken, 1923, y Babini, 1986 (1954). Parte de la información de este trabajo fue proporcionada por Gustavo Giberti y Aníbal Prina, a quienes agradezco especialmente. 3 Foucault, 1999, 126-163. 4 Ver al respecto Fernández Bravo, 2000; Podgorny, 2000, 2001, 2005; Mantegari, 2002. 5 Monserrat, 1993, y Navarro Floria, 2004, entre otros. 6 Barnes, 1988.
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expresión concreta es el uso taxonómico. Asimismo, en trabajos anteriores se ha puntualizado sobre los recursos ganaderos, las investigaciones paleontológicas y las intervenciones científicas vinculadas con la arqueología y la antropología. La elección de las plantas nativas, en este recorrido, obedece a su ausencia en estudios similares, a pesar de que todas las colecciones enviadas estaban compuestas por “recursos vegetales”.7 Esta característica puede deberse a dos aspectos: por un lado, a que, salvo en la actualidad, cuando las catástrofes ecológicas sobre los bosques ponen sobre el tapete la pérdida de biodiversidad vegetal, durante mucho tiempo la manipulación, destrucción, traslado o experimentación de plantas no implicaba condena moral alguna. Para Drouin, la proyección de rasgos antropomórficos sobre los animales —sobre todo, los mamíferos—, implicó mayor “vecindad” con los seres humanos y a la vez un cierto olvido de otros seres vivos —insectos, plantas—, cuyo sufrimiento e incluso desaparición no tienen el correlato de la degradación humana.8 Las plantas carecen de sistema nervioso y, una vez arrancadas del lugar original, pueden ser trasladadas sin mayor culpa como objetos inertes a ambientes muy diversos para formar parte de nuevos ecosistemas o de colecciones formadas en herbarios de ultramar. En relación con las colecciones botánicas es preciso puntualizar sobre sus aspectos estéticos. En el siglo XVIII, las expediciones científicas organizadas por las potencias occidentales concedieron un lugar importante a la botánica, pero dadas las dificultades de traslado y de mantenimiento del material, el mismo se acompañaba por grabados y dibujos. Muchas veces, su pérdida o deterioro provocó la suplantación de los ejemplares por diseños, en los que se exponían gráficamente aquellos caracteres que deseaban acentuarse de determinada especie. En Europa, los dibujantes publicaron sus obras en lujosas planchas, donde destacaban profusamente el color de las flores, las formas exóticas de las hojas y la disposición de raíces y frutos en relación con prácticas artísticas y con un sentido estético, a gusto de los posibles consumidores.9 La atractiva presentación proporcionaba así mayor difusión de los “descubrimientos” botánicos, obviamente entre 7 En trabajos anteriores (2003, 2007) nos hemos interesado por estos aspectos. Ver asimismo Silvestri y Aliata (2001), quienes incorporan la relación entre la naturaleza y la cultura, bajo la mirada del “paisaje” en su sentido estético. 8 Drouin, 1991, 185. 9 Nieto Olarte, 2000.
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aquéllos que podían hacerse de los caros volúmenes donde se publicaban los dibujos. En el caso de las plantas presentadas en las exposiciones, tanto en el país como fuera, se trató generalmente de ejemplares secos y herborizados que habían perdido la forma, el color y muchas de las características originales. Salvo las colecciones de maderas, presentadas en “tocones” de medidas muy variables, el resto del material se exhibía en frascos o en las mismas planchas de papel, y su atractivo podía cautivar al especialista,10 pero el gran público, que recorría los centros de las exposiciones a la búsqueda de los objetos más exóticos puestos ahí para sorprenderlo,11 quizás fuera indiferente a la presentación de un sinnúmero de plantas desconocidas o de ignota denominación. El lugar ocupado por las muestras vegetales en estas grandes exhibiciones del progreso occidental tendría relación entonces con su uso económico, real o potencial. En la selección de Argentina adquirieron un lugar central los cereales y otros alimentos, así como los textiles introducidos —variedades de trigo, maíz, lino y centeno—, cuyo desarrollo era preciso certificar como motivo de atracción de capitales e inmigrantes. Como ejemplo, en los años setenta del siglo XIX, el reconocido naturalista Jacob Burmeisteir había afirmado que todas las tierras de la región pampeana no eran aptas para el cultivo de cereales, sino sólo la región subtropical, que en el caso de la provincia de Santa Fé, coincidía con el norte. Esa apreciación errónea fue sostenida durante muchos años por el prestigio de Burmeisteir y llevó a que se instalaran colonias agrícolas donde no era viable el cultivo cerealero. En 1883, esas ideas comenzaron a desvanecerse; ese año, el cónsul norteamericano informó a su gobierno que, de acuerdo a los datos relevados por Grisevach y Doering, ambos botánicos, era posible refutar completamente esas afirmaciones, señalando al mismo tiempo que las praderas pampeanas ofrecían al desarrollo agrícola un campo por lo menos tan favorable como el del lejano oeste de Estados Unidos.12 10 La colección del Centenario, que puede consultarse en la actualidad en el Museo de la Facultad de Farmacia (UBA), está compuesta por muestras de maderas cuyos diámetros oscilan entre los 10 y los 40 cm y cuyo alto aproximado es de hasta 50 cm. Las muestras (semillas, raíces, frutos) con interés médico también se exponen en frascos de diferente capacidad. 11 Ver al respecto el excelente estudio de Fernández Bravo (2000) en relación con las ferias europeas. 12 Gallo, 1984, 21.
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Las plantas nativas tenían un espacio subordinado debido a que aquí, más que la realidad de la explotación en las ubérrimas “pampas”, primaba la incógnita sobre los posibles usos. La puntualización de Moussy con que iniciamos el texto merece una consideración: la denominación de “recursos naturales” construida desde el siglo XVIII implica una noción de la naturaleza bajo la lógica económica y por lo tanto vinculada a las sociedades humanas. Esta manera de clasificación otorgó a determinadas especies una calificación mayor — y aseguró su supervivencia—, en la medida en que podían ser capturadas y reproducidas como alimento, vestido, para la construcción o como medicina, entre muchos otros usos. Para las que competían en el mismo ecosistema o afectaban su productividad, la valoración fue de “invasoras”, en el caso de las plantas, o “pestes” y “depredadores”, en el caso de insectos y animales.13 En esta presentación, se puntualiza el carácter “aprovechable”, aunque potencial, de las plantas nativas de Argentina, bajo un doble aspecto: como drogas o remedios y como recursos forestales. Ambos son centrales para la aplicación en un proceso industrial farmacéutico, o en las diversas utilidades de la madera (tinte, construcción, energía, muebles, etc). También resultan de interés en la observación del proceso de calificación de “objeto” científico bajo la óptica cultural y política, porque estas determinaciones se inician a raíz de calificaciones realizadas por individuos de sociedades desplazadas por el mismo progreso, cuyo hábitat fue objeto de despojo y depredación. Finalmente, un comentario cuya obviedad no despeja, sin embargo, la necesidad de ser planteado: las exposiciones implicaron una circulación a nivel internacional del conocimiento de objetos, procesos y personas de determinadas naciones y regiones. Más allá de la necesidad científica, la escala internacional transformó la botánica, entre otras disciplinas, y supuso un examen global no exento de su apropiación y colonización.14 TAXONOMÍA Y REMEDIOS La posibilidad de mostrar los productos argentinos fuera del país implicó un proceso de selección realizado a partir de los años sesenta del 13 Scott, 1998, 13. 14 Ver al respecto Livingstone, 2003, 3-4.
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siglo XIX por el mismo Estado. Cierta indiferencia acompañó este proceso, puesto que de las once provincias existentes en la Confederación sólo seis presentaron objetos para la Exposición. En la correspondencia entre los organizadores de la muestra, Juan María Gutiérrez y Martín de Moussy, se desliza la posibilidad de la muestra a manera de vidriera del progreso argentino, en entredicho a raíz de las guerras y conflictos internos. Así, la exhibición sería una puerta para demostrar la pujanza y la existencia de estructuras estables y de cierta normalidad que aseguraría inversiones y población futuras. Entre los objetos puestos a consideración figuran “la industria de los indígenas fronterizos”, tanto en el caso de la provincia de Buenos Aires (Azul, Bragado y Junín) como en Corrientes, Santa Fé y en el Territorio de El Chaco; en ese momento, en manos de parcialidades indígenas autónomas. Los artefactos —trenzados de cuero, tejidos de lana y algodón—, “harán excelente efecto sobre todo si se ven los obreros que los fabrican”.15 Respecto al envío de plantas, se daban instrucciones pormenorizadas sobre su presentación en herbarios, salvo en el caso de las muestras de cultivo, que debían entregarse en frascos. Los resultados finales eran alabados por la misma publicación: Argentina había logrado en la exposición de París una medalla de oro (al “gobierno”), cuatro de plata (a las colecciones de carnes, minerales, lanas y curtiembres de pieles) y diecisiete de bronce; entre ellas se contaba una al Gobierno de Tucumán y a la Comisión de Mendoza por sus colecciones de plantas medicinales y maderas.16 En relación al total de los envíos, eran realmente pocos los referidos a los productos anteriores, los cuales habían llegado más allá del océano gracias al esfuerzo gubernamental. Este énfasis se repite en relación a una Exposición posterior, realizada en Filadelfia en 1875 y como celebración del centenario de la independencia norteamericana. En ese caso fue Richard Naap el encargado, también por el gobierno argentino, de compilar una obra sobre los avances del país con estilo científico y finalidad netamente publicista. La información sobre la flora nativa se realizó en base a la recopilación de materiales de estudio de naturalistas y botánicos como Grisebach, Claraz y Burmeisteir, pero los vacíos todavía eran importantes; Naap era consciente de que gran parte del 15 La República Argentina, 1868, 57. 16 Íd., 97.
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territorio argentino era aún “terra incógnita” para el conocimiento científico y, en consecuencia, para la explotación de sus riquezas.17 En el Catálogo volvían a notarse los problemas de organización, ya que muchos de los productos enviados por las provincias habían llegado con retraso. En el listado de los vegetales se publicaba una larga serie numerada, seguida del nombre vulgar y, en algunos casos, de la denominación científica y de los usos posibles (medicinales y mágicos indistintamente).18 En otros, se enviaban directamente a la ciudad norteamericana preparados de farmacia con minuciosas indicaciones sobre sus virtudes médicas, pero sin indicación alguna de su composición.19 Se trata de un ejemplo de “remedio secreto”, cuya fórmula era conocida nada más que por el fabricante, quien usufructuaba su utilización, situación habitual en una etapa en la que faltaba una legislación farmacéutica oficial.20 En los dos casos anteriores, la disposición de los objetos obedecía a criterios diversos, como la demostración del exotismo y las posibilidades inmensas de enriquecimiento con su explotación. Resulta claro que, si bien podían participar científicos en la selección de las muestras (Moussy y Naap eran reconocidos naturalistas y geógrafos), el resultado final, en el caso de las plantas, era un conjunto un tanto desordenado donde se había dejado librado a la intencionalidad de cada expositor la forma y manera de llevar las muestras. Los catálogos presentados reflejan un sinnúmero de objetos, algunos de ellos difíciles de clasificar en un rubro determinado; 17 Naap, 1876, 444-445. 18 Se cita por ejemplo: 91. Chamico (Stramonium officinale=Datura stramonium L.), 92. Planta de tabaco, 93. Pichoa, duplicado, 94. Mático, se usa para curar heridas, 95. Temascan, la raíz, como puede verse por el ejemplar del herbario, tiene un bulbo, al cual se le atribuye el mérito de ser un preservativo contra la parálisis facial, hemiplejia, parálisis de Bell, etc. El modo de usarlo es en forma de amuleto, colgado del cuello, y entre el vulgo se cree firmemente en su eficacia, 96. Mastuerzo, remedio popular muy recomendado para las afecciones pulmonares (...), 109. Carqueja, astringente. El polvo se usa para curar el cáncer sifilítico (Exposición de Filadelfia, Catálogo, 1875, 77). 19 Comisión de Paraná: M. Berdie. 46. Agua Sanguinaria: medicamento para limpiar y corregir la sangre. Modo de usarlo: Se toman dos ó tres cucharadas a la mañana y otras tantas a la tarde. La dosis será en más o menos cantidad, según la gravedad del enfermo. Debe tomarse nueve días consecutivos, descansando luego otros nueve, en cuyo intervalo puede tomar el paciente algunas purgas para adelantar más la curación. El expositor asegura haber administrado muchas veces esta medicina con muy buenos resultados. Aplícala exteriormente en fomentos de una hora, disipa la congestión de un golpe y quita el dolor, si no hay rotura de huesos. Cura sarna, sabañones, ronchas y tiña (...) si la enfermedad fuera general en todo el cuerpo, deben tomarse entonces baños de esta agua (Exposición de Filadelfia, Catálogo, 1875, 92). 20 Respecto a la situación particular de la farmacia y la venta de preparados hasta la sanción de la primera Farmacopea Oficial o Codex Medicamentarus en 1897, ver Di Liscia, 2003.
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esa diversidad también demuestra una intencionalidad de publicitar las múltiples posibilidades del país, cuya geografía recorre un gran abanico de paisajes y climas. Así, la naturaleza seleccionada asume un conjunto irregular, sin bordes nítidos y representa, en la medida en que es ya parte de la cultura, una sociedad más compleja en su composición: tradiciones indígenas y criollas forman parte inseparable de los saberes sobre medicinas y remedios. Por ello, las denominaciones vulgares van unidas a las interpretaciones de tradiciones no científicas sobre la utilidad de raíces, bálsamos y cocidos de hierbas. En 1882, el Compte Rendu de la Exposición continental realizada en Buenos Aires (cuyos antecedentes habían sido las de 1877, 1880 y 1881) permite visualizar otras apreciaciones. La decoración con diversas especies suministra a los visitantes un ámbito relajado y atractivo durante el recorrido de los pabellones y una inmersión mayor en el entorno natural, reglado y ordenado. Frente a la Plaza de la Victoria, la elegante estructura levantada para demostrar la unidad y la solidez de la nación argentina se integra, de acuerdo a sus entusiastas divulgadores, Ezequiel Paz y Manuel Mendonça, con macizos de flores de “touts les climats, brillant par leurs coleurs verts et roses”, formando un encantador jardín, más esplendoroso aún de noche. Otros pabellones tienen en sus bordes variedad de cactus, cicas y muchas otras plantas delicadas.21 En este caso, el jardín refleja el orden y la civilidad frente al caos y el salvajismo de la naturaleza sin domesticar, es la línea entre lo racional y lo irracional; de acuerdo a Livingstone22 expresa la idealidad de la naturaleza, aproximándola al arte. Como hemos señalado, tanto en el catálogo de 1868 como en los registros de 1875 sobre el material enviado a París y Filadelfia, se registró de manera generalizada el nombre vulgar y sólo en algunos casos se hizo mención a las denominaciones binomiales en latín, ya de uso en la bibliografía científica. Se trata de un tema importante; la variación del lenguaje vulgar hacía imposible la generalización en un marco de interpretación mayor, por lo cual la taxonomía no es sólo una “forma de insultar a las plantas en latín”, sino una disciplina de enorme significación científica, necesaria para la comparación y el tratamiento general.23 Los primeros antecedentes al 21 Paz y Mendonça, 1882, 10-12. 22 Livingstone, 2003, 48-49. 23 Brockway, 1979, 6.
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establecimiento de nomenclaturas provienen de la aceptación de las reglas introducidas en dos obras de Carolus Linnaeus, Philosophia Botanica, de 1751, y Species Plantarum, de 1753. Su organización definitiva corresponde a Alphonse Decandolle, a través de su Lois de la nomenclature botanique, aprobada en el Congreso Internacional Botánico de París de 1867. La descripción se realiza en relación al género y luego al epíteto específico, acompañado del nombre o siglas de su autor.24 En Argentina, los primeros estudios botánicos tuvieron como referentes a Pablo Lorentz, Gustav Niederlein, Federico Kurtz y Eduardo Holmberg, entre otros, quienes además participaron en las campañas militares para la obtención del territorio indígena entre 1879 y 1884 en la Pampa, Patagonia y Chaco.25 El Informe de Niederlein y Lorentz, acompañantes de la columna del entonces ministro de Guerra y luego presidente Julio A. Roca, fue uno de los primeros esfuerzos de sistematización científica de la flora de la Pampa y Patagonia. La obra denota las certidumbres y avances, pero también las dudas y tentativas sobre el conocimiento de la cubierta vegetal pampeana. La campaña de Julio A. Roca, tal como la de Napoleón en Egipto, unió el avance militar con un intento de clasificación y reconocimiento científico.26 La rapidez del movimiento del ejército se compatibiliza mal con una exploración del terreno y con una evaluación fitogeográfica y zoológica en una región prácticamente virgen en esos aspectos. A esa situación se añade la época (invierno), poco propicia para colectar muestras de vegetales e insectos y la imposibilidad de guardarlas o mantenerlas al abrigo de la humedad el tiempo necesario para luego iniciar los estudios taxonómicos
24 La primera obra fue el Systema Naturae (1735), sistema descriptivo destinado a clasificar todas las plantas de la tierra, conocidas y desconocidas, de acuerdo con las características de sus partes reproductoras. Se identificaron primero 24 y luego 26 configuraciones básicas de estambres, pistilos, etc., ordenándolas según las letras del abecedario; la taxonomía se completó con cuatro parámetros visuales: número, forma, posición y tamaño relativo. Linnaeus se inspiró en anteriores clasificaciones (Tournefort y Roy), pero su elegante simplicidad triunfó, además de indicaciones sobre cómo aplicarlo en la práctica (Pratt, 1999, 53-55). Sobre la significación política e ideológica de las denominaciones, en el caso de Linnaeus, Buffon y Tournefort, así como las elecciones del lenguaje de la comunicación científica (latín), es obligada la consulta de la obra especializada de Schiebinger (2004), especialmente el cap. 5: “Linguistic Imperialism”. 25 Babini, 1986, 135. 26 Sobre los antecedentes y la campaña, ver Di Liscia, 2003, 104-108. Un relato original y relevante, en Silvestri, 1999.
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que se deben desarrollar en el laboratorio.27 De todas esas dificultades daban cuenta los mismos naturalistas en el Diario de Viaje, pero también de los desafíos para los que abrían un nuevo campo de investigación y afianzaban los estudios botánicos desde una base institucional endeble, casi inexistente. La repercusión de los hallazgos científicos, en particular botánicos, en la Exposición Universal de París de 1889 se visualiza en la presentación realizada por la misma comisión argentina y por la intervención particular de otros miembros de la comunidad académica. Hay una nutrida literatura sobre la masiva participación de América Latina en la Exposición28 que se reafirma en las revistas de divulgación realizadas ad hoc. El pabellón argentino, situado en el Campo de Marte, era uno de los más suntuosos dentro de los “nuevos países”; con una fastuosa ornamentación que de noche y de día hacía parecer el edificio una “monstruosa joyería”. En la planta baja, el visitante podía observar una profusión de muestras de maderas, plantas curtientes y medicinales; una cámara frigorífica y una selección de vinos, cereales y oleaginosas de Cuyo y el Litoral; en las plantas altas, un plano del relieve de Buenos Aires, lanas, cueros y pieles y muestras de minerales.29 El listado de plantas medicinales presentado en la Exposición estuvo a cargo de Niederlein, para quien el Estado argentino había hecho una importante inversión al realizar el esfuerzo de traslado y presentación de las colecciones botánicas. La justificación viene a cuento por el escándalo que significó la opulencia del edificio y el gasto que la misma muestra generó dentro del presupuesto en un momento de crisis económica.30 Res27 Lorentz y Niederlein, 1881, 174. 28 Fernández Bravo (2000), asegura que esta Exposición, junto con la de Chicago en 1893 y la de París en 1900, tienen un particular interés por el número de expositores y de visitantes, además de la fuerte inversión realizada por los países latinoamericanos en los pabellones. 29 Dumas y Fourcaud, 1889, 513-514, y Guide Ilustrée de l’Exposition Universelle, 1889. 30 Puede observarse ese apoyo en relación a las subvenciones públicas otorgadas para las exposiciones: en relación a actividades científicas, fueron en 1880 de $1.210, en 1881 de $840, en 1882 de $5.167 y en 1889 de $30.000. En el caso de las actividades productivas, los subsidios destinados a las exposiciones fueron en 1877 del orden de $10.000 y en 1878 de $3.000 (Oslack, 1999, 305-307). Sobre la legislación aprobada al respecto: el Congreso sancionó la Ley nº 164 para autorizar la participación de la Confederación a la Exposición de París en 1868 y la Ley nº 683 con el mismo fin, en el caso de la Exposición de Filadelfia de 1875 (Anales de Legislación, 1954, comp.). En 1888, se aprobó un crédito especial para solventar la participación argentina en la Exposición de París por la Ley nº 2314 (Anales de Legislación, 1954, t. II). Posteriormente, el Congreso subvencionó por Ley nº 2900 una
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pecto al interés médico-farmacéutico, la organización de la información enviada fue a partir de un cuadro sinóptico, en el cual se sistematizaron por orden alfabético y de acuerdo a su nombre vulgar 290 especies de la “formación subtropical” y 173 especies de la “formación del monte”. Las otras entradas que acompañaban la flora argentina con posibilidades para la “materia médica” eran el nombre científico, la familia, la procedencia y finalmente, en “observaciones”, una breve descripción sobre su aspecto y uso medicinal. Se trata de una clasificación que unía en el mismo conjunto una serie de saberes diferentes: los científicos, acerca del ordenamiento nomenclatural, los populares, con los nombres vulgares y una intersección entre ambos, representada por las posibilidades farmacológicas. Hay diferencias notorias entre la forma de presentación de la información en este caso y en el de las Exposiciones anteriores; su organización en un listado ordenado y coherente estaba a distancia de los registros antecedentes. En efecto, las Comisiones provinciales, reunidas en 1867 y 1875, habían realizado la selección y presentación del material de manera conjunta; en 1889 se organizó considerando el criterio de una única persona. Niederlein tenía claro que ese largo registro de plantas identificadas por la ciencia31 adquiría un nuevo sentido si podía argumentarse su valor económico, para así “transformar estas materias hoy casi inútiles en valiosos artículos comerciales”.32 Como ha señalado Goody,33 organizar en listas supone una forma de clasificación en sí misma y define un campo semántico que incluye algunos elementos y excluye otros; asimismo, estabiliza la necesidad de un comienzo y un fin. En el caso que nos ocupa, supone una jerarquización de la información, enfatizada además por el orden alfabético.34 reconstrucción del pabellón argentino en la Exposición de 1889, adquirido a partir de la Ley nº 4039 y, finalmente, por Ley nº 6790 se apoyó la Exposición del Centenario de 1910 (en Anales de Legislación, 1954, t. III). 31 Sobre algunas atribuciones de nombres y su correlato político e ideológico, ver Di Liscia, 2007. 32 Niederlein, 1890, 100. 33 Goody, 1985, 119-121. 34 El listado, iniciado por la “Achicoria” (nombre vulgar), está acompañado en el sentido horizontal por su nombre científico (Cichorium intibus t.), de la familia Synantherea (Compuestas), cuya procedencia está señalada en “S. y en todo B.A.”; en las observaciones, el lector puede enterarse de que se trata de “raíz medicinal, sudorífica, refrigerante, contra digestiones atónicas”. Finaliza en “Zuma” (Gaillardia doniana Gr), de la familia Synantherea, Pc. c.r.p, mata, para dolor de muelas (Niederlein, 1890, 78-79 y 93-94).
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Además del listado, los visitantes tomaban contacto con las mismas plantas descriptas en el Informe y lo hacían siempre bajo el correlato científico: toda mención a usos mágicos había sido desterrada. La flora mesopotámica y del monte llegaba a la Exposición cuidadosamente rotulada bajo la determinación taxonómica. Dicha situación, que era una particularidad en el caso de anteriores colecciones argentinas, también aparecía como novedad en relación con otras naciones. El mayor publicista de la “materia médica” de la colección argentina no fue Niederlein, sino un médico francés, el Dr. Blondel. Su artículo “Las plantas medicinales en el pabellón de la República Argentina” apuntaló decisivamente la presentación bajo la argumentación de la comparación: “Las plantas medicinales han sido presentadas de una manera muy desigual en la Exposición Universal de 1889 por las naciones exponentes. Ciertos pabellones, es preciso confesarlo, ofrecían solamente la atención del naturalista que había venido a buscar en esa exposición de las riquezas de cada país, materiales preciosos e inéditos sobre los recursos terapéuticos de naciones lejanas, unos pocos locales más o menos bien presentados que contenían productos conocidos ya hace mucho tiempo, recogidos sin método por algún industrial que quería aparentar ciencia o por algún amigo sincero pero poco competente de las cosas de la naturaleza. Si se trataba por casualidad de un producto nuevo, muy raras veces se hallaba acompañado de otros datos que su nombre vulgar en la lengua del país”.35 En una ocasión, el material de ultramar llegó con las cajas mojadas; como los rótulos correspondientes se habían despegado, fueron distribuidos “a la ventura, sin relación alguna con el objeto designado”. Aunque había buenas colecciones de plantas, a partir del esfuerzo de otros países latinoamericanos —Brasil, Paraguay, Bolivia y Uruguay—, “en ninguna otra parte he hallado una organización tan completa y una exposición tan hábil como en el Pabellón de la República Argentina”.36 El entusiasta médico mencionaba un verdadero plan, realizado con esa finalidad: desde 1886, se habían constituido comisiones auxiliares en cada provincia, para recoger los “productos de interés”, los naturalistas habían realizado la determinación científica y, bajo una “inteligente dirección”, se habían instalado en París. El éxito parecía asegurado por una planificación organizada, 35 Blondel, 1889, 145. 36 Íd., 1889, 145-146.
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que desde hacía tres años colectaba, ponía al servicio de especialistas y trasladaba las plantas al centro de exposición. Los rótulos agregados a las mismas confirmaban también su eficacia; en cada uno figuraba el nombre vulgar, el científico y los posibles usos médicos. La admiración de Blondel iba dirigida a la presentación de la colección porque de esa manera aumentaba su calificación para la investigación farmacéutica. Como es sabido, la determinación taxonómica —que incluía la descripción de la especie, además del nombre— implicaba que, para la ciencia, esa planta podía ser identificada en cualquier lugar del mundo con una forma y aspecto únicos, de acuerdo al método del tipo. La aclaración anterior, quizás una obviedad, viene a cuento de que era imposible cualquier tipo de manipulación de las plantas en el laboratorio sin esa certeza. Las complicaciones posteriores suponían para los químicos y farmacéuticos la pérdida total del trabajo de varios años. La experimentación con una prometedora planta, para determinar los componentes y extraer así sus principios médicos, podía ser demolida si en posteriores análisis fuera imposible obtener material de la misma especie para la repetición de la experimentación. Como el nombre vulgar era una máscara, el recurso local para reconocer su medio ambiente y darle un nombre de acuerdo a la propia experiencia, el develamiento de la verdad científica sólo podía darse cuando los experimentadores pudieran contar con los rótulos otorgados por la taxonomía, que brindaban un conocimiento universal.37 El inicio del proceso de incorporación de “novedades” farmacéuticas debía mucho a comadres, yerberos, curanderas y hueseros; es decir, a un conjunto indefinido de personas con saberes diferentes de los científicos. La práctica empírica, debido a la observación de las dolencias y la necesidad apremiante de resolverlas con los recursos locales, implicó la experi37 Blondel señalaba que, al iniciar las investigaciones sin una designación científica y sólo con trozos o partes incompletas (cortezas, tallos, hojas o semillas, incluso simplemente con “polvos”), se habían encontrado con interesantes sustancias con propiedades farmacéuticas: “El estudio químico y fisiológico que se principiaba iba dando ya resultados interesantes, cuando en medio de la investigación que permitía entrever alguna conclusión científica importante, la materia recibida en corta cantidad se hallaba agotada. Se escribía luego al país de origen dando el nombre vulgar de la planta, para pedir otra remesa. Casi siempre nadie entiende el nombre vulgar pues casi siempre se trata de una designación local; la muestra ha sido traída por unos campesinos, imposible procurarse otra provista. Si a lo menos se conociera el nombre científico, acudiendo a los museos o a los centros de estudio, se podría conseguir que buscase la planta algún colega que conociera la flora del país. Mas este nombre científico falta, y sin él, es imposible conseguir algo” (Blondel, 1889, 107).
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mentación con cocimientos, ungüentos y bebedizos, en un continuum que incluía también, y sin ánimo de contradicción, rezos y pases mágicos.38 Así, las potencialidades de los productos exóticos, teóricamente experimentadas durante siglos por sociedades e individuos sin conocimiento científico, quedarían inexploradas si no se contaba con una nomenclatura sistemática. Ese acerbo popular, en el caso de las plantas argentinas, era reconocido por ambos científicos, pero no bastaba para pasar a estadios superiores de la investigación e incluso la entorpecía en algún punto, al imposibilitar avanzar a descripciones universales de las plantas. Sin embargo, era difícil partir en ese viaje que finalizaba con la obtención de alguna sustancia desconocida y curativa desde otro lugar. La biodiversidad en la bastedad de las selvas, de las estepas y aún de los desiertos argentinos tornaba imposible la empresa del conocimiento y uso empresarial de la flora sin las aproximaciones de otras tradiciones. El “ojo” del baqueano y del gaucho, atento a lo que comen o evitan los animales, así como la experiencia de curanderos, machi, brujos y otros especialistas, debían ser tenidos en cuenta y también, aunque a regañadientes, su capacidad de resolver en ciertos casos el dolor y la enfermedad para salvar vidas. Esto presuponía una separación, difícil de resolver éticamente entre saberes posiblemente útiles y el supuesto atraso en la evolución social de sus propietarios y anteriores descubridores.39 En el análisis de toda la presentación en la Exposición, se reclasificaban las plantas de acuerdo a la “materia médica” en febrífugos, tónicos, sudoríficos, diuréticos, purgantes y en medicamentos relacionados con el funcionamiento orgánico. Textualmente: para el hígado, corazón, pulmón, vías digestivas, vías urinarias, para el útero, la blenorragia, la sífilis, reumatismo, afecciones cutáneas, enfermedades de los ojos, para las hemorragias y contra las picaduras.40 La forma de presentación, a diferencia de 38 Sobre las terapias médicas en Argentina de otras tradiciones, incluyendo a las sociedades indígenas y su aprovechamiento científico, consultar Di Liscia, 2003 (sobre todo: capítulos 4 y 7). 39 Las menciones sobre las consideraciones del positivismo local en relación con las sociedades no europeas y con tradiciones diferentes de las occidentales no requieren quizás más aclaración. En el caso particular de los botánicos, son conocidas las opiniones evolucionistas de Holmberg (1915) en su curso de Botánica Elemental, cercanas a la doctrina spenceriana. También Lorentz y Niederlein (1881) tenían una postura similar, enfatizada por argumentos bélicos contra las “tribus” indígenas de la Pampa y Patagonia. En ambos casos, la extinción “natural” de la población nativa era producto de su propia imposibilidad de adaptación y consecuencia de la inferioridad biológica. 40 Blondel, 1889, 109-126.
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la anterior de Niederlein, era a manera de exposición y no de listado; la descripción retomaba sólo algunas de las especies, por considerar imposible realizarla en su totalidad. Se remarcaba el valor otorgado por otras tradiciones médicas, como estímulo para futuras investigaciones, con una escritura que buscaba lectores especializados. Esa característica identificaba ambas presentaciones; tal como el listado anterior, no estaba al alcance de visitantes cuyo desconocimiento botánico los haría inocentes para las posibles experiencias científicas.41 De acuerdo al médico francés, las muestras argentinas implicaban un re-descubrimiento de muchas especies; su examen atento en los laboratorios otorgaría una sanción científica al conocimiento superpuesto de diferentes entendidos y, quizás lo más relevante, permitiría el aprovechamiento de nuevas fuentes de riqueza. El ejemplo era el de la coca, originalmente utilizada en rituales por los pueblos andinos desde tiempos prehispánicos, reutilizada por los españoles para la sobre-explotación laboral de los mineros y luego, a partir de un análisis farmacológico y de sus aplicaciones fisiológicas, convertida en un “maravilloso analgésico”: la cocaína. Las consecuencias directas habían sido una vertiginosa subida del precio de la coca en Perú y Bolivia; por lo tanto, el estímulo principal de los científicos era que en las comarcas jóvenes y poco conocidas de América del Sur apareciese un producto natural, “otra coca”, es decir, “algunos millones para el comercio nacional”.42 EL BOSQUE DISPONIBLE La rentabilidad posterior de la investigación farmacológica se colocaba como un poderoso atractivo para los Estados latinoamericanos, dueños de inexplorados e incalculables tesoros que podían ser un imán para atraer inversores.43 Esta cuestión funcionó en Argentina como un mito en el caso de la materia médica, ya que no existieron “drogas milagrosas”, pero no fue así en el caso de otras naciones. Como ha señalado Brockway en su análisis sobre el impacto del Kew Garden en las colonias de ultramar, el imperio 41 Como ejemplo, se señala para las enfermedades del hígado que “La casi totalidad de las plantas parecen muy activas, según dicen los indígenas que desde mucho tiempo las usan, son nuevas para la terapéutica y pueden constituir los más interesantes sujetos de estudio” (Blondel, 1889, 118). 42 Blondel, 1889, 106. 43 Sobre la aplicación económica y su ideología en la botánica, ver Schiebinger, 2004, 5-9.
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británico acrecentó su potencial en el siglo XIX a través de tres productos americanos obtenidos de plantas: la quina o cinchona (Cinchona officinalis), el caucho (Hevea brasiliensis) y el hilo sisal (Agave sisalana).44 Conocidos en Europa desde tiempo atrás por su exportación desde Perú, Bolivia, Brasil y México, estos recursos adquirieron un nuevo perfil gracias a la expansión de su cultivo en Jamaica, Singapur y las Fidji, para citar sólo algunos sitios. Las mejoras y la selección producidas a partir del asesoramiento técnico de jardines e instituciones científicas permitieron desalojar a los anteriores productores, fortaleciendo la competencia de las nuevas zonas de producción frente a las plantas nativas. A su vez la quina, poderosa medicina antipalúdica, permitió el avance británico en los territorios africanos, donde la malaria era endémica.45 En el siglo XIX y primera mitad del XX, la vinculación directa que observaban los científicos entre investigación y posibilidades económicas, acentuó el papel fundamental de museos e institutos públicos para la formación de las colecciones y en las exposiciones, como vidrieras de los hallazgos y estímulo para nuevas búsquedas. Así, la conexión entre ambas cuestiones retroalimentó los flujos de información y permitió que los recursos capturados en las pampas y cordilleras argentinas se evaluaran a miles de kilómetros de distancia y que, al finalizar las muestras, muchos quedaran a resguardo en otros centros de investigación. En 1868, la colección de plantas medicinales de Mendoza presentada en la Exposición fue donada al Museo de Florencia y las muestras de maderas argentinas fueron enviadas posteriormente a la Escuela de Agricultura en París, al Museo de Bruselas y al Museo de Madrid.46 En el caso de las colecciones enviadas a la Exposición Universal de 1889, la Comisión argentina obsequió las muestras con interés médico al laboratorio de historia natural de la Facultad de Medicina de París y al Museo de materia médica de la Escuela de Farmacia.47 La prometedora colección quedó en manos de los investigadores franceses, a pesar de que el proyecto había sido forjado con una clara intencionalidad nacional desde sus inicios y que los botánicos daban cuenta de su potencialidad económica y comercial. 44 Brockway (1979, 2-8) señala, quizás de manera exagerada, que estos tres productos hicieron de Gran Bretaña una superpotencia. Una postura más moderada en Arnold (2000, 152), y un análisis clásico del proceso de apropiación del caucho y de la expansión de su producción en Dean, 2002. 45 Watts, 1997, 256. 46 La República Argentina, 1868, 41-42. 47 Blondel, 1889, 126.
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En 1882, la Exposición realizada en Buenos Aires ofrecía al público, además del ornato, las versiones utilitarias del reino vegetal. El stand de Santiago del Estero permitía un rápido reconocimiento de las virtudes forestales del “noyer, le laurier, le sapin, le pacara, le quebracho blanc et rouge, le cedre, le cevil (...) et beaucoup d’autres” (cursiva en el original).48 Los árboles, en este caso, añadían a la belleza de las especies vivas, la fuerza y potencial económico traducido en el formato diseccionado de la muestra. De un coup d’oeil, los cortes de las maderas advertían a los visitantes, con su extraordinario grosor, la extracción de subproductos (tintes, medicinas, construcción y muchos más).49 No se trataba sólo de mostrar un producto natural sino de demostrar enfáticamente su valor y, para ello, era preciso separar una parte del conjunto “bosque”, disponerlo de manera adecuada, para que fuera admirado en su interior de una forma imposible de realizar in situ. El corte es un preparado que presupone una manera de comprensión diferente del espectador, propuesto por la lógica de la exposición. La puesta en escena genera la naturalización de la explotación, pervierte su aspecto y permite un acceso sin complicaciones ni dramas éticos a la separación del árbol de su entorno. Incluso, para los que participan de esta noción, esa presentación no carece de grandeza y es posible así afirmar sin rubor, como lo hacen Paz y Mendonça,50 “Le bois d’oeuvre est le plus beau”, ya que la belleza se mide también por el grado de provecho alcanzado o a alcanzar. De acuerdo a Latour, a partir de las expediciones se movilizaron piedras, animales, plantas, artefactos y obras de arte. Una vez transportados, podían morir o mudar su aspecto y forma e incluso, cuando esto no sucedía (como con los esqueletos y las piedras), perdían todo significado en otros ámbitos. Por ello, en los centros de investigación que los concentraban, se idearon formas para aumentar la movilidad, estabilidad y combinación de los objetos coleccionados, a través de instrucciones a los que se envía por el mundo para secar las plantas, guardarlas y realizar dibujos de árboles, que no era posible traer directamente. Así, los científicos se desplazaban por todo el orbe, observando la flora de los continentes, pero sin moverse más 48 Paz y Mendonça, 1882, 168. 49 “Pour prouver la richesse de ses forêts les troncs d’arbres ont été coupés horizontalment de manière que les visitants s’aperçoient à premier coup d’ oeil de l’extraordinaire grosser des arbres qui mesurent jusqu’a près d’un mètre de diametre” (Paz y Mendonça, 1882, 168). 50 Paz y Mendonça, 1882, 168.
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de unos metros, en sus propios gabinetes. En esos centros, se constituyen nuevas “arcas de Noé” con una reserva de la biodiversidad global, aunque quienes analizaban las muestras no arriesgaban sus vidas para la captura de ejemplares ni sufrían incomodidad o percance alguno. Por lo tanto, no sorprende que fuesen europeos quienes dominasen las ciencias naturales, lo realmente sorprendente sería lo contrario: “La movilización general del mundo dota a unos pocos científicos, vestidos con levitas y en algún lugar de los Kew Garden, de la capacidad de dominar visualmente todas las plantas de la tierra”.51 La integración de las colecciones bajo otras manos debe ser entrevista bajo una mirada diferente, que excede la propuesta exclusivamente productivista: la de las redes y conexiones particulares de los mismos científicos. La cesión no elimina totalmente el potencial económico, puesto que las colecciones en las Exposiciones también tienen ejemplares duplicados en los lugares de origen, pero permite a otros centros de investigación, con mayor experiencia técnica y una larga tradición, incorporarse sin esfuerzo a la búsqueda de nuevas commodities para empresas e inversores.52 Desde el punto de vista de los “donadores”, las plantas disecadas y en frascos, seleccionadas para su exposición fuera del país, fortalecían posteriormente las relaciones interinstitucionales y, en la medida en que muchas veces tales instituciones estaban bajo el control de una persona y/o un grupo muy reducido, actuaban como obsequios propiciadores para futuros encuentros y solicitudes. Los científicos intentaron (e intentan), en diferentes momentos de su carrera, fortalecerse y ascender más allá de las posibilidades dadas por sus investigaciones académicas.53 La circulación de las colecciones permitió estrechar los vínculos personales, superando razones puramente científicas. Al detenernos en estas prácticas en un caso particular, el de la Colección de Maderas del Centenario, es posible observar su densidad y extensión. Se trató de un esfuerzo realizado para cumplir con un objetivo concreto, pero al ser reservada durante décadas, permitió el estudio a 51 Latour, 1992, 214. 52 En relación con Francia, el mismo Blondel daba cuenta de los trabajos publicados con plantas nativas de Argentina. Sobre la investigación química-farmacológica local, ver Babini, 1986; en relación con algunas experiencias concretas, Di Liscia, 2003, caps. 6 y 7. 53 La sociología crítica, sobre todo, ha desarrollado estos aspectos. Ver al respecto Bourdieu, 2000.
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varias generaciones de científicos y otros interesados.54 De acuerdo a la interpretación clásica, las festividades y celebraciones del Centenario de la Revolución de mayo, realizadas en 1910, fueron una exteriorización y autoalabanza de Argentina frente al mundo por el éxito obtenido. De acuerdo a Botana, “una sensación de plenitud alimentó la retórica de aquellos días y Buenos Aires festejó el siglo entre exposiciones, monumentos”, desfiles y otras demostraciones de una nación satisfecha y confiada por el progreso alcanzado.55 También fue un momento de replanteamiento ideológico, como ha señalado certeramente Romero,56 ya que el “espíritu del Centenario” trajo a la escena una afirmación nacional que, aunque polémica y retórica, impregnó los debates académicos y las decisiones políticas. Durante ese período, entre otras múltiples actividades, se realizó una gran exposición universal, en la cual participaron numerosas naciones de todo el globo. Respecto a la materia médica, sobresalió la representación de Paraguay, a cargo del naturalista Moisés Bertoni.57 Poco se conoce sobre los resultados de la muestra nacional, aunque las maderas figuraban en un Catálogo de 1944, consideradas doblemente importantes, porque habían sido obra de “indios argentinos”. En 1934, Juan Agustín Domínguez, director del Instituto Nacional de Botánica, puso a disposición del embajador británico Henry Chilton y, a través de él, al Príncipe de Gales los 400 cotipos que formaban parte de la colección.58 Domínguez representa, por varias razones, un personaje singular en la creación y difusión científica, a raíz de su abigarramiento ideológico.59 Por un lado, desde finales del siglo XIX estuvo en contacto con los re-
54 Parte de la misma puede consultarse en el actual Museo de la Facultad de Farmacia (UBA), aunque algunas de las muestras tengan en este momento rótulos nuevos, colocados con posterioridad a la Exposición. 55 Botana, 2005, 243-244. 56 Romero, 1983, 65. 57 El catálogo de Bertoni (1910) fue uno de los más elogiados por su exactitud científica y las muestras enviadas por él persisten aún hoy en el Museo de Farmacia, a diferencia de las de Argentina, que ya en 1944 aparecían como extraviadas. 58 Catálogo, 1944, IV. 59 Juan A. Domínguez (1876-1946) cursó estudios de Farmacia en la entonces Facultad de Ciencias Médicas (hoy de Medicina) de la UBA y al finalizarlos, en 1898, fundó el Museo, luego Instituto de Botánica y Farmacología con el nombre de Julio A. Roca en 1937, que llegó a concentrar colecciones con más de 800.000 ejemplares. Fue varias veces profesor de la universidad y también tuvo participación en la Comisión oficial que redactó la tercera edición de la Farmacopea Nacional Argentina, publicada en 1928.
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presentantes más conspicuos de la política conservadora y propuso que el Instituto tuviese el nombre de “Julio A. Roca”, considerando que se trataba de un prócer, continuador de Mitre, Sarmiento y Avellaneda en la organización nacional. Su participación fue muy activa en las distintas comisiones limítrofes, formadas desde finales del siglo XIX en relación con el establecimiento de acuerdos fronterizos con Chile y luego con Paraguay. En las expediciones por la cordillera, los naturalistas encargados de evaluar la flora, fauna y recursos minerales acompañaban a militares, cuyo propósito fundamental era el control defensivo de la región.60 No es necesario argumentar demasiado sobre la complementación ideológica de ambos grupos en relación con objetivos nacionalistas, pero un ingrediente más complica esta interpretación: la conexión de Domínguez con Gran Bretaña. Veamos, en segundo lugar, sus características. Tal contacto se inició a raíz de los viajes realizados con oficiales de esa nacionalidad a las regiones cordilleranas, a partir de la solicitud del laudo para dirimir el conflicto limítrofe chile-argentino, y continuó por un largo período. Gracias a la amistad con altos funcionarios —Sir John Baird, luego gobernador de Australia, Sir Thomas Holdich, delegado de Jorge VII, entre otros— había estrechado sus vínculos con el Kew Garden y otras reparticiones, y luego con el Príncipe de Gales, “es gran amigo que no sabía pararse en detalles cuando se trataba de intensificar la secular amistad británica, cuya gravitación en nuestra economía y comercio fue, y es y seguirá siendo considerable, y cuyo mantenimiento, por nuestro propio interés, debemos continuar antes que con ninguno otro país”.61 Estas opiniones, comunes a un grupo amplio de intelectuales y científicos argentinos de finales del XIX, se mantuvieron hasta los años cuarenta, cuando ya soplaban otros vientos en las relaciones internacionales argentinas, en virtud de las posibilidades tejidas para el trabajo científico. En tercer lugar, Domínguez también fue, a nuestro juicio, un científico preocupado por incorporar al conocimiento otras tradiciones médico60 Las colecciones de plantas andinas se debían a la “amistad” que Domínguez tuvo con jefes y oficiales del ejército y de la marina: “Capitán, después General Tomás Vallé, Mayor Diego Lamas (...) Capitán de Fragata, hoy Vicealmirante V. E. Montes, jefe de la Comisión Argentina de Límites con Chile (...) General Daniel Cerri, quien fuera primer Gobernador del Territorio de los Andes (...) Fue también otro marino, el Teniente de Fragata A. J. Beltrame, miembro de la Comisión Argentina de Límites Argentino-Paraguaya, quien me coleccionó material (...) de la comisión paraguaya de estudios del Pilcomayo inferior (Catálogo, 1944, I-II). 61 Íd., II-III.
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botánicas. En los recorridos de las comisiones de límites por la cordillera reconoce, al mismo nivel, la participación de militares británicos y argentinos y al “indio tehuelche Francisco Vera, baqueano”.62 En obras posteriores, escritas con afán de divulgación, defendía la introducción decidida de un “eclecticismo”, ya que el empirismo se había adelantado a las conquistas de la ciencia por eximios observadores, adaptados a las duras condiciones de la naturaleza virgen americana. Los criollos, los coya, guaraníes e incluso las tribus arauco-pampas, “únicas no vencidas”, conocían medicamentos tenífugos, antiblenorrágicos y usaban alcaloides poderosos.63 Resulta paradójica esta última afirmación de autonomía por quien consideraba a Julio A. Roca, artífice de la conquista militar de los mapuche, tehuelche, rankulche y muchos más, el político más destacable de su generación. Otras de sus afirmaciones nacionalistas sobre la necesidad de explorar la farmacología bordeaban la xenofobia.64 Domínguez, interesado en la investigación de los inexplorados recursos locales se transformó, en los años treinta, en un defensor de los pobladores nativos. En efecto, estuvo a cargo de la Comisión Honoraria de Reducciones de Indios y debió reorganizar las colonias indígenas de Napalpí, en Chaco y Bartolomé de las Casas, en Formosa, y participar en el fallo de tierras sobre las reservas de Nahuelpan y Antemil, en la Patagonia. Salvo en el último caso, evaluaba su tarea como exitosa.65 Las tres cuestiones reseñadas brevemente aquí sobre la biografía de Domínguez dan cuenta de un perfil un tanto contradictorio, habida cuenta 62 Íd., II. 63 Domínguez, 1926. 64 “Dotada de una rica y variada vegetación cuyas características responden a todas las formaciones fitogeográficas del orbe, casi virgen de investigaciones, y en ocasiones de satisfacer ampliamente recompensando generosa el tiempo que a su estudio se dedique, tanto el que labore en ella por una alta satisfacción del espíritu, como del que busque en ella solamente satisfacciones materiales, nuestra argentina tierra representa para las generaciones venideras, el campo más vasto y fértil que pueda ambicionarse. Investigar en él es llevar una deuda sagrada contraída con la patria, es honrar a la raza americana, es llevar el deber que tiene todo pueblo de conocer sus recursos naturales, y es demostrar que no necesitamos que el extranjero venga a enseñarnos lo que tenemos en el dominio de nuestra materia médica” (Domínguez, 1926, 17, cursivas mías). En obras anteriores (Domínguez, 1904) y en su participación en el II Congreso Médico Latinoamericano (Trabajos del Museo de Farmacología, Buenos Aires, 1910) se enfatizaban también estos puntos, pero de manera más moderada. 65 Sobre la formación de estas instituciones y el papel de sus funcionarios, así como la legislación y participación de distintos actores, existe al momento una nutrida bibliografía, cuya revisión excede los objetivos planteados en este trabajo. En relación únicamente con la reserva de Nahuelpan, consultar Delrío, 2005.
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el criterio paternalista de defensa de las sociedades indígenas, junto a la defensa de su “pacificación” militar. Reúne también una preocupación nacionalista por la explotación de los recursos a una admiración exenta de críticas a extranjeros, muchos de ellos sus conspicuos explotadores. Las redes establecidas con un grupo heterogéneo —oficiales, soldados y baqueanos— durante el reconocimiento del territorio, le permitió el acceso al material científico y la descripción de las posibilidades médicas por sus primeros usuarios. A esa situación se agregó luego la consulta con entendidos en botánica médica, por ejemplo, médicos y sacerdotes locales, quienes le brindaron también parte de sus conocimientos y colecciones botánicas.66 Más adelante, cuando asumió nuevas responsabilidades como funcionario, mantuvo y expandió esas relaciones, forjadas antes que sus conocidos hubieran ascendido en sus respectivas carreras. Las colecciones obtenidas en aquellos momentos, o bien reservadas de anteriores expediciones y expuestas en muestras, se utilizaron como donaciones para aceitar esos vínculos y lograr la “reciprocidad”, tanto en el sentido material —para obtener otras colecciones, subsidios y becas— como simbólico —para obtener prestigio y reconocimiento académico. Del énfasis en este último sentido daba fe la publicación de la correspondencia de Domínguez con funcionarios, reconocidas personalidades políticas y científicos de Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos y Perú. Allí, se hacía gala de haber tenido un “buen amigo” en el Príncipe de Gales y el gobernador de Australia, de las notas enviadas por el Dr. Norman A. David (Medical School, University of California) y de haber obtenido la deferencia del Príncipe Roland Bonaparte, quien se mostró agradecido por el envío de publicaciones y “des espèces et varietés produisant le maté, le quebracho, etc (...) et toutes les espèces utiles dont vous pourriez disposer”.67 Volviendo a la colección de maderas, el Catálogo numeraba de 1 a 414 las especies presentadas en la Exposición del Centenario a partir exclu66 Ver Catálogo, 1944, III. En las colecciones de Materia Médica del Instituto se mencionaban objetos heterogéneos, reunidos allí a partir del envío de distintos puntos del territorio argentino y fuera de él, y de restos de otras colecciones históricas, haciendo mención a sus propiedades mágicas en los casos correspondientes. Por ejemplo, por orden alfabético, se señalaba “Frasco de bálsamo de Perú, antiguo, de la Farmacia del Hospital de Mujeres, Bs. As. (1860)” (...), Frasco de tapa de vidrio, con Radix Mandragorae med. simbol. afrodis., 2 ejemplares” (...), Fardo de Coca, Erythoxylon coca Lam (...), Vejiga de grasa de iguana (...), Caja celofán 12 variedades —clases de maíz Zea Mays L.— que cultivan los indígenas del Oriente boliviano y del sud-este boliviano argentino (Catálogo, 1944, 20-23). 67 Íd., IX-XIX, subrayado en el original.
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sivamente del nombre científico y considerando al científico que las había determinado, aunque no en orden alfabético. Igual esquema se seguía para el caso de las maderas de Tucumán y Salta. Las otras colecciones existentes en el Instituto eran las de Chile y Bolivia, y en estos dos casos aparecen sugerentes diferencias respecto a la denominación y clasificación. En el caso de Chile, el orden era alfabético y no numérico, encabezado por la denominación científica, añadiendo el nombre vulgar (en muchos casos, la referencia era en mapuche). Respecto a Bolivia, el listado está encabezado por el donador, seguido de un número de catálogo y de su denominación vulgar.68 Estas dos últimas colecciones no eran tan extensas como la nacional (31 en el caso chileno y 16 en el boliviano). El esfuerzo en la sistematización científica de las maderas argentinas no era un hecho inocente, ya que también para la explotación se requería cierta precisión, si bien las posibilidades de error eran menores entre un árbol con cierto porte, que se destacaba del conjunto, y las de una hierba o arbusto en medio de otros cientos. En el Catálogo, los tocones no se acompañaban de una indicación concreta acerca de su uso industrial; tal vez, su sola presentación era una demostración fiel de las características más destacables,69 que el visitante o especialista podría evaluar con la mirada. En ese momento, no hay aún una evaluación de la distribución fitogeográfica y por lo tanto, los cortes debían ser percibidos en un conjunto nuevo: el de los árboles argentinos con valor maderable. Entre las más de cuatrocientas especies, la muestra original de la Exposición del Centenario incluía tres de uso ya corriente en el Nordeste argentino, la que se explotaba en la Pampa y las de los bosques andino-patagónicos, cuya falta ya era notoria a principios del siglo XX. Hasta 1948, los bosques con determinadas especies fueron explotados sin prever reposición alguna, para extraer materiales y las materias primas necesarias en la consolidación del sistema agro-exportador. En el Norte, se utilizaron el quebracho colorado santiagueño (Schinopsis lorentzii), el cha68 Como ejemplos, respecto a la colección de maderas argentinas: “1. Patagonula americana L....det: Lillo, 2. Piptadenia rigida Benth... id, 3. Enterolobium timbowa Mart...det: Spegazzini. Respecto a las maderas de Chile: Azara serrata R. et Pav, Araucaria imbricata R. et Pav.- “piñón” o “pehuén”(...) Nothofagus obliqua (Mirb.) Blume.- “coyhué”. Respecto a la colección de maderas de Bolivia: “Steinbach, Herb. Boliv. nº 3151 Abejucado, Steinbach, Herb. Boliv. nº 3344, Tajibo Negro” (Catálogo, 1944, 41, 51 y 52). 69 Se trata de una información de valor forestal y no taxonómico, puesto que no es posible determinar una especie a través de tocones.
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queño (Schinopsis balansae), para la industria del cuero curtido, y el ñandubay (Prosopis affinis), para el alambrado. La riqueza forestal constituía ya en 1890 un gran atractivo que estimuló el desarrollo demográfico del Chaco argentino. La explotación del quebracho se inició a consecuencia del descubrimiento en 1850 del tanante por un grupo de curtidores franceses, luego se produjo la instalación de sociedades anónimas (The Forestal Land, Timber and Railways, Las Palmas del Chaco Austral), quienes exportaron el tanino y los rollizos de madera a Alemania, Gran Bretaña y USA. En algunas regiones, el bosque se mantuvo, pues había especies sin interés económico; en otras, donde todas eran utilizables industrialmente, se hizo una tala rasa para luego incorporar las tierras al cultivo de algodón. La sobreexplotación del bosque en el Norte argentino se debió a una valoración particular de la naturaleza, sin control estatal ni planificación económica alguna, dejando en poco tiempo una región degradada.70 En el centro del país, específicamente en la Pampa, el monte nativo asumió una importancia central para la obtención de carbón de leña, así como postes y varillas para alambrar: el primero, producto imprescindible para el ferrocarril a vapor, y el segundo vinculado a la expansión de la frontera agropecuaria. La principal especie del bosque era el caldén, que fue descrita por Grisebach como Prosopis algarrobilla y, en 1879, Lorentz la designó Prosopis nandubey. La denominación actual por la regla de prioridad es Prosopis affinis Spreng. de 1825. El epíteto “ñandubay”, recogido de la exposición de maderas, es un error derivado del epíteto de Lorentz, quien latinizó el nombre vulgar. En cuanto al caldén, esta especie fue considerada la misma que el ñandubay, bajo las diferentes denominaciones científicas que esta especie tuvo. Recién en 1938, se la detecta como una especie diferente y le da el nombre de Prosopis calden; posteriormente Burkart (1939) latiniza el epíteto específico y publica el nombre actual: Prosopis caldenia.71 En 1895, Holmberg había estimado que el caldenal de la Pampa se componía de cerca de siete millones de ejemplares. Treinta 70 En Zarrilli, 2004, 256-266. Sobre la legislación y la inspección de bosques, ver Zarrilli, 2000, 249-251. 71 En una de las primeras evaluaciones fitogeográficas del entonces Territorio Nacional de la pampa, el sacerdote y naturalista Monticelli señalaba: “Prosopis calden: del análisis de toda la bibliografía al respecto, resulta que este hermoso árbol, característico de la Pampa y Sur de San Luis, carece de nombre científico. Es muy afín al P. Ñandubay y al P. Algarrobillo, nombre este último que equivocadamente se le asigna. Insinúo que se le conserve el nombre indígena” (1938, 348).
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años después, un naturalista y sacerdote que recorrió la Pampa señalaba la “enorme deforestación” ocurrida durante la gran guerra europea, producto de la necesidad de combustible y de la falta de una legislación protectora,72 aunque las evaluaciones sobre el daño forestal no llegaron hasta los años sesenta del siglo pasado. El tercer caso al que vamos a referirnos corresponde a la región cordillerana, en el Sur argentino. La instalación constante de aserraderos, desde 1894, implicó el desmonte de los bosques patagónicos, sobre todo de robles (Nothofagus obliqua), cohiues (Nothofagus dombeyi), cipreses, araucarias (Araucaria araucana) y lengas (Nothofagus pumilio).73 Estas especies no aparecen en la Colección del Centenario de Argentina, lo cual es curioso porque ya se había iniciado su explotación, pero sí en la de Chile, al cual se agregan dos más de uso industrial: el Austrocedrus chilensis o “Cedro chileno” (antiguamente Libocedrus chilensis) y Podocarpus chilina Rich o maniú (actualmente, Saxegothaea conspicua). La misma podría ser producto de la participación de Domínguez en las comisiones topográficas y limítrofes desde 1895. Las digresiones anteriores vienen a cuenta de que los tocones expuestos primero en 1910 para un público amplio y luego para investigadores y especialistas, en el ámbito más recoleto del Museo e Instituto de Botánica y Farmacia, habían sido la “obra material” de los indios argentinos. Es decir, los árboles habían sido convertidos en muestras por trabajadores y hacheros de la comunidad guaraní, toba, ranquel, mapuche, pehuenche o tehuelche, para citar sólo algunas posibles. Dicha aclaración tiene sentido en relación al hálito nacionalista del autor del Catálogo y a la especial circunstancia de que muchas de las áreas en coincidencia con la explotación maderera habían estado pocas décadas antes bajo el dominio de parcialidades indígenas autónomas al control nacional, pero cuyo uso peculiar del espacio no había traído consigo la devastación ecológica del paisaje.74 A su vez, Domínguez hablaba “en nombre” de los pobladores originarios, quienes habían hecho la labor material para que otro/s cumplieran 72 Monticelli, 1938. 73 Bandieri, 1993, 224. 74 Sobre este punto, no se sostienen las interpretaciones de Doering y Niederlein (1939) respecto a la destrucción de los bosques por incendios, realizados por las sociedades indígenas de la Pampa, habida cuenta de las abundantes versiones contemporáneas sobre la licuación de las riquezas forestales en las primeras décadas del siglo XX. En relación a las del centro de Argentina, ver Di Liscia, 2007.
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con la intelectual. Esa intermediación era el efecto de su labor como funcionario en los años treinta, en la defensa paternalista de las comunidades indígenas. Por el mismo acto se ponía a disposición una duplicación de la selección a Gran Bretaña, patria de la mayoría de las empresas que industrializaban el bosque nativo. No significa que tal explotación tuviese como origen la muestra, puesto que en algunas regiones ya había antecedentes, sino que ésta, al poner en la mirada de visitantes y especialistas la robustez y la calidad de las maderas argentinas, proporcionaba la eventualidad del corte y naturalizaba su pérdida. Después de todo, ese suceso había pasado hacía ya tiempo, en un territorio lejano en la distancia, en la cultura o en ambos a la vez. El esfuerzo de los cortadores, interventores materiales y discursivos en dos momentos distintos, permitía apreciar de manera indirecta otra posibilidad: la del aprovechamiento, también natural, de los trabajadores nativos. Para terminar, me gustaría reflexionar sobre varias cuestiones superpuestas en este análisis respecto al aprovechamiento económico de las plantas nativas. En primer lugar, las propuestas científicas casi automáticas respecto a la pérdida o falta de la cubierta vegetal arbórea fueron el reemplazo por la flora exótica. Por supuesto, existieron voces estentóreas de defensa de los bosques nativos, pero ante la tierra arrasada y las dificultades de reposición, la respuesta, al menos hasta mediados del siglo XX, fue la introducción de especies de otros continentes y/o regiones de América, en condiciones ecológicas similares. En el caso de los remedios, la industria farmacéutica, desarrollada también en ese período, debió más a la experimentación y uso de materias primas animales que a la aparición de una “nueva coca”, cual era el deseo original de quienes bregaban por estimular la investigación de los recursos vegetales locales.75 Ambos temas, relacionados con la historia forestal, agronómica y de las empresas (con contactos y vinculaciones con la historia de la ciencia y la economía), exceden los objetivos de este trabajo, pero permiten también tomar el pulso al impacto de muchas investigaciones científicas en el contexto nacional e internacional y su aplicación en determinadas actividades económicas.
75 Respecto al uso de glándulas y órganos animales para el comercio y la exportación farmacéutica desde la primera década del siglo XX, ver Dorfman, 1944.
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SEGUNDA PARTE HACIA EL PROGRESO: INSTITUCIONES Y PRODUCCIÓN EN EXHIBICIÓN
Una ciudad en exposición. Córdoba, 1871 Cristina Boixadós El presente trabajo aborda un aspecto colateral al desarrollo de la Exposición de las Industrias y las Artes realizada en la ciudad de Córdoba en 1871. Esta exhibición significó un innegable esfuerzo para autoridades nacionales y provinciales, convirtiéndose en uno de los proyectos más caros del presidente Domingo Faustino Sarmiento. Para la visión sarmientina, la muestra se presentaba como complemento de un conjunto de acciones de transformación de la sociedad argentina que debían operarse en y desde la ciudad de Córdoba, junto con la inauguración de la Academia de Ciencias y del Observatorio Nacional. El interés se centra en analizar y conocer cómo era el espacio urbano que alojó esta muestra temporal de progreso. Es decir, observaremos, a través de la prensa principalmente, la capacidad de la ciudad de Córdoba para convertirse, durante tres meses, en la escenificación de la modernización y de la modernidad. Para ello se ha tenido en cuenta el período transcurrido entre los meses de julio de 1870 y abril de 1872, tiempo suficiente para evaluar el impacto del evento en los distintos aspectos urbanos. Se habla aquí de modernización y de modernidad porque la muestra exhibió los adelantos tecnológicos en maquinaria agrícola e industrial y convocó las artes y artesanías, reunión acorde con la capacidad de recepción que pudo tener una ciudad del interior argentino. La modernidad se conjugó también en la arquitectura de sus construcciones y en el diseño de su paisaje. Vale a manera de ejemplo citar algunos de los simbólicos nombres que recibieron estos espacios, dibujados en el plano que acompañó a los Boletines de la Exposición y que aquí se reproducen. Se detallan en sesenta y cinco ítems los espacios construidos y los distintos jardines, que estuvieron diseñados por el jardinero paisajista Eugenio Berthault. Estos 147
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últimos se llamaron Parque de las tortugas, Parque de los avestruces, Jardín del café, Jardín de los volátiles, Jardín de los anfibios, Jardín del gran lago, Jardín del gran invernáculo, Jardín de los cactus, Jardín del Apolo, Jardín del palacio, Jardín de agricultura práctica y zoología. El palacio principal y los dos kioscos ubicados a la entrada fueron encargados a la firma Marshall y Ricker de Nueva York, fabricantes de piezas de madera, para ser ensambladas en destino. Los juegos de agua, con su lago, fuentes, surtidores y sus respectivos trabajos de ingeniería de aguas corrientes fueron obra, como veremos, de Arturo E. Shaw.
Litografía confeccionada por H. Simón. Piedad 63. Publicada en Boletín de la Exposición Nacional de Córdoba (Publicación Oficial). Director Bartolomé Victory y Suárez, 1860-1871. Buenos Aires.
Esta Exposición, que en la actualidad es un hito poco conocido para el ciudadano común, tuvo una repercusión muy fuerte en la historiografía cordobesa y ha quedado signada y connotada como uno de esos acontecimientos paradigmáticos de los albores del progreso, que marcan un punto 148
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de inflexión. En este sentido, el análisis pretende atenuar esta perspectiva, dejando entrever que su éxito y sus marcas de innovación en la ciudad no han sido demasiado tangibles, al menos en el corto y mediano plazo. Desde Córdoba fueron muchos los que hablaron y escribieron sobre este acontecimiento, Telasco García Castellano, Nazario Sánchez, Alejandro Molina, entre otros, describiendo apologéticamente los enormes esfuerzos por aunar tantos intereses y productos en pabellones y depósitos construidos a tal fin, resaltando el ingenio y el tesón de Sarmiento como hacedor principal. Otros trabajos más recientes, también desde Córdoba, han intentando rever desde nuevas perspectivas la magnitud y contratiempos del proyecto. Eduardo Katsuda, desde los estudios económicos, plantea lo novedoso de la muestra en cuanto a maquinarias, principalmente de origen inglés y norteamericano. María Eugenia Faya, por su parte, se detiene a considerar las representaciones de la modernidad en este evento y el apoyo que tuvo desde la prensa de más larga trayectoria: El Eco de Córdoba y El Progreso. Al respecto, cabe remarcar que ambos periódicos cubrieron por más de una década los acontecimientos noticiables y fueron formadores de opinión pública, desempeñando un rol importante, marcando y remarcando ciertos acontecimientos, haciendo circular rumores o desoyéndolos.1 En este trabajo hemos utilizado como fuente las páginas del diario El Progreso, órgano vinculado al autonomismo local y por lo tanto al sector liberal, enfrentado a El Eco de Córdoba, relacionado con la Iglesia Católica. Dentro del panorama político cordobés —vale la pena aclararlo— el proyecto y realización de la Exposición no tuvo mayores objeciones, por lo que ambos periódicos apoyaron y aplaudieron la concreción de la Exposición.2 Sin embargo, cuando el evento se esfumó, no faltaron acusaciones y reclamos entre ambos sectores, los que fueron publicados en los respectivos diarios. Estos cuestionamientos forman parte de un comportamiento rutinario de la prensa proselitista, al decir de Elías Palti,3 que se hacen extensibles a otras circunstancias, como por ejemplo en los comentarios a la ejecución y concreción de enormes proyectos de obras públicas. Hemos visto, en investigaciones de nuestra autoría, que ambos diarios coinciden en la necesidad e importancia de una intervención o de una obra pública; en cambio, se de1 San Clemente, 2007, 21-43. 2 Faya, 2004, 4. 3 Citado en San Clemente, 2007, 23.
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tienen en marcar las modalidades de ejecutarla, acusando al adversario de negocios non tan santos, sólo como ejemplo, el caso del terraplenamiento y nivelación de la Nueva Córdoba.4 La hipótesis que atraviesa este análisis parte de la idea de que la concreción de esta muestra de progreso, temporaria y espectacular, fue una decisión encarada y defendida desde el poder público nacional, un ensayo de modernización desde arriba y, como señala Marshall Berman, propias de las regiones donde la modernidad no va al unísono de la modernización. Para decirlo con sus palabras es una “modernización truncada y sesgada”, y continúa mas adelante: “En los países relativamente atrasados, donde el proceso de modernización todavía no se ha impuesto, el modernismo, allí donde se desarrolla, adquiere un carácter fantástico, porque está obligado a nutrirse no de la realidad social, sino de la fantasía, espejismos, sueños”.5 Esta modernidad desde arriba se encuadra dentro del proyecto reformador de la sociedad que pretendía Sarmiento, utilizando el espacio urbano como disparador del mismo. Al respecto, es la integradora obra de Adrián Gorelik la que me ha permitido reflexionar sobre la repercusión del ideario sarmientino en el desarrollo de la ciudad. Esta exposición debía ser por decreto oficial, la receptora y vidriera del progreso nacional e internacional de fines del siglo XIX, al mismo tiempo que debía presentar todos los objetos involucrados y representantes del mismo, con los mismos cánones del mundo capitalista. En su obsesiva lectura de antinomias que encontraba en la historia del país, Sarmiento había logrado emblematizar en esta ciudad mediterránea el atraso y la tradición de las ciudades americanas. Una geografía particular, limitada por barreras naturales, había acrecentado su encierro, como describe en el Facundo: “…el habitante de Córdoba tiene los ojos en torno suyo y no ve el espacio; el horizonte está a cuatro cuadras de la plaza; sale por las tardes a pasearse, y en lugar de ir y venir por una calle de álamos, espaciosa y larga como la cañada de Santiago, que ensancha el ánimo y lo vivifica, da vueltas en torno de un lago artificial de agua sin movimiento, sin vida, en cuyo centro está un cenador de formas majestuosas, pero inmóvil, estacionario.
4 Boixadós, 2000, 106. 5 Berman, 1989, 239, 244.
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La ciudad es un claustro encerrado entre barrancas; el paseo es un claustro con verjas de fierro”.6 El torneo industrial, como lo clasificaba la prensa contemporánea, concretado finalmente entre los meses de octubre de 1871 y enero de 1872, condensó aquellas ideas e instrumentos disparadores de cambio. Además de cumplir con las pautas de una escenificación breve y temporaria como todo concurso, se desplegaba como un gran espectáculo de las industrias y de las artes, en el cual el paisaje del jardín, el diseño de las construcciones y las nuevas técnicas de reproducción gráfica debían acompañar y completar la escenificación del evento, para exhibirlo al orden mundial. En este contexto, intento formular algunas preguntas: ¿Cómo se preparó una ciudad del interior argentino, fuertemente estigmatizada, para ser vidriera, por unos meses, de la mayor condensación del progreso hasta el presente exhibido?, ¿Qué requerimientos y expectativas debía satisfacer en términos de infraestructura, de servicios y de diseño urbanístico?, ¿Qué exigencias tecnológicas se montaron y qué oficios sobrevinieron en función de la muestra?, ¿La segunda ciudad de la República estaba capacitada para recibir este ensayo de modernización, este extracto de modernidad? Estos interrogantes permiten aproximarme a un antes, un durante y un después de la exposición, y reflexionar acerca de si esta muestra tuvo alguna trascendencia y repercusión en cuanto al impacto innovador de su arquitectura, en cuanto al posible afincamiento de sus diseñadores y diseños, en cuanto a la continuidad del uso de la nueva tecnología. Y también en cuánto incidió en la fisonomía del tradicional tejido urbanístico, confluyendo nuevas formas de pensar y hacer la ciudad. ESPACIOS PARA UNA EXPOSICIÓN DEL PROGRESO EN LA CIUDAD ENCLAUSTRADA
El primer decreto que dio origen a la Exposición de Córdoba tiene por fecha el 12 de diciembre de 1868, por el cual ésta tendría lugar en los últimos días del año siguiente, cuando se pensaba que el Ferrocarril Central Argentino llegaría a esta ciudad. Sin embargo, debieron pasar más de dos
6 Sarmiento, 1924, 138.
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años para la oficialización de su apertura, momento que Sarmiento hizo coincidir con la inauguración del Observatorio Astronómico Nacional. Luego de esa primera fecha, se planificaron otras: el 17 de abril y el 15 de octubre de 1870; el 1 de marzo y el 15 de octubre del año siguiente. Postergaciones argumentadas por razones entendibles, no obstante teñidas de ciertos intereses partidarios y políticos que objetaban la realización de la misma en una provincia del interior. Cada plazo fijado y su correspondiente postergación repercutieron en la vida urbana, comercial y ciudadana, como veremos más adelante. Es posible pensar que la ubicación geográfica de la ciudad de Córdoba como punto de encuentro de las industrias y las artes jugó un rol significativo en la decisión nacional, mas aún siendo, por entonces, la última estación construida que se internaba por el territorio argentino. La centralidad de la ciudad facilitaba el traslado de los productos y acortaba las distancias de las demás provincias. Pero allí también debía converger el progreso, simbolizado en el ferrocarril, en las industrias y maquinarias y la modernidad emblematizada en las artes y en las ciencias. En la planificación de esta construcción teatralizada y condensada de la modernidad confluyó muy particularmente una batería de ideas que Sarmiento consideraba necesarias para la transformación de las sociedades. Por una parte, la formación de Quintas Normales y la disposición de Parques como dispositivos de cambios de la ciudad tradicional para dar origen a la ciudad desplazada.7 En este sentido, se puede explicar la elección del predio para levantar e instalar tal obra temporaria de arquitectura y paisaje. Para Sarmiento, las Quintas Normales, en la expresión de Gorelik, se configuran como: “centros de operaciones productivas y educativas donde pueden crecer las virtudes necesarias para producir el traspaso de una sociedad tradicional a una moderna”.8 El sitio de la Exposición estaba enclavado en un sector fuera de la ciudad vieja, que para la época se denominaba Las Quintas, surcado por acequias que se surtían de una toma del río y que daban riego a una suerte de propiedades de dimensiones muy irregulares y con calles sin delinear.
7 Gorelik, 1998, 58-75. 8 Íd., 70.
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Primeramente se había pensado en el predio del Colegio del Monserrat y luego se contó con el ofrecimiento gratuito de otros terrenos por parte de particulares que estaban loteando para la fecha sus tierras suburbanas. No obstante, se eligió la quinta de Nicolás Peñaloza contigua al Paseo. Las palabras del informe justificando la elección, elevado a Avellaneda, remarcan los factores decisorios: “Al Oeste está el Paseo, la quinta de Peñaloza y todas las demás quintas de Córdoba. Es el lugar más bello de la ciudad. La quinta principal con el Paseo mismo, que está a su frente, tiene tres cuadras de extensión. Las demás quintas que rodean el Paseo no son sino casas con pequeñas huertas. Las quintas que se encuentran un poco mas allá no tienen sino una cuadra de extensión”.9 Y aunque en un primer momento se había dispuesto no erogar gasto alguno por el uso del inmueble, la propiedad de aproximadamente cinco hectáreas fue cedida por un año, luego de varias tratativas de venta, mediante el pago mensual de 1.200 pesos fuertes,10 debiéndose respetar la casa quinta de su propietario, edificada en la esquina noreste del terreno. Además de esta erogación, todo hace suponer que la elección presentó topográficamente algunos inconvenientes, si nos atenemos a los costosos y reiterados trabajos de planimetría y de nivelación, realizados en una segunda ocasión por Arturo Shaw, a partir de marzo de 1870, quien presentara un minucioso informe, publicado luego en el Boletín de la Exposición Nacional en Córdoba.11 Se debió implementar un sistema de desagües construyendo un gran depósito en el extremo noroeste, donde desembocaban las aguas por la acción de la inclinación del suelo, lo que obligó en algunos casos a hacer alcantarillas abovedadas. Por otra parte, se debió prever el abastecimiento de agua para fuentes, jardines y depósitos por un sistema de cañerías. Fue, a mi entender, la presencia del paseo Sobre Monte frente al predio el factor determinante de esta elección. Hito emblemático de la ciudad hispano-americana, condensó las posibilidades de transformación a las que aspiraba Sarmiento. El paseo, descrito por todos los viajeros y visitantes como el mayor atractivo de la ciudad, tuvo en la literatura reformista, en 9 García Castellanos, 1988, 199. 10 Katsuda, 1965, 599. 11 El Informe, dirigido a Enrique Zimmerman, Comisario General de la Exposición, fue titulado por Arturo Shaw: Descripción de las obras de Ingeniería de la Exposición Nacional, vol. III, 184-232.
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cambio, una connotación peyorativa, como hemos visto en Sarmiento y que agudiza irónicamente Miguel Cané: “Para mi, Córdoba presenta todas las alhajas de un museo, no de primer orden, pero al fin museo. Silenciosa, con mas iglesias que Moscú antes del incendio, con sus torres negras, sus balcones que nacen como excrecencias parásitas en las paredes, sus innumerables frailes, su atmósfera argotista que arrancando de su tradición histórica, parece modular hasta la fisonomía de sus habitantes, su lago inmóvil y desierto, cubierto del verdín opaco del abandono, con tres o cuatro góndolas destruidas y tiradas por la orilla, su senador morisco en el centro del estanque, cuyas paredes parecen condenadas a llevar al eterno la pesada carga de la inspiración cordobesa, reflejada, en versos cojos y escritos con una ortografía digna del Dr. Vélez o de una mujer de mundo, todo aquello forma un conjunto insólito para el que está habituado a la vida activa y febriciente de Buenos Aires…”.12 Aquí se condensaba todo el atraso y la quietud de la sociedad cordobesa y por eso mismo frente a éste se debía levantar la Exposición. En la elección del predio se reunían entonces aquellos elementos que facilitarían la creación de la ciudad nueva: distancia y diferenciación del claustro encerrado entre barrancas, riego artificial que daba lugar a las quintas y al cultivo y, sobre todo, la posibilidad de combinar un espacio tradicional con una muestra de la modernidad. El único paseo de Córdoba conjugaba así los atributos pertinentes para ser el espacio desde donde emergiera esa voluntad pública de transformación y modernización de la sociedad. Idea que Sarmiento ya había deslumbrado en el parque de Palermo, símbolo del autoritarismo de Rosas, en donde se había erigido la exposición agrícola de 1858. ¿Por qué no utilizar este parque público, vestigio del oscurantismo hispano, dándole otra resignificación? Es por ello que se rechazó la posibilidad de realizarlo en los predios del Colegio Monserrat, emblema de la instrucción clerical y de la ciudad vieja, encerrada entre barrancas. También se desoyeron varios ofrecimientos de terrenos, seguramente menos onerosos en su costo y alquiler; entre ellos, el de Augusto López, Emilio Achaval y el de la familia Fresnadillo, nombres que para esa misma fecha se convertían en planificadores de nuevos espacios urbanizados.
12 Reproducido en El Eco de Córdoba, 28 de noviembre de 1876.
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Al respecto, en este intercambio de ideas y proyectos no es casual que, coincidentemente con la propuesta de la exposición, se organizaran tres espacios urbanizados fuera de los límites de la ciudad tradicional, cuyos loteadores habían ofrecido parte de sus terrenos para la instalación del evento expositivo. Y uno de ellos, Augusto López, integraba la Subcomisión de adquisiciones para la muestra, dependiente de la Comisión Provincial.13 Así surgían en el negocio inmobiliario, junto con el proyecto de la exposición y el arribo de las líneas férreas, los pueblos de General Paz, San Vicente y Sarmiento, cuyos avisos publicitarios de la prensa remarcan la distancia al centro, el ancho de sus veredas y calles arboladas como elementos particulares. No voy a puntualizar aquí las características de estos loteos, pero sí marcaré que estos tres particulares se diferenciaron en su comportamiento comercial y empresarial de aquéllos que surgieron en los últimos años de la década de 1880, cuando una expansión improvisada y coyuntural, al calor del crédito fácil y de la especulación en bienes raíces, ocasionó el surgimiento de once loteos nuevos. En este sentido, los primeros se ocuparon personalmente de su negocio y se preocuparon previamente de levantar un registro catastral, perfectamente delineado, encargado a peritos del medio local. No es casual, entonces, que el Plano de Pueblo de San Vicente, confeccionado por los señores Olmedo y Hudson, estuviera expuesto dentro de los objetos presentados en la Exposición por la Provincia de Córdoba. EL ESCENARIO PARA LA MODERNIZACIÓN El primer censo nacional, levantado dos años antes de la concreción definitiva de la exposición, registró en la ciudad de Córdoba 34.458 habitantes, ocupados predominantemente en el servicio doméstico, en las actividades de campo y en el rubro textil y transporte. El 59,7 % del total de la población residía entre los límites naturales que circunscribían aproximadamente 130 manzanas, en donde 1.191 construcciones precarias de adobe y madera coexistían con las 1.821 casas de azotea y 37 de teja.14 La población se desplazaba por cortos recorridos para cumplir con sus ta13 Katsuda, 1965, 597. 14 Boixadós, 2000, 242.
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reas, mientras que la vivienda podía albergar, además del núcleo familiar, allegados, empleados y criados. El escaso desarrollo físico de la ciudad hacía que no fuera necesario todavía implementar un sistema de transporte público, que recién en 1878 se instaló para acortar las distancias de las zonas loteadas ocho años más tarde. En cambio, otros equipamientos como el alumbrado y el de aguas corrientes se habían convertido en una imperiosa necesidad para las autoridades y voceros periodísticos. En este sentido, las páginas de los diarios y la documentación oficial revisada reiteran los innumerables contratos tendientes a instalar estos servicios, que por falta de capitales —como algunas declaraciones atestiguan— se frustraron. No prosperaron los convenios de alumbrado de Alfredo de Arteaga y Jaeger, entre otros, y en enero de 1871, a dos meses de la primera fecha de apertura de la muestra, las críticas hacían alusión “a la iluminación a velas de sebo embutidas en los farolitos del tiempo de D. Urraca”, aconsejándose que por lo menos se adoptase el sistema a kerosén.15 El sistema de aguas corrientes también se había licitado varias veces, sin resultados efectivos, y el agua se levantaba del cauce del río, de las acequias o el estanque del mismo Paseo, o bien desde las dos pilas colocadas por Sobre Monte. Es de suponer que ninguna de estas bocas de aprovisionamiento cumplía con las mínimas condiciones de potabilidad, más aún cuando sabemos que los afluentes podían ser utilizados para lavar la ropa, para baño higiénico y/o de diversión de la misma población, mas allá de conformarse como desagües de aguas servidas de talleres y viviendas. Con respecto a las condiciones sanitarias de la ciudad, es la prensa quien remarca sus deficiencias, expectante del visitante extranjero. Dos meses antes de la primera fecha del concurso internacional, como lo clasifica El Eco de Córdoba, este diario opinaba que “para ese día, las calles deben estar empedradas, el gas convirtiendo la noche en día, el paseo embellecido y todos los edificios públicos aseados, mejorados y preparados para mostrar al observador que deja la Europa…”.16 Los comentarios, que se reiteran a medida que se aproximan algunas de las fechas, aluden a la falta de riego en las calles, al mal estado de las veredas, otros acusan la falta 15 El Progreso, Córdoba, 8 de enero de 1871. 16 Íd., 2 de febrero de 1870.
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de higiene, aseo, iluminación y seguridad en el mismo Paseo, reclamando cambiar “los horribles bancos de piedra y ladrillo”. Igual tenor tenían las notas alusivas al mal estado en que se encontraban las calles de Las Quintas, porque “a cada paso son hondos pantanos que impiden la circulación”. También se refieren al mal aspecto que tenía la plaza principal, asemejándose a un invernadero de hacienda. Al respecto, se contrataba en esa fecha al ingeniero Thompson para la construcción de una pila en la plaza y para embellecer el Paseo. Sin embargo, habían pasado los días de la exposición y la prensa señalaba: “La plaza que tenemos ya no es un potrero, ni un invernadero, ni nada que se asemeje…, sino una pampa. Ya nadie quiere cruzarla, sea por la hediondez que derraman los cuatro malditos estanques, sea por los bichos que molestan a los transeúntes. Los álamos parecen cabos de escobas…”.17 Con un alumbrado a velas deficiente y acotado, sin aprovisionamiento de aguas corrientes y sin sistema de transporte, la ciudad se preparaba para recibir el progreso simbolizado en la tecnología, la industria y las artes. Sólo por el tiempo de los preparativos y de los tres meses que duró el evento competitivo, se instaló un precario y provisorio tranvía, cuyo recorrido cubría desde la estación ferroviaria, pasando por la calle Caseros y actual Duarte Quiros, hasta una explanada construida a tal fin en el predio de la muestra. El sistema funcionó, a pesar de los temores de desmoronamiento de los edificios cercanos, trasladando todo tipo de maquinaria, muebles, objetos de arte, artesanías, etc., para ser expuestos en la vidriera del progreso. Una vez clausurada ésta, el tranvía y sus rieles fueron levantados, a pesar de la petición de la Comisión Vecinal, “porque va a emplearse en la aduana nacional que este año va a establecerse en Córdoba”.18 Otra innovación tecnológica que seguramente causó más de una sorpresa a visitantes y al fotógrafo Cesare Rocca, por ser la primera línea que se establecía en el país, fue el alambre carril, que se instaló en la Quinta Santa Ana, para el transporte de mercadería. Es posible pensar que el señor Zimmerman, Comisionado General de la Exposición, vio las ventajas de colocar otro igual para hacer el servicio de traslado “de la carne limpia en cajones aseados y bien cerrados” desde los mercados al matadero y viceversa, recorriendo veinte cuadras. El mismo se inauguró el 15 de diciem17 Íd., 16 de febrero 1872. 18 Íd., 22 de marzo de 1872.
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bre de 1871, ante lo cual la prensa comentaba: “Con qué gracia se veían salvar los pesados bultos por sobre las altas barrancas del río. Era aquello un verdadero milagro para las masas que contemplaban extasiadas aquel acontecimiento”. Apenas pasado el evento competitivo, los comentarios sobre el alambre carril tomaron otro cariz, señalando el fracaso de la empresa, ya que Zimmermann debió levantarlo y llevarlo a Buenos Aires a consecuencia de las dificultades que surgieron con motivo de la construcción de un edificio, cuyo dueño negó el paso del móvil por su espacio aéreo.19 La prensa acompañó este movimiento aplaudiendo el evento, aunque sin dejar de reclamar mejoras y de señalar los límites de un emprendimiento desde arriba. En el escenario capitalino quedaron pocos rastros de modernización, las innovaciones tecnológicas duraron mientras duró el evento, las promesas de instalar una fábrica de lana de capitales franceses y otra de papel se esfumaron, así como las expectativas de mejorar los servicios públicos y las condiciones de salubridad del espacio urbano. EL COMERCIO EN ESPERA Es quizá en este punto donde el diario El Progreso fue, con más fuerza, un formador de opinión pública, remarcando ciertos hechos, desoyendo otros, hablando del movimiento comercial y de los adelantos en el predio de la Exposición. El comercio en general, pero especialmente los rubros de hotelería y gastronomía fueron los más involucrados y expectantes de la concreción del evento, cuyas reiteradas postergaciones debieron afectarlo y perjudicarlo. Para 1869 se habían empadronado en este sector doce personas como hoteleros, siete como dueños de hospedajes y de fondas y tres mozos de hotel y ocho de café.20 Negocios y comercios de esta índole se abrían y cerraban simultáneamente a la confirmación de las distintas fechas de apertura, mientras que los precios se ajustaban a las expectativas de la mayor o menor afluencia de visitantes. Innumerables avisos y comentarios de la prensa de los últimos meses de 1870 hacen alusión a la existencia de nuevos hoteles y confiterías, como el Hotel de Londres en las inmediaciones 19 Íd., 23 de febrero de 1872. 20 Boixadós, 2005.
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de la estación, la confitería Oriental y la Buenos Aires. El Orión de Enrique Bertín, ubicado frente al paseo e inaugurado en noviembre de 1870, ofrecía a dos días de la fecha de los ensayos de los campos experimentales en la Quinta Santa Ana “una buvete (cantina) a la sombra de los magníficos árboles del Parque de la Cultura”.21 Y aunque para esta fecha ya corrían rumores de la postergación de la apertura, El Progreso hizo caso omiso a los mismos, publicando un largo comentario referido a la obra arquitectónica y paisajista a punto de ultimarse, concluyendo que: “Por fin todo estará listo y magnífico para el 1 de marzo de 1871”. Efectivamente, entre enero y febrero de 1871 se abrían nuevos comercios relativos al rubro gastronómico, como el restaurante Venecia en la plazoleta de La Merced y el hotel y restaurante Mazini en calle Constitución y Alvear, invitando “a los visitantes de buen gusto que vengan a presenciar el grandioso torneo de la Exposición a este confortable hotel”.22 Y no nos sorprende si los nombres de varias tiendas y comercios hacían alusión a este evento, como el de la tienda y mercería “A la exposición de 1870”. En el mes de enero, la prensa comentaba que el hotel de La Paz y el Córdoba estaban colmados de huéspedes que visitaban la ciudad en anticipo del gran torneo. Y salía al frente y en defensa de los comerciantes, repudiando los comentarios de la prensa porteña referidos a las deficiencias de los servicios de la ciudad y a la especulación comercial del rubro hotelero. En un largo artículo de El Progreso, titulado “Trabajos contra la exposición-Casas de hospedaje”, se comentaba que existía una “prédica exagerada que pinta a Córdoba como en pleno año 40 imperando el puñal y el revólver hasta en las asambleas”. Si bien los factores que postergaron la realización del evento, como los sucesos de Entre Ríos, fueron aceptados por todo el arco político, la prensa porteña agregaba otros condimentos y circunstancias no tan favorables al mismo, difundiendo como noticia los altísimos precios de los hospedajes cobrados en Córdoba. Por supuesto que, enseguida y por varios días, los más afectados con esta imputación, los señores Colodro y la sociedad Posse y Núñez, salieron en defensa de la calidad y de los precios de sus establecimientos hoteleros.23 21 El Progreso, 10 de diciembre de 1870. 22 Íd., 28 de febrero de 1871. 23 Íd., 25 de enero, 7 de febrero, 8 de febrero y 9 de febrero de 1871.
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A fines de enero de 1871, la prensa todavía notificaba la presencia del presidente de la República para la fecha de apertura de marzo y continuaba el ritmo de actividad y trabajo, conformándose las comisiones encargadas de su recepción, el monto destinado a los festejos, planificándose su alojamiento en la casa de Cárcano. Es recién el 10 de febrero cuando El Progreso se hace eco de la situación y comenta que la fiebre amarilla está asolando a la población de Buenos Aires y el 15 publica el telegrama oficial del día anterior firmado por Nicolás Avellaneda, donde se informa de la suspensión de la apertura de la Exposición, “sin fijar día por que se hará inmediatamente que hayan desaparecido las causas”; ante lo cual el diario citado se limitó a presentar un largo editorial titulado: “Breve aplazamiento de la exposición”, señalando la continuación de los trabajos referidos a la recepción de productos. A tres días de la fecha del telegrama, se seguía informando sobre los arreglos que se estaban haciendo en la casa de Inocente Cárcano, el alumbrado del lago y de la plaza principal. Se comentaba la actividad esforzada y brillante del Sr. Bautista Chaminaud, para acondicionar el café y restaurante instalado dentro del predio de la exposición, que alumbrado con 52 picos de gas serviría banquetes para 400 cubiertos, en exquisita vajilla. Es posible pensar que ante la postergación, el propietario ofrecía un anticipo sin costo de su servicio, invitando a miembros de las distintas comisiones de la exposición y a personal de la prensa.24 No es hasta marzo de 1871 cuando la prensa acusa la repercusión de la suspensión de la fiesta limitando las actividades dentro del predio, el cual por lo visto se había convertido en un paseo de distracción y curiosidad. Primeramente notificó el nuevo horario de visitas, que sería de 10 a 12 horas de la mañana, y para abril se anunciaba que únicamente estaría abierto los fines de semana y exclusivamente para aquellas personas munidas de tarjetas, con el argumento de que estaban sin concluir los trabajos del Catálogo General. Ya con versiones de que la apertura sería para el mes de octubre, todo parece dar a entender que el ritmo de trabajo se paralizó, llegando inclusive a desocuparse, en mayo, el predio que ocupaba el Parque de Culturas Comparativas, situado en la Quinta Santa Ana, para su arrendamiento y se lo trasladaba atrás del Palacio. Por otra parte, este imponente edificio, que por lo visto estaba concluido y era objeto de visita, 24 Íd., 17 de febrero de 1871.
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se clausuraba a partir del 25 de mayo. Fecha que se celebraría con la actuación de la banda, “que nos hará oír sus dulces armonías en el parque, y los interesados pueden ocurrir a la Comisión por las tarjetas correspondientes, advirtiéndoles que las puertas se abrirán a las 2 y se cerrarán a las 6 de la tarde”.25 El espectáculo paisajístico y arquitectónico se clausuraba al público curioso, posiblemente porque los gastos para cuidarlo como lugar de entretenimiento y recreación no compensaban los esfuerzos y costos de empleados dedicados al control y mantenimiento. En este sentido, el 27 de julio de 1871 la prensa se hacía eco de los reclamos dirigidos al gobierno nacional para afrontar los sueldos de los empleados, al mismo tiempo que ponía mediados de octubre como posible fecha de apertura. Simultáneamente a estos comentarios, la actividad comercial hotelera y gastronómica recibía el impacto recesivo y en mayo dejaron de funcionar tres “hoteles y restaurantes con motivo de la postergación de la Exposición”: el Orión, el Comercio y el hotel Manzini. A fines de agosto se daba a conocer el decreto nacional por el cual se fijaba la solemne apertura para el 15 de octubre, generando nuevamente expectativas en el rubro indicado y surgiendo nuevas confiterías y bares, como el Café del Plata y el de Pedro Senestrari, mientras se comentaban las maravillas de los establecimientos de los baños públicos. El 27 de agosto se anunciaba la inauguración del “Recreo Sarmiento” de José Sabio, “en la quinta próxima a la de la Exposición, donde se encontrará siempre un surtido selecto de refrescos y bebidas y una porción de juegos de diversión propios para pasar ratos entretenidos”.26 Dos días antes de la apertura, un diario rosarino calculaba en 2.000 el número de familias que llegaría a Córdoba, remarcando que “los negociantes cordobeses van a ponerse las botas”.27 Todo estaba preparado para la gran fiesta de recepción de la comitiva presidencial, que había arribado parcialmente a la ciudad el día 10 de octubre. El diario local hacía referencia a 10.000 personas agolpadas en la estación cuando llegó el presidente Sarmiento, y se contabilizaban 400 personas provenientes de la campaña para asistir a las fiestas de apertura. 25 Íd., 24 y 25 de mayo de 1871. 26 Íd., 30 de agosto de 1871. Otro aviso del 5 de octubre aludía a las hermosas vistas que este establecimiento ofrecía y sus precios. 27 Íd., 11 de octubre de 1871.
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Una vez inaugurada oficialmente la Exposición, los comentarios periodísticos sobre la cantidad de plazas ocupadas era el tema del día. Se hablaba a los 15 días de la apertura de 207 habitaciones ocupadas por huéspedes de Buenos Aires y Montevideo. A partir de entonces los reclamos de la prensa se dirigían el alto costo de transporte, tanto de larga como de corta distancia, y a las tarifas impuestas por los cocheros para trasladar a los pasajeros desde la estación a sus respectivos hospedajes. Motivo de quejas fue también el precio de los pasajes que cubrían el trayecto en barco de Buenos Aires a Rosario y de ésta a Córdoba en tren, aunque el Ferrocarril Central Argentino había promocionado paquetes de tarifas por traslado exclusivamente, “para solemnizar las fiestas de la exposición”, publicando el precio de las suscripciones. Apenas a un mes de la inauguración, los comentarios de El Progreso dejan entrever el desvanecimiento de las enormes expectativas puestas en el evento, de lo rápido y transitorio del éxito de la muestra. Se señala la escasez de público visitante al predio expositivo, atribuyendo tal motivo a los inconvenientes de la distribución de las tarjetas de invitación. Simultáneamente un aviso publicita la venta del hotel Francia con todos sus útiles, “en estas circunstancias convendría comprar, que como está puede ganar mucho dinero durante la Exposición”.28 Una vez pasada la euforia de la apertura, los jardines y construcciones cumplieron otros roles, funcionando como espacios de diversión y entretenimiento no gratuito, por lo que todos los jueves de diciembre se realizarían fiestas venecianas en el predio expositivo, con espléndida iluminación y bandas de músicas. Se programó también la demostración por parte de Mr. Smethson de elevar un globo. Todo lo expuesto hace suponer que el uso del espacio para otros fines, cobrando entradas a espectáculos diversos, permitiría mantener abierto el predio hasta enero, cuando se especulaba que, por el asueto judicial, llegarían más visitantes del litoral. Finalmente, y por intermediación de “interesados” cordobeses, el predio se logró mantener abierto hasta mediados de enero, a pesar de la poca concurrencia del público a las fiestas venecianas, según señala la prensa. Tengamos en cuenta que el primer decreto de 1868 sostenía que la exposición cordobesa tendría una duración de tres meses; pero ya en diciembre era noticia la preocupación por parte de las autoridades nacionales de sacar en remate todos los 28 Íd., 8 de octubre de 1871.
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objetos muebles e inmuebles que habían conformado el paisaje expositivo, circunstancia que detallaremos mas adelante. PROFESIONES Y OFICIOS A LA PAR DEL ESPECTACULAR EVENTO Más allá de este coyuntural movimiento del sector hotelero generado a expensas del torneo, otros oficios y profesiones surgieron, desarrollaron y/o crecieron en función del movimiento generado. Avisos y pequeños comentarios en el diario citado, dan cuenta de esto, haciendo alusión siempre al evento. Por ejemplo, en enero de 1871, el Sr. Antonio Cirer, se calificaba como ebanista español, ofreciendo sus trabajos de madera del país en pianos, billares y muebles Para la exposición. En junio del mismo año, el tapicero de la exposición, Julio Squassi, ofrecía para la gran fiesta religiosa en honor del Papa IX adornos exteriores para las viviendas y arcos de triunfo. En otro rubro, más de un improvisado boletinero adquirió reconocimiento público al salir en las páginas de los tantos periódicos nacionales o provinciales firmando sus informes y comentarios en relación al desarrollo de la competencia. El diario El Progreso publicaba, además de los esperados y recomendados comentarios del Sr. Alcalde Espejo, los de Luis de Paz y los del Sr. Ojeda, y nuevas secciones se abrían en los diarios locales para dar noticia del movimiento de la muestra, como la recepción y calidad de los productos, desempeño de las autoridades, adelantos del predio expositivo. Junto con estos comentarios, los medios gráficos insertaban también ilustraciones y grabados que ya empezaban a divulgarse en El Plata Ilustrado, La Tribuna de Buenos Aires o en la Revista de la Ilustración; imágenes que luego fueron comercializadas como tarjeta postal. Así, el material gráfico se conformó como complemento y forma representativa de mostrar el evento expositivo de la modernidad, situación favorecida con el desarrollo de los nuevos procedimientos de imprenta, que permitieron su reproducción por miles. En este sentido, la técnica fotográfica no estuvo excluida de la exposición cordobesa, como ya era una costumbre en las demás exposiciones internacionales, representando visualmente y mas ‘fidedignamente’ el progreso. Es en esta profesión que me detendré especialmente, no sólo por las expectativas que generó en el medio local sino por como se desenvolvió la situación, ampliando algunos 163
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detalles hasta ahora confusos, con respecto al fotógrafo Cesare Rocca y su actividad en una ciudad donde debió competir con otros colegas. Para 1869 se habían empadronado cinco fotógrafos, entre ellos Clemente Correge y José Paganelli,29 quienes anunciaban sus trabajos en reiterados avisos publicitarios, coincidiendo con otros de menor trascendencia en el medio local, como el del taller de fotografía del retratista Alberto Isler, en la calle Buenos Aires.30 En enero de 1871, se sumó el estudio de Witcomb y CIA., ubicado en la calle 27 de abril 23, pudiendo conjeturar que esta renombrada casa de Buenos Aires desembarcaba en Córdoba pensando que podría hacer su negocio registrando el torneo, programado por segunda vez para el 1 de marzo de 1871. Cada casa desplegó sus cualidades para atraer al cliente exquisito y refinado que requería de sus servicios, dando lugar a una sugerente carrera publicitaria.31 Con este plantel de fotógrafos, podríamos pensar que uno de ellos fuera el designado y encargado de capturar el montaje, la puesta en marcha y la escenificación del progreso. Sin embargo, en enero, a dos meses de una de las fechas de apertura, El Progreso comentaba bajo el título “La exposición y los fotógrafos” que “…extrañamos sobre manera que la Comisión no haya llamado a propuestas para sacar vistas del palacio y parque de la Exposición, así como de los objetos expuestos. Habrá tal vez, en esta cuestión, sobresalido el favoritismo. Tenemos buenos fotógrafos en Córdoba, los Sr. Witcomb y Cía,. el Sr. Paganalli y el Sr. Correge, que los tres se dirigieron a la Comisión Directiva haciendo proposiciones ventajosas. Sabemos que todos fueron rechazados. Lo sentimos, porque habiendo creído que la Exposición teniendo lugar en Córdoba hubiera protegido al comercio cordobés”.32 Tras unos días, el mismo diario publicaba una nota, firmada por el vocal secretario Álvarez de Arenales, donde protestaba por el tono del anterior comentario, argumentando que la convocatoria había sido abierta 29 Boixadós, 2007, 59-66. 30 El Progreso, Córdoba, 18 de setiembre de 1870. 31 Por ejemplo, Paganelli ofrecía retratos a tamaño natural y Correge llamaba la atención con este tipo de frases: “Señoras, cuyo rostro es tan puro como un lis, cuyos colores disputan a las rosas el brillo, que les dio la naturaleza, si quieres tener nuestras imágenes bien copiadas, dirigíos a mi buen amigo Clemente Correge”, Íd., 11 de noviembre de 1870. Otros avisos de este fotógrafo, ubicado en Alvear n.º 28, comentan que vende retratos de patriotas republicanos de Francia como del presidente Sarmiento. 32 Íd., 5 de enero de 1871.
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y publicada en los medios de prensa capitalinos y rosarinos, y que “en la Comisión Directiva no hay padrinos para nadie, todos obramos en plena libertad”.33 Finalmente el trabajo recayó en un fotógrafo ajeno al medio local, de origen italiano y con comercio en la ciudad de Buenos Aires, según expresa Alexander.34 Llegó a Córdoba en enero de 1871, cuando todavía se pensaba en marzo para la fecha de apertura. Por lo tanto sus fotografías, hoy conservadas en dos álbumes resguardados respectivamente en el Museo Sarmiento y en el Museo Mitre, registran los preparativos de la gran fiesta: hombres trabajando en el jardín, en el invernadero, las autoridades en pose de consulta en distintos paseos del predio, las diferentes construcciones y en el interior del gran palacio, las vidrieras con objetos expuestos que, como sabemos, fueron llegando desde principios de 1871. Apenas arribado a la ciudad, Rocca anunció al público, a través de la prensa, la posibilidad de suscribirse para obtener un álbum con 16 vistas de la exposición, de un formato de 45x35 cm., perfectamente encuadernado, ofreciendo otras vistas de la ciudad a vuelo de pájaro, como regalo a los interesados.35 Es de señalar que el diario porteño El Nacional, según Alexander, ya tenía abierta la suscripción al registro fotográfico de Rocca desde el 24 de enero. En Córdoba, la solicitud se podía hacer hasta el día 20 de febrero en la imprenta del diario El Progreso.36 Por lo tanto, mientras este diario comentaba la injusta elección de un profesional no asentado en la ciudad, no escatimaba esfuerzos para apoyar la tarea y remarcar la excelencia de la obra de Rocca. Por supuesto que, junto con estos comentarios, los avisos de la casa Witcomb y otros continuaban publicitando sus novedosos trabajos en vistas de la ciudad y las nuevas máquinas incorporadas. Cesare Rocca parece alejarse de Córdoba para fines de abril, o sea que su contrato habría tenido una duración de tres meses, entre enero y abril, tiempo en que debía cubrir la inauguración, si se hubiera respetado la fecha del 1 de marzo. Una vez retirado, dejó su colección de vistas en el estudio de su compatriota José Paganelli. Quizá por lo esmerado de su labor y/o por sus relaciones entabladas fue contratado en enero de 1872, 33 Íd., 14 de enero de 1871. 34 Alexander, 1996, 15-27. 35 El Progreso, Córdoba, 8 y 9 de febrero de 1871. 36 El mismo diario el 8 de febrero de 1871 le dedica elogiosos comentarios en sus páginas, publicitando sus vistas de casas-quintas, estancias, como de cualquier otro objeto.
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según el mismo periódico, por Leopoldo Taboada para registrar fotográficamente la instalación del ferrocarril a la Calera. Trabajo que la prensa elogia como algo acabado maravillosamente, pero que no conocemos que se haya preservado. Lo que no quedó registrado visualmente fueron los días solemnes de la inauguración, ya que Rocca, al tener la exclusividad de parte del Gobierno por sólo tres meses, no cubrió el evento de apertura en octubre siguiente. La fiesta inaugural con todo el frenesí de la asistencia del público no fue representada en negativos de vidrio ni en espejos de papel. Escasos avisos posteriores anunciaban que las “Vistas de la Exposición se venden en la librería y Bazar de Pedro Rivas”. Mientras otros estudios, como el de la casa Witcomb, repetían invariablemente sus publicidades, comentando horarios y cualidades de sus trabajos. Rocca había arribado a la ciudad por un decreto oficial y, con su retirada antes de la fecha de apertura definitiva, quedó sin perpetuarse el esplendor de la fiesta. Más allá de esta ausencia, la técnica fotográfica estuvo bien representada en la competencia del progreso. Las fotografías de Rocca fueron exhibidas en la muestra, catalogadas dentro de la categoría n.º 8 de la Provincia de Buenos Aires, junto con las obras de Bartolomé Loudet y Christiano Junior. También compitieron por Córdoba las fotografías de José Paganelli.37 EL FIN DE LA ESCENIFICACIÓN DEL PROGRESO: UNA ILUSIÓN DESVANECIDA Junto con la aparición en los diarios de los avisos de remate de las edificaciones expositivas aparecieron aquéllos que aludían a la venta de los negocios hoteleros, como el hotel del Lago en el mismo Paseo, que en enero de 1872 remataba todas sus existencias: alfombrados, muebles, veladores, lámparas, ropa blanca, relojes, etc. Para el mismo mes, se hace mención a la llegada de los señores encargados de recibir los objetos de la exposición para trasladarlos al Departamento de Agronomía de la Capital Federal. Ante esta noticia es el diario El Progreso quien marca la falta de interés por parte de las autoridades nacionales de establecer “una asociación agrícola o algo semejante o una quinta normal”, que le daría otra 37 Catálogo General de los Productos…, 1871, 5, 9 y 33.
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finalidad a esta experiencia ¿Acaso no era ésta la función de una exposición en el ideario de Sarmiento: conformarse en el primer escalón de una quinta educativa? Pero es ahora cuando rehúsa las acusaciones de la oposición, quienes escribieron en el diario católico: “El Sr. Gobernador Álvarez no ha sido capaz ni de salvar de las ruinas lo que han admirado los visitantes de la Exposición”.38 También se intentó retener en la ciudad al elogiado paisajista Enrique Berthault, a quien se contrató para adornar la plaza principal, pero sólo ejecutó algunos trabajos en el patio de la policía. Ante ello, el 9 de febrero de 1872, el comentarista de El Progreso ironizaba: “los detenidos policiales van a pasearse en un jardín y aspirar el aroma de las flores”. Otros comentarios del diario apuntaban agudamente a remarcar el carácter foráneo que tuvo la exposición, en este caso, satirizando la modalidad del remate de las construcciones más preciadas. Expresaba al respecto: “se ha traído desde Buenos Aires el martillero ad hoc y hasta la campanilla y el martillo de palo de Rosas para rematar los objetos de la Exposición. Lo extraño es que no se haya traído también el escritorio ambulante como si se fuera a dar remate al aire libre y en la pampa. Qué hacen los martilleros (locales), si todo viene hecho ya desde Buenos Aires, martillero, martillito, campanilla, etc”.39 El gran remate de las piezas constructivas estuvo a cargo de la firma de Adolfo Bulrrich y Cía. y Severo Pizarro, distribuido en tres grandes lotes. El primero en efectuarse en su casa comercial de Buenos Aires, los días 5 y 6 de febrero, se clasificó como adornos para el carnaval y englobaba banderas, gallardetes, pendones, cenefas, escudos nacionales y extranjeros, estrellas, en definitiva “adornos y multitud de objetos propios para adornar las casas durante los festivos días cercanos”. El segundo, a realizarse el 7, 9 y 10 de febrero en los jardines de la exposición en Córdoba, reunía 25.000 plantas en macetas y tinas, cuyo detalle no se especificaba “por ser muy largo pues el catálogo ocupa más de media resma de papel carta, manuscrita”. El tercer remate englobaba todas las construcciones: palacio, invernáculos, kioscos, establos, gallinero, fuentes, etc., que se realizaría el 1 y 2 de marzo. Solo detallaré algunos ítems que reflejan la dimensión y la importancia de estos últimos objetos: el palacio, “que puede dividirse en tres cuerpos 38 El Progreso, Córdoba, 28 de enero de 1872. 39 El destacado es del texto original. Íd., 19 de enero de 1872.
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propio para estaciones de ferrocarriles, colonias”; las fuentes de agua;40 los invernáculos de madera y de cristales; los kioscos, también de madera, modelo chinesco, donde estaban las boleterías; los tornos, sistemas norteamericanos; el gallinero; varias glorietas; el portón de madera; una estatua de barro sobre pedestal, representando a la agricultura; noventa mesas de madera; escudos nacionales y extranjeros; herramientas de agricultura.41 En sólo unos escasos días, las enormes y costosas construcciones y los demás elementos que acompañaron la exhibición y el esplendor del progreso estaban todos desarmados y acumulados, esperando ser rematados. El día 6 de marzo el diario comentaba que “jamás se ha visto tanta concurrencia a un remate como la que se presentó antes de ayer tarde en los salones de la comisaría. Según las noticias todo se ha vendido a buenos precios”. Todo este despliegue y movimiento de venta coincidía con otros anuncios de la misma firma que se encargaba de publicar el remate de dos ramos de flores artificiales, dos ponchos de lana procedentes del Chaco, un par de alforjas bordadas, cuatro albas bordadas para sacerdotes y una colección de pájaros embalsamados. Lo expuesto hasta aquí parece indicar que, una vez finalizado el evento, había que deshacerse lo más rápido posible de todo vestigio que recordara la muestra, sin considerar ahora los esfuerzos que habían significado la información, el traslado, la recepción y exhibición de los productos. Es la prensa también la que se jacta de que, por los menos, algunos negocios más chicos quedaron en manos de comerciantes locales, diciendo “ya, que lo perteneciente a la Nación, se va rematado por personajes que han venido desde Buenos Aires, es bueno que otros protejan el comercio de esta plaza”. Así se remataron, entre los cuadros de Martín Boneo y objetos de talabartería de Eugenio Mataldi, casimires franceses, plantas, colecciones de libros y útiles para escuelas, calzado para hombres, vinos, licores y cerveza, una estufa de mármol, ladrillos cuadrados y trozos de madera. Otros avisos anunciaban el remate de colecciones de semillas de
40 Se ha sostenido que las dos fuentes principales construidas para el predio de la exposición se reubicaron en la plaza San Martín. Al respecto, vale aclarar que éstas estuvieron incluidas entre las piezas del remate y por lo tanto debieron partir para Buenos Aires. Además, si observamos la forma constructiva y ornamentaciones de las que se encuentran actualmente en la plaza no coinciden con la descripción de las de la exposición. 41 El Progreso, Córdoba, 1 de febrero de 1872.
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legumbres y de flores, de cactus y hasta de escaleras espirales que habían estado expuestas. Todo se vendía, se remataba o se ofrecía, hasta las piedras, como expresaba El Progreso el 9 marzo de ese año: “Nada queda de ella, toda se ha deshecho y rematado fuera del palacio. Se han vendido hasta las piedras que se habían puesto en el lago, se han rematado tres por cuatro reales para el tesoro nacional...Pobres piedras las de Córdoba”. Dos días antes, aludía a lo efímero del espectáculo. “Todo se acabó, todo se vendió, algo se ha perdido; pocos, son los contentos, muchos sufrieron desengaños. Cosas de este mundo, donde todo nace para morir; y para que después de una vida de glorias, efímeras, es verdad, se diga: Consumatium est”. ¿Era tal la urgencia de cubrir el costo de la escenificación montada para exhibir las industrias y las artes? Todo hace parecer que la necesidad por parte del Gobierno era inminente, sacando a remate entre piedras, ladrillos y mesas, las obras de arte y artesanías. ¿En cuánto se pudo resarcir el Gobierno? Según el discurso del Sr. Eduardo Olivera, publicado el 11 de abril de 1872, los gastos de la exposición habían alcanzado a 275.539,10 pesos y sólo se había reembolsado 14.460,99 pesos fuertes para cubrir el total de 290.000 pesos fuertes asignados por el Congreso de la Nación; es decir, que sólo un 5% se había recaudado de las entradas y del producto de los remates. Por su parte, Eduardo Olivera, presidente de la Comisión Directiva y redactor del último informe, expresaba que en 95 días de exhibición habían asistido 19.198 personas que pagaron entrada, 2.000 fueron los invitados, 6.000 la vieron en el período de postergación y 3.000 las que asistieron a los ensayos agrícolas de Río II y Santa Ana. El total de público fue algo menor al que concurrió, en 68 días, a la Exposición de Chile, que alcanzó a 31.898 personas. Sólo había quedado en el lugar la antigua edificación del propietario de la quinta, Nicolás Peñaloza, y el nombre de una calle aludiendo a la exposición. Junto con las costosas construcciones partieron también las semillas, plantas, rieles y carriles, y la posibilidad de ver funcionar un centro educativo convertido en una quinta normal. Esta demostración de voluntad pública para reformar la ciudad y, a través de ella, a la sociedad no tuvo efectos inmediatos ni tangibles, fue tan efímera como los pabellones exquisitamente construidos, pero rápidamente 169
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esfumados. Finalmente la euforia se había derrumbado y el diario ponía en evidencia, una vez más, la confrontación de intereses y desinteligencias del interior, al mismo tiempo que la implantación de la exposición desde arriba no había dejado significativas ganancias ni secuelas en el medio local. BIBLIOGRAFÍA Alexander, Abel, “Cesare Rocca, fotógrafo de la Exposición Nacional en Córdoba, 1871”. La Memoria Visual, Jornadas de Conservación y Preservación. Córdoba, Dirección General de Publicaciones, 1996, 15-27. Boixadós, Cristina, “Estudios fotográficos de la ciudad de Córdoba existentes hasta 1940”. Actas del 9.º Congreso de Historia de la Fotografía en la Argentina. Rosario, 2007, 59-66. — “La población de la ciudad de Córdoba según los datos censales de 1869, (reedición)”. Documento de Trabajo N.º 6. Córdoba, Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Área de Historia, UNC, Córdoba, 2005, 1-10 y base de datos automatizada en CD. — “Vivienda y moral. La acción de la Comisión Protectora de los Artesanos de San José, 1900-1930”, en Gardenia Vidal y Pablo Vagliente (comps.), Por la señal de la cruz. Córdoba, Ferreyra Editor, 2002, 237-264. — Las tramas de una ciudad, Córdoba entre 1870 y 1895. Elite urbanizadora, infraestructura, poblamiento. Córdoba, Ferreyra Editor, 2000. Berman, Marshall, Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. Buenos Aires, Siglo Veintiuno editores S.A., 1989. Cicerchia, Ricardo, Historia de la vida privada en la Argentina. Córdoba, un corazón mediterráneo para la nación. 1850-1970, vol. III. Buenos Aires, Editorial Troquel, 2006. Faya, María, “Representaciones acerca de la modernidad en la Exposición Nacional de Córdoba de 1871, a través de la prensa”. Actas del VI Encontro da Associação Nacional de Pesquisadores de Historia Latino-Americana e Caribenha. Brasil, Maringa, PR, UEM, 2004 (inédito). García Castellanos, Telasco, Sarmiento, su influencia en Córdoba. Córdoba, Academia Nacional de Ciencias, 1988. González Stephan, Beatriz y Jens Andermann (eds.), Galerías del progreso. Museos, exposiciones y cultura visual en América Latina. Argentina, Beatriz Viterbo Editora, 2006.
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En busca de la excelencia. El impacto de la participación en exposiciones internacionales sobre la producción agropecuaria argentina durante la segunda mitad del siglo XIX1 Julio Djenderedjian INTRODUCCIÓN Es bien conocido que desde poco antes de mediados del siglo XIX la producción agropecuaria argentina pasó de exportar mayormente cueros vacunos a Inglaterra, a satisfacer, hacia finales de esa centuria, la demanda internacional de clientes cada vez más diversificados en una variada gama de rubros (lanas, cueros ovinos, carnes congeladas y luego enfriadas, animales en pie, trigo, maíz, lino).2 Esa evolución implicó que una buena parte de la economía agraria, centrada en el abasto local o regional, con pautas tradicionales de gestión de bajo rendimiento, experimentara una radical reconversión, primero con sustanciales aumentos en la productividad por hectárea, y luego con la transformación hacia la producción de productos que debían competir en mercados altamente selectivos, adaptándose por consiguiente a pautas de consumo ampliamente diferentes de las usuales en nuestro país, y donde era necesario extremar los controles de calidad ya desde el inicio mismo de los procesos productivos. En esa evolución, es evidente que debió tener un papel cardinal la generación de procesos de innovación tecnológica que permitieran resolver los múltiples y difíciles cuellos de botella que se presentaban, tanto en la adaptación de esos pro1 Agradezco a Juan Luis Martirén por su imprescindible ayuda en la recolección de información y a María Inés Barbero por sus comentarios a una versión previa del presente trabajo. 2 Ver al respecto, por ejemplo, Vázquez-Presedo, 1979.
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ductos a pautas internacionales de consumo cuanto en lo que respecta a su competitividad. Es decir, había que lograr que esos productos, en función de incrementos en el output sin paralelos incrementos en los costos, pudieran constituir apuestas rentables en su inserción en el mercado mundial. La generación de innovaciones incluyó necesariamente, en ese sentido, un “ida y vuelta” con el mercado. Aquí postulamos que la participación en exposiciones internacionales se convirtió en un elemento destacado de esa sinergia, dado que permitía sondear tanto los gustos y las tendencias de los potenciales clientes como anudar lazos entre éstos y los productores, no sólo a través de la intermediación de los mayoristas, visitantes asiduos de esas exposiciones, sino incluso brindando la posibilidad al consumidor final de apreciar el producto aun antes de que llegara al circuito comercial. Además, las exposiciones constituían un lugar de contacto y sociabilidad entre los mismos productores, quienes podían encontrar insumos y tecnología útiles para mejorar sus productos e incorporar procesos más eficientes; y eran asimismo una “vidriera” que les brindaba formas de hacerse conocidos, favoreciendo la construcción de una imagen pública con valor de “marca”. A pesar de que, obviamente, estas oportunidades eran utilizadas sobre todo por un puñado de empresarios cuya escala y compromiso con la innovación eran mayores y más duraderos que en la generalidad, de todos modos no puede dejar de admitirse que el intenso esfuerzo invertido en la participación en grandes eventos de esas características fue crecientemente aprovechado por un espectro cada vez más amplio y heterogéneo de productores, provenientes de los puntos más distantes de la Argentina, y cuyos emprendimientos podían ir desde pequeñas bodegas familiares hasta grandes explotaciones agrícolas o ganaderas. Por lo demás, el mismo proceso de construcción de esa participación, en sus dificultades, muestra la tenacidad desplegada para lograrlo. Comenzado en la década de 1850 en un pequeño círculo de actores de la provincia de Buenos Aires, donde la inserción internacional de la producción agraria estaba plenamente afianzada, la incorporación de productores de las provincias debió vencer complejas trabas, ligadas sobre todo a una mayor escasez de capital, al aislamiento regional relativo, y al peso de los circuitos y clientes tradicionales en la demanda existente. A pesar entonces de que el interior, en teoría, por su gran variedad de recursos y su necesidad de encontrar desemboques alternativos y nuevos rubros 174
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de especialización, requería mucho más que Buenos Aires las ventajas publicitarias y las oportunidades de actualización técnica derivadas de la participación en exposiciones internacionales, la creciente aparición de las producciones regionales en las mismas fue lograda sólo mediante una constante acumulación y circulación de información, esfuerzo e insistencia por parte de individuos, grupos y organizaciones, tanto gubernamentales como privadas. Ese proceso adquiere entonces plena relevancia por sí mismo; en las páginas siguientes, trataremos de presentar lo que creemos es parte fundamental de su recorrido. ALGUNOS PUNTOS DE PARTIDA Una vasta bibliografía ha ido poniendo de relieve las distintas posturas existentes respecto al papel y características de los procesos de innovación. Más allá de los límites de cualquier determinismo tecnológico, parece evidente que las innovaciones técnicas provocaron cambios sociales y culturales de magnitud, que habrían sido sin duda muy difíciles partiendo tan sólo del estado de las fuerzas productivas existente en el mundo rural rioplatense de mediados del siglo XIX. Los procesos incluyeron no sólo rupturas cualitativas sino también adaptaciones estáticas, es decir, modificaciones lentas y progresivas de las formas de producir. En ello, la versatilidad de las formas de organización social de la producción fue un factor relevante para la incorporación de los cambios, así como para maximizar su rendimiento. Aquí entendemos que la innovación, en tanto que no es sino una solución a un problema que no tiene respuesta adecuada al nivel de conocimiento disponible, provoca la construcción de paradigmas tecnológicos, definidos como modelos o patrones de solución de los problemas que son vistos como relevantes, y que se derivan de los principios y tecnologías seleccionados como prevalecientes y más avanzados para el nivel de conocimiento de los actores, incluyendo la experiencia internacional al respecto.3 En la construcción de estos paradigmas resulta extremadamente importante la identificación de redes tecnoeconómicas, o sea el conjunto coordinado de actores de carácter heterogéneo, necesario para el éxito de la innovación, organizados fundamentalmente en tres polos: el científico, 3 Dosi, 1988, 1128.
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el técnico y el mercado, entre los cuales circulan diversos intermediarios, tales como el dinero, la bibliografía o los contratos.4 La conformación de redes tecnoeconómicas incluye de ese modo a los actores interesados tanto en captar las tendencias o gustos de los consumidores como las formas más prácticas de satisfacerlos, aplicando luego esos conocimientos a la generación de nuevas tecnologías que permitan alcanzarlos. La innovación se desarrolla así en un tejido socioeconómico e institucional específico que, sin dudas, resulta clave para comprender tanto la difusión de paradigmas como la formación de redes. Para ello es también importante identificar los sitios físicos donde se genera la innovación, y analizar los datos básicos de su aptitud: su entorno social, económico, institucional y espacial; las lógicas de interacción y de aprendizaje, la formación de savoir faire y la transformación de actores y ambiente como resultado de la innovación.5 En este esquema, debe tenerse en cuenta que el mercado, como gran asignador de recursos, constituía en nuestro caso además un objetivo cuya conquista resultaba crucial para la colocación de una producción excedente en vertiginosa expansión. Ese mercado debía desde momentos tempranos plantearse a escala internacional, dado que los nichos de demanda locales, en función de la escasa población existente y de una productividad en ascenso, habrían de ver rápidamente rebasada su capacidad de consumo. Así, para los visionarios lúcidos resultaba imperioso destinar recursos y esfuerzos a abrir esos mercados internacionales, tarea tanto más difícil en un momento en que la producción de similares características, proveniente de otras regiones de clima y condiciones productivas análogas, competía con la argentina por la captación de esos mismos mercados. A fin de vencerla, no se trataba tan sólo de ofrecer mejores precios: por el contrario, la verdadera clave estribaba en adaptar la producción a las muy selectivas pautas de consumo de esos mercados ultramarinos. Y para realizarlo se debía testear la demanda a través de medios de inserción experimental en esos mercados, buscando llamar la atención de los consumidores o, en todo caso, observando cuáles artículos y bajo qué condiciones resultaban aceptables para ellos. Una de las formas más prácticas de hacerlo la constituyó la oportunidad de participar en grandes exposiciones internacionales. Si bien la rela4 Callon et al., 1992, 215-236. 5 Maillat, Quévit y Senn, 1993, 7-15.
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tivamente efímera condición de las mismas no podía en apariencia ofrecer, al menos para una amplia serie de productos, una inserción demasiado profunda en los mercados correspondientes, en realidad no deben perderse de vista varios factores implícitos en esa participación. Por un lado, se transmitían hasta los productores las normas de calidad y presentación necesarias para satisfacer una futura inserción más duradera; por otro, más allá de la participación del público en general, en esas exposiciones resultaba significativa la presencia de comerciantes mayoristas, importadores y representantes de casas mercantiles especializadas, quienes evaluaban las condiciones de los productos expuestos y, llegado el caso, podían intentar contactar al productor para eventualmente hacerle encargos. Adicionalmente, los productos premiados obtenían beneficios publicitarios, ya que los medios periodísticos del lugar de realización del evento e incluso de otras plazas importantes reproducían ampliamente los nombres de los ganadores y las características de sus productos; y, además, esos premios eran reiterada y orgullosamente aludidos en la papelería, los embalajes e incluso en los avisos promocionales que productores y comercializadores publicaban en revistas y periódicos. En momentos en que aún los medios masivos de comunicación apenas se encontraban en ciernes, las grandes exposiciones constituyeron una forma de alcanzar tanto al gran capitalista como al proletario de los países consumidores, y, más importante aún, a toda la gama de intermediarios por cuyas manos pasaba el comercio de importación del país anfitrión. Postulamos entonces aquí que la participación en las grandes exposiciones internacionales formó parte de una consistente estrategia destinada a desarrollar la producción exportable argentina, y constituyó en ella una variable de suma importancia, en tanto ofrecía oportunidades muy útiles para captar los gustos de los consumidores, estudiar las tácticas de la competencia, conocer los últimos adelantos tecnológicos susceptibles de ser aplicados a la producción local, ofrecer un abanico cada vez más amplio de bienes terminados factible de penetrar en esos mercados, y medir los costos finales de llegada a los mismos, al menos a nivel experimental. El impacto de todos esos factores y la asimilación de las lecciones de ellos aprendidas puede además advertirse en la progresiva mejora de la oferta que alcanzó las exposiciones internacionales, tanto en la calidad de los productos como en las formas de presentación y en la información que con ellos se exhibía. Pensamos que todo ello marca con claridad algunas de las características 177
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del proceso de incorporación de innovaciones en la producción agraria argentina durante la segunda mitad del siglo XIX, y el papel de las redes tecnoeconómicas y de los nodos de innovación tejidos en torno al mismo. No es de extrañar así la temprana atención que se prestó a esos eventos, y la larga serie de ensayos y pruebas que tuvieron lugar cuando, desde mediados del siglo XIX, las exposiciones y ferias comenzaron a aparecer en Buenos Aires, y la participación argentina comenzó a hacerse presente en los grandes eventos internacionales de distintos países del mundo. LOS PRIMEROS ENSAYOS En efecto, uno de los pasos previos más necesarios lo constituyó la organización de exposiciones especializadas a nivel local. Poco después de iniciarse la segunda mitad del siglo XIX comienzan a realizarse exposiciones públicas especializadas de contenido agrícola y ganadero en Buenos Aires, cuya organización, aunque auspiciada por los gobernantes de turno e incluso presidida por éstos, estaba en realidad a cargo de un grupo muy concreto de emprendedores ligados a la innovación tecnológica. Si bien la especialización era bastante relativa, dado que esas exposiciones podían incluir, además de productos de origen agrario, muestras de minerales o ponchos tejidos por hacendosas mujeres indígenas, en todo caso constituían ámbitos de encuentro y sociabilidad de productores directos, e incluso esos artículos supuestamente impropios contribuían a aumentar el interés y por consiguiente la cantidad de visitantes, a niveles que una exposición más especializada no hubiera podido lograr. Una de ellas, la Segunda Exposición Agrícola-Rural Argentina, llevada a cabo en 1859, contó con comisiones clasificadoras coordinadas por una Comisión Directiva a cargo de Gervasio Antonio de Posadas, quien permanecería largo tiempo ligado a emprendimientos de esta índole.6 Ya entonces fue percibido con claridad lo vital que resultaba la conformación de un grupo de apoyo suficientemente amplio y significativo, tanto en la propia sede de la exposición como, sobre todo, en distintos puntos del ámbito geográfico a cubrir. En esa etapa de inicios y tanteos, los contactos interperso6 Sin embargo de haber tenido también a Posadas entre sus organizadores, es significativa la diferencia con respecto a la Primera Exposición Agrícola-Rural, efectuada en 1858, en cuyo folleto descriptivo las referencias a la labor clasificatoria son mucho menos orgánicas que en la segunda. Ver República Argentina, Estado de Buenos Aires, 1858.
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nales cumplieron un rol fundamental: la participación se amplió a partir de un tradicional círculo de amigos, supliendo de ese modo a los ámbitos más formales no provistos por el todavía inexistente estado nacional. Si bien no participó entre los expositores, el joven Eduardo Olivera apoyó activamente este emprendimiento, evaluando las producciones expuestas y ofreciendo en una larga carta los frutos de su reciente experiencia en viajes por Europa. Allí, Olivera había tenido la oportunidad de observar las grandes exposiciones internacionales de la época, por lo que su opinión era muy valiosa.7 Fue esta vasta experiencia la que le permitió sugerir cambios en orden a lograr en el futuro una provechosa participación del país en esas exposiciones internacionales. Aunque reconociendo la gran calidad de las diversas lanas presentadas en la muestra de 1859, Olivera se creía en el deber de señalar que “en cuanto a la condición con que estas muestras se presentaron, siento tener que decir… que a excepción de las del señor Hannah, no hubo ninguna que reuniera el esmero y cuidado con que es necesario que semejantes objetos sean expuestos en todo concurso”, aunque admitía que con tiempo y esfuerzo podrían lograrse progresos. En la misma carta, Olivera exponía una de las claves para que la producción local lograra mejores pautas de inserción en los mercados mundiales. Entre los criadores argentinos se notaba, según él, una tendencia similar a la imperante entre los criadores ovinos ingleses, franceses y alemanes, que rondaba en torno a aumentar el tamaño del animal; pero esto, que en ellos respondía a los altos precios que podían obtener por la carne, implicaba paralelamente la producción de lanas de peine, de mediana calidad y menor precio. Los argentinos, que no podían aún acceder al mercado inglés de carnes por la inexistencia de métodos de conservación masiva de las mismas durante el transporte, debían en cambio preocuparse por lograr estándares mucho más altos en la producción de lanas finas de carda, cuya importación a Inglaterra era un rubro creciente.8 La importante carta de Olivera, así como muchas otras recibidas, y los listados de premiados en la exposición fueron impresos en un folleto 7 Olivera, 1879; también Ravelio, 1928. Algunas de las cartas de Olivera se publicaron luego en los Anales de la Sociedad Rural Argentina de 1866 y 1867. 8 Eduardo Olivera a D.G.A. de Posadas, Chacra de los Remedios, 30 de abril de 1859, en República Argentina, Estado de Buenos Aires, 1859, 29-31. Se marcaba quizá así un recorrido concreto desde inicios de la década, cuando Carlos Pellegrini consideraba un mérito haber sacrificado parte de la calidad de las lanas a la constitución de animales más robustos, paso necesario en las condiciones de cría “a campo” imperantes en el Plata. Pellegrini, 1853, 31.
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que tuvo, al parecer, una circulación bastante amplia. Es de destacar que no sólo participaron expositores de Buenos Aires, sino también varios del interior, lo que, más allá de las circunstancias políticas del momento, muestra la voluntad de constituir una representación abarcativa del futuro país. De todos modos, la mayor parte de los premios fueron logrados por productores bonaerenses, destacándose las medallas de oro obtenidas por los animales mestizos o de razas finas presentados por Juan McClemont y Jorge Atucha, o las discernidas a Juan Hannah por sus lanas y a Santiago Bletscher y Cia. por sus cueros.9 Varios de estos expositores tendrán una presencia constante en las ferias que habrán de realizarse tanto local como internacionalmente en los años siguientes. La constitución, así, de un núcleo “duro” de participantes avezados y con productos de alta calidad fue formando desde entonces parte fundamental de los avances, ya que sobre ellos se iría generando el know-how necesario para lograr mejores resultados, contándose además, entre otras, la ventaja de crear expectativas en torno a sus próximos aportes. El discernimiento de premios y la amplia publicidad de los eventos resultaban de ese modo un incentivo adicional no sólo para ellos mismos sino sobre todo para otros potenciales participantes, que contarían con la oportunidad de llamar la atención de un amplio espectro de posibles clientes sobre sus productos. Pero para darle al fenómeno una dimensión creciente y sobre todo continuidad, hacían falta organizadores que fueran más allá de los individuos. Uno de los primeros antecedentes significativos al respecto fue la creación de la Sala de Comercio Once de Septiembre. Fundada en mayo de 1854, entre sus objetivos figuraba el desarrollo de las relaciones de intercambio con el extranjero, el perfeccionamiento del comercio agrícola y la mejora de razas ganaderas. La creación en su seno de un “Museo”, o exposición permanente de productos destacados del mundo rural, tendió progresivamente a centrarse sobre todo en los que contaban con posibilidades exportables. Así ocurrió por ejemplo con la colección de lanas, que llegó a ser una de las más importantes del país, y luego con la de cereales provenientes de toda la República. Pero además esta institución fue ya desde sus inicios un factor ineludible a la hora de organizar exposiciones.10 La colaboración al respecto con los distintos niveles de gobierno se fue tornando una práctica, lo que garantizó continuidad a los esfuerzos, a la presencia argentina en los ámbi9 República Argentina, Estado de Buenos Aires, 1859, 15-19. 10 República Argentina, Bolsa de Cereales, 2004, 52-56, 93-95.
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tos internacionales y a la acumulación de información y know-how. Incluso, cuando a partir de la década de 1870 el estado nacional tenga un papel cada vez más destacado en la organización de las participaciones argentinas en las grandes exposiciones internacionales, más allá de su presencia oficial y de los fondos que a ello asignara, en la realidad serán los hombres nucleados en instituciones no gubernamentales los que llevarán a cabo buena parte de las tareas principales. Por ejemplo, la iniciativa y realización de la Exposición Continental de Buenos Aires de 1882 fue, en palabras de un articulista del Boletín del Departamento Nacional de Agricultura, debida “al progresista Club Industrial”, para lo cual el gobierno nacional apenas si había prestado “su valioso concurso”. Si bien el gobierno apoyó con ingentes sumas la participación argentina en la Exposición de París de 1889, los trabajos llegaron a un brillante resultado gracias a la dirección y organización provista por importantes productores rurales y a la ayuda de la Sociedad Científica Argentina, la Bolsa de Cereales y la Unión Industrial.11 La participación en exposiciones internacionales habría de comenzar tempranamente en la Exposición Universal llevada a cabo en 1855 en París. Sin embargo, la presencia argentina allí se limitó a una numerosa muestra de minerales remitida por el director del Museo Nacional, en una iniciativa prácticamente personal, no registrándose participación de productores ni una representación lo suficientemente importante como para captar la atención. Los productores agrarios habrían de ir insertándose lentamente en esas grandes exhibiciones; en Londres, en 1862, la provincia de Buenos Aires expuso lanas y carnes conservadas con bastante éxito.12 Pero se trataba todavía de ensayos de carácter muy limitado. Por lo demás, aún el concepto de inserción en exposiciones internacionales giraba 11 En realidad, lo importante es destacar la continua colaboración entre los funcionarios públicos y los miembros de esas instituciones no gubernamentales (algunos de los cuales incluso asumían cada tanto funciones oficiales). Ver República Argentina, Departamento Nacional de Agricultura, 1882, 91; también Frers, 1918, II, 66-67, 69 y ss. Curiosamente, no hubo un comisionado especial argentino en la Exposición Internacional de París de 1878, a pesar de que el Departamento de Agricultura había desembolsado sumas de cierta importancia para la recolección y envío de muestras desde las distintas provincias. Entre otras cosas, esa falta de un comisionado determinó que incluso las reseñas y artículos relativos publicados en el Boletín del Departamento Nacional de Agricultura debieran limitarse a reproducir los de otras publicaciones extranjeras. Ver por ejemplo República Argentina. Departamento Nacional de Agricultura, 1879, 14-21. Sobre la Exposición de París, puede verse Ravelio, 1928, 123 y ss., esp. 127. 12 Referencias al tema en República Argentina, Comisión para la Exposición Universal de 1867 en París, 1865.
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primordialmente en torno a objetivos de captación de inmigrantes y capitales, y no en impulsar la exportación de productos agrarios. Entre otras causas, ello explica la fuerte presencia de muestras de minerales y maderas, que aparte de su mayor facilidad de recolección, envío y conservación, constituían incentivos para la puesta en marcha de inversiones en esos rubros por capitalistas foráneos. Lanas y cueros habían ya ido logrando una inserción significativa en los mercados internacionales, si bien lógicamente los objetivos de ampliarla estaban muy presentes. Otros productos constituían todavía menesterosos ensayos, y quedaba aún pendiente la satisfacción de numerosos nichos de demanda locales, sobre todo en lo que respecta a amplios aspectos de la producción agrícola.13 Por lo demás, dado que aun en esos años los publicistas no diferenciaban demasiado la inmigración de personas de la inmigración de capital, la promoción del país como destino de colonos europeos adquiría mucha mayor relevancia que el de fábrica internacional de productos agropecuarios, rol que todavía estaba muy en ciernes. Se asumía que quienes llegaban traían consigo un cierto bagaje de instrucción y de recursos en dinero, y estaban dispuestos a hacerlos fructificar.14 Para ello, resultaba imprescindible ofrecerles la imagen de un país donde sus inversiones estarían seguras, y donde existían muchas posibilidades de obtener remuneraciones consistentes al trabajo e inteligencia aplicados. Se buscaba de ese modo ir demoliendo la idea predominante de que el Río de la Plata era una tierra en permanente guerra civil, jaqueada por invasiones indígenas y con gobernantes que a menudo duraban sólo unos meses en sus puestos, a menos que lograran erigirse en férreos dictadores. Supuestas características ingénitas de la población local, que los agentes de emigración europeos interesados en el tráfico con otros destinos, como los Estados Unidos o Australia, habían hecho correr profusamente ante los intentos de traslado de inmigrantes llevados a cabo por los empresarios pioneros de la colonización en Santa Fe y Entre Ríos.15 13 Hasta mediados de la década de 1870 la ciudad de Buenos Aires debía importar parte consistente de su consumo de trigo y harinas. Un estudio reciente sobre producción triguera y abasto urbano en la actual Argentina hasta mediados del siglo XIX, en Djenderedjian, 2008. 14 Según Halperín, 1982, 40-41, para el Alberdi de 1847 la inmigración de capital es vista fundamentalmente como inmigración de capitalistas. Esta postura continuará teniendo vigencia todavía durante varios años. 15 Ver ejemplos de esa propaganda adversa en Schobinger, 1957; Calvo, 1875, passim; Gschwind, 1958 26, 57-58. Una excelente descripción de las agencias de emigración europeas, en Oggier y Jullier, 1984, I, 16; también Mantegazza, 1870, 381, y Castellanos, 1877, 84-86.
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LA “CARTA DE NATURALIZACIÓN”: LA EXPOSICIÓN DE PARÍS DE 1867 En este sentido, un hito importante lo marcó la Exposición Universal de París de 1867. Después de la batalla de Pavón en 1862, el estado nacional argentino había logrado constituirse sobre bases lo suficientemente sólidas; la separación entre Buenos Aires y la Confederación, con sus esporádicas etapas de lucha, había por fin terminado. La invitación a participar en la gran gala del Segundo Imperio francés llegó en 1865, en momentos en que estallaba la Guerra del Paraguay (1865-1870); sin embargo, fue seguida por una rápida aceptación, debida entre otros a Juan María Gutiérrez, antiguo ministro de la Confederación, quien sería presidente de la Comisión respectiva. La exposición de 1867 brindó una inmejorable oportunidad para comenzar a construir una “marca-país” capaz de atraer inversores, inmigrantes y clientes, en tanto la nueva entidad política que había surgido hacía apenas un lustro como República Argentina era todavía prácticamente desconocida en el mundo. La presencia de Victor Martin de Moussy como Comisario en París habría de constituir un valor agregado clave; la publicación entre 1860 y 1864 de su monumental Description Géographique et Statistique de la Confédération Argentine, en tres volúmenes y un atlas cuyas pruebas habrían de ser expuestas, fue en la construcción de esa imagen otro hito. Martin de Moussy debía además formar parte del jurado internacional que distribuyó las recompensas, por lo que los expositores argentinos se aseguraban así aún mayor visibilidad. La puesta en marcha de esa “marca-país” incluyó ya entonces la de una identidad propia, fácilmente reconocible, construida a partir de los reflejos mitológicos que habían ido siendo difundidos en Europa como imágenes típicas de la región durante las décadas previas, a través de la innumerable iconografía de los libros de viajes. Uno de los atractivos mayores de la sección argentina fueron tres vívidos grupos escultóricos en madera, de tamaño natural, cubiertos con ropas y objetos reales, representando, el primero, un gaucho a caballo en traje de trabajo, con todos los lugares comunes con él relacionados: lazo, boleadoras, botas de potro; el segundo, un colono también a caballo con su mujer en ancas; y el tercero, un jinete gaucho tomando mate ofrecido por una india. El comentarista de la Sección Argentina, Benedict Gallet, decía que “…esos gauchos son una de las más felices curiosidades… que admiran, atraen y retienen a 183
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la muchedumbre”.16 Además de ello, otros atractivos los constituían el material mineral y arqueológico: una “cáscara” de gliptodonte, enormes mandíbulas de animales, fósiles, árboles petrificados, alfarería indígena y mates de las colecciones de Martin de Moussy y otros. Sin embargo, las innovaciones más significativas habían sido otras. En primer lugar, la organización. Constituida una Comisión Central, bajo la supervisión del Ministro del Interior Guillermo Rawson, sus integrantes fueron Juan Maria Gutierrez como Presidente; Gervasio Antonio de Posadas, Eduardo Olivera, Leonardo Pereyra, Daniel Maxwell, Melchor G. Rom, Juan Hannah, Damian Hudson, Samuel B. Hale y Antonio Soulé.17 Es decir, se trataba de un equipo formado por hombres realmente capaces y avezados en el tema, incluyendo a los organizadores de varias exposiciones anteriores (Gutiérrez, Posadas, Olivera), al encargado del registro estadístico, Hudson, y, sobre todo, a varios productores rurales de vanguardia en la ganadería ovina y vacuna, como el mismo Olivera, Hannah, Hale, Pereyra y Maxwell. Los trabajos de la Comisión comenzaron de inmediato con la traducción y adaptación de las normas dictadas por el gobierno francés, la elaboración de un listado indicativo de las producciones que podrían enviarse y la formación de comisiones provinciales encargadas de la recolección de las muestras. Las instrucciones, redactadas por los miembros de la Comisión Central y circuladas a las provincias en octubre de 1865, incluían detalles respecto a la forma en que debían seleccionarse las muestras, la necesidad de elegir lo mejor, de ajustarse a las normas en cuanto a tamaño y cantidad, insistiendo particularmente en las formas de embalaje para evitar posibles daños en los azarosos transportes terrestres y en el viaje transatlántico de más de dos meses. La Comisión ofrecía envases “más lucidos” una vez los objetos puestos en Francia; pero debía en especial tenerse cuidado en los datos con que debían rotularse, de forma a identificar claramente tanto al expositor como la provincia y la localidad de donde provinieran. Se subrayaba la necesidad de “no olvidar que los fines de esta Exposición Universal son enteramente prácticos. No se trata meramente de hacer una exposición de objetos de curiosidad. Se trata de saber dónde se producen las materias primeras más fácilmente, o a menos costo, dónde se elaboran éstas con más habilidad o mejor éxito, y dónde se consiguen en su estado 16 República Argentina, Comisión para la Exposición Universal de 1867 en París, 1868, 91. 17 Íd., 19.
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artificial o elaborado con menos trabajo y más barato”.18 Se redactó además una breve descripción estadística y geográfica, que incluía datos prácticos como pesos y medidas, moneda, clima, transporte, formas de trabajo, impuestos y demás. En segundo lugar, resulta destacable la presencia de productores rurales con objetos claramente destinados a su inserción comercial. Más allá de las abundantes muestras de lanas, cueros y algunos cereales, cuyo análisis omitimos por razones de espacio, resulta especialmente relevante la aparición de rubros de innovación, circunstancia que se halla destacada en los catálogos. Por ejemplo, en la clase 46, Cueros y Pieles, aparece con el número 88, presentada por Bletscher y Compañía, de Buenos Aires, una “Gran colección de cueros curtidos con madera de quebracho colorado, sustancia que el exponente ha aplicado por primera vez a la curtiembre. Becerros, marroquíes, tafiletes, cueros barnizados, alfombras de pieles de animales del país. Un saco de polvo de quebracho. Fragmento del tronco de quebracho que ha proporcionado este polvo”.19 Esta colección le valió al expositor una medalla de plata. O en la clase 70, Carnes y Pescados, los números 101 a 105, consistentes en diversos extractos de carne preparados según el sistema Liebig, carnes de buey y carnero preparadas por inyección, lenguas secas, carnes ahumadas, charque y otros, que fueron acompañados por la siguiente nota, visiblemente destinada a publicitar esos productos entre los compradores mayoristas, y aun entre las amas de casa: “Todas estas carnes se venden en el mercado de Buenos Aires, para la provisión de los buques y para la exportación a algunas provincias del interior y al extranjero, a un precio medio de 40 francos el quintal métrico: principian a encontrar mucha demanda en los puertos de Inglaterra. En París se podrán vender a 65 céntimos el kilogramo, incluyendo los 15 céntimos que hay que pagar por derecho de entrada. Estos diversos modos de preparación son eminentemente conservados y ningún cuidado particular exigen, si no es el de no dejar las carnes en un almacén demasiado húmedo. Estas preparaciones son buenas sobre todo guisadas con legumbres secas o con papas y ellas pueden ser un gran auxilio para la alimentación de las
18 República Argentina, Comisión para la Exposición Universal de 1867 en París, 1865, 33. 19 Es de advertir que, en las décadas que seguirían, la extracción de tanino a partir del quebracho para su aplicación en la curtiembre se transformaría en una industria de grandes proporciones en Argentina.
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clases obreras y agrícolas en Europa. Es de advertir que no teniendo huesos no hay desperdicio para el consumidor”.20 Otra novedad interesante fue que, si bien destacaban lógicamente los grandes productores rurales, como Hannah, Martínez de Hoz e hijos, Ricardo Newton, Wilfrid Latham, Jorge Stegmann, Teodoro Duportal y otros, resultó también llamativa la participación de actores mucho más humildes. Una señora Carmen Rivero, de Mendoza, que expuso cuatro panes de orejones de duraznos secados al sol; Antonio Remocchio, vino “mezclado de varias clases de uva” de la cosecha de 1862; o Miguel Aimé Pouget, “jardinero”, quien presentó imitaciones de vino Málaga, de Burdeos, Champagne y coñac, que le valieron mención honorífica. Esta presencia habrá de ampliarse progresivamente en las exposiciones siguientes, como lo harán las instituciones representando colectivamente productos de sus socios: la Sociedad Rural, por ejemplo, expuso tarros con trigo, maíz, cebada y leguminosas procedentes de Mercedes y Chivilcoy.21 Los resultados fueron muy alentadores. A la muestra argentina le correspondieron 12 menciones honorables, 18 medallas de bronce, 4 medallas de plata y una de oro discernida al gobierno por el conjunto de los objetos expuestos. Del total de las 95 recompensas obtenidas por todas las repúblicas de centro y sudamérica, la Argentina concentró casi el 40%.22 Sin embargo, la Comisión debió luchar con difíciles circunstancias. La primera, lo exiguo de su presupuesto oficial, apenas 2.260 pesos fuertes con 40 centavos, lo que muestra con claridad que fueron los mismos miembros principales de ella quienes se hicieron cargo de una parte consistente de los gastos. La segunda, que los nombramientos de las comisiones provinciales debieron recaer, sin duda por razones políticas, en personas poco o nada comprometidas con el emprendimiento, en esencia funcionarios y gobernadores. Sólo seis de las catorce provincias participaron, y aun de ellas, Córdoba logró estarlo apenas por el empeño y labor de uno solo de los miembros de la comisión allí nombrada, mientras que San Juan figuró tan
20 República Argentina. Comisión para la Exposición Universal de 1867 en París, 1868, 176-179. Recuérdese que por esos años se experimentaban métodos de conservación de carnes que habrían de culminar con el descubrimiento de Carré-Jullien en 1877. Barsky y Djenderedjian, 2003, 376 y ss. 21 República Argentina. Comisión para la Exposición Universal de 1867 en París, 1868, 176-182. Miguel Pouget participará en la Exposición de Filadelfia de 1876 con 68 muestras, incluyendo seda, vinos, licores y cereales. 22 Íd., 117.
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sólo gracias a una gran muestra de minerales remitida por un único expositor. Sólo la provincia de Buenos Aires poseía una comisión con destacada presencia de importantes productores rurales de avanzada, como Antonio Cambaceres, José Martínez de Hoz, Santiago Bletscher, Antonio Terrero y Miguel Puiggari. De más está decir que ninguno de los miembros de estas comisiones cobró por su trabajo, a excepción de Martin de Moussy, a quien se asignaron mil pesos fuertes. Un grave problema adicional fue la ya mencionada Guerra del Paraguay, cuyo impacto es imposible de evaluar. Previendo los efectos de la misma, e intentando incluso sacar algo de partido de ella, la Comisión Central, en circular enviada a las provincias, advertía que “los argentinos no deben recelar de presentarse a la exposición Universal en pro del honor y del interés de su país. Tienen productos muy capaces de atraer la atención, su exposición a los ojos del público será un estímulo para la inmigración a su país... La guerra actual no es un obstáculo… al contrario. Los actuales asuntos dan más interés a todo lo que viene del Plata”.23 Más allá de ello, y de algunos otros problemas, de todos modos con la participación en la muestra de París de 1867 se habían logrado avances fundamentales: se sabía ya qué elementos eran necesarios para lograr una presentación fructífera, qué posibilidades se podían concretar a partir de esa participación, y cómo explotar mejor la misma para concretar a futuro vías de contacto y clientelas nuevas. También se habían aprendido algunas lecciones de cardinal importancia. UNA RENOVADA PRESENCIA COMERCIAL E INSTITUCIONAL: LA EXPOSICIÓN DE FILADELFIA, 1876, Y LA DE PARÍS, 1878 Uno de los aspectos fundamentales para lograr una participación amplia, útil y exitosa en las exposiciones internacionales estribaba en la conformación de redes ligadas al tema en la propia Argentina. Las mismas resultaban clave no sólo en aspectos como la transmisión de información sino en la recolección, organización, preparado, envío y exposición de las muestras. Y, mientras que Buenos Aires contó tempranamente con un eficiente conjunto de actores, varias provincias del interior del país se en23 Íd., 56.
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contraban muy rezagadas al respecto incluso ya muy avanzada la década de 1870. En la exposición de París de 1867 había resultado por otra parte evidente la indiferencia o recelo de muchos productores. Sólo poco más de cien expositores participaron, cubriendo con sus objetos 28 de las 100 clases existentes, cifras muy bajas tanto para el juicio de los organizadores como para el rango de productos factible de ser expuesto. Por lo demás, el claro predominio numérico de muestras minerales era un indicio de las posibilidades que se atribuían a ese rubro, pero también de la mayor facilidad de acopio y conservación, en tanto que para constituir muestras considerables de productos agrarios era menester mucha más experiencia, recursos y esfuerzos. La venta externa de derivados agrarios apenas parecía así, para muchos actores, limitada a las lanas y los cueros; pensando que sus productos no se encontraban a la altura, o que era mejor venderlos en el país que enviarlos a ultramar a que pudieran perderse y de donde seguramente no se los habrían de devolver, sólo unos pocos productores advirtieron las oportunidades que podían abrirse con su participación y se atrevieron a llevarla a cabo. La Exposición de Filadelfia, celebrando el centenario de la independencia de los Estados Unidos, y la de París, dos años más tarde, constituyeron momentos propicios para intentar resolver esos difíciles cuellos de botella. En parte relacionado con todo ello, previamente se había celebrado en Córdoba una gran exposición agrícola y ganadera en 1871, cuyo impacto fue sustancial en la producción rural, discutiéndose y ensayándose en su marco variedad de nuevos métodos agrícolas.24 La elección del lugar no fue en modo alguno casual: situada en una antigua ciudad que había sido llave del comercio del interior, resultaba mucho más accesible y cercana que Buenos Aires para los interesados de las lejanas y aisladas provincias del norte y del oeste del país. Pero los esfuerzos no pararon allí. Resulta muy significativo al respecto que el creciente afianzamiento del gobierno nacional y la finalización de la etapa conflictiva signada por la Guerra del Paraguay y las últimas rebeliones importantes en las provincias del interior permitieran, al mismo tiempo, un mayor compromiso oficial con iniciativas como las exposiciones internacionales. Los montos destinados a éstas aumentan sustancialmente y 24 Ver por ejemplo Costa, 1871, y su crítica en los diversos artículos publicados por Carlos Lemée, como por ejemplo Lemée, 1871, 2 y ss.; también Firmat, 1877, 5.
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su organización se torna más compleja. Ya no se forma sólo una comisión por provincia, de carácter más bien honorífico; ahora existen a menudo varias, e incluso se nombran subcomisiones en determinados departamentos o distritos. Todas ellas fueron puestas bajo el mando de personajes notables en cada localidad; pero, a diferencia de las anteriores, se trataba ahora a menudo de individuos con compromiso directo en la gestión, y obligados a rendir cuentas. Esas comisiones y subcomisiones, por otra parte, tienen ahora a su cargo tareas de organización crecientemente complejas, así como un papel decisivo en la movilización de recursos materiales y humanos para la participación. Todo ello implicó erogaciones sustanciales en transporte, acopio, embalajes y gastos varios, aun cuando los miembros de las comisiones provinciales no percibieron honorarios.25 Más importante aún: se dedicaron ingentes esfuerzos concretos y organizados para ampliar todo lo posible la participación de productores del interior, en especial de los de mediana y pequeña dimensión. Esos esfuerzos están claramente expuestos en la correspondencia cursada entre el Departamento de Agricultura y algunas de las comisiones locales con ocasión de la feria parisina de 1878. El comisionado por San Juan, por ejemplo, se preguntaba las razones por las cuales los productores no participaban en las exposiciones, y relataba las dificultades encontradas en su tarea de lograr convencerlos de hacerlo. Luego de repartir a setenta personas los instructivos impresos para la recolección de muestras, “ni uno solo… se tomó el trabajo de contestarme una letra. Me vi con los redactores de periódicos y les pedí me ayudasen con su propaganda; uno de ellos tuvo la franqueza de contestarme que no lo hacía, porque tenía la seguridad de que todos los esfuerzos serían inútiles, y que tampoco a él le inspiraban confianza esas 25 Si bien se otorgaban montos fijos para gastos, no se pagaban salarios. Dado que al parecer no se conservan en el Archivo General de la Nación los papeles del Comité Central para la exposición de Filadelfia, no podemos saber en detalle la aplicación de los fondos recibidos y los servicios prestados no remunerados. Sin embargo, la correspondencia cursada entre el Departamento de Agricultura y las Comisiones Provinciales para la exposición de París de 1878, parte de la cual fue publicada, muestra que las erogaciones, aunque considerables (para Córdoba, por ejemplo, se destinaron 1.000 pesos fuertes), sólo cubrían gastos de recolección, preparado y envío de las muestras, y no salarios adicionales a los miembros de esas comisiones, que eran a menudo jueces de paz o autoridades locales. Del mismo modo, para la exposición de 1889 en París, a la que se dedicaron sumas muy importantes, los Directores de las comisiones central y provinciales no recibieron estipendios, aunque sí montos para gastos. Cuentas y notas de la Comisión para la Exposición de París, 1888-9, Archivo General de la Nación, Buenos Aires, X-43-9-6; 43-9-7; 32-8-6; 42-10-5; República Argentina, Departamento de Agricultura, 1877, 426 y ss.
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fiestas como para incitar al pueblo a que se desprenda de lo que les costaba demasiado para mandarlo a que se pierda en una Exposición, que era lo que había sucedido con los objetos mandados a las exposiciones anteriores… Adopté el camino… de ver personalmente a las personas que creía pudieran prestarse a exponer sus producciones, pero… [algunos individuos] predicaban la inconveniencia y esterilidad de ocuparse en fiestas que no tenían otro objeto que un negocio de varios especuladores de los sacrificios del pueblo. A esto se agregaba el estado de crisis porque atravesábamos, con más, los ningunos recursos ni cooperación oficial de ningún género… para triunfar en la lucha contra tanto elemento hostil. Varias personas que me habían prometido su concurso desmayaron, y otras que ya me habían entregado algunos objetos, me los retiraron…”.26 A fin de contrarrestar estos contratiempos, el Departamento de Agricultura instruyó a las comisiones para que dieran garantías oficiales de que los objetos no vendidos serían devueltos; remitió premios otorgados en exposiciones anteriores con orden de que fueran entregados a sus ganadores en actos públicos solemnes, a fin de estimular la participación en los próximos eventos; publicitó los logros ya alcanzados, para inducir a los remisos, y contactó a gobernadores provinciales para comprometerlos formalmente en la acción.27 Otro aspecto muy relevante de estas estrategias de promoción internacional de los productos provinciales es que surgen iniciativas perdurables en torno a la descripción geográfica, topográfica y climatológica del país. La lenta conformación de registros y mapas catastrales en las provincias proveía elementos fundamentales para lograr avances en ese sentido; y, por otra parte, el inicio de registros sistemáticos de fenómenos climáticos, de importancia fundamental para el planeamiento agrícola, comenzaba a mostrar sus primeros frutos. El levantamiento del Primer Censo Nacional en 1869, por su parte, proveyó de datos poblacionales certeros y orgánicos a nivel nacional, permitiendo por fin dejar de depender de los cálculos aproximados de los publicistas y de padrones parciales elaborados con criterios disímiles.28 26 Burgoa, 1877, 141-145. Entre 1874 y 1876, Argentina experimentó los efectos de una profunda crisis financiera, derivada de la que había comenzado en 1873 con un crack bursátil en Viena. Las reservas de oro descendieron rápidamente, provocando la suspensión de la convertibilidad del peso en mayo de 1876. Barsky y Djenderedjian, 2003, 436-441. 27 Correspondencia cursada entre el Departamento de Agricultura y los miembros de las comisiones provinciales, en República Argentina, Departamento de Agricultura, 1877, 426 y ss. 28 De la Fuente, 1872. Es de destacar que este censo obtuvo el segundo premio en el Congreso Geográfico de París en 1875.
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Para la exposición de Filadelfia esta iniciativa se plasmó en una valiosa obra de aliento, encargada por el Comité Central: La República Argentina, de Ricardo Napp, un volumen de 482 páginas con un apéndice estadístico de 97. Esta obra incluía el importante mapa de la República levantado por los ingenieros Seelstrang y Tourmente, que constituía el primero de gran calidad topográfica, además de varias otras cartas (climática, fitogeográfica, orográfica, de vías de comunicación y de fronteras). La investigación geológica, edafológica y climática, cuyos aportes figuran en ese libro, pudo por fin, luego de varias décadas de vigencia, echar por tierra las viejas afirmaciones del naturalista Hermann Burmeister respecto de la mala calidad de los suelos pampeanos para la agricultura, estableciendo al mismo tiempo la centralidad de otros problemas más reales al respecto: por ejemplo, la intensidad y variedad de los vientos o las alternativas del régimen de lluvias, que los avances sobre las fronteras habían ya ido poniendo de relieve para los empresarios de la colonización de la provincia de Santa Fe.29 Esta tendencia irá creciendo; a medida que la Argentina se hacía más conocida en el exterior y se afianzaban política y financieramente no sólo el estado nacional sino aun las administraciones provinciales, la publicación de memorias e informes de aliento centrados en una provincia en particular constituirá una forma de hacer también conocidas en el exterior esas distintas partes de la República, lo que llegará a tener para ellas derivaciones que trascenderán ampliamente la inserción comercial.30 Para la Exposición Continental de Buenos Aires de 1882, se elaboraron varias obras importantes, como la descripción de Santa Fe de Carrasco o la de Tucumán hecha por Groussac, Bousquet y otros. En la Exposición de Chicago, de 1893, se presentaría la obra descriptiva de Entre Ríos elaborada por Ernesto Bavio y un equipo de colaboradores.31 Estas obras también figurarían en exposiciones posteriores.
29 Napp, 1876. Además de esta obra escrita especialmente para la exposición, varias otras compitieron en los rubros respectivos. Por esos años se elaboran diversas descripciones, informes, mapas y memorias detalladas por provincia, varias de ellas con ilustraciones, gráficos estadísticos y cartas, como por ejemplo la de Espeche, 1875; la de Granillo, 1872; la de Castro Boedo, 1873, y la muy importante de Wilcken, 1873. 30 Un buen ejemplo al respecto lo constituirán los empréstitos y emisiones de bonos provinciales de la década de 1880, ofrecidos en el mercado financiero internacional, y que con la crisis de 1890 debieron ser en buena parte rescatados por la Nación. 31 Carrasco, 1882; Groussac et al., 1882; Bavio et al., 1893.
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Por lo demás, las 14 provincias se hallaron ampliamente representadas en las exposiciones de Filadelfia de 1876 y de París de 1878, e incluso en la primera figuró el aún muy poco explorado territorio del Chaco argentino, con un total de 210 objetos.32 Un detalle interesante es que, si bien buena parte de las muestras correspondió a las más desarrolladas provincias pampeanas y en especial a la de Buenos Aires, en realidad la proporción de éstas no estuvo acorde con el peso económico que ostentaban. Por ejemplo, del total de 6.409 muestras expuestas en Filadelfia, sólo 780 (el 12%) correspondió a Buenos Aires, provincia que por entonces concentraba probablemente más del 60% de toda la riqueza nacional.33 CUADRO 1 EXPOSICIÓN DE FILADELFIA, 1876. OBJETOS ENVIADOS POR LA REPÚBLICA ARGENTINA, POR PROVINCIAS Y POR TIPO DE EXPOSITOR Provincia
Asociaciones
Buenos Aires Catamarca Córdoba Corrientes Entre Ríos Jujuy La Rioja Mendoza Salta San Juan San Luis Santa Fe Santiago del Estero Territorio del Chaco Tucumán Total general
4 — — — 5 — — — — — 19 — — — — 28
Comisiones y subcomis. provinciales 38 273 228 234 274 62 106 348 198 41 210 120 72 207 145 2.556
Estado Estados nacional y provinciales y sus agentes sus agentes 102 33 — 38 56 — 1 — — — — 2 — — — 10 — — — 90 — — — — — — — — — — 159 173
Empresarios privados
Totales
603 260 53 512 321 87 295 359 99 592 130 148 24 3 7 3.493
780 571 337 747 600 151 401 717 297 723 359 268 96 210 152 6.409
Fuente: elaboración propia a partir de datos tomados de República Argentina, Comité Central para la Exposición de Filadelfia, 1875. 32 Para la exposición de París ver República Argentina, Comisión para la Exposición Universal de París, 1878. 33 Según las estimaciones de Mulhall y Mulhall, 1885, 17.
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EL IMPACTO DE LA PARTICIPACIÓN EN EXPOSICIONES INTERNACIONALES
En ello, el papel de las comisiones y subcomisiones provinciales parece haber sido realmente fundamental. Como puede verse en el cuadro 1, existió un esfuerzo consciente por parte de los organizadores, orientado a otorgar una presencia más destacada a algunas provincias de menor desarrollo, como Catamarca, Corrientes, Mendoza o San Luis. Si bien en ello tuvo sin dudas parte importante la capacidad individual de los miembros de esas comisiones para movilizar los recursos locales, al menos puede decirse que, mientras que para las cuatro provincias pampeanas de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos el 33% de las muestras fue aportado por las comisiones, en las demás ese guarismo subió al 43%. Un dato adicional, aunque significativo, lo constituye el papel de los agentes del Estado y de las asociaciones intermedias, que incluyeron desde gobernadores hasta jueces de paz y presbíteros, a la Universidad de Córdoba y la Biblioteca Nacional, así como a varias sociedades de beneficencia y comisiones y asociaciones industriales no gubernamentales. Otro cambio cualitativo lo constituyó el desarrollo observado en las técnicas de mercadeo de los expositores privados. Se informa ahora en varios casos del valor de los objetos en venta, y se calculan con más detalle los costos de entrega en caso de pedidos. Se detallan cuidadosamente las aplicaciones y propiedades de plantas, maderas o minerales.34 La estrategia de ventas se orienta ahora aún más decididamente a la construcción de un prestigio de marca individual, apoyado en elementos publicitarios de índole muy diversa. Un productor entrerriano informa a sus posibles clientes del costo de la cal viva que expone, “entregada a bordo”; respecto de una muestra de guano artificial elaborado a partir de sangre cocida presentada por E.S. Mugica, de San Juan, se adjunta el dictamen de un profesor Juan J.J. Kyle, cuyo análisis químico demuestra que el producto “es de muy buena calidad y seguramente hallará en los mercados europeos una salida fácil”. La bodega Figueroa Molas y Compañía expone vino elaborado en su establecimiento de Andalgalá; el cual, afirman, “es el primero que se ha montado en grande escala en la provincia de Catamarca para la exportación 34 Esta atención a los detalles también se reflejó posteriormente en la acción oficial. En la Exposición continental de 1882, el Departamento de Agricultura incluyó una muestra de semillas repartidas para aclimatación o ensayos agrícolas; el catálogo poseía descripciones extremadamente detalladas, con datos respecto a la forma más adecuada de sembrar cada una de ellas, los métodos a emplear, el clima y suelo necesarios, el rendimiento en grano, y cálculos de costos de siembra y producto en dinero y en porcentajes. República Argentina, Departamento Nacional de Agricultura, 1882.
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de vinos al extranjero… El establecimiento está montado para producir anualmente 16.000 barriles o sean 512.000 frascos”, tanto como 1.216.000 litros.35 Estos detalles de capacidad productiva no estaban sólo destinados a satisfacer la vanidad del expositor: por el contrario, ofrecían indirectamente garantías de respaldo al posible cliente, al confirmarle así que ese productor podía satisfacer los pedidos que le fueran hechos, aun los de magnitud.36 En todo caso, los rubros comercialmente más afianzados no son los más prolíficos. En la clase 667, lanas, sólo aparecen 49 expositores con 114 muestras; y la 652 (cueros y pieles) contiene 83 expositores y 349 muestras. Ambas poseen sin dudas más que el promedio, aun cuando no alcanzaran los 57 expositores y 1.054 muestras de la clase 100 (colecciones minerales) o los 49 expositores y 1.243 muestras de la clase 600 (maderas y cortezas). Pero, más allá de la comparación con esas dos clásicamente pobladas categorías, los rubros más innovadores y con menor presencia en las exportaciones argentinas de entonces están muy bien representados. Por ejemplo, la clase 660 (vinos, licores, aguardientes) posee 88 expositores y 209 muestras; la clase 656, carnes, frutas y legumbres conservadas, posee 74 expositores y 228 muestras; y, sobre todo, la clase 620, cereales y pastos forrajeros, cuenta con 192 expositores y 578 muestras, siendo por tanto la más poblada si descontáramos las colecciones de minerales, maderas y medicamentos. Recordemos que para 1875-79 el trigo y el maíz sólo sumaron el 0.78% del valor de las exportaciones, mientras que las carnes conservadas representaban una suma aún más ínfima, en tanto que los vinos ni siquiera figuraban en las estadísticas.37 Pero muy pronto las ventas externas de muchos de esos productos habrían de comenzar a crecer rápidamente. 35 República Argentina. Comité Central para la Exposición de Filadelfia, 1875, 41, 50, 188; medidas de frascos convertidas a litros según la equivalencia dada por Napp, 1876, 368-369. En la Exposición de París de 1878 se detalló la composición química de una parte de los minerales, en especial las eflorescencias salinas, a cargo del Dr. M. Liewert. Una de ellas fue clasificada como “sel d’exportation”. República Argentina, Comisión para la Exposición Universal de París, 1878, 53. 36 Uno de los problemas recurrentes en las ferias era el divorcio entre calidad y cantidad. La producción artesanal, muy significativa tanto en América como en Europa, podía ofrecer sin duda bienes excelentes, pero que no se encontraban en condiciones de ser elaborados en la forma masiva que podía ser la consecuencia lógica de su participación en grandes ferias internacionales, a partir de pedidos de distintos clientes o incluso de uno solo. Otorgado en una feria internacional un premio a un aceite de calidad elaborado en las cercanías de Madrid, el productor recibió un gran pedido del extranjero, que no pudo cumplir porque toda su producción provenía de un solo olivo, que pasó a ser conocido en la comarca como “el árbol de la medalla”. República Argentina. Departamento Nacional de Agricultura, 1879, 15. 37 Barsky y Djenderedjian, 2003, 246-258.
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EL IMPACTO DE LA PARTICIPACIÓN EN EXPOSICIONES INTERNACIONALES
A la vez, esos rubros cuentan con una proporción de expositores privados más sustancial que el resto (que orilla el 71%). La clase 620 tiene 152 de ellos sobre un total de 192, o el 79%; la 656, 60 sobre 74, o el 81%. La clase 657, harinas y cereales pisados y molidos, posee 26 expositores privados sobre el total de 28, o sea el 93%. Es decir, se trata de un movimiento bastante consistente de búsqueda y sondeo de nuevos mercados por parte de empresarios innovadores, comprometidos con rubros que en algunos años serán de punta, o que regentaban o regentarán en breve establecimientos con la última tecnología de la época. Un recorrido por algunos de ellos ayuda a confirmar los datos: Iturraspe y Compañía, la empresa de José Bernardo Iturraspe, un nombre que pronto será bien conocido en la expansión agrícola de Santa Fe y Córdoba con la fundación de más de una decena de colonias, expuso en Filadelfia trigo y harinas de primera y segunda clase, afrecho, semita y otros subproductos provenientes de la colonia Esperanza, donde había establecido un molino en 1873.38 Emiliano y Cipriano Valdés expusieron maíz de diversas clases obtenido en Balcarce, por entonces un poblado de la frontera bonaerense de ocupación muy reciente. Santiago Denner, un ex ayudante de la empresa Beck y Herzog, que habría de fundar cinco colonias en Santa Fe entre 1869 y 1887, expuso en Filadelfia legumbres y tabaco obtenidos en Esperanza; Saturnino Unzué llevó allí trigo cosechado en los partidos bonaerenses de San Isidro y 25 de Mayo; Tomás Lubary, otro colonizador, expuso trigo de San Carlos, Santa Fe; y Eduardo Meyer, de la misma provincia, aportó trigos de distintas variedades (chileno, gota de oro, italiano, para fideos).39 En la clase 656 (carnes, frutas y legumbres conservadas), los saladeristas Juan Berisso, Tomás Oliden y Antonino Cambaceres expusieron varias muestras de carnes conservadas y tratadas. Estos empresarios fueron algunos de los que introdujeron innovaciones de gran peso en los saladeros que habrían de instalarse o modernizarse en los suburbios del sur de Buenos Aires a partir de 1872.40 Esta insistencia daría a la larga buenos frutos: en la exposición internacional de Chicago de 1893, se otorgaron premios por la calidad de sus productos a 21 molinos harineros argentinos, siendo cinco de ellos de Santa Fe.41 38 Artículo sin firma en Gache y Castro, 1893, 261. 39 Para los fundadores de colonias, Fernández, 1896, passim; la participación de los mismos en la exposición de Filadelfia en el catálogo ya citado. 40 Barsky y Djenderedjian, 2003, 344-348. 41 Carrasco, 1895, 319-321.
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Si bien las secciones y clases son un poco confusas (en la sección VI, agricultura, se encuentran clases como la 637, “Animales silvestres”, la 647, “Aparatos y útiles para pescar”, y las ya aludidas 652; 656 y 667, referentes a cueros, carnes conservadas y lanas), la distribución de los renglones cubiertos por la participación argentina, y los expositores y muestras en cada una de las distintas secciones, transmite con bastante claridad la sensación de la importancia que habían ido adquiriendo las actividades productivas agrarias, incluso sobre las extractivas, que antaño habían tenido mayor importancia en los catálogos de las exposiciones internacionales. Aunque continúa presente el interés por captar inversores e inmigrantes, el nuevo papel del sector productivo mostrando sus resultados por sí mismos e intentando crear lazos comerciales nuevos es un indicio de los cambios que adquirirán plena forma en breves años. Más allá incluso de la existencia de voces discordantes acerca de la real utilidad de la participación en las grandes exposiciones internacionales, parece evidente que la creciente cantidad de esfuerzos y fondos públicos y privados invertidos en ellas rendía sus frutos.42 CUADRO 2 EXPOSICIÓN DE FILADELFIA, 1876. RESUMEN DE LA PARTICIPACIÓN ARGENTINA
I II III IV V VI VII
Sección Minería y metalurgia Manufacturas Educación y ciencias Artes Maquinaria Agricultura Horticultura Totales
Clases cubiertas 8 32 10 12 4 34 2 102
Expositores 124 293 43 46 6 831 6 1.349
Muestras 1.262 1.428 188 87 11 3.427 6 6.409
Fuente: ibíd., cuadro 1.
42 Ver al respecto República Argentina. Departamento Nacional de Agricultura, 1879, 14-21.
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LA GRAN EXPOSICIÓN DE PARÍS DE 1889 Y LA INSERCIÓN PLENA DEL MUNDO PRODUCTIVO
Entre los inicios de la década de 1870 y el final de la siguiente ocurre un cambio cualitativo de importancia en la producción agraria argentina: se logra adecuar una consistente variedad de rubros nuevos a las selectivas pautas de demanda del mercado mundial. Tanto en derivados de la ganadería como sobre todo en los agrícolas, los largos años de experimentación previos comienzan por entonces a dar sus primeros frutos. Hacia 1877-79 las importaciones de harina y trigo entran a decaer en forma acelerada y poco menos que definitiva, a la par que aumentan de improviso las exportaciones de esos mismos rubros. Éstas irán derivando de una creciente especialización en torno a los cereales más rentables en buena parte del área cultivada en la región pampeana. Esa especialización estuvo acompañada por una constante y febril búsqueda de las mejores opciones para llevarla a cabo. Resulta particularmente llamativa la consolidación de lo que podríamos llamar un creciente grupo de “intermediarios” entre los distintos nodos de innovación: folletos, libros, periódicos, revistas, ferias y exposiciones jalonan en forma cada vez más dinámica las distintas etapas en la difusión de los ensayos y pruebas de nuevas técnicas y procesos, así como de sus resultados. La presencia creciente de productores de las nuevas colonias agrícolas en esos diversos intermediarios, que circulan por otra parte por todas las provincias e incluso fuera del país, marca claramente la importancia de éstas como laboratorios de la agricultura moderna. No se trata sólo de los productos de las granjas modelo o de los informes de las administraciones: los colonos a título individual aparecen ya mostrando orgullosos sus productos en las cada vez más frecuentes exposiciones, y difunden sus ensayos y técnicas por artículos de la prensa local, que repiten los diarios de mayor alcance y que generan respuestas, pedidos de información, órdenes de compra, críticas y elogios.43 43 El significativo papel de las ferias y exposiciones en los procesos de incorporación de innovaciones está claramente expuesto en una memoria del Gobierno de Buenos Aires para 1882/3: “Las exposiciones rurales de la provincia no se limitan a exponer los productos selectos de la ganadería y de la agricultura… también dan lugar a… multiplicar los perfeccionamientos. Son tales los resultados, que hoy no se hacen sino exposiciones ferias, y la concurrencia enorme de hacendados que a ellas acude, está en su mayor parte interesada en la adquisición de los productos expuestos. He aquí la parte
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Hemos visto que ya desde la década de 1870, los niveles ejecutivos del estado nacional y de las provincias tienen muy en claro la importancia de participar en esos brillantes, efímeros y multitudinarios bazares internacionales: la posesión de un pabellón llamativo o imponente, por fin fuera de los grandes galpones donde había que convivir con los representantes de las demás naciones, no respondía de ese modo tan sólo a una trivial vanidad de país nuevo o a soberbia de parvenus, sino que se iba constituyendo sobre todo en una manera inteligente de llamar la atención del público y de los potenciales clientes presentes, provenientes de todo el mundo, en un medio en el que todas las naciones representadas pujaban por sobrepasar a las demás en la consecución de objetivos similares. De esa forma, los propios productores tenían fuerte interés en que el pabellón de su país fuera deslumbrante; porque de esa manera, más publicidad cosecharía, más gente lo visitaría y más oportunidades de negocios habrían de generarse. Pero no se trataba tan sólo de vender: más importante aún quizá era el peculiar mirador que esas exposiciones proveían para captar los gustos del público, y alternar con los mayoristas a fin de saber qué modificaciones era necesario introducir en el producto ofrecido para lograr una penetración más profunda en el mercado. La misma exhibición simultánea de diversos productos similares provenientes de todo el mundo ofrecía una oportunidad magnífica para estudiar las estrategias de la competencia, las características de su oferta, los elementos que más buscaban destacar e incluso los procesos productivos con los que las llevaban a cabo. Al mismo tiempo, la escasa especialización, que transformaba las exhibiciones en gigantescos espacios donde se ofrecían desde grandes obras de arte hasta materias primas sin elaborar, implicaba la muy frecuente posibilidad de encontrarse en un mismo predio, a pocos metros de distancia, todos los elementos y maquinarias necesarios para los distintos estadios de elaboración de un producto, lo que hacía que cualquier industrial que participaba allí pudiera apreciar y aun experimentar o ensayar los medios de producción más adecuados para sus tareas. Las críticas, lógicamente, cargaban las tintas contra toda esa ostentosa y prolífica variedad, afirmando con sarcasmo que nadie podría recorrer todos los pabellones y apreciar todos los objetos exhibidos sin perder en eminentemente práctica de estos concursos y la confirmación de cuanto patriótico argumento se hizo para acordar protección a ellos”. República Argentina, Provincia de Buenos Aires, Departamento de Gobierno, 1885, 491 y ss.
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ello su salud, o buena parte de su vida. Más cierto es, sin embargo, que el público con curiosidad universal formaba sólo una parte, aunque sin dudas numéricamente mayoritaria, y que lo que verdaderamente le importaba a un productor era que el gran comerciante especializado en lanas pudiera ver y apreciar las suyas, y le hiciera consiguientemente un buen pedido, o le recomendara qué aspectos debía mejorar para poder venderlas mejor, lo que se reflejaba inmediatamente en diversos artículos periodísticos publicados en los países participantes. El otorgamiento de premios cumplía por lo demás en buena parte el cometido de destacar lo más destacable: la muy amplia variedad de categorías derivaba en que ningún rubro quedara sin varios premios a distribuir, de manera que la difusión de los resultados y su comentario en los periódicos especializados garantizaban plena visibilidad a quienes lograran alcanzar niveles de excelencia. La gran exposición de París de 1889 constituyó quizá el exponente más acabado de esa evolución. Los preparativos se iniciaron en 1886, en momentos en que en Argentina comenzaban el alza sostenida de valores mobiliarios e inmobiliarios que culminaría en la gran crisis de 1890. La contradicción derivada de esos años de auge y de la caída posterior se reflejó, como no podía ser de otro modo, en la participación en la exposición parisina. Comenzada a todo gasto, logró llevarse a cabo con gran brillo, que resultó en parte oscurecido por las noticias de los prolegómenos de la crisis financiera que tuvieron lugar en plena realización del evento. En cuanto a la organización de la muestra, es evidente la progresiva especialización y complejización de funciones de los cuerpos encargados de ella. Además de la Comisión Directiva, con sede en Buenos Aires, y de las regionales, la organización de la participación argentina en París en 1889 contó con otras auxiliares por rubro, una comisión en Francia, y un conjunto de arquitectos e ingenieros encargados del ornato y la organización física de la muestra, además del cuerpo técnico y artístico que tuvo a su cargo la construcción del pabellón, que por sus características convocó entre otros especialistas a escultores, herreros, grabadores, ceramistas, vidrieros, ebanistas y elaboradores de vitraux.44 La obra realizada fue de gran importancia. La usual recopilación de datos incluyó el levantamiento de un detallado censo agrícola y pecuario, 44 República Argentina, Comisión Nacional para la Exposition Universelle de 1889 en París, 1889, 2-17.
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cuyos resúmenes se publicaron en varias obras distintas.45 Se encargó la construcción de un magnífico pabellón individual para el país, que fue desde el principio una de las atracciones principales de la muestra. Un editorialista del Boletín del Departamento de Agricultura recordaba en 1890 “el brillante papel que hizo en ella la República. El pabellón argentino y las colecciones que encerraba merecieron de toda la prensa europea los más entusiastas elogios, tanto más honrosos para nosotros cuanto que eran espontáneos y sinceros, puesto que, desde el primer momento, se desechó el recurso de contratar la publicación de artículos en los diarios, a pesar de las innumerables propuestas que se recibieron… los efectos favorables… no pueden calcularse, y se justificarán en todo tiempo los gastos pecuniarios que ella importó…”.46 Los honores no se limitaron a los artículos encomiosos. La sección argentina fue la primera visitada oficialmente por el presidente Sadi Carnot, acompañado de sus ministros; la ocasión fue el 25 de Mayo de 1889, día fijado para su inauguración. El acto de distribución de premios fue abierto por la misma Comisión, y el vicepresidente argentino, Carlos Pellegrini, gozó del honor de contestar en francés, en un discurso “bien inspirado”, al brindis del Primer Ministro de Francia, dirigido a todos los representantes de las naciones congregadas. Además, se concedió la Legión de Honor al presidente de la Comisión Directiva, Eduardo Olivera; al comisario General Julio Victorica y a los delegados Ricardo Lezica y Santiago Alcorta. Carlos R. Gallardo, sub-comisario, fue condecorado con el Mérito Agrícola, otra distinción muy honrosa.47 La presentación de las muestras estaba calculada para impactar, constituyendo así un eficaz golpe de efecto publicitario. En la sección lanas, se exhibieron más de dos mil vellones de los principales productores; al lado de los mismos, se encontraban suspendidas en perchas las pieles correspondientes, lo que permitió a los entendidos examinar con facilidad no 45 Por ejemplo la de Latzina, 1889, con varios mapas en colores y un gran plano del país con las líneas ferroviarias existentes y en proyecto. Las planillas originales del censo, al menos en buena parte, fueron enviadas a la Comisión Directiva, pero al disolverse ésta su rastro se perdió. Gabriel Carrasco, por ejemplo, remitía en 1888 “más de 18.000 formularios contestados correspondientes al censo de la provincia de Corrientes”. Carrasco al Presidente del Censo Agrícola, Dr. Adolfo E. Dávila. Rosario, 20 de diciembre de 1888, en Cuentas y notas de la Comisión para la Exposición de París, 1888-9, Archivo General de la Nación, Buenos Aires, X-43-9-6, sin foliar. 46 República Argentina, Departamento Nacional de Agricultura, 1890, 417. 47 Íd., 418; Ravelio, 1928, 124 y ss.
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sólo la calidad de la lana sino también la del cuero, lo que en las secciones análogas de otros países no era fácil por estar las mismas colocadas en las paredes. Según Olivera, tal manera de exhibir fue “muy apreciada por los jurados y por los comerciantes e industriales”. Las muestras de trigo, lino, maíz, cebada y demás cereales, colocadas en frascos chatos de cristal que permitían apreciar la calidad y volumen de los granos, ocupaban un considerable espacio, produciendo gran efecto sobre los visitantes, quienes “al levantar su vista se encontraban con cuadros en que estaban consignadas las cifras de nuestra asombrosa producción, y la progresión en que ella ha venido aumentando de año en año…”.48 La empresa Sansinena y Cía. expuso sus carnes congeladas instalando un depósito frigorífico abierto al público, en el que se exhibían incluso reses completas detrás de cristales.49 CUADRO 3 EXPOSICIÓN UNIVERSAL DE PARÍS, 1889. CANTIDAD DE PARTICIPANTES ARGENTINOS EN ALGUNOS RUBROS Grupo Descripción VII Productos alimenticios
V
Industrias extractivas, productos brutos y elaborados
Clase 67 71 72 73 44
Descripción Cereales, productos farináceos y derivados Legumbres y frutas Condimentos y estimulantes Bebidas fermentadas
Expositores 743 116 88 144
Productos agrícolas no alimentarios
577
Total
1.668
Fuente: elaboración propia a partir de datos tomados de República Argentina, Comisión Nacional para la Exposition Universelle de 1889 en París, 1889, passim.
En total, se presentaron 18.190 muestras de 2.800 expositores, señalando casi la triplicación de las exhibidas en Filadelfia doce años antes. La sección argentina cosechó 12 Grandes Premios, 67 medallas de oro, 178 de plata, 186 de bronce y 246 menciones honorables, además de 6 medallas de oro, 7 de plata y una de bronce, concedidas a distintas personalidades. 48 Ravelio, 1928, 124-125. 49 República Argentina, Departamento Nacional de Agricultura, 1890, 418 y ss.
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Los 689 premios constituyeron alrededor del 20% de todos los discernidos al conjunto de naciones de Centroamérica, Sudamérica y México. La Argentina sólo fue superada en este aspecto por México, que cosechó 929 medallas, siendo seguida de lejos por Brasil, con 580.50 Si bien continuó teniendo gran importancia la exhibición de colecciones de minerales y maderas, fue sin embargo muy significativa la presencia de participantes en los rubros agrícolas, como puede verse en el cuadro 3. En los catálogos puede advertirse claramente que quienes participan son tanto productores individuales y sociedades como empresas ligadas a la comercialización, administradores y dueños de colonias agrícolas, y empresarios desarrolladores de los más variados niveles e intereses. Rafael Escriña o Eduardo Casey son ejemplos significativos. Destacaban los empresarios agrarios de vanguardia, como Samuel Hale, Patricio Ham, Enrique Keen, Bernardo de Irigoyen, Enrique Newton, Saturnino Unzué, Leonardo Pereyra, Pastor Senillosa, Pedro Luro, E. Martínez de Hoz, Antonio Llambí, Nicolás Lowe, Ataliva Roca, Pedro Pourtalé.51 Si éstos exhiben sobre todo producción propia, no rehúsan también incluir entre las suyas muestras de otros productores. Lo cual constituye una práctica que alcanza ribetes casi masivos entre los comercializadores o administradores y dueños de colonias; los comerciantes Moleres, Marcoartú y Cía., por caso, presentan una colección de 28 muestras de lana pertenecientes a 24 productores distintos. Algo parecido puede decirse de Eduardo Casey.52 La participación de productores de vanguardia es muy amplia, merced entre otras cosas a que envían muestras del mismo producto en distintas variedades provenientes de diferentes establecimientos; a que aparecen tanto a nombre propio como en su papel de miembros de distintas asociaciones, como la Sociedad Rural o la Sala de Comercio Once de Septiembre; y, en fin, a su inserción simultánea en diversos rubros, todo lo cual, por simple repetición en los catálogos, les otorgaba una presencia destacada. Pero además, aparecen, sobre todo en los rubros agrícolas, sustanciales porciones de productores de dimensión mediana o incluso pequeña, a juzgar por 50 Íd.; República Argentina, Comisión Nacional para la Exposition Universelle de 1889 en París, 1889. 51 Sobre Eduardo Casey ver, por ejemplo, Zeballos, 1883, 246; sobre otros empresarios agrarios de vanguardia, Sábato, 1989, 130-181; Sesto, 2005, 39-84. 52 República Argentina, Comisión Nacional para la Exposition Universelle de 1889 en París, 1889, 392-395, 406, 422-425.
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los detalles que brindan respecto de las superficies cultivadas. Hasta cierto punto, estos productores, en especial los de las colonias agrícolas, replican las prácticas de los empresarios de vanguardia, insertándose en varios rubros a la vez y apareciendo bajo el auspicio de distintas asociaciones. Por ejemplo, Santiago Reutemann, colono de antigua raigambre en San Carlos, Santa Fe, no sólo envía cereales sino lanas; Teófilo Romang, otro notable colono de esa misma provincia, expone tabaco, lino y otros productos; agricultores como Guillermo Schulze, Gerónimo Schlie, Antonio Scotti o Domingo Segretto, asentados en diversas colonias, envían muestras de lino, tabaco, cereales y conservas. En todo caso, resulta bien claro que lo exportable y de avanzada tiene un lugar privilegiado entre las muestras exhibidas.53 Se había además afianzado plenamente la modalidad de brindar todos los datos necesarios al interesado que se detuviera en cada muestra. Salvo el caso de una parte importante de los productores menores, aún no familiarizados con estas estrategias, los de avanzada detallan cuidadosamente el peso, características, condiciones de producción y aun costos de sus productos expuestos.54 ALGUNAS REFLEXIONES FINALES A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, se fue creando en las pampas un cúmulo de estrategias en torno a la producción de productos agrarios de calidad, destinados a la exportación. En esa creación tuvo un rol fundamental el surgimiento de nodos de innovación, y la construcción de redes tecnoeconómicas basadas en el intercambio de información y bienes entre los mismos. Parte de ese intercambio se efectuó a través de la participación en exposiciones y ferias nacionales e internacionales, que se fueron constituyendo en lugares donde sondear las tendencias de la demanda, ofrecer a modo experimental productos destinados a satisfacerla, anudar lazos con potenciales clientes, publicitar distintas líneas de productos ligados a la introducción de nuevos procesos productivos, probar la efectividad de maqui53 Íd., 33, 402 y ss., 435-436, 468 y ss., passim. 54 Por ejemplo, J. B. Gorostiaga, dueño del establecimiento “San Bernardo”, en Chivilcoy, expuso lana de ovejas raza Negrette de la zafra 1888, con su estimación de rendimiento después de lavada, y los datos completos de los animales reproductores correspondientes. Íd., 412.
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narias y procesos de avanzada propuestos por fabricantes de todo el mundo, observar las estrategias de la competencia, e incluso conformar ámbitos de sociabilidad donde discutir creativamente las alternativas de la producción en el contexto altamente competitivo provisto por el mercado internacional. Los actores fueron además logrando perfeccionar distintas técnicas de mercado destinadas a las ferias y exposiciones, que se constituían en gigantescas vidrieras publicitarias, tanto por el público que a ellas concurría como por las repercusiones en la prensa que generaban y por el contacto directo con los comercializadores mayoristas y los importadores. En momentos en que no existían medios masivos de comunicación ni normas de calificación establecidas, por lo tanto, destacarse en una gran feria internacional y lograr premios significaba la posibilidad de exhibir orgullosamente esos símbolos internacionales de calidad como una garantía de prestigio. Las mismas pautas de participación, al estar abiertas al más amplio espectro de productores en tanto éstos no necesitaban más que remitir algunas cuidadas muestras bien identificadas a las comisiones organizadoras, permitía que humildes chacareros o colonos sin muchos recursos pudieran gozar de la posibilidad de competir internacionalmente e incluso ganar distinciones, lo que podía significarles una inserción comercial muy amplia, tanto dentro como fuera del país, dada la repercusión que obtenían las exposiciones. Las asociaciones privadas fueron ajustando su papel y puliendo las formas en que apoyaban el accionar de los productores, a través del mantenimiento de cuerpos entrenados en la preparación y exhibición de las muestras, las cuales, por su regularidad periódica, fueron prontamente afianzándose. El Estado nacional, a través de la provisión de fondos y de la acción de los representantes en el exterior, así como por medio de diversas reparticiones públicas, fue auxiliando estas participaciones incluso mediante la acumulación de un vasto e imprescindible conocimiento ambiental, geográfico, físico y climático de las distintas regiones del país, cuya elaboración y difusión, volcada en memorias, informes y cartografía, ayudó a la toma de decisiones por parte de los inversores, y constituiría la base de los avances en la elaboración de nuevas técnicas de manejo de suelos, labranza y pastoreo que garantizaran una mayor rentabilidad por hectárea y la utilización conveniente de las tierras que se incorporaban a la producción por el avance de la frontera agraria. 204
EL IMPACTO DE LA PARTICIPACIÓN EN EXPOSICIONES INTERNACIONALES
Las reseñas, comentarios y debates en torno a los productos y maquinarias expuestos, que aparecían en los periódicos, formaban parte de un intenso intercambio de ideas y de información que repercutía en la innovación productiva en tanto que muchos de los que la llevaban a cabo también participaban en las muestras. Resulta hoy muy difícil medir el interés generado por esas informaciones, al menos en el rubro agrícola; pero puede presumirse que logró ser muy consistente, no sólo por la creciente amplitud de medios involucrados y la proliferación de artículos en la prensa, sino también porque muchas estrategias de innovación adoptadas por productores de vanguardia eran pronto copiadas por otros de menores recursos, sobre todo al probarse útiles. La participación en ferias y exposiciones internacionales se constituyó así en una pieza significativa de la innovación tecnológica. Es altamente probable que los sorprendentes resultados de la expansión agraria argentina del último cuarto del siglo XIX hubieran sido menores si los actores productivos y los gobernantes de entonces hubieran decidido que participar en esas grandes y aparentemente banales exhibiciones era algo demasiado oneroso para los siempre deficitarios presupuestos públicos.
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La economía social argentina en las exposiciones internacionales. La Exhibición del Museo Social Argentino en la Exposición Universal e Industrial de Gante (1913)1 Malena Becerra INTRODUCCIÓN En la Exposición Universal e Industrial celebrada en Gante en 1913, la Argentina participó por primera vez en la sección de Economía Social de una feria mundial. La exhibición fue organizada por el Museo Social Argentino (en adelante MSA) ante la declinación del gobierno de enviar una representación oficial. La nación no estuvo representada entonces por muestras de trigo, lana o cuero, por productos de sus industrias de carne congelada, láctea o de cerillas ni por su producción artística, sino por estadísticas del Departamento Nacional de Trabajo, datos sobre sociedades de socorros mutuos, documentos de instituciones de asistencia y beneficencia o fotografías de sus escuelas. Como proyecto acariciado desde su fundación y preparado en paralelo a la muestra argentina para la Exposición de Gante —aprovechando la recolección de material local y la adquisición de colecciones materiales y documentales extranjeras—, el MSA programaba una exposición permanente de Economía social en su local de Buenos Aires, aunque como veremos su concreción siempre fue postergada. Dos exhibiciones entonces nacidas en un mismo impulso y orientadas por las mismas reglas exógenas —el modelo era el francés—, pero ima1 Este trabajo fue realizado en el marco de un contrato pre-doctoral I3P-FSE de la Escuela de Estudios Hispano-Americanos-CSIC y como miembro del Proyecto “La cuestión social en Argentina (1870-1940)”, HUM 2006-11.940/HIST del Ministerio de Educación y Ciencia español.
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ginadas y expuestas para públicos bien distintos. La colección preparada para la Exposición Universal se dirigía a un público extranjero pensado aún como constituido por potenciales inmigrantes e inversores capitalistas; el salón en la capital argentina, en cambio, tenía un claro objetivo pedagógico enfocado “al pueblo” argentino. Ambas se inscribían en el esfuerzo de introducción y legitimación de la Economía social en Argentina y de la acción del MSA y sus miembros en el ámbito intelectual y político local; en la escena internacional, permitieron la inmersión del instituto argentino en ciertas redes de reforma social que se articularon en parte alrededor de las exposiciones internacionales.
Entrada de la Exposición del Museo Social Argentino en la Exposición Universal de Gante.
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MUSEOS SOCIALES Y ECONOMÍA SOCIAL EXPOSICIONES UNIVERSALES
EN LAS
Las exposiciones universales desarrolladas entre mediados del siglo XIX y el inicio de la primera Guerra Mundial fueron a la vez grandes celebraciones de la modernidad y el progreso, y espacios en los que los sujetos, las representaciones colectivas y las relaciones que habrían de habitar esta época se fueron forjando, en procesos complejos y no exentos de tensiones. En estos eventos, los pabellones de Economía social asumieron la tarea de presentar la cara menos amable de la modernización —aquello que se nombró como “cuestión social”—,2 de manera que pudiera ser incorporada en estas representaciones y que favoreciera la integración en la sociedad moderna real de las masas desafiliadas. El concepto de Economía social había nacido en Francia en los años treinta del siglo XIX; en su vertiente teórica, se pensaba como otra forma de hacer Economía política, a la que se le reprochaba no integrar la dimensión social, pero la disciplina tuvo grandes dificultades para constituirse como ciencia. En su vertiente práctica, sin embargo, logró materializarse en aquel país en un asociacionismo mutualista y cooperativista vigoroso que tuvo su apogeo a finales de siglo.3 No es casual entonces que la primera sección de Economía social en una exposición internacional haya sido la organizada por Francia para la Exposición Universal de París de 1889, promovida por el gobierno republicano como “el monumento de la Exposición a la paz social”. La exhibición se dividía en dos secciones: en la primera se “reproducía” un barrio obrero, con sus viviendas, sus zonas de sociabilidad y esparcimiento y sus lugares de trabajo. La restante, de carácter documental, presentaba información gráfica e impresa sobre diversas iniciativas industriales de previsión social. La inclusión de la Economía social en la exposición parisina supuso un paso decisivo para su institucionalización en Francia, con los auspicios
2 Para una definición de “cuestión social” ver Castel, 2001; para Argentina ver Suriano, 2004, 1-29. 3 Gueslin, 1998, 3. Otros autores sostienen que durante el siglo XIX el término de Economía social era sinónimo al de Ciencia social e incluía en sí mismo a la Economía política; ver Giovana Procacci, 1993.
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y el apoyo material del gobierno de la III República, y cumplió un papel significativo en la emergencia de un campo reformador en este país.4 La colección francesa y el equipo que se reunió para planificarla fueron el germen del que nació el Musée Social francés,5 inspirador algunas décadas después de su homólogo en Argentina. De aquí que la introducción de la Economía social como materia de exposición para el país y la organización de las muestras, en la Exposición de Gante y en Buenos Aires, fueran un elemento central en la legitimación de la institución recién creada y en su vinculación con el mundo reformista internacional. El MSA había sido fundado en 1911 por iniciativa del profesor universitario y funcionario del Ministerio de Agricultura, Tomás Amadeo, cuando aún resonaban los ecos de los festejos del Centenario y de los atentados que los acompañaron.6 Se presentaba a sí mismo como instituto de Economía social, centro de estudios e investigaciones, con miras puestas en la intervención y en la divulgación de los conocimientos producidos entre un público amplio; y, en otra dirección, como impulsor de un programa de propaganda argentina en el exterior. En su seno confluyeron personas y grupos de distintos sectores de la elite argentina, representantes de diversas sensibilidades políticas, que estuvieron implicados en la reflexión en torno a la “cuestión social” y en la elaboración de propuestas de intervención tendientes a garantizar una convivencia social armónica. Fue una institución de naturaleza híbrida, reclamándose de iniciativa privada pero orientada al servicio público y decididamente activa en el asesoramiento de los poderes públicos, con cuyo reconocimiento contó. Posición que no era infrecuente en un momento de marcada permeabilidad entre la administración, la política, el mundo de los negocios y el mundo académico.
4 Topalov, 1999, 357. 5 El Musée Social, fundado a finales del siglo XIX, fue una institución de estudio y centro de documentación sobre “cuestiones sociales”, nodo central de redes y redes de redes. Horne señala que en su interior el punto de convergencia no era la ideología ni el origen social, sino la preocupación de elaborar un discurso fundado sobre la expertise y destinado a llevar a la práctica la reforma social. El Instituto se situó en el corazón de las redes extraparlamentarias de reforma que tuvieron un significativo papel en la emergencia del État-providence. Horne, 2002. 6 La referencia a las bombas es explícita en el proyecto de fundación del Museo. Amadeo, 1910, 19.
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La inspiración del instituto y el modelo de exposición fueron franceses,7 pero la inclusión de “lo social” en las exposiciones argentinas no era de ninguna manera arbitraria ni puede despegarse del contexto local. La primera década del siglo XX, al final de la cual se creó el MSA, marcó un cenit de estabilidad y crecimiento económico del país, pero fue también el momento en el que el modelo liberal-conservador mostró más claramente sus límites. La “cuestión social” se hizo presente en sus manifestaciones en la realidad social, en el discurso de diferentes actores y en el debate público y vino a sumarse a otros frentes de cuestionamiento de este orden —el político, el filosófico— que se desarrollaron en estos años.8 Frente al conflicto social, las exhibiciones de Economía social asumían explícitamente un rol pedagógico e integrador. Tras los sucesivos proyectos de Salón de Economía social del MSA en Buenos Aires se encontraba la confianza en que los “materiales gráficos, cuadros, diagramas, maquetas” tuvieran un “resultado práctico en el sentido educativo del pueblo, muy superior al que se puede obtener por medio de las conferencias y publicaciones”.9 La cooperación y la mutualidad como materializaciones prácticas de la Economía social, fundadas en el principio de asociación libre, frecuentemente con un componente interclasista y que premiaban el esfuerzo personal, se presentaban a los ojos de las autoridades del MSA como un buen equilibrio entre el socialismo y el individualismo liberal en el que asentar la organización social argentina. En el marco internacional, la organización de una Exposición de Economía social como la de Gante creó o reforzó lazos del MSA con instituciones y redes con objetivos similares. En los juegos de presencias/ausencias en acción en las exposiciones, la misma participación era fundamental para “ser parte de”, pero la repercusión trascendía el plano simbólico: estos eventos brindaban oportunidades para la adquisición e intercambio de documentación, la concreción de convenios y el intercambio de servicios. Alrededor de las exposiciones internacionales proliferaron desde finales del siglo XIX congresos científicos y asociativos; lugares de sociabi7 Las fuentes citadas por el fundador son más amplias e incluyen además los Servicios Sociales de Nueva York y Londres, Oficinas de Trabajo, Museos profesionales y de trabajo y patronatos, entre otros. 8 Ver, entre otros, Botana, 2005; Botana y Gallo 1997, 13, y Zimmerman, 1995. 9 Boletín Mensual del Museo Social Argentino (en adelante Boletín MSA), XVII/90, 1929, 618.
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lidad, de encuentro y formación de redes, en ellos se conjugaban debates y elaboración de propuestas, ensayos y legitimación de nuevas disciplinas y discursos, además de afirmación de proyectos nacionales o conformación de grupos de presión.10 La reflexión sobre la previsión social, la legislación laboral o la asistencia pública estuvieron allí presentes como manifestaciones de la búsqueda por parte de algunos grupos de las elites de sociedades en tránsito hacia el capitalismo industrial, de una reformulación de las relaciones entre el individuo e instituciones estatales en el marco de un liberalismo modificado. Las conexiones entre estos grupos conformaron en los albores del siglo XX redes de reforma de carácter internacional, que se constituyeron en espacios de producción y circulación de conocimiento y prácticas institucionales de intervención en “lo social”, en las que estuvo inmerso el MSA, sirviendo de canal de entrada y adaptación al país de iniciativas y propuestas generadas en otros marcos estatales y que influyeron en el debate público local. La Sección argentina de Economía social en la Exposición Universal de Gante El equipo La exposición de Economía social argentina para la Exposición Universal de Gante de 1913 fue preparada por un pequeño equipo de personas. En Buenos Aires, un comité fue nombrado en el seno del Consejo superior del MSA: el comisariado general recayó en su presidente, el ex ministro de Agricultura Emilio Frers, aunque su participación directa fue escasa. En la práctica y como en la mayor parte de las iniciativas de vinculación con el exterior de la institución argentina, las tareas fueron encabezadas por el secretario general, Tomás Amadeo, al que se nombró comisario delegado en Gante. Se designaron además delegados honorarios por áreas entre los miembros del MSA, quienes, apoyándose en sus relaciones profesionales o personales, colaboraron en la preparación del material. Algunos de ellos ya 10 Prochasson, 1991; Tenorio Trillo, 1998.
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habían formado parte con anterioridad de los comités especiales para las exposiciones internacionales y lo volverían a hacer en el futuro; es el caso de los hermanos Enrique y Ernesto Nelson, de Ernestina López de Nelson o de Cupertino del Campo.11 Ya en Europa, estuvieron a cargo de la sección argentina el propio Amadeo, Hugo R. Iannini y Gustav Niederlein. Iannini colaboraba habitualmente con el MSA desde el viejo continente y en Gante actuó como comisario ejecutivo, encargándose nuevamente de la recolección de material para la sección de Economía social en la Exposición de San Francisco de 1915. Mención especial merece la activa participación de Niederlein, que fue contratado como agente del MSA para encargarse de la propaganda en la muestra argentina en Bélgica. El botánico alemán contaba con una larga trayectoria en los circuitos de las exposiciones internacionales, como miembro de comités norteamericanos, alemanes, franceses y argentinos; con experiencia en la recolección, clasificación y organización de materiales para su exhibición y en la gestión de colecciones y museos.12 11 En la Exposición de Saint Louis de 1904, Enrique M. Nelson había sido comisario de Agricultura y Ganadería; Ernesto Nelson, educador y profesor en la Universidad de La Plata, comisionado para la sección de Educación; Ernestina López de Nelson, delegada de la Junta Nacional de Educación, y Cupertino del Campo, comisario de la sección de Arte y profesiones liberales. En la Exposición que se celebraría en San Francisco en 1915, Enrique Nelson sería secretario general del comité para la exposición y su hermano Ernesto repetiría como comisario de la sección de Educación y Economía social. El comisario general de la sección argentina, Hugo Anasagasti, también era socio del MSA. Sobre la formación de los equipos para las Exposiciones nacionales, ver el capítulo “Los magos del progreso” en Tenorio Trillo, 1998. 12 Entre otras participaciones, formó parte en Argentina de la Comisión científica agregada a la Expedición al Río Negro en 1879, comandada por Julio A. Roca, elaborando un catálogo botánico publicado y exhibido en la Exposición Universal de París de 1889; casi una década más tarde, realizó similar tarea concentrándose en el territorio de Misiones. Tras la exposición fue el encargado de la distribución de los productos argentinos entre museos extranjeros, tarea que repetiría en Gante. Poco después dirigió la Comisión oficial científico-recolectora, que recogió productos naturales e industriales, especialmente ejemplares de flora y fauna para exhibir en la Exposición Colombiana de Chicago de 1893, en la que fue comisario del gobierno argentino. Allí, pasó a formar parte del equipo del Museo Comercial de Filadelfia (Philadelphia Commercial Museum), creado tras la exposición por William Wilson y concebido como una exposición mundial permanente. Asistió entonces a la Exposición de París de 1900 como miembro del equipo norteamericano. Para la Exposición de Saint Louis (1904) y como jefe del Departamento científico del Museo de Filadelfia, constituyó el comité de las Islas Filipinas, realizando una expedición a la colonia para la recolección de material. Entre 1901 y 1902 trabajó también para el gobierno francés organizando el Museo colonial; así, en calidad de vicepresidente de un comité franco-americano, llevó la participación colonial de Francia a la Exposición panamericana de Buffalo. Nuevos viajes de estudio lo condujeron a Argentina en 1907, retomando un contacto con el
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Habiendo desarrollado parte de su carrera en los ministerios de Relaciones Exteriores y de Agricultura argentinos, formó parte de los equipos para la Exposición Universal de París en 1889, la de Chicago en 1893 y la Exposición de Turín de 1911. Probablemente fue en el ámbito del Ministerio de Agricultura en el que entró en contacto con quienes serían más tarde miembros del MSA; el propio Frers le encargó en 1910 la organización de la propaganda en Europa para la Exposición Internacional de Agricultura del Centenario. Las mismas preocupaciones que entonces —“aprovechar los capitales, brazos e inteligencias europeas (que) para un desarrollo más rápido e intenso de las riquezas y fuerzas latentes del país”—13 orientaron su tarea en la Exposición de Gante. Colecciones que van… En el folleto editado por el Comité argentino para la Exposición de Gante, se constataba que “hasta ahora casi todas las exposiciones argentinas (…) se habían limitado exclusivamente o por lo menos se habían especializado en una forma ostensible en la demostración de la riqueza agro-pecuaria de la República y de las principales industrias de ellas derivadas (…) el Museo Social Argentino considera que es llegada ya la hora de mostrar al mundo que el progreso moral y la organización social del país han seguido una marcha paralela al desarrollo de su riqueza (…)”.14
La aspiración de mostrar un desarrollo no exclusivamente material no era del todo nueva: las secciones de Educación siempre habían tenido un lugar destacado en las participaciones argentinas en ferias internacionales,15 país que lo llevó a encargarse de la propaganda en Europa de la Exposición de Agricultura del Centenario y, un año después, del comisariado ejecutivo del gobierno argentino en la Exposición de Turín de 1911. De vuelta en Europa, trabajó para el gobierno alemán en la organización de diversas exposiciones. En 1913, cuando Amadeo lo convocó a Gante, organizaba las colecciones oficiales alemanas para la Exposición internacional del Libro y Artes Gráficas de Leipzig (1914). 13 Carta de Gustav Niederlein al MSA, en Boletín MSA, III/34, 1914, 461. 14 MSA, 1912?, 3-4. 15 En 1889 en Paris, el grupo de Educación y enseñanza argentino había sido el representado por mayor cantidad de expositores; asimismo la muestra preparada para la exposición de Saint Louis de 1904 obtuvo el reconocimiento internacional y fue destacada en el informe final de la Louisiana Purchase Exposition Commission. Louisiana Purchase Exposition Commission, 1906.
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en la Exposición de Saint Louis de 1904 también la sección de Bellas Artes había sobresalido;16 y una preocupación más general por subrayar el desarrollo cultural e intelectual del país se había dejando notar en la Exposición del Centenario, en un ambiente en que el materialismo imperante en estas celebraciones del progreso era fuertemente criticado desde ciertos sectores.17 Pero la inclusión de la Economía social en la sección nacional y la explícita referencia a la organización social sí eran una novedad. La “cuestión social”, presente en la realidad social y en los debates de principios de siglo, llegaba también a las exposiciones nacionales. Ahora bien, aunque inquietos por la amenaza que representaba para la paz social, las autoridades del MSA veían en la emergencia de la “cuestión moderna por excelencia” un signo del desarrollo progresivo del país,18 del que también formaba parte el tratamiento de manera “científica, metódica y sistemática” que el instituto promovía. De esta manera, el “nuevo método de exposiciones argentinas, el de la documentación económica y social, inaugurado por el Museo Social Argentino”,19 no representaba una ruptura con respecto al objetivo de “demostración del progreso moral y social”, sino que se sumaba al esfuerzo de diferenciarse del resto de países latinoamericanos y acercarse a las naciones “avanzadas” que había caracterizado las presentaciones argentinas del siglo XIX. Metamorfoseado, el discurso del progreso seguía dominando el imaginario de las exposiciones aún a sólo un año del estallido de la Gran Guerra. La exhibición preparada por el MSA buscaba reunir “todas las formas de la organización y de la actividad social argentina”. Ya en el proyecto para su fundación, publicado el mismo año del Centenario, Amadeo se había interrogado sobre la organización y las “cuestiones sociales” del país. Allí afirmaba que la “armonía absoluta” constituía la base de la organización social ideal —y como tal irrealizable—, y que la tendencia hacia la 16 Ver el capítulo 2 de este volumen. 17 Dosio, 2006, 323, y Fernández Bravo, 2006. 18 “Sólo los países retrógrados pueden carecer de cuestiones sociales (y) la República Argentina, no puede contarse en este número”, afirmaba Tomás Amadeo en su proyecto para la fundación de un Museo Social. Amadeo, 1910, 10. 19 En una carta de Gustav Niederlein al secretario general del MSA Tomás Amadeo, en Boletín MSA, III/34, 1914, 446.
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cohesión social estaba “en la naturaleza misma del progreso humano”; los “antagonismos” no eran entonces sino vicios en la organización social. Así, a cada “antagonismo” manifiesto como cuestión social, correspondía una “obra” que simbolizaba el triunfo de la cohesión, entre éstas mencionaba al Estado, la codificación, la legislación, el régimen escolar, la organización universitaria, la acción sindical, la acción patronal y la aduana.20 Todo ello buscó ser representado en los seis grupos en los que el MSA participó en la Exposición en Gante: Educación y enseñanza, Economía social, Higiene y beneficencia, Enseñanza práctica, Instituciones económicas y trabajo manual de la mujer (su tratamiento específico es una muestra de que la “cuestión de la mujer” se constituyó en un apartado con entidad propia dentro de la “cuestión social”), Comercio y colonización y Sports. No para todas las clases en las que se subdividían estos grupos el Museo logró reunir el material que procuraba, pero el nombrarlas y clasificar dentro de ella distintas áreas de la realidad social era una forma de ordenarla. Cuando el MSA publicó en su Boletín Mensual (BMSA en adelante) y en folletos específicos el detalle de lo que en cada clase se incluiría, no sólo orientaba a las instituciones que preparaban material para la exhibición, también estaba aportando sus definiciones para leer e intervenir sobre “lo social” en un momento de especial debate sobre la cuestión en el país. El grueso del material de exhibición provenía de organismos oficiales: la mayor parte fue aportada por los distintos Ministerios, también realizaron envíos, aunque de manera más aleatoria, algunos gobiernos provinciales y municipales. Además, a través de una campaña en la que se apelaba al patriotismo y la colaboración de ‘todas las clases sociales’, se reunió una amplia colección con materiales provenientes de instituciones de asistencia y beneficencia, hospitales, asilos, orfanatos; de instituciones de economía social (sociedades de socorros mutuos italianas, españolas y suiza, entidades bancarias), y de algunos sindicatos y sociedades obreras (obreros gráficos, chauffers, ferroviarios, y los Círculos de obreros católicos). Exceptuando las entidades bancarias —que se incluían dentro de la Economía social en cuanto instituciones de ahorro— y de las compañías de ferrocarriles y tranvías, no participaron compañías privadas ni expositores comerciales. Las relaciones interpersonales de los miembros del Museo y
20 Amadeo, 1910, 10.
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la multiplicidad de espacios en los que actuaban profesionalmente, fueron sin duda de inestimable valor para la movilización de todas estas sociedades e instituciones. Como resultado inevitable de una campaña de este tipo, lo recolectado no siempre se correspondió con lo que pretendía el Museo: ni el estilo ni las formas desarrolladas en las exposiciones universales habían sido incorporadas por las instituciones a las que se solicitaba colaboración, ni sus recursos económicos les hubieran permitido preparar sus colecciones conforme a ellos. En el primer informe del comisario ejecutivo para la Exposición de Gante se puede leer: “en la primera etapa (...) se notó una errónea interpretación sobre el material que debía formar nuestra sección e inmediatamente se subsanó este inconveniente con la impresión de hojas con detalles del material de exhibición”.21 Fue el Museo el que organizó los datos aportados por las asociaciones, a veces desde el origen, enviándoles un fotógrafo o dibujante para recoger directamente las imágenes. A la hora de seleccionar y ordenar aquello que iba a ser mostrado, se daba preferencia a los datos mensurables y a su disposición gráfica, de manera que pusiera en evidencia la evolución en el tiempo y permitiera una rápida comparación con otros países. Se buscaba revelar al resto del mundo que Argentina destacaba entre sus vecinos continentales y se acercaba e incluso sobrepasaba a algunos europeos en ciertas áreas, como la educación. La premisa que orientaba la concepción de la exposición era la de la superioridad de lo visual en la transmisión de los mensajes, y frecuentemente el interés por la forma prevalecía sobre el interés por el contenido. En los informes de los comités o en la correspondencia entre agentes y el MSA durante el proceso de recolección del material, se encuentran con frecuencia series del tipo “documentos impresos y manuscritos, mapas, cuadros gráficos, fotografías y plásticos de demostración, tales como maquetas, modelos, etc.”22 o “vistas fotográficas, unos cuadros gráficos, mapas, estadísticas y libros”,23 en las que poca o ninguna información se aporta sobre el asunto tratado. 21 Boletín MSA, II/13-14, 1913, 16. 22 MSA, 1912?, 5. 23 Carta de Gustav Niederlein desde la Exposición de Gante al presidente del MSA, Emilio Frers, en Boletín MSA, III/34, 1914, 451.
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Entre las colecciones preparadas por organismos oficiales destacaban, por responder a los fines que perseguían los organizadores, la colección del Departamento Nacional de Higiene, la de la División de Enseñanza Agrícola del Ministerio de Agricultura, donde se desempeñaba Tomás Amadeo, y nuevamente la colección del Ministerio de Instrucción Pública y de algunas direcciones de escuelas provinciales. Los “cuadros de estadística sobre obreros, salarios, mortalidad obrera, sociedades de socorro mutuo, industrias, obreros industriales, huelgas, trabajo de la mujer y niños, etc.”,24 preparados en el Departamento Nacional de Trabajo, por su parte, no sólo ofrecían información sobre el mundo del trabajo en Argentina, sino que daban cuenta de la existencia y del funcionamiento de una oficina de este tipo en el país. Una vez más la sección de educación estuvo ampliamente representada además de las colecciones ministeriales, se exhibió material proveniente de escuelas profesionales e industriales, del Protectorado de Bibliotecas populares, del Colegio Nacional, de los Institutos de Ciegos, Sordo-mudos y sordo-mudas, del Colegio Nacional de La Plata y su Internado (dirigido por Ernesto Nelson), de las Universidades Nacionales, del Museo y Academia de Bellas Artes y del Conservatorio Nacional de Música. Igualmente, la Penitenciaría Nacional y la Colonia agrícola de menores de Marcos Paz enviaron muestras de las manufacturas realizadas en sus talleres de oficios. Se exhibía, finalmente, una completa colección de prensa, que ya había llamado la atención del jurado en la Exposición de Saint Louis de 1904. En la introducción, mencionamos la propaganda argentina en el exterior como el segundo de los grandes objetivos formales que vertebraba el proyecto del MSA. Las facetas de estudio y acción social y la de propaganda se desarrollaban de manera relativamente independiente y respondían a intereses de grupos diferenciados dentro del Museo, pero encontraron articulación en algunos proyectos del Instituto, destacando el de la exposición en Gante. La distinción entre ambas misiones era manifiesta para quienes organizaron y gestionaron la sección argentina, y cada una se desplegó con su propio lenguaje y estrategias. No es difícil, por ejemplo, reconocer el afán del presidente del Museo tras las iniciativas dirigidas a fomentar el desarrollo comercial del país, apelando a una experiencia adquirida en la
24 Íd., II/13-14, 1913, 17.
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promoción de la colonización agrícola o en exposiciones ganaderas, con pocos puntos de contacto con las exposiciones de Economía social. En todo caso, en la preparación de la colección a exhibir en el extranjero el componente de propaganda fue central. La sección de Comercio y colonización (“importantísima como se comprende”) no perdió protagonismo, aunque esta vez fuera exclusivamente documental. Los distintos Ministerios y Direcciones oficiales presentaron cuadros gráficos y estadísticos, maquetas y fotografías sobre las características geográficas y naturales del país, y sobre todo, sobre sus infraestructuras de transporte y comunicaciones (puertos, ferrocarriles, carreteras, servicios de correo y telegráfico), sobre la exportación, importación y el movimiento de carga y pasajeros en los puertos, y sobre las recientes reformas urbanísticas de Buenos Aires. Gustav Niederlein, desde la oficina de propaganda instalada en Bruselas, escribía al MSA en términos que bien podrían haber sido del siglo anterior: “las exposiciones ofrecen los medios más preciosos para una propaganda general, tan necesaria todavía para hacer conocer en Europa la República Argentina con todas sus condiciones y a fin de aprovechar los capitales, brazos e inteligencias europeas”; pero aconsejaba, tomando el ejemplo de Canadá, adoptar medios que ganaban adeptos entre los espectadores en los últimos años: “panoramas y un cinematógrafo, (con) films y diapositivas en colores”.25 Esfuerzos en ese sentido ya habían sido realizados por el equipo del MSA: como parte de la acción propagandística se habían preparado placas estereoscópicas, tarjetas postales y folletos ilustrados del país y del Instituto en varias lenguas, puestos a disposición del público en la sección argentina, y en el marco de las celebraciones organizadas en la embajada de Bruselas por el aniversario de la Revolución de Mayo se proyectaron cintas cinematográficas con imágenes de distintas regiones del país. Un periodista belga narró la proyección de la siguiente manera: “en el lienzo desfilaron interesantes vistas de Buenos Aires: el puerto, las estaciones, hermosas escuelas. (…) Finalmente, en este país, en donde no hay menos de 31.000 kilómetros de vías férreas, hicimos una excursión de Salta a Jujuy, luego a través de la cordillera de los Andes, para acabar con 25 Carta de Gustav Niederlein desde la Exposición de Gante al presidente del MSA, Emilio Frers, en Íd., III/34, 1914, 453.
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una visita a las cataratas del Iguazú. (…) Eran las once cuando volvimos a Bruselas, encantados de nuestro viaje…”.26
Postal editada por el MSA con motivo de la Exposición Universal de Gante27
Las ideas de la reproducción en miniatura de países y regiones y del “viaje” a través de distintos continentes, con miras a las Exposiciones Universales, fueron característicos del lenguaje forjado en estos eventos y eran constitutivos de los mecanismos de apropiación del mundo que ponían en 26 En un artículo publicado en L’Etoile Belge del 27 de mayo de 1913, reproducido en el Boletín MSA, II/21, 1913, 329-331. 27 Reproducida en MSA, 1915.
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marcha los proyectos colonizadores (externos e internos). Aquellos “viajes” acercaban tierras lejanas y las hacían accesibles desde una pantalla o las páginas de un libro, como ilustra la edición en Gante y, bajo los auspicios del MSA, de un número especial de la Revue Internationale, que llevaba por titulo Una excursión a la Argentina.28 Lo que se mostraba en estas cintas, fotografías o panoramas era una selección cuidadosamente realizada de cada país, que contribuyó a la generación de imágenes propias con las que presentarse ante el resto del mundo, y que hacia el interior de cada uno de ellos, y no siempre sin contestación, habría de contribuir a la formación de las naciones modernas.29 El antecedente de la participación de Gante llevó al Comité argentino para la Exposición Internacional de San Francisco de 1915 a solicitar la cooperación del MSA para preparar la sección de Economía social de la representación nacional, esta vez oficial. En esta ocasión la sección de Educación se unía con la de Economía social en un mismo pabellón, por lo que el encargo a Ernesto Nelson de la dirección de los trabajos y la representación del MSA en San Francisco pareció natural a la institución. …colecciones que vienen A pesar de los esfuerzos por diferenciarse de ellas, las exposiciones universales nunca perdieron el carácter comercial de las ferias en las que tuvieron origen; mercancías e ideas eran allí expuestas para el mercado internacional.30 Tras las exposiciones comenzaba la gestión del destino de las colecciones en ellas presentadas, las adquisiciones, las ventas, los canjes o las donaciones, en negociaciones que implicaban a comisarios de cada país, agentes especializados, miembros de los cuerpos diplomáticos, productores o representantes de las múltiples asociaciones presentes en estos eventos. La búsqueda de material para la Exposición Permanente de Economía social en Buenos Aires y de documentación impresa para su biblioteca, y el establecimiento de nuevos vínculos o el refuerzo de otros ya existentes con
28 Íd., II/17, 1913, 157. 29 El sentido particular que este proceso revestía para los países latinoamericanos ha sido estudiado por Fernández Bravo, 2006, y Tenorio Trillo, 1998. 30 Burton, 1983, 3. Ver también Tenorio Trillo, 1998, 22.
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instituciones afines europeas, guiaron el trabajo del equipo del Museo en los últimos meses de la Exposición. Sin muestras de materias primas o productos industriales o artísticos, lo que ofrecía la sección argentina en esta ocasión era información social sobre el país. Aquella de carácter general, presente igualmente en exposiciones anteriores, fue celebrada y bienvenida; pero el MSA tuvo dificultades para “colocar” en el “mercado” europeo el material que había preparado específicamente para la exhibición de Economía social. Su objetivo era conseguir suscripciones al BMSA y realizar el canje o venta de las publicaciones y documentación exhibida, pero ningún librero europeo y muy pocas instituciones de Economía social estuvieron interesadas en este tipo de producción argentina. Las cartas del agente del MSA en Europa transmiten una progresiva desazón con respecto a este asunto: “es ilusorio de pensar en un canje provechoso con los documentos expuestos en Gante por el Museo Social Argentino (...) Lo mismo es ilusorio sacar gran provecho con el canje o la venta de los libros, albums, etc. (…) Es ilusorio también pensar poder recibir suscripciones para el ‘Boletin Mensual del Museo Social Argentino’ o avisos. Por el momento, ni el Boletín, ni el Museo, ni la República Argentina absorbe los intereses de las instituciones europeas y de los particulares”.31 Sin embargo, la información era altamente valorada en una Europa en expansión ávida de conocimiento y entre las instituciones reformistas existía gran interés por estar al corriente y recopilar datos sobre el desarrollo de la sociedad industrial en otros países. El circuito de los agentes de propaganda o de asociaciones en busca de adherentes fueron así más abiertos a aceptar documentación argentina. En efecto, las tres grandes colecciones que trajo el MSA, de vuelta al país, fueron resultado de acuerdos que se insertaban en proyectos propios de las instituciones europeas con las que se firmaron, amén del desembolso económico del instituto argentino. Es el caso de los convenios suscritos con Paul Otlet y Henri Lafontaine, embarcados en el magnánimo proyecto del Museo Internacional y la Unión de Asociaciones Internacionales (en adelante UAI). El Museo Internacional había tenido su origen en la Exposición Internacional de Bruselas de 1910 y se había integrado luego en el proyecto 31 Carta de Gustav Niederlein al presidente del MSA, 10 de octubre de 1913, en Boletín MSA, III/34, 1914, 453.
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del Mundaneum de Otlet y Lafontaine, que incluía además el Instituto y Oficina Internacional de Bibliografía, la Biblioteca Universal, la Enciclopedia Universal y la proyectada Ciudad Mundial. Sus impulsores pretendían “reunir todo el conocimiento del mundo” en un gran complejo museístico con pabellones especiales para cada país, organizados en torno al Mundaneum: un gran centro documental, que contendría “la síntesis de la actividad humana”. El motor del proyecto era el sistema internacional de canje de publicaciones y documentos, clasificados según el sistema CDU ideado por el mismo Otlet; la confianza en que un “mayor conocimiento entre los pueblos” colaborara en la paz mundial constituía el fundamento de la empresa. En la misma dirección se situaba la creación de la UAI, en la que Otlet buscaba reunir diversas asociaciones internacionales “en una vasta cooperación (…) a fin de dar una dirección más sistemática a los diversos movimientos que tratan de la organización de la vida internacional; y de conducir a los pueblos a su mejor mutuo conocimiento”.32 Los proyectos del Museo Internacional y la Ciudad Mundial llevaban al extremo el empeño propio de las exposiciones internacionales de aprehender el mundo a través de una reproducción en escala y una clasificación minuciosa; pero aunque posteriormente hayan sido criticados por su extravagancia y grandiosidad, en 1913 eran empresas valoradas en los círculos intelectuales europeos. Comentando el contrato firmado entre el MSA, la UAI y el Museo Internacional, Niederlein decía: “el Museo Social Argentino entró en íntimas relaciones con una institución que muy pronto será la más poderosa, abarcando los intereses vitales del conjunto de las naciones civilizadas”,33 afirmación que vale como ilustración a pesar de estar teñida por la exageración propia de quien debe justificar su trabajo. Por este convenio, el MSA donaba la colección presentada en la Exposición Universal de Gante al Museo belga para formar su sección argentina, y acordaba enviar ulteriormente documentos para completarla, “según los modelos fijados por el Museo Internacional, de manera a hacer fácilmente comparables dichos documentos con los otros países”.34 Se comprometía además a solicitar la adhesión del gobierno argentino y de otros gobiernos latinoamericanos al proyecto y, finalmente, a la creación en Argentina de un Centro Nacional de Internacionalismo (que nunca llegó a ser fundado). 32 Íd., III/25-26, 1914, 91-92. 33 Íd., III/34, 1914, 445-484. 34 Íd., III/25-26, 1914, 91-92.
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La exhibición argentina en el Museo Internacional se convirtió en la base de una proyectada representación latinoamericana en el Mundaneum, que según los planes de Otlet se desarrollaría con material que se esperaba obtener en la Exposición de San Francisco de 1915. El MSA dejó además en depósito alrededor de 2.000 cuadros, fotografías, planos y mapas, y cerca de 1.000 publicaciones, con la intención de que fueran posteriormente distribuidos en museos de Europa; el canje de estas publicaciones pasó a ser gestionado por el servicio internacional del Instituto de Bibliografía. A cambio de estas donaciones y una suma de dinero, el MSA adquiría una colección proveniente de los fondos del Museo del Cincuentenario y la Exposición de Ciudades, para ser exhibida en Argentina. Fue el mismo Otlet quien se hizo cargo de la reproducción y envío a Buenos Aires del material escogido por Niederlein. Un segundo grupo de materiales fue adquirido en las secciones francesa y belga de Economía social de la Exposición de Gante, las más destacadas dentro de este grupo. La sección francesa había sido organizada también esta vez por un equipo del Musée Social, del que Amadeo era miembro invitado.35 El MSA compró parte de la colección francesa y, con la intermediación del presidente del Musée, Léopold Mabilleau, consiguió la donación de otro lote de material preparado por sociedades mutuales y cooperativas, sindicatos y sociedades de crédito de ambos países, en el que se reflejaban los datos del funcionamiento interno de sus asociaciones y de su participación en la economía y la previsión nacional. La tercera colección con destino al Salón de Economía social del MSA no provino de Bélgica, sino de Alemania. El Imperio Alemán ofrecía otro modelo de gestión de lo social; el seguro obrero obligatorio implementado desde la Oficina Imperial de Seguros (Kaiserl Reichsversicherungsamt) concentraba la atención de aquellos que buscaban una regulación del mundo del trabajo, y el mismo MSA le había dedicado un artículo en el Boletín en su primer año de publicación.36 Para el instituto argentino además, los museos de higiene industrial y de trabajo alemanes, que funcionaban en un terreno intermedio entre la filantropía industrial y los museos estatales, habían sido modelos de inspiración. A través de Niederlein, el MSA se pro35 En las clases de “instituciones para el desarrollo intelectual y moral de los obreros” e “iniciativas públicas y privadas para el bienestar de los ciudadanos”. 36 Boletín MSA, I/3-5, 1912, 138-142.
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curó una serie de colecciones que vendrían a representar estas tendencias en el Salón de Buenos Aires (la recomendación del botánico era exhibirlas “al lado de los cuadros belgas y franceses”). Del Museo de Charlotenburgo37 se adquirieron publicaciones sobre “estructuras, mecanismos y disposiciones de prevención, así como de construcciones y arreglos de seguridad para la prevención de accidentes en establecimientos industriales y agrícolas”.38 De la Oficina de Seguros provino una colección de estadísticas reflejadas gráficamente, en las que se recogía información sobre el seguro obrero, el seguro contra la invalidez y vejez, el seguro contra los accidentes y el seguro contra las enfermedades implementados por el Imperio, con datos desde 1885 a 1912. Igualmente, se consiguieron materiales oficiales provenientes de exposiciones nacionales de Dresde y Leipzig, y se iniciaron negociaciones para la obtención de colecciones de higiene industrial con el Museo de Higiene de Dresde, aunque fueron interrumpidas por la guerra. La adquisición y posterior exhibición (aunque sólo fuera potencial) de todo este material suponía también la importación de maneras de clasificar, ordenar y mostrar. Es significativo que los documentos escritos, gráficos o fotográficos vinieran siempre acompañados de catálogos y fichas bibliográficas, y de muebles de exposición o marcos hechos construir específicamente por las instituciones de origen para su exhibición en Argentina. En los casos en los que, por economía o dificultades en el transporte, el mobiliario no podía ser enviado, se adjuntaban fotografías o modelos para ser reproducidos en destino. Incluso la colección que el propio MSA había presentado en la Exposición de Gante y el Museo del Cincuentenario volvió a Buenos Aires, con catálogos y ficheros realizados por el Instituto Bibliográfico Internacional. Las colecciones que desde Europa se enviaron para la Exposición del MSA se concebían y preparaban de modo similar a las que tenían como fin la presentación en exposiciones internacionales. Cierto desconcierto produ37 El Museo de Charlotenburgo —“museo y Exposición Permanente para el bienestar del obrero”— tenía su origen en la Exposición alemana de higiene de 1883, fundado tres años después como Museo de Higiene, y comenzó a incorporar rápidamente material industrial sobre la prevención de accidentes de trabajo que los mismos fabricantes aportaban. El Museo recibía un subsidio de la Oficina imperial de seguros obreros. 38 Carta de Gustav Niederlein al presidente del MSA, 1 de enero de 1914, en Boletín MSA, III/34, 1914, 454.
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ce hoy, y produjo en su momento a los miembros del MSA desprevenidos sobre los resultados de su constante propaganda, el conocer las negociaciones de Niederlein con alguna industria alemana para la obtención de maquinaria que no tenía ninguna posibilidad de ser exhibida en Buenos Aires. La participación del MSA en Gante fue también de vital importancia en lo que respecta a la adquisición de documentación impresa. Desde el inicio de sus actividades, la formación de una biblioteca especializada de Economía social —concebida como “laboratorio y no depósito de libros”— fue una prioridad del Instituto. La base de su riqueza y la garantía de su actualización fueron las redes en las que el MSA estaba inmerso; el intercambio de publicaciones fue a su vez una herramienta para la creación o fortalecimiento de relaciones nacionales e internacionales. La biblioteca se nutría principalmente de donaciones y canjes, el MSA recibía publicaciones de dependencias oficiales de Argentina, y, aunque menos sistemáticamente, también del extranjero. Esto la convirtió en un rico repositorio de datos estadísticos y antecedentes legislativos de distintos países y sobre variadas cuestiones (destacaban las relacionadas con el desarrollo agrícola, el cooperativismo y la mutualidad, la previsión social o la legislación laboral), que pueden rastrearse en no pocos proyectos de ley argentinos. Para las instituciones extranjeras en busca de información sobre el país fue igualmente un lugar de consulta obligada. A finales de 1914, aproximadamente una quinta parte de los fondos que la biblioteca poseía tenían su origen en la Exposición Universal de Gante o en los congresos internacionales celebrados a su alrededor.39 Fue allí donde se convino además el canje con diversas instituciones reformistas, culturales o de propaganda; el acuerdo firmado con el servicio internacional del Instituto Internacional de Bibliografía prometía dar continuidad a este intercambio, aunque el Instituto naufragó con el estallido de la guerra. También como resultado de acuerdos establecidos durante la Exposición, se publicaron en las páginas del BMSA trabajos de Burgeois, Varlez o Landrien sobre la organización internacional de la previsión social, la bolsa de trabajo de Gante o las cajas de ahorros de Francia, por nombrar algunos ejemplos. Asimismo, a la vuelta de Bélgica, el MSA editó el estudio El trabajo femenino de Carolina Muzzili, presentado y premiado en la Exposición Universal. 39 Íd., III/35-36, 1914, 607.
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El malogrado Salón de Economía social del Museo Social Argentino El proyecto de una Exposición permanente de Economía social del MSA estaba entre los fundamentos mismos de la institución; encarnaba por un lado su vocación pedagógica y, por otro, lo conectaba con el mundo reformista internacional. Sin embargo, la exhibición nunca se materializó de la manera en que la imaginaban sus miembros, o al menos su más entusiasta promotor, Tomás Amadeo. Del material proveniente de Gante, sólo una mínima parte pudo ser expuesta en Buenos Aires; sin edificio propio, el MSA peregrinaba por distintos locales de alquiler (algunos de propiedad municipal y cedidos temporalmente o arrendados a muy bajo costo), que nunca cumplían las condiciones de espacio deseadas para la Exposición y la biblioteca. Por otra parte, el Salón de Economía social no siempre contó con el entusiasmo del resto de miembros directivos del MSA. Pasado el impulso otorgado por la participación en la Exposición Universal y los contactos europeos dificultados por la guerra, el proyecto de la Exposición languideció. La dificultad de realizar una gran exhibición llevó al MSA a proponerse exposiciones parciales; fueron algunas de ellas las dedicadas a la prensa o a la “acción social de la mujer en Argentina”. La posibilidad de contar con el apoyo financiero de las Damas de la Sociedad de Beneficencia y del Patronato de la Infancia, no fueron ajenas a la elección del tema. La celebración del Centenario de 1916 alimentó las esperanzas de conseguir financiación pública, pero el Salón de Economía social tampoco fue inaugurado para entonces. En 1919, en una nueva etapa del MSA y en un contexto nacional bien distinto al de 1913, se instaló una exposición gráfica “de los principales hechos sociales de nuestro país y del exterior”, y se pretendió reimpulsar el proyecto con una nueva campaña de recolección de materiales. Se privilegió esta vez las solicitudes a compañías privadas, además de al Departamento Nacional de Trabajo: se recibieron documentos de entidades bancarias, compañías de ferrocarril, empresas frigoríficas, fábrica de fósforos, de tabaco, talleres metalúrgicos y compañías de seguros.40 40 Íd., VIII, 1919, 246.
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Finalizada la Guerra Mundial y cuando el MSA iniciaba la organización del I Congreso Internacional de Economía social para 1924, el Secretario general logró reunirse en Europa con el material proveniente del Museo de Higiene de Dresde y de otros “museos sociales y obreros”, cuya obtención se había comenzado a negociar durante la Exposición de Gante y que llegó finalmente al MSA tras superar no pocos escollos (la muerte de Niederlein, la retención por parte de la aduana portuaria en Buenos Aires y su almacenamiento a la intemperie durante varios meses). La intención era realizar una exposición internacional simultánea al Congreso de Economía social, que sirviera más tarde de base al Salón permanente del MSA y que comprendiera “todo cuanto pueda tener relación con el progreso y bienestar sociales, considerados desde todos los puntos de vista posibles”. La idea volvió a posponerse por falta de recursos, aunque se votó en el Congreso una resolución favorable a su organización y el Consejo superior del MSA la incluyó dentro de sus prioridades. Una exposición parcial de la colección alemana se concretó recién en 1929, bajo la aclaración de que solo sugería “una idea de lo que deberá ser nuestra Exposición permanente de Economía social”,41 y cuando el material ya había perdido en parte su actualidad. EN LAS REDES INTERNACIONALES DE PREVISIÓN SOCIAL CUESTIONES OBRERAS
Y
Entre 1889 y la primera Guerra Mundial los congresos internacionales de seguros sociales, desarrollados en el marco de las exposiciones universales, constituyeron “el verdadero polo de la reflexión internacional en materia de previsión social”.42 Se trataba de foros destinados a favorecer el intercambio de conocimientos sobre la mutualidad y la previsión, en los que participaban exclusivamente expertos oficiales y personalidades reformadoras, con poca representación de los movimientos sociales mutualista o sindical.43
41 Íd., XVII/90, 1929, 618. 42 Gibaud, 1995, 193. 43 Íd.
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El enfrentamiento entre liberales e intervencionistas había sido una constante en estos encuentros, aunque pasada la primera década del siglo XX comenzaba a diluirse. En líneas generales, la defensa del asociacionismo libre había venido de la mano del mutualismo francés y belga, y era el modelo de asistencia obligatoria de Bismarck el que orientaba a los intervencionistas de los distintos países. El portavoz del mutualismo francés y presidente de la Federación Nacional de Mutualidades Francesas era Léopold Mabilleau, presidente también del Musée Social. Desde la fundación del MSA y sobretodo en sus primeros años de funcionamiento, las relaciones entre ambos Museos fueron estrechas; un convenio de reciprocidad, la creación de una liga franco-argentina avalada por los gobiernos respectivos, los frecuentes viajes a Europa del Secretario general del MSA y las campañas mutualistas de Mabilleau en Argentina fueron las bazas de esta cooperación. Fue en el círculo del Musée Social y durante una gira europea previa a la Exposición de Gante donde Amadeo conoció al entonces ministro de Trabajo francés, Léon Bourgeois, y al belga Louis Varlez, creador del Sistema de Gante de fondos municipales contra el desempleo —que estaba en el centro del debate europeo sobre el seguro contra el paro— y miembro igualmente del equipo belga para las exposiciones de Economía social. Varlez era el artífice y secretario de la recién creada Asociación Internacional para la Lucha contra el Paro Forzoso y buscaba forjar la institucionalización del “chômage” como especialidad dentro del ámbito de la política social.44 Bourgeois presidía desde ese año esta asociación internacional, al igual que el Comité Internacional de los Congresos de Seguros Sociales. Estas dos asociaciones, junto a la Asociación Internacional para la Protección Legal de los Trabajadores, formaron en el Congreso Internacional para la Lucha contra el Paro Forzoso, celebrado durante la Exposición de Gante, un comité conjunto para gestionar nuevas adhesiones, que se integró en la UAI. Este comité solicitó al MSA, participante en el Congreso, la intermediación para lograr la adhesión del gobierno argentino. El MSA, inmerso en el proceso de constitución de sus secciones de estudio, decidió promover la formación en el país de un comité correspondiente con las tres asociaciones 44 Un análisis de la trayectoria de Varlez en el ámbito reformista europeo se encuentra en Topalov, 1998.
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internacionales y, buscando aprovechar el respaldo de éstas para formar su propia sección de cuestiones obreras, propuso que la misma asumiera dicha representación. Con este fin, organizó una serie de reuniones convocando a personas que desde distintos sectores de la elite argentina —el catolicismo social, el socialismo, el liberalismo45— venían ocupándose de la cuestión del trabajo, integraran o no el MSA ; pero la sección nunca llegó a consolidarse como tal, probablemente limitada por su propia heterogeneidad.46 Como ya hemos mencionado, el modelo alemán de seguros obreros se encontraba en plena expansión. Niederlein escribía desde Europa: “Alemania ha sido el país que originó el seguro obligatorio. (…) La legislación obrera alemana servirá de ejemplo a todo el mundo”. Fue él mismo quien sirvió de nexo con la Oficina Imperial de Seguros, con la que se firmó un convenio especial en 1913, y quien se encargó de relacionar al MSA con numerosas dependencias oficiales y sociedades científicas y culturales alemanas con interés en Latinoamérica. Su propia vinculación con la administración alemana y sus múltiples pertenencias asociativas lo llevaron a alentar permanentemente la conexión de intereses entre unos y otros. Así, al iniciar las negociaciones con la Oficina Imperial de Seguros de Alemania el agente europeo hablaba de “la gigantesca obra social del Imperio Alemán, que se imita poco a poco por todas las naciones civilizadas”, y señalaba “la importancia duradera que tendrá para el Museo Social Argentino y para la futura legislación obrera y financiera argentina” el convenio que habría de sellar.
45 Entre ellas se contaban Joaquín V. González, José Nicolás Matienzo, Marco A. Avellaneda, Julio Pezana, Enrique del Valle Iberlucea, Alfredo L. Palacios, Alejandro E. Bunge, Manuel Gálvez (hijo), Juan G. Beltrán, Enrique Ruiz Guiñazú, Alejandro Ruzo, Alejandro Unsaín, Horacio C. Rivarola, Gustavo Franceschi, Rogelio Araya, Adrián Escobar, Monseñor M. de Andrea, H. J. Quiróz, Horacio Beccar Varela, Arizpe H., J.B. Zubiaur, Máximo Ingrés, Fernando de Andreis, Acevedo Díaz (hijo), Serralunga Langhi. 46 Tras este fracaso, cada escalada del conflicto social relacionado con el mundo del trabajo tuvo su eco en el MSA con llamadas a “reorganizar” la sección: en 1915, con la constatación del aumento de la desocupación; en 1917, a raíz de las huelgas de ferroviarios; en 1919, por la agudeza del conflicto capital/trabajo y los sucesos de la Semana trágica. En este último año se formó una comisión específica para la acción frente al conflicto social, el MSA se propuso además como tarea el “estudio de las distintas iniciativas parlamentarias pendientes de sanción y la reunión de todo tipo de documentos relacionados con ‘la actual agitación obrera’ a fin de que ella pued(iera) servir más tarde como antecedente para los hombres de estudio”. Diversas conferencias y reuniones de socios, animadas principalmente por Alejandro Unsaín, del Departamento Nacional de Trabajo, tuvieron esta finalidad. Unsaín, secundado por Juan Bayetto, dirigió años más tarde la sección de Seguros Sociales.
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El acuerdo que Niederlein y el ministro argentino en Berlín firmaron con la Oficina de Seguros comprendía la traducción y publicación, por parte del MSA, de la Guía del seguro obrero del Imperio Alemán (Leitfaden zur Arbeiterversicherug des Deutchen Reichs), editada en 1913, y de una obra del director de la Oficina, Paul Kauffmann: Procedimientos y efecto del Seguro Obrero (Schadenverhutendes Widken inder Deutschen Arbeiterversicherung). Además de la publicación en el BMSA, se editarían las obras independientemente “para ser puesta(s) a disposición de la Oficina Imperial de Seguros para una distribución oficial a los gobiernos de los países de habla española”,47 tal como ya se había solicitado desde Madrid. En virtud del mismo acuerdo se convino un canje de publicaciones y se obtuvieron los materiales de exposición para el Salón de Economía social, que hemos comentado en el epígrafe anterior. Los contactos del MSA con estos foros de discusión no fueron los únicos ni los primeros que se establecían desde Argentina, pero fueron parte de un movimiento más amplio —en el que el mundo universitario jugó un papel determinante— de enlace con estos circuitos internacionales de reforma. Su estudio abre ciertos interrogantes, aunque no será este el espacio de resolverlos: ¿Desde qué posición participaban estos grupos argentinos en estas redes?; ¿cómo se insertaban en las disputas que no eran las propias (no olvidemos el mencionado ‘enfrentamiento’ entre mutualismo francés y sistema alemán)?; ¿cómo podían ser recibidas y adaptadas iniciativas pensadas y aplicadas desde los países centrales? ¿cuáles eran en cada caso las lógicas que se ponían en marcha en estas redes internacionales y que operaban hacia el interior de cada país o escenario de acuerdo a sus reglas específicas? Sin duda, en un momento de auge del nacionalismo y expansión imperialista de Europa y de consolidación de Estados nacionales e incorporación a la economía mundial de regiones periféricas, como la latinoamericana, fueron las lógicas predominantes en estos circuitos y movimientos internacionales, más que las que pueden reconocerse como reformistas. REFLEXIONES FINALES Un año después de la celebración de la Exposición Universal de Gante estallaba la Gran Guerra. Parte del material preparado por el MSA para ser 47 Carta de Gustav Niederlein al MSA, 1 de enero de 1914, en Boletín MSA, III/34, 1914, 461.
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exhibido en Europa permanecía aún en los depósitos del Museo Internacional, a la espera de canjes que se seguían negociando. La guerra interrumpió las relaciones establecidas y la materialización de los acuerdos firmados en el transcurso de la Exposición, si no enterró los proyectos en el que se enmarcaban, como el del Mundaneum de Otlet. Aunque por razones diferentes, el Salón permanente de Economía social en Buenos Aires, que hubiera cerrado el recorrido iniciado por el MSA en Gante, tampoco tuvo la realización esperada. Pero la participación del MSA en la Exposición Universal de 1913 no podría considerarse infructuosa. Entre Argentina y Bélgica circularon colecciones de ida y vuelta, que incorporan tipos de material no expuestos hasta el momento en el país, organizados por un nuevo lenguaje, el de la Economía social, que se abría paso en el mundo intelectual y social argentino. Una masa significativa de documentación impresa, proveniente de asociaciones reformistas de diversos países y de dependencias oficiales implicadas en el diseño de incipientes políticas sociales, pasó a formar parte de la biblioteca del MSA o fue difundida desde las páginas del BMSA, en un momento crucial en Argentina en cuanto a la definición y búsqueda de mecanismos de resolución de la “cuestión social” y de marcos para la intervención estatal en este ámbito. Por otra parte, el MSA supo explotar su presencia en un evento internacional y sus contactos en el exterior para reafirmar su posición en la escena nacional: las experiencias extranjeras fueron utilizadas con frecuencia en los debates locales en la búsqueda de una legitimidad que parecían otorgar por sí mismas; pero además fueron determinantes para reunir energías en torno a proyectos de gran calado, como el I Congreso Internacional de Economía social realizado en Argentina en 1924 y organizado por el MSA. Para finalizar, y retomando una preocupación por complejizar los procesos de construcción de las imágenes nacionales en las exposiciones universales que se ha desarrollado en los últimos años, no está demás recordar la particular ubicación en el espacio social de la institución que estuvo detrás de la sección argentina en la Exposición Universal de Gante: fue desde un instituto independiente, pero transitado por funcionarios, políticos y profesores universitarios (tanto como por propietarios rurales y 234
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científicos), desde los intersticios entre lo público y lo privado, desde donde se diseñó y exhibió una imagen de Argentina marcada por el progreso social, moral y cultural. BIBLIOGRAFÍA Botana, Natalio R., “Introducción”, en Natalio R. Botana, El orden conservador. La política argentina entre 1880-1916. Buenos Aires, DeBolsillo, 2005. — y Ezequiel Gallo, De la República posible a la República verdadera (18801910), vol. III. Buenos Aires, Ariel, Biblioteca del Pensamiento Argentino, 1997. Benedict, Burton, “The Anthropology of world’s fairs”, en Burton Benedict (ed.), The Anthropology of World’s Fairs: San Francisco’s Panama Pacific International Exposition of 1915. London-Berkeley, The Lowie Museum of Anthropology / Scholar Press, 1983, 1-65. Castel, Robert, La metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del salariado. Buenos Aires, Ed. Paidós, 2001. Dosio, Patricia Andrea, “Juego de Miradas: el arte en las exposiciones internacionales argentinas (1882-1910)”, en Beatriz González Stephan y Jens Andermann (eds.), Galerías del progreso: museos, exposiciones y cultura visual en América Latina. Rosario, Beatriz Viterbo Editora, 2006, 295-330. Fernández Bravo, Álvaro, “Celebraciones centenarias: nacionalismo y cosmopolitismo en las conmemoraciones de la Independencia (Buenos Aires, 1910-Río de Janeiro, 1992)”, en Beatriz González Stephan y Jens Andermann (eds.), Galerías del progreso: museos, exposiciones y cultura visual en América Latina. Rosario, Beatriz Viterbo Editora, 2006, 331-372. Gibaud, Bernard, “La mutualité française et les premiers congrès internationaux mutualistes”, en Michael Dreyfus y Bernard Gibaud (eds.), Mutualité de tous les pays. “Un passé riche d’avenir”. Paris, Mutualité Française, 1995, 193-205. Gueslin, André, L’invention de l’économie sociale. Idées, pratiques et imaginaires coopératifs et mutualistes dans la France du XIXe siècle, 2.ª ed. Paris, Collection économies et sociétés contemporaies, Economica, 1998. Horne, Janet Regina, “L’antichambre de la Chambre: Le Musée Social et ses réseaux réformateurs, 1894-1914”, en Christian Topalov (ed.), Laboratoires du nouveau siècle: La nébuleuse réformatrice et ses réseaux en France, 18801914. Paris, École des Hautes Études en Sciences Sociales, 1999, 121-140.
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Ferias y exposiciones: un campo de representación del mundo empresarial argentino de principios del siglo XX Andrea Lluch INTRODUCCIÓN “Exponer…es demostrar. Demostrar es entregar a la comprobación libre un hecho realizado”.1 Con estas palabras definía la Unión Industrial Argentina el alcance de la exposición organizada en el año 1924. Contundentes ecos, aunque relativamente tardíos, de una de las manifestaciones culturales y materiales más representativas de la segunda mitad del siglo XIX, período definido como la era de las grandes exposiciones internacionales. Sobre el tema se ha debatido en extenso y se ha catalogado a las exposiciones como templos de la modernidad.2 Eventos como las exposiciones permiten analizar las imágenes que cada país o grupo organizador forjaron de sí mismos, los símbolos y objetos con que eligieron ser representados. ¿Quiénes exponían? ¿Qué se exponía? ¿Cómo fueron organizadas? ¿Cuáles eran sus propósitos? ¿Qué tensiones expresaban estas representaciones materiales efímeras? Estas son algunas de las preguntas que han guiado este trabajo, el cual adopta un carácter exploratorio, pues en el estudio de las exposiciones ha predominado el enfoque cultural y mucho menos se ha considerado la participación de los actores económicos, en especial del sector industrial. 1 Boletín de la Unión Industrial Argentina (en adelante Boletín UIA), Noviembre de 1924, 671. 2 Tenorio-Trillo, 1996, 2, las define de la siguiente manera: “World’s fairs were thus selective versions of the picture they aimed to represent. They were moments when industry and science could exist with all of their virtues and none of their imperfections. They were natural residences of industrial innovation, as well as of scientific and commercial development”.
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En tal sentido, el objetivo de este trabajo es analizar las exposiciones industriales a la luz de los propósitos proyectados en ellas, y cómo se vincularon éstos con las características de la cambiante fisonomía industrial y comercial del país desde finales del siglo XIX y hasta mediados de los años treinta. En la primera parte se rastrean los antecedentes históricos, recreando brevemente las exposiciones industriales del siglo XIX, mientras que en la segunda la atención se centra en dos eventos desarrollados en la ciudad de Buenos Aires: la Exposición Industrial de 1924, organizada por la Unión Industrial Argentina (en adelante UIA) y la Exposición de Artes e Industrias Británicas de 1931.3 Ambos eventos ponen de manifiesto el rol de las exposiciones como cajas de resonancia de los conflictos sectoriales y económicos de cada periodo, y de las características tanto del proceso de industrialización argentino como de su vinculación con los mercados internacionales hasta mediados de los años treinta. LAS EXPOSICIONES DEL SIGLO XIX En 1851, con la Exhibición de las Industrias de Todas las Naciones, en el Crystal Palace de Londres, comenzó la era de las grandes exposiciones internacionales. Los pabellones nacionales en las exposiciones universales fueron imaginados como museos efímeros, donde se exhibían los productos característicos de cada país.4 La Argentina tuvo participación en los principales eventos desde mediados del siglo XIX. Álvaro Fernández Bravo ha analizado cómo los pabellones argentinos exhibían centralmente productos de origen agrícola, convertidos desde entonces en sus símbolos nacionales. En 1910, con motivo del primer Centenario de la Revolución de Mayo, la Argentina fue sede por primera vez de una exposición universal, organizándose cuatro eventos paralelos: Bellas Artes (Pabellón de la Exposición Universal de París), la Exposición Internacional de Ganadería y Agricultura (con presencia del sector industrial), la Exposición Internacional de Ferrocarriles y Transportes Terrestres y la Exposición Internacional de Higiene. Pero antes de esta fecha, la Argentina registró otros antecedentes de exposiciones organizadas en su territorio. 3 Otras exposiciones sectoriales se desarrollaron en estos años, por ejemplo, de la industria automotriz y la construcción, además de las tradicionales ferias y exposiciones organizadas por la Sociedad Rural Argentina. 4 Fernández Bravo, 2006.
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La primera exposición nacional dedicada a exhibir productos industriales, y con presencia de fabricantes y comerciantes argentinos y extranjeros, fue inaugurada en la ciudad de Córdoba, el 15 de octubre de 1871,5 que fue conocida de diferentes maneras, agregándosele la denominación de Exposición de maquinaria agrícola e industrial, la de Exposición Nacional Argentina Agrícola e Industrial, la de Primera Exposición Nacional de Artes y Productos Argentinos. Finalmente, en el discurso inaugural fue denominada como la Exposición de los Productos del suelo e Industria Argentina. Sus orígenes se remontan al 9 de diciembre de 1868. A menos de dos meses de asumir como presidente, Sarmiento firmó un decreto disponiendo la instalación de una exposición en Córdoba, coincidiendo con la llegada del Ferrocarril Central Argentino desde Rosario. Como ha sido analizado por otros historiadores, para los gobernantes no sólo era importante garantizar la representación de una “joven nación” en los eventos internacionales, sino también generar espacios donde los nuevos países pudieran mostrar al extranjero, y a ellos mismos, los adelantos realizados. El propio Sarmiento al inaugurar la Exposición señalaba: “Que este ensayo sea el precursor de nuevas manifestaciones más perfectas de nuestra cultura, y que la Exposición de 1871, abra la serie de las exhibiciones con que nos presentaremos al mundo reclamando un puesto honroso entre las naciones civilizadas”.6 Esta exposición se organizó en el marco del primer debate sobre el rol de la industria en el desarrollo económico argentino.7 La presencia de ésta en el panorama productivo del país era por entonces menor e incipiente. No obstante, y a pesar de contratiempos económicos e institucionales, en esta primera exposición participaron 2.270 expositores nacionales y 401 extranjeros, se exhibieron 11.700 objetos y 3.000 muestras de piedras metalíferas. Su organización estuvo basada en la representación de los estados provinciales. La nómina de los productos expuestos es demostrativa del rasgo artesanal y limitado de la industria y su vinculación con los eslabonamientos 5 Véase el artículo de Irina Podgorny y Cristina Boixadós en esta misma compilación (nota editores). 6 Sarmiento, 1871. 7 Otro segmento del discurso mencionaba: “Sin el obrero quedó desierto el taller y muerta la industria. La pérdida de la industria comprometió el porvenir de la raza entera en España y en América, quedando destituida del poder fabril que asegura el bienestar a los que no heredaron tierra o capital. Desde el cabo de Hornos hasta México, hay menos fábricas de papel y de vidrio que las que encierra la ciudad de Pittsburg en Pensilvania (EE.UU), con menos de cien años de existencia y a doscientas leguas de las costa”. Sarmiento, 1871.
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ligados al procesamiento de la producción primaria, convertida en el motor generador del primer impulso manufacturero. Las industrias más características, por tanto, estaban vinculadas a la producción de alimentos y bebidas, aunque otro tipo de manifestaciones —de carácter artesanal— aparecían tibiamente en el horizonte productor de las provincias argentinas: Buenos Aires: muebles diversos, guitarras, artículos de seda, zapatos, maletas, botas y otros artículos de cuero, objetos de mimbre, carnes en conserva, vinos, licores, jabones finos, artes gráficas. Córdoba: productos textiles, calzados, materiales de construcción, almidón, harinas. Además una máquina de lavar, hecha con maderas del país y expuesta por su fabricante, Jacques B. Starkweather. Tucumán: cigarros y aguardiente, azúcar, materiales de construcción, tejas, tejuelas y baldosas. Corrientes: fibras textiles, tabacos, tinturas, tejidos de algodón, yerba mate, cerámicas. Santa Fe: Fideos, cerveza, tejas y ladrillos, botines, maderas del Paraná, cemento Portland, artefactos de hierro y bronce, harinas. Mendoza: vinos, licores, cerveza, minerales, tejidos de algodón, aceite de oliva, petróleo natural, fibras de cáñamo, capullos de seda. Jujuy: azúcar, casimires, ponchos, frazadas, petróleo crudo, sal de roca, vinos, arenas auríferas. Entre Ríos: carnes preparadas, baldosas. San Juan: vinos, aguardientes de trigo, cebada y maíz, pasas, sombreros de fieltro, colecciones minerales, metales, carbón de piedra. Una máquina de estirar alambre, inventada y expuesta por Juan Rahié. Catamarca: ladrillos refractarios, aguardientes, jabones comunes, tejidos de lana y algodón. La Rioja: tejidos de lana y algodón, minerales, vinos. Salta: cueros trabajados de vicuña, cabra, oveja y guanaco; hulla, petróleo crudo, tejidos de vicuña, azúcar, vinos, minerales diversos, tabaco. San Luis: minerales, sal, arenas auríferas, cobre, tejidos. Santiago del Estero: yerbas medicinales, tejidos, harinas.
En esta nómina se detecta la casi total ausencia de maquinarias, las cuales provinieron de Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Francia e Italia. Este rasgo se repetirá a lo largo de décadas y volverá a ser objeto de atención en este trabajo. 242
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Seis años más tarde, el 15 de enero de 1877, por iniciativa de los miembros del Club Industrial —pero con fuerte apoyo oficial— se realizó en Buenos Aires la Exposición Industrial Argentina. El Club Industrial se había organizado en 1875 y desde entonces había iniciado una prédica industrialista y proteccionista.8 La muestra permaneció abierta durante 35 días en el patio del Colegio Nacional de Buenos Aires. Su objetivo inmediato era exponer los “productos fabricados en el país”, donde sólo en la ciudad de Buenos Aires ya se habían instalado 6.128 firmas con una fuerza de trabajo de 42.321 obreros.9 En cuanto a la participación de los países extranjeros en esta feria, Gran Bretaña ocupó un amplio, variado y lujoso sector, mientras que los Estados Unidos estuvo modestamente representado por comerciantes introductores de maquinarias y carruajes, producción de azúcar y muebles, la Librería Americana y la casa Wheelwright.10 En tal sentido, la participación relativa y auto-proyección de las potencias económicas pueden también ser visualizadas mediante su participación en este tipo de eventos. En cuanto al contexto, esta exposición se organizó luego del debate proteccionista de 1875 y habiéndose aprobado, en 1876, una elevación de los aranceles sobre una amplia gama de bienes de consumo (indumentaria, bebidas alcohólicas, tejidos, cigarrillos) que colocó los niveles de protección en torno al 40%. No sería fortuito entonces que la exposición se hiciera eco de este debate. Por primera vez, los argumentos proteccionistas habían sido escuchados en el parlamento argentino. Aunque debe señalarse y siguiendo a los autores que han analizado el tema —más allá de ciertas divergencias entre ellos— que el objetivo de la reforma arancelaria era más fiscalista que proteccionista.11 Un tercer hito dentro de los antecedentes históricos de las exposiciones industriales fue la organización de la Exposición Continental Sud-Americana del año 1882 en Buenos Aires que, a diferencia de las anteriores, fue un evento continental. Fue la segunda exposición realizada en suelo argentino, tras la de Córdoba de 1871, y la tercera en América del Sur tras la ya 8 Se trata de la institución que dio origen más tarde a la UIA. Para Jorge Schvarzer (1991) la exposición se organizó más como instrumento político que como organización sectorial. 9 Inventores e industriales en la primera exposición de Buenos Aires, de 1877, Julio 1933. Cifras tomadas de Rocchi, 2006, 22. 10 Exposición Industrial Argentina, 1877, 492. 11 Sobre tarifas véase Hora, 2006, y Coatsworth y Williamson, 2004. Para Argentina, Rocchi, 1998, entre otros.
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mencionada de Córdoba y Santiago de Chile en 1875.12 En 27.370 metros cuadrados se exhibieron alrededor de 2.038 productos nacionales y 1.194 extranjeros. Participaron de la muestra México, Venezuela, Ecuador, Chile, Paraguay, Brasil, Inglaterra, Alemania, Suiza, Estados Unidos y Francia.13 En la inauguración, Nicolás Avellaneda como presidente de la exposición y ante la presencia de Julio A. Roca, expresaba: “Se ha dicho con propiedad que una Exposición es el moderno fórum, al que son convocadas las naciones. Se hablaría tal vez con mayor intuición de lo verdadero, afirmando que una Exposición Universal es un microcosmos, una representación pequeña pero viva de la humanidad futura”.14 En su organización había participado el Club Industrial. Luego de vencer serios inconvenientes,15 el Club motorizó así su segunda exposición, esta vez en instalaciones levantadas en la plaza Once de Setiembre. El discurso inaugural también se ocupó de trazar comparaciones con su predecesora, celebrando los éxitos alcanzados en este periodo, tanto a nivel institucional como económico. “Ensayamos una Exposición Nacional en Córdoba, y después de diez años venimos a realizar otra continental en Buenos Aires, bajo un foco más vasto, haciendo presentir tras su nuevo diseño la futura Exposición Universal que llevará nuestro nombre, cuando la voz de la convocación, partiendo desde las márgenes del Plata, pueda ser escuchada en toda la redondez de la tierra”.16 La nómina de objetos expuestos manifiesta nuevos ítems y mayor cantidad de productos. A la par, se observan nuevas escalas para las viejas industrias como el azúcar, el trigo, bienes elaborados con materias primas que el país disponía en gran cantidad y con amplias oportunidades de ex12 Andermann, 2001. Véase también Íñigo Carrera, 1986. 13 Boletín UIA, 27, 1925, 80. 14 Avellaneda, 1882, 1. 15 En 1878, por una serie de tensiones internas el Club Industrial se separó. Un grupo de socios se retiró y creó el Centro Industrial, donde predominaban los integrantes dedicados a la agricultura y ganadería. Sumado a ello, en 1880 el Club Industrial se enfrentó con la SR debido a la rivalidad en torno a quien organizaría la exposición continental propuesta por Avellaneda. El Club triunfó en esta ocasión. Años más tarde, en 1887 las diferencias entre el Club y el Centro Industrial se reconsideraron y se resolvió fusionar ambas entidades para constituir la Unión Industrial Argentina. Véase Schvarzer, 1991. 16 Discurso Inauguración Exposición Continental, 1882. En 1884, el Congreso sancionó nuevos incrementos en los aranceles para el tabaco y las bebidas alcohólicas importadas. La llegada posterior a la presidencia de un proteccionista como Carlos Pellegrini, tras la crisis del noventa (en un momento en el que, además, la industria ya había dado importantes pasos adelante y se había convertido en una presencia más visible en la vida del país), significó una importante inflexión en favor de la protección arancelaria.
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pansión. Para ello, sostenían los organizadores, debían dictarse leyes de protección industrial, otorgarse garantías y créditos. El discurso de Avellaneda irradiaba confianza en el desarrollo industrial argentino y se preguntaba: “¿Por qué nos resignaríamos a aceptar por siempre que la labor industrial debe estar concentrada en lugares determinados de la tierra, siendo así que la industria y el arte viajan por el hombre, y que pueden en consecuencia ser ostentados por los países nuevos, hasta sin preparación anterior?” Para ser aún más explícito al afirmar: “Queremos y necesitamos ser industriales”.17 Esta exposición volvió a reflejar las claras limitaciones en el desarrollo de rubros como maquinarias y en la mecanización de la producción industrial, pero también exteriorizaba la expansión del sector manufacturero, auxiliada por el aumento de la protección arancelaria (de particular importancia para actividades como la producción de azúcar y vino).18 En términos cuantitativos dicho proceso se expresó en un ritmo de crecimiento del sector industrial del 8,04% entre 1875-1900.19 En suma, este breve repaso por las tres exhibiciones vinculadas al ámbito industrial del siglo XIX indica que las exposiciones desarrolladas en suelo argentino actuaron como muestrarios de una incipiente industria nacional. Mediante el análisis de los productos expuestos en ellas es posible reconstruir la percepción que tenían de sí mismas las elites dirigentes empresariales y su relación con el estado. Así, estas exposiciones adquieren el carácter de representaciones materiales de la evolución y la proyección de la producción industrial.20 En especial, se reflejan las particularidades adquiridas por las industrias protegidas de manera selectiva, dependientes de insumos importados. Las exposiciones funcionan y pueden ser estudiadas, por tanto, como pantallas desde donde observar los logros y los límites de la primera etapa del desarrollo industrial argentino. EL MUNDO EMPRESARIAL ARGENTINO: LA EXPOSICIÓN DE LA UIA Antecedentes, orígenes y propósitos de la exposición de 1924-1925 La iniciativa de organizar la Exposición de la Industria Argentina surgió de la comisión de propaganda de la Unión Industrial Argentina (UIA), 17 18 19 20
Avellaneda, 1882, 1. Véase Cortés Conde, 1997, y Jorge, 1973. Para un análisis de la evolución del sector industrial, véase Barbero y Rocchi, 2003. Fernández Bravo, 2006, 8.
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recibiendo el apoyo del resto de los miembros de la institución y posteriormente de otras instituciones privadas y públicas. La UIA consideraba que había llegado el momento de exponer los adelantos obtenidos por medio de la iniciativa privada, indicando: “Luz, cada vez más luz, pide la industria. …que la industria argentina exponga y demuestre para que llegue a la conquista definitiva de su potencialidad”.21 Dos meses antes de la apertura, las páginas del Boletín de la UIA anticipaban una gran diferencia entre las exposiciones previas y la de 1924, por el aumento de la capacidad productora, la multiplicación de actividades industriales y el perfeccionamiento técnico alcanzado.22 Razones no faltaban para el optimismo, considerando que la industria argentina se expandió notablemente en la década del veinte, debido a un conjunto de factores entre los cuales se destacaban el aumento de la demanda agregada, nuevas tarifas aduaneras y un tipo de cambio favorable.23 Al poco de iniciado el proceso organizativo, la UIA agradecía el gentil ofrecimiento de la Sociedad Rural Argentina (SRA en adelante) para la utilización del predio de la institución. Desde las páginas de la UIA se mostraban dispuestos a señalar la concordancia de los objetivos de ambas instituciones, explicando que el ofrecimiento de la SRA era debido a sus bien cimentadas orientaciones nacionalistas.24 Tal como ha sido resaltado por diversos autores, las relaciones entre ambas instituciones fueron armoniosas, al menos hasta finales de la década del veinte. En cuanto al contexto, y en forma similar a lo sucedido con la exposición de 1877, este evento se produjo en el periodo posterior a una reforma de aranceles aduaneros. Un año antes, la administración de Alvear, había implementado un aumento de las tarifas de avalúos sobre los que se calculaban los derechos de importación. El objetivo de esta medida fue limitado, pues buscó ajustar los precios de referencia, que no se habían modificado desde 1905. Pero aún con tal ajuste, la Argentina exhibía entonces un nivel de protección inferior al de la pre-guerra.25 21 Boletín UIA, 671, 1924. 22 Gerchunoff y Aguirre, 2006, 50. 23 Barbero y Rocchi F., 2003. 24 Boletín UIA, Julio 1924, 40. Lamentablemente la exposición no contó con un catalogo oficial ni se realizaron obras de recopilación de datos estadísticos para su desarrollo. 25 Gerchunoff y Aguirre, 2006, 35. Estos autores consideran que atribuir la expansión industrial a políticas abiertamente proteccionistas no parece plausible a la luz de las evidencias disponibles.
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¿Cuáles fueron los objetivos de la exposición? Los organizadores la imaginaron como una oportunidad de modificar una serie de representaciones en boga sobre el mundo industrial argentino. La intención era ofrecer una prueba categórica y concreta del grado de “perfeccionamiento alcanzado en la hora presente por la manufactura nacional”. Los discursos previos y posteriores de la UIA están mediatizados por una clara retórica de nacionalismo económico. En la inauguración se cristalizaron estas ideas y allí se expuso la necesidad de “bastarnos a nosotros mismos y tener de ese modo una independencia económica que nos emancipe de toda subordinación en el campo del comercio internacional”.26 Se buscaba también despertar la atención preferente del gobierno en el estudio de los problemas que dificultaban la expansión industrial, y el dictado de legislación “para regular y encauzar la producción fabril dentro de un régimen de nacionalismo económico”, en palabras de Hermenegildo Pini, presidente por entonces de la institución. No obstante, durante su desarrollo no se elevaron propuestas de leyes o de otras medidas para el sector industrial. Las declaraciones de la UIA fueron uniformes y durante el desenvolvimiento de la exposición se reflejaron en la proliferación de leyendas alusivas, las cuales fueron colocadas en cada uno de los pabellones de la exposición: — Cada peso que Ud. invierte en la compra de productos extranjeros es un peso que Ud. arrebata al obrero argentino. — La industria fuerte y segura hace seguro y fuerte el hogar del trabajador. — Proteja la industria de su país y en su país habrá riqueza y bienestar. — Proteja la industria argentina y se protegerá a sí mismo.
La exposición industrial de 1924 no fue concebida como un acto de entretenimiento popular. La misma se pensó como una metonimia de la industria nacional y del progreso. Y como feria de la cultura material debía develar y educar sobre las conquistas de la industria nacional, rompiendo prejuicios instalados en el sentido común de los argentinos. En este punto, uno de los propósitos asociados era contribuir a educar al consumidor y vencer la resistencia hacia los artículos de producción nacional, despresti26 Boletín UIA, 67, diciembre 1924, 28.
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giados por el prejuicio de que “sólo es bueno el artículo que lleva etiqueta extranjera”.27 Al mes de su apertura se proclamaba desde el Boletín de la UIA el éxito rotundo alcanzado por la exposición. Se festejaba la afluencia de público, el aplauso de la prensa y el apoyo institucional. El discurso proyectado en los boletines de la UIA transmite un notable optimismo. Finalmente, la exposición habría sido también ideada para recuperar y fortalecer la imagen institucional de la UIA, luego de los conflictos internos de inicio de la década, que provocaron una reforma en su seno estableciendo la representación igualitaria por secciones (cámaras), independientemente del número de miembros registrados en cada una.28 Educando al consumidor: productos argentinos y demostraciones vivas La exposición se organizó en seis secciones. La primera comprendía la producción denominada natural (minerales, productos forestales y animales), la segunda estuvo dedicada a la maquinaria en general (hidráulica, agrícola, industrial, fuerza motriz), la tercera sección estuvo reservada para las industrias en general (hierro, bronce, metalúrgica varias, madera, textiles, moda, cuero, pieles, cerda, sombrero, tocador, alimentación, azúcar, cervezas, químicas y otro conjunto de rubros, totalizando unas 256 clases). La cuarta sección estuvo destinada a las exhibiciones vivas, la quinta a eventos nacionales y la sexta a los gráficos. También se desarrollaron actividades recreativas y de diversión, como concursos de juegos populares, sorteos, carnaval, concursos hípicos, salto y gimnasia y una fiesta criolla. El evento no fue pensado como un museo, un acto estático, o una fría exhibición de artículos elaborados. Se organizaron demostraciones “vivas”29 destinadas y pensadas para despertar interés en los visitantes. The American Weekly reseñaba: “one of the big surprises to the individual who has con27 Boletín UIA, Julio 1924, 43. En coincidencia con este reclamo, puede agregarse que un año antes se había aprobado, por impulso de la UIA, la ley 11.275 sobre identificación de mercaderías de fabricación nacional. Véase sobre pautas de consumo de la época el trabajo de Rocchi, 1998. 28 Véase Schvarzer, 1991, 57. 29 La definición de tal evento era la de una exposición de máquinas en actividad, racionalmente elegidas y distribuidas, de manera que su funcionamiento evidenciara las diversas fases y transformaciones de la materia prima hasta llegar al artículo elaborado. Véase Hoffenberg, 2001.
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sidered Argentina as a purely agricultural country comes when he visits the numerous stands of the mechanical plants”. El efecto buscado era asombrar y educar “a la mayoría del pueblo que ignora estas cosas y ni las sospecha siquiera”. En este tipo de iniciativas se observan ecos de la proyección del industrialismo más clásico, con la exposición de maquinaria en movimiento, y confiando en los valores educativos de las demostraciones vivas. Las dos industrias que acapararon el segmento de las demostraciones vivas fueron la textil y la del calzado, organizándose comisiones especiales para su concreción. La sección de industrias textiles de la UIA decidió implantar una fábrica completa de hilados y tejidos en uno de los pabellones con una superficie cubierta de 3.745 metros y otro sector complementario para exhibir los artículos elaborados. De acuerdo a los objetivos ya expuestos, era necesario mostrar el perfeccionamiento técnico y que tanto pueblo como gobierno pudieran “certificar que las telas y casimires que el comercio ofrece al consumidor con etiquetas extranjeras son fabricados en el mismo radio de la Capital Federal”.30 Las industrias textiles demostrarían al público consumidor la no necesidad de recurrir a la producción extranjera, pues la nacional podía satisfacer sus demandas y, aún más, sus exigentes gustos.31 La industria del calzado, bajo la organización del Centro de Fabricantes,32 se reservó un amplio espacio y organizó una fábrica de tacos de calzado, revestidos de celuloide, ofreciendo demostraciones de las once fases para su elaboración. Además de estos sectores industriales mencionados, otras demostraciones vivas fueron: 1. Elaboración de tabaco nacional ( a cargo de la empresa N. Cabrer). 2. 3. 4. 5.
Fabricación de vitrales. Demostración viva de las artes gráficas. Fabricación de pastillas y confites. Confección de bolsas y bordados.
30 Los industriales impulsores de tal medida fueron Adolfo Spiller, J. Salvador Córdoba, Ernesto Herbibm, Ing. Francisco Prati, Miguel Campomar, Raúl Rico Peña, Francisco Piccaluga, Eduardo Ramondec y J. Lazzari. Boletín UIA, Julio 1924, 42. 31 Boletín UIA, 669, Septiembre 15, 1924, 20-21. Las industrias textiles comprendían desmotadora e hilandería de algodón, tejidos de algodón, tejidos de punto, manufactura del yute, hilandería de lana y tejidos de lana. 32 El 6 de mayo de 1916, un conjunto de fabricantes dio el puntapié inicial que sentó las bases de la Cámara de la Industria del Calzado (CIC), desde su fundación, que cumple la función de representación, asistencia y defensa de los intereses de los fabricantes de calzado de Argentina.
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6. 7. 8. 9. 10. 11.
Fabricación de mosaicos. Fabricación de jeringas hipodérmicas. Fabricación de cinta elástica. Manipulaciones en la fabricación de alfileres, horquillas. Manipulación de hierros y aceros. Manipulación de vidrios.
El despliegue de más de 800 expositores, junto a las demostraciones vivas, apuntaba, como se indicó, hacia la educación de la sociedad en la práctica de consumir productos argentinos (ver Apéndice). La UIA se proponía que la marca nacional fuera una recomendación de excelencia y una garantía de superioridad. Sus representantes inflados de optimismo, incluso anunciaban que pronto desaparecerían las etiquetas extranjeras que ocultan industrias nacionales.33 El prejuicio ante productos nacionales por parte de los consumidores era una situación de larga data y de atención constante en el seno de la UIA. Los denunciados prejuicios, se veían reforzados por prácticas del medio comercial. Las mismas páginas de la UIA denunciaban que muchos industriales se veían obligados por los grandes almacenes a adosar una etiqueta extranjera a sus productos. Esto habría afectado especialmente a los productos medicinales, de belleza y tocador: “upwards of 20 percent perfumery manufacturers are represented and it is noticeable that the fancy cut glass containers are all made in local glass factories. The firm of Mathieu y Arbotto has extensive displays of pipes, cigarette holders, shaving brushers and novelties, all of which are generally sold by retailers as European goods”.34 Por lo tanto, algunos comerciantes rotulaban como de procedencia extranjera productos nacionales. De ahí que la UIA indicara —refiriéndose a esta práctica como algo muy extendido en la industria del calzado— “todo cae bajo la garra implacable de la especulación en forma de virtuosas etiquetas con filete dorado y leyendas extranjeras”.35 Detrás de estas prácticas se escondía la europeización en gustos y modas impuestas por mecanismos como la publicidad. Para contrarrestarlo, la UIA imaginaba que la erección de espacios seculares y efímeros como esta exhibición ayudaría a modificar el comportamiento de los consumidores. 33 Boletín UIA, Octubre 1924, 23. 34 The American Weekly of Buenos Aires, 2/3, 1925, 8. 35 Boletín UIA, Septiembre 1924, sin página.
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Maquinarias y objetos en exposición: el rol del capital extranjero Al analizar los productos expuestos en este evento surge la vitalidad de la producción nacional, pero también la dependencia de insumos y maquinarias importados por parte de la industria local. Los bienes de consumo final lideraron la expansión de la llamada etapa de “sustitución fácil” y las empresas productoras de los mismos fueron las principales protagonistas de esta exposición. No sucedía lo mismo con las máquinas. Un ejemplo ilustrará tal rasgo. En el reglamento elaborado por el Centro de Fabricantes de Calzado para su sección, explícitamente se estipulaba la exclusión de todo producto de fabricación extranjera, pero se hacía una excepción con las máquinas y materiales destinados a realizar las demostraciones vivas. El cartel de entrada a este pabellón rezaba: “La industria argentina del calzado es el más alto exponente del progreso obtenido por la manufactura nacional. Su técnica es superior, su capacidad productiva es poderosa. 450 fábricas, 40.000 obreros, 50 millones de capitales invertidos, 135 millones de ventas anuales, 15 millones de pares de zapatos fabricados en tiempos normales, capacidad de producir unos 30 millones. Materia prima nacional empleada 95%”. Pero casi la totalidad de las máquinas, accesorios y mercaderías empleadas para la fabricación del calzado se habían obtenido de la United Shoe Machinery Co. Argentina, subsidiaria de una empresa norteamericana, que además había previsto la presencia de sus representantes para informar al público y a potenciales interesados en sus maquinarias.36 Precisamente, esta empresa impulsó el proceso de modernización y mecanización utilizando el sistema de leasing para sus máquinas industriales, lo que implicaba una menor barrera de entrada al no requerir inversiones significativas en capital.37 Una situación similar se registraba en los productos textiles, donde las máquinas fueron provistas en gran medida por la empresa introductora norteamericana denominada Los Fabricantes Unidos. Ante la prohibición de la representación de industrias extranjeras, salvo las excepciones señaladas, se perciben los primeros indicios de una tendencia que se ratificará claramente después de 1930. Nos referimos a una sutil pero clara presencia de empresas de capitales extranjeros admiti36 Boletín UIA, 673, enero 1925, 20. 37 Otro factor en la expansión de la USMCO, además del sistema de leasing, eficiencia de las máquinas fue su ventaja comparativa para proveer repuestos. Véase Herman Brock, 1919. Comentarios al respecto en Rocchi, 2006, 92.
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das como participantes, ya que su status legal era de Sociedades Anónimas Nacionales. Un ejemplo de ello es el del stand de la Compañía Argentina de Cemento Portland, pero también, y como lo reseñaba el periódico The American Weeky, la presencia de la empresa textil norteamericana Ernesto C Guth and Company: “one of the pioneers in this business and their display of fancy knitted wear is especially attractive”.38 Otro ejemplo es el de la filial argentina de la empresa Ault y Wiborg Argentine Company, de origen norteamericano, la cual expuso maquinaria para imprenta. Se sumaban a este grupo además las sucursales de la multinacional Pirelli S.A. y la compañía británica The Anglo Argentine Tramways, las cuales tuvieron una destacada participación en la exhibición. En suma, los propósitos económicos y políticos se expresaban en cada stand y la exposición apeló al uso de los espacios, las imágenes, la tecnología, los productos, las demostraciones vivas para proyectar una imagen idealizada de la industria argentina. En su interior se reflejaron también los límites del proceso de industrialización local, su carácter dependiente de maquinarias extranjeras39 y una estructura relativamente dual (grandes empresas coexistiendo con pequeños establecimientos). Pero, lógicamente, durante su desarrollo estos aspectos quedaron soslayados y se convirtió en una auto-celebración, en tanto campaña publicitaria destinada a educar al público, al gobierno, la prensa, los países extranjeros e incluso a la propia comunidad empresarial en el proceso de construcción de su identidad. EL MUNDO EMPRESARIAL EXTRANJERO: EXPOSICIÓN DE ARTES E INDUSTRIAS BRITÁNICAS
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Antecedentes previos En 1905 tuvo lugar la Exhibición Británico-Argentina, cuyo impulsor fue la English Literary Society y Herbert Hibson designado presidente. Su 38 The American Weekly of Buenos Aires, 2/3, 1925, 7. Sobre la argentinización de empresas extranjeras, véase Lluch, 2007. 39 Si bien la proporción de importaciones en la demanda final creció de nuevo, no sólo queda el hecho de que se estabilizó a un nivel inferior; también hay que remarcar que entre 1918 y 1928 más del 70% del incremento en las importaciones se explica por las compras de bienes de inversión. Y aún cuando el empuje inicial de la sustitución de importaciones se fue diluyendo, la industria mantuvo su dinámica expansiva, impulsada por la ampliación del mercado y los cambios tecnológicos. Gerchunoff y Aguirre, 2006, 32.
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propósito, y anticipándose a los festejos del primer centenario, era realizar una exposición y recolección de información para apreciar con claridad la importancia e influencia de la contribución británica en el desarrollo económico y social de la Argentina.40 Los alcances de esta exposición fueron limitados y su principal rasgo fue el uso político de la memoria, cifras y gráficos para ilustrar la influencia británica en el país. Las secciones organizadas fueron ocho (comercio e industria, transportes y ferrocarriles, filantropía, religión y educación, ciencia, sociología, historia y geografía, deportes, estadísticas y ejército y marina). Aunque no centralmente económica, participaron como expositores empresas tradicionalmente vinculadas a la comunidad británica como las de ferrocarril y tranvías, importadoras de maquinarias (Agar Cross), bancos (London and River Plate Bank), frigoríficos (River Plate Fresh Meat Company), transportes (Royal Mail Steam Packet company) y comunicación (Union Telephone Co.), entre otras grandes firmas. Estados Unidos, convertido luego de la primera guerra mundial en el principal país proveedor de nuevo capital y productos manufacturados, también se propuso organizar una exposición de sus industrias en la Argentina, proyectándola para marzo de 1921 (United States Manufacturers Exposition). El Boletín de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en Argentina (AmCham) mencionaba, en 1920, que la iniciativa había procedido de la empresa American National Expositions Inc de New York y su propósito era publicitar los productos de las industrias ya instaladas en el país, como también servir de escaparate a otros empresarios interesados en expandirse en el mercado argentino. La AmCham publicaba la información de contacto para alentar a los posibles interesados en participar. Meses más tarde, continuaba su predica mencionando que la exposición sería un medio de “exploitation, advertisign and selling…”41 La crisis en el comercio entre ambos países hizo fracasar la iniciativa. En los informes oficiales de Gran Bretaña se señalaba con satisfacción, sobre la cancelación: “The United States Industrial Exhibition, which was to be held in Buenos Aires in March 1921, and was organized on an imposing 40 Los objetivos fueron: a) demonstrating the extent of British influence and assimilation in the rise and progress of the Argentine Republic, b) arousing an interest in the British contribution to the Centenary Celebration of 1910. Véase A record of the proceedings…, 1905, 89. 41 Bulletin of the Chamber of Commerce of the United States of America in the Argentine Republic, I/13, 1920.
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scale by private enterprises in the US with the support of the US government, was eventually abandoned in view of the unfavourable trade outlook. A scheme for holding an international exhibition in Buenos Aires in the year 1922, promoted by local interest, has failed to secure the necessary support, and appears to have been dropped”.42 Los empresarios extranjeros, por tanto, participaron durante las primeras décadas del siglo XX de distintos eventos nacionales, y en especial utilizaron la feria rural de Palermo para exponer sus productos. La rivalidad anglo-norteamericana en exposición Finalmente, los británicos lograron en 1931 concretar el proyecto de una feria propia, al inaugurarse la Exposición de Artes e Industrias Británicas.43 Este evento constituye además un hito singular en la trayectoria del mundo empresarial extranjero en América Latina. Fue la primera exposición consumada exclusivamente por un país extranjero en América del Sur y la primera realizada por el Imperio Británico fuera de sus fronteras.44 En tal sentido debería trazarse un paralelo con la extensa tradición e influencia de las exhibiciones imperiales a lo largo de las décadas previas.45 En cuanto a su contexto, esta exposición es un eslabón más dentro de la creciente rivalidad entre Inglaterra y Estados Unidos, y no sólo fue una manifestación tardía, pero nítida, de la particular relación entre Gran Bretaña y Argentina, sino también una caja de resonancia de las tensiones alrededor de las relaciones comerciales entre aquellos dos países en América Latina. Durante los años 20, las importaciones provenientes de Estados Unidos hacia la Argentina se cuadruplicaron mientras que las de Europa continental no alcanzaron a duplicarse, y las de Gran Bretaña aumentaron en menos de un 40%.46 La desigual distribución de importaciones y exportaciones por áreas geográficas tuvo importantes consecuencias ya que favorecía a los Estados Unidos, quienes obtenían sistemáticamente 42 Report on the Financial, Commercial, and Economic conditions of the Argentine Republic, 1922, 27. 43 Un reciente aporte sobre este evento puede encontrarse en Vicente, 2006. 44 Ver Tenorio-Trillo, 1996. 45 Hoffenberg, 2001, XV. 46 Jorge, 1971, 85.
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un saldo positivo con la Argentina. A su vez, nuestro país balanceaba el saldo negativo con los saldos positivos que obtenía de Gran Bretaña. En tal sentido y a riesgo de simplificar un proceso complejo, puede indicarse que para 1925 los Estados Unidos se convirtieron en el principal proveedor de la Argentina, y conservaron esta supremacía hasta la Depresión.47 El intercambio comercial desfavorable, junto a la pérdida de mercados y la compra de empresas británicas en América Latina por parte de Estados Unidos, incrementó la rivalidad comercial entre ambas potencias, y la Argentina fue uno de los espacios en donde más se observó tal confrontación. Si bien la iniciativa de organizar esta Exposición surgió antes de 1929, la crisis aumentó las presiones y potenció el interés en el evento.48 Esta actividad se vinculó además con otras iniciativas para recuperar e incrementar el comercio argentino-británico.49 El derrotero se inició a mediados de los años 20, tal como ilustra un artículo aparecido en el New York Times: “British manufacturers are preparing to make an organized attack upon the argentine market in an attempt to oust American products from the domination they are now enjoying. Indications point to a two-year plan being prepared to culminate with the British Industries Exposition… and which promises to be a great concentrated effort to induce argentine buyers to forego the preference they have for American merchandise”.50 La iniciativa se barajaba así desde 1927, y finalmente fue promovida por Sir Herbert Gibson, presidente de la Cámara de Comercio Británica en Argentina. Ante el descenso de las ventas, este dirigente inició la idea de organizar una publicidad colectiva de las mercaderías británicas. Se aprobó la iniciativa en 1929 y obtuvo un rápido y decidido apoyo del Department of Overseas Trade y del gobierno británico, el cual decidió sumar una exhibición oficial a la del sector privado.51 Más resonante en términos simbóli47 La literatura al respecto también es abundante. O’Connell, 1984; Díaz Alejandro, 1983; Fodor y O’Connell, 1973. 48 Al respecto, véase Gravil, 1975 y 1985; Miller, 1993. 49 Para un análisis de la rivalidad anglo-americana y las empresas de ambos países en los años treinta, véase Lluch, 2007. 50 New York Times, march 15, 1931, 1. 51 También recibió un fuerte apoyo en Argentina como lo demuestra el que los vice-presidentes honorarios de la exposición hayan sido: en Londres, el embajador argentino en Gran Bretaña, José Evaristo Uriburu y el ministro de Comercio de Ultramar británico, H.E. Gillett; en Buenos Aires, el Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, José Figueroa Alcorta, el embajador británico Ronald Macleay, el ministro de Agricultura argentino, Horacio Beccar Varela, y dos representantes relevantes del Dominio del Canadá, su Delegado Oficial y el ministro de Comercio. En Vicente, 2006.
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cos fue la presencia del Príncipe de Gales, heredero de la Corona Británica, quien viajó a Sud América para la inauguración de la exposición. Un año antes de su apertura, desde el Boletín de la Cámara de Comercio Británica52 se explicaba a sus asociados que, aún dentro del mal prospecto en ventas y dudoso contexto económico, la exposición era una oportunidad única para proyectarse a otros países, apelando al proverbio “bringing the mountain to Mahomet as far as the South American markets are concern”. Esta exhibición mostró además una activa participación de las grandes empresas británicas53 y se inscribiría, a diferencia del evento de 1924, en la tradición de las Trade Fairs, las cuales tenían una misión concreta: revitalizar el comercio internacional. De allí que fuera vista esencialmente como dispositivo propagandístico. Según las palabras de Gibson, la exposición fue levantada en suelo argentino, “con sus cimientos hondamente reposados en todo un siglo y más de recíproca amistad es restaurar el equilibrio de su comercio internacional. Si por un tiempo ha aparentado menguar la participación británica en el constante y variado progreso argentino, la causa es transitoria. En nada ha menguado la energía, la capacidad y el genio del pueblo que, más que ningún otro, ha contribuido al engrandecimiento perdurable de la República Argentina”. La iniciativa, y en función de los posicionamientos relativos al interior de la comunidad empresarial argentina, recibió el más entusiasta apoyo de la Sociedad Rural, la cual prestó su predio gratis y, de acuerdo a sus organizadores, “apoyó con las dos manos”.54 Pero también la UIA en su Boletín mensual se ocupaba de resaltar cuan calurosamente aplaudía a la Cámara de Comercio Británica “por la feliz realización de esta iniciativa”, a la que calificaba de uno de los acontecimientos más significativos del mundo comercial. Si bien la UIA se oponía a la política de tratamiento preferencial y apelaba a incentivar la industrialización,55 llegado el momento de la expo52 Monthly Journal, 10/6, March 31st, 1930. 53 El Consejo integrado en Londres, que auspiciaba la organización de la exposición, estaba compuesto por numerosas personalidades representativas de la amplia gama de intereses comerciales, financieros, industriales y del transporte, involucrados en la relación anglo-argentina, en particular, y con América Latina en general. En Vicente, 2006. 54 La Nación, Sábado 14 de Marzo de 1931. 55 Al inicio de la crisis del 30, la UIA se opuso a la política resumida en el slogan “comprar a quien nos compra”. Y consideraba: “Protection of home industries is the real remedy, the customs tariff is out of date”, Monthly Journal, 1930, 29. Dos meses antes de la apertura de la exposición, un
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sición, el discurso del presidente de la UIA, Luis Colombo, se explayaba en los siguientes términos: “nada más grato a nuestros sentimientos, ni nada superior al placer de vuestra presencia... pruebas de afecto y amistad… suscribiendo a las palabras de Gibson como argentino… sois aun quienes de nuestra exportación os lleváis más de un tercio de su total y no se os compensa con igual preferencia. Mas ello no se debe sino a factores cuya modificación depende de vosotros mismos y que así lo habéis comprendido, lo dice vuestra exposición y el estudio que os proponéis para reconquistar un mercado que os es propicio, que os estima y que os ofrecerá sin duda su cordial reciprocidad (…) lucha esta casa por crear sus propias industrias y mejorar las que ya poseemos, brega por el aprovechamiento de sus propias materias primas dentro del racional proteccionismo que reclama toda infancia, pero como esto no se improvisa ni la industria completa y grande es obra de escaso tiempo, nos queda por años, el camino abierto para satisfacer gran parte de nuestras necesidades y os queda otro aún mejor, cual es el de seguir vosotros interviniendo con vuestros capitales en el desarrollo y progreso de nuestra manufactura que ya sabéis con cuanta simpatía son acogidos en mi país”.56 La Nación, en su editorial del 14 de marzo sobre la exposición británica, señalaba: “para nosotros la feria británica es una nueva prenda de la preciosa e inalterable amistad de ese pueblo que nos ha enviado al heredero de la corona para dar mayor solemnidad y un prestigio a un pacto que nos une desde los primeros días de nuestra existencia independiente”. Para no continuar reproduciendo largas citas, valga indicar la sorprendente uniformidad discursiva entre distintos medios nacionales como La Nación y The Times, el cual no dudaba en calificar este evento como una gran oportunidad pero, a la vez, “a critical test for british industry”. Banquetes, comidas, agasajos e intensa actividad social caracterizaron también a esta exposición. Declaraciones y artículos los acompañaron, en un gran despliegue de diplomacia y relaciones públicas. Algunos de estos eventos fueron organizados por asociaciones como la Sociedad Rural, la Unión Industrial Argentina, el Museo Social Argentino, el Automóvil Club Argentino, Embajadas, Jockey Club, Centro de Ingenieros británicos, Cádecreto del Gobierno Provisional había creado, en enero de 1931, la Comisión Nacional de Fomento Industrial, presidida por el Presidente de la UIA, Luis Colombo. Para más detalles sobre el particular, véase Vicente, 2006. Más tarde, la UIA se opondría al Pacto Roca-Runciman. 56 Boletín UIA, Marzo 1931, 35.
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mara de Comercio, empresas británicas y canadienses (también presentes con una delegación especial en el evento), entre otras instituciones, “Remembered their past and envisioned their future, in spite of the difficulties” era la imagen recurrente a la hora de las salutaciones y promoción de las relaciones públicas desarrolladas. Una prueba “de afecto y amistad” La exposición reunió a casi 800 fabricantes, contando con una gran diversidad de perfiles empresariales, y fue notoria la presencia oficial británica. Tanto los objetos expuestos como los discursos celebratorios buscaban resaltar la ligazón histórica entre ambos países, apelando sistemáticamente a la amistad y a la larga duración de tal relación. Pero, a la par, era un intento consciente de representar los atributos de un liderazgo industrial y de modernidad, rasgos perdidos frente a los Estados Unidos. Los productos fueron expuestos en más de treinta pabellones, destacándose el destinado a publicitar a los ferrocarriles británicos. La apelación a “la gran trascendencia que tiene para la vida argentina la industria inglesa de los ferrocarriles y la participación de esta en la formación del concepto universal de que disfruta este país” fue el leiv-motiv del Pabellón de ferrocarriles. Allí se expuso la primera locomotora, La Porteña de 1857, y una locomotora del Gran Oeste Argentino del año 1931. Junto a las locomotoras, se ubicaron paneles y pinturas históricas con el desarrollo del transporte en un friso, cuyo valor recaía en su fuerza emotiva, su re vivencia histórica y su mérito pictórico. Se habían diagramado gráficos, un mapa en relieve de la Argentina detallando toda la red ferroviaria, maquetas, playa de maniobras, de estaciones y elevadores de granos. Al integrarse al escenario-mercado montado en la feria, nuevos atributos se adherían a los productos, que los convertían en objetos dotados de un claro valor ideológico. También se proyectaba un film preparado en conjunto por las empresas británicas, con los siguientes temas: 1. 2. 3. 4.
Historia de los ferrocarriles de capital británico en Argentina. El riel británico y la ganadería. Influencia del riel británico en la agricultura argentina. Regiones argentinas de turismo sobre las líneas de capital británico.
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5. Cooperación del riel británico al progreso de la fruticultura y vitivinicultura. 6. El riel británico y la industria azucarera argentina. 7. El fomento de la industria argentina por el riel británico.
¿Qué otros objetos se eligieron para ser exhibidos? Vicente indica que el segundo rubro en importancia, luego de los ferrocarriles, fue el acero.57 En particular, se destacaban las acerías originarias de Sheffield como la empresa Arthur Balfour & Co. Ltd., cuyo representante en la Argentina era Talleres Metalúrgicos San Martín. Balfour exhibió muestras de acero rápido, aceros fundidos al crisol y herramientas varias. Otra importante acería de Sheffield fue Thomas Firth & Sons, Ltd., fabricante de aceros rápidos, herramientas y cuya especialidad era el acero inoxidable. Por su parte, James Neill & Co., Ltd. expuso muestrarios con los procedimientos para la fabricación de sus hojas para navaja, hojas de sierra y arco de marca Eclipse. Otros pabellones fueron dedicados al sector aeronáutico, de maquinarias y materiales eléctricos. Mientras que el resto de los stands expusieron artículos diversos, algunos de ellos novedosos para el público, como gramófonos y aparatos electrodomésticos. Las demostraciones vivas también estuvieron presentes. Como ha indicado Hoffenberg, “large-scale, heavy-capital were one important aspect of the imperial experience, their authority was grounded in awe and spectacle (…) those exhibits performed the spectacle of technology, creating energy and power which challenged their own capacity to be measured and controlled”.58 Pero a su vez, los rubros presentes, salvo el transporte, eran aquellos de menor competitividad y más atraso comercial con los Estados Unidos, como era el caso de los automóviles y camiones.59 ¿Cómo medir los resultados? En este contexto, y mirando los acontecimientos sucedidos a lo largo de la década del ‘30, más allá de los dispositivos desplegados por la comunidad y gobierno británico en la región, la caída en las importaciones británicas reflejaban tendencias de largo plazo, 57 Vicente, 2006, 7. 58 Hoffenberg, 2001, 168. 59 El principal producto dentro de este conjunto eran los automóviles (incluyendo accesorios). En 1918, Estados Unidos proveyó el 99% de los autos en Argentina, para 1921 este porcentaje cayó al 93,5%, pero se mantuvo alrededor de esta cifra durante toda la década del ‘20, dominando también la exportación de maquinaria y productos tales como máquinas de escribir, combustibles y lubricantes. Véase Lluch, 2007.
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así como el nuevo rol de Estados Unidos y de las empresas norteamericanas60. Dicho rasgo explicaría que, a pesar de este evento y más significativamente de las políticas cambiarias y comerciales aplicadas desde 1933, la Argentina a finales de los ‘30 volviera a convertirse en el mejor cliente latinoamericano de Estados Unidos. La explicación de ello podría encontrarse en que, para 1929, el 64% de las exportaciones manufacturadas de los Estados Unidos hacia la Argentina estaba compuesto por productos en los cuales las posibilidades de competencia por parte de Gran Bretaña eran escasas. A inicios de los ‘30, como se mencionó, dicha especialización afectó sobre todo a Estados Unidos, que vieron caer su participación en las importaciones argentinas, debido a una menor capacidad adquisitiva del país y por las nuevas políticas cambiarias que favorecieron a Gran Bretaña. Pero la “americanización” en algunos sectores del comercio y economía argentina, y la diferencialidad en el tipo de estructura industrial y comercial entre países, explicarían la recuperación en el porcentaje de productos importados en Argentina casi al inicio de la segunda guerra mundial. Y en tal sentido, reflejan lo efímero de los dispositivos comerciales y propagandísticos desplegados por la exposición de 1931. Un agudo observador contemporáneo de las relaciones económicas internacionales expresaba, al finalizar la exposición, cuán escaso parecía haber sido su valor económico, tanto por su alto costo como por los magros niveles de ventas. Y curiosamente rescataba que la única firma que había obtenido ganancias de este evento había sido la Compañía estadounidense American Western Electric Co, quien tuvo a cargo la instalación de los servicios de radio y teléfonos de la exposición. Una prueba más de que, a pesar del efecto buscado, la escasa competitividad británica en algunas industrias no les permitió concretar el objetivo de atacar la supremacía comercial americana en ciertos rubros.61 Un panorama distinto se proyecta en el corto plazo. La repercusión de la muestra en el público fue enorme, ya que la visitaron más de un millón y medio de personas. Además, la exhibición fue percibida como exitosa, por su contribución a crear una atmósfera cooperativa en el marco de la rivalidad anglo-americana en la Argentina. 60 Fodor y O’Connel, 1973. 61 McCrae, Van Metre y Eder, 1931, 121.
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PALABRAS FINALES Argentina se inició tempranamente en la era de las exhibiciones. Impulsadas por el Estado, pero también por entidades privadas del sector empresarial (Sociedad Rural y Unión Industrial Argentina). La Exposición Industrial Argentina de 1924 reflejó los logros y límites de la industrialización local, mientras que la Exposición de Artes e Industrias Británicas de 1931 condensó las complejas relaciones anglo-argentinas de inicios de los años 30. Por tanto, ambos casos manifiestan el rol de las exposiciones como cajas de resonancia de ciertos conflictos dentro del mundo empresarial, en paralelo con su rasgo más clásico de proyecciones auto-celebratorias, comerciales y educativas. Ambos eventos permitieron analizar situaciones de más largo plazo, pues al estudiar los productos expuestos, participantes y actividades quedaron expuestos los límites y contrastes de los procesos de modernización y del crecimiento de la sociedad argentina de entonces. Tanto el mundo empresarial nacional como extranjero, británico y, por defecto, el norteamericano dimensionaron las exposiciones como eventos de múltiples funciones y posibilidades. Su misión educativa destaca en el caso de la industria argentina, su diseño como un dispositivo más dentro de las relaciones bilaterales por el comercio internacional se ejemplifica en el caso de la exposición británica. En ambos casos se proyectaba además la búsqueda de mecanismos de presión y de lobby para determinados intereses sectoriales. Las ferias y exhibiciones se convierten, por tanto, en pantallas para los historiadores desde donde analizar la materialización de procesos de larga duración y las construcciones ideológicas alrededor de los procesos económicos. Como hemos intentado mostrar en estas páginas, las exposiciones funcionaron como museos efímeros, donde era posible reconstruir cómo se percibían a sí mismos los sectores empresariales, o aún más acertadamente, cómo querían ser percibidos por los poderes públicos y el público consumidor. Las exposiciones brindaron, pues, evidencias para mirar desde otro ángulo a los sectores empresariales y sus expectativas y los objetivos buscados y obtenidos.
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APÉNDICE V EXPOSICIÓN INDUSTRIAL (1924-1925), BUENOS AIRES NÓMINA DE LOS BIENES EXHIBIDOS ORDENADOS POR RUBROS Rubros Productos alimenticios, bebidas y refrescos, vinos Industria textil Fabricantes de espejos (sección gremial de la UIA) Perfumes, cosméticos, art. de tocador Materiales y elementos de construcción Producción de Azúcar Máquinas industriales - agrícolas Asociación Fábricas argentinas de Productos Alimenticios Muebles Metalurgia, Hierros y bronces forjados, art. eléctricos Fabricantes de calzado (sección gremial de la UIA) Fabricantes de soda y bebidas sin alcohol (sección gremial ) Cueros y pieles curtidas Industria Química Gráficos e Imprenta, impresiones Fabricantes de sombreros (sección gremial de la UIA) Máquinas para café Express Tabacos y cigarrillos Art. De cobre - Bronce Cajas de seguridad, cerraduras automáticas patentadas Fabricantes de sombreros de paja (sección gremial de la UIA) Artefactos eléctricos, calefacción , matafuegos Cristales y vidrios Envases en general Juguetes Artículos de goma en general Carpintería metálica Maderas, taninos y productos forestales Propaganda, papelería y fotografía
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V.A 62 42 33 33 25 24 24 21 20 19 17 16 15 15 13 10 6 6 5 5 5 4 4 4 4 3 3 3 3
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Rubros Aparatos para radiotelefonía Básculas de pesar Billares y accesorios Canillas accesorios art. de bronce Ceras preparadas para lustrar Grabados sobre metales y arte funerario Hojalatería mecánica, cromolitografía Minerales y elaboración de plomo y subproductos Mosaicos Orfebrería Repuestos para automóviles Talabartería Tanques para aceite y matafuegos Tarros de leche Yesos crudos y cocidos Acumuladores Agenda Aparatos cirugía Art. para confitería Arte fotográfico Artículos de Sport en cueros Artículos Sanitarios Bakelitas y derivados Baldes y fuentes Barajas Bombillas y art. de platería Boquillas y pitos Bordados Campana neumática para conservar la leche Cápsulas, precintos Cartografia Catgut para suturas Cocinas Económicas Construcciones de casillas desmontables de paja prensada Copias Heliográficas Cueros curtidos, jabones, productos grasos y cerveza Discos para gramófonos Escultor decorador Estopa Grabados en colores Grabados sobre metales
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V.A 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1
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Rubros Granito labrado Industria del transporte Instrumentos de música Maniquíes Material científico Pajareras y jaulas Parrillas para calderas Pipas y boquillas Pólvora Repujado sobre metales y cueros Subproductos animales Surtidor de nafta y aceite Talleres y fundición Tintorería Industrial Zapatitos para bebés
V.A 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1
INSTITUCIONES QUE EXHIBIERON OTRO TIPO DE PRODUCTOS/SERVICIOS Círculo Argentino de inventores: diversos inventos nacionales Provincia de Corrientes: presentación en conjunto de sus industrias Escuela de Educación Industrial: presentación de varios trabajos en mecánica Argibel y Castellanos: varias patentes de invención para la industria Ministerio de Guerra de la Nación, Dirección General de Arsenales: presentación de maquinarias en movimiento, productos industriales del Arsenal de Guerra. Penitenciaría Nacional: exposición de los diversos trabajos ejecutados en el penal. Asociación de Electrodomésticos: demostración práctica para instalaciones eléctricas. Fuente: Boletín UIA y elaboración propia. La exposición no contó con un Catálogo especial.
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Ferias y exhibiciones durante los siglos XIX y XX
(eds.)
María Silvia Di Liscia Andrea Lluch 1. Sembrando ideales. Anarquistas españoles en Cuba (1902-1925). Amparo Sánchez Cobos.
Las exposiciones y ferias son eventos que permiten estudiar el claroscuro, el reflejo y/o la mirada sobre las imágenes que cada país o grupo organizador forjó de sí mismo, así como sobre los símbolos y objetos implicados en la construcción de la nacionalidad y la proyección internacional. Los trabajos aquí reunidos analizan la participación de Argentina en las grandes exposiciones internacionales y nacionales desde mediados del siglo XIX hasta principios del siglo XX, explayándose sobre las distintas facetas de una temática escasamente transitada en la historiografía de este país. Las miradas proyectadas y buscadas de y sobre Argentina, fuera y dentro de su territorio, así como las representaciones sobre su compleja demografía, su naturaleza, población, recursos e industrias, su cultura y realidad social, son algunos de los temas abordados en cada uno de los capítulos de este libro, en el cual se reflejan muy bien las múltiples posibilidades que plantea el análisis de la representación nacional, y en el que conviven una gran diversidad de aristas y problemas, de fuentes, enfoques y metodologías para el estudio de las exposiciones universales y nacionales.
Argentina en exposición
Últimos títulos publicados
Argentina en exposición Ferias y exhibiciones durante los siglos XIX y XX
María Silvia Di Liscia y Andrea Lluch (eds.)
ISBN 978-84-00-08845-3
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788400 088453
4 C S IC
COLECCIÓN UNIVERSOS AMERICANOS CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS
María Silvia Di Liscia: doctora en Geografía e Historia por el Instituto Universitario Ortega y Gasset (Madrid) y profesora asociada del Departamento de Historia de la FCH-UNLPam. Ha dictado cursos y seminarios de posgrado en Argentina y en otros países. Es autora de Saberes, terapias y prácticas indígenas, populares y científicas en Argentina (1750-1910), Madrid, CSIC, 2003, y co-editora de Instituciones y formas de control social en América Latina, 1840-1940. Una revisión, Buenos Aires, UNGS-Prometeo Ediciones, 2005, así como de numerosas publicaciones en revistas de circulación nacional e internacional. Participa en proyectos de investigación y convenios con grupos vinculados a historia social de la ciencia en Brasil y España, y ha obtenido becas y subsidios de entidades nacionales y extranjeras para formación doctoral y estancias en el exterior. Andrea Lluch: doctora en Historia (UNCPBA, Argentina). Research Fellow, Harvard Business School (Estados Unidos). Es investigadora adjunta del CONICET (Argentina) y profesora e investigadora de la FCH/UNLPam. Harvard Newcomen PostDoctoral Fellow (2006-2007). Ha sido Fullbright Research Scholar (2005), asociada a la visita al DRCLAS, Harvard University, y becaria de la Latin American Studies Association (LASA), entre otras instituciones. Es autora de varios libros y artículos referidos a temas vinculados con la historia económica, en especial sobre comercio rural y sistemas de crédito en la Argentina de principios del siglo XX, y también de la historia de empresas en Argentina. Coeditora desde el 2004 del Boletín Virtual de la Red de Estudios de Historia de Empresas y associate editor de Enterprise & Society: The International Journal of Business History.